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Full text of "Gaceta médica catalana"

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Boston 
Medical  Libbart 


8  THE  FENWAT 


Ib'  ^ 


GACETA  MÉDICA  CATALANA. 


•^••» -•••-•■«■  H- ■■■•••»*  •^*  ■•*  "••-^  ••«•"•."*•■•' ■•^^••■'*' 


^  (C/^ 


GACETA  MEDICA 

CATALANA. 


<^«  miSU  OOUQEIAI  ILDSTIiDi, 


DIRECTORES: 
Dr.  R.  rodríguez  MENDEZ.--Dr.  L.  FORMIGUSRA  SOLER. 


Ut.  a.  Hondes  Peres.  I  Dr.  A.  Planellas  Uanos. 
D.  li.  Soñé  y  MoUst.  I  D.  P.  Verdós  11  anri. 
D.  A  Kaseti  Arroyo.  |  D.  M.  A.  Fargas  Aooa. 

Sbgiibtario  de  la  Rboacoion: 
Dr.  Federloo  Gaetells  Balleapl. 


Albarr«iL/Part«;.-iAscarreta.— Barraquer  (J.).^BarraQiier  (I«.)«-Bon6t  (J.). 

— Carreras-Arasó  (I«.)-Ga8teU8  (S  ).-Ce1>6lra. -Girara. —Ssquerdo(A.X— Ba- 

trany.-IjOpes  Ocaña  ^tfadridy.—Margarit.-Marlés  /"¿értda;.— Moré-Bar^lt.- 

Opín^o  (Tarragona).  —  Ribas.  ^  Revira.  —  Sojo.  —  Tamayo  (Habana),  -  Teissier 

/Lyon;.— Vidal  Careta /'líflkirMiA— Vidal  Solares.— VÜaseca  (J.).-Viura. 


A 


ASO -IL— TOMO  n. 


BARCELONA. 


MMMa«M«k 


SSTABLIGIMIIHTO  TIPOQRÁnCO  DS  L03  8Ü0180RK8  BE  H.  RAMI&SZ  T  C. 

pasaje  de  Bjecudilleret  numero  4u. 


/^TALOGL?^ 

(     MAY  26  1903 


AÑoH.  1'  15i>HBíIíBfCB«4882.  NÚM.  25. 


8UMA.RI0:  Artioulo  programa,  por  i0nwiaaa*«*'IV8nejO8patológÍcoi,  por  I 
des.— Aoatomia  de  los  centros  nerviosos,  por  •.!!.  A.  FsrgMi  (coQtlnaará).->Del  ácido  sa 
liciiieo  7  sas  compaestos,  por  ••  II.  E.  Moré  y  Barci*  (continuará).~La  música  en  sus 
relaciones  con  la  Medicina,  por  •.  r.  Vidal  yOmrela  (continuará).— Revista  crítica  de  ci- 
rugía, por  el  Dr.  ■«•  rormisii(»r».'-LiOs  micrófltos  de  la  sangre,  por  el  Drw  T.  Biehard 
I«ewis.— NOTICiilS  CIENTÍFICAS:  Tintura  de  convalUrla  en  las  palpit4clone«  cardiacas 
paroxismáticas.— Elixir  de  bromuro  potásico.— Precocld4d  notable  «—El  acónito  ea  la  fiebre 
remUente.— As&oar  de  leche:  acción  laxante.— Sección  oficial  —Publicacione»  recilHdas. 


ARTICULO  PROGRAMA. 


Un  año  más  es  an  verdadero  acontecimiento  para  los  que  están  al 
cabo  de  los  detalles  que  caracterizan  la  vida  intima  de  un  periódico. 
Menudean  las  conferencias;  se  hacen  cálculos  para  el  porvenir;  se  sien- 
te el  poderoso  estímulo  que  á  grandes  empresas  conduce;  detenidamente 
se  estudian  los  medios  de  salir  airosos  del  compromiso  que  con  su  con- 
ciencia, con  la  ciencia  y  con  el  público  voluntariamente  se  va  á  contraer; 
y,  para  decirlo  todo,  se  hace  un  examen  de  los  hechos  pasados,  por  ver  si 
en  ellos  hay  algo  que  haga  brotar  en  la  cara  los  colores  de  la  vergüenza 
y  en  el  ánimo  las  penas  del  remordimiento.  Si  se  conceptúa  conveniente 
proseguir,  se  almacena  material,  poniendo  á  contribución  la  buena  vo- 
luntad de  los  Colaboradores;  se  designan  temas  á  los  unos;  se  apunta  el 
título  de  los  artículos  que  otros  tienen  preparados  ó  ya  escritos;  se  dis- 
tribuye la  ocupación  en  armonía  con  las  aficiones  y  tendencias  de  cada 
operario,  y,  designado  á  cada  cual  su  puesto,  una  fórmula  final  cierra 
esta  intima  evolución:  podemos  continuar. 

La  Gaceta  Médica  Catalana,  después  de  un  minucioso  escrutinio, 
píAede  continuar.  Por  una  parte  han  visto  sus  Directores  que,  en  el  mo- 
mento actual,  poseen  los  materiales  científicos  bastantes  para  alimentar 
holgadamente  el  periódico;  y  por  otra  han  aceptado  gustosos  la  formación 
de  un  distinguido  cuerpo  de  Redactores,  organizado  solo  por  su  buena  vo- 
luntad, y  en  el  que  figuran  escritores,  ya  conocidos  en  el  mundo  científi- 
co, ó  que  han  dado  sus  primeros  pasos  en  nuestro  periódico  con  tanto 
acierto  y  seguridad  como  los  más  avezados  á  estas  pacíficas  luchas.  Con 
estos  dos  elementos  y  con  el  no  menos  importante  que  representan  nues- 
tros ilustrados  Colaboradores,  no  podrá  tacharse  de  petulante  la  idea  de 
que  la  vida  científica  del  periódico  está  asegurada  por  el  tiempo  que 
pactamos  con  nuestros  suscritores. 

Si  la  vida  científica  descansa  en  fuertes  apoyos,  la  vida  material,  la 
administrativa,  independientemente  de  la  protección  que  el  público  nos 
dispense,  está  consolidada  tan  firmemente  como  aquella.  Hemos  tenido 
la  pretensión  de  hacer  un  periódico,  modelo  en  todos  conceptos,  y  sin 


2  ARTÍCULO  PBOGRAMA. 

reparar  en  el  importe  de  las  facturas.  Hoy  abrigamos  iguales  tenden- 
ciasy  y  aun  más  si  cabe,  y  con  este  íin,  dando  á  las  Bellas  Artes  el  tras- 
cendental papel  que  en  la  propagación  de  las  ciencias  deben  desempe- 
ñar, sin  que  cambiemos  las  condiciones  de  suscricion,  estamos  resueltos 
á  convertir  la  Gaceta  Médica  Catalana  en  periódico  ilustrado,  publi- 
cando en  todos  los  números  uno  ó  más  grabados,  reflejo  ñel  de  lo  expre- 
sado en  el  texto  y  de  los  progresivos  movimientos  de  la  ciencia. 

La  abundancia  de  escritos  que  hoy  poseemos  y  la  laboriosidad  de 
nuestra  Redacción  y  Colaboración,  al  quitarnos  el  trabajo  y  el  sonrojo 
de  ir  de  puerta  en  puerta  mendigando  algunas  cuartillas  que  rellenen, 
no  importa  de  qué,  huecos  y  huecos  de  interminables  páginas,  dan  cer- 
teza de  vivir  como  ciencia;  la  íntima  convicción  de  que  no  se  trata  de 
empresas  comerciales,  sino  de  una  noble  tendencia  de  hacer  periódico 
como  debe  ser,  y  el  entusiasmo  de  los  propietarios  que  aumenta  con  el 
tiempo  que  trascurre,  dan  certeza  de  vivir  como  administración. 

Si  pues,  ciencia  y  administración  se  aunan,  dijimos  bien  al  decir 
que  píiede  continuar  la  Gaceta  Médica  Catalana 

Esto  mirando  el  hoy  y  el  mañana.  ¿Hay  algo  en  el  ayer  que  nos  son- 
roje ó  que  nos  duela?  La  Gaceta  ofreció  dar  una  cantidad  determinada 
de  páginas  y  una  determinada  de  números,  y  ha  publicado  más  en  am- 
bos conceptos;  ofreció  algunos  grabados,  y  ha  dado  4  lu2  muchos  y 
además  láminas  y  fotografías;  ofreció  no  manchar  sus  columnas  con 
ciertas  cuestiones,  más  propias  de  plazuela  que  del  templo  de  la  ciencia, 
y  ha  llevado  su  severidad  hasta  la  exajeracion,  sin  que  la  atmósfera  in- 
fectante, casi  absoluta,  que  la  rodea,  ni  las  pasiones  de  que  nadie  se  li* 
bra,  hayan  llevado  á  su  inflexible  criterio  el  maleficióse  feí^mento  que 
tan  bien  se  recibe  en  otras  partes;  ofreció  ser  seria  y  formal,  y  se. ha 
abroquelado  contra  esa  epidemia  de  escritorzuelos  de  gacetilla,  que  si 
escriben  con  las  manos,  no  piensan  con  la  cabeza,  ni  albergan  en  su  co- 
razón sentimientos  levantados;  ofredó  separarse  un  poco  de  esa  cosa 
llamada  conocimiento  puramente  clinico,  y  ha  dado  plaza  en  sus  ñlas  á 
otros  fundamentos  necesarios  á  la  constitución  de  las  ciencias  médicas; 
ofreció  buscar  en  los  ramos  auxiliares  firmes  apoyos,  y  frecuentemente 
ha  hecho  escursiones  por  los  territorios  de  la  Física,  de  la  Química,  etc.; 
ofreció  ser  algo  más  que  órgano  de  la  observación,  y  se  ha  convertido 
varias  veces  en  el  heraldo  de  la  experimentación;  ofreció  ser  amante  del 
progreso  y  de  la  verdad  científica,  y  no  le  han  dolido  prendas  en  la  con- 
secución de  sus  ideales. 

Este  es  el  pasado,  que  ni  nos  sonroja,  ni  nos  duele.  Hablando  de  él, 
no  diremos,  como  Yaltour:  <ren  nada  se  pone  tanto  cuidado  como  en  el 
primer  número  de  un  periódico,»  pues  todos  fueron  cuidadosamente  pre- 
parados y  se  han  ido  dando  al  público  cou  interés  creciente. 

Vida  científica,  vida  administrativa  para  el  futuro,  y  conciencia  lim-* 
pia  de  remordimientos  v  llena  de  satisfacciones  para  la  historia,  dicen 
que  la  Gaceta  Medica  Catalana  puede  continuar* 

Hé  aquí  nuestro  programa:  continuar.  Nada  hemos  de  añadir  á  nues- 
tros principios,  ni  nada  hemos  de  reformar  en  nuestros  propósitos.  Cien- 
cia, verdad,  progreso.  Lo  demás  para  quien  lo  quiera. 

En  nuestro  personal  científico  han  ocurrido  algunas  variaciones.  El 


RBPLEJOS  PATOLÓGICOS.  3 

ilustrado  amigo  Sr.  Bonet  y  Amigó  ha  dejado  de  ser  uno  de  los  Directo- 
res. La  etiología  de  este  hecho  es  bien  sencilla:  Abrumado  de  trabajo,  no 
ha  podido  llevar  por  completo  la  penosa  carga  que  su  posición  le  impo- 
nia.  Su  delicadeza  le  ha  obligado,  no  á  separarse  del  periódico,  que  esto 
hubiera  sido  tan  sensible  para  él  como  para  nosotros,  sino  á  aflliarse  en- 
tre la  valiosa  pléyade  de  Colaboradores.  £s  uno  más  que  nos  honra,  y 
uno  más  que  ha  de  contribuir  con  su  material  clínico  á  levantar  el  pe* 
riódico.  Si  nos  despedimos  del  que  fué  uno  de  los  propietarios,  no  nos 
separamos  del  amigo  ni  del  hombre  ilustrado. 

Entre  los  Colaboradores  ha  habido  también  cambios.  Los  unos  han 
pasado  al  cuerpo  de  Redacción;  los  otros,  unidos  á  algunos  nuevos,  con- 
tinúan con  su  interesante  encargo;  los  menos  han  dejado  de  serlo. 

Los  Directores. 

COMENTARIOS  CLÍNICOS. 


POR  D.  Pedro  Verdós. 

Cuanto  más  se  profundiza  el  estudio  de  la  neuropatologia,  mayor 
extensión  ofrece  la  esfera  de  jurisdicción  del  clínico.  El  capitulo  de  en- 
fermedades de  los  centros  nerviosos  no  tiene  limites.  Y  no  se  debe  ello 
á  que  el  asunto  haya  preocupado  poco  á  los  observadores,  no;  es  que  el 
escabroso  y  enrocado  terreno,  en  que  deben  recojerse  los  frutos  para 
enriquecer  la  cuestión,  exige  atléticas  fuerzas  que  le  preparen  al  cul- 
tivo. La  patologia  de  los  nervios  nunca  envejecerá:  siempre  que  el  ab- 
solutismo de  los  sistemas  la  ha  llevado  caduca  al  templo  de  la  historia, 
ha  sabido  remozarse  á  beneficio  de  la  natural  evolución  de  los  hechos. 
Las  leyes  porque  se  rigen  los  fenómenos  patológicos  dependientes  del 
sistema  inervador  no  son  inmutables,  cambian  con  el  modo  de  ser  físico 
y  moral  de  los  organismos;  como  cambian  y  se  alteran  las  leyes  porque 
se  rige  la  Sociedad  con  el  modo  de  vivir  de  los  individuos  que  la  com- 
ponen. De  aqui  que  se  presente  intrincado  hasta  lo  sumo  el  estudio  de 
esta  clase  de  enfermedades. 

Las  diñcultades  insuperables  con  que  el  clínico  á  cada  paso  tropieza, 
están  entrañablemente  enlazadas  con  el  papel  que  desempeñan  los  cen- 
tros nerviosos  en  estado  fisiológico.  Como  todas  las  funciones  normales 
vienen  intervenidas  por  la  acción  de  los  nervios,  se  comprende  que 
todos  los  órganos  pueden  sufrir  por  la  alteración  de  los  centros  de 
donde  dimanan  aquellos.  La  tiranía  que  el  sistema  nervioso  ejerce  sobre 
todas  las  partes  del  cuerpo  no  es  absoluta:  cada  aparato,  cada  órgano, 
cada  tejido,  y  para  llegar  á  la  noción  más  elemental,  cada  célula,  puede 
revolucionarse  contra  el  despótico  dominio  de  la  inervación  y  conde- 
narle á  sufrimientos  bastante  importantes,  para  que  por  su  interpreta- 
ción difícil  y  por  su  no  menos  fácil  yugulación  despierten  la  curiosidad 


4  GOMENTABIOS  CLÍNICOS. 

del  clinico  menos  perspicaz.  Parece  que  una  á  una  las  células  de  cada 
tejido,  como  si  estuvieran  dotadas  de  voluntad  libérrima,  digan  á  los 
centros  nerviosos:  Puesto  que  vosotros,  con  este  espíritu  avasallador 
que  os  distingue,  queréis  intervenir  en  todos  mis  actos  y  hacerme  partí- 
cipe de  los  males  que  os  afligen,  yo,  que  gozo  en  la  venganza,  he  de  obli- 
garos á  probar  los  sinsabores  que  me  amargan.  Y  en  efecto,  los  sufri- 
mientos de  cada  célula  orgánica  pueden,  por  acción  refleja,  hacerse 
sentir  por  todos  los  ámbitos  del  sistema  inervante.  Donde  quiera  que 
exista  una  raicilla  nerviosa,  ya  dependa  del  sistema  cerebro-espinal,  ya 
del  simpático,  allí  puede  brotar  una  excitación  que  dé  lugar  á  trastornos 
reflejos. 

La  complexidad,  que  entraña  en  sí  el  vasto  asunto  que  me  propongo 
tratar,  ofrece  varios  puntos  de  apoyo  en  que  basar  un  plan  que  facilite 
el  estudio.  £1  orden  anatómico  seria,  á  no  dudarlo,  un  buen  guia  para 
hacer  fructífera  la  escursion;  como  igualmente  podría  ilustrarnos  so- 
bremanera una  división  fundada  en  los  principios  más  culminantes  de 
la  Fisiología  patológica  de  los  centros  nerviosos.  Pero  ni  los  presentes 
artículos  han  de  tener  el  carácter  didáctico  que  implica  la  adopción  de 
un  método,  ni  debe  sugetarse  á  él  quien  no  se  propone  más  que  el  co- 
mento de  algunos  casos  de  más  ó  menos  trascendencia  clínica.  Ni  tam- 
poco me  ha  preocupado  en  lo  más  mínimo  el  grado  de  interés  que  puede 
revestir  cada  historia,  porque  en  materias  clínicas  nada  hay  que  no  sea 
interesante.  De  consiguiente,  estando  libre  de  toda  trabazón,  no  pienso 
seguir  otro  orden  que  el  que  se  relaciona  con  la  fecha  de  presentación 
de  los  casos  que  han  de  ocuparme. 

El  aparato  digestivo  en  sus  múltiples  relaciones  con  el  sistema  iner* 
vador  constituye  el  más  caudaloso  de  los  manantiales  de  donde  brotan 
los  reflejos  patológicos.  Sin  traspasar  los  límites  de  la  primera  porción 
de  dicho  aparato,  podremos  observar  una  multitud  de  alteraciones  re- 
flejas, que  reconocen  por  causa  algún  trastorno  orgánico  que  toma 
asiento  en  la  cavidad  de  la  boca.  Estos  fenómenos  no  suelen  ser  siem- 
pre de  la  misma  naturaleza:  unas  veces,  la  excitación  morbosa  se  pro- 
paga hasta  el  cerebro  y  trastorna  sus  funciones;  en  la  mayoría  de  casos, 
el  acto  reflejo  se  determina  en  la  médula;  en  otras  circunstancias,  la 
evolución  del  fenómeno  tiene  lugar  en  los  centros  ganglionares  perifé- 
ricos. Parece  desprenderse  de  aquí  que  para  el  desarrollo  de  los  reflejos 
patológicos  se  necesita  siempre  la  intervención  de  algún  centro  ner- 
vioso; y  esta  es  la  opinión  univcrsalmente  admitida.  Entiendo,  sin  em- 
bargo, que  las  necesidades  de  la  clínica  no  se  dejan  satisfechas  con  esta 
manera  de  pensar;  y  esto  me  conducirá  á  la  osadía  de  entrar  en  nuevas 
hipótesis  para  darme  exacta  cuenta  de  los  hechos.  La  demostración  clí- 
nica de  estos  distintos  problemas  constituirá  el  material  para  este  pri- 
mer artículo  sobre  los  reflejos  patológicos. 

De  cuanto  dejo  insinuado  se  desprende,  que  en  Patología  las  altera- 
ciones de  naturaleza  refleja  pueden  desarrollarse  .por  dos  mecanismos 
distintos:  ó  bien  un  centro  nervioso  interviene  en  la  producción  del 
fenómeno,  ó  bien  el  trastorno  reflejo  tiene  lugar  con  completa  indepen- 
dencia de  estos  centros.  Las  lesiones  que  se  comprenden  en  el  primer 


REFLEJOS  PATOLÓGICOS.  5 

caso  son  hoy  dia  perfectamente  conocidas  y  tienen  una  explicación  ra- 
cional. Elias  han  de  ocuparme  muy  someramente,  ya  que  mi  principal 
obieto  es  fijar  la  atención  sobre  las  que  vienen  incluidas  en  el  segundo 
grupo,  cuyo  estudio  está  todavía  en  germen. 

Las  alteraciones  reflejas  correspondientes  al  primero  de  los  grupos 
que  acabo  de  establecer  son  de  muy  fácil  comprobación  por  la  fre- 
cuencia con  que  se  repiten.  Basta  ver  la  obra  más  elemental  de  esto- 
matología para  que  se  encuentren,  aun  atrancando  su  lectura,  repetidas 
referencias  á  esta  clase  de  fenómenos  morbosos.  Y  si  alguien  no  quedara 
satisfecho  con  la  simple  narración  de  los  hechos,  le  fuera  suficiente  pisar 
los  primeros  peldaños  de  una  clínica  para  tener  pronto  motivo  de  hacer 
buenas  las  observaciones  de  todos  los  prácticos.  A  mi  la  ocasión  me  ha 
brindado  más  de  una  vez  para  contemplar  ejemplares  patológicos  de 
esta  naturaleza,  y  podría  yo  aducir  aquí  algunos  casos,  que  por  lo  no- 
tables bien  pudieran  calificarse  de  típicos.  Recuerdo,  entre  otros,  la  his- 
toria de  un  infante,  de  12  meses  de  edad,  de  temperamento  puramente 
sanguíneo  y  de  robusta  constitución,  que  estando  en  pleno  período  de 
evolución  dentaria,  fué  presa  de  violentos  ataques  eclámpsicosque  po- 
nían en  inminente  peligro  su  vida.  Las  medicaciones  empleadas  para 
moderar  la  acción  de  los  centros  nerviosos  no  dieron  resultado,  y  solo 
cuando,  armada  mi  mano  con  un  bisturí,  deshice  la  resistencia  que  los 
tejidos  oponían  á  dejarse  penetrar  por  el  diente,  quedó  asegurada  la 
existencia  del  tierno  niño:  prueba  evidente  de  que  la  neuropatía  estaba 
sostenida  por  el  proceso  residente  en  la  cavidad  de  la  boca. 

Las  alteraciones  de  la  motilidad,  desarrolladas  al  calor  de  los  pro- 
cesos que  se  fraguan  en  la  primera  porción  del  tubo  digestivo,  pueden 
multiplicarse  hasta  lo  sumo;  de  suerte  que  todas  las  neurosis  del  mo- 
vimiento son  susceptibles  de  dispertar  por  esta  causa.  Pero  no  son  ya 
los  desórdenes  del  eje  medular  los  únicos  que  pueden  presentarse,  sino 
que,  reflejándose  la  excitación  nerviosa  en  el  cerebro  ó  en  los  centros 
dependientes  del  gran  simpático,  se  desarrollan  fenómenos  de  índole  dis- 
tinta. La  misma  enagenacion  mental  se  ha  determinado  en  estas  condi- 
ciones, y  yo  hallo  registrada  en  mi  dietario  clínico  la  historia  de  un 
hombre,  que  presentaba  delirio  alto  á  consecuencia  de  una  periostitis 
alveolo-dentaria;  con  el  bien  entendido  de  que  no  existia  el  más  ligero 
movimiento  febril  que  pudiera  explicarnos  el  fenómeno.  Pero  el  catá- 
logo de  hechos  de  esta  naturaleza  llega  á  hacerse  interminable,  cuando 
se  quieren  anotar  todos  los  reflejos  que  se  determinan  por  la  excitación 
del  gran  simpático  consecutiva  á  una  enfermedad  de  la  boca:  las  alte- 
raciones del  ritmo  cardíaco,  las  leucorreas  y  otorreas,  las  inflamaciones 
del  globo  del  ojo,  del  aparato  pulmonar  y  digestivo,  etc.,  etc.,  son  fe- 
nómenos de  aparición  harto  frecuente  para  eximirme  de  insistir  más 
sobre  este  punto.  Quien  pretenda  hacer  un  estudio  más  detallado  sobre 
esta  parte  de  la  patología  podrá  consultar  con  provecho,  entre  otras,  la 
memoria  sobre  la  Erupción  patológica  del  tercer  molar  compuesto^  ori- 
ginal del  Dr.  Bruguera  y  Martí. 

Y  dicho  esto  con  respecto  á  los  fenómenos  reflejos  que  vienen  inter- 
venidos por  la  acción  de  un  centro  nervioso,  es  necesario  que,  entrando 
en  la  parte  principal  de  mi  tesis,  pase  á  ocuparme  de  los  que  son  sus- 


6  COMENTARIOS  CLÍNICOS'. 

ceptibles  de  desarrollarse  con  completa  independencia  de  todo  centro. 
Pero  antes  de  aventurar  la  interpretación  patogénica  que  yo  deberé  dar- 
les, precísame  apuntar  un  caso  clmico  que  sirva  de  parapeto,  en  donde 
sea  fácil  defenderme  de  todas  las  objecciones  á  que  el  hecho  se  presta. 
El  caso  á  que  me  refiero  ofrece  los  siguientes  detalles:  Un  joven,  de  vein- 
te años,  bien  constituido  y  sin  antecedentes  patológicos,  sufre,  á  conse- 
cuencia de  la  caries  del  primer  molar  superior  derecho,  un  flemón  gin- 
gival que  le  proporciona  acerbos  sufrimientos*  Cuando  la  flogosis  de  la 
encía  habia  llegado  á  la  meta  de  su  desarrollo,  aparece  en  la  superficie 
cutánea  de  la  zona  molar  del  propio  lado  una  erupción  vesiculosa  que  se 
hace  notable  por  la  falta  de  caracteres  con  que  se  presenta:  no  hay  ru- 
bicundez de  la  superficie  en  que  radica,  ni  existe  círculo  rojo  al  rede- 
dor de  cada  vesícula,  ni  edtas  se  abren  para  dejar  salir  el  liquido  que 
contienen,  ni  se  forman  costras,  ni  finalmente,  exigen  medio  alguno 
para  lograr  su  desaparición.  Todo  se  subordina  al  proceso  gingival,  y  la 
dermatosis  crece  con  la  inflamación  de  la  encía,  y  se  sostiene  en  tanto 
que  el  pus  se  colecciona  en  aquella  parte,  y  desaparece  paulatinamente 
con  el  gradual  descenso  de  la  enfermedad  que  la  sostiene.  Y  cuenta 
que  no  existen  en  el  enfermo  antecedentes  de  diátesis  alguna,  ni  han 
obrado  agentes  externos  sobre  la  parte  en  cuestión  para  darnos  idea  del 
fenómeno:  todo  se  presenta  con  aparento  expontaneidad. 

Guando  en  alas  de  mi  natural  curiosidad  científica,  pretendo  inquirir 
la  relación  patogenésica  que  puede  mediar  entre  la  dermatosis  y  el  tras- 
torno de  la  encia,  si  descuento  de  los  factores  del  problema  el  elemento 
nervioso,  me  quedo  completamente  á  oscuras.  Y  si  colocado  en  el  terre- 
no de  las  concesiones,  quiero  suponer  que  los  conductores  nerviosos 
juegan  un  importante  papel  en  la  producción  del  fenómeno,  yo  no  puedo 
aceptar  que  se  trate  de  un  acto  reflejo  intervenido  por  algún  centro,  so 
pena  de  caer  en  absurdos  y  contradicciones  por  todos  conceptos  censu- 
rables. Llevada  la  cuestión  áeste  terreno,  interésame  entrar  en  algunas 
consideraciones  sobre  el  mecanismo  de  los  actos  reflejos,  que  han  de 
ayudarme  á  resolver  el  punto  que  debato. 

En  la  producción  de  todo  acto  reflejo  deben  intervenir  siempre  dos 
cordones  nerviosos.  Un  mismo  filete  no  puede  conducir  á  un  tiempo  dos 
corrientes  distintas,  de  la  misma  manera  que  un  conductor  eléctrico  no 
puede,  en  un  tiempo  dado,  trasmitir  corrientes  contrarias,  y  también 
de  la  misma  manera  que  una  locomotora  no  puede  adelantar  y  retro- 
ceder á  la  vez.  Para  que  haya  acto  reflejo  se  necesita,  pues,  la  transmi- 
sión de  una  excitación  nerviosa  á  otro  conductor  que  sea  directamente 
excitado.  Este  acto,  en  virtud  del  cual  un  nervio  comunica  á  otro  sus  im- 
presiones, suele  verificarse  en  los  centros  nerviosos,  que  es  el  punto  en 
donde  confluyen  un  número  mayor  ó  menor  de  hacecillos  de  diversa 
procedencia.  Ahora  bien,  si  concretamos  la  cuestión  al  hecho  de  au' 
tos,  al  caso  que  llevo  narrado,  encontraremos  que,  estando  la  zona  en 
que  radicaba  la  dermatosis  y  la  zona  de  la  encia  inervadas  por  un  mis- 
mo nervio,  no  puede  aceptarse  en  buena  Fisiología  que  el  acto  reflejo  de 
que  se  trata  estuviera  intervenido  por  un  centro.  El  siguiente  esquema 
(fíg.  1)  sirve  para  demostrar  los  diferentes  caminos  que  podía  seguir  la 
excitación  de  orden  reflejo:  T  es  el  nervio  trigémino,  1  el  ganglio  en 


REFLEJOS  PATOLÓOICOS.  7 

donde  este  se  trifarcí,  O,  ^  y  F  las  raams  oftálmica,  maxilar  superior  y 
maxilar  inferior,  que  constituyen  la  poroion  terminal  del  mismo,  Ey  D, 
rq>i>eseataa  las  raicillas  cutánea  y  dentaria  que  salen  de  la  rama  maxi- 
lar superior.  Una  exci- 
tación, que,  naciendo  de 
la  parte  terminal  de  es- 
tas raici  lias,  se  propaga- 
ra hasta  al  gangtio,  de- 
berla  rearesar   por  la 
ramaofLálmica  ó  por  la 
maxilar  inferior,  porque 
ya  se  ha  dicho  que  un 
nervio  no  puede  llevar 
á  un  mismo  tiempo  dos 
excitaciones  emanadas 
de  puntos  opuestos.   A 
pesar  de  esto,  en  el  caso 
de  que  vengo  hablando, 
la  excitación  directa  y 
Fi|^  i'-F«DdEaeM«T*Q*joiaiBiM>radoiinai  gtngiio       la  excUaoiou  refleja  ra- 
dicaban en  el  períme- 
tro de  un  mismo  ner- 
vio: ¿cAmo,  pues,  intwpretar  este  hecho  excepcional,  paradógico  al 
perecer,  y  que  envuelto  en  tupido  veto  queda  sustraído  á  las  más  pers- 
picuas miradas?  Yo  quiero  entregarme  á  su  estudio,  aún  á  trueque  de 
consentir  en  que  mi  pluma  desbarre,  no  porque  me  sienta  capaz  de  re- 
solver ni  el  más  insignificante  de  los  problemas  de  la  patología,  sino 
porque  he  llegado  á  adquirir  el  Intimo  convencimiento  de  que  en  mate- 
rías  especulativas  el  aventurar  una  opiniones  siempre  dar  un  paso,  ya 
que  de  esta  suerte  se  evita  el  que  surjan  mañana  las  dificultados  que 
quedan  ventiladas  hoy. 

La  clave,  para  la  resolución  del  problema  que  queda  planteado,  se 
halla  en  el  estudio  de  la  extructura  intima  de  los  conductores  nerviosos. 
Si  participáramos  todavía  de  )a  creencia  de  que  un  ñlete  nervioso  cons- 
tituye uD  todo  continuo  desde  el  punto  de  su  expansión  periférica  al  de 
su  emergencia  central,  la  interpretación  del  fenómeno,  cuya  naturaleza 
indago,  sería  de  todo  punto  impasible.  Pero  los  estudios  histolúgicos  re- 
ferentes á  esta  cuestión  han  adelantado  lo  suficiente  para  autorizar  ó 
emitir  un  juicio;  y  estos  progresos  de  la  Anatomía  son  un  auxiliar  pode- 
roso para  el  adelantamiento  de  la  clínica.  Los  tubos  de  míelina  repre- 
sentan la  noción  más  elemental  de  los  nervios  capaz  de  ser  demostrada 
por  la  análisis  anatómica,  y  los  histólogos  aseguran  que  cada  uno  de  es- 
toa  tubos  está  constituido  por  una  serie  de  discos  superpuestos,  sepa- 
rados unos  de  otros  por  un  reducidísimo  espacio.  Haciendo  buenas  estas 
aseveraciones  de  los  micrógrafas,  resulta:  que  una  rama  nerviosa  no  se 
extiende  directamente  de  la  perifariaal  centro,  sino  que  desde  aquella 
va  al  eonduetor  nervioso  de  donde  procede,  y  este  es  el  eneargado  de  lle- 
gar hasu  algún  centro.  E\  adjunto  grabado  sirve  para  aclarar  eitos  con- 
oeptos:  A  es  un  tubo  de  mialiaa  de  un  cordoa  nervioso;  ByC  reprssea- 


8  anatomía  de  los  centros  neryiosos. 

tan  también  tubos  da  mielina  de  las  ramas  qoe  da  aquel  nervio,  y  Z>indí< 
ca  la  relación  que  guardan  el  nervio  y  las  ramas  que  engendra. 

Teniendo  en  cuenta  esta  disposición,  es  fácil, 
basta  cierto  punto,  darse  cuenta  de  la  manera  cómo 
pudo  desarrollarse  el  reflejo  patológico  en  el  caso 
preinserto.  La  excitación  constante,  en  que  se  en- 
contraban las  raicillas  dentarias  del  trigémino,  á 
consecuencia  del  proceso  de  la  encia,  podía  propa- 
garse hasta  el  sensorio, dando  lugar  al  síntoma  dolor 
y  ¿  la  vez  fué  capaz  de  estimular  los  discos  de  las 
ramillas  que  vana  distribuirse  en  la  piel,  dando  lu- 
gar á  la  erupción  vesiculosa.  De  suerte  que  yo  en- 
tiendo que:  la  exciiacion  nerviosa,  que  cerré  á  lo  lar- 
go de  un  conductor,  es  susceptible  de  descomponerse  en 
tantas  otras  cuantas  sean  laaramasquedeeste  saldan 
y  dar  lugar  á  trastornos  en  la  tona  que  cada  una 
inerva.  £1  esquema  de  la  ñgura  3."  representa  esta 
subdivisión  de  la  corriente. 

Las  aseveraciones,que  acabo  de  establecer,  dejan 
rig.  2.'-EitruotDr«       entrever  una  serie  de  problemas,  cuya  resolución 
deioanarTkn.      .    sólo  podrá  intentarse  el  día  en  que  aquellas  sean 
comprobadas.  £1  carácter  del  presente  articulo  me 
veda  por  completo  descender  &  más  detalles  sobre  una  cuestión  que 
sólo  dejo  apuntada  y  que  á  mi  ver  es  digna  de  un  detenido  estudio.  Sólo 
me  falta  indicar  aquí  que,  para  elevar  estos  heclios 
i  la  categoría  de  ti'sis,  se  necesita  que  los  fisiólogos 
vengan  á  ofrecernos  la  contraprueba  con  sus  lumi- 
nosos é  interesantes  experimentos.  De  todos  modos, 
sea  cual  fuere  el  concepto  que  merecieren  las  ideas 
que  vine  sosteniendo  en  el  decurso  del  presente  ar- 
ticulo, el  caso  clínico  expuesto  quedarA  siempre  en 
pié  é  inmarcesible,  porque  los  fenómenos  de  la  clí- 
*.  s'-t».  ■!«  ■  UB  I       "'"^  ^^^  Perennes;  y  mientras  nadie  me  señale  la 
—  raüfjcu  de  arro-     posibilidad  de  haberse  engendrado  por  otro  meca- 
nismo, deberé  continuar  creyéndolo  hijo  de  un  ac- 
to reflejo  no  intervenido  por  los  centros  nerviosos. 


anatomía  db  los  centros  nerviosos, 

POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


INTROD0CCIOir. 

Los  centros  nerviosos  son  algo  más  que  un  órgano,  más  que  un  apa- 
rato, más  que  un  sistema;  son  casi  por  sí  solos  un  complejo  y  admirable 
organismo,  un  conjunto  armónico,  en  que  cada  una  de  sus  partes  desem- 


ANATOltlA  DE  LOS  GKNTftOS  NERVIOSOS.  9 

peña  un  papel  de  primer  orden;  son  sus  funciones  tan  delicadas  y  tan 
sutiles,  que  su  esencia  escapa  hoy  por  hoy  á  toda  concepción  del  huma- 
no espíritu.  Toda  teoría,  toda  hipótesis,  toda  elucubración,  encuentra  su 
escollo  al  convertirse  en  intérprete  de  algunas  de  sus  funciones;  por 
ellas,  el  entendimiento  humano  cae  en  un  abismo,  la  razón  pausada  y 
fría  llega  al  absurdo,  la  imaginación  exaltada  y  fantástica  delira. 

El  misterio  que  envuelve  las  funciones  de  los  centros  nerviosos,  más 
misterioso  antes  que  hoy,  depende  en  su  mayor  parte  de  la  falta  de  co- 
nocimientos anatómicos.  Porque  la  Fisiología  sin  la  Anatomía,  es  como 
mariposa  que  vuela  errante  sin  encontrar  flor  en  donde  posarse:  deslum- 
hra y  seduce  por  la  brillantez  de  sus  colores  y  sus  ágiles  movimientos, 
pero  produce  el  vértigo  por  su  continuo  revoloteo  y  sus  inconstantes 
y  fugitivas  posturas.  Es  el  genio  de  la  Anatomía  en  boca  de  Letamendi, 
quien  dice:  (da  Fisiología  en  mi  seno  se  engendró  y  á  él  retorna,  y  aun 
en  su  mayor  independencia,  yo  soy  el  nombre  de  su  oración,  yo  el  su- 
geto  de  sus  predicados,  yo  el  obligado  principio  y  fin  de  sus  pensa- 
mientos.)» 

£1  hombre  es  impaciente  por  naturaleza,  y  mal  se  avienen  la  monó- 
tona y  rigurosa  sucesión  de  los  hechos  con  su  ávido  y  turbulento  deseo 
de  saber:  tal  vez  por  el  natural  disgusto  de  que  en  su  vida  corta  y  finita, 
no  puede  abarcar  la  inmensidad  é  infinidad  del  tiempo.  Si  en  la  mano 
de  un  hombre  que  espera  ó  prevé  un  suceso  para  el  porvenir,  estuviera 
el  adelantar  la  sucesión  de  los  dias,  los  siglos  se  nos  vendrían  encima 
con  la  creciente  rapidez  con  que  una  piedra  cae  al  centro  de  la  tierra 
atraída  por  la  fuerza  de  la  gravedad. 

No  se  resigna  con  el  severo  é  imperturbable  curso  de  los  hechos,  y 
orgulloso  por  temperamento,  cree  que  aguijoneando  su  mente  ha  de  su- 
plir la  falta  de  observación  y  de  experiencia.  Así  es  como  construye 
esas  torres  babélicas  sobre  cimientos  de  neblina,  que  evaporándose 
bajo  la  más  tenue  contingencia  dejan  derrumbar  el  edificio,  hiriendo  en 
su  desplome  á  cuantos  cometieron  la  imprudencia  de  cobijarse  bajo  él. 

¡Cuántas  cosas  aprendemos  hoy  en  Medicina  que  debemos  olvidar 
mañanal  ¡Cuántas  teorías  é  hipótesis  sobre  el  sistema  nervioso,  que 
aunque  útiles  en  algún  concepto,  quedan  ya  relegadas  al  olvido!  Impre- 
sas en  nuestra  mente  debían  estar  siempre  las  siguientes  palabras  de 
Fausto:  cen  verdad  te  digo,  que  el  hombre  que  especula  es  como  un  ani- 
mal á  quien  un  espíritu  maligiiO  hiciese  dar  vueltas  en  un  árido  desierto, 
en  cuyo  derredor  hubiese  magníficas  y  verdes  praderas.» 

No  es  esto  decir  que  las  hipótesis,  teorías  é  interpretaciones,  sean 
perjudiciales  ó  inútiles,  siempre  y  cuando  queden  reducidas  á  sus  justos 
límites;  por  lo  menos  tienen  la  inmensa  ventaja  de  originar,  por  espíritu 
de  comprobación,  experimentos  y  observaciones  que,  si  no  demuestran 
la  exactitud  de  la  sospecha,  patentizan  su  falsedad  en  algunos  casos,  y 
mucho  sabe  quien  está  seguro  de  que  una  cosa  no  es  cierta;  por  otra 
parte,  ño  es  raro  que  por  esta  vía  indirecta  se  llegue  á  nuevos  descubri- 
miento.-* Pero  si  nuestra  mente  se  ilusiona,  comenzamos  á  forzar  analo** 
gías  y  hasta  hechos,  lo  más  antitético  hacemos  que  venga  en  comproba- 
ción de  nuestra  tesis,  la  hipotética  sospecha  la  convertimos  en  verdad 
comprobada,  y  al  través  dé  esto  cristal  somos  víctimas  de  continuas  alu- 


iO  ANATOMU  DB  LOS  CENTROS  NEBV|Q$OS« 

eiriaeiones,  porque  toda?  l«s  cosas  son  según  ^  color  4^1  crisíal  con  q%t0M 
miran* 

Nunca  acontece  esto  con  tanta  frecuencia  como  cuando  nos  anticipa- 
mos á  la  realización  de  los  hechos.  Sea  porque  los  anatómicos  por  falta 
de  medios  de  estudio  anden  tardíos  en  ds^r  i  conocer  la  Anatomía  de  los 
centros  nerviosos,  sea  porque  los  fisiólogos  se  hayan  precipitado  en  el 
cumplimieuto  de  sus  tareas»  lo  cierto  es,  que  solo  en  loa  estudios  con- 
temporáneos de  Fisiología  del  sistema  nervioso,  comienza  á  notarse  al- 
gún fundamento  en  verdades  anatómicas*  Por  eso  reina  tanta  confusión 
en  las  funciones  de  los  centros  nerviosos,  y  por  eso  vemos  tantos  estu* 
dios  imaginarios  y  novelescosi  por  la  falta  de  conocimientos  anatómicos. 
Sirva  de  ejemplo  de  las  aberraciones  á  que  puede  conducir  el  no  partir 
de  buenos  fundamentos,  la  estra vagancia  del  inmortal  Descartes  al  con'- 
siderar  la  glándula  pineal  como  punto  de  residencia  del  alma,  sin  duda 
porque  lo  pintoresco  del  sitio  le  parecería  digno  de  tan  sublimada  con- 
cepción. 

Al  encontrarse  los  fisiólogos  con  un  aparato,  cuya  extructura  les  era 
desconocida,  sin  saber  siquiera  los,  órganos  que  lo  formaban  y  que  ejer- 
cía funciones,  de  las  cuales  apenas  si  les  constaba  su  existencia  de  una 
manera  segura  y  positiva,  no  podían  hacer  más  que  divagar;  iban  y  van 
fantaseando  doctrinas  basadas  sobre  hechos  muy  baladies  casi  siempre, 
desmintiendo  hoy  lo  que  ayer  dijeron;  deshaciendo  mañana  lo  que  hicie- 
ron hoy:  la  interminable  tarea  de  Penelope.  Difícilmente  se  encontraría 
en  Medicina  cuestión  más  vertiginosa  y  abrumadora  que  la  de  la  Fisio- 
logía de  los  centros  nerviosos. 

Asi  como  el  anatómico  le  ha  dicho  al  fisiólogo:  aquí  tienes  un  exó- 
fago  y  un  estómago,  un  intestino  delgado  y  un  intestino  grueso,  un  hí- 
gado, un  páncreas  y  glándulas  salivares,  que  constituyen  partes  inte- 
grantes del  aparato  digestivo,  que  tienen  esta  extructura  y  estas  rela- 
ciones, y  el  fisiólogo  ha  estudiado  el  papel  que  desempeña  cada  uno  de 
estos  órganos  y  de  que  modo  concurre  al  cumplimiento  de  la  digestión^ 
y  asi  de  muchos  otros  aparatos,  se  ha  encontiado  con  un  aparato  ner- 
vioso, sin  saber  que  órganos  lo  constituyen  y  le  ha  faltado  de  consiguien- 
te la  principal  base  y  guia.  Otro  tanto  le  ha  sucedido  al  patólogo»  y  por 
esto  la  Patología  del  sistema  nervioso  ha  quedado  por  tanto  tiempo  su- 
mida en  la  oscuridad  más  completa;  únicamente  hoy  comienza  á  levan- 
tarse con  cierto  donaire  y  orguilosa  de  haberse  adelantado  en  muchos 
puntos  á  sus  predecesoras,  la  Anatomía  y  la  Fisiología. 

A  semejanza  de  Arquimedes,  que  pedia  un  punto  de  apoyo  para  des- 
quiciar el  mundo,  el  fisiólogo  y  el  patólogo,  en  cuanto  del  sistema  ner-* 
vioso  se  trata,  reclaman  del  anatómico  un  órgano  para  estudiar  respec-r 
tivamente  sus  funciones  y  sus  enfermedades. 

Pero  la  delicadeza  de  los  centros  nerviosos,  la  tenuidad  de  muchas 
de  sus  partes,  la  semejanza  y  casi  analogía  de  otras  esencialmente  dis- 
díntas  por  sus  destinos,  su  agrupación  en  una  masa  común,  y  de  otro 
lado,  la  imperfección  y  reducidos  alcances  de  los  medios  de  estudia  de 
que  el  anatómico  dispone,  han  hecho  del  eje  cerebro-espinal  el  objeto 
de  constante  preocupación  por  parte  de  loa  anatóm,ioos,  de  los  fisiólogos 
y  de  los  patólogos.  Todos  á  porfía  han  investigado,  y  después  de  mucha 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  11 

discusión  Y  de  mucha  duda,  de  mucho  afirmar  y  desmentir,  han  queda- 
do los  hechos  demostrados  y  admisibles  como  ciertos,  en  gran  manera 
cercenados. 

Creo  no  pecar  de  exagerado,  si  me  figuro  que  á  ser  cierta,  tan  solo 
una  milésima  parte  de  cuanto  se  ha  escrito  sobre  el  sistema  nervioso» 
hablamos  de  saber  de  sobra  su  modo  de  ser  por  complicado  y  diiícil  que 
aparezca.  Sin  embargo,  cada  dia  se  publican  nuevas  obras  y  cada  dia 
son  más  extensas,  y  todas  las  nuevas  ediciones  estampan  en  la  primera 
plana  corregida  y  aumentada^  en  vez  da  imitar  á  Gonfucio,  depurando  á 
las  anteriores  de  los  errores  que  tuvieran,  y  poniendo  corregida  y  dis* 
minuida.  Por  este  motivo  ofrecen  un  tamaño  exagerado  muchas  de  ellas, 
y  por  este  motivo  también,  después  de  mucho  leer,  sabemos  tan  poco. 

Cuanto  más  vacilante  está  una  ciencia  y  cuan  menos  conocido  es  un 
hecho  cualquiera,  más  grande  y  gigantesco  se  presenta  este  laboriosa 
periodo  de  preparación.  Y  es  que  no  se  puede  expurgar  lo  malo  sin  que 
exista  algo  bueno:  y  lo  bueno  solo  se  conquista  á  beneficio  de  tiempo  y 
de  estudio.  No  nos  apuremos,  pues,  si  la  Anatomía  de  los  centros  ner- 
viosos no  es  hoy  lo  que  debiera  ser;  á  su  perfección  camina  y  á  ella  lle- 
gará probablemente,  aunque  sea  á  paso  lento. 

No  pretendo  hacer  la  historia  de  la  Anatomía  de  los  centros  nervio- 
sos: primero,  porque  no  me  siento  con  fuerza  para  ello,  y  segundo  por- 
que el  carácter  de  esta  monografía  no  lo  consiente;  pues  de  otro  modo, 
bien  ó  mal,  no  dejaría  de  hacerlo.  Pero  sin  hacer  esto,  conviene  á  mi  ob- 
jeto decir,  que  en  el  desenvolvimiento  de  esta  parte  de  la  Anatomía, 
observo  tres  grandes  periodos,  que  llamaré,  no  se  si  con  la  propiedad 
debida: 

Periodo  descriptivo. 
Periodo  de  siatematízacUHi. 
Periodo  anátomo' fisiológico. 

El  periodo  descriptivo  de  la  Anatomía  de  los  centros  nerviosos,  después 
de  muchas  vicisitudes  ha  llegado  ya  á  su  perfección. 

Apesar  de  reducirse  este  período  á  una  descripción  minuciosa  y  de- 
tallada de  las  distintas  partes  que  entran  á  constituir  los  centros  ner- 
viosos, en  cada  una  de  ellas  encontramos  una  comprobación  evidente  de 
lo  dificultoso  que  ha  sido  este  conocimiento.  Como  quiera  que  los  nom- 
bres de  una  cosa  nos  indican  el  concepto  que  de  ella  se  ha  formado, 
pondré  tan  solo  un  ejemplo  de  sinonimia  de  uno  de  los  constituyentes 
del  cerebro;  trígono  cerebral^  báveda  de  los  tres  pilares ^  bóveda  de  los  cua'^ 
tro  pilíxreSf  colpas  trifidum,  triángulo  medular^  fomiXy  vendolete  gemina* 
dOf  etc.:  y  asi  de  muchos  otros,  lo  cual  demuestra  evidentemente  el  dis- 
tinto concepto  que  han  merecido  á  algunos  autores  antes  de  conocerse 
bien. 

Habiendo  llegado  este  período  á  la  perfección,  cada  parte  de  los  cen- 
tros nerviosos  es  descrita  con  todos  los  detalles  que  desearse  puedan,  y 
cada  una  de  ellas  tienen  en  las  obras  didácticas  de  Anatomía  descriptiva 
un  capitulo  aparte,  en  donde  no  cabe  más  exactitud  ni  más  precisión.  Pero 
esta  descripción  presenta  una  serie  de  factores  aislados  é  independientes, 
y  lo  mismo  se  describe  la  tela  ceroidea  después  del  trígono  cerebral,  que 
los  ventrículos  laterales  después  del  cuerpo  calloso.  La  situación  de  los 


12  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

mismos  es  casi  lo  único  que  impone  algún  orden  en  su  descripción.  La 
Anatomía  de  las  formas,  viene  á  ser  la  de  este  periodo.  Preocupa  más  el 
aspecto  de  cada  una  de  sus  partes,  que  las  relaciones  que  entre  sí  pue- 
dan  tener. 

La  nomenclatura  corre  parejas  con  la 'descripción:  no  obedece  á  ra- 
zón alguna,  ni  en  nada  se  relaciona  con  una  concepción  razonada  y  ló-' 
gica  de  los  centros  nerviosos.  Ora  se  originan  las  denominaciones  del 
grosero  aspecto  de  un  factor  ó  de  su  comparación  con  un  objeto  cual- 
quiera: cuerpo  calloso,  lira,  glándula  pineal,  cuerpo  estriado,  cuerpo  fran- 
geado,  olivas,  amígdalas,  ano,  vulva,  etc.;  ora  el  autor,  que  mejor  ha 
descrito  una  parte  ó  una  región,  le  sirve  de  padrino,  y  así  los  nombres 
de  Sylvio,  Reü,  Mor  and,  Malacarne,  Rolando,  Ammon^  Vienssens,  Lan- 
cisi,  etc.,  etc.,  van  respectivamente  vinculados  á  los  de  cisura,  ínsula, 
espolón,  pirámide,  tubérculo  ceniciento,  asta,  centro  oval,nervio8,  etc. 

Estudiar  bien  todos  estos  nombres,  conocer  algunos  de  sus  sinóni- 
moSy  comprender  la  situación  de  cada  una  de  las  partes,  recordar  todos 
los  detalles  que  á  las  mismas  se  refieren  y  tener  una  idea  exacta  del  pin- 
toresco aspecto  y  caprichosa  disposición  de  algunas  regiones,  era  cono- 
cer á  maravilla  la  Anatomía  descriptiva  de  los  centros  nerviosos.  Pero 
una  Anatomía  descriptiva  empírica,  en  la  que  el  anatómico  hace  tan  solo 
el  papel  de  narrador  de  lo  que  ve  y  observa.  Quizás  no  expresaría  mal 
mi  idea  diciendo,  que  ha  tomado  de  los  centros  nerviosos  distintas  foto- 
grafías de  los  varios  aspectos  y  regiones  que  ofrecen,  las  cuales  pre- 
senta como  paisajes  sueltos,  sin  llamar  su  atención  otra  cosa  que  lo  que 
puede  dar  de  sí  una  fotografía:  copia  de  superficies;  y  por  lo  mismo,  aun- 
que después  las  haya  agrupado,  buscado  sus  relaciones  y  descríto  agru- 
paciones do  órganos  y  cavidades  por  los  mismos  formados,  no  le  ha  sido 
posible  presentar  otras  síntesis,  r^i  otros  conjuntos,  que  síntesis  y  con- 
juntos superficiales. 

Ha  abierto  el  anatómico  la  cavidad  cráneo-raquidea,  y  ha  estudiado 
hoy  una  parte,  mañana  otra,  de  las  que  á  su  vista  se  presentaban;  y  una 
vez  conocidas  todas,  ha  descrito  la  superficie  de  los  centros  nerviosos, 
enumerando  sus  distintas  partes  por  orden  empírico  de  situación.  Ha  pe- 
netrado después  en  el  espesor  de  la  masa  y  ha  descrito  de  igual  manera 
los  distintos  aspectos  de  la  misma.  Ha  encontrado  cavidades  y  ha  obser- 
vado é  indagado  su  forma,  sus  limites  y  sus  más  recónditas  prolonga- 
ciones. Ha  llamado  su  atención  una  sustancia  blanca  y  una  sustancia 
gris,  y  con  detenimiento  ha  marcado  las  regiones  de  ambas  De  este  aná- 
lisis, llevado  á  la  perfección,  han  salido  obras  y  monografías  verdadera- 
mente admirables;  y  siempre  serán  respetables  en  la  Anatomía  de  les 
centros  nerviosos,  los  Burdach,  Stilling,  Bischoff,  Foville,  Leuret,  Gra- 
tiolet,  etc  ,  etc.;  las  descripciones  tan  magistrales  y  tan  acabadas  de 
Sappey  y  de  Cruvelhier,  para  no  citar  más  que  obras  didácticas  y  de  to- 
dos conocidas;  y  en  lo  referente  á  la  representación  de  sus  distintas  par- 
tes por  medio  de  láminas,  verdaderas  obras  de  arte,  así  por  la  exactitud 
de  la  copia  como  por  su  valor  artístico,  el  altamente  notable  Atlas  de 
Hirschfeld. 

Pero  con  todo  esto,  la  Anatomía  descriptiva  de  los  centros  nerviosos 
no  pasa  de  ser  una  descripción  empírica  y  de  escasa  utilidad  y  aplica- 


anatomía  db  los  centros  nerviosos.  13 

don,  dada  su  importancia,  á  la  Fisiología  y  á  la  Patología.  Es  como  si, 
abriendo  las  paredes  del  abdomen,  estudiáramos,  por  el  orden  que  mejor 
nos  pareciera,  todos  los  órganos  contenidos  en  dicha  cavidad,  sin  tener 
en  cuenta  que  unos  forman  parte  del  aparato  digestivo,  otros  del  urina- 
rio, estos  del  genital,  aquellos  del  circulatorio,  etc.  Dicho  estudio  satis- 
faría muy  poco  las  exigencias  de  la  ciencia. 

De  aquí  que  la  Anatomía  descriptiva  de  los  centros  nerviosos,  tal 
como  se  estudia  hoy  en  las  obras  clásicas,  si  bien  resulta  agradable  por 
lo  pintoresca,  es  algo  estéril  por  las  escasas  aplicaciones  que  de  ella  se 
desprenden  con  relación  á  las  funciones  y  á  las  enfermedades  de  los  mis- 
mos,*mucho  más  teniendo  en  cuenta,  que  su  inmensa  mayoría  se  preo- 
cupan poco  de  dar  mayor  importancia  á  ciertas  partes,  que  la  Fisiolo- 
gía y  la  Patología  de  consuno  han  demostrado  sobradamente  el  interés 
que  ofrecen,  y  en  cambio  la  dan  á  otras  bastante  secundarias  en  los  mo* 
montos  actuales.  Otra  cosa  no  ppede  ser,  mientras  esta  Anatomía  empí- 
rica no  se  convierta  en  Anatomía  razonada.  En  el  curso  de  estos  estudios 
quedará  suñcientemente  comprobado  este  aserto. 

La  escasa  utilidad  para  el  fisiólogo  y  el  patólogo  de  esta  Anatomía 
descriptiva,  si  hubiese  necesidad  de  patentizarla,  se  comprendería  de 
sobra  con  solo  tener  en  cuenta  que  no  presenta  grupos  de  órganos  simi- 
lares, bien  sea  por  su  naturaleza  y  disposición  anatómicas,  bien  por  sus 
propiedades  fisiológicas.  Ofrece  el  más  acabado  análisis,  pero  le  falta  la 
síntesis,  que  coloque  á  cada  factor  en  el  sitio  que  le  corresponde. 

Bien  hubiera  querido  el  anatómico  hacer  esta  síntesis,  pero  le  falta- 
ban elementos  para  ello.  Las  relaciones  de  unas  partes  con  otras  eran 
perfectamente  conocidas,  pero  sus  conexiones  escapaban  á  toda  investi- 
gación, particularmente  en  cuanto  al  cerebro,  á  la  protuberancia  y  al 
cerebelo  se  refiere.  No  así  para  la  médula  y  para  el  bulbo,  cuya  Ana- 
tomía hace  tiempo  anda  por  buen  camino,  si  bien  aun  no  es  completa. 
Pero  al  intentar  seguir  paso  á  paso  el  trayecto  de  las  fibras,  al  través  de 
la  protuberancia  y  de  la  sustancia  blanca  cerebral;  al  querer  conocer  la 
•terminación  de  las  mismas;  al  investigar  los  lazos  de  anión  entre  las  dis- 
tintas componentes  del  eje  encéfalo-medular;  al  escudriñar  de  qué  ma- 
nera entran  en  parentesco  con  la  sustancia  gris,  y  al  buscar  el  papel  y  la 
significación  de  esta,  el  escalpelo  y  la  sagacidad  del  anatómico  han  tro  - 
pozado  siempre  con  la  tenuidad,  complejidad  y  naturaleza  de  las  partes 
que  analizaba. 

Cuando  sus  investigaciones,  en  el  terreno  de  la  observación,  encuen- 
tran una  barrera,  entonces  la  hipótesis  suple  á  la  ciencia  positiva,  el 
fisiólogo  contribuye  por  necesidad  á  estas  concepciones  teóricas,  y  de 
esta  manera  es  como  se  han  inventado  muchos  detalles  de  extructura  ce- 
rebral, que  más  tarde  no  han  salido  comprobados  y  que  han  servido  solo 
para  una  necesidad  de  momento,  y  para  fundar  doctrinas  que  no  han 
sido  más  que  la  ilusión  de  un  instante.  Todo  por  adelantarse  á  la  suce- 
sión de  los  hechos,  como  antes  decía. 

No  cuesta  trabajo  comprender  por  qué  el  anatómico  no  ha  podido  des- 
vanecer la  oscuridad  que  envuelve  la  Anatomía  de  los  centros  nerviosos, 
disponiendo  tan  solo  de  iguales  medios  de  los  que  le  han  servido  para 
conocer  aparatos  relativamente  tan  groseros  y  tan  sencillos,  como  el  di- 


14  ANATOMÍA  DE  LOS  CENtROS  NERVIOSOS. 

gestiTO,  respiratorio,  etc.,  etc.  Necesita  otros  métodos  de  estadio  para 
adelantar  con  provecho  en  la  textura  de  los  centros  nerviosos. 

Si  durante  este  periodo  descriptivo  no  le  ha  sido  posible  al  anatómico 
hacer  una  síntesis  razonada  y  llegar  á  una  concepción  general,  pero 
exacta,  de  los  centros  nerviosos,  en  su  pacientísiroa  obra  de  anr'lisis  ha 
ido  reuniendo  gran  número  de  datos  suficientemente  comprobados,  para 
servir  de  base  al  periodo  de  sistematización  ó  de  síntesis.  Cierto  es  que 
muchas  de  sus  creencias  han  debido  borrarse,  pero  otras  sirven  de  buen 
material,  aunque  aparezcan  en  las  obras  descriptivas  con  insignificante 
valor,  porque  se  estudian  aisladamente  las  conexiones  de  un  órgano  ó  el 
trayecto  y  terminación  de  un  grupo  de  fibras,  sin  que  vengan  agrupados 
con  otros  constituyendo  sistemas. 

Intentada  ha  sido  la  sistematización  por  muchísimos  anatómicos; 
pero  como  tentativas  prematuras,  de  muy  exiguos  resultados.  Para  que 
se  forme  concepto  de  la  seguridad  y  exactitud  que  podian  ofrecer  estas 
síntesis,  recordaré  tan  solo  un  ejemplo:  Vieussens,  Tarin,  etc.,  descri- 
bían los  pilares  anteriores  del  trígono-cerebral  como  un  cordón  único, 
que  se  terminaba  uniéndose  con  la  comisura  anterior;  más  tarde  se  de- 
mostró su  bifidez,  y  Santoríni  siguió  su  trayecto  á  través  de  la  sustancia 
de  los  tálamos  ópticos  hasta  los  tubérculos  mamilares,  que  con  el  nom- 
bre de  bulbi  fornicis^  que  por  este  motivo  y  en  aquella  época  recibieron  de 
Gunz,  marcan  una  de  las  etapas  porque  ha  pasado  el  conocimiento  exacto 
del  trígono;  finalmente,  Vicq  d'Azyrvino  á  demostrar  que  iban  aún  más 
lejos,  y  que  después  de  su  reflexión  en  los  tubérculos  mamilares,  se  in- 
ternaban otra  vez  en  los  tálamos  ópticos  para  terminar  debajo  de  sus 
tubérculos  anteriores;  y  aun  después  de  esto,  viene  en  estos  últimos  tiem- 
pos Cruvelhier,  afirmando,  erróneamente,  que  los  pilares  anteriores  de 
la  bóveda  se  continúan  con  las  fibras  de  la  tenice  semicircularis. 

Y  eso  que  los  pilares  anteriores  de  la  bóveda  son  perfectamente  visi- 
bles, y  pueden  seguirse  con  toda  facilidad  en  razón  de  su  aislamiento  y 
de  ser  un  cordón  blanco  en  medio  de  sustancia  gris.  ¿Qué  no  habrá  su- 
cedido con  los  hacecillos  del  centro  oval,  con  el  cuerpo  calloso,  con  las 
comisuras,  con  las  pirámides,  con  los  pedúnculos  cerebelosos,  etc.,  etc.? 
Confusos  y  mezclados  unos  con  otros,  de  color  y  aspecto  iguales,  sin  nin- 
guna  linea  de  demarcación  entre  ellos,  y  por  otra  parte,  sin  disponer  el 
anatómico  de  medios  para  diferenciarlos  y  aislarlos,  forzosamente  su  es- 
tudio ha  de  haber  sido  largo  y  penoso,  y  su  historia  ha  de  estar  cuajada 
de  errores.  Si  la  extensión  del  trabajo  lo  permitiera,  no  me  seria  difícil 
presentar  numerosos  ejemplos,  como  el  antes  citado,  del  lento  paso  con 
que  se  ha  caminado  al  conocimiento  de  muchas  partes  de  los  centros 
nerviosos,  no  con  la  facilidad  del  anterior,  sino  con  dificultad  suma  y 
después  de  muchas  dudas  y  errores.  Aun  hoy,  á  pesar  de  tantos  traba- 
jos é  investigaciones  de  todo  género,  nos  encontramos,  con  sólido  sos- 
ten, en  los  primeros  peldaños  de  una  escalera,  cuyo  término  apenas  di- 
visamos. 

De  aquí  que  por  más  que  los  dos  periodos  de  análisis  y  síntesis,  ó 
descriptivo  y  de  sistematización,  coexistan  y  hayan  nacido  tan  juntos 
como  dos  hermanos  gemelos,  intente  separarlos,  porque  representan  un 
anacronismo  científico,  y  por  estar  intimamente  convencido  de  que,  á 


ACODO  SALtCÍLIGO  Y  SUS  SALES*  15 

pensLT  de  nuestra  propensión  á  sintetizar  y  á  generalizar,  aun  sin  elemen- 
tos suficientes  para  ello,  estas  síntesis  y  estas  generalizaciones  prema- 
turas son  tan  perjudiciales  á  la  percepción  como  al  razonamiento. 

En  el  bosquejo,  que  á  grandes  rasgos  voy  á  trazar  del  segundo  pe- 
riodo, ha  de  q  ledar  demostrado  que  aun  hoy  es  arriesgada  toda  tenta- 
tiva de  sistematización  completa  y  exacta. 


CONTRIBUCIÓN  Al  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SALICILICO  Y  SUS  COMPUESTOS; 

en  particular  del  sallcüato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo  i 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Médico  de  la  Ccua  de  Lactancia  y  Ckiaa-eunade  Barcelona» 


kClOO  SALICÍLIGO  Y  SUS  SALttS  EN  LA  TERAPÉUTlCAé 

I. 

Reseña  hi8tórica.-^iempre  que  la  Medicina  tiene  conocimiento  de  la 
existencia  de  un  nue\ro  cuerpo,  todas  las  investigaciones  que  respecto  al 
mismo  se  hacen  son  pocas  para  ver  si  por  fin  se  logra  conquistarle  un 
lugar  honroso  en  la  terapéutica  de  las  enfermedades.  Por  regla  general, 
cuando  llega  este  nuevo  cuerpo  á  manos  de  los  prácticos,  manifiestan 
éstos  una  gran  laboriosidad,  para  descubrir  en  él  brillantes  virtudes, 
grandes  honores,  quQ  hasta  entonces  ningún  congénere  habia  adquirido 
en  tan  gran  escala.  Todo  el  mundo  tiende  á  mirarle  como  la  panacea 
universal;  las  discusiones  sostenidas  en  honor  al  mismo  son  rebajantes 
en  un  sitio  y  manifiestamente  ensalzantes  en  otro;  aqui  se  descubre  una 
nueva  propiedad  del  cuerpo  que  se  estudia,  al  exterior;  más  allá,  se  ha 
combatido  con  el  mismo  una  afección  interna,  refractaria  ó  no,  hasta  en- 
tonces, á  todos  los  medios  indicados  por  la  terapéutica;  quien  estudia  su 
acción  fisiológica  sobre  unos  animales;  quien  en  otros,  naciendo  de  todo 
esto  una  gran  diversidad  de  pareceres  porque  distintos  eran  también  los 
cuerpos  vivientes  dedicados  al  examen  fisiológico  ó  toxicológico. 

Por  fin,  después  de  tanto  trabajar,  hablar,  discutir  y  escribir,  llega 
á  vecos^  por  desgracia  de  la  humanidad,  á  caer  el  nuevo  cuerpo  en  el 
olvido  de  la  práctica  médica  para  renacer  tal  vez  al  cabo  de  muchos 
años  con  propiedades,  sino  distintas,  cuando  menos  muy  limitadas  con 
relación  á  las  que  tenia  antes;  y  si  su  caida  del  reino  de  la  Terapéutica 
no  es  muy  alta,  queda  el  cuerpo  aplicable  únicamente  á  un  reducido 
número  de  estados  patológicoSé 

Esto  no  ha  sucedido  tanto  con  el  ácido  salicilico  y  sus  compuestos 
salinos,  aunque  de  todos  ellos  se  haya  hecho  como  cuerpo  de  reciento 
aplicación  un  uso  exagerado,  hijo  del  general  deseo  de  los  prácticos,  en 
la  experimentación  clínica  y  fisiológica,  empleándose  en  un  sin  número 
de  enfermedades  de  distinta  naturaleza  anatómica  y  sintomática,  dando 


16  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

buenos  resultados  unas  veces  y  otras  no.  Sin  embargo,  muchas  de  las 
propiedades  que  en  él  se  han  reconocido  son  verdaderamente  efectivas, 
según  lo  ha  demostrado  la  opinión  cientiñca  de  gran  número  de  prácti- 
cos nacionales  y  extranjeros. 

La  experimentación  y  los  bellos  resultados  que  de  ella  se  ha  obteni- 
do, nos  ha  demostrado  claramente  que,  en  realidad,  este  cuerpo  presen- 
ta indicaciones,  que  á  la  par  que  variadas  son  útilísimas  en  determinadas 
afecciones  aplicables  á  la  Farmacia  y  aun  á  la  industria. 

El  ácido  salicilico  y  su  combinación  sódica  han  llegado  rápidamente 
á  ocupar  un  puesto  muy  notable  en  la  Terapéutica,  lugar  no  inmerecido 
para  algunas  afecciones  ó  síntomas  más  culminantes  de  varias  enferme- 
dades, pues  en  estos  casos  sus  fundamentos  teóricos  responden  siempre 
con  mayor  ó  menor  exactitud  en  la  cabecera  del  enfermo  á  las  esperan- 
zas que  en  el  mismo  se  tenian,  dando  tan  hermosos  resultados  que  no 
se  hubieran  obtenido  probablemente  con  otros  cuerpos  en  las  mismas 
afecciones  y  en  idénticas  condiciones  de  indicación  del  mismo. 

Las  enfermedades  que  se  han  combatido  y  de  las  cuales  nos  ocupa- 
remos en  su  lugar  correspondiente,  son  bastante  numerosas  para  que 
de  todas  hagamos  una  verdadera  apología,  siendo  esto  la  causa  de  los 
vaivenes  que  ha  sufrido  el  ácido  salicilico  y  sus  derivados  en  tan  corto 
espacio  de  tiempo. 

En  el  laboratorio  químico  se  ha  trabajado  también  con  inusitada  asi- 
duidad para  obtener  con  dicho  ácido  combinaciones  con  otros  cuerpos. 
Algunas  de  estas  combinaciones  son  de  reconocida  importancia  en  la 
práctica  de  la  Medicina  por  sus  recomendables  propiedades  terapéuticas. 

Estos  cuerpos  compuestos,  que  hoy  día  son  bastante  numerosos,  son 
el  saliciiato  de  quinina,  el  de  sosa,  el  de  hierro,  zinc,  cal,  etc. 

£1  ácido  salicilico,  cuyo  procedimiento  de  obtención  data  de  más  de 
40  años,  toma  su  nombre  de  la  salicina,  en  cuya  composición  entra  dicho 
cuerpo;  pero  aunque  su  conocimiento  date  de  tantos  años,  sus  propio- 
dades  y  aplicaciones  son  tan  recientes  que  puede  decirse  que  se  conoce 
desde  hace  poco  tiempo. 

Al  principio  de  su  estudio,  algunos  hablan  señalado  sus  propiedades 
antiséptica3,  otros  se  han  distinguido  por  su  experimentación  ñsiológica 
y  otros  por  fin  han  hecho  aplicación  de  él  en  distintas  enfermedades. 

Respecto  á  sus  propiedades  antisépticas  fué  recomendado  en  Alema- 
nia por  Kolbe,  en  1874,  lo  mismo  que  para  ciertos  usos  industriales, 
como  el  curtido  de  las  pieles.  Thiersch  aconseja  sustituir  el  ácido  fénico 
por  el  salicilico  en  aquellos  casos  en  que  se  encuentra  indicado  el  pri- 
mero en  la  práctica  de  la  Cirugía;  Riess,  Henoque,  Stricker  y  muchos 
otros  lo  han  estudiado  en  el  reumatismo  articular.  Yahn,Schraeder,  Gar- 

cin,  etc.,  etc.,  en  la  fiebre  tifoidea;  Steinitz,  Weber,  Wagner en  la 

difteria. 

En  1876,  el  Dr.  Isla  dio  á  conocer  sus  buenos  resultados  en  algunos 
enfermos  de  la  clínica  del  Hospital  de  la  Princesa  á  cargo  del  Dr.  Sala- 
zar.  El  Dr.  Radía  se  ocupó  de  su  empleo,  y  L.  March  (1)  y  el  Dr.  Es- 


(1)    Del  ácido  salicilico  en  algunas  enfermedades.— Independencia  Médica. -11  de 
Agosto,  1877. 


ÁCIDO  SáUCÍLIGO  Y  SUS  SALES.  17 

quérdo  (1)  publicaron  también  una  serie  de  casos  de  reumatismo  trata- 
dos y  curados  por  medio  del  ácido  salicilico.  El  Dr.  Ronquillo  (2)  dio 
también  á  conocer  sus  resultados  en  un  caso  de  escarlatina  maligna  en 
un  niño.  En  1878  publiqué  un  artículo  sobre  el  tratamiento  del  reuma- 
tismo  agudo  por  medio  del  salicilato  de  sosa  (3);  en  1879  otro  articulo 
sobre  el  tratamiento  del  reumatismo  crónico  por  medio  del  mismo  agen- 
te (4),  y  en  1880  un  caso  de  intermitentes  de  carácter  nervioso,  curadas 
por  medio  del  salicilato  de  sosa  (5). 

En  muchos  otros  periódicos,  obras  y  formularios  nacionales  y  extran- 
jeros se  han  publicado  notas  referentes  al  cuerpo  que  nos  ocupa  actual- 
mente, ensayándolo  en  muchísimas  enfermedades  á  cual  más  diversa,  y 
como  seria  prolijo  aquí  nombrarlas  todas,  y  como  por  otra  parte  no  ha 
dado  en  todas  los  resultados  que  de  él  se  esperaban,  será  mejor  que  de- 
mos una  explicación  más  detallada  de  las  mismas  cuando  tratemos  de 
las  aplicaciones  terapéuticas  de  dicho  cuerpo. 

n. 

ESTUDIO  QUÍMICO. 

▲ddo  salicilico.  -  El  ácido  salicilico  químicamente  considerado  tiene 
las  misiaias  propiedades  que  todos  los  demás  ácidos  conocidos  de  la  quí- 
mica. £{e  encuentra  en  la  naturaleza,  en  las  flores  de  distintas  especies 
de  plantas  del  género  spiray  ya  sea  bajo  la  forma  de  ácido  salicilico,  ya  de 
ácido  saliciloso.  A  pesar  de  esto,  las  cortezas  del  aalix  alba  y  del  poptdus 
tremida  contienen  una  sustancia  llamada  salidna,  cuyo  cuerpo  se  obtie- 
ne de  la  siguiente  manera:  se  hace  hervir  en  agua  la  corteza  del  salix 
albay  vertiendo  después  en  el  cocimiento  una  cantidad  de  subacetato  de 
plomo,  el  cual  da  lugar  á  un  abundante  depósito;  se  filtra  el  líquido  y 
se  precipita  por  el  ácido  sulfúrico  el  exceso  de  plomo  que  contiene;  la 
disolución,  después  de  evaporada,  deja  depositar  la  saluñna  bajo  la  for- 
ma de  cristales  en  agujas  blancas,  inodoras,  amargas  y  neutras. 

Conocida  ya  en  pocas  palabras  la  salicina  y  su  procedimiento  de  ob- 
tención, podemos. decir  que  de  ella  ha  tomado  origen  el  ácido  salicilico, 
que  resume  en  conjunto  todas  las  propiedades  de  dicho  alcaloide.  Al  prin- 
cipio del  conocimiento  de  dicho  cuerpo  se  obtenía  el  ácido  salicilico  por 
medio  de  los  dos  procedimientos  siguientes: 

A.  Por  la  salicina, — Se  funde  potasa  en  una  vasija  de  plata,  en  la 
cual  se  introduce  la  salicina  en  pequeñas  porciones  y  agitando  la  mez- 
cla, pero  teniendo  cuidado  de  que  la  potasa  se  halle  en  exceso  y  de  no 
dar  un  calor  demasiado  elevado.  La  masa  se  hincha  y  desprende  mucho 


(1)  Dol  ácido  salicilico.^Terapéatica  in terna. —Independencia  ifédtca.— 11  de 
Agosto,  1877. 

(  )  Escarlatina  maligna,  curada  con  el  salicilato  de  sosa.— Independencia  Afédt- 
ca.— 1  .^  de  Noviembre,  1878. 

(3)  Reumatismo  agudo.— Aeviirla  de  Ciencias  Médicos. —.Mayo,  1878. 

(4)  Reumatismo  crónico. —i{evt«ta  de  Ciencias  líédtca«. »Mayo,  1879. 

(5)  Intermitentes  refractarias  al  sulfato  de  quinina.  ^Sentido  Católico  en  las  Cien'» 
das  Médicas.-^  de  Enero,  1880. 


18  XCIDO  SÁLÍCÍLIGO  T  SU8  SALBS4 

hidrógeno  y  una  vez  fría  se  la  disuelve  en  agua  y  se  la  trata  oon  el  ácido 
clorhídrico,  eloual  pone  en  libertad  una  gran  cantidad  de  ácido  salicüicaj 
que  se  puede  purificar  por  medio  de  sucesivas  cristalizaciones  en  el 
agua. 

B.  Por  la  esencia  de  Wintergreen  6  aceite  de  GiiaWieria.^^-En  este 
procedimiento  basta  hacer  hervir  esta  esencia  durante  algunos  minutos 
con  una  disolución  de  potasa  cáustica,  y  una  vez  fría  verter  enseguida 
ácido  clorhídrico  en  la  solución,  después  de  lo  cual  se  obtiene  un  abun- 
dante precipitado  de  ácido  salicíUco. 

Hoy,  sin  embargo,  se  obtiene  el  ácido  salicílico  por  medio  de  un  pro- 
cedimiento debido  á  Kolbe,  el  cual  aconseja  servirse  de  una  legia  de  sosa* 
T  en  efecto,  en  una  solución  alcalina  se  hace  disolver  una  cantidad  su^ 
ficiente  de  ácido  fénico  cristalizado  hasta  saturar  exactamente  la  sosa, 
evaporando  el  todo  en  una  cápsula  de  hierro  de  forma  plana;  este  se  ca- 
lienta suavemente  y  se  agita  con  una  varilla  de  hierro  hasta  que  por  la 
evaporación  se  haya  obtenido  un  polvo  ñno  y  seco  de  un  color  amari- 
llento, á  consecuencia  de  una  ligera  alteración  que  le  hace  sufrir  el  oxi- 
geno del  aire:  este  cuerpo  así  obtenido  es  el  fenato  de  sosa. 

Para  convertir  el  fenato  de  sosa  en  ácido  salicílico,  se  calienta  el  pri- 
mero en  un  baño-maria,  haciéndole  pasar  una  corriente  de  ácido  carbó- 
nico, y  cuando  la  temperatura  ha  llegado  á  180°  es  cuando  empieza  la  des- 
tilación del  ácido  fénico,  debiendo  elevar  dicha  temperatura  hasta  los  2%° 
para  que  estos  vapores  desaparezcan  completamente;  de  lo  contrario,  el 
ácido  salicílico  estaría  cargado  de  ácido  fénico  y  sus  efectos  serian  tóxt* 
eos  en  lugar  de  terapéuticos.  Operando  de  este  modo  y  después  de  en- 
friada la  mezcla,  se  obtiene  un  residuo  blanco  grisáceo,  que  no  es  otra 
cosa  que  el  salícilato  básico  de  sosa,  el  cual  es  mucho  más  estable  que 
el  salícilato  neutro,  porque  soporta  perfectamente  y  sin  sufrir  descom- 
posición una  elevada  temperatura  que  puede  llegar  hasta  300% 

El  ácido  salicílico  puro  es  un  cuerpo  sólido,  blanco,  formando  polvo 
muy  fino  y  casi  de  una  consistenoia  espoojosa;  tiene  un  sabor  dulce  y 
fresco,  nada  desagradable  y  disuelto  en  agua  hirviendo  y  enfriado  des- 
pués cristaliza  en  largas  y  bien  delineadas  agujas;  es  perfectamente  so- 
luble en  el  alcohol,  en  el  éter  y  en  el  agua  hirviendo  en  la  proporción  de 
1  por  300:  en  la  glicerina  es  soluble  al  Vso  7  ^^  ^^  ^B^^  ^^^^  ^  difícil- 
mente soluble  puesto  que  la  proporción  es  de  cerca  Vsoo  ^  ^^  temperatu^* 
ra  de  18""  c.  La  esencia  de  trementina  tampoco  lo  disuelve  en  frío,  pero 
cuando  llega  á  la  ebullición  disuelve  la  quinta  parte. 

Según  esto  se  ve  que  el  ácido  salicíUco  es  un  cuerpo  algo  difícil  de 
manejar  por  su  poca  solubilidad  en  el  agua,  y  como  solo  es  soluble  en  lí- 
quidos de  los  cuales  no  pueden  darse  grandes  cantidades,  para  los  usos 
terapéuticos  á  que  se  destina,  ha  sido  necesario  buscar  otros  cuerpos 
que  asociados  al  mismo  aumenten  todo  lo  posible  su  solubilidad  en  el 
agua. 

Entre  las  sustancias  que  vuelven  ((oluble  al  ácido  salicílico  se  encuen- 
tran las  siguientes:  el  alcohol,  éter,  carbonato  de  amoniaco,  carbonato 
de  cal,  carbonato  de  sosa  y  borato  de  sosa,  ácido  cítrico,  etc.,  etc.  De 
esta  manera  se  obtiene  perfecta  la  solubilidad  de  dicho  cuerpo,  pero  el 
sabor  del  mismo  cambia  según  los  cuerpos  que  entran  para  obtener  su 


ÁCIDO  8ALIGÍLIC0  Y  SUS  SALES.  19 

disolución.  Asi  tenemos  que  con  los  compuestos  de  sosa,  de  amoniaco  y 
de  cal  su  sabor  es  dulce;  con  el  ácido  cítrico  es  ácido  y  con  el  borato 
sódico  es  amargo.  Sin  embargo,  de  todos  estos  cuerpos,  los  que  más 
generalmente  se  usan  son  el  bicarbonato  sódico  y  el  alcohol  en  las  pro  • 
porciones  necesarias,  de  modo  que  si  queremos  formular  una  poción 
de  200  gramos  de  agua  con  2  gramos  de  ácido  salicilico,  tendremos  ne- 
cesidad de  añadir  3  ó  4  gramos  de  bicarbonato  sódico  ó  15  gramos  de 
alcohoL 

De  todos  modos  hay  que  considerar  que,  usando  sales  alcalinas  para 
volver  soluble  en  el  agua  el  ácido  salicilico,  no  es  que  en  lealidad  se  di- 
Bu^va,  sino  que  se  convierte  en  salicilatos  también  alcalinos  según  sean 
los  cuerpos  que  se  usan.  En  este  caso  sufren  una  doble  descomposición, 
algunos  de  ellos  en  frío,  pudiendo  ser  unos  completamente  solubles  en 
el  agua  fría,  otros  insolubles  como  el  salicilato  de  quinina. 

El  ácido  salicilico  del  comercio  viene  muchas  veces  iropuriñcado  con 
el  ácido  fénico  que  sirve  para  su  preparación,  á  cuya  impureza,  según 
hemos  dicho  antes,  son  debidos  los  efectos  nocivos  y  aun  tóxicos  que  se 
han  observado  con  su  prolongado  empleo  y  aun  enseguida  cuando  se  adr 
ministra  á  una  dosis  un  poco  elevada.  Este  ácido  salicilico  impuro  es  to* 
davia  menos  soluble  en  el  agua,  tiene  un  color  más  ó  menos  amaríllento, 
según  sea  su  grado  de  impureza,  y  ee  el  que  se  obtiene  por  sublimación; 
de  modo  que  no  debe  destinarse  de  ninguna  manera  para  los  usos  tera-» 
péutioos.  Cuando  el  ácido  salicilico  se  encuentra  de  esta  manera,  se  ob- 
serva que  al  cabo  de  un  cuanto  tiempo  se  desarrolla  el  olor  caracteristi* 
co  del  ácido  fénico,  descomponiéndose  en  este  ácido  y  en  ácido  carbó- 
nico. 

Para  demostrar  la  presencia  del  ácido  fénico  en  el  salicilico,  se  opera 
del  siguiente  modo:  se  pone  en  un  tubo  de  ensayo  una  disolución  del 
ácido  que  se  quiere  ensayar;  se  vierte  enseguida  otra  disolución  de  hi* 
pocloríto  de  sosa  y  amoniaco  y  si  se  produce  la  coloración  azul  propia 
del  ácido  fénico  es  necesario  rechazar  el  producto  por  impuro.  En  esta 
sencilla  operación  es  conveniente  que  el  hipoclorito  no  se  encuentre  en 
exceso,  pues  de  lo  contrario  la  reacción  no  se  verificaría. 

Para  encontrar  el  ácido  salicilico,  en  un  sitio  en  donde  se  sospeche  su 
presencia,  podemos  utilizar  varios  reactivos,  contándose  en  primer  lugar 
las  sales  de  hierro:  las  sales  de  este  cuerpo,  puestas  en  contacto  con  una 
solución  de  ácido  salicilico,  dan  á  la  misma  un  color  violeta  más  ó  menos 
intenso,  según  sea  la  cantidad  de  ácido  salicilico  contenida  en  la  diso- 
lución.— Otro  de  los  reactivos  para  dicho  cuerpo  es  el  sub-acetato  de 
plomo,  el  cual  da  un  precipitado  también  bastante  fuerte  de  salicitato  de 
plomo  soluble  en  un  exceso  de  reactivo. — También  se  encuentran  otros 
reactivos,  pero  son  mucho  menos  sensibles,  entre  los  cuales  ñgura  el 
acetato  de  urano  y  el  cloruro  de  nikel. 

Según  Godefroy,  los  reactivos  más  sensibles  del  ácido  salicilico  son 
los  del  ácido  cianhídrico,  los  cuales  pueden  servir  para  descubrir  pe-* 
quenas  cantidades  de  ácido  salicilico,  de  modo  que  si  en  una  disolución 
de  éste  se  vierte  otra  de  ferro-cianuro  potásico,  dá  origen  al  ácido  cian- 
hídrico por  contenerlo  este  último  cuerpo. 

Otro  de  los  reactivos  para  descubrír  la  presencia  del  ácido  salicilico 


20  LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 

es  el  permanganato  potásico,  pues  si  en  una  disolución  de  éste  se  vierte 
otra  del  primero,  el  permanganato  potásico  pierde  su  coloración  carac- 
terística. 

(ContiniMirá,) 

« 

M  MÚSIGIL  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 

Estudio  especulativo,  fisiológico,  Usienico  y  terapéutico, 

(Tesis  del  Doctorado) 

POR  D.  Francisco  Vidal  y  Careta. 


Exmo.  é  limo,  Sr. — Señores: 

A  no  disculparme  vuestra  probada  benevolencia,  ni  tendría  el  atre- 
vimiento de  presentarme  en  este  sitio,  ni  mucho  menos  hubiera  pensado 
en  tomar  como  objeto  de  estudio  un  punto  tan  trascendental,  como  el  de 
la  música  en  sus  relaciones  con  la  medicina. 

En  la  mente  de  todos  se  encuentra  la  idea  de  que  este  potente  actor, 
capaz  de  levantar  un  pueblo  hasta  el  frenético  entusiasmo  y  de  hundirlo 
en  la  más  nefanda  molicie,  convirtiéndole  en  ocioso  y  criminal,  es  sus- 
ceptible de  grandes  y  provechosas  aplicaciones  en  la  parte  más  práctica 
de  nuestras  ciencias.  Llevando  sus  potentes  efectos  al  más  importante  de 
los  sistemas  orgánicos,  al  verdadero  director  de  la  economía,  al  sistema 
nervioso,  el  conjunto  de  nuestro  cuerpo,  ya  se  le  considere  en  su  extruc- 
tura,  ya  preferentemente  en  su  modalidad  funcional,  ha  de  sentir  de  una 
manera  imperiosa  el  influjo  de  un  agente  tan  notable. 

Declaro,  antes  de  pasar  más  adelante,  que  no  alcanzan  mis  fuerzas  á 
apreciar,  ni  en  conjunto,  ni  en  detalle,  cuanto  al  tema  se  refiere.  Aparte 
de  mi  propia  flaqueza,  me  amedrenta  el  pensar  que,  no  obstante  lo  in- 
teresante del  asunto  y  á  pesar  de  convenirse  unánimamente  en  su  im- 
portancia, apenas  si  se  encuentran  otros  datos  que  ideas  sueltas,  ob« 
servaciones  aisladas,  opiniones  particulares.  El  desiderátum^  un  cuerpo 
de  doctrina  que  reúna  y  regule  los  hechos  diversos,  convirtiéndose  en 
cánones  científicos,  á  penas  si  existe,  á  menos  de  que  conceptuemos  como 
tal  ensayos  más  ó  ménoa  atrevidos,  que  no  alcanzaron  la  codiciada  meta. 

Las  obras  todas,  que  obligación  tienen  de  dar  á  conocer  la  materia, 
andan  vacilantes  en  este  punto  y  casi  no  se  atreven  á  contener  otras 
ideas  que  las  vulgares,  y  que  son  más  producto  de  la  observación  del 
profano  que  de  la  inteligente  averiguación  del  científico. 

Intentar  lo  hasta  aquí  no  conseguido,  seria  laudable,  aun  siendo  in- 
fructuosa la  tentativa,  y  á  ello  aspiro,  si  bien  con  el  convencimiento,  y 
nadie  se  llame  á  engaño,  de  no  realizarlo.  Quedaría  satisfecho  si  solo  lo- 
grase dar  cierta  plasticidad  á  lo  hoy  disperso  y  pudiese  deducir,  de  lo 
sabido  por  otros,  conclusiones  acertadas. 

Habiendo  compartido  el  tiempo  casi  por  igual  entre  el  estudio  de  la 
Medicina,  de  las  Ciencias  naturales  y  de  la  Música,  me  ha  parecido  que, 


LA  MÚSICA  BN  SÜ9  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  21 

sobre  esta  triple  base,  pedia  fundar  con  elementos  ágenos  algo  valioso, 
cuando  menos  en  el  terreno  especulativo,  y  como  éste  y  el  empírico  son 
los  puntos  capitales  para  la  partida,  contribuirán  en  modestísima  esfera 
al  ñn  propuesto. 

Con  sujeción  á  este  criterio,  me  propongo  estudiar  sucesivamente  la 
música  en  si  misma,  en  su  accipn  fisiológica  y  en  sus  aplicaciones  higié- 
nicas y  terapéuticas.  Previas  estas  consideracionesi  entro  en  materia. 


3PX^X2id:SR.^    3PJLRTS. 


KSTUDIO  ESPECULATIVO. 

Orlson  de  la  müaica.— Teoría  física  de  la  XDiema. 

I. 

Origen  de  la  mú8ica.-La  música,  se  ha  dicho  por  unos,  es  el  sonido 
acompasado;  para  otros,  es  una  serie  de  sonidos  que  sucesivamente  se 
llaman  entre  sí.  Chateaubriand  dice  que  la  música,  considerada  como 
arte,  es  una  imitación  de  la  naturaleza;  su  perfección  consiste,  pues, 
en  representar  la  más  hermosa  naturaleza  posible.  Las  dos  primeras  de- 
finiciones podemos  decir  son  esencialmente  especulativas;  la  última  es 
la  que  representa  la  parte  de  aplicación,  y  bien  se  puede  asegurar  que. 
es  la  que  más  nos  satisface  para  nuestro  objeto,  pues  con  la  música  po- 
demos despertar  las  más  opuestas  impresiones:  alegría,  tristeza,  rabia, 
desesperación,  veneración,  recogimiento,  distracción,  etc. 

Su  origen,  como  el  de  muchas  otras  cosas,  entraña  lo  supersticioso,  lo 
exajerado  y  lo  inverosímil. 

Los  griegos  creen  ser  deudores  del  divino  arle  á  Mercurio,  á  Apolo  y 
aún  á  Júpiter.  Herodoto  lo  atribuye  á  Cadmo  y  á  sus  compañeros.  Otros 
aseguran  que  el  hombre  empezó  á  modular  por  haber  oido  las  armonías 
del  viento.  Suponen  algunos  que  el  murmullo  de  las  auras,  al  pasar  por 
entre  los  cañaverales,  enseñó  á  los  hombres  á  soplar  en  una  caña  sil- 
vestre, viniendo  luego  insensiblemente  la  invención  de  la  flauta. 

Los  chinos,  que  siempre  se  han  distinguido  por  atribuir  origen  legen- 
dario á  todas  las  cosas,  tienen,  respecto  al  de  la  música,  una  creencia 
muy  ingeniosa,  que  ha  sido  publicada  por  Suido.  Dice  así:  Diez  mil 
seiscientos  años  antes  de  Jesucristo,  el  emperador  ordenó  á  un  ministro 
ultimar  el  desorden  que  existia  en  la  escala  musical.  El  ministro  se  fué 
á  la  cumbre  de  una  elevada  montaña,  cubierta  de  bambús;  cogió  uno  de 
estos,  lo  cortó  entre  dos  de  sus  nudos,  sacó  la  tripa,  y  soplando  en  la 
caña  vacía,  obtuvo  de  ella  un  sonido,  ni  más  alto  ni  más  bajo  que  el 
tono  empleado  por  el  mismo  para  sus  razonamientos,  cuando  no  se  ha- 
llaba excitado  por  ninguna  pasión.  Este  sonido  sirvió  para  fijar  el  tono 
general  de  la  música.  Continuaba  dicho  ministro  en  sus  experimentos, 
cuando  dos  pájaros,  macho  y  hembra,  fueron  á  colocarse  en  un  árbol 
próximo.  El  macho  empezó  á  cantar  y  produjo  seis  sonidos  y  otros  tan- 
tos la  hembra,  formando  los  doce  en  conjunto  los  doce  grados  de  la  es- 
cala cromática.  El  ministro,  no  dejando  escapar  la  lección,  cortó  doce 


'  32  LA  UÚSlCJí  KN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MBOICtNA. 

bambús  y  les  dio  la  longitud  necesaria  para  que  produjesen  los  doce 
mitones  ó  grados  cromáticos,  que  vienen  comprendidos  en  la  unidad  de 
la  octava. 

Hablando  sin  pasión,  debemos  convenir  que  su  origen  es  innato  en 
el  hombre.  ¿Acaso  no,  dice  Lamartine,  es  otra  cosa  que  ese  suspiro,  ese 
gemido,  ese  grito  melodioso,  que  nace  en  nuestros  labios  cuando  comien» 
za  á  ser  imposible  la  expresión  de  una  idea  con  la  palabra?  Todos  pro- 
pendemos á  cantar,  á  sujetar  los  cantos  á  nuestro  gusto,  y  si  se  ha  ido 
perfeccionando  este  arte,  se  debe  á  los  conocimientos  accesorios  de 
otras  ciencias,  aunque  ¿1,  agradecido,  ha  sabido  devolverlos. 

ir. 

Teoría  ñsica  de  la  música. *-No  es  mi  ánimo  extenderme  mucho  to- 
cante á  este  punto,  pues  que  tomando  el  agente  que  estudio  en  sus  re- 
laciones con  la  Medicina,  en  sus  aplicaciones  higiénicas  y  terapéuticas 
será  donde  le  daré  á  conocer,  indicando  solamente  aquí  lo.más  principal 
para  uniformar  mi  trabajo. 

Sonido  musical  es  la  percepción  por  el  nervio  acústico  de  la  impre- 
sión producida  por  las  vibraciones  sensibles  y  periódicas  de  un  cuerpo 
elástico.  Se  distingue  del  ruido  en  que  éste  es  una  mezcla  de  sonidos 
discordantes  y  confusos,  como,  por  ejemplo,  los  queda  una  orquesta  cuan- 
do cada  ejecutante  toca  lo  que  mejor  le  place. 

Se  distinguen  en  el  sonido  musical  tres  cualidades:  intetmdadj  toiw  y 
Umbre^ 

La  intensidad  del  sonido  depende  de  la  amplitud  de  las  vibraciones 
emitidas  por  el  cuerpo  elástico.  El  tono  6  altura  musical  de  un  sonido  del 
número  de  estas  vibraciones.  El  sonido  más  bajo,  el  más  grave,  es  engen- 
drado por  un  cuerpo  elástico  que  ejecuta  32  vibraciones  por  segundo;  el 
más  elevado,  ó  sea  el  más  agudo,  lo  es  por  uno  que  ejecuta  73,000  en  el 
mismo  tiempo,  estando  todos  los  sonidos,  percibidos  por  el  oido  humano, 
comprendidos  entre  estos  dos  números.  En  cuanto  al  timbre,  depende  de 
la  forma  de  la  vibración  del  cuerpo  elástico,  ó  en  otros  términos,  del  nú- 
mero, ór^en  é  intensidad  de  los  sonidos  armónicos  superpuestos  al  sonido 
fundamental,  determinando  siempre  este  último  la  altura  musical  de  la 
percepóion. 

Debemos  distinguir  el  sonido  fundamental  del  armónico.  Al  excitar 
una  cuerda  de  violón,  un  oido  práctico  no  percibe  solamente  el  sonido, 
cuya  altura  corresponde  á  la  duración  déla  vibración  compuesta  de  la 
cuerda,  sino  que  percibe  á  más  una  serie  de  sonidos  más  elevados.  El 
más  grave  corresponde  á  la  duración  de  la  vibración  compuesta  de  la 
cuerda  y  toma  el  nombre  de  sonido  fundamental;  los  otros  son  los  armó' 
nicos^  cuyas  alturas  musicales  tienen  relaciones  definidas  con  la  altura 
del  sonido  fundamental.  La  vibración  compuesta  de  la  cuerda  engendra, 
pues,  en  realidad  un  sonido  complejo,  constituido  por  una  serie  de  so- 
nidos simples  superpuestos,  correspondiendo  cada  uno  de  ellos  á  una  da 
las  vibraciones  pendulares,  en  las  que  puede  ser  descompuesto  el  mo- 
vimiento periódico  de  la  cuerda. 

Hay  además  sonido  omí,  inte^inal,  esíercoral^  timpánico^  etc. 


LA  MÚSICA  EN  SUS  RELAaONES  GON  I A  MEDICINA.  23 

Se  dice  que  están  al  unisono  dos  sonidos  cuando  son  producidos  por 
el  mismo  número  de  vibraciones  en  un  segundo:  asi  la  sirena  y  la  rueda 
de  Savart  están  al  unisono  porque  indican  sus  contadores  el  mismo  nú- 
mero de  vibraciones  en  un  mismo  tiempo.  Cuando  simultáneamente  se 
oyen  dos  sonidos,  que  no  están  al  unísono,  el  oido  percibe  á  intervalos  un 
refuerzo  de  sonido,  que  se  conoce  con  el  nombre  de  puhaeion;  por  ejem- 
plo: un  sonido  que  produzca  30  vibraciones  y  otro  31;  si  se  oyen  á  la 
par,  coincidirán  las  30  del  primero  con  las  31  del  segundo  y  de  consi- 
guiente habrá  pulsación. 

La  e  cala  musical  es  una  serie  de  7  sonidos,  separados  entre  si  por  in- 
tervalos, que  se  van  reproduciendo  siempre  por  el  mismo  orden,  esto 
es,  en  periodos  de  7;  cada  período  recibe  el  nombre  de  gama  y  los  7  so- 
nidos ó  notos  los  de  do^re^miyfafSolf  la,  si,  teniendo  estos  doble  nú- 
mero de  vibraciones  con  relación  á  los  de  la  gama  que  les  precede.  Así, 
representando  por  1  el  número  de  vibraciones  del  sonido  más  grave,  el 
do  fundamental,  después  de  haber  comparado  entre  sí  el  que  correspon- 
de á  las  siete  notas  de  la  gama  por  medio  de  la  sirena  ó  de  la  rueda  de 
Savart,  se  ve  la  relación  siguiente: 

do     re     mi     fa      sol      la     H      da 

...  19  5  4  3  5      15  2 

^^/  •  8  4    '       3    '       2  ■        3      8 

n' 

Llámase  intervalo  entre  dos  sonidos  á  la  relación  —  de  los  números 
de  vibraciones  que  le  corresponden;  siendo  siempre  mayor  que  JL?  se 
conviene  en  tomar  por  primer  término  de  la  relación  el  sonido  más  ele- 
vado. Multiplicando  ó  dividiendo  por  un  mismo  número  los  dos  térm|- 

nos  de  la  fracción  -^,  no  varía  de  valor^  deduciendo  de  este  que  el  in- 
tervalo no  depende  del  número  absoluto  de  vibraciones,  sino  del  rela- 
tivo. 

Para  haber  consonancia  en  el  oido  es  necesario  que  sean  números 

pequeños  los  dos  términos  de  la  relación  — . 

Al  oido  le  son  agradables  los  siguientes  intervalos:  — ==1,  unísono; 
— =2,octava;— =~,8exta;— =-5-,qumta;— =5-  ,cuarta;— =  ^  ,ter. 

cera  mayor  y  — ,  tercera  menor. 

En  la  relación  (A)  vienen  representados,  en  las  fracciones  del  se- 
gundo renglón,  no  solamente  el  número  de  vibraciones  relativas  al  do 
fundamental,  sino  los  intervalos  siguientes  de  las  seis  últimas  notas 
con  relación  á  la  primera.  Así: 

do 


do 

re, 

tni. 

/•«, 

sol, 

la, 

«, 

1 

9 

5 

4 

S_ 

5 

15 

9 

_  8 

10 

4 

16 

3 

9 

2 

10 

3 

9 

8 

16 

H 

9 

15 

8 

7 

8 

15 

Debe  tenerse  en  cuenta  que  se  reducen  á  tres  los  intervalos  diferen* 
tes  entre  las  7  ñolas  de  la  gama:  el  primero  -|-  es  el  tono  mayor;  el  se- 
gundo-j^el  tono  menor  y  el  tercero -y  semitono  mayor.    El    intervalo 


24  REVISTA  CRÍTICA  DE  CIRUGÍA. 

entre  el  tono  mayor  y  el  menor  es  -^ ,  se  llama  comaf  y  so  necesita  un 

oido  muy  ejercitado  para  apreciarlo.  El  intervalo  de  do  á  re  se  llama 
una  segunda,  el  de  do  á  mi  una  tercera,  el  de  doá  fa  una  cuarta^  y  así 
sucesivamente. 

La  gama,  que  tiene  las  relaciones  de  vibraciones  de  la  manera  re- 
presentada en  (A),  se  llama  diatónica^  y  la  que  procede  por  semitono, 
que  se  compone  de  13  sonidos,  cromática.  Se  han  intercalado  entre  las 
notas  de  la  gama  otras  intermedias,  llamadas  sostenidos  y  bemoles.  Sos- 
tener una  nota  es  aumentar  sus  vibraciones  en  la  relación  de  24  á  23,  y 
hemolizarla  es  disminuirla  en  la  de  25  á  24. 

Para  terminar  estos  apuntes,  diré  que  se  conocen  con  el  nombre  de 
acorde  perfecto  tres  ^sonidos  ejecutados  simultáneamente,  pero  con  la 
condición  de  que  el  primero  y  el  segundo  formen  una  tercera  mayor,  el 
segundo  y  el  tercero  una  tercera  menor  y  el  primero  y  el  tercero  una 
quinta,  esto  es,  que  el  (número  de  sus  vibraciones  correspondientes 
guardan  la  relación  4-5*6.  Estas  condiciones  las  satisfacen  las  notas 

do,  mi,  sol,  pues  representan  1,  —  >  "g- .  Este  es  el  acorde  perfecto  ma- 

yor.  El  menor  se  diferencia  en  la  colocación  de  los  dos  primeros;  así: 

6  5  3 

(Continuará.) 

■ 


REVISTA  CRITICA  DB  CIRUGÍA, 
POR  EL  Doctor  León  Formiguera. 


Tratamiento  de  la  hipertrofia  de  las  amlsdcaas  con  el  termo-cauterio.— Coló- 
tomia  lumbar.— Sutura  del  olécranon.—  Herida  penetrante  del  abddmen. 

Siempre  me  ha  parecido  contraproducente  la  costumbre,  adoptada 
por  algunos  prácticos,  quienes,  después  de  modificar  ó  inventar  algún 
nuevo  procedimiento  operatorio,  recurren,  para  hacer  que  resalten  más 
las  ventajas  de  su  invento,  á  la  critica,  no  siempre  fundada,  de  otros  pro- 
cederes reconocidos  como  buenos  por  la  mayoría  de  autores. 

En  este  caso  se  encuentra  el  tratamiento  de  la  hipertrofia  de  las 
amígdalas  con  el  termo-cauterio,  que  Krishaber  (Courrier  Méd.)  reco- 
mienda, no  sin  que  antes  dirija  varios  reproches  exagerados  al  conocido 
amigdalotomo  de  Fahnestock. 

Para  verificar  su  procedimiento,  se  coloca  al  enfermo,  según  es  cos- 
tumbre para  el  examen  laringoscópico,  frenteal  operador:  abierta  la  boca 
y  garantida  la  lengua  con  una  ancha  espátula,  se  ilumina  el  fondo  de  Ja 
garganta  con  luz  natural  ó  sirviéndose  de  un  reflector.  Generalmente  se 
emplea  el  termo- cauterio  de  Paquelin,  fino,  puntiagudo  y  á  la  tempera- 
tura rojo  cereza.  Guando  únicamente  se  quiere  modificar  la  nutrición  de 
la  glándula,  es  preferible  valerse  del  gálvano-cauterio  del  poliscopo  de 


REVISTA  CRÍTICA  DE  CIRUGÍA.  25 

Trouvé.  Se  hunde  tan  profundamente  como  sea  posible  la  punta  del  ins« 
trumento  en  el  tejido  glandular;  después  se  practican  cinco  ó  seis  pun- 
ciones por  encima  y  por  debajo  de  la  primera,  siguiendo  una  línea  ver- 
tical que  pase  á  seis  ú  ocho  milímetros  del  borde  libre.  Entre  una  y  otra 
sesión,  deben  dejarse  dos  ó  tres  dias  de  intervalo  con  objeto  de  facilitar 
la  caída  de  la  escara  y  poder  apreciar  el  resultado  obtenido. 

En  general  esta  operación  debe  repetirse  cinco  ó  seis  veces;  no  es  dolo- 
rosa  (?)  y  solo  exige,  después  de  practicada,  frecuentes  gargarismos  con 
agua  tibia  ligeramente  fenicada,  para  evitar  el  olor  de  la  escara. 

Es  innegable  que  algunas,  aunque  raras  veces,  después  de  haber  ex? 
cindido  las  amígdalas  con  el  instrumento  de  Fahnestock,  se  presentan 
hemorragias.  En  cambio  tiene  la  ventaja  sobre  el  proceder  de  Krishaber 
de  que,  como  antes  de  introducir  el  instrumento  en  la  boca  solo  ve 
el  enfermo  un  anillo,  que  naturalmente  no  causa,  ni  con  mucho,  la'im- 
presión  que  produce  la  presencia  del  termo-cauterio,  el  acto  operatorio 
se  puede  llevar  á  cabo  con  mucha  mayor  facilidad.  Además,  la  rapidez 
•  con  que  obra  el  amigdalotomo,  basta  por  si  sola,  para  que,  á  mi  enten- 
der, pueda  considerarse  superior  dicho  método  de  tratamiento  al  pro- 
puesto por  Krishaber,  que  en  resumen  no  tiene  ninguna  ventaja  aprecia- 
ble  sobre  el  amigdalotomo  y  si  algunos  inconvenientes:  mayor  duración, 
quizás  más  doloroso,  y  más  difícil  aplicación. 

Recientemente  Trelat  ha  practicado  la  colotomia  lumbar  en  dos  en« 
fermos,  obteniéndose  en  ambos  un  completo  éxito.  Las  indicaciones  de 
la  misma,  son,  según  dicho  autor:  1.**  cuando  se  trata  de  un  cáncer  que 
no  puede  operarse  por  la  vía  rectal,  sin  que  exista  peligro  para  el  peri- 
toneo; 2.**,  cuando  se  presentan  accidentes  característicos;  y  3.",  cuando 
se  conserva  bien  el  estado  general. 

Se  practica  una  incisión,  que  se  dirija  desde  la  espina  iliaca  anterior 
y  superior  al  vértice  del  ángulo  que  forma  la  masa  sacro-lumbar  con  la 
duodécima  costilla.  El  centro  de  la  incisión  d3be  corresponder  á  la  in- 
tersección de  aquefla  línea,  con  otra  que,  partiendo  de  dos  centímetros 
por  detrás  de  Ja  cresta  ilíaca,  se  dirija  verticalmente  hacia  arriba. 

La  colotomia  lumbar  tiene  la  ventaja  de  no  interesar  el  peritoneo, 
permitiendo  regularizar  las  funciones  intestinales;  por  otra  parte,  la 
práctica  ha  demostrado  que  un  ano  formado  en  el  dorso  es  mucho  más 
soportable  y  cómodo  que  cuando  se  forma  en  la  ingle. 

*  « 

Mac-Cormac  ha  llevado  á  cabo,  con  buen  resultado,  la  sutura  de  los 
fragmentos,  en  un  caso  de  fractura  del  olécranon.  A  los  veinte  y  un  dias 
retiró  los  hilos,  y  á  los  cuarenta,  el  enfermo  salió  curado  del  hospital.  La 
herida  que  tuvo  que  hacerse  para  practicar  la  sutura,  curó  sin  que  ape- 
nas presentara  supuración. 

m 

*  m 

Son  raros  los  casos  de  herida  penetrante  del  abdomen  con  hernia 
visceral  que  terminan  por  la  curación.  El  siguiente,  que  extracto  de 


26  LOS  MIQRÓFITOS  DE  LÁ  SANGRE 

los  Archiv,  Méd.  Belg.^  es  uno  de  los  más  notables  da  nuestros  días. 

En  un  duelo  á  espada,  verificado  en  15  de  Marzo,  un  sugeto  de 
24  años  de  edad,  temperamento  linfático  sanguíneo  y  buena  constiiucion, 
recibió  una  herida  en  el  abdomen.  Si  bien  no  perdió  el  conocimiento, 
cuando  lo  transportaron  al  hospital  (2  horas  después  de  recibida  la  heri- 
da), ofrecía  todo  el  cortejo  sintomático  de  los  traumatismos  más  graves. 

Al  nivel  de  la  región  epigástrica,  y  desde  uno  á  otro  hipocondiio,  ha- 
bía una  herida  abierta,  de  19  centímetros  de  anchura^  por  la  cual  salía  una 
masa  voluminosa  cubierta  de  una  gruesa  capa  de  sangre  coagulada,  que 
permitió  reconocer  en  ella:  el  estómago,  el  epiplon  cubriendo  las  cir- 
cunvoluciones del  intestino  delgado,  y  el  colon  transverso  que  estaba 
lleno  de  materiales. 

Lavada  cuidadosamente  la  herida  con  una  solución  fenicada  al  Viooo» 
se  intentó  la  reducción  de  las  visceras,  que  no  pudo  conseguirse  porque 
se  encontraban  distendidas  por  gases.  Practicóse  después  la  anestesia,  y 
á  beneficio  de  la  compresión  metódica,  se  consiguió  la  reducción.  Se 
aplicaron  cuatro  puntos  profundos  de  sutura  entrecortada,  que  com- 
prendían en  su  asa  todo  el  espesor  de  la  pared  abdominal  é  impedían  la 
salida  de  las  visceras,  y  después  una  sutura  á  punto  por  encima,  desde 
uno  á  otro  extremo  de  la  herida,  para  que  sus  labios  se  correspondieran 
lo  más  exactamente  posible.  Luego  se  cubrió  con  hilas  impregnadas  en 
solución  fénica  al  Vioo  protegidas  por  una  capa  de  cautchouc  laminada  y 
sostenido  el  conjunto  con  un  vendaje  de  cuerpo. 

V&rias  complicaciones,  algunas  de  ellas  de  carácter  alarmante,  que 
se  presentaron  en  los  primeros  días,  cedieron  á  beneficio  de  los  medios 
apropiados.  La  ulceración  progresiva  de  algunos  de  les  puntos  qu«  «tra- 
vesaba elhilode  lasutura  superficial,  obligó,  al  novenodia,  á  retirar  parte 
de  ellos  y  colocar  un  tubo  de  desagüe.  Tres  días  después,  por  la  tenden« 
cía  que  presentaban  los  labios  de  la  herida  á  la  separación,  hubo  de  qui* 
tarse  el  tubo  y  colocar  la  sutura  ensortijada.  Desde  esta  fecha,  la  cica- 
trización empezó  á  iniciarse  con  perfecta  regularidad  hasta  el  25  de  Junio 
en  que  el  enfermo,  con  la  herida  totalmente  cicatrizada,  fué  presentado 
á  los  oficiales  de  Sanidad  para  que  lo  examinaran. 

En  este  caso  se  tuvo  la  precaución  de  practicar  las  suturas  con  seda 
y  no  con  catgut,  lo  cual  hubiera  redundado  en  perjuicio  del  paciente, 
como  acontece  algunas  veces,  pues,  absorviéndose  con  suma  facilidad, 
impide  la  completa  reunión  de  las  superficies  cruentas* 

LOS  MICROPITOS  DE  U  SANGRE  Y  SÜS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERÍEDADES,  <*> 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 

I. 

Antes  de  hacer  una  descripción  minuciosa  de  los  organismos  micros- 
cópicos, y  particularmente  de  los  vegetales,  que  se  han  hallado  en  la 


(1)   fialjOtfOflte^  JotimaiJíiertAcoj». 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE.  27 

sangre,  conviene  examinar  á  qué  subdivisiones  especiales  del  reino  ve- 
getal pueden  estos  cuerpos  referirse. 

Nftgeli,  en  una  obra  reciente  (1),  ha  aclarado  bastante  la  cuestión.  La 
autoridad  cientiflca  de  dicho.autor,  especialmente  bajo  el  punto  de  vista 
botánico,  dá  á  sus  aserciones  en  esta  materia  una  gran  autoridad. 

Los  vegetales,  que  más  coadyuvan  á  realizar  las  diversas  transforma- 
ciones en  las  sustancias  organizadas,  pertenecen  á  los  géneros  más  infe- 
riores délos  hongos,  habiéndoles  dividido  Nágeli  en  tres  clases:  i.^Mu- 
cedineasy  que  se  caracterizan  por  ser  filamentos  ramificados,  formando 
ó  no  segmentos;  2.o  SacharomyceteSy  constituidos  por  pequeños  células 
de  diversas  formas  y  que  se  multiplican  por  medio  de  brotes  ó  yemas 
desarrolladas  en  su  superficie;  3fi  Hongos  articulados  ó  Schizomycetes^ 
pequeños  cuerpos  esféricos  ú  ovales,  que  se  multiplican  solamente  por 
excisión,  que  algunas  veces  quedan  aislados,  otros  forman  hileras  (bas- 
toncitos,  filamentos,  etc.)  y  que  por  excepción  adquieren  el  aspecto  de 
masas  cúbicas.  A  este  grupo  pertenecen  las  Bacterias,  Vibriones,  Baci* 
lluSy  Spirillium^  etc. 

cHe  dividido,  dice  Nágeli,  los  hongos  de  los  géneros  inferiores  en 
tres  grupos.  Importa  mucho,  á  causa  de  ciertas  cuestiones  prácticas,  el 
saber  si  existen  realmente  entre  estos  distintos  grupos  diferencias  espe- 
cificas, ó  si  tan  sólo  debemos  estudiar  estados  diversos  dentro  de  las 
mismas  especies,  ya  que  ciertos  hongos  toman  sucesivamente  la  forma 
de  Mucedineas,  de  Sacharomycetes  ó  de  Schizomycetes.'k 

£n  los  últimos  años  ^ha  sido  objeto  este  estudio  de  numerosas  dis- 
cusiones, habiéndose  recogido  un  sinnúmero  de  hechos  con  el  fin  de 
demostrar,  en  vista  de  experimentos  que  con  su  cultivo  se  han  realizado, 
que  las  formas  más  opuestas  pueden  sustituirse  las  unas  á  las  otras. 

Partiendo  de  este  punto,  Nágeli  nos  muestra  los  errores  en  que  es 
fácil  caer  sacando  conclusiones  de  los  cultivos  experimentales.  cBajo 
multitud  de  aspectos,  dice,  el  que  cultiva  la  tierra  podría  asimismo  afir- 
mar que  las  yerbas  nocivas,  que  crecen  en  su  campo,  no  son  más  que  el 
resultado  de  transformaciones  sufridas  por  la  semilla  que  anteriormen- 
te habia  sembrado.!^  Nadie  lo  creerla  porque  las  simientes  de  dichas 
yerbas  son  lo  bastante  grandes  para  ser  reconocidas  á  simple  vista; 
mientras  que  ios  gérmenes  de  los  hongos  son  de  dimensiones  microscó- 
picas, no  pudiendo  los  de  los  Schizomycetes  ser  vistos  más  que  con  el 
auxilio  de  instrumentos  muy  poderosos,  de  lo  que  resulta  que  es  suma- 
mente difícil  comprobarlos  asertos  referentes  á  la  transformación  de 
organismos  tan  diminutos.  Además,  añade  Nágeli,  el  observador  super- 
ficial posee  una  ventaja  muy  marcada.  Las  conclusiones,  á  que  habrá 
llegado  después  de  una  sola  semana  de  cultivo,  requieren  para  ser  des- 
truidas años  enteros  de  trabajo  de  parte  de  un  observador  muy  com- 
petente en  este  estudio. 

Esta  cuestión  ha  sido  profundizada  en  estos  últimos  años  por  mu- 
chos sabios  distinguidos  y  entre  ellos,  y  especialmente,  por  el  profesor 


(1)  Die  Niederen  Pilze  in  ihren  Beziehungen  zu  den  Infections  Krankheiten  und 
der  Gesundheitspflege,  1577.— Meinicheu.-  Ha  sido  publicada  la  traducción  de  una 
gran  parte  de  la  Memoria  de  M.  Nágeli  en  la  Beuus  intemationale  de»  acieñce»^  1878. 


28  LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE 

de  Estrasburgo,  Bary,  quien  ha  demostrado  que  un  Hongo  sólo  experi- 
menta una  serie  de  transformaciones  muy  limitadas  y  perfectamente 
definidas.  NSgeli,  como  resultado  de  sus  propias  observaciones,  declara 
que  de  los  tres  grupos  de  hongos  que  hemo^  mencionado,  las  Mucedineaa 
y  los  Sacharomycetea  han  sido  examinados  más  detenidamente  que  los 
otros,  pues  que,  salvo  una  sola  excepción,  no  se  transforman  nunca  unos 
en  otros.  Refiérese  dicha  excepción  á  una  especie  particular  de  S^uc^di- 
neaSf  que,  según  ha  podido  observarse,  presenta  dos  distintas  formas  de 
vegetación  (la  forma  filamentosa  y  la  forma  de  yemas),  afectando  unas 
veces  la  primera  y  otras  la  segunda.  Los  Schizomycetes  ninguna  relación 
genérica  guardan  con  los  dos  grupos  anteriores,  pues  nunca  producen 
formas  parecidas  á  las  de  aquellos,  ni  tan  siquiera  derivadas.  Parece, 
pues,  que  Nágeli  y  Bary  se  hallan  completamente  acordes.  Afirma  Ná- 
geli  que  es  fácil  demostrar  que  el  grupo  de  los  Schizfymycetea  no  se  trans- 
forma en  los  demás  grupos,  pues  introducidos  estos  en  una  disolución, 
se  destruyen  á  una  temperatura  más  baja  que  aquellos. 

No  obstante,  hay  una  particularidad  que  hace  difícil  probar  que  los  de- 
más grupos  (MucedineaSySacharomycetes)  no  den  origen  á  los  Schizomyce' 
teSf  á  causa  de  que  es  tan  imposible  aislar  los  gérmenes  de  los  otros  hon- 
gos como  el  excluirlos  de  este  grupo.  Sin  embargo,  en  ciertas  ocasiones 
ha  podido  obtener  la  satisfacción  de  aislar  las  Mucedineas^  pudiendo  ex- 
tender sus  filamentos  después  de  haber  destruido  por  el  calor  los  demás 
gérmenes  contenidos  en  la  disolución.  Ha  guardado  durante  cuatro  años 
una  solución,  asi  preparada,  que  sólo  contenia  gérmenes  de  Mucedineas. 

Aun  admitiendo  tres  grupos  de  organismos,  sólo  deberemos  aqui  ocu- 
parnos del  tercero,  es  decir,  de  los  Schizomycetes^  pues  hasta  el  presente 
sólo  se  han  hallado  con  completa  certeza  formas  de  este  grupo  en  la 
sangre  de  los  animales. 

Otro  botánico  distinguido,  el  profesor  Cohn  de  Bresiau,  ha  estudiado 
asimismo  con  mucha  atención  estos  vegetales  inferiores,  habiendo  es- 
tablecido para  ello  un  nuevo  sistema  de  clasificación.  Toma  por  punto 
de  partida  la  opinión  de  que  los  Schizomycetes  se  asemejan  más  alas 
Algas  que  á  los  Hongos^  razón  por  la  que  propone  para  designar  esta 
familia  el  nombre  de  Schizofitos^  en  lugar  del  de  Schizomycetes  dado  por 
Nágeli  y  usado  hasta  el  dia.  Ha  insistido  además  sobre  la  idea  de  que 
las  diterencias  especificas,  supuesta^  en  las  propiedades  fisiológicas 
manifestadas  por  algunos  de  estos  seres,  bastan  para  permitir  que  se 
les  asignen  denominaciones  específicas.  Hace  notar  Nageli  que  obrando 
de  esta  madera,  Cohn  no  hace  más  que  emitir  una  opinión  generalmente 
adoptada  y  muy  extendida  entre  la  clase  médica,  pero  que  no  puede 
apoyarse  en  ningún  hecho  cierto. 

cHe  examinado,  dice  Nageli,  durante  los  diez  últimos  años  algunos 
miles  de  Schizomycetes^  y  á  excepción  de  las  Sarcinas  no  hallo  necesario 
el  dividirlos  en  grupos  específicos»  (1).  Por  otra  parte  no  parece  aún  su- 
ficientemente demostrado  que  todas  sus  formas  no  constituyan  en  rea- 
lidad más  que  una  sola  especie  (2). 


(1)  Op.  cií.,  p.  20. 

(2)  Op.  oit.,  p.  23.  Véase  asimismo  A.  de  Bary,  Uber  Schimmel  und  Hefe^  1869. 


LOS  MÍCRÓt^ITOS  D£  LA  SANGAE!.  2d 

Aún  admitiendo  que,  según  las  circunstancias  en  que  se  forman  los 
Sch%zomyceie8y  tomen  hasta  cierto  punto  diversos  aspectos  (y  la  expe- 
riencia en  este  asunto,  de  un  sabio  como  Nágeli,  debe  tenerse  en  mucha 
consideración),  conviene,  sin  embargo,  dejando  aparte  las  teorías,  que 
los  términos  adoptados  sean  suficientes  para  distinguir  las  principales 
formas. 

Dujardin  ha  ideado  tres  términos  para  clasificar  el  grupo:  i.^  Bade- 
rtum,  2fi  Vibrio  y  3.®  SpiriUium.  Aunque  después  de  Dujardin  se  halla 
adelantado  bastante  en  el  conocimiento  de  estos  organismos,  resta  todavía 
mucho  que  hacer  antes  de  que  se  realize  definitivamente  algo  que  sea 
estable  y  satisfactorio.  Es  preferible  quizás  aceptar  de  momento  estos 
términos,  pues  bastan,  con  pequeñas  modificaciones,  para  indicar  todas 
las  formas  que  hasta  hoy  se  han  encontrado  en  la  sangre.  La  corta  des- 
cripción que  sigue  bastará  para  explicar  cuáles  son  las  formas  de  este 
grupo  de  organismos  comprendidos  bajo  las  denominaciones  que  noso- 
tros aceptamos: 

!.•  Bacterias  esféricas:  pequeños  cuerpos  orgánicos,  visibles  tan  solo 
con  la  ayuda  de  instrumentos  de  grande  aumento. 

2.'  Bacterias  alargadas  ó  prolongadas:  pequeñas  varillas  delgadas  y 
cilindricas. 

3.*  Vibriones:  filamentos  cortos,  ondulados,  dotados  de  movimientos 
que  revisten  hasta  cierto  punto  la  forma  de  un  espiral. 

4.°  Baccillus  ó  Vibriones  Baccilli:  filamentos  cortos,  delgados,  de  arti- 
culaciones no  manifiestas;  cuando  adquieren  una  gran  longitud  se  hallan 
descritos  algunas  veces  bajo  el  nombre  de  filamentos  de  Leptothrix, 

5.*  Spiriüa:  filamentos  en  espiral,  muy  finos,  más  ó  menos  flexi- 
bles, dotados  de  movimientos  de  ternilloso  de  tirabuzón. 

Debemos  de  paso  hacer  observar  que  pueden  encontrarse  ejemplares 
de  cada  una  de  estas  formas  en  el  líquido  muco-salival,  que  se  segrega 
en  la  boca  de  individuos  en  buen  estado  de  salud. 

11. 

Bé  aquí  ahora  la  cuestión,  tal  como  se  presenta  por  sí  misma.  ¿En 
qué  condiciones  los  organismos  que  reúnen  estos  caracteres  se  encuen- 
tran en  la  sangre?  Pasteur  admite  que  en  el  estado  de  salud  se  halla 
completamente  libre  de  ellos.  Hé  aquí  sus  propias  palabras:  «La  sangre 
de  un  animal  en  perfecto  estado  de  salud  no  contiene  nunca  organismos 
microscópicos  ni  sus  gérmenesi)  (1). 

Por  otra  parte,  dice  Beale:  eLa  manifestación  más  elevada  de  la  vida 
se  halla,  según  mi  modo  de  pensar,  penetrada  por  decirlo  así  por  la  ma- 
nifestación más  baja.  No  existe  probablemente  un  solo  tejido  que  esté 
privado  de  estos  gérmenes,  ni  se  halla  exenta  de  ellos  la  sangre  de  nin- 
gún individuo:^  (2). 

Parecerá  extraño  que  una  cuestión  tan  sencilla  en  apariencia  no  haya 
podido  ser  resuelta  todavía  de  una  manera  satisfactoria;  que  hasta  su 


(1)    Comptes  rendus,  LXXXV,  pág.  108,  46  JuUo  1877. 
(3)    DUease  Gsnus,  pág.  64, 1870. 


30  LOS  MlC»ÓFÍTOS  DE  hk  SANGRE 

solución  parezca  imposible  y  que  observadores  eminentes  hayan  llegado 
en  esta  materia  á  conclusiones  diametralmente  opuestas. 

Es  posible  que  todos  ellos  se  hallen  en  el  verdadero  terreno  si,  como 
aseguran  generalmente,  muchos  de  estos  organismos,  sumamente  te- 
nues, pueden  entrar  en  la  circulación  á  través  de  los  pulmones  para 
luego  aparecer  en  los  vasos  quilfferos  (y  no  cabe  duda  que  las  Bac- 
terias pueden  atravesar  las  membranas  junto  con  los  líquidos,  de  igual 
manera  que  atravesarían  las  paredes  de  una  vasija  de  barro  ó  cualquier 
cuerpo  poroso);  es  muy  cierto,  cuando  menos,  que  su  existencia  en  la 
sangre  de  las  personas  en  buen  estado  de  salud  es  comparativamente  de 
corta  duración. 

Esta  conclusión  ha  sido  deflnitivamente  admitida,  gracias  á  las  ob- 
servaciones de  gran  número  de  patólogos.  El  Dr.  Douglas  Cuningham  y 
yo  mismo  pudimos  convencernos,  hace  ya  algunos  años,  de  que  las  Bacte- 
rias, los  Vibriones,  los  Spirillum,  etc.,  desaparecen  rápidamente  de  la 
sangre  cuando  han  sido  introducidos  durante  la  vida,  aun  en  número 
considerable.  Además:  de  cuarenta  y  nueve  experimentos,  que  verifica- 
mos para  aclarar  la  cuestión,  fueron  examinados  doce  animales,  á  los  que 
se  habia  inyectado  en  las  venas  dichos  organismos.  A  las  seis  horas  fue- 
ron hallados  estos  en  las  venas  de  siete  de  ellos,  es  decir,  en  un  58  por  100; 
treinta  fueron  examinados  á  las  veinticuatro,  descubriéndose  organismos 
en  catorce,  ó  en  sea  un  47  por  100,  mientras  que  en  diez  y  nueve  mues- 
tras de  sangre  extraída  de  animales  inyectados  de  igual  manera,  de  dos  á 
siete  dias  antes,  tan  solo  se  encontraron  Bacterias,  Vibriones,  etc.  en  dos 
de  ellos,  es  decir,  un  poco  más  del  10  por  100,  ó  sea  un  6  por  100  más  de 
los  que  habíamos  observado  en  gran  número  de  experimentos  verifica- 
dos en  las  mismas  condiciones  en  animales  que  se  hallaban  en  buen 
estado  de  salud  (1). 

Es,  sin  embargo,  evidente  que,  aunque  la  sangre  pueda  contener 
constantemente  un  número  más  ó  menos  crecido  de  estos  organismos, 
no  se  acumulan  en  ella  en  grande  cantidad,  pudiendo  afirmar,  según  ex- 
perimentos que  se  han  hecho,  que  su  presencia  de  una  manera  aprecia- 
ble  es  incompatible  con  un  perfecto  estado  de  salud. 

Según  se  verá  después,  dichas  observaciones  no  pueden  aplicarse  á 
los  parásitos  que  reconocen  un  origen  al  parecer  animal.  Puédese  ade- 
más afirmar  que  en  ciertas  condiciones  patológicas,  los  micrófitos  se 
hallan  generalmente  presentes,  aunque  no  de  un  modo  invariable,  sin 
que  su  número  guarde  relación  con  la  gravedad  del  afecto. 

Dejando  aparte  los  casos  en  que  se  han  observado  estos  organismos 
en  las  enfermedades  de  los  insectos  (á  causa  de  la  dificultad  de  poder 
aislar  dichos  organismos  délos  que  ya  habitualmente  se  encuentran  en 
sus  tejidos),  puédese  establecer  definitivamente  que  ciertas  formas  de 
Schizomycetes  se  han  hallado  en  la  sangre  en  dos  enfermedades:  en  el  car- 
bunclo y  en  la  fiebre  recurrente.  Pasteur  ha  sostenido  recientemente  que 
á  dichas  enfermedades  debe  añadirse  otra:  la  septicemia,  y  más  recien- 


(1)  Cholera,  A  tapport  of  microtoopicál  and  phisiological  re»earehea.  iSTS  Ser.  t, 
Appénd*-á.  Eight  annual  repori  af  thesanitari  eommUioner  irth  tke  Gouvemement 
oflnaiak 


KOTIGtÁS  GlBNTÍFtCAS.  81 

tem^^te  aun  el  Dr.  Klein  ha  incluido  otra:  tal  es  la  enfermedad  «conocida 
comanmente  bajo  el  nombre  de  fiebre  tifoidea  del  cerdo» 

Han  sido  estas  cuestiones  estudiadas  detenidamente  por  gran  número 
de  sabios,  y  en  la  actualidad  será  difícil  hallar  un  asunto  científico  que 
haya  sido  objeto  de  estudios  más  minuciosos. 

En  el  caso  de  resultar  ciertas  las  conclusiones  emitidas  sobre  la  exis* 
tencia  de  dichos  organismos  en  la  sangre,  no  nos  es  dado  aun  entrever 
su  importancia;  pues,  á  ser  justas  tales  hipótesis,  la  teoría  y  la  práctica 
de  la  Medicina  sufrirían  una  transformación  radical,  y  la  acción  futura 
del  Estado  respecto  á  las  enfermedades  fuera  objeto  de  grandes  modifi- 
caciones. Antes  de  pasar  al  examen  de  estas  últimas  cuestiones,  haremos 
una  reseña  rápida  de  los  hechos  más  culminantes  que  nos  han  condu- 
cido á  la  doctrina  actual  de  las  relaciones  de  las  enfermedades  con  las 
primitivas  formas  de  los  organismos,  cuyo  estudio  tanto  interés  ofrece 
á  los  médicos  y  á  los  botánicos.        • 

(Contintiará.) 

NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


Tintttra  de  conyallarla  en  laa  palpitaciones  cardiacas  parozismá- 
ticas. — Aconsejada  por  fiotkin,  ha  sido  recientemente  empleada  por  Le- 
monowsk,  en  un  caso  de  palpitaciones  cardíacas  paroxismáticas,  com- 
plicadas con  dolor  que  se  irradiaba  al  brazo  izquierdo.  Después  de  haber 
administrado,  sin  éxito,  multitud  de  medicamentos,  prescribió  la  citada 
tintura  á  la  dosis  de  10  gotas,  repetida  cuatro  veces  al  dia.  A  los  ocho 
días  se  obtuvo  un  resultado  muy  satisfactorio.— (Formiguera). 

Elixir  de  bromuro  potásico. — {Bulletin  gen.  de  therapeutique.) — El 
Dr<  Moura,  teniendo  en  cuenta  los  inconvenientes  por  todos  observados 
cuando  se  administran  juntos  el  bromuro  potásico  y  el  jarabe  de  eorte* 
zas  de  naranjas,  inconvenientes  representados  por  la  repugnancia  con 
que  lo  toman  algunos  enfermos,  su  sabor  amargo  y  aún  su  alteración, 
recomienda  el  empleo  de  un  elixir,  cuya  fórmula  es: 

Cortezas  de  naranjaslmandarinae'freseas..    •     S,500 
Alcohol  á  90» '.....    iO,000 

Macérese  dunnte  seis  semanas  en  un  vaso  cerrado  y  cuélese  luego 
sin  expresión.  El  líquido  obtenido  se  pone  á  15''  y  se  añaden  350  gramos 
de  jarabe  de  azúcar  y  80  de  bromuro  por  cada  litro.  Hecho  esto  se  mez- 
clan muy  bien  y  se  filtra  el  total. 

Cada  cucharada  grande  contiene  un  gramo  de  bromuro,  prescribién- 
dolo Mouia  á  esta  dosis  en  leche  ó  en  una  infusión  teiforme.^(RoDRi- 
GUEz  Méndez.) 

Precocidad  notabld.  -^  Henry  Bodd  (de  Bellington),  ha  publicado  la 
observación  de  una  niña  nacida  en  8  de  Octubre  de  1871,  que  empezó  á 
menstniar  á  los  doce  meses;  al  principio  de  un  modo  irregular,  y  á  los 
siete  años,  cada  tres  semanas.  A  ios  ocho  años  y  diez  meses  y  medio  pa- 
rió un  niño,  de  término,  que  pesaba  3  kilos  y  medio.  El  recien  nacido  no 
presentaba  nada  extraordinario  en  su  conformación;  pero  el  pubis  y  las 
axilas  estaban  cubiertas  de  pelo,  y  las  mamas  desarrolladas  é  ingurgita- 
das de  leche.— (FoRMiGUERA.) 


á2  PUBLIGAGIO^S  RECIBIDAS. 

El  acónito  en  la  fiebre  remitente. — De  las  observaciones  recogidas 
por  el  Dr.  Gerald  Bomford,  concluye  éste  que  el  acónito  en  la  fiebre  re- 
mitente posee  las  propiedades  siguientes:  1/  Disminuye  la  temperatura. 
2.'  Disminuye  la  rapidez  del  pulso  y  aumenta  su  plenitud  y  fortaleza. 
3.^  Limpia  lu  lengua  y  restablece  las  funciones  digestivas.  4/  Provoca  el 
sueño.  5.^  Aumenta  la  cantidad  de  orina  y  disminuye  la  congestión  de 
los  ríñones.  6.*^  Disifiinuye  la  perspiracion.— (R.  Rovira). 

Azúcar  de  leche:  acción  lazante. — Tiene  escasa  novedad  lo  pro- 
puesto por  Traube,  pues  nadie  desconoce  que  las  míeles  y  los  azúcares, 
á  dosis  conveniente,  son  purgantes.  A  pesar  de  ello,  ya  como  recuerdo 
de  la  ley  enunciada,  ya  como  un  dato  más  que  la  confirma,  apunto  el 
hecho,  observado  por  dicho  autor,  de  que  la  lactina  es  un  laxante  agra- 
dable y  seguro.  Se  disuelven  de  3  á  5  cucharaditas  del  azúcar  reducida 
á  polvo  fino  erí  un  vaso  de  leche  ó  de  agua  calientes  y  se  toma  por  la 
mañana.  Dos  ó  tres  horas  después  se  manifiesta  el  efecto  purgante. — 
(Rodríguez  Méndez). 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Inspectores  y  Sub-inspectores  de  dentista.— Real  orden  de  16  de  Di- 
ciembre derogando  la  del  16  de  Mayo  de  1876,  en  virru  1  de  la  cual  se  crearon 
dichas  plazas,  y  disponierdo  que  los  profesores  de  Cirugía  dental  quedan  su- 
jetos á  la  inspección  y  vigilancia  de  los  Subdelegados  de  Medicina.— Gacela  del 
19  de  Diciembre. 

Inhabilitación  perpetua.— Real  orden  de  14  de  Diciembre  aprobando  la 
pena  de  inhabi'itaciun  perpetua  para  cursar  en  los  establecimientos  de  ense- 
ñanza del  reino  al  alumno  de  la  Facultad  de  Farmacia  D  Eusebio  Germán 
Saenz  y  Hernando,  por  ofensas  de  obra  al  catedrático  D.  Pedro  Lletget. — Ga- 
ceta del  21  id. 

Policía  módica.— Circular  de  la  Dirección  general  de  Benefícencia  y  Sanl- 
dady  recordando  el  cumplimiento  de  ios  artículos  11  y  15  del  Reglamento  de  24 
de  Octubre  de  1873,  pidiendo  á  ios  Alcaldes  la  relación  nominal  de  todos  los 
facultativos  municipales  de  Meiicina,  Farmacia  y  Veterinaria  que  presten  ser- 
vicios en  cada  pueblo;  ordenando  que  den  relación  al  Gobernador  en  los  meses 
de  Julio  y  Enero  de  las  alteraciones  que  ocurran  en  el  citado  psrsonal  faculta- 
tivo; y  que  ios  Gobernadores,  al  remitir  estas  relaciones,  manden  otra  en  que 
consten  las  alteraciones  habidas  en  el  personal  de  Subdelegados,  con  el  objeto 
de  comprobar  los.libcos  que  en  la  Dirección  deben  llevarse  en  virtud  de  lo 
dispuesto  en  la  Circular  de  5  de  Noviembre  último.— Gace/a  del  20  id. 


iM^W^^t^hA^tAM^^S^k^t^^^^^^^^^^^^W^'W^^^M^^^^^^^^'N^^ 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 


Manual  de  Anatomía  descriptiva^  escritopara  Médicos  y  Alumnos  por  el  Doc- 
tOR  Roberto  Hartmann.  Traducción  directa  del  alemán  por  los  Dres.  L.  Góngora  y 
S.  Cárdena í.— Cuaderno  ?.• 

Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía.— Cuaderno  24. 

Oxythórapie,  Application  de  1*  oxygéne  au  traitement  Jes  maiadies,  par  Charles 
Belot  de  Regla.—Prlx:  un  franc— Paris,  1881.— Dos  ejemplares. 

Pbriódigos:  Eco  escolar  Médico  de  Valencia. 


<Si^ 


Tomo  n.  Nóm.  2.  31  Enero  de  1882.  Año  n.  Núm.  26. 

Saceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  Estudios  clínicos,  por^  Arturo  Mimo li  (concluirá).— La  músiCA  en  sus  relacio- 
nes con  la  Medicina,  por  D.  W.  Tidol  y  Carete(eontinuacion).—A.natomía  de  los  centros 
nerviosos,  por  D.M.  A.  Vmrgmm  (continuación).— Del  ácido  salicilico  y  sus  compuestos,  por 
D.  M.  E.  Moré  7  Barsit  (continuación).— Coche  para  el  transporte  de  heridos,  por  el 
•r.  K  Rodricnes  MendOBj— Revista  de  terapéutica,  por  elDr.  I<.  Formiffiíer».— Los 
micrófitos  de  la  sangre,  por  el  Dr.  T.  Rleliard  liOwis  (continuscion).— NOTICIAS  CIEN- 
TÍFICAS: Convulsiones  de  los  niños.— Poción  con  esencia  de  trementina.— Del  fosfato  de  cal 
en  la  tuberculosis  --Sección  0(10101.— Publicaciones  recUndUu. 


ESTUDIOS  CLÍNICOS. 


GonsideracioneB  sobre  la  fiebre  perniciosa  con  motivo  de  algninos  casos 

de  difícil  diagrn6stico, 

POR  D.  Arturo  Masoti  Arroyo. 

El  conocimiento  de  las  enfermedades  palúdicas  se  remonta  á  aquellos 
tiempos  en  que  la  ciencia,  meciéndose  en  la  cuna  de  la  infancia,  deste- 
llaba los  primeros  albores  de  su  potente  luz  en  la  viciada  atmósfera  de 
la  superstición,  acariciada  por  la  envenenada  brisa  de  la  ignorancia. 

Nada  más  extraño  ni  extravagante  que  la  infínitud  de  teorías,  la  muí- 
tiplicidad  de  opiniones  emitidas  desde  entonces  hasta  ahora  sobre  el 
agente  palúdico,  y  que  constituyen  lo  que  pudiéramos  llamar  su  monu- 
mento histórico.  Sin  descender  al  estudio  detallado  de  las  distintas  ver- 
siones dadas  sobre  esta  materia,  solo  diré  que  las  varias  etapas,  que 
forman  su  historia,  han  servido  de  jalones  para  llegar  hoy  dia,  no  la 
perfecto  conocimiento  del  agente  palúdico,  pues  aun  hay  dudas  sobre 
esto,  pero  si  á  la  verdadera  noción  sobre  su  naturaleza. 

Que  el  paludismo  es  de  origen  parasitario,  es  una  cuestión  confirma- 
da é  innegable;  un  hecho  de  demostración,  que  no  dá  lugar  á  dudas  y  que 
todos  aceptan  como  verdad  científica  incontrevertible.  Pero  si  bien  hay 
solidaridad  de  creencias  en  este  punto,  muéstranse  disidentes  las  opi- 
niones sobre  cual  sea  el  parásito  generador  de  la  enfermedad  y  cual  su 
evolución  patogenésica,  una  vez  en  el  organismo  humano. 

Aunque  nada  cierto  pueda  sentar  sobre  asunto  de  tan  trascendental 
interés,  indicaré  de  paso  que,  aparte  de  los  trabajos  de  Balestra  y  de  Sa- 
lisbury,  el  Baccillus  malarioe  de  Klebs  y  Tommasi  Crudelli,  y  el  Oscillaria 
malárica  de  Laveran,  son  los  parásitos  que  se  disputan  la  preferencia  en 
el  actual  momento  científico,  por  más  que  todas  las  probabilidades  se 
muestren  en  favor  del  Bacdllus^  scbizomiceto  no  há  mucho  descubierto 
en  los  lagos  Pontinos,  mediante  una  investigación  prolija  y  escrupulosa. 
De  todos  modos,  como  esta  cuestión  no  desvirtúa  el  fundamento  cientí- 
fico sentado,  debemos  convenir  en  la  naturaleza  parasitaria  del  palu- 


34  ESTUDIOS  CLÍNICOS. 

dismOy  para  llegar  después  al  conocimiento  de  su  evolución  patogenési- 
ca,  punto  oscurecido  por  las  nieblas  de  la  duda  y  sobre  el  cual  va  der- 
ramando su  divina  luz  el  criterio  experimental,  armonizando  la  noción 
teórica  con  el  hecho  clínico,  único  modo  de  que  resulte  la  verdad  cien- 
tiñca.  Por  eso  hoy,  incansables  paladines  de  la  ciencia  se  esfuerzan  por 
demostrar  que  la  infección  palódica,  como  todas  las  infecciones,  tiene 
por  razón  patogenésica  ciertos  actos  químicos  conocidos  con  el  nombre 
de  fermentaciones,  toda  vez  que  éstas  encuentran  en  el  organismo  un 
terreno  apropiado  para  desarrollarse.  Existiendo  el  parásito,  que  es  un 
fermento,  y  habiendo  en  el  organismo  materias  fe rmentescibles,  que  son 
condiciones  indispensables  para  que  se  realicen  los  cictos  fermentativos, 
claro  se  está  que  la  fiebre  malárica  es  una  fermentación  llevada  á  cabo 
en  el  líquido  hemático,  idea  tanto  más  aceptable  cuanto  que  los  fenó- 
menos, desarrollados  por  estas  acciones  químicas,  están  perfectamente 
armonizados  con  los  síntomas  que  presenta  dicha  enfermedad. 

Si  descendiera  al  terreno  de  las  comparaciones  y  estableciese  el  pa- 
ralelo entre  los  actos  fermentativos  y  los  fenómenos  á  que  da  lugar  en  el 
organismo  humano  el  elemento  palúdico,  probado  quedaría  la  legitimi- 
dad de  este  aserto,  pues  son  muchas  las  razones  que  militan  en  pro  de 
esta  teoría;  pero  como  mi  objeto  es  más  limitado,  apartóme  de  un  todo 
de  este  asunto,  no  sin  dejar  sentado  que  las  fiebres  infecciosas,  en  cuyo 
grupo  está  la  palúdica,  no  tienen  más  interpretación  racional  que  la  teo- 
ría vitalista  de  las  fermentaciones,  formulada  por  Pasteur,  Dumas,  Bou- 
chardat  y  otros,  á  la  cual  debemos  rendir  culto  si  queremos  vivir  en  ar- 
monía con  lo  que  pregonan  la  razón  y  la  experiencia. 

Sentado  este  concepto,  á  todas  luces  evidente,  puesto  que  el  criterio 
clínico  no  lo  rechaza,  vengamos  á  la  cuestión  principal  objeto  de  este 
escrito. 

¿Qué  diferencia  existe  entre  el  agente  palúdico,  que  origina  la  fiebre 
intermitente  normal,  y  el  que  ocasiona  la  fiebre  perniciosa?  ¿Son  gér- 
menes distintos,  aun  desconocidos,  ó  son  seres  idénticos  en  diferente  gra- 
do de  evolución?  ¿Es  la  receptividad  orgánica,  en  sus  diversas  gradacio- 
nes individuales,  la  causa  de  que  aparezcan  ya  una,  ya  otra  forma  de  la 
afección  palúdica,  ó  consiste  esto  acaso  en  el  número  más  ó  menos  con- 
siderable de  los  gérmenes? 

Hé  aquí  una  cuestión  por  ahora  bastante  oscura  y  de  solución  difícil; 
pero  no  deja  de  extrañar  el  que  en  ciertas  comarcas  en  donde  se  padece 
la  malaria  endémicamente,  se  obsérvela  forma  perniciosa  cuando  apenas 
se  registran  casos  de  intermitentes  normales  y  larvadas,  y  á  la  inversa: 
puntos  donde  solo  se  manifiestan  éstas  sin  revestir  carácter  de  perni- 
ciosidad. Yo  bien  sé  que  muchas  veces  las  intermitentes  normales  dan 
lugar  á  la  perniciosidad  con  sus  fatales  consecuencias,  y  que  en  los  paí- 
ses paludianos  se  ofrecen  á  la  observación  ya  una,  ya  otra  forma  de  la 
manifestación  morbosa;  más  en  éste,  en  que  yo  ejerzo,  llevo  asistidos  á 
multitud  de  enfermos  afectos  del  paludismo,  y,  sin  embargo,  solo  seis 
han  padecido  intermitentes  normales,  hasta  el  punto  de  ser  aquí  las 
fiebres  perniciosas  tan  frecuentes  casi  como  los  catarros  gastro-intes^ 
tíñales. 

Esta  particularidad  me  ha  inducido  á  pensar  que  el  agente  palúdico, 


ESTUDIOS  CLÍNICOS.  35 

generador  de  la  enfermedad,  no  debe  ser  el  mismo  para  todas  las  formas 
con  que  se  presenta  la  malaria,  y  apoyo  mi  creencia  en  que  el  parásito 
productor  de  la  fiebre  intermitente,  normal,  por  ejemplo,  deberla  conti- 
nuar siempre  obrando  en  el  mismo  sentido  y  produciendo  idénticos  fe- 
nómenos, toda  vez  que  es  un  fermento  y  los  fermentos  tienen  propieda- 
des fijas  é  invariables.  Más  satisfactoria  seria  la  creencia  de  que  estos 
parásitos  obran  de  distinto  modo,  según  el  grado  de  desarrollo  en  que  se 
encuentran;  pero  de  ser  así  debieran  presentarse  simultáneamente  todas 
las  formas  del  paludismo,  y  aunque  esto  ocurre  muchas  veces,  aquí,  sin 
embargo,  hay  marcada  predilección  á  la  forma  perniciosa,  lo  cual  des- 
virtúa el  valor  de  esta  suposición. 

Si  admitimos,  por  último,  con  Duberder,  de  Lorient,  y  Kunze,  que  la 
perniciosidad  está  en  razón  directa  del  número  de  los  gérmenes,  trope- 
zamos con  el  mismo  inconveniente  en  la  demostración  clínica  de  este 
aserto,  puesto  que  es  extravagante  conceder  que  en  esta  zona  se  desar- 
rollen siempre  tan  considerable  número  de  gérmenes  y  que  éstos  obren 
por  igual  sobre  todos  los  organismos,  sin  que  valga  para  nada  la  recep- 
tividad orgánica,  que  no  debe  ser  idéntica  en  todos  los  individuos.  Hecho 
tan  original  es  por  su  misma  originalidad  increíble. 

Estas  consideraciones,  que  podrán  ser  gratuitas,  pero  que  yo  consi- 
dero razonadas,  me  afirman  en  la  creencia  de  que  el  fermento  palúdico 
es  diferente  para  la  forma  perniciosa  de  la  enfermedad,  la  cual  reviste 
en  este  país  caracteres  especiales  dignos  de  tenerse  en  cuenta  bajo  el 
punto  de  vista  diagnóstico. 

Por  otra  parte,  admitida  la  semejanza  del  proceso  infeccioso  con  los 
actos  fermentativos,  es  indudable  que  el  fermento  malárico,  generador 
de  las  intermitentes  normales,  debe  ser  distinto  del  que  origina  las  per- 
niciosas, puesto  que  éstas  presuponen  la  existencia  de  una  fermentación 
mucho  más  activa  y  frecuentemente  de  funestas  consecuencias,  mien- 
tras que  las  otras,  no  solo  son  compatibles  con  la  vida,  si  que  también 
con  la  salud  por  un  período  de  tiempo  más  ó  menos  largo,  según  las  con- 
diciones individuales.  ¿Y  hemos  de  admitir  que  un  mismo  veneno  pro- 
duzca tan  opuestos  resultados? 

Sabido  es  que  la  perniciosidad  está  caracterizada  por  la  exagerada 
intensidad  de  uno  de  los  estadios  del  proceso  palúdico,  ó  por  la  presen- 
tación de  fenómenos  patológicos  alarmantes  que  se  asocian  á  la  fiebre; 
más  ofrece  caracteres  tan  particulares  en  la  manera  de  presentarse,  en 
su  curso  y  terminación,  que  constituye  un  proceso  tan  desemejante  de 
la  intermitente  normal,  que  apenas  si  se  sospecha  muchas  veces  su  na- 
turaleza; ¡tan  complexo  es  el  cuadro  sintomatológico  que  manifiesta  en 
la  generalidad  de  los  casos!  Cuando  veis,  por  ejemplo,  á  un  enfermo  aco- 
metido de  una  fiebre  altísima,  en  que  el  termómetro  marca  40°  ó  41°, 
sobrecogido  de  un  delirio  incesante  ó  sumido  en  un  coma  profundo,  y 
miráis  en  aquellas  facciones  los  signos  de  una  terrible  exaltación  moral, 
ó  las  huellas  de  un  estupor  marcado,  y  en  este  estado  de  sobre  excitación 
continua  ó  de  adormecimiento  absoluto  lo  sorprende  la  muerte,  sin  que 
vosotros  hayáis  tenido  siquiera  tiempo  para  diagnosticar  la  enfermedad, 
¿diréis  aun  que  el  veneno  malárico,  que  origina  este  cuadro  patológico 
tan  terrible;  es  el  mismo  que  el  que  ocasiona  la  fiebre  intermitente 


36  ESTUDIOS  CLÍNICOS. 

franca?  Cuando  observáis  á  un  febricitante  entregado  á  una  de  esas  es- 
cenas patológicas,  cuyos  tristes  episodios  se  revelan,  ya  por  una  convul- 
sión tetánica  ó  cataléptica,  ya  por  un  dolor  cardiáigico  intenso  que 
amaga  mortal  golge  sobre  ese  centro  de  la  vida,  bien  por  síncopes  repe- 
tidos, fatales  remedos  de  la  muerte,  bien  envuelto  en  una  algidez  cada- 
vérica ó  cubierto  de  sudor  copioso,  cual  si  las  cataratas  orgánicas  se  hu- 
biesen roto,  derramando  sobre  su  piel  copiosa  lluvia,  ¿diréis  que  el 
veneno,  que  en  estos  casos  infecciona  la  sangre,  que  la  intoxica  y  consu- 
me, es  un  veneno  tan  inocente  como  el  de  la  malaria  común?  De  ningu- 
na manera. 

Yo  no  niego  que  la  receptividad  orgánica  obre  por  mucho  eh  la  mten- 
sidad  de  la  fiebre,  influyendo  en  su  mayor  ó  menor  malignidad;  pero 
también  es  raro  sobremanera  que  en  esta  zona  solo  se  padezcan  fiebres 
perniciosas  en  sus  diferentes  formas,  lo  cual  está  en  abierta  contradic- 
ción con  el  hecho  mismo  de  la  receptividad  orgánica,  pues  siendo  esta 
diferente  en  cada  individuo,  distinta  debiera  ser  también  la  manifesta- 
ción morbosa. 

En  vista  de  estas  razones  y  de  otras  que  reservo  por  no  pecar  de  pro- 
lijo, creo  poder  admitir  que  la  fiebre  perniciosa,  si  bien  es  una  infección 
de  naturaleza  palúdica,  es  producida  por  un  veneno  mucho  más  activo 
y  maligno  que  el  que  determina  la  intermitente  normal. 

Después  de  estas  consideraciones,  nacidas  de  la  práctica,  y  que  en 
parte  tienen  relación  con  el  tratamiento  más  ó  menos  activo,  que  deba- 
mos emplear  para  combatir  con  algunas  probabilidades  de  éxito  la  fu- 
nesta marcha  de  dicho  padecimiento,  pasémosla  la  narración  de  algunos 
casos  clínicos  verdaderamente  interesantes,  por  si  su  estudio  pudiera 
servir  de  provecho  á  mis  dignos  comprofesores. 

Observación  1/ — Fiebre  perniciosa  simulando  una  peritonitis  puer* 
p«raí.— Gregoria  N.,  de  treinta  y  dos  años,  multípara  y  de  temperamen- 
to sanguíneo,  fué  acometida  de  los  dolores  de  parto  en  la  noche  del  1.*" 
de  Marzo  del  pasado  año.  Sometida  á  los  cuidados  de  una  comadrona,  de 
esas  que  se  titulan  aficionadas,  esperó  inútilmente  la  expulsión  del  feto, 
hasta  que  á  las  24  horas  de  continuo  sufrir  apareció  en  la  vulva  la  ma- 
no de  la  criatura.  Incidente  tan  inesperado  alarmó  á  la  familia  y  ésta 
reclamó  mi  asistencia  facultativa.  Reconocida  la  parturiente  y  diagnos- 
ticada la  posición  del  feto,  intenté  la  versión,  que  fué  imposible  en  aten- 
ción á  lo  edematoso  que  estaba  el  brazo.  Las  contracciones  uterinas  ha- 
bían cesado  y  el  feto  se  hallaba  muerto,  según  los  datos  negativos  que 
me  suministró  el  estetóscopo  y  el  tacto  rectal.  Ante  esta  situación  eno- 
josa pedí  consulta,  qne  me  fué  otorgada. 

En  unión  de  mi  distinguido  compañero  D.  Pascual  Molina,  médico  de 
un  pueblo  vecino,  procedí  á  la  amputación  de  la  extremidad  braquial  y, 
expedita  la  vagina,  pudimos  después  de  grandes  esfueizos  practicar  la 
versión  podálica  y  extraer  el  feto.  £1  alumbramiento  fué  también  arti- 
ficial porque  la  matriz  continuaba  inerte;  pero  á  pesar  de  esto  no  tuvi- 
mos que  lamentar  contratiempo  alguno.  La  hemorragia  fué  moderada  y 
el  estado  de  la  enferma  relativamente  satisfactorio. 

Al  depositarla  en  el  lecho,  experimentó  algunas  horripilaciones  que 
duraron  dos  ó  tres  horas  con  cortos  intervalos.  Manifestóse  una  fiebre 


ESTUDIOS  CLÍNICOS.  37 

alta,  cuya  cifra  térmica  se  elevó  á  39  grados,  sosteniéndose  á  esta  altura 
hasta  la  mañana  siguiente  en  que  remitió  dos  décimas.  El  flujo  loquial 
continuó  siendo  abundante;  el  vientre  blando,  depresible  é  indoloro, 
mostrábase  algo  timpanitico  y  en  la  vulva  presentóse  una  pequeña  es- 
cara gangrenosa  de  poca  importancia. 

En  la  tarde  de  aquel  dia  varió  el  cuadro  sintomatológico  por  com- 
pleto. Dolores  abdominales  insufribles,  vómitos,  cefalalgia  y  sed  inten- 
sa, pulso  frecuente  y  duro  (130),  temperatura  á  40*,  delirio  tranquilo  y 
facciones  contraidas  bajo  la  influencia  del  dolor,  fueron  los  fenómenos 
que  se  manifestaron. 

Aquel  conjunto  de  síntomas  desplegados  con  tan  extraordinaria  ra- 
pidez después  de  una  calma  aparente,  prodújome  bastante  inquietud, 
pues  en  mi  concepto  se  trataba  de  una  peritonitis  general  aguda  ó  re- 
pentina, y  para  decirlo  de  una  vez,  de  una  peritonitis  d'emblée. 

Para  sentar  este  diagnóstico,  servíanme  de  fundamento  la  invasión 
brusca  de  la  enfermedad,  la  exagerada  sensibilidad  del  abdomen  y  su 
generalización  por  todo  él  sin  limitarse  á  la  región  principal  uterina, 
punto  donda  se  marca  el  dolor  en  la  peritonitis  generalizada,  que  era 
con  la  que  pudiera  haberse  confundido.  Empero,  atendiendo  á  las  razo- 
nes expuestas  y  recordando  que,  según  Béhier  y  otros  observadores, 
las  peritonitis  generalizadas  suponen  un  traumatismo  uterino,  estando 
además  sostenidas  por  alteraciones  del  útero  y  de  sus  anexos,  alteracio- 
nes que  en  la  enferma  á  que  aludo  no  se  hablan  revelado  por  ningún 
síntoma  positivo,  fuese  inclinando  mi  ánimo  hacia  el  diagnóstico  mani- 
festado. 

No  ignoro  la  rareza  de  la  peritonitis  d^emblée  relativamente  á  la  pe- 
ritonitis generalizada;  pero  en  esta  última  enfermedad  el  dolor  se  ma- 
nifíesta  por  irradiaciones  sucesivas,  á  partir  de  la  región  sub- umbilical, 
y  la  extensión  de  la  flegmasía  también  se  efectúa  por  etapas  ó  interva- 
los más  ó  menos  largos,  mientras  que  en  la  peritonitis  general  sobre- 
aguda no  hay  extensión  progresiva  del  dolor,  sino  que  todo  el  vientre  es 
invadido  simultáneamente  de  un  sólo  golpe,  sintiéndose  la  enferma  tan 
pronto  de  los  lomos,  como  del  epigastrio,  de  los  hipocondrios,  de  la  re- 
gión uterina  y,  en  una  palabra,  de  todo  el  abdomen  á  la  vez;  y  como  esto 
precisamente  ocurrió  á  mi  enferma,  por  eso  formulé  semejante  diag- 
nóstico. 

Además,  la  timpanitis  abdominal  tan  bruscamente  desarrollada,  el 
delirio  que  se  presentó,  el  escalofrió  inicial  que  fué  único  y  prolongado 
y  aquella  ñsonomía  contraída  revelando  el  más  acervo  sufrimiento, 
eran  caracteres  semeióticos  bastante  elocuentes  para  insistir  en  el  diag- 
nóstico preconcebido;  ¿pero  creéis  que  á  pesar  de  la  uniformidad  de  todo 
este  cuadro  sintomatológico,  padecía  la  enferma  una  peritonitis  general 
sobre-aguda?  De  ninguna  manera;  yo  padecí  un  error  porque  descono- 
cí la  naturaleza  de  la  enfermedad^  Aquellos  síntomas  efectivamente  eran 
la  expresión  de  un  proceso  infeccioso,  pero  no  era  producido  por  el  ve- 
neno puerperal,  como  yo  supuse,  sino  por  el  miasma  palúdico.  La  prue- 
ba la  tenéis,  en  que  después  de  administrar  la  quinina  á  altas  dosis,  me- 
dicación que  me  es  más  simpática  en  los  casos  de  peritonitis  que  las 
otras  medicaciones  aconsejadas  y  quetodos  conocéis,  desapareció  aquel 


38  LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 

cuadro  tan  alarmante,  quedando  la  enferma  sin  síntomas  objetivos  ni 
subjetivos  y  en  completo  estado  de  apirexia,  después  de  la  ingestión  por 
la  boca  de  4  gramos  de  la  sal  quínica,  dados  en  el  intervalo  de  48  horas. 
Repeti  su  administración  á  la  dosis  de  12  decigramos  y  todo  quedó  con- 
cluido, entrando  la  enferma  en  una  convalecencia  franca  al  cuarto  dia 
de  manifestada  la  enfermedad.  ¿Creéis  que  si  no  hubiera  sido  una  ver- 
dadera infección  palúdica,  hubiese  desaparecido  como  por  magia  todo 
aquel  terrible  proceso  perilonitico,  que  amenazaba  tan  de  cerca  la  vida 
de  la  pobre  puérpera?  Seguro  que  no,  y  por  eso  convendréis  conmigo  en 
que  lo  que  la  enferma  padeció^fué  una  fiebre  perniciosa,  que  escogió  por 
teatro  de  sus  manifestaciones  la  cavidad  del  vientre,  simulando  un  es* 
tado  flogístico  que  de  ninguna  manera  existia. 

Hechos  como  éste,  no  son  frecuentes  por  fortuna,  pero  revisten  for- 
mas tan  raras  las  fiebres  perniciosas,  que  quizá  muchas  de  esas  perito- 
nitis, que  se  han  yugulado  en  poco  tiempo  á  favor  de  la  sal  de  Pelletier, 
y  cuyas  observaciones  se  han  referido  por  la  prensa  médica,  sean  otras 
tantas  modalidades  de  la  infección  palúdica.  Quizás  el  crédito  que  ha 
adquirido  dicho  medicamento  en  la  terapéutica  de  la  peritonitis  puerpe- 
ral, sea  debido  á  la  naturaleza  malárica  que  en  muchos  casos  reviste 
este  padecimiento,  particularmente  en  los  paises  que  están  bajo  la  in* 
fluencia  de  la  endemia. 

Yo  sólo  sé  deciros  que  el  hecho  fué  tan  extraordinario  y  raro  como 
grave  en  sus  manifestaciones,  y  que  es  digao  de  atención  bajo  el  punto 
de  vista  práctico,  por  lo  que  me  be  decidido  á  molestaros  con  la  narra- 
ción de  esta  historia  clínica. 

(Concluirá,) 


U  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  U  MEDICINA.  <» 

Estudio  especulativo,  fisiológico,  higiénico  y  terapéutico, 

(Tesis  del  Doctorado) 

POR  D.  Francisco  Vidal  y  Careta. 


ESTUDIO  FISIOLÓGICO. 
Audición. -Fisiologria  comparada. -Efec' os  en  el  hombre. 

1. 

Audición. ^^Com o  mi  tesis  es  más  bien  estudio  de  aplicación,  sola- 
mente indicaré  lo  más  principal  para  dar  orden  al  trabajo  que  estoy 
haciendo. 

Oido  externo,-— El  pabellón  es  órgano  de  concentración  de  las  on- 


(1)    Continuación.- Véase  el  número  25. 


LA.  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  39 

das  sonoras,  y  parece  útil  para  juzgar  de  la  dirección  de  los  sonidos, 
pues  las  personas  que  se  llenan  con  cera  sus  circunvoluciones,  están 
desorientadas  en  cuanto  á  este  punto.  El  conducto  auditivo  externo  sir- 
ve de  medio  de  transmisión  al  sonido:  1.®  por  la  corriente  de  aire 
que  existe  en  su  interior;  2.^  por  las  paredes  óseas  y  cartilaginosas  que 
le  constituyen.  Como  de  estos  se  propaga  á  los  huesos  de  la  cabeza  y  de 
aquí  al  liquido  laberíntico,  este  úUimo  modo  de  transmisión  es  el  me» 
jor,  pues  ya  se  sabe  que  en  medios  sólidos  es  donde  se  propaga  el  sonido 
con  más  facilidad. 

Oido  medio, — La  membrana  del  tambor  es  un  aparato  de  física  desti- 
nado á  recibir  del  aire  ó  de  las  paredes  del  conducto  las  vibraciones 
sonoras.  Cuando  el  aire  de  la  caja^  que  lleva  el  mismo  nombre,  se  en- 
rarece, el  exterior  ejerce  presión  sobre  la  membrana,  y  hundiéndola  en 
la  cavidad  timpánica,  la  pone  tensa  y  aumenta  su  convexidad.  El  mus-' 
culo  interno  del  martillo  tiene  una  análoga  acción.  Bichat  decía  que  es- 
ta tensión  tenia  por  objeto  aumentar  la  energía  del  sonido,  lo  que  con- 
tradice las  leyes  físicas;  pero  Savart  cree  que  es  para  disminuir  el  efecto 
del  sonido  sobre  ella  (cuanto  mus  tensa  está  una  membrana  menos  am- 
plias son  sus  vibraciones)  y  menguar  el  efecto  de  ciertos  sonidos  desa- 
gradables. La  cadena  de  huesecillos  sirve  como  tallo  sólido  para  el  cruce 
de  las  ondas  sonoras,  y  atraviesa  una  caja  llena  de  aire,  la  caja  del  tam- 
bor^ inútil  en  los  peces,  en  los  cuales  las  ondas  sonoras  se  trasmiten 
fácilmente  desde  el  líquido  ambiente  al  líquido  laberíntico,  necesaria  en 
los  anímales  de  vida  aérea,  como  aparato  aislador,  facilitando  el  paso  de 
las  ondas  de  un  medio  gaseoso  á  un  medio  líquido.  Las  células  maS" 
toideas  aumentan  la  cavidad  timpánica.  Ln  trompa  de  Eustaquio,  abrién- 
dose no  más  que  en  cada  movimiento  de  deglución,  hace  comunicar  la 
caja  y  el  aire  exterior,  y  á  más  equilibra  la  tensión  del  aire  contenido  en 
ambas  partes.  La  cuerda  del  tambor  es  un  filete  nervioso  que  atraviesa 
la  caja  del  mismo  nombre,  y,  como  se  sabe,  dirigiéndose  á  las  glándulas 
salivales,  produce  su  secreción.  Se  ha  dicho  que  el  mismo  efecto  podían 
determinar  ciertos  sonidos  muy  agudos,  obrando  sobre  este  filete  por  el 
intermedio  de  la  membrana  á  que  está  aplicado. 

Oido  interno. — Aquí  es  donde  se  ha  trabajado  más  parañjarydar  á 
cada  una  de  sus  partes  el  valor  que  les  pertenece.  Se  ha  dicho  que  el  ca- 
racol^  con  su  lámina  espiral  (órgano  de  Cortí),  sirve  para  percibir  las 
distintas  impresiones  musicales,  y  los  tres  conductos  semicirculares  para 
percibir  la  dirección  en  que  vienen  los  sonidos.  Hemhollz,  verdadera  au- 
toridad en  la  materia,  dice:  las  fibras  de  Corti  constituyen  un  verdadero 
prisma  que  disocia  los  sonidos  musicales,  siendo  reconstituidos  inme- 
diatamente por  las  terminaciones  nerviosas  de  las  fibras  donde  el  con- 
junto de  vibraciones  constituye  una  sensación  auditiva  única.  Esta  sen- 
sación auditiva  no  es  otra  que  la  noción  de  los  sonidos  musicales. 
Habiendo,  según  Kolliker,  3,000  fibras  de  Corti,  más  de  400  corresponden 
á  cada  una-  de  las  7  octavas  de  los  instrumentos  de  música,  ó  sea  un  gru- 
po de  33  Va  por  cada  semitono.  Observando  Hemhoitz  que  la  diversidad 
de  impresiones  percibidas  no  depende  de  la  naturaleza  de  los  agentes 
exteriores,  sino  de  la  naturaleza  de  los  diversos  aparatos  nerviosos  des- 
tinados á  p3rcibir  la  excitación,  por  ejemplo,  las  leyes  de  la  naturaleza 


40  LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 

de  los  colores,  ha  admitido  en  el  ojo  tres  clases  de  fibras  nerviosas  cor- 
respondientes á  la  percepción  del  rojo,  del  verde  y  del  violado,  siendo 
por  lo  tanto  las  diferencias  cualitativas  de  las  sensaciones  visuales  re- 
feridas á  la  diversidad  de  nervios  que  perciben  estas  sensaciones;  asi- 
mismo ba  formulado  para  el  sonido  que,  las  diferencias  de  su  cualidad, 
es  decir,  altura,  timbre,  son  debidas  á  la  diversidad  de  fibras  nerviosas 
que  reciben  la  sensación,  y  por  cada  fibra  tomada  aisladamiente  no  resta 
más  que  las  diferencias  procedentes  de  la  excitación. 

II. 

Fisiología  comparada.*-' Estudiaré  solamente  la  influencia  de  la  mú- 
sica en  aquellos  animales  que  se  ha  probado  de  un  modo  bien  patente. 

Entre  los  mamíferos,  parece  el  perro  gustar  de  un  modo  extraordina- 
rio de  ella;  es  tanto  lo  que  le  deleita  que  gime  conmovido  al  oir  un  or- 
ganillo, así  como  sale  de  la  cocina  para  ir  al  salón  en  donde  se  verifica 
un  concierto,  volviendo  al  sitio  de  donde  partió  una  vez  terminado.  El 
caballo  no  puede  contener  sus  ímpetus  al  oir  la  trompeta,  ajustando 
siempre  su  marcha  á  la  de  la  música.  El  buey  se  trastorna  en  su  faena, 
poniéndose  lo  más  desalentado  si  su  conductor  deja  de  silvar  ó  cantar. 
Al  lobo  le  ahuyenta  el  cuerno  de  caza.  El  elefante  se  precia  de  tener  el 
oido  delicado.  Une  sus  rugidos  al  rumor  de  los  tambores  y  trompetas, 
habiéndose  observado,  en  conciertos  dados  en  el  jardin  de  plantas  de 
París,  en  honor  suyo,  lo  inteligente  que  es  para  la  música.  Se  colocó  la 
orquestado  manera,  que  no  pudiera  ser  vista  por  los  protagonistas.  Al 
oir  los  primeros  acordes  manifestaron  sorpresa  y  recelo,  pero  pronto  se 
subyugaron  por  completo  á  su  influencia.  Por  su  manera  de  andar,  ya 
rápida,  ya  calmosa,  en  sus  movimientos,  ora  bruscos,  ora  blandos,  hu- 
hiérase  dicho  que  venían  sujetándose  á  las  ondulaciones  del  canto  y  del 
compás.  El  león  se  enfurece  al  oir  el. contrabajo  y  las  notas  graves. 

Entre  las  aves  hay  muchas  que,  como  sabemos,  tienen  la  gran  faci- 
lidad de  emitir  ciertos  sonidos,  realizándose  en  un  gran  bosque  anidado 
por  diversas  de  ellas  el  gran  concierto  de  la  naturaleza.  Lizts  lo  ha  que- 
rido imitar  en  su  leyenda,  San  Francisco  de  Asís  predicando  álos  pájaros, 
obra  verdaderamente  monumental,  que  prueba  el  valor  de  la  música 
descriptiva  cuando  hay  genios  que  sepan  manejarla.  También  la  música, 
y  en  particular  la  de  motivos  juguetones,  contribuye  á  dar  más  anima- 
ción al  canto  de  las  aves,  como  he  tenido  ocasión  de  observar  distintas 

veces. 

Los  reptiles,  los  saurios  y  ofidios  tal  vez  representan  los  animales  en 
que  más  poder  tiene  la  música,  pues  á  las  veces  llega  á  dominarlos  de  tal 
manera  que  quedan  aprisionados  en  sus  redes.  Entre  los  saurios  tene- 
mos á  la  iguana,  que,  gracias  á  su  influencia,  olvida  el  instinto  de  la 
conservación  (como  casi  todos  ellos)  y  feliz  el  salvaje  que  silba  bien, 
pues  podrá  impunemente  acercarse  al  reptil,  cuya  carne  dicen  es  muy 
apetitosa.  Entre  los  ofidios,  la  serpiente  de  cascabel  queda  bajo  su  in- 
fluencia completamente  aletargada.  Chateaubriand  reñere  que,  viajando 
por  el  Alto  Canadá,  en  unión  de  algunas  familias  salvages,  invadió  el 
campo  que  ocupaban  una  enorme  culebra;  un  canadiense  se  propuso 


LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  41 

maravillar  á  sus  compañeros  de  viaje.  El  experimentador  se  fué  acer- 
cando cautelosamente  al  reptil,  el  cual,  asi  que  le  descubrió»  empezó  á 
agitarse,  se  enroscó  formando  espiral,  agachó  su  cabeza,  hinchó  sus  car- 
rillos, contrajo  sus  labios,  descubriendo  sus  envenenadas  y  sangrientas 
fauces.  Una  vez  visto  el  peligro,  el  canadiense  se  vale  de  la  flauta,  y  lo 
mismo  es  ejecutar  la  más  ligera  melodía,  el  reptil  empieza  á  sorpren- 
derse á  sus  primeras  notas,  hasta  que  se  subyuga  por  completo  á  su 
canto.  Entonces  el  canadiense  ejecuta  algunos  sonidos  suaves,  aleján- 
dose del  ofidio  y  este  no  pudiendo  resistir  á  sus  encantos  le  seguia,  lo- 
grando así  llevarlo  lejos  del  campamento. 

m. 

Electos  en  el  hombre.- Ante  todo  convendría  saber  por  qué  se  llama 
naturalista  á  David,  demonio  á  Lizts,  sensualista  á  Yerdi,  poeta  á  Cho- 
pin,  etc.  ¿Qué  es  lo  que  se  indica  con  eso?  Algo  se  querrá  decir,  pero  yo 
creo  que  serán  ideas  muy  vagas.  ¿Es  que  se  quiere  demostrar  que  dichos 
autores  han  trasmitido  á  los  sonidos  su  carácter?  Algo  de  eso  hay,  más 
no  en  sentido  absoluto,  puesto  que  la  perfección  es  imposible,  pues  sien- 
do  el  hombre  el  ser  más  voluble  de  la  creación,  hoy  escribirá  música 
trivial,  mañana  se  inspirará  en  la  religión  y  nos  dará  una  obra  maestra 
en  este  género.  Nosotros  no  debemos  tomarlo  en  este  sentido,  sino  como 
verdaderos  fisiólogos,  aplicar  la  música  que  signifique  algo,  esto  es,  que 
su  género  se  aisle  perfectamente,  sin  atender  á  que  sea  de  este  ó  del 
otro  autor  y  desechar  laque  por  muy  compleja  no  sirva  de  nada.  O  sino 
¿qué  sacaremos  en  hacer  oir  á  un  melancólico  una  marcha  fúnebre?  Es 
muy  probable  empeore.  En  cambio,  ¡cuánto  mejor  resultado  nos  daría 
hacerle  oir  un  motivo  de  danza! 

Rambosson  ha  inventado  una  clasificación,  fundada  en  la  fisiología 
de  la  música,  qu3  si  bien  me  parece  incompleta,  es  digna  de  elogio.  Es  la 
siguiente: 

1.'  Hay  una  música,  que  actúa  especialmente  sobre  la  inteligencia  y 
sobre  el  movimiento,  y  por  consiguiente  sobre  los  nervios  locomotores. 

2.*  Hay  una  música,  que  obra  preferentemente  sobre  los  sentimien- 
tos y  sobre  la  sensibilidad,  y  por  lo  tanto  sobre  los  nervios  que  de  ésta 
son  conductores. 

3."  Hay  una  música,  que  obra  á  la  vez  sobre  los  nervios  locomotores 
y  sobre  los  sensitivos,  sobre  la  inteligencia  y  sobre  el  sentimiento,  y  esto 
es,  en  general,  lo  que  con  más  frecuencia  sucede. 

4.'  Pero  desde  la  música  que  obra  más  sobre  la  inteligencia  y  los 
nervios  locomotores,  hasta  la  que  obra  más  sobre  los  sentimientos  y  los 
nervios  sensitivos,  hay  una  infinidad  de  grados,  en  los  cuales  cada  gé- 
nero encuentra  su  sitio  correspondiente. 

Esta  clasificación  peca,  en  mi  concepto,  de  lacónica  é  incompleta, 
dándonos  solamente  idea  de  un  modo  general  del  funcionalismo  déla 
música,  sin  decirnos  cuál  es  el  género  capaz  de  impresionar  los  nervios 
de  la  locomoción,  cuál  la  délos  sentimientos,  siendo  por  otra  parte  de- 
masiado complejo  el  uso  que  de  ella  hace  respecto  á  su  modo  de  obrar. 

Voy  á  intentar  desaparezca  este  vacío,  sin  confiar,  ni  mucho  menos, 


42  LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  IIEDICINA. 

en  haber  hecho  una  clasificación  perfecta,  pues  si  en  el  estado  actual  de 
la  ciencia  no  hay  ninguna  que  lo  sea,  ¿cómo  lo  voy  á  establecer  yo  en 
una  parte  de  ella  que  todavía  está  en  embrión? 
La  clasificación  que  propongo  es  la  siguiente: 

CLASIFICACIÓN  FISIOLÓGICA  DE  LA  MÚSICA. 

!  Pueril. 
Campestre. 
Melancólica. 
Fantástica. 
Religiosa. 
Binroniea /  (Guerrera. 


Medular. 


Teatral |  Dramática. 


Locomoción.  •    •    •< 

( Danzante. 

í  Exaltante. 
Sensibilidad.  •    •    •< 

(Deprimente. 


Como  se  ve,  divido  la  música  en  sinfónica  y  teatral,  dando  el  nom- 
bre de  sinfónica  á  la  que  no  necesita  de  ningún  artificio  para  cautivar  al 
hombre,  y  el  de  teatral  á  la  que  se  acompaña  de  ciertos  accesorios  para 
demostrar  mejor  el  drama  de  la  vida  humana.  Desde  luego  se  compren- 
de la  superioridad  déla  primera,  puesto  que  se  presenta  más  pura,  con 
más  atractivos;  estudia  la  naturaleza  en  si  misma,  sin  menester  para 
deleitar  de  ningún  artificio  como  requiere  la  segunda,  y  por  lo  tanto, 
como  médicos  y  fisiólogos,  optaremos  por  la  primera  en  todas  nuestras 
indicaciones,  salvo  el  caso  de  algún  hecho  particular  en  que  convenga 
valemos  de  la  segunda. 

He  dividido  la  sinfónica:  en  una  que  obra  sobre  el  encéfalo  (inteli- 
gente, música  de  las  pasiones),  y  en  otra  que  dirige  su  acción  sobre  la 
médula,  ya  sobre  los  nervios  motores,  ya  sobre  los  de  sensibilidad.  Bien 
sé  que  quizá  aislo  demasiado  el  poder  del  agente  que  estudio,  más  no 
por  eso  me  arredro,  pues  si  hoy  no  se  presenta  con  toda  su  claridad,  tal 
vez  mañana  con  más  adelantos  se  comprenderá  mejor.  Estudiando  los 
diversos  géneros  que  comprende  la  sinfónica,  procuraré  demostrar  lo  ló- 
gico de  tal  división. 

El  género  pueril,  por  otro  nombre  sencillo,  suave,  etc.,  comprende 
aquellas  composiciones  que  cautivan  sin  dominar  ni  cansar  nuestra 
atención,  esto  es,  que  la  voluntad  no  hace  esfuerzo  alguno  para  que 
nuestra  imaginación  deje  de  estar  el  tiempo  que  quiera  extasiándose 
en  su  contemplación.  Se  puede  decir  que  la  miramos  sin  verla.  Yo  la 
creo  indicada  para  el  descanso  de  todas  las  ocupaciones  del  hombre,  asi 
como  para  facilitar  una  buena  digestión,  etc.  Muchos  autores  se  han  de- 
dicado á  este  género  de  música,  citando  particularmente  á  Haydn,  que 
en  todas  sus  composiciones  hace  campear  los  motivos  más  juguetones, 
asi  como  á  Mozart  y  otros. 

Ya  en  un  grado  más  elevado  se  nos  presenta  el  género  campestre.  Es- 
te permite  á  la  imaginación  mucho  más  vuelo,  no  contentándose  como 
la  anterior  con  extasiarla  sin  herirla,  sino  que  la  eleva  hasta  el  punto  de 


LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  43 

dominar  por  completo  á  la  naturaleza  en  toda  su  riqueza  y  esplendor. 
Esta  es  la  que  ha  permitido  á  sus  adoradores  el  que  se  hicieran  grandes 
concepciones  en  su  honor;  jamás  podrá  olvidarse  la  Pastoral  de  Beet- 
hoven,  el  Desierto  de  David,  la  Creación  de  Berlioz,  el  Poema  sinfónico  de 
Meyerbeer.  En  todos  los  casos  de  melancolía,  proceda  de  lo  que  proceda, 
ya  de  nostalgia,  ya  de  un  amor  contrariado,  en  la  hipocondría  so- 
brevenida á  consecuencia  de  enfermedades  crónicas,  está  en  mi  concep- 
to muy  bien  indicada. 

Luego  sigue  el  género  melancólico.  Este  obra  sumiéndonos  en  un  esta- 
do de  postración  y  languidez,  que  solo  él  es  capaz  de  producir,  y  deter- 
mina casi  el  mismo  efecto  que  cualquier  ataque  que  se  acompañe  de 
colapso.  Aquí  tiene  su  lugar  conveniente  la  música  fúnebre,  entre  la 
cual  descuellan  las  obras  de  Chopín,  Beethovenj,  Thalberg  y  todas  las 
que  por  su  carácter  triste,  como  Elegias,  Nocturnos^  etc.,  se  hayan  inspi- 
rado en  tales  ideas.  Está  indicada  en  individuos  de  temperamento  co- 
lérico, en  ciertas  monomanías,  para  dominar  malos  instintos,  etc. 

En  penúltimo  lugar  coloco  el  género  fantástico^  el  género  poético, 
el  que  presenta  la  vida  rodeada,  de  ñores,  el  que  ha  inspirado  al  pintor 
sus  cuadros  y  al  poeta  sus  versos.  Quien  niegue  la  poesía  en  la  música 
de  Chopin,  que  ha  hecho  verter  lágrimas  al  más  insensible  de  los  hom- 
bres, solo  probará  que  carece  de  imaginación  y  que  tiene  el  encé- 
falo muy  poco  desarrollado.  Muchas  composiciones  abundan  en  este  gé- 
nero, debiendo  hacer  especial  mención  de  las  de  Lizts,  Mendelssohn  y  do 
las  del  genio  del  siglo  diez  y  nueve,  Rubinstein.  Muy  bien  indicada  está 
en  todos  aquellos  sujetos  de  temperamento  linfático  y  carácter  flemáti- 
co, conocidos  vulgarmente  con  el  nombre  de  frios,  así  como  sirve  de 
manantial  á  los  artistas  para  que  busquen  en  ella  sus  inspiraciones. 

Por  último,  me  ocupo  del  género  religioso,  diciendo  de  él  que  no  hay 
otro  arte  que  nos  lo  pueda  presentar  con  tanta  verdad  como  la  música. 
Ninguno  inspira  el  respeto,  el  recogimiento  y  |la  veneración  que  ésta 
inspira.  Innumerables  son  los  autores  que  han  cultivado  la  música  sa- 
cra, y  de  dicho  género  abundan  perfectas  producciones,  no  estrañándo- 
me  por  otra  parte,  pues  antiguamente  se  puede  decir  que  era  el  único 
que  se  conocía.  El  arte  religioso  siempre  conmemorará  los  nombres  de 
Alegri,  Palestrina,  Gounod,  etc.  Encuentra  su  indicación  en  todos  aque- 
llos casos  en  que  el  hombre  se  deja  dominar  por  un  sensualismo  exa- 
gerado, para  cortar  ciertas  pasiones  brutales,  para  inspirar  la  vir- 
tud, etc.,  etc. 

La  música  que  dirige  principalmente  su  acción  sobre  la  médula,  pu  - 
diera  llamarse  refleja.  Esta,  como  se  ha  visto,  la  divido  en  una  que  obra 
sobre  los  nervios  locomotores,  música  rítmica,  y  otra  sobre  los  de  sen- 
sibilidad. La  que  obra  sobre  los  nervios  locomotores,  actúa  exclusiva- 
mente por  su  ritmo,  sin  obrar  sobre  la  inteligencia  ni  sensibilidad;  es 
una  música,  que  yo  llamaría  mecánica,  siendo  los  efectos  que  produce 
verdaderos  actos  reflejos,  pues  que  nos  vemos  inconscientemente  atraí- 
dos hacia  el  ritmo  que  ella  lleva.  Sirva  de  ejemplo  un  paso  doble  ejecu- 
tado por  una  banda  militar.  Se  puede  decir  que  casi  nuestra  voluntad 
es  impotente  para  obligar  á  nuestro  cuerpo  á  seguir  una  marcha  dis- 
tinta de  la  que  marca  el  compás.  Comprende  los  géneros  guerrero  y  dan- 


44  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

7ante.  Están  indicados,  aparte  de  ciertas  monomanías,  principalmente 
en  las  neurosis. 

La  que  obra  sobre  los  nervios  de  sensibilidad  preferentemente,  aun- 
que no  se  puede  aislar  también  como  la  anterior,  sin  embargo,  debemos 
admitirla;  ¿pues  á  quién  de  los  mortales  no  le  ha  pasado  lo  que  vulgar- 
mente se  conoce  con  el  nombre  de  piel  de  gallina,  al  ser  impresionado 
vivamente  por  un  canto  ó  poema  sinfónico  ejecutado  magistral  mente  y 
digno  de  tal  ejecución?  En  este  caso  seria  exaltante  de  la  sensibilidad  é 
indicado  en  todos  los  casos  de  atonía  nerviosa,  siendo  deprimente 
cuando,  al  contrario,  por  ser  la  composición  cansada,  larga  y  peor  eje- 
cutada, produce  tedio,  hasta  llegar,  como  el  opio,  á  dar  sueño,  aún  á  los 
mismos  ejecutantes.  Indicada  está  en  los  casos  de  excitación  nerviosa. 
£1  canto  se  puede  decir  que  es  el  que  impresiona  más  y  mejor,  consti- 
tuyendo, por  lo  tanto,  el  primer  género,  y  todas  esas  composiciones  ma- 
las, que  nunca  se  acaban,  por  la  razón  que  son  malas,  constituye  el 
segundo. 

En  cuanto  á  la  teatral  solo  comprende  el  género  dramático.  Participa 
de  la  acción  de  todas  los  demás,  y  por  su  complegidad  no  creo  oportuno 
su  empleo,  excepto  en  el  caso  de  querer  combatir  el  fastidio  y  tristeza, 
y  siendo  más  bien  elemento  de  distracción  y  de  solaz  que  elemento  cu- 
rativo. Está  representada  por  ]a  ópera,  opereta,  zarzuela^  etc. 

No  tengo  necesidad  de  decir  que  vale  poco  mi  clasificación.  Me  era 
precisa,  y  sin  esperanzas  de  haber  adelantado  un  paso  en  el  progreso 
científico,  he  tenido  que  establecerla. 

Gomo  apéndice á  esta  sección,  voy  á reseñar  el  estudio  que  el  Dr.  Dogiel 
ha  hecho  respecto  á  la  influencia  de  la  música  sobre  la  circulación  de  ]a 
sangre.  Dice:  1.*  La  música  tiene  gran  influencia  sobre  la  circulación  de 
la  sangre.  2.'  Unas  veces  aumenta  y  otras  deprime  la  presión  sanguínea. 
Estos  efectos  son  debidos  á  la  influencia  que  ejerce  sobre  la  médula 
oblóngada  y  los  nervios  sensitivos  del  oído.  3.^  El  corazón  late  general- 
mente por  el  estímulo  de  los  ganglios  auto-motores.  4.°  La  estricnina 
aumenta  los  efectos  de  la  música;  el  curare  los  amortigua.  5.^  Estos 
efectos  varían  según  el  compás  y  tono  de  la  música. 

Dichos  efectos  sobre  la  circulación  sanguínea  debemos  desde  luego 
admitirlos  como  posteriores  á  su  acción  primordial  sobre  el  sistema 
nervioso,  sirviendo  por  otra  parte  de  columna  de  apoyo  para  nuestra 
clasificación. 

(Continuarí.) 


anatomía  de  los  centros  nerviosos,  <*> 

POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


Ya  en  166;1,  Willis  intentó  una  concepción  general  del  modo  de  ser 
de  los  centros  nerviosos  y  admitió  dos  órdenes  de  fibras  en  los  mismos: 


(l)    Continuación.— Véase  el  número  25. 


ANATOlfÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  45 

unas  longitudinales  ó  divergentes,  que  van  á  terminar  en  las  circunvolu- 
cioneSy  y  otras  transversales  ó  convergentes,  constituidas  por  el  cuerpo 
calloso.  Esta  concepción  de  Willis,  á  pesar  de  su  sencillez  y  á  pesar  de 
expresar  tan  solo,  por  asi  decirlo,  el  grosero  aspecto  del  eje  encéfalo- 
medular  y  de  estar  fundada  en  hechos  al  parecer  evidentísimos,  fué 
prematura  y  debia  sufrir  muchas  oscilaciones  antes  no  quedase  demos- 
trada, como  lo  está  hoy,  la  certeza  de  su  opinión  acerca  de  las  fibras  lon- 
gitudinales y  transversales. 

Malpighi  y  Vieusens,  contemporáneos  de  Willis,  se  hicieron  partida- 
rios de  sus  doctrinas,  que  fueron  admitidas  como  ciertas  y  trasmitidas 
de  generación  en  generación  hasta  principio  del  siglo  actual,  en  que,  re- 
mozadas y  aumentadas  por  Gall  y  Spurzheim,  las  presentaron  estos  au- 
tores con  mayores  detalles  en  sus  notables  trabajos  sobre  el  sistema 
nervioso.  Señalaron  en  las  fibras  divergentes,  extendidas  desde  la  mé- 
dula á  la  sustancia  cortical,  los  pedúnculos  inferiores  del  cerebelo,  como 
propios  de  este  órgano,  y  las  pirámides  anteriores  como  peculiares  al 
cerebro;  y  en  las  convergentes,  cuyo  trayecto  es  desde  la  sustmcia  cor- 
tical de  un  lado  á  la  del  otro,  la  protuberancia  y  pedúnculos  medios  del 
cerebelo  para  este,  el  cuerpo  calloso  y  las  comisuras  para  el  cerebro. 

Pero  luego  Tiedeman  pretendió  demostrar  que  el  cuerpo  calloso  no 
era  tal  comisura  inter-hemisférica,  sino  la  prolongación  de  los  pedún- 
culos unidos  en  la  linea  media.  Gomo  consecuencia,  la  sistematización  de 
Willis  no  podia  ser  cierta  y  solo  podia  haber  en  los  centros  nerviosos  una 
categoría  de  fibras:  las  fibras  longitudinales.  Los  excelentes  trabajos  de 
Foville,  confirmados  por  Cruveilhier,  vinieron  también  en  contra  de  la 
opinión  de  Willis,  y  el  cuerpo  calloso  dejó  de  ser  una  comisura  inter-he- 
misférica,  y  el  sistema  de  fibras  convergentes  y  divergentes,  que  por 
tanto  tiempo  habia  prevalecido  en  la  ciencia,  que  tantos  trabajos  y  doc- 
trinas originara  y  que  sirviera  de  apoyo  á  numerosas  cuestiones  de  Fi- 
siologia  y  de  Patología,  se  disipó  como  por  encanto,  dejando  suspensas 
en  el  aire  y  abandonadas  á  su  propio  peso,  numerosas  especulaciones 
científicas,  hijas  suyas  legitimas  y  por  ella  sustentadas  hasta  entonces. 

£n  nuestros  días  ha  sido  al  parecer  confirmada  de  una  manera  defi- 
nitiva la  idea  de  Willis  acerca  del  cuerpo  calloso,  pero  como  final  de 
cuentas,  resulta  evidente  que  este  autor  no  se  fundó  entonces  en  datos 
positivos  y  que  adivinó,  más  bien  que  basó  en  hechos,  su  doctrina.  Cual 
acertó,  pudo  haber  errado:  esto  ha  sucedido  á  muchos,  á  pesar  de  su 
grandísimo  talento  y  buen  criterio,  con  grave  perjuicio  de  la  ciencia  y 
sus  cultivadores. 

Pero  estos  conjuntos  presentados  así  grossomodo^  son  tan  solo  el  ger- 
men de  lo  que  debe  ser  la  verdadera  sistematización  de  los  centros  ner- 
viosos. No  basta  decir  que  hay  un  grupo  de  fibras  convergentes  y  otro 
de  fibras  divergentes:  es  necesario  describir  los  haces  que  forman  las 
mismas,  estudiar  su  trayecto,  su  situación  y  las  partes  que  ponen  en 
comunicación. 

Decir  que  las  fibras  nerviosas  del  eje  encéfalo-medular  forman  un 
aparato  primordial  y  otro  secundario,  constituido  el  primero  por  las  fi- 
bras longitudinales  y  el  segundo  por  todas  las  demás  que  unen  trans- 
versalmente  las  dos  mitades  en  que  están  divididos  los  centros  nervio- 


48  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

sos,  como  lo  hacen  algunos  autores  contemporáneos,  y  entre  ellos  Sap- 
pey,  es  repetir  con  distintos  vocablos  las  ideas  de  Willis,  de  Gall  y  de 
Spurzheim. 

La  sistematización,  útil  á  la  Fisiología  y  á  la  Patología,  ha  de  ser  hoy 
por  hoy  aquella  que  describa  los  haces  de  fibras  de  una  manera  topo- 
gráfica, si  vale  expresarse  asi,  sin  prejuzgar  de  una  manera  absoluta  las 
funciones  que  cada  uno  desempeñe.  Las  agrupaciones  y  síntesis  que  se 
bagan  han  de  ser  puramente  anatómicas. 

No  faltan  conatos  de  sistematización,  parciales  unos,  generales  otros. 
Ninguno  puede  ser  perfecto,  porque  varios  puntos  están  aun  en  discu- 
sión; pero  sí  suficientemente  útiles  para  ofrecer  gran  ventaja  su  estudio 
y  supeditar  ya  en  gran  parte  la  descripción  empírica. 

Luys,  adelantándose  á  la  ciencia,  ha  presentado  una  obra  de  siste- 
matización completa  de  los  centros  nerviosos.  No  queda  en  su  libro  fibra 
que  no  se  sepa  á  punto  fijo  en  dónde  comienza  y  en  dónde  acaba.  Par- 
tiendo de  las  masas  centrales  del  encéfalo,  admite  dos  grupos  de  fibras: 
unas  que  vienen  de  la  eUremidad  medular  y  otras  de  la  superficie  cor- 
tical; las  primeras  forman  el  sistema  de  fibras  convergentes  inferiores;  las 
segundas  el  sistema  de  fibras  convergentes  superiores;  unas  y  otras  van  á 
parar,  como  á  un  centro  común,  á  los  núcleos  opto-estriados.  Gomo  sobre- 
puesto al  sistema  convergente  inferior,  describe  el  aparato  cerebeloso^  y 
finalmente,  el  sistema  de  fibras  comisurantes,  extendido  de  una  á  otra 
sustancia  gris  en  toda  la  longitud  del  eje. 

No  solo  nos  indica  el  trayecto  y  la  superposición  de  las  fibras,  sino 
que  forma  grupos  y  sistematiza  asimismo  la  sustancia  gris,  en  conso- 
nancia con  sus  descripciones  de  la  sustancia  blanca,  y  presenta  en  los 
centros  nerviosos  una  serie  de  aparatos  completos  y  perfectos. 

Luys  no  ha  encontrado  obstáculos  en  el  estudio  de  la  Anatomía  de 
los  centros  nerviosos.  Es  verdad  que,  con  un  afán  de  resolverlo  todo, 
cuando  no  han  hablado  los  hechos,  ha  hablado  su  fantasía,  y  las  inven- 
ciones hipotéticas  sustituyen  en  muchos  puntos  la  falta  de  conocimien- 
tos sólidos.  Bajo  una  idea  preconcebida,  que  pedia  haber  sido  fecunda 
si  no  hubiese  sido  exajerada,  ha  prescindido  de  los  estudios  que  estaban 
en  contradicción  completa  con  sus  doctrinas  y  de  los  hechos  que  de- 
muestran palpablemente  la  falsedad  de  algunas  de  sus  afirmaciones. 

Desde  su  primera  publicación,  ha  seguido  Luys  sus  pacíentisimos  es- 
tudios con  una  constancia  y  sagacidad  admirables,  y  macho  le  deberán 
á  este  autor  la  Anatomía,  la  Fisiología  y  la  Patología  de  los  centros  ner- 
viosos. £1  método,  que  ha  seguido  en  sus  estudios,  no  podia  menos  de 
darle  resultados,  y  si  bien  es  cierto  que  en  sus  obras  campea  en  gran 
manera  la  imaginación,  también  abundan  los  datos  positivos  y  la  cien- 
cia de  observación. 

La  obra  de  Luys  sobre  el  sistema  nervioso,  no  es  obra  de  la  ciencia, 
es  obra  suya  por  haberse  adelantado  á  ella.  ¿Confirmará  la  ciencia  sus 
doctrinas?  Si  acaso,  les  toca  esperar  la  época  del  perdón,  pues  actual- 
mente muchas  de  sus  creencias  están  ya  firmemente  condenadas. 

Otro  autor,  de  allende  el  Rhin,  se  ha  consagrado  muy  especialmente 
á  un  estudio  de  esta  naturaleza  sobre  los  centros  nerviosos,  recogiendo 
muy  opimos  frutos.  Es  Meynert,  quien  ha  publicado  numerosos  traba- 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  47 

jos  sobre  la  Anatomía  razonada  de  los  centros  nerviosos,  trabajos  que, 
dada  su  precisión  y  novedad,  han  sido  el  incentivo  de  numerosas  com- 
probaciones de  parte  de  varios  centros  científicos  y  de  algunos  hombres 
de  estudio,  resultando  confirmadas  en  su  mayor  parte. 

Muchos  puntos  de  la  histología  de  los  centros  nerviosos  han  sido 
aclarados  por  las  investigaciones  de  Meynert,  y  muchos  detalles  de  tex- 
tura y  de  trayecto  de  fibras  quedan  definitivamente  establecidos. 

También  Meynert  ha  sistematizado  y  ha  establecido  cuatro  grupos 
en  la  sustancia  gris  del  eje  encéfalo-medular.  Ha  agrupado  la  sustancia 
blanca  y  ha  descrito  en  una  síntesis  su  esquema  de  proyección^  formado 
por  tres  órdenes  de  fibras: /í&ras  ¿6  proi/cccion  de  primero^  de  segundo  y 
de  tercer  orden:  completando  esta  sistematización  con  Irs  fibras  comisu- 
rantes  y  las  fibras  de  asociación.  Meynert  ha  ido  formando  su  obra  lenta- 
mente y  aun  no  la  ha  terminado.  A  medida  que  ha  comprobado  un  nue- 
vo hecho  ó  ha  descubierto  el  trayecto  de  un  nuevo  fascículo  de  fibras, 
ha  añadido  una  piedra  más  á  su  edificio.  No  se  ha  precipitado,  ni  ha 
querido  forzar  el  paso,  presentando  de  una  vez  un  conjunto  acabado  y 
perfecto.  Donde  ha  encontrado  una  interrupción  se  ha  detenido,  aunque 
alguna  vez  haya  dado  una  escapada  al  terreno  de  las  interpretacio- 
nes. Ha  analizado  primero,  ha  sintetizado  después.  Por  eso  sus  doctri- 
nas han  resultado  bastante  sólidas  y  sus  escritos  están  llenos  de  ver- 
dades. 

Las  investigaciones  de  Meynert  han  sido  vulgarizadas  con  notable 
claridad  por  Huguenin  en  su  obra  de  Anatomía  de  los  centros  nerviosos, 
y  sirven  ya  de  base  con  notable  éxito  y  prácticos  resultados  á  muchos 
estudios  de  Fisiología  y  Patología. 

La  sistematización  de  Meynert  tiene  el  notable  mérito  de  ser  pura- 
mente anatómica.  No  prejuzga  el  modo  de  verificarse  una  función,  ni 
está  basada  en  concepciones  teóricas.  Indaga  y  busca  la  comprobación 
de  los  hechos  en  las  mejores  fuentes,  y  los  factores  descritos,  lo  son  in- 
dependientemente de  la  función  que  desempeñan  y  reciben  su  nombre 
en  las  pilas  bautismales  de  la  Anatomía. 

Sin  embargo,  no  se  abstiene  de  hacer  consideraciones  fisiológicas, 
que  podrán  ó  no  ser  ciertas,  pero  la  Fisiología  no  sojuzga  á  la  Anatomía, 
y  sus  descripciones  tienen  vida  propia  é  independiente.  Al  revés  de 
Luys,  que  en  busca  de  una  Anatomía  para  una  Fisiología  preconcebida, 
ha  hecho  su  obra  de  tal  modo,  que  si  se  quita  la  función,  casi  desapare- 
ce el  órgano. 

Si  antes  he  dicho  que  esta  parte  de  la  Anatomía  en  nuestras  obras 
clásicas,  en  las  cuales  se  estudia  aun  en  su  período  descriptivo,  era 
agradable,  pero  algo  estéril,  ahora  diré  que  la  Anatomía  de  sistematiza- 
ción es  tan  sabrosa  y  tan  útil,  aun  dada  su  imperfección,  que  causa  gran- 
dísimo deleite  ir  tocando  las  numerosas  aplicaciones  que  tiene  á  la  Fi- 
siología y  á  la  Patología.  Estudiar  la  Anatomía  descriptiva  de  los  cen- 
tros nerviosos,  es  contemplar  una  ciudad  desde  un  globo;  estudiar  la 
Anatomía  de  sistematización,  es  pasearse  por  sus  calles  y  penetrar  en 
sus  palacios  y  viviendas.  Lo  primero  podrá  ser  más  vistoso  y  agradable» 
pero  lo  segundo  es  más  real  y  práctico. 

Por  más  que  fuese  muy  satisfactorio  creer  que  es  posible  hoy  una 


48  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

sistematización  completa  de  los  centros  nerviosos,  es  de  necesidad  re- 
cordar que  faltan  aun  muchos  elementos  para  ello.  Ofrece  realmente 
una  perfección  relativa  la  Anatomía  razonada  de  la  médula,  pero  en  el 
bulbo,  en  la  protuberancia,  en  e  1  cerebelo  y  en  el  cerebro,  quedan  aun 
muchos  puntos  oscuros.  Solo  citaré  dos  ejemplos,  en  alto  grado  demos- 
trativos, por  referirse  á  factores  notables  y  que  por  su  tamaño  é  impor- 
tancia no  presentan  la  delicadeza  de  otros  más  insignificantes.  Meynert 
mismo  declara  que  no  se  conoce  en  que  punto  de  la  cubierta  cortical 
van  á  terminar  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores.  Los  cuerpos  res- 
tiforraes,  según  Meynert,  después  de  su  trayecto  al  través  del  bulbo, 
irian  á  continuarse  con  los  cordones  anteriores  de  la  médula;  según 
Sappey  y  el  anotador  de  Huguenin,  Duval,  se  unen  el  de  un  lado  con  el 
del  otro  en  el  espesor  del  bulbo  por  intermedio  de  las  fibras  arciformes, 
y  el  mismo  Huguenin  cree  que  una  pequeña  parte  de  las  fibras  se  con- 
tinúa con  los  cordones  anteriores  y  que  las  demás,  después  de  atravesar 
las  olivas,  se  entrecruzan  con  las  del  lado  opuesto  para  penetrar  en  el 
funiculus  cuneatus  et  gracilis.  Como  estos,  son  muchísimos  los  ejemplos 
que  podría  citar,  aparte  de  algunos  otros  puntos  tan  oscuros,  que  ni 
siquiera  en  discusión  entran.  La  sistematización,  pues,  no  puede  ser 
completa,  mientras  no  se  conozcan  estos  factores.  Creerlo  y  practicarlo 
de  otro  modo  seria  prejuzgar. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia  es  oportuna  y  útilísima  una  tenta- 
tiva de  sistematización  de  los  centros  nerviosos.  Una  realización  defini- 
tiva^ seria  prematura  y  arriesgada. 

(Continuará.) 


CONTRIBUCIÓN  Al  ESTUDIO  DEL  ACIDO  SAIICILICO  Y  SUS  COMPUESTOS;  <*> 

en  particular  del  sallcilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo, 

POR  D.  M.  E,  Moré  y  Bargit, 

Médico  de  la  Casa  de  Lactancia  y  Caaa^unade  Barcelona. 


SalicilatoB.— Después  del  estudio  más  ó  menos  completo  que  aca- 
bamos de  hacer  del  ácido  salicilico,  es  necesario  detenernos  algo  en  sus 
compuestos,  los  salicilatos,  para  demostrar  algunas  de  sus  propiedades 
químicas.  De  paso  diremos  que  en  la  terapéutica  interna  son  más  im- 
portantes estos  últimos  que  el  ácido  salicilico  y  que  con  justa  razón  han 
adquirido  hoy  el  lugar  que  les  corresponde  en  sus  muy  notables  aplica- 
ciones. 

El  número  de  salicilatos  que  hoy  se  conocen  es  bastante  conside- 
rable para  que  de  todos  hagamos  una  detenida  historia  de  su  descubri- 
miento, producción,  usos  etc.,  y  nos  detendremos  á  decir  algo  de  aquellos 
que  más  interés  ofrezcan  en  la  práctica  de  la  medicina.  Hay  algunos 
entre  ellos,  como  el  de  sosa,  el  de  hierro,  el  de  quinina,  etc.,  cuyo  uso  es 


(1)    Continuación, -Véase  el  número  25. 


ÁCIDO  SALICÍLIGO  Y  SUS  SALES.  49 

bastante  recomendable,  particularmente  el  primero;  pero  hay  otros  como 
el  de  cal,  por  ejemplo,  de  menor  interés  en  el  tratamiento  de  las  enfer- 
medades. 

Como  todos  los  ácidos,  el  salicflico,  se  combina  con  la  mayor  parte 
de  cuerpos  que  con  él  se  ponen  en  contacto,  formando  sales  solubles  ó 
insubles  y  de  mayor  ó  menor  utilidad  en  el  tratamiento  de  las  enferme- 
dades en  que  se  encuentran  indicados. 

Los  salicilatos  han  sido  estudiados  principalmente  por  Cahours, 
Piria,  Broun,  Maury,  Senator,  etc.,  etc.,  y  los  principales  compuestos 
del  ácido  salicilico  son:  el  salicilato  de  sosa,  el  de  quinina,  el  de  zinc,  el 
de  litina,  el  de  amonio,  de  cal  y  otros  que  seria  prolijo  enumerar. 

El  salicilato  de  sosa  es  un  cuerpo  blanco,  pulverulento,  que  crista- 
liza en  agujas  sedosas  muy  higrométricas:  es  sumamente  soluble  en  el 
agua  en  la  cual  se  disuelve  sin  esfuerzo  alguno  y  sus  disoluciones  acuo- 
sas adquieren  con  el  tiempo  una  coloración  parda  más  ó  menos  oscura; 
su  sabor  es  dulce  y,  después  de  ingerido,  deja  en  la  boca  una  sensación 
de  frescura  que  dura  poco  tiempo,  sin  producir  por  esto  ningún  fenó- 
meno desagradable. 

El  procedimiento  de  obtención,  según  Buss,  es  el  siguiente:  se  toman 
12'8  partes  de  ácido  salicilico,  se  disuelve  en  50  partes  de  agua  desti- 
lada por  medio  de  8  partes  de  bicarbonato  sódico;  se  toman  además  3*2 
partes  de  ácido  en  80  partes  de  agua  destilada  de  canela,  se  mezclan 
luego  ambas  disoluciones  añadiendo  la  cantidad  de  agua  necesaria  para 
obtener  460  partes  de  liquido.  Este  procedimiento,  tan  útil  como  inge- 
nioso, sirve,  según  puede  comprenderse,  para  obtener  una  disolución 
de  salicilato  de  sosa  cuando  este  cuerpo  no  se  tenga  preparado  de  ante- 
mano. Según  puede  recordarse,  este  procedimiento  es  el  que  hemos  dicho 
antes,  acorta  diferencia,  que  sirve  para  hacer  soluble  el  ácido  salicilico, 
formándose  en  este  caso  el  salicilato  de  sosa.  Pero  para  obtener  este 
cuerpo  en  estado  sólido  es  necesario  saturar  el  ácido  por  medio  del  bi- 
carbonato de  sosa  evaporando  la  disolución  hasta  sequedad  y  haciendo 
luego  que  cristalice  en  el  alcohol  hirviendo.  Para  esta  operación  es  ne- 
cesario emplear  los  cuerpos  en  las  siguientes  proporciones:  141  gramos 
de  bicarbonato  de  sosa  por  i  gramo  de  ácido  salicilico. 

El  salicilaio  de  quinina,  estudiado  por  Graham  Brovvn,  en  Inglaterra, 
es  una  sal  que  ha  sido  objeto  de  numerosos  estudios  por  parte  del  doctor 
Antonescu.  Este  cuerpo  es  cerca  una  cuarta  parte  menos  activo  que  el 
sulfato  de  quinina,  de  modo  que  para  obtener  con  el  salicilato  los  mis- 
mos efectos  que  con  el  sulfato  se  necesita  1*24  gramos,  mientras  que  de 
sulfato  basta  con  un  gramo:  las  proporciones  en  peso  de  ambas  sales 
son  las  siguientes:  el  salicilato  contiene  7042  por  100  de  quinina  y  29*88 
de  ácido  salicilico,  mientras  que  el  sulfato  de  quinina  contiene  87  por 
i 00  de  la  base  y  13  de  ácido  sulfúrico. 

El  salicilato  de  quinina  puede  obtenerse  fácilmente  por  precipitación 
del  siguiente  modo:  sobre  una  disolución  de  sulfato  ácido  de  quinina 
se  vierte  otra  de  ácido  salicilico  ó  de  salicilato  de  sosa  en  cuyo  caso  se 
forma  yn  precipitado  insoluble  en  el  agua:  este  precipitado  se  trata 
varias  veces  por  el  agua,  y  después  de  desecado  convenientemente  á  un 
calor  suave  se  obtiene  el  salicilato  de  quinina  en  forma  de  brillantes  y 


50  Acido  salicílico  y  sus  sales. 

finísimas  agujas.  Este  cuerpo,  como  ya  hemos  dicho,  es  completamente 
insolublo  en  el  agua,  poco  en  el  alcohol;  en  esta  disolución  no  puede 
añadirse  ácido  sulfúrico  como  en  el  sulfato  básico  de  quinina  porque 
entonces  se  convertirla  en  este  cuerpo. 

El  salicilato  de  zinc  es  un  cuerpo  del  cual  hizo  ya  mención  Gerhart. 
Para  obtenerle  se  mezcla  ácido  salicílico  con  agua,  en  una  cápsula  de 
porcelana;  ésta  se  calienta,  y  sin  aguardar  á  que  se  haya  enfriado  por 
completo  la  disolución  se  vierte  poco  á  poco  óxido  de  zinc  diluido  en 
una  corta  cantidad  de  agua,  desde  cuyo  momento  empieza  la  combina- 
ción. Cuando  se  observa  que  hay  un  ligero  precipitado  de  óxido  de  zinc, 
después  de  haber  hecho  hervir  la  mezcla,  se  suprime  la  adición  del 
mismo.  Luego  esta  se  filtra,  y  por  el  enfriamiento  cristalizad  salicilato 
de  zinc  en  forma  de  largas  agujas,  obteniéndose  así  un  producto  extraor- 
dinariamente blanco.  Las  aguas  madres  concentradas  á  un  calor 
suave  dan  todavía  más  salicilato  de  zinc. 

Este  producto  puede  prepararse  también  con  el  hidrocarbonato  en 
lugar  del  óxido  de  zinc,  pero  la  operación  es  más  larga  á  causa  del  gran 
número  de  lociones  que  exige. 

El  salicilato  de  zinc  es  soluble  en  el  agua  hirviendo  y  por  enfria- 
miento cristaliza  en  largas  y  blajja«nrarato>^dosas,  muy  brillantes. 
Su  sabor  es  azucarado,  Inegoj^^^Qwo  y  Séwpí^^amargo:  5  partes  de 
esta  sal  se  disuelven  en  lOO/uáPLes^K^S^uiTála  tíimeratura  de  20  c:  en 
el  alcohol  y  en  el  éteres  m^8oluhla,^^59^evápiracion  de  estas  dis- 
tintas disoluciones  se  depdeita  eíriorma  de  aguja|;^e  se  agrupan  al  re- 
dedor de  un  centro  /^nmnn-Vfe'ngAhT>^^j^  ia_pgflngfc  de  trementina  y  en 
el  sulfuro  de  carbono  el  cuahio^  fé^fgá^T^jf^aj^runo.  pequeña  cantidad 
cuando  llega  á  la  ebullición,  cai!Tidra  gao  -tTSandona  luego  cristalizada 
por  la  evaporación.  El  ácido  clorhídrico  v  el  nítrico  le  atacan  con  difi- 
cultad, pero  el  ácido  sulfúrico  le  disuelve  sin  colorearse  si  la  sal  es 
pura. 

El  salicilato  de  zinc  es  precipitado  en  blanco  de  sus  disoluciones  por 
el  amoníaco  por  exceso  del  cual  se  redisuelve  el  precipitado. 

Con  esta  ligera  reseña  que  acabamos  de  hacer  de  los  salicilatos,  po- 
demos observar  que  cuando  se  hallan  en  completo  estado  de  pureza, 
presentan  todos  un  color  blanco,  bajo  la  forma  de  agujas  cuando  son  ob- 
tenidos por  evaporación  de  los  líquidos  en  que  se  encuentran  y  bajóla 
forma  pulverulenta  cuando  son  obtenidos  por  precipitación. 

Según  puede  deducirse  por  lo  expuesto  anteriormente,  no  todos  los 
salicilatos  son  completamente  solubles  en  el  agua,  sino  que  en  algunos 
de  ellos,  lo  mismo  que  en  el  ácido  salicílico,  es  conveniente  añadir  al- 
cohol, algún  ácido,  etc.,  para  verificar  la  disolución.  El  salicitado  de 
sosa  es  completamente  soluble  en  el  agua  fria;  el  salicitado  de  zinc  ya 
hemos  visto  que  es  bastante  soluble  en  el  agua  á  cierta  temperatura;  el 
salicilato  de  quinina  es  completamente  ínsoluble,  necesitando,  para  di- 
solverlo, el  auxilio  del  alcohol  ó  de  ciertos  ácidos,  lo  mismo  que  el  sul- 
fato de  quinina;  el  salicilato  de  cal  es  también  soluble  en  la  proporción 
de  un  4  por  100  de  agua. 

Las  principales  reacciones  que  permiten  descubrir  la  presencia  del 
ácido  salicílico  sirven  al  mismo  tiempo  para  descubrir  la  de  los  salici- 


ÁCIDO  SALICILICO  Y  SUS  SALES.  51 

latos.  El  salicilato  de  sosa  toma  una  coloración  verde  con  el  sulfato  de 
cobre,  mientras  que  esta  misma  sal  produce  una  coloración  azul  ver- 
dosa con  el  ácido  salicílico.— El  nitrato  de  plata  en  contacto  con  los  sa- 
licilatos  alcalinos  forma  un  precipitado  blanco  de  salicilato  de  plata  in- 
soluble,  lo  cual  no  sucede  con  el  ácido  salicílico  puro.— El  acetato  de 
plomo  como  reactivo,  nos  dá  los  mismos  resultados  que  el  anterior.— 
Cuando  en  una  solución  acuosa  de  ácido  salicílico  se  añade  el  carbonato 
de  cal,  se  obtiene  el  salicilato  de  la  misma  base  disuelto  en  el  agua: 
mas  si  á  esta  disolución,  caliente  y  azucarada,  añadimos  otra  de  cal 
en  las  mismas  condiciones,  aparecerá  en  seguida  un  abundante  preci- 
pitado de  salicilato  neutro  de  cal,  casi  insoluble  en  el  agua 

Si  en  una  disolución  de  salicilato  de  zinc  se  añade  sulfhidrato  amó- 
nico, se  precipita  en  polvo  blanco  el  sulfuro  de  este  metal,  quedando  en 
disolución  el  salicilato  de  amonio. 

Por  fin,  todos  los  salicilatos  presentan  lo  mismo  que  el  ácido  sali- 
cílico, la  coloración  violeta  más  ó  menos  intensa  y  característica,  con 
las  sales  de  hierro. 

ni. 

ACCIÓN  FISIOLÓGICA  Y  TERAPÉUTICA. 

Addo  aaUcllico.— El  ácido  salicílico  lo  mismo  que  sus  derivados  sa- 
linos, son  empleados  en  el  tratamiento  de  las  enfermedades  internas  y 
externas:  su  uso  en  unas  y  en  otras,  puede  casi  asegurarse  que  se  halla 
limitado  en  las  afecciones  febriles  é  infecciosas,  empleándose  particu- 
larmente en  la  práctica  déla  cirugía  el  ácido  salicílico  más  que  los  sa- 
licilatos y  en  la  práctica  de  la  medicina,  éstos  con  preferencia  al  ácido. 

Sin  olor  y  sin  sabor,  el  ácido  salicílico  puede  tomarse  sin  ninguna 
repugnancia  á  corta  dosis;  cuando  su  cantidad  es  un  poco  elevada,  por 
ejemplo,  de  3  á  4  gramos,  se  observan  inmediatamente  sus  efectos 
irritantes  en  las  fauces,  exófago  y  mucosa  gástrica;  estos  efectos  de  irri- 
tación pueden  tener  distinta  intensidad,  pues  además  de  la  acción  del 
medicamento  deben  tenerse  en  cuenta  los  hábitos  del  individuo  y  la  pre- 
disposición del  mismo  á  la  irritación  de  dichas  partes.  Sin  embargo,  hay 
quien  asegura  que  este  efecto  no  es  debido  al  mismo  medicamento  en 
estado  de  pureza,  sino  á  la  presencia  del  ácido  fénico  procedente  de  su 
preparación.  Otros,  entre  los  cuales  soy  del  mismo  parecer,  atribuyen 
dicha  acción  á  efectos  propios,  puramente  irritantes,  del  mismo  ácido, 
únicamente  que  esta  irritación,  en  igualdad  de  condiciones,  es  más  in- 
tensa, cuando  el  ácido  salicílico  va  acompañado  de  ácido  fénico. 

Soy  de  parecer  que  el  ácido  salicílico  puro  tiene  efectos  verdadera- 
mente irritantes,  porque  he  tenido  ocasión  de  usarlo  en  su  verdadero 
estado  de  pureza  en  individuos,  predispuestos  unos  y  otros  nó,  á  irrita- 
ciones de  las  fauces,  exófago,  etc.;  mientras  que  en  otros,  sin  embargo, 
dichos  efectos  no  se  han  observado.  De  modo  que  los  que  fuman  en  ex- 
ceso, los  amantes  del  alcohol,  picantes  y  salados,  los  predispuestos  á 
enfrianriientos  y  á  anginas,  etc.,  notan  mucho  más  los  efectos  irritantes 
del  ácido  salicílico,  que  aquellos  que  no  se  encuentren  en  dichas  con- 


52  ÁCIDO  SALIClLICO  Y  SUS  SALES. 

(liciones.  SÍn  embargo,  como  que  el  ácido  salicílico  por  sí  ya  es  irritante, 
como  que  muchas  veces  lleva  ácido  fénico  procedente  de  su  preparación 
y  como  son  pocos  los  individuos  que  no  se  encuentren  en  una  ú  otra  de 
las  condiciones  anteriormente  expuestas,  es  necesario  usar  interior- 
mente con  mucha  cautela  dicho  cuerpo,  cerciorándose  antes  del  estado 
de  dichos  órganos  y  de  los  hábitos  del  enfermo. 

Sea  como  quiera,  el  caso  es  que  los  efectos  de  irritación  y  aun  á  veces 
de  intoxicación  que  se  han  observado  en  algunos  individuos,  se  notan 
siempre  con  mayor  ó  menor  intensidad,  únicamente  que  la  irritación 
será  menor  cuando  el  ácido  salicílico  sea  verdaderamente  puro,  y  cuanto 
mayor  sea  su  impureza,  mayores  serán  también  sus  efectos  irritantes,  y 
esta  irritabilidad,  según  ya  hemos  dicho  antes,  correrá  pareja  con  la 
impresionabilidad  del  enfermo  sugetojá  su  empleo. 

En  mi  clínica  particular  he  tenido  varias  veces  ocasión  de  emplear  el 
ácido  salicílico  en  distintas  afecciones,  y  antes  de  que  el  enfermo  empe- 
zara á  tomarlo,  he  tenido  siempre  buen  cuidado  de  verificar  el  ensayo 
con  el  hipoclórito  de  sosa:  con  este  cuerpo  se  obtiene  á  veces  una  colo- 
ración azul  ligera  característica  de  la  presencia  del  ácido  fénico  en  el 
salicílico,  y  cuando  esta  coloración  no  se  obtiene  es  una  prueba  evidente 
de  la  pureza  del  ácido  salicílico.  Pues  bien;  á  pesar  de  esto,  he  notado 
siempre  mayor  ó  menor  irritación,  según  la  dosis,  las  tomas  y  el  tiempo 
que  lo  tomaba  el  enfermo. 

Personalmente  y  en  varios  otros  individuos  tengo  observado  que, 
introducido  este  polvo  en  la  boca,  causa  una  sensación  de  escozor  y  pi- 
cazón en  el  fondo  de  la  misma,  desarrollando,  á  veces,  ligeros  accesos 
de  tos,  sintiendo  á  todo  lo  largo  de  la  laringe,  exófago  y  estómago  una 
sensación  quemante  más  ó  menos  intensa  y  duradera  y  según  lacanti* 
dad  de  ácido  ingerido,  semejante  á  la  que  se  observa  cuando  se  ha  to- 
mado cierta  cantidad  de  agua  demasiado  caliente. 

Cuando  el  ácido  salicílico  se  toma  en  polvo  seco  se  adhiere  fuerte- 
mente á  las  mucosas  con  que  se  pone  en  contacto,  por  cuyo  motivo  se 
desarrollan  fenómenos  reflejos  que  provocan  la  contracción  del  exófago 
y  hasta  vómitos  bastante  pertinaces  y  penosos.  Pero  tengo  observado 
que,  en  disolución  en  el  agua,  puede  tomarse  mayor  cantidad  sin  que  se 
produzcan  estos  fenómenos  anormales,  lo  cual  tal  vez  será  debido  á  la 
cantidad  de  alcohol  que  ha  entrado  en  su  disolución  ó  á  cualquier  otro 
cuerpo  que  lo  haya  convertido  en  salicilato.  Sin  embargo  de  esto,  y  á 
pesar  de  tomarlo  en  disolución,  alguna  vez  produce  dichos  efectos, 
aunque  no  con  tanta  frecuencia,  pues  un  enfermo  á  quien  le  administré 
dos  gramos  de  ácido  salicílico  en  disolución  con  alcohol,  no  había  con- 
cluido todavía  la  poción  cuando  se  le  presentaron  vómitos  precedidos 
de  quemazón  y  plenitud  en  el  estómago. 

El  ácido  salicílico  parece  que  tiene  una  acción  electiva  sobre  los  cen- 
tros nerviosos  y  en  particular  sobre  el  cerebro,  pues  cuando  se  toma 
en  cantidad  algo  crecida  ó  durante  muchos  días  seguidos,  se  presentan 
fenómenos  de  congestión  cefálica.  Cuando  desarrolla  toda  su  acción,  so 
nota  una  cefalalgia  frontal  de  bastante  intensidad,  presentándose  alte- 
raciones de  la  vista  y  del  olfato,  sordera  con  ruido  considerable,  cara 
congestionada,  sensación  de  plenitud  y  pesadez  en  toda  la  cabeza;  fenó- 


COCHES  PARA  ÉL  TRASPORTE  DE  HERIDOS. 


53 


menos  todos  que,  por  lo  regular,  son  de  corta  duración  y  vuelve  todo  á 
SU  estado  normal  desde  el  momento  que  cesa  la  administración  del  me- 
dicamento. 

Cuando  este  cuerpo  se  toma  á  la  dosis  de  0*50  centigramos  á  1  gramo, 
estos  fenómenos  de  congestión  no  se  observan,  y  si  acaso  tienen  poca 
intensidad;  pero  aunque  sea  tomándolo  acorta  dosis,  si  se  prolonga  su 
administración  durante  muchos  dias  seguidos  se  presentan  de  la  misma 
manera. 

Si  se  administra  este  cuerpo  á  dosis  muy  crecidas,  sus  efectos  son 
también  de  mayor  consideración,  pues  en  cierto  número  de  casos  ha  lle- 
gado á  producir  la  muerte;  pero  esto  ha  sucedido  cuando  su  dosis  ha 
llagado  á  8, 10  y  más  gramos  al  dia,  lo  cual  demuestra  que  el  ácido  sa- 
licílico  es  un  cuerpo  peligroso  de  manejar. 

{Continuará,) 


COCHE  PARA  EL  TRANSPORTE  DE  HERIDOS, 
POR  EL  Dr.  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona. 


El  grabado  que  acompaña  á  este  articulito  representa  exactamente  el 
nuevo  medio  de  conducir  enfermos,  inventado  por  Ricardo  Bithorn,  de 
Berlín.  Su  autor  le  llama  Coche  para  transportar  militares  enfermos,  ha- 
ciendo preceder  este  titulo  de  la  palabra  modificaciones  ó  innovaciones,  y 
lo  destina  tanto  para  los  heridos  graves  como  para  los  leves,  ya  para  una 


Fig.  4. 

sola  de  estas  clases,  ya  para  las  dos  á  la  vez.  La  disposición  interior  del 
vehículo  permite  sirva  para  los  varios  objetos  indicados. 

La  caja  del  coche  se  halla  dividida  longitudinalmente  en  dos  mitades 
iguales  y  que  entre  sí  tienen  la  bastante  independencia,  no  solo  en  lo  re- 
lativo al  mecanismo  de  los  bancos  que  pueden  servir  de  asiento  y  que 


54  REVISTA  DÉ  TERAPÉUTICA. 

están  colocados  en  la  parte  inferior,  sino  también  en  lo  concerniente  á 
la  colocación  de  las  camillas.  Abiertos  los  asientos,  ni  molestan  á  los  pa- 
cientes, ni  dificultan  los  cuidados  que  les  son  necesarios. 

£1  suelo  del  coche  está  dividido  en  tres  porciones:  una  anterior  y 
otra  posterior,  colocadas  en  plano  más  bajo  c,  c.  que  la  media  ó  central. 
En  estas  dos  porciones  más  bajas  entran  y  se  apoyan  los  pies  d  de  las 
camillas  inferiores.  Entre  la  región  central  &,  y  las  dos  extremas,  hay  dos 
planos  suavemente  inclinados  y  lisos  ee,  con  lo  cual  se  logra  facilitar 
las  comunicaciones  entre  las  tres  zonas  y  sobre  todo  que  se  deslicen  so- 
bre dichos  planos  los  pies  de  las  camillas  en  el  acto  de  ser  introducidas 
y  retiradas,  impidiendo  por  otra  parte  los  sacudimientos  que  tan  noci- 
vos son  para  los  enfermos. 

Las  camillas,  en  uno  y  otro  lado  de  cada  departamento,  se  apoyan  so- 
bre ángulos  salientes  de  hierro  situados  en  el  sitio  en  que  se  abren  los 
bancos  asientos,  y  están  fijas  tanto  en  la  pared  anterior  como  en  la  pos- 
terior en  una  muesca  de  seguro  encaje. 

Además  de  las  modificaciones  relatadas,  el  coche  de  Bithorn  presenta 
otras  no  menos  esenciales.  La  caja  del  vehículo  está  situada  lo  más 
cerca  posible  del  eje  posterior,  con  lo  cual  solo  queda  espacio  para  que 
quepa  un  muelle  del  coche.  Los  muelles  principales  se  colocan  por  de- 
bajo de  dicho  eje  y  por  dentro  de  las  ruedas  respectivas;  los  otros  mue- 
lles correspondientes  á  las  ruedas  delanteras,  por  el  contrario,  están  en 
el  sitio  de  costumbre,  por  encima  del  eje  á  ellas  relativo.  La  mitad  in- 
ferior de  la  pared  posterior  es  movible  de  arriba  abajo,  mediante  visa- 
gras  inferiores;  levantada,  cierra  el  coche;  bajada,  ó  bien  constituye  un 
plano  de  oblicuidad  variable,  ó  una  escalinata  para  lo  cual  está  subdi- 
vidida  en  tres  porciones  que  sujeta  convenientemente  una  cadena;  con 
esta  disposición  se  facilita  el  acceso  al  coche  y  la  colocación  en  el  piso 
superior  de  las  camillas  á  él  destinadas.  Las  letras  o,  o'  corresponden  al 
sitio  de  los  cojines;  P  P^  señalan  lazos  de  cuero  para  sosten  de  los  enfer- 
mos, y  t  una  especie  de  escotilla  para  ventilar,  que  se  cierra  y  se  abre  á 
beneficio  d3  un  cordón. 

El  grabado  adjunto  ha  sido  tomado  del  Illtisirirte  Vierteljahrsschrift 
der  Arztlichen  Polytechnik  por  el  Dr.  Formiguera,  pero  reduciendo  el  ta- 
maño y  reformando  algunos  puntos  para  mejor  inteligencia. 


•^^•-W^-N,»"  V^  -.».•  -.s^"'».*  ••.^— .^•••...."•«••>~.-  •S-»"^^*' 


REVISTA  DE  TERAPÉUTICA 
POR  EL  Doctor  León  Formiguera. 


Napelllna.— Alcaloide  amorfo  y  muy  soluble  nuevo  (1)  según  Labor 
de  (Común,  d  la  Soc.  de  Biol.  de  Paria),  que  ha  podido  retirarlo  de  las 


(1)  Hace  próximamente  15  años,  que  Morson  indicó  que  algunas  veces  existia, 
mezclado  cen  la  aconitina,  un  producto  extraño,  menos  activo  que  elLi,  al  que  Uamó 
napellina.  También  se  conoce  la  napelllna  de  Hubschmann. 


REVISTA  DE  TERAPÉUTICA.  55 

aguas  madres  de  donde  se  extrae  la  aconitiná.  Sus  efectos  fisiológicos  son 
semejantes  á  los  de  esta  última  sustancia,  aunque  de  menor  intensidad 
toda  vez  que  es  preciso  administrar  3  ó  4  centigramos  para  que  comien- 
ce á  producir  algún  efecto,  mientras  que  la  aconitiná,  haciéndola  ingerir 
á  un  perro  de  talla  mediana  ¿  la  dosis  de  un  1  miligramo,  determina 
rápidamente:  ataxia  de  los  movimientos,  vómitos  muy  dolorosos  y  la 
muerte  por  asfixia  por  contractura  de  las  cuerdas  bucales.  El  citado  au- 
tor y  Dumontpallier  la  han  ensayado  en  el  hombre,  en  cuatro  casos  de 
neuralgias  erráticas  que  habian  resistido  á  todos  los  narcóticos,  obte- 
niendo en  todos  ellos  la  completa  cesación  del  dolor. 

Si  una  experimentación  más  dilatada  viniese  á  confirmar  las  venta- 
jas que  se  atribuyen  al  alcaloide,  sin  duda  constituirla  un  adelanto  para 
la  terapéutica  de  las  afecciones  dolorosas,  principalmente  en  aquellas 
neuralgias  contra  las  cuales  algunos  autores  recomiendan  como  un  ex- 
celente medio  para  combatirlas,  la  aconitiná,  sustancia  que  casi  nos  ve- 
mos obligados  á  proscribir  de  la  práctica,  por  existir  diferentes  varieda- 
des de  ella,  (Hottot,  Morson,  Duquesnel,  Merck,  ordinaria),  la  intensidad 
de  las  cuales  es  también  diferente  para  cada  una;  y  esto  por  si  solo  pa- 
rece que  no  deberla  constituir  un  inconveniente— pues  podría  zanjarse 
indicando  (i)  el  nombre  dol  autor  cuya  aconitiná  se  desea  emplear— y 
sin  embargo  no  resulta  asi,  pues  aun  especificando  bien  la  que  se  preten- 
de, acontece  que  según  la  fábrica  de  donde  procede,  es  distinto  el  poder 
tóxico  del  alcaloide.  He  podido  observar  tres  casos  y  me  consta  de  algún 
otro  que  me  ha  sido  comunicado,  en  los  cuales  la  aconitiná  de  un  mismo 
autor,  prescrita  á  la  misma  dosis  y  administrada  al  mismo  enfermo,  pro- 
dujo resultados  distintos  (en  dos  de  ellos  síntomas  de  intoxicación)  según 
que  procedia  de  una  ú  otra  manufactura  de  productos  químicos. 

Aceite  de  colachan. -Se  extrae  de  un  pescado  análogo  al  arenque,  que 
habita  en  las  costas  de  Cuadra,  Colombia  inglesa  é  islas  de  Vancouver. 
Hace  poco  tiempo  que  se  expende  en  Inglaterra,  á  lo  menos  en  el  con- 
cepto de  sus  aplicaciones  médicas,  que  según  el  Repertoire  de  Pharma" 
cie^  serian  el  constituir  un  buen  succedáneo  del  aceite  de  hígado  de  ba- 
calao. Contiene  tal  cantidad  de  grasa  que,  desecado,  puede  servir  de 
antorcha,  por  lo  cual  se  le  conoce  con  el  nombre  de  pez  candela. 

Comino  negro  (Nigella  satíva  de  L.).— Amaldo  de  Villanueva,  según 
consta  en  su  obra  De  Sterilü,  Cap.  Vil,  empleaba  la  siguiente  fórmula, 
como  un  poderoso  emenagogo.  Succi  mercurial^  melL  despumati  an.  uno. 
i  farinoe  nigeloe  une.  i  ^2  ^^^  O-  S.  ut  possint  confici  pilule.  Da  mulieri  2 
vel  3  singulis  noctibus,  quando  menstrua  debent  venire  et  tune  menstrua 
vienent  copiosos.  Non  solum  provocat  hec  piluloe  menstrua  set  etiamprepa- 
rant  ad  concentum  et  matrice  mundificant. 

He  transcrito  el  anterior  pasaje  por  si  alguno  de  mis  lectores  hubiese 
leido  el  artículo  publicado  por  León  Canolle,  médico  de  la  marina  en 


(1)  Varias  veces  he  visto  prescribir  la  aconitiná  sin  indicar  el  nombre  del  autor 
cuya  variedad  se  quería.  Otras,  consultado  el  médico,  acerca  la  que  deseaba  ha  po- 
dido obtenerse  la  contestación  de:  ea  indiferente. 


56  REVISTA  DE   TERAPÉUTICA. 

Karikal,  en  el  Bull.  gen»  de  Therap.  y  hubiese  considerado  como  cosa 
nueva,  que  lo  dudo,  la  mayor  parte  de  lo  que  en  el  se  dice  y  especial- 
mente lo  referente  al  siguiente  párrafo. 

oSea  como  fuere,  el  hecho  de  la  acción  estimulante  del  comino  negro 
sobre  el  aparato  utero-o várice  queda  establecido  por  mi  A  consecuencia 
de  comprobaciones  personales  y  según  la  generalización  de  su  empleo 
por  las  indias  afectas  de  dismenorrea,  enfermedad  muy  común  entre 
ellas. 

En  buen  hora  que  el  autor  dé  á  conocer  el  excesivo  uso  que  en  Kari- 
kal se  hace  de  dichas  semillas  como  emenagogas  (á  la  dosis  de  15  gra- 
mos)  ó  como  abortivas  con  un  ñn  criminal  (machacadas,  á  altas  dosis  y 
mezclando  el  polvo  con  azúcar  de  palmera),  y  que  recuerde,  si  bien  de» 
beria  suponerlo  como  sabido,  que  no  ha  de  confundirse  el  comino  negro 
{nigella  sativa  de  L.:. ranunculáceas)  con  el  comino  (cuminum  cynimum 
de  L.:  umbelíferas):  pero  considero  .improcedente  la  enumeración  de  las 
propiedades  emenagogas  y  otras  que  las  semillas  poseen,  como  la  de  au- 
mentar el  número  de  pulsaciones,  elevar  la  temperatura,  exagerar  las 
secreciones,  etc.,  que  el  autor  pretende  establecer  y  que  ya  estaban  des- 
de mucho  tiempo  establecidas.  Los  antiguos,  é  Hipócrates  uno  de  ellos, 
las  consideraban  como  incisivas,  aperitivas  y  diuréticas.  Bodart  las 
usaba  para  aumentar  la  resección  láctea;  Peyrilhe,  como  antíhelminticas, 
y  ya  he  dicho  la  opinión  que  Arnaldo  de  Villanueva,  que  también  era  la 
de  Varandal,  tenia  formada  acerca  del  modo  de  obrar  délas  semillas  del 
la  citada  ranunculáceas 

Snlío-ereailato  sódico.— Es  muy  semejante  al  sulfo-fenato  sódico,  de 
cual  me  ocupé  en  otra  Revista  (1),  y  como  aquel  ha  sido  ensayado  por 
Rabuteau  (Le  Praiicien)  en  la  clínica  de  Hayem.  A  la  dosis  de  20  á  25 
gramos  constituye  un  excelente  purgante,  llegando  á  determinar,  en 
muchos  enfermos,  7  á  8  deposiciones  diarias.  Según  su  autor,  está  prin- 
cipalmente indicado  en  los  casos  de  diarrea  fétida. 

Picrotózina  é  hidrato  de  picrotóxido.-De  varios  experimentos  prac- 
ticados por  Chirone.  {Anal.  univ.  de  Med.  é  Chir.)  sobre  peces,  reptiles, 
pájaros,  mamíferos  y  animales  inferiores,  dicho  autor  cree  estar  autori- 
zado para  concluir  que:  si  bien  anchas  sustancias  se  extraen  de  una 
misma  planta,  el  coca  de  Levante,  no  obstante,  hay  entre  ellas  diferen- 
cia de  acción.  El  hidrato  de  picrotóxido  obra  más  débilmente  que  la  pi- 
crotoxina  y  podría  usarse  en  sustitución  de  ella,  que  tiene  un  poder  trein- 
ta veces  mayor:  1/ El  hidrato  de  picotróxido  al  que  Barth  y  Kreschy 
llamaban  picrotina,  porque  lo  creían  amargo  y  no  venenoso,  no  merece 
este  nombre,  porque  no  solo  es  amargo,  sino  que  además  tiene  propieda- 
des tóxicas.  2.0  El  poder  tóxico  del  hidrato  de  picrotóxido  es,  con  rela- 
ción al  de  la  picrotoxina,  como  1  es  á  30,  aproximadamente.  Zfi  La  con- 
vulsión epiléptica  determinada  por  el  hidrato  de  picrotóxido,  excepto 
ligeras  diferencias,  es  análoga  á  la  de  la  picrotoxina.  Las  diferencias  en 
tre  las  dos  formas  morbosas  pueien  reducirse  á  las  características  si 

(i)     Gacbta  Medica  Catalana.— Tomo  I,  p&g.  223. 


LOS  MIGRÓFITOS  DE  LA  SANGRE.  57 

guíenles:  el  hidrato  de  picrotóxido  no  hace  entrar  en  convulsión,  y  en 
el  caso  contrario  muy  débilmente,  al  globo  ocular;  produce  el  empresto- 
tono  con  preferencia  al  opistotono;  ataca  más  á  los  músculos  de  las  ex- 
tremidades que  á  los  del  dorso;  después  de  la  muerte  se  presenta  en  se- 
guida la  rigidez  cadavérica.  5/  Ambas  sustancias  determinan  convul- 
siones epilépticas  obrando  sobre  los  centros  motores  bulbares  y  espi- 
nales, de  modo  que  su  acción  se  concibe  perfectamente;  es  más  intensa 
en  las  ranas  decapitadas  y  en  las  palomas  á  las  que  se  ha  quitado  el  ce- 
rebro. 

Agna  albuminosa:  preparación  y  naos.— Recomendada,  como  un  buen 
sustitutivo  de  la  leche  y  del  té  de  vaca,  en  los  casos  que  estas  sustancias 
desagradan  al  paciente  ó  no  es  fácil  obtenerlas;  constituye  un  buen  ali- 
mento en  los  casos  de  fiebre  tifoidea  y  de  disenteria;  puede  administrarse 
adlihitum. 

Entre  los  diferentes  modos  de  prepararla,  algunos  de  ellos  ya  anti- 
guos, merece  conocerse  el  publicado  por  el  periódico  Cliemist  and  Dmg^ 
grist  y  que  consiste  en  disolver  una  ó  más  claras  de  huevo  en  uno  ó  dos 
kilogramos  de  agua  edulcorada  con  glicerina  y  aromatizada  con  hidro- 
lado  de  azahar. 

Trioloroíenol:  nuevo  antiséptioo.— Esta  sustancia  ha  sido  estudiada  por 
Soch  (Rev.  de  Ther.  Med.  chir.)  (i)  que  la  ha  preparado  por  acción  directa 
del  cloro  sobre  el  ácido  fénico,  resultando  un  producto  que  se  presenta 
en  masas  cristalinas  de  color  rojo  de  sangre,  olor  intenso  y  sabor  cáusti- 
co, soluble  en  el  éter,  y,  aun  en  esta  forma,  es  menos  cáustico  que  el 
fenol.  Ejerciendo  presiones  repetidas  con  dos  hojas  de  papel  de  filtro, 
deja  cristales  blancos  transparentes  solubles  en  el  éter,  que  el  agua  los 
precipita,  de  una  solución  alcohólica,  en  forma  de  copos  blancos.  La 
solución  alcohólica  podría  servir  para  impregnar  las  diferentes  piezas  de 
curación. 

Si  las  propiedades  antisépticas  fueran  tan  poderosas  como  los  del 
ácido  fénico,  lo  cual  es  muy  posible,  toda  vez  que  sus  componentes  las 
poseen  en  alto  grado,  creo  que  podrá  sustituir  con  ventaja  al  dicho 
ácido,  especialmente  por  su  menor  causticidad,  que  constituye  uno  de 
los  varios  inconvenientes  del  fenol  ó  mal  llamado  ácido  fénico. 

LOS  MICROFITOS  DE  LA  SANGRE  Y  SUS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES,  <^> 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


cEn  1836  fueron  echadas  las  bases  de  la  teoría  de  las  enfermedades 
producidas  por  gérmenes,  en  la  forma  mas  comunmente  aceptada,  según 


(1)   Véase  Gaceta  Medica  Catalana,  tomo  I.  pág.  321. 
(3)    Continuación.— Véase  el  número  2o. 


58  LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE 

escribe  eIDr.  Charlton  Bastían  (1).  En  esta  época,  el  descubrimiento  de 
la  pequeña  planta  de  la  levadura,  hecho  por  Schwann  y  Cagniard  de 
Latour,  condujo  pronto  á  un  conocimiento  más  general  de  las  relaciones 
casi  constantes  de  ciertos  organismos  superiores  con  diversas  especies  de 
fermentaciones.  Veinte  años  más  tarde  expuso  Pasteur,  como  resultado 
de  sus  investigaciones,  en  apariencia  decisivas,  que  los  organismos  infe- 
riores obran  como  causas  invariables  de  fermentación  y  de  putrefacción, 
y  que,  aunque  tales  cambios  se  verificasen  por  procedimientos  químicos, 
deben  tomar  su  origen  en  la  acción  de  los  seres  vivos. 

Estas  observaciones  y  las  interpretaciones  que  á  ellas  se  refieren, 
llamaron  pronto  la  atención  de  los  médicos,  y  en  breve  tiempo  la  hipó- 
tesis de  que  la  enfermedad  se  propagaba  por  medio  de  un  fermento,  de 
una  levadura,  se  habia  corroborado.  Antes  de  publicarse  las  observa- 
ciones de  Pasteur,  una  teoría  físico-química  habia  sido  casi  universal - 
mente  admitida,  como  suficiente  para  la  explicación  de  los  fenómenos 
que  se  manifiestan  en  cierta  clase  de  enfermedades.  Era  esta  la  doctrina 
de  la  fermentación  de  Liebig,  doctrina  por  él  sostenida  hasta  su  muerte 
en  1873,  y  que,  algo  modificada  por  el  resultado  de  los  últimos  trabajos, 
es  profesada  todavía  por  algunos  de  los  más  eminentes  químicos  de  nues- 
tra época. 

Los  caracteres  principales  de  las  teorías  vitalista  y  fisico-quimica  de 
las  fermentaciones  (2)  han  sido  reasumidas  sucintamente  por  M.  C.  T. 
Kingzett  en  un  trabajo  leido  en  la  Society  ofArts  (3), 

En  lo  que  se  refiere  á  la  primera  de  estas  teorías,  hé  aquí  cómo  se  ex* 
presa:  «Cuando  una  solución  de  azúcar  se  halla  expuesta  á  la  acción  de 
un  pequeño  grado  de  calor,  sufre  un  cambio;  los  átomos  que  entran  en  la 
composición  de  sus  moléculas  se  separan  para  formar,  otra  vez  combina- 
dos, dos  cuerpos  distintos:  alcohol  y  ácidocarbónico.Laglicerina  yel  ácido 
succf  nico  fórmanse  asimismo  á  expensas  del  azúcar;  pero  el  ácido  láctico, 
que  acompaña  ordinariamente  á  la  fermentación  alcohólica,  se  considera 
como  debido  á  la  presencia  de  un  fermento  distinto  de  la  levadura,  pero 
que  va  junto  á  ella.  Dicha  fermentación  se  considera  como  un  ejemplo  es- 
pecial de  reacción  biológica,  que  se  inanifiesta  como  el  resultado  de  una 
fuerza  especial  que  reside  en  los  organismos,  ó  en  otros  términos,  la  fer- 


(1)  Trabajo  leido  &  la  Sociedad  patológica  de  Londres,  el  G  de  Abril  de  1875,  Latí'- 
cetf  vol.  I,  p.  501, 1875.— -Briíw/i  medical  Journal,  vol.  I,  p.  469, 1875. 

(2)  Ciertos  compuestos  orgánicos,  cuando  se  hallan  expuestos  á  la  acción  del 
aire  y  del  agua,  á  cierta  temperatura,  sufren  una  descomposición  consistente,  ya  en 
una  combustión  lenta  ú  oxidación  por  el  aire  que  les  rodea,  ya  en  una  nueva  dis- 
posición de  sus  elementos  en  distintas  proporciones  (asimilándose  con  frecuencia 
los  elementos  del  agua)  y  dando  lugar  á  la  formación  de  nuevos  productos.  El  primer 
procedimiento,  el  de  la  combustión  lenta,  se  le  llama  Eremacausis  ó  destrucción; 
al  segundo,  putrefacción  ó  fermentación:  putrefacción  cuando  va  acompañado  de 
mal  olor;  fermentación  cuando  no  existe  olor  alguno  semejante  y  especialmente  si 
la  fermentación  da  lugar  á  la  formación  de  productos  útiles;  asi  la  descomposición 
de  un  cadáver  ó  de  una  cantidad  cualquiera  de  sangre  ó  de  orina,  es  una  putre- 
facción, mientras  que  la  descomposición  del  jugo  de  la  uva  ó  del  mosto,  cuyo  pro- 
ducto es  el  alcohol,  es  una  fermentación.—  (Dictionary  ofchemistry  de  Watt^  vol.  I, 
p.624,  1872.) 

(3)  Journal  ofthe  Soc,  ofAris.  Marzo,  1878. 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE.  59 

mentación  es  esencialmente  un  fenómeno  correlativo  á  un  acto  vital  que 
empieza  y  concluye  con  él  mismo.  Según  dicha  hipótesis,  en  donde 
quiera  que  haya  fermentación  habrá  organización,  desarrollo  y  multi- 
plicación de  las  células  del  mismo  fermento.  El  hecho  que  hemos  ex- 
puesto no  es  del  todo  aislado:  hay  ejemplos  de  muchos  otros  cambios 
producidos  por  estas  materias  ó  por  otras  fermentadas  en  un  medio  con* 
veniente  á  su  crecimiento  y  reproducción.  Asi  tenemos  las  fermentacio- 
nes manitica,  láctica,  amoniacal  y  butírica,  y  á  este  tenor  otras  muchas, 
que  guardan  todas  ellas  un  carácter  C9mun,  á  saber;  la  reproducción  del 
fermento.  No  se  halla  establecido,  sin  embargo,  de  una  manera  satisfac- 
toria, á  pesar  de  lo  mucho  que  importa  especificar  de  un  modo  conve- 
niente antes  de  poder  establecer  deQnitivamente  la  verdadera  interpreta- 
ción de  las  fermentaciones,  el  que  dichos  fenómenos  sean  el  resultado 
de  la  acción  de  organismos  de  especies  distintas.» 

Liebig  fué  un  decidido  adversario  de  esta  doctrina.  Kingzett  reasume 
en  estos  términos  la  teoría  físico-química  de  la  fermentación  sostenida 
por  Liebig.  «Todo  movimiento,  sea  ó  no  mecánico,  ejerce  una  influencia 
sobre  la  fuerza  que  determina  el  estado  de  un  cuerpo.  Asi  un  cristal  de 
sulfato  de  sosa,  un  grano  de  polvo  ó  de  arena,  cuando  se  hallan  sumer- 
gidos en  una  solución  saturada  de  sulfato  de  sosa,  pueden  determinar  la 
completa  cristalización  del  liquido.  De  igual  manera,  cuando  se  tocan  li- 
geramente con  una  pluma  ó  una  varilla  de  cristal  los  fulminatos  de 
plata  ó  de  mercurio,  explotan  con  violencia.  Mejor  ejemplo  es  todavía  la 
reacción  que  se  verifica  entre  el  peróxido  de  hidrógeno  y  el  óxido  de 
plata.  Estas  sustancias,  al  mezclarse,  producen  plata  metálica  y  oxígeno 
libre;  el  peróxido  de  hidrógeno,  naturalmente  inestable,  se  encuentra  en 
descomposición  constante  desde  el  momento  de  su  formación,  y  esta  des- 
composición da  lugar  á  la  producción  de  agua  y  oxígeno,  y  tan  pronto 
como  ese  cambio  se  produce  al  contacto  del  óxido  de  plata,  comunica  á 
este  cuerpo  igual  tendencia  á  la  descomposición.» 

III.  ' 
Organismos  descubiertos  en  la  sangrre  durante  el  carbunclo. 

Desde  el  momento  en  que  se  han  considerado  como  producidas  por 
fermentos  ciertas  enfermedades,  que  pueden  también  indudablemente 
transmitirse  por  inoculación  ó  bien  por  otros  medios,  las  diferentes  teo- 
rías relativas  á  la  acción  de  los  fermentos  han  constituido  materia  de 
estudio  del  más  alto  interés  para  todos  los  médicos  inteligentes. 

Según  ya  hemos  dicho,  la  teoría  físico-química  de  Berzélius,  y  más 
tarde  la  de  Liebig  ysus  partidarios,  fueron  aceptadas  como  perfectamen- 
te suficientes  para  explicar  la  etiología  délas  enfermedades,  alcanzan- 
do igual  favor  entre  los  patólogos  que  el  que  ya  habia  obtenido  entre  la 
mayoría  de  los  químicos.  Pero  más  recientemente,  las  ideas  de  Schwann, 
tal  como  fueron  modificadas  y  amplificadas  por  Pasteur  y  otros,  han  pre- 
valecido. 

No  hay  hecho  alguno  que  haya  llamado  tanto  la  atención  de  los  mé- 
dicos como  la  publicación  de  los  experimentos  de  Davaine,  demostran- 


60  LOS  MTGRÓFITOS  DE  LA  SANGRE 

do  que  los  organismos  inferiores  se  encuentran  más  ó  menos  constan- 
temente en  el  cuerpo  de  los  animales  muertos  de  la  enfermedad  conoci- 
da en  el  hombre  bajo  la  denominación  de  pústula  maligna,  Müzbrand 
en  Alemania,  carbunclo  de  los  ganados  y  de  los  cerdos  y  sangre  de  bazo 
de  los  carneros  en  Francia.  En  Inglaterra  se  adoptan  generalmente  para 
designar  esta  afección,  entre  otros,  los  términos  de  fíebre  esplénica,  apo- 
plegia  esplénica  6  enfermedad  antracoidea.  Según  Birch  Hirschfeld  (1), 
los  organismos  descubiertos  en  la  sangre  en  este  padecimiento  fueron 
primeramente  descritos  por  Brauell  en  1849  y  por  PoUender  en  1857; 
pero  no  hay  duda  de  que  las  investigaciones  de  Davaine  fueron  las  que 
más  seriamente  llamaron  la  atención  del  público. 

En  Agosto  de  1850,  Davaine,  en  colaboración  con  Rayer,  publicó  una 
Memoria  sobre  estos  organismos,  habiéndolos  descrito  como  pequeños 
cuerpos  filamentosos,  sin  movimientos  y  cuyas  dimensiones  erün  el  do- 
ble de  la  longitud  del  diámetro  de  un  corpúsculo  rojo  de  la  sangre.  Pas- 
leur  (2)  sostiene  que  dicha  época  fué  el  punto  de  partida  del  primer  des- 
cubrimiento de  la  existencia  de  dichos  cuerpos  en  el  carbunclo;  pero 
esta  opinión  es  manifiestamente  errónea. 

Por  instigación  de  Pasteur,  que  acababa  de  probar  que  la  fermenta- 
ción butírica,  no  era,  según  se  habia  creido  hasta  entonces,  debida  á  una 
materia  albuminoidea  en  via  de  descomposición,  sino  á  los  Vibriones, 
que  tenian  la  mayor  semejanza  con  los  cuerpos  filiformes  hallados  en  la 
sangre  de  los  animales  muertos  del  carbunclo,  Davaine  estudió  de  nue- 
vo la  cuestión  en  1863  y  1864.  Consideró  desde  luego  los  organismos  como 
Bacterias;  pero  hallando  que  en  ciertos  casos  los  filamentos  ó  bastonci- 
llos variaban  de  longitud,  modificó  el  nombre,  siendo  en  consecuencia 
designados  comunmente  hasta  estos  últimos  tiempos  bajo  el  nombre  de 
Bacterideas.  Suponíase  en  dicha  época  que  estaban  más  en  relación  con 
los  animales  que  con  las  plantas.  Convencióse  de  que  se  hallaban  en  la 
sangre  durante  la  vida  y  de  que  se  desarrollaban  en  dicho  líquido  y  no 
en  el  bazo.  Efectivamente,  logró  inocular  dichos  organismos  á  animales 
á  los  que  habia  extirpado  el  bazo.  Convencióse  asimismo  de  que  no  se 
hallaban  Bacterideas  en  la  sangre  del  feto,  por  masque  existiesen  en  gran 
número  en  la  sangre  de  la  madre  y  en  la  que  circula  por  la  placenta  (3). 
Descubrió  también  que  la  enfermedad  podia  ser  comunicada  por  me- 
dio de  los  alimentos  mezclados  con  tejidos  de  animales  enfermos;  el  efec- 
to se  producía  con  menos  rapidez,  pero  la  sangre  contenia  de  igual  modo 
las  Bacterideas. 

Davaine  no  admite  la  doctrina  de  la  identidad  del  veneno  de  la  sep- 
ticemia con  el  del  carbunclo  por  las  siguientes  razones:  1.^  porque  los 
síntomas  producidos,  inoculando  sangre  putrefacta,  no  son  constante- 
mente los  mismos  y  porque  las  Bacterideas  no  se  desarrollan  en  la  san- 
gre de  los  animales  afectados;  2.^  porque  los  animales  que  han  absorbido 
fragmentos  de  tejidos  putrefactos  mueren  por  excepción;  y  3.**  porque 


(i)    Schmidfi  lahrbücher^  lomo  CLxvi,  pág,  205.— 1875. 

(2)  Elude  sur  la  maladie  charbonneuse,  por  M.  M.  Pasteur  et  Joubert.  (Comptes 
rendus,  tomo  Lxxxiv;  pág.  900. -1877). 

(3)  Comptes  rendus,  tomo  Lix,  pág.  393.— 1861. 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE  61 

los  animales  que  han  absorbido  fragmentos  de  tejidos  recientemente  se- 
parados de  otros  animales  muertos  de  septicemia  no  son  atacados.  De 
aquí  deduce  que  el  principio  activo  de  la  septicemia  no  se  regenera  en 
la  economía,  como  sucede  con  el  del  carbunclo,  siendo  en  realidad  el 
agente  de  este  un  virus,  mientras  que  el  de  la  septicemia  seria  un  ve- 
neno (i). 

En  el  siguiente  número  de  Comptes  rendus^  pág.  429,  Davaine  y  Raim- 
bert  participan  haber  demostrado  la  existencia  de  las  Bacterideas  en  un 
hombre  atacado  de  pústula  maligna.  Escindida  esta,  se  encontró  gran  nú- 
mero de  ellas  (2). 

Tales  son,  reasumidas,  las  observaciones  que  han  llamado  la  atención 
de  los  patólogos  sobre  este  asunto  y  que  han  dado  un  gran  impulso  á  la 
teoría  de  los  gérmenes  en  las  enfermedades.  Hánse  verificado  desde  en- 
tonces multitud  de  observaciones,  pero  tienen  un  valor  especial  por  ha- 
ber sido  hechas  por  observadores  autorizados  las  que  se  han  verificado 
dé  dos  años  á  esta  parte.  Nos  ocuparemos  desde  luego  de  las  principales 
observaciones  que  pueden  servir  de  punto  de  apoyo  á  las  ideas  de  Da- 
vaine y  Pasteur. 

En  1875,  el  profesor  Femando  Gohn  publicó  el  resultado  de  sus  in- 
vestigaciones sobre  tales  organismos,  y  siendo  de  opinión  que  pertene- 
cían á  las  BacciUuSj  designólas  bajo  el  nombre 
áeBaccillus  anthra^is  {3).  Esta  denominación 
ha  sido  generalmente  adoptada  en  Alemania  é 

%     *TM^  ^^^Vn^      Inglaterra,  si  bien  á  pesar  de  la  teoría  implica- 

5^^*  T  V    ^^^^     <i^  dentro  de  estos  dos  términos,  íuera  más 

I  \  \!^^^!ÍA(^^  conveniente  designarlos  de  una  manera  más 

^'^L^^K^^^l^'O^  lacónica. 

En  1876,  el  Dr.  Koch,  de  WoUstein  (Posen), 

publicó  sobre  estos  organismos  una  obra  muy 

importante.  El  autor  tuvo  ocasiones  propicias 

jij.  5   Jocfffwj  aHthfdtít  mnM>iitr>4ff  dtw-  j,  «^^«\v« 

pncadeíamiMruenusajigredaini  boeyb-  para  cl  cstudío  do  dícha  cnfermcdad  (4).  Koch 

Í¡^'«¿jr"''°******'"'"''°  ^'''"^*  ^abia  observado  que  muchas  de  las  aserciones 

y  conclusiones  de  Davaine  hablan  sido  puestas 
en  duda.  Algunos  observadores  hablan  podido  producir  un  carbunclo 
mortal  en  animales,  inoculándoles  sangre  que  contenia  Bacterideas,  sin 
que  se  obtuvieran  estas  en  la  sangre  de  los  animales  asi  infectados;  la 
cual  pudo  determinar  á  su  vez  en  un  tercer  animal  dicha  enfermedad 
hallándose  Bacterideas  en  su  sangre,  por  más  que  aquella  estuviera 
exenta  de  ellas. 


(1)  Loe,  cit.  pág.  396.  Como  se  verá  luego  algunas  de  estas  conclusiones  no  pue- 
den admitirse. 

(2)  El  Dr.  Grisp  escribe:  cComo  ya  dije  en  mi  obra  sobre  el  bazo,  publicada  en  1852 
los  perros,  gatos,  hurones  y  cerdos,  que  comen  la  carne  de  animales  carbunciosos, 
mueren  en  poco  tiempo  y  los  individuos  que  despellejan  lobos  son  atacados  por  la 
enfermedad.  En  i832,  Barthelemy  inoculó  á  carneros  sangre  de  otros  carneros  falle- 
cidos deapoplegia  esplénica  y  los  animales  inoculados  murieron  al  cabo  de  36  á  69 
horas.»  (Nota  sobre  las  observaciones  hechas  á  propósito  de  la  teoría  de  loa  gérme^ 
neskU  Pathological Society,  en  21  de  Abril  de  1871.) 

(3)  Cohn's  Beitrage  zur  Biologie  der  P/ianzen,  tomo  l,  fase.  3.— 1875. 

(4)  Cohn's  Beitrage,  tomo  u,  fase.  2. 


62  LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE. 

Otros  observadores  sostuvieron  que  la  enfermedad  no  era  debida  tan 
solo  al  contagio,  sino  que  hasta  cierto  punto  dependía  del  lugar;  pues  la 
afección  solo  era  endémica  en  los  sitios  húmedos,  en  los  terrenos  pan- 
tanosos, en  las  costas  y  en  los  valles, 
j^^yj     "^    Bsís»      /|^      y  también  que  la  mayor  mortalidad 
\      «£í^:ssí«^^  &9^      recaia  en  los  años  lluviosos  y  espe- 
^H  É^S^    ^^       jQo         cialmente  en  los  meses  de  Agosto  y 
^         '  ""  de  Setiembre,  en  los  que  se  eleva 

más  la  temperatura  del  suelo.  Estas 
particularidades  no  podían  explicarse 
suñcientemente  por  la  suposición  de 
Davaine,  de  que  los  organismos,  con- 
K,  é  n^^u     1*1    .        *  ^     ,  servando  su  vitalidad  durante  más 

Fif .  0.  Batctuua  Mtkract*  eacontrado  en  U  MUifra 

dt  un  eonejito  d»  indiai  (Eonh).-e&o  diimetroi.  tícmpo  CU  u  n  alrc  8600,  oran  trauspor- 

tadas  por  corrientes  de  aire,  ó  bien 
que  la  inoculación  se  verificaba  por  medio  de  los  insectos,  y  otras  ideas 
por  el  estilo. 

Los  experimentos  de  Koch  hicieron  creer  que  la  explicación  de  Da- 
vaine, sobre  la  manera  de  propagarse  la  enfermedad,  solo  era  justa  en 
alguna  de  sus  partes.  Halló  dicho  observador  que  los  bastoncitos  de  las 
Bacterideas  no  eran  tan  vivaces  como  habia  supuesto  Davaine.  La  san- 
gre, que  solo  contiene  filamentos,  conserva  sus  propiedades,  en  caso  de 
sequedad,  durante  algunas  semanas  y  tan  solo  algunos  días  en  caso  de 
humedad.  ¿Cómo,  pues,  el  contagio  se  conservarla  latente  en  el  suelo  por 
espacio  de  meses  y  de  años?  Si  las  Bacterideas  entran  por  algo  en  la  ma< 
teria,  es  preciso  suponer  que  permanecen  fuertes  durante  algunas  fases 
de  su  desarrollo,  ó  bien  según  habia  indicado  Cohn  (1),  que  se  forman 
esporos  durmientes,  capaces  de  conservar  su  vitalidad  por  largo  tiempo, 
dando  origen  de  nuevo  á  Bacterideas.  El  Dr.  Koch  cree  haber  demostrado 
la  existencia  de  dichos  esporos.  Como  esta  cuestión  es  de  suma  impor- 
tancia, es  necesario  someterla  de  nuevo  á  un  examen  más  detenido  (*2). 

Los  experimentos  de  Davaine  y  de  otros  fueron  repetidos  en  ratones, 
por  ser  estos  animales  más  capaces  de  dar  resultados  satisfactorios. 
Después  de  quitar  la  piel  á  una  pequeña  parte  de  la  cola,  se  ^inoculó 
por  la  herida  una  gota  de  fluido  conteniendo  los  Baccilli.  Dichas  inocu- 
laciones fueron  fatales  siempre  que  se  usaron  materiales  recientemente 
obtenidos.  A  fin  de  asegurarse  de  si  los  Baccilli  se  transformaban  por 
las  inoculaciones  sucesivas  y  asimismo  para  obtener  constantemente  el 
material  fresco  necesario  para  los  experimentos,  inoculó  ratones  sucesi- 
vamente unos  después  de  otros,  suministrando  la  última  inoculación 
materia  para  la  siguiente,  hasta  haber  obtenido  asi  veinte  sucesivas,  y 
en  todas  ellas  fueron  obtenidos  los  Baccilli^  sin  que  se  notara  cambio 
alguno  ni  en  su  forma,  ni  en  sus  caracteres  (3). 

(Continuará») 

(1)  Cohn* 8  Beitrage^  tomo  i,  fase.  3. 

(2)  En  la  Revue  international  des  sciences,  tomo  n,  pág.  538,  se  publicó  la  traduc- 
ción de  una  Memoria  de  Brefeld.  que  parece  demostrar  completamente  la  formación 
de  esporos  en  el  Baccillu9  suhtilis, 

(3)  Davaine  ha  practicado  una  serie  semejante  de  investigaciones. 


NOTICIAS  CIENTÍFIGAS.  63 


NOTICIAS  científicas. 


Convulsiones  en  los  niños. — A  continuación  copio  algunos  párrafos 
de  la  obrita  del  Dr.  Deligny,  de  Toul,  titulada:  Convulsiona  chez  les  cn- 
fants  considérées  au  point  de  vue  du  diagnostic  différeníiel, 

«En  las  crisis  convulsivas  de  los  niños/ abstracción  hecha  de  la  causa^ 
los  dos  medios  más  efícaces,  los  más  rápidos,  son  el  baño  tibio  prolon- 
gado y  las  inhalaciones  de  cloroformo.  Deben  rechazarse  los  revulsivos  y 
la  compresión  de  las  carótidas.  En  cuanto  á  los  espasmódicos,  los  con- 
ceptúo como  útiles  coadyuvantes,  pero  su  acción  no  es  lo  bastante  rá- 
pida para  responder  á  un  efecto  inmediato.» 

Hablando  del  tratamiento  de  la  eclampsia  dice:  que  en  tesis  general 
hay  que  cumplir  dos  indicaciones:  el  combatir  la  causa  determinante  de 
los  accesos  convulsivos,  y  el  modificar  el  estado  nervioso.  Variable  la 
primera,  la  segunda  indicación  se  cumple  mediante  agentes  higiénicos, 
en  cierto  modo  preventivos,  y  agentes  terapéuticos  de  elección  dudosa. 

cEl  diagnóstico  es  la  base  del  tratamiento  de  las  convulsiones  esen- 
ciales. Por  desgracia,  en  presencia  de  una  convulsión,  es  difícil,  con 
frecuencia  imposible,  reconocer  ex  abrupto  la  causa  determinante.  Enton- 
ces la  primera  indicación  es  dirigir  el  tratamiento  contra  las  convulsio- 
nes, prescindiendo  del  hecho  etiológico,  de  igual  manera  que  es  preciso 
apagar  un  incendio  antes  de  ocuparse  en  buscar  la  causa  ó  el  autor.  En 
efecto,  el  pronóstico  de  un  acceso  convulsivo  no  es  siempre  favorable, 
citándose  casos  de  muerte  durante  la  crisis.  No  hablo  solo  de  las  convul- 
siones sintomáticas,  cuya  gravedad  está  subordinada  á  la  afección  que 
las  produce,  pero  en  las  convulsiones  esenciales,  en  la  eclampsia,  sin 
tratar  de  la  asñxia  durante  el  ataque,  el  enfermo  corre,  después  del  ata- 
que, el  peligro  debido  al  colapso  nervioso,  que  le  sigue  especialmente 
si  el  acceso  fué  violento  y  prolongado.  Contra  estos  peligros  el  médico 
está  en  posesión  de  dos  agentes  enérgicos:  el  cloroformo  y  el  éter;  con  su 
ayuda,  se  remedia  lo  más  urgente,  la  necesidad  de  calmar,  de  hacer  ce- 
sar, la  cris  s  convulsiva».— (Rodríguez  Méndez.) 

Poción  con  esencia  de  trementina. — Esta  sustancia,  administrada 
en  poción,  constituye  un  medicamento  de  sabor  sumamente  desagrada- 
ble. Para  obviar  este  inconveniente,  puede  mezclarse  con  éter  sulfúrico, 
que  tiene  la  propiedad  de  moaiíicar  el  sabor  y  olor  de  aquella,  en  las  si- 
guientes proporciones: 

Esencia  de  trementina 8  gramos. 

Éter  sulfúrico.     . 3       » 

agítese  fuertemente  y  añádase: 

Jarabe  de  azahar 30  gramos. 

Agua 120       » 

Para  administrar  una  cucharada  cada  dos  horas  á  los  enfermos  con 
catarro  vesical,  en  las  neuralgias  y  principalmente  en  la  ciática.— (For- 

MIGUERA.) 

Del  fosfato  de  cal  en  la  tuberculosis. —  Ocupándose  el  Dr.  A.  Ri- 
vet  de  algunos  casos  de  tuberculosis  bien  manifiesta  en  todos  los  cua- 
les se  obtuvo  la  curación,  atribuye  el  éxito  alcanzado  al  empleo  del  fos- 
fato de  cal  usado  en  las  siguientes  condiciones: 

El  fosfato  de  cal,  dice,  solo  se  absorve  en  estado  de  disolución  y  aún 
esta  es  preciso  que  sea  clorhídrica  y  que  se  opere  en  estado  naciente, 


Qi  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

pues  de  lo  contrario  se  obtendría  un  producto  excesivamente  ácido  y 
conteniendo  muy  poca  sal.  De  esta  manera,  resultd  un  medicamento 
complejo  poseyendo  tres  acciones  distintas  que  contribuyen  aun  mis- 
mo fin. 

Por  el  ácido  clorhídrico  libre  que  contiene»  obra  como  un  poderoso 
eupéptico  facilitando  la  disolución  da  los  principios  albuminoideos  y  en 
consecuencia  la  digestión  y  nutrición,  hasta  tal  punto,  que  los  alemanes 
lo  emplean  actualmente,  con, preferencia  á  los  preparados  de  hierro, 
para  combatir  la  clorosis. 

Obra,  asimismo,  por  el  cloruro  de  calcio  procedente  de  la  reacción 
del  ácido  clorhídrico.  Dicha  sal,  no  usada  en  Francia,  sin  que  exista  ra- 
zón para  ello,  es  muy  apreciada  en  Inglaterra  como  succedánea  del  yo- 
do, sobre  el  que  tiene  la  ventaja  de  no  poseer  acción  irritante. 

Pero  es  principalmente  como  fosfato  de  cal,  que  este  medicamento 
tiene  un  valor  considerable.  En  efecto,  es  un  agente  indispensable  á  la 
nutrición,  pues  sirve  para  fijar  en  nuestros  tegidos  las  sustancias  azoa- 
das. Su  fin  es  rehacer  la  materia  viva. 

Y  aún  podría  añadirse  que  coadyuva  por  igual  mecanismo  á  la  cica- 
trización de  los  focos  tuberculosos  y  á  su  transformación  cretácea.  Así 
se  ha  sostenido,  y  bien  pudiera  ser  á  pesar  de  no  estar  enteramente 
comprobado.— (S.  Garbo.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Sanidad  militar.  Reglamento  para  el  servicio  de  campaña,  de  5  de 
Enero. — Gacetas  del  8  de  Enero  al  23  del  mismo  inclusives. 

Fiebre  amarilla. — Orden  de  16  de  Enero  declarando  limpias  las  proceden- 
cias de  Gorea  y  Dakar  (Senegal,  África),  á  contar  desde  el  24  de  Diciembre  úl- 
timo.—(?ace/a  del  17  de  Eeero. 

Cátedras  vacantes.— Real  orden  de  16  de  Enero  mandándose  provean 
por  oposición  las  cátedras  de  ejercicios  práctios  de  Osteología  y  Disección, 
1.®  y  2.'  curso;  Higiene  privada  y  pública;  Terapéutica,  Materia  módica  y  Arte 
de  recetar,  Historia  de  las  Ciencias  médicas;  Clínica  de  Obstetricia;  Clínica 
médica  y  deberes  del  Médico  en  el  ejercicio  de  su  profesión,  vacantes  en  la 
Facultad  de  Medicina  de  la  Habana,  debiendo  proveerse  las  tres  úllimas  y  una 
de  las  de  Disección  en  esta  Universidad  y  las  demás  en  Madrid.— Gacela  del 
20  de  Enero. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 


EpíBodioB  de  la  práctica  médica,  por  D.  Ricardo  Fajarnés  Castells.'-VaUado- 
lid  ifel.-Tomo  I.— Entregas  13  á  26. 

Gontribucion  al  estudio  de  la  estadística  médica,  por  D.  Juan  de  Dios  Ro- 
quer  y  Casadesús.— Barcelona  1881.— Tres  ejemplares. 

Diagnóstico  y  tratamiento  de  las  enfermedades  del  corazón,  por  Germán 
Seé.— Lecciones  recoj idas  por  el  Dr.  Labadie  Lagrave.  Traducion  por  D.  Alfredo 
Opisso  Viñas.— Barcelona. 

Tratado  de  Operatoria  Quirúrgica,  por  el  Dr.  D.  A.  Morales  Pérez.— Con  un 
prólogo  del  Dr.  Creus.  Cuaderno  8.^  y  9,^ 

Blanual  de  Medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgaigne.  Octava  edición,  por 
León  Le  Kort.— Cuaderno  10- 

Periódicos:  Revista  topográfica  y  estadística  de  Alicante.— T/ie  Tgxas  Med,  and 
Surg,  Record,  de  Galveston. — Diario  medico  de  Madrid.— £¿  Panorama  de  Madrid. 
^Revista  de  Clínica  Médica  de  Barcelona. 


tí<i' 


\^ 


Tomo  II.  Húm.  3,  15  Febrero  de  1882,  Año  11.  Búm.  27. 


Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  La  música  en  sus  relaciones  coa  la  Medicinft,(conUnuacion),  por  D.  p.  Yidaly 
Careta.— Anatsmia  de  los  cantrot  Derviosos,  (continuación),  por  D.  M.  A.  Farcas.— Del 
ácido  saiicilico  y  sus  compuestos  (continuación),  por  D.  H.  E.  Moré  7  Bar^l.— Estudios 
clínicos  (conclusión),  por  D.  Arturo  Masoll.— Revista  de  dermatología,  por  el  Dr.  A.  Pla- 
BOlla«.— Los  micrófltos  de  la  sangre  (continuación),  por  el  Dr.  T.  Hieham  Le^ifl.— 
NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Diarrea  «n  los  nifios:  tratamiento.—Estadlstica  de  una  casa  de 
locoi.— Quemaduras:  tratamiento.— Anorexia  de  los  tísicos.— Estadística  demográfico -sani- 
taria  (mes  de  Octubre  1881),  por  P,  J.  Cebeira.— Sección  ofteiaL—PubUeacione»  reeiMdas. 


U  MÚSIGl  EN  SUS  RELAGIONBS  CON  LA  MEDICINA.  <'> 

Bstudlo  especulatlTo,  fisiológico,  Ugiénico  7  terapéutico, 

(Téais  del  Doctorado) 

POR  D.  Francisco  Vidal  y  Careta. 

TBROSSfJL     IPJL'BIT'BI. 

ESTUDIO  HIGIÉNICO. 

Referente  á  Higiene  privada. 

I. 

La  música  es  sin  duda  un  ageate  higiénico  de  primer  orden,  y  la  Hi- 
giene ha  sabido  sacar  partido  de  ella  en  muchas  de  sus  aplicaciones. 

Ya  los  discípulos  de  Pitágoras,  nos  dice  Quintiliano,  aprovechando  el 
ejemplo  del  maestro,  tenian  la  costumbre  de  tocar  la  lira  al  levantarse» 
con  el  fin  de  sentirse  más  aptos  para  el  trabajo,  así  como  hacían  lo 
mismo  al  acostarse  para  reprimir  el  influjo  de  los  sentidos  y  olvidar  los 
recuerdos  del  dia.  Oigamos  á  Plutarco:  Cayo  era  de  un  temperamento 
frenético  y  arrebatado;  muchas  veces  en  sus  peroraciones  se  dejaba  do- 
minar por  el,  alzando  la  voz  más  de  lo  que  debía  y  dando  muestras  de 
cólera,  hasta  llegar  á  toda  suerte  de  inconveniencias.  Un  esclavo  suyo, 
Licinío,  siempre  que  lo  veía  en  tal  situación,  se  colocaba  detrás  de  él,  y 
por  medio  de  instrumentos  á  propósito  para  regular  la  voz,  ejecutaba  acor- 
des suaves,  logrando  tranquilizar  su  ánimo.  También  los  antiguos  cono- 
cían la  influencia  de  la  música  durante  la  comida,  y  en  ningún  festín  se 
dejaba  de  invitar  á  algunos  artistas,  asi  como  de  tener  al  rededor  de  su 
mesa  algunos  locos  y  bufones  que  excitasen  su  hilaridad.  Excelente 
medio  para  hacer  una  buena  digestión  cuando  no  se  lleva  al  extremo. 

Otros  y  otros  ejemplos  podría  citar  que  prueban  el  buen  uso  que  de 
este  elemento  hacían  lo.s  antiguos  en  sus  aplicaciones  higiénicas,  asi  como 
de  los  que  he  citado  se  dedúcela  diversidad  de  ellos.  Seguiré  para  su 

{t)    Contiuuacion.-- Véase  elnúnic:o  "2^'*. 


66  LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 

estudio  el  orden  aceptado  en  la  clasiñcacion  fisiológica,  haciendo  siem- 
pre USO  del  género  qae  más  convenga. 

A  la  música  que  dirige  especialmente  su  acción  sobre  el  encéfalo  po- 
demos recurrir  en  Perceptología,  asunto  vasto  é  interesantísimo  bajo 
todos  conceptos. 

Interminable  seria  el  número  de  ejemplos  en  la  época  antigua,  en 
que  se  ve  cómo  la  utilizaban  con  este  objeto.  Ya  David  apacigua  los 
accesos  de  melancolía  del  rey  Saúl  bajo  la  influencia  de  un  laúd;  ya  un 
esclavo  con  un  instrumento  apropiado  atempera  las  peroraciones  de 
Cayo.  La  Sagrada  ílscritura  nos  dice,  que  en  cierta  ocasión,  en  que  el 
profeta  Elíseo  se  hallaba  poseído  de  santa  cólera  contra  el  rey,  llamó  á  un 
tocador  de  arpa  para  sosegarle  y  restituirle  en  el  don  de  la  profecía. 
(Traedme,  dijo,  un  tañedor  de  arpa  y  la  mano  del  Señor  vino  sobre  él). 
Por  medio  de  la  música  Timoteo  inspiró  el  sentimiento  del  amor  á  Ale- 
jandro, así  como  la  filósofa  Hypatia  con  el  mismo  medio  curó  de  dicha 
pasión  á  uno  de  sus  discípulos. 

Bastan  estos  ejemplos  para  comprender  el  partido  que  de  la  música  se 
puede  sacar  en  la  medicina  de  las  pasiones,  puesto  que  sirve,  ya  para  des- 
pertarlas, ya  para  amortiguarlas.  Los  antiguos  la  empleaban  al  azar;  nos- 
otros, más  experimentadores,  debemos  ser  más  rígidos  en  su  uso  y  como 
aquí  habría  que  hacer  repeticiones  enojosas  de  lo  que  he  dicho  al  estu- 
diar sus  diversos  géneros  en  la  sección  fisiológica,  me  abstendré  de  ello, 
pasando  solamente  á  tratar  de  una  funesta  y  casi  se  puede  decir  antigua 
pasión.  Me  refiero  á  la  nostalgia. 

Esta  es,  como  se  sabe,  la  imperiosa  necesidad  de  volver  á  ver  los  lu- 
gares donde  hemos  pasado  nuestra  infancia,  en  donde  tenemos  los  seres 
queridos,  etc.  He  dicho  funesta  y  antigua  pasión,  pues  que  en  tiempos 
anteriores  causaba  estragos  en  los  soldados  que  hacían  su  servicio  en  el 
extranjero.  Sabida  es  la  influencia  que  ejercía  el  célebre  canto  conocido 
con  el  nombre  de  Ranz  des  Vaches,  en  los  suizos  que  entraban  á  engro- 
sar las  filas  del  ejército  francés,  los  que,  á  pesar  de  la  rigurosa  discipli- 
na, desertaban  casi  todos  ellos  ó  bien  caían  en  una  profunda  melancolía, 
de  la  que  morían  muchos,  llegando  el  caso  de  tener  que  suprimir  el  en- 
tonar dicho  canto  bajo  pena  de  la  vida.  Mas  hoy,  habiendo  más  liberali- 
dad, hasta  en  el  mismo  ejército,  se  puede  decir  que  ya  casi  está  dester- 
rada esta  pasión,  siendo  sin  duda,  en  el  ejército  español,  los  gallegos 
quienes  la  sostienen. 

El  individuo  que  se  vuelve  nostálgico,  se  manifiesta  brusco  en  socie- 
dad, prefiere  el  aislamiento,  está  inquieto,  taciturno,  aqueja  cefalalgia, 
á  veces  palpitaciones  de  corazón;  con  todo  esto  pierde  el  apetito,  enfla- 
quece, y  tras  fiebre,  insomnio,  á  veces  con  delirio,  respiración  corta,  fre- 
cuente ó  interrumpida  por  suspiros,  cae  en  el  marasmo. 

Buen  tratamiento  es  la  música  para  aquellos  nostálgicos  que  no  se 
les  puede  combatir  la  pasión  con  ningún  otro  medio,  siendo  los  géneros 
pueril  y  campestre  los  más  apropiados,  porque  obran  distrayendo  al  pa- 
ciente sin  molestar  en  lo  más  mínimo  su  ánimo;  por  otra  parte,  son, 
como  veremos,  los  géneros  de  música  higiénicos  por  excelencia. 

Como  he  tenido  lugar  de  indicar,  la  música  puede  servir  hasta  como 
agente  aperitivo  y  regularizador  de  la  función  digestiva.  Bastante  lo  sa- 


LA   MÚSTCA  EN  SUS   RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  67 

bian  los  antiguos,  que  en  todos  sus  festines  se  procuraban  un  tañedor  de 
arpa  ó  laúd  para  entretener  á  los  comensales. 

Y  aquí  voy  á  indicar  lo  que  ha  observado  Rambosson  y  otros,  ó  sea  la 
analogía  que  existe  entre  los  sonidos  y  los  alimentos.  Oigamos  á  Bau- 
quier  en  su  Filosofía  sobre  la  música:  «Los  sonidos  violentos  embriagan 
como  los  vinos  espirituosos,  y  si  admitimos  que  la  música  es  un  potente 
medio  para  animar  al  combatiente,  igual  valor  deberemos  dar  á  los  lí- 
quidos alcohólicos,  pues  que  producen  el  mismo  efecto,  siendo  ya  sabido 
que  muchos  soldados  no  pueden  batirse  sin  haberse  excitado  antes  con 
este  medio.»  Por  otra  parte,  dice,  el  mismo  resultado  que  el  vino  y  el 
café  pueden  producir  en  un  pintor  ó  poeta  es  capaz  de  determinar  la  mú- 
sica, haciéndoles  concebir  en  su  imaginación  algún  pensamiento  subli- 
me por  la  excitación  del  sistema  nervioso.  A  este  poder  le  llama  acción 
alcohólica  del  arte. 

Perfectamente,  como  se  ve,  describe  Bauquier  la  analogía  que  existe 
entre  cierta  clase  de  alimentos  y  la  música.  En  efecto,  así  como  la  ma- 
yoría de  músicos  piden  al  café  sus  iiispiraciones  ¿qué  tiene  de  particu- 
lar que  un  poeta  deba  á  los  sones  embriagadores  de  ella,  los  lamentos 
de  sus  composiciones  y  un  pintor  la  poesía  de  sus  cuadros?  Lo  que  yo 
recomendaría  á  los  artistas  es  que  se  inspirasen  en  el  género  musical 
que  más  se  adaptase  á  sus  inclinaciones. 

La  marquesa  de  Blocqueville,  en  su  obra  Las  tardes  de  la  quinta  de  los 
jazmines,  se  expresa  de  la  siguiente  manera:  «La  música  obra  en  nues- 
tro organismo  como  los  tópicos  materiales:  es  higiénica  y  medicinal;  sin 
embargo,  seduce,  embriaga  y  se  hace  tan  temible  como  el  agenjo  y  el 
opio,  cuando  es  violenta,  apasionada,  ó  cuando  es  tierna  y  volup- 
tuosa.» 

Rambosson,  después  de  largos  estudios,  ha  procurado  conciliar  dichas 
analogías  en  ciertas  leyes  que  han  llamado  pocjerosamente  la  atención 
de  los  sabios,  y  de  las  cuales  dice  Beclard,  que  si  se  confirman  encierran 
uno  de  los  descubrimientos  fisiológicos  más  grandes  hasta  el  presente 
hechos.  Dichas  leyes  son  análogas  á  las  del  mismo  autor  sobre  la  música 
y  las  formula  de  la  manera  siguiente: 

i.'  Hay  alimentos  que  obran  especialmente  sobre  los  nervios  loco- 
motores, y  alimentos  que  obran  especialmente  sobre  los  nervios  de  la 
sensibilidad. 

2.^  Los  alimentos  de  la  primera  clase  influyen  de  un  modo  especial 
en  la  inteligencia. 

3.^  Los  alimentos  de  la  segunda  la  ejercen  especialmente  sobre  los 
sentimientos. 

4.*  Hay  una  transformación  de  movimiento:  las  fuerzas  que  obran 
sobre  los  nervios  locomotores  y  las  fuerzas  intelectuales  pueden  trans- 
formarse en  sensibilidad  y  sentimientos  y  vice-versa. 

5.'  Cada  alimento  está  en  un  lugar  intermedio  entre  los  que  dirigen 
su  acción  más  directamente,  ya  sobre  los  nervios  locomotores,  ya  sobre 
los  de  la  sensibilidad. 

De  este  estudio  deduzco,  que  siempre  que  la  música  actúe  de  una 
manera  capaz  de  no  impresionar  de  un  modo  exagerado  nuestro  ánimo, 
puede  muy  bien  utilizarse  durante  la  comida,  recomendando  especial- 


68  LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 

mente  los  géneros  pueril  y  campestre,  que  son  en  mi  humilde  parecer 
los  más  apropiados. 

Tócame  ahora  hablar  de  este  agente  como  medio  de  descanso.  En 
cuanto  á  eso,  creo  que  no  hay  otro  que  le  iguale,  siendo  tan  beneficioso 
para  el  que  oye  como  para  el  que  ejecuta.  ¿Quién  de  nosotros  no  se  delei- 
ta al  oir  un  buen  pianista  en  sus  ratos  de  ocio?  Advertiré  que  ya  seria 
hora  que  se  desechase  la  música  dramática  como  casera,  pues  ésta,  por 
lo  regular,  no  produce  ningún  efecto,  y  aunque  lo  produjera,  tenemos 
que  recordar  que  está  escrita  para  el  teatro  y  que  puede  ser  origen  de 
disturbios,  habiendo,  como  se  sabe,  partidarios  de  tal  ó  cual  autor.  Lo 
mejor  es  usar  de  la  sinfónica,  que  para  el  que  no  la  entienda  le  hará  el 
efecto  del  opio  y  se  dormirá  tranquilamente,  y  al  que  si,  le  deleitará. 
Aun  propondria  hacer  uso  solo  de  los  géneros  pueril  y  campestre,  que 
por  lo  regular  son  los  más  agradables  al  oido.  Así  mismo  esta  última 
música  es  la  que  envalentona,  por  decirlo  asi,  nuestro  ánimo  para  el 
trabajo  al  dejar  el  lecho.  Ya  he  dicho  que  Pitágoras  y  sus  discípulos 
tenían  la  costumbre  de  pulsar  la  lira  al  despertarse. 

La  que  obra  en  particular  sobre  la  médula,  la  que  dirige  su  acción 
sobre  los  nervios  locomotores  ó  música  rítmica,  ejerce  una  gran  influen- 
cia en  Higiene  privada,  siendo  dulce  compañera  del  hombre  en  sus  di- 
versos trabajos. 

No  á  otra  cosa  atribuye  Fetis  los  inmensos  trabajos  realizados  por  los 
egipcios,  sino  al  mágico  poder  del  agente  que  estudió  en  unos  tiempos 
en  que  las  ciencias  físicas  y  mecánicas  estaban  poco  cultivadas.  Ellos,  al 
son  de  cantos  rítmicos,  ejecutaron  mil  proezas,  extrajeron  masas  enor- 
mes de  las  canteras,  desprendiéronlas  de  sus  asientos  y  las  trasportaron 
á  grandes  distancias.  Algunos  de  esos  cantos  aun  se  conservan  por  tra- 
dición á  través  de  los  siglos,  como  el  canto  de  los  bateleros  del  Nilo,  el 
canto  para  cruzar  el  escollo,  el  canto  para  virar  de  bordo,  el  de  los 
poceros,  etc.  Inútil  es  que  manifieste  que  el  hombre  en  todos  sus  distin- 
tos trabajos  se  crea,  por  decirlo  así,  una  música  automática  que  se 
adapte  lo  mejor  que  pueda  á  su  ocupación.  Desde  la  más  insignificante 
barcarola,  que  viene  en  auxilio  del  pescador  en  su  monótona  faena,  has- 
ta el  más  elegante  canto  de  caza  que  predisponiendo  al  buen  humor  ani- 
ma á  los  cazadores  para  atacar  á  las  piezas,  hay  infinidad  de  cantos  que 
prueban  esta  influencia. 

Esa  música  obra  solamente  por  su,  ritmo.  Su  acción  es  casi  automá- 
tica, siendo  el  hombre  inconscientemente  atraído  hacia  el  canto  que  más 
le  conviene  para  ayudar  á  su  débil  máquina  á  funcionar.  ¿Quién  de  nos- 
otros al  andar  no  se  acompaña  de  uno  adecuado  al  paso  que  se  lleva? 
Y  debemos  hacer  notar  que  no  solamente  la  Higiene  debe  á  la  música 
rítmica  sus  beneficiosas  aplicaciones,  sino  que  esta  quizá  deba  su  origen 
á  aquella.  ¿Quién  dudará  que  siendo  el  canto  innato  en  el  hombre,  este 
se  sirviese  de  él  para  distraerse  en  la  monotonía  del  trabajo,  y  cada  dia 
perfeccionándolo  dio  origen  á  esa  infinidad  de  composiciones  conocidas 
con  el  nombre  de  barcarolas,  bercenses,  marchas,  rondós,  etc.?  En  Hi- 
giene pública  me  ocuparé  especialmente  de  los  géneros  danzante  y  guer- 
rero; nada  tengo  que  añadirá  lo  dicho  en  la  sección  nsiológica  respecto 
á  la  música  quo  ilirigc  su  acclDii  sobro  los  luu'vio-;  do  sensibilidad. 


LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  69 

Tocante  á  la  dramática,  como  queda  limitada  al  teatro,  entra  asi  mis- 
mo su  estudio  de  lleno  en  la  Higiene  pública. 


II. 

Referente  á  Higiene  pública. 

La  música,  que  obra  sobre  el  encéfalo,  tiene  aquí  un  lugar  importan- 
tísimo por  su  influencia  en  la  educación  popular.  Baste  saber  que  en 
Alemania,  que  se  puede  decir  va  hoy  ¿'la  cabeza  de  la  civilización,  ha 
llegado  á  ser  casi  oblif^^atnrio  el  estudio  de  cualijuipr  instrumento  músi- 
co. Conocerán  que  tal  agente  influye  de  un  modo  favorable  en  la  educa- 
ción moral  de  los  pueblos.  Tendré  ocasión  de  demostrarlo. 

Bajo  el  punto  de  vista  social,  ó  sea  para  hacer  más  intimas  las  rela- 
ciones de  los  hombres,  es  un  agente  que  produce  tanto  ó  más  buenos  re- 
sultados que  el  tabaco,  café,  etc.,  y  todo  lo  que  es  capaz  de  poner  en  con- 
tacto íntimo  la  sociedad. 

Por  otra  parte  ¿quién  dudará  de  la  benéñca  influencia  que  producen 
en  el  pueblo  alemán  y  francés  estos  conciertos  populares  de  música  clá- 
sica, que  se  dan  en  inmensas  salas,  capaces  para  miles  de  espectadores, 
y  en  los  cuales  al  par  que  se  educa  el  sentido  musical  de  los  mismos 
también  los  moraliza,  puesto  que  poco  á  poco  inflltrándose  en  su  clasi- 
cismo, van  odiando,  sin  darse  cuenta  de  ello,  hasta  serles  indiferente  por 
completo,  la  música  chocarrera,  callejera,  la  que  va  condimentada  con 
versos  insulsos,  insolentes,  y  que  tan  inocentemente  componen  los  auto- 
res para  el  solaz  del  pueblo,  sin  comprender  que  lo  desmoralizan  por 
completo  llevándolo  á  su  perdición?  jLástima  que  en  la  nación  vecina, 
en  donde  tanto  culto  se  consagra  á  las  artes,  se  soporte  aun  con  pacien- 
cia cierta  clase  de  composiciones  musicales,  que  acompañadas  de  gestos 
grotescos  y  cantos  inmorales,  corrompen  la  juventudl  Y  no  digo  nada  de 
nuestra  España,  puesto  que  aquí  el  sentido  musical  se  desconoce  casi 
por  completo,  gustando  más  de  lo  trivial,  de  lo  superficial,  y  si  se  rinde 
algún  gusto  á  lo  clásico  es  por  aquello  de  que  se  hace  de  moda. 

En  1872,  el  Ministerio  francés,  ocupándose  del  asunto,  dirigió  una 
carta  á  M.  Ambrosio  Thomás,  presidente  del  Comité  de  las  escuelas  mu- 
sicales, en  la  que  se  lamenta  que  el  café  cantante  proporcione  el  reper- 
torio popular,  mientras  que  en  otro  tiempo  era  la  ópera  cómica  quien  lo 
facilitaba.  Hora  es  ya  de  que  se  instituyan  orfeones  y  conciertos,  en  los 
cuales  se  eduque  el  verdadero  gusto  musical  de  nuestra  pervertida  so- 
ciedad y  entonces  será  cuando  se  podrán  recoger  beneficiosos  frutos. 

Con  motivo  de  lo  expuesto  pudiera  preguntársenos  ¿es  que  hay  una 
música  moral  y  otra  inmoral?  A  lo  que  contestaré  que  sin  duda  es  así, 
puesto  que,  partiendo  de  las  relaciones  que  entre  sí  tienen  las  artes,  así 
como  un  cuadro  inspirado  en  lo  sublime  de  la  naturaleza,  que  nos  la  re- 
presenta el  pintor  en  toda  su  magnificencia  y  grandiosidad,  es  muy  dis- 
tinto del  que  está  inspirado  por  una  pasión  inmoral,  asi  también  el  au- 
tor que  en  música  se  inspire  en  lo  verdadero,  lo  bueno  y  lo  bello,  sacará 
una  producción  más  perfecta  que  el  que  se  deje  llevar  por  mezquinas 
ideas.  Chateaubriand  dice:  la  música  considerada  como  arte  es  una  imi- 


70  LA  MÚSICA  EN  SUS  n£LAClüN£S  CON  LA  MEDICINA. 

tacion  déla  naturaleza;  su  perfección  consiste,  pues,  en  representar  la  más 
hermosa  naturaleza  posible;  á  lo  que  añado:  que  mal  podrá  servir  para 
6l  objeto  que  estudio  la  que  se  aparte  en  lo  más  mínimo  de  esta  idea. 

Se  nos  dirá  que  la  música  es  en  si  mala,  á  lo  que  contesto  que  de  nin- 
guna manera,  pues  tampoco  ninguna  influencia  ejercen  en  la  moral  los 
colores  que  el  artista  coje  con  el  pincel  para  dar  vida  al  cuadro.  No, 
no  es  la  música  en  si  misma  la  que  desmoraliza;  todos,  todos  los  géne^ 
ros  de  música  son  buenos  con  tal  que  sean  bien  aplicados,  sucediendo  lo 
contrario  cuando  se  sirve  de  tan  potente  actor  para  que  cubra,  como  una 
máscara,  la  idea  de  una  inocente  diversión,  una  de  nuestas  fatales 
costumbres,  me  refiero  al  baile.  Con  sobrada  razón  ha  podido  decir  Al- 
fredo de  Musset:  La  musa  contemporánea  no  es  la  sacerdotisa  sino  la 
bacante;  nuestra  sociedad  ha  degradado  á  sus  dioses. 

De  lo  dicho  resulta  que  la  música  es  en  sí  misma  inofensiva,  insis- 
tiendo en  que  es  asi,  pues  aunque  Rambosson,  verdadera  autoridad  en 
la  materia,  cree  que  sus  efectos  dependen  del  modo  como  se  encuentra 
nuestro  ánimo  al  oírla,  desde  luego  que  un  pasaje  que  indique  ternura 
no  se  puede  descifrar  si  es  amor  hacia  la  madre,  hermana,  etc.  Yo  creo 
que  tal  vez  Rambosson  habrá  dicho  esto  en  sentido  relativo,  pues  que 
escaseando  los  genios,  la  inmensa  mayoría  de  autores  escriben  muy  le- 
jos de  inspirarse  en  los  verdaderos  manantiales  de  un  tema,  sujetándose 
más  á  la  voluntad  del  vulgo  que  á  la  del  público  ilustrado.  ¿Puede  tener- 
se duda,  al  oir  el  dúo  del  4.^  acto  de  Los  IlugonoteSy  de  las  pasiones  que 
luchan  allí,  de  lo  que  representa  la  conjura  del  mismo  acto?  ¿no  se  ve  en 
el  Peaierto  de  David  cómo  se  aparece  la  aurora  hasta  vislumbrar  la  mag- 
nificencia del  dia?  ¿no  está  dando  hoy  un  gran  paso  Wagner,  para  que 
la  música  sea  lo  más  natural  posible?  Por  lo  tanto,  yo  creo  que  toda  la 
música  es  moral,  por  trivial  que  sea,  mientras  describa  algo  bueno;  mas 
como  esta  última  es  la  que  se  acompaña  generalmente  de  cantos  grose- 
ros, porque  es  la  que  más  se  presta,  tales  accesorios  son  los  que  la  ha- 
cen inmoral.  Desde  luego  que  creo  que  jamás  la  música  podrá  tener  la 
realidad  de  la  pintura  ni  de  la  poesía,  pero  de  que  dentro  de  su  género 
la  tenga  relativamente  y  de  que  cada  dia  que  se  vaya  perfeccionando  este 
divino  arte  la  tendrá  más,  fundadamente  podemos  tener  esperanzas. 

No  obstante,  en  el  gérero  religioso  no  hay  arte  que  le  iguale,  pues 
ninguno  inspira  la  veneración,  el  recogimiento  y  elevadas  miras  como 
este.  Quien  no  ha  oído  el  Réquiem  de  Verdi,  no  ha  saboreado  las  delicias 
celestiales.  ¡Qué  inmenso  partido  podría  sacarse  de  la  música  en  la  edu- 
cación infantil,  si  se  hiciesen  repetir  en  sencillos  cantos  los  preceptos  que 
el  hombre  no  debe  jamás  olvidar! 

En  fin,  no  insistiré  más,  y  solamente  diré  que  desde  los  tiempos  en 
que  Platón  decía:  la  música  es  el  arte  que  regulando  la  voz  llega  al  alma 
y  la  inspira  el  gusto  por  la  virtud;  hasta  los  tiempos  modernos,  en  que 
perfeccionado  el  canto  se  ha  llegado  hasta  dominar  al  hombre  salvaje,  al 
asesino,  al  ladrón,  siempre  la  música  ha  sido,  es  y  será  moralizadora. 

La  música  que  obra  preferentemente  sobre  la  médula,  comprende, 
como  se  sabe,  dos  géneros:  el  que  obra  sobre  los  nervios  locomotores, 
música  rítmica  que  se  subdivide  en  otros  dos:  guerrero  y  danzante,  y  la 
que  obra  sobre  los  nervios  de  sensibilidad.  Me  ocuparé  aquí  solamente 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  71 

del  primero,  pues  respecto  al  segundo  no  tengo  nada  que  añadir  á  lo 
dicho  en  la  sección  fisiológica. 

La  música  guerrera  anima  al  combatiente.  Al  son  de  la  trompa  guer- 
rera, los  antiguos  soldados  atacajban  y  asaltaban  las  ciudades.  Dice  Tá- 
cito: los  germanos  tenian  un  Hércules  y  á  ese  dedicaban  un  canto  al  en- 
caminarse hacia  el  combate,  y  entonaban  estrofas  que  llamaban  bardüh 
al  disponerse  para  la  lucha.  Osian,  al  explicar  el  grande  uso  que  los  ca- 
ledonios  hacian  de  la  música,  cita  un  pasaje  en  que  dice:  Carril  aplica 
á  sus  labios  la  trompa  guerrera,  entona  el  himno  bélico  é  infiltra  su  alma 
en  el  alma  de  los  héroes. 

Hoy  que  las  bandas  militares  han  llegado  al  apogeo  de  su  perfección, 
ejecutan  composiciones  que  ejercen  tal  poder  en  nuestros  guerreros,  que 
hacen  olvidar  bajo  la  influencia  de  sus  embriagadores  sones,  confundidos 
con  el  estampido  del  cañón,  que  luchan  con  hermanos,  que  van  á  una 
muerte  segura,  llegando  á  renacer  el  valor  en  el  más  cobarde  y  en  el  más 
inepto  para  el  servicio  de  las  armas. 

£1  género  danzante  si  no  tiene  ninguna  aplicación  higiénica,  pues 
aunque  se  diga  que  activando  alguna  de  las  funciones  de  nuestra  econo- 
mía como  la  circulación,  respiración,  secreciones,  y  regularizando  en 
parte  la  menstruación,  se  puede  utilizar  con  algún  éxito  en  ciertas  afec- 
ciones, que  como  las  escrófulas,  infartos  abdominales,  neuropatías  y  clo- 
rosis, reclamen  tales  cambios,  hemos  de  contar  que  en  primer  término 
dichos  resultados  se  pueden  obtener  con  otros  medios,  en  segundo,  que 
el  baile  se  verifica  generalmente  en  sitios  reducidos  é  incapaces  para  él 
gran  número  de  personas  que  asisten  á  ellos,  y  en  tercero,  que  el  contac- 
to entre  los  dos  sexos  se  verifica  de  un  modo  demasiado  intimo  y  acom- 
pañado de  palabras  apasionadas,  triviales  y  grotescas. 

En  cuanto  á  la  música  teatral,  la  ópera  es  sin  duda  la  que  cautiva 
más  al  hombre  contribuyendo  también  hasta  cierto  punto  á  moralizarle, 
pues  aunque  todas  tienen  su  argumento,  más  ó  menos  inverosímil  y  á 
gusto  de  la  imaginación  fantástica  del  compositor,  pareciendo  que  los 
genios  buscan  sus  inspiraciones  en  temas  lo  más  inextricables  y  lo  más 
distantes  de  la  verdad,  sin  embargo,  lo  que  más  deleita  aquí  principal- 
mente es  la  música,  siendo  secundario  lo  que  pasa  en  la  escena,  y  ojalá 
llegue  pronto  el  dia  que  reine  ella  sola,  desapareciendo  tantas  y  tantas 
composiciones  triviales  que,  como  la  zarzuela,  opereta,  etc.,  causan  per- 
juicio á  la  sociedad. 

(ContinuaráJ 


anatomía  de  los  centros  nerviosos,  ^*> 

POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


Aún  cuando  fuese  posible  una  sistematización  completa  de  los  cen- 
tros nerviosos,  sin  error  ni  laguna  de  ningún  género,  esta  parte  de  la 

(1)    GontinuacioD.  ->  Véase  el  número  26. 


\ 


rM  anatomía  dk  los  centros  nerviosos. 

Anatomía  no  habría  alcanzado  la  meta  de  su  perfección.  Mucho  más 
ventajosa  que  la  Anatomía  descriptiva  empíríca,  más  útil  que  ella  al 
fisiólogo  y  al  patólogo  por  ofrecerles  algo  sohre  que  estudiar,  no  habla 
aún  con  la  elocuencia  que  en  sus  demás  ramas  acostumbra.  No  es  más 
que  un  mapa,  en  el  cual,  con  líneas  de  carácter  y  color  iguales,  se  mar- 
can así  las  cordilleras  como  los  ríos,  los  canales  como  los  caminos  de 
hierro,  etc.,  etc.:  al  viajero  le  toca  indagar  para  qué  sirven  aquellas  in- 
dicaciones. 

Al  fisiólogo  le  corresponde  estudiar  el  destino  de  cada  hacecillo  de 
fibras  y  de  cada  grupo  de  células  que  el  anatómico  le  presenta,  y  esto 
hecho,  será  posible  la  síntesis  ana  tomo-fisiológica  de  los  centros  nervio- 
sos, y  en  vez  de  describir  una  sustancia  gris  de  los  núcleos  centrales,  de 
la  cubierta  cortical,  de  los  cuernos  anteriores,  etc.,  y  fibras  de  los  cor- 
dones anteriores,  de  los  pedúnculos  cerebelosos  medios,  de  la  cápsula 
interna,  del  cuerpo  calloso,  etc.;  en  vez  de  estudiar  aisladamente  las  re- 
laciones y  anastomosis  que  entre  ambas  existen;  en  vez  de  reunir  todos 
estos  elementos  en  grupos,  según  la  posición,  dirección  y  trayecto  de 
los  mismos,  los  sintetizará  el  anatómico  según  sus  funciones,  y  descri- 
birá en  el  sistema  nervioso  un  aparato  motor,  otro  sensitivo,  otro  vege- 
tativo, otro  intelectual,  etc.;  en  seguida  se  hará  cargo  de  las  relaciones 
que  tengan  uno  con  otro,  como  lo  hace  en  el  abdomen  con  los  aparatos 
digestivo  y  urinario,  y  entonces  le  han  de  resultar  muy  sucundarios  la 
forma  de  los  centros  nerviosos  y  muchos  detalles  que  hoy  son  la  base  de 
toda  descripción  clásica. 

Algunas  palabras,  ya  familiares  en  el  lenguaje  anatómico,  indican 
que  el  fisiólogo  no  se  da  tregua  ni  descanso  en  el  cumplimiento  de  su 
misión:  los  nombres  de  cuernos  anteriores  ó  motores  y  posteriores  ó  sen- 
^iioosy  no  hipotéticos  ya,  sino  comprobados  y  perfectamente  sinónimos, 
son  el  primer  paso  firme  que  la  Anatomía  de  los  centros  nerviosos  da 
hacia  el  periodo  anatomo-físiológi^o. 

No  representan  el  carácter  de  este  período  ni  la  Frenología  de  Gall, 
al  encontrar  un  sitio  para  cada  función  y  presentar  sus  cuadros  topográ- 
ficos de  localizacion,  ni  las  creencias  de  Comte,  quien  consideraba  des- 
tinada la  parte  anterior  de  los  hemisferios  á  los  fenómenos  intelectuales 
y  la  posterior  á  las  funciones  afectivas.  Estas  hipótesis  no  son  más  que 
estuerzos  abortados  y  estrellados  por  falta  de  fundamentos. 

Malamente  podía  tener  ribetes  de  razonada  ninguna  descripción 
anatomo- fisiológica,  sin  tener  órganos  que  describir.  Actualmente,  por 
lo  menos,  existen  elementos  sobre  los  cuales  se  puede  hacer  recaer  el 
desempeño  de  una  función:  recuérdese  el  conocimiento,  así  anatómico 
como  fisiológico,  que  hoy  se  tiene  de  la  médula,  y  se  tendrá  una  idea 
aproximada  de  lo  que  debe  ser  en  el  porvenir  la  descripción  anatomo- 
fisiológica  de  los  centros  nerviosos. 

Digo  en  el  porvenir,  porque  en  nuestros  dias,  al  abandonar  la  médula 
para  llegar  á  las  partes  superiores  del  eje  encéfalo-medular,  nos  encon- 
tramos como  el  ciego  que  guiado  por  su  lazarillo  recorre  distintas  calles, 
sin  ver  lo  que  en  ellas  pasa  y  acontece:  el  ruido  confuso  podrá  hacerle 
presumir  algunos  sucesos,  hasta  adivinar  con  seguridad  ciertos  aconte- 
cimientos; pero  si  su  lazarillo  es  mudo,  casi  siempre  quedará  en  la  duda. 


ANATOMÍA  DK  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  73 

6  si  es  travieso  y  quiere  divertirse  con  el,  le  llevará  completamente  en- 
gañado. 

£1  debate  sobre  las  localizaciones  cerebrales,  teniendo  por  defensores 
á  Charcot,  Fritchs,  Hitzig,  Ferrier,  etc.,  y  por  impugnadores  acérrimos  á 
Brown-Sequard,  Lussana,  Lemoigne,  etc.,  dista  mucho  de  estar  definiti- 
vamente resuelto,  y  sin  saber  á  punto  fijo  qué  papel  desempeña  la  cu- 
bierta cortical,  es  imposible  la  agrupación  anatomo-fisiológica.  Los  tála- 
mos ópticos,  los  cuerpos  estriados,  las  distintas  regiones  del  pedúnculo 
cerebral,  los  tubérculos  cuadrigéminos,  el  cerebelo  y  muchos  hacecillos 
de  fibras  y  agrupaciones  de  sustancia  gris  del  bulbo  y  de  la  protuberan- 
cia, son  objeto  de  discusión  y  de  numerosas  hipótesis  acerca  del  papel 
que  desempeñan. 

Lo  peor  es  que  no  se  vislumbran  los  horizontes  de  este  laberinto, 
pues  en  otros  casos,  ni  siquiera  el  consuelo  de  la  hipótesis  nos  queda: 
por  un  lado,  funciones  que  ni  remotamente  conocemos;  los  órganos  á 
que  atribuirlas*  y  por  otro,  órganos  sin  alcanzar  ni  por  asomo  cual  sea  su 
destino  fisiológico.  Sirva  de  ejemplo  de  lo  primero,  la  demostración  de 
Budgeb  el  hacer  evidente  que  la  protuberancia  ejerce  una  influencia  ma- 
nifiesta sobre  las  funciones  vaso-motoras,  sin  que  se  conozca  anatómica- 
mente, en  dicha  región,  ni  centro  ni  fíbra  á  ellas  destinadas;  y  demues- 
tre lo  segundo,  la  descripción  dada  por  Meynert  de  la  sustancia  gris  del 
asta  de  Ammon,  en  donde  existen  tan  solo  grandes  células  piramidales 
ó  motoras  y  sus  funciones  son  absolutamente  desconocidas. 

Afortunadamente  no  son  todo  tinieblas,  y  algunos  estudios  modernos 
hacen  esperar  que,  aunque  de  una  manera  trabajosa,  podrá  llegarse  al 
fin  á  una  descripción  anatomo-fisiológica.  Es  un  hecho  evidente  que  toda 
fíbra  nerviosa  establece  una  comunicación  entre  dos  células;  cada  dia  se 
demuestra  mejor  que  la  fibra  representa  el  papel  de  conductor,  y  la  cé- 
lula el  de  agente  impulsor  óreceptor;  cuando  sepamos  los  grupos  de 
células  que  intervienen  en  una  función  y  las  fibras  que  sirven  para  re- 
lacionarlos, tendremos  ya  un  aparato,  aunque  quizás  desconozcamos  por 
completo  su  mecanismo  intimo. 

Y  bajo  este  punto  de  vista,  sabemos  mucho  más  del  camino  que  re- 
corren las  impresiones,  que  del  punto  de  donde  vienen,  y  por  esto  es 
posible,  para  poner  un  ejemplo,  hacer  como  Charcot  é  imaginar  un  apa- 
rato motor  á  guisa  de  esquema  hipotético  provisional.  Charcot  parte  del 
principio,  demostrado  ya,  de  que  por  el  hacecillo  piramidal  corren  las 
impresiones  motoras  que  del  cerebro  van  á  la  periferia  después  de  este 
hecho  cierto,  admite,  cosa  bastante  demostrada  pero  que  necesita  nuevas 
comprobaciones,  que  el  hacecillo  piramidal  se  continúa  sin  interrupción 
y  sin  contraer  relación  ninguna  con  los  ganglios  centrales,  desde  el  pié 
del  pedúnculo,  al  través  de  la  cápsula  interna  y  del  centro  oval,  hasta  la 
región  de  las  circunvoluciones  parietal  y  frontal  ascendentes;  en  este 
último  sitio  admite  la  localizacion  de  los  centros  motores,  cuyas  gruesas 
células  piramidales  estarían  en  comunicación  directa  con  las  fibras  del 
hacecillo  de  igual  nombre:  estas  fibras,  siempre  de  una  manera  continua, 
van  desde  el  pié  del  pedúnculo  al  través  de  la  protuberancia,  se  entre- 
cruzan incompletamente  en  el  bulbo,  van  á  los  cordones  laterales  de  la 
médula,  y  según  Charcot,  en  las  células  de  los  cuernos  anteriores  de  este 


74  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

Órgano  se  terminan,  una  á  una  y  á  distintas  alturas,  las  fibras  que 
partieran  de  las  células  corticales;  detalle  anatómico  este  último  que 
dista  mucho  de  estar  demostrado.  De  las  células  de  los  cuernos  anterio- 
res partirían  en  este  caso  las  fibras  de  las  raices  anteriores  y  el  aparato 
motor  quedarla  asi  constituido. 

Tentativas  de  este  género  se  han  hecho  muchas,  pero  tan  solo  he  ci- 
tado la  anterior  por  ser  la  que  se  funda  en  datos  más  positivos.  Y  sin 
embargo,  necesita  para  sostenerse  de  suposiciones  y  de  teorías  que  otro 
dia  podrán  ser  desmentidas.  Por  eso  Charcot  no  pretende  estar  seguro 
de  haber  llegado  á  la  expresión  de  la  verdad,  y  únicamente  manifiesta 
sus  ideas  como  una  concepción  racional  y  que  no  se  opone  á  ninguno  de 
los  hechos  hoy  demostrados.  Con  este  carácter  de  provisionales,  se  con- 
vierten las  teorías  en  verdaderos  métodos  de  estudio,  sucediendo  que  se 
van  modificando  á  medida  que  la  ciencia  adelanta,  ó  desaparecen  por 
completo  al  compás  de  nuevos  descubrimientos.  Por  este  motivo  es  úti- 
lísima y  muy  plausible  toda  tentativa  de  este  género;  pero  quien  se  en- 
cariñe con  ella  y  la  dé  por  cierta  antes  de  ser  plenamente  sancionada, 
corre  el  peligro  del  inexperto  niño  que  á  orillas  del  mar  está  haciendo 
un  dibujo  sobre  la  arena:  mientras  se  deleita  en  contemplar  su  obra,  una 
ola  inesperada  borra  todas  sus  hechuras  dejándole  consternado. 

« 

Seria  ilusorio  creer  que  la  Anatomía  de  los  centros  nerviosos  habia 
de  llegar  á  su  perfeccionamiento,  confiando  tan  solo  sus  adelantos  á  los 
medios  de  que  hasta  hoy  ha  dispuesto  el  anatómico.  Los  métodos  de  es- 
tudio de  la  Anatomía  clásica  son  impotentes  para  desenredar  la  enmara- 
ñada madeja  de  los  centros  nerviosos.  Aún  con  los  recursos  que  ofrecen 
los  adelantos  de  la  Histología  y  de  la  Histoquimía,  los  procedimientos  de 
endurecimiento  de  la  sustancia  nerviosa,  los  cortes  sucesivos  practica- 
dos en  la  pulpa  cerebral  y  los  detalles  que  revelan  las  planchas  fotográ- 
ficas, no  se  resuelven  numerosas  cuestiones  de  suma  importancia. 

De  aquí  que  el  anatómico  haya  recurrido  á  ciencias  auxiliares,  y  sean 
para  él  finísimos  escalpelos  el  estudio  del  desarrollo  de  los  centros  ner- 
viosos, la  Anatomía  comparada  de  los  mismos,  la  Fisiología  experimental 
y  la  Anatomía  y  Fisiología  patológicas.  Por  esto  se  encuentran  dispersos 
preciosos  datos  sobre  esta  parte  de  la  Anatomía,  en  obras  de  índole  muy 
distinta,  como,  por  ejemplo,  las  publicaciones  de  Charcot  sobre  la  Pato- 
logía de  los  centros  nerviosos,  y  la  obra  de  Lussana  y  Lemoigne  sobre  la 
Fisiología  de  los  mismos. 

El  estudio  del  desenvolvimiento  de  los  centros  nerviosos,  demos- 
trando el  origen  de  algunas  partes  y  la  independencia  en  el  desarrollo 
de  otras,  aclara  y  fija  muchos  puntos  que  el  anatómico  no  hacia  más  que 
sospechar.  Así,  para  el  cuerpo  calloso,  estaríamos  en  la  duda  aún  de  si 
es  comisura  inter-hemisférica  ó  inter-peduncular,  si  el  defectuoso  estu- 
dio y  mala  apreciación  de  T iedemann  no  hubiesen  sido  contrarrestados 
por  las  investigaciones  de  Rolando,  ya  en  1829,  seguidas  por  otras  nu- 
merosísimas, y  en  particular,  en  nuestros  dias,  por  Lussana  y  Lemoigne, 
Meynert  y  otros,  demostrando,  que  hacia  el  tercer  mes  de  la  vida  em* 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  75 

brionaria  salen  de  la  cubierta  de  los  hemisferios  dos  órdenes  de  fibras: 
unas  que  van  á  los  núcleos  centrales,  y  otras  que  se  dirigen  á  unirse  con 
sus  análogas  del  hemisferio  opuesto  para  constituir  el  cuerpo  calloso, 
quedando  asi  fuera  de  duda  que  son  independientes  de  los  pedúnculos. 

Cada  dia  va  siendo  más  fecundo  en  resultados  para  la  buena  Anato- 
mía el  conocimiento  exacto  del  desarrollo  del  eje  encéfalo-medular. 
Bastaría  señalar  los  estudios  de  Kolliker,  de  Bidder  y  Kupfer,  para  con- 
vencerse de  ello,  y  recordar  con  cuánta  claridad  demuestran  ciertos  de- 
talles de  extructura-medular  los  estudios  contemporáneos  de  Charcot  y 
Pierret  y  de  Flechsig.  Para  citar  un  solo  y  decisivo  ejemplo,  diré  que  en 
el  cordón  posterior  de  la  médula  se  desarrollan  independientemente  su 
parte  externa  ó  hacecillo  de  Bnrdach  y  su  parte  interna  ó  hacecillo  de 
Goll;  detalle  este,  como  otros  muchos,  que  la  disección  por  si  sola  no  es 
capaz  de  revelar. 

Sin  embargo,  no  se  le  pida  á  esta  ciencia  auxiliar  más  de  lo  que  puede 
producir:  suministra  excelentes  datos  comprobantes  y  hace  presumir 
hechos  desconocidos,  pero  no  resuelve  por  si  sola  numerosos  problemas 
que  hoy  están  en  litigio. 

Para  comprender  la  importancia  de  la  Anatomía  comparada,  como 
fuente  de  conocimientos  de  la  Anatomía  de  los  centros  nerviosos, 
basta  tener  en  cuenta,  que  desde  los  animales  más  inferiores  hasta  los 
más  superiores,  se  presentan  en  la  escala  zoológica  todos  los  grados  ima- 
ginables de  perfeccionamiento,  remedando,  con  más  ó  menos  exactitud, 
las  fases  porque  pasa  el  desenvolvimiento  del  eje  encéfalo- medular  en  el 
hombre. 

Sirva  de  ejemplo  la  metódica  descripción  que  hoy  se  hace  de  las  cir- 
cunvoluciones. Gracias  á  los  estudios  de  Anatomía  comparada  hechos 
por  Gratiolet,  Leuret,  Foville,  Broca,  Gromier,  Huguenin,  etc.,  la  super- 
ficie de  los  hemisferios  no  es  ya  un  campo  revuelto,  en  el  cual  no  es  po- 
sible establecer  orden  de  ningún  género,  sino  que  puede  describirse  cada 
una  de  sus  partes  y  enumerar  y  dar  nombre  á  las  distintas  circunvolu- 
ciones, las  que,  si  bien  á  primera  vista  ofrecen  una  disposición  capri- 
chosa y  variable,  teniendo  en  cuenta  la  Anatomía  comparada,  se  ve  que 
obedecen  á  una  Jey  fija,  y  que,  aún  en  su  mayor  desorden  aparente, 
guardan  cada  una  de  ellas  una  posición  constante.  Es  inútil  me  esfuerzo 
en  demostrar  la  importancia  que  esto  tiene  en  la  Anatomía,  Fisiología  y 
Patología  de  los  centros  nerviosos. 

Pero  ha  hecho  más  la  Anatomía  comparada.  No  sólo  ha  servido  para 
hacer  comprender  cuestiones  oscuras,  como  en  el  ejemplo  antes  citado, 
sino  que  en  ocasiones  ha  hecho  cambiar,  con  notable  ventaja,  el  concepto 
que  se  tenia  de  partes  ya  conocidas.  Recordaré  en  comprobación  el  modo 
cómo  se  describe  hoy  el  bulbo  y  nervio  olfatorio^  considerándose  á  este 
último,  no  como  á  un  nervio,  sino  como  un  componente  del  cerebro,  que 
recibe  el  nombre  de  lóbulo  olfatorio,  y  las  fibras  blancas  que  contiene,  el 
de  traclus  olfatorio. 

Y  así  por  este  jaez,  muchos  son  los  recursos  que  puede  prestar  esta 
ciencia  auxiliar  para  hacer  adelantar  la  Anatomía  razonada  de  los  cen- 
tros nerviosos.  {Continuará.) 


76  ÁCIDO  SALICÍUCO  Y  SUS  SALES. 

CONTRffiüCION  AL  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SALICILICO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo,  (1) 

POR  D.  M,  E.  Moré  y  Bargit, 

Médico  de  la  Ca8a  de  Lactancia  y  Casa^unade  Barcelona, 


^  El  ácido  salicilico  es  absorvido  con  tal  rapidez  que  al  cabo  de  poco 
tiempo  se  elimina  por  los  ríñones  en  un  63  por  100,  de  modo  que,  pasa- 
dos 15  minutos  de  su  ingestión  puede  notarse  ya  su  presencia  en  la  orina 
por  medio  de  los  reactivos  expuestos  anteriormente,  entre  los  cuales  he- 
mos dicho  se  contaban  en  primer  lugar  los  preparados  solubles  de  hierro 
ó  sea  una  solución  al  Vio  de  percloruro  de  dicho  metal. — El  precipi- 
tado que  se  forma  es  tanto  más  abundante,  cuanta  mayor  es  la  dosis  de 
ácido  que  se  ha  ingerido;  pero,  según  Douglas,  no  se  presenta  el  color 
violáceo,  hasta  que  se  han  precipitado  todos  los  fosfatos  de  la  orina.  Aun- 
que su  presencia  en  este  líquido  se  note  á  los  15  minutos  de  haber  to- 
mado el  ácido,  no  significa  esto  que  su  eliminación  total  sea  tan  rápida 
que  á  las  pocas  horas  ó  al  día  siguiente  no  se  encuentre  nada  absoluta- 
mente, pues  en  muchos  casos  puede  notarse  su  presencia  hasta  quince 
días  después  de  haber  cesado  su  administración.  Esto  indica  palpable- 
mente que  el  ácido  salicilico  se  acumula  en  la  economía  y  que  si  su  ad- 
ministración está  indicada  por  mucho  tiempo  seguido,  es  sumamente 
necesario  descansar  algunos  días  para  luego  volver  á  tomarlo.  De  modo 
que  siendo  tan  sencillo  el  procedimiento  para  descubrirlo  en  la  orina, 
no  estará  nunca  de  más  analizarla,  cuando  menos  cada  dos  días,  para 
observar  su  disminución  ó  su  desaparición  completa  para  volver  á  repe- 
tir su  administración,  caso  que  se  halle  indicada. 

£1  ácido  salicilico  se  encuentra  en  la  orina  bajo  dos  formas  total- 
mente distintas:  la  una  bajo  la  forma  de  ácido  tal  como  se  ingiere;  otra 
cantidad  se  combina  con  la  urea  formando  el  salicilato  de  urea. 

Durante  su  administración,  la  cantidad  de  orina  puede  aumentar  ó 
disminuir  según  sea  el  estado  inflamatorio  de  los  ríñones,  habiéndose 
notado  lo  siguiente  sobre  el  particular:  1.°,  cuando  el  riñon  se  encuen- 
tra en  estado  normal,  la  diuresis  aumenta  considerablemente,  del  mismo 
modo  que  la  provocan  todos  los  demás  diuréticos;  2.°,  cuando  el  riñon 
se  encuentra  en  estado  patológico,  la  diuresis  no  solo  no  aumenta  sino 
que  disminuye,  pues  la  acción  ejercida  por  el  ácido  salicilico  sobre  el  ri- 
ñon patológico  es  más  bien  nociva  que  beneficiosa.  También  se  ha  dicho 
que  la  cantidad  de  orina  disminuye  cuando  el  enfermo  sufre  una  enfer- 
medad general  grave;  sobre  esto  recuerdo  que  durante  las  últimas  fie- 
bres tifoideas  que  se  presentaron  en  Barcelona  en  el  invierno  de  1879-80, 
tuve  ocasión  de  administrar  el  salicilato  de  sosa  á  algunos  de  estos 
enfermos,  y  noté  que,  á  pesar  de  la  gravedad  del  mal,  aumentó  bastante 
la  cantidad  de  orina  espelida.  A  pesar  de  esto,  se  ha  dicho  muchas  veces 


(1)    Continuación. — Véase  el  número  26. 


ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES.  77 

que,  administrando  dichos  cuerpos  á  enfermos  tifódicos,  disminuia  bas- 
tante la  cantidad  de  orina  segregada  por  los  ríñones,  lo  cual  no  concuer- 
da con  las  observaciones  que  tengo  recogidas  sobre  el  particular,— Estas 
diferencias  observadas  por  distintos  prácticos  que  han  escrito  de  este 
asunto,  serán  tal  vez  debidas  á  ciertas  condiciones  propias  del  indi- 
viduo ó  de  la  enfermedad,  condiciones  qne  hoy  por  hoy  no  parece  que  se 
hayan  descubierto  todavía. 

Ya  hemos  dicho  antes,  que  una  de  las  acciones  del  ácido  salicílico  y 
sus  compuestos  consiste  en  evitar  la  fermentación  y  putrefacción  de  los 
cuerpos  que  lo  contienen;  y  tanto  es  así,  que  la  orina  que  contenga  di- 
cho ácido  deja  de  fermentar  durante  muchos  días,  manteniéndose  siem- 
pre acida. 

Sobre  la  circulación  es  donde,  el  ácido  salicílico  y  sus  compuestos, 
ejercen  una  podero3a  influencia,  puesto  que  desde  el  principio  de  su  des- 
cubrimiento se  observó  ya  su  acción  antipirética.  Sobre  esto  podemos 
asegurar  que  es  uno  de  los  mejores  antitípicos  que  se  conocen  puesto 
que  su  acción  es  muy  notable  ya,  en  estado  completamente  fisiológico. 
Sin  embargo,  en  estos  casos,  cuando  la  dosis  es  pequeña  no  se  observa 
variación  alguna,  mas  si  llega  á  tomarse  tres,  cuatro  ó  más  gramos  al 
dia,  es  bastante  considerable  la  disminución  del  pulso  y  del  calor,  ob- 
servándose un  descenso  notable  de  temperatura,  cuando  se  padece  una 
afección  febril  más  ó  menos  grave.  En  algunas  de  estas  enfermedades 
llega  la  temperatura  á  descender  tres  y  cuatro  grados  en  dos  dias  y  á 
veces  en  uno. 

Respecto  á  la  acción  ejercida  por  el  ácido  salicílico  sobre  los  centros 
nerviosos,  hoy  está  casi  del  todo  demostrado  que  es,  á  corta  diferencia, 
igual  ó  semejante  á  la  que  ejercen  los  preparados  de  quina  sobre  di- 
chos centros;  esto  es,  obtusión  de  las  facultades  intelectuales,  sordera, 
zumbido  de  oidos  y  todos  los  demás  fenómenos  que  indican  la  existencia 
de  una  congestión  cefálica  más  ó  menos  intensa  según  sea  la  cantidad  de 
ácido  ingerido,  el  número  de  dias  seguidos  que  se  ha  tomado,  el  tempe- 
ramento, la  constitución,  fuerzas,  etc.,  del  individuo.  Además,  cuando 
se  prolonga  por  mucho  tiempo  seguido  su  administración  á  dosis  alta, 
sobreviene  una  considerable  postración  de  fuerzas,  entorpecimiento  en 
los  movimientos  de  la  lengua,  dificultad  en  el  uso  déla  palabra,  y  por  fin 
un  gran  decaimiento  de  fuerzas  físicas  é  intelectuales.  Estos  fenómenos 
he  tenido  ocasión  de  observarlos  marcadamente  en  tres  individuos,  uno 
de  los  cuales  quedó  poco  menos  que  afásico,  y  al  sacar  la  lengua  fuera 
de  la  boca  se  ladeaba  un  poco  hacia  el  lado  derecho.  Todos  estos  fenó- 
menos, que  no  son  muy  raros  de  observar,  demuestran  claramente  la 
notable  acción  que  sobre  el  cerebro  ejerce  el  ácido  salicílico. 

Dosis  á  qne  paede  administrarse  el  ácido  salicílico.— Hecha  ya  esta  li- 
gera reseña  sobre  la  acción  fisiológica  del  ácido  salicílico  y  antes  de  pa» 
sar  á  ocuparnos  de  sus  compuestos,  es  preciso  que  digamos  algo  de  las 
dosis  á  que  puede  administrarse  dicho  cuerpo,  para  lo  cual  nos  hare- 
mos primero  las  dos  siguientes  preguntas,  que  no  carecen  de  importan- 
cia y  que  serán  la  base  de  lo  que  diremos  después. 

1-* — ^¿Qué  cantidad  de  ácido  salicílico  puede  tomar  un  individuo^  ya 


78  ÁCIDO  SALIGÍLIGO  Y  SUS  SALES. 

en  estado  normal,  ya  en  estado  patológico,  sin- que  aparezcan  los  fenó* 
menos  anormales  propios  de  su  ingestión? 

2/— ¿Cuánto  tiempo  puede  durar  su  administración? 

Por  lo  que  respecta  al  mismo  ácido  salicílico,  creo  que  estas  dos  pre- 
guntas no  pueden  todavía  obtener  una  contestación  satisfactoria,  pues, 
según  veremos,  es  problema  de  no  muy  fácil  resolución.  Esto  dependerá 
probablemente,  según  hemos  dicho  en  otros  puntos  al  tratar  de  alguna 
acción  particular,  que  de  deben  atenderse  en  mucho  las  condiciones  pro- 
pias del  individuo  y  las  que  le  rodean,  no  menos  que  la  pureza  del  cuerpo. 

En  primer  lugar,  como  he  leido  en  algunas  publicaciones  periódicas, 
se  han  podido  observar  algunos  individuos,  aunque  raros,  que  han  to- 
mado diez  y  más  gramos  de  ácido  salicílico  puro,  sin  incidente  alguno 
particular.  Pero  estos  casos  son,  por  cierto,  excepcionales,  pues  este 
cuerpo  puede  fácilmente,  por  su  poder  tóxico  altamente  irritante,  pro- 
ducir la  muerte,  cuando  se  toma  á  la  dosis  de  diez  gramos  al  dia  ó  de 
una  sola  vez;  en  este  caso  se  desarrolla  una  gastritis  tóxica,  con  lodos 
los  síntomas  que  la  caracterizan  y  que  acaban  en  poco  tiempo  con  la 
existencia  del  paciente.  Sobre  esto  he  tenido  ocasión  de  leer  algunas  Re- 
vistas donde  se  dan  cuenta  de  casos  desgraciados  de  este  género.  Uno  de 
ellos,  tomado  del  Journal  de  Pharmacie  et  de  Chimie  relata  uno  del  si- 
guiente modo:  e;Un  hombre  de  47  años  de  edad,  en  buenas  condiciones, 
atacado  de  dolores  reumáticos,  tomó  el  27  do  Junio  de  1878,  7  gramos  de 
ácido  salicílico  en  iO  papeles.  El  efecto,  dice  M.  Empis,  fué  maravilloso. 
El  28,  transpiración  abundante  y  gran  debilidad.  El  enfermo  tomó  5  gra- 
mos de  ácido  salicílico  y  el  29  se  sintió  bien,  pero  á  las  4  de  la  mañana 
fué  atacado  de  un  violento  dolor  en  la  región  del  estómago  y  murió.> 

.  Por  mi  parte,  he  tenido  ocasión  de  observar  un  caso  análogo,  del  cual 
ya  hice  mención  en  la  Reoista  de  Cieticias  Médicas  del  mes  de  Mayo 
de  1879;  caso  que,  providencialmente,  no  acabó  con  la  vida  de  la  enfer- 
ma aunque  los  fenómenos  de  verdadera  intoxicación  adquirieron  un 
alto  grado  de  intensidad.  Esta  señora  sufría  violentos  ataques  de  reu- 
matismo cuando  en  Noviembre  de  1878  determinó  ser  visitada  por  un 
médico;  éste,  para  combatir  el  reumatismo,  de  forma  lumbar,  le  pres- 
cribió 12  gramos  de  ácido  salicílico  divididos  en  60  pildoras.  La  enferma 
ó  no  entendería  bien  cuantas  debía  tomar  al  dia,  ó  animada  de  la  sana 
intención  de  curar  lo  antes  posible,  no  reparó  en  pequeneces  y  se  to- 
maba cinco  cada  dos  horas,  de  cuya  manera  hubiera  concluido  con  las 
60  pildoras  (12  gramos)  en  las  24  horas.  Sea  de  esto  lo  que  fuere,  aun  no 
las  había  concluido  cuando  S0  sintió  presa  de  violentos  dolores  en  el  es- 
tómago, vómitos  sumamente  penosos,  enrojecimiento  de  la  cara  y  frial- 
dad en  las  extremidades  inferiores,  sudor  frió  y  copioso,  cefalalgia  y 
pulso  sumamente  concentrado.  De  repente,  y  sin  otras  explicaciones  que 
el  cuadro  que  presenciaba  en  aquellos  angustiosos  momentos,  me  creí 
en  presencia  de  un  catarro  gástrico  de  forma  intensa,  mas  cuando  su  fa- 
milia me  explicó  lo  sucedido,  que  no  es  otra  cosa  que  lo  anteriormente 
expuesto,  y  vi  lo  que  había  tomado,  ya  no  me  quedó  ninguna  duda  de 
que  se  trataba  de  una  gastritis  tóxica  producida  por  el  ácido  salicí- 
lico. 

De  casos  semejantes  ó  iguales  á  los  anteriores  podría  anotar  algunos 


ÁCIDO  SALICÍLIGO  Y  SUS  SALES.  79 

más,  pero  para  que  los  lectores  se  den  cuenta  y  tengan  siquiera  una  idea 
de  los  efectos  que,  en  general,  produce  el  ácido  salicílico,  creo  habrá  su- 
ficiente con  ellos  para  demostrar,  que  dicho  cuerpono  debe  llevarse  nun- 
ca á  cantidad  tan  crecida  como  la  de  10  gramos  al  dia,  aunque  algunos 
individuos  la  soporten  sin  dificultad. 

Sin  embargo,  el  ácido  salicílico,  lo  mismo  que  muchas  otras  sustan- 
cias, es  de  acción  muy  variable,  según  se  deduce  de  los  distintos  casos 
publicados,  en  los  diferentes  individuos  y  aun  en  uno  mismo.  Weber  cita 
un  enfermo  atacado  de  erisipela  en  quien  existia  cierta  susceptibilidad 
para  con  dicho  cuerpo;  el  primer  dia  dio,  á  este  enfermo,  2  gramos  de 
ácido  salicílico  qua  soportó  sin  dificultad  ni  fenómeno  alguno;  pero  al  dia 
siguiente,  las  personas  que  estaban  á  su  cuidado,  presas  de  cierta  impa- 
ciencia, le  dieron  4  gramos  y  el  enfermo  fué  preso  de  colapso  y  diarrea; 
las  manos  y  los  pies  se  ieron  violácpuseos  y  la  temperatura  disminuyó 
hasta  los  36^  8.  Se  le  administró  café,  coñac,  etc.,  y  desaparecieron  to- 
dos estos  síntomas. 

En  cambio,  Stricker  da  cuenta  de  un  enfermo  á  quien  le  administró 
22  gramos  sin  que  le  produjese  ninguna  alteración  gástrica. 

Douglas  dice  que  en  el  servicio  de  M.  Lépine  vio  á  cun  reumático  que 
había  tomado  8  gramos  de  ácido  salicílico  en  dos  veces  con  4  horas  de 
intervalo  cada  una;  la  primera  á  las  3  V2  Y  ^^  segunda  á  las  7  V2*  Enton- 
ces se  durmió,  pero  á  media  noche  se  despertó  con  silbidos  de  oidos, 
pero  tan  violentos,  que  le  parecía  oír  los  silbidos  de  locomotoras  situa- 
das una  en  cada  lado  de  su  cama;  á  la  mañana  siguiente  disminuyó  la 
intensidad  del  ruido,  pero  para  dar  lugar  al  vértigo;  quiso  levantarse  y 
se  vio  obligado  á  volver  de  nuevo  á  la  cama  á  fin  de  no  caerse.  Todo  pa- 
recía que  daba  vuelta  á  su  alrededor  y  al  andar  parecía  que  estaba  ebrio. 
Por  otra  parte  no  sufría,  y  sus  facultades  intelectuales  estaban  intactas, 
aunque  un  poco  deprimidas.  Durante  la  noche  experimentó  violentos  có- 
licos y  había  hecho  seis  deyecciones.  Este  estado  duró  poco,  puesto  que 
durante  este  dia  se  restableció  y  desaparecieron  todos  estos  fenó- 
menos.» 

El  mismo  Douglas  dice,  que  en  el  servicio  de  M.  Desnos,  en  la  Pie- 
dad, un  enfermo  tomó  3  gramos  de  ácido  salicílico,  experimentando  to* 
dos  los  sin  tomas  propios  de  su  ingestión,  y  que  al  cabo  de  algunos  días 
se  le  volvieron  á  dar  2  gramos  y  se  reprodujeron  los  mismos  accidentes. 

Sea  cualquiera  la  dosis  á  que  se  haya  administrado  el  ácido  salicíli- 
co, algunos  autores  han  llegado  á  encontrar  ulceraciones  en  la  membra- 
na mucosa  del  estómago  y  aun  hemorragias  faríngeas,  como  Wolfberg. 
Otros,  porque  no  han  encontrado  dichas  lesiones,  las  niegan,  diciendo 
que  serian  debidas  al  ácido  fénico  que  muchas  veces  acompaña  al  sali- 
cílico. Realmente,  dichas  úlceras  pueden  ser  debidas  á  la  presencia  del 
ácido  fénico,  pero  no  cabe  duda  de  que  también  pueden  ser  debidas  a^ 
ácido  puro,  y  por  los  datos  que  acabamos  de  dar,  puede  colegirse  que 
no  todos  los  individuos  soportan  del  mismo  modo  dicho  cuerpo,  pues 
acabamos  de  ver  que,  desde  la  dosis  de  2  gramos  á  que  lo  toman  unos, 
hasta  la  de  8,  10, 12  y  20,  á  que  lo  usan  otros,  los  efectos  no  pueden  ser 
más  contradictorios  y  distintos,  aun  en  un  mismo  individuo. 

Por  todas  las  razones  aducidas  venimos  en  conocimiento  de  que  el 


80  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

ácido  salicihco  solo  debe  administrarse  con  gran  cautela,  empezando 
siempre  por  administrar  dosis  inferiores,  á  fin  de  observar  sus  efectos, 
y  aumentar  esas  dosis  progresivamente  hasta  llegar  á  la  máxima  (que 
por  lo  visto  no  se  sabe  todavía),  para  que  un  individuo  se  acostumbre 
poco  á  poco  á  su  ingestión  y  no  tenga  que  suspenderlo  repentinamente 
por  haberle  producido  desagradables  accidentes. 

Asi,  pues,  el  ácido  salicílico  puro,  sea  cualquiera  el  uso  interno  á  que 
se  le  destine,  al  principio  cuando  menos,  debe  administrarse  siempre  á 
la  dosis  solo  de  50  centigramos  á  1  gramo,  en  disolución  en  agua  ó  en 
algún  otro  menstruo.  Desde  el  momento  en  que  aumentemos  estas  dosis 
estaremos  expuestos  á  que  se  origine  algún  accidente  más  ó  menos  grave, 
según  sea  el  aumento,  el  enfermo  y  la  enfermedad. 

Guando  la  dosis  llega  á  tres  gramos,  después  de  su  ingestión,  pueden 
notarse  ya  los  síntomas  propios  de  la  congestión  que  hemos  mencio- 
nado y  los  del  aparato  digestivo,  esto  es:  sordera,  pesadez,  sensación  de 
calor  urente  en  el  estómago,  soñolencia,  vómitos,  etc.,  etc.  Cuando  la  do- 
sis pasa  de  los  tres  gramos  y  llega  á  5,  por  ejemplo,  estos  trastornos 
son  ya  de  mayor  consideración  y  prontitud,  llegando  á  producir,  á  veces 
la  alteración  de  las  facultades  intelectuales,  como  la  excitación  mental. 

Si  esta  dosis  aumenta  más  todavía  y  llega  hasta  la  de  7,  8  y  10  gra- 
mos, la  muerte  se  hace  casi  inevitable,  pues  rara  vez  nos  encontrare- 
mos en  presencia  de  un  individuo  cuya  tolerancia  llegue  hasta  el  punto 
de  soportar  impunemente  una  dosis  tan  exorbitante  de  22  gramos,  como 
sucedió  con  el  enfermo  de  Stricker  ya  citado,  sino  que  más  bien  dare- 
mos con  individuos  en  los  cuales  su  acción  será  totalmente  opuesta. 
Cuando  sobreviene  la  muerte  por  acción  tóxica  del  ácido  salicílico  y  se 
logra'  realizar  la  autopsia,  se  encuentra  generalmente  llena  de  úlceras 
toda  la  parte  superior  del  tubo  digestivo,  principalmente  el  estómago, 
lo  cual  demuestra  la  acción  irritante  y  corrosiva  de  dicho  cuerpo.  En 
apoyo  de  esto  se  tienen  numerosos  datos  de  distintos  autores*que  corro- 
boran el  hecho  y  que  concuerdan  exactamente  con  los  experimentos  ve- 
rificados en  varios  animales  repetidas  veces.  Respecto  á  esto,  he  admi- 
nistrado dicho  cuerpo  á  dos  conejos,  un  perro  y  un  gato,  y  después  de 
verificada  la  autopsia  he  visto  que  se  hablan  obtenido  resultados  dis- 
tintos: uno  de  los  conejos  (3  V2  gramos)  presentaba  pocas  ulceraciones  y 
mucha  congestión  de  la  parte  superior  del  tubo  digestivo;  otro  conejo 
(3  V2  gramos  también)  presentaba  una  porción  de  úlceras  y  derrame  san- 
guíneo, pero  de  talla  regular  y  gato  de  gran  tamaño  (6 gramos  cada  uno), 
presentaban  también  muchas  erosiones  y  equimosis. 

Hay  sin  embargo  muchos  autores  que  no  han  visto,  en  muchos  casos, 
tan  pronunciados  los  efectos  del  cuerpo  en  cuestión  en  la  mucosa  gástri- 
ca, limitándose  sus  efectos  irritantes  á  equimosis  diversos  y  á  congestio- 
nes en  la  misma.  Suponiendo  cierta  esta  negativa  y  existiendo  solo  estas 
dos  últimas  alteraciones,  indica  de  todos  modos  que  no  se  producirían, 
sino  precediera  la  acción  irritante  local  de  dicho  ácido. 

Queda,  pues,  sentado  por  la  inmensa  mayoría  de  prácticos,  que  el 
ácido  salicílico  no  debe  administrarse  nunca  más  que  á  la  dosis  de  50 
centigramos  á  1  gramo  diario  dividido  para  tomarlo  en  varias  veces,  re- 
cordando que  todos  los  individuos  que  han  tomado  mayor  cantidad  que 


ESTUDIOS  CLÍNICOS.  81 

la  expuesta,  se  han  visto  en  grave  riesgo  de  padecer  los  accidentes  desa- 
gradables á  que  da  lugar  el  ácido.  Por  otra  parte,  no  debe  olvidarse  nun- 
ca que  la  mejor  manera  de  tomar  este  cuerpo  es  en  disolución  en  el  agua 
por  el  intermedio  de  cualquier  otro  cuerpo,  como  el  alcohol,  el  bicarbo- 
nato sódico,  etc.,  etc.  ¡Continuará) 


ESTUDIOS  CLÍNICOS. 


Consideraciones  sobre  la  fiebre  perniciosa  con  motivo  de  alg^unos  casos 

de  difícil  diagnóstico  (i), 

POR  D.  Arturo  Masoti  Arroyo. 

Observación  2/  —  Fiebre  perniciosa  convulsiva  7its<m/brmc.  —  Ma- 
ría N.,  de  veinte  y  cinco  años  de  edad,  soltera,  de  temperamento  ner- 
vioso y  cloro-anémica,  fué  acometida  inopinadamente  de  unos  escalo- 
fríos intensos  que  la  obligaron  á  meterse  en  cama.  Terminado  el  esta- 
dio de  frío,  que  duro  próximamente  un  par  de  horas,  estalló  un  acceso 
convulsivo  de  forma  clónica,  que  fué  precedido  de  algunos  fenómenos 
espasmódicos  manifestados  particularmente  en  la  glotis  y  en  el  conduc- 
to faringo-gástrico,  produciendo  la  sensación  conocida  con  el  nombre  de 
bolo  histérico.  Los  paroxismos  convulsivos  vinieron  acompañados  de 
una  fiebre  que  elevó  la  columna  termométrica  á  39  grados  y  tres  déci- 
mas, persistiendo  las  convulsiones  por  espacio  de  tres  ó  cuatro  horas 
solamente,  pero  la  pirexia  continuó  á  la  misma  altura  á  pesar  de  cesar 
aquellas. 

Cuando  yo  vi  á  la  enferma,  la  encontré  precisamente  en  este  último 
período  y  ella  me  refirió  los  síntomas  subjetivos  experimentados,  pues 
conservaba  perfecta  reminiscencia  de  lo  ocurrido.  Me  limité  á  prescri- 
birle una  poción  anti-espasmódica  con  dos  gramos  de  hidrato  de  doral, 
para  que  tomase  una  cucharada  cada  hora,  y  un  ligero  laxante,  pues  ha- 
cia tres  dias  que  no  defecaba. 

A  la  mañana  siguiente  volvieron  á  manifestarse  las  horripilaciones  y 
tras  estas  los  paroxismos  convulsivos,  pero  la  fiebre  fué  más  intensa, 
llegando  á  marcar  40  grados  en  la  escala  del  termómetro.  Entonces  sos- 
peché la  naturaleza  del  padecimiento,  y  sin  dilación  alguna  prescribí  el 
antitlpico  á  la  dosis  de  tres  gramos  para  seis  enemas,  que  se  habían  de 
administrar  con  el  intervalo  de  tres  horas  cada  uno.  El  éxito  que  obtuve 
con  dicha  medicación  fué  completamente  favorable,  pues  los  accesos 
convulsivos  y  el  elemento  fiebre  no  volvieron  á  presentarse,  entrando 
la  enferma  en  una  franca  convalecencia.  La  presente  observación  nos 
recuerda  esa  clase  de  histerismo  denominado  espasmódico,  y,  sin  embar- 
go no  podemos  atribuir  su  manifestación  más  que  al  agente  palúdico,  lo 
cual  confirma  en  parte  la  creencia  que  Hasse  tiene  sobre  esta  neurosis, 
considerándola  como  una  perturbación  de  las  funciones  nutritivas  del 


(1)    Gonclasioo.^Véase  el  número  26. 


82  ESTUDIOS  CLÍNICOS. 

sistema  nervioso,  mediante  la  cnal  cambian  las  condiciones  de  dicho 
sistema  tanto  en  la  parte  central  cuanto  en  la  periférica.  Esta  perturba- 
éion,  según  61,  no  siempre  tiene  su  punto  de  partida  en  el  aparato  gené- 
sico, sino  que  puede  presentarse  por  una  excesiva  irritabilidad  nerviosa 
ó  por  parálisis  de  los  sistemas  nervioso  y  muscular. 

El  miasma  palúdico,  circulando  en  la  sangre,  puede  en  efecto  dar  lugar 
á  esa  irritabilidad  nerviosa  y  simular  perfectamente,  mientras  exista  en 
el  organismo,  ataques  histeriformes,  con  todo  su  cortejo  sintomatoló- 
gico,  como  ha  ocurrido  en  el  caso  que  acabo  de  referir. 

Observacíon  S.^^Fiebre  perniciosa  de  forma  pneumónica.  -*-  Recae 
esta  observación  en  una  niña  de  ocho  años  de  edad,  de  temperamento 
linfático,  escrofulosa  y  de  constitución  empobrecida. 

Estando  undia  entretenida  en  los  juegos  propios  de  la  infancia,  fué 
presa  de  un  frió  intenso,  al  cual  subsiguió  una  fiebre  moderada  y  un 
dolor  persistente  en  el  costado  derecho.  No  tuve  ocasión  de  verla  hasta 
el  dia  siguiente,  en  que  fui  llamado,  y  al  observarla  á  simple  vista,  des- 
de luego  se  sospechaba  cual  era  el  órgano  que  padecía.  La  facies  pneu« 
mónica  tiene  un  valor  incontestable  para  el  diagnóstico,  y  al  ver  aque- 
llas rosetas  encarnadas  sobre  los  pómulos  contrastando  con  el  blanco 
mate  de  su  rostro,  aquella  respiración  anhelosa  y  entrecortada  por  ac- 
cesos tusiculosos,  que  arrancaban  gritos  de  dolor  á  la  enfermita,  no 
habla  nada  que  preguntar  para  diagnosticar  su  padecimiento. 

Investigué  detenidamente  los  síntomas  suministrados  por  la  percu- 
sión y  auscultación,  con  objeto  de  precisar  el  hecho  clínico,  y  pude 
apreciar  una  matidez  notable  en  la  parte  antero-lateral  de  los  lóbulos 
inferior  y  medio  del  pulmón  derecho,  acompañada  de  un  soplo  bronquial 
intenso  y  algunos  estertores  sub-crepitantes.  Al  hablar  la  enferma,  per- 
cibíase broncofonia  en  el  punto  afecto,  que  iba  gradualmente  perdién- 
dose á  medida  que  nos  elevábamos  hacia  el  lóbulo  superior. 

Admití,  pues,  una  pneumonía  en  su  segundo  período,  y  como  por  la 
constitución  de  la  enferma  y  su  temperamento  revestía  la  enfermedad 
verdadero  carácter  adinámico,  la  traté  por  el  alcohol  y  los  tónicos. 

La  enfermedad  seguía  su  curso  natural  y  la  fiebre  presentaba  ligeras 
remisiones  matutinas,  sin  que  tuviésemos  que  lamentar  complicaciones 
ni  locales  ni  generales.  Así  continuó  dos  días;  mas  al  tercero  elevóse  la 
fiebre  al  caer  la  media  noche,  mostrándose  un  delirio  terrible  y  alarman- 
te, que  puso  á  la  familia  en  grave  apuro,  dándome  aviso  inmediata- 
mente. 

Gomo  la  paciente  se  hallaba  á  dos  leguas  distante  de  este  pueblo, 
cuando  llegué  todo  había  calmado.  El  sensorio  estaba  despejado  y  la 
fiebre  remitida;  reconocí  nuevamente  el  pecho  por  si  algo  extraño  allí 
ocurría,  y  no  pude  observar  nada  que  roe  explicase  la  situación  habida. 
La  fiegmasia  ocupaba  igual  extensión,  y  no  había  por  otra  parte  ni 
edemas  colaterales,  ni  nuevos  puntos  pneuraónicos,  que  de  algún  modo 
hubiesen  dado  cuenta  de  la  exacerbación  febril. 

Supuse  injustificada  la  alarma  de  la  familia  é  insistí  en  !a  medicación 
prescrita. 

Aun  no  se  habían  manifestado  estertores  de  retorno,  que  exigieran  el 


ESTUDIOS  CLÍNICOS.  83 

empleo  de  los  expectorantes,  y  por  tanto  nada  tenia  que  añadir.  Algo  me 
inquietaba,  no  obstante,  que  el  período  de  hepatizacion  se  hiciese  tan 
durable;  más  en  atención  al  empobrecimiento  orgánico  existente,  la  en- 
fermedad  debía  seguir  una  marcha  evolutiva  más  lenta,  y  ésta  idea 
halagaba  mis  esperanzas. 

Aquella  noche  volvió  la  fiebre  á  elevarse,  reapareció  el  delirio^  y  tan 
intenso  fué  por  ésta  vez,  que  la  niña  se  arrojó  dos  veces  del  lecho  con 
notable  sorpresa  de  sus  padres.  En  la  visita  de  la  mañana  enteráronme 
de  lo  ocurrido,  pidiéndome  fijara  la  atención  en  la  enfermedad  de  su 
hija. 

Volvi  al  reconocimiento,  y  entonces,  como  antes,  nada  nuevo  encontré 
en  el  estado  local;  la  enfermedad  seguía  á  la  misma  altura.  La  fiebre  mar* 
caba  39  grados  y  la  situación  de  la  niña  era  idéntica  en  un  todo  á  la  del 
dia  anterior.  ¿Qué  es  lo  que  allí  pasaba?  Para  mí  no  había  más  que  una 
pneumonía  á  todas  luces  evidente;  pneumonía,  que  se  encontraba  en  su 
segundo  periodo  y  cuyos  síntomas  locales  continuaban  en  el  mismo  es- 
tado. La  temperatura  y  el  pulso  guardaban  por  otra  parte  una  completa 
armonía;  no  había  complicaciones  apreciables  de  ningún  aparato  orgá- 
nico, luego  ¿á  qué  era  debida  aquella  exacerbación  febril  tan  alarmante? 
¿Sería  el  miasma  palúdico  el  que  estaba  bastardeando  el  proceso  patoló- 
gico? Aunque  no  podía  darme  una  respuesta  afirmativa  sobre  este  punto, 
acepté,  en  consulta  conmigo  mismo,  la  administración  de  los  quinicos, 
siquiera  fuese  como  medio  de  exploración  para  aclarar  la  situación  de  la 
enferma.  Prescribí  12  decigramos  en  nueve  pildoras  para  tomar  en  tres 
dosis,  y  con  gran  sorpresa  de  la  familia  y  mía,  aquella  noche  no  tuvo 
lugar  el  acceso. 

Insistí  á  la  mañana  siguiente  en  la  misma  medicación,  y  al  otro  dia 
cuando  vi  á  la  enferma  la  encontré  apirética,  sin  disnea,  sin  tos  y  sin  la 
coloración  roja  de  las  mejillas.  Extrañado  de  tan  súbito  cambio,  reconocí 
la  cavidad  torácica,  y  aquel  pulmón,  que  el  dia  anterior  se  hallaba  hepa- 
tizado,  mostrábase  casi  permeable  á  la  entrada  del  aire,  habiendo  desa- 
parecido el  soplo  bronquial  y  la  broncofonía.  Empero  no  se  crea  que  lo 
que  hubo  allí  fué  una  resolución  del  exudado  rápida  é  inapreciable,  pues 
esto  era  imposible  en  tan  corto  espacio  de  tiempo,  dada  la  extensión  de  la 
fleí^^masía;  lo  que  hubo  fué  verdadera  simulación  pneumónica,  un  estado 
de  irritabilidad  de  los  tejidos  realizado  por  ese  misterioso  mecanismo 
que  preside  á  ciertos  fenómenos  orgánicos  incomprensibles,  cuya  irrita- 
bilidad perturbó  el  funcionalismo  natural  del  órgano,  colocándolo  en 
condiciones  especiales,  pero  sin  que  existieran  alteraciones  somáticas 
de  ningún  género,  puesque,  de  haber  existido,  no  hubieran' desaparecido 
tan  rápidamente  á  pesar  de  toda  la  quinina  conocida. 

¿Acaso  la  inflamación  es  un  proceso  tan  insignificante  que  podamos 
corregirlo  á  voluntad?  ¿Llegan  los  tejidos  inflamados  á  su  grado  de  inte- 
gridad orgánica  en  tan  limitado  espacio  de  tiempo?  Seguramente  nó. 

Yo  he  visto  pneumonías  intermitentes,  cuyo  cuadro  sindrómicoha  de» 
saparecido  al  terminar  la  fiebre,  para  volver  á  presentarse  cuando 
aquella  se  ha  manifestado,  sin  dejar  en  el  pulmón  las  más  insignificantes 
huellas  de  su  existencia;  pero  en  nuestra  enferma  no  ocurrió  eso  de 
ningún  modo.  Ni  la  fiebre  desapareció  en  absoluto,  ni  los  síntomas  de  la 


84  ESTUDIOS  CLÍNICOS. 

pretendida  pneumonía  se  borraron.  Al  principio,  la  marcha  de  la  pirexia 
fué  regular,  con  sus  exacerbaciones  y  remisiones  graduadas,  y  la  pneu- 
monia  manifestaba  signos  ostensibles  é  inequívocos;  pero  pasados  dos 
dias,  el  paroxismo  febril  llegó  á  su  colmo  por  la  noche  y  al  presentar  su 
remisión  matutina,  no  por  eso  desaparecieron  los  síntomas  locales  del 
pulmón;  luego  en  este  caso  lo  único  que  podía  admitirse  en  buena  pato* 
logia  era  la  existencia  de  una  pneumonía  de  carácter  remitente,  toda  vez 
que  la  fiebre  hacia  su  defervescencia  y  los  síntomas  pulmonales  persis- 
tían. ¿Como,  pues,  acabada  la  fiebre,  se  yuguló  el  proceso  flogistico? 
Porque  no  existió  más  que  aparentemente;  porque  la  enfermedad  estaba 
constituida  en  si  poruña  fiebre  palúdica  perniciosa,  quecomenzócon  le- 
nidad marcada  ocasionando  un  estado  ñuxionario  en  el  pulmón  derecho, 
que  simulaba  perfectamente  todo  el  cuadro  sintomatológico  de  una  pul- 
monía crupal. 

Que  fué  primitivamente  perniciosa,  lo  demuestra  el  no  haberse  mani- 
festado intermitente  por  completo,  como  ocurre  casi  siempre  en  éste 
género  de  fiebres;  el  haber  presentado  exacerbaciones  tan  bruscas  como 
fuertes,  que  indudablemente  hubiesen  acabado  con  la  vida  de  la  niña,  y 
el  haber  ocasionado  desórdenes  patológicos  en  el  órgano  pulmonal,  que 
desaparecieron  con  la  terminación  del  proceso  febril. 

Estas  razones  son  suficientes  á  demostrar  la  naturaleza  de  la  pirexia, 
y  una  vez  admitida,  sírvenos  de  base  para  afirmar,  que  así  como  hay 
pneumonías  intermitentes,  cuyos  síntomas  concluyen  con  la  fiebre,  ha- 
ciéndose en  éste  caso  de  fácil  diagnóstico,  existen  también  falsas  pulmo- 
nías, que  simulan  un  estado  morboso  concluido,  creadas  por  el  veneno 
palúdico,  y  sobre  las  cuales  hay  que  estar  prevenidos  estudiando  muy 
de  cerca  la  marcha  de  la  fiebre,  si  queremos  librar  á  los  enfermos  de  una 
muerte  cierta. 

Las  fiebres  perniciosas  constituyen  un  proceso  tan  grave  y  ejecutivo, 
que  en  poco  tiempo  acaban  con  la  vida  del  paciente;  por  eso  es  preciso 
observarlas  detenidamente  con  el  termómetro  en  la  mano,  pues  hay  ca- 
sos en  que  una  ligera  remisión  sirve  de  fundamento  diagnóstico,  como  he 
podido  apreciar  algunas  veces. 

Siempre  recordaré  una  fiebre  perniciosa,  que  observé  hace  algún 
tiempo  en  un  niño  de  6  años,  y  cuyo  síndrome  constituía  el  más  acabado 
cuadro  de  la  meningitis  encefálica;  pero  á  pesar  de  las  razones  que  había 
para  formular  éste  diagnóstico,  fué  tan  expresiva  la  remisión  que  hizo 
la  fiebre  al  día  siguiente  de  aparecida  la  enfermedad,  que  sin  embargo, 
de  no  haberse  atenuado  por  este  hecho  los  síntomas  meningiticos,  se 
diagnosticó  una  perniciosa  y  el  niño  curó  en  tres  dias. 

Guando  la  perniciosidad  está  caracterizada  únicamente  por  la  inten- 
sidad de  uno  de  los  estadios,  constituyendo  la  fiebre  álgida  ó  diaforética, 
es  más  fácil  el  diagnóstico;  pero  cuando  viene  simulando  alteraciones 
patológicas  de  ciertos  órganos,  como  el  cerebro,  pulmones,  corazón, 
abreviado  entonces  presenta  serias  dificultades  y  solo  por  el  método  de 
exclusión  podrá  llegarse  á  su  perfecto  conocimiento. 

No  debe  olvidarse  de  ningún  modo  que  las  fiebres  perniciosas  revis- 
ten carácter  remitente  muchas  veces,  como  habéis  podido  observar  en 
los  casos  expuestos,  constituyendo  estados  febriles  continuos,  cuyo  co- 


REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA.  85 

aocimiento  es  bastante  oscuro,  máxime  cuando  se  asocian  á  la  fiebre 
estados  patológicos  más  ó  menos  expresivos  que  puedan  torcer  nuestro 
juicio. 

Las  observaciones  referidas  en  este  escrito,  no  tienen  otro  objeto  que 
llamar  la  atención  sobre  estos  hechos  verdaderamente  interesantes  bajo 
el  concepto  clínico,  para  que  aquellos  de  mis  comprofesores  que  no 
estén  muy  familiarizados  con  las  manifestaciones  morbosas  de  ésta 
afección,  vean  en  estos  hechos  un  motivo  de  estudio  siempre  útil,  por 
si  la  práctica  les  proporcionara  el  hallazgo  de  otros  casos  análogos. 

Estrecho  de  San  Ginés  (Marcia). 


REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA, 
POR  EL  Dr.  D.  Alejandro  Planellas, 

lédieo  Agregado  »1  lospital  de  Sinu  Gnu. 


Los  medicamentos  nuevos;  intoxicación  por  el  naítol. — Nunca  estare- 
mos bastante  prevenidos  contra  el  prurito  que  algunos  tienen  en  el  pe- 
riodismo médico  de  ensalzar  un  medicamento  que  es  ó  se  le  llama  nue- 
vo, sobre  todo  si  lleva  un  nombre  que  pueda  sorprender  al  lector.  Nada 
habría  que  decir  si  el  agente  en  cuestión  se  historiase  después  de  repeti- 
dos estudios  y  ensayos  que  por  sus  resultados  garantizasen  su  valor  y 
que  éste  fuese  positivo.  Pero  no  es  á  esto  á  lo  que  nos  referimos,  sino  al 
proceder  de  algunos  que  tal  vez  juzgan,  que  con  un  nombre  nuevo  y  una 
poco  meditada  alabanza  del  agente  que  lo  lleva,  se  consigue  la  patente  de 
conocedor  del  más  vesdadero  en  las  ciencias.  Tal  manera  de  obrar  rebaja 
el  valor  de  laliteraturamédica,y  nos  lamentamos  deello,  porque  lo  hemos 
observado  más  de  una  vez,  y  hasta  con  circunstancias  tan  especiales  que 
no  dejan  lugar  á  dudas  respecto  á  la  ligereza  de  los  que  siguen  aquella  con- 
ducta. Asi  vemos  por  ejemplo  publicarse  un  articulo  encomiástico  á  favor 
de  una|sustancia  medicamentosa,  para  luego  al  continuar  el  trabajo  sobre 
el  mismo  agente,  en  un  artículo  posterior  tener  que  contradecirse  el  autor 
de  ambos,  porque  en  el  tiempo  que  ha  mediado  entre  la  redacción  del 
primero  y  la  del  segundo  ha  conocido  respetables  documentos  en  contra 
de  la  supuesta  sustancia. 

Lo  que  acabamos  de  expresar  pasa  no  precisamente  en  la  terapéutica 
de  las  enfermedades  á  que  se  refiere  nuestra  Revista^  sino  que  también 
sucede  al  tratar  de  la  terapéutica  de  cualquiera  otras;  pero  hemos  de 
ceñirnos  á  nuestra  especialidad  y  consignar  que  algo  de  lo  que  queda 
dicho  ha  ocurrido  con  el  naftol.  Esta  sustancia  se  ha  preconizado  para, 
el  tratamiento  de  varias  formas  de  eczema,  psoriasis  y  otras  dermatosis, 
y  muy  pronto  se  ha  visto  que  su  uso  no  era  del  todo  inofensivo  y  se  han 
multiplicado  los  testimonios  que  acreditan  que  produce  una  verdadera 
acción  tóxica,  entre  los  que  figuran  los  nombres  de  Kaposi  y  Mauthner. 


86  REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA. 

Recientemente  el  Dr.  Neuser  ha  dado  á  conocer  varios  experimentos  (4) 
que  lo  demuestran,  pues  inyectando  el  naftol  debajo  de  la  piel  del 
conejo  se  ha  producido  én  este  animal  una  salivación  marcada,  pér- 
dida de  fuerzas,  convulsiones  y  por  fin  la  muerte.  En  el  perro  se  han 
notado  los  mismos  resultados,  con  la  particularidad  de  que  siendo  un 
animal  de  mayor  talla  que  el  conejo,  se  intoxica  con  una  dosis  menor  de 
naftol.  Un  proceso  particular  ocasiona  el  naítol  según  lo  observado  por 
Neuser,  y  es  uua  nefritis  acompañada  de  hemoglobinuria  cuya  iniciación 
debe  ser  motivo  para  que  inmediatamente  se  suspenda  el  uso  del  naftol 
si  en  alguna  ocasión  le  usásemos.  De  esto  se  desprende  que  el  empleo  de 
este  agente  debe  ser  con  la  condición  de  examinar  cada  dia  la  orina,  lo 
cual  hace  algo  engorroso  el  echar  mano  de  él.  Se  puede  decir  que  lo 
hasta  aquí  expresado  solo  es  hijo  de  la  experimentación,  pero  en  primer 
lugar  no  podemos  negar  el  valor  de  esta,  y  además  son  varios  los  prácti- 
cos que  han  tenido  que  suspender  el  uso  del  naftol  en  el  hombre,  por  los 
accidentes  que  ha  producido. 

En  resumen,  el  naftol  puede  producir  graves  intoxicaciones,  y  como 
se  comprende  serán  tanto  más  probables  cuanto  más  extensa  sea  la  su- 
perficie á  que  se  aplique.  Queda  pues  reducido  su  empleo  racional  al  tra- 
tamiento de  afecciones  cutáneas  de  poca  extensión,  debiendo  ser  además 
muy  cautos  en  la  dosis.  Esto  no  debe  desalentar  á  los  prácticos,  porque 
precisamente  las  afecciones  para  las  que  se  ha  indicado  el  naftol,  cuen- 
tan con  poderosos  y  variados  recursos  con  que  se  ha  enriquecido  la  tera- 
péutica de  las  enfermedades  de'  la  piel. 

fil  parásito  de  la  lepra — Según  un  trabajo  reciente,  el  Dr.  Alberto 
Neisser  revindica  para  sí  la  prioridad  en  admitir  una  relación  causal  en- 
tre los  microorganismos  y  la  lepra.  El  parásito  microscópico  de  esta 
afección  no  solo  se  encuentra  en  las  neoformaciones  cutáneas  caracterís- 
ticas sino  además  en  las  mucosas,  bucal  palatina  y  laríngea,  en  los  pro- 
cesos intersticiales  de  los  nervios  periféricos,  de  la  córnea,  de  los  cartíla- 
gos y  de  los  testículos,  y  en  las  glándulas  linfáticas,  en  el  bazo  y  en  el 
hígado.  Falta  sin  embargo  en  la  médula  espinal  y  en  los  músculos. 

En  la  piel  se  coloca  el  parásito  en  las  células  gruesas  de  la  lepra 
descritas  por  Virchou,  invadiéndolas  á  todas  unas  veces  y  formando  islo- 
tes otras.  Se  observan  unos  glóbulos  de  aspecto  céreo  y  simulando  goti- 
tas  de  grasa  que  toman  un  color  intenso  y  uniforme  tratados  por  la  ani- 
lina, que  no  son  mas  que  célalas  degeneradas  y  fuertemente  infil- 
tradas del  parásito  ó  de  sus  productos  (2).  A  veces  la  parte  invadida 
por  el  parásito  es  limitada  en  comparación  á  la  masa  celular  infiltrada, 
pero  Neisser  lo  explica  ó  por  la  destrucción  del  parásito  ó  por  haberse 
desarrollado  nodulos  no  leprosos  entre  los  que  realnaente  no  lo  son. 

El  mismo  autor  explica  la  anestesia  de  la  lepra  por  una  infiltración 
del  parásito  que  se  produce  en  los  nervios  periféricos. 

El  microorganismo  de  la  lepra  se  impregna  bien  con  distintas  sustan*' 
cias  colorantes,  pero  lo  verifica  principalmetnte  con  la  fucsina,  y  tiene  al- 


(i)    Lo  Sperimentale,  Diciembre  1881. 
(3)    Lo  Sperimeníalef  Diciooibre  1881. 


REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA.  87 

guna  semejanza  con  el  bacillus  de  la  septicemia.  El  Dr.  Neisser  ha  obte- 
nido la  separación  del  parásito  de  la  lepra,  lo  ha  sujetado  á  la  cultura  y 
experimentando  con  el  resultado  de  esta  en  varios  animales,  ha  visto  pro- 
ducirse las  lesiones  características  de  dicha  afección.  Opina  además  que 
la  via  favorable  para  el  microorganismo  es  el  sistema  linfático. 

Una  vez  introducido  el  parásito  como  tal  en  el  estado  de  esporos  se 
detiene  más  ó  menos  en  las  células  linfáticas  hasta  que  invade  todo  el 
cuerpo,  particularmente  la  piel  ó  los  nervios,  produciéndose  en  el  últi- 
mo caso  la  lepra  anestésica. 

Por  fin  el  Dr.  Neisser  expresa  la  probabilidad  de  que  la  lepra  sea  con- 
tagiosa, si  bien  que  esta  afección  es  de  entre  las  parasitaria's  una  de  las 
que  más  exigen  la  disposición  del  individuo  para  adquirirla.  Cree  ade- 
más dicho  autor  que  la  lepra  no  es  hereditaria. 

La  reBoroina  en  las  oníermedades  de  la  piel. -La  mencionada  sus* 
tancia  es  objeto  en  la  actualidad  de  repetidos  estudios  aplicándola  parti- 
cularmente á  las  afecciones  vesicales  y  á  algunas  del  tegumento  externo. 
Solo  nos  incumbe  referirnos  ahora  á  las  últimas.  Para  hacerlo  debida- 
mente indicaremos  de  una  manera  breve  la  acción  fisiológica  de  la  resor- 
cina  sobre  la  piel.  En  primer  lugar  aplicando  sobre  ésta  dicha  sustancia, 
se  nota  que  se  reabsorve  en  algunos  animales  como  sucede  en  la  rana, 
pero  en  los  animales  de  sangre  caliente  en  muchas  partes  de  la  piel  y 
en  las  mucosas  no  se  absorve,  según  indica  el  Dr.  J.  Andeer  de  Vürz- 
burgo  (1).  Sin  embargo,  cuando  existe  una  solución  de  continuidad  ó 
cuando  las  funciones  de  la  piel  están  alteradas,  entonces  puede  reabsor- 
verse  la  resorcina;  si  es  en  el  segundo  caso,  se  observa  que  la  piel  toma 
un  tinte  verdoso  y  después  moreno  debido  á  la  combinación  de  la  resor- 
cina con  las  bases  que  se  forman  por  el  estado  patológico.  Tiene  dicha 
sustancia  una  propiedad  muy  digna  de  atención,  y  es  que  favorece  y 
estimula  el  desarrollo  del  epitelio  cutáneo  produciendo  una  regeneración 
del  mismo  más  completa  y  fácil  que  con  otros  agentes,  como  los  cáusticos 
y  desinfectantes.  Al  mismo  tiempo  no  provoca  la  irritación  local  y  las 
erupciones  que  se  observan  usando  otras  sustancias  como  el  naftol  y  el 
alcohol  fenilico. 

El  Dr.  Andeer  viene  ensayando  la  resorcina  en  las  enfermedades  de 
la  piel  desde  hace  cuatro  años.  Sus  aplicaciones  más  ventajosas  han  sido 
en  la  erisipela,  la  viruela,  el  pémfrigo,  la  rupia  y  la  lepra.  También  la 
ha  empleado  en  las  picaduras  anatómicas,  en  las  mordeduras  por  ani- 
males venenosos,  en  las  quemaduras  de  varios  grados  y  en  varias  ulce- 
raciones, aplicándola  bajo  la  forma  de  cataplasmas  que  llevan  la  dicha 
sustancia.  Finalmente, en  muchas  pérdidas  de  tejido  parece  que  se  ha  ob- 
tenido con  el  uso  de  la  resorcina  el  que  se  curasen  sin  dejar  cicatrices. 

Haremos  notar  por  creerlo  oportuno,  que  la  resorcina  no  ocasiona 
según  Andeer  la  homoglobinurta  ni  fenómenos  de  intoxicación  como  he- 
mos dicho  que  los  produce  el  nafiol. 

Del  mioma  cutáneo.-Esta  neoplasia  es  sgmamente  rara  en  la  piel^ 


(1)    Gacette  hébd»  des  acienc,  nied,,  Montpellier,  7  de  Enero  de  1882. 


88  REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA. 

por  lo  cual  creemos  que  de  todo  caso  que  se  vaya  conociendo ,  debe  darse 
cuenta  hasta  que  esté  completamente  estudiado  en  sus  formas  y  varie- 
dades. Por  ahora  apenas  se  conoce  más  de  una  docena  de  casos,  y  las  for- 
mas en  que  se  ha  distinguido  clínicamente  son  dos;  una  denominada 
mioma  quirúrgicoy  el  cual  se  presenta  formando  un  todo  continuo  y  cons- 
tituyendo una  especie  de  tumor  cutáneo.  La  otra  se  denomina  mioma 
eruptivOy  que  en  términos  más  usuales  deberíamos  llamar  mioma  diftiso 
que  se  presenta  en  pequeños  núcleos  diseminados  en  la  piel  y  produ- 
ciendo manchas  rosáceas  en  la  extensión  de  ésta,  siendo  doloroso  gene- 
ralmente. Pues  precisamente  de  esta  forma  ha  observado  el  Dr.  Brigidi 
un  caso  de  mioma  cutáneo  situado  en  las  manos  y  en  los  pies  (1)  com- 
puesto de  Abras  lisas.  En  el  seno  de  esta  neoplasia  se  encontraba  engro- 
sada la  pared  de  los  vasos  por  hipertrofia  de  su  túnica  muscular.  £1  doc- 
tor Brigidi  y  el  Dr.  Marcacci  creen  que  esta  neoplasia  tomó  origen  en  la 
túnica  muscular  de  los  vasos  y  de  los  conductos  sudoríficos  y  creció  por 
transformación  de  los  elementos  linfoides  en  fíbro-células  (opinión  de 
Torster). 

La  cura  de  iodolormo.-Este  agente  viene  generalizándose  de  un  modo 
notable  de  algún  tiempo  á  esta  parte  á  pesar  de  su  penetrante  olor  y  sus 
aplicaciones  se  extienden  más  cada  dia  llegando  ya  algunos  prácticos  á 
fundar  en  él,  todo  un  método  de  curación,  para  ciertas  lesiones  de  la  piel 
caracterizadas  en  general  por  el  proceso  ulcerativo.  De  muchos  es  cono- 
cida esta  aplicación  pero  particularizada  al  caso  de  úlceras  atónicas. 
Pero  nuestro  objeto  no  es  ocuparnos  de  este  punto  bastante  discutido  y 
apreciado  ya,  sino  el  dar  idea  de  las  nuevas  aplicaciones  del  iodoformo 
y  el  modo  de  verificarlas.  No  hace  mucho  que  en  la  Sociedad  de  Cirugía 
de  Francia  (2)  se  ha  tratado  de  est3  asunto  encomiando  los  Dres.  Terri- 
llon,  Sée  y  Verneuil  el  uso  dol  iodoformo  no  solo  á  las  ulceraciones  ató- 
nicas en  general,  sino  además  de  un  modo  particular  en  las  ulceraciones 
chancrosas  y  en  las  escrofulosas.  En  estas  de  una  manera  especial  se 
obtienen  magníficos  resultados,  de  los  que  podemos  dar  testimonio  tam- 
bién por  nuestra  parte  pues  siempre  hemos  visto  mejorarse  la  superficie 
de  tales  procesos  y  nacer  granulaciones  de  buen  género  que  apresuraban 
el  término  del  afecto. 

Pero  no  cesan  aquí  las  aplicaciones  del  iodoformo,  sino  que  en  Alema- 
nia además  de  emplearlo  en  las  úlceras  cavitarias  y  fistulosas,  se  ha  en- 
sayado con  buen  éxito  en  las  ulceraciones  más  ó  menos  sépticas  y  aun 
en  las  soluciones  de  continuidad  en  que  se  desea  la  reunión  por  primera 
intención.  En  el  primer  caso  creo  que  no  habrá  duda  alguna  en  emplearlo, 
pues  supongo  que  á  muchos  se  les  habrá  ofrecido  ocasión  de  ver  la  pro- 
piedad desinfectante  del  iodoformo,  porque  con  frecuencia  la  hemos  po- 
dido observar  en  muchos  casos,  y  para  quien  no  baste  el  testimonio  de 
la  clínica,  ahí  están  los  experimentos  de  Mikuliez  que  confirman  la 
acción  antipútrida  de  dicho  agente,  empleándolo  en  soluciones  albumi- 
nosas y  otras  más  ó  menos  putrescibles. 


O  )    Lo  Sperimentale,  Diciembre  1881. 

(2)    Véase:  Rev,  de  chirurg,,  10  de  Enero  de  1882. 


LOS  MICRÓFITOS  DK  LA  SANGRE.  89 

En  cuanto  al  uso  del  iodoformo  en  lesiones  en  que  convenga  la  reu- 
nión inmediata  de  la  piel,  el  Dr.  Billroth  lo  hace  cubriendo  la  parte  con 
una  ligera  capa  de  iodoformo,  encima  seda  ocal  y  por  fin  un  pedazo  de 
tafetán  impermeable,  y  según  dice  haber  visto  Mikuliez,  la  reunión  tiene 
lugar  tan  bien  como  usando  la  cura  de  Lister. 

Si  se  confirma  el  éxito  anunciado  de  esta  nueva  aplicación  del  iodo- 
formo  se  abrirla  un  nuevo  y  deseado  horizonte  en  las  curaciones  anti* 
sépticas  entre  las  que  figuraría  esta  por  su  sencillez. 

Dos  dificultades,  en  mi  concepto  de  poca  consideración,  se  oponen 
por  algunos  al  empleo  del  iodoformo.  La  primera  es  la  posibilidad  de  una 
intoxicación  por  este  agente.  Esto  para  nosotros  está  suficientemente 
atenuado  por  las  circunstancias  de  ser  rarísimos  esos  casos  de  intoxica- 
ción y  de  ser  muy  fácil  el  prevenirlas  obrando  con  un  poco  de  cautela. 
La  segunda  dificultad  preocupa  bastante  á  los  prácticos  de  nuestros  dias, 
y  es  el  olor  molesto  del  iodoformo.  Sin  embargo,  se  ha  trabajado  ya  algo 
con  el  objeto  de  evitarlo,  y  el  Dr.  Terrillon  ha  maniíestado  que  en  la  clí- 
nica de  Billroth  en  que  está  muy  generalizada  la  cura  de  iodoformo  no 
se  nota  su  olor  pues  tanto  en  la  gasa  como  en  el  algodón  preparados  con 
iodoformo  ,se  pone  una  pequeña  cantidad  de  esencia  de  bergamota  ó  d 
menta  para  neutralizarlo. 


LOS  MICRÓFITOS  DE  U  SANGRE  Y  SUS  RELACIONES  CON  US  ENFERMEDADES,?> 

POR  Timoteo  Richard  Lbwis. 


Los  resultados  patológicos  tuvieron  siempre  el  mismo  caráctei :  au* 
mentó  del  bazo  y  Baccilli  transparentes  y  sin  movimiento. 

Estos  últimos  no  se  hallaron  en  el  ratón  en  mayor  número  en  la£»an- 
gre  que  en  el  bazo;  pero  según  las  diversas  clases  de  animales,  se  obser- 
varon notables  diferencias  en  la  distribución  de  los  organismos  en  los 
tejidos.  La  sangre  de  los  cuerpos  inoculados  hallábase,  por  ejemplo,  poco 

menos  que  exenta,  de  tal  manera  que 
fué  difícil  hallar  en  ella  trazas  de  Bac" 
cilliy  mientras  que  el  bazo  y  los  gan- 
glios contenían  un  número  considera- 
ble de  los  mismos.  En  los  conejitos  de 
Indias,  al  contrario,  los  Baccilli  se  ha- 
llaban en  la  sangre  en  tanto  ó  en  ma- 
yor número  que  los  corpúsculos  rojos. 
Añadiendo  una  porción  de  bazo 
afecto  de  Baccilli  á  humor  acuoso  per- 
fectamenle  fresco,  y  sometiendo  la 
ri9.7.  Bac0iau9  antíkraeia  pmuAmxa  d«i  buo  d«  un    preparacíou  á  uua  tcmperatura  de  35^ 

'::Z:ZJ:r^ocT^  íli^r^^  •"  "^  '"**  "•    á  370  C.  durante  un  período  de  quince 

á  veinte  horas,  los  Baccilli  se  hacen  de 
dos  á  ocho  veces  más  largos,  aumentando  de  ese  modo  gradualmente 


(i)    Continuación.— Véase  el  número  26. 


00 


LOS  MIGRÓFITOS  DE  LA  SANGRE 


basta  cien  veces  su  longitud.  Algunos  de  estos  filamentos  se  presentan 
entonces  finamente  granulosos  y  provistos  de  moléculas  fuertemente  re  • 
Iringentes,  consideradas  como  los  deseados  esporos  durmientes. 


Hff.  9.  FotmMlen  dt  loi  eiporot  tn  loi  flluaratoi. 


rlff.  ft.  BmIobsUIm  dManolIadM  vn  UrfoafllaBeiitM.— 800  diimetTM. 

No  tardan  mucho  en  ser  solo  visibles  dichos  esporos,  disolviéndose 
los  filamentos,  pero  la  persistencia  de  la  disposición  de  los  esporos  en 
hileras  basta  para  reconocer  su  naturaleza.  Permanecen  en  este  esta- 
do sin  alterarse  durante  algunas  sema- 
nas. Hay  que  notar  que  la  interpretación 
emitida  sobre  el  carácter  de  estos  cuer- 
pos refringentes,  contrasta  con  la  expli- 
cación de  Nágeli,  quien,  según  hemos  di- 
cho antes,  declara  que  el  grupo  de  los  or- 
ganismos primitivos,  al  que  pertenecen 
los  Baccilliy  se  multiplican  solamente  por 
excisión.  De  aquí  la  gran  importancia  de 
tener  en  cuenta  los  hechos  observados, 
á  fin  de  probar  que  en  este  caso  especial  se  producen  esporos  que  son 
capaces  de  germinar. 

El  Dr.  Koch  cree,  que  el  hecho  de  poder  producir  la  fiebre  esplénica 

y  al  mismo  tiempo  de  inocular  en  la  sangre 
¿ran  cantidad  de  Baccilli  con  el  intermedio  de 
un  liquido  (sangre),  en  el  que  no  se  hallada 
traza  alguna  de  filamentos  (existiendo  tan  so- 
lo los  pequeños  corpúsculos  refringen  tes),  es 
suficiente  para  demostrar  que  dichos  corpús- 
culos son  realmente  esporos  y  no  simplemen- 
te productos  de  la  descomposición. 

Los  experimentos  de  cultivo  hechos  enton- 
ces permitieron  observar  dichos  corpúsculos 
en  condiciones  favorables.  U|;i  examen  minucioso  demuestra  que  cada  es- 
poro es  un  cuerpo  de  forma  oval,  envuelto  en  una  sustancia  transparen- 
te, que  parece  rodearla  á  manera  de  anillo,  pero  que  en  realidad  es  de 
forma  esférica  y  se  halla  dispuesta  á  su  alrededor.  Dicha  sustancia  pier- 
de su  forma  esférica  y  se  alarga  por  un  extremo  en  la  dirección  de  la 
longitud  del  eje  del  esporo  que  contiene.  Este  último  queda  en  uno  de 
los  extremos,  y  muy  poco  después  el  tubo  transparente  toma  un  aspecto 


^.  -* 


Flf .  10.  Tilamuitofl  qne  Mhuí  hecho  omí 
íatIsÍMm. 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE  91 

ñlamentoso,  y  al  mismo  tiempo  el  esporo  se  vuelve  menos  refringente, 

pálido  7  pequeño,  rompiéndose  probablemente  en  fragmentos,  cada  vez 

^  más  exiguos,  hasta  que  desaparece  del  todo  (1). 

Jl  ^  '^M^  ^3^         Esta  interpretación  de  los  hechos  se  ha  hecho 

Y  (I     ^  más  importante  porque  últimamente  ha  sido  de- 

//  Q     N\    <§r'^    mostrado  por  Pasteur,  sin  que  pueda  dudarse  de 

^  «^  ello,  que  la  fiebre  esplénica,  acompañada  de  san- 

pir  u.  KqwrM  «uiadM  enei  .eto   gro  infoctada  dc  BacáJLU^  puede  ser  inoculada  con 

tr^,^!^^*^  '*''  ** "'"''"   ®^  ^i^"s  después  de  la  destrucción  total  de  los  fi- 
lamentos de  BaccilliiSy  que  la  materia  morbosa 
contiene,  en  razón  á  que  los  esporos  persisten  (parece  que  se  les  puede 
considerar  como  casi  indestructible),  y  el  virus  conserva  su  propiedad, 

porque  los  esporos  constituyen  en  realidad  el 
virus. 

El  profesor  Gohn  regaló  al  Dr.  Koch  un  di* 
seño,  representando  la  misma  observación  he- 
cha con  instrumentos  más  poderosos.  Koch 
opina  que  probablemente  el  esporo  consiste  en 
una  sustancia  muy  refringente,  aceite  según 
rif.  11.  E«porM6onTirti«ii4oMenbM-  todas  probabilidades,  que  está  envuelta  en 
toaeiUo.(Ewart).  ^^^^  ^^^^  delgada  de  protoplasma,  poseyendo 

esta  última  sustancia  la  facultad  de  germinar,  y  sirviendo  quizá  la  pri- 
mera para  nutrirla  durante  el  periodo  de  la  germinación.  Lo  que  precede 

representa,  según  diversos  escritores,  el  ciclo  com- 
^  »     ^    ©o**         pleto  del  desarrollo  del  Baccülua  anthracis. 
•  *  ^  f^  Q  9  o  Davaine,  ya  queda  dicho,  habia  observado  que  los. 

* ^ ^  ^^  9    0-       animales,  á  los  cuales  se  mezclaban  con  sus  alimen* 
'^•^^•^— =»        tos  tejidos  enfermos,  habian  sido  invadidos  de  la  en- 
fermedad, creyendo  en  vista  de  ello  que  era  hasta 

fie.  13.  BaeeOlua  amtkraei».-~         .        .  ^        j» «     •  i  «  j      i  • 

G«rmiB.eí<md.{o.e.poro«(Koeh).    cicrto  punto  fácil  avonguap  la  causa  de  la  misma. 
-MOdiinietroi.  Koch,  al  contrarlo,  ha  visto  que  los  animales  suscep- 

tibles de  ser  infectados  por  inoculación,  como  los 
ratones  y  los  conejos,  pueden  comer  impunemente  dicha  mezcla.  Los 
ensayos  intentados  en  dos  perros,  una  perdiz  y  un  gorrión  fueron  igual- 
mente infructuosos. 

El  último  trabajo  que  ha  sido  hecho  sobre 

estas  investigaciones  es  debido  al  Dr.  J.  Cossar 

^^      Ewart  (2).  Ewart  confirma  en  varios  puntos  los 

experimentos  del  Dr.  Koch,  y  su  opinión  acerca 

^  ^^_^  del  desarrollo  de  los  bastoncillos  en  filamentos 

^^'^      <&>      corresponde  á  la  de  los  precedentes  autores,  pero 

^^        su  descripción  y  sus  figuras  sobre  la  germina- 

Fíg.  14.  Bacefuu»  amthmci*.  oer-   cíou  dc  los  osporos  sou  complctamente  distintas. 

»ú.^pn^d.io.e.po,o..(coh»)..i«o    ^^^  Q^poTOs  uua  VOZ  libros,  escribe  el  doctor 

Ewart,  se  convierten ,  según  los  primeros  obser- 
vadores, en  bastoncillos,  y  á  lo  menos,  según  el  Dr.  Koch,  el  bastoncillo 


(f 


(1)  Loe,  cü.  pág.  289. 

(2)  Quaterly  Journal  of  núcrotcopical  «cience.— Abril,  1878,  pág.  161. 


LOS  mcRóriTos  de  la  sangbe 


(teta  formado  en  el  exterior  de  una  cubierta  gelatinosa  que  envuelve  al 
"lenoro.  Mis  observaciones  me  inducen  á  creer  que  e!  esporo  no  se  con- 


vierte siempre  en  bastoncillo,  sino  que  se  divide  en  cuatro  espórulos, 
por  un  fenómeno  de  segmentación,  en  el  que  toma  también  parte  la  cu- 
bierta. Yo  he  visto  empezar  esta  división  antes  que  el  esporo  se  escapaso 
del  filamento,  y  es  bien  cierto  que  no  es  una 
degeneración,  pues  he  observado  que  loa  es- 
pórulos  asi  formados  se  alargan  hasta  cons- 
tituir filamentos.  El  Dr.  Koch  cree  que  los 
filamentos  toman  su  desarrollo  de  la  cápsula 
de  aspecto  gelatinoso  y  no  del  esporo  brillan- 
te y  luciente.  Después  de  lo  que  he  visto,  no 
dudo  de  que  la  cápsula  no  tiene  parte  alguna 
activa  en  la  formación  del  bastoncillo.  El  es- 
pórulo  se  alarga  ligeramente  y  aparece  en- 
tonces en  uno  de  sus  polos  un  pequeño  cuer- 
po opaco,  que  á  medida  que  se  alarga  lenta- 
mente, empuja  la  cápsula  delante  de  él  como  si  fuera  una  membrana 
elástica.  La  cápsula,  en  fuerza  de  ser  estirada,  queda  tan  delgada  y 
transparente,  que  apenas  puede  distinguirse  de  su  contenido.! 


Creo  muy  probable  que  Cohn  y  Koch  pueden  dar,  como  explicación 
de  )a  diferencia  que  se  nota  entre  sus  descripciones  y  sus  figuras,  y  las 
suministradas  por  Ewart,  que  este  último  ha  descrito  y  figurado  el  es- 
poro (ó  conidea)  según  una  planta  dol  todo  distinta  y  que  se  hallaba 
accidentalmente  presente;  y  Nageli  y  de  Barry  (á  falta  de  datos  exac- 
tos relativos  al  tamaño)  manifestarían  probablemente  que  la  germina- 
ción, dibujada  en  la  última  figura,  era  la  de  una  conidea  perteneciente 
&  alguna  mucedinea,  que  goza  de  ubicuidad. 

fContinuará.) 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  93 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


Diarrea  en  los  niños:  tratamiento.— No  son  raros  los  casos  en  que 
el  médico  se  encuentra  impotente  para  cohibir  la  diarrea  en  los  infan* 
tes.  Esto  le  aconteció  á  C.  L.  Gwyn  con  uno  de  sus  hijos  que  padecía 
diarrea  de  forma  lientérica:  después  de  emplear  cuantos  remedios  se 
señalan  en  las  obras  y  de  usar  todos  los  que  le  indicaron  sus  compañe- 
ros de  profesión,  el  enfermito  seguia  con  frecuentes  deposiciones  de  un 
olor  especial  perfectamente  característico  y  habia  caido  en  el  marasmo. 
Entonces  comenzó  el  siguiente  tratamiento: 

Glicerína 1  dracma. 

Pepsina 3  granos. 

Para  propinarle  al  niño  después,  del  alimento.  En  los  tres  primeros 
dias  mejoró  notablemente,  y  asi  continuó,  hasta  una  convalescencia 
completa,  siendo  de  advertir  que  antes  se  habia  hecho  un  primer  ensayo 
con  la  pepsina  sola. 

Después  de  este  caso,  el  Dr.  Gwyn  ha  empleado  dicho  tratamiento 
con  frecuencia,  obteniendo  siempre  muy  buenos  resultados. — (Fargas.) 

Estadística  de  una  casa  de  locos. —  En  el  Manicomio  de  Brentwood 
(Esses),  que  cuenta  unos  26  años  de  existencia,  han  sido  admitidos 
4,886  enfermos  (2,267  hombres  y  2,619  mujeres)  desde  su  fundación.  Se- 
gún informe  presentado  por  los  administradores,  han  salido: 

Carados 1,989  Sin  aUvio. S48  . 

Aliviados 190  Musrtos 1.063 

Entre  las  causas  se  encuentran: 

Pérdida  de  fortuna.     ....  120          Religión 185 

Crueldad  del  marido. .    ....  18         Remordimientos 7 

Pérdida  de  parientes 97          Seducción '^ 

Amor  contrariado SS          Fortuna  inesperada 9 

Disgustos  domésticos.    ...  91  Enfermedad  congénita.  ...  166 

Miedo 99          EpUepsia 960 

Encarcelamiento 11  Predisposición  hereditaria.     .  573 

Celos 13         Intemperancia. ^70 

Pobreza. 89          Parálisis 148 

Calor  solar  intenso 58 

En  los  demás  casos  era  desconocida  la  causa  productora  de  la  e^^    i 
medad.— (Rodríguez  Méndez.) 

Quemadoraa:  Tratamiento.— El  Dr.  Shrady,  de  Nueva- York,  ha  ob- 
tenido buenos  resultados  con  el  uso  de  la  mezcla  siguiente: 

Groma  arábiga •     30  gramos. 

f     tragacanto 30      » 

Agua  fenicada  Vm ^^      * 

Melaza 60       > 

Se  extiende  con  un  pincel  sobre  las  superficies  quemadas,  reno 
las  aplicaciones  con  frecuencia.— (Formigüer a.) 


ESTADÍSTICA  DEMOGRÁFIQ 


POR    D.    JO  aquí 


m^m^*0^^^^^^^0^^^^t^^^^^^^^»^  ^ 


I.   I^rinoipales  lo^ 


LOCALIDADES. 


!.• 
2.* 
3.* 
4.« 

6.* 
6.« 
7.* 
8.* 
O.* 

!!.• 
12.» 


Barcelona. . 

Orada 

Reus 

Tortosa..  .  . 
Tarragona. . 
I^tfrida.  .  .  . 
Sabadell.  •  . 
Mataró.  .  .  . 
Manresa.  .  . 
Garona. .  .  . 
Igualada.  . 
Olot 


UTITÜB     I     UTimS 

deU 

Casa  de  Ayuntamiento. 


410  23' 
41»  23' 
41»  29* 
40»  48' 


41'» 
41» 


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dff 


41»  32' 
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41» 
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58* 


5" 
59" 
24" 
48" 

2" 

se- 
is" 

30" 
28" 
60" 


14 

60 

182 

8 

49 
151 
190 

24 
233 

69 

» 

9 


Saperfloi* 

•A 

I¡l¿i.  ciad. 


4*27 
1«42 

1*07 
0*39 
0*80 
0*44 
1*23 
0*71 
0*54 
0*44 
> 


POBLiCIOH. 


248,534 
33,696 
27,510 
24,270 
23,245 
19,937 
18,185 
17.070 
16,619 
14,829 
11,882 
6,867 


lia.  dt  li&b. 


por 
lil.  euAd. 


58,204*68 
23,729*57 
25,710*28 
62,230*77 
29,056*25 
45,311*36 
14,784*55 
24.042*25 
30,755*93 
33,702*27 
» 


UTÜU  BilOUfKJCL 


MáxÍBA. 


766*8 

t 

> 

752*8 

» 

739*4 
728*6 


liaina. 


748«2 

» 

> 

734*6 

> 

1 
721*9 
708*4 


3 


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EDAD   ns  LOS  FALLECIDOS- 


LOCALIDADES. 


!.■ 
2.* 
3.* 
4.* 

B.* 

e.* 

7.* 

8.* 

9.* 

10.» 

11.» 

12.» 


Barcelona. 
Oracia.  .  . 
ReuB.  .  .  . 
Tortoea..  . 
Tarragona. 
Lérida.  .  . 
Sabadell. . 
Mataró..  . 
Manreea.. 
Oerona. .  . 
Igualada.. 
Olot 


o 


168 
21 
12 
16 
18 
11 
10 
4 
17 
11 
> 


68 

24 

4 

11 

9 

22 

11 

2 

4 

3 

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9 


18 
4 
3 
5 
1 
5 
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1 
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44 
5 
3 
2 
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1 
1 
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6 
1 


3 

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O 


131 
14 
9 
15 
10 
9 
6 
7 

12 
15 

1 


8 

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99 

19 

10 

10 

10 

10 

9 

2 

6 

8 

> 


IIQ 
19 
12 
15 
11 
11 
5 
9 

141 
12 

9 


ENFERMEDADES  INFEC:;¡| 


oa 

9 
1 
» 
1 
» 
5 


2 


10 
5 
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1 
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1 


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45 

17 

t 

> 

9 

3 

5 

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f 

» 

1 

» 

2 

4 

» 

> 

• 

II.  Oatalui 


PROVINCIAS. 


Barcelona.  . 
Tarragona. . 
Qerona. .  .  . 
L¿rlda.  .  .  . 

TOTAL 

(Cataluña.) . 
ESPAÑA..  . 


LEGÍTIMOS. 


3 

«a 


1402 
4U 
323 
279 


2448 


23548 


a 


1364 
406 
278 
318 


2366 


21840 


ilegítimos. 


50 
2 
4 
3 


59 


1313 


ja 

a 


46 
3 
4 
6 


59 


1220 


2862 
a55 
60í) 
606 


493i 


47922 


S-a 


3'3m 

2'5íi3 
2*028 
2*123 


>'527 


2*855 


EDAD  DE  LOS  FALLECIDOS. 


o 


542 

162 

97 

81 


8S2 


11247 


•cS 


319 

100 

9.i 

IOS 


620 


8165 


.50 
21 
60 
62 


202 
1916 


•«3 

O 


104 
23 
69 
47 


243 


1960 


o 


aop 

76 
70 
62 


517 


4513 


•«8 
O 


294 
76 
91 

114 


575 


5371 


451 
137 
135 
113 


R3t) 


7249 


» 


2 
1338 


B 

9t 


55 
3 
5 

20 


83 


840 


ENFERME^^ 


14 
1 

> 
1 


16 


547 


3^ 

16 


ti 

ll 


rví 


rías 


SANITARIA.  (Mes  de  Octubre  1881), 


TUPIRATUIA. 


HáxÍB». 


22*0 


2i 


36*5 

24*8 


HÍAiaia. 


7*6 


2*0 
3'4 


M«dia. 


16*3 


12 


14*2 
12*4 


VIENTOS 
DOMINANTES. 


E.— O. 


S. 


O. 


O.-N.  O. 
S.  S.  E.— N. 


84 

21 

t 
> 

> 

26 

28 


días 


Ilnm. 


8 


6 
11 


ftsbo- 
•ot. 


11 

9 

» 

12 
12 


enbi«r- 
tos. 


15 

• 
8 

f 
> 

» 

7 
10 


dMp«- 

Jadoi. 


14 


12 
9 


NACIMIENTOS. 


JLGITIMOS^ 
YirtHii.  iMbru. 


311 
55 
33 
38 
34 
11 
27 
40 
31 
16 
> 


a33 

48 
31 
44 
33 
19 
30 
27 
40 
18 

» 


JilGlTlMOS^ 
Tanses.  leabru- 


44 

> 
> 
1 
1 

1 
2 

» 


39 

> 

2 
1 

> 
» 

5 


e  •  S 


727 
103 
64 
82 
70 
32 
57 
67 
71 
41 
1 


H3 


cu 


2*922 
3*065 
2*31C 
3*367 
3*015 
1*608 
3*119 
3*903 
4*250 
2*7701 
> 


ff 


•TRAS  EHFERMEDADES  FRCCÜEXTES. 


-o  •■*• 


.1. 


5  g 


1 
» 

> 

6 
1 
» 


TIOLIUTAS  POI 


23 
1 
1 
1 
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3*445 

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NFECCtOSAS. 


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130 


OTRAS  ERFERMEDiDES  FRECÜEHTES. 


131 
29 
10 
14 


18^ 


1896 


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190 
59 
14 
10 


278 


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17 
19 


263 


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497 
477 


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59 
615 
587 


3875 


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2*466 
1*784 
2*043 
2*066 


2*088 


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CBNSO 
di 

POBUOIOI. 


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19 


1057 


7501 


9 
9 

6 

9 


96  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Ajiorexia  de  los  tísicos.— El  Dr.  Pidoux  emplea  para  combatirla 
oniteur  de  la  Polidiniquej  número  1, 1882)  la  fórmula  siguiente: 


\. 


Jarabe  de  alqaitran. 250  gramos. 

Licor  de  Fowler 3       » 

Tintara  de  nuez  vómica 3      » 

Para  tomar  una  cucharada  regular  antes  de  cada  comida. 

En  muchos  casos  de  consunción  hemos  podido  comprobar  la  eficacia 

el  empleo  de  los  preparados  de  brea,  y,  sobre  todo,  en  aquellos  indivi- 

uos  que  presentan  vestigios  de  diátesis  herpética  ó  reumática  hemos 

obtenido  excelente  éxito  usando  el  tantas  veces  recomendado  licor  de 

brea  prepara(lo  por  los  Sres.  Muñera,  que,  á  una  gran  concentración 

de  sustancia  activa,  reúne  la  condición  de  poder  emplearse  cómodamente 

al  interior  y  en  inhalaciones.— (Castells.) 


^^'^f^^^^^l^0^^^0^^^^0^^0^^t^»^^'^^*^^0^^^^^t^^^^^t^^^^t0^n^^^^»0^^^^^^^^^^^0^ 


SECCIÓN  OFICIAL. 


G&tedras  vacantes. — Real  orden  de  16  de  Enero  mandando  proveer  por 
oposición  las  cátedras  de  Clínica  de  Obstetricia  de  Granada  y  la  de  Patología 
módica  de  Zaragoza. — Gaceta  del  27  de  Enero. 

Fiebre  amarilla. — Orden  de  16  de  Enero  declarando  limpias  las  proceden 
cias  de  Guayana  inglesa  hechas  á  la  mar  desde  el  11  de  dicho  mes. — Id,  id.  id. 

Fiebre  amarilla.— Orden  del  27  de  Enero  declarando  limpias  las  proce  - 
dencías  de  S.  Luis  del  Senegal  á  partir  del.— /lof.  30  id. 

Auxiliares  de  cátedras.— Real  orden  de  24  de  Enero  convocando  á  oposi- 
ción para  proveer  cuatro  plazas  de  Auxiliares  gratuitos  de  la  Facultad  de  Far- 
macia de  la  Universidad  central,  y  dos  en  cada  una  de  las  de  Barcelona,  Gra- 
nada y  Santiago. -*-/d.  9  de  Febrero. 

BiZámenes.— Real  orden  de  6  de  Febrero,  disponiendo  se  admitan  á  exá* 
mea  de  prueba  dé  curso  de  las  asignaturas  en  que  se  ti  aliaren  matriculados  á 
)<i8  alumnos  llamados  al  servicio  activo  de  las  armas. — Id.  10  de  id. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 


Manual  de  Anatomía  desorij^tiva^  escrito  para  Médicos  y  Alumnos  por  el  Doc- 
tor Roberto  Hartmann.  Traducción  directa  del  alemán  por  loa  Dres.  ¿.  Góngora  y 
S,  CarctenaL— Cuaderno  8.* 

Mannal  de  medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgaine.— 8.*  edición  por  León 
de  Fort.* Cuaderno  11.^ 

Mannal  de  Patología  interna,  por  Dieulafoy,  vertido  al  castellano  por  D.  R. 
Ulecia,  con  un  prólogo  del  Dr.  B.  Hobsrt.—Cuaderno  5.® 

Tratado  de  Operatoria  Quirúrgica,  por  el  Dr.  D.  A.  Morales  Pérez.— Con  un 
prólogo  del  Dr.  Creas.  Cuaderno  10  y  11, 

Congreso  Módico -internacional  de  Londres,  correspondencia  diaria  de  la  £n- 
eiclopecfía  Médica-Farmacéutica ^  por  el  Dr.  D.  Salvador  Badia  y  Andreu.-Barcelo- 
na.--1882.  (Dos  ejemplares.) 

NoTÍsimo  íormulario  magistral^  por  A.  Bouchardat,  traducido  por  el  Dr.  Don 
Julián  Calaña  y  precedido  de  un  suplemento  de  1881,  por  D.' Manuel  Ortega  Moreion. 
-Madrid,  1882. 

▲otas  de  las  sesiones  del  Congreso  regional  de  Ciencias  módicas.— Agos- 
to, 1870. -C&diz,  1882. 

periódico:  Giomale  di  clínica  e  terapia  de  Mesina.— ^oZ^tin  de  Alumnos  internos 
lie  Barcelona.— iteuue  Medícale  de  Loiiv Siin,^ Revista  de  higiene  de  Barcelona.— L" 
elinica  escolar  áe  Barcelona. 


^ 


\  } 


Tomo  n.  Húm.  4.  28  Febrero  de  1882.  Ano  ü.  Núm.  28. 


Gaceta  Médica  Catalana. 

SUM4RI0:  La  amigdalitis  y  el  bi'tarbonalo  sódico,  por  el  Dr.  Kovira  y  Oliver  — Traqueoto- 
mía  de  urf;an<íia.  rrocar«9s-traqueotoino8  de  Jacolot  y  de  Voelker.  Tróca<'  de  Jacolot  niodifl- 
eado,  por  ••  Jíerónimo  Eatrany.^ Anatomía  de  ios  centros  ervlosos,  por  D.  M.  A.  Fsr* 
%mm  WLoetk  (eootlnuacion).— La  música  en  sus  relaciones  con  la  Medicina,  por  B.  P*  Vidal 
7  Oaretia(e'iniinuacion).— ConiríbuAlon  al  estudio  del  ácido  sallcllico  y  sus  compuestos  en 
particular  del  sallcilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo  por  D.  M.  E.  Moré  y 
BttPCii(oontlnuacion).— Revista  ^e  alimentos,  por  rtl  Dr.  Bodrii^neB  MendeH.— Los  ml- 
crófltos  de  la  sangre  y  sus  relacionas  con  las  enfurmedades,  por  el  Br.  T.  Biehard  Lewia 
(continuación).— NOTICIAS  GIEMTf  PICAS:  Solucione*  de  clorhidrato  de  morñna.— Cálculos 
vesicales  en  la  mujer:  eztraclon.—HHrnla  dlafrdffmátici.— Pildoras  antlclorótlcas.— Muerte 
por  la  estrlcnlna.~Hemotlsls  aplrética  en  l«»s  tuberculosos:  tratamlento.—Seccion  ofleial. 


LA  AMIGDALITIS  Y  EL  BICARBONATO  SÓDICO, 

POR  EL  Dr.  Roselino  Rovira  y  Oliver. 


Liberté  entlére  de  dlscasBlon, 
mais  sincere  et  courtolse,  ayant 
alors  pour  seuies  limites  le  res- 
pect  des  autres  et  de  sol-meme. 

Laboulbéne. 

Hace  ya  algún  tiempo  que  quería  intervenir  en  el  debate  que,  acerca 
de  la  acción  del  bicarbonato  sódico  eíi  la  amiijdalitís,  se  inició  entre  el 
Sr.  Armangué  (i)  y  el  Sr.  Mart^arit  (2).  No  lo  hice,  porque  si  bien  á  la 
sazón  podia  aportar  algunos  datos  que  la  cuestión  ilustraran,  eran  estos 
reducidos  en  número,  aunque  no  dejaban  de  tener  importancia,  por  la 
razón  de  haber  sido  recogidos  al  lado  mismo  del  Dr.  Giné,  que  fué  quien 
por  pri  ñera  vez  ensayó  el  bicarbonato  sódico  en  la  angina  tonsilar.  Hoy, 
que  los  datos  que  poseo  son  en  mayor  número  y  más  concluyentes,  voy 
á  tomar  un  lugar  en  el  combate,  para  defender  una  solución  que  casi 
equidista  de  las  conclusiones  sacadas  por  los  iniciadores  de  la  lucha. 

Opino  que  en  esta  como  en  todas  las  cuestiones,  los  términos  medios 
sen  los  mejores  y  más  virtuosos— virtüs  in  medio  consistit,— .y  que  á  no 
tardar,  los  defensores  de  las  soluciones  extremas,  cediendo  alas  razones 
que  les  suministren  los  hechos  observados  con  menos  calor  y  entu- 
siasmo, y  por  ende,  con  ánimo  más  sereno  y  tranquilo,  vendrán  á  darse 
la  roano  en  el  sitio  en  que  voy  á  colocarme.  He  de  confesar,  antes  de  pa- 
sar adelante,  que  si  logro,  como  creo,  posesionarme  del  terreno  de  la 
verdad,  terreno  firme  y  seguro,  no  han  contribuido  poco  á  ello  las  ob* 
servaciores  dadas  á  conocer  por  los  mencionados  señores  Margarit  y 
Armangué  (3),  y  las  publicadas  por  el  Sr.  Lucio  López  Arroyo  en  el  Siglo 


(1)  Véanse;  Siglo  médico  da  12  Juaio  de  18il,  Madrid.  -^  Independencia  médiea 
de  21  Junio  de  i8Sl,  Barcelona. 

(2)  Véase.  Gaceta  médica  catalana  de  30  Setiembre  1981,  Barcelona. 

(3)  El  Dr.  Armangué,  además  del  arUculo  &  que  higo  referencia  en  ana  de  las 


98  LA  AMIGDALITIS  Y  EL  BICARBONATO  SÓDICO. 

médico  de  11  Diciembre  de  1881  y  por  el  Dr.  Homs  Parellada  en  el  Sentido 
católico  en  las  Ciencias  médicas ^  año  111,  núm.  38,  Barcelona. 

Entremos  en  materia.  Siendo  alumno  de  primer  curso  de  Clínica 
quirúrgica  en  Barcelona  (1877  á  78),  ocupaba  una  de  las  camas  de  la 
correspondiente  enfermeiía,  que  estaba  confiada  entonces,  como  lo  está 
ahora,  á  la  hábil  dirección  del  Dr.  D.  Juan  Gitié,  un  hombre  que  frisaba 
en  los  40  años,  cuya  constitución  estaba  deteriorada,  sin  duda  alguna 
por  los  sufrimientos  motivados  por  u.ia  cruel  afección,  la  cistitis  crónica, 
verdadera  pesadilla  para  médicos  y  enfermos.  Encontrábase  el  mencio- 
nado sujeto,  como  se  habrá  comprendido,  en  abonadas  condiciones  para 
contraer  una  enfermedad  intercurrente.  Contrájola  en  efecto,  aunque  sin 
revestir  gravedad,  pues  consistió  solamente  en  una  amigdalitis  simple, 
es  decir,  desprovista  de  todo  carácter  maligno.  Hé  aquí  una  ocasión  pro- 
picia que  la  casualidad  ofrecia  al  profesor  de  la  visita,  pura  ensayar  de- 
lante de  sus  discípulos  las  aplicaciones  del  bicarbonato  sódico  en  el  proo 
ceso  flegmásico  de  la  amígdala  cuando  todavía  se  hallaba  en  su  periodo 
inicial. 

Expuso  el  Dr.  Giné  las  victorias  alcanzadas  con  el  novel  procedi- 
miento; dispuso  y  se  practicaron  debidamente  las  correspondientes  in- 
suflaciones, y  al  día  siguiente,  el  paciente  no  se  sentía  ni  aliviado^  n- 
obstante  de  haberse  pronosticado  su  completa  curación  en  pocas  horas. 
Hubo  necesidad  de  repetir  las  insuflaciones  al  segundo  día,  y  abreviando 
diré,  que  se  resolvió  el  proceso  morboso  que  combatíamos,  en  el  término 
en  que  cuelen  hacerlo  gran  número  de  amigdalitis  simples  que  afectan 
tan  sólo  la  superficie  de  la  tonsila,  cuando  se  rodea  al  enfermo  de  las 
precauciones  dietéticas  apropiadas. 

Al  ver  que  los  resultados  obtenidos  en  dicho  sujeto  no  correspondían 
á  las  esperanzas  que  nos  había  hecho  concebir  nuestro  distinguido  cate- 
drático, consideré  el  medio  terapéutico  en  cuestión,  si  no  inútil,  cuando 
menos  inferior  á  otros  muchos  en  el  tratamiento  de  la  esquinancia;  de 
suerte  que  ni  se  me  acudió  la  idea  de  echar  mano  de  él,  al  demandar 
mis  servicios  profesionales  los  distintos  enfermos  de  amigdalitis,  que 
desde  que  terminé  la  carrera  he  tenido  á  mi  cuidado. 

Ya  olvidada  tenia  la  observación  clínica  que  relatada  llevo,  cuando 
la  trajo  á  mi  memoria  la  discusión  que  se  entabló  acerca  del  asunto 
cuyo  epígrafe  encabeza  estos  renglones.  Deseoso  estaba  entonces  de  darla 
publicidad,  pero  resolví  no  hacerlo,  hasta  tanto  que  hubiese  podido 
ver  de  cerca  nuevamente  los  efectos  del  bicarbonato  sódico  en  la  tonsi- 
litis. A  este  fin,  he  ensayado  el  bicarbonato  tan  sólo  en  dos  casos,  que 
considero  bastan  por  ahora  á  mi  propósito,  ya  que  pueden  ocupar  los  dos 
extremos  de  la  serie  de  amigdalitis  simples  que  en  la  práctica  puede 
presetitárscnos.  En  el  primero  se  trataba  de  una  tonsilitis  profunda,  es 
decir,  que  el  proceso  inflamatorio  interesaba  todo  el  espesor  del  órgano 
afecto;  en  el  segundo,  la  inflamación  radicaba  solamente  en  la  mucosa 
y  tejido  celular  adyacente,  motivo  por  el  que  calificóla  de  superficial. 


notas  precedentes,  ha  publicado  otro  sobre  el  mismo  tema  en  ta  Independencia  mé" 
dica  (21  Enero  1882),  que  tiene  más  sabor  práctico  que  el  primero. 


LA  AMIGDALITIS  Y  EL  BICARBONATO  SÓDICO  99 

La  primera  observación  se  refiere  al  niño  Ricardo  Riquer,  de  edad 
12 años,  constitución  débil, temperamento  linfático-nervioso,  que  ha  pa- 
decido distintas  veces  de  anginas  tonsilares.  Cuando  solicitó  mis  cuidados 
(4/  dia  de  enfermedad),  estaba  con  cefalalgia  frontal,  saburra  gástrica, 
astricción  de  vientre,  disfágia  y  fiebre.  Su  amígdala  izquierda  se  ofrecía 
dolorosa,  roja,  hinchada,  obstruyendo  casi  por  completo  el  lado  corres- 
pondiente del  Istmo  de  las  fauces;  la  derecha  presentaba  los  propios 
caracteres,  pero  menos  acentuados*  En  vista  de  este  cuadro  sindrómico, 
prescribí  un  purgante,  que  produjo  los  resultados  apetecidos,  y  las  in- 
sufla2iones  de  bicarbonato  sódico  finamente  pulverizado,  en  número  de 
cinco  en  cada  amígdala,  de  cuyas  insuflaciones  tres  debia  practicar  la 
mamá  del  enfermo  y  dos  el  que  suscribe,  como  asi  se  hizo. 

Al  dia  siguiente  (5.^  de  enfermedad),  el  estado  general  habia  notable- 
mente mejorado,  mas  muy  poco,  casi  nada,  se  habia  aliviado  el  estado 
local.  Ck)ntinuóse  con  el  uso  del  mencionado  tópico  por  espacio  de  tres 
dias  más,  lográndose  el  completo  restablecimiento  del  niño  Ricardo  al 
cuarto  dia  de  tratamiento. 

De  la  observación  2.*  es  protagonista  la  señorita  Teresa  Q.,  de  20 
años,  buena  constitución,  temperamento  linfático-nervioso.  Después  de 
recibir  la  impresión  del  aire  fresco  y  húmedo  de  una  mañana  del  pasado 
Enero,  sintió  Teresa  un  escalofrió,  al  que  subsiguió  quebrantamiento 
general,  aumento  de  calor,  cefalalgia,  disfágia.  Vi  á  la  joven  paciente  al 
anochecer  del  propio  dia,  y  previo  examen,  comprendí  que  estaba  afecta 
de  una  amigdalitis  superficial  simple  del  lado  izquierdo,  que  no  habia 
llegado  aún  al  período  de  esiado.  Practiqué  una  insuflación  de  bicarbo- 
nato de  sodio,  y  dispuse  la  administración  de  40  centigramos  (en  dos  dó* 
sis)  de  polvos  de  Dower  en  un  infuso  sudorífico.  La  angina  habia  des- 
aparecido al  dia  siguiente  y  estaba  muy  mejorado  el  estado  general,  por 
cuyo  motivo  dejé  á  la  enferma  sin  medicación  de  ningún  género,  encar- 
gándola, no  obstante,  en  gran  manera,  el  cumplimieuto  de  las  reglas 
higiénicas  capaces  de  evitar  una  recaída. 

Hasta  aquí  no  he  hecho  más  que  presentar  á  mis  lectores  los  hechos 
clínicos  descarnados  dé  todo  comentario.  Se  me  acuden  algunas  consi- 
deraciones y  voy  á  darlas  á  conocer. 

En  la  primera  observación  que  he  narrado,  ó  sea  en  la  recogida  siendo 
discípulo  del  Dr.  Giné,  tratábase  de  una  amigdalitis  simple  y  superficial^ 
que  recaiaen  un  individuo  algo  caquéctico  y  cuyas  funciones  nutritivas 
se  hallaban,  como  es  de  suponer,  bastante  perturbadas.  Llevo  dicho  que 
se  aplicó  sobre  la  amígdala  inflamada  el  bicarbonato  sódico,  á  las  pocas 
horas  de  haberse  iniciado  el  proceso  patológico,  ó  sea  en  ocasión  opor- 
tuna para  hacer  aboHar  la  amigdalitis,  según  confeí^ion  d^l  Dr.  Gmé.  In- 
dicado queda  también,  que  el  éxito  no  correspondió  á  las  esperanzas  que 
el  profesor  concebiera  é  hiciera  concebir  á  sus  discípulos;  la  flegmasía 
tonsiiar  no  fué  yugulada  como  se  esperaba  y  deseaba,  sino  que  siguió  el 
curso  que  seguir  suelen  muchas  esquinancias  superficiales  sencillas, 
cuando  no  se  descuidan  las  precauciones  higiénicas. 

Presencié,  pues,  un  fracaso  del  bicarbonato  de  sodio  y  lo  presenció 
así  mismo  el  autor  del  método  en  cuestión.  ¿Pero  era  el  primero  á  que 
el  Dr.  Giné  asistía?  Así  lo  creo  yo,  á  juzgar  por  la  explicación  que  este 


iOO  LA  AMIGDALITIS  Y  EL  BICARBONATO  SÓDiOO. 

nos  dio  acerca  de  la  acción  del  tópico  que  me  ocupa  en  la  amigdalitis, 
antes  de  que  se  ensayara  en  el  enfermo  de  que  vengo  hablando. 

Al  recordar  lo  acontecido  en  este  sujeto,  no  podia  menos  de  causarme 
sorpresa  la  lectura  de  las  siguientes  lineas,  escritas  por  mi  ilustrado  co- 
lega Sr.  Armangué:  «Aseguróme  mi  querido  maestro  (alude  al  Dr  Giné), 
que  cuenta  adocenas  los  ejemplos  de  curación  rápida  de  la  amigdalitis 
debida  á  este  medio  (el  bicarbonato  sódico),  sin  que  ni  en  un  solo  caso 
haya  visto  el  medicamento  completamente  ineficaz,  ya  que  siempre  lle- 
va á  la  curación  antes  de  las  veinte  y  cuatro  horas,  mientras  que  sin  él 
esta  se  hace  esperar  de  dos  á  tres  dias :»  (1). 

No  se  necesita  ser  muy  lince  para  comprender,  después  de  lo  que  llevo 
escrito,  que  entre  las  anteriores  afirmaciones,  que  elSr.  Armanjíuépone 
en  boca  del  Sr  Giné,  y  lo  observado  por  este  en  su  práctica  existe  una 
palmaria  contradicción.  ¿Acaso  el  Dr.  Giné,  al  nacer  dichas  afirmacio- 
nes, habia  olvidado  el  caso  registrado  en  la  enfermería  de  su  cargo? 
¿Acaso  el  Dr.  Armangué,  en  su  afán  de  demostrar  lo  que  se  proponía,  es 
decir,  la  suprema  eficacia  del  bicarbonato  en  la  amigdalitis,  atribuyó  al 
Dr.  Giné  aseveraciones  demasiado  absolutas?  Ambas  suposiciones  son 
posibles,  pero  estimo  que  reúne  más  visos  de  probabilidad  la  segunda. 
Es  esta  una  opinión  puramente  particular,  que  deseo  vivamente,  á  fé 
mia,  no  sirva  para  inclinar  prematuramente  en  ningún  sentido  el  ánimo 
de  mis  ilustrados  lectores,  en  una  cuestión  que  juzgo  delicada  é  impor- 
tante bajo  el  punto  de  vista  científico,  y  acerca  de  la  que  los  interesados 
debieran  hacer,  sin  pérdida  de  tiempo,  mucha  luz,  con  el  elevado  fin  de 
que  quien  deba  fallar  sobre  la  acción  del  bicarbonato  sódico  en  la  amig- 
dalitis pueda  hacerlo  con  prontitud  y  mucho  acierto.  Conste,  pues,  que 
en  esa  cuestión  no  quito  ni  pongo  rey;  que  intacta  y  pura  la  dejo  á  los 
Sres.  Giné  y  Armangué   para  que  la  ventilen  cual  ella  merece. 

Y  ahora,  continuando  mi  tarea,  se  me  ocurre  preguntar:  ¿cómo  es 
qu=5  el  bicarbonato  fracasó  en  el  susodicho  caso,  siendo  así  que  hasta 
aquel  entonces  habia  dado  bellísimos  resultados  en  las  peritas  manos 
del  Dr.  Giné?  Yo  atribuiría  tal  fracaso  al  estado  de  perturbación  nutriti- 
va á  que  habia  conducido  al  enfermo  la  flegmasía  crónica  de  la  vejiga 
urinaria  de  que  se  hallaba  éste  afectado,  si  tuviera  la  seguridad  deque 
el  Dr.  Giné  nunca  habia  experimentado  el  bicarbonato  en  sujetos  cuyas 
condiciones  patológicas  fueran  iguales  ó  parecidas  á  las  del  individuo  en 
cuestión,  ó  si  pudiera,  en  caso  contrario,  suponer  tan  sólo,  lo  que  no  me 
es  licito,  que  tal  circunstancia  morbosa  habia  escapado  á  la  sagacidad 
clínica  del  maestro,  y  por  ende,  que  no  se  tuvo  en  cuenta  al  hacer  el 
pronóstico,  motivo  por  el  cual  no  debiera  causar  extrañeza  alguna  que 
no  se  realizara  cuanto  augurado  se  habia. 

Pero  discurramos  en  otro  sentido.  Si  el  estado  caquéctico  podia  in- 
fluir desfavorablemente,  como  así  lo  entiendo,  en  el  curso  de  la  amigda- 
litis, y  si  terminó  esta  cual  suelen  terminar  no  pocas  délas  que  recaen 


(1)  Don  Juan  Giné  aseguró  á  D.  José  4rmangué  lo  que  acabo  de  transcribir  en 
Enero  de  1881,  esto  es,  cuatro  meses  antes  de  que  este  seño?  pubUcara  las  anteriores 
lineas,  fechadas  el  10  de  Mayo  del  propio  año.  El  hecho  clínico  de  que  me  estoy  ocu- 
pando fué  observado  durante  el  curso  de  1877  á  1878,  según  tengo  dicho. 


LA  AMIGDALITIS  Y  EL  BICARBONATO  SÓDICO  101 

en  individuos  que  no  están  bajo  el  yugo  de  caquexia  alguna,  ¿no  podría- 
mos admitir  que  el  bicarbonato  no  fué  del  todo  inútil  é  ineficaz  y  que  el 
tai  fracaso  no  Jo  fué  sino  relativamente?  Entiendo  que  si;  pero  de  todos 
modos  quedarla  en  pié,  que  no  se  acertó  en  el  pronóstico,  y  que  el  bi- 
carbonato de  sodio  no  siempre  lleva  á  la  curación,  como  se  ha  asegura- 
do, antes  de  las  veinte  y  cuatro  horas^  aun  cuando  se  use  durante  las  vri- 
meras  horas  déla  aparición  de  la  angina,  que  es  lo  que  pretendia  dejar 
sentado  en  este  momento. 

Ocup:^monos  ya  de  la  observación  descrita  en  segundo  lugar,  prime- 
ra de  las  dos  que  á  mi  práctica  privada  corresponden.  Como  se  habrá 
leido,  empezáronse  en  este  caso  las  aplicaciones  del  consabido  tópico  al 
cuarto  dia  de  enfermedad,  y  se  obtuvo  la  perfecta  curación  al  cuarto  de 
tratamiento.  El  proceso  flogístico  se  presentaba  bastante  amenazador, 
pues  á  la  circunstancia  de  ofrecer  no  poca  intensidad,  reunia  la  de  re* 
caer  en  un  individuo  de  temperamento  linfático,  pobremente  constitui- 
do y  que  había  sufrido  en  distintas  ocasiones  de  amigdalitis,  aunque  sin 
presentar  un  cuadro  de  síntomas  tan  acentuado  como  esta  vez. 

No  faltaban,  como  se  vé,  poderosas  condiciones  que  predisponían  á 
una  terminación  poco  lisonjera  de  la  flegmasía,  cual  es  la  supuración  ó 
la  cronicidad,  que  pudimos,  á  pesar  de  todo,  evitar  con  los  medios  tera- 
péuticos de  que  echamos  mano.  No  me  cabe  duda,  pues,  que  en  esta  oca- 
cion  el  bicarbonato  sódico  fué  muy  útil,  ya  que  se  logró  la  completa  re- 
solución de  la  flogosis  en  un  espacio  de  tiempo  relativamente  corto;  he- 
cho que,  á  buen  seguro,  no  hubiéramos  presenciado,  según  á  qué  clase 
de  recursos  hubiésemos  dado  la  preferencia. 

A  pesar  de  lo  que  acabo  de  escribir,  no  se  crea  que  considere  al  bi- 
carbonato como  el  único  medicamento  capaz  de  sacar  al  enfermo  del 
conflicto  en  que  se  hallaba,  nó;  pues  algún  otro  hay,  como  el  alumbre 
pulverizado,  en  insuflaciones  loco  dolenti^  que,  si  no  mejor,  á  lo  menos 
tan  bien  hubiese  realizado  tal  empresa. 

Veamos  la  última  observación.  Tratábase  en  ella  de  una  amigdalitis 
en  su  primer  periodoy  que  afectaba  á  persona  bien  constituida.  Recurrió- 
se á  los  polvos  de  Dower,  que  no  debieron  contribuir  en  poco  en  la  me- 
jora, sobre  todo  del  estado  general,  que  al  sii^uiente  dia  se  había  alcan- 
zado, y  se  insufló  una  vez  el  bicarbonato.  A  las  veinte  y  cuatro  horas  no 
quedaba  ni  rastro  de  angina,  pero  no  había  desaparecido  del  todo  el  es- 
tado general,  prueba  evidente  de  que  este  no  era  sostenido  exclusiva- 
mente por  aquella. 

Si  fuera  entusiasta  y  acérrimo  partidario  del  post  hoc^  ergo  propler 
hoCf  al  contemplar  lo  acontecido  en  este  hecho  clínico,  diría  que  al  bi- 
carbonato de  sodio  se  debe  la  completa  y  pronta  curación  que  de  la  an- 
gina se  obtuvo,  y  le  caliñcaria  de  efícacfsimo¡agente  para  hacer  abortar 
las  amigdaliiis.  Pero  como  estoy  lejos  de  afiliarme  á  dicha  escuela,  por 
creerla  muy  ajena  al  criterio  empírico-racional,  que  real  y  verdadera- 
mente es  quien  debe  guiarnos  en  el  intrincadísimo  estudio  de  las  cícq- 
cias  naturales,  véome  en  el  caso  de  manifestar,  que  tengo  inis  dudasTv 
acerca  de  los  efectos  que  en  realidad  obró  el  bicarbonato  en  la  observa- 
ción de  que  me  estoy  ocupando,  por  lo  que  á  continuación  voy  á  decir. 

A  los  dos  días  de  curada  la  enferma,  objeto  de  nuestra  atención  en 


LOS  MICRÚFITOS  DE  LA  SANGRE 


(j8ta  formado  en  et  exterior  de  una  cubierta  gelatinosa  que  envuelve  al 
"«poro.  Mis  obaervacionea  me  inducen  á  creer  que  el  esporo  no  se  con- 


é 


vierte  siempre  en  bastoncillo,  sino  que  se  divide  en  cuatro  espñrutos, 
por  un  fenómeno  de  segmentación,  en  el  que  toma  también  parte  la  cu- 
bierta. Yo  he  visto  empezaresta  división  antes  que  el  esporo  se  escapase 
del  ñlamento,  y  es  bien  cierto  que  no  es  una 
degeneración,  pues  he  observado  que  los  es- 
pórulos  asi  formados  se  alargan  hasta  cons- 
tituir filamentos.  £1  Dr.  Koch  cree  que  los 
filamentos  toman  su  desarrollo  de  la  cápsula 
de  aspecto  gelatinoso  y  no  del  esporo  brillan- 
te y  luciente.  Después  de  lo  que  he  visto,  no 
dudo  de  que  la  cápsula  no  tiene  parte  alguna 
activa  en  la  formación  del  bastoncillo.  El  es- 
pórulo  se  alarga  ligeramente  y  aparece  en- 
tonces en  uno  de  sus  polos  un  pequeño  cuer- 
po opaco,  que  á  medida  que  se  alarga  lenta- 
i  cápsula  delante  de  él  como  si  fuera  una  membrana 
elástica.  La  cápsula,  en  fuerza  de  ser  estirada,  queda  tan  delgada  y 
transparente,  que  apenas  puede  distinguirse  de  su  contenido.» 


mente,  empuja  1 


Creo  muy  probable  que  Cohn  y  Koch  pueden  dar,  como  explicación 
de  la  diferencia  que  se  nota  entre  sus  descripciones  y  sus  figuras,  y  las 
suministradas  por  Ewart,  que  este  último  ha  descrito  y  figurado  el  es- 
poro (ó  conidea)  según  una  planta  del  todo  distinta  y  que  se  hallaba 
accidentalmente  presente;  y  NSgeli  y  de  Barry  (á  falta  de  datos  exac- 
tos relativos  al  tamaño)  manifestarían  probablemente  que  la  germina- 
ción, dibujada  en  la  última  figura,  era  la  de  una  conidea  perteneciente 
á  alguna  mucedinea,  que  goza  de  ubicuidad. 

/'Canítnuaríf.J 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  93 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


Diarrea  en  los  niños:  tratamiento.-*No  son  raros  los  casos  en  que 
el  médico  se  encuentra  impotente  para  cohibir  la  diarrea  en  los  infan* 
les.  Esto  le  aconteció  á  C.  L.  Gwyn  con  uno  de  sus  hijos  que  padecía 
diarrea  de  forma  lientéríca:  después  de  emplear  cuantos  remedios  se 
señalan  en  las  obras  y  de  usar  todos  los  que  le  indicaron  sus  compañe- 
ros de  profesión,  el  enfermito  seguia  con  frecuentes  deposiciones  de  un 
olor  especial  perfectamente  característico  y  habia  caído  en  el  marasmo. 
Entonces  comenzó  el  siguiente  tratamiento: 

Giicerina 1  dracma. 

Pepsina 3  granos. 

Para  propinarle  al  niño  después  del  alimento.  En  los  tres  primeros 
días  mejoró  notablemente,  y  así  continuó,  hasta  una  convalescencia 
completa,  siendo  de  advertir  que  antes  se  habia  hecho  un  primer  ensayo 
con  la  pepsina  sola. 

Después  de  este  caso,  el  Dr.  Gwyn  ha  empleado  dicho  tratamiento 
con  frecuencia,  obteniendo  siempre  muy  buenos  resultados.— (Fargas.) 

Estadística  de  una  casa  de  locos. —  En  el  Manicomio  de  Brentwood 
(Essex),  que  cuenta  unos  26  años  de  existencia,  han  sido  admitidos 
4,886  enfermos  (2,267  hombres  y  2,619  mujeres)  desde  su  fundación.  Se- 
gun  informe  presentado  por  los  administradores,  han  salido: 

Curados 1,969  Sin  alivio 

Aliviados lao         Muertos 1 

Entre  las  causas  se  encuentran: 

Pérdida  de  fortuna.     ....  190  Religión 185 

Crueldad  del  marido. .  18  Remordimientos 7 

Pérdida  de  parientes 97  Seducción 3 

Amor  contrariado SS  Fortuna  inesperada 9 

Disgustos  domésticos.    ...  91  Enfermedad  congénita.  ...  166 

Miedo 39  Epilepsia SW 

Encarcelamiento 11  Predisposición  hereditaria.     .  573 

Celos 13  Intemperancia. 470 

Pobreza. 89  ParáUsis 148 

Calor  solar  intenso 58 

En  los  demás  casos  era  desconocida  la  causa  productora  de  la  e^    i 
medad.— (Rodríguez  Méndez.) 

Quemadoras:  Tratamiento.— El  Dr.  Shrady,  de  Nueva-Tork^  ha  jb^ 
tenido  buenos  resaltados  con  el  uso  de  la  mezcla  siguiente: 

Gomaar&biga 30  gramos. 

»     tragacauto 30      > 

Agua  fenicada  Vm ^^      * 

Melaza 60       > 

Se  extiende  con  un  pincel  sobre  las  superficies  quemadas,  reno 
las  aplicaciones  con  frecuencia.— (Fgrmigükra.) 


lOi  traqueotomIa  de  urgencía. 

(de  Loríent),  el  cual  está  constituido  por  una  cánula  ordinaria  de  tra- 
queotoRila  (C)  y  un  trocar  curvo  (P),  cuya  cui:;vadura  corresponde  ala  de 
aquella.  La  punta  del  trocar,  aplastada  lateralmente,  es  cortante  por  su 


/ 


sd- 


Flg:.  20.— Trucar  de  Jacolot. 

borde  anterior  y  obtusa  por  el  posterior,  siendo  su  longitud  escasamente 
de  un  centímetro,  con  lo  cual  se  evita  la  posibilidad  de  herir  el  exófago. 
Cerca  de  la  punta,  hay  la  abertura  (O)  de  un  conducto  que  recorre  toda 
la  longitud  del  trocar;  por  donde  pasando  el  aire  ó  las  mucosidades  de 
la  tráquea,  indican  con  el  consiguiente  ruido,  el  momento  en  que  se  ha 
penetrado  ya  dentro  del  conducto  aéreo;  disposición  á  nií  modo  de  ver 
muy  ingeniosa  y  de  grande  valor  práctico,  puesto  que  desvanece  toda 
duda  é  indecisión  y  permite  obrar  con  completo  conocimiento  y  segu- 
ridad. 

Por  otra  parte,  el  trocar  está  provisto  de  un  mango  bastante  largo  para 
poder  apoyar  en  él  la  palma  de  la  mano  y  bastante  pesado  para  que,  sol- 
tándolo, una  vez  introducida  la  cánula,  se  deslice  y  caiga  por  su  propio 
peso  sin  necesidad  de  emplear  en  ello  la  otra  mano. 

El  procedimiento  operatorio  es  como  sigue:  se  sujeta  la  laringe  con 
la  mano  izquierda,  según  el  consejo  dado  por  Saint- Germain;  es  decir, 
cogiéndola  por  su  parte  inferior  y  lateral,  como.'ii  pretendiéramos  arran- 
carla al  propio  tiempo  que  dirigirla  hacia  arriba,  y  asiendo  el  trocar 
ti'aqucotomo  con  la  mano  derecha,  de  manera  que  se  apoye  la  palma  so- 
bre el  mango,  se  practica  (en  dos  tiempos)  1."  el  corte  de  la  piel  y  2.°  la 
perforación  del  primer  cartílago  traqueal;  teniendo  cuidada  de  no  ha- 
cer penetrar  al  principio  más  que  la  punta,  hasta  percibir  el  silbido  del 
aire  que  escapa  por  el  conducto  del  trocar;  en  cuyo  caso,  seguros  ya  de 
la  penetración  del  instrumento,  se  suelta  el  mango,  caeel  trocar  y  se  em- 
puja atrás  y  ahajo  la  cánula,  teniendo,  durante  todo  el  tiempo  que  dure 
la  operación,  completamente  inmovilizada  la  tráquea. 

Las  ventajas  que  el  autor  se  promete  con  este  instrumento  son: 

1."  Reducción  del  instrumental,  puesto  que  basta  ei  trócar-traqueo- 
tomo  para  vei  iñcar  el  acto  operatorio. 

2.*  Reducción  del  personal,  ya  que  no  siendo  preciso  el  concurso  de 
ayudantes  inteligentes,  se  puede  echar  mano  de  los  primeros  individuos 
que  se  ofrezcan,  para  sujetar  al  paciente. 


THAQUEOTOHIA  DE  URGENCIA.  i05 

Estas  dos  ventajas,  muy  reales  y  positivas  son  de  un  valor  inapre- 
ciable. 

3.^    Rapidez  en  la  ejecución . 

4.^  Queda  suprimido  el  acto  de  dilatar  la  herida  de  la  tráquea  para 
colocar  la  cánula,  con  lo  que  el  operado  corre  la  contingencia  de  morir 
por  la  asfixia  ocasionada  por  la  entrada  de  la  sangre. 

5.®  Inmunidad  completa  por  parte  del  operador  en  los  casos  de 
difteria;  puesto  que  la  mano,  colocada  por  delante  de  la  abertura  de  la 
cánula,  evita  que  lleguen  hasta  él  los  fragmentos  de  falsa  membrana 
lanzados  violentamente  desde  la  tráquea. 

Antes  de  exponer  algunos  inconvenientes  que,  en  mi  sentir,  ofrece  el 
trocar  de  Jacolot  y  de  proponer  su  modiñcacion,  me  ocuparé  sucinta  y 
comparativamente  del  traqueotomo  de  Voelker. 

Este  instrumento,  inventado  primero  que  el  ya  descrito  y  un  tanto  se- 
mejante por  las  bases  que  presidieran  á  su  construcción,  paréceme  itiuy 
por  debajo,  respecto  á  su  utilidad. 

La  cánula  (defínitiva  como  la  de  Jacolot)  es  bivalba  y  sus  hojas  se  se- 
paran mediante  la  acción  de  un  resorte  y  el  trocar,  cuya  punta  es  como 
de  bisturí,  salta  fuera  de  la  cánula  por  la  acción  de  otro  resorte;  care- 
ciendo del  conducto  que  en  el  trocar  de  Jacolot  permite  el  paso  del  aii^ 
para  indicarnos  su  penetración  en  el  conducto  respiratorio. 

£1  manual  operatorio  diferirá  pues:  en  que  es  preciso  un  ayudante 
para  sujetar  la  laringe,  puesto  que  la  mano  izquierda  del  operador  debe 
emplearse  en  disparar  los  resortes;  en  que  el  instrumento  se  coge  como 
una  pluma  de  escribir,  y  en  que  deben  separarse  con  rapidez  las  valvas 
de  la  cánula  para  introducir  entre  ellas  la  segunda  cánula  de  quita  y 
pon,  á  fín  de  solventar  los  peligros  de  la  entrada  de  sangre. 

Como  se  vé,  ofrece  las  ventajas  1.'  y  3.*  del  trocar  de  Jacolot,  no  sién- 
dole aplicables  cumplidamente  ninguna  de  las  demás. 

Pasando  ahora  á  la  modificación  que  propongo  del  trocar  de  Jacolot, 
debo  decir  primero  que  este  instrumento  ofrece  una  desventaja.  En  efec- 
to, no  elude  del  todo  la  objeción  que  los  prácticos  presentan  á  los  demás 
traqueotomos,  puesto  que  no  evita  por  completo  la  posibilidad  de  berir 
la  pared  posterior  de  la  tráquea,  en  razón  á  que  siendo  plana  la  punta 
del  instrumento  producirá  una  herida  lineal  igual  ó  menor  que  el  diá- 
metro déla  cánula,  herida  que  para  pasar  á  circular  y  adaptarse  á  esta, 
aumentando  sus  dimensiones,  exigirá  un  notable  esfuerzo,  que  llevado 
más  allá  de  lo  conveniente  puede  exponernos  á  una  introducción  brus- 
ca y  á  lesionar  el  exófago,  por  más  que  sea  romo  el  borde  posterior  déla 
punta  del  trocar.  Esto  es  más  de  temer  por  cuanto  esta  punta  no  es  tal 
punta,  sino  más  bien  pudiéramos  llamarla  hoja;  lo  cual  es  otra  desven- 
taja, pues  sabido  es  de  todos  lo  difícil  que  es  el  cortar  con  una  hoja  pre- 
sentada de  frente  si  no  se  le  comunican,  al  mismo  tiempo  que  una  pre- 
sión, movimientos  de  deslizamiento;  careciendo  de  verdadera  punta, 
puede  resultar  que  sea  algo  difícil  perforar  la  tráquea,  que  esta  se  aplas- 
te, cediendo  á  la  exagerada  presión  y  que,  faltando  de  súbito  la  resisten- 
cia, se  atraviésela  pared  posterior  colindante  con  el  exófago. 

Para  obviar  estos  dos  inconvenientes  he  dispuesto  el  trocar  de  la  si- 
guiente manera:  dentro  de  la  cánula  (A)  se  adapta  un  vastago  (B)  grueso 


06  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

áLXiorexia  de  los  tísicos. --El  Dr.  Pidoux  emplea  para  combatirla 
')ioniteur  de  la  Polidiniquey  número  1, 1882)  la  fórmula  siguiente: 

Jarabe  de  alquitrán. f50  gramos. 

Licor  de  Fowler 3       » 

Tintura  de  nnez  vómica 3       » 

Para  tomar  una  cucharada  regular  antes  de  cada  comida. 

En  muchos  casos  de  consunción  hemos  podido  comprobar  la  eficacia 

el  empleo  de  los  preparados  de  brea,  y,  sobre  todo,  en  aquellos  indivi- 

uos  que  presentan  vestigios  de  diátesis  herpética  ó  reumática  hemos 

obtenido  excelente  éxito  usando  el  tantas  veces  recomendado  licor  de 

brea  preparadlo  por  los  Sres.  Muñera,  que,  á  una  gran  concentración 

de  sustancia  activa,  reúne  la  condición  de  poder  emplearse  cómodamente 

al  interior  y  en  inhalaciones.— (Castells.) 


*#^^^AiAA^lA^^»^lA^A^^^iM<^#N^I^^«^^l^i^«^^«i^^^h^^A^iA^^i^M^i^^«^/ 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Cátedras  Tacantes. — Real  orden  de  16  de  Enero  mandando  proveer  por 
oposición  las  cátedras  de  Clínica  de  Obstetricia  de  Granada  y  la  de  Patología 
médica  de  Zaragoza. — Gaceta  del  27  de  Enero. 

Fiebre  amarilla.— Orden  de  16  de  Enero  declarando  limpias  las  proceden 
olas  de  Guayana  inglesa  hechas  á  la  mar  desde  el  11  de  dicho  mes. — Id.  id.  id. 

Fiebre  amarilla.— Orden  del  27  de  Enero  declarando  limpias  las  proce  - 
dencias  de  S.  Luis  del  Senegal  á  partir  del.— /d.  30  id. 

Auxiliares  de  cátedras.— Real  orden  de  24  de  Enero  convocando  á  oposi- 
ción para  proveer  cuatro  plazas  de  Auxiliares  gratuitos  de  la  Facultad  de  Far- 
macia de  la  Universidad  central,  y  dos  en  cada  una  de  las  de  Barcelona,  Gra- 
nada y  Santiago.— Id.  9  de  Febrero. 

Exámenes. — Real  orden  de  6  de  Febrero,  disponiendo  se  admitan  á  ezá- 
men  de  prueba  dé  curso  de  las  asignaturas  en  que  se  hallaren  matriculados  á 
!ii8  alumnos  llamados  al  servicio  activo  de  las  armas. — Id.  10  de  id. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 


Manual  de  Anatomía  desoriptiva,  escrito  para  Médicos  y  Alwmnos  por  el  DOC- 
TOR Roberto  Hartmann.  Traducción  directa  del  alemán  por  los  Dres.  ¿.  Gróngora  y 
5.  Cardenal.— Cuaderno  8.* 

Manual  de  medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgaine.— S.®  edición  por  León 
de  Fort.* Cuaderno  11.^ 

Manual  de  Patología  Interna,  por  Dieulafoy,  vertido  al  castellano  por  D.  R. 
Ulecia,  con  un  prólogo  del  Dr.  E.  Hob^rt.— Cuaderno  5.^ 

Tratado  de  Operatoria  Qulrúrgloa,  por  el  Dr.  D,  A.  Morales  Pérez.— Con  un 
prólogo  del  Dr.  Creus.  Cuaderno  10  y  11, 

Gonoreso  Médloo-lntemaolonal  de  Londres,  correspondencia  diaria  de  la  £n« 
(Áelopema  Médica-Farmacéutica ^  por  el  Dr.  D.  Salvador  Badía  y  Andreu.— Barcelo- 
na.—18Si.  (Dos  ejemplares.) 

Novísimo  formularlo  magistral,  por  A.  Bonchardat,  traducido  por  el  Dr.  Don 
Julián  Gadaña  y  precedido  de  un  suplemento  de  1^1,  por  D.'Manuel  Ortega  Morejon. 
-Madrid,  1882. 

Actas  de  las  sesiones  del  Congreso  regional  de  Ciencias  médicas.— Agos- 
to, 1879. -Cádiz,  1882. 

periódico:  Giomale  di  clinica  e  terapia  de  Mesina.— i9o¿«tm  de  Alumnos  internos 
lie  Barcelona.— i?6i;ue  Médicale  de  Lo\xvA\n.^ Revista  de  higiene  de  Barcelona.— /«'^ 
clinica  escolar  áe  Barcelona. 


>1 


\  i 


Tomo  n.  Húm.  4.  28  Febrero  de  1882.  Ano  ü.  Nún.  28. 


Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  La  amigdalitis  y  el  bi'tarbonato  sódico,  por  el  Dr.  Bovira  y  Oliver  —Traqueólo- 
mía  de  urffen<^ia.  rrocar<)s-traqueotomo8  de  Jacolot  y  de  Voelker.  Tr6ca>'  de  Jacolot  modifi- 
cado, por  ••  Gerónimo  B«traay.~\n atomía  de  ios  centrús  erviosos,  por  D.  M.  A.  Far* 
caá  Boea  (coatinuacion).— La  miü^iea  en  sus  relaciones  con  la  Medicina,  por  B.  P.  Vidal 
7  Oarelia(0'>niintiacion).— Goniribucion  al  estudio  del  ácido  salicilico  y  sus  compuestos  en 
particular  del  salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo  por  D.  M.  £•  Moré  y 
Bapcit  (continuación).— Revista  <ie  alimentos,  por  rtl  Dr.  Bodrif^neB  Mendea.— Los  mi- 
crófliiis  de  la  sangre  y  sus  relacionas  con  las  enformedades,  por  el  Br.  T.  Biehard  ijewis 
(continuación).— NOTICíiVS  ClE.STtPlCAS:  Solucione*  de  clorhidrato  de  mornna.— Cálculos 
vesicales  en  la  mujer:  eztracion.— H»irnia  diarraRmátici.— Pildoras  anti-cloróücas.— Muerte 
por  la  estricnina.— Hemotisls  apirética  en  l>is  tuberculonos:  tratamiento.— Sección  o/letal. 


LA  AMIGDALITIS  Y  EL  BICARBONATO  SÓDICO, 

POR  EL  Dr.  Roselino  Rovira  y  Oliver. 


Liberté  entiére  dé  discossion, 
mais  sincere  et  courtoise,  ayant 
alors  pour  seules  limites  le  ree- 
pect  des  autres  et  de  sol-meme. 

Laboulbéne, 

Hace  ya  algún  tiempo  que  quería  intervenir  en  el  debate  que,  acerca 
de  la  acción  del  bicarbonato  sódico  eíi  la  ami^^dalitís,  se  inició  entre  el 
Sr.  Armangué  (i)  y  el  Sr.  Margarit  (2).  No  lo  hice,  porque  si  bien  á  la 
sazón  podia  aportar  algunos  datos  que  la  cuestión  ilusti*aran,  eran  estos 
reducidos  en  número,  aunque  no  dejaban  de  tener  importancia,  por  la 
razón  de  haber  sido  recogidos  al  lado  mismo  del  Dr.  Giné,  que  fué  quien 
por  pri  ñera  vez  ensayó  el  bicarbonato  sódico  en  la  angina  tonsilar.  Hoy, 
que  los  datos  que  poseo  son  en  mayor  número  y  más  concluyentes,  voy 
á  tomar  un  lugar  en  el  combate,  para  defender  una  solución  que  casi 
equidista  de  las  conclusiones  sacadas  por  los  iniciadoi*es  de  la  lucha. 

Opino  que  en  esta  como  en  todas  las  cuestiones,  los  términos  medios 
sen  los  mejores  y  más  üiríuosos— vmrus  in  medio  consistit,— y  que  á  no 
tardar,  los  defensores  de  las  soluciones  extremas,  cediendo  alas  razones 
que  les  suministren  los  hechos  observados  con  menos  calor  y  entu- 
siasmo, y  por  ende,  con  ánimo  más  sereno  y  tranquiló,  vendrán  á  darse 
la  mano  en  el  sitio  en  que  voy  á  colocarme.  He  de  confesar,  antes  de  pa- 
sar adelante,  que  si  logro,  como  creo,  posesionarme  del  terreno  de  la 
verdad,  terreno  firme  y  seguro,  no  han  contribuido  poco  á  ello  las  ob* 
servaciores  dadas  á  conocer  por  los  mencionados  señoi*es  Margarit  y 
Armangué  (3),  y  las  publicadas  por  el  Sr.  Lucio  López  Arroyo  en  el  Siglo 


(1)    Vóanse:  Siglo  médico  de  12  Juaio  de  L8il,  Madrid.  -« liidependencia  médioa 
de  21  Junio  de  18S1,  Barcelona. 

(3)    Véase.  Gagbta  méoica  catalana  de  30  Setiembre  ISSl^  Barcelona. 

(3)   El  Dr.  Armangué,  además  del  articulo  &  que  higo  referenoia  en  ana  de  la* 


98  LA  AMIGDALITIS  Y  EL  BICARBONATO  SÓDICO. 

médico  de  11  Diciembre  de  1881  y  por  el  Dr.  Homs  Parellada  en  el  Sentido 
católico  en  las  Ciencias  médicas  y  año  lil,  núm.  38,  Barcelona. 

Entremos  en  materia.  Siendo  alumno  de  primer  curso  de  Clínica 
quirúrgica  en  Barcelona  (1^77  á  78),  ocupaba  una  de  las  camas  de  la 
correspondiente  enfermeiía,  que  estaba  confiada  entonces,  como  lo  está 
ahora,  á  la  hábil  dirección  del  Dr.  D.  Juan  Giné,  un  hombre  que  frisaba 
en  los  40  años,  cuya  constitución  estaba  deteriorada,  sin  duda  alguna 
por  los  sufrimientos  motivados  por  una  cruel  afección,  la  cistitis  crónica, 
verdadera  pesadilla  para  médicos  y  enfermos.  Encontrábase  el  mencio- 
nado sujeto,  como  se  habrá  comprendido,  en  abonadas  condiciones  para 
contraer  una  enfermedad  intercurrente.  Contrájola  en  efecto,  aunque  sin 
revestir  gravedad,  pues  consistió  solamente  en  una  amigdalitis  simple ^ 
es  decir,  desprovista  de  todo  carácter  maligno.  Hé  aquí  una  ocasión  pro- 
picia que  la  casualidad  ofrecía  al  profesor  de  la  visita,  para  ensayar  de- 
lante de  sus  discípulos  las  aplicaciones  del  bicarbonato  sódico  en  el  proo 
ceso  ñegmásico  de  la  amígdala  cuando  todavía  se  hallaba  en  su  periodo 
inicial. 

Expuso  el  Dr.  Giné  las  victorias  alcanzadas  con  el  novel  procedi- 
miento; dispuso  y  se  practicaron  debidamente  las  correspondientes  in- 
suñaciones,  y  al  dia  siguiente,  el  paciente  no  se  sentía  ni  aliviado,  n- 
obstante  de  haberse  pronosticado  su  completa  curación  en  pocas  horas. 
Hubo  necesidad  de  repetir  las  insuflaciones  al  segundo  dia,  y  abreviando 
diré,  que  se  resolvió  el  proceso  morboso  que  combatíamos,  en  el  término 
en  que  suelen  hacerlo  gran  número  de  amigdalitis  simples  que  afectan 
tan  sólo  la  superficie  de  la  tonsila,  cuando  se  rodea  al  enfermo  de  las 
precauciones  dietéticas  apropiadas. 

Al  ver  que  los  resultados  obtenidos  en  dicho  sujeto  no  correspondían 
á  las  esperanzas  que  nos  había  hecho  concebir  nuestro  distinguido  cate- 
drático, consideré  el  medio  terapéutico  en  cuestión,  si  no  inútil,  cuando 
menos  inferior  á  otros  muchos  en  el  tratamiento  de  la  esquinancia;  de 
suerte  que  ni  se  me  acudió  la  idea  de  echar  mano  de  él,  al  demandar 
mis  servicios  profesionales  los  distintos  enfermos  de  amigdalitis,  que 
desde  que  terminé  la  carrera  he  tenido  á  mi  cuidado. 

Ya  olvidada  tenia  la  observación  clínica  que  relatada  llevo,  cuando 
la  trajo  á  mi  memoria  la  discusión  que  se  entabló  acerca  del  asunto 
cuyo  epígrafe  encabeza  estos  renglones.  Deseoso  estaba  entonces  de  darla 
publicid.id,  pero  resolví  no  hacerlo,  hasta  tanto  que  hubiese  podido 
ver  de  cerca  nuevamente  los  efectos  del  bicarbonato  sódico  en  la  tonsi- 
litis. A  este  fin,  he  ensayado  el  bicarbonato  tan  sólo  en  dos  casos,  que 
considero  bastan  por  ahora  á  mi  propósito,  ya  que  pueden  ocupar  los  dos 
extremos  de  la  serie  de  amigdalitis  simples  que  en  la  práctica  puede 
presentársenos.  En  el  primero  se  trataba  de  una  tonsilitis  profunda,  es 
decir,  que  el  proceso  inflamatorio  interesaba  todo  el  espesor  del  órgano 
afecto;  en  el  segundo,  la  inflamación  radicaba  solamente  en  la  mucosa 
y  tejido  celular  adyacente,  motivo  por  el  que  calificóla  de  superficial. 


notad  precedentes,  ha  publicado  otro  sobre  el  mismo  tema  en  la  Independencia  mé- 
dica (21  Enero  1882),  que  tiene  m&s  sabor  pr&ctico  que  el  primero. 


LA  AMIGDALITIS  Y  EL  6ICAHB0NAT0  SÓDICO  99 

La  primera  observación  se  refiere  al  niño  Ricardo  Riquer,  de  edad 
12 años,  constitución  débil,  temperamento  linfático- nervioso,  que  ha  pa- 
decido distintas  veces  de  anginas  tonsilares.  Cuando  solicitó  mis  cuidados 
(4.*  dia  de  enfermedad),  estaba  con  cefalalgia  frontal,  saburra  gástrica, 
astricción  de  vientre,  disfágia  y  fiebre.  Su  amígdala  izquierda  se  ofrecía 
dolorosa,  roja,  hinchada,  obstruyendo  casi  por  completo  el  lado  corres- 
pendiente  del  Istmo  de  las  fauces;  la  derecha  presentaba  los  propios 
caracteres,  pero  menos  acentuados-  En  vista  de  este  cuadro  sindrómico, 
prescribí  un  purgante,  que  produjo  los  resultados  apetecidos,  y  las  in- 
suflaciones de  bicarbonato  sódico  finamente  pulverizado,  en  número  de 
cinco  en  cada  amígdala,  de  cuyas  insuflaciones  tres  debia  practicar  la 
mamá  del  enfermo  y  dos  el  que  suscribe,  como  así  se  hizo. 

Al  dia  siguiente  (5.^  de  enfermedad),  el  estado  general  habia  notable- 
mente mejorado,  mas  muy  poco,  casi  nada,  se  habia  aliviado  el  estado 
local.  Continuóse  con  el  uso  del  mencionado  tópico  por  espacio  de  tres 
dias  más,  lográndose  el  completo  restablecimiento  del  niño  Ricardo  al 
cuarto  dia  de  tratamiento. 

De  la  observación  '2.*  es  protagonista  la  señorita  Teresa  Q.,  de  20 
años,  buena  constitución,  temperamento  linfático-nervioso.  Después  de 
recibir  la  impresión  del  aire  fresco  y  húmedo  de  una  mañana  del  pasado 
Enero,  sintió  Teresa  un  escalofrió,  al  que  subsiguió  quebrantamiento 
general,  aumento  de  calor,  cefalalgia,  disfagía.  Vi  á  la  joven  paciente  al 
anochecer  del  propio  dia,  y  previo  examen,  comprendí  que  estaba  afecta 
de  una  amigdalitis  superficial  simple  del  lado  izquierdo,  que  no  habia 
llegado  aún  al  período  de  esiado.  Practiqué  una  insuflación  de  bicarbo- 
nato de  sodio,  y  dispuse  la  administración  de  40  centigramos  (en  dos  do- 
sis) de  polvos  de  Dower  en  un  infuso  sudorífico.  La  angina  habia  des- 
aparecido al  dia  siguiente  y  estaba  muy  mejorado  el  estado  general,  por 
cuyo  motivo  dejó  á  la  enferma  sin  medicación  de  ningún  género,  encar- 
gándola, no  obstante,  en  gran  manera,  el  cumplimiento  de  las  reglas 
higiénicas  capaces  de  evitar  una  recaída. 

Hasta  aquí  no  he  hecho  más  que  presentar  á  mis  lectores  los  hechos 
clínicos  descarnados  dé  lodo  comentario.  Se  me  acuden  algunas  consi- 
deraciones y  voy  á  darlas  á  conocer. 

En  la  primera  observación  que  he  narrado,  ó  sea  en  la  recogida  siendo 
discípulo  del  Dr.  Giné,  tratábase  de  una  amigdalitis  simple  y  superficial^ 
que  recaía  en  un  individuo  algo  caquéctico  y  cuyas  funciones  nutritivas 
se  hallaban,  como  es  de  suponer,  bastante  perturbadas.  Llevo  dicho  que 
se  aplicó  sobre  la  amígdala  inflamada  el  bicarbonato  sódico,  á  las  pocas 
horas  de  haberse  iniciado  el  proceso  patológico,  ó  sea  en  ocasión  opor- 
tuna para  hacer  abortar  la  amigdalitis,  según  confesión  dpl  Dr.  Gmé.  In- 
dicado queda  también,  que  el  excito  no  correspondió  á  las  esperanzas  que 
el  profesor  concebiera  é  hiciera  concebir  á  sus  discípulos;  la  flegmasía 
tonsila r  no  fué  yugulada  como  se  esperaba  y  deseaba,  sino  que  siguió  el 
curso  que  seguir  suelen  muchas  esquinancias  superficiales  sencillas, 
cuando  no  se  descuidan  las  precauciones  higiénicas. 

Presencié,  pues,  un  fracaso  del  bicarbonato  de  sodio  y  lo  presenció 
asi  mismo  el  autor  del  método  en  cuestión.  ¿,Pero  era  el  primero  á  que 
el  Dr.  Giné  asistía?  Asi  lo  creo  yo,  á  juzgar  por  la  explicación  que  este 


iÜt  LK  MÚSICA  EN  SUS  BELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 


U  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  <'> 

Estudio  especulativo,  fisiológ^ico,  Msiénico  y  terapéutico, 

(Tésia  del  Doctorado) 

POR  D.  Francisco  Vidal  y  Careta. 


ESTUDIO     terapéutico. 

Múltiples  aplicaciones. 

No  es  de  ahora  el  querer  emplear  la  música  en  el  tratamiento  de  las 
enfermedades. 

Ya  en  los  tiempos  más  remotos,  Chiron,  célebre  cazador,  que  se  reti- 
ró á  los  montes  en  busca  de  plantas  medicinales  y  que  fué  un  gran  mé- 
dico, curaba  las  enfermedades,  según  se  decía  por  algunos  de  sus  entu- 
siastas, sin  otro  auxilio  que  los  acordes  de  su  lira.  Esculapio,  célebre  por 
la  curación  de  toda  clase  de  afecciones,  aprendió  la  música  por  medio  de 
Apollen,  su  padre,  y  Chiron,  su  preceptor,  y  la  empleaba  con  éxito.  Ascle- 
piades  decía  que  no  habia  nada  más  natural  que  ella  para  tratar  los  alie- 
nados. Galeno  la  empleaba  contra  las  mordeduras  de  la  víbora  y  del  es- 
corpión, y  en  tiempos  más  modernos  ha  sido  aplicada  con  provecho  sobre 
todo  en  afecciones  nerviosas  por  Poume,  Charcot,  Ball,  Méndez,  Sauva- 
ge  y  otros. 

Lo  que  pertenece  por  decirlo  así  ¿  los  tiempos  mitológicos,  no  debe- 
mos tenerlo  en  cuenta  sino  en  la  parte  que  se  refiere  á  la  importancia 
que  daban  á  tal  pgente.  Yo  creo,  sin  embargo,  que  aunque  los  antiguos 
la  empleaban  más  que  nosotros,  no  lo  hicieron  con  verdaderos  conoci- 
mientos científicos,  sino  al  azar  y  más  bien  guiados  por  sus  naturales 
inspiraciones.  ¿De  qué  instrumentos  hacian  uso?  De  los  más  sencillos  y 
adecuados  á  sus  alcances.  ¿A  qué  aplicaciones  los  dirigían?  A  aplacar 
accesos  de  cólera,  á  inspirar  sentimientos  nobles,  á  enardecer  á  los  guer- 
reros, á  utilizarla  para  el  descanso,  en  una  palabra,  hacian  uso  de  ella  en 
sus  más  potentes,  claras  y  fáciles  aplicaciones. 

Tocante  á  los  tiempos  que  suponen  mayor  ilustración,  nos  parecen 
en  varios  casos  exageradas  algunas  indicaciones  por  no  hallar  relación 
ninguna  entre  su  modo  de  obrar  y  los  resultados  obtenidos.  ¿Cómo  se  ex- 
plicaba Galeno  la  curación  por  tal  agente  de  los  emponzoñados  por  la 
víbora  y  el  escorpión?  ¿<:ómo  luego  se  satisfizo  la  explicación  de  la  cu- 
ración del  tarantismo  por  el  misnlo  que  llegó  á  hacerla  vulgar?  ¿En  fin, 
cómo  se  explica  en  la  hidrofobia  que  también  pretenden  aplicar  hoy  al- 
gunos? En  cuanto  á  esta  última  suponemos  habrá  estado  indicada  en  el 
periodo  melancólico  de  la  enfermedad,  pues  una  vez  desarrollada  ésta 
ni  con  música  se  cura.  Respecto  á  las  otras  tres  no  podemos  en  manera 


(i)    Conclusión. -Véanse  los  números  25,  26  y  27. 


LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  111 

alguna  explicarnos  su  modo  de  obrar,  pues  si  dichas  enfermedades  son 
debidas  á  una  intoxicación  del  organismo  por  la  absorción  de  una  pon« 
zona  ¿quó  resultado  vamos  á  obtener  con  la  música?  ¿Creeremos,  como 
los  antiguos  de  imaginación  calenturienta,  que  por  medio  de  ella  se  ex- 
pele el  veneno  del  cuerpo?  En  buena  hora  se  aplique  en  alguna  de  estas 
enfermedades  con  el  objeto  de  distraer  al  paciente  y  combatir  alguno  de 
sus  síntomas,  pero  jamás  nos  convenceremos  de  que  extienda  su  poder 
basta  la  curación. 

A  medida  que  el  hombre  ha  ido  perfeccionando  este  arte,  así  que  se 
ha  hecho  de  la  armonía  la  verdadera  música,  relegando  á  la  melodía  el 
papel  de  frágil  esqueleto,  también  se  ha  extendido  en  sus  aplicaciones, 
siendo  desde  lungo,  como  veremos,  el  aparato  nervioso  el  que  principal- 
mente ha  sentido  su  influencia  y  sin  duda  se  irá  perfeccionando  cada 
día  más  y  más,  no  llegando  hasta  su  más  cercana  perfección  hasta  que 
solamente  se  utilice  la  música  descriptiva  desechándose  toda  la  demás. 
Ya  se  ha  trabajado,  y  se  trabaja  hoy  en  dia,  bajo  este  punto  de  vista, 
debiendo  hacer  especial  mención  de  David,  Meverber  y  Wagner.  Muy 
atrasados  estamos  para  llegar  á  este  bello  ideal,  pero  mucho  se  ha  ade- 
lantado. 

Voy  á  tomar  el  asunto  sin  ninguna  clase  de  pasión  y  con  un  criterio 
completamente  imparcial;  juzgaré  los  hechos  que  más  se  relacionen  con 
la  fisiología  del  agente  que  estudio,  no  dando  importancia  alguna  á  lo 
fantástico,  á  lo  supersticioso  y  propio  de  la  imaginación. 

Aparte  de  las  enfermedades  de  que  he  hecho  mención  en  el  tercer  ca- 
pitulo de  mi  tesis,  ó  sea  las  que  constituyen  verdaderas  pasiones,  como 
nostalgia,  miedo,  hipocondría,  melancolía,  cólera,  etc.,  tenemos  mu- 
chas otras  que  requieren  su  uso,  sino  para  obtener  la  curación  de  todas 
ellas,  á  lo  menos  para  mitigar  algunas.  Siendo  por  otra  parte  el  aparato 
nervioso  el  que  recibe  principalmente  su  benéfica  influencia,  aquí  es  en 
donde  me  fijaré,  partiendo  siempre  del  orden  seguido  en  nuestra  clasifi- 
cación, para  que  baya  asi  el  rigorismo  posible  en  su  modo  de  obrar  y 
luego  en  la  deducción  de  las  conclusiones. 

Para  emplear  la  música  que  actúa  sobre  el  encéfalo,  hay  un  grupo 
muy  natural,  el  de  las  enfermedades  mentales. 

Estoy  casi  convencido  de  que  no  se  ha  utilizado  como  conviene  en 
la  inmensa  mayoría  de  manicomios.  Se  habrá  usado  con  el  objeto  de  que 
proporcione  á  los  vesánicos  distracción  y  solaz,  más  de  aplicarlo  de  este 
modo  á  aplicarlo  con  verdadero  arte  hay  mucha  distancia.  Laudable  es 
de  todas  maneras  el  manicomio  que  cuenta  con  orquesta  formada  en  su 
mayor  parte  por  los  mismos  locos;  pero  no  es  esto  solo  lo  que  se  ha  de 
buscar,  sino  estudiar  el  adecuado  uso  de  ella  en  diversos  casos  y  utili- 
zarla como  convenga. 

De  todos  modos,  para  que  se  vea  la  importancia  que  se  da  en  el  ex- 
tranjero á  tal  reforma,  voy  á  transmitir  íntegro  párrafos  de  la  Sciencie 
libre  de  PariSy  en  que  dice:  «Estamos  muy  lejos  del  tiempo  en  que  se 
encerraba  á  los  desgraciados  locos  en  jaulas  y  calabozos  como  animales 
salvajes. 

Antes  los  vesánicos  se  trataban  con  violencia;  hoy  se  sigue  un  trata- 
miento por  medio  de  distintas  diversiones  á  fia  de  distraerlos.  Recien- 


112  LA  MÚSICA  EN  SUS  BELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 

temente  se  dio  en  Bicelre  un  concierto,  el  cual  dió  muy  buenos  resulta- 
dos á  los  pensionistas  epilépticos.» 

Así  mismo  en  Santa  Ana  el  profesor  Ball,  de  la  clínica  de  enferme- 
dades mentales,  presentó  á  sus  discípulos  varios  enfermos  tratados  por 
la  mús'ica,  y  se  admiraron  de  los  resultados  obtenidos.  Un  coro  conocido 
con  el  nombre  Los  herreros,  música  de  dos  alienados,  el  uno  paralítico  y 
el  otro  con  fiebres  intermitentes,  ha  sido  cantado  por  12  vesánicos  de  una 
manera  inmejorable.  Una  fantasía  sobre  motivos  de  U Elixir  d* amare 
por  flauta,  violin  y  piano,  ha  sido  magistralmente  ejecutada  por  tres 
alienados,  que  son:  el  violinista,  un  alucinado  crónico,  el  flautista  un 
perseguido,  y  el  pianista  una  melancólica. 

De  una  carta  que  dirigí  al  muy  digno  é  ilustrado  Catedrático  de  Hi- 
giene de  la  Facultad  de  Medicina  de  Darcelona,  Dr.  Rodriguez  Méndez, 
Director  del  Manicomio  de  San  Baudilio  de  Llobregat  (1),  referente  á  saber 
enquéconcepto  tenia  á  la  música  para  el  tratamiento  de  las  enfermedades 
mentales,  me  contestó  diciendo,  que  está  satisfecho  de  ella  como  agente 
terapéutico,  y  que  uno  de  sus  primeros  pasos  en  la  dirección  del  mani- 
comio fué  el  reorganizar  la  orquesta  (toda  compuesta  de  enfermos),  que 
ensaya  varias  horas  al  dia,  y  que  durante  ol  paseo  colectivo  de  los  pacien- 
tes por  los  jardines  toca  piezas  distintas,  valiéndose  de  los  aires  nacio- 
nales en  los  casos  de  profunda  melancolía,  especialmente  con  los  gallegos, 
habiendo  visto  casi  resurrecciones  con  la  gallegada,  jota,  cerdanas,  etc. 

Nuestra  orquesta,  dice,  se  compone  hoy:  de  un  director,  que  sufre 
una  manía  periódica,  siendo  menos  duraderos  aquellos  accesos  en  que 
se  le  puede  dispertar  la  afición  á  la  música;  de  un  maníaco  agudo,  que 
está  en  calma  cuando  toca  la  flauta;  de  un  demente,  en  el  concepto 
científico  de  la  palabra,  que  no  tiene  casi  otras  muestras  de  vida  de  re- 
lación que  su  sensibilidad  musical,  transfigurándose  cuando  toca;  de 
varios  maníacos  crónicos  con  alucinaciones,  que  durante  los  ejercicios 
musicales  descansan  de  sus  estravíos;  de  un  loco  razonador,  bastante 
perverso,  que  se  torna  bueno  y  sumiso  cuando  se  entretiene  con  la  mú- 
sica; de  un  joven,  que  hace  años  estando  loco  aprendió  solfeo,  y  un  ins- 
trumento de  viento  que  le  ha  dado  pan  durante  su  vida  libre,  una  vez 
dado  de  alta  y  que  hoy  le  sirve  para  acelerar  su  curación;  de  un  niño» 
loco  por  la  masturbación,  en  quien  hemos  logrado  despertar  una  viví- 
sima afición  por  la  música,  y  como  se  le  ha  dicho  que  si  se  masturbaba 
no  podría  ser  músico,  se  ha  logrado  parar  su  vicio,  lo  cual  no  habían 
conseguido  ni  otros  medios  morales  ni  farmacológicos,  ni  los  medios 
coercitivos,  etc.  etc. 

También,  dice,  hay  coros,  y  se  logra  con  estos,  no  solo  lo  que  con  la 
música,  sino  también  cultivar  Ja  memoria.  Teníamos  un  enfermo  que 
no  quería  hablar  y  se  le  puso  en  los  coros,  y  un  dia  echó  á  cantar 
como  los  demás,  curándose  del  mutismo.  Había  otro  que  no  andaba  bien; 
á  ios  dos  ó  tres  pasos  se  paraba,  luego  seguía,  y  así por  deprisa  que  le 


(1)  Así  era  cuando  escribía  esta  tesis  el  Dr.  Vidal  Careta.  Hoy  el  Dr.  Rodrigfuet 
Méndez,  que  procura  aj listar  su  conducta  &  lo  que  le  dicta  su  c^onciencia,  ha  dimitido 
el  cargo  y  nada  tiene  que  ver  con  el  laencionado  Manicomio. 


LA    MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA.  113 

hiciésemos  caminar.  Se  dio  orden  de  que  la  música  tocase  pasos  dobles 
y  que  se  pusiese  á  la  cabeza  de  los  pensionistas  y  marchase.  Nuestro 
enfermo  anduvo  el  primer  dia  con  menos  interrupciones,  y  poco  á  poco 
se  quitó  el  resabio,. primero  con  la  niarcha  y  después  sin  ella.  Este  caso 
prueba  de  un  modo  patente  la  influencia  de  la  música  rítmica. 

{Ojalá  todos  fuesen  tan  observadores  como  el  Dr.  Rodríguez  Méndez! 
Otros  resultados  se  habrían  ya  obtenido. 

Muchos  más  hechos  podría  citar,  pero  para  no  molestar  tanto  la  aten* 
cion  de  mis  oyentes,  me  parece  basta  con  los  expuestos  para  ver  la  in- 
fluencia, antes  desconocida,  de  este  poderoso  modificador. 

En  cuanto  á  su  modo  de  obrar  en  las  enfermedades  mentales,  creo  yo 
que  su  acción  es  bastante  compleja  en  sus  resultados,  siendo  más  bien 
su  fin  verdaderamente  humanitario,  ó  sea  distraer  los  vesánicos  en  sus 
actos  de  melancolía,  cólera,  etc.,  debiendo  hacer  siempre  uso  del  gé- 
nero de  música  que  más  se  adapte  á  la  vesania  padecida,  pues  el  trata- 
miento será  asi  más  racional  y  más  seguros  los  resultados  obtenidos, 
no  insistiendo  más  en  ello  por  quedar  bastante  especificado  en  la  parte 
fisiológica  de  mi  tesis. 

Muy  bien  indicada  se  halla  como  medio  preventivo  en  las  epidemias, 
pues,  como  dice  Fígaro  en  un  aforismo  de  Hipócrates,  siempre  que  urja 
prevenir  el  miedo  del  mal,  que  origina  pronto  el  mal  del  miedo,  la  mú- 
sica (sobre  todos  los  géneros  pueril  y  campestre)  es  una  grande  indica- 
ción para  distraer  el  ánimo  y  combatirla  preocupación,  y  por  eso  es 
bueno  recomendarla  en  todas  los  épocas  de  epidemia,  en  las  cuales  el 
terror  que  tal  pasión  produce  es  á  las  veces  tan  peligroso  como  el  azote 
mismo. 

En  cuanto  á  la  música  que  dirige  su  acción  especial  á  la  médula,  la 
que  obra  sobre  los  nervios  locomotores,  encuentra  indicación  oportuna 
en  las  neuroses  y  en  otros  casos  en  que  ya  hemos  visto  útil  su  empleo. 

C!on  el  nombre  de  tarantismo  se  designa  una  enfermedad  que  se  ha 
atribuido  á  la  picadura  de  la  tarántula.  A  fines  del  siglo  décimo  quinto 
tal  enfermedad  inspiraba  serios  temores,  pues  se  decía  que  los  atacados 
ó  bien  morían  ó  quedaban  dementes.  Algunos  al  oír  un  motivo  que  les 
fuese  agradable  se  excitaban,  tanto  que  empezaban  á  saltar  y  bailar  des- 
aforadamente. Otros,  por  el  contrario,  lloraban  continuamente  cual  si  les 
atormentase  algún  recuerdo  triste  y  pasaban  la  vida  del  modo  más  de- 
plorable. Otros  sufrían  un  temblor  continuo. 

Se  observó  que  los  acordes  de  algunos  instrumentos,  especialmente 
la  flauta  y  guitarra,  les  procuraban  alivio;  primero  bajo  su  influencia* 
parecía  que  despertasen  de  un  sueño,  abrían  los  ojos,  poco  á  poco  se 
excitaban  hasta  entregarse  á  la  más  bulliciosa  danza,  haciendo  especial 
mención  de  que,  así  que  cesaba  la  música,  caían  sin  sentido  hasta  que  de 
nuevo  venia  á  excitarles  el  baile. 

El  número  de  estos  enfermos  llegó  á  ser  tan  grande  que  en  determi- 
nadas épocas  se  dieron  verdaderamente  conciertos  y  fiestas,  naciendo 
de  aquí  las  composiciones  llamadas  tarantelas.  Estos  hechos  se  refieren 
principalmente  á  Pulla. 

Tal  vez  habrá  exageración  en  los  efectos  de  tal  enfermedad,  así  como 
en  la  curación  de  ella  por  la  música;  pero  bien  podemos  afirn^ar  que 


114  LA  MÚSICA  EN  SUS  RELACIONES  CON  LA  MEDICINA. 

análogos  resultados  podemos  obtener  en  la  corea,  sabiendo  ya  que  va* 
rios  tnúsícos,  con  el  objeto  de  regularizar  el  baile,  acompañaban  á  los 
coréicos  (danzantes  de  San  Vito)  en  peregrinación  hasta  la  célebre  er- 
mita cerca  de  Luxemburgo.  Así  mismo  hemos  visto  el  buen  éxito  que 
ha  obtenido  Bali  de  ella  en  los  ^ilépticos. 

Tocante  á  la  música  que  dirige  su  acción  sobre  los  nervios  conduc^ 
tores  de  la  sensibilidad,  quizá  la  que  la  deprime  dará  buenos  efectos  en 
el  histerismo,  habiendo,  como  se  sabe,  en  esta  enfermedad  una  sobreexci- 
tación nerviosa  y  más  si  conviene  en  la  forma  estática.  Poume  refiere  el 
caso  de  haber  curado  verdaderos  ataques  por  medio  del  violin. 

También  puede  ser  útil  en  todos  aquellos  casos  en  que  la  mujer  se 
encuentra  en  cierta  disposición  moral,  que  es  conocida  vulgarmente  con 
el  nombre  de  carácter  nervioso. 

Más  me  podria  extender  respecto  al  particular,  pero  advirtiendo  que 
se  va  alargando  más  délo  que  queria  mi  tesis,  voy  á  dedicar  un  simple 
apartado  á  las  aplicaciones  de  la  música  de  acción  compleja,  á  la  teatral, 
ó  sea  ala  que  constituye  el  género  dramático.  Su  acción  fisiológica, 
como  hemos  visto,  es  muy  vaga,  pues  no  solamente  interesa  aquí  ella, 
sino  también  las  pasiones  que  luchan  en  la  escena.  A  más  de  que  par- 
ticipa de  todo,  unas  veces  nuestro  ánimo  está  tranquilo  bajo  la  influen- 
cia de  un  cmto  suave,  otros  bruscamente  se  siente  impresionado  por 
un  desenlace  inesperado,  ya  la  sensibilidad  se  excita,  ya  se  embota,  etc. 
Sin  emb  I rgo,  ya  he  dicho  que  lo  que  pasa  en  la  escena  es  secundario 
para  los  verdaderos  amateurs^  y  que,  por  lo  tanto,  aparte  deque  propor- 
ciona verdadera  distracción  en  casos  de  tristeza  impertinente,  quizá  nos 
dará  buenos  resultados  en  todos  aquellos  otros  en  que  se  tuviera  que 
combatir  una  hipocondría  á  consecuencia  de  un  catarro  crónico  del  es- 
tómago, en  las  neuralgias,  etc. 

En  vista  del  estudio  que  he  venido  haciendo  de  las  aplicaciones  hi- 
giénicas y  terapéuticas  de  la  música,  se  pueden  establecerlas  siguientes 

Conclusiones: 

1.^  La  música  es  un  agente  que  produce  descanso  y  distrae  al  hom- 
bre en  sus  ocupaciones. 

2.^  Es  un  elemento  tanto  ó  más  social  que  el  café,  tabaco,  y  todo  lo 
que  engendra  el  trato,  y  por  lo  tanto,  es  bueno  que  el  hombre  sepa  uti- 
lizarlo. 

3.^  Que  deben  establecerse  orfeones  y  conciertos  populares  de  música 
clásica,  que  haciendo  al  hombre  más  indiferente  á  la  música  trivial,  con- 
tribuyan á  moralizarle. 

4.®  Que  es  indispensable  conocer  la  acción  fisiológica  de  sus  distin- 
tos géneros  para  mejor  aplicarla  donde  convenga,  desechando  la  que  no 
sea  descriptiva. 

5.^  Que  es  innegable  el  influjo  de  ella  en  Perceptologfa,  asi  como 
también  que  conviene  adelantar  este  estudio  más  de  lo  que  se  ha  hecho 
hasta  hoy. 

6.*  Que  debieran  organizarse  orquestas  en  todos  los  manicomios, 
aunque  no  más  fuera  que  para  solaz  de  los  vesánicos. 


ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES.  115 

7.0  Que  es  conveniente  aplicarla  en  las  neurosis,  para  que  se  tengan 
pronto  datos  seguros  y  se  regularice  su  empleo. 

8.**  Que  deben  combatirse  con  tal  agente  todos  los  casos  de  excita- 
ción ó  depresión  neivjosa. 

Básteme  con  lo  expuesto,  Excmo.  Sr.,  y  solo  diré  que  quiero  prose- 
guir estos  estudios,  hoy  en  estado  de  larva,  y  que  si  mi  humilde  trabajo 
no  sirve  de  mucho,  gf*acias  á  las  pocas  aplicaciones  que  ha  tenido  hasta 
ahor  a  la  música  como  agente  terapéutico,  tal  vez  sirva  para  levantar  el 
ánimo  en  favor  de  ella,  recomendando  exclusivamente  el  uso  de  la  mú- 
sica descriptiva,  pues  si  hay  hombres  como  David,  Meyerbeer,  Wagner 
que  se  han  consagrado  á  ella,  que  haya  también  hombres  como  Rambos- 
son,  Charcot,  Ponme,  Ball,  Méndez  y  Letamendi  que  sepan  aprovecharla. 
«—He  dicho. 

CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SAUClUCO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  salicUato  sódico  en  el  tratamiento  del  renmatisxno»  (1) 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Módico  de  la  Casa  de  Laelancia  y  Casa-cuna  de  Barcelona, 


Pasemos  ahora  á  la  segunda  cuestión  que  dejamos  planteada  y  que 
falta  todavía  resolver. --¿Cuánto  tiempo  puede  durar  la  administración 
del  ácido  salicflico?^Para  esto,  recuérdese  bien  que  estamos  tratando 
del  ácido  salicilico  puro,  no  de  sus  derivados,  los  salicilatos,  de  tos  cuales 
haremos  mención  aparte.  Primero  recordaremos  lo  siguiente:  el  ácido 
salicilico,  es  cierto  que  pasa  repentinamente  á  la  orina,  pero  no  es  me- 
nos evidente  también  que  al  cabo  de  quince  dias,  según  ya  hemos  dicho 
anteriormente,  puede  encontrarse  todavía  en  el  mismo  líquido  excreta- 
do; con  esto  se  demuestra  que  su  presencia  en  la  economía  dura  tam- 
bién muchos  dias,  y  si  muchos  dias,  además,  se  sigue  administrando  el 
ácido,  podrá  dar  lugar  indudablemente  á  todos  los  fenómenos  que  hemos 
estudiado,  por  que  será  bastante  grande  la  acumulación  de  ácido  salici- 
lico en  la  economía.  Luego  la  administración  de  dicho  ácido  puro  debe 
cesar  siempre  al  cabo  de  pocos  dias,  por  ejemplo  4  6  5,  descansan- 
do otros  tantos  para  volver  á  empezar  de  la  misma  manera  que  antes,  y 
asi  consecutivamente. 

Administrado  de  esta  manera  el  ácido  salicilico,  puede  persistirse 
bastantes  dias  en  su  aplicación  interior.  Así  lo  tengo  observado  repeti- 
das veces,  y  este  es  el  sistema  que  he  seguido  siempre  que  he  tenido  ne- 
cesidad de  combatir  un  síntoma  ó  una  enfermedad. 

8al!ciiato8.-Concluida  ya  la  historia  más  ó  menos  completa  del  ácido 
salicilico  en  parth^ular,  vamos  ahora  á  emprender  la  de  los  salicilatos 


(1)    Continuación.— Véanse  los  números  25, 26  y  27. 


116  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

y  especialmente  la  del  salicilato  de  sosa,  que  es  el  que  más  nos  interesa 
para  el  fin  que  nos  hemos  propuesto  al  emprender  esta  tarea. 

Respecto  á  la  acción  fisiológica  de  estos  compuestos,  poco  más  ten- 
dremos necesidad  de  añadir,  pues  todo  lo  que  podemos  decir  lo  hemos 
demostrado  ya  con  su  ácido  respectivo.  Pero  en  cambio,  estos  compues- 
tos  tienen  valiosas  ventajas  sobre  el  primer  cuerpo,  ventajas  hasta  hoy 
no  desmentidas,  ya  por  su  acción  fisiológica,  ya  respecto  á  su  modo  de 
administración. 

£1  empleo  del  salicilato  de  sosa  en  sustitución  del  ácido  salicilico  es 
mucho  menos  peligroso  bajo  muchos  conceptos;  sus  efectos  accidenta- 
les no  son,  ni  con  mucho,  tan  marcados,  y  su  administración  puede  se- 
guirse bastante  más  dias  que  la  del  ácido  salicilico  puro. 

Sin  embargo,  cuando  la  dosis  del  salicilato  de  sosa  es  crecida  y  llega 
por  ejemplo,  á  tomarse  12  ó  más  gramos  al  dia,  sus  efectos  sobre  los 
centros  nerviosos  se  notan  de  igual  manera,  aunque  no  ofrecen  la  mis- 
ma intensidad. 

A  esta  misma  dosis  no  se  desarrollan  tampoco  los  síntomas  gástricos 
tan  marcados  como  con  el  cuerpo  anterior.  Cuando  se  toma  en  polvo, 
no  se  adhiere  á  las  mucosas  porque,  siendo  tanta  su  solubilidad  y  estan- 
do siempre  húmedas  las  partes  con  que  se  pone  en  contacto,  se  disuel- 
ve en  seguida  y  pasa  rápidamente  al  tubo  digestivo.  De  modo  que  las 
sensaciones  de  escozor,  quemazón,  accesos  de  tos  y  fenómenos  conges- 
tivos en  el  estómago  son  casi  inapreciables,  si  es  que  se  producen,  to> 
mando  el  salicilato  á  la  dosis  que  expondremos,  y  aún  á  la  citada.  La 
dosis  de  12  gramos  no  ha  sido  nunca  causa  de  intoxicaciones  y  muerte 
consecutiva.— Sin  embargo,  Mr.  Carrion  ha  publicado  un  caso  de  muer- 
te consecutiva  á  la  administración  del  salicilato  de  sosa  en  un  sujeto 
afectado  de  reumatismo,  diciendo  que  la  mnerte  sobrevino  en  medio 
de  fuertes  convulsiones.  En  la  autopsia  dice  que  no  se  encontró  más  que 
una  ligera  congestión  de  las  meninges  y  un  poco  más  de  liquido  que  en 
el  estado  normal  en  los  ventrículos  cerebrales. —  Mr.  Clement  (de  Lyon) 
dice  que  nunca  ha  dejado  de  administrar  menos  de  6  gramos  diarios,  pu- 
diendo  asegurar  que,  administrado  este  medicamento  á  la  dosis  de  8  á  10 
gramos  al  dia,  no  ha  producido  más  accidentes  que  náuseas  y  zumbido 
de  oidos,  pero  nunca  fenómenos  convulsivos. 

£1  salicilato  de  sosa  es  un  cuerpo  preciosísimo  para  el  tratamiento  de 
ciertas  enfermedades,  porque  puede  impunemente  continuarse  su  ad- 
ministración durante  muchos  dias  seguidos,  sin  interrupción,  á  la  do- 
sis de  3,  4  y  5  gramos  diarios.  Todo  lo  más  que  he  observado  en  los  in- 
dividuos sometidos  á  este  tratamiento  ha  sido  la  presencia  de  un  poco 
de  congestión  cefálica,  que  ha  desaparecido  siempre,  con  el  tratamiento 
que  en  su  lugar  correspondiente  expondremos.  Sobre  el  tubo  digestivo, 
unas  veces  he  observado  un  poco  de  extreñimiento  y  otras  una  ligera 
diarrea,  pero  todo  sin  consecuencias. 

Generalmente,  cuando  la  administración  del  salicilato  de  sosa  ha  de 
durar  bastantes  dias,  la  cantidad  que  mejor  puede  tomarse  sin  sobreve- 
nir fenómenos  desagradables  es  la  de  2  á  3  gramos,  y  el  máximum  4 
gramos. 

Guando  el  salicilato  se  toma  á  la  dosis  de  50  centigramos  á  1  gramo, 


ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES.  H7 

se  puede,  sin  ningún  inconveniente,  seguir  su  administración  durante 
un  periodo  de  tiempo  ilimitado^  que  puede  llegar  á  dos,  tres  y  cuatro 
meses  seguidos,  y  aún  más,  sin  interrupción.  En  mis  notas  particulares 
tengo,  hasta  la  fecha,  catorce  observaciones  de  otros  tantos  individuos^ 
de  los  cuales,  tres  de  ellos,  lo  han  tomado  cinco  meses  seguidos  sin  in- 
terrupción ni  fenómeno  peligroso  alguno,  y  los  once  restantes  durante 
un  periodo  de  tiempo  que  oscila  entre  dos  y  medio  y  cuatro  meses,  con 
los  mismos  buenos  resultados  que  los  anteriores. 

Sus  efectos  sobre  la  respiración  y  la  circulación  son  tan  claros  y  com* 
probables  como  los  del  ácido  salicilico.  A  la  dosis  de  3  gramos,  es  ya  muy 
notable  la  influencia  ejercida  sobre  la  circulación  de  un  individuo  fe- 
bricitante, pues  su  temperatura  baja  notablemente  de  un  dia  á  otro. 

Para  dejar  sentada  la  influencia  del  salicilato  de  sosa  sobre  la  circu- 
lación y  su  manera  de  obrar  en  el  reumatismo,  vamos  á  transcribir  lo 
que  dijo  Ottramare  en  la  Gazette  medícale,  en  28  de  Junio  de  1879,  lo 
cual  se  encuentra  á  su  vez  en  el  Anuario  de  terapéutica  de  los  Dres.  Bou- 
chardat,  vertido  al  español  por  los  Sres.  Toledo  y  Ulecia.  El  Sr.  Ottrama- 
re dice  lo  siguiente:  tlntroducido  el  salicilato  de  sosa  directamente  eii 
las  venas,  aumenta  siempre  la  presión,  el  número  de  pulsaciones  y  ia 
energia  del  sístole;  este  electo  pasajero  es  debido  á  una  acción  excitan- 
te sobre  los  nervios  motores  del  corazón.  Casi  á  la  vez,  y  de  una  ma- 
nera gradual,  acelera  la  rapidez  de  la  corriente  sanguínea;  este  fenóme- 
no, debido  á  una  dilatación  de  los  capilares,  es  más  durable. 

y>L3í  excitación  cardiaca  disminuye  bajo  la  influencia  de  inyecciones 
repetidas;  después,  cuando  se  llega  á  la  dosis  tóxica — que  para  el  perro, 
el  asno  y  el  caballo,  es  de  1  gramo  por  kilogramo  de  peso  de  estos, — 
aparecen  irregularidades  del  pulso,  intermitencias,  un  descenso  déla 
presión,  y  por  fln  la  parálisis  cardiaca,  el  animal  muere  por  una  pará- 
lisis de  este  órgano,  y  no  por  asñxia,  como  se  cree.  La  rapidez  de  la  cor- 
riente sanguínea  sigue  siendo  bastante  considerable  hasta  el  fin,  y  la 
autopsia  pone  de  manifiesto  una  gran  hiperemia  de  las  visceras  abdo- 
minales, sobre  todo  de  los  ríñones,  hecho  que  concuerda  con  los  fenó- 
menos de  dilatación  capilar  observados  en  vida. 

9Si  se  secciona  previamente  la  médula  por  encima  del  bulbo,  sucede 
,á  la  hiperemia  visceral  un  estado  anémico  pronunciadísimo.  Es,  pues, 
evidente  que  el  salicilato  de  sosa  actúa  sobre  los  centros  vaso-dilatado- 
res  del  bulbo. 

]i»Si  establecemos  ahora  un  paralelo  entre  el  proceso  anatómico  del 
reumatismo  articular  agudo,  los  efectos  fisiológicos  del  salicilato  sódico 
y  sus  propiedades  terapéuticas  innegables,  parece  admisible  que  este 
medicamento  obra  sustituyendo  una  dilatación  capilar  generalizada  á 
una  hiperemia  local. 

:»Mientras  que  las  lesiones  del  reumatismo  son  de  orden  puramente 
vascular,  el  salicilato  de  sosa  puede  tener  una  acción  terapéutica;  pero 
cuando  sobrevienen  desórdenes  celulares,  es  necesariamente  ineficaz. 
.Asi  se  explica  su  ineficacia  en  las  formas  sub-agudas  y  crónicas,  inefica-* 
cía  que  viene  en  apoyo  de  mi  teoría.» 

Mr.  Seivon  experimentó  también  la  acción  del  ácido  salicilico  y  del 
salicilato  de  sosa  sobre  la  respiración  y  sobre  el  sistema  nervioso,  admi- 


118  ÁCIDO  SALIGÍLIGO  Y  SUS  SALES. 

nistrándolo  á  un  mamífero  (conejillo  de  Indias),  á  un  pájaro  (tórtola)  y 
á  un  batracio  (rana),  en  los  cuales  dice  que  hay  aumento  de  ácido  car- 
bónico exhalado.— Sobre  el  sistema  muscular  de  la  rana  obtuvo  trazados 
que  indican  la  formación  lenta  de  contracciones  tetánicas  seguidas  des- 
pués de  agotamiento  muscular. — Estudiando  la  acción  sobre  la  contrac- 
tilidad muscular  y  sobre  la  causa  de  estas  contracciones  tetánicas,  dice, 
fundado  en  numerosos  experimentos,  que  el  ácido  salicilico  tiene  una 
acción  es  pecial  sobre  el  sistema  nervioso  central,  y  que,  además  la 
extinción  rápida  de  la  contractilidad  muscular  es  debida  más  bien  á  la 
extenuación  provocada  por  las  convulsiones,  á  las  cuales  ha  dado  lugar 
la  sustancia,  lo  mismo  que  la  estrignina  y  la  nicotina,  que  tienen  una 
acción  especial  sobre  la  fibra  contráctil. 

También  se  ha  observado,  sobre  la  respiración,  que  hay  mayor  pro- 
ducción de  ácido  carbónico,  y  Mr.  Clement  (de  Lyon)  no  puede  darse 
cuenta  de  este  fenómeno,  puesto  que  el  salicilato  de  sosa  tiene  una  acción 
antipirética  constante  y  notable.  Dice  que  muchas  veces  ha  adminis- 
trado 6  y  8  gramos  al  día  y  que  nunca  ha  observado  fenómenos  desagra- 
dables, y  que  el  salicilato  de  sosa  es  un  gran  remedio  para  el  tratamiento 
del  reumatismo  agudo. 

Ya  hemos  dicho  anteriormente  que  la  presencia  del  ácido  salicilico 
en  la  secreción  y  excreción  urinaria  se  nota  con  una  rapidez  notable. 
Pues  bien,  el  salicilato  de  sosa  tiene  esta  misma  acción,  y  mayor  aun  si 
cabe,  que  el  ácido  salicilico  solo,  provocando  la  diuresis  de  un  modo 
extraordinario  (suponiendo  que  los  ríñones  se  encuentren  en  estado 
normal),  hasta  el  punto  que  hace  pocos  dias  he  visto  á  una  enferma,  á 
quien  el  Sr  Arbiol  le  administró  2  gramos  de  este  cuerpo  en  200  de  vehí- 
culo, y  á  la  segunda  toma  tuvo  que  suspender  el  medicamento,  no  solo 
por  haberle  provocado  una  extraordinaria  diuresis,  sí  que  también  por 
haberle  aparecido  la  menstruación  muy  abundante  y  fuera  de  época.  Sin 
embargo,  ya  dice  el  Sr.  Arbiol  que  estos  casos  son  algo  raros,  ya  respecto 
á  lá  cantidad  de  secreción  urinaria,  ya  respecto  á  provocar  con  tanta 
prontitud  fenómenos  ó  alteraciones  en  la  menstruación. 

Otra  de  las  acciones  muy  notables  del  salicilaro  de  sosa,  lo  mismo 
que  del  ácido  salicilico,  es  la  de  favorecer,  en  mayor  escala  que  los  de- 
más alcalinos,  la  expulsión  de  las  materias  sólidas  contenidas  en  la  orina, 
como  los  fosfatos  y  los  carbonates,  de  lo  cual  daré  un  ejemplo  notabilí- 
simo más  adelante. 

A  pesar  de  que  eajtoy  de  acuerdo  con  el  Sr.  Arniol  sobre  la  acción 
diurética  del  salicilato  de  sosa,  debe  consignar  que  Mr.  Bouchard,  para 
demostrar  la  acción  que  ejerce  sobre  el  aparato  urinario,  sienta  lo  si- 
guiente: 

i.**    El  medicamento  no  ha  modiñcado  la  cantidad  de  orina. 

2."^    Disminuyó  la  cantidad  de  urea. 

3.^    Aumentó  el  peso  total  de  las  materias  extractivas. 

4.^    La  cantidad  de  fosfatos  y  materias  colorantes  es  idéntica. 

5.*"  Aunque  no  es  un  diurético,  es,  sin  embargo,  un  poderoso  agente 
de  iluminación. 

La  dosis  cuotidiana  era  de  4  gramos. 

Sobre  todo  estos  puntos  no  podemos  estar  de  acuerdo  con  el  Sr.  Boa- 


RBVISTA  DE  ALIMENTOS.  119 

cbard.  Dicho  observador  dice  que  este  medicamento  no  modiñca  la  can- 
tidad de  orina,  es  decir,  que  no  es  diurético,  pero  si  que  es  un  poderoso 
agente  de  eliminación;  pues  bien,  por  este  mero  hecho  es  preciso  que 
obre,  siquiera  sea  poco, como  diurético;  y  efectivamente,  no  solo  en  todos 
los  enfermos  ¿  quienes  lo  he  administrado,  si  que  también  en  mí  mismo, 
he  observado  que  aumenta  considerablemente  la  secreción  urinaria, 
puesto  que  casi  nunca  pasan  más  de  15  á  20  minutos  sin  que  se  sienta  la 
necesidad  de  expulsar  una  regular  cantidad  de  liquido  renal,  en  el  cual 
se  observa,  por  medio  de  los  reactivos  indicados,  la  presencia  de  dicho 
cuerpo.  Esto  demuestra  que  el  salicilato  de  sosa,  además  de  pasar  rá- 
pidamente á  los  riñónos  y  obrar  como  eliminador,  favorece  la  secreción 
urinaria  en  cantidad  y  en  rapidez  de  tiempo. 

Es  también  particular  la  acción  que  ejerce  el  salicilato  de  sosa  sobre 
el  aparato  genital.  Cuando  este  medicamento  se  toma  durante  muchos 
dias  seguidos,  produce  una  impotencia  pasajera,  impotencia  que  desa- 
parece desde  el  momento  que  cesa  la  administración  de  dicho  cuerpo. 
Esta  acción  se  nota  lo  mismo  en  el  estado  fisiológico  que  en  el  patológico, 
y  la  observé  en  varios  enfermos,  siendo  también  observada  por  el  señor 
Arbiol  hace  más  de  tres  años.  Esto  se  corroboró  más  tarde  por  un  autor 
francés,  cuyo  nombre  no  recueroo,  y  hoy  ya  no  se  pone  en  duda  por 
nadie  la  impotencia  pasajera  que  produce  el  salicilato  de  sosa. 

Mas  tarde  he  administrado  el  salicilato  de  sosa,  unido  con  la  quina, 
en  tres  enfermos  y  la  impotencia  dejó  de  presentarse  en  uno  de  ellos. — 
¿Se  hubiera  presentado  tomando  solo  el  salicilato  de  sosa?^Esto  debe 
todavía  estudiarse,  pues  quién  sabe,  uniendo  el  salicilato  de  sosa  con  tó- 
nicos, si  se  presentada  esta  acción  tan  marcada  de  dicho  medicamento. 

Otra  de  las  acciones  más  notables  del  salicilato  de  sosa  es  la  si- 
guiente: cuando  se  toma  á  la  dosis  anteriormente  citada,  y  aún  mejor 
que  no  pase  de  50  centigramos>  tiene  un  poder  excitante  del  tubo  diges- 
tivo  que,  al  cabo  de  unos  cuantos  dias  de  tomarlo,  el  enfermo  experi- 
menta una  sensación  de  bienestar  después  de  la  comida,  excita  de  una 
manera  muy  notable  el  apetito,  y  lo  considera  en  adelante  como  el  único 
remi>dio  para  que  pueda  C(>mer  como  en  estado  fisiológico.  Esto  solo  me 
decidió  á  usarlo  en  el  tratamiento  de  ciertas  dispepsias,  como  excitante 
del  tubo  digestivo,  habiendo  obtenido  muy  buenos  resultados  con  su  em- 
pleo. Pero  si  la  dosis  aumenta  más  de  50  centigramos,  estos  efectos  no 
son  tan  marcados 

(Continuará.) 


REVISTA   DE  ALIMENTOS, 
POR  EL  Dr.  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona, 


Plomo:  wa  presencia  en  les  alimentos  más  usados.— Exceptuando  al- 
gún varón  recalcitrante,  capaz  de  negar  aun  lo  que  toca,  por  el  mero  he- 
cho de  ser  moderno^  es  indudable  que  la  inmensa  mayoría  de  médicos 


120  REVISTA  DE  ALIMENTOS, 

acepta  de  buen  grado  la  posibilidad  del  envenenamiento,  crónico  de  or- 
dinario, agudo  por  excepción,  determinado  por  el  plomo,  que  ha  pene- 
trado en  los  alimentos  cotidianos,  ya  partiendo  de  las  vasijas  en  que  se 
guardan,  ya  de  los  tubos  que  recorren,  ya  de  los  aparatos  en  que  se  pre- 
paran ó  modifican,  etc.  Esta  verdad  científica,  conquista  de  nuestros  dias, 
ha  sido  corroborada  por  muchos  hechos.  Recordemos  el  célebre  cólico 
seco,  el  de  los  países  ccdienteSy  el  de  Madrid,  y  apuntemos,  entre  los  que 
más  han  contribuido  á  constituir  este  interesante  cuerpo  de  doctrina,  á 
Fordos,  Bobierre,  Boudet,  Besnou,  MayenQon,  Bergeret,  Fierre,  Berge- 
ron,  1'  Hote,  Pouchet,  Torres  Muñoz,  etc. 

En  confirmación  de  lo  ya  sabido,  y  con  el  aditamento  de  nuevos  ho- 
rizontes que  se  abren  á  la  investigación,  el  reputado  Armando  Gautier 
ha  leido  en  la  Academia  de  Medicina  de  Paris  (sesión  del  18  de  Noviem- 
bre último)  una  interesante  Memoria,  que  titula:  Sur  Vahsorption  du 
plomb  par  notre  alimentationjournaliére.  Ante  todo  debe  decirse  que,  si  el 
plomo  no  es  el  más  temible  de  los  venenos,  en  cambio  su  insidiosa  ac- 
ción le  dá  una  importancia  de  primer  orden,  especialmente  si  se  repara 
en  que  estamos  continuamente  en  peligro  de  absorverlo:  papeles  de  las 
habitaciones,  pinturas,  vasijas  estañadas,  tintes  y  afeites,  porcelana, 
vitrificados,  utensilios  de  cristal,  vestidos,  alimentos  y  otros  muchos. 

El  trabajo  de  A.  Gautier  consta  de  varias  secciones,  cada  una  de  las 
cuales  merece  se  trate  aparte,  por  sumaria  que  sea  la  exposición.  Me 
ocuparé  en  primer  término  del  procedimiento  que  dicho  autor  emplea 
para  conseguirlo. 

Demostración^  dosificación,— ^o  conceptuando  Gautier  seguro  ningu- 
no de  los  basta  aquí  usados  por  lo  que  hace  á  las  sustancias  orgánicas, 
empieza  por  incinerarlas  á  baja  temperatura,  humedeciéndolas  de  cuan- 
do en  cuando'  con  una  mezcla  de  ácido  nítrico  (30  partes)  y  de  ácido 
sulfúrico  (1  parte).  Hierve  las  cenizas  con  un  exceso  de  hidrato  de  barita 
exento  de  plomo;  las  trata  en  caliente  por  el  ácido  clorhídrico  puro  di- 
luido en  dos  volúmenes  de  agua;  las  filtra,  precipitando  después  en  el  lí- 
quido ácido  mezclado  con  agua  y  mediante  el  hidrógeno  sulfurado  los 
metales  tóxicos.  Los  sulfures  formados  se  digieren  con  el  polisulfuro  de 
sodio  para  separar  el  estaño.  Por  ultimo,  convertido  el  plomo  en  sulfa- 
to, se  somete  á  la  electrólisis  y  se  le  redisuelve  sobre  la  lámina  de  pla- 
tino para  dosificarle  por  el  método  ordinario. 

El  preparador  de  Gautier,  Pouchet,  en  vista  de  que  los  resultados  no 
eran  muy  precisos,  modifica  el  procedimiento  hasta  conseguir  que  las 
pérdidas  de  plomo  se  reduzcan  casi  á  cero.  Calienta  las  materias  sospe- 
chosas con  un  peso  igual  de  ácido  nítrico  fumante,  añadiendo  25  por  100 
de  sulfato  potásico  ácido.  Terminada  la  efervescencia,  consigue  la  des^ 
irucdon  total  de  la  materia  orgánica,  añadiendo  un  exceso  de  ácido 
sulfúrico  á  la  masa,  que  calienta  hasta  la  decoloración  completa.  Sin 
filtrarla,  la  diluye  en  el  agua,  y  sujeta  el  licor  ácido  á  la  acción  de  cuatro 
elementos  de  Bunsen.  Todo  el  plomo  se  receje  sobre  la  lámina  de  platino 
del  electrodo  negativo.  Se  le  redisuelve  por  el  ácido  nítrico,  y  se  le  pre- 
cipita y  dosifica  en  estado  de  sulfato. 

Uno  y  otro  procedimiento  han  sido  empleados  por  Gautier.  Mas  cuan- 


REVISTA  DE  ALIMENTOS.  121 

do  solo  quiere  averiguar  la  existencia  del  plomo  en  una  soldadura  ó  en 
un  estañado,  deja  caer  en  la  superficie  del  objeto  metálico  dos  gotas  de 
ácido  acético  al  décimo,  que  luego  abandona  á  la  evaporación.  Toca  en 
seguida  la  mancha  con  una  solución  de  cromato  potásico  di  centesimo, 
la  seca  y  la  lava  con  agua.  El  cromato  amarillo  de  plomo  obtenido  está 
adherido  al  metal,  no  cambia  de  tinte  al  cabo  de  muchos  dias  y  la  man- 
cha puede  conservarse  como  testimonio.  Las  aleaciones  al  3  y  aún  al  2 
por  loo  de  plomo  dan  una  mancha  persistente  de  cromato. 

Conservas  vegetales. —  Penetra  en  ellas  el  plomo  sobre  todo  por  la 
soldadura,  aleación  de  estaño  y  plomo  en  la  proporción  de  10  á  60  por  100 
del  último;  en  la  hoja  de  lata  solo  ha  observado  1  centesimo  ó  menos. 

Por  término  medio,  hay  en  cada  kilogramo  de  estas  conservas  guar- 
dadas en  cajas  de  hojas  de  lata  2^5  miligramos  (de  O  á  5).  Parece  que  es- 
tas cantidades  aumentan  con  la  fecha  de  la  preparación: 

Después  de  un   año  de  conseryacion  había       1*2  \  Medio  de  milígra- 
Id.     de  dos    id.  id.  id.         2*1  >    moa  por  kilógra- 

Id.      de  tres  id.  id.  id.         4*2)     mos. 

Sardinas.-^  Gautier  cree  que  las  grasas  de  este  alimento  y  de  la  con- 
servación en  cajas  de  lata  disuelven  con  facilidad  el  plomo.  En  menos 
de  un  año  habia  de  20  á50  miligramos  por  kilogramo  de  pescado,  espe« 
cialmente  en  los  que  se  conservaron  en  aceite  de  olivas.  Ha  comprobado 
también  la  existencia  de  36  miligramos  por  kilogramo  ó  132  miligramos 
de  oleato.  La  cantidad  contenida  puede  llegar  hasta  170  miligramos  ó 
sean  624  de  oleato  por  kilogramo.  Es  muy  probable  que  estas  cantida- 
des aumenten  á  medida  que  los  aceites  sean  más  rancios  y  ácidos  y  á 
medida  que  pase  el  tiempo. 

Hígado  ^ro^o.— Parece  que  la  acción  disolvente  de  las  grasas  se  de- 
tiene en  cuanto  la  superficie  se  ha  impregnado  de  sales  plúmbicas,  asi 
es  que  sólo  ha  obtenido  11^8  miligramos  (43  de  oleato)  por  kilogramo. 

Crustáceos.  — La  carne  de  un  cangrejo  de  mar  conservado  hacia  algu- 
nos meses  en  el  Canadá  ha  dado  un  término  medio  de  27  miligramos 
de  plomo  por  kilogramo. 

Carnes.— En  las  conservadas  en  cajas  de  hojas  de  lata  con  soldadura 
interior,  Schutzenberger  y  Boutmy  encontraron  80  miligramos  á  1*48 
gramos  de  plomo  por  kilogramo  de  carne  de  buey.  Gautier,  examinan- 
do el  buey  de  América  moderadamente  salado  (com  beef)  encerrado  en 
cajas  de  estaño  absolutamente  fino  y  consoldaduras  exierioresy  no  ha  vis- 
to ni  vestigios  del  metal. 

il^Mapoeabfó.— Dice  Gautier,  después  de  examinar  aguas  que  han 
permanecido  más  ó  menos  tiempo  en  tubos  de  plomo,  que  aquellas  to- 
man, aunque  estos  se  hallen  incrustados  por  las  sales  calcáreas,  alguna 
cantidad  de  plomo,  si  bien  por  lo  general  es  muy  pequeña.  Esta  canti- 
dad valia  con  la  naturaleza  de  las  aguas,  aumentando  á  medida  que  son 
más  puras,  y  con  la  aireación,  que  también  la  acrece,  siendo  por  esta  ra- 
zón muy  peligrosas  las  de  lluvia  y  destilada.  Bobierre  habia  ya  dicho 
que,  exceptuando  estas  dos  últimas,  las  aguas,  en  general,  no  atacan  los 
recipientes  de  plomo  de  una  manera  sensible,  á  menos  que  la  superficie 
metálica  no  esté  alternativamente  en  contacto  con  el  agua  y  con  el  aire. 

Balard,  por  su  parte,  ha  probado  que  si  en  el  agua  aireada  el  plomo 


122  REVISTA  DE  ALIMENTOS. 

encuentra  una  sal,  como  el  fosfato  ó  el  carboiiato  calcico,  se  forma  una 
especie  de  pasta  adherente  é  insoluble  que  evita  el  ataque  ulterior!  Pero 
si  el  agua  es  pura,  ó  el  ácido  de  las  sales  no  puede  formar  un  com- 
puesto insoluble  con  el  plomo  (nitrato,  acetato,  formiato,  etc.),  la  acción 
es  enérgica. 

Gautier  opina  que  es  imprudente  beber  estas  aguas  cuando  han  esta- 
do en  tubos,  viejos  ó  nuevos;  pero  que  su  simple  paso  á  través  de  ramas 
de  20  á  30  metros,  es  decir,  tal  como  se  reparten  ordinariamente,  no  in- 
troduce cantidad  apreciable  del  metal. 

Mayencon  y  Bergeret  hablan  dicho  que  todas  las  aguas  disolvían  el 
plomo,  pero  en  tan  exigua  cantidad,  que  pueden  reputarse  como  inofen- 
sivas. 

Aguas  addulO'Carbónicas  artificiaies. — Análisis  recientes  de  Boutmy 
han  probado  que  á  veces  las  aguas  llamadas  de  Seltz  contienen  grandes 
cantidades  de  plomo.  Gautier  lo  confirma:  ha  encontrado  hasta  436  mi- 
ligramos de  dicho  metal  por  litro. 

Bebidas  y  condimentos  ácidos  consei'vados  en  valijas  de  cristaL — 
Las  botellas  de  cristal  usadas  son  un  silicato  doble  de  potasio  y  plomo, 
conteniendo  más  de  un  tercio  de  su  peso  del  último.  Gautier  ha  demos- 
trado que  el  aguardiente,  el  vino  y  el  vinagre  disuelven  el  plomo  de  es- 
tas vasijas,  si  bien  en  pequeña  cantidad,  y  por  tanto  con  leve  detri- 
mento. 

Vasijas  estañadas.--  En  Inglaterra  se  bebe  la  cerveza  en  vasos  de  es- 
taño; en  los  hospitales  civiíes  de  París  los  vasos  de  estaño  tienen  un 
10  por  100  de  plomo  como  cantidad  legal;  en  los  militares  el  5  por  100. 
Fordos  habia  ya  demostrado  que,  aún  en  estos  últimos,  la  cantidad  de 
plomo  disuelta  por  las  bebidas  acidas  puede  ser  dosificada,  y  por  tanto 
peligrosa. 

De  sus  experimenlos  concluye  Gautier  que  deben  tomarse  precaucio- 
nes contra  esta  invasión  general  del  plomo,  cuya  presencia  en  ciertos 
alimentos,  especialmente  en  las  grasas  y  carnes,  puede  ser  muy  te- 
mible. 

Empeñada  la  discusión  acerca  de  esta  Memoria,  hablaron:  Larrey  del 
pánico  que  podian  producir  las  conclusiones  de  Gautier;  Leroy  de  Meri- 
court  de  la  rareza  de  los  cólicos  de  plomo  en  la  marina,  á  pesar  de  usar- 
se mucho  las  cajas  de  conservas,  sobre  todo  de  pescado,  atribuyendo  las 
dolencias  consecutivas  á  la  ingestión  del  atún  conservado  en  dichas  ca- 
jas á  la  presencia  de  las  ptomaínas;  Chatin  de  que  hoy,  en  virtud  de  las 
prescripciones  de  la  autoridad,  las  soldaduras  se  hacen  exteriores;  Ro- 
chard  de  la  falta  de  envenenamientos  que  se  nota  en  las  poblaciones  que 
fabrican  estos  productos,  comiendo  de  dichos  alimentos  en  gran  canti- 
dad; de  la  inocuidad  de  las  aguas  de  París,  que  son  muy  puras  y  ade- 
más sufren  la  electrólisis  producida  por  la  yuxtaposición  de  los  metales 
en  su  circuito,  y  de  que  el  peligro  le  parece  únicamente  teórico;  Lefort 
añade  que  las  cucharas  de  estaño  de  que  se  sirven  los  campesinos  y  en 
las  cuales  entra  una  gran  cantidad  de  plomo  no  han  merecido  reproche 
alguno  por  lo  que  atañe  á  su  acción  tóxica. 

A  estos  argumentos  Gautier  responde:  que  él  no  ha  pretendido  en 


LOS  BflCRÓFITOS  DE  LA  SANGRE.  123 

manera  alguna  apoyaren  pruebas  químicas  la  demostración  tantas  ve- 
ces hecha  del  peligro  de  absorver  plomo,  aún  á  disis  pequeñas;  que  no 
ha  intentado  hacer  que  se  rechacen  las  conservas  Appert,  toda  vez  que 
presentan  más  ventajas  que  inconvenientes,  pero  que  vaidrian  más  si 
fuesen  menos  plumbíferas;  y  que  insiste  en  que  deben  tomarse  precau- 
ciones para  evitar  la  introducción  del  plomo  en  nuestros  alimentos. 

Gengihre:  esencia. -Independien tómente  de  su  acción  terapéutica,  la 
esencia  de  gengibre  reemplaza  hoy,  á  título  de  condimento,  al  vegetal 
de  que  se  extrae.  Se  conocen  dos  aceites  esenciales;  el  inglés,  que  se  ob- 
tiene en  la  proporción  de  1*25  por  100  de  gengibre  y  que  Tresh  ha  con- 
seguido á  fines  del  año  anterior  destilando  el  extracto  etéreo;  y  el  ale- 
mán, obtenido  por  destilación  directa,  en  la  de2'2  por  100.  Este  es  más 
oloroso;  pero  el  perfume  de  aquel,  diluido  en  una  gran  cantidad  de  lí- 
quido, y  procedente  de  la  Jamaica,  es  mayor.  El  alemán  tiene  una  densi- 
dad de  0'9004  á  im  c,  y  el  inglés  deO'883  ál7  c;  Hanbury  y  Flückiger  la 
calculan  en  0^878  y  Gmelin  en  0*893.  El  poder  rotatorio  del  último  es 
a=— 2*«0;  y  del  otro— 35*75;  Flückiger  ha  encontrado— 2106.  Ambas 
esencias  contienen  sobre  todo  un  hidrocarburo  C^  H^^,  siendo  isomé- 
rico el  del  alemán. 

£1  sabor  es  aromático  y  no  acre;  su  consistencia,  mayor  que  la  délas 
esencias  ordinarias,  se  parece  á  la  del  aceite  de  almendras  dulces.  Es 
poco  soluble  en  el  alcohol  rectificado,  pero  lo  es  en  todas  proporciones 
en  el  éter,  cloroformo,  benzol,  sulfuro  de  carbono  y  ácido  acético  crista- 
lizable.  Abandonada  al  aire,  enrojece  el  papel  de  tornasol.  Absorve  el  oxí- 
geno atmosférico,  y  en  poco  tiempo  es  capaz  de  poner  en  libertad  el  iodo 
del  ioduro  potásico. 

Expuesta  largo  tiempo  al'aireen  una  extensa  superficie,  deja  un  re- 
siduo blando,  resinoso.  No  hay  cristales  cuando  se  la  coloca  en  una  mez- 
cla refrigerante.  £1  ácido  sulfúrico  la  disuelve,  dándole  un  color  rojo  de 
sangre;  el  agua  precipita  este  liquido  y  separa  una  materia  oscura  que 
huele  á  trementina.  Una  mezcla  de  ácido  nítrico  fumante  y  de  esta  esen- 
cia hace  explosión;  con  el*ácido  nítrico  ordinario  toma  un  rolor  rojo, 
después  azul  y  más  tarde  púrpura. 

Sometida  á  destilación,  la  parte  más  volátil  contiene  el  principio 
oloroso  (muy  probablemente  un  compuesto  oxigenado);  en  la  esencia 
que  destila  se  encuentra  cimeno,  sobre  todo  en  la  porcioa  que  destila 
por  bajo  de  16^.  La  esencia  en  bruto  contiene  una  pequeña  cantidad  de 
ácido  fórmico  y  de  ácido  acético. 


IOS  MICROFITOS  DE  lA  SANGRE  Y  SUS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES/*) 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


Como  Koch,  el  Dr.  Ewart  observó  ya  que  las  ratones  pueden  ser  ali' 
mentados  con  fragmentos  de  tejidos  enfermos,  ¡carbünculosos,  mezcla* 


(i)   Gonthiaacion.- Véanse  los  números  25,  26.y  27. 


134  LOS  MiCRÓFrros  de  la  sangre. 

dos  con  sus  alimentos  habituales,  sin  inconveniente  alguno,  y  que  en 
el  canal  alimenticio  de  dichos  animales  pueden  hallarse  los  esporos  á 
punto  de  desarrollarse  en  bastoncillos  y  en  filamentos.  En  vista  de  la 
última  observación,  bueno  fuera  que  las  personas  competentes,  ocupa- 
das en  trabajos  microscópicos, 
c:>  c:,*^^^''^^'*"^  se  fijaran  en  si  es  posible  distin- 

guir estos  pequeños  cuerpos 
brillantes,  de  las  innumerables 
molécu  as,  también  brillantes, 
que  se  encuentran  en  el  canal 
«  -  .  -^     ,1  -.  »  *    M,         *u  ,  intestinal  de  todos  los  animales. 

Plr*  n.  BaeeíOm»  anthraei*.  BimIodoUIm  que  «oft-en  U  Mgm«DU- 
eienproIoBgáadoMe&fomudefllamt&tof.  (EwArt).  EU  COntra    dC    lOS    rCSUltadOS 

hasta  aquí  obtenidos  y  publica- 
dos por  otros  observadores,  que  dicen  que  el  virus  específico  de  la  fiebre 
esplénica  es  el  BoccUIiíb  anthracis,  el  Dr.  Ewart  hace  notar  que  los  bas- 

toncitos  no  se  hallan  del  todo  privados  de 
movimiento,  sino  que  al  contrario,  en  cier- 
tas fases  los  muestran  muy  activos,  de  suer- 
te que  á  ser  cierto  desaparecería  el  argu- 
mento más  sólido  que  hasta  ahora  se  había 
presentado  para  considerar,  estos  organis- 
mos como  una  especie  particular  (1). 

n9.28.pusiMntoiprodi>cieiidoe«porefl,7e8po.         El  Dr.  Ewart  ha  obscrvado  asimismo 
rottrMfoniiindo.eeDbutoooiuoc  gug  |qs  BaccHH  dc  la  ficbrc  cspléníca  en  los 

conejitos  de  Indias  difieren  en  tamaño  de 
los  cuerpos  semejantes  que  se  han  hallado  en  los  ratones,  siendo  los 
Bacciliiáe.  los  primeros  de  mayor  longitud  que  los  de  los  últimos.  Se  ha 
admitido  también  el  hecho  de  que  los  Baccilli  y  sus  esporos  mueren  des- 
pués de  haber  sido  hervidos  por  espacio  de  dos  minutos,  volviéndose  el 
líquido  enseguida  completamente  inerte.  Igual  resultado  se  obtiene  so- 
metiendo el  líquiJo  á  la  presión  de  doce  atmósferas  de  oxigeno  (2). 

Considerando  la  situación  en  que  los  partidarios  de  la  doctrina  emi- 
tida en  favor  de  la  teoría  de  los  gérmenes,  han  sido  colocados  última- 
mente por  sus  antagonistas,  los  hechos  relativos  á  la  instabilidad  de  los 
esporos  no  serán  bien  acogidos,  tanto  más  habiendo  sido  suministra- 
dos por  uno  de  los  más  ardientes  partidarios  de  la  teoría  de  los  gér- 
menes. 

Hace  pocos  años,  Pablo  Bert  manifestó  haber  adquirido  la  certidum- 
bre de  que  el  oxígeno  comprimido  mata  rápidamente  todos  los  organis- 
mos vivos  y  desorganiza  los  tejidos.  En  las  investigaciones  que  llevó  á 


(1)  Cuando  estaba  ya  escrito  el  presente  trabajo,  he  sabido  que  A.  Frisch  ha- 
bla observado  en  tres  ocasiones  movimientos  en  los  bastoncitos  deL  Baccillu»  an- 
thracis de  sangre  obtenido  inmediatamente  después  de  la  muerte  de  lus  animales* 
¡Centralblatfür  die  vissensch,  Mediciny  7  de  Abril  de  1877,  pái?:  247). 

(*2)  Escrito  esto  ha  aparecido  en  los  Comptea  rendus  del  15  de  Julio  de  18''8,  una 
nota  que  confirma  esta  obs^ervacton.  Feltz  ha  observado  que  el  oxigeno  com- 
primido, empleado  durante  un  periodo  largo,  mata  ios  génnenes,  lo  mismo  que  los 
vibriones  de  las  soluciones  sépticas. 


LOS  MICRÓFIT03  DE  LA  SANGRE.  125 

cabo,  fijóse  muy  especialmente  en  los  fermento»,  habiendo  reconocido 
con  satisfacción,  que  los  fenómenos  de  fermentación  que  dependen  de 
los  organismos  vivientes,  son  inmediatamente  suspendidos  cuando  se 
les  somete  á  esta  influencia,  mientras  que  las  fermentaciones  referen- 
tes á  materias  en  solución,  tales  como  la  pancreatina,  la  diastasa,  la 
mirosina,  la  emulsina,  etc.,  no  son  en  manera  alguna  afectadas. 

Puso  entonces  su  atención  en  algunos  venenos  segregados  por  los 
animales,  ya  en  estado  de  salud,  ya  de  enferme  Jad:  la  secreción  veneno- 
sa del  escorpión,  la  sustancia  de  la  vacuna,  etc.  (i) 

El  veneno  del  escorpión,  cuando  es  liquido  ó  está  desecado  y  luego 
disuelto  de  nuevo  en  el  agua,  resiste  á  la  acción  del  oxigeno  comprimido, 
lo  cual  se  comprende  teniendo  en  cuenta  que  debe  su  actividad  á  una 
sustancia  química,  idéntica  á  los  alcaloides  vegetales.  El  líquido  fresco 
de  la  vacuna  fué  sometido  durante  una  semana  á  la  acción  del  oxigeno 
comprimido,  sin  que  perdiera  ninguna  de  sus  propiedades.  £1  pus  ob- 
tenido en  un  caso  de  muermo,  sometido  á  igual  operación,  mató  rápi- 
damente á  un  caballo  á  quien  se  habla  inoculado.  Bert  dedujo  de  estos 
experimentos,  que  el  principio  activo  de  la  vacuna  y  del  muermo  no  se 
compone  de  seres  ó  de  células  vivientes. 

Expuso  luego  sangre  procedente  de  un  caso  de  fiebre  esplénica  (que 
contenia  gran  número  de  Baccilli),  á  la  acción  del  oxigeno  comprimido, 
y  observó,  que  aunque  la  sangre  había  sido  colocada  en  capas  muy  del- 
gadas, había  conservado  intactas  sus  propiedades  virulentas;  en  prue- 
ba de  ello  pudo  matar  varios  conejos  de  Indias  inoculados  los  unos  con 
la  sangre  de  los  otros;  pero  no  se  hallaron  en  ellos  los  Baccilli, 

Sometió  también  sangre  carbunculosa,  que  con  tenia  numerosos  Bac- 
ciUi^  á  un  examen  aún  más  detenido.  Añadió  alcohol  absoluto,  gota  á  go- 
ta y  con  suma  prudencia,  hasta  que  el  volumen  del  primer  líquido  fué 
cuadriplicado,  filtrando  luego  la  mezcla.  £1  coagulo,  bien  lavado  en  el 
alcohol,  fué  secado  con  rapidez  en  el  vacío.  Un  fragmento  de  dicha  sus- 
tancia desecada  fué  introducido  bajo  la  piel  de  un  conejito  de  Indias,  el 
cual  murió  en  menos  de  veinte  y  cuatro  horas.  La  sangre  extraída  de 
este  animal  produjo  iguales  resultados  en  otro  conejito  y  en  un  perro. 
Las  inoculaciones  fueron  hecnas  de  un  animal  á  otro,  sin  que  la  sangre 
virulenta  de  ninguno  de  ellos  contuviera  Baccilli. 

Bert  fué  todavía  más  léjo^;.  Preparó  una  solución  líquida  (por  agota- 
miento)  con  el  precipitado  alcohólico;  aseguróse  de  que  dicho  líquido  con- 
tenia el  principio  activo  (pues  añadiendo  más  alcohol  se  pudo  cojer  un 
precipitado  en  copos  blancos),  é  inoculó  con  él  á  tres  conejitos.  Dicha 
operación  había,  sin  embargo,  di^iminuido  la  virulencia  de  la  materia; 
la  inoculación  no  fué  eiicaz  después  del  tercer  animal,  hallándose  la  sus- 
tancia muy  débil  para  matar  un  perro. 

Bert  deduce  de  estas  observaciones  que  en  la  fiebre  esplénica,  la 
sangre  contiene  un  principio  tóxico  y  virulento,  que  rnsiste  á  la  acción 
del  oxigeno  comprimido,  y  que  puede  ser  aislado  de  igual  manera  que 
la  diastasa. 

Estas  observaciones  fueron  publicadas  bajo  una  forma  compendiada 


(l)    Comptes  rendus,  t.  LXXXIV,  pág.  1130,  Mayo  1877. 


126  LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE. 

antes  de  ser  sometidas  á  la  Academia  (i).  Pasteur  apoderase  en  seguida 
del  tema,  pero  no  poseyendo  grandes  conocimientos  en  Medicina  ni  en 
Veterinaria,  se  asoció  con  Jouhert,  del  Colegio  Rollin,  á  fin  de  estudiar 
mejor  la  cuestión.  Su  trabajo,  hecho  en  colaboración  (2),  fué  publicado 
pocas  semanas  antes  de  conocerse  los  detalles  de  los  experimentos  de 
Bert.  Seguramente  contribuyeron  á  la  publicación  inmediata  de  la  obra 
de  este  autor. 

Tomaron  sangre  carbunculosa  é  hicieron  gran  número  de  culturas, 
trasplantándola  de  vaso  en  vaso  ó  de  un  animal  á  otro.  Fuera  del  cuerpo, 
descubrióse  que  casi  todos  los  líquidos,  propios  para  alimentar  los  pe- 
queños organismos,  convenían  para  la  cultura  de  los  BacciUiy  siendo 

uno  de  los  mejores  y  más  fácil  de  obtener  puro,  la  ori- 
f9  ^    na  neutralizada  ó  bien  hecha  alcalina.  De  esta  manera 
9     fj    los  autores  aseguran  que  pueden  prepararse  BacciUi 
/S>-     tóxicos  por  kilogramos  y  al  cabo  de  pocas  horas.  Siem- 
pre que  la  sustancia  habia  sido  filtrada,  el  líquido  era 
n«.i*.iiP»toi«tt  aigu.    ¿el  ^Q¿Q  inofensivo,  aun  tomando  de  10  á  24  gotas, 

KM  bMtoneiUofl  > 

mientras  que  una  sola  del  líquido  no  filtrado  era  suma- 
mente peligrosa  para  el  animal  inoculado.  De  aquí  dedujeron  que  los 
organismos  habían  quedado  en  el  filtro,  siendo  ellos  solos  la  causa  de 
la  muerte  (3). 

Esta  memoria  fué  seguida  de  otra,  publicada  en  Julio  de  1877  (4), 
memoria  hecha  por  los  mismos  autores,  en  la  cual  refieren  que,  habien- 
do repetido  los  experimentos  de  Bert,  observaron  que  este  estaba  en  lo 
cierto  en  lo  relativo  á  la  destrucción  de  los  BacciUi  y  á  la  propiedad  tó- 
xica hasta  cierto  grado  de  la  sangre  carbunculosa  sometida  á  la  acción 
del  oxígeno  comprimido,  aún  á  presión  mediana;  pero  que  cuando  los 
BcLccüli  han  formado  esporos,  resisten  al  calor  del  agua  hirviendo,  á  la 
acción  prolongada  del  alcohol  absoluto  y  también  á  la  influencia  del  oxí- 
geno comprimido  (diez  atmósferas  durante  veinte  y  un  dias). 

(Se  continuará). 


(i)    Comptes  rendu9  de  la  Société  de  Biologié,  Enero,  1877. 

(2)  Comptes  rendus,  t.  LXXXIV,  pág.  900.— Abril,  1877. 

(3)  Un  resultado  semejante  fué  obtenido  por  Onimus,  pero  la  interpretación 
que  le  dio  es  del  todo  distinta.  Observo  que  si  la  sangre,  de  un  buey,  de  un  caballo  ó 
de  una  persona  afecta  de  ñebre  tifoidea,  se  coloca  en  un  dialisador,  y  se  sumerge 
este  último  en  agua  destilada  á  35^  C,  aparece  una  prodigiosa  cantidad  de  organis- 
mos, idénticos  en  apariencia  á  los  dd  la  sangre  infectada.  Pero,  mientras  que  los 
animales  que  habían  sido  inoculados  coa  una  gota  de  la  sangre  contenida  en  el 
dialisador,  morían  en  poco  tiempo,  los  que  hablan  sido  inoculados  con  la  materia 
dialisada  (la  que  contenia  siempre  numerosos  organismos)  no  eran  infectados.  Ob- 
túvose igual  resultado  sometiendo  aun  tratamiento  semeja ite  la  sangre  infectada 
de  un  conejo.  Onimus  deduce  de  e^to  que  la  materia  venenosa  es  una  sustancia  al- 
buminoidea  y  por  consiguiente  no  diaiisable.  CBullftin  de  VAcadeniie  de  Medicine, 
Marzo,  1873,  citado  por  Kobin  en  sus  Legons  sur  humeurs,  pág.  251, 1874).  Ciementi 
y  Thin,  Schmitz,  Bergmann  y  otros  han  obtenido  resaltados  más  ó  monos  idén- 
ticos. 

(4)  Comptes  rendusy  LXXXV,  pág.  101. 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  d27 


NOTICIAS  científicas. 


Soluciones  de  clorliidrato  de  morfina. —Hoy  que  se  usan  tanto  las 
soluciones  ie  esta  sal  á  grandes  dosis,  es  interesante  conocer  las  obser- 
vaciones de  O.  Hesse  (Annalen  der  Chimie). 

Menos  soluble  en  el  alcohol  que  en  el  agua,  la  solución  de  clorhidrato 
de  morfína  ofrece  la  si^^^uieute  particularidad:  si  se  calienta  una  mezcla 
de  1  parte  de  la  sal  y  20  de  alcohol  fuere,  se  disuelve  aquella  instantá- 
netmente,  pero  casi  á  seguida  cae  al  fondo  del  vaso  una  masa  cristalina 
y  granujienta;  enfriándose,  todo  el  liquido  se  solidifica,  y  se  llena  de  una 
masa  de  ñna^  agujas  enti ecruzadas,  que  son  clorhidrato  de  morfina  or- 
dinario, pero  sin  agua  de  cristalización.  Calentando  de  nuevo  estos  últi- 
mos cristales,  se  redisuelven. 

Con  el  espíritu  de  madera  ocurre  lo  mismo,  sin  otra  diferencia  que 
ser  más  abundantes  estos  cristales,  sobre  todo  después  de  algunas  horas, 
que  con  el  alcohol  ordinario. 

Este  clorhidrato  es  muy  poco  soluble  en  el  alcohol  hirviendo;  sus 
cristales  derivan  del  prisma  romboidal  recto.  F^l  agua  le  transfoima  en 
clorhidrato  hidratado  ordinario;  es  soluble  en  51  veces  su  peso  de  alco- 
hol metílico  puro  á  ir»^  — (Rodríguez  Méndez.) 

Cálculos  Tosicales  en  la  znt^er:  extracción.— En  The  Texas  Med. 
and  Surg.  Record,  dá  á  conocer  H.  fiarry,  un  procedimiento  para  la  ex- 
tracción de  los  cálculos  vesicales  en  la  mujer,  que  aunque  no  lo  acom- 
pañe de  casos  clínicos  y  de  resultados  prácticos,  por  no  haber  tenido 
ocasión  de  emplearlo,  no  por  eso  se  recomienda  menos,  asi  por  su  fácil 
ejecución,  como  por  los  escasísimos  inconvenientes  que  consigo  lleva. 
Consiste  en  introducir  en  la  uretra  de  la  mujer  una  esponja  preparada 
del  mismo  modo  que  se  hace  para  dilatar  el  cuello  del  útero:  por  este 
medio,  es  fácil  obtener  una  dilatación  de  la  uretra,  suficiente  para  sa- 
car cálculos  de  volumen  ordinario  ú  otro  cuerpo  extraño  cualquiera, 
con  la  notable  ventaja  de  que  la  uretra  se  retrae  otra  vez  y  el  esfínter 
vesical  recobra  sus  propiedades  contráctiles,  de  modo  que  no  hay  que 
temer  los  accidentes  de  una  incontinencia  consecutiva. 

Este  procedimiento,  sencillo  y  altamente  práctico,  le  fué  sugerido  al 
Dr.  Barry  por  una  mujer  casada,  que  deseando  no  tener  hijos  y  creyen- 
do que  se  habia  hecho  embarazada,  intentó  provocar  el  aborto  introdu- 
ciéndose una  esponja  preparada,  y  como  no  fuese  muy  práctica  en  aque- 
llas regiones  anatómicas,  se  la  colocó  en  la  uretra  en  vez  de  introducirla 
en  el  útero.  Al  querer  retirarla  no  la  encontró,  llamando  al  Dr.  Barry 
para  que  se  la  extrajese,  quien  después  de  un  examen  detenido  la  ase- 
guró que  no  existia  tal  esponja:  la  mujer  le  indicó  entonces  el  sitio  en 
que  creia  haberla  introducido,  resultando  que  la  uretra  estaba  dilatada, 
de  modo,  que  Barry  pudo  introducir  su  pulgar  é  índice  dentro  de  la  ve- 
jiga y  extraer  cómodamente  la  esponja,  que  la  mujer  en  sus  tentativas 
de  extracción,  habia  introducido  por  completo  dentro  de  la  cavidad.  La 
uretra  recobró  pronto  sus  condiciones  normales. — (Fargas.) 

Hernia  diafragm ática.— El  Dr.  Foucras  {VEscalpel)  ha  tenido  oca- 
sión de  observar  en  su  práctica  un  enfermo  que,  á  consecuencia  de  una 
compresión  violenta  sobre  el  tórax,  determinada  por  la  caída  desde  un 
árbol,  sufrió  una  hernia  del  lado  izquierdo  del  pecho  á  través  del  diafrag- 
ma, cuya  lesión  fué  comprobada  por  los  datos  estetoscópicos.  A  los  diez 
años  el  enfermo  falleció  repentinamente,  encontrándose  én  la  autopsia 
que  el  abdomen  y  tórax  del  lado  izquierdo  formaban  una  sola  cavidad  en 
la  que  habia  los  órganos  de  ambos.— (Formiquera.) 


128  8BCC1QN  OFICIAI^. 

Pildoras  anticloróticas.— Para  combatir  los  estados  cloro-anémicos 
empleo  la  siguiente  preparación,  que  hasta  el  presente  no  ha  defraudado 
mis  deseos  y  esperanzas: 

Lactato  ferroso 2  gramos. 

Carbonato  inanganoso .60  ce.itigramos. 

Extracto  de  taraxacon 1  gramo  y  medio. 

Polvos  de  nuez  vómica 50  centigramos. 

M.  S.  A.  y  H.  treinta  pildoras  iguales. 

Para  tomar  una  en  cada  comida.— (R.  RovraA). 

Muerte  por  la  estricnina  —Hasta  aquí  se  ha  supuesto  que  la  estric- 
nina mataba  por  asfixia,  obrando  primero  sobre  el  sistema  nervioso  cen- 
tral, y  después,  mediante  dicho  efecto,  sobre  ios  movimientos  respirato- 
rios. Habiendo  observado  Richer  que,  aun  practicando  lá  respiración 
artiñciai,  seguia  negra  la  sangre  de  las  arterias,  ni  más  ni  menos  que 
ocurre  en  los  tetánicos,  deduce,  que  si  bien  la  muerte  es  causada  por  la 
asfixia,  esta  es  doble,  debiéndose  tanto  á  la  falta  de  movimientos  respi- 
ratorios, como  al  exceso  de  anhídrido  carbónico  que  se  desarrolla  durante 
las  enérgicas  contracciones  musculares  que  tienen  lugar.  —  (Rodríguez 
Méndez.) 

Hemoptisis  apirática  en  los  tuberculosos:  tratamiento. — Si  la 
hemoptisis  no  es  muy  intensa,  Jaccoud  (Le  PraticienJ  aconseja  adminis- 
trar una  poción  con  2  á  4  gramos  de  extracto  de  ratania,  ó  con  30  gotas 
de  percloruro  de  hierro  y  mejor  aún,  con  1  ó  2  gramos  de  ácido  tánico. 
Si  la  hemorragia  no  se  detiene  después  de  48  horas,  hace  aplicar  por  la 
mañana  y  por  la  noche,  ventosas  secas  en  número  de  30  á  40  sobre  las 
paredes  torácicas;  aplicando  al  mismo  tiempo  un  vejigatorio  en  la  parte 
anterior  del  tórax,  y  administrando,  cada  media  hora,  una  pildora  de 
2  centigramos  de  extracto  tebaico,  que  se  suspenden  cuando  se  ha  lle- 
gado al  narcotismo. 

Si  por  su  abundancia  la  hemorragia  es  alarmante,  pueden  practicarse 
inhalaciones  de  percloruro,  de  hierro  al  Vioo  ^  pulverizaciones,  durante 
8  á  10  minutos.  Sin  embargo,  el  medio  preferible,  son  las  inyecciones  hi- 
podérmicas  de  ergotina  practicadas  con  la  preparación  siguiente: 

Ergotina  (1) 1  gramo. 

Glicerina 4       i 

Agua  destilada 4       » 

Agua  de  laurel  cerezo.    ...  2       » 

Para  practicar  con  la  jeringuilla  de  Pravaz,  2  ó  3  y  en  algún  caso 
4  inyecciones  durante  el  dia.— (Formiguera). 


^^^^^^^A^«^^^h^^*^k^t^h^^^MV«#^#^^^»^f^f^W^*^^^»^*V^>^^^^^^'VM^^>%^^»^V^^ 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Inspectores  generales  de  Instrucción  pública.  —  Real  decreto  de  10  de 
Febrero  de<*Jarando  cesantes,  por  supresión  del  destino,  á  los  Sres.  D  Antonio 
Aguijar  Vela,  D.  Juan  Magaz  y  Jaime,  D.  Vicente  Barrantes,  D.  A  fredo  Adolfo 
Ga  iiús  y  D.  JoHqiiin  de  Palacios  y  Rodríguez  Gaceta  del  il  de  Febrero. 

Cólera  morbo  — Orden  del  11  de  Febrero,  declarando  limpias,  á  partir  del 
24  de  £neris  las  procedencias  de  la  isla  de  Java  y  del  canal  de  la  Sonda  (Occea* 
nía.— /cf.  13  id. 


(1)  El  periódico  Le  Praticien  no  indica  quédase  de  ergotina  debe  emplearse. 
Supongo  V  daio  caso  de  que  no  sea  asi,  aconsejo,  usar  la  llamada  de  Bonjean  ó  ex- 
tracto acuoso  de  cornezuelo.  En  algún  caso  que  la  he  empleado  ha  surtido  uu  efecto 
relativamente  satisfactorio;  en  otras  no  ha  producido  ninguno. 


1.^ 


Tomo  II.  Húm.  5.  15  Marzo  d«  1882.  Año  II.  Núm.  29. 


Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  Aneurisma  de  la  IKaea  externa,  por  D.  Alfredo  Opiado. —El  bicarbonato  de  sosa  y 
la  amigdalitis,  por  D.  Felipe  Marsarit— Contribución  al  estudio  del  ácido  salicilico  y  sus 
compuestos,  en  particular  del  sallcilato  sódico,  en  el  tratamiento  del  reumatismo,  por  D.  M. 
E.  Moré  y  Bar^it  (continuación).— Anatomía  de  los  centros  t  erviosos,  por  D.  M.  A.  Par- 
*••  Roe»  (continuación).— Revista  de  Farmacia,  por  el  Dr.  D.  «onsalo  V*or  mi  caerá. 
—Revista  critica  bibllográaca,  por  el  Dr.  D.  Federico  €a«tell«  Balleepi.— Los  micró- 
fltos  de  la  sangre  y  sus  relaciont^s  con  las  enfermedades,  por  el  Dr.  T.  Rieiiard  I«ewi» 
(continuación).— NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Sociedad  farmacéutica  española.— Dispepsia  fla- 
tulenta:  tratamiento.— Contracturas  post-mortem — Estadística  demográfico-sanltaria  (mes 
de  Noviembre  de  1881),  por  D.  «I.  Cebeira.— Quemaduras:  tratamiento.— Cuerpo  vivo  en  el 
estómago.— Sección  oficial,^ Publicaciones  recibidas. 


ANEURISMA  D£  LA  ILIACA  EXTERNA, 
POR  ü.  Alfredo  Opisso. 

Muévenos  á  publicar  la  pi*esente  observación  clínica  tan  sólo  el  deseo 
de  contribuir,  dando  noticia  de  un  nuevo  caso,  á  la  estadística  de  los 
aneurismas  de  la  iliaca  externa.  Por  otra  parte,  la  marcha  que  siguió  y 
los  síntomas  primeros  y  últimos  que  presentó  la  enfermedad,  harán  tal 
vez  que  esta  relación  no  carezca  de  interés  hasta  cierto  punto. 

Trátase  de  un  sugeto  de  52  años  de  edad,  de  tempei*amento  linfático, 
idiosincrasia  biliosa  y  mediana  constitución.  Rabia  pasado  su  juventud 
en  las  Antillas  dedicado  el  ejercicio  de  )a  Medicina,  contrayendo  allí  un 
infarto  hepático  y  con  el  una  dispepsia  amilácea. 

Empezé  yo  á  visitai*le  hará  unos  tres  años,  siempre  por  catarros  gas- 
tro-intestinales,  fácilmente  corregibles,  hasta  que  en  Mayo  último  me 
mandó  llamar  aquejando  un  fuertísimo  dolor  en  la  región  sacro -coxijea, 
que  c.só  con  unturas  de  cloroformo  gelatinizado  Como  aldia  siguiente 
se  presentase  alguna  diarrea  procedí  á  reconocer  el  abdomen,  y  con  estra- 
ñeza noté  en  la  fosa  iliaca  izquierda  un  tumorcitode  dos  centímetros  de 
diámetro,  aplanado,  indolente,  duro,  como  fibroso,  móvil,  no  pulsátil  y 
evidentemente  intra-cavitario.  Advirtiendo  el  enfermo  mi  observación^ 
me  dijo  que  hacia  muy  pocos  dias  habia  reparado  también  en  ello,  pero 
que  no  le  habia  causado  dolor  alguno,  ni  podia  atribuir  su  producción  á 
causa  ninguna  conocida.  Como  dicha  induración  estaba  situada  en  el 
trayecto  de  la  ilíaca  extei*na,  me  creí  con  derecho  á  suponer  una  infil- 
tración calcárea,  reservándome  explorar  convenientemente  el  vientre 
para  llegar  á  la  precisión  deseada. 

Por  desgracia  no  pudo  ser  asi.  El  enfermo -médico,  harto  impacien- 
te y  sobradamente  imbuido  en  la  preocupación  de  que  todo  su  mal  era 
un  reumatismo,  sin  consultarme,  se  fué  á  tomar  los  baños  de  Caldas  de 
Monlbuy,  en  número  de  nueve.  Volvió  de  allí  algo  aliviado  al  parecer, 
pero  era  visible  su  desmejoramiento.  Por  Setiembre,  guiado  también 
por  sus  peculiares  fantasías,  fuese  á  las  aguas  de  Vichy,  que  dijo  le  pro- 
baron mucho,  pero  al  regresar  experimentó  una  violentísima  emoción 
por  haberse  despenado  parte  del  tren  en  que  iba,  ocurriendo  un  sinnú- 


i30  ANEURISMA  DE  LA  ILIACA  EXTERNA. 

mero  de  desgracias.  Siendo  él  de  natural  pusilánime,  la  impresión  que 
le  causó  tal  accidente  hubo  de  ser  de  las  más  trascendentales. 

Llegó  áésta  á  mediados  de  Noviembre  muy  quebrantado  de  ánimo,  y 
á  los  pocos  dias  me  mandó  llamar  por  haberle  acometido  de  nuevo  aquel 
vehemente  dolor  en  la  región  sacra,  pero  que  esta  vez  se  remontaba 
hacia  la  lumbar.  Deseoso  yo  de  averiguar  hasta  qué  punto  podia  rela- 
cionarse dicho  dolor  con  el  tumorcito  que  habia  notado  seis  meses  antes, 
quedé  bastante  sorprendido  al  encontrarme  con  el  violento  latir  de  un 
tumor,  que  apenas. podia  abarcarse  con  toda  la  mano,  aunque  bien  cir- 
cunscrito, dotado  no  solamente  de  movimiento  de  elevación,  sino  que 
también  de  expansión  suma,  de  sonido  macizo  á  la  percusión  é  indolen- 
te. Todo  lo  comprendí,  explicándome  aquel  indescriptible  dolor  lumbo- 
sacro  por  la  compresión  de  los  ganglios  lumbares  y  sacros  del  gran  sim- 
pático, como  observó  Richet  en  un  caso  análogo. 

Tratábase  de  un  voluminoso  aneurisma  de  la  ilíaca  externa,  faltando 
sólo  apelar  á  la  auscultación  para  robustecer  más  la  certeza  del  diagnós- 
tico. Conociendo  empero  el  natural  caviloso  y  aprensivo  del  enfermo  no 
juzgué  de  pronto  muy  acertado  insistir  en  el  reconocimiento  del  tumor, 
pero  al  manifestarle  á  la  esposa  del  paciente  la  gravedad  y  naturaleza  de 
la  dolencia,  me  comunicó  la  noticia  de  que  después  de  haber  experimen- 
tado el  fuerte  susto  del  tren,  fueron  á  Montpeller  á  ver  á  M.  Courbal  y 
que  en  ausencia  de  éste^  su  suplente  M.  Roustan,  le  habia  dicho  que  su 
mal  era  un  €tumor  de  sangre»  en  el  vientre,  ignorando  fuese  médico  el 
consultante.  Tan  profunda  fué  la  impresión  que  le  produjo  la  fatal  nueva, 
que  súbitamente  se  le  desarrolló  en  las  paredes  del  pecho  y  abdomen 
una  erupción  vesiculosa. 

Calmóse  el  dolor  lumbar  como  otras  veces  con  el  cloroformo,  que 
hube  de  emplear  por  negarse  rotundamente  el  enfermo  á  que  se  le  prac- 
ticase ninguna  inyección  hipodérmica,  pero  recrudeció  extremadamente 
por  la  noche.  Celebróse  junta  ala  mañana  siguiente  y  se  acordó  la  apli- 
cación toco  dolenti  de  algunas  sanguijuelas,  medio  aconsejado  en  seme- 
jante caso  por  el  ilustre  Vienes  Oppolzer,  sintiéndose  libre  el  paciente 
de  aquella  suma  incomodidad,  durando  la  mejoría  todo  aquel  dia  (25). 
Interiormente  tomó  unas  pildoras  de  acetato  neutro  de  plomo,  que  usa- 
ba hacia  algún  tiempo,  y  se  le  dispuso  la  dieta  animal  liquida. 

Por  la  noche  el  enfermo  empezó  á  experimentar  continuas  lipotimias 
y  algún  síncope,  presentándose  también  algunos  espasmos,  especialmente 
de  los  miembros  y  los  globos  oculares;  al  mismo  tiempo  se  encontraba 
afectado  de  un  estado  de  congoja  imposible  de  describir.  Era  notable  la 
decoloración  y  la  frialdad  marmórea  de  toda  la  periferia.  El  pulso  apenas 
si  podia  decirse  que  fuese  filiforme.  Probablemente  dependían  todos  esos 
síntomas  de  múltiples  isquemias.  Por  último,  se  pudo  conseguir  con 
enérgicos  revulsivos  y  anti-espasmódicos  que  cesase  aquel  estado  de  an- 
gustia y  el  enfermo  durmió. 

El  dia  siguiente,  26,  hubo  anuria,  pero,  por  lo  demás,  lo  pasó  tran- 
quilamente, pareciéndole  haber  salido  de  una  pesadilla.  El  27  se  mostró 
muy  animado  por  la  mañana  y  comió  algo,  restableciéndose  la  micción, 
pero  á  las  5  de  la  tarde  quedó  instantáneamente  cadáver.  Era  evidente 
que  se  habia  roto  el  saco  aneurismático. 


ANEURISMA  DE  LA  ILIACA  EXTERNA.  1Í31 

Si  bien  se  examina,  este  caso  presenta  algunas  particularidades  de 
cierto  interés.  Excepto  el  enflaquecimiento,  faltaron  síntomas  generales, 
inclusos  los  que  derivan  del  sistema  circulatorio.  En  cambio,  los  de 
vecindad  fueroq  bastante  precoces,  refiriéndonos  á  la  neuralgia  sacro- 
lumbar  de  que  hemos  hecho  mención.  Tampoco  hubo  edemas,  disnea, 
palpitaciones,  vómitos,  ni  otros  trastornos  consecutivos  que  suelen 
presentarse  en  los  aneurismas  de  que  tratamos. 

El  curso  fué  de  los  más  rápidos,  pues  siendo,  según  Lebert,  el  pro- 
medio de  su  duración  de  15  á  18  meses,  solo  tardó  seis  en  recorrer  la  dis- 
tancia entre  el  principio  y  el  fin.  Hasta  el  tercer  diá  antes  de  su  muerte 
no  se  quejó  el  enfermo  de  dolor  alguno  en  el  punto  afecto,  por  más  que 
presentase  neuralgias  vecinas. 

Respecto  á  la  patogenia  del  mal,  creemos  que  puede  explicarse  por  la 
infiltración  calcárea  de  la  iliaca  externa,  punto  de  partida  después  del 
cual  vino  el  reblandecimiento  de  la  pared  vascular  y  como  consecuencia 
la  dilatación  parcial  de  la  arteria,  cuya  teoría  es  la  admitida  por  BilN 
roth  en  semejantes  casos,  aunque  en  opinión  de  Broca  los  aneurismas 
por  dilatación  se  desarrollan  sin  ateroma  previo. 

Oscura  se  presenta  la  etiología,  pues  no  podemos  invocar  la  influen- 
cia del  alcoholismo,  ni  la  del  frió  y  humedad,  ni  el  artrítismo,  ni  el  reu- 
matismo, ni  la  sífilis.  Si  como  cree  R.  Virchow  ciertos  estados  caquécti- 
cos, resultado  de  la  edad,  pueden  ocasionar  una  degeneración  grasienta 
ó  calcárea  de  las  paredes  arteriales,  digamos  que  nuestro  enfermo  habia 
parecido  siempre  un  viejo,  con  todo  y  ser  aun  joven,  no  siendo  de  extra- 
ñar que  las  consecuencias  de  una  senilidad  anticipada  hubiesen  determi- 
nado un  mal  propio  de  la  vejez.  Contamos  también,  como  factores  del 
precipitado  fin  que  tuvo  la  dolencia,  el  uso  de  los  iDaños  de  Caldas,  el 
susto  del  tren  y  la  emoción  experimentada  al  descubrirle  el  médico  fran- 
cés la  enfermedad  de  que  estaba  poseído. 

¿A.  qué  hablar  de  tratamiento?  Temeridad  hubiera  sido  intentar  ope- 
ración cruenta  alguna,  dada  la  extenuación  física  y  moral  del  paciente; 
no  son  por  lo  demás  muy  halagadoras  las  estadísticas  de  las  ligaduras 
de  la  iliaca  primitiva  para  remediar  aneurismas  de  la  ilíaca  externa, 
puesto  que  dan  un  78  Vs  P^^^  ^^  ^^  mortalidad  general.  Era  además  se*- 
guro  que  el  enfermo  jamás  hubiera  consentido  en  ello.  Respecto  á  lá 
compresión  digital  solo  produce  la  difusión  del  aneurisma.  Las  aplica- 
ciones del  calórico  han  resultado  ineficaces  y  el  éxito,  único,  debido  al 
uso  del  hielo,  exigió  su  empleo  constante  durante  dos  años  seguidos.  Era 
en  nuestro  caso  vano  empeño  el  de  oponerse  á  la  catástrofe  que  amena- 
zaba y  asi  nos  contentamos  con  dejarle  al  uso  de  las  pildoras  de  acetato 
neutro  de  plomo  que  le  hablan  sido  prescritas  en  esa  por  dos  famosos 
médicos,  que  aunque  no  diagnosticaron  el  padecimiento,  parece  que 
tampoco  dejaban  de  sospechar  pudiese  ser  un  aneurisma.  Excusado  pa* 
recerá  decir  que  el  plomo  no  produjo  efecto  alguno.  Si  algo  se  desprende 
de  todo  lo  dicho  creemos  que  puede  reducirse  á  lo  siguiente: 

1.*  Presentóse  el  aneurisma  afectando  la  forma  de  un  pequeño  tu^^ 
mor  de  dureza  cartilaginosa,  la  cual  desapareció  después,  persistiendo 
durante  todo  el  curso  del  mal,  con  raros  intervalos,  la  coxigodinia  y  el 
lumbago  acusados  desde  un  principio. 


i32  EL  BICARBONATO  DE  SOSA  Y  LA  AMIGDALITIS. 

2.°  Nada  ofreció  de  anormal  el  sistema  cardio-vascular  tuera  del 
punto  afecto. 

S.""  Debido  seguramente  al  uso  intempestivo  de  los  baños  de  Caldas 
de  Montbuy  y  á  dos  violentas  emociones,  dilatóse  rápidamente  el  saco 
aneurismático.  * 

4.**  Predominaron  á  última  hora  los  síntomas  isquémicos  y  del  gran 
simpático. 

5.^  La  patogenia  se  explica  por  un  proceso  ateromaloso,  debido  tal 
vez  á  la  forma  senil  de  las  particularidades  plásticas  y  morfológicas  del 
paciente. 

6.°  El  tratamiento  hubo  de  ser  sintomático,  aunque  tal  vez  con  algu- 
nas más  precauciones  higiénicas  desde  un  principio,  quizás  hubiese  po- 
dido demorarse  el  fin. 

Tarragona  2  Febrero  1882. 


EL  BICARBONATO  DE  SOSA  Y  LA  AMIGDALITIS, 
POR  D.  Felipe  Margarit. 

Se  ha  publicado  en  el  número  42  de  la  Independencia  Médica,  del  cur- 
so actual,  un  articulo  confirmando  las  abortivas  y  curadoras  propieda- 
des del  bicarbonato  de  sosa  en  las  anginas.  Su  autor,  que  es  el  mismo 
que  en  tiempo  pasado  dio  á  conocer  esta  aplicación  del  bicarbonato,  en- 
comia de  nuevo  sus  virtudes;  y  lo  hace  esta  vez,  arramblando  con  todas 
las  observaciones  que  se  han  publicado  desde  que  insertó  su  articulo  en 
el  Siglo  Médico  (40  Mayo  4884),  que  suman  la  cantidad  de  45  casos,  se- 
gún sus  cuentas. 

Está  de  más  el  decir,  que  es  un  número  insignificante,  para  estable- 
cer la  superioridad  de  una  medicación,  quince  casos;  pues  el  mismo  ar- 
ticulista al  final  de  su  escrito  dice:  «¿Qué  son,  pues,  dos  ó  tres  docenas 
de  hechos  para  convencer,  sin  género  alguno  de  duda,  de  la  acción  be- 
néfica del  bicarbonato  en  las  sobredichas  afecciones?  Después  de  estas 
lineas,  parece  excusada  una  palabra  más  sobre  esta  medicación;  pues  su 
mismo  defensor  aún  duda  de  sus  efectos,  atendido  que  estos  casos  por 
él  observados,  no  han  sido  todavía  suficientes  para  llevar  la  seguridad á 
su  ánimo. 

Pero  como  elDr.  Armangué,  que  es  el  autor  de  este  artículo,  me  ha 
hecho  el  honor  de  ocuparse  de  varias  indicaciones  que  habia  hecho,  en 
otro  por  mí  publicado  en  la  Gaceta  médica  catalana,  sobre  el  mismo 
asunto,  me  veo  obligado  á  contestarle,  para  decirle  que  su  nuevo  escri- 
to no  demuestra  lo  que  intenta  probar. 

Examinando  el  último  artículo  del  Dr.  Armangué,  se  verá  que  se 
puede  reducirá  tres  partes:  una,  destinada  á  exponer  unos  quince  casos 
clínicos;  otra,  á  criticar  una  historia  clínica,  por'ml  publicada  como  par- 
te del  artículo  de  que  ya  he  hecho  mención,  y  otra  en  que  se  desdice  de 
las  conclusiones  establecidas  en  su  primer  escrito. 

Qué  diré  de  sus  45  historias  clínicas?  Que  no  se  ha  corregido  de  los 


EL  BICARBONATO  DE  SOSA  Y  LA  AMIGDALITIS.  133 

defectos  en  que  incurrió  en  su  primer  artículo:  la  misma  confusión  en 
las  descripciones,  la  misma  vaguedad  en  los  términos,  y  la  misma  falta 
de  detalles  déla  región  afecta.  Cree  que  decir  de  ios  hijos  del  Dr.  Giné, 
«ambos  tienen  las  amigdalas  abultadas,  pero  no  tanto  que  lleguen  á  mo- 
lestarlos:i»  se  formará  clara  idea,  el  que  leyere  su  artículo,  de  qué  tem- 
peramento tiene;  cómo  tiene  conformada  la  garganta;  qué  variaciones 
presentan  las  amígdalas  en  su  estado  agudo  ó  en  su  periodo  crónico;  los 
antecedentes  de  familia;  los  caracteres  que  presentan  al  tacto;  si  hay  se<* 
crecion  y  qué  aspecto  tiene  esta. 

Pues  bien,  si  esta  historia,  que  es  la  más  detallada,  tiene  estos  defec- 
tos; ¿que  diréde  la  que  trata  de  una  joven  que  dice  es  dismenorreica,  sin 
expresar  su  causa  probable;  y  que  establece  la  superioridad  del  bicarbo- 
nato habiéndolo  usado  en  combinación  con  otra  medicación  de  más  ó 
menos  fuerza;  y  que  no  hace  una  salvedad  de  la  relación  que  puede  tener 
su  temperamento  linfático  y  la  lesión  menstrual  sobre  la  amigdalitis  ó 
infarto,  pues  no  describe  sus  caracteres? 

Hay  que  confesar,  que  estos  datos  no  son  para  convencer  á  quien 
quiera  medicar  con  alguna  esperanza  de  éxito;  y  lo  mismo  se  puede  decir 
de  las  historias  del  Dr.  Arroyo,  redactadas  en  los  siguientes  términos: 
cNiño  de  8  años;  amigdalitis  izquierda;  curación  con  dos  insuflaciones  y 
en  dos  dias:»  y  otras  que  por  no  hacerme  pesado  no  copio  ni  comento. 

Después  decentar  todo  lo  que  sabia  sobre  el  asunto,  el  Dr.  Arman- 
gué  dedica  un  parrafíto  sobre  mi  historia,  que  es  contraria  á  su  tema; 
numerándome  las  cuestiones  para  que  pueda  seguirle  más  fácilmente, 
y  dice  así:  d.^  que  cuando  fué  llamado  (no  dice  en  que  diadela  afección 
comenzó  á  tratar  al  enfermo)  debia  estar  ya  supurada  la  amígdala,  pues 
no  tardó  en  abrirse  el  abceso  que  en  ella  se  habia  fraguado.» 

Aquí,  como  se  vé,  hay  la  cuestión  incluida  en  el  paréntesis  y  la  que 
no  lo  está. 

A  la  del  paréntesis  le  haré  observar,  que  como  en  su  primer  artículo 
no  dice  una  palabra  sobre  el  dia  en  que  ha  de  empezar  el  tratamiento,  creí 
que  estaba  indicado  en  cualquier  periodo,  á  más  que  nadie  negará  que 
estaba  dicha  angina  en  su  período  de  estado:  periodo  en  el  cual,  según 
dice  en  su  segundo  artículo  el  Dr.  Armangué,  es  aplicable  dicho  medica- 
mento; por  lo  que  tal  objeccion  no  tiene  valor,  pues  está  dentro  de  las 
condiciones  por  él  indicadas. 

En  el  caso  deque  he  hecho  mención  no  hubo  abceso,  el  pus  salia  de 
los  folículos  de  la  amígdala  supurados;  se  dirá  que  hubo  abcesos  folicu- 
lares, pero  no  supuración  parenquimatosa  sino  supuración  del  epitelio 
de  los  folículos;  después  que  como  no  especificó  en  qué  clase  de  amig- 
dalitis se  habia  de  usar,  lo  mismo  lo  podia  emplear  en  el  tratamiento  de 
la  amigdalitis  diftérica  que  en  la  gangrenosa.  En  su  segundo  artículo  si 
que  dice:  cexcepto  que,  cediendo  á  una  atinada  indicación  que  el  doctor 
Margarit  me  hace  en  su  ya  mencionado  escrito,  añado  al  nombre  de  an- 
guina  tonsilar  el  epíteto  de  sencilla,  común  ó  catarral.»  Por  lo  que  esta 
objeccion,  porque  habia  abceso,  corre  parejas  con  la  anterior. 

«2.<)  Que  solo  usó  un  dia  el  bicarbcnato;  cuando  en  algunos  de  los 
hechos  referidos  ha  sido  preciso  administrarlo  durante  dos  y  en  uno  de 
ellos  durante  tres.:»  Esta  objeción  la  contesto  copiando  párrafos  de  su 


134  EL  BICARBONATO  DE  SOSA  Y  LA  AMIGDALITIS.  j 

primer  artículo,  cya  que  siempre  lleva  á  la  curación  antes  de  las  24  ho- 
ras, etc.>  Y  ™¿s  abajo:  cComunmente  el  alivio  es  inmediato;  en  ningún 
caso  no  tarda  mucho.»  Con  estos  antecedentes  ¿quién  espera  una  sema- 
na? Lo  mismo  hubiera  hecho  el  inventor;  no  cura  en  24  horas,  pues  vol- 
vamos  á  nuestra  medicación,  que  cura  en  2  ó  3  dias. 

Estas  son  las  objeciones  numeradas,  y  después  viene  un  largo  pár- 
rafo con  un  dilema  en  que  se  prueba,  que  no  sé  diagnosticar  las  an- 
ginas, y  después  que  me  expreso  con  impiopiedad;  es  verdad  |que  en 
este  párrafo  dice:  csi  difteria  hubiera  habido,  no  hubiera  seguido  tal 
afección  el  curso  que  siguió,  ni  los  caracteres  fueran  los  que  fueron.»  Vé 
como  expresándome,  según  mi  método,  á  pesar  de  mi  impropiedad, 
puede  diagnosticar  sin  ver  al  enfermo;  cosa  que  no  puedo  hacer,  con 
certeza,  con  ninguna  de  sus  historias. 

¿Porque  á  una  membrana  blanquizca  la  llame  diftérica,  ha  sido  el 
motivo  porque  escribió  este  largo  párrafo  el  Dr.  Armangué? 

Lo  hice  para  hacer  comprender  su  parecido  y  de  estas  comparaciones 
hay  muchas  en  las  ciencias  médicas. 

Queda  por  probar  la  última  parto  de  mi  tesis.  El  Dr.  Armangué  ha 
modificado  ^notablemente  el  sentido  de  sus  conclusiones,  desde  su  pri- 
mer articulo.  En  efecto:  de  un  dia,  que  era  el  tiempo  que  tardaban  en 
curarse  las  anginas  tratadas  por  el  bicarbonato,  dice  ahora  que  tardan 
dos  ó  tres:  de  que  era  útil  en  toda  clase  de  anginas,  que  solo  lo  es  en  las 
sencillas  ó  comunes:  de  que  era  una  de  las  medicaciones  más  eficaces, 
que  no  evita  siempre  las  recidivas. 

Y  paso  por  alto  el  hablar  de  la  hipertrofia,  y  de  otras  menudencias, 
que  me  llevarían  á  discusiones  triviales  de  las  que  soy  enemigo. 

¿Pero  es  necesario  recurrir  como  yo  he  hecho  á  estas  pequeneces, 
para  negar  la  influencia  del  bicarbonato  en  la  amigdalitis  y  en  la  hi- 
pertrofia? no  hay  leyes  y  estudios  en  Patología  y  en  Terapéutica,  que 
permitan  asegurar  con  todo  conocimiento  de  causa  la  falta  de  funda- 
mento de  esta  medicación?  Si,  y  como  la  cuestión  vale  la  pena,  le  dedi- 
caré algún  articulo,  que  será  exclusivamente  destinado  á  considerar  la 
cuestión  bajo  el  punto  de  vista  de  la  Patología  y  de  la  Terapéutica;  y 
que  he  dejado  de  mencionar  en  éste,  por  considerarlo  poco  pertinente. 

Cl  presente  solo  tiene  por  objeto  contestar  al  Dr.  Armangué,  imitando 
su  estilo  y  con  la  buona  intención  de  hacerle  entrar  en  reflexión;  pues 
quien  como  él,  parte  tan  de  ligero,  se  ve  obligado  á  lo  mejor  á  revocar 
parte  de  sus  asertos,  como  el  ha  hecho. 

Antes  de  terminar  le  haré  presente,  que  si  la  nota  de  su  último  es- 
crito en  que  dice:  que  el  Dr.  Ginó  publicará  un  folleto  sobre  el  asunto, 
lo  ha  hecho  con  objeto  de  arredrar  al  que  quiera  ocuparse  de  él,  le  diré 
que  se  ha  equivocado,  pues  con  el  mismo  aplomo  con  que  él  ha  corre- 
gido una  descripción  de  Peter  sobre  la  matriz,  varios  amigos  mios  y  mi 
humilde  persona  nos  vemos  con  el  valor  suficiente  para  hacer  otro  tanto 
con  sus  escritos,  y  aún  con  los  del  mismo  Dr.  Giné  si  llegan  á  mere- 
cerlo. Si  lo  ha  hecho  para  darnos  una  buena  noticia,  también  le  diré  que 
no  ha  estado  muy  acertado;  pues  ya  sabe  que  los  escritos  del  Dr.  Giné 
son  muy  deseados  y  quien  espera  desespera. 


»^^l^^»W»^^WW^^^WX»^^^»«»^W^»<^^<W^^»»^^^«»^^l^^^p^^^«»^^ 


Acido  salicílico  y  sus  sales.  135 

CONTRIBUCIÓN  Al  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SAUCILICO  Y  SUS  COMPUESTOS; 

en  particular  del  sallcilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismoj  (1) 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Médico  de  la  Ccua  de  Lactancia  y  Caea-^unade  Barcelona. 


Los  niños  pueden  también  tomar  el  salícilato  de  sosa  en  ciertos  casos 
indicados,  como  lo  he  probado  repetidas  veces,  á  la  dosis  de  20  á  25  cen- 
tigramos y  el  máximum  1  gramo.  En  enfermos  de  corta  edad  no  he  pro- 
bado el  ácido  salicílico  puro  por  no  exponerme  á  trastornos  difíciles  de 
corregir.  Sobre  el  empleo  del  salicilato  de  sosa  en  los  niños,  recuerdo 
un  caso  publicado  por  el  Dr.  D.  Carlos  Ronquillo,  en  el  cual  hacia  men- 
ción de  una  escarlatina  maligna  llevada  á  buen  término  con  el  citado 
medicamento. 

Mr.  J.  Bergueron  (de  París)  dice  que  nunca  ha  observado  accidentes 
desagradables  de  la  administración  del  salicilato  de  sosa  en  los  niños,  y 
cree  que  los  casos  de  muerte,  sobrevenidos  por  el  empleo  de  este  medi- 
camento, deben  atribuirse  más  á  alguna  alteración  cerebral  producida 
por  el  reuma  ó  á  lesiones  renales  muy  avanzadas.  En  efecto,  no  creo  que 
el  salicilato  de  sosa  produzca  tan  fatales  accidentes  y  que  estos  sean  de- 
bidos á  su  sola  administración,  pues  dicho  cuerpo,  bien  manejado  y 
teniendo  cuidado  de  que  la  dosis  no  sea  mayor  de  la  que  hemos  expuesto, 
no  puede  producir  nunca  accidentes  tan  desagradables,  aún  en  aquellos 
casos  en  que  el  reumatismo  haya  producido  alguna  alteración  cerebral: 
de  ser  así,  el  enfermito  morirla  á  consecuencia  de  esta  última,  pero  no 
por  la  administración  del  citado  medicamento. 

£1  Sr.  6.  Petit  dice,  que  en  todos  los  casos  de  muerte  producidos  por 
afecciones  reumáticas  y  tratadas  por  el  salicilato,  existen  evidentes  le- 
siones viscerales  del  corazón  ó  de  los  ríñones. 

Acerca  de  administración  del  salicilato  de  sosa  en  los  niños,  Mr.  Ar- 
chambault  dice,  que  su  acción  es  tanto  más  importante  de  conocer,  por 
cuanto  el  reumatismo  no  sólo  es  frecuente  en  la  infancia  sino  que  pre- 
senta más  gravedad  que  en  el  adulto,  á  causa  de  la  frecuencia  de  acci- 
dentes viscerales,  particularmente  por  parte  del  corazón. — Realmente, 
los  niños  ofrecen  más  complicaciones  que  los  adultos  en  el  curso  del 
reumatismo,  y  es  cosa  digna  de  llamar  la  atención  y  de  fijarse  mucho, 
por  cuanto  estas  complicaciones  son  de  gran  trascendencia  y  ponen  en 
inmediato  peligro  la  vida  del  enfermito;  pero,  así  como  el  Sr.  Archam- 
bault  ba  encontrado  mayor  número  de  complicaciones  de  parte  del  cora- 
zón, en  cambio,  por  mi  parte,  sin  dejar  de  haber  encontrado  algunas, 
las  he  visto  en  mayor  número  cerebrales;  y  se  comprende  que  así  sea 
porque  los  niños  tienen  más  tendencia  al  desarrollo  de  fenómenos  cere- 
brales, en  cualquiera  enfermedad  de  que  so  trate,  que  á  fenómenos  de 
cualquier  otra  viscera  por  importante  que  sea.  Sin  embargo,  esta  parte 


(1)    Continuación.— Véanse  los  números  25, 26,  27  y  28. 


136  Acido  salicílico  y  sus  sales. 

de  la  patología  infantil,  es  digna  de  estudio  y  merece  ser  atendida  en  to- 
dos sus  detalles. 

Respecto  á  la  dosis  de  salicilato  de  sosa  que  puede  tomar  un  niño,  sin 
grave  riesgo  de  que  se  le  presenten  complicaciones  producidas  por  el 
citado  medicamento,  muchos  prácticos  están  en  desacuerdo  sobre  esto, 
porque  mientras  unos,  Archambault,  Dresch,  etc.,  administran  4,  6,  8 
y  10  gramos  al  día,  otros  ea  cambio  no  pasan  do  1  á  2  gramos.  Verdade- 
ramente las  primeras  dosis  son  muy  exageradas  por  muchos  conceptos, 
aunque  se  trate  de  niños  de  8  y  40  años  de  edad:  i.°,  porque  la  dosis  de 
8  y  10  gramos,  ya  hemos  dicho  que  puede  producir  en  un  adulto  fenóme- 
nos cefálicos  y  del  tubo  digestivo;  2.°  porque  para  administrar  cualquier 
medicamento  á  un  niño  es  preciso  atenerse  mucho  á  su  edad;  luego,  si 
á  un  adulto  le  corresponde  una  dosis  máxima  de  8  á  10  gramos,  á  un 
niño  le  corresponderá  de  1  á  2  gramos  según  el  caso,  y  todo  lo  que  pase 
de  esta  dosis  es  exponernos  á  fenómenos  desagradables.  Además,  tengo 
observado  muchísimas  veces  que  esta  dosis  es  la  suficiente  para  produ- 
cir, en  un  niño,  los  efectos  que  se  esperan  del  salicilato  de  sosa,  ya  en  el 
tratamiento  del  reumatismo,  ya  como  antifebril  en  cualquier  otra  en- 
fermedad. 

De  todos  modos,  con  todo  lo  que  acabamos  de  exponer  del  salicilato 
de  sosa  como  medicamento  antifebril  en  general  y  antireumático  en  es- 
pecial, no  queda  duda  alguna  que  es  de  los  mejores  medicamentos  que 
podemos  usar,  aun  que  con  cierta  cautela,  ya  en  el  adulto,  ya  en  el  niño, 
puesto  que  los  prácticos  difieren  tanto  respecto  á  las  dosis  que  se  deben 
administrar.  Según  esto,  se  vé  que  algunos,  lo  mismo  lo  administran  á 
entermos  de  corta  edad  que  á  adultos,  casi  sin  tener  en  cuenta  las  dosis, 
lo  cual  es  necesario  tener  muy  presente,  porque  los  fenómenos  que  sue- 
len aparecer  en  unos  y  en  otros,  no  pueden  seguramente  combatirse 
con  la  misma  facilidad.  Por  mi  parle,  no  he  tenido  que  deplorar  nunca 
el  más  pequeño  accidente  en  los  niños,  porque  la  dosis  á  que  se  lo  he 
administrado  no  ha  subido  nunca  más  que  de  2  gramos  al  dia  en  150 
gramos  de  vehículo  y  20  gramos  de  jarabe.  De  esta  manera  he  logrado 
combatir  muchos  accidentes  y  dolores  reumáticos  y  febriles  dependientes 
de  alguna  otra  enfermedad. 

Hay  otras  maneras  de  administrar  el  salicilato  de  sosa,  y  es  en  ene- 
mas y  en  inyecciones  hipodérmicas.  Administrando  el  salicilato  de  sosa 
en  enemas,  debe  aumentarse  más  la  dosis  para  que  produzca  los  efectos 
que  de  él  se  buscan,  y  aún  asi  lo  he  administrado  solo  á  los  niños  de 
corta  edad,  en  aquellos  que  rechazan  toda  medicación  perlas  vías  supe- 
riores. En  inyecciones  hipodérmicas  ofrece  el  gran  inconveniente  de  la 
gran  cantidad  de  vehículo  que  tendría  que  inyectarse  cada  vez.  Así  es 
que  entre  todos  los  medios,  el  mejor  es  el  ordinario,  es  decir,  por  in- 
gestión. 

Por  todo  lo  dicho  se  comprenderá,  pues,  que  no  queda  ninguna  duda 
que  el  salicilato  de  sosa  es  incomparablemente  mejor  que  el  ácido  sali- 
cílico, puesto  que  para  producir  los  efectos  nocivos  de  este  último  es 
menester  que  se  tome  en  dosis  considerable,  y  como  á  tal  cantidad  no 
tendrá  que  administrarse  nunca,  por  no  haber  necesidad  de  ello,  de  ahí 
que  no  estemos  jamás  expuestos  á  desagradables  accidentes;  y  si  añadí- 


ÁCIDO  SALIGÍLICP  Y  SUS  SALES.  137 

mos  á  esto  la  gran  solubilidad  de  que  goza  esta  sal,  tendremos  que  su 
acción  .sobre  las  mucosas  es  inapreciable,  que  puede  soportarse  perfecta- 
mente la  dosis  de  4  y  5  gramos  diarios,  sin  haber  fenómenos  del  tubo 
digestivo,  lo  cual  no  sucede  con  el  ácido  salicilico  solo. 

Hasta  ahora  hemos  tratado  especialmente  y  en  primer  lugar  del  sali* 
cilato  de  sosa,  porque  oa  realidad  es  el  más  usado  en  la  práctica  de  la 
medicina.  Los  demás  salicilatos  conocidos,  tienen  ya  indicaciones  más 
especiales  y  no  son  de  uso  tan  frecuente  como  el  anterior.  Además,  se 
necesita  mayor  número  de  observaciones  para  acreditar  y  confirmar  su 
empleo  en  ciertas  enfermedades,  pues  hasta  hoy  él  número  de  observa- 
ciones lecogidas  de  una  misma  enfermedad  y  tratadas  por  un  salicilato 
especial,  como  el  de  hierro,  zinc,  cal,  mercurio,  etc.,  es  bastante  reduci- 
do para  que  se  pueda  afirmar  un  dato  seguro. 

De  todos  estos  salicilatos  he  tenido  ocasión  de  usar  algunos^  como  el 
de  quinina,  el  de  cal  y  el  de  hierro,  los  cuales  rae  han  dado  los  resulta- 
dos apetecidos  en  aquellos  casos  en  que  he  visto  indicado  su  uso:  el  de 
quinina,  al  interior,  y  el  de  cal,  al  exterior.  £1  salicilato  de  quinina  tiene 
también  el  sabor  amargo  propio  de  dicho  alcaloide,  pero  no  tan  marcado 
como  el  sulfato;  es  poco  soluble  en  el  agua,  y  para  administrarlo  en  di- 
solución, es  necesario  hacer  ésta  por  medio  del  alcohol,  y  aún  así  se 
disuelve  con  dificultad.  Para  hacer  soluble  el  sulfato  básico  de  quinina 
se  usan  unas  cuantas  gotas  de  ácido  sulfúrico  para  convertirlo  de  este 
modo  en  sulfato  ácido,  soluble  perfectamente  en  el  agua;  este  procedi- 
miento no  podemos  usarlo  para  disolver  el  salicilato  de  quinina,  ni  el 
ácido  sulfúrico,  ni  otro  ácido,  pues,  de  lo  contrario,  convertiríamos  el 
salicilato  en  sulfato  de  quinina,  quedando  en  libertad  el  ácido  salicilico. 

Los  efectos  del  salicilato  de  quinina  sobre  el  paludismo  y  la  fiebre  en 
general  son  bastante  notables  y,  hasta  cierto  punto,  en  las  enfermedades 
febriles  de  la  infancia,  deberla  usarse  más  el  salicilato  que  el  sulfato, 
porque  obteniendo  con  el  primero  los  mismos  efectos  que  con  el  segundo, 
tiene  la  doble  ventaja  de  presentar  unidos  ó  combinados  dos  cuerpos 
eminentemente  antifebriles,  y  de  no  ser,  ni  con  mucho,  tan  amargo  el 
salicilato  como  el  sulfato,  por  lo  que  los  niños  lo  aceptan  mejor.— En  el 
lugar  correspondiente  citaremos  algún  caso  de  intermitencia  palúdica 
que  ha  cedido  á  beneficio  del  salicilato  de  quinina.  La  dosis  á  que  puede 
administrarse  el  salicilato  de  quinina  es,  á  corta  diferencia,  la  misma 
que  la  del  sulfato  y  aún  algo  mayor,  porque  ya  hemos  dicho  antes  que  el 
sulfato  de  quinina  contiene  mayor  cantidad  de  alcaloide  que  el  salicilato. 

Los  efectos  fisiológicos  del  salicilato  de  amoníaco,  de  quinina  y  de 
sosa,  son  á  corta  diferencia  los  mismoi  en  unos  que  en  otros,  teniendo 
en  cuenta  las  diferentes  dosis  á  que  pueden  administrarse.  Más  como  que 
del  de  amoníaco,  hierro,  zinc,  atropina,  cal,  etc.  etc.,  su  modo  de  obrar 
no  está  en  tan  alto  grado  estudiado  como  el  salicilato  de  sosa,  nos  abs- 
tendremos por  hoy  de  asignarles  propiedades  que  todavía  no  conoce- 
mos. Sin  embargo,  diremos  que  el  Dr.  Martenson,  en  el  hospital  de  niños 
de  San  Petersburgo,  dice  que  ha  obtenido  efectos  favorables  del  salici- 
lato de  amoníaco,  pero  que  esta  sal  está  lejos  de  ser  inofensiva.— El  doc- 
tor Wulfins  dice  que  á  un  niño  de  5  años,  atacado  de  fiebre  tifoidea,  le 
administró,  en  4  dósi?,  2  gramos  de  salicilato  de  amoníaco,  sobrevinien- 


138  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

do  una  disminución  de  temperatura  de  40'á37%  al  mismo  tiempo  que 
afasia,  sordera,  convulsiones  de  los  músculos  de  la  cara,  dilatación  de 
las  pupilas  y  un  colapso  profundo;  todo  lo  cual  demuestra  la  acción  elec- 
tiva sóbrelos  centros  nerviosos,  del  ácido  saíicílico  y  de  los  salicilatos, 
y  la  cautela  con  que  debe  obrarse  para  su  administración. 

Del  salicilato  de  cal  nos  ocuparemos  más  adelante  porque  su  acción 
se  ha  estudiado  más  al  exterior  que  al  interior,  y  es  actualmente,  aun 
muy  dudosa;  por  esto  solo  nos  ocuparemos  de  algunos  casos  en  que  se 
ha  empleado  exteriormente  y  nos  abstendremos  de  decir  nada  sobre  su 

acción  sobre  el  organismo  en  general. 

fContinuará,) 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS,  <^> 
POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


A.  aspecto  y  simetbia  del  mismo. 

Formando  la  parte  superior  y  el  órgano  más  voluminoso  del  eje  en- 
céfalo-medular, ocupa  casi  la  totalidad  de  la  caja  craneana  y  pesa,  por 
término  medio,  4,182  gramos  en  el  hombre  y  1,093  en  la  mujer.  Su  vo- 
lumen es  tan  variable  como  su  peso. 

Está  unido  á  las  demás  partes  de  los  centros  nerviosos  por  los  pe- 
dúnculos cerebrales,  descritos  generalmente  con  la  protuberancia,  pero 
que  yo  incluiré  en  este  capitulo,  porque  he  de  preocuparme  poco  de  las 
reglas  establecidas  por  la  Anatomía  descriptiva. 

Presenta  el  cerebro  la  forma  de  un  ovoide  irregularmente  aplanado 
en  una  de  sus  caras  y  convexo  en  la  otra,  formando  esta  última  la  cara 
superior  del  cerebro  y  la  primera  la  cara  inferior  ó  base,  aquella  guar- 
da relación  con  la  bóveda  y  esla  descansa  en  la  base  del  cráneo,  por  de- 
lante y  por  su  parte  media,  y  en  la  tienda  del  cerebelo  por  detrás.  La 
pequeña  extremidad  del  ovoide  está  dirigida  hacia  delante. 

En  la  cara  superior  ó  convexa  del  cerebro,  se  observa  en  su  parte 
media  y  desde  la  extremidad  anterior  á  la  posterior,  una  profunda  cisu- 
ra, que  divide  el  cerebro  en  dos  mitades  simétricas:  los  hemisferios. 
Esta  cisura,  llamada  grande  hendidura  ínter-hemisférica,  tiene  por 
limite  inferior  el  cuerpo  calloso  y  recibe  en  su  intersticio  la  grande  hoz 
del  cerebro. 

Aunque  la  hendidura  i nler- hemisférica  divide  el  cerebro  en  dos  mi- 
tades simétricas,  no  se  crea  que  exista  siempre  una  perfecta  simetría, 
ni  que  la  falta  de  la  misma  indique  una  imperfección  del  órgano.  Por 
el  contrario,  basta  haber  examinado  cierto  número  de  cerebros  para 
convencerse  de  que,  en  la  parle  posterior,  uno  de  los  hemisferios,  por 

(1)    Continuación.— Véanse  los  números  25, 26,  27  y  28. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  i39 

lo  común  el  izquierdo,  se  prolonga  más  que  su  congénere;  el  inmortal 
Bichat,  el  filósofo  Gauss,  el  matemático  MopRan  y  el  polttico  Luis  XIV 
cuyos  cerebros  fueron  examinados  después  de  muertos,  tenían  uno  dé 
los  hemisferios  más  desarrollado  que  el  otro. 


Fig.  25.— Ba«e  del  c«rebro  (esquema). 
/Copiado  del  natural  por  el  Dr.  L.  Formigaera.; 
A  Oyrui  recluí— B  Surco  crucial.— C  Tercer»  ilrcunTOluclon  Umporal.— D  Primer»  elr- 
CTinvolucion  lemporo -occipital.—  E  Circunvolución  del  hipocsmpo  (p&rte  iDferlor  del  piiru» 
/'ornfcolu«),—F  Segunda  circunvolución  temporo-occipllal.— O  Hodetti  del  cuerpo  cklloeo.— 
H  Handldura  Inter-hemlsférlca.— 1  Hendedura  da  BlchiL— J  Corte  del  pedúnculo  cerebral. — 
L  Pedúncnla  cerebral.— H  Eipaclo  perforado  posterior.- N  Tubdrcalof  mamlUrei.- O  Ei< 
pulo  perforad  o  anterior.- P  Infundlbulum.— R  Qulaama. 

En  la  cara  inferior  se  observa,  por  delante  y  por  detrás,  las  extremi- 
dades de  la  hendidura  inter-hemisférica  (flg.  25,  H,  H),  que  establecen 
igual  simetría  que  en  la  cara  superior.  Pero  la  continuidad  de  dicba 
hendidura  está  Interrumpida  por  varios  factores,  casi  todos  ellos  simé- 
tricos y  dobles.  Vése,  de  atrás  adelante,  tos  pedilnculos  cerebrales  L,  los 
espacios  perforados  posteriores  M,  los  tubérculos  mamilares  N,  á  los 
lados  las  cintas  ópticas,  produciendo  su  unión  el  quiasma  R,  y  los  es- 
pacios perforados  anteriores  O.  Todos  ellos  son  pares  y  simétricos  y 
tienen  posición  idéntica  relativamente  á  la  linea  media.  El  rodete  del 
cuerpo  calloso  G,  y  el  infundibulum  P,  son  órganos  impares,  situados 
en  la  linea  medía  y  se  extienden  de  uno  á  otro  hemisferio  De  esto  re- 
salta que,  prescindiendo,  dada  su  escasa  importancia  relativa,  de  estos 
órganos  impares  y  de  algunos  otros  que  falta  enumerar,  el  cerebro  os 
perfectamente  divisible  en  dos  mitades  simétricas,  estudiada  una  de  las 
cuales  se  conoce  el  órgano  entero,  sin  más  que  añadirle  loa  factores  co- 
munes y  las  cavidades  que  de  su  conexión  resultan. 


140  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

Debe  tenerse  en  cuenta,  pero  solo  como  caso  raro,  el  hecho  observado 
por  Cruvelhier,  quien  vio  á  través  de  la  hoz  del  cerebro  una  comisura 
gris,  extendida  de  uno  á  otro  hemisferio.  En  todo  caso  no  invalida  en  lo 
más  mínimo  dicha  comisura  la  separación  del  cerebro  en  dos  mitades. 

Atendiendo  al  desarrollo  del  mismo,  en  muchas  obras  se  divide  para 
su  estudio,  en  base  y  corteza^  comprendiendo  la  primera  todas  las  partes 
centrales,  junto  con  los  núcleos  opto- estriados,  y  la  segunda  las  partes 
periféricas  que  cubren  y  envuelven  las  primeras.  Pero  haciendo  caso 
omiso  de  ello,  solo  tendré  en  cuenta,  al  estudiar  el  cerebro,  los  factores 
esenciales,  prescindiendo  de  numerosos  detalles  de  descripción  de  con* 
junto  y  de  importancia  muy  secundaria. 

Solo  diré  aquí,  que  dos  sustancias  distintas  contribuyen  á  la  forma- 
ción de  los  hemisferios:  la  sustancia  gris  y  la  sustancia  blanca,  cuya  dis 
tribucion  y  modo  de  ser  iré  exponiendo  á  medida  que  describa  las 
distintas  regiones  y  factores. 

Considerado,  de  una  manera  general  y  esquemática,  el  hemisferio  es- 
tá formado  por  un  núcleo,  en  el  cual  termina  el  pedúnculo  cerebral  cor- 
respondiente. Este  núcleo  está  envuelto  en  una  gruesa  cubierta,  que  es 
la  corteza  cerebral,  región  de  las  circunvoluciones  ó  superficie  del  he- 
misferio. Entre  el  núcleo  y  la  corteza,  hay  fibras  extendidas  de  uno  á 
otro  á  manera  de  radios.  Estos  son  los  principales  elementos;  los  demás 
son  sobrepuestos  como  aparatos  de  perfeccionamiento  ó  simplemente 
son  resultantes  de  la  forma  y  disposición  de  los  mismos. 

Interesantísimo,  bajo  el  doble  punto  de  vista  de  la  Fisiología  y  de  la 
Patología,  es  el  estudio  del  sistema  circulatorio  en  el  cerebro,  pero  como 
es  imposible  comprenderlo  sin  conocer  antes  su  modo  de  ser,  me  ocu- 
paré del  mismo  en  un  apéndice,  no  haciopdo  en  este  capitulo  mención 
de  él  ni  de  sus  dependencias. 

B.  LÓBULOS  Y  CmCÜNVOLUClONES. 

No  es  en  los  cerebros  naturales  en  donde  mejor  puede  estudiarse  la 
disposición  de  los  repliegues  de  la  corteza  cerebral.  Algunas  prepara- 
ciones facilitan  poderosamente  su  estudio  y  existen  para  ello  distintos 
procedimientos:  el  de  Broca,  el  de  Morel,  el  de  Beaunis,  el  de  Frederic, 
el  de  Oré,  el  de  Giacomini,  el  de  Duval,  etc.  Algunos  de  estos  procedi- 
mientos son  esencialmente  distintos,  y  otros  son  simples  modificaciones; 
entre  todos  ellos  indudablemente  el  más  ventajoso,  más  fácil  y  más  sen- 
cillo es  el  de  Broca. 

El  procedimiento  de  Broca  da  á  la  sustancia  cerebral  una  consisten- 
cia de  madera  y  reduce  el  volumen  del  hemisferio  á  una  tercera  parte 
de  su  tamaño  natural,  sin  alterar  en  nada  su  forma  y  disposición;  con 
lo  cual  se  logra  la  ventaja  de  hacerlo  muy  manejable  y  de  simplificar  el 
estudio  de  las  círcunvoluctones,  toda  vez  que  con  la  reducción  de  vo- 
lumen se  aislan  y  separan  mucho  más  visiblemente. 

Para  esta  preparación,  se  disuelve  un  volumen  de  ácido  nítrico  en 
cinco  á  diez  de  agua;  se  sumerge  en  la  disolución  el  cerebro  durante 
doce  á  veinte  dias,  según  sea  la  proporción  empleada.  Es  indiferente 
desprender  la  pia  madre  antes  ó  después  de  su  permanencia  en  la  diso- 


ANATOIIÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  lil 

lucion  nítrica,  si  bieu  sea  quizás  más  ventajoso  hacerlo  primero  para 
que  se  empape  mejor  la  sustancia  cerebral.  Pasado  este  tiempo,  se  deja 
secar  lentamente  á  la  sombra,  para  lo  cual  se  necesitan  dos  meses,  & 
puede  acelerarse  esta  desecación,  colocándola  en  una  estufa  á  baja  tem* 
peratura,  debiendo  advertir  que  este  último  modo  do  obrar  no  corre  los 
peligros  que  señala  Morel,  da  que  se  llene  de  grietas  y  de  que  se  haga 
quebradizo.  Poseo  algunos  hemisferios  secados  en  la  estufa  que  nada 
dejan  que  desear;  la  estufa  tenia  constantemente  de  25°  á  30°  y  necesi- 
taban los  hemisferios  ocho  diaa  de  permanencia  en  ella  para  alcanzar 
una  desecación  conveniente. 

ABC  PErQHl 


Figr.  86.— Cara  externa  del  Hemf  aftrlo  isqolerdo. 
¡Copiado  del  nslura)  por  el  Dr.  L.  Formiguera.) 

A  1.'  clreunrolucloQ  fronul.— b  a,"  clrcunyolucion  rrantal.— C  8.*  elrcanvolucion  (ronul. 
— D  ClrcanvolaclOD  rrantal  aicendente.— E  Cisura  ds  Folando.— F  Circunvolución  parietal 
■leendenle.— H  1,'  circunvolución  parlelil — I  2.'  clicunvoluclon  parietal.— J  3.*  clreunvolu- 
clan  parleta!.— J  Cisura  occipital. -K  1.'  clrcunvalucloD  occipital.— L  Z.'  circanvoluclon  oocl 
plul.— M  3.*  circunvolución  occipital — P  1.' circunvolución  temporal.— Q  í'  circunvolución* 
temporal.- M  3.'  circunvolución  lem paral.— Q  CUura  de  Sylvlo. 

Adquieren  de  este  modo  un  color  oscuro  de  cera,  y  tienen  la  grande 
ventaja  de  poderse  pintar  con  colores  diferentes  los  distintos  lóbulos  y 
circunvoluciones  y  marcar  el  sitio  de  cada  localizacion,  con  lo  cual  re- 
sultan magnificas  piezas  de  estudio  que  se  conservan  indefinidamente. 

Lóbulos. — En  voz  de  estudiar  las  circunvoluciones  en  cada  cara  del 
hemisferio,  describiré  primerú  los  lóbulos  y  luego  las  circunvoluciones 
de  cada  lóbulo. 

1*  superficie  de  los  hemisferios  eslá  recorrida  por  surcos  más  ó  me- 
aos profundos,  algunos  de  los  cuales  se  distinguen,  ya  por  su  fijeza  y 


142  ANATOUÍA  de:  los  CENTROS  NERviOSOS. 

constancia,  ya  porque  establecen  una  separación  en  distintas  regiones 
de  la  cubierta  cerebral. 

De  esta  separación  resultan  los  lóbulos,  en  número  de  seis:  frontaX, 
parietal,  occipital,  temporal,  insular  y  olfatorio. 

El  lóbulo  frontal,  comprende  en  la  cara  externa  toda  la  parle  del  he- 
misferio situada  por  delante  de  la  cisura  de  Rolando  E  (fig.  26),  que  for- 
ma el  limite  posterior  del  mismo;  circunscrito  arriba  por  la  hendidura 
Ínter- hemisférica  y  abajo  por  la  parte  anterior  de  la  cisura  de  Sylvio, 
alcanza  por  delante  toda  la  extremidad  anterior  del  hemisferio.  En  la 
cara  inferior  del  mismo,  el  lóbulo  frontal  tiene  por  límite  posterior  esia 
última  cisura  S  (fig.  25).  En  la  cara  interna,  está  limitado  hacia  atrás 
por  la  antecuña  6  (fig.  27),  que  tiene  por  delante  la  cisura  fronto-parie- 
tal,  sirviendo  de  separación  entre  ambos. 


PON     ML    K  J  t 

Fig.  27.  Cara  interna  del  bemiafarlo  dereclio. 

ICnpiúdo  del  nalurat  por  el  Dr.  L.  Formigaero.) 
A  RadMIa  del  cuerpo  c»lloso.—B  Tabique  Inlei-vontricular.—C  PlUr  anlerlor.— D  Coml- 
■ur*  gris.— E  Plexo  coroldeí.-'F  nalz  anterior  de  la  glándula  pineal.— G  Glándula  pineal.— 
H  Rodete  del  cuerpo  calloso. -I  Tubérculos  cuadrigéniinos  anteriores.— J  Acueducto  de  Bjl- 
vto.-K  PodOnculo  cerebral.-L  Tálamo  óptico,-  M  Tubéiculo  inamLlar.-N  Agi^tero  de  Hon- 
rd — O  Corte  déla  comisura bUnca  anterior.— P  Piso  del  cuerpo  calloso- 

1  Origen  de  la  cisura  de  SylvIo— 2  Circunvoluciones  de  la  cara  Infero. Interna  del  lúbulo 
frontal.  —  S  1.'  circunvolución  frontal.  -  4  Circunvolución  del  cuerpo  calloso.—  K  Lobullllo 
para  central— 6  Ante-cuña. -7  Cisura  occiplul.- 8  Cufia.— 9  í»  circunvolución  temporo- 
occlpital— 10  Cisura  calcarlna—  O  Eiiremidad  Inferior  de  U  circunvolución  del  cuerpo  ca  ■ 
lioso  ó  clroun  ve  lucían  del  hipo  campo. 

El  \bho\Q  parietal  está  circunstrito  en  la  cara  externa:  hacia  adelante 
por  la  cisura  de  Rolando  E  (fig.  20),  hacia  atrás  por  la  cisura  inlerparie- 
tal,  parietal  interna,  parietal  externa  ú  occipital,  y  por  su  línea  de  pro- 
longación; hacia  abajo,  por  la  cisura  de  Sylvio  Q  (íig.  26),  y  por  su  linea 
de  prolongación,  que  va  al  encue.itro  de  la  correpondiente  á  la  cisura 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  143 

occipital,  y  hacia  arriba,  se  continúa  con  la  cara  interna,  en  donde  el  ló- 
bulo p&rietal  está  formado  por  la  antecuña,  cuyos  liaiites  son:  la  cisura 
fronto- parietal  por  delante,  la  cisura  uccipital  por  detrás  y  el  seno  del 
cuerpo  calloso  hacia  abajo. 

El  lóbulo  occipital  está  limitado  por  la  cisura  parietal  interaa  y  por  su 
linea  de  prolongación  hacia  la  cara  externa  é  inferior  del  hemisferio,  de 
modo  que  el  lóbulo  occipital  comprende  la  extremidad  posterior  de 
aquel  (fig.  25,  26  y  27). 

Et  lóbulo  temporal  está  circunscrito,  en  la  cara  externa,  arriba  por  la 
cisura  de  Sylvio,  atrás  por  la  línea  ficticia  de  prolongación  de  la  cisura 
occipital,  continuándose  por  abajo  con  la  cara  inferior,  en  donde  dicho 
lóbulo  está  limitado  hacia  atrás  por  la  prolongación  de  la  misma  linea 
ficticia  de  la  cara  externa,  y  por  la  grande  hendidura  de  Bichat  hacia 
adentro.  La  extremidad  anterior  del  lóbulo  temporal  está  determinada 
por  la  cisura  de  Sylvio. 


Fig.  S8.— Id  Billa  de  Rell. 

(Copiado  del  natural  por  el  Dr.  L.  Formigunra./ 

A 3.' circunvolución  Irontal.— BS/cIrcunvolui-lon  parleul.— O  t,' circunvolución  lempoval 

(Tai  Ir»  Juntas  1.'  c I rrunvo lucían  prlmlUva  que  bordea  liicisura  de  SylTlo).— D  LAbulode  la 

losula.— Arranque  de  laciiura  de  Srlvio. 

El  lóbulo  insular  solo  puede  verse  separando  los  labios  de  la  cisura 
de  Sylvio  y  desplegándola  circunvolución  que  la  rodea.  Entonces  se  ob- 
serva en  su  fondo  una  área  saliente,  perfectamente  circunscrita  por  un 
surco  profundo  á  su  alrededor,  que  forma  la  Ínsula  de  fteil,  lobulillo  de 
la  ínsula  ó  lóbulo  insular  (lig.  28). 

El  lóbulo  olfatorio,  poco  desarrollado  en  el  hombre,  está  situado  en  la 
cara  inferior  del  hemisferio  y  lo  forman,  en  la  región  del  lóbulo  frontal, 
lo  que  en  muchas  obras  de  Anatomia  se  describe  con  el  nombre  de  ner- 
vio y  bulbo  olfatorios.  La  Anatomía  comparada  demuestra  que  en  los 
animales  llamados  por  flroca  anosmáticos,  como  el  hombre,  está  poco 
desarrollado  el  lóbulo  olfatorio,  y  al  revés  ofrece  un  volumen  notable  en 
los  asmáticos,  como  el  perro.  Esto  aparte  de  que  la  extructura  del  lóbulo 
olfatorio  no  consiente  que  se  le  llame  por  más  tiempo  nervio  y  de  que, 


144  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS 

las  investigaciones  de  Leydig,  Babuchin,  Golgi  y  otros,  han  demostrado 
la  analogía  de  extructura  existente  entre  el  mal  llamado  bulbo  olfatorio 
y  las  circunvoluciones.  Las  fibras  blancas  del  lóbulo  olfatorio  son  análo- 
gas á  las  de  la  corona  radiante  y  sirven  de  comunicación  entre  el  sitio 
receptor,  hasta  hoy  llamado  bulbo,  y  las  demás  parles  del  cerebro.  Debe 
darse  el  nombre  do  nervios  olfatorios  á  los  filetes  extendidos  desde  el 
bulbo  á  la  membrana  de  Schneider.  Del  trayecto  de  las  raíces  del  lóbulo 
olfatorio  me  ocuparé  en  otro  sitio. 

En  la  reseña  que  acabo  de  hacer  de  los  lóbulos  del  hemisferio,  se  ve 
que,  aparte  de  los  lóbulos  olfatorio  ó  insular,  cuya  independencia  es 
grande,  los  demás  están  solo  separados  por  cisuras  y  á  veces  por  líneas 
ficticias.  La  cisura  de  Rolando,  la  de  Sylvio  y  la  occipital  son  las  tres 
que  dividen  la  superficie  del  hemisferio  y  de  su  posición  relativa  han  de 
resultar  forzosamente  las  dimensiones  de  cada  lóbulo.  La  cisura  de  Ro- 
lando, situada  en  la  cara  externa,  un  poco  por  delante  de  su  parte  media, 
tiene  una  dirección  ascendente  é  inclinada  hacia  atrás  por  su  extremi- 
dad superior,  extendiéndose  desde  la  de  Sylvio  hasta  el  borde  superior 
del  hemisferio.  La  de  Sylvio  comienza  en  la  cara  inferior,  al  lado  del  es- 
pacio perforado  anterior,  se  dirige  afuera  y  hacia  la  cara  externa,  si- 
guiendo una  dirección  ligeramente  ascendente  y  terminándose  en  un 
repliegue  del  lóbulo  parietal;  da  una  pequeña  prolongación,  un  poco 
antes  de  llegar  al  nivel  de  la  de  Rolando,  que  se  pierde  en  los  repliegues 
del  lóbulo  frontal  y  se  llama  rama  anterior  ó  corta  de  la  cisura  de  Syl- 
vio, circunscribiendo  estas  dos  ramas  una  porción  de  cerebro  llamado 
opérenlo,  que  si  se  levanta  deja  al  descubierto  el  lóbulo  insular.  La  cisu- 
ra occipital,  poco  visible  en  la  cara  extei'na,  lo  es  mucho  más  en  la  in- 
terna, y  aunque  á  veces  se  llame  perpendicular,  en  esta  cara  sigue  una 
dirección  oblicua  hacia  abajo  y  adelante. 

De  la  disposición  de  estas  cisuras  resulta  que  los  lóbulos  del  hemis- 
ferio, teniendo  en  cuenta  su  tamaño,  guardan  la  siguiente  relación  de 
mayor  á  menor:  frontal,  parietal,  temporal  y  occipital. 

No  tiene  el  volumen  de  los  IóIduIos  la  misma  proporción  en  todos  los 
cerebros,  y  sin  descender  á  detalles,  diré  tan  solo  que,  de  un  modo  ge- 
neral, puede  considerarse  al  hemisferio  dividido  en  dos  segmentos  por 
la  prolongación  de  la  cisura  de  Sylvio  al  encuentro  de  la  cisura  occipital: 
el  segmento  fronto-parietal  y  el  segmento  temporo-occlpital.  Según  los 
estudios  de  Wagner,  Hastian,  Vogt,  etc.,  el  segmento  fronto-parietal  está 
tanto  más  desarrollado  y  tiene  tanto  mayor  predominio  sobre  el  tempo- 
ro-occipital,  cuanto  más  elevada  es  la  raza  á  que  pertenece  el  individuo 
y  cuanto  más  diísarrolladas  están  en  él  las  facultades  intelectuales.  Esta 
diferencia  de  desarrollo,  se  traduce  por  ser  mucho  más  corta  la  cisura 
de  Sylvio  y  de  consiguiente  el  lóbulo  temporal  en  cerebros  privilegiados, 
como  el  de  Morgan,  Gauss,  etc,,  y  por  el  contrario,  acentuándose  más  y 
teniendo  mayor  longitud  en  las  razas  inferiores,  como  en  los  hotentotes, 
y  sobre  todo  en  los  monos  antropo-morfos,  si  descendemos  á  la  Anato- 
mía comparada. 

(Continuará), 


REVISTA  DE  FARMACIA.  145 

REVISTA  DE  FARMACIA, 
POR   EL   Doctor   D.    Gonzalo  Formiguera, 

•x-ftfBaeéukiee  primero  per  opoiieien  de  les  EeipiUlcí  militares. 


Poción  gomosa.— Generalmente,  cuando  el  médico  prescribe  poción 
ó  julepe  gomoso,  lo  hace  con  el  ánimo  de  administrar  un  vehículo  agra- 
dablOr  En  este  concepto  se  podría,  dice  Destrer  de  Yersailles,  cuando  la 
fórmula  no  contenga  indicaciones  más  precisas,  suprimir  la  goma  que 
90  usa  para  confeccionar  la  poción  y  en  su  lugar  arreglarla  de  la  si- 
guiente manera,  en  cuyo  caso  solo  contendría  2^50  gramos  de  goma. 

Agua  azahar 10  gramos. 

Jarabe  de  goma 9!)        » 

Agua 100        t 

Haciéndolo  como  aconseja  Destrer,  resultaría,  á  mi  entender,  que 
además  de  ser  más  agradable,  la  fórmula  seria  siempre  igualmente  con- 
feccionada, lo  cual  no  acontece  en  la  actualidad  debido  á  que  no  todos 
los  prácticos  están  acordes  respeto  á  la  proporción  de  dicho  producto 
que  debe  entrar  en  una  cantidad  determinada  de  agua. 

Pomada  mercurial  á  la  vaselina.— Un  distinguido  farmacéutico  de 
Argelia  ha  propuesto,  que  en  la  nueva  reforma  que  se  está  llevando  á 
cabo  en  el  Codex  francés,  se  sustituya  la  manteca  con  la  cual  actualmente 
se  elabora  la  pomada  mercurial,  por  la  v&selina,  que  entre  algunas  de 
las  propiedades  que  posee  de  los  cuerpos  grasos  tiene  la  de  extinguir  el 
mercurio  con  extraordinaria  rapidez. 

Son  sufícientes,  dice,  veinte  minutos  para  extinguir  en  un  mortero 
ordinario,  un  peso  dado  de  mercurio  por  la  misma  cantidad  de  vaselina. 
La  pomada  resultante  no  se  enrancia  nunca. 

Esteatinas — M.  Melcke,  de  Hamburgo  (New»  Remedies),  da  el  nombre 
de  esteatinas  á  las  mezclas  cuyo  principal  excipiente  es  el  sebo  de  car- 
nero. Pueden  servir  para  aplicaciones  al  exterior  y  principalmente  para 
reemplazar  las  masas  emplásticas  ordinarias.  La  mayor  parte  de  dichas 
mezclas  contienen:  manteca  de  cerdo,  aceite  de  olivas,  emplasto  de 
plomo  ordinario  y  además  alguna  sustancia  dotada  de  acción  enérgica. 

Pastillas  de  menta  piperita. «Según  un  autor  alemán,  el  intenso  y 
agradable  sabor  de  las  pastillas  de  menta  inglesa,  es  debido  á  la  adición 
de  una  pequeña  cantidad  de  gengibre.  Se  preparan  con 

Azúcar  blanco 4,000 

Almidón 300 

Gengibre  en  polvo  impalpable 1 

Esencia  de  menta  piperita  inglesa SO 


146  REVISTA  DE  FARMACIA. 

Cuando  se  han  mezclado  perfectamente  estas  sustancias,  se  reducen  á 
pasta  á  beneficio  de  una  disolución  acuosa  de  gelatina  en  la  proporción 
de  14  partes  de  esta  última  por  150  de  agua. 

Emplasto  elástico.  -  Para  obtener  un  emplasto  que  se  adapte  á  las  in- 
flexiones que  experimenta  la  piel  durante  los  movimientos  musculares 
y  evitar  la  intolerable  sensación  de  rigidez,  á  la  par  que  la  formación  de 
pliegues,  M.  Morgan  {Pharm.  Zeüschr  fur  Rüssland)  extiende,  sobre  lá- 
minas delgadas  de  caotchouc,  la  masa  emplástica  de  Boyton  ^emplasto  de 
plomo  300  gramos,  resina  18  gramos). 

Desodoracion  del  almizcle. -Friccionando  las  manos,  ó  cualquiera 
objeto  con  el  cual  haya  estado  en  contacto  almizcle,  con  una  pasta  for- 
mada con  polvo  fino  de  cornezuelo  de  centeno  y  un  poco  de  agua,  desa- 
parece inmediatamente,  sin  que  vuelva  á  presentarse,  el  olor  de  la  citada 
sustancia.  Ernesto  Deltz  {Noticen  zur  Pharm.  Germ,)  observó  este  hecho 
preparando  una  mezcla  de  las  dos  sustancias,  en  la  cual  no  se  percibía 
el  olor  del  "almizcle  que  habia  sido  triturado,  previamiente,  con  una  pe- 
queña cantidad  de  azúcar. 

Lápices  de  yodolormo.-Se  han  indicado  diferentes  modos  de  prepa- 
ración de  dichos  lápices.  Uno  de  los  que  al  parecer  produce  mejores 
resultados  en  la  práctica,  es  el  propuesto  por  Boickel,  de  Estrasburgo, 
que  consiste  en  formar  una  pasta  de  consistencia  pilular  mezclando: 

Yodoformo 8 

Goma  arábiga i*50 

Goma  tragacanto 0*50 

Solución  gomosa C.  S. 

para  fundir  en  cilindros  de  la  longitud  y  diámetro  que  se  desee.  Pueden 
usarse  para  cumplir  diferentes  indicaciones  tópicas  y  especialmente  para 
la  curación  de  los  trayectos  fistulosos. 

GlycelaBum.-Sirve  para  la  preparación  de  linimentos  y  está  com- 
puesto de: 

Pasta  de  almendras  amargas  reducida  á  polvo  fino 46*65 

Glicerina 62*2 

Agusí 31*1 

Es  preferible  preparar  la  mezcla,  un  poco  tiempo  antes  de  incorporar 
á  ella  la  cantidad  de  sustancia  activa  que  quiera  emulsionarse.  El  gly- 
celaeum  puede  emulsionar  el  doble  de  su  peso  de  aceite. 

Algodón  absorvente.- Para  prepararlo  {Jouní,  of  Parhm.)  se  hace  her- 
vir, por  espacio  de  media  hora,  algodón  cardado  en  una  solución  al  ^/loo 
de  sosa  ó  potasa  cáustica.  Se  lava  luego  á  grande  agua  y  se  coloca  el 
producto  exprimido  en  una  solución  al  ^/^qq  de  cloruro  calcico,  durante 
15  minutos.  Lávase  de  nuevo  de  la  misma  manera,  después  con  agua 
acidulada  con  ácido  clorhídrico  y  últimamente  otra  vez  con  agua  pura. 
El  residuo  se  prensa  y  se  hace  secar  rápidamente. 


REVISTA  CRÍTICA   BIBLIOGRÁFICA.  147 

La  ebullición  con  el  soluto  alcalino  está  destinada  á  saponificar  la 
materia  grasa.  El  lavado  con  agua,  quita  el  jabón  formado  y  prevenie 
la  formación  de  jabón  calcáreo  durante  el  blanqueo.  El  tratamiento  por 
el  ácido  diluido,  después  del  blanqueo,  facilita  la  separación  de  la  cal. 

Licor  de  Van  S^^ieten  modificado.— El  Dr.  Mauriac  (Reo,  de  Ther, 
med,  chir)  recomienda  la  siguiente  fórmula  que,  según  dice,  reemplaza 
con  ventaja  al  licor  de  Van  Swieten. 

Agua  destilada 550  gramos. 

Jarabe  de  morfina 250        * 

Agua  de  azahar 100         » 

Alcoolaturo  de  menta 4         > 

Alcohol  rectificado 95         » 

Sublimado  corrosivo 1         » 

Para  administrar  una  cucharada  de  las  de  café  en  una  taza  de  leche. 

Quinoleina.— Es  uno  de  los  componentes  del  alquitrán  de  carbón  de 
piedra.  Runge  (Phartn.  Zeit,)  fué  el  primero  que  la  separó  llamándola 
Leukolina,  Ocho  años  después,  Gerhardt,  destilando  quinina,  cinconina 
Y  otros  alcaloides  sólidos  de  las  quinan,  obtuvo  una  sustancia  líquida, 
básica,  á  la  que  dio  el  nombre  de  Quinoleina,  cuya  identidad  con  la  leu- 
kolina  fué  puesta  en  evidencia  por  Hofmann. 

La  quinoleina  es  un  líquido  oleaginoso,  de  olor  peculiar,  incolora  en 
estado  fresco,  pero  que  se  enturbia  por  el  calor,  soluble  en  el  alcohol, 
éter,  benziua,  etc.  Forma  sales  fusibles  y  poco  susceptibles  de  cristali- 
zación excepto  el  tartrato,  que  se  obtiene  en  cristales  pequeños,  blancos 
y  sedosos,  que  resisten  perfeclamente  á  la  acción  del  aire,  bastante  solu- 
bles en  el  agua,  de  olor  parecido  al  de  las  almendras  amargas  y  de  sabor 
semejante  al  de  la  menta  piperita. 

Posee  las  mismas  propiedades  que  la  quinina,  á  la  cual  algunas  veces 
aventaja,  teniendo  además  la  condición,  inuy  digna  por  cierto  de  tener 
en  cuenta,  de  ser  cinco  veces  más  barata  que  aquella. 


REVISTA  CRITICA  BIBLIOGRÁFICA. 

POR  EL  Dr.  D.  Federico  Castells  Ballespí. 

Toeal-Biblioteearío  en  las  Jnntw  de  Gobierno  de  la  leaaemia  y  Laboratoño  de  Ciencias  Médioas  de  Catalana, 

j  de  la  Academia  Médico- Fannaeéntiea  de, Barcelona. 


Elementos  de  Cirugria  clínica,  por  F.  C.  Feliz  Ouyon,  traducida  y  anotada  por 
B.  Isidoro  de  Miguel  y  Vig^uri  y  D.  José  Ustariz,  precedida  de  un  prólog^o  del 
Br.  D.  Santiago  G.  Encinas.— Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía. 
-Madrid.-1881. 

Complace  siempre  al  que  lee,  ver  consignadas  opiniones  laudatorias 
de  modernas  publicaciones,  pues  que  ello  demuestra  motivo  de  adelanto; 
nada  es  tan  satisfactorio  para  el  inteligente,  como  poseer  la  convicción 


148  REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA. 

de  haberse  realizado  algún  progreso  en  su  época,  que  al  fin  señala  una 
edad  en  la  vida  de  la  familia  humana;  y  si  ai  que  lee  agrada,  no  menos 
puede  sucederle  á  quien  debe  consignar  las  condiciones  que  permitan 
presentar  á  una  publicación  como  digna  de  alabanza. 

Aunque  pocas,  entre  las  que  modernamente  han  visto  la  luz,  existen 
algunas  obras  científicas  de  mérito  indiscutible,  en  razón  á  las  formas 
literarias  que  revisten,  á  la  perspicaz  investigación  analítica  que  des- 
cubren ó  á  la  concienzuda  deducción  sintética  que  entrañan. 

Lucha,  es  verdad,  la  publicación  de  libros  eminentemente  científicos 
con  grandes  inconvenientes.  Alguien  que  pudiera  inteligentemente  pro- 
ducirlos, no  cuenta  con  medios  materiales  para  realizarlo;  otros,  con  es- 
tos medios,  no  tienen  las  condiciones  que  para  producir  obras  de  interés 
verdaderamente  científico  son  de  exigir  en  nuestros  días. 

Mas  como  sea  la  de  los  primeros  obra  de  la  Humanidad,  á  fuerza  de 
demostrarse  la  necesidad  de  su  divulgación  ante  la  conciencia  de  to- 
dos, háse  encontrado  el  camino  de  facilitar  medios  á  quien  no  los  posea, 
asociándolos  en  número  suficiente  para  obtener  los  necesarios  y  llevar 
á  cabo  su  objeto;  hánse  borrado  las  fronteras  para  todo  lo  científico,  y 
por  efecto  de  ese  beneficioso  acuerdo,  la  humilde  noticia  lo  propio  que 
el  artículo  como  la  obra  magistral,  cunden  con  vertiginosa  rapidez  por 
todo  el  mundo  de  la  Ciencia,  siendo  en  todas  partes  comprobada  la  ob- 
servación, repetida  la  experimentación  y,  filosóficamente,  adoptada  la 
verdad. 

Bien  han  de  la  humanidad  los  que  tales  empresas  acometen,  pues 
que  sin  su  intermedio,  el  ^^echo  capital,  la  vulgarización  de  los  conoci- 
mientos sería  de  realización  trabajosa  é  imposible.  Pero  el  mérito  con- 
traído en  este  sentido  es  mayor,  cuanto  más  grande  resulta  el  esfuerzo 
que  para  realizar  su  objeto  necesitan  hacer.  En  otras  ocasiones  lo  he- 
mos dicho:  la  publicación  de  obras  científicas  constituye  un  negocio 
muy  expuesto  á  quebranto;  hoy  añadiremos  que  cuando  la  publicación 
no  se  limita  á  número  determinado  de  producciones,  cuando  todas  las 
que  se  presentan  á  la  consideración  del  médico  ilustrado  son  poco  ó  na- 
da conocidas,  cuando  en  fin,  por  razón  del  rápido  desenvolvimiento  que 
adquieren  las  Ciencias  médicas,  envejecen  por  momentos  las  nuevas 
teorías,  y  se  modifican  al  segundo  las  enunciaciones  que  señalaban 
principios  fundamentales,  la  exposición  resulta  mayor. 

Dos  Bibliotecas  escogidas  vienen  proporcionando  al  práctico,  en 
nuestro  país,  las  obras  más  modernas  que  ven  la  luz,  y  ambas  se  esme- 
ran en  escojer  las  más  selectas  é  interesantes.  A  la  Biblioteca  económica 
de  Medicina  y  Cirugía  pertenece  el  libro  que  va  á  ocuparnos. 

El  reputado  cirujano  F.  [C.  Félix  Guyon,  pertenece  al  número  de  los 
prácticos  que  se  caracterizan  por  la  severidad  de  sus  concepciones,  en 
las  qucson  de  notar  detalles,  suficientes  por  sí  solos  para  dar  idea  de  la 
penetración  que  entrañan  sus  juicios,  que  presenta  basados  en  la  obser- 
vación más  atenta,  en  la  experimentación  mas  completa,  y  alguna  vez, 
en  muy  vasta  erudición. 

cEl  estudio  de  la  patología  debe  ser  á  la  vez  teórico  y  práctico;  el 
discípulo  no  podría,  sin  gran  inconveniente,  el  intentar  instruirse  ex- 
clusivamente por  las  lecturas  ó  por  la  asistencia  más  asidua  á  los  hos- 


REVISTA   CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA  449 

pítales.  Aquello  que  él  vé,  no  es  comprendido,  sino  cuando  una  des- 
cripción bien  hecha  le  señala  [todas  las  particularidades  de  la  lesión  ó 
de  la  enfermedad  observada.  Esta  descripción  es  tanto  mejor  aceptada, 
se  fija  tanto  más  en  la  memoria,  si  los  principales  rasgos  del  cuadro 
que  encierra  despiertan  vivamente  su  atención.» 

Con  este  párrafo  empieza  el  Prólogo  de  su  obra  el  Dr.  Guyon.  Escrito 
fué  para  los  que,  allende  el  Pirineo,  van  á  dedicar  su  inteligencia  en  el 
estudio  de  los  fenómenos  morbosos  externos,  é  interpretación  de  los  he- 
chos que  entrañan,  dando  sus  primeros  pasos  por  las  salas  del  hospital. 
El  párrafo  transcrito  encierra  una  gran  verdad.  No  puede  precederse 
con  fruto  al  estudio  de  la  [patología,  sin  poseer  fundamentales  conoci- 
mientos teóricos  de  lo  que  es  y  representa  esta  Ciencia;  tampoco  obten- 
dria  éxito  en  su  propósito,  si  prácticamente,  no  adquiriera  el  concepto 
de  sujeto  enfermo  intimamente  enlazado  con  el  de  la  enfermedad,  ó  lo 
que  se  representa  por  la  clínica  con  lo  que  explica  la  patología. 

Tiende  en  su  obra  á  perfeccionar  la  instrucción  clínica  y  para  mejor 
conseguirlo,  divide  el  asunto  en  tres  partes.  Más  á  ñn  de  favorecer  en 
lo  posible  la  estabilidad  del  concepto  primeramente  emitido,  y  teniendo 
en  cuenta  que  las  épocas  en  que  mejor  se  ha  marcado  un  movimiento  de 
indudable  progreso  ha  sido  en  aquellas  que  mejor  se  ha  atendido  de  he- 
chOy  empieza  muy  oportunamente  á  nuestro  entender,  con  una  reseña 
histórica  de  la  Cirugía,  escrita  en  resumen  por  el  Dr.  A.  Henocque. 

Cuarenta  y  cuatro  páginas  ocupa  este  erudito  á  la  par  que  reducido 
trabajo;  no  hemos  de  decir  que  todo  en  él  es  material  aprovechable,  y 
que  su  simple  lectura  basta  á  disponer  el  ánimo  que  no  lo  estuviera, 
para  los  efectos  que  Guyon  se  propuso  y  Henocque  interpretó  perfecta- 
mente, escribiendo  un  artículo  magníGco  que  aún  estando  intrínseca- 
mente fuera  del  título  de  la  obra  creemos  contribuye  á  darle  verdadero 
realce.  Aparte  de  estas  consideraciones  que  nos  permiten  apreciar  como 
oportuna  su  inclusión, ^debemos  añadir  que  más  lo  resulta  al  ser  tradu- 
cido al  español,  puesto  que  ha  de  facilitar  entre  nosotros  esa  noción  ge- 
neral histórica  de  la  Cirugía,  bien  necesaria  por  cierto. 

El  docto  é  ilustrado  catedrático  de  la  Facultad  de  Madrid,  D.  Santia- 
go G.  Encinas,  contribuye  por  otra  parte  á  dar  mayor  importancia  al 
libro  que  analizamos,  que  va  precedido  de  un  prólogo  debido  á  su  casti- 
za pluma,  y  en  el  que  pone  de  relieve  la  necesidad  en  que  estamos  los 
españoles  de  mejorar  las  condiciones  de  la  enseñanza  oficial,  tanto  con 
relación  á  los  estudios  fundamentales,  cuanto  con  referencia  á  la  amplia- 
ción de  los  prácticos  se  refiere.  No  debemos,  ni  podemos  hacer  más  que 
referirnos  á  dicho  trabajo,  que  consideramos  reúne  condiciones  excelen- 
tes para  leido  por  un  Ministro  de  Fomento,  para  comentado  por  un  Con- 
sejo de  Instrucción  pública,  y  para  meditado  por  un  Senado  ó  un 
Congreso.  Solo  por  estos  medios  llegaría  á  todos  el  convencimiento  de 
que  en  España  raya  en  incuria  el  estado  en  que  se  tiene  á  la  enseñanza 
déla  Medicma  en  el  terreno  oficial;  solo  por  tal  camino  se  obtendría  al- 
guna seguridad,  relativamente  al  establecimiento  de  medios  que  permi- 
tieran una  esmerada  educación  científica,  y  podrían  ser  por  lodos  y  en 
cualquier  parte  perseguidos  la  ignorancia  y  el  intrusismo;  solo  de  esta 
manera  dejaríamos  de  vernos  obligados  á  admitir,  quesea  lógico  y  útil 


450  REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA. 

aprender,  cuando  se  pueda  ó  cuando  precise,  en  las  clínicas  especia- 
les médica  ó  quirúrgica  lo  que  no  ha  debido  poder  aprenderse  al  pasar 
por  la  Cátedra  de  Patología  general,  que  es  en  la  que  debió  haberse 
aprendido. 

Por  lo  que  acabamos  de  decir,  se  explicará  que  admitamos  como  muy 
conveniente  para  nuestros  escolares  la  exposiocin  que,  de  los  métodos 
que  se  siguen  para  el  examen  del  enfermo  y  medios  de  exploración ,  se  hace 
en  la  Cirugía  clínica  del  Profesor  del  Hospital  Necker,  tanto  más  cuanto 
que  es  á  nuestro  entender  bastante  completa,  aún  considerada  en  su  con- 
cepto de  aplicación  genera],  y  atendiendo  en  mucho,  pues  que  mucho 
vale,  la  ext3nsa  nota  de  los  traductores  relativa  á  la  endoscopia. 

Trata  el  autor,  tras  de  los  medios  de  exploración,  del  método  que 
debe  seguirse  para  establecer  el  diagnóstico.  Analizados  los  elementos 
que  sirven  para  establecerlo,  estudia  en  este  artículo  la  aplicación  de  es- 
tos elementos,  procurando  la  indicación  de  su  valor  relativo.  Considera 
valiosa  la  experiencia  propia,  pero  no  cae  en  el  absurdo  de  considerarla 
suficiente;  y  como  no  basta  observar  y  estudiar  para  llegar  á  ser  práctico, 
emite  la  opinión  de  que  sin  método  no  es  posible  llegar  á  la  experiencia. 
El  método  en  nosología  debe  fundarse  en  dos  puntos  capitales:  utilizar 
con  arte  los  elementos  del  diagnóstico  y  deducir  lógicamente. 

Para  habituarse  á  ese  doble  ejercicio,  no  puede  en  caso  alguno  olvi- 
darse el  detalle  reglamentado  del  examen  del  enfermo,  y  la  aplicación 
consiguiente  de  los  medios  de  exploración.  La  educación  de  los  sentidos 
es  indispensable,  si  han  de  evitarse  multiplicados  motivos  de  error,  que 
á  veces  aumentan  con  el  empleo  de  los  medios  exploratorios.  Estos  ha- 
cen necesario  un  conocimiento  exacto  de  las  leyes  físicas  en  que  están 
fundados,  de  las  relaciones  químicas  que  representan,  y,  en  oportunida- 
des, de  las  orgánicas  y  funcionales,  normales  ó  no,  que  por  la  natura ' 
leza  del  estudio  que  se  practique,  pudieran  tal  vez  contribuir  á  oscure- 
cer el  juicio  que  de  su  aplicación  debe  resultar. 

Opina  que  el  método  que  en  Cirugía  debe  seguirse  para  establecer  el 
diagnóstico,  es  el  completamente  anatómico,  aunque  al  lado  de  este  es 
preciso  siempre  hacer  el  etiológico.  Como  resultado  del  razonamiento 
que  ambos  sugieren,  es  posible  obtener  deducciones  lógicas  que  condu- 
cen á  obtener,  en  determinados  casos,  diagnósticos  por  exclusión  ó  dife- 
renciales. 

Señala  luego  los  motivos  de  dificultades,  de  duda  y  de  error,  con  ati- 
nado acierto,  y  termina  con  esto,  el  estudio  de  la  primera  parte  de  la 
obra 

Comprende  en  la  segunda  el  estudio  de  la  anestesia  general  y  local 
(cuya  historia  detalla),  el  de  los  agentes  anestésicos,  susefectos  naturales 
ó  accidentales  y  medios  de  combatir  estos.  Interesantes  resultan  estos 
artículos,  que  en  resumen  contienen  lo  más  importante  hasta  hace  poco 
respecto  del  particular  publicado.  Pasa  luego  á  la  exposición  de  princi- 
pios generales  de  las  operaciones,  reglas  de  las  mismas  y  métodos  ope- 
ratorios, que  califica  de  modificadores,  de  destructores,  de  reparadores 
y  de  conservadores,  haciendo  extensa  referencia  á  cuantos  datos  son  ne- 
cesarios en  la  práctica  de  las  operaciones,  para  la  cual  en  verdad  resulta 
en  el  dia  un  tanto  incompleto  el  libro  de  Guyon,  pues  que  son  de  notar 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE.  ÍM 

omisiones  muy  interesantes,  que  entendemos  no  llenan  completamente 
las  notas  de  los  traductores. 

El  espacio  destinado  á  la  descripción  de  las  operaciones  usuales  y  ci- 
rugía menor  resulta  mucho  más  completo,  y  es  aceptable  tanto  en  este 
concepto  como  en  el  que  envuelve  la  interpretación  de  las  indicaciones. 
Por  esa  misma  razón,  y  refiriéndonos  en  conjunto  á  la  segunda  parte,  la 
consideramos  útil,  y  presentada  con  relativa  sencillez,  que  facilita  su 
comprensión  y  estudio;  tiene,  empero,  el  defecto  de  no  ser  tan  completa 
que  contenga  todos  los  medios  en  el  dia  conocidos  y  ventajosamente 
empleados. 

Constituye,  sin  duda,  la  parte  más  importante  de  la  obra  de  Guyon,el 
estudio  que  en  el  Capítulo  III  hace  del  tratamiento  de  los  heridos  y  ope- 
rados. 

Empieza  esta  parte  por  el  estudio  de  las  tendencias  actuales  de  la  Ci- 
rugía,  al  que  signe  el  del  tratamiento  general,  comprendiendo  en  este  la 
higiene  hospitalaria,  expuesta  concienzuda  y  extensamente,  y  el  del  tra- 
tamiento local,  en  el  que  se  presenta  Guyon  verdaderamente  práctico, 
tanto  como  en  el  anterior  pudiera  acreditarse  de  erudito. 

En  la  imposibilidad  de  señalar  diverso  valor  para  cada  uno  de  los 
factores  que  en  esta  parte  de  la  obra  se  contienen,  limitaremos  nuestro 
deseo,  expresando  el  de  que  sea  repetidamente  leida,  ya  que  entendemos 
ha  de  reportar  berefícios  incontestables  al  campo  de  la  cirugía,  como 
guia  razonada  para  los  que,  viviendo  en  condiciones  especíales,  no  pue- 
den recurrir  á  consultas  de  otro  género. 

La  importancia  del  asunto  y  las  condiciones  en  que  lo  presenta  la  Ci- 
rugía clínica  de  Guyon,  hacen  que  este  libro  sea  útil  para  todos.  Las  con- 
diciones económicas  con  que  ha  sido  presentado  á  la  inteligente  clase 
médica  española  lo  hacen  para  todos  acsequible.  No  escasearemos,  por  lo 
tanto  nuestro  aplauso  á  la  obra  en  cuanto  tiene  condiciones  de  utilidad, 
pero  sí  añadiremos  que  la  Sociedad  editorial,  la  Biblioteca  económica 
que  lo  ha  publicado,  merece,  á  nuestro  ver,  consideración  y  apoyo  por  la 
empresa  que  está  llevando  á  cabo. 


LOS  MICRÓFITOS  DE  U  SANGRE  Y  SUS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES/^^ 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


Los  esporos  son,  pues,  organismos  extraordinarios,  puesto  que  resis- 
ten á  las  influencias  destructoras  de  todas  las  formas  de  vida,  vegetal  ó 
animal.  E^  cierto  que  este  poder  maravilloso  se  concede  en  general  á  los 
«igérmenea  invisibles^;  pero  estos  esporos  son  los  únicos  cuerpos  visibles, 
en  los  cuales  esta  vitalidad  persistente  haya  sido  reconocida  por  a.utori- 
dades  eminentes.  No  obstante,  como  ha  demostrado  el  Dr.  Cassar  Ewart, 
que  ellos  no  están  más  exentos  de  la  9tendencia  á  la  muerien  que  los 
otros  organismos  análogos,  en  vista  de  que  no  pueden  soportar  ni  la  ac- 

(i)    Continuación.— Véanse  los  números  25,  26,  27  y  28. 


152  LOS  HICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE. 

cion  del  o.\ígeno  comprimido,  ni  la  del  agua  hirviendo,  es  probable  que 
Pasteur,  Koch  y  sus  partidarios  hallarían  manera  de  aplicar  la  doctrina 
hoy  en  boga,  afirmando  que,  aunque  cuando  los  esporos  puedan  morir, 
sus  gérmenes  invisibles  viven  aun,  pudiendo  reaparecer  bajo  la  influen- 
cia de  circunstancias  favorables. 

Gracias  á  la  explicación  precedente  de  las  diferencias  que  existirian 
entre  los  Baccilli  y  sus  esporos^  en  cuanto  á  la  facultad  de  resistir  á  los 
agentes  destructores  ordinarios  de  la  vida,  Pasteur  pudo  convencer 
á  su  antiguo  discípulo  Bert,  y  demostrarle  las  causas  de  la  diversidad 
obtenida  en  sus  resultados  respectivos,  tanto  más  fácilmente  cuanto 
que  un  poco  de  precipitado  alcohólico  seco  de  sangre  carbunculosa  mez- 
clado con  orina,  no  solamente  hizo  que  el  líquido  adquiriese  las  propie- 
dades virulentas,  sino  que  hasta  dio  origen  á  considerable  número  de 
Baccillif  idénticos  en  apariencia  á  los  que  existen  en  la  sangre  antes  de 
ser  tratados  por  alcohol. 

Pasteur  y  Bert  parece  que  no  se  habían  fijado  en  que,  bajo  la  influen- 
cia de  ciertas  circunstancias,  la  adición  de  una  sustancia  orgánica  seca 
á  la  orina  puede  ir  seguida  de  la  producción  de  un  sin  número  de  Baccilli, 
£a  efecto,  sucede  con  frecuencia,  que  se  obtiene  una  cosecha  de  Baccilli 
sin  ninguna  adición  intencionada. 

^Mientras  que  dicha  Memoria  estaba  en  preparación,  tuve  el  placer 
de  observar  los  resultados  obtenidos,  examinando  la  orina  bajo  distin- 
tas condiciones  de  temperatura,  etc.  Varias  muestras  fueron  preparadas 
ligeramente  alcalinas,  otras  neutras,  y  otras  no  fueron  modificadas;  to- 
das ellas  se  mantuvieron  á  temperatura  variada  entre  35°  y  40**  C,  y  vi 
al  día  siguiente  que  más  de  la  mitad  estaban  cubiertas  de  una  delgada 
película,  formada  de  Baccilli  en  diferentes  grados  de  desarrollo,  inclusi- 
ve la  fase  esporo,  á  pesar  de  los  cuidados  minuciosos  que  se  habían 
tomado  para  privar  la  entrada  de  cualquier  molécula  extraña;  dicha  ex- 
perimento es  familiar  á  todos  los  que  han  prestado  alguna  atención  á 
los  estudios  microscópicos.  Es  inútil  añadir  que  los  organismos  así  ob- 
tenidos no  producían  efecto  alguno  sobre  los  animales  (separándoles  de 
la  orina  descompuesta.) 

IV, 

Los  orgpanismoB  Te^etales  en  la  septicemia. 

La  opinión  de  que  la  septicéniia  es  producida  por  organismos  perte- 
necientes al  grupo  de  los  Hongos,  en  sus  especies  más  inferiores,  ha 
tenido  tantos  adeptos  como  la  que  acabamos  de  "^examinar,  habiéndose 
escrito  en  su  apoyo  tanto  ó  más  que  con  motivo  de  la  precedente.  El 
virus  segregado  por  los  animales,  que  sufren  esta  enfermedad,  introdu- 
cido e.n  la  sangre  de  otros  animales,  produce  tan  fatales  resultados  como 
el  carbunculoso.  Además,  puede  ser  trasmitido  indefínitivamente  de  un 
animal  á  otro(l).  Los  síntomas,  que  se  notan  en  caso  de  inoculación,  son 


(1)    Hace  ya  mucho  tiempo  que  se  hicieron  sobre  este  asunto  sabias  observa- 
ciones. Hamont,  por  ejemplo,  en  1827,  inyectó  la  sustancia  extra'da  de  un  absceso 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE.  d53 

con  frecaencia  tan  semejantes  á  los  que  se  observan  en  la  fiebre  espléni- 
ca,  que  á  veces  es  hasta  imposible  distinguirlos.  Existe,  sin  embargo,  el 
siguiente  carácter  distintivo,  que  es  muy  marcado,  á  saber:  que  mien* 
tras  que  la  presencia  de  los  organismos  en  la  sangre  antes  de  la  muerte 
es  una  regla  en  el  carbúnculo  es  en  cambio  una  verdadera  excepción  en 
el  envenenamiento  séptico,  fil  líquido  derramado  en  la  cavidad  del  peri- 
toneo, y  con  frecuencia  también  en  el  pericardio,  es  á  propósito  para 
dar  origen  á  distintas  formas  del  ac$c/uzomt/cefe«>,  y  su  abundancia,  al- 
gunas veces  poco  tiempo  después  de  la  muerte,  ha  hecho  creer  que  eran 
los  agentes  productores  de  tan  fatal  resultado. 

La  publicación  délos  experimentos  de  Panum,  que  vinieron  á  probar 
que  los  principios  morbosos  de  tales  líquidos  no  pueden  en  manera  al- 
guna estar  dotados  de  vida,  disminuyeron  durante  algún  tiempo  el  favor 
de  la  opinión  precedente;  mas  este  ha  sido  renovado  últimamente  y 
nunca  con  tanta  apariencia  de  probabilidad,  sobre  todo  después  de  la 
memoria  sometida  recientemente  á  la  Academia  francesa  por  los  señof^s 
Pastear  y  Joubert.  Esta  Memoria,  aun  cuando  excedía  en  extensión  délo 
prescrito  para  esta  clase  de  trabajo,  fué,  en  virtud  de  la  importancia 
que  le  dio  la  Academia,  publicada  integra  (i). 

La  Memoria  se  ocupa  en  primer  término  de  los  experimentos  de 
Bert,  explicando  las  disidencias  que  existen  entre  Bert  y  Davaine 
sobre  los  resultados  relativos  á  la  sangre  carbunculosa,  pero  sin  exten- 
derse más.  Se  recuerda  que  la  materia  tóxica,  sometida  á  los  experimen- 
tos de  Pablo  Bert,  no  dio  origen  en  la  sangre  á  los  Baccillij  aunque  las 
propiedades  virulentas  fueran  muy  marcadas,  y  que  la  posibilidad  de 
inocular  la  enfermedad  de  un  animal  á  otro  sin  los  Dacdlli  fué  tan  ma- 
nifiesta, como  si  el  líquido  carbunculoso  contuviera  una  cantidad  de 
aquellos.  Resultados  semejantes  han  sido  publicados  por  muchos  ob- 
servadores, entre  otros  por  Jaillard  y  Laplat,  en  18513,  poco  tiempo  des- 
pués de  la  Memoria  de  Davaine.  Formularon  sus  conclusiones  déla  si- 
guiente manera:  d.°  el  carbunclo  no  es  una  enfermedad  parasitaria; 
2.*^  la  presencia  de  Bacterideas  debe  ser  considerada  como  un  fenómeno 
consecutivo  y  no  como  una  causa.  Sucedió  por  tanto,  como  cosa  natural, 
que  se  hablaba  del  carbunclo  con  ó  sin  Bacterideas. 

Davaine  ha  demostrado  también  que  las  propiedades  virulentas  del 
virus  de  la  septicemia  adquieren  un  aumento  notable  cuando  la  enfer- 
medad se  comunica  de  un  animal  á  otro.  Se  ha  observado  que,  despucít 
de  veinticinco  inoculaciones  sucesivas,  una  millonésima  y  hasta  una  bi- 
llonésima  ó  trillonésima  parte  del  veneno  primitivo,  era  bastante  para 
dar  la  muerte.  Se  vio  que  los  conejos  eran  muy  susceptibles  de  ser  ino- 
culados, mientras  que  los  conejillos  de  Indias  lo  eran  algo  menos.  Se 
observó  también  que  los  ratones  podian  soportar  una  gran  cantidad  de 
virus. 
Fué  asimismo  averiguado  por  Davaine  que  la  sangre  infectada  pierde 


gangrenoso  de  un  caballo  á  otro,  y  de  este  á  un  tercero,  observando  que  la  muerte 
se  presentaba  en  pos  de  iguales  síntomas  en  ambos  casos.  Coze  y  Feltz.  Lea  mala' 
éies  infecdeuses,  pág.  íS,  1872. 

(1)    Comptes  rendu8  t.  LXXXV,  p.  101. 18  julio  1877. 


154  LOS  MTGRÓFITOS  DE  LK  SANGRE 

SUS  propiedades  virulentas»  cuando  se  expone  al  aire  por  espacio  de  al- 
gunos días.  En  27  animales  inoculados  desde  una  hasta  ^/^oq  de  gota  de 
sangre  (expuesta  al  aire  de  uno  á  diez  días),  doce  murieron,  mientras 
que  de  26  inoculados  con  una  sustancia  semejante,  pero  que  habia  esta* 
do  expuesta  al  aire  de  once  á  sesenta  dias,  pereció  uno  solo  (1). 

Pasteur,  creyendo  todavía  que  existia  una  diferencia  entre  los  Bacci* 
lli  del  carbunclo  y  sus  esporos,  en  cuanto  á  la  vitalidad,  determinóse  á 
examinar  si  existia  un  hecho  parecido  en  la  septicemia.  Examináronse 
tres  animales  que  hablan  muerto  del  carbunclo:  un  carnero  muerto  ha- 
cia seis  horas,  un  caballo,  de  veinte  á  veinte  y  cuatro  horas  y  una  vaca 
á  las  cuarenta  y  ocho  horas.  La  sangre  del  carnero  contenia  tan  solo 
Bacterideas  carbunclosas;  la  del  caballo  Bacterideas,  al  mismo  tiempo 
que  Vibriones  de  putrefacción;  mientras  que  en  la  de  la  vaca  solo  se  obser- 
varon Vibriones  de  dicha  especie.  En  los  tres  animales  la  inoculación  fué 
seguida  de  la  muerte.  La  autopsia,  hecha  inmediatamente  después  de  la 
muerte,  de  los  conejillos  de  Indias,  que  hablan  sucumbido  de  lainocula- 
cion  y  de  los  dos  últimos  animales  mencionados,  reveló  una  grande  in- 
flamación de  los  músculos  del  abdomen  y  de  los  miembros,  existiendo 
en  varios  puntos  acumulación  de  gas;  el  hígado  y  los  pulmones  estaban 
descoloridos;  el  bazo  de  tamaño  normal,  pero  muy  blando;  la  sangre  del 
corazón  no  coagulada,  aunque  dicho  carácter  fuera  más  visible  en  el  hí- 
gado, casi  tan  visible  como  en  un  caso  cualquiera  de  carbunclo.  cLomás 
extraño,  escribe  Pasteur,  es  que  los  músculos  inflamados  contuviesen 
Vibriones  movibles^  siendo  estos  más  numerosos  en  la  serosidad  de  la  ca- 
vidad abdominal,  siendo  algunos  de^  ellos  de  regular  longitud»  (2).  Una 
gota  de  liquido  mató  rápidamente al'animal ¡inoculado;  pero  filtrando  el 
líquido,  diez  ó  veinte  gotas  no  produjeron  efecto  alguno.  Los  Vibriones  no 
se  encuentran  en  la  sangre  sino  hasta  que  el  animal  muere  ó  poco  tiem- 
po antes,  y  la  sangre  no  posee  entonces  ninguna  propiedad  virulenta, 
siempre  que  sea  tomada  directamente  del  corazón,  y  no  se  haya  puesto 
en  contacto  con  los  tejidos  situados  por  fuera  de  éste. 

Los  movimientos  de  dichos  Vibriones  cesan  cuando  se  les  somete  á  la 
acción  del  oxigeno  comprimido,  sin  que  por  ello  mueran,  pues  en  con- 
'  tacto  con  dicho  gas  se  transforman  en  corpúsculos,  gérmenes^  los  esporos 
del  Dr.  Koch. 

No  solamente  toleran  dichas  vibriones  la  acción  del  oxígeno  compri- 
mido, ó  más  bien  se  convierten  en  filamentos  perecederos,  corpúsculos'- 
gérmenes^  al  parecer  permanentes,  sino  que  así  como  los  esporos  del 
carbunclo,  soportan  sin  perecer  la  acción  del  alcohol  absoluto.  Pasteur 
deduce  de  aquí  que  la  septicemia,  lo  mismo  que  el  carbunclo,  es  ocasio- 


(1)  Inoculación  de  la  materia  séptica  en  el  Bullelin  de  I'  Academie  des  sciences 
Nov.,  1872.-Enero,  1873.  Citado  por  Birch-Hlrschfeld,  loe.  cit,  pág.  173. 

(2)  Pasteur.  haciendo  esta  observación,  se  pregunta  por  qué  una  particularidad 
tan  común  en  dicha  clase  de  muertes  ha  quedado  sin  conocer  hasta  al  presente,  y 
cree  que  esto  es  debido  á  que  los  primeros  observadores  solo  habían  fijado  seriamen 
te  BU  atención  en  la  sangre.  Parece  extraño  que  el  colaborador  de  Pasteur,  elegido 
especialmente  y  perito  en  asuntos  médicos,  no  le  haya  informado  de  que  dicha  partí* 
cularidad  era  precisamente  el  más  conocido  de  los  fenómenos  que  caracterizan  la 
intoxicación  séptica. 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE  155 

nada  por  organismos,  pero  los  parásitos  de  la  primera  son  movibles, 
mientras  que  los  del  último  no  lo  son. 
Analizaremos  después  estos  resultados. 

V. 
Organismos  vegretales  en  la  pneumo-enteritis  (fiebre  tifoidea  del  cerdo). 

En  Febrero  de  1880,  el  Dr.  E.  Klein  dio  cuenta  á  la  Sociedad  real  de 
una  parte  de  las  investigaciones  experimentales  (hechas  por  el  oficial  de 
sanidad  del  consejo  local  del  Gobierno),  sobre  la  etiología  de  una  enfer- 
medad designada  algunas  veces  con  el  nombre  de  fiebre  tifoidea  del  cer- 
do y  también  con  los  de  peste  del  cerdo,  miliar  roja,  mal  rojo  y  erisipe- 
la maligna. 

Esforzóse  en  demostrar  el  Dr.  Klein,  que  dicha  enfermedad  no  era 
una  fiebre  tifoidea,  ni  un  ántrax,  sino  una  enfermedad  esencialmente 
infecciosa,  á  la  que  propuso  deno.ninar  pneumo-enteritis  infecciosa  del 
cerdo  (pneumo-enteritis  contagiosa)  (1).  Dicho  padecimiento  parece  te- 
ner una  gran  semejanza  patológica  con  la  septicemia  y  el  carbunclo, 
pero  difiere  del  último  en  que  la  sangre,  por  regla  general,  no  contiene 
materia  alguna  extraña  y  en  la  mayoría  de  casos  no  posee  propiedad  al- 
guna infecciosa.  De  cinco  animales  inoculados  con  sangre  fresca,  uno  so- 
lamente fué  infectado,  pero  una  cantidad  de  la  sangre  que  produjo  tal 
resultado,  encerrada  por  algunas  semanas  en  un  tubo  capilar,  conservó 
toda  su  actividad.  El  líquido  peritoneal  contiene,  sin  embargo,  siempre 
el  virus,  y  este  conserva  su  actividad  después  de  desecado  á  una  tempe- 
ratura de  38' C.  próximamente.  Estos^hechos  concuerdan  casi  exactamen- 
te con  lo  que  se  observa  generalmente  en  la  septicemia.  Las  inoculacio- 
nes pueden  asimismo  efectuarse  por  medio  de  porciones  del  pulmón, 
de  los  intestinos  ó  del  bazo  enfermo  y  también  con  la  exudación  sanguí- 
nea espumosa  de  los  bronquios,  pudiendo  tener  lugar  la  infección  cuan- 
do el  virus  se  introduce  directamente  en  el  estómago.  Parece  que  orga- 
nismos semejantes  fueron  ya  descubiertos  por  Leisering,  hace  cerca  de  18 
años,  en  una  afección  análoga  en  apariencia  á  la  descrita  por  el  doctor 
Klein  en  el  cerdo. 

El  Dr.  Falke,  refiriéndose  á  los  Baccilli  del  carbuclo  y  haciendo  alu- 
sión al  hecho  de  que  Delafond  ha  podido  determinar  la  enfermedad  en 
otros  animales  inoculándoles  la  vigésima  parte  de  una  gota  de  sangre 
provista  de  BcLcciUiy  establece  que  Leisering  en  su  Dresden  Report  para 
1860,  menciona  que  es  muy  natural  que  tales  Baccilli  se  encuentra  en 
la  sangre  en  el  carbunclo,  pero  que  él  los  ha  encontrado  asimismo  en 
cuatro  cerdos  que  hablan  sufrido  un  tifus  bien  declarado  (^abdominalis) 
(2)  con  úlceras  en  los  intestinos  é  hipertrofia  de  los  folículos. 


(i)  Investigaciones  experimentales  sobre  el  origen  de  las  enfermedades  infeccio- 
sas con  referencia  especial  á  la  doctrina  del  contagio  vivo.  Quaterly  microscopical 
Journal.^Ábril  1870.  pág.  170. 

(2)  Bericht  úber  die  Thierarzneiwissenschaft,  in  Schmidts  *s  Jahrb.  cxiv,  página 
132.  Hé  aquí  sus  palabras:  Leisering  dice  que  puede  admitirse  después  de  las  si- 
guientes observaciones  que  la  sangre  carbunclosa  tiene  la  propiedad  de  conté  - 
ner  constantemente  pequeños  organismos.  Leisering  ha  observado,  sin  embargo,  que 


156  LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE. 

Nada  indica  aquí  que  los  BaccÜli,  observados  por  el  Dr,  Leisering  en 
la  ñebre  tifoidea  de  los  cerdos,  difieran  exteriormente  de  los  que  había 
ya  visto  en  el  carbunclo;  al  contrario,  parece  afirmar  que  son  idénticos, 
preguntándose  en  vista  de  ello  si  ambas  enfermedades  tendrán  una  cau- 
sa común.  Siete  experimentos  fueron  hechos  por  el  Dr.  Klein  con  los 
Bacdlti  por  él  observados  i  fin  de  demostrar  que  el  virus  puede  culti- 
varse artificialmente,  es  decir,  fuera  del  cuerpo  del  animal.  Pequeñas 


porciones  de  exudación  peritoneal  se  añadieron  al  humor  acuoso  bajo 
una  lámina  de  vidrio,  según  uso,  y  se  conservaron  A  una  tenipeíalura 
que  variaba  entre  32°  y  39°  C.  durante  uno  ó  dos  dias;  una  porción  de  la 
sustancia  cultivada  fué  trasladada  enseguida  á  una  segunda  lámina  con 
bumor  acuoso  fresco,  y  asi  sucesivamente  hasta  la  octava  generación. 
Con  la  materia  así  obtenida,  se  inocularon  siete  animales  en  diferentes 
grados  de  desarrollo.  Todos  ellos,  según  refiere,  fueron  atacados,  pero 
sin  que  se  presentara  la  muerte.  Detalles  más  minuciosos,  en  cuanto  i 
los  síntomas  manifestados  por  los  cerdos  que  se  inocularon,  serán  re- 
velados  seguramente  cuanto  tenga  lugar  la  publiCHCÍon  de  los  experi- 
mentos. Entre  tanto  debemos  hacer  notar  que  no  se  hace  mención  de 
haberse  hallado  Baocilli  en  la  sangre  de  los  animales  inoculados. 

/Continuará.^ 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


Sociedad  farmacéutica  española. — Así  se  llama  la  nuevamente 
fundada  en  esta  ciudad  por  la  mayoría  de  señores  farmacéuticos  de  la 
misma.  Su  objeto,  según  se  desprende  de  sus  estatutos,  es  dedicarse  á  la 
compra,  preparación  y  venta  de  productos  químicos,  farmacéuticos  y 
otros  similares,  que  proporcionará  en  el  mayor  grado  de  pureza  posible; 
protegiendo  los  artículos  del  país  á  la  par  que  apoyando  los  intereses  de 
la  clase  en  general  y  especialmente  de  los  asociados. 

La  aceptación  que,  entre  los  farmacéuticos  de  esta  capital,  ha  obte- 
nido la  nueva  Sociedad,  hace  presumir  que,  á  no  tardar,  se  adhieran  á 
ella  la  mayoría  de  profesores  del  resto  de  España. 

en  cuatro  cerdos  atacados  de  lifus  infeccioso,  habia  tumores  intestinales,  los  múscu- 
los inteslinsles  estaban  liinchadoa  con  toliculos  y  eminencias  grisáceas,  mezcladas 
con  exudación  sanguínea.  (Citado  por  el  Dr.  Klobi  en  su  estudio  anatómico-patoló- 
gico sobre  el  cólera  en  sus  diversas  fases.  Leipzig,  IH<)7.}  .^ 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS,  ibl 

Felicitamos  á  los  señores  farmacéuticos  por  sa  acertado  pensamiento, 
toda  vez  que  con  la  realización  del  mismo^  es  de  esperar  la  instalación 
de  un  centro  modelo  para  elaborar  y  expender  medicamentos,  que  re- 
dunde en  provecho  mutuo  de  aquellos  y  que  ha  de  ser  garantía  para  la 
clase  médica,  cuyas  observaciones,  como  es  de  suponer,  esperamos 
atenderá  completamente  con  lo  cual  los  pacientes  reportarán  inmensas 
ventajas,  pues  sabrán  á  donde  deben  acudir  para  obtener  productos  que 
en  conciencia  respondan  á  los  efectos  que  científicamente  deben  espe- 
rarse de  nuestras  prescripciones. — (J.  Pareulada). 

Dispepsia  flatulenta:  tratamiento.— Al  sin  fin  de  fórmulas  preco- 
nizadas para  tratar  dicha  dolencia,  puede  añadirse  la  siguiente  que  acon- 
seja RobertBartholow  (Aícd.  Bul.) 

a'féntcl'*^  ::::::::  ;}*  5  eramos. 

Para  tomar  una  gota  tres  veces  al  día.  Me  parece  que  en  algunos  ca- 
sos podría  aumentarse  progresivamente  la  dosis. — (Formiguera.) 

Contracturaa  post-mortem. — Sabidas  son  las  caprichosas  actitudes 
que  suelen  tener  los  muertos,  especialmente  en  los  casos  de  extinción 
brusca  de  la  vida,  cual  ocurre  con  frecuencia  en  los  campos  de  batalla. 
Diversas  causas,  y  entre  ellas  ocupan  la  primera  linea  las  lesiones  del 
encéfalo  y  en  particular  las  del  cerebelo,  pueden  determinar  in  aUu  et 
in  situ  tan  curioso  fenómeno,  que  nada  tiene  que  ver  con  la  rigidez  ca- 
davérica. 

Ocupándose  de  este  asunto,  en  la  sesión  del  26  de  Diciembre  de  la 
Academia  de  Ciencias,  el  eminente  Brown-Sequard,  establece  que  el  dia- 
fragma es  algunas  veces  asiente,  no  déla  rigidez  cadavérica,  sino  de  una 
contractura,  de  un  acto  puramente  vital,  que  puede  cesar  y  reaparecer 
hasta  cuatro  veces,  durante  ó  después  de  la  muerte,  habiendo  excitación 
del  nervio  6  no  habiendo  ningún  estimulo  exterior.  Esta  excitación  puede 
presentarse  en  otros  músculos. 

La  mencionada  contractura  depende  de  dos  causas  excitadoras  dis- 
tintas: una  primitiva  y  encefálica,  y  otra  secundaria,  que  nace  en  la 
parte  terminal  de  los  nervios  ó  en  el  mismo  tejido  muscular.  Una  vez 
establecida,  rara  vez  desaparece  cuando  ec  separa  el  encéfalo  de  la  mé- 
dula espinal,  cortándola  cerca  del  bulbo;  en  la  mayoría  de  casos  la  con- 
tractura no  se  modifica  después  de  haber  seccionado  todos  los  nervios 
de  la  región.  Conviene  añadir  que  esta  contractura  puede  aparecer  al- 
gún tiempo  después  que  haya  cesado  toda  excitabilidad  en  el  centro  ce- 
rebro-raquídeo, pero  que  no  se  presenta  cuando  la  han  perdido  los  ner- 
vios motores. 

Brown-Sequard  concluye:  1.°  que  algún  tiempo  antes  ó  después  de 
la  muerte  puede  presentarse  una  verdadera  contractura,  que  dura  mu- 
cho, pasa  al  estado  de  rigidez  cadavérica  ó  desaparece  luego,  permi- 
tiendo entonces  reconocer  la  persistencia  de  la  irritabilidad  muscular; 
2.®  que  el  cerebelo  es  la  parte  del  encéfalo  más  potente  para  producir- 
la; 3.0  que  las  actitudes  conocidas  dependen,  no  de  la  rigidez  cadavérica, 
sino  de  estas  contracturas. 

En  la  sesi  jn  del  14  de  Enero  dio  cuenta  Brown-Sequard  de  nuevas  in- 
vestigaciones experimentales  acerca  del  mismo  asunto.  Ha  probado  con 
ellas  que  basta  la  irritación  (galvanización)  de  algunos  nervios  para  que 
no  se  presente,  y  que,  aún  después  de  la  muerte,  puede  producir  cam- 
bios análogos  al  tétanos,  á  las  convulsiones  de  cualquiera  causa  y  aún  á 
la  actividad  de  los  músculos  voluntarios  (marcha,  carrera  pi  olongada), 
cambios  que  acortan  la  rigidez  y  aceleran  la  putrefacción.— (Rodríguez 
Méndez. 


ESTADÍSTICA  DEMOGRÁFICO- 


POR    D.    JOAQUÍN 


r.   r^rinoipales  loca 


LOCALIDADES. 


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2. 

3. 

4. 

5. 

6. 

7. 

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9. 
10. 
11. 
18. 


Barcelona.  . 

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POBLiCIOI. 


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33,696 
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24,270 
23,245 
19,937 
18,185 
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30,755*93 
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Media. 


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LOCALIDADES. 


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ENFERMEDADES  INFECCIOSAS.. 


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LCGÍTIMOS. 

ILEGÍTIMOS. 

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DE  LOS  FALLECIDOS. 

ENFERMEDADES 

PROVINCIAS. 

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Tarragona. . 
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Lérida.  .  .  . 

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237 
207 

TOTAL 

(Cataluña.) . 
ESPAÑA..  . 

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18963 

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lAWITARIA.  (Mes  de  Noviembre  1881), 


TlHPlUTOIi. 

VIENTOS 

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NACIMIENTOS.                      || 

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DOMINANTES. 

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I 


INFECCIOSAS. 


OTRAS  tHfERlIEDADES  FRECUENTES.    HmUERTE  YIOLEHTA 


160  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Quemaduras:  tratamiento. — Apliqúese,  sirviéndose  de  un  pincel 
íinOy  esencia  de  menta  piperita  sobre  las  superficies  quemadas  y  el  do- 
lor calma  inmediatamente,  teniendo  además  la  ventaja  de  que  impide  la 
formación  de  la  escara.  Así  lo  dice  el  Peí.  Moniide  la  Med.^  aconsejando 
además,  que  se  sumerja  la  parte  quemada  en  el  agua,  antes  de  aplicar 
la  esencia. — (Fgrmiguera). 

Cuerpo  vivo  en  el  estómago.— El  Dr.  Coy,  menciona  un  caso  nota- 
ble ocurrido  al  Sr.  Anderson,  quien,  yendo  á  una  gira  y  teniendo  mucha 
sed,  bebió  agua  de  un  estanque.  Después  de  beber,  dijo  á  uno  de  sus 
compañeros  que  habia  tragado  un  renacuajo  ó  una  serpiente:  desde 
aquel  día  sintió  continuos  dolores  en  el  estómago,  hasta  que  al  cabo  de 
cinco  meses  vióse  obligado  á  guardar  cama  y  habiendo  comenzado  á  te- 
ner vómitos,  pronto  sintió  la  cabeza  del  animal  en  la  garganta;  la  cogió 
entonces  con  su  pulgar  é  índice  y  la  sacó  al  exterior,  viva  aún,  arroján- 
dola al  suelo  y  siendo  enseguida  muerta  por  la  esposa  de  Anderson  La 
serpiente,  media  21  V4  pulgadas.  No  deja  de  ser  curioso  el  caso.  {The 
Texas  ynedical  and  Surgical  /íecord.)— (Fargas) 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Ley  de  reclutamiento  y  reemplazo  del  ejército.^Real  decreto  de  8  de 
Enero  mandando  publicarla  íntegra.  Queda  vigente  el  reglamento  de  inutilida- 
des físicas,  exceptuando  el  número  92,  orden  8."",  clase  2/,  que  se  redacta  en 
esta  forma:  «Tinas  favosas,  tonaurante  y  pelada,  óponngo  decaloans,  en  cual- 
quiera de  sus  formas  y  períodos.»  Gaceta  del  14  de  Febrero. 

Aguas  minero-medicinales  de  Fuente-Podrida.— Real  orden  de  23  de 
Febrero  disponiendo  que  las  dos  aguas  minero-medicinales,  que  con  igual 
nombre  existen  en  las  provincias  de  Valencia  y  de  Cuenca,  se  designen  para 
evitar  confusiones  y  perjuicios,  de  Fuente-Podrida  la  de  la  primera,  y  de  Yé- 
meda  la  de  la  segunda. — Id.  25  id. 

Cdlera-morbo. — Circulares  del  2  de  Marzo  disponiendo  se  admitan  á  libre 
plática  las  procedencias  del  Japón,  hechas  á  la  mar  desde  el  9  de  Febrero,  y  se 
levante  el  tratanniento  de  observación  á  que  estaban  sujetas  las  de  Singapoor. 
— Id.  del  3  de  Marzo. 

Catedráticos  de  Medicina.  —  Durante  el  año  1881  han  dejado  de  pertene- 
cer al  profesorado:  D.  Agustín  Morte  y  Gómez  (Valencia),  D.  José  Armenter  y 
Ferrer  (Valladolid),  D.  Ángel  Botaua  y  Barbeíto  (Santiago)  y  D.  José  Aguilar 
y  Expósita  (Zaragoza),  habienlo  ingresado  únicamente  D.  Jaime  Ramón  Goll  y 
Domenech  (Barcelona). 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 


Módocine  vielUe  et  Módeoina  nouvelle.— Introduction  au  cours  de  thérapeu- 
tique,  parle  Dr.  Af.  ScmmoZa.— Trad.  de  L,  Gircrd.- París,  1>?81. 

Sur  la  Haladle  de  Bright,  par  le  Dr.  Af.  Semmola.^P &ris,  1880. 

Nouvelles  recherches  ezpórimentales  pour  démontrer  I*  origine  hématogene 
del'  alhuminuriebrighUque,  par  Mr.  M,  5emmo¿a.  — Paria. 

Manual  de  Anatomía  descríptÍTa.  por  el  Doc  ron  Roberto  Hartmann.  Tra- 
ducción directa  del  alemán  por  ios  Ores.  L.  Gónqoray  S.  Cardenal.— Cu  ale  rno  9.* 

Manual  de  medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgaine.— Cuaderno  12.° 

Tratado  de  Operatoria  Quirúrgica,  por  A.  Morales  Pérez.—  Cuaderno  13, 

De  la  lepra  en  Granada,  por  O.  Benito  Hernando  y  Espinosa  —Granada,  1881. 

periódico:  Revista  Médica^  de  Santiago  de  Chile. 

Errata.->En  el  número  27  se  coneignó  recibida  La  Clínica  Escolar  de  Barceloaa, 
debiendo  decir:  de  Zaragoza. 


^ 


Tomo  II.  Húffl.  6.  21  Marzo  de  1882.  Año  II.  Núm.  30 


Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  Clínica  oftalmolójica.  Tratamiento  de  los  abscesos  de  la  córnea,  por  el  Ur.  Don 
S.  Barraigaer.— Cu'erpo  extraño  alojado  detrás  de  la  corona  del  glande,  por  el  Dr.  D-  M. 
mibaa  Perdicé.— Anatomía  do  los  centros  nerviosos,  (continuación),  por  D.  M.  Fardas 
Roea— Contribución  al  estudio  del  Acido  salicilico  y  sus  compuestos,  en  particular  del  sa- 
eilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo, (continuación)  por  D.  M.  E.  Moréy  Barril. 
—Revista  de  desinfectantes,  por  el  Br.  Bodrigaes  Mendea.—  Los  micrófitos  de  la  sangre 
y  sus  relaciones  con  las  enfermedades  (continuación),  por  el  Br.  T.  Biehard  L.ewi«— 
NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Eclampsia  puerperal:  tratamiento.— Curare  artificial.— Atmósfera 
fria  y  liúmeda.»— Reumatismo  articular  agudo:  tratamiento.— Estadística  demogrAfico-f  anl- 
taria  (mes'de  Diciembre  de  1881).— Eritema  sintomático  délos  tumores  cerebrales.— S<>ccton 
ofíei<U,—Publieaeionei  reeibidaa.  


CLÍNICA  OFTALUOLÓaiCA. 


TRATAMIENTO  DE  LOS  ABSCESOS  DE  LA  CÓRNEA, 

POR  EL  Doctor  Don  J.  Barraquer, 

Oeuli$ta  de  I09  ho$pitale$  de  Santo  Cruz  y  del  Sagrado  Corazón. 


Merecen  llamar  toda  nuestra  atención  los  procesos  supurativos  de  la 
córneai  ya  que,  dadas  las  exiguas  dimensiones  de  esta  membrana,  bas- 
ta una  ligera  supuración  para  destruirla  en  gran  parte.  Evitar  que  se 
propaguen  á  la  córnea  los  procesos  supurativos  de  los  órganos  inmedia- 
tos  y  detener  rápidamente  la  supuración  una  vez  declarada  en  el  tejido 
de  aquella  membrana,  constituye  el  objeto  principal  de  tratamiento  de 
muchas  enfermedades  externas  del  aparato  déla  visión,  y  tanto  es  asi, 
que  éstas  tienen  apenas  importancia  cuando  por  la  falta  de  un  elemento 
que  pueda  obrar  sobre  la  córnea  no  exponen  á  comprometer  su  transpa- 
rencia. 

Escoman  que  se  presenten  abscesos  y  úlceras  esténicas  de  la  córnea 
en  el  curso  de  las  conjuntivitis,  de  las  dacriocistitis  y  siempre  que  existe 
un  proceso  supurativo  que  haga  fácil  el  contacto  del  pus  con  la  córnea. 
— En  el  absceso  idiopático  no  tenemos  datos  para  negar  la  influencia  de 
una  causa  infectiva,  y  la  consideración  de  que  abundan,  sobre  todo  en  la 
clase  pobre,  y  el  éxito  verdaderamente  excepcional  obtenido  por  el  tra* 
tamiento  desinfectante  que  aplico  indistintamente  á  todos  los  casos,  me 
obligan  á  admitirla,  aunque  no  se  puede  demostrar  de  un  modo  seguro. 

El  tratamiento  preventivo  de  las  supuraciones  de  la  córnea  debe  va- 
riar según  la  naturaleza  y  violencia  de  la  afección,  asi  es  que  en  los  ca- 
sos en  que  es  pequeña  la  cantidad  de  pus  que  segregan  las  mucosas  la- 
grimal y  conjuntival  bastarán  las  lociones  desinfectantes  de  dichas 
mucosas  y  de  la  córnea  repetidas  Varias  veces  al  dia.  Prefiero  en  mu- 
chos casos  abandonar  el  tratamiento  de  la  afección  de  la  conjuntiva  y 


162  CLÍNICA  0FTALB10LÓ6ICA. 

de  las  vías  lagrimales  para  establecer  solamente  el  que  pueda  garantir 
á  la  córnea  de  los  peligros  de  una  infección. 

Si  se  trata  de  la  infección  blenorrágica  que  invade  la  mucosa  cenjun- 
tival  con  una  rapidez  espantosa,  propagándose  á  la  córnea  y  perforando 
la  cámara  anterior  en  pocas  horas,  se  comprende  que  deba  obrarse  coa 
mayor  energía,  y  sólo  puede  obtenerse  un  resultado  favorable,  apelando 
á  una  operación  que  establezca  una  solución  de  continuidad  éntrela  mu- 
cosa infectada  y  la  córnea,  cuando  ésta  no  presenta  aún  ninguna  alte- 
ración. 

El  modo  de  evitar  la  supuración  de  la  córnea  en  estos  casos,  consiste 
en  confinarla  en  la  mucosa  palpebral,  impoBíbilitándole  el  paso  á  la  que 
cubre  el  globo  ocular,  lo  que  he  logrado  extirpando  la  conjuntiva  en 
todo  el  perímetro  de  la  córnea  y  en  la  extensión  de  un  centímetro  dudan- 
te las  primeras  horas  de  la  oftalmía  blenorrágica. — Esta  operación  obra 
estableciendo  una  valla  entre  el  epitelio  y  los  vasos  linfáticos  de  la  cór- 
nea y  los  mismcs  tejidos  de  la  conjuntiva,  imposibilitando  la  transmi- 
sión de  los  fenómenos  supurativos,  que  se  establece,  como  sabemos  por 
las  investigaciones  microscópicas,  á  benefício  del  epitelio  que  cúbrela 
mucosa,  y  por  los  vasos  linfáticojs  que  tanto  abundan  en  la  periferia  de 
la  córnea  y  que  tan  amplias  comunicaciones  tienen  con  los  de  la  conjun- 
tiva. Considero  tan  importante  la  práctica  de  esta  operación  en  las  pri- 
meras horas  de  la  oftalmía  blenorrágica — por  ser  el  único  medio  de  evi- 
tar la  pérdida  de  la  córnea—  que  bien  puede  colocarse  al  mismo  nivel  que 
la  vacuna  en  la  profilaxis  de  la  viruela;  y  no  cesaré  de  recomendar  á  los 
prácticos,  sobre  todo  á  los  que  se  ocupan  del  tratamiento  de  las  enfer- 
medades venéreas,  que  acudan  á  ella  desde  el  primer  momento  en  que 
durante  el  curso  de  una  blenorragia  uretral  vean  aparecer  esa  conjunti- 
vitis tan  intensa,  que  en  las  pocas  horas  que  median  de  una  á  otra  visi* 
ta  adquieren  gran  desarrollo  en  la  conjuntiva  palpebral,  tienen  marcada 
tendencia  á  invadir  el  globo  ocular,  levantando  su  mucosa  por  una 
abundante  exudación  serosa  que  precede  á  la  infiltración  inflamatoria 
y  producen  un  liquido  purulento  que  ocupa  el  fondo  de  saco  inferior.-^ 
La  peritomla  ó  sindectomia  no  habia  sido  practicada,  sino  estoy  mal  en- 
terado, hasta  el  presente,  como  proñiáctica  de  las  alteraciones  supurati- 
vas de  la  córnea,  y  los  autores  establecen  las  indicaciones  que  tiene  en 
el  pannus  y  en  las  infiltraciones  rebeldes  do  la  córnea,  interpretando  el 
saludable  efecto  que  en  estos  casos  produce  por  la  compresión  que  al  re- 
dedor de  aquella  membrana  estableced  círculo  cicatricial,  que  susti- 
tuye á  la  pérdida  de  sustancia,  obliterando  los  vasos  sanguíneos  que  del 
tejido  subconjuntival  y  de  la  esclerótica  pasan  á  la  córnea  y  alimentan 
en  ella  una  circulación  sanguínea  patológica*  En  la  oftalmía  bleuorrági* 
ca  se  ha  usado  también,  cuando  existen  el  quémosis  inflamatorio  y  las  al- 
teraciones graves  de  la  córnea  con  ánimo  de  librar  á  este  tejido  de  la  com- 
presión que  el  quémosis  puede  desarrollar  á  su  alrededor;  pero  se 
comprende  que  aplicada  la  operación  en  estos  casos  no  puede  producir 
el  resultado  que  tenemos  derecho  á  esperar  de  la  misma  cuando  se  usa 
como  preventiva;  por  ser  posible  en  estas  circunstancias  conservar  la 
visión  completa,  mientras  que  cuando  se  usa  para  el  tratamiento  curati- 
vo do  la  queratitis  blenorrágica  no  se  obtiene  su  curación  sin  una  cica- 


TRATAMIENTO  DE  LOS  ABSCESOS  DE  LA  CÓRNEA.  d63 

íriz  Ó  mancha  de  la  córnea,  que  reduce  considerablemente  la  visión,  y  que 
por  eslar  en  muchos  casos  adherida  al  iris  expone  el  globo  del  ojo  á  tras- 
tornos graves  que  pueden  perderlo  en  una  época  más  ó  menos  adelan- 
tada. 

£1  tratamiento  curativo  de  las  supuraciones  de  la  córnea  por  medio 
de  los  desinfectantes  puede  realizarse  con  ventaja  mediante  la  cqra 
bórica,  auxiliada  con  el  uso  de  un  colirio  de  sulfato  de  eserina  y  los  pre- 
parados de  quinina  al  interior;  el  ácido  bórico  constituye  el  desinfectante 
más  apropiado  para  el  ojo,  porque  lo  podemos  usar  en  soluciones  bas- 
tante concentradas  sin  que  pi'oduzca  ninguna  impresión  desagradable 
para  el  enfermo,  ni  desarrolle  síntomas  inflamatorios,  siendo  más  bien 
ligeramente  anestésico.  El  colirio  de  sulfato  de  eserina  se  opone  á  la  su- 
puración por  sus  propiedades  antidiapedésicas.  El  sulfato  de  quinina, 
obrando  interiormente  como  antiséptico,  coadyuva  á  los  fines  del  ácido 
bórico. 

flsta  cara  desinfectante  debe  completarse  con  la  aplicación  de  un 
aposito  antiséptico  constituido  por  una  compresa  circular  de  lino  satu- 
rado de  ácido  bórico  y  mojada  en  el  acto  de  la  cura  en  una  solución  de 
ácido  bórico  al  cuatro  por  ciento,  algunas  capas  de  algodón  salicilado,  y 
una  venda  de  gasa  preparada  ó  simplemente  de  tela  mojada  en  una  diso- 
lución de  ácido  fénico  al  dos  y  medio  por  ciento. 

*     * 

Citaré  algunos  casos  clínicos  en  comprobación  del  éxito  obtenido  con 
este  tratamiento. 

M.  P.,  labrador,  de  41  años  de  edad,  natural  de  Palaq,  á  consecuencia 
de  una  contusión  de  la  córnea  derecha  producida  por  la  punta  de  una 
delgada  rama  de  un  árbol,  sintió  á  las  primeras  horas  dolores  violentos 
en  la  sien  y  en  la  mitad  derecha  de  la  frente,  vio  disminuir  la  visión  de 
su  ojo  derecho  y  formarse  una  mancha  blanca  en  el  centro  de  la  córnea, 
según  relación  que  nos  dio  en  el  acto  del  primer  examen  el  30  de  Diciem- 
bre, dos  dias  después  del  accidente. 

Examinada  convenientemente  por  medio  de  la  iluminación  focal, 
pude  notar  una  colección  purulenta  extendida  á  la  n^ayor  parte  del  cen- 
tro de  la  córnea  y  á  la  mitad  inferior  de  la  cámara  anterior.  En  el  centro 
del  absceso  existia  una  ulceración.  La  conjuntiva  hiperemiada  y  edema- 
tosa se  levantaba  en  forma  de  rodete  al  rededor  de  la  córnea  constitu- 
yendo el  quémosis  seroso. 

En  vista  de  la  rapidez  con  que  los  fenómenos  inflamatorios  se  desar- 
rollaban en  la  córnea  y  de  las  alteraciones  vasculares  de  la  conjuntiva 
que  acompañaban  su  evolución,  prescribí  el  uso  de  los  calomelanos  á 
dosis  antiplástica,  la  aplicación  de  nueve  sanguijuelas  en  la  sien  y  ceja 
derecha^,  y  un  colirio  de  sulfato  neutro  de  atropina. 

Dia  2  de  Noviembre.— El  absceso  aumentado  de  dimensiones;  ha  dis- 
minuido la  hiperemia  de  la  conjuntiva  y  persisten  los  dolores.  ^  Se  sus- 
penden los  calomelanos  y  el  sulfato  de  atropina  y  se  sustituyen  por  un 
gramo  de  sulfato  de  quinina  y  un  colirio  de  sulfato  de  eserina. 

Dia  4.— Sigue  el  enfermo  en  el  mismo  estado.— Se  añade  al  tratamiento 
la  siguiente  poción,  que  tomó  en  dos  mitades  separadas  por  el  interme- 


16 i  CLÍNICA  OFTALMOLÓGICA. 

dio  de  15  minutos  á  última  hora.  —  R.  Hidrato  de  doral  3  gramos,  agua 
100  gramos,  jarabe  de  cortezas  de  naranja  30. 

Dia  6. — Sigue  el  mismo  estado,  aumenta  la  violencia  de  los  dolores. — 
Continúa  el  mismo  tratamiento  y  se  verifica  la  paracentesis  de  la  cámara 
anterior,  que  dá  salida  á  un  humor  acuoso  turbio  con  grandes  coágulos 
de  pus. 

Dia  7.— La  cámara  anterior  vuelve  i  estar  llena  de  humor  acuoso  y 
existe  un  ligero  hipopion.— Los  dolores  calmaron  por  algún  rato  pocos 
minutos  después  de  la  operación;  pero  reaparecieron  más  tarde  con  la 
misma  intensidad.  Separé  los  labios  de  la  herida  por  medio  de  un  estile- 
te, evacuando  la  cámara  anterior. 

Dia  8.— Aumenta  la  supuración  de  la  cámara  anterior  y  los  dolores 
adquieren  una  violencia  extraordinaria.  Se  sigue  el  mismo  tratamiento 
y  se  evacúa  nuevamente  la  cámara  anterior. 

Día  9. — El  enfermo  sigue  en  el  mismo  estado;  aparece  nuevamente 
supuración  en  la  cámara  anterior. — Se  suspende  el  colirio  de  la  eserina  y 
el  uso  de  la  quinina,  reduciéndose  el  tratamiento  á  practicar  abundantes 
lociones  de  la  conjuntiva  y  córnea  con  una  solución  tibia  de  ácido  bórico 
al  cuatro  por  ciento  practicadas  cada  30  minutos  y  la  aplicación  del 
antes  mencionado  aposito,  sustituyendo  la  venda  antiséptica  por  una  de 
tela  seca. 

Día  iO.— Ha  disminuido  la  intensidad  de  los  dolores,  sigue  el  mismo 
tratamiento. 

Dia  Í2. — El  enfermo  no  aqueja  ningún  dolor  y  le  llama  milagroso  al 
efecto  producido  por  su  vendaje.  Se  reduce  la  supuración  do  la  córnea, 
sigue  el  mismo  tratamiento. 

Dia  dO. — No  existe  hipopion.  La  curación  se  hace  cada  dos  horas. 

Día  20. —La  supuración  de  la  córnea,  reducida  á  una  pequeñísima 
porción  central  en  el  fondo  de  una  úlcera  profunda. 

Dia  22. — El  enfermo  parte  para  su  país  recomendándole  el  trata- 
miento de  la  úlcera  de  la  córnea. 

M.  P.,  niña  de  13  años  de  edad,  natural  de  Teruel,  ocupó  el  2  de  Di- 
ciembre de  1881  la  cama  número  8  de  Santa  Lucia  del  hospital  de  Santa 
Cruz.  Habia  sido  tratada  en  el  Dispensario  del  propio  hospital  desde  el 
26  de  Noviembre  por  una  conjuntivitis  crupal  agudísima,  en  cuyo  curso 
se  produjo  una  ulceración  en  la  parte  interna  inferior  del  limbo  de  la 
córnea,  que  si  bien  no  adelantaba  en  extensión,  se  rodeaba  rápidamente 
de  una  zona  supuratoria  que  abrazaba  el  dia  de  su  entrada  en  el  hospital 
la  mitad  inferior  de  la  córnea.  —Tratamiento:  calomelanos  á  dosis  refrac- 
tas y  colirio  de  eserina. 

Dia  4. — La  supuración  aumenta  abrazando  los  dos  tercios  inferiores 
de  la  córnea.  Se  hace  profunda  la  ulceración,  abombándose  su  fondo  al 
través  de  la  pérdida  de  sustancia.  Sigue  el  mismo  tratamiento  y  se  aplica 
el  vendaje  compresivo. 

Dia  6.— Sigue  el  mismo  estado,  pudiéndose  además  notar  con  la  ilu- 
minación oblicua  que  existe  una  colección  purulenta  en  la  cámara  ante- 
rior.— Tratamiento:  se  suspenden  los  calomelanos  y  se  prescribe  un 


TRATAMIENTO  DE  LOS  ABSCESOS  DE  LA  CÓRNEA         165 

gramo  de  bisulfato  de  quinina,  colirio  de  eserina  repetidos  tras  veces  al 
dia,  lociones  de  ácido  bórico  al  cuatro  por  ciento  cada  hora  y  aplicación 
del  vendaje  compresivo  antiséptico. 

Dia  7.— Siguen  el  mismo  estado  y  el  mismo  tratamiento. 

Z)íaS.— Disminuye  rápidamente  la  supuración. 

Dia  iO.— La  supuración  llega  solamente  al  centro  de  la  pupila. 

Dia  i2 — La  mancha  purulenta  queda  reducida  al  tercio  inferior  de 
la  córnea;  no  existe  hipopion. 

Dia  í^.— No  existe  ningún  vestigio  de  supuración  en  la  córnea  ni  en 
la  cámara  anterior;  el  fondo  de  la  úlcera  es  transparente.— Tratamiento: 
lociones  bóricas,  tres  veces  al  dia,  colirio  de  eserina,  fomentos  calientes 
con  la  infusión  de  manzanilla,  aceite  de  hígado  de  bacalao  y  jarabe  de 
protoioduro  de  hierro.  Se  suspende  el  sulfato  de  quinina. 

Dia  28.— Sale  curada  con  un  ligero  leucoma  en  la  parte  interna  infe- 
rior que  no  altera  la  visión. 

M.  A.,  mujer  de  53  años,  de  Castellón,  ocupó  la  cama  n.®  3  de  Santa 
Lucia  el  10  Diciembre  de  1881. — Presenta  en  ambas  córneas  varios  leu- 
comas, indicios  de  antiguas  afecciones  de  las  mismas  y  las  conjuntivas 
están  llenas  de  cicatrices  granulosas.  En  la  parte  inferior  de  la  córnea 
derecha  presenta  un  absceso  que  llega  desde  el  limbo  hasta  el  nivel  del 
borde  inferior  de  la  pupila.  —  Tratamiento:  curación  bórica  cada  dos 
horas,  colirio  de  eserina  y  bisulfato  de  quinina  al  interior. 

Dia  SO. — El  absceso  está  reducido  á  la  mitad  de  sus  dimensiones. 

Dia  ¿5.-— El  absceso  quedó  reducido  á  las  dimensiones  de  una  cabeza 
de  alfiler. 

JDta  50.— El  absceso  ha  desaparecido  por  completo  y  toma  el  alta  la 
enferma. 

J.  R.,  hombre  de  40  años,  ocupa  la  cama  n.*  8  de  la  Sala  de  San  Bue- 
naventura el  19  Diciembre  de  1881.  — Padece  la  oftalmía  granulosa  desde 
tres  años  á  esta  parte,  habiéndose  sometido  solamente  al  tratamiento  fa- 
cultativo en  los  casos  en  que  ha  sufrido  alguna  complicación. — Las  gra- 
nulaciones están  casi  cicatrizadas  expontáneamente;  la  córnea  derecha 
notablemente  vascularizada  presenta  una  colección  purulenta  en  su 
parte  inferior  que  invade  la  cámara  anterior;  el  iris  está  totalmente  adhe- 
rido al  cristalino. — Tratamiento:  antiséptico  igual  al  anterior. 

Dia  12, — Disminuye  la  supuración  y  aparece  una  ulceración  en  el 
centro  del  absceso. 

Dia  Í2.— Los  progresos  de  la  ulceración  perforan  la  cámara  anterior. 
El  absceso  se  reduce. 

Dia  Í7. — No  existe  supuración. 

Dia  20.— Se  suspende  el  tratamiento  del  absceso  y  se  sustituye  por  el 
de  la  hernia  del  iris,  consistente  en  el  vendaje  compresivo  y  el  colirio 
miósico. 

Mes  de  Enero.— Continúa  el  tratamiento  de  la  hernia  del  iris. 

Dia  iO  Febrero.— Sale  del  Hospital  curado  con  un  leucoma  adherente. 


466     CUERPO  EXTRAÑO  ALOJADO  DETRAs  DE  LA  COROMA  DEL  GLANDE. 

N.  N«  sufrió  la  operación  de  triquiasis  (procedimiento  de  Arll)  en  el 
dispensario  del  propio  hospital  el  22  de  Enero  de  1882. 

En  5  de  Febrero  apareció  un  absceso  en  el  centro  de  la  córnea  iz- 
quíerda,  acompañado  de  violentos  dolores  y  de  quémosis  seroso.  Se 
instituyó  el  tratamiento  antiséptico  antes  indicado. 

Dia  iO. — Los  dolores  y  el  absceso  han  disminuido  notablemente. 

Dia  'i5.— Aumenta  la  supuración  en  la  córnea  y  los  dolores  adquieren 
una  intensidad  extrema.  Creyendo  que  esta  recaída  puedo  ser  debida  á 
falta  de  cuidado  en  la  práctica  de  las  curas,  entra  el  enfermo  en  el  hos- 
pital y  ocupa  la  cama  n.^9  de  la  Sala  de  San  Narciso,  en  donde  ha  estado 
sujeto  á  la  curación  bórica  rigurosa  hasta  el  dia  26  de  Febrero  en  el  cual 
sale  enteramente  curado. 


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CUERPO  EXTRAÑO  ALOJADO  DETRÁS  DE  LA  CORONA  DEL  GLANDE, 

Pofi  EL  Doctor  D.  M.  Ríbas  Perdigó. 


En  el  dia  29  de  Noviembre  próximo  pasado,  se  presentó  &  mi  con- 
sulta particular  un  niño  de  6  años  de  edad,  natural  de  esta  ciudad,  de 
temparamento  linfático  y  de  constitución  bastante  débil;  presentaba  en 
las  regiones  parotidea  y  cervical  superior  el  sello  indeleble  de  abscesos 
escrofulosos  padecidos  hace  dos  años,  y  según  relación  de  su  padre, 
salvo  éstos  y  la  viruela  que  sufrió  por  entonces,  no  habla  tenido  otra 
enfermedad  que  la  presente. 

Esta  afección  apareció  hace  algunos  días,  pero  no  habla  sido  notada 
por  los  padres  del  enfermito  más  que  desde  cuatro  á  esta  parte,  por  haber 
observado  un  cambio  marcado  en  el  carácter  y  costumbres  de  su  hijo, 
que  les  indujo  á  investigar  su  causa,  lo  cual  dio  por  resultado  el  descu- 
brir una  fuerte  hinchazón  en  el  pene  del  pequeño  enfermo,  que  alar- 
mándoles sobremanera  motivó  lo  llevaran  de  una  parte  á  otra  hasta  que 
por  ñn  vinieron  á  consultarme.  Cuando  me  hice  cargo  del  paciente 
presentaba  los  síntomas  siguientes:  hinchazón  edematosa  é  inflamatoria, 
alguna  rubefacción,  calor  elevado,  y  gran  sensibilidad  en  la  punta  del 
pene  cubierto  por  completo  por  el  prepucio  que  era  el  principal  asiento 
de  los  desórdenes  citados  y  que  no  permitía  descubrir  el  glande;  por  el 
orificio  del  prepucio  se  veía  salir  una  corta  cantidad  de  líquido  purulen- 
to que  no  podía  precisarse  bien  si  salia  del  conducto  uretral  ó  de  la  cara 
interna  del  prepucio  y  externa  del  glande;  pero  como  la  uretra  se  pre- 
sentaba normal  6  indolora  en  toda  la  porción  acsequible  á  mis  dedos  y 
la  micción  se  verificaba  regular  y  casi  normalmente,  me  incliné  á  creer 
que  dicho  pus  salia  con  probabilidad  del  último  de  los  orígenes  ci- 
tados; en  la  parte  superior  y  media  del  prepucio,  se  observaba,  explo- 
rando detenidamente  con  los  dedos,  una  induración  ligeramente  movili- 
zable,  pero  dificil  de  precisar  por  el  espesor  de  los  tegumentos  inflama- 
dos; además  de  los  síntomas  expuestos  se  notaba  una  adenitis  aguda  y 
bastante  dolorosa  en  ambas  ingles,  pero  principalmente  en  la  izquierda, 


CUERPO  EXTRAÑO  ALOJADO  DETRÁS  OE  LA  CORONA  DEL  GLANDE.   167 

muy  doloroaa  á  la  presioa  y  aun  expontáneamente,  pero  sin  presentar 
ninguna  señal  de  fluctuación. 

Aparte  de  los  síntomas  de  bcalidad  que  acabo  de  mencionar,  se  ob- 
servaba  la  lengua  ligeramente  saburra!,  acompañada  de  anorexia,  sensa* 
cion  de  pesadez  en  el  epigastrio,  borborigmos  y  diarrea;  normalidad 
relativa  en  los  aparatos  respiratorio  y  circulatorio,  é  hipotonizacion 
profunda  del  sistema  nervioso,  revelada  por  desacostumbrada  tristeza, 
ganas  frecuentes  de  llorar,  aspecto  abatido,  andar  forzado.,  etc. 

A  primera  vista,  no  se  puede  negar,  que  la  enfermedad  que  tenía 
delante  de  mi  vista  parecía  ser  un  chancro  blando,  oculto  por  el  prepu- 
cio, que  no  podía  desenvolverse,  acompañado  de  adenitis  inguinales;  pero 
en  contra  de  este  diagnóstico  objetaba  yo  mismo  el  no  haber  visto  el 
chancro,  la  temprana  edad  del  enfermo  y  la  presencia  del  nodulo  deque 
hace  poco  he  hecho  mérito,  que  no  pareciéndose  á  la  induración  infla- 
matoria de  los  chancros  blandos,  quizás  habría  podido  tomarse  por  la 
induración  que  acompaña  á  los  siQliticos  á  no  ser  en  estos  insólito  el 
alto  aparato  flogistico  de  que  se  revestía  la  afección  que  examinaba.  En 
este  estado  interrogué  detenidamente  sobre  el  particular  al  padre  del  niño, 
quien  me  contestó  afirmando  que  casi  estaba  seguro  de  la  naturaleza 
venérea  de  la  enfermedad  de  su  hijo,  ya  por  existir  algunos  burdeles  en 
la  vecindad  que  habita,  ya  por  haberlo  (según  él  decia)  confesado  su 
mismo  hijo.  Con  todo,  me  esforcé  en  ver  si  podría  hallar  otra  expli- 
cación al  síndrome  que  había  estudiado,  y  me  ocurrió  la  Idea  de  que 
podría  ser  un  cuerpo  estraño  alojado  detras  del  prepucio  la  causa  de  la 
inflamación  de  éste  y  de  sus  consecuencias.  ^Dirijíme  entonces  al  niño 
«a  este  sentido,  preguntándole  si  tenía  por  costumbre  introducirse  algo 
dentro  del  orificio  prepucial,  á  lo  cual  me  contestó,  que  si  bien  no  tenia 
esta  costumbre,  recordaba  que  hacia  unos  15  días  se  había  introducido 
un  cañamón  que  luego  no  pudo  retirar,  y  que  no  habiéndolo  comunicado 
á  sus  padres  por  temor  á  una  seria  reprensión,  se  había  olvidado  de  ello 
por  completo  hasta  el  momento  presente,  porque  á  los  primeros  dias 
que  siguieron  á  su  introducción  no  le  había  ocasionado  molestia  alguna. 

Después  de  esta  ingenua  é  inocente  confesión,  creí,  no  sin  fundamen- 
to, haber  descubierto  la  verdadera  causa  de  aquel  estado  flogistico  que 
había  sido  tomado  por  un  chancro,  y  como  tal  tratado,  con  inyecciones 
de  una  disolución  de  sulfato  de  cobre,  por  una  de  esas  mujeres  que  ae 
dedican  á  empeorar  enfermos  de  afecciones  venéreas;  á  pesar  de  todo, 
antes  de  formular  la  indicación  oportuna,  quise  cerciorarme  de  la  pre- 
sencia del  cuerpo  estraño  indicado  pur  el  paciente  y  al  intento  introduje 
un  estilete  común  por  debajo  del  prepucio  ha^ta  su  borde  adherente,  que 
dio  por  resultado  hacerme  reconocer  la  presencia  de  un  cuerpo  extraño 
susceptible  de  una  ligera  dislocación;  este  reconocimiento  se  acompañó 
inmediatamente  después  de  cierta  salida  de  sangre  y  de  dolores  vehe- 
mentísimos. 

Una  vez  seguro  de  la  presencia  del  cuerpo  extraño  antes  sospechado, 
procedí  á  su  extracción  valiéndome  de  una  pinza  de  disección  introdu- 
cida entre  el  glande  y  el  prepucio,  y  de  la  compresión  ejercida  con  mis 
dedos  en  la  parte  externa  y  media  del  prepucio;  al  cabo  de  algún  rato  de 
practicar  dolorosas  maniobras  conseguí  mi  intento  logrando  sacar  aunque 


168    CUERPO  EXTRAÑO  ALOJADO  DETRÁS  DE  LA  CORONA  DKL  GLANDE. 

en  dos  pedazos,  un  cañamón  ya  germinado.  Después  de  esto  ordené  prac- 
ticar 3  veces  al  dia  inyecciones  desinfectantes  con  una  solución  de  ácido 
fénico  fil  i  por  100,  al  propio  tiempo  que  recomendé  la  aplicación  de 
compresas  mojadas  en  agua  fria,  por  espacio  de  diez  horas  seguidas,  so- 
bre las  ingles,  con  objeto  de  impedir  la  supuración  de  las  adenitis  exis-* 
ten  tes. 

Dos  días  después,  el  enfermito  se  hallaba  muy  mejorado  y  habían 
desaparecido  en  parte  los  síntomas  que  habían  podido  hacer  creer  en 
una  afección  chancrosa;  tres  días  más  tarde  mandé  suspender  las  inyec- 
ciones fenicadas,  quedando  de  esta  manera  sin  medicación  alguna  por 
no  necesitarla  ya  el  niño. 

No  he  de  ser  yo  seguramente  quien,  haciendo  hincapié  en  el  caso  ex<* 
puesto,  encarezca  la  necesidad,  por  todos  conocida,  de  ir  siempre  con 
gran  liento  en  las  cuestiones  diagnósticas,  y  lo  único  que  me  propongo 
hacer,  antes  de  dar  por  terminada  la  presente  exposición,  es  ver  si  se 
puede  explicar  satisfactoriamente  el  remedo  que  de  una  afección  venérea 
había  provocado  la  presencia  de  un  pequeño  cuerpo  estraño  debajo  del 
prepucio  y  por  detras  de  la  corona  del  glande.  A  mi  me  parece  que  esta 
explicación  es  fácil:  se  sabe  que  en  la  primera  infancia  el  prepucio  es,  por 
regla  general,  sumamente  ancho  y  largo  en  relación  al  pequeño  glande 
que  ha  de  cubrir  ;pero  tampoco  se  ignora  que  aun  en  esta  misma  edad  el 
fimosis  no  es  ningún  hecho  raro,  y  el  enfermo  de  que  hemos  hecho  men- 
ción lo  tenía  muy  marcado  el  último  dia  que  lo  vimos,  cuando  ya  había 
desaparecido  por  completo  la  hinchazón  que  acompañaba  á  su  postitis; 
ahora  bien,  lo  que  en  el  caso  expuesto  sucedió  parece  ser  que  una  vez  que 
el  niño  hubo  introducido  la  pequeña  simiente  debajo  del  prepucio,  no 
pudo  hacerla  salir  con  facilidad  porque  le  causaría  más  ó  menos  dolor 
cada  vez  que  lo  intentaba,  y  como  sin  duda  observaría  que  apenas  le 
molestaba  cuando  estuvo  muy  introducida,  optó  en  su  escasa  inteligen- 
cia por  dejarla  como  estaba;  luego  después  es  fácil  comprender  cómo  la 
sola  presencia  de  este  cuerpo  extraño  pudo  acarrear,  por  el  mecanismo 
de  la  irritación  continuada,  la  inflamación  de  los  tejidos  que  le  eran  ad- 
yacentes, y  desde  estos  no  es  difícil  pensar  que  fué  por  el  intermedio 
de  los  vasos  linfáticos  superficiales  del  pene  como  la  misma  flogosis 
invadió  los  ganglios  inguinales  superficiales  superiores,  y  ya  en  este  es- 
tado la  afección,  era  bastante  la  semejanza  que  ofrecía  con  los  chancros 
blandos  ocultos  en  la  cara  interna  de  un  prepucio  afecto  de  fimosis  en  su 
extremidad  libre.  Aparte  de  esta  semejanza,  me  parece  completamente 
racional  la  explicación  patogénica,  que  acabo  de  dar  de  la  afección 
estudiada,  y  en  esta  idea  me  corrobora  la  curación  definitiva  y  rápida 
que  obtuve  con  la  simple  extracción  del  cuerpo  extraño. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  109 

ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS,  (*> 
POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


Circunvolucionea.  En  el  \6h\i\o  ívonial  existen  cuatro  circunvolucio- 
nes: utiBL  transversal  y  tres  antero -posteriores,  que  arrancan  de  la  priníiera 
para  dirigirse  hacia  adelante. 

La  circunvolución  transversal  del  lóbulo  frontal,  ó  frontal  ascendente, 
(circunvolución  central  anterior,  primer  pliegue  parietal  ascendente  de 
Gratiolet,  gyrus  centralis  anterior  de  Ecker),  forma  el  labio  anterior  de 
la  cisura  de  Rolando  y  el  limite  posterior  del  lóbulo  frontal.  Se  dirige 
oblicuamente  de  abajo  arriba  y  de  delante  atrás  en  toda  la  extensión  del 
lóbulo,  desde  la  cisura  de  Sylvio  al  borde  superior  del  hemisferio 
(D,fig,26). 

Las  tres  circunvoluciones  frontales  antero- posteriores  se  subdividen 
en:  primera,  segund^t  y  tercera. 

La  primera  circunvolución  frontal  (tercera  de  algunos  autores  alema- 
nes, circunvolución  frontal  superior,  gyrus  frontalis  superior  de  Ecker), 
está  situada  en  el  limite  superior  del  lóbulo,  y  arranca  de  la  frontal 
ascendente  para  dirigirse  adelante,  hacia  la  extremidad  del  lóbulo,  y  ex- 
tenderse hasta  la  cara  interior  del  hemisferio,  para  formar  el  gyrus  rec- 
tus  (A,  fíg.  25).  Esta  circunvolución,  á  veces  está  dividida  en  dos  por 
una  cisura,  y  presenta  dos  caras,  una  en  la  superficie  de  los  hemisferios 
y  otra  en  la  cara  interna  de  los  mismos  (3,  fig.  27),  en  donde  está  sepa- 
rada de  la  circunvolución  del  cuerpo  calloso  (4,  fig.  27)  por  el  surco 
calloso  marginal. 

La  segunda  circunvolución  frontal  (circunvolución  frontal  media, 
gyrus  frontalis  medius  de  Ecker)  nace,  como  la  precedente,  de  la  frontal 
ascendente  para  dirigirse  adelante,  al  lado  y  afuera  de  la  primera  frontal 
(B,  fig.  26),  de  la  cual  está  separada  por  la  cisura  llamada  por  algunos 
de  Verga.  En  la  extremidad  anterior  del  lóbulo  frontal,  se  une  con  la 
precedente  y  con  la  subsiguiente,  para  ir  á  terminar  en  la  cara  inferior 
del  lóbulo. 

La  tercera  circunvolución  frontal  (G,  fig.  26),  (circunvolución  frontal 
inferior,  primera  circunvolución  de  algunos  autores  alemanes,  gyrus 
frontalis  inferior  de  Ecker,  circunvolución  de  Broca),  parte  de  la  extre- 
midad inferior  de  la  frontal  ascendente,  se  dirige  adelante  formando  un 
pliegue  muy  pronunciado,  hasta  que,  unida  con  la  anterior,  salva  la  ex- 
tremidad anterior  del  lóbulo,  para  tomar  en  su  cara  inferior  una  dispo- 
sición irregular,  que  imposibilita  seguir  claramente  el  trayecto  de  am- 
bas, presentando  muy  á  menudo  un  surco  en  forma  de  cruz  (surco  cru- 
cial (B,  fig.  25).  Está  situada  por  debajo  de  la  segunda  y  separada  de  ella 
por  una  cisura,  formando  por  su  cara  inferior  el  labio  superior  de  la  ci- 
.sura  de  Sylvio. 

En  el  lóbulo  parietal  existen  también  cuatro  circunvoluciones:  una 


(1)    Continuación.— Véanse  los  números  25, 26,  27,  28  y  29. 


170  ANATOMÍA  DK  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

transversal  y  tres  anterO'posteriores,  pero  no  presentan  la  disposición  re- 
gular que  ofrecen  en  el  lóbulo  frontal.  Las  tres  antero-posteriores  no 
nacen  todas  ellas  de  la  transversal;  sin  embargo,  en  un  hemisferio  hu- 
mano, que  tengo  í  la  vistfi,  la  que  llamaré  segunda  parielal,  arranca 
también  de  la  ascendente,  aunque  por  una  raiz  poco  visible,  pero  lo  su- 
ficiente para  extablecer  analogía,  junto  con  los  datos  de  la  Anatomía  com- 
parada, con  las  del  lóbulo  frontal. 

La  circunvolución  transversal  ó  parietal  ascendente  (F,  fig.  26)  (cir- 
cunvolución central  posterior,  primera  parietal  de  algunos  autores 
franceses,  segundo  pliegue  parietal  ascendente  de  Gratiolet,  gy.i*ns  ceñ- 
tralis  posterior  de  Ecker),  está  situada  por  detras  de  la  frontal  ascendente, 
constituyendo  el  límite  anterior  del  lóbulo  parietal  y  formando  el  labio 
posterior  de  la  cisura  de  Rolando,  que  separ{i  ambas  circunvoluciones, 
y  siguiendo  una  dirección  análoga  á  su  congénere,  por  su  e!ctremidad  in- 
ferior se  une  con  la  frontal  ascendente,  formando  asi  el  límite  inferior  c[e 
la  cisura  de  Rolando,  y  por  su  extremidad  superior,  unidos  también 
ambos  repliegues,  se  extienden  por  la  cara  interna  del  hemisferio,  cons- 
tituyendo un  pequeño  lobulillo  bastante  independiente  para  que  reci- 
ba nombre  especial  y  se  le  llame  lobulillo  paracenlral  (5,  fig.  27). 

La  primera  circunvolución  parietal  (H,  íig.  26)  (segunda  parietal  ^e 
algunos  autores  franceses,  tercera  parietal  de  algunos  autores  alemanes 
—que  aquí  como  en  el  lóbulo  frontal  siguen  el  orden  de  abajo  arriba, — 
lobulillo  parietal  superiov,  circunvolución  parietal  superior),  ocupa  el 
borde  del  hemisferio  y  está  situada  en  la  parto  superior  del  lóbulo  pa- 
rietal. Arranca  de  la  extremidad  superior  de  la  parietal  ascendente  y 
termina  en  la  cisura  occipital.  En  la  cara  interna  del  hemisferio  esta 
circunvolución  forma  un  lobulillo,  situado  por  delante  de  la  cisura  occi- 
pital y  por  detras  del  lobulillo  llamado  paracentral,  que  recibe  el  nom- 
bre de  antecuña  ó  lobulillo  cuadrilátero  de  Foville  (6,  fig.  27).  Esta  cir- 
cunvolución está  separada  hacia  fuera  del  resto  del  lóbulo  parietal  por 
la  cisura  intermedia,  y  como  no  en  todos  los  hemisferios  es  visible  el 
nacimiento  aislado  de  las  otras  dos  circunvoluciones,  como  en  al  que 
antes  he  citado,  de  aquí  la  confusión  que  reina  en  este  punto,  designando 
muchos  autores  el  resto  de  lóbulo  parietal,  situado  por  debajo  de  la  cir- 
cunvolución que  acabo  de  describir,  con  el  nombre  de  lobulillo  parietal 
inferior,  lobulillo  del  pliegue  curvo  ó  del  dobladillo,  tercera  circunvolu- 
ción parietal,  etc.  En  realidad,  la  parte  posterior  de  esta  región  del  ló- 
bulo parietal  representa  la  segunda  circunvolución  parietal,  y  la  parte 
anterior  la  tercera. 

La  segunda  circunvolución  parietal  (J,  fig.  26),  {gyrus  angularis  de 
Huxley)  raras  veces  nace  directamente  de  la  parietal  ascendente,  como 
en  "íl  hemisferio  á  que  he  hecho  alusión:  lo  común  es  que,  como  lo  re- 
presenta el  gra'oado,  se  desprenda  de  la  tercera  parietal  para  dirigirse 
atrás  formando  un  repliegue  y  continuándose  directamente  por  su  extre- 
midad posterior  con  la  segunda  temporal. 

La  tercera  circunvolución  parietal  (G,  fig.  26),  nace  directamente  de  la 
extremidad  inferior  de  la  parietal  ascendente,  se  dirige  atrás  formando 
un  repliegue  muy  marcado,  que  recibe  la  extremidad  posterior  de  la  ci- 
sura de  Sylvio,  y  se  continúa  con  la  primera  temporal. 


anatomía  de  los  centros  NERV1030S.  171 

£1  lóbulo  occipital  se  separa  algo  de  la  disposición  de  los  demás  ló« 
bulos.  Sin  embargo,  se  observan  á  menudo  en  su  cara  externa  tres  cir- 
cunvoluciones antero -posteriores,  y  en  su  cara  interna  un  lobulillp 
especial  llamado  cuña. 

La  primera  circunvolución  occipital,  nace  de  la  extremidad  posterior 
de  la  primera  parietal  y  se  dirige  atrás,  describiendo  sinuosidades  y  cor- 
riendo por  encima  del  lobulillo  de  la  cuña,  á  lo  largo  del  borde  superior 
4el  hemisferio  (K,  fíg.  26). 

La  segunda  eircunvolueion  occipital  (L,  flg.  26),  está  situada  al  lado, 
por  debajo  y  por  ^etrás  de  la  precedente  y  se  continúa  por  su  extremidad 
anterior  con  la  segunda  parietal. 

La  tercera  circunvolución  occipital  (M,  flg.  26),  está  por  debajo  de  la 
anterior,  continuándose  por  delante  con  la  segunda  y  tercera  temporales 
y  confundiéndose  atrás,  en  la  punta  del  lóbulo  occipital,  con  la  extremi- 
dad posterior  de  las  precedentes,  en  cuyo  sitio  se  encuentra  con  fre- 
cuencia un  pequeño  repliegue  vertical,  llamado  por  Ecker  gyrus  desccti- 
4en8. 

La  cuña,  ó  lobulillo  occipital  interno  (8,  fíg.  27),  representa  el  lóbulo 
occipital  en  la  cara  interna  de  los  hemisferios  y  está  limitado:  arriba 
por  la  cisura  perpendicular  interna  (7,  fíg.  27),  y  abajo  por  la  cisura 
horizontal,  cisura  del  hipocampo  ófissura  calcarina  (10,  fíg.  27).  Pre- 
senta la  cuna  ea  su  superficie  pequeños  repliegues  y  por  su  extremidad 
anterior  se  une  siempre,  más  ó  menos  visiblemente,  con  la  circunvolu- 
ción del  cuerpo  calloso. 

£1  lóbulo  temporal  presenta  en  su  cara  externa  tres  circunvoluciones 
atUerO'po9terioreSj  y  en  su  cara  inferior,  y  comunes  con  la  cara  inferior 
del  lóhulp  occipital,  dos,  pero  estas  últimas  son  quizás  de  todas  las  cir- 
cunvoluciones las  que  menos  regularidad  y  constancia  ofrecen  y  que  por 
lo  mismo  menos  se  prestan  á  la  descripción. 

La  primera  circunooludon  temporal  (P,  fíg.  26),  nace  de  la  tercera 
parietal  y  se  dirige  de  atrás  adelante  formando  el  labio  inferior  de  la 
cisura  de  Sylvio,  hasta  llegar  á  la  extremidad  del  lóbulo  temporal. 

L^  segunda  circunvolución  temporal,  procede  de  la  segunda  parietal 
en  su  extremidad  posterior,  y  al  lado  de  la  precedente  y  por  debajo  de 
ella  ^e  4ii*ig&  hacia  adelante  (O,  fíg.  20). 

La  tercera  circunvolución  temporal  (N,  fíg.  26),  se  continúa  por  de- 
trás con  la  tercera  occipital  y  corre  hacia  adelante  al  lado  de  la  ante « 

rior, 

h^B  dos  circunvoluciones  iemporo -occipitales,  situadas  en  la  cara  ii>* 
fero-interna  del  lóbulo  temporal  y  llamadas  primera  la  externa  y  segun- 
da la  interna  por  los  autores  franceses,  ó  lobulillo  fusiforme  aquella  y 
labulillo  lingual  esta  por  los  autores  alemanes  (D  y  F,  fíg.  25),  no  son 
muy  distintas  en  todos  los  cerebros  y  por  su  extremidad  anterior  se 
terminan  en  la  prolongación  esfenoidal  de  la  circunvolución  del  cuerpo 
calloso. 

£1  lobulillo  de  la  ínsula,  presenta  también  varias  circunvoluciones, 
cpmo  puede  verse  en  la  fíg.  28,  que  partiendo  de  la  parte  anterior  in- 
terna, se  irradian  en  formando  abanico,  sin  presentar  de  una  manera 
conatante  número  ni  disposición  fijos. 


472  ANATOMÍA  DE  LOS  CINTROS  NERVIOSOS. 

Descritas  las  circunvoluciones  de  cada  lóbulo  en  todas  las  caras  del 
hemisferio,  réstame  decir  dos  palabras  de  una  circunvolución  muy  im- 
portante, que  sin  formar  parte  exclusiva  de  ningún  lóbulo,  tiene  cone- 
xiones con  todos.  Hablo  de  la  circunvolución  del  hipocampo  (4,0,  ílg.  !27) 
{gyrus  fornicatus,  circunvolución  del  dobladillo).  Comienza  debajo  de  la 
extremidad  anterior  del  cuerpo  calloso,  á  la  cual  rodea,  recorriendo 
luego  toda  su  cara  superior  y  reflejándose  en  sd  extremidad  posterior, 
para  continuarse  en  el  lóbulo  temporal,  formando  su  borde  interno  y  el 
límite  externo  de  la  grande  hundidura  de  Bichat,  y  recibiendo  en  este 
sitio  el  nombre  de  circunvolución  del  hipocampo  ó  circunvolución  en 
forma  de  gancho  (O,  fig.  27).  Se  adelgaza  mucho  al  nivel  dala  confluen- 
cia entre  la  cisura  occipital  interna  y  la  fissura  calcarina.  Está  separada 
del  cuerpo  calloso  por  el  seno  del  mismo  nombre  y  de  la  primera  fron- 
tal por  el  surco  calloso  marginal,  uniéndose  en  su  trayecto,  y  desde  su 
extremidad  anterior  á  lá  posterior,  con  la  antecuña,  la  cuña  y  el  lobu- 
lillo  lingual. 

La  descripción  ordenada  y  metódica  que  acabo  de  hacer  de  las  cir- 
cunvoluciones, es  aplicable  á  todos  los  cerebros,  pero  no  con  igual 
sencillez.  Desde  las  razas  inferiores  á  las  superiores  y  aun  en  estas,  entre 
los  individuos  de  inteligencia  vulgar  y  aquellos  que  descuellan  por  la 
notabilidad  de  su  talento  ó  de  su  genio,  la  diferencia  es  inmensa,  aunque 
el  tipo  se  conserve  el  mismo.  Siempre  pueden  encontrarse  con  mayor  ó 
menor  facilidad  los  repliegues  descritos,  pero  entre  el  cerebro  de  un 
Bosquiman,  cuyo  volumen  es  pequeño  y  cuyas  circunvoluciones  son  no- 
tablemente sencillas,  y  el  de  un  Caucásico  instruido  y  de  mediana  inte- 
ligencia,  de  cerebro  más  desarrollado  y  de  repliegues  más  complejos,  con 
uniones  entre  ellos,  con  circunvoluciones  de  tránsito  y  de  perfecciona* 
mientOrque  aunque  secundarias  están  muy  desarrolladas,  existen  todos 
los  grados  imaginables. 

Contrastan  notablemente  la  copia  que  presenta  Gratiolet  del  cerebro 
de  la  Venus  Hotentote  y  la  que  pone  Marshall,  en  su  memoria  sobre  el 
cerebro  de  un  Bosquiman,  con  los  dibujos  que  da  Wagner  de  los  cere- 
bros de  Gauss  y  del  eminente  Dirichlet.  En  aquellos  se  destacan  todas 
las  circunvoluciones  sin  confusión  ninguna,  se  presentan  pocas  tortuosi- 
dades, existen  rarísimos  repliegues  unitivos,  las  cisuras  tienen  una 
dirección  bastante  rectilínea  y  el  conjunto  de  la  cara  externa  del  hemis- 
ferio ofrece  un  aspecto  de  notable  sencillez;  en  los  últimos,  por  el  contra- 
rio, las  circunvoluciones  son  sumamente  tortuosas  y  replegadas,  unidas 
unas  con  otras  en  varios  sitios,  hay  repliegues  de  tránsito  y  de  perfec- 
cionamiento numerosos  y  desarrollados,  las  cisuras  son  en  gran  manera 
sinuosas  y  parece  que  abandonan  su  dirección  y  no  ocupaii  su  debido 
sitio;  en  una  palabra,  es  necesario  un  conocimiento  profundo  del  modo 
de  ser  de  la  corteza  cerebral  para  lograr  la  determinación  de  las  distin- 
tas circunvoluciones  y  convencerse  de  que,  aun  en  medio  de  tanta  com- 
plejidad y  de  tanto  enredo,  la  situación,  dirección,  número  y  disposición 
general  de  las  circunvoluciones  y  cisurasi  son  exactamente  los  mismos 
que  nos  enseña  la  Anatomía  comparada  y  que  observanxos  6B  las  ra^as 
inferiores  y  en  individuos  que,  ya  por  herencia,  ya  por  su  raquítica  cons- 
titución física,  tienen  una  inteligencia  tan  mezquina  eomo  su  cerebro. 


ANATOMÍA.  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  173 

Por  de  contado,  que  la  novedad  y  poco  desarrollo  de  eslos  esludios 
bace  admitir  tan  solo  de  una  manera  general  sus  deducciones,  pues, 
aunque  sea  por  excepción,  puede  suceder  en  el  desenvolvimiento  y  per* 
feccion  de  )as  circunvoluciones,  lo  que  acontece  con  el  peso  del  cerebro, 
que  si  bien  por  punto  general  el  desarrollo  de  las  facultades  intelectuales 
guarda  relacioii  con  "J  volumen  y  peso  de  dicho  ór(;ano,  hay  que  tener 
en  cuenta  que  Morris  ha  dado  á  conocer  el  cerebro  de  un  individuo,  cuyo 
peso,  el  mayor  conocido  excepto  los  de  Cromwellyde  Byron.erado 
1,900  gramos,  quien  murió  £  la  edad  de  Utt  aííos  sin  haber  descollado  en 
nada,  siendo  deoficio  ladrillero  y  sin  saber  leer  r.i  escribir.  Pesaba,  pues, 
este  cerebro  70  gramos  más  que  el  de  Guvier  y  115  más  que  el  de  Aber- 
crombie  y  el  de  Schiller. 

Estas  mismas  diferencias  en  los  detalles  del  modo  Oe  ser  de  las  cir- 
cunvoluriones  en  los  distintos  cerebros,  han  sido  un  gran  obstáculo  para 
llegar  á  su  descripción,  y  mientras  los  anatómicos  han  pretendido  en- 
contrar un  orden  determinado,  estudiando  tan  solo  el  cerebro  del  hom- 
bre, sus  esfuerzos  han  fracasado  siempre  y  ha  sido  preciso  valerse  do 
la  Anatomía  comparada  para  estudiar  la  creciente  sencillez,  que  se  ob- 
serva ¿  medida  que  descendemos  en  la  escala  zoológica  hasta  llegar  al 
murciélago  y  al  topo,  cuyo  cerebro  es  liso,  sin  repliegue  ni  cisura  de 
ninguna  clase. 

Poi"  eso  Graliolet  colocó  dichos  animales  en  el  primer  grupo  de  una 
serie  compuesta  de  catorce  etapas,  en  orden  progresivo  de  perfecciona- 
miento y  desarrollo,  ocupando  la  penúltima,  el  mono,  y  la  última,  el 
hombre. 

Únicamente  así  pudo  verse  que  un  número  determinado  de  circun- 
voluciones de  existencia  y  posición  constantes  existia  en  todos  los  ani- 


FJg;  32.— Cerebro  ae  tarro  («squema). 

¡Sfoiin  Hugaenín.) 


males,  incluso  el  hombre,  si  bien  que  modificadas  según  los  caracteres 
de  la  especie;  y  por  masque  las  necesidades  déla  descripción  y  las  exi- 
gencias de  la  Fisiología  y  de  la  Patología  obliguen  á  hacer  un  estudio 


174  ANATOMÍA.  DB  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

regional,  por  así  decirlo,  de  las  circunvoluciones  en  el  cerebro  del  hom- 
bre, podrían  en  resumen  ser  consideradas  conforme  al  tipo  más  ele- 
mental. 

En  el  tercer  grupo  de  la  clasiñcacion  de  Gralíolet,  se  encuentra  el 
cerebro  del  zorro,  que  puede  presentarse  como  verdadero  tipo  de  orga- 
nización elemental  de  las  circunvoluciones  (fig.  32).  Se  ven  en  la  cara 
externa  del  cerebro  cuatro  circunvoluciones  paralelas,  por  nada  inter- 
rumpidas y  que  describen  una  curva  concéntrica  al  rededor  de  la  cisura 
de  Sylvio.  Son  las  cuatro  circunvoluciones  primitivas,  que  con  más  ó 
menos  cambios  se  encuentran  también  en  los  demás  cerebros,  4olo  efue 
en  algunos  de  animales  superiores,  y  entre  ellos  el  del  hombre,  quedan 
reducidas  á  tres.  Se  ven  también  en  la  misma  ñgura  las  dos  extremida* 
des  de  la  circunvolución  del  cuerpo  calloso,  de  existencia  aislada  é  in- 
dependiente como  en  el  hombre. 

Tres  circunvoluciones  primitivas  al  rededor  de  la  cisura  de  Sylvio  en 
la  cara  externa,  y  la  circunvolución  del  cuerpo  calloso  en  lá  cara  in- 
terna; hé  aquí  el  esquema  de  las  circunvoluciones  en  el  hombre.  Y  no  se 
crea  que  la  analogía  entre  el  cerebro  del  hombre  y  el  del  zorro  es  en 
este  sentido  muy  forzada.  La  circunvolución  del  cuerpo  calloso  es  del 
todo  aislada  y  no  cuesta  trabajo  reconstituir  con  las  circunvoluciones, 
que  he  descrito,  las  tres  primitivas  que  quedan  formadas  de  la  siguiente 
manera: 

Primera  circunvolución  primitiva:  por  la  tercera  frontal,  tercera  pa- 
pietal  y  primera  temporal,  que  se  continúan  sin  interrupción  y  rodean 
la  cisura  de  Sylvio  (fig.  28,  A,  B,  C). 

Segunda  circunvolución  primitiva:  por  la  segunda  frontal,  la  segupda 
parietal  (interrumpidas  por  la  cisura  de  Rolando)  y  la  segunda  tempo- 
ral, que  se  continúa  directamente  con  la  anterior. 

Tercera  circunvolución  primitiva:  por  la  primera  frontal,  primera  pa- 
rietal, primera  y  tercera  occipitales  y  tercera  temporal,  que  no  se  inter- 
rumpen en  ningún  sitio  y  que  llevan  consigo  algunas  circunvoluciones 
suplementarias  (las  de  la  cuña,  tercera  occipital,  gyrtis  rectuSy  globulillos 
lingual  y  fusiforme). 

As/  considerado  el  hemisferio  y  colocada  en  el  centro  de  la  cara 
externa  la  ínsula  de  Reil,  parece  esta  el  botón  de  una  flor  con  escota- 
dura y  las  tres  circunvoluciones  primitivas,  junto  con  la  del  cuerpo 
calloso,  los  replegados  pétalos  de  la  misma. 

Si  bien  podrá  ser  útil  esta  idea  general  de  las  circunvoluciones,  es 
de  todo  punto  indispensable  la  descripción  por  lóbulos,  que  antes  he  he- 
cho con  denominaciones  precisas,  para  los  estudios  contemporáneos  de 
las  localizaciones  cerebrales  y  para  fijar  exactamente  el  sitio  de  una 
lesión  de  la  corteza  cerebral,  que  puede  encontrarse  al  practicar  una  au- 
topsia. 

La  índole  de  este  trabajo  no  me  permite  extenderme  más  en  este 
asunto,  y  aprontar  numerosos  datos  de  Anatomía  comparada  y  de  desar- 
rollo en  apoyo  de  lo  que  dejo  escrito. 

Solo  diré,  para  explicar  una  contradicción  aparente  que  podría  en- 
contrarse en  este  escrito,  que  si  no  llamo,  conforme  á  lo  que  acabo  de 
decir,  á  la  tercera  frontal,  por  ejemplo,  primera  y  viceversa,  es  por  no 


ACIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES.  175 

desechar  completamente  la  nomenclatura  en  boga  en  Francia,  con  el  fin 
de  ser  más  comprensible  y  útil,  ya  que  muchas  de  sus  obras  nos  sirven 
de  fuente  de  estudio. 

(ContinuaráJ 


CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  ACIDO  SAUCILICO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  saUcilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo,  (1) 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Médico  de  la  Cktsa  de  Lactancia  y  Ca8a-i:unade  Barcelona, 


Kodo  de  combatir  Iob  accidentes  á  que  da  lugar  el  ácido  salioilico  y 
sus  ccmpuestoB.— Hasta  a^ui  hemos  hecho  hincapié  en  un  estudio  más  ó 
menos  detenido  de  la  acción  fisiológica  del  ácido  salicilico  y  de  sus  deri- 
vados, de  los  trastornos  á  que  puede  dar  lugar  su  administración  corta  ó 
prolongada  y  de  dosis  alta  ó  baja,  y  cuál  de  estos  cuerpos  ofrecia  más 
ventajas  para  el  tratamiento  de  las  enfermedades. 

Réstanos  ahora  decir  algunas  palabras  acerca  del  modo  de  combatir 
estos  accidentes,  cuándo  se  presentan,  y  los  mejores  medios  que  para 
ello  se  conocen. 

El  medio  es  muy  sencillo,  pero  pueden  tomarse  dos  partidos,  sea  que 
los  trastornos  se  verifiquen  en  los  centros  nerviosos,  sea  que  se  obser- 
ven en  el  tubo  gastro- intestinal.  Cuando  los  fenómenos  de  congestión 
cefálica  son  ligeros,  basta  suspender  el  empleo  del  medicamento  para 
encontrar  un  pronto  alivio  y  que  desaparezca  todo  á  las  24  horas.  Mas  si 
se  quiere  obrar  con  mayor  prontitud,  oblen  los  fenómenos  presentan 
un  aspecto  más  grave  y  alarmante,  no  hay  como  administrar  al  en- 
fermo una  infusión  de  café  dos  ó  tres  veces  al  día,  y  en  los  intervalos 
una  pequeña  cantidad  de  una  bebida  alcohólica,  como  rom,  cognac,  etc. 

Produce  también  admirables  resultados  un  cocimiento  de  quina  ca- 
lisaya. Sobre  esto  tengo  observado  que  ambos  cuerpos  son  mutuamente 
antagonistas,  á  pesar  de  que  su  acción  sobre  los  centros  nerviosos  es  se- 
mejante: de  modo  que  cuando  los  fenómenos  de  congestión  son  produ- 
cidos por  el  sulfato  do  quinina,  desaparecen  con  solo  administrar  una 
poción  de  salicilato  de  sosa;  y  al  revés^  cuando  son  debidos  á  este  últi- 
mo, desaparecen  con  la  quinina.. 

IV. 
APLICACIONES. 

Hemos  visto  ya  los  efectos  del  ácido  salicilico  y  de  sus  compuestos  en 
la  economía,  y  para  completar  el  estudio  de  este  interesante  cuerpo,  nos 

(1)    Continuación. -Véanse  los  números  25,  26^  27,  2d  y  29. 


176  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

falla  todavía  decir  algo  sobre  las  aplicaciones  t\ue  puede  tener  en  la  iMe- 
dicina,  en  la  Cirugía  y  en  varios  otros  casos  de  importante  empleo. 

La  investigadora  mirada  de  los  prácticos  no  ha  cesado  un  solo  mo» 
mentó  de  indagar  todas  las  propiedades  inherentes  á  este  cuerpo,  y  con« 
tínuamente  se  reciben  noticias  de  recientes  aplicaciones  del  mismo, 
obteniéndose  de  todos  los  m¿s  felices  resultados;  sirviendo,  poco  menos 
que  para  casi  todas  las  enfermedades^  y  haciendo  del  mismo  la  panacea 
universal. 

No  diré  por  esto  que  sus  aplicaciones  sean  limitadas:  al  contrario,  lo 
creo  útil  en  un  gran  número  de  estados  patológicos,  ya  graves,  ya  Ifves. 
Asi  es  que  se  ha  empleado  en  un  sinnúmero  de  casos  de  Cirugia,  particu- 
larmente en  úlceras  y  gangrenas  tópicamente,  y  en  gran  número  tam- 
bién de  casos  de  Medicina,  como  en  muchas  fiebres  especiales  (tifoidea, 
sarampión,  escarlatina,  etc.),  en  el  reumatismo  bajo  todas  sus  fo!  mas,  en 
las  afecciones  de  las  vías  urinarias,  en  las  afecciones  inflamatorias  de  la 
boca  (muguet,  gingivitis,  etc.),  en  las  fiebres  intermitentes,  en  la  corea, 
en  algunas  neuralgias  y  en  variadísimas  enfermedades  que  seria  prolijo 
enumerar,  toda  vez  que  su  acción  no  está  todavía  bien  demostrada.  Por 
esto,  nosotros  limitaremos  nuestra  atención  á  cierto  número  de  ellas, 
haciendo  especial  mención  de  su  uso  interno  en  el  tratamiento  del  reu- 
matismo, y  de  su  uso  externo  en  aplicaciones  quirúrgicas  de  índole  in- 
fecciosa ó  purulenta.  Todas  las  demás  afecciones,  en  que  se  ha  usado  el 
ácido  salicilico  ó  sus  compuestos,  las  trataremos  aparte,  exponiendo  los 
resultados  que  hemos  obtenido,  si  en  dicho  caso  hemos  hecho  aplicación 
de  ellos. 

APLICACIONES  Á  LA  MEDICINA. 

I.*"  Reumatiamo  agudo.— El  salicilato  de  sosa,  en  sus  aplicaciones  en 
el  reumatismo,  ha  sufrido  los  vaivenes  de  todo  medicamento  que  se  em- 
plea por  vez  primera  en  el  tratamiento  de  una  enfermedad  dada.  Unos 
han  obtenido  con  él  felices  resultados,  otros  nó.  En  Alemania,  ha  sido 
estudiado  por  Reiss,  Hildebrand,  Stricker,  etc.  Ea  Inglaterra  porBroad- 
bent,  Moore  y  otros.  En  Francia,  por  Garcin,  Labatuel,  Gueneau  de 
Mussy,  See,  y  últimamente  por  Vulpian.  En  España,  por  los  Dres.  Isla, 
Badia,  Esquerdo,  Homs  y  muchos  otros. 

A  pesar  del  gran  número  de  hipótesis,  que  se  han  vertido  sobre  su 
manera  de  obrar  en  el  mismo  reumatismo  y  en  otras  afecciones  y  de  la 
acción  que  ejerce  sobre  el  sistema  circulatorio,  los  centros  nerviosos  y 
los  nervios  vaso- motores  de  las  distintas  regiones  del  cuerpo,  todos  los 
prácticos,  ó  cuando  menos  la  gran  mayoría,  est'in  contestes  en  que  este 
medicamento  es  el  de  más  útiles  resultados  en  el  tratamiento  del  reuma- 
tismo en  general  y  del  agudo  en  particular;  todos  citan  un  número  de 
casos  de  esta  enfermedad  tratada  y  curada  felizmente  con  dicho  cuerpo; 
hoy  no  queda  ninguna  duda  de  que  es  el  verdadero  agente  para  combatir 
tan  molesta  y  peligrosa  afección;  así  lo  demuestran  los  bellos  resulta- 
dos obtenidos  en  las  clínicas  hospitalarias  y  particulares  de  todas  partes. 

Sin  embargo,  queda  todavía  una  cuestión  muy  importante  que  dilu- 
cidar, y  es  la  siguiente:  ¿Produce  los  mismos  resultados  en  el  reumatis- 


ÁCIDO  SAUCÍLICO  Y  SUS  SALES.  177 

mo  agudo  que  en  el  crónico?  La  investigación  no  ha  llegado  todavía  á 
d  ir  un  fallo  definitivo  sobro  este  punto.  De  todos  modos,  más  adelante 
expondremos  la  manera  cómo  trato  á  esta  molestia  crónica  y  cómo  tam- 
bién el  salicilato  de  sosa  es  benefícioso  para  ella. 

Ahora,  pues,  nos  ocuparemos  exclusivamente  del  leumallsmo  agudo. 
Sabemos  ya  que  los  ataques  de  dicho  mal  van  siempre  acompañados  de 
sintomas  generales  más  ó  menos  intensos,  como  escalofríos,  fiebre,  do- 
lor, etc  ;  pues  bien,  aquí  es  donde  el  salicilato  de  sosa  llena  dos  indica- 
ciones: una,  como  antipirético;  otra,  como  específico  contra  el  reuma. 
Cuando  se  trata  simplemente  de  un  reumatismo  agudo,  los  efectos  del 
salicilato  de  sosa  son  rápidos  y  maravillosos.  A  las  24  ó  36  horas  han 
disminuido  muchísimo,  sino  desaparecido  del  todo,  los  síntomas  genera- 
les, junto  con  el  dolor,  rubicundez  de  las  articulaciones,  si  el  reumatismo 
es  articular,  etc. 

Cuando  el  reumatismo  agudo  va  acompañado  de  alteraciones  cardia- 
cas, debidas  á  la  misma  afección,  como  la  pericarditis  y  la  endocarditis, 
es  muy  notable  la  acción  ejercida  por  el  salicilato  de  sosa  combatiendo 
á  las  mismas,  lo  cual  corrobora  su  acción  especifica  sobre  esta  enferme- 
dad. E»  apoyo  de  esto,  citaremos  más  adelante  algún  caso  clínico  para 
demostrarlo. 

La  acción  secretoria  que  ejerce  el  salicilato  de  sosa  sobre  los  ríñones 
influye  mucho  para  combatir  el  reumatismo. 

Sóbrela  administración  de  este  cuerpo  en  el  reumatismo  agudo,  hay 
dos  pareceres  completamente  distintos  uno  del  otro:  los  unos,  fijándose 
en  los  accesos  febriles  vespertinos,  administran  para  cortarlos  toda  la 
cantidad  de  una  vez,  de  6,  8  y  más  gramos  por  la  mañana,  con  el  objeto 
de  que  el  medicamento  tenga  el  tiempo  suficiente  de  obrar  de  la  manera 
debida  hasta  la  noche;  otros,  haciendo  caso  omiso  de  lo  que  ha  de  venir 
más  tarde,  administran  la  misma  cantidad  en  poción,  pero  repartida  en 
varías  veces  durante  el  dia.  Mi  opinión  sobre  el  particular  es  esta  últi- 
ma, pues  más  vale  poco  y  á  menudo  que  mucho  de  una  vez;  además, 
dándolo  de  esta  manera,  me  parece  que  el  medicamento  puede  obrar  con 
mayor  seguridad  sobre  el  elemento  reumático,  pues  su  acción  es  conti- 
nuada durante  todo  el  dia,  mientras  que,  dando  tanta  cantidad,  pueden 
ios  enfermos,  según  sea  su  tolerancia,  presentar  trastornos  de  mayor  ó 
menor  consideración.  Por  mi  parte,  puedo  decir  que  siempre  he  obte- 
nido muy  buenos  efectos  administrándolo  de  esta  manera  á  la  dosis 
máxima  de  4  gramos  en  poción  para  tomarla  durante  todo  el  dia.  Esíe  es 
el  sistema  que  he  seguido  siempre,  puesto  que  sin  presentar  accidente 
alguno  he  visto  curar  á  los  enfermos  en  muy  pocos  dias  y  salvar  y  evitar 
siempre  las  complicaciones  cardíacas. 

£1  número  de  casos  de  verdadero  reumatismo  agudo,  que  tengo  trata- 
dos hasta  hoy  por  medio  del  salicilato  de  sosa,  asciende  á  la  cifra  de  49, 
y  todos  han  sido  tratados  por  el  mismo  método,  esto  es,  de  tres  á  cuatro 
gramos  de  salicilato  de  sosa  al  dia  en  agua  común  y  jarabe  simple,  para 
que  sus  efectos  sean  más  apreciables.  l)e  estos  49  casos,  7  presentaron 
complicaciones  cardiacas  más  ó  menos  intensas,  siendo  todas  detenidas 
en  su  curso  sin  más  medicación  que  la  citada.  No  he  tenido  ocasión  de 
observar  más  complicaciones  viscerales  que  las  expuestas  y  un  caso  de 


178  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

complicación  cerebral  que  mejoró  bastante,  pero  cuyo  resultado  final  no 
pudimos  observarlo,  porque  el  enfermo  tuvo  que  marchar  con  su  padre 
á  la  provincia  de  Asturias,  y  por  consiguiente,  no  podemos  dar  más  da- 
tos. El  Sr.  Vulpian  dice  que  ha  observado  cierto  número  de  casos  de 
pleuresía  reumática,  los  cuales  no  han  sido  modificados  en  nada  por  me- 
dio del  salicilato  de  sosa.  Dicho  autor  cita  también  el  caso  de  un  enfer- 
mo cuyas  articulaciones  estaban  afectadas  por  el  elemento  reumático  y 
mientras  lo  trataba  por  medio  del  salicilato  sódico,  desaparecieron  los 
accidentes  locales  citados  y  se  presentó  una  pleuresía  unilateral;  al  cabo 
de  diezdias  se  atacó  la  otra  pleura  desapareciendo  de  la  primera;  luego 
se  atacaron  las  dos,  y  á  pesar  de  no  dejar  la  administración  del  salici- 
lato de  sosa,  fracasaron  todos  los  esfuerzos  y  el  enfermo  sucumbió  á  los 
diez  días  de  haber  principiado  su  pleuresía. 

Ahora  bien,  ¿es  cierto  que  el  salicilato  de  sosa  modifica  las  complica- 
ciones cardiacas  y  nada  hace  en  favor  de  las  demás  alteraciones  viscera- 
les? ¿Es  que  el  salicilato  de  sosa  tendrá  una  acción  especial  sobre  el 
órgano  cardíaco,  sobre  sus  nervios  ó  sobre  sus  vasos?  En  este  caso,  nada 
podemos  saber  con  certeza  sobre  el  modo  de  obrar  de  dicho  agente  y  de 
la  acción  que  ejerce  sobro  coda  órgano  ó  tejido  en  particular. 

¿De  qué  modo  obra  el  salicilato  de  sosa  sobre  el  reumatismo  agudo? 
Ante  todo,  para  contestar  á  esta  pregunta,  es  necesario  que  recordemos 
algo  de  la  anatomía  patológica  y  de  los  síntomas  de  dicha  enfermedad, 
haciendo  luego  un  paralelo  entre  esta  medicación  y  las  otras  conocidas  y 
empleadas. 

El  reumatismo  es  una  afección  conocida  desde  muy  antiguo  y  tratada 
según  las  diversas  hipótesis  que  se  han  vertido  sobro  su  naturaleza. 
Unos,  como  Pinel  y  Franck,  la  consideraron  como  una  inflamación  del 
tejido  fibroso;  otros,  como  Huxam,  Stoll,  etc.,  la  juzgaron  de  índole 
fluxionaria  como  el  catarro;  Sauvages  la  clasificó  entre  los  dolores;  la 
Escuela  de  Montpellier  la  cree  diatésica.  Trousseau  la  considera  análoga 
á  la  erisipela,  creyendo  que  estas  dos  afecciones  tienen  la  apariencia  de 
la  inflamación  asimilándose  á  las  fiebres  más  que  alas  flegmasías.  Gra- 
ves, en  su  Clínica,  no  determina  nada  sobre  la  naturaleza  de  esta  enfer- 
medad. El  Dr,  Santero  dice:  que  el  reuma  por  si  es  un  padecimiento  fluxiO' 
nario,  que  participa  unas  veces  del  carácter  hiperdiacritico  y  otras  del 
ftogísticOy  siendo  en  el  primer  caío  apirélico,  y  acompañándose  en  el  segundo 
de  una  fiebre  sinocal  simple.  Respecto,  pues,  á  la  naturaleza  de  esta  en- 
fermedad, soy  del  mismo  parecer  que  el  Dr.  Santero,  es  decir,  que  creo 
que  dicha  afección  es  de  origen  fluxionario,  presentándose  la  fluxión  do 
quiera  que  se  presente  el  reumatismo,  quedando  bien  demostrada  esta 
aserción  por  las  complicaciones  viscerales  á  que  da  lugar;  pues  dichas 
complicaciones  son  de  índole  fluxionaria. — Según  lo  expuesto,  se  vé  que 
la  naturaleza  del  reumatismo  ha  fluctuado  entre  los  elementos  inflama- 
torio, fluxionario,  nervósico  y  diatésico,  fluctuando  también,  del  mismo 
modo,  los  tratamientos  para  combatir  dicha  afección. 

El  reumatismo  se  ha  dividido  en  articular,  muscular,  nudoso  y  nev' 
vioso,  según  los  puntos  afectados;  tomando  el  nombre  de  reumatismo  vis^ 
ceral  cuando  ataca  tejidos  do  la  misma  naturaleza  que  cubre  á  los  órga- 
nos contenidos  en   las  distintas  cavidades.  Según   el  Sr.  Jaccoud,    el 


ÁCIDO  SALIGÍLICO  Y  SU¿  SALES.  179 

reumatismo  viscevály  en  su  relación  con  el  reumatismo,  es  admisible  solo 
caando  coincide  6  alterna  con  las  manifestaciones  comunes  y  regula- 
res de  la  enfermedad,  y  que  de  no  ser  asi  se  confunde  directamente  el 
reumatismo  con  todas  las  enfermedades  a  frigore.  Esto  equivale  á  decir 
que,  salvo  raras  excepciones,  no  debe  admitirse  el  reumatismo  visceral, 
á  no  ser  que  éste  se  presente  al  mismo  tiempo,  ó  alternando  con  el  arti- 
cular, muscular,  etc.  No  diré  tampoco  que  deba  dar^e  el  nombre  de 
reumática  á  una  afección  inflamatoria  visceral  primitiva,  cuya  causa 
haya  sido  el  frió,  pero  si  que  debe  aceptarse  el  reumatismo  visceral, 
puesto  que  muchas  veces,  además  de  alternar  con  el  articular  ó  mus- 
cular, desaparecen  estos  y  queda  solo  el  visceral  para  siempre,  manifes* 
tándose  dicho  reumatismo  cada  vez  que  se  presentan  cambios  atmosfé- 
ricos ó  de  temperatura. 

La  causa  principal  del  reumatismo  es  el  frió  y  á  veces  la  herencia; 
pero,  aunque  sea  hereditario  ó  algún  individuo  tenga  predisposición  á 
adquirir  dicha  enfermedad,  no  puede  desarrollarse  si  po  se  pone  en  juego 
la  causa  principal,  el  frip,  és  decir,  un  cambio  brusco  de  temperatura. 

Respecto  á  la  anatomía  patológica,  solo  recordaremos  que  se  hallan 
más  ó  menos  afectadas,  según  sea  su  intenpjdad,  los  tejidos  periarticu- 
lares,  los  cuales  presentan  cierta  infiltración  serosa,  y  en  consecuencia 
hinchazón.  La  primera  fase  de  la  alteración  articular  es  la  fluxión  san- 
guínea, la  cual  á  veces  desaparece  y  persiste  en  forma  de  derrame 
seroso,  siendo  á  veces  del  todo  purulento  y  presentando  todos  los  carac- 
teres del  pus  flegmonoso.  También  se  hallan  afectadas  las  vainas  tendi- 
nosas y  las  bolsas  serosas  inmediatas  á  las  articulaciones  enfermas,  lo 
mismo  que  los  tejidos  óseo  y  medular. 

La  alteración  más  principal  producida  por  el  elemento  reumático 
sobre  la  economía  se  encuentra  en  la  sangre,  y  se  comprende  perfecta- 
mente que  así  sea,  puesto  que  el  reumatismo  no  siempre  queda  fijo  en 
una  sola  articulación  ó  grupo  muscular,  sino  que  un  gran  número  de 
Veces  cambia  de  sitio  dejando  de  ser  articular  para  convertirse  en  mus- 
cular ó  al  revés.  La  alteración  que  se  encuentra  en  la  sangre  consiste  en 
la  nrayor  ó  menor  cantidad  de  fibrina,  constituyendo  lo  que  se  llama  /u- 
perinosis,  cuya  cantidad,  según  el  Sr.  Jaccoud,  puede  elevarse  en  un 
40  por  lOOO  sobre  la  cifra  normal;  esta  cantidad  de  fibrina  tiene  tenden- 
cia á  la  coagulación,  por  cuyo  motivo  se  dice  que  hay  inopexia.  La  ane^ 
mil  reumática,  de  que  se  halla  afectado  un  individuo  que  sufre  dicha 
enfermedad,  es  debida  á  la  hipoalbuminosis.  Por  otra  parte,  la  sangre, 
según  el  Sr.  Jaccoud,  contiene  bastante  cantidad  de  ácido  úrico,  y  á  ve- 
ces de  ácido  láctico,  si  bien  este  último  no  es  constante  y  no  adquiere 
siempre  las  mismas  proporciones  que  los  demás  elementos. 

Sobre  la  sintomatología  del  reumatismo  articular  agudo  nos  deten- 
dremos poco  por  suponerla  ya  conocida  y  estudiada  en  los  tratados  de 
patología  y  clínica.  El  enfermo,  después  do  los  pródromos  propios  de  toda 
afección  febril  aguda,  es  atacado  de  una  fiebre  tanto  más  intensa  cuanto 
más  lo  es  el  reumatismo,  pudiendo  llegar  la  temperatura  hasta  40*  y  el 
pulso  á  140;  hay  cefalalgia,  sed,  inapetencia,  insomnio,  quebrantamiento 
general  y  los  síntomas  propios  de  la  articulación  afecta,  como  hinchazón, 
calor,  rubicundez,  dolor,  etc.,  y  finalmente,  la  anemia  rápida.  Durante 


180  HEVISTA  DE  DESINFECTANTES. 

el  curso  de  la  afección,  y  aun  á  veces  antes  de  presentarse  la  fiebre,  apa- 
lecen  las  complicaciones  viscerales,  encontrándose  en  primer  término  las 
cardíacas  y  en  último  las  cerebrales. 

fCondnuará.J 


REVISTA  DE  DESINFECTANTES, 

POK  EL  Dr.  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona. 


Licor  mineral  antiséptico  de  Huot— Según  lo  publicado  por  Horte- 
loup  en  L'ünion  medícale,  resulta  este  producto  de  la  transformación 
que  sufren  las  lavas  calcicas  atacándolas  por  el  ácido  clorhídrico.  Cons- 
tituidas eslas  lavas  por  silicatos,  el  ácido  las  convierte  en  una  especie 
de  pulpa  gelatinosa,  que,  en  reposo,  se  divide  en  dos  partes:  una  casi 
sólida,  verdosa,  granujienta  y  de  aspecto  craso;  y  otra  liquida,  amari- 
llenta, de  consistencia  de  jarabe,  la  cual,  según  el  análisis  de  Millot,  se 
compone  en  100  partes  de: 

Cloruro  de  alaminio fH'75 

Id.     de  potasio WSi 

Id.     de  hierro 15*09 

Id.     de  calcio 2*13 

Sílice  gelatinosa 1'22 

Habiendo  usado  con  muy  buen  éxito  el  inventor  de  este  líquido, 
A.  Huet,  en  ios  mataderos  de  París  y  en  los  depósitos  de  Bondy,  se  le 
ocurrió  emplearlo  como  tópico  en  los  chancros  y  en  las  adenitis  virulen- 
tas. Los  resultados  fueron  excelentes.  £n  su  concepto,  se  asemeja  por 
su  acción  al  cloruro  de  zinc,  pero  su  poder  desinfectante  es  mucho  ma- 
yor. Repetidisimos  experimentos,  hechos  en  el  Observatorio  de  Mont- 
souris,  prueban  que  este  liquido,  aún  á  dosis  muy  pequeñas,  destruye 
todos  los  vibriones  adultos. 

Las  ventajas  de  este  poderoso  desinfectante  son:  1.%  la  gran  facilidad 
con  que  puede  dosificarse;  2.*,  su  inocuidad  sobre  el  epidermis  intacto; 
3/,  su  falta  completa  de  olor,  propiedad  Interesantísima  en  un  desinfec- 
tante; 4.%  su  relativa  baratura,  pues  solo  cuesta  un  duro  próximamente 
un  litro  de  este  líquido  á  32^. 

Polvo  antiséptico  de  ácido  fénico.  -*En  New  Remedieay  Setiembre  1881, 
ha  publicado  P.  Bruns  el  modo  de  prepararlo: 

Colofonia tíO  partes. 

Estearina 15     id. 

fúndanse  á  un  calor  suave,  y,  una  vez  erfriadas,  añádase: 

Acido  fónico 25  partes. 

Esta  mezcla  se  reduce  á  estado  de  polvo  homogéneo,  adicionando  de 


REVISTA  DE  DE SIiSFECT ANTES.  'J8l 

7  á  800  partes  de  carbonato  de  cal  precipitado,  que  se  incorpora  cuida • 
desámente. 

Este  polvo  fenicado  puede  realizar  una  de  las  maneras  más  sencillas 
de  hacer  la  cura  antiséptica.  Si  se  quiere  espolvorear  una  superficie, 
pudiera  utilizarse  un  aparato,  toda  vez  que  los  hay  de  facilísimo  manejo. 
Si  el  polvo  se  queda  en  el  aparato,  como  si  se  guarda  en  otro  punto,  no 
debe  olvidarse  que  el  ácido  fénico,  entre  otros  inconvenientes,  tiene  el 
de  volatilizarse.  Sin  esta  precaución,  llegaría  momento  en  que  la  cura 
seria  pulverulenta,  pero  no  antiséptica. 

Almidón  Mdicilado.-En  el  mismo  periódico  se  da  cuenta  de  la  prepa- 
ración do  este  producto,  propuesto  por  el  Dr.  Kersch. 

En  una  solución  alcohólica  de  ácido  salicilico  (2  ó  3  por  100)  se  deja 
caer  poco  á  poco  y  en  pequeñas  porciones  almidón  muy  fino,  y  Juego  se 
agita  fuertemente.  La  proporción  de  solución  empleada  debe  ser  tal  que 
exceda  á  la  capa  de  almidón  depositada  en  todo  el  ancho  de  la  mano.  Una 
vez  depositado  este,  se  decanta  el  líquido  alcohólico,  se  exprime  el  almi- 
dón en  un  lienzo  de  tejido  compacto,  después  se  seca,  se  pulveriza  y  de 
nuevo  se  seca  á  80°. 

La  mezcla  íntima  de  ácido  salicilico  y  almidón  no  presta,  aunque  se 
diga  otra  cosa,  iguales  servicios  que  el  preparado  hecho  de  la  manera 
antes  expuesta. 

Timol:  Uqnelacoion  por  la  berbexina;  eolubilidad;  coloración.— Lloyd 
(Neu)  Remedies j  Julio  1881),  triturando  la  berberina  obtenida  del  Hydras- 
ti8  canadensis  con  un  peso  igual  de  ácido  tímico,  obtuvo  un  liquido  vis- 
coso, aunque  una  y  otra  sustancia  habia  sido  tomada  en  estado  de  polvo 
bien  seco.  Este  líquido  es  soluble  en  el  alcohol,  al  que  da  un  color  rojo 
de  naranja,  al  paso  que  la  berberina  sola  lo  da  amarillo  de  limón.  No  es 
soluble  en  el  agua,  que  disuélvela  berberina  sola. 

A  propósito  de  la  no  solubilidad  del  timol,  así  como  también  del  fe- 
nol, en  el  agua,  dijo  Portes,  en  la  Sociedad  de  Farmacia  de  París,  sesión 
del  12  de  Octubre  último,  que  dependía  de  contener  dichos  cuerpos  hi- 
dro-carburos.  En  la  sesión  próxima,  dial9,  Yvon  propuso,  para  quitar 
el  color  rojo  que  con  frecuencia  mancha  al  timol,  disolverlo  en  su  peso 
de  glicerina  (1),  solución  que  se  puede  mezclar  con  el  agua  en  todas  pro- 
porciones y  que  por  el  reposo  deja  en  la  superficie  del  líquido  la  materia 
colorante,  la  que  también  puede  separarse  filtrando  á  través  de  algodón, 
ó  por  decantación.  Esta  materia  colorante  aun  no  es  bien  conocida. 

Antisepsia  dorante  el  embarace,  el  parto  y  el  puerperio. -El  Dr.  La- 
besque,  en  su  tesis  Essai  sur  Vemploi  de  moyens  antiseptiques  pendant  la 
groasesaey  I' accouchement  el  les  suites  de  conches  (París,  1881),  sienta  la  idea 
de  que  los  accidentes  puerperales  son  producidos  por  gérmenes  sépti- 
cos, y  por  tanto  que  deben  combatirse  con  los  antisépticos,  entre  los 
cuales  prefiere  el  fenol. 

Las  ropas  de  la  cama,  las  de  la  mujer^  las  paredes,  los  suelos,  deben 


(i)    Sabido  es  que  el  fenol  es  muy  soluble  en  el  agua  glicerínada  al  5  por  100. 


182  REVISTA  DE  DESINFECTANTES. 

lavarse  con  agua  fenitíada  al  2  por  lOo.  Las  personas  que  se  acerquen  á 
la  parida,  los  médicos  y  los  instrumentos,  deben,  por  decirlo  así,  ser  an- 
tisépticos. £1  lavado  de  las  mujeres  se  hará  con  dicha  egua  (desde  el  1 
al  2  7-2  P0>^  ^0^)>  si  se  temen  accidentes. 

Desde  el  parto,  se  aplicarán  compresas  empapadas  en  fenol  al  1  ó  2  V2 
por  100  permanentemente.  Si  el  parto  ha  presentado  algo  de  anormal,  se 
hará  una  inyección  intrauterina  preventiva  al  2  V2  ^  ^  P^*'  ^^>  P^ro  cui- 
dando de  que  vaya  precedida  de  una  de  ergotina  para  contraer  los  vasos 
é  impedir  que  el  líquido  penetre  en  los  senos,  evitando  así  la  intoxica- 
ción. 

Respecto  á  las  irrigaciones  permanentes  y  á  la  canalización  del  útero 
no  emite  el  Dr.  Labesque  opinión,  toda  vez  que  no  bastan  para  formar 
concepto  los  pocos  casos  en  que  se  ha  empleado  este  procedimiento. 

Timol:  caracteres  químicos. -Si,  á  ejemplo  de  Hammarsten  y  Rob- 
bert  {American  Journal  of  Pkarmacy),  se  mezcla  el  timol  líquido  con  la 
mitad  de  su  volumen  de  ácido  acético  cristaiizable,  y  luego  con  uno  á  to 
menos  igual  de  ácido  sulfúrico  y  se  eleva  la  temperatura,  se  presenta  un 
magnifico  color  rojo  violeta,  muy  estable  y  que  no  desaparece  por  la  ebu- 
llición ni  por  un  exceso  de  ácido.  £¿ta  reacción  es  apreciable  aun  en 
una  solución  al'  milésimo. 

Si  se  agita  con  éter,  sobre  todo  después  de  la  adición  de  algunas  gotaís 
de  ácido  clorhídrico,  una  solución  acuosa  á  Viooooo»  se  descubre  el  timol. 
La  orina  normal  contiene  una  sustancia  que  tiene  igual  reacción.  Desti- 
lando la  orina  sin  adición  de  ácido,  no  se  obtiene  la  coloración  dicha 
después  de  haber  tomado  al  interior  16  2  decigramos  de  timol.  Una  mi- 
llenísima  de  timol  añadida  á  la  orina  se  descubre  seguramente. 

Comparando  el  timol  con  el  fenol,  resulta:  1.^,  que  el  percloruro  de 
hierro  da  á  este  un  color  azul  violeta  y  no  á  aquel;  2.°,  que  erhipoclorito 
de  sodio  y  la  anilina  colorean  á  ambos  de  azul;  3.^,  que  el  hipoclorito  só- 
dico y  el  amoniaco  dan  color  azul  al  fenol,  y  verde  al  timol,  pasándooste 
al  azul  verdoso,  y  á  los  cuatro  dias  al  rojo;  4.^,  que  el  reactivo  de  Millón 
enrojece  al  fenol,  hecho  que  persiste  aun  después  de  la  ebullición;  al  ti- 
mol le  comunica  un  color  rojo  violeta,  que  cesa  con  la  ebullición;  5.^  que 
el  agua  de  bromo  da  un  precipitado  cristalino  con  el  fenol  y  enturbia  li- 
geramente al  timol.— Para  distinguir  una  mezcla  de  ambos  desinfectan- 
tes podemos  utilizar  el  percloruro  de  hierro  y  el  agua  de  bromo. 

Fenol:  enTeneiiamiento. —  Merece  tomarse  muy  en  serio  la  acción 
tóxica  del  ácido  fénico  y  evitar  por  tanto  esa  anticientífica  profusión  con 
que  se  emplea  por  los  más  incautos.  Todo  se  lava  por  parte  de  ciertos 
cirujanos  en  disoluciones  fenoladas,  todo,  desde  un  filamento  que  inter- 
venga en  la  cura  hasta  una  gran  cavidad,  la  del  vientre,  por  ejemplo, 
cuando  se  practica  la  ovariotomía,  según  cierto  ritual.  Este  lavado,  con 
el  forzoso  aditamento  de  esa  arrobadora  atmósfera  fenicada,  representa 
usar  grandes  cantidades  de  fenol,  cantidades  excesivamente  tóxicas,  da- 
das á  discreción,  en  las  mejores  condiciones  para  que  se  absorba  y  apli- 
cadas á  superficies  que  fácilmente  les  dan  paso  para  el  torrente  circula- 
torio. Si  se  meditara  un  poco  en  este  conjunto  de  circunstancias  mortife- 


REVISTA  DE  DESINFECTANTES.  183 

ras,  esloy  seguro  de  que  el  abuso  se  convcrliria  en  uso  prudente,  de  que 
habría  menos  catástrofes  después  de  las  operaciones,  y  de  que  el  cJioque 
traumálico  ú  otra  explicación  por  el  estilo  no  cargarían  con  el  muerto  tan- 
tas veces  como  hoy  se  lo  echan  á  cuestas. 

Seguramente  que  un  asunto  tan  grave  no  es  para  tocado  á  la  ligera, 
pero  no  he  podido  resistir  á  la  tentación  de  decir  algo  antes  de  ocuparme 
€|e  la  Monografía  del  Dr.  Ed.  Reichet  {Contribución  al  estudio  de  la  toxi- 
cología  de  los  agentes  deprimentes  del  corazón)  publicada  en  Filadelfia,  en 
el  año  precedente,  monografía  que  comienza  la  serie  de  varias  otras  y  que 
está  destinada  á  tratárselo  del  ácido  fénico. 

Se  parte  de  la  base  de  56  observaciones,  de  las  cuales  35  acabaron 
por  la  muerte.  Quisiera  añadir  alguna  más  que  se  dé  referencia,  en  la 
que  ignoro  si  tallecieron  los  microbios,  pero  de  la  que  me  consta  que  su- 
cumbió el  paciente  de  una  manera  misteriosa  é  iinprevista. 

El  veneno  fenol  se  absorve  rápidamente  y  en  pocos  momentos  elorganis- 
mo  entero  sufren  alguna  vez  con  tanta  ligereza  como  si  se  tratara  del 

ÁCIDO  CíANHÍDRlCO. 

£1  primer  síntoma  es  una  sensación  tópica  de  quemadura,  si  la  solu- 
ción es  concentrada,  sensación  que  en  algunos  casos  es  reeniplazada-por 
insensibilidad.  Luego  aparecen  trastornos  cerebrales:  difícultad  de  ha- 
blar, abatimiento,  á  veces  delirio,  vértigo,  furor;  de  ordinario  la  insen- 
sibilidad general  existo  desde  el  principio,  pero  en  ciertos  casos  aparece 
al  final.  Suele  haber  náuseas  y  vómitos.  El  pulsees  débil,  frecuente,  in- 
termitente casi  siempre.  La  respiración  en  algunos  es  estertorosa  y  no 
es  raro  halla  disnea.  Se  ha  observado  salivación  y  lividez  de  la  cara,  así 
como  también  disfagia.  Generalmente  hay  espasmo  pupilar  y  aun  en 
otros  músculos;  la  temperatura  es  variable;  la  orina  más  ó  menos  mo- 
rena, asi  como  las  deposiciones  diarréicas.  La  anestesia  es  casi  constante. 
En  concepto  del  autor,  las  convulsiones  y  los  fenómenos  reflejos  son  de 
origen  central.  Localmente  determina  una  lesión  que  varia  desde  un  es- 
tado irritativo  liasta  la  formación  de  escara  córnea,  según  Taylor. 

La  muerte  es  debida  casi  siempre  á  una  parálisis  progresiva  de  los 
centros  vitales,  provocándola  el  síncope  cardíaco  ó  la  asfixia  ó  ambos 
á  la  vez.  Se  desconoce  el  mecanismo  íntimo  de  las  lesiones  que  engendra. 

El  diagnóstico  es  fácil  cuando  hay  el  olor  á  fenol,  pudiendo  confun- 
dirse con  la  uremia,  apoplegía,  etc. 

Cuatro  gramos  han  bastado  en  un  caso  para  matar;  en  otro  han  sido 
precisos  256;  la  dosis  más  común  es  de  16  á  32.  Fallece  el  envenenado  en 
un  plazo  que  varia  entre  1  y  más  de  24  horas. 

El  tratamiento  es  análogo  al  de  una  intoxicación  por  agente  cáustico 
y  corrosivo.  Los  vomitivos,  entre  ellos  la  apomorfina,  la  bomba  esloma- 
cal,  el  aceite  común,  la  leche,  los  huevos,  el  bicarbonato  sódico,  la  mag- 
nesia, el  agua  de  cal,  los  estimulantes,  los  contra-estimulantes,  etc.  San- 
gróse una  vez  y  curó  el  enfermo.  Los  alcalinos,  y  especialmente  la  cal, 
son  muy  útiles,  diciendo  Baumann  que,  si  se  administra  un  sulfato  alca- 
lino, se  forma  un  sulfo-carbonato  inofensivo.  Gerna  confírmala  eficacia, 
pero  no  ha  podido  encontrar  el  sulfo-carbonato. 

Inhalador  de  Dowmont.- Con  la  idea  de  evitar  penetren  en  el  orga- 


184  LOS  MIGRÓFITOS  DE  Í.A  SANGRE. 

nismo  á  través  de  las  puertas  del  aparato  respiratorio  los  nocivos  mi- 
crobios, que  tanto  abundan,  se  han  inventado  varios  respiradores,  entre 
los  cuales  merece  citarse  el  de  Dowmont,  que  es  un  verdadero  inhala- 
dor, toda  vez  que  no  se  limita  á  tamizar  el  aire,  sino  que  puede  hacer 
que  este  tome  las  sustancias  que  convenga  para  desinfectar  (brea,  euca- 
líptus,  etc.) 

Consta  de  una  caja  cilindrica,  llena  de  un  grueso  cordón  de  lana  ar- 
rollado en  espiral,  cerrada  por  la  circunferencia  y  con  aberturas  en  una 
y  otra  base;  mediante  una  medía  careta  de  lienzo  flexible,  se  coloca  la  caja 
ante  la  boca.  La  entrada  y  salida  del  aire  se  regula  con  una  válvula,  la 
cual  permite  el  ingreso  del  aird  inspirado  y  no  que  pase  por  la  caja  el 
expirado. 

Oíbalmia  de  los  recien  nacidos:  profilaxis.— Para  prevenirla,  Grédé(Ar- 
chiv.  für  Gynadtologiey  tomo  XVII)  emplea  en  todos  los  niños,  inmediata- 
mente después  de  nacer,  una  solución  de  nitrato  argéntico  (Vio),  de  la  que 
deja  caer  una  gota  en  la  cavidad  conjuntival.  Después  aplica  sobre  los 
párpados  compresas  empapadas  en  una  disolución  de  ácido  salicilico, 
renovadas  cada  24  horas. 

Este  sistema  preventivo,  que  usa  ó  recomienda  Grédé,  por  exagerado 
que  parezca,  os  todavía  un  pigmeo  comparado  con  el  de  Olshausen,  de 
Halle  (Centralblatl  für  Gincekologiey  1881).  No  espera  á  que  salga  el  feto: 
en  cuanto  aparece  la  cabeza,  antes  que  se  desprendan  los  hombros, 
cuando  aun  no  están  los  ojos  abiertos,  los  lava  con  una  solución  fenicada 
(Vioo))  limpiando  muy  bien  los  fondos  de  saco  con  algodón  cardado.  Para 
Olshausen  deben  ser  un  contratiempo  los  partos  que  no  empiezan  por 
la  cabeza,  los  que  por  ligeros  no  dan  espera,  etc.,  etc.  ¿A.  dónde  vamos? 


LOS  MICROFITOS  DE  LA  SANGRE  Y  SUS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES,<*> 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


El  Dr.  Klein  asegura  que  el  examen  microscópico  de  los  líquidos  cul- 
tivados, ha  demostrado  que  son  el  sitio  de  crecimiento  y  desarrollo  de  una 

clase  de  Bacteria,  que  tiene  todos 
los  caracteres  del  Baccillun  subtilis, 
Cohn.  Los  bastoncitos  del  Baccillus 
del  cerdo  se  consideran  como  más 
delgados  que  los  descritos  por  Cohn 
como  procedentes  de  soluciones  de 
heno,  y  más  delgados  también  que 
los  del  Baccillus  anthracis^el  que,  al 
contrario  de  este  último  (según  Da- 
vaine,  Pasten r,  Koch  y  otros),  se 

Plf.  81.  i)«eeiffM««wWa»>ror«»d3  enUsuperflaiedaona  miiairo  Hnponta  nno   fia  lüc  faene    Hp 

infuion  de  h«o  berrido  de«pa«.  de  u  4  4s  hora,       mucve  Quranie  uua  QC  las  lases  ae 

(Colm).-6TO  dtámetroi.  SU  CXiStOnCia  (1). 


(1)    Las  figuras  orígtaales  se  han  publicado  ea  el  Journal  micro icopique. 


LOS  MICRÓFiTOS  DK  LA  SANGRE.  185 

Hay  que  tener  presente,  sin  embargo,  que  el  Dr.  Ewart  ha  probado 
lue  el  Baccillua  anthracis  puede  asimismo  manifestar  movimientos  muy 
activos.  En  circunstancias  favorables,  los  basloncitos  se  prolongan  en 
forma  de  filamentos  semejantes  á  los  del  Leplothrix,  como  lo  verifican, 
según  ya  sabemos,  los  demás  Baccilli.  Dentro  de  estos  filamentos,  escribe 
el  Dr.  Klein,  aparecen  esporos  muy  refringentcs,  que  quedan  libres  des- 
pués de  la  desagregación  de  la  matriz  de  los  filamentos  originales. 

Los  esporos,  plenamente  desarrollados,  de  nuestro  Bdccillus  difieren 
de  los  de  heno  y  del  carbunclo  por  ser  aquellos  más  cilindricos  y  mucho 
más  reducidos. 

Se  ha  mencionado  en  una  nota  que  en  las  figuras  insertas  en  la  pri- 
mera memoria  de  Koch,  en  el  Cohn'a  Beitráge  (1878),  los  esporos  son  re- 
presentados en  varios  puntos  con  una  forma  más  o  menos  esférica  (1), 
pero  si  viéramos  las  hermosas  micro-fotografias  de  dichos  esporos,  re- 
presentados en  la  memoria  posterior  de  Koch,  nos  convenceríamos  de 
que  aquellos  son  decididamente  de  una  forma  oval  alargada.  Los  esporos 
del  Baccillus  del  cerdo  tienen,  según  Klein,  un  diámetro  de  O"™™-  0005, 
mientras  que  los  del  carbunclo  llegan  á  0^^*  0045-0™™-002. 

cAl  principio,  escribe  el  Dr.  Klein,  yo  daba  de  los  esporos  una  inter- 
pretación falsa,  considerándolos  como  una  especie  de  micrococciy  y  solo 
después  de  repetidas  observaciones  pude  representarlos  en  sus  diversas 
fases  de  desarrollo. i  Desgraciadamente  el  Dr.  Klein  no  ha  detallado  en 
qué  bases  se  funda  este  hecho  importante  y  no  ha  publicado  figura  al- 
guna. Es  de  suponer  que  ninguno  de  los  grabados  de  la  lámina  ha  sido 
hecho  con  el  objeto  de  representar  la  germinación  de  un  esporo  particu- 
lar. Como  no  igr.ora  este  distinguido  observador,  no  es  lo  que  precede  á 
la  supuesta  germinación,  ni  lo  que  le  sigue,  lo  que  ha  sido  durante  tantos 
años  la  causa  del  debate  relativo  al  desarrollo  de  los  Schimozycetes,  sino 
el  acto  mismo.  Ninguna  de  las  figuras  presentadas  por  el  Dr.  Klein  pre- 
senta semejanza  alguna  con  la  figura  de  la  germinación  publicadas  por 
el  Dr.  Ewart,  en  la  cual  el  procedimiento  es  exactamente  dibujado;  pero 
algunas  de  ellas  se  asemejan  algo  á  las  del  Dr.  Koch;  por  otra  parte,  el 
Dr.  Klein,  refiriéndose  á  las  conclusiones  del  observador  que  primero  se 
atrevió  á  afirmar  que  los  corpúsculos  del  Baccillus  anthracis  eran  esporos, 
escribe:  «Difiero  completamente  del  Dr.  Koch  en  lo  que  se  refiere  al 
modo  de  germinar  de  los  esporos  del  BaccUlus.-»  Los  puntos  de  división 
son  materia  secundaria  para  la  discusión;  no  es,  por  lo  tanto,  necesario 
exponerlos  en  este  sitio. 

El  Dr.  Klein  termina  así  su  Memoria:  «En  vista  de  que  el  carbunclo, 
la  pneumo-enteritis  y  la  septicemia  específíca  tienen  una  gran  afinidad 
bajo  el  punto  de  vista  anatómico,  y  considerando  asimismo  que  en  la  fie- 
bre esplénica  y  en  la  pneumo-enteritis  existe  una  especie  definida  de 
Baccillus  (siendo  suficiente  la  diferencia  de  las  especies  para  dar  cuenta 
de  la  diversidad  que  existe  entre  las  dos  enfermedades),  podemos  admi- 
tir con  alguna  probabilidad  que  la  tercera  de  dichas  enfermedades,  la 
septicemia,  es  debida  á  un  Baccilliu.  Sin  embargo,  queda  todavía  por 
demostrar.» 


(i;    Cohn'i  Beitráge,  tomo  ii,  fase.  H,  lám.  xvi,  1877. 


i  86  LOS  MÍCRÓFITOS  DE  LA  SANGRE 

Por  esto  el  Dr.  Klein  cree  que,  mientras  él  ha  demostrado  satisfacto- 
riamente que  la  causa  de  la  pneurao-enteritis  del  cerdo  es  un  BaccilluSy 
no  puede  decirse  lo  mismo  de  la  opinión  emitida  por  Davaine,  Pasteur  y 
otros  en  favor  de  una  causa  idéntica  para  la  septicemia. 

VI. 
Los  organismos  veg^etales  de  la  sangre  en  la  flebra  recurrente. 

Hay  otra  enfermedad  en  la  que  la  sangre  se  halla  infecta  de  organis- 
mos vegetales:  la  flebre  recurrente  (febris  ó  typhus  recurvens).  En  este 
padecimiento  también  los  organismos  pertenecen  al  grupo  más  primi- 
tivo de  los  Hongos,  los  Schizomycetes,  es  decir,  los  Hongos  que  se  multi- 
plican por  excisión,  á  diferencia  de  los  grupos  que  se  reproducen:  1."  por 
yemas;  G.**,  por  gérmenes.  Los  Scliizomycetes,  sin  embargo,  se  presen- 
tan en  esta  enfermedad  bajo  una  forma  distinta  de  aquella  que  existe  en 
las  anteriores.  En  estas  últimas,  los  organismos  apreciables  varian  de 
forma,  desde  la  esférica  del  fíactenum  hasta  la  del  Baccillus,  siendo 
estala  predominante;  pero  en  la  fiebre  recurrente,  el  Suhizomycetes  es 
un  Spirillurriy  especie  de  Schizomycetes,  que,  por  lo  que  yo  sé,  aún  no 
ha  sido  descubierto  en  ninguna  de  las  afecciones  antracoideas,  de  que 
he  hablado  en  las  páginas  precedentes. 

Debemos  el  descubrimiento  de  este  organismo  en  la  sangre,  prim:ro 
á  Virchow  y  luego  al  Dr.  Obermeier.  Hallólos  en  la  sangre  y  también  en 
la  boca  de  las  persjnas.que  sufren  esta  fiebre,  habiéndolos  descrito  mi- 
nuciosamente en  1873  (1).  Parece  que  este  observador  lashabia  ya  visto 
en  1868.  Descubriólos  siempre  on  la  sangre  durante  el  período  de  la  fie- 
bre, sin  que  existieran  en  el  intervalo,  observándolos  muy  raramente 
después  de  la  crisis.  Obermeier  los  describe  como  unos  hilos  muy  finos 
de  fibrina,  iguales  en  longitud  al  diámetro  de  1  V2  ¿  6  corpúsculos  rojos 
de  la  sangre  y  dotadog  de  movimientos  de  progresión  en  espiral,  que  pue- 
den continuar  de  una  á  ocho  horas  después  de  su  salida  del  cuerpo. 
Los  experimentos  de  inoculación  que  llevó  á  cabo,  experimentos  que 
consistian  en  la  inyección  de  sangre  infecta  por  los  Spirilla  de  los  en- 
fermos, en  las  venas  de  perros,  conejos  y  conejillos  de  Indias,  quedaron 
sin  resultado;  la  inyección  sub-cutánea,  por  medio  de  una  jeringuilla, 
de  pequeñas  cantidades  de  sangre  en  el  cuerpo  do  individuos  en  buen 
estado  de  salud  no  produjeron  efecto  alguno.  Las  observaciones  de  Ober- 
meier, relativas  á  la  existencia  de  Spirilla  de  la  sangre  en  esta  clase  de 
fiebre,  fueron  pronto  confirmadas  por  buen  número  de  observadores; 
los  resultados  negativos,  que  habia  obtenido  inoculando  distintos  indi- 
viduos y  diversos  animales,  fueron  asimismo  obtenidos  por  los  que  si- 
guieron su  ejemplo.  Dice,  sin  embargo,  Motschutkowsky  que,  si  bien  no 
logró  éxito  alguno  inoculando  animales,  habíalo  obtenido  inoculando 
individuos  con  la  sangre  de  enfermos  atacados  de  fiebre  recurrente, 
tuviese  ó  no  Spirilla  (2)  dicha  sangre. 


(1)  Centralblatt  für  die  medhin.  Wisa.,  núm.  10,  Mirzo  de  1873  y  números  si- 
guientes del  mismo  aiío. 

(2)  Heydenreich.  Ú'ber  den  Paraailen  dea  RückfallstyphM,  pk¿,  38,  1877. 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS,  187 

Descubrióse,  sin  embargo,  que,  aunque  los  Spirilla  pueden  ser  gene- 
ralmente descubiertos  en  la  fiebre  recurrente,  habla  casos  en  que  ob- 
servadores perfectamente  competentes  no  pudieron  descubrirlos  al  prin- 
cipio ni  al  fin  de  la  enfermedad,  aún  en  casos  tan  serios  como  aquellos 
6.1  que  abundaban  los  Schizomycetes,  estando  los  enfermos  vigilados 
por  los  mismos  observadores  durante  el  mismo  periodo. 

Existen  algunas  diferencias  entre  los  resultados  obtenidos  pordife« 
rentes  investigadores,  en  cuanto  á  la  ausencia  de  Spirilla  durante  los 
periodos  de  apirexia,  como  también  en  lo  que  hace  á  su  presencia  du« 
rante  el  paroxismo  de  la  fiebre;  Birch  Hirschfeld  las  observó,  por  ejem- 
plo, dos  dias  después  de  la  crisis  (1),  y  Laskouskjr,  baftando  sus  observa- 
ciones en  32  casos,  opinó  que  los  Schizomycetes  aumentaban  á  medida** 
quese  elevaba  la  temperatura  (2),  mientras  que  Heydenreich  sostieneque 
una  temperatura  alta  tiende  d  destruirlos.  Habia  observado  que  no  so* 
laroente  los  Spirilla  se  hallan  eo  más  abundancia  en  la  sangre  poco  antes 
de  que  la  fiebre  alcance  toda  su  fuerza,  sino  que  fuera  del  cuerpo  con- 
servaban por  más  tiempo  bus  movimientos  en  un  recinto  calentado 
de  18®  á  Sl^C,  que  no  á  temperaturas  mayores.  Habia  podido  conser- 
var activas  en  una  preparación,  durante  el  período  de  una  semana  á 
quince  dias,  Spirilla  expuestos  á  dicha  temperatura,  mientras  que  mo- 
rian  en  un  periodo  de  15  á  21  horas  cuando  habian  sido  expuestos  al 
calor  de  la  sangre  (37«  38°  C.)  A  los  40°  ó  ÁV  C,  morían  en  4  á  12  ho- 
ras (3).  Todas  las  tentativas  que  se  lian  hecho  para  su  cultivo  han  fra- 
ca'^ado. 

(Continuará,) 


NOTICIAS  científicas. 


Eclampsia  puerperal:  tratamiento. —  En  un  corto  artículo  sobre 
la  patología  y  tratamiento  de  esta  enfermedad,  se  ocupa  Farlanc  de  las 
causas  y  desenvolvimiento  de  la  misma.  Desarrollando  sus  creencias 
acerca  de  este  punto,  desecha  las  afecciones  renales  como  causa,  y  des- 
pués de  discutir  el  asunto  muy  ligeramente  y  con  no  muy  sólidos  argu- 
mentos, busca  las  indicaciones  de  la  morfina  para  combatir  esla  en^ 
fermcdad,  y  encuentra:  i."  que,  á  consecuencia  de  que  el  feto  necesita 
sangre,  existe  anemia  cerebral;  2.°,  que,  en  virtud  de  las  funciones  del 
embarazo,  el  cerebro  y  los  nervios  de  vitalidad  orgánica  son  excitados 
y  debilitados,  y  con  este  modo  de  razonar,  entiende  que,  administran- 
do morfina,  al  mismo  tiempo  que  afluirá  más  sangre  al  cerebro,  calma- 
rá su  excitación  por  sus  propiedades  narcóticas.  Y  dice:  «estoy  profun- 
damente convencido  de  que  dada  con  propiedad  y  á  su  debido  tiempo, 
tenemos  en  nuestras  manos  un  remedio  cierto  y  seguro  contra  esla 
enfermedad».  En  todos  los  casos  que  la  ha  empleado,  en  número  de  cin- 
co, ba  obtenido  éxito  satisfactorio.  Dice  que  por  el  estómago  obran  los 
opiados  con  demasiada  lentitud  y  por  eso  recomienda  como  único  me- 


(i)    SchmiÜ'8  Jahrbücher,  CXVI,  pég.  211, 1875. 
(2)    Hydenreich*a  RüokfalUtíjphun,  pág.  39. 
(3^    Loe.  cit,  pág.  100  y  101 . 


183  NOTICIAS    CIENTÍFICAS. 

dio  eficaz  la  vía  hipoJéimica.  Otra  condicioa  es  darla  precozmente.  Por 
fin,  emplear  la  morfina  á  dosis  elevada,  sin  miedo  ninguno,  dada  la  to- 
lerancia que  existe;  administrando  en  la  primera  inyección,  de  medio 
á  un  grano  de  sulfato  de  morfina,  es  muy  probable  que  no  haya  necesi- 
dad de  repetirlo  (The  Canadian  journal  o f  medical  science). 

Kn  el  mismo  periódico  y  en  un  número  posterior,  se  ocupa  también 
Ferguson  del  tratamiento  de  la  eclampsia  y  dice  que  es  preciso  tener  en 
cuenta  la  patogenia  Admite  como  variedades:  1."  la  debida  d  congestio- 
nes de  los  centros  nerviosos:  sangría  y  morfina;  2.*  la  ocasionada  por  una 
toxihemia:  diuréticos,  purgantes  y  morfina;  3/  la  consecutiva  á  la  ane- 
mia: morfina,  como  base  principal,  y  dic;ital  en  algunos  casos;  4.^  la  pro- 
vocada por  una  excesiva  ii  ritabiiida  i  del  tubo  digestivo:  vomitivos  y 
morfina;  5.*  la  que  despiertan  los  refiejos  uterinos  exagerados:  morfina 
como  principal  agente.  Se  ve,  pues,  que  en  cualquiera  patogenia  que  se 
suponga  ó  admita,  la  morfina  entra  en  el  trabamiento  en  virtud  de  sus 
efectos  narcóticos. 

De  esta  misma  enfermedad  se  ocupa  Masini  en  Lo  sperimentale^  y 
deduce  de  su  observación  las  conclusiones  siguientes:  1  .Ma  patogenia 
de  la  eclampsia  es  aún  oscura,  pero  la  clínica  está  conforme  con  la  fisio- 
logía experimental  para  demostrar  que  las  alteraciones  de  esta  afección 
tienen  su  asiento  en  los  centros  nerviosos  y  especialmente  en  la  médu- 
la oblongada;  2/  la  naturaleza  de  estas  alteraciones  no  es  conocida  aún; 
asimismo  ignoramos  si  son  producidas  por  un  agente  tóxico  ó  por  una 
alteración  refieja;  3.*  la  glucosuria  de  las  eclámpticas  puede  indicar 
una  alteración  funcional  de  la  médula  oblongada,  pero  no  tiene  ningún 
valor  patogénico;  4.*^  la  existencia  del  azúcar  parece  guardar  relación 
directa  con  los  accesos  eclámpticos,  puesto  que  con  estos  desaparece  la 
glucosuria;  5.' la  albuminuria  y  el  anasarca  no  son  constantes  en  las 
eclampsias;  6  ^  la  temperatura  no  tiene  relación  inmediata  esencial  con 
la  eclampsia;  7.^  el  descenso  de  la  misma  no  es  constante,  por  lo  co* 
mun  aumenta,  pero  pocas  horas  después  del  acceso  vuelve  al  estado 
normal;  8/  la  persistencia  de  una  temperatura  elevada,  indica  siempre 
una  complicación  sobrevenida  en  la  eclampsia;  9.'  las  dos  mejores  indi- 
caciones para  combatirla  son:  rebajar  las  congestiones  pasivas  y  dis-« 
minuir  la  excitabilidad  nerviosa.  Para  lo  primero  la  sangría  y  para  lo 
segundo  el  cloroformo  y  el  hidrato  de  doral. 

En  un  artículo  sobre  la  propia  enfermedad,  publicado  en  Tfie  Lanceta 
por  Murphy,  llega  este  autor  á  las  conclusiones  siguientes  respecto  del 
tratamiento: 

Tratatnienlo  preventivo  en  las  embarazadas  albuminúricas.  Dieta  lác- 
tea, legumbres  y  pocas  carnes.  Acido  benzoico.  Jugo  de  limón  para  neu- 
tralizar el  carbonato  de  amoniaco.  Cuando  comienza  á  enturbiarse  la 
orina,  agua  de  Yichy  ó  de  Seltz.  Pildoras  de  tanino  y  de  aloes,  pudiendo 
también  ser  útiles  el  cólchico,  el  percloruro  de  hierro  y  la  jalapa. 

£1  parto  prematuro  solo  está  indicado  en  los  casos  más  graves. 

Tratamiento  de  los  ataques.  Médico,  Sin  impedirlos  movimientos  á  la 
mujer,  evitar  su  calda  de  la  cama  y  la  mordedura  de  la  lengua. 

Cloroformo,  inyecciones  hipodérmicas  de  morfina  ó  enemas  de  hi- 
drato de  doral. 

La  sangría  produce  solo  una  mejora  pasagera.  Las  evacuaciones  san- 
guíneas en  la  región  renal  le  han  dado  buenos  resultados. 

Si  todo  lo  dicho  fracasa,  recuérdese  queLangue,  en  un  caso  en  que 

resultaron  inútiles,  el  parto  artificial,  la  sangría,  el  hielo,  los  enemas 

de  morfina  y  el  cloroformo,  practicó  la  transfusión  después  de  veinte  y 

dos  accesos  y  la  enferma  se  salvó;  se  trataba  de  una  secundípara  con 

dema  y  albuminuria. 

Obstétrico,  Si  lacibe?a  está  encajadi,  deb3  aplicarse  el  fórceps  en 


NOTICIAS    CIENTÍFICAS.  189 

interés  del  niño,  y  si  ]a  presión  de  esta  parte  del  feto  se  considera  causa 
de  los  ataques,  debe  recurrirse  inmediatamente  al  fórceps  ó  la  versión, 
aunque  de  momento  aquellos  se  exageren. 

La  concordancia  de  les  autores  acerca  de  la  utilidad  de  los  narcóticos 
y  en  especial  de  la  morfina,  en  la  eclampsia,  es,  pues,  general,  aun- 
que sea  exagerado  hablar  como  Farlane  tan  categóricamente  en  su  fa- 
vor.—(Fargas). 

Curare  artificial.— M.  Rabuteau  ha  presentado  á  la  Sociedad  de  Bio- 
logía una  nueva  sal  blanca,  de  sabor  amargo,  soluble  en  el  agua  y  en  el 
alcohol  y  cuyas  propiedades  físicas,  químicas  y  fisiológicas  son  del  todo 
semejantes  á  las  del  curare.  La  composición  puede  representarse   con 

la  fórmula  del  ioduro  de  amonio  5?  NI,  en  laque  se  ha  sustituido  el 

h) 

nitrógeno  por  el  antimonio  y  reemplazado  el  hidrógeno  por  los  radica- 
les  metílicos  y  etílicos,  resultando  ggJV  Sbl,  que  es  la  fórmula  del 

C«H«) 

nuevo  cuerpo. 

Bajo  el  punto  de  vista  químico,  este  cuerpo  obra  como  el  ioduro  de 
potasio,  adquiere  color  azul  en  presencia  del  almidón,  pudiendo  tam- 
bién, como  este  último,  producir  un  óxido.  Con  este  curare  artificial  se 
puede  repetir  el  experimento  de  Cl.  Bernard  en  la  rana,  destruir  la  con- 
tracción nerviosa,  conservando,  sin  embargo,  la  contractilidad  muscular. 

En  su  acción  fisiológica  es  imposible  reconocer  la  acción  propia  del 
antimonio  ó  de  los  preparados  antimoniales;  no  aparecen  vómitos  en  los 
animales,  el  metaloide  se  ha  combinado  intimamente  con  los  radicales 
alcohólicos,  ha  perdido  por  tanto  su  autonomía,  comportándose  química 
y  fisiológicamente  como  lo  baria  un  cuerpo  simple,  como  por  ejemplo 
el  potasio. — (S.  Cardó  ) 

Atmósfera  fría  y  liúmeda. — El  Boletín  semanal  de  la  estadística 
municipal  de  Londres,  llama  la  atención  acerca  del  gran  número  de  de- 
funciones que  ocurren  en  dicha  capital  cuando  la  niebla  es  muy  espesa 
y  el  termómetro  baja.  Aparte  de  las  epidemiaade  cólera  de  1849, 1854  y 
1866,  la  mortalidad  de  Londres  ha  subido  en  tres  ocasiones  distintas, 
siempre  existiendo  nieblas  y  frío:  en  la  semana  de  14  á  20  de  Diciembre 
de  1873,  en  que  hubo  una  niebla  memorable,  que  mató  muchos  animales 
de  la  Exposición  Islington  Cattle,  llegando  la  proporción  á  37'5;  en  la 
de  1  á  7  de  Febrero  de  1880,  que  alcanzó  hasta  46*7;  y  en  la  última  se- 
mana (13  á  19  de  Febrero  de  este  año),  que  fué  de  35*3.— Todas 
las  edades  han  sufrido,  pero  menos  los  niños  del  primer  año  y  más  los 
viejos.— Las  enfermedades  más  frecuentes  han  sido  las  de  los  órganos 
respiratorios:  en  las  tres  semanas  anteriores,  murieron  de  estos  padeci- 
mientos 415,543  y  647,  y  en  la  que  me  ocupa  994  (696  bronquitis,  185 
pneiimonias).  El  carácter  letal  de  la  niebla  de  Londres,  se  comprueba 
teniendo  en  cuenta  que,  en  las  27  ciudades  de  la  provincia,  cuya  pobla- 
ción total  es  superior  á  la  de  Londres,  la  proporción  no  pasó  de  23*1  á 
25*2,  no  obstante  ser  la  temperatura  casi  igual.  ^(Rodríguez  Méndez.) 

Reumatismo  articular  agudo:  tratamiento. —  Semmola  aconseja,  y 
yo  he  podido  comprobar  alguna  vez  sus  buenos  efectos,  una  fórmula 
compuesta  de: 

Glicerina  bi-destilada 30  gramos. 

Bromuro  potásico 6       » 

Bromo 2  gotas. 

para  fricciones  sobre  las  articulaciones  dolorosas.— (Formiguera.) 


ESTADÍSTICA  DEMOGRÁfl 


POR    D.    JOAG 


I.   I^rlnoipales  lo 


LOCALIDADES. 


i. 

2. 

3. 

4. 

6. 

6. 

7. 

8. 

9. 
10. 
11. 
18. 


* 


Barcelona. .  .  • 

Orada 

R«us.. 

Tortosa.. 
Tarragona..  .  . 

Lérida 

Babadell 

Hataró 

Manresa 

Gerona. 

Igualada.   .  .  . 
Olot. 

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Casa  de  Ayuntamiento. 


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1*42 
1*07 
0*39 
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0'44 
1*23 
0*71 
0*54 
0*44 
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POBLJlGIOI. 


248,534 
33,696 
27,510 
24,270 
23,245 
19,937 
18,185 
17,070 
16,619 
14,829 
11,882 
6,867 


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58,204*69 
23,729*57 
25,710*28 
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29,056*25 
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14,784*55 
24.042*25 
30,755*93 
33,702'27 
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LOCALIDADES. 


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3.* 
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11.* 

12.» 


Barcelona. . 
Gracia.  .  .  . 

Reus 

Tortosa..  .  . 
Tarragona.. 
Lérida  .  .  . 
SabadeU..  . 
Matará..  .  . 
Manresa..  . 
Gerona..  .  . 
Igualada..  . 
Olot..  .  .  .  . 


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EDAD   r>B  LOS  FALLECIDOS- 


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19 
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11 
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PROVINCIAS. 


Barcelona.  . 
Tarragona. . 
Gerona.  •  .  . 
Lérida.  .  ■  . 

TOTAf. 

(Cataluña.). 
ESPAÑA..  . 


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192  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Eritema  sintomático  de  los  tumores  cerebrales. — Un  nuevo  sín- 
toma de  los  tumores  cerebrales  ha  sido  descrito  por  Ball  (L'Eneéphale). 
Se  trata  de  un  eritema  ya  pasajero,  ya  permanente,  que  se  desarrolla 
en  diversas  partes  del  cuerpo,  pero  siempre  en  el  lado  en  que  radica  la 
hemiplegia.  Estas  añrmaciones  están  basadas  en  tres  casos  clínicos. 
El  primero  se  refiere  á  una  mujer  afecta  de  un  tumor  cerebral,  de 
origen  sifilítico,  que  presentó  varias  veces  consecutivas  los  síntomas 
de  una  erisipela  del  lado  derecho  de  la  cara,  cuya  aparición  y  desapari- 
ción se  hacían  de  una  manera  brusca.  El  segundo  recae  en  otra  mujer 
que,  representando  todos  los  síntomas  racionales  de  un  tumor  cerebral, 
se  vio  afectada  gran  número  de  veces  de  un  eritema  nudoso  en  la  pierna 
y  antebrazo  derechos.  La  tercera  observación  es  otro  caso  de  tumor  ce- 
rebral en  el  curso  del  que  se  desarrolló  un  eritema  compuesto  de  placas 
de  color  rojo  violáceo.  El  autor  cree  que  en  estos  casos  se  trataba  de  una 
parálisis  do  los  nervios  vaso-motores.— (Verdós.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 

Catedráticos  de  Medicina  de  Barcelona.— En  virtud  de  la  nueva  ley  de 
presupuestos,  se  establecen  desde  principios  de  este  año  los  siguientes  suel- 
dos: 

Kúmero 
del  escaUfon.       I0MBE19. Patitas. 

5  O.  Joaquín  Cii  y  Borés.  .    .    .    .    '.    .  10,000 

3L  >    Garlos  Siloniz  y  Ortiz 7,b00 

90  »  Juan  RuU  y  Xuriach  (Decano).    .    .  6,500 

129  »    Narciso  Carbó  Aloy 6,0U0 

465  »    Juan  Giné  Partagás 5,000 

907  »    Rafael  Kodriguez  Méndez 5,000 

238  »  Bartolomé  Robert  Yarzabal.    .    .    .  4,000 

241  »    Ignacio  Valentí  Vivó 4,000 

250  I    Antonio  Morales  Pérez :  4,000 

282  >  Kamon  Coll  y  Pujol  (Secretario).    .  3,500 

312  »    Mariano  BatUcs  Beltran 3,500 

322  »    Joaquín  Bonet  Amigó 3  5IK) 

34 f:  I    Nicolás  Homs  Pascuets 3,500 

35S  »  Jaime  Hamon  Coll  Domenech.     .    .  3,500 

Cátedra  vacante. — Real  orden  de  23  de  Febrero,  mandando  se  provea  por 
oposición  la  cátedra  de  Patología  general  vacante  en  la  Facultad  de  Barcelona. 
Gaceta  del  7  de  Marzo. 

Cólera-morbo.— Orden  declarando  sucias  las  procedencias  de  Bombay  (In- 
dia inglesa)  á  partir  del  6  de  Febrero. — Id.  del  9  id. 

Sanidad  marítima.— R^al  orden  de  10  de  Marzo,  aumentando  en  240  pe  e- 
tas  anuales  la  cantidad  consignada  para  material  de  las  Direcciones  de  4/ 
clase.— id.  del  17  de  id. 

Provisión  de  Cátedras. — Reales  decretos  de  17  de  Marzo,  disponiendo  en 
uno  de  ellos  el  modo  de  ingresar  en  el  Profesorado  á  los  opositores  que  fue- 
ron postergados,  yen  lo  en  lugir  preferente  de  la  terna,  y  el  otro  aboliendo  las 
ternas  y  estableciendo  la  propuesta  unipersonal. — Id,  del  18  id. 

Exposición  nacional. — Real  orden  de  17  de  Marzo  para  celebrar  una  E!C- 
posicíon  nacional  de  minería y  aguas  minerales. — Id,  del  18  id. 

PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Ateneo  Barcelonés. — Discurso  inaugural,  por  D.  Bartolomé  Rober 

De  la  aplicación  de  la  Higiene  en  las  clases  populares.-  Por  D.  José  Ramón 
de  Torres  y  Martínez,— Sevilla,  1881. 

Tendencias,  unidad  y  porvenir  de  la  Medicina  y  de  la  Terapóutica.— 
Discurso  inaugural  en  la  Academia  Medico -fannaocutica,  por  D.  Estanislao  Andreu 
Serra.— Barcelona,  1882. 

Acta  de  la  sssioa  inaugural  de  la  Academia  Médico-farmacéutica  de  Barcelona. 

Dictante  a  emitido  por  la  comisión  nombrada  por  iicha  Academia  con  motivo 
de  la  epidemia  de  barampion  que  sufre  Barcelona.— 1882. 

Periódicos:  knalea  de  Cirugía,  Madrid. 


^«ic  V) 


Tomo  n.  Htun.  ?.  15  ibrU  de  1882.  Ano  11.  Núm.  3Í 


Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  Gomen  tartos  clínicos.  Reflejos  patológicos,  por  D.  Pedro  TerdóB.~CllnÍca  oftal- 
mológica, del  Br.  S.  Barraquer.— Obserraciones  recogidas  por  el  Ayadante,  B.  Jíosé 
Preaafl.— •Anatomía  de  los  centros  cerviosos  (continuación),  por  B.  M.  Farsas  Boea.— 
Contribncion  al  estudio  del  ácido  salicllico  y  sus  compuestos,  en  particular  del  salícilato  só- 
dico en  el  tratamiento  del  reamatismo (continuación),  por  B.BI.  E.Moréy  Bar^U.— Revis- 
ta de  medicina,  por  el  Br.  Bosaliao  BoTira  y  Oliver.— Revista  de  siflliografia,  por  el 
Br.  B.  Alejandro  Planellaa.— Los  micrófltos  de  la  sangre  y  sus  relaciones  con  las  enfer- 
medades (continuación),  por  el  Br.  T.  Bichard  IieiVM.— NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Erup- 
ciones cutáneas  producidas  por  algunos  medicsmentos.— Sífilis:  tratamiento  por  las  inyec- 
ciones subcutáneas  de  peptona  mercurico-amónica.  —  Herencia  morbosa.— Apomorfina:  ac- 
ción expectorante. — Seeeion  ofieial:  Cátedras  vacantes.— Aguas  minero-medicinales  españo- 
las. Cólera  morbo*— /{emtlidos:  Repaso  de  histología.—  Del  empteo  del  hierro  en  la  estación 
de  la  primavera. 


COMENTARIOS  CLÍNICOS. 


S.SV^XiBJ'OS    p^a7ozj<3ozoos, 
POR  D.  Pedro  Verdós. 

Neuropatías  dependientes  de  trastornos  gastro-intestinales. 

El  estado  actual  de  la  ciencia  obliga  todavía  á  prescindir  de  la  noción 
anatomo-físiológica  de  la  enfermedad  en  la  resolución  de  gran  número 
de  problemas  clínicos.  Y  si  bien  no  me  cuento  yo  entre  los  que,  como 
Perls,  juzgan  que  el  médico  puede  muchas  veces  hacer  abstracción  del 
trastorno  material  para  el  deslinde  de  muchas  cuestiones  prácticas;  no 
puedo  dejar  de  reconocer  que  el  período  histórico  contemporáneo  está 
aun  bajo  el  peso  del  más  abominable  empirismo.  Mi  anterior  artículo 
sobre  el  estudio  de  los  fenómenos  reflejos  de  naturaleza  patológica  ten- 
día á  esclarecer  alguno  de  los  importantes  puntos  de  su  fisiología,  que 
es  la  base  más  firme  para  llegar  al  racionalismo  médico.  Hoy  me  pro- 
pongo ocuparme  de  un  orden  de  fenómenos  acerca  de  los  que  todavía  no 
se  ha  legislado;  hechos  cuya  génesis  intima  ha  quedado  hasta  ahora  ocul- 
ta á  las  investigaciones  más  sagaces,  y  sobre  los  que  la  clínica  clama  á 
voz  en  grito  para  que  se  señale  su  derrotero,  en  el  que  naufragan  y  se 
estrellan  aun  aquellos  que  van  armados  de  la  potente  brújula  del  talen- 
to. En  esta  atención  debo  desde  luego  desistir  de  presentar  el  problema 
tal  como  lo  exigirla  el  racionalismo  imperante  y  veréme  obligado,  bien 
á  pesar  mió,  á  ceñirme  al  relato  de  algunos  casos  clínicos  que  yo  califi- 
co de  interesantes. 

Desde  que  Trousseau  ha  dado  á  conocer  en  su  obra  monumental  (CIU 
nica  médica  del  HoteUDieu)  el  vértigo  por  dependencia  gástrica-*  vértigo 
á  estomacho  loeso^^los  casos  de  alteraciones  nerviosas  subordinadas  á 
trastornos  de. las  vías  digestivas  se  han  multiplicado  hasta  la  saciedadé 
Y  no  es  que  se  trate  ya  de  excitaciones  patológicas  que  retumbando  en 


194  REFLEJOS  PATOLÓGICOS. 

los  centros  de  la  inervación  despierten  fenómenos  relacionados  con  el 
funcionalismo  higido  del  cerebro,  de  la  médula  y  del  simpático,  sino  que 
se  trata  de  verdaderas  alteraciones  tróficas  de  distintos  órganos,  que  se 
han  visto  aparecer  durante  el  curso  de  algunas  afecciones  de  las  vías 
digestivas.  El  estudio  de  las  trofo-neurósis  reflejas  forma  hoy  dia  una 
rama  importantísima  de  la  neuropatología,  porque  llevados  estos  pro- 
blemas al  terreno  de  la  práctica  constituye  una  dificultad  á  veces  insu- 
perable el  hallazgo  del  foco  de  donde  arranca  la  excitación  que  da  lugar 
al  acto  reflejo. 

Si  yo  aspirara  á  presentar  un  cuadro  completo  de  todas  las  neuropa- 
tías dependientes  de  trastornos  del  tubo  digestivo,  podria  ofrecer  á  la 
consideración  de  mis  colegas  algunas  historias  clínicas  verdaderamente 
importantes,  que  pondrían  de  manifiesto  cómo  las  funciones  cefálicas  lle- 
gan á  alterarse  por  el  influjo  de  órganos  muy  distantes.  Pero  como  esto 
no  constituye  la  parte  principal  del  punto  que  me  propuse  desarrollar, 
deberé  tratar  de  él  muy  someramente  y  á  guisa  de  cuestión  incidental, 
para  fijarme  predilectamente  en  el  estudio  de  aquellos  actos  reflejos  que 
dan  por  resultado  alteraciones  que  á  primera  vista  no  parecen  interve- 
nidas por  la  acción  de  los  nervios. 

Poco  necesito  esforzarme  para  dejar  demostrada  la  influencia  que  las 
alteraciones  del  tubo  gastro-intestinal  ejercen  en  la  producción  de  tras- 
tornos reflejos  dependientes  del  cerebro  y  de  la  médula:  la  observación 
clínica  de  todos  los  tiempos  se  ha  encargado  de  evidenciarla,  y  yo  no  po- 
dré hacer  aquí  otra  cosa  que  corroborar  estas  aseveraciones  prácticas 
con  datos  de  mi  propia  experiencia.  Han  pasado  ya  á  adquirir  el  carác- 
ter vulgar,  á  puro  hecho  de  repetirse,  las  irradiaciones  reflejas  que  apa- 
recen en  el  curso  de  la  dispepsia  y,  lo  que  es  más  todavía,  se  presenta 
una  variedad  tal  en  este  orden  de  alteraciones  neurósicas,  que  se  han  es- 
tablecido diferentes  formas  de  esta  enfermedad,  señalándolas  en  los  cua- 
dros nosológicos  con  los  nombres  de  dispepsia  paraliticay  convulsiva, 
vertiginosa,  etc.  Yo  no  tengo  reparo  alguno  en  asegurar  que  estas  deno- 
minaciones y  estas  especies  morbosas  están  destinadas  á  desaparecer  de 
nuestros  clásicos;  porque  á  medida  que  se  observen  nuevos  reflejos 
patológicos  de  origen  gastro-intestinal,  y  estos  se  'observarán  forzosa- 
mente á  la  vuelta  de*  más  ó  menos  tiempo,  á  medida  que  estas  adquisi- 
ciones se  vayan  haciendo  deberian  establecerse  tantas  formas  de  dispep- 
sia cuantos  fueren  los  actos  reflejos  observados,  y  se  comprende  fácil- 
mente que  por  este  camino  llegaríamos  muy  pronto  al  absurdo.  Yo  creo, 
y  no  temo  ver  fallidas  mis  esperanzas,  que  cuando  la  observación  sobre 
este  particular  se  haya  ampliado  todavía  más  deberán  comprenderse 
bajo  un  solo  nombre  y  como  formando  una  especie  morbosa  distinta,  to- 
das las  irradiaciones  reflejas  que  aparecen  en  el  curso  de  la  dispepsia. 
¿Quién  sabe  si  el  porvenir  llegará  á  designar  este  conjunto  de  fenómenos 
clínicos  con  el  nombre  de  dispepsia  mRADiATivA,  para  distinguirla  de  la 
dispepsia  neurósica  que  debe  ser  la  que  está  sostenida  por  alguna  altera- 
ción primitiva  del  sistema  inervador? 

Pero  dejemos  estas  consideraciones  de  orden  puramente  especulativo 
y  atengámonos  á  lo  que  la  práctica  revela  con  respecto  al  estudio  de  esta 
clase  de  fenómenos.  He  visto,  hace  algunos  meses,  un  caso  de  apoplegia 


HEPLEJOS  PATOLÓGICOS.  195 

determinado  por  simple  acción  refleja.  El  hecho  recayó  en  una  señora 
de  50  años  de  edad,  de  temperamento  linfático-nervioso  y  de  buena  cons- 
titución. Sin  que  jamás  hubiese  experimentado  molestia  alguna  en  sus 
digestiones  y  sin  ofrecer  antecedentes  que  referir  á  la  afección  que  des- 
cribo, cayóse  cierto  dia  al  suelo  en  verdadero  estado  apopléctico:  ]as 
facultades  intelectuales  estaban,  en  este  instante,  abolidas;  la  resolución 
muscular  era  completa  y  la  sensibilidad  se  habia  en  un  todo  extinguido; 
el  ritmo  respiratorio  y  los  movimientos  del  músculo  cardiaco  se  sucedían 
con  una  pausa  sorprendente.  La  circunstancia  de  que  este  conjunto  de 
fenómenos  se  desarrollara  pocos  momentos  después  que  la  paciente  hu- 
biese comido  me  hizo  sospechar  la  existencia  de  alguna  relación  directa 
entre  el  estado  apopléctico  y  algún  trastorno  que  radicara  en  el  estó- 
mago; y  muy  pronto  pude  ver  conGrmadas  estas  suposiciones  por  cuanto 
después  de  desocupar  la  cavidad  gástrica,  á  beneflcio  de  la  acción  del 
tártaro  emético,  vi  alejarse  con  gran  prisa  todos  los  fenómenos  que  cons- 
tituyen el  patrimonio  de  la  apoplejía.  ¿Quiere  darse  un  enlace  más  Inti « 
mo  entre  las  encefalopatías  y  los  trastornos  gástricos,  que  el  que  se 
deduce  de  la  historia  clínica  que  acabo  de  apuntar?  Pero  si  este  solo 
hecho  no  fuere  suficiente  para  establecer  criterio,  me  seria  fácil  detallar 
algunos  casos  de  vértigo  dependiente  de  padecimientos  del  estómago,  que 
vendrían  á  dejar  demostrada  la  posibilidad  y  la  frecuencia  con  que  se 
desarrollan  los  actos  reflejos  cerebro-medulares  bajo  el  influjo  de  tras- 
tornos gastro-intestinales.  Me  creo  dispensado  de  insertar  una  palabra 
más  sobre  este  punto  que  no  constituye  la  parte  principal  de  mi  tesis, 
porque  tratándose  de  hechos  que  hoy  dia  están  demostrados  hasta  la 
evidencia  el  insistir  con  impertinente  empeño  en  su  demostración  seria 
motivo  suficiente  para  dispertar  la  duda. 

Hay  otro  orden  de  fenómenos  reflejos  cuya  génesis,  á  primera  vista, 
cuesta  trabajo  convencerse  de  que  venga  intervenida  por  la  acción  del 
sistema  nervioso;  y  el  médico  que  no  esté  convenientemente  prevenido 
deberá  por  fuerza  extraviarse  en  sus  escursiones  clínicas.  El  corazón,  l03 
pulmones,  el  globo  del  ojo,  la  piel,  los  músculos,  etc.,  pueden  experi- 
mentar alteraciones  orgánicas  y  funcionales  por  simples  trastornos  del 
tubo  digestivo  y  cuando  se  trata  de  indagar  los  lazos  de  unión  que  exis- 
ten entre  estos  y  aquellas  se  vé,  después  del  más  concienzudo  examen, 
que  solo  por  la  intervención  de  los  conductores  nerviosos  puede  com- 
prenderse la  concomitancia  de  ambos  procesos.  Antes  de  aventurar  jui- 
cio alguno  sobre  el  mecanismo  de  producción  de  estos  fenómenos  y  sobre 
la  manera  de  curarlos,  interésanos  proceder  á  su  descripción,  siquiera 
sea  de  una  manera  sumaria. 

Hace  muy  poco  tiempo  (Setiembre  de  1881)  que  se  ha  llamado  la 
atención  por  primera  vez  acerca  de  algunas  alteraciones  orgánicas  del 
globo  del  ojo  que  aparecen  en  el  curso  de  la  entero-colitis  aguda  y  de  la 
diarrea  idiopática  de  la  primera  infancia  {Crónica  oftalmológica).  Los 
trastornos  oculares  que  en  estas  circunstancias  han  podido  observarse 
son:  la  hiperemia  conjuntival,  la  conjuntivitis  simple  y  la  necrosis  de  la 
córnea.  El  Dr.  Guijo,  autor  de  estas  observaciones,  no  sabe  darse  cuenta 
de  ellas;  manifiesta  que  ve  una  relación  directa  entre  el  trastorno  ocular 
y  el  intestinal,  pero  que  desconoce  cual  es;  asegura  ser  indudable  que  la 


i96  REFLEJOS  PATOLÓGICOS. 

génesis  de  la  conjuntivitis  arranca  de  una  causa  interna,  y  añade,  que 
acaso  con  observaciones  sucesivas  se  podrá  resolver  la  cuestión.  Ahora 
bien,  yo  me  pregunto  y  pregunto  á  aquellos  cuya  dilatada  práctica  les  da 
derecho  á  dirimir  dudas,  ¿puede  aceptarse  en  clínica  severa  que  estos 
casos  de  hiperemia  conjuntival  y  de  conjuntivitis  sean  hijos  ya  de  una 
constelación  especial,  ya  de  alguna  discrasia,  ya  de  un  estado  adiná- 
mico, etc.,  cuando  el  observador  que  los  vio  afirma  que  nada  concurría 
en  los  sugetos  que  fuera  suficiente  á  explicar  tales  fenómenos?  Si  la  afec- 
ción ocular  se  desarrolló  al  calor  de  la  entero-colitis  y  si  ningún  medi- 
camento fué  capaz  de  vencer  aquel  trastorno  que  solo  se  apagó  á  medida 
que  el  proceso  intestinal  cedia,  yo  no  sé  calificar  el  hecho  de  otra  cosa 
que  de  una  Irofo-neurosis  refleja.  Yo  no  he  pretendido  más,  al  insistir 
sobre  este  particular,  que  llamar  la  atención  de  los  médicos  acerca  de 
un  punto  notable  de  la  historia  de  las  trofo-neurosis,  y  como  me  complaz- 
co en  el  adelantamiento  de  la  ciencia  y,  por  otra  parte,  mi  voz  carece 
de  valía,  quisiera  que  la  tesis  que  he  venido  sosteniendo  fuera  probada 
por  otros  antes  que  yo  la  enunciara,  porque  de  esta  suerte  adquiriría  la 
autoridad  que  le  falta  con  haber  salido  de  mis  labios. 

No  necesito  explicar  tan  detenidamente,  porque  se  trata  de  hechos  ya 
más  conocidos,  la  variedad  de  trastornos  materiales  que  aparecen  en  el 
aparato  pulmonar  durante  el  curso  de  la.s  enfermedades  de  las  vías  di- 
gestivas. Peter  ha  visto  desarrollarse  la  congestión  activa  del  pulmón  á 
consecuencia  del  cáncer  del  estómago,  y  explica  este  fenómeno  por  una 
acción  refleja  intervenida  por  el  nervio  pneumo-gástrico,  y  creo  que  na- 
die llegará  á  dudar  de  estas  observaciones  que,  con  ser  de  Peter,  van 
suficientemente  garantidas,  ya  que  se  trata,  á  mi  entender,  de  uno  de 
los  primeros  clínicos  de  Europa.  Pero  yo  no  pretendo  imponer  ideas  á 
nadie,  y  por  si  alguien  se  obstinara  en  admitirlos  conceptos  vertidos  por 
el  gran  clínico  de  Francia,  me  siento  obligado  á  apuntar  datos  de  otro 
orden  que  vengan  en  apoyo  de  mis  creencias.  Hoy  dia  no  es  ya  una  ra- 
reza ver  hemorragias  bronco-pulraonares  hijas  del  zooparasitismo  intes- 
tinal, y  la  aparición  de  este  flujo  sanguíneo  no  cabe  ser  interpretada  de 
otra  manera  que  por  una  alteración  refleja  de  los  nervios  vaso-motores. 
Pero  hay  más  todavía;  se  citan  algunos  casos  de  supuración  pulmonar, 
diagnosticados  de  tisis  por  clínicos  eminentísimos,  que  han  visto  curarse 
rápidamente  después  de  la  eliminación  de  una  larga  tenia  que  anidada 
enelinteiior  del  tubo  digestivo.  ¿Quién,  que  se  precie  de  imparcial, 
podrá  negar  que  tales  casos  entren  de  lleno  en  el  estudio  de  las  trofo- 
neurosis  reflejas? 

Otro  de  los  órganos  que  suelen  hacercc  partícipes  de  los  males  del 
estómago,  es  el  corazón.  La  híperquinesia  cardíaca  se  presenta  con  harta 
frecuencia  en  el  curso  de  la  dispepsia.  Podría  citar  algunas  historias  clí- 
nicas en  apoyo  de  este  aserto,  pero  quiero  limitarme  á  la  narración  de 
un  caso  que  considero  elocuente  por  más  de  un  concepto.  Se  trata  de  un 
joven  alférez  de  esta  plaza,  que  por  un  cargo  especial  que  desempeña,  y 
por  dedicarse,  al  propio  tiempo,  á  los  estudios  de  Justiniano  lleva  una 
vida  en  extremo  sedentaria.  Su  carácter  retraído  y  tímido  sirve  de  ga- 
rantía para  desechar  cierto  orden  de  causas,  dignas  siempre  de  invocarse 
cuando  se  trata  de  individuos  de  la  edad  y  condiciones  del  de  la  presente 


REFLEJOS  PATOLÓGICOS.  197 

observación.  Este  joven  aquejó  por  espacio  de  más  de  un  año  palpitación 
nes  cardíacas  de  accesos  frecuentes  y  de  intensidad  tal  que  llegaron  á 
poner  en  verdadero  peligro  su  vida.  Durante  este  espacio  de  tiempo  las 
medicaciones  que  se  emplearon  fueron  varias  y  todas  ellas  impotentes 
para  dominar  el  mal.  Confieso  que  el  juicio  clínico  que  en  un  principio 
yo  estableciera  resultó  erróneo;  pero  no  debo  considerarlo  tan  fuera  de 
lugar  por  cuanto  habiendo  el  individuo  recorrido  el  bufete  de  varios  afa- 
mados prácticos  de  esta  capital  todos  los  medicamentos  que  se  le  indi- 
caron tenian  iguales  miras  que  el  plan  predilecto  que  yo  le  habia  tra- 
zado. La  inutilidad  de  las  medicaciones  empleadas  se  acompañaba  de  un 
incremento  notable  en  los  accesos,  y  asi  fué  que  el  espasmo  cardiaco  al- 
canzó tal  intensidad,  que  algunas  veces  se  desarrollaron  síntomas  tan 
alarmantes  (lipotimias,  perfrigeracion  cutánea,  sudores  profusos,  etcé- 
tera) que  hicieron  temer  fundadamente  una  parálisis  del  corazón.  La 
persistencia  del  mal  me  indujo  á  sospechar  el  carácter  de  estas  palpita- 
ciones y  puse  entonces  el  individuo  al  uso  de  medicamentos  que  apaga- 
ran la  exitabilidad  refteja;  con  lo  cual  conseguí  un  descenso  notable  en 
el  número  é  intensidad  de  los  accesos.  £n  este  momento  fué  cuando  se 
destacó  en  el  cuadro  cierta  dificultad  en  las  digestiones  que  daba  exacta 
cuenta  del  trastorno  cardíaco,  y  dirigiendo  el  tratamiento  á  regularizar 
oí  poder  digestivo,  el  mal  quedó  pronto  dominado.  Hay  en  este  caso  de 
notable  el  fenómeno  déla  excitabilidad  cardiaca  como  síntoma  exclusivo 
de  la  dispepsia,  sin  que  la  más  ligera  incomodidad  gástrica  acusara  el 
origen  del  mal.  Y  debo  hacer  constar  que  más  de  una  vez  interrogué  al 
enfermo  acerca  de  este  particular  sin  que  nunca  pudiera  deducir  dato 
alguno  positivo  de  este  interrogatorio.  Hay  que  deducir  de  aquí,  por 
tanto,  que  los  trastornos  del  estómago  son  susceptibles  de  revelarse  úmOL" 
MENTE  por  síntomas  cardiacos.  Guando  esto  queda  sentado,  las  dificulta- 
des con  que  han  de  tropezarse  al  establecer  un  diagnóstico  son  tan  evi- 
dentes que  no  necesitan  ser  consignadas.  Insistiré  luego  sobre  este  caso 
por  las  útiles  enseñanzas  que  se  desprenden  del  tratamiento  empleado. 

Para  terminar  la  larga  lista  de  actos  reflejos  de  origen  gastro-intesti- 
nal  réstame  apuntar  algunos  datos  referentes  á  trastornos  déla  sensibi- 
lidad y  del  movimiento  capaces  de  aparecer  en  el  curso  de  las  enferme- 
dades de  aquel  aparato.  Leven  ha  sido  el  primero  en  señalar  los  tras- 
tornos de  la  sensibilidad  y  motilidad  que  suelen  presentarse  en  la 
dispepsia.  Estas  alteraciones  que  comunmente  revisten  el  carácter 
hiperestésico  radican,  en  la  mayoría  de  casos,  en  el  lado  izquierdo  del 
cuerpo.  No  debo  insistir  más  sobre  este  punto,  porque  cuanto  dijera  seria 
la  repetición  de  ideas  vertidas  en  una  nota  que  publiqué  en  este  mismo 
periódico  á  principios  del  año  anterior.  Me  remito  á  lo  entonces  manifes- 
tado como  datos  para  la  demostración  del  problema  que  estudio. 

Las  cuestiones  que  se  desprenden  del  cuadro  que  acabo  de  abocetar 
son  principalmente  dos:  una  de  orden  puramente  especulativo;  otra  de 
carácter  eminentemente  práctico.  La  primera  hace  referencia  al  modo 
cómo  se  desarrollan  los  fenómenos  reflejos  de  origen  gastrointostinal. 
No  pienso  ocuparme  de  ella  en  este  instante,  porque  como  quiera  que 
los  actos  reflejos  de  naturaleza  patológica  tienen  una  génesis  común,  sea 
cual  fuere  el  órgano  de  donde  broten,  debería  repetir  los  conceptos  en 


198  DE  LAS  ALTERAaONES  DE  LA  CÓRNEA. 

cada  uno  de  los  artículos  que  me  propongo  publicar,  y  asi  reservo  para 
el  final  tratar  estas  cuestiones  de  conjunto. 

Debo  ceñirme  exclusivamente  en  este  instante  á  la  cuestión  práctica 
que  es  la  que  se  refiere  á  la  terapéutica  de  estos  procesos.  Es  indudable 
que  la  separación  del  foco  productor  del  acto  reflejo  constituye  la  idea 
fundamental  á  que  debe  aferrarse  el  clinico,  y  es  indudable  también  que 
las  alteraciones  orgánicas  de  origen  reflejo  solo  pueden  corregirse  com  - 
batiendo  la  causa  productora:  véase  lo  que  sucede  en  los  casos  de  hemor- 
ragias bronco -pulmonares  sostenidos  por  trastornos  de  las  vías  digesti- 
vas que  únicamente  cesan  cuando'se  ha  extinguido  el  foco  generador. 
Pero,  si  los  trastornos  materiales  no  caben  ser  tratados  de  otra  manera, 
en  cambio  las  alteraciones  funcionales  de  origen  reflejo  se  prestan  á 
mayor  número  de  ensayos  terapéuticos.  Existe  un  grupo  de  medicamen- 
tos que  se  caracterizan  por  la  facultad  de  embotar  el  poder  reflejo,  y 
estos  agentes  deberán  utilizarse  siempre  que  se  presenten  fenómenos 
bastante  intensos  para  comprometer  la  vida  de  los  pacientes  y  que  la 
enfermedad  que  los  determina  sea  de  larga  curación.  En  el  caso  que 
dejo  narrado  del  joven  alférez  afectado  de  palpitaciones  cardíacas,  esta 
indicación  se  presentaba  con  todo  su  esplendor;  existian  síntomas  alar- 
mantes, verdaderamente  temibles,  sostenidos  por  un  trastorno  gástrico 
no  vencible  en  breves  instantes,  y  en  estas  condiciones,  ¿qué  recurso  le 
quedaba  al  terapeuta?  Solo  la  medicación  sintomática  debia  ponerse  en 
juego,  y  esta  se  empleó  y  obedeció  á  mis  esperanzas.  Escuso  mentar  aquí 
cuáles  son  los  medicamentos  que  cumplen  estas  indicaciones  porque  son 
bien  conocidos  de  todo  el  mundo;  pero  me  atrevo  recomendar  la  cicuta  y 
sus  preparados  como  uno  de  los  mejores  que  pueden  emplearse. 


clínica  oftalmológica  del  dr.  j.  barraqüer. 

Observaciones  recogidas  por  el  Ayudante 

D.  José  Presas. 


Tratamiento  preventivo  de  las  alteraciones  de  la  córnea  en  la  oftalmía 

blenorrágica. 

Ramón  París,  de  21  años  de  edad,  impresor,  sufría  una  blenorragia 
uretral  desde  últimos  de  Enero,  y  consultó  por  una  conjuntivitis  puru- 
lenta muy  aguda  del  ojo  izquierdo,  el'dia  13  de  Febrero. — Se  siguió  el 
tratamiento  por  medio  de  las  sanguijuelas,  calomelanos  al  interior,  cau- 
terizaciones de  nitrato  de  plata  al  cinco  por  ciento,  pulverizaciones  de 
ácido  fónico  al  uno  por  ciento,  sin  que  se  evitase  la  formación  de  un 
grande  absceso,  que  ocasionó  la  pérdida  de  la  mayor  parte  de  la  córnea. 

£1  dia  16  se  desarrolló,  en  el  ojo  izquierdo,  la  oftalmía  con  la  misma 
intensidad  y  violencia  que  en  el  derecho.— El  enfermo  no  había  querido 
usar  el  vendaje  oclusivo.— La  conjuntivitis  se  desarrollaba  con  mucha 
intensidad,  pues  habia  adquirido  grandes  proporciones  en  el  intermedio 
de  una  á  otra  de  las  dos  visitas  diarias. — Temiendo  un  resultado  tan  des- 
agradable como  en  el  ojo  izquierdo,  el  Dr.  Barraqüer  excindió  la  conjun- 
tiva al  rededor  de  la  córnea,  en  la  extensión  dé  un  centímetro,  con  la 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NEaViOSOS.  109 

idea  de  confinar  la  inflamación  en  la  mucosa  que  cubre  los  párpados  y 
en  los  fondos  de  saco  de  la  conjuntiva  el  mismo  dia,  cloroformizando 
previamente  al  enfermo. 

La  oftalmía  purulenta  se  desarrolló  con  igual  intensidad  que  en  el 
otro  lado  segregando  grandes  cantidades  de  pus;  la  pérdida  de  sustancia 
se  cubrió  con  un  exudado  blanco  como  diftérico  y  la  córnea  conservó  su 
transparencia  durante  todo  el  curso  déla  oftalmía. — El  tratamiento  em- 
pleado fué  el  mismo  que  en  el  otro  lado,  exceptuando  las  pulverizaciones 
con  el  ácido  fénico,  siendo  sustituidas  por  lavatorios  con  agua  bórica  al 
cuatro  por  ciento;  dióse  de  alta  al  enfermo  el  dia  7  de  Marzo,  teniendo 
la  herida  del  todo  cicatrizada.  —  Esta  operación  obra  estableciendo  una 
interrupción  de  continuidad  entre  el  epitelio  y  los  vasos  linfáticos  de  la 
conjuntiva  y  de  la  córnea,  imposibilitando  de  este  modo  la  propagación 
del  proceso  supurativo  á  dicha  membrana. 

Cuerpo  extraño  alojado  en  la  órbita. 

El  Dr.  Barraquer  extrajo  el  dia  48  de  Marzo,  en  un  hombre  de  35  años, 
una  astilla  aplanada,  de  dos  milímetros  de  grueso,  dos  centímetros  de 
largo  por  ocho  milímetros  de  ancho,  que  hacia  diez  años  habia  sido  im- 
plantada violentamente,  durante  el  trabajo  de  carpintero,  entre  el  globo 
ocular  y  la  pared  inferior  de  la  órbita  por  el  fondo  de  saco  conjuntival.— 
El  enfermo  creía  que  en  aquella  ocasión  se  le  habia  extraído  el  cuerpo 
extraño  en  totalidad  y  consultaba  solamente  por  una  hiperemia  conjun- 
tival de  dicho  ojo. -El  fondo  de  saco  conjuntival  inferior  estaba  depri- 
mido en  su  centro  y  adherido  al  reborde  orbitario;  con  un  estilete  podía 
tocarse,  en  el  centro  de  la  depresión,  la  punta  del  cuerpo  extraño  que 
asomaba  en  el  fondo  de  saco  conjuntival.— Haciendo  una  pequeña  inci- 
sión en  dicho  fondo  de  saco,  se  pudo  extraer  el  cuerpo  extraño  que  no  ha- 
bia dado  ninguna  manifestación  desde  la  época  en  que  ocurrió  el  acci- 
dente. 

ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS,  (*> 
POR  Don  Miguel  A.  Faro  as  Roca. 


C.      EXTRUCTÜR/l  DE  LA   CORTEZA  CEREBRAL. 

Si  se  practica  un  corte  en  una  circunvolución  perpendicularmente  á 
su  eje  longitudinal,  se  observa  que  su  núcleo  está  formado  de  sustancia 
blanca,  continuación  de  la  del  hemisferio,  rodeado  pqr  una  cubierta  de 
sustancia  gris,  cuyo  espesor  varia  según  los  sitios,  pero  que  por  término 
medio  y  de  una  manera  bastante  general  tiene  siete  milímetros.  Esta 
cubierta  es  continua  en  toda  la  superflcie  de  los  hemisferios  y  lo  mismo 
desciende  al  fondo  de  la  más  profunda  cisura  que  se  eleva  a  la  cúspide 
de  la  más  elevada  circunvolución,  constituyendo  así  la  verdadera  cor- 
teza cerebral. 

Esta  corteza  tiene  altísima  importancia  en  físiología  y  en  patología. 


(i)    ContiauacioQ.— Véanse  los  números  25, 26,  27,  28,  29  y  30. 


200  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

á  pesar  de  lo  cual,  su  extructura  ha  sido  durante  mucho  tiempo  un  mis- 
terio y  continua  siéndolo  en  parle.  De  poca  aplicación  y  utilidad  son  los 
estudios  de  Baillarger  y  muchos  otros  parecidos,  al  encontrar,  en  cortes 
transparentes  de  la  capa  gris,  diver- 
sas zonas  decoloración  distinta.  Es- 
to, aparte  de  que  puede  depender  de 
la  mayor  ó  menor  imbibición  de  los 
tejidos,  según  el  grado  de  descom- 
posición, no  nos  dá  ninguna  indica- 
ción precisa  acerca  de  los  elementos 
y  de  la  situación  de  los  mismos  eu 
ella  contenidos. 

Los  estudios  de  Clarke,  evan- 
Lewis,  Gerlach,  Betz,  Kóllike  ,  Ro- 
bín, Luys,  Meynert,  etc.,  etc.,  han 
llegado  á  determinar  con  bastante 
precisión  la  textura  de  la  sustancia 
gris  de  las  circunvoluciones  y  han 
dado  algunos  detalles  con  notable 
exactitud.  Existe  una  concordancia 
casi  completa  entre  los  estudios  con- 
temporáneos, aceptando  la  mayoria 
de  autores  como  bueno  y  esactc  el  ti- 
po de  la  estructura  general  de  las 
circunvoluciones,  descrito  por  Mey- 
nert. 

Describe  Meynert,  como  tipo  co- 
mún de  extructura,  cin<:o  capas  en  la 
sustancia  gris  de  la  corteza  cerebral, 
fundándose  en  la  disposición  de  los 
clemeotos  anatómicos  (íig,  33), 

Primera  capa.  —Tiene  25  centési- 
moj!  de  milímetro  de  espesor,  y  sien- 
do la  más  superñcial  de  todas,  está 
formada  esencialmente  por  la  neuro- 
glia.  No  existe  acuerdo  aún  sobre  la 
naturaleza  de  esta  neuroglia:  quién 
la  de-icribe  como  un  tejido  reticula- 
do,  quién  cree  que  una  sustancia 
funda  meo  tal,  salpicada  de  (;ranula- 
clones,  constituye  su  esencia;  actual- 
me:ite  están  muy  en  boga  las  ideas 
de  Boíl  sobre  una  sustancia  funda- 
mental,  en  la  cual  están  repartidas 
moléculas  más  oscuras,  presentan- 
Fis.33.-E«r„aura  Je  1. «,...«    ^      ,  3,  escarcha;  pero  es 

cerebral  (tesuii  Mciíneil)-  .  .l,      .       j-    j  n    -.-  > 

imposible  decidir  aennitivamenle  si 

este  modo  de  confMTBaoiou  es  normal  ó  producto  de  la  muerte  de  los  te  - 
jidos.  " 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  201 

En  la  neuroglia,  y  por  lo  tanto  en  la  primera  capa  de  la  corteza  ce- 
rebral, existen  elementos  figurados  en  forma  de  núcleos  por  un  lado  y 
de  células  por  otro. 

Losnócleos,  llamados  por  Robín  mielocilos,  existen  en  gran  cantidad 
y  son  en  apariencia  completamente  libres,  presentando  un  volumen  de 
9  á  11  m.  m.  Los  bordes  están  perfectamente  destacados  y  en  su  inte- 
rior se  observan  con  frecuencia  dos  ó  tres  pequeñísimas  nucleolas:  mu- 
chos autores  creen  que  están  provistos  de  membrana  de  cubierta.  Dei- 
ters,  Boíl  y  otros,  los  consideran  como  células  embrionarias,  y  Meynert 
describe  lastransformaciones|patológicas  que  sufren  y  que  se  observan 
fácilmente  en  los  casos  de  parálisis  general:  se  hinchan  y  adquieren  pro- 
longaciones ramificadas  ofreciendo  una  forma  estrellada,  siempre  que  el 
tejido  está  sobrecargado  de  suero  intersticial. 

Las  células  de  la  neuroglia,  que  algunos  autores  conocen  con  el  nom- 
bre de  células  de  Deiters,  no  parecen  tener  verdadero  cuerpo,  dada  su 
pequenez  y  su  forma  especial.  Existen  en  todas  las  regiones  por  donde 
se  extiende  la  neuroglia,  pero  principalmente  al  rededor  de  los  vasos  y 
en  la  capa  de  la  corteza  de  que  me  ocupo.  Presentan  numerosas  prolon- 
gaciones, largas,  finas,  rectilíneas  é  indivisas,  lo  cual  hace  que  estas 
células  parezcan  más  bien  núcleos  situados  en  la  confluencia  de  las 
prolongacíoues. 

Algunos  autores  han  dejado  escapar  la  hipótesis  de  si  este  tejido  es- 
pecial de  la  neuroglia,  tendría  á  su  cargo  el  desempeño  de  las  funciones 
psíquicas,  pero  queda  esto  fuera  de  discusión  con  haber  demostrado  Mey- 
nert que  la  capa  externa  de  la  corteza  cerebral  es  mucho  más  gruesa  en 
ciertos  animales  que  en  el  hombre,  y  casi  existe  uniformidad  entre  los 
autores,  para  considerar  ala  neuroglia  como  una  dependencia  del  teji- 
do conjuntivo,  que  sirve  al  sistema  nervioso  de  armazón  y  de  sosten. 

Además  de  la  neuroglia,  existen  en  la  primera  capa  ciertos  elemen- 
tos nerviosos,  si  bien  en  escaso  número.  Alguna  célula  ganglionar,  de 
forma  casi  siempre  piramidal,  de  9  á  10  m.  m.  y  con  distintas  prolon- 
gaciones; tocando  á  la  superficie  misma  de  esta  capa,  hay  una  red  de 
finísimas  fibras  nerviosas,  y  en  todo  el  espesor  de  la  misma  un  entrete- 
jido de  fibrillas  nerviosas,  cuyas  conexiones  son  desconocidas,  pero  que 
probablemente  guardan  relación  con  las  ramificaciones  de  lascélulas. 

Aunque  la  neuroglia  constituya  la  mayor  parte  de  esta  primera  ca- 
pa, existe  también  en  lo  restante  de  la  corteza  cerebral,  si  bien  no  tan 
abundante,  y  hasta  se  extiende  por  el  espesor  de  la  sustancia  blanca 
después  de  sufrir  algunas  modificaciones. 

Segunda  capa  (fig.  33,  2).  Situada  inmediatamente  por  debajo  de  la 
precedente,  ofrece  un  grosor  de  25  centesimos  de  milímetro  y  aunque 
tiene  neuroglia,  esta  se  hace  invisible  ante  el  gran  número  de  células  gan- 
glionares,  multipolares,  que  la  constituyen.  Estas  células  ofrecen  casi  to- 
das la  forma  piramidal  con  el  vértice  dirigido  comunmente  á  la  superfi- 
cie y  tienen  un  volumen  de  10  m.  m.  Están  muy  apretadas  y  reciben  el 
nombre  de  pequeñas  células  pirsunidales  6  pequeñas  pirámides. 

Tercera  capa  (fig.  33,  3).  Constituida,  como  la  anterior,  por  células 
ganglionares  piramidales,  tiene  un  grosor  por  lo  menos  tres  veces  mayor 
que  aquella.  En  esta  capa  las  células  piramidales  son  mucho  más  claras. 


202 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 


aunque  su  forma  y  su  posición  son  análogas  á  las  de  la  anterior,  su  vo- 
lumen es  mucho  más  grande  y  va  aumentando  hacia  las  partes  profun- 
das de  dicha  capa,  pudiendo  variar  entre  25  á  45m.  m.;  por  eso  se  las 
conoce  con  el  nombre  de  grandes  células  piramidales,  grandes  pirámi- 
des ó  pirámides  gigantes,  según  Charcot. 

Los  elementos  constitutivos  de  la  segunda  y  tercera  capa,  son,  por 
consiguiente,  los  mismos  en  cuanto  á  su  naturaleza,  pero  varian  por  su 

agrupación  y  volumen,  lo  cual  hace 
diferenciar  estas  dos  regiones.  La  ex- 
tructura  de  las  grandes  y  pequeñas 
células  piramidales  es  idéntica. 

Las  células  nerviosas  de  la  cubierta 
gris  fueron  indicadas  por  primera  vez 
por  Malpígio  en  d687,  quien,  al  decir 
que  estaban  en  la  corteza  hemisférica 
como  incrustadas  en  una  sustancia 
fundamental,  del  mismo  modo  que  los 
granos  de  una  granada  en  la  sustan- 
cia blanca  fibrosa  que  los  rodea,  dio 
una  idea  exactísima  de  su  disposición, 
á  juzgar  por  lo  que  hoy  se  cree  sobre 
este  punto. 

En  efecto,  las  células  piramidades 
de  la  segunda  y  tercera  capa  están 
contenidas,  al  igual  de  todas  sus  pro- 
longaciones, en  los  huecos  formados 
por  la  neuroglia. 

La  célula  nerviosa  de  la  corteza 
tiene,  como  antes  he  dicho,  la  figura 
piramidal  con  el  vértice  dirigido  hacia 
la  superficie.  De  las  dimensiones  an- 
tes citadas  según  la  capa  que  se  estu- 
die, están  constituidas  por  una  masa 
deprotoplasmacon  granulaciones  pig- 
mentarias, más  ó  menos  numerosas 
según  las  células,  y  presentando  una 
extructura  fíbrilar  en  sentido  longi- 
tudinal según  unos  ó  circular  según 
otros,  resultando  en  fin  de  cuentas,  la 
falta  de  uniformidad  en  el  mismo  y  la 
existencia  en  todo  caso  de  estilacio- 
nes que  le  comunican  un  aspecto  areolar  (fig.  34). 

Hacia  el  centro  de  esta  masa  protoplasmática  se  observa  el  núcleo 
bien  visible  y  manifiesto,  lo  mismo  que  su  nucleola  ó  nucleolas,  por  más 
que  Luys,  fundado  en  estudios  de  micrografía,  pretende  negar  esta  últi- 
ma; núcleo  que,  según  algunos  autores,  seria  originado  por  una  conden- 
sación del  protoplasma  y  al  cual  irían  á  terminar  las  fibrillas  del  cuerpo 
de  la  célula  y  hasta  las  prolongaciones  de  la  misma. 

La  inmensa  mayoría  de  autores,  y  esta  parece  la  opinión  más  fun- 


Fig;.  34.-Grande  célula  pirami- 
dal (según  CharcotJ,  —  a,  cuerpo; 
b,  prolongación  basilar. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 


203 


dada,  cree  que  la  célula  nerviosa  no  tiene  cubierta,  por  más  que  Wal- 
ther,  Mauthner,  Reissner,  etc.,  opinen  que  existe,  y  Roudanowsky  llegue 
á  suponer  que  se  encuentra  envuelta  en  una  membrana  análoga  á  la 
mielina. 

De  la  periferia  de  cada  célula  nerviosa  nacen  prolongaciones  distin- 
tas, pero,  aunque  otra  cosa  se  haya  dicho,  no  establecen  ninguna  anas- 
tomosis directa  entre  célula  y  célula;  tienen  todas  ellas  una  extructura 
decididamente  fíbrilar,  cuyas  fibrillas,  al  penetrar  en  el  interior  de  la 
célula,  se  confunden  con  la  red  propia  de  la  misma. 

Se  ve  salir  una  prolongación  del  vértice  de  la  célula  y  varias  al  rede- 
dor de  la  base;  todas  estas  prolongaciones  se  van  dividiendo  y  dicomati- 
zando  por  la  separación  de  sus  fibrillas,  hasta  perderse  en  una  finísima 
red  de  fibrillas  nerviosas,  demostrada  por  las  investigaciones  de  Gerlach 
y  de  Boíl,  que  pone  en  comunicación  unas  células  con  otras.  Dar  más 
detalles  sobre  estas  anastomosis,  y  decir  como  Luys,  Butzke,  etc.,  que 
las  prolongaciones  del  vértice  ponen  en  comunicación  las  células  de  la 
tercera  capa  con  las  de  la  segunda  y  á  éstas  con  la  red  nerviosa  termi- 
nal, que  existe  en  la  primera,  es  aventurarse  á  consignar  hechos,  que 
faltos  de  la  comprobación  experimental,  no  solo  pueden  ser  inútiles  sino 
perjudiciales. 

De  la  base  de  cada  célula  se  ve  partir  una  prolongación,  que  si  bien 
tiene  como  las  anteriores  una  estructura  fibrilar,  es  indivisa  y  se  llama 

prolongación  cenlral  ó  basilar,  siendo  análoga 
á  las  prolongaciones  que,  en  las  células  de  los 
cuernos  anteriores  de  la  médula  (fig.  35)  se  co- 
nocen con  el  nombre  de  prolongaciones  de  Dei- 
ters.  Parece.demostrado  que  cada  prolongación 
basilar  se  continúa  directamente  con  una  fibra 
procedente  de  la  cápsula  interna,  las  cuales 
entran  en  pequeños  grupos  en  el  espesor  de  la 
corteza  cerebral,  poniéndose  de  este  modo  en 
comunicación  directa  con  las  células  pirami- 
dales. 

Cuarta  capa.  Tiene  un  espesor  de  25  cen- 
tesimos de  milímetro  y  está  también  formada 
de  células,  pero  muy  distintas  de  las  anterio- 
res. Con  un  diámetro  de  8  á  10  m.  m.,  son  ge- 
neralmente redondeadas  y  muy  raras  veces 
triangulares,  tienen  un  núcleo  y  existen  en 
gran  número;  no  ha  podido  demostrarse  aun 
si  tienen  extructura  fibrilar,  pero  si,  aunque 
muy  difícilmente,  se  han  encontrado  prolon- 
gaciones que  se  dividen  en  fibrillas  más  finas, 
lo  mismo  que  las  de  las  células  piramidales.  Queda  aun  por  compro- 
bar,  si  es  que  exista  la  conexión  de  estas  células  con  las  fibras  de  la 
corona  radiante,  aunque  en  teoría  parece  lógica  su  existencia.  Tienen 
estas  células  grande  analogía  con  las  células  sensitivas  de  la  protube- 
rancia. 

Por  mas  que  forman  una  capa  aparte,  existen  algunas,  en  muy  pe« 


Fig.  35. -Célula  multlpo- 
lar  de  la  médula  {según 
Wundt). 


204  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

queño  número,  intercaladas  con  las  piramidales  de  la  tercera  y  se- 
gunda. 

Quinta  capa»  La  más  profunda  de  todas,  tiene  un  espesor  de  50  cen- 
tesimos de  milímetro  y  está  formada  esencialmente  por  células  fusifor* 
mes  de  30  m.  m.  de  largo,  colocadas  longitudinalmente,  ofreciendo 
una  prolongación  en  cada  extremo  y,  según  Meynert,  prolongaciones 
laterales;  en  el  vértice  de  las  circunvoluciones,  guardan  una  posición 
vertjcal,  lo  cual  hace  suponer  fundadamente  á  Meynert,  que  estas  célu- 
las están  anexas  á  las  fibras  de  asociación,  opinión  que  no  sale  del  ter- 
reno de  las  suposiciones. 

Fundados  en  la  extructura  de  los  diversos  elementos,  muchísimos 
autores  admiten  con  Meynert,  que  las  células  piramidales  de  la  segunda 
y  tercera  capas  están  destinadas  á  funciones  tnotoras;  que  las  redondea- 
das de  la  cuarta,  vienen  ejerciendo  funciones  sensoriales,  y  que  las  fusi- 
formes de  la  quinta,  forman  parte  del  aparato  da  asociación.  Dando 
rienda  suelta  á  la  hipótesis,  y,  supuesto  que  en  la  corona  radiante  exis- 
ten fibras  motoras,  sensitivas  y  de  asociación,  encontramos  en  la  corteza 
cerebral  una  clase  de  células  para  cada  orden  de  fibras;  solo  falta  que  el 
hecho  de  las  células  piramidales  se  suponga  para  las  demás,  aunque  no 
esté  demostrado,  que  se  admita  que  las  células  sensitivas  van  á  termi- 
nar también  en  la  finísima  red  de  Gerlach,  y  que  las  de  asociación  están 
unidas  con  unas  y  con  otras,  y  queda  fecundísimo  campo  á  una  regular 
imaginación,  para  inventar  y  poetizar  sobre  el  mecanismo  elemental  é 
íntimo  de  los  actos  psíquicos.  Así  y  no  de  otro  modo  se  hace  por  mu- 
chos autores,  quienes  convierten  la  Anatomía  y  la  Fisiología  cerebrales 
en  una  belleza  seductora. 

Este  tipo  de  extructura,  que  acabo  de  describir,  prepondera  en  la  ma- 
yor parte  de  la  corteza  cerebral:  los  lóbulos  frontal,  parietal  y  temporal 
están  así  constituidos.  Pero  existen  otras  regiones  que  se  separan  de  esto 
modo  de  ser,  y  que  indicaré,  aunque  sea  someramente,  tanto  más,  en 
cuanto  esta  topografía  de  extructura  guarda  relación  con  las  funciones 
que  se  atribuyen  á  las  distintas  regiones. 

Lóbulo  occipital.  La  corteza  gris  de  la  punta  del  lóbulo  occipital  se 
separa  del  tipo  descrito  aunque  los  elementos  sean  los  mismos. 

Ya  Vicq-d*Azyr  habia  observado  que  al  practicar  el  corte  de  Vieus- 
sens  se  notaba  en  la  sustancia  gris  del  lóbulo  occipital  una  cinta  blanca 
que  la  dividía;  pero  á  este  detalle,  ni  se  le  daba  importancia,  ni  se  le 
atribuía  existencia  constante.  Los  estudios  de  Clarke,  y  en  especial  los 
de  Meynert,  han  dado  á  conocer  su  extructura  especial. 

En  vez  de  cinco  capas, se  encuentran  ocho,  délas  cuales  la  primera  y 
la  segunda  son  iguales  y  corresponden  por  su  orden  y  su  extructura  á  la 
primera  y  segunda  del  tipo  que  antes  he  descrito;  y  la  octava,  corres- 
ponde á  la  quinta  del  tipo  general,  por  estar  constituida  por  células 
fusiformes. 

La  diferencia  consiste,  pues,  en  las  modificaciones  de  la  tercera  y 
cuarta  capas,  que  en  dicha  región  en  vez  de  dos  quedan  subdivididas  en 
cinco.  Existen  tres  capas  de  células  esféricas,  que  corresponden  á  la  ter- 
cera, quinta  y  séptima,  siendo  su  extructura  igual  á  la  cuarta  del  tipo 
común,  y  dos  de  células  piramidales  de  gran  tamaño,  constituyendo  la 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  203 

cuarta  y  sexta,  solo  que  en  lugar  de  ser  abundantes,  escasean  en  gran 
manera,  tanto  que  Meynert  las  denomina  células  solitarias. 

De  esto  resulta  evidente  el  predominio  de  las  células  esféricas  sobre 
las  piramidales  en  la  región  que  nos  ocupa,  y  en  definitiva  se  ve  que  el 
aumento  de  capas  corresponde  al  mayor  desarrollo  de  la  cuarta,  que  in- 
tercalándose con  la  tercera  ambas  aparecen  subdivididas. 

La  linea  blanca  de  V¡cq-d*Bzyr,  de  que  queda  hecha  mención,  cor- 
responde á  la  cuarta,  quinta  y  sexta  capas,  porque  siendo  las  células  pi- 
ramidales ó  ganglionares  las  más  pigmentadas  y  existiendo  en  escasísimo 
número  en  esta  región,  dan-origen  á  esta  coloración  blanquecina. 

Lóbulo  hisular.  La  corteza  de  este  lóbulo  en  nada  se  separa  del  tipo 
común,  de  modo  que  seria  inútil  señalar  diferencias;  pero  muchos  auto- 
res consideran,  como  anexo  á  esta  región,  un  grupo  de  sustancia  gris 
situado  debajo  de  la  Ínsula,  entre  esta  y  el  núcleo  lenticular,  estando 
separado  de  ambos  por  una  capa  de  sustancia  blanca,  y  al  cual  se  llama 
ante-muroy  cuyos  detalles  respecto  á  sus  conexiones  y  relaciones,  serán 
descritos  en  otro  sitio.  £1  antemuro  se  extiende  asimismo  hacia  la  región 
de  la  primera  circunvolución  primitiva,  y  está  en  íntimo  enlace  con  un 
núcleo  llamado  amigdalino,  que  se  halla  situado  en  la  punta  del  lóbulo 
temporal. 

El  antemuro  y  el  núcleo  amigdalino  son  considerados,  en  razón  á  su 
extructura,  y  á  pesar  de  su  situación,  como  una  dependencia  de  la  quinta 
capa.  En  efecto,  células  fusiformes  análogas  á  las  de  esta  y  distintas  de 
las  de  los  núcleos  centrales,  constituyen  sus  elementos  propios.  Al  decir 
de  Meynert,  las  conexiones  de  este  grupo  de  sustancia  gris  con  las 
fibras  de  los  hemisferios,  indican,  además  de  su  extructura,  que  forman 
parte  del  sistema  de  asociación. 

Lóbulo  olfatorio.  En  el  hombre  tiene  muy  rudimentario  desarrollo,  y 
en  razón  á  las  dificultades  de  su  estudio  es  poco  conocida  su  extructura; 
empero,  teniendo  en  cuenta  la  semejanza  que  existe  entre  todos  los  ani- 
males, indicaré  muy  someramente  la  disposición  del  bulbo  olfatorio  en  el 
perro,  como  parte  más  importante  de  dicho  lóbulo. 

Tiene  en  el  perro  cinco  capas  y  en  todo  su  espesor  la  neuroglia,  como 
ocurre  en  las  demás  regiones:  la  primera  está  constituida  por  una  espesa 
red  de  fibras  nerviosas  entrecruzada;  la  segunda  contiene  glomérulos 
oscuros,  en  cuyo  interior  existen,  según  algunos,  células  nerviosas;  la 
tercera,  encierra  un  gran  número  de  células  ganglionares,  pequeñas, 
fusiformes  y  multipolares;  la  cuarta,  de  poquísimo  espesor,  contiene 
gran  número  de  elementos  granulosos  poco  conocidos,  y  en  la  quinta 
encontramos  la  sustancia  medular,  con  algunas  granulaciones  análogas 
á  las  anteriores. 

Asta  de  Ammon,  Como  la  sustancia  gris  de  esta  región  es  una  depen- 
dencia de  la  corteza,  por  eso  hablo  de  ella  antes  de  describir  la  región. 
Ni  tiene  células  esféricas  ni  fusiformes,  estando  tan  solo  ocupada  por 
las  ganglionares,  así  grandes  como  pequeñas,  que  constituyen  el  carác- 
ter especial  de  esta  región. 

Circunvolución  en  forma  de  gancho.  En  la  punta  de  la  misma  termina 
la  mayor  parte  del  tractus  olfatorio^  y  se  distingue  de  las  demás  regiones 
por  el  gran  predominio  de  las  células  esféricas  ó  sensitivas,  en  conso- 


206  Acido  salicílico  y  sus  sales. 

nancia  con  el  nervio  que  en  ellas  termina  y  con  las  impresiones  que  ha 
de  recibir. 

(  Continuará,  J 


CONTRIBUCIÓN  Al  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  Ballcilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo,  (1) 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Médico  de  la  Ccaa  de  Lactancia  y  Casa^unade  Barcelona* 


El  reumatismo  muscular  se  asemeja  más  á  las  neuralgias  que  á  una 
afección  fluxionaria  y,  en  general,  no  es  tan  agudo  como  el  articular. 
Tiene  también  el  carácter  de  ser  más  errante,  pues  pocas  veces  aparece 
en  el  mismo  sitio.  El  reumatismo  muscular  puede  ser  nervioso  y  vascw 
lar,  siendo  entre  los  dos,  este  último  sumamente  raro.  Con  más  frecuen- 
cia se  presenta  en  los  músculos  de  la  parte  posterior  y  superior  del  tron- 
co y  en  la  región  lumbar,  en  cuyo  caso  adquiere  el  nombre  de  lumbago. 
El  reumatismo  muscular  nervioso  lo  he  observado  más  en  forma  de  hemi* 
cránea  y  de  cefalalgia  general;  este  reumatismo  no  solamente  se  mani- 
fiesta por  medio  de  alteraciones  en  la  sensibilidad,  si  que  también  altera  á 
veces  la  motilidad,  presentándose  bajo  la  forma  de  corea,  parálisis,  etc., 
tera,  lo  cual,  sin  embargo,  es  sumamente  raro.  Finalmente,  el  reumatismo 
visceral  se  presenta  siempre  que  algún  órgano  interno,  cuya  extructura 
anatómica  corra  paralelo  con  algún  otro  externo,  presente  los  síntomas 
inflamatorios  propios  de  dicha  afección,  sobre  lo  cual  no  insistiremos 
por  habernos  ocupado  ya  anteriormente. 

Los  tratamientos  á  que  se  han  sujetado  á  los  reumáticos,  no  hay  para 
qué  decir  que  han  variado  poco  menos  que  hasta  lo  infinito  según  las 
teorías  que  hayan  predominado  sobre  el  reumatismo  y  según  los  medi- 
camentos inventados  y  descubiertos  para  el  mismo.  Si  tuviésemos  que 
hacer  una  reseña  de  todos  ellos,  por  corta  que  fuese,  nos  veríamos  obli- 
gados á  llenar  un  sinnúmero  de  páginas  y,  por  consiguiente,  nos  concre- 
taremos á  citar  los  más  principales  y  el  fundamento  que  tienen  para  su 
aplicación. 

En  primer  lugar  nos  encontramos  con  el  yoduro  de  potasio,  agente 
usado  desde  largo  tiempo  en  el  tratamiento  del  reumatismo.  Dicho 
cuerpo  se  ha  empleado  también  en  la  gota,  de  modo  que  Gendrin  lo  pre- 
conizaba mucho  interior  y  exterrormente,  haciendo  desaparecer  en  po- 
cos dias  fuertes  ataques  de  esta  enfermedad,  cuando  es  aguda.  El  yodo 
es  absorbido  rápidanrente,  encontrándose  en  la  orina  al  cabo  de  pocos 
minutos.  Muchos  individuos  no  pueden  tolerar  el  yodo  ni  los  yoduros, 
aun  administrados  á  corta  dosis,  sobre  todo  si  se  continúa  su  uso  por 
mucho  tiempo.  Respecto  á  la  acción  fisiológica  y  terapéutica  del  yoduro 


(1)    Continuación. -Véanse  los  numeres  2"),  20,  27  2^,  29  y  30. 


ÁCIDO  SALIGÍUCO  T  SUS  SALES.  207 

potásico,  unos  pretenden  que  este  medicamento  no  puede  producir  acci- 
dentes de  ninguna  clase,  mientras  que  otros  creen  que  los  determina 
muy  graves.  Realmente  el  yodo  es  un  medicamento  muy  heroico  y  en 
este  concepto  es  posible  que  produzca  algunos  accidentes;  pero  vigilando 
bien  su  acción  y  suspendiendo  su  uso  de  vez  en  cuando  para  volver  á  se- 
guir con  él,  creo  que  estos  accidentes  serán  leves  y  pasajeros. 

Los  accidentes  más  principales  causados  por  el  uso  más  ó  menos 
continuado  del  yoduro  potásico  son:  una  cefalalgia  frontal  bastante  in- 
tensa acompañada  de  un  fuerte  coriza,  lagrimeo  é  inyección  de  las  con- 
juntivas. Con  frecuencia  hay  insomnio  y  á  veces  se  notan  síntomas  cere- 
brales que,  á  primera  vista,  asustan  al  enfermo  y  al  médico,  si  éste  no 
recuerda  la  acción  del  medicamento  empleado.  Hay  punzadas  muy  dolo- 
rosas  en  la  región  frontal,  en  los  ojos  y  en  los  oido'',  habiendo  á  veces 
zumbidos  y  desvanecimientos;  esto  es  á  lo  que  Lugol  da  el  nombre  de 
embriaguez  yódica.  Se  presentan  á  veces  otras  alteraciones  propias  del 
yodismo  que,  á  pesar  de  ser  importantes,  no  son  tan  frecuentes  como  el 
eritema,  el  acné,  las  neuralgias,  etc. 

Los  preparados  de  yodo,  absorbidos,  ya  por  las  vías  respiratorias,  ya 
por  la  mucosa  digestiva,  ya  por  la  piel,  ocasionan  una  excitación  general 
bastante  marcada,  empezando  por  producir  sequedad  en  la  faringe,  y  á 
veces  una  angina  de  mayor  ó  menor  intensidad,  según  el  uso  que  se  haya 
hecho  del  medicamento.  En  este  caso,  la  circulación  se  vuelve  más  activa, 
poniéndose  la  piel  más  caliente  y,  según  el  Dr.  Kuss,  de  Estrasburgo, 
esta  aceleración  del  pulso  se  nota  en  aquellos  individuos  cuya  circu- 
lación normalmente  es  lenta,  pero  en  los  que  la  tienen  más  activa  parece 
que  sucede  lo  contrario,  siendo  difícil  en  ellos  obtener  la  saturación  yó- 
dica. 

Otro  de  los  medicamentos  empleados  y  muy  preconizados  en  el  trata- 
miento del  reumatismo  agudo  es  el  tártaro  emético,  y  uno  de  los  más 
decididos  campeones  de  este  método  es  Jaccoud.  Veamos  lo  que  dice  en 
su  Tratado  de  Paiologia  interna:  cEn  los  caaos  inienaos^  con  dolores 
violentos  y  fiebre  más  alta  de  SQ'',  empiezo  en  los  individuoi  robiMtos  por 
el  tártaro  estibiado  en  dosis  elevadas,  siguiendo  las  reglas  que  tengo  for- 
muladas al  tratar  de  la  pericarditis;  cuanto  más  abundantes  son  las 
evacuaciones,  tanto  más  se  marca  la  sedación.  Al  día  siguiente  dejo 
descansar  al  enfermo,  pero  al  tercero  reitero  la  poción  estibiada,  si  los 
dolores  ó  la  fiebre  han  recobrado  una  vivacidad  más  ó  monos  parecida 
á  la  del  primer  dia.  Yo  convengo  en  que  la  medicación  es  penosa,  pero  no 
se  puede  formar  una  idea  del  beneficio  que  produce;  comparando  casos 
semejantes,  me  he  convencido  de  que  este  tratamiento  abievia  la  dura- 
ción de  la  enfermedad.»  Después  de  la  administración  del  tártaro  esti- 
biado, sigue  distintos  métodos  según  el  grado  de  sedación  obtenida  por 
el  emético. 

Laennec,  Delourmel  y  otros,  dicen  que  el  tártaro  emético  á  dosis  ele- 
vadas es  uno  de  los  mejores  medios  para  el  tratamiento  del  reumatismo 
articular,  y  Ghomel  cita  un  gran  número  de  casos  en  que  este  medica- 
mento no  tiene  una  acción  especial,  y  que  la  mejoría  que  se  observa  debe 
atribuirse  á  la  acción  purgante  y  vomitiva  de  dicho  agente  más  bien  que 
á  sus  propiedades  contraestimulantes.  Trousseau  dice  que  por  los  anti- 


208  ÁCIDO  SALIGÍLICO  Y  SUS  SALES. 

moniales  ha  tratado  más  de  treinta  enfermos,  y  que  los  resultados  obte- 
nidos han  variado  tanto  que  no  es  posible  indicar  consecuencias 
terapéuticas  algo  seguras. 

Tenemos  en  tercer  lugar,  como  uno  de  los  especiñcos  en  el  trata- 
miento de  la3  afecciones  reumáticas,  el  acónito,  administrado  por  dis- 
tintos prácticos  que  han  querido  sacar  partido  de  sus  propiedades  fisio- 
lógicas, como  narcótico,  diaforético  y  diurético,  y  en  consecuencia  anti- 
febril. Pero  nos  detendremos  poco  en  la  reseña  de  este  medicamento, 
tan  útil  y  eficaz  en  otras  afecciones,  porque  nos  ofrece  poco  interés  en 
la  enfermedad  de  que  nos  estamos  ocupando;  y  si  tuviésemos  que  pasar 
revista  de  todos  los  demás  específicos  medicamentosos  ensalzados  para 
combatir  al  reumatismo,  necesitaríamos  ocuparnos  de  toda  la  terapéu- 
tica, y  por  lo  tanto,  no  haremos  más  que  citar  los  demás  medios  que  se 
han  propuesto  para  combatir  á  dicha  enfermedad,  medios  que,  por  otra 
parte,  si  no  bastan  por  sí-  solos,  algunos  de  ellos  pueden  ayudarnos  á 
corregir  algunos  de  los  fenómenos  más  exacerbantes  del  reumatismo, 
como  el  dolor,  etc.  Entre  estos  medios  se  cuentan  los  siguientes:  el  alcan- 
for, la  belladona,  el  azufre,  el  opio,  el  estramonio,  la  veratrina,  los  anes- 
tésicos, el  amasamiento,  la  electricidad,  la  faradizacion,  la  hidroterapia, 
la  electro -puntura,  etc.,  etc.—  {Desgraciado  del  enfermo  para  cuya  afec- 
ción se  conozcan  tantos  medios  curativos  como  tiene  esta! 

Nos  hemos  apartado  un  momento  de  nuestro  objeto  principal  para 
hacer  una  ligera  reseña  del  modo  de  obrar  de  los  principales  agentes 
empleados  para  la  curación  ó  el  tratamiento  del  reumatismo.  Ahora  bien; 
de  lo  que  acabamos  de  exponer  ¿cuál  es  el  medicamento  que  ofrece  ma- 
yores ventajas  para  el  tratamiento  de  dicha  afección?  En  primer  lugar, 
recuérdese  bien  que  los  efectos  fisiológicos  del  yodo  y  sus  preparados 
son  mucho  más  nocivos  que  el  salicilato  de  sosa  y  que  la  administración 
de  aquel  no  puede  prolongarse  tanto  como  la  de  este,  obrando  también 
con  menos  rapidez  el  yoduro  potásico  que  el  salicilato  de  sosa.  Recuér- 
dese también  que  el  Sr.  Jaccoud  confiesa  que  el  tratamiento  del  reuma- 
tismo por  el  tártaro  estibiado  es  muy  penoso  y  en  consecuencia  produce 
mayor  alteración  en  la  economía  que  el  salicilato  de  sosa,  dejando  una 
convalecencia  larga  y  penosa. 

Llegados  pues  á  este  punto,  vamos  á  ver  de  qué  modo  obra  el  salici- 
lato de  sosa  sobre  el  reumatismo,  es  decir,  la  acción  terapéutica  de  este 
agente  sobre  dicha  enfermedad,  pregunta  que  dejamos  sentada  en  otro 
lugar  y  de  la  que  nos  apartamos  para  establecer  mejor  algunas  conclu- 
siones sobre  dicho  agente  farmacológico. 

En  primer  lugar,  sabemos  ya  que  el  reumatismo  articular  agudo  es 
una  de  las  afecciones  más  penosas  por  la  violencia  del  dolor,  por  la  in- 
movilización de  las  partes  afectas,  por  las  vigilias  que  acarrean  constan- 
temente los  dolores,  dejando  aparte  la  fiebre,  los  sudores,  cefalalgia  y, 
en  una  palabra,  el  estado  general  del  paciente.  En  segundo  lugar,  el 
reumatismo  es  una  de  las  enfermedades  que  más  contribuye  al  empobre- 
cimiento general  de  la  sangre,  de  modo  que,  á  los  pocos  dias,  pueden 
observarse  todos  los  síntomas  propios  del  principio  de  una  anemia,  la 
cual  aumenta  á  medida  que  avanza  la  enfermedad  y  cuanto  más  intensa 
sea  esta,  siendo  muy  pronunciada  al  cabo  de  pocos  dias.  Cuanto  mayor 


REVISTA  DE  MEDICINA.  209 

ha  sido  la  duración  del  reumatismo^  más  lenta  y  penosa  es  la  convale- 
cencia, á  causa  del  empobrecimiento  de  la  sangre. 

Asi,  pues,  dada  la  innegable  importancia  y  admirables  efectos  del  sali- 
cilato  de  sosa  sobre  el  reumatismo,  no  puede  quedar  duda  alguna  de  que 
este  medicamento,  lejos  de  contribuir  al  empobrecimiento  de  la  sangre, 
hace  que  esta  quede  más  rica  en  glóbulos  rojos  que  no  empleando  los 
demás  medicamentos,  toda  vez  que  parte  abrevia  muchísimo  la  duración 
de  la  enfermedad  disminuyendo  la  fiebre  con  rapidez,  haciendo  desapa- 
recer el  dolor,  la  cefalalgia  y  los  síntomas  generales  propios  de  toda  en- 
fermedad aguda  febril.  De  este  modo  obtenemos  también  un  segundo 
efecto  referente  á  las  complicaciones  viscerales. 


REVISTA  DE  MEDICINA 
Por  el  Dr.  Rosalino  Rovira  y  Olí  ver. 


Endocarditis  diabética. -Las  inflamaciones  múltiples  que  se  manifies- 
tan  con  tanta  frecuencia  en  el  curso  de  la  diabetes,  no  dejan  duda  alguna 
sobre  la  tendencia  que  tiene  esta  afección  á  producir  un  estado  diatésico 
inflanuxtorio  en  los  individuos  que  están  atacados  de  ella.  Pero  estas  in- 
flamaciones no  se  localizan  exclusivamente  en  la  piel,  en  el  tubo  diges- 
tivo, en  los  ríñones  y  en  los  pulmones,  sino  que  pueden  residir  en  otros 
órganos,  como  lo  prueban  las  importantes  investigaciones  del  Dr.  Le* 
corché. 

Este  distinguido  miembro  de  la  Academia  de  Ciencias  de  París  ha  lla- 
mado la  atención  de  la  misma,  en  sesión  celebrada  el  mes  de  Marzo  del 
presente  año,  acerca  de  la  endocarditis  desarrollada  bajo  la  influencia  de 
la  glicosuria,  á  la  que  complica  notablemente.  Se  deduce  de  los  estudios 
de  Lecorché,  que  se  presenta  tan  solo  en  los  casos  de  diabeles  de  forma 
sub  aguda  ó  crónica,  y  que  la  sufre  con  más  frecuencia  la  mujer  que  el 
hombre.  Aparte  de  esto,  hé  aquí  los  caracteres  que  señala  el  Sr.  Lecorché 
á  la  endocarditis  diabética: 

«Aparece  á  una  época  avanzada  de  la  diabetes,  dos  ó  tres  años  y  hasta 
más  después  de  su  principio.  Influye  en  su  aparición  menos  la  intensi- 
dad de  la  glicosuria  que  su  larga  duración. 

»Se  localiza  al  nivel  del  orificio  mitral.  Una  sola  vez  la  he  visto  afec- 
tar el  orificio  aórtico. 

»Su  existencia  se  traduce  por  un  ruido  de  soplo  al  primer  tiempo  y  a 
la  punta  del  corazón,  por  la  irregularidad  y  la  intermitencia  del  pulso. 

^Alguna  vez  se  acompaña  do  degeneración  ateromatosa  de  las  arte- 
rias (dos  veces  en  catorce  casos). 

^Precipita  la  marcha  de  la  diabetes  y  determina  á  menudo  la  muerte, 
ya  dando  lugar  á  un  edema  más  ó  menos  generalizado,  ya  complicándose 
de  hepatitis  aguda. 

^Parece  ser  debida  ala  irritación  que  produce  sobre  la  membrana 


210  REVISTA  DE  MEDICINA. 

interior  del  corazón  el  contacto  prolongado  de  una  sangre  alterada  por 
la  presencia  del  azúcar  en  exceso.» 

El  lirio  de  los  valles  (eon vallarla  majalis)  en  las  enfermedades  del  co- 
razón.-Se  asegura  por  algunos,  que  el  lirio  de  los  valles  obra  en  las  en- 
fermedades del  órgano  central  de  la  circulación  de  un  modo  análogo  á 
la  digital,  y  con  la  ventaja  sobre  ésta  de  carecer  de  sus  inconvenientes. 
La  tintura  de  flores  de  la  convallaria  majalis  á  la  dosis  de  20  á  30  gotas, 
preparada  con  420  gramos  de  flores  por  500  gramos  de  alcohol,  regula- 
riza las  funciones  del  corazón,  afloja  el  pulso  y  le  hace  menos  depresi- 
ble. El  polvo  de  las  mismas  flores  produce  los  propios  efectos  á  la  dosis 
de  25  á  50  centigramos.  Además  de  estas  propiedades,  posee,  como  la  di- 
gital, la  de  ser  un  notable  diurético. 

Las  ventajas  de  la  esmilácea  que  nos  ocupa  consisten,  en  que  su  ac- 
ción se  hace  sentir  rápidamente,  en  que  puede  ser  empleada  á  dosis  alia 
sin  inconveniente  y  en  que  puede  ser  administrada  largo  tiempo,  sin  que 
deba  preocuparnos  su  acumulación  como  en  la  administración  de  la  di- 
gital. 

Aunque  la  mayor  parte  de  enfermos  pueden  soportar  dosis  conside- 
rables de  convallaria  majalis,  debe  advertirse  que  hay  ciertos  organis- 
mos refractarios;  por  cuyo  motivo  será  prudente  comenzar  por  dosis 
débiles,  tanto  más  en  cuanto  se  puede  continuar  la  medicación  si  el  me- 
dicamento es  bien  aceptado. 


Degeneración  grasienta  del  corazón:  diagnóstico.^ Habiendo  Verneuil 
vertido  la  especie,  ocupándose  en  la  Academia  de  Medicina  de  París  de 
las  contraindicaciones  de  la  administración  del  cloroformo,  que  el  estado 
grasoso  del  corazón  era  imposible  de  diagnosticar  en  la  mayor  parte  de 
casos,  otro  académico,  Hardy,  creyóse  en  el  deber  de  protestar  en  nom- 
bre de  la  clínica  contra  semejante  aserción,  y  afirmar,  que  la  degenera- 
ción grasienta  del  órgano  cardíaco  no  es  tan  difícil  de  reconocer  como 
supone  el  Sr.  Verneuil,  y  mucho  menos  en  el  caso  de  que  su  estado  sea 
tal,  que  llegue  á  constituir  un  peligro  en  la  cloroformización. 

La  blandura  y  sobre  todo  la  lentitud  del  pulso,  la  debilidad  de  los 
movimientos  y  de  los  ruidos  del  corazón,  la  disminución  ó  la  desapari- 
ción del  primer  ruido,  el  conjunto  de  síntomas  pertenecientes  á  las  afec- 
ciones orgánicas  de  esta  viscera  existiendo  sin  los  ruidos  anormales  de- 
bidos á  las  lesiones  de  los  orificios,  los  signos  físicos  y  los  síntomas  de 
los  ateromas  arteriales,  el  arco  senil  de  la  esclerótica,  la  coincidencia 
de  caracteres  pertenecientes  á  la  gota  ó  al  alcoholismo,  son  síntomas  su- 
ficientes, en  concepto  de  Hardy,  para  que  se  pueda  llegar  al  diagnóstico 
de  la  lesión  cardíaca  caracterizada,  ora  por  un  depósito  grasoso,  ora  por 
una  degeneración  grasienta  de  las  fibras  del  miocardio  (esteatosis  car- 
díaca). 

Opino  como  el  Sr.  Hardy,  y  bajo  este  punto  de  vista,  entiendo  que 
seria  justo  volver  la  frase  del  Dr.  Verneuil,  y  decir  que,  en  la  mayor  parle 
de  casos,  s?  puede  hacer  el  diagnóstico  de  la  degeneración  grasienta  del 
corazón. 


REVISTA  DE  MEDICINA.  2H 

Histerismo:  tratamiento  por  hojas  metálioas  administradas  al  inte- 
rior.—Este  método,  ensayado  por  el  Dr.  J.  Garel  y  dado  á  conocer  en  un 
trabajo  publicado  el  año  próximo  Anido,  consiste:  1.°  En  averiguar,  por 
I  a  metaloscopia  externa,  el  metal  á  qué  es  más  sensible  el  enfermo,  cuya 
anestesia  ha  sido  bien  comprobada.  2.®  En  administrar  hojas  muy  delga- 
das de  dicho  metal,  que  se  hacen  ingerir  envueltas  en  obleas  ó  de  un 
modo  parecido. 

Debe  cuidarse  mucho  de  no  hacer  tomar  al  enfermo,  mientras  se  si- 
gue el  método  de  Garel,  ninguna  otra  preparación  metálica  (ferrugino- 
sos, zinc,  pildoras  de  Megün),  que  podrian  neutralizar  la  acción  del  me- 
tal que^ha  de  obrar  contra  los  fenómenos  histéricos. 

Según  el  Sr.  Garel,  la  sensibilidad  empieza  á  restablecerse  al  cabo 
de  28  ó  30  horas,  y  momentos  antes  de  su  vuelta,  acusan  los  enfermos, 
ya  un  choque  brusco  en  las  partes  anestesiadas,  ya  hormigueos,  que  á 
menudo  son  molestos.  Ha  notado,  además,  el  autor  de  este  método  (que 
bien  podemos  denominar  metaloterapia  interna)  que  los  enfermos  expe- 
rimentan vivos  dolores  durante  varios  dias,  hasta  que  la  sensibilidad  se 
ha  restablecido  por  completo.  Las  hojas  metálicas,  añade  Garel,  obran 
no  solamente  sobre  la  anestesia,  si  que  también  sobre  las  contracturas 
histéricas,  según  ha  tenido  ocasión  de  ver  en  varias  observaciones  perso- 
nales y  en  otras  de  enfermos  que,  á  cargo  del  erudito  clínico  Dumont- 
pallier,  han  sido  tratados  por  su  método. 

Tratamiento  de  los  derrames  pleoríticos  por  las  inyecoiones  hipo- 
dérmicas  de  pilocarpina.— Distintos  y  variados  medios  se  han  propuesto 
y  ensayado  para  combatir  los  derrames  dependientes  de  la  pleuresía. 
Uno  de  los  que  modernamente  se  ha  puesto  en  práctica,  y  al  parecer  con 
no  escaso  éxito,  es  la  pilocarpina  administrada  en  inyecciones  hipodér- 
micas. 

£1  Dr.  Farge,  profesor  de  clínica  de  la  Escuela  de  Angers,  ha  llevado 
á  cabo  acerca  de  este  asunto  experimentos  bastante  numerosos  y  deta- 
llados, de  suerte  que  le  han  permitido  llegar  á  las  conclusiones  si- 
guientes: 

4.*  Las  inyecciones  sub-cutáneas  de  pilocarpina  (4  á  2  centigramos) 
hacen  desaparecer  por  sí  solas,  en  el  espacio  de  una  ó  dos  semanas,  los 
derrames  pleuríticos  medíanos.  Ha  bastado  una  inyección  cada  día  ó 
hasta  cada  dos  dias. 

2.'  Han  apresurado  (5  á  12  dias)  la  desaparición  de  derrames  más 
considerables,  pero  ya  reducidos  por  la  toracentesis  ó  los  vejigatorios. 

3.'  Tienen  una  acción  incomparablemente  más  segura  y  son  de  una 
aplicación  mucho  más  fácil  que  el  jaborandi. 

4.'  El  efecto  de  la  pilocarpina  se  ha  ofrecido  tanto  más  marcado 
cuanto  la  diaforesis  ha  sido  más  abundante,  más  exclusiva  ó  á  lo  menos 
predominante  sobre  la  salivación.  El  efecto  terapéutico  parece  ligado  ds 
tal  suerte  ai  movimiento  diaforético  que,  en  las  raras  aplicaciones  en 
que  el  sudor  ha  faltado,  el  derrame  no  ha  sufrido  modificaciones  apre- 
ciables. 

5.'  A  pesar  de  su  rapidez  de  acción,  no  puede  la  pilocarpina  ser 
aplicada  á  todos  los  casos;  jamás  reemplazará  á  la  torr centesis  en  los 


212  REVISTA  DE  MEDICINA. 

casos  de  urgencia,  y  tiene  además  de  esta  otras  contraindicaciones,  de- 
pendientes de  la  naturaleza  y  abundancia  del  derrame,  del  grado  de 
reacción  febril,  del  estado  de  fuerzas  del  enfermo,  etc. 

Estas  contraindicaciones  se  fundan  en  los  efectos  fisiológicos  de  la 
pilocarpina.  Efectivamente;  antes  de  la  aparición  del  sudor  y  durante 
la  mayor  parte  del  estadio  diaforético,  el  pulso  es  más  duro  y  frecuente 
y  el  termómetro  se  eleva  de  5  á  12  décimas  de  grado  sobre  la  tempera- 
tura inicial;  por  este  motivo  deberá  desecharse  la  pilocarpina  en  los  en- 
fermos en  que  pueda  ser  temible  un  aumento  en  la  hipertermia.  Pero 
después  del  período  de  excitación,  determina  la  pilocarpina  otro  de  de- 
presión considerable,  durante  el  cual  todos  los  pacientes  acusan  un  des- 
caecimiento y  una  debilidad  más  ó  menos  profundos,  capaces  por  sí 
solos  para  contraindicar  el  alcaloide  en  cuestión,  cuando  tengamos  que 
habérnoslas  con  sugetos  debilitados. 

Loa  ruidos  del  oorazon  en  la  oirrosis  del  hígado.— Examinando  el  doc- 
tor Laurent  el  corazón  de  varios  individuos  afectos  de  cirrosis  hepática, 
ha  venido  en  conocimiento  de  que  en  la  mayor  parte  de  los  casos,  si  no 
en  todos,  existían  anomalías  en  los  ruidos  cardiacos.  En  las  observacio- 
nes que  ha  reunido  y  que  sirven  de  base  á  su  trabajo,  el  primer  ruido 
era  casi  siempre  (16  veces  en  18  casos)  reemplazado  por  un  soplo,  que 
en  general  tenia  bastante  intensidad.  En  cinco  observaciones  ocupaba  el 
foco  aórtico;  en  siete,  la  punta  del  corazón;  en  dos,  tenia  su  máximum 
en  el  foco  tricuspideo;  en  una,  correspondía  al  orificio  de  la  arteria  pul- 
monar, y  en  otra,  existia  un  ruido  de  galope  bastante  claro,  sin  que  hu- 
biese hipertrofia  del  corazón  ni  signo  alguno  de  lesión  brighlica.  En 
cierto  número  de  casos,  existia  también  un  soplo  en  los  vasos  del  cuello. 
Una  vez  desarrollados,  los  desórdenes  cardíacos  jamás  han  desaparecido 
de  una  manera  definitiva. 

En  los  casos  en  que  la  autopsia  se  ha  llevado  á  cabo,  no  se  ha  encon- 
trado, dice  Laurent,  ninguna  lesión  de  los  orificios,  pero  á  menudo  háse 
comprobado  la  existencia  de  una  alteración  del  miocardio,  caracterizada 
por  la  degeneración  grasicnta  de  sus  fibras. 

Para  explicar  las  modificaciones  de  los  ruidos  del  corazón,  admite 
Laurent,  ora  una  dilatación  del  ventrículo  derecho  resultante  de  un  ex- 
ceso de  tensión  en  la  artería  pulmonar,  producida  por  la  constricción 
refieja  de  sus  divisiones  (por  un  mecanismo  análogo  al  que  Potain  in- 
dicó para  los  desórdenes  cardíacos  de  origen  gastro- hepático),  ora  un 
estado  exagerado  de  hidremia  y  de  hipoglobulia,  en  cuyo  coso  estos  he- 
chos entrarían  en  el  cuadro  de  los  ruidos  anémicos. 

A.  mi  entender,  ha  descuidado  Laurent  demasiado  las  lesiones  del 
miocardio,  al  ocuparse  de  la  génesis  de  los  ruidos  que  llaman  nuestra 
atención;  pues  debiera  haber  tenido  presente,  que  la  degeneración  ó  hi- 
potrofia  gránulo-grasienta  de  las  fibras  musculares  del  corazón  es  causa 
abonadísima  para  la  dilatación  de  este  órgano,  dilatación  que,  determi- 
nando insuficiencias  valvulares,  puede  explicar  la  existencia  de  ciertos 
soplos  residentes  en  el  mismo. 


REVISTA  DE  SIFILIOGRAF/A.  213 

REVISTA  DE  SIFILIOGRAFIA, 
POR  EL  Dr.  D.  Alejandro  Planellas, 

IMioo  Agrtf&do  al  loipiUl  d«  8aau  Cnií. 


¿Cuánto  tiempo  dura  la  incubación  de  la  siflliB?— No  SO  puede  aún 

contestar  de  una  manera  categórica  á  tal  pregunta  si  nos  fijamos  en  el 
testimonio  de  todos  los  autores.  Muchos  son  los  que  siguiendo  á  Basse- 
rau  creen  que  la  incubación  dura  por  término  medio  treinta  dias.  Pero 
Guntz  (i)  ha  reunido  24  observaciones  en  las  que  por  término  medio 
duró  la  incubación  61  dias,  y  Rinecker  ha  señalado  un  caso  en  el  que  las 
primeras  manifestaciones  sifilíticas  se  produjeron  al  cabo  de  159  dias 
después  do  la  infección.  Debemos  hacer  constar  sin  embargo  que  el  mis- 
mo Guntz  ha  visto  en  dos  enfermos  no  durar  más  que  d2  ó  15  dias  la 
incubación. 

Nosotros  que  por  haber  observado  con  frecuencia  en  la  práctica  lo 
expresado  por  Basserau,  consideramos  como  término  de  duración  más 
común  en  la  incubación  30  días,  creemos  en  términos  generales  que  este 
período  de  la  sífilis  constitucional  tiene  una  duración  variable  como  la 
tienen  otras  infecciones. 

Contagio  sifilitico  por  el  ingerto  epidérmico.— El  Dr.  Deubel  ha  co- 
municado á  la  Sociedad  médica  de  los  Hospitales  de  París  una  observa- 
ción que  en  nuestro  concepto  no  desvirtúa  la  operación  del  ingerto. 

Un  sujeto  de  45  años  sufrió  una  erisipela  gangrenosa  acompañada  de 
extensas  ulceraciones.  Como  estas  no  cicatrizasen  tan  pronto  como  era 
de  desear,  el  Dr.  Deubel  aplicó  sobre  la  mitad  externa  de  una  ulceración 
varios  ingertos  procedentes  de  la  mucosa  bucal  de  un  conejo,  y  como  no 
dieran  el  resultado  apetecido,  los  volvió  á  aplicar  pero  tomando  los  col- 
gajos epidérmicos  de  un  hijo  del  paciente  y  de  otro  individuo.  El  enfermo 
en  cuestión,  que  según  la  observación  dada  nunca  habia  presentado  acci- 
dentes sifilíticos,  apareció  luego  con  una  ulceración  redondeada  de  unos 
tres  centímetros  de  diámetro  y  de  color  blanco  agrisado  en  la  parte 
afecta,  y  la  nueva  úlcera  tomó  grandes  proporciones  con  rapidez.  Pos- 
teriormente y  á  los  tres  meses  aparecieron  una  roseóla  sifilítica  y  placas 
mucosas  en  la  boca.  La  sífilis  parecia  existir  en  realidad,  y  era  preciso 
asegurarse  de  ello.  Ei  tratamiento  especifico  lo  confirmó,  pues  con  sj 
empleo  las  ulceraciones  se  cicatrizaron.  Indagándose  el  origen  de  esta 
infección,  se  encontró  en  el  hijo  del  sujeto  operado,  pues  estaba  infe:tado 
de  sífilis  como  lo  demostraron  las  placas  mucosas  observadas  en  aquel, 
en  la  proximidad  de  la  ocasión  en  que  se  tomaron  colgajos  de  su  epi« 
dermis. 

Este  caso,  como  hemos  dicho,  no  desvirtúa  en  nuestro  concepto  la 
operación  de  Reverdin,  pues  únicamente  demuestra  que  no  se  debe  pro- 


(i)    AnñaL  de  dermaL  et  de  syphil.  Febrero  18^. 


214  REVISTA  DE  SIFILIOGRAFÍA. 

ceder  con  lijereza  en  la  elección  de  los  sujetos  de  que  se  eche  mano  para 
tomar  los  colgajos.  Es  preicso  asegurarse  de  las  condiciones  y  antece- 
dentes de  aquellos,  y  en  caso  de  que  sean  dudosos  ó  poco  seguros  no  va- 
cilar en  elegir,  mientras  sea  posible,  individuos  de  cuyas  buenas  condi- 
ciones higiénicas  estemos  completamente  seguros.  Comprendemos  bien 
que  las  dificultades  suben  de  punto  en  ciertos  casos,  pues  siendo  lo  más 
probable  que  se  piense  en  sujetos  allegados  al  que  se  debe  operar,  cla^o 
está  que  no  confesarán  desde  luego  la  verdad  de  las  cosas  aunque  sean 
interrogados,  pues  temerán  ser  mal  calificados  por  éste,  pero  debemos 
esforzarnos  y  emplear  todos  los  medios  de  nuestra  perspicacia  para  ga- 
rantizar el  buen  resultado.  Si  por  estar  expuestos  en  ciertas  circunstan* 
cias  á  que  se  verifique  el  contagio  sifilítico  por  el  ingerto  epidérmico 
desechásemos  esta  operación,  nos  colocaríamos  en  el  mismo  terreno  que 
los  que  combaten  la  vacuna,  porque  puede  producir  la  misma  infección. 
En  ambos  casos  es  cuestión  únicamente  de  precauciones. 

Los  periodos  de  la  sifllia.-^Bien  conocidas  son  las  ideas  de  Ricord, 
muy  generalizadas  entre  los  prácticos,  dividiendo  la  sífilis  en  tres  perío- 
dos caracterizados  cada  uno  por  un  conjunto  de  accidentes  ó  manifesta- 
ciones y  por  las  condiciones  de  transmisibilidad.  No  han  dejado  de  ser 
combatidas  sin  embargo,  por  algunos  autores,  y  según  nos  da  á  conocer 
el  Dr.  Merklen,  lo  han  sido  recientemente  en  un  trabajo  que  sobre  la 
coincidencia  de  los  accidentes  secundarios  y  terciarios  ha  publicado 
Finger  (1).  Este  autor  niega  á  la  división  de  la  sífilis  hecha  por  Ricord 
el  rigor  matemático  que  le  atribuyen  muchos  sifiiiógrafos.  Algunos  ca- 
racteres, como  el  contagio  exclusivo  de  los  accidentes  primitivos  y  la 
transmisibilidad  hereditaria  de  los  periodos  primitivo  y  secundario,  los 
considera  falsos  ó  infieles.  Además,  la  distinción  de  los  varios  períodos 
es  en  ocasiones  difícil  y  pueden  presentarse  simultáneamente  accidentes 
calificados  de  secundarios  y  otros  calificados  de  terciarios. 

Cuatro  órdenes  de  hechos  aduce  Finger  en  favor  de  su  opinión: 
i.^  casos  de  reinfección  de  antiguos  sifilíticos  atacados  aun  de  accidentes 
terciarios,  2.°  casos  de  sífilis  maligna  galopante  en  que  se  ha  suprimido 
el  período  latente  que  acostumbra  á  mediar  entre  las  manifestaciones 
secundarias  y  terciarias,  3.^  casos  en  que  sin  poderse  calificar  la  sífilis 
de  maligna,  sigue  una  marcha  rápida  y  los  accidentes  terciarios  pueden 
observarse  sobre  el  período  secundario,  y  4.°  casos  en  que  después  de 
los  accidentes  terciarios  se  han  observado  síntomas  secundarios. 

El  Dr.  Merklen  al  comentar  lo  expresado  por  Finger,  dice,  que  los  he- 
chos en  que  éste  se  apoya  son  raros  y  no  son  nuevos,  que  sólo  ofrecen  de 
particular  la  interpretación  del  que  los  da  á  conocer  y  que  en  definitiva 
nada  prueban  contra  la  regla  general.  En  efecto,  los  considera  como  ex- 
cepcionales y  constituyendo  según  la  denominación  de  Besnier  casos  de 
sífilis  anómalas  ó  irregulares. 

Hibridismo  escroíalo -sifilítico  y  sifilo-canceroso. —  Entre  los  varios 
autores  que  aparte  de  la  coincidencia  de  la  sífilis  con  las  otras  diátesis 


(1)     Wiener  Medizinische  Wochensehrift,  números  i,  9  y  3.-1^2. 


REVISTA  DE  SIFILIOGRAFÍA.  215 

admiten  entre  éstas  y  aquella  la  posibilidad  de  su  fusión,  Ogura  muy  par- 
ticular  y  recientemente  el  Dr.  Verneuil.  La  influencia  reciproca  de  las 
diátesis  y  de  la  sífilis,  viene  demostrada,  en  su  concepto,  por  la  produc- 
ción en  ocasiones  de  afectos  con  caracteres  mixtos  cuyo  conocimiento 
interesa  al  clínico.  De  una  manera  particular  ha  consignado  dicho  autor 
los  que  se  refieren  á  la  combinación  de  la  escrófula  con  la  sífilis  y  á  la 
de  ésta  con  la  diátesis  cancerosa  (1). 

En  el  hibridismo  escrofulo- sifilítico  es  en  general  la  escrófula  lo  que 
antecede  sobreponiéndose  á  ella  la  sífilis,  notándose  sin  embargo  que  en 
los  adolescentes  la  sífilis  favorece  el  desarrollo  posterior  de  la  escrófula. 
Esta  influye  en  la  sífilis  para  que  de  una  manera  especial  afecte  á  los 
ganglios  linfáticos,  piel,  periostio  y  demás  puntos  donde  las  manifesta- 
ciones estrumosas  acostambran  á  tomar  asiento.  Asimismo  hace  que  la 
sífilis,  contra  lo  que  le  es  habitual,  provoque  fácimente  afectos  supurati- 
vos y  dificulta  el  diagnóstico  de  sus  lesiones.  No  agrava,  sin  embargo, 
la  sífilis  de  una  manera  notable,  y  por  otra  parte  anula  el  dolor.  Debe, 
no  obstante,  tenerse  en  cuenta  que  las  manifestaciones  sifilíticas  locales 
adquieren  mayor  fijeza  cuando  son  influidas  por  el  escrofulismo.  Por  fin, 
el  bibridismo  escrófulo-sifilítico  debe  tratarse  cumpliendo  las  indicacio- 
nes de  las  dos  diátesis  que  lo  originan* 

En  cuanto  al  hibridismo  sí  filo- canceroso  que  es  bastante  raro,  la  neo- 
plasia  es  el  último  elemento  que  aparece  y  sufre  la  influencia  de  la  sífilis. 
No  se  conocen  hechos  que  demuestren  la  recíproca.  De  este  hibridismo 
resultan  lesiones  mixtas  muy  difíciles  de  diagnosticar.  En  general  toma 
los  caracteres  objetivos  de  la  sífilis  terciaria  y  se  pronuncia  mucho  el  in- 
farto ganglionar.  El  carácter  de  los  afectos  se  distingue  por  su  indolen- 
cia y  su  marcha  es  lenta.  Sin  embargo  de  esto  los  progresos  son  conti- 
nuos, la  generalización  frecuente  y  la  terminación  fatal. 

En  los  casos  en  que  sea  de  temer  este  hibridismo  debe  ensayarse  el 
tratamiento  especifico,  puesto  que  conduce  á  una  mejora  notable,  aun- 
que no  constante.  Esto  llama  la  atención  en  los  casos  de  neoplasia,  por- 
que está  atestiguado  por  varios  prácticos  que  el  mercurio  y  el  ioduro 
potásico  son  inútiles  cuando  no  perjudiciales  en  los  neoplasmas  epitelia- 
les y  carimonatosos  ordinarios.  El  éxito,  pues,  do  dicho  tratamiento 
creemos  que  autoriza  para  considerar  como  muy  probable  la  existencia 
del  hibridismo  sífilo-canceroso. 

Un  caso  de  sífilis  maligna  precoz  tratado  con  buen  ézito.-El  Dr.  Cayla 
ha  dado  á  conocer  (France  Medícale)  esta  interesante  observación.  Se 
trataba  de  un  sugeto  de  23  años  y  bien  constituido,  en  el  que  se  desar- 
rolló un  chancro  infectante  cefálico,  en  el  labio  inferior,  después  de  cua- 
tro semanas  de  incubación.  Este  individuo  enflaqueció  rápidamente,  y  á 
los  dos  meses  se  encontraba  en  i.n  verdadero  estado  caquéctico,  tan  pro- 
nunciado, que  apenas  podia  tenerse  en  pié  sin  que  sufriese  un  síncope. 
Experimentó  violentos  dolores  en  los  hipocondrios,  y  tres  meses  después 
del  chancro  presentó  la  roseóla  y  alopecia  específicas.  Cuatro  meses  des- 
pués se  presentaban  ya  las  lesiones  más  profundas  del  período  terciario; 

(I)    Ánn.de  Demiat.  et  de  Sjfphil,  -  Febrero,  1882. 


216  BE  VISTA  DE  SIFILIOGRAFÍA. 

una  períostosis  gomosa  del  frontal,  y  luego  otra  del  mismo  hueso  con 
pérdida  de  sustancia  y  una  periostitis  de  la  tibia  izquierda.  No  se  ob- 
servó ninguna  adenopatiaen  el  enfermo. 

El  tratamiento  especifíco  dio  desde  luego  buenos  resultados,  pero  fué 
preciso  suspender  el  uso  del  licor  de  Van-Swieten  y  el  protoioduro  de 
hidrargirio  por  las  alteraciones  gastro-intestinales  que  producia.  Se  re- 
currió al  uso  de  inyecciones  hipodérmicas  como  más  ventajoso. 

Este  caso  llama  la  atención  por  su  marcha  asi  como  por  la  ausencia 
de  adenopatias.  Por  otra  parte,  viene  á  confirmar  la  indicación  de  las  in- 
yecciones hipodérmicas  en  la  sífilis  maligna  precoz  de  que  anteriormente 
nos  hemos  ocupado  (1)  con  referencia  á  un  trabajo  de  M.  Gayraud. 

Lesiones  de  la  sifilis  hereditaria.  .-Entre  ellas  merecen  ser  menciona- 
das las  que  Heubner  ha  observado  en  tres  casos  (2).  Los  dos  primeros  se 
refieren  á  lesiones  articulares  y  periarticulares;  en  ambos  se  refiere  la 
observación  á  niños  de  dos  meses  de  edad  aproximadamente.  En  el  uno 
todas  las  articulaciones  estaban  intactas  menos  una,  presentándose,  en 
cambio,  múltiples  abscesos  periarticulares  y  las  epífisis  tumefactas;  ob- 
servóse además  la  lesión  característica  de  la  capa  situada  entre  la  epí- 
fisis y  la  diáfisis.  En  el  otro,  las  articulaciones  se  hallaban  rodeadas  de 
pus,  y  aun  este  se  notaba  en  los  músculos.  Las  supuraciones  de  que  se 
hace  mención  en  estos  casos,  las  considera  Heubner  como  una  conse- 
cuencia posible  de  lesiones  epifisarias,  no  provocando  la  sífilis  por  si 
misma  las  supuraciones. 

En  otro  caso  de  sifilis  hereditaria  se  han  notado  lesiones  encefálicas. 
Después  del  desarrollo  de  una  hidrocefalia,  la  autopsia  ha  demostrado  la 
existencia  de  una  paquimeningitis  hemorrágica  muy  estensa,  lesión  pro- 
bablemente rara  en  el  niño. 

Estas  lesiones  observadas  por  Heubner  son  dignas  de  mención  una 
vez  que  están  muy  poco  estudiadas  las  que  la  sífilis  hereditaria  produce. 

Variedades  de  testictüo  sifllitico.— En  una  excelente  monografía  del 
Dr.  P.  Reclus  (3)  se  trata  de  una  manera  especial  de  las  alteraciones  que 
la  sífilis  produce  en  los  testículos  escribiéndolas  bajo  tres  formas  anato- 
mo-clínicas,  que  son: la  forma  ¿sclero -gomosa  no  supuradayel  goma  supu- 
rado y  el  fungus  aifiliUco.  De  la  primera  y  segunda  formas  no  diremos 
nada  por  creerlas  bastante  conocidas.  En  cuanto  á  la  tercera  merece  que 
llamemos  la  atención  por  haber  distinguido  el  Dr  Reclus  de  una  mane- 
ra precisa  dos  variedades  de  fungus  bien  descritas.  La  primera  es  el 
fungm  superficial  que  se  localiza  en  la  túnica  albuginea,  produciéndose 
en  un  principio  la  adherencia  al  testículo j  la  ulceración  de  los  tegumen. 
los  del  escroto  para  dejar  paso  al  producto  puriforme  y  á  los  mamelones 
que  rebosan  la  superficie;  posteriormente  puede  producirse  la  hernia 
del  testículo  y  presentarse  la.túnica  albuginea  desagregada  por  fragmen- 
tos como  esfoliados  vegetando  luego  el  tumor,  que  se  reduce  al  poco 


(i)    Gaceta  Méoica  Catalana,  15  de  Febrero  de  1881. 

(2)  Ann.  de  dermcU.  et  de  syphiLf  Febrero  1882. 

(3)  De  la  ayphilis  du  testicule,  París  18^2. 


REVISTA  DE  SIFILIOGRAFÍA.  217 

tiempo  por  medio  de  un  tratamiento  iodurado.  Es  de  notar  que  en  esta 
forma  no  hay  salida  de  los  tubos  seminíferos.  La  segunda  forma  es  el 
fungus  profundo  ó  parenquimatoso.  En  este  la  lesión  se  produce  en  me- 
dio de  los  tubos  seminíferos,  y  además  de  abrirse  las  cubiertas  escrota- 
les,  lo  hace  la  túnica  albugínea  saliendo  al  exterior  lasjvegetaciones  des- 
pués de  haber  rellenado  la  caverna  que  queda  al  ser  expelido  el  tumor 
gomoso  por  el  mecanismo  ordinario,  una  vez  constituido  el  fungus  es  de 
notar  como  carácter  clínico  la  ausencia  de  dolor  sobre  la  que  insiste 
Reclus.  La  evolución  patológica  puede  á  veces  presentarse  de  tal  mane- 
ra que  el  testículo  por  entero  se  mortifique  á  consecuencia  de  una  infil- 
tración total.  Entonces  se  convierte  en  una  sustancia  puriforme  que  se 
vacia  como  un  abeoso.  En  este  caso  las  granulaciones  fungosa^  nacen  de 
la  cara  interna  de  los  vestigios  de  túnica  albugínea. 

Fisiología  patológica  de  la  úlcera  Tenérea.— Sobreesté  particular  he* 
mos  visto  ua  bien  meditado  trabajo  del  Dr.  Viforcos  (1),  en  el  que  si- 
guiendo la  que  califica  de  sana  doctrina  dualista  estudia  las  condiciones 
del  contagio  venéreo  subordinándolas  á  la  inoculación  del  pus  chancro - 
so  y  las  lesiones  que  se  producen.  Indica  entre  las  últimas  como  prin- 
cipio de  ellas,  el  trabajo  inflamatorio  cuya  intensidad  hace  depender  de 
la  región  afecta  y  cuyo  carácter  específico  viene  espresado  por  terminar 
siempre  por  un  proceso  destructivo  y  de  licuación  de  los  tejidos,  bien 
por  degeneración  grasosa,  por  reblandecimiento  ó  por  gangrena.  Consi- 
dera además  como  hecho  casi  patognomónico  su  carácter  progresivo,  y 
ocupándose  luego  de  los  síntomas  objetivos  de  la  úlcera,  está  en  general 
conteste  con  las  descripciones  clásicas,  haciendo  notar  sin  embargo  que 
la  forma  oval  y  los  bordes  cortados  á  pico  puedeu  presentar  variantes 
que  desfiguren  estas  condiciones.  Seña.[a,  el  surco-halano-prepucial  como 
el  asiento  más  común  de  la  úlcera  venérea,  y  cree  que  su  terminación 
por  gangrena  ó  por  fajedenismo  depende  de  condiciones  contrarias  para 
producir  una  ú  otra  lesión  residentes  en  la  región  afecta.  La  gangrena 
la  hace  depender  de  la  riqueza  vascular  y  el  fajedenismo  de  la  condición 
contraria.  Hé  aquí  las  ideas  más  culminantes  expresadas  por  el  Dr.  Vifor- 
cos y  que  en  general  consideramos  aceptables  si  bien  que  no  creemos 
exento  de  discusión  algún  detalle. 

Fajedenismo  del  pene:  notable  caso  olinico  (2).^  Un  sugeto  de  52  años 
ingresó  en  la  clínica  del  Dr.  Gástelo  en  el  Hospital  de  San  Juan  de  Dios  de 
Madrid,  con  el  antecedente  de  un  coito  impuro  á  consecuencias  del  que 
se  presentó  en  el  surco  balano  prepucial  una  pústula  parecida  á  la  del 
ectima.  Esta  pústula,  al  mismo  tiempo  que  manifestaba  su  tendencia 
destructora  daba  un  pus  contagioso  específico  y  se  convirtió  en  verda- 
dera úlcera.  La  lesión  llegó  á  destruir  por  completo  la  piel  de  la  parte  su» 
perior  y  laterales  del  prepucio  y  presentó  los  bordes  despegados  de  color 


(i)    Revista  de  Oftalmología  Sifiliografia  y  Dermatología,  dirigida  por  el  Dr.  Vi- 
forcos. Madrid,  Febrero  de  1882. 

(2)    HevUita  de  Oftalmología,  Sifiliografia  y  Dermatología, ^Eaero  de  1882. 


218  LOS  MIGRÓFITOS  DE  hk  SANGRE. 

violado,  con  el  fondo  rojizo  constituido  por  los  cuerpos  cavernosos  de- 
nudados. No  hubo  síntomas  generales. 

El  tratamiento  consistió  en  lociones  practicadas  cuatro  veces  al  dia 
con  el  agua  clorurada  que  más  adelante  se  reemplazó  con  la  mezcla  dd 
alcohol  y  un  tópico  especial,  el  colirio  de  Fernandez  (cuya  fórmula  de- 
seamos conocer).  A  beneñcio  de  estos  medios  desapareció  el  estado  fa- 
gedénico,  uniéndose  los  bordes  y  la  supuración  mejoró  hasta  el  punto  de 
iniciarse  la  tendencia  á  la  cicatrización,  que  hubo  de  ser  favorecida  por 
el  uso  de  la  disolución  de  nitrato  de  plata  por  la  exuberancia  de  mame- 
lones carnosos.  Posteriormente  se  consiguió  la  completa  cicatrización 
aplicando  tres  veces  al  dia  el  colirio  verde  (cuya  fórmula  también  desea- 
mos ver  expresada),  y  por  fin,  usando  el  ungüento  de  estoraque. 

Artritis  aguda  blenorrágica.— El  Dr.  Félix  Brun,  en  una  monografía 
interesante,  trata  con  extensión  de  esta  forma  de  artritis  blenorrágica 
poco  estudiada,  aislándola  de  las  otras  artritis  del  mismo  origen.  Las  ar- 
ticulaciones del  codo  y  de  la  muñeca  son  el  asiento  más  común  de  la 
artritis  de  que  trata  el  aUor,  si  bien  que  puede  observarse  en  todas  las 
demás.  Manifiéstase  en  un  principio  la  afección  por  un  dolor  agudísimo 
que  sobre  todo  se  produce  por  la  noche.  Después  viene  la  tumefacción 
que  puede  desarrollarse  notablemente,  y  que  no  es  debida  al  derramo 
articular  (pues  este  es  muy  escaso)  sino  á  la  infiltración  de  los  tejidos 
periarticulares  que  á  veces  pueden  ofrecer  una  sensación  de  blandura  ó 
falsa  fluctuación.  Posteriormente  puede  presentarse  el  roce  articular  y 
alterarse  notablemente  los  movimientos. 

Tres  vanantes  puede  ofrecer  esta  artritis  blenorrágica  en  cuanto  á  su 
terminación,  ó  es  resolutiva  ó  plástica- anquilosante  6  destructora.  En  esta 
última  variedad,  dice  Brun  (1)  que  las  alteraciones  pueden  llegar  hasta 
la  supuración,  y  que  si  esta  no  la  han  observado  muchos  autores  en  el 
reumatismo  blenorrágico  es  porque  se  previene  fácilmente  con  un  trata- 
miento bien  aplicado. 

El  tratamiento  que  el  Dr.  Brun  establece  para  esta  forma  de  artritis 
consiste  en  la  inmovilización  hasta  desaparecer  el  dolor  algunos  revulsi- 
vos para  disminuir  este,  y  luego  la  movilización  gradual  auxiliada  por 
la  electricidad. 


LOS  MICROFITOS  DE  LA  SANGRE  Y  SUS  RELACIOÍÍES  CON  LAS  ENFERMEDADES,^^ 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


VII. 

E.  Relación  de  los  micrdfltos  con  las  enfermedades. 

En  los  capítulos  anteriores  hemos  expuesto  los  hechos  principales 
referentes  á  las  relaciones  de  los  organismos  vivos  con  las  enfermeda- 


(1)  Journ,  de  Mcd.  el  de  C/iir.praí.- Marzo  18S2. 

(2)  Continuación.  -  Véanse  los  números  '¿5,  26, 27,  28,  2D  y  30 


LOS  MIGRÓFITOS  DE  LA  SANGRE  219 

des;  fáltanos  ahora  considerar  en  qué  se  funda  la  teoría  de  las  relacio- 
nes de  los  gérmenes  con  los  padecimientos,  porque,  por  ejemplo,  no  po- 
demos admitir  inmediatamente  que  el  carbunclo  sea  causado  por  los 
Baccilli  y  que  su  tratamiento  consista  en  la  destrucción  de  los  baston- 
citos,  ó  que  la  fiebre  recurrente  sea  producida  por  los  Spirilla  y  que  el 
remedio  deba  consistir  igualmente  en  la  destrucción  de  los  mismos. 

Antes  de  establecer  algo  semejante  á  un  tratamiento  racional,  es  pre- 
ciso probar:  4.'  ó  que  dichos  organismos,  en  el  estado  en  que  se  les  en- 
cuentra ordinariamente,  son  peligrosos  cuando  se  les  introduce  en  la 
economía;  2.^  ó  que  las  formas  descubiertas  en  las  enfermedades  son  en 
cierto  punto  diferentes  interiormente  de  las  que  hasta  el  presente  se  co- 
nocen como  pertenecientes  á  organismos  inofensivos, — diferentes  al  me- 
nos tanto  como  lo  son  entre  sí,  según  la  idea  de  Virchow,  el  perejil  y  la 
cicuta  (1). 

Respecto  al  primer  punto,  se  ha  probado  que  todos  los  representan- 
tes del  grupo  de  los  Schizomycetes  citados,  pueden  ser  introducidos  im- 
punemente en  el  organismo.  No  solamente  su  completa  inocuidad  se  ob- 
serva de  un  modo  patente  en  cada  comida  por  todos  los  individuos,  sino 
que  se  han  publicado  observaciones,  que  demuestran  de  una  manera  con- 
cluyente,  que  pueden  ser  directamente  introducidos  en  la  sangre  por  in- 
yección en  las  venas  ó  indirectamente  á  través  de  los  canales  linfáticos, 
en  los  tejidos  subcutáneos,  sin  la  menor  consecuencia  sensible.  Estos 
hechos  son  tan  conocidos  y  tan  generalmente  aceptados  que  no  es  nece- 
sario demostrarlos  con  observaciones  especiales. 

Con  respecto  á  la  segunda  cuestión,  existen  dos  opiniones  diametral- 
mente  opuestas.  Todos  los  partidarios  de  la  teoría  de  los  gérmenes  sos- 
tienen, con  pocas  excepciones,  que  el  organismo  especial,  en  la  enfer- 
medad especial  con  la  que  se  relaciona,  es  completamente  distinto  de 
todos  los  demás,  cuando  menos  es  algo  más  definido  que  un  granulo 
6  una  molécula.  Las  enfermedades,  que  se  han  citado  especialmente  en 
las  primeras  páginas  como  ligadas  á  los  micrófítos,  pueden  dividirse 
en  dos  clases,  según  la  forma  del  micrófito,  comprendiendo  el  grupo 
séptico,  la  pústula  maligna,  la  septicemia,  la  erisipela  maligna  ó  fiebre 
tifoidea  del  cerdo  por  una  parte,  y  por  otra  una  forma  de  fiebre  conocida 
comunmente  con  el  nombre  de  tifus  periódico,  bilioso,  recurrente. 

Relativamente  á  los  organismos  que  se  han  hallado  pertenecientes  al 
primer  grupo,  tomando  por  tipo  el  de  la  pústula  maligna,  debemos  ob- 
servar que  Robin  (2),  en  1865,  manifiesta  que  las  bacterideas  de  Davaine 
eran  idénticas  al  Leptothrix  huccális^  y  el  conocido  botánico  Hoffmann  ha 
expuesto  la  opinión  de  que  no  difieren  de  los  demás  cuerpos  semejan- 
tes que  aparecen  en  la  leche  y  en  las  preparaciones  de  carne  (3).  Recien- 
temente Fernando  Cohn,  en  sus  observaciones  sobre  el  crecimiento  de 
los  orga^nismos  de  igual  naturaleza  contenidos  en  las  soluciones  de  he- 
no, mani^esta  que  en  estos  últimos  los  Baccilli  son  idénticos  en  forma 


(1)  Die  Fortschritte  der  Kreigsheilkunde,  beaondera  im  Gehiete  der  Infectioné" 
krankheiten,  pág.  34,  1874. 

(2)  Traite  du  microscope,  pág.  926, 1871. 
(3;    Birch'Hirschfeld,  loo*  cU.,  pág.  906. 


220  LOS  MIGRÓFITOS  DE  LA  SANGRE. 

y  en  tamaño  á  los  que  se  encuentran  en  el  carbunclo,  y  que  las  fases  de 
su  desarrollo  corresponden  á  las  de  estos  últimos^  diferenciándose  tan 
solo  en  que,  mientras  el  Baccillus  anthrads  no  se  mueven,  el  Baccülus  de 
la  disolución  de  heno  tiene  la  facultad  de  moverse  (1).  Esta  distinción, 
según  ya  hemos  dicho,  no  existe. 

VIII. 

F.  Orgranismos  vegretales  (hallados  después  de  la  muerte  en  sanare  normal) 
considerados  en  sus  relaciones  con  las  bacterias  y  los  baccilli  de  las  en- 
fermedades. 

Hace  algunos  años,  el  Dr.  Cunningham  y  yo  mismo  fuimos  sorpren- 
didos frecuentemente  por  la  rapidez  conque  los  organismos  aparecen  en 
este  país  en  la  sangre  y  en  los  tejidos  de  los  animales  muertos.  Los  mi- 
crófítos  no  eran  solamenie  bacterideas  alargadas  ó  en  forma  de  peque- 
ñas esferas,  sino  que  se  presentaban  también  bajo  el  aspecto  de  láminas 
y  filamentos.  En  1872  y  en  1874,  sospechamos  semejanza  entre  estos  or- 
ganismos y  los  bacteridias  de  Davaine  (2). 

Poco  tiempo  después  ocurrió  una  circunstancia,  que  llamó  de  nuevo 
mi  atención  sobre  una  forma  especial  de  estos  organismos.  Hart,  ciru- 
jano veterinario  en  Calcuta,  me  hizo  examinar  una  pequeña  cantidad 
de  sangre  perfectamente  fresca,  que  habia  extraído  de  un  caballo  muer- 
to en  el  mismo  dia  de  una  enfermedad  antracoidea  bien  declarada.  Su 
curiosidad  respecto  á  los  caracteres  microscópicos  déla  sangre  se  habia 
despertado  al  leer  en  el  The  Veterinary  Journal^  que  se  habían  hallado 
agusanes»  en  la  sangre  de  caballos,  que  sufrieron  una  afección  seme  - 
jante  en  el  Punjab.  Preparóse  una  lámina  de  cristal  y  se  examinó  la  san- 
gre al  microscopio,  pero  no  pudo  descubrirse  particularidad  alguna; 
cuando  esta  preparación  y  otras  fueron  examinadas  doce  horas  más  tar- 
de (después  de  haberlas  guardado  bajo  una  campana  de  cristal),  se  ob- 
servaron láminas  y  filamentos  numerosos,  que  por  su  forma  y  tamaño 
correspondían  exactamente  á  los  cuerpos  del  mismo  género  descritos 
como  propios  del  carbunclo  en  Europa. 

Hiciéronse  muchas  culturas,  añadiendo  un  poco  de  sangre  al  humor 
acuoso  en  estado  fresco.  Las  preparacioi  es  fueron  entonces  guardadas 
por  algunas  horas  en  un  recinto  húmedo.  Siendo  en  este  momento  la 
temperatura  de  90'  F.,  no  fué  necesario  establecer  una  atmósfera  artifi- 
cial. £1  desarrollo  de  los  bastoncitos  en  filamentos  y  la  aparición  en  estos 
últimos  de  cuerpos  ovales  extremadamente  ¡refringentes,  correspondían 
de  una  manera  tan  exacta  á  lo  descrito  por  Gohn,  Koch,  Ewart  y  otros, 
que  no  es  necesario  representar  estas  diversas  fases  por  nuevas  fi- 
guras. 

Practicamos  una  serie  de  culturas  mezclando  con  el  humor  acuoso 
fres:o  una  pequeña  cantidad  del  producto  de  la  última  cillura  y  asi 
sucesivamente.  Tratábamos  entonces  de  asegurarnos  de  si  los  Baccilliy 


({)    Supplómenl  de  Cohn,  vol.  2.  fase.  3,  1877. 

(2;    Cholera.  Re.herches  microscopifjues  et  physiohgiqujSf  i.*  y  2.'  serie,  tS72-74. 


LOS  MICRÓF'ITOS  DU  LA  SANGRE!. 


221 


descubiertos  en  la  sangre  que  se  había  conservado  algunas  horas  después 
de  la  muerte  de  los  animales,  manifestarían,  en  condiciones  iguales, 
cambios  semejantes.  Las  ratas  muertas  por  medio  del  cloroformo  y  guar- 
dadas de  tres  á  veinte  y  cuatro  horas,  según  que  la  temperatura  fuese 
alta  ó  baja,  dieron  el  siguiente  resultado:  halláronse  Baccilli  en  la  san- 
gre, en  el  bazo  y  en  otros  órganos.  En  esta  ocasión  excepcional  los  or- 
ganismos aparecieron  rápidamente;  este  ejemplo  notable  de  la  apari- 
ción precoz  y  abundante  debíase  en  parte  probablemente  al  género  de 
muerte. 

El  individuo,  que  había  procurado  las  ratas,  prometió  entregar  un 
gran  número  de  ellas  en  corto  espacio  de  tiempo,  comenzando  luego,  con 
ayuda  de  ratoneras,  una  caza  activa.  Viendo  que  era  posible  procurarse 
un  número  mayor  de  las  que  podían  contener  la  trampa  que  había  emplea- 
do, tomó  una  gran  olla  de  tierra,  en 
.  la  que  metió  27  de  estos  animales,  cer- 
rando la  abertura  con  un  pedazo  de 
lienzo.  Como  es  de  suponer,  las  ratas 
habían  todas  perecido,  excepto  una, 
antes  de  que  estuviesen  en  nuestro 
poder.  Examiné  la  sangre  y  el  bazo 
de  veinte,  á  las  seis  ú  ocho  horas  de 
haber  sido  cazadas,  hallando  una  mul- 
titud de  Baccilliy  absolutamente  idén- 
ticos al  Baccillus  anihracis.  En  algu- 
nas de  ellas  la  abundancia  de  Baccilli 
era  sorprendente.  Presentábanse  en 
general  bajo  la  forma  de  bastoncitos, 
pues  algunos  de  ellos  habían  crecido 
dd  tal  manera,  que  cubrían  el  campo 
del  microscopio. 

Este  experimento  inclina  ádar  ra- 
zón á  una  afirmación,  emitida  por  Si- 
gnol  ante  la  Academia  de  París,  según 
la  cual  se  encuentran  Baccilli  movibles,  idénticos  á  los  del  carbunclo, 
diez  y  seis  horas  ó  menos  después  de  la  muerte  en  la  sangre  de  los  aní- 
males que  han  sido  asfixiados  por  medio  del  carbón. 

Además,  Signol  observó  que  80  gotas  de  esta  sangre  mataban  rápi- 
damente un  macho  cabrio  ó  un  carnero,  si  bien  la  putridez  no  pudo  ser 
comprobada,  de  tal  modo,  que  no  existían  apariencias  de  ella,  ni  olor 
alguno,  pero  que  no  se  hallaban  Baccilli  en  la  sangre  de  los  animales 
inoculados,  antes  ó  inmediatamente  después  la  muerte  (1). 


Fif .  36.— Organiamot  enconiradoi  en  U  santre  de  anima 
la  lanoe,  algonae  horaa  después  de  la  mnert-,  15(10  diá- 
BMtroa. 


(Continuará,) 


(1)    Comptesrendua^LXyOílt  pág.  116,  Diciembre  1879. 


222  NOTICIAS   CIENTÍFICAS. 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


Erupciones  cutáneas  producidas  por  algunos  medicamentos.— Se- 
gún AuspitZy  las  erupciones  producidas  por  algunos  de  los  medicamentos 
más  usados  son  las  siguientes: 

Quinina:  Eritema  escarlatiniforme.  Pápulas  sarampionaides  (i).  He- 
morragia y  púrpura.  Edema,  Prurigo. 

Quina,  helladonay  estricnina  y  estramonio.  Erupciones  semejantes  á 
las  pápulas  de  sudamina. 

Digital:  Eritema  á  los  pocos  dias. 

Acónito  Exantema  vesiculoso. 

Santonina:  Flictenas  y  pápulas. 

Bhus:  Erupción  vesiculosa. 

Opio  y  morfina:  Eritema,  pápulas,con  descamación  y  prurito. 

Pilocarpina:  Efidrosis,  aumento  do  la  transpiración  cutánea. 

Fósforo:  Púrpura. 

Acido  fosfórico:  Péníigo. 

Mercurio:  (uso  interno)  Eritema,  Eczema. 

Arsénico:  Eritema,  y  pápulas.  Eczema. 

Acido  fénico:  Eritema,  vesículas  y  pústulas. 

Acido  salicilico:  Púrpura,  flictenas  con  catarro  laríngeo;  pústulas. 

Hidrato  de  doral:  Eritema  muy  marcado;  comezón,  descamación, 
púrpura  y  petéquias;  eczema  con  costras  y  escamas. 

Bálsamo  de  copaiba^  cubeta^  trementina:  Flictenas,  eritema,  eczema. 

Aceite  de  hígado  de  bacalao:  Acné. 

Yoduro  de  potasio:  Pápulas,  vesículas  y  flictenas,  eclima,  eczema, 
equimosis  y  púrpura. 

Bromuro  de  potasio:  Pápulas  y  pústulas,  grandes,  tubérculos  y  equi- 
mosis, vesículas  y  úlceras. — (L.  Süñb.) 

Sífilis:  tratamiento  por  las  inyecciones  subcutáneas  de  pepto- 
na  mercúrico-amónica. — Vidal  (Común,  á  la  Soc.  de  Tlierap.)  ha  ensa- 
yado el  tratamiento  preconizado  por  M.  Martineau  en  treinta  enfermos, 
en  los  cuales  han  desaparecido  los  accidentes  después  de  veinte  á  trein- 
ta inyecciones  de  5  miligramos  de  sublimado  cada  una.  Es  un  medio 
excelente  para  administrar  el  mercurio  á  los  individuos  dispépticos  y  á 
los  que  presentan  intolerancia  de  las  vías  digestivas.  La  acción  del  mer- 
curio es  mucho  más  rápida  por  la  via  hipodérmicaque  por  la  estomacal; 
M.  Vidal  cita,  por  ejemplo,  un  caso  grave  de  sifiloma  lingual  antiguo, 
que  mejoró  considerablemente  al  cabo  de  quince  dias. 

Este  método  es  inocente,  si  se  tiene  cuidado  de  fíltrar  la  solución  y 
renovarla  á  menudo,  casi  todos  los  dias,  administrándolas  en  la  espalda 
ó  en  las  nalgas,  en  pleno  tejido  celular  subcutáneo.  A  pesar  de  todas  las 
precauciones,  ha  determinado  en  algunos  casos  un  dolor  intenso  y 
nudosidades  más  ó  menos  persistentes,  pero  nunca  ha  producido  abs- 
cesos. 

De  los  treinta  enfermos,  en  cuatro  se  presentó  salivación  bastante 
intensa  que  obligó  á  suspender  el  tratamiento.  Es  cierto  que  los  indivi- 


(i)  En  luffar  de  esta  palabra,  muchos  autores  emplearían  la  palabra  morbilosas; 
pero  la  Acaaemia  de  Medicina  y  Cirugía  de  Barcelona  ha  dicho  en  cierto  dictamen, 
que  el  epíteto  morbiloso  y  las  voces:  constipación  y  desingurgitacion,  no  deben 
usarse. 


NOTICUS  CIENTÍFICAS.  223 

daos  afectos  de  gingivitis  anterior  no  habian  sido  excluidos  del  experi- 
mento, y  además  en  la  estación  húmeda  y  fria  los  otros  métodos  de  ad- 
ministración hubieran  producido  aun  más  estomatitis.. 

Para  prevenir  la  salivación  mercurial,  M.  Vidal  recomienda  hacer 
frotar  las  encías  de  los  enfermos  diez  ó  doce  veces  por  día  con  los  pol- 
vos siguientes,  formulados  según  aconseja  el  profesor  Panas: 

Polvo  de  quinina. 3  partes. 

Id.  de  ratania. 1       » 

Clorato  de  potasa 1       » 

M.  Dujardin-Baumetz  ha  obtenido  también  excelentes  resultados  con 
las  inyecciones  de  peptona  mcrcúrico-amónica  en  la  sífilis.— (S.  Carbó.) 

Herencia  morbosa.— Interesantes  son  los  experimentos  practicados 
por  Brown-Séquard,  con  los  cuales  prueba  la  suma  frecuencia  con  que 
se  trasmiten  las  lesiones  orgánicas  accidentales  producidas  en  los  ascen- 
dientes. Actualmente  hay  en  el  Colegio  de  Francia  más  de  150  conejitor 
de  Indias  con  lesiones  hereditarias,  según  ha  dicho  el  distinguido  autos 
antes  mencionado  en  la  Academia  de  Ciencias  de  París  (13  de  Marzo). 

Hé  aquí  algunas  enfermedades  trasmitidas  por  herencia:  1/  epilep- 
sia, producida  en  los  padres  por  una  sección  del  nervio  ciático  ó  de  una 
parte  de  la  médula  espinal;  2.^  deformación  de  la  oreja  ú  oclusión  par- 
cial de  los  párpados,  por  la  sección  del  gran  simpático  cervical;  3.*  exof- 
talmia,  por  lesión  del  bulbo  raquídeo;  4  *  equimosis  seguidos  de  gan- 
grena seca  con  otras  alteraciones  de  nutrición  de  la  oreja,  por  lesión  del 
cuerpo  rectiforme  que  habia  determinado  iguales  efectos  en  los  ascen- 
dientes; 5.*  ausencia  de  falanges  ó  de  un  dedo,  por  la  sección  del  nervio 
ciático;  6.'  estado  morboso  de  este  mismo  nervio,  por  haberlo  cortado, 
y  aparición  sucesiva  de  los  fenómenos  que  ha  descrito  como  caracterís* 
ticos  de  los  periodos  de  desarrollo  y  decrecimiento  de  la  epilepsia,  y 
en  particular  el  poder  epileptógeno  en  una  parte  de  la  piel  del  cuello 

y  de  la  cabeza  y  la  caida  de  los  pelos  de  esta  zona,  cuando  la  epilepsia 
mejoró. 

A  más  de  estos  hechos,  ya  conocidos,  B'-own-Séquard  refiere  dos  nue- 
vas series  de  experimentos,  relativos  la  una  á  alteraciones  de  nutrición 
del  globo  ocular  y  la  otra  á  la  atrofia  muscular.  Actualmente  tiene  más 
de  cuarenta  animales,  con  uno  ó  con  los  dos  ojos  lesionados,  hijos  de 
tres  padres  que  tenían  uno  alterado  á  consecuencia  de  la  sección  trans- 
versal del  cuerpo  restiforme,  y  unos  veinte  en  los  que  hay  la  atrofia 
muscular,  hijos  de  padres  que  la  padecían  por  haber  seccionado  el  ner- 
vio ciático. ^(RODBIGUEZ  Mendez.) 

Apoxnorftna:  acción  expectorante. —  Los  experimentos  practicados 
por  Beck  con  el  clorhidrato  de  apomorfina,  en  60  casos  de  catarro  bron- 
quial y  en  30  de  bronco-pneumonia,  le  han  inducido  á  asegurar  que  las 
secreciones  eran  más  fluidas  y  que  los  esputos  se  expelían  con  notoria 
facilidad  durante  la  acción  de  este  medicamento. 

La  fórmula  que  emplea  es  la  siguiente: 

Clorhidrato  de  apomorfina 45  miligramos. 

Acido  clorhídrico  diluido 15  gotas. 

Agua  destilada 120  gramos. 

Jarabe  simple 30       » 

Administra  una  cucharada  cada  dos,  tres  ó  cuatro  horas.— (Ve rdós.) 


224  SECCIÓN  OFIQAL. 

SECCIÓN  OFICIAL. 

Cátedras  vacantes.^Real  orden  de  16  de  Marzo  mandando  se  provean 
por  oposición  las  Cátedras  de  Ejercicios  prácticos  de  Osteología  y  Disección; 
Higiene  privada  y  pública.  Terapéutica,  Materia  médica  y  Arte  de  recetar  é 
Historia  de  las  Ciencias  médicas  de  la  Facultad  de  Medicina  de  la  Habana.— 
Gaceta  del  23  de  Marzo  (1). 

Aguas  minero-medicinales  españolas.— Cuadro  de  las  temporadas,  di- 
rectores, etc.;  etc. — Id.  del  27  id. 

Cólera  morbo.— Orden  del  28  de  Marzo  declarando  limpias  las  procedencias 
de  Redjar,  distrito  de  Belet-el-Harem  (Arabia),  y  de  observación  las  de  Jambo 
y  Djeddah,  puertos  otomanos  del  Mar  Rojo,  y  limpias  también  las  de  nuestras 
posesiones  en  Marruecos,  todo  á  contar  desde  el  30  de  este  mes.— /d.  del  30  id. 


Repaso  de  histología.— El  establecido  en  Madrid,  en  el  local  del  La- 
boratorio Micográfíco  del  Dr.  Martinez  y  Molina,  por  el  Dr.  D.  Manuel 
Tapia  Serrano,  tendrá  este  curso  efecto  desde  1.*  de  Mayo,  empleando  en 
las  conferencias  el  tiempo  necesario  para  que  quede  terminado  en  l.^de 
Junio.  La  matrícula  queda  abierta  en  el  local  del  repaso:  Atocha,  133,  y 
en  el  de  la  Facultad  de  Medicina. 


Del  empleo  del  hierro  en  la  estación  de  la  primavera. — El  medica- 
mento ferruginoso  que  muchos  autores  han  nombrado  Remedio  ó  medi' 
camento  heroico  porque  tiene  por  principal  objeto  renovar  la  sangre,  se 
aplica  hoy  en  dia  en  tantos  casos,  que  se  ha  hecho  casi  el  único  lunda- 
mento  de  la  terapéutica  moderna. 

Creemos  muy  útil  llamar  la  atención  de  un  medicamento  que  se  em- 
plea tanto  desde  su  preparación  en  hierro  líquido,  y  que  hoy  es  conocido 
por  Hierro  dializado  Bravais,  por  ser  accesible  á  todas  las  personas,  aun 
cuando  tengan  el  estómago  muy  delicado,  produciendo  en  esa  forma  de 
preparación  tan  buenos  resultados,  que  se  puede  considerar  con  toda 
justicia  como  el  medicamento  más  eficaz  de  los  tónicos  y  reconstituyen- 
tes, empleándolo  sobre  todo  en  la  primavera,  porque  es  en  esa  época  que 
la  organización  del  cuerpo  sufre  del  estado  atmosférico,  sucediendo  las 
afecciones  y  enfermedades  crónicas.  Ademas,  por  ser  esa  preparación  de 
fácil  empleo  y  no  tener  ningún  inconveniente,  porque  es  soluble,  es 
decir,  que  se  puede  desleír,  ni  tener  tampoco  el  inconveniente  de  enne- 
grecer los  dientes,  se  puede  asegurar  que  el  Hierro  Bravais  no  solo  es 
buen  remedio,  sino  que  es  también  un  invento  verdadero  reconocido  por 
los  más  célebres  médicos  que  han  estimado  sus  ventajas. 

Cada  uno  de  los  frascos  del  Hierro  Bravais  tiene  un  sistema  muy  in- 
genioso y  fácil  de  cuentagotas,  especie  de  tubo  en  goma  que  se  acomoda 
bien  al  frasco,  y  basta  tan  solo  apretar  con  los  dedos  para  que  caiga  una 
gota  de  ese  liquido. 

Dicho  cuentagotas  sirve  también  de  tapón,  una  vez  que  el  frasco  se 
ha  empezado. 


(i)    La  Higiene  ba  sido  en  28  de  Marzo  (Gaceta  4  Abril)  eliminada  de  la  convo^- 
toria. 


Tomo  II.  Húm.  8.  30  Abril  do  1882.  Año  II.  Núm.  32. 

Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  De  la  oportunidad  y  valor  de  las  emisiones  sanguíneas  en  la  metritis,  y  en  parti- 
cular en  el  tratamiento  de  la  metritis  crónica  (continuará),  por  el  Sr.  S.  €irera.~Trata- 
miento  de  la  dacriocistitis,  por  el Sr.  J.  Barraquer.— Anatomía  de  los  centros  nerviosos 
(continuación),  por  m,  M.  Wmir^mm  moe».— Contri bueion  al  estudio  del  ácido  salicllieo  y 
sus  compuestos,  en  particular  del  salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo 
(continuación),  por  B.  M.  E.  Moré  y  Bar ipit.— Revista  de  Fisici.  Congreso  y  exposición 
de  electricidad  (continuará),  por  el  Br.  Bodri^neB  Me ndex.— Revista  critica  bibliográ- 
fica,por  los  Brea.  Vilaaeea  y  Bodri^oea  Mendea.— Los  mlcrófltos  de  la  sangre  ysus  re- 
laciones con  las  enfermedades  (oontinuacion).  por  el  Br.  T.Biehard  Le  Win.— NOTICIAS 
CICNTÍFIGAS:  Acción  tóxica  comparada  de  varios  metales.^Golirio  de  Fernandez.— Estado 
del  lado  sano  en  los  hemiplégicos.  -  Ascárides  lumbricoides:  tratamiento—Excitación  de 
los  centros  motores  corticales.— Sección  ofleial.^Publicacionesrecitndas, 


DE  U  OPORTUNIDAD  T  VALOR  DE  LAS  EHISIONES  SAIUÍKEAS  EK  U  METRITIS 

Y  EN  PARTICULAR 

EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA, 

POR   J.    ClRERA. 

I. 

Los  procesos  flogísticos  del  órgano  materno  pueden  considerarse  co- 
mo la  enfermedad  reinante  en  los  centros  populosos.  Esto  tiene  por  cau- 
sa indudablemente  la  mala  dirección  dada  al  puerperio  unas  veces,  la 
poca  precaución  en  los  periodos  menstruales  otras,  ó  el  confiar  los  actos 
abortivos  á  personas  poco  idóneas  ó  abandonarlos  por  completo  á  los  so- 
los esfuerzos  de  la  naturaleza,  que  serian  suficientes,  si  no  se  hallaran  en 
presencia  de  organismos  mal  dispuestos  á  reacciones  contra  los  elemen- 
tos morbosos.  A  parte  de  otras  de  menor  consideración,  y  que  en  último 
resultado  son  de  un  mismo  orden,  éstas  son  las  causas  más  importantes 
de  los  procesos  morbosos  del  útero;  resultando  que  los  fenómenos  neu- 
ro-vasculares  y  los  movimientos  orgánicos,  que  acompañan  á  la  mens- 
truación, al  embarazo,  al  aborto  ó  al  puerperio,  se  ven  con  facilidad  per- 
turbados y  son  el  origen  de  disturbios  circulatorios  y  tróficos,  que 
constituyen  la  naturaleza  intima  del  proceso  local  conocido  con  el  nom- 
bre de  metritis  crónica. 

Este  padecimiento  ha  tenido  y  sigue  teniendo  una  terapéutica  muy 
variada,  porque  entre  clínicos  y  patólogos  reina  un  desacuerdo  acerca 
de  la  verdadera  significación  que  debe  darse  á  la  metritis,  no  histológi- 
ca, sino  clínicamente  considerada.  Porque  bien  se  comprende  que  los 
actos  patológicos  fiuxion,  congestión,  infarto,  inflamación,  no  constitu- 
yen procesos  idénticos,  y  no  pueden  en  manera  alguna  ser  comprendí- 


296  TRATAMIENTO  BE  LA  MBTRITIS  CRÓNICA. 

dos  bajo  una  misma  denominación;  pero  clínicamente  considerados,  no 
es  posible  establecer  una  linea  de  demarcación,  porque  comunmente, 
por  no  decir  de  un  modo  constante,  vienen  intimamente  confundidos  en 
una  entidad  patológica  que  afecta  diversas  modalidades,  aunquo  ofre- 
ciendo un  conjunto  uniforme. 

No  llevamos  en  el  ánimo  el  propósito  de  entrar  en  serias  considera- 
ciones sobre  punto  tan  importante  de  la  patología  uterina;  mas,  para  ve- 
nir en  justificación  de  lo  que  valen  en  si  las  emisiones  sanguíneas  y  de 
su  oportunidad,  es  fuerza  fijemos  la  atención  de  un  modo  preferente 
sobre  lo  que  nos  enseña  la  histología  ante  los  cambios  de  exlructura 
que  experimenta  la  matriz  durante  é  inmediatamente  después  de  la  ges- 
tación. 

Ella  nos  enseña,  pues,  que  bajo  el  estímulo  del  producto  de  la  con- 
cepción, el  útero  entra  en  un  notable  movimiento  de  actividad  nutritiva 
y  generadora,  dando  por  resultado  la  hipertrofia  é  biperplasia  de  sus 
elementos  ccnstitutivos.  De  modo  que  el  tejido  muscular  y  el  sistema 
vascular,  que  son  los  elementos  que  deben  tomar  una  parte  muy  activa 
en  los  fenómenos  de  nutrición  y  expulsión  fetal,  van  adquiriendo  un  des- 
arrollo que  guarda  proporción  con  la  época  del  embarazo.  Llegado  el 
término  de  éste,  una  vez  que  el  sistema  vascular  y  el  tejido  muscular 
han  cumplido  su  tarea,  las  grandes  dimensiones  que  había  adquirido  el 
útero  en  el  tiempo  máximo  de  nueve  meses,  las  pierde  próximamente 
en  el  espacio  de  cinco  ó  seis  semanas,  cuando  las  cosas  siguen  su  curso 
normal;  pero  no  sucede  siempre  así, sino  que  ese  movimiento, que  pudié- 
ramos llamar  de  desasimilacion»  y  que  científicamente  es  conocido  por 
el  de  trabajo  de  involución  ó  regresión  uterina,  por  causas  que  no  son 
del  caso  enumerar,  no  se  efectúa  cual  corresponde  al  modo  normal  de 
funcionar  el  organismo.  Por  tal  motivo,  la  degeneración  grasosa  de  la  fi- 
bra muscular  de  nueva  formación,  así  la  propia  del  parénquíma  uterino 
como  la  perteneciente  á  las  paredes  vasculares,  queda  suspendida,  no 
puede  por  lo  tanto  verificarse  la  reabsorción  de  los  elementos  degenera, 
dos,  y  así  es  como  el  útero  permanece  con  un  riego  sanguíneo  superior 
á  las  necesidades  de  nutrición.  Este  éxtasis  sanguíneo  no  puede  impu- 
nemente seguir  en  un  órgano  de  las  condiciones  del  útero  en  estado 
puerperal,  sin  que  dejen  de  venir  inmediatamente  lesiones  tróficas,  ra- 
dicando ya  en  el  tejido  muscular,  ya  en  el  conjuntivo. 

Hé  aquí  cómo  vienen  á  confundirse  las  lesiones  circulatorias  con  las 
de  nutrición,  y  cómo  clínicamente  apenas  si  es  posible  sorprender  esta- 
dos puramente  congestivos  ó  simplemente  inflamatorios  bajo  ana  forma 
crónica.  En  una  palabra,  el  clínico  sorprende  rara  vez,  por  no  decir  nun- 
ca, el  proceso  patológico  del  útero  en  su  primer  estadio,  ó  de  congestión» 
y  sí  en  el  segundo,  en  que  coexisten  la  congestión  y  la  inflamación. 

Pero  el  acto  patológico  no  se  detieneaquí:  el  tejido  celular  inflamado 
sufre  con  el  tiempo  una  transformación  tan  notable,  que  cambia  por 
completo  la  faz  del  proceso.  Aquellos  elementos  anatómicos,  hipertro- 
fiados é  hiperplasiados  por  efecto  del  movimiento  irritativo  y  de  la  tai- 
ta de  involución,  se  afectan  luego  de  esclerosis,  que  produce  su  retrac- 
ción; al  rededor  de  los  vasos  es  precisamente  el  sitio  de  preferencia  del 
tejido  celular,  y  en  virtud  de  la  susodicha  retracción  determina  lacons- 


TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA.  2ft? 

triccion  de  los  mismos *de  un  modo  permanente,  dando  por  resultado  la 
isquemia  del  órgano  materno. 

Tal  suele  ser  el  término  ordinario  de  la  escena  patológica,  cuando 
DO  se  acude  á  tiempo  con  un  plan  terapéutico  racional  Los  solos  eS'*' 
fuerzos  de  la  naturaleza  no  son  bastantes  para  desviar  el  curso  de  tan 
fatal  proceso  morboso. 

Por  lo  anteriormente  manifestado,  se  hace  bien  patente  la  natural  dU 
Tísion  de  la  metritis  crónica  en  dos  periodos,  anatómica  y  clínicamente 
demostrados.  Ellos  son  y  deben  ser  la  base  fundamental  de  una  eficaz 
terapéutica.  En  esta  natural  división  se  funda,  por  consiguiente,  la  opor- 
tonidad  y  valor  de  las  emisiones  sanguíneas  en  la  m3tritis  crónica,  toda 
vez  que  en  el  período,  llamado  por  Scanzoni,  de  infiltración,  las  emisio- 
nes sanguíneas  son  racionalmente  aplicables,  porque  el  útero  se  er  caen- 
tra  sobrecargado  por  el  sistema  vascular  ingurgitado;  tnas,  en  el  período 
de  induración,  según  há  poco  acabamos  de  indicar,  las  condiciones  son 
totalmente  diferentes:  el  riego  sanguíneo,  antes  aumentado,  por  efecto 
de  la  extrangulacion  vascular,  queda  reducido  hasta  tal  punto,  que  ape^ 
ñas  es  suficiente  para  la  nutrición  del  órgano.  Por  lo  tanto,  en  este  pe-* 
ríodo  no  tienen  valor  ninguno  las  emisiones,  y  coa  ello  viene  establecí* 
da  su  oportunidad. 

No  son  conceptos  basados  puramente  en  la  teoría  y  en  lo  que  pueda 
dar  de  sí  la  anatomía  patológica,  sino  que  vienen  afianzados  por  la  prác- 
tica de  reputados  clínicos;  y  por  lo  que  á  nosotros  toca,  podemos  dar  fé 
de  que  las  emisiones  sanguíneas,  metódica  y  oportunamente  practica- 
das, son  un  medio  poderoso  y  de  grande  utilidad  para  la  resolución  de 
estos  procesos  uterinos.  Sin  embargo,  este  medio  no  pasa  de  ser  uno  de 
tantos  otros  aceptados  con  gran  confianza  y  reconocidos  como  de  un  va- 
lor terapéutico  tanto  ó  más  poderoso  que  el  que  nos  ocupa.  Asi  es  que, 
por  mas  que  en  nuestra  práctica  hagamos  un  uso  muy  frecuente  de  ellas, 
no  por  eso  echamos  al  olvido  otra  clase  de  medios  de  gran  valía,  y  que  en 
condiciones  especiales  deben  con  razón  anteponerse  á  éstas.  De  modo  que 
la  medicación  intrauterina  (1)  la  estimamos  en  mucho,  pues  que  con  ella 
hemos  obtenido  y  obtenemos  diariamente  resultados  positivos;  pero, 
coadyuvada  por  las  emisiones,  esta  medicación  tiene  más  precio,  pues- 
to que  las  curaciones  se  efectúan  con  mayor  rapidez;  pudiendo  alter- 
narse impunemente  en  el  decurso  del  tratamiento,  porque,  como  más 
adelante  expondremos,  éstas  tienen  más  razón  de  ser  y  son  de  mayor 
utilidad  en  determinados  momentos  de  los  periodos  intermenstruales. 

Esto  sentado,  pasemos  á  poner  en  claro  otro  punto  que  voluntaria- 
mente hemos  omitido. 

Al  tratar  de  la  verdadera  significación  que  debía  darse  á  la  palabra 
metritis,  nos  hemos  declarado  partidarios,  clínicamente,  de  la  simplifican^ 
cion,  ó  sea  de  considerar  bajo  un  mismo  grupo  estos  estados  patológicos 
que  con  matices  variados  vienen  á  simular  procesos  distintos.  Esta  de- 
claración tiene  solamente  necesidad  de  ser  hecha  para  lo  que  debe  en- 
tenderse con  el  nombre  de  metritis  crónica,  pues  que  en  la  aguda  no 
oabe.'discusion  alguna.  Pero  la  matriz  se  compone  de  dos  elementos  prin- 


(i)    Véase  Gaceta  Médica  de  Cataluña,  núm.  68,  69  y  70  del  año  III. 


9SS  TRATAIOENTO  DE  L\  METRITIS  CRÓNICA, 

cipales,  que  cada  uno  de  por  si  puede  afectarse:  tales  son  el  parénquima 
y  la  mucosa.  Por  eso  se  han  reconocido  dos  clases  de  metritis  crónica: 
lana  parenquimatosa  y  otra  mucosa.  No  obstan  te,  ¿se  hallan  en  la  prác- 
tica plenamente  caracterizadas  y  bien  independientes?  No  queremos  ne- 
garlo en  absoluto,  pero  si  diremos  que  en  nuestra  práctica  no  hemos 
sabido  descubrir  endometritis  perfectamente  aisladas  de  trastornos  pa» 
renquimatosos,  ni  aun  en  las  nulíparas,  que  son  las  únicas  que  pudie- 
ran basta  cierto  punto  dar  lugar  á  duda.  Siempre  que  hemos  observado 
nulíparas  con  catarro  cervical,  hemos  hallado  al  propio  tiempo  modiíN 
caciones  en  el  cuello — que  es  lo  único  accesible  con  el  espéculum— ,con- 
sistentes  en  una  coloración  violácea,  aumento  de  volumen  y  una  con- 
sistencia mayor,  de  manera  que  no  se  deja  penetrar  tan  fácilmente  por 
un  instrumento  punzante  ó  cortante,  comeen  el  estado  normal.  Por  con- 
siguiente, á  nuestro  entender,  la  metritis  crónica  es  una  y  tan  sólo  es 
posible  establecer  esta  clásica  división  de  metritis  parenquimatosa  y 
mucosa,  por  los  fenómenos  que  predominen  del  lado  de  la  mucosa  ó 
del  parénquima. 

II. 

Aceptadas  en  tesis  general  las  emisiones  sanguíneas,  como  un  medio 
de  tratamiento  propio  para  combatir  las  afecciones  de  carácter  inflama- 
torio que  radican  en  el  útero,  pasemos  á  ocuparnos  del  examen  de  los 
diferentes  modos  como  pueden  ser  practicadas,  pudiendo  resumirse  en 
el  cuadro  siguiente: 

Sangría* 

1  indirecta. . )  sanguijuelas, 
local.    .  <  > 

'  directa..   . )  escarificaciones. 

En  el  plan  de  este  estudio  entra  de  una  manera  preferente  el  juicio 
critico  de  las  emisiones  sanguíneas  en  el  tratamiento  de  la  metritis  cró- 
nica; pero  en  razón  á  su  Intimo  parentesco  con  los  demás  metritis,  no 
podemos  menos  que  tocar,  siquiera  sea  á  la  ligera,  algunos  punios  con- 
cernientes á  estas  últimas,  ya  que  vienen^.de  paso  y  pueden  formar  su 
complemento. 

Sangría  gfcíncraZ.— Parecerá  casi  inoportuno  que  vengamos  ahora  á 
dedicar  algunas  líneas  á  un  medio  que,  si  bien  había  gozado  en  tiempo 
aún  no  remoto  de  un  prestigio  sin  igual,  se  ve  en  estos  momentos,  con 
razón  ó  sin  ella,  poco  menos  que  postergado  al  olvido.  No  es  con  el  fin 
de  vindicar  su  pasado  poderío,  que  estuvo  en  su  tiempo  más  ó  menos 
justificado,  sino  para  darle  lo  que  justamente  le  pertenece. 

Es  cosa  de  todos  sabida  que  las  localidades  influyen  mucho  en  las 
medicaciones,  porque  el  modo  de  ser  de  los  individuos  varía  en  cada 
una  de  ellas.  Por  eso  en  las  grandes  poblaciones,  por  predominar  en 
ellas  los  temperamentos  nerviosos  y  linfáticos,  pocas  veces  se  ofrecen 
formales  indicaciones  de  las  evacuaciones  sanguíneas  generales.  De  aquí 
que  se  hayan  proscrito  absolutamente  de  la  práctica  ginecológica,  k  pe- 


TRATAMIENTO  DE  LA  DACRIOCISTITIS.  229 

sar  de  que  en  términos  generales  tal  es  nuestra  conducta,  debemos  de- 
cir que  no  de  un  modo  absoluto,  porque  se  ofrecen  al  clínico  casos  ex- 
cepcionales de  los  que  pudiéramos  relatar  algún  ejemplo,  en  que  las 
emisiones  generales  satisfacen  una  indicación  que  con  difícultad— por 
no  decir  imposible— seria  satisfecha  con  otros  medios. 

En  efecto,  hay  enfermas,  cuyo  temperamento  se  inclina  más  al  san- 
guíneo, que,  hallándose  afectas  de  metritis  crónica  en  cada  época  mens- 
trual, sufren  un  acceso  sub-agudo  y  hasta  verdaderamente  agudo,  con 
todos  los  síntomas  de  reacción  general  y  local  bien  acentuada.  Que  con- 
viene en  estos  casos  oponernos  á  tales  recrudecencias,  es  indudable; 
pero  ¿cómo  hacerlo  impunemente  y  con  éxito?  A  nuestro  entender,  no 
hay  medio  más  á  propósito  que  la  sangría  general  revulsiva  en  el  ins- 
tante mismo  en  que  se  vean  aparecer  los  primeros  síntomas  de  reacción. 
Esta  práctica  descansa  en  lo  que  se  observa  á  consecuencia  de  una  de- 
plecion  sanguínea  de  esta  naturaleza,  que  no  debe  pasar  más  allá  de  los 
iOO  gramos,  siendo  suficientes  ordinariamente  unos  60  ú  80.  Pues  bien; 
después  de  practicada  una  sangría  revulsiva  del  brazo,  la  cara  se  pone 
como  abotagada  y  de  un  color  más  subido,  sobrevienen  palpitaciones, 
sofocación,  cefalalgia,  en  una  palabra,  todos  los  fenómenos  de  una  ver- 
dadera fluxión  hacia  la  parte  superior  del  cuerpo.  En  vista  de  estos  fe- 
nómenos fisiológicos,  se  hace  bien  patente  su  acción  revulsiva,  que  por 
lo  enérgica,  debe  desviar  en  gran  parte  el  estímulo  útero-ovárico,  que 
de  una  manera  natural  y  constante,  aun  fuera  del  estado  patológico, 
tiene  lugar  periódicamente  en  el  aparato  genésico. 

Por  mas  que  en  nuestro  ánimo  quede  sentada  la  utilidad  de  este  me- 
dio terapéutico,  no  olvidamos  que  esta  indicación  no  se  ofrece  en  la 
práctica  con  frecuencia,  porque  raras  veces  tenemos  ocasión  de  tratar 
metritis  crónicas  en  su  principio,  sino  que  generalmente  llevan  ya  al- 
guna fecha  y  han  tenido  tiempo  suficiente  para  desplegarse  sus  compli- 
caciones—entre  ellas,  y  la  más  frecuente,  la  dispepsia  gastro-intesti- 
nal — que  suelen  determinar  profundas  alteraciones  de  las  funciones 
reparadoras,  y  como  consecuencia  un  empobrecimiento  de  la  sangre, 
en  cuyo  caso  queda  aquella  contraindicada  formalmente. 

(Continuará.) 


*t^m0^t^^0^t^m0^0^m0m0^0^0^K^i^m0^K^mÉm 


TRATAMIENTO  DE  LA  DACRIOCISTITIS 

POR  EL  Doctor  Don  J,  Barraqüer, 

Oeuliáta  de  loa  ho»pitale$  de  Santm  Cruz  y  del  Sagrado  Corazón, 


Aunque  las  afecciones  de  las  vías  lagrimales  sean  muy  variadas  y 
exijan  tratamientos  diversos,  la  más  común  y  que  puede  dar  origen  á 
mayor  númeto  de  complicaciones,  es,  sin  ninguna  duda,  la  dacriocistiti»», 
ó  sea  la  inflamación  del  saco  lagrimal.  Las  alteraciones  inflamatorias 


230  TRATAMIENTO  DE  LA  DACRIOCISTITJS, 

de  la  membrana  mucosa  del  saco  lagrimal  se  reducen,  en  la  gran  mayo- 
ría de  casos,  á  la  hiperemia,  tumefacción  y  secreción  de  un  producto 
purulento  ó  mucoso;  en  otros  casos  la  secreción  es  tan  exigua  que  apenas 
puede  apreciarse,  y  los  síntomas  de  obliteración  de  las  vías  lagrimales 
llaman  exclusivamente  nuestra  atención. 

La  dacriocistitis  puede  presentarse  bajo  la  forma  aguda  ó  crónica.  En 
la  primera  llaman  la  atención  el  edema  palpebral  desarrollado  rápida- 
mente, la  sensibilidad  al  tacto,  los  dolores  expontáneos  tensivos  y  pun- 
gitivos^ sumamente  intensos  en  la  propia  región,  el  abultamiento  de  la 
misma  y  creación  de  una  fístula  á  los  pocos  días.  Durante  los  dos  ó  tres 
primeros  dias  la  dacriocistitis  se  limita  á  producir  alteraciones  en  el  in- 
terior del  saco,  y  al  exterior  solo  se  notan  los  síntomas  de  una  tumefac- 
ción difusa  en  las  regiones  palpebral  y  lagrimal;  pero  en  los  dias  conse- 
cutivos fórmase  un  absceso  subcutáneo  en  comunicación  con  el  saco,  que 
forma  una  eminencia  localizada  y  cuya  abertura  prepara  la  creación  de 
una  fístula.  La  dacriocistitis  aguda  es  llamada  vulgarmente  erisipela. 
En  la  crónica,  el  lagrimeo  es  el  síntoma  dominante  y  existe  una  fístula 
antigua,  á  través  de  la  cual  salen  los  productos  segregados  por  el  saco 
lagrimal:  es  el  resultado  del  paso  de  la  piimera  forma  al  estado  crónico. 
Eq  la  generalidad  de  casos  falta  la  fístula  en  la  dacriocistitis  crónica,  ya 
porque  se  haya  curado  expontáneamente,  ya  porque  no  haya  existido 
nunca,  y  las  mucosidades  ó  el  pus  del  saco  salen  por  los  puntos  lagrima- 
les ó  por  la  abertura  del  conducto  nasal  en  las  fosas  nasales,  cuando 
comprimimos  la  región  del  saco. 

La  dacriocistitis  reconoce  por  causa,  en  la  mayoría  de  casos^  la  pro- 
pagación de  un  proceso  ñegmásico  de  las  membranas  ocular  ó  nasal;  esto 
nos  explica  la  frecuente  unión  de  esta  afección  con  la  ozena  y  con  las  con- 
juntivitis crónicas.  En  raras  ocasiones  es  idiopática  y  debida  á  las  inju- 
rias de  los  agentes  exteriores.  La  causa  inmediata  parece  ser  en  algunas 
ocasiones  la  retención  de  los  productos  segregados  en  el  saco,  así  es  que 
no  es  raro  que  se  presente  la  dacriocistitis  á  raiis  de  la  curación  de  úlce- 
ras de  las  fosas  nasales  y  en  el  curso  de  los  exóstosis  y  pólipos  que  obtu- 
ran el  conducto  nasal.  Se  ha  descrito  la  dacriocistitis  sifilitica,  y  la 
práctica  de  un  gran  námero  de  casos  no  me  permite  admitirla  en  el 
concepto  de  una  inflamación  supurativa  difusa  de  toda  la  superficie  del 
saco.  La  sífilis  produce  la  dacriocistitis  por  la  caries  ó  por  el  exóstosis 
de  algunos  de  los  huesos  que  se  relacionan  con  el  saco  ó  con  el  ccndncto 
nasal. 

La  indicación  terapéutica  en  las  afecciones  de  las  vías  lagrimales 
debe  fundarse  en  tres  síntomas  capitales: 

El  lagrimeo:  Tan  común  en  la  dacriocistitis,  depende  de  las  dificulta- 
des mecánicas  que  las  mucosidades  y  la  tumefacción  de  la  mucosa  opo- 
nen á  la  excreción  de  las  lágrimas  y  de  la  perturbación  funcional  que  en 
el  mecanismo  del  saco  lagrimal  infieren  las  alteraciones  inflamatorias, 
perturbando  el  funcionalismo  muscular,  estrechando  el  saco  en  unas 
ocasiones  y  dilatándolo  en  otras;  es^ie  lagrimeo  aumenta  ó  disminuye, 
según  el  estado  de  irritación  de  la  conjuntiva,  los  esfuerzos  de  acomo- 
dacioo  del  ojo  y  la  temperatura  del  aire,  de  modo  que  asi  como  eiíate 
BXi  0)achoa  pasaos,  en  otros  deja  de  existir  por  completo,  y  en  otros  se 


TRATAMIENTO  DE  LA  DAGBIOCISTITIS.  231 

maniñesia  solaiüente  cuando  se  expone  á  la  acción  de  un  aire  frió  ó  lee  ó 
padece  una  conjuntivitis.  La  importancia  del  lagrimeo  no  se  reduce  á 
las  molestias  y  á  las  privaciones  á  que  obliga^  sino  que  la  retención  de  las 
Mgrímas  en  la  cavidad  óculo*palpebral  y  el  constante  derrame  por  la 
abertura  de  los  párpados  producen  alteraciones,  que  bajo  el  punto  de 
vista  etiológico  y  terapéutico  son  exactamente  comparables  á  las  que 
tienen  lugar  en  todas  las  vías  de  excreción  en  los  puntos  situados  detrás 
de  la  estrechez. 

El  eczema  patpebral  provocado  (blefaritis  ciliar)  con  sus  complica- 
ciones de  acné  (forunculosis  palpebral),  sicosis  palpebral  (blefaritis  ul- 
cerosa é  hipertrófica),  la  calvicie  palpebral,  la  retracción  de  la  piel  del 
párpado  inferior  y  mejilla  (ectropion),  y  la  falta  de  protección,  que  por  él 
puede  sobrevenir  á  la  córnea  con  las  alteraciones  inflamatorias  de  esta 
membrana  trasmisible  al  interior  del  ojo,  son  los  trastornos  á  que  dá 
lugar  en  algunas  ocasiones  el  lagrimeo. 

La  fístula:  Influye  poderosamente  en  la  indicación,  según  los  carac- 
teres por  ella  presentados;  puede  ser  reciente  y  ancha  ó  antigua  y  hasta 
capilar,  llegando  en  algunos  casos,  raros  afortunadamente,  á  ser  tan  pe- 
queña su  abertura  que  se  necesita  grandes  esfuerzos  para  descubrirla, 
porque  se  limita  á  un  trayecto  flstuloso  capilar,  cuyas  paredes  y  aber- 
tura están  exentos  de  todo  proceso  flogístico.  En  otros  casos  se  desar- 
rolla en  el  trayecto  de  1 1  fístula  una  exuberacion  de  tejido  de  granula- 
ción» que  desfigura  notablemente  la  fisonomía  achatándola. 

La  supuración:  El  contacto  del  pus  con  la  conjuntiva  y  el  globo,  á 
través  délos  conductillos  lagrimales,  puede  producir  la  infección  de  la 
córnea,  que  es  el  más  grave  de  los  accidentes  que  en  estos  casos  puede 
tener  lugar.— La  infección  se  desarrolla  frecuentemento  en  el  curso  de 
)a  dacriocistitis  después  de  un  traumatismo  accidental  ó  quirúrgico;  de 
aquí  el  precepto  de  no  practicar  la  operación  de  la  catarata  ó  la  de  la  pu- 
pila artificial  en  un  individuo  qne  padece  la  dacriocistitis.  El  catarro 
conjuntiva!,  la  conjuntivitis  folicular  y  aun  la  blefaritis  son  á  menudo 
producidas  por  la  dacriocistitis. 

El  cateterismo  por  el  método  de  Bowman  es  sin  disputa  alguna  el 
tratamiento  que  reúne  mayor  número  de  curaciones,  corrigiendo  la  fís- 
tula, la  secreción  y  el  lagrimeo  al  mismo  tiempo;  permitiendo  la  libre 
evacuación  de  los  productos  segregados  por  el  conducto  nasal,  hace  inú- 
til la  fístula,  da  paso  á  las  lágrimas  y  evita  la  infección  de  la  membra- 
na mucosa  por  las  descomposiciones  de  sus  productos  de  secreción.  La 
supuración  disminuye  rápidamente,  y  las  fístulas  recientes  se  curan  á 
las  pocas  sesiones  de  cateterismo.  Cuando  la  supuración  ha  durado  mu- 
cho tiempo  ó  el  saco  lagrimal  está  muy  distendido,  el  cateterismo  es  in- 
suficiente para  curar  la  enfermedad  y  para  que  desaparezcan  sus  tres  sín- 
tomas capitales,  y  vemos  prolongarse  en  muchos  casos  el  lagrimeo  á 
pesar  de  la  facilidad  con  que  pasan  las  sondas  de  mayor  calibre.  En 
otros  casos  la  supuración  no  cede,  á  pesar  de  la  práctica  del  cateterisnio 
por  espacio  de  muchos  meses,  y  la  fístula  capilar  es  por  otra  parte  de 
todo  punto  incurable  con  el  procedimiento  de  Bowman. 

En  la  dacriocistitis  aguda,  cuando  todos  los  trastornos  inflamatorios 
pasan  dentro  del  saco,  y  él  tejido  subcutáneo  y  submuscular  de  la  re- 


232  TRATAMIENTO  DE  LA  DACRIOCISTITIS. 

gion  no  participan  de  la  flegmasfa,  el  cateterismo  constituye  un  agente 
terapéutico  abortivo  de  inmenso  valor.  Es  un  medio  que  aplico  cons* 
tantemente  á  lodos  los  casos  y  siempre  he  obtenido  los  mejores  resulta* 
dos,  abortando  la  flegmasía,  impidiendo  su  exteriorizacion  y  la  formación 
déla  fístula.  La  cura  abortiva  déla  dacriocistitis  es  basta  brillantei  en 
el  concepto  de  que  bastan  una  ó  dos  sesiones  de  cateterismo  para  obte- 
ner la  curación  más  completa. 

Si  la  inflamación  aguda  ha  producido  ya  absceso  al  exterior  del  saco, 
nos  queda  sólo  el  recurso  de  dilatarlo  á  través  de  los  tegumentos,  ayu- 
dando de  este  modo  á  la  naturaleza  en  el  establecimiento  de  la  fístula^ 
que  después  curaremos  fácilmente  por  medio  del  cateterismo. 

Kn  la  dacriocistitis  crónica,  el  tratamiento  con  el  sondaje  obtiene  la 
curación  en  la  mayoría  de  los  casos  á  condición  de  prolongarlo  por  lar- 
go tiempo,  pero  en  algunas  ocasiones,  rara?,  obtendremos  mejores 
resultados  acudiendo  á  otros  procedimientos  operatorios.  Figuran  en 
primer  lugar  las  .inyecciones  con  las  soluciones  desinfectantes  ó  as- 
tringente^, así  como  la  destrucción  del  saco  lagrimal,  extirpando  su 
mucosa  ó  cauterizándola  y  la  enucleación  de  la  glándula  lagrimal.  Solo 
n  js  está  permitida  la  destrucción  del  saco  lagrimal,  que  forzosamente 
impide  el  paso  de  las  lágrimas  y  qu3  puede  hacerse  con  la  galvano-cáus* 
tica,  con  el  termo-cauterio  ó  con  el  cloruro  de  zinc,  en  los  casos  en  que 
es  muy  abundante  la  supuración  y  el  citeterismo  imposible  ó  no  nos  da 
cuenta  de  ella  después  de  haberlo  practicado  por  espacio  de  algunos 
meses.  Antes  de  decidirnos  á  emplear  este  medio,  es  preciso  echar  un 
cálculo  de  probabilidades:  es  preciso  que  nos  fijemos  mucho  en  el  lagri- 
meo y  que  comparemos  los  peligros  de  una  epífora  interminable  con  los 
que  puede  ofrecer  una  supuración  para  siempre  prolongada  en  el  saco 
lagrimal.  En  este  juicio  deben  entrar  como  factores  no  despreciables  la 
p-»sicion  y  ocupaciones  del  enfermo,  atendido  á  que  ol  lagrimeo  tiene 
mayor  importancia  por  las  privaciones  que  produce  en  las  personas  que 
deben  fijar  la  vista  en  objetos  delicados,  es  más  pertinaz  en  los  que  es- 
tán muy  sujetos  á  las  influencias  atmosféricas,  y  la  supuración  es  más 
temible  en  las  personas  que,  por  descuido  ó  por  falta  de  medios,  no  pue- 
den mantener  un  estado  de  constante  limpieza  en  el  saco  conjuntiva!. 
La  mayor  ó  menor  exposición  á  las  contusiones  ó  heridas  de  la  córnea» 
por  razón  de  la  profesión  ó  de  otros  estados  patológicos  oculares  (litia* 
sis  de  las  glándulas  de  Meibomio,  triquiasis,  etc.,  etc..)  debe  tenerse 
en  cuenta,  ya  que  la  infección  se  encuer  tra  favorecida  por  las  soluciones 
de  continuidad  del  epitelio  de  la  córnea. 

La  extirpación  de  la  glándula  lagrimal  puede  sólo  cumplir  una  indi- 
cación sintomática  en  los  casos  en  que  el  cateterismo  es  imposible,  por 
haberse  practicado  la  operación  de  destrucción  del  saco  ó  por  haberse 
éste  destruido  por  alteraciones  ulcerativas  ú  óseas,  y  en  los  casos  en  que 
después  de  la  curación  de  la  dacriocistitis  persiste  el  lagrimeo  incoerci- 
ble, que  expone  á  los  peligros  de  la  retención  lagrimal  en  el  saco  de  la 
conjuntiva.— S'olo  parece  que  la  naturaleza  tiene  reservada  la  glándula 
lagrimal  para  funcionar  en  casos  excepcionales;  pues  su  falta,  después 
de  la  extirpación,  no  produce  ningún  efecto  desagradable  y  el  ojo  conti- 
núa perfectamente  humedecido.— El  único  inconveniente,  que  en  algunos 


TRATAMIENTO'  t>£  LA  DACRIOGISTITIS.  ^3 

eitsos  puede  acarrear  esta  operación,  es  un  ligero  ptosisdel  párpado  supe- 
rior, muy  digno  de  tenerse  en  cuenta  cuando  existen  granulaciones  pal- 
pebraies,  por  cuanto  la  primera  indicación  que  ellas  nos  suministran  es 
disminuir  el  contacto  entre. el  párpado  y  la  córnea,  lo  que  no  se  logra 
colocando  el  ojo  en  las  condiciones  de  ptosís.-— En  los  casos  en  que  la 
conjuntiva  está  normal,  este  ptosis  no  produce  ningún  accidente  des- 
agradable. 

A  la  destrucción  del  saco  lagrimal  y  á  la  extirpación  de  la  glándula, 
como  procedimientos  que  no  pueden  obtener  una  curación  completa  y  que 
sólo  cumplen  indicaciones  sintomáticas,  debemos  reservarles  un  papel 
secundario  en  nuestra  práctica;  por  mi  parte  puedo  decir  que,  entre  27ü 
dacriocistítis  que  he  visto  en  mi  Dispensario  y  en  el  Hospital  de  Santa 
Cruz,  desde  Enero  delSSO,  solo  he  tenido  que  acudir  á  la  destrucción  del 
saco  en  los  pocos  casos  que  voy  á  relatar,  para  que  se  vean  más  clara- 
mente los  motivos  de  t^  indicación. 

Domingo  Alonso  y  Vilá,  natural  de  Barcelona,  de  25  años  de  edad,  de 
oficio  cerrajero,  entró  en  el  Hospital  de  Santa  Cruz  el  i.^  de  lunio.  de 
1881  en  el  siguiente  estado:  fístula  lagrimal  capilar  derecha,  distensión 
enorme  de  ambos  sacos  lagrimales^  dacriocistitis  doble. —Dilatado  el 
punto  lagriínal  izquierdo  con  el  cuchillo  de  Weber,  é  intentado  prac- 
ticar el  cateterismo,  fué  imposible  el  paso  de  la  sonda  más  allá  del  saco 
lagrimal  por  encontrar  un  obstáculo  óseo  en  todas  direcciones.  Exami- 
nando con  el  espejo  reflectir  las  fosas  nasales^  se  descubrió  un  abulti- 
miento  óseo,  que  obturaba  por  completo  la  cavidad  derecha  y  que  dismi- 
nuía considerablemente  la  extensión  de  la  fosa  nasal  izquierda.  Compri- 
miendo la  ventana  nasal  izquierda  y  obligando  al  enfermo  á  respirar 
por  la  fosa  nasal  derecha,  nos  convencimos  de  que  el  aire  no  pasaba  por 
dicho  lado  y  debia  respirar  por  la  boca.  En  la  superficie  interna  del 
cuerpo  del  maxilar  inferior  se  presentaba  una  eminencia  ósea  en  cada 
lado,  que  se  extendía  desde  el  borde  anterior  del  masétero  hasta  el  nivel 
de  las  coanisuras  labiales.  El  achatamiento  de  la  nariz,  producido  por  el 
exóstosis  intra-nasal,  las  elevaciones  formadas  por  los  sacos  lagrimales 
distendidos,  junto  con  las  del  maxilar  inferior,  daban  á  la  fisonomía  un 
aspecto  muy  singular,  haciendo  la  cara  esférica.  Examinados  los  antece- 
dentes del  enfermo,  encontramos  vestigios  de  la  diátesis  sifilítica,  y  él 
nos  confió,  por  otra  parte,  haber  sufrido  una  úlcera  en  el  prepucio  se- 
guida de  erupciones  indolentes  generalizadas,  dolores  nocturnos  y  úlce- 
ras en  las  fauces.  Se  apeló  al  tratamiento  por  medio  del  ioduro  potásico 
(8  grwoios  diarios),  las  fricciones  mercuriales  (ungüento  mercurial  ter- 
ciado 7  gramos^diarios)  y  vino  de  quina  ferruginoso  durante  los  meses  de 
Junio,  Julio,  Agosto  y  Setiembre,  después  de  los  cuales  habi a n  casi  de- 
saparecido por  completo  las  exóstosis  del  maxilar  inferior,  y  el  aire  podía 
enfilar  por  ambas  fosas  nasales,  pero  en  cantidad  muy  exigua  por  la  de- 
recha, por  existir  aún  una  buena  parte  del  tumor  óseo  en  la  parte  supe- 
rior y  externado  dicha  fosa. 

.  Intentado  inútilmente  el  cateterismo  de  las  vías  lagrimales  derechas, 
prooedi.á  Ja  destrucción  del  saco  por  el  procedimiento  siguiente:  prac- 
tiqué una  incisión  vertical,  pasando  por  la  fístula,  de  un  centímetro  en  I9, 
pared  anterior  del  saco,  á  través  de  la  cual  introduje  una  gruesa  mecha 


236  anatomía  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOB. 

obáervaciones  clínicas  por  un  lado,  los  estudios  experimentales  por  otro, 
han  pretendido  resolver  el  asunto,  y  á  las  investigaciones  y  adelantos 
anatómicos  se  les  ha  querido  hacer  justificar  las  encontradas  opiniones 
de  distintos  autores.  Estos,  muchos  de  ellos  de  renombrada  fama  y  jus- 
tificada autoridad,  disienten  casi  todos  en  sus  apreciaciones;  las  hipóle- 
sis,  las  teorías  y  las  opiniones,  pueden  casi  contarse  por  el  número 
de  disertantes,  cuando  no  resulta  que  un  autor  ha  cambiado,  en  vista 
de  nuevos  datos,  su  modo  de  pensar,  que  antes  fundara  en  hechos  expe- 
rimentales ó  de  observación.  Cuanta  mayor  amplitud  se  da  á  este  estu- 
dio, más  grande  es  la  confusión. 

Algunos, como Ferrier,H¡tzig,  Pitres,  Charcot,Carville,  Duret,  etcéte- 
ra, hablan  en  pro  dé  las  íócalizaciones  con  una  seguridad  matemática  y 
con  un  aplomo  evangélico:  la  Anatomía  no  contradice  sus  creencia^;  la 
Fisiología  y  la  clínica  comprueban  plenamente  sus  asertos;  lacinigía  de- 
duce indicaciones  preciosas  de  sus  doctrinas:  la  teoría  de  las  localiza- 
clones  aparece,  bajo  sus  aupicios,  como  una  conquista  de  la  ciencia 
moderna.  Pero  por  otro  lado,  no  falta  quien  aún  sostenga  con  vigor  las 
ideas  sentadas  por  Flourens  antes  que  de  Íócalizaciones  se  hablara,  y  así 
Brown-Sequard,  Gouty,  Lacerda,  Lussana,  Bourdon,  Goltz,  Hermann,  et- 
cétera, multiplican  sus  estudios  y  observaciones  para  demostrar  la  false- 
dad de  aquella  teoría. 

En  este  asunto,  como  en  otros  muchos,  la  exageración  de  una  idea 
ha  servido  más  tarde  para  su  propio  desoí  todito.  Hoy  casi  nadie  admite 
ya  la  exactitud  y  la  precisión  en  las  Íócalizaciones  que  les  habia  dado 
Ferrier,  á  pesar  de  haber  encontrado  Clarke  y  Besian  Lewis,  que  en  la 
corteza  cerebral  existían  agrupaciones  de  células  piramidales  en  los  si- 
tios indicados  por  Ferrier,  como  centros  de  movimiento,  dato  anatómi- 
co que  no  ha  resultado  confirmado. 

i^or  término  general,  se  observa  que  los  autores,  que  fundan  su  crite- 
rio en  las  observaciones  clínicas,  son  localizadores^  y  por  el  contrario^ 
los  difusistaSf  en  su  mayoría,  sacan  sus  deducciones  de  la  Fisiología  ex- 
perimental. ^ 

Solo  la  duda  era  mi  creeticia  en  este  asunto,  á  pesar  de  cuanto  habia 
leido,  y  la  observación  de  un  hecho  me  inclinó  en  favor  de  las  localiza- 
clones,  porque  nada  presta  tanta  fijeza  ni  criterio  como  la  impresión  de 
un  hecho  miteriai.  Una  puérpera,  que  sobrevivió  36  horas  á  repetidos 
ataques  de  eclampsia,  quedó  con  una  henfSplegia  manifiesta  del  lado  de- 
recho: al  practicar  la  autopsia,  encontré  el  cerebro  congestionado  y  una 
meníngorragia  abundante  en  el  hemisferio  izquierdo,  formando  un  coá- 
gulo, que  se  extendía  á  las  circunvoluciones  parietal  y  frontal  ascen- 
dentes.y  que  penetraba  hasta  la  profundidad  de  la  cisura  de  Rolando.  Aun- 
que el  hecho  no  es  de  los  más  demostrativos,  la  coincidencia  de  existiría 
meníngorragia  en  la  zona  llamada  psioo  motora,  pudo  más  en  mi  ánimo 
que  la  lectura  de  tantos  trabajos  contradictorios. 

Sin  entrar  en  detalles  sobre  la  cuestión,  diré  que  se  admite  por  los 
localizadores  el  predominio  de  los  lóbulos  frontales  en  el  desempeño  d^ 
las  facultades  intelectuales,  de  los  parietales  en  el  de  las  motoras,  y  de 
los  occípito-temporales  en  las  sensitivas. 

£1  pnncipal  apoyo  con  que  cuentan  las  Íócalizaciones  cerebrales,  ;8on 


ANATOUÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  287 

loe  experimentoa  de  Ferrier,  por  haber  sido  praclicados  sobre  el  mono, 
cayo  cerebro  tiene  grande  semejanza  con  el  del  hombre.  Ferrier  ha  obte- 


Fig.  37.  CantroB  motores  en  la  cara  externa  del  cdrebro  del  n 
BegDn  lOB  experimentos  de  Ferrier. 


),_  IdbDtú  ( 

;uBllo;b, 'i 


nido  en  el  mono,  por  U  excilacion  eléctrica  de  la  corteza  cerebral,  efec- 
tos constantes  para  unas  mismas  zonas,  sobre  lodo  por  lo  que  se  refiere 


Pjg.  SS.-Esquemade  las  locaHiaclones  probables 
'  en  el  cerebro  biicnano. 

á  los  fenómenos  de  movimiento;  esta  fijeza  en  las  manifestaciones  le 
condujo  á  admitir  la  existencia  de  centros  motores  en  la  corteza  cere- 


938  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

bral,  pues  por  más  .que  se  haya  discutido  el  mecanismo  como  obran  la6 
excitaciones  eléctricas,  el  caso  es  que  en  lin  mismo  punto  parece  pro- 
ducen siempre  los  mismos  efectos,  bien  estos  efectos  sean  debidos,  como 
pretende  Ferrier,  á  centos  motores,  ó,  según  opina  Schiff  ¿  centros  refle- 
jos, ó  que  existe  en  estos  sitios  el  centro  del  sentido  muscular,  como 
cree  Nothnagel.  La  teoría  de  Ferrier  es  la  que  cuenta  más  partidarios. 
En  la  ñgura  37,  debida  á  Broca  y  Gromier^  «e  ven  las  distintas  locali- 
zaciones  motoras  sobre  el  cerebro  del  mono»  según  el  experimentador 
inglés. 

£n  la  figura  38,  los  círculos  trazados  representan  el  sitio  de  las  loca* 
lizaciones  motoras  sobre  el  cerebro  humano.  En  1,  correspondiente  al 
pié  de  la  tercera  circunvolución  frontal,  existe  el  centro  de  Broca  ó  del 
lenguaje  articulado;  en  2,  pié  de  la  segunda  frontal,  el  centro  de  los  mo- 
vimientos de  loa  labios;  en  4,  pié  de  la  primera  frontal,  el  centro  de  los 
movimientos  de  la  cabeza  y  cuello;  en  3,  alcanzando  la  parte  media  de 
las  dos  circunvoluciones  ascendentes,  el  centro  de  los  miembros  supe* 
rieres;  en  5,  parte  superior  de  la  parietal  ascendente  y  extendiéndose  á 
la  primera  parietal,  el  centro  de  los  miembros  inferiere.'',  y  en  6,  segun- 
da parietal,  el  centro  para  los  movimientos  de  los  ojos. 

Es  cuanto  se  puede  decir  respecto  á  centros  psíco-mótores  en  el  hom- 
bre, pero  colocándose  en  el  terreno  de  las  hipótesis,  puesto  que  estas 
Idealizaciones,  asi  definidas  y  en  sitio  tan  fijo,  distan  aun  bttóhó  de 
estar  demostradas.  Lo  que  puede  admitirse  con  fundamento,  y  ast  ló  há- 
oen  muchos  autores,  que  primero  señalaban  por  milímetros  la  extensión 
de  un  centro,  es  la  existencia  en  el  hemisferio  de  una  zona  motora^  qoe 
abraza  las  dos  circunvoluciones  ascendentes,  la  raíz  délas  tres  ñ*oñtaIés  y 
parte  de  las  parietales,  de  modo  que  se  encuentra  en  los  alrededores  de 
la  cisura  de  Rolando:  de  aquí  el  nombre  de  zona  rolándica.  Las  hemor- 
ragias, degeneraciones  ó  traumatismos  de  esta  región,  llevan  consigo 
trastornos  de  la  motilidad,  probablemente  de  los  mtemíJTOd  torácicos,  si 
la  alteración  tiene  su  asiento  en  la  parte  inferior  de  dioha  zonai  ó  en  los 
abdominales  sí  pe  encuentri^hácia  arriba  y  atrás. 

En  la  misma  figura  los  tres  círculos  7,  8, 9,  representan^  según  Fer- 
rier,  cuyas  ideas  son  confirmadas  en  parte  por  los  experimentos  de 
Munk,  Lucianí  y  Tamburini,  los  centros  de  recepción  de  las  impresio- 
nes visuales,  auditivas  y  olfatorias,  trasladados  del  cerebro  del  mono, 
en  que  dicho  autor  ha  hecho  sus  estudios»  al  del  hombre.  Pero  estos 
centros,  como  otros  muchos  de  los  sensitivos,  son  puramente  hipotéti- 
cos, y  lo  único  que  hoy  puede  admitirse  con  visos  de  certeza,  respecto  á 
localizaciones  de  la  sensibilidad,  es  que  así  como  existe  una  zona  mo^ 
triz,  existe  también  una  zona  sensitiva,  mucho  menos  conocida  que 
aquella  respecto  á  las  atribuciones  de  sus  distintas  partes.  Esta  zona 
sensitiva  abraza  los  lóbulos  occipital  y  temporal^  que  parecen  exclusi- 
vamente destinados  á  ella,  y  se  extiende  también  al  lóbulo  parietal;  por 
consiguiente,  una  alteración  en  cñalqtiiera  de  estos  tres  ióblittrs  traería 
consigo  desórdenes  de  la  sensibilidad.  El  lóbulo  parietal  seria,  pues, 
sensitivo  y  motor. 

El  diagnóstico,  establecido  en  muchos  casos  de  unalocalizacion  mo* 
tora  comprobada  en  la  autopsia,  demuestra  la  certeza  de  los  centres 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  239 

psico^tnotores,  y  por  igual  método  resulta  evidente  la  poca  fijeza  de 
las  localizaciones  sensitivas. 

Si  intentamos  poner  en  parangón  los  datos  que  nos  proporciona  la 
Anatoraia  con  estos  ligeros  rasgos  que  acabo  de  trazar  sobre  las  locali- 
zacioneSi  resulta  palmario  que  unos  y  otras  se  complementan  poco  en- 
tre si.  En  efecto,  la  misma  extructura  encontramos  en  los  lóbulos  fron- 
tal/parietal  y  temporal,  y,  sin  embargo,  la  zona  psico-motora  solóse 
extiende  en  la  parte  posterior  del  frontal  y  anterior  del  parietal;  existen 
en  esta  zona  sitios  de  predilección,  como  verdaderos  centros  motores,  y 
con  todo,  á  pesar  de  Glarke,  de  Lewis  y  de  Betz,  pocos  autores  admiten 
grandes  grupos  de  células  piramidales;  hoy  por  hoy,  como  no  sea  la 
reunión  de  unas  pocas  células  en  varios  sitios,  que  algunos  describen 
con  el  nombre  de  nidos  de  BeiZy  la  Anatomía  sólo  ha  demostrado  la  dis- 
tribución uniforme  délos  elementos  en  una  zona  dada.  Es  preciso,  con 
todo,  recordar  estos  detalles,  ya  sea  para  recoger  datos  con  niás  prove- 
cho, ya  sea  para  sacar  partido  en  lo  posible  de  lo  que  diré  más  larde  al 
hablar  del  trayecto  y  terminación  de  las  fibras  y  de  otros  puntos  de  ex- 
tructura cerebral. 

En  lo  reiérente  á  la  zona  sensitiva,  no  existe  contradicción  entre  la 
Fisiología  y  la  Anatomía,  pues  si  el  lóbulo  occipilal  está  preferentemen- 
te ligado  á  funciones  sensitivas,  también  en  su  corteza  existen  en  mayor 
abundancia  los  elementos  propios  á  dicha  función,  asi  como  tampoco 
faltan,  aunque  no  sean  tan  exclusivos,  en  los  demás  lóbulos,  en  donde 
también  residen  funciones  sensitivas.  Es  tan  perfecta  la  coexistencia  de 
los  elementos  motores  y  sensitivos  en  el  lóbulo  parietal,  que  Schiff, 
fundado  en  hechos  de  Fisiología  experimental,  sostiene  que  los  centros 
considerados  por  muchos  autores  como  motores,  son  sensitivos,  y  que 
si  después  de  su  destrucción  sobrevienen  parálisis  es  por  la  falla  de  ac- 
tos reflejos,  y  al  decir  esto,  en  nada  discrepa  de  cuanto  hay  sabido  sobre 
extructura. 

Resulta  de  lo  dicho,  que  si  bien  la  extructura  de  la  corteza  cerebral 
es  hoy  conocida,  de  modo  que  puede  servir  de  base  para  algunos  princi- 
pios generales  de  Fisiología  cerebral,  es  aún  muy  oscura  para  contri- 
buir ¿  la  resolución  de  muchos  detalles. 

No  queda  reducida  á  la  importancia  que  pueda  tener  para  la  preci- 
sión del  diagnóstico  médico,  el  estudio  de  las  circunvoluciones  y  de 
las  loáatifzaciones.  Díagnosticfáda  una  lesión  en  sitio  determinado,  se- 
gún cuál  sea  su  naturaleza,  puede  surgir  de  ella  la  indicación  del  tré- 
pano, y  para  aplicarla,  es  necesario  conocer  á  punto  fijo  á  qué  sitio 
de  lá  superficie  del  cráneo  corresponde  cada  una  de  las  circunvolucio- 
nes estudiadas,  con  el  fin  de  que  corresponda  la  perforación  al  sitio  le- 
sionado. 

A  este  estudio  se  le  llama  topografía  cráneo-cerebral^  y  gracias  á  los 
trabajos  de  Broca,  Tillaux,  Feré;  Terrillon,  Ghampionniere,  Proust,  etc., 
es  actualmente  bastante  conocido. 

domo  quiera  que  la  zona  motora  está  situada  al  rededor  de  la  cisura 
de  Rolando,  y  no  siendo  incumbencia  de  un  opúsculo  como  el  presente 
el  estudio  detenido  de  las  aplicaciones  médico-quirúrgicas,  sino  sólo  de- 
jarlas traslucir,  indicaré  brevemente  la  relación  de  las  cisuras  con  la 


240  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  BUS  SALES. 

superflcie  exterior  del  cráneo,  con  lo  cual  se  tendrá  el  límite  de  los  16* 
bulos  y  la  topografía  de  la  zona  psico-motora. 

A  partir  de  la  apófisis  orbitaria  externa,  se  lira  una  linea  horizontal; 
á  tres  y  medio  centímetros  de  esta  linea,  hacia  atrás,  corresponde  el  ori- 
gen de  la  cisura  de  Sylvio,  que  sigue  la  dirección  de  esta  misma  linea,  1^ 
cual  muy  aproximadamente  es  subyacente  á  la  sutura  escamosa. 

Siete  centímetros  hacia  atrás  de  esta  misma  línea,  á  partir  también 
de  la  apófisis  orbitaria,  corresponde  tres  centímetros  por  arriba,  y  en 
dirección  vertical,  la  extremidad  inferior  de  la  cisura  de  Rolando.  Como 
la  dirección  de  esta  ci.-ura  es  ascendente  y  oblicua  hacia  atrás,  debe 
fijarse  la  extremidad  superior,  la  cual  corresponde  de  4  y^á  5  centiroe- 
tros  por  detrás  del  bregma.  Este  está  situado  en  la  parte  media  del  plano 
vertical  bi- auricular. 

La  cisura  occipital  externa  está  situada  seis  centímetros  por  arriba 
de  la  protuberancia  occipital  externa,  debajo  de  la  sutura  parieto-occi* 
pital  ó  lambdoidea. 

Con  la  posición  de  estas  cisuras  se  tiene  un  esquema  de  la  topogra- 
fía cráneo-cerebral. 

(ContintMrá.) 

CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo,  (1) 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Médico  de  la  Casa  de  Lactancia  y  Casa-cuna  de  Barcelona. 


¿A  qué  es  debido  que  el  salicilato  de  sosa  disujír.u\a  con  tanta  rapi- 
dez el  dolor  y  la  fiebre  del  reumatismo  agudo?  Algunos  autores  han  con- 
cedido propiedades  anestésicas  á  dicho  agente,  diciendo  que  obra  sobre 
Icis  extremidades  periféricas  de  los  nervios  de  la  parte  afecta.  En  este 
caso  equivaldría  decir  que  la  enfermedad  es  simplemente  sensitiva  y 
que  la  agudeza  de  los  dolores  da  origen  á  la  tumefacción  y  á  los  síntomas 
gi'nerales,  siendo  así  que  el  preludio  de  un  gran  número  de  reumatismos 
no  lo  constituye  el  dolor,  sino  el  malestar  general,  la  fiebre,  etc.  Ade* 
más,  el  salicilato  sódico  combate  también  las  neuralgias  y  otras  manifes- 
taciones de  origen  reumático,  con  lo  cual  venimos  en  conocimiento  de 
que  dicho  agente  constituye  un  especiñco  propio  para  combaiir  el  ele- 
mento reumático,  con  el  cual  desaparecen,  al  mismo  tiempo  que  el  do- 
lor, la  fiebre,  la  tumefacción  de  las  partes,  etc.,  eto.  Para  demostrar  que 
el  salicilato  sódico  es  un  anestésico  y  que  obra  como  tal,  seria  neceaa^ 
rio  que  obrase  de  la  misma  manera  sobre  los  demás  dolores  no  reumá- 
ticos, pero  esto  no  se  ha  probado  todavía. 

Bajo  el  punto  de  vista  de  la  sensibilidad  y  de  la  acción  ejercida  por  di 


(i)    Continuación.- Véanse  los  números  25,  26,  27,  28, 29, 80  y  31 . 


ÁCIDO  SALIGÍLIGO  Y  SUS  SALES.  241 

salicilato  sódico  sobre  los  nervios  vaso- motores,  se  han  vertido  dos  teo« 
rias  completamente  distintas.  La  una  que  atribuye  una  acción  constric- 
tora  sobre  dichos  nervios,  diciendo  que  disminuye  el  calibre  de  los  vasos 
dilatados  de  las  sinoviales  y  de  los  tejidos  próximos.  La  otra,  sostenida 
por  Ottramare  (1),  dice  que  este  cuerpo  obra  sobre  la  artritis  del  reuma- 
tismo articular  agudo,  por  la  influencia  ejercida  sobre  todos  los  nervios 
vaso^diiatadores.  cSuplicamos,  dice  Ottramare,  que  se  nos  permita,  ex- 
poner una  teoría  sobre  la  acción  del  salicilato  de  sosa  en  el  reumatismo 
agudo,  basada  en  el  mismo  proceso  y  en  la  acción  fisiológica  de  este  me- 
dicamento sobre  los  centros  ^vaso-motores.  Bajo  su  influencia,  hemos 
observado  que  la  velocidad  de  la  corriente  sanguínea  era  más  rápida, 
lo  cual  se  explica  por  la  dilatación  general  de  los  capilares,  por  una 
acción  vaso-motorá  fácil  de  comprobar  después  de  la  muerte,  particu- 
larmente en  los  órganos  dependientes  de  los  nervios  esplácnicos.  En 
nuestro  concepto,  este  es  el  lazo  de  unión  entre  el  reumatismo  y  el  sali- 
cilato, pues  el  primero  determina  hiperemias  localizadas,  y  el  segundo 
una  hiperemia  generalizada.» 

Estas  dos  hipótesis  que,  si  bien  son  ingeniosas,  carecen  de  funda- 
mento, á  pesar  de  la  vasta  ilustración  de  sus  autores,  nos  satisfacen  muy 
poco  ó  nada,  para  explicar  el  modo  de  acción  del  salicilato  sódico  sobre 
el  elemento  reumático.  Por  mi  parte,  creeré  más  bien  en  una  acción  es- 
pecífícadel  primero  sobre  el  segundo,  favoreciendo  esta  acción  la  elimi- 
nación, que  de  los  materiales  anormales  de  la  sangre  (exceso  de  fibrina, 
ácido  úrico,  etc.),  se  verifica  por  los  ríñones.  En  ofecto,  si  el  salicilato  de 
sosa  obrase  como  anestésico  simplemente,  no  desaparecería  con  tanta 
facilidad  el  reumatismo,  sino  que  solo  desaparecería  el  dolor,  quedando 
en  pié  todos  los  demás  síntomas,  incluso  los  generales;  además,  esto  se<* 
ría  demostrar  que  el  reumatismo  es  una  afección  local,  de  la  cual  depen- 
diesen todos  los  demás  síntomas,  y  en  este  caso  obtendríamos  los  mis- 
mos efectos  empleando  el  sajicilato  de  sosa  loco  dolenti.  Es  preciso,  pues, 
dejar  senfado  que,  siendo  el  reumatismo  una  enfermedad  más  ó  nrénos 
generalizada,  el  salicilato  de  sosa  obra  sobré  la  totalidad  del  organismo, 
descartando  de  la  masa  general  de  la  sangre  todos  los  materiales  que 
anormalmente  se  encuentran  en  ella,  por  una  acción  específica,  si  así 
pelemos  llamarla,  acción  que,  sin  embargo,  debemos  comprender  que 
no  sií  halla  todavía  perfectamente  dilucidada,  pero  que  en  parle  se  com- 
premle  por  la  eliminación  por  los  ríñones  del  ácido  úrico  y  demás  ele- 
mentos que  en  mayor  cantidad  se  encuentran  en  la  sangre. 

Habiendo  llegado  al  término  final  de  todo  lo  que  podíamos  decir  sobre 
el  reumatismo  agu  io,  deberíamos  ocuparnos  de  su  tratamiento,  pero  nos 
abstendremos  de  ello  por  haber  dilucidado  este  punto  con  mayor  exten- 
sión en  el  párrafo  lll,  Acción  fisiológica  y  terapéutica^  en  cuyo  sitio  hemos 
dejado  sentado  nuestro  parecer  sobre  el  particular.  Además,  en  la  expo- 
sición de  Caaos  clínicos  veremos  los  distintos  modos  de  administración. 

a."*   RenmatUmo  crónico.— Vamos  á  ocuparnos  de  una  afección  que, 


(1)    Otlramare.-  De  Vaction  physioiogique  du  salicilale  sodique  sur  la  sudorificá- 
tion,  cireulation  et  la  re«piroíion. -Th.— Parí?,  1879. 


24Í2  ÁQIDO  SÁLICfUGO  Y  SUS  8ALBS. 

respecto  al  salicilato  de  sosa,  se  ha  dejado  poco  menos  que  olvidada, 
como  si  este  agente  no  produjera  ningún  resultado  sobre  ella. 

La  eficacia  de  este  medicamento  ha  sido  muy  debatida  en  él  trata- 
miento del  reumatismo  crónico.  Sin  embargo,  para  tratarlo,  se  necesita 
un  método  especial  y  seguido  durante  mucho  tiem()o  para  obtener  del 
mismo  resultados  más  ó  menos  satisfactorios,  según  la  fecha  de  exis* 
tencia  que  cuente  la  enfermedad  en  cuestión. 

Ya  hemos  visto  antes  que  los  efectos  del  salicilato  de  sosa  sobre  los 
ataques  de  lo  que  generalmente  se  llama  reumatismo  agudo,  no  pueden 
ser  más  notables  ni  más  ventajosos  para  el  enfermo;  pero  tampoco  queda 
duda  alguna  de  la  favorable  acción  ejercida  por  él  sobre  el  reumatismo 
de  curso  crónico  y  los  accesos  agudos  del  mismo. 

Adviértase  que  no  trato  aquí  del  reumatismo  articular  ó  artritis  reu- 
mática crónica  refractaria  á  toda  medicación,  es  decir,  de  la  artritis 
reumática  antigua,  con  deformaciones  articulares  incurables;  me.  refiero 
única  y  exclusivamente  á  esas  formas  de  reumatismo  muscular  ó  arti- 
cular volante,  que  al  más  pequeño  cambio  atmosférico,  se  presentan  en 
un  miembro  cualquiera,  para,  tal  vez  á  las  pocas  horas,  desaparecer  de 
él  y  tomar  asiento  en  otro  sitio,  siendo  articular  unas  veces,  muscular 
otras  y  neurálgico  muchas.  Hay  ciertos  individuos,  según  he  tenido  oca- 
sión de  ver,  que  presentan  manifestaciones  reumáticas,  sin  que  en  rea- 
lidad se  pueda  diagnosticar  reumatismo  de  tal  ó  cual  clase;  pero  que 
todo  su  organismo  se  resiente  marcadamente  de  las  más  pequeñas  varia- 
ciones atmostéricas,  de  una  leve  influencia  catarral,  etc.  En  todos  estos 
individuos  es  en  quienes,  en  mi  concepto,  obra  ventajosamente  el  sali- 
cilato de  sosa. 

Algunos  médicos,  dudando  de  la  acción  de  dicho  agente  sobre  esta 
enfermedad,  y  para  probar  si  en  realidad  obraba  bien,  han  querido  tra- 
tar todos  los  ataques  de  reumatismo  crónico,  cualquiera  que  fuese  su 
modo  de  presentarse,  de  la  misma  manera  que  si  fuese  agudo,  y  viendo 
que  de  este  modo  no  obten ian  los  resultados  apetecidos,  han  abandonado 
dicha  medicación  por  creerla  inútil  al  tratarse  de  cronicidad.  Pues  bien, 
si  alguno  ha  querido  administrar  el  salicilato  de  sosa  para  atacar  tan 
molesto  huésped,  ha  visto  que,  realmente,  no  encontraba  con  dicho  me  • 
dicamento  los  mismos  resultados  que  en  el  reumatismo  francamente 
agudo.  Otros  se  han  propuesto  administrarlo  durante  quince  días  segui- 
dos, término  medio,  á  dosis  no  pequeñas,  y  durante  este  espa¿io  de 
tiempo,  la  afección  ha  tenido  el  atrevimiento,  si  asi  puede  decirse,  de 
presentarse  otra  vez  con  los  mismos  caracteres  que  antes,  sin  ningún 
alivio  y  con  la  misma  intensidad  de  dolor;  han  creido  que  el  medica- 
mento no  producia  ó  no  podia  producir  buenos  efectos,  han  desesperado 
de  su  acción  terapéutica,  y  por  fin  lo  han  relegado  al  olvido  porque  no 
produce,  según  ellos,  buenos  resultados  en  el  reumatismo  crónico. 

Sobre  el  particular,  podríamos  hacer  muchas  objeciones  y  comenta-* 
ríos;  pero  nos  limitaremos  simplemente  exponiendo  el  sencillo  método 
que  tengo  adoptado  desde  hace  mucho  tiempo  para  tratar  á  dichos  enfer- 
mos, método  que,  por  lo  cómodo  para  el  médico  y  para  el  paciente,  es  su- 
mamente recomendable.  Para  esto,  no  se  necesita  más  que  paciencia  y 
constancia  por  parte  del  enfermo:  paciencia,  por  ser  diario;  y  constan- 


Agido  salicíligo  y  sus  sales.  243 

cía,  por  ser  duradero  el  tratamiento.  Si  el  enfermo  quiere  seguir  todo  el 
tiempo  que  se  le  señale,  puede  estar  seguro  que  con  la  medicación  en* 
contraráy  sino  la  curación  completa,  cuando  menos  un  marcadisimo 
alivio. 

Ante  un  reumatismo  de  curso  crónico,  cualquiera  que  sea  su  forma 
ó  modo  de  presentarse,  formulo,  en  primer  lugar,  una  poción  de  400  gra- 
mos de  agua  con  4  gramos  de  salicilato  de  sosa;  de  esta  cantidad  toma 
cuatro  pequeñas  porciones  al  dia,  de  modo  que  el  total  le  dure  próxima- 
mente ocho  dias,  lo  cual  equivale  á  medio  gramo  diario  de  medicamento 
activo  lo  que  toma  el  enfermo;  á  los  quince  dias  aumento  la  cantidad  de 
salicilato  á  6  gramos,  y  al  cabo  de  otros  tantos  dias  á  8  gramos  para  to- 
marlos en  el  mismo  espacio  de  tiempo  que  los  cuatro  primeros.  Según  el 
número  de  años  do  existencia  que  cuente  la  enfermedad,  puede  durar 
el  tratamiento  más  ó  menos  tiempo,  pero  término  medio,  lo  calculo  en- 
tre tres  y  cinco  meses*.  Durante  el  tiempo  de  medicación,  si  se  presentan 
nuevos  cambios  atmosféricos,  no  queda  duda  alguna  de  que  el  enfermo  se 
resiente;  pero  su  intensidad  no  es  tanto  como  las  demás  veces  y,  por  fin, 
los  ataques  son  mucho  menos  intensos  y  duraderos,  hasta  que  ya  casi  no 
molestan  y  acaban  por  desaparecer  completamente.  Pero,  repito,  si  el 
epfermo  no  tiene  la  constancia  de  medicarse  todos  los  dias  y  dorante 
todo  el  tiempo  que  antes  he  citado,  el  tratamiento  pierde  por  completo 
todo  su  valor. 

Según  hemos  sentado  antes,  administrado  el  salicilato  de  sosa  de 
e«ta  manera,  no  ofrece  ningún  peligro  ni  produce  la  más  pequeña  alte- 
ración  en  el  organismo  del  paciente,  sino  que  muy  al  contrario  de  esto, 
lo  tolera  perfectamente  bajo  todos  conceptos  y  además  obra  como  ex- 
citante del  tubo  digestivo,  aumentando  el  apetito  y  favoreciendo  en  gran 
manera  la  digestión.  £1  único  efecto  desagradable  que  puede  observar  el 
enfermo,  después  de  seguir  muchos  dias  con  esta  medicación,  es  la  im- 
potencia temporal,  de  la  que  ya  nos  hemos  ocupado  en  otro  lugar. 

Advertiré  de  paso,  que  no  es  lo  mismo  administrar  de  este  modo  el 
ácido  salicílico  ó  el  salicilato  de  sosa,  pues  éste,  á  la  parque  sus  efectos 
tóxicos  son  muchísimo  menos  acentuados  que  los  del  primero,  su  acción 
sobre  el  reumatismo  y  la  economía  en  general  es  también  mucho  mejor. 
En  este  caso,  cuando  los  enfermos  están  conformes  en  someterse,  durante 
el  tiempo  que  hemos  dicho,  á  nuestro  sistema  de  medicación,  encuen* 
tran  un  marcadisimo  alivio  en  su  dolencia  al  cabo  de  un  mes  ó  mes  y 
medio  de  tomar  dicho  medicamento,  en  cuyo  caso  el  enfermo  toma  más 
afición  al  mismo  y  se  halla  dispuesto  á  no  dejarlo  durante  todo  el  tiempo 
que  se  le  prescribió  al  principio. 

En  corroboración  de  estas  aserciones  podría  fácilmente  transcribir  un 
buen  número  de  casos  recogidos,  bastante  curiosos  por  el  estado  en  que 
se  encontraban  los  enfermos,  cuyos  casos  veremos  en  su  lugar  corres- 
pondiente. 

m 

Para  finalizar,  pues,  con  nuestra  tarea,  diremos  que  la  medicina 
puede  congratularse  y  estar  satisfecha  con  haber  adquirido  un  medica* 
mentó  que  puede  decirse  que  es  hoy  casi  el  único  verdad  para  tratar  y 


244  REVISTA  DE  FÍSICA. 

curar  el  reumatismo  agudo,  y  para  mejorar  muchísimo,  sino  curar  del 
todo,  el  reumatismo  crónico. 

Debemos  estar  tanto  más  satisfechos  de  la  adquisición  de  este  nuevo 
cuerpo,  cuanto  que,  además  de  su  acción  terapéutica,  en  nada  altera  la 
economía  su  acción  fisiológica. 

Así,  pues,  daremos  por  terminado  todo  lo  que  podíamos  decir  del 
reumatismo,  exponiendo  al  final  de  todo  algunos  casos  clínicos^  y  pasare- 
mos á  tratar  de  la  aplicación  de  este  cuerpo  á  varias  otras  enfermeda- 
des, como  la  fíebre  tifoidea,  afecciones  de  la  boca,  aplicaciones  á  la  ciru- 
gía, etc.,  etc. 

(Continuará). 


REVISTA  DE  FÍSICA. 


CONGRESO  Y  EXPOSICIÓN  DE  ELECTRICIDAD, 

POR  EL  Dr.  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona, 


Con  motivo  de  la  Exposición  de  electricidad  celebrada  en  París  á  ñnes 
del  año  anterior,  hubo,  al  mismo  tiempo,  y  por  iniciativa  del  Ministro  de 
Correos  y  Telégrafos,  un  Cmgveso  internacional  relativo  á  ese  misterioso 
agente,  que  ca^la  un  día  se  convierte  más  y  más  en  humildey  eficacísi- 
mo auxiliar  de  las  empresas  humanas,  sin  olvidar  por  ello  el  trascen- 
deiitalisimo  oficio  que  desempeña  en  los  fenómenos  puramente  natura- 
les. Entiendo  que  es  interesante  para  el  que  cultiva  nuestras  ciencias  y 
para  el  que  solicito  persigue  el  conocimiento  de  las  ramas  aliñes,  cuan- 
to á  esta  vibración  etérea  se  reñere,  y  si  bien  conozco  lo  arduo  de  la  em- 
presa y  lo  menguado  de  mis  fuerzas  para  acometerla,  en  aras  de  mis  de- 
beres para  con  los  escritores  de  la  Gaceta-Médica  Catalana,  intentaré, 
pero  como  sencilla  transcripción,  ocuparme  de  lo  que  es  más 'funda- 
mental por  una  parte  y  por  otra  de  lo  que  más  aplicación  tenga  ó  pueda 
tener  á  nuestras  Ciencias.  Advieito  que,  libre  de  las  trabas  de  un  orden 
cualquiera,  expondré  la  materia  del  mismo  modo  que  la  vaya  encontran- 
do en  diversos  periódicos,  que  me  sirven  en  este  caso  de  fuentes  de  co- 
nocimiento, y  no  de  moldes  para  el  encasillamiento  délos  apartados. 

Unidades  aléotríoas.— Conforme  en  gran  parte  con  lo  resuello  por  la 
Asociación  británica  para  el  progreso  de  las  ciencias,  y  sin  perjuicio  de 
haber  excitado  al  mencionado  Ministró  para  la  celebración  de  un  Con- 
greso internacional  que  se  ocupe  de  este  importante  asunto,  el  de  Paris 
ha  aceptado  las  conclusiones  siguientes: 

1/    Se  adoptará  para  las  medidas  eléctricas  las  unidades  fundamen- 


REVISTA  DE  FÍSICA.  245 

tales:  centímetro,  masa  del  gramo  y  segundo  (de  tiempo  medio),  desig- 
nando este  sistema,  para  abreviar,  con  las  letras  C  6  S  (1). 

2/  Las  unidas  prácticas  ohm  y  voU  (y  se  admiten  cinco  unidades 
como  más  importantes:  corriente,  fuerza  electro -motriz,  resistencia,  ca- 
pacidad  eléctrica  y  cantidad  de  electricidad,  expresadas  por  las  voces 
ampare,  volty  ohm,  farad  y  coulomb)  conservarán  sus  actuales  definicio- 
nes: ohm  es  una  resistencia  igual  á  10^  unidades  absolutas — C.  G.  S.-— ; 
volt  es  una  fuerza  electro-motriz  igual  á  10^  unidades  absolutas  ~G  G.  S. 

3.*  La  unidad  práctica  de  resistencia,  ó  sea  ohm,  se  representará 
por  una  columna  de  mercurio  de  i  milímetro  cuadrado  de  sección  ala  . 
temperatura  de  O*.  C. — Una  Comisión  internacional  se  encargará  de  de- 
terminar, mediante  nuevas  investigaciones,  para  la  práctica,  la  longitud 
de  la  columna  de  mercurio  de  1  milímetro  cuadrado  de  sección  á  la  tem- 
peratura de  O*.  C,  que  representará  el  valor  de  ohm. 

4.'  Se  llama  ampere  la  corriente  producida  por  la  fuerza  electro- 
motriz de  un  volt  ep  un  circuito,  cuya  resistencia  es  de  un  ohm, 

5.^  Se  llama  coulomb  la  cantidad  de  electricidad  definida  por  la  con- 
dición de  que,  en  la  corriente  de  un  ampere,  la  sección  del  conductor  sea 
atravesada  por  un  coulomb  por  segundo. 

6.^  Se  llama  farad  la  capacidad  definida  por  la  condición  que  un 
cotilomb  en  un  condensador,  cuya  capacidad  es  de  un  farad,  establece 
entre  las  armaduras  una  diferencia  de  potencial  de  un  volt. 

CU>rrienteB  eléotricAB  terrestres.— También  el  Congreso  ha  manifes- 
tado el  deseo  de: 

1.^  Que  se  tomen  medidas  por  las  diferentes  administraciones  tele- 
gráficas, á  Gn  de  organizar  un  estudio  sistemático  de  las  corrientes  ter- 
restres, bajo  el  patronato  de  un  Comité  internacional. 

2.^  Que  si  no  es  posible  obtener  en  corto  tiempo  dicha  organización 
general,  que  á  lo  menos  se  hagan  observaciones  en  los  dias  termos  es* 
pecifícados  por  la  Comisión  polar  internacional,  en  la  época  de  sus  expe- 
dicirnes. 

El  teléfono  como  medio  de  demostrar  la  ezistenoiade  proyectiles.— 

Siendo  las  corrientes  intermitentes,  que  bastan  para  hacer  hablar  al  te- 
léfono, excesivamente  débiles,  y  pudiendo  el  teléfono  receptor  sustituirá 
los  galvanómetros  de  gran  sensibilidad,  Graham  Bell  tuvo  la  idea  de  apli- 
car este  aparato  á  la  veriñcacion  de  proyectiles  en  el  seqo  del  organismo, 
asunto  no  siempre  de  fácil  resolución. 

En  una  de  sus  primeras  comunicaciones,  decia  Graham  Bell:  «Pro- 
pongo, como  preliminares  de  la  operación,  clavar  una  aguja  delgada 
en  la  región  sospechosa  de  albergar  el  ]>royectil.  Esta  aguja  comunica 
con  uno  de  los  extremos  de  un  teléfono,  que  el  cirujano  aplica  al  oído;  el 
otro  extremo  se  pone  en  relación  con  la  superficie  de  la  piel  del  enfer- 
mo. Cuando  la  punta  de  la  aguja  encuentra  la  bala  de  plomo,  se  consti- 
tuye naturalmente  una  pila  por  el  plomo  y  la  superficie  metálica  aplica- 


'  I 


(i)    Para  mayor  ialeligencia  me  permito  añadir  las  frases  que  van  entre  pa* 
réntesis. 


SÍ6  REVISTA  DE  FISICA. 

da  sobre  li  piel.  De  eato  resulla,  que  atraviesa  las  bobinas  del  teléfono 
una  corriente  eléctrica,  oyéndose  un  ruido  cada  ves  que  la  aguja  loca  á 
la  bala...  Aun  se  obtiane  mejor  efecto  aplicando  sobre  la  piel  una  piaca 
de  igual  metal  que  el  de  la  aguja,  pues  asi  se  evita  toda  acción  galvánica 
antea  del  contacto  de  la  aguja  con  el  proyectil. 

tEste  método  ha  sido  experimentado  en  el  laboratorio  Volta,  de  V/ñs- 
bington.  Colocada  una  bala  en  un  pedazo  de  buey,  se  buscó  de  la  manera 
dicba.  £1  contacto  de  la  aguja  con  el  hueso  no  produjo  efecto,  al  paso  que 
S0  ola  muy  claramente  un  sonido  cada  vez  que  la  aguja  tocaba  al  plomo. 
EBBflguro  que  este  método  de  exploración  podrá  prestar  grandes  servi* 
cios  en  el  campo  de  batalla,  en  donde  es  imposible  el  empleo  de  apara- 
tas complicados*. 

A  partir  de  esta  base,  Graham  Bell  se  ocupa  luego  de  los  medios  de 
reformar  el  sonido  para  hacerlo  más  perceptible. 

Eo  una  segunda  comunicación,  describe  un  explorador,  que  Tiene  i 
ser  una  especie  de  balanza  de  inducción  de  Hugues,  con  el  cual  se  logra 
«vitar  penetren  en  el  cuerpo  las  sondas. 

(Se  compone  esencialmente  el  instrumento  de  un  sistema  de  dos  bo- 
binas planas,  A  y  B  (flg.  39  y  )40,  paralelas  y  superpuesta  en  parte  la  una 
i  la  otra,  en  términos  que  el  borde  de  la  primera  de  ellas  pase  cerca  del 
<ye  de  la  segunda.  Una  de  estas  bobinas  est&  hecha  con  un  hilo  grueso,  7 


Vlg.  33-Bzplar&dor  eléctrico  de  dos  bDbinas  de  Qrahciiu  B«U 

es  el  circuito  primario;  la  otra  de  hilo  delgado,  y  es  el  secundario.  El 
conjunto  de  las  bobinas  se  sumerjeen  una  masa  de  parafina,  y  se  coloca 
en  el  interior  de  una  lablita  de  madera,  provista  de  un  puño.  Una  cor- 
riente vibratoria,  procedente  de   una  pila,  atraviesa  la  primera  bobina. 


Flg.  40. -Explorador  eléctrico  de  cuatro  bobinas  de  Orabam  Bell, 

mientras  que  el  circuito  de  la  segunda  comprende  un  teléfono  ordinario. 
En  estas  condiciones,  no  hay  ruido  alguno  en  el  teléfono,  pero  si  se  apro- 
xima ala  parte  común  C  (flg.  39  y  40)  de  las  bobinas  cualquier  cuerpo 


REVISrA  DK  F<8IGA.  347 

metálico,  habrá  an  sonido,  caya  intensidad  dependerá  de  la  naturaleza  y 
de  la  fbrma  de  dicho  cuerpo,  asi  como  también  de  su  distancia.  Notemos 
con  este  motivo  que  la  forma  más  favorable,  para  el  proyectil  que  se  ex- 
plora, seria  la  de  un  disco  plano^  paralelo  á  la  superficie  de  la  piel,  y  la 
más  desfavorable  seria  esta  misma,  pero  perpendicular  al  tegumento. 

cCk>mo  es  dificil  en  la  práctica  realizar  la  superposición  exacta  y  con- 
veniente de  las  bobinas,  es  ütil  intercalar  respectivamente  en  los  circui- 
tos primario  y  secundario  dos  nuevas  bobinas,  D  y  G  (fig.  40),  análogas 
á  las  primeras,  pero  mucbo  más  pequeñas,  coya  superficie  común  puede 
ser  modificada  por  el  juego  de  un  tornillo  micrométrico.  Mediante  éste, 
se  llega  con  rapidez  á  reducir  el  teléfono  al  silencio  más  completo.» 

Añadiendo  una  capacidad  electrostática  F  (fig.  40)  en  el  circuito  pri- 
mario, s3  consigue,  según  lo  ha  indicado  también  el  profesor  Rowland^ 
de  la  Universidad  Johns-Hopkins,  un  resultado  mucho  más  notable. 

cSi  se  quiere  determinar  la  profundidad  á  que  se  encuentra  la  masa 
metálica,  será  fácil,  si  se  conocen  ajniori  su  forma,  su  modo  de  presen- 
tación y  su  sustancia.  Basta  para  ello  regular  el  aparato,  cuando  está 
aplicado  á  la  piel,  hasta  que  calle  el  teléfono,  y  una  ve2  en  silencio,  re- 
tirando el  aparato,  se  aproxima  la  masa  auxiliar,  idéntica  á  la  que  se  ex- 
plora, hasta  conseguir  nuevo  silencio,  dando  la  distancia  entre  esta  masa 
y  el  explorador  la  medida  que  se  buscaba.» 

Radiofonía.- Representa  la  radiofonía  la  trasmisión  del  lenguaje  arti- 
culado mediante  la  regular  sucesión  de  impresiones  provocadas  por  la 
recepción  de  radiaciones,  luminosas  ó  caloríficas,  emitidas  por  un  cuerpo 
lejano,  que  hace  las  veces  de  trasmisor.  Verdadera  idegrafia  acústica  ó 
telefonía  óptica,  intentó  realizarla  el  inventor  del  teléfono,  Graham  Bell, 
aprovechando  las  curiosísimas  propiedades  del  selenio. 

Desde  el  selenio  vitreo  al  aelenio  metálico^  extremos  de  una  serie  de 
estados  alotrópicos,  media  gran  distancia  de  conductibilidad  eléctrica, 
resultando  el  primero  mucho  menos  conductor  que  el  último.  Esta  mis- 
ma diferencia  se  nota  (de  1  á  iO  y  más)  entre  el  selenio  colocado  en  sitio 
oscuro  y  el  iluminado. 

Ahora  bien,  si  entre  varias  rodajas  metálicas,  sostenidas  por  un  pa- 
sador común,  se  colocan  otras  de  sustancia  aisladora  (láminas  de  mica, 
por  ejemplo)  y  la  ranura  circular,  que  resulta  en  cada  una  de  estas,  se 
renena  de  selenio  reblandecido  por  una  temperatura  conveniente,  y 
se  ponen  en  comunicación  todas  las  láminas  metálicas  impares  con  el 
polo  de  una  pila  y  las  pares  con  el  otro,  y  en  el  circuito  se  coloca  un  te- 
léfono, este  aparato  revelará  iodos  las  variaciones  de  intensidad  que  resul- 
ten de  las  variaciones  de  resistencia  producidas  por  una  acdon  luminosa 
intermitente.  Sigamos  la  descripción.  Un  espejo,  convenientemente  dis- 
puesto, envia  la  luz  á  una  lente,  que  la  hace  converger  á  corta  distancia, 
con  el  objeto  de  que  atraviese  una  pequeña  vasija,  que  contiene  una 
solución  de  alumbre,  destinado  á  absorver  gran  parte  del  calor  oscuro 
del  rayo  solar.  Este  va  luego  á  un  pequeño  espejo,  que  funciona  como  la 
lámina  de  un  teléfono  ordinario,  es  decir,  vibra  bajo  la  influencia  de 
la  palabra.  Reflejado  por  este  espejo  el  rayo  solar,  atraviesa  una  lente 
que  le  da  la  convergencia  necesaria  para  que  llegue  entero  á  un  eapejo 


94B  BEVISTA  DE  FfsiCA 

parabólico,  en  cuyo  foco  se  encuentra  el  receptor  de  selenio,  descrito  al 
principio  de  este  párrafo.  Si  el  teléfono  no  vibra,  el  rayo  llega  al  recep- 
tor sin  modificaciones,  pero  ai  vibra,  resultarán  alternativas  periódicas 


Fig.  41,— Radiófono  de  Orabliin  Bell  («squima). 

en  relación  completa  con  el  lenguaje  articulado.  £1  receptor  de  selenio 
trasmite,  mediante  un  conductor,  al  teléfono  aplicado  al  oído,  tos  sonidos 
procedentes  de  alguna  distancia  y  sin  más  intermedio  que  el  rayo  solar. 
Tal  es  el  radiófono  de  Bell,  presentado  á  la  Academia  de  Ciencias  de  Pa- 
rla en  Abril  de  1B80  y  de  que  da  idea  exacta  la  figura  H . 

Ha  habido,  por  parte  de  Tainter,  colaborador  de  Bell,  entre  otros  en- 
sayos, la  buena  idea  de  reemplazar  el  selenio  por  el  negro  de  humo.  Pla- 
>  téase  un  cri-stal  plano  colocado  en  un  cua- 

dro, inteiTumpiendo  la  capa  metálica  con 
un  zigzag,  que  separa  la  superficie  en  dos 
zonas  incomunicadas,  y  se  ahuma  la  super- 
ficie. Puestas  en  relación  con  el  circuito  de 
una  pila  dichas  zonas,  la  corriente  ha  de 
pasar  A  través  de  la  delgada  capa  de  negro 
de  humo.  En  este  caso  la  resistencia  es  dis- 
tinta según  la  intensidad  de  la  radiación 
que  sufra  el  humo,  á  la  par  sufrida  por  los 
gases  y  vapores  condensados  en  la  super- 
ficie de  las  partículas  de  carbono  (Sg.  42). 

Se  comprende,  por  otra  parte,  que  el 
efecto  de  la  radiación  sobre  el  negro  de  hu- 
mo se  puede  traducir  por  un  efecto  mecá- 
nico directo,  independiente  de  toda  cor- 
riente eléctrica.  Mercadier,  por  ejemplo,  ha 
construido  un  receptor  radiofónico  colocan- 
do, en  un  tubo  de  cristal  de  8  á  10  milíme- 
tros de  diámetro,   una  delgada  lámina  de  mica,  ahumada  por  las  dos 
caras.  Adaptado  el  tubo  á  un  extremo  de  otro  de  caoutchouc,  y  el  otro 
á  una  trompetilla  acústica  para  aplicar  al  oido,  funciona  perfectamente 
un  tan  sencillo  aparato. 


REVISTA  crítica  BIBLIOGRÁFICA.  249 

Máquinas  magneto-eléctrioas;  ventaias  higiénicas.  —  La  electricidad^ 
como  motor  y  como  agente  químico,  está  llamada  á  causar  una  verda- 
dera revolución  en  la  industria.  Hoy,  con  su  empleo,  la  galvanoplastia, 
el  dorado,  el  plateado,  el  niquelado,  y,  en  general,  todos  los  depósitos 
metálicos,  se  hacen  más  baratos,  mejor,  con  más  precisión  y  gusto  y  no 
tienen  los  inconvenientes  de  las  pilas,  que  son  insalubres.  La  metalur- 
gia, á  las  ventajas  expuestas,  puede  añadir  la  de  alcanzar  elevadisimas 
temperaturas  sin  gran  esfuerzo.  l^Tsalud  de  los  obreros  ha  de  ganar  mu- 
cho, aunque  solo  sea  porque  trabajarán  en  mejores  atmósferas  que  hoy. 

(Continuará.) 


REVISTA  CRITICA  BIBLIOGRÁFICA. 


Tendencias,  nnidad  y  porvenir  de  la  Medicina  y  de  la  Terapéutica.— Dis- 
curso inaugural  que,  en  U  seBíon  pública  celebrada  por  la  Acaiemia  , médico- 
farmacéutica  de  Barcelona  en  19  ile  Enero  de  1882.  l»'yó  el  Dr.  D.  Estanislao 
Andrea  Serra. 

Este  discurso,  aunque  previsto  por  el  reglamento  de  la  mencionada 
Corporación,  ha  sido  escrito  en  muy  corto  espacio  de  tiempo  por  el  labo- 
rioso Dr.  Andreu,  á  quien  no  correspondía  en  este  año.  Esta  circunstan- 
cia hace  forzosamente  que  un  tenia  tan  trascendental  y  extenso  solo  haya 
sido  presentado  en  extracto,  si  bien  debe  decirse  que  se  han  tocado  las 
cuestiones  más  fundamentales  y  que  sobre  el  plan  ideado  pudiera  escri- 
birse lina  obra  magistral.  Aunque  solo  fuese  bajo  este  punto  de  vista^el 
trabajo  que  me  ocupa  merece  alabanzas. 

En  mi  concepto,  el  Dr.  Andreu  camina  por  lo  firme  cuando  asegura 
que  la  alopatía,  la  homeopatía  y  la  moderna  dosimetría,  ni  andan  muy 
distantes  entre  sí,  ni  pueden  sostener  con  toda  puridad  la  noción  cientí- 
fica, que  se  desprende  de  sus  nombres.  Si  la  verdad  médica  es  una,  en 
cuanto  unos  pueden  ser  los  hechos  que  estudian  las  ciencias  naturales, 
estas  tres  escuelas  han  de  fundirse  en  una  sola,  como  consecuencia  legí- 
tima del  progreso.  Yo  creo  que  esta  fusión,  que  ya  casi  es  verdad  prácti- 
camente, ha  de  realizarse  en  el  terreno  especulativo  en  cuanto  se  aban- 
donen esas  ridiculas  ontologias  del  vitalismo,  del  dinamismo  y  de  otras 
concepciones  impalpables^  imponderables ^  inenteligibles  y  sencillamente 
imagincAles.  Si  por  un  momento  siquiera,  á  partir  de  la  experimenta- 
ción, gloría  de  nuestro  siglo,  se  dieran  cita  las  tres  escuelas  en  el  campo 
del  positivismo,  se  limpiarían  de  errores  y  de  exageraciones  y  quedarían 
constituyendo  un  solo  cuerpo  de  doctrina.  De  la  secular  y  observadora 
alopatía,  de  la  joven  y  ya  decrépita  homeopatía  y  de  la  recien-nacida  (al 
parecer)  dosimetría  (hablo  de  la  científica,  no  de  la  otra...  que  es  la  más 
corriente),  no  puede  salir  más  que  una  ciencia  médica:  la  verdadera. 
Todo  lo  demás  es  bandería,  mejor  dicho,  comercio...  anticientíGcoy  an- 
tihurnano.  Un  buen  médico  debe  ser  homeópata  (expectación),  atrevido 
en  la  exigente  occasio  prmceps  (dosímetra)  y  normalmente  alópata.  Y  como 
los  alópatas  son  expectantes  y  atrevidos  según  los  casos,  puede  con- 
cluirse en  rigor  cuáles  son  los  verdaderos  médicos,  los  no  sistemáticos. 


250  REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA. 

Estas  son  las  tendencicía,  aqui  se  encuentra  la  unidad  y  se  ve  claro  el 
porvenir  de  Ja  Medicina. 

La  Terapéutica,  objeto  final,  debe  ser  purificada,  según  decia  un  cé- 
lebre autor,  de  la  misma  manera  que  se  limpia  un  establo.  Hoy  sufre 
demasiado  á  lo  vivo  un  trabajo  analítico  exageradamente  grande,  queda, 
como  resultado  primero,  el  excepticismo,  ante  el  temor  de  hacer  daño. 
Ella  tiene  la  culpa  de  la  división  que  se  nota  entre  los  médicos;  si  aun 
no  sabemos,  por  ejemplo,  sí  la  digital  es  el  opio  ó  la  quina  del  cqrazon, 
de  donde  resultan  dos  bandos,  no  nos  extrañe  aparezca  un  tercero  que 
no  la  emplee  por  lo  mismo  que  ignora  lo  que  maneja.  En  mi  sentir,  todas 
las  fuerzas  debieran  dedicarse  á  darle  un  nivel  científico  en  armonía  con 
las  otras  ramas  de  la  Medicina,  seguramente  más  adelantadas.  Por  su 
deficiencia  pudiera  explicarse  en  gran  parte  la  cortedad  de  la  vida  me- 
dia, que  corre  parejas  con  el  atrevimiento  de  los  médicos  jóvenes  y  la 

indolencia  de  los  médicos  viejos.  Dr.  Rodrigues  Mandes. 

Contribución  al  estudio  de  la  Estadística  médica,  por  D.  Juan  de  Dios  Roquer 
y  Casadesús. 

Este  fué  el  tema  del  discurso  leido  por  el  Sr.  Roquer,  al  ingresar  en 
la  Academia  ^fédicO'farmacéutica  de  Barcelona.  Empieza  con  un  adecua- 
do exordio,  al  que  sigue  la  historia  muy  lacónica  de  la  estadística  y  me- 
dicina griegas,  romanas  y  árabes,  la  desfavorable  critica  de  la  Edad  me- 
dia, varios  comentarios  á  los  siglos  ix,  x,  xi  y  xii,  lo  propio  que  al  xv, 
y  el  elogio  de  los  tres  siguientes.  Encomia  con  mucha  razón  la  utilidad 
de  la  estadística,  y  luego  crece  el  interés  de  la  disertación  al  consignar  y 
explicar  los  requisitos  indispensables  á  una  buena  estadística,  que  son: 
imparcialidad^  ánimo  desprevenido,  claro  juicio,  sacrificio  del  amor  propio 
y  buena  fé.  Discurre  luego  acerca  de  lo  difícil  que  es  reunirlos,  y  por  ende 
los  manifiestos  errores  que  á  las  estadísticas  se  siguen  ó  ellas  contienen, 
y  concluye  con  que  lo  mejor  seria  abstenerse  de  leer  toda  estadística  y  ha- 
cérsela cada  uno  dentro  de  su  clínica  para  sus  usos  particulares,  como  el 
mejor  paliativo  para  libramos  de  la  duda;  lo  cual  nos  parece  el  dxcepti- 
cismo  sistemático,  elevado  á  principio  ó  dogma,  criterio  no  recomenda* 
ble  á  nuestro  entender,  aparte  de  que,  sí  por  difícil  ó  defectuosa  hemos 
de  rehusar  la  ajena  ó  pública,  por  lo  mismo  hemos  de  rehusar  la  propia 
ó  privada,  pues  muchos  inconvenientes  son  comunes  á  las  dos,  y  si  la 
segunda  reúne  menos,  en  compensación  reporta,  menos  ventajas  á  la  ne- 
cesidad, observaciones,  estas  y  otras,  que  no  se  ocultarán  á  la  perspica- 
cia del  Sr.  Roquer.  j.  vnaseca  Ker«adé. 


LOS  MICROFITOS  DE  LA  SANGRE  Y  SUS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES/*) 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


Se  ha  dicho  que  los  micrófitos,  que  aparecen  en  la  sangre  después 
de  la  muerte,  penetran  por  el  canal  intestinal,  atravesando  sus  tejidos 

(1)    Gootínuacion.— Véanse  los  números  25,  26.  27  28,  29, 30  y  31. 


LOS  MICRÓFITOS  DK  LA  8AN0RB.  251 

Esta  opinión  no  es  sostenible,  porque  muchos  observadores  han  demos- 
tradOy  que  si  algún  órgano  se  separa  del  cuerpo  inmediatamente  des- 
pués de  la  muerte,  ó  se  aisla  de  la  circulación,  mientras  el  animal 
vive  aún  bajo  la  influencia  del  cloroformo,  aparecen  también  dichos 
organismos,  si  la  preparación  se  ha  conservado  durante  algunas  horas 
á  una  temperatura  conveniente.  Muchas  de  las  muestras  de  sangre,  que 
suministraron  las  diversas  preparaciones  que  hemos  descrito,  fueron 
obtenidas  de  este  modo.  Ratas,  ratones,  gatos,  etc.,  fueron  sometidos  ^ 
la  influencia  del  cloroformo,  ó  muertos  y  guardados  durante  algunas 
horas;  mientras  estaban  aún  bajo  la  influencia  del  cloroformo,  se  pasa- 
ron ligaduras  alrededor  de  las  visceras  á  fín  de  aislarlas  antes  de  que 
sobreviniese  la  muerte.  Por  último,  colocóse  una  ligadura  alrededor  de 
los  vasos  de  la  base  del  corazón,  y  fué  separado  dicho  órgano  del  cuerpo. 
Las  muestras  asi  obtenidas  fueron  sumergidas  diferentes  veces  en 
cera  derretida,  por  medio  de  un  cordón  al  extremo  del  cual  estaban  sus- 
pendidas, de  esta  manera  hallábanse  envueltos  por  la  cera  lo  mismo  que 
la  torcida  de  una  vela.  Asi  preparadas,  permanecieron  de  12  á  14  horas, 
según  que  la  temperatura  fuese  mayor  ó  menor  de  00°  F.,  y  se  observó 
casi  invariablemente  que  los  organismos  aparecieron  con  igual  rapidez, 
ó  con  poca  menos,  que  en  los  cuerpos  de  ios  animales  que  se  hablan 
simplemente  reservado  sin  preparación  alguna.  En  el  primer  caso,  sin 
embargo,  la  suposición  de  que  se  hubiesen  formado  en  el  canal  intesti- 
nal después  de  la  muerte,  no  era  admisible,  y  no  puede  decirse  tampoco 

que  hubiera  tomado  origen  por  el  contacto  del 
escalpelo,  del  cordón,  etc.,  pues  la  superílce 
estaba  enteramente  envuelta  por  la  cera. 

Observados  en  la  sangre,  la  mayor  parte  de 
estos  Baccilli  carecen  de  movimientos  en  cier- 
H  ctzx::^   *""^  ^        to  número  de  preparaciones,  pero  en  algunas 
//    ^^^^^^^y^      Jl        otras  manifiestan  movimientos  independien- 
//    /í  y^        *^^»  "^*®  ^  menos  marcados.  Varían  de  tama- 

^  JV^  ^         ño,  principalmente  de  longitud,  según  que  su 

desarrollo  en  filamentos  se  halle  más  ó  menos 
^^^r^X^^rTT^^^^^    adelantado;  la  longitud  media  de  cada  baston- 

r>U  d«  Mugre  fué  colowd.  en  un  criiUI,        ^JUq    eS  dC  5  U  á    10    U.     EU    Ol  ÚltímO    CaSO     UU 
Hwyo  Mc«  y  por  titino  coloreadA  coa  «tul  ^  i      •      ji  • 

de^niíii».  nudo  más  ó  menos  marcado  indica  una  articu- 

lación. En  las  fases  de  desarrollo  más  avan- 
zadas, se  pueden  observar  dos,  tres  ó  un  mayor  número  de  articulacio- 
nes semejantes,  especialmente  por  la  adfcíon  de  reactivos,  tales  como  la 
tinturado  iodo.  En  este  caso,  los  BacciWi  miden  45,20,25  micromi- 
límetros  y  á  veces  más.  La  longitud  de  estos  segmentos,  ya  reunidos, 
ya  libres,  varia  considerablemente  en  las  preparaciones  que  provienen 
de  diversos  animales  y  hasta  en  las  que  provienen  de  un  sólo  animal,  de 
manera,  que  pueden  observarse  bastoncillos  que  alcanzan  de  3  á  6  |x  de 
longitud  y  excepcionalmente  aún  más.  La  talla  media  de  los  bastonci- 
llos es  de  1  /A,  pero  se  notan  numerosas  excepciones.  Algunas  veces  se 
observa  que  las  variedades  de  especies  existentes  en  un  mismo  órgano 
son  de  más  ó  menos  tamaño  que  las  que  se  encuentran  en  otro  órgano 
del  mismo  animal. 


252  LOS  MTGRÓFITOS  DE  LA  SANGRE, 

Si  una  pequeñísima  cantidad  de  sangre,  que  presente  este  carácter, 
se  coloca  bajo  un  cristal  pulimentado,  junto  con  otra  pequeña  cantidad 
de  humor  acuoso,  observase  que  al  cabo  de  4  ó  5  horas,  con  una  tempe- 
ratura de  90^,  los  Baccilli  han  aumentado  considerablemente  en  tamaño, 
midiendo  la  mayor  parte  de  ellos  de  20  á  60  fx,  pudiendo  observarse,  aquí 
y  allá,  en  la  preparación,  filamentos  que  ocupan  la  mitad  del  campo 
del  microscopio  (fig.  8).  Algunas  horas  más  tarde  aparecieron  nume- 
rosos filamentos  bien  formados,  verdaderamente  revueltos.  Vióse  tam- 
bién que  algunos  de  estos  filamentos  eran  perfectamente  segmentados  y 
que  otros  no  tenían  en  apariencia  segmento  alguno  en  toda  su  longitud, 
aunque  ofreciesen  algunos  la  tendencia  á  formar  ángulos  agudos  de 
distancia  en  distancia.  Otras  variedades  presentaban  trazas  de  següíen- 
tacion,  ya  en  el  fin,  ya  en  el  medio.  Haciendo  secar  las  muestras  6  tra- 
tándolas por  medio  de  reactivos,  se  hacían  los  segmentos  más  distintos. 

Algunas  horas  más  tarde,  aparecieron  en  algunos  de  estos  filamen- 
tos moléculas  refringentes,  de  forma  oval  alargada,  variando  ligera- 
mente de  longitud:  por  término  medio  sus  dimensiones  eran  de  1,2  pi  de 
largo  por  1  ja  de  ancho.  Estos  esporos  son  los  que  han  sido  ya  descritos 
en  el  Baccillus  anthracis.  En  corto  tiempo,  estos  cuerpos  brillantes  ocu- 
pan toda  la  longitud  de  los  filamentos  (fig.  9),  manifestando  tendencia 
á  formar  grupos  de  á  dos  en  línea.  Poco  á  poco  los  filamentos  se  vuelven 
cada  vez  más  confusos,  hasta  que  al  fín  los  vestigios  de  la  disposición 
más  ó  menos  linear  de  estos  cuerpos  refringentes  queda,n  tan  sólo  para 
indicar  el  sitio  ocupado  por  el  filamento  (fig.  10). 

He  pasado  muchas  horas,  y  hasta  algunos  dias,  estudiando  estos  cor- 
púsculos aislados,  pero  nunca  he  podido  observar  nada  que  me  demos- 
trase positivamente  su  germinación.  Solo  puedo  afirmar  lo  que  Nágeli, 
Bary  y  otros  han  sostenido,  es  decir,  que  los  Schizomycetes  se  multipli- 
can únicamente  por  excisión.  Los  cuerpos  descritos  y  presentados  como 
gérmenes  por  Cohn,  Koch  y  otros  pueden  observarse  en  la  mayor  parte 
de  las  preparaciones;  algunos  han  sido  representados  por  mi;  pero  por 
extensos  que  hayan  sido  mis  experimentos,  no  me  han  podido  conducir 
á  ver  la  germinación  de  los  esporos  ó  conideas  (fig.  11, 13  y  14);  es  verdad 
que  alguna  vez  ciertos  cuerpos  pueden  tener  la  apariencia  de  ellos,  pero 
muy  á  menudo  los  filamentos  extremadamente  transparentes,  que  so 
hayan  adheridos  á  ellos,  se  extienden  más  allá  del  esporo  hasta  al  otro 
extremo,  probando  asi  que  el  filamento  no  está  formado  de  plasma  proce- 
dente del  esporo,  sino  que  en  realidad  es  sólo  un  tubo  que  lo  envuelve.  Se 
ha  hecho  ya  notar  que  los  que  sostienen  la  germinación  de  estos  cuerpos 
refringentes  fundan  su  opinión  en  diferentes  motivos  (1).  Las  figuras 


(1)  Impreso  esto^  he  leído  acerca  de  este  asuito  una  muy  interesante  Memoria 
de  Brefeld  {Unterauchungen  der  Spaltpizé),  en  la  que  se  dice  que  ni  Koch  ni  Cohn 
pueden  haber  visto  la  germinación  de  estos  cuerpos,  porque,  según  sus  propias  ob- 
servaciones, las  cosas  no  suceden  de  la  manera  como  ellos  las  describen.  Este  dis- 
tinguido botánico  se  ha  asegurado,  dice,  de  que  la  germinación  tiene  lugar  en  ángulo 
recto  del  largo  eje  del  esporo  y  de  que  se  efectúa  más  rápidamente  después  de  haber 
hervido  largo  tiempo  el  esporo.  Recuérdese  que  el  Dr.  Ewart  afirma  que  los  esporos 
■e  destruyen  cuando  hierven  siquiera  dos  minutos. 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  253 

trazadas  por  ellos  concuerdan  en  la  mayoría  de  los  casos,  pero  difieren 
las  interpretaciones  que  dan  de  las  mismas. 

Se  puede  objetar,  que  si  bien  los  B(iccilli  hallados  en  la  sangre  des- 
compuesta de  animales  en  buen  estado  de  salud  producen  esporos,  es- 
tos no  tienen  los  mismos  caracteres  que  los  que  se  hallan  en  el  Baccilliis 
anthracis.  A  esto  p.iede  replicarse  que  Cohn  sienta  el  hecho  de  que  los 
esporos  de  este  último  son  en  apariencia  idénticos  y  pasan  por  iguales 
fases  que  los  del  Baccillus  subtilia  de  las  infusiones  de  heno,  de  suerte 
que  las  observaciones  hechas  por  mí,  relativas  á  los  esporos  del  BaccU^ 
Itis  en  la  sangre  en  Citado  normal,  se  aplican  igualmente  al  Baccilltisde 
las  infusiones  de  heno,  pues  no  he  tenido  la  suerte  de  observar  tam- 
poco en  los  esporos  de  estos  últimos  nada  que  pudiera  asemejarse  al 
fenómeno  de  la  germinación.  Los  esporos  de  los  Baccilli  de  la  sangre 
infectada  de  un  caballo  atacado  del  carbunclo  no  presentaron  tampoco 
nada  semejante  á  la  germinación. 

Respecto  á  las  distinciones  específicas,  que  han  sido  basadas  en  las 
diferencias  de  tamaño  que  presentan  los  micrófitos,  distinciones  especifi- 
cas, que,  según  toda  problablidad,  serán  con  más  razón  admitidas  en  el 
porvenir,  interesa  observar  que  los  Baccilli  descubiertos  en  la  sangre  y 
en  los  tejidos  de  los  animales,  que  en  el  período  inmediatamente  ante- 
rior á  su  muerte  se  hallaban  en  perfecta  salud,  dejan  en  este  punto  una 
latitud  considerable.  Los  extractos  siguientes  de  mis  cuadernos  pueden 
servir  para  aclarar  esta  cuestión  y  al  mismo  tiempo  suministrarán  un 
compendio  de  las  metamorfosis  que  sufren  los  Baccilli  bajo  la  influencia 
de  circunstancias  casi  semejantes.  La  primera  serie  de  extractos  se  re- 
fiere á  Baccüli  de  tamaño  menor  que  el  de  los  que  se  observan  ordinaria- 
mente. 

fOntíinuará,/ 

NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

Acción  tóxica  comparada  de  varios  metales. — Carlos  Richet  ha 
presentado  en  la  Academia  de  Ciencias  el  resultado  de  sus  interesantes 
investigaciones  acerca  de  la  distinta  valia  tóxica  de  diversos  metales. 
En  vez  de  valerse  de  la  inyección  subcutánea  ó  intravenosa,  experimen- 
tando en  peces,  ha  intoxicado  el  agua  en  que  residian,  con  lo  cual  evitó 
los  inconvenientes  nacidos  del  variable  peso  del  animal  y  las  reaccio- 
nes químicas  perturbadoras  consecutivas  auna  inyección  brusca.  Sumer- 
giendo un  pez  en  su  agua  natural,  intoxicada,  muere  con  una  rapidez 
que  depende  de  la  cantidad  de  veneno.  Por  ejemplo:  colocó  en  un  litro 
de  agua  de  mar  proporciones  variables  de  cloruro  de  litio  (LÍG1-+-H20)  y 
resultó  que  con 

66*0  gramos  muere  un  pez  á  los  3  minutos. 
330     id.         id.  Id.      id.  15       id. 

16'5     id.         id.  id.      id.  35       id. 

8'2      id.         id.  id.      id.   9    horas. 

3'0     id.         id.  id.      id.  32       id. 

2*6     id.         id.  id.      id.  48       id.  y  m&s. 

Según  el  tecnicismo  de  Richet,  esta  última  cantidad  y  este  último  es- 
pacio de  tiempo  representan  el  limite  de  toxicidad  en  el  ejemplo  expues» 
to,  toda  vez  que  entiende  por  dicho  límite  la  cantidad  máxima  de  vene- 


254  NOTICIAS    CIENTÍFICAS. 

no,  por  litro  de  agua,  que  deja  vivir  al  pez  más  de  48  horas.  Con  arreglo 
á  este  criterio,  hé  aquí  un  cuadro  bien  explícito: 


IvBtrodt  «xperiaieAiM. 

I«UL 

LiaittietnUidaá. 

80 

Mercurio  (Hg*). 

0*00030 

7 

Cobre  (C\x»). 

0*0033 

ao 

Zinc. 

0^0084 

10 

Hierro  (Fo^^O- 

0*01 1 

7 

Cadmio. 

0*017 

6 

Amonio  (NH*). 

0*064 

7 

Potasio. 

010 

10 

Niquel. 

0*125 

9 

Cobalto. 

0425 

11 

Litio. 

0^ 

'20 

Manganeso. 

0*3 

6 

Bario. 

0*78 

4 

Magnesio. 

1*5 

20 

Estroncio. 

2*2 

5 

Calcio. 

2*4 

6 

Sodio. 

24*17 

En  estos  experimentos  ha  usado  los  cloruros,  después  de  haber  de- 
mostrado que  los  nitratos  son  más  enéi'gicos.  Cuando  ha  recurrido  al 
hierro,  al  bario  ó  al  estroncio,  ha  eliminado  previamente,  mediante  él 
cloruro  de  bario,  los  sulfates  y  íosfatos  del  agua  marina,  lo  cual  no  cam- 
bia  al  parecerías  condiciones  citadas  de  ésta. —  Respecto  al  cloruro  de 
sodio,  hay  que  tener  en  cuenta  que,  como  en  cada  litro  del  agua  hay  por 
término  medio  20  gramos,  y  se  pueden  añadir  43  más  sin  producir  la 
muerte  del  animal,  en  realidad  son  63  en  conjunto,  lo  cual  da  24*7  de 
sodio  combinado. 

Resulta,  por  tanto,  que  no  hay  relación  entre  el  poder  tóxico  y  el 
peso  atómico  del  metal,  ni  aun*para  los  de  la  misma  familia,  ni  entre 
aquel  y  la  función  química  del  mismo. — (Rodríguez  Méndez). 

Colirio  de  Fernandez. — Con  el  objeto  de  satisfacer  el  deseo  que,  de 
conocer  el  colirio  de  Fernandez,  manifestó  el  Dr.  Planellas  en  su  Revista 
de  Sifiliografia  y  publicada  en  el  número  31  de  este  periódico,  voy  á  tras- 
cribir íntegro  cuanto  se  encuentra,  acerca  de  dicho  preparado,  en  el 
Formulario  de  los  Formularios  de  Medicina  por  el  farmacéutico  D.  José 
Sánchez  y  Sánchez.  Helo  aquí: 

Colirio  de  Fernandez  (P.  E.). 

Trementina  de  pino.    .    • 15  gramos. 

Goma  arábiga 45  » 

Cloruro  mercurioso  precipitado l'B  > 

Sulfato  aluminico  potásico 4  n 

Éter  sulfúrico  alcoholizado 4  » 

Alcanfor  pulverizado 4  » 

Agua 690  » 

Mézclense  en  mortero  de  piedra  ó  porcelana  el  cloruro  mercurioso, 
alumbre,  alcanfor  y  goma;  añádase  un  poco  de  agua  para  formar  un 
mucílago  muy  espeso  y  agítese  largo  rato  con  la  trementina;  diluyase 
todo  en  el  agua,  ochando  ésta  en  pequeñas  porciones  para  que  resulte 
una  mezcla  homogénea;  cuélese  con  expresión  por  un  lienzo  claro;  añá- 
dase el  éter  sulfúrico  alcoholizado  y  repóngase  en  frascos  bien  tapados 
que  se  agitarán  cuando  haya  que  emplearlo. — Astringente  recomendado 
en  las  blenorragias  en  inyección  y  tópicamente  como  detersivo. 

He  visto  usar  con  éxito  el  colirio  de  Fernandez  en  las  blenorragias  y 
úlceras  de  nial  carácter,  á  un  médico  procedente  de  la  Escuela  de  Ma- 
drid, donde,  según  tengo  entendido,  está  bastante  en  boga.— (R.  Ro- 

VffiA). 


NOTICIAS   GIENTfPIGAS.  255 

Estado  del  lado  sano  en  los  hemiplégloos. —  M.  Brown-Sequard, 
desde  la  época  en  que  estuvo  como  médico  en  el  hospital  de  paraliticos 
de  Londres,  en  4860,  había  observado  que  en  todos  los  casos  de  hemi- 
plegia  dependiente  de  una  lesión  encefálica  unilateral,  la  parte  del  cuerpo 
considerada  sana  presentaba  en  realidad  ligera  parálisis,  particular- 
mente en  el  miembro  inferior.  El  miembro  superior  participa  casi  siem- 
pre de  este  estado  de  paresia»  pero  en  menor  grado.  Los  hemiplégicos 
presentan,  pues,  además  de  la  parálisis  tipica  cruzada,  una  ligera  pará- 
lisis directa.  En  cuanto  á  la  explicación  de  esta  paresia  directa  consecu- 
tiva á  una  lesión  cerebral  en  foco,  Mr.  Brown-Sequard  dice,  que  existe 
al  principio  una  simple  influencia  inhibitoria  ejercida  por  el  encéfalo 
sobre  la  médula  y  que  sobreviene  más  tarde  una  alteración  de  nutrición 
y  de  extructura  de  la  médula^  en  virtud  de  una  influencia  semejante  á 
las  que  ejercen  las  lesiones  encefálicas  fobre  la  nutrición  de  la  piel,  del 
tejido  celular,  de  los  músculos,  de  los  nervios,  huesos  y  articulaciones. 

M.  Charcot  conñrma  la  exactitud  clínica  de  las  observaciones  de 
M.  Brown-Sequard.  La  mayor  parte  de  hemiplégicos  son  díplégicos  en 
especial  en  el  miembro  inferior.  M.  Pitres  ha  demostrado  en  efecto,  que 
después  de  una  lesión  cerebral  unilateral,  la  esclerosis  descendente  no 
afecta  siempre  exclusivamente  el  lado  opuesto  en  la  médula,  sino  que  es 
á  menudo  bilateral.  Es  probable  asimismo  que  en  el  caso  de  paraplegia 
consecutiva  á  una  hemiplegia,  se  trata  de  mielitis  transversas  por  pro- 
pagaciony  de  una  mielitis  difusa  que  viene  á  complicar  la  primera; 
la  parálisis  de  la  vejiga  muy  frecuente  en  tales  casos  seria  una  prueba 
de  ello.— (S.  Cardó.) 

Ascárides  lumbricóides:  tratamiento.— En  el  BuUelin  dñ  Therapeu- 
Hquey  el  Dr.  Guermonprés  establece  las  conclusiones  siguientes: 

i.*  El  semen-contra  (cuya  acción  se  confunde  á  menuda  con  la  de  la 
silBtonina),  es  desde  lar¿o  tiempo  el  medicamento  preferido  para  matar 
y  expulsar  los  ascárides  lumbricóides  del  tubo  digestivo  del  hombre. 

2/  Lasantonina  no  mata  los  ascárides;  es  para  estos  animales  un 
excitante,  que  aumenta  y  acelera  sus  movimientos,  exagerando  de  este 
modo  los  accidentes  reflejos  por  un  lado,  y  las  obstrucciones  intestinales 
por  otro. 

3.*  Por  lo  tanto,  no  siempre  está  indicada  la  santonina.  No  tiene  ac- 
ción perjudicial^  si  los  animales  son  jóvenes  y  pocos  en  número,  y  puede, 
por  el  contrario,  ser  peligrosa,  aún  á  dosis  racional,  si  los  parásitos  vi- 
vos tienen  grandes  dimensiones  ó  son  muy  abundantes. 

4.*  Los  purgantes  han  dado  á  muchos  médicos  mejores  resultados 
que  los  vermífugos,  empleados  al  mismo  tiempo-  Por  otra  parte,  el  mé- 
todo evacuante  puede  ser  sufíciente  para  determinar  su  expulsión. 

5.*  Las  reglas  higiénicas  adecuadas  para  combatir  el  estado  linfáti- 
co de  los  individuos  y  á  veces  el  solo  cambio  de  alimentos  y  de  habita- 
ción, han  bastado  para  producir  una  expulsión  completa  de  los  ascárides 
lumbricóides. 

6.*  Está,  por  consiguiente,  indicado  plantear  el  tratamiento  de  di- 
chos parásitos  según  las  circunstancias  de  cada  caso  particular,  ora  re- 
curriendo álos  pui*gantes,  ora  haciendo  uso  de  lo?  cuidados  higiénicos 
y  farmacéuticos  que  requiere  el  paciente.— (Fargas). 

Excitación  de  los  centros  motores  corticales. —  Marcacci  (Jawmal 
de  Therap.)  ha  investigado  que  parte  corresponde  al  encéfalo,  médula 
espinal  y  á  los  nervios  periféricos  en  la  producción  de  los  fenómenos  de 
movimiento,  observados  cuando  se  excitan  los  centros  motores  corti- 
cales* Su  método  consiste  en  suprimir  de  diversas  maneras  la  acción 
del  cerebro,  dejando  intacta  la  médula;  admite  que  la  supresión  de  la 


256  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

acción  propia  del  cerebro  no  modiñca  en  nada  las  reacciones  obtenidas 
por  la  excitación  de  la  corteza. 

Uno  de  los  medios  que  ha  empleado,  consiste  en  la  congelación  á  be- 
neficio del  cloruro  de  metilo:  cuando  la  zona  cortical  llamada  motriz  ha 
sido  transformada  en  una  masa  dura,  no  teniendo  ya  ninguna  de  las  pro- 
piedades del  tejido  nervioso,  una  excitación  mínima  determina  aún  ios 
mismos  movimientos  de  los  miembro«$.  Si  se  recurre  á  ios  anestésicos,  se 
observa  que,  excitando  la  corteza  durante  la  fase  de  suspensión  de  las 
funciones  del  cerebro,  las  reacciones  motrices  se  producen  del  mismo 
modo  que  anteriormente.  Enfriando  todo  el  animal  y  excitando  el  cere- 
bro después  de  la  supresión  de  las  funciones  cerebrales,  los  movimien- 
tos aún  se  producen.  Más  adelante,  cuando  el  bulbo  y  la  médula  empie- 
zan á  resentirse  de  la  acción  del  frió,  los  movimientos  no  pueden  ser 

provocados.— (FORMIGÜERA.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 

Cólera  morbo.— Orden  del  11  de  Abril  mandando  se  consideren  de  obser- 
vación las  procedencias  de  Varna,  puerto  del  Mar  Negro,  á  contar  del  30  de 
Marzo. — Gaceta  del  12  de  Abril. 

cátedras  vacantes. — Orden  del  10  de  Abril  mandando  proveer  por  oposi- 
ción las  do  Disección,  Clínica  médica  y  Clínica  de  Obstetricia  de  la  Facultad  de 
Medicina  de  la  Habana,  debiendo  verifícarse  los  ejercicios  en  ésta.— /d.  del 
14  id. 

Id.  id.- Orden  del  1.®  de  Abril  mandando  proveer  por  concurso  la  de  Pato- 
logía quirúrgica  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Sevilla. — Id.  del  19  id. 

Aguas  minero-medicinales  de  Santa  Águeda  (Guipúzcoa).— Real  orden 
de  19  de  Abril  cambiando  la  temporada  oficial,  que  en  lo  sucesivo  debe  ser 
desde  15  de  Junio  hasta  30  de  Setiembre.— 7d.  del  21  id. 

Id.  id.  de  Loujo  ó  La  Toja  (Pontevedra).— Qrden  del  18  de  Abril  dispo- 
niendo la  clausura  provisional  del  establecimiento.— /d.  id.  id. 

PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Leoolonasde  Clínica  terapéutica,  por  el  Doctor  Dujardin-Beaumets,  recogidas 
por  el  Dr.  E.  Garpcntier-M^ricourt. — Segunda  edición,  vertida  al  casteUanopor  don 
Gustavo  Reboles  Campos. -Tomo  2.°  Entrega  1.*  Madrid.  BaiUy-Balliere.-1883. 

Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía.— Cuadernos  25,  26  y  27. — Ele^* 
mentos  de  Medicina  legal  y  Toxicologia,  por  E.  Hofmann,  versión  española  del  doc- 
tor M.  Carreras  Sanchiz.— Madrid.— 1882. 

Diccionario  de  Medicina  y  Terapéutica,  por  los  Dres.  E.  Bouchut,  y  A.  Des- 
prés.— TraducciO'i  de  los  Dres.  D.  Pedro  Espina  Martínez  y  O.  Antonio  Espina  Capo. 
— Cuaderno  1.°— Madrid.  Baiily-Balliere. 

Manual  de  Laringoscopia  y  laringologia,  por  el  Dr.  Cadier,  traducido  por 
el  Dr.  Baldomcro  González  Awurez.— Madrid.— 1882. 

Manual  de  Patología  interna,  por  el  Dr.  G.  Dieulafoy,  versión  españolada  don 
Rafael  Ulecia  y  Cardona,  con  un  prólogo  del  Dr.  D.  Bartolomé  Robert.— Cuaderno 
7.®  y  8.*  Termina  con  ellos  el  Tomo  l/^.— Madrid.  (Dos  ejemplares). 

Tratado  de  Operatoria  Quirúrgica,  por  el  Dr.  A.  Morales  Pérez,  con  un  pró- 
logo del  Dr.  Creus. — Cuaderno  18.— Barcelona.  (Dos  ejemplares). 

Iníant  íeeding  and  infant  íoods.— por  Abraham  Jacobi,  M.  D.-Philadelphfa. 
—1882. 

Gongrós  International  de  laringologie,  premiere  session.  Milán  Septembre. 
— I880.-Compte  rendu  publié  par  Charles  Labus,  Président  du  Congrés,  sur  les  pre- 
ces verbaux  coordonnes  par  le  Secretaire  Mr.  Frua.— Milán.— 1882. 

1m*  hypermegalie  et  la  paralisie  de  la  luette,  et  leur  influence  de  la  toíz, 

par  Charles  Labus.— Milán.— 1882.  (Dos  ejemplares). 

Manual  de  Medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgatgae.— Octava  edición  por 
León  Le  Fort.— GMadernos  13,  H  y  15.— Barcelona. 


I' 


Tomo  n.  Ifím.  9.  16  Mayo  de  188S.  Año  U.  Um.  S3. 

"""^ — \ — TT 1 — 1-1 1— 1     n  M  ■       I  ■ 


Gaceta  MIdica  Catalana. 

SUMARIO:  Osteosarcoma  del  aparato  audiavo,  por  ••  L.  Svfté  MoliAt.  —  Oportunidad  7 
valor  de  las  emiaionea  sangi&ineas  en  la  metritis,  y  en  particular  en  el  tratamiento  de  la 
metritis  crónica  (concluirá),  por  el  Wr.  S.  Cirera.  —  Fiebre  perniciosa  colerlforme,  por 
W,  Arlare  jHMioti.— Ani^tomi*  de  los  centros  nerylosos  (continuación),  por^B.  M.  Var- 
eas Ra«a.— Contribución  al  estudio  del  ácido  salicílico  7  sus  compuestos,  en  particular 
del  salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo  (continuación),  por  D.  M.  E.  M or^  y 
Barril.— Revista  de  enfermedades  de  mujeres,  por  B.  M.  A.  Farga*  Boea— Revista 
critica  bÍbliográaca,por  los  Brea.  Bodricnes  Mendea  7  F.  Caalella.— Los  micrófitos  de 
la  sangre  y  sus  relaciones  con  las  enfermedades  (continuación),  por  el  Br.  T.  Bieliard 
liewia.— NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Coqueluche.-»  Desodoracion  del  iodoformo.— Nitroglice- 
rina: acción  fisiológica.— Modificación  del  termo-cauterio  de  Paquelin.— Calomelanos:  su  in- 
fluencia sobre  las  fermentaciones  y  sobre  los  micro-organismos.—  Difteria:  empleo  del  ti- 
mol.— Tanato  de  quinina.— Levulosa.— Sección  ofieial.—Publicacione»  recibidas. 


OSTBOSARCOMA  DEL  APARATO  AUDITIVO, 
POR  Don  Luis  Suñé  Molist, 


Profesor  libre  de  Otologia. 


Cuando  por  primera  vez  observé  al  enfermo  cuya  historia  clínica 
voy  á  trazar  en  pocas  líneas,  no  había  visto  en  los  principales  tratados 
de  Otologia,  siquiera  una  nota  de  la  grave  neoplasia  complexa,  que  los 
oncólogos  llaman  osteosarcoma,  radicando  en  el  temporal. 

En  efecto,  llama  la  atención  la  escasez  de  datos  y  de  estudios  sobre 
el  particular.  Consúltense  los  capítulos  referentes  á  la  patología  de  la 
apófisis  mastoides,  y  del  hueso  temporal  en  sus  porciones  escamosa  y 
pétrea:  Trseltsh  no  menciona  ninguna  clase  de  tumores  del  hueso  tem« 
poral,  y  en  el  mismo  caso  se  encuentran  Martínez  y  Gutiérrez  Pacheco, 
Bonnafont  y  Jones;  etc.  Roosa  describe  ligeramente  exostosis  é  hiperos- 
tosis;  Urbantschitsch,  habla  de  la  eburneacion  mastoidea;  Vandervoot 
(citado  por  Buck)  vio  un  exostosis  del  tamaño  de  una  nuez  moscada^ 
liso  é  indolente;  Wilde  observó  tres  casos  de  carcinoma  y  Rondot  un 
caso  muy  importante. 

Siento  no  estar  más  enterado  de  esta  parte  de  la  literatura  otológica; 
pero  estoy  seguro  de  que  otros  antes  que  yo  habrán  visto  osteosarcomas 
de  la  apófisis  mastoides,  y  por  consiguiente  renuncio  á  la  prioridad  de 
su  descripción  clínica,  dado  el  caso  de  que  alguno  de  aquellos  hubiese 
publicado  sus  observaciones. 

£1  enfermo  de  que  se  trata,  tenia  unos  60  años,  alto  y  robusto,  un 
poco  reumático,  como  buen  hijo  de  Barcelona,  y  de  piel  rugosa,  roja  y 
morena.  £1  mal  empezó  en  1870,  con  síntomas  de  ligera  periostitis  mas« 
toidea,  que  curó  por  sí  sola,  quedando  tumefacción  dura;  según  datos 
del  mismo  paciente,  después  de  aquella  época  hubo  hiperostosis  eonse- 


258  OSTEOSARGQMA  DEL  APARATO  AUDITIVO. 

cativa  indolente.  Un  año  más  tarde,  nuevo  crecimiento  difuso  del  tumor 
óseo,  extendiéndose  hacia  el  hueso  occipital  por  detrás,  é  invadiendo 
por  delante  la  porción  ósea  del  conducto  auditivo  externo  y  parte  ái^  la 
porción  escamosa  del  temporal.  Todo  el  tratamiento  consistid  en  tópicos 
resolutivos  y  cáusticos,  sin  resultado  favorable.  Abandonando  el  trata- 
miento por  espacio  de  algunos  años  la  tumefacción  ósea  creció  con  gran 
lentitud  y  la  piel  quedó  tirante,  roja  y  adherida  intimamente  á  la  neo- 
plasia  subcutánea. 

Desde  el  año  1880  empezó  á  sentir  dolores  lancinantes  en  lo  más  pro- 
fundo de  la  región  mastoidea;  dolores  no  continuos,  pero  habia  perma- 
nentemente una  ligera  hiperestesia  que  tomaba  creces  al  comprimir  la 
región  con  los  dedos.  Nada  de  ulceraciones  ni  otorrea. 

Examiné  por  primera  vez  al  enfermo  el  dia  4  de  Febrero  de  1881.  La 
tumefacción  dura,  ósea,  se  extendía  desde  la  apófisis  zigom ática,  por  la 
porción  ósea  del  conducto,  la  apófisis  mastoides  y  la  mitad  izquierda 
del  occipital.  Al  comprimir  la  parte,  se  notaban  dos  sensaciones  en  los 
dedos:  l.^la  delgadez  y  resistencia  de  la  piel,  que  permanecía  pegada  al 
hueso  subyacente;  2.^  la  dureza  de  éste,  que  no  era  absoluta,  como  cuan- 
do se  comprime,  por  ejemplo,  el  hueso  frontal  por  encima  de  la  piel;  era 
una  dureza  algo  elástica,  que  proporcionaba  al  dedo  una  sensación  es- 
pecial, dando  á  comprender  que  en  toda  la  superficie  ósea  habia  otro  te- 
jido menos  duro,  intimamente  trabado  con  el  hueso  en  todo  su  grosor. 
En  general  el  volumen  de  la  neoplasia,  en  su  porción  mastoidea,  que 
era  la  mayor,  venia  á  representar  una  semiesfera  cuyo  radio  tuviese  5 
centímetros.  La  porción  ósea  del  conducto  estaba  también  tumefacta, 
como  he  dicho,  formando  estrechez  tan  considerable,  que  no  podia  verse 
el  tímpano  con  los  instrumentos  otoscópicos.  Únicamente  pasaba  por  el 
sitio  un  estilete  que  siempre  salia  manchado  de  sangre,  y  unas  peque- 
ñas bugias  de  laminaria  que  sirvieron  para  diagnosticar  que  la  estre- 
chez dependía  de  la  tumefacción  del  hueso,  pues  no  se  dilataron  poco 
ni  mucho  habiendo  permanecido  aplicadas  24  horas. 

Síntomas  acústicos:  Sordera  completa  del  oido  afecto.  Ni  la  voz,  ni  el 
reloj,  ni  las  vibraciones  del  diapasón,  eran  percibidas.  Esta  sordera  agrá* 
vaha  muchísimo  el  pronóstico,  pues  por  si  sola  era  indicio  de  que  la 
neoplasia  habia  invadido  las  partes  profundas  del  hueso  temporal  y  tar- 
de ó  temprano  llegaría  al  encéfalo.  Esta  opinión  se  funda  en  que  si  la 
cófosis  hubiese  dependido  de  la  simple  estrechez  (sordera  por  oclusión 
externa)  el  enfermo  hubiera  oido  algo  ó  mucho  las  vibraciones  del  dia- 
pasón ó  del  reloj.  No  oyéndolas,  estaba  comprometido  el  oido  interno. 
No  habia  zumbidos. 

Continuaban  los  dolores  lancinantes;  alguna  vez  tan  rebeldes  y  se- 
guidos durante  la  noche,  que  le  privaban  el  sueño.  Sin  embargo,  se  ali- 
viaron y  aun  cesaron  durante  muchos  días  con  8  gotas  del  siguiente  t6« 
pico,  instiladas  cada  3  horas;  agua  de  laurel  cerezo  10  gramos,  aconitina 
10  centigramos,  tintura  de  belladona  5  gramos. 

Contribuía  á  los  sufrimientos  del  paciente  una  molestia  de  causa  me* 
canica,  efecto  de  la  disposición  del  cóndilo  del  maxilar  al  articularse  con 
la  fosita  glenoidea  del  temporal:  la  hiperostosis  neoplásica  habia  inva- 
dido la  superficie  articular,  dando  por  resultado  una  díñcultad  en  loa 


0ST20SARC0MA  DEL  APARATO  AUDITIVO.  5259 

movimientos  maxilares,  hasta  tal  grado  que  el  enfermo  no  podia  abrir  la 
boca  más  allá  de  un  centímetro  de  separación  entre  los  diente^  superio- 
res é  inferiores. 

Dos  meses  después,  la  superficia  del  tumor  se  presentó  más  roja; 
formáronse  una  porción  de  vasos  muy  bien  delineados  constituyendo  ple- 
xos, y  la  piel  se  puso  más  blanda,  tanto  que  temía  una  supuración  ó  aber- 
tura expontánea,  con  ulceración  consecutiva. 

En  Junio  (1881)  se  presentó  el  primer  vértigo  cerebeloso,  falta  de 
equilibrio  y  agarofobia.  Síntoma  claro  y  patente  de  compresión  con  ir- 
ritación consecutiva  del  cerebelo  por  engrosamiento  temporo-occipital. 

En  el  siguiente  Julio,  continuaron  los  vértigos  y  los  dolores  profun- 
dos, insomnio  y  cefaleas. 

Durante  el  Agosto,  los  vértigos  y  la  falta  de  equilibrio  fueron  muy 
marcados.  La  marcha,  imposible  (sin  existir  parálisis)  pero  el  enfermo 
andaba  bien  apoyado  en  alguna  persona,  porque  entonces»  no  existiendo 
el  peligro  de  caer  al  suelo  la  deambulación  se  verificaba  maquinalmente. 

Siguió  de  esta  manera  todo  el  mes  de  Setiembre  aumentando  la  gra- 
vedad por  efecto  de  la  anemia  dependiente  de  la  exigua  masticación  que 
podia  verificar  el  enfermo,  cuya  articulación  tempero-maxilar  apenas 
tenia  movimiento. 

A  últimos  de  Octubre,  el  tumor  no  se  habia  ulcerado,  aunque  estaba 
erisipelatoso^  muy  vascular  y  blando  en  la  región  mastoidea. 

Los  vértigos  diarios,  los  dolores  cefálicos  izquierdos  y  los  lancinan- 
tes en  el  fondo  del  oido,  más  frecuentes.  Por  fin,  se  presentó  coma,  exof- 
talmia,  congestión  conjuntival,  algunas  convulsiones,  caro,  pupilas  iner- 
tes, pulso  agonizante  y  el  enfermo  murió  3  dias  después  del  primer 
ataque  comatoso. 

No  pudo  verificarse  la  autopsia,  sencillamente  por  la  mala  costum- 
bre que  el  vulgo  tiene  de  mostrar  horror  á  las  necropsias,  negando  el 
permiso  al  facultativo.  No  obstante,  me  afirmo  en  el  diagnóstico,  apo- 
yándome en  la  respetable  autoridad  de  Torent,  Cardenal  y  Sojo  que  vi&> 
ron  al  enfermo  varias  veces. 

Por  otra  parte,  solo  podia  confundirse  el  tumor  con  un  simpte  ostao» 
ma,  ó  con  un  absceso  mastoideo  profundo.  Pero,  siendo  osteoma,  hubié- 
rase  presentado  indolente  y  con  la  piel  normal;  y  siendo  absceso  de  Us 
células  mastoideas,  no  hubiera  llegado  la  tumefacción  hasta  el  hueso  oc- 
cipital ni  se  habría  presentado  la^muerte  con  síntomas  de  compresión  é 
irritación  cerebelosa. 

El  recto  juicio  de  nuestros  lectores  nos  ahorrará  hablar  del  trata- 
miento que  pudiera  emplearse  en  estos  casos.  La  extirpación  seria  tan 
inútil  como  peligrosa,  contando  con  que  se  haría  necesario  el  uso  de  la 
gubia  y  el  martillo,  con  la  fatal  probabilidad  de  abrir  el  seno  venoso,  6 
herir  el  cerebelo  ó  el  cerebro.  ¿Y  qué  se  adelantaría,  aun  siendo  posible 
arrcísar  el  tumor,  mientras  éste  creciendo  por  el  lado  interno  ó  profundo, 
determinase  compresión  y  otros  fenómenos  morbosos  sobre  el  encéfalo, 
tal  como  sucedió  en  nuestro  enjGermo,  que  sucumbió  á  consecuencia  de 
dichos  fenómenos? 


200  TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA. 

BE  LA  OPORTUNIDAD  Y  VALOR  DE  US  EMHES  SANGUllAS  EN  U  METRITIS 

Y  EN  PARTICULAR 

EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA  (i), 

POR   J.   ClRERA. 


Sangría  local  indirecta,— Esta  clase  de  sangría  consiste  en  la  aplica- 
ción de  ventosas  escarificadas  ó  sanguijuelas  en  un  punto  próximo  al 
sitio  enfermo,  y  cuyo  riego  sanguíneo  tenga  alguna  relación  con  éste.  Las 
regiones  generalmente  adoptadas  para  aplicar  la  sangría  local  indirecta 
son  el  hipogastrio,  la  vulva,  la  cara  interna  de  los  muslos,  el  ano,  la  re- 
gión sacra  y  la  lumbar.  No  es  indifírente  una  ú  otra,  porque  la  vulva  y 
el  ano,  por  su  relación  demasiado  directa  de  sus  vasos  con  los  del  útero 
y  anexos,  en  virtud  del  estímulo  que  se  provoca  en  estos  puntos,  hay 
que  temer  una  recrudecencia  del  afecto  uterino.  Por  lo  tanto,  se  ofrecen 
circunstancias  que  no  vienen  al  caso,  en  que  estas  regiones  deben  ser 
las  privilegiadas;  mas  en  el  tratamiento  de  la  metritis,  sea  aguda  ó 
crónica,  serán  más  bien  perjudiciales  que  útiles,  por  obtenei*  un  efecto 
opuesto  al  deseado.  En  las  demás,  como  sus  vasos  sanguíneos  no  comu- 
nican tan  directamente,  el  resultado  es  distinto.  De  manera  que  las 
ventosas  escarificadas  y  las  sanguijuelas  prestan  algunos  servicios  en  la 
metritis  aguda  y  aún  en  la  crónica  con  marcada  recrudecencia,  aplica- 
das en  el  hipogastrio,  que  es  el  sitio  preferente. 

Por  lo  que  precede,  se  ve  claramente  que  la  sangría  local  indirecta 
la  reservamos  nosotros  únicamente  para  los  casos  agudos  y  raramente 
en  los  de  forma  crónica;  y  es  porque  tenemos  más  confianza  y  mayor 
seguridad  en  las  aplicaciones  directas,  cuando  no  hay  obstáculo  que  se 
oponga  á  ello. 

Y  aún  diremos  más:  hasta  en  las  inflamaciones  agudas  puerperales 
podríase  echar  mano  de  la  sangría  directa.  De  modo  que,  á  nuestro  mo- 
do de  ver,  solamente  quedarla  limitada  aquella  á  los  casos  en  que  fuera 
alDSoluta mente  imposible  intervenir  de  un  modo  directo.  Fundamos  tal 
aserto  en  hechos  de  pura  observación. 

Ignoramos  si  á  otros  prácticos  les  habrá  sucedido  cosa  parecida;  pero 
lo  que  podemos  asegurar  es,  que  hemos  asistido  puérpera  con  todos  los 
síntomas  de  verdadera  metritis  que  se  han  hecho  refractarios  á  los  me- 
dios comunmente  puestos  en  práctica  por  los  más  reputados  tocólogos,  ó 
mejor  dicho,  que  se  han  pasado  cuatro  ó  cinco  dias,  sin  que  se  notara 
el  menor  cambio  en  los  fenómenos  propios  de  dicho  proceso.  Al  dia  si- 
guiente de  una  marcha  regular,  ^quedamos  en  extremo  sorprendidos  al 
observar  una  notable  remisión  de  los  síntomas,  y  el  proceso  morboso  se 
termina  rápidamente.  Hechas  investigaciones  acerca  de  lo  que  haya  po« 


(1)    Véase  el  número  32. 


TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA.  261 

dido  ocurrir  desde  la  última  vez  (que  vimos  ¿  la  enferma,  hay,  comq 
hecho  notable  y  que  más  llame  la  atención,  una  fuerte  metrorragia. 

Hé  aquí  lo  que  nos  enseña  la  naturaleza:  que  con  una  deplecion  san- 
guínea local,  termínase  favorablemente  el  afecto  uterino. 

Así,  pues,  si  queremos  obrar  acertadamente  y  con  éxito,  no  hagamos 
más  que  imitarla.  Ella  nos  traza  el  camino  franco  que  debemos  seguir; 
el  de  las  emisiones  sanguíneas  locales  directas. 

Ocupémonos  ya  de  ellas. 

Sangría  local  directa.  --Las  emisiones  directas  gozan  de  un  favor  ge- 
neral. Apenas  hay  práctico  que  se  ocupe  de  las  enfermedades  propias  de 
la  mujer  que  no  haga  diariamente  uso  de  ellas.  No  obstante,  por  más 
que  vengan  unánimemente  aceptada,  estamos  lejos  aún  de  haberse  esta- 
blecido reglas  en  conformidad  con  la  opinión  general  de  los  hombres  de 
ciencia.  Cada  clínico  de  por  sí  se  ha  hecho  una  norma  para  guiarse  en 
su  práctica  particular,  y  ésta  es  la  que  sigue.  Mientras  unos  conceden 
gran  confianza  á  la  sanguijuelas  y  dejan  á  un  lado  las  escarificaciones, 
otros  se  valen  de  estas  últimas  casi  de  un  modo  exclusivo. 

Sin  salir  de  la  clínica— que  es  la  única  que  puede  guiarnos  con  paso 
seguro — vamos  á  emitir  nuestro  juicio  acerca  de  este  importante  punto 
de  la  patología  uterina. 

Para  obrar  con  orden,  haremos  un  resumen  del  manual  operatorio 
para  la  aplicación  de  sanguijuelas,  de  los  accidentes  y  complicaciones 
á  que  pueden  dar  lugar,  de  las  circunstancias  y  condiciones  que  requie- 
ren su  uso  y  aplicación.  Luego  haremos  otro  tanto  con  las  escarificacio- 
nes, para  poder  finalmente  establecer  un  parangón. 

Sanguijuelas. — Para  proceder  á  la  aplicación  de  sanguijuelas  sobre  el 
cuello  del  útero,  se  coloca  á  la  enferma  en  posición  igual  á  la  adoptada 
para  la  introducción  del  espéculum.  Se  toma  luego  éste,  que  debe  ser 
cilindrico  y  de  un  calibre  proporcionado  al  diámetro  del  cuello,  á  fin  de 
evitar  que  las  sanguijuelas  piquen  la  mucosa  vaginal.  Una  vez  en  su  lu- 
gai%  se  limpia  con  todo  esmero  el  hocico  de  tenca  de  las  mucosidades  que 
lo  embadurnen — sin  cuyo  requisito  estos  anélides  no  se  pegarían — y  sé 
toma  una  bolita  de  algodón  para  tapar  el  orificio  cervical  externo,  evi» 
tando  asi  que  alguno  de  éstos  se  introduzca  en  la  cavidad  uterina.  Pues- 
tas las  sanguijuelas  dentro  del  espéculum,  se  mantiene  en  él  y  se  em* 
pujan  hacia  el  cuello  mediante  una  bola  de  algodón,  cuidando  que  aquél 
esté  bien  aplicado  para  que  aquéllas  no  pasen  entre  él  y  las  paredes  va- 
ginales. 

Guando  la  sangre  fiuye  alrededor  de  la  bolado  algodón— indicio  cierto 
de  que  alguno  de  aquellos  anélidos  se  ha  desprendido,  lo  cual  acontece 
al  cuarto  de  hora  ó  á  los  veinte  minutos— se  quita  ésta  y  se  inclina  el 
espéculum  para  facilitar  la  salida  de  la  sangre,  esperando  que  los  demás 
vayan  desprendiéndose;  si  quedan  algunos  morosos,  se  desprenden  con 
las  pinzas  de  curación. 

Después  de  haberse  asegurado  que  todas  las  sanguijuelas  han  salido 
al  exterior,  se  retira  el  espéculum  y  se  coloca  á  la  enferma  en  la  cama. 
Es  necesario  no  abandonar  inmediatamente  á  la  enferma,  porque  la  san- 
gre que  se  derrama  á  consecuencia  de  la  caida  de  las  sanguijuelas  no 
siempre  se  detiene  expontáneamente,  y  en  este  caso  hay  que  echar  mano 


263  TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA. 

de  las  inyecciones  astringentes.  Este  medio  no  es  siempre  bastante  po- 
tente,  puesto  que  á  pesar  de  ello  la  hemorragia  no  se  cohibe:  entonces 
se  aplica  otra  vez  el  espéculum,  y  después  de  haber  lavado  conveniente- 
mente la  vagina  y  puesto  al  descubierto  el  punto  de  donde  emana  aquella, 
se  toca  con  una  torunda  empapada  en  la  solución  oficinal  de  percloruro 
de  hierroi  y  en  caso  necesario  se  acude  al  taponamiento. 

Ya  hemos  manifestado  anteriormente  que  convenia  tapar  el  orificio 
cervical  externo  al  objete  de  evitar  que  alguna  sanguijuela  se  extravíe  y 
vaya  á  parar  á  la  cavidad  uterinay  implantándose  en  su  mucosa.  Pues 
bien,  sea  que  se  olvide  tomar  tal  precaución,  ó  que,  de  haberse  tomado, 
se  haya  hecho  de  una  manera  imperfecta  ¿qué  ocurre  cuando  tiene  lugar 
aquel  accidente?  Guando  la  sanguijuela  está  en  aptitud  para  el  fin  que 
nos  proponemos,  es  muy  delgada  y  se  escurre  por  lo  tanto  fácilmente  á 
través  del  canal  cervical;  pero  una  vez  ha  satisfeoho  su  necesidad  de 
alimentación,  sus  dimensiones  son  algo  mayores,  y  por  consiguiente  se 
ve  imposibilitada  su  salida.  Bajo  la  acción  del  estimulo  provocado  por  la 
presencia  del  anélidOi  el  útero  entra  en  contracción,  que  á  veces  es  sufi- 
ciente para  expulsarlo  al  exterior.  Esto  nos  explica  los  fuertes  dolores 
que  sufre  la  enferma,  los  cuales  pueden,  según  Weber,  ser  horribles, 
determinando  escalofríos  y  la  cianosis  en  un  caso  en  que  las  sanguijue** 
las  permanecieron  de  cinco  á  ocho  dias  dentro  de  la  cavidad  uterina. 

Estos  accidentes  y  otros  de  menor  cuantía  son  de  fácil  remediar;  más, 
no  sucede  otro  tanto  con  un  fenómeno  que  se  observa  en  ciertas  muje- 
res A  consecuencia  de  una  aplicación  de  sanguijuelas  en  el  cuello  del 
útero. 

Ordinariamente  la  mujer  no  acusa  dolor  alguno  en  el  acto  de  la  pica- 
dura  de  las  sanguijuelas.  Esta  es  la  regla  general,  pero  se  observan  bas- 
tantes excepciones.  En  efecto,  algunas  mujeres  se  hallan  dotadas  de  una 
sensibilidad  esquisita  del  cuello  del  útero  y  la  picadura  se  traduce  súbi- 
tamente por  un  vivo  dolor  que  puede  llegar,  según  Gourty,  hasta  el  des- 
vanecimiento, ó  un  ataque  de  histerismo.  En  tales  casos  no  debemos 
insistir  en  su  aplicación,  y  procuraremos  despegar  las  que  se  hayan 
fijado  ya. 

De  todas  maneras,  es  de  absoluta  necesidad  que  la  mujer  guarde 
cama  algunas  horas,  para  no  exponerse  á  obtener  un  efecto  contrario  al 
que  nos  habíamos  propuesto,  como  acontece  en  ocasiones,  á  pesar  de 
haber  tomado  todas  las  precauciones  que  se  requieren  en  tal  caso;  vi- 
niendo por  estas  circunstancias  obligados  á  reiterar  acto  seguido  este 
medio  terapéutico,  si  queremos  sacar  el  provecho  que  es  dable  esperar. 

Todo  cuanto  viene  arriba  expresado  justifica  la  imprescindible  nece- 
sidad de  que  toda  aplicación  de  sanguijuelas  sea  hecha  á  domicilio  de  la 
paciente,  ó  en  la  sala  de  un  Hospital,  no  pudiendo  en  modo  alguno  prac- 
ticarse en  el  gabinete  del  médico. 

He  aquí,  en  resumen,  cuanto  convenia  indicar  para  nuestro  objeto, 
en  lo  que  toca  al  uso  de  las  sanguijuelas  aplicadas  directamente:  diga- 
mos algo  ahora  de  las  escarificaciones. 

Escari/Scaciones.— Entiéndese  por  escarificaciones  unas  soluciones  de 
continuidad  superficiales  ó  profundas,  practicadas  en  el  hocico  de  tenca 
alrededor  del  orificio  cervical  externo.  Sin  embargo,  Huguier  y  West  to* 


TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA  263 

man  por  sitio  de  las  escarificaciones  la  mucosa  del  canal  cervical,  y 
Gaillard  Thomas  las  practica  en  la  misma  mucosa  del  cuerpo.  No  sabe* 
mos  entrever  las  ventajas  que  puedan  reportarse  de  tales  procedimien- 
tos; pero  por  estar  faltos  de  experiencia  personal,  nos  abstenemos  de 
emitir  nuestro  juicio,  limitándonos  solamente  á  ocuparnos  de  las  esca- 
rificaciones tal  como  son  empleadas  por  la  generalidad  de  los  prácticos. 

Varios  son  los  instrumentos  conocidos  para  la  práctica  de  las  escari- 
ficaciones;  unos  complicados,  otros  sencillos,  todos  están  sin  embargo 
encaminados  á  un  mismo  objeto,  asacar  sangre  de  los  vasos  capilares 
en  cantidad  mayor  ó  menor.  No  obstante,  más  adelante  tendremos  oca- 
sión de  significar  que  con  todo  y  ser  el  objeto  principal  la  emisión  san- 
guínea, no  es  el  único  para  ciertos  autores,  á  los  cuales  nos  afiliamos, 
por  lo  que  nos  enseña  la  práctica  de  todos  los  dias. 

No  vamos  á  hacer  una  descripción  detallada  de  todos  ellos.  Cuantos 
autores  tratan  de  las  enfermedades  de  las  mujeres  los  describen,  y  por 
consiguiente  á  ellos  dirigimos  nuestros  lectores.  Mas,  como  las  necesi- 
dades de  la  práctica  nos  han  sugerido  algunas  modificaciones,  muy  pe- 
queñas, al  manual  operatorio  y  á  la  parte  instrumental,  procuraremos 
ahora  hacer  un  ligero  resumen  de  los  mismos  al  par  que  indicar  los  mo- 
tivos en  que  vienen  apoyados.  Lejos  de  nosotros  la  idea  de  presentar 
nada  nuevo,  queremos  tan  sólo  poner  de  manifiesto  la  mayor  utilidad  y 
conveniencia  de  unos  medios  con  respecto  á  otros. 

Desde  que  nos  insinuamos  en  el  terreno  de  la  clínica,  creemos  de 
gran  valor  las  emisiones  sanguíneas  locales  directas,  por  mas  que  no 
las  vimos  en  uso  ni  en  la  visita  gratuita  particular  delDr.  Cheron,  ni  en 
las  que  semanalmente  dedicaban  al  reconocimiento  con  el  espéculum  en 
su  respectivo  Hospital  los  Dres.  Gallard  y  Martineau,  que  fueron  nues- 
tros primeros  guias.  Y  al  efecto,  una  vez  aplicado  el  espéculum  Cusco, 
tomábamos  mediante  unas  pinzas  de  curación  una  lanceta  de  punta 
aguda  y  la  introducíamos  á  lo  más  hasta  medio  centímetro  en  el  parén- 
quima  del  cuello  uterino  alrededor  [del  orificio,  en  tres  ó  cuatro  puntos 
distintos,  cuidando  siempre  de  evitar  las  partes  laterales  derecha  é  iz- 
quierda del  hocico  de  tenca,  por  ser  el  sitio  en  que  las  arterias  uterinas 
se  encuentran  más  superficiales.  Al  objeto  de  dar  libre  circulación  á  la 
sangre  que  manaba,  imprimíamos  un  ligero  movimiento  de  báscula  al 
espéculum  (que,  dicho  sea  de  paso,  lo  introducíamos  invertido,  esto  es, 
con  el  mango  dirigido  hacia  arriba)  recibiéndola  en  un  vaso  común.  Or- 
dinariamente, tan  luego  como  el  sistema  capilar  se  hallaba  desingurgi- 
tado cesaba  la  hemorragia.  Previamente  enjugado  el  cuello  del  útero^ 
retirábamos  el  espéculum,  dejando  aplicado  un  tapón  con  glicerina  que 
mandábamos  retirar  á  las  ocho  horas  después.  Con  todo  y  tomar  todas 
las  precauciones  para  no  exponerse  á  la  abertura  de  algún  vaso  impor- 
tante, sucedía  que  alguna  que  otra  vez  nos  era  preciso  tocar  con  una  to- 
runda empapada  en  percloruro  de  hierro  alguna  de  las  picaduras  cuya 
hemorragia  no  se  cohibía  expontáneamente;  habiendo  podido  observar 
que  el  afecto  local  no  era  modificado  en  relación  á  la  cantidad  de  sangre 
que  se  había  derramado.  En  su  virtud,  juzgamos  del  todo  conveniente 
evitar  estas  pérdidas  que,  aun  cuando  eran  insignificantes  consideradas 
aisladamente,  por  la  frecuencia  como  solemos  repetirlas  según  tendré* 


264  TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA. 

mos  más  adelante  ocasión  de  indicar,  podrían  ocasionar  algún  perjui- 
cio. De  ahí  nació  la  idea  de  valemos  de  un  instrumento  simplemente 
punzante  en  lugar  de  uno  punzante  y  cortante  á  la  vez,  como  lo  es  la 
la  hoja  de  un  bisturí  ó  lanceta,  que  al  Qn  y  al  cabo  son  tan  buenos  esca- 
rificadores como  otros  cualesquiera  más  complicados.  A  este  efecto,  hi* 
cimos  construir  el  instrumento  (1),  al  cual  hemos  señalado  con  la  deno- 
minación de  excitador  xiterinOy  por  las  razones  que  luego  expondremos. 


Vig.  44.— Excitador  uterino. 

Para  servirnos  de  él,  aplicamos  primero  el  espéculum  de  Cusco,  pero 
sin  invertirlo,  lo  tomamos  á  la  manera  de  una  pluma  de  escribir  y  le  im- 
primimos un  ligero  movimiento  de  empuje  contra  el  cuello  del  útero, 
introduciendo  las  puntas  de  los  alfileres,  previamente  engrasadas,  como 
cosa  de  unos  cinco  milímetros  poco  más  ó  menos,  pinchando  el  parén- 
quima  del  cuello  como  se  hace  con  un  salchichón,  esto  es,  practicando 
muchas  picaduras.  La  cantidad  de  sangre  que  se  sustrae  por  este  medio 
es  muy  diferente  según  sea  el  grado  de  congestión.  Así  es  que,  cuando 
la  metritis,  aunque  crónica,  es  de  fecha  reciente,  como  en  estas  circuns- 
tancias el  estado  conjestivo  predomina  al  de  infiltración,  su  cantidad 
suele  ser  mayor;  pero  por  término  medio  podemos  asegurar  que  en  cada 
sesión  no  quitamos  á  nuestros  pacientes  más  que  media  cucharada  de 
sangre  de  las  de  tomar  sopa,  la  cual  vamos  chupando  con  una  esponja 
á  medida  que  va  saliendo  de  sus  vasos.  Una  vez  limpiado  el  hocico  de 
tenca  con  un  poco  de  algodón,  con  un  pincel  hacemos  una  embrocación 
de  tintura  de  yodo  pura.  Esta  precaución  la  hemos  creído  conveniente 
para  evitar  una  pequeña  complicación  que  solíamos  observar  con  algu- 
na frecuencia,  la  cual  consistía  en  un  amago  de  lo  que  Gubler  ha  veni- 


(i)  El  diseño  que  viene  adjunto  representa  el  instrumento  de  dos  modos  dife- 
rentes. Una  de  las  ñguras  lo  representa  tal  cual  es  cuando  nos  servimos  de  él;  la  otra 
destornillado,  suponiéndose  fracturado  en  J.  Como  se  ve,  consta  de  dos  piezas,  una 
menor,  perforada  en  los  extremos  de  uno  de  sus  diámetros,  por  cuyos  agujeros  se 
introducen  fácilmente  dos  alfileres  ordinarios,  que  son  los  destinados  á  servir  de  es- 
carificador, y  otra  mayor  que  sirve  de  mango,  y  á  la  vez —por  el  reborde  del  extremo 
que  lleva  el  tornillo— de  sosten  de  los  alfileres,  que  pueden  cambiarse  á  voluntad 
cuando  se  echan  &  perder,  por  cuyo  motivo  hemos  dado  al  instrumento  tal  dispo- 
sición. 

Ha  sido  construido  por  la  casa  Glausolles  (D.  José)  y  es  de  alpaca,  siendo  el  metal 
indiferente,  teniendo  tan  solo  en  cuenta  el  que  no  se  oxide  fácilmente. 

La  forma  recta  y  cilindrica  del  mango  la  hemos  creido  más  fácilmente  manejable 
asi  como  por  su  peso,  más  á  propósito  para  el  uso  á  que  está  destinado. 


FIRME  PETOflGIOSA  COLEBIFORHKí  965 

do  estudiando  bajo  ei  nombre  de  peritonismo^  que  se  i*evelaba,  si  bien 
que  raras  yeces  con  tanta  intensidad^  por  nn  ligero  movimiento  febril^ 
náuseas,  meteorismo  y  vientre  bastante  sensible  á  la  presión,  desvane- 
ciéndose este  estado  á  los  dos  ó  tres  dias.  No  cabiendo  dar  otra  interpre* 
tacion  al  origen  de  tales  fenómenos,  creímos  que  puestas  las  picadoras  en 
contacto  con  los  productos  vaginales  se  irritaban,  y  por  consiguiente 
daban  lugar  á  la  manifestación  de  actos  reflejos.  De  todas  maneras,  sea 
esta  ú  otra  la  interpretación  que  se  dé,  lo  que  debemos  tener  en  cuenta 
son  los  resultados. 

Después  de  practicada  la  escarificación,  la  enferma  puede  dirigirse 
impunemente  á  su  casa,  aconsejándola  sin  embargo»  de  hacer  el  menos 
ejercicio  posible.  Indudablemente  fuera  mejor  que  guardara  cama^  si  la 
escarificación  se  verifica  por  la  tarde,  basta  el  día  siguiente,  para  n:ayor 
descanso  del  órgano  enfermo;  pero  nosotros  prescindimos  de  tal  precau* 
cion,  porque  la  prictioa  nos  ha  enseñado  que  no  era  ilecésaria. 

(Concluirá.) 


FIEBRE  PERNICIOSA  COLERIFORHE  O 
POR  D.  Arturo  Masoti  Arroyo. 

lUiM  M  Ittntkt  d«  Sai  li&ti  (VviiiO. 


Andrés  N.,  de  45  años  de  edad,  de  temperamento  sertioso,  atlétieo  y 
minero  de  profesión,  vióse  repentinamente  acometido^  en  la  noche  del  4 
del  pasado  Diciembre,  de  unos  vómitos  abundantes  y  repetidos  y  de  una 
diarrea  serosa  excesiva,  que  le  redujo  en  pocas  horas  á  una  debilidad  ex* 
trema,  á  pesar  de  los  continuos  caldos  administrados  por  la  familia.  A  la 
madrugada  del  siguiente  dia  vinieron  demandando  auxilios  para  el  pa* 
ciente,  y  cuando  le  vi,  más  me  pareció  un  espectro  animado  que  miem- 
bro de  la  humanidad.  Aquellas  carnes  enjutas  y  frías  bañadas  eniúi 
sudor  viscoso  al  tacto,  aquella  fisonomía  lánguida  y  cadavérica  de  sa*^ 
lientes  tifias,  cuál  si  la  esfinge  de  la  muerte  las  hubiese  delineado  con 
su  fatídico  dedo,  aquellos  músculos  rígidos  como  hechos  de  pasta,  y  aquel 
latir  filiforme  y  contraído  de  las  arterias,  formaban  un  conjunto  tan  alat« 
mante  y  sombrío,  que  mejor  simulaba  los  signos. del  triste  episodio  déla 
agonía,  que  los  síntomas  de  uiia  enfermedad  bien  definida. 

Ante  aquél  cuadro  de  muerte^  vaciló  mí  espíritu.  Ideas  sobre  ideas  se 
agolpaba»  á  mi  mente,  girando  desconcertadas  por  él  reducido  espacio 
de  la  intetigencia,  sin  qué  el  llamamiento  seVero  de  la  razón  pudiera  or-* 
donarlas,  para  formular  un  diagnóstico  preciso  é  institoiir  una  terapéu^ 
tica  salvadora.  Me  hallaba  impresionado  por  el  próximo  recuerdo  de  un 


(i)  Esta  historia  formaba  parte  del  articulo  del  Sr.  Masoti  relativo  &  la  pernicio- 
sidad. No  habiendo  Hegado  &  tiempo,  no  pudo  colocarse  en  su  respectivo  sitio,  ó  sea 
después  de  la  Observación  5.* 


• 


266  FIEBRE  PERNICIOSA  GOLERIFORUE. 

caso  análogo,  que  había  observado  días  antes  en  una  niña  de  ocho  años, 
la  cual  terminó  sus  días  en  el  espacio  de  diez  horas,  sin  que  me  fuera 
posible  diagnosticar  el  padecimiento,  y  esto  ofuscaba  más  mi  ánimo  y 
acentuaba  mis  temores.  ¿Era  aquello  un  ejemplo  de  cólera  esporádico 
adquirido  al  azar,  ó  era  simplemente  uno  de  esos  trastornos  gastro-in- 
testinales  conocidos  con  el  nombre  de  cólicos?  Aunque  esta  idea  me  ha- 
lagaba, no  podia  asegurarlo.  Mi  imaginación  no  se  hallaba  al  alcance  de 
una  síntesis  tan  precisa;  pero  era  forzoso  hacer  algo.  Me  decidí,  pues,  á 
instituir  una  medicación  sintomática  y  asi  lo  efectué,  ordenando  una  po- 
ción gomosa,  que  llevaba  en  suspensión  3  gramos  del  sub-nitrato  de  bis- 
muto  y  15  centigramos  del  extracto  tebáico,  para  tomar  una  cucharada 
cada  hora,  y  una  limonada  vegetal  para  aplacar  la  intensa  sed  que  el  en- 
fermo experimentaba.  Dispuse  además  unas  lavativas  mucilaginosas  y 
caldos  un  poco  alcoholizados  con  una  cucharadita  de  vino  de  Málaga, 
para  reconstituir  algo  las  decaídas  fuerzas  del  paciente. 

Este  tratamiento,  que  hubiera  sido  bastante  en  otras  circunstancias, 
fué  ÍDcficaz  en  este  caso,  y  el  enfermo  continuó  arrojando  velis  nolis  ma- 
terias biliosas  en  los  vómitos  y  abundante  serosidad  en  las  deposiciones 
diarréicas,  hasta  que  á  las  once  de  aquella  mañana  comenzaron  á  ser 
menos  frecuentes  unos  y  otras,  dando  al  pobre  enfermo  alguna  tre- 
gua. 

Este  súbito  cambio  excitó  mis  esperanzas  y  disipó  las  densas  brumas 
en  que  se  envolvía  el  pronóstico  formulado  la  noche  anterior.  Alas  cinco 
de  la  tarde  continuaba  el  paciente  muy  mejorado;  el  pulso  era  más  lleno 
y  desenvuelto,  aunque  todavía  se  manifestaba  febril,  pues  latía  noventa 
veces  por  minuto;  la  fácies  era  más  expresiva  y  animada,  la  emesis  y 
diarrea  habían  desaparecido,  y  aquella  rigidez  muscular,  manifestada  en 
los  primeros  momentos,  ya  no  existia. 

Ante  la  visible  declinación  de  los  síntomas,  giré  como  veleta,  cam- 
biando el  concepto  que  tenia  formado  del  proceso  morboso,  y  como  aquel 
que  después  de  una  sangrienta  lucha  en  donde  ha  cruzado  palabras  de 
cariño  con  la  muerte,  sale  victorioso,  y  en  desquite  de  su  pasada  tor- 
tura, se  entrega  á  sueños  de  felicidad  eterna,  de  igual  manera  mi  espí- 
ritu fustigado  al  pronto  por  el  alarmante  cuadro  del  padecimiento,  en- 
tregóse á  la  más  lisonjera  confianza,  una  vez  que  se  fueron  borrando  las 
oscuras  tintas  con  que  apareciera  el  proceso  patológico.  Sin  embargo, 
aquella  conñanza  envolvía  una  nueva  decepción.  En  la  noche  de  aquel 
día  volvieron  á  manifestarse  los  síntomas,  y  con  tal  intensidad  que  temi 
por  la  vida  del  paciente. 

Ya  no  me  quedaba  duda:  la  luz  cientíñca  iluminó  mi  espíritu  y  en 
aquel  conjunto  fenomenal  vi  fotografiado  el  paludismo.  La  ingestión  de 
la  quinina  á  dosis  altas  y  la  misma  sustancia  administrada  por  el  método 
yatraléptico  vencieron  al  coloso  enemigo,  que  bajo  disfrazada  forma  ve- 
nia á  cortar  el  hilo  de  la  vida  á  mi  desgraciado  cliente. 


<M»^^»^^^^»^#M%^^MM»^^»N»M»#»^^^i^»»N^»»»^^^>^^^M^^i»MW^^^MVMM^^^»^V^»^»^^^^^^'^^*^^^^^^^^ 


ANATOUÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

ANATOMÍA  DB  LOS  0SNTRO8  NBRTIOSOS,  <*> 
POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


E  Disposición  geneeul  de  la  rboion  de  los  kúclgos  centrales. 

Desde  la  protuberancia,  y  naciendo  por  debajo  de  las  fibras  transveí^ 
sales  del  puente  de  Varolio,  arrancan  los  dos  pedúnculos  cerebrales,  que 
toman  inmediatamente  una  dirección  divergente,  para  introducirse  en 
el  hemisrerio  respectivo. 

Gratiolet  decía  que  el  hemisferio  está  formado  por  una  bolsa  de  sus- 
tancia ffrís,  correspondiente  á  la  corteza  cerebral,  bolsa  rellena  de 
sustancia  blanca.  El  seno  constituido  por  lo3  bordes  de  esta  bolsa  es  el 
ventrículo  lateral.  Nada  más  natural  que  el  suponer  que  la  masa  blanca 
es  resultante  de  la  expansión  del  pedúnculo,  que  entra  por  su  abertura 
y  que  va  á  distribuirse  á  las  diferentes  regiones  de  la  corteza. 

Asi  sucede  realmente;  pero  téngase  en  cuenta,  que  la  continuidad  de 
las  fibras  pedunculares  está  interrumpida  por  diferentes  masas  de  sus- 
tancia gris,  que  se  interponen  en  su  trayecto. 

Estas  masas  de  sustancia  gris,  que  al  propio  tiempo  que  interrumpen 
la  continuidad  de  la  inmensa  mayoría  de  fibras  que  provienen  del  pe- 
dúnculo,  forman  para  cada  hemisferio  un  verda- 
dero núcleo,  son  de  aspecto  é  importancia  samas. 
Este  núcleo  hemisférico  de  sustancia  gris,  recibe 
por  un  lado  las  fibras  ascendentes  del  pedúnculo 
y  por  otro  las  fibras  procedentes  de  la  corteza 
cerebral;  algunas  otras  fibras  atraviesan  sin  in- 
terrupción la  masa  central  y  sirven  de  continua- 
ción directa  á  los  pedúnculos. 

Esta  masa  central,  nüclto  hemitférico  ó  tona 
gris-central,  no  ofrece  uniformidad  en  todas  sus 

partes.  Por  un  lado,  la  sustancia  gris,  que  la  for- 

Ffg;.  45.— Ssqtuama  de  ma,  está  agrupada  en  grandes  centros,  cuyo  as- 
na bemlBfaria  ce-  pecto,  situación,  relaciones  y  extructura  bace 
"''^^^  diferenciarlos  entre  si,  y  por  otro,  el  trayecto  re- 

corrido en  este  sitio  por  los  manojos  de  fibras 
blancas,  establece  separaciones  entre  ellas.  De  aquí  que  esta  masa  cen- 
tral se  subdivida  en  varios  núcleos,  que  reciben  distinto  nombre:  el  nú- 
cleo caudal,  el  núcleo  lenticular  y  el  tálamo  óptico,  son  las  tres  masas  de 
sustancia  gris  qae  encontramos  en  esta  región  y  que  con  una  forma  pro- 
pia para  cada  una  y  situación  fija,  se  sobreponen  al  pedúnculo  cere- 
bral, engastándose  á  su  alrededor  á  manera  de  cotiledones,  como  deoia 
Foville. 

De  aqui,  que  el  pedúnculo  cerebral  adquiera,  al  penetrar  en  la  bolsa 
hemisférica,  gran  volumen  y  presente  grandes  abolladuras,  y  que  esta 

(1)   CoDtianacian.- Véanse  loa  números  35, 36,  »,  38, 39,  30, 31 ;  83. 


268  ANATOMÍA  DE  LOS  OfiNTROS  NftBVlOSOS. 

región  guarde  una  relación  inmediata  con  el  seno  existente  á  la  entrada 
del  hemisferio. 

Para  formarse  una  idea  exacta  de  esta  región,  es  necesario  practicar 
sobre  el  cerebro  dos  cortes,  que  atraviesen  por  el  centro  la  zona  de  los 
núcleos  centrales.  Un  corte  vertical,  que  comience  en  los  tubérculos 
mamilares  de  la  base  y  atraviese  la  región  parietal;  este  corte,  análogo 
al  que  practica  Pitres  para  establecer  su  nomenclatura  de  las  diversas 
Abras  de  la  corona  radiante,  permite  ver  los  tres  núcleos  centrales  en  su 
disposición  y  relaciones  respectivas.  El  segundo  corte,  se  practica  trans- 
versalmente,  y  de  modo  que  atraviese  también  los  núcleos  centrales;  aa 
conoce  con  el  nombre  de  corte  de  Flechsig,  por  haber  sido  este  médico 
alemán  quien  ha  dado  las  reglas  para  veriñcarlo.  Dice  Flechsig,  que  se 
haga  este  corte  comenzando  por  la  cara  externa  del  hemisferio  tin  poco 
por  encima  de  la  cisura  de  Sylvio  y  que  se  dirija  el  cuchillo  horizontal- 
mente;  sin  embargo,  por  este  medio  raras  veces  se  logra  un  corte  en  lás 
mejores  condiciones  y  á  mi  siempre  me  ha  dado  mejores  resultados, 
previa  la  separación  de  ambos  hemisferios  comenzar  por  la  cara  interna 
del  mismo,  suponiendo  que  descansa  sobre  la  externa,  y  haciendo  de 
modo,  que  el  ñlo  del  cuchillo  caiga  sobre  la  paite  media  de  la  cabera  del 
núcleo  caudal  y  en  la  unión  del  tercio  superior  con  los  dos  tercios  infe« 
rieres  de  la  cara  interna  del  tálamo  óptico;  se  termina  el  corte  dirigiendo 
el  cuchillo  un  poco  hacia  abajo,  en  dirección  de  la  base  del  hemisferio; 
Brissaud  dice  también  que^  verificado  asi  el  corte,  da  mejores  resultádoe^ 
que  siguiendo  el  procedimiento  de  Flechsig. 

£1  corte  vertical^  como  estudio  de  conjunto,  me  parece  más  Atll  lHI«> 
derlo  cual  lo  representa  la  flg.  12.  Es  on  corte  oblicuo,  en  la  dirección 
del  bulbo,  protuberancia  y  pedúnculos  ¿  través  del  cerebro»  qae  permite 
ver  con  mayor  claridad  las  relaciones  del  pedúnculo  cerebral  con  los 
ganglios  centrales.  Se  cortan  con  el  cuchillo  las  fibras  transversalee  d^ 
puente  de  Varolio,  y  en  seguida,  supuesto  que  el  hemisferio  descatiea 
por  su  convexidad,  se  dirige  el  filo  del  cuchillo  inmediatamente  por  de« 
lante  de  los  tubérculos  mamilares  y,  atravesando  oblicuamente  báete 
abajo  y  adelante,  se  hace  salir  por  la  parte  media  de  la  primera  elrean* 
volucion  frontal. 

Estos  cortes,  pueden  practicarse  en  cerebros  endurecidos  en  alcohol, 
en  una  disolución  nítrica  ó  crómica,  etc.,  ó  bien  en  cerebros  frescos,  al 
natural.  Estos  últimos,  tienen  la  ventaja  de  qoe  cada  región  conserva 
su  coloración  propia,  aunque  á  veces  se  hagan  algo  difíciles  por  su 
blando  ra« 

En  el  corte  oblicuo  (fig.  46),  se  re  en  S,  el  núcleo  caudal,  en  B,  el  tá«- 
lamo  óptico  y  en  F  el  núcleo  lenticular,  cortados  oblícitamente  de  abajo 
arriba.  Los  dos  primeros  están  separados  del  último  por  una  zona  de 
sustancia  blanca,  que  se  continúa  directamente  con  el  pedúneulo  eere* 
bral  y  con  las  pirámides  del  bulbo  á  través  de  la  protuberancia,  conocidiiu 
con  el  nombre  de  cápsula  interna:  A. 

£1  núcleo  caudal  y  el  tálamo  óptico^^  situados  el  uno  encima  del  otro, 
están  por  dentro  de  la  cápsula  interna  y  forman  á  su  vez  las  paredee 
laterales  del  ventrículo  lateral,  U,  el  superior,  y  del  ventrículo  medio,  6, 
el  inferior. 


an&toh/a  db  los  chntbos  nerviosos.  269 

El  núdeo  lentióular  está  por  fuera  da  la  cápsula  interna  y  un  poco 
hacia  abajo,  sirviéndole  de  limite  externo  otra  estrecha  zona  de  sustan- 
cia blanca,  llamada  oápiula  extema  E.  Más  hacia  fuera  de  la  cápsula 
ezlMua  existe  un  grapa  de  sustancia  gris,  B,  formando  el  antemuro. 


Flg.  46.  Corta  oblicuo  délos  hemlilerlOB  cerabralBs. 

{Copiado  del  natural  por  el  Dr.  L.  Formígiiera.t 


^  Captnla  Inurn».— S  AnMmnra.— CBaatanela  blftDca  quB  le  Mp*ra  de  U  tnnU  da  Btll-— 
DlDMl>d«Reil — EClpsuU«ilerDa.—F Núcleo  lenticular.— GVaDirlcala  medio.—//  Tubér- 
enloi  mamllare)  (reHeilon  de  los  plUreg  anteriDres  da  ta  bóveda.)  —  /  Pedúnclo  cerebral- — 
^Centinnaelenda  las  pirámides  anteriores  al  tr&Tíe  de  la  protuberancia.— K  SuUanola  grli 
4e  !•  protoke rancla.—  L  j  M  Hemiifarloi  ceTebeíoioi.— JV  Cara  Inlarlor  d(t  lúbuU  ecclpllo- 
eirenoldal.— O  Hendidura  de  Blcbat  6  entrada  del  seno  bamUIérlco  —P  Hipocampo.— Q  Ventrí- 
culo lateral.— A  Tálamo  dptlco — S  Núcleo  caudal.— r  Tabique  con  bu  ventrículo.- tf  Ventri- 
oalD  latarat — V  Cutrpo  calloie — X  Gj/rut  formlcalut.—i,  3r  ».  1.*.  í',  j  3.*  ctrsiuiToluoionai 
frenuiAi. 

No  esUo  coBÍúrme  todos  los  autores  coa  la  división  y  nomenclatura 
qneacaho  de  exponer:  algunas  obras  cUaica^,  como  La  do  Sappey,  ni 
siquiera  bacen  mencioD  de  ella,  y  Luys,  en  su  última  obra  sobre  las  en- 
i«nuedades  mentales,  protesta  contra  la  denominación  de  cápsula  inter- 
n*  y  externa,  ;^or  ser  impropias,  y  tampoco  admite,  siguiendo  á  la 
mayoría  de  escritores  franceses,  la  dirisíon  en  n6cJ<eo  caudal  y  len- 
ticular. 

En  las  obras  de  Anatomía  descriptiva  solo  se  hace  mención  de  dos 
grandes  núcleos:  el  cuerpo  estriado  .y  el  tálamo  óptico,  y  por  esto  se 


270  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

designa  esta  región  con  el  nombre  de  nMeoa  apto^estriadosy  quedando 
el  cuerpo  estriado  dividido  en  dos  núcleos  por  el  paso  á  su  través  de  la 
cápsula  interna,  que,  habida  cuenta  de  su  situación  respecto  á  los  ven- 
trículos, se  llaman,  núdeos  intra  y  extra^ventricular  del  cuerpo  estria- 
dOf  correspondientes  á  los  núcleos  caudal  y  lenticular. 

La  descripción  del  cuerpo  estriado  y  tálamo  óptico,  sin  hacer  mucho 
hincapié  en  las  dos  bandas  de  sustancia  blanca  que  les  limitan,  tal  como 
han  venido  y  vienen  haciéndolo  los  autores  franceses,  no  satisface  las 
necesidades  de  la  descripción  de  la  lesiones  que  tienen  su  asiento  en 
esta  región,  aparte  de  que  no  guarda  relación  con  el  modo  de  ser  de  la 
misma. 

La  nomenclatura  y  la  división  formulada  por  Burdach,  en  1826,  es  la 
que  han  seguido  los  autores  alemanes  y  que  hoy  comienza  á  ganar  terreno 
en  Francia,  particularmente  en  las  obras  que  tienen  aplicación  inme- 
diata á  la  Patología.  Gharcot  la  admite  en  su  obra  de  localizaciones,  y 
demuestra  cuan  defectuosa  es  la  nomenclatura  francesa.  Por  este  motivo 
he  adoptado  la  nomenclatura  de  Burdach,  ó  de  los  alemanes,  aparte  de 
que  entre  el  núcleo  caudal  y  el  ventricular  existe  una  separación  tan 
completa,  por  mas  que  en  algunos  sitios  se  unan,  que  continuar  desig- 
nándolos con  el  nombre  común  de  cuerpo  estriado,  es  introducir  la  con- 
fusión donde  puede  haber  claridad.  Al  describir  separadamente  cada 
uno  de  estos  núcleos  se  verá  la  independencia  que  existe  entre  ambos. 

La  cápsula  interna,  resulta  de  la  expansión,  en  forma  de  abanico  y 
en  el  sentido  antero-posterior,  de  las  fibras  del  pedúnculo  cerebral,  al 
penetrar  en  la  zona  de  los  núcleos  grises,  y  en  cuanto  abandona  esta 
zona  por  su  parte  superior,  para  ir  á  distribuirse  á  la  cubierta  de  las 
circunvoluciones  toma  el  nombre  de  corona  radiante  de  Reil. 

En  el  corte  horizontal  (figura  47),  practicado  del  modo  que  dejo  des- 
crito, se  observa  la  región, de  las  núcleos  centrales,  cortados  al  tra- 
vés, lo  mismo  que  la  cápsula  interna  que  los  separa.  El  núcleo  cau- 
dal es  curvo  con  la  convexidad  superior,  abrazando  en  su  concavidad  el 
tálamo  óptico:  de  aqui  que,  en  el  corte  horizontal,  que  es  secante  al  nú- 
cleo caudal,  aparezca  la  sección  del  mismo  en  dos  sitios,  L  y  F,  y  entre 
ellos,  la  del  tálamo  óptico,  G;  ambos  por  dentro  de  la  cápsula internaK  yH 
que  siendo  aqui  cortada  al  través,  permite  ver  como  se  extiende  en  sen- 
tido antero-posterior,  separando  el  núcleo  lenticular  J  é  I  que  queda  por 
fuera  y  llegando  hasta  la  cápsula  externa  D. 

La  cápsula  interna,  no  es  rectilínea  en  el  sentido  transversal,  como 
lo  es  en  el  longitudinal,  sino  que  presenta  hacia  su  tercio  anterior  una 
inflexión  con  la  concavidad  externa  y  que  Flechsig  ha  designado  con  el 
nombre  de  rodillaf  resultando  de  esta  disposición  de  la  cápsula  interna 
su  división  en  dos  partes:  una  anterior  K  y  otra  posterior  H  á  dicha  ro- 
dilla: esta  última  comprende  los  dos  tercios  posteriores  de  la  cápsula. 

El  antemuro^  que  por  su  situación  parece  formar  grupo  con  los  nú- 
cleos centrales,  ya  he  dicho  que  correspondía  por  su  extructura  á  la  cu- 
bierta gris  del  lobulillo  de  la  ínsula. 

Resumiendo,  antes  de  describir  cada  uno  de  los  factores  de  esta 
región,  diré  que  los  núcleos  centrales  forman  un  grueso  pelotón  de  sus- 
tancia gris  á  la  entrada  del  hemisferio,  en  el  cual,  penetra  por  su  parte 


ÁCIDO  SAUCÍLICO  Y  SUS  SALES.  271 

ioferior  y  posterior  el  pedúnculo  cerebral;  siendo  al  principio  un  cordón 
redondeado,  se  extiende,  divergiendo,  en  sentido  antero-posterior,  á  la 
manera  de  un  abanico,  para  formar  la  cápsula  interna  y  saliendo  por  ar- 
riba con  el  nombre  de  corona  radiante  de  Reil. 


K     r    r   G  H       I   J    ICL   M 
Flg.  47.  Corte  horliontal  de  na  bBmlsftrlo  csrsbral. 
{Copiado  del  natural  por  el  Dr.  L.  Formiguera.) 

A  Citara  de  STlTlo.—  01aiaU  da  Rell.—i:  AoLemuro.— DCápsaU  exlerna.— ¿Vaotrlouto 
lateral.— F  Col»  dal  núcleo  caudal.— L  Padúncnla  cerabral.— C  Tálamo  dpttco.— H  Segmento 

pottarior  da  la  oápaula  Interna.— J  Zona  media  del  núcleo  lenticular /  Zona  externa  dal 

miamo  núcleo— SSegcaenlo  anterior  de  la  ctptala  Interna.— ¿Cabete  del  núcleo  caudal. — 
M  Ven  trícalo  lateral. 

De  los  tres  ganglios,  que  componen  la  zona  gris  central,  el  primero 
que  se  sobrepone  al  pedúnculo  es  el  tálamo  óptico,  que  lo  envuelve  por 
su  parte  interna,  posterior  y  externa;  más  bácia  arriba  y  hacia  adelante, 
inmediatamente  por  encima  del  anterior,  el  núcleo  caudal,  que  casi  da  la 
vuelta  completa  al  rededor  de  la  expansión  peduncular;  por  fuera  de  ia 
expansión  peduncular,  ó  cápsula  interna,  y  como  enclavado  en  su  con- 
cavidad, el  núcleo  lenticular,  que  resulta  externo  y  algo  inferior,  relati- 
vamente á  los  demás.  Reunidos  el  núcleo  caudal  y  el  lenticular  por  sus 
extremidades  anteriores,  constituyen  el  cuerpo  estriado,  pudiéndose  de- 
cir que  este  cabalga  sobre  el  borte  anterior  de  la  expansión  peduncular, 
asi  como  el  tálamo  óptico  sobre  su  borde  posterior. 

(Contimiar&.¡ 


CONniBnH  11 ÍSTDDIO  DE  i»  SAUCU  Y  SUS  «MPDÍSK; 

SO  particular  del  eaUcUato  sódico  en  el  tratamiento  del  renmatiamo,  <l) 
POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Mdleo  Ib  Id  Ca»a  i»  Lactancia  y  Cata-cmtad»  Bantlona. 


3.*  Fiebre  tuoidea.-lntenorm?nte,  el  ácido  salicilico  ha  sido  em- 
pleado en  un  sinnúmero  de  enfermedades  más  ó  menos  graves.  Además 


(1)    ConUnuacion.- Véanse  los  números  as,  aS,  17,  38, 39,  80, 91  t  31* 


Q72  ÁCIPO  SAI^IGÍUGO  Y  3U8  SALfCS. 

del  Fduiaatí9mo9  ae  ha  heobo  aplioacion  de  dicho  euerpo  en  1a  fiebre 
li£bid0a,  en  la  difteria,  intercnitentesi  en  la  tenia,  en  las  enfermedades 
del  tubo  digi^stiyOy  en  la  diabetes  y  en  muchos  otros  estados  morbosos; 
es  decir,  que  se  ha  empleado  en  afecciones  de  oasi  todo»  loa  órganos  de 
la  economía. 

No  puede  dudarse  que  el  salicilato  de  sosa  es  un  agente  útilísimo  en 
todas  las  enfermedades  febriles  puesto  que  ya  conocemos  su  acción  anti- 
pirética en  general.  Es  un  cuerpo  que  podemos  describir  en  un  sinnú- 
mero de  afecciones;  pero  la  que  ha  llamado  más  la  atención  de  los  prác« 
ticos  bajo  este  punto  de  vista,  y  después  del  reumatismo,  ha  sido  una  de 
las  enfermedades  más  graves  que  afligen  al  hombre,  la  fiebre  tifoidea. 
Muchos  han  sido  los  autores  que  han  dado  euenta  de  un  gran  número 
de  casos  tratados  con  el  ácido  salioilico  ó  sus  compuestos,  á  la  dosis  dia- 
ria de  3,  4  ó  5  gramos» 

Si  recordamos  la  aoeion  fisiológica  del  ácido  salicilico  y  su  modo  de 
obrar  sobre  el  organismo  en  general,  particularmente  la  acción  que 
ejerce  sobre  el  aparato  urinario  y  el  sistema  sanguíneo,  deduciremos 
que,  lejos  de  ser  nocivo  en  la  fiebre  tifoidea,  puede  reportar  grandes  be- 
neficios auxiliado  ó  no  de  otros  medicamentos  apropiados,  cuando  menos 
en  el  primer  período  de  la  enfermedad,  es  decir,  cuando  los  fenómenos 
verdaderamente  tíficos  np  han  llegado  á  su  apogeo,  en  cuyo  caso  puede 
evitarse  bastante  la  descomposición  de  la  sangre,  disminuir  la  fiebre,  et« 
cetera.  La  adinamia  no  es  tan  marcada,  porque  desde  el  principio  rebaja 
notablemente  la  temperatura,  según  he  tenido  ocasión  de  observar  algu- 
nas veces,  y  en  la  fiebre  tifoidea,  desde  el  momento  que  las  cifras  térmi- 
cas disminuyen,  hay  menos  combustión  y  por  consiguiente  menos  adi- 
namia. ^1  salicilato  de  sosa  tion^  la  inmensa  ventaja,  sobre  muchos  otros 
medioamentos  antifebriles,  que  su  acción  antipirética  es  notable  desde 
el  primer  dia  Recuerdo  que  durante  la  semi^epidemia  de  fiebre  tifoi- 
dea, que  se  pres^tó  en  Baroelona  durante  el  invierno  de  1879-80,  admi- 
nistró en  algunos  enfermos  el  salicilato  de  sosa  cuando  los  síntomas  de 
tal  enfermedad  la  caracterizaban  bien.  £n  los  enfermos  que  traté  con  di- 
cho agente,  noté  un  descenso  de  temperatura  de  cerca  2"  en  las  S4  horas, 
siendo  cada  dia  menos  intensa  la  exacerbación  vespertina^  En  todos  estos 
casos,  la  dosis  que  preaoribi  no  pa@ó  en  ninguno  de  ellos  de  9  gramos 
diarios. 

En  esta  enfermedad  se  comprende  perfectamente  la  acción  que  sobre 
ella  ejerce  el  salicilato  de  sosa,  pues,  además  de  ser  un  antipirético  no- 
table, obra  como  antipútrido,  deteniendo  asi  la  ferntientaeion  de  las  ma- 
terias que  con  él  se  ponen  en  contacto. 

El  ácido  salicilico,  en  esta  afección,  produce  los  mismos  efectos  que 
el  salicilato  de  sosa^  pero  debe  ser  administrado  progresivamente,  por- 
que á  la  dosis  de  Beis  gramos  pueden  sobrevenir  aeeldentes  tóxicos  y 
colapso. 

Muchas  veces,  con  la  medicación  salicílica,  los  enfermos  no  tienen 
diarrea,  y  si  acaso  sus  cámaras  no  son  tan  frecuentes  ni  abundantes.  Sin 
embargo,  esto  no  se  observa  en  todos  los  casos^  pues  hay  tifódioos  que 
las  cámaras  diarréicas  que  tienen  son  frecuentes  y  abundantes  da  la  mis- 
ma manera,  lo  cual  tal  vez  dependerá  de  un  estado  partioular  del  tubo 


ágído  saligíligo  y  sus  saines.  273 

digeetiyo  que  00  se  encontrará  en  condioíoBeB  propias  para  que  él  ácido 
salicilico  pueda  ser  absorvido  como  se  desea,  Douglas  (1)  dice:  «Según 
Jabn,  el  ácido  salicilico  parece  que  ejerce  una  influencia  muy  notable 
sobre  la  mucosa  y  ia  túnica  muscular  del  intestino,  pues,  en  los  casos  de 
tifus  graves,  no  He  visto  nunca  diarrea  y  el  meteorismo  fué  poco  mar- 
cado. La  mayor  parte  de  los  enfermos,  durante  el  dia,  tuvieron  solo  una 
deposición  liquida  que  al  final  de  una  semana  se  volvió  semi-sólida.» 

Sobre  el  tratamiento  de  la  fiebre  tifoidea  por  la  medicación  salicilicá 
se  han  hecbo  nuicbas  y  notables  observaciones,  y  todos  los  prácticos  es- 
tán acordes  en  que  disminuye  considerablemente  la  temperatura  y  en 
que  obra  como  antipútrido;  pero  entre  los  mismos  hay  una  discordancia 
especial  sobre  la  dosis  y  formas  en  que  debe  administrarse.  Estas  desave- 
nencias sobre  el  particular,  podríamos  decir  que  son  dependientes  de 
condiciones  propias  del  enfermo,  del  pais  ó  de  la  localidad,  si  viésemos 
que  un  mismo  práctico  administra  dosis  distintas  á  distintos  individuos; 
pero  aqui  no  sucede  esto,  sino  que  los  autores,  después  de  sus  experi- 
mentos, sientan  una  dosis  como  fija  para  todos  los  enfermos,  y  oscilan 
al  rededor  de  ella  variando  poco  la  cantidad.  Respecto  al  modo  de  tomar 
la  dosis  que  cada  práctico  considera  necesaria,  sucede  io  mismo  que 
con  el  reumatismo  articular  agudo,  es  decir,  sentada  una  dosis,  unos  la 
administran  de  una  sola  vez  á  una  determinada  hora  del  dia  y  otros  la 
reparten  en  24  horas.  Asi,  Ewald  ha  recogido  cien  observaciones  de  esta 
enfermedad,  á  cuyos  enfermos  administraba  el  ácido  salicilico  á  la  dosis 
de  5  gramos  al  dia,  poco  antes  de  que  empezase  la  elevación  térmica  de 
la  tarde  y  diciendo  que  la  temperatura  empezaba  á  disminuir  rápida- 
mente. 

Gueneau  de  Mussy  administra  el  ácido  salicilico  á  la  dosis  de  un  gra- 
mo diario,  en  una  solución  alcohólica  acidulada  con  zumo  de  limón;  di- 
cho autor  dice  que  la  curación  de  los  enfermos  no  es  debida  á  la  admi- 
nistración del  ácido  salicilico,  puesto  que  la  fiebre  tifoidea  es  una 
enfermedad  de  múltiples  fases  y  que  á  veces  escapa  á  toda  previsión. 

M.  Jaccoud  da  cuenta  de  un  gran  número  de  observaciones,  las  cua- 
les le  inducen  á  colocar  al  aalicilato  de  sosa  al  lado  de  todos  los  agentes 
que  oumplen  una  indicación  hipo*térmica.  Dice  que  si  el  enfermo  vomita 
ó  tiene  tendencia  al  vómito,  con  dicha  medicación,  se  combate  este  sín- 
toma, bastando  para  ello  mezclar  á  la  poción  4  ó  5  gotas  de  oloroformo. 
M.  Jaccoud  emplea  el  salicilato  de  sosa  á  la  dosis  de  6  gramos  al  dia  en 
dos  veces,  aconsejando  al  enfermo  que  durante  las  24  horas  tome  un  li- 
tro y  medio  ó  dos  litros  de  liquido  para  favorecer  la  eliminación  renal  de 
las  materias  sólidas,  eliminación  excitada  ya  por  este  agente.  Dice  que 
en  SO  casos,  la  remisión  le  ha  faltado  dos  veces. 

M .  Mussy,  en  su  tesis  sobre  el  ácido  salicilico,  dice  que  este,  en  los 
periodos  de  invasión  y  de  estado  de  la  fiebre  tifoidea,  no  obra  sobre  la 
temperatura,  sino  que  la  disminución  es  debida  á  una  verdadera  intoxi- 
caoion  caracterizada  por  un  delirio  especial,  y  que  cuando  se  deja  de 
administrar  el  medicamento,  desaparece  el  delirio  y  la  temperatura 
vuelve  con  rapidez  á  su  punto  de  partida.  Creemos,  en  efecto, que  el  ácido 


(i)    Douglas  Hogg.-Tb.  París,  iS'H. 


274  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

salicilico  obra  sobre  el  tubo  digestivo  como  'antipútrido  descartando  á 
la  sangre  de  las  materias  extractivas  que  en  ella  se  encuentran  en  exceso; 
pero  no  estamos  conformes  con  el  parecer  de  dicho  autor,  diciendo  que 
dicho  agente  produce  un  delirio  especial  debido  á  una  intoxicación.  Por 
una  parte,  parece  muy  natural  que,  si  disminuye  la  temperatura,  ha  de 
evitar  el  delirio.  Por  otra,  parece  que  administrando  dicho  autor  el  ácido 
salicilico  á  la  dosis  de  1  gramo,  según  dijimos  antes,  no  puede  producir 
intoxicación  especial  ni  tampoco  síntomas  cerebrales,  pues  la  dosis  no 
es  suficiente  para  ello,  á  no  ser  que  se  trate  de  un  enfermo  que  no  lo  to- 
lere, en  cuyo  caso  constituye  una  excepción;  ó  que  el  Dr.  Mussy  adminis- 
trase á  dichos  enfermos  dosis  más  crecidas  del  medicamento  en  cues- 
tión. 

£1  Dr.  Douglas,  en  su  Memoria,  dice  que  pueden  administrarse  8  gra- 
mos de  salicilato  de  sosa  á  un  tifódico  en  cuatro  veces  durante  las  vein- 
te y  cuatro  horas.  Creo  también  que  esta  es  una  dosis  algo  excesiva  y 
que  no  puede  continuarse  muchos  dias,  pues  en  este  caso  nada  extraño 
seria  que  se  presentasen  síntomas  cefálicos  y  de  intoxicación.  Si  con  el 
salicilato  de  sosa  pudiésemos  yugular  una  tifoidea,  entonces  sin  temor 
de  ninguna  clase  podríamos,  y  aún  deberíamos  administrar  la  citada 
dosis  de  dicho  medicamento  durante  cierto  número  de  dias  y  sin  ningún 
temor  á  los  accidentes  á  que  pudiese  dar  lugar  dicha  medicación,  pues 
sabemos  ya  la  facilidad  con  que  se  combaten. 

Por  nuestra  parte  dejaremos  sentadas  las  siguientes  conclusiones,  en 
vista  de  la  discordancia  de  pareceres  que  hay  sobre  este  importante 
asunto,  discordancia  que,  tal  vez,  será  hija  de  ciertas  condiciones  que 
no  acertamos  á  imaginar,  pero  que  sin  embargo  pueden  hacer  titubear 
á  los  que  por  primera  vez  empleen  la  medicación  salicflica  en  el  trata- 
miento de  la  fiebre  tifoidea. 

Hé  aquíj  pues,  los  resultados  de  nuestras  investigaciones: 

1.°  La  medicación  salicílica  está  muy  indicada  en  el  tratamiento  de 
la  fiebre  tifoidea. 

S.""    No  disminuye  la  duración  de  la  enfermedad. 

3.^  Rebaja  notablemente  la  cifra  térmica  y  en  consecuencia  todos 
los  demás  fenómenos  que  de  ella  dependen,  como  el  delirio,  la  diar- 
rea, etc.,  etc. 

4.°  La  dosis  no  debe  pasar  de  2  á  3  gramos  en  las  24  horas,  pero  to- 
mada en  6  ú  8  veces. 

5.^  La  medicación  salicílica  no  excluye  por  esto  otros  medicamen- 
tos para  combatir  ciertos  fenómenos  propios  de  la  enfermedad,  y 

6.^  Muchas  veces  la  medicación  salicílica,  no  basta  por  sí  sola  para 
combatir  á  la  fiebre  tifoidea,  sino  que  se  hace  necesaria  la  adición  de 
otros  agentes,  aunque  el  salicilato  de  sosa  es  un  precioso  medicamento 
para  combatir  á  dicha  enfermedad. 

4.<^  Diversas  eníennedade8.*En  este  párrafo  nos  ocuparemos  muy  á 
la  ligera  de  algunas  enfermedades  internas  que  han  sido  tratadas  por  el 
salicilato  de  sosa,  ocupándonos  de  algunas  de  ellas  con  poca  extensión, 
porque  son  muchas  las  afecciones  que  se  han  querido  tratar  con  este 
medicamento. 


REVISTA  DE  ENFERMEDADES  DE  MUJERES.  275 

Fiebres  INTERMITENTES.— Los  resultados  obtenidos  con  el  ácido  sálici- 
lico  en  las  fiebres  intermitentes  no  son  ni  con  mucho  tan  favorables  co- 
mo en  las  anteriores  afecciones.  El  ácido  salicilico  no  pasa  de  ser  un 
anti-pirético:  las  fiebres  intermitentes  no  dejan  de  estar  constituidas 
por  un  miasma,  por  un  veneno  palúdico  y. los  efectos  del  ácido  salicilico 
no  son  equivalentes  á  los  obtenidos  con  el  sulfato  de  quinina,  el  cual 
viene  á  constituir  un  especifico  contra  el  paludismo.  Muchos  autores 
han  hecho  experimentos  sobre  el  particular  y  los  resultados  que  han 
obtenido,  además  de  contradictorios,  son  muy  diversos.  Además,  según 
dejamos  expuesto  en  la  parte. II  de  nuestro  trabajo,  al  estudiar  el  salici- 
lato  de  quinina,  dijimos  que  este  es  una  cuarta  parte  menos  activo  que 
el  sulfato  de  la  misma  base  y  por  consiguiente,  para  tener  que  dar  una 
mayor  cantidad  de  medicamentos  es  preferible  usar  el  sulfato  en  lugar 
del  salicilato. 

Sin  embargo,  recuerdo  dos  casos  de  intermitentes,  refractarias  al  sul- 
fato de  quinina,  que  cedieron  fácilmente  á  la  administración  del  salici* 
lato  de  sosa;  debo,  no  obstante  advertir,  que  estas  intermitentes  no  eran 
originadas  por  el  veneno  palúdico,  sino  que  obedecían  simplemente  á 
una  influencia  catarral,  á  una  corriente  de  aire,  la  cual  hubiera  podido 
dar  lugar  á  una  manifestación  reumática  en  lugar  de  unas  intermitentes 
francas  como  aquellas.  fContrnuará.) 


REVISTA  DE  ENFERMEDADES  DE  HÜJERES, 
POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


Desviaolonee  aterinas.— De  un  magnifico  estudio  sobre  este  asunto  in- 
sertado en  el  American  joumal  ofohstetrics  y  debido  á  la  pluma  del  espe- 
cialista P.  E.  Mundé,  en  el  cual  abundan  los  datos  estadísticos  propios  y 
los  resultados  satisfactorios  obtenidos  por  el  autor,  pueden  extractarse 
las  siguientes  conclusiones  generales: 

En  un  total  de  895  casos  de  desviaciones  uterinas  observadas  por  el 
autor,  ha  ensayado  los  distintos  medios  de  tratamiento  y  estudiado  la 
utilidad  y  efectos  de  los  distintos  pesarlos,  los  tapones  vaginales,  la  po- 
sición de  la  enferma,  la  electricidad,  las  operaciones  cruentas  y  el  emba- 
razo como  agente  terapéutico  en  casos  semejantes. 

Dice  el  autor,  que  jamás  ha  tratado  un  caso  de  desviación  uterina  por 
cualquier  método  de  tratamiento,  sin  asociarle  inyecciones  diarias  intra- 
vaginales,  calientes  si  existe  congestión,  frias  y  con  astringentes  sí  es 
preciso  dar  tonicidad  á  los  tejidos.  En  este  último  caso,  se  emplea  con 
mucha  frecuencia  la  siguiente  solución: 

Alcohol 250  gramos. 

Glicerína 60       i 

Sulfato  de  ziac 15       i 

Añadiéndole  una  cuarta  parte  de  agua  caliente  en  invierno,  ó  helada 
en  verano,  resultando  ser  un  poderoso  coadyuvante  de  la  acción  de  los 
pésanos  para  el  enderezamiento  del  útero. 


378  REVISTA  DS  SNFERHBDAÜES  DB  BI0JBRB8. 

Bt  tíeínpo  que  debe  emplearse  el  pesario,  (qne  casi  eada  autor  usa 
ano  prefiBrentemente,  empleando  Mundé,  de  una  manera  general,  para 
las  retro-versiones  ó  flexiones  el  pesarlo  palanca  de  Hodge  modificado 
por  A.  Smithy  y  para  las  desviaciones  anteriores  el  de  Gehrung  6  el  de 
Tfaomas,  según  los  casos)  es  por  lo  menos  de  tres  meses,  generalmente 
seis  ó  un  año,  y  en  los  casos  en  que  sea  realizable  una  curación  completa, 
salo  será  posible  empleándolo  por  lo  menos  dos  años. 

Los  pesarlos  son  el  mejor  medio  para  obtener  una  mejora  temporal, 
pues  la  curación  absoluta  y  definitiva  solo  será  posible  en  un  reducido 
número  de  casos.  Cualquiera  que  sea  su  variedad,  tan  solo  las  desvia- 
clones  recientes  ofrecen  probabilidades  de  curación  completa  á  benefí* 
ció  de  los  medios  necesarios  de  que  disponemos. 

Los  tapones  vaginales  empapados  en  una  disolución  astringente  (par- 
ticularmente en  el  prolapso  de  la  matriz,  en  el  cistocele  y  en  el  rectocele, 
los  tapones  de  uata  glfcero-tánicos),  son  de  los  mejores  medios  que  tie- 
nen por  objeto  sostener  el  útero  desviado. 

La  aplicación  diaria  y  prolongada  de  tapones  vaginales  es  un  exce- 
lente medio,  en  muchos  casos  de  ante  y  retro -desviación,  y  aventaja  á 
todos  los  pesarios  en  la  mayoría  de  casos  de  prolapso,  por  ser  el  único 
procedimiento  eficaz  é  inofensivo. 

La  posición  de  la  enferma  debe  considerarse  á  lo  más  como  un  me- 
llo de  mejora  temporal,  habida  cuenta  de  los  inconvenientes  que  consi- 
go lleva. 

Será  más  fácil  una  curación  definitiva  siendo  reciente  la  desviación, 
cuando  ésta  sea  debida  á  causas  traumáticas  ó  cuando  sirva  de  auxilar  el 
proceso  de  la  involución  puerperal,  si  es  que  se  reconozca  á  tiempo  la 
desviación,  lo  cual  sucede  raras  veces. 

La  época  más  favorable  para  la  curación  de  una  desviación  uterina, 
son  las  primeras  semanas  que  siguen  al  parto,  antes  de  abandonar  la 
cama  la  paciente. 

La  electricidad  aplicada  en  los  casos  recientes  de  una  manera  racio- 
nal y  con  constancia  tiene  probabilidades  de  llegar  á  la  curación,  aunque 
este  agente  sea  en  estos  casos  poco  conocido  aun. 

Por  lo  referente  al  prolapso  del  útero  y  de  la  vagina,  como  no  sean 
muy  recientes,  hasta  hoy  solo  puede  obtenerse  la  curación  por  el  estre- 
chamiento del  canal  vaginal  á  beneficio  de  una  operación  ó  restaurando 
ei  periné  que  fué  destruido  ó  relajado. 

El  tratamiento  quirúrgico  de  la  flexión  uterina  por  los  procedimien- 
tos actuales  sobre  el  cuello  del  útero,  es  poco  menos  que  inútil:  no  así 
el  prooedimieBto  de  Sims  para  la  anteversion,  y  el  de  Kseberle  para  la  re- 
troflexion,  que  aunque  poco  usados  y  conocidos  para  hacer  de  ellos  una 
critica  fundada,  cuentan  ya  con  algún  suceso. 

La  ignipontara  en  el  tratamiento  de  la  metritla  perinquematosa  cró- 

nioa.-(i4nal.  de  GynecoL)  Estudia  Olivier  las  indicaciones  y  ventajas  de 
este  tratamiento  de  reciente  introducción  en  la  terapéutica  ginecológica, 
y  puede  resumirse  su  trabajo  del  modo  siguiente: 

La  ignípuntura  solo  debe  usarse  ai  final  del  primer  periodo  de  la  me- 
tritis parenquimatosa  crónica  ó  periodo  de  infiltración,  ó  bien  en  el  se- 


REVISTA  DG  ]fiNffBRIfI0ADn  DB  MUJARB^  fiT7 

gando  periodo  6  de  indaracian«  Se  recenoeeeslaópocaoporluBa^  porque 
en  vez  de  estar  el  cuello  blando^  presenta  al  tacto  puntos  depresibles  y 
puntos  resistentes  é  indurados,  y  su  ooloracion  en  lugar  de  ser  roja  uoi^ 
forme  algo  violácesi  ofrece  ya  manchas  más  pálidas. 

Está  contraindicada  si  existen  síntomas  inflamatorios  6  de  congestión 
en  los  órganos  vecinos  del  útero« 

La  cavidad  del  cuello  no  debe  oauterizarse  por  más  que  esté  frecuea* 
temente  ulcerada,  porque  expone  á  una  deformación  de  malas  oonse^ 
cuencias  y  que  puede  evita rse« 

£1  cauterio  más  recomendable^  es  el  termo* cauterio  de  Paqiielin  en 
forma  de. punta  afilada. 

Se  introduce  un  espóculum  refractario  al  catofi  ó  si  es  metálico  re-^ 
frescándolo  con  frecuencia,  que  solo  deje  al  descubierto  ^1  cueHo  delAte^ 
ro:  entonces  se  introduce  con  fuerza  el  termo-cao terio  en  ei  espesor  del 
cuello  uterino  y  paralelamente  al  eje  del  mismo,  desde  uda  profandídad 
de  Vfi  centímetro,  cuando  menos,  hasta  3  OMtimetros,  cuando  más,  se* 
gun  los  casos.  Si  solo  está  hipertrofiado  el  labio  inferior,  bastarán  3  ó  4 
picaduras:  si  está  abultado  todo  el  cuello  5,  6  y  8,  como  máximiua*  Se 
inyecta  en  seguida  agua  fria,  la  enferma  queda  en  cama  durable  uno» 
dias,  se  dan  duchas  vaginales  diarias  de  aguado  malvas  y  adormideras: 
á  los  cinco  6  seis  dias  podrá  levantarse  la  enferma  procurando  andar 
muy  poco.  A  los  diez  ó  doce  dias  se  desprende  la  escara  y  la  úlcera,  de 
buen  carácter,  camina  rápidamente  á  la  cicatrización. 

No  se  hará  nueva  aplicación  de  ignipuntura  hasta  que  se  pasen  tné 
semanas,  no  siendo  inconveniente  el  que  no  estén  completamente  eioa* 
trizadas  las  úlceras  de  la  última  aplicación. 

Si  la  afección  es  reciente,  podrá  obtenerse  la  curación  con  dos  ó  tres 
aplicaciones:  si  es  muy  antigua,  podrán  necesitarse  cinco,  seis  y  basta 
diez  según  los  casos. 

Después  de  la  primera  cauterización,  acostumbran  á  desaparecer 
completamente  los  dolores;  )a  sensación  de  pesadea;  tarda  más,  pero  fal- 
ta ya  antes  de  llegar  á  la  curación  completa.  En  los  primeros  dias,  au- 
menta el  flujo  leucorreico  para  desaparecer  pronto  completamente.  La 
ignipuntura  regulariza  con  rapidez  los  menstruos,  y  particularmente caK 
ma  á  no  tardar  los  dolores  que  les  acompañan.  Las  complicaciones  no 
son  de  temer,  no  descuidando  las  precauciones  antes  citadas.  Las  duchas 
emolientes  se  sustituirán  á  los  siete  ú  ocho  dias  por  agua  fría,  Sin  des*' 
cuidar  nunca  el  estado  general  de  la  enferma* 

Prooediaiiento  de  Fritach  pera  el  tratasAienio  del  prelapao  nterino*-*' 

En  3  casos  ha  practicado  el  autor  una  resección  parcial  de  la  pared  poA^ 
terior  de  la  vagina.  La  coge  con  las  pinzas  y  la  tira  fuertemente  abajo  y 
adelante:  aplica  en  seguida  un  clamp,  lo  cieraa,  coloca  por  debajo  de  él 
tres  puntos  de  sutura  profunda,  oorta  con  el  bisturí  la  porción  cogida 
por  sobre  del  clamp  y  aplica  6  ú  8  puntos  de  sutura  superficial  en  la 
herida  de  6  á  7  centímetros  que  queda  abierta:  no  se  necesita  tratamien* 
to  ulterior  especial.  En  su  consecuencia,  sobreviene  una  estrechez  dé  lá 
parte  inferior  de  la  vagina  invisible  al  exterier;  en  dos  casos  se  produjo 
á  los  tres  meses  una  retroflexion  que  servia  de  obstáculo  á  la  reeidiva» 


278  REVISTA  DE  BNFlDIíaDADES  DE  MUJERES. 

El  yodolormo  en  la  oTariotomia.— (León  Leoschin,  profesor  de  Kasan). 
En  cuatro  casos  lo  ha  empleado  el  autor  espolvoreando  abundante- 
mente el  pedículo  con  dicha  sustancia  y  todas  las  partes  del  peritoneo 
puestas  en  contacto  de  los  dedos  ó  de  los  instrumentos;  cada  ligadura  la 
cubría  de  yodoformo,  y  la  herida,  después  de  suturada,  otro  tanto.  Enci- 
ma, compresas  de  gasa  de  Lister,  una  almohadilla  de  Neuber  y  una  gran- 
de esponja  desinfectada  para  ejercer  presión.  En  tres  de  las  ovarioto- 
mias  la  enferma  no  tuvo  accidente  ninguno  ni  reacción  febril  y  la  herida 
se  cicatrizó  con  un  solo  aposito,  que  se  levantó  á  los  16, 17  y  20  dias,  para 
sustituirlo  por  un  simple  aposito  de  diaquilon.  Al  levantar  el  aposito  se 
percibía  fuerte  olor  de  yodoformo  y  la  cicatriz  linear  presentaba  aun  pol- 
vo de  esta  sustancia.  En  la  cuarta  sobrevino  perimetritis,  y  á  ios  32  dias 
de  la  operación,  continuaba  en  tratamiento  y  en  vías  de  curación. 

Cita  el  autor  diez  y  siete  otras  grandes  operaciones  tratadas  por  el 
yodoformo,  del  cual  se  declara  entusiasta,  y  dice  que  no  lo  teme,  pues  en 
ningún  caso  ha  observado  síntomas  de  envenenamiento. 

Dyakinasia  nt6rina.-6raily  Hewit,  cree  poder  dar  este  nombre  al  sín- 
toma más  dominante  que  ha  observado  en  sesenta  y  siete  casos  de  des- 
viaciones uterinas  y  al  cual  no  se  le  habia  dado  importancia.  Consiste 
este  síntoma,  en  una  debilidad  física  muy  acentuada  unida  á  una  pérdi- 
da,  en  grado  variable,  de  la  locomoción:  se  consideraba  á  esta  manifes- 
tación como  imaginaria,  ó  á  lo  más  se  diagnosticaba  á  la  enferma  de  his- 
térica, sin  prestarle  los  auxilios  necesarios  por  desconocer  la  verdadera 
causa  y  llegando  á  veces  á  perder  la  simpatía  de  sus  allegados,  por  estar 
estos  convencidos  que  esforzándose  un  poco,  podrían  estas  mujeres  an- 
dar y  trabajar.  Como  otros  síntomas  frecuentes  observados  en  esta  serie 
de  ante  y  retro- flexiones  y  versiones,  señala  las  náuseas  y  la  falta  de 
apetito,  y  como  regla  general,  los  desórdenes  menstruales. 

PólipoB  uterinos  volumiaosoa  de  ancho  pedioulo.-En  una  tesis  sobre 
este  tema,  se  declara  Br o wkillo  partidario  de  la  extirpación  parcial  de 
estos  pólipos,  dado  que  su  extirpación  total  es  extremadamente  peligrosa 
y  por  este  motivo  muchos  autores  se  circunscriben  á  la  expectación. 

Concluye,  que  la  ablación  parcial  es  generalmente  fácil  y  de  poca  du- 
ración: que  las  objeciones  hechas  á  esta  operación  son  de  poco  valor, 
porque  la  supuración  y  la  gangrena  de  la  parte  restante,  son  raras  y 
porque  puede  evitarse  la  hemorragia  sirviéndose  del  aprieta  nudos  6  del 
extranguiador,  á  condición  de  no  terminar  momentáneamente  la  opera- 
ción, sino  esperar  algunas  horas,  y  finalmente,  que  varias  observaciones 
atestiguan  que  este  procedimiento  proporciona  curaciones  evidentes. 

Ouistea  de  los  grandea  lé^ioa.^ Revxie  med.  chir,  des  maladiea  des  fem^ 
mes).  En  estos  casos,  dice  haber  obtenido  Cheron  muy  buenos  resultados 
con  la  ligadura  elástica;  pero  como  este  medio  disgusta  y  atemoriza  mu- 
chas enfermas,  entonces  recurre  á  las  inyecciones  de  licor  de  Villate,  que 
le  han  producido  mejores  resultados  que  los  otros  líquidos  ensayados. 

Emplea  el  licor  de  Villate  solo  ó  añadiéndole  una  quinta  parte  de 
agua  destilada  é  inyecta  un  gramo  de  la  solución  sin  extraer  nada  del 


REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA.  279 

quiste:  al  dia  siguiente  ó  á  los  dos  dias,  renueva  la  inyección,  hasta  tres 
ó  cuatro  veces  durante  ocho  días.  Al  cabo  de  un  mes  queda  una  pequeña 
induración,  que  desaparece  con  la  aplicación  diaria  de  una  pomada  de  4 
de  extracto  de  digital  por  40  de  vaselina. 

CSálcoIos  produotores  de  üstolas  vesioo-Taginales.^Dos  casos  curiosos 
ha  observado  Vemeuii  {Gazet.  des  hopiiatAx)^  de  cálculos  vesicales  que  han 
producido  una  fístula  vesico-vaginal  el  uno  y  una  fístula  uretro-vaginal 
el  otro.  En  el  primero  coincidiendo  con  la  existencia  del  cálculo  habia 
una  notable  reducción  de  la  vejiga  que  llegó  á  comprimir  el  cálculo  con- 
tra la  pared  posterior,  la  cual  se  desgastó  y  perforó  por  la  compresión 
de  las  rugosidades  del  mismo  cálculo:  extraído  éste  y  operada  la  mujer, 
curó  bien.  En  el  segundo,  un  cálculo  atascado  en  la  uretra  perforó  su 
pared  posterior;  extraído  llegó  á  curar  la  enferma;  al  cabo  de  un  año  se 
renovó  la  fístula  y  se  encontró  en  el  mismo  sitio  un  nuevo  cálculo  su- 
mamente anfractuoso,  no  pudiéndose  ya  verificar  nueva  operación  por 
no  quedar  en  la  vagina  tejidos  suficientes,  como  quiera  que  además  de 
la  operación  anterior,  habia  sufrido  esta  mujer  diez  años  antes  una  fís- 
tula vesico*vagínal  consecutiva  á  un  parto,  que  curó  también  á  beneficio 
de  una  operación. 

Quistes  ováricos  y  fibromos  uterinos.— En  la  sesión  del  29  de  Marzo  úl- 
timo de  la  Sociedad  de  Cirugía  de  París,  hubo  una  discusión  sobre  la  con- 
veniencia, al  practicar  la  ovariotomia,  de  extirpar  los  fibromas  uterinos 
coexistentes  con  quistes  ováricos.  Querel  relata  un  caso  en  que  con  to- 
das las  precauciones  antisépticas,  extirpó  al  mismo  tiempo  un  quiste  del 
ovario  y  ún  fibroma  uterino,  y  la  enferma  murió.  Terrier  cita  cuatro  ca- 
sos  operados  por  él  de  la  misma  manera  y  todos  terminaron  por  la  muer- 
te. Duplay,  en  un  caso  análogo,  se  circunscribió  á  la  ovariotomia  y  la 
enferma  curó,  quedando  él  convencido  que  de  practicar  también  la  his- 
terotomia  hubiera  muerto  al  choque  traumático  como  las  anteriores,  por 
lo  cual  aconseja  en  estos  casos  respetar  los  cuerpos  fibrosos  uterinos. 
Trelat,  apoya  las  ideas  de  Duplay,  diciendo  que  solo  cuando  el  excesivo 
volumen  del  tumor  uterino  ó  su  naturaleza  sarcomatosa,  se  hacen  temi- 
bles, puede  arriesgarse  el  grande  peligro  de  la  histerotomia.  Con  todo 
esto,  la  conducta  del  cirujano  en  presencia  de  fibromas  uterinos  com- 
plicados de  quistes  ováricos,  no  está  aun  fundadamente  marcada. 

REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA. 


El  OtélBémino,'^  Estudio  teórico'práctico  acerca  de  esta  planta  meáíemal^  por  el 
Dr.  Larra  y  Cerezo.  Nueva  tirada,  ilustrada  con  grabados. -Madrid,  i882. 

A  pesar  de  ser  conocida  esta  planta  primero  por  el  vulgo  y  después 
por  los¡médicos  hace  ya  algunos  años,  es  lo  cierto  que  su  introducción  y 
empleo  en  Europa  es  bastante  reciente.  En  España,  á  lo  menos  que  yo 
sepa,  no  se  ha  publicado  nada  sobre  este  asunto,  hecho  negativo  que 


280  BSmSTA  (SmfTICA  bebuográfica. 

cQdndo  menos  dice  que  no  se  asa  por  nuestros  compañeros,  y  é£io  que  es 
verdaderamente  incitante  la  acolen  fisiotógioa  y  terapéniica  de  este  ve- 
getal. Ei  Dr.  Larra  ha  querido  llenar  este  vacío,  y  si  no  ha  sido  el  prime- 
ro en  aplicar  este  agente,  es  seguramente  el  único  hadta  la  fecha  que  ha 
escrito  acerca  del  GelsemiuYn  sempervirens,  en  nuestra  patria. 

Leí  parte  de  su  trabajo  en  la  Gticeta  de  Sanidad  fnüüar  y  ahora  lo  he 
leído  integro.  Confieso  ingenuamente  que  antee  como  hoy  me  ha  pareci- 
do una  buena  Monografía.  Larra,  y  aún  con  esto  solo  hubiera  hecho  una 
obra  meritoria,  no  se  limita  á  reunir  en  cuerpo  de  doctrina  lo  que  otros 
autores  dijeran,  sino  que,  sujetando  á  svt  propia  experiencia  algunos 
puntos  cuestionables,  llega  á  ser  una  autoridad  én  este  asunto.  Y  ya 
puesto  en  el  Camino  de  hacer  algo  útil,  estudia  el  vejetal  bajo  todos  sus 
puntos  de  vista,  fijándose  con  bastante  detención  en  la  parte  botánica  y 
en  lá  puramente  farmacéutica.  Las  secciones  correspondientes  á  la  ao« 
cton  del  GeUemium  (fisiológica,  terapéutica,  tóxica),  ,á  la  posológia  y  á 
las  aplicaciones  están  muy  bien  tratadas,  mereciendo  cita  especial  el 
tratamiento  de  las  neuralgias,  contra  las  cuales  parece  el  GeUemium  ima 
sustancia  de  primer  orden. 

Recomiendo  á  mis  lectores,  médicos  y  farmacéuticos,  la  lectura  dé 
este  folleto,  seguro  de  que  han  de  sacar  provecho. 

Dr.  Rodrigues  Mendex. 

Diagnóstico  y  tratamiento  de  las  eüíemiedadea  del  corazón  y  ^  parHculat 
de  9H8  formas  anómaltu^  por  el  profesor  Germán  Sée;  lecciones  recogidas  por  el 
Dr.  Labadie«Lagrave;  tradaoido  por  0.  Alfreáe  Opisso  VUlas.-^olinae,  editor.-* 
Baroelona. 

Al  comienzo  de  mi  práctica,  hubo  de  llamarme  la  atención  la  dificul- 
tad con  que  muy  á  menudo  tropezaba,— en  los  frecuentes  casos  de  en- 
fermedades del  corazón  que  se  me  ofrecían, — al  pretender  detallar  el 
diagnóstico  de  las  mismas,  que,  según  la  generalidad  de  los  autores, 
constituye  asunto  relativamente  fácil,  aunque  en  oportunidades  retista 
motivos  de  justificada  duda. 

Esforcéme  durante  mucho  tiempo  en  inquirir  la  variabilidad  de  los 
fenómenos  que  en  esa  agrupación  nosológica  son  de  observar,  y  por  qué 
hacen  tan  difícil  de  resolver  el  problema  de  su  diagnóstico  y  de  compa- 
ginar los  hechos  concretos  con  las  detalladas  descripciones  que,  en  Casi 
todos  los  libros  que  del  asunto  tratan,  vienen  expuestas  con  halagadora 
precisión. 

Cuando,  al  aparecer  la  obra  que  voy  á  analizar,  Jeí  sus  primeras  pá- 
ginas, pude  darme  razón  de  que  el  secreto  se  reducía  á  una  expresión  bien 
sencilla:  el  mayor  número  de  veces,  las  lesiones  que  caracterizan  á  los 
procesos  cardíacos,  vienen  subordinadas  á  alguna  de  las  muy  variadas 
modalidades  que  afectan  las  enfermedades  generales.  Gonvenoime  tam^ 
bien  de  que  nóes  igual  poseer  conocimientos  teóricos  que  habituarse  al 
conocimiento  técnico,  y  que,  por  lo  mismo,  puede  haber  quien,  aún 
siendo  muy  erudito,  no  llegue,  ni  con  mucho,  á  ser  buen  clínico.— -Infe- 
rimos de  lo  dicho,  no  qtre  sea  imposible  llegaf  á  reunir  amims  cualída^ 
des,  pero  sí  que  es  un  tanto  difícil  conseguirlo. 

El  Dr.Sée  ha  lograda  vencer  no  pocos  obstáculos,  y  con  ^sCérnkniett' 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE.  281 

to  propio  del  que  es  á  la  vez  clínico  y  teórico,  ha  conseguido  compen- 
diar en  breve  espacio  el  mentado  asunto,  que  he  de  decir,  presta  para 
trabajo  de  mucha  más  extensión.— Lo  capital,  en  el  que  me  ocupóles 
la  fundada  ordenación  en  que  presenta  la  materia,  consignando  que  en  el 
terreno  práctico  se  ofrecen  las  enfermedades  del  corazón  revistiendo 
formas  muy  diversas,  que  califica:  de  tipicas,  cuando  se  caracterizan  por 
los  signos  físicos  y  racionales;  de  oncUámicaa^  cuando  existen  los  prime- 
ros sin  perturbaciones  funcionales,  con  y  sin  hipertrofia  compensadora 
(que  propone  se  llame  hipersarcosü);  y  de  anómalaa,  cuando  presentaR* 
do  más  ó  menos  incompletos  los  signos  racionales  no  se  acompañan  de 
signos  físicos. 

A  estas  últimas  dedica  preferentemente  su  atención,  clasificándolas 
en:  formas  pulmonares,  que  comprenden:  la  disnéica,  continua  ó  paro* 
xistica  y  la  hematóica;— formas  hidrópicas,  que  comprenden:  la  forma 
vulgar  (última);  el  edema  simple  (forma  inicial);  y  las  hidropesías  car- 
diaca y  nefrítica;— formas  funcionales,  que  comprenden:  las  arritmias; 
las  intermitencias;  las  palpitaciones;  las  afecciones  dolorosas:  angina  de 
pecho,  cardiodíneas;  y  el  síncope; — formas  cerebrales  (entre  las  que  ha- 
ce notar  el  vértigo  como  la  más  característica)— Además  de  ellas,  estudia 
en  un  apéndice  los  trastornos  oculares  en  las  enfermedades  del  corazón, 
y  en  capitulo  aparte  la  enfermedad  de  Basedow. 

Tales  el  pian  del  libro  en  la  que  pudiéramos  llamar  su  primera  parte, 
que  aparece  expuesta  con  muy  sano  criterio,  en  forma  didáctica  y  ar- 
gumentación eminentemente  clínica. 

Los  restantes  capítulos  están  dedicados  á  la  exposición  de  la  terapéu- 
tico, comenzando  la  general  por  el  estudio  de  la  inervación  del  corazón, 
asunto  difícil  que  el  autor  trata  con  gran  cuidado,  y  á  baso  del  que  pro- 
cede luego  al  de  los  medicamentos  cardiacos:  digital,  clora!,  sales  de 
potasio,  veratrina,  diuréticos,  régimen  lácteo,  y  modificadores  de  la 
respiración.  En  el  estudio  de  la  terapéutica  aplicada,  se  demuestra  su- 
mamente práctico  y  racionalista,  entrando  en  consideraciones  brillan - 
tisimas  y  dignas  de  atención  por  muchos  conceptos. 

Bien  á  pesar  mió,  oblígame  el  espacio  de  que  puedo  disponer  á  ter- 
minar; más  no  lo  haré  sin  dejar  consignado  que  la  obra  del  Dr.  Sée  me- 
rece ser  leida  por  todo  profesor  médico  que  pretenda  conocer  lo  mucho 
bueno  que  contiene,  y  que  en  la  elegante  edición  española  del  Sr.  Moli- 
nas  aparece  ampliado  con  interesantes  notas  del  traductor,  Sr.  Opisso, 
quien  ha  sabido  cumplir  perfectamente  tal  misión,  por  lo  cual  no  hemos 
de  escasearle  nuestro  sincero  aplauso.  Dr.  7.  casteus. 


LOS  MÍCROFITOS  DE  LA  SANGRE  Y  SUS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES/*> 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


Hé  aquí  mis  notas:  Muertos  dos  ratones  ayer  y  examinado  hoy  uno 
de  ellos,  24  horas  después  de  la  muerte.  Los  glóbulos  rojos  de  la  sangre, 


(i)    Continuación.— Véflinse  los  números  25, 26,  27  28,  29, 30  y  31. 


282  LOS  mcRóFiros  de  la  sangre. 

tomados  en  el  corazón,  se  hallan  muy  bien  conservados.  Numerosos  Bac- 
cilli  cortos  y  sin  movimientos.  El  bazo  está  lleno  de  Baccilli  semejantes. 
Parecen  menos  grandes  que  de  ordinario:  los  segmentos  tienen  por  tér- 
mino medio  tan  solo  2/5  fx  de  largo  por  8  ál  ^  de  ancho;  en  gran  número 
de  bastoncillos,  no  pueden  ser  descubiertas  señales  de  segmentación  ó 
solo  lo  son  en  parte  (flg.  15, 16  y  17).  Los  segmentos  se  vuelven  más  visi- 
bles al  secarse,  de  modo  que  pueden  tomarse  exactamente  las  medidas. 
Una  gota  de  humor  acuoso  se  puso  en  el  fondo  de  una  pequeña  vasija, 
introdujese  en  la  gota  de  humor  una  aguja  que  habia  sido  previamente 
hundida  en  el  bazo,  y  luego  el  receptáculo  fué  vuelto  sobre  una  placa  de 
cristal  igualmente  excavada  en  el  centro,  poniendo  un  poco  aceite  de 
olivas  en  los  bordes  para  mantenerlas  en  posición.  Otra  muestra  fué 
preparada  y  bajo  una  campana  según  él  método  ordinario,  es  decir,  sin 
que  pudiese  penetrar  el  aire,  exceptuando  por  el  borde  de  la  misma,  y 
ambas  preparaciones  fueron  abandonadas  hasta  el  día  siguiente* 

Las  transformaciones  sufridas  por  las  últimas  preparaciones  se  ha« 
Han  descritas  del  modo  siguiente:  La  preparación  ordinaria  de  ayer  se 
halló  algo  alterada.  En  un  lado  de  la  campana  se  habian  desarrollado 
cierto  numero  de  Bacterias,  formando  una  zona  blanquecina.  A  lo  largo 
de  estas  Bacterias  habia  bastoncitos  de  la  especie  ayer  descrita,  pero 
considerablemente  aumentados  y  empujados  por  las  Bacterias  en  todas 
direcciones.  En  la  mayor  parte  de  la  preparación  se  habian  formado  es- 
poros. En  el  resto,  los  filamentos  y  las  articulaciones  eran  todavía  dis- 
tintos y  presentaban  un  protoplasma  normal.  Muchos  de  los  filamentos 
estaban  ligados  entre  si  por  cordones  delgados,  algunos  de  los  cuales 
partían  de  un  extremo  solamente,  debido  sin  duda  á  una  torsión  del 
tubo;  en  los  otros  la  continuación  de  éste  era  visible.  Compárese  esta 
descripción  con  las  figuras  del  BoociUus  anihraci$  que  hay  en  la  memoria 
del  Dr.  Cassar  Ewart(fíg.  22).  Podíanse  ver  esparcidos  en  una  fa2  de  tran- 
sición esporos  formados  en  cada  segmento,  siendo  la  articulación  poco 
visible,  pero  el  plasma  desapareóla,  excepto  en  uno  ó  dos  sitios,  gene- 
ralmente en  el  extremo  de  los  segmentos  del  bastoncillo.  Ordinariamen- 
te los  segmentos  separados  contenían  dos  esporos  coincidiendo  proba 
blemente  con  el  número  primitivo  de  los  segmentos.  Los  bastoncillos  son 
más  anchos  cuando  contienen  esporos  que  cuando  carecen  de  ellos.  Los 
esporos  tienen  de  1  á  V4  y^  de  longitud,  y  de  0,8  á  |x  de  anchura.  El  es- 
pacio ocupado  por  cada  esporo  en  un  filamento,  es  decir,  por  cada  seg- 
mento, era  de  6  á  7  fx  de  largo,  de  manera  que  un  filamento  que  contu- 
viese dos  esporos  ocuparla  de  12  á  14  /:«  y  tres  de  18  á  21  |x  y  asi  sucesi- 
vamente, de  suerte  que  el  filamento  se  extiende  de  una  manera  manifiesta 
en  todas  direcciones  (fig.  23). 

El  tercer  diá,  habiendo  colocado  la  campana  en  sitio  húmedo  y  al 
abrigo  del  aire,  la  evaporación  fué  suprimida.  No  sobrevino  cambio  al- 
guno, á  no  ser  el  verse  en  diversos  sitios  que  los  esporos  de  los  filamen- 
tos parecían  haberse  alargado  y  haberse  vuelto  proporcionalmente  más 
delgados.  En  algunos  se  observa  una  constricción  (fig.  17),  otros  se  ha- 
llan completamente  divididos  y  forman  dos  moléculas  completas.  En 
muchos  casos  las  moléculas  se  han  separado.  (Compárese  con  la  figura 
del  Baccillus  anthracis^  trazada  por  el  Dr.  Ewart).  Resultaba,  pues,  evi- 


LOS  MICRÓF1T08  DE  LA  SANGRE  283 

dente  que  las  partículas  refringentes  eran  en  realidad  los  esporos  de  los 
filamentos  distintamente  observados  antes,  y  esto  por  la  razón  de  que, 
aún  cuando  el  tubo  cristalino  hialino  que  los  contenia  era  extremada- 
mente transparente,  á  pesar  de  lo  cual  se  veia  bastante  difícilmente  á 
través  de  él,  se  podia  no  obstante  distinguir  perfectamente  la  serie  de 
moléculas  brillantes.  Todos  los  movimientos  comunicados  á  una  parte 
de  la  serie  parecían  acompañados  de  movimientos  de  las  series  enteras. 
Los  movimientos  eran  causados  por  la  constante  agitación  de  los  objetos 
en  el  campo  del  microscopio  á  causa  de  la  presencia  del  Bacterium  termo. 
No  pudo  descubrirse  ctro  cambio  en  los  esporos. 

La  descripción  precedente,  aun  cuando  se  aplique  á  las  formas  más 
generalmente  observadas  que  presentan  los  desarrollos  del  Baccülw,  no 
es  el  único  camino  de  desarrollo  seguido  por  estos  organismos  cuando 
son  transportados  á  un  medio  nutritivo  además  de  aquel  en  que  se  han 
formado,  y  no  puede  en  modo  alguno  asegurarse  el  camino  particular 
que  en  este  caso  seguirán.  Para  aclarar  este  hecho  y  asimismo  el  que  á 
á  veoes  lo%  BaccUli  excepción almen te  grandes  predominen  en  la  sangre 
(precisamente  como  hemos  visto  que  sucedía  con  los  bastoncitos  excep- 
ción almente  pequeños),  el  extracto  siguiente  de  mis  cuadernos  de  netas 
podrá  prestar  alguna  utilidad. 

Un  ratón,  que  había  sido  muerto  á  las  diez  de  la  mañana,  fue  dise- 
cado á  las  cinco  de  la  tarde  del  mismo  día.  La  temperatura  era  de  cerca 
94*"  F.  El  corazón  fué  extraído  con  gran  cuidado  y  una  pequeña  cantidad 
de  sangre  fué  transportada  en  el  extremo  de  un  escalpelo  sobre  una  pla- 
ca de  cristal.  Añadióse  un  medio  por  ciento  de  una  solución  de  sal  y 
agua  destilada,  á  fin  de  disolver  la  preparación  y  de  hacer  más  fácil  el 
descubrimiento  de  las  materias  extrañas  que  pudieran  existir  en  el  sue- 
ro. Existían  numerosos  BaccilH  sin  movimientos,  variando  de  4  á  20  pi  de 
largo  y  de  8  á  14  /x  de  ancho,  predominando  la  variedad  más  gruesa.  La 
mayoría  estaba  compuesta  de  hilos  cortos  y  tiesos,  que  tenían  5'5  ia  de 
longitud  ó  bien  el  doble;  en  este  último  caso  había  indicaciones  mani- 
fiestas de  tendencia  de  inclinación  hacia  el  centro.  Había  asimismo  al- 
gunos filamentos  más  gruesos  que  los  que  se  hallaban  dispersos  en  el 
campo  de  la  preparación  (fíg.  18).  Al  cabo  de  una  hora  de  examen,  pare- 
cióme que  loB  BaccUli  eran  más  numerosos  que  al  comenzar  la  obser- 
vación. Guardé  entonces  la  placa  de  cristal  en  una  habitación  húmeda. 

Una  placa  semejante  fué  preparada  con  una  pequeña  cantidad  de 
sangre  mezclada  con  humor  acuoso  fresco  y  colocada  en  la  misma  ha- 
bitación. 

A  la  mañana  siguiente,  la  preparación,  á  la  que  se  había  añadido  un 
medio  por  100  de  sal,  fué  examinada  de  nuevo,  hallándose  que  los  fila- 
mentos habían  crecido  en  longitud  y  un  poco  en  grosor.  En  algunos  casos 
los  filamentos  se  extendían  á  través  del  campo  del  microscopio.  Todos 
estaban  sin  movimiento  y  eran  casi  transparentes,  carecían  por  comple- 
to de  granulaciones  y  tan  solo  en  algunos  sitios  podia  distinguirse  una 
articulación  (Qg.  19). Ninguna  molécula  refríngente  apareció  en  los  fila* 
mentes  largos,  pero  había  algunos  bastoncitos  cortos,  pálidos,  transpa- 
rentes, diseminados  en  la  preparación,  y  en  ellos  algunos  corpúsculos 
brillantes. 


284  LOS  MTCRÓFITOS  DE  LA  SANGRE. 

Algunos  de  estos  bastoncillos  ó  segmentos  tenían  8  jx  de  longitud,  y 
contenían  un  esporo  de  un  color  azul  brillante  (visto  con  un  objetivo  de 
inmersión  de  Hartnatk,  núm.  9),  de  2  /x  de  longitud  por  1  de  anchura; 
otros  segmentos  de  igual  longitud  contenían  dos  (fig.  24).  Los  bastonci- 
tos  cortos  y  transparentes  mezclados  con  estos  estaban  articulados,  y 
algunos  tenían  dos  esporos  separados  por  un  tabique;  y  los  más  cortos 
(Vs  ff>)  un  solo  esporo.  Al  dia  siguiente  los  filamentos  eran  apenas  per- 
ceptibles, habían  casi  desaparecido  y  la  preparación  se  componía  prin- 
cipalmente de  una  multitud  de  Bacterium  termo  activos. 

La  otra  lámina  de  cristal,  que  había  sido  preparada  con  el  humor 
acuoso,  fué  de  igual  modo  examinada  al  siguiente  día.  Los  filamentos 
no  eran  tan  largos  como  los  de  la  otra  preparación,  y  parecían  tener  una 
tendencia  decidida  á  formar  pequeñas  masas  cúbicas  de  plasma.  Algu- 
nos de  los  filamentos,  aunque  bien  conservados  en  uno  de  sus  extremos, 

se  segmentaban  en  el  otro,  teniendo 
cada  fragmento  1  V2  /^  de  diámetro 
en  su  mayor  longitud.  Parecía  que  los 
segmentos  largos  de  4  á  5  |x,  de  que 
se  hallaban  compuestos  los  filamen- 
tos, libres  al  principio,  se  habían  seg- 
mentado, en  lugar  de  dar  origen  á  un 
esporo.  En  otros  casos,  la  segmenta- 
Fig.  ^.^Baeciiii  en  via  de  segmentación  ^íon  tenía  lugar  mientras  los  segmen- 
Xi.ooo  diámetros.  tos  particulares  Conservaban  su  dis- 

posición lineal.  En  otros  parecía  que 
las  dos  primeras  mitades  de  los  segmentos  primitivos  se  habían  alai^ga- 
do  (y  adelgazado  proporcíonalmente)  y  dividido  de  nuevo,  formando  de 
este  modo  cuatro  plastidas  más  ó  menos  esféricas.  Cuando  todo  el  fila- 
mento había  sufrido  esta  transformación  y  los  esporos  (plastidas)  con- 
tinuaban con  su  formación  lineal,  presentaban  la  apariencia  de  un  rosa- 
rio. Es  cierto  que  cuatro  plastidas  igualaban  la  longitud  de  uno  de  los 
segmentos  del  filamento  primitivo,  á  saber  5  /x. 

Se  ve,  pues,  que  los  filamentos  de  los  ^accíMi  pueden  desaparecer 
dedos  maneras:  1.*  dando  origen  á  pequeños  corpüsculos  fuertemente 
refringentos,  volviéndose  los  primeros  filamentos  transparentes  al  prin- 
cipio y  desapareciendo  en  seguida  aparentemente,  de  una  manera  más  ó 
menos  completa;  y  2.*  segmentándose  y  dando  origen  á  delgadas  plas- 
tidas. Estas  pueden  hallarse  dispuestas  excepcionalmente  en  forma  de 
rosario;  pero  de  ordinario  su  identificación  se  hace  imposible,  á  causa 
de  mezclarse  con  otros  corpúsculos  en  el  campo  del  microscopio. 

No  puedo  en  manera  alguna  indicar  cual  es  la  vía  normal  que  toman 
los  Baccüli,  pues  observo  que  sus  filamentos  pueden  desari'ollarse  de 
nuevo  en  condiciones  convenientes  de  las  materias  extraídas  de.  las  pre- 
paraciones, en  las  cuales  se  haya  producido  alguno  de  los  fenómenos 
precedentes.  Es  probable  que  ambas  cosas  en  poco  6  en  mucho  sucedan 
á  la  vez;  pero  es  raro  que  los  filamentos  den  origen  á  corpúsculos  bri- 
llantes en  un  liquido  fuertemente  nutritivo  sin  formación  de  plastidas. 

(Continuará,) 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  283 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


Coqueluclie.^Para  el  tratamiento  abortivo,  se  indica  como  medio 
seguro  ( Ceñir alblatt  für  Klin.  Medicin.)  el  empleo  de  la  pilocarpina,  se- 
gún la  siguiente  fórmula: 

Clorhidrato  de  pilocarpina.    •    •  0*025  gramos. 

Cognac  (Fine  champagne.).    .    •  5'  i 

Jarabe  ae  cortezas  de  naranjas 

amargas 25'  » 

Agua  destilada 70'  » 

Después  de  cada  acceso  de  tos,  dése  una  cucharada  de  las  de  tomar 
café  de  esta  poción,  á  los  niño  menores  de  cinco  años,  y  una  cucharada 
regular  á  los  que  hayan  pasado  de  esta  edad.  Hay  que  reponer  la  poción 
cada  24  horas. — (Martina  Gastells.) 

Desodoracion  del  iodoformo.^El  uso  frecuente,  que  se  hace  hoy 
dia  en  terapéutica  del  iodoformo,  ha  sugerido  á  algunos  prácticos  la  idea 
de  privarle  de  su  olor  penetrante,  que  es  muchas  veces  un  obstáculo 
casi  absoluto  para  su  empleo.  Entre  los  varios  medios  que  para  ello  se 
han  ideado  merece  especial  mención  el  del  Dr.  Politzer,  de  Viena.  En  un 
receptáculo,  en  que  se  contiene  dicho  medicamento,  añade  una  haba  ton- 
ka  cortada  en  pequeños  pedazos,  con  lo  cual  adquiere  rápidamente  el 
iodoformo  un  olor  de  almendras  muy  agradable  y  tanto  más  perceptible 
cuanto  más  prolongado  ha  sido  el  contacto.  M.  Turquety,  farmacéutico, 
ha  perfeccionado  este  procedimiento,  añadiendo  una  pequeña  cantidad 
de  esencia  de  azahar,  de  vainilla  y  de  espliego.  El  iodoiormo  es  entonces 
un  verdadero  perfume,  sin  perder  ninguna  de  sus  propiedades.  Debe 
advertirse,  sin  embargo,  que  dicha  preparación  ha  de  verificarse  poco 
tiempo  antes  de  usarlo,  pues  de  lo  contrario  se  favorecerla  la  evapora- 
ción del  medicamento,  volviendo  á  reaparecer  entonces  el  olor  particu- 
lar del  iodoformo. — (S.  Cabbó.) 

Nitroglicerina:  acción  fisiológica. — Según  el  Dr.  Horczynski  la  ni- 
troglicerina obra,  en  el  hombre  sano,  especialmente  sobre  los  vasos  del 
cerebro.  Bastan  dos  gotas  para  producir  una  cefalalgia  fugaz,  pesadez 
de  cabeza  y  sensación  de  calor  en  la  cara.  A  mayor  dosis  sobreviene  fo- 
tofobia, tensión  intracraneana,  latidos  cerebrales,  zumbidos  de  oídos  y 
entorpecimiento  intelectual.  Al  mismo  tiempo  ejerce  acción  sobre  el  co« 
razón:  los  latidos  se  refuerzan;  los  ruidos  cardíacos  se  acentúan  mas  y 
el  pulso  se  hace  frecuente.  La  tensión  vascular  disminuye  y  el  pulso  se 
hace  dicroto.  La  secreción  de  la  orina  se  acelera,  en  algunos  casos^  pero 
la  cantidad  excretada  en  24  horas  no  varia. 

Este  agente  ha  sido  empleado  con  algún  resultado  en  casos  de  asma, 
de  estenocardia,  de  palpitaciones  cardíacas,  de  angina  de  pecho  y  de 
corea. — (Verdós.) 

Modificación  del  termo -cauterio  de  Paquelin. — El  primitivo  apa- 
rato de  Paquelin  tenia  algunos  graves  defectos  que  exigian  imperiosa- 
mente una  reforma.  Estos  defectos  eran  dependientes  del  frasco  en  que 
se  contiene  el  líquido;  y  se  motivaban  principalmente  por  la  acción  que 
la  esencia  contenida  en  el  mismo  ejercía  sobre  el  tapón  de  cautchouc 
que  sirve  para  cerrarlo;  resultando  del  contacto  de  estos  dos  cuerpos  un 
líquido  impropio  para  producir  la  incandescencia  del  cauterio*  El  doctor 
Grilli  ha  logrado  desterrar  estos  inconvenientes  construyendo  un  frasco 
metálico  en  el  que  se  contiene  una  esponja  que  sirve  para  empapar  el 


286  NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

líquido;  debiendo  procurarse  úaicamente  verter  la  cantidad  que  puede 
retener  la  esponja  á  ñn  de  que  no  quedando  excedente  no  se  determinen 
descomposiciones  de  la  esencia.  En  la  parte  superior  del  frasco  existen 
dos  aberturas  con  su  correspondiente  tubo  que  sirve  para  graduar  la 
intensidad  de  la  corriente.  El  mismo  Dr,  Paquelin  ha  aceptado  estas 
modiñcaciones.-*(SERRÁ). 

Calomelanos:  su  influencia  sobre  las  fermentaciones  y  sobre  la 
vida  de  los  micro-organismos.— Inútil  es  buscar  en  los  tratados  de  te- 
rapéutica el  por  qué  son  en  el  dia  menos  empleados  los  calomelanos  en 
el  tratamiento  de  ciertas  enfermedades  de  la  infancia,  habiendo  sido  el 
medicamento  de  mayor  boga  entre  nosotros  hace  algunos  años,  y  cons- 
tituyendo la  base  de  múltiples  indicaciones  para  los  prácticos  ingleses. 
Hoppe-Seyler,  ha  llenado  en  gran  parte  esta  laguna,  resultando  de  sus 
observaciones»  que  son  los  calomelanos  un  medicamento  antiséptico  de 
los  más  eficaces  (ZeitschHft  für  physiologische  Chemie).  Principia  el  autor 
por  la  observación  de  dicho  preparado  sobre  los  fermentos  solubles, 
tales  como  la  pepsina,  la  trypsina,  etc.,  los  cuales  siguen  obrando  como 
si  no  influyera  en  ellos  el  proto-cloruro  de  mercurio, 

Pero  como  es  bien  sabido,  desde  más  abajo  del  páncreas,  el  jugo  con« 

tenido  en  el  tubo  intestinal  aparece  con  organismos  bacterideos  más  y 
más  numerosos  á  medida  que  se  desciende  hacia  el  intestino  grueso. 
Tales  micro -organismos  (bacterias  y  micrococos),  que  en  estado  normal 
existen  en  considerable  cantidad  en  nuestro  tubo  digestivo  dan  al  conte- 
nido intestinal  sus  propiedades  cfecales»;  y  sábese  también  que  la  fer- 
mentación pútrida  que  tiene  efecto  en  el  intestino,  da  origen  á  la  mayor 
parte  de  los  productos  desoxigenados  y  compuestos  aromáticos  que  se 
encuentran  en  las  materias  fecales  y  en  las  orinas,  á  las  que  llegan  gra* 
cías  á  la  absorción  parcial  que  tiene  efecto  en  los  intestinos.  En  el  dia  se 
está  ya  casi  de  acuerdo  en  admitir,  que  la  importancia  de  estos  organis- 
mos pútridos,  crece  en  una  proporción  muy  grande,  en  las  alteraciones 
digestivas  más  diversas.  Ocurre  que,  después  de  un  catarro  del  estó- 
mago, se  encuentra  el  contenido  de  éste  lleno  de  micro-organismos,  á  la 
vez  que  lo  está  el  tubo  intestinal.  Su  aparición  determina  una  fermenta- 
ción verdaderamente  pútrida,  butírica,  etc.,  como  prácticamente  puede 
el  experto  convencerse  por  el  olor  de  las  materias  vomitadas  en  las 
dilataciones  del  estómago,  por  ejemplo.  En  esas  circunstancias,  la  pu- 
tridez del  contenido  del  estómago  no  es  menor  que  la  del  contenido  del 
intestiojo  grueso.  Algunos  autores  indican  como  punto  de  partida  de  la 

mayor  parte  de  las  alteraciones  gástricas^  una  inmigración  de  bacterias 
pútridas,  mieatras  el  mayor  número  admite  que  las  bacterias  se  desen- 
vuelven en  grande  abundancia  en  el  estómago  y  en  el  tubo  digestivo, 
porque  el  órgano  enfermo  se  hace  terreno  más  favorable  al  desenvolvi- 
miento de  los  gérmenes  mícrobos  introducidos  todos  los  dias  con  los 
alimentos.  Resulta  de  ambas  hipótesis,  como  hecho  capital,  que  la 
intervención  de  los  microbios,  influye  en  el  mayor  número  de  los  tras- 
tornos orgánicos  gastro-intestinales;  y  que  de  conseguirse  la  muerte  y 
desaparición  de  esos  huéspedes  del  tubo  digestivo  ha  de  influirse  bené- 
ficamente en  la  enfermedad  que  su  presencia  determina. 

Experimentalmente  se  ha  demostrado  que,  los  calomelanos,  como  el 
ácido  salicílico,  ejercen  activa  influencia  sobre  los  fermentos  figurados. 
Es  más,  el  preparado  mercurioso,  destruye  hasta  los  que  estén  en  plena 
actividad. 

Una  cuestión  resuelta  por  incidencia  (Revue  medícale  de  Louvain)  es 
la  de  las  deposiciones  verdes  después  de  la  ingestión  de  calomelanos.  Se 
puede,  en  este  caso,  extraer  de  las  materias  fecales  la  bilverdina,  no 
descompuesta.  De  ordinario»  encuentra  la  bilis  en  el  intestino  ios  enjam- 


NOTJGUS   CIENTÍFICAS,  287 

bres  de  bacterias  putrefactas,  en  los  que  el  carácter  dominante  es  de  re* 
ducir,  de  desoxidar  las  sustancias  más  diversas  y  principalmente  biliA" 
res,  basta  el  punto  de  que  éstos  no  den  la  reacción  de  Gmellin.  Si 
administramos  los  calomelanos,  detenemos  la  fermentación  pútrida  y  las 
reducciones  en  el  tubo  digestivo;  la  materia  colorante  de  la  bilis  pasará 
sin  alteración,  á  lo  menos  en  parte,  en  las  materias  fecales  que  serán 
entonces  coloreadas  por  la  biliverdina.  Se  sabe,  de  otro  lado,  que  las  ma- 
terias fecales  procedentes  de  deposiciones  provocadas  por  los  calomela- 
nos no  tienen  olor.— (F.  Castex-k^). 

ZKfteria:  esipleo  del  timol.— Uno  de  los  remedios  más  eficaces  para 
combatir  tan  grave  afección  es  según  Warren  una  mixtura  compuesta  de: 

Giicerina 70  gramos* 

Timol 0'3á0<5        » 

Clorato  potásico..    •    •    •    •  10 

Bisulfato  de  quiniaa..   ...        2ft4 
Cognac 250 

Para  administrar,  á  los  nii>os  de  3  á  5  anos,  una  cucharada  de  las  me- 
dianas cada  una  ó  dos  horas:  en  los  de  mayor  edad  puede  elevarse  la  do- 
sis hasta  una  cucharada  de  las  de  sopa.  Es  preferible  administrarla  sin 
adición  de  agua,  con  lo  cual  se  obtiene  una  acción  excitante  y  además 
otra  irritante  de  las  paredes  bucales.-^(FoRMiGUERA.) 

Tanate  de  quinina. — Habiendo  agotado  en  1867  todos  los  tratamien- 
tos recomendados  contra  la  coqueluche,  sin  obtener  alivio  resolvió 
Bínz  emplear  el  sulfato  de  quinina.  Desde  el  prineipio  de  su  adminis- 
tración pudo  notar  que  dicha  enfermedad  mejoraba  de  un  modo  visible, 
transformándose  en  una  bronquitis  intensa,  pero  tolerable.  La  dosis  que 
prescribía  estaba  en  relación  con  la  edad  del  enfermo,  dando  tantos 
decigramos  como  años  tenia  este. 

Estas  mismas  observaciones  fueron  repetidas  por  Hagenbach,  siaido 
sus  resultados  hasta  tal  punto  favorables  que  le  hicieron  exclamar:  ae* 
gun  mi  es^riencia^  el  empleo  de  la  quinina  en  la  coqueliÁdie  debe  colO' 
caree  en  primera  linea» 

Pero  este  tratamiento  no  deja  de  tener  sus  obstáculos,  pues  los  niños 
soportan  mal  las  preparaciones  amargas. 

Beker,  en  una  epidemia  de  coqueluche,  que  se  presentó  en  los  alre- 
dedores de  Raindorf,  recurrió  al  tanate  de  quinina  que  no  tiene  los  in- 
convenientes del  sulfato,  obtuvo  buenos  resultados:  los  vómitos  sobre  to- 
do cesaron.  Lo  administraba  unido  al  agua  azucarada. 

Según  Ressbach,  el  tanate  de  quinina,  dado  en  In  coqueluche,  dismi- 
nuye la  excitabilidad  refleja  y  la  intensidad  de  los  accesos.  Las  observa- 
ciones hechas  por  los  discípulos  de  Binz  demuestran  igualmente  que 
obra  como  antipútrido.  En  la  coqueluche  se  puede  unir  al  ácido  salicilico 
como  anti-ziótico. 

Pero  no  se  limitan  á  esto  las  aplicaciones  del  tanate  de  quinina,  sino 
que  además,  Hagenbach,  dice  haber  logrado  muy  bueuos  efectos,  como 
antipirético,  en  la  fiebre  tifoidea,  pneumonía,  escarlatina,  etc.  Las  dosis 
que  emplea  varían  con  la  edad  de  los  enfermitos,  según  expresa  la  si* 
guíente  e.scala: 

Niños  de  menos  de    laño..    ..#.•••   i  gramos. 
Id.  id.     da    1    B     4   3  afios  de  1*50  &  2        » 

Id.  id.     de    8    »      »    4     »  2         » 

Id.  id.     de    6    »      »  iO     »  de  3  á  4        » 

Id.  id.      de  10    •      »  15     »  4        » 

Estas  dosis  deben  ser  administradas  de  una  sola  vez  ó  á  lo  más  en  dos 
veces  con  el  intervalo  de  media  hora.  Para  acelerar  la  absorción  en  el 


288  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

estómago,  es  preciso  administrar  un  poco  de  vino  ú  otro  licor  alcohóii  • 
co.— Los  niños  no  repugnan  el  medicamento.  La  acción  antipirética  se 
hace  sentir  pronto,  según  Hagenbach,  pero  no  tanto  como  con  el  sulGaLio 
de  quinina.  Los  efectos  fisiológicos  secundarios,  tales  como  el  zumbido 
de  oídos,  vómitos,  etc.,  de  esta  última  sal  casi  nunca  se  presentan.  Des- 
graciadamente el  tanato  es  una  sal  muy  variable,  pues  contiene  de  10  á 
25  por  100  de  quinina. — (Galvet.) 

Levulosa. — Entre  los  componentes  del  azúcar  incristalizablef  que  se 
obtiene  de  varios  frutos,  hay  además  de  la  glucosa,  del  azúcar  de  caña  y 
de  otros  productos,  la  levulosa,  nombre  dado  por  Berthelot  á  un  azúcar 
incristalizable  de  poder  rotatorio  izquierdo,  quien  á  la  par  consideraba 
al  azúcar  de  caña  como  un  éter  mixto,  formado  por  la  asociación  de  dos 
glucosas  distintas,  haciendo  de  él  el  tipo  de  la  familia  de  las  sacarosas. 

Jungfleisch  y  Lefranc,  fundándose  en  varios  experimentos,  niegan 
que  la  levulosa  sea  incristalizable,  pues  la  han  obtenido  siempre  en  agu* 
jas  incoloras,  Anas,  sedosas,  de  la  solución  alcohólica,  habiendo  obser- 
vado además  que  su  fórmula  es  C^2hi2  0^.— (Rodríguez  Méndez.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 

Cátedra  Tacante.— Real  orden  de  21  de  Abril,  mandando  se  provea  por 
traslación  la  de  Patalogfa  médica  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid.— &a- 
ceta  del  28  de  Abril. 

Módicos  titulares.— Real  decreto  de  21  de  Abril,  resolviendo  en  favor  de 
la  Administración  la  competencia  suscitada  entre  el  Gobernador  de  Vailadolid 
y  elJuez  de  d.*  instancia  del  distrito  de  la  Piaza  de  dicha  capital^  acerca  del 
expediente  incoado  con  motivo  de  la  separación,  antes  de  acabar  el  contrato, 
del  Médico  titular  de  Villabaña,  D.  Raimundo  Arias.— íc{.  del  29  id. 

Cátedra  vacante.— Orden  de  3  de  Mayo,  mandando  se  provea  por  oposición 
la  Cátedra  de  Higiene  privada  y  pública  de  la  Facultad  de  Medicina  de  la  Ha- 
bana, debiendo  realizarse  los  ejercicios  en  esta. — Id,  del  5  de  Mayo. 

Exámenes.- Real  orden  de  24  de  Abril  permitiéndose  se  examinen  en  Ju- 
nio, si  el  Catedrático  no  tiene  en  ello  inconveniente,  los  alumnos  que  tengan 
matrícula  extraordinaria. — Id.  del  6  id. 

Aguas  minero-medicinales  de  Graena.— (Granada)  orden  del  3  de  Mayo 
accediendo  á  la  reapertura  del  Establecimiento.— id.  id.  id. 

Cdlera-morbo.---Orden  del  6  de  Mayo  declarando  limpias  las  procedencias 
de  Varna,  puerto  del  Mar  Negro.— Jd.  del  7  id. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Manual  de  Anatomía  descriptiva,  por  el  Dogtoh  Robbat  Hartmann.  Tra- 
ducción directa  del  alemán  por  los  Dres.  L.  GóngorayS,  Carclenal.— Cuaderno  11. 

Tratado  de  Operatoria  Quirúrgica,  por  el  Dr.  A.  Morales  Pérez,  con  un  pro* 
logo  del  Or.  Greus.— Cuaderno  20.— Barcelona.  (Dos  ejemplares). 

Manual  de  Medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgaigne.— Octava  edición  por 
León  le  Fort.— Cuaderno  16.— Barcelona. 

Diccionario  de  Medicina  y  Terapéutica,  por  los  Dres.  E.  Bouchut,  y  A.  des- 
prés.— Traducción  de  los  Dres.  D.  Pedro  Espina  Martínez  y  D.  Antonio  Espina  Capo. 
—Cuaderno  2."— Madrid.  Bailly-Balliere. 

Información  parlamentaria  referente  al  proyecto  de  Sanidad,  hecha  ante  la 
comisión  respectiva  del  Senado.  (Dos  ejemplares). 

Manual  práctico  de  las  enzermedades  de  las  mujeres  (Medicina  y  Ciru- 
gía) por  el  Dr.  G.  Eustache,  versión  castellana  de  D.  Enrique  Moresco  y  Labado  y  don 
Rafael  Ulecia  y  Cardona,  con  un  prólogo  delDr.  D.  Andrés  del  Busto  López.— Cua- 
derno 1.*— Madrid. -1882.  (Dos  ejemplares). 

Almanaque  de  Medicina  y  Farmacia  para  1882.  Ilustrado  con  grabados. 

Publicado  por  Pablo  Alvarez  Delgado.— Madrid! 

Periódicos:  Gaceta  médica,  Méjico.— T/i^  Therapeutie  Gazette,  Detroit.  Mich.^ 
Lea  Alfaires  Espagnoles,  París.— L*  Osaervalore  médtco,  Palermo. 


Tomo  II.  Núm.  10.  31  Mayo  de  1882.  Ano  II.  Núm.  34. 

Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  Una  visita  á  la  Clinica  delDr.  Rubio  en  el  Hospital  de  la  Princesa  de  Madrid,  por 
al  Dr.  B.  Alejandro  PlAuellaa.—  De  la  oportunidad  y  valor  de  las  emisiones  sangul* 
neas  en  La  metritis  y  en  particular  en  el  tratamiento  da  la  metritis  crónica  (conclusión),  por 
ell^r.  «P.  Cirera.— Anatomía  délos  centros  nerviosos  (continuación),  por  9,  H.  Farctuí 
Moca.— Contribución  al  estudio  del  ácido  salicllico  y  sus  compuestos,  en  particular  del 
salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo  (continuación),  por  9.  M.  E.  Moré  y 
Barcil.— Revista  de  enfermedades  de  niños,  por  Doña  Martina  Ctutteíím  Balleapí.— 
Los  micrófltos  de  la  sangre  y  sus  relaciones  con  las  enfermedades  (continuación),  por  e| 
•r.  T.  Biehard  Lewiii.— NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Tuberculosis:  nosogenia.— Galactogogo 
de  Jamaica.— Menstruación  precoz.— Polvos  contra  la  diarrea  de  los  niños.— Fenol:  acción 
antipiréctica.— De  la  dispepsia  en  las  diferentes  clases  de  nea.mlA,— Publicaciones  recibidas. 


UNA  VISITA  A  LA  CLÍNICA  DEL  Dr.  RUBIO 

en  el  Hospital  de  la  Prineesa  de  Hadrid, ' 
POR  EL  Dr.  D.  Alejandro  Plánellas, 

l«di«o  sgrtg&do  al  HoipiUl  d«  Suita  Onu  de  Baretleaa. 


Si  nos  es  licito  manifestar  en  primer  tét*mino  lo  que  podría  figurar 
como  conclusión  de  lo  que  en  este  articulo  vamos  á  decir,  empezaremos 
por  hacer  una  recomendación  á  todos  los  que  practican  la  profesión  mé- 
dica y  se  interesan  por  las  enseñanzas  de  la  misma  índole.  Guando  se 
desee  conocer  los  imporlantei  elementos  de  ilustración  y  perfecciona- 
miento de  nuestra  carrera  que  en  la  capital  de  £spaña  existen,  anótese 
en  caletera,  como  una  de  las  diligencias  más  oportunas,  la  de  visitar  la 
clínica  de  operaciones  del  Dr.  Rubio. 

No  hemos  tenido  la  fortuna  de  seguir  paso  á  paso  todos  los  aconte- 
cimientos científicos  que  en  dicha  clínica  han  ocurrido;  pero  podemos, 
sin  embargo,  dar  una  idea  de  lo  que  en  ella  se  aprovecha  el  tiempo, 
transcribiendo,  aunque  poco  hábilmente,  las  impresiones  que  hemos  ex- 
perimentado al  realizar  lo  que  en  la  anterior  recomendación  indicamos. 

Lo  primero  que  hemos  notado  en  la  expresada  clínica  es  que  todos 
los  que  á  ella  concurren  son  ya  profesores  que,  á  más  de  haber  terminado 
su  carrera  literaria,  se  dedican  ya  á  la  práctica  de  su  profesión,  circuns- 
tancia que  por  sí  sola  indica  que  una  sólida  instrucción  científica  al 
mismo  tiempo  que  un  criterio  madurado  al  calor  de  los  hechos,  estable- 
cen una  base  firme  con  que  fácilmente  se  llega  á  los  resultados  más 
apetecidos  en  la  clínica.  Por  esto  en  la  del  Dr.  Rubio  las  enseñanzas  son 
de  un  valor  y  utilidad  incontestables,  llegando  á  gran  altura. 


290  UNA  VISITA  Á  LA  CLÍNICA  DEL  DR.  RUBIO. 

Veamos  el  interior  de  las  enfermerías.  Entremos  en  la  sala  de 
Santa  Isabel,  en  donde  se  encuentran  alojados  unos  veinte  y  tantos  enfer- 
mos. El  primero  que  observamos  fué  el  de  la  cama  n.®  2,  que  está  diag- 
nosticado de  arlritiB  reumática  despertada  por  causa  traumática.  Las 
articulaciones  afectas  eran  la  tibio^tarsiana  y  algunas  de  las  del  tarso, 
presentándose  bastante  abultada  la  región  correspondiente.  Consta,  sin 
embargo,  por  sus  antecedentes,  que  el  abultamiento  era  mayor  y  ha  re- 
bajado por  el  tratamiento  empleado  en  la  actualidad,  que  consiste  en  la 
aplicación  del  agua  caliente  y  de  la  compresión  bajo  una  forma  especial, 
esto  esy  por  medio  de  esponjas  bañadas  en  dicho  líquido,  y  luego  expri- 
midas algún  tanto  para  sostenerlas  al  rededor  de  la  articulación  por  medio 
de  varias  vueltas  de  venda  bastante  apretadas. 

Apropósito  de  este  caso,  hizo  el  Dr.  Rubio  algunas  consideraciones  á 
la  cabecera  del  enfermo,  que  son  de  un  sabor  práctico  muy  estimable. 
Refirióse  á  la  predisposición  marcada  que  tienen  las  articulaciones  en 
los  reumáticos  á  padecer  procesos  inflamatorios  á  consecuencia  de  cau- 
sas traumáticas  ligeras,  que  por  sí  solas  no  bastarían  para  afectará  una 
articulación  de  un  individuo  enteramente  sano.  Así  sucedía  en  efecto  con 
el  enfermo  que  teníamos  á  la  vista,  que  por  una  contusión  insignificante 
sufría  un  proceso  de  notable  desarrollo,  que  solo  se  explicaba  por  sus 
antecedentes  reumáticos.  Citó,  como  testimonio  de  la  apreciación  ante- 
rior, otros  hechos,  de  los  cuales  recordamos  el  de  un  postulante  á  quien 
bastó  para  producir  una  artritis  considerable  en  las  articulaciones  del 
carpo  y  de  este  con  el  antebrazo,  el  movimiento  repetido  de  la  mano 
derecha  para  tocar  la  guitarra. 

Fijémonos  en  otro  enfermo  de  curiosa  historia.  Lo  es  el  del  n.®  5  de  la 
misma  sala.  Entró  en  la  clínica  con  una  tumefacción  dura  en  el  labio 
inferior  y  en  el  mentón,  y  hasta  parece  que  hubo  algún  proceso  ulcerativo, 
llegando  á  presentar  el  afecto  toda  la  apariencia  de  un  epítelioma.  Estaba 
indicada,  en  el  caso  de  serlo,  la  operación,  que  debía  separar  la  neoplasia 
y  sustituir  el  labio  alterado  con  tejidos  sanos  de  partes  adyacentes;  en 
una  palabra^  la  autoplastia  de  dicho  labio.  Hubo  de  permanecer  el  en- 
fermo por  fortuna  suya  en  una  clínica  en  donde  se  apuran  los  medios  de 
diagnóstico,  y  donde  para  sentar  este  de  una  mañera  sólida  se  sacrifica 
todo,  dejando  á  un  lado  ese  amor  propio  mal  entendido  de  algunos  prác- 
ticos, que  no  les  deja  volver  atrás  sobre  un  juicio  ya  pronunciado,  aun- 
que sea  de  simples  probabilidades.  Se  multiplicaron  los  reconocimientos 
de  la  parte  afecta,  y  un  día  se  notó  que,  comprimiéndola,  rezumaba  por 
algunos  puntos  una  materia  entre  purulenta  y  caseosa,  que  no  tardó  en 
reconocerse  que  procedía  de  los  folículos  sebáceos  de  la  piel.  Entonces 
se  sospechó  que  solamente  en  esto  radicaba  la  afección,  lo  cual  se  ha 
confirmado  por  su  marcha.  Nosotros  la  hemos  visto  con  el  verdadero 
aspecto  que  corresponde  á  su  actual  diagnóstico,  que  es  el  de  foliculilis 
difusa.  Las  escarificaciones,  medio  recientemente  introducido  en  el  tra- 
tamiento de  varias  dermatosis  rebeldes,  ha  producido  ya  algunas  ven* 
tajas  en  el  caso  de  que  tratamos,  cuya  completa  curación  abrigamos  la 
esperanza  de  que  se  realizará.  Una  reflexión  se  nos  ocurre  aquí.¿Será 
este  el  único  caso  en  que  la  foliculitis  haya  simulado  un  epitelioma? 
Creemos  que  no,  y  que  hasta  algún  práctico  impaciente  se  habrá  congra- 


UNA  VISITA  A  LA  CLÍNICA  DEL  DR.  RUBIO.  291 

tulado  de  haber  tratado  con  el  más  feliz  éxito  á  sujetos  que  no  necesita 
ban  operación  alguna  de  consideración.  Si  acaso  nos  equivocamos,  sirva 
el  caso  citado  para  demostración  de  lo  que  muchas  veces  cuesta  y  con« 
viene  depurar  el  diagnóstico  quirúrgico. 

De  notable  importancia  es  el  enfermo  del  n.""  6,  ó  mejor  dicho,  las  con* 
sideraciones  á  que  dio  lugar  y  que  hizo  en  presencia  nuestra  el  Doctor 
Rubio. Solamente  por  ellas  hubiéramos  recordado  siempre  con  fruición  la 
visita  á  la  clínica  de  que  tratamos.  El  distinguido  jefe  de  la  misma,  hacien- 
do un  estudio  profundo  de  las  roturas  ligamentosas  que  son  conocidas  en 
las  articulaciones  de  las  extremidades,  ha  fijado  su  atención  en  las 
consecuencias  que  la  lesión  del  ligamento  trae  para  los  tejidos  que  le 
circundan  y  que  inmediatamente  se  hallan  en  contacto  con  el.  Dichos 
tejidos,  por  regla  general,  se  inflaman  y  su  alteración  llega  á  ser  más  no* 
tabla  que  la  del  ligamento  mismo,  puesto  que  á  diferencia  de  este  se  en- 
cuentran muy  vascularizados  y  contienen  mayor  ó  menor  cantidad  de 
tejido  conjuntivo  capaz  de  proliferar  con  mucha  facilidad.  Estas  y  otras 
lesiones  consecutivas  á  las  roturas  ligamentosas  son  conocidas  en  ciertas 
articulaciones,  pero  su  estudio  no  se  ha  particularizado  bastante  en  las  de 
la  columna  vertebral.  El  Dr.  Rubio,  fijándose  en  estas,  ha  calculado  sus 
consecuencias  y  ha  construido  hasta  cierto  punto  a  priori  el  cuadro  de 
síntomas  correspondiente.  Desde  luego  ha  considerado  distintamente  di- 
chas roturas,  según  pudiesen  referirse  al  ligamento  vertebral  común  an- 
terior 6  al  posterior.  En  el  primer  caso,  ha  podido  darse  cuenta  de  mu- 
chas terceduras  de  la  columna  vertebral,  como  son  algunas  debidas  al 
mal  de  Pott,  en  que  la  lesión  del  ligamento  anterior  puede  producirse  al 
nivel  de  un  número  variable  de  vértebras.  En  estas  circunstancias  las 
roturas  ligamentosas  afectan  principalmente  á  la  conformación  del  indi- 
viduo, y  solo  cuando  se  desvia  de  una  manera  notable  la  columna  ver- 
tebral es  cuando  por  una  tercedura  muy  angulosa  pueden  alterarse  las 
funciones  de  la  méiula.  Mas  no  sucede  asi  cuando  las  roturas  correspon- 
den al  ligamento  vertebral  común  posterior.  Entonces  las  condiciones 
de  lesión  afectan  de  una  manera  más  directa  á  la  médula.  Estas  condi- 
ciones han  sido  determinadas  por  el  Dr.  Rubio,  quien  después  de  haberlas 
concebido  por  razonamiento,  las  ha  visto  confirmadas  por  la  naturaleza, 
y  lo  que  es  más,  ha  observado  exactamente  los  mismos  síntomas  que 
dichas  condiciones  le  daban  derecho  á  esperar  que  se  presentasen.  La 
proximidad  inmediata  del  citado  ligamento  á  los  cordones  anteriores  de 
la  médula,  asi  como  la  continuidad  del  tejido  conjuntivo  ambiente  auna 
y  otra  parte,  debia  favorecer  el  paso  del  procoso  inflamatorio  á  la  neuro- 
glia  medular,  y  esto  es  lo  que  realmente  ocurre.  Los  cordones  anteriores 
de  la  médula  participan  del  trabajo  morboso  y  el  estado  esclerói^ico  no 
tardaría  en  constituirse  en  ellos,  si  una  intervención  inteligente  no  lo  im- 
pidiese, y  he  aquí  un  origen  antes  poco  estudiado  de  la  ataxia  locomo» 
triz.  No  es  difícil  alcanzar  que  con  tal  patogenia  en  vano  iremos  en 
busca  de  recursos  de  curación  al  campo  de  la  farmacología,  si  anfes  no 
procuramos  valemos  de  un  tratamiento  quirúrgico  local,  que  corrija  la 
lesión  primitiva  extra-medular,  y  esto,  como  se  concibe,  urge  que  lo  ha- 
gamos lo  más  pronto  posible,  antes  de  que  el  proceso  de  proliferación 
conjuntiva  haya  tomado  carta  de  naturaleza  en  el  seno  de  la  médula. 


292  UNA  VISITA  Á  LA  CLÍNICA  DEL  DR.  RUBIO. 

Todo  esto  ha  calculado  el  Dr.  Rubio,  instituyendo  un  precioso  trata- 
miento  quirurgo  de  la  ataxia  locomotriz^  cuando  se  produce  en  las  cir- 
cunstancias que  venimos  expresando.  El  vendaje  enyesado  deSaire  es  el 
medio  á  que  aludimos.  Su  empleo  en  las  roturas  ligamentosas  de  la  co- 
lumna vertebral  lo  funda  el  Dr.  Rubio  en  la  base  de  este  tratamiento, 
esto  es,  en  la  inmovilización.  Con  ella  ha  obtenido  brillantes  resultados 
en  un  número  ya  respetable  de  casos,  y  nosotros  podemos  atestiguarlo 
en  cuanto  al  enfermo  á  que  nos  referimos  y  á  otro  análogo  existente  en 
la  misma  clinica,  los  que,  habiendo  entrado  en  el  Hospital  de  la  Princesa 
en  un  estado  bastante  avanzado  de  la  afección  medular,  han  conseguido 
un  notable  alivio,  recobrando  en  gran  parte  los  movimientos  délas  ex- 
tremidades inferiores,  en  un  período  de  tiempo  corto  relativamente  á  la 
duración  de  la  ataxia. 

Al  Dr.  Rubio,  pues,  debe  reconocérsele  un  doble  mérito  en  su  con- 
cienzudo estudio  de  las  roturas  ligamentosas  de  la  columna  vertebral. 
Por  una  parte  ha  llevado  al  terreno  de  la  teoría  una  concepción  cienti- 
fíca,  confirmada  luego  por  los  hechos;  por  otra  parte  los  resultados 
prácticos  han  coronado  su  obra  con  el  buen  éxito  clínico. 

Continuemos  nuestra  visita. 

Al  llegar  á  la  cama  número  10,  de  la  sala  de  Santa  Isabel,  nos  encon- 
tramos con  un  sujeto  adulto,  que,  según  se  nos  manifestó,  padecía  una 
coxalgia.  £1  caso  en  sí  no  es  objeto  de  largas  consideraciones,  pero  con 
motivo  de  él  las  hizo  muy  interesantes  el  Dr.  Rubio,  teniendo  la  galan- 
tería de  manifestarnos  su  criterio  especial  en  las  relaciones  de  esta  afec- 
ción con  la  edad  del  sugeto  que  la  padece.  Contra  la  creencia  bastante 
generalizada  de  que  la  coxalgia  es  una  afección  propia  y  casi  exclusiva 
de  la  infancia,  el  Dr.  Rubio,  fundado  en  las  observaciones  verificadas  en 
su  clínica  de  operaciones,  establece  que  no  deja  de  ser  frecuente  dicha 
afección  en  los  adultos,  por  mas  que  no  lo  sea  tanto  como  en  los  infan- 
tes. Bien  sabemos  que  muchos  prácticos  no  aceptarán,  desde  luego,  esta 
conclusión;  pero  si  se  hacen  cargo  de  algunas  circunstancias  especiales 
de  la  coxalgia  en  los  adultos,  consignadas  por  el  Dr.  Rubio,  la  concilla- 
rán mejor  con  los  datos  de  su  experiencia.  Me  refiero  á  los  cambios  que 
en  el  curso  y  síntomas  de  la  coxalgia  se  presentan  cuando  afecta  á  los 
adultos.  Las  periostitis  difusas,  que  se  producen  tanto  en  el  fémur  como 
en  el  hueso  innominado,  dificultan  el  diagnóstico  de  la  primitiva  afección, 
y  así  no  se  extrañará  que  hayan  pasado  desapercibidos  muchos  casos  de 
coxalgia. 

Otra  consideración  importante  nos  hizo  presente  á  la  cabecera  del 
enfermo  el  Dr.  Rubio,  y  es,  que  la  afección  de  que  tratamos  es  mucho 
más  grave  en  los  adultos  que  en  los  infantes. 

Sobre  este  estudio  de  coxalgia  es  muy  probable  que  aparezca  una 
monografía  interesante  basada  en  las  observaciones  de  la  clínica  del 
Hospital  de  la  Princesa. 

En  la  sala  de  Santa  Isabel,  en  donde  se  encontraban  los  enfermos  que 
quedan  indicados,  habia  otros  de  que  no  haremos  estudio  especial,  por- 
que, según  vemos  en  nuestras  notas,  muchos  de  ellos  estaban  operados 
y  terminando  su  curación;  algún  otro  podría  ser  objeto  de  reseña  par* 
ticular,  pero  nos  faltan  datos  y  espacio  para  hacerlo.  Los  individuos  á 


UNA  VISITA  A  LA  CLÍNICA  DEL  DR.  RUBIO.  293 

que  nos  referimos  son:  uno  'afectado  de  estrechez  traumática  uretral; 
otro  operado  con  buen  éxito  de  uretrotomía  interna;  otro  con  periostitis 
y  caries  de  las  costillas;  una  artritis  traumática  de  la  rodilla  derecha; 
un  sujeto  operado  de  hemorroides  con  buen  resultado,  y  otro  operado 
de  estafíiorrafia,  del  que  nos  ocuparemos  al  tratar  de  la  sesión  de  ope* 
raciones  que  presenciamos. 

Vamos  á  la  sala  de  Santa  Teresa. 

Aqui,  siguiendo  un  turno  altamente  provechoso,  habia  encargado  el 
Dr.  Rubio  la  visita  al  Dr.  D.  Eugenio  Gutiérrez,  Profesor  Ayudante  del 
Instituto  de  Terapéutica  operatoria  y  encargado  de  la  sección  de  traba- 
jos histológicos. 

Si  hemos  de  empezar  refíriendo  lo  que  primeramente  nos  llamó  la 
atención  de  un  modo  poderoso  en  esta  sala,  debemos  hacerlo  relatando 
dos  casos  de  fístulas  en  la  mujer,  de  los  que,  con  una  amabilidad  que 
desde  aqui  agradecemos»  nos  dio  una  completa  idea  á  la  cabecera  del 
enfermo  el  citado  Dr.  Gutiérrez.  El  primero  era  el  de  una  mujer  de 
34  años,  la  cual  se  habia  hecho  embarazada  varías  veces  y  contaba  ya 
por  desgracia  suya  cuatro  partos  distócicos.  El  último  de  estos  habia 
ocurrido  ocho  meses  antes  de  la  ocasión  en  que  vimos  la  enferma,  y  en- 
tonces el  trabajo  del  parto  duró  nueve  dias.  Esto  naturalmente  debia  pro- 
ducir una  compresión  demasiado  continuada  sobre  la  vagina,  para  que 
no  se  tradujese  en  alteraciones  de  importancia  sobre  dicho  órgano.  Asi 
no  tuvo  nada  de  extraño  que  se  gangrenase  parte  de  este  órgano,  pro- 
duciendo una  considerable  pérdida  de  sustancia  en  sus  dos  tercios  supe- 
riores, interesando  el  fondo  de  la  vejiga  y  dando  por  resultado  una  fís- 
tula vésico-vaginal.  Al  propio  tiempo  que  esto  sucedía,  parte  de  la  pared 
vesical,  que  no  habia  sido  interesada  por  la  solución  de  continuidad,  em- 
pujada por  los  paquetes  intestinales,  venia  á  aparecer  herniada  á  través 
de  la  abertura  de  la  fístula. 

El  segundo  caso  era  el  de  una  mujer  de  32  años  y  primípara,  cuyo 
parto  tuvo  lugar  más  de  año  y  medio  antes  de  verla  nosotros.  Entonces 
permaneció  la  cabeza  del  feto  en  la  escavacion  de  la  pelvis  unas  treinta 
horas,  habiendo  tenido  que  apelar  á  las  aplicaciones  de  fórceps,  que  du- 
raron  cuatro  horas.  Por  un  mecanismo  semejante  al  del  caso  anterior, 
se  gangrenó  la  vagina  en  su  tercio  superior,  quedando  luego  una  fístula 
útero-vésico- vaginal.  El  labio  anterior  de  la  porción  vaginal  del  cuello 
sufrió  también  las  consecuencias  de  la  compresión,  y  al  retraerse  los  te- 
jidos, después  de  la  eliminación  de  la  escara,  quedó  comprendido  en  la 
fístula,  formando  su  borde  posterior.  La  retracción  fué  considerable  en 
toda  la  porción  superior  de  la  vagina,  y  en  la  ocasión  en  que  vimos  la 
enferma,  la  fístula  estaba  representada  por  un  orificio  pequeño  en  el 
infundibulum  que  forma  la  vagina;  por  dentro  de  aquel  orificio  y  unido 
á  él  se  encuentra  fijo  el  cuello  uterino. 

El  Dr.  Gutiérrez  nos  puso  en  evidencia  con  sus  extensos  conocimien- 
tos, la  dificultad  de  obtener  resultados  satisfactorios  en  el  tratamiento  de 
estas  fístulas,  sobre  todo,  tratándolas  de  operar  directamente.  Sin  em- 
bargo, propone  un  medio  que  da  muy  buenos  resultados  en  los  casos  de 
fístulas  inoperables,  y  es,  la  oclusión  de  Ja  vagina  en  dirección  trasver- 
sal, que  es  la  más  preferible  en  sentir  de  L.  le  Fort,  y  que  siempre  su- 


294  UNA  VISITA  Á  LA  CU'NIGA  DEL  DR.   RUBIO. 

pera  á  la  oclusión  de  la  vulva,  aun  en  el  concepto  de  la  mortandad,  pues 
según  el  autor  citado,  la  primera  no  ha  dado  más  que  tres  casos  de 
muerte  en  78  operaciones,  mientras  que  la  segunda  en  solos  13  casos  ha 
dado  dos  muertos. 

Otra  enferma  vimos  que  nos  proporcionó  ocasión  de  conocer  los  pro- 
fundos estudios  del  Dr.  Gutiérrez  en  las  enfermedades  de  la  matriz,  que 
con  la  ginecología  forman  su  especialidad  práctica.  Se  trataba  de  una 
mujer  que  habia  aquejado  algunas  alteraciones  menstruales,  junto  con 
una  sensación  de  dolor  gravativo  en  el  empeine,  ya  en  tiempos  anteriores, 
y  que  posteriormente  habia  empeorado  aumentando  sobre  todo  el  sin- 
toma  dolor,  llegando  á  simular  algunas  manifestaciones  histeriformes. 
La  afección  en  un  principio  fué  diagnosticada  de  endometritis;  pero 
más  tarde  el  Dr.  Gutiérrez,  no  satisfecho  con  esto,  llevó  la  mayor  pre- 
cisión al  diagnóstico,  descubriendo  la  alteración  del  ganglio  linfático  post- 
cervical  descrito  por  algunos  anatómicos.  La  lesión  inflamatoria  com- 
prendía, pues,  dicho  ganglio. 

Continuando  nuestra  visita,  nos  dirigimos  á  la  cama  número  16  de  la 
sala  de  Santa  Teresa.  Allí  vimos  una  mujer  de  mediana  edad,  en  la  que  se 
notaba  en  la  parte  superior  de  la  fosa  ilíaca  derecha  un  abultamiento 
sobre  el  que  aplicamos  las  manos,  pudiendo  apreciar  un  voluminoso  tu- 
mor bastante  adherido  á  las  profundidades  de  la  cavidad  abdominal.  El 
diagnóstico,  que  sobre  aquella  producción  formuló  el  Dr.  Rubio,  fué  el  de 
fíbro^mioma.  El  tratamiento  aquí  empleado  eran  las  corrientes  farádicas, 
que  vimos  aplicar  al  Sr.  Buissen,  cuyos  conocimientos  especiales  sobre 
electroterapia  son  muy  recomendables,  y  han  sido  motivo  de  que  se  le 
encargase  la  enseñanza  y  práctica  de  aquel  agente  terapéutico.  Un  fenó- 
meno observamos  al  contemplar  dicha  aplicación  sobre  el  fibro-mioma: 
este  tumor  se  contraía  reduciendo  bastante  su  volumen  y  recordándo- 
nos el  efecto  que  las  corrientes  farádicas  producen  en  los  órganos  de  fibra 
muscular  lisa. 

Nuestras  notas  no  nos  permiten  ocuparnos  cual  quisiéramos  de  otras 
enfermas  que  tuvimos  ocasión  de  ver  en  la  clínica  del  Dr.  Rubio,  entre 
las  que  citaremos  un  caso  de  lipoma  gigarUe  situado  en  la  región  glútea 
y  muslo  izquierdos,  que  se  encontraba  ya  en  el  período  degenerativo; 
una  operada  de  ovariotomia  en  disposición  de  levantarse  pronto;  otra 
operada  de  un  sarcoma  ulcerado^  y  otras  dos  enfermas  que  respectivamente 
presentaban,  la  primera,  una  osteo-periostitis  del  metalarse  derecho  y  de 
la  extremidad  superior  del  húmero  del  mismo  lado,  y  la  segunda  una  ar- 
tritis anquilósica  del  codo  derecho,  tratada  por  las  corrientes  continuas 
y  por  el  amasamiento. 

Salimos  de  las  enfermerías  y  acompañamos  al  Dr.  Rubio  á  la  sala  de 
operaciones.  Era  jueves,  y  este  dia  y  los  iúnes  son  los  señalados  para 
operar.  Tuvimos  pues  la  fortuna  de  presenciar 

UNA  SESIÓN  DE  OPERACIONES. 

En  la  clínica  del  Dr.  Rubio  se  aprende  á  operar  por  dos  caminos  ái^ 
ferentes,  que  no  se  siguen  desgraciadamente  en  todas  las  clínicas  análo- 
gas de  España.  Por  una  parte  se  recibe  una  sólida  enseñanza,  presencian- 


UNA  VISITA  Á  LA  CLÍNICA  DEL  DR.  RUBIO.  295 

do  las  operaciones  que  praclica  el  maestro;  por  otra,  el  jefe  de  la  clínica 
no  ve  peligro  alguno  para  su  envidiable  gloria,  en  que  los  que  van  á 
aprender  operen  también,  y  no  solo  lo  consiente  sino  que  lo  presencia 
con  verdadera  fruición,  y  ayuda  al  entonces  protagonista.  Por  esto  en  la 
ocasión  á  que  nos  referimos,  fué  verificada  la  primera  operación  por  un 
individuo  del  Instituto  de  Terapéutica  operatoria,  el  ilustrado  profesor 
D.  José  Gil  y  Valero,  Ayudante  del  mismo  Instituto.  Se  trataba  de  un  caso 
de  hidrocele.  El  método  elegido  fué  el  de  la  incisión,  que  practicó  hábil- 
mente  el  Sr.  Gil,  después  de  poner  tenso  el  escroto  con  la  mano  izquier- 
da. Procuró  el  operador  hacer  la  división  de  los  tejidos  de  una  manera 
metódica,  esto  es,  procediendo  por  capas.  Llegando  ya  á  la  túnica  vaginal, 
penetró  en  el  espacio  en  donde  se  alojaba  la  serosidad,  procurándola  una 
extensa  abertura,  é  inmediatamente  y  de  una  vez  salió  el  liquido  anormal- 
mente acumulado.  Después  introdujo  y  paseó  el  dedo  índice  de  la  mano 
derecha  en  la  cavidad  serosa  que  al  testículo  envuelve,  con  lo  cual  se 
asegura  el  éxito  de  la  operación  en  el  caso  de  existir  alguna  travécula 
celulosa  que  impida  la  completa  evacuación  del  líquido.  Verificada  esta, 
muy  pronto  se  mostró  retraído  el  escroto,  y  sin  más  que  una  sencilla  cu- 
ración, sujeta,  sin  embargo,  á  todos  los  requisitos  de  la  cirugía  antisép- 
tica, se  dio  por  terminada  la  operación. 

Ciertamente  excitó  nuestra  curiosidad  el  ver  operar  el  hidrocele  por 
incisión,  pues  este  método  ha  sido  por  lo  general  excesivamente  olvidado. 
No  desconocemos  los  inconvenientes  que  se  le  achacan,  pero  también  es 
cierto  que  se  han  exagerado.  Se  dice  que,  entre  otros,  Polt  ha  relatado 
un  caso  de  hemorragia  mortal  ocurrido  en  la  operación  del  hidrocele  por 
el  método  dicho;  mas  el  peligro  se  evita  procediendo  déla  manera  como 
vimos  obras  al  Sr.  Gil,  esto  es,  dividiendo  una  á  una  las  capas  del  escroto, 
y  evitando  la  herida  de  los  vasos.  Además,  como  dice  muy  bien  Blandin, 
es  de  creer  que  en  el  caso  de  que  habla  Pott  hubiese  alguna  complica- 
ción no  expresada. 

Muchos  han  dicho  que  la  mortalidad  era  muy  elevada  en  el  método 
por  incisión,  pero  el  Sr.  Gil,  con  quien  conversamos  sobre  este  punto, 
nos  manifestó  que  había  operado  en  las  misma  clínica  tres  casos,  si- 
guiendo este  método  y  obteniendo  el  mejor  resultado. 

En  nuestros  días  Volkmann  práctica  también  la  incisión,  pero  luego 
verifica  la  sutura  de  la  túnica  vaginal.  En  la  clínica  del  Dr.  Rubio  ni  esto 
se  hace,  pues  todo  se  subordina  á  la  idea  de  obtener  la  vegetación  de 
granulaciones  carnosas,  que  adhiriendo  las  superficies  opuestas  de  la 
túnica  vaginal  da  por  resultado  la  curación  radical  del  hidrocele.  Debe 
curar,  pues,  la  herida  por  segunda  intención. 

Terminada  la  operación  anterior,  se  dispuso  lo  conveniente  para  ope- 
rar á  un  sujeto  que  estaba  diagnosticado  de  caries  en  la  porción  trocan- 
térea  del  fémur  del  lado  derecho.  En  efecto,  en  una  parte  cercana  se  ha- 
bía operado  otra  vez  al  enfermo,  confirmándose  ya  en  aquella  ocasión  la 
exÁstencia  de  la  caries.  Cuando  nosotros  lo  observamos,  pudimos  ver  un 
trayecto  fistuloso  que  se  dirigía  desde  la  piel  hacía  la  parte  del  hueso  que 
parecía  afecta.  El  Dr.  Rubio  procedió  á  la  operación,  disponiéndose  á 
abrir  el  trayecto  fistuloso,  llegar  á  la  parte  del  hueso  que  paiecia  afecta 
y  legrarla.  Mas,  he  ahí  que  una  vez  que  el  hábil  operador  profundizó  la 


296  UNA  VISITA  Á  LA  CLÍNICA  DEL  DR.  RUBIO. 

sección  de  los  tejidos  é  introdujo  el  dedo  índice  para  reconocer  el  fondo 
del  trayecto  fraguado  por  la  supuración,  no  halló  al  término  de  éste  la 
aspereza  y  alteración  que  en  el  hueso  eran  de  suponer,  sino  que  después, 
al  introducir  la  sonda  acanalada  en  la  herida  y  removiéndola  algún  tanto 
vio  aparecer,  sin  que  nadie  lo  esperase,  un  cuerpo  extraño  largo  y  del- 
gado, de  color  negruzco,  que  reconocido  resultó  ser  una  sonda  de  goma 
que  se  habia  vuelto  casi  negra  y  quebradiza  como  si  estuviera  carboni- 
zada. El  hecho  llamó  la  atención  y  puede  muy  bien  calificarse  de  sor- 
presa quirúrgica»  Probablemente  la  sonda  (y  su  aspecto  lo  indicaba),  ha- 
cia mucho  tiempo  que  se  encontraba  allí;  pues  en  tal  parte  habia  sido 
herido  el  sugeto  hace  cuatro  años  en  nuestra  última  discordia  civil  de  la 
Península.  La  bala  habia  sido  extraída,  pero  tal  vez  una  mano  atrevida  y 
torpe,  que  seguramente  no  fué  la  de  ningún  médico,  dejó  escapar  de  sus 
dedos  la  sonda  que  ahora  apareció.  Excusado  es  decir  que,  extraído  el 
cuerpo  extraño,  quedó  la  operación  terminada. 

El  tercero  y  último  sujeto  que  fué  operado,  era  un  joven  de  unos  trece 
años  que  habia  entrado  en  la  clínica  del  Dr.  Rubio  con  el  labio  superior 
congénitamente  hendido  y  con  una  división  anómala  también  del  maxi- 
lar superior,  esto  es,  un  caso  de  labio  leporino  completo.  La  hendidura 
de  las  partes  blandas  había  alcanzado  casi  toda  la  extensión  de  la  mucosa 
palatina  hasta  el  velo  del  paladar.  En  otra  sesión  se  habia  verificado  la 
parte  principal  de  la  operación  de  que  el  sujeto  era  susceptible,  y  asi 
cuando  nosotros  lo  vimos  habia  desaparecido  la  hendidura  del  labio  y  la 
mayor  parte  de  su  prolongación  palatina.  De  esta,  sin  embargo,  quedó 
una  pequeña  porción,  como  de  centímeiro  y  medio,  que  se  dejó  para 
operar  en  la  ocasión  á  que  nos  referimos  y  que  formaba  como  un  ojal. 
Pero  como  los  bordes  de  este  se  hallaban  adheridos  al  paladar,  la  reu- 
nión de  los  mismos  era  difícil,  lo  cual  junto  con  lo  embarazoso  que  es 
operar  en  tal  región,  puso  en  evidencia  la  reconocida  destreza  del  ope  • 
rador.  Combinó  el  Dr.  Rubio  el  despegamiento  de  los  bordes  del  ojal  con 
dos  incisiones,  una  á  cada  lado  de  este  y  paralelas  á  la  abertura  que  se 
trataba  de  cerrar.  Fué  entretenida  la  operación,  particularmente  en  lo 
que  se  refiere  al  despegamiento  de  la  mucosa  palatina.  Con  paciencia  y 
habilidad  se  vencieron  todas  las  dificultades,  y  la  operación  se  llevó  á 
cabo  en  los  términos  propuestos. 

Como  detalle  de  esta  última  operación,  debemos  manifestar  que  el 
sujeto  fué  anestesiado  sin  tener  que  lamentar  ningún  accidente,  lo  cual 
prueba  una  vez  más  que  es  exagerada  la  restricción  absoluta  que  algu- 
nos hacen  de  la  anestesia  en  cuanto  se  trata  de  operaciones  de  la  boca, 
fosas  nasales  y  regiones  cercanas. 

Con  lo  que  acabamos  de  contar  terminó  la  sesión  de  operaciones  á 
que  nos  referimos.  Debería  ahora,  para  dar  una  completa  idea  de  lo  que 
es  la  clínica  del  Dr.  Rubio,  entrar  en  un  conjunto  de  detalles  y  pormeno- 
res que  bien  merecen  un  artículo  aparte  respecto  á  la  organización  del 
Instituto  de  Terapéutica  operatoria;  pero  no  es  tal  nuestro  objeto,  y  sí 
solo  dar  á  conocer  las  impresiones  que  en  una  ocasión  hemos  experi- 
mentado visitándolo.  Debemos  añadir,  sin  embargo,  que  en  aquella  clí- 
nica hemos  podido  presenciar  una  provechosa  sesión  de  laringoscopía. 
En  ella  nos  convencimos  de  lo  que  vale  esta  manera  de  exploración  en  ma- 


TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA  297 

nos  tari  hábiles  como  las  del  Dr.  D.  Rafael  Ariza,  quien  por  otra  parte 
posee  con  perfección  la  especialidad  de  otología. 

Quedamos,  puos,  altamente  satisfechos  de  ver  que  en  el  Instituto  de 
Terapéutica  operatoria  todo  está  á  gran  altura,  tanto  en  lo  teórico  como 
en  lo  clínico  y  práctico.  No  vacilamos  en  decir  que  puede  sustituir  á  las 
clínicas  extranjeras  á  las  que  estamos  acostumbrados  á  ser  demasiado 
tributarios,  pues  la  del  Dr.  Rubio  nos  proporciona  la  gran  ventaja  de 
instruirnos  sólidamente  en  los  adelantos  de  la  cirugía  sin  necesidad  de 
abandonar  nuestra  patria. 


^**0*^^0*^*^m0*^^0^0*0*0^0*0*0*0*0^0*0*^*0^0^^^m0^0*0^0t0t0^0^0^0t0t0t0^0^0n^t0t0t0t0^^^g^^m 


DE  LA  OPORHIDAD  Y  VALOR  DE  US  EMISMES  SAMVÍNEAS  EN  U  MEIRITIS 

Y  EN  PARTICULAR 

EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA  0)> 

POR  ;J.    ClRERA. 


¿Cómo  obran  las  escarificaciones?  Salta  á  la  vista  que  las  escarifica- 
ciones producen  como  efecto  inmediato  la  decongestion  del  órgano  por 
la  cantidad  de  sangre  derramada;  pero  ¿es  éste  su  único  efecto?  No  lo 
eremos  así  con  Virchow,  quien  supone  en  ellas  una  acción  excitante  que 
determina  la  contracción  del  útero,  y  éste  ha  sido  el  motivo  de  haber 
dado  á  nuestro  instrumento  la  denominación  de  excitador  tUerino.  Por 
otra  parte,  si  tenemos  presente  que  los  buenos  efectos  de  las  escarifica- 
ciones no  están  en  razón  directa  de  la  cantidad  de  sangre  que  extraemos 
con  ellas,  tendremos  una  razón  de  más  en  que  poder  apoyar  tal  opinión. 
Ybajo  este  principio  hemos  juzgado  más  conveniente  dar  al  escarificador 
la  forma  punzante,  por  la  sencilla  razón  de  que  al  obrar  sobre  un  vaso 
no  determinamos  igual  efecto  con  una  cortadura  que  con  una  puntura.  De 
modo  que,  en  resumen,  al  obrar  con  el  excitador,  atravesamos  una  serie  de 
capilares  repletos  de  sangre,  cuya  tonicidad  se  halla  perdida  á  conse- 
cuencia de  su  mayor  distensión.  Evacuada  aquélla,  entran  las  paredes 
vasculares  en  reacción  por  no  encontrar  ya  el  obstáculo  que  se  oponía 
á  ello,  y  por  la  acción  especial  que  provocan  las  punturas  sobre  el  teji- 
do muscular,  determinamos  la  contracción  del  órgano  materno,  la  cual 
suele  ser  imperceptible  para  la  paciente. 

Con  todo,  como  esta  acción  excitante  que  hemos  provocado  no  queda 
de  un  modo  permanente,  sino  que  tan  sólo  es  pasajera,  es  fuerza  que  á 
intervalos  la  reproduzcamos,  pues  de  no  obrar  asi,  nada  absolutamente 
alcanzaríamos.  De  ello  podemos  convencernos  al  examinar  una  enferma 
á  los  dos  ó  tres  dias  después  de  haberla  practit;ado  una  escarificación 
del  cuello  uterino,  pues  así  como  inmediatamente  después  de  cada  una 
de  ellas,  el  color  antes  subido  se  ha  convertido  en  pálido,  aquél  ha  rea- 
parecido en  aquella  época,  y  quizás  antes. 


(1)   Véanse  los  números  82  y  33 . 


298  TRATAMIENTO  DE  LA  BÍETRITIS  CRÓNICA. 

Por  lo  tanto,  plenamente  convencidos  de  lo  que  acabamos  de  indicar, 
nuestra  habitual  conducta  consiste  en  obrar  en  dias  alternos  al  princi- 
pio, alejando  sucesivamente  las  sesiones  á  medida  que  lo  permite  el  es- 
tado de  la  enferma,  no  siendo  necesario  reiterar  las  escarificaciones  con 
tanta  frecuencia  en  los  casos  en  que  el  origen  del  mal  radica  en  fecha 
reciente,  porque  entonces  la  tonicidad  vascular  no  es  tan  difícil  de  ser 
restablecida,  como  en  aquéllos  en  que  el  tejido  uterino  ha  tenido  tiempo 
sobrado  para  sufrir  serias  alteraciones  en  sus  elementos  constitutivos. 
De  lo  dicho  se  infiere  que  el  momento  más  oportuno  para  las  escari- 
ficaciones, es  inmediatamente  después  de  cada  época  menstrual,  porque 
este  acto  fisiológico  ha  determinado  un  movimiento  fluxionario  hacia  el 
útero,  que  por  sus  malas  condiciones  orgánicas  no  está  apto  para  resta- 
blecer el  equilibrio  que  le  corresponde.  Y  también  viene  aquí  á  pro- 
pósito para  corroborar  la  inutilidad  de  las  escarificaciones  en  el  segundo 
período  de  la  metritis,  ya  que  el  proceso  ha  sufrido  expontáneamente 
una  evolución— según  más  arriba  hemos  tenido  ocasión  de  indicar—,  que 
ha  cambiado  las  condiciones  esenciales  para  esperar  de  ellas  los  benefi- 
cios consiguientes. 

Aceptada  en  principio  su  inutilidad  en  condiciones  tales,  ¿cómo  re- 
conocerlo clínicamente?  El  aspecto  del  cuello  puede  ya  hacernos  presu- 
mir cuanto  debemos  esperar  de  este  medio  terapéutico.  Asi,  cuando  en 
lugar  de  la  coloración  rosada,  que  presenta  la  mucosa  en  su  modo  de  ser 
'  normal,  ó  de  este  tinte  violáceo  propio  de  los  estados  congestivos  que 
acompañan  á  la  metritis  crónica,  observamos  un  tinte  pálido,  como  ana- 
carado, debemos  ya  de  antemano  desconfiar.  Pero,  para  mayor  seguridad, 
y  como  no  queriendo  dar  crédito  á  lo  que  tan  ostensiblemente  se  nos 
presenta  á  nuestra  vista,  no  tenemos  mejor  piedra  de  toque  que  el  mis- 
mo excitador.  De  manera,  que  si  al  dirigirlo  contra  el  hocico  de  tenca 
encontramos  un  tejido  que  solamente  á  viva  fuerza  se  deja  penetrar,  y 
al  retirarlo  apenas  si  rezuman  algunas  gotas  de  sangre,  debemos  desis- 
tir de  nuestro  empeño  y  acudir  á  otros  medios,  que  con  mayor  probabi- 
lidad satisfarán  esta  indicación  más  acertadamente  y  con  mejor  éxito. 

III. 

Lo  que  precede,  sin  ser  un  vasto  estudio  de  cuanto  concierne  á  la 
cuestión  de  las  emisiones  sanguíneas  locales  directas,  nos  suministra  da- 
tos suficientes  con  que  poder  establecer  nuestro  criterio.  El  material,  que 
hemos  hacinado  en  breves  líneas,  por  dimanar  directamente  de  la  prác- 
tica, no  puede  menos  que  gozar  de  una  robustez  propia,  y  por  lo  tanto 
bajo  garantía  de  un  sincero  convencimiento,  vamos  á  hacer  el  paralelo 
entre  las  emisiones  practicadas  por  medio  de  las  sanguijuelas  y  las  es- 
carificaciones, y  con  ello  daremos  por  terminado  nuestro  cometido,  cuyo 
móvil,  como  siempre,  no  es  otro  que  el  de  contribuir  con  nuestras  es- 
casas fuerzas  al  adelantamiento  de  la  ciencia,  si  adelantamiento  puede 
llamarse  á  toda  modificación  impresa  en  los  medios  curativos,  que  re- 
dunde en  provecho,  por  insignificante  que  sea,  de  los  pacientes. 

Al  hablar  del  manual  operatorio  para  la  aplicación  de  sanguijuelas, 
hemos  á  propósito  hecho  mención  de  algunos  detallos,  que  son  los  que 
hacen  peso  en  la  emisión  de  nuestro  juicio  crítico.  Fieles  á  la  verdad, 


TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA.  299 

debemos  decir  que  en  las  sanguijuelas  y  en  las  escarificaciones  hallamos 
un  medio  poderoso  para  combatir  los  estados  flegmásicos  del  útero,  cuya 
utilidad  viene  afianzada  por  reputados  clínicos,  adoptando,  sin  embargo, 
con  mayor  confianza,  uno  ú  otro  de  dichos  medios. 

Cuanto  llevamos  consignado  nos  excusaría  el  decirlo;  pero,  digámoslo 
de  una  vez,  somos  partidarios  de  las  escarificaciones,  no  porque  supon- 
gamos en  ellas  un  medio  más  enérgico,  sino  porque  algunas  circunstan- 
cias, que  apuntaremos  brevemente,  nos  las  han  hecho  adoptar. 

Asi,  para  hacer  una  aplicación  de  sanguijuelas  en  el  cuello  del  útero, 
hemos  dicho  que  era  necesario  un  espéculum  cilindrico— el  de  Fergus- 
son,  por  ejemplo — por  cuya  circunstancia  no  se  mantiene  aplicado,  sino 
que  nos  vemos  obligados  á  sostenerlo  todo  el  tiempo  que  trascurre  hasta 
que  las  sanguijuelas  se  desprenden — al  menos  quince  minutos — lo  cual 
es  bastante  incómodo,  porque  al  propio  tiempo  hay  que  tenerlo  bien  apli- 
cado, para  evitar  que  los  anélidos  piquen  las  paredes  vaginales.  Luego 
es  de  imprescindible  necesidad  no  abandonar  á  la  paciente  inmediata- 
mente, á  fin  de  estar  á  la  mira  por  si  la  hemorragia  procedente  de  las  pi- 
caduras no  se  cohibiera  expontáneamente,  ó  por  si  era  mayor  de  lo  que 
le  correspondiera,  y  en  cuyo  caso  obrar  según  hemos  manifestado. 

Ya  tenemos  en  primer  término  un  gasto  de  tiempo  que  no  podemos 
precisar,  pero  que  se  puede  contar  por  horas.  Es  verdad  que  podemos 
alejarnos  algún  tiempo  después  del  desprendimiento  de  las  sanguijuelas, 
mas  con  condición  de  hacerla  una  visita  al  poco  rato. 

¿Sucede  otro  tanto  con  las  escarificaciones?  Ya  lo  hemos  manifestado 
antes:  todo  es  cuestión  de  pocos  momentos. 

Ademas,  después  de  cada  aplicación,  la  enferma  ha  de  guardar  cama 
durante  algunas  horas,  para  evitar  el  que  sobrevengan  serias  complica- 
ciones, cuyo  motivo  nos  obliga  á  efectuarla  en  su  domicilio.  Al  contra- 
rio, las  escarificaciones  las  practicamos  en  nuestro  propio  gabinete,  y  la 
paciente  puede  sin  peligro  dirigirse  á  su  casa,  y  hasta  continuar  en  sus 
quehaceres  habituales,  como  no  sean  muy  cansados. 

Por  otra  parte,  tenemos  también  en  contra  de  las  sanguijuelas  los  su- 
frimientos á  veces  intensísimos,  determinados  por  sus  picaduras,  hasta 
el  punto  que  en  ciertos  casos  hemos  de  desistir  de  nuestro  propósito. 
Podíase  creer,  pues  nada  hemos  significado  respecto  á  ese  punto,  que 
las  escarificaciones  son  completamente  indolentes;  no,  en  honor  á  la 
verdad  sea  dicho,  por  más  que  se  considere  esta  región  como  una  de  las 
menos  sensibles  á  los  agentes  exteriores — lo  cual  es  muy  cierto  con  res- 
pecto á  la  mucosa—,  las  enfermas  tienen  completa  conciencia  de  las  pi- 
caduras producidas  por  los  alfileres  del  excitador;  y  algunas,  aunque  ra- 
ras, hasta  las  produce  verdadera  molestia;  pero  de  esto  á  determinar 
sufrimientos  intolerables,  va  gran  trecho. 

Ahora  bien,  olvidemos  por  un  momento  toda  esta  serie  de  detalles 
de  más  ó  menos  valía,  y  hasta  lleguemos  al  extremo  de  suponer  que 
iguales  condiciones  sean  comunes  á  uno  y  otro  proceder.  A  pesar  de  esto, 
chocaremos  con  una  desventaja  por  parte  de  las  sanguijuelas,  no  monos 
digna  de  tenerse  en  consideración.  Téngase  presente  que  tratamos  con 
individuos  del  sexo  femenino,^  y  no  hay  para  qué  decir  que  el  tempera- 
mento nervioso  predomina  en  ellas  de  una  manera  notable,  y  muy  par- 


300  TRATAMIENTO  DE  LA  METRITIS  CRÓNICA. 

ticularmente  en  las  circunstancias  en  que  están  indicadas  aquéllas;  por 
cuyo  motivo,  su  imaginación  altamente  impresionable  las  hace  presen- 
tir peligros  imaginarios  de  la  introducción  de  aquellos  anélidos  en  sitio 
que  para  ellas  no  tiene  límites  ó  que  se  pierde  en  las  profundidades  del 
abdomen,  y  á  la  vez  su  aspecto  poco  agradable  les  inspira  á  algunas  un 
sentimiento  de  repugnancia  tal,  que  no  son  bastante  las  súplicas  ni  el 
temor  de  males  mayores,  para  convencerlas  y  hacerlas  entrar  en  el  ca- 
mino de  la  sana  razón. 

Después  de  las  consideraciones  precedentes,  que  hemos  procurado  tu- 
vieran un  carácter  puramente  práctico,  en  nuestro  sentir  no  cabe  per- 
plexidad  en  la  elección.  En  último  resultado,  tenemos  á  mano  dos  medios 
curativos  destinados  á  igual  fín,  y  que  poco  más  ó  menos  lo  cumplen  con 
resultados  análogos,  con  la  sola  diferencia  de  que  con  el  uno— las  sangui- 
juelas— ,  así  el  práctico  como  la  paciente,  se  ven  más  molestados  y  ponen 
á  ésta  en  el  caso  de  abandonar  un  tratamiento  que  le  causa  tantas  ó  más 
incomodidades  que  la  misma  eníermedad  que  trata  de  combatir,  mien- 
tras que  con  el  otro— las  escarificaciones— ésta  y  aquél  no  sufren  respec- 
tivamente privación  alguna  en  el  ejercicio  de  sus  funciones. 

Terminaremos  diciendo  que,  si  algunos  fenómenos  y  accidentes  que 
hemos  observado,  y  cuyo  juicio  hemos  emitido,  pueden  ser  interpreta- 
dos de  un  modo  distinto  que  el  nuestro,  creemos  que  esto  no  hace  gran 
mella  al  principio  fundamental  de  este  corto  estudio,  porque  al  fin  y  al 
cabo  poco  importa  la  teoría,  pues  que  á  los  hechos  prácticos  debemos 
atenernos. 

Cuanto  hemos  pretendido  dejar  sentado,  helo  aquí  resumido  en  las 
siguientes 

CONCLUSIONES: 

1  /  Las  emisiones  sanguíneas  son  un  medio  poderoso  para  combatir 
la  metritis  crónica;  sin  embargo,  en  la  aguda,  sea  ó  no  puerperal,  tienen 
también  su  valor. 

2."  Las  emisiones  sanguíneas  locales  están  casi  siempre  indicadas; 
las  generales  rara  vez. 

3.*  De  entre  las  locales,  damos  la  preferencia  á  las  que  se  practican 
directamente  e.i  el  cuello  del  útero. 

4.'  Para  cumplir  esta  indicación,  colocamos  en  primer  término  á  las 
escarificaciones. 

5.'  En  el  segundo  período  de  la  metritis  crónica,  bien  que  no  son 
perjudiciales,  son,  no  obstante,  completamente  inútiles. 

6/  La  medicación  intrauterina  es  un  poderoso  coadyuvante  de  las 
escarificaciones. 

7.'  Las  escarificaciones,  practicadas  con  un  instrumento  punzante, 
deben  preferirse  á  las  que  lo  son  con  otra  cualquiera  forma  de  escarifi- 
cador. 

8/  Este  obra  tanto  por  la  sangre  que  sustraemos,  como  por  su  ac- 
ción vaso-motora. 

9/  Para  conseguir  el  objeto  que  nos  proponemos,  es  necesario  que 
se  practiquen  con  frecuencia  al  principio,  para  obrar  á  intervalos  mayo  - 
res  á  medida  de  los  resultados. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  301 

ANATOMÍA  DB  LOS  CENTROS  NERVIOSOS,  <*> 
POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


P  PEDÚNCULO  CEREBRAL  Y  SU  EXPANSIÓN. 

Los  pedúnculos  cerebrales  son  dos  cordoní^s  gruesos,  que  sirven  de 
unión  entre  la  protuberancia  y  el  cerebro;  son  divergentes  al  salir  de  la 
protuberancia,  siguiendo  una  dirección  ascendente  y  un  poco  oblicua 
hacia  adelante  hasta  introducirse  por  debajo  del  tálamo  óptico.  Por  su 
dirección,  forman  los  ángulos  posteriores  de  un  rombo  en  la  base  del 
cerebro,  el  cual  está  circunscrito  hacia  adelante  por  las  cintas  ópticas 
(Figura  25).  Este  rombo  tiene,  de  atrás  adelante,  el  espacio  perforado 
posterior,  que  llena  el  intersticio  que  dejan  los  dos  pedúnculos,  los  tu- 
bérculos mamilares  y  el  infundibulum. 

El  pedúnculo  cerebral  tiene  de  longitud  próximamente  centímetro  y 
medio  y  su  forma  es  cih'ndrica.  En  la  cara  superior,  el  limite  posterior 
de  los  pedúnculos  cerebrales  está  inmediatamente  por  detrás  de  los  tu- 
bérculos cuadrigéminos  posteriores,  y  el  anterior  en  la  parte  posterior 
del  tálamo  óptico  que  cabalga  sobre  el  pedúnculo.  De  la  parte  posterior 
y  externa  del  tálamo  óptico  arranca  un  manojo  de  fíbras  que,  rodeando 
al  pedúnculo  por  su  cara  externa  é  inferior,  marca  en  estos  sitios  su  lí- 
mite anterior.  El  límite  posterior  de  la  cara  inferior  está  formado  por 
las  fíbras  transversales  de  la  protuberancia. 

No  existe  mucha  claridad  entre  los  autores  en  lo  relativo  á  la  región 
de  los  pedúnculos  cerebrales;  porque  siendo  estos  factores  en  su  esencia 
un  sitio  de  paso  para  las  fíbras  que  van  desde  la  protuberancia  al  cere- 
bro, la  sustancia  gris^  que  en  ellos  existo,  ó  se  estudia  aisladamente  ó 
como  anexa  á  otra  región. 

Limitado  el  pedúnculo  cerebral  del  modo  que  acabo  de  decir,  en  su 
cara  inferior  se  ve  claramente  que  está  constituido  por  fíbras;  en  la  su- 
perior se  observan  los  tubérculos  cuadrigéminos,  de  los  cuales  se  hace 
un  estudio  aparte. 

Si  se  practica  un  corte  transversal  en  los  pedúnculos  (Fig.  49),  se 
observan  varias  regiones:  en  la  parte  inferior,  se  ve  una  zona  blanca  E, 
formada  por  el  corte  transversal  de  las  fíbras  longitudinales  de  la  cara 
inferior;  sobre  esta  zona  blanca  hay  una  capa  gris  D  fuertemente  pig- 
mentada, que  en  algunos  sitios  llega  á  tener  un  color  negro^  y  que  sepa- 
ra á  la  zona  anterior  de  otra  situada  más  arriba  y  constituida  también 
por  el  corte  transversal  de  las  fíbras  blancas  B,  si  bien  esta  región  no 
tiene  un  color  tan  decididamente  blanco  como  la  primera;  en  la  parte 
más  superior  y  como  formando  el  techo  del  pedúnculo  cerebral,  se  nota 
el  corte  de  los  tubérculos  cuadrigéminos  A  y  entre  ellos  el  acueducto  de 
SylvioC. 


(i)    Continaacion.-Vóanse  los  números  25, 26,  27,  28,  29,  30,  31, 82  y  33. 


302  ANATOSflA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

Se  ve,  pues,  que  el  pedúnculo  cerebral  tiene  tres  regiones  principa- 
les: una  inferior,  conocida  con  el  nombre  du  pisa  inferior  ó  pié  del  pe- 
dúnculo y  que  en  algunas  obras  se  comprende  esta  sola  región  con  el 
nombre  de  pedúnculo  cerebral;  otra  media,  llamada  piso  superior,  calata 
ó  segmentum  del  pedúnculo  y  que  atendiendo  solo  á  la  topografía  debie- 
ra llamarse  piso  media;  una  capa  de  sustancia  gris  separa  estas  dos  re- 
giones y  es  conocida  con  el  nombre  de  sustancia  de  Sommering;  final- 
mente, un  piso  superior  formado  por  los  tubérculos  cnadrigéminos. 


Slg.  49.-^orte  transversal  de  los  pedúnculos  cerebrales  al  Divel  de  los 
tub Arcólos  cuadrigeminos  posta riores. 


El  estudio  de  estas  distintas  partes  deberla,  por  lo  tanto,  incluirse 
en  el  de  los  pedúnculos  cerebrales,  sobre  todo  teniendo  en  cuenta  que, 
si  bien  los  tubérculos  cnadrigéminos  merecen  como  centros  un  estudio 
independiente,  la  sustancia  gris  de  Sommering,  aunque  menos  conoci- 
da, no  deja  también  de  ser  centro;  por  otra  parte,  en  la  región  de  la  ca- 
lóla ó  piso  medio,  existen  asimismo  núcleos  de  sustancia  gris  que,  co- 
mo  los  primeros,  merecerían  describirse  aisladamente.  Por  estas  razo- 
nes me  ocuparé  primero  de  los  hacecillos  de  Obras,  que  en  el  pedúnculo 
forman  región  aparte,  y  luego  de  las  distintas  agrupaciones  de  sustan- 
cia gris  existentes  en  esta  zona. 

Fibras  de  los  pedúnculos. — Piso  inferior  ó  pié  del  pedúnculo  cerebrcd. 
Constituido  por  fibras  blancas  longitudinales,  que  inferiormente  se  con- 
tinúan con  otras  partes,  de  las  cuales  hablaré  al  estudiar  la  protuberan- 
cia, y  teniendo  por  su  extremidad  superior  una  relación  íntima  con  la 
cápsula  interna,  pueden  dividirse  estas  fibras  en  tres  manojos  secunda- 
rios: interno,  medio  y  extemo. 

El  baz  de  fibras  del  pié  del  pedúnculo  continúa  agrupado,  sin  diso- 
ciarse, mientras  el  pedúnculo  cerebral  no  penetra  en  la  región  de  los  nú- 
cleos centrales;  al  llegar  á  este  Mtio,  se  ensanchan  á  manera  de  abanico 
con  un  borde  dirigido  hacia  adelante  y  otro  hacia  atrás,  una  cara  interna 
convexa  é  inclinada  arriba  y  otra  externa  cóncava  y  dirigida  bácia  aba- 
jo. Esta  dispersión  de  las  libras  del  pié  del  pedúnculo,  junto  con  otros 
grupos  de  fibras  sobrepuestas  á  las  primeras,  constituye  la  cápsula  in- 
terna. 

Las  fibras  del  manojo  interno  se  continúan  con  la  parte  de  cápsula 
interna  situada  por  delante  de  la  rodilla,  á  sea  con  su  segmento  anterior; 
las  del  medio  están  en  relación  con  los  dos  tercios  anteriores  de  su  seg- 
mento posterior,  y  el  externo  está  unido  con  el  tercio  posterior  del  mismo 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  303 

segmento.  De  esto  resulta,  que  las  fibras  internas  del  pié  del  pedúnculo 
se  hacen  interiores  en  la  cápsula  interna,  y  las  externas,  posteriores. 

La  continuidad  de  las  fibras  del  pié  del  pedúnculo  con  la  sustancia 
blanca  de  la  cápsula  interna  y  de  esta  con  la  del  centro  oval,  hizo  supo- 
ner á  los  anatómicos  antiguos  que  el  pedúnculo  cerebral  llegaba  sin  in- 
terrupción á  la  corteza  gris.  Pero  Kolliker  y  Luys,  con  estudios  detenidos 
y  finas  disecciones,  demostraron  el  error  de  esta  creencia  y  llegaron  á 
negar  la  existencia  de  fibras  directas  desde  los  pedúnculos  á  las  circun- 
voluciones. En  su  obra  de  1865,  pretende  demostrar  Luys  que  los  núcleos 
opto-éstriados  interrumpen  la  continuidad  de  todas  las  fibras,  y  que  á 
dichos  núcleos  van  á  terminar  todas  las  fibras  pedunculares;  en  su 
última  obra  (1881),  ha  modificado  algo  sus  creencias,  pero  continúa  sos- 
teniendo que  todo  hacecillo  de  fibras  es  interrumpido  antes  de  llegar  á 
la  corteza  cerebral  por  un  núcleo  de  sustancia  gris.  Kolliker  dice,  en  su 
obra  de  Histología,  que  una  de  las  más  interesantes  deducciones  de  sus 
estudios  sobre  el  sistema  nervioso  central,  es  haber  demostrado  que  to- 
das las  fibras  de  los  pedúnculos  cerebrales  terminan  en  los  cuerpos 
estriados  y  en  los  tálamos  ópticos.  Esta  creencia  ha  sido  adoptada  por 
muchos  autores,  especialmente  por  Wagner,  por  mas  que  sea  tan  exa- 
gerada como  la  de  los  autores  antiguos. 

Vulpian  habia  sospechado  la  existencia  de  fibras  directas  en  el  pió 
del  pedúnculo,  por  haber  observado  degeneraciones  descendentes  á  con- 
secuencia de  daños  en  las  circunvoluciones  de  los  lóbulos  anteriores;  y 
hoy  está  demostrado  que,  si  bien  gran  número  de  fibras  pedunculares 
terminan  en  los  ganglios  centrales,  existen  otras  que  atraviesan  sin  in- 
terrupción la  cápsula  interna  y  van  á  terminaren  las  circunvoluciones. 
De  las  primeras  volveré  á  ocuparme  cuando  estudie  los  núcleos  cen- 
trales. 

Un  anatómico  inglés,  Broadbent,  que  ha  hecho  en  nuestros  dias  estu- 
dios profundos  acerca  de  la  extructura  de  los  centros  nerviosos,  dice, 
con  tanta  concisión  como  claridad,  que  existe  gran  número  de  fibras  di- 
rectas desde  los  pedúnculos  á  las  circunvoluciones.  Henle,  fundado  en 
minuciosos  estudios  de  disección  y  disociación  de  fibras,  las  admite  tam- 
bién. Huguenin  considera  su  existencia  probable,  pero  no  demostrada; 
porque  si  bien  los  cortes  transversales  parecen  indicar  fibras,  que  no 
terminan  en  ninguno  de  los  ganglios  centrales,  esta  preparación  no  es 
suficientemente  demostrativa. 

No  es  lo  más  difícil  de  la  Anatomía  de  los  centros  nerviosos  el  con- 
vencerse de  la  existencia  de  fibras  directas:  si  se  pretende  llegar  á  esta 
demostración,  aislando  y  disociando  las  fibras  de  la  cápsula  interna,  se 
bace  sumamente  difícil,  y  otro  tanto  sucede  con  los  cortes  horizontales  y 
verticales,  porque  ambos  cortan  las  fibras  en  su  trayecto.  En  el  corte 
oblicuo,  que  antes  he  descrito  y  que  está  representado  en  la  fig.  46, 
aparecen  manifiestas  las  fibras  directas:  el  cerebro  está  endurecido  en 
una  disolución  nítrica  y  el  corte  debe  seguir  precisamente  la  misma 
dirección  oblicua  de  las  fibras,  con  lo  cual,  no  siendo  estas  cortadas  en 
todo  su  trayecto,  puede  observarse  su  continuidad,  ya  sea  á  simple 
vista,  ya  con  el  auxilio  de  una  lente.  No  siempre  se  logra  con  facilidad 
hacer  correr  el  filo  de  la  cuchilla  paralelamente  á  las  fibras,  por  lo  cual 


304  anatomía  de  i^os  centros  nerviosos. 

es  preciso  repetir  los  cortes  para  obtener  una  superficie  de  sección,  que, 
cuando  se  logra  en  buenas  condiciones,  no  deja  duda  acerca  de  la  existen- 
cia de  fíbras  directas.  Para  convencerme  de  que  mi  inclinación  auna 
creencia  determinada  no  me  hacia  ver  las  cosas  distintas  de  lo  que  eran, 
he  preguntado  más  de  una  vez  á  alumnos,  que  poco  ó  nada  sabían  de  ex- 
tructura  cerebral,  á  dónde  les  parecía  iban  á  terminar  las  fíbras  del  pe- 
dúnculo, y  me  han  contestado  que  algunas  de  ellas  podian  seguirse  hasta 
perderse  en  la  masa  blanca  de  los  hemisferios.  (Fig.  46,  I,  y  Fig.  50,  C.) 

Si  esta  demostración  anatómica  podia  aun  dejar  ciertas  dudas,  algu- 
nas observaciones  de  Anatomía  patológica  y  de  Fisiología  experimental 
bastarían  para  demostrar  la  existencia  de  fibras  directas.  Pero  para  esto 
importa  distinguir  los  dos  manojos  internos  del  pié  del  pedúnculo  del 
manojo  externo.  Dada  la  naturaleza  de  sus  funciones,  los  primeros  es- 
tán constituidos  por  fibras  centrifugas,  que  trasmiten  impresiones  mo- 
trices desde  la  corteza  cerebral  á  la  médula;  el  último  lo  componen  fíbras 
centrípetas,  que  conducen  al  cerebro  impresiones  sensitivas  y  su  de- 
mostración anatómica  es  mucho  más  sencilla,  siendo  admitida  su  exis- 
tencia por  muchos  que  dudan  ó  niegan  las  fibras  motoras  directas. 

Los  dos  manojos  internos,  ó  porción  motriz  del  pié  del  pedúnculo, 
en  su  trayecto  hasta  las  circunvolaciones,  pasan,  como  antes  he  dicho, 
por  el  segmento  anterior  de  la  cápsula  interna  y  por  los  dos  tercios  an- 
teriores del  segmento  posterior,  y  van  á  distribuirse  con  toda  probabili- 
dad en  las  circunvoluciones  de  los  lóbulos  frontal  y  parietal. 

Fritsch  é  Hitzig  han  obtenido  movimientos  parciales  por  la  excita- 
ción de  la  corteza  del  lóbulo  frontal  en  el  perro;  es  verdad  que  la  exci- 
tación podia  trasmitirse  también  al  través  de  una  célula  que  interrum- 
piese las  fibras;  pero  Gudden  ha  practicado  la  extirpación  de  determina- 
das porciones  de  la  corteza  cerebral,  y  como  consecuencia  ha  observado 
una  degeneración  secundaria,  que  extendiéndose  al  través  de  la  cápsula 
interna,  se  continuaba  por  los  pedúnculos  cerebrales.  Sabido  es  que  las 
degeneraciones  consecutivas  á  la  desaparición  de  un  centro  trófico,  se 
detienen  cuando  las  fibras  encuentran  en  su  trayecto  una  célula  con  la 
cual  entran  en  relación;  hasta  el  punto  donde  se  extiende  la  degenera- 
ción, las  fibras  nerviosas  son,  pues,  continuas.  Notnhagel,  Carville  y 
Duret,  Ferault  y  Pitres,  han  confirmado  con  sus  experimentos  los  resul- 
tados de  Gudden. 

Esto  seria  tan  solo  un  hecho  de  Anatomía  comparada,  que  podría 
hacer  presumir  su  existencia  en  el  hombre.  Antes  he  dicho  que  Vulpian 
habia  observado  degeneraciones  secundarias  análogas  á  las  que  subsi- 
guen á  las  lesiones  de  los  núcleos  estriados,  en  casos  de  daños  algo  ex- 
tensos de  regiones  del  centro  oval  vecinas  al  cuerpo  estriado,  y  por  otra 
parte,  Charcot  ha  ido  reuniendo,  durante  estos  últimos  15  años,  un  gran 
número  de  observaciones  de  reblandecimiento  cerebral  isquémico,  y  ha 
podido  deducir  que,  siempre  que  dicha  lesión  tenía  su  asiento  en  las  cir- 
cunvoluciones parietal  ó  frontal  ascendentes  ó  en  ambas  á  la  vez,  si  era 
bastante  profunda  y  extensa,  se  encontraban  esclerosis  consecutivas  al 
través  de  la  cápsula  interna  y  del  pié  del  pedúnculo,  entendiéndose  que 
en  estos  casos  estaban  sanos  los  núcleos  centrales. 

Queda,  por  consiguiente,  demostrada  la  existencia  de  fibras  directas 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  ÑEBVIOSOB.  305 

centrifugas  6  molrices  que,  naciendo  de  las  circunvoluciones  anterio- 
res, pasan  sin  interrumpirse  por  los  dos  tercios  anteriores  de  la  cápsu- 
la  interna  y  se  continúan  directamente  con  los  dos  manojos  internos  del 
pié  del  pedúnculo. 

El  manojo  externo,  centrípeto  ó  sensitivo,  del  pié  del  pedúnculo,  es 
de  macha  más  fácil  demostración.  Meynert  lo  habia  descrito  perfecta- 
mente en  el  cerebro  del  mono,  y  Huguenin  y  muchos  otros  autores  lo  han 
comprobado  en  el  hombre.  Su  observación  es  sencilla,  pues  basta  levan  - 
tar,  como  dice  Huguenin,  el  tálamo  óptico  y  los  ganglios  geniculados. 

Desde  la  parte  externa  del  pié  del  pedúnculo,  va  este  manojo  al  ter- 
cio posterior  del  segmento  posterior  de  la  cápsula  interna,  en  donde  se 


Tíg.  BO.— Corte  oblicuo  de  loa  hemlsierloB  pasando 
por  la  reglón  rol&ndlca. 


A  Núcleo  c 

a  bóveda. 

licular.-B  T 

lamo  éptlco.—  F  ProlongíCion  d 

1  nüoiBO  c 

(Com  pírese  c 

n  al  corte  aoierior  i  este  reprea 

enUdO  «D 

CCdpBula  tnlern».— DNilEleo  len- 
udal.—  G  SuttancU  de  SoiDiiiering. 
1  flg.  48.) 


refleja  para  dirigirse  al  lóbulo  occipital.  Algunas  fibras  prolongan  la  cáp- 
sula interna  hacia  la  extremidad  posterior  del  núcleo  lenticular,  en  don- 
de se  reflejan  también  hacia  atrás.  En  el  corte  representado  en  la  figura 
50  se  ven,  entre  ta  parte  inferior  del  núcleo  lenticular  D  y  la  prolonga- 


306  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

cion  del  núcleo  caudal  F,  fibras  transversales,  procedentes  también  del 
pié  del  pedúnculo  y  al  parecer  de  su  manojo  externo,  no  señaladas  por 
los  autores,  pero  cuya  existencia  se  ve  palpablemente  en  algunos  cortes 
de  cerebro  indurados  en  ácido  nítrico,  las  que  van  á  distrubirse  al  ló- 
bulo esfenoidal;  estas  fibras  quizás  confirmarían  anatómicainente  la  ex- 
tensión que  da  Ballet  á  la  zona  sensitiva. 

Las  fibras  del  manojo  externo  se  distribuyen,  según  Ballet,  en  los  ló- 
bulos parietal,  esfenoidal  y  occipital,  pero  particularmente  en  este 
último,  y  para  ello  divergen  alrededor  de  la  extremidad  posterior  del 
núcleo  lenticular. 

Acerca  de  las  funciones  sensitivas  de  este  manojo,  que  ya  Meynert 
había  sospechado,  no  queda  duda  alguna  después  de  las  observaciones 
clínicas  de  Turck,  Jackson,  Ballet,  Gharcot,  etc.,  y  de  los  experimentos 
primero  de  Veyssiere,  y  después  y  especialmente  de  Garville  y  Duret. 

£1  paso  de  las  fibras  del  pié  del  pedúnculo  al  través  de  la  cápsula  in- 
terna, hace  que  esta  quede  dividida  en  dos  porciones:  una  anterior  ó 
motora  y  otra  posterior  ó  sensitiva,  sobre  lo  cual  insistiré  al  hablar  en 
conjunto  de  la  constitución  de  dicha  cápsula. 

Piso  superior  ó  calota  del  pedúnculo  cerebral. — Está  situado  sobre  el 
anterior,  del  cual  le  separa  el  lacus  niger  de  Sommering;  es  mucho  me- 
nos conocido  en  su  modo  de  ser  que  el  piso  inferior. 

Así  como  en  el  pié  del  pedúnculo  no  se  encuentra  sustancia  gris  en- 
tremezclada, en  la  calota  existen  algunos  grupos  de  células,  que  acaban 
de  complicar  la  región. 

La  parte  esencial  del  piso  superior  está  también  formada  por  fibras 
extendidas  desde  la  protuberancia  al  cerebro.  En  un  corte  transversal  de 
la  región  (fig.  49),  se  observa  un  manojo  redondeado  y  algo  aplanado, 
constituido  por  fibras  que  atraviesan  longitudinalmente  el  piso  superior 
del  pedúnculo  y  que  son  la  prolongación  de  los  pedúnculos  cerebelosos 
superiores  (B).  Bien  en  cortes  trasversales,  bien  en  cerebros  endureci- 
dos en  el  alcohol,  es  fácil  observar  estos  hacecillos.  Guando  la  indura- 
ción en  el  alcohol  se  logra  en  cierto  grado,  que  no  es  fácil  determinar, 
puede  aislarse  el  pedúnculo  cerebeloso  superior  al  través  de  la  calota, 
en  donde  corre  mezclado  con  otros  hacecillos  de  fibras  que  se  penetran 
mutuamente.  Pero  aun  así,  puede  verse  que  en  cuanto  el  pedúnculo  ce* 
rebeloso  superior  se  introduce  por  debajo  de  los  tubérculos  cuadrigé- 
minos,  se  entrecruzan  el  de  un  lado  con  el  del  lado  opuesto,  y  al  salir  de 
debajo  de  los  dichos  tubérculos  el  derecho  es  izquierdo  y  viceversa.  Si 
la  preparación  está  en  buenas  condiciones,  pueden  seguirse  los  pedún- 
culos cerebelosos  hasta  llegar  á  la  cápsula  interna,  al  través  de  la  cual  y 
sin  entrar  en  comunicación  con  los  núcleos  centrales,  se  dirigen  á  la  co- 
rona radiante  y  centro  oval,  sin  que  se  conozca  el  sitio  de  la  corteza  en 
que  van  á  distribuirse.  Antes  de  penetrar  en  la  cápsula  interna,  se  en- 
cuentra interpuesto  en  su  trayecto  un  núcleo  de  sustancia  gris  del 
volumen  de  una  pequeña  avellana,  conocido  con  el  nombre  de  cuerpo 
rojo  de  Stüling^  del  cual  hablaré  más  adelante. 

Más  de  una  vez  he  logrado  con  facilidad  observar  estos  detalles  rela- 
tivos al  hacecillo  del  pedúnculo  cerebeloso;  empero,  por  lo  que  hace 
referencia  á  los  demás  numerosos  hacecillos  que  corren  por  la  calota  al 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  307 

lado  del  anterior,  existe  gran  confusión,  y  como  quiera  que  muchos  ana- 
tómicos creen  que  van  á  terminar  al  tálamo  óptico,  no  hago  más  que 
señalarlos  aquí  como  órganos  de  paso,  para  hablar  otras  vez  de  ellos  al 
estudiar  los  núcleos  centrales.  Las  conexiones  que  estos  hacecillos  tienen 
con  la  protuberancia  las  estudiaré  al  tratar  de  este  órgano. 

Sustancia  gris  de  los  pedúnculos. — Varios  grupos  de  sustancia  gris, 
interpuestos  entre  los  hacecillos  de  ñbras,  se  encuentran  en  el  espe  - 
sor  del  pedúnculo  cerebral:  unos,  poco  conocidos  en  su  extructura  y 
menos  en  sus  funciones;  otros  de  importancia  suma  en  Fisiología  y  Pa- 
tología. 

En  el  espesor  de  la  caleta  existen  los  dos  núcleos  de  origen  de  los 
nervios  motor  ocular  común  y  patético,  de  los  cuales  no  me  ocuparé 
ahora,  porque  más  adelante  describiré,  en  un  estudio  de  conjunto,  el 
origen  real  de  los  nervios  craneales. 

Prescindiendo  de  estos  núcleos,  existen  en  el  pedúnculo  cerebral  el 
locus  niger  de  Sommering,  los  núcleos  rojos  de  Stilling,  el  corpus  L^ysii 
y  los  tubérculos  cuadrigéminos. 

Luys  ha  reunido  los  tres  primeros  en  un  solo  grupo  y,  añadiéndoles, 
la  sustancia  gris  de  la  protuberancia,  ha  formado  el  grupo  de  los  gan- 
glios sub-ópticos,  cuya  representación  seria  análoga  á  la  del  tálamo  óp- 
tico y  servirían  como  este  de  punto  de  llegada  de  las  fibras  convergen- 
tes inferiores.  Prescindiré  de  esta  agrupación  de  Luys,  fundada  en  sus 
recientes  investigaciones,  que  aun  no  ha  dado  á  conocer  de  una  manera 
extensa,  porque  es  poco  conocida  ía  extructura  de  estas  regiones  para 
sistematizar  con  tanta  exactitud,  y  solo  me  detendré  en  el  estudio  de  los 
tubérculos  cuadrigéminos,  cuya  importancia  está  hoy  demostrada,  pa- 
sando muy  ligeramente  sobre  los  demás. 

Sitstancia  gris  de  Sommenngr.— Situada  entre  el  piso  inferior  y  el  su- 
perior del  pedúnculo  cerebral,  sirve  de  separación  entre  ambos  y  forma 
una  capa  que  se  hace  visible  á  los  lados  del  pedúnculo.  Su  color  es  muy 
oscuro;  está  formada  por  células  nerviosas  muy  pigmentadas,  de  volumen 
variable.  De  esta  red  sale,  según  Meynert  y  Luys,  un  hacecillo  de  fibras 
que  se  junta  á  los  del  pié  del  pedúnculo  para  ir  á  la  cápsula  interna. 
Probablemente  recibe  también  fibras  procedentes  de  la  médula.  En  un 
caso  de  delirio  crónico  parcial,  ha  encontrado  Luys  una  decoloración 
completa  de  esta  sustancia  en  un  lado,  único  dato  recogido  sobre  su 
destino  fisiológico. 

Núcleo  rojo  de  Stilling.  Llamado  por  Luys  oliva  superior,  es  una  ma- 
sa de  sustancia  gris,  situada  en  la  caleta,  casi  en  el  seno  formado  entre 
el  pedúnculo  y  el  tálamo  óptico.  Recibe  casi  todas  las  fibras  del  pedún- 
culo cerebeloso  superior,  el  cual,  al  salir  de  este  núcleo,  tiene  mayor 
contingente  de  fibras,  nacidas  probablemente  en  el  seno  del  mismo.  Es- 
tá constituido  por  células  de  volumen  variable,  cuyas  conexiones  con  las 
fibras  son  desconocidas.  Se  ignoran  completamente  sus  funciones. 

Corpus  Luysii.  Nombre  dado  por  Forel  á  un  grupo  fusiforme  de  sus- 
tancia gris,  situado  al  lado  y  por  fuera  del  anterior,  que  Luys  describió 
el  primero  con  el  nombre  de  vendolete  accesorio  del  núcleo  rojo.  Está 
constituido  por  células,  que  reciben  fibras  del  pedúnculo  cerebeloso  su- 


308  anatomía  de  los  centbos  nerviosos. 

períor  y  de  la  protuberancia,  y  dan  origen  á  otras  q'ie  van  i  la  cápsula 
interna. 

Tubérculos  cuadrigéminos.  En  número  de  cuatro,  dos  á  cada  lado  (fi- 
gura 17),  están  situados  sobre  la  calóla,  formando  el  verdadero  piso 


Fi?.  51.— TuDércalos  caadrigéminoa. 

a  Hoja  saperflclBl  da  La  cinU  de  Hall.— 6  Hojaprolundi 
—d  Brazo  dul  Lubérculo  posterior.— Z  Llosa  que  indica  el 
capaAptlcu, 

superior  de  los  pedúnculos  cerebrales,  á  los  cuales  cubren  á  manera  de 
techo.  Los  dos  anteriores  fueron  llamados  eminencias  nales,  y  los  poste- 
riores testes.  Katán  separados  los  anteriores  de  la  parte  posterior  del  tá- 
lamo óptico  por  un  surco,  y  los  posteriores  dan  paso  por  su  parle  infe- 
rior á  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores;  un  surco  crucial  separa 
unos  de  otros.  Son  redondeados,  hemisféricos  y  cubiertos  por  una  capa 
de  sustancia  blanca. 

Como  arrancando  de  estos  tubérculos,  se  ven  salir  de  cada  uno  de 
ellos  unos  cordones  poco  pronunciados,  que  se  dirigen  hacia  adelante  y 
algo  hacia  fuera  G  D,  llamados  firazos  de  los  tubérculos  cuadrigéminos, 
que  se  introducán  debajo  del  tálamo  óptico. 

Los  brazos  de  los  tubérculos  cuadrigéminos  están  formados  por  fi- 
bras, que  en  su  mayoría  penetran  debajo  del  tálamo  óptico,  para  formar 
parte,  sin  inturrupcion  en  su  trayecto,  de  la  cápsula  interna  y  distri- 
buirse en  la  corteza  cerebral  en  sitios  sospechados,  pero  no  conocidos. 

No  todas  las  fibras  de  los  brazos  de  los  tubérculos  cuadrigéminos 
van  directamente  á  la  cápsula  interna:  de  los  anteriores,  van  algunas 
ñbras  al  ganglio  genicuiado  interno  del  tálamo  óptico,  y  probablemente 
otras,  procedentes  del  posterior,  entran  en  relación  con  el  ganglio  geni- 
culado externo.  Al  estudiar  el  tálamo  óptico  trataré  del  estado  de  esta 
cuestión. 

Cada  uno  de  estos  brazos,  al  llegar  sobre  su  tubérculo  correspondien- 
te,  divide  sus  ñbras  en  dos  partes:  unas  que  pasan  sobre  tubérculo,  for- 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  309 

mando  la  zona  blanca  que  les  cubre,  y  otras,  que  penetran  en  la  sustancia 
gris  del  mismo  para  reunirse  otra  vez,  después  de  atravesado  el  gan- 
glio. En  seguida  (fíg.  50)  los  hacecillos  procedentes  de  los  brazos  ante- 
riores se  entrecruzan  en  la  línea  media,  lo  mismo  que  los  de  los  poste- 
riores, y  van  á  continuarse,  aquellos  con  la  hojilla  superficial  déla  cinta 
de  Reil  B,  y  éstas  con  la  profunda  A.  La  cinta  de  Reil,  asi  constituida, 
rodea  al  pedúnculo  cerebeloso  superior,  introduciéndose  en  la  protu- 
berancia por  debajo  de  él.  Esta  cinta  se  ve  en  parte  á  los  lados  de  los 
pedúnculos  cerebrales,  como  naciendo  en  las  partes  laterales  y  por  de- 
bajo de  los  tubérculos  cuadrigéminos,  pero  su  estudio  corresponde  á  la 
protuberancia. 

Existen  además  en  esta  región  otras  fibras,  cuyo  trayecto  es  poco  co- 
nocido, pero  que  también  parecen  entrecruzarse  y  extenderse  entre  tu- 
bérculo y  tubérculo;  y  según  Duval,  algunas  fibras  las  pondrían  en 
comunicación  con  el  núcleo  sensitivo  del  trigémino,  y  según  Meynert, 
habria  otras  destinadas  al  motor  ocular  común  y  al  patético. 

En  su  interior,  los  tubérculos  cuadrigéminos  están  formados  por  sus- 
tancia gris.  En  los  anteriores  esta  sustancia  gris  ofrece  una  forma  len- 
ticular y  no  está  bien  limitada,  difundiéndose  algo  por  las  partes  veci- 
nas; en  los  posteriores,  tienen  una  forma  parecida  y  está  mejor  limitada. 
En  ambos,  tienen  por  su  cara  superficial  las  fibras  del  brazo  correspon- 
diente como  limite,  y  por  su  cara  profunda,  las  fibras  del  brazo  de  su 
congénere  después  del  entrecruzamiento  (fig.  M). 

Las  células,  que  constituyen  esta  sustancia  gris,  han  sido  bien  estu- 
diadas por  Meynert,  quien  las  divide  en  tres  clases:  pequeñas  células 
multipolares,  que  se  encuentran  por  igual  en  todos  los  tubérculos  cua- 
drigéminos; grandes  células  multipolares,  que  abundan  especialmente 
en  las  capas  profundas  de  los  tubérculos  anteriores;  gruesas  células 
fusiformes,  exclusivas  á  los  tubérculos  anteriores  y  situadas  por  debaio 
de  las  precedentes,  consideradas  por  dicho  autor  en  relación  con  los 
núcleos  de  origen  del  ocular  común  y  del  patético,  y  siendo  por  consi- 
guiente la  via  de  los  actos  reflejos  motores,  que  tienen  lugar  en  el  ojo 
por  las  impresiones  de  la  retina. 

Las  relaciones,  que  las  prolongaciones  y  ramificaciones  de  estas  cé- 
lulas puedan  tener  entre  si  y  con  las  fibras  de  la  región,  no  son  conO' 
cidas. 

Respecto  á  la  importancia  funcional  de  los  tubérculos  cuadrigéminos, 
fisiólogos  y  patólogos  están  acordes  en  concedérsela,  aunque  reina  entre 
las  apreciaciones  de  cada  autor  la  más  completa  confusión,  quedando  las 
funciones  de  estos  órganos  hoy  por  hoy  muy  oscuras.  Huguenin  los  con- 
sidera como  ganglios  ópticos,  destinados  á  funciones  reflejas:  Flourens 
como  centros  de  la  visión:  Adamük,  Beaunis  y  otros,  como  centros  de 
los  movimientos  de  los  ojos;  en  los  movimientos  pupilares,  en  los  de  la 
cabeza  y  de  los  miembros  y  en  ciertas  funciones  sensitivas,  tendrían 
también  intervención  los  tubérculos  cuadrigéminos.  En  resumen,  se 
sabe  que  es  compleja  la  Fisiología  de  estos  centros  y  que  representan 
un  gran  papel  en  las  funciones  del  aparato  visual. 

(Continuará,) 


310  ÁCIDO  8ALICÍUC0  Y  SUS  SALES. 

CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SALICILICO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  sallcilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reomatlsino  (i), 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Módico  de  la  Casa  dé  Lactancia  y  CasiJHíuna  de  Barcelona. 


Afecciones  de  la  boca:  difteria. — En  la  difteria,  lo  mismo  que  en 
varias  otras  afecciones  de  la  boca,  los  resultados  obtenidos  son  mucho 
más  notables  que  en  las  intermitentes  de  origen  palúdico.  Este  medi- 
camento destruye  f^lcilmente  las  falsas  membranas  adheridas  ai  fon- 
do de  la  boca,  á  la  laringe  y  á  la  faringe  y  tomado  al  interior  rebaja 
notablemente  la  fiebre,  puesto  que  esta  ,es  una  afección  con  síntomas 
generales. 

Se  citan  un  gran  número  de  casos  curados  con  esta  medicación,  ad- 
ministrando el  salicilato  de  sosa  al  interior  y  en  gargarismos  á  la  dosis 
de  1  y  2  gramos  en  las  24  horas.  He  tratado  dos  casos  de  difteria,  el  uno 
de  mucha  intensidad  y  el  otro  de  poca,  y  si  bien  no  disminuyó  la  dura- 
ción de  la  enfermedad,  sin  embargo,  llegaron  ambos  á  feliz  término  sin 
ulteriores  consecuencias. 

Respecto  á  las  demás  afecciones  de  la  boca,  como  el  muguet,  la  es- 
tomatitis, etc.,  puedo  decir  que  hoy  no  uso  otro  medicamento,  particu- 
larmente en  la  primera  de  estas  afecciones.  En  cuanto  al  muguet,  que 
tanto  se  trata  por  medio  del  bórax  y  rodomiel,  ofrece  el  salicilato  de  so- 
sa mayores  ventajas  que  la  medicación  anterior,  pues  por  el  solo  hecho 
de  ser  este  cuerpo  tan  soluble  en  el  agua,  hace  que  no  repugne  tanto  el 
tomarlo  como  el  bórax  mezclado  con  el  rodomiel.  Para  tratar  el  muguet 
con  dicho  medicamento  uso  la  siguiente  fórmula,  cuyos  resultados  han 
sido  siempre  muy  satisfactorios: 

Agua 100  gramos. 

Salicilato  de  sosa 3        » 

Jarabe  de  quina 20        » 

De  esta  manera,  el  muguet  desaparece,  en  la  generalidad  de  los  casos, 
con  mayor  rapidez  que  con  el  biborato  sódico. 

En  las  inflamaciones  catarrales  de  la  mucosa  bucal  son  también  muy 
notables  sus  efectos  por  medio  de  buches  un  poco  cargados  del  mismo 
medicamento,  desapareciendo  perfectamente  la  inflamación,  tan  bien, 
ó  mejor  si  cabe,  que  con  cualquier  otro  medicamento. 

£1  ácido  salicilico  es  recomendado  por  Mr.  Kolbe  como  un  excelente 
agente  higiénico  para  la  boca,  sea  mezclado  á  los  polvos  dentífricos,  sea 
introducido  en  las  diversas  soluciones  con  las  cuales  hay  costumbre  de 
limpiar  la  boca,  conservando  en  ella  la  frescura  y  quitando  todo  olor 
desagradable.  En  solución  alcohólica,  aromatizada  con  la  esencia  de 
Gualteria  procumhens^  el  ácido  salicilico  sólido  encuentra  realmente  un 
lógico  empleo  en  los  polvos  dentífricos. 


(1)   Continuación.- Véanse  los  números  ^,  26,  27, 28, 29, 80, 31, 32  y  33. 


ÁCiDO  SALICÍLIGO  Y  SUS  SALES.  311 

El  tratamiento  de  la  difteria  por  el  ácido  salicilico  ha  dado  igual- 
mente felices  resultados  al  Dr.  Luchwíg  Letrarich,  usándolo  localmente 
para  destruir  las  bacterias  y  los  productos  vivientes  del  exudado  dif- 
térico, y  al  interior  para  combatir  la  infección  general  á  la  dosis  de  15 
á  30  centigramos  en  las  24  horas. 

Sudor  de  los  pies.— El  ácido  salicilico  ha  sido  empleado  en  polvo  ó 
en  solución  contra  el  sudor  de  los  pies;  mezclado  al  talco,  al  jabón  y  al 
almidón  dá  una  agilidad  á  los  pies  que  hace  la  marcha  menos  fatigosa. 
Usado  de  este  modo,  previene  dicho  sudor  sin  poner  obstáculo  á  ]a  se- 
creción moderada  del  mismo,  oponiéndose  á  su  descomposición  y  á  la  de 
los  productos  epidérmicos. 

Enfermedades  purulentas  é  infecciosas. — En  el  hospital  de  Pensyl- 
vania  (Filadelña),  el  Dr.  Da  Costa  dio  una  notable  lección  á  sus  discípu- 
los sobre  un  caso  de  gangrena  pulmonar  y  los  resultados  del  ácido  sali- 
cilico en  esta  afección.  Uno  de  los  síntomas  más  notables  de  ella  es  la 
fetidez  peculiar  del  aire  expirado  y  de  la  expectoración,  bastante  desa- 
gradable para  hacer  desistir  á  algunos  médicos  del  examen  físico  del 
pulmón.  El  Dr.  Da  Costa  determinó  emplear  el  ácido  salicilico  ala  do- 
sis de  25  centigramos,  disueltos  en  15  gramos  de  agua  por  medio  de 
3  gramos  de  glicerina,  para  tomar  tres  veces  al  dia,  con  el  objeto  de  pu- 
rificar la  expiración  y  modificar  la  expectoración. 

Empleó  también  el  ácido  salicilico  por  vez  primera  como  desinfec- 
tante con  el  mejor  resultado,  en  una  mujer  afectada  de  un  desorden  gás- 
trico con  fetidez  del  aliento,  habiendo  obtenido  también  los  mismos 
efectos  en  las  indigestiones,  en  las  bronquitis  fétidas,  abscesos  y  cáncer 
del  pulmón,  modificando  el  aire  expirado  y  corrigiendo  el  carácter  pú- 
trido de  la  expectoración  (1). 

Como  agente  desinfectante  médico,  es  preferible  al  ácido  fénico  y 
Kolbe  lo  administra  con  buen  resultado  en  los  casos  de  fiebres  eruptivas 
y  enfermedades  infecciosas  de  la  sangre,  como  la  escarlatina,  saram- 
pión, viruela,  disenteria,  sífilis,  etc.  El  Dr.  D.  Carlos  Ronquillo  obtuvo 
la  curación  de  una  escarlatina  maligna  con  el  empleo  del  salicilato  só- 
dico. Bult  lo  administra  en  la  erisipela,  etc  ,  etc. 

Ehstein  lo  ha  empleado  con  éxito,  según  dice,  en  la  diabetes  sacarina 
y  Wagner  lo  recomienda  en  todas  las  afecciones  del  estómago  y  del  tubo 
digestivo,  con  fermentación  anormal  de  las  materias  contenidas  en  es- 
tos órganos. 

En  el  hospital  de  Bresne  se  sirven  constantemente  de  una  solución 
estable  de  una  parte  de  ácido  salicilico  en  20á  30  de  glicerina  y  300  á 
400  de  agua  caliente. 

Oftalmías  reumáticas.  —  El  Dr.  Abadie,  considerando  que  un  gran 
número  de  afecciones  del  ojo  son  debidas  al  reumatismo,  en  sus  leccio- 
nes de  clínica  oftalmológica,  refiere  que  ha  conseguido  buenos  resultados 
con  la  administración  del  salicilato  de  sosa  á  sus  enfermos. — Dice  que  los 
mejores  resultados  los  ha  obtenido  en  las  iritis  reumáticas,  en  aquellas 
cuyo  iris  estaba  deformado  y  la  agudeza  visual  disminuida. — Refiere  dos 
casos  de  esclorititis  ligera,  pero  tenaz,  y  de  esclerotitis  grave  en  las  que 


(1)    Anales  de  Cienciaa  médicaSf  tomo  1.^  pág.  306.— ifoclrid. 


31 2  REVISTA  DE  ENFERMEDADES  DE  LOS  NIÑOS, 

dio  buen  resultado  el  salícilato  de  sosa.— Dice  que  en  las  manifestacio- 
nes oculares  del  reumatismo  crónico,  las  dosis  no  han  de  ser  tan  eleva- 
das como  en  este,  empezando  por  dar  2  gramos  al  dia  y  si  es  bien  tole- 
rado aumenta  sucesivamente  la  dosis  hasta  llegar  á;4  ó  5  gramos,  siendo 
rara  vez  necesario  aumentar  esta  dosis  si  el  medicamento  ha  de  obrar 
de  una  manera  favorable.  Dice  que,  de  este  modo,  no  provoca  ningún 
síntoma  sensible;  pero  que  si  determina  cefalalgia,  zumbidos  de  oidos, 
sordera  y  alteraciones  en  las  vias  digestivas,  no  hay  que  esperar  que  dé 
buenos  resultados.  En  las  manifestaciones  reumáticas  crónicas,  cuyo 
tratamiento  ha  de  ser  largo,  durante  algunos  meses,  es  bueno  dejar  des- 
cansar al  enfermo  durante  algún  tiempo,  cuando  menos  ocho  dias. 

Finalmente,  el  salicilato  de  sosa  ha  sido  empleado  en  otras  muchas 
afecciones,  como  en  la  diabetes,  cistitis,  blenorragias  y  otras  enferme- 
dades de  las  vias  urinarias,  afecciones  puerperales,  afecciones  de  las 
vias  respiratorias,  diversas  afecciones  cerebrales,  etc. 

(Continuará.) 

REVISTA  DE  ENFERMEDADES  DE  LOS  NIÑOS 
POR  Doña  Martina  Gastells  Ballespí 

Licenciada  en  Medicina  y  Cirugía. 

Afeooiones  espasmódicas.— TVotamieuío  por  la  compresión  de  la  caró- 
tida.— De  igual  manera  que  se  ha  conseguido  en  varias  ocasiones  la  de- 
saparición en  adultos  de  una  neuralgia  facial  (Listón),  de  un  ataque  de 
asma  (Genty),   de  uno   de  epilepsia  (Reimez),  de  catalepsia  y  con- 
vulsiones histéricas  (Parry),   por  medio  de  la  compresión  de  una  ó 
de  las  dos  carótidas,  y  aun  en  algún  caso  se  ha  llegado  á  practicar  la  li« 
gadura  de  una  de  ellas  para  llenar  un  fin  terapéutico  (Brown,  Mac-cle- 
Uon,  Parker),  aconseja  el  Dr.  E.  Gavoy  este  medio  (Journal  de  Medecine 
et  de  Chirurgie)  como  seguro  para  cortar  en  los  niños  los  accesos  de  tos 
en  la  coqueluche  y  demás  paroxismos  de  sofocación. — Según  dicho  prác- 
tico, basta  al  efecto  sostener  con  una  mano  la  cabeza  calda  hacia 
delante,  mientras  con  la  pulpa  del  dedo  medio  de  la  otra  se  comprime 
la  carótida  por  encima  del  ángulo  inferior  de  la  mandíbula,  evitando  la 
yugular. — El  acceso  cede  muy  luego,  y  cuantas  veces  repita,  puede  cor- 
tarse del  mismo  modo. 

Para  explicar  el  mecanismo  de  este  resultado,  no  recurre  á  la  opi- 
nión de  que  es  comprimido  el  nervio  laríngeo  inferior  ó  el  pneumogás- 
trico;  cree  que  el  efecto  se  obtiene  por  la  modificación  brusca,  por  is- 
quemia, de  la  inervación  del  mesocéfalo. 

»^  ^  Importante  es  el  medio  y  de  fácil  práctica,  sobre  todo  en  los  casos  en 
que,  atacados  por  accesos  espasmódicos  niños  de  corta  edad  y  poca  re- 
sistencia, solo  muy  difícilmente  puede  recurrirse  al  empleo  de  otros 
agentes  terapéuticos,  todos  de  acción  más  lenta  que  el  expresado. 


REVISTA  DE  ENFERMEDADES  DE  LOS  NIÑOS.  313 

£1  Barampion  en  Barcelona.— Aun  cuando  entiendo  no  está  esta  epi- 
demia tan  completamente  terminada  como  fuera  de  desear,  diré  de  ella, 
ya  que  la  considero  en  un  período  de  descenso  manifiesto,  que  ha  sido 
por  muchos  conceptos  interesante  la  historia  cientifíca  del  sarampión, 
que  desde  Octubre  viene  reinando.— La  enfermedad,  que  sin  duda  hu- 
biera podido  aislarse  desde  el  principio  en  gran  parte,  si  se  hubiesen  to- 
mado las  debidas  prevenciones,  aconsejadas,  si  bien  con  algún  retraso, 
en  forma  de  instrucción  popular  por  la  Junta  local  de  Sanidad  y  en  re- 
sumen científico  por  una  Comisión  de  la  Academia  Médico-Farmacéuti- 
ca, ha  revestido  caracteres  muy  diversos  y  ha  ocasionado  proporcional- 
mente  gran  número  de  victimas,  alguna  de  las  que  contaba  con  edad 
relativamente  poco  apropósito  para  la  dolencia. — ^Sobre  todo  durante  el 
primer  período  de  la  epidemia  y  durante  el  de  ascenso,  fué  cuando  pre- 
sentó mayor  variedad  de  formas  clínicas  y  estados  de  complicación;  las 
primeras  pudieran  en  algún  caso  caracterizarse  de  tifoideas  en  todas  sus 
fases;  los  segundos,  de  alteraciones  correspondientes  al  proceso  in ñama- 
torio. — ^Ya  en  el  período  de  estado,  comenzaron  aquellas  á  decrecer  en 
intensidad  y  en  el  período  de  descenso,  en  que  considero  nos  encontra- 
mos aun  hoy,  esas  formas  van  siendo  más  raras,  á  la  vez  que  siguen 
más  francamente  su  curso  normal  los  nuevamente  afectados,  que  desde 
luego  son  también  menos  en  número,  á  pesar  de  los  grandes  focos  en 
que  á  la  sazón  se  desarrolla  (Inclusa,  cuarteles). 

No  me  he  propuesto  hacer  la  historia  de  la  epidemia  de  que  me  ocu- 
po,'pero  sí  deseo  no  se  borre  fácilmente  su  recuerdo,  con  lo  cual  tal 
vez  se  tendrán  más  en'^cuenta,  que  hasta  aquí,  las  circunstancias  que 
concurren  á  esos  continuados  diezmos  do  la  niñez,  que  tiene  derecho  á 
toda  la  protección,  y  que  en  el  dia  apenas  la  recibe  de  las  Autoridades 
administrativas.  Fuerza  me  es  consignar  que  dependo  ello  de  la  falta 
continua  de  observancia  en  los  preceptos  higiénicos;  y  si  estos  no  se 
cumplen  en  cuanto  al  público  atañen,  poco  puede  esperarse  de  la  ini- 
ciativa particular,  que  para  el  caso  ha  de  encontrar  muchas  dificulta- 
des. Al  fin,  tratándose  de  los  que  pudiendo,  no  quieren  evitarlo,  el  mal 
puede  considerarse  menor;  pero  como  la  higiene  protejo  á  todos,  su 
inobservancia  á  todos  daña  y  más  que  A  otros  á  los  niños.  ¡Pobres  ni- 
ños! Pagan  un  tributo  crecido  por  hechos  en  que  no  intervienen  siquie- 
ra; respiran  una  atmósfera  mefítica  y  pestilente,  porque  ante  el  interés 
no  se  respeta  la  higiene;  y  á  pesar  de  .¿ue  está  todo  el  mundo  convenci- 
do de  que  la  robustez  del  niño  ha  de  ser  muy  luego  base  de  felicidad 
para  la  familia  y  para  la  patria,  se  le  vé  abandonado  al  azar,  en  su  sa- 
lud, cuando  no  ocurre,—  que  en  moda  se  va  poniendo,  para  mejor  excitar 
los  sentimientos  de  la  caridad,  ó  por  necesidad  verdadera — que  se  le 
dedica  al  pordioseo  en  altas  horas  de  la  noche  ó  se  le  condena  á  trabajos 
muy  superiores  á  sus  fuerzas. — ^¿En  qué  estado  alcnnzará»  á  ver,  si  lle- 
gan á  hombres,  la  degeneración  de  la  familia  y  de  la  patria?...  ¡Pobres 
niños! 

Reumatismo  articular  agudo  de  la  iníancia.— En  el  hospital  de  A  bor- 
deen se  ha  observado  un  caso  en  unniño  de  nueve  meses  {The pratitioner), 
que  presentaba  fiebre  intensa  hacia  cuatro  ó  cinco  días,  gritaba  mucho 


314  BEVISTA  DE  ENFERMEDADES  DE  LOS  NIÑOS. 

por  las  noches  y  parecía  tener  vehemente  dolor  en  las  rodillas  y  tobillos, 
Creyóse  primero  que  se  trataba  de  algún  traumatismo,  más  por  los  an- 
tecedentes se  supo  luego  que  la  enfermedad  había  principiado  por  una 
hinchazón  poco  notable  de  la  mano  y  pulgar  derechos,  hinchazón  que 
desapareció  rápidamente,  y  sin  que  la  madre  sospechara  la  relación  que 
pudiera  tener  este  afecto  con  el  de  la  rodilla  izquierda,  priraera  que  ha* 
bia  llamado  su  atención. 

Reconocida  la  enfermedad  y  fijado  el  diagnóstico,  se  le  administraron 
0M5  gramos  de  salicina  tres  veces  al  día  y  gradualmente  fué  reponien* 
dose  el  enCarmito  {L'  esoalpel.).  Es  de  creer  que  una  observación  atenta 
permitiría  fácilmente  descubrir  el  reumatismo  en  los  niños,  con  lo  cual 
se  aclararían  muchos  diagnósticos,  que  en  otro  caso  suelen  ser  muy  difí- 
ciles. 

Reseoclon  de  la  rodilla.— William  Stokes  (Brit.  med.  journ.)  ha  hecho 
muchas  observaciones  acerca  de  este  punto,  que  pueden  reasumirse  (Pres- 
te med.  belge.)  en  esta  forma:  La  resección  de  la  rodilla  no  debe  conside- 
rarse como  medio  extremo,  sino  que  deberá  practicarse  antes  que  las 
lesiones  graves  se  hayan  establecido.— Para  ser  eficaz  el  tratamiento  es- 
pectante,  debe  emprenderse  en  uno  de  los  primeros  períodos  y  durar 
por  lo  menos  dos  años.— El  mejor  resultado  que  puede  obtenerse  por 
este  medio  es  la  anquilosis.— En  los  enfermos  predispuestos  á  la  tuber- 
culosis, es  de  temer  una  recidiva. — Guando  hay  supuración  abundante 
y  prolongada,  se  encuentran  fácilmente  lesiones  viscerales  y  particular* 
mente  renales. — En  los  casos  en  que  la  piel  está  aun  intacta  y  la  enfer- 
medad sea  poco  intensa,  con  un  medio  inmovilizador  eficaa^  y  un  trata- 
miento antiséptico  rigoroso,  el  mayor  número  de  veces  se.  obtiene, 
después  de  la  resección,  la  reunión  inmediata. -^Cuando  se  encuentra 
en  estas  condiciones,  la  resección  de  la  rodilla  no  debe  sec  consíderAda 
como  una  operación  terrible,  sobre  todo  practicándola  desde  luego. 

Polvo  do  limpieza  para  los  niños.— Según  el  Dr.  Klamann  puede  ser 
de  utilidad  reemplazar  el  licopodio,  almidón,  etc.,  por  la  mezcla  siguiente 
{Repert.  dePharm.) 

Magnesia  calcinada 5       gramos. 

Talco  de  Venecia 25  » 

Acido  saliciiico 0*20        » 

Mixtura  oleo-balsámica 10        gotas. 

Gréohes  ó  oasas-ounas.— Mientras  en  Francia  adquiere  esta  institu- 
ción grandísima  importancia  y  es  reconocida  de  utilidad  y  subvenciona- 
da por  el  Estado,  apenas  cuenta  España  con  alguna  benéfica  asociación 
que  vele  por  los  niños  desvalidos,  ó  los  que  por  razones  de  índole  social 
han  de  quedar  poco  menos  que  abandonados,  mientras  sus  angustiadas 
madres  acuden  á  rudos  trabajos  con  que  ganan  lo  preciso  para  vivir. — 
Conocida  en  Barcelona  la  institución,  puesto  que  se  ha  publicado  acerca 
de  la  misma  un  trabajo  bastante  completo,  réstame  consignar  el  hecho 
y  lamentar  que  no  se  organicen  verdaderas  Créchea  en  grande  escala. 


L0$  MICRÓFITOS  DK  LA  SANGRE.  315 

LOS  MICRÓFITOS  DI  ü  SANGRE  Y  SOS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES/') 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


IX. 

Relación  del  Spirillum  de  la  fiebre  recurrente  con  los  otroB Spirüla  conocidos. 

Habiendo  intentado  demostrar  que  no  hay  bases  suficientes  pai*a 
aceptar  la  opinión  de  que  los  Daccilli,  que  se  han  hallado  en  el  carbun- 
clo, en  la  septicemia  y  en  otras  enfermedades,  difieran,  no  solo  en  algu- 
nos puntos  materiales,  sino  en  muchos  otros  de  los  Baccilli  que  pue^ 
den  ser  descubiertos  en  ciertos  casos  fácilmente  indicados,  falta  demos- 
trar que  el  Schizomycetes,  descubierto  en  la  fiebre  recurrente,  Spirillum 
Obermeieri^  difiere  de  los  demás  Spirilla  conocidos  como  inofensivos. 

Sobre  este  punto  hay  también  gran  diversidad  de  opiniones,  no  tan 
grande  quizás,  por  lo  que  hace  á  los  micrófitos,  como  hasta  hoy  se  habia 
creido. 

Existe  la  circunstancia,  la  cual  simplifica  el  asunto,  de  que  los  que 
han  tenido  mejores  ocasiones  para  observar  personalmente  son  después 
de  todo  los  menos  inclinados  á  reclamar  para  este  Spirillum  los  carac- 
teres específicos  en  el  sentido  botáni- 
co ordinario  de  esta  palabra.  Desde 
que  ha  sido  hallado  en  la  sangre  por 
Obermeicr,  se  le  han  dado  diversos 
nombres  Spirothrix,  Protomycetum  re- 
curreniia  en  el  artículo  de  Lebert  so- 
bre la  fiebre  recurrente  y  en  el  Ziems- 
sen's  Handbuch  of  Medi  Hne;  Spirillum 
por  Erichsen,  Litten,  Birch-Hírschfeld, 
etc.;  Spirillum   tenue  por  Naunyn   y 

Fig.  ^.^spiriuum  n^irochcote  obermeicH  Spiroch(ete  Ohermeieri  por  Cohn.  Este 
(Weigert,  publicada  por  cohn)  X  600  diá-  último  observador,  el  único  que  po- 
™«^ros.  see  una  gran  experiencia  botánica, 

dióle  un  nombre  específico  basado 
tan  solo  en  hechos  fisiológicos,  porque  después  de  un  detenido  exa- 
men no  pudo  descubrir  diferencia  al^unOj  ya  en  el  tamaño,  ya  en  el  ca- 
rácter de  los  movimientos,  entre  el  Spirillum  de  la  sangre  en  la  fiebre 
recurrente  y  el  Spirillum  (Spirochoete)  plicátiles  que  habia  sido  hallado 
anteriormente  en  el  agua  por  Ehrenberg.  Cohn  lo  ha  hallado  también  en 
el  agua  y  también  en  la  boca,  en  el  moco  que  rodea  los  dientes  (2).  La 
figura  de  este  Spirillum  dada  por  Cohn  la  reproducimos  para  facilitar  la 
comparación  (figs.  22  y  23)  (3).  Se  recordará  que  el  Dr.  Obermeier  habia 


(1)  Continuación.— Véanse  los  números  25,  26,  27  2«,  29,  30,  31,  32  y  33. 

(2)  Loe,  cit.  tomo  I,  p&g.  180, 1872. 

(3)  Ehrenberg   indicó  que  la  palabra  Spirillum  debia  Umiti^rse  k  loe  Schizo- 
mycetes que  presentan  movimientos  espirales  sin  flexibilidad,  y  propuso  llamar 


316  LOS  MIGRÓFITOS  DE  LA  SANGRE. 

observado  el  Spirülum  en  el  moco  bucal  en  los  enfermos  atacados  de 
fiebre  recurrente,  habiendo  probablemente  descuidado  el  hecho  de  que 
su  presencia  en  dicho  fluido  es  anormal.  Manassein  (1),  que  en  San  Pe- 
tcrsburgo  habia  tenido  ocasiones  favorables  para  verificar  observacio- 
nes, se  declara  terminantemente  contra  la  supo- 
sición de  que  la  presencia  de  este  micrófíto  sea 
otra  cosa  que  un  fenómeno  excepcional  en  la  fie- 
bre recurrente.  No  solamente  no  existe  en  la  san- 
Fig.  53.-  spiriiium  fSpiro-    gr©  cn  algunos  casos  de  fiebre  examinados  por  el 

chcBteJ  plieatUe    (Cohn)      mismO  y   por  OtrOS,  slUO   qUO  i^JJirt'íía,  COmpleta- 
X  650  diámetros,  mente  semejantes  á  los  que  se  hablan  visto  en 

otros  casos,  permanecieron,  durante  un  período 
de  algunos  meses,  constanlemente  presentes  en  la  secreción  que  se  es- 
capaba de  un  absceso  de  la^boca  en  un  enfermo  sin  fiebre.  Billroth  afir- 
ma asimismo  que  Spirilla  semejantes  aparecen  en  la  caries  de  los  hue- 
sos; Heydenriech,  que  probablemente  ha  estudiado  el  asunto  más  que 
nitigun  otro,  y  ha  escrito  sobre  la  materia  la  Memoria  más  completa  que 
conozco,  á  pesar  de  su  deseo  manifiesto  de  referir  el  Spirillum  á  la  causa 
de  la  enfermedad,  se  ve,  sin  embargo,  forzado  á  declarar  que  no  existe 
razón  suficiente  para  considerarlo  específicamentej  diferente  del  Spiri- 
llum del  agua  y  del  Spirillum  ordinario  de  la  boca  (2). 

En  Mayo  de  4877,  tuve  ocasión  de  observar  en  Bombay  algunos  casos 
de  fiebre,  en  los  cuales  el  Dr.  Vandyke  Cárter  habia  demostrado  la  exis- 
tencia de  Spirilla  en  la  sangre.  El  Dr.  Cárter  ha  publicado  recientemen- 
te una  interesante  relación  de  sus  observaciones  (3).  Estas,  á  juzgar  por 
el  extracto  de  la  Memoria  sometida  á  la  Pathological  Societyf  coinciden 
del  todo  con  las  observaciones  idénticas  hechas  en  Europa.  Durante  mí 
estancia  en  Bombay,  tuve  ocasión  de  examinar  veinte  y  cinco  casos  de 
esta  enfermedad,  habiendo  observado  los  Spirilla  en  cinco  ocasiones 
diversas.  No  puede  decirse,  sin  embargo,  que  los  síntomas  fueron  más 
graves  en  otros  casos  que  en  aquellos  en  que  no  se  hallaron  vestigios  de 
Spirillum.  Una  de  las  preparaciones  de  sangre,  conteniendo  dichos  or- 
ganismos, que  he  podido  conservar,  es  especialmente  buena  y  como  se 
obtuvo  exponiendo  el  líquido  recientemente  extraído  á  los  vapores  de 
una  débil  solución  de  ácido  ósmico,  puede  considerárseles  como  presen- 
tando los  Spirilla  absolutamente  en  condiciones  idénticas  á  cuando  apa- 
recen sobre  una  lámina  de  cristal  preparada.  Los  vapores  de  este  ácido, 
según  han  declarado  muchos  observadores,  son  particularmente  útiles 
para  conservar  el  aspecto  de  estos  mícrófitos  y  en'general  de  todas  las 
preparaciones  de  sangre.  El  profesor  Bay  Lankester,  al  recomendar  su 


SpirochoBte  álos  que  son  marcadamente  flexibles.  Gomo  esta  distinción  es  simple- 
mente cuestión  de  grado,  toda  vez  que  los  Spirilla  poseen  también  más  ó  menos 
flexibilidad,  me  asocio  á  la  clasiflcacion  de  Dujardin.  F'omental  {Elude  sur  les  mi' 
crozoaires^  1874)  adopta  por  igual  razón  la  palabra  antigua  que  es  la  más  sen- 
cilla. 

(1)  Saint- Peterabourg  medie,  Wochenachrift^  núm.  18,  1876. 

(2)  Loe  ciu,  pag.  31. 

(3)  The  Lancety  Junio,  1878. 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE 


317 


USO  á  los  observadores  ingleses,  escribe:  Basta  exponer  una  delgada 
capá  de  sangre,  debajo  de  una  campana,  á  los  vapores  que  salen  de  una 
botella  que  contiene  un  dos  por  ciento  de  una  solución  de  ácido  ósmico, 
y  esto  por  el  espacio  de  tres  minutos,  para  asegurar  la  completa  conser- 
vación. Cada  corpúsculo  queda  de  ese  modo,  por  decirlo  asi,  en  su  forma 
viviente:  no  hay  coagulación,  ni  encogimiento,  ni  disolución;  el  cor- 
púsculo queda  en  el  mismo  estado  en  que  se  hallaba  antes  de  ser  ex- 
puesto á  los  vapores  del  ácido.  Los  corpúsculos  blancos  hasta  muestran 
sus  falsas  pestañas  detenidas  en  el  acto  del  movimiento.  Birlase  que  la 
botella  con  ácido  ósmico  contiene  una  cabeza  de  Gorgona,  que  cambia 
en  piedras  los  corpúsculos  cuando  estos  la  miran  (1). 

Yo  habia  preparado  algunas  micro-fotografías  en  dichas  condiciones, 
esperando  poder  hacer  con  ellas  copias  fac-sfmiles  para  la  presente  Me- 
moria. Temo,  sin  embargo,  que  no  sea  posible  obtener  reproducciones 
negativas,  por  los  actuales  procedimientos  usados  en  Europa,  bastante 
á  tiempo  para  poder  realizar  ahora  su  publicación.  Por  esto  he  dibujado 
algunas,  que  he  hecho  grabar  en  madera  (2). 

Para  el  último  número  del  Suplemento  de  Cohn  (tomo  2.^,  cuader- 
no 3.^),  el  Dr.  Koch  ha  facilitado  excelentes  micro-fotografías  de  Spirilla 

observados  en  San  Petersburgo.  Los 
Spirilla  de  la  preparación  de  ácido 
ósmico  que  poseo,  aunque  presentan 
los  mismos  caracteres  generales  que 
los  fotografiados  por  el  Dr.  Koch,  son 
hasta  cierto  punto  más  grandes  que 
los  representados  por  este  último  ¿Se 
debe  esto  á  alguna  ligera  diferencia  de 
la  sangre  entre  la  fiebre  que  reinaba 
en  Bombay  el  año  último  y  la  que  cau- 
saba sus  estragos  en  San  Petersburgo? 
No  puedo  asegurarlo,  pero  eso  se  debe 
en  gran  parte,  como  así  lo  creo,  á  que 
la  diferencia  entre  los  Spirilla  de  las 
preparaciones  que  estaban  en  mi  po- 
der y  las  que  fueron  recibidas  en  San  Petersburgo,  fotografiadas  por  el 
doctor  Koch,  ó  las  dibujadas  por  Weigert  (flg.  22),  es  tan  grande  como  la 
que  existe  entre  el  SpiHllum  Ohermeiere  y  el  SpiriUum  plicatile  por  una 
parte  y  el  SpiriUum  de  la  boca  por  otra.  Según  ya  hemos  dicho,  estas 
diferencias  son  habituales  y  es  posible  que  diferencias  tan  lijeras  existan 
en  los  micrófitos  de  diversos  individuos  durante  una  misma  epidemia,  y 
aun  en  diversos  momentos  en  un  mismo  individuo,  como  ha  ocurrido, 
según  queda  expresado  en  las  páginas  precedentes,  con  los  Baccüli  déla 

sangre. 

Siquiera  sea  de  paso,  creo  puede  ser  útil  decir  algo  acerca  de  la  fiebre 
que  ha  asolado  á  Bombay  durante  una  gran  parte  del  año  1877,  porque 


Fig.  lA.—Spirilla  encontrados  en  la  sangre 
de  enfermos  en  Bombay. 


(i)    Quartely  joum,  of  mier.  se.  IX,  pág.  370,  1871. 

(2)    Dos  de  estas  micro-fotografías  se  encuentran  convertidas  en  fotografías  per- 
manentes por  la  Compaaía  aulotipa,  en  la  Memoria  original. 


318  NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

parece  habeí*  existido  una  mala  inteligencia  sobre  su  verdadero  carác- 
ter.  Lo  que  se  llama  en  Alemania  fiebre  recurrente,  tifus  bilioso,  algunas 
veces  fiebre  biliosa  periódica  y  también  tifus  periódico,  se  considera  en 
Inglaterra  como  idéntico  á  la  fiebre  recurrente  del  hambre,  que  ha  rei  - 
nado  hace  algunos  años  en  Irlanda  y  en  otros  puntos.  Que  sea  ó  no  sea 
esta  última  causada  por  la  falta  de  alimentos,  no  es  la  cuestión  que  aquí 
debe  tratarse;  pero  lo  que  está  probado  en  absoluto  es  que  son  erupcio- 
nes de  fiebres  periódicas  en  diferentes  partes  de  Rusia  y  de  Alemania,  cu- 
yas erupciones,  ligadas  con  los  Spirilla  de  la  sangre,  se  han  presentado 
en  distritos  completamente  al  abrigo  de  las  necesidades  de  todo  género. 
En  algunos  casos,  en  efecto,  las  erupciones  de  fiebre  se  presentan  en  co- 
marcas y  durante  periodos  en  que  las  clases  trabajadoras  están  excep- 
cionalmente  bien  acomodadas.  Sobre  este  punto  no  debe  haber  duda 
alguna.  Por  lo  que  respecta  á  la  relación  sospechada  entre  la  fiebre  de 
Bombay  y  el  hambre  que  existia  en  varias  partes  del  país,  puedo  solo 
afirmar  que,  en  virtud  de  lo  que  me  dicen  mis  observaciones  personales 
y  mis  minuciosas  investigaciones,  no  hay  motivos  bastantes  para  esta- 
blecer dicha  suposición;  el  cirujano  general  Hunter,  después  de  un  dete- 
nido análisis  de  los  informes  oficiales,  al  escribir  sus  impresiones  per- 
sonales acerca  de  la  enfermedad,  sintetiza  su  parecer  sobre  este  punto 
diciendo:  no  debe  admitirse  relación  de  causalidad  entre  la  fiebre  y  el 
hambre. 

De  estos  hechos  es  preciso  deducir  que  la  frase  fiebre  del  hambre  no 
es  aplicable  á  la  enfermedad  hasta  aqui  asociada  con  los  SpiriUa  de  la 
sangre,  ya  en  Alemania,  ya  en  Rusia  6  en  Bombay  (1). 


NOTICIAS  CIENTtFICAS. 


Tuberculosis:  nosogenia.— El  profesor  Robert  Koch  ha  leido,  en  la 
Sociedad  de  Fisiología  de  Berlin,  una  Memoria  en  ia  que  hace  constar: 
1.*  que  la  séptima  parte  de  muertes  en  la  raza  humana  es  causada  por 
la  tisis;  2.*  que  el  tercio,  poco  más  ó  menos,  de  los  que  fallecen  en  toda 
la  fuerza  de  su  edad  sucumbe  á  esta  terrible  afección.  Acepta  luego  las 
ideas  de  Villemin  acerca  de  la  inoculabilidad  de  la  tisis,  partiendo  de 
su  naturaleza  contagiosa. 

En  las  investigaciones  microscópicas  hechas  sobre  gran  número  de 
órganos  enfermos,  de  hombres  y  de  otros  animales,  Koch  ha  conseguido 
aislar  de  los  tejidos  adyacentes,  por  medio  de  soluciones  coloreadas,  un 
microbio  que  en  todos  los  casos  se  reconoce  en  forma  de  bastoncillos. ~- 
Según  la  Revue  medícale  de  Louvain^  el  microbio  es  casi  tan  largo  como 
el  tercio  de  diámetro  de  un  glóbulo  rojo  de  la  sangre,  y  su  diámetro 
transverso  es  á  su  longitud  como  1:  5  ó  6. 

Con  arreglo  á  los  experimentos  de  Pasteur,  se  ha  dedicado  Koch  á  la 
cultura  de  dichos  bastoncillos  durante  cierto  tiempo,  obteniendo  resuN 
tados  concluyentes.— Una  vez  seguro  de  que  el  microbio  está  perfecta- 
mente puro,  ha  inoculado  diferentes  animales  sanos,  y  constantemente 
han  sido  afectados  de  la  enfermedad  originaria.— Las  inoculaciones  fue- 


(1)    Indian  medical  Gazette,  \,^  Octubre  4877. 


NOTICIAS   CIENTÍFICAS*  3Í9 

ron  prUcticadas  de  ordinario  por  debajo  de  la  piel  del  abdomen,  aunque 
algunas  se  hicieron  en  oirás  regiones,  por  ejemplo,  en  el  humor  acuoso 
del  ojo,  con  una  gota  de  sustancia  virulenta. 

La  temperatura  necesaria  al  desenvolvimiento  de  oste  microbio  oscila 
entre  los  30  y  40  grados,  que  es  también  la  más  propia  para  el  hombre. 

Tales  son,  en  resumen  que  ampliaremos,  los  fundamentos  de  la  co- 
municación de  Koch  á  la  Sociedad  fisiológica  de  Berlin  y  al  Congreso 
médico  de  Wiesbaden  (Berliner  Klinische  Wochenschriffy)  y  cuya  impor- 
tancia no  hemos  de  encarecer.— (F.  Castells.) 

Galactogogo  de  Jamaica.— Anderson  se  vio  en  el  caso  de  practicar  á 
una  negra  la  operación  cesárea:  el  niño  salió  vivo,  y  la  madre,  aunque  se 
salvó,  no  curó  hasta  los  cuarenta  y  seis  dias  por  haber  sido  atacada  de 
peritonitis.  Durante  este  tiempo,  se  alimentó  al  recien  nacido  por  medio 
del  biberón,  el  que  creyó  Anderson  seria  preciso  emplear  durante  toda 
la  lactancia,  cuando  un  dia^  por  casualidad,  entró  en  casa  de  la  negra  y 
la  encontró  que  estaba  amamantando  á  su  hijo.  Ella  le  refirió  que  las 
mujeres  de  su  país  tenian  la  costumbre  de  tomar  una  infusión  llamada 
tíié  de  hojas  de  algodón,  á  fin  de  procurarles  leche  cuando  carecían  de 
ella.  El  autor  se  aprovechó  de  la  observación  y  durante  seis  años  la 
administró  á  todas  sus  clientes  que  no  tenian  leche,  habiéndose  conven- 
cido evidentemente  de  la  eficacia  galactogoga  de  esta  sustancia.  La  plan- 
ta es  un  arbusto  llamado  Gossypium  barbadense;  se  ponen  6  ú  8  hojas 
para  cada  taza  de  infusión  y  se  dan  4  ó  más  tazas  en  las  24  horas,  según 
los  efectos  producidos;  algunas  llegan  á  tomar  2  y  3  litros  al  dia;  su 
gusto  no  es  desagradable  y  puede  tomarse  mezclado  con  leche  y  azúcar 
{TVcms.  ofthe  obst.  8.  of  L.)  (Fargas  ) 

Menstruación  precoz. — Trátase  de  una  niña  que,  cuando  la  vióZeller 
de  Beamsville  {Medical  Record),  tenia  cinco  meses.  Habia  empezado  á 
menstruar  á  los  dos  y  continuó  regularmente  cada  cuatro  semanas  du- 
rando el  flujo  de  tres  á  cuatro  dias. 

Bedford,  en  su  obra  de  Obstetricia,  cita,  sin  darle  gran  crédito,  un 
caso  análogo  observado  por  Rowlett  de  Kentucky  en  una  niña  que  empe- 
zó así  mismo  á  menstruar  á  los  dos  meses.-  ÍFormiguera). 

Polvos  contra  la  diarrea  de  los  niños.— Hé  aquí  los  que  administro 
siempre  con  eficacia: 

Subnitrato  de  bismuto 50  centigramos. 

Polvos  de  Dower 16  » 

Lactosa 3  gramos. 

Palv.  m.  y  h.  ocho  papeles  iguales. 

Para  tomar  uno  cada  cuatro  horas  los  niños  de  dos  á  cuatro  años.— 
(R.  Rovira). 

Fenol:  acción  antipirética.—  El  Dr.  Van  Oye  se  ocupa  en  su  tesis 
De  Vaction  de  V acide  phénique  sur  les  fébricitants,  (París,  d881).  Como 
veneno  del  sistema  nervioso,  obra  bajando  la  temperatura  del  hombre  y 
de  los  animales  superiores. 

Dosis  que  no  bajan  el  calor  del  hombre  disminuyen  el  anormal,  poco 
después  de  la  absorción,  desde  i.°  á  3.**  durante  4,  2  ó  3  horas,  según  la 
dosis,  tal  vez  por  la  hiperemia  cutánea  y  los  sudores  consecutivos.  Ter- 
minada la  acción  del  fenol,  sobreviene  un  escalofrió  y  después  sube  la 
temperatura  hasta  su  nivel  anterior,  lo  cual  puede  evitarse  con  nueva 
dosis  en  tiempo  oportuno. 

La  dosis  antipirética  no  ejerce  acción  tóxica  inmediata;  bastan  para 
ello  50  centigramos  en  lavativa;  gradualmente  se  puede  subir  hasta  2 


320  NOTICIAS    CIENTÍFICAS. 

gramos  por  dosis  y  hasta  i 2  por  día  (??).  Un  gramo  de  una  vez  ha  lle- 
vado en  algún  caso  la  temperatura  á  34°  5,  sin  resultados  nocivos. 

Gomo  consecuencia  del  empleo  del  ácido  fénico  á  estas  dosis,  debe 
temerse  la  congestión  pulmonar,  y  la  albuminuria,  la  poliura  y  las  de- 
generaciones grasosas,  si  se  usan  durante  largo  tiempo  grandes  cantida- 
des. Cree  Oye  que  su  empleo  debe  limitarse,  como  antipirético,  á  las 
fiebres  continuas  y  á  las  intermitentes.— (Rodríguez  Méndez). 

De  la  dispepsia  en  las  diferentes  clases  de  anemia. — Hay  en  la 
anemia  dos  elementos  morbosos  distintos:  el  primero  es  la  misma  lesión 
de  la  sangre;  disminución  de  los  glóbulos  y  de  los  principios  solubles  del 
suero;  el  segundo  consiste  en  el  conjunto  de  las  lesiones  orgánicas  que 
son  el  resultado  de  la  anemia  ó  que,  precediendo  á  esta,  han  contribuido 
á  provocarla.  Si  el  primero  de  esos  dos  elementos  es  bien  conocido,  no 
así  el  segundo.  Queda  muy  á  menudo  desconocido  ese  verdadero  circulo 
vicioso,  en  el  cual  la  pobreza  de  la  sangre  de  un  lado,  y  el  decaimiento 
de  los  órganos,  particularmente  del  estómago,  por  otro,  son  la  causa  de 
la  debilidad  general  y  dan  la  explicación  de  los  malos  resultados  tera- 
péuticos. 

En  estos  casos,  el  enfermo  que  estaba  ya  dispéptico^  por  motivo  del 
reuma,  de  las  clorosis,  del  nervosismo,  de  cualquier  otra  caquexia,  se 
queda  anémico  y  resiste  al  principal  agente  reconstituyente  de  la  sangre; 
por  este  motivo  elemental  que  se  ha  olvidado  que  su  estómago  es  intole- 
rante, que  su  intestino  no  absorbe^  el  hierro,  pues,  en  lugar  de  serle  útil, 
le  hace  daíio  aumentando  su  dispepsia  y,  además,  le  es  inútil  puesto  que 
no  es  absorbido.  Sin  embargo,  el  hierro  es  indispensable  á  esos  enfer- 
mos. ¿Cómo  podrá  administrarse?  De  ahí  la  importancia  del  preparado. 

Si  las  varias  clases  de  pildoras,  las  sales  más  ó  menos  solubles,  el 
hierro  en  limadura,  pulverizado,  reducido,  etc.,  son  agentes  nocivos  é 
inútiles  á  los  anémicos  afectados  de  dispepsia,  no  es  asi  lo  mismo  del 
hierro  líquido  dializado,  cuya  preparación  por  el  método  de  Raoul  Bra- 
vais  nos  asegura  la  pureza  absoluta  y  la  perfecta  solubilidad. 

Aunque  sean  esas  las  dos  principales  cualidades  del  expresado  agente 
desde  ahora  registrado  en  la  terapéutica  corriente  y  magistral,  hay  otra 
que  le  da  más  precio  todavía:  el  hierro  Bravais  se  absorbe  fácilmente. — 
No  daña  el  estómago,  y  por  ese  moti  vo  es  eupéptico.  Se  ve,  pues,  los  ser- 
vicios que  puede  prestar  en  los  ca^os  á  los  cuales  aludimos;  y  que  es 
gran  recurso  para  los  médicos  que  no  han  conseguido  poder  curar 
las  anemias  rebeldes  sostenidas  por  lesiones  del  sistema  digestivo. 

Helo  aquí  en  dos  palabras:  uno  de  los  más  grandes  inconvenientes 
de  la  anemia,  es  la  dispepsia.  No  se  podría  mejorar  la  primera  sin  tener 
en  vista  la  otra.  El  hierro  dializado  Bravais  llena  esa  doble  condición. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

£1  Arte  de  vivir,  *por  Ilübert  Boens.  Tratado  completo  dé  /ti^'^n^,- traducid  o 
por  D.  R.  Fernandez  Esnaola.— Madrid. 

DiBcuraos  leídos  en  la  Real  Academia  de  Bfedicina  para  la  recepción  pública  del 
académico  electo  D.  Jaan  Greus  y  Manso.  —Madrid  7  Mayo  i8:2. 

Dr.  P.  Manant.  -Fecundación  artificial  humana.  Hietorla,  indicación  y  proce- 
deres. -  Barcelona  1882. 

Manual  de  Medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgaigne.— Octava  edición  por 
León  le  Fort.— Cuaderno  17.— Barcelona. 

Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía.—  Cuadernos  28.—  Comienza 
el  Manual  práctico  de  Ginecología  y  de  las  enfermedades  de  las  mujeres,  por  el  doc- 
tor L.  de  Sinety.-Madrid. 


!Í^ 


Tomo  II.  Núm.  U. 


15  Junio  de  1882. 


Ano  II.  Núffl.  35. 


Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  El  iodoformo  en  otología,  por  el  Dr.  Sojo  y  Batlle.— La  cirugía  ocular  antiséptica 
en  la  clínica  del  Sr.  S.  Barraqaer,  por  D.  S.  Casasemas.— Contribución  al  estudio  del 
ácido  aalicllicoy  sus  compuestos,  en  particular  del  salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del 
reumatismo  (continuación),  por  •■  M .  E.  Moré  y  Dar^it-^Anatomla  de  los  centros  ner- 
viosos (continuación),  por  B.  M.  Far^aa  Hoea.— Revista  de  Dermatología,  por  elDr.  Ale- 
jandro Planellaa.— Revista  critica  bibliográñca,  por  F.  Ca«i«ll«.— El  alimento  en  los 
niños,  por  el  Dr.  S.  Labastide,  traducido  por  Arlisas  ttimenem.— Los  micrófitos  de  la 
sangre  y  sus  relaciones  con  las  enfermedades  (continuación),  por  el  Vr.  T.  Aichar  Leivi*.— 
NOTICIAS  GIENTÍ  Pie  AS:  Tétano:  tratamiento.— Contribución  al  estudio  del  oxigeno  en  tera- 
péutica.—La  cafeína  en  las  parálisis  de  las  fibras  musculares  de  los  intestinos.— Pufr/tcacio- 
nei  recibidas,^  Advertencia. 


EL  IODOFORMO  EN  OTOLOGÍA 

POR  EL  Dr.  Sojo  y  Batlle 

Profesor  cUnico  de  la  Facultad  d§  Medicina' 


Desde  el  año  1878  uso  el  iodoformo  en  el  tratamiento  de  las  supura- 
ciones crónicas  del  aparato  de  la  audición.  Antes  de  aquella  fecha  habia 
aprendido  en  los  libros  y  en  las  clínicas  de  Mioty  Garrigou  Desarenes,  de 
París,  á  tratar  las  otitis  medias  purulentas,  las  externas,  circunscritas  ó 
difusas,  cuantas  supuraciones,  en  una  palabra,  tienen  asiento  en  el  oido 
medio  y  externo,  simples  ó  díatésicas,  con  los  lavados  mediante  el  irriga- 
dor á  proposito,  seguidos  de  tópicos  astringentes,  particularmente  el  sub. 
acetato  de  plomo  líquido,  el  sulfato  de  zinc,  el  sub-borato  sódico,  etc.^ 
en  soluciones  más  ó  menos  concentra  tas.  Con  este  tratamiento  tópico, 
y  con  el  plan  dietético  y  farmacológico  indicado  en  cada  caso  especial 
logré,  y  logro  todavia,  curar  supuraciones  antiguas  y  rebeldes  á  otros 
medios.  Pero  bien  pronto  se  me  ofrecieron  casos,  en  los  cuales^  aquel  tra- 
tamiento era  completamente  impotente,  particularmente  en  supuraciones 
do  la  caja,  con  perforación  más  ó  menos  extensa  del  tímpano.  Ideé  para 
ellos  en  aquel  entonces,  la  irrigación  intra- timpánica  con  soluciones  an. 
tisepticas  de  ácido  bórico  y  ácido  salicílico,  cuyo  modus  faciendi  puede 
.verse  en  las  Actas  de  la  Academia  y  Laboratorio  de  Ciencias  médicas 
de  Cataluña,  en  cuya  sociedad  y  en  una  de  sus  sesiones,  lo  expuse.  Con 
ella  conseguí  resultados  mejores,  pero  no  triunfé  en  todos  los  casos.  Eché 
mano  entonces  del  iodoformo. 

No  tenia  noticia  de  qud  se  hubiera  aplicado  dicha  sustancia  en  otolo- 
gía, así  es  que  le  usé  como  por  via  de  ensayo  y  con  cierta  reserva,  juz- 
gando por  analogía,  del  i*esultado  que  pi*etendia  sacar  de  la  misma.  Mis 
primeros  ensayos,  que  califico  de  empíricos,  me  animaron  á  repetir  la 
cura  iodofórmica.  Desde  entonces  he  obtenido  con  ella  gran  número  de 


322  £L  lODOFORMO  EN  OTOLOOIA. 

curaciones;  habiendo  podido  estudiar  sus  indicaciones,  y  modo  de  obrar, 
sustituyendo  el  conocimiento  cientíñco  á  la  idea  empírica. 

Si  tratara  de  hacer  un  estudio  clínico  completo  al  escribir  estas  li- 
neas, reseñaría  aquí  una  casuística  numerosa.  No  es  este  mi  objeto,  y 
como  no  quiero  robar  tiempo  al  lector,  seré  breve,  amen  de  que  la  ma- 
yor parte  de  casos  serian  la  repetición  de  los  siguientes  que  apunto 
en  sumario  y  elijo  al  azar. 

Observación  I.  —  A  fines  de  1878  vino  á  mi  consulta  particular 
María  V.  y  B.,  de  17  años;  temperamento  linfático,  con  infartos  ganglio- 
nares  cervicales.  Otitis  media  purulenta  de  ambos  lados  con  perforación 
del  tímpano.  La  supuración  data  de  tres  años  con  alternativas  de  mejoría 
y  agravación.  Han  sido  infructuosos  los  medios  ordinarios  de  trata- 
miento. Cura  iodofórmica.  Notable  meioria  desde  las  primeras  aplica- 
ciones. Curación  al  mes  de  instituido  el  tratamiento. 

Observación  II.— En  1879  el  Dr.  Esquerdo  (D.  P.)  me  envió  á  la  seño- 
rita N.,de  19  á  20  años  y  de  temperamento  linfático.  Supuración  crónica 
de  ambas  cajas  con  perforación  poco  extensa  del  tímpano.  Habia  sido  tra- 
tada sin  resultado  por  médicos  y  cirujanos  los  más  afamados  de  esta  ca- 
pital. La  otorrea  databa  de  6  á  8  años.  Empecé  el  tratamiento  con  la 
ducha  de  agua  templada  seguida  de  la  instilación  de  una  solución  de  sub- 
acetato  de  plomo.  Ningún  resultado.  Cura  iodofórmica  todos  los  dias. 
Curación  completa  á  los  dos  meses.  Tímpano  cicatrizado  en  un  lado  y 
la  perforación  apenas  perceptible  en  el  otro.  La  audición  ha  aumentado 
notablemente. 

Observación  III.— En  el  año  1879  el  Dr.  Soler  y  Buscallá  me  mandó  á 
la  niña  N.,  de  7  años  de  edad,  escrofulosa  y  que  ha  padecido  queratitis  en 
ambos  ojos.  Supuración  de  la  caja  del  tímpano  izquierdo,  tumefacción 
inflamatoria  de  las  paredes  del  meato  externo  debida  á  la  acción  irritan- 
te de  la  gran  cantidad  de  pus  fermentado  que  fluye  continuamente  por 
él.  La  han  tratado  varios  médicos  con  inyecciones  de  quina  alcanforada, 
cocimiento  de  hojas  de  nogal,  instilaciones  astringentes  y  demás  medios 
de  este  tenor,  y  todo  ha  sido  infructuoso.  Cura  iodofórmica.  La  supu- 
ración disminuye  notablemente  á  las  pocas  aplicaciones  del  fármaco.  A 
los  30  dias  completa  curación. 

Observación  IV. — Vino  á  mi  consulta  particular  Josefa  P.,  de  23 
años,  escrofulosa  y  con  ozena;  ha  padecido  desde  niña  supuraciones 
en  ambos  oidos,  que  han  cesado  alguna  temporada  para  reaparecer- 
más  tarde.  El  tímpano  derecho  engrosado  y  con  notable  deformación, 
sin  perforación.  En  el  tercio  interno  del  conducto  auditivo  existen 
algunas  costras  bañadas  en  un  pus  fétido,  que  se  desprenden  fácilmente 
dejando  al  descubierto  ulceraciones  superficiales.  En  el  otro  oido  hay 
supuración  de  la  caja  con  perforación  del  tímpano  de  4  milímetros  en  su' 
mayor  diámetro,  y  situada  en  la  parte  antero-inferior  del  segmento  infra- 
umbilical.  Tratamiento:  aceite  de  hígado  de  bacalao  Jonch;  lavados  con 
agua  tibia,  seguidos  de  instilaciones  con  diversos  solutos  astringentes. 
A  los  15  dias  de  tratamiento  continúa  la  supuración.  Sustituyo  el  trata* 
miento  tópico  por  la  cura  iodofórmica.  .Curación  completa  á  los  12  dias. 

Observación  V. — En  el  año  1880  el  Dr.  Montagu  me  manda  á  la  en- 
fermita  N.,  de  7  años;  al  parecer,  linfática.  Supuración  del  oido  derecho 


EL  lODOFOBlIO  EN  OTOLOGÍA.  323 

que  data  de  '2  años.  Pdr  él  meato  externo  asoma  una  nepolasia  polipifor- 
me  que  llena  por  completo  todo  el  conducto.  La  exploración  con  el  es- 
tilete, tratando  de  circunscribir  la  neoplasia,  me  pone  en  conocimiento 
que  bajo  toda  probabilidad  el  pólipo  tiene  su  implantación  en  la  caja. 
Extirpo  el  pólipo  con  el  polipotomo  de  Duplay.  Existe  una  perforación 
del  tímpano  en  la  parte  infra-umbilical  y  en  su  segmento  anterior,  junto 
al  borde  la  membrana,  por  donde  asoma  la  raiz  de  la  neoplasia  que  tiene 
su  implantación  en  el  borde  ó  marco  del  tímpano  prolongándose  hasta 
la  caja.  Extirpo  por  arrancamiento  la  porción  restante  del  pólipo.  Trato  la 
otitis  media  purulenta,  causa  en  la  mayor  parte  de  casos,  por  no  decir 
en  todos,  de  estas  neoplasias,  con  lavados,  instilaciones  de  una  solución 
de  permanganáto  potásico  que  por  lo  infructuosa  es  sustituida  por  otra 
de  hidrato  de  doral  y  sub-borato  de  sosa.  A  los  20  dias  de  tratamiento  la 
supuración  continúa.  Empleo  el  iodoformo  en  curas  diarias.  Disminuye 
notablemente  la  supuración  y  cesa  por  completo  á  los  10  dias  de  trata- 
miento . 

ObsbrvAíCion  VL— En  el  año  1880  vino  á  mi  consulta!.  N.,  vecino  de 
Sabadell.  Hace  12  años  lleva  en  cada  oido  un  pólipo  que  llena  por  comple- 
to todo  el  meato  y  subresale  un  centímetro  al  exterior.  Un  práctico,  que 
hace  tiempo  murió  y  era  conocido  en  Barcelona  con  el  nombre  de  médico 
Inglés,  intentó  extirpar  dichos  pólipos,  pero  según  dice  el  enfermo  fraca- 
só en  la  operación.  Desde  entonces,  creyendo  su  enfermedad  incurable 
no  ha  consultado  ningún  otro  facultativo.  La  audición  notablemente  dis- 
minuida, pues  solo  oye  el  reloj  aplicado  á  las  regiones  temporal  y  mas- 
toidea.  Extirpo  los  dos  pólipos.  El  derecho  tiene  su  implantación  en  la 
caja.  Habiendo  la  audición  aumentado  bastante  (O.  D.  R.  10  centíme- 
tros O.  Y.  R.  12  centímetros)  y  cesando  la  supuración  en  el  izquierdo,  el 
enfermo,  que  se  creyó  ya  curado,  descuidó  el  tratamiento  que  se  seguía 
después  de  la  operación,  y  que  no  repito,  pues  era  igual  al  caso  anterior. 
Efecto  de  este  descuido  y  del  algodón  nada  limpio  con  que  tapaba  el  oido 
derecho,  sobrevino  una  inflamación  agudísima  de  la  caja,  parálisis  facial 
del  propio  lado,  efecto  esta  última  sin  duda  de  la  progresión  de  la  fleg- 
masía por  el  hiatus  de  Fallopio,  y  compresión  consiguiente  del  nervio 
por  el  exudado  inflamatorio.  Con  un  tratamiento  apropiaio  desapareció 
el  estado  agudo,  y  con  él  la  parálisis  facial.  Quedó  una  perdida  de  sustan- 
cia del  tímpano,  que  alcanzaba  toda  la  porción  infra-umbilical,  excepto 
un  pequeño  segmento  de  forma  semilunar,  que  quedó  en  la  parte  poste- 
rior del  mismo.  A  los  dos  meses  de  la  operación,  quedaba  la  otitis  media 
purulenta  en  el  mismo  estado.  Decidí  entonces  apelar  al  iodoformo,  y  á 
los  ooho  dias  la  supuración  había  cesado  por  completo,  sin  que  reapare- 
ciera de  nuevo  á  los  dos  meses  de  haber  dejado  el  tratamiento. 

Observación  VIL— El  año  pasado  vi  al  enfermo  T.  N.,  de  17  años  de 
edad,que  padecía,  desde  niño,  de  supuración  en  ambos  oídos.  Por  con- 
sejo facultativo  nunca  ha  tratado  la  otopatía,  á  fin  de  dar  libre  curso  á  los 
malos  humores.  Diagnóstico:  Otitis  media  purulenta  crónica  bilateral. 
Cura  iodofórmica.  Curación  completa  á  los  veinte  dias. 

Observación  VIH.— La  señorita  N.,  de  19  años  de  edad,  hace  dos  me- 
ses vino  á  consultarme  por  una  supuración  crónica  del  oido  izquierdo. 
Examinado  el  aparato,  diagnóstico:  otitis  media  purulenta.  Curación 


324  EL  lODOFORMO  EN  OTOLOGÍA. 

diaria  con  el  iodoformo.  Cesa  la  supuración  á  los  diez  dias  de  trata- 
miento. 

Las  observaciones  anteriores  creo  son  suficientes  para  poder  afirmar, 
que  el  iodoformo  es  superior,  en  eficacia,  á  los  demás  medios  tópicos  usa- 
dos en  el  tratamiento  de  las  supuraciones  crónicas  del  aparato  de  la 
audición,  particularmente  en  las  otitis  medias.  Solo  puede  exceptuarse 
el  ácido  bórico,  que  también  en  muchos  casos,  conforme  he  tenido  cca- 
sion  de  observar,  agota  supuraciones  rebeldes  á  los  otros  agentes  tera- 
péuticos. 

La  cura  la  hago  del  modo  siguiente:  Lavo  ante  todo  el  oido  medio  y 
externo.  Para  ello  me  valgo  del  irrigador  Eguisier  ó  de  la  ducha  de  Es- 
march.  Es  necesario  desterrar  las  jeringuillas  de  cristal,  asi  como  las 
de  goma  piriformes,  llamadas  vulgarmente  de  oídos,  y  á  las  que  tan  afi- 
ciDnados  son  los  enfermos.  El  chorro  debe  ser  uniforme  y  constante,  cu- 
ya condición  sólo  llenan  aquellos  aparatos.  Puede  el  lavado  hacerse  con 
agua  tibia,  previamente  hervida,  ó  adicionándole  una  ligera  cantidad  de 
ácido  bórico  ó  salicílico,  (2  ó  3  7o)-  ^^  'os  casos  en  que  la  perforación  del 
tímpano  es  extensa  y  la  supuración  abundante,  puede  hacerse  con  ven- 
taja una  irrigación  intra-timpánica.  Hoy  apenas  la  uso,  pues  la  creo  in- 
necesaria en  la  mayoría  de  los  casos. 

Seco  el  conducto  auditivo  en  toda  su  extensión  con  una  bolita  de  al- 
godón hidrófilo,  y  valiéndome  de  un  espéculum  de  Toynbée  como  con- 
ductor del  fármaco,  voy  echando  iodoformo  en  polvo  porfirizado,  en  can- 
tidad suficiente  para  llenar  toda  la  caja,  hasta  que  el  polvo  tapice  y 
cubra  toda  la  timpánica.  Para  repartirlo  convenientemente  en  el  oido 
medio  y  externo,  es  necesario  hacer  repetidas  insuflaciones  con  una  pera 
de  goma.  De  este  modo  el  polvo,  arrastrado  por  la  corriente  de  aire,  se 
deposita  en  todos  los  puntos  de  la  caja,  y  probablemente  en  las  mismas 
celdillas  mastoideas.  Colocado  el  polvo,  es  nev3esario  tapar  el  meato  ex- 
terno con  algodón  hidrófilo  6  uata  de  Bruns. 

La  cura,  cuando  la  supuración  es  abundante,  la  repito  todos  los  dias, 
y  luego,  en  dias  alternos,  y  cada  4, 5  ó  6,  á  medida  que  va  disminuyendo. 

El  olor  penetrante  del  iodoformo  se  corrige  bien,  mezclando  una  gota 
de  esencia  de  bergamota  por  diez  gramos  de  aquel,  cuya  esencia  la  pre- 
fiero á  la  de  menta.  Sin  embargo,  ofrecen  el  inconveniente,  asi  ésta  como 
aquella,  de  que  poca  esencia  corrige  apenas  el  mal  olor,  y  mucha,  ha- 
ciendo grumoso  el  polvo,  es  difícilmente  arrastrado  per  la  corriente  de 
aire,  y  no  se  reparte  bien  por  las  anfractuosidades  de  la  caja.  Bajo  este 
punto  de  vista,  el  haba  de  Tonka  ha  de  ser  preferible.  Con  todo,  si  al 
hacer  la  cura  se  evita  que  parte  del  polvo  caiga  en  la  concha  y  que  quede 
á  la  entrada  del  conducto,  tapándole  después  con  el  algodón  hidrófilo,  el 
olor  del  fármaco  apenas  se  percibe  y  puede  prescindirse  de  aromatizarlo. 

¿Cómo  obra  el  iodoformo  en  las  supuraciones  crónicas  del  aparato 
de  la  audición?  En  mi  concepto  se  debe  su  eficacia  á  las  propiedades  an- 
tisépticas ó  antifermentecibles  del  fármaco,  las  cuales  las  afirman  y  po- 
nen fuera  de  toda  duda  los  experimentos  de  Mikulicz  y  Panneth.  La 
causa  que  en  efecto  sostiene  estos  flujos  purulentos  del  oido,  no  es  otra, 
en  mi  sentir,  que  la  presencia  de  materias  flogógenas  procedentes  de  lá 
descomposición  del  pus  que  permanece  estancado  en  algún  punto  de  la 


LA  CIRUGÍA   OCULAR  ANTISÉPTICA.  325 

caja.  El  íodoformo  evita  dicha  fermentación,  obrando,  no  pasajeramente 
como  las  soluciones  antisépticas  (ácido  fénico,  bórico,  permanganato  de 
potasa  etc.)  sino  ejerciendo  una  acción  antifermentecible  constante,  gra- 
cias á  sus  propiedades  físico-químicas,  evaporación  y  descomposición 
lenta  de  los  principios  que  lo  constituyen,  y  su  mezcla  y  solución  con 
la  grasa  y  albúmina.  Además,  su  acción  anestésica  y  no  irritante,  al  po- 
nerse en  contacto  con  las  superñcíes  enfermas,  descarta  el  elemento  ílu- 
xionario  y  exudación  plástica  y  serosa  consiguiente,  á  que  dan  lugar  otros 
agentes  medicamentosos.  De  ahí  la  ventaja  positiva  que  sobre  los  mis- 
mos tiene. 

En  resumen,  acción  aséptica  constante  y  en  todos  los  puntos  del  oido 
medio  y  externo,  sin  irritación  físico-química  de  las  partes  con  que  se 
pone  en  contacto. 

¿Quiere  esto  decir  que  el  Íodoformo  sea  la  panacea  de  las  supura- 
ciones del  oido  medio  y  externo?  De  ninguna  manera.  En  vano  se  apli- 
cará el  medicamento  en  las  supuraciones  de  la  caja  con  perforación  del 
tímpano  tan  reducida.que  no  permita  su  paso  al  través  de  la  misma  para 
ponerse  en  contacto  de  las  superficies  enfermas;  lo  propio  que  en  esa 
suerte  de  escrofúiide  del  oido,  sin  que  se  modifique  el  estado  general 
poruña  medicación  apropiada,  y  en  muchos  casos  de  caries  y  necrosis 
del  elemento  óseo  del  aparato.  El  íodoformo  tiene,  pues,  sus  indicacio- 
nes, que  es  necesario  estudiar,  si  se  quieren  obtener  resultados  ventajo- 
sos de  su  aplicación,  los  cuales  lograremos  indudablemente  siempre  que 
la  indicación  esté  bien  basada,  y  se  aplique  según  los  principios  expues- 
tos anteriormente. 


LA  cirugía  ocular  ANTISÉPTICA 

m,  la  olíziloa*  del  Dr.  J.  BairretOLuer, 

por  el  ayudante  D.  J.  Gasagemas. 


Aceptadas  ya  anteriormente,  como  causa  inmediata  de  la  supura- 
ción, la  existencia  de  un  exceso  de  tensión  en  los  tejidos  ó.bienla  de  una 
irritación  directa  de  los  mismos,  las  investigaciones  microscópicas  nos 
suministraron  el  conocimiento  de  otra  nueva  y  poderosa  causa;  la  de  la 
acción  de  los  gérmenes  atmosféricos,  de  existencia  hasta  entonces  des- 
conocida y  que  son  además  el  principal  y  tal  vez  único  origen  de  las 
complicaciones  de  mayor  gravedad  que  se  presentan  en  el  curso  de  las 
heridas,  constituyendo  uno  de  los  más  temibles  escollos  para  la  práctica 
de  la  cirugía. 

Comprobada  la  existencia  de  esos  seres  microscópicos  y  reconocida, 
la  variedad  de  especies  que  los  constituyen,  ya  por  las  distintas  formas 
exteriores  que  revisten,  ya  por  las  diversas  y  bien  definidas  alteraciones 
patológicas  á  que  dá  lugar  su  acción  sobre  los  organismos  vivos,  ha  na- 
cido la  necesidad  de  clasificarlos,  á  fin  de  poder  estudiar  metódicamen- 


326  LA  CIRUGÍA  OCULAR  ANTISÉPTICA. 

te  SUS  condiciones  de  vida  con  relación  á  su  nutrición,  á  las  temperatu- 
ras que  son  susceptibles  de  resistir,  á  los  antagonismos  que  para  su 
desarrollo  existe  entre  las  varias  especies  que  constituyen  ese  mundo, 
microscópico  y  en  fin,  de  un  modo  general,  á  los  medios  en  que  viven, 
se  nutren  y  se  multiplican.  Este  estudio  nos  facilitaría  notablemente  el 
poder  llegar  al  conocimiento  exacto  de  su  modo  de  obrar  y  á  las  condi- 
ciones necesarias  para  ello,  ya  dependientes  de  nuestros  tejidos,  ya  de- 
pendientes de  esos  mismos  seres,  como  lo  es,  por  ejemplo,  el  período  da 
desarrollo  en  que  se  encuentran,  favoreciéndose  de  este  modo  el  poder 
establecer  con  seguridad  una  línea  divisoria  entre  los  que  son  perjudi- 
ciales y  los  que  son  inofensivos  para  nuestra  economía. 

Mas  esta  clasificación  se  ha  hecho  sumamente  dificultosa  en  el  estado 
actual  de  la  ciencia,  desde  que  se  ha  reconocido  que  la  generación  de 
esos  seres  no  es  exclusivamente  escisipara,  sino  que  en  algunos  casos 
es  más  complicada,  tal  vez  alternativa,  pudiendo  sufrir  numerosas  me- 
tamorfosis que  nos  son  desconocidas  y  revistiendo,  para  algunos  auto- 
res, diversas  formas  y  propiedades  según  las  condicionen  del  medio  en 
que  se  desarrollan. 

Fundándose  en  esta  teoría,  en  la  teoría  parasitaria,  los  cirujanos  mo- 
dernos han  buscado  recursos  para  impedir  los  nocivos  efectos  de  esos 
gérmenes. — De  ahí  la  base  de  donde  han  nacido  dos  distintos  métodos. — 
Uno  de  ellos  (Guerin)  tiende  á  impedir  la  acción  de  los  microbios  sobre 
las  partes  lesionadas,  protegiéndolas  y  filtrando  á  través  de  grandes 
masas  de  algodón,  convenientemente  comprimidas,  el  aire  que  se  pone 
en  contacto  con  ellas. 

Este  método,  por  lo  engorroso,  por  la  dificultad  de  aplicar  convenien- 
temente el  aposito,  sio.ido  su  mala  aplicación  origen,  en  la  generalidad 
de  casos,  de  dolores  y  hemorragias,  y  por  sus  resultados  menos  seguros, 
se  aconseja  únicamente  por  la  generalidad  de  cirujanos  en  determina- 
das circunstancias,  como  en  los  campos  de  batalla,  pues  facilita  nota- 
blemente la  traslación  de  los  heridos,  ó  bien  para  llenar  indicaciones 
especiales,  como  acontece  en  las  quemaduras. 

£1  otro  método  tiende  también  á  colocar  las  heridas  en  una  atmósfe- 
ra aséptica,  pero  no  filtrando  el  aire  que  llega  hasta  ellas,  sino  emplean- 
do sustancias  que  á  dosis  inofensivas  para  el  hombre,  neutralizan  las 
condiciones  nocivas  de  esos  seres,  ya  haciéndolos  indiferentes,  ya  des- 
truyendo por  completo  sus  propiedades  vitales.  Este  es  el  método  de 
Lister,  cuyo  proceder  es  el  más  generalmente  seguido,  y  que  casi  puede 
asegurarse  cuenta  como  agente  principal  al  ácido  fénico,  hasta  que  otra 
sustancia  desprovista  de  sus  inconvenientes  (tal  vez  el  eucaliptol  si  res- 
ponde á  las  esperanzas  en  él  fundadas)  venga  á  sustituirlo. 

Reconocida,  ya  casi  universalmente,  la  cura  antiséptica  como  la  me- 
jor profilaxis  contra  las  principales  complicaciones  de  las  heridas,  inú- 
til es  que  nos  detengamos  en  detallar  las  numerosas  ventajas  que  de 
ella  se  obtienen  para  la  vida  de  los  operados. 

También  influye  notablemente  esta  cura  en  el  éxito  de  las  operacio- 
nes, y  para  poder  apreciar  la  beneficiosa  acción  que  ejerce  bajo  este  con- 
cepto, no  tenemos  más  que  recordar  los  peligros  que  ofrece  la  supu- 
ración para  el  ojo  y  su  vecindad.  Asi  yernos,  que  una  vez  establecida 


LA  CIRUGÍA  OCULAR  ANTISÉPTICA.  327 

la  supuración  en  la  conjuntiva,  puede  el  proceso  supuratorio  propagar- 
se por  el  epitelio  y  los  vasos  linfáticos  á  la  córnea,  en  donde  determina 
un  abscesO)  ó  bien  puede  el  pus,  por  una  solución  de  continuidad  en  el 
epitelio,  ya  accidental,  ya  debida  á  la  prolongada  maceracion  en  que  se 
encuentra,  obrar  directamente  sobre  el  tejido  propio  de  la  córnea,  in- 
feccionándolo y  provocando  la  supuración. 

Estas  complicaciones,  que  si  no  producen  la  pérdida  del  órgano, 
pueden  dar  origen  á  máltiples  alteraciones  ó  cuando  menos  comprome- 
ter gravemente  la  transparencia  total  ó  parcial  de  la  córnea,  ban  perdi- 
do parte  de  su  temible  importancia,  desde  que  se  ba  introducido  en  la 
eirugia  ocular  el  uso  de  las  principales  sustancias  que  constituyen  la 
base  del  método  antiséptico  de  Lister. 

Pero,  enti'e  estas  sustancias,  el  ácido  fénico,  que  como  anteriormen- 
te bemos  dicho,  es  el  cuerpo  que  goza  de  mayor  aceptación  por  los  ex- 
celentes resultados  que  dá  como  antiséptico,  tiene  sin  embargo,  nu- 
merosos inconvenientes  en  la  práctica,  y  dejando  aparte  los  efectos 
generales  tóxicos  que  puede  determinar,  aunque  sea  absorvido  en  pe- 
queña cantidad,  según  la  influencia  de  la  disposición  individual,  y  ate- 
niéndonos únicamente  á  sus  efectos  locales,  vemos  que  son  tan  alta- 
mente irritantes,  que  en  algunos  casos  llegan  á  producir  el  eczema. 
Esta  acción  del  fenol,  la  contraindica  en  determinadas  circunstancias 
y  muy  especialmente  en  la  cirugía  ocular,  pues  aunque  sea  aplicándole 
en  disoluciones  mitigadas,  irrita  fuertemente  el  ojo  y  preséntanse  con 
mayor  fireouencia,  á  favor  de  su  uso,  accidentes  inflamatorios  consecu- 
tivos que  pueden  comprometer  gravemente  el  é*ito  de  la  operación. 

Estos  inconvenientes  del  ácido  fénico,  han  obligado  á  buscar  otras 
sustancias  que  le  sustituyan  ventajosamente,  y  no  cabe  duda  de  que  en- 
tre todas  las  conocidas  hasta  hoy,  es  el  ácido  bórico  el  que  mejores  con- 
diciones reúne  en  la  cirujia  ocular,  porque  si  bien  sus  propiedades 
antisépticas  son  inferiores  á  las  del  fenol,  pirogalol,  ácido  salicilí- 
co,  etc.,  etc. ,  su  acción  nada  tiene  de  caustica  ni  irritante,  á  la  par  que 
siendo  completamente  inodoro,  su  uso  se  hace  menos  desagradable  para 
el  operador  y  el  paciente,  presentando  además  la  ventaja  de  no  provo- 
car los  efectos  anestésicos  del  ácido  fénico,  siempre  molestos,  por  el 
entorpecimiento  que  producen  en  las  manos  del  cirujano. 

Tanto  el  ácido  bórico  como  el  ácido  fénico,  tienen  numerosas  aplica- 
ciones en  la  clínica  oftalmológica  del  Dr.  Barraquer,  ya  se  trate  de  ope- 
raciones, ya  de  la  desinfección  del  órgano,  cuando  la  secreción  de  la 
conjuntiva  es  abundante  ó  se  halla  establecida  la  supuración. 

El  prooedimiento  que  se  sigue  en  dicha  clínica,  en  los  casos  de  ope- 
raciones oculares,  para  la  cura  fénica,  en  nada  se  aparta  del  aconsejado 
clásicamente  para  las  heridas  de  las  otras  regiones,  si  se  exceptúa  la 
sustitución,  en  la  generalidad  de  casos,  de  la  gasa  fenicada  por  el  algo- 
don  salicilado,  pues  el  fenicado  no  se  emplea,  por  la  dificultad  que  exis- 
te de  hallar  una  sustancia  que  fije  el  ácido  al  algodón.  £1  algodón  dá 
más  fácilmente  á  la  parte  una  forma  redondeada  y  ofrece  punto  de 
apoyo  á  las  vendas,  para  que  puedan  ejercer  una  compresión  mayor  ó 
menor,  según  la  indicación  que  se  trata  de  cumplir. 

En  la  cura  bórica,  para  producir  la  atmósfera  antiséptica  bajo  cuya 


328  LA  CIRUGÍA  OCULAR  ANTISÉPTICA. 

acción  debe  operarse,  emplea  la  solución  al  4  ó  al  8  por  100,  según  se 
utilice,  respectivamente,  el  aparato  de  Richardson  ó  el  de  Champion- 
niere,  usando  la  primera  solución  para  la  desinfección  de  las  manos, 
parte  afecta,  instrumentos,  esponjas,  etc.,  etc.,  y  para  locionar  luego  la 
herida  resultante  de  la  operación.  Terminada  ésta,  cubre  el  ojo  con  una 
róndela  de  lint  bórico  ó  sea  un  trozo  circular  ú  ovoideo  de  tela  de  algo- 
don  suave  y  poroso  impregnado  con  anticipación  en  una  solución  acuo- 
sa de  ácido  bórico,  saturada  á  favor  de  la  ebullición,  y  que  gracias  á 
una  completa  desecación,  presenta  el  espesor  de  la  trama  y  la  superfí- 
cie  cubiertas  de  polvillo  de  ácido  bórico.  Inmediatamente  por  encima 
coloca  una  masa  de  algodón  seco,  hecho  antiséptico  mediante  una  in- 
mersión más  ó  menos  prolongada  en  una  solución  alcohólica  al  10  por 
100,  generalmente,  de  ácido  salicílico,  que  se  mantiene  conveniente- 
mente comprimida  con  vendas  de  gasa  fenicada.  En  estos  casos  de  ope- 
ración en  que  las  curas  son  retardadas;  por  la  imposibilidad  que  hay  de 
mantener  directamente  sobre  la  conjuntiva  y  sus  repliegues  una  atmós- 
fera antiséptica,  por  la  comunicación  que  tiene  el  ojo  con  las  fosas 
nasales,  y  sobre  todo  por  la  secreción  de  la  mucosa  que  lleva  en  si  prin- 
cipios aptos  para  entrar  en  descomposición,  que  se  depositan  en  los  fon- 
dos de  saco  hasta  donde  no  alcanza  tan  fácilmente  la  desinfección,  existe 
la  dificultad.de  obtener  una  perfecta  antisepsis  ocular,  que  obliga  al  ci- 
rujano á  renovar  el  aposito  con  mayor  frecuencia  que  la  aconsejada  para 
las  otras  regiones. 

Por  idénticas  causas,  cuando  no  se  trata  de  obtener  una  buena  cica- 
trización, sino  una  rápida,  completa  y  sostenida  desinfección  de  la  par- 
te, las  curas  no  pueden  ser  retardadas,  debiendo,  por  el  contrario,  re- 
novarse con  cierta  frecuencia,  siendo  en  estas  circunstancias,  sin  duda 
alguna,  la  irrigación  continua  antiséptica  la  cura  mejor  aconsejada  prác- 
ticamente, si  no  fuese  por  el  peligro  que  ofrece  la  prolongada  macera- 
cion  en  que  se  encuentran  los  tejidos  y  las  dificultades  que  se  presentan 
para  su  aplicación  en  el  ojo. 

La  imposibilidad  de  aplicar  esta  cura  en  absoluto,  ha  obligado  á 
modificarla,  empleando  en  su  lugar  repetidas  irrigaciones  con  la  solu- 
ción bórica,  abandonándose  generalmente  el  uso  del  ácido  fénico  por 
ser  muy  dudoso  su  valor  antiséptico  á  dosis  en  que  se  encuentra  des- 
provisto de  sus  propiedades  irritantes.  El  ácido  bórico  es,  pues,  el  que 
por  su^  condiciones  inofensivas  llena  más  cumplidamente  esta  clase  de 
indicaciones  aplicado  en  pulverización  ó  mejor  aún  en  abundantes  irri- 
gaciones practicadas  con  jeringas  metálicas  ó  con  peras  de  caout- 
chouc  repetidas  con  mayor  ó  menor  frecuencia,  según  la  gravedad  del 
caso,  protegiendo  el  ojo,  durante  sus  intervalos,  con  una  compresa  de 
lint  bórico,  empapada  en  la  disolución  bórica  en  el  momento  de  su  apli- 
cación y  aislada  de  las  influencias  exteriores,  por  una  capa  de  algodón 
salicilado,  sujeta  por  medio  de  vendas  fenicadas,  excepto  en  los  casos  en 
que,  por  la  abundancia  de  secreción,  las  irrigaciones  han  de  ser  repe- 
tidas con  mucha  frecuencia,  como  acontece  en  la  conjuntivitis  puru- 
lenta. 

Después  de  estas  ligeras  consideraciones  sobre'Jas  dos  curas,  bórica 
y  fénica,  nos  incumbe  dar  á  conocer,  aunque  no  sea  más  que  superfi- 


LA  CIRUGÍA  OCULAR  ANTISÉPTICA.  329 

cialmente,  el  criterio  que  sigue  el  Dr.  Barraquer  para  su  aplicación. 
No  se  crea  que  las  use  indistintamente  ó  que  se  declare  partidario  ex- 
clusivo de  una  de  ellas,  sino  que  tomando  como  punto  de  partida  los 
efectos  locales  de  cada  una  de  las  sustancias  empleadas  y  el  estado  de 
integridad  ó  alteración  con  que  se  presentan  la  conjuntiva,  la  córnea  ó 
ambas  á  la  vez,  á  ellos  se  atempera  para  establecer  sus  indicaciones. 

Guando  la  conjuntiva  está  en  estado  físiológico,  cuando  no  presenta 
las  alteraciones  propias  del  catarro,  emplea  en  todos  los  casos  el  ácido 
bórico,  absteniéndose  del  uso  del  tenol,  á  ñn  de  evitar  los  trastornos 
que  por  su  acción  irritante  pudiera  provocar  sobre  la  mucosa.  Al  con- 
trario; cuando  la  conjuntiva  se  presenta  hiperemiada,  con  hipertrofia 
de  sus  papilas  y  con  secreción  más  ó  menos  abundante,  no  teme  la  ac- 
ción del  ácido  fénico  pues  obrando  siempre  en  este  caso  como  sustitu- 
tiva,  resulta  beneficiosa  para  el  curso  de  la  afección. 

Por  parte  de  la  córnea,  también  constituye  su  estado  de  integridad 
una  contraindicación  formal  para  el  uso  del  ácido  fénico,  no  dejando  lu- 
gar á  dudas  los  numerosos  experimentos  que  con  este  objeto  hemos 
practicado  con  el  Dr.  Barraquer  en  los  conejos,  cuya  córnea  á  la  st^gun- 
da  pulverización  fénica  al  2  V2  Por  100,  se  cubria  de  un  ligera  película 
opalina,  que  se  convirtió  rápidamente  en  una  abceso,  siempre  que  se  con- 
tinuaba el  uso  de  las  pulverizaciones.  Dado  estos  efectos  en  una  cór- 
nea en  estado  físiológico,  fácil  será  comprender  los  que  se  producirán  en 
una  córnea  ya  alterada,  y  por  consiguiente  predispuesta  á  dejarse  in- 
fluir más  fácilmente  por  la  acción  irritante  del  fenol.  Pero,  asi  como  la 
existencia  de  la  córnea  es  una  contraindicación  para  el  uso  del  ácido 
fénico,  en  la  falta  de  este  tejido  encontramos  la  fuente  de  sus  indica- 
ciones como  lo  son,  por  ejemplo,  los  casos  de  enucleación,  estafiloto- 
mia,  etc.,  etc. 

Naciendo  naturalmente  las  indicaciones  del  ácido  bórico,  de  las  con- 
traindicaciones del  fénico,  pues  las  menores  propiedades  antisépticas 
de  que  goza  esa  sustancia,  únicamente  autorizan  su  uso  en  los  casos  en 
que  es  peligroso  el  de  aquél,  resumiremos  solamente  las  indicaciones  y 
contraindicaciones  del  fenol  en  la  cirugía  ocular,  sentando  de  un  modo 
general,  que  está  indicado  en  los  casos  en  que  falta  la  córnea  ó  hay  alte- 
raciones catarrales  en  la  mucosa;  mientras  que  la  existencia  de  la  cór- 
nea y  el  estado  fisiológico  de  la  conjuntiva  constituyen  sus  más  forma- 
les contraindicaciones. 

Con  el  objeto  de  completar  este  ligero  trabajo  y  revestirlo  del  carác- 
ter que  le  corresponde,  copiamos  á  continuación  algunas  historias  clí- 
nicas, escogidas  entre  las  de  la  numerosa  estadística  del  Dr.  Barraquer, 
á  cuya  bondad  debo  los  datos  necesarios  para  la  publicación  de  este  ar- 
tículo. 

Pueden  servir  como  tipos  de  la  cura  fénica  los  dos  casos  siguientes: 

Extirpación  de  un  carcinoma  de  la  órbita. 

Mariano  Batiste,  de  50  años  de  edad,  natural  de  Lérida,  habitante 
en  la  calle  Mayor,  núm.  2,  se  presentó  en  la  clínica  particular  del  doc- 
tor Barraquer  con  un  tumor  que  llenaba  la  órbita  izquierda,  y  que,  se- 


330  LA  CIHUGfA  OCULAR  ANTISÉPTICA. 

parando  ambos  párpados,  se  proyectaba  al  exterior.  Dijo  haber  sufrido 
en  olra  clínica  la  enucleación  del  ojo  correspondiente  á  la  órbita  le- 
sionada. 

Decidido  á  sufrir  la  extirpación  de  este  tumor,  se  le  aconsejó,  para 
colocarlo  en  mejores  condiciones  de  pureza  atmosférica,  alquilase  una 
casa  en  los  alrededores  de  esta  ciudad,  haciéndolo  en  Gracia,  calle  de 
Rabasa,  núm.  89,  en  donde  el  28  de  £nero  de  este  año  se  practicó  la  ope- 
ración. 

Empezóse  por  desinfectar  las  manos  de  los  ayudantes,  del  operador, 
esponjas,  instrumentos  y  la  región  afecta,  con  la  solución  fénica  al  5  por 
100  y  por  anestesiar  al  enfermo,  sin  que  la  administración  del  clorofor- 
mo provocase  el  menor  entorpecimiento  durante  el  curso  de  la  extirpa- 
ción. Luego,  bajo  una  atmósfera  antiséptica  de  ácido  fénico  al  2  V2  P^^ 
100,  producida  á  favor  del  aparato  pulverizador  de  Championniere,  di- 
rigido por  un  ayudante  durante  todo  el  tiempo  de  la  operación  y  aplica- 
ción del  aposito,  se  dio  principio  á  aquélla,  practicando  un  extenso  des- 
bridamiento  de  la  comisura  externa,  sin  el  cual  no  era  posible  la  sepa- 
ración palpebral,  por  la  compresión  que  ejercía  la  neoplasia. 

Seccionóse  después  la  mucosa  conjuntíval  en  los  fondos  de  saco,  y, 
previa  separación  de  los  párpados  con  los  elevadores,  se  hizo  presa  del 
tumor  con  las  pinzas  de  pólipo,  disecándolo  y  desprendiéndole  de  las 
paredes  orbitarias  con  las  tijeras  curvas,  y  seccionando  el  nervio  óptico 
en  el  fondo  de  la  cavidad  rasando  al  agujero  óptico.  Algunas  adheren- 
cias que  presentaba  el  tumor  en  la  pared  inferior  de  la  órbita,  obli- 
garon á  practicar  en  dicho  punto  la  resección  del  periostio. 

Terminada  la  extirpación,  se  cohibió  la  abundante  hemorragia  que 
se  produjo  á  consecuencia  de  estas  manipulaciones,  por  medio  de  la 
compresión,  llenando,  para  ejecutarla,  toda  la  cavidad  déla  órbita  con 
esponjas  fenicadas. 

Se  practicó  la  ligadura  de  los  puntos  lagrimales  para  evitar  la  pene- 
tración por  ese  sitio  del  aire  y  de  mucosidades,  y  después  de  una  amplia 
loción  de  la  cavidad  con  una  solución  fénica  al  5  por  100,  aplicóse  inme* 
diatamentd  el  aposito  siguiente: — 1.^  Una  capa  de  tafetán  protector,  en 
contacto  inmediato  con  las  paredes  de  la  órbita. — 2.^  Algodón  salicilado, 
llenando  por  completo  la  cavidad  orbitaria. — 3.^  Otra  capa  del  protec- 
tor, para  aislar  los  párpados  del  contacto  irritante  del  ácido  fénico. — 
4.°  Doce  ó  catorce  capas  de  gasa  fenicada. — 5/  Una  masa  de  algodón  sa- 
licilado,  de  forma  semiesférica,  para  que  las  vendas  pudieran  ejercer 
una  compresión  conveniente  sobre  el  resto  del  aposito.— 6.*  Vendas  de 
gasa  preparadas  con  ácido  fénico  y  sumergidas  en  una  solución  fuerte 
del  mismo  en  el  momento  de  su  aplicación. 

El  vendaje  se  hizo  bi-ocular,  protegiendo  el  ojo  sano  con  algodón, 
tanto  en  el  acto  como  después  de  la  operación. 

Del  dia  23  de  Enero  al  2  de  Febrero,  el  enfermo  se  presentó  sin  fie- 
bre, con  37  grados  de  temperatura,  72  pulsaciones  y  sin  aquejar  dolores 
en  la  herida. 

Dia  2  de  Febrero. — Se  levantó  el  vendaje  bajo  la  acción  de  una  at- 
mósfera antiséptica.  Las  paredes  orbitarias  estaban  sin  pus  y  cubiertas 
por  una  capa  blanca  rosada.  Se  practicó  una  amplia  irrigación  en  la 


LA  CIRUGÍA  OCULAR  ANTISÉPTICA.  331 

cavidad  con  la  solución  fénica  al  2  V2  por  100,  antes  de  la  renovación 
del  vendaje.  El  enfermo  abandonó  el  lecho. 

Dia  5.«Continuaba  la  herida  sin  supuración  ni  dolores  y  cubierta  de 
numerosos  mamelones  carnosos.  Simplificóse  el  vendaje,  haciéndolo 
mono-ocular. 

El  dia  7  y  el  dia  10  se  hicieron  la  tercera  y  cuarta  cura,  sin  que  se 
presentase  novedad  en  el  estado  local  ni  en  el  general. 

Dia  13.— La  superficie  externa  do  los  párpados  estaba  cubierta  por 
abundante  secreción  debida,  probablemente,  al  contacto  irritante  del 
ácido  fénico,  con  la  mucosa  palpebral.  Adelantaba  notablemente  la  for- 
mación de  mamelones  carnosos  en  la  órbita  y  no  habia  pus  en  esta  ca- 
vidad. 

Continuáronse  las  curas,  separadas  por  intervalos  de  ocho  dias,  hasta 
mediados  de  Marzo,  en  cuya  fecha  se  quitó  definitivamente  el  aposito, 
quedando  la  herida  completamente  cicatrizada. 

£1  examen  microscópico  del  tumor  dio  los  caracteres  propios  de  un 
carcinoma. 

No  podemos  menos  de  llamar  la  atención  sobre  este  caso  clínico,  por 
ser  de  aquellos  en  que  más  evidentemente  se  manifiestan  los  beneficiosos 
efectos  de  la  cura  antiséptica,  pues  en  esta  región,  por  medio  de  la  vena 
oftálmica,  por  la  hendidura  esfenoidal,  por  la  vaina  del  nervio  óptico  y 
por  las  numerosas  aberturas  que  existen  para  el  paso  de  otros  nervios, 
se  establecen  amplias  comunicaciones  entre  la  órbita  y  la  cavidad  cra- 
neana, que,  una  vez  determinada  la  supuración,  permiten  libremente  la 
entrada  del  pus  dando  origen  á  meningitis  casi  siempre  mortales. 

Extirpación  de  la  mitad  anterior  del  globo  ocular  estafilomatosa. 

N.  N.,  joven  de  18  años,  habitante  en  la  calle  de  San  Bellran,  núm.  5, 
tienda,  sufrió  el  dia  2  de  Mayo  del  corriente  año  la  extirpación  de  la  mi- 
tad anterior  del  globo  ocular  hecha  según  el  procedimiento  de  Wecker 
con  una  sola  sutura  de  catgut,  empleando  parala  operación  los  más  ri- 
gurosos detalles  de  la  cura  antiséptica,  y  que  en  la  historia  anterior  de- 
jamos apuntados. 

El  dia  7  se  hizo  la  primera  cura,  notándose  que  la  conjuntiva  perma- 
necía adherida  al  globo  ocular  sin  que  existiese  ningún  fenómeno  supu- 
ratorio  ni  inflamatorio.  Durante  estos  dias  la  enferma  permaneció  sin 
movimiento  febril. 

El  dia  9  se  practicó  la  segunda  cura,  suspendiéndose  definitivamente 
el  vendaje. 

Como  tipos  de  la  cura  bórica,  son  verdaderamente  notables  los  dos 
casos  que  copiamos  á  continuación: 

Extirpación  de  un  epftelioma  del  párpado  inferior.-  Blefaroplástia. 

Antonia  Grau,  de  60  años  do  edad,  vecina  de  Rubí,  ingresó  en  el  hos- 
pital de  Santa  Cruz  el  dia  6  de  Marzo  de  este  año,  pasando  á  ocupar  la 
cama  número  6  de  la  sala  de  San  Zacarías.  Dijo  habérsele  desarrollado 
tres  años  atrás  una  verruga  en  el  borde  adherente  del  párpado  inferior 
izquierdo^  verruga  que  durante  los  últimos  seis  meses  se  habia  ulce- 


332  LA  CIRUGÍA  OCULAR  ANTISÉPTICA. 

rado,  presentando  una  costra  negruzca,  que  caía  y  se  regeneraba  rápida- 
mente. 

En  el  momento  del  examen,  el  tumor  se  presentaba  mamelonado, 
ocupando  la  mitad  interna  del  párpado  inferior,  extendiéndose  desde  el 
borde  adherente  al  borde  libre  y  ulcerado  en  este  último  punto,  invadia 
parte  del  cartílago  tarso,  formando  una  capa  blanca  en  la  conjuntiva  y 
sangrando  con  facilidad,  siendo  origen  de  molestas  punzadas  para  la 
enferma. 

El  día  9  de  Marzo  se  practicó  la  operación,  empleando  la  solución  fé- 
nica fuerte  al  5  por  100  para  la  desinfección  de  las  manos  del  operador 
y  sus  ayudantes  y  la  débil,  al  2  V2  P^r  100,  para  locionar  la  ceja,  mejilla 
y  párpados  correspondientes  al  lado  enfermo,  sirviéndose  de  la  solución 
bórica,  al  4  por  ICO,  para  desinfectar  los  instrumentos,  esponjas  y  demás 
objetos  que  debian  ponerse  más  directamente  en  contacto  con  el  ojo, 
igualmente  que  para  la  pulverización  ejecutada  por  un  ayudante  con  el 
aparato  de  Richardson,  durante  todo  el  curso  de  la  operación  y  aplica- 
ción del  aposito. 

La  extirpación  del  tumor  se  hizo  junto  con  una  porción  de  piel  y  de 
mucosa  conjuntival,  y  además  una  tercera  parte  próximamente  del  car- 
tílago tari^o.  Quedó  la  herida,  producida  por  la  pérdida  de  sustancia, 
de  forma  cuadrilátera  en  la  piel  y  triangular  con  la  base  dirigida  arriba 
en  la  mucosa. 

Se  practicó  luego  una  extensa  cantoplastia,  sostenida  con  una  su- 
tura metálica  y  dos  de  catgut^  para  ganar  tejido  y  evitar  la  tirantez  de  la 
comisura  exlerna  palpebral,  disecándose,  inmediatamente  después,  un 
colgajo  en  la  mejilla  de  1  V2  centímetros  de  altura  por  '2^/2  centímetros  de 
longitud.  Se  reunieron  los  labios  de  la  herida  triangular  del  tarso  y 
mucosa  por  un  punto  de  sutura  metálica,  aplicándose  el  colgajo  de  la 
mejilla  á  la  herida  cutánea  del  párpado  por  otro  punto  metálico  en  el 
ángulo  superior  interno  y  nueve  de  catgut  repartidos  por  el  resto  de  la 
herida. 

Terminada  la  operación  y  después  de  una  abundante  irrigación  de  la 
herida  con  la  solución  bórica,  se  cubrió  la  parte  con  el  protector,  luego 
con  una  róndela  de  lint  bórico,  por  encima  del  cual  se  aplicó  una  masa 
semiesférica  de  algodón  salícilado,  empleando  un  vendaje  bi-ocular  con 
vendas  de  gasa  preparadas  con  ácido  fénico* 

Día  10. — La  enferma  no  aquejaba  dolores  en  la  parte  operada.  Du- 
rante la  noohe  se  presentaron  algunos  vómitos. 

Diall. — Continuaba  la  herida  sin  provocar  dolores.  Ligera  gastral- 
gia. Apirexia  completa. 

Dia  12.— Se  levantó  el  aposito  bajo  la  influencia  de  una  atmósfera  bó- 
rica. El  colgajo  estaba  adherido,  sin  pus  ni  tumefacción.  Se  renovó  el 
vendaje,  haciéndole  mono- ocular. 

Dia  14. — Se  quitaron  las  suturas  metálicas,  menos  la  que  sujetaba  al 
cartílago  tarso. 

Dia15.— Al  levantar  el  vendaje,  se  encontró  desprendida  la  sutura 
del  cartílago,  que  se  aplicó  nuevamente. 

Dia  18.— ?e  quitó  este  último  punto  metálico. 

El  dia  22  se  suprimió  el  vendaje,  y  el  dia  29  se  le  dio  el  alta. 


ÁCiOO  SALICÍLIGO  Y  SUS  SALES.  333 


Tratamiento  de  la  supuración  consecutiva  á  una  operación  de  catarata. 

N.  N.,  mujer  de  59  años  de  edad,  natural  y  vecina  de  Horta,  sufrió 
en  la  calle  de  la  Petxina,  número  4,  piso  2.^,  el  día  29  de  Marzo  último, 
la  extracción  con  iridectomía  de  una  catarata  del  ojo  derecho.  Después 
de  la  operación,  que  se  hizo  sin  aparato  pulverizodor,  la  pupila  se  pre- 
senté negra,  pudiendo  contar  perfectamente  los  dedos. 

Dia30.— Se  presentaron  dolores  en  la  región  supra-orbitaria.  Abun- 
dante secreción  conjuntival.  Cámara  anterior  tuibia,  con  hipopion  que 
llenaba  su  quinto  inferior.  Plerida  coaptada^  pero  con  los  labios  blan- 
quecinos. Ha  desaparecido  la  visión. 

Tratamiento  interno,  un  gramo  de  sulfato  de  quinina  é  irrigaciones 
bóricas  en  el  ojo  cada  media  hora. 

Dia  1.0 de  Abril.— Continuaba  aumentando  el  hipopion.  La  pupila  es- 
taba ocupada  por  una  masa  purulenta. — La  herida  se  presentaba  más 
blanquecina  que  en  el  dia  anterior.  Desaparecieron  los  dolores.  Se 
continúa  el  mismo  tratamiento. 

Dia  2. — Nótase  una  reducción  notable  del  hipopion. 

Dia  3. — Continuaba  aclarándose  la  cámara  anterior. 

Dia  5  —Desapareció  el  hipopion,  aparentándose  algunas  sinequias. 
Al  mismo  tratamiento  añadiéronse  instilaciones  de  atropina. 

Dia  9.— Cámara  anterior  enteramente  clai*a  y  la  herida  cicatrizada. 
La  visión  es  bastante  clara.  Se  suspQn4e  el. tratamiento  antiséptico  y  se 
sustituye  por  el  de  las  sinequias.  La  enferma  parte  para  su  pais. 

Dia  5  de  Mayo. — La  pupila  sigue  en  muy  buen  estado.  Con  las  lentes 
apropiados  (+ 10  dioptrías)  la  enferma  goza,  en  el  ojo  operado,  de  una 
Vision  que  puede  expresarse  exactamente  por  ^/a* 


CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SALICILICO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo  (1), 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Médico  de  la  Ckxaa  de  Lactancia  y  CascHiunade  Barcelona. 


5/ Aplioaoionesá  la  cirugía. -Debiéramos  dar  por  concluida  nuestra 
tarea,  haciendo  punto  final  por  habernos  ocupado  de  las  afecciones  ver- 
daderamente internas  y  febriles,  es  decir,  de  las  aplicaciones  que  en  la 
medicina  puede  teaer  el  ácido  salicílico  y  sus  compuestos.  Pero  no  po- 
demos menos  de  hablar,  aunque  sea  con  poca  extensión,  de  las  no- 
tabilísimas aplicaciones  que  de  este  cuerpo  se  ha  hecho  en  la  cirugía 
copio  antiséptico,  por  cuyo  motivo  se  ha  constituido  un  método  espe- 
cial para  todas  las  heridas,  titulado  cura  antiséptica.  Esta  cura  está  com- 


(1)    Continuación. -Y.  los  núms.  25, 26,  27,  28, 29,  30,  31, 32, 33  y  3K 


S3i  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

puesta,  como  agente  principal,  por  el  ácido  salicilicOy  perfectamente 
puro,  en  su  mayor  parte,  auxiliado  del  ácido  fénico  y  de  algún  otro  agen* 
te  de  menor  importancia. 

El  USO  del  ácido  saliciüco  en  la  cirugía  está  fundado  en  las  cualida- 
des antipútridas  que  posee,  siendo  particularmente  en  las  úlceras  de 
mal  carácter,  en  las  cancerosas  y  en  las  grandes  heridas  donde  se  han 
demostrado  sus  preciosas  propiedades,  ayudando  muchísimo  á  la  cura- 
ción y  cicatrización  de  las  mismas.  En  estos  casos,  el  ácido  saliciüco 
puro  puede  perfectamente  sustituir  al  ácido  fénico,  puesto  que,  al  con- 
trario de  éste,  no  produce  fenómenos  inflamatorios,  ni  posee  olor  re- 
pugnante. 

El  ácido  saliciüco,  á  pesar  de  ser  aplicado  tópicamente,  se  ha  obser- 
vado con  frecuencia  que  pasa  á  la  orina,  lo  cual  demuestra  la  facilidad 
con  que  es  absorvido,  aún  aplicado  al  exterior. 

Para  hacer  aplicación  del  ácido  saliciüco  en  la  cirugía,  se  ha  usado, 
según  los  casos,  una  solución  del  mismo  en  el  agua  en  la  proporción 
de  i  por  300.  En  este  caso,  constituye  un  gran  agente  para  la  limpieza  y 
curación  de  las  heridas  sin  producir  fenómenos  de  irritación.  También 
se  ha  hecho  uso  del  algodón  saliciiado,  usando  M.  Thiersch  las  siguientes 
fórmulas: 

Algodón  saliciiado  al  3 por  iOO. 

Acido  saliciUco .750  gramos. 

Alcohol.  .«• 500       * 

Agua  &  TO*"  ú  80**  c.    .   .    , 150  litros. 

Esta  solución  sirve  para  empapar  10  kilogramos  de  algodón,  el  cual 
se  deja  secar  después  de  frió. 

Algodón  saliciiado  al  iO  por  iOO. 

Acido  salicilico.  • 1  kilogramo. 

Alcohol 10         » 

Aguaá70^80^c 60  litros. 

Esta  solución  sirve  para  10  kilogramos  de  algodón,  dejándolo  tam- 
bién secar  después  del  frió. 

En  cuanto  á  las  úlceras  de  mal  carácter  con  tendencia  á  la  podre- 
dumbre y  á  la  gangrena,  he  tenido  ocasión  de  aplicar  el  algodón  salicí  • 
lado  al  V250  6^  ui^  individuo  que  presentaba  una  úlcera  en  la  pierna  iz- 
quierda, con  un  olor  sumamente  repugnante,  adquiriendo  al  cabo  de 
pocos  dias  mejor  carácter  y  caminando  luego  hacia  la  curación. 

Winkel  ha  aplicado  con  buen  resultado  el  ácido  salicilico  en  el  tra- 
tamiento de  los  tumores  ñbroides  del  útero  y  en  el  drenage  de  la  cavidad 
abdominal  consecutivo,  á  la  ovariotomia,  á  la  dosis  de  Veoo* 

Cuanto  pudiéramos  decir  de  las  inmensas  aplicaciones  del  ácido  sa- 
licilico en  cirugía,  está  compensado  con  hacer  á  nuestros  lectores  una 
pequeña  reseña  del  material  necesario  para  practicar  la  cura  antisépti- 
ca de  Lister.  Creo  que  no  tenemos  necesidad  de  elogiar  esta  cura,  pues- 
to que  sus  resultados  se  hallan  sancionados  por  un  sinnúmero  de  apli- 
caciones que  de  la  misma  se  ha  hecho,  ya  en  las  clínicas  hospitalarias, 
ya  en  los  particulares.  La  cura  antiséptica  de  Lister  se  ha  aplicado  en 
todos  aquellos  casos  en  que  ha  habido  solución  de  continuidad,  de  cual- 


ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES.  335 

quier  clase  que  esta  sea,  para  evitar  la  infección  purulenta,  con  cuyo 
medio  se  consigue  con  facilidad,  al  mismo  tiempo  que  abrevia  la  dura- 
ción de  la  enfermedad. 

La  cura  antiséptica  de  Lister  ha  sido  empleada  en  Barcelona,  con  sor- 
prendentes resultados,  por  gran  número  de  cirujanos,  entre  los  cuales 
se  cuentan  á  los  Drs.  Giné,  Torent,  Horta,  etc.,  etc.  En  mi  práctica  pri- 
vada he  tenido  ocasión  de  emplearla  solo  tres  veces  y  no  tengo  por  qué 
arrepentirme  de  ello;  uno  de  los  enfermos  presentaba  una  extensa  que- 
madura de  todo  el  antebrazo,  mano  y  tres  centímetros  por  encima  del 
codo,  quemadura  de  tercer  grado  que  terminó  favorablemente  y  sin  los 
trastornos  propios  de  una  quemadura  tan  extensa  como  aquella,  á  be- 
neficio de  dicha  cura. 

El  material  de  que  se  compone  la  cura  antiséptica  de  Lister  es  el  si- 
guiente: 

Agua  fenicada  al  5  por  iOO. 

Acido  fónico  cristalizado 50  gramos. 

Agaa  destilada 950       » 

Con  esta  disolución  deben  lavarse  las  manos  el  operador  y  el  ayudan- 
te, y  los  instrumentos  que  deben  emplearse.  También  sirve  para  pulve- 
rizar con  el  aparato  de  Richardson  todo  el  campo  de  la  operación. 

Agua  fenicada  al  2  por  iOO. 

Acido  fénico  cristalizado 20  gramos. 

Agua  destilada 980       » 

Esta  disolución  sirve  para  empapar  el  aposito  y  lavar  las  heridas  con 
el  pulverizador. 

Aceite  fenicada  al  5  y  al  iO  por  iOO. 

Acido  fénico  cristaUzado 5  ó  10  gramos. 

Aceite  de  olivas.* 95Ó9Ü        » 

Este  aceite  sirve  para  mojar  las  sondas,  lechinos,  torundas  de  hilas, 
etcétera,  etc.,  que  se  introducen  en  las  heridas. 

Disolución  de  cloruro  de  zinc  al  6  por  iOO, 

Cloruro  de  zinc 6  gramos. 

Agua  destilada 94        » 

Esta  disolución  está  destinada  á  volver  asépticas  las  úlceras  ó  heri- 
das, en  donde  se  hayan  introducido  fermentos  nocivos. 

Disoluciones  salicilicas. 

Acido  salicilico.    •    .    • 4  gramos. 

Agua  destilada , 900       > 

Acido  salicilico.        ,    .       5  gramos. 

Agua  destilada 100       » 

Estas  disoluciones  se  emplean  para  empapar  las  piezas  de  un  aposito 
que  haya  de  estar  más  tiempo  que  otro,  preparado  con  ácido  fénico. 

Además  de  esto  se  emplean  los  algodones  salicilados,  de  que  ya  hemos 
hecho  mención,  la  gasa  antiséptica,  el  protector,  etc. 

No  entraremos  en  más  detalles  sobre  el  particular,  porque  no  nos  per- 
tenece, puesto  que  no  ha  sido  nuestro  propósito,  hacer  una  descripción 


336  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

detallada  de  la  cura  antiséptica  de  Lister,  sino  que  con  esto  hemos  que- 
rido dar  á  comprender  la  importancia  del  ácido  salicílico  y  sus  aplica- 
ciones á  la  cirugía,  lo  mismo  que  á  la  medicina.  Además,  para  adquirir 
más  detalles  sobre  el  particular,  pueden  consultarse  las  dos  publicacio- 
nes dedicadas  exclusivamente  á  dicha  cura.  La  una,  debida  á  la  pluma 
del  Dr.  S.  Cardenal,  y  la  otra  escrita  por  N.  de  Nussbaum  y  traducida 
por  los  SS.  Reina  y  Martin,  y  Ángulo  Laguna. 

6.^  Varias  otras  aplicaciones.— A  íin  de  dar  á  comprender,  hasta  don- 
de sea  posible,  las  inmensas  aplicaciones  é  importancia  del  ácido  salicí- 
lico, diremos  que  encuentra  numerosas  aplicaciones  en  la  conservación 
de  las  cardes,  frutas,  jugos,  bebidas,  medicamentos,  tinta,  ele  ,  etc.,  evi- 
tando de  este  modo  la  descomposición  de  un  gran  número  de  sustancias, 
al  mismo  tiempo  que  el  desarrollo  de  hongos  microscópicos. 

Cuando  á  100  litros  de  mosto  se  añaden  10  gramos  de  ácido  salicíli- 
co, se  detiene  por  completo  la  fermentación  y  una  pequeña  cantidad  de 
dicho  cuerpo  impide  la  corrupción  de  los  toneles  y  la  alteración  conse- 
cutiva del  vino  y  de  la  cerveza.  Mr.  Neubauer  dice  que  evita  las  enfer- 
medades de  los  vinos,  añadiendo  una  corta  porción  de  ácido  salicílico. 
Según  Kolbe,  50  centigramos  de  ácido  salicílico  detienen  la  fermenta- 
ción de  una  mezclado  5  gramos  de  levadura  de  cerveza,  120  gramos 
de  azúcar  y  un  litro  de  agua. 

Con  un  gramo  de  ácido  salicílico  se  puede  asegurar  la  conservación 
de  20  litros  de  agua  á  bordo  de  los  navios,  para  lo  cual  Kolbe  propone 
cerrar  los  toneles  con  un  tapón  de  algodón  impregnado  de  ácido  salicí- 
lico, que  el  aire  atravesará  antes  de  penetrar  en  ellos  hasta  que  el  agua 
se  encuentre  bien  saturada. 

La  industria  puede  sacar  gran  provecho  de  la  acción  del  ácido  sali- 
cílico sobre  las  infusiones  y  cocimientos  vegetales  destinados  á  la  tin- 
torería; pues  Mr.  Thresch,  en  sus  experirñehtos,  ha  visto  la  influencia 
ejercida  por  una  débil  proporción  de  ácido  salicílico  sobre  dichas  infu- 
siones, viendo  que  se  conservan  perfectamente  las  de  cascarilla,  sen, 
corteza  de  naranja,  colombo,  el  mucílago  de  goma,  el  jugo  de  limón,  etc. 

Cuando  se  añade  una  pequeña  cantidad  c^e  este  cuerpo  á  una  mezcla 
de  amigdalina  y  de  emulsión  de  almendras  dulces,  pone  obstáculo  al 
desarrollo  del  olor  de  esencia  de  almendras  amargas.  La  harina  de  mos- 
taza, mezclada  con  una  solución  muy  diluida  de  ácido  salicílico,  no  des- 
prende el  olor  característico  del  sinapismo. 

Una  solución  de  glucosa,  que  no  contenga  más  que  una  milésima  de 
su  peso  de  ácido  salicílico,  no  fermenta  en  contacto  de  la  levadura  de 
cerveza,  y  cuando  una  solución  azucarada  fermenta  bajo  la  influencia 
de  la  levadura,  el  ácido  salicílico  detiene  la  fermentación  mucho  mejor 
que  una  dosis  igual  de  ácido  fénico. 

Kl  ácido  salicílico  se  opone  al  desenvolvimiento  de  hongos  en  la  su- 
perficie de  la  cerveza  y  previene  su  alteración  expontánea.  A  la  dosis 
de  4  centigramos  por  100  gramos,  retarda  durante  largo  tiempo  lacoa- 
gulaciou  de  la  leche,  impide  la  descomposición  expontánea  de  la  orina  y 
asegura  sa  conservación  en  estado  ácido,  porque  impide  la  transforma- 
ción déla  urea  en  carbonato  de  amoniaco. 


ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS   SALES.  337 

Lo6  huevos  que  se  hayan  introducido  durante  una  hora  en  una  solu- 
ción acuosa  saturada  de  ácido  salícilico,  han  sido  conservados  en  segui- 
da al  aire  libre  durante  100  dias,,  y  después  de  este  tiempo  se  han  en- 
contrado muy  á  propósito  para  la  alimentación,  mientras  que  otros 
huevos  no  arreglados  de  este  modo  habian  llegado  totalmente  á  la  pu- 
trefacción. 

La  carne  fresca  ha  sido  impregnada  de  ácido  salicílico,  después  ex- 
puesta al  aire  libre  durante  muchas  semanas  y  no  se  ha  notado  ningún 
fenómeno  de  putrefacción.  La  carne,  encerrada  en  un  vaso  con  ácido  sa- 
licílico, ha  podido  ser  empleada  después  de  un  mes  de  conservación  para 
todos  los  usos  culinarios,  lavándola  simplemente  para  que  desaparezca 
la  mayor  parte  del  ácido  salicílico;  el  poco  que  queda  no  ejerce  ninguna 
influencia  sensible  sobre  su  sabor.  Nada  extraño  seria  que  se  llegase  á 
utilizar  el  ácido  salicílico  para  la  conservación  de  las  carnes  de  la  Amé- 
rica del  Sud  y  trasportarlas  á  Europa  en  un  estado  satisfactorio  de  fres- 
cuia. 

Según  estos  datos,  que  nos  proporciona  Mehu  en  su  Anuario  de  far- 
macia, observamos  que  la  medicina,  la  higiene  y  la  industria  pueden 
sacar  gran  partido,  en  muchas  ocasiones,  de  la  acción  del  ácido  salicí 
I  ico  sobre  una  multitud  de  sustancias  aptas  para  descomponerse  y  fer- 
mentar, evitando  en  muchos  casos  estos  dos  estados  en  dichas  sus 
tancias.  Bajo  este  punto  de  vista,  las  ventajas  de  este  cuerpo  son  supe- 
riores á  Lis  del  ácido  fénico,  puesto  que,  además  de  ser  más  inofensivo, 
no  posee  el  olor  repugnante  de  éste  y  puede  emplearse  en  mayor  número 
de  sustancias,  como  la  leche  á  las  que  el  ácido  fénico  más  bien  perjUvii- 
caria. 

CONCLUSIÓN. 

Hemos  descrito  someramente  las  aplicaciones  del  ácido  salicílico  en 
la  medicina  y  mucho  más  podríamos  decir  todavía,  si  quisiéramos  pasar 
revista  á  todos  los  estudios  que  del  mismo  se  ha  hecho.  Pero  nuestra  in- 
tención ha  sido  sólo  querer  demostrar,  hasta  donde  permitiesen  nuestras 
fuerzas,  su  gran  utilidad  en  el  tratamiento  del  reumatismo  agudo  y  del 
crónico,  parando  un  poco  la  atención  en  todas  aquellas  afecciones  en 
que  hemos  tenido  ocasión  de  administrarlo,  para  expoher  los  resultados 
que  del  mismo  hemos  obtenido. 

Esta  ligera  reseña  ha  tomado  su  verdadero  origen  en  nuestra  prácti- 
ca privada  y  por  esio  no  nombramos  siquiera  muchas  afecciones,  de  las 
que  otros  prácticos  han  publicado  resultados  más  ó  menos  satisfactorios, 
porque  nosotros  no  hemos  tenido  ocasión  de  aplicarlo  en  ellas  todavía. 
Y  si  quisiéramos  hacer  una  detallada  historia  de  dicho  cuerpo,  hasta  de 
aquellos  casos  en  que  no  lo  hemos  empleado,  sino  refiriendo  simple  y 
sencillamente  lo  que  nos  dicen  otros  autores,  nos  absorveria  mucho 
tiempo  y  nos  separaríamos  del  objeto  principal  que  nos  hemos  propues- 
to desde  el  principio.  Damos  por  terminada  nuestra  tarea  sobre  tan  im- 
portante asunto,  exponiendo  algunos  casos  clínicos  en  comprobación  de 
lo  manifestado  en  varias  partes  de  este  artículo. 


338  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

VI. 

CASOS  CLtNICOS. 

Observación  primera.— (P.  Esqueráo).-- Reumatismo  poli- articular 
agudo  y  febril  (t).— Una  niña  de  43  años,  ingresa  en  la  clínica  con  reuma- 
tismo poli-articular  agudo  y  febril  en  Diciembre  de  1876.  Cuenta  dos  dias 
el  reumatismo  y  las  articulaciones  dolorosas,  tumefactas  «^inaptas  para 
los  movimientos.  El  más  ligero  cambio  de  actitud  hace  gemir  á  la  enfer- 
mita.  La  temperatura  es  elevada  y  seca  la  piel.  Una  poción  aromática 
con  tres  gramos  de  ácido  salicílico  para  tomar  á  jicaras  en  un  día.  De- 
crece la  intensidad  de  los  síntomas  y  á  los  dos  días  la  enferma  se  halla 
como  si  no  hubieran  sufrido  sus  articulaciones.  Se  mueve,  levanta, 
come  y  pide  el  alta  á  los  siete  dias,  á  pesar  de  aconsejársele  la  perma- 
nencia en  la  sala  algún  tiempo  más.  Sale  en  dias  lluviosos,  y  á  los  cua- 
tro ó  cinco  dias  entra  de  nuevo  con  reumatismo  febril  y  no  de  tanta  in- 
tensidad como  el  anterior  ataque.  El  ácido  salicílico  lo  suprime  en  el 
corto  periodo  de  3(i  horas.  Trascurrida  una  semana  marcha  con  su  fami  • 

lía  sin  que  hubiese  otra  recidiva. 

[Continuará.) 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS,  <'> 
POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


G  TÁLAMOS  ÓPTICOS. 

Son  dos  ganglios  simétricos,  del  volumen  próximamente  de  una  nuez, 
situados  uno  en  cada  hemisferio  y  forman  parte  de  los  núcleos  centrales. 

La  expresión  de  Broadbent,  al  decir  que  estos  ganglios  están  como 
mofUados  sobre  el  borde  posterior  del  pedúnculo  cerebral,  sintetiza  me- 
jor que  todas  las  descripciones,  la  disposición  general  de  estos  órganos. 
Kn  efecto,  situados  inmediatamente  por  delante  do  los  tubérculos  cua- 
di  igéminos,  de  los  cuales  como  antes  he  dicho  solo  un  surco  les  separa, 
forman  verdaderamente  asa  alrededor  del  pedúnculo  cerebral,  que  se 
extiende  por  toda  la  cara  interna  de  este  pedúnculo,  lo  rodea  por  su 
borde  posterior  y  alcanza  parte  de  la  cara  externa  é  inferior  del  mismo. 
Su  situación  es,  pues,  inclinada  alrededor  del  pedúnculo  cerebral  y  tiene 
por  límite  anterior  y  superior  el  núcleo  caudal.  (Fig.  55.) 

Lo  que  constituye  el  verdadero  cuerpo  del  tálamo  óptico,  es  la  porción 
correspondiente  á  la  cara  interna  del  pedúnculo;  menos  desarrollado  en 
3u  parte  anterior,  se  va  ensanchando  y  adquiriendo  mayor  volumen  pro- 
gresivamente de  delante  á  atrás,  para  alcanzar  su  mayor  grosor  en  el 
punto  en  que  se  refleja  sobre  el  borde  posterior  del  pedúnculo,  como 
puede  observarse  comparando  los  cortes  de  las  fig  46,  y  »^0  y  la  que  más 


(1)  Independencia  Médica,  i  1  de  Agosto  de  1S77. 

(2)  Continuación.- V.  los  nútns.  35,  26,  27,  28,  29,  SO,  31, 3*2  83,  y  3i. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  3,19 

adelante  publicaremos  con  el  titulo  Corte  frontal  de  un  hemisferio,  tüdaa 
•;llas  correspondientes  á  sitios  cada  vez  más  postei-iores.  A  medida  que 
va  rodeando  el  pedúnculo,  disminuye  otra  vez  de  volumen,  hasta  termi- 
nar por  debajo  y  hacia  atrás  del  mismo,  dando  origen  á  la  ánla  óptica. 
Ksta  continúa  dándole  la  vuelta  y  constituye  el  limite  anterior  del  tá- 
lamo y  converge  con  la  del  lado  opuesto,  con  la  cual  se  reúne  en  el 
kiasma. 


Pjg.— &6.  Tálamo  dptlco  7  cuerpos  eanlculados. 

(Sípim  He.iie.) 

El  cuerpo  del  tálamo  óptico  presenta  tres  caras:  una  interna  (fig.  56), 
que  forma  la  pared  lateral  del  ventrículo  medio  y  que  está  cubierta  por 
la  sustancia  gris  del  infundibulum,  que,  extendiéndose  de  uno  á  otro 
tálamo,  forma  la  pared  inferior  del  mismo  ventrículo;  esta  susancia 


Flg.  B6.-Cara  interna  da  los  núcloes  centrales. 

{Cufiado  del  natural  por  el  De.  1.  F'jTmigitern.) 
.1  Corona.  adlanlB.— ONiíclen  caudil.—C Vendar* te  oúrneo.—DTAiamo Aplico.— EPidilHculo. 

gris  da  una  prolongación  extendida  desde  la  parte  media  de  esta  cara 
del  tálamo  de  un  lado,  á  la  del  opuesto,  formando  la  comiaura  gris;  el 
limite  anterior  de  esta  cara,  y  por  lo  tanto  de  la  extremidad  anterior  del 
tálamo  óptico,  está  circunscrito  por  el  pilar  anterior  de  U  bóveda,  que 
le  forma  una  concavidad  (fig.  27,  C).  La  cara  externa  está  en  relación 
con  la  cápsula  interna.  La  cara  superior  forma  parte  del  ventrículo  la 


340  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

teral  y  la  separa  de  U  interna  una  depresiOD  que  recibe  loe  lados  de  la 
bóveda;  hacia  fuera,  y  eolre  ella  y  el  núcleo  caodal  hay  un  ;:.r:j  i,-i.' 
aloja  la  tenia  $emisircularií  y  el  vendolete  córneo  (flg.  57);  esta  cara  liene 


Fig.-57.  Húcleoa  centralea  vistos  por  ]&  parte  superior. 

ICopiado  del  natural  por  el  Dr.  L.  Formiguei-a.) 
A  ParM  posterior  de  la  c^t^eulu  Inlama.— B  N&cleo  leiiUculm.— C  Parte  anleriorde  la 
capsula  intai'na.— 1>  Cola  del  núcleo  caudal CTAIamo  6plic<>.—F  Cabeza  del  iiAclea  caudal. 

un  color  blanquecino  gracias  á  una  delgada  capa  de  libras  que  la  cubre 
y  que  algunos  aulores  alemanes  conocen  con  el  nombre  de  stratutn  zo- 
nale;  en  la  parte  anterior  de  esta  misma  cara,  correspondiendo  á  la  ex- 
tremidad anterior  del  tálamo  óptico,  existe  una  eminencia  redondeada 
perfectamente  visible  llamada  corpua  álbum  subrolundum,  ó  también, 
por  Hnguenin  y  Meynert,  tubérculo  superior  ó  anterior;  en  la  parte  poste- 
rior é  interna,  formando  lo  que  podria  llamarse  extremidad  posterior, 
hay  otro  abultamiento,  mucho  más  grueso  y  proeminente  que  el  anterior, 
que  casi  se  adelanta  sobre  los  tubérculos  cuadrigéminos,  y  que  se  llama 
pulvinar  ó  tubérculo  poaterior;  otra  pequeña  elevación  existe  en  la  parte 
media  de  esta  cara.  Por  la  parte  externa,  el  pulvinar  continúa  adel- 
ga^iándose  y  rodean  Jo  por  atrás  el  pedúnculo,  hasta  encontrar  otra 
eminencia,  que  parece  el  punto  de  terminación  pos  tero -inferior  del  tála- 
mo óptico  y  que  es  el  ganglio  geniculado  externo,  del  cual  nace  la  raiz 
externa  de  la  cinta  óptica.  En  el  espacio  existente  entre  el  pulvinar  y  los 
tubérculos  cuadrigéminos  anteriores,  se  encuentra  otra  pequeña  eminen- 
cia, el  ganglio  geniculado  interno,  del  cual  nace  la  raiz  interna  de  U  cinta 
óptica,  que  al  encontrarse  cotí  la  anterior  forman  diclia  cinta  (ñg.  55). 

Sustancia  chis  de  los  tálamos  ópticos. — Constituidos  casi  esencial- 
mente por  esti  sustancia,  no  presentan  un  aspecto  uniforme:  mezclada 
con  las  ñbias  que  corren  en  su  espesor,  ofrece  el  aspecto  de  dislinUs 
agrupaciones  en  la  masa  misma  de  los  tálamos  ópticos,  sobre  las  cuales 
no  existe  concordancia  entre  los  autores. 

Luys  describe  en  el  interior  de  los  tálamos  ópticos  cuatro  núcleos  dis- 
tintos y  bien  limitados,  del  volumen  de  un  guisante  al  de  una  avellana, 
que  designa  con  los  nombras  de  anterior,  medio,  mediano  y  posterior.  El 
centro  anterior  es  muy  superticial;  está  situado  en  la  extremidad  ante- 
rior del  tálamo  óptico,  forma  la  eminencia  del  tubérculo  superior  y 
se  halla  separado  de  la  superficie  únicamente  por  las  libras  del  stralum 
zona'e;  tiene  una  forma  ovoidea,  y  según  Luys,  está  destinado  á  recibir 
las  impres.ones  olfatorias.  t:i  cei>tro  medio,  contiguo  al  precedente,  do  - 
Irás  del  cual  está  situado,  se  revela  por  una  ligera  eminencia  en  el  cen- 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  341 

tro  de  la  cara  interna;  es  el  más  voluminoso  de  todos  y  se  considera  por 
dicho  autor  como  centro  de  impresiones  visuales.  El  centro  mediano, 
más  pequeño  que  el  anterior,  se  halla  detras  de  él,  en  lo  más  profundo 
del  tálamo  óptico;  tiene  una  forma  esferoidal  y  estaría  destinado  á  reci- 
bir las  impresiones  de  la  sensibilidad  general.  El  centro  posterior,  situa- 
do detrás  del  mediano,  es  algo  mayor  que  éste,  menos  distintamente 
limitado;  corresponde  al  pulvinar,  y  está  ligado,  según  Luys,  á  las  fun- 
ciones auditivas. 

Esta  descripción  de  Luys,  aunque  haya  sido  admitida  por  algunos 
autores  con  todas  las  aplicaciones  á  la  Fisiología,  y  á  la  Patología,  que 
pretende  deducir  su  autor,  no  ha  sido  confirmada  por  otros  anatómicos. 
Sappey  niega  que  exista  tal  separación,  y  Meynert  dice  que  no  existen  en 
el  tálamo  óptico  centros  especiales  destinados  á  determinadas  funciones, 
y  que  únicamente  los  hacecillos  de  fibras  en  su  interior,  hacen  aparecer 
con  el  aspecto  de  centros,  lo  que  no  son  más  que  óambios  de  coloración. 
He  probado  muchas  veces  en  cerebros  frescos  y  endurecidos,  si  lograba 
descubrir  estos  centros,  y  nunca  me  ha  sido  posible  otra  cosa  que  ver, 
hacia  la  extremidad  anterior  del  tálamo,  un  aumento  de  coloración  y 
otro  hacia  la  parte  posterior.  Meyner  y  Huguenin  describen  estas  dos 
aglomeraciones,  diciendo  que  la  posterior  está  dividida  en  dos  por  una 
lámina  de  sustancia  blanca;  al  mismo  tiempo,  describen  con  el  nombre 
de  ganglio  de  la  habénula,  un  grupo  de  sustancia  gris  situado  en  la  parte 
posterior  é  interna  del  tálamo  óptico.  Aun  admitiendo  hipotéticamente, 
una  descripción  precisa  y  exacta  de  varios  centros  en  el  espesor  del  tála- 
mo óptico,  siempre  resultan  completamente  ilusorias  las  conexiones 
asignadas  á  cada  uno  de  ellos  con  diferentes  hacecillos  de  fibras. 

La  extructura  íntima  del  tálamo  óptico,  es  poco  conocida.  Hay  gran 
número  de  células,  todas  ellas  de  una  misma  clase,  de  aspecto  fusifor^ 
me,  de  20  á  30  m.  m.  de  longitud,  por  5  á  10  de  anchura,  con  prolonga- 
ciones cuyas  conexiones  son  completamente  desconocidas.  Meynert  cr^e 
que  están  situadas  en  series  más  ó  menos  lineares,  siguiendo  la  direc- 
ción de  las  fibras  que  atraviesan  el  tálamo  óptico:  ni  en  el  tubérculo 
posterior,  ni  en  el  ganglio  de  la  habenula  se  encuentran  otros  elemen- 
tos que  los  descritos. 

Los  ganglios  geniculados  tienen  también  un  núcleo  de  sustancia  gris, 
que  representa  el  papel  de  centro.  El  externo,  ha  sido  objeto  de  un  estudio 
especial  de  parte  de  Meynert,  quien  ha  encontrado  que  ofrece  una  estra- 
tificación de  capas  alternativamente  grises  y  blancas,  y  que  sus  células, 
á  veces  pigmentadas,  tienen  un  grosor  de  30  á  48  milím.,  según  Henle, 
fusiformes  ó  estrelladas,  asi  como  las  del  interno  son  rudimentarias. 

Fibras  DE  LOS  TALAMOS  ópticos. —Fiferos  ójHicaa*  líescvihhé  con  este 
nombre  las  fibras  de  los  nervios  ópticos  en  sus  relaciones  con  las  partes 
centrales. 

Los  nervios  ópticos,  habiendo  sufrido  en  el  kiasma  una  semídesusa- 
oion,  según  parece  resultar  después  de  muy  discutido  el  hecho,  toman 
el  nombre  de  cintas  ópticas  y  se  dirigen  á  los  lados  de  los  pedúnculos, 
para  dividirse,  antes  de  llegar  á  los  ganglios  geniculados,  en  dos  raices: 
una  que  va  al  geniculado  externo  y  otra  al  interno.  Estas  raices,  interna 


342  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

y  externa  de  la  cinta  óptica,  constituyen  el  origen  aparente,  pero  una 
vez  terminadas  en  los  gangMos  geniculados  respectivos,  deben  seguir 
más  allá. 

La  raiz  del  ganglio  geniculado  externo  forma  al  salir  del  mismo  va- 
rios hacecillos  de  fibras.  Unas  se  dirigen  á  la  cara  superior  del  tálamo 
óptico,  y  se  distribuyen  en  ella  contribuyendo  á  formar  el  stratum  zo" 
nale.  Otras  penetran  en  el  espesor  del  mismo  tálamo,  para  dirigirse  al 
pulvinar.  Otras,  descritas  ya  por  Gratiolet  y  confirmadas  por  Meynert 
y  Huguenin,  al  salir  del  ganglio  geniculado  externo  se  dirigen  á  la  par- 
te más  posterior  de  la  cápsula  interna,  sin  penetrar  en  el  verdadero  tá- 
lamo, y  allí,  formando  parte  de  la  corona  radiante  al  lado  del  hacecillo 
sensitivo  del  pedúnculo  cerebral,  van  á  distribuirse  por  los  lóbulos  pos- 
teriores del  hemisferio  y,  según  Meynert,  en  la  región  del  surco  del  hi- 
pocampo. Gratiolet,  Meynert ,  Henle  y  Huguenin,  admiten  fibras  que 
hacen  comunicar  el  ganglio  geniculado  externo,  y  de  consiguiente  el 
nervio  óptico,  con  el  tubérculo  cuadrigémino  anterior. 

La  raiz  del  ganglio  geniculado  interno,  al  abandonar  este  ganglio, 
divide  sus  fibras  en  dos  categorías:  unas  que  van  á  formar  par(e  de  la 
cápsula  interna  y  corona  radiante,  y  siguiendo  igual  trayecto  que  sus 
congéneres  del  otro  ganglio,  van  al  lóbulo  esfenoidal;  y  otras,  en  gran 
número,  que  se  dirigen  al  tubérculo  cuadrigémino  anterior  y  también, 
según  Huguenin,  al  posterior. 

La  descripción  de  Luys  difiere  mucho  de  la  que  acabo  de  dar,  y  está 
más  conforme  con  sus  teorías  é  hipótesis  que  con  los  hechos. 

Resumiendo  el  origen  real  de  los  nervios  ópticos,  encontramos:  I."*  al 
lóbulo  esfenoidal  por  las  fibras  directas  de  la  corona  radiante;  2/  al  tá- 
lamo óptico  por  las  fibras  del  stratum  zonale  y  del  pulvinar  y  por  su  in- 
termedio con  otros  sitios  de  la  corteza  cerebral;  3.°  á  los  tubérculos  cua- 
drigéminos  por  los  brazos  de  estos  mismos  órganos.  Sobre  estos  últimos 
quiero  insistir  dada  su  importancia. 

Con  motivo  de  una  lesión  hemisférica  cualquiera,  bien  tenga  su  asien- 
to en  los  núcleos  centrales,  bien  en  la  cubierta  cerebral  del  lóbulo  occi- 
pital, es  frecuente  se  presenten  trastornos  funcionales  en  el  aparato  de 
la  visión,  consistentes  en  una  ceguera  absoluta  muy  raras  veces,  y  en 
la  inmensa  mayoría,  en  una  notable  disminución  de  la  facultad  de  la  vi- 
sión, con  menguado  la  agudeza  y  estrechamiento  concéntrico  del  campo 
visual;  cuando  estos  desórdenes  se  observan  por  completo  en  uno  de  los 
ojos,  existe  amUiopia;  si  ataca  las  dos  mitades  análogas  de  ambos  ojos 
(externa  del  ojo  derecho  é  interna  del  izquierdo,  por  ejemplo)  da  lugar 
á  la  hemiopia  lateral  homologa;  si  son  las  dos  mitades  externas  ó  las  in- 
ternas, las  alteradas,  es  el  caso  de  la  hemiopia  nasal.  En  todos  los  casos, 
el  órgano  de  la  visión  carece  de  daño  apreciable. 

La  existencia  de  la  hemiopia  lateral  homologa^  consecutiva  á  lesiones 
intracraneales,  es  un  hecho  evidentemente  comprobado.  Esto  ha  suge- 
rido la  hipótesis  del  semi-entrecruzamiento  de  los  nervios  ópticos  en  el 
kiasma^  que,  indicada  ya  por  Newton,  en  1704,  ha  sido  comprobada  por 
Hannover,  Gruveilhier,  Henle,  etc.;  aunque  otros,  como  Mandelstamm 
y  Michel,  opinen  que  el  entrecruzamiento  es  completo.  Esta  semidesusa- 
cion,  consiste  en  que  las  fibras  externas  de  la  cinta  óptica  pasan  al  tra- 


anatomía  de  los  centros  nerviosos. 


34S 


vés  del  kiasma  á  ser  fibras  externas  del  nervio  óptico  del  mismo  lado  y 
á  distribuirse  en  la  mitad  externa  de  la  retina  correspondiente;  y  las  in- 
ternas se  entrecruzan  en  el  kiasma  con  las  del  lado  opuesto,  y  á  lo  largo 
del  borde  interno  del  nervio  óptico  del  otro  lado  van  á  formar  la  mitad 
interna  de  la  retina. 

En  virtud  de  esta  creencia  anatómica  y  de  una  observación  clínica 
algo  defectuosa,  habia  formulado  Graefe,  en  1860,  la  proposición  deque 
clos  focos  cerebrales  determinaban  una  hemiopia  lateral,  homologa,]» 
hasta  que  Gbarcot,  en  1876,  opuestamente  á  lo  anterior,  dijo:  que  el  re- 
sultado de  dichos  focos,  era  la  anabliopia  del  ojo  del  lado  opuesto  á  la 
lesión,  ó  amhliopia  cruzada. 

Las  numerosas  observaciones  aducidas  por  Charcot  y  otros  autores 
y  una  observación  clínica  detenida,  hicieron  aceptar  bien  pronto  en  to- 
da su  certeza  la  tesis  de  dicho  autor,  en  contra  de  las  doctrinas  de  Grae- 
fe»  comunmente  adnaitidas  hasta  entonces. 

Empero  la  Anatomía  no  daba  cuenta  de  la  génesis  de  la  ambliopia 
cruzada,  y  por  eso  Gharcot  inventó  su  hipótesis  anatómica,  para  dar  de 


B 


KiS.  &8.— Esquema  del  entrecmzamlento  de  los  neirios  Ópticos. 

{Según  Charcot,) 

NOf  N*0*.  Nervios  ópticos.— O,  O*  Globos  oculares.^ Bo,  Bo*  Cintas  ópticas.- CG,  C*C» 
Cuerpos  geniculado.s.— El  trayecto  de  las  fibras  en  las  cintas  ópticas  está  figurado  en  un  lado 
por  lineas  continuas  y  en  el  otro  por  lineas  punteadas  y  las  que  no  se  entrecruzan  en  C  lo 
hacen  en  H.  Lesión  en  A,  Ambliopia  periférica.— En  B.  Hemiopia  homónima.—En  £?>  Amblio» 
pia  central. 

ello  una  explicación  racional,  suponiendo  que  las  fibras  que  no  se  hablan 
entrecruzado  en  el  kiasma  lo  hacian  en  otro  sitio  del  cerebro,  probable- 
mente en  la  región  de  los  tubérculos  cuadrigéminos,  dando  por  resulta- 
do, que  todas  las  fibras  de  un  mismo  ojo  iban  á  terminar  en  igual  sitio 
del  hemisferio  opuesto,  pasando  por  la  parte  posterior  de  la  cápsula  in- 


344  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

terna.  Hacen  admisible  esta  hipótesis,  la  comunicación  que  se  establece 
entre  los  (i:anglios  geniculados  y  los  tubérculos  cuadrigéminos,  por  me- 
dio de  los  brazos  de  estos  órganos  y  los  entrecruzamientos,  vagamente 
conocidos,  radicados  entre  dichos  tubérculos. 

Conforme  con  esta  hipótesis  anatómica,  en  los  casos  de  alteración  del 
lóbulo  occipital,  do  la  región  posterior  del  centro  oval,  del  segmento 
sensitivo  de  la  c&psula  interna  ó  de  ciertas  regiones  de  los  núcleos  cen- 
trales (flg.  58,  E),  en  que  resulten  lesionadas  las  ñbras  ópticas,  admite 
Gharcot  la  ambliopia  cruzada,  y  sólo  es  posible  la  hemiopia  lateral  ho- 
mologa, cuando  el  daño  interesa  una  de  las  cintas  ópticas  (flg.  58,  B), 
ya  sea  por  compresión,  ya  por  destrucción,  ya  por  una  degeneración 
cualquiera  de  las  mismas.  La  hemiopia  temporal  seria  posible  en  los  ca- 
sos de  alteración  de  las  partes  laterales  del  kiasma,  como  en  un  notable 
caso  en  que  eran  comprimidas  por  la  dilatación  y  endurecimiento  atero- 
matoso  de  las  arterias  cerebrales  anteriores. 

No  todos  los  autores  admiten  las  teorías  exclusivas  de  Gharcot.  Exis- 
te unanimidad  acerca  de  la  frecuencia  de  la  ambliopia  cruzada,  pero  al- 
gunos hechos  clínicos  y  experimentales,  aunque  no  rehabilitan  la  doc- 
trina de  Graefe,  demuestran  la  posibilidad  de  la  hemiopia  lateral  en  los 
casos  de  lesión  hemisférica,  con  integridad  de  la  cinta  óptica. 

Ferrier,  Munk,  Luciani  y  Tamburini  en  sus  experimentos  sobre  la  lo- 
calizacion  de  los  centros  sensitivos,  han  observado  indistintamente  la 
ambliopia  cruzada  y  la  hemiopia  lateral.  Jeo  y  Ferrier,  en  sus  últimas 
investigaciones,  han  demostrado  que,  aparte  de  la  relación  cruzada  mo- 
no-ocular de  cada  hemisferio,  debia  existir  una  relación  binocular  di- 
recta del  lóbulo  occipital,  con  las  dos  medias  retinas  del  mismo  lado, 
que  explique  la  hemiopia  lateral,  y  que  las  relaciones  de  los  nervios 
ópticos  con  los  hemisferios  cerebral<'.s,  no  podían  ser  tan  sencillos  co- 
mo resultan  en  el  esquema  de  Gharcot. 

Las  observaciones  clínicas  de  Baumgarten,  Jackson,  Pooley  y  Noth- 
nagel  y  las  investigaciones  de  Bellouard  y  de  Jillez  de  Parinaud,  de- 
muestran la  poiible  existencia  de  la  hemiopia  lateral  homologa  en  los 
casos  de  lesión  central  de  los  hemisferios,  y  este  último  autor,  insiste 
muy  especialmente,  en  la  necesidad  de  admitir,  que  cada  nermo  óptico 
en  8u  totalidad  está  en  relación  cruzada  con  el  hemisferio  opuesto  y  que  ca- 
da  cinta  óptica  ó  sean  las  dos  mitades  homónimas  de  ambas  retinas^  están 
en  relación  directa  con  el  hemisferio  correspondiente,  porque  la  hemiopia 
es  del  mismo  lado  que  la  lesión  central. 

Dados  estos  hechos,  aunque  la  hipótesis  anatómica  de  Gharcot  no 
queda  desmentida,  resulta  incompleta  y  es  preciso  buscar  en  el  estado 
actual  de  la  Anatomía  cuales  son  los  datos  que  pueden  dar  razón  de  ello. 

Antes  be  dicho  que  la  comunicación  de  los  ganglios  geniculados  con 
los  tubérculos  cuadrigéminos,  hacía  verosímil  el  entrecruzamiento  pos- 
terior, complementario  del  anterior,  admitido  para  explicar  la  amblio  - 
plia  cruzada.  Guando  la  hemiopia  es  debida  á  la  compresión  ó  alteración 
de  las  cintas  ópticas,  como  se  han  observado  patentes  ejemplos,  la  com- 
prensión es  fácil.  Empero,  cuando  es  debida  á  un  daño  hemisférico, 
hay  que  teñeron  cuenta  otros  datos  anatómicos,  que  tal  vez  lo  expli- 
quen, aunque  sea  de  una  manera  hipotética. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  345 

Al  describir  Ioü  ganglios  geniculados,  he  dicho  que  el  interno  reoibia 
la  raiz  interna  de  la  cinta  óptica  y  el  externo  la  raíz  externa;  de  ambos 
ganglios  parle  un  hacecillo  de  fibras  que  va  directamente  al  lóbulo  oc- 
cipital. Puede  muy  bien  admitirse  que  algunas  de  estas  fibras  son  las 
que,  con  independencia  ó  con  Intervención  de  la  sustancia  gris  de  los 
ganglios  geniculados,  establecen  la  comunicación  directa  del  hemisferio 
con  las  dos  mitades  de  la  cinta  óptic:a  de  su  lado;  comprimidas,  lesio- 
nadas ó  destruidas  estas  fibras,  se  originaría  el  trastorno  visual,  cosa 
fácil  de  comprender  y  se  tendría  con  ello  una  interpretación  racional 
de  la  hemiopia  lateral  homologa  por  causa  central,  sin  salir  del  terreno 
de  la  Anatomía. 

Si  bien  hipotética,  no  deja  de  ser  satisfactoria  la  teoría  y  aunque  re- 
sultase no  ser  cierta,  siempre  tendría  la  ventaja  de  evitar  el  decir  como 
Ballet,  que  si  bien  no  t>e  atreve  á  negar  la  hemiopia  de  orfgen  central, 
le  cuesta  trabajo  conciliar  teóricamente,  de  qué  manera,  debidos  á  una 
causa  idéntica,  pueden  originarse  síntomas  tan  opuestos  como  una  am- 
bliopia  cruzada  y  una  hemiopia  lateral  homologa. 

Esta  misma  disposición  anatómica  que  puede  observarse  en  el  es- 


Flg.  59.  —Eatreciuzamiento  ds  las  Abras  de  los  oerrloB  úptlcos. 

O  Olobo  ocular,— F  Cinta  Úplica.— ^  Gandió  genlEuIada  eiLerno.— B  Ganglio  KOnloulsdo 
InWrno.—C Tubérculo  ouadrigfímlnos.— D  Cubierta  gris.— JE,  E'  Porción  poiterlor  de  la  cop- 
íala Inlerna  ;  centra  oval  por  donda  pasan  astas  fibras.  (Se  comprenda  qua  un  daño  sn  asta 
región  pnede  d«t«rmlnar,  ambllopla,  hemiopia  á  ambas  á  la  rsij 

quema  adjunto,  explica,  por  qué  tratándose  de  una  lesión  central  hemis- 
férica, es  más  frecuente  la  ambliopia  qbe  la  hemiopia  y  por  qué  muchas 
veces  van  juntas  estas  dos  perturbaciones.  Ks  muy  difícil  que  la  lesión 
sea  de  tal  naturaleza,  que  interese  tan  sólo  las  fibras  que  ponen  en  co- 
municación el  hemisterio  con  la  cinta  óptica  y  se  presente  en  su  conse- 
cuencia la  hemiopia  homologa  por  causa  central  aislada  é  independien- 
te. Por  el  contrario,  será  muy  fácil  cuando  el  daño  recae  en  el  trayecto 
de  la  cinta  óptica. 

Esto  es  tanto  más  admisible,  cuanto  que  los  casos  de  hemiopia  homo- 
loga por  causa  central  casi  todos  ofrecen  lesión  en  el  tálamo  óptico,  há- 


346  R£VISTA  DE  DERMATOLOGÍA. 

cía  la  región  del  pulvinar,  por  donde  pasan  y  de  donde  nacen  algunas  de 
las  fibras  ópticas  de  Gratiolet  ó  de  comunicación  enlre  los  ganglios  ge- 
niculados del  tálamo  óptico  y  la  cubierta  hemisférica:  parte  de  ellas  van 
al  lóbulo  esfenoidal  y  parte  al  lóbulo  occipital. 

(Continuará.) 


REVISTA  BE  DERMATOLOGÍA, 
POR  EL  Doctor  Don  Alejandro  Planellas, 

Hidito  Bgrcgadt  del  EoipiUl  d«  State  Cru. 


Diagnóstico  diferencial  ó  importancia  pronostica  del  rash.— Induda* 
blemente  es  confuso  mucho  de  lo  que  se  ha  dicho  hasta  ahora  sobre  esas 
erupciones  que  los  ingleses  han  calificado  con  el  nombre  de  rash]  pero 
también  es  cierto  que  algunos  autores  modernos  precisan  más  sus  ca- 
racteres y  tienen  un  conocimiento  acabado  de  la  afección.  Entre  los  que 
se  hallan  en  estas  circunstancias  debemos  mencionar  el  autor  de  un  tra- 
bajo que  se  viene  publicando  en  París  (1),  el  Dr.  Barthélemy,  jefe  de 
clínica  dermatológica  en  la  Facultad. 

Sin  que  aceptemos  todas  las  afirmaciones  hechas  por  este  observador, 
daremos  una  idea  de  lo  que  en  su  extenso  estudio  manifiesta,  principal- 
mente respecto  al  diagnóstico  diferencial  y  significación  pronostica  del 
rash. 

En  primer  lugar,  opina  que  el  diagnóstico  del  rash  es  por  regla  gene- 
ral fácil,  y  que  solo  hay  diñcultades  cuando  no  se  considera  el  conjunto 
de  síntomas  que  simultáneamente  presentan  los  enfermos.  Si  solo  se  tiene 
en  cuenta  los  síntomas  generalesy  se  confunden  con  los  de  las  demás  fie- 
bres eruptivas.  Por  otra  parte,  si  solo  se  recuerdan  los  síntomcts  locales,  se 
complica  artificialmente  el  problema  por  renunciar  al  poderoso  auxilio 
de  los  generales,  que  aunque  comunes,  adquieren  significación  por  el  solo 
hecho  de  que  se  asocian  á  los  demás.  Si  tal  hiciéramos  tendríamos  que 
establecer  el  diagnóstico  diferencial  con  todas  las  congestiones  y  todas 
las  hemorragias  de  la  piel. 

Fijándose  en  lo  que  de  estas  reflexiones  se  desprende,  precisa  la  dis- 
tinción del  rash  en  los  términos  que  vamos  á  reasumir. 

De  la  escarlatina  se  diferencia  el  rash  por  presentar  los  síntomas  ge- 
nerales de  la  viruela  (á  la  que  acompaña)  y  no  otros;  la  lengua  no  tiene 
en  los  bordes  el  color  rojo  escarlata  ni  el  aspecto  brillante,  hallándose 
solo  descamada  la  mucosa  en  la  punta,  á  lo  menos  al  principio  de  la  afec- 
ción. La  faringe  está  inflamada,  pero  no  presenta  concreciones  blancas 
ni  grisáceas  como  en  la  escarlatina.  En  cambio  no  se  tarda  en  descubrir 
en  los  órganos  bucales  algunas  pápulas  variolosas  de  la  mucosa,  que  se- 
gún observación  de  Laségue  evolucionan  más  rápidamente  y  tal  vez 
antes  que  las  cutáneas.  El  rash  no  va  acompañado  de  adenitis. 


(1)    knnaU  de  dermat,  et  de  syphiU 


REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA.  347 

Aunque  se  trate  del  rash  escarlatini forme,  resulta  que  se  desarro- 
lla primero  en  las  ingles  para  pasar  al  tronco  (al  revés  de  la  escarlatina), 
siendo  su  genei  alizacion  más  rápida.  Podrá  sin  embargo  ser  dudoso  el 
diagnóstico  en  un  caso  de  viruela  fulminante,  porque  entonces  el  sujeto 
muere  en  la  época  del  rash,  antes  de  que  la  erupción  variólica  se  inicie. 
Pero  aun  en  estas  condiciones,  los  vómitos,  la  raquialgia  y  la  cefalalgia 
demostrarán  que  se  trata  de  un  rash. 

Del  sarampión  se  distingue  el  rash  por  tener  pródromos  más  cortos  y 
ser  más  fugaz,  ademas  de  que  elige  otras  regiones,  pues  la  erupción 
morbilosa  se  inicia  en  la  cara.  El  sarampión  tiene  además  bien  caracte- 
rísticos los  síntomas  calificados  de  prodrómicos. 

£1  rash  no  presenta  como  la  erisipela  el  reborde  del  contorno  de  la 
erupción,  ni  va  generalmente  acompañado  de  adenitis,  flictenas  y  de* 
lirio. 

En  los  casos  de  rash  urticado,  como  en  el  mencionado  por  Gubler, 
las  placas  se  presentan  en  medio  de  los  pródromos  de  la  viruela,  va  se- 
guido de  los  síntomas  de  ésta  y  el  prurito  es  menos  intenso  que  en  la 
urticaria. 

Los  eritemas  no  pueden  confundirse  con  los  rash  porque  no  presen- 
tan la  cefalalgia,  raquialgia,  lumbago  y  malestar  general  que  á  estos  úl- 
timos acompaña. 

De  algunas  otras  afecciones  conviene  diferenciar  los  rash;  una  de  ellas 
es  la  hidrargiria  externa,  que  presenta  un  aspecto  escarlatinoide  seme- 
jante al  del  rash  hemorrágico.  En  este  caso  los  antecedentes  servirán  de 
mucho,  lo  mismo  que  para  distinguirlos  de  las  erupciones  reumáticas^ 
puerperaleSy  diftéricas^  coléricas  y  medicamentosas. 

Las  manchas  tifódicas  aparecen  muy  lentamente,  en  ocho  ó  diez  dias, 
y  van  acompañadas  de  los  síntomas  típicos  que  no  se  observan  en  el 
rash.  La  roseóla  sifilítica  por  su  color  más  oscuro,  por  la  regularidad  en 
el  contorno  de  las  manchas  y  su  forma  más  ó  menos  papulosa,  no  se  con- 
funde con  los  rashi. 

Por  fin,  después  de  manifestar  que  la  púrpura  es  una  complicación 
de  la  enfermedad  de  que  el  rash  es  un  síntoma,  añade  que  éste  no  se  debe 
confundir  con  el  enrojecimiento  general  de  la  piel  que  empieza  por  la  cara 
y  que  precede  á  las  viruelas  graves. 

Cree,  pues,  el  Dr.  Barlhelemy  que  con  los  datos  expuestos  se  recono- 
cerán los  rash  siempre  que  se  presenten  y  no  los  confundiremos  con 
otras  dermatosis  que  observemos. 

Sentado  esto,  expresa  su  convicción  de  que  los  rash  tienen  un  gran 
valor  pronóstico,  pues  anuncian  la  viruela  y,  particularmente  en  tiem- 
po de  epidemia,  son  el  único  medio  de  reconocer  de  una  manera  rápida 
y  cierta  esta  enfermedad.  Partiendo  de  la  no  contemporaneidad  de  las 
fiebres  eruptivas,  dice,  el  problema  se  reduce  á  saber  á  cuál  de  ellas 
corresponde  la  que  se  inicia.  El  autor  manifiesta  que  en  393  casos  de 
viruela  el  diagnóstico  rara  vez  ha  debido  dejarse  en  suspenso. 

Para  depurar  la  certeza  de  su  juicio,  concluye  el  Dr.  Bartelemy,  con 
interesantes  razonamientos  en  contra  de  la  no  contemporaneidad  de  las 
fiebres  eruptivas  y  á  favor  de  la  inmutabilidad  de  los  virus. 

Por  nuestra  parte  reconocemos  el  interés  del  trabajo  de  Barthelemy 


348  REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA. 

porque  es  concienzudo,  pero  creemos  que  hace,  en  algún  punto,  afirma- 
ciones demasiado  absolutas.  Bien  es  verdad  que  antes  que  él  lo  han 
hecho  otros.  El  dar  en  algún  caso  significado  especial  á  los  rash  con  re- 
lación á  la  forma  de  viruela  que  ha  de  suceder  (rash  erísipelato  so),  no 
está  conforme  con  las  ideas  de  otros  observadores,  comoJaccoud,  que  dice 
que  estas  erupciones  no  están  afectas  á  ninguna  forma  de  viruela.  Kapo- 
si  añade,  que  nada  indican  con  relación  á  la  intensidad  de  esa  fiebre 
eruptiva.  Este  mismo  autor  dice  que  los  rash  son  más  frecuentes  en  el 
sexo  femenino.  Esto  nos  hace  pensar  que  en  la  práctica  particular  no 
podremos  muchas  veces  utilizar  tal  medio  diagnóstico  dada  la  región  en 
que  se  observa  y  las  resistencias  de  algunas  enfermas. 

Los  miorococoB  del  lupus.— El  Dr.  Max  SchüUer  por  medio  de  sus  re- 
cientes investigaciones  (1),  ha  encontrado,  principalmente  en  las  nudosi- 
dades luposas  pequeñas,  situadas  en  el  tejido  conjuntivo  subcutáneo, 
por  debajo  délos  tubérculos  principales,  unos  elementos  como  pequeñi- 
tos  granos  colocados  entre  las  células  redondas  y  alrededor  de  los  gru- 
pos que  estas  forman.  También  los  ha  observado  alrededor  de  las  célu- 
las epiteliales  pálidas  y  aisladas.  En  las  masas  de  micrococos  que  en  uno 
y  otro  caso  se  observan,  preséntanse  series  radiantes  que  pueden  llegar 
hasta  otras  masas.  Nótase  en  todas  partes  que  estos  micrococos  se  en- 
cuentren poco  apretados  entre  sí,  sobre  todo  si  sus  grupos  se  comparan 
á  los  de  las  afecciones  infecciosas  agudas,  como,  por  ejemplo,  la  osteo- 
mielitis aguda  infecciosa. 

En  las  grandes  nudosidades  luposas  ha  sido  muy  difícil  reconocer 
el  micrococo,  lo  cual  se  comprende  porque  se  encuentran  constitui- 
das por  aglomerados  celulares  muy  apretados  y  superpuestos.  Aun  en 
estas  circunstancias,  ha  observado  SchüUer  algunos  micrococos  espe- 
cialmente alrededor  de  dichas  grandes  nudosidades. 

Ha  encontrado  además  los  corpúsculos  antes  mencionados  en  las 
glándulas  sebáceas  de  la  zona  luposa,  en  las  vainas  de  los  pelos  y  en  las 
glándulas  sudoríparas,  en  los  casos  en  que  van  rodeadas  de  pequeñas 
masas  celulares.  Por  ñn  hasta  en  las  paredes  de  los  pequeños  vasos  de 
la  parte  afecta,  han  sido  observados  por  el  autor,  los  micrococos. 

Creemos  oportuno  decir  que  el  Dr.  SchüUer  ha  verificado  sus  expe- 
rimentos con  el  microscopio,  empleando  el  procedimiento  de  iluminación 
de  Abbé  con  luz  artificial,  al  mismo  tiempo  que  examinaba  pequeñas 
porciones  de  lupus  tratadas,  primero,  por  una  solución  fénica  (2. 7o)  Y 
por  el  alcohol  absoluto  después,  impregnándolas  con  la  solución  acuosa 
del  violeta  de  genciana  (que  solo  se  fija  en  las  células  y  en  los  microco- 
cos dejando  claro  el  tejido  conjuntivo  intermediario),  y  finalmente,  su- 
mergiéndolas en  la  glicerina. 

Según  indica  el  autor  se  podría  considerar  las  gruesas  células  aisla- 
das y  pálidas,  de  que  hemos  hablado  antes,  y  rodeadas  de  micrococos, 
como  el  punto  de  partida  para  el  desarroUo  del  tubérculo  luposo. 

De  laB  íoliculitis  yulvaras  externas.— El  estudio  de  las  foliculitis  cu«^ 


(1)    Annal.  de  dermat,  et  de  syphU,  Abril,  1882» 


REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA.  349 

táneas  de  la  vulva  no  se  ha  practicado  tan  bien  como  el  de  las  folicu- 
litis  mucosas,  por  lo  cual  es  digno  de  conocerse  el  trabajo  que  sobre  las 
primeras  acaban  de  publicar  los  Sres.  Gouguenheim  y  Soyer,  de  París. 
Distinguen  en  la  foliculitis  vulvar  externa  cuatro  variedades;  la  primera 
es  la  foliculitis  simple  aguda,  que  consideran  muy  rara  en  la  vulva,  aña- 
diendo que  las  observaciones  que  á  ella  refiere  Hugier,  son  más  bien  de 
la  variedad  chancrosa.  En  esta  primera  variedad  de  foliculitis,  dicen  los 
expresados  autores  que  el  forúnculo  es  la  terminación  á  que  llega  co- 
munmente. La  segunda  variedad  de  foliculitis  vulvar  es  el  acné^  que 
también  señalan  como  raro  en  esta  región.  La  tercera  podríamos  lla- 
marla foliculitis  sifilüica,  pues  en  ella  comprenden  el  acné  sifilUicOy  la 
foliculitis  sifUitica  seca  de  Fournier  y  la  foliculitis  ulcerada  sifilitica  des- 
crita también  por  el  mismo.  Por  fin  se  ocupan  de  la  cuarta  variedad,  ó 
foliculitis  chancrosa.  la  que  tratan  con  mayor  extensión  que  las  demás,  y 
reconoce  por  origen  el  contagio  venéreo.  Se  parece  esta  foliculitis  á  la 
acneica,  sobre  todo  cuando  tiene  tendencia  á  abortar  sin  ulcerarse  apenas, 
pues  entonces  sólo  presenta  unas  pápulas  atravesadas  cada  una  por  un 
pelo.  Gouguenheim  y  Soyer  consideran  como  chancrosas  Lis  foliculitis 
vulvares  inoculables,  pues  dicen  que  no  han  obtenido  la  inoculación  de 
las  simples,  herpéticas  y  otras. 

El  primero  de  dichos  observadores  con  una  lealtad  que  le  enaltece 
manifiesta,  que  á  pesar  de  lo  que  en  otras  ocasiones  habia  visto,  ha  po- 
dido convencerse  ahora,  de  que  no  hay  diferencia  verdadera  entre  los 
resultados  producidos  por  la  inoculación  del  chancro  y  la  déla  foliculi- 
tis chancrosa  y  que  si  algo  puede  observarse,  y  primeramente  observó 
el,  que  pueda  hacer  creer  lo  contrario,  depende  solo  de  que  en  las  ex- 
periencias se  elijan  sujetos  que  se  encuentren  en  períodos  distintos  dé 
9US  afecciones.  Afirma,  que  los  resultados  de  la  inoculación  son  en  gene- 
ral idénticos,  ya  produciéndolos  el  chancro,  ya  la  foliculitis  chancrosa. 

Extiéndense  luego  en  el  estudio  diagnóstico  de  las  foliculitis  vulva- 
res,  punto  que  merece  leerse  con  detención  más  bien  que  reasumirlo 
aquí  incompletamente. 

Tratando  déla  anatomía  patológica,  dicen  que  según  investigaciones 
de  Chambard,  no  tiene  nada  que  la  distinga  de  la  foliculitis  de  las  otras 
regiones,  encontrándose  inflamación  á  la  vez  folicular  y  peri-folicular. 

En  cuanto  al  tratamiento  de  las  foliculitis  vulvares  externas  lo  hacen 
variar  según  la  naturaleza  que  reviste  la  afección.  La  foliculitis  simple 
no  necesita  más  que  un  tratamiento  local  consistente  en  emolientes  y 
baños  repetidos,  practicando  la  incisión  en  el  caso  de  terminar  por  el  fo- 
rúnculo. La  foliculitis  acneica  debe  ser  tratada  según  los  casos  con  los  al- 
calinos, arsenicales,  antisifiliticos  y  antiescrofulosos,  sin  que  por  eso  se 
descuiden  los  medios  locales.  Cuando  se  trate  de  la  foliculitis  sifilitica 
seca,  se  usará,  localmente,  una  solución  de  V5  de  nitrato  de  plata  y  ade- 
más, interiormente,  los  mercuriales.  Sí  se  produjese  la  foliculitis  sifilí- 
tica  ulcerosa,  además  del  tratamiento  interno  correspondiente,  se  usará 
como  tópico,  preferible  á  los  cáusticos,  el  iodoformo.  Por  fin  cuando  se 
trate  de  la  foliculitis  chancrosa,  se  tratará  por  una  solución  concentra- 
da de  nitrato  de  plata,  á  no  ser  que  varios  folículos  constituyan  un  chan- 
cro, en  cuyo  caso  Gouguenheim  y  Soyer  prefieren  el  iodoformo. 


350  REVISTA  CRÍTIOA  BraUOORÁFICA. 


REVISTA  CRITICA  BIBLIOGRÁFICA. 


Manual  de  Patología  interna  por  G.  Dieulafby,  vertido  al  castellano  por  D.  Ra- 
fael Ulecia  Cardona,  precedido  de  un  Prólogo  del  Dr.  D.  Bartolomé  Robert.» 
Tomo  h^BiblÍ0teca  de  la  Revista  de  Meáiitínü  y  Cirugía  prácttcaa.— Madrid,  1882. 

Ti'es  son  los  puntos  capitales  que  deben  atenderse  al  exponer  una 
opinión  particular  con  referencia  á  las  condiciones  que  reviste  un  libro 
nuevo:  sus  cualidades  de  conjunto,  las  de  mérito  relativo  á  cada  una  de 
las  cuestiones  que  trate,  y  las  de  forma  expositiva  y  estilo  en  que  se 
ofrezcan  al  estudio  y  consideración  del  lector,  Y  tanto  más  atendibles 
resultan,  cuanto  mayores  motivos  de  progreso  permitan  espei*ar  de  la 
obra  analizada,  ya  las  ventajosas  condiciones  de  su  aparición,  ya  la  ori- 
ginalidad del  autor  si  es  conocido,  ora  la  intervención  que  en  su  confec- 
ción hayan  tenido  personas  caracterizadamente  competentes  para  el  caso, 
ó  en  ñn,  cuando  de  importaciones  se  trata,  el  t'ilento  de  quien  se  baya 
encargado  de  la  penosa  tarea  de  realizarlas. 

Interesante  por  demás  resulta,  decimos,  en  sus  condiciones  de  con* 
junto,  de  criterio  y  de  forma,  puesto  que  bsyo  esos  tres  aspectos  busca 
el  lector  en  su  contenido  la  última  palalura  de  la  Ciencia;  y  si  es  cierto 
que  puede  tal  vez  parecer  supérflua  alguna  de  ellas,  la  última,  por  ejem- 
plo, oonvendráse  en  que  por  lo  menos,  en  caso  alguno  deberá  ser  recha- 
zada ya  que  signifique  por  si  sola  un  motivo  de  perfección  literaria,  que 
contribuye  poderosamente  á  facilitar  el  estudio  de  esas  ramas  del  saber, 
áridas  cuanto  difíciles,  extensas  cuanto  en  esencia  desconocidas.  Su  uti- 
lidad resulta  evidente  en  cuanto  contribuyen  al  adelanto  de  los  conoci- 
mientos más  necesarios  al  práctico,  que  por  tal  medio  adquiere  en  de- 
talle noticias  que  le  seria  imposible  conseguir  directamente;  conoce  la 
opinión  del  autor,  los  fundamentos  de  la  misma,  y  juzga  con  ánimo  se- 
reno de  la  verdad  que  encierran,  al  establecer  comparación  con  los  he- 
chos que  por  si  mismo  ha  observado. 

Tratándose  de  una  obra  de  Patología  interna  escrita  por  Dieulafoy, 
pudo,  por  las  razones  indicadas,  predecirse  que  el  mundo  médico  inte- 
ligente, habia  de  favorecer  y  aplaudir  su  aparición.  Pero,  por  motivos 
especiales  que  á  cada  paso  son  de  lamentar,  no  hubiera  podido  ser  Es- 
paña una  de  las  naciones  que  contribuyeran  á  tal  resultado,  cuando  me- 
nos en  largo  periodo  de  tiempo,  á  no  ser  por  la  oportuna  y  feliz  decisión 
del  Dr.  D.  Rafael  Ulecia,  Director  de  la  excelente  y  siempre  recomenda- 
ble ReviskL  de  tfedictna  y  Girugia  prácticas,  Al  destinar  la  traducción  de 
la  obra  de  Dieulafoy  al  fomento  de  la  Biblioteca  de  la  Revista,  el  Dr.  Ule- 
cia prestó  un  doble  servicio,  pues  por  tal  medio»  facilitó  la  adquisición 
del  libro,  con  ventajosísimas  condiciones,  al  extenso  número  desuseri- 
tores  con  que  el  periódico  cuenta,  y  revistió  á  la  publicación  de  la  im- 
portancia que  por  razón  del  contenido  merecía. 

No  bastaba,  empero,  lo  dicho,  ¿  satisfacer  el  buen  deseo  y  elevadas 
miras  del  Dr.  Ulecia.  Un  prólogo  de  nuestro  erudito  Catedrático  de  Pato- 
logia  médica,— en  el  que,  no  hemos  de  decirlo,  brillan  á  la  vez  que  la 


LA  AUMENTACIÓN  EN  LOS  TÍSICOS.  391 

elegancia  de  la  frase,  el  reflejo  de  las  imágenes  y  la  pureza  de  la  doctri- 
nad—empieza el  libro. 

El  prólogo  del  Dr.  Robert  no  pretende  juzgar  la  obra pero  lo  consi- 
gue. Verdad  que  de  ella  habia  aparecido  solo  el  primer  tomo,  cuando  el 
Dr,  Robert  lo  escribió;  ello  no  obstante,  no  pudo  escapar  á  su  pene* 
trante  talento  lo  que  la  obra  seria;  conocia  al  autor  y  le  bastaba.  Cree- 
mos más,  al  Dr.  Robert  debió  bastarle  leer  un  capitulo  cualquiera  para 
juzgar  de  la  obra  por  entero.  Bien  que  pocos  son  los  prácticos  que  go- 
cen del  talento  sintético,  que  todos  reconocen  en  el  autor  del  prólogo  de 
la  versión  española  de  la  Patología  interna  de  Kunze,  El  de  la  Patologia 
interna  de  Dieulafoy  corresponde  en  importancia  á  la  de  aquel. 

£1  Dr.  Robert  ha  juzgado  la  obra  en  el  prólogo  de  la  misma.  ¿Qué  di- 
remos nosotros  que  con  su  parecer  no  esté  conforme?  Acaso,  que  en  cier- 
tas cuestiones  de  detalle  nos  parecen  buenas  las  doctrinas  de  Dieulafoy, 
sin  negar  el  carácter  clínico  que  revisten  las  que  el  Dr.  Robert  susten- 
ta. Pero  no  haremos  más  por  hoy,  ya  que  para  un  análisis  completo,  fal- 
ta el  complemento  del  libro;  esperémosle  con  vivo  deseo,  despertado  en 
nuestro  ánimo  por  la  lectura  de  lo  publicado,  que  entendemos  ha  de  ser 
de  suma  utilidad  á  los  proferos  médicos,  en  i*azoD  al  grado  de  perfeccioa 
didáctica  en  que  el  libro  viene  presentado,  y  también  á  los  alumnos,  por 
la  clara  exposición  de  conceptos  que  contiene,  y  que  hacen  á  la  obra 
acreedora  á  todas  las  consideraciones. 

Prométanlos  pues  dar  completa  idea  de  nuestra  apreciación,  en  cuan- 
to acabe  la  publicación  de  este  interesantísimo  Manual  de  PaMogia  in- 
ferna. 


LA  ALIMENTACIÓN  EN  LOS  TÍSICOS  <*> 
POR  EL  Doctor  S.  Labastide. 


La  eaquexia,  cualquiera  que  sean  los  fenómenos  morbosos  que  la 
acompañen,  tiene  su  origen  en  la  insuficiencia  de  la  nutrición,  y  ki  tisis, 
que  es  otra  de  las  manifestaciones  más  frecuentes  de  la  caquexia,  no 
reconoce  otras  causas. 

Hace  algunos  años  que  un  observador,  instruido  y  concienzudo, 
comprendió»  por  primera  vez,  que  era  necesario  buscar  la  terapéutica  de 
la  tisis,  fuera  del  llamado  tratamiento  clásico  y  racional;  este  observa*- 
dor  buscó  el  tratamiento  científico.  Los  que  después  de  él  entraron  en 
esta  vía,  comprendieron  luego  que  la  tisis  no  es  sino  el  resultado  de  una 
enfermedad»  el  efecto  lejano  y  diaté^ico  de  un  desarreglo,  de  un  desorden 
de  las  fun^^ones  digestivas,  y  sabemos  bien,  cuan  firecuente  es  ese  desarre- 
glo en  nuestras  sociedades  modernas.  Una  vez  dueños  de  estas  ideas,  no 
resta  más  que  hacer  que  digiera  el  enfenno  (nótese  que  decimos  dige- 
rir): es  necesario,  puea,  buscar  el  alimento  que  tal  ó  cual  tísico  coma 


^««•MWB^I 


(1^    GazBite  de^HqpiimtuL 


352  LA  ALIMENTACIÓN  EN  LOS  TÍSICOS. 

con  placer  y  digiera  fácilmente.  Consultando  el  instinto  del  enfermo  en 
relación  ccn  la  alimentación,  es  lo  cierto  que  un  gran  número  de  tisicos 
se  han  curado  restableciéndose  de  las  funciones  digestivas. 

Salvadoriy  por  ejemplo,  médico  italiano  se  curó  á  sí  mismo  comiendo 
salazón,  bebiendo  buen  vino  y  haciendo  ejercicio;  preconiza  este  régi- 
men en  su  tratado  Del  morbo  tísico ^  Torino,  1789. 

Tulpius  (Leyde,  1739)  habla  de  una  joven  que  curó  satisfaciendo  el 
deseo  que  tenia  de  comer  ostras. 

En  íin,  la  biografía  de  Plonquet  refiere  muchos  casos  en  los  cuales 
la  curación  parece  debida  al  restablecimiento  de  las  funciones  diges- 
tivas. 

Adquiridos  estos  datos,  el  problema  no  queda  mejor  resuelto,  pues 
que  á  menudo  siente  el  enfermo  repulsión  para  toda  especie  de  alimen- 
to, y  por  mucha  que  sea  su  buena  voluntad,  los  desecha  todos. 

Nuestros  eminentes  comprofesores  MM.  Debo  ve,  enBicetre  yDujardin- 
Beaumetz,  en  Saint- Antoine,  se  han  visto  sin  duda  contrariados  por  obs- 
táculos de  e¿ta  naturaleza  y  han  imaginado  vencer  esta  resistencia  y 
combatir  la  tisis  por  la  nlimeniadon  forzada.  Los  experimentos  que  em- 
prendieron y  los  notables  resultados  obtenidos  fueron  comunicados  el 
28  de  Octubre  del  año  último  á  la  Socieié  medical  des  hopitaux^  y  consig- 
nados en  los  números  del  15  y  30  de  Noviembre  del  BuUetin  general  de 
ThérapeutiquCy  y  en  los  del  22  y  24  de  Noviembre  de  la  Union  medical. 
El  Dr.  Dasnos,  en  Enero,  comunicó  á  la  Société  medicóle  des  Hopilaux  al- 
gunos casos  de  intolerancia,  y  el  Dr.  Féréol  dijo  haber  notado  en  ciertos 
enfermos  una  fuerte  repugnancia  para  este  método.  Por  mi  parte  he 
visto  la  alimentación  forzada  rechazada  por  dos  tísicos,  en  los  cuales  la 
anorexia  era  completa;  en  este  trance  recurrí  á  la  peptona,  pensando 
que,  en  pequeña  cantidad,  aseguraba  la  nutrición  y  despertaba  el  apetito. 
Se  trataba  en  el  primer  caso  de  una  tisis  hereditaria:  la  joven,  de  edad 
de  21  años,  habia  perdido  á  su  padre  de  una  enfermedad  de  pecho;  era 
robusta  y  bien  constituida,  y  habia  gozado  largo  tiempo  de  buena  salud. 
Enflaqueció  y  fué  atormentada  por  una  tos  seca  que  le  sobrevino  á  con- 
secuencia de  vigilias  prolongadas.  Su  apetito  era  nulo;  comia  casi  á  la 
fuerza  y  padecía  frecuentes  diarreas;  al  cabo  de  un  mes,  la  tos  se  hizo 
más  continua,  le  sobrevenía  con  frecuencia  después  de  la  comida,  y  los 
alimentos  eran  expelidos.  Cuando  yo  la  vi,  habia  perdido  las  fuerzas;  su- 
fría un  dolor  persistente  en  el  espacio  inter-escapular;  los  espatos  eran 
amarillentos  y  con  estrías  sanguinolentas;  las  mejillas  vivamente  colo- 
cadas, los  ojos  con  un  brillo  nacarado;  el  pulso  estaba  á  120;  habia  ma- 
cidez  en  el  vértice  derecho,  con  soplo  áspero  y  prolongado.  A  la  izquierda 
respiración  normal;  por  la  tarde,  acceso  febril,  con  sudores  profusos 
durante  las  primeras  horas  de  reposo. 

Aplicóse  un  vejigatorio  en  la  parte  anterior  y  otro  en  la  posterior  del 
lado  derecho  del  tórax  y  la  enferma  tomó  durante  el  día,  cuatro  pequeñas 
tazas  de  caldo,  conteniendo  cada  taza  una  cucharada  de  peptona.  Bajo 
la  influencia  de  este  tratamiento,  el  soplo  se  hizo  menos  rudo  á  la  dere- 
cha, los  sudores  nocturnos  casi  desaparecieron,  el  pulso,  de  120  bajó  á  90 
y  el  sueño  fué  más  tranquilo.  Al  segundo  día  reapareció  el  apetito; 
la  peptona  continuó  á  la  dosis  de  4  cucharadas  al  día,  los  alimentos  es- 


LOS  MIGRdFITOS  Dfi  LA  S AKGRB  ^ 

casos  7  bien  elegidos;  la  expiración  siempre  prolongada  á  la  derecha, 
pero  el  soplo  áspero  era  menos  intenso  y  los  esputos  más  escasos.  Hacia 
el  vigésimo  dia  la  fiebre  habia  desaparecido  completamente,  el  apetito  era 
vivo,  las  carnes  menos  fofas  y  la  robustez  tendía  á  reaparecer;  la  enfer- 
ma andaba  y  paseaba.  Después  de  40  dias  de  tratamiento  emprendió  de 
nuevo  sus  ocupaciones.  Volví  á  verla  al  siguiente  mes;  presentaba  todas 
las  apariencias  de  la  salud;  la  expiración  continuaba  siendo  prolongada 
en  el  lado  derecho;  la  robustez  era  notable;  continúa  la  peptona  á  la 
dosis  de  dos  cucharadas  al  dia,  cpara  despertar  el  apetito,»  decia  ella. 

Esta  reaparición  del  apetito  bajo  la  influencia  de  la  peptona,  ha  sido 
particularmente  señalada  por  M.  Defresne  en  una  memoria  sobre  las 
peptonas,  publicada  por  J.  B.  Bailliere  é  hijos,  1880.  Este  autor  dice  que 
cenando  tomaba  por  la  mañana  en  ayunas,  junto  con  el  caldo,  100  gra- 
mos peptona,  representando  200  gramos  de  carne,  experimentaba  media 
hora  después  un  ham))re  imperiosa  que  exigia  satisfacción.»  Nosotros 
mismos  hemos  observado  este  fenómeno,  una  vez,  entre  otras,  en  el 
desesperado  caso  siguiente:  se  trataba  de  una  tisis  galopante  en  un 
tuberculoso  en  tercer  grado;  no  teníamos  ciertamente  ánimo  de  salvarlo, 
sino  solamente  de  sacarlo  del  estado  de  abatimiento  en  que  estaba  su- 
mergido y  prolongar  su  existencia  algunos  dias.  La  consunción  estaba 
avanzada,  el  apetito  nulo  y  la  postración  completa;  todos  estos  síntomas 
iban  acompañados  de  fenómenos  nerviosos  más  ó  menos  intensos. 

Por  la  adición  de  dos  cucharaditas  de  peptona  en  tres  cucharadas  de 
caldo  cada  dos  horas,  hemos  obtenido  casi  siempre  la  reaparición  del 
apetito  y  con  él  la  reanimación  de  las  [fuerzas  vitales,  enteramente  ago- 
tadas. Aprovechó  este  restablecimiento  físico  y  nuestra  enferma  aban- 
donó el  lecho  del  sufrimiento.  Buscó  después  en  el  empleo  diario  de  este 
alimento,  el  medio  de  prolongar  la  existencia. 

En  resumen,  la  nutrición  de  los  tuberculosos  es  la  llave  de  la  tera- 
péutica de  la  tisis  pulmonar;  debemos,  pues,  asegurarla  á  todo  precio, 
sea  con  la  ayuda  de  alimentos  ardientemente  deseados  y  bien  soportados 
por  el  enfermo,  sea  por  el  método  de  alimentación  forzada,  sea  con  Ja 
ayuda  de  cuatro  ó  seis  cucharadas  de  peptona  liquida,  que  contienen  dos 

veces  su  peso  en  carne. 

Trad.  por  Artigas  Giménez. 


LOS  MICROFITOS  DK  LA  SANGRE  Y  SUS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES/*) 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 


X. 

H.--Probat>illdad  de  que  los  BaccilH  y  los  Spirilla  de  la  sangrre  sean 

epifenómenos. 

Relativamente  al  aspecto  que  presentan  algunas  veces  estos  organis- 
mos, hay  un  caso  que  merece  especial  mención,  aquel  en  que  forman 

(1)    Continuación.— V.  los  núms.  7¡5, 26,  ^7,  38,  2 .^  SO,  SI,  32, 83  y  34. 


854  LOS  MKSRÓHTOe  DB  LA  SANGRE. 

pn  collar  bien  perceptible  ó  un  rosario.  He  podido  observar  este  hecho 
una  sola  vez.  Spirilla  de  forma  ordinaria  abundaban  en  la  sangre  del  in« 
dividuo  en  la  víspera  del  dia,  en  cuya  tarde  fué  hecha  esta  observación; 

pero,  examinando  esta  sangre  al  dia  siguiente 
«••>••<  * V  V     :*:J       por  la  mañana,  sólo  se  vieron  anillos  ó  cadenas 
.••  t .     Cí'  ^®  rosario.  No  eran  muy  numerosas,  y  sus  mo* 

;V    \       J  vimientos  no  tenian  ese  carácter  brusco  que  se 

*V  í(\.J^4K^}^        observa  comunmente,  sino  que  causaban  la  ira- 
'"■  '  presión  como  si  cayesen  en  el  campo  del  micros- 

Fia,  po.-spirti/a  en  forma    oODÍO  íflft.  60)» 
de  rosario  encontrados  en        '^  ,  .        ,,,,. 

la  sangre  de  un  enfermo        Do  esta  observacion  debe  dcducirsc  que,  cuan- 
afecto  de  nebre,  en  Bom-  ^  ^^  sangre  SO  encuentra  en  cierta  condición 

aun  indeterminada,  se  hace  impropia  para  la  exis- 
tencia de  los  Spvnlla^  y  que  en  estos  casos  las  fibrillas  sufren  una 
segmentación,  k  la  manera  de  los  otros  Sc^izomi/cetes,  y  las  plastidas 
separadas  se  dispersan  en  la  circulación;  es  posible  que  desaparezcan  del 
mismo  modo  que  las  otras  plastidas  (bacterias  pequeñas,  etc.)?  que  ce- 
san muy  poco  después  de  haber  ingresado  en  el  torrente  circulatorio. 
Esto  me  parece  más  probable  que  pensar  permanezcan  en  la  circulación 
hasta  que  la  sangre  haya  adquirido  de  nuevo  el  estado  que  conviene  á 
su  desarrollo  en  fibrillas,  porque  veo  muy  incierta  la  época  de  su  re« 
greso,  que  puede  ser  á  los  dos,  á  los  seis  y  aún  á  los  quince  dias.  Algu- 
nas veces  no  vuelven  á  aparecer.  Sea  como  quiera,  es  por  completo 
evidente  que  su  existencia  como  S^pitMa  depende  de  ia  composición  de 
los  líquidos  del  cuerpo. 

Heydenreich  opina  que  su  desaparición  es  debida  á  la  elevada  tempe- 
ratura de  la  sangre  en  el  paroxismo  de  la  fiebre.  Si  asi  ocurriese,  debie- 
ran ser  más  numerosos  cuando  la  temperatura  baja  después  de  la  muerte; 
y  es  bien  sabido  que  desaparecen  muy  rápidamente  cuando  la  vida  se  ex- 
tingue, ofreciendo^  bajo  este  punto  de  vista,  un  marcado  contraste  con  ios 
otros  miembros  del  grupo  de  los  hongos  parásitos,  bacterias  y  haccVSiu 

El  hecho  de  su  desaparición  total  después  de  la  muerte,  probable- 
mente aun  un  poco  antes,  es  muy  significativo,  porque  prueba  la  rela- 
ción extremadamente  intima  que  existe  entre  ellos  y  ia  sangre  de  los  teji- 
dos vivos;  porque  se  ve  que,  cuando  la  sangre  es  extraida  del  cuerpo,  los 
Sptntfa,  colocados  en  condiciones  favorables,  conservan  durante  muchas 
horas  su  poder  de  locomoción.  Aun  no  han  revelado  ni  la  química  ni  la 
fisiología  lo  que  pueden  ser  estos  cambios  tan  sutiles  de  la  sangre  durante 
la  fiebre,  y  hé  aquí  porque  podemos  juzgar  de  ellos  solo  por  las  variacio- 
nes térmicas,  etc.  del  enfermo,  y,  en  el  caso  que  nos  ocupa,  por  la  apa- 
rición y  la  reaparición  de  los  h'pvnlla^  cuya  presencia  precede  á  estos 
cambios  ó  de  ellos  depende.  La  temperatura  comienza  á  elevarse,  y  los 
otros  síntomas  subjetivos  se  manifiestan  antes  de  que  la  existencia  de 
los  S'^nXUi  sea  de  ello  testimonio.  No  puede  admitirse  que  ejerzan  in- 
fluencia antes  de  existir.  El  Dr.  Ch.  Murchison,  durante  la  discusión  de 
la  teoría  de  los  gérmenes  en  las  enfermedades,  tenida  en  la  'PaÜMAogicQl 
Sodely  (1),  estableció  claramente  este  asunto  cuando  dijo: 


(i)    The  Lancei  y  JBrüwh  medical  Jeumél,  Abiii  ISTO. 


NOTlCiAS  CISNTlilGAS.  855 

c£l  hecho  de  que  se  encaentren  diterentes  formas  de  bacterias  en  la 
fiebre  recurrente  y  en  el  cow^pox  de  los  carneros  (viruela),  ne  prueba 
existan  relaciones  de  causalidad  entre  estas  enfermedades  y  aquellos  or- 
ganismos, siendo  fácilmente  explicable  por  este  otro  hecho:  la  forma  de 
muchos  microbios  no  depende  del  germen,  sino  de  la  naturaleza  del  me- 
dio en  que  se  desarrolla.  En  efecto,  las  observaciones  hechas  acerca  de 
los  Spirüla  de  la  fiebre  recurrente  son  muy  favorables  á  esta  opinión, 
porque  se  encuentran  en  la  sangre  durante  el  primer  paroxismo,  pero 
desaparecen  durante  la  crisis;  están  ausentes  en  el  intervalo,  pero  se 
presentan  de  nuevo  con  la  vuelta  de  la  fiebre,  cesando  otra  vez  con  la 
crisis.  Es  difícil  darse  cuenta  de  su  aparición  y  desaparición  sucesivas,  á 
no  admitir  la  suposición  de  que,  dorante  la  fiebre,  las  circunstancias  son 
favorables  para  su  desarrollo  y  desfavorables  cuando  aquella  termina. 
Las  investigaciones  hechas  por  el  Dr.  Bastían  empezaron  por  la  muy  in- 
teresante observación  de  la  presencia  de  bacterias  en  el  liquido  de  la 
vejiga  de  un  enfermo  con  fiebre  todo  el  tiempo  que  la  vejiga  estuvo  ín* 
tacta  (durante  48  horas),  al  paso  que  no  encontró  ni  vestigios  de  ellas  en 
la  vejiga  de  un  individuo  que  gozaba  de  buena  salud.» 

Semejante  conclusión  es  aplicable  á  los  Baccilli  de  la  pústula  maligna, 
de  la  septicemia,  de  la  fiebre  tifoidea  del  cerdo,  caballo  y  otros  animales. 
En  cuanto  á  los  micrófitos  ya  nombrados,  puede  confidencialmente  afir- 
marse que  jamás  se  les  descubre  en  las  primeras  fases  de  la  enfermedad, 
sino  solo  un  poco  antes  y  después  del  término  fatal.  Por  lo  que  yo  sé,  no 
se  han  encontrado  nunca  en  la  sangre  de  animales  que  han  curado;  se 
reconocen  siempre  como  coexistentes  con  un  mal  fin. 

Tal  es  el  caso  en  lo  que  concierne  á  las  dos  enfermedades  citadas  al 
comienzo,  y,  juzgando  por  lo  que  se  sabe  de  ellas,  presumo  que  el  des- 
arrollo  de  los  organismos,  en  la  sangre  de  los  cerdos  inoculados,  no  era 
uno  de  los  síntomas  que  habia  observado  el  Dr.  Klein,  como  indicantes 
de  que  los  Bacdlb^  que  hablan  sido  introducidos  en  el  sistema  de  los 
animales,  habia  producido  la  enl^medad.  Si  esta  opinión  fuese  justa, 
costaría  poco  trabajo  comprender  sobre  qué  bases  descansa  un  juicio 
tan  presuntuoso  en  lo  relativo  á  su  acción  especifica. 

No  parece  que  Leisering,  al  ocuparse  de  los  organismos  semejantes 
en  esta  misma  enfermedad  del  cerdo  de  que  ya  hemos  hablado,  los  haya 
descubierto  en  otros  casos  que  en  aquellos  en  que  dicho  padecimiento 
acabó  por  la  muerte. 

(fioncluirá.) 


Trt  nruri  i'^i'i  ni.'    iii>i»riii-i  i-i'i-r  "m 1  i-»--^----^--  —  — —  —  — — ^-^»^..-^— 


«OTICIAS  OENTinCAS. 


Tétano:  tratamiento.—^Sonsiderando  al  tétano  como  una  irritabili- 
lidad  refieja  exagerada  de  la  nnédula,  puesta  en  acción  por  diversas  cau- 
sas, elDr.  IM^ifhe  Med,  Record)  aisla  absolutamente á  los  enfermos,  los 
separa  de  sus  parientes  y  amigos,  alejando  todas  las  causas  posibles  de 
sensación  y  vigila  atentamente  la  influencia  de  este  tratamiento.  Cita 
cuatro  casos  de  curación,  en  uno  de  los  cuales  administró  cloroformo  en 


356  PUBLÍCAGI0NE6  RECIBIDAS. 

pequeña  cantidad  por  medio  de  un  pulverizador  y,  además,  con  objeto 
de  producir  el  sueño  y  la  calma,  pequeñas  dosis  de  morfina  y  doral.  En 
otro  añadió  al  doral  un  miligramo  de  atropina;  y  los  dos  últimos  fueron 
tratados  con. el  bromuro  potásico.— (Formiguera.) 

Contribución  al  estudio  del  oxigeno  en  terapéutica. —  (Tesis  del 
Dr,  Doreau,)  El  Journal  de  Thérap.  publica  un  extracto  de  dicha  tesis, 
de  la  cual  copia  lo  siguiente: 

«El  oxigeno,  empleado  localmente,  ha  producido  buenos  efectos  en  la 
gangrena  de  las  extremidades  y  en  las  úlceras  atónicas. 

>Bajo  la  forma  de  agua  oxigenada,  reanima  el  apetito  y  puede  mejo- 
rar ciertas  dispepsias. 

»En  inhalaciones  puede  ser  útil  como  coadyuvante  de  cualquiera  me- 
dicación reconstituyente.  En  la  clorosis  y  la  anemia  puede  prestar  servi- 
cios, haciendo  renacer  el  apetito  y  excitando  el  movimiento  de  asimi- 
lación. 

»Está  también  indicado  en  el  asma,  en  la  bronquitis  generalizada,  en 
la  pulmonía  doble,  croup,  disnea  urémica,  afecciones  de  corazón,  en  el 
envenenamiento  por  el  óxido  de  carbono,  etc. 

»E1  oxigeno  modifica  de  una  manera  muy  apreciable  la  composición 
de  las  orinas  en  la  diabetes.— (S.  Garbo .)i> 

La  cafeína  en  las  parálisis  de  las  fibras  musculares  de  los  intes- 
tinos.—Recientemente  he  tenido  ocasión  de  ensayar  la  cafeina  en  un 
caso  de  parálisis  completa  de  la  túnica  muscular  de  los  intestinos,  en  que 
el  acumulo  de  gases  era  tal  que,  por  compresión  del  estómago  y  de  la 
vejiga  urinaria,  se  determinaban  vómitos  violentos  y  tenesmo  pertinaz. 
Todos  los  estimulantes  de  la  fibra  muscular,  incluso  la  ergotina,  hablan 
sido  administrados  sin  resultado  alguno,  durante  cuyo  tiempo  la  disten- 
sion  intestinal  adquirió  tales  proporciones  que  hacia  temer  por  la  vida 
del  paciente.  Solo  con  el  empleo  de  grandes  dosis  de  cafeina  pudo  conse- 
guirse estimular  dichas  fibras  musculares  y  obtener  frecuentes  y  abun- 
dantes deposiciones.  Este  caso  es  por  sí  solo  suficiente  para  animar  á 
nuevos  ensayos,  y  lo  creo  tanto  más  digno  de  tenerse  en  cuenta,  cuanto 
que  desde  hace  algún  tiempo  viene  discutiéndose,  principalmente  por 
los  médicos  ingleses,  el  valor  de  la  cafeina  en  los  casos  en  que  está  indi- 
cada la  eicitacion  de  las  fibras  musculares  de  los  intestinos.— (Verdós.) 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

firrearBCOTiranteBBurla  vaocino.— Léttre  au  Docteur  W.  R.  Carpenler,  porP' 
A.  Taylor.— London4882. 

Tratado  de  Operatoria  Quirúr^oa,  por  el  Dr.  A.  Morales  Pérez,  con  un  pró« 
logo  del  Dr.  Creu8.~  Cuaderno  24  y  último. — Barcelona.  (Dos  ejemplares.) 

Aguas  Minerales  más  convenientes  en  el  tratamiento  de  la  tuberculosis,  por 
D.  Manuel  Manzaneque.— Madrid.— 1882. 

Los  Baños  de  mar  y  el  balneario  de  Caldetas,  por  D.  Joaquín  Salarich  Verda- 
guer.— Barcelona.-  1882.  (Dos  ejemplares) 

Manual  de  Medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgaigne.^Octava  edición,  por 
León  I  e  Fort.— Cuaderno  18.~Barcf>lona. 

Baños  y  aguas  minerales,  de  Segales,  de  Tona.— Vich.— 1882.  (Dos  ejemplares.) 

Análisis  químico,  de  las  aguas  minerales  de  Hornayo,  seguido  de  una  memoria 
médica,  por  los  Sres.  D.  Modesto  Martínez  Pacheco,  D.  Laureano  García  Camisón,  y 
D.  Santiago  González  Encinas.» Santander.— 1882. 

Dolos  caracteres  clínicos,  que  distinguen  la  lepra,  el  lupus,  y  el  cáncer  de  la 
garganta,  por  D.  Ramón  de  la  Sota  y  Lastra.— Sevilla.— 1882. 

PERIÓDICOS.  *  La  Oftalmología  prácticaj  de  Madrid.— J?<  Coiuultor,  de  Madrid.— Lo« 
cargos  püiblicos,  de  Madrid. 

Advertencia.— La  abundancia  de  material  nos  obliga  á  aumentar  en  cuatro  pa- 
ginas el  texto  de  este  número. 


Tomo  II.  Núm.  12.  30  Junio  de  1882.  Año  II.  Núm.  36.- 


Gaceta  MIdica  Catalana. 


SUMAHIO:  Congreso  médico  internacional  de  Sevilla  (continuará),  por  el  Dr.  D.  Barto- 
lomé Robe r(.— Alteraciones  de  las  células  nerviosas  en  la  inflamación  de  la  médula  es* 
piñal,  por  D.  liVM  Barrai|ii6r.— Rimbiefaron.  Tralamiento  por  el  ingerto  de  un  pedazo 
de  conjuntiva  de  conejo.  Curación,  por  D.  J.  Prenaii.— Anatomía  de  los  centros  nerviosos 
(coniinuacion),  pur  B.  Micnel  FarcMi Boca.— Contribución  al  estudio  del  áciJo  salicili- 
coy  sus  compuestos,  en  particular  del  falicilato  sódico,  en  el  tralamiento  del  reumatismo 
(continuación)  por  B.  M.C  Moré  y  Bar^it.— Revista  de  Neuropatologi»,  por  B.P.  %'er- 
<l«>fi.—  Los  miorofitos  de  la  sangre  y  sus  relaciones  con  las  enfermedades  (conclusión)  por 
clBr.T.BiehardLeww.^-NOTIClAS  CIENTÍFICAS:  Blenorragia:  jarabe  contra  las  erec- 
ciones. •  Empiema:  tratamiento.— Causa  de  •.  ierias  monslruosidades.— Consejos  del  Médico. 
"Sección  ofíciat.—  Publicaciones  recibidas. 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA, 
POR  EL  Doctor  Don  Bartolomé  Robert, 

Catedrático  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona. 


Desde  luego  puede  asegurarse  que  los  Congresos  médicos,  internacio- 
nales y  regionales,  menudean  en  demasía.  Por  veloz  que  sea  el  movi- 
miento científico  de  nuestra  época  y  por  abundante  que  sea  la  suma  de 
actividades  individuales,  no  bastan  algunos  meses,  ni  siquiei'a  algunos 
años,  para  que,  reunido  en  asamblea  un  número  mayor  ó  menor  de  pro- 
fesores, se  logre  imprimir  al  acto  un  sello  de  originalidad  y  de  novedad 
que  justifique  plenamente  la  reunión  de  un  Congreso.  Este  no  es  mas  ni 
menos  que  una  exposición  de  ideas,  un  palenque  do  llegan  de  diversos 
países  hombres  de  estudio  que  han  observado  y  han  experimentado;  pe- 
ro bien  se  comprende  que  la  ciencia  no  es  como  la  industria  y  las  artes, 
que  en  ciertos  períodos  históricos  avanzan  de  cada  minuto,  sino  que  len- 
ta y  ti'abajosa  en  sus  evoluciones,  necesita  un  período  de  tiempo  muy 
prolongado  para  que  adelante  un  solo  paso  por  la  estrechalsenda  que  ha 
de  recorrer.  Entiendo  por  tanto  que  en  estas  cuestiones  importa  saber 
esperar;  dar  tiempo  á  que  se  afirmen  unas  creencias  y  se  derrumben 
otras;  dar  ocasión  á  que  se  plantee  por  la  fuerza  de  las  circunstancias 
un  tema  de  interés  y  que  solicite  la  emulación  de  muchos;  y  sobre  todo, 
si  al  fin  so  ha  de  celebrar  una  reunión  de  médicos,  téngase  gran  cautela, 
no  solo  en  el  señalamiento  de  los  asuntos,  sino  en  su  reducción,  para  que 
así,  concentradas  todas  las  inteligencias  en  un  objeto  concreto,  se  dé  an- 
cho campo  á  la  polémica.  No  se  olvide  que  hoy  la  prensa  médica  es  ya  un 
Congreso  siempre  abierto  y  que  no  hay  una  idea,  no  hay  un  hecho,  no  hay 
un  experimento,  que  no  alcancen  en  sus  páginas  la  luz  de  la  publicidad; 
por  tanto,  los  Congresos  médicos  hoy  .son  menos  necesarios  que  ayer,  y 


358  CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA. 

solo  puede  autorizarlos  la  discusión  de  un  punto  muy  encontrado  y  que 
haga  necesaria  la  discusión  personal. 

Aun  no  habia  cumplido  un  año  desde  que  se  celebró  en  Londres  una 
gran  reunión  internacional,  y  fueran  tantas  y  de  tal  notoriedad  las  ilus- 
traciones del  mundo  científico  que  allí  se  reunieron,  que  excusaba  á  lo 
menos,  por  ahora,  una  nueva  convocatoria  en  alguna  de  las  capitales  del 
Continente.  Con  todo,  no  se  arredraron  los  médicos  andaluces,  y  á  pesar 
de  ser  levantada,  ya  que  no  oportuna  la  idea,  determinaron  reunir  en 
Sevilla  un  Congreso  médico  internacional. 

He  ingenuamente  manifestado  mi  pensar  sobre  la  frecuencia  innece- 
saria de  esas  asambleas;  y  sin  embargo,  afirmo  que  era  conveniente  que 
España  se  apresurara  á  dar  ostensible  manifestación  de  sus  fuerzas  y  de 
sus  propósitos;  que  saliera  de  su  eterno  retraimiento  científico;  que  pro- 
curara exhibirse,  modestamente  sí,  pero  tal  como  es  en  el  actual  comer- 
cio del  mundo,  y  que  llamara  á  su  seno  á  los  médicos  de  otros  países 
para  estrechar  las  distancias,  para  borrar  las  fronteras,  y  para  demostrar- 
les que  nuestra  península,  en  el  orden  científico,  no  es  un  rincón  de  Eu- 
ropa, sino  un  factor  más  que  hay  que  agregar  á  esa  gran  república  ver- 
daderamente universal  en  donde  tienen  ancha  cabida  el  estudio  y  el 
trabajo. 

Hé  ahí  la  importancia  que  yo  concedo  al  Congreso  médico  de  Sevilla 
y  concederé  á  cuantos  se  celebren  en  España:  importancia  patria,  im- 
portancia nacional,  mejor  que  verdadera  brillantez  científica,  que  no  pue- 
de esperarse  mientras  los  Congresos  no  se  reúnan  muy  tardamente  y  no 
ée  congreguen  para  la  dilucidación  de  puntos  muy  concretos.  ¿Esto  quie- 
re decir  que  el  que  acaba  de  tener  lugar  en  la  hermosa  capital  de  Anda- 
lucía, gracias  á  la  iniciativa  del  Dr.  D.  Ramón  de  la  Sota,  y  al  poderoso 
concurso  de  los  doctores  Rivera,  Tuñon  de  Lara,  Madera,  Lasso  de  la 
Vega,  Chiralt,  Buissen,  Marimon  y  tantos  otros,  haya  sido  estéril  é  in- 
fructuoso de  todo  punto?  El  lector  juzgará  de  las  líneas  que  voy  á  escri- 
bir, no  con  el  propósito  de  entrar  en  minuciosos  detalles,  sino  con  el  de 
recoger  ciertas  impresiones  de  conjunto  que  dibujen,  bien  que  mala- 
mente, lo  que  ocurrió  en  Sevilla,  durante  el  último  Abril. 

m     * 

¡Oh  fuerza  del  mercantilismo,  á  dónde  llegas!  Hasta  un  señor  de 
Leeds  (Escocia),  de  cuyo  nombre  no  quiero  acordarme,  remitió  al  Con- 
greso, para  que  se  diera  cuenta  al  abrir  sus  sesiones,  un  aparato  respira- 
dor de  su  invención,  con  cuyo  uso  y  con  el  auxilio  de  la  dosimetría  se 
cura  la  tisis.  Por  fortuna,  sobre  la  marcha,  se  le  dio  carpetazo;  y  si 
doy  cuenta  del  incidente,  es  tan  solo  para  anatematizar  una  vez  más  ese 
afán  de  anuncio  y  de  impostura,  que  ni  siquiera  retrocede  ante  una  reu- 
nión de  hombres  serios  cuya  buena  fé  pretende  sorprenderse. 

Por  fortuna,  el  mal  efecto  que  en  todos  produjo  la  tentativa  del  indus- 
trial escocés,  quedó  borrado  al  enterarse  el  Congreso  con  suma  compla- 
cencia de  un  vendaje,  llamado  vaginiforme,  inventado  por  el  Dr.  Morales 
Pérez,  de  Sevilla,  profesor  tan  modesto  como  ilustrado,  y  que  puede 
utilizarse  con  gran  ventaja  en  las  curaciones  de  chancros,  bálano-posti- 
tis  y  demás  enfermedades  del  pene  acompañadas  de  trabajo  supurativo. 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA.  359 

Por  SU  confección  con  una  doble  vaina  de  lienzo  y  de  tela  impermeable, 
no  solo  permite  la  cura  antiséptica,  sino  un  mayor  aseo  que  eí  logrado 
con  los  vendajes  usados  hasta  aquí.  También  en  el  mismo  acto  el  cono- 
cido instrumentista  de  París,  Mr.  Gollin,  presentó  una  buena  j^i^^ci  auto- 
máticay  una  jeringa  de  Pastetir,  automática  también,  para  la  vacunación, 
y  un  ahre-hoca,  tal  vez  más  complicado  y  menos  expedito  que  los  diver 
sos  que  la  actual  cirujía  posee. 

Por  último,  el  Dr.  Valenzuela  puso  á  la  vista  algunas  piezas  de  prote- 
sis bucal,  en  demostración  de  su  talento  artístico,  y  con  esto  quedó  ter- 
minada la  parte  referente  á  la  industria^  en  sus  relaciones  con  la  me- 
dicina. 

Curación  de  la  amigdalitis  crónica. 

Desde  que  Luton  se  encargó  de  ensalzar  y  vulgarizar  las  inyecciones 
parenquimatosas  en  el  tratamiento  de  los  neoplasmas,  incluso  el  sar- 
coma y  el  carcinoma,  de  las  esplenotrofias,  etc.,  se  ha  ido  amontonando 
una  serie  de  pruebas  más  ó  menos  contradictorias  en  confirmación  de 
las  opiniones  de  aquel  autor.  El  Dr.  Moresco  adujo  nuevos  hechos  prác- 
ticos, que  demuestran  poder  obtenerse  la  curación  de  las  amigdalitis 
crónicas,  mediante  inyecciones  parenquimatosas  de  ácido  acético. 

Tales  ideas  merecen  ser  recordadas,  pues  si  son  múltiples  ya  los  tra- 
tamientos de  que  se  puede  disponer  para  lograr  la  reducción  de  las  amíg- 
dalas, desde  el  iodo  y  el  percloruro  de  hierro,  hasta  la  pasta  de  Macken- 
zie  y  las  aplicaciones  punteadas  del  gálbano-cauterio,  será  también  muy 
racional,  si  el  enfermo  repugna  la  tonsilotomía,  apelar  al  método  del 
Dr.  Moresco,  no  difícil  en  su  aplicación  y  de  consecuencias  poco  peli- 


grosas. 


Aguas  nitrogenadas  y  sulfurosas  en  el  tratamiento  de  la  tubarculoa(8. 

A  propósito  de  unas  memorias  leídas  por  los  Dres.  Hauser,  García 
López,  Manzaneque,  Cazaux  y  Duhourcau  acerca  de  la  influencia  respec- 
tiva de  las  aguas  nitrogenadas  y  de  las  sulfurosas  en  el  tratamiento  de  la 
tisis  pulmonar  y  muy  especialmente  de  los  efectos  que  se  logran  en  Pan- 
ticosa.  Caldas  de  Oviedo,  Urberuaga  de  Ubilla,  Aguas-Buenas  y  Gaute- 
rets,  se  discutió  largamente  y  se  emitieron  una  serie  de  afirmaciones 
que  conviene  tener  en  cuenta,  ya  que  todos  sus  autores,  por  los  estudios 
especiales  á  que  se  dedican,  son  testigos  de  mayor  excepción. 

Los  debates  fueron  serios  y  se  mantuvieron  á  buena  altura,  á  pesar 
de  que  el  natural  cariño  que  los  médicos  de  aguas  minero-medicinales 
sienten  por  la  localidad  en  donde  ejercen,  pudo  llevarles  á  cierta  exage- 
ración de  los  conceptos.  Algo  de  esto  hubo,  porque  es  muy  flaca  la  na- 
turaleza humana,  pero  no  he  de  empañar  yo  el  brillo  del  Gongreso  re- 
cordándolo. 

Desde  luego  convinieron  todos,  y  con  ellos  los  que  tuvimos  el  honor 
de  terciar  en  el  debate,  que  sea  cual  fuere,  como  lesión,  la  naturaleza  de 
la  tisis,  importa  para  el  tratamiento  ver  y  admitir  tísicos  diferentes: 
unos  irritables,  eréticos,  con  tendencia  al  movimiento  febril,  á  la  hipe- 
remia y  hasta  á  la  hemoptisis;  y  otros  tórpidos,  pasivos,  pálidos,  y  con 
escaso  vigor  en  la  tensión  cardíaco-vascular.  Es  evidente  que  no  todos 


(O  CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA. 

deben  ser  tratados  de  la  misma  manera,  y  que  así  como  á  unos  les  po- 
drá ser  ventajosa  la  permanencia  á  orillas  del  mar,  respirando  una  at- 
mósfera de  cierta  sedación  por  la  húmeda,  y  á  otros  la  Iiabitacion  entre 
elevadas  y  abruptas  montañas  de  ambiente  seco  y  aromatizado,  de  la 
propia  manera  hay  tísicos  que  requieren  el  uso  de  manantiales  que  al- 
zan el  tono  orgánico  y  que  avivan  la  circulación,  ó  por  el  contrario,  que 
han  menester  fuentes  que  adormezcan  el  círculo  sanguíneo  y  la  viveza 
de  las  oxidaciones  que,  como  el  fuego,  van  consumiendo  el  organismo. 

Era  y  es  doctrina  corriente  que,  en  términos  generales^  las  aguas  ni- 
trogenadas surten  el  efecto  sedante  y  las  sulfurosas,  sódicas  ó  calcicas, 
el  excitante,  naciendo,  entre  unas  y  otras,  un  verdadero  antagonismo  te- 
rapéutico. Nadie  negó  el  poder  decididamente  estimulante  de  las  Aguas- 
Buenas  y  de  Gauterets,  sulfuro-cálcicas  las  primeras  y  sulfuro-sódicas 
las  segundas,  y  de  todas  las  aguas  congéneres;  pero  no  sucedió  lo  propio 
i'especto  de  las  aguas  nitrogenadas  de  Panticosa  y  de  Caldas  de  Oviedo. 

Por  un  lado,  el  Dr.  Cazaux  sostuvo  la  tesis  de  que  en  hidrología  médi- 
ca todas  las  aguas  son  excitantes  fundamentalmente,  y  que  solo  cambia 
en  unos  manantiales  y  en  otros  la  cantidad  de  estimulación  producida; 
y  partiendo  de  esta  base  sostuvo  la  idea  de  que  Panticosa,  como  Urbe- 
ruaga  de  Ubilla  y  Caldas  de  Oviedo  son  excitantes,  pero  en  menor  grado 
que  Aguas-Buenas  y  Gauterets.  Por  otro,  el  Dr.  García  López  se  colocó 
en  un  punto  de  vista  más  especial:  para  él  las  aguas  de  Panticosa  son 
decididamente  excitantes,  y  las  de  Caldas  de  Oviedo  sedantes;  pero  este 
resultado  es  primitivo  y  no  consecutivo,  pues  continuando  los  enfermos 
sometidos  por  espacio  de  algunas  semanas  á  la  influencia  medicamento- 
sa, los  de  Panticosa  logran  una  definitiva  sedación  y  los  de  Caldas  una 
estimulación;  de  todos  modos,  el  Dr.  García  López  aconsejó  que  los  tísi- 
cos de  forma  tórpida  subieran  á  Panticosa,  y  los  de  forma  irritable  fue- 
ran á  Caldas  de  Oviedo. 

Esa  diversidad  de  opiniones  demuestra  al  fin  que  el  problema  de  la 
acción  de  las  aguas  minero-medicinales  no  es  insoluble  ciertamente, 
pero  se  presta  á  la  duda  y  á  la  vacilación.  Ya  se  dijo  que  los  factores  son 
complexos;  que  si  bien,  llevados  de  la  teoría  química,  debe  darse  im- 
portancia de  primera  fuerza  al  grado  y  calidad  de  producto  mineraliza- 
dor,  no  pueden,  sin  embargo,  despreciarse  los  resultados  de  la  mutua 
combinación  de  los  diferentes  factores,  y  sobre  todo  las  condiciones  de  la 
zona  geográfica  en  que  las  aguas  manan.  Es  evidente,  v.  g.,  conforme  de- 
cía el  Dr.  Manzaneque,  que  cuando  quiere  aquilatarse  todo  el  valor  de  los 
664  céntimos  cúbicos  de  nitrógeno,  que  contiene  un  litro  de  agua  de  la 
Fílente  del  Hígado  de  Panticosa,  es  lógico  admitir,como  resultado  general 
de  su  acción,  un  efecto  sedante  sobre  la  circulación  y  la  respiración;  pero 
tampoco  puede  desconocerse,  conforme  objetaba  yo  al  Dr.  Hauseí',  qué 
las  condiciones  de  altura  de  Panticosa  se  bastan  á  producir  en  ocasiones 
una  viveza  tal  sobre  los  actos  circulatorios  y  respiratorios,  que  no  sólo 
contrabalancean  la  sedación  natural  del  agua,  sino  que  alcanzan  á  pro- 
ducir ataques  hemoptóicos. 

Más  este  efecto  excitante,  nacido,  no  de  la  virtud  del  agua,  sino  de  la 
disminución  de  la  presión  atmosférica,  es  primitivo  y  hasta  es  fugaz,  y 
el  enfermo  al  cabo  de  algunos  dias  puede  habituarse  á  ella.  Asi  se  ex- 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA.  361 

plica  la  aparente  contradicción  que  resulta  entre  las  opiniones  del  doctor 
García  López  y  la  de  otros  colegas. 

La  conclusión  práctica  del  debate  respecto  de  este  particular  es  la 
siguiente: 

Deben  indicarse  las  aguas  sulfurosas  á  los  tísicos  de  forma  tórpida; 
deben  indicarse  las  aguas  nitrogenadas  á  los  tísicos  de  forma  irritable. 
Pero  si  los  enfermos  de  esta  última  categoría  están  muy  predispuestos  á 
la  hemoptisis,  menos  peligros  correrán  yendo  á  beber  aguas  nitrogena- 
das, que  broten  en  sitios  poco  elevados,  que  á  grande  altura;  y  si  se  de- 
ciden por  éstas,  será  menester  que  hagan  el  viaje  por  etapas,  para  irse 
acostumbrando  á  los  efectos  de  la  presión,  sobre  todo  si  proceden  del  li- 
toral marítimo  ó  de  valles  bajos. 

También  opinaron,  los  más,  que  las  aguas  minero-medicinales,  que  se 
emplean  en  el  tratamiento  de  la  tisis  (sulfurosas,  nitrogenado-sulfatadas, 
cloruradas,  arsenicales,  etc.),  solo  ejercen  una  acción  indirecta  contra 
la  tisis;  que  no  combaten  el  tubérculo,  sino  las  lesiones  que  lo  compli- 
can, como  el  catarro  concomitante,  la  hiperemia  perifímica  y  parafímica, 
etcétera.  Afirmación  triste  ciertamente,  pero  tal  vez  demasiado  rotunda, 
aun  para  los  que,  como  yo,  acarician  pocas  ilusiones  respecto  de  la  tu- 
berculosis pulmonar. 

Diagii6stlco  de  la  lepra,  el  lupus  y  el  cáncer  de  la  g:arg>anta. 

En  pocos  países  puede  estudiarse  mejor  la  lepra,  en  sus  múltiples 
formas,  que  en  Andalucía,  y  basta  visitar,  aunque  sea  ligeramente,  los 
hospitales  de  leprosos  de  Sevilla  y  de  Granada,  para  convencerse  de  que 
están  allí,  sujetos  á  la  observancia  y  al  estudio,  un  número  considerable 
de  personas  afectas  de  la  terrible  diátesis  sarática.  No  me  extrañó,  por 
tanto,  que  personas  tan  distinguidas  como  el  Dr.  de  la  Sota,  el  Dr.  Ariza 
y  el  Dr.  Rubio  ilustraran  una  cuestión  sólo  conocida  de  referencia  por  la 
mayor  parte  de  los  médicos  europeos. 

De  los  estudios  practicados  por  el  primero  de  aquellos  profesores  se 
deduce:  que  la  lepra  aparece  siempre  en  la  piel  antes  que  en  las  fauces, 
al  paso  que  el  lupus  y  el  cáncer  pueden  evolucionar  en  esta  parte  inde- 
pendientemente de  la  superficie  tegumentaria;— que  la  lepra  va  prece- 
dida por  una  coloración  roja,  que  después  se  vuelve  blanca  sin  tumefaC' 
cion,  mientras  que  el  lupus  se  desarrolla  en  una  mucosa  que  consei'ia 
sus  atributos  normales  y  el  cáncer  se  inicia  con  congestión,  tumefac- 
ción é  incomodidad  de  la  parte;— que  los  tubérculos  leprosos  son  blan- 
cos, blandos,  de  volumen  variable,  agrupados  en  cadena  ó  rosario  y  con 
sensibilidad  normal,  disminuida  ó  abolida,  y  los  del  lupus  son  rosados  ó 
rojos,  duros,  resistentes  y  elásticos,  más  grandes,  menos  numerosos  é 
indolentes,  y  los  cancerosos  son  rosados,  rojos  ó  grises,  duros  ó  blandos 
y  muy  sensibles; — que  en  la  lepra  hay  tumefacción  de  la  mucosa,  en  el 
cáncer  edema  rojo  y  duro  y  en  el  lupus  hay  normalidad  en  los  tejidos 
circundantes; — que  las  úlceras  de  la  lepra  son  blandas  como  placas  mu- 
cosas é  insensibles,  las  del  lupus  tienen  los  bordes  duros  y  elevados  y  el 
fondo  estrecho  y  sinuoso  y  las  del  cáncer  son  anchas,  de  fondo  irregular, 
dolorosísimas  y  cubiertas  ó  rodeadas  de  vegetaciones  papilares;— y  por 
último,  que  las  cicatrices  de  la  lepra  y  del  lupus,  muy  parecidas  por  su 


382  ALTERACIONES  DE  LAS  CÉLULAS  NERVIOSAS. 

fígura  y  consistencia,  se  distinguen,  sin  embargo,  las  primeras  de  las 
segundas  por  su  insensibilidad,  y  ambas  se  diferencian  del  cáncer,  por- 
(|ue  en  este  no  se  opera  ninguna  cicatrización,  ni  siquiera  temporal. 

Este  estudio  llamó  tanto  más  la  atención  en  cuanto  están  contestes 
los  más  en  admitir  como  hecho  infrecuente  la  presentación  del  lupus  en 
la  garganta,  y  sin  embargo,  según  las  afirmaciones  de  los  Dres.  Sota  y 
Ilubio,  con  gran  frecuencia  se  le  observa  en  Andalucía. 

{Se  continuará.) 


ALTERACIONES  DE  LAS  CÉLULAS  NERVIOSAS 

en  la  iaflamacion  de  la  médula  espinal, 

POR  D.  Luis  Barraquer, 

Profesor  libre  de  enfermedades  nerviosas. 


No  entra  en  mi  propósito  describir  todas  las  alteraciones  á  que  están 
sujetas  las  células  nerviosas  en  la  inflamación  de  la  médula  espinal,  ya 
porque  se  hallan  consignadas  en  los  libros  que  tratan  de  dicha  afección,  y 
no  baria  yo  más  que  repetirlas,  ya  porque  no  he  hecho  un  estudio  com- 
pleto, que  me  permita  demostrar  todas  las  modificaciones  de  que  es  sus- 
ceptible el  elemento  ganglionar  en  estado  de  inflamación.  Se  limita  mi 
objeto  á  interpretar  la  patogenia  de  algunos  fenómenos  y  á  evidenciar 
otros,  puestos  en  duda  hasta  la  hora  presente. 

Ante  todo,  me  creo  obligado  á  manifestar  mi  agradecimiento  á  los 
Dres.  D.  Pedro  Esquerdo,  que  me  ha  proporcionado  la  mayor  parte  de 
médulas  inflamadas,  y  D.  José  Barraquer,  en  cuyo  laboratorio  he  hecho 
mi  pequeño  trabajo. 

Las  alteraciones  de  que  principalmente  me  he  ocupado  son:  la  hiper- 
trofia, la  generación  nuclear,  la  llamada  alteración  vacuolar^  la  alteración 
pigmentaria  y  la  airo  fia. 

Hipertrofia.  El  Dr.  Charcot,  en  un  caso  de  inflamación  de  la  médula 
espinal  con  hemorragia  en  la  región  cervical,  ha  visto  las  células  quine- 
sódicas  del  cuerno  izquierdo  con  los  caracteres  de  verdadera  hipertrofia: 
tumefactas,  globulosas,  con  prolongaciones  hinchadas,  y  con  contenido 
turbio,  que  se  coloreaba  fuertemente  por  el  carmin.  Ha  visto  otras  con 
los  mismos  caracteres  de  volumen  y  forma  y  con  el  contenido  más  opa- 
lino, que  cree  se  encuentran  en  un  período  más  avanzado.  El  núcleo  se 
hallaba  en  las  condiciones  normales.  Dujardin-Beaumetz  y  Grancher,  en 
un  caso  de  mielitis  experimental,  han  encontrado  las  células  de  volumen 
doble  con  protoplasma  más  claro  y  refringente,  menos  granuloso,  núcleo 
grande,  irregular  y  fragmentado,  y  las  prolongaciones  conservadas.  Las 
que  yo  he  hallado  se  encuentran  en  las  mismas  condiciones  que  las  que 
describen  Dujardin-Beaumetz  y  Grancher,  y  no  he  podido  observar  nin- 
guna cuyo  protoplasma  fuese  muy  coloreable  ó  muy  granuloso  y  opalino. 
Las  de  la  fig.  1  son  dos  ejemplares  de  ellos;  tienen  doble  ó  triple  volu- 
men que  las  normales,  el  cuerpo  es  abombado,  las  prolongaciones  son 


ALTeRAGIONES  DE  LAS  CÉLULAS  NERVIOSAS.  363 

redondeadas  y  de  superficie  convexa  en  la  vecindad  de  su  emergencia, 
insertándose  algunas  de  ellas  bruscamente. 

Si  juzgásemos  solo  por  los  caracteres  del  protoplasma,  creeríamos 
que  más  bien  están  hidrópicas  que  verdaderamente  hipertrofiadas,  por- 
que el  contenido  es  claro,  y  porque  las  granulaciones  pigmentarias  están 
separadas  unas  de  otras  y  son  escasas  de  tal  modo  que  parecen  enrareci- 
das. Sin  embargo,  para  atestiguar  el  estado  hipertrófico,  queda  el  núcleo 
con  caracteres  de  verdadera  actividad.  En  efecto,  guarda  perfecta  rela- 
ción con  el  diámetro  del  cuerpo  celular,  lo  que  equivale  á  decir  que  se 
hallan  engrosado,  y  se  colorea  con  bastante  intensidad  por  el  carmin, 
junto  con  sus  nucléolos.  En  las  preparaciones  que  se  hacen  de  la  médula 
endurecida,  no  se  observa  la  hipertrofia  como  en  las  que  se  hacen  en  el 
estado  fresco;  no  obstante,  existe,  pues  se  encuentran  unas,  como  las  de 
la  figura  i,  cuyo  núcleo  está  sumamente  aumentado  de  volumen  y  contie- 
ne dos  nucléolos,  aunque  no  cambie  el  diámetro  del  protoplasma.  Es 
creíble  que  la  célula  se  hallaba  hipertrofiada  antes  del  endurecimiento  de 
la  médula,  si  tenemos  en  consideración,  por  una  parte,  que  el  protoplas- 
ma está  en  ella  sumamente  condensado,  y  por  otra,  que  el  núcleo,  en 
razón  á  su  engrosamiento,  esto  es,  en  su  invariabilidad  al  proceder  ar- 
tificial, deforma  la  célula  en  la  superficie,  abombándola,  y  aumentando 
por  consiguiente  su  diámetro  en  los  puntos  en  que  se  pone  en  relación 
con  su  limite. 

Generación  nuclear. — Ley  den,  en  su  Tratado  clínico  de  enfermedades 
de  la  médula  espinal^  en  el  capítulo  Anatomía  patológica  general,  se  ocu- 
pa de  este  punto  y  dice:  «Jolly  ha  visto,  en  los  focos  de  encefalitis,  cé- 
lulas nerviosas  con  dos  núcleos,  que  considera  como  un  producto 
de  segmentación.  Nosotros  hemos  encontrado  además,  en  los  focos  de 
mielitis,  estas  mismas  células  con  dos  núcleos».  Mas  adelante,  en  el  ca- 
pitulo en  que  trata  de  la  mielitis  aguda,  dice:  «en  ocasiones,  solo  el  nú- 
cleo es  modificado:  es  duro,  aplanado,  oval,  homogéneo,  privado  de  nu- 
cléolo, ó  bien  aumentado  de  volumen  y  contiene  dos  nucléolos;  algunos 
de  estos  casos  hacen  creer,  al  parecer,  que  el  núcleo  puede  dividirse; 
nosotros  no  hemos  encontrado  positivamente  estas  divisiones,  tal  como 
las  describe  Jolly;  solo  en  dos  casos  hemos  conseguido  encontrar  algo 
parecido».  Es  muy  extraño  que  el  profesor  de  Berlín  no  confirme  de  una 
manera  positiva,  al  tratar  especialmente  de  la  Anatomía  patológica  de  la 
mielitis  aguda,  haber  hallado  la  división  nuclear,  siendo  así  que  lo  hace 
anteriormente  al  tratar  de  la  Anatomía  patológica  general.  Jolly  vio  cé- 
lulas cerebrales  con  dos  núcleos. 

En  dos  diferentes  casos  de  inflamación  aguda  difusa  de  la  médula,  he 
observado  el  fenómeno  de  la  división  nuclear.  El  primero  pertenecía  á 
una  joven  procedente  de  la  clínica  del  Dr.  Esquerdo;  el  reblandecimiento 
residía  en  la  región  dorso-lumbar,  fué  expontáneo,  a  frigore,  y  los  sínto- 
mas paralíticos  y  tróficos  llegaron  al  último  término.  El  segundo  caso  se 
refiere  á  un  albañil,  de  40  años  (Clínica  del  Dr.  Soler  y  Buscallá),  quien 
cayó  de  una  altura  considerable,  muriendo  á  los  pocos  días  á  consecuen- 
cia de.  la  intensa  meningo-mielitis.  Ño  en  todas  las  preparaciones,  que 
he  hecho  de  los  mismos  casos  de  reblandecimiento,  he  hallado  el  fenó- 
meno, ni  aún  en  una  misma  preparación  abundan  las  células  en  tal  esta- 


36  i         ALTERACIONES  DE  LAS  CÉLULAS  NERVIOSAS. 

do.  Muy  al  contrario,  escasean  de  tal  modo,  que  no  lie  hallado  más  que 
tres  en  donde  la  generación  nuclear  se  manifieste  de  un  modo  decidido. 
La  autoridad  del  eminente  profesor  Charcort  ha  confirmado  la  exactitud 
del  expresado  fenómeno  en  una  de  mis  preparaciones.  Se  observan  con 
mayor  frecuencia  células,  cuyo  núcleo  contiene  dos  ó  tres  nucléolos,  sin 
llegar  a  alterar  la  forma  propia  del  núcleo.  La  generación  se  vé  fácil- 
mente que  se  hace  por  división;  el  núcleo  pierde  la  forma  circular  para 
formar  una  atmósfera  igual  al  rededor  de  cada  nucléolo,  de  modo  que 
toma  el  aspecto  de  una  pequeña  calabaza,  cuyo  cuello  va  estrechándose 
hasta  quedar  completamente  dividido  en  dos,  como  se  ve  en  la  flg.  2. 

Importa  mucho  fijarse  en  las  células  que  se  observen,  porque  con  fa- 
cilidad se  puede  caer  en  error  respecto  al  número  de  nucléolos  que  con- 
tiene un  núcleo.  En  efecto,  como  las  células  son  muy  pigmentadas  y  el 
núcleo  es  bastante  trasparente  cuando  la  preparación  se  ha  obtenido  de 
cortes,  los  nucléolos  que,  por  razón  de  ser  múltiples,  no  siempre  ocupan 
el  centro,  pueden  ser  confundidos  con  pequeñas  porciones  de  pigmento, 
ya  que  este  es  susceptible  de  lijeras  variaciones  en  el  matiz  y  en  el  mo- 
do de  estar  agrupadas  sus  moléculas;  si  bien  por  regla  general,  aunque 
se  vea  por  trasparencia  del  núcleo,  ya  porque  esté  encima  ó  debajo  de 
este,  formando  masas  mayores  ó  menores  é  irregulares  y  por  formar  par- 
te de  las  grandes  porciones  protoplasmáticas,  no  obstante,  puede  suce- 
der y  sucede,  como  he  dicho,  que  algunas  pequeñas  porciones  están  de 
tal  modo  dispuestas,  que  á  primera  vista  produce  el  efecto  de  un  grupo 
de  dos  ó  tres  nucléolos  más  ó  menos  reunidos.  Para  no  equivocarse,  es 
preciso  fijarse  bien  en  la  forma  redondeada,  en  el  volumen  parecido  de 
ambos  y  en  el  color  más  acentuado  que  ofrece  el  núcleo  de  las  células, 
cuyo  pigmento  esté  algo  separado  de  él. 

AHeracion  llamadu  vacuolar.  En  esta  alteración,  más  aún  que  en  las 
otras,  la  célula,  en  el  terreno  de  la  patología,  nos  enseña  su  indepen- 
dencia al  enfermar  para  con  otras  muy  contiguas  y  del  mismo  grupo. 
De  manera  que,  al  lado  de  una  célula,  que  sufre  la  alteración  en  pleno  es- 
tado, se  ven  otras  en  las  que  no  se  observa  alteración  alguna.  No  sucede 
así  en  lo  relativo  á  la  alteración  celular  y  al  estado  de  los  tubos  y  neu- 
roglia,  sino  que  guardan  perfecta  armonía,  es  decir,  cuanto  más  están 
afectas  las  células,  tanta  mayor  lesión  hay  en  los  tubos  y  tejido  conjun- 
tivo. Semejante  estado  ha  tenido  hasta  ahora  el  nombre  de  alteración 
vactiolar  por  creer  que  dentro  del  corpúsculo  existían  espacios  ó  cavi- 
dades. 

El  estudio  de  diferentes  preparaciones  que  he  hecho,  me  ha  demos- 
trado que  no  son  espacios  sino  verdaderos  cuerpos.  Creo  que  para  tener 
una  buena  idea  de  la  célula  alterada,  debemos  figurárnosla  llena  de  pe- 
queños huevos  más  ó  menos  redondeados  y  del  diámetro  del  núcleo  por 
término  medio,  cuyos  huevos  ocupan  el  lugar  del  protoplasma  que  se  vé 
en  los  intersticios  ó  espacios  angulares  que  dejan  los  cuerpos  circulares 
cuando  se  tocan.  Si  estuviese  un  grupo  de  estos  corpúsculos  libre,  den- 
tro de  una  cavidad  producida  en  el  protoplasma,  entonces  la  comparación 
á  un  nido  de  pájaro  seria  exacta,  pero  no  es  así,  sino  que  hay  diferentes 
niveles  y  están  separados  unos  de  otros  por  pequeñas  porciones  de  pro- 
toplasma, es  decir,  que  se  hallan  amoldados  dentro  de  él.  Estos  cuerpos 


ALTERACIONES  DE  LAS  CÉLULAS  NETVIOSAS.  365 

son  esféricos  ó  elípticos,  completamente  blancos,  transparentes,  con  con- 
torno bien  limitado,  encontrándose  superpuestos  unos  á  otros,  en  térmi- 
nos que,  cuando  se  mira  uno  que  está  encima  de  otro  y  completamente 
en  foco,  es  preciso  acomodar  el  microscopio,  si  se  quiere  observar  bien 
el  contorno  del  que  está  debajo  de  él.  El  número  que  contiene  una  cé- 
lula es  variable:  hay  célula  que  encierra  sólo  un  corpúsculo  blanco  y 
hay  otras  que  contienen  de  diez  á  veinte.  Su  diámetro,  que  también  es 
variable,  está  en  razón  inversa  del  número  que  alberga  una  célula;  así, 
cuando  las  contenidas  son  de  las  de  grandes  dimensiones,  su  número 
no  excede  de  dos  ó  tres,  como  en  la  fig.  3'. 

En  presencia  de  preparaciones  exactas,  he  podido  convencerme  de 
que  se  trata  de  cuerpos  y  no  de  espacios  vacíos;  en  prueba  de  ello  señalo 
los  siguientes  hechos:  4.°  así  como  se  ven  unas  células, en  cuyo  protoplas- 
ma  se  hallan  completamente  encerrados  los  indicados  corpúsculos,  se 
ven  otras  cuyo  protoplasma,  á  la  vez  que  contiene  algunos  en  su  interior, 
lleva  otros,  comeen  a  de  la  fig.  3,  que,  medio  entrantes  en  él,  dejan  ver 
por  una  parte  y  en  la  periferia  de  éste,  un  segmento  ó  porción  del  cor- 
púsculo circular,  que  leda  en  su  ; límite  el  aspecto  de  una  escotadura 
como  se  vé  en  a,  y  por  otra  parte,  fuera  ya  del  contorno  propio  de  la  cé- 
lula y  en  su  mismo  nido  ó  espacio  pericelular,  se  completa  perfecta- 
mente el  círculo  corpuscular  por  medio  de  su  contorno  a\  Es  claro  que  si 
fuese  una  vacuola,  además  de  la  escotadura  que  ella  formarla  en  el  lí- 
mite del  protoplasma,  nada  se  veria  entre  ella  y  el  retículum;  2.^  en  este 
mismo  espacio,  que  existe  entre  la  célula  y  el  retículum,  se  observan 
igualmente  los  corpúsculos  libres,  con  los  mismos  caracteres  de  forma  y 
dimensiones  que  los  que  han  penetrado  en  el  protoplasma  h.  Cuando  el 
diámetro  del  espacio  que  media  entre  la  célula  y  el  retículum ,  es 
mayor  que  el  del  corpúsculo  blanco,  este  puede  quedar  libre  en  él;  pero 
cuando  es  menor,  entonces  se  halla  en  parte  dentro  del  protoplasma 
y  en  parte  dentro  del  retículum.  En  el  mayor  número  de  preparaciones, 
sucede  que  caen  algunas  células  en  razón  al  manual  operatorio  y  al  es- 
tado de  anormalidad  de  las  mismas  y  de  sus  prolongaciones,  viéndose 
solo  el  nido  en  que  ellas  estaban.  Se  concibe  perfectamente  que  no 
se  vean  aquí  los  corpúsculos  blancos,  porque  si  el  protoplasma  ha  podido 
escapar,  gracias  á  la  falta  de  prolongaciones  ó  de  resistencia  en  las  mis- 
mas, y  gracias  á  su  diámetro,  con  mayor  motivo  puede  hacerlo  el  peque- 
ño corpúsculo  circular;  3.°  no  solamente  se  hallan  en  la  periferia  de  la 
célula,  sino  que  se  observan  abundantemente  esparcidas  en  la  trama,  ya 
de  la  sustancia  blanca,  ya  de  la  gris,  especialmente  disgregada  y  en  las 
mismas  condiciones  que  las  anteriores,  según  se  representa  en  h\  Como 
el  corpúsculo  es  delicado  y  requiere  detenimiento  al  observarlo,  sucede 
que  no  se  ven  con  claridad  en  los  cortes  que  no  son  muy  finos  y  sí  sola- 
mente en  las  cercanías  de  la  célula;  pero  en  los  sitios  en  que  el  reblan- 
decimiento permite  hacer  cortes  delgados,  se  destacan  con  claridad  entre 
las  mallas  del  tejido  conjuntivo  y  á  distancias  muy  variables  de  las  cé- 
lulas; 4."  en  fin,  son  cuerpos,  porque  son  susceptibles  de  ser  impresio- 
nados por  reactivos,  y  en  especial  por  aquellos  que,  como  el  osmio, 
fijando  ó  haciendo  invariable  la  forma  del  cuerpo  sobre  que  obran, 
cambian  su  color,  manifestándolo  completamente  (fig.  4). 


?M6  ALTERACIONES  DE  LAS  CÉLULAS  NERVIOSAS. 

Ahora  que  tenemos  demostrado  que  son  cuerpos  y  no  cavidades,  es- 
tudiemos su  naturaleza  y  origen.  Aun  dentro  de  células,  cuyo  protoplas- 
ma  está  fuertemente  coloreado  por  el  carmin  del  picro-carminato  amo- 
niacal, ellos  permanecen  blancos  ó  blanco-amarillentos,  resaltando  más 
el  contraste  de  color;  por  lo  tanto,  no  son  protoplasmas  ni  núcleos,  nue- 
vos ó  viejos,  pues  en  tal  caso  adquirirían  color  rosado.  En  cambio  los 
tiñe  el  ácido  ósmico,  tomando  un  tinte  negro  ó  gris-azulado  y  con 
doble  contorno  (fig.  4).  Para  obtener  esta  preparación,  me  sirvo  de  la 
médula  en  estado  fresco.  Se  coje  con  unas  tijeras  curvas  ó  un  escalpelo 
un  trozo  de  sustancia  gris,  se  lleva  al  porta-objetos  y  se  añaden  algunas 
gotas  de  agua;  se  disocia  hasta  formar  papilla,  procurando  que  esté  en 
poca  cantidad  ó  muy  extendida  en  el  cristal,  con  el  objeto  de  que  forme 
una  delgada  capa,  pues  de  lo  contrario  nada  se  obtiene,  porque  como  el 
osmio  se  fija  en  seguida,  no  penetra,  y  tiñe  solamente  la  capa  más  superfi- 
cial en  fracciones  de  milímetro,  dejando  íntegras  las  capas  profundas, 
aunque  estén  tan  dislaceradas  como  las  primeras.  Una  vez  dislacerada, 
absorbo  el  agua  que  quedó  á  beneficio  del  papel  filtro  ó  de  paño  fino  y 
hecho  algunas  gotas  de  la  solución  (l:iOO)  de  ácido  ósmico.  En  seguida  lo 
cubro  con  un  vidrio  de  reloj  y  lo  dejo  algunos  minutos  ó  hasta  que  haya 
ennegrecido  lo  que  se  vé  de  la  preparación.  Después  de  este  tiempo, 
quito  por  decantación  ó  mediante  de  papel  filtro  la  solución  ósmica  ya 
debilitada,  sustituyéndola  por  algunas  gotas  de  la  concentrada,  en  cuyo 
menstruo  continúo  la  disociación,  con  objeto  de  que  se  pongan  en  con- 
tacto con  el  osmio  todas  las  pequeñas  porciones  que  el  reactivo  endu- 
rece, reuniéndolas  en  grupos  mayores  é  impenetrables.  Esta  segunda 
disgregación  dura  poco,  y  en  seguida  lo  cubro  otra  vez  con  el  vidrio  de 
reloj  y  lo  dejo  algunas  horas.  Pasadas  estas,  lo  trato  con  la  solución  de 
picro-carminato  amoniacal,  lo  lavo  y  hago  sustituir  lentamente  laglice- 
rina  al  agua.  Obrando  de  este  modo,  sólo  pueden  verse  elementos  aisla- 
dos y  aun  muchos  deteriorados  por  el  manual  operatorio,  de  modo  que 
las  células  están  desprovistas  de  sus  prolongaciones  y  aun  algunas  frag- 
mentadas. Pero  el  objeto  es  ver  los  corpúsculos  que  contiene  el  proto- 
plasma  de  la  célula  enferma,  modificados  por  el  reactivo,  prescindiendo 
de  las  condiciones  de  integridad  celular  por  lo  que  se  refiere  á  sus  pro- 
longaciones. Así,  pues,  he  hallado  los  protoplasmas  con  los  corpúsculos 
de  color  gris  y  más  oscuros  unos  que  otros,  según  ha  obrado  más  ó  me- 
nos el  reactivo.  La  acción  del  ácido  ósmico  hace  creer  se  trata  de  grasa 
ó  mielina.  Me  decido  en  favor  de  esta  última,  porque:  primero,  en  su 
mayoría  afectan  un  diámetro  más  uniforme,  es  decir,  que  no  se  obser- 
van dentro  de  un  mismo  protoplasma  unos  de  grandes  ó  regulares  di- 
mensiones y  otros  en  forma  de  granulaciones  abundantes,  y  segundo, 
porque  la  grasa  tratada  por  el  ácido  ósmico  queda  oscuro- amarillenta,  y 
aquí  el  color  es  gris  azulado  y  hay  doble  contorno. 

Para  poder  dar  más  valor  á  estos  datos,  que  me  sirven  de  diagnóstico, 
comparo  los  corpúsculos  contenidos  en  el  protoplasma  con  los  conteni- 
dos en  los  cuerpos  de  Glüge,  sacados  de  un  foco  de  reblandecimiento  ce- 
rebral consecutivo  á  una  hemorragia.  Trato  una  gota  del  tejido  semi- 
fluido de  la  misma  manera  que  acabo  de  indicar  respecto  de  la  médula 
en  estado  fresco,  obteniendo  una  preparación  abundante  en  cuerpos 


ALTERACI(»<7ES  DE  LAS  CÉLULAS  NERVIOSAS.  967 

granulosos  (flg.  5).  Ahora  bien,  estos  cuerpos  contienen  corpúsculos 
grandes  y  una  infinidad  de  granulaciones  que,  brillantes  antes  de  ser 
coloreadas,  por  su  abundancia,  dan  el  nombre  de  granuloso  al  cuerpo 
que  las  contiene,  hinchándolo  hasta  romperlo.  Aquí  la  célula  alberga 
granulaciones,  pero  al  lado  de  ellas  se  ven  bolas  con  doble  contorno  de 
color  negro  azulado  qne  se  diferencia  del  tinte  sucio  de  l&s  granulacio- 
nes vecinas.  Por  lo  tanto,  en  su  interior  hay  gotas  ó  porciones  de  mie- 
lina,  que  han  entrado,  gracias  á  la  facultad  que  tienen  los  refefidos  cuer- 
pos de  apoderarse  de  las  granulaciones  libres. 

En  cuanto  al  origen  de  estos  corpúsculos  de  mielina,  lo  considero 
igual  en  el  reblandecimiento  cerebral  que  en  el  medular.  En  estos  casos, 
la  mielina,  ya  por  el  cambio  en  su  nutrición,  ya  por  la  presión  anómala, 
ya  debido  al  exceso  de  agua  con  que  se  halla  en  contacto,  y  para  la  cual 
no  es  indiferente,  deja  de  formar  vaina  al  eje,  y  así  que  queda  libre  en  el 
tejido  semifluido,  verifica  dos  fenómenos:  el  primero  es  volverse  esfé- 
rica, y  el  segundo  engrosarse  considerablemente.  Se  vuelve  esférica,  por 
que  sus  moléculas  tienen  más  cohesión  para  con  otras  de  su  misma  natu- 
roleza  que  para  con  otras  de  diferente,  y  aumenta  de  volumen  porque  es 
sumamente  higrométrica.  Para  demostrar  fácilmente  este  hecho,  basta 
observar  lo  que  pasa  en  el  extremo  de  un  nervio  seccionado  y  preparado 
en  el  agua.  Se  vé  como  la  mielina  sale  lentamente  de  su  vaina,  y  que,  á 
medida  que  lo  hace,  se  hincha  y  redondea,  pareciéndose  á  un  trozo  de 
algodón  en  rama  que,  contenido  en  un  tubo  en  donde  se  hallaba  prensado, 
se  enrareciese  al  salir  del  mismo.  Al  mismo  tiempo,  los  corpúsculos 
ó  bolas  de  mielina  son  susceptibles  de  ser  presa  de  ciertos  cuerpos,  como, 
por  ejemplo,  la  grasa  y  el  pigmento.  Las  células  linfáticas  son  las  que 
más  se  apoderan  de  estas  sustancias,  y  ellas  constituyen  los  cuerpos 
granulosos  de  los  focos,  ya  inflamatorios,  ya  regresivos  de  los  centros 
nerviosos.  Ellos  son  los  que  más  poseen  la  propiedad  de  apoderarse  de 
los  elementos  indicados,  ya  por  su  naturaleza,  ya  porque,  gracias  á  su 
emigración,  los  hallan  en  su  camino.  El  Dr.  Ranvier  ha  demostrado, 
experimentando  en  el  epiplon  del  conejo  de  Indias,  que  las  células  endo- 
teliales  adquieren  la  propiedad  de  apoderarse  de  bolas  de  mielina,  del 
mismo  modo  que  las  células  linfáticas,  pero  á  condición  de  ser  inflama- 
das. Sólo  así,  y  en  el  período  de  tumefacción  turbia,  descubrió  en  el 
protoplasma  de  las  indicadas  células  las  gotas  coloreables  por  el  ácido 
ósmico.  Ahora  bien;  creo  que  no  es  nada  hipotético  ni  teórico  admitir 
que  la  atmósfera  de  protoplasma,  que  envuelve  al  pequeño  centro  ner- 
vioso ó  núcleo  de  la  célula,  ha  sido  penetrado  por  gotas  de  mielina,  á 
semejanza  del  protoplasma  endotelial,  ambos  modificados  físicamente, 
efecto  de  haberse  perdido  el  equilibrio  en  su  nutrición.  Quedando  demos- 
trado que  las  células  nerviosas  no  contienen  cavidades  sino  corpúsculos, 
y  que  estos  son  de  mielina  penetrada  en  su  interior,  bien  puede  susti- 
tuirse el  nombre  de  alteración  vacuolar  por  el  de  infiltración  medular  de 
la  célula  nerviosa. 

Alteraron  pigmentaria. — Las  células  nerviosas  de  la  médula  espinal, 
más  que  ningún  otro  elemento,  indican  el  grado  de  tensión  vascular,  ya 
activo,  ya  pasivo,  del  órgano  que  las  contiene.  Ya  en  las  condiciones 
normales  y  en  individuos  jóvenes  aprisionan  hematíes,  que,   metamor- 


368  ALTERACIONES  DE  LAS  CÉLULAS  NERVIOSAS- 

foseándose  en  el  interior  de  su  proloplasma,  se  convierten  en  un  conjun- 
to de  granulaciones  que  rodean  al  núcleo  ó  se  limitan  á  uno  ú  otro  lado 
de  la  célula.  Guanta  mayor  es  la  congestión  sanguínea  de  los  vasos, 
tanto  mayor  es  el  acumulo  pigmentario  en  las  células.  En  los  viejos 
concurren  dos  factores,  que  contribuyen  poderosamente  á  que  las  cé- 
lulas sean  tan  sumamente  pigmentadas:  en  primer  lugar  el  tiempo,  pues 
que  continuamente  y  en  virtud  de  causas  fisiológicas,  sufre  alternativas 
el  estado  del  calibre  de  los  vasos  y  en  su  consecuencia  el  paso  de  los 
elementos  morfológicos,  y  en  segundo  lugar,  la  impotencia  contráctil  de 
los  mismos  vasos,  debido  ya  á  la  mengua  de  inervación  en  ellos,  ya 
al  estado  atrófico-senil  de  sus  paredes.  Llega  á  tal  punto  la  cantidad  de 
pigmento  que  contienen  las  células  nerviosas  en  la  edad  avanzada,  que 
es  imposible  distinguirlo  en  algunas  de  las  que  realmente  son  pigmen- 
tadas á  causa  de  su  proceso  flogístico.  Y  disto  mucho  de  decir,  como 
generalmente  se  hace,  que  el  acumulo,  aun  acentuado  de  pigmento  en 
ellas,  es  un  fenómeno,  que  poco  importa  al  estado  higido  de  las  mismas, 
fundándose,  como  lo  hacen,  en  que  todas  ellas  lo  albergan  en  más  ó  me- 
nos cantidad.  Tanto  en  la  senectud  como  en  la  enfermedad,  el  proceso  se 
verifica  por  el  mismo  procedimiento,  con  la  diferencia  de  ser  mucho 
más  intensa  en  esta  última;  en  los  viejos  vemos  células  casi  llenas  de 
pigmento  y  en  la  inflamación  las  hallamos  no  sólo  llenas  sino  deformadas 
y  destruidas.  Las  células  grandes,  cuando  están  completamente  llenas, 
como  en  la  fig.  6,  se  hacen  frágiles  y  se  rompen  en  varios  trozos  (fig.  7), 
quedando  en  su  lugar  porciones  irregulares  y  angulosas,  que  á  menudo 
escapan  de  su  lugar  primitivo,  esparciéndose  en  uno  ü  otro  punto  de  la 
preparación.  En  otras  sucede  que  no  se  rompen  en  porciones,  sino  que 
su  pared  se  desmorona,  separándose  los  granos,  que  quedan  ó  no  en  sus 
inmediaciones,  dejando  en  la  superficie  de  la  célula  un  aspecto  dentado 
ó  erizado  (fig.  7').  El  núcleo  resiste  hasta  un  grado  bastante  elevado,  y 
sólo  cuando  la  célula,  de  puro  llena,  está  en  vísperas  de  destrucción,  so 
ve  que  se  encogen  y  empcíiuenecen  sus  nucléolos,  como  en  íf,  hasta  que- 
dar completamente  desvanecida  la  pequeña  atmósfera  nuclear  que  los 
envuelve,  de  modo  que  ellos  aparecen  como  un  punto  oscuro  mate  en 
medio  del  conjunto  de  granulaciones  pigmentarias  (fig.  8  e).  Las  células 
(¡ue  acaban  de  esta  suerte  constituyen  la  mayoría.  El  proceso  pigmen- 
tario, de  poco  interés  al  principio,  es  el  que,  haciéndose  dueño  absoluto 
del  corpúsculo  celular,  le  mata,  porque  sustituyendo  el  lugar  de  lo  que 
fué  protoplasma,  sucede  por  unaparte  que  el  núcleo  sin  nutrirse  se  atro- 
fia con  mayor  ó  menor  lentitud,  y  por  otra  parte,  que  del  cambio  en  las 
condiciones  físicas,  resulta  un  cuerpo  que  con  facilidad  deja  de  existir, 
porque  se  rompe  en  pequeñas  porciones.  Otras  células  hay,  que  sin  frag- 
mentarse, sufre  su  cuerpo  una  reducción  de  volumen,  quedan  bastante 
redondeadas,  sin  núcleo  ni  nucléolo  y  fuertemente  pigmentadas  (ñg,  8.) 
Otras  se  ven  que,  además  de  la  reducción  de  volumen  y  fuerte  pig- 
mentación, se  hacen  más  irregulares,  de  color  blanco,  sucio  y  brillante, 
cuyo  color  principia  por  un  lado  y  la  invade  completamente  (fig.  9).  Es- 
tos dos  estados  se  hallan  perfectamente  consignados  por  los  autores  que 
más  han  tratado  el  asunto,  especialmente  por  el  Dr.  Charcot  en  las  te- 
fromielitis.  Pero  en  la  mielitis  aguda  difusa  no  es  tan  frecuente  que  las 


CACETA    MEDICA     CATALANA 


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SIMBLFJFARON.  369 

células  lleguen  á  estos  estados  atrofíeos,  porque  las  más  se  destruyen 
antes,  como  he  dicho,  cuando  están  en  pleno  período  de  pigmentación. 

EXPLICACIÓN  DE  LA  LÁMINA. 

t  I  Hipertrofia  de  las  células.  Preparación  en  estado  fresco.— I*,  i*  Hipertrofia  de  las 

células,  cuya  médula  ha  sido  pré?iam6nte  endurecida.  Solo  el  núcleo  se  halla  aumentado 

9  Generación  nuclear;  division.—S  Trozos  de  un  corte  que  contienen  dos  células  en  estado 
de  infiltración  medular;  a.  porción  de  la  gota  de  miolina  medio  penetrada  en  la  célula;  a'  por- 
ción extra-celular  de  la  misma  gota  de  miellna;  6,  golas  de  mieiina  libres  en  el  espacio  peri- 
celular;  b\  gotas  de  miólina  entretenidas  en  la  ganga.— 3'  CéhiU  con  tres  gotas  do  mieiina 
de  las  de  grandes  dimensiones.— i  4  Céiulai  con  gotas  de  mieiina  coloreadas  por  el  ácido  ós- 
mico.— •  ft  Cuerpos  de  GlQge  con  gotas  de  mieiina  c  y  en  lo  restante  llenas  de  gotas  y  granu- 
laciones do  grasa.— •  •  Alteración  pigmentaria.  Células  con  el  proioplasma  todavía  entero; 
d,  núcleo  atrofiándose—  9  Alteración  pigmentaria.  Fragmentación  del  cuerpo  celular.— 
9*  Alteración  pigmentaria.  Desmoronamiento  del  pruloplasma,—8y  9  Atrofia,  e  nucléolo. 


SIMBLÉFARON. 

Tratamiento  por  el  inserto  de  un  pedazo  de  conjuntiva  de  conejo.  —  Curación. 

POR  J.  Presas.  Ayudante  de\  Dr.  Barraquer. 


N.  N.,  mujer  natural  de  Valls,  de  41  años,  á  consecuencia  de  una 
quemadui'a  por  la  cal,  tenia  una  adherencia  en  la  córnea  izquierda  y  el 
párpado  inferior,  extendida  desde  el  borde  libre  hasta  el  fondo  de  saco 
inferior;  el  vértice  del  simbléfaron  formaba  en  la  superficie  de  la  córnea 
una  expansión  circular  de  color  blanco  y  ocupaba  la  mitad  inferior  de 
dicha  membrana,  llegando  hasta  el  nivel  de  la  pupila;  el  fondo  de  saco 
quedaba  de  este  modo  dividido  en  dos  mitades,  siendo  imposible  hacer 
pasar  una  sonda  de  una  á  otra  mitad;  es  decir,  se  trataba  de  un  simblé- 
faron completo. 

Procedióse  á  la  opeiMcion,  previamente  cloroformizada  la  enferma, 
del  modo  siguiente:  se  hizo  presa  del  vértice  del  simbléfaron  con  unas 
pinzas  de  dientes,  desprendiéndole  de  la  córnea  por  medio  del  cuchillo 
de  eslafiloma;  luego,  con  una  tijera  curva,  se  desprendió  el  resto  del  sim- 
bléfaron, rasando  la  esclerótica;  se  disecaron  los  bordes  de  la  herida,  que 
quedaba  en  la  conjuntiva  bulbar,  y  se  aproximaron  los  labios  de  la  mis- 
ma con  un  punto  de  catgut  en  la  pei'ifería  de  la  córnea  solamente.  Des- 
prendida la  brida  cicatricial  del  globo,  quedaba  adherente  al  fondo  de 
saco  inferior  y  a  la  cara  interna  del  párpado.  Entonces,  por  medio  de  la 
tijera  curva,  se  disecó  el  tejido  cicatricial,  separando  los  dos  labios  de 
la  conjuntiva  que  cubría  el  simbléfaron,  y  en  la  pérdida  de  sustancia  se 
aplicó  una  porción  de  conjuntiva  bulbar  del  conejo;  medía  ésta  diez  mi- 
límetros de  ancho  por  quince  de  largo  y  se  reunieron  sus  bordes  con  sie- 
te puntos  de  sutura  catgut.  Para  completar  la  adaptación  del  ingerto,  se 
pasó  un  punto  de  sutura  catgut  profunda,  en  foi'ma  de  asa,  que  desde  el 
centro  del  colgajo  trasplantado  salia  á  la  piel  del  pái'pado.  Durante 
la  operación  se  observaron  todos  los  requisitos  de  la  cura  antiséptica 
bórica. 

En  los  dias  consecutivos  á  la  operación  no  hubo  el  menor  movimi^n- 


370  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

to  febril;  al  quinto,  al  levantar  el  vendaje,  no  se  halló  ningún  punto  su- 
puratorio;  el  ingerto  de  la  conjuntiva  de  conejo  habia  contraido  adhe- 
rencias y  tenia  un  color  blanquecino,  pudiendo  el  globo  ocular  verificar 
todos  los  movimientos  con  entera  libertad  y  sin  arrastrar  el  párpado.  Se 
aplicó  nuevamente  el  vendaje,  guardándose  los  mismos  cuidados  de  la 
cura  antiséptica  bórica.  A  los  diez  dias  se  despidió  la  enferma  para  Valls, 
pues  la  solución  de  continuidad  de  la  córnea  quedó  cubierta  de  epitelio 
y  el  párpado  separado  completamente  del  globo  del  ojo.  El  ingerto  per- 
manecía adherido;  ofrecía  un  color  blanco  rosado,  quedando  todavía  en 
el  borde  palpebral  una  eminencia  bajo  la  forma  de  un  pequeño  tubércu- 
lo, resto  del  vértice  del  simbléfaron  que  se  iba  atrofiando. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos,  <*> 

POR  Don  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


Fibras  frontales.  (Fig.  61.  H,  H.)— Un  hacecillo  de  fibras  nace  del  inte- 
rior del  tálamo  óptico  hacia  su  parte  anterior,  y  sale  de  él  formando  la 
porción  más  anterior  de  la  corona  radiante  de  dicho  núcleo;  se  dirige 
casi  horizontalmente  hacia  adelante,  pasando  entre  la  cabeza  de  los  nú- 
cleos caudal  y  lenticular,  y  constituyendo  la  parte  más  anterior  de  la  cáp- 
sula interna  va  á  distribuirse  en  el  lóbulo  frontal.  Sus  funciones  son 
desconocidas,  por  más  que  se  sepa  que  ponen  en  comunicación  el  tálamo 
óptico  con  las  circunvoluciones  del  lóbulo  frontal. 

Fibras  parietales.  (Fig.  61. 1,  I.  )— -Del  cuerpo  mismo  del  tálf»mo  óptico 
nace  una  serie  de  fibras,  que,  dirigiéndose  hacia  la  cápsula  interna,  llega 
á  la  corona  radiante  por  un  trayecto  ascendente  y  se  distribuye  en  las 
circunvoluciones  parietales,  yendo  algunos  hacecillos,  según  Meynert,  al 
lóbulo  temporal. 

Estos  tres  grupos  de  fibras,  ópticas,  frontales  y  parietales,  constituyen 
una  verdadera  lámina  de  sustancia  blanca.  Toman  origen  en  el  tá- 
lamo óptico  y  forman  parte  de  la  cápsula  interna,  á  la  cual  se  sobrepo- 
nen: las  ópticas  en  su  parte  más  posterior,  las  frontales  en  su  porción 
anterior  y  las  parietales  en  la  zona  media,  sirviendo,  en  resumen,  para 
relacionar  entre  sí  los  diferentes  puntos  de  la  cubierta  cerebral  con  el  tá- 
lamo óptico. 

Fibras  del  asa  peduncular.—  EsieiS  fibras  se  encuentran  en  lo  que  se 
conoce  con  el  nombre  de  sustancia  innominada  de  Reil  ó  asa  peduncular 


(i)    Conünuacion.— V.  los  nüms.  25, 26.  27,  28,  29,  30,  31, 32, 3?,  3i  y  35. 
Por  causa  involuntaria  se  dej  S  de  publicar  en  el  número  anterior  la  explicación 
de  ia  figura  55,  que  insertamos  ¿i  continuación: 

Fig.  55.~i4  Cinta  óptica. ^jB  Espacio  perforado.— C  Pié  del  pedúncalo  cerebral.— -D  Cinta  de 
Reil.— E  Galota  del  pedúncalo  cerebral.— F  Pedúnculo  cerebeloso  superior.—  G  /f  Tubérculos 
cuadrigéminos:  posterior  y  anterior.—/  PuWinar — J  Cuerpo  geniculado  interno.— JiTEstria 
terminal.— I.  Cuerpo  geniculado  externo.— >/  Sustancia  perforada  anterior.— iV  Quiasma. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  371 

de  Grathlet,  y  sirven  para  establecer  comunicación  entre  el  tálamo  óptico 
y  la  cubierta  gris  de  la  cisura  de  Sylvio. 

Al  penetrar  el  pedúnculo  cerebral  en  la  masa  de  los  núcleos  centra- 
les, queda  en  el  punto  de  su  entrada  un  ángulo  ó  seno,  resultante  del 
mayor  volumen  de  estos.  Este  seno  está  ocupado  en  la  parte  externa  y 


Wig.  61.— EiqaemadolasflbrBSda  lacorona  radiante  del  tálamo  óptloo- 
{Ssffun  Hugvenín.) 


j|  Tilamo  óptico.— fi  Núcleo  cauiat  (oolocado  eaclimi  da  [s  cD rana  radian ts  del  tilamo 
Aplico).— C  Filaras  aateriorai  del  trígono  cortado — D  Tubérculos  cuadiigémlnos,— C  Prolon- 
gación ccclpllal  del  sano  heniistérico  A  vantrlculc  lataral.—K  Asia  da  ^Ammon.— //  J!f  Flbrss 
frontales  de  la  corona  radiante  del  látame  Aplico.— // Pibraa  parietales  da  la  misina.— X  £ 
Fibras  occipitales  ó  hacecillos  Apíleos  da  Giatlolet. 

anterior  por  la  cinta  óptica.  Si  se  levanta  con  cuidado  esta  cinta,  aparece 
debajo  otro  manojo  de  libras,  que  rodea  también  al  pedúnculo,  que  está 
alojado  en  este  mismo  seno  y  que  forma  el  asa  peduncular  de  Gratiolet. 
Esta  asa  se  halla,  por  consiguiente,  situada  en  el  ángulo  que  forma  la 
cara  externa  del  pedúnculo  cerebral  con  el  núcleo  lenticular;  rodea  al 
pedúnculo  hacia  adentro,  por  su  cara  inferior  siguiendo  este  seno,  hasta 
recorrer  la  cara  interna  del  pedúnculo  por  debajodel  tálamo  óptico  y  en 
el  espesor  de  la  sustancia  gris  del  tercer  ventrículo. 

El  asa  peduncular  de  Gratiolet  se  compone  de  tres  zonas  distintas: 
unasuperlicial,  formada  de  fibras;  otra  media,  constituida  también  por 
libras,  pero  que  tiene  en  su  espesor  una  masa  de  sustancia  gris,  y  otra 
profunda,  compuesta  exclusivamente  de  fibras. 

La  capa  superficial  del  asa  peduncular  es  la  única  que  tiene  relacio- 
nes con  el  tálamo  óptico,  sirviendo  para  ponerlo  en  comunicación  con  la 


372  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

cisura  de  Sylvío.  Nacen  en  este  sitio  y  se  dirigen  hacia  adentro,  pasando 
inmediatamente  por  debajo  del  núcleo  lenticular,  como  las  fibras  E 
(flg.  63);  rodean  en  seguida  el  pedúnculo  hacia  adentro,  van  á  la  cara  in- 
terna del  tálamo  óptico,  pasando  por  fuera  del  pilar  anterior  de  la  bó- 
veda y  entonces  se  dividen  en  dos  hojillas:  una  superficial,  que  se  dis- 
tribuye en  la  capa  blanca  del  stratiim  zonaJe,  y  otra  profunda,  que  se 
termina  en  el  interior  del  tálamo  óptico. 

Hablo  muy  ligeramente  del  asa  peduncular,  porque  sus  funciones  y 
su  importancia  son  absolutamente  desconocidas. 

La  capa  media  tiene  un  grupo  de  células,  del  cual  parten  fibras,  que> 
según  Meynert,  se  dirigen  hacia  afuera,  van  á  la  cápsula  externa  y  de 
aquí  á  las  circunvoluciones,  rodeando  por  debajo  al  núcleo  lenticular. 
Otras  fibras  siguen  un  trayecto  opuesto  hacia  adentro,  contiguas  á  las 
déla  capa  superficial;  pero  en  vez  de  terminar  en  el  tálamo  óptico,  si- 
guen hacia  atrás,  al  través  de  la  sustancia  gris  del  tercer  ventrículo, 
hastaformar  parte  déla calota,  corriendo  gran  trayecto  á  los  lados  del 
acueducto  de  Silvio.  Estas  fibras  se  conocen  por  algunos  con  el  nombre 
de  hacecillo  longitudinal  posterior  de  la  calota^  y  Meynert  los  creyó  pri- 
mero unidos  con  los  nervios  acústicos,  pero  actualmente  opina  que  van 
á  formar  parte  de  los  cordones  antero-laterales  de  la  médula.  Esta  capa 
de  la  sustancia  innominada,  viene  á  ser  un  núcleo  accesorio  del  tálamo 
óptico,  como  las  masas  de^sustancia  gris  que  antes  he  descrito,  y  que 
Luys  llamaba  núcleos  sub- ópticos. 

De  la  capa  profunda  me  ocuparé  al  estudiar  el  núcleo  lenticular,  por 
la  íntima  relación  que  tiene  con  este  núcleo  y  por  el  distinto  trayecto 
que  recorre,  con  relación  á  las  dos  primeras. 

Fibras  de  la  bóveda. — Del  núcleo  anterior  del  tálamo  óptico  nace  un 
manojo  de  fibras  que  bien  pronto  sq  rQune  formando,  un  cordón,  el  cual 
se  dirige  hacia  abajo  y  á  dentro,  dejando  por  fuera  las  fibras  del  asa  pe- 
duncular y  va  á  terminar  en  el  tubérculo  mamilar  de  la  base  del  cere- 
bro (flg.  64  M.)  En  este  tubérculo  existe  una  pequeña  cantidad  de  sus- 
tancia gris,  que  lo  asimila  á  un  centro,  y  en  él  se  reflejan  las  fibras  del 
manojo  que  me  ocupa,  formando  un  ocho  de  guarismo,  y  se  dirigen  en- 
seguida arriba  constituyendo  el  pilar  anterior  de  la  bóveda  y  rodeando 
la  extremidad  anterior  del^ tálamo  óptico;  recorre  hacia  atrás  su  cara  su- 
perior, se  refleja  por  debajo  de  los  núcleos  centrales  y  va  á  terminar  en 
el  hipocampo.  Estas  fibras  ponen  en  comunicación  la  región  del  hipo- 
campo con  el  tálamo  óptico.  La  opinión  de  Lebedef,  al  decir  que  las 
fibras  que  desde  el  tubérculo  mamilar  ascienden  al  tálamo  óptico, 
provienen  del  pedúnculo  cerebral,  no  es  admitida  por  ningún  autor. 

Dando  mayor  latitud  á  la  expresión  de  corona  radiante,  y  compren- 
diendo con  este  nombre  todos  los  manojos  de  fibras  destinados  á  poner 
en  comunicación  un  punto  "cualquiera  de  la  corteza  cerebral  con  los  nú- 
cleos centrales,  todas  las  fibras  correspondientes  al  tálamo  óptico,  que 
he  descrito  hasta  ahora,  forman  la  corona  radiante  de  dicho  ganglio.  Ha- 
ciendo, como  Meynert,  y  calificando  de  raices  estos  manojos,  vemos  que 
el  tálamo  óptico  tiene  cinco  raices,  que  designándolas  por  su  posición 
respectiva,  pueden  calificarse:  las  fibras  ópticas,  de  raíz  posterior;  las 
frontales,  de  raiz  anterior;  las  parietales,  de  raiz  media;  las  del  asa  pe- 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  373 

duncular,  de  raiz  inferior;  las  de  la  bóveda,  de  raiz  superior.  (F¡g.  62  ) 
De  estas  raices  es  lo  único  que  hoy  se  sabe,  quedando  aún  muchos  he- 
chos desconocidos.  La  importancia  y  destino  de  varias  de  ellas  están 
por  descubrir. 

Con  las  fibras  que  he  descrito,  el  tálamo  óptico  guarda  sólo  relación 
con  la  cubierta  cerebral,  como  ai  estuviese  suspendido  de  una  bóveda; 
existen  otras  que  le  ponen  en  relación  con  las  parles  inreriores  de  los 
centros  nerviosos,  y  de  los  cuales  he  de  ocuparme. 

Fibras  de  la  calóla. — Las  conexiones  anatómicas,  que  antes  me  han 
ocupado,  pueden  admitirse,  por  más  que  Bastían  diga  que  las  relaciones 
anatómicas  del  tálamo  óptico  son  hasta  el  presente  tan  inciertas  como 
sus  funciones. 


Flg.  62.— Saguema  de  laa  raicea  del  tálamo  óptico. 

ÍSegun  Huguenin.^ 

a  Grupo  i  rali  anterior.— b  Grupo  laferior.— p  Grupo  Utenl.— h  Grupo  poilerlar  do  Abras 
i|u*  M  dirigen  al  tálamo  áptUo,  -  fA»A  peduncular.—  t  Geotro  mediano.— c  Oanglio  de  la 

lubércuU.— d  Comisura  posterior. 'C  Fibras  tnterDii,— ft  Fibras  eiteruas  de  la  caleta  de  loa 

Broadbent,  cuya  autoridad  en  estas  cuestiones  es  por  todos  recono- 
cida, dice  a!  hablar  de  la  terminación  central  de  las  fibras  del  pié  del 
pedúnculo  y  de  la  calota:  «que  ninguna  fibra  de  una  ni  de  otra  divi- 
sión se  termina  en  el  tálamo  óptico»,  y  al  estudiar  especialmente  las  fi- 
bras de  la  calota,  añade,  que  apesar  de  la  intima  relación  que  con  ellas 
tiene  el  tálamo  óptico,  puede  éste  levan tarseísin  destruir  la  continuidad 
de  aquellas,  pero  que  dado  su  trayecto  entre  la'sustancia  gris  de  dicho 
punto,  es  probable  que  se  establezcan  comunicaciones  entre  las  prolon- 
gaciones celulares  y  dichas  fibras,  equivalentes  á  su  terminación  en  las 
mismas  células. 

Por  otro  lado,  Luys  hace  terminar  en  el  tálamo  óptico  la  mayor  parle 
de  fibras  procedentes  de  la  protuberancia,  y  Meynert,  Huguenin,  Forel  y 


374  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

Berger  están  acordes  en  admitir  que  casi  todos  los  hacecillos  de  la  calo- 
ta  toman  su  origen  en  aquel  centro.  Esta  opinión  me  parece  la  más 
fundada,  porque  además  de  tener  en  su  apoyo  algunos  hechos  de  Ana- 
tomía pura,  está  conforme  con  la  supuesta  Fisiología  del  tálamo  óptico 
y  los  datos  de  Anatomía  comparada.  Estos  últimos  especialmente,  pues- 
tos en  evidencia  por  Meynert  y  estudiados  con  detención  por  Forel,  de- 
muestran que,  en  la  escala  zoológica,  cuanto  más  volumen  tiene  el  tála- 
mo óptico,  más  grande  es  el  espesor  de  la  calota,  y  también  indican, 
que  en  los  animales  inferiores,  en  que  predominan  los  movimientos 
involuntarios  ó  reflejos,  el  volumen  de  dichos  ganglios  y  de  la  calota,  se 
conserva  á  pesar  de  disminuir  considerablemente  los  hemisferios. 

Tres  hacecillos  parten  del  tálamo  óptico  para  ir  á  formar  parte  de  la 
calota:  uno  que  nace  del  ganglio  de  la  habénula  y  que  se  entrecruza  en 
parte  con  el  del  lado  opuesto  al  través  de  la  comisura  blanca  posterior; 
otro  que  toma  su  origen  en  el  centro  anterior,  recorre  la  cara  externa 
del  tálamo  óptico,  entremezclándose  con  las  fibras  de  la  corona  radiante 
que  antes  he  descrito  y  sigue  por  el  lado  externo  de  la  calota  sin  entre- 
cruzarse con  el  del  lado  opuesto;  el  último  parte  del  centro  mediano  de 
Luya  y  parece  prolongación  inmediata  de  las  fibras  de  la  raiz  anterior  é 
inferior,  entrecruzándose  también  en  gran  parte  con  su  congénere.  (Fi- 
gura 62,  K  J.) 

Todos  estos  hacecillos  envuelven  al  pedúnculo  cerebeloso  superior  y 
junto  con  el  hacecillo  longitudinal  posterior  de  la  calota,  que  antes  he 
descrito,  como  procedente  del  asa  peduncular  de  Gratiolet,  forman  la 
totalidad  del  tegmentum,  que  corre  por  debajo  de  los  tubérculos  cuadrigé- 
minos,  como  envuelto  por  la  cinta  de  Reil,  que  describiré  con  la  pro- 
tuberancia. 

Respecto  á  las  funciones  de  los  tálamos  ópticos,  muy  poco  se  sabe 
para  encontrar  correlación  de  funcionalismo  y  extructura.  Dejando  apar- 
te las  opiniones  particulares  de  algunos  autores,  como  la  de  Lussana  y 
Lemoigne,  al  considerarlos  como  centros  motores  de  las  extremidades 
anteriores,  dos  teorías  principales  prevalecen. 

Luys,  por  un  lado,  opina  que  el  tálamo  óptico  es  el  verdadero  semo- 
rium  conjnime,  donde  van  á  terminar  las  impresiones  sensoriales  de  to- 
do género,  para  sufrir  una  elaboración  especial.  Ferrier,  fundándose  en 
algunos  hechos  de  Fisiología  experimental,  apoya  sus  creencias,  y  Four- 
nier  pretende  haber  demostrado  con  las  inyecciones  cáusticas,  intereti- 
ciales,  que  la  destrucción  de  los  tálamos  ópticos  produce  la  abolición  de 
la  sensibilidad.  La  teoría  de  Luys  descansa  principalmente  sobre  des- 
cripciones anatómicas  en  su  mayor  parte  hipotéticas,  y  Fournier  mismo 
dice:  «en  las  observaciones  clínicas  jamás  se  vé  la  destrucción  de  un 
solo  tálamo  óptico  llevar  consigo  la  pérdida  del  sentimiento».  Las  doc- 
trinas de  Luys,  por  más  que  las  profesen  Broadbent,  Garpenter,  Schra- 
der,  Poincaré,  etc.,  no  pueden  sostenerse  hoy  en  vista  de  los  hechos  ob- 
servados de  Fisiología  normal  y  patológica. 

Por  otro  lado,  Meynert,  en  Alemania,  hace  del  tálamo  óptico  el  centro 
de  los  movimientos  reflejos  involuntarios,  para  lo  cual  tiene  también  en 
cuenta  sus  conexiones  con  las  fibras  sensitivas  de  la  calota.  Huguenin  y 


ÁCiOO  SALICÍLICO  Y  SUS  SáLES.  375 

Duval  admiten  esta  interpretación,  que  la  encuentran,  lo  mismo  que  Fo- 
rel,  conforme  con  los  datos  de  Anatomía  comparada.  Nothnagel,  consi- 
dera como  verdadera  la  teoría  de  Meynert  y  compara  los  tálamos  ópticos 
con  los  tubérculos  cuadrigéminos,  que  sirven  de  centro  reflejo  á  los  mo- 
vimientos del  globo  ocular.  Últimamente,  Wundt,  en  su  Psicología  fisio- 
lógica, se  declara  partidario  de  la  teoría  de  Meynert  y  dice,  que  las  im- 
presiones táctiles  son  trasmitidas  al  tálamo  óptico  de  una  manera 
inconsciente,  y  por  acción  refleja  provocan  tan  sólo  movimientos  de 
ciertos  grupos  musculares. 

Gomo  se  ve,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  pocas  consecuencias 
pueden  sacarse  para  la  Patología,  ni  de  la  Anatomía,  ni  de  la  Fisiología 
de  los  tálamos  ópticos,  si  se  exceptúa  cuanto  se  refiere  á  las  cintas  óp- 
ticas y  á  los  ganglios  geniculados,  y  al  hecho,  al  parecer  demostrado  y 
sostenido  por  Nothnagel,  de  que  los  focos  de  la  parte  posterior  del  tála- 
mo óptico,  producen  trastornos  visuales  consistentes  en  ambliopia  ó  he- 
miopía. 

{Continuará.) 


CONTRIBUCIÓN  Al  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SAUCIUCO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  salicUato  sódico  en  el  tratamiento  del  reiunatismo  (1), 

POR  D.  M.  E,  Moré  y  Bargit, 

Medico  de  la  Casa  de  Lactancia  y  CascHiunade  Barcelona. 


Observación  II.— (Heiard.) — Reumatismo  articular  agudo;  recaida  (2). 
— N.  Daux,  de  29  años  de  edad,  comerciante  en  vinos,  entró  el  d4  de  Fe- 
brero de  1877  en  el  Hotel-Dieu.  Los  antecedentes  hereditarios  del  enfer- 
mo son  absolutamente  negativos  y  sus  padres  y  hermanos  no  han 
padecido  nunca  dolores  articulares. 

En  cuanto  á  él,  su  mal  es  antiguo,  pues  cuando  tenia  10  años  y  vivia 
en  el  campo,  fué  atacado  por  primera  vez,  pasando  largos  períodos  en  la 
cama.  Todas  sus  articulaciones  enfermaron  y  no  obtuvo  ningún  resul- 
tado con  el  tratamiento  que  entonces  se  le  aplicó. 

A  la  edad  de  21  años  fué  atacado  de  nuevo,  y  al  entrar  en  el  servicio 
militar,  se  resfrió,  se  vio  obligado  á  guardar  cama,  entrando  en  el  hos- 
pital donde  estuvo  42  dias. — El  reumatismo  empezó  por  el  hombro  dere- 
cho, atacando  sucesivamente  las  demás  articulaciones,  y  siendo  tratado 
con  baños  calientes,  fricciones  y  fumigaciones. 

El  tercer  ataque  data  del  invierno  de  1874,  siendo  poco  marcado  y 
atacándose  las  articulaciones  de  la  rodilla  y  del  hombro;  esta  vez  es- 
tuvo solo  ocho  dias. 

Por  ñn,  durante  el  cuarto  ataque  entró  el  enfermo  en  el  Hotel-Dieu. 

El  8  de  Febrero  se  presentaron  repentinamente  dolores,  principal- 
mente en  las  dos  articulaciones  tibio-tarsianas  y  en  la  rodilla  derecha. 
Intentó  continuar  su  trabajo,  y  el  12  se  atacó  la  articulación  del  hombro, 
debiendo  guardar  cama  el  14,  dia  de  su  ingreso  en  el  hospital. 


(I)    Continuación.— V.  los  núms.  25,  26,  ís7.  28.  2.>,  30, 31,  32,  33,  3t  y  35. 
(í!)    Douglás.— i)6  l'usage  thérapeutique  de  V acide  aalycilique^  París,  1877. 


376  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

A  SU  entrada  se  notó  una  tumefacción  y  un  enrojecimiento  conside- 
rables en  los  dos  tobillos,  en  la  rodilla  derecha  y  en  las  dos  nalgas. 

l*or  parte  del  corazón,  la  auscultación  no  reveló  nada  de  particular* 
La  fiebre  era  intensa,  el  calor  vivo,  los  sudores  abundantes,  la  tempera- 
tura á  39^2  y  el  pulso  á  404. 

£1  16  se  atacaron  los  dos  codos  y  el  hombro  derecho,  y  la  mano 
izquierda  se  puso  tumefacta  y  dolorosa.  Sed  viva,  pérdida  de  apetito, 
temperatura  á  38°,i  y  pulso  á  104.— Se  prescribieron  7  gramos  do  ácido 
salicilico. 

El  17  las  piernas  quedaron  completamente  libres,  la  temperatura 
disminuyó  y  la  mano  izquierda  se;^uia  aun  algo  tumefacta.  Desaparecie- 
ron la  tumefacción  y  los  dolores;  temperatura  37",  5  y  pulso  á  6i;  ácido 
salicilico  5  gramos. 

El  18  presentaba  únicamente  un  poco  de  dolor  en  el  hombro  derecho, 
el  sueño  era  excelente,  y  en  este  día,  ni  en  la  noche  anterior,  no  ha- 
bla notado  malos  efectos  producidos  por  el  paso  del  medicamento  por  la 
garganta  ó  estómago.  Temperatura  36^,  4,  pulso  60:  ácido  salicilico 
3  gramos. 

De  este  modo  fué  disminuyendo  hasta  que  el  enfermo  salió  el  8  de 
Marzo;  pero  el  14  del  mismo  mes  tuvo  un  ataque  muy  ligero,  volviéndo- 
se un  poco  dolorosos  ó  hinchados  los  tobillos,  las  rodillas  y  la  nalga  íz« 
quierda. 

M.  Herard  le  prescribió  de  nuevo  7  gramos  de  ácido  salicilico,  para 
tomar  1  gramo  cada  dos  horas  en  pan  ázimo. 

Desde  el  primer  dia  calmó  el  dolor,  y  en  el  segundo  desapareció  la 
hinchazón,  tomando  5  gramos,  después  3,  y  el  23  salió  completamente 
restablecido. 

Observación  III.  (Homs),— Reumatismo  poli-articulur  de  forma  crónica. 
[Clínica  Médica  de  la  Facultad  de  Medicina  á  cargo  deí  Dr,  Hoins  y  Pas- 
cueis.  Historia  clínica  debida  d  D.  Emilio  Nogueras)  (1). — La  enferma  de 
que  se  trata  es  la  que  ocupaba  la  cama  señalada  con  el  núm.  18  de  la 
sala  del  Santo  Cristo,  en  la  que  entró  el  dia  17  del  mes  de  Octubre;  es  de 
44  años  de  edad,  casada  y  con  hijos,  natural  de  la  provincia  de  Tarra- 
gona y  últimamente  tenia  su  domicilio  en  Hostafranchs. 

En  el  primer  interrogatorio,  nos  manifestó  tener  fuertes  dolores  en 
las  articulaciones  de  los  miembros  inferiores  que  le  hacían  muy  difícil 
la  locomoción,  quejándose  también  de  las  extremidades  superiores,  aun- 
que en  menor  intensidad.  Preguntada  si  los  habia  padecido  otras  reces, 
dijo,  que  16  ó  18  años  atrás  los  tuvo  muy  intensos,  hasta  el  punto  de  ha- 
ber quedado  paralitica  durante  mucho  tiempo  y  más  adelante  volvieron 
á  manifestarse,  aunque  menos  acentuados  que  tos  de  entóneos,  pero  más 
que  los  actuales. 

Presenta  unas  cicatrices  debidas  á  úlceras  en  la  parte  anterior  é  in- 
terna de  la  pierna  izquierda,  de  un  color  rosa  pálido,  cicatrices  que  son 
la  huella  de  ulceraciones  que  en  el  mes  de  Diciembre  del  año  anterior  le 
fueron  curadas  en  el  mismo  Hospital  con  solo  la  medicación  tópica,  por 
cuyo  motivo  no  les  he  dado  importancia  alguna  para  el  diagnóstico  de 
la  enfermedad. 

Pasando  al  examen  del  aparato  circulatorio,  nada  encontré  que  lla- 
mase la  atención;  el  corazón  latía  con  su  ritmo  acostumbrado  en  su  buen 
funcionalismo,  sin  notar  ruidos  de  ninguna  clase;  el  pulso  era  de  72  á  76 
por  minuto;  el  aparato  respiratorio  no  ofrecía  nada  de  particular  y  el 
gastro-entérico  funcionaba  con  regularidad;  en  resumen,  solo  ofrecíalos 
dolores  ya  mencionados,  síntoma  en  el  cual  tuvimos  que  fijar  nuestra 

(1)    El  sentido  católico  en  la9  Ciencias  médicas,^i,'*  Noviembre  1880. 


XCIDO  8ALICÍLIC0  Y  SUS  SALES.  377 

atención  y  que  unidos  á  los  datos  anamnésticos  y  á  las  influencias  del 
local  donde  trabajaba  me  hicieron  pensar  que  se  trataba  de  un  Reuma- 
tismo poli-ariicular  de  forma  crónica,  y  hoy,  después  de  haber  visto  los 
resultados  déla  medicación  empleada,  me  atengo  á  lo  dicho. 

Confundir  esta  enfermedad  con  otra  cualquiera,  era  imposible:  con 
dolores  osteócopos  no  puede  ser,  pues  es  sabido  que  estos  aumentan 
con  el  calor  de  la  cama  {i)  y  á  nuestra  enferma  le  era  indiferente;  aun 
más,  estos  dolores  son  secundarios  á  otros  síntomas  de  la  afección  que 
los  produce  y  la  paciente  no  ofrece  señal  alguna  de  tai  enfermedad. 

Las  causas  que  rodeaban  á  esta  mujer  eran  muchas  y  malas;  pues 
tenia  pocos  recursos  ó  casi  ninguno  y  se  veía  obligada  á  trabajar  para 
ganar  un  mezquino  salario  en  una  fábrica  que,  como  casi  todos  esos 
edificios  antiguos,  era  fria  y  húmeda  y  de  las  peores  condiciones  higié- 
nicas por  el  gran  número  de  operarios  que  se  reúnen  en  salas  tan  poco 
ventiladas;  y  es  bien  sabido  que  las  privaciones,  la  falta  de  abrigo,  en 
una  palabra,  la  miseria,  son  el  origen  de  muchas  enfermedades;  asi, 
pues,  no  es  extraño  que  este  conjunto  de  calamidades  hayan  sido  el 
bota-fue;íO  para  que  se  desari  olíase  la  enfermedad  en  nuestra  paciente; 
además,  hay  enfermedades  que  una  vez  padecidas,  como  v.  g.,el  reu- 
matismo» no  olvidan  su  alojamiento,  dondo  tienen  el  terreno  abonado 
para  nuevas  recidivas. 

En  cuanto  al  pronóstico,  lo  hemos  de  hacer  serio,  no  por  el  presente, 
pues  no  amenaza  ningún  peligro  cercano  á  la  paciente,  sino  porque  re- 
cidivando el  mal,  podrian  presentarse  las  complicaciones  tan  comunes 
de  endocarditis,  y  en  esta  misma  clínica  hemos  tenido  ocasión  de  obser- 
var un  caso  en  que  la  endocarditis  se  presentó  en  el  curso  de  un  reu- 
matismo, dando  lugar  á  que  una  embolia  obturase  las  ramiñcacioiies 
arteriales  de  la  tercera  circunvolución  izquierda  del  lóbulo  anterior  del 
cerebro,  lo  cual  dio  lugar  á  una  apoplegia  que  arrebató  á  la  enferma, 
hecho  que  vino  á  confirmar  la  autopsia,  viéndose  asi  demostrado  el 
aserto  de  nuestro  digno  profesor. 

El  tratamiento,  aunque  en  un  principio  solo  tuvo  por  objeto  calmar 
los  dolores  administrándole  una  poción  opiada,  fué  prontamente  susti- 
tuido por  el  salicüato  de  sosa  que  en  breves  dias  devolvió  la  salud  á  la 
paciente,  la  cual  salió  del  Hospital  el  día  27  de  Febrero. 

Observación  IV.— (L.  March.) — Reumatismo  poli- articular  (2). —  Se 
trata  de  una  joven  de  16  años  de  edad^  no  bien  menstruada  aun,  de  tem- 
peramento sanguineo-linfático  y  constitución  bastante  robusta.  No  re- 
cuerda en  su  estado  anamnéstico  ninguna  enfermedad,  ni  antecedente 
de  familia.  A  últimos  de  Febrero  se  le  presentó  un  dolor  vago  en  las  ar- 
ticulaciones fémoro- tibio-peroneales,  dolor  que  al  principio  se  le  cal- 
maba, bastándole  solo  el  calor  de  la  cama,  y  no  la  privaba  aun  de  dedi- 
carse á  sus  quehaceres  que  desempeñaba  con  más  ó  menos  libertad. 

Pasados  de  seis  á  siete  dias  se  hizo  poli-articular,  obligándola  á 
permanecer  inmóvil  en  su  cama.  Desde  el  momento  so  estableció  una 
viva  calentura  con  mucha  sed,  náuseas,  acompañada  de  profusos  sudo- 
res, que  acrecentaban  más  los  sufrimientos  de  la  enferma,  cefalalgia, 
vientre  flexible  é  indolente,  constipación  y  orina  en  cantidad  bastante 
regular,  pero  transparente.  El  tratamiento  consistió  primero  en  sangría, 
después  empleé  el  nitrato  de  potasa,  el  yoduro  potásico,  la  veratrina  y 
finalmente  el  sulfato  de  quinina,  maridado  con  el  extracto  acuoso  de 
opio.  Inútiles  fueron  todos  estos  medios,  á  pesar  de  los  que  fué  exacer- 
bándose más  la  enfermedad,  sobreviniendo  una  endocarditis  con  todos 


(1)  Los  dolores  del  reumatismo,  á  veces  con  el  calor  de  la  cama  m&s  bien  au- 
mentan que  disminuyen,  si  bien  eolo  sucede  al  principio  para  disminuir  después. 

(2)  Independencia  Medica^  11  Agosto  1877. 


378  ÁCIDO  SALTCÍLICO  Y  SUS  SALES. 

SUS  síntomas,  como  son:  dolor  en  la  región  precord.al,  no  muy  pronun- 
ciado, mucha  opresión  y  disnea  que  casi  llegaba  á  la  sofocación,  y  apli- 
cando la  mano  en  dicho  punto  se  percibía  un  estremecimiento  vibrato- 
íio,  síntoma  propio  de  esta  afección, 

A  la  percusión  nada  se  notaba,  pero  á  la  auscultación  se  percibía  un 
impulso  mayor  de  este  órgano,  con  un  ruido  de  fuelle  en  el  segundo 
tiempo.  La  temperatura  del  cuerpo  continuaba  muy  elevada,  persistían 
los  profusos  sudores  y  el  pulso  permanecía  frecuente  y  duro.  Ante  esta 
complicación  recurrí  otra  vez  á  la  sangría,  sanguijuelas  en  la  región 
precordial  é  interiormente  el  nitrato  potásico.  Nada  conseguí  con  este 
tratamiento,  sino  que  la  enferma  iba  empeorando  más;  recordando  en- 
tonces los  artículos  leídos  en  La  Independencia  Médica  sobre  el  ácido 
salicflico  como  tratamiento  del  reuma  articular,  prescribí  dicho  agente 
en  la  fórmula  siguiente:  de  ácido  salicílico,  2  gramos;  de  alcohol,  c.  s  ; 
disuélvase  y  añádase  de  agua  destilada,  200  gramos,  y  de  jarabe  de  cor- 
teza de  cidra,  30  gramos;  para  tomar  media  jicara  caoa  dos  horas. 

Aun  no  había  tomado  más  que  cuatro  veces  de  esta  poción,  cuando 
ya  empecé  á  notar  los  efectos  d^^l  ácido;  habían  rebajado  un  tanto  los 
dolores  articulares,  cesado  la  disnea  y  el  dolor  precordial,  disminuido 
los  sudores,  y  el  pulso  se  había  hecho  más  blando  y  menos  frecuente.  Al 
siguiente  día  de  tomar  el  ácido  salicílico  la  enferma  podía  verificar  los 
movimientos  casi  sin  dolor,  había  desaparecido  la  fiebre  y  los  sudores, 
quedando  la  temperatura  en  estado  normal.  Continué  algunos  días  más 
con  el  ácido  salicílico  y  desapareció  el  reuma  articular,  quedando  solo 
algunos  dolores  vagos,  que  no  tardaron  en  desaparecer  á  beneficio  de  las 
embrocaciones  con  la  tintura  de  yodo. 

Observacíon  V.— (P.  Esquerdo.)—  Reumatismo  poli-articular  agudo 
y  febril  (1).— En  Agosto  de  1876  ocupaban  camas  de  la  Sala  del  ^anto 
Cristo  tres  enfermas  con  reumatismo  poli-articular  agudo  y  febril.  En 
dos  de  ellas  el  medicamento  propinado  fué  el  bromhidrato  de  quinina  y 
baños  sulfurosos,  cuando  al  cesar  los  síntomas  agudos  continuaron  las 
enfermas  quejándose  de  ligeros  dolores  articulares,  inconstantes  como 
las  variaciones  higrométricas.  El  curso  fué  largo.  En  la  tercera  enferma 
se  encontraban  interesadas  (dolorosas  y  tumefactas)  casi  todas  las  arti- 
culaciones; temperatura  elevada  de  39^  y  décimas,  miliar  blanca  gene- 
ralizada, sudores  profusos,  insomnio,  sin  otras  alteraciones.  Tres  días 
antes  comenzó  la  invasión  articular.  Régimen:  caldo.  Prescripción:  agua« 
de  tilo,  250  gramos;  ácido  salicílico,  4  gramos;  alcohol,  c.  s,  para  verifi- 
car la  disolución,  á  la  que  se  añaden  25  gramos  de  jarabe.  El  liquido 
obtenido  es  turbio,  blanquizco-amarillento,  deja  poso,  hay  necesidad  de 
removerlo  en  el  momento  de  tomarlo  y  lo  repugna  la  enferma.  Es  inge- 
rido sin  trastornos  por  parte  de  las  vías  digestivas.  A  las  24  horas  dis- 
minuye la  fiebre,  se  calman  los  dolores  y  facilitan  los  movimientos  arti- 
culares. Se  reitera  la  poción.  Un  día  después,  apirexia  sin  dolores  ni 
tumefacción  articular;  movimientos  normales.  Principió  á  tomar  ali- 
mento la  enferma,  y  sale  al  séptimo  ú  octavo  dia  curada. 

Observación  VI.— (P.  Esquerdo).  —  Reumatismo  en  las  articulaciones 
tibiO'tarsianas  (2).— Encargúeme  en  Mayo  de  1877  de  un  niño  que  guar- 
daba cama  tros  ó  cuatro  días  antes  de  verle.  De  9  años,  temperamento 
nervioso  y  constitución  delicada,  no  menciona  antecedentes  de  familia  y 
su  enfermedad  lleva  algunos  días  de  existencia.  En  los  primeros  se  inte- 
resaron las  articulaciones  tibio-tarsianas,  en  cuyo  punto  practicó  su  ma- 


(1)  Independencia  Médica,  \\  Agosto  1877. 

(2)  Id.  id. 


AcmO  SALICÍLTGO  Y  SUS  SALES.  379 

dre  embrocaciones  con  jabón  blando  y  alcohol.  Encontréie  en  mi  primera 
visita  (por  la  mañana),  inquieto,  lloroso,  quejándose  por  el  menor  cam- 
bio de  posición,  ligeramente  tumefactas  las  articulaciones,  que  no  podían 
resistir  ni  la  presión  de  las  cubiertas  de  la  cama.  El  termómetro  seña- 
laba 39^  Y  décimas,  subdelirio  en  la  noche  pasada,  mucha  sed  y  extreñi- 
miento.  Respiración  acelerada,  sin  ruidos  anormales.  Corazón  que  late 
con  frecuencia  é  intensidad  en  su  espacio  normal,  soplo  en  el  primer 
tiempo  con  su  mayor  intensidad  en  el  punto  en  donde  choca  el  corazón: 
sin  dolores  precordiales.  Ligera  erupción  miliar  blanca.  Caldo,  una  po- 
ción aromática  con  3  gramos  de  ácido  salicilico.  £1  niño  repu$;na  la  me- 
dicina, que  se  reitera  ai  siguiente  dia  en  que  han  desaparecido  del  todo 
los  fenómenos  articulares  y  la  fiebre.  Se  revuelve  con  facilidad  en  la 
cama,  levantándose  á  los  cuatro  dias,  sin  modificación  en  la  insuficien- 
cia mitral  anteriora  su  aparición,  al  uso  del  ácido  salicilico.  He  visto 
varias  veces  á  este  enfermo  por  su  lesión  cardiaca,  sin  que  hayan  reapa- 
recido los  dolores;  mueve  con  desembarazo  y  desordenadamente  la 
pierna  y  brazo  deiechos,  es  decir,  hemicorea,  que  en  este  caso  sigue  á 
las  manifestaciones  articulares  reumáticas  en  lugar  de  precederlas. 

Observación  VII. — (Moré  y  Bargit). — Reumatismo  en  varias  articula- 
ciones {[).—£[  dia  2  de  Diciembre  de  d877,  iuí  llamado  para  asistir  á  un 
hombre  de  unos  40  años,  constitución  delicada,  y  que,  según  él,  hacia  ya 
cuatro  años  estaba  padeciendo  atroces  dolores,  unas  veces  en  las  espal- 
das, otras  en  las  extremidades  superiores  6  inferiores  y  en  la  región 
lumbar.  Estos  dolores  se  le  presentaban  siempre  que  la  atmósfera  sufria 
cambios  higrométrícos  ó  de  temperatura,  siendo,  por  consiguiente,  bas- 
tante fuertes  en  dias  húmedos  y  lluviosos  y  en  los  frios. 

Interrogado  el  enfermo,  dijo  que  esta  vez  hacia  ya  cuatro  dias  que 
no  podia  moverse  de  la  cama,  por  tener  localizado  el  dolor  en  la  rodilla 
derecha  y  aquejando  unas  fuertes  punzadas  en  la  región  precordial,  las 
cuales,  como  era  consiguiente,  molestaban  en  p;ran  manera  el  acto  déla 
respiración,  y  así,  pues,  se  hallaba  padeciendo  una  disnea  más  ó  menos 
fuerte  según  era  el  grado  del  dolor.  La  fiebre  era  bastante  intensa,  la  ina- 
petencia completa  y  la  orina  de  color  rojo  bastante  subido. 

Los  medios  de  que  se  habla  valido  para  combatir  la  enfermedad,  du- 
rante el  transcurso  de  los  cuatro  años  citados,  consistieron  primero  en 
yoduro  potásico  al  interior;  mas  viendo  que  con  este  no  le  desaparecía 
la  afección,  no  le  quedó  otro  recurso,  según  él,  que  atacar  el  dolor  local- 
mente,  según  fuese  el  sitio  donde  se  presentase,  dándose  en  este  caso 
fricciones  con  pomada  de  belladona  á  ia  que  se  adicionaba  una  corta 
porción  de  extracto  de  opio. 

Por  las  causas  de  la  enfermedad  y  la  naturaleza  del  dolor,  no  me 
quedó  ya  ninguna  duda  de  la  clase  á  que  correspondía  dicha  afección,  y 
no  tuve  inconveniente  en  diagnosticarla  de  reumatismo  articular. 

Enterado,  pues,  de  los  buenos  efectos  de  la  medicación  salicilica,  me 
determiné  á  emplear  el  salicilato  de  sosa  al  interior,  administrándole  el 

Srimer  dia  la  dosis  de  3  gramos  en  una  poción.  Al  dia  siguiente,  3  de 
iciembre,  volví  á  ver  al  enfermo  por  la  mañana  y  hallé  que  la  fiebre 
habia  desaparecido  completamente,  el  dolor  habla  disminuido  mucho  su 
intensidad  y  la  orina  era  poco  menos  que  normal,  siendo  también  me- 
nos notable  la  inapetencia  del  día  anterior.  El  enfermo  pedia  levantarse 
y  dedicarse  á  sus  ocupaciones  ordinarias,  mas  no  se  lo  permití  temiendo 
que  el  dolor  se  exacerbara.  En  este  dia  le  aumenté  la  dosis  del  salici- 
lato á  4  gramos,  aconsejándole  lo  tomara  dos  ó  tres  dias  más  aunque  des- 
apareciera el  síntoma  local.  Dos  días  después,  esto  es,  á  los  cuatro  de 


(1;    fíev,  de  Cieñe.  iVcd.— Mayo  de  187« 


380  REVISTA  DE  NEUROPATOLOGÍA. 

enfermedad,  el  dolor  había  desaparecido  completamente,  de  modo  que 
en  cuatro  dias  tomó  solo  15  gramos  de  salicilato  de  sosa. 

Observación  VIL  —(Moró  y  Bargit.)  -^Reumatismo  articular  tn  la  ro^ 
diUa  derecha.  —  El  día  1.^  de  Junio  de  1879,  se  presentó  á  mi  visita  un 
joven  de  23  años  de  edad,  pálido,  demacrado  y  sin  apetito.  Era  soltero  y 
militar,  y  dijo  que  desde  el  dia  24  de  Abril  del  mismo  año  venia  queján- 
dose de  dicha  afección,  pues  en  este  dia  y  hallándose  ocupado  en  traba- 
jos propios  de  su  profesión,  se  sintió  con  calo-frios,  dolor  en  el  hombro 
y  rodilla  derechos,  cefalalgia,  malestar  general,  y  en  una  palabra,  todos 
los  síntomas  propios  de  un  fuerte  resfriado,  pero  que  fué  diagnosticado 
enseguida  de  un  reumatismo  articular  agudo  que  le  obligó  á  guardar 
cama  veinticinco  dias,  durante  los  cuales  tomó  el  yoduro  potásico  á  la 
dosis,  últimamente,  de  4  gramos  diarios.  El  dia  que  me  encargué  de  dicho 
enfermo,  en  1,**  de  Junio,  tenia  el  hombro  derecho  doloroso  pero  no  tu- 
mefacto, algo  difícultados  los  movimientos  del  brazo  correspondiente,  y 
de  vez  en  cuando  el  dolor  se  irradiaba  hasta  la  muñeca,  cuyos  movi- 
mientos dificultaba  más  todavía.  La  rodilla  derecha  presentaba  todos 
los  síntomas  propios  de  una  verdadera  inflamación,  es  decir,  tumefacta, 
dolorosa,  calor,  enrojecimiento,  etc.,  y  además  el  enfermo  no  podia  apo- 
yarse con  su  miembro  sino  con  un  baslon  y  un  amigo  que  le  acompa- 
ñaba. Su  semblante  pálido  y  desencajado  demostraba  el  sufrimiento  del 
enfermo,  y  la  pérdida  del  apetito  era  más  bien  debida  al  afecto  moral  de 
verse  de  aquella  manera  que  á  su  verdadero  sufrimiento.  Al  verle  en 
semejante  estado,  le  administré  4  gramos  diarios  de  salicilato  de  sosa 
en  20Ó  de  agua  y  unas  fricciones  loco  dolenlij  tres  veces  al  dia  de 

Aceite  de  beleño 60  gramos. 

Láudano  Rousseau 2       » 

Alcanfor 1        i 

Tintura  de  yodo 3       » 

M. 

El  16  de  Junio  ya  le  administré  solo  3  gramos  de  salicilato  sódico  y 
le  hice  suspender  las  fricciones  que  se  daba  desde  el  primer  dia,  pues  el 
dolor  de  la  espalda  habia  desaparecido  por  completo  y  el  brazo  oslaba 
completamente  libre  en  sus  movimientos.  La  rodilla  no  presentaba  el 
dolor  con  tanta  intensidad,  la  hinchazón  habia  disminuido  y  el  enrojeci- 
miento desaparecido  del  todo;  el  enfermo  andaba  mejor,  y  si  bien  necesi- 
taba apoyarse  con  un  bastón,  podia  prescindir  del  amigo  que  le  acom- 
pañaba ai  principio;  su  semblante  se  presentaba  con  una  expresión  más 
viva  y  animada,  habia  recobrado  algo  el  apetito  y  no  habia  experimen- 
tado ninguno  de  ios  efectos  propios  de  los  compuestos  salicílicos  á  pesar 
de  tomar  4  gramos  diarios  de  salicilato  de  sosa  durante  quince  dias  se- 
guidos.  En  1.^  de  Julio  le  administré  solo  2  gramos  de  dicho  cuerpo,  y 
desde  el  25  del  mismo  mes  hasta  el  16  de  Agosto  tomó  solo  1  gramo  del 
citado  medicamento,  pudiendo  darse  por  complelamente  curada  desde 

esta  última  fecha.  {Continuará.) 


REVISTA  DE  NBUROPATOLOGIA, 
POR  D.  P.  Verdós. 

Diabetes  expontánea  en  las  lesiones  del  cuarto  ventrículo.—  Un  nota- 
ble artículo,  acerca  de  la  Anatomía  patológica  de  la  diabetes  neurósica, 
acaba  de  publicar  el  distinguido  médico  de  la  Salpétriére,  Dr.  Luys,  en 
la  interesante  Revista  de  su  dirección,  L*  Encéphale. 


REVISTA   DE   NEUROPATOLOGÍA,  38i 

Partiendo  del  hecho  demostrado  de  que  en  cierto  número  de  casos  la 
diabetes  es  una  enfermedad  de  origen  central  y  que  por  esto  mismo  pue- 
de ser  legítimamente  elevada  á  la  categoria  de  los  factores  patogénicos 
del  sistema  nervioso,  que  tienen'un  eco  hereditario  y  que  determinan  en 
los  descendientes  trastornos  neuropáticos,  el  Dr.  Luys  trata  de  conocer 
cuál  es  el  proceso  anatómico  propio  de  estas  formas  de  la  diabetes. 

La  lesión  radica  constantemente  en  las  partes  superiores  del  cuarto 
ventrículo,  al  nivel  del  punto  de  implantación  de  los  pedúnculos  cerebe- 
losos  superiores  y  al  rededor  de  una  mancha  que  existe  á  cada  lado,  cu- 
ya coloración  es  más  subida  que  la'de  las  otras  células  de  la  región.  La 
constante  localizacion  de  los  trastornos  en  este  sitio  ha  dado  lugar  á  que 
Luys  la  denominara  región  diahética^del  cuarto  ventriculo. 

La  coloración  del  cuarto  ventrículo,  en  estos  casos,  presenta  un  tinte 
amarillo  rosado.  Los  capilares  ofrecen  una  apariencia  tupida,  y  vistos 
con  la  lente  presentan  el  aspecto  de  gruesos  troncos  turgentes.  La  sus- 
tancia gris  está  reblandecida  y  presenta  pequeñas  depresiones  en  forma 
de  fosas  irregulares,  que  corresponden  á  atrofias  localizadas  por  reab- 
sorción de  la  sustancia  nerviosa.  Las  manchas  diabéticas  superiores  se 
presentan  de  color  rojo  oscuro  ó  amarillo,  según  la  antigüedad  de  la  le- 
sión. La  hiperemia  no  solo  es  superficial  sino  que  invade  las  partes  pro- 
fundas. La  sustancia  gris  central  de  la  médula  cervical  participa  tam- 
bién del  trabajo  congestivo. 

El  examen  histológico  revela  que  las  paredes  de  los  capilares  están 
engrosadas  é  infiltradas  de  granulaciones  rojizas  ó  amarillentas.  De  tre- 
cho en  trecho  se  ven  exudados  granulosos  adherentes.  En  un  caso'se  han 
visto  aneurismas  miliares.  Las  paredes  de  los  capilares  están  infiltradas 
de  materia  colorante  hemática.  Las  células  y  las  fibras  nerviosas  están 
degeneradas  é  infiltradas  de  granulaciones  amarillas. 

De  todo  lo  cual  resulta  que  la  lesión  propia  de  la  diabetes  central  es 
de  naturaleza  congestiva,  que  obra  como  foco  de  irritación  local,  deter- 
minando á  distancia  nuevos  centros  de  irritación  secundarios,  que  dan 
lugar  á  su  vez  á  manifestaciones  variadas,  según  cual  sea  el  nudo  gris 
más  ó  menos  directamente  interesado. 

Tétanos:  cansas  de  la  muerte. -El  Dr.  Richet  leyó,  en  la  Academia  de 
Medicina  de  París,  una  memoria  encaminada  á  demostrar  las  causas  de 
la  muerte  en  el  tétanos  eléctrico.  A  beneficio  de  excitaciones  eléctricas, 
fuertes  y  repetidas,  se  puede  provocar  en  los  animales  (conejo  y  perro) 
un  tétanos  comparable  por  sus  efectos  al  tétanos  patológico.  El  estudio 
analítico  de  las  causas  de  la  muerte  en  este  tétanos  provocado  pone  en 
camino  para  conocer  la  causa  de  la  muerte  en  el  tétanos  traumático. 
Según  el  Dr.  Richet,  puede  decirse,  en  tesis  general,  que  los  conejos 
mueren  por  asfixia  y  los  perros  por  hipertermia. 

Dermatosis  de  origen  nervioso.— La  tesis  inaugural  de  M.  H.  Leloir  ver- 
sa sobre  las  lesiones  de  los  nervios  cutáneos,  que  se  encuentran  en  gran 
numero  de  dermatosis.  Apoyado  'en  muchas  observaciones  practicadas 
en  unión  del  Dr.  Déjérine,  ha  llegado  á  formular,  como  verdades  demos- 
tradas, los  hechos  siguientes: 


382  REVISTA  de;  néuropatología. 

1.°  £1  sistema  nervioso  juega,  en  la  producción  de  ciertas  dermato- 
sis, un  papel  importante  que  se  traduce  anatómicamente  por  la  altera- 
ción de  los  nervios  cutáneos  y  subcutáneos  que  inervan  la  región  afec- 
tada. Esta  alteración  es  una  neuritis  parenquimatosa,  que  puede  ser 
primitiva  ó  secundaria  á  lesiones  del  sistema  nervioso  central  ó  de  los 
troncos  nerviosos. 

2.°  Las  lesiones  de  los  nervios  cutáneos  no  son  secundarias  á  la 
dermatosis,  sino  primitivas. 

3."  Estas  lesiones  han  sido  encontradas'por  Leloir  y  por  otros  obser- 
vadores en  casos  de  vitíligo,  de  ictiosis,  de  ectima,  de  pénfígo,  de  gan- 
grena cutánea,  de  lepra,  de  mal  perforante,  de  zona  (?)  y  en  ciertos 
eczemas  (?). 

Asfixia  local  de  las  extremidades  —En  una  Memoria  publicada  por  Mar- 
tin Bernhardt  sobre  el  Estudio  de  la  atetosis  y  délos  calambres  vaso-motores 
de  las  extremidades^  se  dá  cuenta  de  dos  interesantes  casos  de  asfixia  lo- 
cal áignos  de  ser  conocidos. 

Una  mujer  de  25  años,  presenta  los  fenómenos  siguientes:  Al  aire 
libre,  durante  los  calores  de  verano,  la  mano  y  sus  pies  se  hielan  fácil- 
mente, adquiriendo  un  color  cianótico  á  los  pocos  momentos.  La  ciano- 
sis y  el  enfriamiento  se  acentúan  más  en  medio  de  la  mano  derecha.  Se 
ven  también  estrias  azuladas  subcutáneas  y  pequeñas  rasgaduras  cutá- 
neas superficiales  de  1  á  3  milímetros  de  longitud,  con  fondo  sanguino- 
lento, y  cicatrices  que  indican  trastornos  análogos  ya  curados.  Hay 
hormigueo  y  dolor  en  la  mano  izquierda  especialmente;  trastornos  de 
motilidad  y  de  sensibilidad.  La  corta  permanencia  en  una  cámara 
caliente  trasforma  la  cianosis  en  una  coloración  rojo-oscura  y  la  mano 
se  hincha  y  calienta  de  una  manera  sensible  en  los  pies  y  en  los  dedos 
de  los  pies. 

Ei  segundo  enfermo  es  un  cerrajero,' de  27  años,  que  presenta  buen 
estado  de  salud.  Hace  cuatro  semanas  cayó  sobre  la  mano  derecha,  es- 
tando en  extensión.  Dos  semanas  después  del  ligero  accidente,  apenas 
percibido  por  el  enfermo,  se  presentaron  varios  fenómenos.  La  mano  de- 
recha completamente  pálida,  cianótica  y  helada  (26°  C);  uñas  azuladas; 
sensibilidad  ligeramente  embotada,  bien  que  las  punzadas  de  alfiler  son 
doiorosas  y  la  sangre  que  por  ella  mana  es  roja  azulada  oscura,  la  pre- 
sión sobre  los  músculos  del  primer  espacio  ínter- óseo  y  sobre  la  masa  de 
los  flexores  del  antebrazo  es  dolorosa;  los  movimientos  están  algo  apa- 
gados. No  se  perciben  los  latidos  arteriales. 

Ambos  enfermos  parecen  estar  afectados  de  un  trastorno  de  la  circu- 
lación periférica  debida  á  una  afección  de  los  centros  vaso-motores,  en- 
fermedad que  se  ha  descrito  con  el  nombre  de  asfixia  local  de  las  extre- 
midadeSy  síncope  local,  eritromegalia;  Bernhardt  trata  esta  enfermedad 
con  la  aplicación  de  corrientes  continuas  centrífugas  dirigidas  desde  las 
vértebras  cervicales  á  los  nervios  de  los  miembros  y  parece  haber  obte- 
tenido  buenos  resultados. 

Snfarmedad  cérelt>ro-£fá6trica..El  Dr.  Leven  estudia  la  dependencia  di- 
recta que  existe  entre  el  cerebro  y  el  estómago  (Gazette  medícale  de  Pa^ 


REVISTA  DE  NEUROPAT0L06ÍA.  383 

ris).  Unas  veces  el  cerebro  primitivamente  enfermo  determina  la  afección 
gástrica;  otras  veces  el  estómago  es  el  que  sufre  primero  y  da  lugar  al 
trastorno  cerebral.  Una  vez  establecida  la  enfermedad,  se  caracteriza  ó 
por  pesadez  ó  por  una  sensación  de  vacio  en  el  cráneo,  debilidad  de  las 
facultades  intelectuales,  trastornos  profundos  en  todos  los  órganos  de 
los  sentidos,  abatimiento  y  debilidad  extremada  y  en  fin  un  verdadero 
delirio  hipocondríaco.  Combatiendo  la  enfermedad  gástrica,  desaparecen 
los  síntomas  cerebrales. 

Paráli8iB  hamiplégica  oonsecutiva  á  una  diarrea  disenteriíorxna.— Del- 

peuch  ha  expuesto  un  caso  de  esta  naturaleza  ante  la  Sociedad  Clínica  de 
París.  Se  trata  de  un  hombre  sin  antecedentes  hereditarios  ni  personales, 
dignos  de  ser  consignados.  En  medio  de  una  existencia  precaria  y  mise- 
rable, fué  preso  bruscamente  de  intensos  dolores  abdominales,  tras  de 
los  cuales  se  declaró  una  diarrea  abundante  y  una  postración  profunda 
que  le  obligaron  á  guardar  cama.  Al  dia  siguiente  amaneció  con  una  he- 
miplegia  incompleta  del  lado  derecho  y  hubo  de  ingresar  ea  el  hospital 
Laennec,  en  donde  pudo  comprobarse  el  siguiente  cuadro  sindrómico: 

El  enfermo  se  presentaba  en  estado  de  semi-estupor;  ojos  escavados; 
facies  con  el  sello  del  abatimiento  y  del  sufrimiento;  aquejaba  viva  ce» 
falalgia  y  dolores  abdominales;  lengua  blanca  y  húmeda;  vientre  fláxido, 
muy  doloroso  á  la  palpación  sobre  el  trayecto  del  colon.  Sin  fiebre;  con 
normalidad  completa  en  las  funciones  del  hígado  y  en  la  circulación? 
respiración  y  excreción  de  orina.  La  diarrea  habia  cesado.  Los  miembros 
inferior  y  superior  derechos  incompletamente  paralizados  y  con  anal- 
gesia. La  cara  en  estado  normal.  La  hemiplegia  necesitó  más  de  un  mes 
para  desaparecer  completamente. 

La  Fisiología  patológica  de  este  caso  es  de  una  interpretación  muy 
difícil,  y  lo  demuestra  claramente  la  discusión  que  suscitó  en  el  seno  de 
la  Sociedad  Clínica  y  las  diferentes  opiniones  que  sobre  él  se  emitieron. 
Para  Chauífard  se  trataba  de  una  trombosis  caquéctica.  Para  Merklen  el 
hecho  se  explicaba  por  un  estado  ateromatoso  ó  histérico.  Para  Cuffer 
podia  creerse  en  un  caso  de  histeria  latente. 

Batiramiento  de  los  nerrioa  y  trastornos  tróficos  oonssoutlvos.— En 

una  comunicación  hecha  á  la  Sociedad  de  Biología,  Quinquaud  asegura 
haber  observado  algunos  casos  de  trastornos  tróficos  á  consecuencia  del 
estiramiento  de  los  nervios.  Estos  casos  recaían  en  algunos  animales  á 
los  que  se  practicó  esta  operación,  y  en  los  que  se  vio  aparecer  una  espe- 
cie de  amputación  expontánea  de  los  dos  dedos  de  ambos  pies.  Esta  lesión 
puede  ser  referida  á  las  alteraciones  que  siguen  á  la  sección  délos  nervios. 
En  otro  experimento  practicado  por  Quinquard,  ha  comprobado  un 
hecho  de  hiperexcitabilidad  por  irritación  á  distancia.  Si  después  del 
estiramiento  moderado  del  ciático  de  un  lado,  suficiente,  empero,  para 
producir  la  anestesia,  se  eí>tira  violentamente  el  ciático  del  otro  lado, 
reaparece  la  sensibilidad  y  aun  una  hiperestesia  en  el  sitio  insensibiliza- 
do por  la  operación.  Esto  es  una  acción  á  distancia  sobre  las  regiones  de 
la  médula  en  donde  el  ciático  toma  origen  ó,  según  la  expresión  de  Browu' 
Séquard,  una  influencia  inhibitoria. 


384  LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE. 

Corea;  naturaleza,  patología  y  terapéutica. -  Kl  Dr.  Marín  traza  la  histo- 
ria completa  de  esta  afección,  y  pasa  en  revista  la  opinión  de  los  autores 
con  respecto  á  la  etiología.  Para  él  las  modificaciones  patológicas  demos- 
tradas por  la  Anatomía  morbosa,  no  justifican  la  teoría  de  que  la  corea 
depende  de  procesos  inflamatorios  del  cerebro  ó  de  la  médula. 

El  temblor,  las  convulsiones,  los  espasmos,  no  son  necesariamente 
consecuencias  de  la  inflamación;  cree  que  estos  fenómenos  dependen  más 
bien  de  la  irritación  de  los  centros  nerviosos,  y  localiza  esta  irritación  en 
las  capas  ópticas,  en  los  tubérculos  cuadrigéminos,  en  el  puente,  en  el 
bulbo  y  en  la  médula  con  preferencia  á  los  cuerpos  estriados. 

El  Dr.  Mann  formula  su  tratamiento  de  la  manera  siguiente:  reposo, 
evitando  toda  excitación  y  las  vigilias  y  dando  un  baño  caliente  antes  de 
acostarse;  nutrición,  por  medio  del  aceite  de  hígado  de  bacalao,  solo  ó  con 
pequeñas  dosis  de  fosfuro  de  zinc,  ejercicios  gimnásticos  y  arsénico. 

Reflejo  genital. -Saunders  da  cuenta  de  algunos  casos  de  crisis  gás- 
tricas producidas  por  acción  refleja  y  dependientes  de  la  adherencia  del 
prepucio  con  el  glande.  El  primero  de  estos  'casos  se  refiere  á  un  niño 
de  cuatro  años,  que  venia  sufrindo  intensos  dolores  de  estómago,  sin  que 
pudiera  apreciarse  la  causa.  Después  de  muchos  dias  de  tratamiento  inü- 
til,  Saunders  practicó  un  minucioso  reconocimiento,  no  pudiendo  apre- 
ciar otra  cosa  que  la  adherencia  del  prepucio  con  el  glande,  la  que  se- 
paró, más  por  rutina  que  por  una  idea  preconcebida.  A  consecuencia  de 
esta  maniobra,  los  accesos  se  curaron,  si  bien  reaparecieron  al  cabo  de 
algún  tiempo  y  obligaron  á  practicar  la  circuncisión,  con  lo  cual  no  se 
han  visto  reaparecer  de  nuevo. 

El  segundo  caso  se  refiere  también  á  un  niño  de  tres  años  que  sufría, 
desde  el  nacimiento,  dolores  de  estómago.  No  existia  ningún  antecedente 
neuropático  ni  causa  alguna  que  pudiera  explicar  el  fenómeno.  Sólo  una 
adherencia  del  prepucio  con  el  glande  vino  á  demostrar,  después  de  su 
destrucción,  que  aquel  era  el  foco  generador  de  los  tormentos  del  es- 
tómago. 

Otros  dos  casos  de  la  misma  naturaleza,  referentes  á  niños  de  cinco 
y  tres  años  respectivamente,  han  sido  citados  por  Saunders,  y  en  todos 
ellos  se  ha  obtenido  una  curación  completa  á  beneficio  de  la  circun- 
cisión. 


IOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE  Y  SCS  RELACIONES  CON  LAS  ENFERMEDADES/'^ 

POR  Timoteo  Richard  Lewis. 

XI. 

I. —Pruebas  de  que  la  viruleDcia  de  las  sustancias  sépticas  no  depende 

de  la  vida  vegetal. 

Considerando  que  es  do  todo  punto  evidente  qus  estos  organismos, 
BaccilH  ó  Spirilla,  no  son  más  que  epifenómenos,  el  cambio  especifico  de 


(1)    Conclusión.- V.  los  nüins.  25,  26,  27,  28, 29, 30,  31, 32,  33, 34  y  35< 


LOS  MICRÓFITOS  DE  LA  SANGRE.  385 

los  liquides,  del  cuerpo  realizados  antes  de  que  se  puedci  descubrir  el  menor 
vestigio  de  su  presencia fldí  cMesüon  que  naturalmente  se  presenta  es  la 
que  sigue:  ¿Existe  una  prueba  suficiente  de  que  las  inoculaciones  pue- 
dan ser  hechas,  en  ausencia  de  organismos  vivos,  con  una  sustancia 
idéntica?  La  respuesta,  en  lo  relativo  al  carbunclo  y  enfermedades  del 
raismo  género,  es  afirmativa  seguramente;  pero,  por  lo  que  hace  á  la  fie- 
bre recurrente,  no  puede  decirse  de  una  manera  absoluta  que  sea  inoou- 
lable,  de  suerte  que  hoy  debe  reputarse  este  caso  fuera  de  litigio. 

Cuando  Brauell  publicó  su  memoria  en  los  Archivos  de  Virchow^  en 
1858,  detallando  sus  experimentos  para  probar  que  la  fiebre  esplénica  no 
puede  ser  inoculada,  llegó  hasta  á  decir  que  los  organismos  descubier- 
tos en  la  sangre  no  podían  ser  los  agentes  del  virus,  toda  vez  que  la  san- 
gre que  había  engendrado  la  enfermedad  no  contenia  Baccilli.  Bouley  ha 
llegado  á  la  misma  conclusión,  y  BoUinger,  que  ha  repetido  los  experi- 
mentos de  Brauell  y  de  Bouley,  ha  probado  también  que  la  enfermedad 
puede  existir  en  la  sangre,  sin  la  presencia  de  los  Baccilli;  que  dicha  san- 
gre comunica  el  padecimiento  á  otros  animales,  y  que  aun  en  condicio- 
nes semejantes,  pueden  desarrollarse  los  organismos  en  la  sangre  de  ani- 
males inoculados,  y  descubrirse  lo  mismo  durante  la  vida  que  después 
de  la  muerte  (1). 

Observaciones  semejantes  han  sido  hechas  en  la  septicemia  y  enfer- 
medades análogas  ligadas  ¿  la  presencia  de  los  BaccillL  Hemos  ya  citado 
algunas  de  ellas.  Colin,  por  ejemplo,  observó  que  Viooooo  de  gota  de  san- 
gre, infectada  por  la  septicemia,  mata  un  conejo  en  36  horas,  cuando  ha 
sido  inoculada  por  medio  de  una  lanceta;  que  la  propiedad  virulenta 
existia  antes  de  la  presencia  de  la  bacteria  y  que  el  carác'er  pernicioso 
del  liquido  era  evidente,  desde  la  aparición  de  pequeños  corpúsculos  es- 
féricos, consecuencia,  según  cree  Colin,  de  la  alteración  de  la  san- 
gre  (2). 

Ha  sido  demostrado  muchas  veces  que  las  propiedades  venenosas  de 
la  sangre  séptica,  y  de  otras  soluciones  alteradas  de  los  animales,  des- 
aparecían hacia  el  tercero  ó  cuarto  día,  lo  cual  concuerda  apenas  con  la 
opinión  de  que  el  veneno  se  halla  contenido  en  los  esporos  en  apariencia 
casi  imperecederos  de  los  Baccilli,  que  existen  durante  las  primeras  far 
ses  de  la  descomposición.  Un  rasgo  igual  caracteriza  al  virus  de  la  fiebre 
esplénica,  de  la  viruela  y  de  la  sífilis.  Hiller,  reasumiendo  los  resulta- 
dos de  la  filtración  de  los  líquidos  sépticos,  escribe  (3)  que  los  experi- 
mentos más  decisivos  han  probado  que,  después  de  la  filtración  á  través 
de  sustancias  muy  porosas,  como  el  carbón,  algodón  comprimido,  etcé- 
tera, hasta  que  los  líquidos  queden  completamente  libres  de  las  molécu- 
las visibles  de  cualquier  género,  pueden  dichos  líquidos  comunicar  to- 
dos los  síntomas  que  caracterizan  su  acción  antes  de  ser  filtrados.  Hiller 


(t)  O.  BoUinger.  —  Zur  Patholoffie  des  Milzbrandei^  Munich,  1872,  citado  en 
Schmidt*8  fahrbücher^  tomo  glxxxi,  pág.  205,1875. 

(3)  'Ñouvelles  recherches  sur  Vaction  des  matibres  pulrides  et  sur  la  septicémiSf  en 
el  BuUelin  de  VAcadémie^  Octubre  1873,  citado  por  Birch-HIrschelfd,  loe.  ctí.,  pá- 
gina 174. 

(3)     Uber  putrides  Gift,  en  el  CentralblaU  für  Chirurgie^  núms.  10, 11  y  12, 1876. 


3SB  Los  MiCRÓmos  DÉ  La  sangre. 

asegura  que  iguales  resultados  han  sido  obtenidos  por  Panum,  Bergmann, 
Heidenbaum,  Wolff,  Küssner  y  otros. 

A  Panum  corresponde  el  mérito  de  haber  contribuido  á  algunos  de 
los  primeros  y  más  importantes  experimentos,  que  se  han  hecho  hasta  el 
presente,  sobre  la  naturaleza  del  veneno  existente  en  ciertas  soluciones 
de  materias  descompuestas.  Sus  investigaciones  han  sido  publicadas 
en  1855,  pero  fueron  al  principio  editadas  en  lengua  danesa,  lo  cual  fuó 
causa  de  que  pasaran  desapercibidas  durante  algunos  años.  Fueron  pues- 
tas en  evidencia  (1874)  en  una  noticia  en  los  Archivos  de  Virchow.  En 
1875  (1),  el  Dr.  Cunnningham  y  yo  volvimos  á  comenzar  estas  investiga- 
ciones, habiendo  descubierto  que  los  resultados  de  nuestras  observacio- 
nes sobre  igual  materia  (observaciones  basadas  en  una  serie  de  experi- 
mentos, que  comprenden  la  inoculación  y  disección  de  unos  170  perros), 
estaban  en  completo  acuerdo,  en  los  puntos  en  que  podian  compararse, 
con  los  obtenidos  por  el  eminente  experimentador. 

Panum  observó  que  el  coágulo,  que  se  produce  hirviendo  con  líquido 
infecto,  es  más  virulento  que  el  mismo  líquido.  Los  principales  hechos 
por  él  demostrados  pueden  reasumirse  de  la  siguiente  manera: 

1.'  El  liquido  perfectamente  claro,  que  se  obtiene  filtrando  solucio- 
nes de  sustancias  animales  putrefactas  á  través  de  diversas  capas  de 
papel  de  filtrar,  comunica  los  mismos  síntomas  infecciosos  que  la  sus- 
tancia no  filtrada. 

2.^  Haciendo  hervir  el  líquido  por  espacio  de  once  horas,  no  se  alte- 
ran sus  propiedades  tóxicas. 

3."*  Aunque  el  extracto  alcohólico  del  líquido  sea  inofensivo,  la 
acción  virulenta  de  su  extracto  acuoso  es  muy  intensa. 

Hé  aquí  por  qué  Panum  deduce  que  un  líquido,  que  puede  conservar 
sus  propiedades  específicas  después  de  haber  sido  filtrado,  hervido,  eva- 
porado en  seco  y  cuyo  residuo  ha  sido  tratado  por  el  alcohol  frió  é  hir- 
viendo, después  disuelto  de  nuevo  y  filtrado  otra  vez,  no  puede  conser- 
var la  propiedad  de  sostener  la  vida  de  cualquier  clase  do  organismos. 

En  1865,  el  Dr.  W.-B.  Richardson  probó  que  el  líquido  serosanguineo 
de  la  cavidad  del  peritoneo  de  una  persona  atacada  de  pioemia  comuni- 
caba la  enfermedad  de  un  animal  á  otro  en  series  directas,  y  que  el  ve- 
neno séptico,  que  causaba  estos  desórdenes,  podia  combinarse  con  los 
ácidos  para  formar  sales  que  conservaran  las  propiedades  infectantes  de 
la  sustancia  primitiva  (2)  Algunos  años  más  tarde  (1868^,  Dergmann  lo 
gró  obtener  una  sustancia  semejante  en  apariencia,  sustancia  que  deno- 
minó septina  (3).  Este  veneno  producía  síntomas  de  igual  carácter  que 
las  soluciones  pútridas  y  algunas  veces  daba  resultados  más  fatales»  aun 
á  pequeñas  dosis.  Parece  que  reprodujo  síntomas  del  todo  idénticos  á  los 
que  producía  la  sustancia  primitiva,  apartándose  algo  en  esto  del  ex- 
tracto pútrido  de  Panum,  el  cual  reproducía  sin  modificación  alguna  los 
síntomas  ordinarios  del  envenamiento  pútrido. 


(1)    Cholérüy  microseopícal  vt physiological  researchesj  dérie  2. 
(3)    The  Lancet,  3  A b:  il  4875,  pág.  490. 

(3)    Centralblan  für  die  medie.  Witsensch^  4863,  p¿g.  497,  citado  por  el  Dr.  Arnold 
Hild.  Loe,  cit. 


KOTICIAS   CIENTÍFICAS.  387 

Los  hechos  expuestos  en  los  precedentes  párrafos  no  pueden  dar  gran 
peso  á  las  aserciones  de  Pasteur  y  de  sus  partidarios,  que  conceden  lo 
que  podía  llamarse  una  fuerza  de  resistencia  sobrenatural  á  los  esporos 
durmientes  del  carbunclo  y  de  otras  enfermedades.  Pero  otra  serie  de 
fenómenos  han  sido  registrados  que  se  refieren  al  mismo  asunto.  Esta 
probado  que  los  tejidos  vivos  de  los  cuerpos  pueden,  en  ciertas  condi- 
ciones, cuando  son  excitados,  por  ejemplo,  por  irritantes  puramente  quí- 
micos, tales  como  una  fuerte  solución  de  iodo  ó  de  amoníaco^  segregar 
un  liquido  que,  cuando  es  transportado  de  un  animal  á  otro,  no  es  me- 
nos virulento  que  la  exudación  consecutiva  á  la  introducción  en  el  orga- 
nismo de  una  sustancia  llena  de  BaccillL  Hánse  publicado  observaciones 
sobre  este  punto  por  muchos  observadores.  El  Dr.  Cunnigham  y  yo  mis- 
mo recordamos  haber  encontrado  gran  número  de  bacterias  en  la  san- 
gre de  un  perro,  cuya  muerte  era  debida  á  los  irritantes  químicos.  Di- 
chas bacterias  no  podían  haber  causado  la  muerte,  ni  provenían  tampoco 
del  amoniaco  empleado  para  producir  la  inflamación.  Parece  después  de 
tales  resultados  que  los  elementos  y  tejidos  vivos  del  cuerpo  tienen  en  la 
elaboración  de  los  venenos  sépticos  una  parte  mucho  más  importante 
que  la  que  de  ordinario  se  les  asigna. 

Tales  son  los  principales  hechos  que  han  llegado  á  mi  conocimiento 
relativos  á  la  cuestión  de  los  micróñtos  de  la  sangre  en  estado  de  salud  y 
en  las  enfermedades  infecciosas. 

Tradacido  del  Quartely  mic,  journ,  1880. 

POR  D.  S.  Carbó  y  Rovirosa. 


t^m^^^^^m0^^^^t0^f^0^t^ím^^^ 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

Blenorra^a:  jarahe  contra  las  erecciones.  —  El  profesor  Mauríac 
emplea  una  fórmula  compuesta  de 

Jarabe  de  digital >   __    ra  «^«.„«» 

Id.    de  morfina J  aa    50  gramos. 

firomuro  potásico 20       s 

Para  tomar  por  la  noche  una  cucharada,  de  las  de  sopa,  en  una  taza 
de  infusión  de  tilo.— (J.  Parellada.) 

Empiema:  tratamiento.— En  pocos  años  se  ha  modificado  en  gran 
manera  la  opinión  de  los  médicos  en  cuanto  se  refiere  á  la  terapéutica 
del  empiema  y  particularmente  á  los  peligros  de  la  toracentesis. 

Martindale,  con  motivo  de  un  caso  en  que  ha  practicado  dicha  ope- 
ración, pasa  en  revista,  en  el  Med.  Journ.  ofihe  Med,  Se,  los  varios  mé- 
todos propuestos  contra  el  empiema  y  termina  opinando  que  el  mejor, 
para  obtener  la  duración  radical,  es  la  abertura  y  contra-abertura  con 
drenaje  de  la  cavidad  pléurica  y  lavados  desinfectantes  cuotidianos. 
—  (Formigüera). 

Causa  de  ciertas  monstruosidades.  —  Algunas  monstruosidades 
tienen  por  origen,  según  Dároste,  la  compresión  ejercida  por  el  amnios 
en  los  primeros  tiempos  de  la  vida  embrionaria,  antes  que  los  elemen- 
tos bistológicos  definitivos  eslén  constituidos. 

El  piévarus  congériitp  y  otras  deformaciones  del  mismo  género  po- 
drían pues  explicarse  por  la  compresión  del  amnios  y  no  por  la  contrac- 
ción del  útero.— (Fardas.) 


388  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Consejos  del  médico.— Es  el  hierro  uno  de  los  medicamentos  que  los 
enfermos  toman  más  á  disgusto,  haciéndose  sumamente  difícil  su  admi- 
nistración si  ha  de  prolongarse  por  algún  tiempo,  tanto,  que  á  ella  se 
atribuyen  efectos  muy  distintos,  y  no  pocas  veces  muy  justificados. 

Pero  debe  advertirse  que  no  es  el  hierro  en  sí  mismo,  sino  la  forma 
de  su  preparación  la  que  causa  extreñimiento,  y  ocasiona  jaquecas  ú 
otras  neuralgias,  si  por  dificultad  en  su  absorción  queda  en  el  organismo 
sin  provecho  y  origina  dolores  y  sufrimientos.  Guando  el  médico  indica 
el  uso  del  hierro  sin  especificar  el  preparado  que  debe  emplearse,  es  pre- 
ciso aconsejar  una  forma  medicamentosa,  que  sin  cansar  el  estómago, 
facilite  su  absorción,  y  por  lo  tanto,  sus  efectos. 

El  hierro  dializado  de  Bravais  reúne  esas  condiciones,  y  ofrece  todas 
Jas  garantías  apetecibles  tanto  por  sus  dosis  cuanto  por  su  preparación. 
Además  es  un  hierro  puro  que  no  incomoda,  no  ocasiona  extreñimiento, 
y  fácilmente  penetra  en  el  interior  del  organismo  sin  elaboración  pesada 
y  sin  reacción  desagradable.  Sü  uso  no  produce  congestiones  ni  jaqueca. 

Los  productos  Raoul  Bravais  se  venden  en  París,  rué  Lafayette,  13,  y 
Avenida  de  la  Opera,  30,  como  depósitos  principales;  y  también  en  las 
principales  farmacias  de  todas  las  naciones. 


SBGGION  OFICIAL. 

Cementerios.-- Real  Orden  de  19  de  Mayo  dictando  reglas  con  motivo  del 
expediente  instruido  en  vista  de  las  malas  condiciones  higiénicas  de  los  tres 
cementerios  de  Fregenal  de  la  Sierra  (Badajoz),  reglas  que  haa  de  aplicarse 
en  todos  los  casos  análogos  que  puedan  ocurrir. — Gaceta  del  22  de  Mayo. 

Cátedra  vacante.  -Real  orden  de  26  de  Mayo,  mandando  se  provea  por 
oposición  la  de  Terapéutica  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Sevilla  (Cádiz).  — 
Id.  del  5  de  Junio. 

Cólera  morbo.— Orden  de  9  de  Junio  declarando  sucias,  á  partir  del  9  de 
Mayo,  las  procedencias  de  la  isla  de  Sumatra  (Occeauía),  por  haberse  presen- 
sentado  el  cólera  en  Padang,  y  teniéndole  en  cuenta  las  frecuentes  comunica- 
ciones de  dicha  isla  con  Borneo,  Jawa  (Occeanía)  y  Singapore,  se  dispone  tam- 
bién s^oonsideren  sospechosas  las  procedencias  de  estos  pantos  á  contar 
desde  el  26  del  mismo  mes.— /d.  del. 10  id. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Hfiiiual  de  Anatomia  descriptiva,  por  el  Doctor  HobisíT  Hartmann.  Tra- 
ducción directa  del  alemán  por  los  Ores.  L,  Góngoray  S,  Cardenal.— Cuaderno  IS. ' 

Naturaleza  de  la  tisis  pulmonar  y  su  tratamiento,  por  el  Dr.  D.  Marcelino 
Cazaux.— Sevilla.— 1882. 

Parecer  do  commissao  enoarregada  pelo  Gonselho  do  Escola  Médico  GU- 
rürgica  de  Lisboa,  de  examinar  od  documentos  remetidos  ao  mesmo  Conselho 
pelo  l¿xmo.  Governador  civil  do  Dtstricto,  relativos  &  doen^a  de  que  Talleceu  um  ho> 
mem  morador  no  campo  dis  cebólas  n.*  i2,  em  cuja  certidao  de  óbito  ó  Médico 
assistente  lan^ou  ó  diagnóstico  de  febre  amarella.— Lisboa.— 1882. 

Elogio  histórioo  del  limo.  Sr.  Dr.  D.  Joaquín  Gil  y  Borés,  por  D.  Joaquín  Culi 
AstrelL-^Oarcelona. — 1882.  (Dos  ejemplares). 

Manual  práctico  de  las  enfermedades  de  las  mujeres  (Medicina  y  Ciru- 
gía) por  el  Dr.  G.  Eustache,  versión  castellana  de  D.  Enrique  Morescó  y  Labado  y  don 
Rafael  Ulecia  y  Cardona,  con  un  prólogo  del  Dr.  D.  Andrés  del  Busto  López.— Cua- 
derno 2.®— Madrid.— 1882.  (Dos  ejemplares). 

Anuario  de  Medicina  y  Cirugía  prácticas,  para  1882,  por  el  Dr.  D.  Esteban 
Sánchez  Ocaña.— Tomo  décimo  noveno.— Madrid,  Bailly-B.tílliere.— 1882. 

PfiHiÓDiGOs:  La  saintCf  Genova.— /íaíia  Módica,  Genova.— La  consulta,  Cádiz. 


Tomo  II.  Húm.  13.  15  Julio  dé  1882.  Año  II.  Núm.  37. 


SUDARIO:  Congreso  médico  internacional  de  Sevilla  (continaaeion),por  el  Dr.  B.  Bartolo- 
■ié  Bokert.—  Endomeiritls  sapnrada:  tratamiento  por  el  layado  uterino,  por  B.  Arinro 
■laootL—  Mania  aguda:  curación,  por  D«  Imitfro  Calvol—  Anatomía  de  los  centros  ner- 
viosos (continuación),  por  el  Vr.  B.  Mcvel  Wmwgmm,—  Contribución  al  estudio  del  ácido 
salicilico  y  sus  compuestos,  en  particular  del  saticilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reuma- 
tismo (coneiuirA),  por  B.  ■!-  K.  Moré  y  Borcii-— Rev;sta  de  nosoqulmlea,  por  el  Dr.  ttosi 
Pederieo  Conlelto.— Sobre  la  zona  manejable  de  los  agentes  anestésicos  y  nuevo  proce- 
dimiento de  cloroformización,  por  el  »r.  Wmmi  9erl.«  iNOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Hemato* 
blanosydemis  elementos  figurados  de  la  sangre.— Casos  de  sarampión.— sifón:  origen. 
—Cólera  morbo.— S^cc/on  oficiai,-^  Publicaciones  reeibidus. 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA  ^'\ 
POR  EL  Doctor  Don  Bartolomé  Robert, 

Catedrático  de  la  FQCultad  de  Medicina  de  Barcelona, 


Dia gnóstico  di»  las  úlceras  de  la  laringe. 

Sobre  tal  asunto  ocupó  la  atención  del  Congreso  el  Dr.  Ariza  leyendo 
una  monografía  correctamente  escrita  y  llena  de  erudición.  Este  distin- 
guido laringólogo  sostuvo  la  tesis  de  quQ  las  úlceras  simples  de  la  laringe, 
desligadas  de  todo  punto  de  afectos  generales,  primitiva  ó  consecutiva- 
mente desarrollados,  no  existen  ó  por  lo  menos  quedan  reducidas  á  sim- 
ples erosiones  epiteliales.  Para  el  Dr.  Ariza  son  las  úlceras  siñliticas,  las 
tuberculosas,  las  caseosas  y  las  cancerosas  las  únicas  que  deben  llamar 
la  atención  en  la  laringitis  crónica,  y  partiendo  de  este  principio,  hizo 
una  detallada  descripción  de  los  signos  físicos  que  corresponden  á  cada 
una  de  ellas,  y  que  no  discreparon  de  los  que  vienen  consignados  por  los 
especialistas  más  distinguidos,  lo  cual  me  dispensa  de  reproducirlos 
aquí. 

Pero  el  autor  no  se  limitó  á  este  relato,  sino  que  quiso  dar  un  valor 
tan  decidido  á  la  laringoscopia,  en  este  punto,  que  sostuvo  la  afirmación 
de  que  aquellos  procesos  ulcerativos  siempre  son  diagnosticables  por  la 
•bseryacion  directa;  lo  cual  motivó  que  el  Dr.  la  Sota  opinara  en  sentido 
Inverso,  ó  por  lo  menos  en  el  de  patentizar  que  no  debe  despreciarse  el 
examen  del  conjunto  de  fenómenos  que  anteceden  ó  coinciden  con  el 
proceso  laríngeo,  para  llegar  por  esta  más]  segura  senda,  á  la  formación 
del  diagnóstico. 


■4kw*»*^« 


(1)    GonUouaoioo.-— Véase  el  núm,  36. 


390  CONGRESO  MÉDICO  INTRANAGIONAL  DE  SEVILLA. 

Es  una  verdad  que  ciertas  úlceras  pueden  aparecer  primitivamente 
en  la  laringe  y  sin  ninguna  anamnesis  positiva,  y  que  en  tal  caso  hemos 
de  fiar  el  conocimiento  del  mal  á  la  investigación  directa;  y  es  una  ver- 
dad también,  que  se  ha  operado  en  los  estudios  patológicos  de  la  laringe, 
un  progreso  que  permite  apreciar  caracteres  físicos  que  antes  se  desco- 
nocian;  pero  no  se  eche  en  olvido  que  el  cultivo  de  las  especialidades, 
por  la  misma  naturaleza  de  la$  cosas,  lleva  algunas  veces  á  estimar  los 
órganos  como  piezas  demasiado  independientes  de  las  partes  restantes 
del  organismo.  Asi  hubo  de  comprenderlo  después  el  claro  talento  del 
Dr.  Ariza,  cuando  en  las  rectificaciones  convino  que  de  ninguna  manera 
ha  de  mirarse  con  desvío  el  estado  general  de  los  enfermos  y  sus  antece- 
dentes todos,  para  la  formación  del  diagnóstico. 

Este  es  el  sano  criterio  clínico  y  á  él  hemos  de  acogernos. 

Las  ouras  antisépticas. 

No  podia  faltar  este  tema,  que  hoy,  gracias  al  estudio  de  los  micro-or- 
ganismos que  flotan  en  la  atmósfera,  está  á  la  orden  del  dia  y  ha  llegado 
á  imponerse,  así  en  el  terreno  práctico  como  en  el  de  la  especulación. 

Varios  fueron  los  profesores  que  tomaron  parte  en  una  cuestión  tan 
interesante,  y  en  el  fondo  todos  mostráronse  partidarios  de  la  idea  mo- 
derna, aunque  unos  sin  restricción  de  ninguna  clase,  y  otros  con  menos 
entusiasmo  por  haber  alcanzado  brillantísimos  resultados  á  favor  de  las 
curas  por  el  método  antiguo.  Verneuil  (de  la  Facultad  de  París),  Chiralt, 
Tuñon,  Sanmartín,  Salado,  Mitjabila,  Tonié,  Laborda  y  el  que  esto 
escribe  hablaron  á  favor  de  la  antisepsis,  aunque  discrepando  en  el  modo 
de  llevarla  á  cabo;  así,  al  paso  que  hubo  partidarios  de  las  pulverizaciones 
sostenidas  en  el  acto  de  la  operación  con  soluciones  de  ácido  fénico,  no 
faltó  quien  prefiriera  el  timol  ó  el  ácido  salicílico,  y  quien  aconsejara  de 
preferencia  las  curas  clorógenas. 

Esta  discusión  dio  ancho  campo  al  Dr.  Verneuil  para  hacer  gala  de 
los  conocimientos  quirúrgicos  que  todo  el  mundo  científico  le  concede. 
Con  palabra  fácil  y  expresiva  materializó,  si  cabe  decirlo  así,  el  proceso 
de  la  infección,  manifestando  que  el  práctico  debe  intervenir  en  tres  sen- 
tidos diferentes:  que  primero  debe  impedir  la  entrada  en  el  organismo 
del  hombre,  de  los  seres  microscópicos  que  le  rodean  purificando  la 
atmósfera,  produciendo  un  ambiente  que  ejerza  acción  deletérea  sobre 
los  mismos  organismos  y  protegiendo  las  superficies  cruentas;  que  en 
segundo  lugar,  dadas  las  dificultades  de  impedir  en  absoluto  la  infección, 
deben  administrarse  agentes  medicamentosos,  que  circulando  por  el  apa- 
rato vascular  vayan  atenuando  los  efectos  de  aquel  ingreso  de  seres 
parasitarios;  y  por  •  último,  que  debe  hacer  un  esfuerzo  para  precipitar 
su  salida,  excitando  toda  la  actividad  de  los  emuntorios  naturales. 

Ciomo  se  vé,  todo  esto  es  muy  lógico;  pero  hubo  de  reconocer  aquel 
distinguido  profesor  que  la  terapéutica  moderna,  con  ser  muy  rica,  aún 
no  posee  agentes  bastante  seguros  para  cumplir  las  tres  indicaciones 
apuntadas.  De  ahí  que  Verneuil  se  mostrara  entusiasta  de  las  curas  anti^ 
sépticas  en  el  terreno  de  la  teoría  y  algo  desconfiado  en  el  ejercicio  clí- 
nico. 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA.  391 

Me  inclino  á  creer  que  el  profesor  de  París  estuvo  muy  en  lo  justo; 
pero  aún  dijo  más,  é  importa  tomar  nota  de  ello,  hoy  que  la  teoría  de  la 
panspermia  se  nos  viene  entrando  por  todas  las  puertas.  «Cuando  el  or- 
ganismo de  los  operados  es  potente,  cuando  no  viene  abatido  por  una 
larga  ó  breve  historia  de  padecimientos  enervantes,  hay  grandes  proba- 
bilidades de  éxito  sí  se  emplean  las  curas  antisépticas  y  también  las  hay 
si  se  usan  los  métodos  antiguos;  pero  si  los  traumatismos  recaen  en  per- 
sonas diabéticas  ó  albuminúricas,  entonces  no  hay  antisepsis  segura  y 
es  casi  inevitable  una  mala  terminación. 2> 

Todo  esto  quiere  decir  que  en  el  problema  de  las  infecciones  y  en 
el  pi'oblema  de  la  terapéutica,  debe  entenderse  que  se  trata  de  una  ver- 
dadera batalla  que  va  á  librarse  entre  el  organismo  del  hombre  y  ese 
ejército  de  pequeños  seres  que  le  rodean,  y  que  el  fiel  de  la  balanza  se 
inclinará  á  uno  ü  otro  lado,  según  sean  las  condiciones  de  resistencia 
que  intrínsecamente  posea  el  cuerpo  humano.  Especie  de  lucha  por  la 
existencia  que  obliga  ai  cumplimiento  de  dos  indicaciones  principalí- 
simas; la  fundamental,  que  ha  de  consistir  en  levantar  el  tono  orgánico 
para  que  con  más  ventaja  sea  resistida  la  avalancha  que  nos  viene  del 
exterior,  y  la  otra,  no  menos  racional,  que  ha  de  estribar  en  el  uso  de  los 
agentes  que  de  un  modo  más  ó  menos  directo  aniquilan  los  seres  vivos 
causantes  de  la  infección. 

Bl  tubérculo  y  la  ti8i«. 

Siendo  el  Dr.  Grancher  (agregado  de  la  Facultad  de  París)  otro  de  los 
profesores  que  acudieron  al  Congreso  de  Sevilla,  era  de  esperar  que  de- 
jaría oír  su  autorizadísima  voz  én  una  cuestión  que  desde  algunos  años 
á  esta  parte  viene  asociada  á  su  nombre,  y  así  fué.  Grancher  ha  hecho 
estudios  muy  concienzudos  y  que  han  merecido  el  aplauso  de  todos  por 
ser  hijos  de  una  observación  atenta  y  hasta  desapasionada;  es  uno  de  los 
más  formales  adalides  de  la  escuela  de  Laénnec,  y  figura  con  Thaon,  He- 
rard.  Cornil  y  Charcot  en  las  primeras  filas  de  los  unicistas,  al  frente  de 
Virchow,  Niemeyer,  Dittrich,  Bull  y  todos  los  demás  que  forman  el  otro 
bando. 

Para  Grancher  el  tubérculo,  bajo  el  punto  de  vista  de  la  lesión,  es 
siempre  uno:  ora  pequeño,  ora  grande,  ya  duro,  ya  blando,  sea  amarillo, 
sea  gris  y  así  tienda  á  la  degeneración  caseosa  (proceso  de  destrucción), 
como  á  la  transformación  fibrosa  (proceso  de  curación),  nunca  hay  dife- 
rencias esenciales  sino  de  pura  forma.  Para  Grancher  todas  las  tisis  son 
tuberculosas,  por  más  que  unas  evolucionen  lentamente  y  otras  con  ra- 
pidez; para  él  la  pulmonía  es  también  tuberculosa,  y  tubérculos  también 
encuentra  en  el  lupus  y  en  las  adenitis,  y  en  los  abscesos  escrofulosos  y 
on  diversas  artritis.  Declaróse,  pues,  acérrimo  partidario  de  la  unidad. 

Tales  ideas  no  cogieron  de  sorpresa  al  auditorio,  pues  nadie  ignoraba 
todos  los  incidentes  de  esa  lucha  que  desde  algunos  años  á  esta  parte 
viene  sosteniéndose  por  parte  de  los  unicistas  y  de  los  dualistas;  pero  no 
pudieron  impedir  que  se  abriera  en  el  Congreso  una  discusión  qué  al  fin 
no  logró  una  avenencia,  y  eso  que  se  hizo  caso  omiso  de  todo  debate  re- 
ferente á  la  naturaleza  parasitaria  del  tubérculo,  reconocida  por  Ziegler, 
Cohnheim,  Klebs  y  varios  otros. 


392  CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIOMAL  DE  SEVILLA. 

En  rigor,  de  ser  cierta  la  opinión  de  Grancher,  viene  á  resultar,  co- 
mo decia  el  Dr.  Ariza,  que  la  escuela  francesa  no  conduce  á  la  unidad  de 
la  tisis,  según  pretende,  sino  á  la  negación  absoluta  de  la  tuberculosis,  á 
lo  menos  en  el  sentido  de  su  significado  clínico;  porque  si  hay  tubérculo 
en  la  pulmonía  y  le  hay  en  el  goma  sifilítico  y  en  el  lupus  escrofuloso  y 
la  lesión  siempre  es  la  misma,  por  más  que  varíen  algunos  detalles  de 
forma,  evidentemente  que  la  anatomía  patológica  del  tubérculo  ha  per- 
dido el  carácter  que  tuvo  en  los  tiempos  de  Laénnec. 

Tampoco  pudo  suscribir  el  autor  de  estas  líneas  á  las  opiniones  de 
Grancher  ya  que,  dados  los  términos  en  que  se  había  planteado  la  cues- 
tión, resultaba  un  divorcio  entre  las  lesiones  y  los  hechos  clínicos;  sien- 
do así  que  en  buena  doctrina  médica  debe  existir  correlación  de  causa  y 
efecto  entre  las  alteraciones  materiales  de  los  órganos  y  las  expresiones 
sindrómicas.  Para  mí,  ó  el  tubérculo  descrito  por  Grancher  no  constituye 
la  esencia  fundamental  de  las  lesiones  del  pulmón  (en  la  pneumofimia, 
tal  como  hasta  ahora  se  había  admitido),  ó  esas  variantes  que  ofrece  de 
blandura  ó  dureza  y  de  grandor  ó  pequenez,  no  son  puros  accidentes, 
sino  manifestaciones  que  afectan  al  modo  de  ser  íntimo  de  la  lesión;  ó 
nada  significa  que  aparezcan  en  diferentes  órganos  esas  agrupaciones 
celulosas,  que  como  pequeños  organismos  crecen,  se  desarrollan  y  ter- 
minan por  la  caseificación  ó  por  la  esclerosis,  ó  deben  existir  grandes 
diferencias  entre  los  tubérculos  grandes,  blandos  y  amarillos  de  la  pul- 
monía llamada  caseosa  y  las  masas  grises,  más  pequeñas  y  más  duras 
que  se  encuentran  en  la  tisis  tuberculosa  que  podríamos  llamar  ya  tisis 
histórica  ó  tradicional. 

Y  añadí,  que  la  clínica  permite  apreciar  grandes  diferencias  éntrelas 
tisis  pneumónicas  y  las  tisis  tuberculosas;  diferencias  de  origen  indi- 
vidual, de  causa,  de  modo  de  empezar,  de  evolución,  de  sitio,  de  termi- 
naciones y  de  curabilidad;  y  si  todo  esto  viene  confirmado  por  la  expe- 
riencia de  cada  día,  forzoso  es  admitir  no  ya  la  multiplicidad  de  tísicos, 
bajo  el  punto  de  vista  clínico,  sino  lesiones  distintas  en  uno  y  en  otro 
caso. 

Es  un  error  creer  que  se  ha  pronunciado  la  última  palabra  acerca  de 
la  natu^raleza  de  la  tisis,  y  mientras  no  se  alcance  una  exacta  correlación 
entre  las  lesiones  y  los  síntomas,  quedará  demostrada  la  necesidad  de 
nuevas  investigaciones.  En  este  sentido  habló  también  el  Dr.  Manzane- 
que  con  su  habitual  elocuencia,  y  muchos  fueron  los  miembros  del  Con- 
greso que  en  tal  asunto  discreparon  del  criterio  de  Grancher,  de  Cazaux 
y  de  otros  representantes  de  la  Escuela  francesa. 

Diag^Qóstico  de  la  taberculosis. 

Nuevamente  el  Dr.  Grancher  ocupó  la  atención  del  Congreso,  para 
demostrar  hasta  qué  punto  es  posible  el  diagnóstico  de  la  tuberculosis 
pulmonar  en  los  primeros  momentos  de  su  evolución.  A  nadie  se  ocul- 
tará la  importancia  del  caso,  porque  si  en  algún  periodo  pueden  acari- 
ciarse esperanzas  de  curación  es  el  inicial. 

Considera  aquel  patólogo  que  durante  algunos  meses  y  aún  en  el 
transcurso  de  algunos  años,  el  único  signo  que  puede  apreciarse  es  una 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA.  393 

alteración  del  tono  respiratorio.  Primero  se  altera  la  inspiración  que  la 
expiración:  el  soplo  respiratorio  pierde  su  suavidad  y  vuélvese  áspero  y 
rudo;  el  tono  inspiratorio  queda  más  bajo  viniendo  á.dar  el  re  de  la  cuer- 
da libre  del  violón,  al  paso  que  en  la  expiración  se  percibe  un  tono  qie 
responde  al  do.   . 

Estos  fenómenos  estetoscópicos,  localizados  en  uno  ó  en  ambos  vér- 
tices, anteceden  de  mucho  á  la  expiración  prolongada  y  á  la  resonancia 
de  la  voz  y  á  la  submacidez  y  á  los  demás  síntomas  de  exploración  di- 
recta que  pueden  apreciarse  en  el  período  de  evolución  de  la  tubercu- 
losis. 

Extirpación  total  del  útero. 

La  ha  practicado,  aunque  sin  éxito,  el  distinguido  cirujano  Dr.  D.  Fe- 
derico Rubio,  y  sobre  tal  asunto  ocupó  la  atención  del  Congreso  con  la 
lectura  de  una  Memoria  perfectamente  escrita  y  muy  bien  pensada. 

Cree  el  Dr.  Rubio  que  en  todo  carcinoma  y  sarcoma  de  la  matriz  debe 
recurrirse  á  la  extirpación  total  de  ésta,  como  único  medio  probable  de 
curación,  siempre  que  los  tumores  se  encuentren  limitados  y  circuscri- 
tos  á  ella  ó  que  no  haya  alguna  causa  bastante  poderosa  de  contraindi- 
cion.  Opina  también  porque  se  desechen  los  más  de  los  procedimien- 
cas  operatorios  seguidos  hasta  aquí,  especialmente  el  de  Freund,  por 
considerarlos  complicados  y  difíciles,  y  propone  sencillamente  com- 
prender el  útero  entre  cuatro  ligaduras  elásticas,  dos  laterales,  una  an- 
terior y  otra  posterior,  aconsejando  la  conveniencia  de  aplicar  un  tubo 
de  zinc  ó  de  platino  sobre  las  ligaduras  elásticas,  con  el  objeto  de  evitar 
la  nueva  cicatrización  de  las  partes  seccionadas. 

Intervino  en  el  debate  el  profesor  de  la  Universidad  central  Dr.  Gó- 
mez Torres,  no  precisamente  para  hacer  la  critica  del  Manual  operato- 
rio empleado  por  el  Dr  Rubio,  sino  para  demostrar  que  en  su  sentir  se 
trata  de  una  operación  que  debe  ser  desechada  en  absoluto,  siempre  que 
con  ella  se  pretenda  la  curación  del  cáncer  uterino,  á  lo  cual  contestó  el 
autor,  que  dada  la  impotencia  absoluta  del  arte,  cuando  la  curación  se 
fía  á  los  medios  terapéuticos  comunes,  y  supuesto  que  las  estadísticas 
no  demuestran  que  la  extirpación  total  de  la  matriz  sea  mortal  de  nece- 
sidad, él  está  dispuesto  á  continuar  operando,  á  pesar  de  que  hasta 
ahora  no  haya  logrado  el  fin  que  se  propuso,  ya  que  la  propagación  del 
cáncer  uterino  se  opera  de  célula  á  célula,  y  como  por  continuidad  de 
tejido  y  no  por  las  vías  de  absorción  linfática,  como  sucede  en  el  de  la 
mama;  es  por  tanto  más  fácil,  decia,  sorprender  el  cáncer  de  la  matriz 
en  una  época  de  perfecto  aislamiento  que  autorice  un  acto  operatorio. 

(Continuará,) 


394  ENDOMETHTU  SUPURADA. 

BNDOMETRITIS  SUPURADA. 

■rr»ta.mlexito  tx^r  el  le^TraLdo  uterino, 

POR  D.  Arturo  Masoti  Arroyo. 


La  metritis  paerpera),  estudiada  como  entidad  patológica  aislada,  es 
en  ciertos  casos  de  diagnóstico  difícil.  Las  varias  complicacioDes  que 
pueden  acompañarla,  las  diversas  concomitancias  que  á  ella  se  asocian, 
son  obstáculos  insuperables  para  asentar  un  diagnóstico  seguro.  Bien 
dijo  Chomel  cuando  expuso  que  la  metritis  puerperal  es  generalmente 
una  afección  complexa,  particularmente  en  las  epidemias  violentas;  por- 
que la  sintomatologia  especial  que  la  caracteriza  viene  oscurecida  á 
veces  por  síntomas  pertinentes  á  otras  enfermedades,  como  la  flelútis, 
linfagitis,  peritonitis,  etc.,  que  bien  pronto  añaden  sos  ditersas  expresio- 
nes á  las  manifestaciones  de  la  flegmasía  uterina. 

La  situacicm  topográfica  que  la  matriz  ocupa  en  el  territorio  orgánico, 
su  vecindad  con  tejidos  y  órganos  importantes,  su  constitución  anató- 
mica especial,  el  importante  papel  que  desempeña  en  el  embarazo,  y  por 
último,  el  brusco  cambio  que  se  opera  en  sus  dimensiones  después  del 
parto,  son  causas  abonadas  para  explicar  de  un  modo  satisfactorio  eso 
funesto  cortejo  de  enfermedades  graves  que  suelen  acompañarla,  escure* 
ciefKlo  los  caracteres  sintomáticos  que  la  distinguen. 

Empero,  á  pesar  de  esta  complexidad  fenomenal  reconocida,  la  me- 
tritis puede  manifestarse  aislada  con  su  expresión  sindrómica  especial, 
por  más  que  sea  imposible  precisar,  bajo  el  concepto  clínico,  si  la  fleg- 
masía reside  en  la  capa  musculosa,  constituyendo  la  idiometrítis  propia- 
mente dicha,  si  se  manifiesta  en  el  tejido  celular  que  rodea  al  útero,  oca- 
sionando la  exometritis  ó  para-metritis  de  Yirchow,  ó  si  el  proceso  infla- 
matorio se  insinúa  en  la  mucosa,  dando  origen  á  la  endometritis* 

Haremos,  sin  embargo,  una  excepción  para  esta  última  por  ser  de 
más  fiicil  diagnóstico,  dada  su  frecuencia  y  los  fenómenos  particulares 
que  la  caracterizan,  aunque  sea  á  su  vez  confundible,  en  ciertos  casos, 
con  la  metritis  flebitica,  angioleucítica,  etc.,  que  pueden  bastardear  su 
naturaleza. 

Así,  pues,  al  hablar  de  metritis  puerperal  como  patólogos,  tenemos 
que  admitir  varias  especies  según  que  la  flegmasía  radique  en  este  ó  el 
otro  punto  dei  útero^  como  así  mismo  reconocer  distintas  formas;  pues 
la  anatomía  patológica  ha  demostrado  que  la  idiometrítis,  exometritis  y 
endometritis ,  pueden  ser  supurativas,  necrobióticas  y  gangrenosas, 
según  el  período  en  que  se  encuentre  la  evolución  flegmásica;  más  si 
consideramos  á  la  metritis  como  clínicos,  no  podemos  admitir  masque  la 
inflamación  en  conjunto  del  útero,  toda  vez  que  no  poseemos  suficientes 
elementos  para  establecer  las  bases  de  una  semeiologia  diferencial,  que 
de  algún  modo  nos  manifieste  las  diversas  formas  anatómicas  existentes. 

He  dicho  antes  que  habia  que  hacer  una  excepción  para  la  endome- 
tritis, y  en  efecto:  recordando  el  papel  que  juega  la  mucosa  uterina  du- 
rante la  evolución  del  huevo,  principalmente  en  el  punto  de  la  implan-' 


ENDOMBTRITIS  SUPURADA.  395 

taclon  placentaria;  fijándose  en  las  diferentes  modificaciones  que 
experimenta  á  contar  desde  el  alumbramiento  hasta  que  desaparece  por 
exfoliación  lenta  para  ser  reemplazada  por  la  mucosa  de  nueva  forma- 
ción; habida  razón  de  las  posibles  lesiones  que  puede  acarrear  el  trabajo 
del  parto,  aún  sin  la  intervención  quirúrgica,  en  esa  porción  de  mucosa 
destinada  á  servir  de  emuntorio  al  flujo  loquial,  fácilmente  podrá  com- 
prenderse el  estado  de  oportunidad  morbosa  en  que  se  encuentra,  para 
qoe  se  despierte  en  ella  un  proceso  floglstico  más  ó  menos  alarmante. 
l?of  eso  la  inflamación  de  la  mucosa  uterina  es  sin  duda  alguna  la  que 
más  ordinariamente  se  presenta  á  nuestra  observación,  sirviendo  de 
punto  de  partida,  muchas  veces,  para  la  propagación  de  la  flegmasía  al 
(ejido  propio  de  la  matriz  ó  de  sus  envolturas,  como  así  mismo  de  loi^ 
vasos  sanguíneos  y  linfáticos  que  por  ella  serpean,  dando  lugar  á  serias 
complicaciones. 

No  quiere  esto  decir  que  yo  afirme  que  sea  siempre  la  endometritis  el 
foco  de  la  irradiación  fiegmásica:  al  contraria;  la  endometritis  podrá 
manifestársenos  algunas  veces  como  hecho  clínico  aislado,  mientras  que 
la  metritis,  sea  de  la  forma  que  quiera,  acarrea  siempre  la  inflamación 
de  la  mucosa  uterina  envolviéndola  en  el  proceso  patológico.  Este  hecho, 
demostrado  por  la  anatomía  patológica,  sirve  de  evidente  prueba  para 
sosten^  la  complexidad  fenomenal  de  la  metritis,  pues  cuando  se  mani« 
fle$ta,  aunque  sea  exenta  de  complicaciones,  invade  por  lo  menos  el  te« 
jido  de  la  mucosa,  mientras  que  la  endometritis  puede  aparecer  aislada 
sin  invadir  el  tejido  propio  de  la  matriz. 

Al  hablar  de  metritis,  desde  luego  se  comprenderá  que  me  refiero  á  la 
inflamación  del  tejido  propio  de  la  matriz  ó  sea  á  la  idiometritis,  pues  de 
otro  modo  no  podrian  comprenderse;  dentro  del  criterio  clínico,  estas 
diferencias,  toda  vez  que  he  dejado  sentado  que  en  la  clínica  la  metritis 
es  manifestación  unívoca,  más  ó  menos  alarmante  y  grave,  según  su 
intensidad  y  naturaleza. 

£1  dolor  provocado  por  la  presión  de  la  mano  sobre  la  región  hipo^ 
gástrica,  el  aumento  de  volumen  más  ó  menos  exagerado  que  tiene  la 
matriz,  el  calofrío  inicial  que  se  presenta  en  las  puérperas,  la  elevación 
de  la  cifra  térmica,  etc.,  son  síntomas  característicos  de  la  metritis  ais- 
lada y  libre  de  complicaciones;  pero  estos  síntomas  son  genéricos  para 
todas  las  formas  de  la  metritis,  si  bien  su  mayor  ó  menor  intensidad 
ponen  al  práctico  en  camino  de  establecer  con  acierto  un  diagnóstico 
diferencial  aproximado. 

Si  en  una  enferma  se  presenta,  por  ejemplo,  el  cuadro  sintomático 
expuesto,  pero  revistiendo  caracteres  de  poca  gravedad,  y  á  esto  se  añade 
una  supuración  loquial  rosada  y  fétida,  claro  se  está  que  más  bien  pensa- 
remos en  la  existencia  de  una  endometritis  febril,  que  en  la  de  una  me- 
tritis parenqúimatosa,  y  menos  aún  en  la  de  una  metritis  flébitica,  ne- 
crobíótica  ó  gangrenosa;  porque  estos  procesos,  confundidos  unos  con 
otros,  presuponen  una  gravedad  alarmante,  que  no  ofrece,  ni  con  mucho, 
la  inflamación  de  la  mucosa  uterina,  cuando  viene  libre  de  complica- 
ciones. 

No  siempre  es  fácil  hacer  un  deslinde  tan  perfecto  de  los  síntomas  que 
envuelven  estas  enfermedades  por  las  razones  que  he  indicado  ante- 


396  ENDOMETRITIS  SUPURADA. 

riormente;  pero  la  inteligencia  del  médico,  ilustrado  por  los  anteceden- 
tes de  la  enferma  y  por  el  desarrollo  particular  del  proceso  morboso,  ha 
de  vencer  estas  dificultades,  á  fín  de  formular  un  diagnóstico  lo  más 
exacto  posible  para  instituir  una  terapéutica  racional  y  provechosa. 

Después  de  estas  consideraciones,  fruto  de  las  observaciones  recogidas 
en  el  decurso  de  mi  corta  vida  médica,  voy  á  referir  sumariamente  el 
caso  clínico  que  motiva  este  escrito. 

Josefa  N.,  natural  del  Algar,  dio  áMuz  en  el  último  dia  de  Agosto  un 
feto  de  término  bien  nutrido,  y  acto  continuo  tuvo  lugar  el  alumbra- 
miento sin  incidente  alguno  desfavorable. 

Según  costumbre  del  país,  abandonó  el  lecho  á  los  tres  dias,  y  no  sa- 
tisfecha con  el  exceso  cometido,  llegó  su  imprudencia  hasta  el  extremo 
de  entregarse  á  las  faenas  domésticas.  En  la  noche  del  dia  quinto,  le 
acometió  una  fiebre  violenta,  cefalalgia,  quebrantamiento  general,  vó- 
mitos y  sed  intensa,  fenómenos  que  la  alarmaron  sobremanera  obligán- 
dola á  meterse  en  cama. 

Al  dia  siguiente  fué  reclamada  mi  asistencia  y  encontré  á  la  enferma 
en  decúbito  supino;  el  vientre  mostrábase  algo  sensible  á  la  presión, 
particularmente  hacia  la  región  hipogástrica,  donde  se  percibía  el  globo 
uterino,  aún  no  del  todo  retraído.  Las  radiales  latían  90  veces  por  minuto, 
la  lengua  presentaba  una  ligera  capa  saburrosa  en  la  base  y  nin  color 
rojo  en  los  bordes  y  punta,  la  sed  se  hallaba  aumentada,  y  el  flujo  loquial, 
pobre  al  principio,  era  entonces  abundante  y  rojizo,  exhalando  un  olor 
nauseabundo  y  repugnante. 

W  Los  vómitos,  que  en  la  noche  anterior  formaban  parte  del  cuadro  sin- 
tomático, habían  cesado  por  completo;  la  cefalalgia  era  menos  violenta, 
y  el  vientre  se  ofrecía  á  Ja  observación,  flácido,  depresible,  y  no  tim- 
pánico. 

Ante  la  lenidad  de  estos  síntomas,  sospeché  que  la  supuración  loquial 
tan  abundante  y  fétida  debia  ser  la  expresión  de  una  endometritis  febril, 
pues  por  entonces  no  se  ofrecían  suficientemente  intensos  los  síntomas 
locales  ni  generales  para  admitir  una  metritis  flebítica  ó  angioleucítica, 
ni  mucho  menos  la  gangrena  parcial  de  cualquier  punto  del  útero,  como 
hubiera  podido  creerse  á  juzgar  por  la  fetidez  de  los  líquidos  exhalados. 

La  matriz,  por  otra  parte,  no  presentaba  ese  abultamiento  tan  con- 
siderable propio  de  la  inflamación  parenquimatosa  de  dicho  órgano,  y 
que  algunos  atribuyen  á  la  tumefacción  de  sus  paredes,  sino  que  ofrecía 
un  ligero  aumento  de  volumen,  debido  sin  duda  á  la  falta  de  retracción 
de  los  planos  musculares,  que  habrían  suspendido  el  trabajo  de  involu- 
ción, á  causa  de  la  inflamación  desarrollada  en  la  mucosa. 

Como  que  la  fetidez  de  los  loquios  implica  un  trabajo  de  descompo- 
sición especial,  que  puede  originar  serias  complicaciones,  ya  por  la  pro- 
pagación de  la  flegmasía,  ya  por  la  absorción  de  esos  productos,  ó  ya 
por  la  posibilidad  de  que  ocasionen  un  auto-envenenamiento,  infectando 
el  aire  que  respira  la  puérpera,  había  de  pensar  lo  primero  en  un  modi- 
ficador terapéutico  que,  obrando  directamente  sobre  el  foco  supurativo, 
lo  corrigiera  en  parte,  evitando  ulteriores  riesgos  para  la  vida  de  la  en- 
ferma. 

Esta  era,  en  mi  concepto,  la  indicación  principal,  puesto  que  los  sía* 


; 


BÑÜOMEtRlTlS  SUPURADA.  39T 

toíñas  dolor  y  fiebre  se  hallaban  subordinados  al  proceso  flogistico,  y  no 
liabian  de  desaparecer  de  un  todo  hasta  que  la  ñegmasía  rebajara  en 
intensidad.  Sin  embargo,  les  consagré  igualmente  mi  atención.  Como  la 
innamacion  no  se  puede  yugular  por  el  plan  antiflogístico,  según  se  des- 
prende del  conocimiento  que  tenemos  del  proceso  inflamatorio,  no  pensé 
corregir  la  enfermedad  por  este  método,  limitándome  solo,  para  llenar  el 
cuadro  de  las  indicaciones,  á  conibatir  el  elemento  dolor  mediante  los 
tópicos  calmantes,  y  á  corregir  el  mal  estado  de  las  vías  gástricas  á  favor 
de  ün  laxante  ligero.  Pero  donde  estaba  fija  mi  idea,  era  en  las  inyec- 
ciones intra-uterinas,  de  las  que  me  prometía  un  resultado  satisfactorio. 
Habia  tenido  ocasión  de  ensayar  este  método  en  otro  caso;  le  había  visto 
emplear  dos  veces  con  buen  éxito,  y  esto,  unido  á  los  favorables  informes 
que  de  ellas  dan  prácticos  renombrados  como  Tripe,  Avrard,  Tonnelé, 
Hervieux,  etc.,  me  decidí  á  emplearlas,  á  pesar  de  no  tener  en  mi  pe- 
queño arsenal  quirúrgico  la  sonda  de  Avrai*d,  tan  conveníelite  para  estos 
casos. 

La  primera  vez  que  tuve  ocasión  de  ensayar  este  medio  lo  hice  con 
una  «onda  ad  hoc,  formada  por  dos  sondas  de  goma  del  número  dO  con* 
venientemente  unidas  á  favor  de  una  hebra  de  seda;  y  así  dispuestas» 
obtuve  una  sonda  de  doble  corriente  que  me  prestó  muy  buenos  serví* 
gíos,  y  cuyo  recuerdo  acudió  a  mi  mente  tan  luego  como  pensé  en  las 
inyecciones  intra- uterinas. 

La  naturaleza  del  liquido  de  .inyección  es  variable:  en  la  historia  de 
estas  inyecciones  figuran  varios  agentes  introducidos  en  la  cavidad  de 
la  matriz  con  distintos  fines.  Tripe  empleó  en  una  metritis  metrorrágica 
una  solución  de  ácido  tánico,  en  la  proporción  de  2  decigramos  por  30 
gramos  de  agua.  Sthrol  daba  la  preferencia  al  ioduro  de  hierro  á  la  dosis 
de  2  á  4  decigramos  por  500  gramos  de  vehículo  acuoso.  Becquerel  ha 
usado,  con  mal  éxito,  las  inyecciones  con  la  sal  de  plata. 

El  agua  clorurada  y  el  hipo- clorito  sódico,  también  se  han  usado  en 
bastantes  casos;  pero  yo  di  la  preferencia  al  ácido  carbólico,  empleándolo 
á  la  dosis  de  tres  decigramos   para  140  gramos  de  infuso  de  manzanilla. 

Para  hacer  la  inyección,  coloqué  á  la  enferma  en  la  posición  conve- 
niente y  con  el  dedo  índice  busqué  el  hocico  de  tenca,  deslizando  la  son- 
da á  lo  largo  de  mi  dedo  hasta  llegar  al  orificio  externo  del  cuello,  desde 
donde  la  hice  pasar,  á  favor  de  suaves  impulsiones,  al  istmo  cervical,  y 
después,  á  la  cavidad  del  útero. 

Apliqué  al  orificio  superior  de  la  sonda  la  cánula  de  una  jeringuilla 
de  cristal,  y  en  varias  veces,  pero  sin  dar  muchas  treguas,  introduje  los 
i¿0  gramos  de  la  inyección. 

Por  la  vulva  y  por  el  orificio  de  la  rama  libre  de  la  sonda,  fluia  un 
líquido  purulento,  sanioso,  de  una  fetidez  insoportable  y  de  un  color  ro- 
sado oscuro. 

-  Por  aquel  dia  no  me  atreví  á  insistir.  Al  siguiente,  practiqué  dos  in- 
yecciones, una  por  la  mañana  y  otra  por  la  tarde,  sin  otra  novedad  que 
un  ligero  alivio  de  los  síntomas  locales  y  generales.  Continué  las  inyec- 
ciones, y  á  los  seis  dias,  la  fiebre  era  tan  insignificante  que  solo  presen- 
taba ligeros  recargos  vespertinos. 

El  dolor  abdominal  y  la  cefalalgia  habían  cesado;   los  loqu ios  eran 


398  ENDOHETRITIS  SUPURADA. 

menos  abundantes,  poco  fétidos  y  de  carácter  sero-purulento.  Al  prin- 
cipio ofrecia  la  matriz  una  longitud  de  diez  centímetros,  hecha  la  men- 
suracion  con  la  sonda;  presentaba  en  este  dia  un  diámetro  vertical  de 
seis  centímetros,  cuya  reducción  explicaba  perfectamente  la  mejoría  que 
se  estaba  notando.  El  dia  9  el  estado  general  y  local  eran  mucho  más 
satisfactorios:  el  cateterismo  casi  imposible  por  el  estrechamiento  del 
cuello.  El  movimiento  de  retracción  del  órgano  habia  sido  tan  rápido 
que  casi  lo  redujo  á  sus  dimensiones  normales. 

£1 10,  se  suspenden  las  inyecciones  por  hacerse  diñcilísima  la  intro- 
ducción de  la  sonda  y  queda  la  enferma  sujeta  á  la  aplicación  diaria  de 
tres  lavativas  vaginales  con  el  cocimiento  quinado,  hasta  el  dia  15,  que 
se  la  dio  de  alta  dejándola  en  un  estado  satisfactorio. 

•      * 

El  caso  práctico  referido  y  otro  que  tengo  apuntado  en  mis  notas  clí- 
nicas, son  una  prueba  fehaciente  de  la  utilidad  de  las  inyecciones  intra- 
uterinas en  el  tratamiento  de  la  endometritis.  Sin  embargo,  sobre  este 
asunto  hay  que  establecer  algunos  distingos.  Las  inyecciones  intra-ute- 
riñas  irán  seguidas  de  inocuidad,  cuando  se  practiquen  prudencial  y 
precavidamente  con  líquidos  cuya  naturaleza  no  sea  altamente  irritan- 
te, para  que  fácilmente  las  soporte  la  mucosa  sin  protestar  de  sh  contac- 
to, pues  esta  protesta,  seria  quizás  la  sentencia  de  muerte  para  la  enfer 
ma  promulgada  por  las  leyes  orgánicas,  y  el  descrédito  para  el  médico 
y  su  arte. 

Yo  no  veo  justificada  en  modo  alguno  la  práctica  de  algunos  médicos 
que  han  inyectado  en  la  cavidad  de  la  matriz  soluciones  más  ó  menos 
concentradas  de  nitrato  argéntico,  aunque  fuera  con  el  laudable  fin  de 
cohibir  una  violenta  hemorragia.  El  descrédito  á  que  han  estado  conde- 
nadas por  algún  tiempo  este  género  de  inyecciones,  no  reconoce  más 
causa  que  los  casos  desgraciados  que  han  seguido  á  ciertas  tentativas 
temerarias. 

Desde  que  Récolin  aconsejó  las  inyecciones  como  medio  de  tratamien- 
to para  desembarazar  la  matriz  de  ciertos  residuos  detenidos  en  su  inte- 
rior, hasta  nuestros  dias,  han  sido  motivo  de  acaloradas  controversias; 
pues  mientras  unos  las  han  practicado  con  verdadera  prodigalidad,  otros 
las  han  proscrito  con  el  más  riguroso  absolutismo,  fundándose  todos  en 
los  resultados  prósperos  ó  adversos  obtenidos  en  la  práctica. 

Es  indudable  que  las  inyecciones  intra-uterinas  han  ido  seguidas 
muchas  veces  de  accidentes  desagradables  y  funestos  para  las  pobres 
enfermas  sometidas  á  este  género  de  tratamiento;  pero  no  es  menos  cierto 
que  esos  casos  son  verdaderamente  excepcionales,  puesto  que  la  esta- 
dística demuestra  una  multitud  de  hechos  en  los  cuales  el  lavado  uteri- 
no no  ocasionó  peligros  de  ningún  género,  sino  por  el  contrario,  una 
mejoría  notable,  cuando  no  completa,  de  la  enfermedad  que  se  inten- 
taba combatir. 

Por  eso  creo  exageradas  las  ideas  de  Trousseau,  cuando  dice,  que  las 
inyecciones  dirigidas  al  interior  de  la  matriz  acarrean  graves  peligros, 
y  más  exageradas  aún  las  frases  de  Becquerel,  al  manifestar  que  ningún- 
médico  prudente  debe  practicarlas;  pues  la  experimentación  clínica  ha 


RN*D«ÍETAITIS  SUPURADA.  B99 

dada  su  fallo  sobre  este  asunto,  y  colocado  á  buena  altura  la  reputación 
de  este  tratamiento. 

Sin  descender  á  ciertos  detalles  referentes  á  la  historia  de  dichas  in- 
yecciones, debo  manifestar  que  el  lavado  uterino,  como  tratamiento  de 
la  endo-metritis,  es  de  reconocida  utilidad  en  la  generalidad  de  los  casos, 
siempre  que  se  guarden  ciertas  precauciones  relativas  á  la  naturaleza 
del  líquido  de  inyección,  al  manual  operatorio,  y  á  las  condiciones  espe- 
ciales de  la  enferma. 

Todos  sabemos  que  el  líquido  inyectado  ha  sido  para  cada  indicación 
de  naturaleza  distinta,  y  que  desde  el  agua  clara  hasta  las  soluciones 
más  ó  menos  astringentes  y  cáusticas,  se  han  llevado  al  interior  de  la 
matriz  con  un  fin  terapéatieo,  lo  cual  puede  dar  perfecta  cuenta  de  los 
casos  desgraciados  que  se  registran  en  la  historia  de  estas  inyeccionesr. 

Un  liquido  demasiado  astringente,  por  ejemplo,  paede  ocasionar  una 
contracción  de  los  vasos  capilares  fugaz  ó  duradera,  según  la  concen- 
ti'acion  del  liquido  y  el  tiempo  que  esté  en  contacto  con  la  mucosa,  cuya 
contracción  irá  seguida  de  una  reacción  operada  en  la  red  vascular,  que 
fácilmente  puede  determinar,  á  poco  que  se  acentúe,  un  estado  hiperé- 
mico  ó  flegmásico  que  seria  contraproducente  á  los  fines  de  la  medi- 
cación. 

Un  liquido  demasiado  cáustico  pudiera  también  producir  una  infla- 
mación sustitutiva  tan  enérgica,  que  pasando  los  limites  terapéuticos 
llegase  á  constituir  un  proceso  patológico  alarmante  y  tal  vez  de  diñcii 
correctivo. 

Por  esto  la  naturaleza  del  liquido  inyectado  debe  ser  cuestión  de  de- 
tenido examen,  á  fin  de  que  el  medio  terapéutico  no  se  convierta  en 
concausa  morbosa  dando  lugar  á  ciertas  complicaciones.  Guando  las 
soluciones  que  forman  al  liquido  de  inyección  no  sean  exageradamente 
concentradas,  y  se  llenen  por  otra  parte  las  debidas  precauciones,  tanto 
en  la  posición  de  la  paciente  como  en  la  manera  de  hacer  la  inyección, 
no  ofrece  seguramente  el  lavado  uterino  los  peligros  que  se  le  han  que- 
rido atribuir. 

Si  bien  la  matriz  comunica  con  el  peritoneo  mediante  las  trompas,  y 
hay  por  este  hecho  posibilidad  de  que  pase  la  inyección  á  la  cavidad  de 
la  serosa,  hoy  no  es  casi  temible  este  accidente,  haciendo  la  operación 
con  una  sonda  de  doble  corriente,  que  impida  la  detención  del  líquido 
en  el  interior  de  la  cavidad  uterina. 

Además,  la  posición  declive  en  que  se  coloca  la  matriz  durante  el  de- 
cúbito supino  de  la  operada,  favorece  la  salida  del  líquido  que  viene  al 
orificio  de  la  sonda  arrastrado  por  su  misma  gravedad,  debiendo  solo 
tener  cuidado  en  no  impulsar  con  demasiada  violencia  el  émbolo  de  la 
jeringa,  para  que  la  inyección  penetre  con  suavidad,  dando  treguas  á 
que  salga  por  la  otra  rama  de  la  sonda  y  por  el  orificio  del  cuello,  pues 
el  líquido  retenido  en  la  matriz  pudiera  distender  sus  paredes  ocasio- 
nando sucesos  desagradables. 

Después  de  estas  precauciones  previas,  creo  serán  raros  los  acciden- 
tes que  haya  que  lamentar  con  este  tratamiento,  hoy  tan  generalizado  y 
difundido  por  prácticos  eminentes,  que  alejados  de  todo  género  de  preo- 
cupaciones, han  sabido  valorar,  con   acertado  criterio  y  tacto  clínico. 


400  líAllÍA  AGUDA.  CURACIÓN. 

las  ventajas  que  proporciona  en  la  terapéutica  de  ciertas  enfermedades 
de  la  matriz. 

Yo,  por  mi  parte,  humilde  cronista  de  estos  hechos,  solo  puedo  publi- 
carlos para  estimular  á  mis  dignos  comprofesores  á  que  ensayen  este 
método  terapéutico  cuando  la  ocasión  se  les  muestre  propicia,  á  fin  de 
que  salga,  cual  merece,  del  olvido  á  que  le  han  condenado  sus  malos  an- 
tecedentes. 

Estrecho  de  S.  Ginés.— Murcia.  -Enero  1832. 


^^^s^^^^^t^*^ 


manía  aguda.  Curación. 

POR  D.  Isidro  Calvet, 

Médico  del  Manicomio  de  S,  Baudilio  de  Llobregat. 


N.  N.,  de  edad  22  años,  de  la  región  meridional  de  España,  soltero, 
temperamento  esencialmente  nervioso,  buena  constitución  y  sin  idiosin- 
crasia conocida,  ingresó  en  Setiembre  de  188i. 

En  un  período  semilúcido  que  presentó,  pudimos  recoger  los  datos 
oliológicos  siguientes:  no  había  sufrido  otras  enfermedades  que  las  pecu- 
liares de  la  infancia.  Su  padre  había  tenido,  en  el  trascurso  de  8  años, 
(los  accesos  que,  según  los  datos  adquiridos,  calificamos  de  manía  agu- 
da. La  poca  intensidad  y  duración  de  los  mismos  no  exigieron  el  aisla- 
miento del  enfermo.  Dos  años  después  del  último  ataque,  y  á  los  60  de 
edad,  el  padre  falleció  de  una  enfermedad  común.  En  los  demás  indivi- 
duos de  su  familia  no  existían  antecedentes  que  permitieran  suponer 
que  alguno  de  ellos  '^hubiera  padecido  enfermedad  mental  ú  otra  de  los 
centros  nerviosos  (epilepsia,  histerismo,  corea,  etc.). 

Hace  algunos  meses  que  N.  N.,  por  la  clase  de  trabajos  á  que  se  de- 
dicaba, hubo  de  permanecer  bastantes  horas,  durante  algunos  días,  bajo 
la  influencia  de  un  sol  intenso,  desde  cuya  época  empezó  á  notarse  en 
él,  cambios  y  alteraciones  en  el  carácter  que  obligaron  á  trasladarle  á  un 
lio.^pital,  para  serlo,  más  adelante,  á  este  Instituto-manicomio. 

A  su  ingreso  notamos  en  el  enfermo  tendencia  insólita  á  la  movili- 
dad, caracterizada  por  movimientos  como  convulsivos  que,  á  pesar  de  los 
esfuerzos  para  dominarse,  no  podía  reprimir,  á  consecuencia  de  lo  cual 
había  enflaquecimiento  y  palidez  del  rostro.  La  mirada  era  viva  é  in- 
quieta, había  inyección  conjuntíval,  contracción  pupilar,  voluvilidad  é 
incoordinación  de  ideas  é  indeterminación  de  los  juicios.  La  lengua  esta- 
ba cubierta  por  una  capa  saburral;  según  dijo  el  paciente,  hacia  3  ó  4 
días  que  no  había  defecado,  extreñímiento  que  ya  era  habitual;  la  respi- 
ración regular;  el  pulso  algo  frecuente  y  contraído;  las  demás  funciones 
se  verificaban  con  bastante  normalidad. 

Ya  á  primera  vista  podía  conocerse  que  el  estado  en  que  se  encon- 
traba el  paciente  era  solo  el  preludio  de  lo  que  había  de  ser.  El  escaso 
dominio  que  sobre  sí  tenía,  aún  era  probable  desapareciera  para  dar  lu- 
gar á  que  se  presentaran  una  serie  de  síntomas  que  no  nos  dejarían 
duda  de  la  naturaleza  del  padecimiento. 


MANÍA  AGUDA.  CURACIÓN.  401 

Duruiite  los  primeros  dias,  solo  se  observó  de  notable  un  ligero  au- 
mento gradual  de  los  síntomas  ya  presentados.  Con  todo,  no  tardó  á  es- 
tallar el  acceso,  que  no  fué  bastante  á  prevenir  el  tratamiento  seguido. 

Será  preciso  que  hagamos  alguna  repetición  para  trazar  el  cuadro  de 
síntomas  que  se  manifestaron  durante  este  periodo:  mayor  incoherencia 
en  las  ideas,  desorden  completo  en  los  pensamientos,  incapaz  de  íljar  la 
atención  en  nada,  iba  bruscamente  de  un  objeto  á  otro,  necesidad  ince- 
sante de  movimientos,  paseándose  horas  enteras  por  su  habitación  con 
actividad  febril,  pronunciando  frases  desordenadas  y  sin  que  dominara 
en  ellas  ninguna  idea  fija,  perversión  de  los  sentimientos  afectivos,  sus- 
ceptibilidad extrema,  entregándose,  con  facilidad  y  por  el  más  leve  mo- 
tivo, á  actos  impulsivos  y  violentos,  desjgarrando  sus  ropas,  negándose  á 
tomar  alimentos  y,  para  completar  el  cuadro,  sufriendo  pertinaces  in- 
somnios. 

Ante  este  estado  de  agitación,  natural  era  que  también  se  perturbara 
el  resto  del  organismo:  el  enflaquecimiento  aumentaba  cada  dia,  la  len- 
gua muy  seca,  sed  viva,  digestiones  laboriosas,  extreñimiento,  pulso 
bastante  frecuente  y  contraído,  estado  que,  á  prolongarse,  hubiera  aca- 
bado indefectiblemente  con  el  enfermo. 

En  esta  situación  pasó  el  enfermo  un  par  de  semanas,  al  cabo  de  las 
cuales  empezaron,  afortunadamente,  á  presentarse  intervalos  de  calma 
relativa;  mejoría  que  fué  progresivamente  acentuándose,  prestándose  ya 
á  tomar  medicinas  y  alimentos,  desapareciendo  los  insomnios;  regulari- 
záronse las  digestiones,  y  la  agitación  maniaca  y  el  enflaquecimiento  fue- 
ron sustituidos  por  la  calma  y  un  relativo  buen  estado  general. 

Curado  el  enfermo  y  después  de  algunos  meses  de  observación,  le  tué 
concedida  el  alta.  Atendiendo  á  la  marcha  que  ha  seguido  la  afección,  al 
descenso  gradual  de  los  fenómenos  morbosos,  y  á  los  datos  obtenidos  de 
su  observación  ulterior,  nos  inclinamos  á  creer  que  la  curación  es  corii- 
pleta.  Como  detalle  interesante  que  nos  afírma  todavía  más  en  la  conclu- 
sión que  acabamos  de  emitir,  conviene  hacer  notar  que  el  enfermo  no 
sólo  reconoce  que  acaba  de  sufrir  una  afección  mental,  sino  que  recuerda 
perfectamente  los  actos  culminantes  que  durante  la  misma  ha  verifí- 
cado. 

Ninguna  duda  queda,  después  de  lo  expuesto,  que  se  ha  tratado  de 
una  manía  aguda,  manía  que  á  su  ingreso  se  encontraba  en  un  período 
de  remitencia  ó  de  invasión,  y  que  puede  haber  tenido  por  causa  oca- 
sional la  insolación  obrando  sobre  un  individuo  ya  predispuesto. 

Para  justificar  el  diagnóstico  basta  recordar  los  síntomas  presentados, 
en  los  cuales  no  vemos  un  delirio  limitado  á  cierto  y  determinado  nú- 
mero de  ideas,  ni  la  falta  de  expresión  ñsiognomónica,  y  tendencia  á  la 
quietud,  ó  ésta  alternada  con  accesos  de  agitación  cual  en  la  estupidez, 
ni  los  síntomas  especiales  y  las  ideas  de  grandeza  de  la  parálisis  gene- 
ral, etc.,  notando  en  cambio  los  propios  de  una  manía  aguda. 

El  tratamiento  seguido  no  ha  podido  ser  más  sencillo.  Debemos  decir 
que  concedemos  á  estos  enfermos  una  importancia  de  primer  orden,  y 
colocamos  siempre  en  primer  lugar  el  tratamiento  moral  y  los  medios 
dietéticos.  A  nuestro  modo  de  ver,  el  aislamiento,  procurando  evitar  to- 
do aquello  que  relacionándose  con  la  índole  de  la  enfermedad  exacerbe 


402  MANÍA  AGUDA.  CURACIÓN. 

al  enfermo,  el  dejar  al  individuo  libre  de  trabas  y  sin  ningún  medio  de 
restricción,  colocándole  solamente  en  condiciones  de  no  poder  dañarse 
ni  á  sí  ni  á  los  demás,  haciéndolo  vigilar  por  personas  que  hayan  estu- 
diado sus  inclinaciones  y  tendencias;  el  cuidado  en  la  elección  de  ali- 
mentos, etc.,  deben  ser  objeto  de  un  estudio  especial.  Tratándose  de 
esta  enfermedad,  la  terapéutica  debe  fundarse  en  el  tratamiento  moral. 
La  parte  de  pura  farmacología,  la  consideramos  como  un  coadyuvante 
si  bien  de  suma  importancia,  y^  en  la  mayoría  de  casos,  indispensable. 
Otro  de  los  medios  empleados  y  que  no  debe  nunca  olvidarse  (teniendo 
siempre  en  cuenta  el  estado  del  enfermo)  es  la  hidroterapia. 

Los  baños  tibios  y  prolongados,  ya  con  chorro  frió  en  la  cabeza,  ya 
simples,  en  relación  con  las  condiciones  del  individuo  y  la  agudeza  de 
la  afección,  obran,  en  general  (siempre  que  no  se  hallen  contraindica- 
dos por  alguna  circunstancia  especial),  de  un  modojsumamente  beneíl- 
cioso.  En  los  primeros  momentos  de  la  inmersión,  el  enfermo  parece 
más  agitado,  grita  y  forcegea  para  salir  del  baño;  pero,  á  medida  que  se 
prolonga,  se  manifiestan  los  efectos  sedantes  en  el  sistema  nervioso; 
rebajan  la  temperatura  y  regularizan  la  circulación.  La  temperatura  del 
paciente,  tomada  antes  de  entrar  en  el  baño  y  algún  rato  después  de  sa- 
lir él,  ha  disminuido  desde  algunas  décimas  á  un  grado.  Con  todo,  no  se 
me  oculta  que  empleados  estos  de  modo  empírico,  y  sin  tener  en  cuenta 
ciertas  condiciones  individuales  ó  lesiones  orgánicas,  pueden  convertirse 
en  motivo  de  funestísimos  efectos,  ó  cuando  menos  de  una  notable  exa- 
cervacion.  Dejando  para  otro  momento  este  estudio  que  merece  ser  tra- 
tado aparte  y  más  detenidamente,  pasemos  al  tratamiento  seguido  del 
cual  nos  hemos  desviado. 

Desde  el  primer  momento  nuestros  esfuerzos  se  dirigieron  á  evitar 
la  exacerbación  que  amenazaba,  para  lo  cual,  y  teniendo  en  cuenta  el 
estado  saburral,  le  fué  administrado  un  emético  (tártaro  estibiado  é  ipeca- 
cuana) del  cual  no  se  obtuvieron  los  resultados  que  deseábamos.  En  vis- 
ta de  ello  y  con  objeto  de  combatir  el  extreñimiento  y  determinar  una 
revulsión  intestinal,  acudimos  á  los  purgantes,  empezando  por  uno  sa- 
lino, y  continuando  más  tarde,  durante  algunos  dias,  con  unas  pildoras 
de  aloes  y  calomelanos,  para  sostener  la  revulsión  y  combatir  directa- 
mente los  síntomas  meningíticos  que  amenazaban.  Más  tarde  se  suspen- 
dió esta  medicación  administrando  solo  el  bromuro  potásico  á  altas  do- 
sis, y  alternando  con  un  baño  tibio  con  chorro  frió  en  la  extremidad 
cefálica. 

Gomo  hemos  visto,  todos  estos  medios  no  fueron  suficientes  para  evi- 
tar que  la  enfermedad  pasara  al  que  podríamos  llamar  segundo  periodo 
ó  de  estado.  Durante  este  tuvimos  que  echar  mano  de  los  calmantes  y 
autiespasmódicos;  el  hidrato  de  doral  á  altas  dosis  unido  á  la  digital, 
las  inyecciones  de  clorhidrato  de  morfina  á  dosis  también  elevadas,  y 
los  baños  ya  mencionados,  pero  más  prolongados  y  frecuentes,  tal  fué  la 
medicación  empleada.  Además  de  este  tratamiento,  era  necesario  vigilar 
las  funciones  intestinales  y  combatir  el  extreñimiento  con  enemas  esti- 
mulantes. 

Desaparecidos  los  síntomas  culminantes  de  exaltación,  procuróse  re- 
constituir aquel  organismo  que  tantos  embates  habia  sufrido^  sometién- 


ANATOMÍA  DB  LOS  CBNTROS  NERVIOSOS.  403 

dple  al  USO  de  los  tónicos  neurosténicos,  corroborantes,  y  una  alimenta- 
ción nutritiva  hasta  que  cesaron  todos  los  vestigios  y,  sufrida  una  larga 
observación,  y  no  dejando  su  estado  físico  y  moral  nada  qne  desear,  fué 
dado  de  alta. 


ínatomia  de  los  centros  nerviosos,  <'> 

POR  EL  Dr.  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


H.— Núcleo  caudal. 

Conocido  por  algunos  sencillamente  con  el  nombre  de  cuerpo  estriado, 
llamado  núcleo  intraventricular  por  los  que  admiten  un  solo  ganglio  for- 
mado por  este  núcleo  y  por  el  lenticular,  recibe  esta  denominación  por 
su  forma  piriforme  ó  piramidal,  felizmente  comparada  por  Charcot  á  una 
coma  ó  una  lágrima  batávica,  siendo  de  advertir  que  su  cola  es  mucho 
más  prolongada  de  lo  que  dicen  los  autores. 

La  parte  más  gruesa  del  núcleo  caudal  se  dirige  hacia  adelante,  y  su 
parte  afílada,  ó  cola,  hacia  atrás.  Está  situado  inmediatamente  por 
encima  del  tálamo  óptico  (fig.  57,  F.  D.),  del  cual  le  separa  un  surco,  que 
aloja  el  vendolete  córneo  y  la  tenia  semicircular.  Dada  su  forma  aplanada, 
tiene  dos  caras  y  dos  bordes:  una  cara  interna,  convexa  y  lisa,  que  cor- 
responde al  ventrículo  lateral;  una  cara  externa,  que  está  en  relación  con 
la  cápsula  interna,  que  separa  á  este  núcleo  del  lenticular;  un  borde 
superior,  que  se  aplica  en  el  seno  formado  por  el  encuentro  de  las  fíbras 
transversales  del  cuerpo  calloso  con  las  ascendentes  de  la  cápsula  in- 
terna, y  un  borde  inferior,  que  viene  á  corresponder  entre  el  tálamo 
óptico  y  la  cápsula  interna.  Estas  relacionos  pueden  observarse  perfec- 
tamente en  el  corte  que  representa  la  fig.  50. 

Guardando  estas  relaciones,  se  ve  que  el  núcleo  caudal  rodea  el 
tálamo  óptico,  al  cual  recibe  en  su  concavidad.  La  extremidad  anterior 
del  núcleo  caudal  (fig.  57,  F.)  se  adelanta  á  la  del  tálamo  óptico,  como  se 
ve  en  el  grabado,  de  modo  que  un  corte  vertical,  practicado  en  esta 
región,  no  permite  ver  sus  relaciones  con  el  dicho  tálamo.  Esta  extremi- 
dad anterior,  al  dirigirse  hacia  abajo,  por  delante  del  tálamo,  llega  hasta 
la  base  del  cerebro,  á  la  cual  no  asoma,  pero  en  donde  tan  solo  está 
cubierta  por  la  laminilla  blanca  del  espacio  perforado  anterior.  En  este 
sitio,  la  cabeza  del  núcleo  caudal  se  reúne,  formando  cuerpo  común,  con 
la  parte  más  anterior  del  núcleo  lenticular,  verificándose  esta  unión  por 
debajo  de  las  fibras  más  anteriores  de  la  cápsula  interna  (fig.  64,  D.).  Esta 
disposición,  por  delante  de  la  cápsula  interna,  justifica  la  expresión  de 
Broadbent,  quien  considera  á  los  núcleos  caudal  y  lenticular  como  for- 
mando un  solo  ganglio,  el  cuerpo  estriado,  al  decir  que  dicho  cuerpo  se 
halla  montado  en  el  borde  anterior  del  pedúnculo  cerebral  y  el  tálamo 
óptico  en  el  posterior.  Además  de  esta  unión  manifiesta  entre  las  extre- 


(1)    Conclusión. -V.  los  dúms.  25,  26,  27,  28, 29,  dO,  31,32,  33, 34,  %  y  36. 


-i(U  ANATOUU  DE  LOS  CENTROS  NEUVIOSOS. 

midades  anteriores  de  los  núcleos  caudal  y  lenticular,  entre  los  manojos 
de  fihras,  que  forman  la  parte  más  anterior  y  también  la  mus  delgada  de 
la  ciípsula  interna,  se  encuentran  lineas  ó  tracltis  de  sustancia  gris 
extendidas  de  uno  á  otro  núcleo;  á  medida  que  la  cápsula  inteiTia  toma 
más  cuerpo  y  se  hace  más  compacta,  van  desapareciendo  estas  anasto- 
mosis. En  la  concavidad  formada  por  la  rodilla  del  cuerpo  calloso,  está 
i-ecibida  la  extremidad  anterior  y  convexa  del  núcleo  caudal.  (Fig.  63.) 


Flg.  63.  -TUta  de  los  núcleos  centrales,  levantado  el  cuerpo  calloso. 

{Copiado  del  naliifut  por  el  Di:  L.  Formigutra.) 

<4  Tilguno cerebral,— jB  Cuerpo  callíMo.-C  Corte  de  los  pilares  anlcrlores  del  Iriflono.- 
D  Corte  del  cuerpo  calloso  y  corona  radiunle.—ENúclPo  caudal. -í'Corte  de  los  pilares  ante- 
llores del  trlgono.-C  Comisura  blnncí  antcrlor.-H  Glándula  pineal.-/  Tálamo  óptico.-/  Cí- 
lola  del  pedúnculo  cerebral.-L  Plí  del  pcdaneiilu  cerebral.-.«  Tubérculos  cuadrlgéinlnos.- 
JV  Pedúnculo  cereboloso  superior. 

A  partir  de  la  extremidad  anterior,  el  núcleo  caudal  va  disminuyendo 
de  volumen  como  puede  verse  en  las  figs.  56  y  57,  y  sobre  todo,  en  los 
corles  progresivamente  posteriores  de  las  íigs,  4tí  y  50,  constituyendo  de 
este  modo  su  extremidad  posterior  ó  cola,  que  los  autores  liacen  terminar 
en  el  punto  D  (fig.  57,)  al  nivel  del  pulvinar  del  tálamo  óptico.  Sin  em- 
bargo, con  gran  facilidad  puede  seguirse  estacóla,  dando  la  vuelta  hacia 
atrás  ú  la  expansión  peduncular  y  llegar  basta  la  cara  inferior  de  la 


AKATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  405 

misma,  donde  corre  por  fuera  de  la  cinta  óptica  en  la  parte  inferior  del 
ventrículo  lateral.  Antes  de  llegar  á  la  parte  más  anterior  se  tennina,  no 
siendo  muy  difícil  algunas  veces  obsei'V'ar  claramente  cómo  atraviesa  las 
fibras  que  le  separan  del  núcleo  lenticular,  al  cual  recorre  por  su  cara 
inferior  para  unirse  otra  vez  con  dicho  núcleo.  Según  esta  descripción, 
el  núcleo  caudfil  da  la  vuelta  entera  á  la  expansión  peduncular,  unién- 
dose con  el  núcleo  lenticular  por  sus  extremidades  anterior  y  posterior. 
Es  verdad  que  la  porción,  que  no  sé  si  llamar  refleja,  que  se  continúa 
por  la  parte  inferior,  es  muy  delgada  y.  constituida  solo  por  una  tira  de 
sustancia  gris,  pero  su  dependencia  y  continuidad  con  la  extremidad 
posterior  del  núcleo  caudal  es  manifiesta  y  perfectamente  visible,  con 
solo  abrir  un  ventrículo  lateral  en  un  hemisferio  fresco. 

En  el  corte  de  la  fig.  50,  se  ven  en  A  y  en  F  la  parte  superior  y  la 
parte  refleja  del  núcleo  caudal,  que  va  á  rodear  por  detras  la  expansión 
peduncular,  á  la  que  forma  casi  como  un  anillo.  Unas  fibras,  que  corren 
por  debajo  de  la  cara  inferior  del  núcleo  lenticular,  como  se  ve  en  el 
grabado,  separan  este  núcleo  de  la  porción  reíleja,  la  cual  no  es  visible 
en  el  corte  de  la  fig.  46,  porque  cae  éste  demasiado  hacia  adelante. 

En  toda  su  extensión  la  cara  superficial  del  núcleo  caudal  está  cu- 
bierta por  el  epéndimo. 

Sustancia  gris  del  núcleo  caudal.  En  toda  su  masa  tiene  este 
núcleo  un  color  gris  uniforme  bastante  subido.  La  neuroglia,  como  sus- 
tancia fundamental,  se  encuentra  en  esta  región  como  en  las  restantes 
del  cerebro. 

La  sustancia  gris  del  núcleo  caudal,  tiene,  según  Huguenin,  tres  cla- 
ses de  células:  i.°  células  ganglionares  multi polares  fuertemente  pigmen- 
tadas, con  un  núcleo  manifiesto  y  teniendo  un  diámetro  de- 30  m.  m.;  no 
se  sabe  si  su  protoplasma  tiene  extructura  fibriiar,  así  como  tampoco 
sus  prolongaciones,  y  no  se  ha  descubierto  prolongación  axil  manifiesta; 
2,®  células  más  pequeñas  que  las  anteriores,  multipolares  también,  pig- 
mentadas con  frecuencia  y  con  prolongaciones  ramificadas;  tienen 
15  m.  m.,  de  diámetro;  3."*  células  mucho  más  pequeñas,  de  5  á  10  m.  m., 
de  naturaleza  nerviosa  bajo  todos  aspectos  y  que  no  deben  confundirse 
con  los  núcleos  de  la  neuroglia,  que  tanto  abundan  en  la  región  del  nú- 
cleo caudal;  nada  se  sabe  respecto  á  sus  prolongaciones  y  anastó  mosis. 

En  la  parte  más  inferior  de  la  extremidad  anterior  del  núcleo  caudal, 
lindante  con  el  espacio  perforado  anterior,  se  encuentra  una  pequeña 
porción  de  sustancia  gris,  cuya  extructura  difiere  del  resto  del  núcleo 
caudal,  por  la  acumulación  de  muy  pequeñas  células  nerviosas  y  por  la 
existencia  de  granos  finísimos  de  6  m.  m.  Por  la  semejanza  que  existe 
entre  estos  elementos  y  los  constituyentes  del  lóbulo  olfatorio,  han  sos- 
pechado algunos  autores  relaciones  íntimas  entre  estos  dos  factores,  pero 
no  están  actualmente  demostradas. 

líenle  describe,  al  rededor  délas  células  del  núcleo  caudal,  grandes 
lagunas  llenas  de  granulaciones  más  ó  menos  abundantes,  agrupadas  en 
torno  de  un  núcleo  único,  que  se  transformaría  en  célula  nerviosa.  Esta 
descripción  de  Henle  no  es  admitida  por  ningún  autor,  y  será  probable- 
mente debida  á  un  defecto  de  la  preparación. 


406  ANATOMÍA  DE  LOS  GE34TROS  NERVIOSOS. 

Fibras  del  núcleo  caudal.  El  núcleo  caudal,  lo  mismo  que  el  tálamo 
óptico,  tiene  dos  grupos  de  fibras  que  le  ponen  en  comunicación  con  disr 
tintas  partes.  Unas  sirven  para  relacionar  dicho  núcleo,  con  la  cubierta 
gris  de  los  hemisferios,  constituyendo  la  verdadera  corona  radiante  del 
núcleo  caudal;  otras  establecen  una  comunicación  directa  con  las  fibras 
del  pedúnculo. 

Por  más  que  se  haya  dicho,  nada  se  sabe  actualmente  de  los  intimas 
relaciones  existentes  entre  las  células  del  núcleo  caudal  y  las  fibras  que 
en  el  mismo  terminan:  probable  es  que  se  pongan  en  comunicación,  pero 
lio  está  demostrado,  aunque  Meynert  diga  que  ha  podido  observarla. 

Fibras  de  la  carona  radiante.  Meynert  describe  de  ellas  cuatro  grupos 
poco  comprobados  y  muy  hipotéticos  algunos  de  ellos,  que  por  otra  parte 
no  merecen  exactamente  el  nombre  de  fibras  radiadas. 

£1  grupo  más  importante  de  estas  fibras,  es  el  que  pone  en  relación 
el  núcleo  caudal  con  las  circunvoluciones  fronto-parietales.  Parten  de  su 
borde  superior  ó  convexo  en  toda  su  longitud,  y  se  reúnen  á  las  demás 
fibras,  que  emergen  de  la  cápsula  interna,  confundiéndose  en  seguida 
con  las  fibras  transversales  del  cuerpo  calloso.  Meynert  cree  que  estas 
fibras  terminan  en  la  tercera  circunvolución  fundamental,  y  especial 
mente  en  la  porción  frontal  de  la  misma,  inclinándose  también  Hugue- 
nin  á  esta  última  creencia,  dado  el  mayor  volumen  que  el  núcleo  caudal 
ofrece  hacia  su  extremidad  anterior.  No  es  difícil  convencerse  de  la 
existencia  de  estas  fibras,  aislando  por  arrancamiento  el  púcleo  caudal 
de  la  cápsula  interna;  sin  embargo,  Luys  difiere  mucho  en  este  punto  de 
los  hechos  admitidos,  al  decir  que  las  fibras  procedentes  de  la  corteza 
cerebral  van  á  terminar  todas  en  el  tálamo  optico,''y  que  únicamente  una 
pequeña  parte  se  interna  en  los  núcleos  caudal  y  lenticular,  después  de 
seguir  un  trayecto  espiroideo  y  retrógado,  para  introducirse  en  el  cuerpo 
estriado. 

Otro  grupo  de  fibras  está  destinado  á  poner  en  comunicación  el  lóbu- 
lo olfatorio  con  el  núcleo  caudal.  Estas  fibras  son  manifiestas  en  algunos 
animales,  en  que  aquel  órgano  tiene  gran  desarrollo,  y  Meynert,  dice 
haberlas  observado  en  el  hombre;  con  todo,  su  existencia  necesita  nue- 
vas comprobaciones.  Esta  relación  se  estableceria  por  medio  de  la  sus- 
tancia blanca  del  espacio  perforado  anterior,  y  la  hace  verosímil  la 
oxtructura  del  núcleo  caudal  en  esta  región.  Dada  su  existencia,  estas 
fibras  serian  análogas  á  las  demás  de  la  corona  radiante,  en  vista  del 
concepto  expuesto  sobre  el  lóbulo  olfatorio. 

Desde  la  extremidad  anterior  del  núcleo  caudal  á  la  parte  anterior 
del  lóbulo  temporal,  se  extiende  un  hacecillo  de  fibras,  que  recorre  un 
trayecto  especial  y  se  conoce  con  el  nombre  de  vendolete  seinicircular  ó 
tenia  semicircuíaris.  El  vendolete  semicircular  está  alojado  en  el  surco 
de  separación  del  tálamo  óptico  y  del  núcleo  caudal,  hallándose  cubierto 
por  la  lámina  córnea;  rodea  la  extremidad  posterior  del  tálamo  óptico 
y  al  través  de  la  pared  externa  de  la  porción  inferior  del  ventrículo 
lateral  va  á  terminar  en  el  núcleo  amigdalino,  siendo  probable  que  algu- 
nas fibras  lo  atraviesen  para  introducirse  en  la  corteza  cerebral  de  la 
punta  del  lóbulo  temporal,  contigua  á  dicho  núcleo.  La  extremidad  ante- 
rior del  vendolete  semicircular,  termina,  según  Meynert  y  Huguenin,  en 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  407 

la  cabeza  del  núcleo  caudal,  lo  cual  no  debe  admitirse  de  una  manera 
absoluta,  pues  Longet  opina  que  parte  se  pierde  en  el  tálamo  óptico  y 
parte  se  confunde  con  el  pilar  anterior  de  la  bóvedafy  Luys,  cree,  que 
termina  en  totalidad  en  el  centro  gris  anterior  ú  olfatorio  del  tálamo 
óptico.  Después  de  todo,  parece  cierto  que  el  manojo  que  me  ocupa  es  un 
hacecillo  de  la  corona  radiante,  haciendo  comunicar  una  región  de  la 
cubierta  con  uno  de  los  núcleos  centrales. 

El  último  grupo  de  fibras  radiadas,  descrito  por  Meynert,  es  un  ma- 
nojito  que  forma  lo  que  se  conoce  con  el  nombre  de  pedtincido  del  tabi- 
que, y  hace  comunicar  la  sustancia  gris  del  septum  lucidum,  con  la  ca- 
beza del  núcleo  caudal. 

Fibras  del  pié  del  pedúnculo. — Asi  como  del  borde  supero-externo  del 
núcleo  caudal  nacen  las  fibras  radiantes  que  van  á  las  circunvoluciones, 
de  su  borde  infero-interno  ó  concavo  parten  gran  número  de  hacecillos 
que  van  al  pié  del  pedúnculo.  Al  emerger  de  este  borde,  se  adosan  á  las 
demás  fibras  de  la  cápsula  interna,  siguiendo  una  dirección  descendente, 
por  lo  cual  se  entrecruzan  por  completo  con  las  fibras  ascendentes  de  la 
corona  radiante  del  tálamo  óptico,  Estas  fibras  siguen  al  través  de  la 
cápsula  interna  y  van  á  formar  gran  parte  del  pié  del  pedúnculo;  se  ob- 
servan fácilmente  en  su  origen,  quitando  el  tálamo  óptico. 

Meynert  describe  otro  hacecillo  de  fibras,  que,  naciendo  de  la  cabeza 
del  núcleo  caudal,  cruza  hacia  afuera  la  cara  inferior  de  los  pedúnculos 
y  corre  hacia  la  parte  externa  del  piso  inferior  de  los  mismos.  Hugue- 
nin,  Meynert  y  Luys,  admiten  sin  discusión  estas  fibras,  cuya  evidencia 
queda  probada,  y  hasta  Broadbent  las  describe,  á  pesar  de  creer,  que 
gran  número  de  las  fibras  del  pié  del  pedúnculo  son  directas. 

Luys  admite,  que  el  núcleo  caudal  está  en  relación  con  el  cerebelo  á 
beneficio  de  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores,  que,  según  él,  termi- 
narían en  este  centro,  fundándose  principalmente  para  ello,  en  que  las 
fibras  de  dichos  pedúnculos  estando  contiguas  á  las  de  la  cápsula  inter- 
na, corren  la  misma  suerte  que  éstas,  las  cuales,  según  Luys,  termina- 
rían todas  como  he  dicho  antes,  en  los  núcleos  centrales. 

Meynert  también  cree  que  el  núcleo  caudal  está  en  conexión  con  el 
cerebelo,  pero  no  á  beneficio  de  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores, 
sino  por  medio  de  fibras  del  piso  inferior,  que,  al  llegar  á  lo  protuberan- 
cia, sufrirían  una  inflexión  para  introducirse  en  el  cerebelo.  Huguenin, 
considera  estas  ideas  de  Meynert  como  probables,  pero  no  demostradas. 

Según  resulta  de  los  experimentos  de  Carville  y  Duret,  Ferrier,  Lus- 
sana  y  Lemoigne,  el  núcleo  caudal  preside  á  los  movimientos  generales 
de  los  miembros  y  en  particular  á  los  de  progresión.  Según  Nothnagel, 
de  cuyas  ideas  en  este  punto  participa  también  Beaunis,  el  núcleo  caudal 
tendría  gran  importancia  en  la  ejecución  de  estos  movimientos  mixtos  y 
combinados,  determinados  en  su  principio  por  una  impulsión  psíquica 
y  que  después  continúan  verificándose  automáticamente.  Luys,  Broad- 
bent y  casi  todos  los  fisiólogos  conceden  gran  importancia  á  estos  nú- 
cleos en  las  funciones  motoras. 

En  el  hombre,  las  lesiones  destructivas,  totales  y  parciales  del  núcleo 
caudal,  bien  sean  hemorragias  ó  reblandecimientos,  se  manifiestan  cons- 


408  ÁCIDO  SALIGÍLICO  Y  SUS  SALES. 

tantemente  por  una  hemiplegia,  que  á  veces  no  es  más  que  paresia  mar- 
cadísima total,  aunque  la  lesión  sea  muy  limitada,  y  en  todo  caso,  tran- 
sitoria: parece,  como  dice  Jackson,  que  cada  porción  del  núcleo,  lo 
representa  por  completo.  Esto  guarda  relación  con  el  hecho  de  que  las 
excitaciones  de  este  núcleo  jamás  determinan  movimientos  parci^es. 

{Continuará,) 


CONTRIBUCIÓN  Al  ESTUDIO  DEL  ÁCIDO  SALICIUCO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  salicilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo  (i). 

POR  D.  M.  E,  Moré  y  Bargit, 

Medico  de  la  Casa  de  Lactancia  y  Casa^cunade  Barcelona, 


Observación  IX.— (Moré  y  Bargit). —  Reumatismo  en  varias  articula^ 
dones  y  endocarditis  reumática  (2).— Se  trata  de  un  enfermo,  cuya  profe- 
sión hace  se  halle  continuamente  expuesto  á  la  humedad;  es  curtidor  de 
pieles.  Es  un  hombre  de  34  años  de  edad  y  de  constitución  algo  depau- 
perada, por  el  que  fui  llamado  para  prestarle  los  debidos  auxilios  el  dia 
d2  de  Diciembre  de  1877,  ofreciéndose  ante  mi  vista  el  siguiente  sín- 
drome: dificultad  sumamente  marcada  en  la  respiración,  subdelirio, 
semblante  pálido  y  una  postración  considerable  de  fuerzas;  quise  inter- 
rogar al  enfermo/pero  me  vi  precisado  á  suspender  dicho  examen  por- 
que sus  respuestas  nunca  fueron  acertadas  á  las  preguntas  que  se  le 
dirigían,  y  así  no  tuve  otro  remedio  que  valerme  de  los  datos  que  me 
proporcionasen  las  personas  que  s«j  hallaban  á  su  lado.  Por  estas  supe 
que  dicho  enfermo  hacia  ya  cinco  dias  estaba  en  cama  por  un  dolor  pun- 
zante en  la  región  precordial,  dolor  que  aumentaba  con  la  tos  y  la  respi- 
ración, y  que  fué  cada  dia  en  aumento,  hasta  que  haciéndose,  por  fin, 
insoportable,  y  viendo  que  en  un  momento  dado  habia  llegado  al  estado 
en  que  yo  le  vi,  decidieron  llamarme:  creyendo  el  enfermo  que  el  dolor 
no  llegaría  á  tal  estado,  empleó  únicamente  una  pomada  que  le  propor-r 
clonaba  una  vecina  y  el  tan  vulgar  y  conocido  aceite  de  lagartos^  ayu- 
dando la  acción  de  estos  medios  con  una  buena  diaforesis,  obtenida  con 
las  infusiones  de  flor  de  saúco,  té,  etc. 

Examinando,  pues,  al  enfermo,  auscultando  el  corazón  y  procurando 
indagar  las  causas  que  le  condujeron  á  dicho  estado,  no  me  quedó  nin- 
guna duda  que  se  trataba  de  una  endocarditis  de  origen  reumático,  afir- 
mándome más  en  el  diagnóstico  el  saber  que  el  enfermo  hacia  ya  cualro 
años  padecía  dolores  sumamente  fuertes,  unas  veces  en  las  extremida- 
des, otras  en  la  región  lumbar,  y  que  últimamente  se  sentia  una  fuerte 
punzada  en  donde  ahora  aquejaba  dolor  continuo.  Asf,  pues,  hecho  el 
diagnóstico,  determiné  emplear  la  medicación  salicilica,  empezando 
aquel  mismo  dia  por  administrarle  3  gramos  de  salicilato  de  sosa  en  po- 
ción. Mas,  previendo  la  gravedad  del  caso  y  siendo  sumamente  necesario 
detener  lo  antes  posible  la  marcha  de  la  enfermedad,  mandé  además  la 
aplicación  de  un  vejigatorio  en  la  región  precordial,  el  cual  fué  levan- 
tado i  las  ocho  horas  de  su  aplicación.  Cinco  veces  aquel  dia  tuve  nece- 
sidad de  visitar  al  snfermo,  pues  la  gravedad  del  caso  asi  lo  exigía,  para 


(1)  Continuación.— Y.  los  núms.  25, 26,  27,  2S,  29,  SO,  31, 82,  <£?,  3Í,  35  y  S6. 

(2)  ReVf  4e  Cienciat  Médicas, ^U^ljo  1878, 


J^GIDO  6ALICÍLIG0  Y  SUS  SALES.  40d 

cerciorarme^  cuanto  fuera  posible,  del  efecto  producido  por  los  medios 
empleados,  y  al  mismo  tiempo  para  estar  más  á  la  vista  de  cualquier  otro 
nuevo  accidente  que  pudiera  sobrevenir  al  paciente.  A  las  10  de  la  noche 
habia  desaparecido  por  completo  el  delirio,  recordando  el  enfermo  haber- 
me visto  solo  dos  veces  de  las  cinco  que  le  visité.  A  esta  hora  presentaba 
los  síntomas  siguientes:  abatimiento  general,  decúbito  supino,  sem- 
blante pálido,  pulso  débil  y  apenas  sensible,  pero  frecuente,  desvaneció 
mientes,  oscurecimiento  de  los  sentidos,  y,  en  una  palabra,  todos  los  sín- 
tomas propios  de  una  anemia  cerebral. 

En  este  estado  y  á  fin  de  estimular  todo  lo  posible  el  sistema  sanguí- 
neo, se  le  administró  aquella  misma  noche  un  cocimiento  de  quina  con 
una  dosis  de  aguardiente  y  jarabe  de  éter,  no  dejando  por  esto  de  conti- 
nuar con  la  poción  de  salicilato  de  sosa  que  habia  empezado  aquel  mis- 
mo dia. 

A  la  mañana  siguiente,  13  de  Diciembre,  habian  disminuido  bastante 
los  síntomas  de  la  anemia  cerebral;  el  dolor  do  la  región  precordial  se- 
guía casi  tan  fuerte  como  el  dia  anterior,  aumentando  considerablemente 
por  los  esfuerzos  de  la  tos  y  de  la  respiración,  de  modo  que  esta  función 
la  verificaba  ccn  mucha  lentitud,  á  ñn  de  no  aumentar  más  sus  sufri- 
mientos. Este  dia  usó,  pues,  de  la  palabra,  añadiendo  por  esto  el  nuevo 
síntoma  de  una  astricción  de  vientre,  visto  lo  cual,  creí  necesario  admi- 
nistrarle 30  gramos  de  sulfato  de  sosa,  siguiendo  además  con  la  poción 
de  salicilato  y  el  cocimiento  de  quina;  el  vejigatorio  supuraba  perfecta- 
mente,, pero  á  íln  de  tener  mejor  certeza  de  los  efectos  de  la  medicación 
salicilica,  por  la  tarde  mandé  suspender  el  cocimiento  de  quina  y  cerrar 
el  vejigatorio. 

Al  dia  siguiente  14,  habia  disminuido  bastante  la  fuerza  del  dolor, 
podía  ,dav  más  amplitud  á  los  movimientos  respiratorios  y  el  pulso  era 
un  poco  más  tenso  que  en  los  días  anteriores.  Aumenté  la  dosis  del  sali* 
cilato  basta  4  gramos,  en  una  poción  que  tomaba  durante  el  dia  pero  en 
pequeñas  y  repetidas  porciones. 

Con  este  mismo  régimen  siguió  el  enfermo  hasta  el  dia  20,  en  que  el 
dolor  habia  desaparecido  completamente,  no  presentando  otra  cosa  que 
un  gran  ruido  de  oidos,  ilusiones  ópticas  y  una  sordera  considerable, 
pues  nada  oia  de  lo  que  se  hablaba  en  la  cabecera  de  su  cama.  Así,  pues, 
fué  aumentando  paulatinamente  su  alimento  hasta  volver  al  estadq 
normal. 

Observación  X.  -—  (Moré  y  Bargit). — Reumatismo  muscular  en  el  an- 
tebrazo derecho.^No  menos  importan'e  es  el  caso  que  se  me  ofreció  el 
dia  20  de  Diciembre  de  1877.  Se  presentó  á  mi  visita  particular  una  se- 
ñora de  unos  45  años  de  edad  y  que  á  simple  vista  parecía  hallarse  en 
completo  estado  fisiológico;  pero  nada  de  esto  sucedía.  Según  relato  de 
la  misma,  venia  padeciendo,  hacia  ya  tres  años  y  medio  próximamente, 
un  dolor  bastante  fuerte  en  el  antebrazo  derecho,  el  cual  se  habia  domi- 
ciliado por  completo  en  dicho  miembro,  sin  que  le  desapareciera  ni  un 
solo  dia.  Muy  al  contrario  de  esto  venia  observando  que  dos  ó  tres  dias 
antes  de  llover  anunciaba  el  cambio  atmosférico  por  la  exacerbación  del 
dolor,  no  solo  en  el  antebrazo,  si  que  también  en  la  muñeca  correspon- 
diente. Presentábasele  además  un  dolor,  si  bien  menos  intenso,  unas  ve- 
ces en  la  región  lumbar,  y  otras  en  uno  cualquiera  de  los  demás  miem- 
bros, hasta  el  punto  que  á  veces  se  veía  obligada  á  guardar  cama  por 
algunos  dias,  pasados  los  cuales  desaparecían  más  ó  menos  los  dolores 
de  los  demás  puntos,  menos  el  del  antebrazo  derecho  que  persistía  siem- 
pre, pero  con  menos  intensidad. 

Su  terapéutica  consistió  en  los  medios  preconizados  para  combatir  el 
reumatismoi  pero  fué  tal  la  tolerancia  que  se  estableció  entre  el  orga- 


410  ÁCIDO  SAUCÍLIGO  T  SUS  SALES. 

nismOy  y  el  yoduro  potásico  y  la  belladona  que,  á  pesar  de  las  fuertes 
dosis  que  tomaba  de  estos  medicamentos,  no  conseguía  nunca  acallar  un 
poco  su  enfermedad.  Por  fín,  durante  cierto  tiempo,  cada  vez  que  le  apa- 
recía el  dolor  en  la  muñeca,  se  lo  aliviaba  aplicándose  media  docena  de 
sanguijuelas.  Por  último,  viendo  que  ni  por  estas  cedia  el  dolor,  deter* 
minó  visitarme  el  dia  antes  citado,  relatándome  todo  lo  que  acabo  de  ex- 
poner. 

No  tuve,  pues,  en  este  caso,  ningún  escrúpulo  en  administrarle  ei 
salicilato  de  sosa  á  la  dosis  de  3  gramos  al  dia,  en  poción,  y  que  siguiera 
tomándolo  hasta  ver  si  obtenia  con  él  los  resultados  apetecidos.  Al  cabo 
de  cinco  días  volví  á  verla,  hallándose  muy  satisfecha  de  tal  medicación 
toda  vez  que  el  dolor  había  disminuido,  aunque  poco. 

£1  dia  31  de  Diciembre,  la  vi  otra  vez  y  dijo  que  en  efecto  el  dolor  le 
disminuía  más  cada  dia,  pero  que  en  cambio  se  sentía  una  sensación  de 
quemazón  ó  acritud  en  el  estómago  y  que  creía  era  efecto  de  la  poctcKi 
que  tomaba,  pues  antes  nunca  lo  había  sentido.  En  vista  de  esto,  dinú- 
nuí  la  dosis  á  1^50  gramos  al  dia,  á  fin  de  no  deiar  del  todo  la  mediea- 
cion  y  establecer  mejor  tolerancia.  Asi  sucedió,  pues,  á  los  dos  dias  ya 
no  sentía  dicha  sensación  en  el  estómago,  volviendo,  por  consiguiente, 
á  la  anterior  dosis  de  3  gramos  hasta  la  completa  desaparición  de  la  en« 
fermedad,  lo  cual  tuvo  lugar  el  dia  15  de  Enero  de  1878,  dia  que,  según 
ella,  fué  la  primera  vez  de  verse  Ubre  de  semejante  dolor. 

Observación  XI.— (Moré  y  BsLrg\t.)^Iieumatismo  de  carácter  volante. 
Efecto  del  salicilato  sódico  sobre  las  arenillas  úricas. — Trátase  de  un  hom- 
bre de  45  años  de  edad,  temperamento  excesivamente  sanguíneo  pictórico 
y  de  gran  robustez,  que  se  presentó  en  mí  clínica  particular  á  primeros 
de  Enero  de  1879;  hacía  siete  años  que  á  todo  cambio  atmosférico,  y  par- 
ticularmente en  invierno,  sufría  tan  intensos  dolores  en  distintas  regio* 
nes  del  cuerpo,  ya  en  los  tejidos  musculares,  ya  en  los  articularos,  que 
le  privaban  todo  movimiento.  Siempre  que  se  encontraba  en  semejante 
estado,  tenia  necesidad  de  apoyarse  con  un  bastón  si  quería  dedicarse  á 
sus  ocupaciones  ordinarias,  pues  no  podía  prescindir  de  ello  porque  re- 
clamaban constantemente  su  presencia.  Sin  embargo  de  contar  tantos 
años  la  existencia  de  su  enfermedad  me  determiné  á  administrarle  la  si- 
guíente  poción: 

Agua  destilada 900  gramos. 

Salicilato  de  fosa 6       • 

Jarabe  simple 40       » 

de  la  cual  empezó  á  tomar  media  jicara  tres  veces  al  dia;  esta  pequeña 
cantidad  de  salicilato  no  produce  ningún  efecto  sensible  en  la  economía, 
Y  al  cabo  de  ocho  ó  diez  dias  acaba  por  tomar  una  jicara  cada  vez  sin 
aumentar  ya  más  esta  cantidad  de  poción  durante  todo  el  curso  del  tra- 
tamiento. De  esta  manera  continuó  durante  cinco  meses  sin  haber  tenido 
necesidad  un  solo  dia  de  cesar  en  su  administración. 

Mientras  siguió  tomando  ei  medicamento  citado,  unas  veces  dejó  de 
aparecer  y  otras  no  presentar  tanta  intensidad  ni  persistencia  el  dolor 
que  tan  continuamente  aquejaba,  encontrándose  casi  completamente  cu* 
rado  al  cabo  de  cinco  ó  seis  meses  de  tratamiento. 

En  este  enfermo,  recordaremos,  que  al  tratar  de  la  acción  fisiológica 
del  salicilato  de  sosa  sobre  la  secreción  urinaria,  dejamos  sentado  que 
ejerce  una  notable  iníluencia  sobre  los  materiales  sólidos  que  anormal- 
mente se  encuentran  muchas  veces  en  dicho  líquido,  y  cuyos  materiales 
sabemos  ya  que  son  fosfatos  y  carbonates;  dijimos  también  que,  sobre 
el  particular,  expondríamos  más  adelante  un  notable  caso  de  dicha  ac- 
ción. Pues  bien,  el  individuo  en  cuestión  es  el  de  que  nos  estamos  ocu- 
pando. 


REVISTA  DE  NOSOQUÍMIGA.  411 

Eate  enfermo,  hacia  ya  mucho  tiempo  (si  bien  él  no  puede  ñjarlo  coa 
exactitud)  que  emítia  muy  amenudo  unas  piedrecillas  de  mayor  tamaño 
que  el  de  la  abertura  del  canal  de  la  uretra;  piedras  de  las  cuales  con- 
serva el  mismo  individuo  bastantes  ejemplares  que  he  tenido  ocasión  de 
ver  y  cuyo  fenómeno  le  preocupaba  muchísimo  por  las  fatales  conse- 
cuencias que  naturalmente  preveía.  En  los  largos  intervalos  que  pasa- 
ban desde  la  salida  de  un  cálculo  á  la  del  otro,  el  enfermo  expulsaba 
continuamente  arenillas  úricas  en  mayor  ó  menor  cantidad,  cuyas  are- 
nillas no  se  presentaban  siempre  con  los  mismos  caracteres  de  cantidad, 
consistencia,  color,  etc.,  sino  que  á  veces  pasaba  bastantes  dias  sin 
expulsarlas  y  luego  salian  en  bastante  cantidad  formando  un  gran  sedi- 
mento recogible  en  el  fondo  del  vaso. 

Para  que  desapareciesen  estas  tristes  manifestaciones  renales,  el  en- 
fermo habia  tomado,  porque  así  se  lo  indicaron,  el  bicarbonato  de  sosa, 
el  nitrato  potásico  y  muchos  otros  diuréticos,  que  usaba  todo  constante- 
mente por  el  deseo  de  curar.  Luego,  como  ya  hemos  dicho  antes,  empez) 
á  tomar  el  salicilato  de  sosa  para  lograr  disminuirle  sus  manifestaciones 
reumáticas,  y  durante  los  tres  primeros  meses  de  dicha  medicación  ob- 
servó  el  enfermo  que  hablan  desaparecido  casi  en  totalidad  todas  aque- 
llas manifestaciones  úricas  que  tanto  preocupaban  su  imaginación,  es 
decir,  las  arenillas  y  las  piedras,  y  que  únicamente,  solo  de  vez  en 
cuando,  notaba  en  el  fondo  de  la  vasija  unas  linas  arenillas  que  nada  le 
molestaban  y  que,  por  fin,  llegaron  también  á  desaparecer.  Pastos  efectos 
los  experimentó,  nó  al  cabo  de  tres  meses  sino  durante  los  mismos,  y 
para  cerciorarnos  de  la  exactitud  de  lo  que  se  observaba,  se  suspendió 
el  salicilato  de  sosa  por  espacio  de  quince  dias  para  ver  si  volvian  á  apa- 
recer las  arenillas  úricas.  En  efecto,  el  resultado  de  nuestro  experimento 
no  se  hizo  esperar,  pues  aparecieron  de  nuevo  á  los  pocos  dias  de  sus- 
pensión del  medicamento,  por  cuyo  motivo  vclvimos  otra  vez  á  su  admi- 
nistración que  no  dejó  ya,  hasta  que  se  encontró  bien  de  sus  manifesta- 
ciones reumáticas.  Desde  entonces  no  he  visto  más  que  una  vez  á  este 
enfermo,  y  dice  que  no  solo  se  encuentra  bien  de  su  reumatismo,  sino 
también  de  sus  manifestaciones  úricas,  pero  que  durante  los  seis  prime- 
ros dias  de  cada  mes,  siguió  por  espacio  de  algunos  meses  tomando  la 
podón  del  salicilato  de  sosa  para  asegurar  más  el  resultado  de  la  medi- 
cación. 

(Concluirá,) 


REVISTA  DS  NOSOQÜIHICA, 
POR  EL  Dr.  Federico  Castells. 


Sintasis  y  análisis  en  química  patológica.— Las  corrientes  de  la  mo- 
derna Ciencia,  tienden  á  establecer  principios  fundamentales  que  permi- 
tan equiparar  el  progresivo  desarrollo  de  todas  sus  ramas,  facilitando  así 
la  Unificación  tecnológica  en  todo  raciocinio  que  las  variadas  manifesta- 
ciones de  los  hechos  naturales[sugerir  pudieran  á  quien  pretenda  obtener 
deducciones  verdaderas,  referentes  á  determinados  fenómenos  vitales. 
Demostrar  elementalmente  la  composición  de  un  cuerpo,  analizando  y 
sintetizando  á  voluntad,  ha  sido,  en  el  terreno  de  la  experimentación  > 
conseguir  un  completo  triunfo;  ese  proceder  ha  venido  siendo  reconocido 


412  REVISTA  DE  NOSOQUÍMICA. 

desde  muy  antiguo  como  necesario,  solo  que,  en  razón  á  haber  tomado 
como  punto  de  partida  la  afinidad,  las  antiguas  teorías  químicas  no  pu- 
dieron llegar  á  resultados  positivos  hasta  romper  con  la  tradición.  Admi- 
tido que  los  agentes  físicos  deben  ser  considerados  como  modos  de  movi- 
miento, sus  propiedades  se  manifiestan  como  estados  dinámicos;  y  no 
siendo  los  fenómenos  químicos  otra  cosa  que  transformaciones  de  pro- 
piedades, claro  es  que  pueden  ser  representados  como  simples  evolucio- 
nes, como  metamorfosis  de  movimientos. 

Berthelot,  que  tanta  gloria  conquistó  como  representante  de  la  nueva 
tendencia,  ílja  la  atención  en  el  calor,  — por  ser  el  agente  mejor  estu- 
diado y  de  producción  constante  en  todas  las  reacciones, — al  establecer 
los  principios  fundamentales  de  la  mecánica  quimíca.  Atiende  para  ello, 
á  los  principios  generales  de  la  termo-dinámica,  y  para  facilitar  la  apre-. 
ciacion  directa  del  calor,  cuya  producción  varia  con  las  reacciones  y  se 
complica  con  la  de  actividad,  establece  los  tres  principios  que  llama:  de 
los  trabajos  moleculares; de  la  equivalencia  calorífica  délas  transforma- 
ciones químicas  (dinámica  química);  y  del  trabajo  máximo  (estática 
química).  Esta  última  parte,  que  envuelve  la  deducción  teórica,  se  halla 
muy  atrasada,  pero  es  la  que  ha  de  conducir  al  verdadero  progreso  en. 
química,  cual  en  física  se  ha  conseguido,  gracias  á  la  sustitución  de  los 
antiguos  fluidos  imponderables,  por  el  fecundo  principio  de  la  unidad  do 
las  fuerzas  físicas  y  su  transformación  recíproca  y  equivalencia  á  tra- 
bajo. 

RepulBlon  quimíca. —De  varios  experimentos  practicados  por  el  quí- 
mico inglés  E.  F.  Mills  {Novedad,  cientif.)  deduce  las  dos  conclusiones  si- 
guientes: 1.'  que  la  acción  química  puede  tener  lugar  á  distancia;  2.'  que 
dos  ó  más  acciones  químicas  idénticas,  excepto  en  su  posición,  se  para- 
lizan completamente  unas  á  otras.  El  experimento  es  el  siguiente;  se  ex- 
tiende sobre  dos  placas  de  vidrio  una  capa  delgada  de  disolución  de  clo- 
ruro de  bario;  se  desaloja  el  exceso  de  líquido  por  la  presión  de  las 
placas  entre  sí;  se  hace  un  agujero  en  la  superior  y  se  introduce  por  él 
una  gota  de  ácido  sulfúrico  diluido,  se  forma  un  precipitado  progresiva 
y  uniformemente  alrededor  del  agujero.  Si  se  hacen  dos  agujeros,  cua- 
tro, cinco,  etc.,  los  círculos  del  precipitado  van  extendiéndose  hasta  en- 
contrarse las  respectivas  circunferencias,  desde  cuyo  momento  deja  de 
haber  acción  química.  Es  un  curioso  experimento  de  repulsión  que  ro- 
bustece la  tendencia  de  la  mecánica  química. 

L&8  vibraciones  en  loa  fenómenos  químicos.— Entre  las  diferentes  ex- 
perimentaciones de  Berthelot,  parécenos  pertinente  citar  por  lo  que  con- 
firma la  teoría  de  la  mecánica  química,  la  influencia  que  ejercen  las 
vibraciones  sonoras  en  la  combinación  y  descomposición  químicas,  se- 
gún obren  de  un  modo  instantáneo  ó  continuamente.  Los  principales 
resultados  obtenidos  se  refieren  á  las  sustancias  explosivas,  para  algu- 
nas de  las  cuales  ha  sido  determinado  el  número  de  vibraciones  que  las 
hace  detonar.  Compréndese  sin  esfuerzo  cuánta  importancia  pueden 
llegar  á  revestir  esos  experimentos. 


REVISTA  DE  NOSOQUÍMIGA.  413 

Formm  indecisa  dé  los  elementos  morfológioo-anatómicos.-  Cuanto, 
4  guisa  de  introducción,  dejamos  apuntado  en  los  anteriores  párrafos, 
puede  servirnos  de  norte  en  las  observaciones  de  carácter  más  especial 
que  nos  proponemos  consignar,  á  la  vez  que  justificar  nuestro  empeño 
en  asunto  tan  complejo  como  difícil. 

Una  de  las  primeras  cuestiones  que  se  ofrecen  á  la  consideración  del 
observador,  es  la  determinación  de  la  forma  propia  del  elemento  anató- 
mico. En  realidad  de  verdad,  se  ha  admitido  dogmáticamente  que  la  cé- 
lula constituye  la  expresión  genuina  de  ese  elemento.  Pero  en  el  concep- 
to de  su  investigación  química  no  puede  darse  el  problema  como  resuelto. 
Rindíleisch,  recientemente,  ha  emitido  una  curiosa  hipótesis  [Revue  des 
Scienc.  med  /,  según  la  cual,  la  materia  viviente  se  presenta  como  un 
estado  intermediario  entre  el  sólido  y  el  líquido,  y  considera  la  disposi- 
ción reticular  de  los  tejidos  como  su  principal  forma  de  cristalización. 
Cree,  además,  que  la  adJiesion  puede  dar  cuenta  de  los  movimientos  ele- 
mentales que  se  producen" en  ella  y  que  finalizan  siempre  por  los  cam- 
bios que  su  forma  afecta. 

Tomando  en  consideración  lo  que  acerca  de  la  mecánica  química  de- 
jamos expuesto,  y  no  menos,  las  dificultades  con  que  se  tropieza  para 
distinguir  los  compuestos,  principalmente  albuminoides,  que  en  los  lí- 
quidos del  organismo  se  contienen,  no  se  extrañará  que,  de  un  modo 
general,  llamemos  indecisa  á  la  forma  líquida  que  ciertos  elementos 
morfológico-anatómicos  presentan  en  determinadas  condiciones,  sobre 
todo  mientras  su  propia  actividad  sostiene  la  producción  de  cierto  grado 
de  calor,  que,  según  la  mecánica  química,  no  puede  dejar  de  producirse 
en  cuanto  existan  reacciones  ó  trabajos. 

Ahora  bien,  si  en  el  concepto  puramente  teórico,  puede  admitirse 
que  así  sucede,  bajo  el  punto  de  vista  de  la  acción  fisiológica  propia  de 
cada  líquido,  pueden  éstos  clasificarse  en  tres  principales  grupos:  líqui- 
dos formadores,  (agentes  de  organización)  líquidos  excretorios,  (producto 
de  la  misma)  y  líquidos  que  poseen  un  carácter  mixto. 

No  á  todos  por  igual,  se  han  dirigido  las  investigaciones  de  los  quí- 
micos. Los  más  accesibles,  y  que  por  tanto  menos  dificultad  ofrecen  para 
ser  obtenidos  en  estado  de  suficiente  pureza,  han  sido  mejor  estudiados 
fisiológica  y  patológicamente.  Por  lo  que  de  ellos  se  ha  investigado  re- 
cientemente, comenzaremos  esta  revista. 

*     « 

Oiina:  procedimiento  rápido  para  detemünar  el  ácido  úrico.  -  Mr.  Pe- 

tit  ha  dado  á  luz  un  método  que  consiste  en  adicionar  á  200  c.  c.  de 
orina  filtrada  5  c.  c.  de  ácido  clorhídrico  humeante:  se  agita  vivamente 
durante  cinco  minutos  en  un  vaso  de  vidrio,  y  el  líquido  límpido  se  en- 
turbia, dejando  depositar  el  ácido  úrico  bajo  la  forma  de  pequeñísimos 
cristales.  Al  cabo  de  una  hora  de  reposo,  en  un  lugar  fresco,  se  vierte  el 
todo  sobre  un  doble  filtro  tarado,  y  cuando  ha  pasado  el  líquido  se  lava 
el  doble  filtro  con  alcohol,  se  seca  en  la  estufa  á  iOO**,  y  la  diferencia  de 
peso  multiplicada  por  5,  da  la  proporción  de  ácido  úrico  por  litro  de 
orina.  El  ácido  úrico  así  obtenido  es  un  poco  coloreado,  y  si  los  vasos 
empleados  en  los  ensayos  no  han  sido  rayados  durante  la  operación  basta 


414  REVISTA  DE  NOSOQUÍMICA. 

la  simple  pasada;  pero  en  el  caso  contrario,  se  evita  e!  error  procedente 
de  la  silice  de  los  vasos,  calcinando  el  nitro  que  contiene  el  ácido  úrico, 
descontando  el  residuo  fijo  de  la  primera  cifra  encontrada. 

Orina:  investigación  en  ella  de  la  albúmina— L  Un  método  en  extre* 
mo  sensible  ha  propuesto  Boedecker  {Arch  für  Pharm.);  consiste  en  aci- 
dular la  orina  con  ácido  acético,  añadiendo  después  algunas  gotas  de 
disolución  de  ferrocianuro  potásico,  calentado  ligeramente.  La  presencia 
de  la  albúmina  dá  lugar  á  un  enturbiamiento  ligero  al  principio,  y  q\ie 
se  transforma  después  en  un  abundante  precipitado,  aún  en  el  caso 
que  la  cantidad  de  albúmina  sea  muy  pequeña. — n.  En  los  casos  en  que 
obtiene  por  el  calor  ó  con  el  ácido  nítrico  un  precipitado  poco  abundante 
y  de  cuya  naturaleza  albuminosa  se  duda,  el  profesor  Schleisner  (Riv> 
clinic.  é  terapeiUic,)  emplea  el  reactivo  de  Müller,  y  trata  con  el  mismo 
la  solución  neutralizada  y  calentada,  6  el  precipitado  obtenido  con  el 
ácido  nítrico.  Para  cantidades  más  pequeñas,  evapora  50  á  100  c.  c.  de 
orina  hasta  reducir  la  cantidad  á  ^/^^;  le  añade  luego  4  ó  5  de  alcohol  con- 
centrado,  y  en  fin  el  ácido  nítrico. — Se  receje  el  precipitado  en  un  filtro^ 
y  lavado  de  nuevo  con  alcohol,  se  pone  en  un  tubo  de  ensayo  y  se  le 
calienta  con  el  reactivo  de  Müller;  si  se  obtiene  la  coloración  rosa  carac* 
teristica,  es  señal  de  que  contenia  albúmina.— Ili.  Para  Hindenlang  (Re^ 
pert.  dephami.)  el  mejor  reactivo  es  el  ácido  metafosfórico  cuya  disolu- 
ción debe  prepararse  en  el  momento  de  usarla  Al  efecto,  se  disuelve  un 
pedacito  en  agua  y  la  solución  se  añade  á  la  orina  previamente  filtrada, 
la  cual  se  enturbia  ó  vuelve  opalescente  en  el  caso  de  contener  la  más 
pequeña  porción  de  albúmina.  Este  reactivo  tiene  la  ventaja  de  no  ejer- 
cer acción  sobre  los  compuestos  normales  ó  patológicos  de  la  orina,  ni 
sobre  las  sustancias  medicamentosas  eliminadas  con  ella. —  IV.  Según 
Raabe  [Rep.  de  Ph.),  si  á  la  orina  albuminosa  se  añade  una  pequeña  can- 
tidad de  ácido  trioloracético,  sin  agitar,  dejándolo  deslizar  sobre  las  pa- 
redes del  tubo,  hay  formación  de  una  zona  de  albúmina  coagulada  que  no 
desaparece  por  la  acción  del  calor,  al  contrario  de  lo  que  resulta  con  los 
uratos.  Por  lo  demás,  estos  últimos  no  se  precipitan  cuando  la  orina  se 
ha  adicionado  de  una  tercera  parte  de  agua. 

Orina:  investigación  del  ácido  saUcilico.— Bomtroeger  precipita  la 
orina  por  un  exceso  de  sub-acetato  de  plomo,  y  filtrado  el  líquido  se  trata 
por  el  ácido  sulfúrico  diluido  para  separar  el  exceso  de  plomo;  se  filtra 
nuevamente,  y  en  el  líquido  filtrado  se  muestra  la  presencia  del  ácido 
salicílico  por  el  percloruro  de  hierro. 

Orina:  invesUtfaelonde  la  bilis.-  Prunier,  {Novedad.  cietUif.)  reco- 
mienda el  siguiente  procedimiento  para  resolver  este  problema.  Se  to- 
man 20  gramos  de  orina  que  se  acidulan  con  60  gotas  de  vinagre  de 
madera.  Se  añaden  4  gramos  de  acetato  de  plomo  neutro  ó  2  de  cloruro 
de  bario,  calentándolo  en  este  último  caso  para  disolver  la  sal.  Se  agre- 
gan entonces  2  gramos  de  sulfato  de  sosa  que  determina  la  formación  de 
un  abundante  precipitado  blanco  de  sulfato  de  plomo  ó  de  bario.  Calen- 
tando el  liquido  que  le  mantiene  en  suspensión,  el  preoipitado  aumenta 


SOBRE  LA  ZONA  MANEJABLE  DE  LOS  AOENTES  ANESTÉSÍCOS.         415 

en  consistencia  y  puede  ser  recogido  sobre  un  filtro;  se  toma  con  un 
agitador  una  pequeña  porción  de  este  precipitado  y  se  coloca  sobre  un 
plato  de  porcelana  blanca.  Se  hace  caer  alrededor  del  pequeño  cono, 
formado  por  el  precipitado,  una  gota  de  ácido  nítrico  humeante,  el  cual 
determina  una  serie  de  coloraciones  que  van  del  rojo  al  violado,  azul  y 
verde,  En  el  centro  queda  una  mancha  amarilla  persistente. 

La  operación  puede  simplificarse  poniendo  en  contacto  con  la  orina 
un  trozo  de  sulfato  de  barita  artificial  que  posee  la  propiedad  de  absor- 
ver  las  materias  colorantes  de  la  orina.  Tratado  el  trozo  de  sulfato  bári- 
co  por  el  ácido  nítrico  humeante,  se  obtienen  los  mismos  fenómenos  se- 
ñalados antes. 

La  orina  normal  no  dá  coloración  alguna. 

Oiiaa:  investigación  d«  los  ácidos  biliaros.— Dreschel  emplea  el  mis- 
mo procedimiento  de  Pettenkofer  sustituyendo  el  ácido  sulfúrico  por  el 
fosf&rico  siruposo,  que  no  presenta  el  inconveniente  de  enmascarar  la 
coloración  roja,  cuando  haya  un  exceso  de  azúcar.  La  solución  concentra- 
da de  los  ácidos  biliares  se  trata  por  el  ácido  fosfórico  y  después  se  añade 
UR  pequeño  fragmento  de  azúcar  y  se  calienta,  en  el  baño-maria,  en  un 
tubo  de  ensayo.  La  magnifica  coloración,  variable  del  rojo  al  violeta  púr- 
pura, indicará  la  presencia  de  los  ácidos  biliares  por  más  que  haya  un 
exceso  de  azúcar,  pues  este  es  mucho  menos  atacable  por  el  ácido  fosfó- 
rico que  por  el  sulfúrico. 


SOBRE  Ll  ZONA  MANEJABLE  DE  L08  AGENTES  ANESTÉSICOS, 

ynaoTo  procedimiento  de  cloroformisacion, 

POR  P.  Bert  (I). 

Guando  se  añade  al  aire,  en  proporciones  crecientes,  vapores  ó  gases 
dotados  de  propiedades  anestésicas,  y  se  hace  respirar  á  un  animal  es* 
tas  mezclas  sucesivas,  llega  un  momento  en  que  se  presenta  la  aneste- 
sia. Si  se  aumenta  todavía  la  proporción  de  la  sustancia  medicamentosa 
el  animal  acaba  por  morir.  Yo  designo  con  el  nombre  de  Zona  maneja- 
ble el  intervalo  comprendido  entre  la  dosis  anestésica  y  ladósis  mortal. 

Determinando  con  cuidado,  la  extensión  de  esta  zona  manejable  con 
diversos  agentes  anestésicos  (cloroformo,  éter,  amileno,  bromuro  de  eti- 
lo, cloruro  de  metilo),  y  en  distintos  animales  (perro,  ratón,  gorrión), 
he  llegado  á  obtener  el  singular  resultado,  de  que,  en  todos  los  casos,  la 
dosis  mortal,  es  precisamente  el  doble  de  la  dosis  anestésica. 

£1  cuadro  siguiente  sintetiza  los  resultados  de  los  numerosos  experi- 
mentos que  me  han  permitido  establecer  este  hecho  general. 


(1)  Journal  de  Pharm,  et  CMm» 


416         SOBRE  LA  ZONA  MANEJABLE  DE  LOS  AGENTES  ANESTÍSICOS. 


ST 


Gloroformo. 


Aniileno. 


Elher. 


Cloruro  de  meiilo. . 


Bromuro  de  etilo.  .    . 


s 


PERRO. 


9 
22 
30 
37 

2iV. 


19 
45 
55 
74 

42»/. 


I 


Q 


2M 


1*8 


RATÓN. 


5 


6 

7*5 
15 
12 


i 


42 

1 

30 

25 

22-/, 


i '8 


GORRIÓN. 


9 
15 
30 
18 
12» 


lO 


18 
30 
60 
40 
24»/, 


a 

o 

2 


2M 


»1 


Para  las  cuatro  primeras  sustancias  las  cifras  indican  el  número  de 
gramos  de  líquido  anestésico,  unidos  á  100  litros  de  aire,  después  de  re- 
ducidos á  vapor;  para  el  cloruro  de  metilo,  es  centesimal  la  proporción 
de  la  mezcla  gaseosa. 

Sin  entrar  en  los  detalles  experimentales,  diré  que  hice  respirar  á  los 
animales  en  vasos  cerrados,  en  los  que  se  habia  hecho  la  mezcla  con  an- 
ticipación; la  capacidad  de  los  vasos  era  bastante  grande  para  que  no 
pudieran  sobrevenir  complicaciones  asfícticas.  El  empleo  de  la  potasa 
para  absorber  el  ácido  carbónico  debe  ser  absolutamente  desechado,  al 
menos  en  los  experimentos  con  el  cloroformo,  que  descompone  rápida- 
mente; por  no  haber  tenido  en  cuenta  este  hecho,  se  han  visto  engaña- 
dos ciertos  experimentadores,  acerca  de  la  proporción  mortal  del  cloro- 
formo en  el  aire. 

Cuando  se  hace  respirar  á  un  animal  una  mezcla  que  esté  compren- 
dida, poco  más  ó  menos,  en  el  término  medio  de  la  zona  manejable,  es 
anestesiado  muy  rápidamente,  y  queda  durante  todo  el  tiempo  del  ex- 
perimento (y  los  hay  que  han  durado  dos  horas)  perfectamente  tranqui- 
lo, sin  agitación  y  sin  que  el  operador  se  tenga  que  ocupar  ni  inquie- 
tarse por  él;  el  contraste  es  muy  notable  con  los  resultados  obtenidos 
mediante  los  métodos  ordinarios  de  anestesia,  por  la  compresa,  espon- 
ja, etc.  Y  esto  se  comprende  fácilmente. 

En  efecto,  en  estos  procedimientos,  el  paciente  respira  alternativa- 
mente, según  el  grado  de  imbibición  de  la  compresa  ó  su  alejamiento  de 
los  orificios  respiratorios,  una  mezcla  de  aire  y  de  anestésico,  ó  infe- 
rior á  la  dosis  activa  ó  comprendida  en  la  zona  manejable  ó  igual  y  aún 
superior  á  la  dosis  mortal.  En  este  último  caso,  la  inminencia  de  los  ac- 
cidentes hace  que  no  se  apresure  á  alejar  la  compresa,  de  tal  modo,  que 
la  respiración  cercana  rebaje  en  seguida  la  titulación  de  la  mezcla  ya 
contenida  en  los  pulmones;  pero  la  experiencia  prueba  que  no  siempre 
se  logra  evitarse  la  terminación  mortal. 

La  zona  manejable  es,  en  efecto,  singularmente  limitada,  y  algunas 
gotas  de  líquido  de  más  pueden  hacer  pasar  la  mezcla  respirada  de  la 
dosis  activa,  á  la  dosis  mortal.  Esto  es  cierto,  sobretodo  para  el  clorofor- 


SOBRE  LA  ZONA  MANEJABLE  DE  LOS  AGENTES  ANESTÉSICOS.         417 

mo:  8  gramos  volatilizados  en  100  litros  de  aire  no  adormecen  un  perro; 
20  gramos  le  matan:  la  diferencia  es  de  12  gramos.  El  éter,  teniendo  la 
misma  fuerza  como  proporción,  pues  también  va  de  sencillo  á  doble, 
presenta  infinitamente  menos  peligros,  toda  vez  que  entre  la  dosis  ac- 
tiva y  la  dosis  mortal,  hay  una  diferencia  de  casi  40  gramos.  Esta  es  in- 
dudablemente la  razón  de  la  inocuidad  relativa  que  ha  justificado  el  éter 
en  la  práctica  quirúrgica. 

Guando  se  lee  la  descripción  de  operaciones  un  poco  largas,  se  ve 
que  los  cirujanos  no  se  olvidad  de  indicar  la  cantidad  de  cloroformo  que 
han  empleado,  es  decir,  vertido  en  la  compresa,  sin  mentar  el  cloro- 
formo perdido  al  exterior,  y  no  teniendo  en  cuenta  sino  aquel  que  ha 
entrado  en  los  pulmones  del  paciente.  Esta  mención  no  tiene  ningún 
valor.  Yo  he  podido  hacer  respirar  á  un  perro  una  cantidad  extraordina- 
ria de  cloroformo  sin  producir  la  menor  anestesia,  teniendo  cuidado  de 
que  la  titulación  de  la  mezcla  no  pasase  de  5  á  6.  Al  contrario,  em- 
pleando una  mezcla,  titulada  30,  basta  una  débil  cantidad  de  cloroformo 
para  matar  de  repente  al  animal. 

En  otros  términos,  el  cloroformo  no  obra  por  la  cantidad  que  se  res- 
pira sino  por  la  proporción  en  que  se  encuentra  en  el  aire  inspirado.  Se 
creia  desde  luego  lo  contrario,  á  causa  de  las  combinaciones  químicas 
que  contrae  en  el  organismo  y  que  demuestran,  entre  otras  pruebas,  los 
accidentes  consecutivos  á  su  administración.  Nada  hay  de  esto,  para  los 
vapores  de  los  líquidos  anestésicos,  como  para  los  gases  simplemente 
solubles,  principalmente  para  el  protóxido  de  nitrógeno,  la  acción  de- 
pende de  la  tensión  en  el  aire  inspirado,  la  cual  regula  la  proporción 
existente  en  la  sangre  y  en  los  tejidos. 

El  protóxido  de  nitrógeno  tiene  una  zona  manejable  más  extensa  que 
la  de  los  carburos  y  clorocarburos  de  hidrógeno.  Para  estos  últimos  es 
de  1  á  2;  para  aquel,  es  de  1  á  3,  como  lo  han  probado  los  experimentos 
hechos  bajo  presión. 

Partiendo  de  este  principio,  y  buscando,  para  obtener  la  anestesia, 
introducir  en  el  organismo  no  la  cantidad,  sino  la  proporción  necesa- 
ria,  se  llega  á  dar  al  empleo  de  todos  los  anestésicos  la  misma  seguridad 
que  al  protóxido  de  nitrógeno  bajo  presión.  Basta  hacer  respirar  al  pa- 
ciente, no  ya  con  compresas  ni  con  todos  los  complicados  aparatos  ba- 
sados sobre  el  falso  principio  de  la  cantidad  determinada  por  la  imagi- 
nación de  los  cirujanos  y  constructores,  sino  simplemente  con  un  tubo 
y  una  pequeña  careta,  una  mezcla  convenientemente  graduada  de  aire 
y  de  vapores  anestésicos.  En  este  caso  no  hay  que  ocuparse  del  pulso, 
ni  de  la  respiración  y  la  temperatura  apenas  varia.  Solo  no  se  evitan 
así  los  inconvenientes  inherentes  á  la  misma  sustancia,  la  agitación  del 
principio,  el  mal  estar  y  los  vómitos  consecutivos,  y  bajo  todos  estos 
aspectos,  el  protóxido  de  nitrógeno  conserva  toda  su  superioridad. 

El  empleo  de  las  mezclas  tituladas  habia  ya  sido  hecha  en  mi  labo- 
ratorio, hace  algunos  años,  por  dos  de  mis  discípulos,  Jolyet  y  Baude- 
locque,  y  este  último  la  habia  preconizado  en  una  tesis,  en  1875.  Gre- 
ham  les  habia  ya  precedido  en  este  camino;  en  Inglaterra  Snow  y  en 
Francia  Lallemand,  Perrin  y  Duroy  habían  ya  hecho  indicaciones  á  este 
fin.  Pienso  que  las  nuevas  investigaciones  acerca  de  la  zona  manejable, 


418  NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

deben  determinar  á  los  cirujanos  á  intentar  la  aplicación  de  este  método 
al  hombre. 

La  iiístrumentaoion  seria  de  las  más  sencillas,  y  un  receptAculp  de 
zinc,  de  200  á  300  litros,  seria  suficiente.  Los  experimentos  más  arriba 
expuestos  no  pueden  dar  bajo  este  punto  de  vista  ninguna  indicación. 
La  dosis,  en  efeeto,  varia  bastante  del  perro,  al  ratón  y  al  gorrión.  Siem- 
pre menores  para  el  ratón  que  para  el  perro,  son  más  grandes  para  el 
gorrión  que  para  el  ratón,  y  aún,  por  lo  que  hace  al  cloroformo  y  al  am¡- 
leno,  son  iguales  en  el  pequeño  pájaro  y  el  grande  mamífero.  De  paso 
diremos,  que  en  los  perros,  la  talla  no  tiene  ninguna  influencia.  Pero 
todo  esto  deja  el  problema  absolutamente  intacto  para  los  cirujanos. 

Diré,  para  terminar,  que  la  mezcla  apenas  pierde  su  titulación  du- 
rante el  experimento,  excepto  en  los  primeros  instantes.  Asi  en  un  ex- 
perimento con  15  gramos  de  cloroformo,  un  perro  de  6  kilogramos  babia 
consumido  durante  el  primer  cuarto  de  hora  2  de  cloroformo,  ó  sea  1^4 
de  vapor;  en  los  cinco  cuartos  de  hora  que  siguieron,  no  consumió  más 
que  4.  Las  combinaciones  intra-orgánicas  del  cloroformo  no  absorben, 
pues,  sino  muy  poco,  y  por  otra  parte  no  pasa  á  la  orina  en  cantidades 
apreciables.  Estos  hechos  dan  la  explicación  de  la  poca  importancia  de 
la  cantidad  empleada  y  de  la  preponderancia  de  la  tensión  en  la  mezcla. 

Trad.  por  D.  Isidro  Calvet, 

Médico  del  Manicomio  de  San  Baudilio, 

NOTICIAS  CIENTÍnCAS. 


HematoblastoB  y  demás  elementos  figurados  ds  Uk  sanaré.— Ha* 
yem  ha  descrito  no  bá  mucho  tiempo  con  el  nombre  de  hematoblastos, 
unos  corpúsculos  de  la  sangre,  que  no  son  los  bemaíies  ni  los  leucocitos, 
de  un  volumen  bastante  m^nor  que  el  de  estos  dos,  y  que  están  destina^ 
dos  á.  convertirse  en  glóbulos  rojos.  En  un  reciente  trabajo,  Cadet  (Eivídt 
physiologique  des  éléments  figures  du  sang^  et  en  particulier  des  hemato^ 
olastes,  l'aris,  1881)  se  ocupa  de  este  mismo  asunto,  después  de  haber 
hecho  experimentos  en  140  individuos  en  variadas  condiciones. 

Por  término  medio  hay  eu  la  especie  humana,  por  cada  milímetro  de 
sangre:  245,000  hematoblastos,  5,200,000  glóbulos  rojos  y  8,200  blancos. 
En  el  niño  y  en  la  mujer  las  proporciones  son  iguales;  en  los  viejos 
mengua  un  poco  el  número  de  hematíes  y  en  el  recien  nacido  hay  res- 
pectivamente 171,200,  5.696,000  y  19^400. 

La  menstruación  aumenta  los  hematoblastos  y  hematíes,  presentando 
la  sangre  un  gran  número  de  glóbulos  enanos  y  bajando  un  poco  la  can- 
tidad de  hemoglobina.  Las  fatigas  coniinuadas  rebajan  notablemente  la 
proporción  de  glóbulos  rajos^  asi  como  el  reposo,  pero  este  en  cambio 
acrece  la  de  los  hematoblastos  y  leucocitos.  £1  ayuno,  más  ó  monos  pro- 
longado, disminuye  el  número  de  hematoblastos  y  leucocitos  y  aumenta 
el  de  los  hematíes. 

En  otra  tesis  (De  la  crise  emaiique  dans  les  maladies  aigues  d  défér^ 
vescenoe  brusque,  Paris,  1881)  publicada  por  Reyna,  como  la  anterior, 
bajo  la  inspiración  de  Hayem^  se  dice  también  que  el  ayuno  absoluta  au-^ 


NOTiaAS  GIBNTfPICAS.  419 

ine9Ui  k>8  hematieSy  lo  cual  significa  simplemente  qae  ha  menguado  el 
agua  7  el  suero,  y  disminuye  los  hematoblaslos,  pudiendo  quedar  en  la 
mitad  á  los  16  dias.  La  hemoglobina,  durante  ios  primeros  dias  de  ine- 
dia,  no  cambia,  pero  luego  disminuye.— (Rodríguez  Méndez.) 

Casos  de  sarampión. ^Durante  la  epidemia  de  sarampión  que  ha 
reinado  últimamente  en  nuestra  ciudad  he  tenido  ocasión  de  observar, 
entre  otros,  dos  casos,  que  según  mis  noticias  son  verdaderamente  raros. 
El  primero  se  refiere  á  una  niña  de  cuatro  años,  en  Ja  que  mientras  se 
estaba  verificando  la  descamación  de  una  dermatitis  sarampionosa, 
apareció  otra  erupción  de  la  misma  naturaleza,  casi  tan  confluente  como 
la  primera  y  la  cual  siguió  todos  sus  períodos  con  toda  regularidad.  El 
segundo  hace  referencia  á  una  criatura  de  siete  meses  que  se  hallaba 
a£pcta  de  una  erupción  sarampionosa  discreta,  y  en  la  que  se  vieron  bro- 
tar nuevas  erupciones  en  tanto  que  la  primera  entraba  en  el  periodo 
descamativo.  ¿Se  trataba  en  uno  y  otro  caso  de  nuevas  infecciones  6  es 
que  la  erupción  de  la  infección  sarampiónica  puede  desarrollarse  por 
fracciones  en  intervalos  más  ó  menos  largos?  Sea  de  ello  lo  que  fuere, 
estos  casos  obligan  á  que  el  práctico  se  ponga  siempre  en  acecho  de  ta- 
les irregularidades.— (Verdós.) 

Slfom:  origen.—- El  sifón  de  las  aguas  gaseosas  lo  inventó  el  Dr.  Doni- 
}let  n^uerto  hace  ya  algún  tiempo,  viéndose  obligado  á  vender  por  un 
pedazo  de  pan  el  privilegio  de  invención  que  hizo  la  fortuna  de  sus 
acreedores. — (VroAL  Careta.) 

Cólera  morbo. — ^La  cuestión  egipcia  da  gran  importancia  á  la  actual 
epidemia.  En  la  Sección  oficial  del  número  anterior  se  decia  que  hablan 
sido  declaradas  sucias  las  procedencias  de  Padang  (dependencia  N.  E. 
de  la  isla  de  Sumatra  en  el  estrecho  de  Malaca)  y  sospechosas  las  de 
Borneo,  Jawa  y  Singapore,  puntos  de  frecuentes  comunicaciones  con  el 
epidemiado.  Si  á  esto  unimos  que  se  acerca  la  época  de  las  peregrinado^ 
jies  desde  las  Indias  á  los  Santos  Lugares  del  Islamismo  comprendere- 
mos el  peligro  que  hoy  amenaza  á  Europa, si  Turquía,  como  alguna  poten- 
cia desea,  es  ia  encargada  de  mandar  tropas  á  Egipto  para  arreglar  una 
-délas. cuestiones  que  más  preocupan á  Europa  entera.  Posible  es  que  se 
mezclen  los  buenos  con  ios  enfermos;  los  que  peregrinan  en  paz  con  los 
que  peregrinan  en  guerra,  los  turcos,  egipcios  é  indios  con  los  euro- 
peos, y  que  resulte  de  estas  abigarradas  reuniones  un  obsequio  oriental 
para  los  muñidores  pueblos  occidentales. 

En  vista  de  la  situación  presente,  los  Consejos  internacionales  de 
Sanidad  de  Egipto  y  de  Constantinopla  han  resuelto:  I.""  sujetar  ¿24  ho- 
ras de  observación  ó  el  paso  del  canal  en  cuarentena  á  las  procedencias 
de  las  islas  neerlandesas  y  de  Singapore,  que  vayan  para  Suez  y  Egipto; 
2.*  hacer  sufrir  siete  dias  de  cuarentena  á  los  buques  que  lleven  coléri- 
cos; 3.*  obligar  á  la  misma  observación  ó  cuarentena  á  estas  proceden- 
cias en  todos  los  puertos  del  imperio  otomano  (Mediterráneo^  Hedjar, 
Yemen  y  Golfo  Pérsico). 

Por  su  parte,  el  Consejo  sanitario  de  Constantinopla  ha  decidido, 
si  no  ofrece  mejor  cariz  el  estado  sanitario  del  extremo  Oriente,  esta- 
blecer una  cuarentena  y  una  observación  severa  y  suficientemente  pro- 
longada, para  los  buques  procedentes  del  Occeáno  Indico,  hacia  la  en- 
trada del  Mar  Rojo.  Esta  medida,  que  ya  habla  sido  prevista  y  aconse- 
jada par  la  Conforenoia  sanitaria  internacional  de  Constantinopla,  se 
-aplieami  preferentemente  á  los  buques  que  transporten  peregrinos,  su* 
friéndose  la  cuarentena  y  la  observación  por  los  peregrinos  en  la  isla 
Cama^'an,  que  tiene  para  este  objeto  buenas  condiciones. 


4S0  SECCIÓN  OFICIAL. 

Las  últimas  noticias  acusan  la  presencia  del  cólera  en  el  Japón  y  en 
el  Archipiélago  Sulu,  y  acabo  de  leer  que  existe  en  Batavia.— -(Rodrí- 
guez MENdEZ). 


SECCIÓN  OFICIAL. 

Aguas  minero-medicinales  de  Nuestra  Señora  del  Carmen.— Real  or- 
den de  12  dd  Junio,  declarando  de  utilidad  pública  las  aguas  cloruradas  sódi- 
cas fri  s,  variedaa  sulfatadas  de  Nuestra  Sra.  del  Carmen,  término  de  Siria 
(Valencia),  y  señalando,  cjmo  temporada  ofljial,  desde  el  15  de  Mayo  á  15  de 
Setiembre.  No  se  autoriza  la  apertura  del  establecimiento  h  sta  que  se  haya 
levantada  un  edificio  que,  parlo  menos  contenga  seis  banaderas  para  bafto 
general  da.  un.i  persona;  duchas,  lija  y  movible,  fuente  y  aparato  para  la  cale- 
facción de  las  a^ua^y  y  se  haya  aumentado  el  núnero  de  habitaciones  para  que 
puedan  ahajarse  cómodamente  doce  personas  en  la  casa. — Gacela  del  19  de 
Junios 

Aguas  minero-medicinales  de  Zuazo.— Real  orden  de  16  de  Junio,  decla- 
rar dv>  de  utilidad  pública  las  aguas  sulfurado-iódicas  de  Zuazo,  Ayuntamiento 
deCujrtangó  (Álava),  yseflal  ndo  desde  15  de  Junio  á  15  de  S.tttmbrecomo 
temporada  oíiciaí.  No  se  permite  la  apertura  del  establecimient)  hasta  que  se 
perfeccionen  los  medius  de  calefacción,  montando  una  caldera  generadora  de 
vapor. — Id.,  id.  id. 

Aguas  minero-medicinales  de  Soi^o  ó  la  Toja.— O.  den  Ce  la  Dirección 
general  de  DeLeflcet  cia  y  Sanidad,  disponiendo  se  abrí  al  público  dicho  bal- 
neario, cuya  clausura  se  dispuso  con  fecha  18  de  Abril  de  este  aRo.  — Ga- 
ceta del  21  id. 

Cólera. — Orden  del  21  de  Junio,  declarando  sucias  I  s  procedencias  del  Ja- 
pon  hechas  á  la  mar  después  del  20  del  mismo  mes. — Id.  del  22  id. 

Cátedra  vacante.— Real  órJen  de  15  de  Juoio  mandando  sa  provea  por 
traslación,  una  de  las  cátedras  de  Anatomía  (reneral  y  descriptiva  y  Elemeotos 
de  Histología  normal,  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Valencia.— /d.  del  24  id. 

Viruela,  vacuna  y  subdelegaciones  á  ellas  referentes— Circular  de  la 
Direccio  de  Beneflcencia  y  Sanidad  del  21  de  Junio,  recordando  el  cumplimien- 
to de  la  Real  orden  de  24  de  Enero  de  1876  y  circular  de  la  Dirección  de  19  de 
Febrero,  insertas  respectivamente  en  las  Gacetas  de  10  de  Febrero  y  2  de  Mar- 
zo, relativas  al  estudio  de  la  viruela  y  de  la  vacuna. <—/ei.,  id.  id. 

Cólera. — Orden  de  23  de  Junio,  declarando  sucias  las  procedencias  de  May- 
bun  (isla  de  Joló),  y  de  observación  las  del  resto  de  la  isla,  hechas  á  la  m  ir  des- 
pués del  20  del  mismo  mes.— M  del  25 id. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Die  oronischen  Hautkrankheiten  an  dar  Schweíelthermen  ven  Aaohen. 

Ven  Dr.  Schumacher  II.-Berlin,  1882. 

Manual  de  Anatomía  descriptiva,  por  el  Dogt>^r  Robkít  IUrtmann.  Tra- 
ducción directa  del  alemán  por  los  Dres.  L.  GóngorayS,  Cardenal.— Cuaderno  13. 

Manual  práctico  de  las  enfermedades  de  las  mujeres  (Medicina  y  Ciiu- 
gia)  por  el  Dr.  G.  Eustaclie,  versión  castellana  de  D.  Enrique  Moresco  y  Labado  y  don 
Rafael  Ulecia  y  Cardona,  con  un  prólogo  del  Dr.  D.  Andrés  del  Busto  Lopez.-Cua- 
dernoS.*— Madrid.  -1882.  (Dos  ejemplares). 

Discusión  parlamentaria  de  la  enmienda  presentada  por  ef  diputado  á  Cor- 
tes D.  Modesto  Martínez  Pacheco  al  «Proyecto  de  ley  sobre  reforma  de  U  actual 
organización  del  ejército». -Madrid,  1882. 

lioociones  de  clinioa  terapéutica,  por  el  Dr.  Dujardin-Beanmetz,  recogidas 
por  el  Dr.  E.  Cirpentier  Mericourt.  Versión  de  D.  Gustavo  Reboles  Campos.  Tomo  ^.^ 
entrega  2.*-Madrid,  1889. 

Biblioteca  económica  da  Medicina  y  Cirugía.-  Cuaderno  29.  En  este  cua- 
derno principia  la  publicación  del  Tratado  práctico  de  las  enfemiedadee  de  la  la* 
ringCj  de  ¡a  faringe  y  de  la  traquea,  de  Morell  Mackenzie.— Madrid,  1882. 

Pbkiódigos:  Uoletin  del  Circulo  de  la  juventud  mercantil^  Bwcéiondi.^Butlletidel 
Centre  cátala,  Bd^roelondL." Echoa  du  monde. parisién,  VariB.. 


Q^Ot 


Tomo  n.  Him.  U.  31  Jalio  de  1883.  Año  II.  N&m.  38. 

Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  Congreso  méilico  internacional  de  Sevilla  (conclairá),  por  el0r.  D.  Bartolo- 
■aé  Robert.^  La  periotomia  preventiva  de  las  alteraciones  de  la  córnea  en  la  oftalmía 
blenorráglea  (concluirá),  por  el  Br.  J.  Barraqiier.— Apuntes  clínicos.  Ascltls  en  una  nifia. 
Curación  por  las  inyecciones  iodadas,  por  B.  S,  TilMieea  y  Mercadé.  —  Anatomía 
de  los  centros  nerviosos  (continuación),  por  el  Dr.  B.  Miffnel  Farsas.—  Contribución  al 
estudio  del  ácido  salicílioo  y  sus  compuestos,  en  particular  del  salicilato  sódico  en  el  trata- 
miento del  reumatismo  (conclusión),  por  B.  M.  E.  Moré  y  Bar sit.— Revista  de  Física. 
Congreso  y  Exposición  de  Electricidad  (concluirá),  por  el  Br.  Bodricuea  Mandes.— NO- 
TICIAS CIENTÍFICAS:  Tratamiento  de  la  epilepsia.— Locura  efímera  causada  por  el  frió.— 
Colodión  estíptico.—  Espasmos  profesionales:  etiología  y  tratamiento.—  Hematuria  qullosa: 
su  génisis  y  tratamiento.— Antagonismo  de  la  morílnay  de  los  alca  oides  de  las  solanáceas 
virosas.— Blenorragia:  trafamiento  de  las  erecciones.— Excitabilidad  de  la  corteza  del  cere- 
bro ^Sección  oficial."  Publicaciones  recibidas. 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA,  <*> 

POR  EL  Dcx:tor  Don  Bartolomé  Robert, 

Catedrático  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona. 


Operación  de  la  fístula  vésico-vaglnal* 

El  mismo  profesor  Dr.  Gómez  Torres,  ya  citado,  ilustró  la  cuestión 
referente  á  las  operaciones  de  las  fístulas  vésico-vaginales,  haciendo  un 
juicio  critico  de  las  últimas  modificaciones  llevadas  á  cabo  en  el  llamado 
método  americano. 

Nadie  ignora  que  si  son  varios  los  métodos  operatorios  aceptados  por 
la  práctica,  desde  la  cauterización  hasta  la  elitro-plastia,  con  todo,  el  de 
la  sutura  por  el  procedimiento  de  Sims  es  tal  vez  el  que  más  renombre 
ha  llegado  á  alcanzar.  También  saben  todos  que  uno  de  los  momentos 
operatorios  que  mejor  puede  asegurar  la  oclusión  de  la  fístula,  es  sin 
duda  el  de  avivar  los  bordes,  y  que  esto  lo  logra  aquel  autor  excindiendo 
largamente  una  porción  de  tejido.  Este  es  precisamente  el  punto  que,  en 
opinión  del  Dr.  Gómez  Torres,  debe  modificarse,  y  haciendo  coro  con  las 
opiniones  de  Verneuil,  prefiei'e  la  avivacion  de  los  bordes  de  la  fístula 
por  medio  de  las  aplicaciones  del  galbano-cauterio. 

En  rigor  el  método  de  cauterización  es  antiquísimo,  pero  ya  Malgaig- 
ne  se  encargó  de  demostrar  su  ineficacia  en  los  casos  de  fístulas  vésico- 
vaginales  vastas;  pero  siempre  constituye  una  novedad  que  importa  te- 
ner en  cuenta  la  sustitución  del  bisturí,  en  el  método  de  sutura,  por  el 
galbano- cauterio.  Podria  creerse  de  todas  maneras  más  seguro  el  éxito 
operatorio  avivando  los  bordes^con  el  instrumento  cortante;  sin  embar- 
go, el  Dr.  Gómez  Torres  apoyó  su  modo  de  ver  con  la  relación  de  algu- 


(1)    Continuación.— Véanse  los  núms.  36  y  37. 


422  CONGRESO  MÉDICO   INTERNACIONAL  DE  SEVJLLA. 

ños  interesantísimos  casos  clínicos,  que  demuestran  todas  las  ventajas 
de  las  modificaciones  que  él  propone. 

La  electroterapia  en  la  leucemia  y  én  la  corea. 

Si,  como  afirmó  el  Dr.  Moncorvo,  de  Montevideo,  las  corrientes  eléc- 
tricas galbánicas  llegaron  á  curar  radicalmente  un  caso  de  leucocitemia 
esplénica  en  un  niño  de  48  meses,  refractario  á  todos  los  recursos  de  la 
terapéutica,  tendríamos  un  motivo  más  de  aplauso  para  la  electro- tera- 
pia. Sea  que  la  lesión  esplénica  es  rebelde  de  suyo,  sea  que  en  la  inmen- 
sa mayoría  de  los  casos  no  viene  a  representar  más  que  una  de  tantas 
manifestaciones  del  vicio  escrofuloso,  es  lo  cierto  que  las  leucemias  de 
las  primeras  edades  de  la  vida  son  rebeldes,  gravísimas  y  ordinariamen- 
te mortales;  y  si  resisten  á  la  lar^cuísima  lista  de  agentes  terapéuticos 
aconsejados,  ¿perderemos  algo  en  emplear  el  plan  de  aquel  profesor  ame- 
ricano, aunque  no  sea  más  que  para  demostrar  si  la  curación  fué  un  he- 
cho puramente  casual? 

Más  natural  es  comprender,  dada  la  fisiología  patológica  de  la  corea, 
su  curación  por  medio  de  la  electricidad  estática,  como  demostró  haber- 
la obtenido  el  Dr.  Buisen,  distinguido  especialista  que  ejerce  en  Madrid. 
Yo  acepto  este  recurso,  como  acepto  el  arsénico  y  la  estricnina,  los  bro- 
muros y  la  belladona,  la  valeriana  y  las  sales  de  zinc,  los  baños  frios  y 
los  templados,  las  irrigaciones  de  éter  á  lo  largo  de  la  columna  verte- 
bral y  hasta  la  opiata  de  Masdeval  (sic);  pero  esta  gran  variedad  de  re- 
cursos, algunos  de  ellos  antagonistas,  demuestran,  oque  la  corea  no  es 
siempre  una,  ó  que,  siéndolo,  son  múltiples  sus  formas,  y  que  cada  una 
de  ellas  puede  exigir,  en  un  momento  dado,  indicaciones  especiales.  La 
experiencia  demuestra,  v.  g.,  que  hay  coreas  que  se  dominan  con  los  ba- 
ños frios  y  que  se  exaltan  con  los  templados,  y  vice-versa;  por  manera 
que  importa  aquilataren  qué  casos  pueden  jugar  un  papel  seguro  unos 
y  otros;  y  si  esto  es  cierto,  sin  negar  la  eficacia  de  la  electroterapia  en  la 
curación  del  baile  de  S.  Vito,  entiendo  que  interesa  precisar  los  casos  de 
verdadera  indicación  de  aquel  agente  curativo. 

El  Reglamento  de  quintas. 

Hé  ahí  un  asunto  que  en  España  él  por  sí  solo,  seria  materia  científi- 
ca y  administrativa  inagotable  para  un  Congreso  médico.  Cuantas  veces 
he  ido  estudiando  los  diferentes  Cuadros  de  exenciones  para  eh  servicio 
militar,  que  han  ido  rigiendo  en  nuestra  patria,  he  debido  exclamar  con 
el  orador  romano:  uhinam  gentium  sumus  El  actual,  con  ser  pésimo,  es 
miel  en  hojuelas,  si  se  le  compara  con  el  que  imperó  en  los  tiempos  del 
famoso  tribuno  español. 

El  Dr.  Osío,  oftalmólogo  distinguidísimo,  colocado  en  el  círculo  de  su 
especialidad,  concretó  la  cuestión  á  las  exenciones  del  órgano  visual  y 
pudo  demostrar  hasta  la  última  evideiicia,  no  solo  que  la  pérdida  de  un 
ojo  y  la  hipermetropia  y  el  astigmatismo  deben  ser  motivo  bastante  para 
librar  del  ejercicio  de  las  armas,  sino  que  algunos  enfermos  con  afec- 
ciones ambliópicas  y  con  hemeralopia  producida  por  lesión  retiniana 


CONGRKSO   MÉDICO   INTERNACIONAL   DE  SEVILLA.  4t23 

manifiesta  deben  ser  diagnosticados  y  excluidos  en  el  acto  del  recono- 
cimiento, sin  necesidad  de  hacerles  pasar  por  las  amarguras  de  la  ob- 
servación en  caja;  todo  esto  aparte  de  los  vicios  de  procedimiento  en  la 
investigación  de  los  fenómenos  oculares. 

Lo  manifestado  por  el  Dr.  Osío  es  verdad  incuestionable  y  hace  bue- 
na la  necesidad  de  la  reforma,  no  precisamente  por  lo  que  respecta  á  las 
exenciones  por  enfermedades  de  la  visión,  sino  á  todas  las  demás  y  muy 
en  particular  á  las  del  aparato  circulatorio  y  respiratorio. 

El  Dr.  Aycar,  perteneciente  al  cuerpo  de  Sanidad  Militar,  terció  en 
el  debate,  lo  propio  que  el  Dr.  Ghiralt,  éste  para  apoyar  en  un  todo  lo 
dicho  por  el  Dr.  Osío,  aquel  más  en  son  de  oposición  que  de  aplauso, 
bien  que  hubo  de  convenir  al  fin  en  kt  necesidad  de  la  reforma  y  hasta 
dio  la  buena  noticia,  ojalá  resulte  cierta,  de  que  sin  levantar  mano  se 
confeccionará  un  Reglamento  que  ha  de  estar  á  la  altura  del  movimiento 
científico  contemporáneo. 

La 'piloc arpiña  en  el  Mdrotórax. 

El  autor  de  estas  líneas  expuso  una  serie  de  hechos  clínicos  de  su 
propia  observación,  que  pueden  contribuir  á  aquilatar  cuál  sea  el  verda- 
dero papel  curativo  del  jaborandi  y  de  la  pilocarpina  en  el  tratamiento 
de  las  colecciones  líquidas  de  la  pleura. 

Por  lo  mismo  que  esos  agentes  medicamentosos  están  dotados  de  una 
gran  potencia  y  que  á  la  vez  que  producen  grandes  modificaciones  cir- 
culatorias y  de  las  secreciones,  determinan  fenómenos  de  fuerte  colapso 
y  agotamiento,  importa  precisar  bien  las  indicaciones  y  el  manejo  del 
medicamento. 

Ante  todo  me  mostré  partidario  de  las  inyecciones  hipodérmicas  de 
pilocarpina,  porque  sólo  de  esta  manera  puede  precisarse  la  cantidad  de 
medicamento  absorbido,  y  como  la  penetración  en  el  torrente  circulato- 
rio general  es  directa,  no  ha  de  experimentar  al  través  del  hígado  las 
modificaciones  que  este  órgano  ejerce  sobre  varias  substancias  medica- 
mentosas administradas  por  ingestión.  Dije  también  que  la  pilocarpina 
es  empleable  en  todas  las  edades  de  la  vida,  pero  que  en  los  niños,  más 
propensos  al  colapso  que  los  adultos,  reclama  alguna  precaución  y  re- 
comendé el  uso  previo  de  una  poción  de  cognac  para  contrabalancear 
la  sedación  de  la  pilocarpina.  Aconsejé  inyectar  de  1  á  2  y  3  centigramos 
progresivamente,  una  ó  dos  veces  al  dia,  según  la  tolerancia  y  regun  los 
resultados  que  se  vayan  obteniendo. 

Para  que  el  medicamento  luzca  todo  su  efecto  son  menester  determi- 
nadas condiciones.  Si  se  trata  de  una  pleuresía  con  derrame,  importa 
que  el  exudado  sea  aguanoso  y  poco  antiguo;  ya  que  la  experiencia  de- 
muestra que  si  se  ha  constituido  un  'empiema  ó,  aunque  persista  el  hi- 
drotórax,  si  la  colección  viene  sosteniéndose  desde  uno  ó  más  meses,  los 
resultados  son  poco  menos  que  negativos.  No  importa  que  haya  gran 
cantidad  de  liquido  encerrado  en  la  pleura,  pues  aun  tratándose  de  una 
ocupación  total  he  visto  lograda  la  curación;  pero  sí  interesa,  y  mucho, 
que  mantenga  el  enfermo  cierto  vigor  cardíaco-vascular,  pues,  de  lo 
contrario,  córrese  el  riesgo  de  que  caiga  en  un  colapso  tan  profundo,  que 


424  CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA. 

la  situación  se  haga  peligrosa:  contingencia  más  de  temer  en  las  pleure- 
sías del  laao  izquierdo  que  del  derecho,  por  la  natural  dislocación  del 
corazón  hacia  un  plano  opuesto  al  que  naturalmente  ocupa. 

No  limité  el  uso  de  la  pilocarpina  al  tratamiento  de  las  pleuritis  con 
exudado  líquido,  ya  que  las  mismas  ventajas  pueden  obtenerse  siempre 
que  se  fragua  un  hidrotórax  con  carácter  agudo  independientemente  de 
todo  proceso  inflamatorio;  tal  ocurre  en  la  hidropesía  de  pecho  a  frígore 
y  en  la  que  se  desarrolla  en  el  curso  de  la  enfermedad  de  Bright. 

Pero  reñido  simpre  con  los  exclusivismos  terapéuticos,  no  quise  erigir 
el  jaborandi  y  la  pilocarpina  en  una  panacea  del  hidrotórax.  Estos  me- 
dicamentos son  un  medio  más  de  que  puede  sacarse  buen  partido,  al 
lado  de  los  agentes  dialíticos,  de  los  purgantes,  de  los  demás  diaforéti- 
cos, de  los  revulsivos,  de  la  punción  del  tórax  y  hasta  de  la  formación 
de  una  ventana  en  las  paredes  del  pecho,  con  sección  parcial  de  una 
costilla,  como  brillantemente  puede  hacerse  aun  en  los  casos  de  derra- 
me purulento. 

No  sin  discusión  fueron  oidos  esos  conceptos,  pues  si  el  Dr.  Cazaux 
mostróse  poco  partidario  de  la  pilocarpina,  augurando  que  desaparecerá 
de  la  terapéutica,  en  cambio  el  Dr.  Hauser,  haciéndose  eco  de  la  multi- 
tud de  hechos  clínicos  que  atestiguan  que  es  un  medicamento  verdad, 
por  lo  mismo  que  es  activísimo,  salió  en  calurosa  defensa  de  las  opinio- 
nes emitidas  por  mí. 

Las  letálides. 

Como  si  dijéramos  dermatosis  letales,  maléficas,  de  funesto  augurio. 
Con  tal  nombre  leyóse  una  memoria  original  del  Dr.  D.  Federico  Rubio, 
importante  como  todo  lo  que  sale  de  la  mente  de  este  distinguidísimo 
cirujano,  gloria  positiva  de  nuestro  país,  y  que  iba  acompañada  de  una 
pieza  artificial  perfectamente  ejecutada  por  el  Sr.  Zofio,  y  de  un  gran  nú- 
mero de  preparaciones  histológicas  debidas  á  la  destreza  del  Dr.  López 
García. 

Pluguiérame  poder  trasladar  aquí  la  descripción  oral  que  de  las  letá- 
lides hizo  el  Dr.  Rubio  con  su  clara,  castiza  y  persuasiva  palabra;  qui- 
siera indicar  todos  los  caracteres  micro  y  macrográficos  que  distinguen 
unas  erupciones  que  acompañan  ó  subsiguen  á  los  procesos  cancerosos, 
especialmente  de  las  mamas,  erupciones  que  sin  duda  todos  hemos  vis- 
to, desde  la  simple  mancha  erisipelatosa  hasta  el  pequeño  tubérculo, 
pero  que  antes  del  Dr.  Rubio,  nadie,  que  yo  recuerde  en  este  instante,  ha 
clasificado  y  descrito  desde  su  histología  hasta  su  semeiótica;  pero  sien- 
do imposible  tal  narración  por  falta  de  espacio,  me  limitaré  á  las  prin- 
cipales conclusiones  que  se  desprenden  del  trabajo  de  aquel  autor: 

Las  letálides  acompañan  frecuentemente  á  los  cánceres  y  su  conoci- 
miento ofrece  verdadero  interés  clínico. — Pueden  ser  maculosas  (efélide 
letálide),  papulosas  con  base  indurada,  tuberculosa^y  ulcerosas  y  pústulo- 
crustáceas. — Estas  formas  anatómicas  pueden  sostenerse  sin  metamorfo- 
searse  unas  en  otras,  ó  al  contrario,  pueden  ir  evolucionando  y  sucedién- 
dose  desde  las  más  simples  á  las  más  complexas,  como  suele  observarse 
en  el  cáncer  serpiginoso. — Los  letálides  se  desarrollan  en  los  cánceres  ul- 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL   ÜE  SEVILLA.  425 

cerados  ó  no  ulceradas  y  con  independencia  de  las  adenitis  consecutivas. 
Se  implantan  alrededor  del  tumor,  alrededor  de  las  heridas  en  caso  de 
extirpación  y  también  á  gran  distancia  de  las  regiones  canceradas. — Por 
regla  general  anuncian  que  se  ha  consumado  la  infección. — Facilitan  el 
diagnóstico  de  aquellas  neoplasias  cuando  radican  en  órganos  glandula- 
res y  no  se  hallan  tumefactos  los  ganglios  vecinos;  así  como  también  per- 
miten clasificar  úlceras  especiales  que  coinciden  con  tumores  de  la 
misma  región. — Su  presencia  indica  la  malignidad  y  propagación  del  neo- 
plasma que  acompañan,  y  por  lo  tanto  el  desastroso  fin  del  individuo  que 
le  lleva.  Gomo  no  se  destruyan  las  letálides,  á  la  vez  que  el  cáncer,  de 
cada  una  de  ellas  brotarán  nuevos  gérmenes. — La  mayor  parte  de  las  re- 
cidivas de  los  cánceres  de  la  mama  son  debidasjal  desarrollo  que  adquie- 
ren las  letálides  después  de  la  extirpación  de  aquellos. — Debe,  pues,  el 
cirujano  prudente  abstenerse  de  todo  acto  operatorio  cuando  brotan  los 
letálides  aunque  falte  la  tumefacción  de  los  ganglios  linfáticos  próximos. 

Causas  de  la  excesiva  mortalidad  de  la  infancia. 

Dos  importantes  trabajos  sobre  este  particular  fueron  leidos  por  los 
doctores  Adame  y  Fuelles,  y  en  ellos  hicieron  gala  de  buenas  dotes  lite- 
rarias, de  una  no  común  erudición  y  de  ideas  muy  levantadas.  Nadie 
pondrá  en  duda  los  fundamentos  científicos  en  que  se  apoyaron  sus  au- 
tores; pero  tengo  para  mí,  y  así  tuve  el  honor  de  manifestarlo  al  Congre- 
so, que  los  consejos  dados  por  aquellos  distinguidos  colegas,  constituyen 
sí  un  bello  ideal,  pero  de  imposible  aplicación  práctica. 

Creí  entonces,  y  sigo  creyendo  ahora,  que  pesa  sobre  nuestra  época 
un  sino  fatal,  hijo  de  la  civilización  de  nuestros  dias,  sino  que  vemos, 
que  tocamos,  pereque  no  hay  brazo  de  Hércules  que  lo  pueda  aniquilar. 
El  problema  de  la  mortalidad  de  los  niños  en  las  grandes  urbes  es  un 
problema  complexo,  es  una  red  de  mallas  muy  estrechas  y  formada  de 
hilos  muy  diferentes,  que  si  en  detalle  pueden  irse  cortando,  en  su  agru- 
pación tienen  más  fuerza  que  la  fuerza  nuestra.  Pero  es  el  caso  que  si  to- 
das las  naciones  deploran  el  mal  que  viene  diezmando  la  generación  que 
comienza,  á  España  le  cabe  la  no  envidiable  gloria  de  ser  una  de  las  re- 
giones del  viejo  continente  en  donde  la  mortalidad  es  mayor;  prueba  se- 
gura de  que,  á  más  de  las  causas  comunes  que  pesan  sobre  toda  Europa, 
algo  especial  debe  existir  en  nuestra  patria,  que  explique  cifras  de  mor- 
talidad tan  altas  como  las  que  se  recejen  en  Oviedo,  y  aun  mucho  más  en 
Madrid. 

Si  nuestra  climatología,  si  nuestras  industrias  no  dan  toda  la  clave 
del  hecho  que  nos  aflige  ¿será  posible,  decia  yo,  encontrar  otras  causas? 

Nuestro  pueblo  es  más  ó  menos  educado,  es  más  ó  menos  culto  en  el 
sentido  del  trato  social,  pero  su  ilustración  es  muy  escasa  y  vive  entre 
las  tinieblas  de  la  ignorancia  en  lo  que  respecta  á  la  higiene  individual 
y  hasta  colectiva.  La  frase  es  dura;  pero  no  peca  de  exagerada:  y  nadie 
negará  la  importancia  que  las  transgresiones  de  las  reglas  higiénicas  tie- 
ne sobre  el  desarrollo  del  individuo  y  el  porvenir  de  la  población. 

Hacen  gala  los  españoles  de  una  frugalidad  que  no  por  ser  proverbial 
es  menos  inverosímil;  pero  abusan  ciertamente  deesa  misma  frugali- 


42G  LA  PERIOTOMÍA  PREVENTIVA. 

dad.  Varias  condiciones  climatológicas  y  étnicas  la  explican,  pero  en- 
tiendo que  se  cae  en  la  exageración  y  que  es  difícil  encontrar  en  Europa 
un  pais  en  donde  se  consuma  una  cantidad  menor  de  material  alimen- 
ticio. Cierto  que  la  población  es  viril,  es  sufrida,  es  laboriosa  y  se  de- 
fiende de  todos  los  infortunios;  pero  yo  no  sé  si  esa  fogosidad  más  es 
hija  de  un  despliegue,  in  actu,  de  las  actividades  nerviosas,  que  de  una 
ostentación  positiva,  in  pose,  de  verdaderos  gérmenes  de  vigor  orgánico; 
presiento  que,  por  debajo  de  una  apariencia  de  robustez,  se  oculta  un 
fondo  de  debilidad,  porque  un  pueblo  mal  alimentado  debe  ser  un  pue- 
blo débil. 

También  es  una  triste  verdad  que  el  desconocimiento  de  los  precep- 
tos higiénicos  es  una  causa  de  que  en  nuestro  país  se  conozcan  poco  los 
hábitos  de  limpieza  corporal,  y  no¡sé  si  hay  un  pueblo,  después  del  ru- 
so, que  como  el  español  se  lave'ménos;  y  yo  me  inclino  á  creer  (la  de- 
mostración no  seria  difícil)  que  la  suciedad  de  la  piel  ha  de  contribuir 
grandemente  á  esa  hipostenia,  á  ese  fondo  de  endeblez  que  va  transmi- 
tiéndose de  generación  en  generación,  aumentando  la  mortalidad  en  las 
primeras  y  en  todas  las  edades  de  la  vida. 

Considero  que  si  fuese  posible  levantar  el  nivel  de  ilustración  de 
nuestro  pueblo  para  que  se  asimilara  lentamente  el  gran  caudal  de  co- 
nocimientos higiénicos;  que  si  en  virtud  de  buenos  principios  económi- 
cos podia  mejorarse  la  cantidad  y  la  calidad  de  las  sustancias  alimenti- 
cias; que  si  se  tenian  presentes  las  reglas  de  limpieza  corporal  y  se 
vulgarizaba  el  uso  de  los  baños,  aún  sin  caer  en  la  exageración  de  los 
antiguos  romanos,  cuyas  termas  más  eran  templos  levantados  á  la  obs- 
cenidad que  á  la  diosa  Higea;  que  si  se  establecían  alrededor  de  todas 
las  poblaciones  gimnasios  públicos,  como  intentando  hacer  revivir  los 
juegos  olímpicos  de  la  antigua  Grecia;  y  por  último,  que  si  se  reglamen- 
taba el  trabajo,  como  en  Inglaterra,  dando  al  cuerpo  horas  y  dias  de  ver- 
dadero descanso,  no  en  el  café,  el  teatro  y  la  plaza  de  toros,  sino  en  el 
seno  de  la  familia  ó  en  las  giras  de  campo,  la  mortalidad  de  nuestro  país 
forzosamente  habia  de  decrecer. 

El  Dr.  Gutiérrez  dispensóme  el  favor  de  aceptar  mis  ideas  y  demostró 
á  la  vez  de  una  manera  elocuente  que  la  mortalidad  de  los  niños  se  ex- 
plica en  gran  parte  por  los  errores  de  la  alimentación,  ya  en  lo  que  hace 
referencia  á  las  condiciones  de  las  nodrizas,  ya  por  lo  que  respecta  á  la 
lactancia  artificial. 

(Concluirá.) 


LA  PERIOTOMÍA  PREVENTIVA  DE  LAS  ALTERACIONES  DE  LA  CORNEA 

EN  LA  OFTALMÍA    BLBNORRÁGICA. 

POR  EL  Dr.  /.  Barraqüer. 

Médico  oculista  de  los  Hospitales  de  Saata  Cruz  y  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús 


La  situación  superficial  de  la  conjuntiva  y  el  fácil  acceso  de  nuestros 
agentes  terapéuticos  á  toda  la  extensión  de  la  mucosa,  así  como  su  po- 
sible limitación  á  ciertas  porciones  de  la  misma,  dan  al  tratamiento  de 


LA  PERIOTOMÍA  PREVENTIVA.  427 

SUS  enfermedades  cierta  garantía  de  éxito,  que  difícilmente  encontra- 
ríamos en  el  de  otras  mucosas.  El  conocimiento  de  la  variada  extructüra 
de  esta  membrana,  el  establecimiento  de  zonas  anatómicas,  la  posibili- 
dad de  localizaciones  precisas,  la  diferente  importancia  que  por  sus 
relaciones  tienen  las  distintas  regiones  y  la  variedad  de  productos  se- 
gregados, dan  al  diagnóstico  de  sus  enfermedades  un  grado  nada  des- 
preciable de  precisión.  En  el  catarro  se  localizan  los  fenómenos  hiperé- 
micos  é  hiperplásicos  en  el  fondo  de  saco  y  en  los  párpados;  en  la 
conjuntivitis  flictenular  intensa,  en  la  diftérica  y  en  la  purulenta  se  ge- 
neralizan á  toda  la  extensión  de  la  mucosa  los  trastornos  celulares  y  de 
textura  que  originan  y  bajo  los  cuales  evolucionan  la  flictena,  el  exu- 
dado diftérico  y  la  supuración.  En  la  conjuntivitis  folicular  la  despro- 
porción entre  la  intensidad  del  mal  en  las  regiones  llamadas  linfáticas 
de  la  mucosa  y  la  que  adquiere  en  las  demás,  constituye  un  dato  de  im- 
portancia innegable.  El  precepto  de  invertir  el  párpado  superior,  antes 
de  establecer  el  diagnóstico  de  granulaciones,  nace  de  la  predilección 
electiva  de  este  producto  por  ciertas  regiones  de  la  mucosa. 

En  las  conjuntivitis  hallamos  toda  la  variedad  de  productos  inflama- 
torios, desde  el  pus  cremoso  ó  de  buena  calidad,  cuyo  carácter  inflama- 
torio nadie  ha  discutido,  hasta  la  granulación,  esa  neoplasia  que  sirve  de 
puente  para  establecer  la  gradación  anatomo-fisiológica  entre  la  neo- 
plasia flogística  y  la  de  los  tumores.  La  infíltracion  serosa,  la  sanguínea, 
la  celular,  la  diftérica  y  la  granulosa  son  otros  tantos  productos  que 
pueden  generalizarse  á  toda  la  mucosa  y  que,  por  la  importancia  que  en 
ciertas  regiones  adquieren,  han  tomado  nombres  especiales  cuando  se 
localizan  alrededor  de  la  córnea  (quémosis  seroso,  sanguíneo,  inflama- 
torio ó  celular,  diftérico  ó  necrobiótico). 

La  presencia  de  los  exudados  en  la  trama  de  la  mucosa  no  es  indife- 
rente para  la  nutrición  de  la  misma,  en  cuyo  seno  tienen  lugar  cambios 
histológicos  más  ó  menos  importantes,  en  relación  con  el  modo  particu- 
lar de  acción  propia  á  cada  uno  de  los  productos  inflamatorios  y  á  su 
duración.  Así  vemos  que  en  la  oftalmía  diftérica,  por  la  índole  especial 
de  su  producto,  por  la  tendencia  á  la  anemia,  y  aún  diré  más,  por  la 
anemia  absoluta  que  produce  en  la  mucosa,  notamos  la  destrucción  par- 
cial ó  completa  de  este  revestimiento  óculo-  palpebral  y  la  formación 
de  bridas  que  ocluyen  la  cavidad  de  la  conjuntiva.  En  la  conjuntivitis 
purulenta,  á  pesar  de  que  tiene  lugar  una  infiltración  celular  muy  den- 
sa en  la  mucosa  y  debajo  de  ella,  nada  sufren  los  elementos  constituti- 
vos de  la  misma,  ó  á  lo  menos  serán  tan  insignificantes  sus  alteraciones, 
que  es  un  hecho  constante  la  reintegración  de  la  mucosa  al  estado  nor- 
mal: el  exudado  libre  es  purulento,  el  inters.ticial  y  submucoso  no  lle- 
gan á  la  supuración  y  se  resuelven  constantemente.  En  la  oftalmía  gra- 
nulosa la  influencia  del  exudado  se  hace  sentir  de  un  modo  especial  en 
la  mucosa,  cuya  extructüra  cambia  y  cuyas  propiedades  físicas  trastor- 
na por  completo.  Colocada  la  mucosa  ocular  entre  los  párpados  y  el  glo- 
bo, con  el  fin  de  lubrificar  á  este  último,  haciendo  insensibles  sus  movi- 
mientos y  los  de  los  párpados,  constituyen  sus  principales  y  preciosos 
caracteres  su  humedad  constante  y  la  finura  extrema  de  su  superficie,  y 
¡cuánto  se  oponen  á  estos  caracteres  las  transformaciones  que  el  exudado 


428  LA  PERIOTOMÍA  PREVENTIVA. 

granuloso  produce  en  la  constitución  de  la  mucosa!  Llenándola  de  as- 
perezas al  principio  y  de  cicatrices  más  tarde,  opone  la  irregularidad  de 
superficie  á  la  lisura  extrema  que  tiene  en  el  estado  normal;  destruyen- 
do las  glándulas  de  la  mucosa  y  transformando  su  tejido  en  el  de  las  ci- 
catrices, opone  á  la  humedad  y  blandura  del  revestimiento  mucoso,  la 
sequedad  y  dureza  del  tejido  inodular. 

La  córnea,  rodeada  por  la  conjuntiva  y  provista  de  un  revestimiento 
epitelial  comparable  al  de  esta  mucosa  y  continuo  con  él,  teniendo  en  su 
periferia  intima  relación  con  los  vasos  conjuntivales  del  llamado  anillo 
conjuntival,  y  estando  constantemente  en  contacto  con  la  conjuntiva 
palpebral  y  con  los  productos  segregados  por  la  mucosa  y  glándulas 
anexas,  no  puede  permanecer  indiferente  á  la  acción  de  las  causas  que 
obran  sobre  la  misma,  y  siente,  con  sobrada  frecuencia,  el  mal  efecto  que 
en  ella  producen  los  cambios  de  organización  que  la  mucosa  y  sus  pro- 
ductos segregados  adquieren  en  las  conjuntivitis.  La  erupción  tan  fre- 
cuente en  la  infancia  de  flictenas  en  la  conjuntiva  periquerática,  al 
mismo  tiempo  que  en  la  córnea,  constituye  un  ejemplo  de  que  una  misma 
causa  morbosa  ha  obrado  á  un  tiempo  sobre  ambas  membranas;  la  pro- 
ducción del  pannus  granuloso,  limitado  al  tercio  superior  de  la  córnea, 
después  de  cierto  tiempo  de  Ta  existencia  de  granulaciones  palpebralcs, 
es  una  prueba  de  la  influencia  que  las  alteraciones  existentes  en  la  con- 
juntiva pueden  producir  en  la  córnea;  la  maceracion  del  epitelio  por 
los  líquidos  segregados  constituye  un  ejemplo  de  alteración  de  la  carnea 
por  el  exudado  libre. 

Inspirándonos  en  el  conocimiento  exacto  de  la  marcha  de  las  conjun- 
tivitis, debemos  tratar  de  evitar  á  todo  trance  los  dos  últimos  géneros  de 
causas  morbosas,  que  pueden  alterar  el  tejido  de  la  córnea.  Sabiendo  que 
el  intimo  contacto  del  párpado  superior,  granuloso  ó  lleno  de  cicatrices, 
favorece  la  producción  del  pannus,  evitamos  su  desarrollo  por  medio  de 
una  cantoplastia  preventiva,  en  todos  aquellos  casos  en  que  evolucionan 
con  tenacidad  las  granulaciones  en  la  conjuntiva  de  individuos,  cuya 
hendidura  palpebral  tiene  reducidas  dimensiones.  En  el  lagoftalmos 
sabemos  que,  no  hallándose  protegida  la  córnea  por  una  exacta  adapta- 
ción de  ambos  párpados,  sufre  en  una  época  más  ó  menos  adelantada 
distintas  alteraciones  de  transparencia  por  las  injurias  exteriores,  que 
pueden  modificar  notablemente  la  visión.  En  estos  casos  creo  prudente 
no  aguardar  la  presentación  del  enemigo  para  atacarlo;  prefiero  evitar 
su  llegada,  mayormente  cuando  no  podemos  asegurar  el  grado  de  desar- 
rollo y  el  carácter  más  ó  menos  destructivo  que  presentarán  las  futuras 
alteraciones  de  la  córnea.  En  la  oftalmía  purulenta,  según  mi  humilde 
opinión,  nos  dan  cuenta  de  las  alteraciones  de  la  córnea,  en  primer  tér- 
mino la  propagación  del  proceso  flogístico,  según  una  ley  que  no  tendría 
inconveniente  en  llamar  ley  de  los  tegumentos:  en  la  piel,  en  la  mucosa 
uretral,  en  la  de  las  vías  respiratorias,  vemos  ciertas  inflamaciones  par- 
tir de  un  punto  concreto  y  propagarse  en  cierto  sentido  invadiendo 
siempre  otras  porciones  de  tegumento  y  limitándose  las  alteraciones 
flogísticas  á  la  membrana  y  á  su  tejido  celular  subtegumentario,  el  cual 
sabemos  constituye  con  el  tegumento  un  solo  órgano;  la  erisipela  recorre 
la  cara,  el  cuero  cabelludo,  la  espalda,  los  lomos,  etc.,  etc.,  sin  parar 


LA  PERirOMÍA  PREVENTIVA.  429 

mientes  en  la  diferente  extructura  de  la  piel  de  estas  regiones,  y  sus  alte- 
raciones se  limitan  en  todos  los  casos  al  tegumento,  comprendidas  sus 
tres  capas,  epidermis,  dermis  y  tejido  celular  subcutáneo. 

Las  observaciones  de  blenorragia,  que,  empezando  por  el  meato, 
recorren  toda  la  uretra,  invadiendo  en  unos  casos  las  restantes  mucosas 
del  aparato  urinario  hasta  producir  la  cistitis  y  la  nefritis,  ó  las  del  geni- 
tal hasta  el  desarrollo  de  la  epididimitis  y  de  la  orquitis,  son  tan  termi- 
nantes y  frecuentes  que  no  admiten  réplica. 

Rindfleisch,  ocupándose  de  la  patogenia  de  la  pneumonia  catarral 
aguda,  dice:  «durante  el  periodo  de  descamación  del  sarampión,  esta 
bronquitis  se  extiende  muy  fácilmente  de  la  mucosa  nasal  y  de  la  tráquea 
á  las  últimas  ramificaciones  bronquiales  (bronquitis  capilar),  determi- 
nando la  inflamación  de  porciones  considerables  del  pulmón.» 

En  ciertos  casos,  cuando  las  diferencias  entre  dos  porciones  de  un 
tegumento  son  muy  marcadas  en  su  extructura,  tarda  mucho  tiempo  en 
hacerse  la  propagación  por  las  dificultades  que  le  oponen  las  diferencias 
histológicas;  pruebas  de  ello  tenemos  abundantes  en  las  mismas  infla- 
maciones de  los  bronquios  y  en  las  del  estómago.  Pudieran  multiplicarse 
las  citas  de  hechos  concernientes  á  este  punto.  Hagamos  alto  en  ello,  y 
continuemos  nuestra  tarea. 

Considerando  la  situación  de  la  córnea  rodeada  por  todas  partes  de 
conjuntiva  y  en  Intimas  relaciones  con  sus  elementos  anatómicos  por 
medio  de  sus  capas  más  superficiales,  cuesta  trabajo  comprender  cómo 
los  A.A.  han  podido  inclinarse  á  considerar  las  alteraciones,  que  sufre 
^n  la  oftalmía  blenorrágica^  como  dependientes  principalmente  de  la 
compresión  por  el  quémosis  ó  de  otras  causas  diversas,  y  no  de  la  sen- 
cilla y  natural  propagación  del  proceso,  conforme  á  la  ley  de  los  tegumen- 
tos. El  hecho  físico  (1),  el  hecho  mecánico  (2),  debe  representar  un  papel 
muy  secundario,  si  acaso  le  está  reservado  alguno.  Clínicamente  obser- 
vamos los  enfermos  atacados  de  la  oftalmía  blenorrágica  más  grave  en 
tres  estadios  anatómicos  distintos:  1.^  en  las  primeras  horas  de  la  enfer- 
medad, se  presenta  el  enfermo  con  los  síntomas  de  una  conjuntivitis  pal- 
pebral  y  de  los  fondos  de  saco,  y  por  parte  de  la  ocular  solo  existen  sín- 
tomas de  edema  colateral  (quémosis  seroso);  la  córnea  se  halla  en  estado 
normal;  2.°  estadio  anatómico:  la  córnea  empieza  á  adquirir  un  tinte  opa- 
lino y  aspecto  algo  deslustrado,  sobre  todo  visible  en  su  periferia  (ede- 
ma de  la  córnea).  El  quémosis  se  desarrolla  con  más  intensidad,  y  deja 
de  percibirse  á  su  través  aquella  transparencia,  que  nos  indicaba  hallar- 
se formado  puramente  de  serosidad;  empieza  á  adquirir  mayor  dureza; 
ya  no  podemos  considerarlo  como  un  fenómeno  colateral  de  lo  que  ocur- 
re en  los  párpados  y  fondo  de  saco;  la  conjuntiva  bulbar  sufre  ya  un 
verdadero  proceso  flogístico,  caracterizado  como  en  los  párpados  por  la 
hiperemia,  la  trasudación  serosa,  la  infiltración  celular  y  probablemente 
por  la  secreción  purulenta.  Yo  no  puedo  asegurar  si  el  pus  en  la  oftalmía 
blenorrágica  procede  también  de  la  conjuntiva  bulbar;  los  trabajos,  que 
actualmente  estoy  practicando,  me  permitirán,  á  no  dudar,  en  un  breve 


(1)    Dr.  Oflio,  El  Siglo  Médico,  N.""  1480,  pág.  307. 

(i)    Dr.  J.  L«pez  Ocafia,  La  Crónica  oftalmológica,  año  i%  núm.  3. 


480  LA  PERITCMOÍA  PREVENTIVA^ 

plaao,  deci'díTme  en  esta  cuestión;  pero  que  existe  en  la  conjuntiva  bulbar 
una  infíltiraeion  cehilar  inflamatoria,  que  se  encuentran  el  dermis  mucoso 
y  tejido  sub-mucoso  infritrados  por  el  llamado  exudado  inflamatorio,  no 
puede  dudarse,  pues  claramente  lo  prueban  mis  numerosas  preparacio- 
nes histológicas*  Es  un  concepto  equivocado  el  que  emiten  muchos  A. A.,. 
Wecker  entíe  elIos>  cuando  dice  (1);  «se  hace  desaparecer  el  quémosis,  sin 
inconveniente  para  el  ojo,  practicando  picaduras  (moticíieíurss)  en  la  con- 
juntiva elevada  con  tijeras  puntiagudas.  Como  no  hay  allt  más  que  una 
infiltración  ^rOBa,  es  fácil  hacer  salir  el  líquido  con  estas^  escarifícacio- 
nes».  Reputo  altamente  perjudicial  el  considerar  como  secundario,,  como 
fenómeno  colateral,  el  quómosis,  y  de  este  concepto  equivocado  nace  á 
mi  modo  de  ver  la  tendencia  tan  extendida  de  considerar  las  alteraciones 
de  la  córnea^  producidas  por  otras  causas,  que  la  que  yo  considero  como 
principal  y  tal  vez  ex-clnsiva;  3,^^  estadio  anatómicú:  vemos  declararse 
francamente  los  sfntomas  de  und  queratitis^  la  iaflaniacion.invafde  la 
córnea,  y  la  invafde  aun  según  la  ley  de  Iw  ie^umentos^  puesto  que  los  fe- 
nóménosí  inflamatorios  y  la  stipurac^on^  que  tan  á  menudo  en  las  in* 
flamáciones  extensas  de  la  córnea  se  propagan  á  la  cámara  anterH>r  bajo 
la  forma  de  hipópiori^  quedan  en  la  oftalmía  blenorrágica  limitados  á  la 
membrana  transparente  que  representa  el  tegumento  anterior  del  ojo. 
El  exudado  flogístico  de  la  córnea  ejerce  sobre  el  tejido  de  esta  mem- 
brana una  acción  muy  diferente  de  la  que  hemos  visto  producía  en  la 
conjuntiva :  la  inflltracien  celular  no  ocasiona  una  acción  destruc- 
tora sobre  el  parénquina  de  lat  mucosa,  mientras  que  la  determina 
y  muy  decisiva  sobre  la  córnea.  ¿Debe  explicarse  esta  diferencia  por  los 
resultados  de  otras  causas  agenas  á  la  distinta  extrvctura  y  al  diferente 
modo  de  nutrición  de  las  dos  membranas?  En  mi  concepto,  en  la  córnea 
tiene  lugar,  igualmente  que  en  la  conjuntiva,  la  infiltración  por  el  exu- 
dado inflamatorio,  pero  teniendo  el  estromade  la  córnea  condiciones  his- 
tológicas distintas  se  destruye,  sufriendo  metamorfosis  regresivas. 

Todas  las  demás  alteraciones,  que  en  el  curso  de  la  dolencia  se  pre- 
sentan por  parte  de  la  córnea  (perforación,  hernia  del  iris,  etc.,  etc.), 
constituyen  áolo  consecuencias  de  la  queratitis,  y  no  debo  citarlas  porque 
me  separarían  de  mi  objeto.  Resumiré  los  estadios  de  localizacion  infla- 
matoria del  tegumento  óculo-palpebral  en  los  tres  períodos  anatómicos, 
en  cuya  interpretación  fundo  la  indicación  de  la  peritomía  preventiva; 
1  .•  Conjuntivitis  palpebral  y  de  los  fondos  de  saco  con  fenómenos  de  ede- 
íña  colateral,  no  extendidos  á  la  córnea  y  sí  solamente  á  la  conjuntiva 
bulbar  y  á  los  párpados;  2."  conjuntivitis,  que  se  generaliza  á  toda  la 
ínucosa,  edema  colateral  en  la  córnea;  3.'  inflamación  de  todo  el  tegu- 
mento óculo-palpebral,  comprendida  la  córnea  (conjuntivitis  y  querati- 
tis purulentas). 

Soló  en  los  casos  más  graves,  la  inflamación,  que  he  escogido  como 
tipo,  adquiere  en  la  córnea  igual  intensid<id  en  toda  su  extensión;  en 
muchas  oftalmías  purulentas  quedan  porciones  de  esta  membrana  com- 
pletatnente  indemnes;  siendo  digno  de  notarse  que  en  estas  circunstan- 


(1)    I.  de  Wecker  et  £d.  Laudolt.  r*Hit(é  eomphl  d^Ophlalfi\úlogi$.*-?9,r\fí  1878)  p&« 
gina  309. 


LA  PERITOMÍA  PREVENTIVA.  431 

cías  las  porciones  libres  corresponden  á  las  regiones  de  la  conjuntiva, 
en  las  cuales  la  infiLamacion  ha  tomado  menor  incremento. 

La  queratitis  parcial  y  localizada,  en  el  curso  de  la  oftalmía  blenorrá- 
gica,  está  generalmente  situada  en  la  periferia  en  puntos  contiguos  á  los 
de  la  mucosa,  en  que  la  inflamación  se.  ha  desarrollado  con  mayor  in- 
tensidad. Esto  puede  demostrarnos  las  diñcultades  que  á  la  propagación 
de  un  proceso  flogístico,  según  la  ley  de  los  tegumentosy  oponen  las  dife- 
rencias histológicas,  ya  que  solo  se  verifica  el  paso  de  la  conjuntivitis  á 
la  queratitis  por  continuidad  de  tejido  en  los  puntos  en  que  la  inflama- 
ción se  ha  desarrollado  con  mayor  violencia.  Se  dirá  tal  vez  que,  desar- 
rollándose el  quémosis  con  mayor  intensidad  en  los  puntos  en  que  hay 
mayor  inflamación,  la  queratitis  se  desarrolla  en  las  regiones  en  que  pre- 
domina ^1  hecho  físico  de  la  compresión;  pero  á  esta  objeción  podremos 
oponex  los  casos  en  los  cuales,  en  el  curso  de  una  oftalmía  purulenta,  se 
determina  la  inflamación  generalizada  ó  localizada  de  la  córnea  sin  ape- 
nas existir  quémosis. 

Practicando  una  ancha  tonsura  de  la  conjuntiva,  es  decir,  extirpando 
la  mucosa  con  el  tejido  celular  sub-mucoso  alrededor  de  la  córnea,  en  una 
grande  extensión,  durante  la  1.'  ó  2.*  faz  anatómica  del  mal,  cuando  aun 
los  fenómenos  de  flogosis  verdadera  no  han  invadido  la  córnea,  cuando  no 
hay  queratitis,  cuando  el  mal  está  limitado  á  los  párpados^  á  los  fondos 
de  saco  y  á  lo  más  empieza  er^  la  conjuntiva  ocular,  se  evitaría  en  mu- 
chos casos  la  propagación  á  la  córnea;  el  mal  se  limitaría  á  la  conjuntiva, 
no  presen tádose  la  queratitis,  porque  la  pérdida  de  sustancia,  la  discon- 
tinuidad de  los  tegumentos,  se  opone  á  la  propagación,  según  la  ley, 
cuyo  establecimiento  tengo  la  audacia  de  proponer. 

La  idea  de  limitar  la  inflamación  á  la  conjuntiva,  que  cubre  los  párpa- 
dos, pertenece  como  justamente  ha  hecho  notar  el  Dr.  López  Ocaiía  (l)á 
Lawson  (2):  ocupándose  del  tratamiento  de  las  granulaciones  y  del  pan- 
niis  granuloso,  ensalza  los  resultados  de  la  inoculación  blenorrágica  para 
su  curación;  pero  si  bien  está  seguro  de  que,  con  la  oftalmía  purulenta 
provocada,  no  peligran  las  córneas  completamente  cubiertas  de  un  espe- 
so pannus,  teme  la  inoculación  en  aquellos  casos  en  que  la  córnea  no 
está  completamente  cubiqrta,  y  se  pregunta  si  sería  posible  preparar  los 
oJQ$  menos  fuertemente  atacados  por  medio  de  un  tratamiento  preven- 
tivo, que  permitiese  emplear  la  inoculación  con  seguridad:  «yo  creo  en 
parte,  dice,  babor  llegado  á  este  fin  cuando  se  ha  sacado  alrededor  de  la 
córnea  un  ancho  colgajo  de  conjuntiva  (sindectomia)  y  se  ha  dejado  al 
ojo  reponer  completamente  de  esta  primera  operación.  La  acción  del  pus 
en  el  ojo  en  este  estado  se  encuentra  considerablemente  mitigada.  Esto 
es  debido,  sin  ninguna  duda,  á  que  la  inflamación  purulenta  queda  prin- 
cipalmente limitada  á  la  conjuntiva,  que  tapiza  los  párpados;  porque  en 
la  operación  de  la  sindectomia,  se  quita  un  octavo  de  pulgada  de  conjun- 
tiva y  del  tejido  sub-conjuntival  que  rodean  la  córnea,  de  suerte  que  no 
solamente  hay  una  menor  cantidad  de  mucosa,  tapizando  al  ojo,  librado 
de  la  inflamación,  sino  que  además  el  tejido  sub-conjuntival,  ofreciendo 


(1)  La  Crónica  oftalmológicot  12  Junio  de  1882. 

(2)  Inoculation  and  syndectomy  (Ophthalm.  Hoap,  Rep,  mai.)f  p.  182.  18G4. 


43á  LA  PERITOMÍA  PREVENTIVA. 

una  cicairiz  ancha  y  firme  alrededor  de  la  córnea,  sin^e  de  barrera  para 
detener  el  transporte  del  trabajo  supurativo  de  la  conjuntiva». 

Lawson  cita  cuatro  casos,  en  los  cuales,  á  pesar  de  haber  producido 
la  oftalmía  blenorrágica  en  ojos  cuyas  córneas  no  estaban  del  todo  cu- 
biertas por  el  pannus,  ha  obtenido  buenos  resultados,  disminuyendo  la 
intensidad  de  las  queratitis  á  beneficio  de  una  cicatriz  preventiva. 

Las  ideas  de  Lawson,  sobre  el  transporte  de  los  fenómenos  fiogisticos, 
son  exactamente  las  que  yo  emitía  en  la  Gaceta  médica  catalana  (i), 
si  bien  las  desconocía  antes  de  la  cita  bibliográfica  del  Dr.  López  Oca- 
ña  (2). 

Lawson  confina  la  supuración  en  los  párpados  á  beneficio  de  una  ci- 
catriz periquerática,  establecida  con  mucha  antelación;  yo  trato  de  ob- 
tener los  mismos  efectos  por  medio  de  una  pérdida  de  sustancia. 

Lawson  se  propone,  con  el  establecimiento  de  la  cicatriz,  un  fin  dis- 
tinto del  que  nos  proponemos  con  la  peritomía  reciente:  él,  con  la  ino- 
culación, trata  de  producir  una  queratitis  amortiguada  por  la  barrera 
que  le  opone  la  cicatriz;  nosotros  tratamos  de  evitar  toda  queratitis;  él 
no  puede  mejorar  la  visión  sin  la  queratitis  blenorrágica;  nosotros  sólo 
podemos  desmejorarla  ó  perderla  con  tal  queratitis. 

El  Dr.  Osío  habia  ya  expuesto  la  idea  de  evitar  el  desarrollo  del  qué- 
mosis  en  la  oftalmía  blenorrágica,  practicando  la  peritomía  preventi- 
va (3);  y  confiesa  (4)  que  no  la  ha  practicado  aún. 

Nosotros  practicamos  por  vez  primera  la  peritomía  al  iniciarse  la 
oftalmía  blenorrágica  en  30  de  Enero  de  1882,  después  de  haberla  ya  apli- 
cado en  repetidas  ocasiones  á  otras  enfermedades  y  respondiendo  á 
variadas  indicaciones.  A  juzgar  por  lo  que  he  podido  ver  en  la  literatura 
médica,  inclusos  los  trabajos  de  los  Dres.  Osío,  López  Ocaña  y  Corral,  no 
habia  sido  practicada  aún  la  peritomía  como  profiláctica  de  las  altera- 
ciones de  la  córnea  durante  los  primeros  dias  de  la  oftalmía  blenorrágica 
y  en  las  circunstancias  que  dejo  claramente  fijadas,  en  las  cuales  preci- 
samente fundo  todas  las  esperanzas. 

Transcribiré  un  resumen  de  dos  observaciones  de  oftalmía  blenorrá- 
gica, que  he  tratado  con  la  peritomía  preventiva,  á  pesar  de  la  suposición 
en  contra  que  expone  el  Sr.  Corral,  con  algunos  puntos  suspensivos,  en 
el  Siglo  Médico  (5),  y  que  publiqué  en  los  Aúnales  d'Oculistique  (6)  y  el 
primero  de  ellos  además  en  la  Gaceta  médica  catalana  (7). 

Observación  L— Ramón  Paris,  de  21  años,  impresor,  padecía  una 
blenorragia  uretral  desde  el  30  de  Enero.  El  13  de  Febrero  vino  á  mi  con- 
sulta, con  una  oftalmía  blenorrágica  del  ojo  derecho,  muy  intensa,  pero 
que  no  databa  más  que  de  24  horas.  La  córnea  estaba  perforada  el  16  de 
Febrero,  á  pesar  de  tratar  la  oftalmía  por  medio  de  cauterizaciones  con 


(i)  31  Marzo  de  1882. 

(2)  La  Crónica  oftalmológica,  12  Junio  de  1882. 

(3)  Enciclopedia  médico'farmacéuíicay  2  Mayo  de  1819. 

(4)  El  Siglo  Médico,  4  Junio  de  1882. 

(5)  25  Junio  de  1882. 

(fi)  Mar?!oyAbril  de  1882. 

(7)  15  Abril  de  1882. 


APUNTES  CLÍNICOS.  433 

el  nitrato  de  plata  al  5  p.7o>  l^s  pulverizaciones  de  agua  fenicada 
al  1  p.7o9  y  una  perfecta  limpieza,  el  uso  de  los  calomelanos  y  la  aplica- 
ción de  sanguijuelas  al  principio.  £1  enfermo  no  quiso  resignarse  á  usar 
el  vendaje  destinado  á  proteger  el  ojo  izquierdo  (1). 

£1 16  de  Febrero  el  ojo  izquierdo  es  atacado.  La  inflamación  empieza 
con  la  misma  intensidad  que  en  el  otro,  y  tomó  grandes  proporciones  en 
el  intervalo  de  dos  visitas  hechas  en  el  mismo  dia.  £1  quémosis  seroso 
comenzó  á  producirse  alrededor  de  toda  la  córnea,  y,  antes  de  que  se 
volviera  duro,  practiqué  la  peritomía.  La  oftalmía  se  desarrolló  con  una 
extrema  intensidad  en  los  párpados  y  en  los  fondos  de  sacos,  pero  no 
se  irradió  al  globo.  La  herida,  como  de  ordinario,  estuvo  en  los  dias 
sucesivos  cubierta  de  una  capa  blanca;  el  edema  de  los  párpados,  la  hi- 
pertrofía  de  las  papilas  de  la  conjuntiva  y  la  supuración,  han  sido  tan 
considerables  como  en  el  ojo  derecho,  y,  no  obstante,  la  córnea  con- 
servó su  transparencia  durante  toda  la  enfermedad,  dándole  de  alta 
curado  el  7  de  Mayo.  £1  tratamiento  empleado  ha  sido  la  aplicación 
permanente  de  hielo,  sanguijuelas,  los  calomelanos  y  las  cauterizaciones 
diarias  con  el  nitrato  de  plata  al  5  p.7o« 

Hoy  dia  Ramón  Paris  ejerce  su  oficio  de  cajista,  pudiendo  leer  los 
caracteres  núm.  1.*  de  la  escala  de  Wecker,  con  el  ojo  operado.  En  el 
otro  no  existe  visión:  hay  un  leucoma  adherente  que  ocupa  casi  la  tota- 
lidad de  la  córnea. 

Observación  U. —  Francisco  Mir,  de  27  años,  fundidor,  se  presentó, 
en  el  dispensario  del  Hospital  de  Santa  Cruz,  con  una  oftalmía  blerorrá- 
gica  del  ojo  izquierdo,  el  4  de  Abril.  Por  vez  primera  había  sufrido  de 
los  ojos  hacia  dos  dias.  Este  enfermo  padecia  una  blenorragia  uretral 
que  duraba  dos  meses. 

Los  párpados  estaban  hinchados,  el  sacoconjuntival  lleno  de  pus,  las 
papilas  rojas  é  hipertrofiadas;  el  quémosis  seroso  comenzó  á  volverse 
duro.  Practiqué  la  peritomía  y  apliqué  el  mismo  tratamiento  que  en  el 
ojo  izquierdo  del  otro  enfermo.  Francisco  Mir  salió  del  hospital,  á  los 
12  dias,  totalmente  curado  y  sin  tener  la  menor  señal  de  queratitis  ni  el 
más  leve  trastorno  en  la  agudeza  visual. 

(Concluirá,) 

APUNTES  clínicos, 

POR  D.  J.    ViLASECA  MeRGADÉ. 

L 

INTRODUCCIÓN. 

Se  engañaría  quien  creyese  que  tomamos  la  pluma  con  la  pretensión 
de  enseñar  á  los  ilustrados  lectores  de  la  Gaceta  Médica  Catalana.  Nues- 


(1)  La  marcha  seguida  por  la  queratitis  no  nos  Importa  para  nuestro  objeto  ya 
que  todos  mis  esfuerzos  se  dirigen  á  prevenirla  con  objeto  de  conservar  la  misma 
agudeza  visual  que  exisUa  antes  de  la  enfermedad. 


434  APUNTES  CLÍNÍCOS. 

tros  propósitos  son  tan  modestos  como  justos.  Reunen  una  y  otra  cuali- 
dad, porqiie' antes  hemos  medido  el  corto  alcance  de  nuestra  inteligencia, 
la  escasa  extensión  de  nuestra  memoria  y  meditado  nuestras  vicisitudes, 
con  las  que  aludimos  á  haber  ejercido  la  profesión  en  pueblos,  bajóla 
pesadilla  de  la  iguala,  que  consideramos  perniciosa  al  enfermo  y  al  médi- 
co; pues  para  ser  facultativo  de  iguala,  se  necesita  mayor  agilidad  que 
caletre;  destinar  más  horas  al  ejercicio  muscular  que  al  cerebral,  y  por 
ende,  el  cerebro  se  atrofia,  los  libros  se  conservan  nuevecitos,  yeh  el 
regazo  áel  dolce  far  niente  se  mecen  medicina  y  Esculapio  hasta  que  la 
muerte  se  lleva  al  último,  ó  él  despierta  con  el  deseo  de  ir  más  allá,  lejos 
de  la  enervante  atmósfera  de  pueblo.  Despertar  es  la  excepción.  Si  des- 
pertamos, lo  debemos  á  la  benévola  invitación  de  la  Gaceta,  que  nos  in- 
citó á  desoxidar  la  pluma,'gran  medio  de  estudio,  auxiliar  del  raciocinio, 
estimulo  de  la  atención,  compañera  de  la  observación  y  fuente  de  expe- 
riencia, puesto  que  de  todos  es  sabido  que,  el'  enfermo  más  estudiado^  es 
aquél  cuya  historia  nos  proponemos  escribir  y  publicar. 

Escribir  para  aprender,  no  para  enseñar.  He  aqui  nuestro  fin  (1). 


ASCITIS  EN  XJKA  NIÑA.  CURACIÓN  POK  IíAS  INtECCIOÑBS  tODADAS. 

Habia  trancurrido  poco  más  de  un  año  desde  que  habíamos  principiado 
(en  1870)  á  dar  los'piimerbs  pasos  por  el  laberinto  de  la  clínica,  cuando 
hubimos  de  visitar  á  una  niña  de  11  años,  sin  antecedentes  -  morbosos, 
constitución  buena,  hija  de  padres  robustos,  y  entonces  intranc}uilos  por- 
que aquella  no  tenia  apelUo'y  se  volvía  pálida.  Pasaron  dias,  semanas,  con 
intervalos  de  mejoría,  y  llegamos  á  Abril  de  1871  con  la  conviccionde 
que  padecía  una  áscitis  que,  en  el  último  mes,  habla  tomado  grandes 
proporciones.  La  carencia  de  síntomas  para  diagnosticarla  de  sintomática, 
motivaron  que  la  calificáramos  de  ideopática,  á  pesar  de  su  rareza.  Pres- 
cribimos diaforéticos,  diuréticos,  alimentación  nitrogenada  y  ejercicio, 
con  lo  cual  el  derrame  menguó,  en  términos  que  nos  despedimos  de*  la 
enferma  á  principios  de  Junio,'  pero  comunicando  á  sus  padres  nuestros 
temores  y  el  plan  consiguiente  para  evitar  que  se  realizaran. 

Nos  ausentamos  por  quince  dias,  al  principio  de  Setiembre,  y  al  regre- 
sar, nuestro  sustituto  y  amigo,  Sr.  Torrents,  nos  informó  de  haber  visi- 
tado á  la  predicha,  y  haberla  tratado  con  diuréticos  y  purgantes  sin  obte- 
ner mejora. 

Examinada  repetidamente- por  ambos,  asentimos  en  la  naturaleza 
ideopática  del  proceso,  y  en  la  necesidad  de  la  paracentesis  sola,  ó  se- 
guida de  inyecciones  iodadas,  expeliendo  luego  á  los  padres  el  pro  y  con- 
tra de  una  y  otra  operación. 

La  parecentesis  dio  salida  á  unos  dos  litros  de  líquido  citrino,  que 
tratado  poT  el  ácido  nítrico  y  otros  reactivos  reveló  abundante  cantidad 
de  albúmina,  la  que  no  hablamos  hallado  en  la  orina  analizada  diferentes 
veces  desde  el  principio  de  la  afección.  Sin  extraer  todo  el  derrame  peri- 


(1)    La  primera  historia  clínica,  que  teníamos  anotada  en  nuestros  Apuntes,  apa< 
recio  en  el  núm.  24  de  esta  publieacion  (Si  Diciembre  1881). 


APUNTES  CLÍNICOS.  435 

toneal,  inyectamos  la  solución  prealudida  (i),  curamos  la  herida  y  sobre 
el  vientre  aplicamos  compresas  de  la  ini3ma  disolución^  pero  más  con- 
centrada. 

La  peritonitis  consiguiente  fué  poco  intensa.  A  los  quince  dias  de  la 
operación  despedíase  nuestro  colega,  y  la  enferma  quedaba  con  vientre 
más  voluminoso  que  normalmente,  sin  fluctuación  total,  ni  parcial,  ané- 
mica y  dispéptica.  Dos  semanas  después  dímosle  el  alta,  repitiéndonos 
la  pregunta  y  respuesta  ¿será  radical  la  curación?  Esperemos. 

Transcurrió  más  de  un  año  sin  que  la  operada  creciese,  ni  se  presen- 
tasen asomos  de  menstruación,  ni  se  quejara,  ni  el  vientre  volviese  á  hin- 
charse. En  Octubre  de  1872,  nos  trasladamos  á  otro  pueblo,  y  no  había- 
mos sabido  de  aquella  hasta  principios  del  año  actual,  en  que  la  casuali- 
dad nos  favoreció,  y  «upimos  que  no  había  sufrido  enfermedad  posterior 
y  que  gozaba  de  salud. 

Resumiendo  las  observaciones  pertinentes  al  caso  las  sintetizamos 
en  tres: 

1.'  ¿Cuáles  causas  originaron  la  enfermedad?  Nuestras  iavestigaek)- 
nes,  lo  propio  que  las  de  nuestro  amigo,  solo  descubrieron  la  de  enfria- 
mientos repetidos  y  consiguientes  á  levantarse  diariamente  la  niña  en 
ropas  menores  y  descalza  recorrer  el  piso  y  desayunarse.  ;De  aquí  un  fac- 
tor catarral  capaz  de  hacer  mella  en  cualquier  serosa,  lo  mismo  que  en 
cualquier  mucosa;  y  ello  nos  ofrece  alguna  lu^  para  colegir  la.naturalse- 
za  reumática  del  proceso  y  deducir  alguna. consecuenqia  terapéutiqa. 

2.'  ¿Fué:acertado  el  diagnóstico  y  de  consiguiente  el  trí^tamientp? 
La  facilidad  de  diagnosticar  la  ascitis,  el  no  haber  hallado  siato^as^pri- 
mitivos,  ni  concomitantes, en  el  corazón, hígado,  riñones,  ni  otra  vi^qera, 
que  permitiesen  ;6onsid.erarla  sintomática.o. consecutiva,  coA(Qr9ie  suQle 
ofrecerse,  el  no  poderla  confundir  con  la  preñez,  el  no  hal^er  señi^l  de 
-que  fuese  hidropesía  enquistada,  y  menos  colección  purulenta,  nos  au- 
.torizan.á  insistir  en  el  tratamiento,  que  si  se. tacha  de  atrevido,  ireílexió- 
nese  en  la  ineficacia.de  los  demás  agentes  empleados  y  recomendados 
por  los  Autores,  en  que  se  desconocía  el  jaborandi,  y  .en  el  peligrp  de 
muerte  que  la  paciente  corría.  Quizá  la  parecentesis  sola  hubiese  dado 
resultado;  pero  esta  no  actuaba-más  que  sobreña  efecto  del  mal,  mien- 
tras el  iodo  iba  á  obrar  sobre  la  misma  serosa,  tal  vez  modificando  favora- 
blemente su  funcionalismo,  á  cambio  de  cuya  ventaja  bien  .podíamos 
arrostrar  el  peligro  de  la  posible  peritonitis,  cuya  intensidad  evitamos, 
debilitando  la  disolución.  Además,  el  origen  reumático  de  la  hidropesía 
coindicaba  la  operación  preferida. 

3.'  ¿Por  qué  dudábamos?  Porque  si  los  Sres.  DÍQulafqy,  .Leroche, 
Boinet,  Oré,  Dard,  Tessier,  etc.,  aconsejan  dichas  inyecciones,  otros  Au- 
tores, de  no  menos  talla,  ias  proscriben.  Este -disentimiento,  »unrdo  á 
nuestra  inexperiencia,  legitima  la  duda  que  consignamos  para  cumplir 
con  la^inceri^dad  que  el  médico  se  debe  á  si  nlismo  y  á  sus  colegas. 


(1)    Empleamos  la  fórmula  Leroche,  si  l>ien  debilitada. 


•■M^Wi»^^^^ 


436  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

anatomía  de  los  centros  nerviosos,  <^> 

POR  EL  Dr.  D.  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


I.— NÚCLEO  lenticular. 

Se  estudia  aisladamente  en  muy  pocas  obras,  porque  se  le  considera 
formando  cuerpo  común  con  el  nücleo  caudal,  designándolos  en  con- 
junto con  el  nombre  de  cuerpo  estriado,  y  como  quiera  que  el  núcleo 
caudal  es  más  fácil  para  el  estudio,  se  dan  escasísimos  detalles  sobre 
esta  masa  de  sustancia  gris.  Se  le  conoce  también  con  el  nombre  de  nú- 
cleo  extrorventricular  del  cuerpo  estriado^  y  Burdach  le  llamó  núcleo  lenr 
ticular,  en  razón  de  su  forma,  que  mejor  parece  triangular,  como  puede 
observarse  en  el  corte  de  la  fig.  50. 

La  cápsula  interna  forma  en  su  cara  externa  una  concavidad,  en  la 
cual  está  alojado  este  ganglio;  su  situación,  relativamente  á  los  demás 
ganglios,  es  inferior  y  externa  (fig.  50  y  57),  quedando  separado  de  ellos 
por  la  cápsula  interna,  que  está  inmediatamente  aplicada  sobre  la  cara 
interna  del  núcleo  lenticular. 

La  cara  externa  de  este  núcleo,  oval  y  prolongada  de  adelante  atrás, 
es  convexa  y  está*  cubierta  por  una  lámina  de  sustancia  blanca,  llamada 
cápsula  externa,  la  cual,  situada  en  dirección  vertical,  cierra  como  una 
tapadera  la  concavidad  de  la  expansión  peduncular.  La  cápsula  exter- 
na está  simplemente  contigua  al  núcleo  lenticular,  sin  contraer  con  él 
ninguna  adherencia,  de  modo  que  puede  separarse  fácilmente,  quedando 
el  núcleo  al  descubierto.  En  la  fig.  64,  se  ve  en  C  la  cara  externa  del  nú- 
cleo lenticular  y  en  B  la  cápsula  externa  replegada  hacia  arriba.  Existe, 
pues,  en  este  sitio,  una  cavidad  virtual,  que  permite  á  los  derrames  san- 
guíneos, que  se  fraguan  en  esta  región,  formar  depósito  sin  destruir 
ningún  elemento,  como  el  derrame  no  sea  muy  abundante,  produciendo 
por  consiguiente  los  síntomas  de  apoplegía  sólo  por  compresión  de  los 
elementos  vecinos;  de  aquí  que  las  hemorragias  en  este  sitio  sean  per- 
fectamente curables,  al  venir  la  reabsorción  del  coágulo,  porque  no  han 
destruido  ningún  elemento. 

La  cavidad,  que  queda  entre  las  cápsulas  interna  y  externa,  está  cei- 
rada  hacia  abajo  por  fibras  procedentes  del  cuerpo  calloso,  del  pedúncu- 
lo cerebral,  de  la  comisura  anterior,  de  la  cinta  innominada  y  de  la  mis- 
ma cápsula  externa,  que  rodea  por  abajo  al  núcleo  lenticular. 

En  esta  cavidad,  así  circunscrita,  se  encuentra  el  núcleo  lenticular; 
su  cara  interna  está  en  relación  con  la  cápsula  interna,  que  la  separa  del 
núcleo  caudal  hacia  adelante  y  del  tálamo  óptico  hacia  atrás;  su  cara 
externa  con  la  cápsula  externa,  que  la  separa  del  antemuro,  que  he  des- 
crito ya  como  una  dependencia  de  la  cubierta  cerebral,  pues  atendida 


(4)    Gontiuuacion.— V.  los  núms.  25,  26,  27,  28,  2.^,  SO,  31, 32, 83,  3»,  35, 36  y  37. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  437 

SU  extructura  no  puede  asimilarse,  como  hacen  Luys  y  otros  autores,  á 
una  dependencia  del  núcleo  lenticular,  y  que  corresponde  al  lobulillo  de 
la  ínsula  que  parece  propio  del  centro  que  voy  describiendo;  su  cara  in- 
ferior corresponde  hacia  adelante  al  espacio  perforado  anterior  y  hacía 
atrás  á  la  pared  interna  del  ventrículo  lateral,  del  cual  la  separan  las 
Bbras  que  antes  he  dicho. 

La  extremidad  anterior  del  núcleo  lenticular  D  (llg.  64),  se  une  con 
la  cabeza  del  núcleo  caudal  por  debajo  de  las  ñbras  anteriores  de  la  cáp- 
sula interna  A,  y  su  extremidad  posterior  está  circunscrita  por  las 
fibras  de  la  parte  posterior  de  dicha  cápsula  /,  que  se  reflejan  hacia  los 
lóbulos  occipital  y  temporal;  aquella  se  interna  en  el  espesor  del  lóbulo 
-ontal  lo  mismo  que  la  del  núcleo  caudal. 


Flg.e4.— Núcleo  lenticular  visto  por  su  cara  extarna. 

A  Fibras  de  U  corona  radlanto.-  B  Cápsula  externa  replegada  hiela  arriba.— C  Núcleo  len- 
Ucular.— i>  Extremidad  anterior  del  mismo  (uniíndase  con  el  caudal).— £  SuiUDcla  blanca  que 
cubre  la  cara  Inferlar  del  niicLeo  lenticular,- Ji*  Parte  posterior  de  la  corona  radiante. 


De  los  bordes,  uno  es  superior,  otro  inferior  y  otro  interno:  este  últi- 
mo  es  quizás  el  más  importante,  porque  representa  el  vértice  del  trián- 
gulo y  corresponde  al  pedúnculo  cerebral;  en  este  concepto  la  base  es  la 
cara  externa  ó  convexa. 

Su  volumen  es  mayor  hacía  adelante.  Compárense  los  cortes  sucesi- 
vos de  las  figs.  46  y  50. 

El  núcleo  lenticular  tiene  relación  con  varios  otros  grupos  de  sustan- 
cia gris.  En  la  base  del  cerebro,  debajo  del  espacio  perforado  anterior, 
la  cabeza  del  núcleo  lenticular  se  une  con  la  del  caudal,  como  ya  he  di- 
cho; por  otra  parte,  esta  sustancia  gris  está  unida  con  la  de  la  cubierta 
cerebral,  y  á  ella  viene  á  terminar  también  una  prolongación  del  ante- 
muro, lo  cual  sirve  de  apoyo  á  los  autores  que  quieren  describirlo  con 
el  núcleo  lenticular,  pero  que  también  se  pone  asi  en  relación  con  la 
sustancia  de  la  corteza,  justificando,  aparte  de  su  extructura,  que  se  es- 
tudie con  ella.  También  el  núcleo  amigdalino  se  pone  en  conexión  con 
este  núcleo  en  una  región  más  posterior.  Además,  el  núcleo  lenticular 


<  438  Anatomía  db  los  oent aos  KfesRviosos. 

86  une,  al  tiraírés  de  la  pane  a-nterier  de  la  oápsnla  interna,  con  el  núh 
xleOiCaudál  mediante  prolonigaeicíiies  grises. 

JElnúu^leolenticular,  asimile  vista,  ofrece  en  sü  espiesor  un  asp^soto 
muy  distinto  del  caudal:  así  como  este  es  completamentte  uniforme  en  fiu 
coloración  y  el  tálamo  óptico  es  de  color  -abigarcado,  lel  núclreo  extra- 
ventricular  ofrece  distintas  coloraciones  uniformes,  que  dividen' su  in- 
terior en  tres  zonas  bien  distintas  (fig.  Ü6).  Dos  laminillas  delgadas  de 
fibras  blancas,  paralelas  á  la  base  ó  cara  extema,  le  dividen  en  tves  zo- 
nas: una  interna,  correspondiente  al  vértice;  otra  externa  á  la  base,^ 
una  intermedia.  La  interna  es  la  menor  y  la  externa  la  mayor.  Además 
4e  eátas  fibras  -ó  laminillas  verticales,  que  cruzan  el  núcleo  lenticular, 
cada  una  de  sus  zonas  está  surcada  por  fibrillas  quede  la  base  del  gan- 
glio se  dirigen  al  vértice  y  como  en  las  zonas  media  é  interna,  se  van 
añadiendo  las  fibras  correspondientes  á  la  inmediata;  de  aquí  que  cada 
una  tenga  coloración  distinta,  siendo  más  blancas  la  interna  y  media  que 
la  externa,  cuyo  color  se  pareeoral  del  núcleo  caudal.  Además  de  las  fi« 
bras  que  vienen  de  la  asoila  extern^,  contribuyen  á  aumentar  el  color 
blanquecino  de  las  internos,  Iflfó  fibras  de  las'laminiilas  verticales,  que  se 
reflejan  también  hacia  adentro.  Burdach  habia  óhsersiíftdo  ya  esta  dispo- 
sición y  habia  designado  las  dos  partes  imásolafscs  con  el  nombre  de 
glohus  pallidits  y  la  más  oscura  con  el  de;piitemen.  Para  observar  bien 
esta  disposición,  lo  mejor  son  los.cof tes  verticales,  tal  como  el  de  la  fi- 
gura 50;  los  cortes  horizontól^,  :como  él  de  la  fíg.  47,  solo  permiten  ver 
dos  de  las  zonas,  la  externa  y  lamcdia,  pues  para  ver  las  tres,  el  corte 
debe  rasar  casi  la  base  del  hemisferio,  lo  cual  no  sucede  en  el  corte  clá- 
sico de  Flechsig,  por  más  que  casi  todos  los  cortes  horizontales,  represen- 
tados por  los  autores,  ofrezcan  la  perspectiva  de  las  tres  zonas,  lo  cual 
es  una  falta  que  puede  inducir  á  coilftision.  Si  el  corte  horizontal  se  hace 
muy  arriba,  solo  aparecerá  la  zona  externa,  dada  la  disposición  del  nú- 
cleo, lenticular. 

Sustancia  gris  del  núcleo  lenticular.  Es  análoga  á  la  del  núcleo 
caudal  y  en  ella  encontramos  también  las  tres  clases  de  células  antes 
descritas.  Son  también  frecuentemerite  pigmentadas;  tienen  un  núcleo 
redondeado  y  prolongaciones  que  se  subdivi'den,  sin  que  haya  podido 
descubrirse  en  ellas  prolongación  axil.  'Meynert  opina  que  estas  células 
están  dispuestas  en  forma  de  filas  paralelas  á  la  dirección  de  las  fibras. 

Esta  extruetura  es  muy  distinta  de  la  délailtemuro,  para  que  puedan 
considerarse  análogos  ambos  centros. 

'Fibras  DEL  í^ócleo  lenticular. 'Do' irirsmo  que  el' tálamo  óptico  y  el 
nú^eo  caudal,  recibe  el  cuerpo  extra -veiltrictílar  fibras  que  provienen 
de  la*  corteja,  por  un' todo,  y  del  pié  del- pedúnculo, *por  otro. 

Si  en  un  cerebro  fresco  ó  que  haya  permanecido  tres  ó  cuatro  dkts  en 
alcohol,  se  descubre  él  núcleo  lenticular  por  su  cara- extema,  como  en 
la  flg.  t64,  -y  luego  con  el  mango  de  un  escalpelo  se  va  quitando  por 
arrancamiento  y  raspando  la  cara  •  externa,  la»  sustancia  gris  del  núcleo 
lenticular,:se'ven.con  toda  evide^icia:  fibras -desgarradas,  que,- penetrando 
en  el  interior  del  núcleo,  se  xlirigen  unas:l¥ácia  arriba  y  otras  hacia 


ANATOUfA  DE  lA)S  CKNTtl6ÍS  NERVIOSOS.  439 

abajo.' De'festas  fibrlas,  linas  Van  á  papar  á  la  supei^flcie  hemisférica  y 
otras  al  pedúnculo  cserebral:  las  primeras,  ó  fibras  radiadas,  tío'sóh'ete 
tan  fácil  demostración  como  las  6eguridas,*aüil(íue  su  existéricia  sea' evi- 
dente y  admitida  por  todos  los  autores. 

Fibras  de  ía  eorcma  radiante.  Parten  de  los  ángulos  superior  éiriferiior, 
ó  mejor  <iicho,  de  todo  el  contorno  de^su  base,  como  puede  verse  én  ha 
flfi^«  ®4,  y  se  dirigen:  lias  anteriores,  más  voluminosas,  que  salen  de  la 
extremidad  anterior,  al  lóbulo  fron^tal;  otras  van  aMóbulo  parietal,  pert) 
mucho  menos  numerosas  que  las  precedentes,  y,  por  fin,  algunas,'en 
muy  escaso  número,  van  á  terminar  al  lóbulo  occipital  y 'al  temporal. 

Además  de  estas  fibras  radiadas,  que  ponen  en  comunicación*  el  nú- 
cleo lenticular  con  todos  los  lóbulos  del  hemisferio,  Meyíiert  describe 
otros  hacecillos  procedentes  del  lóbülillo  de  la  ínsula,  pero  que, ^  en  Vez 
de  penetrar  sencillamente  y  de  una  manera  directa  por  la  base  del  nú- 
cleo, van  á  rodear  el  borde  superior  del  mismo  y  penetran  enünion  de 
los  demás  hacecillos. 

Las  conexiones  que  pueden  existir  entre  células  y  fibras,  en  este  sitio, 
no  son  conocidas,  aunque  es'  probable  se  pongan  en  comunicación  unas 
con  otras. 

Fibras  del  pié  del  pedúnctdo.  Del 'vértice  del  núcleo  lenticular  pue- 
den verse  partir  fácilmente  gran  númeit)  de  fibras  procedentes  de  las 
que  cruzan  las  ti'és  zonas  de  dicho  núcleo,  y  ademásalgunas  depen- 
dientes de  las  laminillas  verticales  qüese  reflejan,' para  «nirée  con  las 
precedentes,  y  así  todas  juntas  van  á  formar  parte  del  pié  cteípe(lüiíG?ulo 
cerebral. 

Otras  ñbras,  originarias  del  núcleo  lenticular  y  qtietan  á^túmár 
parte  én  la  constitución  del  piso  inferior  del  pedúntíuio  cerebral,  écfn  las 
correspondientes  á  la  capa  profunda  del  asa  peduncfulár  de  iGratlolét,  de 
que  antes  he  hablado  y  que  constituyen  el  afea  del  núcleo  lenticular.  Las 
fibras  de  las  laminillas  verticales  Uegan  algunas  de  ellas  al  limito  de  la 
cara  inferior  del  núcleo  lenticular,  en  donde- se  reflejan  hacia  ddentf o, 
reuniéndose  luegcíen  manojo  paira  éoñstituirel  asa  de 'dicho 'núcleo, 
que,  según  he  dicho  antes,  se  dirige  hacia  adentro  érüzán'do  la  cara  infe- 
rior del  pedúnculo  cerebral  y  se  coloca  en  la  pát^e  interna  del  miSmo, 
en  donde  puede  seguirse  hasta  la  protuherancia.  Según  Meynert  y  Hu- 
guenin,  se  entrecruzan  una  con  otra  al  llegar  á  esta  región  y  terminan 
en  los  núcleos  de  origen  de  los  pares  craneales. 

Si  con  todo  lo  dicho  se  quiere  reconstituir  el  piso  inferior  del  pedún- 
culo cerebral,  se  ve  que  contiene:  fibras  sonsitivas  directas;  fibras  mo- 
toras directas;  fibras  procedentes  de  la  sustancia  de  Sommering;  fibras 
que  terminan  en  el  núcleo  caudal,  y  finalmente,  fibras  que  van  á  parar 
al  núcleo  lenticular.  Todos*  estos  manojos  tienensgran  importancia  en 
el  desempeño  de  las  funciones  motoras  y  sensitivas. 

Las  funciones  especiales  del  núcleo  lenticular,  si  es  que  las  tiene, 
son  menos  conocidas  que  las  del  caudal,  dada  la  mayor*  dificultad  que 
existe  en  alcanzarlas  para  produdr  lesiones  experimentales.  Sin  em- 
bargo, Nothnagel  concluye  de  sus  experimentos,  que  el  núcleo  lenticular 
sirve  para  trasmitir  las  impresiones  motrices  voluntarias  nacidas  tki  la 


440  ÁCIDO  SALICÍLICO  Y  SUS  SALES. 

sustancia  cortical  del  cerebro,  aunque  Garville  y  Duret  atribuyen  los 
fenómenos  observados  por  Nothnagel  á  lesiones  de  la  cápsula  interna. 

Cuando  tiene  lugar  una  hemorragia  cerebral  en  el  sitio  de  predilec- 
sion,  esto  es,  entre  el  núcleo  lenticular  y  la  cápsula  externa,  si  el  foco 
es  abundante,  puede  destruir  todo  el  núcleo  lenticular  y  comprimir  la 
cápsula  interna,  presentándose  hemiplegia  y  hemianestesia.  Concluir  de 
esto  que  el  núcleo  lenticular  es  el  sensorium  commune^  como  lo  hace  Luys 
de  un  modo  análogo  para  el  tálamo  óptico,  seria  razonar  sin  tener  en 
cuenta  los  hechos,  puesto  que,  si  el  enfermo  sobrevive,  cuando  se  reab- 
sorba el  coágulo,  desaparecerán  las  parálisis  porque  faltará  la  compre- 
sión. Si  el  foco  no  es  bastante  grande  para  comprimir  ninguna  de  las 
regiones  de  la  cápsula  interna  y  se  limita  á  destruir  ó  comprimir  el  nú- 
cleo lenticular,  habrá  sencillamente  hemiplegia  pasajera,  porque  las 
masas  grises  centrales  y  la  corteza  cerebral  pueden  suplirse,  por  cuyo 
motivo  los  efectos  de  sus  lesiones  no  son  permanentes. 

Las  relaciones  existentes  entre  el  núcleo  caudal  y  el  lenticular,  que 
antes  he  descrito;  la  igualdad  de  extructura;  la  analogía  de  sus  relacio- 
nes con  la  cubierta  cerebral  y  con  el  pedúnculo;  la  semejanza  en  sus 
funciones,  pues,  prescindiendo  de  detalles,  puede  decirse  que  ambos 
están  ligados  á  la  producción  de  fenómenos  motores,  justifican  se  les 
conceptué  constituyendo  un  solo  cuerpo,  el  cuerpo  estriado,  y  hacen 
que  Meynert,  los  describa  con  el  nombre  ,de  ganglios  del  pié  del  pedún- 
culo. Empero,  sus  relaciones  anatómicas;  el  diferente  aspecto  de  ambos; 
alguna  diferencia  funcional,  que  tal  vez  existe  entre  ellos,  y  sobre  todo  la 
necesidad  de  poder  localizar  por  una  topografía  exacta  las  lesiones  en 
foco  de  los  hemisferios,  me  han  inclinado  á  describirlos  aisladamente. 

Existe  concordancia  entre  fisiólogos  y  patólogos,  para  atribuir  al 
cuerpo  estriado  gran  participación  en  las  funciones  motoras;  los  datos 
de  la  Fisiología  experimental  y  la  Anatomía  y  ^Fisiología  patológicas  lo 
comprueban  suficientemente.  Broadbent  dice  que  el  cuerpo  estriado  tra- 
duce al  exterior  las  impulsiones  volitivas,  escogiendo  los  grupos  de 
músculos  que  deben  verificar  un  movimiento,  y  que,  «un  movimiento 
dado  debe  estar  representado  en  el  cuerpo  estriado,  por  uno  ó  varios 
grupos  de  células,  emitiendo  prolongaciones  descendentes,  que  vienen 
á  ser  fibras  de  la  parte  motriz  del  bulbo.» 

(Continuará.) 


CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  iCIDO  SAUCILICO  Y  SUS  COMPUESTOS, 

en  particular  del  sallcUato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo  (1)« 

POR  D.  M.  E.  Moré  y  Bargit, 

Medico  de  la  Casa  de  Lactancia  y  Casa^unade  Barcelona, 


Observación  XIL— (Moré  y  Bargit).  —Hemicránea  rcMwdííca.  —  Ma- 
ría N.,  de  34  años,  temperamento  nervioso,  hacia  dos  años  y  medio 


(1)    Conclusión.- V.  los  núms.  25,  26,  27,  28,  29,  SO,  31, 32,  33, 34, 35,  36  y  37. 


IClDO  SALIcfuCO  T  SUS  SALES.  441 

que  aquejaba  una  hemicránea,  y  para  combatirla  se  habian  empleado  ya 
bastantes  agentes,  entre  los  cuales  se  cuenta  la  morfina  al  interior  y  en 
inyecciones  hipodérmicas,  el  arsénico,  el  iodoformo,  la  belladona,  etc. 
Interrogada  detenidamente, dijo  que  su  hemicránea  no  guardaba  ninguna 
regularidad  en  su  presentación,  pues  no  se  presentaba  semanal  ni  men- 
sualmente,  sino  que,  en  ocasiones,  durante  una  semana  la  tenia  dos  ó 
más  veces,  y  en  otras  ocasiones  pasaba  un  mes  sin  tener  ningún  acceso. 
Después  de  todo,  pudimos  dejar  sentado  que  dicha  hemicránea  no  guar- 
daba relación  alguna  con  el  período  menstrual,  ni  con  el  veneno  palúdico, 
ni  con  la  verdadera  hemicránea  neuralgia,  ni  acaso  tampoco  con  el  herpe-' 
tismOf  porque  ninguna  manifestación  habia  tenido  la  enferma,  en  cuyo 
caso,  por  fin,  no  quedaba  ya  ninguna  duda  de  que  fuese  debida  al  reu- 
matismo.  En  efecto,  preguntada  la  enferma  si  por  casualidad  habia  ob- 
servado que  sus  accesos  se  presentaban  en  dias  húmedos  ó  lluviosos, 
dijo  que  en  estos  mismos  dias  uo,  pero  que  le  parecia  que  se  presentaba 
uno  ó  dos  dias  antes  de  cambiar  el  tiempo. 

Siendo  asi,  pues,  no  tuve  inconveniente  en  administrarle  el  salicilato 
sódico  á  la  dosis  de  2  gramos  diarios,  al  principio,  y  á  medida  que  fué 
disminuyendo  la  intensidad  de  los  accesos,  disminuimos  también  la  do- 
sis á  1  gramo,  que  fué  tomando  por  espacio  de  dos  meses.  Esta  enferma 
necesitó  cuatro  meses  de  tratamiento,  pero  al  fin  desapareció  completa- 
mente la  hemicránea  que  tanto  la  atormentaba,  y  hoy  se  encuentra  bien 
y  como  si  nunca  hubiese  sufrido  tal  afección. 

Observación  XIII.— (Carlos  Ronquillo).— Bícarlatina  maligna.— Se 
trata  de  una  escarlatina  complicada  con  difteria  maligna,  cuya  curación 
debe  ser  atribuida  al  empleo  de  este  agente.  Un  niño  de  13  años  fué  ata- 
cado bruscamente  en  plena  y  perfecta  salud  de  una  gastro-enteritis  con 
fiebre  intensa.  Pero  apenas  habian  transcurrido  24  horas,  que  la  erup- 
ción escarlatinosa  se  dibujaba  en  piernas  y  pecho.  Al  dia  siguiente,  el 
velo  del  paladar  y  la  úvula  se  cubrieron  de  placas  diftéricas.  Al  mismo 
tiempo,  el  territorio  cutáneo  y  mucoso  lindantes  con  las  aberturas  de  las 
fosas  nasales  estaban  invadidos  por  las  falsas  membranas  y  por  ulcera- 
ciones que  exhalaban  un  olor  infecto  característico,  segregando  una  se- 
rosidad saniosa  que  no  dejaba  duda  alguna  sobre  su  naturaleza.  El  doc  • 
tor  Landon  hizo  un  pronóstico  fatal.  Habia  150  pulsaciones  por  minuto, 
y  el  termómetro  marcaba  41  grados.  Añádase  á  esto  que  el  niño  era  de 
una  complexión  delicada.  La  indicación  de  ensayar  la  doble  propiedad 
antipirética  y  antiséptica  del  ácido  salicilico  estaba  justificada. 

Hé  ahí  las  fórmulas  que  se  emplearon: 

1.^    Al  interior. 

Acido  salicilico..    . 3  gramog. 

Jarabe  simple 50       i 

Agua  destilada 350       i 

Una  cucharada  cada  hora. 

2fi    Invecciones  en  las  fosas  nasales,  dos  veces  al  dia. 

Acido  salicilico 1  gramo. 

Agua  destilada 350       i 

El  niño  tomó  interiormente  6  gramos  de  ácido  salicilico  y  se  emplea- 
ron 11  gramos  en  inyecciones.  Se  añadió  á  esta  medicación  una  alimen- 
tación nutritiva,  compuesta  de  caldos,  vino,  huevos,  mientras  que  se 
hacían  lociones  cada  dos  horas  en  la  piel  con  agua  fría  para  rebajar  la 
temperatura.  Bastó  una  sola  inyección  en  las  narices  para  que  desapa- 
reciera el  olor  fétido.  La  calentura  no  tardó  en  disminuir  sensiblemente. 
El  ácido  salicilico  fué  tolerado  sin  dificultad.  Por  otra  parte,  el  catarro 
ntestinal,  que  á  la  larga  puede  determinar,  se  detiene  sin  dificultad. 

i 


442  Acufq  sA];.icÍLi|CO,  v  sus  sales. 

0B§5py.ApiQN  XlV,--(Rodri^uez  Yiforcos).-TCtsítíis,i/,  Wenorm^ia  eró-, 
í>,ica^  .(l).,-rEl  §r.  RpdriguQz  Vifórcos  ha  publicado  en  la  Revista  especial 
UA  ca.$o  clt>iie99  .^n  el  cu^í  demuestra  los  buenos  efectos  del  salicilato  de 
Qal  en  el  tratamiento  de  las  blenorragias  y  cistitis  crónicas,  Recaia  esta 
enfern^ed^d  en  un  sujeto  que  se  presen  tó'á  liá  observación  d^  dicho  Se- 
ñor, después  de  haber  atravesada  el  periodo  agudo  y  refiriendo  el  si- 
guicAte  estado;,  Lp^  caracteres  de  la  secreción  eran  tan  solo  mucosos,  lo 
cual  hizo  sospechar  que  las  porciones  membranosa  y  prostética  eran 
asiento  de  la  biperemiaj^  y  que  por  lo  tantOj,  la  afección  habia  pasando  al 
e9tad^.  crÍ6ixicp.  La  frecuencia  en  la  micción^  sensación  de  peso  en  el  pe- 
riné, é  hipQC[^stri.o,  y  los  dolores  á  la  emisión  de  la  orina,  más  marcados 
e^  las,  icegiQ^es  prostática  y  suprarpubiana,  eran  Los  tres  síhtomias  dbmi* 
nante^  que  atorijoientab^n  al  enfermo,  y  qu^,  unidos  á  los  antecedentes, 
le  hiclerpn  diagnosticar  una  m¿t¿is  bíenorrágica  crójiica.  í^ara  completar 
QstOi  dis^i^ostico,  examinó  las  orinas,,  hallando  un  exceso  de  mucpsida- 
des  de  la  vejiga  que  aparecían  en  fqrnia  de  copos  y  pequeños  filamentos, 
da.tQ9  que  por  si  solos  llevan  al  conocimiento  tierfecto  de  la  afección.  Al 
forxixúl^r  el  tratamiento,  se  decidió  pov  las  inyecciones  vesicales:  cuatro 
8Q^  los  mediQame^tos  m^s  recom^ridados.  y  que  la  experiencia  confirma 
su  eficacia  c^da  vez  más;  estos  son:  e.(n)trátp  argéntico,  el  ácido  fénico, 
el  ácidQ  salicílico  y  el  bibprato  sódico  unido  á  la  glicerina;  con  todos  es- 
tos agentes  tei:apéutico$  s,^  vence  en  la  mayoría,  de  casos  un  catarro  ve-i 
sicai;  pero  deseando  llevar  aun  m^^  allá  la  experimentación  del  salicilato 
de  calj  cuyas  propiedades  detersivas  y  analgésicas  nos  eran  desconocí-' 
das,  empleó  la  fórmjula  siguientp: 

Saliaiiato  de  cal 1  gramo* 

Agva  deisUlfkda. .    ..........    500.      ^ 

Se  inyectaron  en  dos  veces  100  gramos  de  esta  solución,  repitiendo 
esto  mismo  en  loS|  ocho»  dias  siguientes;  sus  ef  íctós  fueron,  en  verdad, 
favorables,  tanto  que  en  tan  pocos  diás  de  tratamiento  el  alivio  fué  muy 
manifiesto;  la  orina  recobraba  sus  propiedades  nprmales,  y  la,s  molestias 
barbián,  cesado  en  su  maypr  parte;  continuando  el  usp  délas  inyecciones, 
la  curación  fué  i  mediata,  desapareciendo  á  su  vez  la  hiperemia  de  la 
región  membranosa  y  prostática,  y  con  ella  el  flujo  que  tanto  desespe- 
raba al  enfermo;  debiéndose,  sin  du^a,  este  resultado  á  la  acción  del  sa? 
liciiato  de  cal,  que,  al  ser  eliminadp  con  la  orina,  desempefió  el  papel  de 
inyección  ceintrífiíga, 

Observación  XV.— (Moré  y  Bargit).  — /níenniíeníes  r^^fraciarías  al 
sulfato  de  quinina. — Trátase  de  una  joven  de  22  años  de.  edad,  casadla;  el 
dia  6  de  Noviembre  de  1879,  y  sin  causa  conocida  hasta  entonces,  fu  S 
presa  de  un  accidente  particular  que  se  creyó  ser  puramente  nervioso;  á 
las  once  de  la  mañana  tuvo  lo  que  podemos  llamar  pródromos  del  acceso, 
empezando  por  continuados  y  difíciles  bostezos,  los  cuales  atribuyó  sen- 
cillamente á  la  necesidad  de  tomar  alimento,  puesto  que  aquel  dia  aun 
estaba  en  ayunas,  y  con  este  objeto  tomó  una  taza  de  caldo;  sin  embargo 
de  esto,  no  obtuvo  ningún  buen  resultado  sino  que  el  acceso  siguió  su 
caminOi  entrándole  poco  después  un  ligero  calor,  pero  sin  escalofrío;  lue- 
go ^i)areció  un£^  intensa  cefalalgia  frontal  con  fotofobia  que  no  desapare- 
ció sino  con  el  mismo  acceso,  y  al  poco  tiempo  de  este  último  síntoma, 
un  frió  bastante  intenso  que  no  cesaba  ni  con  el  abrigo;  luegp  aparecieron 
náuseas  bastante  fuertes  y  conatos  de  vómitos,  que  nunca  llegaron  á 
dfeetu^pse  por  la  mupha  dificultad  que  en  ello  tenia,  pero  en  cambio,  el 
ptialisn^e  era  excesivo;  por  último,  el  síntoma  final  fué  presentársele  de- 


(i)   frenksa  rnédUca  de  Granada.-dO  Junio  1880. 


ÁCIDO  SAUI2ÍLI€0  Y.SVS  SALES.  443. 

seos  de  llorar  hacendó  varios  esfuerzos  para  conseguirio,  pues  ella  co^ 
nocía  que,  pudlendo  llorar,  quedaría  más  aliviada^  consiguiendo^  por 
fín,  desahogar  el  llanto,  con  el  cual  desapareció  el  acceso.  Después  de 
todo  quedó  en  un  bienestar  general  que  le  permitió  sentarse  en  La  mesa 
y  comer  con  buen  apetito  cornos  si  nada  hubiese  tenido.  Durante  el  acci-^ 
dente  el  pulso  era  pequeño,  casi  filiforme,  y  el  calor  de  la  piel  no  estajea 
aumentado  ni  disminuido;  de  vez. en  cuando  presentábanse  algunas  con- 
tracciones clónicas  en  los  miembros,  desapareciendo  luego;  i]^  baj>ia 
sed,  deseaba  quedar  sola  y  no  ser  molestada,  para  nada.  £1  accidente, 
durd  cerca  de  dos  horas,  durante  las  cuales  se  le  administró  tres  veces  un 
poco*  de  una  poción  antiespasmódica  opiada,.  1  la  cual  atribuin^os  e]¡  quei 
tal  vez  aquel  acceso  no  tuviera  ulteriores  consecujencias,  puesto  que,  se^ 
gnu  nuestro  modo  de  obrar,  habiaooosTllegado  á  dominarlo  por  completo^ 
£1  dia  7  se  pasó  perfectamente,  y  el  dia  8  dié.  la  coincidencia  de  que  lat 
enferma  tuviese  la  noticia  poco  agradable  de  que  su  madre  estaba  taip-^ 
bien  enferma;  como  aun  se  encontraba  algo  atropellada  ó  resentida  del 
dia  anterior,  nada  más  fácil  que  tener  otro  accidente,  y  asi  fué,^  pefoestn 
vez  en  lugar  de  presentarse  simplemente  por  bostezos,  se  aña^eron^ 
estos  un  fuerte  romadizo,  hasta  el  punto  de  serle  diílcil  la  respiración, 
pero  en  todo  lo  demás  fué  igual  y  de  idéntica  duración  que  el  anterior, 
tratándose  en  consecuencia  de  la  misma  manera,  porque  se  creyó  debida 
su  presencia  á  la  influencia  moral  de  ballarse-su  madre  enferma.  Pasó 
bien  el  dia  9,  mas  el  10  vnelve  á  presentarse  el  hecho  patológico  bajo  las 
mismas  condiciones  que  las  dos  veces  anteriores,  con  más  un  zumbido 
de  oidos  tan  fuerte  y  especial  que  era  semejante,  según  la  enferma,  unas 
veces  al  silbato  de  la  locomotora  y  las  más  al  ruido  de  un  moscardón, 
presentándose  en  todos  los  siguientes  ataques  una  hora  antes  del  cor- 
respondiente y  no  desapareciendo  hasta  dos  ó  tres  horas  después  del 
mismo. 

Visto,  pues,  este  tercer  accidente,  no  nos  quedó  ya  duda  alguna  de 
que  nos  hallábamos  en  presencia  de  unas  intermitentes,  en  las  que  to- 
maba parte  todo  el  sistema  nervioso,  central  y  periférico,  y  tratando  de 
indagar  la  causa  que  las  diera  orfgen,  no  encontramos  otra  que  la  si- 
guiente: el  domingo  anterior  al  primer  acceso^  saliendo  de  un  sitio 
donde  reinaba  una  temperatura  bastante  elevada,  salió  á  la  oaUe  sin 
precaución  alguna  y,  como  la  temperatura  de  aquel  dia  era  bastante  baja 
relativamente  á  los  demás,  y,  por  consiguiente,  mucho  más  fría  que  la 
del  medio  de  donde  habia  salido,  de  ahí  que  deduzcamos  que  la  causa 
de  las  intermitentes  fuese  esta,  dándolo  á  comprender  más,  el  que  la  Se- 
ñora, compañera  entonces  de  la  enferma,  tuviese  también  que  guardar 
cama  durante  cinco  diaa  por  un  ligero  catarro  bronquial. 

Asi^  pues,  ya  que  atribuimos  la  causa  á  un  enfriamiento,  determi* 
namos  desde  luego  administrarle  el  antitipico  por  excelencia,  esto  es,  el 
sulfato  de  quinina,  unido  al  arsénico  y  al  extracto  de  valeriana  por  los 
síntomas  cerebro-espinales  que  dominaban  sobre  todo  dichos  acciden- 
tes de  carácter  tercianario.  La  manera  como  tomó  estos  medicamentos 
fué  la  siguiente: 

K.— Agua  destilada 200  gramos. 

Sulfato  de  guinina. 1       i 

Ar¿eniato  de  sosa 5centigr8. 

Extracto  de  valeriana ^1  gramo. 

Jarabe  de  bromuro  potásica     .....     ^0       > 

m.  para  tomar  dos  cucharadas  cada  dos  horas. 

£sta  poción  seguimos  administrándola  una  porción  de  dias  sin  obte- 
ner con  ella  el  más  pequeño  alivio;  muy. al  contrario  de  esto,  y  á  pesar  de 
emplearle  desde  el  dia  10,  los  accesos  se  presentaron  dobles  los  dias  16, 
18,  20  y  22,  adquiriendo  además  mayor  duración  y  gravedad  cada  uno; 


444  ftEVlSTA  DE  FÍSICA 

á  partir  del  día  24,  volvieron  á  quedar  únicos  los  accidentes,  pero  dura- 
ban doce  horas.  Por  fin,  viendo  que  con  este  tratamiento  llegamos  á  pri- 
meros de  Diciembre  sin  obtener  diferencia  alguna,  y  teniendo  por  de- 
más sabido  lo  reacias  que  son  á  veces  las  intermitentes  tratadas  cou 
el  sulfato  de  quinina,  y  recordando  que  la  causa  do  la  enfermedad  fué 
debida  á  un  cambio  brusco  de  temperatura,  determiné  de  repente  cam- 
biar el  medicamento  y  propinarle  el  salicilato  sódico,  puesto  que  tan 
buenos  resultados  dá  como  antifebril  en  muchas  enfermedades.  Esteme^ 
dicamento  lo  administramos  á  la  dosis  de  un  gramo  diario  en  200  de  agua 
común;  y  en  efecto,  encontramos  con  él  el  resultado  apetecido,  puesto 
que  los  ataques  fueron  disminuyendo  de  tal  modo  en  intensidad  y  dura- 
ción que,  cuando  debia  presentarse  el  quinto  acceso  desde  que  se  le  ad- 
ministraba el  salicilato  do  sosa,  quedó  completamente  restablecida  la 
enferma  de  la  dolencia  que  tanto  la  molestaba;  á  pesar  de  esto,  el  carac- 
terístico zumbido  de  oidos  siguió  presentándose  cuatro  ó  cinco  dias  más, 
pero  menos  fuerte  y  menos  duradero,  de  modo  que  el  salicilato  siguió 
tomándolo  basta  encontrarse  del  todo  bien,  á  ñn  de  asegu ramas  los 
resultados  obtenidos. 


REVISTA  DE  FÍSICA. 


CONGRESO   Y   EXPOSICIÓN    DE   ELECTRICIDAD   (1), 

POR  EL  Dr.  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona, 


Alumbrado  eléotrico.-En  el  alumbrado  eléctrico  se  necesitan  dos 
partes  esenciales:  una  productora,  que  puede  ser  una  máquina  de  in- 
ducción ó  una  pila  cualquiera,  y  otra  receptora,  que  cambia  una  canti- 
dad del  trabajo  eléctrico  en  luz,  y  que  se  llama  ordinariamente  lámpara 
eléctrica.  En  ella  la  luz  resulta  de  la  incandescencia  de  los  conductores, 
casi  siempre  de  carbón,  recorridos  por  la  corriente.  Si  el  conductor  es 
único,  largo,  delgado,  y  el  recinto  en  que  se  coloca  no  tiene  oxigeno,  la 
lámpara  se  llama  de  incandescencia;  si  las  partes  luminosas  son  dos  ta- 
llos más  ó  menos  distantes,  entre  los  cuales  pasa  la  corriente  mediante 
una  atmósfera  de  gases  muy  calientes,  la  lámpara  es  de  arco  voltaico. 

Ante  todo  voy  á  ocuparme  de  un  hecho  interesante:  de  los  carbones, 
preferentemente  de  los  usados  en  las  lámparas  de  arco  voltaico. 

Davy  empleaba,  á  principios  de  este  siglo,  carbón  vegetal,  pero  im- 
pregnado de  mercurio;  hecho  aquel  ascua,  lo  inmergía  en  el  metal.  Estos 
carbones  se  consumen  muy  pronto,  á  lo  cual  contribuye  la  volatilización 
del  mercurio. 

Grove  y  Bunsen,  aquel  inventando  y  este  perfeccionando  las  pilas  de 
ácido  nítrico,  necesitaron  un  carbón  más  resistente.  Bunsen  preparó  un 
conglomerado  de  cok  pulverizado  y  cocido;  Archerau,  francés,  encontró, 
en  ciertos  residuos  délas  fábricas  del  gas  del  alumbrado,  un  carbón  más 


(i)  Ck>ntinuac¡oné— Véase  el  número  32* 


REVISTA  DE  FÍSICA.  445 

barato  y  útil  que  el  de  Bunsen:  carbón  de  las  retortas  de  gas,  especie  de 
incrustación,  que  se  forma  en  las  partes  altas  del  tubo,  pura,  compacta, 
densa,  muy  sólida  y  tan  buena  conductora  como  los  metales. 

Como  esta  materia  no  siempre  era  homogénea,  y  á  pesar  de  haber 
funcionado  con  los  reguladores  automáticos  de  Foucault,  á  la  sazón  des- 
cubiertos, Jacquelain,  en  1855,  obtuvo  uno  más  puro  de  los  aceites  bas- 
tos que  resultan  de  la  destilación  de  la  hulla,  dejándolos  caer  gota  á  gota 
en  un  vaso  excesivamente  caliente.  Siendo  esto  caro  y  poco  expedito,  el 
farmacéutico  Curmer  volvió  á  la  idea  de  los  conglomerados,  preparando 
en  secreto  sus  carbones. 

En  estos  últimos  tiempos  se  ha  progresado  mucho,  y  los  hay  de  todos 
diámetros,  desde  1  milímetro  hasta  25;  unos  desnudos,  otros  cubiertos 
con  una  capado  esmalte,  de  cobre  gálvano-plástico,  etc.,  para  que  se  que- 
men más  lentamente;  ya  preparados  con  polvos  de  cok  de  hulla,  de 
carbón  vegetal,  de  cok  de  petróleo,  de  una  variedad  de  antracita  de  Swan- 
sea  (país  de  Gales),  que  tiene  de  92  á  95  por  100  de  carbono,  puro;  Carré, 

entre  otros,  después  de  separar  el  polvo  más  ligero,  que  es  el  más  puro, 

de  someterlo  á  ácidos  y  á  álcalis  potentes  y  de  lavarlo  cuidadosamente, 
suele  añadir  negro  de  humo  calcinado,  y  luego  lo  tritura  con  jarabe  que 

contiene,  á  más  del  azúcar,  goma  arábiga.  La  pasta  se  amolda  y  prensa, 
y  después  de  secos  los  carbones  resultantes  se  someten,  al  abrigo  del  aire, 
á  una  temperatura  que  los  lleve  al  rojo  cereza  durante  muchas  horas. 
Luego  se  hierven  por  espacio  de  dos  ó  tres  horas  en  jarabe  concentrado 
de  caña  de  azúcar,  con  intervalos  de  gran  refrigeración,  para  que  la  pre- 
sión haga  penetrar  por  todas  partes  el  jarabe.  Después  se  lava  la  superfi- 
cie y  se  secan  en  polvo  de  carbón,  y  son  de  nuevo  cocidos  á  una  alta 
temperatura.  Otros  fabricantes  emplean,  en  vez  del  azúcar,  la  glicerina, 
el  aceite  de  linaza,  el  de  ricino  y  otros  cuerpos  semejantes.  En  algunos 
carbones  se  pone  magnesia  para  aumentar  el  brillo  de  la  luz  (Archerau), 
Napoli  usa  la  brea  de  hulla  liquida  y  el  cok  que  resulta  de  destilar  esta 
misma.  Carpentier  ha  ideado  un  ingenioso  procedimiento,  en  virtud  del 
cual  se  fabrica  en  la  misma  lámpara  de  una  manera  continua  y  auto- 
mática carbón  de  incandescencia;  utiliza  la  pasta  de  plombagina, 

Jacquelain,  en  el  año  último,  presentaba  á  la  Academia  de  Ciencias 
de  París  un  trabajo  relativo  á  los  medios  que  pueden  emplearse  para  ob- 
tener un  carbón  que  sea  mejor  conductor  que  el  de  madera  calcinado,  y 
que  sino  está  completamente  exento  de  hidrógeno,  no  tiene  á  lo  menos 
sustancias  iñinerales.  En  su  concepto  estos  medios  pueden  dividirse  en 
tres  grupos: 

1."  Acción  del  cloro  seco  sobre  el  carbono  al  rojo  blanco.  Con  el  clo- 
ro y  el  calor,  la  sílice,  la  alúmina,  la  magnesia,  los  óxidos  alcalinos  y  los 
óxidos  metálicos  se  reducen  y  se  transforman  en  cloruros  volátiles,  y  el 
hidrógeno  forma  con  el  cloro  ácido  clorhídrico,  arrastrado  con  los  clo- 
ruros. 

2.®  Acción  de  la  potasa  ó  sosa  cáusticas  en  fusión.  Convierten  rápida- 
mente la  sílice  y  alúmina  en  silicatos  y  aluminatos  alcalinos,  que  se  se- 
paran con  el  agua;  mediante  el  agua  acidulada  con  el  ácido  clorhídrico, 
se  apartan  el  óxido  de  hierro  y  las  bases  terreas.  El  ácido  clorhídrico  ex- 
cedente se  quita  lavando  los  carbones  en  agua. 


446  REVISTA  DE   FÍSICA- 

3."  Acción  del  ¡leído  nuorhidrico.  Se  sumergen  los  caibones  corlados 
en  este  ácido  diluido  en  dos  veces  su  peso  de  agua;  se  lavan  después.  La 
operación  es  muy  sencilla,  pero  el  empleo  de  este  ácido  exige  muchas 
precauciones. 

Previos  estos  dalos,  trataré  de  diversos  tipos  de  lámpara. 


Fig.  68.  Flg.  69.  Fie   70. 

L&mparas  eléctricas  da  Ediason. 

LÁMPARAS  DE  incandes(;encia. — A  principios  de  este  siglo,  se  pensé 
en  la  luz  eléctrica,  en  vista  de  la  incandescencia  y  aún  de  la   fusión  da 


REVISTA  DE  FÍSICA.  447 

los  metales  más  refractarios,  pero  no  se  intentó  aprovecharla  hasta  la 
invención  de  las  pilas  de  ácido  nítrico.  En  los  primeros  ensayos  se  recur- 
rió al  platino  y  al  iridio;  pero  como  aún  es  bajo  su  punto  de  fusión,  hubo 
de  recurrirse  al  carbón,  que  si  bien  es  combustible,  puede  tenerse  en  un 
medio  sin  oxigeno.  Hubo  tentativas  en  1845,  pero  hasta  1875  no  se  cons- 
truyó una  lámpara,  que  diese  algunos  resultados,  por  LODYQUINE,  físico 
ruso,  la  cual  luego  ha  sido  modificada,  entre  otros,  por  KONNE.  Se  valia 
éste  de  un  cilindro  de  carbono,  de  2  á  3  centímetros  de  largo  por  1  mili- 
metro  de  diámetro,  que  duraba  poco,  aún  sin  oxígeno,  porque,  ó* estallaba 
al  empezar  la  luz,  ó  se  adelgazaba  demasiado  luego  y  se  quebraba;  ade- 
más solia  haber  humo.  Usaba  carbón  poco  puro:  el  que  queda  en  las  re- 
tortas de  gas. 

EDISON,  después  de  abandonar  los  metales,  recurrió  al  uso  del  carbón 
que  debia  quemarse  en  una  vasija  de  cristal  económica,  sin  oxigeno,  y 
destinada  á  acabar  cuando  el  conductor.  Para  que  el  carbón  sé  prestase 
á  las  contracciones  y  dilataciones  del  alumbrado  y  de  la  extinción  del 
mismo,  y  que  no  se  rompiese,  empleó  primero  el  de  papel  Bristol,  hecho 
de  algodón  muy  puro.  No  durando  bastante,  echó  mano  de  varias  fibras 
vegetales,  entre  las  que  dio  la  preferencia  á  la  capa  cortical  de  los  bam- 

bús,  especialmente  á  uno  del  Japón.  Las  tiritas 
de  carbón  tenían  7,  8, 10  y  más  centímetros  de 
largo,  2  décimas  de  milímetro  de  grueso  y  3  V2  de 
ancho.  Como  era  muy  dificil  unir  estos  delicadísi- 
mos carbones  al  hilo  metálico,  que  llevaba  la  cor- 
riente, después  de  hacer  sufrir  á  las  tiritas  de 
bambú  una  primera  carbonización  en  vasos  cer- 
rados, se  reunían  los  extremos  al  hilo  mediante 
un  depósito  galbánico.  En  este  método  es  im- 
portantísima la  obtención  del  vacío.  Edison  da 
diversas  disposiciones  á  los  conductores.  (Figu- 
ras 65,  66,  67,  68,  69  y  70.)  Dadas  iguales  dimen- 
siones trasversales  y  una  misma  corriente,  las 
cantidades  de  luz  serán  proporcionadas  á  la  lon- 
gitud de  los  conductores:  hay,  en  efecto,  lámparas 
de  8, 16,  32  bujías,  según  que  tengan  1,  2,  4  car- 
bones. Con  el  objeto  de  regular  á  voluntad  la  can- 
tidad de  luz,  Edison  ha  añadido  á  la  lámpara  un 
reostato,  compuesto  de  una  serie  de  cilindros  de 

carbón,  que  pueden  colocarse  en  mayor  ó  menor 
Fia  71.  -  Lampara  elec-       .         >  ^      r  j 

Sica  de  Swann.  numero  en  el  paso  de  la  corriente. 

SWANN,  á  la  par  que  Edison,  llegaba  casi  á 
resultados  idénticos.  Después  de  varios  ensayos,  en  1880,  el  físico  inglés 
(de  Newscatle)  preparaba  su  carbón  conductor  con  una  trenza  de  algo- 
don,  de  grosor  bastante,  que  endurecía  sumergiéndola  en  ácido  sulfúrico 
con  un  tercio  de  agua;  luego  la  carbonizaba  con  cisco  de  carbón,  y  la 
colocaba  en  la  envuelta  en  forma  de  esfera,  en  la  cual  se  hace  el  vacío 
como  en  las  de  Edisson.  Esta  lámpara  ha  funcionado  con  buen  éxito  en 
Barcelona  y  en  otros  puntos.  (Fig.  71.) 

(Concluirá,) 


Mi  NOnaAS  CIENTÍFICAS. 


NOTICIAS  científicas. 


Tratamiento  de  la  epilepsia.— Uno  de  los  tratamientos  que  parecen 
dar  mejores  resultados  contra  esta  terrible  enfermedad  es  el  aconsejado 
por  Ball  {UEncephate.)  CSonsiste  este  tratamiento  en  asociar  varios  de  los 
medicamentos  que  se  aconsejan  para  tales  casos  bajo  las  fórmulas  si- 
guientes: 

Bromuro  de  amonio 10   gramos. 

Bromuro  de  sodio.  .....     10        »  | 

Agua  destilada 900        » 

Para  tomar  de  cuatro  á  ocho  cucharadas  diarias  en  un  vaso  de  agua 
de  valeriana. 

Se  administran  dos  pildoras  diarias  de  dos  centigramos  y  medio  cada 
una  de  extracto  de  belladona  y  de  óxido  de  zinc. 

Finalmente,  si  dominan  los  síntomas  congestivos  adminístralos  pur- 
gantes en  esta  fórmula: 

Aloes  Bucotrino i  gramo. 

Resina  de  escamonei 50  centigramcs. 

Resina  de  jalapa 50               » 

Calomelanos 50              » 

Jabón  medicinal  C.  S. 

Para  24  pildoras.  Se  toman  6  cada  dia. 

Los  resultados  de  este  tratamiento  son,  según  Ball,  inmediatos  y  con- 
tinuos.— <Vbrd6s.) 

Locura  efímera  causada  por  el  frío. — Reich  ha  observado  cuatro 
casos  de  locura,  interesantes  en  el  concepto  clínico  y  médico  legal.  Se 
trata  de  niños  que,  después  de  haber  ei^taclo  expuestos  durante  cuatro  ho- 
ras, á  un  frío  glacial,  fueron  trasportados  bruscamente  á  un  departa- 
mento en  el  que  reinaba  una  elevada  temperatura.  Inmediatamente  so 
presentaron  alucinaciones,  acompañadas  de  turgencia  de  la  cara  y  sen- 
sación de  calor  intenso  en  la  frente.  £1  pulso  era  rápido,  pero  la  tempe- 
ratura no  habia  variado. 

Al  cabo  de  algunas  horas  lodo  habia  vuelto  al  estado  normal.  Los  ni- 
ños durmieron  tranquilamente,  despertando  después  sin  que  se  acorda- 
ran de  lo  que  habia  sucedido.— (Formiguisra.) 

Colodión  estiptico.— En  el  PhiL  med.  Times  se  dá  á  conocer  este  pre- 
parado: 

Colodión 100  gramos. 

Acido  fénico 10       s 

Id.    tánico l    -.^  e       _ 

Id.    benzoico >    **  ^       * 

Mézclese.  Coagula  la  sangre  inmediatamente  y  forma  una  costra  re- 
sistente protectora  de  las  úlceras,  cuya  cicatrización  no  tarda  en  veri- 
ficarse.—(R.  RoviRA.) 

Espasmos  profesionales:  etiología  y  tratamiento.— Se  caracterizan, 
ya  por  contracciones  bruscas  é  involuntarias  (calambres  ó  espasmos), 
ya  por  una  impotencia  de  ordinario  circunscrita  á  ciertos  movimi  ^ntos 
profesionales  ó  habituales;  el  espasmo  profesional,  como  ha  indicado 


NOTICIAS   CIENTÍFICAS.  449 

Duchenne,  puede  residir  en  toJos  los  músculos.  Seguramente  el  grupo 
muscular  afecto,  está  siempre  en  relación  completa  con  la  ocupación 
del  individuo.  Hé  aquí  porqué  el  llamado  calamtn'e  de  los  escribientes^  por 
mas  que  exista,  no  puede  dar  nombre  al  conjunto  de  padecimientos  que 
resultan  de  un  repetido  trabajo  muscular.  Con  igual  razón  pudiera  de- 
nominarse de  los  pianistas,  de  los'  telegrafistas,  de  los  violinistas,  de  los 
guitarristas  (el  profesor  español  Arcas  lo  padecia),  de  los  que  tocan  ins- 
trumentos de  viento,  de  los  cajistas  de  imprenta,  de  los  peatones,  de  las 
que  cosen  á  la  máquina,  de  los  que  deslizan  la  gelatina  sobre  las  foto- 
grafías que  se  han  de  esmaltar  (variedad  descrita  por  H.  Napias),  etc. 
Y  hasta  la  palabra  eipasmo  no  me  parece  la  más  propia,  si  se  repara  en 
que  este  es  una  de  las  fases,  á  veces  casi  no  apreciable,  siguiéndole  la 
impotencia^  pueda  ó  no  curarse.  Dalí  y  (Journal  de  thérapeutiquCy  núme- 
ros 3  y  4, 1882)  se  ha  ocupado  recientemente  de  este  asunto:  Eíiologie  et 
traitement  des  spc^mes  professionels  (crampes^  contractures,  etc.)  A  con- 
tinuación anoto  las  ideas  más  culminantes. 

Los  calambres  ó  espasmos  funcionales  se  caracterizan  especialmente 
por  localizarse  en  un  individuo  en  un  grupo  muscular;  alguna  vez  se 
prC'sentan  también  en  los  grupos  congéneros  y  simétrico^t,  y  por  excep- 
ción en  otras  zonas.  En  corroboración  de  estas  ideas,  refiereDaliy  varias 
historias  clínicas,  entre  las  cuales  abundan  los  hechos  de  ser  los  tacones 
altos  la  causa  de  la  enfermedad,  y  en  un  caso,  com*»  es  racional,  sirvie- 
ron de  medio  para  asegurar  una  curación  conseguida.  tEn  resumen, 
una  fatiga  muscular  inicial  consecutiva  á  la  repetición  de  un  mismo 
movimiento,  á  la  que  sigue  el  agotamiento  de  la  fuente  cerebral  de 
inervación  voluntaria  y  una  emisión  perturbada  en  su  ritmo,  ya  fre- 
cuente y  en  sacudidas,  ya  brusca  y  con  intermitencia,  comparable,  en 
una  palabra,  á  los  diversos  aspectos  de  los  arcos  eléctricos  luminosos; 
en  tercer  lugar,  la  disminución  de  la  nutrición;  sobreviene  la  hipotrofia 
y  la  paresia  y  aun  la  parálisis  de  los  músculos  interesados.:»  Tales  son 
las  fases  del  espasmo  ó  impotencia  profesional.  A  veces  esta  última  abre 
aparent  mente  la  escena  patológica,  porque  han  pasado  desapercibidos 
los  pequeños  espasmos  precursores. 

En  su  opinión  debe  definirse  el  espasmo  de  los  escribientes  diciendo 
que  es  un  trabajo  muscular  involuntario  y  pasajero  (contractura?),  que 
resulta  del  agotamiento  momentáneo  de  las  fuentes  cerebrales  de  la 
inervación  limitadi  á  un  punto  muy  circunscrito  da  las  circunvolucio- 
nes izquierdas  (ó  derechas  en  los  zurdos),  es  decir,  aquel  que  está  en 
relación  con  las  sensaciones  y  los  movimientos  de  las  manos;  este  fenó- 
meno es  comparable  á  la  afasia. 

En  cuanto  á  las  causas  próximas,  oloca  en  primera  línea  el  esfuerzo 
muscular,  excesivo  por  lo  continuo  ó  por  la  falta  de  habilidad  profesio- 
nal. Es  probib!e  que  las  plumas  de  acero,  que  exigen  mayor  esfuerzo 
por  lo  mismo  que  son  menos  elásticas,  sean  peores  que  las  de  ganso; 
pero  sobre  todo  es  nocivo  el  apretar  fuertemente  el  portaplumas  (de 
aquí  los  inconvenientes  de  los  que  son  muy  ligoros)  y  el  cojerlo  cerca 
de  la  punti,  debiendo  haber  entre  esta  y  los  dedos  5  ó  6  centímetros. 
Debe  procurarse  que  las  lineas  sean  cortas  (no  más  que  las  de  nuestra 
Gaceta),  no  escribir  muy  despacio,  cambiar  con  frecuencia  de  porta- 
plumas y  de  escritura  y  hacer  contraer  buenos  hábitos  desdóla  infancia. 
Los  niños  no  deben  aprender  á  escribir  antes  de  los  7  años,  y  se  les  debe 
hacer  escribir  al  principio  con  lápiz,  para  que  no  se  acostumbren  á  apre- 
tar el  mango.  No  da  importancia  á  que  se  coloque  el  papel  de  este  ó  del 
otro  modo,  á  que  este  sea  liso  ó  algo  desigual,  y  á  la  forma  de  los  porta- 
plumas. 

Como  tratamiento,  conviene  dejar  en  reposo  el  grupo  de  músculos, 
cuya  actividad  excesiva  ó  demasiado  especializada  constituye  la  causa 


450  NOTICIAS    CIENTÍFICAS. 

periférica  del  mal,  dando  á  la  par  ejercicio  á  los  antagonistas.  El  cam- 
bio de  ejercicio  es  con  frecuencia  una  forma  de  reposo.  Hablando  de  la 
escrituray  se  ocupa  de  ios  vallados  músculos  que  intervienen  en  este 
actOy  que  es  uno  de  los  más  complejos  de  la  civilización^  de  la  gran  fatiga 
que  representan  y  de  la  necesidad  de  aprender  despacio.  Prefiere  en  el 
acto  de  escribir,  al  descanso  que  proporciona  el  cigarro,  tres  ó  cuatro 
minutos  de  ejercicios  opuestos,  segon  los  principios  de  la  llamada  gim- 
nasia sueca. 

Cumplidoesto,  le  parecen  lo  más  útil  las  manipulaciones,  en  forma 
de  fricción  seca  y  de  masaje,  hechas  en  toda  la  región.  Usa  luego  las 
corrientes  galvánicas,  y  recomienda  las  prácticas  hidroterápicas,  pero 
huyendo  de  los  extremos  frió  y  calor,  ambos  perturbadores  del  sistema 
nervioso. 

F]n  vista  de  esto,  y  de  los  resultados  obtenidos,  cree  que  es  una  en- 
ferniedad  de  las  más  curables.  Termina  diciendo:  ^Conviene  habituarse 
poco  á  poco  á  la  idea  de  que  la  farmocologia^  Itíjos  de  ocujHxr  el  prímer 
puesto  entre  los  agentes  medicamentosos^  juega  un  papel  casi  nulo  cuando  se 
trata  de  lenones  de  nutrición  del  sistema  nei-vtovo.i>— (Rodkiguez  Méndez.) 

Hematuria  quilosa:  su  génesis  y  tratamiento.— La  heraaturia  qui- 

losa  es  una  enfermedad,  que,  segiin  Gollignon,  rara  vez  se  observa  en  los 
países  fríus  ó  templados,  siendo  al  contrario  endémica  en  ciertas  regio- 
nes tropicales,  en  el  Brasil,  isl.is  de  Mauricio,  de  la  Reunión,  etc.  Muy 
frecuente  en  el  litoral,  no  se  desarrolla  nunca  en  las  localidades  elevadas. 
Ataca  prefeicntemente  á  los  turopeí)s  y  á  los  criollos  adultos  y  en  parti- 
cular ^  los  individnos  de  temper;i     ento  linfático. 

Para  algunos  médicos,  entm  ellos  Le.\ is,  la  quiluria,  lo  mismo  que 
la  he. naturia,  es  una  enfermedad  parasitaria  ocasionada  por  los  hemato- 
zoarios  que  se  encuentran  en  gran  número  on  las  orinas  y  en  la  sangre. 

Desde  18.56  Gubler  habia  atribuido  el  carácter  especial  de  las  orinas 
lechosas  ó  quilosas  á  una  mezcla  de  linfa,  d  una  linforra<<ia  renal  habi- 
tual, en  una  palabra,  á  una  especie  de  diabetes  linfática,  fundando  su  opi- 
nión por  una  parte  en  la  analogía  que  presentan  los  elementos  anorma- 
les de  estas  orinas  con  las  de  la  linfa,  y  por  otra  en  la  frecuencia  de  las 
enfermedades  del  sistema  lii.fático  en  los  p  uses  intertropicales,  en  los 
que  reina  la  afección  designada  con  el  nombre  de  hemiturii  quilosa. 

Después  de  haber  pasado  en  revista  las  diferentes  teorías  que  existen 
sobre  dicha  afección,  publica  el  autor  cinco  observaciones  inéditas  reco- 
gidas por  MM.  Ghauvet  y  Boffard  en  la  isla  de  Reunión.  Cl  análisis  de  los 
hechos  confirma  la  doctrina  de  Gubler;  la  quiluria  pertenecería,  pues,  al 
mi^mo  grupo  nosológico  que  la  linfagitis  enrlémica,  y  seria  una  expre- 
sión de  los  desórdenes  frecuentes  que  sufre  el  sisten  a  linfático  en  los 
paises  cálidos.  Hé  aqui  algunos  de  los  caracteres  que  ofrecen  los  ataca- 
dos dd  esta  afección.  Todos  ellos  presentan  en  ciertos  puntos  del  cuerpo 
un  dasarrollo  exagerado  del  sistema  linfático.  Son  siempre  de  uu  tempe- 
ramento linfático.  Han  tenido,  antes  de  1  \  aparición  de  la  quiluria,  ata- 
ques más  ó  menos  frecuentes  de  fiebre  palñdica.  Empieza  siempre  por 
dolores  lumbares,  sordos,  intermitentes,  con  los  caracteres  de  un  dolor 
muscular;  viene  enseguida  la  hematuria  simple  que  desaparece  gradual- 
mente para  dejar  el  terreno  á  la  quiluria  propiamente  dicha.  La  materia 
grasa  contenida  en  las  orinas  se  acerca  más  al  qnüo  que  á  la  linfa,  en 
contra  de  lo  que  había  creído  Gubler;  es  siempre  más  abundante  después 
de  las  comidas,  esto  es  después  de  la  absorción  del  quilo.  Cl  suero  de  ja 
sangre  no  contiene  sustancia  grasa,  y  por  otra  parte,  la  sangre  en  los 
quiláricos  no  difiere  de  la  sangre  normal.  No  se  ha  podido  demostrar 
nunca  la  presencia  de  parásitos  en  la  sangre  ni  en  la  orina.  A  pesar  de 
la  pérdida  enorme  de  materia  giasa,  los  enfermos  enflaquecen  difícil- 


NOTICIAS  CIKNTÍFir.AS,  451 

mente.  Kii  fin,  la  hematuria  qnilos'a  desaparece  rápidamente  por  el  uso 
continuo  y  prolongado  de  un  jarabe  iodo-l¿in¡cc. 

Los  efectos  notables  del  ácido  sobre  la  quiluria  prueban,  una  vez  más, 
que  esta  afección  depende  de  una  alteración  de  los  vasos  linfáticos. 

El  Dr.  Chauvet  ordena  la  prescripción  siguiente: 

Iodo  metálico 1,50  gramos. 

loduro  potásico 3            » 

Ratania 4            ^ 

Jarabe  simple 500            » 

Durante  los  primeros  ocho  dias  una  cucharada  por  la  mañana,  dos  la 
segunda  semana,  la  tercera  y  siguientes  tres  cucharadas  por  día. 

Al  mismo  tiempo  es  bueno  recomendíir  baños  frios  y  de  mar,  el  agua 
de  brea  y  la  de  bicarbonato  sódico  en  \i\s  comidas,  algunos  ejercicios  y 
alimentación  muy  sustancial. — (S.  Carbó.'í 

Antagonismo  de  la  morfina  y  de  los  alcaloides  de  las  solanáceas 
virosas. — El  barón  de  Theresopolis  resume  en  las  siguientes  conclusio- 
nes el  antagonismo  de  la  morfina  y  de  los  alcaloides  de  las  solanáceas 
virosas: 

1.*  Que  contra  la  opinión  de  Guhier  y  conforme  con  Bouchardat,  el 
opio  posee  propiedades  antagonistas  de  las  de  la  morfina  y  demás  alca- 
loides de  las  solanáceas  virosas,  y  que  en  un  caso  de  envenenamiento 
por  estos  últimos  no  hay  nada  nitjnr  que  [)ractic;ír  una  inyección  sub- 
cutánea de  sulfato  de  morfina,  ó  administrar  el  opio  á  dosis  elevadas 
y  en  particular  el  lííudano  de  Sydenham. 

2."  Así  mismo,  la  belladona,  la  atropina,  datnrina,  y  probablemente 
la  hjísciamina  y  los  otros  alcaloides  de  las  solanáceas  virosas,  son  los 
mejores  y  los  más  seguros  aniagonistas  del  opio  y  de  la  morfina. — (Vi- 
dal Careta.) 

Blenorragia:  tratamiento  de  las  erecciones.  —  Para  combatir  las 
erecciones  del  pene,  fenómeno  molestísimo  que  se  ofrece  muy  frecuen- 
temente en  el  cur.-o  de  la  blenorragia,  el  Dr.  Gambillard  aconseja  prac- 
ticar inyecciones  uretrales  de  bromuro  de  potasio.  Son  completamente 
indolenles,  causando  t«,do  lo  más,  en  ciertos  enfermos,  un  ligero  esco- 
zor, y  pora  que  su  efecfo  no  sea  insuficiente,  deben  permanecer  en  el 
conducto  uretral  uno  ó  dos  minutos.  Se  practicarán  4  ó  5  duranto  el  dia, 
haciendo  de  manera  que  la  última  tenga  lugar  inmediatamenle  antes  de 
acostarse.  Mé  aquí  la  fórmula  que  recomienda  el  Sr.  Gambillard: 

Agua 150  gramos. 

Glicerinu 10       » 

Bromuro  de  potasio 6       '> 

Láudano  de  Rousseau '2       » 

El  autor  ha  notado  que  estas  inyecciones  producian  ca?i  siempre  una 
rápida  disminución  ó  la  supresión  completa  de  las  erecciones.  Kstos  be- 
neficiosos resultados  del  bromuro  se  explican  por  sus  propiedades  de 
anestesia  local,  y  por  la  notable  facilidad  que  posee  de  insensibilizar 
ciertas  mucosas,  moderando  así  la  excitabilidad  refleja. —  (R.  Rovira.) 

Excitabilidad  de  la  corteza  del  cerebro. — Combinando  las  exci- 
taciones del  cerebro,  producidas  con  el  empleo  de  corrientes  galvánicas 
de  intensidad  variable  y  sirviéndose  de  electrodos  impolarizables,  con  la 
administración  intravenosa  de  dosis  variables  de  alcohol  y  de  esencia  de 
ajenjo,  Mr.  Danillo  {Com.  ala  Soc.  de  Diol.)  ha  comprobado,  entre  otros 
hechos,  que  la  epilepsia  provocada  por  las  excitaciones  corticales,  per- 
siste hasta  un  período  avanzado  del  envenenamiento  por  los  alcoholesj 


452  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

más  larde,  cuando  las  dosis  de  alcohol  han  sido  considerables,  es  infipo- 
sible  provocar  los  ataques.  Por  otra  parte,  un  acceso  de  epilepsia  se 
detiene  fácilmente  á  beneficio  de  la  inyección  de  alcohol  en  las  venas. — 

(KORMIGUERA.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Fiebre  amarilla.-— Orden  del  30  de  Junio  declarando  sucias  las  proceden- 
cias de  Nueva  Orleans,  á  contar  desde  el  28  del  mismo  mes. — Gacela  del  1 .®  de 
Julio. 

Cólera-morbo. — Orden  del  7  de  Julio  declarando  sucias  las  procedencias 
de  Java  (Ocoeanía),  por  haberse  pr3sentado  el  cólera  en  Batavii,  á  contar 
desde  el  24  de  Junio.  Estas  procedencias  habían  sido  declaradas  de  observa* 
cion  por  orden  de  9  de  Junio.  (Véase  el  número  anterior). — Id,  del  8  id. 

Manicomio  provincial  de  Oviedo. — Ley  de  7  de  Junio  autorizando  á  la  Di- 

Putacion  provincial  de  Oviedo  para  enajenar  en  subasta  el  ex-conveiito  de  San 
rancisco  de  aquella  ciudad  y  todas  sus  pertenencias,  que  ocupa  el  Hospital 
provincial,  cuyo  producto  de  venta  íntegro  se  aplicará  á  las  obras  del  Hospi- 
tal manicomio  provincial  que  está  en  construcción  en  la  referida  ciudad. 
— /rf.  del  43  id. 

Sanidad  marítima. — Real  orden  circular  de  i4  de  Julio  resolviendo,  á  ins- 
tancia de  la  Asociación  de  navieros  y  consignatarios  de  Barcelona,  que  el  Di- 
rector del  puerto  de  la  misma  no  puede  imponer  multa  á  los  barcos  mercantes 
que  no  conduzcan  pasajeros,  bastando  que  éstos  presenten  el  rol  (documento 
visado  por  nuestros  cónsules  en  el  extranjero)  para  los  efect<^s  de  la  real  or- 
den de  28  de  Julio  de  188^.  Las  multas  so  imponían,  sin  distinción  alguna^  á 
pesar  de  la  orden  de  13  de  Octubre  último.— /d.  del  15  id. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 


Memorias  sobre  las  enfermedades  de  las  mujeres,  por  D.  Juan  Cirera 
Samper.  Primera  serie.— Barcelona,  1882. 

Manual  de  Anatomía  descriptiva,  por  el  Doctor  Robbrt  IIartmann.  Traduc« 
cion  directa  del  alemán  por  los  Dres.  L.  Góngora  y  S,  CardenaL  —  Cuaderno  14  y  15. 

Bosquejo  sobre  inhumaciones  y  necrópolis,  por  D.  Simeón  Marcos  Garcia. 
-VaUadolid,  1882. 

Diccionario  de  Medicina  y  Terapéutica,  por  los  Dres.  E.  Bouchut,  y  A.  des- 
prés.— Traducción  de  los  Dres.  D.  Pedro  Espina  Martínez  y  D.  Ahtonio  Espina  Giu)0. 
—Cuaderno  i.^*— Madrid.  Bailly-Balliere. 

Manual  de  Medicina  operatoria,  por  J.  F.  Malgaigne.— Octava  edición,  por 
León  Le  Fort.- Cuaderno  19 y  último.— Barcelona. 

Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía.—  Cuaderno  30.  En  este  cua- 
derno continúa  la  publicación  del  Manual  práctico  de  Ginecología,  por  L.  de  Sinety. 
^Madrid,  1882. 

Ferrocarril  y  minas  de  San  Juan  de  las  Abadesas.  Memoria  correspon- 
pendiente  al  ano  iH8i,  por  el  Dr.  D.  Juan  Viuray  Carreras.— Barcelona,  1882.— Dos 
ejemplares. 

G.Riohet.—  Las  endemoniadas  de  hogaño  y  an tono.— Madrid,  1883.  —  Dos  ejem- 
plares. 

Oclgtn^a  de  la  nueva  Doctrina  módica  individualista  ó  unitaria,  por 

el.  Dr  D.  José  de  Letamendi.  — >  Madrid,  1SS2.— Dos  eje oi piares. 

PsaiÓDiGOs:  El  Porvenir  de  la  Industria,  Barcelona. 


Tomo  II.  Núm.  15.  '  15  Agosto  de  1882.  Ano  II.  N6m.  3d. 


Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  Congreso  médico  iaternacional  de  Sevilla  (conclusión),  poi*  el  Dr.  D.  Bartolo- 
mé Roberl.—  Contribución  al  estudio  del  magnetismo,  por  D.  WéUim  Barraquer.— Estu- 
dios de  clínica  oftalmológica.  Observaciones  recogidas  en  la  clínica  del  Dr.  Barraquer: 
Herpes  traumático  de  la  córnea.  Abceso  de  la  córnea  y  cámara  anterior  derechas,  dacriocls- 
titis.  Tratamiento  antiséptico,  por  D.  José  PreiiaM.  —  Anatomía  de  los  centros  nerviosos 
(continuación),  por  el  Dr.  D.  MisaelA.  Fardas  Boea.— Revista  de  SfQliografía,  por  el 
Dr.  D.  Alejandro  Planelias.—  Revista  critica  bibliográfica:  De  la  lepra  en  Granada,  por 
el  Dr.  Hernando  Espinosa,  por  el  Ur.  F.  Castelltf.-  NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Cólera  mor- 
bo.—Extreñimienlo  rebelde:  tratamiento  por  el  extracto  de  haba  de  Calabar.— Glicerolado 
de  clorhidrato  de  quinina — Hemicránea:  tratamiento.— Inocuidad  del  ácido  bórico. —Tabaco 
y  alcohólicos.— Sección  oflciat.—  Publicaciones  recibidas. 


CONGRESO  MEDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA,  <^> 
POR  EL  Doctor  Don  Bartolomé  Robert, 

Ckitedrático  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona, 


Nuevas  formas  de  hemoptisis. 

Sobre  este  asunto  tuve  el  honor  de  hacer  otra  comunicación  verbal, 
considerando  que  es  de  tanto  interés  todo  lo  concerniente  á  la  hemopti- 
sis, que  importa  aún  reunir  muchos  hechos  que  andan  dispersos  para 
agruparlos  y  hacer  su  crítica. 

Reduje  la  cuestión  al  teri'eno  de  las  hemoptisis  sostenidas  por  acción 
refleja,  independientes  de  todo  punto  de  los  procesos  tisiógenos.  En  esta 
agrupación  hice  figurar  las  hemorragias  del  aparato  respiratorio,  que  se 
desarrollan  en  el  curso  de  la  irritación  espinal,  y  las  que  dependen  de  la 
presencia  de  la  tenia. 

Es  bien  sabida  la  frecuencia  con  que  en  el  curso  de  determinadas  le- 
siones de  la  médula  aparecen  procesos  hemorrágicos  en  la  piel,  en  las 
membranas  mucosas  y  en  los  órganos  internos;  pero  hasta  ahora  en  nin- 
gún caso  he  podido  reconocer  hemorragias  brónquicas  y  pulmonares  más 
intensas  y  más  repetidas  que  las  que  se  producen  á  favor  de  ese  proceso 
anémico  de  la  médula,  conocido  con  el  nombre  de  irritación  espinal;  y 
como  quiera  que  no  hay  motivo  formal  ninguno  para  afirmar  que  esas 
hemoptisis  dependan  de  ninguna  de  las  lesiones  de  las  vías  aéreas  capa- 
ces de  determinarlas,  y  como  por  otra  parte  la  anemia  medular  es  fomes 
poderosísimo  de  acciones  reflejas,  puede  aceptarse  en  buena  fisiología 
que  en  tal  caso  los  ataques  hemoptóicos  reconocen  idéntico  mecanismo. 
Lo  propio  sucede  en  el  curso  de  la  enfermedad  parasitaria  que  he  seña- 


(1)    Conclusión.— Véanse  los  núms.  36.  37  y  ii8. 


\ 


454  CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA. 

lado:  la  tenia,  que  muchas  veces  crece  y  se  desarrolla  en  el  intestino  hu- 
mano sin  dar  lugar  á  ningún  acto  morboso  y  que  en  otras  ocasiones  de- 
muestra su  presencia  por  fenómenos  los  más  contradictorios,  en  algún 
caso,  conforme  he  tenido  ocasión  de  observar,  produce  y  fomenta  ata- 
ques hemoptóicos  los  más  formidables,  por  la  cantidad  de  sangre  exha- 
lada. 

Sí  no  repugna  admitir  que  la  irritación  espinal  ocasione  hemorragias 
bronco-pulmonares,  menos  debe  rechazarse  la  suposición  de  que  las 
tenias  obren  en  idéntico  sentido,  desde  el  instante  en  que  es  de  observa- 
ción diaria  notar  cómo  esos  parásitos  actúan  sobre  los  órganos  más  dis- 
tantes del  tubo  digestivo,  ocasionando  vértigos,  actos  convulsivos,  dila- 
taciones de  la  pupila  y  hasta  procesos  tuberculosos. 

Las  hemoptisis  dependientes  de  irritación  espinal  son  mucho  menos 
copiosas  que  las  debidas  á  la  presencia  de  aquellos  cestodes;  pero  en  cam- 
bio son  más  continuas,  tanto,  que  señalé  el  caso  de  una  enferma  que 
desde  tres  ó  cuatro  años  á  esta  parte  expectora  sangre  diariamente.  Las 
hemoptisis  por  acción  refleja  son  apirécticas,  en  tanto  no  ocasionan  le- 
siones consecutivas  en  el  aparato  de  la  respiración;  no  van  acompañadas 
de  fenómenos  plexi métricos,  y  respecto  de  los  estetoscópicos  únicamente 
producen,  durante  los  ataques  hemorrágicos,  algunos  estertores  de  pe- 
queñas ó  grandes  burbiyas  que  desaparecen  al  cesar  la  hemorragia.  Has- 
ta ahora  no  he  observado  que  las  hemoptisis  de  la  irritación  espinal  de- 
terminen las  consecuencias  naturales  y  hasta  comunes  que  se  observan 
en  el  curso  de  las  hemorragias  de  las  vías  respiratorias;  é  igual  lenidad 
se  observa  en  los  casos  de  tenia,  bien  que  en  alguna  ocasión  ha  sido  tan 
grande  la  cantidad  de  sangre  perdida  ó  se  han  producido  tales  actos  de 
infiltración  sanguínea  en  el  seno  mismo  del  parénquima  pulmonar,  que 
el  caso  se  ha  hecho  difícil  y  hasta  alarmante. 

Después  de  desarrollar  convenientemente  esas  fases  de  la  cuestión, 
expuse  las  reglas  del  tratamiento,  que  ha  de  dirigirse,  en  primer  término, 
á  remover  la  causa  y,  en  segundo  lugar,  á  cohibir  el  flujo  con  los  hemos- 
táticos comunes. 

Estado  del  pulmoik  ea  la  pleuresía. 

Nadie  desconoce  hasta  qué  punto  interesa  al  clínico,  en  el  tratamien- 
to de  la  pleuresía,  hacer  constar  el  estado  del  pulmón,  para  ajustar  las 
reglas  de  conducta  á  este  conocimiento.  Con  tal  propósito  el  Dr.  Gran- 
cher,  en  una  brillante  comunicación  verbal,  reprodujo  unos  conceptos 
que  en  otra  ocasión  habia  ya  emitido  en  la  Academia  de  Medicina  de  Pa- 
rís, y  cuyo  resumen  es  el  siguiente: 

Para  el  Dr.  Grancher  pueden  presentarse  tres  casos  distintos: — En  el 
primero,  la  pleuresía  con  derrame  mantiene  en  la  región  infra-clavicu- 
lar  del  propio  lado  un  ruido  timpánico,  pero  la  respiración  en  el  mismo 
sitio  es  exagerada,  casi  pueril,  y  la  vibración  pulmonar  también  está  au- 
mentada: entonces  puede  asegurarse  que  el  pulmón  se  sostiene  en  buen 
estado. — En  el  segundo,  continúa  el  timpanismo  (ruido  skódico),  conti- 
núa también  exagerada  la  vibración  pulmonar,  pero  el  murmullo  es  débil 
y  algo  áspero:  entonces  hay  ya  lesión  pulmonar,  puramente  congestiva 


CONGRESO  MÉDICO   INTERNACIONAL   ÜE  SEVILLA.  455 

Ó  tal  vez  ya  tuberculosa,  y  es  fácil  que,  transcurriendo  los  dias,  acabe  por 
opacarse  toda  la  región  infra-clavicular. — En  el  tercer  caso,  hay  también 
ruido  skódico,  como  en  los  anteriores,  pero  en  cambio  el  murmullo  ve- 
sicular es  débil  y  la  vibración  pulmonar  eslá  disminuida:  tal  ocurre 
cuando  hay  derrame  del  mediastino,  que  comprima  los  bronquios,  ó 
cuando  se  trata  de  un  aneurisma  de  la  aorta. 

Señalo  tan  solo  los  hechos  relatados  por  el  Dr.  Grancher,  sin  hacer  su 
crítica,  ya  que  en  el  seno  del  Congreso  no  se  discutieron  las  afirmacio- 
nes de  su  señoría. 

Rotara  de  los  lisamentos  vertebrales. 

Interesante  por  demás  fué  el  discurso  pronunciado  por  el  Dr.  Rubio, 
respecto  de  esta  materia.  Después  de  esforzarse  en  demostrar  la  necesi- 
dad de  que  los  estudios  quirúrgicos  se  amplíen  al  ocuparse  de  las  fractu- 
ras, ya  que  no  son  únicamente  los  huesos  los  que  se  rompen,  sino  que 
rómpanse  también  los  tendones  y  los  ligamentos,  hizo  un  análisis  cabal, 
completo,  de  la  serie  de  lesiones  que  se  van  desarrollando  á  favor  de  la 
torcedura  de  un  pié,  y  que  alcanzan  desde  el  simple  abotagamiento  por 
infiltración  del  tejido  célulo-adiposo  subcutáneo,  hasta  la  sinovitis,  la 
periostitis  y  la  caries;  demostrando  de  paso  que  esos  fenómenos  de  pro- 
pagación, como  irradiante,  no  se  operan  por  continuidad  de  tejidos  y 
como  por  capas  yuxtapuestas,  sino  por  saltos,  salvando  á  veces  órganos 
intermedios;  porque  no  siendo  igual  la  histología  de  todos  ellos,  no  dis- 
frutan de  idéntica  irritabilidad:  bien  así,  como  la  propagación  de  un  in- 
cendio que  no  afecta  por  igual  todos  los  cuerpos  que  en  su  marcha  inva- 
sora  encuentra. 

Haciendo  luego  aplicación  de  estos  hechos  al  caso  concreto  de  la  ro- 
tura de  los  ligamentos  vertebrales,  expuso  con  envidiable  método  y  cla- 
ridad el  mecanismo  por  el  cual,  á  favor  de  caídas,  golpes  y  actitudes 
violentas,  se  rompen  aquellos,  y  no  sólo  se  pierden  las  naturales  relacio- 
nes que  mantienen  las  vértebras  formando  armónico  tallo  óseo,  separán- 
dose algunas  de  su  propio  encaje,  sino  que,  á  semejanza  de  lo  que  ocur- 
re en  las  distorsiones  de  la  articulación  tibio-tarsiana,  se  despiertan,  á 
menor  ó  mayor  distancia,  actos  flogóticos  y  de  destrucción  con  todo  el 
colorido  del  mal  de  Pott. 

Detallando  después  el  caso,  manifestó  por  qué  la  rotura  del  ligamen- 
to vertebral  posterior  solo  produce  pequeñas  torceduras  por  dislocación 
de  dos  ó  tres  vértebras,  y  por  qué  la  del  ligamento  anterior  ocasiona  in- 
curvaciones  las  más  espantosas;  por  qué  unas  veces  la  médula  permane- 
ce intacta  y  otros  queda  aplastada;  y  también  por  qué  pueden  romperse 
parcialmente  los  ligamentos,  determinando,  empero,  parálisis  de  las  ex- 
tremidades inferiores  sin  deformación  del  espinazo. 

Afirmó  el  Dr.  Rubio,  y  el  hecho  conviene  ser  recordado  para  ulterio- 
res comprobaciones,  que  en  las  regiones  paralizadas  la  temperatura  es 
superior  de  2.*  y  3.°  á  la  de  las  partes  restantes;  lo  cual  no  se  observa, 
dijo,  en  las  parálisis  debidas  á  meningo-encefalitis  independientes  del 
traumatismo  indicado. 

Por  lo  demás,  en  el  periodo  de  curabilidad  de  las  lesiones,  como  en 


456  CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA. 

las  fracturas  de  los  huesos,  todo  lo  fia  el  Dr.  Rubio  á  la  posición  del  tron- 
co y  á  la  inmovilidad,  con  los  aparatos  de  yeso. 

Intervención  gnirúr^oa  en  la  artritis  supurada. 

Para  desarrollar  é  ilustrar  este  delicado  punto  de  clínica  quirúrgica, 
el  Dr.  Morales  Pérez  (de  Sevilla)  leyó  un  concienzudo  trabajo,  importan- 
te por  su  valor  intrínseco,  más  importante  aun  por  venir  escudado  con 
la  exposición  de  21  casos  de  su  clínica  particular,  en  los  cuales  empleó, 
con  brillantes  resultados,  todos  aquellos  medios  que  suponen  una  inter- 
vención más  activa. 

Años  atrás  las  superficies  articulares  y  el  interior  de  las  articulacio- 
nes eran  una  especie  de  noli  me  tangere;  el  cirujano  no  se  atrevía  á  pe- 
netrar en  ellas,  y  si  por  un  accidente  fortuito  quedaba  abierta  una  arti- 
culación, desde  luego  poníase  sobre  el  tapete  la  conveniencia  de  una 
amputación.  Hoy  los  tiempos  han  cambiado,  y  nosotros  hemos  de  cambiar 
con  ellos,  y  así  lo  demostró  el  Dr.  Morales  poniendo  de  manifiesto  los  ca- 
sos en  que  se  puede  y  debe  penetrar  en  el  interior  de  la  articulación; 
cuando  deben  colocarse  tubos  de  desagüe;  cuando  deben  rasparse  las  su- 
perficies de  los  huesos,  etc.;  en  una  palabra,  haciendo  coro  con  todos  los 
cirujanos  que  están  al  corriente  de  la  idea  moderna,  contribuyó  con  sus 
estudios  y  su  práctica  á  una  nueva  ilustración  del  asunto. 

La  diabetes  en  Cirug^la. 

El  Dr.  Verneuil,  al  subir  á  la  tribuna  para  hacer  una  nueva  comuni- 
cación verbal  sobre  aquella  materia,  demostró  una  vez  más  su  sagacidad 
clínica  y  sus  dotes  expositivas.  No  fueron  ciertamente  nuevas  sus  ideas, 
por  cuanto  ya  las  había  expuesto  en  la  capital  de  Francia,  pero  no  por 
esto  fueron  oídas  con  menor  interés. 

Considera  el  Dr.  Verneuil,  y  el  hecho  es  importantísimo,  que  hay  dia- 
betes que  no  van  acompañadas  de  ninguna  pérdida  renal  ostensible  y 
que  se  demuestran  violentamente  á  favor  de  un  acto  quirúrgico,  y  enton- 
ces, lejos  de  marchar  el  traumatismo  por  una  buena  vía  de  cicatrización, 
al  contrario,  las  superficies  cruentas  toman  mal  aspecto  y  el  operado  se 
pierde  con  rapidez. 

Importa,  pues,  tener  presentes  tales  contingencias;  importa  recordar 
que  hay  diabéticos  sin  glucosuria;  que  hay  diabéticos  en  los  que  se  eli- 
mina azúcar  temporalmente  y  que  después  desaparece;  que  hay  otros  en 
los  que  alterna  la  orina  azucarada  con  la  orina  albuminosa,  y  por  último, 
que  los  hay  que  solo  pueden  clasificarse  en  virtud  de  diferentes  erupcio- 
nes cutáneas,  de  estomatitis,  de  desnutriciones  aparentemente  inexpli- 
cadas,  de  lesiones  pulmonares  ú  oculares,  y  que,  solo  teniendo  en  cuenta 
estos  hechos,  se  podrá  tener  seguridad  de  no  practicar  una  operación  en 
un  diabético. 

Etiolog^la  de  la  pelagrra. 

El  Dr.  Poussié,  distinguido  profesor  francés,  fué  quien  suscitó,  con  la 
lectura  de  una  erudita  memoria,  la  interesante  cuestión  que  señala  el 


CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  DE  SEVILLA.  457 

epígrafe.  Por  sus  estudios  especiales  y  por  sus  excursiones  científicas  por 
Italia,  mostróse  acérrimo  defensor  de  los  que  entienden  que  es  el  verde- 
rama  del  maiz  (sporisorium  maisi)  la  única  y  verdadera  causa  de  la  pela- 
gra. Todos  los  lectores  de  este  periódico  están  ya  al  cabo  de  esa  cuestión 
magna  de  higiene  y  de  patología,  y  saben  que  las  opiniones  no  son  com- 
pactas, y  que  si  para  unos  la  pelagra  es  una  enfermedad  parasitaria  y  de 
origen  único,  para  otros  no  es  más  que  el  resultado  de  múltiples  y  com- 
plexas causas  independientes  de  todo  punto  de  la  buena  ó  mala  condi- 
ción del  maíz.  Si  se  demuestra  que  en  algunos  países,  como  Méjico  y  la 
provincia  de  Santander,  en  donde,  haciéndose  extraordinario  empleo  del 
maíz,  no  se  presenta  la  pelagra,  y  que  se  la  puede  encontrar  en  algunas 
regiones,  como  en  Andalucía  y  aun  en  Cataluña,  como  la  he  visto,  en 
donde  el  maíz  no  forma  plan  bromatológico;  y  si  se  tiene  en  cuenta 
también  que,  ni  aun  en  Lombardía,  todos  los  médicos  aceptan  la  natura- 
leza parasitaria  de  la  pelagra,  mostrándose  algunos  partidarios  de  las 
ideas  de  Bazín  y  de  los  que  aceptan  en  la  enfermedad  un  fondo  diatési- 
co,  ya  podrá  comprenderse  que  no  faltaron  elementos  científicos  en  el 
Congreso  de  Sevilla  para  sostener  la  contradicción. 

Además,  encontrándose  allí  presente  el  Dr.  Roel,  médico  asturiano, 
que  ha  dado  á  la  estampa  una  obra  de  mérito  y  que  supone  una  laborio- 
sidad sin  límites,  con  el  título  Etiología  de  la  pellagra^  y  estando  también 
allí  el  Dr.  de  la  Sota,  buen  conocedor  de  las  enfermedades  de  la  piel,  ya 
puede  suponerse  que  no  desaprovecharían,  como  no  desaprovecharon,  la 
ocasión  de  hacer  gala  de  sus  conocimientos,  y  para  oponerse  á  las  afir- 
maciones del  Dr.  Poussié,  quien,  por  otro  lado,  supo  sostener  sus  ideas 
con  gran  copia  de  datos  y  buen  ingenio. 

Relaciones  entre  las  heridas  y  la  criminalidad. 

¿Es  jiisto  fundar  la  criminalidad  del  culpable,  por  el  tiempo  que  las  he- 
ridas emplean  en  su  curación?  Sobre  esta  cuestión  se  leyeron  tres  buenos 
trabajos  del  Dr.  Jacquemet,  del  Dr.  Muñoz  Barrera  y  del  Dr.  Pizjuan,  y  se 
suscitó  un  debate  animado  entre  los  autores  y  los  socios  del  Congreso 
señores  Osío,  Nuñez,  Vázquez  y  algún  otro,  cuyo  nombre  siento  no  recor- 
dar en  este  instante. 

Hé  ahí  otro  tema  digno  de  toda  la  atención  de  una  asamblea  científi- 
ca. Ha  llegado  el  momento  de  no  tolerar  ni  un  instante  más  eso  que  no 
titubearé  en  apellidar  monstruosidad  científica  de  nuestro  Código  penal. 
Hacer  descansar  el  grado  de  criminalidad  de  un  delincuente  en  que  una 
herida  sea  susceptible  de  cicatrización  en  más  ó  menos  dias,  olvidando 
que  los  tejidos  no  se  regeneran  por  igual  en  todos  los  individuos  y  que 
se  prolongan  las  lesiones  por  más  ó  menos  tiempo  según  el  plan  curati- 
vo empleado  y  hasta  la  pericia  del  profesor;  aquilitar  el  grado  de  crimi- 
nalidad de  un  delincuente  porque  la  herida  ocupe  tal  vez  por  accidente 
fortuito,  una  región  vascular  ó  una  que  no  lo  sea,  una  región  noble  ó  una 
región  baladí,  esto  es  absurdo,  y  más  que  absurdo,  monstruoso.  En  mi 
sentir,  no  ha  de  ser  el  grado  de  lesión  ni  la  mayor  ó  menor  lentitud  cica- 
tricial  las  que  sirvan  de  pauta  para  señalar  la  pena,  sino  el  móvil  del 
delito  y  la  intención  del  delincuente. 


458  CONGRESO  MÉDICO  INTERNACIONAL  i)E  SEVILLA. 

Hemos  de  esforzarnos  todos  en  hacer  atmósfera  para  que  armonicen 
mejor  las  condiciones  científicas  y  las  exigencias  de  la  justicia;  hemos 
de  procurar  todos  que  el  Código  penal  sea  reformado  en  consonancia  con 
la  época  presente,  y  así  no  se  verá  el  ridículo  y  hasta  triste  caso  de  que 
resulte  más  culpable  el  causante  de  una  herida,  que  tardó  en  cicatrizar 
más  de  treinta  dias,  que  el  que  produjo  una  simple  contusión  sobre  el 
cráneo,  sin  consecuencias  de  ningún  género,  pero  con  la  intencioa  de 
ocasionar  la  muerte. 

Si  un  día  vuelve  en  España  á  reunirse  un  Congreso,  seria  de  aplaudir 
que  se  señalara  como  tema  esa  reforma  del  Código,  y  que  hasta  se  exten- 
diera al  estudio  de  la  responsabilidad  é  irresponsabilidad  de  los  crimina- 
les: de  este  modo  tendriase  la  seguridad  de  entrar  en  un  terreno  de  dis  - 
cusion  altísimo,  inagotable,  porque  no  se  trataría  ya  de  una  cuestión 
médica  tan  solo,  sino  de  un  problema  social. 

La  Oítalmologia  en  el  GonsTeso  de  Sevilla. 

Indudablemente  que  es  la  Oftalmología  el  ramo  especial  de  las  cien- 
cias médicas,  que  cuenta  en  España  un  número  mayor  de  cultivadores;  no 
es,  pues,  extraño  que  muchos  de  estos  llevaran  su  contingente  al  Congre- 
so y  que  lograran  llamar  la  atención  del  auditorio. 

Así.  el|Dr.  D.  Antonio  de  la  Peña,  especialista  de  Madrid,  presentó  una 
memoria  sobre  la  Neurotomia  óptico-ciliar  para  combatir  una  oftalmía 
simpática,  en  la  cual,  con  buen  método  y  claridad  de  concepto,  demostró 
que  la  operación  de  la  neurotomia  ciliar,  puede,  en  algunos  casos,  substi- 
tuir la  enucleación  del  ojo,  por  ser  de  ejecución  más  fácil,  por  exponer  á 
menos  peligros  y  por  deformar  menos  el  rostro,  ya  que  el  muñón  que 
resulta  es  más  á  propósito  para  la  colocación  de  un  ojo  artificial,  en  el 
caso  de  sobrevenir  la  atrofia  del  órgano. 

El  Dr.  D.  Isidro  Osío,  expuso,  con  la  brillantez  que  le  caracteriza,  un 
nuevo  método  para  la  operación  del  estafiloma  opa^o  total  de  la  córnea^  ya 
que  no  surte  ningún  efecto  la  substitución  de  las  córneas  inservibles  por 
córneas  artificiales.  El  Dr.  Osio  se  propone  conservar  el  globo  del  ojo  y 
hacer  el  tatuaje^  para  lo  cual  hace  un  colgajo  en  semiluna  de  la  córnea, 
con  una  tijera  curva,  y  suavemente  va  cortando,  mientras  el  ayudante 
coloca  los  puntos  de  sutura  con  hilos  de  catgut  y  después  puede  hacerse 
el  tatuaje. 

El  Dr.  Chiralt,  especialista  sevillano,  habló  de  cuál  es  el  medio  tnás 
adecuado  y  eficaz  para  combatir  el  estrabismo  en  los  niños  menores  de  siete 
años,  y  se  decidió  por  el  vendaje  monocular,  ligero,  fijo,  con  una  venda  de 
gasa  bien  lavada;  por  los  lentes  espenopéicos  de  cartón  ó  de  pasta;  por 
los  ejercicios  prolongados  y  bien  dirigidos  en  los  estereoscopios;  por  los 
cristales  prismáticos  cuando  se  produce  la  diplopia;  y,  por  último,  por 
la  tenotomía,  siempre  que  no  la  contraindique  en  absoluto  un  estrabis- 
mo inferior  á  dos  milímetros  de  desviación.  Este  estudio,  por  demás  inte- 
resante, que  hizo  el  Dr.  Chiralt,  dio  pié  á  que  el  Dr.  Aycart  admitiera 
siempre  el  estrabismo  como  un  hecho  sintomático,  y  que  el  Dr.  Lozano 
depositara  gran  confianza  en  la  electroterapia  para  la  curación  de  aque- 
llas lesiones  de  los  músculos  extrínsecos  del  globo  ocular. 


CONGRESO  MÉDICO  INTBBNACIONAL  DE  SEVILLA.  459 

El  Dr.  Carreras  y  Aragó,  otro  oftalmólogo,  que,  corno  los  anteriores, 
honra  á  nuestro  país  por  sus  conocimientos  y  por  su  vasta  práctica,  re- 
mitió al  Congreso  una  memoria  sobre  cuál  es  el  método  más  sencillo  y 
exacto  para  la  determinación  del  daltonismOj  tema  que  desde  algunos  años 
á  esta  parte  viene  ocupándole  con  la  mayor  asiduidad.  Después  de  pasar 
en  revista  las  diversas  teorías  emitidas  sobre  el  particular,  desde  la  de 
Newton  hasta  la  de  Donders,  mostróse  partidario  de  esta  última,  añadien- 
do que  la  sensibilidad  cromática  se  pierde  del  centro  á  la  circunferencia, 
y  que  al  perderse  el  sentido  oromático  no  se  pierde  la  agudeza  visual.  En 
concepto  del  Dr.  Carreras  la  terapéutica  del  daltonismo  adolece  de  cierto 
cariz  ecléctico. 

Por  último,  el  Dr.  de  la  Peña,  ya  citado,  presentó  undi pinza  de  fijar  el 
globo  del  ojoy  de  su  invención,  que  puede  substituir  con  ventaja  la  pinza 
de  Graefe.  La  abrazadera,  de  15  milímetros  de  largo,  está  adherida  por 
su  parte  superior  á  la  rama  derecha  de  la  pinza,  y  la  extremidad  inferior, 
libre,  queda  sujeta  á  un  botoncito  que  tiene  la  rama  izquierda,  cerrando 
sólidamente  el  instrumento  (pinza  cerrada).  Basta  que  se  dé  hacia  arriba 
con  el  dedo  á  la  especie  de  uñita  de  dicha  extremidad  inferior  para  que, 
poniéndose  horizontal  la  abrazadera,  quede  abierta  la  pinza  (pinza 
abierta). 

La  rapidez  y  facilidad  con  que  se  verifican  esos  movimientos  consti- 
tuyen el  mérito  de  aquella  pinza. 

Otros  yariOB  asuntos. 

Con  ser  ya  tantas  las  cuestiones  que  acabo  de  apuntar  y  que  forma- 
ron entretenimiento  de  todos  durante  los  dias  del  Congreso,  aún  con  lo 
que  resta  podría  escribirse  otro  artículo,  sino  temiera  abusar  de  la  bene- 
volencia del  lector.  Así  continuaría  en  el  relato  la  memoria  del  Dr.  Chi- 
ralt  sobre  el  método  antiséptico  más  aplicable  en  los  campos  de  baialla; 
los  discursos  del  Dr.  Ariza  sobre  la  curabilidad  de  la  tisis  y  la  importan- 
cia de  la  otología  dem^ostrada  por  el  estudio  del  catarro  crónico  de  la  caja; 
la  relación  de. un  aeroscopio  analizador  ideado  por  el  Dr.  Alcina,  catedrá- 
tico de  Cádiz;  la  conferencia  del  Dr.  Gómez  Torres  sobre  el  parto prema- 
turo  artificial;  la  memoria  del  Dr.  Pizarro  sobre  el  abastecimiento  de  aguas 
en  las  grandes  ciudades;  la  patogenia  de  las  enfermedades,  por  el  Dr.  Róel; 
el  estudio  de  las  hernias  extranguladas,  por  los  Dres.  Coca  y  Salado;  la 
oclusión  intestinal^  por  el  Dr.  Madera,  y  la  exposición  de  un  caso  de  her- 
mafrodismo relacionado  con  la  riño -bronquitis  espasmódica^  hecha  por  el 
firmante  de  estas  líneas;  pero  como  quiera  que  no  me  propuse  descender 
á  tanto  detalle,  sino  apuntar  aquellas  cuestiones  de  interés  más  general, 
aquí  pongo  punto  á  mi  tarea,  y  el  lector  juzgará  de  sí  en  el  Congreso  mé- 
dico internacional  de  Sevilla  presidió  el  acierto,  y  si  se  rindió  culto,  cuan- 
do menos,  á  la  laboriosidad. 


460  CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  MAGNETISMO. 


CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  MAGNETISMO, 
POR  D.  Luis  Barraqüer, 

Profesor  libre  de  enfermedades  nerviosas. 


La  superioridad  que  en  determinados  casos  tiene  el  magnetismo  so- 
bre la  electricidad  es  hoy  dia  bien  notoria,  ya  en  el  concepto  de  producir 
los  efectos  con  mucha  rapidez,  ya  en  el  de  ser  ellos  más  definitivos.  Para 
poderlo  demostrar  en  casos  clínicos  de  alguna  importancia,  precisan 
imanes  de  mucha  intensidad.  Esto  es  muy  fácil  usando  electro-imanes 
en  vez  de  imanes  sencillos.  Así  es  que  yo  hice  construir  un  electro-iman 
de  grandes  bobinas  suficiente  para  funcionar  por  medio  de  diez  elemen- 
tos Bunsen  (gran  modelo),  sin  calentarse  en  demasía,  durante  hora  y 
media  ó  dos  horas.  Funcionando  en  esta  disposición,  sostiene  de  dlO  á 
140  kilogramos,  cuya  diferencia  estriba  en  la  cualidad  areométrica  del 
líquido  excitador  principalmente. 

Creo  que  la  historia  de  los  casos  clínicos  que  voy  á  apuntar  tiene 
algún  interés  por  cuanto  los  síntomas  no  son  de  neurosis,  sino  de  enfer- 
medad con  lesión  anatómica  conocida. 

J.  T.,  de  51  años.  Tres  años  atrás  tuvo  un  ataque  de  hemorragia 
cerebral,  de  forma  especialmente  paralítica,  habiéndose  fraguado  en  la 
región  de  predilección  correspondiente  al  lado  izquierdo  con  degenera- 
ción descendente  consecutiva,  por  lo  cual  quedó  hemipléctico,  viniendo 
á  los  pocos  meses  la  contractura,  bastante  pronunciada  ahora,  y  cuyo 
tipo  es  el  más  común,  ó  sea  el  de  flexión:  el  brazo  estaba  unido  fuerte- 
mente al  tronco;  el  antebrazo  formaba  ángulo  recto  con  el  brazo;  la 
mano  en  flexión  y  pronacion  con  los  dedos  cerrados,  incluso  el  pulgar. 
Guando  con  dicho  miembro  pretendía  hacer  algún  movimiento,  ó  cuando 
tosiendo,  riendo,  estornudando,  etc.,  lo  hacia  de  un  modo  pasivo,  ya 
(|ue  en  tal  estado  dista  mucho  de  ser  independiente  del  tronco  como  nor- 
malmente, era  presa  de  movimiento  oscilatorio  rítmico  muy  acentuado, 
duradero  é  imposible  de  ser  dominado  solo  por  la  voluntad.  Por  un  es- 
fuerzo grande  llegaba,  no  á  extender  dicho  miembro,  sino  á  disminuir 
algo  la  flexión  de  los  dedos,  en  especial  del  índice,  y  separar  el  pulgar, 
cuyo  acto  era  acompañado  de  extensión  hasta  lo  posible  por  parte  del 
miembro  homónimo.  Dijo  uno  de  su  familia  que  durante  el  sueño  la  ma- 
no enferma  se  ponía  fláxida,  extendiéndose  algo.  El  miembro  inferior 
también  estaba  afecto  de  contractura,  pero  distaba  mucho  de  llegar  al 
grado  que  el  superior.  Le  apliqué  el  electro-iman  en  la  región  anterior 
del  antebrazo.  Al  cabo  de  doce  minutos:  sensación  de  calor,  peso  y  hor- 
migueo, que  aumentó  hasta  ligeros  pinchazos  que  llegaban  al  hombro.  Al- 
gunos minutos  después,  la  mano  se  abría  poco  á  poco,  resaltando  de  entre 
los  dedos  el  índice  y  meñique  por  algunos  movimientos  extensivos  rápi- 
dos y  bastante  pronunciados.  La  sesión  duró  hora  y  media  y  después  de 
ella,  la  mano  y  dedos  estaban  extendidos  hasta  formar  línea  recta  con  el 
antebrazo,  flexionándose  solo  ligeramente,  cuando  yo,  comprimiendo  su 


CONTRIBUCICyN  AL  ESTUDIO  DEL  MAGNETISMO.  461 

mano  hacia  atrás,  llegaba  con  el  antebrazo  á  formar  ángulo  de  extensión. 
El  temblor  ya  no  se  manifestaba,  aunque  verificase  cualquier  movimien- 
to. Le  apliqué  un  brazalete  de  cobre  de  0,05°*  en  el  brazo  y  otro  en  el  an- 
tebrazo, con  el  fin  de  asegurarla  acción  del  imán,  caso  de  que  aquel  me- 
tal fuese  el  que  correspondiese  á  tal  enfermo,  y  le  despedí  para  continuar 
al  dia  siguiente.  Presentóse  en  éste  habiendo  perdido  algo  su  miembro 
superior,  pero  distando  mucho  de  hallarse  contracturado  como  antes  de 
la  sesión  anterior.  La  siguiente  la  practiqué  como  esta,  y  al  cabo  de  po- 
cos minutos  vuelve  á  hallarse  como  después  de  la  primera.  Al  terminar 
la  segunda,  el  miembro  estaba   más  fláxido  y  son  más  libres  los  movi- 
mientos. Otra  vez  le  apliqué  los  brazaletes,  prescribiéndole  dos  veces  al 
dia  el  agua  Saint-Ghristau.  Al  dia  siguiente  habia  perdido  muy  poco.  An- 
tes de  empezar  la  tercera  aplicación,  con  objeto  de  cerciorarme  de  la  so- 
lidez de  lo  ganado,  le  apliqué,  pocos  momentos,  una  corriente  galvánica 
de  mucha  tensión  (1).  Colocando  el  polo  cobre  al  nivel  de  las  últimas 
apófisis  espinosas  cervicales  y  el  zinc  en  la  cara  anterior  del  antebrazo 
enfermo,  interrumpí  varias  veces  la  corriente,  verificando  aberturas  y 
cierres  catodales  é  invirtiéndola  con  el  conmutador,  presentándose  nue- 
vamente el  temblor  cada  vez  que  con  aquel  cerraba  el  circuito  en  la  dis- 
posición mencionada  y  dejando  de  estar  fláxidos  y  extendidos  la  mano  y 
dedos,  si  bien  no  tan  contracturado  el  miembro  como  antes  de  las  sesio- 
nes de  magnetismo.  Volví  inmediatamente  á  este,  y  al  cabo  de  diez  minu- 
tos se  halló  como  antes  de  la  excitación  galvánica.  Prolongué  la  sesión 
como  las  anteriores,  quedando  en  idénticas  condiciones;  voluntariamente 
1 1  mano  y  dedos  formaban  línea  recta  con  el  antebrazo;  éste  casi  lo  for- 
maba con  el  brazo,  el  cual  abría  mucho  más  el  ángulo  que  constituía  con 
el  tronco.  Suspendí  por  cuatro  dias  las  sesiones,  para  ver  si  el  efecto  era 
duradero,  pudiéndome  convencer  al  cabo  de  ellos  que  habia  perdido 
muy  poco.  Practiqué  la  cuarta  sesión  en  iguales  condiciones  que  las  an- 
teriores, con  lo  cual  no  adelantó  más  que  con  la  tercera.  Otra  vez  le 
despedí,  para  volvernos  á  ver  pasados  ocho  dias,  época  en  que  le  hallé 
en  el  mismo  estado  que  inmediatamente  después  de  la  última  sesión,  es 
decir,  sin  haber  perdido  nada. 


(i)  Para  estod  casos,  para  otros  de  electro-diagnóstico  y  aun  para  otros  con  fin 
directamente  terapéutico,  creo  muy  útil  el  uso  de  uHa  batería,  cuyos  elementos  más 
vulgares  se  usan  poco  como  corriente  voltaica  directa.  Me  reñero  &  la  pila  formada 
por  elementos  Lecianché.  A  pesar  del  grare  inconveniente  de  polarizarse  con  rapi- 
dez, cuando  se  interpone  en  el  circuito  exterior  un  cuerpo  de  poca  resistencia  relativa 
y  de  que  una  vez  polarizada  no  adquiere  su  propiedad  primitiva,  no  llega  este  motivo 
á  hacerse  superior  á  la  ventaja  que  ofrece  en  ciertos  casos  disponer  en  un  momento 
dado  de  una  gran  tensión.  Para  llegar  á  una  excitación  regular,  cuando  los  polos  se 
hallan  frente  &  la  resistencia  que  opone,  por  ejemplo,  la  piel  de  la  planta  de  los  pies  ó 
de  la  palma  de  la  mano  en  un  campesino  de  alguna  edad,  si  se  usa  pila  de  elementos 
Daniell  ó  sus  derivados,  no  basta  tomar  los  elementos  de  uno  en  uno  ó  de  dos  en  dos 
sino  de  docenas  en  docenas.  Por  otra  parte,  como  cuando  se  usa  una  grande  tensión 
la  aplicación  es  de  momentos,  no  dando  tiempo,  pues,  á  que  durante  ella  se  tropiece 
con  el  inconveniente  de  au  inconstancia,  puede  bien  considerársela  de  valor  para 
determinados  casos,  ya  que  con  un  número  relativamente  reducido  de  elementos,  se 
obtiene  el  efecto  de  otro  grande  de  los  de  sulfato  de  cobre,  cuya  pila,  bien  que  la 
primera  hoy  dia,  no  deja  de  tenor  el  inconveniente  de  gastarse  aun  cuando  no 
funcione. 


462  CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO  DEL  MAGNETISMO. 

Este  caso  clínico,  como  se  vé,  es  el  tipo  vulgar  de  hemorragia  cere- 
bral, dependiendo  la  contractura  de  una  lesión  consecutiva  cerebro-me- 
dular, según  han  demostrado  en  Francia,  cuyo  pronóstico  grave  es  reco- 
nocido de  todo  el  mundo,  aunque  se  pretenda  á  veces  curar  ó  modificar 
sensiblemente  á  beneficio  de  la  galvanización  continua.  ¿Por  qué,  aun- 
que aumentase  el  número  de  sesiones,  la  contractura  cedió  solo  hasta  un 
punto  determinado?  ¿Es  que  se  habia  dominado  hasta  un  grado,  en  que 
se  ajustaba  con  la  intensidad  del  imán  relacionándose  con  ella  y  no  con 
el  número  de  sesiones?  ó  bien  ¿es  que  el  síntoma  en  la  presente  enfer- 
medad se  exagera  franca  y  expontáneamente  en  el  período  de  estado,  á  la 
manera  que  se  inicia  la  exageración  de  los  reflejos  tendinosos,  ya  antes 
del  establecimiento  de  la  lesión?  Creo  que  los  razonamientos  de  poco  me 
servirían  para  contestar  a  cualquiera  de  las  dos  preguntas,  así  es  que  me 
reservo  hacerlo  después  de  haber  recogido  nuevas  observaciones  en  que 
el  mal  se  halle  también  avanzado. 

El  segundo  caso  se  clínico  refiere  á  una  joven  de  13  años,  quien  dos 
años  atrás  sufrió  el  sarampión,  quedando  cofósica  del  lado  izquierdo, 
debido  á  lesión  en  el  oído  interno,  según  el  juicio  del  Dr.  Sojo,  y  para  la 
cual  creyó  indicada  la  galvanización  por  el  proceder  de  Buenner.  La  fa- 
radizacion  de  los  músculos  de  los  huesecillos  y  de  la  cuerda  del  tambor, 
que  yo  solo  hice  con  fin  semeiótico,  difícilmente  produjo  hormigueo  y 
sensación  especial  en  el  lado  correspondiente  de  la  punta  de  la  lengua, 
lo  cual  era  de  mal  augurio,  según  opinaba  Philipeaux.  Se  necesitaba  una 
corriente  bastante  intensa  para  que  oyese  el  ruido  á  cada  ¡intermitencia, 
signo  negativo,  al  que  Duchenne  dio  racionalmente  mucho  mas  valor 
que  al  anterior.  Por  la  galvanización  no  se  producía  hiperestesia  eléc- 
trica, cuantitativa  ni  cualitativa,  y  la  fórmula  de  reacción,  bien  que  posi- 
ble y  exacta,  necesitaba,  sin  embargo,  un  número  bastante  regular  de 
elementos,  dentro  de  cuya  corriente  no  podia  permanecer  la  enferma  á 
causa  de  los  fenómenos  accesorios  é  inseparables  debidos  á  la  electriza- 
ción de  otros  nervios  y  centros  nerviosos.  Por  este  motivo,  pues,  después 
de  haber  encontrado  la  fórmula,  reduje  el  número  de  elementos,  pero 
introduciendo  el  nervio  en  la  corriente  ectodal,  ya  que  no  habia  ninguna 
señal  de  hiperestesia  y  sí  sólo  de  parálisis.  Al  cabo  de  tres  sesiones,  el 
nervio  reaccionaba  mejor,  pues  al  cabo  de  pocos  momentos  de  la  elec- 
trotonizacion  se  producía  S'  (sensación  sonora)  al  G  C  (cierre  catodal) 
con  un  número  de  elementos  insuficiente  en  el  primer  día.  Después  de 
ocho  sesiones  oía  el  reloj  (y  en  el  primer  día  á  ninguna  distancia,  y  sí 
solo  por  trasmisión  ó  sea  porque  el  otro  nervio  era  sano  y  la  enferma 
joven)  á  0'37<5™-  En  la  sesión  siguiente  sustituí  la  galvanización  por  el 
magnetismo,  dando  al  electro-iman  la  intensidad  que  en  el  caso  anterior. 
Coloqué  el  aparato  en  plano  inclinado,  de  manera  que  uno  de  los  polos 
correspondía  al  trago  y  el  otro  al  cuello.  Los  efectos  fisiológicos  que  se 
iniciaron  á  los  quince  minutos  fueron:  calor,  que  traspasaba  ligeramente 
la  zona  de  los  dos  polos  y  que  no  pudo  ser  producido  solo  por  el  contacto 
del  hierro  calentado  por  la  electricidad,  porque  hacia  poco  tiempo  que 
funcionaba  y  además  porque  en  ningún  punto  estaba  modificada  en  más 
la  resistencia  á  la  corriente;  hormigueo,  que  se  extendía  bastante  en  la 
piel  de  la  cara,  cuello  y  cabeza  con  enrojecimiento  del  rostro  y  secreción 


ESTUDIOS  DE  CLÍNICA  OFTALMOLÓGICA.  463 

exagerada  de  lágrimas;  un  ruido  especial  y  suave  que  ella  decia  ser  in- 
terior. La  sesión  duró  media  hora,  después  de  la  cual  oia  el  reloj  á  1  me- 
tro. A  los  dos  dias  repetí  la  sesión  del  mismo  modo,  pero  prolongándola 
hasta  tres  cuartos  de  hora;  al  cabo  de  ella  oía  el  reloj  á  4  metros.  Suspendí 
las  sesiones  por  ocho  dias,  después  de  los  cuales  vi  que  habia  perdido  la 
mitad  próximamente.  Practiqué  dos  más  y  llegó  á  5  metros.  Suspendí 
otra  vez,  para  volverla  á  ver  al  cabo  de  un  mes,  observando  después  de 
este  tiempo  que  habia  perdido  1  metro  con  algunos  centímetros.  Al  cabo 
de  pocos  minutos  volvió  á  oir  el  reloj  á  5  metros. 


ESTUDIOS  DE  CLÍNICA  OFTALMOLÓGICA. 

OBSERVACIONES  RBCOaiDAS  EN  LA  CLÍNICA  DEL  DR.  BARRAQUER, 

por  el  Ayudante  D.   José   PrESAS. 


Herpes  traumático  de  la  córnea. 

N.  N.,  mujer  de  25  años  de  edad,  natural  de  Alella,  sin  antecedentes 
morbosos  conocidos,  recibió  una  contusión  en  el  ojo  izquierdo  con  una 
silla  el  dia  27  de  Mayo  del  corriente  año,  presentándose  á  la  clínica  del 
Dr.  Barraquer  el  28  con  los  caracteres  siguientes:  ligera  herida  contusa 
vertical  del  párpado  superior,  que  no  comprendia  todo  el  espesor  del  der- 
mis; opacidad  blanquecina  en  el  centro  y  parte  inferior  de  la  córnea;  fo- 
tofobia; blefarospasmo;  dolores  superciliares  intensos  y  sensación  de 
cuerpo  extraño,  y  una  ligera  opacidad  en  la  parte  inferior  de  la  córnea 
con  desprendimiento  irregular  del  epitelio.  Se  le  prescribió  la  pomada 
de  vaselina  con  atropina. — El  dia  7  de  Junio  se  presenta  la  enferma  sin 
dolores  ni  fotofobia;  como  lesiones  anatómicas  se  observa  una  ligera 
opacidad  en  la  parte  inferior  de  la  córnea;  la  herida  del  párpado  cicatri- 
zada.— La  enferma  manifiesta  que  los  dolores  cesaron  rápidamente  con 
la  pomada. 

Dia  iO. — La  enferma  se  encuentra  bien  y  ha  desaparecido  la  opacidad 
de  la  córnea;  suspéndese  por  lo  tanto  toda  medicación. 

El  dia  20  de  Junio,  á  las  dos  de  la  madrugada,  se  siente  la  enferma 
nuevamente  acometida  por  dolores  superciliares  violentos,  blefarospas- 
mo, fotofobia  y  sensación  de  arena  entre  los  párpados,  y  se  presenta  al 
consultorio  oftalmológico  del  Dr.  Barraquer  el  dia  21  del  propio  mes. — 
La  inspección  de  la  córnea  á  la  luz  oblicua  permite  observar  una  ulce- 
cion  irregular,  muy  superficial,  de  fondo  transparente  en  unos  puntos, 
blanquecino  y  opalino  en  otros,  surcada  por  pequeñas  crestas  de  tejido 
de  la  córnea  semidesprendida,  indicio  indudable  que  resultaba  de  la  aber- 
tura de  varias  vesículas. — El  tratamiento  empleado  fué  pomada  con 
atropina  y  tres  tomas  de  bisulfato  quinina  de  25  centigramos  al  dia. 


464  ESTUDIOS  DE  CLÍNICA  OFTALMOLÓGICA. 

Dia  23. — ^La  enferma  no  acusa  dolores,  la  ulceración  está  reparándose 
y  se  despide  á  la  enferma. 

El  30  del  mismo  mes,  á  las  dos  de  la  noche,  le  sobrevienen  iguales  fe- 
nómenos que  en  el  dia  20,  en  el  mismo  ojo,  cediendo  con  la  idéntica  fa- 
cilidad á  beneficio  del  mismo  tratamiento  empleado. 

£1 11  de  Julio  repetición  del  ataque,  á  la  misma  hora:  intensos  dolo- 
res superciliares  izquierdos,  que  le  privan  de  abrir  los  ojos;  sensación 
intensa  de  arena  de  los  párpados,  que  han  seguido  molestándola  en  los 
dias  consecutivos,  hasta  que  vuelve  á  presentarse  á  la  consulta  el  14  del 
mismo  mes.  Se  observaba  una  ulceración  de  los  mismos  caracteres  que 
los  anteriormente  citados,  pero  mucha  más  extensa;  en  la  extremidad  in- 
terna podia  notarse  aun  algunas  vesículas  intactas;  los  dolores  supraor- 
bitarios  eran  más  enérgicos  que  nunca. — Se  continuó  el  mismo  trata- 
miento. El  15  se  presenta  de  nuevo  sin  experimentar  mejoría;  en  su 
consecuencia  se  suspende  la  quinina  y  se  le  prescribe,  además  de  la  po- 
mada con  atropina,  una  poción  con  hidrato  de  doral  y  morfina.  En  los 
dias  consecutivos  hay  disminución  de  los  síntomas,  y  el  20  el  ojo  está  en 
estado  normal,  cesando  los  dolores.  Se  le  prescribe  de  nuevo  el  bisulfato 
de  quinina  á  la  dosis  de  30  centigramos  el  primer  dia,  40  centigramos  el 
segundo,  50  centigramos  el  tercero,  70  centigramos  el  cuarto,  continuan- 
do con  esta  dosis  por  espacio  de  seis  dias  consecutivos,  y  no  habiéndose 
presentado  ningún  nuevo  ataque,  se  la  ordena  continúe  con  el  uso  de  la 
sal  de  Pelletier,  disminuyendo  gradualmente  las  dosis  del  mismo  modo 
que  se  habían  aumentado.  Es  de  esperar  que  con  el  uso  de  esta  medica- 
ción cesen  de  una  vez  los  fenómenos,  que  con  una  intermitencia  tan  gra- 
duada habían  atormentado  la  enferma,  dejándola  por  lo  tanto  libre  de  tan 
molesto  huésped. 

Esto  caso  es  notable  por  varios  conceptos.  En  efecto,  la  periodicidad 
que  ha  revestido  la  afección,  remedando  los  ataques  de  fiebre  intermi- 
tente larvada  que  son  tan  comunes  bajo  la  forma  de  neuralgia  de  la  rama 
supraorbitaria,  la  facilidad  con  que  ha  cedido  al  uso  de  la  sal  quinica, 
administrada  como  si  se  tratara  de  una  infección  palúdica,  parecían  indi- 
car en  el  primer  momento  que  se  trataba  de  una  enfermedad  de  esta  na- 
turaleza. No  obstante,  teniendo  en  cuenta  que  el  herpes  corneano  idiopá- 
tico  se  manifiesta  por  ataques  sucesivos,  acompañados  de  violentos 
dolores;  que  está  bajo  la  dependencia  de  una  inflamación  de  las  ramas 
del  quinto  par,  como  lo  demuestra  la  aparición  frecuente  del  zona  oftál- 
mico, y  aunque  en  esta  enferma  no  se  haya  presentado  el  zona,  el  oiigen 
inflamatorio  nervioso  es  todavía  más  evidente  por  haber  obrado  la  ac- 
ción de  un  agente  traumático  en  los  filetes  nerviosos  de  la  rama  supra- 
orbitaria del  quinto  par  poco  tiempo  antes,  pero  suficiente  para  la  evo- 
lución natural  de  la  afección  corneal;  y  además,  la  no  existencia  de  sitios 
pantanosos  y  por  lo  tanto  de  esta  clase  de  enfermedades  en  dicha  locali  - 
dad,  son  pruebas  más  que  suficientes,  aunque  el  tratamiento  interno 
haya  sido  el  mismo,  para  convencerse  de  que  se  trataba  de  un  herpes 
idiopático  de  la  córnea  por  causa  traumática. 


ESTUDIOS  DE  CLÍNICA   OFTALMOLÓGICA.  465 


Absceso  de  la  córnea  y  cámara  anterior  derechas,  dacrioclstitls. 

Tratamiento  antiséptico. 

Eduardo  Ustrell,  de  46  años  de  edad,  casado,  natural  de  Horta,  pro- 
fesión curtidor,  enfermó  del  ojo  derecho  el  dia  3  de  Julio  y  se  presentó  en 
el  consultorio  del  Dr.  Barraquer  el  10  del  mismo  mes,  notándose  en  la 
córnea  derecha  un  absceso  ulcerado  central  de  fondo  y  bordes  blancos, 
teniendo  su  mayor  diámetro  dirigido  en  sentido  horizontal,  hipopion  en 
forma  de  exudación  membraniforme,  que  ocupaba  la  parte  posterior  de 
la  cámara  anterior  y  una  porción  líquida  en  la  inferior;  comprimiendo 
el  punto  lagrimal  del  mismo  lado,  salia  pus  del  saco  lagrimal.  El  trata- 
miento consistió  en:  fomentos  calientes  de  manzanilla;  colirio  de  atropi- 
na;  calomelanos  al  interior,  un  centigramo  cuatro  veces  al  dia. 

Eíi5y  aumenta  el  hipopion  y  la  extensión  del  absceso;  la  pupila  no  se 
dilata;  hay  sinequias;  cesan  los  fomentos  y  se  hace  una  cura  bórica  con 
colirio  de  atropina  cada  tres  horas. 

El  i7,  agravación  de  los  síntomas  antes  expuestos.  En  su  consecuen- 
cia el  Dr.  Barraquer,  temiendo  por  la  integridad  de  la  córnea,  practica 
una  queratomía,  que  comprende  toda  la  extensión  del  absceso  ulcerado, 
dando  por  resultado  la  salida  del  humor  acuoso  algo  enturbiado  por  la 
mezcla  de  la  parte  líquida  del  hipopion,  siendo  necesario  introducir  las 
pinzas  de  iridectomía,  hacer  presa  de  la  exudación  membraniforme  para 
extraerla  estirándola,  pues  se  adhería  al  iris;  el  paciente  manifestó  sentir 
una  impresión  como  si  le  arrancaran  el  ojo.  La  exudación  extraída  es  pu- 
rulenta y  sumamente  densa;  tenia  igual  forma  y  dimensiones  que  el  irís 
y  en  su  parte  posterior  presentaba  una  porción  de  puntitos  pigmenta- 
rios desprendidos  del  iris.  La  cámara  anterior,  después  de  la  operación, 
quedó  transparente;  el  iris  de  color  normal;  se  practicó  un  lavatorio  di- 
recto en  la  cámara  anterior  con  agua  bórica  al  4  p.  7o9  Y  ^  ^^^  pocos 
momentos  se  enturbió  y  adquirió  un  color  sanguinolento.  El  tratamiento 
consecutivo  consistió  en  cura  bórica  cada  hora,  colirio  de  atropina  con- 
centrado cada  cuatro  horas.  Luego  se  dilató  el  punto  lagrimal,  practican- 
do inyecciones  diarias,  con  la  sonda  hueca  de  Wecker,  de  disolución  bó- 
rica al  4  p.  7o- 

Dia  18. — Empieza  á  vislumbrarse  el  iris,  que  principia  á  dilatarse, 
pero  irregularmente.  Se  sigue  el  mismo  tratamiento. 

Dia  Í9.— El  absceso  ulcerado  de  la  córnea  va  reduciéndose;  la  cámara 
anterior  se  vuelve  transparente,  quedando  únicamente  dos  pequeños 
coágulos:  uno  en  la  parte  superior  y  otro  en  la  inferior  del  borde  pupilar; 
las  sinequias  de  la  parte  superior  están  desprendidas,  pero  todavía  se 
notan  restos  de  antiguas  sinequias  en  la  mitad  inferior.  Tratamiento 
sin  variación. 

Dia  24.— Acaba  de  cicatrizarse  el  absceso  ulcerado;  los  coágulos  se 
reabsorven.  Igual  tratamiento. 

Dia  29. — Se  observa  una  pequeña  cicatriz,  que  cubre  la  mitad  infe- 
rior del  campo  pupilar;  los  coágulos  están  reabsorvidos,  quedando  una 
visión  clara  en  la  parte  superior. 

Antes  de  terminar  esta  observación  me  permitiré  hacer  notar,  en  pri- 


466  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

mer  lugar,  los  rápidos  efectos  que  se  obtienen  por  medio  de  la  antisepsia 
bórica,  rica,  rigurosa  contra  los  procesos  supurativos  de  la  córnea,  no 
solamente  en  este  caso  sino  en  otros  muchos  que  podria  enumerar  y  que 
omito  para  no  fatigar  demasiado  la  benévola  atención  de  los  ilustrados 
lectores  de  la  Gaceta  médica  catalana,  y,  en  segundo  lugar,  la  inocuidad 
de  la  irrigación  bórica  aplicada  directamente  en  la  cámara  anterior,  en 
donde  se  alojan  órganos  de  extructura  sumamente  delicada.  Además  el 
no  haber  sufrido  el  iris  consecuencias  ulteriores,  á  pesar  de  haber  tenido 
que  actuar  bajo  la  acción  traumática  del  arrancamiento  de  la  exudación 
membraniforme  á  que  estaba  adherido,  nos  demuestra  también  que  en 
casos  desesperados  el  oftalmólogo  no  debe  arredrarse  en  practicar  una 
operación  arriesgada  para  salvar  la  visión  en  un  ojo,  que  quedaria  com- 
pletamente perdida  de  un  modo  seguro  sin  su  eficaz  auxilio. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos,  <^> 

POR  EL  Dr.  D.  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


J. — CÁPSULA  INTERNA  Y  CENTRO  OVAL. 

Con  lo  dicho  hasta  aquí,  puedo  ya  estudiar  en  conjunto  la  cápsula 
interna,  que,  si  como  factor  anatómico  tiene  escasa  importancia,  por  ser- 
vir solo  de  paso  á  manojos  de  fibras,  y  como  órgano  en  acción  la  tiene 
menos,  por  ser  tan  solo  un  aparato  trasmisor,  la  ha  adquirido  muy  gran- 
de en  estos  últimos  tiempos  á  consecuencia  de  los  estudios  precisos  de  las 
lesiones  en  foco  de  los  hemisferios. 

Recordaré  que  separa  al  núcleo  caudal  y  al  tálamo  óptico,  que  están 
por  dentro,  del  núcleo  lenticular,  que  queda  por  fuera;  que  presenta  una 
inflexión  en  su  parte  anterior,  llamada  rodilla  de  Flechsig,  con  lo  cual 
resulta  dividida  en  un  segmento  anterior  y  otro  posterior;  que  el  seg- 
mento anterior  y  los  dos  tercios  anteriores  del  posterior  están  constitui- 
das por  fibras  destinadas  á  funciones  motoras,  y  que  el  tercio  posterior 
de  este  último  segmento  está  formado  de  fibras  sensitivas  (fig.  72,  D). 

Toda  la  parte  motora  de  la  cápsula  interna  separa  la  cabeza  y  cuerpo 
del  núcleo  caudal  (cuerpo  estriado),  de  la  parte  anterior  del  núcleo  lenti- 
cular, por  lo  que  se  llama  á  esta  región,  en  muchas  obras  de  Patología, 
región  motora  ó  lenticulo-estriada,  ó  mejor  dicho  lentículo-caudal.  Paré- 
ceme  que,  para  evitar  confusiones,  seria  bueno  desterrar  el  nombre  de 
cuerpo  estriado,  aplicado  solo  al  núcleo  caudal  por  Huguenin,  Berger, 
Charcot,  etc.,  ya  que  muchos  autores  comprenden  con  este  nombre  la 
reunión  de  los  dos  núcleos.  La  parte  sensitiva  está  comprendida  entre  la 
porción  posterior  del  núcleo  lenticular  por  fuera  y  el  tálamo  óptico  por 
dentro,  por  cuyo  motivo  se  la  llama  también  zona  lenticul(hóptica. 


(1)    GonUnuacion,-.V.  los  núms.  25,  26,  27,  28,  2»,  30, 31,  32, 33, 31, 35,  36, 37  y  38. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  467 


He  dejado  sentado  que  existia  gran  número  de  fibras  -directas  desde  el 
pié  dei  pedúnculo  4  la  sustancia  cortical,  motoras  unas  y  sensitivas 
otras,  y  que  parte  de  las  fibras  del  pié  terminan  en  lus  núcleos  caudal  y 
lenticular,  constituyendo  todas  ellas  factores  de  la  cápsula  interna.  Sin 
embargo,  si  se  compara  el  volumen  de  las  fibras  en  el  pié  del  pedúnculo 
y  en  la  parte  superior  de  la  cápsula  interna,  se  observa  fácilmente  que  es 
mucho  mayor  en  este  último  sitio,  y  que  precisamente  han  de  haberse 
añadido  otros  manojos  de  fibras;  los  hacecillos  de  la  calota  toman  poca 
participación  en  la  formación  de  la  cápsula  interna,  pues  tan  solo  el  pe- 
dúnculo cerebeloso  superior  se  continúa  en  ella,  aunque  Broadbent  crea 
que  los  demás  hacecillos  siguen  la  misma  dirección. 


ir¡ 


F]£.7&.  —Hacecillo  sanaltiTo  dal  segmento  posterior  de  la  c&pnula  interna. 

(Según  Hagutnin.; 


Hacia  la  parte  anterior  se  añaden  las  fibras  radiadas  de  los  núcleos 
lenticular  y  caudal,  y  en  la  parte  media  y  posterior  el  gran  manojo  ra- 
diado del  tálamo  óptico.  Además,  se  unen,  en  el  punto  recorrido  por  el 
hacecillo  sensitivo,  las  prolongaciones  ópticas  de  los  ganglios  genicula- 
dos y  las  fibras  procedentes  de  los  tubérculos  cuadrigéminos. 

La  cápsula  interna  se  compone,  pues,  de  los  siguientes  hacecÍIIos(fi- 
gura  73):  1.' fibras  directas  del  pié  del  pedúnculo  (Z);  2."  fibras  del  pe- 
dúnculo cerebeloso  superior;  3.°  fibras  de  los  tubérculos  cuadrigéminos; 


40S  anatomía  de  los  centros  n|:rviosos. 

4.°  fibras  de  los  ganglios  geniculados;  5.''  hacecillo  peduncular  del  núcleo 
caudal  (F);  6.°  hacecillo  peduncular  del  núcleo  lenticular;  7  °  manojo  ra- 
diado del  tálamo  óptico  (F);  S.**  manojo  radiado  del  núcleo  caudal  (a), 
9/  manojo  radiado  del  núcleo  lenticular  (T  y  D). 

Las  fibras  constitutivas  de  la  cápsula  interna,  cuando  emergen  de 
entre  los  núcleos,  forman  la  verdadera  corona  radiante  de  Reil,  y  á  me- 
dida que  van  divergiendo  y  separándose,  para  ir  á  distribuirse  á  las  dis- 
tintas circunvoluciones,  llenan  la  cavidad  hemisférica  de  sustancia  blan- 
ca, constituyendo  la  verdadera  sustancia  medular,  y  formando  así  el  cen- 
tro oval,  según  está  representado  en  blanco  en  las  figs.  46,  47  y  50. 

He  dicho  antes  que  las  fibras  motoras  directas  terminaban  probable- 
mente en  lo  que  Gharcot  llama  á  veces  cerebro  motor,  ó  sean  las  dos  cir- 
cunvoluciones ascendentes,  y  también  he  dicho  cual  era  la  terminación 
de  las  del  hacecillo  sensitivo  en  los  lóbulos  posteriores,  según  los  estu- 
dios y  observaciones  recientes  de  Ballet. 

Respecto  á  la  terminación  de  las  demás  fibras  procedentes  de  la  cáp- 
sula interna,  que  pueden  designarse  con  el  nombre  común  de  radiadas, 
así  las  que  vienen  del  cuerpo  estriado,  como  las  dependientes  del  tálamo 
óptico  y  también  las  del  pedúnculo,  Broadbent  es  el  que  habla  con  mayor 
precisión  sobre  ello,  si  bien  no  es  fácil  apreciar  lo  verídico  de  sus  aser- 
ciones, dada  la  dificultad  en  practicar  disociaciones  de  manojos  al  través 
del  centro  oval. 

Dice  Broadbent,  fundándose  en  algunos  ejemplos  manifiestos,  como 
complemento  de  disecciones  dificultosas,  que  siempre  van  reunidas  fi- 
bras radiadas  procedentes  de  los  distintos  orígenes,  terminando  en  de- 
terminadas circunvoluciones  y  existiendo  otras  que  no  reciben  manojos 
de  estas  fibras.  Este  estudio  es  muy  importante  y  hoy  poco  conocido. 

Por  lo  que  hace  á  las  primeras,  establece  dicho  autor  de  una  manera 
concisa,  que  «las  circunvoluciones,  en  donde  van  á  terminar  las  fibras 
radiadas,  son  principalmente  las  situadas  á  lo  largo  de  los  bordes  del 
hemisferio:  por  un  lado,  el  borde  de  la  grande  hendidura  longitudinal,  y 
por  otro,  los  bordes  superior  é  inferior  de  la  cisura  de  Sylvio,  continua- 
dos hasta  las  extremidades  del  hemisferio  por  la  primera  circunvolución 
frontal  hacia  adelante  y  la  tercera  occipital  hacia  atrás,  están  abundan - 
emente  provistos  de  dichas  fibras;  además,  el  borde  libre  formado  por  el 
grande  hipocampo.  Débense  añadir  las  circunvoluciones  ascendentes  de 
cada  lado  del  surco  de  Rolando  y  quizás  la  segunda  circunvolución  fron- 
tal.» En  resumen,  la  primera  y  tercera  circunvoluciones  primitivas  y  las 
dos  centrales. 

Por  el  contrario,  no  recibirían  fibras  radiadas  todas  las  circunvolu- 
ciones de  la  cara  interna  del  hemisferio,  las  de  la  cara  inferior  del  lóbulo 
témporo-esfenoidal  y  del  lóbulo  orbitario,  las  de  la  ínsula  de  Reil  y  las 
situadas  en  la  convexidad  y  parte  céntrica  de  los  lóbulos  parietal  y  occi- 
pital. Broadbent,  para  dar  mayor  apoyo  á  sus  descripciones,  dice  que  no 
debe  extrañarse  que  haya  circunvoluciones  sin  recibir  fibras  radiadas, 
porque  «en  ninguna  parte  estas  fibras  terminan  en  la  sustancia  gris  de 
los  surcos,  sino  tan  solo  en  las  crestas  de  las  circunvoluciones;  de  suer- 
te que  la  mayor  parte  de  la  región  cortical  deja  de  recibirlas.» 

Estos  detalles  anatómicos  son  de  la  mayor  importancia  para  la  cora- 


ANATOHfA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  46Q 

prensión  de  muchos  fenómenos  patológicos.  Un  foco  hemisEérico  central, 
hemorrágico  ó  de  reblandecimiento,  asi  puede  interesar  ulio  de  los  nú- 
cleos como  la  cápsula  interna,  lo  mismo  que  cualquiera  región  del  cen- 
tro oval.  Los  síntomas  y  hasta  las  consecuencias  ulteriores  serán  muy 
distintos. 

Si,  como  he  dicho,  se  forma  un  derrame  sanguíneo  en  uno  de  los  nú- 


Pig.  73.—  Esquema  de  la  oápaulá  Interna  y  de  un  corte  iransTeraal  del 

Hemisferio  ceretoraX  al  nivel  del  táJamo  úpUco. 

(ModifleacUm  del  de  Huguenin.f 

A  Flbr»  radiadla  del  nAcleo  CBudal.—B  Flbrai  r>dlBd>a  auparlorss  dal  núcleo  Unllcular. 
~D  Flbraa  radtadas  Inferloiea  del  mlimo  iiúclea.—  F  Flbraa  pcdunculareí  del  núcleo  caudal 
T  radiadas  del  tálamo  úpUco.—  G  Flbraa  del  cuerpo  calloso.  -  H  H  Manojo  de  aKaclacloii.— 
Cs  Núclno  caudal. —Th  Tálamo  6plleo.— I.  Núcleo  lenticular — VAnterauro,— /Inaula.— ZFi- 
brai  piduQcularea  direcua. 

cieos  del  cuerpo  estriado,  la  consecuencia  inmediata  será  una  parálisis 
de  todas  las  funciones  de  movimiento  del  lado  opuesto  del  cuerpo;  em- 
pero, esta  parálisis  será  pasajera  y  vendrá  la  curación,  no  solo  porque  al 
reabsorberse  el  coágulo  no  resultan  destruidas  las  fibras  conductoras, 
sino  porque,  según  he  expresado,  parece  que  los  núcleos  pueden  suplirse 
en  sus  funciones. 

Si  la  hemorragia  es  más  abundante,  entonces  serán  dislocados  y  tal 
vez  destruidos  los  núcleos  y  al  mismo  tiempo  será  comprimida  la  cap- 


I 


470  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NEnVIOSOS. 

sula  interna  en  mayor  ó  menor  extensión;  si  solo  es  comprimida  la  zona 
motora  ó  anterior  de  la  cápsula,  habrá  hemiplegia  aislada  y  simple,  más 
duradera  que  la  primera,  pero  curable  al  fin  cuando  falte  la  compresión, 
porque  no  se  altera  la  continuidad  de  las  fibras.  Si  la  hemorragia,  sien- 
do, por  ejemplo,  del  núcleo  lenticular,  comprime  también  la  zona  poste- 
rior ó  sensitiva  de  la  cápsula  interna,  entonces  habrá  hemiplegia  con  he- 
mi-anestesia,  ambas  curables.  Sin  embargo,  esta  curabilidad,  admitida 
hoy  por  muchos  patólogos  y  magistralmente  discutida  por  Gharcot,  es 
puesta  algo  en  reserva  por  Grasset. 

Si  el  derrame  se  verifica  en  la  misma  cápsula  interna  y  en  su  parte 
anterior,  se  presentará  una  hemiplegia  cruzada  permanente  é  incurable, 
porque  son  destruidas  las  fibras  motoras,  y  tan  solo  á  beneficio  de  una 
regeneración  de  las  mismas  podrían  volver  las  cosas  al  estado  normal; 
pero  esta  regeneración  es  imposible,  porque,  rota  la '  continuidad  de  las 
fibras,  viene  en  seguida  una  degeneración  fasciculada  descendente  y  se- 
cundaria de  las  mismas.  Desgraciadamente  no  se  conocen  hoy  síntomas 
que,  ante  un  hemiplégico,  nos  indiquen  si  la  lesión  ha  interesado  ó  no  la 
cápsula  interna  para  pronosticar  su  curación;  solo  la  aparición  de  las 
contracturas  tardías  son  señal  evidente  de  incurabilidad,  y  la  epilepsia 
y  raras  veces  el  fenómeno  de  la  mano,  se  presentan,  aunque  de  una  ma- 
nera constante,  como  fenómenos  premonitores.  Lo  mismo  sucede  en  los 
casos  de  reblandecimiento  localizado  en  estos  sitios,  de  compresión  de 
tumores,  etc. 

Se  comprende  que  bastará  en  la  cápsula  interna  una  lesión  de  poca 
monta  para  determinar  una  hemiplegia  completa,  tanto  más  cuanto  más 
se  acerque  al  pié  del  pedúnculo,  donde  las  fibras  van  reduciéndose  á  me- 
nor espacio;  pero  si  tiene  su  asiento  en  el  centro  oval,  podrá  producir 
iguales  síntomas,  siempre  que  sea  suficientemente  extensa  para  intere- 
sar bastante  número  de  fibras,  y  siempre  que  así  no  sea,  y  ofrezca  poca 
extensión,  dañando  solo  algunos  hacecillos,  se  comprende  produzca  ma- 
nifestaciones parciales,  como,  por  ejemplo,  una  mpnoplegia. 

Las  observaciones  clínicas  y  los  datos  experimentales,  comprobantes 
de  la  certeza  de  estas  teorías,  son  numerosísimos  y  no  puedo  extenderme 
en  detallarlos  en  un  trabajo  de  esta  índole. 

Si  el  foco  hemorrágico  ó  un  tumor  asientan  en  el  tálamo  óptico,  po- 
drá ser  comprimida  la  zona  sensitiva  de  la  cápsula  interna  y  presentarse 
hemi- anestesia  sensitivo-sensorial,  que  equivocadamente  podría  atri- 
buirse á  la  alteración  del  tálamo  óptico  y  deducir  de  ello  que  es  este  gan- 
glio el  sensorio  común.  Los  conductores  sensitivos  están  en  este  caso 
embotados,  por  decirlo  así,  á  consecuencia  de  la  compresión,  y  al  desa- 
parecer ésta,  recobran  sus  propiedades  fisiológicas,  habiendo  existido  tan 
solo  una  hemi -anestesia  incompleta  y  pasajera.  Lafforgue  ha  demostrado 
la  certeza  de  este  hecho.  Probablemente  en  este  caso  se  encontraría  una 
explicación  satisfactoria  de  cómo  el  magnetismo  ó  los  imanes,  por  el  pro- 
cedimiento de  Burcq,  han  hecho  desaparecer  anestesias  de  causa  orgáni- 
ca. Si  las  fibras  estuviesen  destruidas  en  su  continuidad,  nada  bastaría  á 
hacerlas  trasmitir  impresiones;  si  solo  están  comprimidas,  puede  com- 
prenderse que  los  efectos  de  lo  metaloterapia  venzan  la  resistencia  de 
esta  compresión. 


ANATOldA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  471 

Muy  numerosos  son  ya  los  casos  observados  de  hemorragia  en  la  par- 
te posterior  de  la  cápsula  interna,  y  en  todos  ellos  existe  hemi-anestesia 
sensitivo- sensorial  completa  y  persistente,  porque  queda  destruida  la 
continuidad  de  todas  las  fibras  de  sensibilidad  general  y  especial,  que 
pasan  por  este  sitio  para  ir  á  distribuirse  al  lóbulo  occipital  preferente- 
mente. A  este  sitio  de  la  cápsula  interna  es  al  que  Gharcot,  habida  razón 
de  la  distinta  procedencia  de  las  fibras  que  por  él  pasan,  ha  llamado  car- 
refour  {encrucijada^  callejón)  sensitivo  (D,  fig.  72).  A  este  sitio  convergen 
las  fibras  de  la  sensibilidad  general  por  medio  del  hacecillo  sensitivo, 
antes  descrito,  las  prolongaciones  de  los  ganglios  geniculados  y  de  los 
tubérculos  cuadrigéminos,  y  hasta  el  bulbo  olfatorio  de  un  lado  enviada 
sus  prolongaciones  á  la  zona  sensitiva  de  la  cápsula  interna  opuesta,  para 
explicar  la  anosmia  cruzada  que  existe  en  estos  casos.  Esta  comunicación 
del  bulbo  olfatorio  se  establece  manifiestamente  en  los  animales,  y  según 
los  estudios  de  Meynert  y  de  Frank,  también  en  el  hombre  mediante  la 
raiz  media  y  la  comisura  blanca  anterior.  (Por  otra  parte,  el  lóbulo  olfa- 
torio está  en  comunicación  directa,  por  la  raiz  externa,  con  el  hipocampo, 
y  por  la  interna,  con  la  parte  anterior  de  la  circunvolución  del  cuerpo 
calloso).  Esta  confiuencia  hacia  la  parte  posterior  de  la  cápsula  interna 
de  todos  los  tubos  conductores  de  impresiones  sensitivas  generales  y  es- 
peciales, hace  que  una  lesión  en  este  sitio,  aunque  sea  muy  reducida, 
determine  una  hemi-anestesia  total.  Son  numerosos  los  casos  clínicos 
observados  en  comprobación  de  estos  fenómenos,  y  los  datos  experi- 
mentales ofrecen  en  apoyo  de  esta  cuestión  una  precisión  y  una  claridad 
poco  comunes. 

Si  el  afecto,  cuya  naturaleza  puede  variar,  radica  en  el  centro  oval 
correspondiente,  se  comprende  que,  ó  ha  de  ser  muy  extenso,  ó,  de  otro 
modo,  podrá  dar  margen  á  manifestaciones  parciales  combinadas  de  mil 
maneras  distintas  en  cada  caso,  lo  mismo  que  sucede  en  las  parálisis  de 
lamotilidad. 

Para  llegar  al  conocimiento  bastante  preciso  que  hoy  se  tiene  de  las 
funciones  de  los  órganos  antes  descritos,  han  contribuido  en  gran  ma- 
nera las  observaciones  clínicas.  Pero  téngase  en  cuenta  que,  al  estudiar 
las  lesiones  anatómicas  en  un  caso  determinado  ó  en  un  hecho  experi- 
mental, ha  sido  posible  precisar  su  verdadera  localizacion,  siempre  que 
se  ha  tratado  de  la  cubierta  cerebral  ó  de  los  núcleos  centrales,  porque 
los  factores  anatómicos  son  conocidos  en  su  topografía  y  tienen  denomi- 
naciones adecuadas  y  precisas. 

Cuando  se  trata  de  lesiones  del  centro  oval,  no  es  posible  fijar  la  lo- 
calizacion exacta,  porque  la  homogeneidad  del  mismo  impide  una  no- 
menclatura regional. 

Con  todo,  tiene  gran  importancia  este  estudio  de  localizacion  en  el 
centro  oval,  porque  al  mismo  tiempo  que  puede  servir  admirablemente 
para  confirmar  la  distribución  de  sus  fibras  en  las  distintas  regiones 
de  la  corteza,  ha  de  prestar  gran  concurso  para  la  dilucidación  de  arduas 
cuestiones  de  Fisiología  cerebral. 

Conocidas  en  parte  las  funciones  de  las  diversas  zonas  de  la  corteza 
gris,  las  fibras  nacidas  de  ellas,  al  atravesar  el  centro  oval,  ó  bien  segui- 
rán un  trayecto  aislado  en  cada  uno  de  sus  hacecillos,  hasta  reunirse  en 


I 


472  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NEÍIYIOSOS. 

la  cápsula  interna,  ó  bien  se  mezclarán  y  confundirán  unas  con  otras. 
En  el  primer  caso,  á  consecuencia  de  lesiones  circunscritas  de  dicho 
centro,  se  presentarán  manifestaciones  parciales  de  la  motilidad  ó  de  la 
sensibilidad;  en  el  segundo,  los  desórdenes  serán  á  todo  evento  genera- 
les y  más  ó  menos  pronunciados,  según  la  extensión  del  daño.  Los  he- 
chos estudiados  hasta  hoy  parecen  confirmar  la  primera  hipótesis. 

Y  como  quiera  que  esta  hipótesis  necesita  de  nuevas  comprobaciones 
y  detalles,  se  hace  preciso  establecer  una  nomenclatura  convencional  de 
las  distintas  regiones  del  centro  oval,  á  fin  de  dar  precisión  á  las  des- 
cripciones y  sacar  partido  de  una  autopsia  bien  practicada,  si  se  ha  de 
dar  buena  interpretación  á  los  hechos  y  fenómenos  observados. 

En  1877,  publicó  Pitres  un  magnifico  trabajo  sobre  la  nomenclatura 
de  las  diferentes  regiones  del  centro  oval,  en  el  que  hace  resaltar  princi- 
palmente sus  aplicaciones  al  estudio  de  los  trastornos  motores,  por  focos 
en  dicho  centro,  pero  que  en  realidad  es  aplicable  á  todo.  La  nomencla- 
tura de  Pitres  es  suficientemente  completa  y  ha  sido  adoptada  por  mu- 
chos patólogos,  con  el  fin  de  dar  precisión  á  las  descripciones  y  obser- 
vaciones de  Anatomía  patológica. 

Para  establecer  esta  nomenclatura,  se  vale  Pitres  de  seis  cortes  trans- 
versales y  metódicos,  practicados  verticalmente  sobre  el  hemisferio,  to- 
mando por  punto  de  partida  el  surco  de  Rolando  y  haciéndolos  parale- 
los á  este  surco. 

El  primer  corte  se  practica  sobre  el  lóbulo  frontal,  de  arriba  abajo  y 
cinco  centímetros  por  delante  de  la  cisura  de  Rolando.  Este  corte  divide 
las  circunvoluciones  frontales  en  la  unión  de  sus  dos  tercios  anteriores 
con  el  posterior,  y  se  llama  corte  prefrontal;  con  él  se  separa  la  extremi- 
dad anterior  del  lóbulo  frontal,  sin  llegar  á  interesar  los  núcleos  centra- 
les. Los  hacecillos  que  pasan  por  esta  región  se  llaman  pre frontales,  y 
Pitres,  no  dá  más  detalles  sobre  ellos,  porque  dice  que  sus  lesiones,  de  las 
cuales  cita  varios  ejemplos,  no  dan  manifestaciones  motoras  y  si  solo  un 
síndrome  confuso. 

El  segundo  corte  se  hace  dos  centímetros  por  delante  de  la  cisura  de 
Rolando,  atravesando  por  tanto  la  raiz  ó  el  pié  de  las  tres  circunvolucio- 
nes frontales,  por  cuyo  motivo  se  le  llama  corte  pediculo-froyüdí.  Apare- 
ce en  la  superficie  de  este  corte  la  sección  de  la  extremidad  anterior  del 
cuerpo  estriado  en  el  centro;  en  la  periferia,  las  tres  circunvoluciones 
frontales  por  arriba,  y  por  abajo  las  de  la  cara  inferior  del  lóbulo  fron- 
tal; extendidos  del  centro  á  la  periferia,  se  hallan  los  hacecillos  del  cen- 
tro oval;  tirando  una  línea  convencional  desde  la  profundidad  de  las  ci- 
suras frontales  á  los  núcleos,  queda  el  centro  oval  de  esta  región  dividido 
en  tres  triángulos  de  base  externa,  correspondientes  cada  uno  á  una  cir- 
cunvolución frontal,  y  que  por  lo  mismo  podrán  llamarse:  el  interno, 
pedículo-frontal  superior,  el  medio,  pedículo-frontal  niedio,  y  el  externo, 
pedículo-frontal  inferior.  Esta  nomenclatura  nos  permitirá  decir,  por 
ejemplo,  al  practicar  una  autopsia:  en  el  hacecillo  pedículo-frontal  infe- 
rior existia  un  foco  de  reblandecimiento  del  volumen  de  una  avellana; 
como  este  hacecillo  corresponde  á  la  tercera  frontal  y  allí  existe  la  locali- 
zacion  del  lenguaje,  debia  haberse  presentado  afasia  durante  la  vida; 
Dieulafoy,  Hodgron,  Boinet,  Broadbent,  Pitres,  etc.,   citan  hechos  de 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  473 

estos,  aunque  no  con  la  precisión  y  exactitud  que  puede  dar  esta  nomen- 
clatura. 

El  tercero  se  dá  al  nivel  de  la  circunvolución  frontal  ascendente  y  se 
llama  corte  frontal  (fig.  74).  Aparecen  en  su  sección  los  tres  núcleos  cen- 
trales; por  arriba  el  corte  de  la  frontal  ascendente  con  las  ñbras  del  centro 
oval  que  á  ella  van  á  terminar;  estas  fíbras  se  dividen  en  tres  triángulos 
ó  segmentos,  como  en  el  corte  anterior,  y  se  llaman  hacecillo  frontal-su- 
perior, frontal  medio  y  frontal  inferior;  por  abajo  aparece  ya  en  este  corte 


Fig.  74'.— Corte  froatal  de  un  hemisferio. 

P  pedúnculo  eerabral- —  CiCipaul»  Interna.— íe  Cápsula  eilarna.  —  MA  Anta-muro.— 
TV  Núcleo  lenticular.— f  £  JSua  tras  zonas.- C  O  Tálamo  óptico.— MCNúcleo  caudaJ.—Cfi  Cu- 
rona  radiante.—  V  Venli'lcula  —  C  CLúbuloi  frontal  y  eifenoldal.— /ínsula  de  Rell.—S£ Ci- 
sura de  StItIo. 

la  sección  del  lóbulo  esfenoidal,  con  las  fibras  que  á  él  se  dirigen  y  que  se 
llaman  hacecillo  esfenoidal.  Entre  el  lóbulo  frontal  y  el  esfenoidal,  existe 
el  corte  de  la  ínsula  de  Reil. 

El  cuarto  se  ejecuta  al  nivel  de  la  circunvolución  parietal  ascendente, 
y  se  denomina  corte  parietal;  por  SU  aspecto  general  y  por  los  factores 
que  en  él  aparecen,  tiene  mucha  similitud  con  el  anterior,  y  los  manojos 
son  los  mismos  con  idéntica  situación  y  designados  con  los  nombres  de 
hacecillo  parietal  supeñor,  medio  é  inferior  y  hacecillo  esfenoidal. 

El  quinto  corresponde  á  tres  centímetros  por  detrás  de  la  cisura  de 


474  REVISTA  DE  SIFlLIÓGRAFÍA. 

Rolando,  y  en  él  no  se  observa  ya  el  núcleo  lenticular.  Gomo  pasa  por  el 
pié  ó  raiz  de  las  dos  circunvoluciones  ó  lobulillos  parietales,  que  toman 
nacimiento  de  la  parietal  ascendente,  se  llama  á  este  corte  pediculo-parie- 
tal.  El  centro  oval  en  esta  región  difiere  de  las  demás,  porque  solo  se 
cortan  dos  circunvoluciones  del  lóbulo  parietal,  y,  por  lo  tanto,  solo 
existirán  dos  hacecillos:  el  parietal  superior  y  el  inferior;  además  exis- 
te el  hacecillo  esfenoidal,  que  se  dirige  hacia  abajo,  al  lóbulo  de  este 
nombre. 

El  sexto  corte  se  verifica  al  nivel  de  la  cisura  occipital  interna  y  aisla 
el  lóbulo  occipital  del  resto  del  hemisferio.  En  su  superficie  de  sección 
no  aparecen  ya  los  núcleos  centrales,  y  la  importancia  de  esta  región 
del  centro  oval,  respecto  á  las  parálisis,  es  nula,  aunque  no  sucede  lo 
mismo  respecto  de  las  anestesias,  si  bien  los  hechos  y  datos  conocidos 
son  pocos.  El  corte  se  llama  occipital  y  los  hacecillos  occipitales,  corrien- 
do entre  ellos  la  prolongación  del  hacecillo  sensitivo. 

Con  esta  nomenclatura  será  posible  la  descripción  concisa  y  exacta 
de  las  lesiones  del  centro  oval,  y  con  ello  se  irán  reuniendo  excelentes 
materiales  para  el  estudio  de  la  Fisiología  y  Patología  cerebrales.  Actual- 
mente lo  único  que  puede  afirmarse  sobre  este  punto,  es  que  la  lesión  de 
los  hacecillos  frontales  y  occipitales  no  produce  parálisis  de  la  motili- 
dad;  algunos  casos  de  lesiones  del  lóbulo  esfenoidal  y  de  su  centro  oval, 
observados  por  mi  queridísimo  maestro  el  Dr.  Robert,  Gharcot,  Pitres, 
etcétera,  demuestran  que  tampoco  tienen  gran  inQuencia  en  la  produc- 
ción de  las  parálisis  motoras.  Los  hacecillos  que  interesados  pueden  dar 
trastornos  paralíticos  son,  pues,  los  pedículo-frontales,  los  frontales,  los 
parietales  y  los  pedículo-parietales,  y  según  parece  desprenderse  de  las 
observaciones  recogidas  hasta  hoy,  sus  síntomas  son  análogos  á  los  de- 
terminados por  la  destrucción  de  la  zona  motriz,  en  la  cual  terminan,  ó 
de  las  lesiones  de  su  prolongación  en  la  cápsula  interna. 

(  Continuar  á.) 


■*.-s^-  -.^ ' 


REVISTA  DE  SIFILIOGRAPIA , 
POR  EL  Doctor  Don  Alejandro  Planellas, 

MédiM  agregad»  del  loipital  da  Santa  Oru. 


liesiones  BiflllticaB  de  la  laringe.— Ya  en  otra  ocasión,  ocupándonos 
de  la  laringitis  sifilítica  (i),  quedó  consignada  la  opinión  de  Gouguenhein 
de  que  la  sífilis  produce  alteraciones  de  la  laringe  con  más  frecuencia  de 
lo  que  hasta  aquí  se  ha  creído  por  muchos,  pues  la  circunstancia  de  que 
no  se  examina  siempre  con  escrupulosidad  el  estado  de  dicho  órgano,  hace 
que  pasen  desapercibidas  muchas  de  sus  lesiones  Hoy  precisamente  va- 
mos á  dar  noticia  de  un  accidente  sifilítico,  pocas  veces  observado  en  la 
laringe,  y  que  puede  ser  que  se  haya  desarrollado  muchas.  Tales  son  las 


(i)    Gaceta  Médica  Catalana,  15  de  Julio  de  1881. 


RHVISTA  DE   SIFILIOGRAFÍA.  475 

placas  mucosas  observadas  por  el  Dr.  Martel  (1)  en  un  sugeto,  que  tam- 
bién las  presentaba  en  el  ano  y  en  la  boca.  En  el  margen  libre  de  la  epi- 
glotis  habia  una  pequeña  placa  grisácea  rodeada  de  una  zona  rosácea; 
sobre  la  cuerda  superior  derecha  habia  tres  placas  ovales  con  el  mayor 
diámetro  en  el  sentido  longitudinal  de  la  cuerda;  sobre  el  aritenoides  de- 
recho dos  placas  y  sobre  el  izquierdo  otra;  sobre  el  margen  de  la  cuerda 
inferior  derecha  una  placa  parecida  á  la  de  la  epiglotis,  y  por  fin,  otra 
mayor  en  la  cuerda  inferior  izquierda. 

Todas  estas  lesiones  presentaron  los  caracteres  morfológicos  de  las 
placas  mucosas  bucales;  con  un  tratamiento  específico  mixto  y  toques 
con  una  solución  de  ácido  crómico,  desaparecieron  primero  la  de  la  epi- 
glotis y  después  la  de  la  cuerda  superior,  en  cuyo  punto  del  tratamiento 
el  autor  no  pudo  proseguir  la  curación. 

Estenosis  de  las  vías  respiratorias  producida  por  accidentes  sifilí- 
ticos.—Hé  aquí  un  asunto  interesante  y  de  estudio  modernísimo  al  que 
se  refiere  un  trabajo  concienzudo  de  Walter  Berger.  Este  autor  presenta 
una  porción  de  observaciones  detalladas,  de  lesiones  que  se  produjeron 
en  las  vias  respiratorias  á  Consecuencia  de  la  sífilis,  y  que  dificultaban 
más  ó  menos  el  paso  del  aire  al  través  de  las  vías  aéreas,  exigiendo  á  ve- 
ces hasta  la  traqueotomía,  aunque  otras  cedieron  al  empleo  del  trata- 
miento específico.  La  mayor  parte  de  las  lesiones  se  observaron  en  la 
laringe,  por  ser  la  parte  en  dond3  la  cicatrización  tiene  más  tendencias  á 
estrecharlas  citadas  vías  (2),  y  refiere  múltiples  casos  en  que  esto  sucedió, 
recogiendo  observaciones  de  Krishaber,  Macneill,  Ward,  Benet,  Arnold, 
y  otros  varios  autores,  entre  los  que  menciona  á  uno  español,  el  Dr.  Sol- 
sona,  de  quien  toma  la  relación  de  un  caso  de  infiltración  gomosa  de  la 
epiglotis.  Algunas  lesiones  seguidas  de  estenosis  han  sido  observadas  en 
la  tráquea  y  bronquios,  pero  en  número  menor  que  en  la  laringe.  De  las 
siete  que  menciona  el  autor,  tres  son  de  su  práctica  particular,  siendo 
una  de  ellas  referida  á  un  bronquio  principal  y  las  otras  dos  á  la  tráquea. 
Para  los  detalles  del  tratamiento  en  cada  caso  particular  debe  buscarse 
la  memoria  original. 

De  la  sífilis  pulmonar.- Para  concluir  las  noticias  que  en  estaRRVis- 
TA  damos  acerca  de  diversas  alteraciones  sifilíticas  del  aparato  respira- 
torio, llamamos  la  atención  sobre  el  estudio  hecho  por  el  Dr.  Gorlier  (3), 
relativo  á  las  que  pueden  producirse  en  el  pulmón.  Es  este  punto  de  la 
patología  sifilítica,  de  sumo  interés,  tanto  por  la  gravedad  que  pueden 
revestir  las  lesiones  en  el  órgano,  como  por  la  necesidad  de  ampliar  un 
estudio  que  se  ha  iniciado  en  nuestra  época  y  que  tiene  algunos  puntos 
dudosos.  Hé  aquí  las  conclusiones  que  formula  Gorlier: 

i."  Desde  algunos  años  la  sífilis  pulmonar,  cuyas  nociones  más  pre- 
cisas no  datan  que  de  los  trabajos  de  Ricordo  (1844),  Depaul  y  Virchow, 


(1)  V.  VObservaiore  Medico,  Vol.  XII. -1882. 

(2)  Rivista  cHnica  di  Bologna,  pág.  36i,  Junio  de  i882. 

(3)  Lyon  Méd.  núm.  18.-1882. 


476  REVISTA  DE  SIFILIOGRAÍ'fA. 

es  objeto  de  investigaciones  bastante  numerosas;  todavia  envuelve  una 
grande  oscuridad  en  ciertas  cuestiones  relativas. 

2.*  La  división  admitida,  según  Fournier,  corresponde  á  la  generali- 
dad de  los  hechos  anatomo-patológicos:  la  forma  hiperplásica  es  la  me- 
nos notada,  y  con  frecuencia  es  imposible  distinguirla  de  la  pneumonía 
crónica  y  de  ciertas  bronco-pneumonias  de  curso  lento;  la  forma  gomosa, 
aquella  cuya  existencia,  y  mejor  dicho  estabilidad,  asume,  no  raramente, 
una  peligrosa  semejanza  con  la  tuberculosis,  y  en  los  casos  difíciles  el 
microscopio  es  tal  vez  impotente  para  diferenciar  la  goma  del  tubérculo. 
Sin  embargo,  las  lesiones  esclerosa  y  gomosa  acostumbran  á  asociarse. 

3.**  La  sintomatología  no  difiere,  según  sea  la  del  endurecimiento 
pulmonar  ó  de  la  tisis  tuberculosa;  por  esto  el  diagnóstico  es  frecuente- 
mente imposible,  y  actualmente  el  tratamiento  específico  es  el  mejor 
carácter  diferencial. 

4.°  El  lóbulo  medio  del  pulmón  derecho  no  parece  ser  el  aliento  ex- 
clusivo (Grandidier)  de  las  alteraciones  sifilíticas,  é  igualmente  no  está 
probada  la  constante  coexistencia  de  la  sífilis  laríngea  con  la  pulmonar 
(Schnitzler.) 

5."  La  existencia  de  una  afección  pulmonar  específica  durante  el  se- 
gundo período  de  la  sífilis  está  por  demostrar.  En  cuanto  á  la  frecuencia 
de  la  sífilis  pulmonar  en  el  tercer  período,  es  ciertamente  mayor  de  lo 
que  parecen  indicar  las  observaciones  hasta  ahora  publicadas. 

6.®  Grave  por  sí  misma  la  pneumonía  sifilítica,  puede  desaparecer 
bajo  la  acción  del  tratamiento  específico,  lo  cual  hace  el  pronóstico  oa- 
riáble  (Fournier). 

Alteraciones  de  la  piel  en  el  bubón  chancroso.— Hé  aquí  un  estudio 
cuya  historia  debe  completarse,  y  acerca  del  cual  ha  publicado  el  doctor 
Mathieu  una  interesante  nota  (1). 

Examinando  de  la  piel  que  se  ve  despegada,  un  colgajo  convenien- 
temente preparado  con  el  alcohol  y  el  picrocarmin,  se  notan  por  el  análi- 
sis microscópico  diversas  alteraciones,  según  la  capa  de  la  piel  en  que 
nos  fijemos.  En  la  profundidad  se  ve  una  vasta  masa  de  elementos  em- 
brionarios aglomerados  y  las  mismas  fibras  elásticas  desaparecen,  faltan, 
do  á  los  tejidos  su  resistencia  normal,  y  presentándose  bajo  el  aspecto  de 
una  supuración  que  motiva  el  despegamiento.  En  varias  partes  de  dicha 
masa  se  ven  manchas  amarillas  constituidas  por  glóbulos  rojos,  mezcla- 
dos á  los  elementos  del  pus  y  probablemente  extravasados  por  destrucción 
de  algunos  capilares.  En  un  nivel  superior  se  nota  cierta  disgregación 
de  la  capa  embrionaria  en  grupos  ó  masas  redondeadas  y  amarillentas, 
que  se  puede  sospechar  sean  glándulas  destruidas.  Por  encima  de  esta 
zona  se  notan  algunas  estrias  rojas  formadas  por  los  conductos  glan- 
dulares, aunque  á  veces  estos  no  son  reconocibles  por  la  destrucción 
que  han  sufrido.  La  penetración  de  células  embrionarias  va  notándose 
hacia  arriba  y  llega  hasta  el  epidermis,  debajo  del  que  dichos  elementos 
forman  un  depósito.  No  se  perpetúa  tal  estado  de  cosas,  y  las  células  em* 
brionarias  abren  brecha  en  el  epidermis  por  algunos  puntos^  penetrán- 


(1)    AnnaL  de  Dermat.  et  de  Syphil,^  25  de  Junio  de  1882. 


REVISTA  DE  SIFILIOGRAFÍA.  477 

dolo  en  sus  diversas  capas  y  siendo  entonces  inminente  la  ulceración. 
Por  fin,  el  mismo  epidermis  prolifera  en  sus  elementos  y  toma  el  as- 
pecto embrionario. 

Vése,  pues,  por  lo  que  queda  expuesto,  y  extractamos  del  Dr.  Ma- 
thieu,  que  las  lesiones  todas  de  la  piel  en  el  bubón  chancroso  están  prin- 
cipalmente caracterizadas  por  una  invasión  de  células  embrionarias, 
que  empiezan  su  desarrollo  hacia  la  parte  profunda  de  la  piel  y  que  se 
dirige  hacia  la  superficie. 

Alteraciones  de  los  ganglios  linfáticos  en  los  casos  de  chancros  y  bu- 
bón chancroso.— En  un  trabajo  reciente  (1),  se  indican  por  el  Dr.  Obras- 
zow  de  una  manera  precisa  dichas  alteraciones.  En  el  chancro  blando  se 
nota  una  hiperplasia  de  dichos  órganos,  que  aumentan  de  volumen,  los 
vasos  sanguíneos  hiperemiados  é  infiltrados  de  glóbulos  blancos  en  sus 
paredes  y  con  su  endotelio  en  via  de  degeneración  grasosa,  y  el  tejido 
reticular,  que  forma  la  base  de  los  folículos,  así  como  las  trabéculas  fi- 
brosas permanecen  todos  intactos.  Añade  el  autor  que  en  los  casos  en 
que  el  ganglio  se  transforma  en  bubón  chancroso,  se  observan  parásitos 
análogos  á  los  de  la  sífilis  (micrococos  de  Billroth);  pero  que  en  lugar  de 
hallarse  reunidos  en  grupos,  se  encuentran  dispersos  entre  los  elemen- 
tos linfáticos  del  mismo  órgano. 

En  los  casos  de  chancro  indurado,  la  cápsula  ganglionar  y  las  tra- 
béculas, que  de  ella  dependen,  adquieren  un  desarrollo  considerable;  las 
células  endoteliales  y  sus  núcleos  parecen  aumentados  de  volumen,  no- 
tándose por  otra  parte  que  los  corpúsculos  linfáticos  llenan  abundante- 
mente los  folículos  y  los  senos  de  los  ganglios,  tapizando  los  tubérculos, 
y  que  además  se  ven  células  con  dos  ó  tres  núcleos  y  otras  sin  ningu- 
no. Los  vasos  sanguíneos  por  su  parte  se  presentan  también  alterados, 
aumentando  de  volumen  los  elementos  endoteliales  y  engrosándose  las 
paredes  de  ellos. 

Por  fin,  en  los  linfáticos  que  van  á  los  ganglios  y  en  estos  se  demues- 
tra la  presencia  de  gran  número  de  bacterias  en  diversos  grupos,  que 
pueden  referirse  á  las  bacterias  esféricas  de  Gohn  ó  á  los  micrococos  de 
Billroth. 

Tratamiento  abortivo  de  la  sifllia.-Uno  de  los  asuntos  que  constan- 
temente preocupan  y  pesan  sobre  la  conciencia  de  los  prácticos,  es  in- 
dudablemente el  evitar  los  funestísimos  resultados  que  en  la  humani- 
dad puede  producir  colectiva  é  individualmente  la  sífilis.  Por  esto  se 
idea  toda  clase  de  tratamientos  para  combatir  esta  enfermedad,  y  no 
satisfechos  muchos  con  el  tratamiento  curativo,  ansian,  desde  tiempos 
muy  remotos,  alcanzar  un  perfecto  método  preventivo.  Vista  la  inefica- 
cia de  los  medios  que  para  esto  se  han  venido  proponiendo,  ya  con  una 
sincera  iniciativa,  ya  (y  esto  por  desgracia  es  demasiado  frecuente)  con 
un  fin  poco  científico,  que  aquí  no  queremos  calificar,  se  ha  ideado  el 
hacer  abortar  la  sífilis,  y  se  ha  querido  conseguir  esto  por  diversos  me- 


(1)    Véanse  los  Anal  de  Dermat.  et  de  Syphilf  t.  III,  p.  140-1882. 


478  REVISTA  DS  SIF^IOGRAFÍA. 

dios.  No  podemos  historiarlos  aquí  todos,  ni  llevamos  más  objeto  que  el 
ocuparnos  de  un  trabajo  reciente,  relativo  á  una  de  las  cosas  más  racio- 
nalmente propuestas,  la  excisión  del  chancro. 

£1  Dr.  P.  Spillman,  el  autor  de  la  Memoria  á  que  nos  referimos, 
da  cuenta  bien  detallada  de  ocho  casos  no  dudosos  de  chancro  infec- 
tante que  fué  excindido.  La  excisión  fué  practicada  generalmente  de 
los  ocho.á  los  diez  días  de  la  aparición  del  chancro,  verificándose  en  un 
sujeto  casi  inmediatamente  después  de  ésta,  y  en  otro  á  los  doce  dias.  £n 
cinco  casos  cicatrizó  la  herida  por  primera  intención,  en  un  término  de 
dos  á  cuatro  dias,  sin  más  complicación  que  un  poco  de  edema  en  el 
prepucio,  observado  una  vez.  En  los  tres  casos  restantes,  la  herida  ci- 
catrizó por  segunda  intención,  si  bien  que  en  uno  de  ellos  fué  induda- 
blemente debido  esto  al  «mpleo  casual  que  un  ayudante  hizo  de  Aína 
esponja  sucia.  La  mayor  parte  de  los  chancros  residían  en  el  repliegue 
balano-prepucial,  alguno  en  la  cara  interna  del  prepucio  y  otro  en  el 
grande  labio  izquierdo. 

Los  resultados  de  la  escisión  han  sido  los  siguientes:  en  dos  casos  pri- 
meramente relatados  y  en  que  fué  de  notar  la  ausencia  de  adenopatía 
especiñca  al  practicar  aquella,  el  éxito  fué  satisfactorio,  pues  al  cabo  de 
un  año,  ni  en  uno  ni  en  otro  se  habia  observado  manifestación  alguna 
sifilítica.  En  otros  cuatro  casos,  en  que  se  notó  la  adenopatía  e^ecífíca 
al  tiempo  de  practicar  la  excisión,  dio  esta  mal  resultado,  puesto  que  en 
todos  ellos  fueron  apareciendo  posteriormente  los  accidentes  secunda- 
rios, empezando  por  la  induración  de  la  cicatriz.  Sin  embargo,  la  circuns- 
tancia de  que  estos  accidentes  fueron  benignos  en  todos  los  casos,  po- 
dría hacer  creer  que  la  excisión  cuando  menos  atenúa  la  sifílis.  El  doc- 
tor Spillmann  no  acaricia  esta  idea,  pues  dice  que  no  podemos  juzgar 
hasta  qué  punto  se  hubiera  desarrollado  la  sífilis,  aún  sin  practicar  la 
excisión,  y  que  existen  gran  número  de  casos  en  que  las  manifestacio- 
nes sifilíticas  son  de  poca  intensidad. 

Por  fin,  en  los  dos  últimos  casos,  que  relata  el  autor,  á  pesar  déla  ex- 
cisión, se  desarrolló  una  sífilis  grave,  con  todo  y  haber  uno  en  que  se 
practicó  la  operación  casi  inmediatamente  después  de  la  aparición  del 
chancro. 

Concluye  el  Dr.  Spillmann  de  los  resultados  anteriormente  expuestos: 
que  la  excisión,  aún  en  los  casos  seguidos  de  éxito,  no  autoriza  para 
afirmar  que  tiene  una  influencia  abortiva  cierta;  que  no  es  operación 
perjudicial,  si  se  usa  una  curación  antiséptica,  aunque  ofrece  algunas 
dificultades  cuando  los  chancros  son  numerosos;  que  la  excisión  parece 
no  influir  sobre  la  marcha  de  la  sífilis,  y  que,  aún  admitiendo  que  influ^ 
yese,  debería  practicarse  antes  de  toda  propagación  ganglionar;  y  por 
fin,  que  no  evita,  en  la  gran  mayoría  de  casos,  la  generalización  de  la 
sífilis,  ni  libra  de  los  accidentes  rebeldes  y  prolongados,  que  habrían  po- 
dido evitarse  si  desde  el  principio  se  hubiesen  sometido  los  enfermos  á 
un  tratamiento  especifico  apropiado. 

El  trabajo  del  Dr.  Spillman  lo  creemos  insuficiente  para  resolver  la 
cuestión,  puesto  que  solo  hay  un  caso  en  que  venga  á  demostrarse  una 
ineficacia  decisiva  en  la  excisión  del  chancro.  En  ese  caso  se  trataba  de 
una  mujer  y  las  condiciones  especiales  de  la  infección  en  ella,  que  de  una 


REVISTA  DE  SIFILIOGBAFÍA.  479 

manera  extensa  se  han  estudiado  recientemente  (1),  en  particular  por  lo 
que  se  refiera  á  la  infección  uterina,  hacen  sospechar  si  los  accidentes 
sifilíticos  presentados  en  aquella  tenian  su  origen  en  una  infección  en 
punto  distinto  del  chancro  escindido. 

Es,  sin  embargo,  de  interés  la  Memoria  á  que  nos  referimos  por  los 
datos  que  encierra,  y  que  tanto  conviene  ir  acumulando  respecto  á  una 
cuestión  tan  oscura  hoy  dia  como  es  la  de  que  se  trata. 

<HosopaUa8  siautioa8.--£stas  afecciones,  poco  estudiadas  hasta  aquí, 
han  sido  objeto  de  un  interesante  artículo  publicado  por  el  Dr.  Mau- 
riac  (2),  quien  empieza  por  decir  que  las  erupciones  sifilíticas  de  la  len- 
gua, durante  el  periodo  virulento  de  la  sífilis,  difieren  visiblemente  de  las 
del  istmo  de  las  fauces  y  de  las  de  los  labios.  Pueden-aparecer  durante  los 
dos  ó  tres  primeros  años  de  la  infección,  y  si  bien  empiezan  por  formas 
benignas,  recidivan  y  acaban  por  volverse  graves,  no  existiendo  línea  de 
demarcación  entre  estas  y  aquellas.  Mientras  las  erupciones  eritemato- 
sas  se  efectúan  sobre  la  piel,  la  lengua  rara  vez  se  afecta,  y  en  caso  de  ser 
así  se  ven  en  ella  manchas  rojas  redondas,  superficiales  y  con  descama- 
ción. Estas  manchas  pueden  ser  aisladas  ó  confluentes,  y  en  este  último 
caso  presentarse  en  líneas  curvas,  circulares  ó  elípticas. 

Durante  el  curso  de  las  sifílides  papulosas  pueden  presentarse  verda- 
deras pápulas  sobre  la  mucosa  lingual,  consistentes  en  elevaciones  pe- 
queñas, redondas,  hemisféricas,  sin  grande  relieve  y  cubiertas  de  un 
epitelio  deslustrado,  formando  elevaciones  de  color  grisáceo  sobre  un 
fondo  rojo.  Estas  sifílides  difieren  poco  de  las  placas  mucosas,  en  las 
que  se  transforman  con  facilidad. 

Las  erupciones  sifilíticas  de  la  lengua  rara  vez  se  modelan  á  las  for- 
mas de  las  sifílides  cutáneas,  pues  más  generalmente  toman  caracteres 
morfológicos  especiales,  teniendo  su  asiento  por  detrás  de  la  V  lingual, 
sobre  los  lados  y  en  los  bordes  de  la  lengua,  mirando  sobre  todo  hacia  la 
cara  superior  y  observándose  también  en  el  frenillo. 

Las  placas  linguales  opalinas  se  resuelven,  ó  bien  se  exulceran  y  con- 
vierten en  fisuras,  originando  varios  cortes  en  el  borde  de  la  lengua,  que 
no  siempre  se  aprecian  con  facilidad,  y  que,  cuando  han  interesado  el 
dermis  de  la  mucosa,  dejan  una  cicatriz  indeleble  ó  muy  persistente. 

Las  determinaciones  sifilíticas  de  la  cara  superior  de  la  lengua  son 
más  polimorfas  que  las  de  los  bordes  y  punta. 

Ocupándose  de  las  diversas  formas  de  estas  determinaciones,  las  va 
indicando  detalladamente  el  Dr.  Mauriac,  empezando  por  las  placas  opa- 
linas antes  mencionadas.  Algunas  de  estas  se  vuelven  erosivas,  se  hien- 
den y  convierten  en  fisuras,  que  generalmente  toman  la  dirección  del 
borde  de  la  lengua  hacia  la  línea  media.  Otras,  ulcerándose,  forman  pe- 
queñas depresiones  granulosas,  difteroides,  fungosas  y  sanguinolentas, 
constituyendo  las  placas  ulcerosas.  En  una  forma  especial  de  glosopatía 
sifilítica  se  notan  unas  lesiones  confluentes  de  contorno  redondeado, 
lisas,  rojas  y  desprovistas  de  epitelio,  que,  por  el  aspecto  de  conjunto 


(1)    Fournier. 


480  REVISTA  CRÍTICA  BIBUOOft¿FICA. 

que  dan  á  la  lengua,  puede  compararse  esta,  según  el  autor,  al  dorso  del 
escuerzo.  Estas  lesiones  son  las  placas  redondas  ú  ovales. 

Algunas  pápulas  se  hipertrofian,  ya  en  el  sentido  longitudinal  y 
transversal,  ya  elevándose,  pudiendo  ser  dolorosas  y  adquirir  un  volu- 
men bastante  considerable,  siendo  entonces  calificadas  de  pápulas  con- 
dilomatosas. 

Por  fin,  Mauríac  califica  de  discos  de  descamación  ciertas  glosopatías 
que  no  consisten  más  que  en  porciones  de  superficie  mayores  ó  menores, 
que  aparecen  completamente  descubiertas  de  epitelio,  pudiendo  ser  re- 
dondeadas y  ovales,  aisladas  ó  confluentes.  Estas  lesiones  en  cuestión 
vienen  á  ser  las  placas  lisas  de  la  lengua.  El  número  de  discos  de  desca- 
mación está  generalmente  en  relación  inversa  del  tamaño  que  pre- 
sentan. 

Comunmente  tienen  el  diámetro  de  una  lenteja.  Algunas  veces  son 
tan  confluentes  que  toda  la  lengua  se  encuentra  en  un  estado  de  desca- 
mación, que  la  hace  comparable  al  que  presenta  en  la  escarlatina. 

Bien  dignas  son  de  conocerse  las  diferencias  que  consigna  el  Doctor 
Mauriac  respecto  á  las  glosopatías  sifilíticas  mencionadas.  Por  nuestra 
parte  hemos  de  decir  que,  en  la  mayor  parte  de  ellas,  la  descamación  es 
el  carácter  común. 


REVISTA  CRITICA  BIBLIOGRÁFICA, 

POR  EL  Dr.  F.  CASTELLS. 


De  la  lepra  en  Granada,  por  D.  Benito  Hernando  Espinosa.  —Granada,  1S88. 

Sirven  de  fundamento,  en  todo  juicio  analítico,  las  premisas  que  se 
puedan  establecer  con  carácter  de  verdaderas,  en  cuanto  atañe  á  la  sín- 
tesis de  su  asunto.  Tratándose  de  formular  el  que  merezca  un  libro  ori- 
ginal, lo  difícil,  lo  que  no  se  alcanza,  sino  en  fuerza  de  constante  estu- 
dio y  asiduo  trabajo,  es  reducir  á  sus  precisos  límites  la  argumentación 
en  que  vienen  apoyadas  esas  premisas;  en  su  demostración,  si  resultan 
deducidas,  ó  en  su  enunciación,  si  expresan  un  principio  inductivo  y  evi* 
dente.  Hay  que  atender  á  todas,  si  el  juicio  que  resulte  ha  de  tener  condi- 
ciones de  sana  crítica;  que,  por  desgracia,  es  muy  común,  en  nuestro 
país,  el  empleo  de  interminable  fraseología  laudatoria,  ó  que  por  lo  me- 
nos disimule  grandísimos  defectos,  al  emitir  parecer  relativo  á  obras 
que  pretenden  pasar  plaza  de  didácticas,  y  que  por  ese  solo  motivo  de- 
ben ser  estudiadas  tan  escrupulosa  como  rigorosamente  juzgadas. 

Considerado  en  su  síntesis,  el  trabajo  contenido  en  el  libro  del  Doctor 
Hernando  resulta  serio,  profundo,  importante,  útil,  y,  en  lo  que  hoy  per- 
mite el  estado  de  la  Ciencia,  completo.  Prueba  que  es  un  trabajo  serio, 
la  circunstancia  de  ofrecer  recopiladas  concienzudamente  las  investiga- 
ciones hechas  en  la  Cátedra  libre  de  «Dermatología  de  la  Facultad  de 
Medicina  de  Granada»,  que  el  ilustrado  autor  desempeña  desde  1871, 


REVISIVI  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA.  481 

además  de  la  de  «Terapéutica»,  de  que  es  profesor  oflcialmente.  De- 
muestra que  es  un  trabajo  profundo,  el  gran  número  de  observaciones 
que  durante  ese  período  ha  podido  hacer,  y  el  cuidadoso  esmero  con  que 
han  sido  relacionadas  y  comparadas,  no  ya  solo  por  el  autor,  que  bien 
pudo  por  sí  solo  hacerlo,  sí  que  también  por  los  ilustres  y  justamente 
renombrados  profesores  Virchow,  Cornil,  Neisser,  Greus,  García  Sola  y 
gran  número  de  alumnos.  Manifiesta  la  importancia  de  ese  estudio,  la 
relación  íntima  que  ofrece  para  con  otros  que  actualmente  son  objeto  de 
asidua  investigación  por  parte  de  los  clínicos  más  eminentes  de  todos 
los  países.  Evidencia  su  utilidad,  el  hecho  de  contener  un  cuerpo  de  doc- 
trina de  fácil  aplicación  general  á  todas  las  enfermedades  de  índole  espe- 
cífica. Y  en  fin,  resulta  un  trabajo  completo,  en  el  concepto  de  que,  á 
pesar  de  haberse  dedicado  otros  sabios  á  la  práctica  de  exploraciones 
idénticas, — algunas  de  las  que  han  sido  posteriormente  publicadas  [La 
sctíola  medie,  napol.  Marzo,  1882) — en  nada  modifican  esencialmente  las 
ideas  contenidas  en  la  obra  del  Dr.  Hernando.  Desconocemos  en  absoluto 
el  parecer  que  haya  merecido  hasta  ahora  á  propios  y  á  extraños;  esta 
condición,  nos  pone  en  el  caso  de  manifestar  con  toda  franqueza,  á  la 
vez  que  con  algún  esmero,  las  razones  en  que  apoyamos  nuestro  humilde 
juicio. 

Para  quien  solo  pretendiese  formarse  idea  de  lo  que  es  la  enfermedad 
conocida  en  España  por  los  nombres  de  lepra,  laceria,  mal  de  San  Lá- 
zaro y  mal  lazarino  y  elefancía,  malatia,  gafedad  ó  gafedat  y  tecnológica- 
mente por  el  de  Elefantiasis  de  los  griegos,  bastar  podría  la  lectura  del 
capítulo  que,  con  el  epígrafe  Introducción,  comienza  el  libro,  para  que 
consiguiera  su  objeto.  Gonstituye  ese  capitulo  una  síntesis  completa  de 
las  doctrinas  contenidas  en  el  resto  de  la  obra,  y  viene  expuesta  con  clari- 
dad de  estilo  y  en  orden  perfecto.  Así  es  que  la  etimología,  la  definición, 
los  síntomas,  fi)rmas,  marcha,  duración,  complicaciones,  anatomía  pato- 
lógica, patogenia,  fisiología  patológica,  etiología,  diagnóstico  y  pronós- 
tico, considerados  en  general,  vienen  en  la  introducción  expuestos. 

Para  el  que  desee  un  estudio  más  completo  y  analítico  de  los  hechos 
característicos  de  dicha  enfermedad,  son  necesarios:  la  lectura  atenta  de 
los  capítulos  siguientes;  conocimientos  especiales  en  ciencias  físicas,  y 
ejercicios  de  razonamiento,  que  solo  con  las  prácticas  intelectual  y  clí- 
nica se  llegan  á  adquirir. 

Quisiéramos  proceder  al  análisis  de  cada  capítulo  para  mejor  demos- 
trar la  importancia  que  el  contenido  de  todos  encierra.  Preferimos,  no 
obstante,  fijar  la  atención  en  uno  solo,  ya  que  lo  primero  pudiera  obli- 
garnos á  escribir  un  grueso  tomo.  El  VI,  p.  e.,  que  trata  de  la  Anaiomia 
patológica,  está  dividido  en  dos  artículos:  trata  el  primero  del  haccillus 
lepras,  y  el  segundo  de  las  lesiones  que  se"encuentran  en  los  lacerados. 

Contiene  el  artículo  I,  del  haccillus  leprce,  cuatro  párrafos  distintos. 
En  el  primero  consigna  los  trabajos  que  se  hicieron  necesarios  para  el 
descubrimiento,  que  Hausen  realizó,  de  la  bacteria,  y  los  que  varios 
eminentes  histólogos  han  practicado  para  su  comprobación.  El  párrafo 
segundo,  subdividido  en  tres,  detalla  los  procederes  necesarios  para  la 
inspección  amplificante  del  parásito;  los  procederes  de  cultivo  y  de  ex- 
perimentación; las  formas  características  y  propias  del  haccillus;  lospi/n- 


482  NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

tos  en  donde  se  encuentra  y  la  fisiología  de  la  bacteria  de  la  lepra.  El 
párrafo  tercero,  también  subdividido  en  dos,  explica  el  modo  como  se 
extienden  ó  emigran  los  haccüli,  y  el  de  producción  de  los  tubérculos 
leprosos.  El  párrafo  cuarto  tiene  por  objeto  demostrar  que  el  boLccUlas 
lepras  es  la  causa  del  mal  de  San  Lázaro.  El  artículo  lí,  lesiones  de  los 
elefanciacos,  está  dividido  en  cinco  párrafos,  y  algunos  de  estos  en  varios 
sub-pán'afos,  en  los  que  vienen  expuestos  con  precisión  extrema  todas  y 
cada  una  de  las  que  corresponden  á  cada  tejido,  á  cada  órgano,  aparato  y 
sistema.  Constituye  por  sí  solo  un  estudio  razonado,  extenso  y  profundó 
de  histología  aplicada. 

Al  citar  el  capitulo  VI,  en  modo  alguno  nos  hemos  propuesto  presen- 
tar á  la  consideración  de  nuestros  lectores  el  más  importante  de  la  obra, 
ni  lo  es  en  realidad,  puesto  que  si  todos  interesan  por  igual,  no  es  du- 
doso para  nadie  que  en  el  concepto  clínico  el  estudio  de  las  formas,  como 
en  el  filosófico  el  de  la  fisiología  patológica,  como  el  de  la  nosogenia,  el 
de  la  nosoetiología,  el  de  la  nosocronia,  etc.,  todos  revisten  importancia 
suma.  Y  debemos  añadir  que  todos  la  tienen  perfectamente  consignada 
en  la  obra  del  doctor  Hernando,  perfectamente  distribuida  en  extensión 
para  cada  una  de  sus  partes. 

¿Qué  añadir,  pues,  á  lo  dicho,  si  resulta  probado  en  demasía  que  la 
obra  que  analizamos  reúne  las  condiciones  que  al  principio  hemos  de- 
jado consignadas?  Que  en  España,  por  más  que  se  trate  de  la  aparición 
de  un  libro  útilísimo  y  digno  de  profunda  consideración,  sigue  siendo 
empresa  de  pérdida  segura  el  publicarlo.  Lamentamos  sinceramente  que 
el  doctor  Hernando  haya  debido  consignar  en  su  obra  que,  por  las  difi- 
cultades que  encuentra,  probablemente  no  serán  impresas  las  estadísti- 
cas clínicas,  historias  y  notas  de  autopsias  que  tiene  recogidas.  Hacemos 
votos  por  que  consiga  allanar  todas  las  dificultades,  y  podamos  en  breve 
plazo  ver  publicados  tan  interesantes  trabajos.  Solo  por  ese  camino,  con 
el  concurso  de  todos,  conseguiríamos  desarraigar  de  nuestro  suelo  la 
mala  costumbre  de  admitir  como  bueno  todo  lo  que  procede  del  extran- 
jero, é  imposibilitar  la  publicación  de  com  todo  lo  nacional,  aun  cuando 
sea  realmente  bueno. 

Las  condiciones  tipográficas  y  materiales  del  libro  del  doctor  Her- 
nando son  excelentes.  Económicamente  considerado,  resulta  de  los  que 
más  ventajosas  las  presentan.  De  ello  nos  felicitamos,  al  felicitar  al  au- 
tor, puesto  que  demuestra  cuál  ha  sido  el  único  móvil  que  le  ha  guiado 
al  darlo  á  luz:  la  idea  de  contribuir  al  adelantamiento  científico  de  nues- 
tra patria. 


NOTICIAS  científicas. 


C61  era-morbo.— Desde  las  últimas  noticias  publicadas  en  el  número 
antepenúltimo  de  este  periódico,  han  llegado  á  mi  conocimiento  esca- 
sas nuevas.  Aparte  de  lo  que  se  dice  en  la  Sección  oficial,  se  sabe,  por  co- 
municación de  nuestro  representante  en  el  imperio  japonés  (30  de  Julio), 
que  el  estado  sanitario  era  poco  satisfactorio  en  la  capital  y  en  los  alre^ 
dedores,  aumentando  el  número  de  invadidos  y  de  muertos.   También 


NOTICIAS    CIENTÍFICAS.  483 

hacia  algunas  víctimas  la  epidemia  en  el  arsenal  Yokoska  y  en  Fokio. 
En  el  pesto  del  Japón  no  ocurria  novedad.— (Rodríguez  Méndez.) 

Bxtreñimiento  rebelde:  tratamiento  por  el  ez:tracto  de  haba  de 
Calabar.  — Está  demostrado  que  el  haba  de  Calabar,  administrada  á  un 
animal,  tetaniza  las  tiínicas  musculares  del  intestino,  y  que  esta  acción 
tetanizante  tiene  por  objeta  expulsar  el  contenido  del  tubo  digestivo  por 
las  vías  inferiores.  Esto  ha  inspirado  á  Shaefer  la  idea  de  emplear  este 
medicamento  en  el  tratamiento  del  extreñimiento  rebelde,  dependiente 
de  una  atonía  de  los  planos  musculares  del  intestino,  lo  cual  se  observa 
con  frecuencia  en  las  mujeres  y  en  los  ancianos.  Las  observaciones  pu- 
blicadas por  el  autor  demuestran  que  el  resultado  ha  coronado  sus  pre- 
visiones. 

Hé  aquí  la  fórmula  que  prescribe  de  este  medicamento: 

Extracto  de  haba  de  Calabar. .    .    .      0,05  gramos. 
Giicerina 10  » 

Para  tomar  6  gotas  cada  tres  horas  durante  el  dia.  Es  fácil  que  des- 
aparezca el  extreñimiento  en  las  primeras  veinte  y  cuatro  horas. — 
(S.  Garbo.) 

Qlicerolado  de  clorhidrato  de  quinina. ^£1  Dr.  Flarer  ha  emplea- 
do el  que  sigue: 

Clorhidrato  de  quinina 1  gramo. 

Giicerina 4       » 

Útil  en  los  catarros  crónicos  de  la  conjuntiva,  en  las  queratitis  ílic- 
tenosas  y  parenquimatosas,  en  las  infiltraciones  difusas  de  la  córncB 
subsiguientes  á  la  extracción  de  la  catarata.— (R.  Rovira.) 

Hemicránea:  tratamiento.  —  Me  parece  bastante  aceptable  la  si- 
guiente fórmula,  que  ha  publicado  el  PhiL  Med.  TimeSy  siquiera  porque 
todos  los  componentes  de  la  misma  han  sido  ya  recomendados  por  á\^ 
ferentes  autores  y  en  distintas  épocas: 

Sulfato  de  quinina i'20  gramo?. 

Cafeína 0*80       » 

Aoido  tártrico 0*80       » 

Morfina 0*40       b 

Azúcar  blanco 64*  i 

para  dividir  en  cinco  papeles  y  administrar  uno  por  la  mañana  y  otro 
por  la  noche,  en  un  poco  de  agua  ó  en  una  taza  de  café  negro.— (Fobmi- 

GUERA.) 

Inocuidad  del  ácido  bórico. — ^Para  combatir  las  supuraciones  de  la 
cámara  anterior  del  ojo  (abscesos  por  congestión),  he  practicado  inyec- 
ciones en  varios  casos  con  favorables  resultados  de  dicho  ácido  al  4  p.*/© 
con  la  jeringa  de  Luel,  provista  de  una  cánula  fina  de  oro  á  través  de 
una  abertura  periférica,  resultado  ya  de  la  paracentesis  practicada  con 
este  objeto,  ya  de  la  operación,  después  de  la  cual  se  ha  presentado  la 
supuración  que  se  trata  de  combatir:  de  este  modo  puédese  lavar  con  la 
solución  tibia  la  cara  posterior  de  la  córnea,  el  iris  y  el  cristalino,  ha* 
ciendo  pasar  sin  ningún  peligro  por  estas  superficies  grandes  canti- 
dades del  preparado  antiséptico.  En  algunos  casos  he  notado  depósito 
bórico  en  la  cara  anterior  del  cristalino,  que  parecia  una  catarata  cap- 
sular y  que  atribuyo  á  la  cristalización  del  ácido;  siempre  ha  desa  pa- 
recido con  mucha  rapidez,  disolviéndose  en  el  humor  acuoso.— (J.  Bar- 

HAQUER.) 


484  PUBLICACIONES  RECIBII^AS. 

Tabaco  y  alcohólicos.— De  varias  estadísticas  resulta  que,  mientras 
unos  sabios  recomiendan  su  uso,  otros  lo  desaprueban.  Así  el  abate 
Moigno  dice  que  el  tabaco  le  entorpecía  la  memoria  por  el  aflujo  de  hu- 
mores al  cerebro,  y  los  demás  estimulantes  se  oponían  al  ejercicio  pron- 
to y  regular  de  éste.  En  cambio,  Darwin  bebía  un  vaso  de  vino  todos  los 
dias,  fumaba  tabaco  en  cantidad  considerable,  siéndole  un  estimulante 
para  el  trabajo  y  particularmente  el  turco  le  conservaba  la  memoria. 
En  medio  de  tan  opuestos  resultados,  lo  mejor  es  optar  por  un  término 
medio,  es  decir,  hacer  uso  de  ellos,  pero  no  abuso. --(Vid al  Careta.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Médicos  de  liospitales. — Real  orden  de  10  de  Julio  aceptando  el  informe 
de  la  sección  de  Gobernación  del  Consejo  de  Estado,  que  propone  se  suspenda 
el  acuerdo  de  la  Comisión  provincial  y  Diputados  residentes  de  Zamora,  relativo 
al  nombramiento  de  un  médico  interino  para  el  hospital  de  Benavente,  por 
no  hallarse  comprendido  en  el  caso  4.^  del  arl.  66  de  la  ley  provincial— Ga- 
cela del  17  de  Julio. 

Cólera  morbo.— Orden  de  19  de  Junio  declarando  sucias,  á  partir  del  18  del 
mismo,  las  procedencias  de  Zamboanga  (Archipiélago  fllipino).     Id.  del  20  id. 

Establecimientos  penales.— En  el  Real  decreto  de  23  de  Julio  relativo  al 
personal  de  eslos  establecimientos,  se  determina  que  halla  catorce  médicos  á 
1,500  pesetas  anuales. — Id,  del  27  id. 

C&rcel  modelo  de  Madrid.— Real  decreto  de  24  de  Julio  referente  al  per- 
sonal de  la  misma.  En  él  se  establece  que  ha  de  haber:  un  médico,  dos  ciruja- 
nos-enfermeros y  un  practicante  de  farmacia,  dotado  el  primero  con  2,500  pe- 
setas y  con  1.250  los  demás. — Id.  id.  id. 

Establecimientos  penales.- Real  órdan  de  28  de  Julio  estableciendo  re- 
glas para  el  nombramiento,  sepiracion,  etc.,  del  persocal. — Id.  del  28  id. 

Agua  mineral  de  Rubinat.— Real  orden  de  29  de  Julio  autorizando  su 
venta  en  las  farmacias  del  reino  y  su  exportación  al  extranjero. — Id.  del  30  id. 

Sanidad  marítima. — Real  orden  de  29  de  Julio  encareciendo  á  los  Direc- 
tores de  Sanidad  provean  de  nueva  patente  á  todos  los  buques  que  hayan  he- 
cho operaciones  de  carga  (R.  O.de  7  de  Octubre  1865,  Gaceta  del  8)  y  prohi- 
biendo refrendar  las  patentes  desanidad  á  no  ser  al  respaldo,  y  si  no  hay  espa- 
cio, á  pesar  de  lo  dispuesto  en  dicha  R.  O.,  que  se  expida  otra  nueva,  haciendo 
constar  en  la  casilla  de  observaciones  el  motivo  de  la  renovación  y  todos  los 
puntos  en  que  hubiese  sido  anotada  la  patente  sustituida.- Id.  id.  id. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 


Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía.—  Cuaderno  31.  En  este  cua- 
derno continúa  la  publicación  del  Manual  práctico  dé  Ginecología,  por  L.  de  Sinety. 
—Madrid,  1882. 

Manual  práctico  de  las  eníermedadeB  de  las  mujeres  (Medicina  y  Ciiu- 
gia)  por  el  Dr.  G.  Eustache,  versión  castellana  de  D.  Enrique  Moresco  y  Labado  y  don 
Rafael  Ulecia  y  Cardona,  con  un  prólogo  del  Dr.  D.  Andrés  del  Busto  López.— Cua- 
derno 5."— Madrid.— 1882.— Dos  ejemplares. 

Periódicos:  Anales  de  la  Sociedad  Médico -farmacéutica  viPablo  Gutiérrez*,  Gua- 
dalaj ara  (Méjico). — Archivos  de  la  Medicina  homeopática,  Barcelona; 


Tomo  II.  Núm.  16.  31  Agosto  de  1882.  Ano  II.  N6m.  40. 


Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  La  toracentesis  en  el  tratamiento  de  la  pleuresía  serosa  (continuará),  por  el  Dr.  M. 
Ribaa  Perdi^^.— Notable  caso  de  úlcera  del  estómago,  por  D.  P.  Tardos  Mauri—  Anato- 
mía de  los  centros  nerviosos  (continuación),  por  el  nr,  D.  Micael  A.  Wtír^su»  Roca.— Re- 
vista de  laringología,  por  el  Dr.  F.  Castella  Ballespi.— Revista  crítica  bibliográfica:  Utili- 
dad general  de  la  gimnasia  y  acción  que  ejercen  sobre  el  organismo  humano  sus  diferentes 
ejercicios,  del  Dr.  Ferrer  y  Mitjana,  por  D.  J.  Tilaseea  y  Mereadé.— La  obstetricia  anti- 
séptica y  la  septicemia  en  obstetricia  (continuará),  por  el  Dr.  WL,  Barnes*—  NOTICIAS 
CIENTÍFICAS:  Cólera  morbo.— Cont>aí<aria  wiatait«.— Nuevo  procedimiento  para  la  expulsión 
de  las  masas  corticales  de  la  catarata.  —  Sííilis  ocular:  tratamiento  por  las  inyecciones  de 
mercurio.— Sección  oficial. 


LA   TORACENTESIS 

EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA. 

(TESIS  DEL  DOCTORADO) 

POR  D.  M.  Ribas  Perdigó. 


INTRODUCCIÓN. 

Durante  la  época  en  que  para  practicar  la  toracentesis  solo  se  tenia 
en  cuenta  da  dilatación  del  lado  afecto,  el  edema  del  mismo  y  del  bi'azo, 
»ó,  en  los  casos  de  una  leuco-flegmasia  general,  la  tumefacción  mayor  del 
»lado  afecto,  la  dislocación  del  hígado  hacia  abajo  y  la  del  corazón  hacia 
»el  lado  opuesto  al  derrame»  (Laénnec),  no  es  de  extrañar  que  fuesen 
pocos  los  cirujanos  que  á  su  ejecución  se  atrevieran,  no  sólo  por  la  esca- 
sez de  datos  diagnósticos  en  que  apoyar  la  necesidad  de  una  intervención 
quirúrgica,  sino  también  por  los  fracasos  continuados  de  punciones  en 
seco,  por  error  de  diagnóstico,  entonces  tan  frecuentes,  y  de  los  cuales 
nos  citan  numerosos  casos  las  obras  de  cirugía  del  pasado  siglo;  pero 
actualmente,  cuando  la  percusión  y  la  auscultación  dan  una  certeza  re- 
lativamente inmensa  para  el  diagnóstico  de  los  derrames  de  las  pleuras, 
es  natural  que  los  hombres  de  ciencia  practiquen  la  punción  del  pecho 
con  mucha  mayor  frecuencia  que  antes,  y  cuantas  veces  la  crean  necesa- 
ria, con  arreglo  á  sus  convicciones  y  creencias. 

Por  lo  demás,  esta  especie  de  revolución  habia  ya  sido  prevista  por  el 
ilustre  autor  del  Tratado  de  la  auscultación  mediata,  cuando  decia:  «La 
^operación  del  empiema  se  vulgarizará  á  níedida  que  el  uso  do  la  auscul . 
»tacion  mediata  se  extienda,»  mas  su  profecía  no  se  cumplió  hasta  pasa- 
do algún  tiempo,  que  fué  el  necesario  para  que  los  métodos  de  explora- 
ción por  él  inventados  fueran  aceptados  por  la  clase  médica. 


486  LA   TORACENTESIS 

Cuando  empezaron  á  eclipsarse  las  ideas  de  Broussais,  se  presentó 
en  el  campo  médico  la  doctrina  de  la  anemia,  propagada  por  Andral  y 
Gavarret,  que  trajo  consigo  la  abolición  casi  completa  de  la  medicación 
antiflogística,  resultando  de  ello  que  fueran  en  gran  número  los  enfer- 
mos que  fallecieron  á  consecuencia  de  derrames  pleuríticos  copiosos, 
hasta  que  á  Trousseau  se  le  ocurrió  la  feliz  idea  de  que  «la  pleuresía 
» puede  ser  mortal  por  el  mero  hecho  de  un  derrame  copioso»,  idea  que 
sostuvo  ante  la  Academia  de  Medicina  de  París  en  los  años  1843  y  1844, 
aseverando  que,  con  la  ayuda  de  la  toracentesis,  podía  el  médico  salvar 
enfermos  amenazados  de  cercana  muerte;  y  no  se  limitó  á  esto  solo  el 
gran  clínico  del  Hotel-Dieu  de  París,  sino  que  presentó  á  la  crítica  de  los 
académicos  numerosas  observaciones  que  atestiguaban  su  aserto.  Pero 
la  toracentesis  era  operación  que  repugnaba  á  los  médicos,  y  que,  por 
falta  de  casos  clínicos,  no  podían  practicar  los  cirujanos,  de  manera  que, 
por  entonces,  poco  eco  tuvieron  las  palabras  de  Trousseau;  tanto  más, 
cuanto  era  general  la  creencia  de  que  estaba  formalmente  contraindica- 
da toda  intervención  quirúrgica  en  las  pleuresías  agudas. 

No  por  esto  desanimó  Trousseau,  sino  que,  al  contrario,  sostuvo  em- 
peñada lucha  hasta  que  la  verdad  se  abrió  paso  por  entre  las  tinieblas 
de  la  rutina  y  del  miedo,  siendo  uno  de  los  primeros  en  seguirle  por  esta 
senda.  Marro tte,  quien,  en  1853,  presentaba  el  resultado  de  sus  observa- 
ciones á  la  Sociedad  médica  de  los  hospitales  de  París,  sentando,  como  ya 
lo  habían  hecho  Laénnec  y  Trousseau,  que  la  toracentesis  debia  practicar- 
se siempre  que  un  copioso  derrame  pleuritico  comprometiera  la  existen- 
cia del  enfermo.  Vemos,  pues,  que  la  toracentesis  se  aceptó,  pero  cum- 
pliendo solo  una  indicación  vital,  pues  aún  cuando  Béhier  no  tardó  en 
reconocer  que  estaba  indicada  también  en  los  derrames  medianos,  que  se 
acompañan  de  lesiones  pulmonares  y  que  contribuyen  á  dificultar  la  he- 
matosis,  se  concibe  bien  que  la  idea  de  los  módicos  citados  no  fuera  la 
de  curar  los  exudados  pleuríticos  valiéndose  de  la  operación,  y  sí  sola- 
mente la  de  aliviar  al  enfermo. 

Para  que  veamos  á  la  toracentesis  emplearse  como  medio  de  trata- 
miento en  la  pleuresía  serosa,  hemos  de  esperar  á  que  Blacher  invente 
su  trocar  capilar  y  á  que  Dieulafoy  dé  á  conocer  su  aparato  aspirador; 
porque  alentados  entonces  los  médicos  por  el  insignificante  traumatismo 
producido  con  estos  aparatos,  practican  la  operación  con  una  frecuencia 
que  á  veces  llega  á  ser  excesiva,  de  modo  que  en  pocos  años  se  inventan 
¡treinta  y  tresl  aspiradores  de  forma  ó  dimensiones  diferentes.  Efecto  de 
este  desenfrenado  afán  de  operar  en  las  pleuresías,  sea  cual  fuere  el  pe- 
ríodo en  que  se  encontraran,  hubiese  cesado  ó  no  la  fiebre,  fuese  mucho 
ó  poco  el  derrame,  y  del  abuso  de  los  aspiradores  vaciando  de  una  vez 
enormes  exudados,  fué  el  que  se  presentaran  accidentes  tembles  durante 
la  operación  y  después  de  practicada,  de  modo  que,  en  el  decurso  de  ese 
período  de  inconsideración  y  de  furor,  la  mortalidad  de  la  pleuresía  se 
elevó  á  una  cifra  tal,  que  llegó  á  inspirar  serios  temores  y  animó  en  su 
propaganda  á  los  adversarios  de  la  toracentesis. 

Nos  encontramos,  pues,  en  un  período  de  transición,  en  que  es  muy 
aventurado  decidirse  por  tal  ó  cual  opinión,  [tanto  más  cuanto  no  son 
muchos  los  que  en  esta  cuestión  la  tienen.  Antes  de  generalizarse  lapun- 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.  487 

cion  aspiradora,  todo  el  mundo  estaba  conteste  respeto  á  las  indicacio- 
nes del  nuevo  método;  pero  habiendo  venido  aquella  á  ensanchar  el  cam- 
po de  este,  ha  extendido  y  complicado  el  grave  problema  clínico  que  en- 
traña. Intentaremos  resolverlo,  para  cuyo  objeto  tendremos  en  cuenta  las 
pocas  observaciones  que  tenemos  recogidas,  y  sobre  todo  los  resultados 
que  en  su  práctica  han  obtenido  los  Dieulafoy,  Potain,  Moutard-Martin, 
etcétera. 

Para  continuar  en  nuestro  trabajo,  es  preciso  que  adoptemos  un  or- 
den, que,  por  parecemos  el  más  natural,  será  el  siguiente: 

I.**    Indicaciones  de  la  toracentesis  en  la  pleuresía  serosa. 

2.*    Exposición  sucinta  del  manual  operatorio. 

3.**  Examen  de  los  efectos  y  accidentes  que  acompañan  y  siguen  á  la 
toracentesis. 

4.**    Pronóstico  de  la  operación. 

5."    Conclusiones. 

CAPITULO   I. 
Indicaciones  de  la  toracentesis  en  la  pleuresía  serosa. 

Discutida  por  demás  se  nos  presenta  la  cuestión  de  que  vamos  á  ocu- 
parnos en  el  presente  capítulo,  y  á  pesar  de  ser  ella  el  punto  capital  para 
la  aplicación  de  la  maniobra  quirúrgica  que  estudiamos,  podemos  ase- 
gurar que  todavía  no  existe  la  suñciente  uniformidad  de  pareceres  que 
entre  los  autores  existir  debiera.  Empero,  desde  pocos  años,  empieza  á 
generalizarse  la  idea  de  que  son  dos  únicamente  las  indicaciones  que 
presiden  á  su  aplicación;  porque  si  dejamos  á  un  lado  las  cuestiones 
sobre  si  debe  operarse  á  pesar  de  la  fiebre  ó  si  es  preciso  esperar  la  de- 
fervescencia; si  debe  reservarse  la  operación  para  los  grandes  exudados, 
ó  si  puede  aplicarse  á  los  de  cantidad  mediana,  etc.,  veremos  sobre- 
salir: 

1.°  Una  indicación,  en  que  la  toracentesis  urge,  el  peligro  amenaza, 
no  hay  lugar  á  dilación,  y  la  operación  responde  á  una  indicación  vital. 

2.".  La  toracentesis  puede  ser  reconocida  oportunamente,  más  no  es 
urgente;  no  tiene  por  objeto  alejar  un  peligro  inminente,  sino  el  de  acor- 
tar la  duración  de  una  pleuresía,  atenuando  y  hasta  evitando  las  conse- 
cuencias y  terminaciones  funestas;  es  decir,  obra  aquí  como  cualquier 
otro  medio  terapéutico. 

I.  Toracentesis  de  urgencia. — ^La  traqueotomía  es  una  operación 
urgente  en  los  casos  de  asfixia  por  obstáculo  laríngeo,  al  igual  que  lo  es 
la  toracentesis  cuando  apremia  el  peligro  de  asfixia,  ú  otro,  á  causa  de  un 
derrame  en  el  interior  del  tórax:  una  y  otra  son  operaciones  altamente 
salvadoras  y  á  las  que  deben  su  vida  muchos  individuos,  que,  sin  ellas, 
habrían  sido  arrastrados  á  segura  muerte;  por  consiguiente,  son  operacio- 
nes que,  cuando  indicadas,  el  médico  está  en  el  ineludible  deber  de  prac- 
ticarlas. 

Dieulafoy,  al  estudiar  las  indicaciones  necesarias  para  practicar  la 


488  LA  TORACENTESIS 

toracentesis  de  urgencia,  declara  que  el  único  dato,  sobre  que  debe  basar- 
se la  urgencia,  es  en  la  cantidad  del  exudado;  cree  que  si  el  enfermo  tiene 
fiebre  ó  no,  que  si  la  pleuresía  está  en  su  principio  ó  en  su  declinación, 
que  si  hay  opresión  ó  si  falta,  son  tan  solo  consideraciones  de  segundo 
orden,  que  no  deben  pesar  sobre  la  resolución  que  ha  de  tomar  el  médi- 
co; asegura  que,  fundarse  en  la  disnea  que  los  enfermos  acusan,  es  una 
gran  falta,  por  ser  á  menudo  un  síntoma  engañador;  y  acto  continuo 
cita  varios  casos  en  que  enfermos  con  incomodidad  insignificante,  te- 
nían en  el  tórax  exudados  de  tres  ó  cuatro  litros,  que  se  han  podido  me- 
dir después  de  evacuados  por  eminentes  profesores.  Continúa  defen- 
diendo su  proposición,  á  cuyo  efecto  cita  á  Landouzy,  cuando  habla  de 
las  personas  que  con  grandes  derrames  pleurí ticos  no  han  sufrido  nun- 
ca la  menor  opresión;  enumera  los  casos  en  que  enfermos  que  hubieran 
podido  salvarse,  á  tener  en  cuenta  la  importancia  exclusiva  del  dato  der- 
rame copioso,  han  fallecido  rápidamente  por  síncope  ó  por  asfixia,  en  el 
preciso  tiempo  en  que  se  creia  poder  diferir  la  toracentesis,  en  manos 
de  Trousseau,  Laségue,  etc.,  y  por  último,  después  de  numerosas  consi- 
deraciones, termina  diciendo:  «es  evidente  que  la  cantidad  del  liquido 
derramado,  es  el  solo  dato  que  debe  determinar  la  urgencia  de  la  tora- 
centesis». Desde  ahora  nos  parece  que  esta  conclusión  incondicional  y 
exclusiva  no  puede  ser  tan  útil  ala  práctica,  como  lo  seria  si  se  am- 
pliara dando  cabida  en  ella  á  otros  síntomas  de  reconocido  valor. 

En  primer  lugar,  si  bien  reconocemos  que  los  peligros,  que  trata  de 
prevenir  la  toracentesis  de  urgencia,  son  debidos  al  derrame,  negamos 
que  lo  sean  puramente  á  su  cantidad,  pues  no  es  esta,  sino  la  tensión 
intra-pleural  su  causa  legítima,  y  como  sabemos  que  cantidad  de  exu- 
dado no  es  sinónimo  de  tensión,  por  haberlo  probado  perfectamente 
Homolle,  de  aquí  que,  si  bien  creemos  de  una  manera  general  que  á  ma- 
yor derrame,  mayor  peligro,  estamos  convencidos  de  que  en  muchísi- 
mos casos  está  indicadísima  la  toracentesis  en  derrames  relativamente 
pequeños,  pero  que  determinan  síntomas  funestos,  y  si  en  estos  casos 
quisieran  seguirse  los  consejos  de  Dieulafoy  no  dudamos  de  que  serian 
seguidos  de  otros  tantos  fracasos. 

En  segundo  lugar,  si  el  peligro  debiera  medirse  siempre  por  la  can- 
tidad de  líquido  exudado,  bastarla  comprobarla  para  deducir  de  la  mis- 
ma la  indicación  de  operar;  pero  sin  contar  que  esta  evaluación  es 
á  menudo  difícil,  hay  circunstancias  diversas  que  hacen  necesaria  la 
toracentesis,  aunque  el  derrame  no  tenga  todavía  proporciones  exagera- 
das, como,  por  ejemplo,  en  las  pleuresías  complicadas  con  lesiones  pleu- 
ro-pulmonares  ó  con  afecciones  cardíacas,  en  que  la  necesidad  de  operar 
se  impone,  porque  la  hematosis,  ya  perturbada  ó  reducida,  soporta  muy 
mal  la  presencia  de  derrames  en  la  pleura. 

Cuando  á  consecuencia  de  un  derrame  la  vida  está  en  peligro,  unas 
veces  éste  existe,  pero  sin  manifestarse,  al  paso  que  otras  lo  hace  con 
síntomas  amenazadores,  como  fenómenos  de  asfixia  con  angustia  respi- 
ratoria, disnea,  sofocaciones  pasajeras,  cianosis  de  intensidad  variable 
y  algunas  veces  edemas  mecánicos,  ó  bien  los  precursores  del  síncope, 
por  ejemplo:  desfallecimientos,  accesos  de  palpitaciones,  lipotimias,  ir- 
regularidades cardíacas,  perturbaciones  diversas  del  pulso,  etc.  Si  exis- 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.  489 

tiendo  peligra  real  no  se  manifiesta  ostensiblemente,  es  necesario  inter- 
rogar los  diversos  síntomas  de  la  pleuresía;  pero  bajo  este  punto  de  vista 
no  tienen  todos  igual  valor;  por  lo  que  será  preciso  estudiar  su  impor- 
tancia relativa,  tanto  bajo  el  aspecto  de  la  abundancia  del  exudado, 
como  bajo  el  del  peligro  más  ó  menos  apremiante  que  amenaza  la  exis- 
tencia. 

a.  —  Desórdenes  funcionales,  —  Trousseau  fué  el  primero  que,  al  es- 
tablecer la  importancia  de  la  disnea  como  indicante  de  la  toracentesis, 
reconoció  que  era  un  signo  de  los  más  engañosos,  y  cita  en  apoyo  de  su 
opinión  varios  casos,  entre  ellos,  el  de  una  nodriza  que,  con  el  niño  al 
brazo,  anduvo  cuatro  kilómetros  sin  casi  experimentar  fatiga,  á  pesar  de 
que  la  toracentesis,  practicada  inmediatamente,  dio  salida  á  2,500  gra- 
mos de  liquido.  Las  pleuresías  latentes,  que  se  desenvuelven  sin  aparato 
y  matan  por  síncope,  son  las  que  se  encargan  de  suministpar  los  casos 
tan  conocidos  de  grandes  exudados  sin  disnea.  A  menudo  esta  calma  res- 
piratoria no  es  más  que  aparente,  la  respiración  parece  tranquila,  por- 
que es  superficial;  al  menor  esfuerzo  aparece  la  disnea  y  la  palabra  se 
hace  entrecortada.  Pidoux  ha  descrito  bien  los  síntomas  precursores  de 
la  tempestad  en  las  pleuresías  latentes,  que  dice  acostumbran  á  tener, 
sobre  todo:  tendencia  á  un  sudor  intermitente  y  algo  viscoso,  que  á  me- 
nudo no  existe  más  que  en  las  palmas  de  las  manos,  que  parecen  barni- 
zadas; tinte  mate  y  plomizo;  mirada  extraña,  debida  á  la  dilatación  de 
las  pupilas;  pulso  con  un  diámetro  y  elevación  grandes,  pero  muy  débil- 
mente depresible;  un  color,  no  cianótico,  sino  grisáceo,  ó  ligeramente 
morado  de  la  piel,  sobre  todo  debajo  de  las  uñas;  los  pies,  la  nariz  y  las 
orejas  más  frias  al  tacto  que  en  otros  enfermos;  ligero,  edema  de  la  cara; 
meteorismo;  accesos  pasajeros  de  vaga  ansiedad,  acompañados  de  ligera 
•aberración  intelectual,  y  principalmente  la  disminución  de  la  disnea  á 
pesar  de  la  existencia  del  exudado  y  aún  á  veces  de  su  aumento;  sínto- 
mas todos  que,  si  bien  aislados  carecen  de  valor  pronóstico  real^  cuando 
se  reúnen,  lo  tienen  muy  importante. 

A  veces  la  disnea  falta  por  completo  y  debe  entonces  llamarnos  viva- 
mente la  atención  la  presencia  de  accesos  de  sofocación,  momentáneos 
y  pasajeros,  de  suspensiones  respiratorias  instantáneas,  etc. 

Sucede  á  veces,  si  bien  con  menor  frecuencia,  que  la  disnea  es  in- 
tensa con  un  derrame  mediano,  y  en  tales  casos  es  difícil  indagar  su 
causa,  la  importancia  que  debe  darse  al  derrame  y  el  alivio  que  pode- 
mos prometernos  de  la  toracentesis.  La  congestión  pulmonar  intensa, 
que  acompaña  el  principio  de  las  pleuresías,  puede,  según  se  dice,  oca- 
sionar una  momentánea  cesación  funcional  del  pulmón,  y  también  todas 
las  enfermedades,  que  reducen  el  campo  de  la  hematosis,  pueden  coad- 
yuvar á  una  gran  disnea,  á  pesar  de  no  existir  más  que  un  mediano 
exudado.  Un  ejemplo  de  esta  disnea  es  la  observación  siguiente,  que  re- 
cogí en  el  curso  de  4878  á  1879  cuando,  en  calidad  de  alumno  interno, 
estaba  encargado  de  los  estados  de  Clínica  médica. 

Francisca  Millana,  natural  de  Mon tañer,  provincia  de  Lérida,  de  19 
años  de  edad,  de  profesión  zapatera,  de  constitución  robusta,  y  de  tem- 
peramento linfático-nervioso,  entra  en  la  tarde  del  8  de  Noviembre 


490  LA  TORACENTESIS 

de  1878  y  pasa  á  ocupar  la  cama  núm.  20.  En  su  anamnesis  consta  la 
viruela  á  los  nueve  años,  de  la  cual  conserva  huellas;  el  reumatismo  ar- 
ticular agudo,  que  sufrió  en  el  hospital  de  la  ciudad  de  Balaguer,  cuando 
contaba  i5  años,  y  algunos  catarros  bronquiales,  que  no  precisa  bien.  La 
enfermedad  presente  empezó  hace  cinco  días,  con  convulsiones^  frió, 
castañeteo  de  dientes,  horripilación,  etc.,  que  al  cabo  de  media  hora 
desaparecieron,  presentándose  luego  gran  sensación  de  calor,  dolor  in- 
tensísimo en  el  costado  izquierdo,  decúbito  del  lado  afecto,  etc.;  en  el 
momento  de  la  visita,  el  dolor  se  habia  aliviado,  decúbito  lateral  izquier- 
do con  predilección,  respiración  entrecortada,  anhelosa^  superñcial,  que 
se  repite  cuarenta  y  dos  veces  por  minuto,  ortofnea,  venas  del  cuello 
congestionadas  como  también  la  cara,  labios  cianóticos,  roseta  malar 
izquierda,  macidez  en  la  parte  alta  del  costado  izquierdo;  en  el  vértice 
pulmonar  del  mismo  lado,  falta  de  vibraciones  torácicas  y  soplo  tubári- 
co  profundo;  tos  continuada,  esputo  ligeramente  herrumbroso,  sudores 
profusos,  temperatura  de  40",2,  pulso  412  por  minuto,  orinas  escasas  y 
encendidas,  catarro  gástrico  agudo  concomitante,  etc.,  síntomas  que  in- 
ducen á  formar  el  diagnóstico  de  pleura -pneumonia  aguda  y,  en  su  con- 
secuencia, el  profesor  de  la  Clínica  prescribe  la  poción  siguiente: 

Solución  gomosa 200  gramo?. 

Ipecacuana  en  polvo S        » 

Jarabe  de  lechuga 25        » 

Dia  iO. — Gran  disnea,  tos  fuerte,  pocos  esputos,  porque  la  enferma,  á 
causa  de  la  debilidad,  no  puede  expelerlos,  pulso  108,  temperatura  40°. 
Se  suspende  la  poción  anterior  y  se  prescribe: 

Agua  de  menta 300  gramos. 

Ron 150        » 

Jarabe  de  azúcar 40  » 

Dia  10  por  la  tarde. — La  enferma  sigue  con  una  disnea  tan  alarmante 
y  con  síntomas  generales  tan  graves,  que  se  ordena  una  sangría  de  260 
gramos  y  la  poción  siguiente: 

Infusión  de  valeriana dOO  gramos. 

Extracto  de  quina 3        » 

Jarabe  de  diacodion 30        » 

á  pesar  de  lo  cual  fallece  media  hora  después  de  practicada  la  sangría. 

Autopsia.  —  Congestiones  viscerales  extensas:  pulmón  derecho  in- 
tensamente congestionado;  el  izquierdo  con  inflamación  en  el  lóbulo 
superior,  en  período  de  carnificación;  la  pleura  derecha  con  inflama- 
ción flbrino-adhesiva  y  recubierta  en  casi  toda  su  extensión  por  pseu- 
do-membranas  de  formación  reciente  con  escasa  resistencia;  la  pleura 
izquierda  con  exudado  purulento  enquistado  en  la  mitad  superior,  que 
no  pasa  de  un  litro;  en  la  mitad  inferior  pseudo-membranas  fíbrinosas 
como  en  la  otra  pleura;  pericardio  con  esta  última  lesión  y  numerosas 
trabéculas  recientes,  que  se  dirigen  de  la  hoja  visceral  á  la  parietal  y  se 
rompen  al  menor  esfuerzo. 

Dejando  aparte  la  naturaleza  del  exudado,  que  no  ha  podido  diag- 
nosticarse en  el  vivo,  se  comprende  que  es  este  uno  de  los  casos  que 
rechaza  el  exclusivismo  de  Dieulafoy,  no  operando  sino  solo  cuando  se 
trata  de  grandes  derrames. —  Empero  es  fuerza  confesarlo:  ¿la  toracen- 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.  491 

tesis  habría  podido  conjurar  el  peligro?  Mucho  lo  dudamos,  porque  aún 
omitiendo  la  pleuresía  purulenta,  quedaban  lesiones  más  que  suficientes 
para  acabar  con  la  vida  de  la  enferma,  y  si  bien  es  dable  suponer  que  ha- 
bría podido  aliviarse  de  momento,  es  preciso  convenir  también  en  que 
la  toracentesis  no  parecía  estar  indicada  dada  la  exigüidad  relativa  del 
derrame. 

\i — Signos  físicos  suministrados  por  el  derrame. — Un  dato  de  legítimo 
valor,  para  la  indicación  de  la  toracentesis  de  urgencia,  es  la  deforma- 
ción torácica  consiguiente  á  la  presencia  del  derrame,  porque  en  tanto 
este  es  escaso,  no  se  produce  aquella,  en  virtud  de  la  menor  resistencia 
que  opone  el  órgano  pulmonar  á  ser  rechazado,  y  por  lo  mismo  basta 
ver  una  ligera  deformación  exterior  para  que  podamos  asegurar  que  se 
trata  de  un  derrame  abundante.  Esta  dislocación  suele  empezar  por  la 
base  del  pecho  y  va  ascendiendo  á  medida  que  el  derrame  aumenta;  su 
formación  se  debe  á  un  movimiento  de  las  costillas  al  rededor  de  un  eje 
ficticio  que  pasase  por  sus  dos  extremidades,  movimiento  que  tiene  por 
objeto  levantar  las  costillas  y  separarlas  del  eje  antero-superior  del 
tórax;  al  propio  tiempo,  la  extremidad  anterior  de  las  mismas  es  diri- 
gida hacia  delante,  y  por  último,  todo  el  pecho  sufre  un  movimiento  de 
traslación  hacia  el  lado  enfermo  (deformación  oblicua  ovalar),  como  han 
comprobado  Peyrot  y  Ghatelin,  Al  nivel  de  la  deformación,  se  borran  los 
espacios  ínter-costales,  ya  por  presión  del  líquido  interior,  ya  por  pará- 
lisis de  los  músculos  de  estos  espacios,  que  participan  de  la  inflamación 
pleurítica. 

La  respiración  está  perturbada  por  la  presencia  de  un  derrame  co- 
pioso, observándose  unas  veces  que  es  superficial  é  irregular,  y  otras  que 
una  mitad  del  tórax  está  inmóvil,  al  paso  que  la  otra  mitad,  que  es  la 
sana,  conserva  su  respiración  normal,  cuando  no  exagerada. 

Mas  lo  que  sobre  todo  importa,  cuando  nos  decidamos  á  una  inter- 
vención quirúrgica,  es  hacernos  cargo  de  la  respiración  diafragmática  y 
de  la  costal  inferior;  en  los  casos  de  adherencias  costo-diafragmáticas  á 
cierta  altura,  se  observa,  á  cada  inspiración,  una  depresión  muy  marca- 
da de  los  espacios  intercostales,  al  paso  que  las  costillas  son  atraídas  al 
interior  con  fuerza,  mientras  que  el  hipocondrio  del  mismo  lado  queda 
inmóvil,  sino  se  deprime.  Estos  datos  deben  tenerse  muy  presentes  para 
evitar,  en  lo  posible,  los  resultados  desastrosos  que  en  ciertas  ocasiones 
podría  acarrear  la  penetración  del  instrumento  en  el  abdomen,  máxime 
sino  se  emplease  la  aguja  aspiradora. 

Sin  disputa  alguna  está  probado  que  la  macidez  absoluta,  con  pérdida 
de  la  elasticidad  debajo  de  los  dedos,  es  uno  de  los  mejores  signos  de  los 
derrames  pleuríticos,  pero  téngase  en  cuenta  que  también  la  presentan 
otras  lesiones,  como  son:  los  quistes  hidatidicos,  las  esplenizaciones  pul- 
monares, las  degeneraciones  del  mismo  órgano,  los  tumores  hepáti- 
cos, etc.  Sin  embargo,  como  signo  diagnóstico,  es  de  gran  valor,  sobre 
todo  si  se  junta  con  los  datos  suministrados  por  la  auscultación.  Parece 
lógico  creer  que,  cuanto  más  alto  sea  el  nivel  del  derrame  comprobado 
por  la  percusión,  mayor  ha  de  ser  su  cantidad;  mas  sí  bien  esto  es  en 
general  la  regla,  se  observa  muchas  veces  que  el  derrame  aumenta  á 


492  LA  TORACENTESIS 

pesar  del  descenso  de  la  curva  de  Damoiseau;  esto  puede  acontecer  en 
varias  circunstancias:  por  ejemplo,  cuando  un  derrame  se  forma,  va  in- 
terponiéndose entre  el  pulmón  y  la  pared  torácica,  y  puede  suceder  que 
llegue  un  momento  en  que  el  pulmón,  que  resistia  por  su  elasticidad, 
ceda  de  pronto,  observándose  entonces  un  descenso  del  nivel  compro- 
bado por  la  percusión;  lo  propio  acontece  cuando,  en  virtud  de  adheren- 
cias costo-pulmonares  antiguas,  el  derrame  se  vé  obligado  á  ascender  por 
no  aplastarse  el  pulmón  (exudados  en  sábana),  llegando  un  momento  en 
que,  por  la  mayor  tensión  del  exudado,  se  desgarran  dichas  adherencias 
y  el  pulmón  cede  de  pronto;  lo  mismo  ocurre  cuando,  por  el  mayor  peso 
del  derrame  que  se  vá  exudando,  el  diafragma  cede,  etc.  etc.  A  pesar  de 
lo  dicho,  repetiremos  que,  por  regla  general,  á  medida  que  el  exudado 
aumenta,  se  eleva  su  nivel  superior. 

Fundado  en  esto,  Dieulafoy  pretendió  poder  evaluar  la  cantidad  de 
líquido  derramado,  creyendo  que  si  un  derrame  de  1200  gramos  se  ele- 
vaba hasta  la  sexta  costilla,  otro  que  lo  hiciera  hasta  la  tercera  seria  de 
2000  y  así  sucesivamente;  pero  no  tardó  en  retractarse  á  consecuencia  de 
los  desengaños  que  tuvo,  debidos  ya  á  las  causas  citadas,  ya  á  que,  por 
ejemplo,  un  derrame  de  1500  gramos  que  llenara  un  tórax  pequeño,  no 
lo  haria  más  que  en  parte  en  otro  de  grandes  dimensiones. 

Cuando  la  macidez  llega  hasta  la  región  clavículo-mamaria,  limitada 
por  una  línea  oblicua  hacia  abajo  y  adentro,  es  signo  de  un  copioso  der- 
rame; es  excepcional  que  la  sonoridad  desaparezca  por  completo  debajo 
la  extremidad  interna  de  la  clavícula  y  encima  del  pedículo  pulmonar  á 
lo  largo  de  la  columna  vertebral,  y  si  ocurre,  indica  la  existencia  de  un 
derrame  excesivo.  La  sonoridad  sub-clavicular  en  los  casos  de  pleuresía 
se  presenta  con  caracteres  variados,  cuya  interpretación  es  todavía  in- 
completa. El  ruido  llamado  skódico,  más  intenso  y  más  elevado  que  el 
sonido  normal,  puede  encontrarse  en  derrames  de  diversa  cantidad;  pero 
hay  una  sonoridad  sub-clavicular  timpánica,  síntoma  de  infiltraciones 
patológicas,  que  no  siempre  indica  un  derrame  abundante  y  que  puede 
observarse  en  algunas  pneumonías  de  vértice  con  cavernas  extensas  y  su- 
perficiales. 

Un  signo,  que  puede  indicarnos  la  presencia  de  un  exudado  abundan- 
te, es  la  falta  de  la  vibración  torácica;  sabemos  que  para  su  producción 
son  necesarios,  una  tensión  mediana  de  las  paredes  torácicas,  propieda- 
des conductoras  suficientes  por  parte  de  los  pulmones,  tráquea,  bron- 
quios, y  consonancia  de  unos  y  otros  con  los  sonidos  laríngeos;  ahora 
bien,  si  un  líquido,  en  cierto  espesor,  se  interpone  entre  el  pulmón  y  la 
pared  costal,  cesan  estas  condiciones,  y  como  el  líquido  es  menos  con- 
ductor que  los  sólidos,  lógico  es  que  falte  la  vibración  torácica;  pero  la 
incertidumbre  empieza  cuando,  á  pesar  del  líquido,  se  presenta  la  men- 
cionada vibración.  Según  Levasseur  y  Laboulbéne,  la  vibración  torá- 
cica aumentada,  en  la  parte  superior  del  pecho,  en  una  pleuresía  recien- 
te, exenta  de  afección  torácica  anterior,  indica  un  rechazo  y  aplastamien- 
to del  pulmón  en  este  sitio.  Chatelin,  en  los  casos  de  pleuresía,  en  que 
con  una  macidez  completa  de  todo  un  costado  coexisten  las  vibraciones 
torácicas,  sin  debilitación  sensible  desde  la  base  al  vértice  pulmonar, 
cree  que  se  trata  de  un  derrame  en  lámina  ó  de  una  pleuresía  areolar. 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.        493 

Eli  los  casos  de  pleuresías  multiloculares,  en  que  membranas  distendi- 
das por  la  presión  del  líquido  enquislado  unen  el  pulmón  á  la  pared  cos- 
tal, puede  ocurrir  que  la  vibración  torácica  esté  aumentada  á  consecuen- 
cia de  que  las  membranas  mencionadas  vibran  y  trasmiten  sus  vibracio- 
nes desde  el  pulmón  á  la  pared  torácica,  en  el  punto  en  que  se  le 
adhieren,  como  recientemente  lo  ha  demostrado  Jaccoud,  diagnosticando 
por  este  dato  un  tabique  membranoso  que  separaba  dos  departamentos 
pleuríticos.  Por  último,  debemos  manifestar  que  hay  que  ir  con  tiento, 
respecto  al  valor  diagnóstico  de  dicho  dato,  en  los  derrames  copiosos  de 
las  pleuras. 

Por  la  auscultación,  podemos  recoger  datos  de  incontestable  valor 
para  el  diagnóstico  de  los  exudados  copiosos  de  las  pleuras.  En  estos 
casos  se  presenta  cesación  completa  del  murmullo  respiratorio,  debida,  ya 
á  la  interposición  de  una  capa  de  líquido  entre  el  pulmón  y  el  oido  del 
observador,  ya  á  la  compresión  que  sufren  los  alveolos  pulmonares;  se 
observan  también  á  menudo  los  ruidos  respiratorios  en  el  vértice  del 
pulmón,  debidos  á  un  enfisema  complementario,  ó  á  que  el  pulmón,  com- 
primido y  en  inmediata  relación  con  la  pared  costal,  vibra  mejor.  Cuan- 
do el  líquido  va  aumentando,  ocurre  la  presentación  del  soplo  tubárico, 
que  nunca  tiene  el  timbre  metálico  que  en  la  pneumonía;  se  percibe  me- 
jor en  las  expiraciones  que  en  las  inspiraciones,  á  veces  solo  en  las  gran- 
des dilataciones  del  pulmón  y  por  último  llega  un  momento  en  que,  por 
el  mayor  acumulo  de  líquido,  desaparece  por  completo,  lo  cual  se  expli- 
ca porque,  en  un  principio,  para  que  dicho  soplo  tuviera  lugar,  fué  pre- 
ciso que  los  bronquios  sufrieran  cierto  grado  de  compresión;  mas  cuan- 
do, por  la  mayor  cantidad  de  líquido,  fueron  por  completo  aplastados,  no 
pudo  producirse  el  soplo,  en  virtud  de  no  poder  circular  el  aire  por  las 
raices  del  árbol  brónquico. 

Si  mientras  el  explorador  ausculta  hace  hablar  al  enfermo,  no  perci- 
birá su  voz,  ó  cuando  más  la  percibirá  muy  débil,  siempre  que  se  trate 
de  un  gran  derrame;  del  mismo  modo  dejará  en  estas  circunstancias  de 
percibir  la  egofonía,  que  quizás  era  muy  marcada  en  los  dias  anteriores, 
lo  cual  se  debe  á  que  la  voz  de  polichinela  se  presenta  en  derrames  me- 
dianos y  desaparece  cuando,  por  aumento  de  líquido,  la  resonancia  de 
la  voz  ha  de  atravesar  una  capa  más  gruesa  de  líquido  para  llegar  al 
oido  del  que  ausculta.  No  nos  entretendremos  en  hablar  de  la  peclorilo- 
quia  áfona  del  Dr.  Bacelli,  ni  del  examen  del  costado  sano,  porque  lo 
consideramos  desprovisto  de  interés  para  el  diagnóstico  de  los  derrames 
copiosos,  que  constituye  ahora  nuestro  único  objeto,  y  para  terminar 
con  lo  referente  á  la  auscultación,  transcribimos  las  palabras  de  Fernet  y 
D*  Heilly,  en  su  artículo  Pleuresía  del  Diccionario  de  Medicina  y  Cirugía 
prácticas:  «Todos  estos  signos  de  auscultación,  el  soplo,  la  egofonía,  la 
broncofonía,  etc.,  pueden  faltar,  y  no  se  encuentran  más  señales  que  la 
macidez  y  la  ausencia  del  murmullo  vesicular.» 

o.  Dislocaciones  del  corazón  y  del  hígado. —  Todos  los  médicos  están 
contestes  relativamente  al  peligro  que  acompaña  ^  las  pleuresías  iz- 
quierdas, por  la  dislocación  y  desórdenes  funcionales  del  corazón;  mas 
debemos  decir  que,  si  bien  no  en  tanta  escala,  los  mismos  peligros  de- 
bemos temer  para  las  pleuresías  derechas,  como  lo  prueban  las  estadís- 


49  i  LA  T0BACENTESI3 

ticas.  Cuando  se  trata  de  una  pleuresía  que  radica  en  el  lado  izquierdo, 
la  dislocación  del  corazón,  á  lo  menos  en  ciertos  casos,  se  hace  muy  vi- 
sible cuando  el  derrame  llega  á  dos  litros.  Este  cambio  de  relaciones 
anatómicas  del  corazón  es  debido  al  empuje  que  sufre  el  mediastino  y  á  | 

la  posible  desviación  de  la  punta  del  órgano  cardiaco,  después  de  haber 
ocurrido  el  descenso  del  diafragma;  la  punta  puede  quedarse  situada  en 
el  epigastrio,  pero  si  continúa  en  su  movimiento  de  traslación,  y  en  el 
de  rotación  alrededor  de  un  eje  ficticio,  que  pasase  por  la  base  del  ór- 
gano cardíaco,  llega  hasta  colocarse  por  fuera  del  borde  derecho  del  es- 
ternón, donde  claramente  se  perciben  entonces  los  latidos.  A  pesar  délo 
dicho,  téngase  en  cuenta  que  la  dislocación  posible  del  esternón,  hacia 
el  lado  enfermo,  basta  algunas  veces  para  hacernos  creer  en  una  mayor 
dislocación  del  centro  circulatorio,  lo  cual  seria  solamente  un  pequeño 
error  que  nos  haria  apresurar  el  empleo  de  la  toracentesis,  pero  que  im- 
porta evitar  en  lo  posible.  En  las  pleuresías  derechas,  á  igual  cantidad 
de  exudado  líquido,  no  es  nunca  tan  pronunciado  el  cambio  de  lugar  del 
corazón,  salvo  contadas  excepciones,  en  que,  tratándose  de  pleuresías 
izquierdas,  el  corazón  estaba  fijado  por  adherencias  resistentes  que  le 
inmovilizaban. 

Si  se  ti  ata  de  pleuresías  enquistadas,  con  falsas  membranas  espesa- 
das y  duras,  ó  bien  de  pleuresías  crónicas,  el  corazón  vuelve  á  su  antiguo 
sitio  con  gran  lentitud  y  sin  guardar  proporción  con  la  disminución  del 
líquido. 

Cuando  en  estas  circunstancias  el  corazón  se  disloca,  podemos  ob- 
servar como  al  principio  desaparece  su  punta,  después  se  perciben 
latidos  epigástricos  muy  manifiestos,  y,  por  último,  el  choque  cardíaco  se 
observa  á  la  derecha  del  esternón.  Percutiendo  al  principio,  puede  com- 
probarse el  descenso  del  corazón;  más  tarde,  por  una  percusión  profunda, 
se  determinan  sus  límites  á  la  derecha  del  esternón;  pero  en  este  caso  la 
auscultación  dá  resultados  más  precisos.  Dejando  aparte  los  fenómenos 
ulteriores  á  la  dislocación  que  estudiamos,  vemos  que  ciertos  desór- 
denes funcionales  tienen  gran  importancia  bajo  el  punto  de  vista  de  la 
toracentesis  urgente.  Según  Chatelin,  cuando  el  corazón  funciona  mal, 
sus  desórdenes  se  exageran  por  la  aparición  de  un  derrame  que  lo  com- 
prime. 

A  menudo  estos  desórdenes  consisten  en  perturbaciones  en  la  fre- 
cuencia, ritmo  é  intensidad  de  los  latidos  cardíacos  y  son  casi  exacta- 
mente revelados  por  el  pulso;  si  este  se  presenta  pequeño,  depresible, 
frecuente,  irregular,  desigual  é  intermitente,  podemos  considerarlo  como 
una  de  las  indicaciones  más  apremiantes  de  la  toracentesis.  Sin  embar- 
go, no  debemos  esperar  nunca  hasta  la  aparición  de  estos  síntomas;  basta 
que  observemos  dislocación  cardíaca,  sobre  todo  si  el  máximum  de  los 
ruidos  del  corazón  los  percibimos  á  la  derecha  del  esternón,  para  que 
nos  apresuremos  á  la  intervención  quirúrgica. 

En  una  pleuresía  derecha,  sin  adherencias  antiguas,  el  descenso  del 
hígado  será  tanto  más  graduado  cuanto  mayor  sea  la  abundancia  del 
derrame;  este  descenso  puede  comprobarse  á  beneficio  de  la  palpación 
abdominal  y  de  una  percusión  superficial,  que  nos  hacen  reconocerel  bor- 
de anterior  de  la  viscera;  pero  si  no  observáramos  descenso  marcado  del 


NOTABLE  CASO  DE  ÚLCERA  DEL  ESTÓMAGO  495 

hígado,  coexistiendo  síntomas  ostensibles  de  un  derrame  copioso  en  la 
pleura  derecha,  seria  preciso  recelar  la  existencia  de  adherencias  costo- 
diafragmáticas  ó  freno-pulmonares.  En  algunos  casos  el  descenso  del  bor- 
de cortante  del  órgano  hepático,  coexistiendo  con  macidez  hasta  cerca  de 
la  clavícula,  puede  ser  debido  á  la  presencia  de  tumores  del  hígado,  un 
quiste,  por  ejemplo.  Guéneau  de  Mussy,  para  conocer  si  el  diafragma 
está  levantado  ó  empujado  hacia  abajo,  dice  que  basta  buscar  el  extremo 
anterior  de  la  duodécima  costilla,  porque  si  lo  segundo,  se  encontrará 
en  un  punto  más  declive  que  la  extremidad  de  la  costilla  correspon- 
diente en  el  lado  izquierdo,  y  al  revés  si  lo  primero  ocurre.  Damoiseau 
supuso  que,  por  el  descenso  que  experimentaba  el  borde  anterior  del  hí- 
gado, podia  venirse  en  conocimiento  de  la  abundancia  del  derrame;  idea 
es  esta  muy  parecida  á  la  de  Dieulafoy  cuando  quería  llegar  á  los  mis- 
mos resultados  observando  la  elevación  del  borde  superior  del  derrame, 
y  como  ella,  errónea  si  se  la  quiere  considerar  como  absoluta,  pues  lo 
único  aceptable  es  que,  en  general,  cuanto  más  baja  el  hígado  ma- 
yor derrame  se  colecciona  en  la  cavidad  de  la  pleura  derecha.  Según 
Ghatelin,  el  hígado  puede  ser  empujado  hacia  abajo  á  consecuencia  de 
copiosos  derrames  de  la  pleura  izquierda;  pero  en  estos  casos  será  fácil 
encontrar  la  altura  pleximétrica  del  órgano  hepático  más  ó  menos  en- 
sanchada, habida  razón  de  la  congestión  pasiva  que  sufre  á  consecuen- 
cia del  obstáculo  á  la  circulación. 

En  ciertos  derrames  de  la  pleura  izquierda  acontece  que  se  disminu- 
ye, en  un  tercio  y  á  veces  en  dos,  el  espacio  semilunar  comprendido  en- 
tre el  corazón,  borde  del  pulmón  y  bazo,  que  dá  un  sonido  claro  á  la 
percusión,  si  bien  que  la  extensión  de  esta  claridad  á  la  percusión  está 
muy  supeditada  á  las  adherencias  del  pericardio,  de  la  pleura  y  de  cier- 
tas afecciones  abdominales,  que  deberán  tenerse  muy  en  cuenta.  A  más 
del  corazón  y  del  hígado,  son  muchos  los  órganos  que  se  dislocan  á  con- 
secuencia de  la  presión  ejercida  por  un  derrame  abundante,  siendo  entre 
los  más  importantes,  el  bazo,  que  podrá  reconocerse  por  la  percusión, 
en  la  nueva  situación  en  que  fuere  obligado  á  permanecer.  Damoiseau 
cita  el  caso  de  un  pleurítico  con  notable  disfagia,  que  era  causada  por  la 
compresión  sufrida  por  el  exófago. 

Para  terminar  con  lo  referente  á  las  indicaciones  de  la  toracentesis 
de  urgencia,  repetiremos  que  no  solamente  está  indicada  cuando  existe 
un  derrame  copioso,  sino  que  también  cuando  existiendo  mediano  der- 
rame se  presentan  síntomas  funcionales,  preferentemente  cardíacos,  que 
amenazan  la  vida  del  enfermo. 

(Continuará,) 


NOTABLE  CASO  DE  ÚLCERA  DEL  ESTOMAGO, 

POR  D.  P.  Verdós. 

Bien  dicen  aquellos  que  aseguran  que  el  libro  de  la  clínica  es  inter- 
minable. Cada  apartado,  que  se  lee  en  la  larga  historia  del  hombre  en- 
fermo, descubre  á  la  vista  del  clínico  nuevos  objetivos  y  nuevos  fines. 


496  NOTABLE  CASO  DE  ÚLCERA  DEL  ESTÓMAGO. 

que  para  alcanzarlos  será  indispensable  el  concurso  de  muchas  genera, 
ciones.  Cuanto  más  oscuro  y  embozado  se  presenta  un  hecho  á  la  obser- 
vación atenta,  préstase  á  mayor  número  de  conjeturas,  que  en  muchas 
ocasiones  se  truecan  en  manantiales  fecundos  de  luz.  En  materias  clíni- 
cas, por  lo  tanto,  la  oscuridad  dá  luz;  los  casos  difíciles,  enseñan;  y  aún 
cuando  á  veces  no  se  pueda  deducir  de  ellos  dato  alguno  positivo,  se 
consigue  siempre  el  notable  adelanto  de  prevenirnos  para  ulteriores  sor- 
presas. Atendiendo  á  esta  última  afirmación,  voy  á  dar  cuenta  de  un  ca- 
so que  se  hace  interesante  por  varios  conceptos. 

Para  abreviar  tiempo  y  para  apartarme  de  rodeos,  que  tal  vez  no  con- 
seguirían otro  objeto  que  el  de  desviar  la  atención  del  punto  de  vista 
principal,  empezaré  por  decir  que  se  trata  de  un  caso  de  úlcera  del  es- 
tómago fácil  de  diagnosticar  por  el  acabado  cuadro  de  síntomas  que  pre- 
senta, y  de  diagnóstico  fácil  de  defender  por  venir  sancionado  por 
afamados  clínicos.  Una  mujer,  de  treinta  años  de  edad,  virgen  de  sufri- 
mientos, pero  que  ha  agostado  sus  fuerzas  en  pos  del  sensualismo,  tras 
del  cual  corriera  siempre  obcecada  y  sin  freno  que  la:  detuviera  por  tener 
voluntad  y  libre  albedrío  dominados  por  las  brutalidades  del  instinto,  se 
ve  acometida,  en  un  dia  de  orgía  y  de  placer  para  sus  aficiones,  pero  de 
duelo  y  de  amargura  para  su  cuerpo,  por  un  vómito  de  sangre,  que  si  no 
la  abate,  la  preocupa.  Desde  este  instante  la  vida  física  de  nuestra  en- 
ferma ofrece  un  nuevo  aspecto,  no  así  la  moral  que  es  inmutable  en 
ella.  Acerbos  dolores  en  la  región  gástrica  y  en  la  dorsal,  vómitos  repeti- 
dos, unas  veces  de  sustancias  alimenticias,  otras  de  liquido  sanguíneo  en 
toda  su  pureza;  digestiones  pesadas  y  dolorosas,  etc.,  abaten  su  cuerpo 
al  mismo  tiempo  que  van  enervando  su  espíritu.  Este  cúmulo  de  sufri- 
mientos, este  cuadro  clásico  de  la  úlcera  del  estómago,  se  va  sosteniendo 
por  mucho  tiempo,  bien  que  no  sea  suficiente  para  aterrar  á  nuestra  va- 
lerosa enferma. 

Hasta  aquí  la  historia  nada  ofrece  de  particular;  pero  la  curiosidad 
del  clínico  empieza  á  dispertarse  desde  al  instante  en  que  nota  que,  con- 
comitante con  el  proceso  ulcerativo  del  estomago,  se  vino  desarrollando 
en  la  enferma  en  cuestión  un  trastorno  cardíaco,  que  supera  en  impor- 
tancia á  la  dolencia  gástrica.  Accesos  de  palpitaciones  que  aparecen  de 
tarde  en  tarde  en  los  primeros  momentos  de  iniciarse,  pero  cuya  frecuen- 
cia se  acrece  á  medida  que  el  tiempo  trascurre;  revoluciones  cardíacas 
en  completo  desorden,  con  mayor  ímpetu  que  el  regular  y  con  mayor 
frecuencia  que  la  ordinaria;  intensos  dolores  en  la  región  precordial;  sín- 
copes repetidos,  que  se  desarrollan  en  virtud  de  la  más  pequeña  emo- 
ción; pesadillas  que  no  dejan  de  presentarse  más  de  una  vez  cada  no- 
che; hé  aquí  el  cuadro  de  síntomas  cardíacos  que  ha  venido  presentando 
nuestra  enferma.  Detenidos  reconocimientos  de  la  región  del  corazón 
me  han  revelado  que  los  límites  de  la  zona  maciza  no  están  traspasados, 
que  no  existen  ruidos  anormales  y  que  la  punta  del  órgano  de  la  circula- 
ción no  dejó  de  latir  en  el  sitio  que  le  corresponde. 

Mas  no  se  termina  aquí  la  historia.  Si  estas  dos  etapas  del  proceso 
son  bastantes  para  fijar  la  mirada  del  observador,  la  curiosidad  sube  de 
punto  cuando  se  nota  que,  á  estos  dos  grupos  de  síntomas  tan  distintos, 
hay  que  agregar  otro,  representado  por  trastornos  de  la  sensibilidad  y  de 


NOTABLE  CASO  DE  ÚLCERA  DEL  ESTÓMAGO.  497 

la  motilidad  del  lado  izquierdo  del  cuerpo.  En  efecto,  el  poder  kínesódi- 
co  de  los  miembros  del  lado  izquierdo  se  halla  notablemente  apagado;  la 
enferma,  que  tiene  fuerzas  hombrunas,  se  ve  imposibilitada  de  servirse 
de  su  mano  izquierda,  ya  que  le  cuesta  trabajo  levantar  una  silla,  ni  pue- 
de apoyarse  solamente  con  el  pié  izquierdo,  porque  cuando  á  esta  prueba 
se  somete,  titubeando  muy  pronto  daría  con  su  cuerpo  en  el  suelo.  A  su 
vez  la  sensibilidad  de  estas  partes  se  halla  trastornada:  pellizcando  fuer- 
temente la  piel  del  dorso  de  la  mano,  la  del  antebrazo  ó  la  del  brazo,  ape- 
nas llega  á  sentirse  una  ligera  sensación  de  dolor;  y  con  respecto  á  la 
sensibilidad  de  la  palma  de  la  mano,  cabe  decir  que  la  paciente  no  per- 
cibe la  sensación  clara  de  los  objetos,  obtusión  sensual  que  expresa  ase- 
gurando tener  la  mano  constantemente  adormecida. 

Llama  además  en  esta  enferma  la  atención  la  notable  cantidad  de  gor- 
dura y  el  desarrollo  muscular  considerable,  que  se  ha  llevado  á  efecto  en 
el  curso  de  la  enfermedad  y  en  medio  de  los  sufrimientos  de  que  se  ha 
hecho  mérito. 

Los  ensayos  terapéuticos  á  que  se  ha  sujetado  han  dado  por  resulta- 
do la  disminución  notoria  de  todos'los  síntomas.  £1  régimen  lácteo  y  el 
empleo  del  subnitrato  de  bismuto  han  regularizado  un  tanto  las  diges- 
tiones; la  morfina  ha  disminuido  los  fuertes  dolores  gástricos;  la  digital 
ha  regularizado  el  ritmo  cardíaco;  el  doral  ha  despertado  los  poderes  es- 
tesiódico  y  kinesódico  de  los  miembros  del  lado  izquierdo,  en  los  que  se 
hallaban  como  adormecidos.  En  una  palabra,  hoy  dia  la  enferma  está  pa- 
liada. 

No  me  propongo  sentar  afirmación  alguna  sobre  el  caso  que  queda 
transcrito;  el  terreno  es  demasiado  resbaladizo  para  ser  recorrido  con 
paso  firme.  No  me  propongo  ni  puedo  sentar  ^afirmaciones,  porque  ante 
un  caso  de  esta  naturaleza  la  duda  vela  mis  ojos  y  aparecen  ante  mí 
cierto  número  de  suposiciones  acerca  de  las  que  todavía  no  he  tomado 
partido.  Si  pretendo  escudriñar,  como  primer  factor  del  problema,  cuál 
es  la  génesis  del  proceso  ulcerativo  del  estómago,  encuentro  en  él  el  pri- 
mer atolladero  que  me  impide  seguir  adelante.  No  existe  aquí  ningún 
hecho,  ningún  dato  positivo,  para  hacer  creer  que  el  proceso  gástrico  ha 
tenido  su  generador  en  un  órgano  que  había  siempre  dado  muestras  de 
una  robustez  á  toda  prueba.  Más  sensato  es  sospechar  que  esta  úlcera 
tiene  un  origen  algo  lejano,  y  de  esta  suerte  es  más  fácil  enlazar  el  tras- 
torno gástrico  con  el  cardíaco,  el  cutáneo  y  el  muscular.  Pero,  ¿tienen 
estos  procesos  alguna  relación  entre  sí,  yo  me  pregunto  de  continuo? 
Aquí  podría  sospecharse  si  los  trastornos  cardíaco,  muscular  y  cutáneo 
están  sostenidos  por  un  acto  reflejo,  cuya  excitación  partiese  de  la  cavi- 
dad estomacal;  pero  yo  no  me  encuentro  dispuesto  á  aceptar  esta  génesis, 
porque  ni  en  su  evolución  ni  en  su  curso  ha  podido  entreverse  el  carác- 
ter de  los  trastornos  que  están  ligados  á  un  daño  más  ó  menos  distante 
del  sitio  de  donde  pudieron  nacer.  Al  contrario,  trastornos  que  nacen  á 
un  mismo  tiempo,  que  crecen  lenta  y  pausadamente,  pero  que  crecen 
juntos,  y  que  se  mitigan  con  la  misma  regularidad,  sin  que  el  uno  quie- 
ra adelantar  un  paso  al  otro  en  la  ruta  que  van  siguiendo,es  mas  fácil, 
es  más  verosímil  creer  que  su  generador  esté  en  un  mismo  punto.  Y  cada 
vez  que  contemplo  este  triple  sufrimiento  gástrico,  cardíaco  y  periférico 


498  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

quedóme  meditando  sí  seria  cuerdo  pensar  que,  á  la  manera  de  lo  que 
sucede  en  el  bocio  exoftálmico  y  en  otras  enfermedades  análogas^  se  tra- 
taba aquí  de  la  lesión  primitiva  de  algún  centro  nervioso. 

anatomía  de  los  centros  nerviosos,  ^^> 

POR  EL  Dr.  D.   Miguel  A.  Fargas  Roca. 


K.  —Seno  hemisférico  y  asta  de  Ammon. 

Seno  hemisférico. —  Para  completar  la  descripción  que  he  hecho  del 
hemisferio  cerebral,  sólo  faltan  algunos  ligerísimos  detalles,  que,  si  en 
Anatomía  descriptiva  tienen  importancia,  respecto  á  su  utilidad  y  apli- 
cación basta  con  conocerlos  de  una  manera  casi  esquemática. 

Entre  el  pedúnculo,  rodeado  y  abultado  por  sus  núcleos  y  el  gyrus  for- 
nicatiis  ó  circunvolución  del  cuerpo  calloso,  queda  un  seno  angular, 
cerrado  hacia  el  centro  del  hemisferio  por  las  fibras  radiantes,  que  de  la 
región  de  los  núcleos  centrales  van  á  distribuirse  á  dicha  circunvolu- 
ción. Este  seno  (fig.  75,  L),  como  se  comprende,  da  la  vuelta  alrededor 
de  los  núcleos  opto-estriados  por  toda  su  cara  superior,  posterior  é  in- 
ferior, hallándose  interrumpido  hacia  adelante  y  abajo  por  la  solución 
de  continuidad  que  la  cisura  de  Sylvio  interpone  en  la  circunvolución 
del  cuerpo  calloso.  De  aquí  que  este  seno,  en  vez  de  ser  circular,  descri- 
be solo  tres  cuartas  partes  de  círculo,  llamándose  por  ello  canal  circum- 
peduncular,  y  tenga,  relativamente  á  los  núcleos,  una  porción  situada  por 
arriba,  y  otra  por  debajo,  denominadas,  según  su  situación,  superior  é 
inferior,  ó  frontal  y  esfenoidal,  dada  su  relación  con  los  lóbulos  del  he- 
misferio (fig.  46,  50  y  74). 

El  seno  hemisférico,  al  dar  la  vuelta  por  detrás  de  los  núcleos  cen- 
trales, envia  una  prolongación  (fig.  61,  F)  hacia  el  interior  del  lóbulo 
occipital,  llamada  cavidad  androides  ó  prolongación  occipital  del  seno  he- 
misférico. Así  como  las  otras  dos  porciones  del  canal  circumpeduncular 
están  abiertas  alrededor  de  los  núcleos,  la  occipital  está  en  el  espesor 
mismo  del  lóbulo  de  su  nombre;  tiene  mayor  ó  menor  desarrollo,  según 
los  casos,  su  forma  es  digital,  y  sólo  ofrece,  como  particularidad  digna  de 
mención,  una  eminencia  en  su  parte  interna,  el  espolón  de  Morando  re- 
sultante de  la  profundidad  de  la  cisura  calcarina;  por  eso  se  dice  que  es 
una  circunvolución  invertida. 

Dado  este  concepto  del  seno  hemisférico,  se  ve  cuan  feliz  estuvo 
Gratiolet,  cuando,  siguiendo  su  comparación  de  que  el  hemisferio  era 
una  bolsa,  dijo  que  la  circunvolución  del  cuerpo  calloso  representaba  su 
cordón,  y  recuérdese  que,  con  el  nombre  de  esta  circunvolución,  com- 
prendo también  su  prolongación  esfenoidal  ó  hipocampo,  esto  es,  el  gyrus 
fornicatus  completo. 


(1)    Continuación.  —  V.  los  núms.  25,  26,  27,  28,  2*),  30, 31, 32, 33, 3(,  35,  36, 37,  38 
y  39. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  499 

Su  porción  frontal  nos  es  conocida  ya  en  cuanto  tiene  de  especial.  La 
cara  interna  del  núcleo  caudal  y  ta  superíot-  del  tálamo  óptico  se  en- 
cuentran en  ella,  asi  como  la  parte  superioi'  de  la  circunvolución  del 
cuerpo  calloso,  cuya  cubierta  gris  termina  internándose  un  poco  en  la 
cara  inferior  de  dicha  circunvolución. 

La  porción  esfenoidal  tiene  un  órgano,  el  asía  de  Ammon,  dependen- 
cia del  gyrus  fornicatus,  al  cual  se  atribuye  cierta  importancia  en  Fisiolo- 
gía y  en  Patología.  Sus  detalles  anatómicos  son  muy  interesantes.  La 
cara  inferior  del  núcleo  lenticular  tendría  relación  directa  con  esta  parte 
del  seno,  á  no  ser  por  las  fibras  que  antes  he  descrito  y  que  la  cubren; 
la  cinta  óptica  corresponde  ¡i  la  entrada  misma  del  seno,  de  modo  que  lo 
cierra  en  totalidad. 


Flg.  75  -Corte  de  la  parta  posterior  de  loa  UemlsfeHoa  para  poner  al  des- 
cubierto los  tubírctüoa  cuadTÍgfiínlnoa  7  la  raflazlon  da  los  ventrículos 
laterales. 

A  CuarpoealoEO.—fiOlinilula  pineal— C  Pilar  posterior  de  la  hAveda— D  Tubérculos 
cuadrigéminoi  anleriores.— £  Radele  del  Cuerpo  callóla.-  F  Tubíreuloacnidrlgémlnos  pos- 
(arlaras.— G  VilTnlada  VÍguseDS.—lf  Paddnculoieerebslasos  siipai-iorai.— I  Pedúnculos  cere- 

beloios  medloi J  Suela  dsl  cuarlo  vanlrlculo.— K  Padilnculo)  cerebelosos  Inferiores.— Z.  Sano 

hamlsHrloo,  atuve  el  garué  foittícatat  y  los  núclaoi  centrales,  dando  la  vae lia  &  astea  por  su 
pa<-la  piaterlor. 

Asta  de  Ammon  (fig.  76). —  Una  vez  que  el  gynts  fornkattts  salva  la 
extremidad  posterior  ¿  i-odete  del  cuerpo  calloso  para  ir  á  formar  parte 
del  lóbulo  esfenoidal,  recibe  el  nombre  de  circunvolución  del  hipocampo 
y  sufre  algunas  modificaciones.  La  cubierta  gris  de  esta  circunvolución, 
en  vez  de  terminar  sencillamente  con  una  pequeña  reflexión  hacia  aden- 
tro, como  en  el  resto  de  su  longitud,  se  prolonga  mucho  más  en  forma 
de  lámina  y  sufre  en  seguida  otra  inflexión  en  sentido  contrario  á  la  pri- 
mera: de  esto  resulta,  que  la  cubierta  gris  de  la  circunvolución  del  hipo- 


500  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

campo,  al  continuarse  hacia  dentro  del  seno  hemisférico,  forma  como 
una  c/3  colocada  horizontalmente.  La  primera  convexidad  está  dirigida 
hacia  arriba  y  forma  parte  del  hipocampo;  la  segunda,  hacia  afuera,  for- 
ma en  la  cavidad  del  seno  una  eminencia  análoga  al  espolón  de  Morand, 
que  es  el  asta  de  Ammon  (fig.  76.  B).  Esta  capa  de  sustancia  gris,  asi 
doblada,  no  queda  al  descubierto,  sino  que  la  envuelven  distintos  fac- 
tores. 

La  primera  curva  de  la  S,  ó  sea  la  parte  interna  de  la  convexidad  de 
la  circunvolución  del  hipocampo,  está  cubierta  por  una  capa  de  sustan- 
cia blanca,  llamada  subiculum  (fig.  76,  D),  cuyo  grosor  va  aumentado  á 
medida  que  se  acerca  al  borde  de  la  otra  curva,  hasta  la  cual  se  prolon- 
ga, replegándose  también  de  igual  modo  que  la  sustancia  gris* 

La  segunda  curva,  ó  sea  la  convexidad  del  asta  de  Ammon,  está  asi- 
mismo cubierta  poruña  capa  de  sustancia  blanca,  llamada  alveus  (H),que 
se  extiende  por  toda  su  longitud. 

De  los  dos  extremo  de  la  S,  el  superficial  é  interno  se  continúa  di- 
rectamente con  la  cubierta  gris  de  los  hemisferios,  y  el  interno,  libre, 
está  unido  en  toda  su  longitud  á  un  tr<ícttis  de  sustancia  gris,  verdadera 
circunvolución  rudimentaria,  llamado  cuerpo  abollonado  (F),  cuyo  color 
es  gris  y  su  forma  como  el  nombre  indica.  Sin  dificultad  se  ve  nacer  di- 
rectamente de  la  cortera  del  gyrus  fornicatus  y  continuarse  á  lo  largo  del 
borde  libre  del  asta  de  Ammon,  de  modo  que  entre  el  cuerpo  abollonado 
y  la  prolongación  del  subiciUum  se  llena  la  concavidad  de  la  segunda 
curva  ó  asta. 

Por  fuera  de  este  cuerpo  abollonado  y  también  en  el  borde  libre  del 
asta,  continuándose  con  el  alvet^s^  se  encuentra  un  cordón  de  sustancia 
blanca,  algo  aplanado  y  un  poco  desigual,  llamado  cuerpo  frangeado  ó 
bordante  (G).  Este  cuerpo  se  extiende  también  á  todo  lo  largo  del  asta,  y 
por  su  extremidad  posterior  se  continúa  con  los  pilares  de  la  bóveda, 
rodeando  los  núcleos  centrales  hacia  su  parte  superior,  y  terminando, 
como  antes  he  dicho,  en  los  tubérculos  mamilares  y  desde  ellos  en  los 
tálamos  ópticos;  una  pequeña  prolongación  de  su  extremidad  anterior  y 
superior  va  al  espacio  perforado  anterior,  en  vez  de  ir  al  tálamo  óptico 
como  las  demás. 

De  dentro  afuera  encontramos,  pues:  1.*  el  subiculu^  que  parece 
continuarse  por  atrás  con  los  nervios  de  Lancisi,  que  después  describiré; 
%^  elcuerpo  ábollx)ríadOy  dependencia  de  la  circunvolución  del  cuerpo 
calloso; 3.°  el  cMer/)o /roíM/eado,  que  fórmalos  pilares  de  la  bóveda,  si- 
guiendo un  trayecto  parecido  al  del  vendolete  semicircular;  4.°  el  alveusy 
compuesto  de  fibras,  que  se  van  reuniendo  para  constituir  el  cordón 
antes  dicho. 

Todos  estos  factores  constituyen  la  pared  inferior  de  la  porción  esfe- 
noidaldel  seno  hemisférico  (fig.  46);  la  superior,  la  forman  fibras  del 
cuerpo  calloso,  que  aun  he  de  describir,  estando  cerrada  hacia  adentro, 
como  se  ve,  por  lo  cinta  óptica  (fig.  76,  C). 

Este  enrollamiento  de  corteza  gris,  ó  asta  de  Ammon,  comienza  en  el 
hombre  detrás  del  tálamo  óptico,  ó  sea,  cuando  la  circunvolución  del 
cuerpo  calloso  se  llama  hipocampo,  y  termina  en  la  extremidad  del  ló- 
bulo temporal,  en  donde  el  hipocampo  forma  un  gancho,  desapareciendo 


anatom/a  de  los  centros  nerviosos.  501 

también  en  este  sitio  los  distintos  factores  del  órgano  que  me  ocupa;  de 
aqui  el  nombre  de  circunvolución  en  forma  de  gancho.  En  los  mamíferos 
se  prolonga  hacia  la  parte  superior. 

Poco  rae  resta  que  decir  sobre  la  extructura  del  asta  de  Ammon,  des- 
pués de  la  descripción  que  he  hecho  de  los  elementos  componentes  de  su 
sustancia  gris,  al  tratar  de  la  textura  de  la  corteza;  solo  expresaré  que 
las  libras  del  alveus  nacen  de  la  sustancia  gris  del  asta  de  Ammon,  y  que 
•  de  la  sustancia  gris  del  cuerpo  abollonado  parten  también  ñbras  que, 
reunidas  con  las  anteriores,  forman  el  cuerpo  franjeado.  Los  demás  de- 
talles acerca  déla  extructura  del  astado  Ammon,  dados  por  KupfTer  y 
Meynert  (stralum  nioleculare  primum,  Kupffer;  strdtum  lacunosum,  Mey- 
nert;  stratum  radiatum,  Meynert,  ó  alriatum,  Kupffer;  stratum  moleculare 
secundum,  Kupffer)  tienen  una  importancia  secundaria,  siendo  tan  solo 
preciso  recordar  el  stratum  de  células  piramidales  que  describí  al  prin- 
cipio. 


Tig.  76.~Corte  eGqnemáUca  del  astada  Atnrnoii. 

A  Pedanculo  csrabral.—C  Corte  de  ■■cinta  úpUca — E  Cavidad  dula  prolangiclan  Infe- 
rior dsl  sene  hamlsrérlca  ó  voatrlcuto  lateral.— B  Sustaaela  gris  del  hipocampo.— Z)  Subicu- 
lum.^F  Cuerpo  abollonado.— i?  Cuerpo  frangeado.— H  Atvirus. 

Ferrier  considera  inseparables,  bajo  el  punto  de  vista  fisiológico,  el 
asta  de  Ammon  y  la  circunvolución  del  hipocampo,  y  localiza  en  esta  re- 
gión el  centro  de  las  impresiones  táctiles,  asi  como  en  la  circunvolución- 
cuneiforme  el  de  las  impresiones  visuales.  Para  Ferrier,  las  lesiones  del 
hipocampo  destruyen  la  sensibilidad  de  la  mitad  opuesta  del  cuerpo,  y, 
según  dicho  autor,  la  hemianestesia  resultante  de  las  lesiones  de  la  par- 
te posterior  de  la  cápsula  interna,  es  debida  á  la  destrucción  de  fibras 
centrípetas  que  van  á  terminar  en  la  región  del  hipocampo.  Estas  doc- 
trinas, aunque  aceptadas  por  algunos  autores,  son  rechazadas  por  mu- 
chos otros  y  están  en  oposición  completa  con  las  razonadas  conclusiones 
de  Ballet,  al  admitir  una  zona  sensitiva  extendida  á  los  tres  lóbulos,  occi- 
pital, temporal  y  parietal. 

Coulbault,  en  su  estudio  sobre  las  lesiones  del  asta  de  Ammon  en  la 
epilepsia,  llega,  entre  otras,  á  las  conclusiones  siguientes:  i.°  en  ciertos 
epilépticos  existen  lesiones  de  una  ó  de  las  dos  astas  de  Ammon;  2.°  las 


502  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

lesiones  del  asta  de  Ammon  son  frecuentes  en  los  epilépticos,  siendo  la 
causa  y  no  la  consecuencia  de  la  epilepsia;  3.**  se  desprende  de  las  obser- 
vaciones recogidas,  que  estas  lesiones  se  acompañan  de  diversos  desór- 
denes de  la  sensibilidad  general  y  especial.  Estas  conclusiones,  que  no 
son  admitidas  por  todos,  contrastan  notablemente  con  la  extructura  de 
esta  región  (células  piramidales  motoras  como  elemento  fundamental). 
Mucho  falta  descubrir  aun  de  los  centros  nerviosos. 

L. — Fibras  unitivas  ó  gomisurantes. 

Dada  la  extensa  superficie  que  abraza  la  corteza  cerebral,  se  com- 
prende que  sus  distintas  regiones  disfruten  de  independencia  funcional 
relativamente  á  las  demás,  ó,  que  de  no  ser  así,  han  de  existir  elementos 
destinados  á  poner  en  comunicación  directa  las  distintas  partes  de  la 
sustancia  gris  cortical  de  un  mismo  hemisferio.  Lo  que  sucede  en  un  he- 
misferio aislado,  sucede  para  los  dos,  que  también  están  intimamen- 
te unidos  uno  á  otro  á  beneficio  de  comisuras,  que  convierten  los  dos 
hemisferios  en  un  solo  órgano,  el  cerebro,  de  funciones  solidarias  y  aso- 
ciadas. 

Las  fibras,  que  ponen  en  comunicación  tan  distintas  regiones,  for- 
man diversos  hacecillos,  que  pueden  dividirse  en  dos  grupos:  unos  que 
sirven  de  lazo  entre  las  distintas  partes  de  un  mismo  hemisferio,  y  otros 
que  relacionan  las  partes  similares  de  ambos  hemisferios. 

Meynert  ha  formado  de  estos  hacecillos  su  sistema  de  asociación,  y 
Luys  el  de  las  fibras  comisurantes.  Ambas  denominaciones  son  aceptables 
y  conformes  con  los  hechos:  si  empleo  con  preferencia  el  nombre  de 
fibras  uíiitivas,  es  porque,  siendo  tan  usado  por  los  autores  como  aquellos, 
no  pertenece  á  ninguna  nomenclatura  que  suponga  conceptos  generales 
determinados. 

Fibras  unitivas  de  un  mismo  hemisferio.  La  corteza  cerebral  está 
unida  en  todas  sus  partes,  en  cada  hemisferio,  por  estas  fibras,  que  si 
bien  son  admitidas  por  todos  los  autores,  son  aun  muy  poco  conocidas. 
Actualmente  solo  es  posible  describir  cierto  número  de  hacecillos,  algu- 
no de  los  cuales  no  están  por  el  presente  del  todo  demostrados. 

Fibras  propias.  Son  un  conjunto  de  hacecillos  muy  abundantes  en  to- 
das las  regiones  de  los  hemisferios  y  destinado  á  poner  en  comunicación 
las  circunvoluciones  vecinas.  Fueron  descritas  por  Gratiolet  con  el  nom- 
bre de  fibras  propias;  otros  las  llaman  fibras  arquedns,  Meynert  fibras  de 
asociación  y  Carpenter  comisura  longitiidi^ial  superior.  Toman  nacimien- 
to en  el  vértice  de  cada  circunvolución  y  se  agrupan  en  un  hacecillo 
laminar,  situado  inmediatamente  debajo  de  la  corteza  gris,  á  la  cual  for- 
man como  algo  parecido  á  un  forre;  rodean  la  parte  profunda  de  la  cisu- 
ra y  ascienden  otra  vez  en  la  parte  más  saliente  del  núcleo  blanco  de  la 
circunvolución  inmediata,  en  donde  terminan;  estos  hacecillos  se  en- 
cuentran en  todas  las  regiones  del  hemisferio.  No  siempre  es  su  trayecto 
tan  corto  que  alcance  dos  circunvoluciones  solamente;  á  veces  se  ex- 
tienden á  la  tercera,  y  aún,  si  bien  en  contados  casos,  á  la  cuarta.  Estos 
hacecillos  forman  una  concavidad,  que  aloja  la  anfractuosidad  correspon- 
diente, y  el  sitio  en  que  están  más  desarrollados  es  la  ínsula  de  Reil,  en 


ANATOMÍA  DE   LOS  CENTROS   NERVIOSOS.  503 

donde  no  es  difícil  observarlas,  ya  por  disociación  en  cerebros  conserva- 
dos en  el  alcohol,  ya  bien  por  medio  de  cortes.  Nada  se  sabe  hoy  de  si 
penetran  ó  no  en  la  corteza  cerebral,  aunque,  como  he  dicho  antes,  seles 
suponen  conexiones  con  las  células  de  la  quinta  capa,  cuyo  eje  es  para^- 
lelo  á  estas  íibras.  Sus  funciones  se  presumen,  pero,  dada  su  existencia, 
su  conocimiento,  más  ó  menos  exacto  y  preciso,  en  nada  contribuye  á  es- 
clarecer la  Fisiología  cerebral. 

Fibras  del  gynis  fornicatus.  Levantando  la  sustancia  gris  de  la  circun- 
volución del  cuerpo  calloso,  se  descubre  un  grueso  manojo  de  íibras,  que 
tiene  una  dirección  longitudinal,  y  que,  siguiendo  el  mismo  trayecto  que 
dicha  circunvolución,  se  extiende  desde  el  lóbulo  frontal  hasta  el  tempo- 
ral, rodeando  por  detrás  al  cuerpo  calloso.  Conserva  el  mismo  espesor 
en  todo  su  trayecto,  en  razón  á  que  contribuyen  á  formarle  fibras  que 
entran  y  salen  de  las  circunvoluciones  inmediatas,  formando  otras  tan- 
tos hacecillos  accesorios  de  poca  longitud;  pero  con  todo,  parecen  indu- 
dables fibras  extendidas  directamente  desde  la  punta  del  lóbulo  frontal 
á  la  del  temporal.  Deben  considerarse  como  análogos  á  este  hacecillo  los 
nervios  de  Lancisi,  que  luego  describiré.  Este  manojo  de  fibras,  dadas 
las  regiones  que  pone  en  comunicación  y  dado  su  trayecto,  podria  consi- 
derarse como  propio  de  la  tercera  circunvolución  primitiva. 

Hacecillo  lojigitiidinal  superior. — Es  un  manojo  de  fibras  que  toma  su 
origen  en  las  partes  corticales  del  lóbulo  frontal  y  que  se  dirige  hacia 
atrás,  al  través  del  centro  oval,  hasta  el  lóbulo  occipital;  está  formado 
de  fibras  largas  y  cortas  y  pone  en  comunicación  los  lóbulos  frontal,  pa- 
rietal y  occipital.  Por  su  posición  y  por  su  trayecto,  parece  propio  de  la 
segunda  circunvolución  primitiva. 

Hacecillo  longitudinal  inferior.  Parte  de  la  punta  del  lóbulo  temporal 
y  llega  hasta  el  occipital  por  buen  número  de  fibras  directas  que  contie- 
ne; entran  también  en  su  constitución  fibras  cortas,  que  establecen  rela- 
ciones entre  las  circunvoluciones  vecinas.  Es  de  los  más  fáciles  de  pre- 
parar, ya  sea  por  disociación,  ya  por  medio  de  cortes. 

Hacecillo  unciforme.  Manojo  de  fibras  extendido  desde  el  lóbulo 
frontal  al  temporal;  nace  en  el  primero  y  especialmente  en  la  tercera 
circunvolución  frontal,  y  formando  un  hacecillo  que  atraviesa  la  profun- 
didad de  la  cisura  de  Sylvio,  va  á  terminar  en  las  circunvoluciones  del 
lóbulo  temporal;  tiene  íntimas  conexiones  con  el  antemuro,  al  cual  se- 
para del  núcleo  lenticular,  y  forma,  por  consiguiente,  parte  de  la  cáp- 
sula externa.  Estas  relaciones  acaban  de  justificar  el  que  se  considere  á 
la  sustancia  gris  del  antemuro  como  una  dependencia  de  la  quinta  capa 
de  la  corteza  gris. 

Bastante  más  se  ha  dicho  acerca  de  estas  fibras  unitivas,  pero  lo  an- 
terior es  lo  único  que  puede  admitirse  con  visos  de  certeza.  No  es  esto 
decir  que  no  existan  otras  fibras  unitivas  que  las  descritas:  son  estas  en 
gran  número,  aunque  desconocidas  en  su  mayor  parte. 

Dado  lo  rudimentarios  de  estos  conocimientos,  es  muy  difícil  descri- 
bir las  relaciones  que  una  determinada  circunvolución  tiene  con  las  res- 
tantes del  mismo  hemisferio,  á  pesar  de  que  esto  seria  muy  útil  á  la  Fi- 
siología cerebral;  porque  conocidas  en  parte  ó  sospechadas  las  funciones 
de  una  circunvolución,  dando  por  sentada  la  teoría  de  las  localizaciones, 


504  REVISTA  DE  LARINGOLOGÍA. 

podría  buscarse  la  influencia  que  puedan  tener  unas  con  otras  y  el  con- 
curso que  mutuamente  se  prestan;  porque  es  indudable,  que,  aún  admi- 
tiendo la  teoría  de  las  localizaciones  en  todo  rigor,  no  puede  suponerse 
que  cada  región  de  la  corteza  cerebral  disfrute  de  tal  autonomía,  que  no 
sea  preciso  el  armonioso  concierto  de  las  demás  para  que  las  múltiples 
y  variadas  manifestaciones  de  la  actividad  cerebral  ofrezcan  esta  uni- 
dad y  consecuencia,  y  la  concordancia  de  unos  actos  con  otros  que  se 
observa  en  pleno  estado  fisiológico. 

Ensayaré  el  poner  un  ejemplo,  simplemente  para  que  se  comprenda 
cuánto  le  falta  alcanzar  en  este  punto  á  la  Anatomía  de  los  centros  ner- 
viosos para  llegar  á  la  perfección.  La  circunvolución  parietal  ascendente 
está  en  relación  con  las  circunvoluciones  del  lóbulo  occipital,  mediante 
las  fibras  del  hacecillo  longitudinal  superior;  al  mismo  tiempo  tiene  co- 
municaciones extensas  con  su  congénere,  la  frontal  ascendente,  por  me- 
dio de  las  fibras  propias  y  con  las  circunvoluciones  del  lóbulo  frontal,  por 
las  mismas  fibras  del  hacecillo  antes  nombrado.  De  la  misma  manera, 
puede  decirse,  que  la  segunda  circunvolución  frontal  está  unida  á  las 
frontal  y  parietal  ascendentes  por  el  hacecillo  longitudinal  superior,  y  al 
mismo  tiempo  con  la  primera  y  tercera  frontales  por  fibras  que  siguen 
distintas  direcciones.  Por  otra  parte,  existen  fibras  extendidas  de  la  pri- 
mera á  la  tercera  frontal,  que  pasan  por  debajo  de  la  segunda  sin  con- 
traer con  ella  conexiones. 

Lo  que  acabo  de  decir,  indica  la  grande  utilidad  de  este  estudio,  el 
dia  que  haya  alcanzado  la  precisión  requerida;  pero  es  quizás  el  estudio 
más  difícil  de  la  Anatomía  cerebral,  y  por  este  motivo  es  aún  tan  defec- 
tuoso. Si  bien  algunos  autores  de  Fisiología  dan  muchos  detalles  sobre 
este  punto,  es  porque,  demostrada  la  existencia  y  la  importancia  de  las 
fibras  unitivas,  se  han  entretenido  en  forjar  el  trayecto  de  hacecillos, 
que  un  ilusorio  modo  de  concebir  la  Fisiología  cerebral  hacía  indispen- 
sables para  la  comprensión  de  sus  lucubraciones.  En  el  terreno  positivo 
de  los  hechos,  la  existencia  de  las  fibras  unitivas  da  una  base  y  aclara 
una  necesidad  para  el  estudio  de  las  funciones  cerebrales;  representa  un 
principio  que,  aplicado  á  los  casos  concretos  y  á  cuestiones  de  detalle, 
ofrece  más  garantías  para  teorías  é  hipótesis  pasajeras  y  haladles,  que 
para  la  demostración  de  hechos  y  de  fenómenos  poco  comprensibles  en 
el  estado  actual  de  la  ciencia. 

{Continuará.) 


REVISTA  DE  LARINGOLOGÍA, 
POR  EL  Dr.  Federico  Castells  Ballespí. 


Laringlamo  del  adulto.^Krishaber  refiere  un  hecho,  en  los  Anruües 
des  maladies  de  Voreille  et  du  larynx,  que  se  relaciona  con  los  que  Char- 
cot  ha  descrito  bajo  el  nombre  de  vértigo  laríngeo:  trátase  de  un  espas- 
mo de  la  glotis,  que  se  presenta  aislado  y  separadamente  de  la  ataxia 


REVISTA  DC  LARINGOLOGÍA.  505 

locomotriz  ó  de  la  histero-epilepsia.  Un  enfermo,  de  32  años,  que  gozaba 
de  buena  salud  habitual,  fué  sobrecogido  por  accidentes,  que  consistian 
en  aturdimientos  ó  vértigos  seguidos  alguna  vez  de  pérdida  de  conoci- 
miento de  corta  duración.  Tales  accesos  podian  repetirse  muchas  veces 
en  un  mismo  dia,  y  el  enfermo  comparaba  ese  aturdimiento  al  produci- 
do por  un  golpe  recibido  sobre  la  cabeza;  pero,  cosa  importante,  se  daba 
cuenta  perfecta  de  que  el  fenómeno  inicial  partia  de  la  laringe,  y  cada 
vez  llevaba  las  manos  al  cuello.  Y,  en  efecto,  razonando  atentamente, 
Krishaber  pudo  convencerse  de  que,  en  todos  los  accesos,  ligeros  ó  per- 
sistentes, fueran  ó  no  seguidos  de  pérdida  del  conocimiento,  dos  fenóme- 
nos dominaban  la  situación;  el  primero,  premonitorio,  era  una  tos  muy 
ligera  y  poco  ruidosa,  pero  sucesiva  y  rápida,  como  las  últimas  quintas 
de  tos  de  la  coqueluche;  el  segundo,  la  detención  de  todos  los  músculos 
de  la  respiración.  El  enfermo  dejaba  de  respirar  bruscamente,  y  todo  el 
aparato  motor  era  afectado  á  la  vez.  Cuando  se  producía  la  pérdida  del 
conocimiento,  seguia  inmediatamente  al  ruido  respiratorio,  y  duraba 
pocos  segundos.  No  se  presentaba  espuma  en  la  boca,  ni  micción  invo- 
luntaria; el  acceso  era  muy  parecido  al  vértigo  epiléptico,  sin  que  mar- 
cara la  epilepsia,  por  cuanto,  pasada  la  crisis,  no  quedaba  ni  estupidez 
ni  laxitud.  El  examen  laringoscópico  no  dio  más  que  resultados  negati- 
vos y  el  enfermo  no  pudo  ser  observado  durante  largo  tiempo  para  que 
el  resultado  del  tratamiento  pudiera  ser  confirmado. 

Es  Gharcot  quien  ha  observado  el  primer  hecho  de  vértigo  laríngeo: 
referíase  á  un  individuo  de  55  años,  gotoso,  afecto  de  accesos  de  tos  es- 
pasmódica,  durante  los  cuales  perdia  alguna  que  otra  vez  el  conoci- 
miento. 

En  otro  enfermo,  se  producían  también  pequeñas  quintas  de  tos  se- 
ca, seguidas  de  esa  inmediata  pérdida;  en  este,  se  referían  los  fenóme- 
nos tan  pronto  á  la  asfixia  como  al  síncope,  por  cuanto,  durante  el  ac- 
ceso, el  enfermo  se  ponia  amoratado  y  turgente,  juntándose  á  estos 
síntomas  contracciones  de  la  cara  y  del  brazo;  nunca  presentó  fenóme- 
no alguno  epiléptico;  tenia  unos  quince  ataques  diarios,  que  alguna  vez 
determinaban  su  caida  al  suelo;  cuando  la  caida  no  tenia  lugar,  no  ex- 
perimentaba más  que  una  sensación  vertiginosa;  todas  las  crisis  eran 
precedidas  de  una  sensación  de  cosquilleo,  que  referia  al  nivel  de  la  la- 
ringe. Curó  este  enfermo  bajo  la  influencia  de  cauterizaciones  de  la  fa- 
ringe y  de  la  administración  de  bromuro  potásico  al  interior. 

Charcot  observó  un  caso,  en  el  que  se  ofrecía  el  enfermo  afecto  de  as- 
ma, complicada  con  bronquitis,  y  que  alguna  vez,  fuera  de  los  accesos, 
era  presa  de  una  sensación  de  cosquilleo  y  de  quemadura  en  la  larin- 
ge, seguida  inmediatamente  de  tos  y  de  pérdida  completa  del  conoci- 
miento, complicada  con  convulsiones  de  las  extremidades.  Este  enfermo 
murió. 

Krishaber  hace  observar  (Journal  de  Med,  et  Chirurg.)  que  en  todos 
estos  casos  no  existia  lesión  demostrada  de  la  laringe,  y  á  ellos  solos  es 
á  los  que  debe  aplicarse  el  nombre  de  vértigo  laríngeo;  el  espasmo  y  la 
pérdida  de  conocimiento  consecutivos  á  los  pólipos  ú  otras  lesiones  son 
de  noción  vulgar  y  no  deben  figurar  en  el  cuadro  de  la  afección  descrita, 
cuya  causa  es  absolutamente  desconocida.  No  estará  demás  tener  pre- 


506  REVISTA  DE  LARINGOLOGÍA. 

senté,  bajo  el  punto  de  vista  del  diagnóstico  de  esta  afección,  que  el  es- 
pasmo de  la  glotis  existe  en  ciertos  casos  de  ataxia  locomotriz  y  puede 
constituir  por  mucho  tiempo  el  único  signo  premonitor  de  esta  enferme- 
dad. Será  por  tanto  prudente  y  aún  necesario,  en  presencia  de  un  caso 
de  este  género,  inquirir  si  existen  otros  signos  que  permitan  suponer  la 
existencia  de  la  ataxia  en  su  principio. 

Por  nuestra  parte  añadiremos  á  las  atinadas  observaciones  transcri- 
tas, una  propia.  Dos  casos,  que  hemos  observado  en  nuestra  clientela, 
corresponden  perfectamente  al  diagnóstico  de  vértigo  laríngeo.  En  mu- 
chos otros  nos  seria  permitido,  por  razones  especiales,  dudar  de  su 
completa  similitud  para  con  los  relatados.  Pues  bien,  en  los  primeros, 
que  corresponden  á  sexo  distinto,  creímos  ver  claro  que  existia  comple- 
ta relación  entre  los  abusos  venéreos  y  los  accesos  de  vértigo  laríngeo 
que  tuvimos  ocasión  de  tratar,  empleando  á  este  objeto  inhalaciones 
fenicadas  y  monobromuro  de  alcanfor  al  interior. 

Congreso  internacional  de  laringologia.^Hace  cerca  de  dos  años  fué 
celebrada  en  Milán  la  primera  sesión  de  este  Congreso,  y  á  la  verdad, 
cuanto  más  se  estudian  los  trabajos  contenidos  en  el  Compte-rendu,  pu- 
blicado por  su  infatigable  organizador  y  Presidente  el  Dr.  Ch.  Labus,  me- 
jor se  reconoce  la  trascendencia  de  la  expresada  reunión,  á  la  que  con- 
currió gran  número  de  prácticos  de  todos  los  países,  no  siendo,  afortu- 
nadamente, el  nuestro,  el  que  obtuvo  en  él  menor  representación,  ni  de 
valía  escasa. 

En  la  imposibilidad  de  dar  aquí  los  extensos  detalles  que  merecen  la 
gran  mayoría  de  los  discursos  pronunciados  durante  las  sesiones,  y  sién- 
donos sumamente  difícil  especificar  las  condiciones  que  revisten  las  ex- 
celentes Memorias  que  fueron  objeto  de  concienzuda  deliberación  por 
parte  del  Congreso,  no  menos  que  las  circunstancias  que  pudieran  hacer 
aceptables  algunos  de  los  instrumentos  que  se  presentaron,  limitaremos 
hoy  nuestro  deseo,  consignando  algunos  de  los  temas  que  fueron  allí  sos- 
tenidos por  nuestros  compatriotas,  sin  perjuicio  de  que,  cuando  el  tiem- 
po y  el  espacio  nos  lo  permitan,  ampliemos  esas  noticias  y  hagamos  men  • 
cion  de  las  demás. 

Acción  patológica  del  tabaco  sobre  la  garganta. -r  El  Dr.  La  Sota,  de 
Sevilla,  cuyos  estudios  en  la  especialidad  laringológica  son  bien  conoci- 
dos, ocupó  la  atención  del  Congreso  sobre  aquella.  Entre  las  alteraciones, 
que  deben  atribuirse  á  este  agente,  cuenta  la  angina  eritematosa,  carac- 
terizada por  una  coloración  roja  marcada  de  la  mucosa  del  paladar,  de 
los  pilares,  de  las  amígdalas,  de  la  pared  posterior  y  la  bóveda  faríngea; 
la  higiene,  el  abstenerse  de  fumar  y  algún  gargarismo  refrigerante  pue- 
den bastar  para  la  curación.  La  angina  vesiculosa  se  encuentra  en  los 
individuos  que  fuman  cigarros  puros  y  á  la  vez  los  mascan;  la  mucosa 
del  paladar  se  presenta  afectada,  caracterizándose  por  una  coloración 
roja  brillante,  con  numerosas  vesículas  miliares  transparentes,  de  con- 
sistencia gomosa  ó  gelatinosa,  que  unas  dan  lugar  á  escoriación  y  otras 
se  secan,  formando  manchas  iDlanco-grisáceas.  La  angina  granulosa,  la 
más  rebelde  de  las  nicotínicas,  es  admitida  por  todos  los  laringólogos. 


REVISTA  DE  LARINGOLOGÍA.  507 

Deduce  el  Dr.  La  Sota  la  necesidad  de  que  se  abandone  por  completo  el 
uso  del  tabaco  para  la  curación  de  estas  formas, 

Laríngopatia  gástrica. -El  Dr.  D.  Rafael  Ariza,  justamente  afamado 
especialista  de  Madrid,  tras  la  exposición  de  sus  ideas  en  este  asunto,  llegó 
á  las  siguientes  conclusiones: 

1.°  Existe  una  forma  de  hiperestesia  laríngea,  no  descrita  aún,  que 
debe  ser  denominada  laringopatía  gástrica. 

S.'*  La  intensidad  de  los  sufrimientos  laríngeos,  la'ausencia  de  signos 
objetivos  en  la  laringe  y  la  presencia  de  síntomas  dispépticos  bastan 
para  establecer  el  diagnóstico  ¡diferencial. 

3.*"  En  los  casos  de  laringopatía  gástrica,  la  dispepsia  es  siempre  de 
fecha  más  antigua  que  la  enfermedad  de  la  laringe;  no  obstante,  los  enfer- 
mos no  se  quejan  más  que  de  la  garganta. 

4."*  Para  obtener  la  curación  es  preciso  dirigir  el  tratamiento  á  la 
dispepsia,  puesto  que  es  ella  la  que  tiene  bajo  su  dependencia  los  sínto- 
mas laríngeos. 

Tisis  laringes  idiopática:  signos  objetivos  que  la  revelan  al  laringes 
copio.— El  mismo  Dr.  Ariza  apoyó  en  este  punto  las  conclusiones  que 
siguen: 

!.•  Debe  rehacerse  el  capítulo  de  las  laringitis  plásticas  é  hipertró- 
ficas, y  referirlas  en  la  mayor  parte  de  casos  á  la  tuberculosis  del  órgano 
vocal. 

2.°  Los  verdaderos  pólipos,  que  nacen  en  las  laringes  afectadas  de 
hipertrofia,  participan  también  del  carácter  tuberculoso  propio  de  la 
laringitis,  y  no  deben  ser  operados  sino  cuando  ponen  en  peligro  emi- 
nente la  vida  del  enfermo. 

3.*  La  tuberculosis  laríngea,  que  toma  la  forma  hiperplásica  ó  poli- 
posa, es  casi  siempre  idiopática. 

4.*  Sin  pretender  decidir  acerca  de  la  mayor  ó  menor  frecuencia  de 
la  idiopatía  ó  deuteropatía  del  tubérculo  laríngeo,  opina  que  la  tisis 
laríngea  afecta  preferentemente  la  forma  ulcerosa  cuando  coexiste  con 
la  alteración  pulmonar,  y  que  es  entonces  difícil  de  averiguar  en  qué 
órgano  ha  comenzado  la  afección. 

5.°  En  las  tisis  hipertróficas,  los  enfermos  conservan  generalmente 
un  grado  relativo  de  vigor  y  de  buena  salud,  hasta  tanto  que  se  presenta 
el  período  de  ulceración: 

Y,  en  fin,  como  corolario: 

6."*  Las  tuberculosis  laríngeas  hipertróficas  pueden  ser  contenidas  y 
aun  curadas  á  beneficio  de  una  excelente  higiene  y  de  un  tratamiento 
general,  sabiamente  dirigido  bajo  el  triple  punto  de  vista  farmacológico, 
climatológico  é  hidrológico. 

Nuestros  lectores  apreciarán  la  importancia  que  revisten  esas  deduc- 
ciones, que  demuestran  á  la  vez  en  sus  autores  un  sagaz  espíritu  de 
observación  y  el  talento  clínico  necesario  para  las  investigaciones  pro- 
pias de  la  laringología. 


503  REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA. 


REVISTA  CRITICA  BIBLIOGRÁFICA, 

POR  J.    ViLASECA  MeRCADÉ. 


Utilidad  general  de  la  gimnasia  y  acción  que  ejercen  sobre  el  organismo  ha- 
mano  sus  diferentes  ejercicios,  por  el  Dr.  D.  David  Ferrer  y  Mitjana. 

La  educación  gimnástica  marcha  al 
compás  de  la  civilización  de  los  pue- 
blos. 

Ferrer  t  Mitjana. 

Con  este  lema  encabeza  el  autor  un  escrito  laureado  en  el  certamen 
último— 25  Agosto  de  4881— del  Ateneo  ígualadino.  El  Profesor  del  gim- 
nasio y  alumnos  propusieron  aquel  acertado  tema,  y  sobre  la  obra  pre- 
miada presento  mi  critica,  más  lacónica  que  mi  deseo,  amoldándome 
al  orden  y  epígrafe  de  los  seis  capítulos  de  que  consta. 

Concepto  de  la  Gimnasia.  Es  bastante  confuso,  por  no  haberla  defini- 
do.— Por  una  paite,  parece  admitir  la  gimnasia  como  sinónimo  de  gesta 
ó  higio' dinámica — criterio  del  cual  disentimos,  conformándonos  con  el 
de  los  AA.  de  higiene,— y  por  otra,  las  conceptúa  diferentes.  Si  lo  prime- 
ro, es  extraño  no  ver  adoptadas  las  divisiones  de  aquellos  en  la  Gesta;  y 
si  lo  segundo,  no  vemos  explicación  que  legitime  la  diferencia.  La  gim- 
nasia se  divide  en  general  y  propia^  especial  y  académica^  comprendiendo 
en  esta  última  la  serie  de  ejercicios  que  tienen  lugar  en  los  gimnasios  mO' 
demos.  La  metodología  escasea  y  resulta  perjudicada  una  buena  parle 
del  opúsculo,  dedicada  muy  especialmente  á  la  gimnasia  propia. 

Gimnasia  en  la  antigüedad  y  en  los  tiempos  modernos.  La  clase  de  gim- 
nasia á  que  se  entregaban  los  antiguos  permanece  entre  tinieblas En 

los  mismos  tiempos  antiguos  se  dio  desde  Heródico,  maestro  de  Hipócrates^ 
— cerca  cinco  siglos  antes  de  Jesu^Crislo—gran  importancia  á  la  gimnasia 
médica  (¿á  qué  atenernos?)  Galeno,  Leaton^  Hipócrates,  Homero  con  su 
Odisea^  libros  8.^  y  i2.^é  Uiada^  Plutarco,  Marco  Julio  Cicerón  con  su 
libro  2.^  de  la  elocuencia,  y  demás  aducidos,  no  aclaran  aquella  duda,  al 
paso  que  Giné  ú  otro  historiador  de  la  Medicina,  obedeciendo  al  orden 
cronológico,  señala  las  relaciones  de  la  gimnasia  con  la  medicina,  po- 
lítica y  filosofía  antiguas,  y  por  complemento,  la  Historia  universal 
nos  revela  el  parentesco  del  gimnasio  de  Esparta  con  las  leyes  de  Licur- 
go (898  años  antes  de  J.  C);  las  del  ateniense  con  el  legislador  de  Solón 
(333  años  antes  de  J.  C);  el  enlacé  de  la  gimnasia  con  los  juegos  olím- 
picos (importados  por  Hércules  y  renovados  803  años  antes  de  J.  C);  el 
objeto  político  que  tales  juegos  entrañaron  para  Grecia,  y  en  fin,  las  di- 
ferencias entre  el  gimnasio  griego  y  las  palestras  de  los  romanos.— Apar- 
te de  que  el  o^Libro  de  las  fracturas  y  el  de  las  articulaciones:!),  atribuidos  á 
Hipócrates,  significan  que  la  luz  de  la  gimnocologia  habia  penetrado  en 
la  cirugía.— Difícil  es  historiar  las  postrimerías  de  la  edad  antigua,  la 
media  y  principios  de  la  moderna;  así  que  pasamos  d  fines  del  siglo  xvi^ 
para  hallar  en  Mercurial  un  sostenedor  déla  gimnasia,  cuya  historia,  re- 


REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA  509 

lativa  á  los  siglos  xvii  y  xviii  y  actual,  recorre  el  Sr.  Ferrer  con  método 
y  sin  escasear  citas  bibliográficas  —Por  conclusión,  imitamos  á  Levy 
(Hygiéne  publique  et  privée).  «La  antigüedad  divinizó  la  fuerza  corpo- 
ral en  Hércules,  é  inventó  la  gimnasia  menos  con  objeto  higiénico  que 
con  el  deformar  atletas  y  soldados.  La  sociedad  moderna  tiende  á  go- 
bernarse por  la  inteligencia...  Esto  explica  el  lujo  de  instituciones  gim- 
násticas entre  los  antiguos,  y  su  ausencia  entre  los  modernos.» 

Utilidad  general  de  la  gimnasia.  Esta  conviene  d  todos  los  individuos^ 
pues  el  ejercicio  es  condición  indispensable  de  todos  los  órganos^  cuya  con- 
dición no  autoriza  á  decir  que  aquella  convenga  á  todos;  y  aunque  la 
vida  no  se  concibe  sin  el  movimiento^  uno  y  otra  se  conciben  y  existen  sin 
el  ejercicio  gimnástico.—Partiendo  de  las  condiciones  variables^  que  hay 
que  tener  en  cuenta  al  tratar  del  ejercicio  conveniente  á  cada  individuo^ 
siguen  extensas  consideraciones  relativas  á  las  edades,  sexos,  tempera- 
mentos, constituciones  y  profesiones^  que  en  suma  nos  parece  Patología, 
Fisiología,  Higiene,  especialmente  Gesta,  mejor  que  gimnasia. 

Condiciones  generales  para  verificar  los  ejercicios  gimnásticos.  Expues- 
tos en  nueve  párrafos,  de  los  cuales  los  tres  primeros  poco  rezan  con  la 
gimnasia  por  tratarse  de  la  iníluencia  de  los  climas,  estado bigrométrico 
y  presión  barométrica  sobre  el  organismo  y  su  movimiento  en  general. 
Creo  que  los  últimos  párrafos  merecían  capitulo  especial,  pues  contie- 
nen atinados  preceptos  concernientes  al  tiempo  propio  para  el  ejercicio 
gimnástico,  á  la  utilidad  de  aligerarla  vejiga  y  el  recto  antes  de  aquel,  al 
vestido  del  gimnasia,  á  la  conducta  que  este  debe  seguir  durante  y  des- 
pués de  dichos  ejercicios,  y  condiciones  que  ha  de  reunir  el  gimnasio. 

Acción  de  los  ejercicios  sobre  los  sistemas  nervioso,  muscular  y  óseo. 
Aquellos  están  divididos  para  mayor  claridad  en  secciones,  esto  es:  i  ^  Li- 
bres, ó  que  el  cuerpo  se  mueve  con  toda  libertad  sobre  una  superficie  de 
apoyo;  2.*  semilibres,  ó  en  que  se  mueve  en  relación  precisa  con  un  apa- 
rato que  puede  ponerse  total  ó  parcialmetite  en  movimiento;  y  3/  fijos  ó  con 
fijeza  {de  aparatos,)  A  continuación  trata  sintéticamente  de  la  iníluencia 
que  tales  operaciones  y  otras  imprimen  á  la  economía,  á  aquellos  tres 
sistemas,  á  las  funciones  vegetativas,  ó  sea  Fisiología  y  Terapéutica,  que 
nos  parece  holgar,  ó  huelga  la  clasificación,  pues  el  epígrafe  no  tolera 
semejante  amalgama. 

Consideración  sobre  los  diversos  ejercicios,  cuyo  lugar  mejor  estaría  á 
continuación  de  la  clasificación.— Los  ejercicios  libres  abrazan  los  de  la 
cabeza,  tronco,  brazo,  antebrazo  y  mano,  muslo,  pierna  y  pié,  la  marcha, 
la  carrera  y  el  salto,  los  cuales  proporcionan  fteocibüidad,  elasticidad  d 
los  músculos  y  á  las  articulaciones;  al  paso  que  los  semilibres  les  dan 
fuerza  de  tensión  y  resistencia,  viniendo  incluidos  en  esta  2.^  sección  los 
que  se  ejecutan  con  mayor  rapidez  por  un  extremo  y  dando  variadas  posi- 
ciones albrazo,  los  ejecutados  con  pesos  ó  palanquetas,  los  de  proyección, 
la  lincha  parciúda  á  la  que  tenia  lugar  en  la  antigüedad.  Habíamos  olvi- 
dado otra  sección  de  semilibres,  y  es  la  que  comprende  los  que  se  ejecu- 
tan con  aparatos  sujetos  por  uno  de  sus  puntos,  como  las  poleas,  cuyos 
ejercicios  y  los  de  la  úliima  sección  (siguiente)  tienen  su  papel  trocado 
con  los  dos  grupos  anteriores;  pero  los  otros  representan  progresiva  gra- 
dación de  esfuerzo  muscular  por  el  que  puede  deducirse  el  alcance  de 


510  LA  OBSTETRICIA  ANTISÉPTICA 

SUS  efectos  locales  y  generales.  Ultima  sección  ó  con  aparaío  fijo^  como  el 
potro  y  la  importante  escala  ortopédica  adecuada  contra  las  deformida* 
des  del  tórax  y  raquis.  Consideramos  este  ejercicio  como  el  más  notable 
y  el  que  con  más  propiedad  puede  llamarse  gimnasia  académica. 

Síntesis,  complementaría  del  análisis,  partes  integrales  de  la  críti- 
ca: falta  de  método;  mucho  escribir  y  poca  gimnocología;  confusión  de 
Gimnasia  con  Gesta.  En  cambio  descuella  la  laboriosidad  del  Sr.  Ferrer, 
quien  en  tres  meses  escribió  60  páginas,  de  impresión  equivalente  á  unas 
40  de  la  Gaceta,  de  las  que  muchas  revelan  erudición  por  las  49  citas 
de  obras,  cuyo  autor,  título  y  página  señala. 


LA  OBSTETRICU  ANTISÉPTICA  Y  LA  SEPTICEMIA  EN  OBSTÉTRICA  <*>, 

POR  R.  Barnes. 


Hase  discutido  extensamente,  en  estos  últimos  tiempos,  sobre  la  an- 
tisepsis en  obstetricia.  Los  procedimientos  antisépticos  únicamente  son, 
si  bien  se  considera,  aplicaciones  auxiliares  del  gran  principio  general 
sobre  el  cual  descansa  toda  buena  práctica  tocológica:  esto  es,  garantir 
la  recien  parida  contra  los  venenos  y  las  influencias  nocivas  que  la  ame- 
nazan, tanto  si  proceden  de  la  mujer  enferma  como  del  exterior. 

No  es  de  gran  utilidad  consagrar  una  atención  individual  á  lo  que  no 
es  en  suma  más  que  una  parte  de  un  axioma  terapéutico.  £1  punto  esen- 
cial consiste  en  estudiar,  en  conjunto,  los  fenómenos  fisiológicos  y  mor- 
bosos, para  sacar  las  indicaciones  precisas  que  nos  permitan  aplicar  todos 
los  agentes  terapéuticos  necesarios  en  cada  uno  de  los  casos  que  observe- 
mos. Fijar  nuestra  atención  exclusivamente  sobre  uno  de  esos  agentes, 
nos  haría  correr  el  riesgo  de  desatender  los  otros  y  de  hacernos  perder 
de  vista  el  principio  que  dirige  todos  los  hechos,  la  fuerza  que  les  coa- 
duce hacia  un  fin  determinado. 

Para  llegar  á  la  noción  de  tratamiento,  debemos  procurar  conocer 
bien  las  condiciones  que,  ya  por  si  mismas  ó  ya  auxiliadas  por  otras, 
amenazan  á  la  recien  parida. 

Las  enfermedades  puerperales  tienen  su  base  en  el  embarazo:  ter- 
minado el  parto,  las  causas  morbígenas  entran  en*actividad,  surgiendo 
nuevos  peligros.  Toda  enfermedad  puerperal  encierra  uno  de  estos  ele- 
mentos. Lo  que  sigue  demostrará  la  verdad  de  mi  aserto;  pero  antes  debo 
establecer  una  proposición  fundamental,  que  demuestre  las  diferencias 
que  existen  entre  las  enfermedades  propias  de  la  preñez  y  las  puerpe- 
rales. 

Las  enfermedades  del  embarazo  presentan  una  alta  tensión  vascular  y 
nerviosa;  las  puerperales  ofrecen  una  tensión  vascular  y  nerviosa  débil. 


(1)    American  Journal  of  obstetrics.^  Annales  de  GynecoL  (Trad.  por  el  Dr.  Cor- 
des.) 


Y  LÁ  SEPTICEMU  EN  OBSTETRICIA.  511 

En  la  mujer  embarazada,  la  balanza  osmótica  es  centrífuga;  en  la  recien 
parida  es  centrípeta.  Las  enfermedades  de  la  mujer  embarazada  se  carac- 
terizan por  la  excreción  de  elementos  naturales:  así  vemos  que  la  tensión 
excesiva  se  traduce  por  la  albuminaria  y  la  eclampsia  y  por  las  hemorra- 
gias de  la  preñez.  El  organismo  construye;  todo  se  halla  subordinado  á 
este  trabajo.  Apenas  se  encuentra  este  terminado,  cuando  asistimos  á  la 
demolición,  á  la  expulsión  de  lo  excesivamente  repleto;  la  absorción  y  la 
excreción  son  ahora  las  fuerzas  dominantes.  Sin  duda  la  absorción,  pro- 
porcionada á  las  necesidades  de  la  construcción,  se  verifica  activamente 
durante  el  embarazo;  pero  esta  absorción  no  se  asemeja  á  la  de  los  ma- 
teriales de  desecho,  que,  una  vez  llenado  su  objeto,  deben  ser  elimina- 
dos. Estos  desechos,  si  no  se  expelen,  pueden  ser  tan  tóxicos  como  los 
elementos  de  la  orina  reabsorbidos.  Asi  vemos  la  trombosis,  la  flegmasía 
alba  dolensy  la  septicemia,  muy  raras  en  el  embarazo,  ser  comunes  en  el 
puerperio.  Antes  de  discutir  sobre  la  obstetricia  antiséptica,  debemos  for- 
marnos una  idea  clara  de  la  septicemia  en  obstetricia.  Cuando  una  recien 
parida  es  víctima  de  la  fiebre,  su  estado  es  complejo.  Difícilmente  po- 
dríamos expresar,  con  una  sola  palabra,  los  diversos  factores  comprome- 
tidos en  la  cuestión.  Una  expresión  concisa  puede,  rara  vez,  por  no 
decir  nunca,  dar  cuenta  de  un  hecho  fisiológico;  omitirá  factores  impor- 
tantes; cuanto  más  breve  sea,  será  también  tanto  más  falsa.  En  lugar  de 
definir  la  septicemia,  intentaré  describirla;  la  palabra  septicemia,  refi- 
riéndose á  los  partos,  es  por  si  misma  una  definición.  Aunque  nos  indi- 
que esta  palabra  la  presencia  de  un  veneno  especial  en  la  sangre  de  la 
recien  parida,  está  muy  lejos  de  darnos  una  idea  del  resto,  presentándo- 
nos un  cuadro  muy  incompleto  de  lo  que  ha  penetrado  en  la  sangre  de  la 
intoxicada. 

Si,  por  tanto,  continuamos  empleando  la  palabra  septicemia,  que  es 
demasiado  cómoda  para  rechazarla,  será  preciso  darle  un  sentido  más 
extenso  y  más  elástico.  Desde  luego  quisiera  que  esta  palabra  significa- 
ra para  nosotros,  no  que  se  trata  de  un  veneno  séptico  distinto,  sino  que 
se  emplease  en  un  sentido  más  lato,  como  un  término  general,  indican- 
do que  la  sangre  de  la  enferma  se  halla  intoxicada.  Teóricamente  pode- 
mos imaginar  un  veneno  específico  y  llamarle  sepsina;  pero,  ¿podemos 
hacer  de  él  una  entidad  fisica  ó  clínica? 

Koch  incluye,  bajo  el  nombre  de  septicemia,  todos  los  casos  de  infec- 
ción traumática  general  en  los  que  no  se  encuentra  depósito  metastásico, 
y  bajo  el  nombre  de  pioemia  aquellos  en  que  lo  hay.  Si  puede  establecer- 
se, y  Koch  no  está  muy  lejos  de  ello,  que  no  se  encuentran  gran  número 
de  bacterias  en  la  sangre  de  los  septicémicos,  mientras  que  son  muy  co- 
munes en  la  pioemia,  su  distinción  descansa  sobre  una  buena  base 
científica. 

Las  investigaciones  que  se  lleven  á  cabo  en  esta  dirección  serán  fér- 
tiles en  resultados  prácticos;  sin  embargo,  deberla  ser  la  observación  clí- 
nica la  que  nos  sirviera  de  punto  de  partida.  Podemos  observar  la  septi- 
cemia de  Koch  convertirse  en  pioemia.  Estas  do9  afecciones  ¿difieren  ab 
intíto?  La  cuestión  es  difícil  de  resolver  actualmente,  por  más  interesan- 
te que  parezca.  Podemos,  sin  embargo,  en  cuanto  convenga,  aceptar  las 
palabras  en  el  sentido  que  les  da  Koch.  Pero  nos  hace  falta  un  término 


512  LA  OBSTETRICIA  ANTISÉPTICA 

general  y  comprensivo;  ninguno  es  mejor  que  la  antigua  denominación 
de  toxemia  que  no  envuelve  ninguna  teoría;  solo  indica  que  ha  penetra- 
do un  veneno  en  la  sangre,  en  la  cual  se  ha  desarrollado.  Apoyados  en 
síntomas  bien  conocidos,  comprobamos  el  hecho;  procedemos  en  seguida 
al  análisis,  á  la  distinción,  si  es  posible,  y  determinamos  el  veneno  par- 
ticular de  que  se  trata. 

Si  damos  á  la  palabra  septicemia  igual  sentido  que  á  la  de  toocemia,  el 
término  obstetricia  antiséptica  vuélvese  más  comprensivo,  y  nos  forma- 
mos una  idea  más  útil,  más  clínica,  de  uno  de  los  problemas  más  intere- 
santes de  la  obstetricia. 

Busquemos,  pues,  los  factores  del  problema: 

1.°  En  la  sangre  de  la  mujer,  modificada  por  el  proceso  de  construc- 
ción y  nutrición  del  embrión  y  del  útero,  hallamos  un  exceso  de  fibrina, 
una  disminución  de  los  glóbulos  rojos  y  un  aumento  en  la  cantidad  de 
agua  y  de  glóbulos  blancos.  Esta  es  la  sangre  de  la  mujer  en  el  momento 
del  parto,  distinta  de  la  que  posee  en  estado  normal,  y  en  la  cual  se  ela- 
boran los  procesos  puerperales.  Pero  no  es  esto  todo,  el  organismo  entero 
sufre  modificaciones.  Tarnier,  en  su  Trai^ado  de  partos,  afirma  que  la  cien- 
cia nos  proporciona  cada  dia  hechos  que  nos  obligan  á  deducir  que  en  la 
mujer,  en  estado  de  preñez,  no  existe  una  fibra,  ni  una  gota  de  sangre, 
que  no  hayan  sufrido  una  transformación.  Si  la  mujer  ha  perdido  gran 
cantidad  de  sangre,  durante  ó  después  del  trabajo  del  parto,  es  aquella 
más  acuosa  y  más  rica  en  fibrina.  El  exceso  de  materiales  albuminóideos 
aumenta  la  osmosis  centrípeta. 

2."*  La  tensión  vascular  y  nerviosa  ha  descendido  y  ha  modificado  la 
dinámica  circulatoria. 

3.°  Sucede  al  parto  un  período  de  reposo,  de  preparación  al  proceso 
de  desorganización  de  los  tejidos  producidos  durante  la  gestación,  ahora 
supérfluos,  y  la  eliminación  de  los  detritus. 

Este  período  dura  cerca  de  cuarenta  y  ocho  horas;  es  raro  ver  mani- 
festarse una  auto-intoxicacion  antes  del  tercer  dia. 

4.°  Al  final  del  segundo  dia  ha  empezado  la  desagregación  en  la 
matriz  y  otros  órganos;  una  gran  revolución  va  á  llevarse  á  cabo;  los 
productos  de  esta  desintegración  son  reabsorbidos  rápidamente  y  debie- 
ran animismo  ser  rápidamente  excretados.  La  absorción  se  despierta:  los 
vasos  linfáticos  y  las  venas  funcionan  activamente.  Si  el  sistema  linfá- 
tico, y  en  particular  el  hígado,  dejan  de  transformar  los  detritus  que 
reciben,  con  virtiéndolos  en  aptos  para  volver  á  penetrar  en  el  torrente 
circulatorio,  estos  materiales  mal  preparados  son  tóxicos:  primera  forma 
de  septicemia. 

5.°  Aun  cuando  estén  suficientemente  digeridos^  si  no  son  expulsados 
á  medida  de  su  absorción,  se  acumulan  en  el  organismo,  hé  aquí  otra 
forma  de  septicemia.  Es  preciso,  pues,  que  los  ernuntorios,  ríñones,  la 
piel,  pulmones,  funcionen  fácil  y  activamente. 

6.°  Luego  la  conversión  de  los  deshechos  y  su  excreción,  pueden 
verificarse  defectuosamente;  de  lo  que  resulta  una  toxemia  compleja,  del 
todo  autogénica,  sin  causa  exterior. 

7.°  Otros  peligros  amenazan  todavía.  En  un  hecho  notable, — que 
tiene  su  interés,  aun  fuera  de  nuestro  estudio  actual — el  que  todas  las 


Y  LA  SEPTICEMIA   EN  OBSTETRICIA.  513 

etapas  de  la  reproducción  estén  marcadas  por  heridas:  la  dehiscencia  del 
folículo,  el  desgarro  frecuente  del  hímen  y  de  la  horquilla  durante  el 
coito,  la  rotura  del  cuello  durante  el  paso  del  feto,  la  separación  de  la 
placenta  y  la  dislaceracion  del  periné  son  ejemplos  de  ello. 

Otro  hecho,  no  menos  constante,  aunque  no  tan  visible,  es  la  contu- 
sión violenta  que  sufre  la  mucosa  genital  durante  el  parto.  Ella  es  asiento 
de  un  fenómeno  comparable  al  deslizamiento  de  los  aludes:  la  mucosa,  en 
contacto  con  la  cabeza,  es  arrastrada  por  el  frote,  que  la  separa  del  tejido 
subyacente;  algunos  vasos  se  desgarran,  de  aquí  el  origen  de  los  equimosis 
que  se  encuentran  al  rededor  del  cuello,  si  se  practica  la  autopsia  duran- 
te la  semana  consecutiva  al  parto;  el  tejido  conjuntivo  contiene  sangre 
extravasada  y  suero.  Al  cabo  de  dos  ó  tres  dias,  la  capa  epitelial,  maltre- 
cha, empieza  á  exfoliarse  más  ó  menos  en  algunos  puntos,  pero  en  parti- 
cular en  el  cuello. 

Considerando  los  hechos  solo  en  el  concepto  de  nuestro  trabajo  actual, 
nos  encontramos  con  un  traumatismo,  que  representa  un  papel  muy 
importante  en  la  septicemia  puerperal. 

La  escuela  alemana  ha  insistido  muy  particularmente  sobre  los  des- 
garros del  cuello  y  del  periné;  la  herida  que  deja  el  desprendimiento  de 
la  placenta  ha  sido  comparada  por  Cruveilhier,  Robert  Ferguson  y  otros 
autores  á  un  muñón  de  amputado;  pero,  que  yo  sepa,  no  se  han  fijado  en 
la  denudación  de  la  mucosa.  Estoy,  sin  embargo,  tentado  á  creer  que 
toma  una  parte  considerable  en  el  proceso  tóxico:  es  el  camino  más 
constante  y  el  más  directo  de  el  veneno  (septicodej, 

8.**  De  dicha  superficie  parten  distintas  vías  abiertas  al  veneno.  Si 
no  se  acumula  veneno  alguno  en  este  septicode,  las  heridas  se  curan  bien, 
la  puerta  se  cierra.  Poco  importa  que  la  superficie  traumática  sea  más  ó 
menos  extensa;  pero  si  la  sangre  ó  los  loquios  permanecen  en  la  vagina 
ó  en  el  útero,  y  el  aire  se  pone  en  contacto  con  ellos,  se  verifica  la  des- 
composición; el  líquido  putrefacto,  que  baña  el  canal  herido,  halla  fácil- 
mente entrada  en  el  organismo,  de  lo  cual  resulta  una  forma  de  toxemia 
autogénica  distinta  de  la  producida  por  la  simple  acumulación  de  mate- 
riales de  deshecho  mal  digeridos,  ó  que  se  hallan  en  exceso,  á  los  que 
hay  que  añadir  la  putridez  de  los  loquios.  El  estado  es,  pues,  complejo, 
la  sangre  tiene  los  caracteres  que*le  imprime  el  estado  de  preñez,  hállase 
además  modificada  por  los  detritus  que  acarrea,  y  contiene,  finalmente, 
los  productos  pútridos  procedentes  de  las  heridas  de  las  mucosas.  Cuando 
la  sangre  se  halla  intoxicada,  el  proceso  natural  de  purificación,  la  excre- 
ción de  los  residuos,  se  verifica  en  malas  condiciones;  el  equilibrio  que 
existe  entre  la  desagregación,  la  absorción  y  la  excreción  se  rompe. 
Así,  pues,  la  septicemia  simple,  tal  como  se  ha  concebido  y  ha  sido  des- 
crita, no  existe. 

9.**  La  recien  parida  puede  adquirir  los  principios  tóxicos  en  otros 
manantiales:  puede  hallarse  en  contacto  con  otros  venenos  venidos  del 
exterior  y  absorberlos;  así  el  dedo  que  la  toca  puede  inocularle  el  veneno 
cadavérico  ú  otros  venenos  morbosos;  las  esponjas  y  los  lienzos  pueden 
también  servir  de  vehículo.  Es  probable  que  en  algunos  casos  las  bacte- 
rias jueguen  un  papel  importante.  Nueva  complicación  determinada  por 
la  presencia  agravante  de  miasmas  anteriores. 


51 4  NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

40.  La  recien  parida  hállase  en  condiciones  abonadas  para  la  absor- 
ción de  los  venenos  zimóticos:  tífico,  escarlatinoso,  varioloso,  erisipe- 
latoso. 

(Continuará.) 

NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


Cdlera-morbo. — Las  últimas  noticias  de  nuestras  Filipinas,  llegadas 
por  el  correo,  y  que  alcanzan  hasta  el  28  de  Junio,  dicen:  que,  á  conse- 
cuencia de  los  informes  remitidos  por  el  Gobernador  militar  de  Joló 
hablan  sido  declaradas  sucias  las  procedencias  del  Archipiélago  joloano, 
exceptuando  las  plazas  de  Joló  y  los  establecimientos  de  Bongao  y  Siassi, 
y  sospechosas  las  de  Borneo,  por  las  fáciles  comunicaciones  que  tiene 
con  las  de  Sumatra,  Java  y  Joló;  que,  con  motivo  de  tomarse  en  Singa- 
pore  medidas  sanitarias,  se  hablan  declarado  limpias  sus  procedencias, 
siempre  que  llevaren  patente  limpia;  que  en  Manila  se  habían  consti- 
tuido nueve  Juntas  de  Sanidad,  una  por  cada  distrito  de  la  capital, 
para  ejercer  la  más  activa  vigilancia;  y  que  habia  pasado  á  la  Junta 
central  comunicación  del  representante  de  España  en  el  Japón,  dando 
cuenta  del  desarrollo  que  adquiere  el  cólera  en  la  isla  de  Java. 

Telegráñcamente  (Manila,  8  de  Agosto)  participa  el  Gobernador  gene- 
ral: que  en  la  última  quincena  hablan  ocurrido  pocas  defunciones  en 
Joló,  y  éstas  casi  todas  en  indígenas;  que  en  la  provincia  de  Zamboanga 
aumentaba  la  epidemia,  que  habia  hecho  sucumbir  la  enorme  cifra  de  un 
12  por  100,  si  bien  noticias  posteriores  indicaban  una  notable  remisión; 
que  se  hablan  presentado  algunos  casos  en  Iloilo,  si  bien  benignos;  que 
en  el  resto  del  Archipiélago  no  ocurría  novedad,  y  que  tomaba  precau- 
ciones, que  no  expresa. 

En  la  Sección  oficial  encontrarán  los  lectores  la  declaración  de  sani- 
dad de  Batavia  y  la  de  infección  de  Iloilo  y  algunas  otras  islas  filipinas. 

Reunido  nuestro  Consejo  de  Sanidad,  á  instancias  del  Ministro  de 
la  Gobernación,  resolvióse,  en  vista  de  los  telegramas  de  Iloilo,  Zam- 
boanga y  Borneo,  sujetar  á  una  cuarentena  de  rigor  (diez  días)  á  las  pro- 
cedencias de  los  puntos  infectados  y  á  observación  con  expurgo  y  ven- 
tileo  á  las  del  resto  del  Archipiélago. 

Algunos  periódicos  han  hablado  de  la  presentación  de  un  caso  de  có- 
lera morbo  asiático?  en  el  hospital  de  Charlottembourg  (cerca  de  Berlín), 
pero  no  creo  deba  concedérsele  importancia  aunque  haya  tenido  termi- 
nación mortal.— (Rodríguez  Méndez.) 

Convallaria  maialis.— En  una  interesante  comunicación,  hecha  por 
Germain  See  á  la  Academia  de  Medicina  de  París,  sobre  la  acción  fisio- 
lógica y  terapéutica  de  esta  planta,  llega  dicho  autor  á  las  siguientes  con- 
clusiones, basadas  en  la  experimentación  fisiológica  y  en  la  observación 
clínica: 

1.'  La  convallaria  maialis,  ó  lirio  de  los  valles,  es  uno  de  los  más  im- 
portantes medicamentos  cardíacos. 

2.'  Bajo  la  forma  de  extracto  acuoso  de  la  planta  total  y  á  la  dosis 
de  un  gramo  á  gramo  y  medio  al  día,  el  lirio  de  los  valles  produce  sobre 
el  corazón,  los  vasos  y  la  respiración,  efectos  constantes  y  siempre  favo- 
rables, caracterizados  por  un  retardo  en  las  contracciones  cardíacas  y 
con  frecuencia  restablecimiento  del  ritmo  normal;  además,  aumenta  la 
energía  cardíaca,  así  como  la  presión  arterial,  regularizando  las  contrac- 


NOncaAS    CIENTÍFICAS.  515 

ciones  arteriales  exageradas;  ñnalmente,  la  potencia  respiratoria  adquie- 
re más  fuerza  en  la  inspiración,  y  la  necesidad  de  respirar  se  hace  menos 
imperiosa  y  molesta. 

3/  Su  efecto  más  preponderante,  más  constante  y  más  útil,  es  su 
acción  diurética,  que  interesa  obtener  antes  que  nada  en  el  tratamiento 
de  las  hidropesías  cardíacas. 

4.*    Las  indicaciones  terapéuticas  pueden  resumirse  como  sigue: 

a.  En  las  palpitaciones  debidas  á  un  agotamiento  de  los  nervios  va 
goSy  ó  sean  las  palpitaciones  paraliticas,  que  son  las  más  frecuentes. 

b.  En  las  aritmias  simples,  con  ó  sin  hipertrofia  cardiaca  y  acompa- 
ñadas ó  no  de  lesiones  de  los  orificios  ó  de  las  válvulas  del  corazón. 

c.  En  la  estrechez  mitral,  especialmente  cuando  hay  falta  de  com- 
pensación en  la  fuerza  contráctil  de  la  aurícula  izquierda  y  del  ventrí- 
culo derecho:  los  trazados  esfigmográficos  demuestran  que  la  fuerza  con- 
tráctil aumenta  visiblemente. 

d.  En  la  insufíciencia  de  la  válvula  mitral  es  particularmente  ven- 
tajosa cuando  hay  éxtasis  sanguíneos  en  los  pulmones  y  por  consiguien- 
te aparece  la  disnea  bajo  la  influencia  de  congestiones  pasivas,  con  ó  sin 
trastornos  nerviosos  de  la  respiración. 

e.  En  la  enfermedad  de  Corrigan,  sus  efectos  favorables  se  demues- 
tran principalmente  por  la  desaparición  de  las  contracciones  arteriales 
periféricas  y  por  la  facilidad  con  que  se  restablece  la  respiración.  Guando 
el  ventrículo  izquierdo  no  presenta  hipertrofia  compensatríz,  la  conva- 
liaría  está  más  indicada,  porque  comunica  energía  al  corazón,  que  en  un 
momento  dado  tiende  á  debilitarse  y  hasta  á  dilatarse. 

f.  En  las  dilataciones  cardíacas,  con  ó  sin  hipertrofia,  degeneración 
grasosa  ó  esclerosis  del  tejido  muscular,  la  indicación  del  lirio  de  los 
valles  se  impone  con  toda  evidencia. 

g.  Finalmente,  en  todas  Uis  afecciones  cardiacas,  sin  distinción,  des- 
de el  momento  que  determinan  la  infiltración  de  los  miembros  y  con  más 
motivo  una  hidropesía  general,  el  lirio  de  los  valles  tiene  una  accáon 
evidente,  pronta  y  segura. 

h.    En  las  lesiones  con  disnea  el  efecto  es  menor. 

5.*  No  tiene  contraindicaciones,  porque  se  aplica  á  todas  las  afeccio- 
nes cardíacas.  Por  otra  parte,  no  produce  ninguna  acción  maléfica  so- 
bre el  sistema  cerebro-espinal  ni  sobre  los  órganos  digestivos.  Además, 
no  permanece  largo  tiempo  en  la  economía,  no  presentando  efectos  de 
acumulo  ni  acción  postuma. 

6.*  Por  todos  estos  motivos,  el  lirio  de  los  valles  es  superior  á  la  di- 
gital, de  la  cual  con  frecuencia  debemos  huir  ó  por  lo  menos  restrin- 
gir su  empleo,  á  causa  de  los  vómitos,  de  la  inapetencia,  de  los  de- 
sórdenes digestivos,  de  la  excitación  cerebral  y  de  la  dilatación  pupilar, 
que  con  tanta  frecuencia  produce  después  de  un  uso  más  ó  menos  pro- 
longado. 

La  digital  acaba  á  lo  largo  por  agotar  el  corazón,  por  aumentar  las 
contracciones,  debilitarlas,  y  en  una  palabra,  por  producir  efectos  diá- 
metralmente  opuestos  á  los  que  se  buscan. 

7.*  Para  combatir  las  disneas  cardíacas,  el  lirio  de  los  valles  es  in- 
ferior á  la  morfina  y  sobre  todo  al  iodo;  pero  la  morfina  suprime  la  ori- 
na, y  por  consiguiente  las  preparaciones  de  iodo  conservan  intacta  su 
superioridad,  que  llamaré  respiratoria. 

Por  este  motivo,  la  combinación  del  lirio  de  los  valles  con  el  ioduro 
potásico  constituye  una  de  las  más  útiles  medicaciones  para  el  trata- 
miento del  asma  cardíaco. 

8.'  Por  fin,  en  las  cardiopatías  con  hidropesía,  la  convallaria  sobre- 
puja toda  medicación,  sin  que  haya  necesidad  de  asociarle  otros  diuré- 
ticos, como  la  leche.— (Fargas.) 


516  NOTICIAS   CIENTÍFICAS. 

Nuevo  procedimiento  para  la  expulsión  de  las  masas  corticales 
de  la  catarata. — Después  de  extraído  del  núcleo  cristalino  en  los  casos 
en  que  por  la  blandura  de  la  catarata  quedan  dentro  del  ojo  porciones  de 
su  sustancia  periférica,  se  obtiene  su  extracción  completa  por  medio  de 
las  corrientes  intraoculares  de  solución  de  ácido  bórico  al  4  por  100.  Con 
una  pera  de  caoutchouc  se  proyecta  con  violencia  un  chorro  de  la  solución 
dentro  de  la  cámara  anterior,  y  las  masas  corticales  son  arrastradas  fue- 
ra del  ojo  de  una  manera  mucho  más  completa  y  sin  ninguno  de  los 
peligros  á  que  se  expone  el  cirujano,  cuando  pretende  limpiar  por  com- 
pleto la  pupila  por  medio  de  presiones  sobre  el  globo  del  ojo,  ó  por  la 
introducción  de  cucharillas. — (J.  Barraquer.) 

Sífilis  ocular:  tratamiento  por  las  inyecciones  de  cianuro  de 
mercurio.— Según  Galezowoski  {Soc.  de  BioL)  el  tratamiento  especifico 
ordinario  es,  muchas  veces,  impotente  para  curar  la  atrofia  ó  la  neuritis 
del  nervio  óptico,  así  como  también  para  las  alteraciones  de  la  coroides 
ó  de  la  retina.  De  los  experimentos  que  ha  practicado  con  Fournier,  re- 
sulta asimismo  que  el  albuminato  de  mercurio  á  penas  tiene  valor.  Por 
el  contrario,  ha  comprobado  la  notable  eficacia  de  las  inyecciones  de  cia- 
nuro de  mercurio  en  muchos  casos  de  iritis  y  coroiditis  y  en  algunos  de 
atrofia  de  la  pupila  de  origen  sifilítico.— (Formiguera.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Honorarios  de  los  Médicos-Directores  de  establecimientos  balnea- 
rios.— Real  orden  de  26  de  Julio  resolviendo  en  favor  del  Médico-Director  de 
Carballo  la  cuestión  suscitada  entre  este  y  la  Diputación  provincial  de  la  Goruña, 
y  disponiendo,  por  tanto,  que  los  asilados  en  los  establecimientos  benéficos  de- 
ben pagar  á  los  Directores  los  derechos  que  les  corresponde,  resolución  en  ar- 
monía con  lo  prescrito  en  el  reglamento  vigente.  Gaceta  2  de  Agosto. 

Agnias  minero-medicinales  de  La  Maravilla.— Real  orden  de  28  de  Ju- 
lio declarando  de  utilidad  pública  las  aguas  de  La  Maravilla  (Loeches,  Madrid), 
pertenecientes  á  las  bicarbonatadas-sulfatadas-cálcico-magnesianas  frías,  seña- 
lando como  temporada  oficial  desde  el  i .°  de  Junio  hasta  el  20  de  Setiembre,  y 
autorizando  á  la  Sociedad  propietaria  para  que  sustituya  la  sala  de  inhala- 
ciones, que  tiene  proyectada,  por  la  gran  piscina  que  aconseja  el  Médico- 
Director. — Id,  id.  id. 

Aguas  minero  medicinales  de  las  Fuentes  del  Francés.— Real  orden 
de  1  .*  de  Agosto  declarando  de  utilidad  pública  las  de  las  Fuentes  del  Francés; 
término  Entrambasaguas,  Santander,  pertenecientes  á  las  termales,  clorurado- 
sódicas,  bicarbonatadas,  alcalinas,  nitrogenadas  débiles,  y  señalando  desde  1.** 
de  Junio  al  30  de  Setiembre  como  temporada  oficial. — Id.  3  id. 

Cátedra  vacante.— Real  orden  de  26  de  Julio  disponiendo  se  provea  por 
concurso  la  cátedra  de  Anatomía  general  y  descriptiva  y  Elementos  de  Histolo- 
gía general,  vacante  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Valencia. — Id.  del  4  id. 

Cólera  morbo. — Orden  del  7  de  Agosto  mandando  se  consideren  limpias  las 
procedencias  de  Batavia  (Java,  Oceanía),  á  partir  del  29  de  Julio.— iá.  del 8  id. 

Id.  id.— Orden  del  10  de  Agosto  declarando  sucias  las  procedencias  de  Iloilo 
(Filipinas),  á  contar  del  6  de  este  mes.— Jd.  11  id. 

Id.  id. — Orden  del  10  de  Agosto  disponiendo  se  sometan  á  cuarentena  de 
observación  con  espurgo  y  ventileo  las  procedencias  de  todas  las  islas  que  for- 
man el  Archipiélago  filipino  por  existir  el  cólera  en  algunas  de  dichas  islas. 
— ídem  id.  id. 

Médicos  Directores  de  aguas  minerales.— Circular  del  16  de  Agosto  re- 
cordándoles el  cumplimimiento  de  lo  preceptuado  en  las  reglas  9."  y  13  del  ar- 
tículo 57  del  reglamento  vigente,  especialmente  á  los  interinos.— /d.  del  17  id. 


-\ 


Tomo  II.  Núm.  17.  15  Setiembre  de  1882.  Año  II.  Nám.  41 . 


Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  La  toracen tesis  en  el  tratamiento  de  la  pleuresía  serosa  (continuación),  por  el  Dr.  M. 
RiliMi  Perdigó.  —  Ideas  sueltas  sobre  la  fíebre  tifoidea  (concluirá),  por  B.  A.  Basnols- 
Prim.— Anatomía  de  los  centros  nerviosos  (continuación),  por  el  Dr.  D.  Misael  A.  Var|pa« 
Boca.— Cólera  morbo,  por  el  Dr.  Dodrisues  Mendem.— Revista  de  Medicina,  por  el  Doc- 
tor Rovira  Oliver.-  NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Rabia:  tratamiento  por  el  cáñamo  indiano. 
Anestesia  clorofórmica:  importancia  del  reflejo  palpebral.—  Catgut  antiséptico.  —  Sección  ofi. 
ciaL-~ Publicaciones  recibidas. 


LA   TORACENTESIS 

EN   EL    TRATAMIENTO  DE    LA  PLEURESÍA    SEROSA  (^). 

(TESIS  DEL  DOCTORADO) 

POR  D.  M.  Ribas  Perdigó. 


II.  TORACENTESIS  DISCUTIBLE.  —  Denominase  así  la  toracentesis  in- 
dicada en  pleuresías  con  derrame  moderado  que  no  presentan  síntomas 
alarmantes.  Esta  indicación  de  la  toracentesis  tardó  mucho  tiempo  en  ser 
formulada,  como  ya  en  otro  lugar  hemos  visto,  y  á  pesar  de  que  han  tras- 
currido algunos  años  no  hay  todavía  unidad  de  pareceres  para  su  ad- 
misión; basta,  pues,  denominarla  discutible  para  que  conozcamos  que 
ciertos  autores  la  admiten,  otros  la  rechazan  y  hasta  hay  algunos  que  la 
condenan  por  considerarla  perjudicial.  Para  nosotros  la  toracentesis,  en 
las  circunstancias  en  que  la  estudiamos,  no  es  ninguna  operación  sal- 
vadora ni  apremiante,  es  tan  sólo  uno  de  tantos  medios  terapéuticos  que 
pueden  emplearse  contra  la  persistencia  de  los  derrames  en  que  no  está 
indicada  la  urgencia,  con  la  sola  condición  de  que  en  muchos  casos  su 
valor  curativo  está  muy  por  encima  de  todos  los  demás  medios  pro- 
puestos. Su  objeto  se  reduce  á  apresurar  la  vuelta  al  estado  normal  de 
la  pleura  y  del  pulmón,  para  oponerse  á  la  aparición  de  lesiones  más  ó 
menos  graves,  que  podrían  acarrear  un  obstáculo  definitivo  al  regular 
funcionalisrtio  de  estos  órganos.  En  efecto,  á  medida  que  la  pleuresía 
persiste,  las  neoformaciones  de  la  pleura  se  organizan  para  llegar  á  cons- 
tituirse en  un  tejido  retráctil  é  inextensible  y  en  su  consecuencia  el  tórax 
se  aplasta  y  deforma,  el  pulmón,  encerrado  en  una  placa  fibrosa,  se  hace 
incapaz  para  el  libre  ejercicio  de  sus  funciones,  y,  como  ha  demostrado 


(1 )    Continuación . — Véase  el  número  40. 


318  LA  TORAGENTESIS 

Brouardel,  en  algunos  casos,  sucede  que  el  órgano  pulmonar  sufre  alte- 
raciones, como  son  la  esclerosis  intersticial  más  ó  menos  extendida, 
que  le  fijan  en  estado  de  retracción  inutilizándole  para  las  funciones  de 
la  respiración:  estas  lesiones  citadas  son  las  que  se  han  invocado  para 
explicar,  después  de  practicada  la  toracentesis,  las  reproducciones  ince- 
santes de  derrames  más  ó  menos  antiguos,  enquistados  en  medio  de 
membranas  resistentes  sin  flexibilidad,  y  la  idea  que  algunos  se  han  for- 
mado de  la  precocidad,  frecuencia  é  intensidad  de  estas  lesiones,  ha 
contribuido  en  mucho  á  multiplicar  de  un  modo  exagerado  los  casos  de 
toracentesis  precoces,  que  habrían  podido  no  ser  necesarias,  por  la  reab- 
sorción de  los  derrames  á  beneficio  de  una  ligera  medicación  interna,  ó 
merced  al  curso  ulterior  de  la  dolencia,  como  hace  observar  Peyrot.  En 
algunos  casos  ocurre,  que  después  de  la  evacuación  de  copiosos  derra- 
mes, que  han  persistido  por  espacio  de  mucho  tiempo  acompañándose 
de  las  alteraciones  pleuríticas  que  nos  ocupan,  el  pulmón,  que  se  encon- 
traba aplastado,  se  desplega  y  recobra  la  mayoría  de  sus  caracteres 
normales. 

En  la  toracentesis  que  estudiamos,  al  revés  de  la  urgente,  no  es  pre- 
cisa ni  conveniente  la  premura;  todo  el  mundo  habla  de  lo  que  son  las 
punciones  precoces  y  de  sus  resultados,  sin  que  haya  acuerdo  respecto 
á  cuáles  son  las  toracentesis  que  deben  llamarse  tales;  unos  entienden 
que  así  deben  denominarse  las  que  se  practiquen  durante  el  período  fe- 
bril; otros  proponen  que  sólo  se  tenga  en  cuenta  el  tiempo  de  duración 
de  la  pleuresía,  sin  que  puedan  llegar  á  una  avenencia  sobre  el  dia  en 
que  han  de  puncionar  para  no  hacerlo  precozmente,  pues  los  ,dias  12, 15, 
20,  etc.,  son  los  que  se  han  propuesto  de  una  manera  muy  arbitraria. 
Ghatelin  cree  más  acertado  basar  la  denominación  de  precoz  ó  no,  para 
la  toracentesis,  en  el  período  evolutivo  del  derrame,  según  esté  en  vías 
de  formación  ó  estacionario;  mas  nosotros  creemos  que  seria  mejor  ha- 
cerlo sobre  el  período  febril  y  el  evolutivo  en  conjunto,  dada  la  relación 
que  entre  sí  suelen  guardar  estos  factores  cuando  se  trata  de  pleuresías 
agudas  y  francas. 

Dejando  aparte  esta  cuestión  de  denominaciones,  cumple  á  nuestro 
objeto  consignar  que  Peter,  ocupándose  de  las  punciones  precoces,  ha 
sentado  tres  eventualidades,  que  pueden  presentarse  según  los  casos  des- 
pués de  practicada  una  toracentesis  durante  el  período  febril  y  evoluti- 
vo: 1.*  que  el  derrame  no  se  reproduzca;  2.'  que  el  líquido  se  reproduzca, 
siendo  necesaria  ó  no  una  segunda  ó  muchas  punciones,  y  3.'  que  el  der- 
rame reaparezca  y  se  transforme  en  purulento.  Evidentemente  que  son 
posibles  las  tres  terminaciones  señaladas  por  Peter,  pero  como  parecen 
producirse  sin  causa  ostensible  y  no  podemos  determinar  las  circuns- 
tancias que  para  ellas  precisan,  no  es  de  extrañar  que  no  pueda  darse 
ninguna  regla  de  conducta. 

En  esta  imposibilidad,  seguiremos  á  Ghatelin  en  el  examen  de'^las 
pocas  estadísticas  que  se  poseen  concernientes  á  este  punto  de  la  tora- 
centesis. 

a.  La  curación  es  tanto  más  probahle  cuanto  más  temprano  se  prac- 
tica la  operación;  así  pare(!o  demostrarlo  la  estadística  de  M.  Widal,  que 
en  S7  pleuresías  ha  puncionado  antes  del  dia  decimotercio  54  veces,  ob- 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.        519 

teniendo  11  curaciones  inmediatas  ó  sea  el  21  por  100;  19  veces,  la  pun- 
ción hecha  entre  los  dias  18  y  30  no  ha  dado  más  que  dos  curaciones; 
en  fin,  practicada  la  toracentesisl4  veces  hacia  el  final  del  segundo  mes, 
no  ha  sido  seguida  de  un  sólo  caso  de  curación  inmediata;  Moutard-Mar- 
tin,  en  12  pleuresías  operadas  antes  del  dia  décimo,  obtuvo  8  curacio- 
nes inmediatas  y  4  mediatas.  Lemoine,  en  14  pleuresías  operadas  antes 
del  dia  octavo,  obtuvo  14  curaciones  inmediatas. 

h.  Las  recidivas,  que  reclaman  nueva  intervención,  se  presentan 
tanto  más  á  menudo  cuanto  más  tardía  fué  la  toracentesis.  Según  Mou- 
tard-Martin,  en  25  pleuresías  operadas  á  los  20,  30  y  60  dias  no  hubo  nin- 
guna en  que  el  derrame  no  recidivara.  Garlos  Ghatelin,  en  54  pleuresías 
que  ha  examinado  bajo  este  punto  de  vista,  ha  obtenido  los  siguientes 
resultados: 

Punción  arites  del  dia  10.°  :  10  -  sin  recidiva: 

Id.  id.  del  dia  11°  al  ló.*»  :  16  —  una  recidiva:         6.25  p.  100. 

Id.  id.  del  dia  16°  al  20.o  :  19  —  cuatro  recidivot?:     21  p.  100. 

Id.  id.  del  dia  21.°  al  SS."  :  10  —  cuatro         id. 

c.  La  letalidad  en  la  pleuresía  es  tanto  mayor  cuanto  más  se  tarda 
en  puncionar:  parece  vienen  en  apoyo  de  esta  proposición  ciertos  datos 
suministrados  á  la  ciencia  por  Lemoine  y  Fonsagrives.  Los  del  primero 
son  los  siguientes: 

Operados  de   1  á   2  semanas:  11—2  fallecidos  ó  sea  18  p.  100. 

mes 


Id. 

2  »    1 

Id. 

1  >    2 

Id. 

29    3 

Id. 

3  V    6 

Id. 

6  »  12 

26-8 

id. 

id.  31  p.  100. 

5-2 

id. 

id.  40  p.  lOC». 

9-4 

id. 

id.  44  p.  100. 

6-3 

id. 

id.  50  p.  100. 

3-1 

id. 

id.  60  I-.  100. 

Las  cifras  dadas  por  Fonsagrives,  en  1869,  aunque  no  son  tan  alarman- 
tes, no  dejan  de  ser  graves  y  son  las  siguientes: 

Operados  do  la  2.*  semana  :    47—46  curaciones.— 1  fallecido. 
Id.       del     l.er     mes    :    19-15  id.        -4       id. 

Id.       del     2.°        id.     :      8-  5  id.       -o       id. 

Por  el  simple  examen  de  los  datos  que  acabamos  de  exponer,  se  ve 
que  tienden  á  probar,  que  en  general,  los  resultados  de  la  toracentesis 
son  más  satisfactorios  cuando  se  practica  temprano  que  no  cuando  se 
dejan  pasar  muchos  dias;  pero  es  preciso  tener  en  cuenta,  como  hace 
notar  Ghatelin,  que  el  éxito  en  los  casos  apuntados  no  debe  atribuirse  só- 
lo á  la  operación  sino  que  es  necesario  suponer  que  muchas  de  las  pleu- 
resías, que  figuran  como  curadas  por  la  toracentesis,  se  habrían  curado 
expontáneamente  en  un  plazo  más  ó  menos  corto.  Por  otra  parte,  si  las 
punciones  retardadas  no  han  dado  resultados  tan  satisfactorios,  interesa 
no  olvidar  que  se  trataba  de  pleuresías,  cuyo  derrame  estacionario  ó 
crónico  no  habia  podido  reabsorberse  cuando  la  declinación  de  la  fiebre, 
y  por  consecuencia  es  forzoso  admitir  que  las  pleuresías  tratadas  qui- 
rúrgicamente en  estas  circunstancias,  cuando  se  curan,  lo  hacen  sólo  á 
beneficio  de  la  toracentesis.  Sin  embargo,  no  queremos  desvirtuar  en 
nada  la  acción  terapéutica  incontestable  de  la  toracentesis  precoz;  muy 
al  contrario  reconocemos  que,  á  beneficio  de  ella,  el  pulmón  adquiere  su 


I 


520  LA  TORACENTESIS 

funcionalismo  normal,  reduce  al  mínimum  las  lesiones  de  la  pleura  y 
evita  al  enfermo  las  malas  consecuencias  de  una  resolución  lenta,  ya  en 
lo  que  concierne  á  los  órganos  torácicos,  ya  en  lo  que  se  relaciona  con  el 
estado  general. 

La  punción  precoz  parece  ser  la  más  ventajosa,  pero  si  sólo  nos  guiá- 
ramos por  esta  vaga  fórmula,  á  buen  seguro  que  en  frente  de  un  caso 
clínico  nos  ocurrirían  dudas  sobre  qué  conducta  seguir,  pues  quizás  nos 
faltara  convicción  para  introducir  la  aguja  aspiradora,  sin  respetar  la 
fiebre,  ni  el  período  evolutivo  del  derrame.  En  su  consecuencia,  si  bien 
no  es  posible  establecer  con  seguridad  las  circunstancias  que  deben 
presidir  á  la  operación,  estudiaremos  los  siguientes  problemas  que  tra- 
taremos de  resolver:  1.°  Puede  darse  el  caso  de  que  se  nos  presente  una 
pleuresía  con  mediano  derrame  en  período  de  formación  y  con  fiebre; 
sabemos  que  este  período  de  la  pleuresía  puede  durar  doce,  quince, 
veinte  y  más  dias  sin  regla  fija;  ¿es  posible  detener  esta  marcha  á  bene- 
ficio de  la  toracentesis?  Los  hechos  parecen  probarlo,  pero  á  nosotros  se 
nos  ocurre  que  en  este  período  podría  muy  bien  echarse  mano  de  los 
antiflogísticos,  revulsivos,  derivativos,  etc.,  únicos  medios  empleados  en 
tiempos  no  muy  lejanos,  y  que  con  frecuencia  van  seguidos  de  éxito,  da- 
do que  se  dirigen  puramente  contra  un  afecto  inflamatorio  con  hiperse- 
crecion;  más  supongamos  que  la  medicación  interna  haya  fracasado, 
¿quién  nos  impide  practicar  la  punción  después  de  terminado  el  período 
secretorio?  2.°  Otras  veces  se  nos  presentan  pleuresías  con  fiebre  en  que 
el  derrame  está  ya  en  el  período  estacionario;  y  en  estas  condiciones 
acontece,  según  Woillez,  que  la  fiebre  suele  durar  pocos  dias,  y  que  la 
defervescencia  no  se  hace  esperar  más  allá  del  dia  vigésimo  quinto,  en 
cuyo  tiempo  no  es  raro  ver  que  la  reabsorción  tenga  lugar  de  una  ma- 
nera bastante  rápida,  por  lo  que  todos  nuestros  esfuerzos  han  de  dirigir- 
se á  favorecer,  con  la  ayuda  de  un  tratamiento  interno  adecuado,  la 
evolución  curativa.  Si  después  de  algunos  dias  observásemos  que  no  ha- 
bía sido  seguido  de  éxito  el  tratamiento  empleado,  podríamos  dar  salida 
á  cierta  cantidad  de  líquido,  que  •  quizá  daría  lugar  á  la  pronta  reab- 
sorción del  que  quedara  en  la  pleura.  Según  Bouilly,  en  estos  casos  ocur- 
re, que  si  todavía  persistía  la  fiebre,  cesa  ésta  rápidamente  en  muchas 
ocasiones;  no  tardaremos  en  ver  el  peligro  á  que,  según  Peter,  se  expo- 
nen los  que  practican  la  toracentesis  á  pesar  de  la  persistencia  de  la 
fiebre,  3.**  y  último:  puede  suceder  que,  en  una  pleuresía,  la  fiebre  haya 
declinado  y  el  derrame  persista,  en  cuyo  caso  lo  mejor  es  decidirse  por 
la  toracentesis  cuanto  antes,  para  evitar  la  purulencia  del  derrame  en 
los  individuos  predispuestos,  como  dice  Trousseau,  y  también  con  objeto 
de  impedir  que,  por  lesión  ó  dislocación  de  los  órganos  torácicos,  se  com- 
prometan para  el  porvenir  las  funciones  de  la  circulación  y  respiración. 
A  pesar  de  lo  dicho,  á  veces  sucede  que  una  vez  desaparecida  la  fiebre,  el 
derrame  empieza  á  reabsorberse,  en  cuyo  caso  no  precisa  tanto  una  in- 
tervención inmediata,  que  no  debe  demorarse  ni  por  un  instante,  cuan- 
do después  de  una  ligera  reabsorción  queda  estacionario  el  exudado. 

Para  terminar  con  la  toracentesis  discutible,  expondremos  un  caso  de 
curación  á  beneficio  de  una  sola  punción  practicada  por  el  Dr.  D.  P.  Es- 
querdo,  durante  el  cursillo  de  verano  de  1879  en  la  sala  de  mujeres  de  la 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.  521 

Clínica  médica  de  Barcelona,  en  la  que  prestábamos  nuestros  servicios 
á  la  sazón,  en  calidad  de  alumno  interno  historiador. 

Angela  Ribera,  natural  de  Gabacés,  provincia  de  Tarragona,  de  47  años 
de  edad,  constitución  regular,  temperamento  sanguíneo-nervioso,  entra 
en  la  Clínica  médica  en  el  dia  1.**  de  Agosto  de  4879,  pasando  á  ocupar  la 
cama  número  4  de  la  sala  del  Santo  Cristo.  En  su  anamnesis  nada  hay 
que  pueda  relacionarse  con  la  enfermedad  que  padece,  pues  solo  recuerda 
haber  oido  decir  que  habia  sufrido  la  escarlatina  cuando  infante:  desde 
entonces  no  ha  padecido  otra  enfermedad  que  la  presente.  Empezó,  hace 
40  dias,  con  escalofrió,  fiebre,  opresión,  tos  seca,  dolor  pungitivo 
en  el  costado  izquierdo,  etc.;  cuando  nosotros  la  examinamos,  pudimos 
comprobar  los  síntomas  apuntados  con  la  adición  de  una  marcada  maci- 
dez  en  la  parte  inferior  del  costado  izquierdo,  que  se  elevaba  hasta  la 
5.*  costilla,  falta  de  la  vibración  torácica  en  toda  la  extensión  ocupada 
porlamacidez,  egofonia  muy  apreciable  al  nivel  de  la  escápula  izquierda, 
falta  del  murmullo  respiratorio,  decúbito  lateral  izquierdo,  orinas  esca- 
sas y  encendidas,  anorexia,  etc.  Dados  los  precedentes  síntomas,  es  evi- 
dente que  se  trataba  de  una  pleuresía  serosa  de  mediana  intensidad,  y 
con  arreglo  á  este  diagnóstico  el  distinguido  Dr.  Esquerdo  instituyó  el 
tratamiento  interno  adecuado. 

Pasáronse  45  dias  para  llegar  á  la  defervescencia,  en  cuya  época  el 
derrame  parecía  haber  aumentado,  por  la  mayor  extensión  de  la  macidez, 
que  llegaba  á  la  tercera  costilla,  por  haberse  velado  la  egofonia,  por  ha- 
berse dislocado  más  el  corazón,  hasta  repasar  un  través  de  dedo  á  la 
derecha  del  esternón  la  macidez  que  determinaba  su  percusión,  etc.  Der:- 
pues  de  reconocidos  con  detención  todos  estos  detalles,  el  profesor  de  la 
clínica  practicó,  con  arreglo  á  las  prescripciones  de  Dieulafoy,  la  tora- 
cen tesis  por  aspiración,  valiéndose  de  un  aparato  de  piñón,  cuya  capaci- 
dad era  de  140  centímetros  cúbicos.  La  punción  se  hizo  en  el  séptimo 
espacio  intercostal,  y  después  de  haber  extraído  960  gramos  de  un  líquido 
sero-fibrinoso  ligeramente  coagulable,  se  dio  por  terminada  la  operación 
en  que  se  habían  invertido  46  minutos.  Todo  marchó  á  pedir  de  boca;  ni 
la  más  leve  sombra  de  accidente  vino  á  turbar  la  tranquilidad  de  la  en- 
ferma durante  la  operación  ni  después  de  practicada.  El  examen  ple- 
ximétrico  junto  con  el  de  auscultación  acusaron  la  presencia  de  cierta 
cantidad  de  líquido  en  las  partes  bajas  de  la  cavidad,  cuya  cantidad 
podia  evaluarse  en  unos  400  gramos  próximamente;  al  propio  tiempo 
púdose  reconocer  la  vuelta  á  su  sitio  del  corazón,  y  la  expansión  pulmo- 
nar con  el  murmullo  respiratorio  donde  poco  antes  no  existia.  Al  cabo 
de  8  ó  40  dias  de  practicada  la  operación,  el  pequeño  derrame  habia 
disminuido  tanto,  que  casi  no  podia  comprobarse,  y  como  la  enferma  se 
encontrase  en  pleno  funcionalismo  normal,  se  la  dio  de  alta  como  com- 
pletamente curada. 

Vemos,  pues,  en  la  observación  expuesta,  que  bastó  una  sola  punción 
para  obtener  la  desaparición  del  exudado  y  que  ésta  tuvo  lugar  en  con- 
tra de  lo  que  en  general  se  cree,  pues  que  se  efectuó  la  operación  en 
pleno  período  de  apirexia  y  de  estacionamiento  del  derrame.  ¿Cómo  se 
explica  esta  curación  tan  perfecta?  A  nuestro  entender,  en  el  caso  que 
nos  ocupa,  se  trataba  de  una  pleura  que  ya  habia  vuelto  en  parte  á  su 


522  LA  TORACENTESIS 

estado  normal,  por  lo  que  había  dejado  de  exudar,  y  en  estas  condiciones, 
al  operar  solo  se  consiguió  abreviar  el  tiempo  de  duración  del  derrame, 
que  estaba  depositado  en  la  pleura  como  cualquier  cuerpo  extraño  ino- 
fensivo, y  esta  explicación  nos  basta  para  no  tener  que  admitir  ninguna 
modificación  en  la  superficie  interna  pleural  que  nos  explicase  la  no 
reproducción  del  derrame.  El  residuo  de  liquido  vimos  que  fué  reabsor- 
bido, y  para  su  explicación  dejaremos  á  un  lado  las  teorías  que  suponen 
no  poderse  efectuar  la  reabsorción  más  que  á  beneficio  de  neo-membranas 
vascularizadas,  ó  merced  á  que  se  han  desobstruido  los  vasos  linfáticos 
que  estaban  cerrados  por  p.^queños  tapones  fibrinosos;  y  si  bien  á  pri- 
mera vista  parece  que  el  descenso  de  tensión  intrapleural  tendría  que 
influir  en  una  reproducción  del  derrame,  ¿no  podría  ser  debida  la  reab- 
sorción á  la  menor  presión  externa  sufrida  por  los  capilares  de  la  pleura? 
Los  casos  observados  de  reabsorciones  pleurales  en  exudados  copiosos, 
después  de  extraída  una  parte  del  derrame,  inducen  á  creerlo. 

CAPÍTULO  II. 
Manual  operatorio. 

No  expondremos  la  historia  detallada  de  la  toracentesis  como  opera- 
ción quirúrgica;  vamos  solo  á  describir  sucintamente  la  manera  cómo  se 
practica,  prefiriendo  desde  ahora  el  proceder  por  la  aspiración,  único 
compatible  hoy  día  con  los  adelantos  de  la  ciencia  de  curar,  sin  que  por 
eso  pretendamos  desatender  la  punción  simple,  que  podría  sernos  útil  en 
ciertos  casos  en  que  nos  faltara  el  aspirador  y  urgiera  la  operación. 

Los  Asclepiades  practicaban  ya  la  operación  que  nos  ocupa;  en  los 
tiempos  antiguos  se  perforaba  una  costilla  á  beneficio  de  un  hierro  can- 
dente, y  se  colocaba,  ó  no,  una  cánula  en  el  agujero  practicado.  Adelan- 
tando los  tiempos,  fué  desagradando  ú  los  cirujanos  este  modo  de  operar, 
que  aportaba  contrariedades  y  obstáculos  donde  no  los  había,  y  se  hizo 
general  la  costumbre  de  practicar  la  incisión  en  los  espacios  intercosta- 
les á  beneficio  de  un  bisturí;  más  no  tardó  en  competir  con  este  proceder 
la  punción  con  el  trocar  primitivo,  que  se  practicaba  descuidando  toda 
precaución  dirigida  á  evitar  la  entrada  del  aire  en  la  cavidad  pleuritica; 
á  pesar  de  todo,  estos  dos  métodos  tenían  sus  indicaciones  por  separado: 
así  vemos  á  Dionís,  que  floreció  á  mediados  del  siglo  xviii,  preconizar 
el  uso  del  trocar  modificado  por  Petít  en  los  derrames  sanguinolentos,  al 
paso  que  lo  destierra,  sustituyéndole  por  la  incisión,  en  los  purulentos 
y  serosos,  por  temor  á  las  falsas  membranas  que  á  veces  obturaban  el 
trocar  é  impedían  la  libre  salida  del  líquido  encerrado 

Dejando  á  un  lado  la  época  antigua  de  la  toracentesis,  vemos  que  el 
primero  que  la  practicó  de  una  manera  metódica,  fué  Trousseau,  valién- 
dose de  un  grueso  trocar,  que  introducía  en  el  sexto  ó  séptimo  espacio 
intercostal  contando  de  abajo  arriba,  después  de  haber  incindido  la  piel 
y  llevándola  hacía  arriba,  para  conseguir  con  lo  primero,  que  la  resis- 
tencia de  la  piel  no  desviara  el  trocar,  y  facilitar,  con  lo  segundo,  la  cica- 
trización inmediata,  al  paso  que  hacía  perder  el  paralelismo  entre  las 
heridas  superficial  y  profunda.  Sin  embargo,  no  es  este  el  método  clásico, 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA         523 

que  fué  derribado  por  la  punción  exploradora  y  que,  á  pesar  de  todo, 
interesa  conocer  por  las  razones  apuntadas  más  arriba. 

El  trocar  explorador  puede  en  rigor  bastar,  pero  en  general  es  prefe- 
rible uno  de  calibre  mediano,  como,  por  ejemplo,  el  que  se  emplea  en  el 
hidrocele,  á  pesar  de  que,  en  4868,  Blachez  ha  preconizado  las  ventajas 
que  se  reportaban  del  uso  de  trocares  capilares,  y  de  que  en  ciertas  oca- 
siones es  importantísima  la  salida  lenta  del  derrame.  Reymbard,  para 
impedir  la  introducción  del  aire,  ha  imaginado  guarnecer  el  pabellón  de 
la  cánula  con  una  película  de  tripa  mojada  á  fin  de  que  funcione  como 
válvula,  atada  fuertemente  por  arriba  á  la  cánula  y  libre  por  abajo  para 
que  pueda  apelotonarse  encima  del  pabellón  y  dejar  libre  salida  al  trocar 
una  vez  practicada  la  punción;  en  este  momento  se  baja  la  película  sobre 
el  trocar  que  se  va  escurriendo  y  de  esta  manera  forma  aquella  un  con- 
ducto que  atraviesa  el  líquido  que  se  va  escapando  del  tórax  del  enfermo, 
conducto  que  se  aplana  en  cuanto  cesa  de  salir  líquido,  por  efecto  de  una 
disminución  de  la  presión  intrato rácica,  oponiéndose  por  consiguiente  á 
que  penetre  las  más  pequeña  cantidad  de  aire  en  el  interior  de  la  cavi- 
dad pleurítica.  Si  careciésemos  de  una  película  de  tripa,  podríamos 
sustituirla  por  el  intestino  de  un  animal  pequeño,  por  ejemplo,  el  co- 
nejo, la  gallina,  etc. 

Guando  se  tiene  preparado  el  instrumento,  se  determina  el  punto  que 
quiere  puncionarse,  pudiendo  hacerlo  sin  miedo  de  herir  la  arteria  inter- 
costal, en  todo  el  tercio  medio  de  los  espacios  intercostales,  donde  la 
artería  está  protegida  por  el  borde  inferior  de  la  costilla  superior,  siendo 
costumbre  hacerlo  al  nivel  de  la  línea  axilar.  En  cuanto  al  espacio  in- 
tercostal que  es  preferible  puncionar  hay  alguna  divergencia  entre  los 
autores:  Trousseau  aconseja  el  sexto  ó  el  séptimo,  Malgaigne  el  séptimo 
ó  octavo,  Richet  recomienda  en  general  el  sexto  y  en  particular  el  más 
oportuno,  que  en  verdad  puede  variar  según  las  condiciones  de  localidad 
del  derrame  que  se  trata  de  atacar;  en  general  se  recomienda  operar  más 
alto  á  derecha  que  á  izquierda,  por  temor  de  herir  al  hígado,  pero  no  hay 
que  preocuparse  mucho  de  esta  viscera,  en  razón  de  que  es  empujada 
hacia  abajo  por  la  presencia  misma  del  derrame.  En  fin,  lo  impor- 
tante es  puncionar  suficientemente  alto  para  no  herir  el  diafragma,  y 
bastante  bajo  para  que  tenga  fácil  salida  el  exudado;  y  por  consiguiente 
podemos  puncionar  casi  indistintamente  desde  el  sexto  al  noveno  espa- 
cio intercostal,  sirviéndonos  de  norma  la  mayor  ó  menor  cantidad  de 
derrame. 

Cuando  se  ha  determinado  ya  el  sitio  en  que  se  quiere  practicar  la 
punción,  se  coloca  al  enfermo  en  posición  semisentada,  la  espalda  soste- 
nida por  almohadas,  y  el  lado  en  que  se  ha  de  operar  muy  cerca  del  borde 
de  la  cama.  Un  ayudante,  colocado  frente  al  cirujano,  aplica  la  mano  so- 
bre el  lado  sano  del  pecho,  para  oponerse  el  movimiento  instintivo  de  re- 
troceso en  el  momento  de  la  punción:  es  conveniente  flexionar  el  tórax 
por  el  lado  sano  y  elevar  el  brazo  del  lado  enfermo  para  distender  y 
agrandar  los  espacios  intercostales.  Se  coge  entonces  el  trocar,  colocando 
el  índice  sobre  la  cánula,  para  poder  limitar,  según  el  espesor  de  la  pared 
torácica,  la  porción  de  instrumento  que  será  preciso  introducir,  y  colo- 
cándose luego  el  índice  izquierdo  sobre  el  borde  superior  de  la  costilla 


524  IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA. 

inferior,  se  dirige  sobre  este  dedo  el  trocar  que  ha  de  hundirse  con  fuerza 
en  el  interior  del  tórax.  Acto  continuo  la  sensación  de  una  resistencia 
vencida  y  la  movilidad  de  la  porción  posterior  del  instrumento  advierten 
que  se  ha  llegado  ya  á  la  cavidad  de  la  pleura;  entonces  se  retira  el  tro- 
car, dejando  colocada  la  cánula  y  se  despliega  la  película  de  tripa  del 
modo  que  ya  sabemos. 

La  evacuación  del  líquido  tiene  lugar  de  una  manera  continua  al 
principio  de  la  operación,  en  que  suele  ser  positiva  la  tensión  intratorá- 
cica;  pero  á  medida  que  ésta  disminuye,  el  líquido,  en  su  salida,  obedece 
en  parte  á  los  movimientos  respiratorios,  no  saliendo  durante  la  inspi- 
ración y  haciéndolo  cuando  la  expiración  tiene  lugar.  Hacia  el  fin  de  la 
operación  se  percibe  al  pulmón  que  choca  contra  la  extremidad  interna 
de  la  cánula;  el  líquido  á  veces  sale  tinto  en  sangre  y  amenudo  sobrevie- 
nen quintas  de  tos  fuerte,  todo  lo  cual  nos  anuncia  que  es  hora  de  retirar 
la  cánula,  lo  cual  debe  hacerse  de  una  manera  rápida,  cerrando  antes 
con  el  })ulpejo  del  pulgar  el  pabellón  de  la  cánula  y  manteniendo  tensa 
la  piel  con  dos  dedos  de  la  mano  izquierda.  En  fin,  se  cierra  la  ligera 
picadura,  ya  con  un  poco  de  esparadrapo  en  cruz  de  Malta,  ya  con  un 
pedazo  de  tela  empapada  en  colodión. 

Después  de  las  precedentes  nociones,  hora  es  ya  de  que  entremos  á 
describir  la  toracentesis  por  aspiración,  que  como  ya  hemos  dicho,  es  la 
que  hoy  por  hoy  priva  de  una  manera  justificada. 

(Continuará.) 

IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA 

POR  A.  Bassols-Prim. 


Un  enfermo,  que  después  de  algunos  días  de  una  afección  gastro-in- 
testinal,  ofrece  abultamiento  de  vientre,  timpanismo,  dolor  y  gorgoteo 
en  la  fosa  ilíaca  derecha,  manchas  en  el  abdomen,  lengua  negra,  acor- 
chada, fuligo  en  las  encías  y  narices,  alteraciones  del  sensorio,  pulso 
pequeño  y  algo  frecuente,  piel  seca  y  quemante,  y  en  el  cual  han  pre- 
cedido epistaxis,  sordera  y  un  curso  de  temperatura  en  zig-zag,  progre- 
sivamente ascendente,  padece  fiebre  tifoidea. 

Un  enfermo,  que  tras  algún  tiempo  de  padecimiento,  ofrece  el  vien- 
tre algo  resistente,  indoloro,  con  lengua  ancha,  húmeda,  pero  cubierta 
de  una  capa  blanduzca,  de  color  ceniciento,  pulso  pequeño  y  frecuente, 
piel  caliente  y  húmeda,  y  en  el  cual  han  precedido,  de  algunos  días,  vó- 
mitos ó  náuseas,  escalofríos  y  un  curso  de  temperatura  rápidamente  as- 
cendente al  segundo  ó  tercer  día  y  en  zig-zag  estacionario  ó  decreciente 
luego,  padece  catarro  gástrico  febril  ó  fiebre  gástrica,  llámese  como  se 
quiera. 

Pero  el  diferenciar  el  catarro  gástrico  febril  y  la  fiebre  tifoidea  cabe  el 
enfermo  lleva  sus  dificultades:  en  el  vértice  del  ángulo,  cuyos  lados  más 
apartados  constituyen  los  cuadros  antedichos,  sitúanse  casos  que  son  de 


IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA.  525 

tiphus  levisaimus  (Hildebrand)  ó  de  fiebres  gástricas  de  carácter  tífico. 
Abundan  los  ejemplos;  hé  aquí  algunos: 


Tíg.  TT.-Termograflae 


Fiebre  de  síndrome  catarral  gástrico  y  curso  térmico  tifoideo. 
— Trazado  núm.  1. — Erase  en  Agosto  del  próximo  pasado  año,  cuando 
intervine  en  el  caso  que  va  á  continuación,  en  el  cual  usé  desde  el  se- 
gundo dia  el  termómetro. 

Tratábase  de  un  sujeto  joven,  de  unos  25  años,  de  buena  salud  habi- 
tual, de  fuerte  constitución,  en  el  que,  tras  algunos  dias  de  malestar  inu- 
sitado, sobrevinieron  algunos  escalofríos  seguidos  de  reacción  febril, 
con  cefalalgia  frontal,  quebrantamiento,  lengua  cubierta  de  una  capa 
blanca,  anorexia,  sed,  piel  seca  y  pulso  á  unas  100  pulsaciones.  Al  se- 
gundo dia,  por  la  tarde,  comencé  ;í  utilizar  el  termómetro,  y  el  curso  de 
la  temperatura,  durante  el  de  la  enfermedad,  fué  el  que  se  indica  en  el 
adjunto  trazado. 

A  medida  que  fué  desarrollándose  el  proceso  morboso,  se  acentuaron 
los  síntomas,  y  al  quinto  dia  de  la  enfermedad  era  tan  inminente  el 
completo  desarrollo  de  todo  el  cuadro  sindrómico  clásico  de  la  fiebre 
tifoidea,  que  parecía  temeridad  no  pronunciar  la  palabra  tifus;  y,  sin  em- 
bargo, faltaba  el  complemento  de  un  síntoma  que  me  mantenía  indeci- 
so. Kn  ese  dia  de  la  afección,  el  abdomen  estaba  abultado,  algo  doloroso 
en  la  región  ilíaca,  la  capa  de  la  lengua  se  habia  convertido  en  negra, 
seca,  como  secos  y  algo  ennegrecidos  estaban  los  dientes  del  enfermo,  la 
pie!  estaba  seca,  urente,  el  pulso  pequeño  y  acelerado.  El  síntoma  que 
encontraba  incompleto  era  el  referente  al  estado  de  alteración  del  senso- 
rio. De  verdad,  el  enfermo  estaba  abatido,  soñoliento,  pero  no  presenta- 
ba manifiesto  delirio,  y  -sobre  todo  no  se  ofrecía  con  la  facie:*  caracteris- 


526  IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FII^BRE  TIFOIDEA. 

tica  del  estado  tifódico,  reconocible  por  el  extravio  de  la  mirada,  que  ya 
no  corresponde  á  las  ideas  que  se  sugieren  al  enfermo. 

Quédeme  aun  provisionalmente  con  el  diagnóstico  de  catarro  gástri- 
co febril.  Desde  luego  el  síndrome  patológico  no  se  acentuó,  mas  alter- 
nó durante  algunos  días  el  estreñimiento  de  vientre  con  la  diarrea,  la 
lengua  y  las  encías  mejoraron  de  aspecto,  la  anorexia  fué  disminuyendo 
y  pude  alimentar  al  enfermo;  el  día  20  se  presentó  la  defervescencia,  y 
M  '2í2f  día  de  la  afección,  ya  le  permití  salir  de  casa. 

La  enfermedad  siguió,  empero,  presentando  las  oscilaciones  que  se- 
ñala el  trazado,  hasta  el  día  26  de  su  curso,  terminando  en  cuatro  ó  cin- 
co días  más. 

¿Asistí,  efectivamente,  un  simple  catarro  gástrico,  ópudo  clasificarse 
la  enfermedad  de  ñebre  tifoidea?  Al  ilustrado  lector  toca  juzgarlo. 

TRA2Al)0,*.'»2. 


Vlg.  76.— TermograflEí  e: 


Catabro  GÁSTRICO  febril  de  iniciación  térmica  tifoidea. — Tratado 
núm.  2.— Sujeto  de  unos  treinta  años,  temperamento  linfático,  pobre 
constitución.  Comienza  la  enfermedad  con  vértigos,  cefalalgia,  añore- 
xia,  lengua  saburral,  náuseas  y  malestar  general.  Kn  el  segundo  dia  de 
este  estado  sobreviene  un  intenso  escalofrió  y  el  sujeto  vése  obligado  í 
guardar  cama.  Al  tercer  dia  veo  al  enfermo  y  le  encuentro  con  piel  seca, 
urente,  fisonomía  animada,  pulso  á  -100  latidos  por  minuto,  depresible, 
pequeño,  lengua  saburral,  anorexia,  vértigos  al  sentarse  en  la  cama, 
vientre  ligeramente  abultado,  indoloro  á  la  presión.  En  virtud  de  la  as- 
tricción de  vientre,  que  existia  desde  el  principio  de  su  pailecimiento, 
administróse  un  purgante,  tras  el  que  hubo  varías  deposiciones  diarréi . 
cas,  sin  ulterior  mejoría  del  enfermo.  La  ntgularidad  térmica  que  ofrecía 


ii)?:as  sueltas  sobhk  la  fiiiibrf.  tifoiiika.  527 

(lióme  motivo  á  sospechar  que  tal  vez  se  desarrollaria  el  tiindromc  pro- 
pio déla  fiebre  tifoidea:  nada  menos  que  eao.  Las  oscilaciones  térmicas 
fueron  presentándose  tan  regularmente  como  marca  el  trazado;  el  sin- 
di-ome  no  progresó;  dos  síntomas  mejoraron:  los  vértigos,  que  cesaron 
ni  cuarto  dia,  y  la  sequedad  de  la  piel,  que  alternó  con  suave  mador  Itas 
ta  en  las  palmas  de  las  manos.  Las  alteraciones  que  en  los  días  11  y  si- 
guientes marca  el  trazado  corresponden  (post  hoc  ópropter  boc?)  á  las 
evacuaciones  artificialmente  provocadas  por  medio  de  loa  calomelanos. 
A  medida  que  transcurren  dias,  alejada  la  posibilidad  de  fiebre  tifoidea, 
va  tomando  la  enfermedad  un  carácter  remitente,  casi  intermitente,  para 
terminar  á  los  cuarenta  dias  de  iniciada  con  suma  lentitud,  y  como  ter- 
minan las  olas  que  el  mar  arroja  á  la  playa,  es  decir,  dejando  indeter- 
minado el  momento  en  que  se  acaba  el  proceso  morboso. 

TRAZADO.  N9  3. 


Fig.  79.—  Termograna  en  nn  caao  de  flet>re  francamente  tifoidea  de  cnrso 
térmico  equivoco. 

Fiebrf:  francamente  tifoidea  de  curso  térmico  equívoco. — Traza- 
do ni'im.  3.— Hombre  de  HS  años,  de  buena  constitución  y  robustez  habi- 
tual, cuyo  síndrome  patológico  comienza  á  fines  del  pasado  mes  de  Ju- 
nio, con  la  vaguedad  que  antes  he  mencionado  á  corta  diferencia:  á  los 
dos  dias  de  iniciado,  sobrevino  subdelirio,  que  llegó  á  la  categoría  de 
delirio  agitado  al  tercer  dia  y  su  noche,  cambiando  otra  vez  en  ver- 
dadero subdelirio  á  beneficio  de  una  poción  fuertemente  almizclada  que 
prescribí  al  enfermo. 

Al  séptimo  día  de  la  duración  de  la  dolencia,  la  piel  estaba  seca  y  que- 
mante, el  pulso  latia  94  veces  por  minuto,  la  lengua  estaba  cubierta  por 
capa  negruzca,  no  seca  ni  acorchada;  el  abdomen  estaba  algo  resistente, 
ligeramente  doloroso  A  la  presión  en  el  vacio  derecho;  continuaba  la  al- 


528  roEAS  SUELTAS  SOBRE   LA  FIEBRE  TIFOmEA. 

leracion  del  sensorio,  y  alternaba  con  la  diarrea  la  astricción  de  vientre. 
Para  clásica  fiebre  tifoidea  faltaban  varios  síntomas:  no  habia  habido 
epistaxis;  no  existia  sordera,  ni  abultamiento  de  vientre,  ni  fuligo  en  la 
nariz,  ni  sequedad  en  las  encías  v  dientes,  ni  acorchamiento  de  la  len- 
gua, ni  exantema  abdominal. 

Y,  sin  embargo,  bastaban  los  síntomas  existentes  y  anteriormente 
mencionados  para  hacer  bueno  el  diagnóstico  de  fiebre  tifoidea,  que  emi- 
tí ante  la  familia,  teniendo  el  gusto  de  verle  admitido  por  el  Dr.  Formi- 
güera,  uno  de  los  ilustrados  directores  de  esta  Gaceta  médica.  El  boceto 
tifódico  que  se  ofrecía  á  la  vista  fué  acentuando  sus  colores  en  los  dias 
subsiguientes  y  hacia  el  duodécimo,  tras  una  abundante  evacuación  san- 
guínea por  el  recto,  el  cuadro  era  perfecto,  acabado,  clásico,  abstracción 
hecha  del  exantema  abdominal  que  ha  faltado  durante  todo  el  curso  pa- 
tológico. Hacia  el  día  17  tiene  lugar  otra  enterorragia  y  luego,  lenta,  pe- 
ro progresivamente,  mejora  la  sintomatología,  teniendo  lugar  la  defer- 
vescencia el  25"  dia  de  la  afección. 

»     « 

De  los  relatados  casos  y  de  varios  otros  que  me  seria  fácil  citar,  de- 
dúcese que  ninguno  de  los  síntomas  del  complejo  tifódico.  representa  ni 
en  el  tiempo  ni  en  el  espacio,  como  diria  Nieto  Serrano,  el  diagnóstico. 
Parecía  en  nuestros  dias  haberse  dado  con  el  punto  dificultoso  á  benefi- 
cio del  curso  térmico  de  la  afección;  y  las  conclusiones  de  Wunderlich,  á 
ser  reales,  representaban  el  fallo  definitivo  de  la  diagnosis  de  este  pro- 
ceso morboso:  verdad  era  que  este  fallo  debía  dictarse  a  posterioriy  es 
decir,  cuando  la  fiebre  tifoidea  andaba  afanosa  para  exteriorizarse  con 
toda  su  propia,  desagradable  fisonomía.  A  menudo,  empero,  nos  encon- 
tramos (testigos  los  citados  casos)  con  hechos  que  no  se  avienen  á  entrar 
en  la  ley  térmica  indicada  y  con  otros,  que  sin  ser  de  fiebre  tifoidea,  se 
ajustan  en  demasía  á  la  misma. 

¿Debe  entonces  juzgarse  de  los  hechos,  con  solo  el  termómetro  en  la 
mano  y  decidirse,  en  virtud  del  curso  térmico,  el  empate  sindrómico? 
De  ninguna  manera. 

(Concluirá.) 


anatomía  de  los  centros  nerviosos,  <^> 

POR   EL  Dr.   D.    Miguel  A.   Fargas  Roca. 


Fibras  unitivas  inter-hemisféricas.— De  uno  a  otro  hemisferio  se 
extienden  muchas  fibras  perfectamente  demostrables  y  conocidas,  y  que 
constituyen  uno  de  los  factores  más  importantes  del  cerebro.  Están  agru- 
padas formando  diferentes  órganos,  cuyo  papeKes  aunar  en  su  funeiona- 


(I)    Gontinnaolon.  —  V.  lo»  núms.  25,  2fi,  Ís7,  28.  2 »,  80,  31,  32, 33,  3t,  35,  36,  37,38, 
39  y  40. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  S'ÍO 

lismo  los  dos  hemisferios,  que  á  no  ser  por  éstas  comisuras  quedariaii 
completamente  aislados  é  independientes. 

Cuerpo  calloso, — Si  en  un  cerebro  colocado  sobre  su  base,  se  separan 
los  dos  hemisferios  por  la  grande  hendidura  inter-hemisférica,  se  encuen- 
tra en  su  profundidad  una  lámina  de  sustancia  blanca,  cuyas  fibras  tie- 
nen una  dirección  decididamente  trasversal  y  que  sirve  de  unión  entre 
uno  y  otro  hemisferio.  Es  el  cuerpo  calloso^  visto  por  su  cara  superior, 
que  es  convexa  de  delante  atrás.  Su  borde  anterior  está  separado  de  la 
punta  de  los  hemisferios  por  una  distancia  de  dos  y  medio  á  tres  centí- 
metros, y  el  posterior  por  cinco  centímetros.  El  primero  presenta  una 
inflexión  hacia  abajo  y  delante,  que  luego  se  dirige  atrás,  adelgazándose 
cada  vez  más  y  formando  una  concavidad  por  su  parte  superior,  en  la  cual 
se  aloja  la  cabeza  del  núcleo  caudal  y  la  parte  anterior  del  tabique  inter- 
ventricular;  esta  inflexión  se  llama  rodilla  del  cuerpo  calloso  (A,  ñg,  27) 
y  su  delgada  terminación  pico  dtíí  cuerpo  calloso  (P,  fig.  27).  Su  borde 
posterior  aumenta  de  espesor  y  las  fibras  forman  en  él  un  grueso  cordón, 
por  lo  cual  se  le  llama  rodete  del  cuerpo  calloso  (H,  fig.  27);  este  rodete 
corresponde  inmediatamente  por  encima  de  los  tubérculos  cuadrigémi- 
nos  y  entre  ambos  existe  la  parte  media  de  la  grande  hendidura  cerebral. 
Desde  la  rodilla  al  rodete,  tiene  el  cuerpo  calloso  unos  siete  centímetros. 
Por  la  cara  superior  y  hacia  los  lados,  el  cuerpo  calloso  se  introduce  por 
debajo  de  la  circunvolución  del  mismo  nombre,  quedando  entre  ambos 
un  espacio  llamado  seno  por  Vesalio,  y  ventrículo  por  Sabatier,  del  cuetyo 
calloso,  y  en  seguida  penetra  en  el  interior  del  hemisferio  confundiendo 
sus  fibra  con  las  restantes  del  centro  oval.  La  rodilla  da  dos  prolonga- 
ciones hacia  los  lóbulos  frontales  correspondientes,  que  se  conocen  con 
el  nombre  de  cuernos  anteriores  ó  frontales;  el  rodete  da  también  dos  pro- 
longaciones hacia  atrás,  que  son  los  cuernos  posteriores,  los  cuales  se 
subdividen  para  ir  uno  hacia  el  lóbulo  occipital  y  otro  hacia  el  temporal, 
constituyendo  lo  que  se  conoce  con  el  nombre  de  tapetum. 

En  esta  cara  superior  se  ven,  á  los  lados  de  la  línea  media,  dos  peque- 
ñas eminencias  longitudinales,  extendidas  desde  la  rodilla  al  rodete,  y 
constituidas  por  fibras  longitudinales,  que  cruzan  las  trasversales  del 
cuerpo  calloso;  son  los  nervios  de  Lancisi,  que  por  su  extremidad  anterior 
nacen  en  la  porción  más  anterior  de  la  circunvolución  del  cuerpo  calloso 
y  por  la  posterior  se  terminan  en  la  red  del  subiculiim  en  el  hipocampo. 
Algunos  creen  que  por  su  extremidad  anterior,  que  termina  formando 
los  pedúnculos  del  cuerpo  calloso,  guarda  íntima  conexión  con  las  raíces 
del  bulbo  olfatorio  y  que  sirven  para  llevar  las  impresiones  olfatorias 
al  hipocampo;  otros  las  consideran  como  fibras  unitivas,  que  ponen  en 
relación  la  extremidad  anterior  del  gyrus  marginatus  con  el  asta  de  Am- 
mon.  Esta  opinión  me  parece  la  más  fundada. 

La  cara  inferior  del  cuerpo  calloso  es  cóncava  de  delante  atrás  y  con- 
vexa transversalmente  {ñg.  63,  B).  Está  cubierta  por  la  membrana  ven- 
tricular  y  en  la  línea  media  da  inserción  hacia  adelante  al  tabique  traspa- 
rente ^  y  hacia  atrás  se  pone  en  relación  con  la  bóveda  de  los  tres  pilares, 
A  los  lados  forma  un  seno  con  la  cara  interna  del  núcleo  caudal,  de  modo 
que  constituye  la  bóveda  de  la  cavidad  ventricular. 

El  espesor  de  esta  comisura  varía  según  los  sitios,  y  de  un  modo  ge- 


530  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

neral  puede  decirse  que  va  disminuyendo  de  atrás  adelante,  para  engro- 
sarse otra  vez  al  nivel  de  la  rodilla. 

El  cuerpo  calloso  está  formado,  sin  discusión  posible,  por  fíbras  tras- 
versales que  van  de  uno  á  otro  hemisferio.  Sin  embargo,  no  siempre  han 
estado  acordes  los  autores  sobre  la  terminación  verdadera  de  estas  fibras. 
Willis,  Malpighi,  Vieusens,  Fracasati,  Reil,  etc.,  habían  ya  dicho  que  el 
cuerpo  calloso  es  una  comisura  inter-hemisférica,  extendida  desde  la 
capa  cortical  de  un  lado  á  la  opuesta.  Más  tarde,  Tiedemann  sostuvo  que 
no  unia  las  cortezas  de  ambos  hemisferios,  sino  que  era  una  anastomo- 
sis entre  la  sustancia  blanca  de  los  dos  centros  ovales.  Foville  creyó  que 
era  una  comisura  interpeduncular,  diciendo  que  las  fibras  de  los  pe- 
dúnculos atravesaban  el  centro  oval  y  se  encorvaban  para  reunirse  con 
las  del  lado  opuesto  en  el  cuerpo  calloso.  Gratiolet  admitió  una  opinión 
mixta,  diciendo  que  las  fibras  pedunculares  de  un  lado  se  entrelazaban 
con  las  del  lado  opuesto  en  el  cuerpo  calloso,  y  que  después  iban  á  ter- 
minar en  la  corteza  gris  del  otro  hemisferio.  Hoy  la  cuestión  está  resuelta, 
gracias  á  los  estudios  de  embriogenia,  de  Anatomía  comparada  y  disec- 
ciones delicadas,  y  Sappey,  Luys,  Lussana  y  Lemoigne,  Berger,  Meinert, 
Huguenin,  Hastian,  Broadbent,  etc.,  etc.,  admiten  como  demostrado,  que 
el  cuerpo  calloso  es  una  comisura  extendida  entre  las  dos  cortezas  cere- 
brales. Para  no  ser  prolijo  no  cito  los  hechos  que  demuestran  la  verdad 
de  este  hecho. 

Las  fibras  del  cuerpo  calloso,  allpenetrar  en  el  centro  oval,  se  mez- 
clan con  las  demás  y  van  á  terminar  en  las  circunvoluciones,  distribu- 
yéndose, según  Broadbent,  de  la  misma  manera  que  las  fibras  radiadas 
á  las  cuales  acompañan  siempre  las  del  cuerpo  calloso.  De  modo  que, 
según  dicho  autor,  la  primera  y  tercera  circunvoluciones  primitivas  y 
las  dos  centrales  son  las  que  reciben  de  preferencia  las  fibras  del  cuerpo 
calloso.  Se  cree  que  estas  fibras  ponen  en  comunicación  regiones  análo- 
gas de  ambos  hemisferios,  y  dice  Luys  que  ha  podido  comprobar  la  ver- 
dad de  este  aserto  en  cortes  muy  delgados  del  cerebro. 

Gracias  á  los  cuernos  anteriores  y  posteriores,  el  cuerpo  calloso  envia 
sus  fibras  á  todos  los  lóbulos  de  los  hemisferios.  Los  cuernos  anteriores 
á  los  lóbulos  frontales;  la  parte  media  á  los  parietales,  y  los  posteriores, 
con  sus  subdivisiones,  á  los  occipitales  y  temporales.  Estas  dos  últimas 
se  dirigen  á  su  sitio  respectivo,  cubriendo  el  seno  hemisférico  en  su 
prolongación  occipital  y  en  su  parte  esfenoidal  y  formando  lo  que  antes 
he  designado  con  el  nombre  de  tapetum.  Para  dirigirse  á  estos  sitios,  las 
fibras  del  cuerpo  calloso  sufren  hacia  los  lados  del  rodete  una  especie 
detorsión. 

En  algunos  puntos,  las  fibras  del  cuerpo  calloso  pueden  dividirse  en 
dos  láminas,  detalle  anatómico  que  carece  de  interés,  puesto  que  todas 
las  fibras  desempeñan  el  mismo  papel  de  comisuras  inter-hemisféricas. 

Indudablemente  la  importancia  de  las  funciones  del  cuerpo  calloso  se 
habia  exagerado  por  Lapeyronnie,  al  considerarlo  como  semorium  com- 
muñe  ó  asiento  del  alma,  lo  mismo  que  por  Treviranus,  al  concederle  la 
facultad  psíquica  de  comparar  las  ideas  para  formar  los  juicios.  Las  fun- 
ciones de  este  órgano  son  poco  conocidas;  más  bien  son  sospechadas  que 
demostradas.  Los  métodos  experimentales  de  Lapeyronnie,  Saucerotte, 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  531 

Chopart  y  Renzi,  son  defectuosos;  las  observaciones  clínicas  de  Lalle- 
mand,  Abercrombie,  Fantoni,  etc.,  son  incompletas  y  poco  demostrati- 
vas; por  este  motivo  es  imposible  señalar  hoy  decididamente  el  papel 
que  desempeña  el  cuerpo  calloso.  Lussana  y  Lemoigne,  que  han  hecho  de 
este  punto  un  estudio  especial  fundado  en  la  Anatomía  comparada,  en 
la  experimentación  y  en  el  estudio  de  algunos  casos  de  falta  congénita 
del  cuerpo  calloso,  Uegati  á  la  siguiente  conclusión:  «el  cuerpo  calloso 
reúna  la  actividad  funcional  de  los  dos  hemisferios.  Un  hombre,  ó  un 
animal,  sin  cuerpo  calloso,  piensa,  quiere  y  percibe,  con  la  actividad 
aislada  é  independiente  de  ambos  hemisferios;  pero  puede  pensar, 
querer  y  percibir  con  uno  ú  otro  hemisferio  de  una  manera  menos  sólida 
y  menos  recíproca,  como  podría  hacerlo  relativamente  con  un  sólo 
hemisferio  cerebral.  No  es  esto  decir  que  sea  inútil  la  duplicidad  de  los 
hemisferios  cerebrales,  como  no  creemos  inútiles  dos  ojos  ó  dos  testícu- 
los en  vez  de  uno;  el  sistema  del  cuerpo  calloso  sirve  para  sumar  las 
ventajas  de  esta  duplicidad.» 

Comisura  blanca  anterior. — Es  un  manojo  de  fíbras  que  van  de  uno  á 
otro  hemisferio,  de  la  misma  manera  que  el  cuerpo  calloso.  Es  un  cor- 
don  blanco,  cilindrico,  que  en  el  espesor  del  cerebro  parece  más  bien 
una  comisura  entre  los  cuerpos  estriados;  en  su  parte  media  está  libre, 
aunque  sólo  puede  verse  levantando  el  cuerpo  calloso  y  entonces  se  ob- 
serva (fig.  63,  G)  que  pasa  por  delante  de  la  reflexión  de  los  pilares 
anteriores  de  la  bóveda,  de  modo  que  los  tres  cordones  circunscriben 
como  un  agujero,  que  los  antiguos  conocían  con  el  nombre  de  vulva. 
En  O  (fig.  27),  se  ve  el  corte  al  través  de  esta  comisura  y  por  su  situación 
se  comprende  que  penetra  por  cada  lado  en  el  hemisferio  correspondiente, 
atravesando  por  el  espesor  de  los  cuerpos  estriados,  lo  cual  fué  causa  de 
que  Willis  creyese  que  era  una  comisura  entre  los  núcleos  centrales. 

La  opinión  de  Willis  es  tan  equivocada  como  la  de  Tiedemann  y 
Ghaussier  al  considerarla  como  comisura  interpeduncular,  pues  Gratio- 
let  demostró  evidentemente  que  las  fibras  de  esta  comisura  llegan 
hasta  los  lóbulos  esfenoidales.  Es  fácil  convencerse  de  ello,  pues  en  ce- 
rebros endurecidos  por  el  ácido  nítrico  puede  seguirse,  sin  ninguna  di- 
ficultad, el  trayecto  de  la  comisura  anterior  al  través  de  la  sustancia 
cerebral,  formando  un  manojo,  cuyas  fibras  están  algo  torcidas  en  es- 
piral, hasta  llegar  al  lóbulo  esfenoidal,  en  donde  se  separan  para  dis- 
tribuirse en  dicho  punto.  Si  bien  está  demostrado  que  la  comisura  an- 
terior reúne  la  sustancia  gris  de  los  dos  hemisferios  y  que  no  es  más 
que  un  complemento  del  cuerpo  calloso,  no  existe  uniformidad  entre  los 
autores  acerca  de  la  distribución  precisa  de  sus  fibras  en  la  corteza  ce- 
rebral: Luys  lo  considera  como  una  comisura  de  los  lóbulos  esfenoida- 
les; Sappey  cree  que  sirve  para  reunir  las  dos  ínsulas  de  Reil;  Meynert 
opina  que  se  distribuyen  por  los  lóbulos  esfenoidal  y  occipital.  Esta  úl- 
tima opinión  es  perfectamente  demostrable. 

Según  Meynert  y  Frank,  la  comisura  anterior  representa  otro  papel 
importante,  pues  seria,  según  ellos,  el  sitio  de  entrecruzamiento  de 
algunas  fibras  de  los  lóbulos  olfatorios,  como  he  consignado  anterior- 
mente. Huguenin  se  muestra  dudoso  sobre  este  punto,  cuyo  principal 
apoyo  lo  encuentran  en  la  Anatomía  comparada. 


«532  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

Comisura  blanca  posterior. — Es  un  pequeño  manojo  de  fibras  exten- 
dido de  uno  á  otro  tálamo  óptico,  en  los  cuales  penetra  por  su  parte  pos- 
terior. Es  poco  conocido  el  trayecto  de  sus  fibras,  pero  más  que  todo 
parecen  destinados  á  poner  en  comunicación  el  tálamo  óptico  de  un  lado 
con  el  del  lado  opuesto.  Bastían  teoriza  sobre  esta  creencia,  y  dice,  que 
se  comprende  que  los  tálamos  ópticos  estén  enlazados  entre  sí  y  no  lo 
estén  los  cuerpos  estriados,  porque  los  primeros  están  destinados  á  fun- 
ciones sensitivas,  que  necesitan  estar  relacionadas  para  su  perfecto  des- 
empeño, mientras  que  los  cuerpos  estriados  no  tienen  necesidad  de  ello, 
por  estar  consagrados  á  las  funciones  motoras  desarrolladas  en  cada 
hemisferio  y  que  no  necesitan  tanta  solidaridad.  Esto  no  pasa  de  ser  un 
comentario  sobre  un  supuesto  hecho  anatómico,  que  ni  puede  admitirse 
como  bueno,  ni  desecharse  como  inútil  y  superfino. 

Trígono  cerebral.-  Los  pilares  anteriores  de  la  bóveda,  cuando  se  di- 
rigen hacia  atrás,  divergiendo,  se  ponen  en  contacto  de  la  cara  inferior 
del  cuerpo  calloso,  antes  de  convertirse  en  pilares  posteriores.  En  este 
punto  existe  una  serie  de  fibras  transversales,  extendidas  de  uno  á  otro 
pilar  (fig.  63,  A),  que  por  el  aspecto  especial  que  le  comunican  merecie- 
ron de  Vicq  d*  Azyr  el  nombre  de  psalterium  ó  lira.  Algunos  autores 
creen  que  estas  fibras  corresponden  al  cuerpo  calloso,  pero  Luys,  y 
con  él  Berger,  Bastían,  Goulbault  y  otros,  cree  que  pasan  de  uno  á  otro 
pilar  y  que  representan  una  verdadera  comisura  entre  la  sustancia  gris 
del  asta  de  Anmon  de  un  lado  y  la  del  lado  opuesto. 

M. — ES.TRUCTURA  DE  LA  SUSTANCIA  BLANCA  DE  LOS  HEMISFERIOS. 

El  elemento  anatómico  constitutivo  de  la  sustancia  blanca  de  los  he- 
misferios es  la  fibra  nerviosa,  con  un  tamaño  promedio  de  4  á  5  mm., 
según  Kólliker.  El  diámetro  de  las  fibras  nerviosas  de  los  hemisferios, 
no  siendo  igual  en  todas  ellas,  permite,  según  Henle,  agruparlas  en  dos 
categorías;  pues  unas.lo  tienen,  en  general,  mucho  más  pequeño,  de  2 
á  3  mm.  á  lo  más,  y  otras,  son  mucho  más  anchas:  las  primeras  serian 
las  destinadas  á  poner  en  relación  las  partes  inferiores  del  eje  cerebro- 
espinal con  la  corteza  gris,  y  las  segundas  pertenecerían  al  cuerpo  calloso. 
Esta  creencia  dista  mucho  de  ser  un  hecho  demostrado;  lo  que  sí  es  cierto, 
es  que  en  la  sustancia  blanca  hemisférica  las  fibras  de  más  pequeño  ca- 
libi'e  están  mezcladas  con  otras  más  gruesas. 

Las  fibras  nerviosas  de  la  sustancia  blanca  de  los  hemisferios  difie- 
ren de  las  fibras  nerviosas  periféricas.  Falta  en  ellas  la  vaina  de  Schwan, 
y  únicamente  el  cilindro-eje,  cubierto  por  una  capa  de  mielina,  es  el 
componente  de  estas  fibras.  Según  resulta  de  las  observaciones  de  Ro- 
bín y  otros  autores,  las  fibras  de  los  hemisferios  sufren  una  nueva  mo- 
dificación al  penetrar  en  una  masa  de  sustancia  gris,  sea  esta  central  ó 
periférica:  los  tubos  nerviosos  se  despojan  de  su  mielina,  quedando  re- 
ducidos al  cilindio-cje  y  no  aparecen  ya  como  fibras  de  doble  contorno; 
al  revés  sucede  con  las  que  emergen  de  la  sustancia  gris,  que,  después  de 
un  corto  trayecto,  se  recubren  de  mielina.  Con  todo,  Gerlach  ha  descrito 
algunas  fibras  de  doble  contorno  en  el  espesor  de  la  sustancia  gris  de  las 
circunvoluciones. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  533 

Los  tubos  nerviosos,  en  la  sustancia  blanca  de  los  hemisferios,  no 
corren  cada  uno  de  ellos  aislada  é  independientemente,  ni  se  entre- 
cruzan á  capricho  formando  redes,  ni  tampoco  presentan  subdivisiones 
ó  ramificaciones.  Hoy  está  fuera  de  duda  que  estas  fibras  nerviosas  se 
agrupan,  formando  pequeños  hacecillos,  de  la  misma  manera  que  se 
agrupan  las  fibras  musculares  para  constituir  los  suyos.  Asi  reunidas  en 
hacecillos,  siguen  cada  una  de  ellas  un  trayecto  determinado,  y  de  esta 
misma  manera  los  hemos  visto  penetrar  en  el  espesor  de  las  circunvo- 
luciones, distribuyéndose  luego  para  ir  á  terminar  aisladamente  en 
una  célula,  en  la  que  acaban.  Sin  embargo,  téngase  en  cuenta  que  Rind- 
fleisch  admite  un  modo  especial  de  terminación  de  algunas  fibras  ner- 
viosas, que  después  de  estar  despojadas  de  su  mielina,  se  ramificarían 
hasta  lo  infinito,  dando  subdivisiones  finísimas  que  terminarían,  según 
dicho  autor,  en  la  sustancia  granulosa  intersticial. 

Estos  hacecillos  de  fibras  nerviosas  están  separados  unos  de  otros 
por  la  neuroglia  que  existe  en  la  sustancia  blanca,  lo  mismo  que  en  la 
corteza  gris,  pero  en  menos  abundancia.  El  aspecto  que  presenta  la  neu- 
roglia en  estas  regiones,  según  los  recientes  estudios  de  Golgi  y  Boíl,  es 
el  de  formar  tabiques  que  separan  dichos  hacecillos.  En  un  corte  para- 
lelo á  la  dirección  de  los  mismos,  aparecen  formados  los  tabiques  por 
células  que  ofrecen  una  disposición  linear,  y  en  los  cortes  transversales 
se  presentan  como  unos  tabicados  que  dan  á  la  preparación  un  aspecto 
esponjoso,  en  cuyas  mallas  están  contenidos  los  hacecillos  de  fibras. 
Sogun  Goll,  estas  células  tienen  distintas  formas,  pero,  en  general,  son 
aplanadas  con  gruesos  núcleos  y  contornos  poco  visibles;  están  provistas 
de  prolongaciones,  algunas  de  ellas  muy  largas,  y  como  la  cubierta  ó 
capa  que  forman  no  es  continua,  dejan  entre  sí  una  especie  de  lagunas. 
Magnau  y  Hayem  admiten  también  estas  células,  que  con  alguna  varia- 
ción son  idénticamente  descritas  por  Deiters.  Algunos  autores  les  dan  el 
nombre  de  este  autor. 

Además,  esta  sustancia  intersticial  contiene  algunos  corpúsculos  es- 
trellados ó  fusiformes  de  tejido  conjuntivo  y  las  pequeñas  granulaciones 
conocidas  con  el  nombre  de  mielocitos,  todo  ello  reunido  en  la  sustancia 
fundamental  de  la  neuroglia,  que  he  descrito  ya  á  propósito  de  la  corteza 
cerebral. 

N. —  VENTRÍCULOS  CEREBRALES  Y  FACTORES  ADYACENTES. 

Para  terminar  la  descripción  del  cerebro,  reseñaré  en  pocas  palabras 
lo  concerniente  á  las  cavidades  centrales  del  cerebro  y  á  los  órganos 
más  directamente  relacionados  con  ellas,  de  las  que  no  he  hecho  men- 
ción. 

Colocados  los  hemisferios  uno  al  lado  de  otro,  queda  entre  ellos  una 
cavidad  (H,  fig.  80),  cuyas  paredes  laterales  están  formadas  por  la  cara 
interna  de  los  núcleos  centrales.  Esta  cavidad  queda  cerrada  por  arriba 
por  medio  del  cuerpo  calloso  (G,  fig.  80),  que  extendido  de  uno]]á  otro 
hemisferio,  en  los  cuales  penetra  por  su  seno,  forma  la  bóveda  de  los 
ventrículos  cerebrales.  Hacia  abajo  quedaría  abierta  en  la  base  del  cere- 
bro á  no  ser  por  una  masa  de  sustancia  gris  llamada  infundibulum  ó 


534  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

cuerpo  ceniciento,  que  se  extiende  de  uno  á  otro  tálamo  óptico  y  forma 
el  fondo  de  la  cavidad  ventricular  (E,  fig.  50).  Hacia  adelante  está  limi- 
tada por  la  rodilla  del  cuerpo  calloso,  que  como  he  dicho,  se  refleja  sobre 
la  extremidad  anterior  de  lo3  núcleos  caudales  (fig.  63).  Hacía  atrás, 
queda  abieiia  entre  la  cara  superior  de  los  pedúnculos  cerebrales  y  el 
rodete  del  cuerpo  calloso;  este  punto  de  entrada  á  la  cavidad  ventricu- 
lar, forma  la  parte  inedia  de  la  grande  hendidura  de  Bichat,  que  se  ex- 
tiende hacia  los  lados  á  los  lóbulos  temporales,  constituyendo  las  partes 
laterales  de  dicha  hendidura,  que  permitirían  directamente  la  entrada 
á  las  prolongaciones  esfenoidales  del  seno  hemisférico,  si  la  cinta  óptica 
no  la  cerrase  por  completo;  la  hendidura  de  Bichat  es,  en  suma,  el  sitiu 
por  donde  puede  penetrarse  en  los  ventrículos  cerebrales  sin  destruir 
ningún  factor. 


Flg.  80.— Ooita  Tertical  del  cerebro  (Bsquema). 


s  cerebrales. 

-C 

ulbo-C  Cipsula  inl 

rna.-E  Corona 

radUnte,— (¡Cuerpo  calloso.— H  Cavi 

Núcleo  caudal—í  1 

Uarno  6p«».- 

3  Núcleo  lenticular. 

Esta  cavidad  intra-cerebral  está  dividida  en  dos  por  un  tabique 
transversal:  la  bóveda  de  los  cuatro  pilares,  que  por  sus  lados  descansa 
sobre  el  tálamo  óptico,  como  puede  verse  en  la  fig.  63  (A),  en  donde 
está  levantada  para  ver  la  disposición  de  estas  partes.  Quedan  de  este 
modo  una  cavidad  antero-superior  y  otra  postero-inferior:  esta  última, 
forma  el  tercer  ventrículo  ó  ventrículo  medio,  cuyas  paredes  son:  ha- 
cia los  lados,  la  cara  interna  de  los  tálamos  ópticos  (flg.  50);  hacia  arriba, 
la  bóveda  de  los  cuatro  pilares  y  la  tela  coroidea,  cuya  descriiicion  haré 
al  tratar  de  la  circulación  de  los  centros  nerviosos;  hacia  abajo,  el  tercer 
ventrículo  termina  en  forma  de  embudo,  formado  por  la  sustancia  gris 
del  cuerpo  ceniciento;  hacia  adelante,  se  ve  la  divergencia  de  los  pilares 
anteriores  de  la  bóveda  y  la  comisura  blanca  anterior  (flg.  63),  que  por 
su  disposición  circunscriben  una  pequeña  depresión,  que  Vieusens  creyó 
era  un  agujero  y  le  dio  el  nombre  de  vulva;  hacia  atrás,  la  comisura 
blanca  posterior  y  un  orificio  circular,  que  es  la  abertura  anterior  del 
acueducto  de  Sylvio,  llamado  ano  por  Vieusens  en  oposición  del  ante- 
rior. La  forma  de  esta  cavidad  es  muy  aplanada  lateralmente,  de  modo 
que  puede  decirse  que  tiene  dos  caras  laterales  y  una  superior,  6  base, 


ANATOBÍÍA  DB  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  535 

un  borde  anterior  y  otro  posterior  y  un  vértice,  dirigido  hacia  abajo.  La 
parte  inedia  de  la  hendidura  de  Bichat  penetra  en  este  ventrículo. 

Cuerpo  ceniciento  y  glándula  pituitaria. —  El  cuerpo  ceniciento  es  una 
masa  de  sustancia  gris  anexa  á  los  núcleos  centrales,  cuyos  detalles  de 
extructura  son  muy  poco  conocidos  y  cuyas  funciones  se  ignoran  por 
completo. 

Cubre  la  mitad  inferior  de  la  cara  interna  de  ambos  tálamos  ópticos 
y  forma  como  un  infundíbulum  donde  termina  el  ventrículo  medio; 
aparece  en  la  base  del  cerebro  (fig.  25,  P),  por  delante  de  los  tubérculos 
mamilares,  terminando  en  una  especie  de  cordón  que  se  une  con  la 
glándula  pituitaria  y  que  por  este  motivo  se  llama  tallo  de  la  glándula 
pituitaria. 

La  glándula  pituitaria  es  un  cuerpo  redondeado,  alojado  en  la  silla 
turca,  en  un  repliegue  de  la  dura  madre  y  que  está  unida  al  cerebro  por 
medio  del  tallo  pituitario;  esta  glándula  está  dividida  en  dos  lóbulos, 
una  anterior  y  otro  posterior:  aquel  es  más  grueso  y  más  i  esistente  que 
este,  tiene  la  forma  de  una  media  luna  de  cavidad  posterior  con  un  color 
gris  rojizo  en  su  superficie  y  amarillo  blanquecino  en  el  centro.  La  ex- 
tructura y  usos  de  este  órgano  han  sido  muy  discutidos  y  aun  no  están 
fuera  de  litigio:  respecto  al  lóbulo  anterior,  queda  demostrado  por  los 
trabajos  de  Tiedemann,  Fontana,  Bock,  Luys,  Grandry,  Robin,  etc.,  que 
realmente  se  trata  de  una  glándula  linfática,  como  supuso  Monró  antes 
que  nadie;  en  lo  referente  al  lóbulo  posterior,  las  investigaciones  de 
Muller  y  Lushka  parecen  haber  demostrado,  contra  la  opinión  de  Gran- 
dry, que  existen  en  él  redes  de  fibras  nerviosas. 

Aun  no  ha  podido  resolverse  si  el  tallo  pituitario  tiene  ó  no  un  canal 
en  su  centro  que  comunique  con  el  ventrículo  medio:  creo  verdadera  la 
opinión  de  Luys,  quien  opina  que  á  una  mayor  condensación  de  las  ca- 
pas periféricas  se  debe  el  aspecto  especial  que  debe  hacer  creer  en  ia 
existencia  de  un  canal. 

Como  una  dependencia  del  cuerpo  ceniciento  ó  masa  gris  del  ventrí- 
culo medio,  debe  señalarse  también  la  comisura  gris  en  forma  de  lámi- 
na, extendida  de  uno  á  otro  tálamo  óptico,  y  que  Meckel,  Longet  y  Wenzel 
han  notado  su  ausencia  en  algunos  rarísimos  casos. 

Glándula  pineal. — Es  un  órgano  anexo  por  su  situación  al  ventrículo 
medio  é  íntimamente  unido  con  la  tela  ceroidea.  Tiene  la  forma  de  un 
cono,  por  lo  cual  Galeno  le  llamó  conarium,  y  próximamente  el  volumen 
de  un  guisante.  Está  situado  en  el  centro  de  la  hendidura  de  Bichat,  en- 
tre la  cara  superior  de  los  pedúnculos  y  el  rodete  del  cuerpo  calloso; 
corresponde  á  la  separación  de  aquellos  y  descansa  en  el  surco  que 
separa  los  dos  tubérculos  cuadrigéminos  anteriores  (fig.  63,  H).  En 
ella  está  levantada  y  dirigida  adelante;  su  vértice  está  dirigido  hacia  arri- 
ba y  atrás;  tiene  un  color  ceniciento  y  consistencia  variable. 

De  su  base  parten  varios  manojitos  de  fibras  nerviosas,  en  número  de 
seis,  conocidos  con  el  nombre  de  pedúnculos  de  la  glándula  pineal:  dos 
superiores,  dos  inferiores  y  dos  medios  (H,  fig.  70).  Los  primeros  se 
dirigen  de  la  base  de  la  glándula  pineal  hacia  los  lados  y  se  colocan  en 
seguida  en  el  punto  de  unión  de  la  cara  interna  con  la  superior  del  tála- 
mo óptico,  circunscribiendo  así  la  base  del  ventrículo  medio;  continúan 


536  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

hacia  adelante,  formando  un  cordoncito  blanco,  muy  visible,  hasta  encon- 
trar los  pilares  anteriores  de  la  bóveda,  con  los  cuales  se  unen,  se  llaman 
también  frenos  de  la  glándula  pineal,  y  Descartes  los  consideraba  como 
las  riendas  del  alma,  cuya  morada  suponia  en  dicho  cuerpo.  Los  segun- 
dos parten  del  mismo  sitio,  se  dirigen  hacia  abajo,  por  delante  de  la 
comisura  posterior  y  penetran  en  la  parte  correspondiente  del  tálamo 
óptico.  Los  terceros  son  trasversales  y  están  adosados  á  la  comisura 
posterior,  de  la  cual,  aunque  distintos,  parecen  una  dependencia;  no 
siempre  son  simples,  y  en  unión  de  aquella  penetran  también  en  el  tála- 
mo óptico. 

La  glándula  pineal  es  de  igual  naturaleza  que  la  glándula  pituitaria. 
Hasta  hace  poco  se  habia  admitido  sin  discusión  su  extructura  ner- 
viosa, pero  hoy  está  demostrado,  y  el  acuerdo  es  casi  unánime  entre  los 
histólogos,  que  no  es  más  que  una  glándula  vascular-sanguínea.  Es  casi 
constante  la  existencia  en  su  centro  de  una  cavidad  más  ó  menos  grande, 
ó  por  lo  menos  de  una  zona  blanduzca  que  sustituye  á  aquella.  En  los 
acini  de  esta  glándula,  se  encuentran,  con  muchísima  frecuencia,  concre- 
ciones calcáreas  esféricas,  siempre  pequeñas,  aunque  variables  en  su 
volumen:  los  trabajos  de  Wenzel,  Hajckel,  Harless,  Faivre,  etc.,  demues- 
tran evidentemente  que  estas  producciones  calcáreas  no  reconocen  nin- 
gún origen  patológico. 

Es  preciso  decir,  sin  embargo,  que  Kólliker  y  Meyner  creen  que  la 
glándula  pineal  tiene  células  nerviosas  multipolares,  y  por  lo  tanto,  en 
vez  de  considerarla  como  una  glándula  linfática,  la  consideran  como  un 
ganglio  nervioso;  estos  autores  creen  que  los  pedúnculos  guardan  rela- 
ción con  estas  células,  mientras  Liegeois,  Muller,  Henle,  Robin,  Leyd- 
ka,  etc.,  que  admiten  su  naturaleza  linfática,  las  consideran  inde- 
pendientes. 

La  cavidad  antero-superior  está  formada  por  la  unión  de  los  senos 
hemisféricos:  constituida  su  pared  superior  por  la  cara  inferior  del  cuerpo 
calloso  y  su  pared  inferior  por  la  cara  superior  de  los  núcleos  caudales 
y  de  la  bóveda  de  los  cuatro  pilares,  que  como  quiera  que  por  su  base 
se  identifica  con  el  cuerpo  calloso,  cierra  por  detrás  esta  cavidad,  que  se 
continúa  hacia  los  lados  hasta  el  lóbulo  temporal. 

Entre  la  pared  superior  y  la  inferior,  se  extiende  un  tabique  vertical 
que  separa  la  cavidad  en  dos.  Este  tabique,  llamado  tabique  trasparente, 
6  ventricular  (ñg.  A6,  T),  tiene  una  forma  triangular:  su  borde  superior 
se  une  á  la  cara  inferior  del  cuerpo  calloso;  su  borde  inferior,  convexo 
como  el  primero,  es  recibido  en  la  concavidad  de  la  rodilla  de  la  gran 
comisura  interhemisférica;  el  borde  posterior,  cóncavo,  corresponde  al 
canal  que  la  bóveda  de  los  cuatro  pilares  presenta  en  la  parte  media  de 
su  cara  superior.  Su  vértice,  afilado  y  dirigido  hacia  atrás,  se  pierde  en 
la  convergencia  de  la  bóveda  con  el  cuerpo  calloso. 

El  tabique  trasparente  es  una  lámina  de  sustancia  nerviosa  depen- 
diente de  los  hemisferios,  y  como  ellos,  doble  y  simétrico,  según  lo  ha 
hecho  notar  Henle,  pues  está  compuesto  de  dos  laminillas  separadas 
entre  sí,  de  modo  que  queda  en  su  interior  una  pequeña  cavidad  de  exis- 
tencia constante  y  fácilmente  visible  por  medio  de  un  corte  (fig.  46,  T), 
llamada  ventrículo  del  tabique,  quinto  ventrículo  ó  ventinculo  de  Céhaus- 


CÓLERA  MORBO.  537 

3ier.  Se  ha  discutido  mucho  si  este  ventrículo  comunicaba  con  los  demás, 
y  parece  que  la  creencia  más  autorizada  es  la  de  que  está  completamente 
cerrado. 

Cada  lámina  del  tabique  está  formada  por  un  armazón  de  fibras  ner- 
viosas, que  se  pierden  entre  las  fibras  del  cuerpo  calloso  por  un  lado,  y 
según  Meynert,  tienen  por  otro  algunas  conexiones  con  las  fibras  de  la 
bóveda.  Gratiolet  cree  que  estas  fibras  establecen  una  comisura  elemental 
entre  la  circunvolución  olfatoria  interna  y  la  del  cuerpo  calloso:  lo  posi- 
tivo es  que  algunas  atraviesan  el  cuerpo  calloso  para  unirse  á  sus  trac- 
tiis  longitudinales.  Cada,  lámina  blanca  del  tabique  trasparente  está  cu- 
bierta por  una  delgada  película  de  sustancia  gris  por  su  parte  externa  y 
otra  mucho  más  fina  por  su  parte  interna. 

A  beneficio  de  este  tabique,  queda  separada  la  cavidad  antero-superior 
en  dos  (ñg.  46,  U),  llamadas  ventrículos  laterales,  correspondientes  al 
seno  hemisférico  que  antes  he  descrito  y  cuyo  trazado  hasta  el  lóbulo 
temporal  y  su  prolongación  hasta  el  occipital  nos  son  desconocidos. 

En  los  ventrículos  laterales  se  encuentran  los  plexos  coroideos^  depen- 
dencia del  aparato  circulatorio. 

El  tercer  ventrículo  comunica  directamente  con  cada  uno  de  los 
ventrículos  laterales,  á  beneficio  de  un  agujero  que  los  pilares  anterio- 
res de  la  bóveda  forman  al  reflejarse  sobre  la  extremidad  anterior  del 
tálamo  óptico,  en  el  punto  en  que  reciben  los  pedúnculos  superiores  de 
la  glándula  pineal.  Estos  agujeros  se  llaman  agujeros  de  Monró,  y  por 
ellos  los  plexos  coroideos  se  unen  con  la  tela  coroidea  del  tercer  ventrículo 
y  los  ventrículos  cerebrales  se  comunican  mutuamente. 

(Continuará.) 


CÓLERA  MORBO, 

POR  EL  Doctor  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona. 


Islas  Filipinas.— Mant7a.  Estado  sanitario  en  30  de  Junio.  Las  Autoridades  de  Ma- 
nila y  las  de  Hog-Kong.—  Arribo  del  Francisco  Reyes.—  Aislamiento?—  Creación 
del  Lazareto  de  Mariveles.  —  Desinfección  de  la  correspondencia  pública,  fenol, 
ácido  hipo-nítrico.  — Declaración  de  puerto  sucio;  noticias  telegráficas.— /«ia  de 
Lnzon. — Iloilo.—Zamhoanga.—Isla  de  Negros,— Joló.— Otras  medidas  sanitarias. 
—Sumatra, — Java,— Japón.— Suez.— Mar  Rojo,  —  Gibaltarf—  España, 


El  Subdelegado  de  Medicina  y  Cirugía  de  Manila,  en  vista  del  parte  sa- 
nitario remitido-por  los  Médicos  del  Hospital  de  San  Juan  de  Dios  y  por 
otros  de  la  localidad,  dice  textualmente  en  lo  que  se  refiere  á  la  segunda 
quincena  del  mes  de  Junio: 

«Han  persistido  las  fiebres  palúdicas  en  sus  diferentes  formas,  ha- 
biendo disminuido  mucho  las  perniciosas  graves. — Predominan  las  ñe- 


538  CÓLERA  MORHO. 

bres  gastro  biliosas  graves,  las  reumáticas  y  tifoideas.  —  Del  aparato 
digestivo  se  han  acentuado  mucho  durante  la  quincena  los  cólicos  se- 
guidos de  vómitos  y  diarrea  en  general  de  terminación  favorable,  las 
(iisenterías,  algunas  graves,  y  los  infartos  hepáticos.  Entre  las  fiebres 
eruptivas  decrece  mucho  el  sarampión,  aumenta  la  viruela  confluente  y 
hay  algunos  casos  de  erisipela. — ^Del  aparato  respiratorio  las  amigdali- 
tis y  las  hemoptisis. — Las  lesiones  crónicas  del  aparato  cardíaco  y  céfa- 
lo-raquideo  han  permanecido  estacionarias.» 

Según  se  ve,  podemos  tomar  este  documento  médico-oficial  como 
punto  de  partida  para  seguir  la  génesis  y  evolución  del  cólera  en  Manila, 
puerto  hasta  entonces  sano,  pero  rodeado  de  zonas  infectas,  con  las  cua- 
les tenia  comunicaciones  frecuentes,  y  contra  las  que  no  se  hablan  adop- 
tado todas  las  precauciones  que  fueran  de  desear  en  circunstancias  tan 
graves.  En  puntos  cercanos  y  bien  relacionados  con  Manila,  Hong-Kong 
por  ejemplo,  se  dispuso  por  entonces  un  sistema  de  prohibiciones,  fun- 
dadas en  el  aislamiento.  En  prueba  de  ello  transcribo  lo  publicado  en  la 
Crizceta  oficial  de  dicha  capital  con  fecha  d.^  de  Julio: 

«Como  por  la  Sección  25  de  la  ordenanza  8  de  1879  se  dispone  que 
si  el  Gobernador  en  consejo  tiene  causas  razonables  para  creer  que  cual- 
quier país  ó  lugar  está  infestado  con  alguna  epidemia,  pueda  dictar  re- 
glas concernientes  á  los  buques  que  arriben  de  dichos  países  ó  lugares, 
si  las  cree  necesarias,  para  preservar  la  salud  pública  de  la  colonia; 

Y  como  el  Gobernador  en  consejo  tiene  causas  razonables  para  creer 
que  las  residencias  en  Batavia,  Cheribon,  Probolingo,  Bezoiki  y  Banfoe- 
mas,  son  lugares  infestados  con  epidemia  contagiosa,  como  es  el  cólera, 
se  ordena  lo  siguiente  por  el  Gobernador  en  consejo: 

1.°  Ningún  bote,  exceptuando  el  del  Oficial  de  sanidad  del  puerto, 
se  podrá  aproximar  á  buque  alguno,  á  menos  de  20  yardas,  de  los  que 
tengan  bandera  de  cuarentena  ó  hayan  sido  puestos  en  ella. 

2.*  Ninguna  persona  podrá  salir  de  buque  alguno  que  esté  en  cua- 
rentena sin  permiso  del  Oficial  de  sanidad  del  puerto;  tampoco  se  po- 
drán mandar  cartas  á  los  mismos  ni  recibirlas  sino  por  medio  del  bote 
guardián  empleado  en  el  servicio  de  cuarentena. 

3.**  Los  buques  que  lleguen  de  Batavia,  Cheribon,  Probolingo,  Be- 
zoiki y  Banfoemas,  inmediatamente  que  entren  en  las  aguas  de  esta  co- 
lonia, izarán  la  bandera  de  cuarentena. 

4.°  Ninguno  de  tales  buques  será  admitido  á  práctico  sin  que  hayan 
pasado  10  dias  de  su  salida  de  los  mencionados  puntos,  y 

5.**  Si  hubiese  habido  algún  caso  de  cólera  á  bordo  de  dichos  buques, 
la  embarcación  no  será  admitida  á  práctico  hasta  después  que  hayan  pa- 
sado 40  dias  del  fallecimiento  de  la  persona  atacada  del  mal.» 

— El  vapor  correo  Francisco  Reyes,  procedente  de  Davao,  llegó  á  Ma- 
nila el  9  de  Julio  en  44  horas,  después  de  hacer  varias  escalas,  con  carga 
general  y  con  muchos  pasajeros,  en  su  mayoría  militares,  y  entre  ellos 
un  brigadier. 

Este  buque,  ante  el  puerto,  á  las  i2  y  5  minutos  de  la  tarde,  con  el 
telégrafo  de  banderas,  dijo  que  necesitaba  (P.  D.)  inmediatamente  asis- 
tencia  médica;  á  la  1  y  30,  después  de  la  visita  de  la  Sanidad^  izó  bandera 
amarilla  en  el  tope  de  trinquete  y  salió  con  rumbo  hacia  afuera;  á  las  2 


CÓLERA  MORBO.  539 

y  28  fondeaba  á  14  millas  O.  S.  O.  del  ancladero;  á  las  3  y  5  vuelve  al 
ancladero;  á  las  3  y  30  fondea  á  1  milla  O.  del  mismo.  Trayendo  á  bordo 
algunos  enfermos  (en  las  primeras  noticias  no  dicen  de  que,  se  embar- 
có por  la  noche  el  segundo  Médico  de  naves,  Sr.  Lorente,  que  se  ofreció 
á  ello,  llevando  consigo  un  botiquín.)  Posteriormente  el  buque  zarpó 
para  punta  Locaning,  en  donde  permanecerá  i  5  dias  de  observación.  Es- 
te sitio  estaba  destinado  desde  hacia  poco  para  las  procedencias  de  Joló. 
El  vapor  Felisa,  remolcando  al  Francisco  Reyes,  salió  con  dirección  á  di- 
cho punto  el  dia  10  á  las  4  próximamente  de  la  tarde.  Algunas  horas  an- 
tes hablan  partido  de  Gavite  el  cañonero  Prueba  y  el  vapor  mercante 
Pilot  Fish  remolcando  el  casco  del  que  fué  transporte  Patino,  destinado 
ú  servir  de  pontón -lazareto  y  á  admitir  á  bordo  los  enfermos  del  Fran- 
cisco  Reyes, 

— Ahora  bien  ¿y  la  carga?  ¿y  los  pasajeros?  No  se  dice  nada  de  ellos 
en  los  periódicos  locales  que  tengo  á  la  vista.  Pero  si  se  tiene  en  cuenta 
lo  que  suele  ocurrir  en  nuestros  lazaretos  (fiebre  amarilla  por  ejemplo) 
dan  ganas  de  creer  en  que  todos  desembarcaron  sin  tropiezo.  Para  pen- 
sar así  nos  ayudan  la  clase  de  pasaje,  y  sobre  todo  el  ver  que  los  perió- 
dicos no  dicen  una  palabra  de  ello.  En  un  asunto  tan  capital  el  silencio 
es  más  que  sospechoso:  revela  una  infracción  de  los  principios  científi- 
cos. A  mayor  abundamiento,  las  idas  y  venidas  del  Francisco  Reyes  y 
los  remolques  alejan  la  idea  de  un  aislamiento  en  toda  regla. 

Continuemos  con  las  sospechas.  El  vapor  Felisa,  una  vez  dejado  el 
buque  infecto  en  la  punta  Limay,  volvió  á  remolcar  otras  naves:  el  Ca- 
miguin,  por  ejemplo,  que  fué  desde  la  rada  de  Gavite  á  Manila.  No  cons- 
ta se  tomaran  precauciones. 

La  correspondencia  traida  por  el  Francisco  Reyes,  dice  el  Diario,  no 
fué  fumigada.  El  Comercio  afirma  que  sí,  «pues  las  botellas  de  agua  fe- 
nicada  que  salieron  llenas  de  la  Gapitania  del  puerto  para  el  Malecón 
del  Sur  volvieron  vacías.»  ¡Medrados  estaríamos  si  todas  las  medidas  de 
desinfección,  aislamiento,  etc.,  tienen  el  mismo  valor! 

«La  casa  consignataria  del  vapor  Reyes  ha  enviado  hoy  á  bordo  de  di- 
cho buque  víveres  frescos.  El  barco  que  los  ha  llevado  volverá  esta  tar- 
de». Así  dice  El  Comercio  del  dia  11. 

En  suma,  lo  de  siempre:  mandar  algo;  hacer  poco  ó  nada,  valer  más 
un  poco  pasaje  ó  unos  cuantos  fardos  que  toda  una  región;  llegar  la  epi- 
demia y  á...  morirse. 

—Llegado  ¿1. cólera  á  las  puertas  de  Manila,  se  quiso  adelantar  todo 
lo  atrasado. 

En  la  mañana  del  11  de  Julio,  reunióse  la  Junta  superior  de  Sanidad 
con  el  objeto  de  proponer  y  llevar  á  cabo  la  construcción  de  un  Lazareto, 
establecimiento  de  que  carecía  Manila.  Tan  graves  eran  las  circunstan- 
cias, y  como  medida  de  ellas  podemos  tomar  la  premura  con  que  se  pu- 
sieron en  práctica  las  medidas  acordadas,  que  en  la  misma  sesión  se  acor- 
dó: poner  en  vigor  la  ley  de  Lazaretos  de  la  Península  de  1845,  con  las 
modificaciones  que  ha  sufrido  posteriormente;  establecer  el  Lazareto  en 
la  costa  de  Mariveles;  construir  en  este  punto  tres  camarines  de  mate- 
riales ligeros,  uno  para  los  enfermos,  otro  para  los  convalecientes  y  cu- 
rados y  otro  para  los  utensilios,  ranchos  y  demás  efectos  (se  nota  la  falta 


540  CÓLERA  MORBO. 

(le  departamentos  para  los  sanos,  para  los  empleados,  para  la  desin- 
fección de  mercancías,  etc.);  nombrar  un  Médico  primero  con  500  pesos 
mensuales  (el  Sr.  Lorente,  médico  de  la  armada,  que  se  habia  brindado 
a  prestar  auxilios  al  buque  Francisco  de  Reyes,  en  el  que  estaba  desdo 
los  primeros  momentos),  un  segundo  con  400  (Sr.  Solelo,  médico  de  na- 
ves), y  un  farmacéutico  con  400,  facilitando  á  este  cuantos  medica- 
mentos y  objetos  juzgase  necesarios  (ignoro  el  nombre  del  agraciado); 
proceder  inmediatamente  á  la  construcción  de  los  tres  camarines.  La 
Autoridad  superior  aprobó  en  el  acto  todos  estos  acuerdos  y  nombra- 
mientos. 

Encargado  el  arquitecto  Sr.  Hermosa  de  la  construcción  del  Lazare- 
to, reunió  inmediatamente  todos  los  materiales  necesarios.  Estos  y  aquel 
quedaron  embarcados  el  dia  siguiente  por  la  mañana  en  la  goleta  de 
guerra  Santa  Lucia,  saliendo  á  seguida  para  Mariveles. 

No  es  posible  mayor  diligencia.  Todo  quedó  ultimado  en  24  horas,  y 
dada  la  fácil  construcción  de  los  camarinese  n  aquel  país,  se  puede  ase- 
gurar que  el  Lazareto  de  Mariveles  es  la  obra  sanitaria  más  rápida  de 
que  tal  vez  haya  ejemplo. 

— He  tornado  estas  noticias  de  el  periódico  El  Comercio  de  Manila 
(12  de  Julio),  y  en  el  mismo  encuentro  un  comunicado  suscrito  por  don 
José  Martin,  en  el  que  propone  reemplazar  el  procedimiento  que  se  si- 
gue para  desinfectar  la  correspondencia  pública  por  otro  que  aconseja. 

Tiene  razón  el  Sr.  Martin:  rociar  la  correspondencia  con  agua  feni- 
cada  no  es  desinfectar;  aunque  se  emplee  una  disolución  al  máximum,  y 
«cualquiera  que  sea  la  opinión  que  se  tenga  de  la  acción  desinfectante 
más  ó  menos  poderosa  del  ácido  fénico,  está  admitido  hoy  por  todos  los 
higienistas  de  nota,  que  es  necesario  envolver  enteramente  en  una 
atmósfera  ñúida  (líquida  ó  gaseosa)  y  desinfectiva  al  cuerpo  sospechoso 
para  matar  en  él  los  gérmenes  orgánicos  que  pueda  conducir.  Y  el  rociar 
con  mayor  profusión  todos  los  pliegos  de  un  correo,  sólo  puede,  á  lo 
sumo,  producir  una  desinfección  parcial  de  alguna  de  sus  superficies, 
pero  nunca  una  desinfección  total  y  completa.  Seria  para  esto  indispen- 
sable sumergir  todos  los  pliegos  hasta  empaparlos  enteramente  en  la 
disolución  fenicada,  lo  cual  es  impracticable.»  Impracticable  no:  incon- 
veniente, y  tal  vez  inseguro,  sí,  y  esto  descontando  las  lesionas  que  pu- 
diera sufrir  lo  escrito  ú  otros  objetos.  A  parte  de  esto  y  de  alguna 
corrección  que  pueda  hacerse  en  la  parte  transcrita,  acepto  las  ideas  del 
comunicante. 

En  vista  de  esto,  considera  más  eficaz  dejar  la  correspondencia  algún 
tiempo  en  una  atmósfera  fuertemente  cargada  de  fenol.  Más  todavía  le 
parece  este  medio  caro,  entretenido  y  de  menor  eficacia  que  el  ácido 
hiponítrico,  desinfectante,  que  es,  en  suma,  su  predilecto.  Hé  aquí  el  wo- 
(¡lis  facieyídi: 

«En  tres  ó  más  cilindros  huecos  hechos,  de  rejilla  de  alambre  de  hierro, 
o  mejor  de  cuerdas  ó  bejuco,  y  capaz  cada  cilindro  de  contener  cuatro  ó 
más  sacos  de  correspondencia,  métanse  las  cartas  ó  pliegos  (todos  suel- 
tos) hasta  ocupar  la  mitad  próximamente  del  cilindro.  Este  aparato  debe 
tener  un  eje,  que  puede  sor  de  caña,  uno  de  cuyos  extremos  le  permito 
girar,  con  alguna  rapidez,  por  medio  de  un  manubrio  colocado  en  el  otro 


CÓLERA  MORBO.  541 

extremo.  Estos  cilindros  se  colocarán  en  una  habitación,  cuyo  tabique 
se  halle  atravesado  por  los  ejes,  á  fin  de  que  los  encargados  de  los  ma- 
nubrios puedan  obrar  fuera  del  recinto.  Colocada  toda  la  correspondencia 
en  la  forma  indicada  dentro  de  los  cilindros  de  rejilla,  se  la  someterá,  por 
espacio  de  media  hora,  á  la  acción  del  gas  ácido  hiponitrico,  para  lo  cual 
debajo  de  cada  cilindro  se  pondrán  una  ó  dos  vasijas  que  cada  una  con- 
tenga como  una  onza  de  ácido  nítrico  del  comercio  y  una  ó  dos  piezas  de 
cobre  de  dos  cuartos:  inmediatamente  se  cierra  bien  el  recinto  en  que 
están  los  cilindros  y  desde  el  exterior  se  los  hace  girar  á  beneficio  de  los 
manubrios  en  uno  y  otro  sentido.  Transcurrida  media  hora  se  ventila  el 
local  para  desalojar  el  gas,  y  se  saca  después  de  un  rato  la  correspon- 
dencia, ya  desinfectada  por  el  agente  más  poderoso  que  hoy  se  conoce, 
cual  es  el  ácido  hipo-nítrico.  (El  Sr.  Martin  exagera  un  poco  en  este  punto: 
el  ácido  hipo-nítrico  es  un  buen  desinfectante,  pero  no  el  más  poderoso, 
y  así  lo  reconoce  en  párrafos  posteriores).  Este  gas  no  deteriora  en  modo 
alguno  la  correspondencia,  y  sólo  le  dará  cierto  viso  amarillento  al  papel 
.  y  un  tono  menos  fuerte  á  la  tinta,  pero  sin  alterar  en  lo  más  mínimo  la 
claridad  de  lo  escrito.» 

Este  procedimiento,  como  dice,  es  barato,  sencillo,  seguro  y  sin  in- 
convenientes, á  condición  de  que  se  emplee  por  persona  entendida. 

— Hasta  aquí  el  correo.  Los  telegramas  hasta  la  fecha  en  que  escribo 
(!.•  de  Setiembre)  acusan  un  desarrollo  violento  de  la  epidemia. 

El  Gobernador  general,  en  21  de  Agosto,  dice  al  Ministro  de  Ultramar 
que,  habiendo  ocurrido  20  defunciones  hasta  entonces,  se  habia  visto 
obligado  á  declarar  sucias  la  capital  y  el  puerto;  que  la  epidemia  habia 
atacado  sólo  la  población  india,  y  que  habia  tomado  precauciones  (no  sé 
cuales,  pero  entre  ellas  hay  el  establecimiento  de  cuatro  grandes  hospi- 
tales para  los  pobres). 

El  Gobierno  español,  en  vista  de  estos  hechos,  declaró  á  su  vez  sucias 
las  procedencias  de  Manila  desde  el  dia  20  del  mismo  mes,  sujetarlas,  en 
lazareto  sucio,  á  rigorosa  cuarentena  con  desembarco  de  efectos,  etc. 

En  22  de  Agosto  decía  que  habia  20  defunciones  diarias  causadas  por 
el  cólera.  En  24  se  supo  que  arreciaba  la  epidemia  y  que  murieron  3  eu- 
ropeos. En  25  un  europeo.  En  26  que  fallecieron  150  indígenas  y  1  euro- 
peo. En  28  habían  sucumbido  294  chinos  é  indios  y  6  europeos  durante 
las  últimas  veinte  y  cuatro  horas.  En  29  habían  fallecido  266  de  los  pri- 
meros y  4  europeos.  En  30  murieron  272  y  1  respectivamente.  En  31  ha- 
bían muerto  331  indígenas  y  5  españoles. 

— En  el  resto  de  la  Isla  de  Luzon,  exceptuando  lo  conocido  de  Manila, 
al  parecer  no  ocurría  nada  notable;  pero  he  leido  un  telegrama  del  dia 
28,  en  que  se  dice  que  no  causaba  el  cólera  tantos  estragos  como  en  la 
capital,  lo  que  es  sencillamente  una  buena  manera  de  decir  que  también 
los  produce.  La  falta  de  detalles  no  permite  apreciar  la  importancia  de 
la  epidemia  en  esta  rica  comarca. 

— Un  telegrama  del  24,  con  referencia  á  IloilOy  da  cuenta  de  haber 
muerto  todos  los  empleados,  y  que  arreciaba  la  epidemia,  si  bien  con  fecha 
posterior  se  dice  que  está  estacionada, 

— En  Zamboanga  se  dice  que  el  cólera  decrece. 


I 


542  CÓLERA  MORBO. 

— En  la  Isla  de  Negros  (34  de  Agosto),  según  telegrama,  se  habían 
presentado  casos  sospechosos. 

— Los  telegramas  de  Joló  están  todos  contestes  en  la  desaparición  del 
cólera.  Desde  el  dia  3  de  Agosto  no  se  ha  registrado  ninguna  invasión,  y 
con  posterioridad  se  habia  oficialmente  declarado  la  terminación  de  la 
epidemia,  cantándose  el  Te  Deum  en  15  de  Agosto. 

Las  últimas  noticias  que  trae  el  correo  relativas  á  Joló,  y  que  alcan- 
zan hasta  el  28  de  Junio,  dicen  que  se  hablan  tomado  precauciones  para 
evitar  la  propagación  del  cólera.  La  mayor  parte  de  los  enfermos  residía 
en  un  hospital,  hecho  recientemente,  y  que,  al  decir  de  algunos,  reunia 
todas  las  condiciones  higiénicas  posibles.  Kstá  emplazado  cerca  de  la 
plaza.  Se  aseguraba  que  el  cólera  habia  cesado  en  Maybung. 

Las  compañías  del  núm.  6  habían  marchado  á  Zamboanga  en  buen 
estado  sanitario. 

En  suma,  desde  el  principio  de  la  epidemia  hasta  fin  de  Agosto  ha- 
bían fallecido  en  las  Islas  Filipinas  unos  13,000  individuos,  de  los  cuales 
2,400  correspondían  á  Manila  y  4,555  á  Iloilo. 

— Con  un  criterio,  que  no  puede  discutirse  sin  conocer  á  fondo  las 
condiciones  locales,  pero  que  en  principio  no  puede  suscribirse  por 
completo,  el  general  Primo  de  Rivera  ha  dispuesto  la  limpia  del  puerto, 
la  tala  de  los  montes?  y  la  formación  de  rigorosos  cordones  sanitarios.  El 
Gobierno  telegrafía  con  frecuencia  dictando  medidas  y  excitando  á  que 
se  socorra  á  las  clases  menesterosas;  ha  dispuesto:  que  se  organicen 
Juntas  parroquiales;  que  se  redacten  en  tálago  instrucciones  populares 
para  evitar  el  contagio  y  combatir  los  primeros  síntomas;  que  se  facilite 
á  los  atacados  toda  clase  de  recursos;  que  se  imponga  á  los  indígenas  la 
asistencia  médica,  á  la  que  tienen  marcada  repulsión  y  ha  resultado 
además  remitir  nota  de  las  medidas  adoptadas  en  otras  epidemias  de 
cólera. 

— De  Stonaira  hay  buenas  noticias.  Telegráficamente  se  ha  anunciado 
la  cesación  de  la  epidemia  en  Padang,  situado  al  O.  de  la  isla;  con  este 
motivo  se  han  declarado  limpias  las  procedencias,  si  el  viaje  ha  durado 
más  de  iO  días  y  no  ha  habido  accidente  á  bordo. 

Respecto  á  Java,  aunque  sea  con  gran  retraso  publicadas,  encuentro 
las  siguientes  noticias,  que  han  circulado  en  el  Strait  Times  (24  de  Ju- 
nio), Java  Bodi  (3  y  10  de  id.)  y  Handelsblád  de  Macassar  (23  de  Mayo). 
El  cólera  habia  causado  muchas  víctimas  en  Célebes.  En  este  punto 
un  Inspector  de  policía  habia  encontrado  una  medicina  (brandy  y  un 
cocimiento  de  no  sé  qué  yerbas)  con  la  cual  se  cura  la  enfermedad,  usÁ>!- 
DOLA.  Á  TIEMPO.  El  empleado  de  policía  regala  el  remedio  á  cuantos  lo 
solicitan. 

— En  Batavia,  declarado  epidémico  el  cólera  en  5  de  Junio,  habia  de- 
crecido á  los  cinco  días,  causando  víctimas,  principalmente  entre  los 
indígenas. 

En  Deli  había  comenzado  la  epidemia  en  16  de  Mayo. 

— ^En  la  capital  del  Japón  y  en  sus  alrededores  aumentaba  la  epide- 


CÓLERA   MORBO.  543 

mia.  Desde  el  21  de  Junio  al  3  de  Julio  hubo  417  invasiones  y  2  32  muer- 
tos. En  Yokio  carecía  el  padecimiento  de  importancia. 

— Se  estrechan  las  distancias.  Se  ha  dicho  oficialmente  que  el  cólera 
está  en  Suez;  por  esta  razón  se  han  declarado  sucias  las  procedencias  de 
este  punto  y  las  del  Mar  Rojo.  A  su  vez  el  Comité  sanitario  internacional 
ha  adoptado  medidas  rigorosas  contra  las  procedencias  de  Bombay,  de 
cuyo  hecho  protestan  los  .ingleses,  que  sin  duda  ven  en  esto  una  contra- 
riedad suma  para  poder  hacer  el  transporte  de  las  tropas  de  la  India. 

Para  todos  los  puertos  del  Mar  Rojo,  según  dice  el  cónsul  inglés  de 
Jeddah,  se  han  tomado  las  siguientes  medidas: 

!.■  Los  buques  que  lleguen  sin  peregrinos  á  bordo,  procedentes  de 
Sumatra,  Java,  Borneo  ó  Singapore,  serán  sometidos  á  24  horas  de  ob- 
servación con  visita  médica  cuando  no  hubiese  ocurrido  caso  de  cólera 
durante  el  viaje. 

2.'  Los  buques  procedentes  de  los  mencionados  puertos  con  peregri- 
nos á  su  bordo  y  en  los  que  no  hubiese  habido  casos  coléricos  durante  el 
viaje,  serán  sometidos  á  3  dias  de  cuarentena  con  desinfección  de  efectos. 

3.*  Todos  los  buques  procedentes  de  los  mismos  puertos,  cuando 
hayan  ocurrido  á  bordo  de  los  mismos  casos  de  cólera  durante  el  viaje, 
serán  sometidos  á  cuarentena  de  7  dias  y  á  ser  desinfectados. 

Añadiré,  á  todas  las  noticias  precedentes,  que  se  asegura  flotan  mu- 
chos cadáveres  sobre  las  aguas  del  Canal  de  Suez. 

— Gibraltar,  en  esta  fecha,  no  ofrece  nada  alarmante,  pero  despierta 
vivas  sospechas  lo  que  ocurre  en  Suez,  lo  que  sucede  en  el  Oriente  y  en 
el  Sur  y  las  contingencias  de  la  guerra. 

España  está  amenazada  más  que  ninguna  otra  nación  de  ser  invadi- 
da. El  archipiélago  filipino  y  Gibraltar  son  dos  puntos  temibles.  Las 
disposiciones  tomadas  por  nuestro  Gobierno  las  encontrarán  nuestros 
lectores  en  la  Sección  oficial.  A  más  de  ellas,  se  ha  encargado  á  nuestro 
Cónsul  en  Gibraltar  vigile  el  estado  sanitario  de  la  población  y  de  las 
tropas,  facilitándole  el  personal  y  auxilios  necesarios  para  esta  intere- 
sante investigación.  En  el  caso  de  presentarse  el  cólera  ó  accidentes 
sospechosos,  hay  la  firme  resolución  de  considerarlo  puerto  sucio  y  de 
tomar  por  tierra  precauciones  rigorosas,  cordones,  etc. 

¿Estamos  en  aptitud  de  recibir  sin  gravísimo  detrimento  la  epidemia 
de  cólera?  Vale  más  callarse,  sobre  todo  si  hubiéramos  de  hacer  el  inven- 
tario de  lo  existente,  próspero  y  adverso,  en  Barcelona,  uno  de  los  puntos 
que  están  llamados  á  ser  la  puerta  de  entrada,  sí  desgraciadamente  llega 
el  temible  huésped. 

Se  ha  recomendado  la  más  extricta  vigilancia  á  los  Directores  de  Sa- 
nidad; se  ha  ordenado  se  llenen  todas  las  necesidades  de  los  lazaretos, 
obligando  á  los  contratistas  á  tener  dispuesto  el  mayor  número  de  ca- 
mas, pudiendo  instalarse  ya  en  el  lazareto  de  Mahon  500  cuarentenarios 
y  4,000  en  el  de  Pedresa;  se  dice  haber  nombrado  un  delegado  para  que 
se  cumpla  lo  prescrito  en  ambos  Lazaretos;  el  Gobernador  de  Madrid  ha 
pedido  al  Ministerio  de  la  Gobernación  apruebe  las  bases  para  construir 
un  hospital  de  evacuación  para  hacer  frente  á  las  eventualidades  que 
pueden  surgir  (lo  mismo  que  en  Barcelona?) 


544  REVISTA  DE  MEDICINA. 


REVISTA  DE  MEDICINA, 
POR  EL  Dr.  D.  Rosalino  Rovira  y  Oliver. 


Diabetes  sacarina:  tratamiento  por  el  brcmaro  potásico.— No  hay  du- 
da de  que  el  bromuro  de  potasio  es  uno  de  los  más  útiles  medicamentos 
que  forman  parte  del  arsenal  terapéutico  moderno.  Gran  modificador  del 
sistema  nervioso,  puede  usarse  con  más  ó  menos  éxito  en  todas  las  enfer- 
medades que  ofrecen  señales  de  perturbación  de  dicho  sistema,  sea  ésta 
primitiva,  sea  consecutiva  á  otros  trastornos  orgánicos  y  funcionales. 

En  atención  á  esto,  y  suponiendo  buena  la  teoría  nerviosa  de  la  dia- 
betes sacarina,  administra  el  Dr.  Felizet  desde  hace  seis  años  el  bromuro 
de  potasio  en  esta  enfermedad,  y  al  parecer  con  gran  éxito. 

Quince  son  las  observaciones  que  ha  podido  reunir  durante  los  seis 
años,  según  reza  la  comunicación  que  el  mismo  autor  ha  hecho  á  la  Aca- 
demia de  Medicina  de  París,  en  sesión  celebrada  el  8  de  Agosto  del  año 
que  cursa,  y  en  todos  ellos  se  ha  limitado  á  recomendar  un  ejercicio 
muscular  enérgico,  el  uso  de  los  ferruginosos,  de  la  quina  y  de  los  alca- 
linos, prescribiendo  además  con  singular  cuidado  el  bromuro  potásico. 

Los  buenos  efectos  alcanzados  con  dicho  tratamiento  los  atribuye  el 
Sr.  Felizet  al  bromuro  de  potasio,  por  la  sencilla  razón  de  que,  si  bien 
con  los  restantes  medios  terapéuticos  mencionados  pueden  conseguirse 
algunos  agradables  resultados,  no  son  tan  constantes  ni  eficaces  como 
los  obtenidos  por  el  Dr.  Felizet  con  el  auxilio  del  bromuro. 

Añade  el  Sr.  Felizet,  en  su  comunicación,  que  la  naturaleza  nerviosa 
de  la  diabetes  sacarina  se  manifiesta  sobre  todo  en  la  región  del  bulbo 
vecina  del  pneumogástrico,  y  que  la  acción  del  bromuro  sobre  esta  zona 
dá  á  la  teoría  nerviosa  de  la  diabetes  la  fuerza  de  una  demostración  con 
la  precisión  de  un  esquema. 

Los  desgraciados  éxitos  que  se  obtienen  en  la  inmensa  mayoría  de  los 
diabéticos,  poniendo  en  práctica  el  tratamiento  aconsejado  por  los  clá- 
sicos, nos  autorizan  á  secundar  las  investigaciones  del  Dr.  Felizet,  á  fin 
de  que  cuanto  antes  se  pueda  pronunciar  el  fallo  definitivo  acerca  de  la 
acción  que  el  bromuro  potásico  puede  ejercer  en  la  diabetes  sacarina. 

Dilatación  aguda  del  corazón.— Por  las  raras  circunstancias  en  que  se 
ha  presentado,  no  deja  de  ofrecer  grandísimo  interés  clínico  un  caso  de 
dilatación  aguda  del  corazón,  desarrollada  en  menos  de  ocho  dias  en  una 
joven  de  18  años. 

Esta  joven,  que  entró  en  el  Hólel-Dieu,  clínica  de  Vulpian,  el  1.*  de 
Junio  último,  residía  en  París  desde  hacia  tres  meses  ejerciendo  la  pro- 
fesión de  sirvienta,  y  si  bien  habia  sufrido,  hacia  dos  años,  una  fiebre  ti- 
foidea de  seis  semanas  de  duración,  gozaba  desde  entonces,  al  parecer, 
de  una  excelente  salud,  cuando,  en  la  última  semana  de  Mayo,  cinco  ó 
seis  dias  antes  de  ingresar  en  el  hospital,  comenzó  á  sentir  violentas 
palpitaciones  cardíacas. 


REVISTA  DE  MEDICINA.  545 

Aseguró  que,  anteriormente  á  esto,  jamás  habia  notado  nada  análo- 
go; que  subia  las  escaleras  rápidamente  sin  aquejar  fatiga  ni  opresión, 
aun  llevando  cargas  pesadas,  y  que  las  palpitaciones  eran  para  ella  una 
sensación  completamente  desconocida. 

Guando  se  procedió  al  examen,  encontróse  que  el  corazón  ocupaba 
una  considerable  extensión;  se  elevaba  hasta  la  segunda  costilla  y  des- 
cendía hasta  el  séptimo  espacio  intercostal.  El  desorden  del  aparato  cir- 
culatorio era  muy  manifiesto,  y  se  traducía  por  cianosis,  pulso  venoso 
de  ios  más  marcados,  mucha  opresión,  frotes  pericardíacos,  soplos  de 
endocarditis,  etc. 

Era  evidente  que  el  músculo  del  corazón,  participando  en  cierto  gra- 
do de  la  inflamación  que  ocupaba  las  superficies  interior  y  exterior  de 
este  órgano,  habia  perdido  de  su  tonicidad,  de  su  potencia,  y  se  habia 
dejado  distender  rápidamente. 

Bajo  la  influencia  del  tratamiento,  particularmente  de  la  digital,  dis- 
minuyó varios  centímetros  el  corazón  en  su  gran  diámetro  y  proporcio- 
nalmente  en  los  demás,  pero  no  llegó  á  adquirir  el  tamaño  natural.  Ade- 
más de  esta,  hay  otras  pruebas  de  que  el  corazón  no  habia  recobrado  por 
completo  su  estado  fisiológico,  pues  que  á  la  auscultación  se  notaba  la 
existencia  de  frotes  pericardíacos,  que  cubrían,  en  parte,  un  soplo  musi- 
cal de  endocarditis,  soplo  mucho  más  claro  cuando  se  practicaba  la  aus- 
cultación en  el  dorso,  al  nivel  del  corazón. 

La  Gazette  des  hópitaux,  notable  publicación  de  donde  hemos  entresa- 
cado la  observación  clínica  relatada,  no  dice  que  se  hubiese  echado  ma- 
no del  UHo  de  los  valles  (convallaria  maialis)  para  la  curación  de  la 
enferma,  por  cuya  razón  hemos  de  suponer  que  no  se  usó,  pues  en  caso 
contrario  se  hubiese  advertido,  mayormente  estando  todavía  en  estudio 
sus  propiedades,  de  las  que  me  ocupé  en  otra  Revista  (i). 

Me  extraña  que  el  Dr.  Vulpian,  distinguidísimo  clínico  y  decidido 
propagador  de  los  progresos  científicos,  no  hubiese  ensayado  el  lirio  de 
los  valles  en  la  dilatación  cardíaca  que  á  su  vista  se  ofreció;  ya  que  al 
decir  del  Dr.  Germán  Sée,  según  nota  leída  en  la  Academia  de  Medicina 
de  París,  en  las  dilataciones  del  corazón,  con  ó  sin  hipertrofia,  con  ó  sin 
degeneración  grasosa,  con  ó  sin  esclerosis  del  tejido  muscular,  se  impo- 
nen claramente  las  indicaciones  del  lirio  de  los  valles. 

Vistos  los  efectos  producidos  por  la  digital  en  este  caso  clínico  hemos 
de  suponer  que  el  lirio  de  los  valles,  á  juzgar  por  las  propiedades  que 
se  le  atribuyen,  hubiese  obrado  más  satisfactoriamente,  consiguiéndose 
tal  vez  mayor  reducción  del  corazón  de  la  que  se  logró  con  la  digital. 

El  iodoíorxno  en  la  angina  tuberculoaa.—En  la  Sociedad  médica  de  los 
hospitales  de  París,  ha  dado  recientemente  á  conocer  el  Dr.  Gouguen- 
heim  las  ventajas  que  reportó  del  iodoformo  en  un  caso  de  angina  ul- 
cerosa, muy  extendida,  diagnosticada  de  tuberculosa  por  sus  carac- 
teres macroscópicos  y  cuyo  diagnóstico  confirmó  el  examen  histoló- 
gico. 

Aplicó  el  Sr.  Gouguenheim  localmente  el  iodoformo,  y  al  poco  tiem- 


(1)    Gackta  médica  catalana,  15  Abril  de  1882,  p&g.  102. 


546  REVISTA  DE   MEDICINA. 

po  habían  cicatrizado  las  úlceras;  pasados  algunos  meses,  vuelve  el  en- 
fermo á  presentar  nuevos  síntomas  de  angina  y  se  aplica  nuevamente  el 
iodoformo,  más  los  efectos  favorables  de  este  no  se  obtuvieron  hasta  tan- 
to que  sobrevino  la  ulceración.  La  angina  no  volvió  a  retoñar,  siendo, 
pues,  la  curación  definitiva. 

Esta  observación  demuestra  la  influencia  del  iodofornío  como  modi- 
ficador potente  de  las  úlceras  tuberculosas  y  prueba  que  algunas  venta- 
jas pueden  conseguirse  con  su  uso  en  la  tuberculosis  pulmonar. 

Otro  signo  para  el  diagnóstico  del  primer  periodo  de  la  tuberculosis 

pulmonar. -Además  de  los  signos  señalados  por  el  Dr.  Grancher  para  el 
diagnóstico  de  la  tuberculosis  pulmonar  en  los  primeros  momentos  de 
su  evolución,  signos  que  se  refieren  á  una  alteración  del  tono  respirato- 
rio, conforme  habrá  visto  quien  haya  leido  la  brillantísima  reseña  que 
del  Congreso  médico  internacional  de  Sevilla  ha  publicado  recientemen- 
te en  la  Gaceta  el  erudito  clínico  Dr.  Robert,  además  de  dichos  signos, 
digo,  debe  concederse  cierta  importancia  para  el  caso,  según  indicación 
del  peritísimo  Dr.  Peter,  á  la  temperatura  local  del  tórax,  tomada  al  ni- 
vel de  los  vértices  pulmonares. 

Esta  temperatura,  que  en  estado  normal  es,  según  dicho  clínico  fran- 
cés, de  35  grados  8  décimas,  debe  ascender  cerca  de  un  grado  en  la  tu- 
berculosis, ora  á  consecuencia  de  una  acción  refleja,  que  obra  sobre  los 
vaso-motores,  ora,  como  supone  el  Sr.  Peter,  por  una  irradiación  directa 
del  calórico  alrededor  de  la  parte  enferma,  que,  en  atención  al  proceso 
inflamatorio  que  la  ha  invadido,  está  más  caliente. 

La  clorosis,  que  tan  á  menudo  se  confunde  por  los  signos  exteriores 
con  una  tuberculosis  inicial,  se  distinguirá  de  este  proceso  morboso, 
investigando  la  temperatura  local  del  tórax,  que  tomada,  por  ejemplo,  en 
el  segundo  espacio  intercostal,  estará  por  debajo  de  la  media,  es  decir, 
será  de  35  grados  8  décimas. 

Si  las  investigaciones  ulteriores  llegan  á  comprobar  estos  principios 
aplicados  por  Peter  en  su  clínica  y  que  ha  dado  á  conocer  la  Gazette  des 
hópitaux,  no  hay  duda  de  que  el  diagnóstico  de  la  tuberculosis  inicial 
seria  muchísimo  más  fácil,  que  aplicando  los  principios  expuestos  por 
Grancher,  pues  las  variaciones  termométricas  se  aprecian  mejor  que  las 
«alteraciones  en  el  tono  respiratorio  indicadas  por  este  práctico  y  que  so- 
lamente un  oído  muy  ejercitado  puede  percibir. 

Epilepsia:  tratamiento  por  el  curare.— Después  de  varios  experimen- 
tos, recomienda  el  Dr  Kunze  con  insistencia  el  curare  en  la  epilepsia. 
Ha  dado  á  conocer  diversos  hechos  que  demuestran  que,  en  todas  las 
formas  de  la  enfermedad,  aún  en  aquellas  que  por  lo  antiguas  se  acom- 
pañan ya  de  notable  debilitación  de  la  inteligencia,  el  curare  puede  cu- 
rar el  mal  y  hasta  devolver  al  espíritu  parte  de  su  integridad. 

Animado  el  Dr.  Edlefren  por  las  observaciones  publicadas  por  el  so- 
ñor  Kunze,  ha  ensayado  el  curare  en  algunos  casos  de  epilepsia  confir- 
mada, en  que  los  bromuros,  asociados  ó  no  á  la  atropina,  habían  dejado 
bastante  que  desear,  y  ha  quedado  satisfechí»  de  sus  resultados. 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  547 

Gomo  aconseja  Kunze,  ha  usado  Edlefren  el  curare  en  inyecciones 

hipodérmicas,  valiéndose  de  la  fórmula  del  primero  que  es  la  siguiente: 

Curare 50  centigramos. 

Affua  destilada 5  gramos. 

Acido  clorhidrico 1  gota. 

Disuélvase  y  fíltrese. 

Se  ha  inyectado  de  esta  solución  el  tercio  ó  dos  quintos  de  una  jerin- 
guilla de  Pravaz  cada  cinco  dias,  sin  que  haya  jamás  sobrevenido  flemón 
ni  síntomas  de  envenenamiento. 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

Rabia:  tratamiento  por  el  cáñamo  indiano.  —  Refieren  al  Brííw/i 
Medical  Journal,  que  el  Dr.  John  Bufton,  cirujano  del  ejército  inglés  en 
la  India,  con  tintura  de  cáñamo  Indiano  administrada  á  un  muchacho 
de  cinco  años,  mordido  por  un  perro  rabioso,  logró  que  el  enfermo  dur- 
miese diez  horas  seguidas,  despertándose  curado. — El  experimento  me- 
rece ser  repetido.— (Vilaseca  Mercadé.) 

Anestesia  clorofórmlca:  importándola  del  reflejo  palpebral. — Se- 
gún ha  manifestado  el  Dr.  Berger,  en  la  Academia  de  Ciencias  de  París, 
se  puede  siempre  administrar  el  cloroformo  sin  peligro,  interrogando 
con  muchísima  frecuencia  el  reflejo  de  los  párpados.  Cuando  estos  no 
responden  más  á  la  excitación,  debe  suspenderse  el  anestésico,  y,  al  con- 
trario, es  preciso  volver  á  usarle  desde  el  momento  en  que  los  párpa- 
dos so  contraen. — (R.  RovmA.) 

Catgut  antiséptico.— Según  el  Dr.  Kocher,  de  Berna,  el  aceite  esen- 
cial de  enebro  gozado  bastante  poder  antiséptico  para  esta  preparación. 
Se  macera  el  catgut  durante  24  horas  en  dicho  aceite,  y  luego  se  coloca  en 
alcohol  al  95  por  100,  en  el  que  se  conserva,  sin  estirarlo,  en  unas  devana- 
deras planas  de  iO  pulgadas  de  longitud.  Puede  empaparse  de  nuevo  al 
usarlo  en  la  esencia,  pero  no  es  preciso.  Sí,  antes  de  sumergirlo  en  el  alco- 
hol, se  tiene  en  maceracion  en  glicerina  durante  un  dia,  el  hilo  es  más 
flexible.  La  seda  se  prepara  del  mismo  modo. — (Rodríguez  Méndez) 

El  Hierro  Bravas  s  y  sus  imitaciones.— En  cuanto  un  producto  lle- 
ga á  la  celebridad,  la  competencia  tiende  á  imitarlo.  Esto  es  lo  que  ha 
sucedido  con  el  Hierro  Bravais,  cuya  reputación,  hoy  universal,  ha  sus- 
citado en  todas  partes  plagios  y  falsificaciones. 

El  público  debe  desconfiar  de  esas  imitaciones.  Su  salud  depende  de 
ello.  Se  ofrece  á  bajo  precio  hierro  que  se  dice  dializado,  que  no  tiene  más 
que  una  parte  del  aspecto  físico  del  Hierro  Bravais  sin  poseer  su  eficacia. 
Los  consumidores  tendrán  idea  de  la  inferioridad  de  esas  groseras  solu- 
ciones, sabiendo  que  el  Hierro  Bravais  se  prepara  por  medio  de  varios 
aparatos  y  por  distintas  manipulaciones  especiales.  Cada  frasco,  ha  nece- 
sitado para  salir  de  la  fábrica  de  Asnieres,  hasta  noventa  dias  de  prepa- 
raciones y  de  constante  vigilancia. 

Es,  por  tanto,  de  la  mayor  importancia  no  aceptar  como  FtVrro  diali- 
zado Bravais  más  que  el  contenido  en  frascos  de  esta  casa,  que  tiene  su 
depósito  principal  en  Paris,  13,  calle  de  Lafayette.  Los  rótulos  de  las  bo- 
tellas llevan  una  marca  «A  los  caballos  marinos»  y  la  firma  «Raoul 
Bravais»).  La  cápsula  á  dos  colores  que  cubre  ol  frasco  tiene  grabadas 
las  palabras:  Hierro  Bravais,  París-, 


548  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

SECCIÓN  OFICIAL. 

Médicos  Directores  de  aguas  minerales.— Real  orden  de  16  de  Agosto 
dictando  reglas  para  nombrar  sustituto  los  que  siéndolo  en  propiedad  esién 
enfermos,  aclarando  así  lo  preceptuado  en  el  art.  39  del  reglamento  vigente. — 
Gaceta  del  19  de  Agosto. 

Cólera -morbo. — Orden  del  21  de  Agosto,  declarando  limpias  las  proceden- 
cias de  Singapore,  antes  sujetas  á  observación,  á  pa»tir  del  13  de  Julio  último- 
por  tomarse  en  dicho  punto  precauciones  contra  las  procedencias  de  las  islas 
de  la  Sonda  y  demás  puertos  infestados. — Id.  del  22  id. 

Id.  id.— Orden  del  !21  de  Agosto,  declarando  limpias  las  procedencias  de 
Padang  (isla  de  Sumatra,  Oceanía)  á  contar  del  13  de  Julio  último. — Jd.  id.  id. 

Fiebre  amarilla.— Orden  del  21  de  Agosto,  declarando  sucias  las  proceden- 
cias de  Gorea  (Senegal,  África)  á  partir  del  8  del  mismo  mes. — Id.  id.  id. 

Cólera-morbo.— Orden  del  22  de  Agosto,  declarando  sucias  las  proceden- 
cias de  Manila,  hechas  á  la  mar  después  del  ^  del  mismo  mes. — Id.  del  23  id. 

Sanidad  marítima.— Real  orden  del  21  de  Agosto:  4En  vista  de  algunas  re- 
clamaciones para  que  sean  aplicadas  con  igualdad  en  todos  los  puertos  y  Laza- 
retos las  disposiciones  cuarentenar  ias,  y  teniendo  en  cuenta  que  la  diversa 
manera  con  que  son  interpretadas  en  algunos  de  aquellos,  en  virtud  de  órde- 
nes especiales,  no  solo  no  es  justo  sino  que  no  garantiza  la  conservación  de  la 
salud  pública,  redundando  en  perjuicio  de  los  intereses  sanitarios  y  comercia- 
les; S.  M.  el  Rey  (Q.  D.  G.),  se  ha  servido  ordenar  se  manifieste  á  V.  S.  que  la 
Real  orden  de  21  de  Marzo  de  1871  y  orden  de  6  de  Agosto  de  1873  se  hallan  en 
todo  su  vigor,  y  deben  practicarse  sus  disposiciones  en  todos  los  puertos  y  La- 
zaretos sin  excepción  ni  restricción  alguna,  y  por  tanto  que  los  buques  de  hier- 
ro con  trasporte  de  pasajeros,  correspondencia  y  géneros  coloniabs  que  sa- 
liendo de  las  Antillas,  Seno  Mejicano,  La  Guaira  y  Costa  Firme  desde  1.°  de  Mayo 
hnsta  30  de  Setiembre  lleguen  á  nuestros  puertos  en  buenas  condiciones  higie- 
nistas y  sin  accidente  sospechoso  á  bordo,  pueden  desembarcar  los  pasajeros  al 
mismo  tiempo  y  con  iguales  precauciones  que  la  correspondencia  pública,  so- 
metiendo al  buque,  tripulación,  carga  y  equipaje  de  los  pat^ajeros  á  los  siete 
dias  de  cuarentena  en  Lazareto  sucio  que  dispone  el  art.  32  de  la  vigente  ley  de 
Sanidad;  entendiéndose  que  la  desinfección  de  pasajeros  ha  de  hacerse  en  ar- 
monía con  lo  ordenado  en  la  disposición  5.' de  la  Real  orden  de  18  de  Setiem- 
bre de  1879,  es  decir,  entregando  cada  uno  de  aquellos  una  muda  limpia  com- 
pleta á  los  expurgadores  que  deberán  colocarlas  convenientemente  én  un 
almacén  de  fumigación  y  exponerlas  á  la  acción  de  los  gases  durante  un  cuarto 
de  hora.  Terminada  esta  operación  serán  entregadas  á  los  respectivos  intere- 
sados, y  estos,  después  de  un  baño  ó  lavadura  general,  se  pondrán  la  ropa  lim- 
pia fumigada,  entregando  la  i.tr.i  á  los  expurg'idores  para  su  desinfección  con 
el  resto  drl  equipaje.^— /d.  del  24  id. 

Cólera- mor  DO.— Orden  del  29  de  Agosto,  declarando  sucias  las  proceden- 
cias de  todos  los  puertos  del  Mar  Rojo,  á  partir  del  25  del  mismo  raes. — Id,  del 
30  id. 

Provisión  de  cátedrafl.— Real  orden  de  29  de  Agosto,  dejando  sin  efecto 
la  de  21  de  Junio  d'3 1^77,  y  por  tanto  restableciendo  en  todo  su  vigor  el  art.  226 
de  la  ley  de  Instrucción  pública  vigente,  que  ordena,  que  de  cada  tres  plazas 
de  Catedráticos  numerarios  que  vaquen  en  las  Universidades  del  Reino,  dos 
se  provean  por  concurso  y  una  por  op<»sicion,  incluso  la  de  Madrid,  respecto  í 
la  cual  la  derogada  Real  orden  cst;iblecia  el  privilegio  de  que  ias  traslaciones 
entre  los  Catedráticos  de  la  misma  no  consumían  turno.— /d.  3  de  Setiembre. 

PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Manual  de  Anatomía  descriptiva,  por  el  Doctor  Robisiit  HaRtmann.  Traduc 
cion  directa  del  alemán  por  los  Dres.  L,  Góngora  y  S.  Carcfónal.— Cu  aderaos  16  al  18. 

Diooionario  de  Medicina  y  Terapéutica,  por  los  Dres.  E.  Bouchut,  y  A.  Des- 
prés.— Traducción  de  los  Dres.  D.  Pedro  Espina  Martinez  y  U.  Antonio  Espina  Capo. 
—Cuaderno  3.®— Madrid.  tíailly-Balliere. 

Manual  práctico  de  las  eníerxnedades  de  las  mujeres  (Medicina  y  Ci ru- 
gía) por  el  Dr.  G.  Eustaclie,  versión  castellana  de  D.  Enrique  Moresco  y  Labado  y  don 
Rafael  Ulecia  y  Cardona,  con  un  prólogo  del  Dr.  D.  Andrés  del  Busto  Lopez.^Cua- 
derno6.°— Madrid. -1882.— Dos  ejemplares. 

Periódicos:  Nota^  mtisicales;  La  Reconquista,  Barcelona.'<^£a  librería,  Madrid. 


6^ 


■t) 


^omo  II.  Húm.  18.  30  Setiembre  de  1882.  Ano  II.  Núm.  42. 


Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  La  peritomia  preventiva  de  las  alteraciones  de  la  córnea  en  la  oftalmía  blenorrá- 
glca  (continuación),  por  el  »r.  JF.  Barra^ver.  -  Ideas  sueltas  sobre  la  fiebre  tifoidea  (con* 
clusion),  por  D.  A,  Baasolfl-Prini.  —  Anatomía  de  los  centros  nerviosos  (continuación), 
por  el  9r.  V.  Micoel  A.  Wmrgmm  moea.~Cólera  morbo,  por  el  9r.  modricoes  Mendex. 
-NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Ambliopia:  tratamiento  por  la  estricnina.  —  Transfusión  de  lá 
sangre. —Peste  de  los  cangrejos.—  Sección  oficial. 


U  PERITOMIA  PREVENTIVA  DE  US  ALTERACIONES  DE  U  CORNEA 

EN  LA  OFTALACÍA    BLBNORRÁOICA  (í). 

POR  EL  DR.  J.  BARRAQÜER. 

Médico  oculista  de  loa  Ho$pitale$  de  Santa  Cruz  y  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús. 


^*****0*t»^k^*^**k^*0»il*0»0*0^*»0*0*f*t^0*0^0*»*^ 


¿Cuáles  son  las  indicaciones  de  la  peritomia  preventiva?  ¿Debe  in- 
distintamente aplicarse  á  todas  las  oftalmías  purulentas,  ó  tenemos  que 
reservarla  para  un  limitado  número  de  ellas?  ¿Debemos  seguir  el  exage- 
rado consejo  del  Dr.  Osio,  expuesto  en  los  siguientes  términos?:  «Que  tan 
pronto  como  se  sospeche  el  desarrollo  de  una  oftalmía  purulenta  se  prac- 
tique la  síndectomía  (2)».  Podemos  reunir  todos  los  casos  de  oftalmía  pu- 
rulenta en  dos  grupos  distintos,  que,  para  las  necesidades  de  la  práctica, 
acostumbro  á  calificar  en  mi  clínica  de  benigna  y  maligna  ó  leve  y  grave, 
en  relación  siempre  con  la  rapidez  de  su  curso  y  con  la  tendencia  á  in- 
vadir el  globo  alterando  la  córnea;  en  unos  casos  observamos  que  la 
conjuntivitis  se  desarrolla  con  intensidad  en  los  párpados  y  fondos  de 
saco;  que  no  invade  el  globo,  es  decir,  que  no  se  presenta  la  conjuntivi- 
tis bulbar;  que  no  tiene  lugar  lo  que  se  llama  el  quémosis,  y  que  la  cór- 
nea no  se  altera  ó  si  acaso  lo  hace  de  un  modo  muy  ligero  y  en  una  época 
ya  distante  del  principio  del  mal.  Esta  forma  abunda  sobretodo  entre  los 
casos  de  oftalmía  conocida  con  el  nombre  de  conjuntivitis  purulenta  del 
recién  nacido.  No  escasea  tampoco  cuando  se  presenta  la  conjuntivitis 
purulenta  en  la  infancia.  Las  supuraciones,  que  expontáneamente  se  es- 
tablecen en  el  curso  da  las  granulaciones,  pertenecen  generalmente  tam- 
bién á  una  forma  benigna.  En  otros  casos  la  infíamacion  se  propaga  ya 
á  la  mucosa  que  cubre  el  globo  y  lo  hace  con  gran  rapidez,  de  modo  que 
existe  el  quémosis  duro  (conjuntivitis  bulbar)  desde  el  segundo  ó  tercer 
dia  y  se  presentan  las  alteraciones  graves  de  la  córnea  del  tercero  al 


(i)    Continuación. — Véase  el  número  H8. 
(2)    El  Siglo  medico,  2  Julio,  18S2,  pág.  128. 


550  LA  PERITOMÍA  PREVENTIVA. 

cuarto.  Pertenecen  á  esta  forma  muchas  de  las  oftalmías  purulentas  del 
adulto  y  muy  particularmente  las  de  los  individuos  jóvenes  del  sexo  mas- 
culino que  padecen  blenorragia  uretral.  Los  AA.  reservan,  con  algún 
fundamento,  el  nomJbre  de  oftalmía  blenorrágica  para  e&ta  última  forma 
de  conjuntivitis  purulenta,  para  la  que  antiguamente  se  creia  metastáti- 
ca  y  hoy  hacemos  depender  del  transporte  directo  del  pus  de  la  uretra 
al  ojo  por  medio  de  las  manos  ó  de  algún  utensilio  de  curación.  Aunque 
la  oftalmía  purulenta  no  necesita  absolutamente  presentarse  en  indivi- 
duos que  reúnan  las  indicadas  circunstancias  ni  reconocer  como  causa  la 
infección  de  la  mucosa  por  el  pus  uretral  para  adquirir  una  marcada  ten- 
dencia á  invadir  el  bulbo,  para  afectar  los  caracteres  de  la  oftalmía  pu- 
rulenta grave,  para  producir,  en  fin,  la  queratitis  blenorrágica  localizada 
ó  generalizada;  á  pesar  de  todo,  fuerza  es  admitir,  porque  así  lo  prueba 
la  experiencia  de  todos  los  prácticos  y  porque  asi  se  encuentra  indicado 
en  los  AA.,  que  entre  las  oftalmías  purulentas  llamadas  blenorrágicas 
abundan  las  más  graves  y  que  en  la  infancia  y  en  la  niñez  se  presenta  el 
mayor  número  de  oftalmías  purulentas  benignas. 

La  benignidad  ó  malignidad  de  la  oftalmía  purulenta  (separados  los 
casos  de  difteria)  depende  de  la  tendencia  á  ser  invadido  el  globo  ocular 
por  el  proceso  flogístico,  exponiéndose  á  la  pérdida  de  la  córnea.  El  mal 
no  puede  calificarse  de  benigno  y  maligno  con  relación  á  las  alteraciones 
que  en  la  mucosa  determina,  porque  sabemos  que  ésta  recupera  siempre 
el  estado  normal  no  presentando  alteraciones  destructivas. 

La  existencia  y  la  gravedad  de  la  queratitis  deben  ser  el  único  crite- 
rio para  cgilificar  de  grave  ó  leve  una  oftalmía  blenorrágica,  ya  que  no 
existen  ajteraciones  de  la  córnea  algo  importantes  sin  que  se  destruya 
una  parte  de  su  tejido  y  quede  definitivamente  en  su  sitio  una  cicatriz 
no  transparente,  que  en  la  inmensa  mayoría  de  casos  disminuye  la  visión 
sino  la  anula  por  completo. 

La  peritomía  preventiva  queda  reservada  en  mi  clínica  para  los  casos 
más  graves,  para  esos  que  generalmente  son  blenorrágicos,  en  los  cuales 
la  tendencia  del  mal  á  invadir  porciones  distintas  del  tegumento,  á  ha- 
cerse bulbar  y  á  convertirse  en  queratitis  es  notoria  y  puede  observarse 
ya  desde  el  principio  del  mal,  en  esas  formas,  en  las  cuales  al  principio 
de  su  desarrollo  el  quémosis  es  casi  general,  es  decir,  que  los  fenómenos 
inflamatorios  bloquean  la  córnea  por  todos  lados  y  en  que  á  los  pocos  dias 
se  presentan  ya  alteraciones  gravísimas  de  esta  membrana. 

No  tenemos  siempre  la  fortuna  de  observar  la  oftalmía  purulenta  des- 
de sus  albores;  pero  si  algunos  casos  se  nos  presentan  en  estas  circuns- 
tancias pertenecen  exclusivamenle  á  la  oftalmía  blenorrágica,  es  decir, 
á  los  casos  más  graves  de  conjuntivitis  purulenta,  porque  es  ya  bastan- 
te sabido  para  el  público  que  la  blenorragia  uretral  pueda  afectar  grave- 
mente el  ojo  y  además  porque  la  violencia  con  que  se  desarrolla  desde 
las  primeras  horas  siembra  la  inquietud  en  el  ánimo  del  paciente  y  aun 
en  la  del  Médico  que  le  asiste  por  la  afección  uretral.  En  estas  circuns- 
tancias aplicando  la  terapéutica  aconsejada  por  los  AA.  (emisiones  san- 
guíneas locales,  antiplásticos,  cauterizaciones,  desinfectantes),  ni  en 
un  solo  caso  he  podido  ver  que  el  mal  haya  respetado  la  córnea,  nunca 
ha  faltado  la  queratitis  blenorrágica,  que  en  la  inmensa  mayoría  de  ca- 


LA  PERITOMÍA  PREVENTIVA.  551 

SOS  ha  terminade  por  la  perforación.  Dice  Galezowski  (1):  «Las  compli- 
caciones que  sobrevienen  por  parte  de  la  córnea  son  difíciles  de  curar  y 
los  medios  que  poseemos  quedan  á  menudo  sin  eficacia.» 

En  los  dos  casos  anteriormente  citados  se  ve  que,  practicando  la  sin- 
dectomia  preventiva,  el  mal  no  se  ha  propagado  á  la  córnea,  y  esta  debe 
ser  la  única  mira  que  ha  de  guiarnos  en  el  tratamiento  de  la  oftalmía 
purulenta:  salvar  la  córnea,  salvar  la  vista  del  mejor  modo  posible.  Se 
dirá  tal  vez  que,  en  los  primeros  dias  de  la  afección,  aunque  sea  en  un 
individuo  afectado  de  blenorragia  uretral,  no  es  posible  asegurar  con  ri- 
gor matemático  si  la  enfermedad  adquirirá  la  intensidad  de  la  forma 
grave;  admitido,  pero  ¿resultará  algún  perjuicio  de  que  en  pocos  casos 
se  practique  ,1a  sindectomía  sin  ser  indispensable?  ¿tiene  algún  incon- 
veniente la  peritomía?  ¿se  expone  al  ojo  á  algún  trastorno?  Se  está  dis- 
cutiendo aun  si  puede  ser  perjudicial  ó  no  la  excisión  de  grandes  porcio- 
nes de  la  mucosa  en  los  fondos  de  saco,  como  propone  Galezowski  en  la 
oftalmía  granulosa,  pero  los  adversarios  de  la  peritomía  preventiva  poco 
tendrían  que  decir  si  pretendieran  registrar  los  inconvenientes  que  pue- 
de tener,  porque  el  ojo  queda  después  de  cicatrizada  la  solución  de  con- 
tinuidad con  el  aspecto  normal  y  no  se  echa  de  notar  la  menor  retrac- 
ción de  la  conjuntiva.  Wecker  (2)  dice  tratando  de  la  peritomía  aplicada 
al  tratamiento  del  pannus:  «Esta  operación  bien  ejecutada  no  deja  otras 
señales  que  un  tinte  azulado  brillante  y  la  falta  de  vasos  aparentes  al- 
rededor de  la  córnea. 

Aunque  este  traumatismo  parezca  muy  violento,  no  he  visto  produ- 
cirse jamás  ningún  accidente  en  los  enfermos  que  he  operado.» 

¿Tendrá  inconvenientes  inmediatos,  yaque  no  los  tiene  para  una  época 
más  adelantada?.  La  experiencia  me  prueba  con  gran  acopio  de  datos  que 
la  cicatrización  se  verifica  de  una  manera  muy  regular,  sin  que  se  pre- 
senten esos  mamelones  carnosos,  que  señala  Wecker  cuando  rechaza 
las  excisiones  del  [quémosis  blenorrágico,  ni  tampoco  las  bridas  cicatri- 
ciales  tan  infundadamente  temidas.  He  extirpado  la  conjuntiva  bulbar 
en  gran  número  de  conejos,  he  practicado  la  peritomía  en  muchos  casos 
de  pannus  granulosos  y  antes  de  decidirme  por  la  peritomía  preventiva 
en  la  oftalmía  blenorrágica  practicaba  extensas  excisiones  del  quémosis 
y  nunca  he  notado  el  menor  accidente. 

Por  lo  demás  se  conoce  que  aun  Wecker,  que  tanto  teme  las  exci- 
siones de  la  mucosa  en  la  segunda  edición  de  su  obra  (3),  se  ha  modifica- 
do notablemente  en  la  tercera,  como  vamos  á  ver  citando  sus  textuales 
palabras;  pero  entiéndase  que  se  refiere  á  la  excisión  del  quémosis,  no  á 
la  peritomía  preventiva,  de  la  cual  no  hace  referencia  en  sus  obras.  Dice: 
cSe  ha  propuesto  excindir  más  ó  menos  anchamente  el  quémosis  cuando 
es  muy  pronunciado.  Este  es  un  mal  procedimiento,  porque  si  bien  la 
conjuntiva,  gracias  á  la  facilidad  con  la  cual  se  mueve,  puede  fácilmente 
reemplazar  la  pérdida  de  sustancia,  no  se  quita  impunemente  una  parte  de 
ía  mucosa  y  se  expone  á  provocar  cicatrices  pelig^rosas, — Este  procedimien- 


(1 )  Galezowski .  —  Traite  des  maladiéi  des  yetix,  1875. 

(2)  Ckiímrgie  oculaire,  1879. 

(3)  Traite  theorique  et  pratique  des  maladies  des  yeux,  2/  edition,  pág.  53, 1  67. 


I 


55a  LA  J>ERrrOMf  A  PREVKNTtVA. 

to  presenta  aun  otro  inconveniente,  el  dar  lugar  en  Io$  puntos  en  que  la 
conjuntiva  ha  sido  excindida  á  unsi  producción  de  botonen  carnosos,  que 
retardan  singularmente  la  rapidez  de  la  curacion.i^ — ^En  la  tercera  edición 
dice  (1):  «Se  ha  propuesto  excindir  más  ó  menos  anchamente  el  quémo- 
sis  cuando  es  muy  pronunciado.  Este  es  un  mal  procedimiento,  porqué, 
si  bien  la  conjuntiva  gracias  á  la  facilidad  con  la  cual  se  mueve  pue- 
de fácilmente  reemplazar  la  pérdida  de  sustancia,  se  expone  á  provo- 
car heridas  vegetantes  que  retardan  mitcho  la  curación,:»  En  donde  se  echa 
de  ver  que  en  el  intervalo  de  once  años  ha  podido  Wecker  convencer- 
se de  que  se  qtiíta  sin  inconveniente  una  parte  de  la  mucosa,  y  de  que  no 
resultan  bridas  viciosas  porque  se  excinda  un  quémosis.  Queda  solo  en 
pié  el  hecho  de  la  herida  vegetante,  que  dice  tiene  el  inconveniente  de 
retardar  mucho  la  curación  de  la  enfermedad. —  Yo  no  he  podido  ob- 
servar esas  heridas  vegetantes  después  de  la  peritomia;  pero  ya  que 
tratamos  de  investigar  los  inconvenientes  que  pueda  ofrecer  la  peritomia, 
justo  es  que  nos  expliquemos  qué  significa  retardar  la  curación. 

La  curación  de  la  conjuntivitis  blenorrágica  es  un  hecho  constante, 
salvo  en  casos  excepcionales,  casos  en  los  que  el  mal  pasa  al  estado  cró- 
nico, y  aun  en  estos  la  curación  se  verifica  dentro  de  un  plazo  más  ó 
menos  largo,  entendiendo  por  curación  el  restablecimiento  anatómico  y 
fisiológico  de  la  mucosa  al  estado  normal,  ó  sea  la  cesación  de  la  hipere- 
mia, infiltración  y  secreción  anormales,  sin  dejar  ninguna  clase  de  hue- 
llas sobre  la  mucosa;  esta  terminación  es  el  hecho  normal  y  constante; 
que  en  la  superficie  del  globo  se  desarrollen  mamelones  carnosos  fácil- 
mente estirpables,  podrá  entretener  los  fenómenos  patológicos  por  parte 
de  la  mucosa,  podrá  prolongar  por  espacio  de  algunos  dias  la  conjuntivi- 
tis, pero  no  producirá  alteraciones  de  la  córnea. — Si  la  práctica  de  un  gran 
número  de  casos  confirmase  mis  esperanzas  de  que  la  peritomia  practica- 
da durante  las  primeras  horas  de  la  oftalmía  blenorrágica  evita  general- 
mente la  queratitis  ¿deberíamos  rechazar  esta  operación  por  el  solo  temor 
de  los  mamelones  carnosos?.  El  desarrollo  de  vegetaciones  sobre  la  herida 
tendrá  lugar  en  una  época  adelantada,  en  la  cual  la  conjuntivitis  está  ya 
rebajada  y  no  se  presenta  la  temible  queratitis,  y  si  bien  el  entretenimien- 
to de  una  conjuntivitis,  siquiera  sea  ligera,  puede  influir  desagradable- 
mente sobre  la  córnea,  media  una  diferencia  inmensa  entre  la  queratitis 
enérgica  y  de  curso  rápido,  que  se  presenta  al  principio  de  la  gran  mayo- 
ría de  casos  de  oftalmía  blenorrágica  grave,  y  la  que  con  caracteres  de  su- 
perficialidad y  benignidad  se  presenta  muy  excepcionalmente  al  fin  de 
las  conjuntivitis.  Tal  vez  el  excepcional  desarrollo  de  los  mamelones 
carnosos  puede  ser  una  razón  en  contra  de  la  práctica  de  excindir  el 
quémosis,  ya  que  por  esta  operación  dá  muy  pocos  resultados  conforme 
aseguran  la  mayor  parte  de  los  AA.  (2).  Pero  no  debe  siquiera  tenerse 
en  cuenta  cuando  se  trate  de  evitar  la  pérdida  de  la  córnea  por  medio  de 
la  peritomia  profiláctica  (3). 


(t)    Traite  complet  d'opiíthalmologief  porL.  de  Wecker  etEd.  Landolt,  1878,  pa- 
gina 308. 

(2)  Tengo  una  viva  satisfacción  en  consignar  el  briUante  resultado  obtenido  por 
el  Doctor  Osío  en'un  compañero  por  medio  de  la  excisión  completa  del  quémosis. 

(3)  No  puedo  dejar  de  exoresar^mi  sentimiento  al  ver  que  los  dignos  compaiíe- 


LA  PSRITOMÍA  PREVENTIVA.  553 

Nosotros  practicamos  la  peritomia  al  principio  de  la  oftalmía  blenor- 
rágica  del  modo  siguiente:  separados  los  párpados  por  medio  del  blefa- 
rostato  externo  de  Graefe,  se  coje  un  pliegue  vertical  de  la  conjuntiva  y 
tejido  subconjuntival  por  debajo  de  la  córnea^  y  á  la  distancia  de  un  cen- 
tímetro de  su  borde,  se  incinde  profundamente  este  pliegue  con  una  ti- 
jera de  estrabismo  hasta  llegar  á  la  esclerótica,  se  introduce  una  de  las 
ramas  dentro  del  ojal  que  de  este  modo  queda  abierto,  y  siguiendo  en  di- 
rección paralela  á  la  circunferencia  de  la  córnea  y  siempre  á  la  distancia 
de  un  centímetro  se  incinden  la  conjuntiva  y  el  tejido  subconjuntival  en 
forma  de  un  círculo  completo.  Luego  por  medio  de  pequeños  tijeretazos 
se  separa  de  la  esclerótica  toda  la  conjuntiva  y  tejido  subbonjuntival 
comprendidos  entre  esta  incisión  y  el  borde  de  la  córnea,  y  últimamente 
excindimos  todo  el  colgajo  desprendiéndolo  de  la  circunferencia  de  la 
córnea. 

Expuesta  ya  mi  teoría  (d)  sobre  el  modo  de  obrar  de  la  peritomia  pre- 
ventiva, las  indicaciones  de  la  misma  y  procedimiento  operatorio,  tóca- 
me examinar  los  argumentos  que  pueden  aducir  y  aducen  los  A.  A.  para 
hacer  depender^la  queratitis  blenorrágica  de  otras  causas  que  la  propa- 
gación ñogistica,  según  la  ley  de  las  inflamaciones  tegumentarias. 

Hallándonos  desprovistos  de  un  medio  eficaz,  entre  los  generalmente 
recomendados  por  los  AA.,  para  evitar  que  la  córnea  se  interese  y  que 
la  visión  disminuya  ó  se  pierda  por  completo;  no  logrando  los  me- 


ros que  Be  han  ocupado  de  la  peritomia  preventiva  no  se  hayan  decidido  á  ensayarla 
á  pesar  de  su  notoria  inocuidad.  Solo  con  una  basta  experiencia  y  con  estadísticas 
exactas  podremos  juzgar  imparcialmentc  esta  operación. 

(1)  Para  establecerla  y  apoyarla  cito  solamente  un  dato  de  observación  histoló- 
gica y  otros  muchos  clínicos,  y  á  pesar  de  todo  dirán  que  juzgo  la  cuestión  histoló- 
gicamente, lo  cual  será  sencillamente  un  error.  En  efecto,  para  investigar  el  éxito 
de  la  operación,  aduzco  dos  historias  clínicas  en  lugar  de  afirmaciones  más  ó  menos 
gratuitas,  y  en  esta  conducta  soy  el  único  hasta  ahora.  ¿Es  esto  histología?  Además^ 
áflanzo  la  ley  de  lo3  tegumentos  en  la  comparación  de  la  marcha  de  la  erisipela,  de 
la  uretritis  y  de  la  bronquitis  (hechos  clínicos)  en  algunos  casos,  con  la  marcha  clí- 
nica de  la  blenorragia  ocular;  hablo  solamente  de  edema  colateral  (quémosis  seroso), 
tinte  opalino,  aspecto  deslustrado,  dureza,  hiperemia,  secreción  purulenta,  querati- 
tis; añrmo  que  no  hay  hipopion  en  la  oftalmía  purulenta;  digo  que  no  se  destruye  la 
mucosa,  pero  que  se  destruye  la  córnea.  ¿Pertenecen  estas  palabras  y  estos  datos  de 
observación  al  dominio  de  la  clínica  ó  al  de  la  histología?  ¿Juzgaré  tal  vez  histológi- 
camente porque  digo  que  el  quémosis  está  constituido  por  una  inflltracion  celular  y 
porque  añanzo  esta  afirmación  en  observaciones  micrográficas?  Quien  tal  preten- 
díase podría  suprimir  todos  los  instrumentos  de  amplificación  aplicados  á  la  obser- 
vación, y  el  oftalmoscopio  seria  inútil  puesto  que  no  hay  ninguna  diferencia  entre  la 
clase  de  datos  que  para  la  investigación  del  estado  anatómico  de  la  retina  ó  de  la 
coroides  á  través  de  esta  última  nos  proporciona  el  espejo  oftalmoscópico  y  ios  que 
observamos  con  el  microscopio  á  través  de  la  conjuntiva  ó  en  su  espesor.  Es  preciso 
distinguir  las  teorías  histológicas  de  las  observaciones  verificadas  con  el  microsco- 
pio, de  la  relación  de  las  propiedades  físicas  y  geométricas  de  los  cuerpos  claramen- 
te observables:  que  se  encuentre  el  espesor  de  la  conjuntiva  infiltrado  de  células  ó 
libre  de  ellas,  son  datos  resultado  de  una  observación,  que  tiene  tanto  valor  lógico 
como  pueden  tenerle  la  observación  de  unos  estertores,  la  de  una  eminencia  sobre 
la  superficie  del  cuerpo,  la  de  una  hemorragia  en  la  retina,  la  de  un  pólipo  en  las 
cuerdas  vocales  ó  la  de  una  perforación  del  tímpano,  por  más  que  unas  se  hagan  á 
simple  vista  y  otras  con  diversos  instrumentos.— Seria  ofender  á  los  compañeros  que 
generosamente  contribuyen  al  esclarecimiento  de  la  cuestión  que  discutimos  el  pa« 
sar  más  adelante  en  esta  demostración. 


554  LA  PERITOMÍA  PREVENTIVA. 

dios  curativos  de  la  conjuntivitis  su  objeto  en  la  mayoría  de  casos  sin 
que  el  mal  deje  huellas  funestas  para  la  visión,  y  no  suministrándonos  la 
experiencia  un  medio  seguro  y  universalmente  admitido,  cada  práctico 
usa  los  que  están,  en  cuanto  al  modo  de  obrar,  en  relación  con'sus  ideas 
sobre  la  patogénesis  de  las  alteraciones  de  la  córnea. — ^Nadie  discute  el 
tratamiento  de  la  inflamación  de  la  mucosa;  el  nitrato  de  plata  no  tiene 
rival;  pero  cuando  aparecen  las  complicaciones  de  la  córnea,  entonces 
empiezan  los  tratamientos  diversos,  según  las  ideas  de  cada  uno:  quien 
continúa  con  las  cauterizaciones;  quien  las  suspende  ó  disminuye  su 
energía;  quien  prosigue  con  el  uso  del  hielo,  que  otros  suspenden  inme- 
diatamente; algunos  aplican  sanguijuelas,  atropina,  eserina,  practican 
escarificaciones,  excisiones,  paracentesis,  etc.,  etc.  La  medicación  de  la 
conjuntivitis  tiene  uno  solo  ó  principal  remedio;  la  de  la  queratitis  tiene 
demasiados  para  que  contemos  con  un  éxito  completo,  á  pesar  de  que  in- 
teresa mucho  más  curar  la  queratitis  que  la  conjuntivitis,  puesto  que 
aquella  destruye  el  órgano  en  totalidad  ó  en  parte,  disminuyendo  ó  anu- 
lando la  función,  y  ésta,  aunque  sea  abandonada,  nunca  destruye  la  mu- 
cosa,— No  se  me  oculta  la  influencia  favorable  que  las  cauterizaciones  de 
la  mucosa  pueden  tener  sobre  el  curso  de  la  queratitis;  creo  posible  que  en 
algunos  casos,  á  imitación  de  lo  que  sucede  en  otras  enfermedades  de  la 
conjuntiva  y  de  la  córnea,  á  cada  cauterización  de  la  mucosa  se  vea  dis- 
minuir la  intensidad  de  las  complicaciones  corneales  (1);  pero  en  los  ca- 
sos graves  de  queratitis  blenorrágica  parece  que  el  absceso  de  la  córnea 
adquiere  cierta  independencia  en  su  curso,  y  sobre  todo  la  práctica  nos 
enseña  cada  dia  demasiados  casos  de  perforación  para  que  fiemos  la  cu- 
ración de  las  alteraciones  de  la  córnea  al  exclusivo  tratamiento  de  la 
conjuntivitis  por  medio  de  las  cauterizaciones,  hielo,  emisiones  sanguí- 
neas, antisépticos  y  antiplásticos. 

Es  creencia,  que  pasa  de  generación  en  generación  sin  que  se  exami- 
nen sus  fundamentos,  la  de  que  el  absceso  blenorrágico,  como  las  demás 
complicaciones  que  sufre  la  córnea  en  la  oftalmía  purulenta,  depende 
de  la  estrangulación  producida  por  el  quémosis. —  Posteriormente,  se  ha 
lanzado  la  teoría  de  la  infección,  que  si  bien  aplicada  á  ciertas  enferme- 
dades de  la  córnea  tiene  á  su  favor  argumentos  y  datos  clínicos  de  mucho 
valor,  no  satisface  para  explicar  de  una  manera  general  todas  las  com- 
plicaciones que  aparecen  por  parte  de  dicha  membrana  en  la  enfermedad 
de  que  me  ocupo. — Por  la  primera  teoría,  la  córnea  sufriría  una  gangre- 
na molecular  por  compresión;  los  partidarios  de  la  segunda  hacen  des- 
truir la  córnea  por  la  infiltración  del  pus  venido  del  exterior,  venido  de 
la  mucosa.  En  mi  teoría,  sin  negar  que  el  quémosis  y  sobre  todo  el  con- 
tacto del  pus  puedan  obrar  en  calidad  de  agentes  secundarios  para  alte- 
rar la  córnea,  admito  que  sufre  la  más  grave  complicación,  el  absceso 
blenorrágico,  porque  se  inflama  lo  mismo  que  la  mucosa,  con  la  cual  se 
continúa;  que  el  pus  no  viene  del  exterior  sino  que  se  forma  en  la  misma 
córnea  en  virtud  de  su  inflamación,  y  que  la  influencia  nociva  ó  flogó- 
gena pasa  á  la  córnea  por  continuidad  de  tejido  (2). 


(1)  Xhsiáie.  —  Gazette  des  Hópitaux, 

(2)  Cuales  sean  las  alteraciones  que  el  quémosis,  como  agente  eatrangulador» 


IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA.  555 

La  teoría  de  la  maceracion  de  la  córnea  y  de  su  inQltracion  por  el 
pus  no  puede  generalizarse  á  todas  las  alteraciones  de  la  córnea,  pues  así 
lo  prueba  la  observación  diaria  de  gran  número  de  oftalmías  purulentas 
del  recien  nacido^  en  que,  á  pesar  de  no  haberse  usado  ningún  tratamien- 
to,'no  se  presentan  las  alteraciones  graves  de  la  córnea,  que  ha  estado  du- 
rante muchos  dias  en  contacto  constante  con  grandes  cantidades  de  pus 
segregado  por  la  mucosa  palpebral,  observándose  solo  la  queratitis  en 
aquellos  casos  en  que  la  inflamación  invade  el  globo,  en  que  aparece  la 
conjuntivitis  vulvar  llamada  quémosis  duro;  según  mi  humilde  opinión, 
una  condición  indispensable,  para  que  se  forme  el  absceso  blenorrágicode 
la  córnea,  es  la  existencia  del  quémosis;  pero,  á  pesar  de  esto,  no  creo  que 
sea  debido  á  la  estrangulación  por  él  producida.  El  quémosis  (/iJitíootS,  de 
XhW^p  (m^jero,  porque  en  conjunto  parece  que  la  córnea  está  dentro  de  un 
agujero)  es  solo  el  abultamiento  que  adquieren  los  tejidos  que  circuyen 
la  córnea,  cuando  se  inflaman,  y  ya  que  la  inflamación  blenorrágica  se 
propaga  por  continuidad  de  tejido,  no  puede  pasar  de  los  párpados  á  la 
córnea  sin  invadir  antes  la  conjuntiva  del  globo,  sin  producir  quémosis, 
por  esto  no  hay  la  queratitis  grave  sin  quémosis,  aunque  no  sea  produ- 
cida por  la  estrangulación  que  este  pudiera  determinar.  Todos  los  argu- 
mentos que,  á  favor  de  la  estrangulación,  puedan  aducirse  fundados  en  la 
relación  constante  entre  el  quémosis  y  la  queratitis,  en  la  mayor  intensi- 
dad de  aquella  en  los  puntos  correspondientes  á  la  mayor  elevación  del 
quémosis,  en  la  curación  completa  (sin  queratitis)  de  los  casos  que  no 
tienen  quémosis,  en  la  remisión  de  la  enfermedad  cuando  rebaja  aquel, 
lo  mismo  pueden  aplicarse  á  una  como  á  otra  teoría,  y  por  tanto  nada 
prueban,  encontrándose  los  partidarios  de  la  estrangulación  obligados 
á  aducir  nuevos  argumentos,  si  se  interesan  por  el  esclarecimiento  de 
cuestión  tan  importante  (1). 

(Concluirá.) 

IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA  O 

POR  A.  Bassols-Prim. 

La  fiebre  tifoidea,  como  todas  las  enfermedades,  viene  representada 
por  la  totalidad  sindrómica  y  casos  hay  en  los  cuales  la  perplejidad 
diagnóstica  está  muy  efi  su  lugar. 


pueda  producir,  lo  ignoro,  como  también  si  puede,  y  en  qué  sentido,  modificar  las 
alteraciones  dé  la  córnea  dependientes  de  otras  causas.  En  mi  teoría  hago  solo  de- 
pender de  la  propagación  flogistica  el  absceso.  Esa  ulceración  superficial,  que  empie- 
za en  forma  de  pequeñas  y  limitadas  desigualdades  del  epitelio,  que  se  convierten 
después  en  una  úlcera  de  fondo  trasparente,  que  se  hace  luego  ligeramente  gris  y 
que  no  adquiere  gravedad  si  se  proporcionan  al  enfermo  los  cuidados  de  una  lim- 
pieza esmerada,  esta  úlcera  la  considero  producida  por  el  contacto  del  pus.  ¿Puede 
adquirir  los  caracteres  de  Ja  úlcera  infectante,  si  no  se  tiene  la  limpieza  más  exa- 
gerada? Yo  lo  creo  muy  posible  y  tengo  una  historia  clínica,  que  publicaré  otro  dia, 
que  difícilmente  puede  explicarse  de  otro  modo. 

(1)  No  dejaré  de  dar  las  más  cumplidas  gracias  al  Dr.  Oslo  porque,  habiendo 
sido  el  primer  disidente,  empezó  esta  discusión. 

(2)  Gonclusion.-VéaBC  el  número  41. 


554  LA  PERITOMÍA  PREVENTIVA. 

dios  curativos  de  la  conjuntivitis  su  objeto  en  la  mayoría  de  casos  sin 
que  el  mal  deje  huellas  funestas  para  la  visión,  y  no  suministrándonos  la 
experiencia  un  medio  seguro  y  universalmente  admitido,  cada  práctico 
usa  los  que  están,  en  cuanto  al  modo  de  obrar,  en  relación  con'sus  ideas 
sobre  la  patogénesis  de  las  alteraciones  de  la  córnea. — ^Nadie  discute  el 
tratamiento  de  la  inflamación  de  la  mucosa;  el  nitrato  de  plata  no  tiene 
rival;  pero  cuando  aparecen  las  complicaciones  de  la  córnea,  entonces 
empiezan  los  tratamientos  diversos,  según  las  ideas  de  cada  uno:  quien 
continúa  con  las  cauterizaciones;  quien  las  suspende  ó  disminuye  su 
energía;  quien  prosigue  con  el  uso  del  hielo,  que  otros  suspenden  inme- 
diatamente; algunos  aplican  sanguijuelas,  atropina,  eserina,  practican 
escarificaciones,  excisiones,  paracentesis,  etc.,  etc.  La  medicación  de  la 
conjuntivitis  tiene  uno  solo  ó  principal  remedio;  la  de  la  queratitis  tiene 
demasiados  para  que  contemos  con  un  éxito  completo,  á  pesar  de  que  in- 
teresa mucho  más  curar  la  queratitis  que  la  conjuntivitis,  puesto  que 
aquella  destruye  el  órgano  en  totalidad  ó  en  parte,  disminuyendo  ó  anu- 
lando la  función,  y  ésta,  aunque  sea  abandonada,  nunca  destruye  la  mu- 
cosa,— No  se  me  oculta  la  influencia  favorable  que  las  cauterizaciones  de 
la  mucosa  pueden  tener  sobre  el  curso  de  la  queratitis;  creo  posible  que  en 
algunos  casos,  á  imitación  de  lo  que  sucede  en  otras  enfermedades  do  la 
conjuntiva  y  de  la  córnea,  ú  cada  cauterización  de  la  mucosa  se  vea  dis- 
minuir la  intensidad  de  las  complicaciones  corneales  (1);  pero  en  los  ca- 
sos graves  de  queratitis  blenorrágica  parece  que  el  absceso  de  la  córnea 
adquiere  cierta  independencia  en  su  curso,  y  sobre  todo  la  práctica  nos 
enseña  cada  dia  demasiados  casos  de  perforación  para  que  fiemos  la  cu- 
ración de  las  alteraciones  de  la  córnea  al  exclusivo  tratamiento  de  la 
conjuntivitis  por  medio  de  las  cauterizaciones,  hielo,  emisiones  sanguí- 
neas, antisépticos  y  antiplásticos. 

Es  creencia,  que  pasa  de  generación  en  generación  sin  que  se  exami- 
nen sus  fundamentos,  la  de  que  el  absceso  blenorrágico,  como  las  demás 
complicaciones  que  sufre  la  córnea  en  la  oftalmía  purulenta,  depende 
de  la  estrangulación  producida  por  el  quémosis. —  Posteriormente,  se  ha 
lanzado  la  teoría  de  la  infección,  que  si  bien  aplicada  á  ciertas  enferme- 
dades de  la  córnea  tiene  á  su  favor  argumentos  y  datos  clínicos  de  mucho 
valor,  no  satisface  para  explicar  de  una  manera  general  todas  las  com- 
plicaciones que  aparecen  por  parte  de  dicha  membrana  en  la  enfermedad 
de  que  me  ocupo. — Por  la  primera  teoría,  la  córnea  sufriría  una  gangre- 
na molecular  por  compresión;  los  partidarios  de  la  segunda  hacen  des- 
truir la  córnea  por  la  infiltración  del  pus  venido  del  exterior,  venido  de 
la  mucosa.  En  mi  teoría,  sin  negar  que  el  quémosis  y  sobre  todo  el  con- 
tacto del  pus  puedan  obrar  en  calidad  de  agentes  secundarios  para  alte- 
rar la  córnea,  admito  que  sufre  la  más  grave  complicación,  el  absceso 
blenorrágico,  porque  se  inflama  lo  mismo  que  la  mucosa,  con  la  cual  se 
continúa;  que  el  pus  no  viene  del  exterior  sino  que  se  forma  en  la  misma 
córnea  en  virtud  de  su  inflamación,  y  que  la  influencia  nociva  ó  flogó- 
gena pasa  á  la  córnea  por  continuidad  de  tejido  (2). 


(1)  Abadie.  — Gazeífe  des  Hópitaux, 

(2)  Cuales  sean  las  alteraciones  que  el  quémosis,  como  agente  eatran^ladori 


IPEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA.  555 

La  teoría  de  la  maceracion  de  la  córnea  y  de  su  infiltración  por  el 
pus  no  puede  generalizarse  á  todas  las  alteraciones  de  la  córnea,  pues  asi 
lo  prueba  la  observación  diaria  de  gran  número  de  oftalmias  'purulentas 
del  recien  nacido^  en  que,  á  pesar  de  no  haberse  usado  ningún  tratamien- 
tOy'no  se  presentan  las  alteraciones  graves  de  la  córnea,  que  ha  estado  du- 
rante muchos  dias  en  contacto  constante  con  grandes  cantidades  do  pus 
segregado  por  la  mucosa  palpebral,  observándose  solo  la  queratitis  en 
aquellos  casos  en  que  la  inflamación  invade  el  globo,  en  que  aparece  la 
conjuntivitis  vulvar  llamada  quémosis  duro;  según  mi  humilde  opinión, 
una  condición  indispensable,  para  que  se  forme  el  absceso  blenorrágicode 
la  córnea,  es  la  existencia  del  quémosis;  pero,  á  pesar  de  esto,  no  creo  que 
sea  debido  á  la  estrangulación  por  él  producida.  El  quémosis  (x^iV^^y  ^^ 
XhV'f¡f  (agujero,  porque  en  conjunto  parece  que  la  córnea  está  dentro  de  un 
agujero)  es  solo  el  abultamiento  que  adquieren  los  tejidos  que  circuyen 
la  córnea,  cuando  se  inflaman,  y  ya  que  la  inflamación  blenorrágica  se 
propaga  por  continuidad  de  tejido,  no  puede  pasar  de  los  párpados  á  la 
córnea  sin  invadir  antes  la  conjuntiva  del  globo,  sin  producir  quémosis, 
por  esto  no  hay  la  queratitis  grave  sin  quémosis,  aunque  no  sea  produ- 
cida por  la  estrangulación  que  este  pudiera  determinar.  Todos  los  argu- 
mentos que,  á  favor  de  la  estrangulación,  puedan  aducirse  fundados  en  la 
relación  constante  entre  el  quémosis  y  la  queratitis,  en  la  mayor  intensi- 
dad de  aquella  en  los  puntos  correspondientes  á  la  mayor  elevación  del 
quémosis,  en  la  curación  completa  (sin  queratitis)  de  los  casos  que  no 
tienen  quémosis,  en  la  remisión  de  la  enfermedad  cuando  rebaja  aquel, 
lo  mismo  pueden  aplicarse  á  una  como  á  otra  teoría,  y  por  tanto  nada 
prueban,  encontrándose  los  partidarios  de  la  estrangulación  obligados 
á  aducir  nuevos  argumentos,  si  se  interesan  por  el  esclarecimiento  de 
cuestión  tan  importante  (1). 

(Concluirá,) 

IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA  O 

POR  A.  Bassols-Prim. 

La  fiebre  tifoidea,  como  todas  las  enfermedades,  viene  representada 
por  la  totalidad  sindrómica  y  casos  hay  en  los  cuales  la  perplejidad 
diagnóstica  está  muy  en  su  lugar. 


pueda  producir,  lo  ignoro,  como  también  si  puede,  y  en  qué  sentido,  modiñear  las 
alteraciones  dé  la  córnea  dependientes  de  otras  rausas.  En  mi  teoría  hago  solo  de- 
pender de  la  propagación  flogistica  el  absceso.  Esa  ulceración  superficial,  que  empie- 
za en  forma  de  pequeñas  y  limitadas  desigualdades  del  epitelio,  que  se  convierten 
después  en  una  úlcera  de  fondo  trasparente,  que  se  hace  luego  ligeramente  gris  y 
que  no  adquiere  gravedad  si  se  proporcionan  al  enfermo  los  cuidados  de  una  lim- 
pieza esmerada,  esta  úlcera  la  considero  producida  por  el  contacto  del  pus.  ¿Puede 
adquirir  los  caracteres  de  la  úlcera  infectante,  si  no  se  tiene  la  limpieza  más  exa- 
gerada? Yo  lo  creo  muy  posible  y  tengo  una  historia  clínica,  que  publicaré  otro  día, 
que  difícilmente  puede  explicarse  de  otro  modo. 

(1)  No  dejaré  de  dar  las  más  cumplidas  gracias  al  Dr.  Osío  porque,  habiendo 
sido  el  primer  disidente,  empezó  esta  discusión. 

(2)  Conclusión.— Véase  el  número  41, 


55G 


IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA. 


Y  ya  que  de  fíebre  tifoidea  hablo  y  la  totalidad  sindrómica  recuerdo, 
no  quiero  dejar  pasar  la  ocasión  de  citar  el  siguiente  hecho,  ó  único,  y 
en  este  caso  curioso,  ó  múltiple,  y  entonces  digno  de  tenerse  en  cuenta. 


TRAZADO.  N9.4.. 

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Figr.  81.-  Termog^aíla  en  un  caso  de  tuberculosis  miUar  aguda 

de  Iniciación  sindrómica  tifoidea. 


Tuberculosis  miliar  aguda  de  iniciación  sindrómica  tifoidea.— 
Trazado  núm,  4.— Joven  de  20  años,  sin  antecedentes  hereditarios.  A  fi- 
nes del  mes  de  Noviembre  del  pasado  año,  tras  algunos  dias  de  un  tra- 
bajo excesivo  en  unas  canteras,  sintióse  abatido,  dejando  de  trabajar  el 
dia  29;  el  30  estuvo  levantado  todo  el  dia,  pero,  hacia  la  tarde,  sintió 
frió  inusitado  (iniciación  de  la  enfermedad)  y  el  i  .*  de  Diciembre  quedó- 
se ya  definitivamente  en  cama,  de  la  que  no  salió  desgraciadamente, 
sino  llevado  en  hombros  ajenos.  La  primera  visita  (segundo  dia  de  en- 
fermedad) dio  por  resultado  esa  vaguedad  de  síntomas,  piel  ardorosa, 
sed,  cefalalgia,  lengua  ancha,  sonrosada,  malestar,  etc.,  que  asi  pueden 
indicar  una  enfermedad  leve,  como  un  grandioso  trastorno  de  la  eco- 
nomía. 

Al  tercer  dia  de  la  enfermedad,  se  habia  marcado,  diré  mejor,  foto- 
grafiado, el  cuadro  sindrómico  de  la  fiebre  tifoidea:  subdelirio,  sordera, 
agitación;  lengua  cubierta,  negra,  dientes  secos,  fuligo  en  las  narices, 
vientre  abultado,  timpánico,  gorgoteo  y  sensibilidad  en  el  punto  clásico^ 
diarrea  inicial;  solo  faltaba  el  exantema  abdominal.  Disgustóme,  como  se 
comprenderá,  esta  tan  brusca  invasión  y  utilicé  el  termómetro.  La  ins- 
pección de  la  curva  adjunta  no  se  aviene  con  la  idea  de  fiebre  tifoidea. 
Fué  el  cuarto  dia  análogo  al  anterior;  al  quinto  el  subdelirio  es  delirio 
agitadísimo;  al  sexto  sobrevienen  escaras  y  se  calma  la  agitación  deli- 
rante á  favor  de  una  poción  fuertemente  almizclada;  el  séptimo,  octavo, 
noveno  y  décimo  dias  indican  tendencias  favorables,  bien  que  en  el  últi- 


IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA  FIEBRE  TIFOIDEA.  557 

íQO  se  inicia  el  catarro  bronquial,  propio  de  la  fiebre  tifoidea.  A  la  visita 
Je  la  mañana  siguiente  existia  insólita  agitación,  intenso  delirio  versá- 
til, náuseas ,  vómitos  y  evacuaciones  involuntarias.  El  autor  del  daño 
parecióle  á  la  familia  haber  sido  el  óxido  de  carbono,  que  un  brasero  á 
medio  encender  habia  desprendido  en  el  aposento  del  enfermo  durante 
la  noche;  los  que  en  ella  le  velaron  padecían  á  la  mañana  también  de  al- 
go de  cefalalgia,  náuseas  y  vómitos  uno  de  ellos.  El  duodécimo  dia  habia 
sofocación  notable,  tos,  bronquitis  generalizada,  y  en  el  vértice  posterior 
del  pulmón  izquierdo  hacía  su  aparición  un  punto  marcadamente  pneu- 
mónico.  La  decoración  sindrómica,  como  al  sonar  de  silbato  escénico, 
cambió  rápidamente.  Púsose  ancha,  blanca,  húmeda  la  lengua;  desapa- 
reció el  fuligo  y  la  sequedad  de  la  piel;  curaron  rápidamente  (en  dos 
dias)  las  escaras;  calmóse  el  delirio;  normalizáronse  las  evacuaciones, 
que  ya  no  fueron  diarréicas;  animóse  el  enfermo  y  hasta  sintió  apetito, 
y  en  medio  de  este  bienestar  aparente  ni  cedia  la  fiebre,  ni  bajaba  la 
temperatura;  continuaban  la  tos  y  la  sofocación,  y  el  pecho  á  la  auscul- 
tación ofrecía,  desde  el  soplo  al  ruido  crepitante,  la  mayor  parte  de  rui- 
dos patológicos.  En  los  siguientes  dias  la  sofocación  fué  cada  v.  z  más 
intensa;  la  tos,  corta  y  repetida;  presentóse  una  sed  devoradora;  al  déci- 
mo quinto  dia,  sobrevinieron  además  sudores  profusos,  rápida  dema- 
cración; falta  de  conocimiento  al  décimo  sexto;  pérdida  de  la  palabra  en 
la  mañana  del  décimo  séptimo,  y  al  caer  de  la  tarde  del  mismo  dia  falle- 
ció el  enfermo  presa  del  colapso. 

No  me  fué  posible  hacer  la  autopsia.  Si  alguien  por  ello  encontrase 
incompleta  la  historia  de  este  caso,  recuerde  que  tacha  del  mismo  modo 
el  relato  de  todos  cuantos  terminen  por  la  curación. 

Tamañas  dificultades  diagnósticas,  de  que  me  ocupo,  por  todos  los 
prácticos  vistas  cien  veces,  no  son  óbice  á  la  separación  clínica  de  los 
estados  patológicos  á  que  se  refieren.  ¿Qué  criterio  terapéutico  se  debe 
adoptar,  pues,  en  la  iniciación  de  un  estado  ambiguo,  entonces,  cuando 
un  diagnóstico,  por  prematuro,  sería  aventurado? 

La  fiebre  tifoidea  no  es  la  dotinentería.  Dicese  por  algunos  que  el 
curso  de  la  afección  tifódica  corresponde  á  los  períodos  evolutivos  de  las 
lesiones  dotinentéricas.  De  aquí,  solo  un  paso  habría  en  considerar  á  la 
fiebre  tifoidea  como  una  simple  dotinentería,  alteración  local,  que,  pro- 
vocando la  reacción  de  la  economía,  alcanza  la  magnitud  de  la  escena 
tifódica,  ni  más  ni  menos  que  una  herida  produce  la  fiebre  de  reacción, 
la  fiebre  traumática.  He  aquí  una  tesis  que  confiaríamos  de  buen  grado  á 
los  acérrimos  localizadores  militantes  en  el  campo  de  la  escuela  anatomo- 
patológica.  Por  mi  parte,  prefiero  creer  lo  contrario;  prefiero  creer  que 
las  lesiones  dotinentéricas  son  un  fenómeno,  muy  frecuente  á  la  verdad, 
pero  no  necesario  en  la  fiebre  tifoidea.  Fundóme  para  ello  en  las  razones 
siguientes:  En  primer  lugar,  muchos  son  los  casos — bastantes  para  no 
poder  ser  válida  escusa  de  equivocación  diagnóstica— en  los  que  la 
autopsia  no  ha  revelado  alteración  sensible  en  los  folículos,  glándulas  ni 
placas  intestinales.  Y  no  se  diga  que  por  este  sólo  hecho  no  se  trataba  de 
tal  enfermedad,  pues 'entonces  se  daría  lugar  á  muy  lamentable  confu- 
sión: serla  completamente  imposible  el  diagnóstico;  un  clínico  meticu- 
loso no  podría  formarse  juicio  de  una  fiebre  tifoidea,  aunque  ofreciese  el 


558  IDEAS  SUELTAS   SOBRE   LA   FIEBRE  TIFOIDEA. 

cuadro  inicial  de  este  escrito.  En  segundo  lugar,  los  fenómenos  primeros 
de  la  enfermedad  no  corresponden  a  la  sintomatología  que  racionalmente 
debieran  desarrollar  las  alteraciones  primeras  de  los  órganos  intesti- 
nales aludidos  (Vulpian).  Ese  escalofrió  inicial,  esa  perturbación  pro- 
funda y  alteración  del  sensorio,  esa  elevación  febril  progresiva,  ese  senti- 
miento de  abandono,  tristeza,  quebranto indican  algo  más  que  una 

lesión  folicular  primitiva.  En  tercer  lugar,  la  alteración  dotinentérica  no 
alcanza  por  igual  á  todos  los  órganos  glandulares  intestinales,  sino  úni- 
camente á  los  próximos  a  la  válvula  ileo-cecal,  y  aun  es  frecuente  ver 
entre  estos  algunos  sin  alteración  especial;  no  es,  pues,  enfermedad  sin- 
tomática. Y  en  cuarto  término,  los  catarros  gástricos  febriles,  que  clí- 
nicamente, según  lo  anteriormente  dicho,  tantos  puntos  de  contacto 
ofrecen  con  la  fiebre  tifoidea,  no  presentan  la  aludida  alteración  foli- 
cular. 

Las  lesiones  dotinentéricas  representan,  á  lo  sumo,  el  punto  de  entra- 
da ó  la  secundaria  fijación  del  tóxico  morboso. 

Muchos  son  los  que  admiten  el  primero  de  los  extremos  mencionados; 
quienes  llegan  hasta  admitir  esta  vía  como  la  única  abonada  para  el 
ingreso  del  tóxico  morboso  en  el  interior  del  organismo. 

Franqueando  sólo  los  órganos  intestinales  el  paso  al  toxico  tífico, 
semejaría  entonces  la  aludida  enfermedad  á  la  sífilis,  por  ej.,  estando  re- 
presentado el  chancro  por  la  rubicundez,  tumefacción  y  caida  de  epitelio 
de  la  mucosa  intestinal.  A  primera  vista  no  parece  desacertada  la  idea, 
que  viene  autorizada  por  la  constancia  de  las  lesiones  dotinentéricas. 

A  poco  que  se  reflexione,  empero,  háse  de  convenir  en  que  es  poco 
menos  que  insostenible.  Descártense  en  primer  lugar  la  clase  de  explica- 
ciones teóricas  en  que  se  apoya  la  aludida  idea,  que  me  harían  consumir 
mucho  papel  sin  llegar  á  ningún  resultado  práctico.  La  escuela  anatomo- 
patológica,  que  es  la  que  con  más  ó  menos  brío  sostiene  aquella  opinión, 
queda  cogida  en  sus  propias  redes  luego  que  intenta  llegar  al  terreno 
práctico,  y  como  quiera  que  representa  en  Medicina  la  escuela  de  los 
hechos,  es  la  menos  autorizada  para  emitir  suposiciones.  La  fiebre  tifoidea 
es  de  un  orden  bien  distinto  de  la  sífilis:  esta  en  el  orden  noso-etiológico 
es  de  origen  contagioso, .  aquella  de  índole  miasmático-contagiosa.  Más 
lógico  es  acercar  bajo  el  punto  de  vista  teórico  la  fiebre  tifoidea  á  la 
viruela.  ¿Cuándo  principia  la  enfermedad?  ¿Con  los  pródromos?  ¿Existen 
datos  para  afirmar  que  en  los  intestinos  haya  ya  alteración  alguna?  ¿En 
caso  de  que  la  autopsia  las  revele,  se  hubiera  seguido  el  proceso  tífico? 
Nadie  osará  afirmarlo,  no  teniendo  las  lesiones,  que  al  principio  se  nos 
ofrecen,  nada  de  características. 

La  fiebre  tifoidea  es  una  enfermedad  generalizada  por  intermedio  del 
líquido  sanguíneo,  infectiva  y  de  precisado  síndrome.  Adrede  omito  la 
indicación  del  agente  morboso,  tóxico,  causa  inmediata  de  la  afección; 
porque  hoy  por  hoy  constituye  aún  un  secreto,  bueno  solo  para  dar 
motivo  á  eruditas  disertaciones  é  interesantes  observaciones,  contentán- 
donos con  presumir  que  debe  ser  un  ente  microscópico,  con  facultad  de 
repi'oducirse,  porque  la  enfermedad  se  propaga  de  un  individuo  á  otro; 
gozando  de  identidad,  porque  reproduce  la^  misma  afección;  ente  ó  ser 
microscópico,  en  fin,  contenido  en  las  deyecciones,  transpiración  cuta- 


IDEAS  SUELTAS  SOBRE  LA   FIEBRE  TIFOIDEA.  559 

nea,etc.,  del  enfermo^  porque  por  su  intermedio  se  propoga  la  dolencia. 

¿Qué  influancia  tienen  las  condiciones  en  que  viven  los  enfermos  y 
sus  asistentes  para  el  desarrollo  de  la  temida  enfermedad  tifódica?  He 
aquí  lo  que  se  hace  difícil  determinar,  en  vista  de  los  datos  contradicto- 
rios de  la  experiencia.  Asi,  para  no  citar  más  que  algún  caso,  notóse  en  la 
epidemia  tifódica  de  París  (1876)  que  con  la  malignidad  ó  benignidad  de 
la  afección  se  relacionaba  el  descenso  ó  aumento  de  las  aguas  subterrá- 
neas, pero  no  con  el  número  de  atacados;  nótase  en  Leipsig,  durante  el 
período  de  23  años  (de  4853  á  1876),  que  las  fiebres  tifoideas  no  han 
estado  en  relación  con  el  agua  subterránea;  que  los  más  afectados  no 
han  sido  los  que  más  cercanos  estaban  á  los  enfermos,  y  que  la  enferme- 
dad no  se  habia  cebado  en  la  población  más  pobre  y  densa. 

¿Es  verdad  que  la  fiebre  tifoidea  se  ha  declarado  autóctonamente 
algunas  veces?  Ranke,  Biermer,  Pettenkofer,  así  lo  admiten.  Hay  que 
considerar,  sin  embargo,  que  es  sumamente  difícil  adverar  que  un 
enfermo  tifódico  no  se  ha  expuesto  al  agente  contagiante,  en  razón  á  ser 
admitido  que  las  deyecciones,  las  secreciones  conservan  su  facultad  in- 
fectiva, frescas  y  secas,  desde  donde  reviven  los  micro-organismos  por  la 
humedad,  como  los  rotíferos  (casos  de  Gontermann  de  Halver  en  West- 
falia).  Si  el  tóxico  morboso  es  de  naturaleza  específica,  ocurriría  meta- 
morfosear  la  pregunta  última  en  la  siguiente:  ¿Pueden  las  sustancias 
putrefactas  dar  nacimiento  al  tóxico  específico?  Las  ideas  que  hoy  se 
tienen  respecto  á  los  hongos,  vibriones,  microbios,  etc.,  son  contrarias  á 
esta  manera  de  ver;  ni  la  autorizan  tampoco  los  experimentos  do  Pas- 
teur,  ni  las  experiencias  verificadas  en  animales.  Lo  que  probablemente 
no  habría  dificultad  en  admitir  es  que  el  tóxico  germina,  crece  y  se 
desarrolla  en  las  sustancias  corrompidas. 

Traducida  toda  esta  serie  de  veleidades  nosogénicas  y  sindrómicas  al 
terreno  terapéutico,  dan  por  resultado  la  imposibilidad  de  llenar  la  indi- 
cación causal.  Al  escalofrió,  que  abre  la  escena  patológica,  está  hecha  ya 
la  infección:  aquél  no  es  otra  cosa  que  la  indicación  del  ataque  que  han 
sufrido  las  fuerzas  radicales  de  la  economía.  ¿Qué  utilidad  pueden  tener 
los  purgantes  coup  sur  coiip  administrados?  ¿Cuál  los  antisépticos? 

Al  comenzar  la  afección  con  esa  vaguedad  sindrómica,  que  así  puede 
representar  un  estado  gástrico  febril,  como  el  primer  estadio  de  una  fie- 
bre tifoidea,  si  se  reconoce  real  alguna  falta  dietética,  si  el  estómago 
está  ocupado,  si  existen  náuseas,  acaso  vómitos,  racional  es  la  adminis- 
tración de  un  emético  ó  de  un  purgante  exista  ó  no  una  fiebre  tifoidea. 
Llenada  esta  indicación,  la  repetida  administración  de  purgantes  no 
puede  conseguir  otra  cosa  que  aumentar  el  estado  anormal  de  los  intes- 
tinos, so  pretesto  de  evitar  la  auto-infeccion  que  se  cree  existe  por  efecto 
de  la  reproducción  del  tóxico  tífico  en  las  vecindades  de  la  válvula  ileo  • 
cecal;  mas  ¿en  qué  fundamentos  prácticos  se  apoya  esta  opinión? 

En  nuestros  dias  se  ha  preconizado  el  uso  de  los  salicilatos,  el  só- 
dico principalmente,  en  el  tratamiento  de  la  fiebre  tifoidea,  dándole  el 
carácter  de  antiséptico:  nada  más  lejos  de  la  verdad.  En  primer  lugar,  si 
al  escalofrió  inicial  la  infección  está  ya  verificada,  inútil  es  la  antisepsis; 
no  se  diga,  como  para  legitimar  el  uso  de  los  purgantes,  que  el  efecto 
antiséptico  se  dirige  contra  los  gérmenes  contenidos  en  la  proximidad  de 


560  ANATOMÍA   DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

la  aludida  válvula,  pues  con  esto  se  arguye  un  desconocimiento  total  de 
los  caracteres  de  reproducción  de  los  micro-organismos;  además,  los  estu- 
dios y  conjunto  de  hechos  producidos  por  Hallopeau  desmienten  esta  afir- 
mación; y  finalmente, — y  este  finalmente  pudiera  haber  sido  el  único 
argumento, — el  salicilato  sódico  no  mata  los  micro-organismos.  Vulpian, 
que  ha  hecho  algunos  estudios  sobre  este  asunto,  ha  comprobado  la 
acción  del  salicilato  de  bismuto,  conteniendo  una  cantidad  de  ácido  sali- 
cílico  capaz  de  extinguir  la  vida  de  dichos  seres  inferiores.  El  salicilato 
de  bismuto  se  absorve  en  poca  cantidad,  y  no  cabe  duda  que  parte  de  él 
se  coloca  en  inmediato  contacto  con  las  sustancias  detenidas  en  el  intes- 
tino delgado.  ¿Qué  resultado  se  ha  obtenido?  Nulo,  por  lo  que  se  refiere  al 
corte  de  la  enfermedad;  real,  por  lo  que  atañe  á  la  utilidad  antipirética 
de  este  agente  como  á  la  del  salicilato  sódico. 

Como  estas  dos  medicaciones,  ninguna  otra,  propuesta  a  prioriy  ha 
obtenido  otra  cosa  que  un  efímero  triunfo.  Imposibilitados  de  llenar  la 
indicación  causal,  ocúrrese,  y  así  es  verdad,  que  el  tratamiento  de  dicha 
fiebre  es  de  naturaleza  puramente  sindrómica  y  moderadora;  que  ni  los 
purgantes,  ni  los  salicilatos,  ni  la  tintura  de  iodo,  ni  los  calomelanos.... 
constituyen  su  medicación.  La  fiebre  tifoidea  tiene  una  tendencia  evolu- 
tiva favorable:  recuérdese  que  ella  dio  sus  primeros  triunfos  á  la  nula 
homeopatía. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos,  ^^> 

POR  EL  Dr.   D.   Miguel  A.   Fargas  Roca. 


En  vez  de  estudiar,  después  del  cerebro,  la  protuberancia  y  el  bulbo, 
como  se  hace  en  todas  las  obras,  siguiendo  un  orden  fijo  desde  las  partes 
superiores  á  las  inferiores,  y  terminar  por  la  médula,  describiré  prime- 
ro esta  última  y  luego  el  cerebelo,  porque  creo  que  ha  de  facilitar  nota- 
blemente el  estudio  y  la  comprensión  de  la  médula  oblongada.  Como 
quiera  que,  al  través  de  la  protuberancia  y  del  bulbo,  algunos  hacecillos 
del  pedúnculo  cerebral  se  continúan  con  los  de  la  médula  después  de  un 
trayecto  especial,  y  que  los  manojos  procedentes  del  cerebelo  ó  termi- 
nan en  estas  regiones  ó  se  continúan  con  los  de  la  médula  y  del  pedún- 
culo, y  por  otra  parte,  en  las  agrupaciones  grises  de  estos  órganos  ter- 
minan algunos  de  los  manojos  indicados  y  toman  origen  otros  de  impor- 
tancia, me  parece  que  ha  de  ser  tanto  más  fácil  y  comprensible  el  estu- 
dio de  esta  región,  donde  concluyen  las  fibras  de  diversas  procedencias, 
formando  allí,  por  así  decirlo,  el  verdadero  nudo  gordiano  de  los  centros 
nerviosos,  cuanto  mayor  número  de  puntos  de  partida  y  de  conocimien- 


(1)    Continuación.  —  V.  los  núms.  25,  26,  27,  28.  2 »,  30, 31,  32, 33, 34, 35,  36,  37,38, 
3«,  40  y  41. 


ANATOMÍA.  DE   LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  561 

tos  preliminares  se  posean.  Por  estos  motivos  me  separo  del  orden  esta- 
blecido solo  por  las  exigencias  de  la  posición  relativa  de  los  centros 
nerviosos. 

La  médula  espinal  es  la  porción  de  los  centros  nerviosos  alojada  en 
el  conducto  raquídeo,  formando  la  parte  terminal  de  los  mismos  y  con- 
tinuándose por  arriba  con  el  bulbo,  y  por  su  intermedio  con  la  protube- 
rancia y  el  cerebro. 

Extendida  desde  el  arco  anterior  del  atlas  hasta  la  segunda  vértebra 
lumbar  en  la  mayoría  de  los  casos,  tiene  por  término  medio  45  centíme- 
tros de  longitud  y  pesa  30  gramos,  según  las  observaciones  de  Sappey. 

Para  estudiar  la  médula  espinal  es  preciso  despojarla  de  sus  cubier- 
tas y  de  las  raíces  de  los  nervios  espinales  que  de  ella  nacen. 

A. — Aspecto  y  constitución  de  la  médula  espinal. 

Conformación  exterior  (figs.  82  y  83).  Tiene  la  forma  de  un  cordón 
prolongado  y  cilindroide,  algo  aplanado  de  delante  atrás,  cuyo  diámetro 
varía  en  sus  distintas  porciones.  Su  límite  superior  corresponde  al  en- 
trecruzamiento  de  las  pirámides  (G  fig.  82),  y  por  su  extremidad  inferior 
termina  en  punta.  Ofrece  dos  abultamientos:  uno  en  la  parte  superior 
(1  fig.  82),  y  otro  en  la  inferior  (2),  correspondientes  á  la  región  cervical 
y  lumbar  y  llamados  respectivamente  abultamientos  cervical  el  prime- 
ro y  lumbar  el  segundo.  Tiene  13  milímetros  de  diámetro  en  el  abulta- 
miento  superior,  11  en  el  inferior  y  9  en  su  parte  media  ó  dorsal.  Las 
regiones  abultadas  son  las  que  presentan  más  manifiesto  su  aplana- 
miento ántero-posterior. 

Tiene  un  color  blanco  lechoso  y  es  muy  friable,  reblandeciéndose  no- 
tablemente á  las  pocas  horas  después  de  la  muerte. 

Su  superficie  es  lisa  y  tiene  varios  surcos  longitudinales  extendidos 
desde  la  extremidad  superior  á  la  inferior.  En  la  parte  media  de  su  cara 
anterior  se  encuentra  la  cisura  media  anterior  (D  fig.  82),  bastante  pro- 
funda para  interesar  próximamente  la  tercera  parte  del  espesor  de  la 
médula  y  labrada  en  sustancia  blanca,  de  modo  que  si  se  separan  sus 
labios  hasta  descubrir  el  fondo,  se  ve  que  está  constituido  por  sustancia 
blanca  acribillada  por  dos  líneas  laterales  de  agujerillos  que  dan  paso 
á  las  arteriolas;  esta  sustancia  blanca  se  llama  comisura  blanca  anterior  ó 
simplemente  comisura  anterior.  En  la  cara  posterior  se  presenta  otra  ci- 
sura, la  cisura  media  posterior,  más  profunda  que  la  antecedente  y  más 
estrecha;  interesa  más  de  la  mitad  de  la  médula,  y  en  su  fondo  se  vé  sus- 
tancia gris,  que  forma  parte  de  la  comisura  gris  ó  posterior;  también, 
aunque  en  menor  número,  existen  agujeros  para  permitir  la  entrada  de 
los  pequeños  vasos  (G  fig.  83  y  fig.  84). 

Estas  dos  cisuras  dividen  la  médula  en  dos  mitades  simétricas,  uni- 
das entre  sí  por  las  comisuras  blanca  y  gris.  El  arrancamiento  de  las 
raices  medulares,  anteriores  y  posteriores,  deja  en  la  superficie  de  la  mé- 
dula dos  surcos  en  cada  lado,  llamados  colaterales  ó  simplemente  latera- 
les: el  surco  lateral  anterior  (E  fig.  82)  es  poco  visible  y  solo  se  nota  una 
ligera  impresión  en  el  sitio  de  nacimiento  de  las  raíces  anteriores;  el  surco 
Uüeral  posterior  es  más  visible,  menos  ancho  y  más  profundo,  y  presenta 


562  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

una  coloración  algo  gi'isácea,  en  razón  á  que  por  ella  asoma  la  sustancia 
gris  centra!.  Entre  el  surco  lateral  posterior  y  la  cisura  media  posterior 


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se  encuentra  otro  pequeño  surco,  llamado  posterior  intermedio,  perfecta- 
mente visible  hacia  la  región  cervical^(F  flg;  S3),  que  va  borrándose  hd- 


ANATOMÍA  DE  LOS   CENTROS  NERVIOSOS.  563 

cia  las  partes  inferiores  y  desaparece  al  llegar  al  abultamiento  braquial. 

La  situación  respectiva  de  estas  cisuras  ó  surcos,  al  mismo  tiempo 
que  divide  la  médula  en  dos  mitades,  separa  cada  una  de  éstas  en  varias 
regiones:  la  que  se  encuentra  entre  la  cisura  media  anterior  y  el  surco 
lateral  anterior,  se  llama  cordón  anterior  (funiculus  anterior)  (E  íig.  82); 
la  situada  entre  los  dos  surcos  laterales,  cordón  lateral  {funiculus  latera- 
lis){G),  y  la  correspondiente  hacia  atrás  entre  el  surco  lateral  poste- 
rior y  la  cisura  media  posterior,  cordón  posterior  (funiculus  posterior) 
(H  fig.  83).  Este  último  está  subdividido  en  dos  cordones  hacia  la  par- 
te superior  por  la  existencia  del  surco  intermedio  posterior:  el  inter- 
no, más  pequeño,  se  ha  llamado  cordón  delgado  por  Burdach,  cordón  me- 
dio posterior  y  cordón  marginal;  pero  hoy  se  conoce  generalmente  con 
el  nombre  de  cordón  cuneiforme  de  Goll  (O  fig.  83),  y  el  externo  se  lla- 
ma cordón  posterior  propiameMe  diclio.  El  cordón  de  Goll  deja  de  ha- 
cerse visible  al  mismo  tiempo  que  desaparece  el  surco  intermedio  poste- 
rior; sin  embargo,  Gratiolet  ha  observado  en  algunos  animales,  entre 
otros  el  perro,  que  este  cordón  se  encuentra  en  todas  las  regiones  de  la 
médula,  aunque  no  presentando  una  continuidad  completa,  lo  cual  vie- 
ne en  comprobación  de  los  estudios  contemporáneos  de  Pierret  y  Flech- 
sig  sobre  la  médula  del  hombre. 

Conformación  interior  y  constitución.  Vista  tan  solo  por  su  superficie, 
aparece  la  médula  formada  únicamente  por  sustancia  blanca  y  como 
constituida  por  seis  prismas  triangulares  con  el  vértice  dirigido  al  cen- 
tro, correspondientes  á  otros  tantos  cordones  de  que  antes  he  hablado. 
Pero  en  el  fondo  de  la  cisura  media  posterior  y  en  el  surco  lateral  poste- 
rior, asoma  la  sustancia  gris,  que  se  encuentra  en  el  interior  de  la  médu- 
la y  que  forma  como  el  núcleo  de  la  misma  (fig.  84). 

Por  medio  de  cortes  transversales,  estudiados  á  simple  vista  ó  con  un 
débil  aumento,  es  como  puede  observarse  la  disposición  relativa  de  las 
materias  blanca  y  gris.  Se  ve  en  ellos  la  profundidad  de  las  cisuras  me- 
dias anterior  y  posterior,  partiendo  la  médula  en  dos  mitades  unidas  por 
dos  láminas  de  sustancia  nerviosa,  blanca  la  una  y  anterior,  rjris  la 
otra  y  posterior;  esti  última,  más  gruesa  que  la  primera,  aparece  en  los 
cortes  como  una  barra  de  sustancia  gris  extendida  de  una  á  otra  mitad, 
debiendo  advertir  que  en  su  espesor  se  encuentra  un  conducto  que  alcan- 
za la  médula  de  uno  á  otro  extremo  y  forma  el  ventrículo  medular  ó  ca- 
vidad del  epénditno  . 

En  los  extremos  de  esta  comisura  gris  y  transversal,  internados  en 
el  espesor  de  las  mitades  laterales  de  la  médula,  se  encuentran  otras 
dos  barras  de  sustancia  gris  en  dirección  ántero-posterior,  y  que  á  ser 
rectilíneas,  como  la  comisura  gris,  presentarían  en  conjunto  la  forma  de 
una  H.  Las  porciones  laterales  de  la  sustancia  gris  de  la  médula  son 
cóncavas,  con  la  concavidad  dirigida  afuera  y  más  ó  menos  pronuncia- 
da según  la  región  de  la  médula  en  que  se  estudie,  por  lo  cual  se  ha 
comparado  á  una  media  luna  unida  por  su  convexidad  con  la  del  lado 
opuesto  á  beneficio  de  la  comisura  gris;  las  dos  extremidades  de  la  me- 
dia luna  corresponden  á  los  surcos  laterales  de  la  médula  y  se  las  llama 
cuernos  anterior  y  posterior.  El  cuerno  anterior  (g  fig.  84)  es  grueso, 
romo,  irregularmente  limitado  por  la  sustancia  blanca  que  le  rodea,  y 


564  anatohIa  de  los  centros  nerviosos. 

no  alcanza  la  superricie  de  la  médula,  por  cuyo  motivo  algunos  autores 
reúnen  el  cordón  anterioi"  y  el  lateral  con  el  nombre  de  átUero-lcUeral, 
Y  asi  deberia  hacerse,  si  no  fuesen  los  hacecillos  de  las  raíces  anteriores, 
que  al  dirigirse  al  cuerno  anterior,  de  donde  proceden,  establecen  una 
separación  completa;  el  cuerno  posterior  es  más  largo  y  delgado  que  el 
rnterior  y  se  prolonga  afilándose  hasta  la  superficie  de  la  médula;  en 
algunas  regiones  se  abulta  hacia  su  parte  posterior,  de  modo  que  forma 
como  un  cuello,  que  algunos  autores  han  descrito  como  constante  en  to- 
da la  longitud  de  lajmédula  (/i  i  i,  fig.  «4). 


Plg.  84.— Corto  transveriBl  de  la  iii6dula  (aumento  lodlám.). 

a  cisura  media  anterior. —i;  Cisura  media  postQrior.—b  Canal  central  de  la  médula,— ^CordoD 
posterior.— «cordón  án tero-la teral.-^  Cuerno  anterlar.— A  Cuerno  {Mitei'lor.— i  i  Suetancia ge- 
latinota  de  Rolando.— fc  Rali  posterior.— 1 1 1  Ratees  anteriores. 

La  sustancia  gris  de  la  médula  no  presenta  igual  aspecto  en  todas  las 
regiones:  hacia  la  extremidad  del  cuerno  posterior  se  presenta  la  sus- 
tancia gris  más  blanca  y  descolorida  y  diferente  en  su  extructura,  como 
diré  más  adelante,  y  teniendo  en  cuenta  su  aspecto  ha  recibido  de  Ro- 
lando el  nombre  de  sustancia  gelatinosa  (i  i,  fig.  84). 

La  sustancia  gris  de  la  médula  está  envuelta  por  la  sustancia  blanca, 
y  dada  su  disposición  puede  decirse  que  tbrma  tres  canales,  en  los  cua- 
les se  encuentran  los  diferentes  cordones  medulares;  entre  los  dos  cuer- 
nos anteriores  so  encuentran  los  cordones  anteriores,  separados  uno  de 
otro  por  la  cisura  media  anterior;  entre  los  posteriores  se  hallan  los  cor- 
dones de  igual  nombre,  divididos  por  la  cisura  posterior;  entre  los 
cuernos  anteriores  y  los  posteriores,  en  la  concavidad  de  la  media  luna, 
están  alojados  los  cordones  laterales. 

No  carece  de  importancia  el  estudio  de  la  variación  de  volumen  de 
las  dos  sustancias  á  distintas  alturas  de  la  médula  y  de  la  relación  que 
entre  Ambas  existe:  Stiiling,  Gratiolet  y  Farabeuf,  se  han  dedicado  espe- 
cialmente á  este  estudio,  que  debe  hacerse  por  medio  de  cortes  transver- 


Los  abultamientos  de  la  médula  son  debidos,  en  su  mayor  parte,  &  los 
cambios  de  volumen  de  la  sustancia  gris;  asi  el  cuerno  anterior  oonio 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  565 

el  posterior,  aumentan  notablemente  de  volumen  al  nivel  de  los  engrosa- 
mientos  cervical  y  lumbar;  según  los  cálculos  de  Stilling,  la  superficie 
gris  en  el  Quitamiento  lumbar  es  de  25  milímetros  cuadrados,  como 
máximum,  en  la  región  dorsal  de  5  como  mínimum,  y  de  20  como  má- 
ximum en  el  cervical.  El  cuerno  anterior  sufre  más  y  más  bruscas  va- 
riaciones de  volumen  que  el  posterior:  aquel  oscila  entre  2  á  14  V2  ^^' 
cuadrados  y  este  entre  2  V2  á  10  V2- 

La  sustancia  blanca  va  aumentando  progresivamente  de  volumen 
desde  la  extremidad  inferior  á  la  superior  en  la  médula  de  los  niños,  de 
aqui  que  Kolliker  crea  que  cada  región  de  la  médula  contiene  todas  las  fi- 
bras de  los  nervios  que  uacen  por  debajo;  pero  en  el  adulto,  la  sustancia 
blanca  aumenta  al  nivel  de  los  dos  abultamientos  medulares,  aunque  no 
puede  afirmarse  si  esto  es  debido  al  mayor  número  de  fibras  radiculares 
que  penetran  por  estas  regiones.  En  la  región  del  abultamiento  cervical, 
en  que  más  abunda,  presenta  una  superficie  de  32  milímetros  cuadrados, 
21  en  la  porción  dorsal,  22  V2  ^^  ®1  abultamiento  lumbrar  y  10  al  nivel 
del  origen  del  tercer  nervio  sacro. 

En  la  punta  de  la  médula  los  tres  cordones  tienen  el  mismo  volumen 
y  van  aumentando  progresivamente  y  en  iguales  proporciones  hasta  el 
origen  del  tercer  par  lumbar;  en  este  sitio,  en  que  la  sustancia  gris  co- 
mienza á  disminuir,  los  cordones  anterior  y  posterior  se  adelgazan  tam- 
bién, al  revés  del  cordón  lateral,  que  va  aumentando  de  volumen  para 
alcanzar  su  máximum  en  la  región  dorsal,  conservando  ya,  con  ligeras 
variaciones,  el  volumen  adquirido  hasta  la  extremidad  superior  de  la 
médula;  en  la  parte  inferior  del  abultamiento  cervical,  los  cordones  an- 
terior y  posterior  aumentan  otra  vez  de  volumen  para  alcanzar  su  má- 
ximum y  disminuir  otra  vez  en  la  región  cervical,  en  la  cual  el  ante- 
rior se  reduce  casi  á  la  mitad  de  su  grosor  y  el  posterior  se  conserva 
bastante  voluminoso. 

En  la  mitad  inferior  del  abultamiento  lumbar  la  superficie  gris  es  á  la 
blanca  : :  3:  2;  en  la  región  dorsal  ::  1:  5;  en  el  braquial  ::  1:  2,  y  en  la 
región  cervical : :  1 :  3;  la  sustancia  gris  solo  predomina  por  consiguiente 
en  la  porción  caudal  de  la  médula. 

B.— EXTRUCTURA   DE  LA  SUSTANCIA  GRIS. 

La  sustancia  gris  de  la  médula  espinal  está  constituida  por  dos  ele- 
mentos principales:  la  red  de  fibrillas  nerviosas  y  las  células  nerviosas. 

En  la  comisura  gris  y  alrededor  de  la  cavidad  del  epéndimo,  lo  mis- 
mo que  en  los  cuernos  anteriores  y  posteriores,  se  encuentra  una  espesa 
y  finísima  red  de  fibrillas  nerviosas,  sumamente  delgadas  y  á  veces  hasta 
inconmensurables;  entre  estas  fibrillas  se  ven  algunas  más  pronunciadas 
y  formadas  por  un  cilindro^eje,  absolutaipente  desprovisto  de  mielina: 
asi  éstas  como  aquellas,  se  ramifican  al  infinito  uniéndose  unas  con 
otras  y  formando  mallas,  en  las  cuales  están  contenidas  las  células  ner- 
viosas. Las  más  gruesas  fibrillas  de  esta  red  tienen  4mm.,  y  solo  pueden 
hacerse  visibles  por  el  cloruro  de  oro  y  por  el  carmín.  Constituyen  por 
lo  menos  la  mitad  de  la  masa  total  de  la  sustancia  gris  de  la  médula. 

Las  células  nerviosas  son  abundantes  y  variadas:  su  diámetro  varia 


566 


anatomía  de  L06  CENTBOS  NERVIOSOS. 


de  18  á-135  mm.,  según  KoUiker;  tienen  una  forma  irregiilary  diversas 
prolongaciones  (fig.  85).  Schultze  ha  descubierto  la  extructura  ñbrílar  de 
estas  células,  que  hoy  aceptan  casi  todos  los  histólogos,  aunque  no  con 
todos  los  detalles  que  ha  dado  dicho  autor;  tienen  un  núcleo  constante  y 
voluminoso,  y  con  frecuencia  están  provistas  de  pigmento.  Las  prolonga- 
ciones de  las  células  nerviosas  medulares  son  numerosas;  algunas  tienen 
hasta  10  012,  otras  solo  2  ó  3,  Estas  prolongaciones  tienen  también, 
según  Schuitze  y  Gerlach,  una  extructura  flhrilar  y  se  dicotomízan  y  ra- 
mifican para  tomar  parte  en  la  formación  de  la  redecilla  nerviosa  antes 
descrita,  á  la  cual  concurren  también  fibrillas  procedentes  de  los  cor- 
dones medulares  y  de  las  raices  de  los  nervios  espinales,  después  de 
haber  perdido  su  mielina 


Plg.  85.— Célalas  muIUpo  lar  es  {uegan  Robín). 
lulas  pequeúBs.— c  célula  grande.— d  Célula  grande  Tplgmentadi. 


No  todas  las  prolongaciones  se  ramiñcan  como  las  descritas;  existen 
células  que  tienen  una  prolongación  indivisa,  aunque  de  estructura  fibri- 
lar,  que  se  prolonga  aumentando  algo  de  volumen  y  cubriéndose  luego 
de  mielina,  para  continuarse  probablemente  con  una  fibra  de  las  raices 
anteriores  y  envolverse,  al  salirde  la  médula,  en  su  correspondiente  vaina 
de  Schwan.  Esta  prolongación,  como  se  ve,  es  análoga  i  la  prolongación 
axil  de  los  gruesas  células  piramidales  de  la  corteza  cerebral  y  se  llama 
prolOTigacion  de  Deiters,  porque  este  autor  la  descubrió,  y  las  células  que 
la  poseen,  células  de  Deiters  (fig.  35).  Solo  las  células  de  gran  tamaño 
están  provistas  de  esta  prolongación,  asi  es  que  se  encuentran  en  los 
cuernos  anteriores.  Cadiat,  en  su  reciente  tratado  de  Anatomia  gene- 
ral, dice  que  la  prolongación  de  Deiters  es  admitida  por  un  estudio  de- 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  567 

fectuoso,  pues  las  demás  prolongaciones  pueden  dar  origen  á  fibras 
radiculares,  y  él  ha  podido  observar  una  prolongación  ramiñcada  conti- 
nuarse directamente  por  una  de  sus  divisiones  con  una  fibra  radicular. 
A  pesar  de  la  opinión  de  este  autor,  el  descubrimiento  de  Deiters  es  un 
hecho  fácil  de  comprobar. 

Las  células  nerviosas  de  la  médula  no  están  distribuidas  igualmente 
en  todas  las  regiones.  En  los  cuernos  anteriores  se  encuentran  solo  célu- 
las de  gran  tamaño,  de  iOO  mm.  para  arriba,  visibles  á  simple  vista  y 
provistas  de  una  prolongación  de  Deiters  y  de  otras  varias  ramificadas: 
forman  grupos  en  el  cuerno  anterior,  que  en  los  cortes  transversales 
aparecen  como  núcleos,  pero  que  son  verdaderos  cordones  extendidos 
de  uno  á  otro  extremo;  se  encuentra  un  grupo  en  la  parte  externa,  otro 
en  la  punta  y  otro  en  la  parte  interna  del  cuerno  anterior,  llamados  res- 
pectivamente grupos  extemo,  anterior  é  interno  (1  y  2  fig.  86).  El  resto 
del  cuerno  anterior  está  formado  por  la  red  de  fibrillas  nerviosas,  por 
algunas  fibras  con  mielina,  procedentes,  ó  de  los  cordones  de  la  médula, 
ó  de  las  raíces  anteriores  que  lo  atraviesan.  Estas  células  están  destina- 
das á  funciones  motoras  é  intimamente  ligadas  con  el  origen  de  las  rai- 
ces anteriores  de  los  nervios  espinales. 

En  la  parte  cóncava  de  la  media  luna,  cerca  del  arranque  del  cuerno 
posterior  y  por  fuera  de  él,  existe  otra  agrupación  de  células  nerviosas, 
conocida  con  el  nombre  de  columna  de  Clarke  ó  núcleo  de  Stilling.  La 
columna  de  Clarke  existe  solo  en  la  porción  torácica  ó  dorsal  de  la  mé- 
dula y  está  constituida  por  células  nerviosas  análogas  á  las  del  cuerno 
anterior,  pero  más  pequeñas,  pues  su  diámetro  puede  variar  entre  50  y 
100  mm.  Gerlach,  y  con  él  otros  histólogos,  afirman  que  ninguna  de 
estas  células  tiene  prolongación  de  Deiters;  sus  ramificaciones  se  divi- 
den para  ir,  en  su  mayoría,  á  tomar  parte  en  la  formación  de  la  redecilla 
de  fibrillas  nerviosas;  por  los  estudios  de  KóUiker  y  Gerlach  se  sabe  que 
algunas  de  sus  prolongaciones  se  dirigen  hacia  afuera  y  luego  atrás 
para  ponerse  quizás  en  relación  con  las  fibras  radiculares  posteriores,  y 
otras  directamente  afuera  para  contribuir  probablemente  á  Ja  formación 
del  cordón  lateral.  Cuanto  se  ha  dicho  relativo  á  sus  funcicnes  es  com- 
pletamente hipotético:  Gerlach  cree  que  en  la  columna  de  Clarke  existe 
el  centro  de  las  funciones  automáticas  de  la  médula;  Jacubowits  le  con- 
cede gran  participación  en  las  funciones  del  simpático,  y  sus  ideas  han 
logrado  suficiente  apoyo  en  los  autores,  para  que  algunos  la  den  el  nom- 
bre de  columna  simpática  de  Jacubowits;  Pierret  la  considera  como  orí- 
gen  de  las  raices  sensitivas,  por  las  lesiones  que  ha  encontrado  en  algu- 
nos casos  de  tabes  dorsal,  y  Huguenin  se  inclina  á  creer  que  influye  en 
los  actos  respiratorios,  por  la  razón  de  encontrarse  en  el  sitio  de  la  mé- 
dula, del  cual  nacen  los  nervios  respiratorios. 

El  cuerno  posterior  tiene  dos  zonas  distintas  por  su  extructura:  el 
cuello  del  m^ismo  y  la  sustancia  gelatinosa.  La  sustancia  gelatinosa  de 
Rolando  (j  j  fig.  86),  forma  la  extremidad  del  cuerno  posterior;  faltan  en 
ésta  los  elementos  más  característicos  de  la  sustancia  gris;  no  existe  la 
redecilla  de  Gerlach  y  existen  muchas  células  de  pequeño  volumen, 
20  mm.  por  término  medio,  algunas  de  las  cuales  parecen  ser  nerviosas, 
pero  que  en  su  inmensa  mayoría  tienen  los  caracteres  de  células  ueu- 


568  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

Fóglicas;  Gerlach  afirma  resueltamente  esta  ultima  opinión  y  con  él  al- 
gunos otros  histólogos,  quedando  muchos  en  la  duda;  Cadiat  dice  que 
realmente  es  un  problema  por  resolver,  ateniéndose  solo  al  estudio  de  la 
médula  humana,  pero  que  la  Anatomía  comparada  demuestra  su  natu- 
raleza  nerviosa;  lo  que  resulta  evidente  es  que  las  fibras  radiculares 
posteriores  no  terminan  en  la  sustancia  gelatinosa,  sino  que  la  atravie- 
saii  horizontalmente.  Entre  la  sustancia  gelatinosa  y  el  cuello  del  cuerno 
posterior,  existe  un  manojito  de  fibras,  longitudinales  en  su  mayoría.  Ea 
el  cuello  del  cuerno  posterior  existen  algunas  células  nerviosas  de  pe- 
queño volumen,  sin  prolongación  de  Deiters  y  con  varias  ramificaciones 
que  se  pierden  en  la  redecilla  de  Gerlach,  muy  abundante  en  esta  región 
y  con  la  cual  se  confundirían  también,  según  algunos  autores,  las  raicee 
posteriores,  después  de  haberse  dividido  y  ramificado. 

C— EXTRUCTUHA  DE  LA  SUt-TANCrA   BLANCA. 

La  sustancia  blanca  medular  está  formada  por  fibras  nerviosas,  cuya 
dirección  es  longitudinal  para  la  inmensa  mayoría;  algunas  son  obli- 
cuas en  un  corto  trayecto  y  otras  son  transversales. 


AA'  Cordones  anlei-lores.-BB'  Cordones  posteriores.- CC  CordoDes'letenles.—D  Raices 
posteriores  del  quinto  par  cervical.  —  E  Raices  anteriores  del  mismo.— a  b  Cisura  medUante- 
rior.—e  Canal  central.-de  Cisura  media  poítorior.-s  Comisura anlerlor.-rcomUura  posterior. 
— h  Cuernos  anleríores,— i  Cuernos  posteriores— J  Sustancia  gelatinosa, —fc  fcjic  Raices  anterio- 
ras— t  Raices  pastei'iarex.-m  Fibra»  que  parecen  dirigirse  del  cuerna  posterior  al  anterior.- 
lQrupos«nlerlar  4  Interno  de  laa  gruesas  células  anteriores.-  2  Gi-upo  externo  de  las  mUmai. 

Las  Abras  nerviosas  de  la  sustancia  blanca  medular  están  consti- 
tuidas por  el  cilindro-eje,  rodeado  de  una  vaina  de  mielina,  de  modo 
que  en  un  corte  transversal,  colorado  por  el  carmín,  se  ven  puntos  bri- 
llantes rodeados  por  una  zona  incolora;  el  cilindro  eje  tiene  una  extruc- 
tura  ñbrilar.  Gerlach  afirma  que  están  provistas  de  vaina  de  Schwan, 
que  se  hace  invisible  por  su  adherencia  á  la  neuroglia  circundante;  pero 
boy  por  hoy  no  ha  podido  demostrarse  la  certeza  de  esta  opinión. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  569 

£1  diámetro  de  las  fibras  es  muy  variable,  recorriendo  una  escala  de 
5  á  15  m.m.;  pueden  dividirse  en  tres  categorías  bajo  este  punto  de 
vista:  gruesas  de  15  mm.,  medianas  de  10  mm.  y  pequeñas  de  5  mm. 
Las  gruesas  se  encuentran  constituyendo  casi  por  sí  solas  el  cordón 
anterior,  especialmente  su  parte  interna;  las  pequeñas  abundan  en  el 
cordón  posterior,  sobre  todo  en  el  hacecillo  de  Goll,  y  se  van  haciendo 
más  gruesas  cuanto  más  se  aproximan  á  la  sustancia  gris  del  cuerno 
correspondiente;  en  el  cordón  lateral  no  predomina  ninguna  clase  de 
fibras,  encontrándose  mezcladas  las  gruesas  con  las  medianas  y  las 
pequeñas. 

En  un  corte  longitudinal  de  la  médula,  se  observa  que  las  fibras  ner- 
viosas tienen  una  dirección  vertical  y  paralela  al  eje  de  la  médula.  En  la 
comisura  anterior  existen  fibras  perpendiculares  al  eje  medular,  que 
constituyen  un  entrecruzamiento  entre  los  cuernos  y  raíces  anteriores 
de  un  lado  con  el  cordón  anterior  del  lado  opuesto;  en  la  parte  interna 
de  los  cordones  laterales,  existen  fibras  que  tienen  una  dirección  hori- 
zontal antes  de  hacerse  longitudinales,  procedentes  de  la  sustancia  gris; 
las  fibras  radiculares  también  tienen  un  trayecto  más  ó  menos  largo  de 
dirección  horizontal  ú  oblicua. 

Estas  fibras  nerviosas,  que  constituyen  la  totalidad  de  la  sustancia 
blanca,  tienen  un  origen  algo  oscuro.  Prescindiendo  de  su  longitud  y  del 
punto  en  que  terminan,  parece  que  solo  reconocen  dos  orígenes:  por  un 
lado,  fibras  que  se  continúan  directamente  con  las  fibras  radiculares  sin 
interposición  de  ninguna  célula  nerviosa;  y  por  otro,  nacen  de  las 
prolongaciones  celulares,  en  cuyo  caso  podrá  ser  que  cada  una  de  las 
ramificaciones  de  una  prolongación  celular  pueda  dar  origen  á  una  fi- 
bra nerviosa,  como  lo  cree  Gadiat,  ó  bien  que  estas  fibras  resulten  de  la 
unión  de  diversas  ramificaciones  de  una  misma  ó  de  distintas  células, 
como  opinan  Kólliker,  Gerlach,  Stilling,  etc.,  y  parece  demostrarlo  el  he- 
cho observado  en  algunas  fibras  nerviosas  que  se  subdividen  y  rami- 
fican. 

D. — SUSTANCIA  CONJUNTIVA  MEDULAR. 

La  médula  está  cubierta  en  toda  su  extensión  por  la  pia  madre,  que 
queda  directamente  aplicada  sobre  su  superficie  y  le  forma  una  envol- 
tura completa,  como  el  neurilema  á  los  nervios;  de  la  cara  profunda  de 
la  pia  madre,  parten  una  porción  de  tabiques  que  se  dirigen  hacia  el 
centro  de  la  médula,  y  que  van  dividiéndose  á  medida  que  se  internan 
en  su  espesor,  circunscribiendo  espacios  que  alojan  manojos  y  manojitos 
de  fibras  blancas;  estos  tabiques  tienen  una  disposición  radiada;  se 
dividen  y  subdividen,  uniéndose  unos  con  otros,  circunscribiendo  un 
gran  número  de  celdillas  que  en  un  corte  transversal  ofrecen  el  aspecto 
de  un  tejido  reticulado.  Al  llegar  á  la  región  de  la  sustancia  gris,  la  di- 
visión y  subdivisión  de  los' tabiques  es  mucho  mayor,  de  modo  que  toma 
el  aspecto  de  tejido  esponjoso,  entre  el  cual  están  alojados  los  elementos 
nobles  de  la  médula;  ya  he  dicho  antes  que  la  sustancia  gelatinosa  era 
con  toda  probabilidad  una  dependencia  del  tejido  conjuntivo  medular. 
La  prolongación  de  estos  tabiques  llega  hasta  el  centro  de  la  médula^ 


570  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

uniéndose  con  ei  epéndimo:  este  es  una  cavidad  circunscrita  por  una 
membrana  de  extructura  especial;  está  revestida  por  una  cubierta  epi- 
telial cilindrica  de  células  vibrátiles;  debajo  ó  por  fuera  de  ésta  existe 
una  capa  amorfa,  rodeada  á  su  vez  por  una  cubierta  de  extructura  fasci- 
culada  y  de  naturaleza  conjuntiva,  que  está  unida  con  la  prolongación 
de  los  tabiques  antes  descritos.  Extendidas  desde  la  pia  madre  al  epéndi- 
mo, forman  estas  laminillas  una  verdadera  armazón  para  la  médula  es- 
pinal, y  de  aquí  los  nombres  de  cemento  medular  ó  sitstancia  de  sosten 
con  que  se  la  ha  designado. 

La  extructura  del  cemento  medular  ha  sido  y  es  muy  discutida.  Kó- 
Uiker  lo  considera  formado  por  un  gran  número  de  células  estrelladas 
ramificadas,  cuyas  ramificaciones  forman  una  red;  de  la  reunión  de  es- 
tas prolongaciones  y  del  mayor  ó  menor  número  de  células,  resulta  la 
formación  de  los  tabiques  que  separan  y  sostienen  los  elementos  nervio- 
sos; en  la  región  central  de  la  médula,  estas  prolongaciones  se  unen  á 
las  de  la  membrana  ependimaria,  y  hasta  las  células  vibrátiles  tienen 
prolongaciones  que  van  á  formar  parte  de  esta  red  conjuntiva;  además 
de  esta  red  de  fibras  perfectamente  demostradas  y  de  las  células  estre- 
lladas, que  por  su  forma  han  recibido  de  algunos  autores  el  nombre  de 
células  arañiformes  de  Jastrovitz,  se  encuentra  una  sustancia  homogé- 
nea, á  veces  algo  granulosa,  que  contribuye  también,  en  gran  parte,  á  for- 
mar el  cemento  medular. 

Grerlach  difiere  algo  de  la  opinión  de  Kólliker,  al  considerar  la  red  de 
fibras  de  naturaleza  elástica,  en  vez  de  ser  dependientes  de  las  mismas 
células  conjuntivas,  que  admite  también  dicho  autor,  con  todas  sus  for- 
mas y  variedades.  Boíl,  admitiendo  en  general  la  extructura  que  acabo 
de  indicar,  la  describe  de  una  manercí  muy  distinta:  acepta,  como  ele- 
mentos figurados,  por  un  lado  las  fibras  entrelazadas,  pero  casi  siempre 
indivisas,  y  por  otro,  describe  las  células  como  formadas  solo  por  un 
núcleo  situado  en  la  confluencia  de  varias  fibrillas  y  rodeado  de  una  pe- 
queñísima cantidad  de  protoplasma;  admite  que  estos  elementos  son  de 
tejido  conjuntivo. 

La  naturaleza  del  cemento  medular  ha  sido  muy  discutida:  por  un 
lado,  Stilling,  aunque  no  lo  dice  de  una  manera  explícita,  acepta  que  to- 
dos los  elementos  de  la  médula,  inclusos  los  de  la  membrana  ependima- 
ria, son  de  naturaleza  nerviosa;  y  Robín  y  Gadiat,  fundados  en  estudios 
de  embriogenia,  creen  también  que  el  cemento  medular,  ó  nenroylia  de 
Virchow,  debe  colocarse  entre  las  sustancias  nerviosas.  Pero  aparte  de 
estos  autores,  la  opinión  de  Bidder  sobre  el  tejido  conjuntivo  medular, 
es  la  más  aceptada  y  la  más  conforme  con  los  hechos;  Kólliker  lo  demues- 
tra; Virchow  le  da  el  nombre  de  neuroglia^  sinónimo  de  tejido  conjuntivo 
ó  armazón  de  los  centros  nerviosos;  Huguenin,  Farabeuf,  Boíl  y  mu- 
chos otros,  lo  dan  como  definitivamente  demostrado,  y  Ranvier,  con  la 
claridad  que  acostumbra,  demuestra  con  toda  evidencia  que  la  neuroglia 
es  tejido  conjuntivo  reticulado,  cuyos  hacecillos  de  fibras  conjuntivas 
están  entrelazados  y  cubiertos,  en  algunos  sitios,  por  células  planas  de 
tejido  conjuntivo;  de  modo  que,  según  dicho  autor,  las  células  estrella- 
das ó  arañiformes,  son  células  de  tejido  conjuntivo  aisladas  é  indepen- 
dientes de  la  red  conjuntiva  Gomo  se  ve,  entre  las  descripciones  de  Ko- 


CÓLERA   MORBO. 


574 


Iliker,  Gerlach,  Boíl  y  Ranvier,  solo  hay  diferencias  de  detalle,  siendo 
positivo  que  el  cemento  medular  tiene,  como  elementos  figurados,  una 
red  de  fibras  y  células  estrelladas,  y  que  su  naturaleza  conjuntiva  es  hoy 
casi  indiscutible  y  debe  dársele  el  nombre  de  neuroglia,  que  le  aplicó  Vir- 
chow,  teniendo  en  cuenta  su  modo  de  ser.  No  es  indiferente  la  naturaleza 
de  la  neuroglia,  porque  este  factor  desempeña  gran  papel  en  la  patogenia 
de  algunas  afecciones  medulares  y  decide  de  la  naturaleza  de  la  sustan- 
cia gelatinosa  del  cuerno  posterior,  que,  como  he  dicho  antes,  no  es  más 
que  una  dependencia  de  la  neuroglia. 

Hoy  por  hoy  nada  puede  afirmarse  sobre  las  relaciones  que  la  vaina 
do  Schwan  pueda  tener  con  la  neuroglia,  cuando  desaparece  al  penetrar 
las  fibras  nerviosas  en  la  médula, 

(Continuará.) 


CÓLERA  MORBO, 

POR  EL  Doctor  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona. 


Islas  Filipinas:  Manila  y  provincia:  estadística  mortuoria.  —  Otros  datos  estadísti- 
cos.— Salida  del  vapor  Asia  para  España.—  Parte  sanitario  oficial.—  Lazareto  de 
Mari  veles.— Acuerdos  de  la  Juntado  Sanidad. —  Movimiento  de  buques.— Aguas 

J)otables.  —  Meteorología. 
ia  inglesa.  Aden:  noticias  contradictorias;  vapor  Hesperia;  lazareto  de  Camaran. 
•^Batavia,^  Japon.-^  Cochinchina."  Chipre,  Sfalta,  costa  de  África,  Gibraltar,— 
Egipto:  ejército  inglés.— Faríovta.— Medidas  tomadas  por  varias  naciones. 
EsPAríA.— Medidas  gubernativas.— Madrirf.  — Cádiz.— Máia£^a.—Barcc/ona.— Nuestro 

CÓLERA??? 

Reuniendo  los  datos  que  á  mi  poder  han  llegado,  resulta  el  siguiente 
cuadro,  que  expresa  en  breves  lineas  la  intensidad  de  la  epidemia  en  la 
capital  y  provincia  de  Manila,  así  como  su  visible  declinación  desde  hace 
algunos  dias. 


sinmu. 

übfl:  TJ  B  T^  T  O  S  . 

OBSERVACIONES. 

CAPITAL. 

días. 

Indígenas. 

Inrope*!. 

PROVINCIA. 

1 

330 

9 

» 

La  epidemia  toma  carácter  más  benigno. 

2 

244 

3 

» 

Carácter  más  benigno. 

3 

214 

2 

36^ 

Los  368  corresponden  á  18  pueblos. 

4 

253 

4 

153 

Los  153  pertenecen  ú  13  pueblos. 

5 

175 

1 

328 

6 

170 

» 

297 

7 

153 

» 

270 

8 

110 

2 

253 

9 

103 

2 

237 

10 

115 

3 

125 

Temblores  de  tierra. -Uno  de  55  segundos. 

11 

80 

184 

12 

9\ 

164 

13 

4^ 

151 

14 

56 

9 

184 

15 

-51 

113 

16 

34 

j^ 

161 

17 

33 

»          1 

121 

18 

44 

9          1 

143 

19 

31 

• 

136 

20 

24 

^ 

134 

572  CÓLERA  MORBO. 

Estas  cantidades,  salvo  las  erratas  que  pueda  motivar  el  paso  por  va- 
rias manos,  no  son  bastante  explícitas,  pues  aparte  de  que  se  ignora  la 
proporción  de  defunciones,  no  es  por  otra  parte  seguro  el  saber  si  se 
refieren  solo  á  la  provincia  de  Manila,  pues  en  algunos  telegramas  se  ha- 
bla de  las  provincias  y  no  de  una  sola.  Solo  en  la  capital,  desde  el  20  de 
Agosto  al  9  de  Setiembre,  fallecieron  4,035  indios  y  chinos  y  46  euro- 
peos, correspondiendo  el  máximum  al  30  y  31  de  Agosto  y  1/  de  Setiem- 
bre. En  la  provincia  de  Manila  (24  de  Agosto  á  8  Setiembre)  3,280  indios. 

También  el  telégrafo  ha  trasmitido  las  noticias  siguientes: 

En  la  Isla  de  Negros,  desde  el  13  al  30  de  Agosto,  hablan  fallecido 
3,894  indígenas  y  2  europeos,  y  947  indios  desde  el  2  al  12  de  Setiembre. 
En  CavitCy  Laguna^  Bulacan  y  en  Camarines  del  Sur^  se  habia  presenta- 
do también,  al  principio  con  bastante  violencia,  y  después  con  menor 
empuje,  acusando  los  últimos  despachos  que  la  epidemia  ofrecía  mejor 
carácter,  expresándose  en  algunos  la  idea  de  que  habia  abonanzado  des- 
pués de  varios  temblores  de  tierra,  en  su  mayoría  sin  importancia;  de 
todos  modos  en  Camarines  del  Sur  habia  causado,  desde  el  4  al  8  de 
este  mes,  718  defunciones. 

Sea  como  quiera,  el  cólera  morbo  ha  matado  en  nuestras  posesiones 
Filipinas,  desde  el  10  de  Agosto  al  10  de  Setiembre,  nada  menos  que 
21,286  chinos  é  indios  y  56  europeos,  habiendo  sido  la  más  castigada  la 
provincia  de  Iloilo. 

A  esta  cantidad,  por  exajerada  que  parezca,  hay  que  añadir  otra 
desconocida,  dadas  las  condiciones  climatológicas,  sociales  y  adminis- 
trativas de  tantas  y  algunas  tan  extensas  islas. 

— Según  dicen  los  documentos  oficiales,  y  debo  advertir  que  en  la 
Dirección  general  no  hay  más  datos  que  los  expuestos,  el  vapor  Asia,  pri- 
mer buque  que  partió  para  España,  desde  que  oficialmente  hay  cólera 
en  Manila,  se  hizo  á  la  mar  con  158  pasajeros  y  105  tripulantes,  azúcar, 
tabaco  y  otros  efectos;  para  el  embarque  se  adoptaron  muchas  precaucio- 
nes, entre  los  cuales  señalo  el  no  haber  dado  pasaje  á  ningún  enfermo 
ni  convaleciente  (de  todos  padecimientos  ?)  y  el  haber  fumigado  antes  y 
después  del  embarque  á  las  mercancías  y  á  los  tripulantes  (?.)  El  9  por  la 
noche  llegó  á  Singapore  sin  novedad. 

Probablemente  terminarán  en  esta  Revista  los  telegramas,  pues  se  ha 
dispuesto  cese  el  servicio  telegráfico  para  este  asunto.  Hasta  se  habla  de 
cantar  el  Te-Deum. 

El  correo  (de  13  á  26  de  Julio  y  de  3  á  8  de  Agosto)  trae  algunos  deta- 
lles, en  su  mayor  parte  de  escaso  interés,  porque  aún  no  se  refieren  á  la 
declaración  de  la  epidemia.  La  primera  serie  de  periódicos  ha  sido  traída 
por  el  vapor  Viñuclas,  llegado  el  19  al  lazareto  de  Mahon,  desde  donde 
ha  sido  traída  la  correspondencia  á  Barcelona  el  24  de  este  mes.  La  se- 
gunda há  días  que  llegó. 

El  parte  sanitario  dado  por  la  Subdelegacion,  con  fecha  15  de  Julio,  es 
el  que  sigue: 

aLos  padecimientos  palúdicos,  fiebres  en  sus  diferentes  tipos,  han 
persistido,  con  menos  tendencia  á  la  recidiva  que  en  la  quincena  ante- 
rior y  sin  observarse  perniciosas  graves. — Las  fiebres  catarrales,  las 
gastro-biliosas  y  tifoideas  han    continuado,    siendo    su  terminación , 


CÓLERA  MORBO.  573 

en  general  favorable. — Entre  las  fiebres  eruptivas  se  han  observado 
algunos  casos,  aunque  pocos,  de  sarampión  y  muchos  menos  aun 
de  viruelas  confluentes. — Los  catarros  gastro-intestinales  acompaña- 
dos de  vómitos  y  diarreas,  han  sido  menos  frecuentes  que  en  la 
quincena  anterior  y  su  terminación  favorable,  cuando  han  sido  so- 
metidos á  un  tratamiento  médico  conveniente  y  racional.  Las  di- 
senterías han  disminuido  notablemente. — Entre  las  afecciones  de  la  piel 
se  han  observado  diviesos,  forúnculos  y  eritemas.— Se  han  presentado 
muchos  casos  de  reumatismos  articulares  dolorosos  y  febriles,  debido  á 
la  constante  humedad  y  vapor  de  agua  existente  en  la  atmósfera. — ^Se 
han  observado  también  algunas  anginas  guturales  y  laríngeas  graves, 
tos  ferina  ó  coqueluche  rebeldes  y  molestas,  pero  sin  consecuencias. 
También  se  han  presentado  algunos  casos  de  hemoptisis.» 

Continuaban  activamente  las  obras  para  construir  el  lazareto  de  Ma- 
riveles,  habiéndose  remitido  más  materiales  de  construcción  y  personal. 
Con  fecha  4  fueron  nombrados:  Director  Administrativo,  el  Contador  de 
navio,  D.  José  Baamonde  Ortega,  con  100  pesos  mensuales;  Auxiliar  del 
mismo,  pero  con  residencia  en  Manila,  D.  José  Hidalgo  Tíscar,  con  igual 
sueldo;  Factor  de  víveres  y  provisiones,  D.  Juan  Gaya,  con  60;  Guarda 
almacén,  D.  Meliton  Notarte,  con  50;  Farmacéutico  (no  mencionado  en  el 
articulo  anterior)  el  Sr.  del  Rosario  y  los  practicantes  y  encargados  de 
la  servidumbre.  En  los  primeros  momentos  se  destinaron  4,000  pesos 
para  la  instalación,  y- posteriormente  se  han  empleado  16,000  más,  con 
objeto  de  ponerlo  á  cubierto  de  toda  necesidad,  y  de  que  preste  en  buenas 
condiciones  el  papel  que  se  le  confia.  Comunicará  con  Manila  mediante 
un  telégrafo  óptico,  cuya  instalación  realiza  el  Sr.  Caro  (telegrafista). — 
Algún  periódico  de  la  capital  habia  propuesto,  con  notorio  retardo,  se 
estableciese  el  lazareto  en  la  Isla  Ambil,  situada  al  N.  de  la  de  Mindoro, 
cerca  de  Lumbang,  que  tiene  un  puerto  seguro,  muy  ventilado,  con 
poca  población,  distante  seis  horas  de  vapor  de  Manila,  y  por  lo  mismo 
menos  relacionado  y  comunicable  con  esta  que  el  de  Mariveles;  pero  su 
indicación  no  ha  sido  atendida. 

El  dia  15  de  Julio  reunióse  la  Junta  de  Sanidad  en  Malacañang,  bajo 
la  presidencia  del  Gobernador  general,  quien,  en  el  plan  que  se  acordó 
para  garantir  la  salud  pública,  plan  que  se  consideró  eficaz,  tomó  la  ini- 
ciativa «en  puntos  interesantísimos').  Nombróse  una  comisión,  que  com- 
ponían los  médicos  Sres.  Candelas,  Grao  y  Antelo  ,y  el  farmacéutico  se- 
ñor Gruppe,  quienes  redactaron  una  serie  de  medidas  con  tanta  premu- 
ra, que  fueron  sometidas  á  la  superior  aprobación  dos  días  después.  Es- 
tas medidas  se  refieren  á  la  constitución  y  funciones  de  las  juntas  de 
distrito,  á  la  limpieza  pública,  á  la  prohibición  de  ciertas  industrias  y 
focos  infectantes,  etc.  Poco  más  ó  menos  lo  de  siempre. — Por  decreto 
publicado  en  la  Gaceta  del  19,  se  declaran  sucias  las  procedencias  de  Ido 
y  Zambean ga. 

A  más  de  las  resoluciones  anteriores,  se  han  puesto  en  práctica  otras 
varias.  Por  acuerdo  de  la  Junta  de  Sanidad,  notificóse  por  orden  del  Cor- 
regimiento (2  de  Agosto)  á  los  dueños  de  los  establecimientos  de  curtidos 
de  pieles  para  que  trasladasen,  en  el  término  de  20  días,  su  industria  fuera 


574  CÓLERA  MORBO. 

de  poblado.  La  Junta  Superior  de  Sanidad  acordó  (día  6)  declarar  sospe- 
chosas las  procedencias  de  Visayasy  con  motivo  de  no  guardar  estos  pue- 
blos, muy  relacionados  entre  si  y  en  trato  frecuente  con  las  provincias  de 
Albay  y  Camarines,  precauciones  sanitarias,  acuerdo  que  debió  trasmi- 
tirse inmediatamente  á  los  Alcaldes  gobernadores  de  dichos  territorios 
para  librar  á  la  Isla  de  Luzon  por  esta  parte  del  azote  epidémico.  Tam- 
bién acordó  nombrar  al  médico  Sr.  Martin  (el  del  comunicado  del  artí- 
culo precedente,  repetido  con  posterioridad,  ofreciéndose  dicho  señor 
Catedrático  de  Medicina  legal  á  prestar  el  servicio  gratuito  y  comprome- 
tiéndose á  no  deteriorar  la  correspondencia)  para  el  servicio  de  fumiga- 
ción por  el  sistema  que  propuso,  de  cuyo  cargo  tomó  posecion  pocas  horas 
después,  aplicándolo,  en  la  caseta  de  las  obras  del  puerto  en  Santa  Lucia, 
á  las  35  sacas  de  correspondencia  que  condujo  el  vapor  Asia,  llegado  el 
dia  8;  dicho  vapor  sufrió  tres  días  de  observación  con  motivo  de  haber 
hecho  escala  en  Singapore.  Cuando  se  usaba  el  fenol,  resultaron  muchos 
sobres  ilegibles. — La  Garceta  (Manila)  del  dia  8  declaró  sucias  las  proce- 
dencias del  distrito  de  Iloilo  y  el  de  la  Isabela  de  Basilan,  G.**  de  Minda- 
nao,  por  haberse  observado  casos  de  cólera.  Hasta  entonces,  y  á  pesar  de 
las  sospechas,  la  admisión  no  tenia  obstáculos,  así  como  tampoco  de 
Zamboanga,  etc. 

Seria  largo  enumerar  las  continuas  denuncias  de  hechos  anti-higióni" 
COS.  Acabo  este  apartado  señalando  dos  hechos  culminantes:  el  primero 
la  llegada  á  Manila  de  un  candad  de  aguas  potables,  inauguradas  en  24 
de  Julio  y  las  frecuentes  collar,  avenidas,  terremotos,  etc.,  que  hubo  por 
entonces. 

Por  esto  mismo  tiempo  fué  despedida  á  lazareto  una  barca  alemana; 
procedente  de  Java  (dia  4),  fueron  sometidos  á  observación  los  vapores 
Mindanao  (1)  y  Esmeralda^  que  terminaron  el  dia  4;  fué  admitido  á  libre 
plática  el  vapor  Jüoulusy  á  pesar  de  ser  procedente  de  Joló,  Zamboanga  é 
Iloilo  (de  este  último  había  salido  36  horas  antes),  por  traer  patente 
limpia  y  haber  hecho  las  señales  D.  T.  L.  (muy  saludable;  muy  bien);  ad- 
mitióse también  á  libre  plática  al  Francisco  Reyes  (dia  8),  buque  que, 
como  recordarán  los  lectores,  fué  despedido  cerca  de  un  mes  atrás  á  la- 
zareto, en  el  cual  fué  fumigado  y  pintado  por  dentro  y  por  fuera;  por  úl- 
timo, el  vigia  dio  parte  (dia  7)  de  estar  á  la  vista  el  vapor  Romeo,  que 
traía  bandera  amarilla  en  el  tope  de  trinquete,  habiendo  fondeado  á 
4  millas  S.  S.  O.  del  ancladero.  Respecto  al  Francisco  Reyes  debo  añadir 
que  los  puertos  de  donde  procedía  (Davao,  Joló,  Zamboanga)  estaban 
limpios!  y  que  se  culpa  á  unos  cueros  que  traia  ¡pobres  cueros!;  que  se 
hallaba  el  buque  en  malas  condiciones  higiénicas;  que  murió  en  él  en  10 
de  Julio  un  Comandante  de  ingenieros,  y  por  último,  rectificando,  que  el 
pasaje,  no  sé  si  todo,  desembarcó  después  de  llegar  el  buque  á  Mariveles. 

Sombay  (India  inglesa)  está  afecto  de  cólera,  como  saben  nuestros 
lectores.  A  pesar  de  esto,  la  nación  británica  ha  hecho  traer  tropas  de  la 


(i)    Procedía  de  Tabaco  y  Legaspi  y  tuvo  á  bordo  una  defunción,  la  de  un  chi« 
no,  causada  por  enfermedad  común. 


CÓLERA  MORBO.  576 

India  á  Egipto  para  reforzar  sus  menguadas  huestes  de  tierra.  Bien  es 
verdad  que  el  Consejo  sanitario  internacional  acordó  (1)  someter  al  re- 
glamento ordinario  sobre  el  cólera  á  las  procedencias  de  Bombay  y  de 
Aden.  A  este  acto  eminentemente  plausible,  resistióse  Inglaterra,  protes- 
tó Lord  Granville,  y  como  resultado  consiguió  que  sus  trasportes  de  guer- 
ra hicieran  un  solo  dia  de  cuarentena,  después  de  ser  reconocidos  por 
la  Junta  de  Sanidad.  Los  vocales  del  Consejo  son  egipcios  é  ingleses. 

Este  atropello  despertó  la  ira  contra  una  nación  que  todo  lo  avasalla 
y  para  la  que  el  derecho  de  gentes,  las  leyes  internacionales  y  el  super 
omnia  salus^  de  que  tanto  blasona,  son  palabras  vanas  cuando  le  acomo- 
da ¿Se  deberán  á  ésto  los  primeros  casos  de  la  epidemia  en  las  inmedia- 
ciones del  Canal?  Racional  es  pensarlo  asi,  y  mucho  más  cuando  poste- 
riormente llegó  á  reducir  las  cuarentenas  á  casi  la  nulidad  para  sus 
buques. 

Respecto  á  Aden  hay  noticias  bien  contradictorias. 

He  aquí  un  telegrama,  dirigido  al  Journal  d'Hygiene^  por  el  Dr.  Sté- 
coulis,  de  Constantinopla,  redactado  en  vista  de  lo  que  comunicará  el 
Dr.  Duca,  Inspector  general  del  lazareto  de  la  Isla  de  Camaran  (Mar  Rojo): 
«Telegrama  de  Camaran.— Via  Aden  24  Agosto  11  de  la  noche. — El  buque 
Hesperia,  procedente  de  Bombay,  tuvo  un  caso  de  cólera,  seguido  de 
muerte  en  Aden,  Al  octavo  dia  de  lazareto,  en  Camaran,  otro  caso  mor- 
tal. Dos  dias  más  tarde,  otro  enfermo,  que  murió  á  las  18  horas.  He  reno- 
vado el  tratamiento  de  rigor.» 

En  vista  de  esto,  el  Consejo  sanitario  internacional  de  Constantino- 
pla, no  solo  confirmó  lo  hecho  por  el  Inspector  de  dicho  Lazareto,  sino 
que  ha  pedido  á  la  Administración  sanitaria  se  procure  á  toda  costa  se 
cumpla  el  Reglamento  publicado  últimamente. 

Reorganizado  el  Consejo  marítimo  y  cuarentenario  de  Alejandría,  hay 
menos  que  temer  de  las  intemperancias  británicas,  sobre  todo  en  vista 
del  sesgo  pacífico  que  toma  lo  de  Egipto. 

Como  antítesis  de  algunas  de  las  anteriores  noticias,  copio  el  siguien- 
te telegrama  de  la  agencia  Havas,  procedente  de  Aden:  «El  vapor  Hespe- 
ria, que  venia  de  Bombay,  llegó  á  Aden  el  26  de  Julio,  trayendo  á  bordo 
498  peregrinos  para  la  Meca.  La  salud  era  excelente  á  bordo  y  no  hubo 
caso  de  cólera  durante  el  viaje.  Los  peregrinos,  sin  embargo,  no  reci- 
bieron autorización  para  desembarcar,  y  el  Hesperia  renovó  su  provi- 
sión de  carbón  durante  la  noche. — El  27  de  Julio,  por  la  mañana,  murió 
del  cólera  el  fogonero.  El  Hesperia  fué  inmediatamente  sometido  á  cua- 
rentena á  4  millas  de  los  otros  buques,  y  se  adoptaron  medidas  para 
evitar  toda  comunicación  con  estos. — No  habiéndose  manifestado  ningún 
otro  caso  de  cólera,  el  Hesperia  prosiguió  su  viaje,  el  6  de  Agosto,  para 
la  isla  de  Kamaran,  situada  en  la  extremidad  del  Golfo  Arábigo.  En  este 
punto,  antes  del  desembarque  de  los  peregrinos,  en  Djeddah,  le  fué  im* 
puesta  una  rigorosa  cuarentena. — Este  incidente  sin  duda  es  el  que  ha 
motivado  el  rumor  de  que  el  cólera  habia  aparecido  en  el  Mar  Rojo.  No 
ha  habido  ningún  caso  en  Aden  desde  el  mes  de  Octubre  de  1881,  y  la 


(l)    Asi  se  hace  todos  los  anos  dur^tnte  Agosto  y  Setiembre  para  las  proceden- 
cias de  la  India. 


576  CÓLERA  MORBO. 

salud  pública  es  en  dicho  punto  siempre  muy  buena. — Las  últimas  noti- 
cias no  indican  ningún  caso  de  cólera  epidémico  en  la  India,  excepto  7 
mortales  ocurridos  en  Bombay. — Durante  la  última  quincena,  no  ha 
habido  ningún  caso  de  cólera  en  Madras.— En  Calcuta  han  fallecido  44 
coléricos.  El  término  medio  de  muertos  causados  por  esta  epidemia  du- 
rante los  cinco  últimos  años  es  de  21.— Dos  gobiernos  europeos  han  to- 
mado ya  medidas  contra  el  cólera. — ^En  Italia,  el  Ministro  del  Interior 
ha  dispuesto  someter  á  cuarentena  á  todos  los  buques  procedentes  de  la 
India,  del  golfo  de  Bengala  y  de  las  islas  Filipinas. — El  gobierno  español 
ha  ordenado  una  cuarentena  rigorosa  para  todos  los  buques  que  vengan 
de  Egipto,  de  Malta  y  de  la  isla  de  Chipre.»  Esto  último  no  es  exacto, 
y  menos  en  la  fecha  á  que  se  refiere  el  despacho  telegráfico. 

Ante  estas  contradicciones  la  elección  no  es  dudosa.  Frente  á  un  telé- 
grama  oficial  y  de  persona  autorizada,  el  de  una  agencia  oficiosa;  frente 
á  la  declaración  de  puerto  sucio  de  Bombay,  Aden  y  otros  puntos  (de 
Suez  se  habla  mucho)  hecha  por  gobiernos  regulares,  la  afirmación  de 
salud  satisfactoria,  por  un  particular  ó  por  una  sociedad  negociante,  etc. 
Parece,  pues,  natural  asentir  á  la  creencia  positiva,  parte  de  la  cual  se 
confirma  en  la  Sección  oficial  de  este  número. 

Escrito  y  compuesto  lo  precedente,  recibo  el  Journal  d^Hygiene^  en  el 
que  hay  la  siguiente  carta,  escrita  al  distinguido  Pietra  Santa  por  el  doc- 
tor Stécoulis,  fechada  en  Constan tinopla  el  12  de  Setiembre  y  carta  que 
confirma  mis  predicciones  en  este  punto:  «Dos  telegramas  de  Camaran, 
del  7  y  H  de  Setiembre,  anuncian  que,  del  29  de  Agosto  al  7  de  Setiembre, 
ha  habido  43  casos  de  cólera  morbo  entre  los  peregrinos  llevados  por  el 
Hesperia  procedente  de  Bombay  y  de  Aden,  entre  ellos  el  enfermero 
Ali.  Todos  los  coléricos  han  sucumbido,  lo  que  indica  la  naturaleza  in- 
vasora  y  terrible  del  azote,  y  justifica  las  medidas  restrictivas  tomadas 
este  año  contra  la  peregrinación  de  Hedjaz.  — Entre  tanto,  el  Consejo 
marítimo  y  cuarentenario  de  Alejandría,  tal  vez  considerando  qxie  Bombay 
y  Aden  estaban  libres  del  cólera^  ha  suprimido  desde  el  7  de  este  la  cua- 
rentena impuesta  á  sus  procedenciasi» . 

De  esperar  es  que  el  lazareto  de  Kamaran,  como  hizo  el  año  anterior 
el  de  El-Wedj,  cierre  la  puerta  por  este  lado  á  la  epidemia. 

— Son  atrasadísimas,  pero  en  cambio  satisfactorias  las  noticias  refe- 
rentes áBatavia.  Con  decir  que  los  datos  vienen  por  tortuosos  y  largos 
caminos,  está  justificado  el  retardo.  La  Gaceta  extraordinaria  de  Singa- 
pore,  de  24  de  Junio,  trae  la  declaración  oficial  de  sanidad  acordada  por 
el  Consejo  ejecutivo.  Por  tanto  en  dicho  puerto  se  admitirán  á  libre  pláti- 
ca los  buques  de  ella  procedentes,  siempre  que  en  los  diez  dias  anterio- 
res á  su  llegada  no  se  hayan  comunicado  con  alguno  de  los  puertos  in- 
fectos, que  señalan  las  órdenes  del  consejo  de  fecha  22  de  Mayo  y  3  de 
Junio.  Estos  puertos  son,  en  la  primera  orden:  Deli,  Padan,  cercanías  de 
Deli,  Pangarawan,  Batu  Barra,  Tanjon  Mati,  Assahan,  Belah,  Tanah 
Puteh,  Benkalis,  Siak,  Kampar,  Manda,  Gaon  ludragiri  y  Jambie. —  En 
la  segunda:  todos  los  situados  al  Norte  del  2.''  de  latitud  Sur  de  Sumatra, 
admitiéndose  en  cambio  todos  los  demás,  especialmente  en  la  parte  de 
Sumatra  llamada  Acheen  Propia. 

— Las  últimas  noticias  referentes  al  Japón  acusan  un  descenso  gene- 


CÓLERA  MORBO.  577 

ral  en  la  epidemia.  En  Yokio  es  en  donde  se  mantiene  con  más  intensi- 
dad, pero  de  todos  modos  ha  disminuido.  En  Yokohama  se  halla  marca- 
damente en  periodo  de  declinación. 

— ^El  cólera  ha  aparecido  también  en  Cochinchina.  Como  en  Filipinas, 
casi  solo  ataca  á  los  indígenas,  habiendo  muerto  de  7  europeos  atacados 
solo  tres  hasta  el  4  de  Setiembre.  Las  precauciones  tomadas  han  sido 
inútiles. 

— ^Las  procedencias  de  las  islas  de  Chipre  y  MaUa^  así  como  toda  la 
costa  de  África^  exceptuando  Argelia,  Túnez  y  nuestras  posesiones  de 
Marruecos,  han  sido  sometidas  á  observación  por  España,  con  motivo  de 
no  constar  oficialmente  se  adopten  en  estos  puntos  precauciones  sanita- 
rias. Alguien  va  más  allá  y  afírma  que  en  aquellas  islas  se  padece  ya  la 
epidemia.  Si  esto  es  así,  y  aun  aceptando  que  no  sirva  Gibraltar  para  reci- 
bir los  enfermos  y  heridos  ingleses,  destinándose  para  ello  Chipre  y  Mal- 
ta, en  donde  se  han  habilitado  grandes  hospitales,  ¿qué  ocurriría  si  en 
estas  islas  existiese  el  cólera  y  se  viese  obligado  el  gobierno  inglés  á 
transportar  la  población  hospitalaria  de  las  mismas?  La  respuesta  es  fá- 
cil. Entonces  Gibraltar,  quizás  no  utilizado  ante  la  resolución  de  nuestra 
gobierno,  seria  el  refugio  de  los  fugitivos,  y  por  tanto  una  amenaza  para 
España. 

A  más  de  ésto,  se  asegura  que,  para  reforzar  su  mermada  guarnición, 
hoy  casi  toda  residente  en  Egipto,  Gibraltar  ha  recibido  ó  recibirá  bien 
pronto  tropas  procedentes  de  Bombay  (puerto  sucio).  Por  otra  parte  en 
Gibraltar  se  admiten  á  libre  plática  las  procedencias  de  Aden,  Bom- 
bay, etc. 

— ^Hay  gran  reserva  acerca  del  estado  sanitario  del  Egipto  en  general 
y  no  menos  de  la  salud  de  las  tropas  inglesas  de  dicho  punto.  De  todos 
modos,  y  por  lo  que  hace  á  éstas,  parece  se  adoptan  rigorosas  disposi- 
ciones. Una  de  tantas  es  la  redacción  de  unas  Instrucciones  para  preser- 
var la  salud  de  las  tropas  inglesas  en  Egipto.  Hablando  de  cólera  asiático 
dicen:  «Enfermedad  de  importación;  propágase  por  el  agua  contaminada, 
por  el  aire  y  aun  por  el  contacto  de  las  personas;  es  más  fácilmente  fa- 
vorecida por  la  misma  contaminación  del  suelo,  del  agua,  de  la  atmós- 
fera, por  la  mala  habitación,  la  intemperancia,  el  desarreglo,  las  fatigas, 
la  depresión  moral  y  todas  las  otras  causas  de  agotamiento,  sin  olvidar 
la  diarrea  abandonada.:»  (Journal  d'  Hygiéne^  7  Setiembre  1882). 

— En  varios  periódicos  extranjeros  he  leido  que  el  cólera  se  habia 
presentado  en  Varsovia,  habiendo  atacado  desde  el  4  de  Agosto  á  fines 
del  mismo  á  63  personas,  de  las  cuales  hablan  sucumbido  27.  Esta  noti- 
cia necesita  confirmación. 

— Ante  la  gravedad  de  las  circunstancias  y  ante  lo  próximo  del  peli- 
gro, casi  todas  las  naciones  extranjeras  han  tomado  providencias. — Fran- 
cia  (circular  fecha  4  del  Ministro  de  Comercio)  ha  recomendado  á  todos 
los  Directores  de  Sanidad  adopten  rigorosas  precauciones  sanitarias;  el 
de  Marsella,  Dr.  Marroin,  ha  recibido  de  parte  del  prefecto  de  los  Bocas 
del  Ródano  (7  Setiembre)  una  carta  recomendándole  el  mayor  cuidado, 
habiéndose  impuesto,  por  acuerdo  del  Consejo  de  Sanidad,  cuarentena 
de  rigor  á  todas  las  procedencias  de  la  India,  de  Manila,  de  Egipto  y  del 
Mar  Rojo  (con  ventilación  y  lavado  del  a  ropa  sucia)  si  no  hubo  accidente 


578  CÓLERA  MOBBO. 

en  la  travesía.  A  su  vez  en  Argelia  somete  á  cinco  días  de  cuarentena  de 
rigor  y  cinco  de  observación  á  las  de  Egipto  é  India,  debiendo  cumplirse 
aquellas  en  el  fuerte  Sido-Ferruch  habilitado  para  lazareto,  y  Túnez  á 
cinco  las  de  Malta. — ^Jf alia  ha  establecido  tres  dias  de  observación  para 
los  buques  que  vengan  de  Egipto,  á  contar  desde  el  5  de  Setiembre,  que 
se  convertirán  en  diez  de  cuarentena  de  rigor  si  son  sospechosos. — Aus- 
tria  y  Rusia  acuerdan  medidas  análogas. — Aden  mismo  ha  establecido 
un  rigoroso  sistema  cuarentenario. 

— Aparte  de  lo  inserto  en  la  Sección  oficial,  nuestro  gobierno  ha  dis- 
puesto se  desinfecte  toda  la  correspondencia  procedente  de  la  India  y 
de  Egipto;  ha  remitido  á  Mahon  8,800  pesetas  para  la  adquisición  de 
material,  y  dispone,  según  lo  consignado  en  la  ley  de  presupuestos,  de 
fondos  bastantes  para  hacer  frente  á  las  necesidades  del  servicio  sanita* 
rio.  También  ha  remitido  á  los  gobernadores  la  circular  de  4866,  que  sin 
duda  es  vieja  para  este  año. 

— Causó  bastante  alarma  la  nueva  de  la  aparición  de  algunos  casos 
sospechosos  (quien  dijo  de  cólera  asiático)  en  Madrid,  y  como  en  éste, 
en  otros  muchos  puntos  de  España  y  del  extranjero.  Desmentidas  estas 
noticias,  ó  fueron  de  todo  punto  inventadas,  ó  no  pasaron  las  dolencias 
de  ser  esporádicas  puramente. 

Se  ha  nombrado  una  Comisión  para  que  redacte  un  programa  de 
medidas  higiénicas,  por  si  es  preciso  hacer  uso  de  ellas.  Estas  medidas 
(acabo  de  leerlas)  no  diOeren  de  lo  que  es  de  cajón  en  estos  casos. 

Las  juntas  de  Sanidad  dan  señales  de  vida  en  algunas  comarcas.  La 
provincial  de  Cádiz  reunióse  el  31  de  Agosto  y  acordó  dirigir  a  los  pue- 
blos una  circular  prescribiendo  rigorosas  medidas  sanitarias,  principal* 
mente  al  Puerto  de  Santa  María,  que,  por  lo  dicho,  deja  bastante  que 
desear  en  el  concepto  de  limpieza  pública,  y  pedir  al  Ministro  autoriza- 
ción para  poner  en  práctica  medidas  extraordinarias  si  fueren  necesa- 
rias. 

La  de  Málaga  reunióse  también,  y  después  de  larga  discusión  acerca 
de  lo  que  debia  hacerse,  se  convino  en  que  el  hospital  (el  mejor  ó  uno  de 
los  mejores  de  España)  tenia  excelentes  condiciones  para  un  aconteci- 
miento extraordinario;  en  blanquear  los  dormitorios  y  dependencias  de 
la  cárcel;  en  vigilar  la  limpieza  pública  y  en  reunirse  semanalmente 
mientras  durasen  estas  circunstancias. 

Las  de  Barcelona  fueron  convocadas  también  á  principios  de  este  mes. 
Cúlpese  á  mi  poca  fortuna:  de  lo  mucho  bueno  que  allí  se  dijo  no  he  po- 
dido traslucir  una  palabra. 

Del  mismo  modo  y  con  igual  fundamento  que  se  ha  dicho  que  existia 
el  cólera  en  Marsella,  en  Gibraltar,  en  Tánger,  etc.  Se  ha  hablado  tam- 
bién de  su  existencia  en  varías  localidades  españolas.  El  hecho  no  es 
cierto;  y,  sin  embargo,  reconoce  algún  fundamento.  En  el  último  Boletin 
mensual  de  Estadística  demográfico-sanitaria  de  la  península  é  islas  adya- 
ceníes  se  encuentran  registradas  varias  defuncisnes  causadas  por  el  có- 
lera, así,  nada  menos  que  por  el  cólera.  El  hecho  ha  alarmado,  pero 
depende  de  un  craso  error.  La  estadística  oficial  habla,  y  entre  las  enfer- 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


579 


medades  infecciosas,  del  cólera,  al  que  destina  casillero  aparte;  como  no 
establece  diferencias  entre  los  varios  padecimientos  que  se  llaman  asi, 
los  encargados  de  redactar  la  estadística,  inconscientes  en  este  punto, 
colocan  en  el  hueco  correspodiente  todos  los  casos  del  esporádico,  nos' 
tras  y  etc.,  resultando  de  ello  que  en  España  es  endémico  el  cólera  infección 
so.  No  puede  darse  un  desliz  mayor.  Y  en  prueba  de  que  no  exagero  nada, 
allá  va  por  provincias  la  estadística  coléiHca  del  primer  semestre  de  este 
año,  hecha  por  meses,  provincias  y  muertos: 


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Albacete.     . 

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2 

Lérida.    .    . 

> 

Alicante..    , 

1 

8 

Logroño  .    . 

1 

Almería. 

6 

Lugo.  .    .    . 
Madrid.  .    . 

> 

Avila. .    . 

1 

» 

Badajoz. .    . 

» 

Málaga.  .    < 

9 

Baleares. 

> 

Murcia.  .    , 

6 

Barcelona. 

5 

Navarra  . 

> 

Burgos.   . 

> 

Orense.  . 

8 

Gáceres. . 

7 

Oviedo.   .    , 

> 

Cádiz.      . 

> 

Falencia..   . 

> 

Canarias.    , 

> 

Pontevedra 

4 

Castellón. 

» 

Salamanca. 

» 

Ciudad-Rea 

L*     •         9 

' 

1 

Santander. 

1 

Córdoba.. 

1 

Segovia.  . 

2 

Cor  uña.  . 

1 

Sevilla.    . 

¿ 

3 

Cuenca.  . 

16 

2 

20 

Soria.  .    . 

1 

Gerona.  . 

> 

Tarrasrona. 
Teruel.    . 

> 

Granada . 

14 

22 

2Ü 

28 

102 

10 

Guadalajare 

ka       •             O 

6 

Toledo.    . 

10 

Guipúzcoa. 

» 

Valencia.     . 

2 

Huelva.  . 

1 

Valladolid. 

6 

Huesca.  . 

» 

Vizcaya.  •    , 

1 

Jaén.  .    . 

> 

Zamora.  . 

> 

León.  .    . 

34 

18 

ai 

13 

3g 

31 

14 

Zaragoza. 

42 

23 

43 

46 

42 

2 

Sumaysig 

ue.    17 

170 

Total 

.    .    31 

227 

Y  lo  mismo  que  se  ha  escrito  de  este  semestre  es  aplicable  á  cual- 
quiera otra  época. 

El  buen  juicio  de  nuestros  lectores  corregirá  errores  tan  notables, 
impropios  de  un  documento  de  este  género,  y  comprenderá,  una  vez 
más,  la  conveniencia  y  utilidad  del  tan  necesario  cuerpo  de  higienistas. 


>WÍ>^>»»»«M»»»<»»MM%»M».<*W»<^rf»«MMW^M^^W^^M^MW%M^MMM»WW»<W»WWw^W<0 


NOTICIAS  CIENTÍnCAS. 


Anxbliopla:  tratam  ente  por  la  estricnina.  (Tesis  del  Dr.  Ver ¿>n.)— 
La  estricnina  produce  resultados  admirables,  cuando  hay  simple  lesión 
funcional  de  la  retina  ó  del  nervio  óptico  no  acompañada  de  alteración 
alguna  oftalmoscópica,  ó  bien  cuando  la  ambliopia  no  es  muy  marcada 
y  la  parálisis  de  las  fibras  del  nervio  óptico  no  es  completa. 

Aun  cuando,  á  más  de  la  lesión  funcional,  exista  otra  material,  siendo 
esta  de  poca  importancia,  puede  obtenerse  por  la  estricnina  una  mejora 
más  ó  menos  considerable  de  la  ambliopia.  A  medida  que  la  lesión  ma- 
terial va  acentuándose,  la  virtud  de  la  estricnina  disminuye,  y  si  se  trata 


&8Ó  SBCClOK  OFICIAL. 

de  una  lesión  material  fácilmente  apreciable,  ya  se  traduzca  por  una  in- 
flamación más  ó  menos  intensa  del  nervio  óptico,  ya  por  su  atroña  pro- 
gresiva, es  preciso  rechazar  en  abcoluto  el  empleo  de  dicho  alcaloide* 
— (S.  Garbo.) 

Transfiision  de  la  sangre. — Según  Hayem  (Centralblátt.  für  Ginek. 
— Revíie.  hebd.  de  Thérap.)  la  sangre  inyectada  en  un  sujeto,  al  cual  se 
ha  hecho  la  transfusión,  obra  estimulando  á  la  hemoglobina  que  contiene, 
y  á  los  órganos  hémato-poiéticos,  siendo  además  esta  última  utilizada 
por  los  glóbulos  rojos  en  vias  de  renovación.  En  este  caso,  pues,  la  san- 
gre desíibrinada  será  de  tanta  utilidad  como  la  sangre  completa. 

Apoyados  en  esta  opinión,  han  ensayado  demostrar  en  Alemania,  que 
la  trasfusion  de  una  simple  solución  alcalina,  en  un  individuo  que  haya 
sufrido  pérdidas  considerables  de  sangre,  da  tan  buenos  resultados  como 
la  verificada  con  la  sangre  desfibrinada.  En  una  parturienta  muy  debili- 
tada, á  causa  de  haber  perdido  una  considerable  cantidad  de  sangre,  y  que 
se  encontraba  en  grave  peligro  de  muerte,  hízole  inyectar  Bischoff  (de 
Basilea),  en  el  espacio  de  una  hora,  poco  más  ó  menos,  1,250  gramos  de 
una  solución  á  0'6  p."/©  de  cloruro  de  sodio  en  agua  adicionada  con  algu- 
nas gotas  de  potasa,  mediante  la  cual  se  restableció  completamente.  A 
confirmarse  este  aserto,  la  ciencia  habria  dado  un  gran  paso.— (Galvet 
Nava). 

Peste  de  los  cangrejos.  (Journal  d*  Hygíene.) — Gon  este  nombre  el 
Dr.  Zundel,  de  Strasburgo,  califica  á  una  enfermedad  de  los  cangrejos, 
debida  á  un  parásito  muscular,  análogo  sin  duda  al  helminto  del  cerdo, 
la  triquina.  Cree  que  ha  debido  habitar  en  el  cuerpo  de  un  pez  antes  de 
pasar  al  cangrejo,  y  por  lo  tanto,  para  alimentar  á  éste,  recomienda  no 
hacer  uso  de  visceras  de  peces  sin  haberlos  sometido  á  la  cocción.  Para 
probar  la  malignidad  de  la  afección,  cita  que  un  piscicultor  de  Munich 
ha  perdido  25,000  cangrejos  en  tres  semanas  y  otro,  en  Austria,  ha  visto 
perecer  3,000  en  un  solo  dia.  A  más  de  lo  deplorable  que  es,  dice,  tal 
acontecimiento,  fuerza  es  llamar  la  atención  de  los  consumidores  del 
crustáceo,  cuyas  vidas  podrían  estar  en  peligo.- -(Vidal  Gareta.) 

SECCIÓN  OFICIAL. 

Cólera-morbo. — Orden  del  4  de  Setiembre  declarando  sucias  las  proceden- 
cias de  Aden,  á  contar  desde  el  2  de  este  mismo  mes,  por  existir  en  este  punto 
la  epidemia. — {Gaceta  del  5  de  Sjtiembre). 

Id.  id. — Orden  del  4  de  Setiembre  disponiendo  se  consideren  de  observa- 
ción, á  partir  del  2  del  mismo,  las  procedencias  de  Chipre  y  Malta,  así  como  las 
de  toda  la  costa  de  África,  exceptuando  Argelia,  Túnez  y  nuestras  posesiones 
de  Marruecos,  por  no  constar  oficialmente  adopten  medidas  sanituríss  con  las 
procedencias  de  Oriente.— (Gaceía  del  5  de  Setiembre). 

Hospitales  militares.— Real  decreto  de  6  de  Setiembre  dejando  sin  efecto 
el  art.  11  del  Real  decreto  de  i  9  de  Abril  de  1880,  que  trata  de  la  admisión  de 
las  Hijas  de  la  Caridad  en  los  hospitales  militares  «porque  ha  sido  imposible 
conciliar  las  pretensiones  de  las  Hijas  de  la  Caridad  con  lo  que  exigen  el  buen 
servicio  y  la  marcha  ordenada  y  regular  tan  indispensables  para  el  gobierno 
interior  de  los  hospitales  militares».— (Gaceía  del  8  de  Setiembre). 

Fiebre  amarilla.— Orden  del  14  de  Setiembre  declarando  sucias  las  proce- 
dencias de  Panzacola  (Estados-Unidos),  á  partir  del  10  del  actual. ~(Gaoe/a  del 
15  de  Setiembre). 

Teatros. — ^Real  orden  circular  de  16  de  Setiembre  disponiendo  que  se  ha- 
gan extensivas  á  todos  los  teatros  las  medidas  generales  dispuestas  para  los  de 
Madrid  en  13  de  Mayo  último  {Gaceta  del  16),  y  que  además  se  adopten  aque- 
llas otras  que  sean  necesarias  en  cada  localidad,  asesorándose  para  ello  de  una 
comisión  competente. — {Gaceta  del  21  id.) 


^ 


Tomo  n.  Hóm.  19.  15  Octubre  de  1882.  Ano  II.  Núm.  43. 

Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  El  quémosis  conjuntival,  por  el  Dr.  Jí.  liOpea  •€«!!•.— La  peritomía  preventiTa 
de  las  alteraciones  de  la  córnea  an  la  oftalmía  blenorrágica  fconclusion),  por  el  Dr.  J.  Bar- 
raqaer.— Anatomía  de  los  centros  nerviosos  (continuación),  por  el  Dr.  D.  Mi^iiel  A.  Far. 
cas  Moea.— Cólera  morbo,  por  el  Dr.  Doilricaea  Mendea.—  Ictericia  consecutiva  á  una 
lesión  cardiaca.  Tratamiento  por  la  digital,  por  D.  José  Porta  Tidal.—  NOTICIAS  CIEN- 
TÍFICAS: Glicerina:  nueva  indicación.—  Relación  de  la  viruela  con  la  vacuna  en  Londres.— 
Fenolismo  crónico  de  los  cirujanos.— Ideas  de  suicidio:  su  localizacion  cerebral.— Seccton  o/l- 
cial.—Publicacione»  recibidas.— Remitido. 


EL  QUÉMOSIS  CONJUNTIVAL. 
POR  EL  Doctor  J.  López  Ocaña. 


No  sin  razón  he  dicho  yo,  en  La  Crónica  Oftalmológica,  á  propósito  de 
la  cuestión  que  motiva  este  artículo,  cuan  grato  es  discutir  puntos  cien- 
tiñcos;  cuando  no  se  entremezclan  asuntos  personales,  á  los  cuales  es 
muy  dada  la  mayoría  de  la  prensa  profesional. 

Iniciada  por  el  Dr.  Osío,  seguida  por  el  Dr.  Barraquer  y  más  tarde  por 
el  Dr.  Corral  y  por  mí,  háse  tratado  en  los  periódicos  Siglo  Médico,  Cró^ 
nica  Oflalmológica  y  Gaceta  Médica  Catalana,  una  interesante  cuestión 
sohre  la  sindectomia  preliminar,  como  medio  profiláctico  de  las  lesiones 
de  la  córnea  en  la  conjuntivitis  purulenta;  y  esta  amistosa  polémica,  de 
la  cual  me  ocupo  todavía  en  el  próximo  número  de  la  Crónicay  ha  en- 
gendrado— hecha  abstracción  de  los  mios — una  preciosa  serie  de  artícu- 
los, en  que,  sin  rebasar  los  límites  de  la  prudencia,  cada  contendiente 
ha  esgrimido  las  poderosas  armas  de  sus  más  poderosos  cerebros. 

El  Dr.  Barraquer,  á  quien  estimo  sin  conocerle,  conviene  conmigo 
en  que  la  originalidad  de  la  idea  principal  referente  á  la  citada  opera- 
ción corresponde  á  Lawson,  y  así  lo  declara,  con  una  sinceridad  que  le 
honra  mucho,  en  el  número  38  de  este  mismo  periódico;  pero  el  Dr.  Bar- 
raquer y  yo  diferimos  en  cuanto  al  modo  de  ser  de  las  lesiones  cornea- 
les que  acompañan  á  la  conjuntivitis  blenorrágica,  y  débele,  por  tanto, 
una  contestación  á  su  último  notable  artículo,  contestación  que  he  de- 
morado solamente  por  hallarme  ausente  de  esta  capital  hasta  el  dia 
mismo  que  la  escribo. 

El  Dr.  Barraquer  sostiene  que  la  queratitis  supurativa,  que  acompaña 
á  la  conjuntivitis  purulenta,  es  producida  por  una  como  ley  de  conti- 
nuidad, que  asegura  no  tendría  inconveniente  en  llamar  ley  de  tegumen- 
tos, y  robustece  su  tesis  con  tal  número  de  bellas  consideraciones,  que 
bastarían  á  convencerme  si  otras  creencias  positivas  no  estuvieran  ar- 
raigadas en  mi  conciencia  profesional. 

Yo  he  dicho,  contra  la  afirmación  anterior,  que  la  queratitis  supura- 


582  EL  QUÉMOSIS  CONJUNTIVAL. 

tiva  no  es  otra  cosa  que  la  gangrena  molecular  de  la  córnea  producida 
por  la  compresión  ejercida  por  el  quémosis,  y  fundo  la  creencia:  1."*  en 
que  la  gangrena  por  compresión  se  presenta  en  la  parte  del  organismo 
en  que  aquella  se  ejecuta,  es  decir,  que  es  un  hecho  patogénico  corrien- 
te; 2.°  en  que  las  zonas  indemnes,  que  se  observan  alguna  vez,  corres- 
ponden siempre  á  la  parte  de  anillo  conjuntival  menos  quemosizada 
(valga  la  palabra);  3.°  en  que  son  perfectamente  curables  los  casos  de 
conjuntivitis  purulenta  de  naturaleza  blenorrágica  en  que  el  quémosis 
no  se  presenta — y  bien  puede  á  esto  ser  debida  la  curabilidad  de  casos 
sencillamente  purulentos,—  y  4.°  en  que  á  medida  que  rebaja  el  qué- 
mosis se  establece  la  terminación  de  la  enfermedad,  para  ser  un  hecho 
consumado  cuando  desaparece  el  infiltrado  de  la  conjuntiva  vulvar. 

Nuestra  diferencia  de  apreciación  consiste,  como  se  vé,  en  que  el 
Dr.  Barraquer  juzga  histológicamente  la  cuestión  y  yo  la  miro  práctica- 
mente; y  bien  que  me  seduzcan  aquellas  doctrinas,  no  puedo  rendirlas 
exclusivo  culto,  porque  á  ser  así  tendria  que  considerar  bajo  un  mismo 
aspecto  las  conjuntivitis  catarral  y  purulenta — uniformes  en  condiciones 
histológicas — y  esto  no  puede  hacerlo  el  práctico,  á  menos  de  faltar  á  su 
conciencia. 

Dice  el  Sr.  Barraquer  que,  cuando  las  diferencias  entre  dos  porciones 
de  un  tegumento  son  muy  marcadas  en  su  extructura,  tarda  mucho 
tiempo  en  hacerse  la  propagación,  y  esta  misma  verdad  histológica  la 
desvirtúa  cuando  asegura  que  la  córnea,  estando  coiistantemente  en  con- 
tacto con  la  conjuntiva  paljpebral  y  con  los  productos  sefp^egados  por  la  mu- 
cosa^  no  puede  permanecer  indiferente  á  la  acción  de  las  causas  que 
obran  sobre  la  misma.  Además  de  esto,  y  dado  que  la  córnea  y  la  con- 
juntiva vulvar  se  unen  íntimamente  en  ¡el  anillo,  parece  natural  que, 
siendo  uno  el  tegumento,  apareciese  la  lesión  corneal  así  que  se  afecta 
la  conjuntiva  del  bulbo;  y  demasiado  sabe  el  Dr.  Barraquer  que  la  córnea 
padece  tarde,  muy  tarde,  cuando  el  quémosis  no  se  presenta,  y  pronto, 
muy  pronto,  cuando  este  fenómeno  se  desarrolla  desde  los  comienzos  de 
la  dolencia. 

Respecto  al  pannus  granuloso,  que  es  también  lesión  de  continuidad 
ó  ley  de  tegumentos  para  mi  distinguido  compañero,  y  para  mí  otro  he- 
cho mecánico  debido  al  roce  de  la  desigualdad  neoplásica  ó  cicatricial, 
no  aseguraré  yo  que  se  evite  su  desarrollo  practicando  la  cantoplas- 
tia  en  los  casos  de  insuficiencia  palpebral,  porque  no  sólo  los  he  visto 
después,  mucho  después,  de  dilatada  la  comisura  palpebral  externa, 
siempre  que  subsista  la  granulación,  sino  que,  para  ser  lógicos,  debe- 
ríamos afirmar  que  el  pannus  no  existe  en  el  granuloso  de  amplia  cavi- 
dad íntraocular,  y  esto  es  imposible  decirlo  por  ser  sencillamente  un 
error. 

Hay  otra  razón  aún  de  mayor  cuantía.  El  Dr.  Barraquer,  como  todos 
cuantos  se  dedican  al  cultivo  de  la  oftalmología,  sabe  perfectamente  que 
es  la  zona  superior  de  la  córnea  la  predilecta  para  el  desarrollo  del  pan- 
nus, y  que  allí  permanece  estacionado  mueho  tiempo  antes  de  hacer  su 
propagación;  y  como  en  el  caso  de  granulación  neoplásica  típica  la  con- 
juntiva palpebral  se  halla  invadida  en  toda  su  extensión,  resultaría,  se- 
gún la  consecuencia  lógica  de  las  doctrinas  histológicas,  que  el  pannus 


EL  QUÉMOSIS  CONJUNTIVAL.  583 

seria  desde  luego  completo  en  el  ámbito  de  la  córnea,  y  según  los  que 
como  yo  piensan — que  no  son  pocos — en  armonía  con  u  presentación 
en  la  práctica,  es  decir,  parcial  y  superior,  como  que  responde  siempre 
al  sitio  en  que  el  roce  granuloso  es  mayor  y  'más  continuado  sobre  la 
córnea,  á  cuya  membrana  no  se  propaga  totalmente  sino  cuando  la  con- 
juntivitis ha  llegado  á  su  apogeo. 

Consecuente,  pues,  con  mis  ideas,  yo  no  concedo  grandísima  impor- 
tancia á  la  sindectomía  preliminar,  porque  creo  que  ínterin  esté  la  cór- 
nea bajo  la  acción  constante  de  productos  extraños  segregados  por  la 
conjuntiva  cabe  que  padezca  en  más  ó  en  menos,  y  además  porque, 
pensando  que  el  quémosis  gravita  de  tal  modo  sobre  los  vasos  conjunti- 
vales  del  anillo  que  llega  á  extrangularlos,  y  de  aquí  el  desarrollo  de  la 
queratitis,  prefiero  ]a  excisión  del  rodete  cada  doce  ó  veinticuatro  horas, 
según  lo  reclamen  las  circunstancias,  á  abrir  antes  de  tiempo  un  parén- 
tesis que  puede  no  servir  sino  para  atarme  de  brazos  ante  el  enemigo. 
En  uno  de  mis  trabajos  publicados  hace  tiempo,  he  dicho  que  en  Medi- 
cina sólo  los  hechos  tienen  razón.  Los  hechos,  en  este  caso  concreto, 
durante  los  muchos  años  que  fui  jefe  de  la  clínica  de  mi  maestro  y  du» 
rante  los  que  estoy  al  frente  de  mi  servicio  oftálmico,  me  han  probado 
elocuentemente  que  no  es  estadística  muy  desgraciada  la  que  puede  ofre- 
cer la  indicada  práctica;  y  mientras  los  partidarios  del  consejo  de  Law- 
son  no  den  mayor  amplitud  á  sus  investigaciones  y  éstas  no  obtengan 
mejores  resultados,  sin  dejar  de  seguir  aquel  consejo,  seguiré  también 
el  camino  aprendido,  hasta  que  de  los  experimentos  de  todos  resulte  lo 
más  útil  para  el  enfermo. 

Nadie  duda,  y  menos  persona  tan  competente  como  mi  distinguido 
compañero  Dr.  Barraquer,  que  á  la  oftalmología,  como  á  la  ciencia  mé- 
dica en  general,  llegan  hoy  los  descubrimientos  rodeados  de  una  aureola 
de  matemática  exactitud,  que  no  parece,  cuando  se  opera  uno,  sino  que 
ya  han  acabado  los  enfermos  y  las  enfermedades,  y  sabe  también  mi  ilus- 
trado colega  que  la  práctica  es  el  crisol  donde  se  depuran  los  entusias- 
mos, y  además  que  este  crisol  es  muy  severo,  severísimo,  como  lo  son 
siempre  las  fuentes  todas  de  la  verdad.  Escribo  esto,  porque  habiéndose 
dicho  y  hecho  tanto  de  terapéutica  antiséptica,  si  rendimos  tributo  á  la 
novedad,  asi  el  Dr.  Barraquer  como  yo  y  como  todos,  seguimos  entrega- 
dos en  la  práctica  de  la  conjuntivitis  purulenta  á  los  toques  de  nitrato 
más  ó  menos  mitigado,  á  la  limpieza  continua  y  á  la  sangría  local  para 
regularizar  la  circulación  ó  para  impedir  la  propagación  del  mal  á  la  cór- 
nea, medios  todos  de  la  antigua  oftalmología,  de  que  hemos  necesaria- 
mente de  servirnos  los  oftalmólogos  modernos.  Finalizo  protestando  de 
que  siento  discordar  en  este  punto  de  la  opinión  del  Dr.  Barraquer,  á 
quien  considero  mucho,  y  de  que  por  mi  parte  ha  dado  fondo  la  cues- 
tión porque  son  tres  con  éste  los  artículos  que  le  he  dedicado. 

Madrid,  Agosto  26  de  1882. 


58  i  LA   PERITOMÍA  PREVENTIVA. 

U  PERITOMÍA  PREVENTIVA  DE  US  ALTERACIONES  DE  U  CÓRNEA 

EN  LA  OFTALBtíA    BLSNORRÁOICA  (1). 

POR  EL  Dr.  /.  BARRAQUER. 

Médico  oculista  de  loa  Hoapitalei  de  Sianta  Cruz  y  del  Sagrado  Corazón  de  Jesúa, 


^^^»^#»^N^»^»#»^^^»^M»^M^»^>^^^M»^MM^> 


Acostumbrados  á  considerar  como  sitio  predilecto  de  las  conjuntivitis 
la  mucosa  palpebral  y  la  de  los  fondos  de  saco,  y  á  mirar  como  secun- 
darios los  fenómenos  que  ocurren  en  la  mucosa  del  globo,  porque  así  lo 
prueba  la  terapéutica  en  varias  conjuntivitis;  habituados  á  despreciar  los 
equimosis  al  rededor  de  la  córnea,  que  acompañan  ú  la  conjuntivitis  ca- 
tarral, y  el  edema  de  la  conjuntiva  (quémosis  seroso),  que  también  le 
acompaña  en  las  personas  de  edad  avanzada,  porque  no  influyen  en  las 
indicaciones  que  debemos  tomar  más  que  como  datos  muy  secundarios; 
los  prácticos  se  transmiten  la  idea  de  considerar  consecutivos  y  depen- 
dientes de  la  inflamación  de  los  párpados  los  fenómenos  que  se  presentan 
por  parte  del  globo  ocular,  y  el  quémosis  es  para  ellos  en  la  oftalmía  pu- 
rulenta un  fenómeno  consiguiente  á  lo  que  ocurre  en  los  párpados;  no  es 
la  inflamación  de  la  mucosa  del  globo,  es  una  infiltración  de  serosidad 
más  ó  menos  coagulada  que  depende  y  está  subordinaba  á  la  inflamación 
de  los  párpados,  y  la  queratitis  es  la  necrosis  resultado  de  este  fenómeno 
accesorio,  es  el  efecto  de  la  compresión  que  determina  la  serosidad  coa- 
gulable al  rededor  de  la  membrana  transparente,  en  un  punto  en  donde 
precisamente  abundan  los  vasos  que  influyen  en  la  nutrición  de  la  cór- 
nea.— Esta  idea  tiene  ardientes  partidarios  en  los  ilustradísimos  compro- 
fesores que  se  han  dignado  venir  al  palenque  de  esta  discusión  (2). 

YA  Dr.  Osío  ve  en  el  quémosis  un  nudo  gordiano  (}i)  y  en  la  causa  de 
la  queratitis  un  hecho  físico  (4-);  el  Dr.  López  Ocaña  dice  (5):  á  las  veces  se 


(1)  Conclusión. — Véanse  los  números  38  y  42. 

(2)  Suplicaré  muy  encarecidamente  á  los  señores  que  noi  honren  emitiendo  bu 
opinión,  no  me  hagan  decir  lo  que  no  he  dicho,  como  hizo  el  Dr.  Oslo  en  su  primer 
remitido,  inaerto  en  El  Siglo  Médico  del  7  de  Mayo  dei882,  según  muy  atinadamente 
ha  hecho  notar  el  Sr.  Naranjo  y  Rute  (♦).  Dice  el  Dr.  Osío,  refiriéndose  á  un  articulo 
mió,  publicado  por  La  Crónica  Oftalmológica  del  12  de  Abril:  «Agrega  mi  amigo  Bar- 
raquer  que,  si  no  eitá  mal  enterado,  no  se  habia  indicado  hasta  ahora  dicho  medio 
profiláctico.  Hace  bien  mi  amigo  en  hacer  esta  salvedad,  sino  estoy  mal  enterado^» 
Ilaco  mal  el  Dr.  Osio,  replicamos  no^otro,  eu  decir  que  hago  bien  al  hacer  la  salve 
dad  y  obra  aun  mucho  peor  al  cambiar  mi  palabra.  En  efecto,  decía  yo  en  La  Crónica 
Oftalmológica:  la  peritomía  ó  sindectomía  «no  habia  sido  practicada  (en  lugar  de 
indicada),  si  no  estoy  mal  enterado,  como  profiláctica  de  las  alteraciones  de  la 
córnea. t 

No  será  inútil  haga  notar  que  en  el  curso  de  este  artículo  solo  he  aplicado  la  ley 
de  lo 4  tegumentos  á  la  oftalmía  purulenta  y  no  á  ninguna  otra  enfermedad  del  ojo. 

(3)  El  Siglo  Médico,  4  Junio  1832 

(4)  El  Siglo  Médico,  7  Mayo  1882. 

(5)  La  Crónica  Oftalmológica,  12  Junio  1882. 


O    Oftalmología  práctica,  10  Junio  de  1882. 


LA  PERITOMÍA  PREVENTIVA.  585 

presenta  un  rodete  queraósico  circundando  á  la  córnea,  rodete  que,  difi- 
cultando ó  imposibilitando  la  nutrición  de  esta  membrana,  trae  en  el  pri- 
mer caso  la  ulceración  y  en  el  segundo  la  destrucción  cuando  el  hecho 
mecánico  se  prolonga  bastanto.  El  Dr.  Oliveros  (1)  tan  penetrado  estará 
del  modo  de  obrar  del  quémosis  que  ya  le  llama  estrangulante,  y  dice: 
«que  las  rápidas  y  profundas  alteraciones  de  la  membrana  transparente 
tienen  más  de  mecánicas  que  de  otra  cosa  cualquiera,  y  añade,  admito, 
pues,  que  el  anillo  quemósico  pericorneano  es  funesto  por  su  acción  es- 
trangulante» (-2). 

Para  que  los  partidarios  del  quémosis  estrangulador  y  de  la  gangre- 
na molecular  logren  llevar  el  convencimiento  á  nuestro  ánimo,  fáltales 
probar  que  realmente  el  quémosis  estrangula  la  córnea,  y  que  las  altera- 
ciones de  la  membrana  transparente  son  de  tal  clase  que  pueden  ser  de- 
bidas á  una  estrangulación.  Discutamos  estos  extremos. 

i .°  ¿El  quémosis  estrangula  la  córnea?  Veamos  de  qué  modo  puede 
producirse  una  estrangulación  de  la  córnea. 

Aunque  en  rigor  no  conocemos  exactamente  á  beneficio  de  qué  líqui- 
dos se  nutre  aquella  membrana,  podemos  asegurar  que  solo  es  posible 
reciba  los  materiales  de  su  nutrición  de  tres  orígenes  distintos:  ó  por 
los  vasos  conjunti vales  y  sub-conjuntivales,  ó  por  los  del  espesor  de  la 
esclerótica  ó  bien  por  el  humor  acuoso. — El  quémosis  parece  que  debe 
alterar,  sobre  todo,  la  circulación  que  se  efectuaen  los  vasos  de  la  conjun- 
tiva y  tejido  sub-conjuntival,  á  lo  menos  así  se  desprende  de  los  escritos 
hasta  hoy  dia  publicados;  la  exudación  que  forma  el  quémosis  compri- 
miría los  vasos  de  aquellos  tejidos,  dificultaría  ó  imposibilitaría  la 
circulación  á  su  través,  y,  no  pudiendo  la  córnea  verificar  los  cambios  nu- 
tritivos con  dichos  vasos,  sufriría  la  ulceración  ó  la  destrucción.— 
Esta  versión  es  imposible,  porque  igual  resultado  debería  dar  la  extir- 
pación completa  de  la  conjuntiva  y  tejido  sub-conjuntival  alrededor 
de  la  córnea,  operación  que  sufre  el  ojo  sin  experimentar  ningún  re- 
sultado desagradable  y  sin  seguir  la  menor  alteración  por  parte  de  la 
córnea  (3). 

Producirá  el  quémosis  la  estrangulación  comprimiendo  la  esclerótica 


(i)    El  Siglo  Medico,  6  Agosto  1882,  pág.  509. 

(2)  Es  un  notorio  contrasentido  que  los  partidarios  de  la  estrangulación  por  el 
quémosis  rechacen  la  peritomia  preventiva  ya  que  esta  imposibilita  completamente 
su  formación.  Para  ser  consecuentes  cou  sus  ideas  deberían  practicarla  en  todos  los 
caio}  que  amenazan  producir  el  quémosis.  Contra  todas  las  gratuitas  aserciones  de 
que  una  ancha  extirpación  de  conjuntiva  y  tejido  subconjuntival  al  rededor  de  la  cór- 
uea,  no  evita  el  quémosis  y  contra  las  suposiciones  no  menos  gratuitas  de  la  nece- 
cesidad  de  uua  nueva  intervención  operatoria  durante  el  curso  de  la  misma  enfer- 
medad, opondré  los  resultados  de  mi  práctica  (últimamente  he  practicado  la  per.to- 
mia  preventiva  en  cinco  casos  de  oftalmía  blenorrágica),  ya  que  nunca  he  visto  re- 
producirse enteramente  la  conjuntiva  antes  do  terminada  la  supuración  y  todos  los 
peligros  por  parte  de  la  córnea. 

(3)  He  practicado  la  excisión  del  tejido  conjunti  val  y  sub-conjuntival  alrededor 
de  la  córnea  en  un  número  no  despreciable  de  ojos  humanos  y  en  todos  los  períodos 
de  la  oftalmía  purulenta  (á  pesar  de  que  solo  en  este  articulo  cito  aquellos  casos  en 
los  cualci  la  oftalmía  era  más  grave  y  en  que  practiqué  la  peritomia  durante  la  pri- 
mara y  segunda  faces  anatómicas,  ya  que  solo  me  ocupo  de  la  peritomia  preventiva, 
y  nunca  he  notado  el  menor  accidente  desagradable. 


586  LA  PERITOMÍ A  PREVENTIVA. 

y  la  córnea  en  su  unión  y  obturando  las  vías  nutricias  (vasos  sanguí- 
neos, linfáticos,  espacios  intersticiales?  ¿relaciones  celulares  y  fibrosas? 
humor  acuoso?),  que  puedan  existir  en  este  sitio,  haciendo  comunicar 
las  dos  membranas  entre  sí  y  con  la  cámara  anterior? 

Difícil  es  determinar  este  punto  clínica  ó  experimen  taimen  te;  pero  yo 
me  atrevo  á  negar  que  el  quémosis  pueda  determinar  el  grado  de  com- 
presión necesario  para  impedir  la  circulación  á  través  de  membranas 
tan  rígidas. 

Deseando  juzgar  el  quémosis  con  toda  imparcialidad  y  saber  cuales 
sean  sus  efectos  sobre  la  córnea  cuando  existe  como  única  causa,  aisla- 
damente de  toda  inflamación  de  la  mucosa  y  de  la  presencia  de  pus  ó  de 
otros  producios  patológicos,  he  recurrido  á  la  experimentación  en  los  co- 
nejos, operando  del  modo  siguiente:  con  la  jeringa  de  Galezowski  para  la 
punción  del  desprendimiento  de  la  retina,  y  con  la  de  Robin  de  inyeccio- 
nes micrográficas  provistas  de  una  cánula  terminada  en  punta,  he  in- 
yectado debajo  déla  conjuntiva  pericorneana  y  en  el  tejido  sub-conjuti- 
val  sustancias,  que,  siendo  líquidas  en  el  acto  de  la  inyección  á  la  tem- 
peratura ordinaria  ó  á  la  de  40°  ó  45",  coagulándose  después  á  la 
temperatura  normal  del  conejo,  diesen  lugar  al  levantamiento  de  la  con- 
juntiva y  á  la  compresión  de  todos  los  tejidos  pericorneales  (i). 

Por  medio  de  este  procedimiento,  y  valiéndome  de  mercurio,  gelatina, 
cera  y  parafina,  ó  de  una  mezcla  de  manteca  de  cacao,  parafina  y  vase- 
lina, ó  de  cera  y  manteca,  he  producido  quémosis  de  todas  dimensiones, 
picando  la  conjuntiva  periquerática  en  dos  ó  tres  puntos,  y  á  pesar  de 
haber  sacrificado  catorce  conejos  de  este  modo  no  he  logrado  convencer- 
me de  que  la  córnea  sufriera  una  estrangulación,  porque  en  los  casos  en 
que  el  quémosis  no  era  exagerado,  esta  membrana  se  ha  conservado  siem- 
pre en  el  estado  de  mayor  integridad;  habiéndose  alterado  únicamente 
cuando  el  quémosis  ha  sido  tan  considerable  que,  doblándose,  ha  descan- 
sado su  vértice  sobre  la  córnea,  en  cuyo  caso  han  aparecido  las  altera- 
ciones limitadas,  no  extendiéndose  jamás  á  otras  regiones  de  la  córnea, 
á  pesar  de  que  el  quémosis  ha  durado  de  8  á  12  dias. 

2.*  Las  alteraciones  de  la  córnea  pueden  incluirse  en  las  conocidas 
con  el  nombre  de  necrosis?  ¿Se  esfacela  la  membrana  transparente?  Solo 
el  examen  histológico  puede  decidir  la  cuestión,  y  no  se  preteste  que  la 
compresión  da  lugar  al  esñicelo  en  otras  regiones  del  cuerpo,  porque 
esta  causa  morbosa  queda  ya  de  todo  punto  descartada. 

Ya  que  el  Dr.  Corral,  encogiéndose  sencillamente  de  hombros  sin  estra- 
ñeza de  ningún  género,  nos  supone  injustamente  al  Dr.  Osio  y  á  mi  el  vie- 
jo achaque  de  atribuirnos  inocentemente  la  j9a¿t'í»aic?aí¿  de  los  hijos  del  pró- 
jimo, me  permitiré  examinar  su  articulo  titulado  e  Una  pregunta  sobre  la 
sindectomia  (2),»  para  hacer  resultar  algunos  de  los  conceptos  equivoca- 
dos que  en  él  se  encuentran. 

Dice  al  principio  de  su  artículo  el  Dr.  Corral:  «Pero  esta  operación 


(1)  Desde  las  columnas  de  este  periódico  no  puedo  dejar  de  consignar  un  tribu- 
to de  gratitud  á  mi  ayudante  el  Dr.  Presas,  y  á  mis  amigos  y  discípulos  los  Dres.  Uia- 
ciay  Menacho  por  haber  cooperado  á  estos  experimentos. 

(2)  El  Siglo  Médico,  25  Junio  de  1882,  pág.  414. 


L\  PERITOMÍA  PREVENTIVA.  587 

(sindectomía)  no  solamente  tiene  por  objeto  auxiliar  la  nutrición  de  un 
pannus  inveterado,  obliterando  los  vasos,  etc.»  —Para  auxiliar  la  nutri- 
ción de  un  tejido  nadie  puede  suponer  que  sea  un  medio  hábil  la  oblite- 
ración de  sus  vasos.  La  peritomía  aplicada  al  pannus  tiene  precisamen- 
te un  objeto  contrario  al  indicado  por  el  Dr.  Corral;  obliterando  los  vasos, 
no  auxilia,  dificulta  la  nutrición  del  pannus,  y  por  consiguiente  lo  atrofia, 
lo  hace  desaparecer,  que  es  lo  que'se  trata  de  lograr. — Wecker  dice:  «con 
esta  operación  no  solamente  nos  proponemos  detener  la  nutrición  de  un 
pannus  inveterado  por  la  obliteración  desús  vasos  (1),  o  etc.,  etc.;  donde 
se  ve  claramente  que  el  autor  no  piensa  como  el  Dr.  Corral. 

Añade  el  Dr.  Corral:  «Mackenzie  aconseja  ya  esta  operación  en  las 
conjuntivitis  purulentas  en  su  Tratado  de  enfermedades  de  los  ojos; 
Sansón  la  recomienda  también;  Nélaton,  en  la  primera  edición  de  su 
obra  de  Patología  quirürgicay  decia  ya  que  la  habia  practicado  muchas  ve- 
ces sin  resultado. — Después,  como  era  natural,  se  ha  venido  citando 
esta  operación  en  dicho  caso  por  la  generalidad  de  los  autores,  elogiando 
poco,  mucho  ó  nada  su  eücacia.  Últimamente,  Wecker  la  rechaza  por  el 
mamelonamiento  del  tejido  sub-conjuntival  á  que  dá  lugar.» 

Veamos  lo  que  expresan  estos  AA.  para  hacer  resaltar  mejor  la  equi- 
vocación del  Dr.  Corral.  Mackenzie  dice  (2):  «Es  extraordinariamente  útil 
separar  de  un  tijeretazo  una  porción  de  la  membrana  que  forma  el  qué- 
mosis  á  fin  de  determinar  un  abundante  derrame  de  sangro.» 

Sansón  dice  (3):  «Hay  un  medio  que  procura  una  desingurgitacion 
tan  rápida  (como  la  que  producen  las  sanguijuelas),  y  no  ofrece  ningún 
inconveniente;  es  la  excisión  de  los  vasos  ingurgitados  por  medio  de  ti- 
geras  curvas  sobre  su  plano  alrededor  de  la  córnea  ó  en  los  puntos  en 
que  la  hinchazón  es  más  considerable.» 

Nélaton  (4)  se  expresa  asi:  «A  fin  de  obtener  una  sangría  local  mas 
directa,  se  han  preconizado  las  escarificaciones  sobre  la  conjuntiva  bul- 
bar  y  palpebral. — Mackenzie  no  teme  dar  el  consejo  de  quitar  por  medio 
de  tijeras  curvas  sobre  su  plano  el  rodete  quemüsico.--Esta  excisión 
determina  un  derrame  de  sangre  considerable,  que  coloca  este  operador 
entre  los  medios  más  eficaces  para  combatir  esta  enfermedad.  Yo  he 
practicado  muchas  veces  esta  operación,  que  también  aconsejaba  Sansón, 
sin  haber  obtenido  ningún  resultado.» 

Ya  hemos  citado  anteriormente  las  palabras  de  Wecker,  y  no  es  pre- 
ciso volver  sobre  ellas;  se  refieren  también  á  la  excisión  del  quémosis. 

Como  so  echa  de  ver  claramente,  los  A.  A  citados  por  el  Dr.  Corral 
no  se  refieren  á  la  peritomía  preventiva,  que  es  la  única  operación  á  la 
cual  nos  habíamos  referido  el  Dr.  Osío  y  yo,  sino  que  tratan  de  las  exci- 
siones practicadas  en  el  quémosis. 

Parece  que  el  Dr.  Corral,  á  pesar  de  (jue  en  su  refutación  se  dirige  al 
Dr.  Osío  y  á  mi,  ha  visto  solamente  la  primera  carta  del  Dr.  Osío  (5); 


(1)  Chirurgie  Oculaire,  1879,  pág.  204. 

(2)  Traite  pratique  des  nialadítís  de  I  *aiil,  tomo  1.",  paj.  773. 

(3)  Elementa  de  Pathologie  chirurgicale,  1  *  edición,  tomo  ii,  ano  18^,  pág.  56. 

(4)  Nouveatix  elementa  de  Palhologie  Medico-chirurgicale  porL.  Ch.  Roche  y 
L.  J.  Sansón. 

(5)  El  Siglo  Medico  citado  ya. 


58S  LA  PERITOMÍ A  PREVENTIVA, 

pero  aún  asi  podía  haberla  comprendido  mejor^  cuando  dice:  «dicha  pro- 
filaxis consiste  en  excindir  la  conjuntiva  bulbar  en  bastante  extensión,  al 
rededor  de  la  córnea,  adelantándonos  por  este  medio  á  la  formación  del 
anillo  quémosico)). 

Adelantándonos,  significa,  á  mi  modo  de  ver,  que  debe  operarse  antes 
de  que  haya  quémosis;  y  esto  basta  para  probar  que,  refiriéndose  todos  los 
A.  A.  d  la  excisión  del  quémosis,  no  entienden  referirse  á  una  operación 
que  necesita,  como  indispensable  condición,  la  falta  del  mismo;  esto  se- 
gún las  palabras  del  Dr.  Osío,  que  eran  las  que  refutaba  el  Dr.  Corral.  Yo 
he  fijado  ya  claramente  las  indicaciones  de  la  peritomía  que  llamo  pre- 
ventiva (de  la  queratitis),  haciéndola  aplicable  á  las  dos  primeras  fases 
anatómicas  del  mal,  es  decir,  no  me  propongo  adelantarme  al  quémosis, 
me  propongo  solo  adelantarme  á  la  queratitis  extirpando  la  conjuntiva 
ocular,  tanto  si  está,  como  si  no  está,  elevada  en  forma  de  quémosis;  la 
única  condición  que  necesita  para  ser  preventiva  es  que  no  haya  empe- 
zado aun  la  queratitis. 

Las  palabras  del  Dr.  Corral,  como  las  del  Dr.  Oliveres  (d),  cuando  dice: 
ír¿  Hay  alguien  que  de  la  sindectomía  haya  obtenido  en  la  oftalmía  puru- 
lenta algún  resultado  satisfactorio?  Nelaton  declara  ingenuamente  que 
por  su  parte  nunca^,  entrañan  una  confusión  entre  la  operación  del  qué- 
mosis y  la  peritomía,  y  estas  dos  operaciones  difieren  á  mi  modo  de  ver 
y  en  el  sentir  de  los  A.  A.,  como  podemos  asegurarnos  con  las  siguientes 
citas. 

El  Dr.  López  Ocaña  dice:  «El  quémosis,  pues,  aun  considerado  como 
fenómeno  inicial  de  una  conjuntivitis  purulenta,  tiene  su  tratamiento  en 
la  peritomía  ó  en  la  simple  excisión  con  la  tijera»  (2). 

Meyer,  en  su  Tratado  de  las  operaciones  que  se  practican  en  el  ojo, 
página  196,  dice:  «De  las  operaciones  que  se  practican  en  la  conjuntiva: 
1.**  De  la  extracción  de  ios  cuerpos  extraños  de  la  conjuntiva.  2.'*  De  la 
operación  del  quémosis.  3.°  De  la  escarificación  y  excicion  de  las  granula- 
ciones palpebrales.  4.**  De  la  sindectomía.  5.°  De  la  operación  de  los  tu- 
mores con  j  un  ti  vales.  6  °  De  la  operación  del  pterigion.  7.°  De  la  opera- 
ción del  simblefaron.x) 

Tratando  de  la  operación  del  quémosis,  dice  en  extracto  en  la  página 
197:  el  quémosis  necesita  á  veces  una  intervención  quirúrgica;  rechaza 
la  excisión  del  mismo  y  recomienda  la  incisión  con  disección  submucosa, 
seguida  de  compresión.  Trata  de  la  sindectomía  en  la  página  199,  y  dice 
M.  Fournarí:  «he  recomendado  contra  los  casos  de  pannus  inveterado 
la  abrasión  de  la  conjuntiva  y  tejido  subconjuntival  periqueráticos 
(sindectomía). 

Señala  además  como  indicaciones  la  queratitis  difusa  del  adulto,  en 
que  después  de  muchos  meses  los  medios  ordinarios  no  han  producido 
efecto.  ¿Puede  caber  alguna  duda? 

Nélaton,  en  la  segunda  edición  de  su  obra,  tomo  4.*,  página  192,  dice: 
«cuando  el  quémosis,  que  tan  á  menulo  viene  á  complicar  la  conjuntivitis 
purulenta,  es  considerable,  es  preciso  practicar  sobre  la  mucosa  escarifi 


(1>    El  Siglo  Médico,  O  Agosto  de  1882,  página  510. 
(-2)    Crónica  Oftalmológica,  12  Junio  de  1832. 


LA  PBRITOMÍA  PREVENTIVA.  589 

caciones  y  aun  excindir  el  quémosisj».  En  la  página  d51,  tratando  del  pan^ 
ñus,  dice  que  «se  ha  propuesto  la  excisión  por  medio  de  unas  pinzas  y 
tijeras  curvas  de  una  parte  y  aun  de  toda  la  porción  periquerática  de  la 
conjuntiva  (circuncisión  de  la  conjuntiva).  2.°  La  abrasión  de  la  conjun- 
tiva y  tejido  subconjuntival  periqueráticos  (sindectomía,  tonsura  de  la 
conjuntiva).  Fournari  recomienda  hacer  esta  abrasión  en  el  borde  de  la 
córnea,  en  una  extensión  de  tres  milímetros,  comprendiendo  todo  el  te- 
jido subconjuntival  hasta  la  esclerótica  que  denuda  todo  lo  posible». 

Wecker  (4),  al  tratar  de  la  sindectomía,  señala  sus  indicaciones  en  el 
pannus  inveterado  y  en  la  episcleritis  y  en  la  infiltración  difusa  y  circuns- 
crita del  borde  de  la  córnea  y  nada  dice  de  la  oftalmía  purulenta. 

Galezowski  (2)  dice:  «  Si  el  quémosis  carnoso  comienza  á  rodear  la 
córnea,  se  reemplazan  las  escarificaciones  por  la  excisión  del  quémosis, 
del  cual  se  coge  un  colgajo  con  una  pinza  en  el  ángulo  externo  y  se  le  ex- 
cinde  hasta  la  córnea.  Se  obra  de  la  misma  manera  en  el  ángulo  interno 
por  debajo  y  por  encima  de  la  córnea,  pero  nunca  en  más  de  uno  ó  dos 
puntos  á  la  vez».  ¿Es  esto  la  peritomía? 

«cSe  renuevan  las  excisiones  cada  dos  ó  tres  días  hasta  la  desaparición 
completa  de  la  hinchazón  del  borde  de  la  córnea. 

Es  notable  la  reproducción  fácil  de  la  conjuntiva  en  los  puntos  en 
donde  ha  sido  excindida  después  de  la  curación», 

Sichel  (3),  describiendo  la  peritomía,  señala  solamente  como  indica- 
ciones el  pannus  y  la  episcleritis,  sobre  todo  en  los  casos  en  que  se  acom- 
paña de  esclerosis  de  la  córnea,  y  nada  dice  de  la  oftalmía  purulenta. 

Bastarán  las  citas  aducidas  para  convencernos  de  que  los  AA.  con- 
sideran como  operaciones  distintas  la  peritomía  y  las  excisiones  del  qué- 
mosis, ya  que  no  incluyen  la  oftalmía  purulenta  entre  las  enfermedades 
que  indican  la  peritomía,  ni  dicen  al  tratar  de  aquella  que  se  haya  com- 
batido con  dicha  operación,  á  pesar  de  que  se  ocupan  de  las  excisiones 
del  quémosis  como  de  un  procedimiento  muy  antiguo. 

Conste,  pues,  que  ya  por  el  procedimiento  operatorio,  ya  por  la  profun- 
didad de  tejidos  que  se  atacan,  ya  por  el  testimonio  de  la  mayor  parte  de 
los  AA  ,  podemos  asegurar  que  las  palabras  délos  Dres.  Corral  y  Oliveres 
son  ociosas  y  no  vienen  al  caso,  y  queda  con  esto  contestada  la  siguiente 
pregunta  del  primero  (4).  «Pero  esto  (atribuirnos  la  paternidad  de  la  pe- 
ritomía, veriíicada  al  iniciarse  la  blenorragia  ocular)  no  puede  temerse 
de  personas  que  valen  lo  que  los  Dres.  Osío  y  Barraquer,  y  mucho  menos 
tratándose  de  un  consejo  vulgarísimo  y  que  conoce  cualquier  médico. 
¿En  qué  error  me  encuentro  yo?  estoy  preguntándome  desde  que  leí  tal 
carta,  y  por  más  vueltas  que  le  doy  en  mi  magín  no  acabo  de  atinar 
con  la  respuesta.»  El  error  es  la  confusión  entre  la  peritomía  y  las  exci- 
siones del  quémosis. 

Queda  también  solventada  una  dificultad  presentada  por  el  Sr.  Olive- 
res  (5),  algo  digna  de  enmienda  si  fuese  exacta,  y  mucho  más  no  siéndolo: 


(1)  Chirurgie  oculaire,  1879. 

(2)  TraUé  den  nialadies   des  yeux. 

(3)  TraUé  elenientaire  por  el  Dr.  A.  Sichel  hijo.  París,  1879,  página  160. 

(4)  El  Siglo  Médico,  25  Junio  1882,  pág.  411. 

(5)  El  Siglo  Médico,  6  Agosto  188.%  pág.  509. 


590  LA  PERITOHÍA  PREVENTIVA. 

«en  estos  momentos  conviene  tanto  más  tratar  este  asunto,  cuanto  qué, 
dada  la  respetabilidad  de  los  Dres.  Osio  y  Barraquer,  que  preconizan  la 
sindectomía  preventiva,  pudiera  suceder  que  algún  práctico  se  viese  ten- 
tado á  emplearla,  tal  vez  con  grave  daño  de  su  prestigio,  creyendo  de 
buena  fé  evitar  el  quémosis  extrangulante.:»  Además  de  que  ya  queda 
probada  la  inocuidad  de  la  sindectomía  preventiva,  me  dispensará  el  se- 
ñor 01  iveres  le  haga  observar,  que  los  prácticos  á  los  cuales  se  refiere, 
solo  por  mala  fé  ó  por  ignorancia  pueden  dejar  de  creer  que  la  peritomía 
preventiva  evita  el  quémosis  extrangulador;  en  efecto,  consistiendo  la 
sindectomía  preventiva  en  la  extirpación  completa  de  la  conjuntiva  y  te- 
jido subconjuntival  alrededor  de  la  córnea,  hasta  dejar  la  esclerótica  al 
descubierto,  y  siendo  el  quémosis  el  abultamiento  que  estos  tejidos  for- 
man alrededor  de  la  membrana  transparente  en  virtud  de  su  infiltración^ 
¿es  posible  que  alguien  crea  que  no  se  evita  éste  practicando  aquella?  Ya 
pregunté  al  Sr.  Oliveres  (^),  si  el  castrado  podrá  sufrir  una  orquitis,  un 
amputado  de  pene  una  balanitis,  ó  un  panadizo  al  que  le  falten  las 
manos. 

Aunque  poco  valor  he  dado  y  siempre  he  procurado  hacer  justicia 
en  la  cuestión  de  prioridad,  porque  mi  ánimo  al  publicar  mis  ideas  y 
el  resultado  de  mi  práctica  sobre  la  sindectomía  preventiva  ha  sido  so- 
lamente exponerla  á  la  consideración  de  mis  compañeros  para  que  la 
ensayaran,  deseo  fijar,  antes  de  concluir,  la  importancia  que  puedan 
tener  las  recomendaciones  del  Dr  Osío  y  mias.  El  proyecto  de  excindir 
en  una  ancha  porción  todos  los  tejidos  que  alrededor  de  la  córnea  están 
por  encima  de  la  esclerótica,  al  iniciarse  la  oftalmía  blenorrágica,  antes 
de  que  el  quémosis  obre  funestamente  sobre  la  córnea  (2),  antes  de  que  la 
conjuntivitis  bulbar  se  propague  á  la  cornea  y  aparezca  la  queratitis  (3), 
no  tiene  otro  mérito  que  el  de  fijar  una  nueva  indicación  de  una  opera- 
ción conocida  ya,  y  adviértase  que  no  se  ha  reclamado  más,  y  que  yo  ni 
siquiera  he  reclamado  esto,  cuando  en  primer  articulo  (4),  que  dio  lug  r 
al  comienzo  de  esta  cuestión,  solo  decia:  «La  peritomía  ó  sindectomía 
no  habia  sido  practicada,  si  no  estoy  mal  enterado,  hasta  el  presente  como 
profiláctica  de  las  alteraciones  supurativas  de  la  córnea;»  de  modo  que, 
hoy  día,  después  de  que  tanto  se  ha  pretendido  probar  lo  contrario,  digo 
aun:  la  sindectomía  ó  peritomía  preventiva  durante  los  primeros  dias  de 
la  oftalmía  blenorrágica  sin  alteraíúones  de  la  córnea,  nadie  la  habia 
practicado  antes  que  nosotros  á  juzgar  por  los  trabajos  conocidos. 


(1)  Carta  dirigida  al  Siglo  Médico  no  publicada  aun. 

(2)  Versión  del  Dr.  Osio. 

(3)  Versión  mía. 

(4)  Gaceta  Mkdiga  Catalana,  31  Marzo  4882,  p&g.  162. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  591 

anatomía  db  los  centros  nerviosos,  <*> 

POR  EL  Dr.  D.  Miguel  A.  Fargas  Roca. 


E. — RAICES  DE  LOS  NERVIOS  ESPINALES. 

— De  la  médula  espinal  nacen,  en  toda  su  longitud,  un  gran  número 
de  nervios,  que  se  distribuyen  en  todas  las  partes  del  cuerpo;  las  ñbras 
nerviosas,  que  les  dan  origen,  se  conocen  con  el  nombre  de  raicea.  Emer- 
gen dos  distintas  series:  una  que  sale  del  surco  lateral  anterior  de  la  mé- 
dula, y  otra  que  sale  del  posterior;  las  primeras  se  conocen  con  el  nom- 
bre de  raices  anteriores  (A,  fig.  87)  y  las  segundas  con  el  de  raices  pos- 
teriores (P,  fig.  87).  Las  anteriores  nacen  de  la  médula  por  una  §érie  de 
hacecillos  separados  unos  de  otros,  que  se  reúnen  después  de  un  corto 
trayecto  para  formar  un  cordón  único;  estos  cordones  son  en  número  de 
31,  desde  la  extremidad  superior  á  la  inferior.  Las  posíeriores  arrancan 
de  la  médula,  en  un  espacio  mucho  más  limitado  que  las  anteriores,  por 
una  serie  de  hacecillos,  que  por  dicha  razón  están  más  apretadas  que  las 
precedentes;  se  reúnen  en  seguida  en  cordones,  cuyo  número  es  igual  á 
los  anteriores,  y  después  de  un  corto  trayecto,  en  que  convergen  estos 
con  aquellos,  se  juntan,  resultando  de  su  unión  los  31  nervios  espinales^ 
que  salen  del  canal  medular  asi  constituidos.  En  las  raices  posteriores  ó 
sensitivas  se  encuentra  interpuesto  un  ganglio,  lo  cual  las  diferencia  de 
las  anteriores  ó  motoras  (gr,  fig.  87). 

Raices  anteriores.  Penetran  por  el  surco  lateral  anterior  y  atraviesan 
horizontalmente  la  sustancia  blanca  del  cordón  ántero-lateral,  dirigién- 
dose al  cuerno  anterior  y  separándose  sus  fibras  en  forma  de  penacho 
para  distribuirse  en  distintas  direcciones  (fig.  88). 

Parte  de  las  fibras  de  la  raíz  anterior  termina  en  los  tres  grupos  de 
células  que  he  descrito  en  el  cuerno  anterior  (N  O  P,  fig.  88);  en  esta  re- 
gión es  donde  se  encuentran  las  células  de  Deiters  y  ellas  son  las  que  re- 
ciben las  fibras  que  de  las  raíces  anteriores  proceden,  con  las  que  se  unen 
mediante  su  prolongación  indivisa  ó  axil.  Las  fibras  de  las  raíces  anterio- 
res, al  penetrar  en  la  médula,  pierden  su  vaina  de  Schwan,  y  las  que 
terminan  en  las  células  de  Deiters  se  despojan  de  su  mielina,  quedando 
reducidas  a  su  cilindro-eje,  que  se  adelgaza  bastante  antes  de  unirse  con 
la  célula.  Estas  fibras  podrían  llamarse  fibras  medias  de  la  raiz  anterior. 

Otras  fibras  de  las  raíces  anteriores  (J,  fig.  88)  se  dirijen  hacia  afuera, 
acompañando  á  las  que  van  al  grupo  externo  del  cuerno  anterior,  atra- 
viesan la  sustancia  gris  del  mismo,  conservando  su  mielina,  y  sin  con- 
traer conexiones  con  las  células,  llegan  al  cordón  lateral,  en  donde  toman 
una  dirección  oblicua  hacia  arriba  y  forman  parte  del  cordón  lateral.  Es- 
tas son  las  fibras  eoctemas  de  la  raiz  anterior ^  muy  bien  descritas  por  Kólli- 
ker  y  aceptadas  casi  por  todos  los  histólogos. 


^     (1)    Continuación.  —  V.  los  núms.  95,  36, 5s7,  2S,  2»,  30,  SI,  32, 33, 34, 35,  36,  37, 38. 
39, 40,  41  y  42. 


592  anatomía  db  los  centros  nbrtiosos. 

Hacia  la  parte  interna,  algunas  de  las  ñbras  de  la  raíz  anterior, 
después  de  atravesar  la  sustancia  gris  del  cuerno  anterior,  se  incli- 
nan hacia  adentro  y  pasan  por  la  comisura  anterior,  entrecruzándose 
con  las  que  vienen  del  lado  opuesto,  y  van  á  formar  parte  del  cordón 
anterior.  Kolliker,  que  ha  descrito  estas  fibras,  dice  que  no  son  muy 
abundantes  y  muchos  histólogos  admiten  la  opinión  de  dicho  autor. 
Huguenin  no  acepta  que  vayan  fibras  directas  de  las  raices  anterio- 
res á  los  cordones  anteriores  del  lado  opues'o,  pues  cree  que  estos 
cordones  no  contienen  ninguna  fibra  radicular:  para  él,  &i  bien  la  comi- 
sura anterior  está  formada  por  fibras  entrecruzadas  (S,  fig.  88),  en  vez 
de  proceder,  como  cree  Kolliker,  de  la  raiz  anterior,  vienen  de  la  sus  - 
tancia  gris  del  cuerno  anterior,  en  donde  nacen  de  la  redecilla  de  Ger- 
lach,  para  ir  luego,  cualquiera  que  sea  su  origen,  al  cordón  anterior 
opuesto.  Dada  su  existencia,  deben  llamarse  (ibi'as  radicularej  inlemas. 


Flg.  87.-  Orlgan  d«  1m  ralm  da 
lo«  nervios  «spioalsB.  (Cara  an- 
terior de  In  médula.) 


11  Nervios  espinales. 


Kolliker,  Huguenin,  Cadlat,  ele,  ilescriben  fibras  radiculares  ante- 
riores, que  se  dirigen  hacia  atrás  (K,  fig.  88),  hasta  el  cuerno  posterior, 
en  donde  se  terminan  probablemecte  ramificándose  y  uniéndose  con  las 
fibrillas  nerviosas  de  la  red  de  Gerlach.  Deben  designarse  con  el  nombre 
de  átüero-posleriores. 

Raices  posteriores.  Su  trayecto  es  menos  conocido  y  más  complicado 
que  el  de  las  raices  anteriores.  AI  penetrar  en  la  médula,  por  el  surco 
lateral  posterior,  se  dirigen  hacia  delante  en  busca  del  cuerno  poste- 
rio  ,al  llegar  al  cual,  se  separan  en  pequeños  nianojitos  ó  en  libras  ais- 
ladas. Stillíng,  y  con  él  muchos  autores,  creyeron  y  creen  aun  que  las 
raices  posteriores  terminan   en  la  austancia    gelatinosa    de    Rolando 


ANATOldA  m  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  593 

(G,  flg.  88),  poniéndose  en  comunicación  con  sus  células;  pero  hoy,  no  so- 
lo parece  demostrado  que  la  sustancia  gelatinosa  es  de  naturaleza  con- 
juntiva, sino  que  es  ya  un  hecho  que  las  fibras  radiculares  posteriores 
la  atraviesan,  siguiendo  una  dirección  horizontal  ú  oblicuamente  ascen- 
dente y  sin  contraer  con  ella  ninguna  conexión. 

Para  estudiar  las  ñbras  radiculares    posteriores,  pueden  dividirse, 
como  lo  hace  Kólliker,  en  dos  grupos:  uno  externo  y  otro  interno. 


Flg.  88.—  BtQuema  de  las  raicea  da  los  Dervios  espinales. 
(Hugaenin.) 

A  Comisura  blaaes  panteiior.  —  B  Cordón  posterior.  —  C  Fibra  de  las  raicea  postf 
va  al  1^0  opuesto  de  la  medula.— 0  ídem  al  cuerno  aaterior.— EIdem  al  hacecillo  lo 
del  cuerno  posterior, -F  Ídem  al  cuerno  posterior.-'  GSuiIbdcíb  gelatioosa.-  H  Hat 
gltudlnal  del  cuerno  posterior.-/ Cordón  lateral.- JKiV  O  P  Distinto  trayecto  de  laa  Abra 
la*  raices  aulerlores,--  L  M  Q  Los  tres  grupos  de  células  del  cuerno  SDlerlor.-  R  Cordón  a. 
rlor.— I*  5  Fibras  de  Is  comisura  blanca  anterior. 

Las  fibras  radiculares' posteriores  extemas  atraviesan  la  sustancia  ge- 
latinosa y  se  distribuyen  luego  de  distinto  modo.  Entre  la  sustancia 
gelatinosa  y  la  gris  del  cuerno  postenor,  existe  un  manojito  de  Abras 
longitudinales,  cuyo  corte  es  perfectamente  visible  en  el  hombre 
(H,  flg.  88),  descrito  primero  por  Kólliker  y  Clarke,  admitido  después 
por  todos  los  autores  y  llamado  por' aquel  hacecillo  longitudinal  del  cutr' 
no  posterior.  A  este  hacecillo  vienen  á  terminar  muchas  de  las  fibras  ra- 
diculares posteriores  externas,  acodándose  en  ángulo  y  dirigiéndose  ha- 
cia arriba  en  su  mayoría,  y  algunas  hacia  abajo;  nada  se  sabe  respecto  al 
destino  ulterior  de  estas  fibras,  á  pesar  de  que  Clarke,  Kólliker  y  Sti- 
lling  creen  que,  después  de  un  trayecto  más  ó  menos  largo,  toman  otra 
vez  la  dirección  horizontal   para  ir,  bien  á   los  cuernos  anteriores. 


504  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

bien  á  las  comisuras  medulares  y  algunas  á  los  cordones  posteriores. 
Huguenin  deduce  desús  observaciones,  que  el  hacecillo  longitudinal 
del  cuerno  posterior,  no  está  constituido  solo  por  fibras  radiculares, 
sino  que  tiene  fibras  de  trayecto  bastante  largo,  que  se  dirigen  arriba, 
sirviendo,  según  dicho  autor,  para  la  conducción  de  las  impresiones  do- 
lorosas. 

Las  demás  fibras  radiculares  posteriores  extemas  se  encorban,  for- 
mando una  convexidad  externa  (F,  fig.  88),  para  dirigirse  hacia  adelante, 
hasta  la  sustancia  gris  del  cuerno  posterior,  en  donde  terminan  algunas 
probablemente  en  la  redecilla  de  fibrillas  nerviosas,  pues  no  se  conocen 
en  los  cuernos  posteriores  conexiones  directas  entre  las  células  y  las 
fibras;  otras  siguen  más  adelante  y  llegan,  según  Stiliing  y  Kólliker,  hasta 
los  cuernos  anteriores,  en  donde  acaban  poniéndose  en  comunicación 
con  las  anteriores.  Algunas  toman  también  la  dirección  de  las  comisu- 
ras para  ir  al  lado  opuesto. 

Las  fibras  radictilarea  posteriores  internas  (D  C,  fig.  88),  atraviesan  en 
parte  la  sustancia  gelatinosa  y  casi  en  su  totalidad  se  dirigen,  descri- 
biendo un  trayecto  espiral,  al  cuerno  anterior,  en  donde  se  pierden  en  su 
red  de  fibras;  otras,  muy  manifiestas  y  de  existencia  demostrada,  van  al 
través  de  la  comisura  posterior  á  unirse  con  los  cuernos  posteriores  del 
lado  opuesto  (C,  fig.  88). 

Las  fibras  radiculares  posteriores  se  reparten,  en  resumen,  entre  el 
hacecillo  longitudinal  del  cuerno  posterior,  los  cuernos  posterior  y  an- 
terior y  las  que  por  medio  de  las  comisuras  van  al  lado  opuesto. 

Esta  disposición  es  la  que  puede  observarse  en  los  abultamientos  cer- 
vical y  lumbar;  pero  en  la  región  dorsal,  Kólliker  y  Gerlach  desciiben 
una  parte  de  fibras  de  las  radiculares  posteriores  internas,  que  aunque 
la  observación  no  ha  permitido  determinar  el  punto  de  su  término,  dada 
la  dirección  que  siguen,  puede  creerse  que  se  unen  con  la  columna  de 
Clarke;  por  otra  parte,  esto  tendría  relación  con  la  opinión  de  Pierret,  al 
considerar  dicha  columna  como  origen  de  los  nervios  sensitivos  de  la 
parte  inferior  del  cuerpo,  opinión  que  funda  dicho  autor  en  las  lesiones 
encontradas  en  algunos  casos  de  tabes  dorsal;  pero  que  no  parece  bas- 
tante fundada,  entre  otras  cosas,  porque  muchos  animales  no  tienen  co- 
lumna de  Clarke. 


H. — TRAYECTO  Y  HACECILLOS  DE  LAS  FIBRAS  BLANCAS  MEDULARES. 

A  pesar  del  perfeccionamiento  de  los  métodos  de  estudio  histológico, 
no  ha  sido  posible  seguir  paso  á  paso  el  trayecto  y  la  terminación  de  las 
fibras  blancas  medulares.  Se  ha  demostrado  que  estas  fibras  forman  co- 
misuras longitudinales,  poniendo  en  relación  alturas  distintas  de  la  mé- 
dula; pero  no  se  ha  logrado  fijar  su  situación  ni  determinar  su  mayor  ó 
menor  longitud;  sin  embargo,  este  conocimiento  de  la  médula  es  del  todo 
insuficiente  para  la  comprensión  de  innumerables  hechos  patológicos  y 
la  de  gran  número  de  problemas  fisiológicos.  La  demostración  evidente 
de  algunos  fenómenos  del  funcionalismo  medular  ha  obligado  á  suponer 
y  aceptar  detalles  de  extructura,  que  no  han  podido  ser  comprobados  por 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  595 

ningún  concepto,  y  que  no  deben  ser  admitidos  en  buena  Anatomía,  se- 
gún he  dejado  apuntado  en  la  Introducción. 

Pero  en  la  médula  ha  ocurrido  lo  mismo  que  en  el  encéfalo:  el  pro- 
gresivo adelanto  de  los  estudios  patológicos  y  la  índole  de  ciertas  lesio- 
nes han  puesto  en  evidencia  detalles  hasta  entonces  olvidados.  En  estos 
últimos  años,  un  gran  número  de  clínicos  se  han  dedicado,  con  gran 
ahinco  y  con  una  sagacidad  á  toda  prueba,  á  un  estudio  analítico  dete- 
nido de  las  manifestaciones  del  órgano  medular  en  estado  morboso,  y  en 
fuerza  de  observación  y  de  comparación,  y  guiados  por  la  analogía  y  á 
veces  identidad  de  ciertos  cuadros  sindrómicos,  han  llegado  luego,  por 
medio  de  síntesis  parciales,  al  descubrimiento  de  muchas  especies  noso- 
lógicas  y  de  enfermedades  perfectamente  definidas,  con  un  conocimiento 
exacto  de  su  Anatomía  patológica  y  de  su  localizacion  medular.  Por  este 
mismo  camino  se  ha  llegado  al  descubrimiento  de  ciertos  principios,  que 
rigen  en  la  génesis  de  las  lesiones  medulares,  principios  fecundísimos, 
tanto  para  el  estudio  de  la  patogenia  de  dichas  lesiones,  como  para  el  es- 
clarecimiento de  algunos  puntos  de  Anatomía  normal,  que  hasta  ahora 
habían  quedado  muy  oscuros. 

No  puedo,  en  el  poco  espacio  que  buenamente  he  de  dedicar  á  este 
asunto,  señalar  ni  someramente  todos  estos  principios  y  do  que  modo  se 
ha  llegado  á  su  institución,  por  más  que  seria  tarea  agradable  indicar  los 
brillantes  resultados  y  rápidos  progresos  obtenidos  en  el  estudio  de  la 
Patología  medular.  Me  bastará,  para  mi  objeto,  señalar  dos  grandes  prin- 
cipios de  los  que  rigen  en  la  génesis  de  las  lesiones  medulares:  por  un 
lado,  la  demostración  de  la  existencia  de  las  lesiones  llamadas  sistemáli" 
cas,  que  afectan  solo  ciertos  territorios  medulares,  originando  las  mis- 
mas manifestaciones,  y  limitadas  siempre  á  una  región  fija, sin  contami- 
nar casi  nunca  las  vecinas,  á  pesar  de  las  relaciones  de  contigüidad  y  de 
la  analogía  é  identidad  do  sus  elementos,  lo  cual  demuestra  de  una  ma- 
nera evidente  la  independencia  anatómica  y  funcional  de  dichas  partes: 
y  por  otro  la  demostración  mediante  los  estudios  anatomo- patológicos,  y 
las  observaciones  experimentales  de  Vulpian,  Westphal  y  Schieferdecker, 
de  que  las  leyes  del  fisiólogo  inglés  Valler,  sobre  la  degeneración  de  los 
nervios,  rigen  también  en  la  degeneración  de  las  fibras  nerviosas  me- 
dulares. 

Con  estos  principios  se  demuestra,  de  una  manera  indudable,  la  inde* 
pendencia  de  ciertos  hacecillos  de  fibras  y  el  trayecto  que  describen;  la 
topografía  medular,  que  antes  he  descrito,  de  cordones  anteriores,  late- 
rales y  posteriores,  se  hace  mucho  más  compleja  y  del  todo  insuficiente 
su  nomenclatura. 

Tomaré  un  punto  de  partida  para  hacer  más  fácil  la  comprensión  y 
la  demostración  más  palpable:  supondfé  una  lesión  de  todo  el  espesor 
de  la  médula,  debida  á  una  compresión  de  este  órgano,  en  la  que  quede 
destruida  especialmente  toda  la  sustancia  blanca,  como  acontece  en  el 
mal  de  Pot,  para  citar  el  caso  más  común,  á  consecuencia  de  la  pa- 
quimeningitís  cáseo -tuberculosa  consecutiva,  según  ha  demostrado  Mi- 
chaud  en  sus  investigaciones.  Dada  esta  lesión  y  teniendo  en  cuenta  la 
aplicación  á  este  caso  de  la  ley  de  Valler,  toda  fibrU  nerviosa  separada  de 
su  centro  trófico  degenera,  como  en  la  médula  se  presentan  fibras  centri- 


596  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

fugas  y  centrípetas,  sus  fibras  degenerarán  en  distintas  direcciones  y  en 
más  ó  menos  extensión,  según  sea  la  longitud  de  las  mismas:  unas  dege- 
narán  desde  el  sitio  de  la  lesión  hacia  abajo  y  otras  liácia  arriba. 


Flg.  89.— Corte  transversal  déla  médnla:  topografía  anatomopatolúslca. 

A  A'  Guernosanlerlores.  -  P /"  Cuernas  posteriores.-  7  7'  Hacectllo  de  TUrck  ú  pirami- 
dal directo.  -  L  L'  Hacecillo  lateral  ó  piramidal  cruzado.  -  B  H'  Zona  radicular  posterior.- 
G  G'  Cordón  de  Goll.—  c  a  Coialaura  anterior.— a  Epéndimo.  —  Sa  Cisura  media  anterior.— 
Sj)  Cisura  media  posterior. 

Hacia  abajo  degenera  todo  el  cordón  anterior  y  parte  del  lateral;  pero 
esta  degeneración  llega  á  mayor  ó  menor  distancia  según  la  región  de 
dichos  cordones  que  se  estudie.  Suponiendo  que  la  región  lesionada  es 
la  cervical,  observamos  que  una  parte  de  dichos  cordones  degenera  á 
corta  distancia  y  otra  á  mucha  mayor  y  hasta  la  terminación  de  la  mé- 
dula. La  parte  interna  de  los  cordones  anteriores  (T,  flg.  S9)  degenera  á 
larga  distancia,  hasta  la  región  dorsal  y  á  más  ó  menos  altura  según  los 
individuos;  en  el  cordón  lateral,  la  parte  que  linda  con  el  cuerno  poste- 
rior, formando  una  área  triangular  (L,  fig.  89),  separada  de  la  superficie 
de  la  médula  por  una  lámina  de  sustancia  blanca  y  del  cuerno  anterior 
por  una  porción  de  la  misma,  degenera  en  toda  la  extensión  de  la  médu- 
la hasta  la  región  lumbar,  disminuyendo  el  espesor  de  la  parte  degene- 
rada á  medida  que  se  acerca  á  la  terminación  de  la  médula;  la  parte  del 
coi-don  anterior  que  degenera  á  larga  distancia,  es  el  cordón  de  Türck,  y 
la  del  cordón  lateral,  cordón  lateral  propiamente  dicho.  Todo  el  resto  del 
cordón  ántero- latera  I,  exceptuando  la  lámina  que  separa  al  cordón  late- 
ral de  la  superficie  de  la  médula,  degenera  también  hacia  abajo,  pero 
solo  en  la  longitud  de  un  centímetro  y  raras  veces  de  dos:  á  toda  esta  re- 
gión se  la  llama  zona  radicular  anterior. 

Si,  desde  este  mismo  punto  de  partida,  estudiamos  hacia  arriba  los 
hacecillos  que  degeneran  en  esta  dirección,  encontramos:  la  parte  inter- 
na de  los  cordones  posteriores  que  degenera  á  larga  distancia,  exten- 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.*  597 

diéndose  su  alteración  hasta  la  cara  posterior  del  bulbo  en  el  suelo  del 
cuarto  ventrículo;  también  degenera  á  larga  distancia  y  hacia  arriba  la 
lámina  de  sustancia  blanca  del  cordón  lateral,  que  en  el  párrafo  anterior 
he  dicho  quedaba  incólume,  alcanzando  su  degeneración  hasta  la  parte 
superior  de  la  médula  y  llegando  hasta  el  cerebelo;  el  primero  de  estos 
hacecillos  es  el  cordón  de  Goll  (G,  fig.  89),  y  el  segundo  el  hacedllo  cerehe- 
loso  directo  de  Flechaig  (E,  fig.  90)  El  resto  del  cordón  posterior,  esto  es, 
la  parte  situada  entre  el  cordón  de  Goll  y  las  raices  posteriores,  degene- 
ra hacia  arriba  á  corta  distancia,  alcanzando  á  lo  más  dos  ó  tres  centí- 
metros: se  llama  zona  radicular  posterior  (R,  fig.  89). 

Todos  estos  hacecillos,  limitados  por  las  degeneraciones  ascendentes 
y  descendentes  de  los  cordones  medulares,  pueden  ser  asiento  de  lesio- 
nes sistemáticas  circunscritas  á  uno  cualquiera  de  ellos,  quedando  incó- 
lumes los  demás  y  dando  lugar  á  cuadros  sindrómicos  distintos  y  á  espe- 
cies nosológicas  variadas.  No  considero  del  caso  extenderme  sobre  este 
punto:  basta  leer  cualquier  obra  contemporánea,  que  trate  de  las  enfer- 
medades de  la  médula,  para  encontrar  descripciones  exactas  y  conven- 
cerse de  la  utilidad  y  necesidad  imprescindible  de  estos  estudios  anató- 
micos, si  la  Anatomía  ha  de  servir  de  utilidad  y  hacer  comprensible  el 
estudio  de  la  Patología  de  los  centros  nerviosos;  las  obras  y  estudios  de 
Charcot,  Vulpian,  Hammon,Hallopeau,Pierret,  Flechsig,  etc.,  etc.,  abun- 
dan en  detalles  de  Anatomía  patológica  aplicables  á  la  Anatomía  normal, 
y  el  estudio  en  las  mismas  de  la  Anatomía  patológica  de  las  lesiones  sis- 
temáticas de  la  médula  espinal,  confirma  plenamente  la  independencia 
anatómica  de  las  partes  que  he  enumerado. 

Con  lo  que  acabo  de  decir  se  ve  claramente  que  la  topografía  de  un 
corte  transversal  de  la  médula  es  mucho  más  complicada  (fig.  90). 
Pero  antes  de  dar  algunos  detalles  sobre  cada  una  de  estas  partes,  es 
preciso  que  aclare  algo  la  nomenclatura  de  las  mismas,  porque  está  bas- 
tante confusa  y  en  las  obras  de  Patología  se  emplean  denominaciones 
distintas.  Para  no  hacer  esta  cuestión  pesada,  solo  me  haré  eco  de  las 
denominaciones  más.usuales. 

La  parte  interna  de  los  cordones  anteriores  es  llamada  por  muchos 
autores  hacecillo  de  Titrck^  denominación  aceptada  por  Pierret,  pero 
Flechsig  le  dá  el  nombre  de  hacecillo  piramidal  directo,  que  parece  está 
destinado  á  generalizarse  más  que  el  anterior,  porque  indica  su  proce- 
dencia, como  diré  más  adelante  La  zona  del  cordón  lateral,  que  he  indi- 
cado degeneraba  á  larga  distancia  hacia  abajo  y  que  Pierret  le  dá  el  nom- 
bre de  cordón  lateral,  le  llama  Flechsig  hacecüU' piramidal  cruzado,  más 
propio  también  que  el  anterior  y  aceptado  ya  por  muchos  autores  de  Pa- 
tología. El  hacecillo  cereheloso  directo  solo  se  conoce  por  este^nombre  y 
desaparecen  por  consiguiente  los  vocablos  de  cordón  anterior  y  de  cor- 
dón lateral.  El  resto  de  estos  cordones,  que  no  forma  parte  de  los  hace- 
cillos piramidales,  directo  y  cruzado,  ni  del  cereheloso  directo,  es  la 
zona  tadicular  anterior  de  Pierret  ó  parte  fundamental  de  Flechsig 
(D,  fig.  90). 

En  lo  referente  á  los  cordones  posteriores,  debe  desecharse]  absolu- 
tamente el  nombre  de  cuneiforme,  aplicado  por  muchos  autores  al  hace- 
cillo de  Gk>ll,  pues  si  bien  Kólliker  así  lo  llama,  Burdach  lo  aplica  á  la 


598  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

zona  radicular  posterior  y  á  aquel  le  llama  cordón  delgado:  la  denomina- 
ción de  zona  radicitlar  posterior,  aplicada  por  Pierret,  es  admitida  por 
Flechsig  y  muchos  otros  autores,  llamándola  también  algunos,  y  entre 
ellos  Charcot,  simplemente  hacecillo  de  Burdach. 

Los  nombres  de /lacectííopiíantídaidirecío,  hacecillo  piramidal  cruia- 
do,  zona  radicular  anterior,  zona  radicular  posterior,  hacecillo  cer^eloso 
directo  y  hacecillo  de  Goll,  entiendo  que  son  los  más  adecuados  de  cuan- 
tos se  usan  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  (fig.  90). 


FJg.  90.  —  Topogralia  msdular  h- 
gaa  Flacbstg.  (Corte  transvtrial  de 
una  mitad.) 


A  Hacecillo  de  TQrck  á  piramidal  dircc- 
to.-II,  Cuema  anterior.  -  G  Columna  de 
Clarke.-D.  Zona  radicular  anterior. -E  Ita- 
cecillo  cerebelosodlrectD.—f.  Sustancia  gríi 
de]  cuerno  paslerlar.—  G.  Hacecillo  pirami- 
dal cruzado.  —  H.  Sustuiicia  gelatinosa  del 
cuerno  posterior.  —  /.  Zona  radicular  poste- 
rior ú  hacecillo  de  Burdach.-/.  Cordón  de 
Goll. 


La  independencia  anatómica  de  estos  hacecillos  medulares,  no  solo  &¿ 
halla  demostrada  por  los  estudios  de  localiz  ación  ana  tomo- patológica, 
sino  también  por  las  investigaciones  de  embriogenia.  Kólliker  y  más  es- 
pecialmente Pierret,  en  Francia,  y  Flechsig,  en  Alemania,  han  demos- 
trado la  evolución  independiente  de  estos  hacecillos,  que  la  Anatomía 
descriptiva  tenia  englobados  en  un  solo  factor. 

En  un  embrión  humano,  de  un  mes,  se  encuentra  la  médula  consti- 
tuida por  un  canal  central,  rodeado  de  sustancia  gris,  acumulada  hacia 
los  cuernos  anteriores  y  posteriores;  cada  uno  de  estos  está  cubierto 
por  una  pequeña  porción  de  sustancia  blanca,  que  es  el  rudimento  de  las 
zonas  radiculares  anterior  y  posterior,  sin  que  exista  aun  el  más  ligero 
vestigio  de  los  restantes  hacecillos.  En  un  embrión  de  mes  y  medio,  la 
médula  se  presenta  bajo  el  mismo  aspecto,  pero  más  desarrolladas  las 
zonas  radiculares,  y  á  esta  fecha  aparece  ya  el  cordón  lateral  de  Pierret 
ó  hacecillo  piramidal  directo  de  Flechsig,  en  la  concavidad  qne  separa 
los  cuernos  anteriores  de  los  posteriores;  aún  no  aparece  el  hacecillo  de 
Goll  ni  el  de  Türck  ó  piramidal  directo.  A  tos  dos  meses,  hay  ya  estos 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  500 

ñltimos  hacecillos,  cuya  independencia  de  desarrollo  es  manifiesta:  por 
último,  á  los  tres  meses,  la  médula  presenta  ya  todos  sus  factores,  cuya 
independencia  es  entonces  evidente  porque  no  están  aun  completamente 
desarrollados. 

Los  estudios  de  embriogenia  confirman  por  lo  tanto  los  datos  anato- 
mo- patológicos,  y  la  existencia  de  estos  distintos  hacecillos  es  indiscu- 
tible. Por  otra  parte,  acaba  de  confirmarlo  la  independencia  funcional. 
Es  cierto  que  la  experimentación  no  ha  llegado  aun  á  determinar  el  pa- 
pel especial  de  cada  hacecillo,  porque  es  aun  defectuosa  y  solo  los  re- 
cientes estudios  de  Voroschiloff  ofrecen  algún  dato  interesante  sobre 
este  punto,  demostrando  la  influencia  de  los  hacecillos  piramidales  so- 
bre los  movimientos  voluntarios.  Pero  aunque  la  experimentación  sea 
actualmente  impotente  para  la  solución  de  estos  problemas,  la  observa- 
ción clínica  la  suple  y  hasta  lo  hace  con  ventaja,  porque  los  procesos 
sistemáticos  de  la  médula  realizan  el  desiderátum  de  la  experimentación 
fisiológica,  alterando  y  anulando  regiones  mny  circunscritas,  sin  influir 
en  las  restantes.  Así  se  observa  que  la  destrucción  de  los  hacecillos  pi- 
ramidales va  acompañada  de  trastornos  motores;  la  de  las  zonas  radicu-^ 
lares  posteriores  produce  el  cortejo  de  alteraciones  funcionales,  que 
acompañan  á  la  ataxia  locomotriz;  la  lesión  aislada  de  los  hacecillos  de 
Goll,  encontrada  por  Pierret,  Ducastel,  etc.,  engendra  desórdenes  espe- 
ciales, poco  conocidos  y  observados  aun,  para  clasificarlos  y  sintetizar- 
los. Es  cierto  que  en  este  estudio  de  las  afecciones  medulares,  puede  aun 
descubrirse  mucho  para  servir  de  base  á  la  Fisiología,  pero  lo  sabido  es 
suficiente  para  modificar  las  simples  descripciones  de  la  médula. 

Conocida  la  existencia  de  estos  diferentes  hacecillos,  me  falta  indicar 
el  trayecto  que  recorren  y  para  esto  es  preciso  también  tener  en  cuenta 
los  datos  anatomo- patológicos  apuntados  y  los  principios  que  antes  he 
dicho  rigen  en  la  génesis  de  las  lesiones  medulares. 

Cuando  en  los  hacecillos  piramidales,  asi  directos  ó  cordones  de  Türck, 
como  cruzados  ó  cordones  laterales,  reside  una  degeneración  esclerósica 
consecutiva,  ésta  se  extiende  desde  el  bulbo  hasta  la  región  dorsal  para 
los  primeros  y  hasta  la  lumbar  para  los  segundos,  con  la  particularidad 
de  que  el  espesor  del  área  degenerada,  va  dismmuyendo  á  medida  que 
se  acerca  á  la  extremidad  inferior  de  la  médula,  como  sucede  en  los  casos 
de  esclerosis  lateral  amiotrófica  ó  de  degeneración  consecutiva  á  lesiones 
cerebrales.  Luego,  haciendo  aplicación  de  la  ley  de  Valler,  sus  fibras  de- 
ben ser  continuas  en  toda  la  longitud  degenerada,  y  como  vienen  del 
bulbo  para  terminar  en  la  médula,  son  fibras  de  largo  trayecto  que,  reu- 
nidas en  hacecillo,  llegan  á  diferentes  alturas  de  la  misma.  Hoy  por  hoy 
solo  puede  suponerse  el  modo  de  terminar  de  las  fibras  de  los  hacecillos 
piramidales  en  la  médula.  Desde  luego  es  evidente  que  guardan  gran  re- 
lación con  las  raíces  anteriores,  pero,  ó  pasan  directamente  á  ellas,  ó 
antes  se  ponen  en  relación  con  las  células  de  los  cuernos  anteriores,  lla- 
madas también  kinesodicas  por  estar  destinadas  á  funciones  motoras;  la 
demostración  directa  es  muda  en  esta  cuestión;  pero,  teniendo  en  cuenta 
que  la  interposición  de  una  célula  en  el  trayecto  de  una  fibra  nerviosa, 
detiene,  según  las  leyes  de  Valler,  los  progresos  de  la  degeneración,  co- 
mo ella  no  se  altere  también,  se  hace  más  admisible  la  teoría  de  que 


600  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

terminan  en  la  redecilla  de  los  cuernos  anteriores  y  por  su  intei*medio  en 
las  células,  idea  admitida  por  Charcot  y  muchos  otros  autores,  que  no  la 
creencia  de  Huguenin,  quien  opina,  que  pasan  directamente  á  las  raices 
anteriores  las  fibras  trasmisoras  de  las  impulsiones  motrices  volunta- 
rias, y  por  consiguiente,  del  hacecillo  piramidal,  á  pesar  de  que  tiene  en 
su  apoyo  la  demostración  de  Kólliker,  que  del  cordón  lateral  van 
fibras  directas  á  las  raíces  anteriores;  Huguenin  cree  que  las  fibras  des- 
cendentes, que  se  relacionan  con  las  células  kinesódicas,  son  las  trasmi- 
soras de  las  impulsiones  motrices  reflejas,  que  provienen  del  cerebro, 
fibras  que,  según  dicho  autor,  vienen  por  el  cordón  anterior.  En  el  estado 
actual  de  la  ciencia  no  está  aun  definitivamente  resuelto  el  problema  de 
las  conexiones  del  hacecillo  piramidal  con  los  cuernos  anteriores,  por 
más  que  la  opinión  de  Gharcot  parezca  la  más  admisible. 

Los  hacecillos  cerehelosos  directos  también  son  fibras  de  grande  longi- 
tud, pues  su  degeneración  se  extiende  hasta  el  mismo  cerebelo,  y  su  es- 
pesor va  disminuyendo  hacia  la  región  dorsal,  para  desaparecer  muy 
pronto,  de  modo  que  sus  fibras  se  agotan  también  á  diferentes  alturas  de 
¡a  médula  Flechsig  cree  que  se  ponen  en  comunicación  con  las  células 
de  la  columna  de  Gharke,  hecho  que  no  está  demostrado,  pero  al  que  dan 
visos  de  certeza  el  estar  compuesto  de  fibras  centrípetas,  y  la  observación 
de  KoUiker,  de  que  de  las  columnas  de  Glarke  nacen  fibras  que  se  diri- 
gen oblicuamente  hacia  las  partes  superficiales  del  cordón  lateral.  Si 
además  se  tiene  en  cuenta  la  aserción  de  Pierret,  quien  opina  que  las 
raíces  posteriores  terminan  en  parte  en  dichas  células,  se  comprenderá 
que  trasmitan  estos  hacecillos  impresiones  sensitivas  al  cerebelo. 

Los  hacecillos  de  GoU  también  degeneran  desde  la  extremidad  inferior 
de  la  médula  hasta  la  superior,  terminándose  la  alteración  en  el  suelo 
del  cuarto  ventrículo,  en  un  núcleo  de  sustancia  gris,  que  muchos  auto- 
res llaman  núcleo  del  hacecillo  de  GolL  Su  origen  es  desconocido,  y  úni- 
camente se  sabe  que  las  raíces  posteriores  no  toman  parte  en  su  forma- 
ción. Las  fibras  de  estos  hacecillos  son,  pues,  verdaderas  comisuras  entre 
regiones  muy  lejanas  de  la  médula. 

Las  zonas  radiculares  anteriores,  ó  parte  fundamental,  degeneran  cor- 
to trayecto,  lo  cual  prueba  qne  se  extienden  de  un  punto  á  otro  de  la  mé- 
dula, estableciendo  comunicaciones  á  breves  distancias,  de  manera  que 
sus  fibras  pueden  llamarse  fibras  cortas,  lo  mismo  que  las  de  la  zona  ra- 
dicular posterior,  ó  hacecillo  de  Burdach,  que  también  degeneran  arriba 
en  un  corto  trayecto,  porque  como  aquellas  son  asimismo  fibras  cortas 
y  comisurantes  en  sentido  longitudinal.  Sin  duda  toman  su  origen  en  la 
sustancia  gris  para  terminar  en  la  misma  á  poca  distancia,  porque  las 
regiones  en  que  las  zonas  radiculares  ofrecen  más  superficie  son  los 
abultamientos  braquial  y  lumbar. 

Existe  además  en  la  médula  el  hacecillo  longitudinal  del  cordón  poste- 
rior^  cuyo  trayecto  y  longitud  es  poco  conocido,  lo  mismo  que  las  cone- 
xiones que  pueda  tener  con  las  células  posteriores,  sensitivas  ó  estesódi- 
cas.  Por  otra  parte,  hay  gran  número  de  fibras  que  ponen  en  comunica- 
ción los  cuernos  anteriores  con  las  posteriores  y  los  de  un  lado  con  los 
del  otro,  pero  que  no  son  suficientemente  conocidas  para  prestarse  á  una 
descripción.  Solo  debo  recordar  que,  respecto  á  las  relaciones  de  la  cé- 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  SOI 

lulas  sensitivas  ó  estesódicas,  asi  con  las  l-alces  posteriores  por  un  lado, 
como  con  los  hacecillos  medulares  por  otro,  parece  comprobar  que  son 
solo  indirectas  por  intermedio  de  las  redecillas  nerviosas,  la  existencia 
de  degeneraciones  secundarias  de  los  cordones  posteriores  de  origen  pe- 
riférico, como  han  observado  Cornil,  Simón  y  otros,  en  casos  de  tumores 
en  la  cola  de  caballo,  lo  cual  demuestra  más  ó  menos  continuidad,  por- 
que es  preciso  advertir  que  estos  hechos  son  excepcionales  y  no  se  pue- 
de por  ellos  generalizar. 

Puede  reasumirse  en  el  adjunto  esquema,  debido  á  Charcot,  la  dispo- 
sición general  de  los  diferentes  hacecillos  medulares  (Fig.  9Í). 


—  B.  Hacecillos 
posteriores.  —  C.  Cerebelo,  —  D.  Clrcunvalu- 
clones  rolíndicas,  — £  O  Raices  anteriores,— 
F,  Fibras  Imrlnslcaa  centrlFugsa  (zana  radi- 
cular anler(or),— H.  Fibras  de  los  hacecillos 
piramidales.-/.  Fibras  inlrlnaicas  centrípe- 
tas (lona  radicular  posterior).—/.  Fibras  lar- 
gas del  hacecillo  de  Goll.-L.  Fibras  larcas 


Dada  la  sucinta  descripción  qne  acabo  de  hacer,  se  ve  que  los  haceci- 
llos de  la  médula  espinal,  dpspups  de  clasificarse  en  unos  de  fibras  lar- 
gas y  otros  de  fibras  cortas,  pueden  dividirse  en  intrínsecos  y  nxtrinsecos: 
los  primeros,  qae  toman  origen  y  terminan  en  la  médula  misma  (zonas 
radiculares  anterior  y  posterior  y  hacecillos  de  Goll);  los  segundos,  que 
por  un  lado  terminan  en  la  médula  y  por  otro  en  las  partes  superiores  de 
los  centros  nerviosos  (hacecillos  piramidales,  directo  y  cruzado,  y  hace- 
cillo cerebeloso  directo). 

Aunque  la  extructura  de  la  médula  es  complicada,  sin  que  sea  aun 
del  todo  conocida,  sus  funciones  no  son  más  sencillas.  Como  órgano 
transmisor,  trasmite  impresiones  motrices,  sensitivas  y  reflejas;  al  des- 
cribir su  extruí-tura,  y,i  hemos  visto  qne  tenia  fibras  centrípetas  y  cen- 


803  CÓLERA  MORBO. 

trifugas  y  sustancia  gris  asociada  á  estas  funciones.  Gk>mo  centro  nervio- 
so en  acción,  se  estudian  en  ella:  el  centro  cilio-espinal,  el  acelerador  de 
los  movimientos  cardiacos,  el  respiratorio,  el  de  los  moviniientos  de  los 
miembros,  el  géníto-espinal,  el  ano-espinal,  el  vésico-espinal,  el  de  los 
vaso-motores,  el  de  tonicidad  muscular,  los  secretorios,  los  troncos,  et- 
cétera. La  Fisiología  y  la  existencia  de  estos  centros  son  aun  muy  poco 
conocidas,  y  los  conocimientos  anatómicos  que  actualmente  se  poseen  no 
prestan  apoyo  alguno  á  estos  estudios  ni  contribuyen  gran  cosa  á  su  di- 
lucidacioUi 

{ConHnuwrá.) 

CÓLERA   MORBO, 

POR  EL  Doctor  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona. 


Islas  Filipinas.— Maniía:  estado  de  los  puertos  circundantes  y  de  la  población  de 
la  capital  (incubación  oficialj;  declaración  oficial  de  la  epidemia;  reseña  de  lo  rea- 
lizado y  de  algún  proyecto.— Varias  noticias,  telegráficas  y  no  telegráficas,  de  la 
capital  y  de  las  provincias.— Meteorología.— Estadística  mortuoria  en  conjunto. 

Noticias  de  Camaran,  Mar  Rojo,  etc.— Japón.— Gibraltar. 

España.— Valencia:  comisiones.— El  vapor  Vihuelas, ^El  vapor  Asia. 

Entresacando  de  los  periódicos  últimamente  llegados  (del  9  al  23  de 
Agosto),  ofrezco  los  datos  que  van  á  continuación,  todos  referentes  al 
Archipiélago  filipino,  y  ya  en  parte  relativos  á  la  epidemia  ofícial. — ^En 
la  tablilla  de  órdenes  de  la  Capitanía  del  puerto  de  Manila  figuraba 
el  dia  9  el  siguiente  régimen  sanitario,  aplicado  á  diversas  procedencias: 
puertos  de  la  China,  del  Mar  de  la  China,  Antique,  Capiz,  Isla  de  Negros, 
Cebú,  Bohol,  sujetos  á  observación;  Batavia,  Java,  puertos  del  Japón,  Joló, 
Zamboanga,,  Isabela  de  Basilan  é  Iloilo,  á  cuarentena^  cuadro  que  marca 
la  situación  sanitaria  periférica. 

El  estado  patológico  de  los  habitantes  de  la  capital  se  establece,  ofi- 
cialmeTüe,  en  él  parte  dado  por  la  Subdelegacion  con  fecha  46,  corres- 
pondiente á  la  primera  quincena  de  Agosto.  Dice  así: 

«l.os  padecimientos  palúdicos  han  sido  poco  frecuentes,  habiéndose 
aumentado  algo  desde  el  momento  en  que  cesaron  las  aguas.  Las  fiebres 
catarrales  han  sido  muy  frecuentes,  no  asi  las  gástricas  y  tifoideas,  que 
por  el  contrario  han  sido  muy  limitadas.  Del  aparato  digestivo  los  catar- 
ros gastro-intestinales,  manifestados  por  diarreas  y  algunas  veces  acom- 
pañados de  vómitos,  han  sido  frecuentes,  persistiendo  las  disenterías  re- 
beldes y  pertinaces.  Entre  las  fiebres  eruptivas,  continúa  el  sarampión 
invadiendo  con  preferencia  á  los  adultos.  Las  viruelas  han  desaparecido. 
Del  aparato  cefálico  se  han  observado  algunos  casos  de  congestiones  ce- 
lébrales, y  muchos  de  vértigos.  Del  aparato  respiratorio  han  sufrido  exa- 
cerbación las  lesiones  crónicas  del  mismo,  y  se  han  observado  frecuente- 
mente casos  de  hemoptisis  y  afecciones  á  la  laringe.  Se  han  recrudecido 
las  afecciones  crónicas  del  aparato  cardíaco.» 


CÓLERA  MORÉO.  603 

Seria  tafea  muy  larga  narrar  la  entrada  y  salida  de  buques  (de  óabo- 
taje  y  de  alta  mar)  que  hubo  en  este  tiempo  en  Manila;  determinar  las 
condiciones  en  que  llegaron  y  el  destino  que  se  dio  á  las  naves  en  con- 
junto y  al  pasaje,  tripulación  y  carga  en  particular;  referir  la  distancia 
de  los  puertos  infectos  y  el  tiempo  empleado  en  el  viaje,  para  deducir  de 
estos  datos  si  no  fué  ó  no  conveniente  la  duración  de  la  cuarentena;  de- 
cir si  á  todos  los  buques  se  les  mandó  á  lazareto  ó  si  algunos  tuvieron  el 
irritante  privilegio  de  ahorrarse  parte  de  las  prescripciones  sanitarias,  et- 
cétera* Y  como  es  larga,  prefiero  llegar  á  la  conclusión:  en  mi  concepto 
las  relaciones  de  Manila  con  los  sitios  enfermos  no  fueron  bastante  rigo- 
rosas. 

Tenemos,  pues,  como  hechos  capitales:  1.*  que  Manila  se  hallaba  ro- 
deada en  todos  sentidos  por  zonas  infectas;  2."  que,  oficialmente^  las  en- 
fermedades que  en  dicha  ciudad  habia  no  eran  él  cólera;  .1."  que  las  dis*- 
posiciones  gubernativas  dejaban  muy  sospechosamente  espacio  para 
contactos  entre  las  regiones  epidemiadas  y  la  hasta  entonces  sana  (oficial- 
mente). Hasta  que  punto  sea  cierto  todo  esto,  juzgue  el  lector  sin  malicia 
y  sin  prevenciones.  Ya  que  no  todo  puede  decirse,  pondré  al  lector  en 
camino  con  una  sola  frase:,  ya  estaba  declarada  oficialmente  la  epidemia 
y  aun  seguían  negando,  sin  duda  por  hábito,  la  existencia  del  cólera  al- 
gunos periódicos.  Qué  más:  el  Gobernador  general,  dos  ó  tres  dias  antes 
de  declarar  el  mismo  puerto  sucio  á  Manila,  decia  en  una  alocución:... 
«confio  en  que  la  Providencia  no  lo  permitirá  ya  (la  presentación  de  la 
epidemia),  puesto  que  en  todo  el  Archipiélago  de  Joló  reina  hoy  completa 
salud,  en  Zamboanga  es  rarísimo  ya  el  caso  que  se  presenta,  y  no  ocurre 
novedad  en  el  resto  de  las  provincias.»  Así,  así  se  decia  el  18  de  Agosto. 
En  esta  misma  alocución  se  procura  levantar  el  ánimo,  se  dan  recetas 
por  8%  vieney  y  el  Sr.  Marqués  de  Estella  cita  el  hecho,  de  su  propia  expe 
riencia,  de  haber  salvado  su  regimiento  cuando  en  otro  sucumbían  á  cen- 
tenares los  soldados  que  guarnecían  una  comarca  española  (Península) 
epidemiada. 

Esto  era  él  48.  El  día  24  por  la  mañana  convocó  la  Autoridad  superior 
del  Archipiélago,  en  su  quinta-palacio  de  Malacañang,  á  las  siguientes 
personas:  Jefes  superiores  del  ejército,  id.  de  la  Administración,  Gober-^ 
nador  civil.  Jefes  de  Sanidad  del  Ejército  y  de  la  Armada,  Religiosos  de 
las  órdenes  monásticas.  Alcaldes  de  elección  y  Gobernadorcillos  de  los 
pu3blos  de  la  provincia,  «para  oír,  dice  El  Comercio,  de  los  labios  de  S.  E. 
las  medidas  preventivas  que  nuestra  Superior  Autoridad  ha  formulado 
para  el  caso,  que  no  se  espera,  en  que  el  cólera  tome  proporciones  que 
haga  necesarias  determinaciones  extremas.»  Supongo  que  el  Sr.  Primo 
de  Rivera  agradecerá  bien  poco  la  excesiva  competencia  que  le  concede 
dicho  periódico  sobre  asuntos  tan  distantes  de  la  carrera  militar.  Pero 
no  me  quiero  distraer  de  lo  más  culminante,  y  lo  digo  antes  de  que  se 
me  olvide:  le  parece  el  personal  de  esta  Junta  magna  por  lo  incompeten- 
te al  que  constituye  nuestras  Juntas  de  Sanidad,  salvas  excepcionales 
circunstancias  é  individualidades. 

El  caso  no  se  esperaría  (¿y  como  se  habia  de  esperar  si  ya  habia  lle- 
gado?), pero  vino  oficialmente.  El  Sr.  Primo  de  Rivera,  resuelto  á  decir 
la  verdad,  declaraba  sucio  el  puerto  de  Manila  por  haber  ocurrido  en  esta 


604  CÓLERA  MORBO. 

capital  algunos  casos  de  cólera  morbo.  Por  fin  estalló la  epidemia. 

A  renglón  seguido,  dividió  la  capital  con  sus  arrabales  en  cuatro  dis- 
tritos (1.*  Binondo,  Tondo  y  San  José;  2."  Santa  Cruz,  Quiapo  y  Sampa- 
loc;  3.°  San  Miguel,  barrio  de  la  Concepción  y  San  Fernando  de  Dilao; 
4.°  la  ciudad  murada,  la  Ermita  y  Malate),  al  frente  de  los  cuales  puso 
dos  coroneles  y  dos  tenientes  coroneles,  con  el  carácter  de  Inspectores  y 
bajo  las  órdenes  ó  instrucciones  del  Gobernador  civil  Corregidor,  los  que 
se  encargaron  de  cumplir  y  hacer  cumplir  todas  las  disposiciones  refe- 
rentes á  salubridad  pública.  A  un  brigadier  se  encomendó  la  inspección 
de  todos  los  establecimientos  públicos. 

Por  entonces  y  poco  antes  se  crearon  rápidamente  hospitales:  uno  en 
la  casa  del  Dr.  Martí,  en  Tutaban  con  30  camas,  para  cuya  asistencia  se 
brindaron  gratuitamente  los  Sres.  Nalda,  padre  é  hijo,  por  haber  sabido 
que  los  enfermos  en  él  instalados  no  tenían  asistencia  facultativa;  otro  en 
el  cuartel  de  Malate,  para  500,  cuya  guarnición  salió  apresuradamente 
para  otro  alojamiento;  se  había  propuesto  erigir  otro  en  Sampaloc,  casa 
ocupada  por  el  Club  extranjero  en  Nagtahan;  se  habilitaron  con  premura 
dos  salas  con  50  camas  en  el  hospital  de  San  Lázaro,  preparándose  los 
chinos  por  su  parte  á  levantar  el  suyo,  etc. 

La  clase  médica  cumple  como  buena,  habiéndose  ofrecido  á  visitar 
gratuitamente  varios  comprofesores,  entre  los  cuales  cito  á  los  Sres.  Za- 
mora, Meynet  y  Martin  y  los  médicos  militares  en  masa.  En  cambio  los 
sepultureros  de  Tondo  se  habian  declarado  en  huelga,  por  cuestión  de 
maravedises,  y  á  la  superiora  de  las  Hijas  de  Caridad  se  le  han  concedido 
1,000  duros  y  carruaje. 

A  tener  espacio  me  ocuparla  de  cuestiones  profesionales.  Se  han  pe- 
leado médicos  y  farmacéuticos,  se  han  puesto  á  la  venta  varios  específi- 
cos infalibles,  se  han  publicado  recatas  originalísimas  (el  remedio  de  Ló- 
pez consiste  en  tomar  agua  acídulo-carbónica  muy  concentrada). 

A  parte  de  estas  medidas  y  de  estas  cosas  y  de  estos  casos  se  ha  pues- 
to en  práctica  y  se  ha  pedido  mucho  más.  Se  ha  hecho:  aumentar  en  dos 
vocales  la  Junta  de  Sanidad;  publicar  en  castellano  y  en  tálago  varias 
prescripciones  higiénicas  y  algunas  recetas;  no  permitir  que  ningún  en- 
fermo del  puerto  desembarque  en  la  capital,  debiendo  mandarse  á  Ma- 
riveles;  que  entre  éste  lazareto  y  Manila  presten  los  cañoneros  el  servi- 
cio de  comunicaciones;  establecer  un  servicio  permanente  en  la  Direc- 
ción civil;  nombrar  médicos  de  distrito,  que  visiten  de  balde  á  los  pobres, 
habiendo  casi  todos  renunciado  los  200  pesos  mensuales  que  se  les 
asignaron;  facilitar  gratis  las  medicinas  y  á  toda  hora;  establecer  un 
centro  para  recibir  los  avisos  en  caso  de  ser  necesaria  la  asistencia- 
nombrar  una  comisión  de  veterinarios  para  que  auxilie  al  personal  en  la 
inspección  de  mataderos,  y  mercados,  etc.,  en  lo  que  les  compete;  publi- 
car el  domicilio  de  todos  los  médicos;  etc.  El  mismo  Marqués  de  Estella 
recorre  personalmente  los  sitios  sospechosos,  los  mercados  y  habia  he- 
cho alguna  vez  que  se  rompiesen  huevos  para  enterarse  del  estado  del 
contenido.— Paso  á  lo  proyectado:  instalar  nuevos  hospitales;  cerrar  un 
cementerio  y  abrir  otro;  limpiar  la  urbe  y  aun  los  habitantes;  pintar  los 
zócalos  de  las  casas  con  alquitrán  para  respirar  ácido  fénico;  fumigar 
con  ácido  hipo-nítrico,  con  anhídrido  sulfuroso;  tomar,  mejor  dicho,  co- 


CÓLBAA  MORBO.  605 

mer  á  pasto  carbón  de  Belloc,  y  como  punto  de  este  párrafo  el  siguiente 
Remitido,  publicado  en  los  periódicos:  «¡Misericordia!  Se  la  pide  4  los 
Sres.  Boticarios  el  público  de  Manila  que  hoy  por  hoy  se  ve  en  la  impe- 
riosa necesidad  de  ponerse  el  parche  antes  de  salir  el  grano.  Es  otra  epi- 
demia para  el  bolsillo  los  precios  subidos  que  ya  se  sienten  de  los  medi- 
camentos, en  especial  los  eficaces  para  el  cólera .2^ 

Creo  no  es  preciso  decir  que  la  prensa  se  lamenta  sin  descanso  del 
mal  estado  de  la  limpieza  pública  y  del  abandono  de  la  policia  urbana. 

De  buena  gana  coipentaria  mucho  de  lo  antes  puesto.  No  perdamos  el 
tiempo,  y  toda  vez  que  el  correo  no  trae,  nada  más,  hablemos  de  lo  que 
dice  el  telégrafo. 

— ^A  partir  del  dia  20  de  Setiembre,  fecha  en  que  acabó  el  servicio 
telegráfico  diario,  las  noticias  están  contestes  en  que  el  cólera  mengua 
notablemente.  Se  dijo  que  el  dia  21  no  causó  defunción  alguna  y  que 
después  solo  ocurrían  de  45  á  20  diarias  entre  los  chinos,  no  habiendo 
muerto  ningún  europeo  en  la  semana  anterior  al  dia  24.  Aun  se  asegura 
que,  sin  la  afluencia  de  gente,  podia  darse  por  terminada  la  epidemia. 
En  los  buques  de  guerra  no  habia  nada  que  lamentar  y  se  hablan  cerra- 
do tres  hospitales.  Los  últimos  telegramas  (4  Octubre)  acusan  una  mor- 
tandad diaria  media  de  20  individuos  en  Manila,  añadiendo  que  la  epide- 
mia se  ha  estacionado;  en  toda  la  isla  hay  de  30  á  40  (del  dia  8). 

En  el  resto  de  la  isla  de  Luzon  se  habia  extendido  hacia  el  N.  y  hacia 
el  S.,  pero  con  poca  violencia.  En  Zamboanga  habia  desaparecido  y  solo 
se  registraban  casos  aislados  en  Joló,  Iloilo  é  isla  de  Negros.  Un  telegra- 
ma decia  que  se  habia  cantado  el  Te-Deum  en  Jloilo  el  dia  49. — En  cam- 
bio con  igual  fecha  se  habia  declarado  sucio  á  Batangas. 

Deseo  no  entrar  en  detalles  acerca  de  las  comunicaciones  de  estas  is- 
las entre  sí,  pero  no  puedo  menos  de  decir  que,  en  Isabela  de  Basilan,  se 
trabajó  mucho  para  incomunicarse  con  Zamboanga  y  con  este  objeto  la 
autoridad  local  superior  atravesó  en  la  boca  del  puerto  dos  cascos  con 
cañones,  hizo  vigilar  la  costa  mediante  lanchas  de  vapor  armadas  y,  por 
último,  mandó  cortar  45,000  palmas  bravas  y  con  ellas  rodeó  y  cerró  la 
urbe  y  la  población.  Esto,  dice  muy  seriamente  un  periódico,  revela  «ce- 
lo y  dotes  de  gobierno.»  Y  en  efecto tuvieron  el  cólera. 

— Durante  este  tiempo  las  islas  en  general  han  sufrido  grandes  acci- 
dentes meteorológicos,  representados  principalmente  por  lluvias  y  vien- 
to. El  mar  ha  experimentado  fuertes  agitaciones. 

— Asegura  un  periódico  que  han  muerto  en  total  unos  26,350  chinos 
é  indios  (en  algunos  puntos  el  40  por  400  de  la  población)  y  65  europeos. 
A  esta  cifra  añádanse  los  que  no  se  dicen  y  los  que  no  se  saben.  La  mor- 
tandad ha  sido  horrible. 

—En*  la  Seceion  oficial  verán  nuestros  lectores  lo  acordado  respecto  á 
Chipre  y  Malta  (posesiones  inglesas  y  regidas  por  ingleses,  cuya  con- 
ducta en  materia  sanitaria  ya  es  sabida)  y  á  la  costa  de  África,  región 
abandonada  y  en  la  que  son  tal  vez  un  mito  las  prescripciones  higiéni- 
cas. Quizás  hubiera  sido  conveniente  menor  precipitación  y  mucho  me- 
nos en  vista  de  los  acontecimientos  presentes,  que  si  bien  se  realizan  en 


606  CÓLERA  MORBO. 

Otras  zonas,  estas  tienen  relaciones  constintes  con  las  declaradas  lim- 
pias. 

Estamos  en  verdad  atravesando  la  época  más  peligrosa  con  motivo 
de  las  peregrinaciones.  De  muchos  puertos  salen  con  patente  limpia  bu- 
ques que  tienen  casos  de  cólera  en  los  pasajeros.  Al  pié  del  monte  Ara- 
rat se  reúnen  unos  100,000  Radjis,  que  constituyen  un  excelente  medio 
epidémico,  procedentes  de  muchos  puntos  y  que  luego  se  distribuyen 
por  comarcas  muy  distintas.  A  bordo,  y  en  esta  época,  vino  el  cólera  en 
los  años  1879, 1880  y  1881.  Actualmente  el  vapor  Hesperia,  inglés  y  que 
viene  de  la  India  con  patente  limpia,  como  siempre,  reproduce  los  he- 
chos anteriores.  En  los  años  precedentes,  bien  ó  mal,  algo  hacia  el  ejér- 
cito egipcio  custodiando  los  lazaretos  de  Djebel-Tor  y  el  de  las  Fuentes 
de  Moisés.  Ahora  estos  establecimientos  ¿cómo  se  encontrarán?  Por  eso 
nadie  ve  con  buenos  ojos  lo  que  puede  ocurrir,  y  todos  están  pendientes 
de  las  decisiones  de  los  Consejos  internacionales  de  Gonstantinopla  y  de 
Alejandría;  por  eso  se  reputa  grave  aun  la  situación  para  Europa,  y  por 
eso  no  debe  abrirse  la  mano  con  tanta  ligereza. 

Los  ingleses  siguen  protestando  de  cuanto  no  les  conviene  y  arra- 
sando cuanto  les  estorba,  y  eso  que  el  vapor  Hesjyeria,  el  que  es  aquí 
verdadero  caballo  de  batalla,  está  dando  la  razón  á  los  prudentes:  al  no- 
veno dia  de  la  segunda  cuarentena  hubo  otro  caso  de  cólera  mortal.  Co- 
mo el  reglamento  previene  que  no  parta  el  buque  hasta  que  hayan  trans- 
currido 10  ó  15  dias  del  último  caso,  y  como  al  salir  de  Gamaran  se  di- 
rigirá á  Djedda  con  el  correspondiente  informe,  es  probable,  aparte  de 
un  atropello,  que  no  cunda  el  mal.  Cuéntanse  ya  más  de  13  muertos. 

De  todos  modos,  como  comprenderán  nuestros  lectores,  urge  no  es- 
tar desprevenidos.  La  batalla  contra  el  cólera  debe  librarse  en  Camaran, 
en  Djeddah,  en  Hodeidah,  en  el  Mar  Rojo,  en  una  palabra,  más  que  en  la 
misma  Europa;  pero  como  el  Consejo  de  Alejandría  dirige  las  huestes  en 
las  primeras  trincheras  y  no  inspira  gran  confianza,  hay  que  reforzar 
las  costas  europeas.  Se  vigila  poco  el  estrecho  de  Bab-el-Mandeb. 

Y  ya  que  hablo  de  esto,  permita  la  Gazette  hehdornadaire  que  corrija 
una  equivocación  que  estampa  al  afirmar  que  en  el  Mediterráneo  solo 
hay  dos  lazaretos:  el  de  las  islas  Frioul  (Marsella),  que  le  falta  algo  para 
ser  bueno,  y  el  de  Trieste  (Austria),  que  es  bueno,  pero  pequeño.  Seña- 
do el  error,  ya  que  no  lo  corrija,  espero  que  no  insista.  En  el  Mediterrá- 
neo hay,  cuando  menos  otro,el  de  Mahon. 

Solo  como  un  rumor  indico  que  en  Amsterdam  y  en  Marsella  no  hay, 
dicen,  todo  el  rigorismo  posible,  afirmándose  que  se  han  recibido  sin 
traba  alguna  las  procedencias  de  Filipinas. 

— Continúa  declinando  la  epidemia  en  Yokohama  y  Yokio  (Japón), 
pero  en  la  capital  y  en  la  provincia  de  Osaka  hace  grandes  estragos. 

El  Cónsul  de  Saigon  dice  que  en  esta  ciudad  y  en  las  aldeas  próximas 
no  hay  cólera,  pero  que  causa  muchas  víctimas  en  las  del  interior,  espe- 
cialmente en  indígenas,  habiendo  fallecido  solo  dos  europeos. 

— Asegúrase  que  en  Gibraltar  se  admiten  á  libre  plática  las  proceden- 
cias de  la  India  inglesa,  Mar  Rojo,  etc. 

»     * 


CÓLERA  MORBO.  607 

Sigue  el  trabajo  de  nuestras  Juntas  Sanitarias.  Merece  especial  men- 
ción el  concienzudo  dictamen  dado  por  las  dos  comisiones  (marítima  y 
terrestre)  de  Valencia,  y  que  á  tener  espacio  insertarla  con  mucho  gusto, 
como  prueba  no  de  lo  que  debe  hacerse  ahora,  sino  de  lo  que  debería  es  • 
tar  realizado. 

Pero  el  hecho  más  notable  sin  duda  es  la  cuestión  del  vapor  Viñuelas, 
valientemente  puesta  sobre  el  tapete  y  justamente  sostenida  por  nuestra 
Junta  provincial  de  Sanidad  y  el  Director  del  puerto,  y  apoyada  con  una 
energía  poco  común  por  la  primera  Autoridad  civil  de  la  provincia,  á 
despecho  de  todos  los  manejos  y  á  pesar  de  todas  las  presiones.  Esta 
cuestión  se  presta  á  graves  comentarios;  ¿pero  que  más  comentarios  que 
la  narración  de  lo  ocurrido  por  lacónico  que  sea  el  relato? 

El  3  de  Agosto  salió  de  Manila  el  vapor  correo  Viñuelas,  trayendo: 
azúcar  y  café,  para  Barcelona;  tabaco,  para  Valencia;  azúcar,  café  y  ta- 
baco para  Cádiz;  azúcar,  café,  sibucao  y  abacá  en  rama  para  Liverpool; 
otros  efectos,  varios  pasajeros  y  los  tripulantes.  Gomo  á  la  sazón  no  ha- 
bía oficialmente  cólera,  partió  con  patente  limpia,  llegando  á  los  7  días  á 
Singapore,  sin  accidente  á  bordo.  Pasó  después  á  Aden,  luego  á  Suez,  y 
por  último  al  lazareto  de  Mahon,  en  19  de  Setiembre. 

La  Junta  provincial  de  Sanidad  de  Mahón  sometió  al  Viñuelas  á  10  días 
de  rigurosa  cuarentena,  en  virtud  de  lo  cual  procedió  á  la  descarga,  que 
había  de  ir  seguida  de  ventilación  y  fumigación.  Se  hablan  desembarca- 
do veinte  paquetes  de  cueros,  el  equipaje  de  los  pasajeros  y  estos  tam- 
bién, cuando,  con  fecha  23,  se  recibió  una  orden  de  la  Dirección  para  que 
el  buque,  después  de  tres  días  de  observación,  fuese  admitido  á  libre  plá- 
tica, en  conformidad  con  lo  prevenido  en  la  circular  del  10  de  Agosto 
último,  referente  á  las  procedencias  de  Manila  hechas  á  la  mar  antes  del 
20  (día  en  que  se  declaró  oficialmente  la  epidemia).  En  virtud  de  esta  or- 
den fueron  inmediatamente  reembarcados  los  pasajeros,  equipajes  y  cue- 
ros, y  admitido  el  buque  á  libre  plática,  embarcándose  además  14  pasa- 
jeros de  Mahon.  ¿Obebecerá  á  esto  la  dimisión  que  se  dice  ha  presentado 
la  Junta  provincial  de  este  punto?  Estaría  muy  en  su  lugar. 

En  estas  condiciones  llega  el  vapor  á  Barcelona  el  día  24  por  la  ma- 
ñana. El  ilustrado  Sr.  Palau  Golomer,  Director  de  Sanidad  [del  puerto, 
hizo  un  detenido  examen  de  la  documentación  sanitaria  del  barco,  del 
rol  y  del  Cuaderno  de  bitácora.  De  ello  resultaba  que  habia  estado  en 
Suez  (puerto  sucio  desde  el  25  de  Agosto)  6  días  y  habia  tenido  comuni- 
caciones. Este  solo  hecho,  que  justificaba  la  conducta  de  la  Junta  de  Ma- 
hon y  no  la  de  la  Dirección,  y  el  no  haber  sufrido  la  cuarentena  que  era 
en  este  caso  de  rigor,  obligó  al  Sr.  Palau,  con  buen  acuerdo,  á  dejar  el  bu- 
que en  entredicho  y  á  consultar  el  caso  con  la  Autoridad  civil  de  la  pro- 
vincia. Convocada  por  orden  de  éste  la  Junta  provincial  de  Sanidad,  y 
prohada  hasta  la  evide)icia  la  comunicación  del  Viñuelas  con  Suez,  con- 
sideróse al  barco  comprendido  en  el  art.  35  de  la  Ley,  modificado  por  la 
de  24  de  Mayo  de  1866,  y  por  tanto  reputóse  insuficiente  la  observación 
sufrida,  debiendo  someterse  á  nueva  y  rigorosa  cuarentena.  Dos  pláce- 
mes antes  de  seguir  más  adelante:  uno  al  distinguido  Vocal,  Sr.  CoU  y 
Pujol,  que  en  unión  del  Sr.  Palau,  defendió  con  ardor  y  con  justicia  el 
acuerdo  tomado;  otro  para  el  Sr.  Gobernador,  tanto  más  merecido  cuan- 


608  CÓLERA  MORBO. 

to  que  no  hay  mucha  costumbre  de  tales  energías,  quien  ofreció  sostener 
lo  aprobado  por  la  Junta.  Y  aquí  empieza  un  capítulo,  que  vale  nids  no 
meneallo,  pero  que  fácilmente  se  comprenderá  apuntando  algunos  he- 
chos: orden  para  que  se  atengan  á  lo  dispuesto  por  la  Dirección;  dimisión 
presentada  de  la  Junta;  presiones  por  todos  lados;  desembarque  de  los 
pasajeros,  previa  fumigación  rigorosa  y  en  virtud  de  declaración  del  Di- 
rector de  que  no  corria  por  ello  peligro  la  salud  pública;  viaje  del  capi- 
tán á  Madrid;  telegramas  de  éste  á  Barcelona  y  de  Barcelona  á  Madrid; 
rumores  de  que  dimitía  el  Gobernador,  etc.,  etc.  Lo  demás  para  el  cu- 
rioso lector. 

Al  fin  se  desvanecieron  las  dudas  de  si  hubo  ó  no  comunicación  con 
Suez,  y  se  confirmó  por  el  Centro  gubernativo  superior  el  buen  acuerdo 
de  nuestra  Junta,  siendo  despedido  para  lazareto  sucio  el  vapor  correo 
Viñuelas  del  Sr.  Marqués  de  Campos.  ¡Bien  por  el  Director  de  Sanidad 
del  puerto!  ¡Bien  por  la  Junta  provincial  de  Sanidad!  ¡Bien  por  el  Gober- 
nador! Como  de  estos  acontecimientos  ocurren  pocos,  no  extrañen  los 
lectores  mis  sinceros  aplausos. 

No  es  verdad,  como  ha  dicho  un  periódico  médico,  que  se  ha  proce- 
dido así  por  presión  dv^l  público  sobre  las  autoridades  locales.  Su  con- 
ducta es  legal,  científici  é  independiente  y  mal  podían  obedecer  ú  las 
fuerzas  de  abajo  los  que  han  valerosamente  resistido  á  los  empujes  de 
arriba.  Nada  importa  que  el  buque  trajese  patente  limpia  de  Manila,  de 
Singapore,  de  Aden  y  de  Suez;  nada  que  viniese  refrendada  por  los  Cón- 
sules, y  nada  que  el  de  Suez  callase  el  estado  saninario  de  la  localidad. 
Aparte  de  que  todos  sabemos  la  situación  de  Manila  al  partir  el  buque, 
aparte  de  lo  que  ocurre  en  Singapore  y  Aden,  Suez  es  hoy  puerto  sucio, 
y  por  lo  mismo  había  que  tratar  al  vapor  con  arreglo  á  ley.  Por  esto  una 
vez  más  aplaudimos  á  las  Juntas  de  Mahon  y  Barcelona,  al  Gobernador 
y  al  Director  de  Sanidad  del  puerto. 

Tras  largas  é  inútiles  componendas,  durante  las  cuales  el  buque  per- 
maneció en  el  muelle  del  E.,  y  con  la  fatídica  bandera  amarilla  izada, 
salió  por  fin  para  el  Lazareto  de  Mahon  en  4.°  de  Octubre.  Ignoro,  cuan- 
do escribo,  si  ha  llegado  y  si  comenzaron  las  operaciones  sanitarias.  Es 
probable  que  sí,  pues  creo  basta  con  una  lección.  Sin  embargo,  aun  no 
puede  proveerse  el  resultado  de  un  asunto  que  la  ciencia  ha  juzgado  ter- 
minantemente. El  Consejo  de  Sanidad,  dice  un  telegrama,  se  ocupa  de 
nuevo  de  la  cuestión.  El  Director  general,  ahora  entre  nosotros,  desea 
conocer  el  asunto  ¿Habrá  efectos  retroactivos?  No  lo  creo. 

— Y  de  camino  viene  y  está  próximo  á  llegar  otro  buque  del  Sr.  Mar- 
qués de  Campos:  el  Asia.  ¿Habrá  otra  como  la  pasada?  En  vista  de  lo 
ocurrido  puede  asegurarse  que  no  y  mucho  menos  en  las  condiciones  en 
que  ha  hecho  el  viaje. 

Llegó  el  Asia  á  Manila  el  8  de  Agosto,  habiendo  tardado  6  dias  en  el 
trayecto  de  Singapore  á  la  capital  del  Archipiélago.  Sometido  á  tres  dias 
de  observación,  fué  llevado  á  remolque  por  el  vaporcito  Sorantes  á  Ga- 
vite,  en  donde  desambarcó  el  pasaje,  que  fué  transportado  á  Manila  por 
el  mismo  remolcador.  Salió  de  la  isla,  hacia  España,  el  1.*  de  Setiembre, 
y  constan  en  el  número  anterior  (pág.  572)  las  precauciones  tomadas  en 
Manila  respecto  á  dicho  buque.  Ha  pasado  por  Singapore  y  por  Punta  de 


ICTERICIA  CONSECUTIVA  A  UNA  LESIÓN  CARDÍACA.  609 

Gales  (dia  20),  sin  novedad,  pero  se  susurra  que  ha  tenido  casos  de  có- 
lera durante  la  travesía.  El  30  salió  de  Aden  y  el  8  llegó  á  Suez.  Este  bu- 
que, antes  de  dar  fondo  en  Barcelona,  irá  al  Lazareto  de  Mahon, 


ICTERICIA  CONSECUTIVA  A  UNA  LESIÓN  CARDIACA. 

Tratamiento  por  la  digital^ 

POR  Don  José   Porta  Vidal, 

Médico  residente  en  Tarragona. 

Se  trata  de  N.  N.,  hombre  de  38  años,  casado,  temperamento  nervioso 
é  idiosincrasia  biliosa.  Contrajo  en  su  pubertad  algunas  enfermedades 
venéreas.  Este  individuo  arrastró,  por  espacio  de  algunos  años,  una  vida 
valetudinaria,  siendo  durante  este  tiempo  pasto  de  curanderos,  superti- 
ciosos  y  homeópatas,  que  le  empobrecían  sin  darle  ni  el  más  leve  lenitivo 
á  sus  dolencias,  hasta  que  la  disnea  y  el  malestar  le  hicieron  guardar 
cama.  Entonces  fui  llamado. 

Guardaba  el  enfermo  el  decúbito  supino,  pero  habia  de  estar  incor- 
porado en  dos  ó  tres  almohadas,  por  la  disnea,  que  alternativamente  se 
hacia  ortopnea.  Se  quejaba  de  un  ligero  dolor  en  la  región  precordial 
izquierda,  que  irradiaba  hacia  el  epigrastrio  é  hipocondrio  derecho;  la  pal- 
pación permitía  notar,  en  la  región  cardíaca,  un  extremecimiento  vibra- 
torio; los  latidos  no  eran  muy  fuertes;  auscultando,  pude  apreciar  un 
ruido  de  soplo  sistólico  que  tenia  su  máxima  intensidad  en  la  punta;  la 
percusión  manifestaba  un  ligero  aumento.  Examinado  el  vientre,  encon- 
tré: aumento  de  volumen  del  hígado  y  derrame  peritoneal  no  muy  pro- 
nunciado. Los  maléolos  estaban  edematosos,  circustancia  que  manifestó 
repetir  de  vez  en  cuando.  El  pulso  sin  tensión  y  arítmico.  Faltaba  el  ape- 
tito; habia  algún  vómito  y  el  extreñimiento  alternaba  con  la  diarrea. 
Ofrecíase  disminuida  la  secreción  urinaria,  pero  en  cambio  muy  cargada 
de  principios  colorantes  que  dejaban  gran  sedimento  al  enfriarse.  En  la 
piel  se  observaba  un  tinte  ictérico  muy  pronunciado,  mucho  mayor  en 
la  esclerótica  y  en  el  ala  de  la  nariz. 

Tan  complicado  cuadro  sindrómico  me  hizo  dudar  si  se  trataba  de 
una  lesión  hepática  ó  cardíaca;  razones  habia  en  favor  de  la  una,  y  proba- 
bilidades en  pro  de  la  otra.  La  congestión  y  el  aumento  de  volumen  del 
hígado,  así  como  la  ictericia,  podían  ser  el  resultado  de  un  acumulo  exu- 
berante de  sangre  en  el  sistema  de  la  vena  cava  inferior,  por  hallarse 
entorpecido  su  curso  en  el  desagüe  de  la  aurícula  derecha,  aumento  de 
tensión  de  las  venas  suprahepáticas,  tensión  trasmitida  á  los  capilares 
intrahepáticos  y  por  ende  la  comprensión  de  los  canalículos  biliares,  pro- 
duciendo una  interrupción  en  el  curso  de  la  bilis.  Acumulado  ésta  en  las 
células  hepáticas,  pero  saliendo  al  fin  de  ellas,  por  su  excesiva  tensión 
hubiera  pasado  por  la  ley  de  difusión  á  los  capilares  de  las  venas  del 
hígado  para  mezclarse  con  la  masa  sanguínea  general,  aparentando  el 
síndrome  de  una  lesión  hepática.  Pero  la  disnea  y  la  aritmia  cardíaca, 
como  el  edema  de  los  maleólos,  me  hizo  fijar  la  atención  en  el  órgano 


610  NOTICIAS   CIENTÍFICAS. 

centro  de  la  circulación  y  considerar  á  los  síntomas  hepáticos  como 
dependientes  de  la  lesión  de  la  válvula  mitral,  ó  de  la  estrechez  del  ori- 
ficio de  este  nombre.  Tal  fué  mi  diagnóstico. 

Formado  juicio,  hube  de  dirigir  el  tratamiento  á  la  regularizacion  del 
círculo  arterial,  aumentando  su  tensión,  disminuyendo  la  excesiva  del 
sistema  venoso;  toda  vez  que  admitía  la  existencia  de  una  congestión 
pasiva  en  el  hígado,  y  si  alguna  prueba  faltaba  en  corroboración  de  mi 
diagnóstico,  la  medicación  sirvió  para  aclararlo. 

Así,  pues,  administré  un  purgante,  la  infusión  de  sen  compuesta,  que 
produjo  un  gran  descarte  de  serosidad,  y  luego  la  digital  en  polvo,  alter- 
nando con  una  poción  diurética.  Con  tan  sencillo  tratamiento,  ha  ido 
desapareciendo  paulatinamente  la  ictericia.  Así  he  logrado  que  el  enfer- 
mo, más  aliviado,  esté  contento,  y  en  tanto  que  obtenga  provecho  se- 
guiré usando  la  medicación  para  hacer  más  llevaderos  los  sufrimientos 
de  la  lesión  principal. 

En  resumen,  al  encontrarse  en  presencia  de  un  enfermo  con  tanta 
complicación  sintomática,  todos  los  esfuerzos  deben  dirigirse  al  descu- 
brimiento del  órgano  primitivamente  afecto;  conseguido  ésto,  emplear 
un  buen  plan  terapéutico,  y  así  no  nos  veremos  precisados,  como  sucede 
algunas  veces,  á  hacer  uso,  infructuosamente,  de  tantos  medicamentos 
como  síntomas  presenta  la  enfermedad,  sin  grandes  ventajas  para  el 
paciente. 

NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 

Olicerina:  nueva  indicación.  (Moniteur  thérapeuüque.).  —  Son  va- 
rias y  numerosas  las  aplicaciones  que  de  la  glicerina  se  hacen,  pero  la 
mayor  parte  de  ellas  se  refiere  particularmente  al  uso  externo.  Ultima- 
mente  se  la  ha  aconsejado  al  interior,  en  la  dispepsia  flatulenta  y  en  la 
pirosis,  á  la  dosis  de  4  á  8  gramos,  antes  de  las  comidas,  mezclada  con 
los  alimentos  ó  poco  después  de  comer,  en  café  ó  en  agua  gaseosa.  Se- 
gún leemos,  así  propinada,  se  ha  logrado  calmar  el  dolor  y  los  vómitos, 
retardando  ó  cortando  tal  vez  ciertas  fermentaciones,  que  pueden  tener 
lugar  en  el  tuvo  digestivo.  Ring  y  Mourrel  excitan  á  verificar  ensayos  en 
estas  formas  de  dispepsia. — (Galvet  Nava). 

Relación  de  la  viruela  con  la  vacuna  en  Ldndres.  —  De  la  reciente 
Memoria  publicada  por  el  Sr.  Duchan an,  médico  oficial  de  Local  Cronver- 
nement  Board,  referente  á  la  epidemia  variolosa  sufrida  durante  doce 
meses  en  dicha  ciudad,  extractamos:  que  la  viruela  ocasionó  1,532  de- 
funciones entre  individuos  de  diferentes  edades;  que  de  aquellas  se  tenia 
seguridad  de  haber  sido  vacunados  325;  no  lo  habían  sido  637;  y  se  igno- 
raba respecto  los  570  restantes.  —  Si  esto  no  abona  bastante  la  vacuna, 
es  de  añadir  que  la  proporción  de  los  fallecidos  entre  los  no  vacunados 
ha  sido  de  3,350  respecto  un  millón  de  personas;  al  paso  que  la  propor- 
ción ha  sido  solo  de  98  para  los  vacunados.  Esta  diferencia  es  aun  más 
favorable  entre  individuos  de  menos  de  veinte  años,  que  es  de  61  relati- 
vamente á  un  millón  para  los  vacunados,  y  de  d,520  para  los  no  vacu- 
nados. Entre  niños  de  menor  edad  de  cinco  años  la  relación  no  excedo 
de  40,5  sobre  un  millón  de  los  primeros,  cuya  relación  se  eleva  á  5,950 
para  los  segundos. — De  esta  estadística  resulta  que  la  vacuna  disminuye 
su  eficacia  en  razón  directa  del  tiempo  transcurrido  desde  su  inocula- 


SECCIÓN  OFiaAL.  611 

cion,  cuyo  hecho  confirma  la  necesidad  de  la  revacunación.  Dicho  autor 
termina  consignando  que  la  vacuna  preserva  de  la  viruela  en  la  propor- 
ción de  146  contra  1  durante  los  cinco  primeros  años,  y  en  la  de  Ib  por  1, 
en  los  veinte  primeros  años.— (Vilaseca  Mergadé.) 

Fenolismo  crónico  de  los  cirujanos. — Valga  por  lo  que  valiera,  y  de- 
jando á  un  lado  si  el  ácido  fénico  es  ó  no  el  mejor,  ó  simplemente  bueno, 
ó  el  peor  de  los  antisépticos  en  cirugía,  doy  cuenta  del  hecho  anunciado 
por  Czerny,  de  Heidelberg,  acerca  del  riesgo  que  corren  los  operadores 
usando  en  grande  y  por  largo  rato  el  fenol.  El  empleó  el  sp7*ay  fenicado 
al  2  por  100  durante  dos  horas  y  media,  que  duró  una  maniobra  quirúr- 
gica, excretando  dicho  Czerny  con  la  orina  más  de  2  gramos  (2*0655)  de 
ácido  fénico  durante  este  dia;  á  esta  cantidad  hay  que  añadir  la  elimina- 
da por  otros  puntos,  por  ejemplo,  la  piel.  Se  trata,  pues,  de  la  absorción 
de  cantidades  tóxicas,  que  deben  evitarse. 

En  menores  proporciones  y  usando  el  fenol  con  frecuencia,  resulta  el 
carholismo  ó  fenolismo  crónico,  aun  no  descrito,  y  cuyas  señales,  según 
el  mencionado  autor,  son:  al  principio  ligeras  cefalgias,  irritación  brón- 
quica,  languidez,  mengua  del  apetito.  Si  el  envenenáihiento  es  intenso  ó 
muy  duradero,  la  tos  es  permanente,  hay  dolores  sordos  en  la  región 
lumbar,  descamación  del  epidermis,  anemia,  etc.  Estos  trastornos,  no 
hay  que  decirlo,  son  variables  y  parece  cesan  cumpliendo  la  indicación 
causal. 

No  tengo  noticia  de  ningún  caso,  en  cirujanos,  se  entiende,  que  en 
enfermos  lo  hay,  de  este  marasmo  fénico,  ni  es  probable  se  observen 
muchos,  y  menos  de  hoy  en  adelante.  El  fenol  pierde  cada  dia  terreno. — 
(Rodríguez  Méndez). 

Ideas  de  suicidio:  su  localizacion  cerebral. — En  una  de  las  últimas 
sesiones  (8  Agosto  1882),  ha  leido  Voisin,  en  la  Academia  de  Medicina  de 
París,  un  trabajo  que  tiende  á  demostrar  la  reunión  en  las  mismas  cir- 
cunvoluciones de  centros  psíquicos  y  motores.  «La  rapidez  de  los  actos 
impulsivos  es  también  una  prueba  de  la  relación  íntima  que  liga  el  pen- 
samiento á  la  manifestación  exterior  é  inconsciente  y  del  sitio,  en  una 
misma  parte  de  la  corteza  cerebral,  de  centros  psíquicos  y  de  centros 
motores,  y  parece  que  la  instantaneidad  de  los  actos  impulsivos  se  expli- 
ca por  la  transmisión  á  las  células  motrices,  por  el  intermedio  de  las 
fibras  nerviosas  del  reticulum,  de  la  irritación  de  las  células  sensitivo- 
psiquicas  vecinas.  La  clínica  y  la  anatomía  patológica  están  de  acuerdo 
en  cierto  número  de  casos,  para  autorizarnos  á  localizar  la  idea  del  suici- 
dio y  la  impulsión  al  mismo  en  un  territorio  de  la  corteza  cerebral 
correspondiente  á  la  región  bregmático-iniaca,  y  situado  en  la  parte 
más  interna  de  las  circunvoluciones  frontales  ascedentes,  de  las  primera 
y  segunda  circunvoluciones  parietales,  y  en  los  lóbulos  parietales,  es 
decir,  en  las  partes  mediase  internas  de  los  hemisferios  cerebrales». 
(Bulletin  de  V  AcademieJ.  I^  memoria  del  Dr.  Augusto  Voisin  será 
examinada  por  una  comisión  compuesta  de  Vulpian,  Blanche  y  Luys. 
Por  los  datos  indicados  paréceme  mucho  menos  completa  de  lo  que  sería 
de  desear.-— (F.  Castells). 


SECCIÓN  OFICIAL. 

Catedráticos  Supernumerarios.— Real  decreto  de  24  de  Setiembe  dero- 
gando el  decreto  de  6  de  Julio  de  1877,  que  establecía  la  existencia  de  los  Ca* 
ledráticos  supernumerarios  de  las  Universidades  é  Institutos,  y  poniendo  en 


642  REMITIDO 

vigor  el  de  ^  de  Junio  de  1875,  hecho  ley  por  las  Cortes  en  29  de  Diciembre  de 
iSie.— (Gaceta  del  27  de  Setiembre). 

Médicos  de  los  Establecimientos  penales.— Real  orden  de  20  de  Setiem- 
bre determinando  las  obligaciones  de  estos  funcionarios. — (Gaceta  del  30  id.). 

Cólera  morbo. — Ordenes  del  30  de  Setiembre  declarando  limpias  las  pro- 
cedencias de  Chipre  y  Malta  y  de  la  costa  de  África  por  tomarse  ya  medidas  de 
precaución  en  los  dos  primeros  puntos  y  por  haber  cesado  los  motivos  que  obli- 
garon á  declarar  de  observación  las  del  último. — (Gaceta  del  1."  de  Octubre). 

Aguas  minero -medicinales  de  Fuentes  Caldeas.— Real  orden  de  28  de 
Setiembre  declarando  de  utilidad  pública  las  aguas  sulfurosas-sódicas-sulfhf- 
dricas-azoadas-termales,  denominadas  Fuentes  Caldeas,  situadas  en  el  término 
de  Calzadilla,  Campo  de  la  provincia  de  Salamanca.  La  temporada  oñcial  dura 
desde  1.*  de  Junio  á  30  de  Setiembre. — (Gaceta  del  2  id.). 

Cátedra  vacante. — Real  orden  mandando  se  provea  por  oposición  la  de 
Anatomía  descriptiva  y  general  de  la  Facultad  de  Medecina  de  Valencia.— (Ga- 
ceta  del  4  id.). 

PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Manual  de  Anatomia  descriptiva,  por  el  Doctor  Robbat  HaRtmann.  Traduc. 
cien  directa  del  alemán  por  los  Dres.  L.  Góngoray  S,  Cardenal.^  Cuadernos  19  y  20. 

Manual  práctico  de  las  eníermedades  de  las  mujeres  (Medicina  y  Giiu- 
gla)  por  el  Dr.  (r.  Eustache,  versión  castellana  de  D.  Enrique  Moresco  y  Labado  y  don 
Rafael  Ulecia  y  Cardona,  coa  un  prólogo  del  Di*.  D.  A.ndrés  del  Busto  López.— Cua- 
derno?."—Madrid. -1882.— Dos  ejemplares. 

La  prostitución  en  la  ciudad  de  Barcelona  estudiada  como  enfermedad  so- 
cial y  considerada  como  origen  de  otras  enfermedades,  por  D.  Prudencio  Seroñana 
l'artagás,  con  un  prólogo  del  Dr.  D.  Juan  Ginc.— 1882.  (Dos  ejemplares.) 

Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía.  Cuadernos  32  y  3^  En  el  pri- 
mero terminan  laa  obras  de  Sinety  y  de  Morell  Mackenzic.  En  el  segundo  comienza 
las  Lecciones  clínicas  sobre  enfermedades  del  hígado,  por  Murchisaon,  vertidas  al 
español  por  los  Dres.  D.  Carlos  de  Vicente  y  D.  Manuel  Carreras.  Madrid,  1882. 

Biblioteca  Tardieu.  Estudio  médico-legal  sobree  el  aborto,  por  Antonio  Tar- 
dieu,  traducido  y  anotado  por  D.  Prudencio  Sereñana.— Barcelona,  1882,  (Doa  ejem- 
plares.) 

PiniODiGOs;  La  Union  medica,  Avila.— ¿a  Voz  de  Cataluña,  Barcelona. 


^^^*^^^^^*^^^9^*^t0*^m^^0m0m0^^^0m^a0^0^^^0*0m0m0*^^ 


Sr,  D,  R.  Rodríguez  Méndez, 

Estimado  amigo  y  compañero:  A  V.,  mejor  que  á  nadie,  consta  el  es- 
fuerzo que  de  algún  tiempo  acá  me  veo  obligado  á  hacer  para  desempeñar 
el  cargo  de  Director  de  nuestra  querida  publicación.  Diferentes  causas, 
pero  principalmente  mis  variados  quehaceres,  me  tienen  violento  porque 
no  puedo  desempeñar,  cual  quisiera,  mi  cometido,  y  han  hecho  que  aban- 
done á  V.  solo  la  penosa  tarea  de  dirigir  el  periódico. 

Toda  vez  que  esto  así  sucede,  y  preveo  que  no  acabará  pronto  mi  ac- 
tual situación,  ruégole  que,  por  el  presente,  acepte  V.  en  forma  lo  que  há 
dias  es  un  hecho:  la  dirección  única  y  exclusiva  de  la  Gaceta  Médica 
Catalana.  Suplicóle  también  que  lo  haga  público  en  nuestro  periódico 
de  la  madera  que  á  bien  tenga,  en  evitación  de  torcidas  interpretaciones- 
Aparte  de  este  favor,  que  en  mucho  le  estimo,  espero  continuaremos 
con  la  misma  buena  armonía  y  sincera  amistad  que  entre  sí  tienen  todos 
los  que  contribuyen  al  prestigio  y  buen  nombre  de  la  Gaceta. 

Le  anticipa  cordialmente  las  gracias  su  verdadero  amigo  y  S.  S. 
Q  B.  S.  M.,  León  Formiguera, 

10  Octubre  1882. 


«<^ 


Tomo  II.  Rúffl.  20.  31  Octubre  de  1882.  Ano  II.  Nám.  44. 

Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  La  toracentesis  en  el  tratamiento  de  la  pleuresía  serosa  rtésis  del  doctorado)  (con- 
tinuación), por  el  Dr.  Kiba«  Perdigó.  —  Caries  de  los  huesos  del  cráneo.  Tratamiento  y 
curación  mediante  el  cauterio  eléctrico,  por  D.  Asuslin  Konre.— Anatomía  de  los  centros 
nerviosos  (continuación),  por  el  Vr.  D.  Blicael  A.  Par  cas  Boca.  —  Cólera  morbo,  por  el 
Hr.  Kodricnek  lleiideB.  —  Revista  de  dermatología,  por  el  Dr.  D.  Alejandro  Plaae- 
llaa.- Revista  critica  bibliográfica,  por  el  Dr.  Bodrisnea  Mendea.  -  NOTICIAS  CIEN- 
TÍFICAS: Blenorragia:  tratamiento  por  el  permanganato  potásico.— Difteria:  tratamiento  por 
las  aplicaciones  locales  de  ácido  bórico.— Catarro  vesical  crónico.— Polvo  galactógeno.— Esta- 
blecimiento terápico*funcional.— Sección  oficial.-' Publicaciones  recibidas. 


LA   TORACENTESIS 

EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA  {^). 

(tesis  del  doctorado) 

POR  D.  M.  Ribas  Perdigó. 


Dieulafoy  es  el  nombre  á  que  va  unido  este  procedimiento,  en  virtud 
de  haberlo  dado  á  conocer  dicho  autor  en  1869,  aplicando  la  aspiración  al 
tratamiento  de  los  líquidos  morbosos,  habiendo  sido  los  derrames  pleu- 
ríticos  los  primeros  que  se  trataron  por  el  nuevo  método.  Esto  bastó  para 
que  muchos  autores  creyeran  que  en  realidad  lo  hecho  por  Dieulafoy  no 
tenia  precedente,  y  con  este  motivo  se  suscitaron  notables  discordancias 
entre  los  mismos.  Para  aclarar  en  lo  que  nos  sea  dable  la  prioridad  en  el 
invento,  nos  permitiremos  transcribir  un  trozo  de  una  de  las  notas  que, 
en  la  traducción  de  la  octava  edición  de  la  obra  de  Malgaigne,  ha  puesto 
el  Di'.  Morales  Pérez.  Dice  así:  «Bouley,  en  23  de  Setiembre  de  1872,  leyó 
una  nota  de  Bonirer,  reclamando  la  prioridad  para  M.  G.  Pelletan,  el  cual 
habia  presentado,  en  1831,  á  la  Academia  de  Medicina,  un  trocar  pneumá- 
tico provisto  de  una  bomba  aspirante  é  impelen  te,  destinada  á  evacuar  el 
líquido  de  los  derrames  pleuríticos  y  de  los  abscesos  por  congestión,  impi- 
diendo la  entrada  del  aire.  Este  instrumento  (según  refiere  Rochará  en  su 
obra  sobre  la  Cirugía  del  siglo  xix)  iba  acompañado  de  una  Memoria  en  la 
que  se  trataba  de  los  inconvenientes  que  ocasiona  el  aire  en  los  focos 
purulentos  y  la  manera  de  remediar  aquellos.  En  1836  remite  de  nuevo 
Pelletan  á  la  misma  sociedad  el  instrumento  y  la  Memoria  mencionada, 
y  a  pesar  de  la  gran  publicidad  que  tuviera  en  los  diarios  cientíñcos  le 
cupo  la  misma  suerte  que  cinco  años  antes. 

«En  1855  figuraba  en  la  Exposición  de  París  un  instrumento  presen- 
tado por  el  cirujano  belga  Dr.  Van  de  Gorput,  cuyo  profesor  habíalo  bau- 
tizado con  el  nombre  de  trocar  universal.  Consistía  dicho  instrumento  en 


(1)    Continuación.—*  Véanse  los  números  40  y  41 . 


614  LA  TOBACENTESIS 

un  pequeño  trocar  al  que  se  adaptaba  un  cuerpo  de  bomba  de  cristal. 
Excluyendo  lo  ambicioso  del  nombre  trocar  universály  hay  que  convenir 
en  que  la  idea  que  realizó  el  profesor  belga  fué  la  principal  base  en  que 
Dieulafoy  fundó  su  aspirador  pneumático.  El  aspirador  de  Langier,  mo- 
dificado por  Mathieu  y  empleado  en  Marzo  de  4856  en  el  Hótel-Dieu, 
realizaba  dos  grandes  perfeccionamientos:  la  sustitución  del  trocar  por 
una  aguja  tubulada  y  la  manera  de  practicar  el  vacío  con  el  cuerpo  de 
bomba.  En  2  de  Noviembre  de  4869,  presentó  Gubler,  á  nombre  de  George 
Dieulafoy,  el  aspirador  subcutáneo,  que  este  profesor  habia  puesto  en 
uso.» 

Por  lo  que  acabamos  de  transcribir,  ya  puede  suponerse  que  se  tra- 
taba de  un  procedimiento  bastante  antiguo;  pero  estamos  en  la  convic- 
ción de  que  la  idea  principal  es  mucho  más  antigua  y  para  probarlo  nos 
permitiremos  poner  á  continuación  las  siguientes  líneas,  que  Laénnec 
escribió,  en  1826:  «Últimamente  he  pensado,  observando  los  efectos  de 
la  ventosa  con  bomba,  que  quizás  por  el  uso  de  este  instrumento  se  lle- 
garía á  vencer  en  muchos  casos  el  principal  obstáculo  que  se  opone,  á  mi 
entender,  al  éxito  de  la  operación  del  empiema,  es  decir,  á  la  dificultad 
del  desenvolvimiento  del  pulmón,  y  me  propongo,  á  la  primera  ocasión 
que  tenga  de  practicar  la  operación  del  empiema,  aplicar  la  ventosa  in- 
mediatamente después  de  la  salida  del  líquido  derramado,  hacer  el  vacío 
con  precaución  y  de  una  manera  más  ó  menos  completa  ó  continua  se- 
gún los  efectos...»  De  lo  expuesto  se  deduce  que,  á  no  haber  muerto  en 
el  mismo  año,  si  hubiese  tenido  ocasión  de  practicar  lo  que  quería,  ha- 
bría observado  que  salía  más  líquido  de  lo  que  él  pensaba  á  medida  que 
hubiese  continuado  aspirando.  No  seria  extraño  que  la  lectura  de  las  lí- 
neas anteriores  hubiese  sugerido  áPelletan  las  ideas  que  expuso  en  4834. 
No  es  esto  solo,  creemos  firmemente  que  la  aspiración  de  los  derrames 
en  las  pleuras,  era  ya  una  práctica  usual  por  algunos  cirujanos  del  si- 
glo XVIII,  puesto  que,  en  4746,  Dionis  decía  lo  siguiente,  al  tratar  de  los 
derrames  de  sangre  en  la  cavidad  de  los  pleuras:  «Cuando  hay  derrame 
de  sangre  es  necesario  vaciarlo,  y  á  ese  efecto  el  cirujano  debe  emplear 
los  medios  más  suaves  antes  de  llegar  á  los  extremos,  de  los  cuales  se 

nos    presentan  tres, 

y  el  tercero  es  el  servirse  del  instrumento  llamado  pioulque  ó  sacapus^ 
que  es  una  jeringa,  cuyo  cañón  está  encorvado  para  acomodarse  á  la  fi- 
gura de  la  herida;  se  introduce  el  cañón  hasta  el  sitio  en  que  está  la  san- 
gre, se  retira  el  mango  de  la  jeringa,  llenándola  de  este  humor  extrava- 
sado, y  de  este  modo  se  le  aspira  muchas  veces.» 

Dejando  aparte  estas  consideraciones  históricas,  en  que  nos  hemos 
entretenido  más  de  lo  que  pensábamos,  empezaremos  á  describir  la  to- 
racentesis  por  aspiración.  Para  practicarla  hemos  visto  que  en  pocos 
años  se  han  inventado  33  aspiradores;  nosotros  haremos  caso  omiso  de 
estas  modificaciones,  porque,  en  nuestro  concepto,  todos  los  aparatos  in- 
ventados pueden  reducirse  á  dos  clases,  según  sean  de  vacío  variable  ó 
invariable,  es  decir,  según  que  el  recipiente  sea  siempre  el  mismo  ó 
pueda  cambiar  á  voluntad:  como  tipo  de  los  primeros,  cito  el  aspirador 
de  Dieulafoy,  y  como  de  los  segundos  el  de  Potain;  mas  si  consideramos 
las  cosas  en  abstracto,  veremos  que  en  nada  se  diferencia  uno  de  otro, 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.        615 

siendo  en  este  concepto  el  primero  una  síntesis  del  segundo,  en  virtud 
de  lo  cual  no  haremos  gran  hincapié  en  discutir  el  uso  de  uno  ú  otro,  si 
bien  debemos  decir  que,  en  general,  preferiremos  el  de  Dieulafoy,  con  el 
que  nos  parece  dominamos  mejor  la  situación. 

Para  practicar  la  operación,  será  conveniente  colocar  el  enfermo  en 
la  posición  indicada  al  describir  la  toracentesis  por  el  método  antiguo;  el 
punto  de  elección  para  la  punción  podrá  ser  cualquiera  de  los  entonces 
indicados;  Dieulafoy  prefiere  el  octavo  espacio  intercostal,  al  nivel  del 
ángulo  de  la  escápula,  por  creer  que  no  puede  de  este  modo  herirse  el 
pulmón,  que  siempre,  dice,  está  más  alto  y  también  porque  es  un  sitio 
más  declive;  con  esta  misma  idea  Castiana  propone  puncionar  en  el  nove- 
no ó  décimo  espacio  y  al  mismo  nivel  que  Dieulafoy,  mas  creemos  que 
es  de  todo  punto  inútil  buscar  un  punto  declive,  tratándose  de  aplicar 
un  aparato,  que  extraerá  el  liquido  á  beneficio  de  la  aspiración.  En  gene- 
ral, podemos  decir  que  es  mucho  más  lato,  que  por  el  proceder  antiguo, 
el  sitio  de  la  punción,  gracias  por  una  parte  al  vacío  previo,  que  asegura 
el  no  hundir  el  instrumento  más  allá  del  punto  necesario,  y  por  otra  á 
que,  dada  la  delgadez  del  instrumento,  no  hay  que  temer  tanto  el  herir 
un  órgano  profundo  como  seria  el  pulmón,  el  hígado,  el  diafragma,  etc. 

La  punción,  según  Dieulafoy,  debe  practicarse  con  la  ajuga  núm.  2  y 
no  con  una  aguja  ó  trocar  de  un  diámetro  mayor,  pues  dice  que  basta, 
á  pesar  de  no  ser  su  diámetro  interno  más  que  de  I."»™.'  2;  antes  de  usar- 
lo será  conveniente  asegurarse  de  su  permeabilidad  á  beneficio  de  un  hilo 
de  plata  ó  de  un  chorro  de  agua;  luego  después  se  limpia  y  se  embadur- 
na con  aceite  antes  de  ponerla  en  comunicación  con  el  aspirador  por  un 
tubo  de  caoutchouc;  se  hace  el  vacío  previo  en  el  interior  del  aparato, 
fíjase  por  último  el  pistón  á  la  parte  alta  del  cuerpo  de  bomba  y  entonces 
está  dispuesto  el  instrumento  para  practicar  la  punción.  La  aguja  se  in- 
troduce en  el  tórax  con  las  precauciones  ya  descritas  al  tratar  del  pro- 
ceder antiguo,  si  bien  en  el  caso  presente  sucede  que  tan  pronto  llega  el 
ojo  de  la  aguja  á  ponerse  en  relación  con  el  líquido,  éste  se  precipita  en 
el  interior  del  aparato,  para  equilibrar  su  presión  con  la  intratorácica. 
Si  el  líquido  no  apareciese,  podría  ser  debido  á  que  la  aguja  no  se  habia 
hundido  lo  bastante,  y  podemos  hundirla  sin  temor,  hasta  cierto  punto, 
fiados  en  el  vacío  previo  del  cuerpo  del  aparato.  Si  á  pesar  de  esto  no 
apareciese  el  líquido,  valdrá  más  practicar  la  punción  en  ptro  sitio  que 
no  exponernos  á  herir  órganos  profundos.  En  el  momento  de  la  punción 
la  aguja,  debe  introducirse  perpendicularmente  á  la  pared  torácica,  pero 
á  medida  que  la  vayamos  hundiendo,  bueno  será  que  la  inclinemos  ha- 
cia arriba  para  no  herir  el  diafragma  y  hacia  afuera  para  no  hacer  lo 
propio  con  el  pulmón.  Guando  está  ya  lleno  el  aspirador,  es  preciso, 
cerrando  y  abriendo  sucesivamente  las  espitas  correspondientes,  expe- 
ler el  líquido  y  volver  luego  á  aspirar  el  que  aún  queda  en  el  tórax,  hasta 
que,  habiéndose  repetido  ocho  ó  nueve  veces  la  misma  maniobra,  poda- 
mos ver  que  hemos  extraído  un  litro  de  exudado,  en  cuyo  caso  es  con- 
veniente parar  la  operación,  retirar  la  aguja  y  esperar  á  otra  sesión  para 
extraer  el  líquido  restante.  Es  tan  pequeña  la  puntura  que  queda  des- 
pués de  extraída  la  aguja,  que  ni  siquiera  es  necesario  curarla. 

Se  acusa  á  la  toracentesis,  así  practicada,  de  que  hace  perder  al  mé- 


616  LA  TORACENTESIS 

dico  demasiado  tiempo,  pero  G.  Dieulafoy  ha  calculado  que  con  su  apa- 
rato de  piñón,  que  mide  de  capacidad  440<5c-  puede  muy  bien  vaciarse 
4  litro  de  líquido  en  42  minutos.  Si  la  operación  se  ha  practicado  bien, 
el  enfermo  no  tiene  que  sentir  ni  el  más  pequeño  acceso  de  tos,  ni  dolor, 
ni  aún  el  más  ligero  malestar*  Si  la  pleuresía  es  complicada;  si  el  campo 
de  la  hematosis  está  disminuido  por  lesiones  del  corazón  ó  de  los  pulmo- 
nes; si  hay  motivos  para  suponer  que  existen  adherencias  de  la  pleura,  y, 
sobre  todo,  si  durante  la  operación  el  enfermo  se  queja  de  dolor  en  el 
interior  del  pecho,  es  preferible  suspender  la  operación  y  dejarla  para  el 
dia  siguiente,  aunque  solo  se  hayan  extraído  400  6  500  gramos  de  líqui- 
do, antes  de  continuarla  en  tales  condiciones. 

Después  de  practicada  la  operación,  el  enfermo  experimenta  notable 
mejoría:  la  respiración  se  hace  más  fácil  y  profunda;  se  modifican  los 
signos  físicos  suministrados  por  la  auscultación  y  la  percusión,  porque 
tienden  á  volver  á  su  antiguo  sitio  las  visceras  que  estaban  dislocadas. 
Sí,  como  hemos  dicho,  dejamos  todavía  líquido  en  el  pecho,  ¿qué  debe- 
mos hacer  con  él?  Según  Dieulafoy,  si  el  derrame  es  de  2  á  3  litros,  es 
preciso  volver  á  operar  al  dia  siguiente  ó  á  los  dos  dias,  extrayendo  un 
litro  de  líquido  y  repetir  la  punción  si  aún  quedara  derjame.  Mas  puede 
darse  el  caso  de  que,  después  de  una  primera  punción  en  que  se  han  ex- 
traído mil  gramos  de  líquido,  queden  solo  algunos  centenares  en  la  ca- 
vidad de  la  pleura  y  entonces  es  preciso  tener  presente  una  regla  de 
conducta,  que  se  aconseja  por  muchos  autores,  y  es  que  siempre  que  en 
un  derrame  seroso  no  evaluamos  la  cantidad  del  exudado  en  más  de  300 
ó  400  gramos,  es  conveniente  abstenerse  por  dos  razones:  primera,  por- 
que la  operación  se  dificulta  y  hay  más  riesgo  de  herir  los  órganos  pro- 
fundos, y  segunda  porque  es  frecuente  observar  la  reabsorción  de  esos 
pequeños  derrames,  á  veces  con  gran  rapidez. 

Médicos  hay  que  tienen  por  costumbre  vaciar  el  derrame  hasta  la 
última  gota,  determinando  algunas  veces  la  aparición  de  fuertes  golpes 
de  tos  y  la  salida  de  un  líquido  tinto  en  sangre,  etc.;  pero  nosotros  cree- 
mos que  esta  costumbre,  cuando  menos,  es  inútil,  tratándose  de  pleu- 
resías serosas,  y  en  este  punto  seguimos  las  ideas  de  Dieulafoy  que, 
cuando  cree  que  el  líquido  se  acaba,  termina  la  operación  sin  preocu- 
parse de  si  quedan  400  ó  450  gramos  en  la  cavidad  pleurítica. 

Después  de  expuesto  lo  precedente,  casi  no  hay  necesidad  de  repetir 
que  todas  las  ventajas  están  de  parte  de  la  punción  aspiradora,  pues  que 
cuando  se  emplea  el  trocar  de  Reybard,  el  traumatismo  es  mucho  más 
importante  y  el  enfermo  acostumbra  á  resistirse  á  una  segunda,  y  más  á 
una  tercera  intervención;  lo  que  se  gasta  en  fuerza,  al  introducir  el 
grueso  trocar,  se  pierde  en  precisión;  el  volumen  del  instrumento,  la 
aproximación  de  las  costillas,  el  cambio  súbito  de  la  posición  del  enfer- 
mo á  causa  del  dolor,  son  circunstancias  que  hacen  menos  segura  la 
penetración  del  instrumento.  Aunque  en  las  pleuresías  recientes  el  líqui- 
do sale  bien  al  principio  de  la  operación  cuando  la  presión  intra-toráci- 
ca  es  muy  fuerte,  no  sucede  así  cuando  se  trata  de  pleuresías  antiguas  y 
sobre  todo  si  la  presión  citada  se  hace  negativa,  habiendo  necesidad  en- 
tonces de  hacer  que  tosa  el  enfermo  para  desplegar  el  pulmón  aunque 
sea  violentamente,  aconteciendo  á  menudo  que  si  hay  falsas  membranas 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.        617 

se  desgarran,  dando  lugar  á  la  salida  de  un  líquido  sanguinolento;  en  el 
momento  de  la  punción  con  el  trocar  ordinario  puede  también  acontecer, 
si  hay  pseudomembranas  duras  y  resistentes,  que  las  despegue  sin  perfo- 
rarlas, lo  cual  es  muy  difícil  que  suceda  empleando  la  delgada  aguja  de 
un  aparato  aspirador;  además,  debemos  decir  que  lo  que  generalmente 
se  imputa  á  la  aspiración,  debe  imputarse  con  más  motivo  á  la  punción 
simple:  nos  referimos  al  exceso  de  evacuación  del  líquido,  pues  ocurre 
á  menudo  que  en  los  accesos  de  tos  sale  una  gran  cantidad  de  exudado, 
que  luego  hace  falta  para  equilibrar  la  presión  atmosférica  con  la  intra- 
torácica  y  mas  de  una  vez,  á  consecuencia  de  la  presión  exterior,  se  ha 
roto  la  película  de  tripa,  dejando  libre  entrada  al  aire  para  invadir  la 
cavidad  de  la  pleura,  habiendo  sido  en  algunos  casos  su  consecuencia 
la  transformación  purulenta  de  la  pleuresía,  con  terminación  mortal. 
En  cuanto  á  los  accidentes  consecutivos,  de  que  tanto  se  ha  hablado 
para  hacer  odiosa  la  aspiración,  veremos  que  son  casi  imposibles  cuando 
se  practica  con  conciencia,  al  paso  que  son  frecuentes  y  á  menudo  ater- 
radores en  la  punción  simple. 

Entre  las  ventajas  del  método  aspirador  hay  las  siguientes:  el  dolor  y 
el  traumatismo  es  mucho  menor;  se  penetra  más  fácilmente  y  con  me- 
nos esfuerzo  en  un  espacio  estrecho,  lo  que  no  deja  de  ser  muy  impor- 
tante, pues  yo  recuerdo  un  niño  de  poca  edad,  en  el  cual  habría  sido 
imposible  la  introducción  del  trocar  ordinario,  ya  que  fué  muy  difícil  la 
penetración  de  la  delgada  aguja  de  un  aparato  aspirador:  tal  era  la  re- 
tracción de  la  pared  costal  en  el  lado  enfermo;  con  el  uso  de  la  aguja  es 
menos  frecuente  el  despegamiento  de  las  falsas  membranas  que  resisten; 
la  picadura,  que  resulta  después  de  practicada  la  punción,  no  se  há  visto 
nunca  que  se  hiciera  fístula,  lo  cual  no  siempre  ocurre  con  la  que  queda 
después  de  haber  operado  con  el  trocar  de  Reybard. 

Suele  decirse  que  la  aguja  empleada  en  el  método  aspirador,  está  su- 
jeta á  obliterarse  con  frecuencia;  lo  cual  en  las  pleuresías  serosas,  que 
son  las  que  nos  ocupan,  no  se  ha  observado  nunca,  y  si  aconteciera  que 
algún  coágulo  fibrinoso  viniera  á  obturar  su  luz,  bastaría  rechazar  con 
un  golpe  de  pistón  el  líquido  para  que  desapareciera  el  obstáculo.  Otro 
temor  que  abrigan  los  cirujanos,  que  rechazan  la  aguja,  es  el  de  que  su 
acerada  punta  puede  herir  al  pulmón  en  el  momento  de  su  expansión,  y 
á  partir  de  esta  idea,  Gostiaux,  en  1873,  ha  inventado  su  trocar  de  punta 
oculta  y  Potain  usa  otro  de  su  invención,  cuya  cánula  ha  modificado  La- 
boulbéne,  sustituyendo  las  dos  hendiduras  por  una  sola  que  arranca  de 
un  agujero  circular,  para  la  mejor  salida  del  líquido  en  los  últimos  mo- 
mentos de  la  evacuación;  nosotros  encontramos  infundados  estos  temo- 
res y  los  rechazamos  por  tres  razones:  1.*  son  muy  pocos  los  médicos 
que  en  semejante  circunstancia  han  visto  herido  el  pulmón,  y  aunque 
esto  sucediera  todos  los  cirujanos  están  contestes  en  la  gran  benignidad 
de  las  pequeñas  punturas  limpias  de  los  pulmones;  2.*  esta  herida  podría 
evitarse  retirando  paulatinamente  la  aguja  á  medida  que  escasea  el  exu- 
dado é  inclinándola  hasta  ponerla  casi  paralela  á  la  pared  costal;  y 
3/  porque  el  abandono  de  la  aguja  y  su  sustitución  por  cualquier  tro- 
car nos  baria  perder  una  gran  ventaja  del  método  que  defendemos:  alu- 
dimos al  vacío  previo. 


018  LA  T0HAGENTE8IS 

Indudablemente  una  de  las  mejores  recomendaciones  del  método  as- 
pirador es  el  vacio  previo,  en  virtud  del  cual  hay  seguridad  matemá- 
tica del  momento  en  que  el  ojo  de  la  aguja  se  pone  en  relación  con  la 
colección  líquida,  lo  cual  hace  innecesarios  los  tanteos.  Pero  el  que  ver- 
daderamente nos  importa  es  el  vacio  que  caracteriza  al  método  y  al  cual 
se  han  hecho  numerosas  objeciones,  asegurando  que,  cuando  es  dema- 
siado completo,  atrae  á  los  líquidos  con  violencia  tal,  que  haciendo  des- 
cender bruscamente  la  presión  intratorácica,  da  lugar  á  la  aparición  de 
graves  accidentes,  como  edema  pulmonar,  expectoración  albuminosa, 
hemorragias  internas,  etc.,  que  pueden  comprometer  la  vida  del  enfer- 
mo. A  primera  vista  parece  formal  la  objeción;  pero  si  se  examinan  las 
estadísticas  se  notará  desde  luego  que  quien  lleva  la  peor  parte  en  la 
producción  de  accidentes  no  es  la  punción  aspiradora,  sino  la  simple. 
Basta  comprender  que  con  el  embolo  en  la  mano  podemos  retardar  cuan- 
to queramos  la  salida  del  líquido,  para  comprender  que  la  objeción  se 
cae  por  su  base;  además,  ya  hemos  recomendado,  para  prevenir  los  acci- 
dentes mencionados,  que  nunca  se  extraiga  de  una  vez  más  de  un  litro, 
y  que  siempre  que  notemos  malas  señales  en  el  enfermo,  suspendamos 
la  evacuación,  sea  la  que  fuese  la  cantidad  de  líquido  extraída.  Con  rela- 
ción á  lo  expresado,  creemos  cierto  lo^que  á  proposito  de  la  misma  cues- 
tión dice  Dieulafoy:  cLo  que  es  malo,  entendedlo  bien,  no  es  la  aspira- 
ción, sino  la  manera  de  usarla;  lo  he  dicho  á  menudo:  es  preciso  saber 
manejar  el  va^io.:^ 

Antes  de  concluir  este  capítulo  diremos  algo,  á  grandes  rasgos,  sobre 
la  aplicación  del  manómetro  á  la  toracentesis.  Hemos  insistido  ya  en  que 
no  se  extraiga  más  de  un  litro  de  líquido  en  una  sola  sesión,  y  en  que  se 
suspenda  la  extracción  en  cuanto  temamos  la  aparición  de  cualquier  ac- 
cidente. Pues  bien,  un  medio  que  puede  servirnos  para  conocer  la  ve- 
cindad de  los  peligros  es  indudablemente  el  manómetro  aplicado  á  la  to- 
racentesis práctica,  que  al  decir  de  Homolle  está  ya  en  uso  en  las  clínicas 
del  hospital  Necker,  á  cargo  de  Potain.  El  procedimiento  más  sencillo 
consiste  en  aplicar  á  la  cánula  del  trocar,  de  que  tenemos  necesidad  para 
la  punción,  una  pieza  en  Y,  cuyas  ramas  están  provistas  de  espitas  y 
puestas  en  comunicación  la  una  con  el  aparato  aspirador  y  la  otra  con  el 
manómetro,  que  puede  ser  de  mercurio,  si  bien  se  usa  con  predilección 
uno  pequeñito  metálico  inventado  por  Tatin  y  que  no  me  entretendré  en 
describir.  El  manómetro  ha  de  estar  á  la  misma  altura  que  la  cánula 
para  que  no  proporcione  datos  falsos;  por  ^o  demás  en  nada  complica  al 
manual  operatorio. 

Con  la  ayuda  de  este  instrumento,  Homolle  propone  conocer:  1.*  La 
tensión  inicial.  2.®  La  manera  más  ó  menos  regular  y  más  ó  menos  rá- 
pida con  que  se  hace  la  disminución  de  la  tensión.  3.°  La  tensión  final 
que  comparada  á  la  inicial  da  el  grado  de  disminución  de  presión.  Y  4.* 
las  oscilaciones  más  ó  menos  amplias  que  se  producen  bajo  la  influencia 
de  los  movimientos  respiratorios;  todo  lo  cual  va  encaminado  á  sumi- 
nistrar los  datos  necesarios  para  interrumpir  la  operación. 

Terminaremos  este  asunto  indicando  las  principales  conclusiones  con 
que  termina  su  artículo  sobre  la  presión  intra-torácica,  publicado  en  la 
Revista  mensual  (Febrero  de  1879):  «La  tensión  inicial,  al  principio  de 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.  619 

la  toraceii tesis  es  casi  siempre  positiva;  llega  á  veces  hasta  20  y* 30  milí- 
metros de  mercurio  y  puede  por  excepción  llegar  á  O  ó  á  2.  Es  imposible 
establecer  relación  proporcional  entre  el  grado  de  presión  positiva  ó  ne- 
gativa y  la  presencia  de  una  cantidad  determinada  de  líquido  en  la  pleu- 
ra. Las  grandes  faltas  de  tensión  finales  siguen  á  la  sustracción  de  can- 
tidades considerables  de  líquido,  cuando  las  paredes  están  rígidas,  el 
pulmón  poco  susceptible  de  expansión,  retenido  por  la  pleura  engrosada, 
hiperemiado  ó  atelectasiado  desde  hace  tiempo.  Una  disminución  de  ten- 
sión brusca  y  fuerte  es  una  de  las  causas  más  ciertas  é  importantes  de 
los  accidentes  que  se  observan,  sea  después,  sea  durante  la  toracen tesis. 
El  manómetro  permite  apreciar  la  rapidez  con  que  se  produce  la  dismi- 
nución de  tensión  y  el  grado  de  aspiración;  puede,  pues,  servir  de  guía 
para  indicar  el  momento  en  que  conviene  interrumpir  la  salida  del  li- 
quido. Mientras  la  disminución  de  tensión  es  lenta  y  gradual,  se  puedo 
en  general  continuar  la  extracción;  es  bueno  suspenderla  cuando,  des- 
pués de  un  descenso  progresivo,  se  comprueba  uua  disminución  brusca 
y  notable  de  la  presión.» 

Para  concluir,  diremos,  que  la  aplicación  del  manómetro  á  la  toracen- 
tesis  será  muy  conveniente  á  los  cirujanos  que  se  propongan  vaciar  de 
una  vez  derrames  de  2  ó  3  litros,  y  no  tanto  á  los  que  se  atengan  á  los 
prudentes  y  racionales  consejos  de  Dieulafoy;  que  la  sustitución  de  la 
aguja  por  un  trocar  impide  el  concurso  del  vacío  previo,  y,  por  último, 
que  su  aplicación  no  está  todavía  generalizada,  por  no  ser  de  peso  las 
ventajas  que  proporciona,  ya  que  no  es  necesario  ni  conveniente  hacer 
de  una  vez  cuantiosas  extracciones. 


CAPITULO  III. 
Efectos  consecutlv'os  y  accidentes  de  la  toracentesls. 

I.  Efectos  consecutivos. — Algunos  de  ellos  nos  son  ya  conocidos, 
por  lo  que  incidcnlalmente  hemos  dicho  en  los  capítulos  anteriores;  de 
modo  que  solamente  nos  ocuparemos  de  algunos  fenómenos  subsiguien- 
tes á  la  operación. 

En  el  aparato  respiratorio  sucede,  al  acumularse  un  derrame  en  la 
cavidad  de  la  pleura,  que  sufren  una  compresión  variable  los  pulmones, 
de  manera  que  la  presión  torácica,  que  normalmente  oscila  entre  12  y  i4 
milímetros  de  mercurio  negativos,  puede  cambiarse  hasta  llegar  á  20  ó  30 
positivos.  Según  HomoUe,  esta  presión  no  es  puramente  proporcional  á 
la  abundancia  del  derrame,  sino  que  en  ella  influye  por  mucho  la  dura- 
ción de  la  pleuresía,  dado  que  es  intensa  esta  presión  en  las  pleuresías 
agudas,  cuyo  derrame  copioso  se  ha  formado  rápidamente,  y  por  el  con- 
trario, es  débil  en  las  pleuresías  antiguas.  Ahora  bien,  cuando  esta  ten- 
sión disminuye  á  consecuencia  de  la  toracentesis,  lo  hace  de  una  mane- 
ra más  ó  menos  rápida  y  ha  de  influir  forzosamente  en  la  pleura  y  en  el 
pulmón.  En  la  pleura,  se  dice  que  unas  veces  favorece  la  reabsorción  del 
líquido  que  quedó  en  su  cavidad  y  que  otras  contribuye  á  la  reproduc- 
ción rápida  del  exudado;  en  algunos  casos  este  fenómeno  es  tan  repentino 
é  intenso,  que  puede  matar  por  asfixia  en  algunas  horas,  porque  el  líqui- 


620  LA  TORAGENTESIS 

do  nuevamente  exudado  llega  á  una  cantidad  superior  á  la  del  derrame 
que  se  evacuó,  y  en  estos  casos  está  indicada  perfectamente  la  toracen- 
tesis  de  urgencia,  que  podrá  devolver  la  vida  á  enfermos  seriamente 
amenazados  de  perderla.  La  disminución  rápida  de  la  tensión  positiva 
intra-pleural  puede  favorecer  el  paso  de  los  elementos  figurados  de  la 
sangre  al  interior  de  la  pleura,  por  rotura  ó  por  diapedesis  en  los  vasos 
que  la  riegan,  si  bien  Moutard-Martin,  en  su  monografía  sobre  las  pleu- 
resías hemorrágicas  (1878),  se  inclina  á  creer  que  es  efecto  de  la  rotura 
de  los  capilares  recien  formados  en  las  neomembranas,  que  en  muchos 
casos  revisten  la  superficie  interna  de  la  serosa  costo-pulmonar.  Esta  in- 
vasión de  glóbulos  sanguíneos  se  observa  principalmente  al  final  de  la 
operación,  y  sobre  todo  cuando  se  extraen  en  una  sola  sesión  algunos  li- 
tros de  líquido,  de  manera  que  podríamos  muy  bien  evitarla,  en  la  gene- 
ralidad de  los  casos,  no  extrayendo  nunca  más  de  un  litro  de  exudado  en 
una  sesión  y  dando  por  terminada  la  operación  en  cuanto  viésemos  apa- 
racer  un  líquido  rosáceo,  que  seria  la  señal  de  que  empieza  á  fraguarse 
la  hemorragia  intra-pleurítica.  A  veces  no  son  los  glóbulos  sanguíneos 
rojos  y  blancos  en  proporción  normal  los  que  invaden  la  pleura,  sino  que 
estos  últimos  lo  hacen  en  mucho  mayor  número  de  lo  que  les  correspon- 
de, y  podrían  llegar  hasta  transformar  una  pleuresía  serosa  en  otra  puru- 
lenta. ¿Puede,  en  efecto,  la  disminución  de  tensión  provocar  este  cambio? 
Lo  ignoramos.  La  disminución  de  tensión  intra- torácica,  después  de  la 
evacuación  del  derrame  pleurítico,  influye  en  los  pulmones,  restable- 
ciendo su  circulación,  á  medida  que  se  van  desplegando,  y  provocando 
casi  siempre  una  variable  congestión,  que  se  traduce  por  ligera  disnea, 
accesos  de  tos,  rubicundez  de  la  cara,  estertores  húmedos  y  crepitan- 
tes, etc.,  durarUe  la  operación  y  poco  después.  Mas  no  son  estos  solos  los 
efectos  de  dicha  disminución  de  tensión,  sino  que  algunas  veces,  sin  con- 
tar la  asfixia  y  edema  agudos,  que  luego  estudiaremos,  los  operados  han 
sucumbido  á  consecuencia  de  rotura  de  aneurismas,  de  pneumonías,  de 
aploplegía  pulmonar  fulminante,  etc. 

Manifiestos  se  presentan  en  el  aparato  circulatorio  los  efectos  de  la 
disminución  de  presión  intra-torácica.  La  circulación  tiende  á  volver  á 
sus  condiciones  fisiológicas,  y  en  su  consecuencia  aumenta  la  tensión 
arterial  y  desaparecen  los  fenómenos  de  éxtasis  venoso.  El  pulso  traduce 
á  menudo  estos  cambios,  pues  en  los  trazados  esfigmográficos  se  observa 
que  el  dicrotismo  normal  viene  á  sustituir  á  la  serie  de  oscilaciones 
descendentes  que  se  presentan  cuando  está  muy  baja  la  tensión  arterial 
(Ghatelin);  el  número  de  pulsaciones  disminuye  ordinariamente,  de  idO 
y  i20  por  minuto  á  90  ó  100  en  el  mismo  espacio  de  tiempo,  pero  en  al- 
gunos casos  esta  disminución  tarda  algunos  dias  en  aparecer,  sin  causa 
apreciable.  Una  cardiopatía  anterior  á  la  pleuresía  puede  influir  mucho 
en  los  desórdenes  del  pulso,  pero,  por  regla  general,  las  intermitencias, 
debilidad  y  desigualdad  del  mismo,  desaparecen  á  las  pocas  horas  ó  al 
dia  siguiente,  á  menos  que  el  corazón  no  se  mantuviese  dislocado  por 
efecto  de  adherencias  recientes. 

Sabemos  que  la  pleuresía  aguda  determina  fenómenos  térmicos,  ge- 
nerales unos  y  locales  otros,  habiendo  sido  estos  últimos  objeto  de  estu- 
dio por  parte  de  Peter,  quien  los  atribuye  á  la  congestión  y  trabajo  in» 


CARIES  DE  LOS  HUESOS  DEL-  CRÁNEO.  621 

flamatorio  de  que  es  asiento  la  pleura.  Piíes  bieri,  la  toracen tesis. también 
los  determina,  tanto  generales  como  locales;  y  si  se  ha  operado  en  pleno 
periodo  febril  y  exudativo^  acontece  que  la  temperatura  local  del  ladé 
enfermo  se  eleva  siempre  que  ha  de  repetirse  el  derrame,  lo  cual  -explica 
Peter  por  una  hiperemia  a  vacuo^  que  podria  muchas  veces,  juntándose 
á  la  preexistente,  determinar  la  purulencia  de  un  derrame  seroso,  poje 
cuyo  motivo  condena  la  torácentesis  en  el  período  febril,  denominándola 
intempestiva.  La  elevación  térmica  local,  de  que  hemos  hecho  mérijto., 
puede  llegar  á  5  ó  6  décimas  de  grado;  pero  si  se  ha  operado  después  4^ 
la  defervescencia,  estos  fenómenos  no  tienen  lugar,  de  una  manera  apre-- 
ciable  cuando  menos.  La  temperatura  general  no  se  eleva  nunca  más  allá 
de2á  3  décimas  después  de  practicada  la  torácentesis,  aunque  sea  en 
pleno  periodo  febril,  si  para  ello  no  interviene  una  causa  extraña,  á  la 
punción  del  pecho.  Cuando  se  opera  durante  el  periodo  pirético,  se  cree 
por  algunos  que  la  torácentesis  puede  hacer  desaparecer  la  fiebre,  ó 
cuando  menos  acortar  su  duración,  lo  cual  no  parece  ser  exacto,  según 
Bouilly,  quien  dice  haber  comprobado  que,  en  general,  lo  único  que  hace 
la  torácentesis  es  disminuir  la  intensidad  de  lá  pirexia;  proposición  que 
no  ha  sido  admitida  por  todos  los  que  de  estos  asuntos  se  han  ocupado, 
pues  Lerebaulet  dice  haber  visto  siempre  elevación  térmica  ligada  á  un 
estado  congestivo  de  pulmón;  relación  fisio- patológica  que  Chatelin  no 
ha  podido  comprobar  en  todos  los  casos  que  ha  observado.  Para  concluir 
lo  concerniente  á  la  temperatura,  repetiremos  que  todo  lo  dicho  no  se 
observa,  por  regla  general,  en  las  pleuresías  crónicas  y  en  ios  apiréti:- 
cas,  y  que  por  consiguiente  se  refiere  solo  á  la  torácentesis  prpcoz;  que 

nosotros  no  aceptamos.  

La  disminución  de  la  tensión  intra- torácica  parece  como  que.  tenga 
una  acción  especial  en  la  composición  de  las  orinas,  pues  Lemoinevdice 
haber  observado  que,  después  de  practicada  la  torácentesis,  aum^utahan 
en  densidad,  efecto  del  aumento  de  urea  y  sales  durante  algunos  4ias, 
á  pesar  de  la  cesación  ó  disminución  de  la  fiebre.  A  este  propósito  Cha-t 
telin  cita  una  observación,  en  que,  después  de  la  operación  y  á. pesarle 
ser  normal  la  temperatura,  el  enfermo  excretó  tres  veces  más  ulrea.<íufi 
en  el  dia  anterior.  El  mismo  autor  cree  que  este  fenómeno  podria  ^RHr 
carse  por  la  circunstancia  de  que  la  sangre,  volviendo  á  tomar  Su  ;int 
tensidad  ordinaria,  desembarazarla  á  los  tejidos  de  los  producios  qi^en 
en  ellos  se  acumularon  cuando  la  dificultad  respiratoria.  Nosotros  i>Q 
admitiremos  del  todo  esta  opinión,  que  tiende  á  asemejar  la  totacente- 
sis  á  un  fenómeno  crítico,  porque  creemos  son  muy  diferente^,  '. 

CARIES  DE  LOS  HUESOS  DEL  CRÁNEO.      '  ■ 

Tratamiento  y  curación  mediante  el  cánterlp  eléctrico,' ^ 

POR  D.  Agustín  Roure,  -  • .'      : ., 

. .    Médico-forense  del  Juzgado  de  Tremp»  . .  - — 

HacQ  tin  año  que,  en  un  pueblo  vecino  á  está  villa,  se  dispararon 
algunostiroB  con  motivo  de  unas  reñidas  elecciones.  Una  de'  -las -balas 
perdidas  fué  á  dar  en  lacabeza  de  un  joven  de  esta  población/ ¡Esté  clesá^ 


«•  ^*  p 


622  CÁRIBS  DE  LOS  HUESOS  DEL  CRÁNEO. 

lifiado  escrito  tiene  por  objeto  relatar  este  hecho.  Llamado,  como  médico- 
forense,  fui  acompañado  por  mis  dos  ilustrados  colegas  de  ésta,  señores 
Portella  y  Delger,  á  prestar  al  herido  los  auxilios  que  su  estado  recla- 
maba. Atendida  la  situación  de  la  herida  (vértice  de  la  cabeza,  al  través 
de  la  linea  media),  sus  dimensiones  (seis  centímetros  de  largo  y  tres  de 
ancho),  el  estar  interesadas  todas  las  partes  blandas,  incluso  el  perios- 
tio, y  teniendo  en  cuenta,  por  último,  la  parálisis  del  miembro  inferior 
derecho  sobrevenida  en  el  acto  mismo  de  recibir  el  balazo,  hicimos,  de 
común  acuerdo,  el  pronóstico  reservado. 

A  los  pocos  dias  se  percibia  en  el  fondo  de  la  herida  una  parte  super- 
ficial de  hueso  necrosado,  de  forma  y  dimensión  de  una  lenteja,  la  cual 
fué  desprendida  y  arrastrada  hacia  fuera  entre  los  productos  de  la  supu- 
ración. Libre  la  lesión  de  aC[uel  cuerpo  extraño,  entró  de  momento  en 
vías  de  cicatrización,  de  tal  manera,  que  á  las  48  horas  de  haberse  eli- 
minado el  secuestro,  estaba  cicatricada  la  herida,  á  excepción  de  una 
pequeña  parte  (convertida  más  tarde  en  trayecto  fistuloso),  por  la  que 
continuaba  manando  el  pus  casi  con  la  misma  abundancia  que  antes  del 
trabajo  de  cicatrización.  Debo  indicar  que  desde  el  momento  en  que  la 
herida  entró  en  supuración,  la  parálisis  fué  disminuyendo  poco  á  poco, 
permitiendo  al  lesionado  el  poder  andar,  si  bien  claudicando. 

Por  una  cuestión  de  delicadeza  y  de  dignidad,  confié  á  otras  manos 
el  tratamiento  curativo  de  dicha  lesión;  mas  al  cabo  de  dos  meses  de 
permanecer  en  el  mismo  estado,  se  agravó  el  del  paciente,  acusando 
dolores  supra-orbitarios,  cosquilleo  en  toda  la  parte  derecha  del  tronco, 
asi  como  mayor  parálisis  del  miembro  mencionado.  A  súplicas  del 
herido  y  su  familia,  y  por  mandato  del  tribunal,  me  encargué  otra  vez 
de  la  asistencia  facultativa,  consiguiendo  del  Juzgado  el  que  nombrara 
un  sustituto  de  mi  cargo  de  Médico-forense,  cuyo  nombramiento  fué  ex- 
pedido á  favor  de  mi  íntimo  amigo  y  compañero  D.  Pascual  Sala. 

Si  mis  lectores  atienden  que  el  herido  se  agrava;  que  además  se 
trata  de  un  caso  de  medicina  legal,  cuyas  circunstancias  colocan  al  mé- 
dico en  una  situación  violenta  y  comprometida;  si  tienen  presente  que 
habia  de  por  medio  nueve  hombres  presos  como  presuntos  reos  del 
hecho,  los  cuales  sólo  esperaban  una  relación  facultativa  en  que  se  dijera 
no  habia  gravedad  en  la  lesión,  para  que  se  les  diera  libertad;  si  consi- 
deran, en  fin,  que  me  encontraba,  como  vulgarmente  se  dice,  entre  la 
espada  y  la  pared,  no  extrañarán  entre  en  detalles,  que  en  otra  ocasión 
fueran  impertinentes,  y  que  en  vista  de  dicha  circunstancia  pidiera  al 
Juzgado  el  concurso  de  otros  compañeros,  á  fin  de  que  no  solo  me  ilus- 
traran sobre  el  caso  y  determinasen  lo  que  debia  hacerse,  sino  que 
también  con  su  presencia  y  sus  acuerdos  me  libraran  de  aquel  com- 
promiso. Varias  veces  consecutivas  vinieron  de  sus  respectivas  pobla- 
ciones, con  una  puntualidad  y  deferencia  que  les  agradeceré  mientras 
viva,  los  dignos  é  ilustrados  profesores  Sres.  Farré,  Ca^anovas,  Monta- 
ner,  Sala,  Feliu,  Querol,  Martínez,  Codo  y  Bonifaci. 

Enterados  dichos  señores  de  los  antecedentes  de  un  modo  minucioso 
y  detallado;  sondada  la  herida  y  examinada  con  escrupulosidad;  anali- 
zado el  pus  física  é  histológicamente  con  auxilio  del  microscopio,  diagnos- 
ticaron unánimemente  una  caries  de  los  huesos  de  la  bóveda  craneana. 


CARIES  DE  LOS  HUESOS  DEL  CRÁNEO.  623 

naciendo  el  pronóstico  tal  cual  queda  indicado;  estando  además  acordes 
en  que  debia  tomarse  una  resolución  pronta  y  enérgica,  en  vista  de  ios 
progresos  de  la  osteítis  y  del  aumento  de  la  parálisis.  Aquí  debo  adyer* 
tír  que  esta  última  afección  sintomática  no  fué  mejorada  absolutamente 
en  nada  á  pesar  de  las  fricciones  aromáticas,  corrientes  eléctricas  dadas 
por  mucho  tiempo,  ni  en  fin,  por  la  estricnina  y  sus  sales,  consiguiendo 
tan  solo  engordar  al  lesionado  como  un  tudesco. 

En  cuanto  al  tratamiento,  si  bien  todos  fuimos  de  parecer  que  lo 
primero  que  debia  hacerse  era  poner  al  descubierto  la  afección  del  hueso 
y  limpiarla  completamente,  no  fué  asi  ai  escoger  el  medio  que  debia  obrar 
tópicamente;  pues  mientras  yo  propuse  la  cauterización  por  la  electri- 
cidad, proposición  admitida  por  los  médicos  más.  jóvenes  y  desechada 
por  los  de  más  edad,  querían  éstos  que  tan  sólo  se  aplicara  el  cauterio 
potencial  ó  sean  los  ácidos  minerales. 

Después  de  una  larga  discusión,  en  la  que  cada  cual  abonaba  por  tal 
ó  cual  procedimiento  exponiendo  sus  ventajas  é  inconvenientes,  se  con- 
vino, respetando  como  siempre  respeto  la  mayor  ilustración  y  pericia  de 
los  ancianos,  en  que  se  aplicara  desde  luego  el  cauterio  potencial,  y  que 
si  éste  no  producía  el  efecto  que  algunos  esperaban,  operase  con  el 
gálvano-cáustico,  ya  que  el  herido  y  su  familia  lo  querían,  y  ya  que  yo 
esperaba  algún  resultado  de  su  aplicación,  por  algunos  casos  prácticos 
que  les  expuse  durante  la  referida  discusión. 

Inmediatamente,  y  ayudado  por  mi  amigo  y  compañero  Sr.  Sala,  hice 
un  colgajo  tríangular  de  las  partes  blandas,  en  cuyo  centro  estaba  la  fís- 
tula, poniendo  de  este  modo  al  descubierto  la  lesión  del  hueso,  que  con- 
sistía en  una  úlcera  redonda,  del  tamaño  de  una  moneda  de  dos  reales, 
como  si  fuera  hecha  con  una  corona  de  trépano  y  situada  en  el  tercio 
posterior  de  la  sutura  sagital,  ocupando  sus  tres  cuartos  el  parietal 
izquierdo  y  el  otro  cuarto  el  derecho,  interesando,  singularmente  en  el 
primero  de  dichos  huesos,  todo  su  espesor,  á  excepción  de  una  delgada 
lámina  de  la  capa  interna  de  los  mismos. 

Por  espacio  de  quince  días  cautericé  con  diversos  ácidos  minerales 
la  afección  del  hueso  y,  no  obstante  su  aplicación,  la  caries  ganaba 
terreno;  me  determiné  entonces  á  cauterizarla  por  medio  de  la  electri- 
cidad. 

Fundado  en  la  propiedad  que  tienen  los  hilos  metálicos  de  ponerse 
incandescentes  cuando  se  aproximan  estando  al  propio  tiempo  en  comu- 
nicación con  una  fuerte  pila,  me  armé  de  dos  varillas  de  platino  termi- 
nadas en  punta  muy  fina  y  una  en  cada  mano,  no  sólo  para  operar  con 
más  comodidad  sí  que  también  por  tener  á  mi  voluntad  fuego  ó  no  ins- 
tantáneamente, con  sólo  aproximar  ó  separar  la  punta  de  dichas  varillas 
metálicas. 

No  cloroformicé  al  enfermo  ni  tan  siquiera  anestesié  localmente  la 
herida,  por  temor  de  mayor  complicación  en  caso  de  que  sobreviniera 
algún  accidente,  y  además  porque  se  trataba  de  una  constitución  de 
hierro,  de  esos  hombres  de  los  que  vulgarmente  se  dice  que  no  tienen 
nervios. 

Como  quien  pinta  una  miniatura,  ó  trabaja  en  caligrafía,  fui  tocando 
con  el  fuego  punto  por  punto  toda  la  superficie  y  fondo  de  la  úlcera,  y 


624  ANAtOMlA  DB  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

cómo  no  se  presentó  ningún  accidente  y  el  herido  acusaba  poco  dolor 
pude  cauterizar  todo  la  ulceración  en  dos  sesiones,  dando  por  resultado 
que,- concluida  la  operación,  fué  desapareciendo  la  parálisis  á  pasos  agi- 
gantadosy' quedando  la  parte  cariada  completamente  seca,  como  si  hur 
bióran  cimentado  sus  paredes  y  fondo,  no  dando  desde  entonces  ni  una 
sola  gotarde  pus,  y  sin  que  se  vieran  vestigios  de  un  trabajo  de  repara- 
ción. No  me  apresuré  por  esto  á  cubrir  el  cráneo,  lo  tuve  unos  dias  al 
descubierto,  vigilándole  atentamente,  y  como  no  se  presentaba  nada  de 
anómalo,  llamé  por  última  vez  á  los  citados  médicos,  quienes,  en  vista 
de  tan  sorprendente  resultado,  dieron  unánimamente  por  curado  al  heri- 
do, quedando,  como  es  de  suponer,  contentos  y  satisfechos  de  haber  sal- 
vado quizás  la  vida  á  un  hombre  y  de  contribuir  con  su  informe  ala 
libertad  de  los  encarcelados. 

Refresqué  entonces  los  bordes  del  colgajo,  y  con  dos  puntos  de  sutura 
quedo: cubierta  la  bóveda  craneana,  no  quedando  para  el  herido  más  que 
el  recuerdo  y  una  depresión  en  el  punto  de  la  herida,,  que  indicará  siem- 
pre lá  pérdida  de  sustancia  del  hueso. 

Üésdé  entonces  (hace  medio  año)  se  dedicó  á  sus  ocupaciones  ordi- 
narias de  labrador,  sin  que  hasta  hoy  haya  sentido  la  menor  incomodi- 
dad. ¿Fué  causa  de  la  parálisis  notada  en  el  acto  de  sufrir  la  herida  una 
conmoción  cerebral?  ¿Fué  sostenida  después  por  una  congestión  limitada 
del  cerebro,  siendo  ésta  á  la  vez  efecto  de  la  inflamación  del  hueso? 
¿Habia  alguna  lesión  en  la  médula?  ¿Cómo  obró  el  cauterio? 

Puntos  son  estos  que  dejo  al  que  posea  estudios  profundos  y  talento, 
cualidades  de  que  desgraciadamente  carezco. 


™  ^    *   ^^^^^.^~^^^-^~^  *    -    -    -  -3. ^^  ,^^^-^^-^-^-^-j 


anatomía  m  los  centros  nerviosos,  í^> 

POR  EL  Dr.   D.   Miguel  A.  Fargas  RotA. 


•  El  cerebelo  es  un  órgano  bastante  voluminoso,  situado  en  las  fosas  oc- 
cipitales inferiores,  sobre  las  que  descansa,  y  debajo  de  la  parte  posterior 
de  los  hemisferios  cerebrales,  de  los  cuales  está  separado  por  la  tienda 
del  cerebelo.  Tiene  por  arriba  el  cerebro,  por  debajo  la  médula  y  por  de: 
lahté  elbulbo  y  la  protuberancia,  estando  íntimamente  unido  con  todas 
estas  partes  á  beneficio  de  gruesos  manojos  de  sustancia  blant^a,  líama- 
dos  pedúnculos  cerehelosos:  superiores  los  que  le  unen  al  cerebro,  inferio- 
res los  que  le^  enlazan  con  la  médula,  y  medios  los  que  le  ligan  á  la  protu- 
berancia. 

Pesa  por  término  medio  443  gramos,  peso  que,  comparado  con  el  del 
cerebro,. representa  próximamente  V5.  Las  investigaciones  de  Cali  y  Cu- 


<í)-  Continuación — V.  los  núms.  25,  26,  27.  28,  29,  30, 31, 32,33,34.35, 36, 37,38, 
39, 40, 4i,  42  Jt43,      -       -  -  •  •      -  - 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  625 

vier  demostraron  <|ue  proporcionalmente  el  cerebelo  pesa  más  en  la  mu- 
jer que  en  él  hombre,  lo  cual  confirmaron  los  trabajos  de  Ghaussier,  al 
mismo  tiempo  que  hicieron  evidente  que  el  peso  absoluto  es  mayor  en  eV 
hombre.  Galori  ha  demostrado  que  la  ventaja  que  los  individuos  braqui- 
céfalos  tienen  en  el  peso  dé  su  masa  encefálica,  sobre  los  dólico-céfalos, 
recae  en  beneficio  de  los  heniisferios,  y  que  el  cerebelo  no  sufre  variacio- 
nes por  este  motivo. 

El  cerebelo  tiene  una  forma  elipsoide,  siendo  el  diámetro  an tero-pos- 
terior de  5  V2  ^  ^  centímetros,  el  transversal  de  11  y  el  vertical  de  5V2  en 
su  parte  más  gruesa,  teniendo  solamente  12  milímetros  en  la  más  delga- 
da ó  circunferencia. 

Se  altera  muy  pronto  después  de  la  muerte,  de  modo  que  presenta  en 
todo  caso  un  poco  menos  de  consistencia  que  el  cerebro. 

\  .    A— ASPECTO"  V  CONSTITUCIÓN  DEL  CEREBELO. 

C40Hfbrmacion  exterior.  Presenta  en  su  superficie  un  color  gris;  es  liso 
y  está  surcado  por  gran  húmero  dé  cisuras. 

Enlaparte  media  hay  una  regioa  distinta,  por  su  menor  volumen, 
que  constituye  el  lóbulo  medio  del  cerebelo  (I,  fig.92),el  cual  separa  las  par-^ 
tes  laterales  más  voluminosas,  llamadas  hemisferios  cerebelosos  (H,  figura 
92).  Los  hemisferios  cerebelosos  son  en  general  simétricos,  pero  no  es- 
raro  observar  el  predominio  de  uno  de  ellos.  Así  como  en  el  hombre  es- 
tos predominan  sobre  el  lóbulo  medio,  en  los  animales  van  disminuyendo 
los  hemisferios  hasta  quedar  reducido  el  cerebelo  al  lóbulo  medio:  tal 
ocurre  en  los  grados  inferiores  de  la  escala  zoológica. 

La  cara  superior  del  cerebelo  es  lisa  y  convexa.  Ert  la  línea  media  se 
encuentra  una  pequeña  salida  án tero- posterior,  que  por  delante  alcanza 
la  válvula  de  Vieusens  y  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores,  que  cu- 
bte  en  parte,  y  por  detrás  va  disminuyendo  hasta  casi  desaparecer.  Est  i 
eminencia  está  cruzada  por  un  gran  número  de  surcos  transversales, 
que  le  comunican  un  aspecto  particular  y  que  le  ha  valido  el  nombré  de 
vemii»  superior  6  eminencia  vermicular  ó  vermiforme;  corresponde  al  ló- 
bulo medio.  En  cada  lado  de  la  misma  se  ve  la  cara  superior  de  los  he- 
níísferios  dirigida  oblicuamente  hacia  abajo  y  afuera. 

Li  cara  inferior  es  convexa  y  descansa  en  las  fosas  occipitales  inferió^ 
rés.'A  los  lados,  sé  ve  la  cara  inferior  de  los  hemisferios  '(fig.  92),  con' - 
vexá,  separados  uno  de  otro  por  un  anchó  y  profundo  surco,  qiíé  recibe 
en  parte  al  bulbo  raquídeo  y  se  llama  grande  cisura  media  del  cerebelo:' 
Sepamndb  los  hemisferios  cerebelosos,  se  ve  en  el  fondo  de  esta  cisuní 
uiia  eminencia  análoga  á  la  de  la  carasuperior,  surcada  también  por  cisu- 
ras transversales  (I,  ñ^,  92),  más  saliente  que  aquella  y  qlic  presenta  dos 
prolongaciones  laterales,  que  la  unen  con  los  hemisferios  cerebelosos:  es' 
elvermis  inferior  6  eminencia  vermicular  Q  vermiforme   inferior ^  corres-" 
pondiente-á  la  parte  inferior  del  lóbulo  medior  La  eminencia  vermiforme 
inferior- termina  hacia  atrás  por  un  pequeño  abultamiento,  llamado i^irá- 
mide  laminosa  de  Maláxame;  por  su  extremidaíl  anterior  forma  una'  emi- 
nencia libre  en  la  pared  superior  del  cuarto;  ventrículo,  designada  por 

•        •    •  .  .        .  *  • 

este  mismo-  autor  con  el  nombre  de  úvuld;  de  cada  lado  de  la  úvulá  salen 


696  ANATOMf  A  DE  LOSXCBNTROS  NERVIOSOS. 

dos  repliegues  hasta  los  hemisferios  cerebelosos,  adherentes  por  uno  de 
sus  bordes,  conocidos  con  el  nombre  de  válvidas  de  Tarin,  las  que  cir- 
cunscriben un  espacio,  que  Reil  ha  comparado  á  un  nido  de  golon- 
drina. 

La  circunferencia  del  cerebelo  es  regularmente  convexa  en  las  partes 
laterales  y  escotada  en  la  anterior  y  posterior.  La  escotadura  posterior  es 
poco  profunda  y  permite  ver  el  lóbulo  medio;  recibe  la  hoz  del  cerebelo 
y  la  cresta  occipital  interna.  La  anterior  es  ancha  y  profunda  para  dar 
cabida  á  la  protuberancia  que  se  encuentra  amoldada  á  ella;  por  las  par- 
tes laterales  de  esta  escotadura  penetran  en  el  interior  de  cada  hemisferio 
cerebeloso  los  pedúnculos  superior,  medio  é  inferior. 

La  superficie  del  cerebelo  está  surcada  por  un  gran  numero  de  cisu- 
ras, que  le  dividen  en  lóbulos,  lobulillos,  láminas  y  laminillas.  El  estu- 
dio detenido  de  estas  cisuras,  como  lo  ha  hecho  en  estos  últimos  tiem- 
pos Vicq  d'Azyr,  y  de  los  lóbulos  que  de  las  mismas  resultan,  tiene  poco 
interés  y  aplicación,  por  cuyo  motivo  pasaré  sobre  este  punto  muy  á  la 

ligera. 

Entre  los  surcos  existe  uno  muy  profundo,  que  empieza  en  cada  he- 
misferio en  el  sitio  de  entrada  de  los  pedúnculos  cerebelosos  medios  y 
corre  toda  la  circunferencia  del  cerebelo,  de  modo  que  divide  cada  he- 
misferio en  dos  grandes  lóbulos:  uno  superior ^  que  abraza  toda  la  cara 
superior,  y  otro  inferior^  que  comprende  la  mitad  inferior  del  cerebelo 
Este  surco' se  llama  grande  surco  horizontal  ó  grande  surco  circunferencial 
de  \icq  d^Azyr.  Está  labrado,  en  parte,  sobre  la  cara  superior,  de  modo 
que  el  lóbulo  inferior  traspasa  al  superior  y  forma  la  circunferencia  del 
cerebelo. 

En  la  cara  ó  lóbulo  superior  existen  tres  cisuras  ó  surcos  principales 
que  limitan  otros  tantos  lóbulos  secundarios.  Como  estos  surcos  llegan 
hasta  la  eminencia  vermiforme  superior,  ésta  queda  dividida  en  cuatro 
pequeñas  eminencias:  anterior  ó  Úngula;  lóbulo  central,  situado  inmedia- 
tamente por  detrás  de  la  precedente;  eminencia  del  vermes  superior  la  que 
sigue,  y  botón  terminal  la  posterior.  La  cara  superior  queda  también  di- 
vidida en  cuatro  lóbulos,  que  se  extienden  hacia  las  partes  laterales  y  pa- 
recen continuación  de  los  lobuliljos  de  la  eminencia  vermiforme  supe- 
rior: el  anterior  se  llama  lóbulo  de  la  lingula  y  es  muy  pequeño;  el  que 
le  sigue,  alas  del  lóbulo  central;  viene  luego  el  lóbulo  superior  anterior^ 
que  es  el  que  ocupa  mayor  extensión  de  la  cara  superior  y  se  continúa 
por  dentro  con  la  eminencia  del  vermes  superior,  y  por  fin,  el  lóbulo  su- 
perior posterior,  situado  á  los  lados  del  botón  terminal. 

En  la  carao  lóbulo  inferior  acontece  lo  mismo  que  en  la  superior.  En 
la  eminencia  vermiforme  inferior  encontramos  de  delante  á  atrás:  el  no- 
dulo, formado  por  la  extremidad  anterior  de  la  úvula;  la  úvula;  la  emi- 
nencia del  vermes  inferior,  y  la  pirámide  laminosa  de  Malacame,  unida 
en  la  escotadura  posterior  con  el  botón  terminal.  La  cara  inferior  de  los 
hemisferios  presenta:  primero,  el  lóbulo  del  pneu  mogdstrico  (D,  fig.  92) 
á  los  lados  del  nodulo;  el  lóbulo  tonsilar  ó  amígdala  (G.  fig.  92)  unido  á  la 
úvula  por  las  válvulas  de  Tarm;  el  lóbulo  inf^inor  anterior  (E  F,  fig.  92) 
que  corresponde  á  los  lados  de  la  eminencia  del  vermes  inferior,  y  el  W. 
bulo  inferior  posterior  á  los  lados  de  la  pirámide  laminosa  (H,  fig,  92). 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  627 

Cada  uno  de  estos  lóbulos  está  subdividido  en  lobulillos  secundarios 
y  estosen  láminas  y  en  laminillas,  por  un  gran  número  de  cisuras  se- 
cundarias pequeñas,  más  ó  menos  paralelas  todas  y  que  Malacame 
evaluó  en  700  ú  800. 

Conformación  interior  y  constitución.  Para  su  estudio  se  hace  pr«ciso 
practicar  diferentes  cortes  en  distintos  sentidos,  y  entonces  se  observa 
que  la  parte  central  del  cerebelo  está  formada  por  una  masa  de  sustan- 
cia blanca  y  que  en  la  periferia  existe  una  cubierta  de  sustancia  gris. 

Dadas  las  delgadas  laminillas,  que  Jcircunscriben  el  gran  número  de 
cisuras  de  la  superficie,  el  aspecto  de  uno  de  estos  cortes  ee  pintoresco, 
porque  se  ve  la  sustancia  blanca  dai\ tantas  ramificaciones  cuantas  son 
las  laminillas  existentes  y  presentar  el  aspecto  de  una  abundante  arbo- 
rescencia, cuyas  ramas  corresponden  á  la  superficie  del  cerebelo  y  el  ta- 
llo á  la  masa  de  sustancia  blanca. 


Fie-  gs.-Cara  Inferior  del  cerebelo. 

A.  Corte  de  la  base  det  biilha.~  B.  Protuberancia.— C.  L6bulo  4  mitad  superior  del  cerebelo. 
—D.  LAbulo  del  poeumogistrlco.— £:  F.  Lúbulo  inTerior  anleriar.-C  Amígdala .'-H.  Lóbulo  In* 
feriar  poaterioi-.— /.  Vermes;.! nferior. 

Practicando  un  corte  vertical  sobre  el  lóbulo  medio,  desde  la  eminen- 
cia vermiforme  ííiiperior  á  la  inferior,  se  observa  la  sustancia  blanca  con 
gran  número  de  ramificaciones,  cubiertas  en  último  término  por  la  del- 
gada capa  de  sustancia  gris,  que  se  replega  sobre  las  arborescencias  de 
la  sustancia  blanca,  amoldándose  á  todas  sus  prolongaciones:  su  aspecto 
es  verdaderamente  caprichoso  y  para  caracterizar  su  especial  disposi- 
ción se  le  conoce  con  el  nombre  de  árbol  de  la  vida  del  lóbulo  jnedio. 

Un  corte  vertical,  sobre  uno  de  los  hemisferios  en  su  parte  media, 
permite  distinguir  una  disposición  parecida  á  la  anterior,  por  lo  cual  se 
llama  árbol  de  la  vida  de  los  hemisferios  cerebelosos,  cuyo  tallo  es  más 
grueso  que  el  del  lóbulo  medio  y  sus  divisiones  manos  finas  y  nume- 
roBas. 

Por  lo  dicho  se  ve  que  toda  la  parte  central  del  cerebelo  está  consti- 


.628  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

tüidá'por  sustancia  blanca  y  que  en  la  periferia  se  encuentra  la  corteza 
gris.  Pero  ñaés  esta  la  única  sustancia  gris  que  toma  parte  easu  cons- 
titución: así  en  los  cortes  verticales  como  en  los  horizontales,  practica- 
dos sobre  los  hemisferios  cerebelosos,  aparece  en  el  centro  de  la  masa 
blai^ea;  ó* de  lo  que  podría  Uamaráe  centro  oval  del  cerebelo,  una  mem- 
brana de  dicha  sustancia,  replegada  y  tortuosa,  formando  una  región 
especial  eñ  el  espesor  de  la  sustancia  blanca,  y  llamada  cuerpo  romboidul 
ó  con  más  propiedad,  según  Vicq  d'Azyr,  cuey^o  dentado  ó  festoneado^  ú 
oHva  cere&élo^d  por  o trps.  El  cuerpo  dentado  está  constituido  por  una 
membrana  de  sustancia  gris,  replegada  en  forma  de  bolsa,  cuyo  fondo 
está  dirigido  á  la  periferia  y  cuya  abertura  mira  á  adelante,  hacia  el  si- 
tio de  entrada  de  los  pedúnculos  cerebelosos.  Meynert  ha  descrito  otra 
pequeña  agrupación  de  sustancia  gris  situada  por  delante  y  abajo  del 
cuerpo  dentado,  constituida  también  por  una  membrana  replegada,  á  la 
cual  ha  llamado  núcleo  dentado  accesorio.  Aparte  de  estos  núcleos,  se 
encuentran  otros  dos,  descritos  primero  por  Stilling,  situados  á  los  la- 
dos de  la  línea  media,  muy  cerca  uno  de  otro,  de  coloración  gris  poco 
marcada  y  de  unos  7  milímetros  de  longitud  por  3  de  espesor,  corres- 
ponden directamente  debajo  del  lóbulo  central,  muy  cerca  de  la  pared 
superior  del  cuarto  ventrículo,  por  cuyo  motivo  les  dio  Stilling  el  nom- 
bre de  núcleos  del  techo, 

B.-^EXTRUCTURA  HISTOLÓGICA  DEL  CEREBELO. 

Cubierta  gris  (flg.  93).  La  corteza  gris  del  cerebelo  se  compone  de 
tres  cubiertas  distintas  y  su  extructura  es  más  exactamente  conocida 
que  la  del  cerebro.  Se  distinguen  en  ella  tres  zonas  diferentes  por  su 
grosor,  extructura  y  naturaleza:  una  externa  ó  superficial,  llamada  cu- 
bierta gris,  que  es  la  más  gruesa;  una  media,  designada  con  el  nombre 
de  cubierta  de  las  células,  y  otra  interna  ó  profunda,  que  es  la  cubierta  de 
las  granulaciones,  .  .       ~ 

La  cubierta  gris  es  análoga  á  la  primera  de  la  corteza  cerebral:  como 
ella  está  formada  de  neuroglia,  cuya,  descripción  omito  porque  queda  he- 
cha en  otro  sitio  y  solo  se  diferencian  por  algunos  detalles  muy  acceso- 
rios. En  esta  capa  se  encuentran,  además  de  la  neuroglia,  otros  elemen- 
tos figurados  de  naturaleza  nerviosa:  por  un  lado,  una  red  de  fibrillas 
nerviosas  sumamente  finas,  procedentes  de  la  capa  subyacente,  y  por 
otro,  algunas  células  nerviosas,  de  muy  pequeño  diámetro,  multipolai*e$ 
y  6uyas  prolongaciones  son  desconocidas  por  lo  que  hace  referencia  á 
sus' conexiones. 

La  capa  de  las  células  (2,  fig.  93)  es  característica.  Se  encuentran  en 
ella  los  elementos  propios  de  la  corteza  cerebelosa,  consistentes  en  célu- 
las de  gran  tamaño,  variables  entre  40  y  70  m.  m.,  llamadas  células  de 
Purkinge,  por  haber  sido  descubiertas  por  este  autor.  Las  células  dePur- 
kinge  forman  una  sola  capa  en  la  cubierta  de  que  me  ocupo;  raras.veces 
se  observa  más  de  un  piso  de  estas  células.  Su  forma  es  triangular  ó  algo 
esíférica,  con  el  vértice  dirigido  á  la  superficie,  lo  mismo  que  las  células 
piramidales  de  la  corteza  cerebral;  su  extructura  es  fibrilar,  como  la:de 
las  demás  células  nerviosas.. De  su  ba$o,.ó  de  laparte  dirigida  á  la  ter- 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  6^ 

cera  capa,  nace  de  cada  una  de  ellas  una  prolongación  indivisa,  análoga 
i  la  prolongación  axil  de  Deiters,  que  por  más  que  Gerlach  opine  que  va- 
nas de  ellas  se  reúnen  para  constituir  una  ííbra  cerebelosa,  los  trabajos 
de  Kólliker,  Deiters,  Boíl,  Hadlich,  etc.,  demuestran  que  se  continúan 
directamente  con  las  ñbras  de  la  sustancia  blanca  cerebelosa.  Del  lado 
opuesto  de  estas  células,  nace  un  gran  número  de  ramificaciones,  que 
se  dirigen  á  la  capa  gris  ó  superñcial,  en  donde,  dividiéndose  y  dicoto- 
mizándose,  forman  una  espesa  red.  En  este  trayecto  llegan,  según  de- 
muestran los  trabajos  de  Hadlích,  hasta  muy  cerca  de  la  superficie  ce- 
rebelosa, en  donde  retroceden  para  ir  á  continuarse  con  otras  fibras,  que 
procedentes  también  del  centro  medular,  atraviesan  la  tercera  y  segun- 
da capa  sin  contraer  conexión  ninguna  con  las  células,  se  dividen  al  lle- 
gar á  la  primera  cubierta  y  se  continúan  con  las  fibrillas  antes  dichas, 
de  modo  que,  en  esta  región,  se  ponen  en  relación  directa  dos  clases  dis- 
tintas de  fibras. 


Flg.  93.-SB(inemadolaBxtnicttira  d«lscaDl«rtagri>d"lce"^"lo- 
íDuval.} 

A.  Sustancia  blanca  medular.— í.  Capa  profunda,  rojlia  6  grínulola.— E  Cap»  madla  i  celu- 
lar.—j.  Capa  BupcrQclal. 

Li  tercera  capa  ó  de  las  granulaciones,  tiene  como  elemento  esencial 
un  gran  número  de  pequeños  corpúsculos,  cuya  naturaleza  es  dudosa  y 
que  algunos  se  inclinan  á  considerarlas  de  naturaleza  conjuntiva;  pero 
hace  buena  la  creencia  de  que  son  elementos  nerviosos,  la  existencia  de 
un  fino  protoplasma,  del  cual  nacen  finísimas  fibrillas,  que  se  anasto- 
mosan  formando  una  red.  Esta  capa  se  llama  también  rojiza  y  por  ella 
atraviesan  las  fibras  procedentes  del  centro  medular  unas  y  de  las  célu- 
las de  Purkinge  otras. 

Cuerpo  dentado.  Asi  e\  cuerpo  dentado  principal  como  el  accesorio, 
tienen  como  elemento  característico  células  multipolares  de  35  mm. 
por  término  medio,  atravesadas  por  gran  número  de  fibras  que  van  á  la 
periferia.  Según  Meynert,  las  células  de  los  cuerpos  dentados  accesorios 
son  más  gruesas  que  las  del  principal. 

Núcleo  del  techo.  El  núcleo  del  techo,  d  pesar  de  que  parece  tener  re- 
lación con  fibras  sensitivas,  como  diré  más  adelante,  está  constituido 
por  células  multipolares,  que,  según  Meynert,  tienen  60  m.  m.  de  largo 
por  15.  de  ancho.  .       . 


630  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

SK^toncia&^anca.  La  sustancia  blanca  del  cerebelo  está  formada  de 
tubos  nerviosos,  provistos  de  mielina,  que  tienen  entre  sí  una  dirección 
paralela.  Estas  fibras  pierden  su  vaina  medular  al  penetrar  en  la  corte- 
za gris,  disminuyendo  de  diámetro  y  continuándose,  unas  con  las  cé- 
lulas de  Purkinge  y  otras  dividiéndose  para  ir  á  reunirse  con  las  ramifi- 
caciones de  dichas  células,  y  establecer  de  este  modo  verdaderas  anasto- 
mosis en  los  confines  más  apartados  del  cerebelo. 

Susta^ncia  conjuntiva  del  cerebelo.  Gomo  en  las  demás  partes  de  los 
centros  nerviosos,  existe  en  el  cerebelo  un  armazón  de  tejido  conjuntivo; 
su  extructura  es  análoga  á  la  que  ya  he  descrito  y  se  la  encuentra  en  la 
corteza  gris  especialmente,  constituyendo  casi  toda  la  primera  capa.  Boíl 
ha  encontrado  en  la  sustancia  medular  líneas  ó  placas  de  células  análo- 
gas á  las  que  he  descrito  en  la  médula,  que  también  corresponden  al  te- 
jido conjuntivo  neuróglico. 

C— TRAYECTO  Y  HACECILLOS  DE  LAS  FIBRAS  BLANCAS  DEL  CEREBELO. 

Si  hemos  de  creer  las  palabras  de  Luys,  la  disposición  de  las  fibras 
blancas  del  cerebelo  es  muy  sencilla  y  perfectamente  conocida.  Según 
dicho  autor,  las  fibras  de  los  tres  pedúnculos,  superiores,  medios  é  infe- 
riores, se  dirigen  sin  excepción  al  cuerpo  dentado,  penetrando  por  su 
parte  abierta;  allí  se  ponen  en  comunicación  con  sus  células  y  luego  sa- 
len divergiendo,  para  ir  á  distribuirse  á  la  corteza  gris  del  cerebelo.  Algo 
de  cierto  hay  en  esto,  pero  no  de  una  manera  absoluta:  la  disposición  de 
las  fibras  cerebelosas  es  aun  poco  conocida,  á  pesar  de  serlo  lo  suficiente 
para  demostrar  que  la  descripción  de  Luys,  es  exagerada  en  este  punto 
como  en  otros  muchos. 

Aparte  de  las  fibras  de  los  tres  pedúnculos  cerebelosos,  que  he  enu- 
merado ya,  van  también  al  cerebelo  otras  fibras,  de  las  cuales  me  ocupa- 
ré brevemente. 

Dos  manojitos  de  fibras  de  poca  importancia  se  dirigen  del  vermes 
superior  á  la  válvula  de  Vieusens,  siguiendo  un  trayecto  antero-poste- 
rior,  y  poniéndose  en  comunicación,  por  debajo  de  los  tubérculos  cuadri- 
géminos,  con  la  cinta  de  Reil,  que  describiré  al  tratar  de  la  protuberan- 
cia. Sobre  el  destino  intra-cerebeloso  de  estas  fibras  nada  se  sabe. 

De  los  núcleos  de  origen  del  trigémino  y  del  núcleo  externo  del  ner- 
vio acústico  salen  también  fibras,  que  se  dirigen  al  cerebelo.  Nó  se  sabe 
nada  del  sitio  en  que  terminan  las  primeras.  Las  que  provienen  del  acús- 
tico son  más  conocidas  y  tienen  mucha  importancia  en  Fisiología  y  en 
Patología.  Situado  el  núcleo  externo  del  acústico  entre  las  fibras  del  pe- 
dúnculo cerebeloso  inferior  (N,  fig.  94),  da  ongen  á  un  manojito  de  fi- 
bras, que,  corriendo  al  lado  externo  de  dicho  pedúnculo  (A,  fig.  94), 
penetran  en  el  cerebelo  y  se  dirigen  manifiestamente  y  sin  ningún 
género  de  duda  al  núcleo  del  techo  de  Stilling  (C,  fig.  94),  entrecruzán- 
dose en  parte  las  de  un  lado  con  las  del  otro  para  terminar  en  el  núcleo 
opuesto.  La  terminación  de  estas  fibras,  cuando  salen  del  núcleo  del  te- 
cho, es  desconocida;  pero  hoy  se  concede  gran  importancia  á  estos  enla- 
ces por  las  relaciones,  y  hasta  cierto  punto  solidaridad,  existentes  entre 
el  nervio  acústico  y  órgano  del  oido  por  un  lado  y  el  cerebelo  por  otro. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  631 

El  descubrimiento  de  Flourens,  de  que  la  destrucción  de  los  canales  se' 
micirculares  altera  el  equilibrio,  conürmado  por  los  experimentos  de 
Vulpian  y  Brown-Sequard,  se  ha  completado  hoy  por  los  datos  anatómi- 
cos que  ae  poseen  de  las  conexiones  entre  el  cerebelo  y  el  oido,  y  cada 
dia,  desde  los  trabajos  de  Cypn,  en  1873,  sobre  las  funciones  de  los  ca- 
nales semicirculares,  adquieren  mayor  importancia  en  Patología  los  des- 
órdenes en  la  progresión  á  consecuencia  de  trastornos  auditivos 


—  B  E.  Fibns  que  del  hacecillo  delgado  van  al  núcleo  del  techo  del  Uda  opuesta.— C.  Núcleo 
del  techo  de  Stilllng.-  F  a  H  I.  FlDru  que  del  hacecillo  delgado  van  directamente  á  la 
eortaia  gris.—/.  Cuerpo  res  ti  forme.— i..  Hacecillo  delgado.— R.  Nervio  acústico.— .V.  Pirlmlde* 
interiore*,— IV.  Núcleo  eiterno  del  nervio  acüatiro. 

En  el  cerebelo, lo  mismo  que  en  el  cerebro,  existen  fibras  comisurantes, 
que  ponen  en  comunicación  distintas  regiones  de  un  mismo  hemisferio 
cerebeloso  y  ambos  hemisferios  á  la  vez.  Efectivamente,  desde  hace  mu- 
cho tiempo  se  han  descrito  en  el  cerebelo  fibras  arciformes,  extendidas  de 
una  á  otra  lámina  de  la  corteza  gris,  unas  más  cortas  y  otras  más  largas, 
estableciendo  comunicación  entre  regiones  algo  distantes.  Stilling  ha 
descrito  algunos  hacecillos,  que  no  son  aun  bien  conocidos,  y  que,  dado 
el  estado  actual  de  la  Fisiología  del  cerebelo,  tienen  escasa  importancia. 
Las  fibras  comisurantes  entre  ambos  hemisferios  proceden  del  pedúncu  - 
lo  cerebeloso  medio,  que  contiene  fibras  extendidas  de  uno  á  .otro  lado, 
siendo  de  advertir  que  no  todas  las  fibras  de  este  pedúnculo  tienen  des- 
tino igual,  pues  algunas  se  continúan  con  los  pedúnculos  cerebrales. 

Las  fibras  que  vienen  del  pedúnculo  cerebeloso  medio,  al  penetrar  en 
U  masa  blanca  de  los  hemisferios  cerebelosos,  no  se  dirigen,  como  dice 


632  AÑAt<>MÍ A  DE  LOS  CENTROS  NBBVIO&OS. 

Luys,  al  cuerpo  dentado  para  llegar  luego  á  la  corteza  gris,  sino  que  di- 
rectamente, y  sin  entrar  en  relación  con  ningún  grupo  de  sustancia  gris 
del  cerebelo,  van  á  la  superficie,  dividiéndose  para-esto  en  un  gran  nú- 
mero de  láminas  y  laminitas,  que  acaban  en  otras  tantas  pequeñas  cir- 
cunvoluciones. No  €s  muy  difícil  observar  la  disposición  de  esto»^  hace- 
cillos, teniendo  en  cuenta  que  penetran  en  lo  que  podria  llamarse  ileó 
del  cerebelo  por  la  parte  más  externa,  quedando,  por  consiguiente,  sin 
confundirse  con  las  demás,  como  puede  verse  perfectamente  en  un  ce- 
rebelo preparado  y  conservado  en  alcohol  hidratado. 

El  pedúnculo  cerebeloso  inferior,  cuya  continuación  con  los  cordones 
posteriores  de  la  médula  parece  evidente  observada  á  simple  vista,  pe- 
netra en  el  cerebelo  por  dentro  del  pedúnculo  medio  y  va  á  distribuirse 
en  la  corteza,  sin  entrar  tampoco  en  comunicación  con  los  núcleos  gri- 
ses del  cerebelo.  Huguenin  distingue  para  su  distribución  dos  hacecillos 
en  este  pedúnculo:  el  cuerpo  restiforme  (J,  fig.  94),  y  la  parte  interna  del 
mismo  ó  cordón  delgado  (L,  fig.  94),  continuación  del  de  GoU  de  la  mé- 
dula. Las  primeras  no  son  interrumpidas  en  su  trayecto  al  través  de  la 
sustancia  blanca  cerebelosa,  aunque  Meynert  admite  la  posibilidad  de 
una  comunicación  con  el  cuerpo  dentado;  las  segundas,  según  Huguenin, 
en  parte  van  directamente  á  la  corteza  (F  G  H  I,  fig.  94),  y  en  parte  al 
núcleo  del  techo  del  lado  opuesto  (B  E,  fig.  94).  Estos  hechos  no  son  ad- 
mitidos por  todos  los  autores,  como  puede  comprenderse  por  lo  que  an- 
tes he  dicho  acerca  de  la  terminación  superior  de  los  hacecillos  de  Goll. 
El  estudio  de  estos  detalles  es  sumamente  difícil. 

El  pedúnculo  cerebeloso  superior,  al  penetrar  en  el  cerebelo  por  den- 
tro de  los  anteriores,  se  dirige  al  cuerpo  dentado,  con  el  cual  entra  en 
relación  para  salir  luego  y  mezclarse  con  las  que  vienen  de  los  demás 
pedúnculos  y  distribuirse  por  fin  en  la  corteza  cerebelosa. 

Aunque  como  se  ve  sea  algo  conocido  el  trayecto  de  las  fibras  blancas 
del  cerebelo,  no  se  sabe  cuál  sea  su  terminación.  Antes  he  dicho  que  en 
la  sustancia  blanca  del  cerebelo  hay  fibras  que  terminan  en  las  células  de 
Purkinge  y  otras  que  atraviesan  esta  capa  sin  contraer  conexión  ninguna 
con.  las  células,  uniéndose  al  llegar  ala  capa  gris  con  las  prolongacio- 
nes procedentes  de  las  células  de  Purkinge,  que  se  reflejan  al  acercarse 
á  la  superficie.  Tal  vez  este  detalle  de  extructura  indica  que  existen  dos 
sistemas  de  fibras,  que  se  anastomosan  de  este  modo  para  formar  algún 
aparato;  pero  la  demostración  directa  de  si  estas  fibras,  distintas  por  su 
terminación,  proceden  de  pedúnculos  diferentes,  falta  por  completo. 

Pocos  órganos  hay  que  hayan  sido  objeto  de  tantas  y  tan  diversas  in- 
terpretaciones sobre  su  modo  de  funcionar.  Willis,  Rolando,  Leven,  Ma- 
gendie,  Schiff,  Flourens,  Renzi,  Luys,  Lussana,  Wagner,  Herbert-Spen- 
cer  y  otros  muchos  han  opinado  de  diverso  modo  acerca  délas  funciones 
del  cerebelo,  creando  teorías  más  ó  menos  científicas  y  atribuyéndole 
acciones  de  muy  distinta  índole. 

La  opinión  más  generalmente  admitida  hoy,  y  más  conforme  con  los 
hechos  experimentales  y  con  las  observaciones  clínicas,  es  la  de  consi^ 
deraral  cerebelo  como  centro  coordinador  de  todos  los  movimientos: 
sin  ser  un  órgano  exclusivamente  sensitivo  ni  motor,  pone  en  relación 


CÓLERA  MORBO.  633 

estos  .dos  factores,  para  que  resulte  la  armonía  que  reina  en  las  mañi< 
festaciones  motoras.  Conforme  con  estas  creencias,  indudablemente  la 
teoría  más  aceptable  y  la  más  en  armonía  con  los  hechos  de  Anatomía  y 
Fisiología  hoy  conocidos,  sobre  los  desórdenes  de  la  ataxia  locomotriz 
progresiva,  para  citar  un  solo  ejemplo,  es  atribuirlos  al  aislamiento  de 
la  tnédula  y  del  cerebelo  á  consecuencia  de  las  lesiones  dé  la  zona  radi- 
cular posterior,  del  cuerno  posterior  y  de  la  columna  de  Glarke,  pues 
por  más  que  este  aislamiento  sea  quizás  indirecto,  no  deja  de  impedir  la 
trasmisión  de  las  impresiones  sensitivas  al  cerebelo  por  el  hacecillo  ce- 
rebeloso  directo,  que  es  la  via  más  conocida. 

Herbert-Spencer,  suponiendo  que  las  acciones  nerviosas  han  de  ser 
coordinadas  en  el  tiempo  y  en  el  espacio,  admite  que  el  cerebelo  está 
destinado  á  la  coordinación  en  el  espacio  y  el  cerebro  en  el  tiempo. 

Bastían  se  expresa  como  sigue:  «el  cerebelo  es  un  centro  motor  su- 
premo, para  reforzar  y  regularizar  la  distribución  cualitativa  y  cuanti- 
tativa de  las  corrientes  centrífugas  en  los  actos  voluntarios  y  automáti- 
cos respectivamente;  ó  con  más  brevedad,  es  un  órgano  supremo  para  re- 
forzar y  regularizar  la  distrihurcion  de  los  corrientes  centrifugas.:»  Broad- 
bent  dice:  «el  cerebelo  coordina  los  movimientos  guiados  por  la  visión, 
ó  combina  los  movimientos  generales  del  cuerpo,  que  son  necesarios 
para  las  acciones  especiales  ordenadas  por  la  volición.»  De  este  modo 
podría  multiplicar  hasta  el  infinito  las  citas  de  verdaderas  autoridades 
en  esta  materia,  contestes  todas,  expresándolo  con  más  ó  menos  exacti- 
tud y  semejanza,  en  que  el  cerebelo  es  un  órgano  regularizador  de  los 
movimientos.  Estas  funciones  del  cerebelo  explican  la  facilidad  con  que 
muchas  afecciones  del  oido  producen  vértigos,  teniendo  en  cuenta  las 
relaciones  anatómicas  que  entre  ambos  órganos  existen. 

Si,  piara  ejercer  estas  funciones,  es  el  cerebelo  asiento  del  sentido 
muscular,  ó  tiene  en  estado  latente  la  fuerza  contráctil,  etc.,  no  se  sabe. 
Discuten  los  fisiólogos  y  todo  lo  que  se  ha  dicho  ofrece  aun  pocas-  ga^* 
rantías. 


CÓLERA  MORBO, 

POR  EL  Doctor  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona, 


^^0^f^r^0*0^0*^^0^0*0*0^^^0m0^0^0^0^>^^^^*^^0^0*0* 


TelégramaB  y  correo  de  las  islas  Fiíipiaas.— Noticias  de  Oriente. -Los  vapores- 
correos:  Fiñti^icw,  Asia,  Valencia. 

Un  telegrama  de  Manila  (7  Octubre)  dice  que  en  la  capital,  inclusos 
los  arrabales;  ocurrían  por  término  medio  de  10  á  42  defunciones  dia^ 
rías,  llegando  de  30  á  47  en  toda  la  provincia.  Asegurábase  en  el  mismo 
que  menguaba  la  epidemia  en  Cavite,  Bulacan,  Pampanga,  Batangas  y  Ca- 
marines del  Norte,  aumentando  en  cambio  en  Nueva  Ecija  y  en  Camari- 
nes del  Sur;  Se  había  presentado  en  Albay  y  no  se  tenían  noticias  de  Vi- 


384  CÓLERA  MORBO. 

sayas.  Cl  resto  continuaba  sin  novedad.— Otro  posterior  (día  17)  señala 
que  ha  causado  cuatro  defunciones  en  las  provincias  meridionales  de  Lu- 
zon  y  que  disminuye  en  las  septentrionales,  no  ocurriendo  novedad  en 
Visayas,  Romblen,  Capiz,  Mindoro  y  Jol6.— En  otro  particular  se  asegura 
que  habia  cesado  la  epidemia  en  llocos  del  Sur. 

Telegramas  de  última  hora  anuncian  la  terminación  oflcial  del  cólera 
en  Filipinas. 

Acabo  de  recibir  correo  (del  24  al  31  de  Agosto)  de  las  islas  Filipinas. 
Cuidadosamente  leido,  no  he  encontrado  casi  nada  que  valga  la  pena  de 
contarlo,  unas  cosas  por  demasiado  viejas  é  inútiles  como  conocimientos 
cientiñcos,  y  otras  por  harto  sabidas.  Se  han  brindado  médicos  y  estu- 
diantes de  Medicina  para  el  servicio  gratuito;  se  han  hecho  grandes  do- 
nativos por  los  particulares  y  por  las  órdenes  religiosas;  se  estimula  por 
las  autoridades  y  por  la  prensa  al  vecindario  para  levantar  su  ánimo;  se 
organizan  nuevos  hospitales,  etc  ,  etc.  Kntre  las  cosas  buenas^  anoto  la 
publicación  de  la  estadística  colérica  dia  por  dia,  pues  bueno  es  decir  la 
verdad  por  grave  que  sea;  entre  las  malas^  las  remociones  de  terrenos 
para  terraplenar  focos  de  infección,  y  entre  las  incalificables^  la  práctica 
de  sujetar  á  cuarentena  rigurosa  á  las  procedencias  de  puertos  sucios 
por  los  que  á  su  vez  lo  están:  Manila  respecto  á  iloilo,  é  Iloilo  respecto  á 
Manila,  por  ejemplo.  A  buena  hora 

— El  distinguido  epidemiólogo  Proust,  en  medio  de  un  gran  silencio, 
da  cuenta  de  la  situación  del  cólera  á  la  Academia  de  Medicina  de  París 
(10  de  Octubre).  Los  hechos  más  culminantes  de  su  relato  son  ya  conoci- 
dos de  mis  lectores.  Llama  la  atención  acerca  de  la  desorganización  del 
servicio  sanitario  de  Egipto,  pues  aun  el  Consejo  de  Alejandría  es  solo  la 
sombra  de  sí  mismo,  en  una  época  en  que  todo  debe  temerse  de  las  pe- 
regrinaciones. Como  reputa  al  lazareto  de  Camaran  insuficiente  para  to- 
das las  contingencias,  recomienda  se  adopten  medidas  rigorosas  en  el 
de  El-Wesch,  bastante  lejano  de  Suez,  creyéndolo  más  útil,  y  asi  lo  ha 
dicho  la  experiencia  de  algunos  años,  que  el  de  Djebel-Tor  y  el  de  las 
Fuentes  de  Moisés.  Por  esto  el  Gobierno  francés  ha  pedido  en  este  punto 
la  intervención  de  Inglaterra,  pues,  como  dice  Fauvel,  el  Egipto  es  la 
llave  que  puede  abrir  paso  al  cólera  para  el  Mediterráneo.— Tan  impor- 
tante ha  juzgado  la  Academia  la  nota  de  Proust,  que  acordó  remitirla  á 
los  ministros  de  negocios  extranjeros  y  de  comercio.  Y  hace  bien,  por- 
que la  invasión  del  Hedjar  seria  temible  para  Europa.  De  todos  modos, 
no  se  olvide  que  el  lazareto  de  Camaran  ha  cumplido  y  cumple  bien  su 
cometido,  y  que  los  de  Djebel-Tor  y  de  las  Fuentes  de  Moisés  son  solo 
establecimientos  secundarios,  á  donde  se  mandan  los  peregrinos  después 
de  sufrir  rigorosa  cuarentena  en  El-Wesch  y  El-Ouedji. 

— Llegó  por  fin  á  Barcelona  el  dia  15  á  última  hora  el  vapor  Viñuelas 
que  fué  admitida  á  libre  plática  el  16,  después  de  haber  estado  en  el  la- 
zareto sucio.  El  Consejo  de  Sanidad  por  una  parte  y  el  Director  general 
de  Beneficencia,  que  presidió  há  pocos  días  la  sesión  de  esta  Junta  pro- 
vincial, aprobaron  la  conducta  seguida  por  nuestras  Autoridades  y  fun- 
cionarios. Vale  más  así.  Sirva  este  ejemplo  de  estímulo  á  las  Corporacio- 
nes similares. 

El  Asia  salió  de  Port-Said  el  dia  11  y  llegó  á  Barcelona  el  19,  siendo 


REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA.  835 

despedido  para  lazareto  sucio.  Trae  467  pasajeros  y  ha  tenido  dos  muer- 
tos. La  cuarentena  impuesta  es  de  15  dias. 

£1  Valencia  partió  de  Manila  el  2  de  este  mes  con  150  pasajeros  y  i 01 
tripulantes,  habiendo  arribado  el  8  á  Singapore  y  el  17  á  Punta  de  Gales 
sin  novedad. 


REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA, 
POR  EL  Doctor  Don  Alejandro  Planellas, 

Hódieo  tgrtg»d«  del  HtipiUl  dt  Stntt  Oru. 


Tuberculosis  cutánea.— Con  este  nombre  podemos  hoy  comprender 
diversas  afecciones  cutáneas,  cuya  lesión  es  más  ó  menos  análoga  á  la 
producción  tuberculosa  diatésica,  que  ordinariamente  se  fragua  en  el  te- 
jido pulmonar  y  que  está  demostrado  que  puede  desarrollarse  en  la  ma- 
yor parte,  sino  en  todos  los  tejidos.  Hace  ya  algún  tiempo  que  se  ha  ca- 
lificado, particularmente  por  los  médicos  alemanes,  el  lupus  vulgar, 
de  producción  tuberculosa,  haciéndola  depender  de  la  diátesis  del  mis- 
mo nombre.  Hoy  el  Dr.  Vidal,  de  París,  distinguido  dermatólogo,  te- 
trae  á  la  arena  de  la  discusión  un  importante  asunto,  sosteniendo  la 
dualidad  de  la  tuberculosis  cutánea  (1),  al  querer  demostrar  que  el 
lupus  es  una  forma  especial  de  producción  tuberculosa,  distinta  de  los 
tuberculomas  que  en  la  piel  se  producen  y  son  una  manifestación  de 
la  diátesis  tuberculosa.  En  apoyo  de  esta  idea  dá  á  conocer  el  Dr.  Vi- 
dal tres  casos  clínicos  de  formación  de  tuberculomas  en  la  piel,  uno 
propio,  otro  observado  por  el  Dr.  P.  Coyne  y  otro  por  el  Dr.  Jarisch,  de 
Viena.  En  todos,  menos  en  el  del  último  autor,  se  ha  notado  la  presencia 
de  unos  pequeños  tumores  cutáneos  que  se  han  reblandecido  en  su  cen- 
tro, y  que  hasta  entonces  no  han  producido  cambios  de  color  en  la  su- 
perficie del  tegumento  externo,  los  cuales  han  concluido  por  abrirse  al 
exterior  y  dar  un  pus  grumoso.  En  el  del  Dr.  Jarisch  se  produjo  una  úl- 
cera serpiginosa  por  el  proceso  regresivo  de  tubérculos  conglomerados, 
que  se  desarrollaron  en  la  mejilla  y  en  la  oreja. 

El  Dr.  Vidal,  junto  con  Mr.  André,ha  practicado  el  examen  histológico 
dedos  pequeños  tumores  desarrollados  en  el  dermis.  El  núcleo  de  ellos 
estaba  rodeado  de  tejido  fibroso  condensado,  y  constituido  por  una  sus- 
tancia semi-transparentey  de  color  gris,  ofreciendo  todos  los  caracteres 
del  tubérculo  miliar  de  Laénnec  y  de  la  granulación  gris  de  Louis.  Un 
principio  de  caseificación  fué  demostrado  por  el  microscopio  en  dichos, 
núcleos. 

En  los  sujetos  en  que  se  han  observado  los  tuberculomas  descritos 
por  el  Dr.  Vidal,  existían  además  otras  producciones  tuberculosas  de  ór- 
ganos profundos,  particularmente  de  los  pulmones. 

Hace  anotar  además  el  Dr.  Vidal  que  el  lupus  no  es  hereditario,  aun- 


(1)    Ann,  de  dermat,  et  de  typhil,,  25  de  Agosto  de  1882. 


636  REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA. 

qua  el  sujeto  venga  de  padre  y  madre  que  lo  hayan  padecido;  que  este 
mismo  sujeto  no  está  más  dispuesto  á  padecer  la  tisis  tuberculosa  de^  lo 
que  lo  están  en  general  los  escrofulosos;  que  el  lupus  puede  persistir 
largos  años,  treinta,  cuarenta  y  aún  más,  con  las  mejores  apariencias  de 
salud  general  en  el  sujeto  que  los  padece,  y  finalmente,  que  las  inocula- 
ciones de  lupus,  que  Auspitz,  Pick  y  el  mismo  han  practicado,  han  sido 
infructuosas. 

Insiste,  pues,  el  Dr.  Vidal  en  considerar  como  distintas  la  tubercu- 
losis de  la  piel  y  el  lupus  vulgar,  por  los  argumentos  que  de  lo  dicho  se 
desprenden,  y  que  establecen,  según  él,  diferencias  en  la  etiología,  ana- 
tomía patológica,  marcha,  duración  y  terminación  de  ambas  afecciones  y 
refiere  en  definitiva  el  lupus  al  escrofulismo,  como  otros  autores  han  he- 
cho, entre  los  que  recordamos  á  Alibert,  Rayer,  Devergie  y  más  mo- 
dernamente Hardy,  Volkman  y  Billroth. 

Helanodermia  pitirisiaca.-Con  este  nombre  viene  descrita  la  afec- 
ción cutánea  de  un  notable  caso  clínico  de  que  dá  cuenta  el  Dr.  Porta- 
lier  (4).  Se  trataba  de  una  mujer,  que  sin  más  antecedentes  patológicos 
que  algunas  alteraciones  menstruales  y  después  de  dedicarse  á  un  oficio 
que  le  obligaba  con  frecuencia  á  tener  en  contacto  sus  extremidades  in- 
feriores con  una  cantidad  regular  de  legumbres,  que  debia  mondar  para 
separar  el  grano,  empezó  por  presentar  hinchados  dichos  miembros  y 
luego  notó  en  ellos  un  prurito  intenso  que  le  obligaba  á  rascar  fuerte- 
mente. Al  mismo  tiempo  llevaba  una  vida  de  marcada  miseria,  sin  po- 
derse procurar  ni  alimentos,  ni  aseo,  ni  descanso  convenientes. 

Al  entrar  esta  mujer  en  la  clínica  del  Dr.  Fournier,  presentaba  una 
alteración  considerable  del  pigmento  cutáneo;  en  la  cara  tenia  un  tinte 
terreo  y  en  muchas  partes  del  cuerpo  lo  tenia  moreno  sucio  y  en  algu- 
nas negruzco  subido.  Notábase  esto  en  el  cuello,  en  la  cintura  y  puntos 
correspondientes  á  las  partes  en  que  los  vestidos  presentan  más  plie- 
gues y  adhieren  más  al  cuerpo.  No  se  encontraron  síntomas  de  ninguna 
afección  interna  á  que  referir  la  pigmentación  exagerada,  y  recordando 
que  esta  enferma  se  habia  quejado  de  prurito  y  que  este  síntoma  no  po- 
día atribuirse  á  los  acarianos  que  acompañan  á  algunas  legumbres, 
porque  lo  notó  cuando  habia  dejado  el  oficio  que  con  ellas  le  ponia 
en  contacto,  se  vino  á  parar  (por  otros  datos  además)  en  que  la  afección 
era  una  melanodermia  pitirisíaca,  debida  alpediculiM  corporisy  sosteni- 
da por  la  miseria.  Los  baños  sulfurosos,  una  buena  alimentación,  la 
quina.y  el  hierro  vinieron  á  modificar  muy  favorablemente  la  pigmen- 
tación y  el  estado  general  del  sujeto.  - 

-rDespues  del  brevísimo  extracto  que  hacemos  de  la  nota  del  Dr.  Por- 
taliér,  creemos  oportuno  hacer  presente  que,  de  acuerdo  con  Kaposi  y 
otros  dermatólogos,  la  pigmentación  notada  en  el  sujeto  de  la  historia 
clínica,  como  la  que  se  observa  en  otras  afecciones  pruriginosas,  no  es 
otra  cosa  que  una  hipertrofia  pigmentaria  común,  cuyo  desarrollo  es 
mayor  en  los  puntos  en  que  más  se  siente  el  prurito  y  donde  más  s 
rascan.los  enfermos.. 


(i)    Ánn,  de  dermat,  et  de  syphil,^  25  de  Agosto  de  1882, 


REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA.  637 

Delasletálides.- Con  este  nombre  designa  el  distinguido  cirujano 
español,  Dr.  Rubio,  ciertas  erupciones,  cuya  presencia  está  relacionada 
con  el  desarrollo  del  cáncer.  De  ellas  se  ha  ocupado  recientemente  el 
Dr.  D.  Eugenio  Gutiérrez  en  un  trabajo  interesante  (1).  Estas  dermatosis 
acompañan  á  los  cánceres,  particularmente  de  la  mama,  estén  ó  no  ul- 
cerados, haya  ó  no  infartos  ganglionares,  y  se  presentan  con  frecuencia 
en  las  mujeres  obesas  y  especialmente  linfáticas.  Describe  el  Dr.  Gu- 
tiérrez varias  formas  de  esas  erupciones  desde  las  más  sencillas  hasta 
las  más  graves  y  que  son:  la  maculosa  ó  efélide  letálide,  la  papulosa,  la 
tuberculosa,  la  pústulo-crustácea,  la  eritematosa,  la  erisipelatosa  y  la  ec- 
zematosa.  Acompañan  al  trabajo  mencionado  varias  observaciones,  pro- 
pias unas  del  autor  y  otras  pertenecientes  al  Dr.  Estlander,  y  por  no 
poder  transcribir  aquí  todo  lo  que  de  más  importante  dice  el  Dr.  Gu- 
tiérrez, reproducimos  sus  conclusiones,  que  son  las  siguientes: 

1.'  Las  erupciones  malignas,  ó  letálides,  acompañan  á  los  cánceres 
con  extraordinaria  frecuencia,  y  su  conocimiento  ofrece  un  interés  clí- 
nico de  capital  importancia. 

2.*  Están  histológicamente  enlazadas  en  un  orden  de  menor  á  mayor 
complexidad,  siguiendo  por  lo  mismo  en  su  desarrollo  una  graduación 
natural  cuando  se  trata  del  carcinoma  epitelial  serpiginoso. 

3.'  En  las  demás  especies  de  cánceres  son  la  manifestación  de  la  in- 
fección local. 

4.*  Ellas  facilitan  el  diagnóstico  de  estas  neoplasias  cuando  radican 
en  órganos  glandulares  y  no  se  hallan  tumefactos  los  ganglios  vecinos, 
asi  como  también  nos  permiten  clasificar  úlceras  especiales  que  coinci- 
den con  tumores  de  la  misma  región. 

5.*  Su  presencia  indica  la  malignidad  y  propagación  del  neoplasma 
á  que  acompañan  y  por  lo  tanto  el  desastroso  fin  del  individuo  que  lo 
lleva. 

6.'  Como  no  se  destruyan  dichas  letálides  á  la  vez  que  el  cáncer,  la 
curación  de  este  es  imposible,  pues  de  cada  una  veremos  brotar  nuevos 
gérmenes. 

7.'  La  mayor  parte  de  las  recidivas  de  los  cánceres  de  la  mama  son 
debidos  al  rápido  desarrollo  que  adquieren  las  letálides  después  de  la 
extirpación  de  aquellos. 

8.*  Debe,  pues,  el  cirujano  no  recurrir  á  la  operación,  caso  de  existir 
alguna  variedad  de  dichas  erupciones  malignas,  si  no  quiere  cortar  la 
vida  de  los  pacientes;  y  esto  aunque  las  glándulas  linfáticas  próximas 
no  estén  tumefactas. 

Del  molluBcum.— Es  esta  una  de  las  afecciones  de  la  piel  á  la  que  se 
consagra  un  número  considerable  de  trabajos  modernos,  puesto  que  su 
estudio  dista  mucho  de  haberse  completado.  Y  por  ciei'to  que  no  son  solo 
los  trabajos  extranjeros  los  que  figuran  como  más  importantes,  sino  tam- 
bién alguno  nacional,  como  el  verificado  por  el  Dr.  D.  Eduardo  García 


(1)  Memoria  leida  el  13  de  Abril  en  el  Congreso  médico  internacional  de  Se- 
Tílla  celebrado  en  1832.— Para  detalles,  véase  la  Revista  Especial  de  Madrid,  pági- 
na 193,  1882. 


638  REVISTA  DE  DERMATOLOGÍA. 

Duarte,  quien,  en  las  lecciones  de  Clínica  quirúrgica  que  ha  dado  en  la 
Facultad  de  Granada,  se  ocupó  de  esta  afección  con  motivo  de  un  caso 
clínico  de  ella.  Dicho  señor  establece  el  diagnóstico  de  los  pequeños  tu- 
mores cutáneos  que  constituyen  el  moluscum  procediendo  por  exclusión. 
Los  distingue  primero  de  los  tumores  líquidos  por  carecer  de  fluctuación; 
luego  de  los  tumores  blandos  por  el  adelgazamiento  que  en  estos  se  pro- 
duce en  la  piel,  particularmente  en  el  quiste  sebáceo,  y  porque  en  el  mo- 
luscum no  hay  salida  de  materia  blanda  después  de  la  punción;  por  fin, 
de  los  tumores  duros,  especialmente  del  carcinoma,  porque  aun  dada  la 
multiplicidad  y  la  antigüedad  de  los  pequeños  tumores,  que  se  produ- 
cen en  el  moluscum,  no  va  éste  acompañado  de  síntomas  generales  ni 
se  nota  la  tendencia  á  la  ulceración.  Solo  pueden  ser  incluidas  dichas 
producciones  entre  los  tumores  duros  y  benignos  debiendo  venir  á  parar 
en  el  fibroma.  El  examen  microscópico  practicado  en  una  de  esas  espe- 
cies de  verrugas  concluye  por  demostrar  la  presencia  de  células  fusifor- 
mes, y  otras  estrelladas,  comprendidas  entre  fibrillas  empapadas  por  un 
líquido  amarillo  albuminoso  (1). 

El  Dr.  García  Duarte  rechaza  la  palabra  molluaciim  como  dada  á  con- 
fusiones, que  no  deben  continuarse  hoy  y  que  agrupan  en  ella  tres  for- 
mas de  afecciones  cutáneas:  el  molluscum  folicular,  el  fibroso  y  el  lin- 
foadénico.  El  primero  es  el  acné  varioliforme  de  algunos  autores  ó  quiste 
sebáceo,  llamado  por  otros  molluscum  contagiosum,  que  consiste  solo  en 
una  retención  sebácea  y  radica  en  una  anomalía  de  secreción.  El  segun- 
do es  referible  á  los  caracteres  histológicos  antes  indicados  por  el  autor. 
Y  el  tercero,  que  puede  llegar  al  reblandecimiento  y  ulceración,  empieza 
por  unas  manchas  rojizas  que  duran  mucho  y  luego  vienen  los  tumores, 
que  son  de  consistencia  elástica  indolentes  y  ann  algo  insensibles,  los 
cuales  se  reblandecen  y  dan  un  líquido  verdoso,  dejando,  después  de  des- 
prenderse la  costra  que  se  forma,  un  fondo  fungoso.  Estos  tumores  pre- 
sentan los  caracteres  histológicos  del  tejido  linfoideo  ganglionar  con  su 
red  fibrilar  y  sus  elementos  celulares. 

El  pronóstico  del  m>olluscum  lo  hace  el  Dr.  Duarte  calificándolo  de  in- 
curable, y  el  tratamiento  queda  reducido  á  la  extirpación  sucesiva  de  los 
tumores  que  califica  de  poco  racional  y  casi  irrealizable,  cuando,  como 
con  frecuencia  sucede,  ha  de  referirse  á  un  número  muy  considerable  de 
producciones. 

Es  por  demás  interesante  la  idea  apuntada  por  el  Dr.  García,  de  que 
el  molluscum  debe  considerarse  como  una  afección  constitucional  por  la 
multiplicidad  de  lesiones  que  produce,  por  ir  ligado  comunmente  á  sín- 
tomas generales  de  decaimiento  orgánico  y  por  haber  reinado  epidémi- 
camente. Por  fin,  no  teniendo  motivos  para  otra  aproximación  tal  vez 
asimilaría  el  molluscum  á  las  leproides. 

Con  lo  apuntado  basta  para  reconocer  la  importancia  del  trabajo  del 
Dr.  García  Duarte,  á  cuyo  original  remitimos  el  conocimiento  acabado 
del  asunto  (-2). 


(1)  Estos  caracteres  se  refieren  particularmente  al  moluscum  fibroso  de  Wir- 
chow. 

(2)  Revista  especial,  Madrid,  pág.  84.-1882. 


REVISTA  CRfnCA  BIBLIOGRÁFICA.  639 

REVISTA  CRITICA  BIBLIOGRÁFICA, 
POR  EL  Dr.  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  FctcuUad  de  Medicina  de  Barcelona. 


Biblioteca  del  Diario  médioo.  —  C.  Richbt.  -  Las  endemoniadas  de  hogaño 
y  de  antaño.  Estudio  de  Psicología  patológica,  con  un  prólogo  del  autor,  es- 
crito expresamente  para  esta  versión' española,  por  el  Dr.  Larra  Cerezo.— Ma- 
drid, 1882. -2'50  pesetas. 

Con  haber  expresado  el  título  y  con  haber  dicho  el  nombre  del  autor, 
casi  puede  juzgarse  a  priori  la  valía  de  la  obra.  Hace  algún  tiempo  que 
Richet  ha  tomado  á  pechos  la  tarea  de  estudiar  una  materia  asaz  difícil  y 
comprometida,  variada  en  la  forma,  pero  una  en  el  fondo,  que  le  permite 
publicar  de  cuando  en  cuando  una  interesante  monografía,  parte  del 
todo.  Reunidos  más  tarde  estos  estudios  parciales,  constituirán  una  sola 
obra,  si  como  es  de  desear,  continua  su  benemérita  empresa.  Uno  de  los 
capítulos  de  esa  gran  obra  es  el  de  Las  endemoniadas^  y  como  todos  los 
precedentes  está  expuesto  en  ese  lenguaje  dificilísimo,  que  sin  rebajar 
la  ciencia  la  pone  al  alcance  de  los  vulgares,  que  no  cansa  antes  bien 
deleita,  y  en  donde  el  gracejo  y  la  ironía,  precisos  en  ciertos  párrafos, 
tienen  holgada  y  oportunísima  cabida. 

Siempre  que  he  intentado  juzgar  una  de  las  producciones  de  Richet, 
he  llamado  la  atención  sobre  este  excelente  modo  de  decir,  que  incita  á 
la  lectura,  que  no  permite  dejar  el  libro  sin  acabar  y  que,  del  principio 
al  ñn,  se  va  deslizando  tranquila  y  apaciblemente,  como  el  arroyuelo 
que  tiene  su  cauce  y  que  no  anda  por  vez  primera  sorteando  las  desi- 
gualdades de  terreno  ignoto.  Seguro  estoy  de  que  si  la  materia  de  que  se 
ocupa  no  fuese  tan  simpática  6  más  que  el  mismo  lenguaje,  habría  de 
distraerse  el  lector;  pero  sabe  tan  bien  Richet  dar  forma  á  su  fondo  y 
fondo  á  su  forma,  que  es  inconcebible  separarlos,  concurriendo  ambos, 
como  lados  de  un  ángulo,  á  engendrar  la  obra,  ó  como  dos  colores  del 
arco  iris  se  suman  para  hacer  nacer  el  intermedio. 

Al  que  haya  leido  una  de  las  publicaciones  de  Richet,  no  sorprende- 
rá la  difícil  facilidad  de  su  exposición,  y  asentirá  conmigo  en  lo  que  lle- 
vo dicho.  A  el  que  no  haya  leido,  que  lea,  y  creerá  por  su  testimonio  y 
no  bajo  mi  palabra. 

A  uno  y  otro  ha  de  serles  eminentemente  simpático  el  asunto  de  esta 
obra.  El  argumento  de  la  misma  está  expresado  en  la  siguiente  frase, 
que  tomo  de  la  Introducción:  «En  el  siglo  xvi  el  diablo  estaba  en  todas 
partes;  actualmente  no  está  en  ninguna.  La  ciencia  ha  establecido  su 
poder  sobre  las  ruinas  del  poder  del  diablo.:»  Hé  aquí  un  tema  intere- 
sante. Primero  se  habla  del  demonio  de  ahora,  el  histerismo,  sonambu- 
lismo, etc.,  para  conocerlo  bien,  tal  como  la  ciencia,  con  una  perseve- 
rancia más  pertinaz  que  aquella  con  que  antiguamente  se  afianzaba 
Lucifer  del  cuerpo  de  sus  poseídos,  ha  ido  reconstruyéndolo.  Luego,  á 
partir  de  esta  buena  base,  de  este  gran  criterio,  que  recomendarla  el 
mismo  Balmes,  se  estudia  el  Satán  de  entonces,  aquel  de  los  íncubos, 


640  REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA. 

sucubos,  brujas,  animales  repugnantes,  y  tantos  otros  engendros  de  en- 
fermas imaginaciones.  Conocidos  ambos,  resulta  bien  patente  la  igno- 
rancia de  entonces  (dejando  á  un  lado  la  malicia,  la  soberbia,  la  lujuria 
y  demás  pecados  capitales  que  pudieran  influir),  y  la  dureza  de  aquella 
terapéutica.  Resultan  también  los  progresos  realizados  por  las  ciencias 
médicas,  que  necesariamente  han  trascendido  á  todas  las  esferas  socia- 
les, ahorrándonos  terribles  espectáculos,  mengua  del  hombre,  escarnio 
de  la  caridad  y  síntesis  de  todas  las  preocupaciones.  Sin  embargo,  re- 
párese que  aun  queda  algo  por  hacer:  no  hace  mucho  tiempo,  nada  me- 
nos que  en  Barcelona,  ha  habido  dos  endemoniadas  (el  traductor  da 
cuenta  de  una)  con  sus  correspondientes  exorcismos  y  escándalos,  y  con 
la  inmediata  protesta  y  burla  de  los  que  tienen  sentido  común;  no  hace 
mucho  tiempo  en  un  aislado  pueblo  de  Italia  hubo  toda  una  epidemia, 
contra  la  cual  no  bastaron  análogos  procedimientos,  terminando  feliz- 
mente con  una  fecunda  receta:  unos  cuantos  centenares  de  soldados  para 
dar  la  guarnición.  Se  repiten,  es  verdad,  algunos  hechos,  pero  ¡cuan 
pocos  y  cuan  haladles! 

El  traductor,  Sr.  Larra  Cerezo,  ha  cumplido  fielmente  su  misión  y  ha 
añadido  por  cuenta  propia  algunas  interesantes  notas.  La  enhorabuena 
para  todos. 


Tesis  sobre  la  patogenia  de  las  principales  enfermedades  que  anticipan 
la  muerte  del  género  humano,  presentada  al  Congreso  médico  celebrado  en 
Sevilla  el  9  de  Abril  del  año  actual  por  D.  Faustino  Roél,  autor  de  la  Etiología  de 
la  pellagrOf  en  cuyas  fundamentales  doctrinas  se  halla  basado  el  presente  traba- 
jo, que  puede  por  este  concepto  ser  considerado  como  epilogo  de  aquella.— Ma- 
drid, 1882.-2  pesetas. 

Hace  algún  tiempo  (4)  tuve  la  satisfacción  de  hacer  el  juicio  critico 
de  la  monumental  obra  del  benemérito  médico  asturiano  Sr.  Roél,  en 
quien  rebosa  un  poder  de  observación,  de  que  pocos  hombres  pueden 
preciarse,  si  es  que  alguno  á  tanto  llega.  Resumen  esta  Tesis  de  aquel 
trabajo,  dicho  se  está  cuáles  han  de  ser  mis  ideas  acerca  de  la  misma. 
Ahora,  como  entonces,  creo  que  las  producciones  de  Roél  deben  meditar- 
se mucho  y  que,  antes  de  hablar  de  ellas,  es  preciso  pensar  con  calma, 
olvidar  alguna  digresión  para  fijarse  en  los  puntos  culminantes,  y  sobre 
todo  admirar  siempre  al  hombre  concienzudo  y  cargado  de  paciencia, 
que  busca  las  causas  de  las  enfermedades  humanas  en  la  tan  olvidada 
genealogía  de  la  familia,  desentrañando  en  los  oscuros|  tiempos  que  fue« 
ron  ese  misterioso  enredo  de  la  herencia,  que  va  enfocando  sus  fuerzas 
patogenésicas  en  un  individuo  después  de  haber  sufrido  en  los  ascen- 
dientes más  ó  menos  modificaciones,  del  mismo  modo  que  los  rayos  que 
pasan  varias  lentes  sufren  más  ó  menos  trastornos  hasta  quedar  consti- 
tuidos en  un  foco. 

A  primera  vista,  sin  más  que  lo  dicho,  se  comprende  bien  la  impor- 
tancia de  una  doctrina,  cuyo  valor  nadie  seria  osado  para  negar;  pero 
que,  por  lo  mismo  que  necesita  calma  y  tiempo,  no  á  todos  les  es  dado 


(1)   Gaceta  Mboiga  Catalana,  1881. 


REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA.  641 

ni  investigarla  ni  comprobarla.  Verdadera  aplicación  del  transformismo 
á  las  evoluciones  patológicas  de  la  especie,  es  decir,  al  resultado  de  la 
triple  acción  que  desarrollan  el  tiempo,  las  causas  exteriores  y  las  causas 
internas  ú  orgánicas,  sintetizadas  en  la  herencia;  ella  marca  una  de  las 
fuentes  más  ricas  de  nuestros  conocimientos,  y  no  digo  la  más  rica  por- 
que soy  de  los  que  creen  que  la  experimentación,  el  ir  á  preguntar,  ha 
producido  mayores  frutos  que  largos  siglos  consumidos  en  escuchar  ó 
simplemente  en  oir  lo  que  llegaba  buenamente  al  oído  intelectual. 

Roél  sienta  sobre  tan  sólida  base  su  edificio  médico,  que  puede  califi- 
carse de  muy  suyo,  siquiera  por  lo  que  ha  hecho  de  trabajo  para  cons- 
truirlo. La  inmensa  mayoría  de  los  padecimientos  arranca  de  esta  larga 
etiología;  ella  revela  las  mutaciones  morbosas  en  cada  hombre,  y  ella  ha 
de  dar,  una  y  fecunda,  la  ley  terapéutica^  que  hoy  solo  tiene  datos  suel- 
tos. Dada  esta  concepción,  se  destaca  sobre  todo  para  Roél  lahigiene^  el 
mejor  código  científico,  el  único  que  puede  contrarrestar  la  pujanza  pa- 
togenésica,  que  va  arrollando  la  salud  á  través  de  las  generaciones. 

Para  llegar  á  este  desiderátum^  cree  Roél,  y  cree  bien,  que  la  máqui- 
na encargada  de  reunir  materiales  para  el  colosal  empuje  sintético  que 
es  preciso,  el  cuerpo  médico,  no  está  bien  dispuesta,  y  que  hace  falta, 
por  tanto,  organizarlo  de  buena  manera,  no  sea  que  pierda  sus  fuerzas 
en  el  aislamiento,  que  dá  como  resultado  un  análisis,  que  preocupa,  y 
una  trituración,  que  acongoja.  Colocado  por  hecho  lógico  en  este  terreno, 
Roél  tiene  inmensa  tarea,  y  así  lo  creo  porque  ni  se  enseña  bien  ni 
fundamentalmente  á  los  médicos,  ni  se  les  trata  luego  de  manera  que 
den  muchos  y  estimados  frutos.  No  seguiré  al  autor  en  su  loable  empre- 
sa: me  limitaré  á  exponer  solo  dos  ideas:  la  de  colegiar  al  cuerpo  mé- 
dico, como  modo  de  ser,  y  la  de  las  oposiciones,  como  único  medio  de 
entrar. 

El  colegio  médico  lleva  consigo  la  idea  del  escalafón,  de  la  antigüe- 
dad, de  las  recompensas  en  vida  y  en  muerte  (viudedad,  horfandad,  etc.), 
de  la  emulación,  de  los  ascensos  y  del  establecimiento  de  centros  ad- 
ministrativos y  científicos,  que  habían  de  ser  cabeza,  docta  y  perita,  no 
política  ni  de  caciquismo,  de  este  inmenso  é  ilustrado  cuerpo.  Así,  con 
este  rigorismo  de  constitución,  no  permitiendo,  desde  el  más  alto  al  más 
bajo  de  los  componentes,  ni  la  más  leve  mezcla  de  suMancia  extraña^ 
acepto  el  hecho  del  colegio  médico,  que  he  defendido  y  que  defenderé  en 
tanto  que  descanse  solo  sobre  estas  tres  bases:  ciencia,  justicia  y  médi- 
cos exclusivamente. 

Las  oposiciones  para  ingresar.  '¡Qué  idea' tan  simpática  y  justiciera! 
Si,  por  oposición,  pase  lo  que  pase  y  griten  cuanto  quieran  los  que  ja- 
más sehan  opuesto  ni  se  opondrán,. no  obstante  de  gozar,  á  modo  de  un 
feudo  hereditario,  de  las  mejores  prebendas  de  la  carrera.  ¡Si  algún  día 
se  hiciera  una  concienzuda  revisión  de  los  méritos,  y  no  digo  de  los  ser- 
vicios porque  de  estos  no  hay  duda  que  tienen  muchos,  de  los  que  han 
figurado  y  figuran  en  nuestras  altas  gerarquias!  Pero  vale  más  no  ha- 
cerlo, porque  temo  que,  volviendo  la  oración  por  pasiva,  hablan  de  ser 
los  revisores  los  que  más  necesidad  tienen  de  ser  revisados.  Cambiemos 
la  hoja.  Reciba  mis  plácemes  el  Sr.  Roél  por  la  energía  con  que  defiende 
el  ingreso  por  oposición,  y  permítame  le  advierta  que  sus  ideas  no  son  las 


642  NOTICIAS    CIENTÍFICAS. 

de  algunos  hombres,  cuya  valia  pone  él  con  frecuencia  sobre  su  cabeza» 
y  que  por  lo  mismo  se  expone  á  que  le  caiga  encima  la  nube  de  Pedros, 
Juanes,  Franciscos,  etc.,  verdaderos  ó  falsos,  por  haberse  atrevido  á  de- 
cir, viviendo  y  gozando  ellos,  que  «las  reformas  fundamentales,  que  re- 
clama perentoriamente  el  sentimiento  unánime  profesional,  deben  basarse 
en  la  inamovilidad  de  todo  cargo  médico,  equiparada  á  la  de  los  cuerpos 
docentes  en  oposiciones  para  cubrir  las  plazas  vacantes,  escalafón,  as- 
censos y  jubilaciones.»  Y  adviértele  también,  y  como  consecuencia  de 
lo  dicho,  que  eso  de  sentimiento  unánime  es  una  verdadera  errata  y  que 
debe  contar  como  excepciones,  no  precisamente  á  los  inftmoSy  social- 
mente  hablando,  sino  á  los  máximos.  Guando  otra  vez  escriba  corrija 
esta  sobra  de  cantidad,  y  habrá  establecido  el  criterio  para  separar  las 
buenas  de  las  malas  semillas. 

Por  lo  demás  me  duele  ver  tan  apartado  al  Sr.  Roél  de  las  conquis- 
tas de  la  Patología  experimental.  Seria  imposible  demostrar  hoy,  aún 
dando  latitud  extrema  á  la  frase  y  gran  inteligencia  al  que  tomara  á  pe- 
chos la  empresa,  que  cel  mayor  valor  que  debemos  conceder  á  los  micro- 
bios es  de  efecto  y  nunca  el  de  caicas  eficientes  de  las  enfermedades.» 
Se  han  acumulado  demasiadas  pruebas  en  defensa  de  la  doctrina  parasi- 
taria para  que  pueda  negarse  sin  más  ni  más.  Es  un  hecho  repetido 
y  variadamente  comprobado,  y  por  gran  importancia  que  se  dé  al  tér- 
reno  en  que  evolucionen,  siempre  resultará  que,  sin  elíos,  no  hay  deter- 
minados padecimientos. 

NOTICIAS  CIENTÍFICAS. 


Blenorragia:  tratamiento  por  el  permanganato  potásico. — ^Desde 
algún  tiempo  á  esta  parte  se  viene  encomiando,  particularmente  en  la 
prensa  extranjera,  el  tratamiento  de  la  blenorragia  por  las  inyecciones 
de  permanganato  potásico.  El  Dr.  Gourges,  que  na  hecho  especiales  es- 
tudios sobre  su  acción  en  la  clínica  del  Dr.  Boureau  en  Saint-  Lazare,  es- 
tablece las  conclusiones  siguientes  (Moniteur  thérapeutique): 

1.'  El  permanganato  potásico  es  un  medicamento  desinfectante,  an- 
tiséptico, dotado  de  propiedades  astringentes,  variables  según  las  dosis. 

2.'  Ejerce  una  acción  notable  sobre  los  elementos  del  pus  en  gene- 
ral y  del  blenorrágico  en  particular.  Esta  acción,  francamente  antisép- 
tica, puede  explicarse  por  la  descomposición  química  de  las  partículas 
purulentas  y  su  oxidación  inmediata  bajo  la  influencia  de  dicha  sal. 

3.*  Por  su  acción  directa  sobre  el  pus,  previene  la  auto-inoculacioni 
es  decir,  el  contagio  de  las  partes  sanas  por  el  pus  de  las  enfermas. 

4.*  Su  acción  sobre  las  mucosas  enfermas  es  análoga  á  la  de  las  de- 
más astringentes.  El  grado  de  astricción  es  débil  con  una  solución  de  un 
gramo  por  500,  pero  apreciable;  todavía  es  soportable  sin  dolor  real  con 
una  solución  de  un  gramo  por  250  de  agua. 

5*.  Por  su  acción  sobre  las  materias  orgánicas,  el  permanganato  po- 
tásico debe  emplearse  en  solución  con  el  agua  destilada. 

6.'    Puede  inyectarse  sin  inconveniente  en  la  vejiga. 

7.*    Resulta  de  las  observaciones  precedentes  que  la  acción  de  esta 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  643 

sal  es  rápidamente  bienhechora  en  la  blenorragia.  £1  flujo  de  la  forma 
aguda  puede  suprimirse  definitivamente  á  los  doce  dias  de  la  aplicación 
i^éí  medicamento,  por  término  medio,  sin  que  sea  necesario  intervengan 
los  balsámicos.  En  la  forma  crónica  su  aplicación  no  es  menos  eficaz, 
pero  puede  necesitar  un  espacio  de  tiempo  algo  mayor. 

8.'  La  acción  del  permanganato  modifica  ventajosamente  la  secre- 
ción patológica  del  útero. 

9.'  No  debe  recurrirse  á  esta  sustancia  para  obtener  la  curación,  en 
la  mayoría  de  los  casos  arriba  expuestos,  sino  después  de  la  desaparición 
completa  de  los  fenómenos  inflamatorios  iniciales  de  la  blenorragia  agu- 
da. Por  otro  lado  debe  observarse  un  régimen  riguroso,  siendo  útil  re- 
currir á  los  baños  y  tisanas  diuréticas  durante  la  duración  del  trata- 
miento. 

10.*  Ofrece  un  solo  inconveniente:  su  descomposición  en  contacto 
del  lienzo,  y  la  mancha  que  de  ella  resulta.  Este  inconveniente  es  fácil  de 
obviar,  teniendo  cuidado  de  emplear,  para  el  lavado  de  los  lienzos,  agua 
acidulada  con  un  poco  de  ácido  clorhídrico,  sal  de  acederas,  ó  bien  solo 
con  el  jugo  de  limón 

11.*  El  permanganato  potásico  ha  dado  excelentes  resultados,  por 
sus  cualidades  desinfectantes  y  antisépticas,  en  el  tratamiento  de  nume- 
rosas afecciones;  ozena,  otorreas,  cistitis,  llagas  cancerosas  ó  diftéri- 
cas, etc. 

Por  otra  parte,  Zeiss  (Revite  hehd.  de  Thérap,)  hace  notar  los  incon- 
venientes que  presentan  las  inyecciones  concentradas  de  permanganato 
en  la  blenorragia,  y  menciona  que  él  ha  visto  un  gran  número  de  estre- 
checes de  uretra  en  el  Hospital  general  de  Viena  que  se  podían  atribuir 
á  su  empleo.  Reconociendo,  por  otra  parte,  la  beneficiosa  acción  de  esta 
sustancia,  propone  el  empleo  de  una  solución  debilitada,  bajo  esta  forma: 

Permanganato  potásico 0*01  gramo. 

Agua 100  » 

Según  él,  esta  solución,  conservando  la  acción  astringente  oportuna  y 
sobre  todo  las  condiciones  antisépticas  (á  las  cuales  dan  una  gran  impor- 
tancia sobre  todo  los  partidarios  del  origen  parasitario  de  la  blenorragia), 
está  desprovista  de  toda  acción  cáustica,  por  lo  que  no  puede  haber  in- 
conveniente en  emplear  una  dosis  algo  mayor.— (Calvet  Nava.) 

Difteria:  tratamiento  por  las  aplicaciones  locales  de  ácido  bó- 
rico.— Harries  {The  Lancet)  considera  la  difteria  como  un  efecto  local, 
debido  á  la  inoculación  y  no  á  una  infección  general.  Las  exudaciones 
fibrinosas  y  falsas  membranas  desaparecen  rápidamente  por  este  trata- 
miento local  y  los  síntomas  generales  remiten.  Son  tan  beneficiosos 
sus  efectos,  que  lo  considera  como  un  verdadero  específico.  Prepara  la 
siguiente  solución: 

Acido  bórico 6  gramos. 


?1'««""^ Ua      15 

Affua 1 


Agua 


» 


Para  aplicarla  abundantemente  sobre  las  fauces,  primero  cada  hora  y 
después  disminuyendo  las  aplicaciones  á  medida  que  desaparecen  los 
depósitos  y  los  síntomas  generales.  Cuando  la  garganta  empieza  á  estar 
limpia,  debe  continuarse  aún  durante  algunos  dias.  La  solución  parece 
no  tener  malas  consecuencias  aunque  sea  tragada  por  el  enfermo,  pues 
el  autor  ha  aplicado  gran  número  de  veces  más  de  una  onza  durante  las 
24  horas,  en  niños  de  4  á  5  años,  sin  observar  malos  efectos. — (Fargas.) 


644  NOTICIAS    CIENTÍFICAS. 

Catarro  Tesical  crónico. — {Revue.  hehd.  de  I7i¿rap).— El  catarro  cró- 
nico de  la  vejiga  lleva  á  veces  al  enfermo  á  un  estado  tal  de  marasmo,  ya 
á  consecuencia  de  la  secreción  moco-purulenta  abundantísima,  que  de- 
termina el  agotamiento  del  paciente  como  toda  supuración  prolongada, 
ya  por  efecto  de  la  absorción  de  este  pus,  que  le  ha  valido  el  nombre  de 
tisis  vesical,  por  la  similitud  que  ofrece  con  la  tisis  pulmonar  en  su  pe- 
riodo avanzado. 

Para  estos  catarros  inveterados  recomienda  el  Dr.  Adrián  Schutkug 
las  irrigaciones  continuas.  El  líquido  que  emplea  tiene  la  siguiente  com- 
posición: 

Hiposulñto  de  sosa 10  gramos. 

Glicerina 5       » 

Para  practicarlas  se  vale  de  un  irrigador  común  que  comunica  con 
un  tubo  de  draignage  ordinario,  el  cual  se  introduce  en  la  vejiga  á  tra- 
vés de  una  sonda  ordinaria.  Tiene  la  ventaja  este  procedimiento  de  obrar 
directamente  sobre  la  mucosa  de  la  vejiga  y  sus  repliegues. — (Calvet 
Nava). 

Polvo  gal actógeno.— Aconseja  Rostan  el  uso  de  la  siguiente  mezcla 

para  aumentar  la  leche  de  las  nodrizas: 

Carbonato  de  magnesia 30  gramos. 

Cortezas  secas  de  naranjas  amargas  /  «  «  i 

Semma  de  hinojo  pulv 1  *  *  *        • 

Azúcar  de  leche 8        » 

M.  S.  A.  y  pulv.  finamente. 

Una  cucharada  pequeña  dos  ó  tres  veces  cada  dia  en  un  poco  de  agua. 

— (R.  ROVIRA.) 

Establecimiento  terápico-fancional.-^Esta  institución,  emprendida 
con  una  valentía  que  tiene  pocos  precedentes,  resultando  una  obra  dig- 
na de  justa  alabanza,  acaba  de  enriquecerse  con  dos  importantes  adqui- 
siciones. El  distinguido  higienista  Dr.  D.  Carlos  Ronquillo  ha  sido  nom- 
brado Director  de  los  Gimnasios  del  Establecimiento,  y  el  reputado  pro- 
fesor D.  Juan  Estrany  Maestro  de  gimnasia  higiénica  y  pedotribo  de  ejer- 
cicios médicos.  Felicito  al  Dr.  Nunell  por  su  acertada  elección,  que  al  fin 
ha  de  redundar  en  provecho  de  la  clientela  que  al  Establecimiento  con- 
curra, y  tanto  más  cuanto  que  entiendo  que  la  verdadera  utilidad  de  es- 
tas instituciones  ha  de  fiarse  no  solo  á  la  buena  disposición  y  riqueza  del 
material  terapéutico,  sino  también  á  la  inteligencia  y  actividad  de  los 
empleados.— (RoDmGUEz  Méndez). 


SECCIÓN  OFICIAL. 

Carbunclo. — Real  orden  de  13  de  Octubre  disponiendo  se  adquieran  tubos 
de  vacuna  para  esta  enfermedad,  con  el  objeto  de  practicar  ensayos  públicos 
en  el  ganado  vacuno  y  lanar  del  Instituto  Agrícola  de  Alfonso  XII.  —  (Gcu;eta 
del  17  de  Octubre. 

Cátedra  vacante.-  Real  orden  de  10  de  Octubre  mandando  se  provea  por 
traslación  la  de  Higiene  de  la  Universidad  Central.— (/d.  del  19  id.) 

PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Manual  de  Anatomía  descriptiva,  por  el  Doctor  Robs^^t  Hartmann.  Traduc 
cion  directa  del  alemán  por  los  Ores.  L,  Góngoray  S.  Carefóna¿.^  Cuaderno  21, 

Reseña  sobre  la  triqaina  y  triquinosis,  con  expresión  de  lo  ocurrido  en  Ma-* 
drid.  por  el  Dr.  Simeón  Marcos  García  —Madrid.  1882.— (Dos  ejemplares.) 

Elementos  de  Filosoíia  química,  según  la  teoría  atómica^  por  Vicente  Marca- 
no,  precedido  de  una  carta  de  A.  Naquet.—  Caracas,  18S2.— iDos  ejemplares.) 

Periódicos:  El  Álbum  médico,  Guatemala.— Aet^i^ía  de  Terapéutica  y  Farmacolo* 
gia,  Madrid. — Archivos  de  Terapéutica,  Barcelona.— La  fTi^iené,  Madrid. 


tomo  II.  Itóm.  1^1 .  15  Soviembn  de  1882.  Ano  II.  Núm.  46. 


Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  La  toracentesis  en  el  traUmiento  de  la  pleuresía  serosa  rtésis  del  doctorado)  (con- 
cluirán, por  el  »r.  BibM  Per«i«6.  -  Vaginalitls  crónica.  Hematocele  de  la  vaginal 
derecha.  Punción.  Gangrena  del  escroto.  Abertura  y  limpieza  de  la  vaginal.  Curación,  por 
el  l»r.  D.  Alvaro  Eaqocrdo.- Anatomía  de  los  centros  nerviosos  (continuación),  por  el 
Dr.  D.  Miffael  A.  Farsas  Moea.  -  Cólera  morbo,  por  el  Dr-  Bodri^ueB  «endea.  — 
Revista  crítica  bibliográfica.  Tratado  de  Operatoria  quirúrgica  por  el  Dr.  Morales  Pérez,  por 
D.  Artaro  Maaoii  j  Arroyo.- Análisis  de  la  peptona  Defresne,  por  el  Dr.  Verat. -Sección 
oficial.  


LA   TORACENTESIS 

EN    EL    TRATAMIENTO  DE    LA  PLEURESÍA    SEROSA  (*). 

(tesis  del  doctorado) 

POR  D.  M.  Ribas  Perdigó. 


II.— Accidentes  que  pueden  acompañar  y  seguir  A  la  toracente- 
sis.—Desde  aliora  podemos  decir  que  tanto  vale  la  palabra  accidente  co- 
mo la  de  objeción,  cuando  de  la  toracentesis  se  trata,  porque  de  ellos  se 
han  servido  los  que  han  pretendido  rechazar  ó  rebajar  la  operación  que 
estudiamos.  Médicos  hay  que,  aceptando  la  toracentesis  urgente,  recha- 
zan la  discutible  por  no  exponerse  á  los  peligros  reales,  pero  en  gran 
manera  abultados,  que  pueden  presentarse,  y  sin  tener  en  cuenta. ios 
grandes  perjuicios  que  el  enfermo  puede  reportar  de  la  abstención.  An- 
te todo  hay  que  decir  que  muchas  veces  mueren  los  operados  por  causas 
que  ninguna  relación  tienen  con  la  operación;  por  ejemplo,  cuando  fa- 
llecen á  consecuencia  de  cánceres  pleuro-pulmonares,  tuberculosis,  pe- 
ritonitis, sínfisis  cardíaca,  dilatación  ventricular,  pericarditis,  etc.,  que 
desde  años  venian  padeciendo.  Sin  embargo,  como  los  peligros  pueden 
presentarse,  es  preciso  conocerlos  perfectamente  para. saber  combatirlos 
con  los  medios  adecuados,  cuando  lo  permita  su  naturaleza  intrínseca. 

a. — Accidentes  que  se  relacionan  con  el  mamíal  operatorio, — Uno  de 
los  menos  graves  es  el  que  ocurre  cuando  el  instrumento  punzante,  qu3 
se  emplea,  se  desvia  á  lo  largo  dé  una  costilla,  sin  penetrar  en  el  interior 
de  la  colección  pleuritica,  lo  cual  parece  ser  debido  á  que  se  usa  el  ins- 
trumento con  timidez  ó  con  poca  fuerza,  y  su  punta  se  desvia  por  la  re- 
sistencia de  la  piel  ó  a  causa  de  algún  movimiento  del  enfermo  al  sentir- 
se herido.  Con  objeto  de  evitar  este  contratiempo,  Trousseau  incindia 
previamente  con  una  lánzala  la  piel,  en  el  sitio  qu3  qu3ria  puncionar, 


(1)    Continuación, —  Véanle  los  números  40,  41  y  44. 


6i6  LA   TORAGKNTESIS 

pero  lo  mejor  es  asegurarse  bien  del  instrumento  é  introducirlo  con  fuer- 
za. Debemos  advertir  que  este  accidente  es  mucho  más  difícil  emplean- 
do la  delgada  aguja  aspiradora,  que  cuando  se  emplea  un  trocar  ordi- 
nario. 

No  me  ocuparé  aquí  del  accidente  que  resulta  cuando,  operando  con 
el  trocar  antiguo,  no  sale  liquido  alguno^  porque  se  ha  penetrado  poco  ó 
demasiado,  ó  porque  falsas  membranas  han  obturado  la  cánula,  en  ra- 
zón á  que  es  un  accidente  rarísimo  cuando  se  hace  uso  del  método  por 
aspiración. 

Por  mucho  tiempo  los  cirujanos  han  señalado  la  herida  de  la  arteria  ó 
del  nervio  intercostal,  como  accidentes  que  podían  presentarse  en  el  mo- 
mento de  practicar  la  punción,  pero  debemos  considerar  que,  á  no  exis- 
tir anomalía,  no  es  muy  fácil  que  tal  suceda,  si  se  han  tenido  presentes 
para  la  punción  las  reglas  que  se  han  dado  en  otro  lugar.  Además,  este 
accidente,  á  la  verdad  poco  común  empleando  gruesos  trocares,  ha  des- 
aparecido desde  que  se  emplea  la  fína  aguja  del  aparato  de  Dieulafoy. 

La  picadura  del  pulmón  ha  sido  también  un  contratiempo,  que  ha 
dado  mucho  que  hablar  á  los  médicos,  pero  nosotros  nos  detendremos 
poco  en  ella  por  varias  razones:  4.'  esta  picadura,  por  más  que  se  diga, 
ha  sido  observada  pocas  veces;  2.*,  tiene  poca  gravedad,  sobre  todo  si  es 
delgado  el  instrumento  que  se  emplea;  3.'  es  imposible,  á  no  haber  error 
de  diagnóstico,  empleando  un  aparato  que  permita  el  vacío  previo;  lo 
único  que  puede  ocurrir  es  que  la  punta  de  la  aguja  lastime  superficial- 
mente al  órgano  pulmonar;  pero  ya  sabemos,  y  no  es  necesario  repetirlo, 
la  manera  de  prevenir  este  ligero  contratiempo  (no  aspirar  todo  el  li- 
quido, inclinar  la  aguja,  etc.)  Con  todo,  si  á  pesar  de  nuestros  esfuerzos 
la  herida  pulmonar  se  produce,  no  hay  que  inquietarse  mucho,  pues, 
en  general,  son  muy  benignas,  curándose  espontáneamente.  Lo  único 
que  debemos  hacer  es  suspender  la  operación  para  no  ejercer  sobre  la 
herida  aspiración  de  ninguna  clase. 

Cuando  se  emplea  el  trocar  de  Reybard,  sucede  á  veces  que,  al  reti- 
rar la  cánula,  una  vez  la  operación  terminada,  empieza  á  rezumar  san- 
gre de  una  manera  alarmante,  sin  que  esté  herida  la  artería;  esta  he- 
morragia no  tiene  nunca  lugar  empleando  una  aguja,  y  si  sucediera,  no 
hay  que  preocuparse,  porque,  después  de  colocado  un  pedazo  de  espara- 
drapo, suele  cesar  sin  ninguna  consecuencia. 

b. — Punciones  secas, — ^Vimos  ya  en  la  Introducción  que  éstas  eran  las 
que  antiguamente  contribuian  en  mayor  escala  á  rechazar  la  toracente- 
sis,  porque  sin  poder  hacer  nunca  un  diagnóstico  acertado  de  las  colec- 
ciones pleuríticas,  los  cirujanos  operaban  á  menudo  fundándose  solo  en 
que  les  parecía  debía  haber  líquido  en  la  cavidad  de  la  pleura.  Hoy  que, 
gracias  al  perfeccionamiento  de  los  medios  exploratorios,  las  coleccio- 
nes líquidas  se  diagnostican  con  bastante  certeza,  se  ha  hecho  muy  rara 
la  punción  seca  por  error  de  diagnóstico,  motivo  por  el  cual  no  nos  ocu- 
paremos de  ella.  Exceptuando,  pues,  la  causa  mencionada,  la  punción 
seca  puede  ser  producida  por  un  obstáculo  que  se  deba  á  la  existencia  de 
falsas  membranas  muy  resistentes,  á  que  se  hiera  el  pulmón  ó  el  hígado, 
ó,  en  fin,  á  que  se  perfore  el  diafragma  en  caso  de  adherencias  freno- 
costales,  que  no  hayan  sido  diagnosticadas.  Si  el  obstáculo  se  debe  á/aí- 


EIN  ÉL  TRATAMIENTO  D&  LA  PLEURESÍA  SEBOSA.  647 

«CM  ntemhranas,  es  mucho  más  fácil  que  no  salga  líquido  cuando  se  em-  . 
plea  un  instrumento  de  grueso  calibre  y  existan  grandes  induraciones  y 
espesamientos  de  la  pleura  que  no  en  circunstancias  opuestas;  por  este 
motivo  Trousseau  recomendaba  entrar  el  trocar  con  fuerza  y  con  cierta 
oblicuidad;  en  estas  circunstancias  es  común  percibir  una  sensación  de 
desgarro,  tanto  el  cirujano  como  el  enfermo.  En  algunos  casos  ocurre 
que,  aun  practicando  lo  aconsejado  por  los  autores,  no  sale  liquido  al- 
guno al  exterior  después  de  retirado  el  trocar,  lo  cual  puede  ser  debido  á 
gruesas  membranas  que  obturan  la  extremidad  interna  de  la  cánula,  sien- 
do necesario  volver  á  entrar  el  trocar  y  clavarlo  con  más  fuerza,  hasta  lo- 
grar la  perforación  de  dichas  membranas.  Gomo  se  comprende  á  primera 
vista,  los  tropiezos  apuntados  se  salvan  perfectamente  con  el  uso  de  una 
aguja  delgada  y  la  aplicación  del  vacío  previo;  pero  cuando  en  estas 
pseudo-membranas  vienen  á  depositarse  concreciones  calcáreas^  no  es  tan 
fácil  perforarlas  y  nosotros  hemos  tenido  ocasión  de  ver  embotarse  la 
acerada  punta  de  la  aguja  de  un  aparato  aspirador  al  vaciar  un  quiste 
hepático,  que  tenia  depósitos  calcáreos  en  su  periferia.  La  punción  seca 
puede  tener  lugar  cuando  se  trata  de  una  pleuresía  areolar^  en  que  solo 
se  vacia  el  líquido  de  una  aréola,  lo  cual  es  preciso  tener  en  cuenta  para 
no  obrar  imprudentemente  en  los  casos  que  observáramos  poca  ó  ningu- 
na salida  de  líquido,  con  persistencia  de  los  signos  físicos  del  derrame. 
Por  regla  general,  las  punciones  secas  son  raras  tratándose  de  pleure- 
sías agudas;  mas  no  asi  en  los  casos  de  inflamaciones  pleurales  crónicas 
y  antiguas,  que  han  sufrido  ya  varias  toracentesis,  y  que  tienen  pseudo- 
membranas  sobremanera  engrosadas,  que  pueden  llegar  á  inducirnos 
á  error  sobre  si  todávia  existe  ó  no  el  derrame. 

Las  punciones  secas,  que  reconocen  por  causa  \2l  perforación  del  pul- 
mort,  cuando  no  ha  habido  error  de  diagnóstico  en  el  sitio  elegido  para  la 
punción,  son  raras  y  cada  dia  I9  irán  siendo  más  á  medida  que  se  gene- 
ralice la  aplicación  del  vacío  previo.  Como  este  asunto  ya  lo  hemos  tra- 
tado al  hablar  del  accidente  herida  del  pulmón,  no  nos  detendremos 
en  él. 

En  ciertos  casos  la  punción  seca  es  resultado  deque  la  aguja,  atra- 
vesando el  diafragma,  se  introduce  en  el  abdomen,  lo  cual  puede  tener 
lugar  cuando  el  diafragma  está  pegado  á  las  costillas  en  una  extensión 
mayor  ó  menor,  efecto  de  antiguas  adherencias  que  se  desconocieron.  En 
estas  circunstancias  se  ha  visto  producirse  una  perltonüis  mortal  á  con- 
secuencia de  heridas  del  hígado,  que  otras  veces  no  han  sido  seguidas  de 
ningún  mal  resultado.  Para  remediar  en  cuanto  sea  dable  la  presentación 
de  estas  complicaciones,  ha  de  recomendarse  encarecidamente  el  estu- 
dio de  la  respiración  diafragmática  y  costal  inferior,  sobre  todo  cuando 
nos  decidamos  á  operar  en  una  pleuresía  crónica. 

c. — Pneumotórax. — En  algunas  ocasiones,  después  de  practicada  la 
toracentesis,  la  pleura,  que  fué  vaciada  del  líquido  que  contenia,  se  llena 
de  aire,  que  puede  venir  del  exterior  por  la  herida  practicada,  por  algu- 
na rotura  del  parenquima  pulmonar  y  quizás  por  producción  de  gases 
en  la  cavidad  pleurítica  sin  ninguna  relación  con  el  aire  ambiente.  Es- 
te derrame  de  gas  se  patentiza  por  los  síntomas  que  todo  el  mundo  sabe 
y  que  no  expondré.  Puede  ser  general  6  localizado  en  algún  punto  de  la 


648  LA  TORACENTESIS 

pleura,  según  que  existan  ó  no  tabiques  membranosos  en  el  interior  de 
la  serosa  que  dividan  en  varias  su  cavidad.  Cuando  se  operaba  con  el 
trocar  antiguo,  sin  tener  ninguna  clase  de  precauciones  contra  la  entra- 
da del  aire,  era  muy  frecuente  la  producción  del  pneumotórax  al  fina- 
lizar la  toracentesis,  cuando,  en  el  momento  de  las  inspiraciones,  él  pro- 
ducía una  tensión  fuertemente  negativa  en  el  interior  del  pecho.  Esto 
se  evitaba  operando  con  arreglo  alas  prácticas  de  Reybard,  pero  aún 
en  estas  circunstancias  vimos  ya,  al  tratar  del  manual  operatorio,  co- 
mo en  algunos  casos  el  aire  penetraba  en  el  pecho  por  rotura  de  la  pe- 
lícula de  tripa,  que  continuaba  la  cánula,  á  consecuencia  de  una  vio- 
lenta inspiración  ó  de  un  acceso  de  tos.  Este  pneumotórax  no  puede 
producirse  en  manera  alguna  cuando  se  hace  uso  de  los  aparatos  de  as- 
piración. 

Guando  se  practica  la  toracentesis  en  individuos  que  tienen  tubércu- 
los pulmonares  y  reblandecimiento  caseoso  ó   bien  antiguas  fístulas 
bronco -pleurales  cicatrizadas,   puede  suceder  que  se  rompa  el  pulmón 
en  los  puntos  débiles  ó  en  las  paredes  de  las  cavernas,  dando  lugar  á  un 
pneumotórax  más  ó  menos  intenso,  según  las  circunstancias.  Esta  per- 
foración pulmonar  puede  tener  lugar  en  el  momento  mismo  de  la  opera- 
ción, ó  bien  á  los  dos  ó  tres  dias  de  practicada,  siendo  en  este  último 
caso  debido  casi  siempre  á  la  renovación  de  una  antigua  fístula  pleuro- 
pulmonar.  Ante  un  pneumotórax  producido  por  las   causas  menciona- 
das, lo  preferible  es  esperar  á  que  se  cicatrice  la  lesión  pulmonar,  cica- 
trización que  generalmente  ocurre  á  los  pocos  dias,  para  que  luego 
pueda  reabsorberse  espontáneamente  el  aire  derramado;  pero  si  el  peli- 
gro de  asfixia  arreciara,  no  deberíamos  titubearen  practicar  la  aspira- 
ción á  fin  de  extraer  el  aire,  que  tales  perturbaciones  causara,  y  en  re- 
petir la  maniobra  cuantas  veces  se  juzgara  oportuna,  aunque  siempre 
con  las  precauciones  debidas.  En  los  casos  en  que  la  lesión  pulmonar 
afecta  la  forma  de  válvulas  que  dejan  entrar  el  aire  y  no  lo  dejan  salir, 
acostumbran  á  ser  indispensables  las  punciones  repetidas.  Sin  embargo 
de  lo  dicho,  no  hay  que  prometerse  grandes  resultados  de  la  interven- 
ción de  estos  casos,  en  razón  á  que  se  trata  de  individuos  enfermos  des- 
de hace  mucho  tiempo  y  con  lesiones  en  gran  manera  graves. 

En  cuanto  al  pneumotórax  que  se  presenta  sin  penetración  del  aire 
exterior,  debemos  confesar  que,  en  general,  se  ha  referido  á  las  pleure- 
sías purulentas  y  pútridas,  y  por  consiguiente  casi  no  debería  ocuparnos, 
si  no  se  presentara  la  idea  de  si  es  posible  su  presentación  en  los  casos 
de  pleuresías  serosas  que  han  sido  objeto  de  una  punción.  Ghatelin  dice 
haber  observado  en  un  caso  finas  burbujas  de  gas,  que  se  escapaban 
del  líquido  cuando  todavía  estaba  éste  en  el  cuerpo  de  bomba  del  apara- 
to aspirador,  y  pregunta  si  lo  que  el  observó  dentro  de  un  cilindro  de 
cristal  podría  suceder  dentro  de  la  pleura,  á  manera  de  lo  que  ocurre 
cuando  se  destapa  una  botella  de  agua  de  Seltz.  A  nosotros  nos  parece 
imposible,  porque  no  comprendemos  la  fuerza  que  presidirá  en  tales  ca- 
sos á  la  disolución  del  gas  en  el  líquido,  ni  tampoco  como,  una  vez  di- 
suelto, no  se  escapara  por  simples  fenómenos  de  osmosis  á  través  de  las 
delgadas  túnicas  de  los  vasos  capilares,  ya  que  en  la  sangre  los  gases 
existen  siempre  en  m'^nor  cantidad  de  la  que  seria  necesaria  partí  que 


EN  EL  TRATAMIENTO   DE   LA  PLEURESÍA  SEROSA.  649 

pudiese  en  el  interior  de  la  pleura  ponerse  en  libertad.  A  pesar  de  esto, 
Bucquay  ha  señalado  una  observación,  que  parece  rechazar  nuestras 
ideas.  Se  trataba  de  una  pleuresía  aguda.  En  medio  de  la  operación  se 
oyó  un  silbido  fuerte  al  tiempo  que  se  veia  penetrar  gas  en  el  aparato, 
produciéndose  luego  un  pneumotórax,  que  so  reabsorbió  rápidamente. 
Sea,  pues,  como  fuere,  si  en  una  pleuresía  serosa  se  nos  presentara  un 
pneumotórax,  no  deberíamos,  por  regla  general,  hacer  más  que  esperar 
á  su  expontánea  reabsorción. 

d, — Asfixia;  edema  y  congestión  del  pulmón;  expectoración  albuminosa, 
— En  1853,  por  primera  vez  se  habló  de  la  expectoración  albuminosa  por 
Pinault,  si  bien  no  ha  llamado  la  atención  hasta  hace  muy  pocos  años, 
debiéndose  esto  priucipalmente  á  las  discusiones  que  sobre  este  tema 
tuvieron  lugar  en  1872  en  el  seno  de  la  Academia  de  Paris  y  á  los  traba- 
jos que  en  1873  publicó  Terrillon,  á  los  que,  en  corto  espacio  de  tiempo, 
han  seguido  muchos  otros,  hasta  dejar  la  cuestión  en  un  terreno  mucho 
más  sólido  que  antes. 

El  síndrome  de  estos  accidentes,  que  puede  decirse  no  constituyen  en 
realidad  más  que  uno  solo,  varia  en  algo  según  los  individuos;  pero,  por 
regla  general,  es  el  siguiente:  en  los  últimos  momentos  de  la  operación, 
ó  poco  tiempo  después,  el  enfermo  experimenta  tos,  opresión,  males- 
tar, etc.,  que  se  acentúan  pronto  hasta  convertirse  en  verdaderos  acce- 
sos y  en  ortofnea;  se  presenta  una  expectoración  abundante  y  espumosa, 
que  puede  ser  hialina  ó  bien  de  un  color  rosáceo;  auscultando,  se  perci- 
ben estertores  crepitantes,  que  nos  indican  el  edema  pulmonar  agudo,  y 
que  en  algunos  casos  se  acompañan  de  soplos  y  egofonia  persistentes, 
á  pesar  de  la  salida  del  líquido  derramado  en  la  pleura;  al  cabo  de  algún 
tiempo  los  síntomas  empiezan  á  remitir,  cesa  la  tos,  la  respiración  se 
restablece  y  transcurrida  una  hora  ó  menos  ha  terminado  el  accidente, 
quedando  el  enfermo  con  el  alivio  que  le  produce  la  operación.  Mas  no 
siempre  termina  de  esta  manera,  sino  que  hay  casos  en  que  los  síntomas 
se  hacen  más  formidables,  la  tos  es  irresistible,  la  ansiedad  creciente, 
la  agitación  inmensa,  en  una  palabra,  el  enfermo  sufre  lo  indecible,  la 
expectoración  se  hace  copiosa  y  bien  pronto  excesiva,  llegando  á  100,  á 
1,000  y  hasta  2,000  gramos  de  un  líquido,  que  dejado  en  reposo  se  divide 
en  varias  capas,  siendo  amarillenta  y  espumosa  la  superior  y  albumino- 
sa la  inferior.  La  intensidad  de  la  disnea  y  los  demás  síntomas  se  hacen 
bien  pronto  incompatibles  con  su  duración,  y  los  enfermos  sucumben 
en  poquísimo  tiempo,  que  puede  ser  desde  algunos  minutos  á  dos  ó  tres 
horas.  A  pesar  de  lo  dicho,  existen  casos  de  asfixia  por  congestión  y  ede- 
mas agudos  del  pulmón,  en  que  los  enfermos  sucumben  sin  haber  podi- 
do expectorar  casi  nada. 

Para  explicarla  patogenia  de  la  expectoración  albuminosa,  se  ha  di- 
cho que  era  debida  á  la  puntura  del  pulmón  por  el  instrumento  punzan 
te;  pero  no  podemos  admitirlo,  porque,  si  se  emplea  un  aparato  aspira- 
dor, esta  punción  es  imposible  al  principio  de  la  operación,  merced  al 
vacío  previo,  y  lo  es  de  todo  punto  al  final  en  los  casos  en  que,  tratán- 
dose de  colecciones  de  3  á  4  litros,  solo  se  ha  retirado  la  mitad  y  á  pesar 
de  esto,  la  expectoración  que  nos  ocupa  se  ha  presentado  algunas  veces. 
Hay  más,  en  ninguna  autopsia  de  los  fallecidos  por  este  accidente  se  ha 


650  LA  TORACENTESIS 

podido  encontrar  en  el  pulmón  herida  alguna,  ni  tampoco  perforaciones 
expontáneas  de  ninguna  clase.  Pero  supongamos,  por  un  momento,  que 
esta  perforación  ó  puntura  tiene  lugar,  ¿qué  sucederá?  Que,  por  el  mero 
hecho  de  pasar  el  líquido  de  la  pleura  á  la  cavidad  de  los  bronquios,  el 
aire  en  estos  contenido  ha  de  llegar  á  la  cavidad  pleural  en  los  momen- 
tos de  la  inspiración,  donde  podrá  ser  reconocido  fácilmente  por  el  ob- 
servador; mas  como  este  pneumotórax  no  se  ha  presentado  nunca  du- 
rante el  accidente,  y  éste,  por  lo  general,  suele  aparecer  algún  tiempo 
después  de  terminada  la  operación,  deberemos  rechazar  por  completo  la 
idea  de  una  puntura  pulmonar,  como  productora  del  contratiempo  de 
que  nos  ocupamos. 

Hoy  por  hoy,  no  queda  duda  de  que  las  lesiones  productoras  de  la  ex- 
pectoración albuminosa  son  la  congestión  y  el  edema  agudos  del  pulmón, 
que  determinan  la  extravasación  serosa  y  albuminosa  de  la  sangre  en  los 
alvéolos  pulmonares  y  en  el  interior  de  los  bronquios,  lo  cual  viene  de- 
mostrado por  la  percepción  •  de  estertores  crepitantes  en  el  vivo  y  el 
edema  del  pulmón  que  se  encuentra  en  las  autopsias  en  los  fallecidos  por 
este  accidente.  Si  la  congestión  es  poco  intensa,  los  síntomas  disnéicos 
no  se  hacen  temibles  y  el  enfermo  se  libra  de  ellos  con  un  poco  de  ex- 
pectoración espumosa  \  albuminosa,  cuya  duración  é  intensidad  varían 
en  cada  caso  particular;  pero  si  estos  fenómenos  son  más  pronunciados, 
si  el  edema  invade  el  pulmón,  si  los  bronquios  y  la  tráquea  se  dejan  in- 
vadir por  la  expectoración,  se  hace  inminente  la  muerte  por  asfixia.  Es- 
ta terminación  no  puede  ser  explicada  satisfactoriamente  en  los  casos 
que  se  citan  de  fallecimientos  ocurridos,  sin  que  se  haya  presentado  la 
expectoración  característica. 

¿Cuál  es  la  causa  de  la  congestión  pulmonar  que  acabamos  de  expo- 
ner? Desde  luego  notamos  que  se  diferencia  de  las  congestiones  y  ede- 
mas comunes  del  pulmón,  en  que  estos  no  acostumbran  á  presentar  la 
expectoración  albuminosa,  que  es  de  regla  en  aquella.  ¿Serán  diferentes 
sus  causas?  Tratemos  de  averiguarlo.  Behier  cree  que,  al  penetrar  el 
aire  en  los  alveolos  pulmonares,  que  por  espacio  de  más  ó  menos  tiem- 
po habían  estado  ocluidos,  excita  la  contracción  de  los  capilares,  que 
bien  pronto  se  relajan,  teniendo  lugar  en  este  estado  de  parálisis  la  ex- 
travasación sero -albuminosa  de  la  sangre.  Johnson  admite,  que  durante 
el  aplastamiento  de  los  capilares,  ocasionado  por  la  presencia  del  derra- 
me pleurítico,  se  forman  en  el  interior  de  las  pequeñas  venas  coaguli- 
tos,  que  determinan  un  obstáculo  á  la  circulación  y  por  ende  una  con- 
gestión pasiva  intensa  en  el  momento  del  aflujo  sanguíneo,  después  de 
la  toracentesis.  Se  ha  dicho  también  que  era  debida  á  una  lesión  del 
pneumo-gástrico,  fundándose  en  los  experimentos  de  Longety  Gl.  Ber- 
nard,  quienes,  seccionando  los  pneumo-gástricos,  han  comprobado  á 
menudo  la  presencia  de  un  liquido  espumoso  en  los  bronquios  y  una  re- 
pleción sanguínea  de  los  pulmones;  pero  esto  no  sucede  en  todos  los  ca- 
sos de  lesión  del  pneumo-gástrico,  y  esta  lesión  no  ha  sido,  que  sepa- 
mos, encontrada  ni  una  sola  vez.  En  nuestro  concepto,  la  causa  intima 
del  fenómeno,  que  estudiamos,  es  más  mecánica  de  lo  que  generalmen- 
te se  cree,  pues  nos  parece  que,  al  sustraer  una  cantidad  de  líquido  del 
interior  del  tórax^  una  parte  del  vacío  determinado  ha  de  ocuparse  por 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.        631 

sangre  que  se  estaciona,  y  como  la  presión  intravascular  es  mayor  que 
la  atmosférica,  ocurre  que  los, alvéolos  pulmonares,  que  estaban  [adheri- 
dos desde  hace  tiempo  y  que  por  esta  sola  causa  habían  perdido  partQde 
su  elasticidad,  no  se  abren  inmediatamente  á  la  respiración,  de  modo 
que  ésta  no  gana  nada  en  los  primeros  momentos.  Mas  no  se  limita  á 
esto  solo  el  daño,  sino  que,  si  coexisten  circunstancias  abonadas,  como 
son  lesiones  antiguas  del  pulmón  ó  extracción  excesiva  de  líquido,  pue- 
de acontecer  que,  por  congestión  colateral  intensa,  se  dilaten  los  capila- 
res de  los  alvéolos,  que  hablan  persistido  permeables  durante  la  com- 
presión, determinando  la  disminución  de  capacidad  de  estos  y  poniendo 
entonces  en  grave  peligro  á  la  respiración  y  á  la  vida  del  enfermo,  tanto 
por  la  expectoración  abundante,  que  tiende  á  obstruir  los  conductos  aé- 
reos, como  por  la  reducción  de  capacidad  que  han  sufrido  los  alvéolos 
pulmonares. 

Tal  nos  parece  ser  la  patogenia  de  la  expectoración  albuminosa;  pero 
¿cuál  es  la  causa  de  estas  congestiones  y  edemas  tan  rápidos  como  agu- 
dos? Generalmente  se  ha  imputado  la  paternidad  de  tales  accidentes  al 
manual  operatorio  escogido,  habiéndose  señalado  el  método  por  aspira- 
ción, como  el  más  ocasionado  á  provocarlos,  por  los  temores  de  una  ex- 
tracción demasiado  rápida,  que  hacia  bajar  considerablemente  la  presión 
intra-pleural;  pero,  para  rechazar  estas  acusaciones  al  método  que  pre- 
ferimos, basta  remitirnos  á  los  hechos,  pues  Terrillon,  en  diez  y  seis 
casos  de  expectoración  albuminosa,  dice  que  en  doce  casos  se  habia  prac- 
ticado la  operación  con  arregló  al  proceder  de  Reybard;  y  Ghatelin,  en 
una  estadística  de  veinticinco,  dice  que  en  quince  se  habia  practicado 
Ja  maniobra  antigua.  Se  ve,  pues,  que  los  hechos  vienen  en  apoyo  de  la 
punción  aspiradora,  pues  la  mayoría  de  casos  desgraciados  han  tenido 
lugar  cuando  no  habia  sido  empleada.  A  pesar  de  lo  dicho,  no  nos  pode- 
mos avenir  tampoco  á  acusar  al  procedimiento  antiguo  de  la  aparición 
de  estos  accidentes,  y  estamos  en  la  convicción  de  que  influye  poco  en 
estos  casos  el  proceder  que  se  elija;  Dieulafoy,  estudiando  uno  por  uno 
los  casos  desgraciados  que  tiene  á  la  vista,  observa  que,  en  seis  termi- 
nados por  la  muerte,  cinco  eran  pleuresías  complicadas  con  afecciones 
graves,  como  son,  por  ejemplo,  esclerosis  pulmonar  en  el  lado  opuesto, 
bronco-pneumonia  tuberculosa  en  el  mismo  lado,  reumatismo  agudo 
poli-articular  con  pleuresía  doble,  etc.,  etc.,  y  que  en  otros,  terminados 
favorablemente,  existían,  por  regla  general,  complicaciones  más  ó  me- 
nos graves,  como  son,  lesiones  aórticas,  mitrales,  tuberculosis  pulmo- 
nar, embarazo,  etc.,  etc.  En  los  casos,  mortales  ó  no,  en  que  faltaban  las 
complicaciones  apuntadas,  ha  notado  siempre  que  se  trataba  de  grandes 
extracciones  de  líquido,  que  variaron  desde  2,000  hasta  5,500  gramos. 
De  suerte  que,  en  los  accidentes  benignos  ó  graves,  Dieulafoy  ha  podido 
comprobar  siempre  enfermedades  concomitantes,  que  complicaban  la 
pleuresía,  ó  una  salida  rápida  de  gran  cantidad  de  líquido  y  en  muchos 
casos  estas  dos  cavias  reunidas. 

Verdaderamente  estamos  convencidos  de  la  bondad  de  las  ideas  que 
se  desprenden  del  simple  examen  de  lo  anteriormente  expuesto,  por  más 
que  sean  numerosos  los  casos  en  que,  habiéndose  extraído  cantidades 
verdaderamente  grandes  de  exudado,  no  se  ha  observado  accidente  al- 


652  LA  TOBACENTESIS 

guno,  existiendo  ó  no  complicación  morbosa.  En  los  casos  en  que  sin 
existir  complicaciones  no  se  extraen  más  de  1,000  gramos  de  una  vez,  es 
rarísimo  ver  presentarse  la  expectoración  albuminosa.  Dieulafoy  no  la 
ha  visto  nunca,  y  eso  que  su  estadistica  particular  se  compone  de  ciento 
cincuenta  operaciones  practicadas  por  él  mismo  ó  por  sus  discípulos  ba- 
jo su  inmediata  dirección  Al  propio  tiempo  cita  el  caso  de  un  joven 
afecto  de  pleuresía  serosa  con  exudado  copioso,  á  quien  extrajo  2,000  gra- 
mos de  líquido  en  dos  sesiones  y  á  la  tercera,  en  que  extrajo  4,450  gra- 
mos, se  presentó  el  accidente  de  una  manera  alarmante,  aunque  sin  ul- 
teriores consecuencias,  y  con  este  motivo  exclama:  «si  la  salida  de  1,450 
gramos  ha  bastado  para  determinar  el  accidente  en  un  enfermo,  en  el 
que  por  dos  veces  la  extracción  de  1,000  gramos  había  sido  inocente 
¿qué  no  habría  sucedido  si  se  hubiesen  retirado  de  una  vez  los  3,450 
gramos?» 

Tenemos,  pues,  delineadas  las  dos  causas  principales  é  importantes 
que  determinan  la  aparición  del  accidente  conocido  con  el  nombre  de 
expectoración  albuminosa,  y  lo  que  nos  interesa  ahora  es  ver  si  pode- 
mos indicar  una  regla  de  conducta  que  tienda  á  prevenir,  ó  á  tratar  de- 
bidamente el  accidente,  dado  caso  que  aparezca.  Para  lo  primero  será 
conveniente  poner  mucha  atención  en  el  manual  operatorio,  no  extra- 
yendo nunca  más  de  un  litro  de  líquido  en  una  sola  sesión,  porque  obran- 
do de  este  modo  el  pulmón  se  acostumbra  paulatinamente  á  las  funcio- 
nes que  había  perdido,  restableciéndose  sin  tropiezo  alguno  la  respira- 
ción y  la  hematosis.  Estas  precauciones  deberán  multiplicarse  cuando 
operemos  en  una  pleuresía  complicada  con  afecciones  pleuro-pulmona- 
res  ó  cardíacas,  extrayendo  el  líquido  con  gran  lentitud,  no  evacuando 
más  de  500  gramos  de  una  vez  y  suspendiendo  la  operación  á  la  más  le- 
ve señal  que  nos  haga  sospechar  la  aparición  del  accidente.  Casi  lo  mis- 
mo deberemos  hacer  en  la  toracentesis  aplicada  á  una  pleuresía  crónica, 
que  en  general  se  acompaña  de  poca  tensión  intrapleural,  que  tiende  á 
hacerse  negativa  al  poco  tiempo  de  extraer  parte  del  derrame.  Si  con  la 
práctica  de  las  reglas  prescritas  no  ha  podido  evitarse  la  presentación 
del  fenómeno,  importa  combatirlo  cuanto  antes.  Si  no  había  terminado 
la  operación,  es  de  vital  necesidad  el  suspenderla;  tanto  si  habia  termi- 
nado como  no,  importa  colocar  al  enfermo  sin  demora  en  condiciones  de 
reposo  y  tranquilidad  convenientes.  Según  el  aspecto  que  presente  el 
accidente,  se  emplearán  los  antiespasmódicos,  los  excitantes,  los  vomi- 
tivos, la  digital,  la  ergotina,  las  ventosas  secas  en  la  pared  anterior  del 
pecho,  las  sangrías,  etc  ,  etc.;  pero  lo  que  á  mi  entender  podría  dar 
grandes  resultados,  seria  la  aplicación,  en  los  extremos  inferiores,  de  la 
ventosa  de  Jounod,  que,  atrayendo  grandes  cantidades  de  sangre  á  la 
parte  inferior  del  cuerpo,  desembarazaría  la  circulación  pulmonar,  con- 
tribuyendo de  una  manera  directa  á  la  conjuración  del  peligro. 

Antes  de  dar  por  terminado  lo  que  á  la  expectoración  albuminosa  se 
refiere,  expondré  en  extracto  un  caso  de  la  misma  que  pude  observaren 
una  casa  particular,  tratándose  de  un  niño  de  poca  edad,  á  quien  asistí 
como  ayudante  del  Dr.  D.  P.  Esquerdo. 

B.  L.,  de  cinco  años,  natural  y  vecino  de  la  Barceloneta,  hacia  32  días 
que  venia  padeciendo  un  afecto  pleurítico  en  el  costado  izquierdo  y  pre- 


VAGINALITIS  CRÓNICA.  653 

sentaba  los  signos  físicos  de  un  derrame  relativamente  abundante,  á  pesar 
deque  no  se  vela  molestado  por  disnea,  pues  jugaba  alegremente  con 
otros  niños  de  su  edad.  Hacia  10  ó  12  dias  que  habia  terminado  la  fiebre. 
El  Dr.  Esquerdo  le  practicó  la  operación  con  el  aparato  aspirador,  intro- 
duciendo la  aguja  entre  la  cuarta  y  quinta  costilla,  que  estaban  muy 
aproximadas  en  su  extremidad  anterior.  Cuando  se  habian  extraido  unos 
300  gramos  de  un  líquido  sero-purulento,  empezó  el  enfermo  á  sentir 
opresión  de  pecho,  disnea  ligera,  etc.;  mas  cuando  la  cantidad  extraída 
osciló  entre  400  y  500  gramos,  los  fenómenos  de  congestión  pulmonar  se 
formalizaron,  presentando  el  enfermo  inyectados  los  ojos,  cianóticos  los 
labios,  hinchadas  las  venas  del  cuello,  ortofuea  grande,  expectoración  es- 
pumosa y  rosácea  en  gran  cantidad,  etc.,  etc.,  fenómenos  todos  que  indi- 
caban la  proximidad  de  la  asfixia.  Suspendióse  la  operación,  retirándose 
en  seguida  la  aguja,  y  al  cabo  de  pocos  minutos  pudimos  ver  con  satis- 
facción que  el  enfermito  volvía  á  su  estado  normal,  merced  á  la  remisión 
de  los  síntomas  que  tanto  nos  habian  alarmado. 

El  caso  precedente  indica  á  las  claras  que  se  ha  de  obrar  con  suma  pru- 
dencia en  lo  que  toca  á  la  cantidad  de  líquido,  que  puede  extraerse  de 
una  vez  en  un  caso  dado,  debiéndonos  atener,  á  falta  de  otras  indicacio- 
nes, á  la  presunta  capacidad  del  pecho,  que  suele  guardar  proporción  con 
la  edad  en  los  primeros  años  de  la  vida. 

{Concluirá.) 


VAGINALITIS  CRÓMICA. 

Hematocele  de  la  vaginal  derecha.  —  Pandon.  —  aangrena  del  escroto 
—Abertura  y  llmpiesa  de  la  vasinal.  —  Guraváon. 

Por  el  Dr.  D.  Alvaro  Esquerdo, 

Médico  de  número  de  ¡a  Caea  de  Caridad  y  del  Hospital  de  Santa  Cruz. 


El  caso,  que  voy  á  reseñar,  es  uno  de  aquellos  en  que  siempre  se 
aprende  algo,  si  tratamos  de  explicar  el  por  qué  de  lo  ocurrido.  El  origen 
de  la  afección,  la  causa  de  la  gangrena  del  escroto,  la  benignidad  del 
curso  hasta  la  curación,  en  un  individuo  de  las  condiciones  de  nuestro 
enfermo,  dan  motivo  para  apreciaciones  de  alguna  utilidad. 

P.  Salazar,  es  un  hombre  de  72  años,  de  constitución  fuerte,  algo 
deteriorado  por  los  años  y  por  los  padecimientos.  Su  organismo,  en 
general,  habia  gozado  siempre  de  buena  salud  y  habia  llevado  una  vida 
activa.  Consecuencia  de  su  afición  á  los  placeres  venéreos,  fué  una  ble- 
norragia, que  sin  duda  motivó  estrechez  y  la  vaginalitis.  Tanto  de  la  una 
como  de  la  otra  no  puede  precisar  el  origen,  que  refiere  á  unos  20  años 
atrás  para  la  inflamación  de  la  vaginal  derecha.  Más  que  los  otros  sínto- 
mas le  llamó  la  atención  el  abultamiento.  Con  la  estrechez  le  ha  pasado 
como  á  muchos  que  las  padecen,  pues  sólo  fijó  la  atención  en  ella  cuando 
con  dificultad  podia  orinar.  Además  de  la  estrechez,  tiene  hipertrofia  de 
la  próstata,  propia  de  la  edad,  y  cistitis  consecutiva,  mejorada  cuando 


654  VAGINALITIS  CRÓNICA. 

le  vimos,  por  haber  sido  operada  la  estrechez.  Fué  tratado  en  París  tres 
meses  antes  de  venir  á  Barcelona,  pero  después  descuidó  el  sondarse 
como  se  le  tenia  encargado,  y  volvió  á  orinar  con  dificultad,  necesitando 
hacer  esfuerzos,  dificultad  que  desapareció  después  de  haberlo  sondado 
algunas  veces  hasta  pasar  el  núm.  22  de  Bennás.  Padecía  también  un 
catarro  bronquial  crónico;  presentaba  el  círculo  senil  en  ambas  córneas 
y  en  los  cristalinos  se  estaba  formando  la  catarata  senil. 

Lo  que  obligó  á  este  enfermo  á  reclamar  nuestros  cuidados  fué  la 
afección  de  los  genitales.  Un  abultamiento  considerable  de  las  bolsas, 
particularmente  en  el  lado  derecho,  con  la  piel  tensa,  lisa,  reluciente,  de 
color  rojo  violado,  dolores  fuertes  en  la  parte  y  reacción  febril  general, 
fueron  los  primeros  síntomas  observados.  Los  Dres.  D.  Pedro  Esquerdo 
y  D.  Esteban  Vidal,  que  fueron  los  que  primero  le  visitaron,  dispusieron 
que  se  elevara  el  escroto  y  se  aplicaran  cataplamas  de  harina  de  arroz. 
Al  dia  siguiente  tuve  que  ver  al  enfermo  en  consulta  con  los  antedichos 
señores.  Las  bolsas  presentaban  la  forma  y  volumen  de  un  melón, 
cuyo  grosor  correspondía,  en  su  mayor  parte,  al  lado  derecho,  en  donde 
la  piel  estaba,  como  ya  he  indicado,  y  muy  sensible;  en  la  parte  ante- 
rior, y  en  la  zoija  en  que  el  color  era  más  subido,  aparecía  un  punto 
saliente  y  de  color  oscuro,  señal  de  una  punción  practicada  en  París  un 
mes  antes.  Por  el  tacto  podia  apreciarse,  en  el  lado  derecho,  resistencia 
al  suave,  renitencia  en  la  parte  inferior,  y  fluctuación  en  la  superior  al 
fuerte;  en  el  lado  izquierdo  se  notaba  el  testículo  tres  veces  más  grueso 
que  en  el  estado  normal  y  de  consistencia  ósea:  miradas  las  partes  inter- 
puestas entre  el  ojo  y  la  luz,  eran  completamente  opacas.  En  la  pun- 
ción practicada  en  París,  sólo  salió  por  la  cánula  sangre,  por  lo  que 
aquella  fué  retirada  sin  obtener  ningún  resultado.  Después  de  la  punción, 
el  tumor  sutrió  algún  aumento,  pero  no  tanto  que  le  diera  cuidado  al 
enfermo,  pues  éste  dejó  á  París,  vino  á  Barcelona,  de  Barcelona  se  fué  á 
Mallorca,  y  sólo  yendo  á  Mallorca  notó  ya  molestia  y  dolor  en  las  bolsas. 
A  la  vuelta  de  Mallorca  éstas  fueron  aumentando  y  poniéndose  dolorosas, 
hasta  llegar  al  estado  en  que  las  encontramos. 

Después  de  un  detenido  examen  y  por  exclusión,  diagnosticamos  una 
vaginalitis  crónica  doble,  con  infiltración  calcárea  en  el  lado  izquierdo,  y 
hematocele  antiguo  con  inflamación  consecutiva  á  la  punción  en  el  lado 
derecho.  Excluimos  el  hidrocele,  por  la  falta  de  transparencia  y  la  no  sali- 
da del  líquido  con  la  punción;  el  sarcoma,  por  la  forma  redondeada,  sin 
abolladuras  y  la  falta  de  dolores  en  el  mucho  tiempo  que  el  tumor  llevaba 
de  existencia;  el  cáncer,  por  la  uniformidad  del  tumor,  la  larga  fecha  que 
llevaba  sin  determinar  trastornos  generales,  la  falta  de  dolores  y  la  de  par- 
ticipación de  los  ganglios  de  la  ingle;  el  testículo  sifilítico,  por  la  falta 
de  antecedentes,  la  marcha  que  habia  seguido  el  tumor  y  la  no  igual 
participación  del  otro  testículo;  el  tubérculo,  por  las  condiciones  genera- 
les del  individuo,  el  curso  del  proceso,  el  gran  volumen  del  tumor  y  la 
inmunidad  del  cordón. 

Lo  que  habia  que  hacer  en  este  caso,  dada  la  edad  del  enfermo,  la 
postración  en  que  lo  encontramos,  el  catarro  vesical  y  el  bronquial  que 
padecía,  era  dominar  la  inflamación  para  que  no  tomara  más  incremento, 
realzar  el  estado  general  del  enfermo  y  esperar  ocasión  más  oportuna 


VAGDíALITIS  CRÓNICA.  655 

para  operar  el  hematocele.  Además,  el  enfermo  decía  que  le  importaba 
poco  conservar  el  tumor,  mientras  desapareciera  la  inflamación  que 
habia  venido  á  molestarle.  Se  decidió,  pues,  emplear  un  plan  tónico  y 
localmente  las  cataplasmas  de  harina  de  arroz.  Pasaron  de  este  modo 
dos  dias,  disminuyendo  un  poco  el  dolor  y  extendiéndose  algo  la  man- 
cha que  habíamos  notado  en  la  parte  anterior  del  escroto.  Agregóse 
entonces  en  consulta  el  Dr.  Cardenal,  quien  estuvo  conforme  en  el  diag- 
nóstico sentado  y  en  que  se  siguiera  el  plan  establecido. 

Al  dia  siguiente  de  esto,  se  rompió  la  piel  por  el  punto  que  presen- 
taba la  mancha  violada,  salió  una  gran  cantidad  de  pus  fétido,  de  color 
oscuro;  poco  después  vimos  al  enfermo,  notando  que  el  abultamiento 
de  las  bolsas  habia  disminuido  en  una  mitad;  que  la  piel  se  habia  perfo- 
rado en  la  parte  anterior,  quedando  algunos  colgajos  gangrenosos  en  la 
abertura,  y  que  de  allí  se  desprendía  un  olor  fétido.  Practicado  el  exa- 
men, resultó  que  la  cavidad  que  se  habia  evacuado  era  extra-vaginal,  y 
la  túnica  vaginal  engrosada  conservaba  un  volumen  como  el  de  un  limón 
grueso.  Otra  vez  se  nos  presentaba  la  cuestión  de  si  debíamos  ó  no 
operar  radicalmente  á  aquel  enfermo. 

Por  lo  visto  la  punción,  que  se  habia  practicado,  no  habia  pasado  la 
vaginal,  habia  sido  atravesada  alguna  vena,  y  al  retirar  el  trocar  se  formó 
un  derrame  extra-vaginal,  que  fué  creciendo  lentamente  hasta  que  apa- 
reció la  inflamación,  tal  vez  dimanando  de  la  puntura  practicada.  La 
inflamación  terminó  por  supuración  con  gangrena  del  escroto. 

Nos  pareció  prudente  no  acudir  á  la  operación  radical,  porque  nos 
encontrábamos  frente  á  un  foco  fétido  gangrenoso,  que  habia  de  influir 
perniciosamente  sobre  cualquiera  herida  que  se  produjera  en  las  partes 
inmediatas,  y  optamos  por  esperar  á  que  aquel  foco  estuviera  limpio, 
aséptico,  si  era  posible;  antes  de  tomar  otra  determinación,  empleamos 
las  lociones  con  solución  fenicada  al  dos  por  ciento,  el  proteciive,  la  gasa 
fenicada  y  el  algodón  salicilado.  El  resultado  fué  bueno,  porque  el  foco 
aquel  tomó  buen  aspecto;  se  fueron  limpiando  los  bordes  y  la  supuración 
quedó  muy  reducida;  pero  al  tercer  dia  se  notó  sobre  la  vaginal  un  punto 
con  mamelones  blandos  y  de  color  oscuro,  que  al  tocarlos  con  la  sonda 
acanalada  cedieron  y  principió  á  salir  un  líquido  achocolatado.  Se  hicie- 
ron fuertes  presiones  sobre  el  escroto  y  salió  en  abundancia  un  líquido 
sucio  con  grumos  como  heces  de  vino,  resultando  que,  cuando  se 
dejaba  de  comprimir,  el  aire  era  aspirado  por  la  pequeña  abertura  y  salia 
otra  vez  mezclado  con  el  líquido  formando  burbujas.  Ante  esta  nueva 
complicación,  decidimos,  con  el  Dr.  Cardenal,  agrandar  extensamente 
aquella  abertura,  practicar  una  contra-abertura  en  la  parte  más  declive 
de  la  vaginal,  y  proceder  á  una  escrupulosa  limpieza  de  aquella  cavidad 
que  presentaba  un  cariz  poco  agradable. 

Con  el  objeto  de  dejar  la  menor  superficie  absorbente  posible,  agran- 
damos la  abertura  con  el  termo-cauterio  y  practicamos  la  contra-abertura 
con  trocar  grueso,  poniendo  después  en  ésta  un  tubo  de  drenage.  Se 
verificó  una  limpieza  escrupulosa  de  la  cavidad,  en  la  que  se  encontra- 
ron masas  como  de  polvo  de  chocolate  apelmazado.  La  cavidad  quedaba 
tapizada  de  una  capa  dura  de  color  ceniciento,  y  hacia  la  parte  posterior 
se  encontraba  una  masa  semidura,  que  por  sus  relaciones  con  el  cordón 


656  VAGINALITTS  CRÓNICA 

debia  ser  el  testículo.  Digo  que  debia  serlo,  porque  no  podia  apreciarse 
la  forma  de  tal  órgano  en  toda  la  cavidad.  Creyendo  que  sería  más  con- 
veniente activar  la  eliminación  completa  de  las  partes  mortificadas  y  de 
la  capa  cenicienta  que  tapizaba  la  cavidad  vaginal,  practicamos  la  cura 
con  cocimiento  de  quina  y  alcohol  alcanforado,  inyecciones  y  fomentos, 
empleando  el  algodón  salicilado  para  cubrir  el  escroto.  Al  segundo  día 
pudo  arrancarse  con  las  pinzas  la  cubierta  cenicienta,  capa  coriácea,  y 
al  tercero  pudo  extraerse  por  completo.  Después  de  esto,  las  paredes  de 
la  cavidad  abierta  conservaban  un  grosor  de  ocho  milímetros. 

Una  vez  limpios  el  escroto  y  la  cavidad  de  todo  tejido  que  pudiera 
causar  estorbo  á  la  cicatrización,  cambiamos  la  cura,  limpiando  primero 
las  partes  con  una  solución  de  ácido  salicílico,  llenando  después  la  cavi- 
dad con  bálsamo  cativíHínangley  y  cubriéndolo  todo  con  algodón  salici- 
lado, cura  que  se  siguió  hasta  el  completo  restablecimiento  del  enfermo. 
La  curación  siguió  regularmente  y  con  mucha  rapidez,  puesto  que  á  las 
veinte  dias  de  haber  abierto  la  vaginal,  época  en  que  el  enfermo  marchó 
á  Cuba,  sólo  quedaba  por  llenar  una  cavidad  como  una  bellota.  Des- 
pués supe  que  antes  de  llegar  á  Cuba  habia  cicatrizado  por  completo. 

Debe  notarse;  que  en  este  enfermo  no  sobrevino  ninguna  complica- 
ción, ni  aumentó  la  reacción  febril  después  de  la  intervención  quirúr- 
gica, antes  al  contrario,  fué  mejorando  siempre  su  estado  general. 

Fijándose  un  poco  en  este  caso,  pudiera  ocurrir  la  duda  de  si  se  trataba 
en  un  principio  de  un  hidrocele,  que  después  por  la  punción  practicada 
en  París  pasó  á  ser  hematocele,  ó  de  si  en  realidad  aquello  era  un  hema- 
tocele  antes  de  practicarse  la  punción.  Podría  pensarse  en  lo  primero,  por- 
que no  son  tan  raros  los  casos  de  esta  especie,  y  más  no  profesando  la  opi- 
nión de  que  los  hematoceles  sólo  pueden  ser  debidos  á  un  traumatismo, 
que  determine  inmediatamente  la  rotura  de  vasos  en  la  túnica  vaginal, 
ó  en  las  otras  cubiertas,  con  herida  que  conduzca  la  sangre  á  la  vaginal. 
Goselin  ha  demostrado  (1)  que  pueden  existir  vaginalitis  larvadas  con 
derrame  seroso,  formación  de  pseudo-membranas,  rotura  fácil  de  los 
vasos  de  nueva  formación,  derrame  de  sangre  que  se  mezcla  con  la  sero- 
sidad, constituyendo  un  hematocele;  y  hasta  podría  admitirse  que  la 
vaginalitis  fuera  seca  y  que  en  el  derrame  la  sangre  fuera  el  primer 
líquido  contenido  en  la  vaginal  (2).  Terrillon  (3)  ha  observado  que  la 
inflamación  del  testículo  no  puede  determinar  vaginalitis  con  derrame 
y  formación  de  falsas  membranas,  pero  si  la  del  epidídimo.  La  lentitud 
con  que  aquel  proceso  habia  evolucionado,  las  pocas  incomodidades  que 
habia  proporcionado  al  paciente,  la  falta  de  una  causa  traumática  que 
hubiera  llamado  la  atención  del  enfermo,  la  existencia  remota  de  una 
blenorragia  que  llevó  tras  sí  la  estrechez  de  la  uretra,  hacen  sospechar 
que,  por  más  que  este  enfermo  no  supo  darse  cuenta  de  la  aparición  de 
la  afección  de  las  bolsas,  después  de  la  blenorragia  sufrió  una  epididi- 
mitis  con  inflamación  de  la  vaginal,  que  proba'blemente  iria  acompañada 
de  derrame  seroso  en  un  principio,  no  de  la  formación  inmediata  de 


(1)  Archives  gen,  de  niéd,  et  chirurg,  1854. 

(2)  Nelaton:  Patología  guinirgrica. -Boyer.  Malad,  chirurg,  8.'  edition,  tomo  VL 

(3)  TerriUon.  Legons  de  Clinique  exteme.  1882. 


VAGINALITIS  CRÓNICA.  657 

pseudo-membranas,  porque  éstas,  á  desarrollarse  en  un  principio,  habrían 
determinado  la  adherencia  de  las  dos  caras  de  la  vaginal,  y  de  esta  adhe- 
rencia no  se  han  encontrado  trazas.  La  formación  de  pseudo-membranas 
debió  seguir  á  la  vaginalitis  crónica,  y  por  lo  tanto,  es  lo  más  probable 
hubiera  primeramente  un  hidrocele  que,  por  la  rotura  de  los  vasos  de 
las  pseudo-membranas,  se  convirtió  en  hematocele.  No  creo  que  hubiera 
subsistido  como  hidrocele  hasta  practicar  la  punción,  porque  el  líquido 
era  muy  espeso,  de  color  de  chocolate,  negruzco,  y  el  pozo  estaba  for- 
mado de  masas  como  si  fueran  de  almagra  oscura,  la  pseudo-membrana 
ofrecía  un  color  ceniciento,  de  superficie  irregular,  de  consistencia  co- 
riácea, y  después  de  la  operación  no  sufrió  aumento  la  bolsa  para  que 
pudiera  creerse  que  la  sangre  derramada,  si  es  que  llegó  á  la  vaginal, 
fuese  abundante. 

El  estado  de  la  vaginal  izquierda  demuestra  la  antigüedad  de  un  pro- 
ceso irritativo,  que  en  la  derecha  llegó  al  segundo  grado  (fibro-cartilagi- 
noso),  y  en  la  izquierda  al  tercero  (de  calcificación). 

Respecto  á  la  marcha  del  padecimiento,  después  de  haber  intervenido 
quirúrgicamente,  llama  la  atención  la  benignidad,  tratándose  de  un  indi- 
viduo de  72  años,  que  llevaba  en  su  iris  y  córnea  las  señales  de  vejez 
orgánica,  que  padecía  un  catarro  bronquial,  y  que,  por  haber  sufrido  una 
estrechez  de  la  uretra,  no  habia  de  tener  del  todo  buenos  su  vejiga  y 
ríñones.  Se  desplega  una  inflamación  con  gangrena  del  escroto,  que  va 
seguida  de  la  abertura  expontánea  de  la  vaginal,  y  á  pesar  de  las  malas 
condiciones  del  individuo,  de  lo  peligrosa  que  es  en  sí  la  gangrena  del 
escroto,  y  de  lo  temible  que  es  la  abertura  de  la  vaginal  cuando  hay 
pseudo-membranas,  este  enfermo  sólo  presenta  reacción  febril  conside- 
rable el  dia  antes  de  romperse  el  escroto,  reacción  que  desaparece  casi 
por  completo  después  de  haber  limpiado  ía  vaginal.  ¿A  qué  atribuir  esta 
benignidad  no  esperada?  A  mi  entender,  después  de  practicada  la  pun- 
ción, hubo  derrame  de  sangre  entre  las  túnicas  de  las  bolsas,  derrame 
que  quedó  limitado  alrededor  de  la  punción,  que  separando  y  disten- 
diendo el  dartos  y  escroto  alteró  la  nutrición  de  estas  túnicas.  El  roce 
producido  después,  ó  algún  choque  que  podia  pasar  desapercibido,  deter- 
minó la  inflamación  alrededor  de  aquel  foco.  Como  la  lesión  era  circuns- 
crita desde  un  principio  y  la  causa  obraba  sobre  un  punto  reducido,  la 
inflamación  no  se  extendió  y  la  gangrena  quedó  limitada  á  las  partes  que 
más  hablan  sufrido.  En  la  gangrena  del  escroto,  cuando  la  lesión  es  debida 
á  una  causa  local,  cuya  acción  queda  reducida  desde  un  principio,  los 
efectos  no  son  graves;  sobreviene  la  mortificación,  se  limita  en  las  partes 
sanas,  se  eliminan  los  tejidos  mortificados  y  la  superficie  que  queda 
vegeta  con  rapidez.  He  observado  esto  otra  vez,  en  la  que,  después  de  la 
inyección  iodada  para  la  curación  del  hidrocele,  se  habia  derramado 
pequeña  cantidad  de  líquido  fuera  de  la  vaginal;  la  parte  tocada  por  este 
líquido  se  inflamó,  sobrevino  la  mortificación,  la  eliminación,  y  después 
la  úlcera  resultante  cicatrizó  sin  ninguna  otra  complicación  local  ni 
general.  Lo  que  debe  hacerse  en  estos  casos  es  limpiar  bien  la  región, 
separar  las  partes  mortificadas,  sin  llegar  á  tocar  lo  sano,  desinfectar  la 
superficie  de  la  herida,  y  no  emplear  tópicos  irritantes  ni  sucios,  que 
podrían  sostener  ó  aumentar  la  inflamación  é  infectar  la  herida.  A  haber 


658  VAGINALITIS  CRÓNICA. 

procedido  de  este  modo  atribuyo  la  buena  marcha  seguida  desde  un  prin- 
cipio. Además,  entre  las  condiciones  desfavorables  de  este  individuo,  ha- 
bia  muchas  favorables.  Este  enfermo  no  era  sifilítico,  ni  tuberculoso,  ni 
artrítico,  ni  palúdico,  ni  alcohólico,  ni  diabético,  ni  canceroso,  había 
gozado  de  buena  salud  y  conservado  una  constitución  robusta  á  pesar  de 
su  edad. 

En  la  vaginal  había  otra  cosa  capaz  de  explicar  la  benignidad  del  curso 
de  la  curación:  la  existencia  de  una  capa  coriácea,  que  revestía  la  vagi- 
nal, capa  incapaz  de  absorber  y  de  supurar.  A  haber  procedido  á  la  des- 
corticacion  inmediata,  se  habría  dejado  allí  una  superficie  sangrando,  en 
disposición  de  supurar,  de  infectarse  con  los  i  estos  gangrenosos,  que  aun 
quedaban  en  el  escroto,  y  en  disposición  de  absorber  tanto  los  productos 
gangrenosos  como  los  detritus  que  había  acumulados  en  la  vaginal,  y  que 
no  eran  de  buena  calidad.  Esperamos  que  una  reacción  inflamatoria 
principiase  á  desprender  aquella  capa,  porque  después  había  de  ser  más 
fácil  el  desprendimiento,  y  la  superficie  había  de  quedar  en  mejores  con- 
diciones. Efectivamente,  al  segundo  día  ya  podía  desprenderse  alguna 
porción  de  las  más  próximas  á  la  abertura,  y  al  cuarto,  con  las  pinzas, 
dedos  y  tijeras,  pudo  desprenderse  toda  la  capa  coriácea.  Entonces  que- 
daba ya  la  parte  limpia  de  productos  gangrenosos;  los  detritus  habían 
sido  arrastrados  por  completo  con  los  lavados  de  cocimiento  de  quina 
alcanforado  y  alcoholizado,  de  modo  que  no  había  que  temer  la  influencia 
de  productos  en  descomposición.  Además,  la  vaginal  estaba  engrosada, 
confundida  con  la  fibrosa,  formando  una  capa  dura  de  ocho  milímetros 
de  grosor.  Esta  constitución  de  las  paredes  explica  la  falta  de  hemorra- 
gia al  arrancar  la  capa  interior,  y  puede  haber  servido  de  mucho  para 
que  no  sobreviniera  la  inflamación  ni  supuración.  Lo  sucedido  posterior- 
mente viene  explicado  por  lo  antedicho  y  por  los  medios  de  tratamiento 
empleados. 

Aunque  amigo  de  la  intervención  quirúrgica  cuando  sea  necesaria, 
creo  que  debe  saberse  apreciar  la  oportunidad  de  su  aplicación,  si  no 
hemos  de  arrepentimos  de  haber  acudido  á  ella.  ¿Quién  sabe  cómo  ha- 
brían ido  las  cosas  en  este  caso,  sí  habiendo  convenido  en  la  necesidad 
de  operar  para  curar  radicalmente  un  hematocele,  ya  que  de  otro  modo 
no  era  posible  lograrlo,  nos  hubiéramos  descartado  de  todas  las  circuns- 
tancias que  concurrían  en  este  individuo,  y  hubiéramos  practicado  la 
descortizacion  con  extirpación  del  testículo  como  parecía  indicado?  Pro- 
bablemente las  cosas  habrían  marchado  bien,  dada  la  seguridad  que  nos 
proporciona  la  cura  antiséptica;  pero  no  es  posible  obtener  mejor  resul- 
tado. Nos  felicitamos  de  habernos  dejado  conducir  por  la  mano  de  los 
sucesos. 

De  este  caso  pueden  sacarse  como  consecuencias:  Que  puede  existir 
una  vaginalitis  crónica,  que  pasa  desapercibida  en  un  principio,  dá  lugar 
á  la  formación  de  pseudo-membranas,  y  por  la  rotura  de  los  vasos  de 
éstas  á  derrame  de  sangre,  constituyendo  un  hematocele,  hechos  de  sobra 
demostrados. 

Que  en  las  gangrenas  del  escroto,  que  se  comprende  han  de  ser  limi- 
tadas por  el  modo  de  obrar  de  la  causa,  ó  por  la  marcha  que  han  em- 
prendido, sólo  debe  intervenirse  combatiendo  síntomas  que  molesten  al 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  659 

enfermo  y  favoreciendo  la  limitación  de  la  gangrena  y  eliminación  de  las 
partes  gangrenadas. 

Que  en  los  hematoceles  antiguos,  en  que  la  capa  supra-vaginal  sea  co- 
riácea, cartilaginosa  ú  ósea,  si  por  las  molestias  que  la  afección  ocasiona 
al  enfermo,  es  reclamada  la  operación,  lo  mejor  que  puede  hacerse  es 
abrir  la  cavidad,  limpiarla  y  desprender  la  capa  supra-vaginal.  Si  el  des- 
prendimiento es  difícil,  puede  ser  conveniente  esperar  la  reacción  que 
puede  despertarse  en  su  capa  profunda  para  poderla  desprender  con 
más  facilidad.  Sólo  es  necesaria  la  extirpación  del  testículo,  cuando  no 
pueda  desprenderse  la  pseudo-membrana  que  lo  cubre  ó  exista  en  él 
alguna  neoplasia. 

anatomía  de  los  centros  nerviosos,  ^*> 

POR  EL  Dr.   D.   Miguel  A.  Fargas  Roca. 


Con  el  nombre  de  médula  oblongada  describiré  la  región  de  los  cen- 
tros nerviosos,  á  la  cual  concurren  los  manojos  procedentes  del  cerebro, 
de  la  médula  y  del  cerebelo;  comprendiendo,  por  consiguiente,  en  ella, 
las  dos  partes  de  los  centros  nerviosos  estudiadas  aisladamente  en  todas 
las  obras  y  conocidas  con  los  nombres  de  buWo  y  protuberancia. 

La  protuberancia  y  el  bulbo  son  dos  factores  inseparables  anatómica 
y  fisiológicamente.  Las  fibras  transversales  de  la  protuberancia  ofrecen 
á  simple  vista  tan  marcada  diferencia,  que  se  comprende  la  separación 
de  esta  región,  como  factor  más  ó  menos  independiente,  establecida  por 
los  autores,  que  la  han  dado  nombres  distintos:  protuberancia^  itsmo  del 
encéfalo,  puente  de  Varolio,  etc.  (L,  fig.  95).  Este  grueso  manojo  de  fibras 
transversales  de  la  protuberancia  establece  una  división  más  aparente 
que  real:  por  su  parte  superior  se  ven  salir  los  pedúnculos  cerebrales  y 
por  su  parte  inferior  el  bulbo;  si  se  separan  estas  fibras,  la  continuidad 
entre  los  manojos  del  bulbo  y  los  de  los  pedúnculos  cerebrales  no  está 
interrumpida  en  ningún  sitio,  de  modo  que  en  este  caso  se  ve  que  la 
protuberancia  es,  en  suma,  una  masa  de  sustancia  blanca  pegada  á  la 
cara  anterior  del  bulbo.  Si  se  compara  la  extructura  de  uno  y  otro  fac- 
tor, protuberancia  y  bulbo,  se  ve  que  hay  escasas  diferencias  y  que  la 
sustancia  gris  de  ambos  ofrece  los  mismos  caracteres;  por  otra  parte,  en 
estas  regiones  toman  origen  los  nervios  craneales,  lo  cual  establece  una 
analogía  directa  entre  la  protuberancia  y  el  bulbo,  así  como  entre  estos 
y  la  médula  espinal.  Esta  identidad  de  extructura  y  constitución  lleva 
consigo  una  identidad  de  funciones,  que  hace  imposible  en  buena  lógica 
la  separación  establecida  por  los  autores. 


(1)    Gontinuacioa.  —  V.  los  núms.  25,  26,  27,  28,  29,  90, 31, 32, 33, 3i,  33,  36,  37, 38, 
39,  40,  41,  42,  43  y  44. 


660  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

Si  tuviese  alguna  ventaja,  para  facilitar  la  descripción  y  el  estudio  de 
estas  partes,  la  división  mencionada,  estudiarla  aisladamente  la  protu- 
berancia y  el  bulbo;  pero,  sobre  no  ser  de  gran  utilidad  para  el  estudio, 
tiene  el  inconveniente  de  exponer  á  las  continuas  repeticiones  que  exige 
la  claridad  del  asunto. 

Por  estos  motivos  incluyo  en  un  solo  capítulo  los  dos  factores  men- 
cionados, constituyendo  la  médula  ohlongada^  nombre  con  que  los  ana- 
tómicos antiguos  designaron  estas  partes,  denominación  que  aun  sigue 
usándose  por  algunos  autores  contemporáneos,  aplicándola  unos  al  bulbo 
y  otros  á  la  protuberancia. 

Al  estudiar  el  cerebro,  describí  los  pedúnculos  cerebrales,  que  cor- 
responden á  la  protuberancia  en  la  división  establecida  por  los  autores 
clásicos,  lo  cual  facilitará  muchísimo  el  estudio  de  la  médula  oblongada 
por  ser  un  punto  de  referencia  conocido  ya. 

La  médula  oblongada  tiene  por  límites,  hacia  arriba,  las  fibras  trans- 
versales superiores  de  la  protuberancia,  y  hacia  abajo,  el  entrecruza- 
miento  de  las  pirámides,  que  separa  el  surco  medio  anterior  de  la  mé- 
dula del  surco  medio  anterior  del  bulbo.  Está  situada  por  debajo  del 
cerebro,  al  cual  la  unen  los  pedúnculos  cerebrales;  por  delante  del  cere- 
belo, estándole  unida  por  los  pedúnculos  cerebelosos  medios,  y  por  en- 
cima de  la  médula,  con  la  cual  se  continúa  directamente,  de  modo  que 
algunos  autores  estudian  el  bulbo  como  una  dependencia  de  la  médula. 
Tiene  una  dirección  oblicua  de  arriba  abajo  y  de  delante  atrás;  descansa 
sobre  el  canal  basilar  y  ofrece  una  longitud  media  de  5  y  medio  centí- 
metros. 


A. — ^ASPECTO  Y  constitución  DE  LA  MÉDULA  OBLONGADA. 

Conformación  exterior. — La  médula  oblongada  presenta  la  forma  de 
un  cono  aplanado  de  delante  á  atrás,  con  la  base  dirigida  arriba,  en  re- 
lación con  los  pedúnculos  cerebrales,  y  el  vértice  abajo  unido  con  la  ex- 
tremidad superior  de  la  médula. 

En  la  cara  anterior  se  observa  de  arriba  abajo  (fig.  95):  un  ancho  ma- 
nojo de  fibras  transversales,  que  constituye  la  protuberancia  ó  puente 
de  Varolio  (L),  extendido  de  uno  á  otro  lado  y  continuándose  por  ambos 
extremos  con  los  pedúnculos  cerebelosos  medios.  De  modo  que  el  puente 
de  Varolio  parece  constituido  por  la  reunión  de  dichos  pedúnculos  en  la 
línea  media.  En  este  último  sitio  se  encuentra  un  pequeño  surco,  en  re- 
lación con  la  arteria  basilar,  y,  á  los  lados,  dos  eminencias  longitudina- 
les, que  revelan  el  paso  de  las  pirámides  por  debajo  de  la  protuberancia. 
La  protuberancia  es  convexa  transversalmente  y  sus  fibras  pueden  divi- 
dirse en  tres  grupos:  las  superiores^  que  son  transversales,  y  al  llegar  al 
pedúnculo  cerebeloso  medio  forman  su  parte  supero-externa;  las  infe- 
riores^ que,  siendo  también  transversales,  van  á  constituir  la  parte  cen- 
tral de  dicho  pedúnculo,  y  las  medias^  que  hacia  los  lados  se  inclinan 
abajo  por  encima  de  las  inferiores  y  van  á  formar  el  borde  inferior  del 
pedúnculo  cerebeloso.  Por  la  parte  superior  de  la  protuberancia,  lla- 
mada también  mesocéfalo  por  Ghaussier,  se  ven  salir  los  pedúnculos 


ANATOMÍA   DE   LOS  CENTROS   NERVIOSOS.  661 

cerebrales,  y  por  la  inferior  se  ve  penetrar  el  bulbo  debajo  de  ellas 
(fig-  95). 

En  la  misma  cara  anterior,  debajo  de  la  protuberancia  y  en  la  región 
llamada  bulbo,  se  observa  algo  parecido  á  la  médula:  en  la  linea  medía  un 
surco  longitudinal,  que  se  continuaría  directamente  con  el  surco  medular 
anterior,  á  no  ser  por  el  entrecruzamiento  de  las  pirámides  (C,  fig.  95), 
que  los  interrumpe;  este  surco  termina  hacia  arriba,  inmediatamente 
por  debajo  de  la  protuberancia,  en  una  pequeña  fosita,  que  algunos  lla- 
man agujero  ciego  de  Vicq-d'Axir.  A  los  lados  de  este  surco  se  ven  dos 
eminencias  longitudinales  y  redondeadas,  que  son  las  pirámides  an- 
teriores {R,íig.  95),  las  que  penetran  por  su  extremidad  superior  debajo 
de  la  protuberancia,  y  por  su  extremidad  inferior  se  continúan  aparen- 


?lg.  SB.—Cara  anterior  da  la  médula  oblongada. 

A  naices  deacendenles  del  espinal. -B  Eitremldad  superior  de  la  médula  esplnal.-C  Entre- 
cruiamienlo  da  las  pirámides. -D  Fibra»  arciformes.-EOllva.—F  Nervio  eaplnal.-G  Pneumo- 
gástPÍco.-HGloso-farIngeo,-/Facíal.-J  Audlllvo.-JÍ  Nervio  intermedio  do  WrísberB—L  Fi- 
bras transversales  dalaprotuberancia.—lf  Nervio  trlgémlno.-NPatélIco.-O  Motor  ocular  co- 
mún.- P  Tallo  pituitario.-  O  Motor  ocular  eilerno— B  Plrimlde  anterior. -S  Hlpogloso. - 
TRalz  anterior  del  primer  par  de  nervios  espinales. 

teraente  con  los  cordones  anteriores  de  la  médula.  Por  fuera  de  las  pirá- 
.  mides  se  encuentra  otra  eminencia  redondeada,  prolongada  en  el  sen- 
tido longitudinal  y  separada  de  las  anteriores  por  un  pequeño  surco  (E, 
fig.  95);  se  llama  oliva  y  está  separada  de  la  protuberancia  por  una  foaita 
denominada  sitpra-oliüar;  su  extremidad  inferior  tiene  un  limite  redon- 
deado, y  un  poco  hacía  abajo  y  atrás  del  mismo  se  presenta  una  mancha 
gris,  llamada  tubérculo  ceniciento  de  Rolando.  Detrás  de  las  olivas  existe 


662  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

un  espacio  blanco,  formado  por  el  hacecillo  lateral  del  bulbo,  que  separa 
á  dichos  cuerpos  de  los  restiformes,  que  pertenecen  ya  á  la  cara  posterior; 
en  la  parte  superior  de  este  espacio  existe  la  fosita  lateral  del  bulbo.  Hacia 
la  parte  inferior  y  lateral  del  bulbo,  existen  unas  fíbras  transversales, 
las  fibras  arciformes  (D). 

Cortando  los  pedúnculos  cerebelosos  cerca  de  su  entrada  en  el  hemis- 
ferio correspondiente  y  separando  el  cerebelo,  queda  al  descubierto  la 
cara  posterior  de  la  médula  oblongada  (fig.  98).  Se  ve  en  ella:  hacia  ar- 
riba, la  cara  superior  de  los  pedúnculos  cerebrales  con  sus  tubérculos 
cuadrigéminos,  detrás  de  los  cuales  empieza  la  médula  oblongada;  por 
debajo  de  dichos  tubérculos  están  los  pedúnculos  cerebelosos  superio- 
res (G,  fig.  96),  que  á  medida  que  se  dirigen  abajo  y  se  acercan  al  cere- 
belo van  separándose  uno  de  otro  y  dejan  entre  sí  un  espacio  angular, 
ocupado  por  una  lámina  triangular,  llamada  impropiamente  válvula  de 
Yieussens  (H,  fig.  96),  y  constituida  por  tiras  de  sustancia  blanca  y  gris 
alternadas;  á  medida  que  se  acercan  al  cerebelo,  los  pedúnculos  cerebe- 
losos superiores  se  separan  de  la  médula  oblongada,  y  cerrado  el  espacio 
por  la  válvula  de  Vieussens,  que  también  queda  separada  de  dicha  mé- 
dula, dejan  entre  esta  y  aquellos  un  hueco,  que  forma  parte  del  cuarto 
ventrículo;  hacia  la  parte  superior,  ó  sea  por  su  vértice,  comunica  este 
hueco  con  el  acueducto  de  Sylvio,  que,  siguiendo  arriba  por  debajo  de  los 
tubérculos  cuadrigéminos,  va  ú  desembocaren  el  tercer  ventrículo  cere- 
bral. Hacia  los  lados  de  la  médula  oblongada  aparecen  los  pedúnculos 
cerebelosos  medios,  que  se  ponen  contiguos  á  los  superiores  para  diri- 
girse al  cerebelo.  (F,  fig.  96.) 

Por  su  parte  inferior,  la  cara  posterior  de  la  médula  oblongada  pre- 
senta el  mismo  aspecto  que  la  de  la  médula  espinal  con  la  correspon- 
diente cisura  media  posterior  y  á  los  lados  los  cordones  posteriores,  di- 
vididos en  dos  por  el  surco  intermedio  posterior;  pero  un  poco  más  arri- 
ba, los  cordones  posteriores  se  separan  uno  de  otro  y  divergen  hacia  las 
partes  superiores,  formando  los  lados  de  la  parte  inferior  de  la  médula 
oblongada;  toman  entonces  el  nombre  de  cuerpos  restiformes  (B,  fig.  96), 
los  que,  aparentemente,  se  continúan  con  los  cordones  posteriores  de  la 
médula  y  con  las  pirámides  posteriores,  situadas  en  la  parte  interna  de 
aquellos,  y  á  su  vez  unidas  con  los  hacecillos  de  Goll.  De  esto  resulta 
que  la  cisura  media  posterior  se  ensancha  también,  dejando  al  descu- 
bierto la  sustancia  gris  central;  los  cuerpos  restiformes  convergen  ha- 
cia los  pedúnculos  cerebelosos  superiores  y  medios,  y  á  su  vez  se  conti- 
núan directamente  con  los  inferiores.  Así  es  que  la  cara  posterior  de  la 
médula  oblongada  presenta  una  forma  romboidal  (C,  fig.  96),  con  una 
escavacion  de  la  misma  figura,  cuyos  lados  están  constituidos:  los  supe- 
riores por  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores  y  los  inferiores  por  los 
cuerpos  restiformes.  En  su  ángulo  superior  se  abre  el  acueducto  de  Syl- 
vio,  y  en  el  inferior  la  cavidad  del  epéndimo;  los  ángulos  laterales  están 
formados  por  la  convergencia  de  los  pedúnculos  cerebelosos.  Esta  esca- 
vacion romboidal  de  la  cara  posterior  de  la  médula  oblongada  está  cer- 
rada por  arriba  por  el  cerebelo,  quedando  así  constituido  el  cuarto  veti- 
trículo.  La  pared  superior  de  éste  está  formada  por  el  vermes  inferior  del 
cerebelo,  que  cierra  la  cavidad  por  la  parte  superior,  uniéndose  con  la 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTBOS  NERVIOSOS.  663 

válvula  de  Vieussens,  y  la  deja  abierta  hacia  abaja,  de  modo  que  se  pone 
al  descubierto  levantando  el  cerebelo  por  detrás;  la  pared  inferior,  ó  suelo 
del  cuarto  ventrículo,  está  constituida  por  la  cara  posterior  de  la  médula 
oblongada.  Asi  como  la  cara  anterior  de  la  región  que  me  ocupa  está  di- 
vidida en  protuberancia  y  bulbo,  la  posterior  no  presenta  tal  división; 
pero  el  sitio  correspondiente  á  ella  es  una  línea  tirada  de  uno  á  otro  de 
los  ángulos  laterales.  Por  su  cara  anterior  y  laterales,  la  médula  oblon- 
gada se  halla  formada  por  sustancia  blanca,  y  por  su  cara  posterior  la 
parte  correspondiente  al  suelo  del  cuarto  ventrículo  está  const)tuida  por 
sustancia  gris;  en  la  parte  media  del  suelo  del  cuarto  ventrículo  se  pre- 
senta una  linea  longitudinal,  correspondiente  al  rafe  de  la  médula  oblon- 


Fig.  96.— Cara  posterior  de  la  mídula  oblongadEi. 

A  Pirámide  posterior  [baceeilLo  deEgsdo  A  de  TDrk).  —  B  Cuerpo  reíllfarme.  —  C  Linea  inedia 
dei  suelo  del  cuarto  veotrlcuia.— D  Raíz  posterior  del  nervio  sciislko,—£  Corle  del  pedúnculo 
rerebeloao  inferior.-í"  Corte  dei  pedúnculo  cerebeloso  medio.-G  Corle  del  pedúnculo  cerebe- 
ioio  superior.— N  Vil V ule  úv  Vieussens.- /Cinta  de  Hell.-J  Pedúnculo  cerebral.-  /T  Glándula 
pineal.— ¿  Nervio  patético. 

gada  y  que  lo  divide  en  dos  mitades  laterales  iguales;  el  color  gris  del 
suelo  del  cuarto  ventrículo  no  es  del  todo  uniforme  y  liso.  Dividiendo 
cada  una  de  tas  mitades  en  dos  triángulos,  uno  superior  y  otro  inferior, 
se  ve  que  este  último  no  presenta  una  coloración  igual,  sino  que  ofrece 
varias  áreas  de  color  distinto;  á  los  lados  de  la  línea  media  hay  una  con 
la  punta  dirigida  hdcia  abajo,  de  color  blanquecino,  el  área  blanca  inlema; 
por  fuera  de  ésta,  otra  con  la  base  abajo  de  un  gris  mucho  más  subido, 
areagrU,  y  finalmente,  otra  más  externa  6  área  blanca  extema.  Presen- 


664  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

ta  también  dos  pequeñas  elevaciones  correspondientes,  una  al  codo  del 
facial  ó  eminentia  teres,  y  la  otra  al  núcleo  de  origen  del  motor  ocular 
externo.  A  ios  lados  de  la  linea  media,  existen  unas  fibras  blancas  trans- 
versales, que  en  su  trayecto  hacia  afuera  convergen  (D.  fig.  96),  presen- 
tando el  aspecto  de  las  barbas  de  una  pluma  y  de  aquí  el  nombre  de 
calamus  scripiorlus,  llamándose  cuerda  armónica  de  Bergmann  la  que  de 
entre  ellas  es  la  más  visible;  por  este  motivo  el  ángulo  inferior  del  suelo 
del  cuarto  ventrículo  se  llama  también  pico  del  calamtts. 

Las  caras  laterales  de  la  médula  oblongada  presentan  en  su  porción 
bulbar  el  hacecillo  lateral  del  bulbo  y  el  tubérculo  ceniciento  de  Rolando, 
y  en  la  de  la  protuberancia  se  confunden  con  el  pedúnculo  cerebeloso 
medio. 

Cuando  se  estudia  la  protuberancia  aisladamente,  se  divide  en  dos 
partes  superpuestas,  llamadas  piso  ó  plano  superior  y  piso  ó  plano  inferior: 
aquel  formado  por  la  válvula  de  Vieussens,  los  pedúnculos  cerebelosos 
superiores  y  sobre  estos  los  tubérculos  cuadrigémínos;  este  plano  pare- 
ce una  comisura  extendida  del  cerebro  al  cerebelo;  el  inferior  está  cons- 
tituido por  la  protuberancia,  pedúnculos  cerebelosos  medios  y  pedúncu- 
los cerebrales;  entre  uno  y  otro  existe  una  separación  ó  surco,  que  ya  he 
mencionado  al  estudiar  el  pedúnculo,  diciendo  que  separaba  el  pié  del 
mismo,  ó  piso  inferior,  de  la  calota  ó  piso  medio.  Cubriendo  este  surco  y 
extendidos  de  arriba  abajo  y  de  delante  á  atrás,  se  encuentran  dos  mano- 
jos aplanados  ó  láminas  de  fibras  blancas,  que,  naciendo  de  los  tubér- 
culos cuadrigémínos,  rodean  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores  por 
fuera  y  penetran  debajo  de  ellos  para  unirse  con  el  plano  inferior;  estos 
manojos  forman  el  hacecillo  triangular  del  itsmo  ó  cinta  de  Reil  (J.  fig.  96), 
dividido  en  dos  hoj illas,  superficial  y  profunda;  aquella  nace  de  los  tu- 
bérculos cuadrigémínos  anteriores  y  ésta  de  los  posteriores,  introdu- 
ciéndose ambas,  después  de  su  trayecto  superficial,  en  el  espesor  de  la 
médula  oblongada. 

En  la  superficie  de  la  médula  oblongada  se  encuentra  el  origen  apa- 
rente de  casi  todos  los  pares  craneales,  lo  cual  asimila  á  esta  región  con 
la  médula  espinal  No  me  ocupo  de  ellos,  porque  haré  mención  délos 
mismos  al  estudiar  sus  núcleos  de  origen,  en  la  sustancia  gris  que  hay 
en  su  espesor. 

Conformación  interior  y  constitución. — ^La  médula  oblongada  está 
constituida  por  sustancia  blanca  y  gris,  que  presentan  en  este  sitio  una 
disposición  bastante  irregular.  Los  manojos  longitudinales,  que  apare- 
cen en  la  superficie,  se  encuentran  también  en  su  espesor  mezclados 
con  sustancia  gris;  esta,  así  como  en  la  médula  espinal  está  bien  limita- 
da, en  la  médula  oblongada  está  difundida  por  toda  su  masa. 

Si  se  separan  por  medio  de  un  corte  las  fibras  transversales  de  la 
protuberancia,  entonces  se  ve  como  las  pirámides  anteriores  siguen  su 
trayecto  ascendente,  formando  un  manojo  compacto,  que  va  á  continuar- 
se con  el  pié  del  pedúnculo;  pero  entre  las  fibras  transversales  de  la  pro- 
tuberancia, y  aun  interpuestas  entre  ambas  pirámides,  se  encuentran 
distintas  agrupaciones  de  sustancia  gris,  sin  número  ni  disposición  fi- 
jos; las  pirámides  anteriores,  en  su  prolongación  al  través  de  la  protube- 
rancia, tienen  sus  fibras  dispuestas  en  hacecillos  secundarios,  y  entra 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  665 

ellos  también  pequeñas  masas  de  sustancia  gris.  Esta  parte  es  la  porción 
motriz  de  las  pirámides. 

Si  á  este  mismo  nivel  de  la  protuberancia,  se  penetra  un  poco  más, 
separando  la  porción  motriz  de  las  pirámides,  entonces  se  encuentra 
una  pequeña  zona,  ocupada  por  fíbras  transversales  de  la  protuberancia 
y  grupos  de  sustancia  gris  al  mismo  tiempo,  que  separa  la  porción 
motriz  de  las  pirámides  de  otro  manojo  longitudinal  también  situado 
detrás  del  anterior  y  que  constituye  la  porción  sensitiva. 

Al  mismo  nivel  y  también  cerca  de  la  línea  media,  se  encuentra,  por 
detrás  de  los  factores  precedentes,  una  región  constituida  por  hacecillos 
longitudinales,  entre  los  cuales  está  interpuesta  uniformemente  una  pe- 
queña cantidad  de  sustancia  gris;  estos  hacecillos  son  prolongación  de 
la  caleta  del  pedúnculo  cerebral  y  constituyen  lo  que  Huguenin  llama 
campo  motor.  En  la  parte  superior  de  la  médula  oblongada,  se  encuen- 
tran interpuestos  entre  los  hacecillos  del  campo  motor  los  pedúnculos 
cerebelosos  superiores.  Hacia  los  lados  se  ve  perfectamente  la  continua- 
ción directa  de  las  fibras  de  la  protuberancia  con  el  pedúnculo  cerebe- 
loso  medio. 

Estas  mismas  regiones,  formadas  por  manojos  de  sustancia  blanca, 
que  se  encuentran  en  la  región  de  la  protuberancia  de  la  médula  oblon- 
gada, se  encuentran  en  la  bulbar,  con  la  diferencia  de  que,  por  parecer- 
se más  ésta  á  la  médula  espinal,  los  manojos  están  menos  separados 
unos  de  otros  y  la  sustancia  gris  está  mejor  limitada. 

En  la  región  bulbar  encontramos  en  su  espesor  las  pirámides  ante- 
riores, que  en  la  parte  inferior  van  constituyéndose  aún,  pero  que  en 
la  superior  están  ya  formadas  por  sus  dos  porciones,  sensitiva  y  moto- 
ra, perfectamente  contiguas,  porque  aún  no  se  han  interpuesto  las  fibras 
transversales  de  la  protuberancia,  que  las  separan  más  arriba  en  un 
manojo  anterior  y  otro  posterior. 

En  la  parte  superior  de  la  región  bulbar,  detrás  de  las  pirámides  an- 
teriores, se  encuentra  una  región  formada  por  hacecillos  longitudinales, 
que  son  la  continuación  de  los  que  antes  he  designado  con  el  nombre  de 
campo  motor.  En  la  parte  inferior  de  la  región  bulbar,  en  la  porción  co- 
nocida con  el  nombre  de  cuello  del  bulbo,  todos  estos  hacecillos  sufren 
cambios  de  dirección  y  entrecruzamientos,  de  los  cuales  me  ocuparé 
más  adelante. 

El  hacecillo  lateral  del  bulbo,  que  he  señalado  en  la  superficie  del 
mismo,  por  detrás  de  los  cuerpos  olivares,  se  encuentra  también  en  esta 
región,  pero  se  pierde  en  el  espesor  de  la  protuberancia. 

Entre  el  hacecillo  lateral  y  las  pirámides  anteriores  residen  las  oli- 
vas, que  también  se  internan  en  el  espesor  del  bulbo  hasta  cerca  de  la 
linea  media. 

Por  detrás  de  los  hacecillos  laterales  y  tanto  más  hacia  fuera  cuanto 
más  arriba  de  la  región  bulbar  se  estudia,  encontramos  los  cuerpos  res- 
tiformes  y  las  pirámides  posteriores,  que  van  á  continuarse  con  los  pe- 
dúnculos cerebelosos  por  su  extremidad  superior. 

En  la  región  del  cuello  del  bulbo,  la  disposición  de  la  sustancia  blanca 
es  casi  análoga  á  la  de  la  médula  espinal,  de  modo  que  aún  pueden  dis- 
tinguirse un  cordón  anterior,  un  cordón  lateral  y  un  cordón  posterior. 


666  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

En  resumen,  y  asi  como  de  una  manera  esquemática,  puede  decirse, 
que  en  la  médula  oblongada  la  sustancia  blanca  tiene  la  siguiente  dis- 
posición: tres  manojos  ó  cordones  longitudinales  extendidos  desde  su 
parte  superior  á  la  inferior,  llamados  porción  motriz  de  las  pirámides, 
porción  sensitiva  de  las  mismas  y  campo  motor;  estos  tres  manojos  están 
situados  uno  detrás  de  otro  y  ocupan  el  centro  de  la  médula  oblongada, 
continuándose  por  su  extremidad  superior  con  las  fibras  del  pedúnculo 
cerebral  y  por  la  inferior  con  los  cordones  de  la  médula;  en  la  parte  su- 
perior de  la  médula  oblongada  existe  un  ancho  manojo  de  fibras  trans- 
versales, que  abraza  á  los  anteriores  por  delante  y  está  formado  por  la 
protuberancia;  por  arriba  y  por  abajo  de  la  médula  oblongada  y  en  su 
parte  posterior  están  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores  y  los  cuer- 
pos restiformes,  que  separándose  de  la  líne^  media,  para  converger  en 
la  parte  media  los  superiores  con  los  inferiores,  circunscriben  el  rombo 
de  la  médula  oblongada  ó  suelo  del  cuarto  ventrículo.  A  estos  manojos 
se  añaden  otros  más  secundarios,  como  el  hacecillo  lateral  del  bulbo  en 
la  región  bulbar  y  la  cinta  de  Reil  ó  hacecillo  triangular  del  itsmo 
en  la  de  la  protuberancia;  pero  estos  hacecillos  toman  muy  escasa  parte 
en  la  constitución  de  la  médula  oblongada,  porque  se  terminan  en  su 
mismo  espesor,  continuándose  con  alguno  de  los  manojos  ya  nom- 
brados. 

En  los  espacios  circunscritos  por  la  disposición  de  estos  hacecillos, 
se  halla  como  aprisionada  la  sustancia  gris  de  la  médula  oblongada,  in- 
terponiéndose entre  ellos  y  enviándoles  prolongaciones  en  el  interior  de 
los  mismos.  Se  comprende  que,  por  la  manera  de  estar  situados  los  ha- 
cecillos, ha  de  resultar  hacia  la  parte  posterior  de  la  médula  oblongada 
una  excavación  profunda,  pero  más  profunda  hacia  los  lados  que  en  la 
parte  media,  porque  á  esta  corresponden  los  manojos  longitudinales  á 
que  antes  he  hecho  referencia.  Pues  en  esta  excavación,  difundiéndose 
en  varios  sentidos,  está  contenida  la  sustancia  gris  de  la  médula  oblon- 
gada, cuyo  color,  por  estar  mezclada  con  algunas  fibras  blancas,  se  com- 
para por  muchos  autores  al  de  café  con  leche.  Además,  en  la  línea  me- 
dia de  la  médula  oblongada,  hay  un  rafe,  formado  por  fibras  blancas, 
que  separa  la  sustancia  gris  de  un  lado  de  la  del  otro,  y  que  se  hace  vi- 
sible en  la  línea  media  del  suelo  del  cuarto  ventrículo.  En  la  región  bul- 
bar  de  la  médula  oblongada,  la  sustancia  gris  se  halla  mezclada  á  las 
fibras  arciformes  que  recorren  transversalmente  á  diferentes  alturas  di- 
cha región,  contribuyendo  también  en  la  línea  media  á  formar  el  rafe  de 
la  médula  oblongada. 

El  hueco  romboidal,  abierto  hacia  la  cara  posterior  y  formado  por  la 
disposición  de  los  manojos  de  sustancia  blanca,  está  lleno  de  sustancia 
gris,  que  se  encuentra  en  esta  región,  como  si,  siendo  líquida,  la  hubie- 
sen echado  en  un  molde  y  se  hubiese  solidificado  luego:  llena  todos  los 
espacios  é  intersticios  y  se  interpone  entre  los  hacecillos  de  los  mismos 
manojos.  De  esto  resulta  que  la  sustancia  gris  de  la  médula  oblongada 
puede  dividirse  en  dos  categorías:  una  que  representa  la  prolongación 
de  la  columna  gris  de  la  médula  espinal,  y  otra  que,  formando  agrupa- 
ciones distintas,  merece  por  su  aislamiento  y  por  sus  relaciones  que  se 
la  considere  como  constitutiva  de  formaciones  independientes. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  667 

La  que  prolonga  la  columna  central  gris  de  la  médula  espinal  forma, 
por  decirlo  asi,  dos  columnas  á  Iqs  lados  de  la  linea  media,  que  conti- 
núan las  mitades  laterales  de  la  médula  espinal.  Asi  como  en  ésta  los 
hacecillos  blancos  limitan  la  columna  gris  en  la  forma  de  dos  medias 
lunas  unidas  por  una  comisura,  á  medida  que  va  ascendiendo  hacia  las 
regiones  bulbar  y  de  la  protuberancia  de  la  médula  oblongada,  se  va 
modificando  en  su  disposición,  sin  que  cambie  esencialmente  su  modo 
de  ser.  Hasta  lo  más  alto  de  la  médula  oblongada  se  continúan  los  cuer- 
nos anteriores  y  posteriores  de  la  médula  espinal.  En  esta,  los  cuernos 
anteriores  son  una  columna  no  interrumpida  de  agrupaciones  celulares, 
que  dan  origen  á  fibras  de  las  raíces  anteriores  ó  motoras  y  los  cuernos 
posteriores  son  factor  análogo  para  las  raíces  sensitivas.  Al  llegar  al 
cuello  del  bulbo  y  al  mismo  bulbo  y  al  extenderse  hacia  arriba  en  el  suelo 
del  cuarto  ventrículo,  los  cuernos  anteriores  y  posteriores  van  desapare- 
ciendo como  tales,  puesto  que  los  anteriores  se'dirigen  hacia  atrás  y  aden- 
tro y  los  posteriores  adelante  y  afuera,  de  modo  que  llegan  á  colocarse 
en  un  mismo  plano,  y  el  que  en  la  médula  espinal  era  anterior,  es  inter- 
no en  la  oblongada,  y  externo  el  posterior:  el  primero  corresponde  al 
área  blanquecina  interna  del  suelo  del  cuarto  ventrículo  y  el  segundo  al 
área  blanquecina  externa.  No  son  estas  solas  las  modificaciones  que  ex- 
perimenta la  sustancia  gris  de  la  médula  espinal  al  llegar  á  la  oblongada: 
si  en  aquella  la  columna  de  los  cuernos  anteriores  y  posteriores  era  con  - 
tínua,  en  ésta  se  interrumpe,  forma  agrupaciones  más  grandes,  pero  en 
menor  número,  que,  como  aquellas,  dan  origen  á  nervios.  Cada  una  de 
estas  agrupaciones  forma  un  núcleo  distinto,  que  sirve  de  origen  real  á 
uno  de  los  nervios  craneales:  más  adelante  serán  objeto  estos  núcleos 
de  un  estudio  aparte.  Además  de  esta  prolongación  de  los  cuernos  ante- 
riores y  posteriores,  existe  en  la  médula  oblongada  gran  cantidad  de  sus- 
tancia gris,  que  envuelve  estos  mismos  núcleos  y  que  seguramente  se 
pone  en  relación  con  fibras  de  los  manojos  blancos. 

Las  formaciones  ó  agrupaciones  especiales  de  sustancia  gris,  que  se 
encuentran  en  la  médula  oblongada  y  que  merecen  mención  especial,  son 
varias.  En  la  región  bulbar  hay  los  cuerpos  olivares,  que  si  bien  son 
blancos  en  su  superficie,  tienen  en  su  espesor  una  membrana  de  sustan- 
cia gris,  perceptible  tanto  en  los  cortes  verticales  como  en  los  horizon- 
tales, replegada  sobre  si  misma,  de  color  amarillento  y  que  se  llama  por 
muchos  autores  oZivain/erior,  para  distinguirla  de  otra  formación  aná- 
loga que  se  encuentra  más  arriba;  su  semejanza  con  el  cuerpo  dentado 
del  cerebelo  es  completa  La  oliva  está  engastada,  como  he  dicho,  entre 
las  pirámides  anteriores  por  delante  y  los  hacecillos  laterales  del  bulbo 
por  detrás:;  anexas  á  la  oliva,  existen  otras  dos  agrupaciones  de  sustan- 
cia gris,  que  también  merecen  mención  especial:  una  de  ellas  ocupa  la 
cara  anterior  de  la  oliva,  entre  ésta  y  las  pirámides  anteriores,  forma 
luego  un  codo  en  su  parte  interna  y  se  dirige  atrás,  aplicada  á  la  cara 
interna  de  la  misma,  recibiendo  el  nombre  de  núcleo  piramidal  de  Sti- 
lling  ó  cuerpo  yuxta-olivar  antero-inierno  de  Sappey;  la  otra  ocupa  la  ca- 
ra posterior  de  las  olivas,  entre  estas  y  el  hacecillo  lateral  del  bulbo  y 
cuerno  posterior,  y  como  está  situada  cerca  de  la  superficie,  le  ha  dado 
Sappey  el  nombre  de  cuerpo  yuxta-olivar  postero-extemo.  En  el  centro  de 


668  CÓLERA  MORBO. 

las  pirámides  posteriores  existe  otro  núcleo  ó  formación  de  sustancia 
gris,  que  ocupa  el  centro  del  mismo  y  se  le  conoce  con  el  nombre  de  nú- 
cleo post-piramidalium  6  núcleo  del  cordón  delgado.  £1  cuerpo  restiforme 
tiene  también  una  pequeña  cantidad  de  sustancia  gris  difundida  entre 
sus  ñbras,  que  forma  una  columna  poco  extensa  y  debe  llamarse  núcleo 
del  cuerpo  restiforme.  La  sustancia  gris  de  la  médula  oblongada  asoma 
á  la  superficie  en  el  sitio  conocido  con  el  nombre  de  tubérculo  cenicien- 
to de  Rolando. 

En  la  región  de  la  protuberancia,  la  sustancia  gris  de  la  médula 
oblongada  no  forma  ninguna  agrupación  especial,  exceptuando  una  que 
tiene  el  mismo  aspecto  que  la  oliva  inferior,  pero  mucbo  más  pequeña  y 
menos  visible,  llamada  oliva  superior.  Por  lo  demás,  aparte  de  los  nú- 
cleos que  dan  origen  á  nervios  craneales,  la  sustancia  gris  de  la  médula 
oblongada  es  uniforme  en  todos  los  sitios,  muy  abundante,  difusa  é  in- 
terpuesta entre  los  hacecillos  de  las  pirámides  y  entre  estas  mismas. 

(Continuará,) 


CÓLERA   MORBO, 

POR  EL  Doctor  Rodríguez  Méndez, 

Ckttedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona, 


l^*0<0*f*0»0*0,0t0*0>^tt*t*0H.0»0kt^í*0^t*0*0*t»^ 


lalaa Filipinas:  algunos  detaUes  délo  que  ha  ido  ocurriendo;  últimos  telegramas. 

—El  cólera  en  la  Meca^-^ochinchina, 

Alcanza  el  correo  llegado  últimamente  á  casi  la  primera  quincena  de 
Setiembre  (1  á  16),  es  decir  al  período  de  mayor  incremento  y  al  co- 
mienzo de  la  declinación  de  la  epidemia. 

Repletas  vienen  las  columnas  de  los  periódicos  del  Archipiélago  fili- 
pino de  detalles.  Destácase  en  primera  línea  la  generosa  conducta  de  los 
médicos  españoles,  cuya  gran  mayoría  ofrecíase  de  continuo  para  so- 
correr gratuitamente  á  los  atacados  y  la  de  los  estudiantes  de  medicina, 
que  se  habian  brindado  á  auxiliar  en  iguales  condiciones;  también  los 
farmacéuticos  imitaban  á  sus  compañeros  y  parece  que  no  fué  muy  se- 
guro el  hecho  de  acrecentar  el  valor  de  los  medicamentos,  antes  bien  se 
han  repartido  gratis  varias  drogas.  Aparte  de  los  recursos  oficiales,  se 
hacían  donativos  de  toda  especie,  ocupando  en  este  asunto  el  primer 
lugar  nuestros  compatriotas,  luego  los  extranjeros  y  en  último  extremo 
los  insulares  (¡y  tan  últimol),  alguno  de  los  que,  á  pesar  de  sus  grandes 
riquezas,  ha  dado  la  magna  cantidad  de  2  reales;  ¡y  no  obstante,  fué  de 
los  más  espléndidos  entre  ellos! 

Continuaban  tomándose  precauciones  en  vista  de  que  la  epidemia 
aparecía  en  varios  puntos.  En  Manila  se  habian  cerrado  algunos  cemen- 
terios (sobre  el  de  Tondo  se  había  echado  cal  y  sal);  se  inhabilitaban  al- 
gunos hospitales  y  se  abrían  otros  nuevos;  se  quemaban  en  muchos 


CÓLERA  MORBO.  669 

puntos  maderas  untadas  de  alquitrán;  se  colocaban  ollas  que  contenían 
azufre^  etc.  Entre  las  cosas  más  dignas  de  mención  está  la  recomenda- 
ción muy  expresiva  de  los  hornos  Fryer  para  carbonizar  la  basura;  el 
procurar  desvanecer  la  mala  opinión  que  imprudentemente  se  había  in- 
tentado formar  contra  el  ácido  hiponítrico  como  desinfectante;  el  con- 
sejo d.ado  para  usar  otras  sustancias,  en  verdad  útiles,  etc. 

Como  hecho  peregrino,  por  no  decir  otra  cosa,  cito  el  siguiente:  un 
Señor,  de  cuyo  nombre  no  quiero  acordarme^  tiene  la  candidez  de  pre- 
guntar, en  plena  prensa*  qué  debe  hacer  el  amo,  cuyo  criado  enfer- 
me, etc.,  etc.  Muy  sencillo:  para  tal  pregunta  no  hay  otra  respuesta  que 
una  de  estas  dos:  ó  que  lo  eche  al  agua  con  un  gran  lingote  ó  que  lo  me- 
ta en  un  horno  á2  Fryer.  ¡Cosas  veredesl 

Había  transcurrido  un  buen  período  de  tiempo  de  la  epidemia,  cuan- 
do D.  Fr.  Pedro  Payo,  Arzobispo  de  Manila,  dirigió  á  los  fieles  de  su  dió- 
cesis unn  pastoral,  que  casi  debiera  trasladar  íntegra  á  estas  columnas. 
Siento  no  poder  hacerlo.  Allá  va  algo  para  muestra.  Después  de  recor- 
dar que  los  grandes  terremotos  de  há  dos  años  cesaron  después  de  una 
solemne  rogativa,  y  que  pasado  este  trance  volvieron  los  filipinos  á  estar 
tranquilos  y  á  divertirse,  añade:  que  ahora  los  ve  amilanados  sin  razón 
bastante,  porque  la  muerte  no  es  más  que  el  tránsito  de  esta  vida  caduca 
y  miserable  y  la  vida  feliz  y  eterna.  A  continuación  va  este  párrafo: 

«No  ignoro  qiie  algunos  os  excitan  á  que  os  entreguéis  á  diversiones 
y  pasatiempos,  á  músicas  alegres  y  distracciones;  ¡ay  hijos  míos!  perlas 
entrañas  de  Jesucristo  os  rno,í?o  y  suplico  que  no  les  oigáis,  que  no  les 
hagáis  caso,  que  no  es  este  el  medio  de  aplacar  á  Dios  irritado,  no  es  este 
el  modo  de  llamar  á  las  puertas  de  la  Divina  misericordia;  es  más  bien 
insultar  á  su  Justicia.  ¿Cuándo  se  ha  visto  que  los  hijos  de  familia  al  ver 
á  su  Padre  irritado  castigando  á  uno  de  ellos  se  atrevan  á  cantar  y  dan- 
zar? ¿No  sería  esto  irritar  más  y  más  la  cólera  del  Padre  para  que  los 
castigase  á  todos?» 

En  el  mismo  número  del  periódico,  é  inmediatamente  por  detrás  de 
este  párrafo  transcrito,  había  este  otro  en  la  Sección  local: 

«¡Por  compasión!  Nos  dicen  qne  en  algunos  cementerios  se  exige  á  las 
familias  de  los  desgraciados  que  van  á  ser  enterrados,  la  cantidad  de 
cuatro  reales  ó  un  peso,  negándose  á  hacerlo  en  él  caso  de  que  no  entre- 
guen dicha  cantidad,  por  ser  pobres  de  solemnidad. d 

Y  vamos  viviendo. 

Y  parece  ser  que  el  Sr.  Primo  de  Rivera,  declarando  que  es  cristia- 
no, etc.,  exhorta  á  los  isleños  á  que  se  distraigan,  buscando  en  recreos 
y  placeres  lícitos  un  contrapeso  á  la  penosa  influencia  que  siempre  ejer- 
ce una  epidemia,  aún  sobre  los  más  valerosos.  Esta  alocución  es  poste- 
rior á  la  pastoral 

Por  lo  que  hace  á  mortalidad,  según  un'telégrama  del  31  de  Octubre, 
aún  había  unos  diez  muertos  diarios,  y  eso  que  el  terrible  ciclón,  de  que 
ya  tendrán  noticia  mis  lectores,  debiera  haber  cambiado  las  condiciones 
epidémicas. 

— Como  era  de  esperar,  en  vista  del  estado  sanitario  de  la  Occeanía  y 
de  la  India,  y  del  movimiento  de  grandes  masas  de  mahometanos,  el  có- 
lera, según  comunicación  telegráfica  de  nuestro  cónsul  en  el  Cairo,  ha 


670  RKVISTA   CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA. 

apareoido  en  la  Meca.  En  virtud  de  este  hecho  han  sido  declaradis  su- 
cias en  nuestro  país  las  procedencias  de  dicho  pun  to,  según  se  dice  en  la 
Sección  oficial . 

— Un  telegrama  de  Sa'igon  (I.**  de  Setiembre)  da  cuenta  de  la  epide* 
mia  de  Gochinchina.  Iban  muertos  unos  10,000  indígenas  y  solo  .'3  euro- 
peos. 


REVISTA  CRITICA  BIBLIOGRÁFICA, 
POR  Don  Arturo   Masoti  y  Arroyo. 


Tratado  de  Operatoria  Quirúrgica  por  el  Dr.  D,  Antonio  Morales  Pérez,  con 

un  prólogo  áéíExcmo.  Sr,  Dr.  D.  Juan  Creas  y  Manso, 

El  juicio  crítico  de  una  obra  requiere,  por  parte  de  quien  lo  hace, 
conocimientos  bastante  extensos  sobre  la  materia  que  juzga,  y  un  cri- 
terio imparcial  y  libre  para  indicar  con  acierto  las  bellezas  y  defectos 
que  la  obra  encierra.  Sin  llenar  estos  requisitos,  toda  censura  será  de- 
fectuosa y  expondrá  al  crítico  á  un  ridículo  casi  cierto,  pues  en  cuestio- 
nes de  ciencia  los  elogios  que  se  prodigan,  si  son  inmerecidos  humillan, 
y  la  crítica  que  se  haga,  si  es  infundada,  ofende.  El  papel  de  critico  es  el 
más  difícil  y  trascendental  en  la  vida  de  las  letras.  Se  necesitan  condi- 
ciones tan  especialísimas  y  poco  comunes,  que  no  es  fácil  encontrar 
hombres  del  temple  que  requiere  papel  tan  importante. 

Y  no  se  crea  que  exageramos.  El  que  escribe  una  obra  ha  puesto  en 
prensa  su  imaginación  y  desarrollado  todos  los  poderes  de  su  ingenio 
para  hacerla  lo  más  perfecta  posible;  ha  sacrificado  su  tranquilidad, 
menoscabado  su  reposo  y  torturado  sus  goces  en  pro  de  la  empresa  aco- 
metida, y  si  después  de  tal  suma  de  sacrificios  viene  un  critico  de  esos 
á  la  violeta  á  censurar  la  obra  ó  elogiarla  infundadamente,  todos  cuan- 
tos conceptos  emita  serán  pregones  de  su  ignorancia,  que  le  llevarán  á 
la  más  visible  evidencia. 

La  crítica,  para  que  se  avenga  con  las  leyes  de  lo  justo,  ha  de  ser  me- 
surada, verídica  y  razonable;  de  otro  modo  es  depresiva,  humillante  ó 
apasionada,  defectos  reprochables  ante  la  severidad  del  juicio  que,  aun- 
que individual  primero,  ha  de  merecer  la  censura  de  la  colectividad  des- 
pués. 

Por  eso,  conociendo  nuestra  incapacidad  para  este  asunto  por  care- 
cer de  suficientes  conocimientos  en  la  materia,  renunciamos  de  buen 
grado  á  la  pretenciosa  idea  de  hacer  el  juicio  crítico  de  la  obra  del  doctor 
Morales. 

No  estamos  en  carácter  para  acometer  tan  ímproba  tarea,  y  aunque 
lo  estuviésemos,  existen  consideraciones  dé  otro  género  que  se  opon- 
drían á  que  apareciésemos  imparcial  en  nuestro  escrito.  Unido  al  doc- 
tor Morales  por  el  cariño  que  todo  discípulo  tiene  á  su  maestro  y  por  el 
venerando  lazo  de  amistad  con  que  dicho  señor  nos  honrara,  solo  pode- 
mos tener  hacia  él  sentimientos  de  consideración  y  respeto.  Empero, 


REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA.  671 

aunque  no  atendiésemos  á  este  género  de  consideraciones  y  en  honor  á 
la  verdad  científica  atentásemos  contra  todo  linaje  de  miramientos,  aun 
nos  seria  imposible  hacer  la  crítica  de  la  obra,  porque  la  obra  está  por 
encima  de  nuestra  crítica. 

El  Dr.  Morales  no  se  ha  hecho  autor  instigado  por  un  sentimiento  de 
necia  vanidad,  ni  aguijoneado  por  la  idea  del  lucro;  ha  sido  inducido 
por  la  fuerza  de  las  circunstancias,  de  modo  que  su  obra,  fruto  de  un 
maduro  examen,  no  había  de  tener  otros  méritos  y  siempre  tendrá  el  de 
llenar  una  necesidad  pedagógica  importante. 

Afortunadamente  el  libro  del  Dr.  Morales  es  una  de  esas  produccio- 
nes que  honran  al  autor  y  á  su  patria  y  fatigan  poco  al  crítico:  encierra 
un  fondo  de  doctrina  tan  sano,  un  caudal  de  conocimientos  tan  vasto  y 
un  sabor  práctico  tan  notable,  que  al  leerlo  desde  luego  se  comprende 
que  el  autor  no  es  un  compilador  más  ó  menos  ingenioso,  sino  un  maes- 
tro erudito,  un  cirujano  experto  y  un  hablista  aventajado.  Por  eso,  ya 
que  del  maestro  y  de  su  libro  se  trata,  dejamos  para  otros  más  compe- 
tentes el  dictamen  pericial  de  la  obra,  limitándonos  á  hacer  un  análisis 
bibliográfico  de  ella,  conciso  y  lacónico,  como  cumple  á  los  límites  de 
este  escrito. 

Comienza  el  Dr.  Morales  su  tratado,  haciendo  algunas  breves,  pero 
atinadas  consideraciones,  sobre  el  valor  etimológico  de  la  palabra  ciru- 
gia,  y  después  de  razonar  lógicamente  acerca  de  la  verdadera  acepción 
en  que  debe  tomarse,  se  decide  por  bautizarlo  con  el  nombre  de  Opera- 
toria quirúrgica. 

Separándose  de  la  opinión  de  otros  autores,  clasifica  con  Sedillot  las 
operaciones,  en  operaciones  preliminares,  operaciones  que  se  practican 
sobre  los  sistemas  orgánicos  y  operaciones  que  recaen  sobre  los  apara- 
tos de  la  economía,  constituyendo  el  asunto  de  el  tomo  primero  todo  lo 
concerniente  á  las  dos  primeras  divisiones. 

Bajo  el  título  de  preliminares  quirúrgicos,  estudia  todo  lo  referente 
á  la  operación  y  al  enfermo,  considerados  de  una  manera  abstracta  y 
general,  indicando  con  minuciosidad  cuantos  detalles  son  necesarios  co- 
nocer acerca  de  esta  materia,  que  no  por  ser  sencilla  escasea  de  impor- 
tancia, toda  vez  que  las  indicaciones  operatorias  y  las  circunstancias  es- 
peciales del  enfermo  son  puntos  capitalísimos  en  la  práctica  quirúr- 
gica. 

Consagra  una  lección  á  las  operaciones  de  cirugía  menor,  cuyo  des- 
conocimiento, tan  general  es  entre  los  alumnps  de  nuestras  escuelas,  y 
se  extiende  después  en  el  estudio  de  la  anestesia  quirúrgica,  general  y 
local,  haciendo  el  resumen  histórico  de  los  agentes  anestésicos,  apara- 
tos para  su  empleo,  indicaciones  que  cumplen,  accidentes  que  ocasio- 
nan y  génesis  de  la  anestesia.  Sobre  este  punto,  rechaza  las  teorías  lla- 
madas química,  mecánica  y  orgánica,  por  hallarse  en  contradicción 
palmaria  con  4a  lógica,  y  admite  que  la  anestesia,  á  semejanza  de  la  epi- 
lepsia, es  producida  por  la  isquemia  cerebral  y  congestión  consecutiva 
del  bulbo  por  las  que  se  explica  el  período  convulsivo  y  comatoso  que  la 
caracteriza,  como  se  explica  Skroder  la  patogenia  de  los  ataques  epilép- 
ticos. 

Llega  luego  al  asunto  de  la  hemostasia  preventiva,  dedicándole  dos 


672  REVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA. 

lecciones  verdaderamente  magistrales,  y  entra  en  la  sección  siguiente 
con  el  estudio  de  la  traumoterapia,  donde  pasa  detenida  revista  á  los 
agentes  traumatizadores  y  procedimientos  que  comprende,  sin  omitir 
nada  de  lo  pertinente  á  dicho  estudio. 

Por  último,  en  la  sección  sexta,  que  divide  en  seis  lecciones,  se  ocu- 
pa de  los  medios  de  curación  de  las  heridas,  de  la  hidroterapia  quirúr- 
gica, de  las  curas  antisépticas,  y  especialmente  de  las  que  constituyen  el 
método  de  Lister,  terminando  con  la  exposición  de  los  accidentes  gene- 
rales que  pueden  sobrevenir  en  las  operaciones,  y  algunas  considera- 
ciones generales  sobre  las  heridas  por  armas  de  fuego. 

Hé  aquí  en  conjunto  el  material  científico  que  ha  reunido  el  Dr.  Mo- 
rales en  sus  preliminares  quirúrgicos.  Conociendo  lo  raquítica  que  es 
la  enseñanza  por  ajustarse  á  los  estrechos  límites  de  un  programa  no 
siempre  completo,  y  comprendiendo  lo  útilísimas  que  son  ciertas  nocio- 
nes para  aquellos' que  dan  los  primeros  pasos  en  el  difícil  arte  de  Escu- 
lapio, es  sin  duda  por  lo  que  el  Sr.  Morales  no  ha  querido  escatimar 
nada  á  este  asunto,  haciendo  gala  por  el  contrario  de  sus  conocimientos 
como  práctico  y  de  sus  sabias  tendencias  como  celoso  maestro. 

En  la  sección  séptima  y  siguientes,  hasta  la  décima-tercia  inclusive, 
se  ocupa  el  autor  de  las  operaciones  que  recaen  sobre  los  sistemas  or- 
gánicos, describiéndolas  con  notoria  minuciosidad,  y  cuya  reseña  omiti- 
mos por  no  pecar  de  prolijos  y  no  fatigar  la  atención  de  nuestros  lec- 
tores. 

Sin  embargo,  no  podemos  sustraernos  á  la  tentación  de  manifestar 
que,  á  parte  del  método  que  campea  en  dichas  descripciones,  se  tocan 
varias  cuestiones  con  alguna  profusión,  como  las  relativas  á  la  transfu- 
sión de  la  sangre,  á  la  cirugía  plástica,  al  tratamiento  quirúrgico  de  los 
aneurismas,  y  al  estudio  de  las  resecciones,  que  desde  luego  revelan  un 
rico  filón  de  conocimientos  y  un  espíritu  razonador  nada  común,  por  el 
fondo  de  doctrina  que  entrañan  y  por  la  lógica  con  que  se  discuten  los 
asuntos  científicos. 

Concluye,  por  último,  el  primer  tomo  de  la  obra  con  la  descripción 
de  los  métodos  operatorios  que  se  siguen  en  las  amputaciones  y  desarti- 
culaciones, indicando  las  ventajas  é  inconvenientes  que  ofrecen  bajo  el 
concepto  práctico 

El  segundo  libro  lo  dedica  á  las  operaciones  especiales  que  recaen  so- 
bre los  aparatos  orgánicos,  y  acerca  de  ellos  presenta  un  estudio  tan 
completo  en  las  diversas  secciones  que  comprenden,  que  bien  pueden 
los  especialistas  consultar  la  obra  del  Dr.  Morales  con  provecho,  en 
lo  referente  á  los  procedimientos  quirúrgicos  y  á  las  indicaciones  que 
cumplen. 

Las  operaciones  de  la  cirugía  ocular  son  las  primeras  de  que  hace  mé- 
rito, y  entre  éstas,  merece  especial  mención  las  de  la  catarata,  por  lo  ex- 
tensamente que  se  ocupa  de  ellas,  indicando  los  diversos  procederes  co- 
nocidos, tanto  extranjeros  como  españoles,  y  sobre  los  cuales  hace  un 
razonado  juicio  advirtiendo  los  peligros  y  ventajas  que  cada  uno  en- 
vuelve. 

Siguen  después  las  operaciones  de  la  cirugía  auricular  y  las  que  se 
verifican  sobre  el  aparato  nasal,  á  cada  cual  de  ambos  grupos  dedica 


BEVISTA  CRÍTICA  BIBLIOGRÁFICA.  673 

tres  lecciones,  y  pasa  luego  el  estudio  descriptivo  de  las  operaciones  que 
se  practican  en  la  cavidad  bucal,  deteniéndose  algún  tanto  en  la  queilo- 
plastia,  amigdalotomía,  uranoplastía,  etc.,  y  en  todas  aquellas  que  tienen 
alguna  importancia  quirúrgica. 

Las  operaciones  del  aparato  respiratorio  y  digestivo  comprenden  dos 
secciones  importantes,  y  respecto  á  las  primeras,  trata  por  extenso  de  los 
métodos  y  procederes  de  la  traqueotomía  más  generalizados,  exponiendo 
al  propio  tiempo  el  manual  operatorio  de  la  termo-traqueotomía  y  acci- 
dentes que  ocasiona,  de  tal  manera,  que  bien  puede  decirse  que  sobre 
este  asunto  ha  agotado  la  materia  y  enseñado  cuanto  debe  conocers3 
para  la  práctica  de  dicha  operación. 

En  la  sección  última  se  ocupa  de  las  operaciones  que  reclaman  ciertas 
enfermedades  de  los  órganos  genitales  de  ambos  sexos,  y  sobre  éstas  va- 
mos á  detenernos  un  tanto,  siquiera  sea  en  gracia  á  la  importancia  del 
asunto. 

Comienza  con  algunas  consideraciones  sobre  la  ovariotomía  en  Fran- 
cia y  modo  como  fué  generalizándose;  dedica  algunos  párrafos  á  la  ova- 
riotomía en  España,  presentando  un  cuadro  estadístico  del  Dr.  Pulido,  que 
comprende  todas  las  que  se  han  practicado  en  nuestra  nación  has- 
ta Mayo  de  4880,  y  un  apéndice  donde  indica  las  verificadas  posterior- 
mente. 

Escribe  algunas  páginas  sobre  el  tratamiento  de  los  quistes  ováricos 
por  las  inyecciones  iódicas,  y  entra  en  las  operaciones  de  la  matriz  y  sus 
procederes  quirúrgicos,  haciendo  mérito,  entre  otras,  de  la  histerotomia, 
laparotomía,  cauterizaciones  uterinas,  etc.,  para  ocuparse  después  del 
tratamiento  quirúrgico  de  ciertas  enfermedades  de  las*  mamas  y  de  los 
órganos  genitales  externos  del  hombre  y  de  la  mujer. 

Más  adelante  describe  la  uretrotomía;  habla  del  cateterismo  y  del  la- 
vado de  la  vejiga;  detalla  los  uretroscopios  más  principales,  é  indica  el 
modo  cómo  deben  reconocerse  los  cálculos  vexicales  por  medio  del  mi- 
crófono, la  sonda  ílexibley  el  litófono,  há  poco  introducidos  en  la  práctica 
quirúrgica,  como  asimismo  el  litómetro,  cuyo  objeto  es  apreciar  la  con- 
sistencia del  cálculo  y  las  dimensiones  que  alcanza. 

Finalmente,  el  estudio  más  completo  que  hace  el  Sr.  Morales  en  su 
notable  libro,  es  el  referente  á  la  litotricia  y  la  talla.  Reúne  tal  riqueza 
de  datos,  tanto  en  la  parte  histórica  como  en  la  descriptiva;  razona  tan 
juiciosamente  los  diversos  métodos  y  procederes  aconsejados  para  estas 
operaciones;  trata  los  asuntos  á  ellas  pertinentes  con  una  claridad  y  ló- 
gica tan  expresivas;  hace  una  crítica  tan  mesurada  y  convincente,  y 
expone  sus  conocimientos  científicos  sobre  estas  materias  tan  elocuente- 
mente, que  no  parece  sino  que  el  Dr.  Morales  se  ha  consagrado  en  su 
práctica  al  exclusivo  ejercicio  de  estas  especialidades. 

Después  vienen  á  continuación  las  operaciones  que  se  practican  sobre 
los  dídimos  y  sus  cubiertas,  terminando  con  el  tratamiento  quirúrgico 
del  hidrocele,  y  un  apéndice  donde  se  menciona  la  trasplantación  ósea, 
la  distensión  de  los  nervios  en  la  terapéutica  de  ciertas  neuralgias,  con- 
tracturas,  etc.,  y  donde  se  describe  el  vendaje  vaginiforme  desinfectante 
que  D.  Francisco  Morales,  hermano  del  autor,  presentó  al  Congreso  Mé- 
dico internacional  de  Sevilla. 


674  ANÁLISIS  DE  LA  PEPTONA  DEFRESNE. 

Aquí  concluye  el  tratado  de  Operatoria  quirúrgica,  que  acaba  de  dar 
á  la  prensa  el  ilustrado  Catedrático  de  la  escuela  de  Barcelona,  Dr.  Mo- 
rales, cuya  obra  es  el  sazonado  fruto  de  una  inteligencia  preclara  y  de 
una  laboriosidad  sin  tregua,  dones  que  justifican  una  vez  más  la  só- 
lida reputación  que  dicho  Sr.  ha  sabido  crearse  entre  los  hombres  de 
ciencia. 

Si  nuestro  nombre  constituyera  autoridad  científica  sobre  este  asunto 
y  nuestras  frases  tuviesen  dominio  en  el  mundo  médico,  diríamos  que 
el  libro  del  Dr.'  Morales  es  el  mejor  que  existe  en  el  reducido  repertorio 
de  la  literatura  quirúrgica  española. 

Pero  no  hace  falta  que  nosotros  lo  digamos:  el  Dr.  Creus,  gloria  de  la 
cirugía  contemporánea,  lo  dice  por  nosotros  en  el  bien  escrito  prólogo 
que  le  ha  dedicado,  en  el  cual  hace  el  resumen  del  material  científico  que 
debiera  comprender  un  tratado  de  operaciones. 

La  obra  del  Dr.  Morales  poco  se  separa  del  programa  indicado  por  el 
hábil  cirujano  de  la  escuela  de  Madrid,  y  esto  es  una  garantía  de  la  bon- 
dad del  libro. 

Nosotros,  que  conocemos  la  delicada  susceptibilidad  de  nuestro  maes- 
tro amigo,  huiremos  siempre  de  todo  encomio  que  hiera  su  modestia. 
Lean  la  obra  los  competentes  y  júzguenla  por  sí  mismos,  pues  este  es  el 
mejor  y  más  sano  elogio  que  puede  tributársele. 

De  todos  modos  y  á  pesar  de  nuestra  parquedad  en  prodigarle  frases 
laudatorias,  reciba  el  Dr.  Morales  la  sincera  expresión  de  nuestra  admi- 
ración profunda,  y  sepa  que  hemos  tenido  un  alto  honor  en  ser  el  cronis- 
ta de  su  excelente  tratado  de  Operatoria  quirúrgica,  por  el  que  le  felici- 
tamos entusiastamente. 


ANÁLISIS  DE  U  PEPTONA  DEFRESNE. 


Las  experiencias  hechas  por  el  Sr.  Debove  en  el  hospital  de  Bicétre, 
las  del  Sr.  Dujardin-Beaumetz  en  el  de  San  Antonio,  han  demostrado  que 
en  las  caquexias,  cualesquiera  que  sean  los  resultados  de  las  enferme- 
dades agudas  ó  crónicas,  es  menester  combatir  el  fenómeno  que  se  llama 
la  miseria  fisiológica. 

La  carne  preparada  según  el  Dr.  Debove  reducida  á  polvo,  las  pepto- 
nas  del  Sr.  Defresne,  pueden  entonces  ser  empleadas;  algunas  veces  he- 
mos utilizado  éstas,  y  créeme  s  de  utilidad  á  nuestros  compañeros  darles 
á  conocer  su  composición. 

Análisis  (i) de  la  peptona  Defresne. — «La  peptona  Defresne  es  un  lí- 
»quido  limpio,  ácido,  de  color  rojizo,  teniendo  el  sabor  muy  parecido  al 
3)del  jugo  de  la  carne  asada,  una  densidad  de  1,14  á  la  temperatura  de  10» 
:» centígrados. 


(i)    Estos  análisis  fueron  compendiados  en  el  Boletín  de  Terapéutica^  15  de  Mar- 
zo  ole  1881  y  en  la  Tribuna  Médica^  20  de  Marzo. 

Los  repitió  el  Sr.  Dr.  Freiré,  profesor  en  la  Escuela  de  Medicina  de  Rio  Janei- 
ro, y  lo^  insertaron  en  el  resumen  de  los  trabajos  de  dicha  facultad  de  Medicina' 


ANÁLISIS  DE  LA  PEPTONA  DEFRESNE.  675 

líDesecada  en  una  cápsula  de  fondo  llano  y  á  la  temperatura  ordina- 
iria,  en  presencia  de  ácido  sulfúrico,  la  peptona  Defresne  deja  46,43  de 
» residuo  por  100  partes. 

-^Alcohol. — 100  gr.  de  peptona  ó  87^.7,  dieron  después  de  destilados 
>en  un  baño  saturado  con  sal  de  mar  (duró  la  destilación  5  horas  y 
» después  de  haber  agregado  agua  destilada)  5®»05  de  alcohol  ó  S^^»  75  de 
i>alcohol  por  100  de  peptona.» 

Sales  minerales,-  La  incineración  da  un  peso  de  sales  minerales  que 
ha  variado  de  2,08  hasta  2,12  por  100  gr.  de  peptona. 

Acido  fosfórico. ^k  la  peptona  se  ha  añadido  un  5  por  100  de  su  peso 
de  carbonato  de  sosa  pura,  fué  evaporada,  carbonizada,  por  partes  inci- 
nerada y  el  residuo  agotado  por  el  ácido  clorhídrico. 

Fué  incinerada  la  parte  no  disuelta  y  tratada  de  nuevo  por  agua 
acida: 

100  gr.  de  peptona  dan  O  gr.  6863  de  ácido  fosfórico.  PhO^. 
100  gr.  de  peptona  dan  O  gr,  6952  de  ácido  fosfórico.  PhO^. 

Término  medio  0,690  75  de  ácido  fosfórico  por  100  partes  de  peptona. 
Fueron  dispuestas  las  dosis  con  arreglo  á  la  trasmutación  en  piro- 
fosfato  de  uranio  y  según  el  método  de  pesar. 


Finalmente: 

Acido  fosfórico 0.69075, 

Cloruro  de  sodio 0.67625  \ 

Potasa,  cal,  hierro,  ácido  sulfúrico.   .    .    .  0,7131 ' 


Ni  el  sulfato  de  amoníaco  ni  tampoco  el  sulfato  de  magnesia  aún 
con  ácido,  precipitan  la  peptona  Defresne;  por  este  indicio  se  puede  notar 
que  en  éste  liquido  no  cohén  albúminay  fibrina  disuelta^  7ii  cualquiera  pro^ 
dudo  análogo  ó  suero  de  la  sangre  que  no  haya  sido  convertido  en  pep* 
tona. 

El  examen  de  la  glucosa  solo  dio  resultados  negativos . 

Nitrógeno, — El  ázoe  existe  bajo  dos  formas  en  este  producto:  1.'  co- 
mo elemento  orgánico  de  la  peptona;  2.*  como  sal  amoniacal  de  muy  fá- 
cil descomposición  y  no  abundante. 

Para  convencerse  de  esta  última  forma  del  ázoe,  basta  colocar  en  un 
frasco  algunos  gramos  de  peptona  con  1  gr.  poco  más  ó  menos  de  carbo- 
nato de  sosa  puro  y  meter  en  el  frasco  un  pedazo  papel  girasol  enroje- 
cido; este  papel  se  pone  azul  de  repente,  y  se  manifiesta  el  olor  del  amo- 
niaco El  ázoe  de  la  peptona  fué  pesado  según  el  método  de  Will  y 
Warentrapp  (clorhidro-platinato  de  potasio  seco  é  incineración  de  la  sal 
de  platino);  obtuvo  O  gr.  391— O  gr.  385—0  gr.  4008  de  nitrógeno  por 
un  gramo  de  peptona  liquida.  Este  peso  de  ázoe  representa  solo  el  que 
pertenece  á  la  peptona,  y  no  el  que  se  encuentra  en  las  sales  de  amoniaco 
claramente  expuestas  en  el  ensayo  anterior. 

Las  precedentes  cifras  indican  2^ por  ciento  de  peptona  seca  y  pura  en 
la  peptona  liquida  del  Sr.  Defresne. 

El  alcohol  purOy  obrando  sobre  la  peptona  Defresne  hecha  espesa,  da  27 
partes  4266  de  peptona  seca,  pero  el  liquido  alcohólico  contiene  parte  de 
la  peptona  incorporada  á  la  glicerina  que  fué  agregada  con  el  fin  de  con- 
servarla. A  pesar  de  numerosos  ensayos,  no  puede  evitarse  la  parcial  di- 
solución de  la  peptona  por  medio  del  liquido  alcohólico,  y  por  consi- 
guiente apartar  de  una  manera  exacta  la  glicerina  de  la  peptona,  y  aún 
después  de  haber  agregado  éter,  los  resultados  obtenidos  indican  unos 
15  ó  16  gr.  de  glioerina  desecada  en  frió  y  en  presencia  del  ácido  sul- 
fúrico. 

Por  otra  parte,  deduciendo  2  gr.  de  sales  minerales  de  los  27  gr.  4  se 


676  SBGCION  OFíCUALé 

ñalados  por  el  anterior  ensayo,  quedarían  25  gr.  4  de  peptona  pura,  ci 
fras  que  representan  la  existencia  real. 

Resumen  del  análisis  de  la  peptona  Defresne. 

4  gr.  nitrógeno  ó  peptona  Beca 25  gr. 

Acido  fosfórico O  gr.  69075 

Cloruro  de  sodio O  gr.  67625 

Potasa,  cal,  hierro,  ácido  sulfúrico O  gr.  71310  )     100 

Alcohcí 5  gr.  75 

Glicerina 15  gr. 

Agua 51  gr.  83 

Análisis  del  Dr.  Domínguez  Freiré,  profesor  de  la  facultad  de  medioina 

de  Rio  Janeiro. 

La  peptona  Defresne  tiene  el  color  rojizo  oscuro,  su  olor  es  agrada- 
ble, su  aroma  parecido  al  de  la  carne  asada. 

Indica  16**  según  el  areómetro  de  Beaumé,  no  la  ponen  turbia  el  calor 
ni  el  ácido  nítrico;  el  alumbre,  el  ferro-cianuro  de  potasio  no  la  precipi- 
tan El  reactivo  de  Milon  da  un  precipitado  de  color  rojizo;  el  alcohol 
fuerte  forma  un  precipitado  que  se  disuelve  de  nuevo  en  el  agua. 

El  sulfato  de  cobre  alcalinizado  produce  la  reacción  propia  de  las  pep- 
tonas,  es  decir,  la  serie  de  los  colores  rosados,  rojizos  y  violáceos.  Está 
compuesta  la  peptona  Defresne  de  una  solucipn  de  peptona  encerrando 
un  poco  de  cloruro  de  sodio  formado  durante  la  preparación;  no  hemos 
encontrado  vestios  üe  gelatina  y  lo  aseguramos  con  certidumbre,  pues 
hemos  saturado  esta  sustancia  con  el  sulfato  de  magnesia  y  después 
de  haberla  probado  no  dio  ningún  precipitado.  Hemos  confirmado  es- 
te resultado  al  emplear  un  reactivo  descubierto  por  nosotros,  el  ácido 
valeriánico,  con  el  fin  de  caracterizar  la  gelatina.  En  realidad,  una  solu- 
ción de  gelatina  produce  con  el  ácido  valeriánico  una  emulsión  blan- 
quecina teniendo  el  aspecto  de  la  leche,  mientras  que  este  fenómeno  no 
se  obtiene  en  una  solución  de  peptona. 

La  peptona  Defresne  deja  28  por  100  de  residuo  en  una  estufa  á  IQO*. 

Contiene  la  peptona  Defresne  2gr.  20  por  400  de  sales  minerales. 

(Dr.  Verat,  Gaz.  des  hópitamc) 


^^^^^^^^^N^^'^'^^^^^V^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^W^^^^^^^^^^A^ 


SECCIÓN  OFICIAL. 


Fiebre  amarilla. -Orden  del  23  de  Octubre,  declarando  sucias  las  proce- 
dencias de  Brounwille  (Estados-Unidos)  á  contar  del  2  de  este  mismo  mes. — 
(Gaceta  del  24  Octubre.) 

Id.  id. — Orden  del  23  de  Octubre,  declarando  de  observación  las  proceden- 
cias de  Nueva-Orleans,  en  virtud  de  la  proximidad  y  frecuente  trato  que  tiene 
con  Panzacola,  punto  sucio.  Estas  procedencias  (orden  del  30  de  Junio  último) 
estaban  declaradas  sucias.  La  nueva  disposición  empieza  á  regir  desde  el  2 
del  mismo  mes.— /rf.  id.  id. 

Cátedra  vacante.-  Real  orden  de  16  de  Octubre,  mandando  se  provea  por 
oposición  la  de  Obstetricia  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Santiago.— /i.  del 
28  id. 

Id.  id.— Real  orden  de  17  de  Octubre,  mandando  se  provea  por  traslado  la 
de  Patología  médica  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Sevilla. — Id,  id.  id. 

Cólera  morbo. — Orden  del  3  de  Noviembre,  declarando  sucias  las  proceden- 
cias de  la  Meca  á  contar  desde  el  mismo  dia. — Id,  del  4  Noviembre. 


# 


Tomo  II.  Núm.  22.  30  KoTiembre  de  1882.  Ano  II.  Nftm.  46. 

Gaceta  Médica  Catalana. 


SUMARIO:  Apuntes  clínicos  sobre  la  temperatura  y  el  pulso  en  el  estado  puerperal,  por  el 
l^r.  Sojo  y  BftUle.—La  toracentesis  en  el  tratamiento  de  la  pleuresía  serosa  (tesis  del  doc- 
torado) (conclusión),  por  el  Dr.  Mib««  Perdicé.—  Anatomía  de  los  centros  nerviosos  (con- 
tinuación), por  el  Dr.  D.  Mígneí  A.  Farsas  Koea.— Inhalador  de  clorhidrato  amónico  de 
Kirwood,  por  el  Dr.  Snllé  y  M •list.—  Cólera  morbo,  por  el  Dr.  Rodri^aes  JHendes.  — 
RevisU  de  Cirugía,  por  el  Dr.  CMitells  Ballespi.—  NOTICIAS  CIENTÍFICAS:  Heridas  del 
corazón:  tratamiento.— Procidencia  del  recto  en  el  niño.— Aceite  de  hígado  de  bacalao.— Sec- 
ción ofleial."  Publicacionea  recibidas. 


APUNTES  clínicos 

SOBRB  LA  TEMPERATURA  T  EL  PULSO  EN  EL  ESTADO  PUERPERAL, 

POR  EL  Dr.  Sojo  y  Batlle 

Profesor  cHnico  de  la  Facultad  d$  Medicina  de  Barceiona, 


Asi  como  las  modiñcaciones  del  organismo  femenino,  durante  el  pe- 
riodo de  embarazo,  apenas  ejercen  influencia  sobre  el  circulo  y  la  calo- 
rificación, en  cambio,  el  puerperal  viene  caracterizado  por  las  más  va- 
riadas mutaciones  en  uno  y  otra,  debidas,  sin  duda,  á  la  índole  de  los 
cambios  orgánicos  inherentes  al  mismo.  Al  comparar  la  versatilidad  de 
aquellas  funciones,  prontas  siempre  á  dejarse  influir  por  las  oscilaciones 
fisio-patológicas  del  organismo  de  la  mujer  recien  parida,  con  la  mayor 
estabilidad  y  fijeza  que  ofrecen  en  la  embarazada,  puede  ya  sospecharse 
que  la  evolución  orgánica  de  uno  y  otro  estado  ha  de  ser  completamen- 
te distinta  y  aun  antitética,  como  asi  lo  es  en  realidad:  progresiva,  plás- 
tica, formativa  durante  el  embarazo;  regresiva  y  desfacedora  en  el  puer- 
perio. Casi  pudiéramos  decir  que  la  tónica,  que  caracteriza  y  aun  sinte- 
tiza las  mutaciones  del  puerperio,  viene  representada  por  la  gran  in- 
fluencia que  estas  ejercen  sobre  el  pulso  y  la  temperatura.  Todos  los 
cambios,  las  más  ligeras  perturbaciones  que  tienen  lugar  en  las  mismas, 
se  traducen  por  una  modificación  en  las  funciones  que  nos  ocupan.  Hé 
aquí,  y  dicho  sea  de  paso,  una  razón  poderosa,  que  autoriza  á  dividir  en 
dos  periodos,  á  lo  menos  según  el  criterio  clínico,  la  época  de  actividad 
generadora  de  la  mujer:  gravidico  el  uno,  puerperal  el  otro,  no  confun- 
diéndolos en  uno  solo,  como  hacen  algunos  autores,  denominándole  puer- 
peral. 

Estudiar,  en  sus  variados  aspectos,  las  mutaciones  termo-esfígmicas 
de  la  mujer  recien  parida,  ha  de  ser,  por  lo  tanto,  de  gran  utilidad  para 
el  clínico,  ya  que  la  complexidad  de  las  mismas  dificulta  en  muchos  ca- 
sos la  resolución  de  problemas  que  la  práctica  pone  todos  los  dias  ante 


678 


LA  TEMPERATURA  Y  EL  PULSO 


SUS  ojos.  Y  tanto  más  importa,  según  nuestro  modo  de  ver,  el  conoci- 
miento exacto  de  este  factor,  así  en  los  estados  páticos,  como  en  los  nor- 
males ó  hígidos,  cuanto  que,  según  mis  observaciones,  muchos  procesos 
puerperales  tienen  por  única/epresentacion  sintomática  un  cambio  en 
las  cifras  fisiológicas  del  pulso  y  la  temperatura,  del  propio  modo  que  se 
formalizan  á  veces  estados  de  alta  gravedad,  que  empezaron  por  movi- 
mientos termo-esfígmicos  al  parecer  de  poca  importancia,  ó  bien  al  con- 
trario, las  mayores  oscilaciones,  que  alarmaran  al  médico,  se  desvanecen 
bien  pronto  entrando  todo  en  el  curso  de  la  normalidad. 

Estas  breves  consideraciones  motivan  la  publicación  de  los  siguien- 
tes apuntes  clínicos,  en  los  cuales  hallarán  confirmación  algunos  de  los 
conceptos  emitidos  anteriormente. 

Según  mis  observaciones,  recogidas  en  la  Clínica  de  Obstetricia  de 
esta  Facultad,  la  temperatura,  lo  propio  que  el  pulso,  sufren,  por  regla 
general,  una  elevación  después  del  parto.  El  siguiente  cuadro  reasume 
el  movimiento  termo-esfígmico  del  primer  dia  de  observación  inmediato 
al  parto.  En  los  20  casos  que  comprende,  el  parto  fué  completamente  nor- 
mal, y  todas  las  puérperas  tomaron  el  alta  á  los  10  ó  12  dias,  en  perfec- 
to estado  fisiológico  y  hallándose  ya  el  fondo  de  la  matriz  por  debajo  del 
estrecho  superior.  La  observación  fué  recogida  á  la  hora  de  la  visita 
(diez  y  media  mañana  y  tres  y  media  tarde). 


xüino 

obierTaeioft. 

Ida4. 
21 

NOMBRE. 

Priinc- 
riift. 

Vnlti. 
pura. 

HORA 
del  parto. 

TIMPlEiTüRi. 

PULSO. 

M. 

37*5 

T. 
37*5 

M. 

80 

T. 
80 

I 

P.  Isabel..     .    . 

n 

20 

S.  Antonia. .    . 

8  noche. 

37*5 

37*7 

60 

74 

IH 

29 

C.  Maria..    .    . 

37*2 

H7 

74 

74 

IV 

20 

a.  Francisca.  . 

12  noche. 

37*3 

37*5 

60 

60 

V 

28 

M.  Ginesa.   .    . 

1  tarde. 

38*8 

112 

VI 

22 

P.  Manuela..    . 

4  tarde. 

38*9 

132 

VII  ...    . 

30 

T.  Liberta.  .    . 

3V1 

38*2 

120 

120 

VIII.    .    .    . 

21 

V.  Clara. .    .    . 

37*1 

37*1 

100 

100 

IX 

26 

M.  María.     .    . 

5  Vi  mañana. 

38*5 

:« 

84 

72 

X 

23 

P.  María..    .    . 

6  mañana. 

37*5 

88*2 

80 

100 

XI 

27 

V.  Ana.    .    .    . 

1  I/Anoche. 

37*6 

38*8 

64 

72 

XII.     .    .    . 

19 

A.  Maria.     .    . 

2  tarde. 

38*2 

120 

XIII.    .    .    . 

26 

R.  Antonia..    . 

3  */,  tarde. 

38*4 

100 

XIV 

18 

R.  Eulalia.  .    , 

1  tarde. 

38*1 

112 

XV 

20 

M.  Encarnación 

4  tarde. 

38 

76 

XVI.    .    .    . 

32 

P.  Rosa.  .    .    . 

5  mañana. 

38 

37*8 

80 

72 

xvii.  .   .   . 

28 

M.  María..    .    . 

37*3 

36*8 

100 

80 

XVIII.  .    .    . 

28 

A.  Brígida.  .    . 

7  tarde. 

37*4 

37*8 

100 

80 

XIX.    .    .    . 

SO 

K.  Rosa.  .    .    . 

.'í  tarde. 

37*8 

80 

XX 

25 

V.  Teresa.    .    . 

> 

1  noche. 

37*3 

37*2 

100 

96 

En  l(»s  casos  en  que  la  observación  se  hizo  pocas  horas  después  del 
parto,  confírfnase  el  resultado  de  las  investigaciones  de  HecKer,  esto  es, 
que  la  temperatura  después  de  aquel  asciende  en  muchos  casos,  oscilan- 
do de  37*3  á  39.  En  nuestras  observaciones,  sin  embargo,  la  temperatu- 
ra mayor  solo  llegó  á  38*9,  diferencia  insignificante  que  debe  despreciar- 
se. La  cifra  media  de  elevación  en  el  cuadro  anterior  puede  fijarse  en  38. 
El  pulso  sigue,  por  regla  general,  el  movimiento  térmico.  En  las  obser- 
vaciones IIÍ,  XVI  y  XVII  se  nota  el  descenso  de  la  temperatura  dentro 
de  las  24  horas  siguientes  al  parto;  en  cambio  en  otras  observaciones  no 
se  nota  el  fenómeno  señalado  por  Hecker,  y  en  algunas,  como  por  ejem- 


EN  EL  ESTADO  PUERPERAL. 


679 


pío  en  la  IX  y  X,  la  temperatura  se  hace  ascendente.  Resulta,  por  lo 
tanto,  del  cuadro  anterior,  que  la  elevación  de  temperatura  y  pulso  des- 
pués del  parto  es  un  hecho  mucho  más  frecuente  que  el  descenso  dentro 
de  las  24  horas,  subsiguientes  al  mismo,  señalado  por  Hecker,  El  núme- 
ro de  partos  no  influye  en  el  movimiento  térmico  y  circulatorio  seña- 
lado. 

En  la  imposibilidad  de  publicar  los  trazados  termo-esfígmicos  de  los 
casos  que  comprende  el  cuadro  anterior,  me  limito  á  consignar  en  el  si- 
guiente las  cifras  máxima  y  mínima,  y  el  dia  del  puerperio  en  que  fue- 
ron observadas.  En  él  se  hace  abstracción  de  la  elevación  de  temperatu- 
ra observada  después  del  parto. 


NÚMERO 
déla 

mPtRATÜIi 

TüPERAmi 

PULSO 

peiso 

observación. 

máxima. 

Dia. 

minima. 

Dia. 

máximo. 

Dia. 

mínimo. 

Dia. 

I 

33 

3.» 

37*2 

3.» 

100* 

2.» 

72 

5.» 

n 

38*6 

3." 

37-3 

5.» 

92 

4.» 

60 

1.» 

ni 

39*7 

8.» 

36*6 

2.« 

100 

3.- 

60 

8.« 

IV 

38'2 

2.» 

37 

4.* 

80 

3.» 

60 

5." 

V 

39*7 

7.» 

36*8 

2.*» 

90 

7.'» 

60 

2,- 

VI 

38 

3.» 

37 

2.» 

9S 

2.» 

60 

4.'» 

VII 

38*6 

6.» 

37*6 

2." 

120 

4.» 

76 

7.» 

VIH.    .... 

38*6 

4.« 

36*6 

9." 

120 

4.» 

72 

2." 

VIX 

37*6 

4.» 

37 

2.» 

80 

a.» 

60 

4.* 

X 

38*4 

e.- 

37 

2.» 

80 

6.» 

60 

2.» 

XI 

69 

3.» 

87 

2.*» 

80 

3.*» 

60 

2.«» 

XII 

37*8 

5.» 

37 

3." 

100 

2.» 

72 

6.» 

XIII 

37*9 

3.« 

37*1 

5.* 

W 

b.»' 

56 

4." 

^kX  Y  •••••• 

38*2 

2.* 

37*2 

7.» 

112 

4.- 

76 

8.*» 

XV 

38*2 

4.- 

36*6 

7." 

72 

4.« 

60 

2." 

^V  w  X« «         •         ■         ■         • 

3^*5 

3.'» 

37 

e.» 

80 

5.» 

60 

2.« 

XVII 

37*4 

6.» 

36*6 

s.» 

80 

2.» 

60 

5.» 

XVUI 

33*6 

4." 

37 

2.* 

80 

2.» 

68 

5." 

A.X^a«          ■          •          •          a 

38*4 

6.*» 

37 

2." 

88 

4.« 

64 

4." 

XX 

37*5 

4.» 

37 

2."» 

96 

2.» 

60 

4.» 

Se  desprende  de  las  cifras  anteriores  que  los  procesos  febriles  son  un 
hecho  muy  frecuente  durante  el  curso  del  puerperio,  siendo  más  raros 
de  lo  que  generalmente  se  cree  los  estados  puerperales  completamente 
fisiológicos.  Esta  afirmación  puedo  apoyarla  en  un  gran  número  de  puer- 
perios, en  los  cuales  he  observado  movimientos  febriles,  cuya  cifra  tér- 
mica, oscilando  de  39  y  décimas  á  38,  no  se  sostiene  mucho  tiempo,  y 
desaparece  en  muchos  casos  expon táneamente.  La  cifra  máxima  de  tem- 
peratura y  pulso  corresponde,  en  la  mayoría  de  casos,  á  los  4  primeros 
dias  del  puerpei'io— en  43  observaciones  la  temperatura  y  en  16  el  pulso — 
El  dia  á  que  corresponde  mayor  número  de  temperaturas  máximas  es  al 
tercero,  que  viene  representado  por  seis,  y  siguen  en  orden  de  frecuen- 
cia el  cuarto  con  cinco,  el  sexto  con  cuatro,  el  segundo  con  dos  y  el 
quinto,  el  séptimo  y  el  octavo  con  uno  i'espectivamente.  El  mayor  núme- 
ro de  cifras  mínimas  corresponde  al  segundo  dia,  en  el  que  se  observa- 
ron diez;  siguen  después  el  tercero  en  el  que  se  observaron  tres;  el  quinto 
y  el  séptimo  dos,  y  el  cuarto,  sexto  y  noveno  uno.  De  la  comparación  de 
estas  cifras  se  deduce:  que  los  dos  primeros  dias  del  puei^perio  son  los 
que  ofrecen  menor  número  de  factores  pirógenos;  que  el  mayor  número 
corresponde  al  tercero,  y  que  estos  van  decreciendo  á  medida  que  nos 
alejamos  de  este  dia.  Pueden,  pues,  aceptarse  en  el  puerperio  dos  perío- 
dos: uno  generalmente  apirético, — estadio  de  reposo  (Barncs)— que  abra- 


.€80  LA  TEMPERATURA  Y   EL  PULSO 

za  los  dos  primeros  días,  y  otro,  de  inminencia  febril,  que  empíeea  el 
tercero,  en  cuyo  día  llega  á  su  máximum,  decreciendo  paulatinamente  en 
los  dias  sucesivos. 


Flg,  97.-Traxado  tormo-eaflsmlcopertsasclanteálaobBerTaGlon  quinta 


Estas  pequeñas  fiebres  puerperales  constituyen  un  grupo  que  fluctúa 
entre  lo  normal  y  patológico,  siendo  como  un  limite  de  transición  gra- 


Tlg.  98.-Trazadotefino-esnemlcoperteneclente&laobeeTTaclon  ociara. 

dual  éntrela  salud  y  los  grandes  procesos  puerperales.  La  constancia 
con  que  terminan  en  la  salud,  sin  necesidad  en  muchos  casos  de  medi- 


EN   EL  ESTADO   PUERPERAL.  681 

cacion  alguna,  hace  que  pueda,  á  mi  ver,  llamarse  el  proceso,  que  les 
constituye,  fibra  puerperal  esencialmente  benigna  (i). 

Sirvan  de  ejemplo  de  lo  dicho  los  dos  adjuntos  trazados  pertenecien- 
tes á  la  observación  V  y  VIII  de  los  cuadros  anteriores.  El  movimiento 
febril  desapareció  sin  medicación  alguna  en  ambos  casos. 

Aun  cuando  no  pretenda  ocuparme  en  estos  simples  apuntes  de  la  gé- 
nesis de  tales  procesos  febriles,  indicaré,  sin  embargo,  que  ésta  debe 
buscarse  no  solo  en  el  traumatismo  puerperal  y  en  las  perturbaciones  de 
la  fluxión  mamaria,  si  que  también  en  las  que  tienen  lugar  en  los  proce- 
sos de  desintegración  orgánica  propios  del  periodo  puerperal,  y  especial- 
mente en  la  eliminación  de  los 
materiales  regresivos  ó  de  des- 
hecho. De  ahi  que  la  perturba- 
ción del  funcionalismo  del  te- 
gumento externo  sea  causa  fre- 
cuente de  fiebre,  la  cual  no  debe 
confundirse  con  una  simple  fie- 
bre o  frigore,  ó  si  se  quiere  ca- 
tarral, pues  si  bien  bajo  el  punto 
de  vista  etiológico  son  análogas, 
difieren  por  su  esencia  ó  natura- 
leza.  Regularmente    la     fiebre 
que  reconoce  esta  g6nesis  apa- 
rece en  una  época  ya  algo  lejana 
del  parto;  entonces  los  materia- 
les regresivos  están  ya  elabora- 
dos y  la  eliminación  se  encuen- 
tra en  su  mayor  actividad.  El 
trazado  que  hemos  dado  de  la 
observación  V  puede  aceptarse 
como  un  proceso  febril,  que  re- 
conoce esta  génesis,  á  lo  menos 
según  los  datos  que  arroja  la  his- 
toria clínica  que  poseemos. 
Según  nuestras  observacio- 
ns.d9.-Trasado  tarmo^ifletalGo  parte-    nes,  estos  procesos  febriles  se 
"S"!í.'«5  íwa?  ••''*"°"'  ■"""   »tacleri.a„  pop  una  elevación 
térmica  y  esfigmica  que  no   se 
sostiene.  El  pulso,  especialmente,  que  ha  podido  llegar  á  120  ó  130  por 
ejemplo,  baja  por  regla  general  á  80,  y  aun  cuando  la  temperatura  vuel- 
va á  elevarse,  en  la  mayoria  de  casos  se  mantiene  por  debajo  de  400 
pulsaciones.  Hay  que  desconfiar  y  no  creer  en  una  fiebre  puerperal  leve, 
cuando,  á  pesar  de  hallarse  una  temperatura  baja,  el  pulso  se  sostiene  á 
400  y  pico  por  espacio  de  varios  días.  Algunos  de  estos  casos  revisten, 


(1)    Algunos  autores  lo  Uaman  fiebre  eféntera,  fiebre  traumática,  y  algunoB,  toda 
Tía,  fiebre  láctea.  Estag  denominaciones  deben  desecharse,  pues  implican  un  eioto- 
o  genético  que  no  tienen. 


682  LA  TORACENTESIS 

dentro  de  las  apariencias  de  la  mayor  benignidad,  una  gravedad  extraor- 
dinaria. 

El  trazado  de  la  üq.  99,  perteneciente  á  una  puérpera  que  el  año  pa- 
sado ocupó  el  n.^  5  de  la  sala  de  S.  Ramón,  en  la  Clínica  de  Obstetricia  á 
mi  cargo,  patentiza  las  afirmaciones  anteriores. 

La  observación,  durante  los  dias  de  enfermedad,  y  la  autopsia,  que 
practiqué  minuciosamente,  autorizan  el  diagnóstico  emitido. 


-,^*'^^*--v^xv 


LA   TORACENTESIS 

EN  EL  TRATAMIENTO  OE  LA  PLEURESÍA  SEROSA  (*) 

(tesis  del  doctorado) 

POR  D.  M.  Ribas  Perdigó. 


e,— Muerte  súbita  ó  rápida, — Además  de  los  accidentes  descritos,  hay 
una  serie  de  fenómenos  asociados  menos  directamente  á  la  toracentesis 
y  sin  relaciones  ostensibles  con  ella,  como  son  el  sincope^  mortal  ó  no, 
con  lesiones  cardiacas  ó  sin  ellas,  y  la  asfixia,  producida  ó  no  por  trom- 
bosis y  embolia  de  los  vasos  pulmonares,  que  se  estudian,  por  regla  gene- 
ral, entre  las  consecuencias  posibles  de  la  toracentesis.  Es  evidente  que, 
después  de  practicada  la  operación,  el  enfermo  puede  morir  por  múlti- 
ples alecciones,  como  son:  reproducción  rápida  y  excesiva  del  derrame, 
que  mata  por  asfixia,  aplastando  los  pulmones;  congestión  y  edema  pul- 
monar; apoplegía  pulmonar;  rotura  de  un  aneurisma,  que  lindaba  con  la 
pared  de  una  caverna,  etc.,  etc.,  pei'o  en  todas  ellas  vemos  su  inmediata 
relación  con  la  maniobra  quirúrgica,  lo  cual,  como  hemos  indicado,  no  se 
observa  cuando  se  trata  de  la  muerte  súbita  por  síncope, independiente  de 
todo  trabajo  de  trombosis  y  embolia.  Este  síncope  puede  producirse  aun 
antes  de  practicar  la  operación,  y  parecen  influir  en  su  presentación  la 
edad  avanzada  de  los  enfermos,  los  grandes  derrames  crónicos  y  las  com- 
plicaciones de  todo  género,  tanto  por  parte  de*  los  pulmones  (esclerosis, 
tuberculosis,  etc.),  como  por  parte  del  corazón  (endo  y  pericarditis,  de- 
generación grasienta,  etc.). 

¿Cuál  es  la  causa  directa  de  este  síncope?  Se  ha  dicho  que  podia  ser 
debido  á  una  gran  espuma  que  se  estaciona  en  los  bronquios,  á  la  con- 
gestión pulmonar,  á  la  impresión  moral,  al  dolor  de  la  operación  y  pa- 
rálisis del  corazón  por  acción  refleja,  á  la  anemia  cerebral  consecutiva 
9^l  aflujo  de  sangre,  que  se  precipita  en  el  pulmón  al  dejar  de  ser 
comprimido,  etc.,  etc.,  hipótesis  más  ó  menos  verosímiles,  que  Cha- 
telin  reduce  á  tres:  !.•  excitación  refleja  de  los  pneumogástricos,  segui- 
da de  síncope  favorecido  por  el  estado  del  corazón  y  la  depresión  física 
y  moral  del  enfermo;  2.'  anemia  bulbar  por  aflujo  de  sangre  en  el  pul- 


(l)    Conclusión.—  Véanse  los  números  40,  41,  44  y  45. 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.        683 

mon,  habiendo  el  corazón  perdido  su  energia  funcional;  y  3.*  parálisis  del 
corazón  por  disminución  brusca  de  presión,  que  ocasiona  obstáculo  á  la 
contracción  auricular.  A  pesar  de  tantas  teorías  como  hemos  expuesto, 
lo  único  que  hay  verdaderamente  cierto  es  que  el  mecanismo  patogéni- 
co del  síncope,  que  nos  ocupa,  está  todavía  por  dilucidar. 

El  tratamiento  del  síncope  descrito  es  casi  ilusorio,  y  lo  único  que 
podemos  hacer  en  pro  délos  enfermos,  es  intentar  prevenir,  en  lo  posi- 
ble, la  presentación  de  tan  terrible  accidente.  A  este  fin  se  aconseja  no 
operar  más  que  cuando  haya  verdadera  urgencia,  en  las  pleuresías  com- 
plicadas, por  recientes  que  sean,  en  las  crónicas  con  grandes  derrames 
y  sobre  todo  en  los  casos  en  que  creamos  ver  padecimientos  del  órgano 
cardíaco  y  el  enfermo  esté  bajo  un  estado  físico  y  moral  deprimido  acom- 
pañado de  ligeras  lipotimias.  Vibert  aconseja  dar  una  inyección  hipodér- 
mica  de  morfina  antes  de  la  operación  para  disminuir  la  posibilidad  de 
un  síncope  por  anemia  cerebral;  del  mismo  modo  se  recomiendan  los  ^ 
grandes  excitantes  en  el  momento  mismo  de  empezar  el  síncope,  sin  que 
podamos  esperar  grandes  ventajas  de  su  empleo. 

La  muerte  súbita  de  los  enfermos,  que  han  sufrido  la  toracentesis, 
se  presenta  algunas  veces  reconociendo  por  causa  la  formación  de  trom- 
hosis  6  embolias  en  las  cavidades  cardíacas  (las  derechas  preferentemente), 
en  las  arterias  ó  en  las  venas  pulmonares.  Estas  trombosis  suelen  ser  con- 
creciones fibrinosas,  que  en  las  autopsias  se  diferencian  bien  de  las  agó- 
nicas y  cuya  formación  parece  deberse  á  la  lentitud,  que  merced  á  la 
compresión  determinada  por  el  derrame  pleurítico,  ha  de  tener  forzosa- 
mente la  circulación  cardio- pulmonar;  pero  es  el  caso  que  estas  concre- 
ciones trombósicas  no  solo  se  han  encontrado  en  pleuresías  crónicas  y 
antiguas,  que  tienen  tiempo  suficiente  para  organizar  coágulos,  sino 
también  en  casos  de  inflamación  pleural  aguda  con  pocos  dias  de  dura- 
ción. La  muerte  súbita  por  trombosis  y  embolia,  lo  mismo  puede  pre- 
sentarse durante  la  operación  que  algunas  horas  y  dias  después;  en  algu- 
nos casos  se  ha  presentado  en  enfermos  de  pleuresía  que  no  habían  sufri- 
do la  toracentesis.  Tanto  la  manera  de  presentarse  la  muerte  como  la 
manera  de  formarse  el  coágulo  fibrinoso,  bastan  para  demostrarnos  la 
poca  influencia  que  tiene  la  toracentesis  en  la  terminación  fatal  de  los 
enfermos  que  fallecen  en  estas  condiciones.  Siempre  que  haya  motivos 
de  sospecha,  coágulos  en  el  interior  del  aparato  circulatorio  de  un  pleu- 
rítico, debemos  abstenernos,  por  regla  general,  de  intervenir  quirúrgi- 
camente, porque  nos  exponemos  á  precipitar  el  fin  y  á  que  se  nos  quede 
entre  las  manos  el  enfermo.  El  diagnóstico  de  estos  coágulos  no  es  muy 
fácil;  pero  Vergely  lo  hizo  una  vez  fundándose  en  la  frecuencia,  irregula- 
ridad é  intermitencia  del  pulso,  en  los  latidos  tumultuosos  é  irregulares, 
en  la  opresión  viva,  etc.,  que  presentaba  su  enfermo.  La  autopsia  confir- 
mó el  diagnóstico  hecho  en  vida  del  paciente. 

f.— En  algunos  casos,  los  enfermos  operados  de  toracentesis  tienen 
ataques  epileptiformes  ó  eclámpticos,  cuya  explicación  no  es  muy  fácil. 
Se  ha  invocado  la  isquemia  refleja  del  cerebro  y  la  excitación  también 
refleja  del  bulbo  como  causas  ocasionales  de  estos  accidentes;  del  mismo 
modo  se  han  referido  estos  á  la  formación  de  embolias  en  los  centros  ner- 
viosos. ¿Podría  pensarse  en  que  las  pequeñas  trombosis  de  los  capilares 


684  LA  TOHACBNTESIS 

pulmonares,  producidas  por  la  compresión,  son  arrastradas  por  la  cor- 
riente sanguinea  y  van  á  atascarse  en  los  vasos  del  encéfalo?  También  se 
han  observado  casos  de  hemiplegia  y  otras  parálisis;  pero  como  tanto 
estos  accidentes,  como  las  convulsiones  generales  y  locales,  se  refieren 
de  preferencia  á  casos  en  que  se  habían  practicado  inyecciones  intra- 
pleurales,  no  insistiremos  más  en  estos  asuntos  por  no  considerarlos  de 
nuestra  incumbencia  en  este  lugar. 

g. — Transformación  purulenta  de  la  pleuresía  serosa. — La  transforma- 
ción de  un  líquido  seroso  en  líquido  purulento  es  ciertamente  una  acu- 
sación de  las  más  graves  que  pueden  dirigirse  á  la  toracentesis,  porque 
salta  á  la  vista  la  poca  ventaja  que  hay  en  operar  exponiendo  á  los  enfer- 
mos á  contraer  una  pleuresía  purulenta,  cuando  solo  padecían  una  de 
carácter  seroso  que  habría  podido  reabsorberse  con  otros  medios.  Esta 
acusación  se  funda  en  una  observación  frecuente  para  los  que  practican 
á  menudo  la  punción  del  pecho,  como  es  ver  un  enfermo  que  á  la  prime- 
ra punción  se  le  extraen  i  ,000  gramos  de  un  líquido  seroso  del  mejor  as- 
pecto, que  á  la  segunda  se  ha  vuelto  sero-purulento,  y  completamente 
purulento  á  la  tercera;  en  estos  casos  parece  lógico  inculpar,  al  menos 
en  parte,  á  la  toracentesis  de  la  presentación  de  este  contratiempo;  pero 
Trouseau  empezó  á  combatir  esta  opinión,  que  ha  sido  defendida  con  ta- 
lento por  Chauffard,  si  bien  está  desacreditada  en  concepto  de  muchos 
autores,  y  en  especial  en  el  de  Dieulafoy.  Este  autor  supone  que,  en  los 
casos  en  que  se  ha  observado  la  transformación  purulenta  del  derrame, 
se  trataba  de  pleuresías  serosas,  que  de  una  manera  fatal  y  desconocida 
debían  transformarse  en  purulentas,  ó  mejor  dicho  de  pleurebias  purulen- 
tas que  habían  empezado  con  la  apariencia  de  sero-fibrinosas;  dice  que 
nuestros  conocimientos  médicos  son  muy  limitados  cuando  se  trata  de 
esclarecer  el  proceso  íntimo  de  la  purulencia  y  que  lo  mismo  contrae  la 
pleuresía  purulenta  un  sujeto  robusto,  que  uno  débil. 

Para  probar  la  transformación  expontánea  de  las  pleuresías,  se  ha 
dicho  que  el  líquido  puro  y  citrino  de  una  pleuresía  serosa  franca  con- 
tiene, como  mínimum,  de  500  á  600  glóbulos  rojos  por  milímetro 
cúbico,  al  paso  que  los  glóbulos  blancos  figuran  en  una  propor- 
ción veinte  ó  treinta  veces  menor,  y  apesar  de  la  presencia  de  ambas 
clases  de  glóbulos,  el  color  del  líquido  no  se  altera  sensiblemente,  de 
modo  que,  para  llegar  el  derrame  pleurítico  á  tomar  una  ligerísima  colo- 
ración rosada,  capaz  de  llamar  la  atención,  es  necesaria  la  presencia  de  5 
á  6,000  glóbulos  rojos  por  milímetro  cúbico.  Para  hacer  bien  estas  medi- 
ciones son  necesarios  algunos  cuidados,  si  no  se  quiere  quedar  engaña- 
dos; porque  podría  suceder  que  los  glóbulos  rojos,  que  encontráramos 
en  el  líquido  destinado  al  examen,  procedieran  del  traumatismo  ocasio- 
nado al  introducir  la  aguja  aspiradora,  si  examinásemos  las  primeras 
cantidades  de  líquido,  y  para  evitarlo  no  deberemos  retirar  la  parte  del 
exudado,  que  debe  sufrir  el  examen,  hasta  después  de  que,  por  la  salida 
de  algún  líquido,  se  haya  limpiado  la  aguja  del  aparato.  Ahora  bien,  en 
concepto  de  Dieulafoy,  cuando  no  se  encuentran  más  que  de  500  á  2,000 
glóbulos  por  milímetro  cúbico,  la  pleuresía  no  tiene  ninguna  tendencia 
á  la  supuración,  que,  por  el  contrario,  tendrá  indubitablemente,  si  en 
vez  de  las  cifras  apuntadas  tiene  4  ó  5,000  glóbulos  por  milímetro  cúbico 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.  685 

de  derrame;  en  otros  términos,  cree  que  la  pleuresía  purulenta  empieza 
por  ser  al  principio  una  pleuresía  histológicamente  hemorrágica,  de 
modo  que,  para  él,  la  misma  pleuresía  purulenta  primitiva  de  los  auto- 
res no  seria  más  que  una  pleuresía  secundaria,  cuyo  período  de  trans- 
formación fué  rápido  y  escapó  á  nuestro  examen;  en  una  palabra,  suce- 
de en  la  pleura  inflamada  lo  que  en  las  inflamaciones  francas  de  los 
demás  órganos  y  tejidos:  la  flegmasía  puede  progresar  ó  detenerse  en  su 
evolución;  si  no  debe  pasar  del  período  hiperémico,  son  pocos  los  glóbulos 
rojos  que  se  extravasan,  y  por  el  contrario,  son  en  gran  número  cuando, 
arreciando  la  inflamación,  hay  tendencia  á  supurar. 

No  podemos  aceptar  por  completo  las  precedentes  ideas,  que  son  las 
adoptadas  por  gran  número  de  autores.  Las  creemos  exageradas.  Esta- 
mos convencidos  de  que  una  pleuresía  serosa  puede  transformarse  en 
purulenta,  y  aun  de  que  esta  transformación  expontánea  ha  servido,  en 
muchos  casos,  para  hacer  creer  que  era  debido  á  la  toracentesis  el  paso  á 
la  supuración  de  una  pleuresía  serosa;  mas  también  estamos  firme- 
mente persuadidos  de  que  en  algunos  casos  la  transformación  purulenta, 
que  nos  ocupa,  se  debe  pura  y  exclusivamente  á  la  punción  del  pecho, 
aunque  no  sepamos  la  razón  patogenética.  En  apoyo  de  lo  que  defen- 
demos, nada  hablará  con  tanta  elocuencia  como  la  exposición  en  extracto 
de  una  observación,  que  recogí  en  la  Clínica  médica  de  Barcelona  hace 
dos  años. 

Entró  en  la  citada  Clínica,  bajo  la  dirección  entonces  del  Profesor 
clínico  Dr,  Esquerdo,  un  joven  de  23  años,  que  ocupó  la  cama  núm.  16. 
Hacia  15  meses habia  notado  un  abultamiento  en  el  hipocondrio  derecho 
que  paulatinamente  fué  creciendo,  hasta  que,  por  el  volumen  que  ha- 
bia adquirido  y  por  la  disnea  que  le  ocasionaba,  se  decidió  á  entrar  en 
el  hospital.  Después  de  un  minucioso  examen,  fué  diagnosticado  el  pade- 
cimiento de  quiste  desarrollado  d  expensas  de  la  vejiga  biliar.  Después 
de  haber  usado  durante  algún  tiempo  una  medicación  interna,  que 
fracasó  por  completo,  se  provocaron  adherencias  entre  las  hojas  perito- 
neales  contiguas,  debajo  del  reborde  costal  derecho,  y  se  practicó  la 
punción  aspiradora,  que  dio  por  resultado  la  salida  de  6  litros  de  un 
líquido  seroso  y  algo  citrino;  una  segunda  punción,  practicada  pocos 
dias  después,  fué  seguida  de  la  extracción  de  7  litros  de  un  líquido  sero- 
purulento,  en  vista  de  lo  cual  se  colocó  una  sonda  permanente  que,  por 
espacio  de  algunas  semanas,  dejó  fluir  grandes  cantidades  de  pus,  hasta 
que,  agotada  la  supuración  y  desaparecido  su  foco,  se  dio  de  alta  al  en- 
fermo. 

Dejando  aparte  que  no  se  trataba  de  un  proceso  pleurítico,  el  simple 
examen  de  la  observación  precedente  nos  demuestra  que  la  supuración 
ocurrida  se  debió  pura  y  exclusivamente  á  la  operación,  ya  que  sería  en 
extremo  pueril  pretender  que  estábamos  ante  un  derrame  purulento, 
cuya  transformación  sorprendimos;  pues  á  ninguna  inteligencia  humana 
se  le  ocurriría  que,  habiendo  tenido  15  meses  para  efectuar  dicho  cambio, 
diera  la  casualidad  de  ser  precisamente  los  dias  en  que  nosotros  vimos  al 
enfermo  los  predestinados  para  llevarse  acabo.  No  insistiremos  en  demos- 
trar lo  que  ya  viene  puesto  en  claro  por  la  simple  exposición  del  hecho. 

Ahora  bien,  ¿los  argumentos  anteriores  son  aplicables  á  los  casos 


686  LA  TOraCENTESlS 

análogos  ocurridos  en  pleuresías  de  larga  fecha  y  altamente  crónicas 
desprovistas  de  toda  fiebre?  Evidentemente  sí,  ya  que  solamente  se  dife- 
rencian de  la  observación  expuesta  por  ser  diferente  el  sitio  en  que  pre- 
senta la  lesión.  Tenemos,  pues,  demostrado  lo  que  pretendíamos,  pero 
aun  nos  falta  dar  un  paso.  Si  la  toracentesis  es  causa  de  la  transforma- 
ción purulenta,  tratándose  de  afectos  crónicos,  ¿dejará  de  serlo  en  las 
pleuresías  agudas?  No  por  cierto.  Repetimos  que  estamos  perfectamente 
convencidos  de  que  algunos  casos,  atribuidos  á  evolución  expontánea  y 
fatal,  han  de  referirse  á  la  toracentesis  bien  practicada,  y  es  necesario 
hacer  hincapié  en  esta  última  frase,  porque  se  ha  hecho  de  moda  el  in- 
culpar de  operador  sucio  y  malo  al  que  tiene  el  valor  de  exponer  sus 
ideas,  cuando  estas  no  son  agradables  á  todo  el  mundo. 

Después  de  lo  dicho,  se  nos  presenta  la  cuestión  siguiente:  ¿cómo 
jobra  la  toracentesis  para  conseguir  en  ciertos  casos  la  transformación 
purulenta  de  una  pleuresía  serosa?  Es  preciso  confesar  que  este  es  un 
punto  sumamente  oscuro,  por  más  que  no  falten  las  explicaciones.  Se 
ha  dicho  si  podría  ser  causada  por  la  lesión  traumática  indispensable; 
pero  es  tan  insignificante,  que  no  titubeamos  en  rechazarla.  Además 
Brin»  tratándose  de  casos  con  circunstancias  abonadas,  la  ha  visto  siem- 
pre impotente  para  conseguir  la  citada  evolución.  No  p\iede  tampoco 
acusarse  á  la  repetición  de  la  maniobra,  porque  Bucquoy  y  Bouilly  no 
han  visto  este  accidente  después  de  practicadas  doce  ó  catorce  opera- 
ciones sucesivas  en  un  mismo  enfermo,  y  por  otra  parte  no  es  raro  apa- 
rezca después  de  una  primera  punción,  como  sucedió,  por  ejemplo,  en 
el  caso  (análogo)  por  nosotros  citado.  Se  ha  creido  que,  cuando  el  líqui- 
do se  presenta  hemorrágico,  cosa  que  á  veces  ocurre  al  final  de  la  ope- 
ración, era  probable  la  transformación  del  exudado;  pero  debemos  hacer 
constar  que  esta  complicación  se  presenta  muchas  veces  en  líquidos  que 
nada  tienen  de  sanguíneos,  que  el  tinte  rosáceo  de  las  últimas  cantida- 
des que  se  extraen  es  un  simple  fenómeno  de  disminución  de  presión 
intrapleural,  no  seguido  nunca  de  complicaciones  en  concepto  de  Fe- 
riol,  Potain,  Widal,  etc.,  y  por  último  que,  en  las  pleuresías  francamen- 
te hemorrágicas,  la  evolución  puriémula  es  una  excepción  en  con- 
cepto de  Moutard-Martin.  Finalmente,  Peter  explica  la  transformación 
del  exudado,  en  los  casos  de  pleuresías  agudas  en  pleno  periodo  fe- 
bril y  exudativo,  por  una  exageración  de  la  hiperemia  existente  en 
la  pleura,  que  seria  exaltada  por  el  traumatismo  de  la  punción,  por 
la  succión  y  por  el  vacio  resultante  de  la  evacuación;  para  apoyar  su 
proposición  se  funda  en  los  datos  termométricos,  que  acusan  un  au- 
mento de  temperatura  en  el  costado  enfermo,  después  de  practicada  la 
toracentesis.  No  negaremos  la  posibilidad  de  que  ocurra  lo  que  magis- 
tralmente  ha  indicado  Peter;  pero  sí  debemos  confesar  que  no  nos  satis- 
face del  todo,  porque  deja  sin  explicación  los  casos  evidentísimos  en  que 
la  toracentesis  ha  provocado  la  supuración  en  pleuresías  crónicas  y  api- 
récticas;  además,  no  nos  es  posible  avenirnos  con  la  idea  de  que  la  pleu- 
resía purulenta  sea  solamente  un  grado  más  elevado  de  la  franca,  por- 
que hemos  visto  pleuresías  serosas  violentísimas,  al  paso  que  hemos 
observado  otras  de  carácter  purulento,  que  casi  carecían  de  todos  los 
síntomas  á  excepción  de  los  físicos  del  derrame. 


eK  el  tratamiento  dé  la  pleuresía  serosa.  687 

De  todos  modos,  conste  que  nosotros  creemos  en  la  transformación 
purulenta  de  las  pleuresías  serosas  debida  exclusivamente  á  la  toracen- 
tesis,  si  bien  confesamos  ingenuamente  desconocer  por  completo  la  rela- 
ción patogenética  que  preside  al  fenómeno,  limitándonos  á  sospechar 
una  mayor  ó  menor  predisposición  en  el  enfermo,  dependiente  de  su 
constitución  ó  de  los  medios  que  le  rodean. 


CAPITULO  IV, 
Pronóstico  de  la  toracen tesis, 

a. — Hoy,  que  se  ha  realizado  la  operación  del  empiema,  que  se  prac- 
tica el  desagüe  de  la  cavidad  pleural  por  el  proceder  de  Chassaignac,  que 
se  aplican  una  y  dos  cánulas  permanentes,  y  por  último,  que  Estlander 
de  Helnirgfors  ha  preconizado  la  resección  de  varias  costillas  á  la  vez 
para  curar  los  empiemas  crónicos,  seria  sobrado  pueril  y  por  demás  ri  - 
diculo  abrigar  temores  por  la  toracentesis  como  operación  quirúrgica. 
Bajo  este  concepto,  apenas  si  es  comparable  con  la  sangría,  figurando 
solo  en  el  A  B  G  de  la  Medicina  operatoria,  y,  por  consiguiente,  siem- 
pre que  nos  encontremos  en  casos  que  indiquen  la  toracentesis^  no  debe 
influir  (casi  nunca)  en  las  decisiones  que  tomemos  el  temor  de  la  ope- 
ración por  sí  misma,  porque  es  insignificante  la  lesión  que  produce  y 
ya  hemos  visto  como,  obrando  con  prudencia,  podemos  evitar  la  mayor 
parte  de  complicaciones,  á  excepción  de  la  transformación  purulenta, 
que  por  otra  parte  es  rara  como  exclusivamente  debida  á  la  toracentesis 
bien  practicada. 

b. — El  pronóstico  de  la  operación,  que  nos  ocupa,  podría  fundarse  en 
la  estadística,  si  esta  hubiere  sido  hecha  con  la  claridad  que  la  ciencia 
exige.  No  me  ocuparé  de  la  estadística  de  Behier  sobre  la  mortalidad  de 
la  pleuresía,  en  el  primer  trimestre  de  los  años  comprendidos  entre 
1867  y  1873  inclusives,  porque  no  se  refiere  propiamente  á  nuestra  cues- 
tión, á  pesar  de  haberse  imputado  por  muchos  á  la  toracentesis  el  aumen- 
to de  mortalidad  que  arroja.  En  1864,  Voillez  presentaba  127  pleuresías 
operadas,  de  las  cuales  42  hablan  terminado  por  la  muerte;  es  decir,  una 
mortalidad  de  33  p.  100.  Mas  interesa  saber  que  en  la  primera  cifra  solo 
figuraban  54  pleuresías  serosas,  que  proporcionaron  9  fracasos;  si  bien 
estas  9  pleuresías,  terminadas  fatalmente,  estaban  todas  complicadas  á 
excepción  de  dos,  en  que  habia  sido  perforado  el  diafragma;  de  modo 
que,  en  último  resultado,  esta  estadística  tan  terrible  viene  á  demostrar 
que  en  45  pleuresías  serosas  simples  se  obtuvieron  otras  tantas  cura- 
ciones. Con  todo  no  debemos  dejarnos  arrastrar  por  el  entusiasmo  hasta 
caer  en  otra  exageración,  pues  siendo  de  fecha  tan  atrasada  las  estadís- 
ticas que  existen,  es  prudente  esperar  la  aparición  de  otras  nuevas,  que 
se  funden  en  el  método  por  la  aspiración,  como  por  ejemplo,  la  de  Dieu- 
lafoy,  que,  en  150  casos  tratados  con  este  proceder,  no  cuenta  ningún 
fracaso  y  solo  un  accidente,  antes  de  decidirnos  por  tal  ó  cual  proposi- 
ción, si  bien  que,  con  arreglo  á  la  última  citada,  debemos  hacer  un  pro- 
nóstico, en  general,  sumamente  benigno. 

c. — En  los  dos  párrafos  precedentes  hemos  hablado  de  un  modo  ge- 


688  LA  TORACENTESIS 

neral  del  pronóstico  de  la  toracentesis;  pero  en  el  presente  y  en  los  suce- 
sivos nos  ocuparemos  del  misnio  con  un  carácter  más  particular. 

En  verdad  que  deben  existir  relaciones,  que  nos  son  desconocidas, 
entre  la  pleuresía  y  su  exudado,  cuyo  conocimiento  seria  de  interés  real 
bajo  el  punto  de  vista  del  pronóstico,  pues  se  podría,  hasta  cierto  límite, 
preveer  los  resultados  de  la  operación  por  el  conocimiento  de  la  evolu- 
ción ulterior  probable  del  derrame.  En  este  sentido,  Méhu  (1872)  ha  po- 
dido deducir  algunas  reglas  generales  de  cierto  interés  práctico,  merced 
á  numerosos  análisis  de  líquidos  pleurales,  que  ha  tenido  ocasión  de 
practicar.  Cuando  la  densidad  del  derrame  pasa  de  1018,  á  la  tempera- 
tura de  15^,  puede  creerse,  con  algún  fundamento,  en  el  buen  resultado 
inmediato  de  la  punción;  mas  si  no  llega  á  1015,  en  las  mismas  condicio- 
nes termométricas,  es  casi  probable  la  reproducción  del  derrame,pues  se 
trata  de  una  pleuresía  con  tendencia  hidropigena.  Los  derrames  que  tie- 
nen una  densidad  superior  á  1018  se  coagulan  de  una  manera  más  ó  me- 
nos consistente  y  pertenecen  á  pleuresías  francas  agudas,  cuyo  pronós- 
tico podemos  hacerlo  favorable.  Si  en  punciones  sucesivas  se  observa 
que  la  cantidad  de  fibrina  va  en  aumento,  podemos  esperar  la  curación 
del  afecto,  y,  por  el  contrario,  es  del  peor  augurio  no  encontrar  fibrina 
en  el  líquido  extraído,  ó  que,  habiéndola,  vaya  disminuyendo  á  cada 
punción.  A  pesar  de  esto  no  es  prudente  hacer  descansar  todo  el  peso  del 
pronóstico  en  la  cantidad  de  fibrina  que  acompañe  al  derrame,  porque 
á  veces  sucede,  en  pleuresías  francas,  que  la  fibrina  se  deposita  en  sus 
paredes  y  existen  pleuresías  sintomáticas  de  difícil  curación,  muy  ricas 
en  fibrina.  Un  dato  importante  es,  siguiendo  á  Méhu,  la  cantidad  de  resi- 
duo seco,  en  cuya  composición  entra  gran  cantidad  de  materias  minera- 
les: si  el  peso  de  este  residuo  pasa  de  64  gramos  0/00  (cifra  media  en  que 
la  fibrina  no  entra  más  que  por  0,35  á  0,50),  hay  probabilidad  de  que  ei 
derrame  no  se  reproduzca,  sobre  todo  si  se  coagulaba  bien  con  la  sola 
extracción  por  la  mucha  fibrina  que  contenia;  mas  deberemos  temer  la 
recidiva  cuando  la  cantidad  de  materias  sólidas  no  llege  á  50  gramos  0/00. 

Cuando  se  ignora  la  edad  de  una  pleuresía,  podemos  sospecharla  á 
beneficio  de  la  toracentesis,  porque,  en  general,  los  derrames  serosos 
antiguos  no  forman  coágulos  fibrinosos  y  tienen  una  consistencia  lige- 
ramente superior  á  la  del  agua,  ó  bien  llevan  en  suspensión  pequeños 
copos  blancos  de  fibrina.  Méhu  añade  al  líquido  pleural  seroso  á  veces 
su  peso  de  alcohol  á  90^,  que  precipita  todas  las  materias  albuminosas,  y 
luego  observa  que  este  coágulo  se  disuelve  en  el  agua  en  tanta  mayor 
proporción  cuanto  más  antiguo  sea  el  derrame. 

Sabemos  que  en  el  líquido  pleural  pueden  encontrarse  glóbulos  rojos  y 
blancos,  sin  que  modifiquen  la  coloración  del  líquido,  pudiéndose  obser- 
var solo  con  el  microscopio,  y  no  teniendo  en  estas  condiciones  ningún 
valor  pronóstico.  Cuando  los  glóbulos  rojos  se  encuentran  en  proporción 
capaz  de  llamar  la  atención  por  el  cambio  de  color  del  líquido  pleurítico, 
hemos  visto  que  suscitaban  diversos  temores,  y  si  son  los  blancos  los 
que  han  aumentado  en  número  hasta  llegar  á  enturbiar  las  últimas  por- 
ciones de  líquido  que  se  extraen,  Moutard- Martin  cree  que  el  derrame  se 
reproducirá  con  carácter  purulento. 

d. — Vamos  á  ocuparnos  ligeramente  del  pronóstico  de  la  toracentesis. 


EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PLEURESÍA  SEROSA.  689 

basado  en  la  distribución  del  derrame.  Vimos  ya,  al  tratar  de  las  puncio- 
nes secas,  que  generalmente  eran  debidas  á  la  pleuresía  areolar  (supo- 
niéndose que  no  lo  fuesen  por  un  error  de  diagnóstico,  cosa  rara  hoy 
dia),  lo  que  nos  demuestra  la  necesidad  de  un  estudio  más  completo  de 
esta  variedad  de  pleuresía,  no  para  abstenernos  de  punciones,  sino  para 
poder  determinar  con  más  seguridad  el  sitio  de  la  punción,  y  sobre  todo 
para  evitar  en  lo  posible  las  penetraciones  en  el  abdomen,  consecuencia 
funesta  de  haber  desconocido  las  adherencias  costo-diafragmáticas  más  ó 
menos  antiguas,  que  han  de  preocuparnos  siempre  que  tratemos  de  hun- 
dir la  aguja  aspiradora.  A  propósito  de  las  pleuresías  areolares,  Jaccoud 
piensa  que  soportan  mal  la  toracentesis;  mas  interesa  hacer  constar  que, 
por  regla  general,  son  de  carácter  purulento,  lo  que  basta  para  explicar- 
nos el  escaso  éxito  obtenido  al  operar  en  estas  circunstancias,  si  bien 
Moutard-Martin  cita  muchos  hechos  en  que,  después  de  haber  diagnosti- 
cado los  tabiques,  ha  obtenido  la  curación,  hasta  en  un  caso  de  purulen- 
cia del  derrame,  de  lo  cual  concluye  que  la  toracentesis  puede  aplicarse 
en  las  pleuresías  cerradas  del  mismo  modo  que  en  las  ordinarias,  á  excep- 
ción de  los  casos  en  que  la  pleuresía  multilocular  sea  muy  recidivante  é 
indique  estar  bajo  la  dependencia  de  la  tuberculosis. 

e. — El  pronóstico  de  la  toracentesis  puede  variar,  según  cual  sea  la 
causa  que  originó  la  pleuresía.  En  la  llamada  reumática^  por  ser  una 
primera  manifestación  del  reumatismo,  Chatelin,  apoyándose  en  dos 
observaciones,  cree  poder  apuntar  la  idea  de  que  el  derrame  es  siempre 
tardo  en  resolverse,  dejando  casi  siempre  como  residuo  pseudo- membra- 
nas sumamente  espesas,  marcha  y  terminación  que  parece  contrastaren 
gran  manera  con  las  habitualmente  seguidas  por  los  derrames  pleuríticos 
que  ocurren  durante  el  curso  del  reumatismo  articular  agudo,  los  cuales 
por  su  gran  movilidad  solo  reclaman  la  toracentesis  de  urgencia,  á  excep- 
ción de  los  casos  en  que,  habiendo  desaparecido  el  cuadro  sindrómico 
del  reumatismo,  persisten  los  síntomas  físicos  de  un  derrame  que  no  se 
resuelve,  por  cuyo  solo  motivo  reclama,  en  general,  la  aplicación  de  la 
toracentesis. 

La  pleuresía  es  una  afección  que  muy  á  menudo  acompaña  á  la  tu- 
berculosis del  pulmón,  de  manera  que  podemos  asegurar  que  en  las  nu- 
merosas autopsias  de  individuos  tuberculosos,  que  hemos  tenido  ocasión 
de  practicar,  apenas  si  hemos  visto  ninguno  sin  presentar  el  sello  ana- 
tómico de  una  pleuresía  más  ó  menos  antigua,  con  falsas  membranas  de 
aspecto  escirroso  y  de  un  grosor  variable.  Sin  embargo  de  lo  dicho,  para 
nuestro  objeto  cumple  ocuparnos  exclusivamente  de  las  pleuresías  que 
conservan  su  derrame  en  estado  seroso  por  crónicas  que  sean,  las  cuales 
entran  en  la  siguiente  clasificación:  1.'  pleuresías  crónicas  que  determi- 
naren ó  favorecieren  la  aparición  de  una  tuberculosis  pulmonar;  2.*  pleu- 
resías cuyo  origen  es  debido  á  la  invasión  de  la  pleura  por  los  tubércu- 
los que  ya  existían  en  los  pulmones,  y  3.*  pleuresías  debidas  ala  irritación 
determinada  por  tubérculos  existentes  en  el  pulmón  y  que  no  han  inva- 
dido su  serosa.  La  primera  clase  ha  sido  admitida  desde  hace  mucho 
tiempo  por  numerosos  autores,  entre  los  que  pueden  citarre  StoU,  Brous- 
sais,  Grisolle,  Trousseau,  Behier,  Bucquoy,  etc.,  y  se  comprende  que 
pueden  favorecer  la  aparición  de  la  tuberculosis,  tratándose  de  indivi- 


690  LA  TORACENTESIS 

dúos  predispuestos,  con  solo  recordar  que  la  presencia  del  derrame,  que 
aplasta  al  pulmón,  es  causa  de  una  menor  sanguiñcacion  y  de  congestio- 
nes frecuentes,  que  preparan  el  terreno  y  debilitan  al  enfermo.  Por  tanto, 
el  pronóstico  de  la  toracentesis  deberá  hacerse  tanto  más  grave  cuanto 
más  ineficaz  resulte  ésta  en  los  individuos  que  reconozcamos  predis- 
puestos al  mencionado  padecimiento  pulmonar.  De  las  pleuresías  com- 
prendidas en  la  segunda  clase,  poco  tenemos  que  decir,  pues  se  apartan 
de  nuestro  objeto,  en  virtud  de  revestir  con  gran  frecuencia  el  sello  he- 
morrágico  á  consecuencia  de  la  rotura  de  los  capilares,  que  por  estar 
vecinos  á  las  producciones  tuberculosas,  se  encuentran  fuertemente 
congestionados  (Moutard-Martin,  4878).  La  toracentesis  en  estos  casos 
no  .puede  ser  más  que  paliativa,  procurando  alejar  el  ñn.  En  la  tercera  y 
última  clase  de  nuestra  clasificación  hemos  hecho  figurar  las  pleuresías 
serosas  simples  que  acompañan  y  son  producidas  por  la  tuberculosis 
pulmonar  confirmada;  estas  pleuresías  solo  se  conservan  con  su  carác- 
ter seroso  en  los  primeros  tiempos,  porque  no  tardan  también  en  ha- 
cerse hemorrágicas  ó  purulentas  en  los  casos  de  rotura  de  una  caverna 
pulmonar  en  el  interior  de  la  cavidad  pleurítica. 

Sin  necesidad  de  explicación,  se  comprenden  los  escasos  resultados 
que  podemos  prometernos  de  la  toracentesis  practicada  en  estas  circuns- 
tancias, porque,  si  bien  en  algún  caso  se  ha  obtenido  la  curación  de  estas 
pleuresías  (cosa  á  la  verdad  rarísima  por  la  dificultad  de  remover  la 
causa),  no  es  posible  esperar  la  curación  de  los  enfermos  dada  la  persis- 
tencia del  primitivo  daño,  y  por  consiguiente,  en  las  pleuresías  que  acom- 
pañan á  la  tuberculosis  confirmada,  es  preferible  abstenerse  de  operar, 
siempre  que  no  haya  urgencia,  y,  dado  este  caso,  es  de  todo  punto  nece- 
sario el  mayor  cuidado  en  la  evacuación  del  derrame  para  evitar  la  ro- 
tura de  una  caverna  bajo  la  influencia  de  la  espansion  pulmonar  ó  de 
un  golpe  de  tos,  que  viniese  á  complicar  con  un  pneumo-tórax  el  ya 
grave  estado  del  enfermo. 

CONCLUSIONES. 

La  deducción  de  conclusiones  parece  prejuzgar  la  idea  de  que  han  de 
ser  hechos  precisos  los  que  se  condensen  en  esta  última  parte  de  nuestro 
trabajo,  y,  sin  embargo,  nada  más  difícil  que  hacerlo,  tratándose  de  la 
toracentesis  en  la  pleuresía  serosa.  Con  todo,  expondremos  las  siguientes: 

!.■  La  toracentesis  de  urgencia  es  operación  á  que  ineludiblemente 
viene  obligado  el  médico. 

2.*  La  toracentesis  discutible  es  operación  que  puede  y  debe  practi- 
carse cuando  está  indicada. 

3.'  El  proceder  operatorio  preferible,  sin  duda  alguna,  es  el  que  se 
funda  en  la  aspiración. 

4.'  La  mayoría  de  accidentes  que  pueden  sobrevenir  durante  y  des- 
pués de  la  toracentesis,  pueden  prevenirse  teniendo  en  cuenta  las  pre- 
cauciones que  hemos  juzgado  indispensables  en  el  capítulo  correspon- 
diente. 

5.'  Los  contratiempos  constituidos  por  la  muerte  más  ó  menos  rá- 
pida del  enfermo,  á  consecuencia  de  un  síncope  ó  de  trabajos  de  obs- 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  691 

truccion  intra- venosos  y  arteriales,  no  tienen  en  muchos  casos  relación 
alguna  con  la  toracentesis. 

6.*  La  transformación  purulenta  del  derrame  parece,  en  algunos 
casos,  ser  debida  exclusivamente  á  la  toracentesis  sin  causa  apreciable. 

7/  Lo  relativo  al  pronóstico  reclama  mayor  atención  de  la  que  se 
le  ha  concedido  hasta  aquí. 

8.'  y  última.  La  toracentesis  ha  venido  á  llenar  un  gran  vacío  en  el 
tratamiento  de  la  pleuresía  serosa,  cuya  mortalidad  ha  disminuido,  lo 
cual  podrá  apreciarse  mejor  á  medida  que  se  publiquen  nuevas  esta- 
dísticas. 


anatomía  de  los  centros  nerviosos,  ^«> 

POR  EL  Dr.  D.   Miguel  A.  Fargas  Roca. 


B.— KXTRUCTÜRA  HISTOLÓGICA. 

Poca  cosa  puede  decirse  de  esta  extructura,  después  de  lo  que  ya  he 
dicho  en  capítulos  anteriores.  Añadiré  que  esta  región  es  poco  conocida 
aun,  para  hacer  una  descripción  completa  de  todas  sus  partes. 

La  neuroglia,  que  existe  en  el  cerebro,  la  médula  espinal  y  el  cerebe- 
lo, no  falta  en  la  médula  oblongada,  solo  que  quizás  es  menos  conocida 
que  en  estas  otras  regiones,  aunque  los  datos  que  hoy  se  poseen  demues- 
tran la  analogía  que  existe  entre  este  factor,  cualquiera  que  sea  el  sitio 
elegido  para  su  estudio.  En  algunos  puntos  de  la  médula  oblongada,  cor- 
respondientes al  suelo  del  cuarto  ventrículo,  es  bastante  abundante  y 
llega  casi  á  dominar  sobre  la  sustancia  gris;  por  otra  parte,  en  la  médula 
oblongada  hay  también  la  sustancia  gelatinosa  de  Rolando,  que,  si  como 
he  dicho  al  tratar  de  la  médula  espinal,  parece  ser  una  dependencia  de 
la  neuroglia,  contribuye  á  aumentar  la  cantidad  de  ésta  en  dicha  región. 
Los  elementos  componentes  de  esta  sustancia  conjuntiva  son  los  mismos 
que  he  descrito  al  tratar  de  otras  regiones. 

La  extructura  de  la  sustancia  gris  de  la  médula  oblongada  en  nada 
difiere  de  la  que  ya  he  descrito.  Células  nerviosas  de  diferentes  tamaños 
se  encuentran  en  sus  distintas  regiones:  bien  formando  agrupaciones  en 
forma  de  núcleos,  que  dan  origen  á  los  pares  craneales  y  cuyas  células 
son  grandes  ó  pequeñas,  según  sea  motor  ó  sensitivo  el  nervio  que  de 
ellas  nace;  bien  formando  agrupaciones  especiales,  como  en  el  cuerpo 
olivar,  en  donde  se  encuentran  células  nerviosas  de  color  amarillento  y  de 
15  á  20  mm.  de  diámetro;  bien  están  mezcladas  unas  con  otras  las  célu- 
las de  diferentes  tamaños  desde  12  hasta  60  mm.  y  más,  como  en  la  ma- 
yor parte  de  la  masa  de  sustancia  gris  déla  médula  oblongada.  Las  cé- 
lulas nerviosas  de  la  médula  oblongada  son  multipolares  y  tienen  de  dos 


(i)    GonclusioD.- V.  los  núms.  25,  26,  27,  28,  29,  30,  31,  32,  33, 34,  35,  36,  37,  38, 
39,  40,  41  42,  43,  4^  y  45. 


692  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

á  cinco  prolongaciones;  según  Deiters,  muchas  de  ellas  tienen  prolonga- 
ción indivisa.  No  se  ha  descubierto  su  textura  fibrilar.  Es  cierto  que  es- 
tas células  tienen  sus  conexiones  y  se  ponen  en  relación  con  las  fibras 
de  la  médula  oblongada,  pero  son  completamente  desconocidas  en  cuan- 
to se  refiere  á  hechos  adquiridos  por  la  observación  directa. 

Los  tubos  nerviosos  de  la  médula  oblongada  tienen  la  misma  extruc- 
tura  que  los  de  la  espinal  y  del  cerebro:  un  cilindro-eje  rodeado  de  mie- 
lina.  Los  hay  mayores  en  las  pirámides  anteriores  y  más  delgados  en  la 
porción  sensitiva  de  las  mismas;  pero  la  distribución  de  los  tubos  ner- 
viosos de  diferente  tamaño  en  la  médula  oblongada  está  aun  por  descu- 
brir, pues  se  encuentran  mezclados  en  muchos  puntos,  desde  4  mm.  has- 
ta 48  mm.  La  unión  de  estas  fibras  con  las  células  no  está  demostrada 
de  una  manera  perentoria;  sin  embargo,  se  ven  algunas  que  pierden  su 
mielina  y  se  adelgazan,  y  como  por  otra  parte  las  células  tienen  su  pro- 
longación indivisa,  Kólliker,  Deiters,  Dean  y  Clarke  creen  que  se  unen 
directamente  por  este  medio.  También  en  la  médula  oblongada  se  en- 
cuentran vestigios  de  una  finísima  red  de  fibrillas  nerviosas,  como  in- 
termedio de  unión  entre  células  y  tubos  nerviosos,  del  mismo  modo  que 
las  existentes  en  la  sustancia  gris  de  la  médula. 

C. — Trayecto  y  hacecillos  de  las  rroRAS  blancas  de  la 

MÉDULA   oblongada. 

En  la  médula  oblongada  se  establece  una  trabazón  íntima  entre  las  fi- 
bras de  distintas  procedencias.  Afluyen  á  ella,  por  su  parte  superior:  los 
hacecillos,  que  ya  he  dado  á  conocer,  del  pedúnculo  cerebral;  los  del 
pié  del  pedúnculo  con  sus  tres  subdivisiones,  externa  ó  sensitiva  y  me- 
dia é  interna  ó  motoras;  los  de  la  caleta,  procedentes  del  tálamo  óptico, 
junto  con  el  pedúnculo  cerebeloso  superior  y  el  hacecillo  longitudinal  pos- 
terior de  la  misma  oriundo  de  la  cubierta  de  la  ínsula;  y  finalmente,  las 
dos  hojillas,  superficial  y  profunda,  de  la  cinta  de  Reil  que  arrancan,  de 
los  tubérculos  cuadrigéminos.  Por  su  extremidad  inferior  penetran  en  la 
médula  oblongada,  los  manojos  procedentes  de  la  médula:  hacecillos  pi- 
ramidales directo  y  cruzado,  hacecillo  cerebeloso  directo,  hacecillo  de 
Goll  y  zonas  radiculares  anterior  y  posterior.  Por  detrás  y  procedentes 
del  cerebelo,  entran  en  la  constitución  de  la  misma  los  tres  pedúncu- 
los cerebelosos,  superior,  medio  é  inferior. 

Dados  todos  estos  puntos  de  referencia,  es  fácil  comprender  la  dispo- 
sición que  afectan,  en  lo  que  permiten  los  conocimientos  actuales.  Des- 
de luego  se  presenta  como  impuesta  la  división  de  los  mismos  en  dos 
grandes  grupos:  unos  que  atraviesan  la  médula  oblongada  en  toda  su  lon- 
gitud, sin  interrupción  alguna,  y  establecen  una  continuidad  directa  en- 
tre las  regiones  cerebrales  y  las  de  la  médula  espinal,  ó  bien  del  cerebelo 
con  los  dos  extremos  del  eje  encéfalo-raquídeo,  á  cuyo  grupo  pertenecen 
las  dos  regiones  externa  y  media  del  pié  del  pedúnculo  y  los  hacecillos  de 
la  caleta  que  proceden  del  tálamo  óptico,  lo  mismo  que  los  pedúnculos 
cerebelosos  superiores  y  los  hacecillos  cerebelosos  directos;  otros,  que 
emanando  bien  del  cerebro,  bien  del  cerebelo,  bien  de  la  médula  espinal, 
terminan  en  la  misma  médula  oblongada;  tales  son:  la  región  interna  del 


ANATOMÍA  DE   LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  693 

pié  del  pedúnculo,  el  hacecillo  longitudinal  posterior  de  la  calota,  las 
dos  hojas  de  la  cinta  de  Reil,  los  pedúnculos  cerebelosos  medios  é  in- 
feriores y  los  hacecillos  de  Goll.  Al  mismo  tiempo  que  estos  dos  grupos, 
hay  que  tener  en  cuenta  que  en  la  médula  oblongada  se  encuentran  al- 
gunos pequeños  manojos  de  tubos  nerviosos  intrínsecos,  por  decirlo  asi, 
como  son  las  raíces  de  los  nervios  que  parten  de  la  misma. 

Los  manojos,  que  del  pedúnculo  cerebral  proceden  y  que  atraviesan 
la  médula  oblongada  en  toda  su  longitud,  van  á  continuarse,  después  de 
uu  trayecto  especal,  con  los  manojos  de  la  médula  espinal:  la  región  ex- 
terna del  pié,  ó  manojo  sensitivo  del  pedúnculo,  con  el  cordón  posterior 
de  la  médula;  la  región  media,  ó  hacecillo  piramidal,  con  los  hacecillos  pi- 
ramidales de  la  médula;  los  hacecillos  de  la  calota,  procedentes  del  tála- 
mo óptico,  con  el  cordón  anterior  de  la  médula  espinal  y  probablemente 
también  con  parte  del  cordón  posterior.  La  continuidad  de  los  hacecillos 
del  pedúnculo  con  los  de  la  médula  espinal  es  cruzada,  de  modo  que  los 
manojos  del  pedúnculo  cerebral  derecho  se  continúan  con  los  cordones 
medulares  fie  la  mitad  izquierda  de  la  médula  y  otro  tanto  sucede  con 
los  del  pedúnculo  cerebral  izquierdo.  Este  entrecruzamiento  ha  sido  ob- 
jeto de  minuciosos  estudios,  y  es  uno  de  los  hechos  de  la  Anatomía  de 
los  centros  nerviosos  que  más  importancia  y  aplicación  tiene  á  los  es- 
tudios de  Fisiología  y  Patología. 

El  sitio  de  entrecruzamiento  de  los  manojos  antedichos  es  la  re- 
gión bulbar  para  los  hacecillos  sensitivo  y  piramidal,  la  comisura  ante- 
rior de  la  médula  y  la  misma  región  de  la  calota  para  los  hacecillos  pro- 
cedentes del  tálamo  óptico  y  que  Huguenin  designa  con  el  nombre  de 
campo  motor. 

Estudiaré  primero  el  entrecruzamiento  del  hacecillo  piramidal,  ó  sea 
de  la  zona  media  del  pedúnculo  cerebral,  hacecillo  que  sirve  para  la  con- 
ducción de  impresiones  motoras  desde  el  cerebro  á  la  periferia.  Este  ha- 
.  Cecilio  se  continúa  á  lo  largo  de  la  médula  oblongada,  encontrándosele 
detrás  de  las  fibras  de  la  protuberancia  y  continuándose  directamente  al 
llegar  á  la  región  bulbar  con  las  pirámides  anteriores;  dos  centímetros 
por  debajo  del  borde  inferior  de  la  protuberancia  las  pirámides  anterio- 
res se  dividen  cada  una  en  cuatro  ó  cinco  hacecillos  secundarios  en  for- 
ma de  cmta,  y  los  de  la  derecha  (C,  fig.  95)  se  dirigen  a  la  izquierda 
y  viceversa,  superponiéndose  uno  de  cada  lado  como  si  fuesen  una  serie 
de  X  y  en  una  longitud  de  8  á  10  milímetros.  Este  entrecruzamiento, 
perfectamente  visible  á  simple  vista,  interrumpe  la  continuación  de  la 
cisura  media  anterior  de  la  médula  espinal  con  el  surco  medio  anterior 
de  la  región  bulbar,  y  al  mismo  tiempo  establece  el  límite  inferior  de  la 
médula  oblongada. 

El  entrecruzamiento  de  las  pirámides  anteriores,  descubierto  por 
Mistichelli  en  1709,  fué  pronto  confirmado  por  muchos  anatómicos,  en- 
tre otros  Pourfour  du  Petit,  Duverney,  Santorini,  Vinslow,  Sommering, 
etcétera,  y  aunque  tuvo  al  principio  algunos  impugnadores,  como  Morgag" 
ni,  Haller,  Rolando,  etc.,  hoy  es  un  hecho  demostrado  hasta  la  evidencia, 
universalmente  admitido  y  del  cual  es  fácil  convencerse,  ya  con  un  exa- 
men algo  detenido  á  simple  vista,  ya  con  el  auxilio  del  microscpio.  Pero 
admitido  este  entrecruzamiento,  tal  vez  se  han  fijado  poco  los  autores  en 


694  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

las  variedades  que  puede  presentar.  Muchos  no  hacen  mención  de  que  pue- 
den existir  excepciones  á  la  regla  y  señalan  simplemente  la  decuaacUm  de 
las  pirámides,  como  un  entrecruzan! iento  completo:  los  trabajos  de  Flech- 
sig,  confirmados  por  las  observaciones  de  Charcot  y  Pierret,  demuestran 
que  el  entrecruzamiento  de  las  pirámides  está  lejos  de  ofrecer  una  regu- 
laridad constante.  De  sus  estudios  resulta  que  pueden  presentarse  tres  va- 
riedades principales,  por  más  que  Serres  afirme  que,  en  1 ,100  bulbos  que 
examinó,  no  habia  encontrado  una  sola  excepción.  En  el  primer  caso,  el 
menos  frecuente  de  todos,  el  entrecruzamiento  es  total  y  no  queda  nin- 
guna fibra  de  la  pirámide  derecha  que  no  vaya  al  cordón  lateral  opuesto 
de  la  médula;  en  el  segundo,  que  se  ofrece  algo  más  á  menudo  que  el 
anterior,  una  de  las  pirámides  pasa  en  totalidad  al  lado  opuesto  de  la 
médula,  y  la  otra  se  divide  en  dos  partes:  una,  que  se  entrecruza,  y  otra 
directa,  que  continúa  en  el  mismo  lado;  en  el  tercer  caso,  el  más  fre- 
cuente de  todos  y  el  que  sirve  de  tipo,  cada  una  de  las  pirámides  da  un 
hacecillo  directo  y  otro  cruzado,  representando  esle  último  el  90%  de 
la  totalidad  de  las  fibras  de  la  pirámide;  pero  téngase  en  cuenta  que  en 


Flg;,  lOO.-Bemi-ssquema  de  un  cortada  la  medula  cervical  alolveldalas 
raicaa  dal  primar  par  raqnldao.  [Primero  de  la  colección  de  Duval.) 

a.  Cisura  media  anterior.— P.  Cisura  media  poiterlor.— f.  Cordón  aaterior.— t.  Cordón  Isto- 
ral.-j.  Coi'don  posterior.-  RÁ.  Rali  anterior.-  RP.  Rail  posterior.-  C  A- Cuerno  anterlor.- 
CP.  Cuerno  poslertor. 

este  grupo  puede  presentarse  una  variedad,  en  la  que  están  invertidas 
las  proporciones,  ó  sea  que  el  hacecillo  directo  contiene  el  90  '/o  ^c  li'S 
Obras  de  la  pirámide. 

No  68  necesario  examinar  gran  número  de  bulbos  para  convencerse 
de  b  certeza  de  estas  variedades  y  por  consiguiente  para  afií-marse  en 
la  grande  importancia  que  esto  tiene  en  la  clínica:  recuérdese  el  partido 
que  por  algunos  autores  quiere  sacarse  de  la  existencia  comprobada  da 
las  parálisis  cerebrales  directas,  de  las  cuales  citan  casos  indiscutibles 
Brown-Sequard,  Jackson,  Reynaud,  etc.,  y  se  comprenderá  que  la  exis- 
tencia de  estas  parálisis,  como  excepción  á  las  cruzadas,  que  son  la  re- 
gla, debe  ser  así,  dadas  las  variedades  que  puede  ofrecer  el  entrecruza- 
miento de  las  pirámides.  Como  en  el  caso  más  común  el  hacecillo  directo 
es  muy  poco  voluminoso,  se  comprende  que  muchos  autores  prescindan 
de  este  hecho  y  por  lo  mismo  do  sus  aplicaciones. 

Varios  autores,  en  particular  los  que  cuentan  alguna  fecha,  dicen 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  C9o 

que  las  pirámides  anteriores,  una  vez  entrecruzadas,  se  continúan  con 
los  cordones  anteriores  de  la  médula:  Schroder  van  der  Kolch  así  lo  dice 
y  Beaunis  y  Bouchard  afirman  que  esta  es  la  opinión  más  general;  pero 
Sappcy,  Duval,  Huguenin,  Flechsig,  Charcot,  Meynert,  etc.,  etc.,  están 
unánimemente  de  acuerdo  para  admitir  la  continuidad  indiscutible  de 
estos  hacecillos  con  los  cordones  laterales.  La  parte  no  entrecruzada  de 
las  pirámides  anteriores  sigue  hacia  abajo,  por  dentro  de  los  cuernos 
anteriores,  y  va  á  continuarse  directamente  con  el  cordón  de  TQrck  de 
mismo  lado,  y  de  aquí  el  nombre  de  hacecillo  piramidal  directo  dado 
por  Flechsig  á  dicho  cordón.  La  parle  entrecruzada  y  la  más  volumino- 
sa, llegada  al  lado  opuesto,  se  dirige  hacia  atrás  y  afuera  y  va  á  unirse 
con  la  parte  posterior  del  cordón  lateral  ó  hacecillo  piramidal  cruzado 
de  Flechsig. 

La  continuidad  de  las  pirámides  anteriores,  hacia  arriba  con  el  pié 
del  pedúnculo  y  hacía  abajo  con  los  hacecillos  piramidales  de  la  médu- 
la, está  demostrada  hasta  la  evidencia  por  los  hechos  de  Anatomía  pa- 
tológica y  los  estudios  histológicos.  Cuando  en  una  lesión  del  segmento 


Fiff.  101.  -  Somi-esquama  de  uu  corte  da  la  parca  Infarlor  dal  bulbo  al  ni- 
vel del  entrecrusamiento  motriz  de  laa  plrtLmldes.  [Segundo  de  la  colección 
de  Duval.) 

1.  Cordón  anlBrior,-2.  Cordón  lateral. -3.  Cordón  posterior. -i?  A.  Raíz  ualerior.-fl  P. 
Raíz  poslerlar.-CA.  Cabeza  del  cuerno  anterior. -C  P.  Cuerno  posterlor.-fl'A.  Baee  del  cuer- 
no anterior.-^  P.  Núcleo  de  laa  pirámides  posteriores.— o.  Cisura  inedia  Bnlerior.-P.  PlrAmt- 
de  anterior  formada  por  los  hacecillos  que  proceden  del  cordón  lateral  2  y  se  entrecruian  en 
J!,  después  ds  decapitar  el  cuerno  anterior  para  constituir  la  parte  motriz  de  las  plrimldes. 

lenticulo-caudal  de  la  cápsula  interna  ó  en  una  destrucción  de  la  región 
rotándica,  sobreviene  la  degeneración  esclerósica  consecutiva,  se  la  vo 
extenderse  por  el  pié  del  pedúnculo  y  al  través  de  la  protuberancia 
hasta  la  pirámide  anterior  del  mismo  lado,  y  desde  este  sitio  puede  se- 
guirse sin  dificultad,  por  una  parte,  en  el  hacecillo  piramidal  directo 
del  cordón  anterior  del  mismo  lado,  y  por  otra,  en  el  hacecillo  pirami- 
dal cruzado  del  cordón  lateral  del  lado  opuesto.  Si  además  se  recurre  al 
microscopio,  empleando  pequeños  aumentos,  como  lo  han  hecho  Kólli- 
ker,  Huguenin,  Sappey,  Duval,  Pierret,  etc.,  no  solo  se  adquiere  la  cer- 
teza del  hecho,  sino  que  se  observa  de  qué  manera  las  fibras  de  las  pi- 
rámides anteriores  se  entrecruzan  con  las  del  lado  opuesto-  Practicando 
una  serie  indefinida  de  cortes  y  comparándolos  sucesivamente,  como 
puede  hacerse  en  la  colección  de  ocho  figuras  sem i-esquemáticas  debida  & 


696  INHALADOR  DE  CLORHIDRATO  AMÓNICO. 

Duvai,  desde  la  parte  inferior,  ó  arranque  de  la  médula  obloiigada,  has* 
ta  la  superior,  se  observa  que,  en  un  corte  de  la  parte  superior  de  la  mé- 
dula espinal  cerca  del  cuello  del  bulbo  (flg.  400),  la  sustancia  gris  central 
se  enrarece  en  su  concavidad  y  presenta  un  aspecto  reticulado,  que  le  ha 
valido  el  nombre  de  formación  reticulada  de  Deiters,  siendo  debida  tan 
solo  á  la  mezcla  de  las  fibras  del  hacecillo  piramidal  cruzado  de  la  mó* 
dula  espinal  con  la  sustancia  gris.  Un  poco  más  arriba,  al  nivel  del  cue  • 
lio  del  bulbo  y  en  el  sitio  preciso  en  que  tiene  lugar  el  entrecruzamiento 
de  las  pirámides  (flg.  101),  se  ve  que  los  hacecillos  piramidales  cruzados, 
presentando  un  aspecto  fasciculado  muy  manifiesto,  se  acercan  á  la  lí- 
nea media  y  al  mismo  tiempo  se  inclinan  hacia  adelante,  interponién- 
dose en  la  raíz  de  los  cuernos  anteriores,  hasta  que,  encontrándose  con 
los  del  lado  opuesto  {x,  fig.  101),  empiezan  á  entrecruzarse  y  á  adelan- 
tarse más  hacia  la  cara  anterior,  y  después  de  haberse  entrecruzado 
por  completo,  en  una  altura  de  7  á  8  milímetros,  se  reúnen  en  haceci- 
llos al  llegar  al  lado  opuesto  y  á  los  lados  de  la  línea  media,  constituyen- 
do las  pirámides  anteriores  (P,  fig.  101).  Del  paso  de  estas  fibras  por  la  raíz 
de  los  cuernos  anteriores  resulta  que  estos  van  separándose  hacia  afuera, 
hasta  que  quedan  completamente  aislados  de  la  sustancia  gris  centra)^ 
resultando  como  decapitados,  para  emplear  el  lenguaje  de  Duval  y  Sap- 
pey.  En  este  entrecruzamiento  no  toman  ninguna  participación  los  cor« 
dones  posteriores  ni  los  anteriores  de  la  médula  espinal;  estos  últimos, 
para  permitir  el  paso  de  los  cordones  laterales,  al  mismo  tiempo  que 
estos  se  dirigen  hacia  adentro  y  adelante,  ellos  se  encaminan  hacia  afue- 
ra y  atrás,  abrazándoles  en  su  concavidad. 

El  entrecruzamiento,  que  acabo  de  describir,  es  el  de  la  parto  motriz 
de  las  pirámides;  la  porción  sensitiva  se  entrecruza  también,  y  una  vez 
que  estoy  ocupándome  del  entrecruzamiento  en  la  región  bulbar,  toma- 
ré el  trayecto  de  esta  última  desde  las  partes  inferiores  á  las  superiores. 

{Continuará,) 


INHALADOR  DE  CLORHIDRATO  AMÓNICO  DE  KIRWOOD, 

POR  D.  Luis  Süñé  y  Molist, 

Profesor  libre  de  Otología. 

Este  inhalador,  especial  para  producir  vapores  clorhidro- amónicos, 
no  (Lba  clasificarse  entre  los  aparatos  nuevos,  porque  en  los  Estados-Uni- 
dos es  vulgar  su  uso  ya  desde  el  año  1872. 

A  falta  del  aparato  invención  de  Kirkw^ood,  habia  usado  en  mi  gabi- 
nete distintos  apara  titos,  que  en  último  resultado  consistían  en  tres  fras- 
cos independientes  ó  sueltos,  comunicando  entre  sí  por  medio  de  tubos 
de  cristal,  dispuestos  de  tal  modo  que,  conteniendo  uno  de  ellos  amonía- 
co, otro  ácido  clorhídrico,  y  el  tercero  agua  común,  los  gases  clorhídrico 
y  amoniacal  iban  á  lavarse  en  este  último  frasco  y,  combinándose  des- 
pués, salían  transformados  en  clorhidrato-amoniacal  á  través  del  tubo 
inhalador. 

Semejantes  á  este  aparato,  engorroso,  por  componerse  di*  tres  vasos 


INHALADOR  DE  CLORHIDRATO  AMÓNICO.  097 

grandes  con  sus  tapones  y  diversos  tubos  de  cristal  y  de  goma,  son  los 
aparatos  de  Khrone  y  Sesemann  (Londres)  y  el  que  usan  Traeltsch  y 
Moos  (4). 

El  año  próximo  pasado  pude  conseguir  que  desde  Nueva- York  me 
enviasen  el  aparato  de  Kirkwood  los  Sres.  E.  Fouguera  y  Comp.,  expen- 
dedores, y  habiéndolo  usado  repetidamente,  por  espacio  de  muchos  me- 
ses, me  creo  autorizado  para  estudiar,  con  suficiente  conocimiento  de 
causa,  las  ventajas  del  mismo  y  los  cuidados  que  reclama  su  empleo. 

La  idea  de  Kirkwood  fué  sustituir  los  tres  frascos  libres  por  uno  solo, 
más  manejable,  en  forma  de  copa  cerrada,  en  cuyo  interior  hay  dos  pe- 
queños cubiletes  ó  recipientes,  que  contienen  respectivamente  el  ácido 
clorhídrico  y  el  amoníaco.  En  conjunto  el  aparato  parece  una  pipa  tur- 
ca de  cristal.  El  paciente  fuma  los  vapores  blancos  del  compuesto  amó- 
nico, sosteniendo  la  copa,  á  modo  de  pipa,  con  la  mano,  ó  dejándola 
sobre  la  mesa  y  aspirando  los  vapores  á  favor  de  un  tubo  más  ó  menos 
largo  terminado  en  boquilla  de  ébano  ó  de  marfil. 

U808  del  inJialador  Kirkwood,— La,  acción  del  vapor  clorh id ro- amóni- 
co en  estado  naciente  es  muy  útil  sobre  las  mucosas  afectas  de  catarro 
agudo,  sub-agudo,  hipertrófico,  etc.  En  el  primer  caso  ejerce  una  acción 
sedante  sobre  la  parte  inflamada,  rebaja  la  tensión,  fluidifica  las  secre- 
ciones y  apresura  los  períodos  del  mal.  En  los  casos  crónicos  disuelve 
las  mucosidades  y  tiene  acción  resolutiva  sobre  la  hipertrofia  de  los  ele- 
mentos glandulares  de  la  mucosa. 

En  Otología  se  emplean  mucho  estos  vapores,  á  través  del  catéter, 
para  desobstruir  la  trompa  de  Eustaquio  y  la  caja  timpánica.  Muchos 
enfermos  afectos  de  catarro  naso-faringeo  con  propagación  á  las  trom- 
pas se  curan  á  domicilio  con  el  aparato  de  Kirkwood,  llenándose  las  fo- 
sas nasales  de  vapor  clorhidro-amoniacal,  que  van  aspirando  por  el  tubo, 
y  practicando  en  seguida  el  procedimiento  de  Valsalva.  Como  en  este 
procedimiento  se  pretende  expulsar  el  aire  de  la  boca  teniendo  ésta  y 
las  narices  tapadas  con  los  dedos,  el  aire  busca  una  salida  pasando  por 
las  trompas;  pues  bien,  si  en  este  instante  las  cavidades  nasal  y  farín- 
gea están  llenas  de  dicho  vapor  medicamentoso,  éste  pasará  á  las  trom- 
pas, ejerciendo  su  acción  tópica  directa  sobre  ellas  ó  sobre  la  misma 
caja  timpánica. 

No  nos  cansaremos,  pues,  de  recomendar  este  inhalador,  ahora  que  se 
acerca  el  invierno,  á  los  que  con  facilidad  sufren  corizas,  faringitis  y  ca- 
tarros de  las  trompas,  siendo  también  muy  útil  en  las  laringitis,  bron- 
quitis y  demás  afecciones  iiritativas  del  árbol  respiratorio,  pues  por  me- 
dio de  grandes  inspiraciones  el  humo  alcalino  penetra  hasta  los  alvéolos 
pulmonares. 

Ventajas  del  aparato  de  Kirkioood, — Por  su  configuración  y  poco  vo- 
lumen, es  tan  cómodo  que  puede  tenerse  en  cualquier  habitación  hasta 
como  objeto  de  lujo,  ya  fijo  sobre  la  mesa,  ya  sostenido  con  la  mano,  si 
el  enfermo  ha  de  cambiar  de  sitio.  Está  construido  sólidamente  de  cris- 
tal grueso  y  tiene  una  válvula  entre  el  tubo  bucal  y  el  frasco-copa,  para 


(i)    En  el  Trcúté  dó9  maladies  de  Voreille,  de  Urbantschitsch  (edición  france- 
sa, 1881,  página  61)  está  representado  el  aparato  que  usan  estos  médicos. 


698  INHALADOR  DE  CLORHIDRATO  AMÓNICO. 

que  si  el  enfermo  en  vez  de  inspirar  soplase  inadvertidamente,  no  pro- 
dujese mezclas  en  los  líquidos,  por  corriente  inversa.  El  agua  (que  se 
coloca  en  el  frasco-copa),  destinada  á  lavar  los  gases  amoniaco  y  clorhí- 
drico, puede  sustituirse  por  otras  soluciones  idóneas  que  variarán  según 
la  indicación  terapéutica.  De  este  modo  el  enfermo  inhala  junto  con  el 
clorhidrato-amónico  vapores  de  otras  sustancias  que  coadyuvan  al  tra- 
tamiento. Así,  por  ejemplo:  en  los  catarros  nasales,  faríngeos,  etc.,  se 
emplean  las  fórmulas  siguientes: 

Acido  fénico 3  gramos. 

Agua looíin 

Agua  de  rosas /  aa  ou       • 

M. 

Tintura  de  iodo 6  gramos. 

GUcerina 30       » 

Acido  fénico 6       * 

Tintura  de  Tolíi 15       » 

M. 

En  las  estomatitis  ulcerosas: 

Solución  de  cloruro  de  sodio 30g  ramos. 

Tintura  de  mirra l««  .in 

Agua  de  rosas |aa  lo       » 

M. 

Esta  fórmula  es  tamhien  usada  en  el  ozena. 
Para  la  bronquitis,  se  emplead  líquido  siguiente: 

Naftol 1 

'^^  .^"!'-:  :  ;        :  :  :  :  :    - « ^— 

Agua  de  rosas ) 

En  Nueva -York  usan  una  fórmula  especial,  por  cierto  bastante  ga- 
lénica, cuyas  inhalaciones,  según  dicen,  calman  toda  clase  de  tos  crónica. 
Es  como  sigue:  Tintura  de  cubeba,  de  quina  de  Tolú,  de  iodo,  de  alcan- 
for, glicerina,  ácido  fénico:  partes  iguales  de  cada  cosa.  No  he  tenido 
ocasión  de  ensayar  sus  efectos. 

Al  propio  tiempo  han  ideado  curar  la  cefalalgia  y  la  hemicránea  con 
la  inhalación  de  la  mezcla: 

Espíritu  aromático  de  amoníaco  y  glicerina.    .    aa      15  gramos. 
Agua dO       »       (1) 

Creo,  no  obstante,  que  debe  irse  con  cuidado  en  el  uso  de  estas  mez- 
clas, porque  debiendo  estar  en  contacto  con  los  vapores  amoniacales  y 
clorhídricos,  pueden  dar  lugar  á  combinaciones  que  alteren  la  compo- 
sición del  clorhidrato  naciente.  En  la  mayor  parte  de  casos,  prefiero 
colocar  en  el  vaso  agua  simplemente,  para  que  el  clorhidrato  amoniacal 
se  forme  y  salga  en  toda  su  pureza,  sin  mezcla  alguna. 

Cuidados  que  reclama  el  hihalador  Kirkwood. — El  amoniaco  debe  ser 
muy  concentrado;  el  ácido  debe  ser  químicamente  puro,  fumante^  inco- 
loro. Todos  los  tapones  deben  ajustar  bien,  no  solo  durante  la  inhala- 


(1)  El  espíritu  aromático  amoniacal  (F.*  de  Londres)  se  compone  de:  canela, 
clavillos,  cort.  limón,  carb.  potasa,  clor.  amoniaco,  alcohol  y  agua.  Para  las  canti- 
dades véase  el  Formulario  de  Bouchardat. 


CÓLERA  MOMO.  699 

cien  sino  mientras  el  aparato  no  funciona,  para  evitar  que  los  dos  lí- 
quidos evaporándose  pierdan  su  valor.  Se  procurará  que  dichos  líquidos 
no  toquen  los  tapones,  pues  aunque  estos  sean  de  goma  vulcanizada  se 
alteran  poco  á  poco  gracias  á  la  causticidad  de  aquellos  fármacos. 

Cuando  el  aparato  ha  servido  bastante  tiempo,  se  nota  que  el  humo 
en  el  acto  de  fumar  ó  inhalar,  no  sale  tan  blanco,  ni  tan  denso.  Esto^in- 
dica  que  los  ingredientes  se  han  debilitado,  y  hay  que  renovarlos. 

Algunas  veces  el  humo  tiene  saber  ácido  muy  desagradable.  Si  en- 
tonces examinamos  las  burbujas  que  por  la  inspiración  se  forman  en  el 
frasco-lavador  ó  copa,  podremos  notar  que  el  tubo  correrpondiente  al 
cubilete  del  amoníaco  está  obstruido,  y  por  consiguiente  solo  inhalamos 
ácido  clorhídrico.  Otras  veces  se  percibe  un  sabor  y  picor  amoniacal,  y 
es  por  la  obturación  accidental  del  tubo  del  ácido.  En  ambos  casos, 
desmontando  los  tubos  comunicantes  se  desobstruyen  con  un  alambre. 
Para  desterrar  estos  inconvenientes,  he  sustituido  los  tubos  comunican- 
tes de  Kirkwood,  que  son  de  cautchouc  duro,  por  tubos  de  igual  forma, 
pero  de  cristal.  De  esta  manera,  no  hay  obstrucción  posible,  porque  el 
cristal  no  es  atacable  por  el  amoníaco  ni  por  el  ácido  como  el  cautchouc. 

Finalmente,  he  modificado  el  aparato  de  tal  modo,  que  no  solo  des- 
pide vapor  por  la  succión  ejercida  por  el  enfermo,  sino  que  sin  hacer  el 
vacío,  por  medio  de  un  tubo  en  V  y  una  pera  de  goma  con  válvula,  im- 
pulso dicho  vapor  hacia  fuera,  siéndome  fácil  de  este  modo  hacerlo  pa- 
sar á  las  trompas,  según  el  procedimiento  de  Politzer,  y  á  través  del  ca- 
téter con  graduada  fuerza. 


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CÓLERA   MORBO, 

POR  EL  Doctor  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona. 


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Islas  Filipinas:  correo  y  telegramas;  medidas  planteadas;  estado  de  la  epidemia  -^ 
Saigon  -^ Sumatra»^  Japón. ^  La  Meca:  marcha  del  cólera;  peregrinos  y  peregri- 
nación.—Lazareto  de  Camaran:  apuntes  acerca  déla  epidemia;  importancia  y 
evacuación  de  este  establecimiento. 

Varios  buques  han  conducido  correo  del  Archipiélago  filipino,  lle- 
gando en  definitiva  las  noticias  hasta  el  5  de  Octubre.  En  general  decrece 
la  epidemia,  pero  en  algunos  puntos  ha  habido  exacerbaciones.  Conti- 
núan los  donativos  y  las  medidas  más  ó  menos  higiénicas  en  la  capital 
y  en  las  provincias;  pero  la  limpieza  pública  no  aparecía  por  todas  par- 
tes, y  en  plena  comarca  civilizada  se  revolcaban  en  el  fango  de  las  calles 
algunos  animales  indígenas  dedicados  al  transporte.  Parecía  más  levan- 
tado el  espíritu  público,  y  no  sé  si  porque  ya  no  era  tan  preciso  ó  por 
efectos  de  la  alocución  del  general  Primo  de  Rivera,  ello  es  que  ha  men- 
guado en  los  periódicos  el  tamaño  de  la  Sección  religiosa,  que  llegara  á 
adquirir  poco  antes  inusitadas  proporciones. 


n 


700  CÓLERA  MORBO. 

Notábase  gran  escasez  de  médicos:  los  concursos  para  proveer  vacan- 
tes quedaban  desiertos,  y  la  necesidad  era  mayor  porque,  aumentado  el 
trabajo,  habia  sido  preciso  dividir  las  zonas  para  que  no  quedasen  en  to- 
tal abandono.  Así  es  que,  por  ejemplo,  se  hizo  una  demarcación  especial 
para  la  Ermita,  Malate  y  Paco,  próximos  á  Manila,  siendo  nombrado  un 
médico  especial;  pensábase  á  la  par  en  proveer  de  cementerio  á  estos  pue 
blos,  que  hasta  entonces  hablan  tenido  que  utilizar  otros  distantes.  El  20 
de  Setiembre  se  bendijo  el  cementerio  de  la  Loma,  en  el  que  se  enterraba 
ápesar  de  no  estar  aun  cercado.  Habiéndose  observado  cinco  casos  de 
cólera  en  la  población  carcelaria  de  Batangas,  por  lo  visto  bastante  re- 
pleta, se  acordó  mandar  50  presos  al  pueblo  de  Bauan  y  otros  50  al  de 
Taal,  ambos  de  la  provincia  de  Batangas  y  ambos  infectos  hacia  algún 
tiempo.  En  Gavite  tuvieron  la  ocurrencia  de  fumigar  con  pólvora  el  hos- 
pital de  coléricos  La  Caridad,  y  hubo  una  explosión,  de  cuyas  resultas 
murió  un  individuo  y  quedó  gravemente  herido  otro;  intervino  el  juzga- 
do. Añado  que  en  Batangas,  no  encontrándose  quien  se  encargara  de 
abrir  las  zanjas  para  enterrar  los  muertos,  se  exploró  el  ánimo  de  los 
presos,  y  estos  se  prestaron  mediante  un  cambio  en  sus  condiciones  ma- 
teriales. 

Esto  en  general.  Llegando  á  detalles,  la  epidemia  se  encontraba  poco 
más  ó  menos  del  modo  siguiente:  Estaban  todavía  libres  de  la  epidemia 
Misamis,  Nueva  Vizcaya,  Príncipe,  Isabela,  Cagayan,  Cebú,  Surigao, 
Pangasinan  y  Abra.  Comenzaba  en  la  provincia  de  Tabayas.  Se  hablan 
invadido  nuevos  pueblos  en  la  de  Nueva-Ecija,  próxima  á  Manila,  conti- 
nuando en  los  demás,  pero  sin  gran  incremento  y  con  carácter  más 
benigno.  Se  hablan  declarado  sucios  los  distritos  de  Capiz  y  Antique 
(Islas  Visayas).  Recrudecia  el  padecimiento  en  Mariveles  (provincia  de 
Bataan),  pero  sin  afectar  al  lazareto;  en  Camarines  del  Norte,  en  donde 
se  notaba  algún  descenso  en  los  últimos  dias;  en  la  provincia  de  Batan - 
gas,  especialmente  en  los  pueblos  de  Bauan  y  de  Taal  (á  donde  fueron 
los  presos).  Balayan,  San  Pablo,  Lemery  y  San  Luis,  estando  localizado 
en  la  cabecera;  también  se  habia  afectado  el  partido  de  la  Rinconada 
(Nueva  Cáceres),  en  cuya  provincia,  especialmente  en  la  capital,  casi 
nada  quedaba,  decreciendo  también  en  Libmanan.  Mengua  en  Camarines 
del  Sur,  existiendo  casi  solo  en  la  Rinconada.  Bajaba  en  Laguna  y  no 
tanto  en  los  pueblos  de  la  provincia.  En  Gavite  habia  muy  pocos  muertos, 
dado  el  número  de  atacados  Por  último,  se  habia  cantado  el  Te-Deum  el 
24  de  Setiembre  y  declarado  limpio  el  puerto  en  Iloilo  por  haber  con- 
cluido el  cólera  en  la  cabecera  y  pueblos  cercanos,  no  así  en  los  demás 
de  la  isla,*  si  bien  la  epidemia  descendía.  Zamboanga  habia  sido  declarado 
limpio  desde  el  4  del  mismo  mes. 

Los  telegramas  coinciden  en  el  decrecimiento  del  mal;  pero  aun  en 
nuestros  puertos  se  someten  d  observación  todas  las  procedencias  del 
Archipiélago  y  á  tratamiento  de  rigor,  muy  especialmente,  las  de  Zam- 
boanga, Iloilo  y  Manila. 

— Parece  ser  que  la  epidemia  en  Saigon  habia  comenzado  en  Baria, 
procedente  de  Annam,  á  mediados  de  Julio;  se  propagó  rápidamente  á 
Cochinchina  y  por  último  á  Saigon;  sin  embargo,  según  nuestro  cónsul, 
la  ciudad  y  sus  alrededores  estaban  libres;  los  descases  ocurridos  en 


CÓLERA  MORBO.  701 

europeos,  ambos  mortales^  correspondían  el  uno  á  la  inspección  de 
Mytho  y  el  otro  á  Vinhlong,  que  distan  72  y  434  kilómetros  respectiva- 
mente de  la  capital.  Los  indígenas  en  el  interior  eran  terriblemente  diez- 
mados. 

—El  cólera,  en  Sumatra,  se  habia  presentado  en  la  costa  occidental  en 
el  territorio  comprendido  entre  Labocan,  Hadji  y  Trumoen,  por  cuya  ra- 
zón fué  declarada  sucia  esta  zona. 

—En  Yokohama  y  Fokoo  mejoraba  la  situación,  pues  á  fines  de  Se- 
tiembre b  Jibia  en  el  primero  7  ú  8  atacados  cada  día  y  4  ó  5  efunciones, 
y  en  el  segundo  de  30  á  35  de  aquellos  y  20  de  estos.  Gomo  los  periódicos 
locales  callan,  hay  razón  para  suponer  que  mengua  la  enfermedad  en 
Osaka  y  su  provincia. 

—Gomo  indicaba  en  el  número  anterior,  el  cólera  existe  en  la  Meca  á 
lo  menos  á  contar  desdo  el  24  de  Octubre.  Las  primeras  noticias,  como 
es  natural,  no  dicen  nada  del  grado  de  intensidad  de  la  epidemia.  Bim  - 
senstein,  delegado  sanitario  otomano  en  Alejandría,  habia  telegrafiado  la 
nueva  al  Gonsejo  sanitario  internacional  de  Gonstantinopla:  el  vapor 
MemphiSy  que  partió  de  Djeddah  el  27  de  Octubre  y  llegó  á  Suez  el  30, 
traía  consignado  en  la  patente  el  rumor  de  existir  el  cólera  en  la  Meca;  un 
buque  ingles,  el  Lungshan,  que  había  partido  y  llegado  respectivamente 
un  día  después,  llevaba  en  la  patente:  cel  cólera  ha  aparecido  en  la  Me- 
ca desde  el  24  de  Octubre.»  El  Consejo  telegrafió  inmediatamente  á  Bim- 
senstein,  recomendándole  la  extricta  aplicación  del  reglamento  de  1881, 
que  prescribe  la  cuarentena  en  El-Wedj  á  todos  los  peregrinos  que  vuel- 
van por  mar  á  su  país  y  aconsejando  haga  tomar  á  los  viajeros  el  camino 
del  desierto  ó  el  de  Damasco. 

Posteriormente  un  telegrama  del  Gairo  (7  de  Noviembre)  aseguraba  que 
la  enfermedad  no  crecía,  y  aun  hubo  de  decirse  (cónsul  inglés)  que  habia 
desaparecido.  Del  24  al  26  hubo  en  la  Mina  (valle  de  Muña)  11  muertos 
de  cólera.  Otro  telegrama  (día  8)  menos  sospechoso,  dice,  que  el  inspec- 
tor sanitario  otomano  de  la  Me^a  participaba  á  la  Gomision  sanitaria  que 
el  dia  29  de  Octubre  habían  sucumbido  49  individuos  afectos  del  cólera. 

Según  noticias  posteriores  la  epidemia  declinaba.  De  todos  modos, 
desde  el  24  de  Octubre  al  4  de  Noviembre,  han  muerto  en  La  Mina  y  en 
La  Meca  unos  254  coléricos.  Los  últimos  telegramas  acusan  aumento  y 
dicen  que  moría  la  cuarta  parte  de  los  atacados. 

Al  regresar,  los  peregrinos  harán  15  dias  de  cuarentena  en  El-Wedj 
y  5  en  El-Torr.  Gomo  enseñanza  curiosa  no  estará  fuera  de  sitio  el  des- 
cribir las  ceremonias  de  la  peregrinación,  publicadas  en  el  periódico 
Le  Temps:  «Se  sabe  que  estas  ceremonias  comienzan  en  el  monte  Arafat, 
célebre  por  la  tradición  musulmana  que  pretende  que  Adán  y  Eva  se  en- 
contraron en  él  después  de  una  larga  separación.  Los  peregrinos  se  diri- 
gen á  él  en  masa  después  de  haber  vestido  el  traje  especial  del  hadji, 
conocido  con  el  nombre  de  xhram,  y  que  se  compone  de  un  lienzo  blanco 
que  rodea  la  cintura,  de  una  banda  que  cuelgan  de  los  hombros  y  de  san- 
dalias, quedando  la  cabeza  al  descubierto.  El  monte  Arafat  está  á  unas 
diez  leguas  de  la  Meca.  Al  tercer  dia  los  peregrinos  vuelven  sobre  sus 
pasos  y  penetran  en  el  valle  de  Muña,  en  donde,  siempre  según  la  tradi- 
cion,  se  apareció  el  diablo  á  Adán,  que  lo  apedreó.  Los  peregrinos  ha- 


702  REVISTA  DE  CIRUGÍA. 

cen  lo  mismo.  Se  valen  de  chinas,  que  están  reunidas  en  dicho  valle, 
y  forman  montículos  por  su  amontonamiento  durante  siglos.  Cada  cual 
debe  tirar  al  diablo  63  guijarros.  Después  proceden  á  los  sacrificios,  y  el 
valle,  en  donde  permanecen  dos  dias,  se  transforma  de  este  modo  en  una 
inmensa  colección  de  materias  orgánicas,  cuyas  fétidas  emanaciones  tie- 
nen como  resultado  natural  el  acrecer  la  acción  de  las  enfermedades 
epidémicas.  Vuelven  los  hadjis  á  la  Meca,  en  donde,  terminadas  las  otras 
ceremonias  de  la  peregrinación,  visita  solemne  á  la  Kadba,  etc.,  perma- 
necen diez  dias  antes  de  dirigirse  á  Medina  ó  á  su  país. 

No  es,  pues,  estraño  que  á  los  11  muertos  del  valle  de  Muña  hayan 
seguido  otros  18  á  su  vuelta  á  la  Meca.i) 

— Ha  cesado  el  cólera  en  el  lazareto  de  Camaran,  y  por  tanto  ha  salido 
para  Djedda  el  vapor  Hesperia^  entre  cuyos  peregrinos  hubo  en  total  15 
casos,  todos  mortales.  De  estos,  13  presentaron  los  síntomas  característi- 
cos de  la  enfermedad  (diarrea  riziforme,  epigastralgia  intensa,  calambres 
en  las  pantorrillas,  pulso  imperceptible  aun  en  las  carótidas,  afonía, 
ansiedad,  lengua  fria,  cianosis  y  muerte);  los  otros  dos  han  pcmaneci- 
do  en  cama  unas  48  horas  y  han  sucumbido  sin  ofrecer  más  síntoma  quo 
diarrea,  biliosa  al  principio  y  acuosa  después;  tratándose  por  tanto  de  la 
forma  asfíctica  y  habiendo  casi  siempre  faltado  la  diarrea  llamada  pre- 
monitora.  De  los  invadidos  diez  procedían  de  Bokkhara,  de  donde  parecen 
haber  llevado  el  cólera.  Es  notabilísimo  el  hecho  de  que  el  tercer  ataca- 
do se  presentó  á  los  ocho  dias  de  los  dos  primeros;  el  cuarto  al  nove- 
no dia  del  tercero,  lo  cual  casi  enseña  que  el  período  de  diez  dias  com- 
pletos es  apenas  suficiente  para  la  incubación.  El  último  caso  se  observó 
el  5  de  Setiembre  y  hasta  el  6  le  Octubre,  dia  en  que  se  evacuó  el  laza- 
rato,  la  salud  ha  sido  buena. 

St  jcoulis,  en  el  telegrama  de  donde  tomo  estas  noticias  (3  e  Noviem- 
bre), publicado  por  el  Journal  d^  Hygiéne,  crrespcidiente  al  9  del  mis- 
mo mes,  llama  la  atención  sobre  dos  puntos  principales:  1.°  que  ha  sido 
perfecto  el  aislamiento  de  los  enfermos,  lo  cual  ha  impedido  que  el  pade- 
cimiento se  propague  á  las  comarcas  inmc  diatas;  2.°  que  la  instalación 
de  dicho  lazareto  en  la  entrada  del  Mar  Rojo  constituye  un  buen  medio 
para  evitar  la  propagación  del  cólera  al  Hedjaz.  Ambos  puntos  merecen 
ser  tenidos  en  cuenta,  pues  ellos  responden  á  las  observaciones  presen- 
tadas por  Fauvel  y  Proust  acerca  de  la  pretendida  ineficacia  del  lazareto 
de  Camaran. 


REVISTA  DE  CIRUGÍA, 
POR  EL  Dr.  Federico  Castells. 


Fractura  indirecta  de  la  novena  vértebra  dorsal. -De  una  notable  his- 
toria clínica,  presentada  por  el  Sr.  Garafi  á  la  Société  anatomiquey  de  Pa- 
rís, consideramos  dignos  de  mención  los  detalles  siguientes:  un  albañil 
cayó  de  cabeza  desde  una  altura  de  unos  diez  metros,  siendo  trasladado  en 
una  camilla  al  Hospital  Beaujon;  presentaba;  decúbito  dorsal,  agitación, 


REVISTA  DE  CIRUGÍA.  703 

excitación  en  cuanto  se  le  quiso  examinar,  pero  solo  ejecutaba  movimien- 
tos con  la  parte  superior  del  cuerpo  y  principalmente  con  el  brazo  dere- 
cho; el  izquierdo  estaba  contraido,  en  semiflexion.  Habia  erección  del  pe- 
ne, sin  vestigio  de  orina,  ni  esperma,  ni  materias  fecales,  paraplegia;  la 
anestesia  en  este  nivel,  asi  como  por  encima  de  la  parte  inferior  del  tron- 
co, parecía  absoluta. — El  raquis  ofrecía,  al  nivel  de  la  décima  vértebra 
dorsal,  una  deformación  acentuada,  estando  ahondado  el  dorso  por  enci- 
ma y  percibiéndose  una  salida  brusca  por  debajo,  que  limitaba  la  depre- 
sión, en  la  que  cabria  una  nuez.  No  ofrecia  movilidad  anormal  ni  crepi- 
tación, pero  sí  dolor  á  la  palpación.  Pudo  obtenerse  la  reducción  algunas 
horas  después,  ejecutando  tracciones  progresivas  en  los  miembros  infe- 
riores, mientras  se  favorecía  la  contra-ílexion  por  debajo  de  las  axilas. 
— Sin  causar  dolor,  consiguióse  con  tales  maniobras  la  terminación  de 
la  deformación  raquídea.  Desapareció  entonces  la  erección  y  sobrevino 
un  estado  semicomatoso,  acentuándose  la  contractura  del  brazo  izquier- 
do. Se  le  dejó  en  decúbito  dorsal  y  con  una  ligera  tracción  de  la  parte 
superior  del  tronco.  El  enfermo  murió  al  octavo  día  por  la  hemorragia 
cerebral  traumática.  La  autopsia  permitió  descubrir  un  foco  hemorrágico 
que  ocupaba  los  lóbulos  frontal  y  parietal  por  debajo  de  las  circunvolu- 
ciones que  limitan  la  cisura  de  Rolando;  este  foco  no  estaba  separado  de 
la  superficie  cerebral  más  que  por  una  capa  delgada  de  sustancia  ner- 
viosa; no  comunicaba  con  el  ventrículo  lateral. 

La  novena  vértebra  dorsal  estaba  dividida  en  dos  fragmentos:  el  su- 
perior cóncavo,  comprendía  la  lámina  superior  y  la  mitad  superior  de 
la  lámina  de  tejido  compacto  que  recubre  la  cara  anterior  del  cuerpo  de 
la  vértebra;  el  inferior  correspondía  al  resto  del  cuerpo  de  la  vértebra;  el 
tejido  óseo  habia  sido  reducido  en  volumen  en  un  tercio  al  comparado 
con  las  vértebras  inmediatas;  las  apófisis  articulares  y  transversas,  frac- 
turadas, lo  propio  que  las  costillas  novenas,  al  nivel  de  su  cabeza.  Los 
dos  fragmentos  de  la  vértebra  se  correspondían  como  un  cóndilo  á  una 
cavidad  glenoide.  La  médula  no  parecía  haber  sido  grandemente  inte- 
resada. 

De  este  caso,  deduce  Carafí  la  posibilidad  de  una  reducción  completa 
y  regular  en  las  fracturas  aisladas  del  raquis,  así  como  su  utilidad  y  efi- 
cacia. El  traumatismo  explica  la  complicación  cefálica. 

Absceso  del  cerebro  y  trepanación. -En  un  enfermo,  que  comenzó  por 
sufrir  una  cefalalgia  atroz,  seguida  luego  de  la  formación  de  un  pequeño 
absceso  en  la  sutura  biparietal,  iban,  aun  después  de  abierto,  agravando 
los  accidentes,  y  Polaillon,  diagnosticando  un  absceso  del  cerebro  [Jour- 
nal de  Med,  et  Chirurg.  prcU.)  aplicó  una  corona  de  trépano  que  dio  paso 
á  una  pequeña  cantidad  de  pus,  practicando  algunos  días  después  una 
segunda  trepanación  que  permitió  la  salida  de  unos  60  gramos  de  liquido 
patológico.  Conguió  una  notable  mejoría,  pero  habiendo  salido  del  hospi- 
tal antes  de  terminada  la  curación,  que  se  practicaba  según  el  método  de 
Lister,  falleció  posteriormente  el  enfermo. 

El  cornezuelo  del  centeno  en  las  enlermedades  de  los  huesos. -Acaba 
de  dar  cuenta  á  la  Association  frangaise  pour  Vavancement  des  sciences. 


704  REVISTA  DE  CIRUGÍA 

en  la  sesión  del  25  de  Agosto,  el  Dr.  Musgrave  Clay,  del  feliz  éxito  que  ha 
obtenido  del  empleo  de  dicho  medicamento,  en  el  tratamiento  de  las  os- 
teo-artritis  del  codo,  habiéndole  dado,  á  un  niño  de  seis  años  de  edad, 
— después  de  practicada  la  incisión  de  un  flemón  peri- articular — dosis 
progresivas  de  40,  50,  60  y  75  centigramos.  El  tratamiento  duró  poco  me- 
nos de  tres  meses,  comenzando  á  rebajar  las  dosis  al  quejarse  el  enfer- 
mito  de  sensación  de  frió  en  los  pies,  hacia  el  fin  del  segundo  mes  del  uso 
del  cornezuelo.  La  mejoría  se  obtuvo  rápidamente,  antes  de  ocho  dias, 
(Journal  de  TfiérapeutiqueJ  y  en  la  actualidad  está  completamente  cura- 
do. El  orador  suplicó  á  los  individuos  del  Congreso  se  procure  la  amplia- 
ción de  su  experiencia,  que  juzga  aplicable,  principalmente  á  algunos 
casos  análogos  de  inflamaciones  del  sistema  óseo,  aunque  cree  que  no 
se  limita  á  ese  sistema  la  acción  que  ejerce  el  cornezuelo  del  centeno. 

Resección  de  la  rodilla. -El  Dr.  Hayes,  de  Dublin,  analizando  los  re- 
sultados que  ha  obtenido  en  su  clínica,  de  la  práctica  de  esta  operación 
(que  son:  de  14  operados,  H  curados;  en  3  debió  precederse  á  la  amputa- 
ción secundaria,  y  solol  curó),  atribuye  el  éxito  al  procedimiento  de  in- 
movilización que  sigue,  y  á  la  curación  según  el  método  de  Lister.  El 
procedimiento  (Dublin  Journ.  of  medie,  scien.)  consiste  en  colocar  ro- 
llos de  franela  en  cada  lado  de  la  pierna  y  muslo;  dos  tablillas  perfora- 
das son  aplicadas  exactamente  y  sostenidas  por  otra  pieza  de  hierro;  un 
torniquete  apoyado  sobre  unas  placas  colocadas  por  delante  mantienen 
los  huesos  en  la  inmovilidad;  envuelto  el  miembro  en  un  aparato  enye- 
sado, se  da  á  la  pierna  la  posición  que  ha  de  guardar  para  con  el  muslo. 
Por  este  medio  asegura  la  inmovilidad  absoluta  de  la  extremidad,  y  al 
operado  la  posibilidad  de  cambiar  de  posición  en  la  cama. 

Resección  de  la  muñeca.— OH ier  (de  Lyon)  ha  practicado  una  serie  de 
trece  resecciones  radio-carpianas;  en  los  cuatro  últimos  años,  solo  dos 
operados  han  muerto  y  aún  en  estos  existían  condiciones  particulares 
que  en  sentir  de  OUier  dan  cuenta  y  razón  del  por  qué  (artritis  supurada 
en  un  antiguo  palúdico,  gangrena  séptica  en  otro  caso)  ocurrieron  las 
malas  terminaciones  á  que  se  reüere.  Clasifica  las  condiciones  en  que  se 
indica  la  resección  en  traumáticas,  patológicas  y  ortopédicas.  Por  razón 
de  esas  ú  otras  influencias  constitucionales,  deduce  que  hay  individuos 
que  deben  operarse;  otros,  á  los  cuales  puede  operarse;  y  otros,  en  fin,  á 
los  que  es  del  caso  no  operar.  Al  presentar  su  parecer  al  Congreso  de  La 
Rochelley  el  Dr.  Verneuil  {GazeUe  des  hopitau^),  aún  estando  de  acuerdo 
con  muchas  de  las  operaciones  del  Dr.  OUier,  hubo  de  significar  que  la 
resecomania  que  se  vá  extendiendo  en  la  práctica  quirúrgica  debe  com- 
batirse. Declara  con  tal  motivo  no  ser  adversario  de  las  resecciones  ra- 
dio-carpianas, pero  no  admite  ptras  que  las  realmente  necesarias. 

Úlceras:  inconvenientes  y  ventajas  de  su  tratamiento  por  el  iodoíor- 
mo.-En  las  recientes  investigaciones  que  ha  practicado  Talkson,  ha  lle- 
gado á  demostrar  que  el  iodo  se  elimina;  y  en  los  enfermos  operados, 
por  lesiones  óseas,  según  el  método  de  Esmark,  la  absorción  del  medica- 
mento se  verifica  rápidamente  y  su  aparición  en  las  orinas  y  sustancias 


NOTIQAS  CIBNTÍFICAS.  705 

vomitadas  á  las  48  horas.  La  edad  influye  directamente  en  la  cantidad 
de  excreción;  en  cuanto  á  la  absorción  del  iodoformo  por  la  piel,  resul- 
ta mayor,  cuanto  más  extensa  se  haga  la  aplicación,  y  no  por  razón  del 
grosor  de  la  capa  que  se  aplique  (Gazette  hehdomad.  de  Med.  et  Chirurg.). 
£1  Dr.  Falkson,  después  de  pasar  en  revista  los  trabajos  hechos  y  estu- 
dios practicados,  concluye  que  es  el  iodoformo  un  agente  precioso  en  el 
tratamiento  de  las  afecciones  óseas  tuberculosas,  en  las  úlceras  pútridas 
y  en  ñn,  siempre  que  sea  necesario  un  anti-séptico  ó  un  anti-pútrido  de 
los  más  poderosos. 

úlceras  lagedénicas:  tratamiento  por  medio  de  inyecciones  parenqui- 
matosas  de  nitrato  de  plata.— £1  profesor  Thiersch  ha  obtenido  excelen- 
tes resultados  (A  rch. /'ñr  XZinisch^  Chirug.)  empleando  inyecciones  hí- 
podérmicas  á  un  centímetro  alrededor  de  los  bordes  de  la  ulceración 
fagedénica,  de  una  solución  de  nitrato  de  plata  á  1  por  100.  £ste  trata- 
miento no  produce  ningún  efecto  sobre  las  úlceras  infectantes. 

Oangrena  del  pié:  tratamiento  por  el  termo-canterio.— £1  Dr.  Leclerc 
ha  comunicado  {France  medícale)  una  observación  digna  de  ser  cono- 
cida. Un  enfermo  experimentaba  constantemente  una  sensación  de  frió 
en  los  pies  desde  1875,  fecha  en  la  que  habia  padecido  una  ñebre  tifoi- 
dea. £n  Febrero  último  comenzó  á  sentir  dolor,  con  ligero  aumento  de 
volumen,  en  el  dedo  gordo  derecho.  £n  26  de  Marzo  sobrevinieron  los 
primeros  síntomas  de  gangrena  y  fueron  tratados  por  el  termo-cauterio 
y  baños  locales  fenicados;  pronto  aumentó  el  frió  y  los  dedos  tomaron 
un  tinte  grisáceo;  el  16  de  Abril  fué  abierto  un  pequeño  absceso  sobre  la 
cara  dorsal  del  pié;  el  30  practicó  la  ablación  de  los  metatarsianos  con  el 
termo-cauterio,  mejorando  notablemente  el  enfermo;  pero  en  breve  se 
formó  sobre  el  dorso  del  pié  una  nueva  mancha  gangrenosa,  que  pudo  ser 
limitada  por  una  sinuosidad  que  rodeaba  completamente  las  partes  es- 
faceladas.  Leclerc  se  vio  luego  obligado  á  resecar  los  fragmentos  necro- 
sados  de  los  cuneiformes  y  del  cuboides,  y  desde  el  21  de  Junio  la  mejoría 
ha  seguido  sin  interrupción;  el  enfermo  anda  con  muletas. —  M.  Henrot 
dio  cuenta  de  un  caso  parecido,  en  el  que  la  gangrena  se  manifestó  con- 
secutivamente á  un  reuma-tismo  articular.  También  fué  preciso  practi- 
car con  el  termo-cauterio  largas  incisiones  en  el  dorso  y  planta  y  deco- 
lar  los  dedos  tercero  y  segundo;  lentamente  curó  el  enfermo  por  el  mé- 
todo antiséptico. 


NOTICIAS  científicas. 


Heridas  del  corazón:  tratamiento. — Según  Block  (Centralblutt  für 
Chirurgie^  1882),  la  muerte  por  herida  del  corazón  puede  explicarse  de 
cuatro  modos:  por  asfíxia,  que  es  el  más  frecuente,  consecutiva  á  la 
acumulación  de  sangre  en  el  pericardio;  por  hemorragia;  por  destruc- 
ción de  los  ganglios  auto- motores,  y  por  oclusión  de  las  arterias  corona- 
rias. 


706  NOTICIAS    CIENTÍFICAS. 

Como  en  su  concepto  una  simple  incisión  del  pericardio  basta  para 
impedir  la  asfixia,  y  una  simple  sutura  la  hemorragia,  ha  procurado  de- 
mostrar experimentalmente  la  posibilidad  de  intentar  estas  operaciones, 
hecho  más  científico  que  el  cruzarse  de  brazos  viendo  impasiblemente 
como  el  enfermo,  en  minutos,  en  horas,  en  dias,  y  aun  más,  se  muere, 
cuando  en  cuatro  minutos  y  con  los  instrumentos  de  la  bolsa  podia  arre- 
glarse la  situación. 

Que  se  pueden  abrir,  soportándolo  durante  algún  tiempo,  las  cavida- 
des torácica  y  pericardiaca,  lo  prueban  cuatro  conejos  que  viven.  Que  la 
herida  del  ventrículo  derecho,  la  del  izquierdo  y  aun  el  magullamiento  del 
corazón  en  totalidad,  son  tolerados,  lo  demuestran  otros  cuatro.  Que  la 
desgarradura  del  corazón,  con  abertura  del  tórax  y  del  pericardio  y  con 
sutura  del  pulmón  para  cerrar  las  heridas,  ha  sido  hecha  en  un  perro,  que 
aun  vive.  Que,  es  posible,  para  suturar  el  corazón  sin  que  la  hemorra- 
gia moleste,  cojer  el  corazón  por  la  punta,  torcerlo  y  llevarlo  hacia  el 
operador  para  paralizar  el  pulso  y  la  respiración,  con  lo  cual  queda  el 
órgano  completamente  tranquilo,  ó  bien  estirarlo  para  que  la  trac- 
ción cierre  la  herida  y  pare  la  hemorragia,  lo  prueba  el  hecho  de  no 
haber  muerto  un  solo  animal  de  los  sometidos  á  la  experimenta- 
ción; libre  el  corazón,  reaparecen  inmediatamente  el  pulso  y  la  respira- 
ción. 

En  comprobación  de  tan  notables  hechos,  Block  ha  presentado  al  se- 
gundo Congreso  de  la  Sociedad  de  cirujanos  alemanes  cuatro  animales, 
que  hacia  tiempo  habían  sufrido  tan  insólito  tratamiento.— (Rodríguez 
Méndez.) 

Procidencia  del  recto  en  el  niño.— El  Dr.  Archambault,  en  el  hospi- 
tal des  Enfants  malades,  dio  una  lección  clínica  sobre  este  objeto,  admi- 
tiendo tres  grados  en  esta  afección:  1.°,  la  mucosa  sale  y  entra  después 
de  cada  defecación;  2.°,  la  mucosa  sale  y  no  entra  después  de  la  misma; 
3.°,  todas  las  partes  salidas  no  vuelven  á  entrar  más. 

Entre  las  causas  más  frecuentes  de  la  caída  del  recto,  se  puede  citar 
la  diarrea  persistente:  observándose  principalmente  en  los  niños  débi- 
les, en  los  atacados  de  rectitis,  de  tenesmo  rectal  y  de  necesidad  fre- 
cuente de  defecar. 

En  cuanto  á  remedios,  lo  primero  es  impedir  su  reproducción,  sos- 
teniendo el  ano  con  la  mano  después  de  introducido  para  que  no  salga 
el  recto  hacia  fuera. 

La  posición  en  cuclillas  ó  el  estar  sentados  en  el  orinal  facilita  la 
procidencia  del  recto,  y  de  aquí  viene  la  utilidad  de  hacer  guardar  á  los 
niños  la  posición  horizontal  y  el  sentarse  sobre  un  sillico  cada  vez  que 
rigen  de  vientre.  Este  cuidado  por  sí  solo  puede  prevenir  el  accidente  y 
hasta  curarlo;  es  sobre  todo  importante  si  el  niño  que  tiene  procidencia 
del  recto  está  atacado  de  bronquitis,  porque  á  cada  esfuerzo  de  tos,  á  la 
que  es  debida  la  procidencia,  el  recto  tiende  á  salir  mientras  que  guar- 
dando la  posición  horizontal  esto  no  es  posible. 

West  aconseja  como  un  buen  medio  hacer  guardar  cama  al  niño  du- 
rante tres  semanas  ó  un  mes  con  las  nalgas  aproximadas  por  medio 
oportuno,  mientras  que  la  extremidad  inferior  del  recto  se  mantiene 
introducida  por  medio  de  un  tapón. 

Al  cabo  de  poco  tiempo,  el  intestino  pierde  su  predisposición  á  salir, 
sobre  todo  si  se  tiene  cuidado,  como  auxiliar,  de  administrar  cada  dia 
un  pequeño  enema  para  evitar  todo  extreñimiento. 

Se  puede  también  recurrir  á  los  enemas  que  sirven  para  tonificar  la 
mucosa  rectal,  sean  enemas  simples  de  agua  fría  (medio  vaso  de  agua), 
mañana  y  noche,  si  la  procidencia  no  es  demasiado  pronunciada,  sean 
enemas  astringentes  con  alumbre,  por  ejemplo,  á  la  dosis  de  2  á  4  gra- 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  707 

mos  por  100  ó  200  gramos  de  agua,  esforzándose  en  hacer  la  retenga,  ó 
bien  con  el  tanino  y  la  ratania  á  la  dosis  de  50  centigramos  á  2  gramos 
según  la  edad  del  niño.  La  mucosa  se  entona,  se  retrae  sobre  sí  misma  y 
no  sale  más. 

Si  la  mucosa  herniada  no  entra  por  ella  misma,  se  procurará  la 
quietud  comprimiendo  con  un  lienzo  empapado  en  sustancia  oleosa;  si 
tampoco  así  se  reduce,  quedan  dos  grandes  medios:  la  cauterización 
química  y  la  cauterización  actual. 

Se  emplea  el  nitrato  de  plata  al  quinto,  es  decir,  1  gramo  por  4  de 
agua  y  por  medio  de  un  pincel  se  embadurna  toda  la  parte  herniada; 
bajo  la  influencia  de  este  medicamento  se  encoje,  si  bien  alguna  vez, 
después  de  entrar,  es  preciso  sostenerle  con  un  tapón  hasta  haber  obte- 
nido la  retracción. 

Alguna  vez  es  preciso,  para  llegar  áeste  resultado,  practicar  muchas 
cauterizaciones.  En  todos  los  casos  deben  darse  también  enemas  de  agua 
fria  para  facilitar  las  deposiciones. 

El  ácido  nítrico  puro  puede  ser  empleado  también,  como  el  nitrato  de 
plata,  embadurnando  igualmente  la  mucosa,  la  cual  poco  á  poco  se  re- 
trae, favoreciendo  la  reducción  como  acabamos  de  indicar.  Es  preciso 
también,  como  con  el  nitrato  de  plata,  repetir  algunas  veces,  durante 
cierto  tiempo,  estas  aplicaciones. 

La  mucosa  rectal  sale  al  exterior,  porque  los  medios  de  unión  son 
mucho  más  laxos;  otras  veces  porque  el  esfínter  del  ano,  un  poco  pa- 
ralizado, queda  abierto;  esto  se  explica  perfectamente  en  los  sujetos 
atacados  de  diarrea  persistente  ó  de  disentería  con  la  mucosa  roja  ó  in- 
flamada. Esta  inflamación  de  la  mucosa  produce  una  especie  de  parálisis 
verdadera  del  elemento  muscular  subyacente. 

Para  los  casos  rebeldes  se  aconseja  el  empleo  de  la  estricnina,  de  la 
nuez  vómica  al  interior,  medios  peligrosos  en  los  niños;  la  aplicación  de 
pequeños  vejigatorios  sobre  el  margen  del  ano,  preparados  con  sulfato 
de  estricnina,  es  preferible.  Se  propone  también  la  electricidad;  las  cau- 
terizaciones al  fuego  rojo,  á  las  cuales  Guersant  habia  siempre  recurrido, 
valen  mucho  más  Este  medio  es  mejor  aplicarle  con  el  termo-cauterio 
de  Paquelin.  Se  tocan  los  cuatro  puntos  cardinales  del  ano,  llevando  el 
instrumento  á  la  vez  sobre  la  piel  y  sobre  el  orificio  de  la  mucosa  ya 
reducida.  Se  forma  una  inflamación  del  circuito  seguida  de  una  buena 
cicatrización,  la  parálisis  desaparece  y  la  tonicidad  del  esfínter  se  en- 
cuentra aumentada. — (Martina  Castells.) 

Aceite  de  hígado  de  bacalao.— Entre  los  aceites  de  hígado  de  baca- 
lao, que  antes  se  preparaban  por  medios  groseros  y  muy  poco  científi- 
cos, y  los  aceites  actuales  hay  una  gran  diferencia.  Aquellos,  productos 
de  mal  color,  ^e  mal  sabor  y  de  peor  olor,  repugnantes,  tolerables  por 
pocos  individuos  y  que  necesitaban  hasta  cierto  punto  estómagos  á  prue- 
ba de  indigestiones  y  de  irritaciones;  éstos,  de  buen  aspecto,  que  huelen 
y  saben  á  sardinas  conservadas  en  aceite,  de  fácil  digestión  y  que  llevan 
bien  cuantos  gusten  de  estas  conservas  y  de  sus  grasas.  Mas  como  los 
primeros  daban  buenos  resultados  terapéuticos,  y  hay  la  preocupación 
de  que  cuanto  más  oscuros  y  repugnantes  más  valederos  son,  al  cam- 
biarse en  el  comercio  por  los  más  agradables,  justo  es  preguntarse  si,  al 
ganar  en  aspecto  y  tolerancia,  han  perdido  en  propiedades  químicas  y 
en  aplicaciones  antimorbosas.  P.  Garles,  agregado  á  la  facultad  de  Medi- 
cina y  Farmacia  de  Burdeos  (Journal  de  Pharm.  et  de  C/iim.),  resuelve  de 
plano  estas  dudas  con  las  siguientes  explícitas  conclusiones,  remate  de 
un  buen  trabajo: 

1.*  Que,  en  virtud  de  las  modificaciones  introducidas  en  la  extrac- 
ción del  aceite  de  hígado  de  bacalao,  los  aceites  bárbaros  de  otras  veces 


708  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

han  sido  reemplazados  hoy  por  aceites  de  progreso,  poco  coloreados, 
límpidos,  de  olor  y  sabor  nada  desagradables  y  que  se  acomodan  á  los 
estómagos  que  llevan  bien  las  sardinas,  las  anchoas,  etc. 

2/  Que,  de  estos  diversos  aceites,  los  blancos  naturales  modernos 
deben  preferirse  á  los  morenos  empireumáticos  bajo  todos  conceptos. 

3.*  Que,  aparte  de  las  propiedades  físicas  y  organolépticas,  los  acei- 
tes vírgenes  de  color  verde  dorado  deben  reputarse  los  mejores  entre  to- 
dos, porque  son  los  más  ligeros  para  el  estómago;  su  acidez  es  apenas 
sensible  y  su  acritud  es  nula. 

4.**  Que  en  todos  los  aceites  solo  hay  cantidades  infinitesimales  de 
iodo,  vestigios  dudosos  de  bromo  y  tan  pequeñas  cantidades  de  fósforo 
combinado,  que  no  puede  atribuirse  á  ninguno  de  estos  elementos  la  ac- 
ción tónica  reconstituyente  del  aceite  de  hígado  de  bacalao. 

5.'  Que  el  principio  activo  parece  residir  casi  en  totalidad  en  el 
cuerpo  graso  particular,  que  se  encuentra  sin  alteración  en  los  aceites 
vírgenes. 

6.'  Que,  por  último,  estos  aceites  vírgenes  modernos,  constituyen 
un  producto  esencialmente  asimilable,  y  que  su  asociación  con  todo  me- 
dicamento extraño  no  puede  hacer  otra  cosa  que  dañar  á  su  tolerancia  y 
á  su  acción  terapéutica. — (Rodríguez  Méndez). 

SECCIÓN  OFICIAL. 

Cólera  morbo.— Orden  del  9  de  Noviembre  declarando  sucias  las  proceden- 
cias de  Shanghai  (China)  á  partir  del  30  de  Octubre  último.  —  Gaceta  del  10  de 
Noviembre. 

Cólera  morbo. —  Orden  del  9  de  Noviembre  declarando  de  observación  las 
procedencias  de  Bombay  (India  inglesa)  antes  sucias  (8  Marzo  próximo  pasado). 
Id.  id.  id. 

Aguas  minero-medicinales  de  La  Concepción.— Real  orden  de  15  de 
Noviembre  declarando  de  utilidad  pública  las  aguas  carbonatadas  calcicas  ni- 
trogenadas de  La  Concepción^  situadas  en  el  pozo  de  Fuente  Caliente,  término 
de  Arlanzon,  provincia  de  Burgos,  y  señalando  como  temporada  ofícial  desde 
el  15  de  Junio  á  15  de  Setiembre,  pero  no  permitiendo  se  abran  al  público  hasta 
que  se  hayan  terminado  los  ediñcios  necesarios. — Id.  del  16  id. 

Cátedra  vacante.  —  Orden  del  14  de  Noviembre,  mandando  proveer  por 
concurso  la  cátedra  de  Higiene  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid.  -^Id.  del 
22  id. 

PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Manual  de  Anatomia  descriptiva,  por  el  Doctor  Robbrt  Hartmann.  Traduc- 
ción directadel  alemán  por  los  Dres.  L.  GóngorayS.  Cardenal.-^  Cuaderno  22  y  23. 

Diccionario  de  Medicina  y  Terapéutica,  por  los  Dres.  E.  Bouchut  y  A.  Des- 
prés.— Traducción  de  los  Dres.  D.  Pedro  Espina  Martínez  y  D.  Antonio  Espina  Capo. 
—Cuaderno  T.""— Madrid.  Bailly-Balliere. 

Manual  práctico  de  las  eníermedadee  de  las  mujeres  (Medicina  y  Ciru- 
gía) por  el  Dr.  G.  Eustache,  versión  castellana  de  D.  Enrique  Moresco  y  Labado  y  don 
Rafael  Ulecia  y  Cardona,  con  un  prólogo  del  Dr.  D.  Andrés  del  Busto  Lopez.«Cua- 
derno  7."^Madrid.  *  1882. ~ Dos  ejemplares. 

Manual  de  Patología  interna,  por  el  Dr.  G.  Dieulafoy^  versión  del  Dr.  D.  Ra- 
fael Ulecia  y  Cardona,  con  un  prólogo  del  Dr.  D.  Bartolomé  Robert.  Tomo  2.%  cua- 
derno i.®— Dos  ejemplares. 

£1  hombre  considerado  en  el  orden  de  la  Naturaleza  y  de  la  sociabili- 
dad, discurso  por  el  Dr.  D.  Francisco  Comas  de  Riudor  — Madrid.  18^. 

Bnsayo  clínico  sobre  la  etiología,  patogenia  y  tratamiento  desinfectante  del 
paludismo  por  medio  del  fenato  de  sosa,  por  Francisco  Granizo  Ramírez.— Habana, 
1882.— Dos  ejemplares. 

Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía.  Cuaderno  34.  Continúa  la  pu* 
blicacion  de  las  Lecciones  clínicas  sobre  enfermedades  del  hígado,  por  Murchisson, 
vertidas  al  español  por  los  Dres.  D.  Carlos  de  Vicente  y  D.  Manuel  Carreras .  Ma - 
dríd,  1882. 

Periódicos:  El  Eco  de  la  Clínica^  Madrid. 


Tomo  II.  Húm.  23.  IS  Diciembre  de  1882.  Año  II.  Núm.  47. 

Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  De  la  gravedad  como  agente  etlológico,  higiénico  y  terapéutico  en  la  mujer,  por  el 
•r .  Blanc  y  Benei.  -  Sobre  la  sindectomia  preventiva.  Rectiñeaciones,  por  el  Dr.  L. 
Corral.—  Anatomía  de  los  centros  nerviosos  (continuación),  por  el  Pr.  D.  Misuel  A.  Wmr- 
cas  Roea.-Cólera  morbo,  por  el  «r.  modrisues  Mendea.  —  NOTICIAS  CIENTÍFICAS: 
Orquitis.—Quillayina.  — Gonococo.-  Difteria:  tratamiento  por  la  salicina.—  Poción  contra  el 
asma  bronquial.— Sección  oficial.^  Publicaciones  recibidas. 


DE  LA  GRAVEDAD 

COMO  AGENTE  BTIOLÓOICO,  HIGIÉNICO  Y  TERAPÉUTICO 


POR  EL  Doctor  Blanc  y  Benet. 


Más  de  una  vez,  al  fijarnos  en  la  frecuencia  por  todo  exti'emo  nota- 
ble con  que  la  mujer  padece  de  sus  órganos  sexuales,  hemos  deseado 
averiguar  si  la  causa  estaba  en  la  disposición  de  los  órganos  mismos  ó 
en  otras  causas  extrañas  á  ellos,  y  nos  hemos  planteado  el  siguiente  di- 
lema: una  de  dos,  ó  la  Naturaleza  no  es  tan  próvida,  como  se  dice  geno- 
ralmente,  ó  la  mayor  parte  de  las  enfermedades  de  los  órganos  sexuales 
de  la  mujer  no  reconocen  por  causas  las  naturales.  Si  pudiésemos  pro- 
bar el  segundo  término  de  la  disyuntiva,  dejaríamos  en  buen  lugar  á  la 
Naturaleza.  Analicemos: 

Es  verdad  que  las  dos  edades  críticas  de  la  mujer,  la  pubertad  y  la 
menopausia,  se  convierten  muchas  veces  en  causas  naturales  (no  ya 
ocasionales,  sino  predisponentes)  de  enfermedades  sexuales,  pero  el  ca- 
pítulo de  las  causas  no  naturales  es  inmenso;  restemos,  sin  embargo,  las 
faltas  de  higiene,  entre  las  cuales  podríamos  poner  los  vicios  en  el  modo 
de  vestir  de  nuesti^a  época  (á  los  cuales  Thomas,  el  ilustrado  ginecólogo 
neo-yorkino,  dedica  un  sobrio  y  contundente  párrafo),  el  trasnochar, 
el  baile,  la  equitación,  etc.;  restemos  también  las  enfermedades  de  orí- 
gen  constitucional  ó  de  oiigen  específico;  quitemos  todo  esto  del  capítu- 
lo de  las  causas  no  naturales.  Encontraremos  todavía  un  sin  fin  de  tras- 
tornos de  los  órganos  sexuales  femeninos,  cuya  causa  no  cabe  en  ninguna 
de  las  mencionadas,  y  que  tan  solo  son  atribuibles  á  otro  agente  que, 
digámoslo  ya  de  una  vez,  es  la  posición  de  la  mujer,  ó,  para  hablar  más 
científicamente,  la  influencia  de  la  gravedad  en  los  órganos  de  la  repro- 
ducción de  la  mujer. 

Ved  ahí  en  pocas  palabras  el  esquema  de  la  cadena  de  raciocinios  que 
recorrió  nuestra  mente,  al  querer  indagar  la  etiología  del  inmenso  catá- 
logo patológico  de  la  mujer;  siempre  nos  encontrábamos  con  que  figura- 
ba como  un  factor  importantísimo  la  actitud,  la  posición,  la  gravedad. 


710  DE  LA  GRAVEDAD  COMO  AGENTE  ETIOLÓGIGO, 

Muy  natural  era,  pues,  que  en  este  caso  tratásemos  de  buscar  fuente  de 
conocimiento  en  la  experiencia  de  los  autores  más  distinguidos;  empeño 
vano  siempre  que  nos  limitamos  á  obras  españolas  ó  francesas;  muchos 
fisiólogos,  notables  bajo  otros  conceptos,  se  han  olvidado  lamentable- 
mente de  estudiarla  influencia  de  la  gravedad  sobreelhombre  en  general. 
Ligeras  observaciones,  frases  de  vaga  aplicación,  noticias  superficiales: 
hé  aquí  todo  lo  que  se  encuentra  en  las  pocas  obras  que  tratan  de  este 
asunto  como  por  incidencia.  Hay  que  echar  mano  de  las  obras  inglesas 
y  algunas  norte-americanas,  principalmente  las  de  Ginecología,  que  tan 
por  encima  están,  bajo  el  punto  de  vista  de  la  sana  práctica  auxiliada 
por  la  recta  razón,  de  las  de  los  autores  del  resto  de  Europa.  Thomas('l), 
H.  Smith  (2),  y  sobre  todo  Avelling  (3),  han  sido  los  autores  que  principal- 
mente nos  han  guiado  al  escribir  este  trabajo,  que  no  tiene  otro  mérito 
que  el  de  reunir,  ni  otra  fuerza  que  la  de  aglutinación  para  dar  cuerpo 
á  miembros  que  estaban  dispersos.  Lo  bueno  que  hallará  tal  vez  el  lec- 
tor puede  atribuirlo  á  aquellos  autores  y  á  otros  (4),  que  iremos  citando 
al  desarrollar  el  tema  que  nos  hemos  propuesto;  tan  solo  de  lo  malo  que 
en  él  hubiere  nos  atrevemos  á  asumir  la  responsabilidad.  Y  dando  fin 
al  exordio,  entramos  en  materia. 

Es  indudable  que  la  gravedad  es  una  causa  natural  y  constante,  pero 
nosotros  modificamos  las  condiciones  de  los  cuerpos  sobre  que  obra  y 
por  lo  tanto  modificamos  su  influencia  y  efectos,  que  es  lo  que  aqui  nos 
importa;  en  una  palabra,  la  convertimos  en  causa  artifimal. 

Para  estudiar  la  influencia  de  la  gravedad  sobre  los  órganos  sexua- 
les de  la  mujer,  es  preciso  tener  en  cuenta  dos  hechos  anatómicos  que  á 
ellos  atañen:  su  movilidad  y  vascidaridad  extremadas.  No  necesita  prue- 
bas: basta  solo  enunciar  la  proposición  de  que  cuanto  más  vascular  es 
un  órgano  y  más  fácil  de  ser  dislocado,  caerá  más  de  lleno  bajo  la  influen- 
cia de  la  gravedad,  para  que  se  tome  como  un  axioma  en  Ginecología, 
si  se  consideran  las  condiciones  anatómicas  de  los  órganos  generadores 
de  la  mujer.  Estos  pueden  considerarse  flotando,  algún  tanto  sueltos,  en 
medio  de  una  cavidad  ósea  (la  pelvis),  y  rodeados  de  visceras  que,  cam- 
biando periódica  ó  intermitentemente  de  volumen  ó  de  forma  (el  estó- 
mago, los  intestinos,  el  recto,  la  vejiga,  el  diafragma),  los  empujan  al- 
ternativamente, ya  en  un  sentido,  ya  en  otro. 

Esto  en  cuanto  á  las  condiciones  de  movilidad. 

Tampoco  será  necesario  esforzarnos  mucho  para  probar  la  influencia 
de  la  posición  sobre  las  condiciones  de  vascularidad,  atendiendo  á  que 
el  corazón  se  contrae  más  ó  menos  veces,  según  la  actitud  qne  guarda  el 
individuo;  y  teniendo  también  en  cuenta  que,  cuanto  más  empujada  se 
siente  la  sangre  por  el  órgano  cardíaco,  menos  caerá  bajo  el  dominio  de 
la  gravitación. 


(i)     Distases  of  wonien. 
í2)    Practical  Gynecology, 

(3)  The  Posture  ín  Gynecic  Practice, 

(4)  Rigby,    Líéfranc,  Scanzoni,    GombauU,    Becquerél,  nuestro  Arce  y   Lu- 
que,  etc. 


HIGIÉNICO  Y  TERAPÉUTICO  EN  LA  MUJER.  711 

Todas  estas  consideraciones,  aplicadas  á  los  órganos  generadores  de 
la  mujer,  demuestran  que  no  puede  ser  indiferente  á  su  funcionalismo 
(y  quien  dice  á  su  funcionalismo  dice,  á  la  corta  ó  á  la  larga,  á  sus  con- 
diciones anatómicas)  la  posición  que  guarda  habitualmente  la  mujer,  ó 
sea  durante  un  tiempo  más  ó  menos  largo  todos  los  dias. 

Este  estudio  es  el  que  pensamos  hacer  en  el  presente  trabajo,  y,  apo- 
yándonos en  las  consideraciones  precedentes,  la  materia  se  nos  presenta 
deslindada  en  las  dos  partes  siguientes:  Ante  todo  debemos  ocuparnos 
del  niodo  de  obrar  de  cada  una  de  las  diferentes  actitudes  sobre  los  órganos 
femeninos  de  reproducción.  Luego  incumbe  tratar  uno  por  uno  de  los 
trastornos  ocasionados  por  la  posición  ó  la  actitud. 


A.  Influencia  de  la  gravedad  en  las  diferentes  actitudes. 

a.    De  la  bipedestacion . 

El  conocimiento  de  las  varias  posiciones  de  la  pelvis,  durante  la  bi- 
pedestacion, es  de  una  gran  importancia  para  nuestro  objeto.  La  pelvis 
es  susceptible  de  un  considerable  número  de  movimientos,  pero  los  que 
más  nos  interesan  son  sus  oscilaciones  án tero- posteriores,  que  en  la  po- 
sición erecta  tienen  lugar  sobre  un  eje  que  pasa  por  las  dos  cavidades 
cotiloideas,  que  están  sostenidas  por  las  cabezas  de  los  dos  fémures, 
mientras  que  en  la  actitud  sésil  el  eje  del  movimiento  pasa  por  las  dos 
tuberosidades  isquiáticas,  que  constituyen  entonces  el  punto  fijo.  Se 
comprende,  pues,  que,  moviendo  el  tronco  hacia  delante  ó  hacia  atr.is, 
el  plano  del  estrecho  superior  de  la  pelvis  puede  tomar  diversos  grados 
de  inclinación  sobre  el  horizonte,  alterando  el  ángulo  normal,  que  es 
de  54°  á  60°;  puédese,  doblando  ó  extendiendo  la  espina  dorsal,  llegar  á 
colocar  dicho  estrecho  en  un  plano  perpendicular  al  horizonte  ó  paralelo 
al  mismo. 

Ahora  bien,  la  salud  de  la  mujer  depende  en  gran  parte  de  que  la  pel- 
vis guarde  su  inclinación  normal  de  .50'  á  60°.  í]n  efecto,  cuando  esto 
tiene  lugar,  el  eje  vertical  de  la  cavidad  del  abdomen  cae  sobre  el  pubis, 
esto  es,  sobre  el  borde  anterior  del  estrecho  superior;  pero  dóblese  el 
cuerpo  hacia  delante,  y,  á  medida  que  se  encorva  la  columna  vertebral,  se 
verá  elevarse  el  pubis,  el  plano  del  estrecho  superior  sufre  un  movimien- 
to de  báscula  y  toma  una  posición  aproximada  á  la  horizontal  y  por  con- 
secuencia, el  eje  del  abdomen,  que  antes  caia  sobre  el  pubis,  se  pone  en 
linea  recta  con  el  eje  de  la  pelvis,  y  cae  sobre  el  centro  de  la  cavidad 
pelviana. 

En  el  primer  caso,  cuando  el  ángulo  es  normal,  el  peso  del  contenido 
abdominal  descansa  sobre  el  pubis,  su  natural  sosten;  pero,  ¿y  en  el  se- 
gundo caso?  Entonces  el  peso  sigue,  como  siempre,  la  dirección  del  eje 
vertical;  pero  este  eje  vertical  cae  entonces  sobre  el  centro  de  la  pel- 
vis, de  modo  que  el  contenido  abdominal  pesa  sobre  el  contenido  pel- 
viano, lo  comprime  y  embaraza  sus  funciones  y  es  causa  quizá  de  ma- 
yores trastornos  á  la  larga,  los  cuales  aumentan  en  importancia  por  la 
sucusion  que  se  produce  en  la  marcha,  salto,  baile,  equitación,  etc. 


71^  DE  LA  GRAVEDAD  COMO  AGENTE  ETIOLÓGICO, 

Queda,  pues,  establecido,  que  toda  desviación  hacia  la  línea  horizontal 
del  plano  del  estrecho  superior  de  la  pelvis  es  peligrosa. 

Los  efectos  de  la  gravitación  en  la  hipcdestacion  son  muy  distintos 
según  que  la  mujer  esté  en  inacción  ó  en  ejercicio.  Guando  los  músculos 
no  trabajan,  la  circulación  languidece  y  la  sangro  gravita  en  las  partes 
bajas  del  cuerpo,  en  donde  se  estanca  más  ó  menos  pasajeramente;  de 
ahí  plenitud  de  los  vasos,  hiperemia  hipostática,  que  en  la  mujer  se 
acentúa  más  en  los  órganos  reproductores,  y  si  el  orgasmo  menstrual 
coincide  con  esto,  naturalmente  el  trastorno  de  circulación   será  más 

notable. 

Gomo  consecuencia  práctica,  por  lo  tanto,  del  estudio  precedente, 
puede  formularse  un  precepto  profiláctico-higiénico  como  sigue: 

Regla  general:  Toda  mujer,  que  quiera  conservar  la  salud,  debe  cuidar 
de  que  su  pelvis  guarde  la  inclinación  normal  durante  la  bipedestacion, 
y  de  no  permanecer  mucho  tiempo  en  esta  actitud  sin  hacer  ejercicio 
(marcha,  danza,  carrera,  ejercicios  gimnásticos  de  cualquier  especie). 
Los  pies  y  las  piernas  se  han  hecho  para  moverse;  la  bipedestacion  no  ha 
sido  nunca  una  posición  de  descanso. 

b.-De  la  actitud  sésil. 

No  hay  duda  de  que  la  posición  sentada  es  una  actitud  saludable  y 
natural,  como  lo  indican  la  conformación  de  la  pelvis  y  el  grosor  y  la 
redondez  de  las  tuberosidades  isquiáticas;  con  todo,  existe  un  modo  peli- 
groso de  sentarse  las  mujeres. 

En  la  actitud  sésil,  como  en  la  bípeda,  es  necesario  que  la  pelvis 
guarde  su  inclinación  normal,  y  además  que  el  cuerpo  no  permanezca 
completamente  inactivo. 

El  apoyarse  contra  el  respaldo  de  la  silla  da  por  resultado  la  incurva- 
cion  de  la  columna  vertebral  y  una  aproximación  del  plano  del  estrecho 
superior  á  la  línea  horizontal,  resultando  lo  que  antes  hemos  manifestado 
(gravitación  de  las  visceras  abdominales  sobre  las  pelvianas,  etc.) 

Hay  más:  los  músculos  de  las  paredes  abdominales,  que,  según  expre- 
sión de  Aveling,  están  en  la  misma  relación  con  la  columna  vertebral 
que  la  cuerda  con  el  arco,  que  tienen  por  objeto  mantener  erecta  la 
espina  dorsal,  al  apoyarse  ésta  contra  el  respaldo  de  la  silla,  quedan 
aquellos  relajados,  y,  por  consiguiente,  queda  nula  la  acción  contentiva 
que  ejercen  sobre  la  masa  visceral,  la  cual  es  abandonada  entonces 
completamente  á  la  gravitación,  y  cuyo  peso  muerto  produce  la  dislo- 
cación de  las  visceras  pelvianas,  la  distensión  de  las  paredes  abdomi- 
nales y  la  deformidad  denominada  venter  proptmdus. 

Nuestras  abuelas,  que  tan  ridiculizadas  han  sido  por  sentarse  tan  tie- 
sas en  las  sillas  y  porque  desdeñaban  apoyarse  en  el  respaldo  y  recos- 
tarse en  muelles  asientos,  estaban  más  en  lo  razonable  que  nuestras 
mujeres. 

La  actitud  sentada,  por  lo  tanto,  no  se  tomará  tampoco  como  una 
actitud  de  descanso,  siendo  necesarios  los  esfuerzos  musculares  para 
evitar  la  gravitación  sanguínea  y  el  retardo  de  la  circulación.  Decidida- 
mente es  una  mala  costumbre  la  de  dormir  en  una  silla.  No  llegaré,  sin 
embargo,  á  la  exageración  de  llamar  á  la  silla,  como  hace  un  autor,  la 


HIGIÉNICO  Y  TERAPÉUTICO  EN  LA  MUJER.  713 

máquina  más  perfecta  que  se  ha  inventado  para  torturar  á  los  hombres, 
y  sobre  todo  á  las  mujeres;  ni  sostener,  con  Lady  Montagne,  en  su  Viaje 
al  Oriente,  que  el  mejor  modo  de  sentarse  es  á  la  turca;  pero  es  indudable 
que,  en  un  diván  de  poca  altura,  la  actitud  sésil  cumple  mejorías  condi- 
ciones que  antes  hemos  apuntado;  en  un  diván  las  piernas  quedan  sos- 
tenidas por  el  ancho  del  asiento;  es  mucho  más  fácil  el  cambio  de  posi- 
ción, cuando  fatiga  la  actitud  sentada,  el  reclinarse  y  sino  echarse. 

La  posición  reclinada,  que  no  es  más  que  la  sentada,  que  se  acerca 
algo  á  la  horizontal,  no  merece  capítulo  aparte.  Más  perniciosa  que  la 
sentada  porque  exagera  las  inconvenientes  posiciones  del  apoyarse  en 
el  respaldo  de  la  .silla,  la  actitud  reclinada  puede  sólo  admitirse  como 
actitud  temporaria,  debiendo  ser  rechazada  la  fascinadora  actitud  que 
muchas  de  nuestras  mujeres,  de  lo  llamado  high  Ufe,  adoptan  en  el  salón 
y  en  el  coche,  en  el  palco  y  en  el  houdoir. 

c  — Decúbito  horizontal. 

Son  dignas  de  men  ;ionarse  las  causas  naturales  que  nos  hacen  adop- 
tar varias  aptitudes  en  una  sucesión  regular,  desde  la  erecta  á  la  sen- 
tada, de  ésla  á  la  reclinada  y  horizontal.  En  la  posición  erecta,  las  pier- 
nas son  las  primeras  en  sentir  la  incomodidad;  para  remediarla  recurri- 
mos entonces  á  la  actitud  sésil.  En  esta  actitud  el  peso  de  los  brazos 
es  al  poco  tiempo  causa  de  otra  incomodidad,  pues  molestan  sobre  el 
pecho  y  sobre  el  vientre;  búscase  una  mesa,  ó  el  respaldo  ó  los  brazos  de 
la  silla  para  reclinarse,  pero  no  tardan  los  codos  en  quejarse  de  su  carga 
insoportable,  y  tenemos  entonces  que  recurrir,  por  último,  á  la  posición 
horizontal. 

Aun  en  esta  posición,  la  gravitación  hace  de  la  suyas,  ciertamente 
que  en  menor  escala:  díganlo  sino  las  hiperemias  hipostáticas  de  los  pul- 
mones en  los  enfermos  largo  tiempo  postrados  en  cama. 

Por  lo  demás,  esta  posición  horizontal  es  de  gran  utilidad  para  res- 
tablecer el  equilibrio  de  la  circulación,  que  se  hubiese  podido  alterar 
durante  el  dia  por  la  posición  erecta:  las  venas  dilatadas  de  las  piernas 
y  de  la cavidal  pelviana  recobran  su  calibre  normal  y  su  circulación  se 
regulariza  durante  la  noche  por  la  posición  horizontal. 

Precisa,  sin  embargo,  estudiar  cada  una  de  las  posiciones  secunda- 
rias que  pueden  guardarse  dentro  del  decúbito  horizontal.  De  todas  ellas 
la  supinación  es  la  peor:  además  de  los  inconvenientes  de  dejar  la  boca 
abierta,  la  lengua  seca,  de  producir  ensueños  penosos,  etc.,  de  que  no 
nos  incumbe  tratar  aquí,  la  pelvis  guarda  una  posición  en  que  no  se 
libra  del  todo  de  la  gravitación  de  las  visceras  abdominales  y  de  la  veji- 
ga, que  se  llena  de  orina  durante  el  largo  espacio  de  la  noche.  Por  el 
contrario,  en  el  decúbito  lateral  ó  en  la  pronacion,  las  visceras  pélvicas 
tienen  una  tendencia  á  salirse  de  la  pelvis,  precisamente  lo  contrario  de 
lo  que  sucede  durante  el  dia,  y  por  lo  tanto  conveniente  para  el  restable- 
cimiento del  equilibrio. 

Pero  hay  algo  más  á  que  atender.  La  cama  no  debe  ser  blanda:  las 
caderas  de  la  mujer,  que,  siendo  una  de  las  partes  más  voluminosas  de 
su  cuerpo,  pesan  también  considerablemente,  se  hunden  en  los  colchones 
muelles,  y  entonces  el  cuerpo  está  en  una  posición  más  ó  menos  incli- 


714  DE  LA  GRAVEDAD  COMO  AGENTE  ETIOLÓGIGO, 

nada  como  durante  el  dia;  ya  hemos  visto  que  no  es  esto  lo  más  conve- 
niente. Si  el  colchón  es  duro  y  el  lecho  es  llano,  la  pelvis,  por  la  misma 
razón  de  que  es  la  parte  más  voluminosa,  se  mantiene  también  más  alta; 
en  cuyo  caso  la  sangre,  siguiendo  siempre  la  acción  de  la  gravedad, 
tiende  á  salirse  de  la  pelvis  y  por  lo  tanto  cumple  con  las  condiciones 
prestablecidas. 

En  resumen:  en  el  decúbito  horizontal,  la  mejor  posición  es  de  lado, 
y  así  parece  indicarlo  la  naturaleza  con  las  anchas  y  redondeadas  super- 
ficies de  los  trocánteres;  sin  embargo,  lo  mejor  es  no  guardar  posición 
alguna  durante  un  tiempo  demasiado  largo;  para  evitar  esto  y  para  evi- 
tar que  las  caderas  se  hundan  en  la  cama,  se  hará  uso  de  una  cama  plana 
y  no  muy  blanda.  Con  esto  terminamos  la  primera  parte  ó  estudio  de  las 
principales  actitudes  y  podemos  pasar  á  la  segunda. 

B. — ^TRASTORNOS  OCASIONADOS    POR  LAS   ACTITUDES. 

Hemos  demostrado,  al  empezar  nuestra  tarea,  y  aquí  hemos  de  dar 
por  sentado,  que  la  posición  no  tiene  acción  sobre  los  órganos,  sino  en 
tanto  que  son  movibles  y  en  tanto  que  gozan  de  gran  vascularidad. 

A  estas  dos  condiciones  se  refieren,  pues,  los  trastornos  que  la  acti- 
tud puede  ocasionar:  trastornos  de  posición  de  los  órganos  (dislocación) 
y  trastornos  de  la  circulación. 

Estos  trastornos  no  siempre  se  presentan  separados  en  la  práctica, 
sino  que  acostumbran  las  dislocaciones  á  acompañar  á  los  trastornos  de 
vascularización.  Ya  Becquerel  habia  echado  de  ver  que  las  desviaciones 
uterinas  se  presentan  en  una  proporción  extraordinariamente  mayor,  de 
los  15  á  los  40  años,  es  decir,  en  el  período  en  que  los  órganos  sexuales 
de  la  mujer  gozan  de  mayor  vitalidad,  en  que  su  vascularidad  está  en 
ejercicio.  No  obstante,  para  facilitar  el  estudio,  no  hay  inconveniente  en 
presentarlos  separados  en  dos  artículos. 


ARTICULO  PRIMERO. 
Dislocaciones  de  los  órganos  pelvianos  producidas  por  la  posición. 

Las  causas  generales,  que  Thomas  señala  para  la  dislocación  de  \\ 
matriz,  son  las  mismas  que  las  relativas  á  todas  las  demás  visceras  intia- 
pelvianas.  Bajo  este  concepto  las  estudiamos  en  el  orden  siguiente: 

!.•  Toda  influencia  que  aumente  el  peso  del  órgano.  (Este  grupo 
viene  en  apoyo  de  lo  que  antes  hemos  dicho  sobre  la  influencia  de  la 
vascularidad  que,  aumentando  el  peso  de  los  órganos,  es  causa  de 
ectopías.) 

2.*  Toda  influencia  que  debilite  sus  medios  de  fijeza.  (El  estudio  de 
esta  causa  general  no  nos  incumbe  en  el  presente  trabajo.) 

íí.*  Toda  influencia  que  disloque  el  órgano  mediante  una  fuerza  de 
atracción  ejercida  sobre  el  mismo.  (Tampoco  es  de  nuestra  incumbencia.) 

4.*  Toda  influencia  que  obligue  al  órgano  á  abandonar  su  posición. 
(Esta  cae  de  lleno  bajo  nuestro  punto  de  vista.) 

En  efecto,  por  la  posición  ó  actitud  se  obliga  á  estos  órganos  flotantes 


HIGIÉNICO  Y  TERAPÉUTICO  EN  LA  MUJER.  7i5 

{visceras  abdominales  y  pelvianas)  á  abandonar  su  posición,  se  las  puede 
dislocar  temporariamente;  no  hay,  pues,  duda  de  que  la  acción  conti- 
nuada de  esta  causa  puede  dar  por  resultado  la  ectopia  definitiva  de 
todos  y  cada  uno  de  los  órganos  contenidos  en  la  pelvis,  empezando  por 
la  vulva  y  vagina,  la  uretra  y  la  vejiga  y  los  uréteres,  hasta  el  útero  y 
ovarios  y  trompas  y  recto. 

Lo  que  á  nosotros  verdaderamente  interesa  son  las  dislocaciones  de 
la  matriz  y  de  los  ovarios;  el  estudio  de  lo  demás  nos  extralimitada  ex- 
cesivamente. 

a.— Dislocaciones  del  útero. 

La  gran  movilidad  de  esta  entraña  la  hace  extremadamente  apta  para 
ser  dislocada;  está  tan  ligeramente  atada  en  el  interior  de  la  cavidad 
pelviana,  que  puede  decirse  con  Smith,  el  célebre  ginecólogo  londinense: 
que  durante  la  vida  de  la  mujer  jamás  está  completamente  en  reposo. 
La  alternativa  de  plenitud  y  vacuidad  del  recto  y  vejiga,  el  incesante 
subir  y  bajar  del  diafragma,  no  la  dejan  punto  de  reposo.  Y  este  movi- 
miento continuo  le  es  tan  natural,  que  le  es  necesario;  recuérdese  sino 
la  extructura  de  sus  venas  sin  válvulas  y  se  verá  la  importancia  de  estos 
perpetuos  movimientos  para  facilitar  la  circulación  en  esta  viscera. 

Por  esto  sucede  que  las  dislocaciones  ligeras  y  las  dislocaciones 
momentáneas  ó  temporarias  no  pueden  considerarse  como  anormales  en 
el  útero;  tan  sólo  cuando  sean  exageradas  ó  permanentes  deberán  consi- 
derarse como  causas  de  trastornos  funcionales. 

Prolapso. — En  la  posición  erecta,  á  cada  paso  que  dá  la  mujer,  y  casi 
al  menor  esfuerzo,  desciende  algún  tanto  el  útero  y  se  produce  un  ligero 
prolapso;  pero  cuando  el  útero,  no  grávido,  está  sano,  esto  es,  no  sufre 
trastorno  alguno  de  circulación,  que  aumente  su  peso  específico  y  su 
peso  absoluto,  normalmente  muy  escaso,  ese  descenso  ó  prolapso  se 
efectúa  en  un  grado  tan  remiso,  que  no  produce  trastorno  alguno. 

Pero  cuando  el  útero  está  aumentado  de  volumen  ó  de  peso,  á  con- 
secuencia de  hipertrofia,  preñez,  sub  involución  (ó  sea  regresión  incom- 
pleta después  del  parto),  tumores,  pólipos,  etc.,  entonces  es  sumamente 
fácil  el  prolapso;  con  todo,  la  causa  más  frecuente  de  esta  dislocación 
uterina  es  el  levantarse  demasiado  pronto  después  del  parto:  la  posición 
erecta  cuando  el  útero  no  se  ha  normalizado  aun.  En  este  caso,  no  sólo 
el  útero  pesa  más  de  lo  regular  (primer  grupo  de  los  casos  de  disloca- 
ción de  Thomas),  sino  que  los  ligamentos  y  tejidos,  que  sostienen  la  ma- 
triz, están  sumamente  relajados  por  efecto  de  la  parturición  (segundo 
grupo  de  causas  de  Thomas).  La  posición  reclinada  es  también  causa  de 
esta  clase  de  dislocaciones  de  mayor  ó  menor  grado,  cuando  el  útero  no 
tiene  sus  condiciones  normales  de  peso  y  volumen,  así  como  cuando  la 
pelvis  no  tiene  su  inclinación  normal;  en  la  posición  erecta  las  vis- 
ceras abdominales  pesan,  como  hemos  visto,  sobre  el  útero,  y  lo  em- 
pujan hacia  abajo. 

Si  bien  no  todos  los  casos  de  prolapso  son  producidos  por  las  causas 
apuntadas,  sin  embargo,  por  el  mecanismo  de  su  producción,  todos  pue- 
den considerarse  como  la  consecuencia  de  la  posición  erecta,  ó  de  la 


716  DE  LA  GRAVEDAD  COMO  AGENTE  ETIOLÓGICO, 

inclinación  viciosa  de  la  pelvis  (estrecho  superior  en  un  plano  hori-. 
zontal). 

El  tratamiento,  pues,  habrá  de  consistir  en  rectificar  las  malas  posi- 
ciones pelvianas  y  en  evitar  la  presión  exajerada  de  los  vestidos.  Las 
malas  posiciones  pelvianas  se  corregirán  con  aparatos  mecánicos,  que 
impriman  á  la  columna  vertebral  las  curvas  normales,  ó  bien  por  me- 
dios indirectos:  ejercicios  gimnásticos,  excitar  el  desarrollo  de  los  mús- 
culos dorsales  que  enderezarán  la  columna  vertebral;  esto  podrá  lograr- 
se, según  Avelling,  por  medio  de  una  faja  ancha  en  el  pecho  y  con  un 
peso  en  la  parte  anterior  de  ella;  entonces  el  cuerpo,  luchando  por  man- 
tenerse erecto,  tiene  en  ejercicio  continuo  los  músculos  sacro-lumbares 
y  dorsal  largo  que,  trabajando  más,  se  desarrollan  más,  y  una  vez  se 
quita  el  peso  enderezan  la  columna  vertebral  por  su  propia  tonicidad. 

En  cuanto  á  la  posición  que  deberá  adoptarse  para  reducir  el  pro- 
lapso uterino,  hay  que  aconsejar  el  decúbito  horizontal  con  la  pelvis  le- 
vantada; á  esta  posición  se  debe  sin  duda  el  éxito  de  muchas  operacio- 
nes practicadas  para  reducir  el  útero,  pues  se  manda  á  los  enfermos 
que  le  guarden  durante  la  curación  de  la  herida.  En  los  casos  acentua- 
dos y  de  larga  fecha,  no  debe  esperarse  gran  alivio;  sin  embargo,  Gom- 
bault  (4)  dice,  que  es  .necesario  prescribir  esta  posición  sostenida  tanto 
como  sea  posible.  Deben  las  pacientes  evitar  las  posiciones  erectas  y  sen- 
tadas mantenidas  por  un  espacio  de  tiempo  demasiado  largo;  pueden  pa- 
sear, pero  con  la  ayuda  de  un  sosten  artificial  (pesarlo),  y  cuando  no 
hacen  ejercicio  es  preciso  que  se  echen  en  cama  todo  el  tiempo  posible 
con  la  pelvis  alta. 

Lisfranc  aconsejaba  á  sus  enfermas  el  decúbito  supino  en  una  silla 
larga;  pero  como  no  se  cuidaba  de  mandarles  hacer  algún  ejercicio,  so- 
brevino al  cabo  de  algún  tiempo  un  agotamiento  de  fuerzas,  que  le  hizo 
renunciar  en  sus  últimos  años  de  práctica  á  esta  medida  de  la  posición, 
tan  racional  y  tan  útil  debidamente  empleada. 

Anteversion  y  aníeflexion,  — Pueden  sin  inconveniente  estudiarse 
juntas  bajo  el  punto  de  vista  del  modo  cómo  han  sido  influidas  por  la 
posición,  pues  está  misma  es  capaz  de  producir,  por  un  mecanismo  aná- 
logo, anteversion  ó  anteflexion,  según  los  casos. 

La  inclinación  normal  del  útero  hacia  la  parte  anterior  puede  exage- 
rarse á  consecuencia  de  la  permanencia  prolongada  en  la  posición  erec- 
ta ó  inclinada  hacia  delante,  y  esta  tendencia  se  aumentará  naturalmen- 
te en  los  casos  en  que  el  útero  esté  aumentado  de  volumen,  por  embara- 
zo, tumores  en  la  parte  anterior  del  mismo,  etc.  El  carácter  de  la  des- 
viación (flexión  ó  versión)  será  determinado  por  la  consistencia  del 
tejido  uterino. 

Por  causas  indirectas  puede  también  producirse  la  desviación  del 
útero  hacia  su  plano  anterior:  la  misma  inclinación  pelviana  defectuo- 
sa, que  hemos  señalado  como  causa  del  prolapso,  y  las  presiones  por  tu- 
mores ováricos  ó  abdominales  obrarán  indirectamente  sobre  el  órgano 
produciendo  su  inclinación. 

El  tratamiento  natural,  por  lo  que  hace  á  la  postura,  en  esta  clase 


(1)    Dictionnaire  des  Sciences  medicales,  p¡í\BLbViX  Decubitus. 


HIGIÉNICO  Y  TERAPÉUTICO  EN  LA  MUJErt.  7i7 

de  desviaciones,  ha  de  ser  evidentemente  el  decúbito  supino.  La  simple 
reclinación  del  cuerpo,  ó  posición  reclinada,  suele  ser  de  poca  utilidad. 
Puédese  además  aconsejar  que  se  retenga  la  orina  tanto  como  sea  posi- 
ble, para  que  manteniéndose  llena  la  vejiga  ayude  al  efecto  de  reposi- 
ción del  útero. 

Retroversion  y  retroflexion. — Suelen  ser  la  consecuencia  del  aumento 
de  peso  del  útero  ó  de  tumores  en  su  parte  posterior.  Si  existe  tendencia 
á  la  desviación  uterina  por  relajación  de  sus  ligamentos  y  medios  natu- 
rales de  unión,  esta  desviación  tendrá  lugar  hacia  atrás,  si  la  mujer  tie- 
ne hábito  de  guardar  la  posición  reclinada  del  decúbito  supino. 

Entre  las  causas  indirectas  de  retroversion  debe  considerarse,  como 
una  de  las  más  comunes,  la  distensión  de  la  vejiga  por  retención  de  ori- 
na. Las  mismas  causas,  que  hemos  apuntado  al  tratar  del  prolapso  ó 
caida  del  útero,  también  podrían  tener  aquí  cabida.  ¿Cómo  no,  si  el  úte- 
ro en  los  prolapsos  pronunciados,  siguiendo  el  eje  de  la  pelvis  menor, 
debe  encontrarse  en  completa  retroversion? 

El  tratamiento  racional  de  la  retroversion  y  retroflexion  es  el  decú- 
bito horizontal  en  la  posición  prona.  La  posición  postrada,  si  pudiese 
sostenerse  mucho,  seria  de  gran  utilidad.  Lisfranc  refiere  la  anécdota 
curiosa  de  una  señora  que,  sufriendo  de  una  retroversion  uterina  y  ha- 
ciéndola objeto  de  sus  plegarias,  notó  que  tan  pronto  como  se  ponia  en 
actitud  postrada  ó  arrodillada  menguaba  notablemente  la  molestia  y  que 
por  la  constancia  en  sus  oraciones  en  dicha  actitud  logró  el  alivio  com- 
pleto de  su  dolencia. 

Débese  atender  también  preferentemente  al  estado  de  la  vejiga,  no 
permitiendo  que  se  deposite  la  orina  en  gran  cantidad,  y  ha  de  li- 
brarse al  abdomen  de  toda  posición  inconveniente.  El  peso  de  los  vesti- 
dos puede  ser  soportado  por  los  hombros  mediante  tirantes  á  propósito. 

Inclinación  á  los  lados. — Cuando  existe  ya  alguna  inclinación  lateral 
de  la  matriz,  sea  congénita,  sea  adquirida,  hay  también  una  tendencia  á 
inclinarse  más  todavía,  mayormente  cuando  es  efecto  de  tumores,  fibroi- 
des,  estados  hiperémicos,  ó  bien  consecuencia  de  la  relajación  de  uno 
de  los  ligamentos  redondos,  del  hábito  de  dormir  siempre  del  mismo  la- 
do, ó  resultado  de  caidas  violentas  sobre  un  costado,  por  la  claudicación 
de  un  miembro  en  la  coxalgia,  etc. 

Las  desviaciones  á  los  lados  no  van  acompañadas  de  tantos  síntomas 
como  las  desviaciones  realizadas  en  el  plano  ántero-posterior. 

Es  muy  común  una  ligera  inclinación  lateral  derecha,  cuya  causa  no 
se  ha  podido  encontrar  todavía,  pues  á  los  que  aseguran  que  es  debido  á 
la  costumbre  de  dormir  del  lado  derecho,  se  les  puede  decir  que  se  ha 
comprobado  esta  inclinación  en  muchas  mujeres  que  tenian  la  costum- 
bre de  yacer  del  otro  lado;  esto  es,  sin  embargo,  una  excepción.  La  pos- 
tura alivia  en  gran  parte  las  molestias  causadas  por  las  desviaciones  la- 
terales y  es  lógico  y  natural  que  la  enferma  descanse  del  lado  opuesto  á 
la  inclinación  uterina. 


718  DE  LA  GRAVEDAD  COMO  AGENTE  ETIoLÓGICO. 


b.— Dislocación  de  los  ovarios. 

Estos  movibles  órganos  que,  según  la  feliz  expresión  de  un  anatómi- 
co, pueden  considerarse  como  flotando  al  áncora  déla  cavidad  abdomi- 
nal, son  sumamente  aptos  para  ser  dislocados,  obedeciendo  á  las  fuerzas 
varias  que  sobre  ellos  pueden  obrar  y  obran  de  hecho.  Aun  en  estado 
normal,  á  causa  de  sus  peculiares  condiciones,  están  condenados  á  su- 
frir considerables  variaciones  de  extructura  y  de  peso  y  volumen;  están 
tan  pronto  anémicos  y  de  escasa  magnitud;  tan  pronto  hiperemiados  y 
de  un  tamaño  bastante  mayor.  En  este  último  estado,  por  razón  de  su 
peso,  están  más  expuestos  á  ser  afectados  por  la  gravitación. 

Prolapso  de  los  ovarios, — Es  su  forma  más  frecuente  de  dislocación,  y 
asi  es  lo  racional,  ya  que  todo  aumento  de  pefeo  de  estos  órganos,  favore- 
cido ó  no  por  una  viciosa  inclinación  de  la  pelvis  y  por  la  relajación  de 
sus  vínculos  naturales  (ligamentos  del  ovario  y  ligamentos  anchos),  ha 
dado  por  resultado  la  tendencia  del  órgano  hacia  el  fondo  pélvico.  Hé 
aquí  lo  que  se  llama  precisamente  prolapso. 

Rigby  describe  el  tratamiento  del  prolapso  ovárico  por  la  posición 
como  sigue:  «La  posición  prona  constituye  no  solo  un  valioso  recurso 
para  aliviar  el  prolapso  del  ovario,  sino  también  un  activo  medio  para 
restablecer  gradualmente  al  órgano  en  su  posición  natural.  La  posición 
sobre  los  codos  y  rodillas  (kuee-elbow  position),  mantenida  uno  ó  dos  mi- 
nutos antes  de  tomar  la  posición  prona,  es  frecuentemente  un  buen  me- 
dio, y  la  enferma  tiene  inmediatamente  conciencia  de  que  el  ovario  se 
ha  movido  por  el  súbito  alivio  que  experimenta  en  este  caso». 

Pasaré  por  alto  la  ascensión  del  ovario,  por  ser  infrecuente,  y  la  her- 
nia, por  no  ser  en  muchos  casos  otra  cosa  que  un  prolapso  exagerado. 

ARTICULO  IL 
Trastornos  circulatorios  ocasionados  por  la  posición. 

Al  principio  de  este  trabajo  hemos  apuntado  la  amplitud  del  riego 
vascular  de  los  órganos  pélvicos  femeninos,  lo  cual  nos  hizo  deducir 
cuan  abonado  habia  de  ser  el  terreno  para  cambios  morbosos  en  la  cir- 
culación producidos  por  las  influencias  de  las  actitudes. 

En  la  enumeración  de  estos  trastornos  el  orden  será  lo  de  menos. 
Varias  hemorragias,  hematoma,  trombosis,  hipersecreciones,  estados 
catarrales  crónicos,  edemas,  hipertrofias,  hiperplasias,  ulceraciones,  hi- 
perestesias, todo  esto,  y  más  aun,  puede  ser  consecuencia  de  una  actitud 
ó  de  una  posición  viciosa. 

a.— De  la  vagina. 

La  extremada  vascularidad  de  este  órgano  es  causa  de  frecuentes 
disturbios  hiperémicos,  y  los  numerosos  plexos  venosos,  que  la  rodean, 
están  más  particularmente  abocados  á  afectarse  por  la  influencia  de  la 
postura.  Guando  las  venas  se  obstruyen. por  presiones  ejercidas  por  el 


HIGIÉNICO  Y  TERAPÉUTICO  EN  LA  MUJER.  719 

Útero  grávido  ú  otras  causas  mecánicas,  las  paredes  de  la  vagina  toman 
un  color  purpúreo  y  están  sembradas  de  manchas  oscuras  de  sangre  ex- 
travasada (equimosis).  Es  preciso  tener  presente  que,  como  las  venas  y 
las  arterias  corren  unas  al  lado  de  otras,  la  misma  obstrucción  mecá- 
nica, que  retarda  la  circulación  venosa,  debe  también  impedir  la  arterial, 
y  como  consecuencia  debe  existir  una  hiperemia  semejante  á  la /«pocar- 
diacay  ó  por  disminución  de  la  fuerza  del  corazón.  Guanta  menor  sea  la 
fuerza  de  la  sangre  afluente,  menor  será  á  proporción  la  fuerza  de  la 
circulación  de  retorno  y  de  ahí  los  trastornos  que  voy  á  estudiar.    . 

(a) — Varices.— Un  estado  hiperémico  prolongado  de  la  venas  vagi- 
nales conducirá  naturalmente  á  la  pérdida  del  resorte,  á  su  dilatación,  y, 
si  ésta  es  acentuada,  pueden  verse  y  tocarse  proyectándose  en  relieves  por 
la  superficie  mucosa.  Este  estado  anormal  y  peligroso  de  los  vasos  vagi- 
nales es  generalmente  debido  á  la  permanencia  ó  posición  erecta  du- 
rante el  embarazo,  pero  puede  tener  también  un  origen  hipostático. 

El  tratamiento  por  la  postura  será  no  permanecer  mucho  tiempo  de 
pié  ni  sentarse  en  una  silla  en  posición  erecta,  pasearse  con  intervalos 
apropiados,  y  durante  el  reposo  guardar  la  posición  horizontal. 

(b.) — Hemorragias. — La  formación  de  varices  en  el  conducto  vaginal, 
al  mismo  tiempo  que  constituye  un  obstáculo  mecánico  para  la  marcha 
del  parto,  es  causa  de  temibles  peligros  por  las  hemorragias  violentas 
que  pueden  ocurrir.  No  son  raras  las  hemorragias  graves,  y  hasta  fatales^ 
por  roturas  de  varices  vaginales.  Cuando  esto  ocurre,  el  tratamiento  por 
la  posición  adecuada  es  un  gran  recurso.  Levántense  las  nalgas,  déjense 
bajos  los  hombros  y  parte  superior  del  cuerpo  y  se  verá  disminuir  inme- 
diatamente el  flujo,  y  sólo  entonces  se  podrá  esperar  buen  éxito  de  los 
demás  hemostáticos. 

(c.) — Hemaioma, — Puede  ser  submucoso  ó  pelviano.  Se  han  obser- 
vado algunas  veces  tumores  sanguíneos  en  las  paredes  de  la  vagina  debi- 
dos á  roturas  de  las  venas  dilatadas;  esto  puede  ocurrir  en  el  parto, 
durante  el  descenso  de  la  cabeza  del  feto,  ó  por  cualquier  otra  causa 
que  aumente  de  pronto  la  presión  lateral  sobre  las  paredes  de  los  vasos. 
Si  se  nota  en  el  momento  de  su  formación,  la  posición  indicada  será 
naturalmente  la  de  las  hemorragias  pelvianas:  levantar  la  pelvis;  pero 
una  vez  fraguado  el  hematoma,  sobre  todo  si  es  pelviano,  será  tal  vez 
conveniente  dar  cierta  oblicuidad  al  tronco  para  tratar  de  dirigir  el  con- 
tenido del  hematoma  y  su  probable  supuración  á  un  sitio  de  fácil  ac- 
ceso, ya  que  son  bien  conocidos  la  tendencia  y  caminos  que  sigue  el  pus 
para  abrirse  por  el  lado  más  declive  y  menos  resistente. 

(d.) — Uiper secreción. — La  leucorrea  vaginal  es  uno  de  los  desórdenes 
más  comunes  y  pertinaces  á  que  están  expuestas  las  mujeres.  Puede  ser 
sin  duda  originada  por  muy  distintas  causas,  pero  la  posición  tiene 
ciertamente  una  importante  influencia  en  su  producción.  La  prolongada 
bipedestacion,  la  actitud  sentada  ó  la  reclinación  dorsal  son  causas  fre- 
cuentes de  esta  afección,  y  durante  el  embarazo  se  presenta  también  á 
menudo,  como  consecuencia  de  los  éxtasis  venosos  de  la  pelvis  produci- 
dos por  la  presión  uterina. 

La  posición  tiene  el  mismo  poder  para  ataccir  la  leucorrea  vaginal 
que  para  ocasionarla.  Los  moderados  ejercicios  de  paseo  no  deben  pro- 


720  DE  LA  GRAVEDAD  COMO  AGENTE  ETIOLÓGICO, 

hibirse;  pero  durante  el  reposo,  la  posición  prona  ó  el  decúbito  lateral  y 
dorsal,  alternando,  no  sólo  disminuyen  el  flujo  sino  los  síntomas  que  sue- 
len acompañarle. 

(e). — Hipertrofia. —  Por  un  riego  sanguíneo  exagerado  de  la  mucosa 
vaginal,  no  sólo  tiene  lugar  el  trastorno  puramente  funcional  del  aumento 
de  secreción,  sino  que  crece  el  espesor  de  las  paredes  de  la  vagina  y  hasta 
pueden  llegar  á  dar  nacimiento  á  pólipos,  tumores  fibrosos,  etc. 

El  tratamiento  por  la  posición  será  el  que  tienda  á  reducir  la  hipere- 
mia pelviana  ya  indicado  más  arriba. 

b.— Del  útero. 

De  todos  los  órganos  del  cuerpo  no  hay  otro  como  el  útero,  tan  sujeto 
á  trastornos  hiperémicos,  tomada  esta  palabra  en  su  sentido  más  lato. 
Durante  la  vida  sexual  de  la  mujer,  no  está  un  momento  siquiera  en 
completo  quietismo;  los  cambios  que  sufre  en  el  cumplimiento  de  sus 
varias  funciones  le  son  peculiares  y  no  tienen  análogos  en  la  econo- 
mía. Está  profusamente  regado  de  sangre,  que  le  llega  por  numerosos 
vasos,  los  cuales  constantemente  reciben  nuevos  aflujos  de  sangre  para 
abastecer  las  necesidades  de  los  variados  actos  funcionales.  Guando  aca- 
ba un  estado  hiperémico,  empieza  otro;  si  al  mismo  tiempo  una  causa 
cualquiera  impide  el  debido  reflujo  sanguíneo,  el  órgano  aumentará  ne- 
cesariamente de  volumen  y  presentará  tarde  ó  temprano  todas  las  se- 
cuelas ordinarias  de  la  hiperemia. 

(a). — Varices. — La  dilatación  de  las  venas  uterinas  es,  según  todas 
las  probabilidades,  una  afección  no  muy  común;  rara  vez  se  le  encuen- 
tra en  los  exámenes  poat  mortem,  porque  en  este  caso  ha  cesado  ya  toda 
tensión  vascular,  y,  por  lo  tanto,  la  tensión  anormal,  el  aspecto  anor- 
mal, se  borra  y  escapa  á  la  investigación.  En  ocasiones  se  pueden  apre- 
ciar varios  en  el  cuello  del  útero  durante  la  vida,  por  medio  del  espécu- 
lum,  y  su  existencia  es  también  conocida  durante  ó  después  del  parto 
por  la  hemorragia  que  causa  su  rotura.  Un  prolongado  tratamiento  por 
la  posición  indicada  arriba,  además  de  que  podemos  llamarla  anti-hipe- 
rémica,  reducirá,  á  no  dudarlo,  la  dilatación  varicosa  y  dará  á  las  venas 
la  probabilidad  de  volver  á  su  calibre  normal. 

(b). — Hemorragias. — La  hemorragia,  que  algunas  veces  es  tan  de- 
sastrosa por  sus  resultados,  es  en  otras  más  bien  una  gran  ventaja  para 
un  órgano  tan  profusamente  abastecido  de  sangre  como  el  útero,  pues  le 
permite  disminuir  en  pocos  momentos  su  excesiva  abundancia  y  rebaja 
•?u  repleción. 

La  metrorragia  es  muchas  veces  complemento, la  consecuencia  de  una 
hiperemia  pasiva;  si  los  vasos  superficiales,  ya  por  gravitación,  ya  por 
obstrucción,  se  llenan  demasiado,  se  rompen,  y  por  esta  válvula  de  se- 
guridad se  restablece  pronto  el  equilibrio  de  la  presión. 

Guando  existen  condiciones  morbosas  de  origen  hiperémico  ó  flogfs- 
tico,  es  mucho  más  fácil  la  hemorragia,  porque  las  venas  en  las  hipere- 
mias activas  se  dilatan  poco  y  entonces  es  naturalmente  más  fácil  que 
estallen  los  capilares. 

En  el  tratamiento  de  la  metrorragia,  el  caso  de  una  posición   con- 


HIGIÉNICO  Y  TERAPÉUTICO  EN  LA  MUJER.  721 

veniente  es  el  más  satisfactorio  y  se  hace  evidente  por  la  razón  ad  adver- 
suniy  de  que  una  mujer  raetrorrágica,  que  se  coloque  en  posición  erecta, 
inmediatamente  vé  aumentar  de  un  modo  notable  el  flujo.  Es,  pues,  de 
la  mayor  importancia  que  una  mujer,  que  sufre  de  hemorragia  uterina, 
guarde  desde  luego  la  posición  horizontal  con  la  pelvis  levantada  tanto 
como  se  pueda  relativamente  al  nivel  délos  hombros. 

(c). — tf^maíoma.— Extravasación  de  sangre  en  el  útero  producida  por 
la  rotura  en  el  interior  del  tejido  de  varices  ó  de  vasos  de  paredes  débi- 
les á  consecuencia  de  otros  procesos  inflamatorios  anteriores,  etc. 

En  todos  los  casos  de  hemorragia,  sea  externa  ó  interna,  debe  adop- 
tarse, como  se  ha  dicho  antes,  la  posición  horizontal. 

(d). — Hipersecrecion  mucosa  — El  menos  práctico  en  Ginecología  co- 
noce perfectamente  ese  flujo  filamentoso,  pertinaz,  que  mana  del  orificio 
uterino,  el  cual  apenas  puede  limpiarse  del  todo  con  una  bola  de  hilas. 
También  sabe  que,  cuando  hay  esta  secreción,  tiene  ante  sí  una  afección 
muy  rebelde  y  que  apurará  todos  sus  recursos  y  paciencia.  La  causa  de 
este  flujo  es  un  estado  hiperémico  del  cuello  uterino,  y  su  origen  estriba 
en  la  extructura  glandular  del  canal  cervical. 

Tal  vez  el  cuello  uterino,  siendo  la  parte  más  baja,  está  más  expues- 
to á  las  hiperemias  que  el  cuerpo;  pero  también  puede  ser  que  un  au- 
mento del  riego  sanguíneo  obre  directamente  sobre  las  glándulas  y  de 
aquí  la  secreción  mucosa.  Siempre  que  una  secreción  excesiva  fluye  por 
el  orificio  uterino,  debe  ser  considerada  como  síntoma  infalible  de  hipe- 
remia; la  historia  del  caso  demostrará  si  es  de  carácter  activo  ó  pasivo; 
pero  cualquiera  que  sea  la  conclusión  á  que  se  llegue  sobre  este  punto, 
el  adoptar  la  posición  contraria,  desfavorable  á  la  congestión  pélvica, 
ayudará  en  gran  manera  al  buen  éxito  de  cualquier  otro  tratamiento. 
No  hay  agente  alguno  capaz  de  curar  definitivamente  la  leucorrea  uteri- 
na, si  la  paciente,  por  elección  ó  por  necesidad,  contmúa  pasando  la  ma- 
yor parte  de  su  vida  de  pié  ó  sentada  en  posición  erecta  ó  reclinada. 

(e). — Edemas. — No  puede  existir  largo  tiempo  un  estado  hiperémico 
del  útero,  sin  que  pronto  vaya  seguido  de  efusión  serosa  en  los  intersti- 
cios de  su  tejido.  A  consecuencia  de  esta  trasudación,  el  órgano  au- 
menta de  volumen,  se  reblandece  y  está  más  abocado  á  las  ectopias.  Los 
tumores  fibrosos  del  útero  pueden  también  volverse  edematosos,  en  es- 
tos casos;  tanto  ellos,  como  el  útero,  pueden  variar  rápidamente  de  volu- 
men, según  la  posición  que  se  guarde:  una  noche  ó  un  dia  ó  dos  de 
guardar  cama  reduce  el  tamaño  muy  sensiblemente.  Este  hecho  indica 
bien  el  tratamiento  apropiado. 

(f). — Hipertrofia. — Es  excesivamente  frecuente  en  sus  variadas  for- 
mas, y  puede  ser  difusa,  circunscrita,  parcial,  etc.  Cualquiera  de  estas 
puede  ser  originada  muy  bien  por  una  hiperemia  pasiva.  Es  curioso  que 
estos  incrementos  anormales  pueden  estar  también  afectados  del  mismo 
trastorno  de  circulación  que  les  dio  origen;  en  efecto,  las  partes  más 
declives  de  la  hipertrofia,  estando  distendidas  por  la  hiperemia  hipostá- 
tica,  pueden  ser  asiento  de  hemorragia,  hematoma,  edema,  exulcera- 
cion,  etc.  Hasta  qué  punto  estas  nuevas  formaciones  son  capaces  de  de- 
generar en  otros  tipos  malignos,  no  está  definitivamente  decidido.  La 
proliferación  del  tejido  (Conjuntivo  puede  ser  efecto  de  estas  condiciones. 


7-2t2  DE  LA  ÜHAVKDAD  COAlÓ  AGENTE   ETIOLÓGIGO, 

)  aunque  parezca  que,  haciendo  al  útero  más  denso,  tenga  influencia  cu- 
lativa  sobre  la  hiperemia  hipostática,  sin  embargo,  lo  grave  es  que  el 
tejido  conjuntivo  sustituye  pronto  al  tejido  propio  del  órgano  y  por  lo 
tanto  impide  seriamente  su  funcionalismo. 

No  es  infrecuente  el  poder  descubrir  estados  de  hipertrofia  del  útero 
en  casos  de  hiperemia  causada  por  la  posición.  Una  vez  que  existen  estas 
condiciones  hipertróficas,  tienen  doble  influencia  en  el  aumento  del  daño, 
pues,  por  esa  simple  presencia,  determinan  hiperemias  activas  en  las 
regiones  inmediatas,  y  por  su  tamaño  y  peso  dislocan  el  órgano,  y,  gra- 
vitando sobre  los  vasos  sanguíneos,  aumentan  la  hiperemia  que  origi- 
nariamente las  produjo. 

La  posición,  como  medio  de  tratamiento,  por  lo  tanto,  no  debe  ser 
descuidada  en  estos  casos.  Por  este  medio  puede  combatirse  la  forma 
hipostática  de  la  hiperemia,  y,  guardando  sucesivamente  varias  posi- 
ciones, la  hiperemia  mecánica,  debida  á  las  dislocaciones,  se  paliará  sino 
se  remedia. 

(q)— Ulceraciones.— Lbí  erosión  simple  del  cuello  del  útero  ó  del  hocico 
de  tenca  es  extremadamente  frecuente,  y  en  general  consecuencia  de  un 
estado  hiperémico  y  varicoso  de  la  mucosa;  pero  se  presentan  también 
ulceraciones  que  afectan  otras  formas  y  grados  de  profundidad,  y  que  por 
consiguiente  tienen  dimensiones  distintas  y  un  curso  diferente.  Pueden 
también  ser  producidas  de  fuera  adentro,  por  flujos  irritantes  de  dentro 
afuera,  por  efusiones  sanguíneas  ó  serosas;  pero  se  observará  que  unas 
y  otras  son  afecciones  secundariamente  hiperémicas,  que  pueden,  como 
hemos  visto,  ser  producidas  por  la  posición,  y  que,  por  lo  tanto,  este 
mismo  agente  tendrá  notable  influencia  en  su  tratamiento. 

La  posición  horizontal  siempre  las  alivia;  disminuye  el  dolor  y  la 
secreción  que  constantemente  las  acompaña.  Y  cuando  á  la  posición  ho- 
rizontal se  unen  las  más  simples  reglas  higiénicas,  puede  conducirlas 
á  la  curación  completa,  como  se  ha  observado  en  casos  recientes  que 
cita  Avelling. 

(h) — Hiperestesia. — Es  muy  raro  que  la  hiperemia  uterina  no  vaya 
acompañada  de  una  exagerada  sensibilidad  del  órgano,  y  que  la  hipere- 
mia esténica  está  ligada  más  ó  menos  á  la  posición  se  prueba  porque  el 
dolor  aumenta  y  se  prolonga  en  duración  con  la  posición  de  rodillas, 
sentada  ó  bípeda  y  algunas  ve-es  aún  con  el  más  ligero  cambio  de  posi- 
ción. 

El  decúbito  horizontal  alivia  esta  penosa  afección,  por  regla  general, 
y  cuando  menos,  en  el  mero  hecho  de  quitar  toda  tendencia  al  éxtasis 
sanguíneo,  será  un  gran  coadyuvante  de  lodo  otro  tratamiento  apro- 
piado. 

c— Del  ovario. 

Un  órgano,  que  está  expuesto  constante  y  directamente  á  las  hipere- 
mias activas  que  acompañan  á  la  ovulación,  é  indirectamente  á  fluxiones 
concomitantes  con  otras  funciones  de  la  generación,  ha  de  estar  por 
fuerza  muy  abocado  á  estas  repleciones  vasculares,  que  podrán  ser  au- 
mentadas y  perpetuadas  por  las  formas  pasivas  y  dependientes  de  la 
postura  de  la  hiperemia. 


HIGIÉNICO  Y  TERAPÉUTICO  EN   LA  MUJER.  723 

(a)'-Hemon*agia. — Es  sabido  que  el  derrame  de  sangre  por  vasos 
hiperemiados  ó  varicosos,  que  se  rompen  sobre  la  superficie  ovárica, 
puede  presentarse  en  un  grado  tal  de  intensidad,  que  ocasione  la  muerte. 
La  hemorragia  ovárica  es  una  causa  no  muy  rara  de  hematoma  pel- 
viano. 

(b) — Hematoma, — La  apoplegía  del  ovario,  como  se  ha  llamado  alguna 
vez,  no  es  infrecuente.  En  las  autopsias  se  encuentran  coágulos  de  san- 
gre derramada,  variando  su  tamaño  desde  el  de  un  guisante  hasta  el  de 
una  naranja.  El  escape  de  sangre  puede  tener  lugar,  ya  en  los  folículos, 
ya  en  el  estroma,  y  aunque  la  cantidad  del  derrame  puede  ser  mayor 
ó  menor,  según  la  posición,  el  tiempo  de  la  ocurrencia  suele  ser  tan 
incierto,  que  es  poco  menos  que  imposible  todo  tratamiento  por  la  po- 
sición. 

(c)— Hipertrofia. —El  desarrollo  ó  proliferación  del  estroma,  y  más 
especialmente  de  los  tejidos  que  rodean  á  los  folículos  en  el  ovario,  es 
una  consecuencia  muy  interesante  de  la  hiperemia,  pues  á  veces  parece 
ser  el  principio  de  los  enormes  quistes  que  tan  fatales  resultan  para 
muchas  mujeres.  Dice  sobre  esto  Scanzoni: 

«El  punto  de  partida  de  este  incremento  de  líquido  es  casi  siempre 
una  hiperemia  más  ó  menos  prolongada  de  los  ovarios.  Esta  hiperemia, 
como  se  comprende  fácilmente,  se  comunica  á  las  paredes  de  los  folícu- 
los, y  por  este  camino  se  convierte  en  causa  de  la  hipersecrecion  que 
tiene  lugar  en  su  superficie  interna,  y  el  líquido  segregado  de  este  modo 
puede  permanecer  en  las  vesículas  de  Graaf  durante  mucho  tiempo, 
pues  las  paredes  hipertrofiadas  de  la  vesícula  hacen  casi  imposible  su 
rotura. 

(d) — Hiperestesia. — La  hiperemia  ovárica  rara  vez  deja  de  ir  acompa- 
ñada de  dolor  más  ó  menos  agudo.  Algunas  veces  este  es  excesivo  y  se 
halla  unido  á  síntomas  de  un  carácter  vario  y  complicado.  Pues  bien,  la 
ovaforalgia  se  alivia  generalmente  con  la  posición  horizontal.  El  ejerci- 
cio, que  es  tan  necesario  para  la  salud,  puede  tomarse  como  coadyu- 
vante tolerable,  teniendo  por  supuesto  los  ovarios  sostenidos  mediante 
un  aparato  mecánico  apropósito. 

Terminado  el  estudio  que  nos  habíamos  propuesto,  hemos  de  tratar  de 
formular,  en  proposiciones  concretas,  más  ó  menos  prácticas,  el  resul- 
tado obtenido  del  mismo,  por  lo  cual  establecemos  las  siguientes  con- 
clusiones: 

4.'  Los  órganos  reproductores  de  la  mujer,  por  sus  condiciones  de 
movilidad  y  vascularidad,  están  constantemente  influidos  por  la  posi- 
ción ó  actitud. 

2.*  Es  peligroso  para  la  mujer  el  que  su  pelvis  no  guarde  el  ángulo 
normal  de  54'  á  60°  durante  la  bi pedes tacion,  así  como  la  peligrosa  per- 
manencia prolongada  en  esta  actitud  sin  hacer  ejercicio. 

3.*  Es  nociva  para  la  mujer  la  permanencia  prolongada  en  actitud 
sentada,  recostándose  en  el  respaldo  de  la  silla  sin  ejercicio,  pues  la 
pelvis  está  en  este  caso  en  inclinación  viciosa. 

4.*    Para  restablecer  el  equilibrio  de  la  circulación  pélvica,  que  se 


724  SOBRE  LA   SINDECTOMÍA   PREVENTIVA. 

hubiese  podido  alterar  durante  el  dia,  es  bueno  que  la  mujer  guarde,  du- 
rante la  noche,  el  decúbito  lateral,  ó  mejor  aún,  que  cambie  frecuente- 
mente de  decúbito,  durmiendo  en  una  cama  llana  y  dura. 

5.*  Las  desviaciones  de  los  órganos  pelvianos  (útero,  ovario,  etc.), 
que  pueden  ser  producidas  por  una  actitud  viciosa,  deben  ser  tratadas 
por  otra  actitud  ó  posición,  en  la  cual  el  centro  de  gravedad  de  la  viscera 
dislocada  se  incline  al  punto  opuesto  á  la  desviación. 

6.*  Los  trastornos  de  circulación  de  los  órganos  femeninos  de  la  re- 
producción (hiperemia,  varices,  hemorragias,  edema,  hipersecrecion, 
catarro,  hiperestesia),  que  pueden  comprenderse  en  la  acepción  más 
lata  de  hiperemias, — producidos  ó  no  por  las  posiciones  erectas  ó  incli- 
nadas —deben  ser  tratados  por  la  posición  horizontal  con  la  pelvis  levan- 
tada, posición  que  hemos  llamado  anti-hiperémica  de  los  órganos  pel- 
vianos. 

Damos  con  esto  fin  al  estudio  que  nos  hablamos  propuesto  hacer  en 
el  precedente  trabajo. 


SOBRE  LA  SINDECTOMÍA  PREVENTIVA. 

rectificaciones. 
Por  El  Dr.  L.  Corral. 


Ya  que  el  Dr.  Barraquer  se  ha  dignado  examinar,  en  el  notable  traba- 
jo que  sobre  La  peritomia  preventiva  en  las  oftalmías  blenorrágicas  acaba 
de  publicar  en  esta  Revista  (1),  la  Pregunta  sobre  la  sindectomia,  que 
dirigí  al  Dr.  Osío  en  El  Siglo  Médico  (2),  me  ha  de  permitir  también  que 
rectifique  algunos  conceptos  equivocados,  que  con  este  motivo  me  atri- 
buye, sin  duda,  á  consecuencia  de  haber  leido  muy  de  prisa  mi  artículo. 
Mi  incompetencia  por  un  lado,  y  por  otro  las  múltiples  y  continuadas 
tareas  de  mi  vida  profesional,  me  impiden  tomar  otra  parte  en  el  bri- 
llante debate,  á  que  ha  dado  lugar  la  operación  referida. 

Debo  hacer  constar,  en  primer  término,  que  yo  no  he  atribuido  pa- 
ternidades ilegitimas  á  los  Sres.  Osío  y  Barraquer.  He  señalado  solo  la 
solución  más  fácil  que  hubiera  podido  dar  á  mis  dudas,  á  no  tratarse  de 
personas  tan  notoriamente  ilustradas  como  estos  dignísimos  compañeros. 
¿Por  qué  olvida  tan  pronto  el  Dr.  Barraquer  su  excelente  consejo  y  me 
hace  decir  lo  que  no  he  dicho? 

Antes  de  juzgar  mi  citado  artículo,  bueno  hubiera  sido  tener  en  cuen- 
ta: 1.*^  que  yo  desconocía,  cuando  le  escribí,  los  trabajos  del  Dr.  Barra- 
quer sobre  la  peritomia,  inclusos  los  remitidos,  que  aunque  de  fecha 
posterior,  publicó  antes  El  Siglo  Médico;  y  2."  que  le  escribí  bajo  la  im- 
presión de  una  carta  del  Dr.  Osío  en  que  se  reclamaba  apresuradamente 


(1)    Núms.  38, 42  y  43. 
02»    Núm.  1487. 


SOBRE  LA  SINDECTOMÍA  PREVENTIVA.  725 

la  prioridad  de  la  exciAon  de  un  trozo  de  conjuntiva  bulbar  como  medio 
profíláctico  de  las  lesiones  corneales  en  las  oftalmías  purulentas  (1).  A 
esta  carta  me  refería  en  un  todo  al  pedir  á  dicho  señor  más  datos  acerca 
de  su  idea,  que  me  acusaba  de  no  comprender,  por  lo  mismo  que  no  ha- 
llaba en  ella  la  novedad  que  suponía  aquella  reclamación  de  prioridad  de 
parte  de  tan  distinguido  oftalmólogo.  Este,  y  no  otro,  es  el  espíritu  de 
mi  artículo.  Y  qué  contestaciones  se  han  dado  á  mis  dudas?  Las  repetiré 
en  todo  su  armonioso  desacuerdo,  y  de  ellas  mismas  podrá  deducir  cual- 
quiera, que  mi  pregunta  no  debia  de  ser  tan  ociosa,  ni  tan  fuera  de 
lugar. 

El  Dr.  Osío,  conforme  en  que  no  solo  es  vieja  la  operación,  sino  tam- 
bién su  aplicación  en  las  oftalmías  purulentas,  en  las  que  la  ha  practica- 
do (y  cita  de  ello  un  caso  notable),  me  enseña  (2)  que  la  novedad  está 
precisamente  en  practicarla  un  poco  antes  de  lo  que  dicen  los  autores; 
en  adelantarse  d  la  formación  del  quémosis;  en  hacerla,  en  una  palabra, 
tan  pronto  como  se  sospeche  el  desarrollo  de  la  enfermedad.  La  novedad 
de  la  operación  se  reduce,  pues,  como  decia  el  Sr.  Naranjo  Rute,  al  mo- 
mento critico  de  realizarla,  lo  cual  habia  yo  desechado  al  leer  la  carta  del 
Dr.  Osío,  entre  otras  razones,  por  parecerme  poco  practicable,  tratán- 
dose de  enfermedades  en  que  el  quémosis  suele  presentarse  desde  los 
primeros  momentos.  Pero  viene  luego  el  Dr.  Barraquer  y,  sintiendo  aca- 
so esta  dificultad,  califica  de  exagerado  el  consejo  del  Dr.  Osío  y  propone 
anticiparse,  no  al  quémosis,  sino  á  la  queratitis,  excindiendo  la  conjun- 
tiva, aun  ciuindo  esté  ya  elevada  en  forma  de  quémosis  (3).  En  este  caso, 
que  desde  lusgo  será  el  más  frecuente,  ¿en  qué  se  diferencia  el  tiempo  del 
aconsejado  por  los  autores,  que  también  recomiendan  la  excisión  conjun- 
tival  antes  de  afectarse  la  córnea?  ¿Dónde  está  la  novedad?  Dónde  está  mi 
error? 

Pues  mi  error  estaba,  y  el  del  Dr.  Oliveros  y  probablemente  también 
el  del  Dr.  Osio  (puesto  que  no  ha  hecho  distinción  alguna  al  contestar- 
me), en  confundir  la  peritomía  con  la  excisión  del  quémosis,  que  á  jui- 
cio del  Dr.  Barraquer  son  dos  cosas  distintas.  Las  palabras  del  Dr.  Cor- 
ral como  las  del  Dr.  Oliveres,  dice,  entrañan  una  confusión  entre  la  ope- 
ración del  quémosis  y  la  peritomía,  y  estas  dos  operaciones  difieren  á  mi 
modo  de  ver  y  en  el  sentir  de  los  A.  A. 

No  me  habia  ocurrido,  á  la  verdad,  que  existiese  diferencia  alguna 
esencial  entre  la  excisión  de  la  conjuntiva,  como  operación  del  quémo- 
sis, y  la  misma  excisión,  como  preventiva  de  la  queratitis  purulenta.  Ni 
las  variaciones  de  nombre,  ni  las  diferentes  indicaciones,  si  las  hubiese, 
ni  los  perfeccionamientos  ó  modificaciones,  en  el  proceder  operatorio, 


(1)  El  Siglo  Médico,  núm.  1480. 

(2)  El  Siglo  Medico,  núm.  1488. 

(3)  Articulo  citado  pág.  .'49  y  588. -Difícil,  muy  difícil,  será  conciliar  las  ideas 
del  Dr.  Osío  con  las  delDr.  Barraquer.  Estos  Sres.  están  discordes,  no  ya  solo  en  la 
té.-iria,  sino  hasta  en  loque  ellos  dan  como  más  constitutivo  y  característico  de  la 
operación. 

Y  oo  se  hable  aquí  de'  fin  profíláctico  que  ambos  st*  proponen;  porque  prevenir  las 
esiones  corneales  ha  sido  siempre  el  desiderátum  en  el  trati^miento  de  las  conjun- 
ivitis  purulentas. 


726  SOBHE  LA  SINDECTOMÍA  PREVENTIVA. 

creí  que  bastasen  nunca  para  considerar  distintas  estas  operaciones. 
Claro  es  que  Fournari  noexcindia  ya  la  conjuntiva  como  sus  anteceso- 
res, ni  Wecker  como  Fournari,  ni  el  Dr.  Barraquer,  y  los  que  sigan 
practicándola,  lo  harán  tal  vez  de  la  misma  manera  que  aquellos,  y  luego 
se  podrá  optar  entre  tres  ó  cuatro  procedimientos  (no  muy  distantes  á 
mi  ver);  ¿pero  no  será  por  eso  la  misma  operación? 

En  la  última  edición  de  la  obra  de  Nélaton  se  citan,  hablando  del  pan- 
nus,  dos  procedimientos  de  excisión  conjuntival:  la  circuncisiony  la  sin- 
dectomia;  y  tan  son  procedimientos  que  el  mismo  Wecker  hace  sinóni- 
mas estas  dos  palabras,  y  se  ocupa  de  una  sola  excisión  de  la  conjunti- 
va. Fournari,  dice,  la  ha  introducido  de  nuevo,  (1).  Meyer  habla  de  la 
operación  del  quémosis  aparte  de  la  sindectomla;  ¿no  será  porque  recha- 
za precisamente  el  uso  de  la  excisión  en  el  quémosis?  No  debe  olvidarse 
además  que,  cuando  la  excisión  de  la  conjuntiva  ha  merecido  un  estudio 
especial,  su  uso  en  las  oftalmías  purulentas  ha  estado  casi  abandonado; 
y  que  los  que  le  siguen  encuentran  en  el  quémosis  una  disposición  que 
simplifica  el  proceder  operatorio.  Así  tal  vez  puedan  interpretarse,  sin 
necesidad  de  multiplicarlas  excisiones  de  la  conjuntiva,  las  citJis  que 
aduce  mi  ilustrado  compañero. 

Ix)s  autores  han  practicado  la  excisión  de  la  conjuntiva  bulbar  en  las 
oftalmías  hlenorrágicas,  y  el  fin  inmediato  ha  variado  según  las  ideas  de 
cada  uno;  Mackenzie  y  Nélaton  la  usaban  como  depletiva;  otros,  como 
Tyrrel  (excisión  radiada),  á  título  de  desbridante)  Sansón  (2)  y  Rognetta 
para  suprimir  el  flujo  destruyendo  la  conjuntiva;  hoy  el  Dr.  Osio  para 
prevenir  el  quémosis,  y  el  Dr.  Barraquer  para  limitar  la  inflamación  (3). 
El  fin  último  ha  sido  para  todos  preservar  la  córnea.  Pretender  que  en 
los  casos  de  estos  autores  se  ha  tratado  siempre  de  operaciones  del  qué- 
mosis (cuando  algunos  ni  siquiera  le  mientan),  y  que  únicamente  en  los 
de  los  Sres.  Osío  y  Barraquer  se  trata  de  sindectomías,  me  parece  forzar 
demasiado  los  hechos  y  abusar  no  poco  de  un  nombre  moderno. 

¿Qué  es  últimamente  la  sindectomía?  ¿No  es  sindectomía  la  excisión  ó 
tonsura  conjuntival,  que  recomienda  Fournari  en  el  pannus?Pues  com- 
páresela con  la  que  practicaba  Rognetta  niucJio  antes  en  las  oftalmías 
blenorrágicas  y  que  describe  sumariamente  con  estas  palabras  (4):  «Exa- 
mino primero  si  es  practicable  la  excisión  de  la  conjuntiva;  practico  esta 
operación  á  beneficio  de  tijeras  curvas  y  de  pinzas  y  recorto  la  mucosa 
todo  lo  posible.  Momentos  después  paso  por  encima  el  nitrato  de  plata, 
recorriendo  con  él  rápidamente  la  periferia  de  la  córnea;  y  enseguida 
aplico  compresas  empapadas  de  continuo  en  agua   fría.»  ¿No  son  estos 


(1)  Cirugía  ocular,  pág.  1 76. 

(2)  Dict.  de  Med.  ct  Je  Chir,  pract.,  art.  Ophtalniie, 

(3)  La  teoría  del  Dr.  Barraquer  se  diferencia  muy  poco  de  la  sustentada  por 
Sansón  al  recomendar  en  ciertos  pannus  una  excisión  conjuntival  periquerática, 
antes  de  hacer  la  inoculación  blenorráglca,  con  objeto  de  aminorar,  por  medio  de 
la  cicatriz  resultante,  la  inflamación  de  la  córnea. 

El  Dr.  López  Ocaña  ha  señalado  esta  coincidencia  en  unos  preciosos  artículos, 
que  lleva  publicados  sobre  la  cuest  ion  que  nos  ocupa. 

(4)  CoHvs  d'Ophlnlnwhgie. 


SOBRE  LA  SINDECTOMÍA  PREVENTIVA.  727 

casi  los  mismos  detalles  de  Fournari?  ¿Eran  también  las  excisiones  con- 

juntivales  de  Sansón  y  Rognetta  operaciones  del  quémosis? 

Al  decir  esto  no  es  mi  dnimo  promover  nueva  controversia:  no  tengo 

empeño  alguno  en  sostener  mi  opinión  en  este  asunto.  He  querido  solo, 

como  es  muy  natural,  disculpar  mi  error  en  confundir  la  excisión  de  la 

conjuntiva  quemósica  de  los  autores,  practicada  en  los  oftalmías  hlenorrá- 
gicOrS,  con  la  excisión  de  la  conjuntiva  (quemósica  también   las  m.ds  veces) 

del  Dr.  Barraquer  (per itomía preventiva),  practicada  en   la  misma  enfer- 
medad» 

Otros  dos  cargos  me  dirige  el  Dr.  Barraquer,  que  no  por  ser  mani- 
fiestamente infundados,  debo  dejar  sin  contestación. 

Copié  yo  á  la  cabeza  de  mi  artículo  un  párrafo  de  Wecker,  que  entre 
otras  cosas,  dice  literalmente:  «pero  esta  operación  no  solamente  tiene 
por  objeto  anular  la  nutrición  de  un  pannus  inveterado,  obliterando  los 
vasos,  etc.,  (1)»;  y  p  »r  un  error  de  imprenta  se  publicó  auxiliar  en  vez  de 
anular.  Era  tan  manifiesta  la  errata,  y  tan  notable  la  falta  de  sentido 
que  creí  ofender  á  los  ilustrados  lectores  del  periódico  pidiendo  su  recti- 
ficación, tanto  más,  cuanto  que  podia  comprobarse  fácilmente  la  cita.  El 
doctor  Barraquer,  sin  embargo,  no  lo  ha  entendido  así,  dejando  mal  pa- 
rados á  la  vez  mi  veracidad  y  mis  conocimientos,  y  me  advierte  que  la 
nutrición  de  un  tejido  no  se  auxilia  obliterando  los  vasos...  Hace  ya  al- 
gún tiempo  que,  entre  lo  muy  poco  que  sé,  sabia  esto;  y  estimo  en  lo 
que  vale  á  mi  amigo  el  Dr.  Barraquer  el  sacriíicio  que  ha  debido  de  ha- 
cer al  ocuparse  de  los  escritos  de  un  compañero,,  en  quien  ha  podido 
suponer  tan  crasa  ignorancia 

Dice  últimamente  mi  estimado  colega,  que  si  solo  habia  yo  visto  la 
primera  carta  del  Dr.  Osío  «aún  así  podia  haberla  comprendido  mejor 
cuando  dice:  «dicha  profilaxis  consiste  en  escindir  la  conjuntiva  bulbar 
en  bastante  extensión,  adelantándonos  por  este  medio  á  la  formación  del 
anillo  quemósico.  Adelantar  significa...»  Podia  también  el  Dr.  Barraquer, 
respondo  yo,  haberme  dispensado  la  honra  de  leer  mi  artículo  hasta  el 
fin,  y  hubiera  visto  que  me  hacia  cargo  de  ese  verbo,  puesto  que  digo  lo 
siguiente:  «Dice  el  Dr.  Osío  que  con  la  excisión  de  la  conjuntiva  se  ade- 
lanta á  la,  íormsicion  del  anillo  quemósico..  ¿Es  que  lo  original  de  la 
idea  está  en  hacer  la  excisión  un  poco  antes  de  lo  que  dicen  los  autores 
(que  en  realidad  nada  dicen  respecto  á  esto,  y  si  hablan  de  excisión  del 
rodete  quemósico  es  porque  el  quémosis  se  presenta  desde  luego  en  esta 
afección)?.  No  puedo  creer  que  á  tan  poco  se  reduzca  ele». 

No  quiero  molestar  más  á  los  ilustrados  lectores  de  esta  Revista,  ni 
á  mi  distinguido  compañero,  y  termino  felicitándole  muy  sinceramente 
por  los  excelentes  trabajos  que  ha  llevado  á  cabo,  con  motivo  de  la  peri- 
tomía  y  cuyo  indisputable  mérito  soy  el  primero  en  reconocer. 
Alfaro,  Octubre  23  de  1882. 


(l)    Wecker.  Cirugía  ocular.  Versión  española  de  Cortezo.   Madrid.  1879.  Página 
176,  línea  15. 


ANATOUÍA  DE  L03  CENTROS   NERVIOSOS. 

anatomía  de  los  centros  nerviosos,  (*' 

POR  EL  Dr.   D.   Miguel  A.   Fargas   Roca. 


En  los  mismos  cortus  transversales  y  pr-ocediendo  da  abajo  á  arriba, 
se  ve  que,  una  vez  terminado  el  entrecruzamiento  de  los  cordones  latera- 
les, loscordori.!3  posteriores  se  inclinan  hacia  delante  (X,  fig.l02)y,  como 
para  ello  tienen  que  atravesar  la  raíz  de  los  cuernos  posteriores,  deca- 
pitan á  su  paso  estos  cuernos,  de  la  misma  manera  que  los  laterales  ó 
los  anteriores;  rodean  enseguida  la  sustancia  gris  central,  y,  por  delante 
de  ella,  se  acercan  á  la  línea  media  (fig.  102),  y  empieza  su  entrecruza- 
miente  con  los  del  lado  opuesto  cuando  ha  terminado  ya  el  de  los  cordo- 


1.  Cordón  anterior.— I.  Cordón  laleral.— 3.  Cardan  posterior.— A.  Cisura  media  anterior, —S 
Pirámide  anterior  (poi'clon  motriz  formada  por  el  entrecruzamiento  anterior).-  C.  Nervio  hipo- 
gloia.— D.  Cabeza  del  cuerna  anterior.--  E.  Base  del  cuerna  anterior.—  F.  Cabeza  del  cueroo 
posterior.— (f.  Núcleo  de  los  cuerpos  restlfurmes.— /.  Núcleo  de  las  plr.-lmides  posteriores.- X 
Fibras  f|ue  del  cordón  posterior  van  á  entrecruzarse  delante  de  la  sustancia  gris  central  pora 
constituir  la  porción  sensitiva  de  las  pirámides,  decapitando  i,  bu  paso  los  cuernos  posterlore*. 

nes  laterales;  pasan  también  por  dentro  de  los  cordones  anteriores,  que 
bien  pronto  se  dirigen  atrás  y  adentro  pai'a  colocarse  detras  de  ellos,  y 
entonces  los  cordones  posteriores  forman  un  rafe  entre  las  pirámides  y 
la  prolongación  de  los  cordones  anteriores,  liasta  que,  terminado  el  en- 
trecruzamiento, se  reúnen  á  los  lados  de  la  línea  media  en  dos  manojos 
laterales,  que  se  aplican  inmediatamente  par  detrás  de  la  porción  motriz 
de  las  pií-ámides  y  forman  su  porción  sensitiva.  De  esta  disposición  re- 
sulta, que  los  cordones  anterioi-es,  al  dirigirse  afuera,  para  ceder  el  paso 
primero  á  los  cordones  laterales,  que  suben  de  la  médula  y  luego  álos 
posteriores,  forman  una  concavidad  interna,  que  los  enlaza  y  luego  seco- 


(1)    Continuación.— V.  los  nüms.  25,  ai,  27  2Í,  25,  at,  ai,3í,  33,3>,3ó,35,  37,  : 
9,40,11,42,  *3,  41,  45  y  46. 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  729 

locan  detrás  de  ellos  para  seguir  también  su  trayecto  ascendente.  La  por- 
ción sensitiva  de  las  pirámides  sigue  á  la  porción  motriz  en  su  trayecto 
ascendente  al  través  de  toda  la  médula  oblongada,  y  al  llegar  á  la  protube- 
rancia, algunas  fibras  trasversas  de  esta  se  interponen  entre  las  dos;  al 
nivel  del  pedúnculo,  la  porción  sensitiva  no  sigue  ya  en  totalidad  á  la 
porción  motriz,  sino  que  forma  parte  de  la  calota  y  va  á  terminar  al  tálamo 
óptico,  según  resulta  de  los  estudios  de  Sappey  y  de  Duval.  Pero  estos  au- 
tores no  mencionan  fibras  que  de  la  porción  sensitiva  vayan  al  pié  del 
pedúnculo  cerebral  á  constituir  su  zona  externa  ó  hacecillo  sensitivo,  so- 
bre cuya  existencia  no  cabe  duda.  Huguenin,  Beaunis  y  otros  autores 
mencionan  estas  fibras  cuya  existencia  debe  aceptarse,  y  Huguenin  des- 
cribe en  el  entrecruzamiento  de  la  porción  sensitiva  de  las  pirámides  dos 
partes:  una  superior,  formada  por  el  entrecruzamiento  de  la  verdadera 
porción  sensitiva,  y  otra  inferior  situada  inmediatamente  por  encima  del 
entrecruzamiento  motriz  y  que  contiene  las  fibras  del  hacecillo  sensitivo 
del  pedúnculo,  que  se  entrecruzan  en  este  sitio  y  van  al  cordón  posterior 
y  á  la  sustancia  gris  del  cuerno  posterior  en  su  hacecillo  longitudinal. 
Según  dicho  autor,  estas  fibras,  con  la  sustancia  gris  del  cuerno  poste- 
rior, trasmiten  á  los  centros  superiores  las  impresiones  dolorosas,  y  las 
otras  fibras  sensitivas  las  impresiones  táctiles»;  esto  no  pasa  de  ser  una  hi- 
pótesis, que  si  bien  no  se  halla  desprovista  de  fundamento,  dista  mucho 
de  estar  demostrada.  En  resumen,  una  vez  entrecruzados  los  cordones 
posteriores  de  la  médula  espinal,  parte  de  sus  fibras,  en  su  trayecto  as- 
cendente, van  á  formar  el  hacecillo  sensitivo  del  pié  del  pedúnculo,  y  las 
otras  van  por  la  calota  del  pedúnculo  cerebral  á  los  tálamos  ópticos. 

La  inmensa  mayoría  de  fibras,  procedentes  del  tálamo  óptico  y  que 
forman  parte  de  la  calota,  no  se  continúa  con  la  porción  sensitiva  de 
las  pirámides,  sino  que  sigue  hacia  abajo  por  detrás  de  ellas,  á  lo  largo 
de  la  médula  oblongada,  formando  una  zona  especial,  llamada  campo 
tnotary  y  continuándose,  al  llegar  á  la  región  bulbar,  con  los  cordones 
anteriores  de  la  médula.  En  todo  su  trayecto  no  existe  entrecruzamien- 
to. Al  hablar  del  pedúnculo  cerebral  ya  dije  que  parte  de  las  fibras,  que 
del  tálamo  óptico  van  á  la  calota,  se  entrecruzaban  en  la  linea  media, 
pero  que  casi  todas  eran  directas,  y  asi  seguian  hasta  los  cordones  an* 
teriores  de  la  médula  espinal,  corriendo  á  los  lados  de  la  línea  media  de 
la  oblongada;  pero,  según  Huguenin,  las  que  de  estas  fibras  no  descien- 
den entrecruzadas  ya,  lo  hacen  al  través  de  la  comisura  blanca  medu- 
lar, en  la  cual  he  dicho  se  encontraban  fibras  procedentes  de  los  cordo- 
nes anteriores,  de  modo  que  en  este  caso  su  entrecruzamiento  se  ox- 
tenderla  á  toda  la  longitud  de  la  médula. 

En  el  adjunto  esquema  (fig.  103)  se  ven  el  cordón  anterior  de  la  mé- 
dula (E),  el  cordón  lateral  (F)  y  el  cordón  posterior  (G).  El  primero  se 
entrecruza  en  H  al  través  de  la  comisura  blanca  anterior  de  la  niédula 
espinal  y  luego,  en  trayecto  ascendente,  se  dirige  hacia  afuera  para  ir  á 
constituir  en  A  el  campo  motor  ó  los  hacecillos  de  la  calota,  que  se  en- 
trecruzan en  parte,  por  medio  de  las  fibras  B,  en  la  región  peduncular. 
El  cordón  lateral  F  se  entrecruza  (J)  con  el  del  lado  opuesto  y  va  á  formar 
en  G  la  parte  motriz  de  las  pirámides  (aunque  este  entrecruzamiento  mo- 
triz por  lo  común  no  es  completo,  no  está  señalado  en  el  esquema  por 


730  anatomía  de  los  centros  nerviosos. 

estar  sujeto  d  variedades).  El  cordón  posterior  G  se  entrecruza  en  I  con 
el  del  lado  opuesto,  formando  el  entrecruzamiento  sensitivo  por  detrás 
y  arriba  del  motriz,  y  en  D  constituye  la  porción  sensitiva  de  las  pirá- 
mides. 

Recordando  lo  que  antes  he  dicho  de  las  funciones  del  tálamo  óptico, 
según  la  teoría  de  Meynert,  Nothnagel  y  Wundt,  se  comprenderá  que 
tenga  vií!Os  de  certeza  la  opinión  de  lluguenin  y  otros  autores,  de  que 


Fis.  103.— Esquena  del  entreorutamiento  délas  pir&mldsa. 

A.  Hacecillos  de  la  calóla  que  forman  p1  campo  motor,-fl,  Enlrecruiamlento  parcial  de  estos 
BClllos.-C.  Porción  motril  de  las  pirámide9,-D.  Porción  sensitiva  de  las  mlsnins.-í;.  Cor- 
don  anterior  de  la  médula,  que  se  conllnúa  con  el  campo  molor.-F.  Cordón  lateral  de  la  médu- 
la, i|Ue  eslAcn  relación  con  la  parte  motril  délas  pirámides.— G.  Cordón  postrrloi-  unida  con  la 
porción  sensIliVH.— H.  Fibras  de  los  cordones  anteriores  procedentes  del  campo  motor,  que  no 
se  han  entrecruiado  aun  y  lo  hacen  al  través  da  la  comisura  blanca  anterior  de  la  médula.— 
/.  Entrecruza  miento  sensitivo.— 7.  Enlrecruzam  lento  motriz  de  laa  pirámides. 

por  el  campo  motor  y  cordones  anteriores  de  la  médula  coi-ren  las  im- 
presiones motrices  reüejas,  que  toman  origen  en  el  tálamo  óptico,  úrga* 
no  destinado  á  estas  funciones,  según  los  autores  antes  citados;  el  tá' 
lamo  óptico  recibiría  en  este  caso  las  impresiones  táctiles  por  medio  dfl 
la  porción  sensitiva  de  las  pirámides,  la  cual  le  daría  elementos  para  e! 
desarrollo  de  sus  impulsiones  motrices  reflejas.  Al  mismo  tiempo,  la 
porción  motriz  de  las  pirámides,  ó  hacecillo  piramidal,  según  parece  pro- 
bado, trasmito  las  impulsiones  voluntarias  nacidas  en   la  corteza  cere- 


anatomía  de  los  centros  nerviosos.  731 

bral,  á  la  cual  irían  á  parar  las  impresiones  sensitivas  del  exterior  y  par- 
ticularmente las  dolorosas,  en  concepto  de  Huguenin,  gracias  al  hacecillo 
sensitivo  del  pié  del  pedúnculo,  y  que,  como  queda  demostrado,  corre 
por  el  segmento  posterior  de  la  cápsula  interna.  Esto  es  cuanto  puede 
admitirse  como  aceptable  en  el  estado  actual  de  la  ciencia,  y  aunque  las 
aplicaciones  de  estos  principios  á  la  Fisiología  y  Patología  de  los  cen- 
tros nerviosos  sean  numerosísimos  y  hasta  tiendan  á  explicar  satisfac- 
toriamente la  acción  de  ciertos  medicamentos,  no  pueden  admitirse  como 
hechos  definitivos. 

He  dicho  antes  que  en  la  médula  oblongada  terminan  las  fibras  que 
forman  la  zona  interna  del  pié  del  pedúnculo,  del  hacecillo  longitudinal 
posterior  de  la  calota  y  de  las  dos  hojillas  de  la  cinta  de  Reil. 

No  está  demostrado  de  una  manera  cierta  cual  es  el  destino  de  la  zo- 
na interna  del  pié  del  pedúnculo,  pero  esta  zona  sufre  raras  veces  dege- 
neraciones descendentes  á  consecuencia  de  daños  centrales  en  los  he- 
misferios, y  cuando  las  sufre,  jamás  se  ha  observado  que  su  degeneración 
saliese  de  los  límites  de  la  médula  oblongada  y  se  prolongase  hacia  la 
médula  espinal.  Es  probable,  y  así  se  cree  por  algunos  autores,  que  es- 
tas fibras  acaben  en  la  susjtancia  gris  de  la  médula  oblongada,  ponién- 
dose en  comunicación  con  los  núcleos  que  dan  origen  á  los  nervios  cra- 
neales, de  la  misma  manera  que  en  la  médula  la  terminación  de  las 
fibras  del  hacecillo  piramidal  entra  en  conexión  con  las  raices  anterio- 
i*es.  Esto  no  es  más  que  una  suposición,  que  puede  ser  admisible  dado 
el  hecho  que  indicaré  en  el  próximo  capítulo,  6  sea,  que  las  fibras,  quo. 
ponen  en  comunicación  dichos  núcleos  con  las  regiones  centrales,  pa- 
rece se  entrecruzan  en  la  línea  media,  supliendo  de  este  modo  la  falta  de 
entrecruzamiento  de  estos  hacecillos.  En  síntesis  resulta  que  la  termi- 
nación de  estas  fibras  en  la  médula  oblongada  es  supuesta,  pero  no  co- 
nocida. 

£1  hacecillo  longitudinal  posterior  de  la  calota  corre  á  los  lados  del 
acueducto  de  Sylvio,  y  en  la  calota  se  distingue  entre  los  demás  hace- 
cillos y,  como  ellos,  forma  parte  del  campo  motor.  Meynert  habia  creído 
que  sus  fibras  entraban  en  conexión  con  las  del  nervio  auditivo  y  por 
esta  razón  le  dio  el  nombre  de  cordón  acústico ^  sirviendo  en  este  caso 
para  relacionar  el  aparato  del  oido  con  la  cubierta  de  la  ínsula,  con  la 
cual  tiene  conexiones  el  hacecillo  longitudinal  posterior  de  la  calota. 
Está  probado  que  no  existe  semejante  unión,  y  Meynert  ha  abandonado 
su  primera  creencia,  para  admitir  con  Stilling,  Huguenin  y  otros,  que 
sus  fibras  se  unen  á  las  del  campo  motor,  perdiéndose  en  él.  Desechada 
la  primera  opinión  de  Meynert,  resultan  destruidas  las  supuestas  cone- 
xiones del  nervio  auditivo  con  un  centro  cerebral  y  hoy  se  cree  que  tie- 
nen lugar  por  intermedio  del  cerebelo,  por  más  que  sea  un  hecho  muy 
poco  conocido.  Parece  que  en  parte  las  fibras  de  este  hacecillo  longitu- 
dinal tienen  también  relación  con  los  núcleos  de  los  pares  craneales. 

La  hojilla  superficial  de  la  cinta  de  Reil,  después  que  ha  salido  de  los 
tubérculos  cuadrigéminos  anteriores  y  rodeado  por  los  lados  los  haceci- 
llos de  la  cilota  (J,  fig.  48),  se  mezcla  y  confunde  con  los  hacecillos  de 
ésta,  para  entrará  formar  parte  del  campo  motor,  por  cuyo  motivo  se  le 
atribuyen  funciones  motoras. 


732  ANATOMÍA  D£  LOS  CENTROS  NEHVÍOSOS. 

Lahojilla  profunda  de  la  cinta  de  Reil  parte  de  los  tubérculos  cua- 
drigéniinos  posteriores  y,  envolviendo  como  la  anterior  á  la  calota  por 
su  cara  externa,  se  dirige  hacia  abajo  y  se  confunde  bien  pronto,  como 
también  su  congénere,  con  las  fibras  de  la  calota,  constituyendo  parte 
del  campo  motor;  Meynert  habia  creido  que  las  fibras  de  esta  hojilla  se 
continuaban  con  las  raíces  ascendentes  del  trigémino,  y  por  esta  razón 
le  atribuia  funciones  sensitivas;  pero  hoy  está  demostrado  que  esta  raiz 
es  independiente  de  dicha  hojilla  y  por  consiguiente  se  considera  á  am- 
bas como  destinadas  á  funciones  motoras,  reflejas  probablemente,  y  en 
relación  con  centros  visuales,  que  tal  vez  existan  en  los  tubérculos  cua- 
drigéminos. 

No  todos  los  autores  están  conformes  con  esta  terminación  de  las  ho- 
jillasdela  cinta  de  Reil  ó  hacecillo  triangular  del  itsmo:  Cruveilhier, 
Sappey  y  otros  creen  que  es  una  dependencia  del  hacecillo  intermedio  ó 
lateral  del  bulbo;  Schroder  van  der  Kolk  supone  que  se  hallan  unidas  á 
las  fibras  eferentes  de  las  olivas  bulbares;  Luys  opina  que  están  en  rela- 
ción con  los  núcleos  de  origen  de  los  nervios  trigémino  y  auditivo. 

Después  de  lo  dicho  y  admitiendo  algunos  datos  que  aun  no  están 
plenamente  confirmados,  resulta  que  el  campo  motor,  que  se  continua 
más  abajo,  como  he  expuesto,  con  el  cordón  anterior  de  la  médula  espi- 
nal, está  formado  por  los  hacecillos  que  provienen  del  tálamo  óptico,  los 
del  hacecillo  longitudinal  posterior  de  la  calota,  los  de  las  dos  hojillas 
de  la  cinta  de  Reil  y  un  pequeño  manojito  que  del  pié  del  pedúnculo  pa- 
sa á  la  calota  y  del  que  he  hablado  al  estudiar  el  pedúnculo  cerebral. 

De  los  manojos  procedentes  de  la  médula  espinal,  hasta  aquí  he  dado 
á  conocer  el  destino  de  la  mayoría  de  ellos;  queda  el  hacecillo  cerebeloso 
directo  de  Flechsig  y  el  hacecillo  de  Goll.  Este  último  he  dicho,  al  tratar 
de  él  en  la  médula  espinal,  que  termina  en  una  agrupación  de  sustancia 
gris,  que  en  el  suelo  del  cuarto  ventrículo  se  encuentra  inmediata  á  las 
pirámides  posteriores;  más  adelante  indicaré  la  discrepancia  de  algunos 
autores  sobre  las  conexiones  de  las  pirámides  posteriores  y  de  los  hace- 
cillos de  Goll.  El  hacecillo  cerebeloso  directo,  según  resulta  de  las  in- 
vestigaciones de  Flechsig  y  de  la  observación  de  las  degeneraciones  se- 
cundarias ascendentes,  de  que  puede  ser  asiento  este  hacecillo,  desde  el 
cordón  lateral  pasa  al  cuerpo  restiforme  y  de  aquí  al  pedúnculo  cerebe- 
loso inferior  para  ir  á  terminar  en  el  cerebelo.  Muchos  son  los  autores 
que  no  hacen  mención  de  estos  hacecillos,  y,  para  citar  algunos,  indica- 
ré  á  Kólliker,  Huguenin,  Sappey  y  Duval,  que  han  hecho  estudios  es- 
peciales sobre  esta  región  y  que  han  dado  á  conocer  casi  todos  los  deta- 
lles de  su  extructura;  de  modo  que  el  hacecillo  cerebeloso  directo  es  hi- 
jo de  observaciones  clínicas  y  anatomo-patológicas,  pero  faltan  los  estu- 
dios anatómicos,  que  comprueben  su  existencia  y  den  á  conocer  el 
trayecto  y  las  conexiones  de  sus  fibras.  Existe  también  en  el  bulbo  el 
hacecillo  lateral  del  mismo,  hacecillo  intermedio  ó  hacecillo  infra-oli- 
var,  que  parece  tener  conexión  hacia  abajo  con  la  parte  posterior  y  ex- 
terna de  los  cordones  laterales  de  la  médula  espinal,  precisamente  en  la 
región  en  que  existe  el  hacecillo  cerebeloso;  sigue  hacia  arriba  por  de- 
lante del  cuerno  anterior  de  la  sustancia  gris;  en  la  región  bulbar  de  la 
médula  oblongada  se  interna  en  el  espesor  de  la  misma  y,  acercándose 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  733 

á  la  línea  media,  van  sus  fibras  adelgazándose  y  perdiendo  la  mielína,  y 
al  llegar  á  la  protuberancia,  no  se  encuentran  ya  vestigios  de  su  exis- 
tencia. Sappey  opina  que  pueden  terminar  en  la  sustancia  gris  de  la 
médula  oblongada  ó  tal  vez  ponerse  en  relación  con  las  fibras  de  los  pe- 
dúnculos cerebelosos  medios,  que  luego  describiré.  De  lo  dicho  resulta 
que  las  conexiones  del  hacecillo  lateral  del  bulbo,  así  por  su  extremidad 
superior  como  por  la  inferior,  son  poco  menos  que  desconocidas:  ¿repre- 
sentan tal  vez  algún  papel  en  la  continuación  del  hacecillo  cerebeloso 
directo  de  la  médula  espinal  hasta  el  cerebelo?  Gomo  hipótesis,  quizás 
sea  admisible,  pero  al  estudio  detenido,  por  medio  del  microscopio  y  de 
repetidas  observaciones  anatomo-patológicas,  debe  confiarse  la  resolu- 
ción de  estos  problemas  y  hasta  entonces  no  sabremos  á  punto  fijo  el 
trayecto  del  hacecillo  lateral  del  bulbo,  ni  la  prolongación  del  hacecillo 
cerebeloso  directo  de  Flechsig,  ni  la  verdadera  terminación  de  los  hace- 
cillos de  Goll. 

Quedan  los  pedúnculos  cerebelosos  superiores,  medios  é  inferiores, 
que  afluyen  también  á  la  médula  oblongada. 

Los  pedúnculos  cerebelosos  superiores,  después  de  formar  los  lados 
superiores  del  rombo  del  cuarto  ventrículo,  se  acercan  á  la  línea  media, 
penetran  debajo  de  los  tubérculos  cuadrigéminos,  se  entrecruzan  por 
completo,  y  luego,  corriendo  á  lo  largo  de  la  calota,  siguen  el  trayecto  de 
que  he  hablado  al  estudiar  el  cerebro,  de  modo  que,  si  bien  forman  parte 
de  la  médula  oblongada,  no  tienen  conexión  con  ninguno  de  sus  factores. 

Los  pedúnculos  cerebelosos  medios  se  unen  con  las  fibras  transversa- 
les de  la  protuberancia.  A  simple  vista  parece  indudable  la  continuidad 
completa  al  través  de  la  protuberancia  de  las  fibras  del  pedúnculo  cere- 
beloso de  un  lado  con  las  del  lado  opuesto,  de  modo  que  los  pedúnculos 
cerebelosos  medios  establecerian  en  este  caso  una  comisura  en  gran  es- 
cala, entre  los  dos  hemisferios  del  cerebelo,  á  la  manera  que  el  cuerpo 
calloso  lo  hace  en  el  cerebro:  indudablemente  muchas  de  sus  fibras  se 
continúan  de  un  lado  á  otro  sin  interrupción  y  constituyen  por  tanto 
una  verdadera  comisura  entre  las  hemisferios  cerebelosos.  Pero  muchas 
de  ellas  tienen  otro  destino.  Hace  mucho  tiempo  que  Meynert,  Huguenin, 
Luys  y  otros  autores,  dieron  descripciones  de  las  fibras  de  los  pedún- 
culos cerebelosos  medios;  todos  admiten  una  porción  de  fibras  que  son 
comisuras  inter-cerebelosas  y  otras  que  terminan  en  la  médula  oblon- 
gada misma.  El  modo  como  terminan  éstas  es  poco  conocido:  Meynert 
cree  que  algunas  de  las  fibras,  al  llegar  á  la  protuberancia,  pasan  entre 
los  manojitos  délas  pirámides  de  un  lado  á  las  del  lado  opuesto,  ro- 
dean á  éstas  y  vuelven  al  lado  de  donde  procedían,  después  de  ha- 
berse puesto  en  conexión  con  las  fibras  procedentes  del  pedúncu- 
lo; de  modo  que,  en  este  sentido,  cada  hemisferio  cerebeloso  estaría 
en  comunicación,  por  medio  de  fibras  en  asa,  con  las  fibras  pirami- 
dales del  lado  opuesto.  Esta  creencia  no  está  demostrada  por  las  ob- 
servaciones histológicas,  y  tiene  por  único  apoyo  el  hecho,poco  frecuente 
por  otra  parte,  de  que  á  la  atrofia  ó  degeneración  de  un  hemisferio  cere- 
bral y  de  su  pedúnculo  correspondiente,  subsigue  la  del  hemisferio  ce- 
rebeloso del  lado  opuesto.  Huguenin  no  se  inclina  á  admitir  esta  descrip- 
ción, y  Gudden  no  ha  logrado,  por  la  experimentación,   producir  tales 


734  ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS. 

lesiones.  Sin  embargo,  el  acuerdo  es  general  entre  los  autores  de  que  los 
pedúnculos  cerebelosos  medios  están  en  conexión  con  las  fibras  de  los 
pedúnculos  cerebrales,  sin  que  se  sepa  si  esta  conexión  es  directa  ó  cru- 
zada. Recuérdese  que,  al  hablar  del  hacecillo  lateral  del  bulbo,  he  dicho 
que  Sappey  se  inclina  á  creer  que  por  su  extremidad  superior  entra  en 
relación  con  las  fibras  transversales  de  la  protuberancia.  Algunas  de 
éstas  terminan  también  indudablemente  en  la  sustancia  gris  intercalada 
entre  sus  hacecillos,  pues,  como  cree  Deiters,  en  todas  partes  donde  hay 
sustancia  gris,  sirve  ésta  de  origen  ó  de  terminación  á  las  fibras  ner- 
viosas. 

Los  pedúnculos  cerebelosos  inferiores  tienen  conexiones  importantes 
y  que  aún  no  son  del  todo  conocidas.  Al  llegar  á  unirse  los  pedúnculos 
cerebelosos  inferiores  con  los  cordones  de  la  cara  posterior  de  la  región 
bulbar,  toman  el  nombre  de  cuerpos  restiformes.  Estos  se  hallan  di- 
vididos en  dos  regiones  ó  manojos:  uno  externo,  ó  cuerpo  restiforme 
propiamente  dicho,  y  otro  interno,  ó  funiculus  cuneaUis  et  gracilis^  que 
constituye  la  pirámide  posterior.  Aparentemente  y  examinada  de  una 
manera  superficial,  la  pirámide  posterior  se  continúa  con  los  hacecillos 
de  Goll  de  la  médula  espinal  y  el  cuerpo  restiforme  con  la  zona  radicu- 
lar posterior;  pero  no  sucede  nada  de  esto.  Ya  he  apuntado  que  el  hace- 
cillo de  Goll  termina  en  un  núcleo  del  suelo  del  cuarto  ventrículo,  pro- 
bablemente en  el  núcleo  de  la  pirámide  posterior,  y  la  mayor  parte  del 
cordón  posterior  constituye  el  entrecruzamiento  sensitivo  de  las  pirámi- 
des para  formar  la  porción  sensitiva  de  las  mismas.  Antes  se  creía  que 
los  cuerpos  restiformes  eran  las  fibras  centrifugas  conductoras  délas 
impulsiones  motrices  salidas  del  cerebelo,  y  esta  creencia  guardaba  rela- 
ción con  la  idea  que  se  tenia  formada  de  sus  conexiones  anatómicas. 
Admitíase  que  el  cuerpo  restiforme  iba  á  continuarse  con  el  cordón  an- 
terior déla  médula,  ó  sea  con  el  campo  motor,  siguiendo  dos  principales 
vías:  por  un  lado,  parte  de  las  fibras  del  cuerpo  restiforme  daba  origen  á 
las  fibras  arciformes  de  la  región  bulbar,  las  cuales  terminaban  en  las 
células  de  diferente  tamaño  intercaladas  en  dicho  campo  y  por  este  ca- 
mino se  continuaban  con  los  cordones  anteriores  de  la  médula;  y  por 
otro,  las  restantes  fibras,  que  constituían  el  straium  zonale  de  Arnold  en 
el  cuerpo  restiforme,  al  perderse  en  la  cisura  media  anterior,  se  las  con- 
sideraba unidas  al  cordón  anterior;  el  cordón  delgado  iba  al  cordón  pos- 
terior y  asi  quedaban  establecidas  las  relaciones  del  cuerpo  restiforme, 
por  una  parte  con  regiones  sensitivas  y  por  otra  con  regiones  motoras. 
Estas  creencias,  iniciadas  por  Stilling  y  muy  generalizadas  luego,  han 
sido  completamente  modificadas  por  los  trabajos  de  Glarke,  Deiters, 
Meynert,  Luys,  Sappey,  Duval,  etc.,  y  si  bien  la  terminación  de  los  pe- 
dúnculos cerebelosos  inferiores  no  es  aún  un  problema  resuelto,  se  sabe 
algo  más  de  su  trayecto.  En  los  cortes  transversales  do  la  región  olivar 
de  la  médula  oblongada,  se  encuentra  un  gran  número  de  fibras  trans- 
versales y  curvas  que  se  ponen  en  relación  con  las  olivas  superiores  é 
inferiores,  especialmente  estas  últimas,  y  se  entrecruzan  en  la  línea  me- 
dia contribuyendo  á  formar  el  rafe  de  la  médula  oblongada.  En  estos 
mismos  cortes  es  fácil  observar  como  estas  fibras  arciformes  proceden 
del  cuerpo  restiforme,  del  cual  van  desprendiéndose  por  su  parte  ínter- 


ANATOMÍA  DE  LOS  CENTROS  NERVIOSOS.  735 

na  y  en  toda  su  longitud,  se  encorban  adelante  y  adentro,  y  entonces,  ó 
bien  penetran  en  las  olivas  de  su  mismo  lado  para  salir  luego  y  dirigirse 
á  la  linea  media,  ó  bien,  sin  entrar  en  relación  con  los  cuerpos  oliva- 
res de  su  lado,  van  directamente  á  entrecruzarse  y  se  ponen  en  relación 
con  los  cuerpos  olivares  d.el  lado  opuesto  y  al  mismo  tiempo  con 
sus  núcleos  accesorios  :  yuxta  olivar  antero- interno  (núcleo  de  Stilling) 
y  yuxta  olivar  postero-externo.  Los  cuerpos  restiformes,  pues,  se  encor- 
ban hacia  adentro  en  el  espesor  del  bulbo  y  á  diferentes  alturas,  for- 
mando las  fibras  arciformes,  que  se  dividen  en  dos  grupos:  uno  que  se 
pone  en  relación  con  los  cuerpos  olivares  y  núcleos  accesorios  de  su 
mismo  lado,  y  otro  con  los  del  lado  opuesto.  Las  fibras  arciformes  su- 
perficiales de  la  región  bulbar  no  son  más  que  una  dependencia  de  las 
interiores.  El  cordón  delgado  del  cuerpo  restiforme  sigue  la  misma  suerte 
que  este  último.  Con  todo  lo  dicho  están  conformes  los  autores  moder- 
nos que  han  estudiado  detenidamente  esta  cuestión;  pero  respecto  al 
destino  ulterior  del  manojo  que  me  ocupa,  hay  grandes  divergencias. 
Luys  cree  que,  después  de  haberse  entrecruzado  en  la  línea  media  á  be- 
neficio de  las  fibras  arciformes,  los  cuerpos  restiformes  van  á  terminar 
en  la  sustancia  gris  de  las  olivas  y  núcleos  accesorios  del  lado  opuesto 
(las  conexiones  de  eslas  fibras  con  las  células  de  la  sustancia  gris  olivar 
son  admitidas  por  todos  los  autores).  Meynert  dice  que  las  fibras  arci- 
formes, al  llegar  al  lado  opuesto  después  del  entrecruzamiento,  se  reú- 
nen otra  vez  para  constituir  las  pirámides  posteriores,  que  en  este  sitio 
aumentan  repentinamente  de  volumen,  y  por  su  intermedio  se  establece 
la  unión  con  los  cordones  posteriores  y  principalmente  con  el  hacecillo 
de  GoU;  ya  he  dicho  antes  que  la  mayor  parte  de  los  cordones  posterio- 
res se  entrecruzan  para  ir  á  formar  la  porción  sensitiva  de  las  pirámides 
y  que  los  hacecillos  de  Goll  terminan  en  la  sustancia  gris  del  núcleo 
post-piramidalium,  de  consiguiente,  por  esta  vía  no  es  por  donde  el  cere- 
belo recibe  las  impresiones  sensitivas,  como  cree  Meynert,  sino  pro- 
bablemente por  el  hacecillo  cerebeloso  directo,  aparte  de  que  la  opinión 
de  Meynert  está  basada  más  bien  en  datos  especulativos  que  en  la  obser- 
vación directa.  Sappey  difiere  de  los  autores  antedichos  y  cree  que  las 
fibras  arciformes  de  un  lado  van  á  continuarse  con  el  cuerpo  restiforme 
del  lado  opuesto,  estableciendo  por  consiguiente  una  verdadera  comi- 
sura éntrelos  dos  hemisferios  cerebelosos.  Huguenin  y  el  mismo  Mey- 
nert admiten  que  el  pedúnculo  cerebeloso  inferior,  y  por  tanto  el  cuerpo 
restiforme,  tiene  también  conexiones  con  la  parte  motora  de  la  médula, 
por  más  que  acepten  también  que  esta  relación  del  cerebelo  con  dicha 
parte,  puede  verificarse  mediante  los  pedúnculos  cerebelosos  medios. 

Finalmente,  para  terminar  con  lo  que  se  refiere  al  trayecto  de  las 
fibras  en  la  médula  oblongada,  el  cual  presenta  aun  muchos  puntos  os- 
curos, recordaré  que,  dada  la  profusión  de  sustancia  gris  existente  en 
dicha  zona,  es  necesario  creer  que  muchas  de  las  fibras  se  ponen  en  co- 
nexión con  ella,  y  que,  por  lo  tanto,  pueden  estas  relaciones  contribuir  á 
modificar  el  trayecto  de  las  fibras;  pero  sobre  este  importante  punto  de 
textura,  apenas  si  la  hipótesis  deja  campo  á  algunas  suposiciones  vero- 
símiles y  más  ó  menos  necesarias. 


736  CÓLERA  MORBO. 

A  pesar  de  todos  los  esfuerzos  hechos  por  la  Dirección  de  la  Gaceta 
Médica  Catalana,  no  ha  sido  posible  dejar  ultimada  en  este  año  la  obra 
de  nuestro  estimado  redactor  Sr.  í'argas.  Habia  empeño  capital  en  ello, 
porque  tenemos  el  propósito  de  acabar  en  cada  tomo  los  trabajos  en  el 
mismo  comenzados,  pues  no  queremos  ni  siquiera  que  se  sospeche  de- 
jamos de  un  año  para  otro  material  pendiente  para  incitar  a]  suscritor  á 
la  continuación. 

Ya  que  no  hemos  podido  loj^^ar  nuestro  deseo,  bueno  es  advertir  que 
casi  debe  considerarse  como  terminado  el  trabajo  con  el  artículo  de  este 
número.  En  realidad  aquí  acaba,  pues  los  capítulos  que  faltan,  si  bien 
son  del  tema  y  en  extremo  interesantes,  pueden  hasta  cierto  punto  con- 
siderarse como  adiciones  ó  apéndices,  según  dice  claramente  el  título  de 
ellos:  Origen  de  los  nervios  en  la  médula  oblongada,  en  el  que  se  completa 
la  extructura  de  este  órgano;  Vascularización  de  los  centros  nerviosos,  en 
el  que  se  exponen  detalles  aun  no  anunciados  en  el  texto,  y  se  llama  la 
atención  sobre  interesantes  puntos  relativos  á  las  hemorragias  y  sus 
consecuencias;  Síntesis  posible  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  de  los  cen- 
tros nerviosos,  capítulo  complementario,  en  el  que  se  reúnen  todos  los 
hechos  expuestos  en  el  decurso  del  trabajo,acompañándolo  una  gran  lá- 
mina esquemática,  que  permite  apreciar  de  un  solo  golpe  de  vista  el  es- 
tado actual  di.  cuestiones  tan  debatidas. 

Hechas  estas  precisas  advertencias,  saben  nuestros  lectores  á  qué 
atenerse. 


COLERA   MORBO, 

POR  EL  Doctor  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  de  Higiene  en  la  FactUtad  de  Medicina  de  Barcelona. 
Islas  Filipinas:  estado  de  la  epidemia;  disposiciones  oficiales.— Otros  puntos. 

El  último  correo  trae  las  siguientes  nuevas:  En  Pateros  no  se  había 
pi^esentado  ningún  caso  desde  el  26  de  Setiembre;  se  declaró  limpio 
(Gaceta  de  Manila  del  7  de  Octubre)  el  puerto  de  Isabela  de  Basilan,  y  se 
establecieron  comunicaciones  marítimas  mediante  buques  de  la  armada 
entre  la  capital  y  el  lazareto  de  Manila.  En  esta  última  menguaba  gra- 
dualmente la  epidemia,  y  como  consecuencia  se  permitía  la  apertura  de 
las  galleras,  se  disponían  para  las  quintos  y  se  hablaba  de  cantar  el  Te 
Deum,  de  cuya  última  noticia  se  ha  ocupado  há  poco  un  telegrama  dando 
el  hecho  como  consumado.  En  Camarines  del  Norte  pedían  auxilios;  en  la 
isla  de  Malaomauan,  y  con  recursos  particulares,  se  habia  establecido 
un  lazareto,  el  de  San  Joaquín,  y  se  declararon  sucias  por  decreto  del 
9  de  Octubre  las  procedencias  de  la  isla  de  Bantayan  (distrito  de  Cebú.) 

Por  decreto  del  10  de  Octubre,  y  después  de  un  preámbulo  en  que  se 
hacen  tristes  comentarios  aceixa  de  la  mala  disposición  sanitaria  del 


NOTICIAS  CIENTÍFICAS.  737 

puerto  de  Manila,  se  manda  que  la  Dirección  de  Sanidad  de  éste  se  com- 
ponga de:  Médico  i."*  Dircí-tor,  Médico  2.°,  Medico  3.°  Secretario,  un  Au- 
xiliar, un  Intérprete,  dos  celadores  y  el  personal  necesario  para  la  falúa. 
Se  ponen  en  vigor  la  ley  de  Sanidad  de  28  de  Noviembre  de  1855,  y  las 
modificacioní^s  hechas  por  la  de  2i  de  Mayo  de  dSüG  en  cuanto  sean  apli- 
cables al  Archipiélago. 

Por  otro  decreto  del  17  del  mismo  mes,  se  organiza  una  Junta  Supe- 
rior de  Sanidad  del  Archipiélago  con  atribuciones  consultivas,  la  que  se 
compone  del  Director  de  Administración  civil.  Presidente,  de  un  Vice- 
presidente, que  será  una  persona  de  reconocida  competencia  y  responsa- 
bilidad, y  de  Vocales  (Subdelegado  general  de  las  Islas,  Inspector  de 
Sanidad  militar,  el  de  la  Armada,  el  decano  del  cuerpo  consular  de  Ma- 
nila, el  Mayor  del  Apostadero,  un  jurisconsulto,  un  Cónsul,  dos  Cate- 
dráticos de  Medicina,  dos  de  Farmacia,  el  Veterinario  de  mayor  categoría, 
el  Inspector  de  Obras  públicas  y  el  Arquitecto  del  Estado).  Es  decir  una 
Junta  de  Sanidad  á  la  española:  mucha  gente  y  pocos  médicos.  Y  se  han 
olvidado  de  los  frailes,  si  es  que  no  entran  en  la  Vice-presidencia.  El  Se- 
cretario de  esta  Junta  es  el  Oficial  encargado  del  Negociado  de  Sanidad 
en  la  Dirección  de  Administración  civil. — Se  crean  además  Juntas  pro- 
vinciales y  locales;  se  podrán  nombrar  delegados  facultativos. 

Todo  esto  es  regular,  pero  tardío,  muy  tardío. 

—En  Singapore,  con  fecha  22  de  Setiembre,  habían  declarado  limpias 
las  procedencias  de  Joló  y  Palumbang  (Sumatra),  y  sucias  las  de  Acheen 
Troper. 

En  el  Japón  disminuia  y  preparábanse  algunas  capitales  á  celebrar 
el  término  de  la  epidemia  planteando  el  establecimiento  de  la  luz  eléc- 
trica. Aprende,  Europa. 


r-v'V.-s^-   ^^-W.^»-v^  »■* 


NOTICIAS  científicas. 


Orquitis. —  Consigna  el  Philadelpia  Medical  Times  (D  EscalpelJ,  que 
para  curarla  pronto,  basta  aplicar  dos  ó  tres  veces  por  día  una  cataplas- 
ma caliente  de  linaza,  mezclada  con  tabaco  del  que  emplean  los  mas- 
cadores. 

El  todo  se  recubre  por  una  seda  untada  de  aceite. — Este  remedio 
encalma  desde  luego,  y  en  algunos  días  disminuye^la  hinchazón  hasta  el 
punto  de  poder  ser  aplicado  el  conveniente  suspensorio.  (C.  Castells.) 

Quillayina. — Donnell  dá  este  nombre  á  un  extracto  acuoso  de  Quillo- 
ya  saponaria  bajo  la  forma  de  extracto  seco,  pulverulento  ó  laminiforme 
{Repert,  de  pharm,)  Trata  la  corteza  diferentes  veces  por  el  agua  caliente, 
y  los  líquidos  son  evaporados  á  sequedad.  La  quillayina  es  de  color  mo- 
reno, soluble,  no  higroscópica,  y  se  conserva  fácilmente.  Se  la  emplea 
para  emulsionar  los  aceites,  las  resinas,  etc. 

Diez  centigramos  en  60  gramos  de  agua  bastan  para  emulsionar  60 
gramos  de  aceite  de  ricino  y  dar  una  emulsión  de  perfecta  fluidez. — 
(Roca.) 


ESTADÍSTICA  DEMOGRÁFICO- 

POR    D.    JOAQUÍN 


I.    I^rinoipales  looa 


*nB9« 


LOCALIDADES. 


1." 
2.» 
3." 
4.« 

6.' 

6." 

7." 

8.* 

9.« 

10." 

11/ 

12." 

13." 


Barcelona.  . 

Gracia 

Reus 

Tortosa..  .  . 
Tarragona. . 
Liérlda.  .  .  . 
Sabadell. .  . 
Matar  ó.  .  .  . 
Manresa.  .  . 
Gherona. .  .  . 
Igualada  (2). 
Vich  (3)..  .  . 
Olot 


UTIfüD     I     UTITÜD 

déla 

Casa  de  Ayuntamiento. 


41°  23' 
41»  23" 
41«  29' 
40»  48* 
41»  r 
41»  36' 
41»  32* 
41»  32' 
41»  43' 
41»  58' 

41^»  63' 


5" 
59" 
24" 
48" 

2' 
56" 
13" 
30" 
28" 
59" 


14 

60 

132 

8 

49 
151 
190 

2% 
233 

69 

503 


Saperfioie 
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Kíl6i.  cttid. 


4*27 
1*42 
1*07 
0*39 
0*80 
0*44 
1*23 
0*71 
0*54 
0*44 
> 


POBUCIOI. 


248,849 
33,671 
27,643 
24,376 
23,267 
19,631 
18,333 
17,222 
16,626 
14,682 
11,860 
11,719 
6,867 


Kám.  de  hab. 

per 

Kil.  enad. 

UTÜU  Bi&OllírUCÁ. 

Máxima. 

Niniau. 

Hedis. 

58,278*55 

779*3 

746*9 

762*  r. 

23,641*55 

» 

^ 

25,871*96 

B 

62.500*00 

» 

29,983*75 

> 

44,615*91 

768*1 

733*2 

749*4 

14,904*88 

» 

24,256*34 

t 

30,788*89 

» 

83,368*38 

1 

> 

753*8(*) 

721*4 

738*7 

» 

» 

• 

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744*9 

709*7 

72r>*2 

LOCALIDADES. 


1." 
2." 
3." 
4." 

B." 

6.* 

7." 

8." 

9." 

10." 

11." 

12." 

13." 


Barcelona  . 
Orada.  .  .  < 

Reus 

Tortosa..  .  . 
Tarragona.. 
Lérida  .  .  . 
Sabadell..  . 
Mataró..  . 
Kanresa..  . 
Oerona. .  .  . 
Ignialada..  . 
Vich.  .  .  . 
Olot..  . 


BDA.D 

HE   LOS  FALLECIDOS- 

.^"^ 

O 

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1308 

723 

121 

172 

715 

771 

808 

17 

532 

8 

83 

136 

181 

19 

21 

80 

99 

122 

75 

» 

11 

54 

51) 

7 

12 

33 

46 

112 

» 

3 

4 

74 

34 

8 

23 

50 

51 

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56 

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109 

19 

20 

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6 

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36 

77 

13 

4 

41 

102 

9 

9 

22 

34 

63 

66 

6 

97 

31 

8 

19 

4:^ 

38 

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7 

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77 

20 

12 

18 

43 

56 

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4 

1 

44 

48 

6 

5 

15 

30 

54 

35 

» 

27 

22 

7 

11 

34 

49 

60 

1 

5 

» 

» 

* 

> 

» 

» 

» 

* 

> 

» 

ENFERMEDADES  INFECCIOSAS. 


tí 
tí 


16 
1 
3 
1 
3 
4 
> 
4 
4 
% 


14 
1 
i 

«2 


o 


II.  Oataliiíia 


PROVINCIAS. 


Barcelona.  . 
Tarragona. . 
Oerona. .  .  . 
Lérida.  .  .  . 

TOTAL 

(Cataluña.) 
SSPAMA .  . 


LCGfrnos. 


tí 

e 


6804 
2361 
17()5 
1400 


.o 

§ 


ILEGÍTIMOS. 


12270 


128137 


6301 
2123 
1529 
1430 


11483 


ii7m 


_, 


tí 

o 


:305 
31 
35 
22 


393 


a 

n 


261 
34 
24 
36 


355 


8175  7628 


tí 
he 


13671 
4549 
3293 

2888 


24401 


261168 


tí    . 
o  a 


2*698 
2*266 
1*828 
1*686 


2-119 
2*591 


X>lBFTDlSr 


EDAD  DE  LOS  FALLECIDOS. 


i 


•flí 

o 

3334 
783 
479 
497 


5093 


59266 


-a 


2373 
571 
478 
529 


3951 


3S394 


■es 

O 


386 
122 
411 
351 


1270 

10788 


464 
137 
386 
222 


1209 


10441 


5 

•es 

O 


1639 
353 
391 
274 


2651 


24131 


■es 

O 


1937 
471 
517 
402 


3377 

30418 


2989 
887 
6'>5 
580 


5111 


43486 


49 
2 
4 

* 


B 

OQ 


55 


120J 

163 

21 

140 

1524 


8751 


ENFERMEDADES 


m  — 


9293 


tí 

a 

«3 

Difteria  7 
Ornp. 

65 

182 

20 

47 

9 

38 

17 

27 

102 

291 

1689 

5259 

79l  23i 
2i) 
37 
23 


2i)     If. 

37     M| 

13 


159   ¿71^ 
2300'226V' 


(1)  Comprende  desde  el  26  Dicinnibrc  al  25  Junio. 

(2)  Los  aatos  concernientes  á  esta  población,  nos  han  sido  suministrados  por  nuestro  colaborador  el  s^iV^r 

(3)  Los  datos  concernientes  á  esta  población  nos  han  sido  suministrados  por  nuestro  colaborador  el  spií'^i 

(4)  La  proporción  por  mil  es  mensual. 

(♦)  Cuantos  datos  meteorológicos  consigno,  los  debo  directamente  al  concienzudo  observador  P.  Kscol.-i|i¡-> 


SANITARIA.    (Primer  semestre  del  año  1882  w.) 


CEBEIRA    REY. 


TIKPIÜTimi. 

Máxima. 

Minina. 

Media. 

26*4 

1*2 

14*4 

» 

> 

» 

34*6 

-4*4 

11*9 

» 

> 

> 

35*0 

—4-6 

13*4 

32*0 

-5*0 

11*3 

VIENTOS 
DOMINANTES 


E.-S.  O. 


S.  O 


■o  it 


-E. 


O.-S.  O. 
•     E.  S.  E. 


1-30 


días 


de 
lluTia. 


Bubo- 
sos. 


eabier- 
Us. 


82 


153 
361 


35 

» 

* 

t 

21 

» 

* 
t 

24 
> 

42 


66 
» 
> 

> 

52 
» 
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44 

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43 


35 

f 
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> 

51 

> 

9 

22 

> 
32 


despe- 
jados. 


80 

» 
78 

» 

V 

> 

115 

* 
106 


NACIMIENTOS. 


JjGITIMQS^ 
Varones. :  Heabras. 


1671 

263 

196 

217 

190 

99 

190 

141 

205 

104 

lÜO 

90 


1595 
251 
173 
240 
174 

80 
180 
134 
196 
105 

92 
105 


ILIGITINOS. 


Tarooes. 


268 
4 
3 
4 

19 
9 


28 


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OTRAS  ENFERMEDADES  FRECDERTES. 


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OTRAS  ENFERMEDADES  FRECUENTES. 


288 
118 
194 

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9820 


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128 

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Vilaseca  Mercadé. 
D.  José  Salarich. 


D.  Narciso  Cata,  Profesor  de  Física  del  Colegio  de  segunda  enseñanza. 


740  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

El  «gonococo». — Sabido  es  que  Neisser,  de  Breslau,  viene  insistiendo, 
desde  1879,  en  la  existencia  de  un  micrococo  gonorreico,  que  seria  la 
causa  primera  de  la  enfermedad,  lo  mismo  cuando  se  manifiesta  en  la 
uretra,  que  cuando  aparece  en  el  ojo;  ha  dado  el  nombre  de  gonococo 
al  microbio  en  cuestión,  y  ha  conseguido  que  la  presten  su  concurso 
afirmativo  los  Dres.  Anfrecht,  Ehrlich  y  Gaffkey,  y  los  oftalmólogos 
Lebert,  Sattler  é  Hirschberg  (Siglo  médico);  pero  le  faltada  el  experimen- 
íum  crucU  (la  inoculación  del  microbio  con  producción  de  gonorrea),  que 
resultaba  muy  difícil  por  no  ser  trasmisible  la  gonorrea  á  los  animales  y 
no  encontrarse  fácilmente  hombres  que  se  prestasen  á  adquirirla  por  este 
medio.  Por  fin,  seis  estudiantes  han  llevado  su  amor  á  la  ciencia  hasta 
el  punto  de  ofrecerse  al  experimentador,  quien  después  de  una  semana 
de  incomunicación,  los  ha  inoculado,  obteniendo  en  tres  casos  una  bleno- 
rragia aguda. — (F .  Castells.) 

Difteria:  tratamiento  por  la  salicina. — Conway  ha  obtenido  exce- 
lentes resultados  de  las  aplicaciones  tópicas  de  3  á  50  centigramos  de 
este  alcaloide  en  la  laringe.  {Rwista  clínica  e  terapéutica,)  Cuando  es  di- 
ficil  ó  imposible  aplicarlo  directamente,  como  ocurre  en  los  niños,  se  li- 
mita á  llevarlo  hasta  la  base  de  la  lengua,  pues  en  el  acto  de  la  deglución 
se  pone  en  contacto  con  los  puntos  afectos,  en  los  que  obra  facilttando  el 
desprendimiento  de  las  falsas  membranas  y  conteniendo  los  accidentes 
inflamatorios.  Las  aplicaciones  deben  repetirse  cada  dos  ó  tres  hora  «3  — 
(M.  Castells.) 


Poción  contra  el  asma  bronquial. —  Huchard  emplea  con  éxito  la 
siguiente: 

Agua  destilada.    .    .    , 300  gramos. 

loduro  potásico \ 

Tintura  alcohólica  de  lobeUa.      >aa       10       > 
Tintura  alcohólica  de  polígala.     ) 

Extracto  tebáico 10  centigramos. 

M.  S.  A. 


Una  cucharada  grande,  mañana  y  tarde.— (R.  RovmA.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 

Cátedra  vacante. —  Real  orden  de  24  de  Noviembre  mandando  se  provea 
por  concurso  la  de  Patología  médica  de  la  Universidad  do  Sevilla  ^Gádiz). — 
Gaceta,  del  2  de  Diciembre. 

Id.  id.— Real  orden  de  24  de  Noviembre  mandando  se  provea  por  oposición 
una  de  las  de  Anatomía  descriptiva  de  la  Universidad  de  Madrid.  —  Id.  id.  id. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Reseña  del  segundo  ejercicio  del  Instituto  de  Terapéutica  operatoria 
del  hospital  de  la  Princesa,  por  D.  Felerico  Rubio  Gali,  D.  Rafael  Ariza  Espejo 
y  D.  Serafín  Buissen.— Madrid,  1882. 

Tratado  de  la  palpación  abdominal,  por  A.  Pinard,  versión  española  d*^  Ri- 
cardo M  artinez  Esteban.— Segunda  edición.-  Alcalá  de  Henares,  1882.-Dos  ejem- 
plares. 

Apuntes  de  Zoología  módico -farmacéutica  y  Farmacozoologia,  por  el 

ür.  D.  Juan  Teixidor  y  Cos. -Barcelona,  1880  A  1883. 


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Tomo  II.  Húm.  24.  31  Dieiembre  de  1882.  Año  II.  Nftm.  48. 

T— T— ^— — — — —  — —  .    ■  —-——.I——  I  — 

Gaceta  Médica  Catalana. 

SUMARIO:  Apuntes  sobre  la  generación  espontánea,  por  el  »p.  D.  Francineo  Vidal  Ca- 
reta.-Revista  de  Física.  Congreso  y  Exposición  de  electricidad  (conclusión),  por  el  Poetar 
Rodricaea  Meadas.  —  La  Obstetricia  antiséptica  y  la  septicemia  en  Obstetricia  (con- 
clusión), por  B.  Baraea—  Cólera  morbo,  por  el  Or.  RodriffueB  Meades.  -  NOTICIAS 
CIENTÍFICAS:  Tintura  de  iodo  en  las  hemorragias  puerperales.— Terefeno.-Alcohok  inyec- 
ciones subcutáneas.—  Sección  oficial.  -- Publicacionca  r0ct6tda«.  — A  nuestros  suscritores.— 
A  la  prensa.— índice  de  autores.— Id.  de  materias.- Id-  de  grabados. 


.iALl>TJ3SrTBS 

SOBRE  LA  GENERACIÓN  EXPONTÁNEA, 

POR  D.  Francisco  Vidal  y  Careta, 

Doctor  en  Medicina  y  Cirugía,  Licenciado  en  Ciencias  Naturales,  e^. 


No  es  mi  ánimo  entregarme  á  discernir  indiscretamente  la  utilidad 
que,  del  distinto  modo  de  considerar  tal  teoría  por  los  autores,  han  re  - 
portado  las  Ciencias  y  en  particular  la  Ciencia  médica:  lejos  de  eso, 
procuraré  con  calma  exponerla,  intentando  dilucidar  la  cuestión  de  mo- 
do  que  se  vea  la  crítica  y  no  el  apasionamiento,  con  el  fin  de  que  re- 
sulten deducciones,  sino  acertadas,  á  lo  menos  que  se  acerquen  á  la 
verdad,  perfección  hacia  la  cual  deben  tender  todos  nuestros  esfuerzos  y 
tanto  más  dedicándonos  á  una  rama  en  la  cual  una  teoría,  tomada  ó  lle- 
vada hasta  el  entusiasmo  por  novedad  ó  quizá  por  la  moda,  es  capaz  de 
arrastrarla  hacia  el  abismo,  digo  bien  arrastrarla,  porque  no  caerá  en  él, 
pues  aunque  la  Ciencia  lo  oye  todo,  desgraciado  del  que  intente  enga- 
ñarla, pues  en  este  momento  reunirá  sus  fuerzas  y  aplastará  á  su  con- 
trario. 

Antes  de  hacerse  partidario  de  una  idea,  conviene  estudiarla  un  poco 
y  aún  no  desconocer  las  que  por  más  ó  menos  tiempo  han  militado  en  el 
campo  científico,  pues  demostrar  pasión  por  una,  habiendo  olvidado  las 
demás,  es  andar  á  ciegas  por  el  espinoso  sendero  de  la  lógica.  Creo  que 
es  preferible  no  entusiasmarse  por  ninguna,  si  no  se  tiene  la  seguriclad 
de  que  vale,  esto  es,  sin  que  se  haya  podido  demostrar  su  ventaja  com  - 
parándola  con  las  que  la  precedieron. 

A  más,  antes  de  hacer  la  crítica  de  una  teoría,  es  necesario  exponer- 
la tal  como  la  comprendió  su  autor,  teniendo  en  cuenta  los  conocimien- 
tos que  en  su  época  reinaban;  pues  si  la  historia  de  la  Ciencia  médica 
nos  demuestra  que  en  todo  tiempo,  desde  que  la  medicina  es  medicina, 
ha  habido  partidarios  de  todas  ideas,  esto  es,  espiritualistas,  animistas, 
materialistas,  transformistas,  eclécticos,  etc.,  etc.,  debemos  entender  con 
ello  que  lo  único  que  se  va  haciendo  es  perfeccionar  lo  que  ha  habido 
antes,  es,decir,  ponerse  una  máscara  más  vistosa,  pero  que  no  por  eso 
deja  de  ser  máscara.  Si  Van-Helmont  en  su  delirio  dijo  que  poseía  rece- 
tas para  fabricar  sapos  y  ratones,  y  nos  viene  un  moderno  diciéndonos 


742  APUNTES  SOBRE  LA  GENERACIÓN  EXPONTÁNEA. 

que  tiene  medios  para  crear  bacterias,  la  idea  de  generación  expontánea 
subsiste  la  misma,  pero  engalanada  con  flores  más  bonitas;  y  si,  por  últi- 
mo, en  nuestros  dias  viene  un  transformista  y  nos  dice  lo  anterior  no  es 
verdad,  pero  sí  lo  es  la  generación  expontánea  de  la  primera  célula,  aun 
os  engalanarla  más,  y  si  mañana  viene  otro  y  nos  dice,  no  es  verdad  lo 

anterior entonces  tal  generación  expontánea  desaparecerá  en  el 

panteón  del  olvido. 

Basta  de  exordio,  y  voy  á  entrar  en  materia,  no  se  diga  que  si  lo  que 
reinó  ayer  cae  casi  hoy,  sea  motivo  suficiente  para  que  dejemos  de  son- 
dear un  poco  á  fondo  la  cuestión  tan  debatida  de  la  generación  expontá- 
nea, siquiera  sea  para  aclarar  las  pocas  dudas  que  aún  quedan  sobre  su 
no  existencia,  ó  á  lo  menos  para  dar  un  rato  de  solaz  á  sus  lánguidos 
partidarios. 

Conviene  tomar  el  asunto,  ante  todo,  bajo  el  punto  de  vista  más  na- 
tural, sin  estar  preocupado  el  ánimo  por  ninguna  impresión  en  pro  ni 
en  contra;  de  esta  manera  es  como  se  logra,  sino  una  crítica  perfecta,  á 
lo  menos  que  se  acerque  á  ella.  A  más,  en  la  exposición  seguiré  el  mé- 
todo analítico,  porque  si  para  explicar  lo  que  uno  sabe  es  preferible  el 
sintético,  para  descubrirla  verdad  es  mejor  el  primero. 

Gei%eracio7i  expontánea  es  la  aparición  de  seres  sin  padres  que  los 
hayan  engendrado. 

Data  de  bastante  tiempo  la  creencia  de  este  modo  de  generación. 
Prescindiendo  de  los  tiempos  antiguos,  vemos,  en  el  siglo  xvi,  que  Van- 
Helmont  la  sostuvo,  dándole  un  carácter  completamente  absurdo,  lle- 
vando su  delirio  al  extremo  de  decir  que  poseía  recetas  para  fabricar 
varios  roedores;  no  nos  extraña  por  otra  parte  el  que  le  diera  tal  inter- 
pretación, siendo  uno  de  los  que  introdujeron  la  fantasía  en  la  Ciencia, 
siendo  el  autor  de  la  química  mística  y  quizá  el  fundador  de  la  química, 
una  vez  los  autores  posteriores  le  quitaron  el  velo  de  falsedad  con  que  la 
había  encubierto. 

Como  todo  lo  que  descansa  en  falsos  cimientos,  fué  olvidada  por  al- 
gún tiempo,  hasta  que  en  época  más  moderna  y  tomándola  bajo  la  apa- 
riencia de  realidad  en  la  formación  de  organismos  inferiores,  es  defen- 
dida por  notabilidades  científicas.  Entre  estas  se  notan  divergencias, 
pues  unos,  como  Pouchet  y  Bastían,  la  admiten  bajo  el  carácter  de  ac- 
tualidad, mientras  que  otros,  como  Lamarck  y  Hceckel,  solamente  la 
aceptan  para  la  formación  de  la  primera  célula.  Tomaré  la  cuestión, 
como  he  dicho,  en  el  terreno  analítico,  esto  es,  descomponiendo  la  ma- 
teria de  estudio  á  fin  de  ir  de  lo  más  complicíido  á  lo  más  sencillo. 

En  primer  lugar,  observando  que  todo  hombre  procede  de  otro  hom- 
bre y  que  ninguno  se  forma  hoy  expontáneamente,  nos  vemos  precisa- 
dos á  relegar  por  de  pronto  esta  expontaneidad  para  el  primer  hombre. 
Al  llegar  aquí,  se  nos  ocurre  preguntar:  ¿fué  el  primer  animal  en  apa- 
recer ó  vino  después  de  los  otros?  A  lo  que  se  responde,  que  todos  están 
contestes  en  afirmar  que  su  creación  es  posterior  á  todos  los  seres,  dada 
su  alimentación,  móribsis,  inteligencia,  etc.,  etc. 

Admitamos  su  creación  posterior.  Con  su  inteligencia,  encaminada  á 
buscar  la  verdad,  quiere  saber  si  ha  sido  originado  aisladamente  ó  si 


APUNTES  SOBRE  LA  GENERACIÓN  EXPONTÁNEA.         743 

ha  venido  por  transformación  de  otros;  unos  contestan  lo  primero,  otros 
lo  segundo;  los  primeros  admiten  desde  luego  la  formación  expontánea 
del  hombre  y  los  segundos  no;  suponiendo  á  éste  la  rama  terminal  de  un 
árbol,  descienden  por  ella,  yendo  al  tronco  ú  buscar  el  origen  de  la  pri- 
mera célula,  y  por  no  quedarles  otro  recuiso,  admiten  su  formación  ex- 
pontánea bajo  la  influencia  de  las  solas  fuerzas  físico-químicas. 

La  primera  célula  ¿se  formó  expontáneamente?  ¿Y  qué  es  la  célula? 
La  célula  es  el  más  simple  elemento  anatómico;  es  una  sustancia  albu- 
minoidea,  dice  la  química.  Ya  que  ésta  se  formó  expontáneamente,  no 
es  lógico  suponer  ó  el  pensar  que  estos  seres  microscópicos,  que  se  for- 
man en  las  infusiones  en  gran  número,  que  son  origen  de  muchas  en- 
fermedades, estas  bacterias,  que  por  su  pequenez  penetran  por  los  poros 
de  la  piel  y  atormentan  la  humanidad,  no  se  han  de  crear  expontánea- 
mente, si  su  composición  química  es  una  sustancia  nitrogenada  y  su 
formación  tan  exagerada  que  no  poseemos  medios  para  apreciarla?  Por 
de  pronto  diré  que  en  el  mundo  microscópico  hay  que  comprender  sé- 
res  animales,  seres  vegetales,  y  seres  que  se  duda  si  pertenecen  á  uno  ó 
á  otro  de  los  dos  reinos  orgánicos,  llamados  protistas  por  Ilajckel,  que 
establecerían  el  tránsito  entre  los  animales  y  vegetales,  participando  Je 
unos  y  de  otros. 

Los  primeros,  ó  sea  los  animales  microscópicos,  son  los  que  Wris- 
berger,  en  el  siglo  xvi,  les  dio  el  nombre  de  Infusorios,  por  desarrollar- 
se en  las  infusiones,  si  bien  algunos  viven  en  las  aguas  dulces  y  saladas 
y  sobre  restos  de  plantas  y  de  otros  animales.  Son  los  animales  que  tie- 
nen organización  más  sencilla  y  los  caracteres  que  les  asigna  Dujardin 
son  el  estar  formados  por  una  sustancia  homogénea,  glutinosa,  transpa- 
rente, desnuda  ó  defendida  en  parte  por  una  cubierta  más  ó  menos  re- 
sistente. Su  forma  más  común  es  la  redonda  ó  la  oval,  pero  á  veces  pre- 
senta otros  aspectos  y  aun  varia  á  cada  momento  la  forma  de  itno  mismo. 
Tienen  tres  clases  de  movimientos:  el  Browniano,  llamado  así  por  su 
autor  Brown,  por  el  cual  verifican  oscilaciones  en  todos  sentidos,  délas 
que  nos  puede  dar  cuenta  un  rayo  de  luz  que  entrara  por  la  rendija  de 
una  habitación;  el  sarcódico,  caracterizado  por  extensión  y  contracción 
de  una  parte  de  su  masa,  y  el  vibrátil,  que  también  se  encuentra  en  las 
células  vibrátiles  que  revisten  el  epitelio  de  parte  de  varios  aparatos,  ol- 
fatorio y  genital,  caracterizado  por  ondulaciones,  de  las  que  nos  puede 
dar  cuenta  un  campo  de  trigo  agitado  por  el  viento.  Unos  tienen  boca  y 
los  que  carecen  de  ella  se  alimentan  por  absorción.  Presentan  en  el  in- 
terior de  su  masa  cavidades  vacias,  llamadas  vacuolas.  Los  distintos  co- 
lores que  presentan  son  debidos  á  las  diversas  sustancias  que  han  inge- 
rido. Ahora  bien,  estos  infinitamente  pequeños,  entre  los  cuales  citare- 
mos los  Vibriones,  Amiba,  Monadas,  Euglenidos,  Vorticella,  etc.,  etc.,  se 
multiplican  generalmente  por  división  expontánea  ó  fisiparidad,  gem- 
macion  y  algunos  pocos  por  huevos,  de  modo  que  siempre  proceden  de 
padres  formadores;  jamás  se  ha  visto  que  su  generación  sea  expon- 
tánea. 

Los  segundos,  ó  sean  los  vegetales  microscópicos,  pertenecen  á  la 
Criptogamia,  y  son  los  que  la  Patología  estudia  como  causa  de  un  gran 
número  de  enfermedades.   Ya  pertenezcan  á  los  hongos,  á  las  algas,  á 


744         APUNTES  SOBRE  LA  GENERACIÓN  EXPONTÁNEA. 

los  musgos,  Ó  á  los  liqúenes,  sus  carecieres  son  el  ser  vegetales  esencial- 
mente celulares  y  el  reproducirse  por  esporos.  El  mayor  contingente  de 
afecciones  contagiosas  es  debido  á  fitoparásitos,  pertenecientes  á  la  fa- 
milia de  los  hongos,  bastantes  á  la  de  las  algas  y  menos  á  la  de  los  mus- 
gos y  liqúenes.  Los  hongos,  entre  los  cuales  citaremos  los  que  producen 
las  tinas  y  otras  enfermedades,  tales  como  el  Achorion  Sclicenleiniiy  2Vi- 
cophiton  tonsxirans,  Microsporon  aíidouiniy  Oidium  albi<;a7is,  varios  micro- 
cocos,  como  el  mucor  raucedo,  rhizopodns  nigricmis,  etc,  constan  de  dos 
aparatos  fisiológicos,  nutritivo,  ó  mycelium,  y  generativo.  El  mycelium  6 
rhizopodium  consiste  en  filamentos  simples  ó  ramosos,  resultado  de  la 
prolongación  de  una  célula  ó  bien  de  la  multiplicación  por  división  ex- 
pon tánea  de  ella.  El  aparato  generador  consta  de  células  madres  ó  espo- 
rangiosy  encerradas  en  unos  filamentos  llamados  conceptáculos,  de  cuyas 
células  nacen  otras  más  pequeñas  ó  esporos  destinadas  á  regenerar  la  es- 
pecie. También  pueden  presentar  los  filamentos  esporos  al  exterior.  En 
cuanto  á  las  algas,  entre  las  cuales  puedo  citar  las  bacterias,  que  se  en- 
cuentran sobre  la  atmósfera  de  los  pantanos  y  las  que  se  desarrollan  en 
la  sangre  y  en  otros  humores,  como  la  Palmella,  Bacillus  malarice,  Crypta 
syphiliticay  Crypta  gofiorréica,  Sarcina  ventriculi,  etc.,  su  organización  es 
análoga  en  su  parte  esencial  á  la  de  los  hongo?,  solamente  que  los  espo- 
ros, al  desprenderse,  gozan  de  movimientos  propios,  en  virtud  de  lo  que 
se  les  llama  zoosporos,  y  además  carecen  de  membrana  de  cubierta.  (En- 
tiéndase que  hemos  hablado  de  los  hongos  y  algas  más  sencillos,  pues 
la  organización  se  complica  en  algunas  de  ellas.)  Se  vé  desde  luego 
que,  ni  aun  tratando  de  las  criptógamas  más  inferiores,  se  debe  admitir 
la  generación  expontánea,  siendo  su  reproducción  por  esporos  y  su  cre- 
cimiento y  multiplicación  por  fisiparidad. 

Algunos  autores  naturalistas,  al  describir  ciertos  seres  inferiores,  de 
los  que  hemos  citado  anteriormente,  parece  como  que  dudan  si  com- 
prenderlos entre  los  animales  ó  entre  los  vegetales,  y  Haeckel,  conside- 
rándolos como  un  tránsito  entre  unos  y  otros,  formó  el  gran  reino  de  los 
Protistas,  entre  los  cuales  incluyó  á  los  infusorios  de  los  antiguos,  á  cier- 
tas algas  dudosas,  á  los  hongos,  diatomeas,  etc.  Para  estos  autores  desde 
luego  no  hay  división  posible  de  reino  animal  y  vegetal,  pues  dicen  que, 
partiendo  todos  los  organismos  de  un  mismo  punto  (el  plasma  y  la  ve- 
sícula), van  en  divergencia,  alejándose  y  distinguiéndose  más  las  dife- 
rencias cuanto  más  se  apartan  los  individuos  de  este  punto  de  partida, 
que  es,  según  ellos,  común  á  los  vegetales  y  animales.  Bien  es  verdad 
que  en  muchos  casos  será  muy  difícil  el  decidirse  acerca  de  si  un  infini- 
tamente pequeño  pertenece  al  reino  animal  ó  vegetal,  dadas  las  analo- 
gías que  existen  entre  ellos  en  este  estado;  pero  de  todos  modos,  tanto  si 
son  vegetales  como  si  son  animales,  como  si  participan  de  los  dos,  for- 
mando el  reino  intermedio  de  Haeckel,  la  verdad  es  que  su  generación 
es  por  huevos,  por  gemmacion,  fisiparidad  ó  esporos,  nunca  por  gene- 
ración expontánea.  Los  partidarios  de  la  expontaneidad,  no  pudiendo 
rebatir  las  leyes  de  la  naturaleza  en  lo  que  toca  á  la  generación  de  los 
organismos  inferiores,  se  han  refugiado  en  el  estudio  de  las  fermenta- 
ciones, diciendo  de  ellas  que  los  fermentos  que  las  producen  se  desarro- 
llan expontáneamente  en  la  materia  ferment'^scible,  y  que,  considerando 


APUNTES  SOBRE  LA  GENERACIÓN  EXPONTÁNEA.         745 

como  á  tal  á  la  sangre,  también  los  seres  que  se  desarrollan  en  ella, 
obrando  como  fermentos  y  dando  lugar  á  muchas  enfermedades,  apare- 
cen de  la  misma  manera. 

En  primer  luger  no  es  verdad  que  no  se  sepa  ó  ignore  la  causa  de 
muchas  enfermedades  contagiosas,  estando  estas  ocasionadas  por  seres 
microscópicos  análogos  á  los  que  se  encuentran  en  el  aire  de  las  comar- 
cas infectadas.  En  mi  trabajo  Estudio  especulativo  é  histórico  del  agente 
palúdico,  di  á  comprender  la  naturaleza  del  paludismo,  habiendo  sido  el 
agente  que  la  provoca  encontrado  en  la  sangre  y  en  las  deyecciones  de 
los  infectados,  siendo  análogo  al  que  se  halla  en  las  comarcas  pantano- 
sas; lo  mismo  pasa  sucede  en  las  regiones  infectadas  por  el  tifus,  el  cóle- 
ra, la  fiebre  amarilla.  Por  otra  parte,  si  se  dudara  aún,  Pasteur  ha  de- 
mostrado que  siempre  que  se  evita  la  entrada  de  gérmenes  no  hay  fer- 
mentación, y  contra  los  hechos  no  hay  réplica;  además,  admitiendo  la 
panspe%*mia  y  suponiendo,  por  tanto,  al  aire  depósito  y  vehículo  de  gérme- 
nes de  seres  microscópicos,  se  comprende  el  que  una  vez  se  desarrollen 
en  gran  número  en  una  comarca  los  de  una  especie  determinada,  dando 
lugar  á  una  afección  contagiosa;  y  si  no  todos  los  individuos  son  ataca- 
dos, depende  de  que  no  todos  tienen  materia  fermentescible  apta,  así  co- 
mo si  se  siembra  un  campo  de  trigo,  no  todos  los  granos  germinan,  de- 
pendiendo de  la  naturaleza  del  terreno,  pudiéndose  á  más  en  todas  las 
fermentaciones  admitir  una  especie  de  elección  y  hasta  si  se  quiere  de 
atracción  del  fermento  para  con  la  materia  fermentescible. 

Demostrado,  pues,  que  el  mundo  microscópico  no  se  desarrolla  ex- 
pon táneamen  te,  sino  que  todos  proceden  de  padres  engendrados,  pase- 
mos á  la  escuela  transformista,  la  cual  niega  la  generación  expontánea 
en  parte,  pues  que  la  admite  para  la  formación  de  la  primera  célula,  por 
la  sola  acción  de  las  fuerzas  ñsico-quimicas. 

Antes  de  ocuparme  de  las  objeciones  que  se  hacen  á  esta  teoría  y 
de  su  crítica,  voy  á  dar  una  lijera  idea  de  ella. 

Los  transformistas  admiten  que  el  primer  organismo  creadQ,  como 
he  dicho,  por  las  fuerzas  físico  químicas,  ha  sido  el  tronco  del  cual  han 
partido,  como  ramas,  todos  los  seres  orgánicos  que  pueblan  el  mundo, 
hasta  llegar  al  hombre,  en  virtud  de  transformaciones  verificadas  por 
las  fuerzas  herencia,  selección  natural  y  adaptación;  Darwin,  Hseckel  y 
antes  Lamarck  son  los  autores  de  tal  teoría. 

Gomo  prueba  de  la  herencia,  citan  el  que  el  embrión  de  la  ballena 
tiene  dientes,  que  desaparecen  después,  porque  de  nada  le  servirían  pa- 
ra el  régimen  alimenticio  que  tiene  {fuerza  de  adaptación),  así  como 
también  por  herencia  el  hombre  conserva  los  músculos  del  pabellón  de  la 
oreja,  que  no  los  necesita  para  nada,  y  el  apéndice  del  ciego  que  tantos 
trastornos  le  causa.  En  la  lucha  por  la  existencia  prueban  la  selección 
natural,  en  virtud  de  la  que  vence  el  más  fuerte,  el  más  apto,  el  más  se- 
lecto, y  esto  es  el  que  conservará  la  especie.  Por  la  herencia,  dicen,  nos 
explicamos  la  figura  semejante  de  los  huesos  en  la  mano  del  hombre,  á 
la  del  murciélago,  aleta  de  los  peces  y  pata  del  caballo,  así  como  otros 
hechos  innumerables,  debiendo  hacer  notar  que  esta  fuerza  está  en  todo 
su  apogeo  en  los  primeros  albores  de  la  vida,  y  por  eso  comprendemos 
perfectamente  el  por  qué  se  parecen  los  embriones  de  los  mamíferos, 


746  APUNTES  SOBRE  LA  GENERACIÓN  EXPONTÁNEA. 

aves,  reptiles  y  peces,  pues  que  el  desuso,  ayudado  á  veces  por  la  selec- 
ción natural,  reduce  los  órganos  inutilizados  por  el  cambio  de  hábitos  ó 
condiciones  de  vida,  debiendo  desempeñar  todo^su  papel  en  la  lucha  por 
la  existencia. 

A  más,  para  explicar  y  dar  fuerza  á  su  teoría,  se  fijan  en  el  embrión 
del  hombre,  en  el  cual  á  cada  momento  se  presentan  transformaciones 
que  le  dan  similitud  con  alguno  de  los  seres  que  le  han  precedido,  de 
modo  que,  extendiéndolo  á  los  demás  embriones,  la  embriogenia  (géne- 
sis del  embrión),  seria,  según  expresión  feliz  de  un  célebre  naturalista, 
una  recapitulación  abreviada  de  la  filogenia,  con  lo  cual  no  quiere  de- 
cir el  transformismo  que  desde  el  primer  ser  orgánico  todos  hayan  veni- 
do uno  en  pos  de  otro,  sino  que  del  tronco  en  primer  lugar  divergieron 
en  dos  ramas  los  vegetales  y  animales  y  lue¿o  estas  ramas  sedicotomi- 
zaron  y  de  la  terminal  vino  el  hombre,  el  cual  tendrá  una  serie  lineal 
distinta  del  animal  que  ocupe  el  límite  de  la  otra  rama. 

Cuvier  (escuela  tradicionalista)  combate  esta  teoría,  admitiendo 
que  todas  las  especies  vegetales  y  animales  han  sido  ab  origine  creadas, 
huevos  fecundados  en  todos  los  animales,  divergentes  en  la  manera  de 
desarrollarse  al  pasar  al  estado  de  embrión,  que  es  siempre  en  el  reino 
animal  de  cuatro  maneras  ó  moldes,  siendo  estos  la  arquitectura  de  los 
Vertebrados,  Articulados,  Moluscos  y  Zoófitos.  A  más  se  refugia  en  la 
Paleontología,  diciendo  que  esta  demuestra  que  en  todos  los  horizontes 
geológicos  hay  existencia  de  especies  de  todos  los  tipos,  sin  que  existan 
otras  proféticas,  deduciendo  de  eso  que  es  falsa  la  serie  lineal. 

Observando  que  ya  se  van  haciendo  demasiado  largos  estos  apuntes, 
solo  dedicaré  unas  cuantas  líneas  á  cada  una  de  estas  dos  escuelas,  an- 
tes de  hablar,  por  decirlo  así,  de  la  génesis  del  mundo. 

Sea  ó  no  verdad  el  transformismo,  lo  único  que  diré  es,  que  el  que 
haya  estudiado  no  más  que  medianamente  las  ciencias  naturales,  no 
puede  menos  de  creer  en  que  hay  especies  proféticas  de  otras  y  si  no  se 
han  descubierto  todas,  no  es  una  objeccion  que  tiene  fuerza,  pues  basta 
que  se  hubiera  observado  una,  para  creer  que  han  existido  ó  existen 
otras.  No  hay  que  negar  que  es  verdad  que  todos  los  seres  animados  pa- 
recen moldeados  en  los  cuatro  tipos  de  Cuvier,  pero  también  es  verdad 
(permítaseme  la  frase)  que  entre  la  Anatomía  grosera  y  la  fina  hay  mu- 
cha distancia,  habiendo  necesidad  por  lo  tanto  de  hacer  un  examen  de 
licado  para  que  las  observaciones  resulten  exactas.  ¿Quién  negar  \  hoy 
que  entre  los  articulados  se  ven  tránsitos  de  unos  á  otros,  que  los  Ortóp- 
teros han  sido  precursores  de  los  Coleópteros,  y  los  Neurópteros,  aunque 
procediendo  do  distinta  rama,  de  los  Lepidópteros?  Ejemplos  análogos 
podría  citar  entre  los  Moluscos  y  Zoófitos.  Por  lo  que  hace  á  los  Verte- 
brados, la  Paleontología  demuestra  que  existen  especies  fósiles  proféti- 
cas, tales  como  el  Plerodactilus,  Plexiosaurus,  Lahirintodontus,  etc,  y 
hasta  Haeckel  cree  que  existe  el  Pitecántropo,  ser  intermediario  entre  el 
hombre  y  el  mono,  ser  que  destruye  la  idea  de  algunos  transformistas  de 
ilusión,  que  creen  que  el  hombre  procede  directamente  del  mono.  Ante 
los  hechos  hay  que  bajar  la  cabeza,  y,  sin  demostrar  pasión  ni  por  los 
unos  ni  por  los  otros,  citarlos  todos,  que  la  Ciencia  no  dejará  de  tomar 
en  su  dia  lo  que  la  corresponde.  En  resumen,  según  la  escuela  transfor- 


APUNTES  SOBRE  LA  GENERACIÓN  EXPONTÁNEA.  747 

mista,  empieza  el  organismo  por  rudimentos,  tanteos  y  ensayos,  en  vir- 
tud de  los  cuales  se  crearon,  por  la  influencia  de  las  fuerzas  físico-quí- 
micas, en  primer  término  el  plasma,  primera  cristalización  de  la  mate- 
ria, luego  la  célula,  después  el  tejido,  en  seguida  el  órgano  y  por  último 
el  individuo  organizado. 

Aunque  la  esencia  es  la  misma,  sin  embargo,  distan  mucho  los  trans- 
formistas  en  su  punto  de  partida.  Así  Bonnet  y  Lamarck  suponen  que 
los  primeros  destellos  de  la  vida  fueron  resultado  fatal  é  inconsciente  de 
los  agentes  físicos  que  á  la  sazón  operaban  sobre  el  globo,  suponiendo 
además  Lamarck  que  la  atracción  ha  formado  y  está  formando,  bajo  la 
influencia  de  la  luz,  calórico  y  electricidad,  tenuísimas  masas  de  mate- 
ria gelatinosa  ó  mucilaginosa,  y  que  luego,  mediante  la  propiedad  repul- 
siva, que  tienen  estos  fluidos  al  aglomerarse,  separan  las  moléculas  for- 
mando cavidades,  y  así  se  transforma  la  masa  gelatinosa  en  tejido  celu- 
lar de  mucha  delicadeza. 

Darwin  no  va  tan  allá  como  Lamarck,  sino  que  parte  de  un  prototipo, 
seguramente  obra  de  Dios.  Haeckel  se  aproxima  á  Lamark,  diciendo  que, 
desde  la  nebulosa  (materia  cósmica  gaseiforme  y  difusa,  que  posee  cierto 
movimiento  de  rotación,  y  que  Laplace  la  consideraba  como  constitu- 
yendo el  sistema  planetario),  hasta  el  hombre,  no  ha  habido  más  que 
transformaciones.  Un  organismo,  dice,  se  forma  de  la  misma  manera  que 
un  cristal  inorgánico,  siendo  el  oxígeno,  hidrógeno,  carbono  y  nitróge- 
no los  que  determinan  la  forma  mucilaginosa  y  albuminosa.  A  la  ma- 
teria gelatinosa  la  llama  manera,  representando  el  punto  de  partida 
de  los  organismos  vegetales  y  animales,  confundidos  en  un  principio 
(protistas)  y  luego  diferenciándose,  llegando  en  los  animales  hasta  el 
hombre. 

Oigamos  á  M«*®  Boyere.  Por  aquel  entonces  todos  los  Océanos  vieron 
flotar  en  la  superflcie  de  sus  aguas  inmensas  cristalizaciones  orgánicas. 
Este  estado  era  amorfo  y  desagradable  á  la  vista,  pero  potente,  puesto 
que  se  veian  globos  y  corrientes,  ramos  y  ramitas  arborescentes,  estra- 
vagantes.  Era,  en  s  ima,  la  organización  buscando  su  forma,  la  vida  en 
busca  de  su  propia  ley.  La  cuna  de  estas  cristalizaciones  era  una  gene- 
ración expontánea,  su  vida  una  cristalización  vegetativa,  que,  á  seme- 
janza de  la  materia  mineral,  no  supo  aprender  á  morir. 

Guvier  y  demás  tradicionalistas  dicen  que  todas  las  especies  vegeta- 
les y  animales  han  sido  ah  origine  creadas  por  una  fuerza  natural  desco- 
nocida en  la  actualidad.  Según  se  vé,  podemos  dividir  en  dos  grupos  las 
teorías  que  se  admiten  para  el  comienzo  de  la  vida:  unos,  como  Guvier 
y  hasta  Darwin,  creen  ser  su  causa  un  misterio,  y  otros,  como  Lamarck 
y  Haeckel,  sientan  la  generación  expontánea. 

En  primer  lugar,  estudiando  un  poco  la  cuestión  y  no  separándose 
del  terreno  analítico,  vemos  que  Haeckel  dice:  tm  organismo  se  forma  de 
la  misma  manera  que  un  cristal  inorgánico.  Suponiendo  la  monera  cons- 
tituida por  oxígeno,  hidrógeno,  carbono  y  nitrógeno,  en  una  palabra, 
una  sustancia  albuminoidea,  ya  desde  luego  digo  qué  no  ha  habido  tal 
generación  expontánea  para  formarse,  sino  que  los  cuatro  elementos  han 
sido  sus  engendradores,  si  se  quiere  sus  padres.  Ignoramos  como  la 
procrearon  no  sabiendo  siquiera  su  composición  cuantitativa,  f  áf' la 


748  REVISTA  DE  FÍSICA. 

química  hasta  ahora  no  ha  podido  adivinarla,  no  es  razón  para  negarlo, 
pues  tanto  han  variado  las  condiciones  cósmicas  de  nuestro  globo  que 
ayer  pudo  ser  lo  que  hoy  no.  A  más,  consideremos  que  no  solo  por  fe- 
cundación se  reproducen  los  seres  orgánicos,  sino  que  se  conoce  la  pnr- 
tenogénesis  (generación  sexual  sin  fecundación)  animal  (abejas,  pulgo* 
nes)  y  vegetal  (celíboince),  la  arrenotoquia  (producción  exclusiva  de  mu- 
chos sin  fecundación)  en  las  abejas,  la  geneagénesis  (metamorfosis  de 
la  especie)  en  que  hay  varios  desarrollos  por  huevos  y  gemmacion,  etc., 
y  se  vendrá  á  deducir  que,  si  tanta  anomalía  pasa  en  seres,  cuya  orga- 
nización es  conocida,  ¿qué  pasará  en  los  límites  de  lo  desconocido?  Por 
lo  tanto  nosotros  podemos  comprender  la  formación  de  la  monera,  no 
debida  á  generación  expontánea,  sino  al  modo  de  agruparse  los  cuatro 
elementos.  ¿Por  ventura  el  agua  se  forma  expontáneamente  ó  es  debida  á 
la  combinación  de  dos  átomos  de  hidrógeno  por  uno  de  oxigeno?  Ya  en 
este  punto  se  presenta  más  fácil  la  cuestión,  pues  la  existencia  de  los 
cuatro  elementos  indica  ya  la  formación  de  casi  todos  ¡os  compuestos  or- 
gánicos antes  de  constituirse  el  primar  organismo  ó  monera;  y  la  presencia 
de  los  compuestos  orgánicos  nos  indica  existirían  desde  el  más  compli- 
cado hasta  el  más  sencillo,  y  el  sencillo  lo  podemos  considerar  dividido 
en  moléculas,  átomos,  bacterias  de  átomo,  etc.,  etc.,  y  veremos  que  tal 
generación  expontánea  no  existe  ni  ha  podido  existir.  Es  solo  una  frase 
que  prueba  nuestra  ignorancia.  Cuando  se  trata  de  descubrir  los  enig- 
mas de  la  Naturaleza,  supondremos  el  comienzo  de  la  vida  orgánica, 
pues  el  de  la  inorgánica  es  aún  impenetrable. 


REVISTA  DE  FÍSICA. 

CONGRESO   Y   EXPOSICIÓN    DE   ELECTRICIDAD   (1), 

POR  EL  Dr.  Rodríguez  Méndez, 

Catedrátieo  de  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Barcelona, 


La  lámpara  de  LANE-FOX  tiene  sustancia  igual  á  las  anteriores.  Mé- 
tios  escrupuloso,  se  vale  el  autor  simplemente  de  un  pedazo  de  raíz  de 
grama,  que  carboniza  y  pone  luego  en  el  vacío. 

HIRAM  MAXIM,  americano,  se  vale  también  del  papel  Bristol.  Des- 
pués de  una  carbonización  incompleta,  pone  el  filamento  en  una  atmós- 
fera de  vapores  de  hidrógenos  carbonados,  que  llama  gfarolma,  la  cual, 
dice,  tiene  por  objeto  conservar  el  carbón,  añadiendo,  en  los  puntos  en 
que  mengua,  el  del  gas  que  se  descompone.  Con  esta  lámpara,  dado  un 
conductor  de  igual  longitud,  se  consigue  mayor  superficie  de  emisión  de 
la  luz  que  con  las  anteriores;  pero  como  el  conductor  es  más  grueso,  se 
necesita  mayor  intensidad  de  la  corriente. 

Lámparas  de  arco  voltaico, — Como  ya  queda  dicho,  los  tallos  de  car- 
bón no  se  tocan  y  entre  ellos  salta  la  chispa,  teniendo  como  medio  am- 


(1)   Conclusión.— Véanse  lo»  números  32  y  38, 


RKVISTA  DB   FÍSICA.  7i9 

bieote  7  á  la  par  de  unión  una  atmósfera,  cuya  temperatura  se  eleva, 
t&Qto  que  los  carbones  se  volatilizan  y  por  lo  mismo  se  desgastan  por 
doble  acción:  oxidante,  volatilizadora.  La  luz  así  obtenida  es  de  color 
violado,  poco  intensa  y  puede  ser  movida  por  un  lijero  soplo.  Para  evi- 
tar la  desigual  distancia  entre  los  carbones,  que  de  su  consumo  resulta, 
asi  como  para  evitar  una  excesiva  aproximación,  se  han  inventado  va- 
rios aparatos,  de  mecanismo  más  ó  menos  complicado,  que  se  llaman 
reguladores  de  la  luz  eléctrica,  todos  derivados  del  primero,  hecho  por 
Foucault  en  1849,  ó  del  de  Archereau  por  la  misma  época,  y  cuyo  objeto 


es  producir  luz  continua  y  de  igual  intensidad  en  cuanto  es  posible  (1). 
Esta  adición  es  siempre  un  obstáculo,  y  de  aquí  el  colocar  los  carbones, 
no  opuestos,  sino  juxtapuestos,  bujías  eíécíricns,  las  cuales  están  cons- 
tituidas por  dos  carbones  paralelos,  separados  entre  si  por  una  sustan- 
cia mala  conductora,  que  se  va  fundiendo  á  medida  que  se  queman  los 
carbones.  Ambos  carbones  se  implantan  en  una  armadura  metálica,  que 
puede  contener  una  ó  varías  con  el  objeto  de  que  pase  la  corriente  de 
unas  á  otras  y  no  se  interrumpa  la  iluminación,  por  un  extremo,  y  en  el 
otro  se  coloca  una  pequeña  masa,  á  la  manera  de  la  cabeza  de  un  fósfo- 

rl)  Entre  eatae  modilicaciones  deben  citarse  la  del  inismo  Foucault,  la  de  Du- 
boscq,  la  de  Serrín,  la  de  BQrgin,  la  de  Güicher,  la  de  Gaiffe,  la  de  Jaspar,  las  qui; 
tienen  como  base  electro-imanes  en  derivación  aplicables  á  varias  lamparas  alimen- 
lados  por  una  sola  máquina. 


750  REVISTA  DE  FÍSICA. 

ro,  que  establece  la  corriente  entre  las  dos  barras  para  comenzar  la  com- 
bustión. Escusado  es  decir  que  en  estas  bujías  siempre  es  el  mismo  el 
espacio  que  separa  los  carbones,  y  que  su  desgaste  se  hace  de  un  extre- 
mo á  otro,  como  si  se  tratase  de  una  vela. 

Es  condición  precisa  en  estas  bujías  que  se  consuman  por  igual  los 
dos  carbones,  para  lo  cual  la  corriente  debe  cambiar  con  suma  frecuen- 
cia de  sentido,  es  decir,  cada  uno  de  los  carbones  debe  ser  alternativa- 
mente positivo  ó  negativo.  Esta  condición  se  realiza  con  gran  facilidad 
en  la  mayor  parte  de  las  máquinas  magneto-eléctricas.  También  es  ne- 
cesario que  esté  siempre  el  arco  voltaico  en  la  extremidad  de  la  bujía. 

Para  satisfacer  esta  segunda  exigencia  se  han  ideado  varios  aparatos. 
El  primero,  1876,  fué  puesto  en  práctica  por  el  polaco  JABLOGHKOFF. 
Este  autor  coloca  entre  los  dos  cilindros  paralelos  de  carbón  una  especie 
de  argamasa,  que  se  conoce  con  el  nombre  de  colombina;  antes  era  de 
kaolín,  y  ahora  se  hace  con  yeso  y  un  tercio  de  sulfato  de  barita.  El  kao- 
lín se  fundía  y  derivaba  parte  de  la  corriente;  la  mezcla  actual  se  disocia 
y  volatiliza  sin  fundirse,  y  los  productos  de  la  volatilización  forman  al 
rededor  del  arco  una  nube  luminosa,  que  mitiga  la  intensidad  de  la  luz. 
Pero  como  las  sustancias  empleadas  no  son  puras,  la  luz  se  alarga  y  co- 
lorea y  resulta  menos  fija  que  cuando  se  emplean  buenos  reguladores; 
tienen  la  ventaja  de  su  sencilla  disposición.  Al  empezar,  la  bujía  iba  en- 
vuelta en  una  funda  aisladora;  pero  desde  d878  no  se  usa  porque  es 
inútil. 

Ya  indicaba  que  en  esta  bujía  se  ponían  en  comunicación  los  dos  car- 
bones, en  el  acto  de  comenzar  á  arder,  mediante  un  pedacito  de  carbón. 
Pues  bien,  Wílde  creyó  que  podía  prescindirse  del  cuerpo  intermedio 
(coloiribina)  y  construyó  su  bujía,  en  la  que  uno  de  los  carbones  se  mue- 
ve, aproximándose  al  otro,  cuando  la  corriente  no  pasa;  establecida  esta, 
un  electro-iman  separa  la  varilla  movible  y  quedan  ambas  á  distancia 
conveniente  y  paralelas  entre  sí.  Guando,  por  cualquiera  causa,  se  apaga 
la  bujía,  vuelve  á  la  posición  primitiva  y  brota  la  luz.  En  esta  bujía 
pueden  ponerse  las  puntas  hacia  abajo,  lo  que  evita  las  sombras  de  la 
base  en  que  descansa,  pero  no  funciona  con  tanta  regularidad.  Con  la 
extremidad  luminosa  hacia  arriba  es  superior  á  la  de  Jablochkoff.— En 
armonía  con  este  fundamento  ha  dispuesto  una  lámpara  Jamín,  un  que- 
mador Gérard,  etc. 

Lámpara  soíar.— El  hecho  característico  es  que  los  carbones,  no  para- 
lelos entre  sí,  sino  oblicuos,  atraviesan  un  pedazo  de  mármol,  de  cal  ó 
de  magnesia  comprimidos  desde  la  cara  superior  á  la  inferior,  distando 
en  esta  unos  10  á  12  milímetros  uno  de  otro.  El  arco  que  se  establece 
entre  ambos  produce  la  incandescencia  del  pequeño  bloque  y  resulta  una 
luz,  cuya  intensidad  es  cercana  á  la  de  la  luz  del  día,  muy  fija  y  suave. 
Empleando  la  cal  hay  radiaciones  amarillas  y  encarnadas,  que  contraba- 
lancean las  molestias  que  resultan  para  el  ojo  de  las  ultra-violetas  del 
ar.?o. 

Lámparas  dt/^írencia/es.— Representan  los  resortes  de  los  reguladores 
en  las  lámparas  de  arco  voltaico  una  parte  de  delicado  funcionalismo  y 
capaz  de  entorpecer  la  marcha  regular  de  la  corriente.  Se  ha  suprimido 
el  resorte  antagonista  y  se  ha  reemplazado  por  la  atracción  de  un  electro- 


LA  OBSTETRICIA  ANTISÉPTICA  75  4 

imán  animado  por  la  corriente  misma  que  pasa  por  el  arco.  Este  proce- 
dimiento se  ha  aplicado  á  diversas  lámparas.  Una  de  tantas,  la  de  SIE- 
MENS, funciona  con  gran  perfección. 

.  En  la  de  Siemens  el  carbón  superior  es  movible  y  el  inferior  fijo; 
aquel  está  sujeto  á  la  extremidad  de  una  cremallera,  que  solo  baja  por  el 
movimiento  de  una  rueda,  regulado  por  la  misma  corriente. 

En  el  Norte  de  América  hace  muchos  años  se  utiliza  la  de  Brusch,  fun- 
dada en  iguales  principios.  En  España  ha  funcionado  la  de  Gramme. 

Lámparas  de  incandescencia  al  aire  libre, — Si  se  ponen  en  contacto, 
sea  cualquiera  el  mecanismo,  las  puntas  de  carbón  y  se  dejan  en  pre- 
sencia del  aire,  cuyo  oxígeno  aumentará  la  temperatura  del  carbón,  se 
obtiene  una  luz  en  el  punto  de  toque,  menos  intensa,  pero  capaz  de  pro- 
ducirse con  la  cuarta  parte  de  elementos  de  ácido  nítrico,  compensán- 
dose el  menor  efecto  luminoso  con  el  menor  gasto.  En  este  principio  se 
fundan  las  lámparas  de  Reynier,  Trouvé,  Ducretet,  Tommasi,  Werder- 
mann,  Glamond  y  algunas  otras.  La  de  Reynier,  que  es  la  más  preferida, 
consiste  en  una  varilla  de  carbón  movible,  que  toca  por  la  punta  una 
masa  de  granito  y  otra  por  el  lado,  ambas  término  de  los  conductores. 

Acumuladores  eléctricos, — Desarrollada  mecánicamente  la  electricidad, 
cesa  la  luz  en  cuanto  para  el  motor.  Los  acumuladores  tienen  por  objeto 
reemplazar  á  éste  por  un  espacio  de  tiempo,  de  duración  variable,  para 
que  aquella  no  se  interrumpa.  Su  teoría  descansa  en  la  formación  de  las 
llamadas  pilas  secundainas,  y  han  funcionado  con  buen  rebultado,  por 
ejemplo,  en  los  trenes,  alimentando  las  luces  durante  las  paradas.  En  los 
acumuladores  ha  de  resolverse  un  gran  problema:  el  poder  ir  á  las  fá- 
bricas de  electricidad  á  surtirse,  no  de  una  corriente  trasmitida  por 
alambres  caros,  engorrosos,  expuestos  á  desperfectos  y  con  algún  peli- 
gro, sino  de  electricidad  acumulada,  que  después  se  irá  gastando  en  cada 
domicilio  á  compás  de  las  necesidades. 


LA  OBSTETRICIA  ANTISÉPTICA  Y  LA  SEPTICEMIA  EN  OBSTETRICIA  ^'\ 

POR  R.  Barnes» 


Se  ha  dicho  que  la  escarlatina  de  una  recien  parida  era  una  simple  es- 
carlatina, y  es  algo  más:  el  virus  escaiiatinoso  encuentra  en  la  sangre 
puerperal,  cargada  de  materias  de  deshecho  que  es  impotente  para  des- 
alojar, un  medio  sumamente  favorable  á  su  acción  morbosa.  El  indi- 
viduo puede  haber  padecido  ya  la  escarlatina,  puede  haber  gozado  de  la 
inmunidad  más  absoluta;  hasta  el  momento  en  que  ha  concebido,  el  ve- 
neno no  tenia  poder  alguno  sobre  ella;  absorbido  por  un  organismo  re- 
belde, no  habia  fermentado,  sino  que  era  prontamente  expelido.  Pero  si 
penetra  en  un  organismo  puerperal,  su  eliminación  es  detenida  y  co- 
mienza el  incendio  morboso  (2).  La  toxemia  está  constituida  por  las  for- 


(1)    Conclusión.  — Véase  el  número  40. 

í'2)    Esta  opinión  es  contraria  á  la  de  Gardieu  ((omo2.^  pág."29).  tDesde  que  una 
mujer  se  halla  en  cinta  aumentan  sus  probabilidades  de  vida.»  Y  asimismo,  Anyi» 


752  LA  OBSTETRICIA  ANTISÉPTICA 

mas  autógenas,  antes  indicadas,  y  por  el  veneno  escarlatinoso;  es,  pues, 
algo  más  que  una  simple  escarlatina;  la  erupción  falta  á  menudo. 

Puede  dudarse  de  que  el  veneno  sufra  los  periodos  de  fermentación 
que  caracterizan  la  escarlatina  simple;  vive  de  un  modo  distinto,  en  este 
terreno  especial,  y  trastorna  el  proceso  puerperal;  detiene  ó  impide  la 
desagregación,  la  absorción  linfática,  la  acción  del  hígado  y  de  los  vasos 
blancos,  dificulta  el  funcionalismo  de  los  pulmones,  de  la  piel  y  de  los 
riñones. 

Trátase,  pues,  de  un  veneno  que  no  es  ni  el  veneno  de  los  materiales 
de  deshecho  no  expulsados,  ni  la  septicemia,  ni  la  pioemia,  ni  la  escar- 
latina, sino  un  compuesto  de  todos  estos  fermentos,  ó  quizá  un  nuevo 
veneno  innominado,  resultante  de  sus  reacciones  reciprocas. 

14.  Es  preciso  no  omitir  otro  factor:  las  perturbaciones  de  ánimo 
tienen  su  importancia  en  este  estado.  Una  tempestad  de  emociones  puede 
afectar  el  órgano  cardiaco  y  la  nutrición,  de  tal  suerte  que  la  sangre  se 
coagule  súbitamente;  nadie  ignora  la  influencia  de  un  sacudimiento 
moral  sobre  las  secreciones  y  las  excreciones;  conócese  menos  en  el  es- 
tado puerperal;  pero  no  hay  duda  que  las  emociones  impresionan  pro- 
fundamente la  nutrición,  la  circulación  y  las  secreciones. 

Una  emoción  es,  con  frecuencia,  la  causa  generadora  más  evidente 
de  la  fiebre  puerperal;  sino  la  causa  primera,  al  menos  la  causa  secun- 
daria y  agravante. 

Podemos,  pues,  esto  sentado,  admitir  tres  formas  de  fiebre  puer- 
peral: 

4.*  Envenenamiento  autogénico,  resultado  de  una  falta  de  equili- 
brio entre  la  absorción  y  la  excreción  de  los  materiales  de  deshecho. 
Llamémosla  endosepsis,  puesto  que  el  veneno  nace  en  el  organismo  de  la 
recien  parida. 

2.""  Envenenamiento  autogénico,  resultado  de  la  absorción  de  los 
productos  de  descomposición  del  útero.  La  llamaremos  autosepsis,  puesto 
que  la  recien  parida  se  empapa  del  veneno  que  ella  misma  ha  producido. 
Es  la  forma  que  comunmente  ha  recibido  el  nombre  de  septicemia. 

3."  Envenenamiento  procedente  del  exterior.  Le  daremos  el  nombre 
de  exosepsis. 

La  endosepsis  puede  existir  sola;  la  autosepsis  supone  la  endosepsis; 
la  exosepsis  es  el  producto  de  las  tres  formas. 

La  endosepsis  no  es,  según  creo,  comunicable  ó  infecciosa;  la  auto- 
sepsis,  por  el  contrario,  lo  es;  las  pérdidas  de  una  recien  parida,  si  son 
nocivas  para  eJla  misma,  pueden  envenenar  á  otras  recien  paridas.  La 
exosepsis  es  indiscutiblemente  infecciosa;  lo  es  en  su  doble  concepto  de 
autosepsis  y  veneno  zimótico. 

Conociendo  los  venenos  que  amenazan  á  la  recien  parida  y  las  vías 
por  las  que  aquellas  se  abren  paso,  nos  hallamos  ya  prevenidos  para  pro- 
tejerla.  Tenemos,  pues,  dos  fines  que  proponernos:  ante  todo  ponerla  á 
cubierto  de  los  venenos  exteriores,  y  después  combatir  el  efecto  nocivo 
de  los  que  hubiesen  ya  penetrado. 

La  condición  primera,  esencial,  es  colocar  el  organismo  en  estado  de 
defenderse,  y  asegurar  el  funcionalismo  de  los  órganos  de  nutrición  y  de 
excreción.  Es  hacer  verdadera  obstetricia  antiséptica  en  el  sentido  gene- 
ral y  lato  de  la  frase.  El  empleo  del  listerism^,  ó  de  las  precauciones  anti- 
sépticas vulgares,  constituye  la  obstetricia  antiséptica  en  el  sentido  res- 
tringido. 


(ryn.  1879,  tona,  i.*,  p&g.  321,  el  caso  del  Dr.  V.  Gautier:  an  sarampión  que  babia 
evolucionado  normalmente  en  una  mujer  en  cinta.  Conozco  el  caso  en  que  el  prin- 
cipio escarlatinoso  ba  atravesado  el  organismo  materno,  para  infectar  el  feto,  sin 
atacar  la  madre.  (Cordes.) 


Y  LA  SEPTICEMIA  EN  OBSTETRICIA.  753 

Desgraciadamente  no  es  siempre  posible  llenar  la  primera  condición; 
pero  tomemos  la  recien  parida  tal  como  se  presenta,  con  sus  ríñones  y 
su  hígado  impotentes,  sus  nervios  débiles,  su  fibra  delicada,  su  piel  y 
sus  pulmones  incapaces  de  cumplir  su  tarea.  Aquí  tiene  aplicación  un 
aforismo  que  yo  he  enunciado:  «La  preñez  es  el  gran  criterio  de  la  soli- 
dez de  la  mujer  (1).]»  Muchas  mujeres  no  resisten  á  esta  prueba;  unas 
abortan,  otras  resisten  por  más  tiempo,  algunas  fallecen  en  el  momento 
del  parto  y  otras  sucumben  en  el  puerperio. 

Hacia  el  tercer  día  una  ligera  elevación  de  la  temperatura  y  del  pulso 
nos  indica  que  la  recien  parida  tiene  ligera  fiebre.  Llámase  la  «fiebre  de 
leche»,  porque  se  supone  que  el  establecimiento  de  la  función  mamaria 
causa  un  movimiento  febril.  Se  le  denomina  también  «fiebre  efémera»; 
pero  conviene  averiguar  si  este  movimiento  febril  es  realmente  debido  á 
la  secreción  láctea,  si  es  fisiológica,  si  es  constante.  No  lo  es  si  las  glán- 
dulas mamarias  están  sanas;  si  funcionan  normalmente,  no  se  produce 
fiebre  alguna;  si  ésta  aparece,  dificulta  la  secreción  de  la  leche;  si  la 
glándula  no  es  apta  para  la  secreción,  prodúcese  la  fiebre. 

El  Dr.  Fancourt  Barnes  ha  hecho  observaciones  que  parecen  aclarar 
este  asunto.  Mientras  no  se  tomaron  las  precauciones  antisépticas  en  el 
Brüish  Lying  Hospital  (2),  las  recien  paridas  hallábanse  frecuentemente 
con  temperatura  elevada.  Desde  que  se  emplean  los  antisépticos,  no  se 
han  observado  casi  nunca  temperaturas  más  altas  que  la  normal. 

La  verdad  es  que  el  tercer  dia  es  casi  siempre  el  momento  en  que 
empieza  el  proceso  de  absorción;  los  dos  dias^  que  siguen  inmediata- 
mente al  parto,  constituyen  un  período  de  reposo,  durante  el  cual  la  desa- 
gregación del  útero  y  de  los  tejidos  superfinos  no  hacen  más  que  empe- 
zar; los  materiales  de  desecho  son  aún  poco  abundantes  y  apenas  pueden 
causar  la  fiebre.  Si  queda  sangre  ú  otros  líquidos  en  la  matriz,  no  se 
descomponen  apenas  antes  de  los  dos  días,  para  que  puedan  dar  mate- 
riales sépticos  absorbibles,  Pero  desde  el  tercer  dia,  los  residuos  corren 
con  la  sangre,  la  descomposición  puede  haber  empezado  en  el  útero,  la 
absorción,  ya  del  todo  activa,  va  á  ejercerse.  Tal  es  la  causa  de  la  fie- 
bre (3);  la  glándula  mamaria  toma  parte  en  .el  trastorno  general,  y  no 
puede  funcionar  normalmente;  como  se  hallan  colocadas  de  manera  que 
pueden  ser  fácilmente  observadas,  se  atribuye  á  su  lucha  contra  la 
fiebre,  la  fiebre  misma. 

1.®  La  enseñanza  que  se  deduce  de  estos  datos  es  que  debemos  em- 
pezar con  premura,  desde  el  principio  del  parto,  el  tratamiento  anti- 
séptico. 

Lo  más  importante  es  obtener  una  contracción  permanente  del  útero. 
Inútil  es  que  insistamos  sobre  una  necesidad  tan  generalmente  recono- 
cida; pero  no  estará  de  más  que  hablemos  de  los  medios  que  deben 
emplearse.  Lo  que  nos  proponemos  desde  luego,  asegurando  la  contrac- 
ción, es  evitar  la  hemorragia,  y  en  su  consecuencia  la  septicemia.  Sin  ha- 
blar de  las  maniobras  propias  de  la  salida  de  la  placenta,  solo  insistiré 
sobre  la  utilidad  del  vendaje  y  de  la  compresa  que  se  coloca  encima  del 
útero.  La  compresión  así  ejercida  sobre  la  matriz,  no  solamente  tiende  á 
provocar  la  contracción  uterina,  sino  que  combate  la  aspiración  que 
atrae  el  aire  hacia  el  útero,  que  es  una  de  las  causas  más  activas  de  pu- 
trefacción: opónese  á  la  osmosis  centrípeta.  Es  útil  administrar  un  la- 
xante el  dia  siguiente  al  parto,  pues  sucede  frecuentemente  que,  du- 


^1]    Gynekological  Transactions,  vol.  I,  7.  Lumbian  Lectures^  i873. 

(2)  Muchos  colaboradores  de  este  periódico  {Ann,  de  Gynec)  han  podido  ver,  gra- 
cias &  la  amabilidad  del  Dr.  F.  Barnes,  cuan  inteligentes  y  minuciosas  son  estas 
precauciones.  (Gordbs.) 

(3)  GraUy  H  wit  ha  notado  que  la  cfiebre  láctea»  es  más  frecuente  en  las  muje- 
res que  comen  poco,  y  Playfair  lo  considera  como  un  fenómeno  anormal.  (Gordbs). 


754  LA  OBSTEXmcIA  ANTISÉPTICA 

rante  el  esfuerzo  de  la  defecación,  la  matriz,  participando  de  la  fuerza 
expulsiva,  expele  un  coágulo.  Gontráese  luego  con  más  facilidad.  Los 
oxitócicos  ayudan  á  mantener  la  contracción.  Hace  algunos  años  que  ad- 
ministro, una  vez  terminado  el  parto,  una  mezcla  de  quinina,  ergotina 
y  digital,  haciéndola  tomar,  durante  tres  semanas,  tres  veces  al  dia.  Por 
su  influencia  se  retrae  la  matriz  de  una  manera  notable;  la  recien  parida 
nota  frecuentemente  una  contracción  después  de  cada  dosis.  Considero 
este  tratamiento  como  el  primer  paso  en  la  obstetricia  antiséptica;  con 
él  queda  cerrada  la  puerta  ante  el  enemigo. 

2.**  Luego  es  preciso  lavar  la  matriz.  Puede  emplearse  el  agua  tibia, 
pero  una  solución  al  2  %  de  ácido  fénico  será  preferible.  Debe  hacerse 
una  inyección  ó  dos  desde  el  segundo  dia.  El  primer  dia,  ya  lo  hemos 
dicho,  hay  poco  riesgo  de  absorber,  é  importa  removerla  recien  parida 
todo  lo  menos  posible. 

A  la  menor  elevación  del  pulso  ó  de  la  temperatura,  será  preciso  ha- 
cer una  inyección  intra-uterina.  Los  que  ejecutan  estas  irrigaciones 
pueden  convencerse  hasta  qué  punto  cada  lavado  hace  descender  el  pul- 
so, y  cesar  los  escalofrios  y  demás  síntomas  de  la  toxemia,  y  como  colo- 
can á  la  recien  parida  en  condiciones  ventajosas  para  luchar  con  una 
enfermedad  grave  que  la  amenazase.  El  mejor  procedimiento  consiste 
en  servirse  de  un  sifón,  con  un  receptáculo  superior,  que  asegure  una 
corriente  regular  sin  sacudidas  y  que  permita  evitar  el  acceso  del  aire. 

Las  inyecciones  iodadas  ó  fenicadas  poseen  tres  ventajas:  lavan  y  es- 
timulan el  conducto  genital,  poniéndole  en  un  estado  menos  favorable  á 
la  reproducción  de  los  productos  pútridos;  en  fin,  una  pequeña  cantidad 
de  iodo  ó  de  ácido  fénico  es  absorbida  y  expulsa  ó  neutraliza  los  vene- 
nos. Perseguimos  al  enemigo  por  la  puerta  misma  que  le  ha  abierto 
el  paso;  el  útero  y  la  vagina,  que  han  servido  de  septicode,  sirven  asi- 
mismo de  camino  al  contraveneno.  No  deberíamos  verificar  las  inyec- 
ciones intra-uterinas  sin  recordar  al  inmortal  Harvey,  quien  con  ellas 
salvó  la  vida  á  una  señora  que  iba  á  morir  de  septicemia. 

Haciendo  la  inyección,  nos  damos  cuenta  exacta  del  estado  del  útero; 
la  retención  de  los  loquios  es,  á  menudo,  causada  por  una  flexión  ante- 
rior ó  posterior.  Es  preciso,  no  hay  para  qué  decirlo,  reducir  la  flexión, 
antes  de  hacer  el  lavado,  y  mantener  el  órgano  en  una  buena  posición. 

Además  de  las  inyecciones,  conviene  tener  una  solución  fenicada  en 
el  cuarto  de  la  enferma  y  dejar  en  ella  la  sonda,  lo  mismo  que  las  es- 
ponjas de  que  nos  servimos;  pero  vale  más  emplear  la  estopa  fina  mojada 
en  una  solución  de  ácido  fénico  y  tirarla  luego  de  habernos  servido  de 
ella.  En  lugar  de  toallas,  que  son  sólo  agentes  de  contagio,  que  se  lavan 
y  no  se  desinfectan,  débense  emplear  los  paños  para  señora  (ladies  to- 
wehj  que  están  hechos  de  algodón  poco  apretado,  ó  de  estopa  fina  im- 
pregnada de  ácido  fénico  ó  de  cualquier  otro  antiséptico  (d).  Se  queman 
después  de  haber  servido.  El  médico  y  la  enfermera  no  denerán  tocar  á 
la  recien  parida  sin  haberse  antes  lavado  las  manos  con  el  agua  fenica- 
da y  habérselas  engrasado  con  vaselina  fenicada;  pero  no  con  grasa  de 
origen  animal.  Las  palanganas  deben  ser  lavadas  con  la  solución  feni- 
cada, debiendo  dejar  en  ellas  una  pequeña  cantidad  de  la  misma. 

Es  probable  que  el  ácido  sulfuroso,  para  usarlo,  sea  preferible,  como 
antiséptico,  al  ácido  fénico.  YA  ácido  fénico,  en  las  ovariotomias,  obra 
como  veneno  algunas  veces,  no  solo  para  la  operada,  sino  también  para 
los  que  asisten  á  la  operación. 


(1)  Los  que  he  podido  ver  en  Inglaterra  son  cuadrado?,  largos,  formados  de 
lina  gasa  que  contiene  algodón  cardado;  las  mujeres  los  usan  durante  la  menstrua- 
ción; su  precio  poco  elevado  viene  á  representar,  en  cada  una,  el  coste  del  lavado 
de  una  toalla.  (Con des.) 


Y  LA  SEPTICEMIA  EX  OBSTETRICIA.  755 

Hemos  empleado  últimamente  el  ácido  sulfuroso,  con  tanta  ventaja,  al 
menos,  como  el  ácido  fénico,  y  sin  el  peligro  que  acabamos  de  señalar.  En 
sus  investigaciones,  ha  hallado  Dutrochet  que  la  menor  cantidad  de  áci- 
do sulfuroso  detiene  la  osmosis;  puédese  emplear  en  la  proporción  de 
una  parte  por  cuarenta  de  agua. 

3.°  Mientras  tomamos  las  precauciones  necesarias  para  apartar  los 
productos  pútridos  del  conducto  genital,  debemos  asimismo  tener  ci«- 
dado  de  apartar  de  los  pulmones  y  de  la  piel  el  aire  cargado  de  miasmas. 
Es  necesario,  y  nadie  dudará  de  ello,  tener  el  aire  puro  en  cantidad  sufi- 
ciente, lo  cual  no  siempre  es  fácil.  La  noche,  en  particular,  conviene  en- 
cender fuego  para  obtener  la  ventilación  (i).  Por  medio  de  una  válvula 
inventada  por  Arnolt,  el  fuego  arrastra  el  aire  pútrido  que  se  remonta 
al  techo,  siendo  constantemente  reemplazado  por  el  aire  puro  que  viene 
por  la  parte  inferior. 

Es  de  suma  importancia  el  evitar  toda  clase  de  enfriamientos  que 
pueda  perturbar  la  acción  normal  de  la  piel,  pulmones,  riñónos  ó  intes- 
tino; los  órganos  excretores  deben  mantenerse  en  un  funcionalismo 
regular. 

4.'  Goodell  ha  insistido  en  gran  manera  sobre  el  desagüe  (draínage) 
de  la  unatriz;  su  principio  es  admirable.  No  hay  duda  alguna  que,  en  el 
decúbito  dorsal,  la  sangre  y  los  detritus  corren  el  riesgo  de  estancarse 
en  el  útero  mal  retraído  y  en  la  vagina.  Recomienda,  pues,  hacer  sentar 
á  la  parturienta  de  vez  en  cuando  á  fin  de  permitir  que  los  líquidos  se 
derramen.  Guando  la  mujer  es  robusta,  se  puede  algunas  veces  y  después 
de  algunos  dias — y  digo  algunas  veces—  seguir  su  consejo  con  buen  éxi- 
to; pero  en  las  débiles,  más  expuestas  á  la  septicemia  y  más  aún  des- 
pués de  las  hemorragias,  el  acto  de  sentarse  ha  producido,  á  menudo,  un 
síncope  y  la  muerte  repentina.  Si  mantenemos  una  presión  intensa  sobre 
el  hipogastrio,  y  procuramos  que  las  irrigaciones  antisépticas  sean  bien 
hechas,  el  desagüe  quedará  asegurado. 

Además,  si  la  cama  está  bien  arreglada,  si  la  cabeza  y  las  espaldas 
están  algo  más  elevadas  que  la  pelvis,  el  desagüe  se  hará  de  una  manera 
suficiente,  el  decúbito  dorsal  es  preferible  al  lateral  para  la  evacuación 
de  dichos  líquidos. 

5.'  Opónese  una  barrera  poderosa  á  la  absorción  de  los  miasmas, 
procurando  á  la  parturienta  una  buena  alimentación  (2).  Cuanto  mejor 
alimentado  se  halle  el  organismo  la  cantidad  de  veneno  absorvido  será 
menor.  Oldham  es,  según  creo,  el  primero  que  ha  levantado  el  estandarte 
de  rebelión  contra  la  dieta  amilácea  establecida  durante  la  primera  se- 
mana; es  preciso,  sin  embargo,  no  caer  tampoco  en  el  extremo  opuesto. 
Durante  los  dos  primeros  dias,  el  organismo  tiene  tanta  necesidad  de 
reposo  como  de  alimentos.  Las  sustancias  poco  asimilables  hacen  correr 
el  riesgo  de  cargar  el  estómago  sin  ser  digeridas.  Los  caldos  ligeros,  el  té 
de  buey,  la  leche,  el  pan  tostado,  los  huevos  preparados  de  diversas  ma- 
neras son  suficientes  durante  los  dos  primeros  dias.  Váse  aumentando 
gradualmente  la  calidad  del  alimento.  Los  estimulantes  ligeros  tienen 
sus  indicaciones;  pero  generalmente  se  deben  evitar  los  alcohólicos. 


(i)  Eq  cualquiera  estación,  aún  cuando  la  temperatura  exterior  permita  tener 
abierta  la  ventana,  exijo  un  fuego  encendido  continuamente  en  el  cuarto  de  mis 
parturientas;  atribuyo  á  esta  precaución  el  hecho  de  no  haber  observado  un  solo 
caso  de  fiebre.  (Cor des.) 

(2)  Hé  aquí  un  ejemplo:  hará  algún  tiempo  que  habiendo,  con  la  ayuda  de  una 
comadrona,  asistido  al  parto  de  una  mujer  pobre,  que  debia  amamantar  á  su  hijo, 
quise  alimentarla  desde  el  primer  día;  habiéndose  resistido  Ja  comadrona  á  ejecu- 
tar mis  órdenes,  me  retiré  inmediatamente;  fui  llamado  al  siguiente  dia;  la  recién 
parida  presentaba  un  ligero  movimiento  febril,  que  cedió  al  instante  con  la  ayuda 
de  un  buen  bifteak.  (Cordbs.) 


756  LA  OBSTETRICIA    ANTISÉPTICA 

Conclusiones.  1/  Mantener  la  puerta  cerrada  contra  el  enemigo,  ase- 
gurando la  contracción  uterina: 

2.'  Evitar  el  nacimiento  y  la  acumulación  del  enemigo,  lavando  el 
conducto  con  líquidos  antisépticos: 

3.*  Desalojar  al  enemigo  á  medida  que  entra,  manteniendo  en  acti- 
vidad los  órganos  excretores: 

4/  Guardar  el  cuarto  de  la  parturienta  contra  los  venenos  exte- 
riores: 

5.'  Fortificar  á  la  parturienta  contra  los  ataques  del  enemigo,  pro- 
curándole alimentos  sanos. 

LA  OBSTETRICIA  ANTISÉPTICA  EN  LAS  MATERNIDADES. 

Pocas  mujeres  sanas,  aunque  paran  en  su  casa,  con  tal  que  se  pongan 
extrictamente  en  práctica  los  principios  que  acabamos  de  exponer,  pre- 
sentarán la  fatal  septicemia.  Pero  cuando  se  reúnen  muchas  de  ellas  en 
un  mismo  edificio,  es  bastante  más  difícil  garantirlas,  pues  los  peligros 
aumentan  rápidamente.  Si  pudiera  escribirse  la  historia  verdadera  de 
algunas  maternidades,  veríamos  un  número  terrible  de  existencias  sacri- 
ficadas á  la  ignorancia,  al  desprecio  indiferente  de  la  autoridad  médica, 
á  la  locura  de  los  arquitectos,  á  la  mala  administración  ó  á  una  capri- 
chosa experimentación.  La  bondad  ignorante  por  si  misma,  cuando  se 
sustituye  á  la  bondad  ilustrada  por  la  ciencia,  solo  produce  desgracias; 
en  ninguna  parte  cuenta  tantas  víctimas  como  en  las  maternidades. 

En  los  hospitales,  la  septicemia  y  demás  formas  de  la  fiebre  puerperal 
tienen  gran  tendencia  á  propagarse.  Buen  número  de  mal  llamadas  epi- 
demias de  fiebre  puerperal,  no  han  sido  seguramente  más  que  fiebres  zi- 
móticas.  Pero  otra  clase  de  epidemias  aparentes  deben,  sin  duda  alguna, 
su  origen  y  su  extensión  al  contagio  por  el  veneno  puerperal^  y  entiendo 
por  esta  palabra  al  producto  de  la  descomposición  de  la  sangre  y  de  los 
loquios. 

El  veneno,  que  ha  producido  una  recien  parida,  puede  transmitirse  á 
otra  y  así  sucesivamente  á  toda  una  sala;  próxima  ardet;  el  fuego  se 
extiende  rápidamente  cuando  no  falta  combustible. 

La  primera  condición,  imperativa,  para  la  seguridad  de  las  mujeres 
en  una  maternidad,  es  la  autoridad  única  y  absoluta  del  médico.  Si  se  le 
niega,  su  deber  humano  y  profesional  consiste  en  presentar  su  dimisión. 
Esa  es  la  condición  bajo  la  cual  se  encarga  de  una  enferma  en  su  domi- 
cilio. Es  tanto  más  necesario  que  la  imponga,  en  cuanto  se  trata  de  cuidar 
á  muchas  mujeres  á  la  vez. 

El  principio  que  ha  de  regir  es  el  de  asimilar,  en  cuanto  sea  posible, 
las  condiciones,  en  que  se  halla  una  parturienta  en  el  hospital,  con  las 
que  se  encontraría  en  caso  de  hallarse  en  su  propio  domicilio;  es  preciso 
aislar  en  lo  posible  y  tomar  todas  las  precauciones  necesarias,  para  que 
¡a  enfermedad,  que  se  declare  en  una  mujer,  no  se  comunique  á  las 
otras. 

Un  breve  resumen  del  sistema  practicado  por  Tamier  en  la  Materni- 
dad de  París  y  descrito  por  el  mismo  autor  en  la  Sección  de  obstetricia 
del  Congreso  de  4881,  nos  mostrará  con  toda  claridad  la  aplicación  del 
principio.  Dice  M.  Tarnier  que,  en  1856,  hallándose  de  interno  en  la  Ma- 
ternidad, la  cifra  de  mortalidad  se  elevaba  á  5  por  100.  Háse  reducido  á 
2  por  100  en  el  hospital  y  á  0,75  en  el  pabellón  que  ha  hecho  construir 
hace  algunos  años.  El  punto  importante  es  que,  en  dicho  pabellón,  cada 
mujer  posee  un  cuarto  para  ella  sola,  que  se  abre  hacia  fuera,  de  modo 
que  las  enfermeras  no  pueden  pasar  de  un  cuarto  á  otro  sin  salir  antes 
al  aire  libre. 

Los  muebles  son  de  hierro,  las  paredes,  el  suelo  y  los  techos  son  im- 


CÓLERA  MORBO.  757 

permeables,  los  colchones  y  las  almohadas  se  hallan  llenas  de  cascara  de 
avena  y  se  queman  una  vez  que  han  servido.  En  lugar  del  macintosch,  se 
sirve  de  un  papel  hecho  impermeable  con  la  resina  de  pino;  se  quema 
asimismo  cuando  ha  servido.  Tamier  ha  empleado  para  el  lavado  de  las 
partes  genitales  diversos  antisépticos:  el  bórax,  el  ácido  fénico,  el  ácido 
sulfuroso  y  el  bicloruro  de  mercurio.  Ha  hallado  que  este  último  es  el 
germicida  más  poderoso. 

La  descripción  que  da  el  Dr.  Fancourt  Barnes  del  sistema  empleado  en 
el  Bi^ish  Lying  Hospital,  muestra  cuales  son  las  reglas  necesarias  para 
evitar  el  mal.  Se  verifica  el  parto  en  una  atmósfera  fenicada /sprat/^,  que 
desinfecta  á  las  enfermeras  y  alumnos  é  impide  la  acción  dé  los  gérme- 
nes pútridos  en  el  conducto  vulvo-uterino,  cuando  se  abre  para  dar  paso 
al  feto.  Todos  los  lavados,  las  inyecciones  y  los  exámenes  que  se  verifican, 
se  hacen  con  una  solución  fenicada.  Un  atmósfera  fenicada  al  1  por  80  se 
mantiene  continuamente  en  las  salas.  Durante  la  primera  semana,  la 
recien  parida  toma,  tres  veces  por  dia,una  mezcla  de  quinina,  cornezuelo 
y  opio  para  asegurar  la  contracción  uterina  (1).  Desde  que  obra  de  esta 
manera,  rara  vez  ha  podido  observar  la  elevación  de  la  temperatura  des- 
pués del  parto. 

Podemos,  pues,  esperar  el  dia  en  que  veamos  las  mujeres  parir  en  los 
lióspitalesy  sin  correr  más  peligro  que  en  su  domicilio. 


CÓLERA   MORBO, 

POR  EL  Doctor  Rodríguez  Méndez, 

Catedrático  dé  Higiene  en  la  Facultad  de  Medicina  de  Sareelcna. 


%A^h/^^«/^^^^v^^'^^^v^/■^%^s^w^^^^^l/^« 


lilae  Filipinae:  huracán;  estado  de  la  epidemia.— /opon.— /ava. — Meca. 

El  Último  periódico  recibido  corresponde  al  4  de  Noviembre.  Casi  es 
inútil  decir  que  todas  las  noticias  corresponden,  en  gran  mayoría,  al  ter- 
rible h<xguio  del  20  de  Octubre,  ante  cuya  calamidad,  casi  increíble  por 
la  violencia,  perdieron  por  el  momento  y  por  muchos  dias  todo  su  inte- 
rés las  nuevas  correspondientes  al  cólera,  que  aun  no  cesa.  Para  que  mis 
lectores  tengan  idea  de  lo  horrible  del  vendabal,  baste  decirles  que  han 
quedado  arrasadas  muchas  comarcas;  pueblos  enteros,  como  si  una  gi- 
gantesca mano  los  hubiese  apretado  y  comprimido,  quedaron  reducidos 
á  pelotones  de  informes  ruinas;  algunos  techos  metálicos  se  arrollaron 
sobre  sí  mismos  como  pliegos  de  papel;  un  pararayos,  de  dos  metros  de 
altura  tan  solo  y  que  apenas  ofrecía  resistencia  al  viento,  se  dobló  brus- 
camente; rompiéronse  anemómetros,  etc.,  etc. — El  barómetro  llegó  á 
marcar  727  milímetros. — Algo  insólito  debe  ocurrir  con  la  epidemia 
en  vista  de  este  cataclismo:  algunas  zonas  pueden  quedar  limpias;  otras 
serán  sembradas  por  la  semilla  patógena  tan  bruscamente  transportada; 
la  miseria,  la  falta  de  hogar,  los  focos  de  putrefacción,  los  pantanos,  hijos 
del  cambio  de  sitio  del  agua  de  los  ríos,  los  restos  del  reino  vegetal  casi 
arrasado  y  de  muchos  animales  servirán  tal  vez  de  nueva  fames  al 
huésped  indiano.  Verdad  es  que  se  ha  procurado  remediar  algo  (socorros. 


(1)    Acido  fosfórico  diluido X  gotas. 

Extracto  Uquido  de  cornezuelo XX      » 

Tintura  de  opio V      » 

Agua Una  onza. 


75S  CÓLERA  MORBO. 

quemar  en  grandes  hogueras  lus  restos  orgánicos,  ele.,)  pero  hay  cata- 
clismos ante  los  cuales  por  el  momento  y  más  tarde  el  hombre  es  impo* 
tente. 

La  situación  xle  la  epidemia  era  la  siguiente  por  aquellos  dias  y  los 
posteriores: 

Habia  cesado  en  la  costa  occidental  de  la  isla  de  Negros;  solo  ocurrían 
algunos  casos  en  el  pueblo  de  Escalante;  en  la  costa  oriental  aun  no  ha- 
bia aparecido.  En  Camarines  del  Norte  hacia  varios  dias  que  no  se  ata- 
caban nuevos  individuos  por  lo  que  hace  á  la  cabecera,  habiendo  pocos 
enfermos  en  los  demás  pueblos.  En  llocos  del  Norte,  en  llocos  del  Sur, 
en  Nueva  Vizcaya,  en  la  Union,  en  Puerto  Princesa  y  en  Misamis  conti- 
nuaban sin  novedad,  y  se  tomaban  muchas  precauciones.  En  la  provin- 
cia de  Pampanga  decrecia  mucho,  dejándose  solo  sentir  en  la  cabecera  y 
en  los  pueblos  de  México,  Arayat,  Apalit  y  San  Simón. 

Continuaba:  en  la  Laguna,  á  cuyo  Alcalde  mayor  se  habia  autorizado 
para  emplear  252  duros  con  destino  á  la  compra  de  cal  para  desinfectar 
el  cementerio;  en  Cavite  habia  sido  preciso  tapar  á  los  enfermos  del 
hospital  con  grandes  pedazos  de  lona  porque  el  techo  habia  desaparecido 
con  el  huracán;  en  el  Sur  de  Luzon,  para  donde  se  remitían  mantas. 

Se  habia  presentado  en  los  pueblos  de  Bantayan  y  Santa  Fé  (Cebú), 
ambos  de  una  isla  próxima  á  la  de  Negros,  de  donde  probablemente  lo 
recibieron;  se  adoptaban  precauciones,  entre  otras  el  haber  establecido 
un  fumigadero  en  Bogó,  que  está  frente  á  la  isla.  Al  día  siguiente  del 
baguio,  apareció  el  cólera  en  la  provincia  de  Panganisan,  empezando  por 
el  pueblo  de  Singayan;  de  tres  atacados,  mató  dos  el  primer  dia. 

Quedó  destruido  el  pueblo  de  Mariveles;  el  lazareto  de  este  nombre 
perdió  la  sección  limpia,  y  el  camarín  sucio  giró  sobre  sí  mismo,  que- 
dando inclinado  al  S.  E. 

La  Junta  Superior  de  Sanidad  se  reorganizó;  en  su  constitución  figu- 
ran 5  médicos  (dos  de  ellos  catedráticos,  los  más  llamados  sin  duda:  ana- 
tomía y  patología  quirúrgica),  2  farmacéuticos  y  1  veterinario;  el  resto, 
hasta  17,  extraño  á  la  ciencia  y  al  aite. — La  provincial  de  Manila,  tam- 
bién quedó  constituida  de  análoga  manera.  Ni  en  una  ni  en  otra  figuran 
los  frailes.  En  las  provincias  se  iban  arreglando  poco  á  poco. — Como  me- 
dida do  precaución  se  habia  prohibido  la  visita  al  cementerio  en  los 
dias  1  y  2  de  Noviembre;  pero  en  cambio  se  permitía  el  depositar  coro- 
nas, etc.  El  dia  3  se  abrió  la  Universidad  y  demás  centros  de  enseñanza. 

El  último  telegrama  dice: 

^Manila  45  (14 MO). — El  Gobernador  general,  de  acuerdo  con  la  Junta 
local  y  central  de  Sanidad,  ha  declarado  limpios  el  puerto  de  Manila  y  los 
de  su  provincia;  el  domingo  se  cantará  un  solemne  Tc-Deum. 

Se  toman  precauciones  respecto  de  las  procedencias  de  las  provincias 
de  Pangasinan,  llocos-Sur,  Camarines-Sur  y  Cagayan,  únicas  en  que 
aún  reina  la  epidemia,  que  y  ava  en  decadencia  en  todo  el  archipiélago.  » 

— El  imperio  del  Japón  ha  quedado  libre  del  cólera. 

—En  Sourabaya  (Java)  existía,  por  cuyo  motivo  se  consideraban  su- 
cias sus  procedencias  en  Singapore. 

— Las  noticias  de  la  Meca  son  contradictorias:  el  inspector  otomano 
dice  que  ha  cesado  el  cólera;  en  cambio  el  delegado  egipcio  afirma  que 
existe. 


SECCIÓN  OFICIAL.  759 


NOTICIAS  científicas. 


Tintura  de  iodo  en  las  hemorragias  puerperales. —  El  Dr.  W.  E.  Fo- 
rest  refiere  tres  de  las  últimas  cohibidas  con  prontitud  por  las  inyeccio- 
nes iodadas  é  intra-uterinas,  habiendo  sido  rebeldes  dos  de  aquellas  á 
las  sales  de  hierro.  Estas  obran  coagulando  la  sangre,  y  el  iodo  excitan- 
do las  contracciones  de  la  matriz.  Debe  empezarse  por  una  inyección  á 
partes  iguales  de  agua  caliente  y  tintura  de  iodo,  la  que  aun  inyectada 
en  el  más  alto  grado  de  concentración,  no  ha  producido  accidente  deplo- 
rable, según  testimonio  de  Forest  — (Vilaseca  Mercadé.) 

Terefeno.— El  Sr.  D.  Pedro  Almera,  conocido  farmacéutico,  residente 
en  Vilasar,  acaba  de  obtener  de  la  esencia  de  trementina  un  producto, 
al  que  ha  dado  el  nombre  de  terefeno.  Hasta  ahora  solo  ha  sido  empleado 
en  el  tratamiento  de  los  sabañones,  de  cuya  aplicación  parece  ser  un 
buen  remedio.  Si  en  esta  afección  diera  resultados  positivos,  creemos 
podría  extenderse  en  sus  usos,  habida  razón  de  la  génesis  á  que  los  sa- 
bañones obedecen. 

De  todos  modos,  prueba  en  el  Sr.  Almera  mucha  disposición  al  cul- 
tivo de  la  profesión  que  ejerce,  en  la  que  ha  contribuido  al  perfecciona- 
miento de  elaboración  de  otros  preparados,  por  lo  que  ha  obtenido, 
merecidamente,  premios  de  valia.  El  jarabe  de  clorofosfato  calcico  ge- 
latinoso y  sus  compuestos,  deben  ser  contados  entre  aquellos,  ya  que 
constituyan  los  elementos  más  poderosos  de  la  medicación  fosfato-cal- 
cica, en  más  de  una  vez  empleada  con  éxito  en  varios  de  nuestros  enfer- 
mos.—(F.  Gastells.) 

Alcolxol:  inyecciones  subcutáneas. — Según  el  Dr.  Schwalbe,  de  Es- 
trasburgo, la  acción  esclerógena  del  alcohol,  usado  en  inyecciones  hipo- 
dérmicas,  puede  emplearse  útilmente  en  cirugía  (Gaz.  méd,  de  Strasboury, 
número  6, 1882). 

Con  arreglo  á  este  criterio  ha  curado  un  angioma  venoso  de  la  cara, 
una  hernia  umbilical  en  un  adulto,  otra  del  escroto  y  varias  otras  her- 
nias.— Por  otra  parte,  con  las  inyecciones  de  alcohol  puro  ó  de  una  mez- 
cla de  alcohol  y  éter,  ha  conseguido  la  disminución  de  volumen  de  un 
lipoma. — (Rodríguez  Méndez.) 


SECCIÓN  OFICIAL. 

Sanidad  marítima.— Real  orden  de  4  de  Diciembre:  «En  vista  de  que  nues- 
tra legislación  sanitaria  en  varias  de  sus  disposiciones,  entre  ellas  la  17  do 
la  Real  orden  de  5  de  Junio  de  1872  y  4.',  regla  1.'  de  la  de  17  de  Mayo  de  1880, 
ordena  la  completa  incomunicación  de  los  buques  en  los  puertos  antes  de  ser 
admitidos  á  libre  plática  previa  visita  de  las  Direcciones  especiales  de  Sanidad, 
castigando  á  las  personas  que  sin  este  requisito  comuniquen  con  aquellos; 

Y  considerando  que  lo  especial  del  servicio  encomendado  á  los  pilotos  prác- 
ticos de  puerto  les  obliga  á  subir  á  bordo  de  los  buques  antes  de  hallarse  en 
condiciones  de  poder  ser  visitados  por  las  respectivas  Direcciones; 

S.  M.  el  Rey  (Q.  D.  G.)  se  ha  servido  ordenar,  que  cuando  los  expresados 
prácticos  suban  á  bordo  de  los  buques  antes  de  recibir  la  visita  sanitaria,  per* 
manezcan  incomunicados  en  ellos  hasta  su  admisión  á  libre  plática;  y  con  arre- 
glo á  la  disposición  7.*,  regla  1.'  de  la  citada  Real  orden  de  17  de  Mayo  de  1880 
sean  sometidos  al  mismo  tratamiento  sanitario  que  los  tripulantes  de  los  bu- 
ques caso  de  ser  aquél  necesario.»  Gaceta  del  13  de  Diciembre. 


760  PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 


PUBLICACIONES  RECIBIDAS. 

Estudio  teórico  práctico  sobre  el  paladismo  y  sus  diversas  maniíes- 
taoioneSy  por  D.  Arturo  Masoti  Arroyo.— Barcelona,  1^.— Dos  ejemplares. 

Manual  práctico  de  las  enfermedades  de  las  mujeres  (Medicina  y  Ciru- 
gia)  por  el  Dr.  G.  Eustache,  versión  castellana  de  D.  Enrique  Moresco  y  Labado  y  don 
Rafael  Ulecia  v  Cardona,  con  un  prólo^^o  del  Dr.  D.  Andrés  del  Busto  López.* Cua- 
dernos 8,  9  y  lO.^Madrid.  -1882. -Dos  ejemplares. 

Jarabes.  Su  importancia,  su  utilidad  y  reformas  que  reclaman^  por  D.  Cayetano 
Rodríguez  San toyo.— Madrid,  1882.— Dos  ejemplares. 

Ij'acido  piorico  nella  cura  dell'eresipela,  pal  Dottore  Flaminio  Tassi.—  Tori- 
no,  1881.— Dos  ejemplares. 

li'ematoma  degli  orecobi  negli  alienati,  del  Dot.  Flaminio  TassL-  Torino, 
1879.— Dos  ejemplares. 

Revista  delle  prinoipale  malattie  acoidentali  osservate  negli  alienatl, 

por  Dott.  Flaminio  Tassi.— Milano,  1878.— Dos  ejemplares. 

Biblioteca  económica  de  Medicina  y  Cirugía.  Cuaderno  35.  En  este  cuaderno 
termina  la  excelente  obra  Lecciones  clínicas  sobre  enfermedades  del  hígado,  por  el 
Dr.  Garlos  Murchisson,  versión  españolado  D.  M.  Carreras  Sanchiz.  -  Madnd,  1882. 

Diccionario  de  Medicina  y  Terapéutica,  por  los  Di  es.  £.  Bouchut  y  A.  Des- 
prés.— Traducción  de  los  Dres.  D.  Pedro  Espina  Martínez  y  D.  Antonio  Espina  Capo. 
—Cuaderno  8.<'-Madrid.  Bailly-Balliere. 


Á  NUESTROS  SUSCRITORES. 

La  Gaceta  Médica  Catatana  dá  las  más  expresivas  gracias  á 
cuantos  la  han  favorecido  con  su  cooperación.  Resuelta  á  seguir  vivien- 
do bien  y  juzgando  que  debe  trabajarse  mucho  en  pro  del  adelanto  cien- 
tificOy  procurará  en  el  año  próximo,  no  solo  mantenerse  en  el  puesto  que 
le  han  conquistado  su  Redacción  y  Colaboración,  sino  que  aun  irá  más 
allá  en  el  camino  del  progreso.  A  estas  breves  palabras  se  reducen  sus 
promesas  para  el  año  venidero,  y  no  extrañe  á  los  suscritores  tanto  laco- 
nismo, pues  como  antes,  se  halla  más  ganosa  de  hacer  que  de  decir. 

A  LA  PRENSA. 

Esta  publicación  desea  suerte  y  larga  vida  á  todos  los  periódicos,  y 
muy  especialmente  á  los  que  se  dedican  á  las  ciencias  médicas  y  á  sus  au- 
xiliares. Anhela  tener  con  ellos  fraternales  relaciones;  y  si  por  su  parte 
está  dispuesta  á  estrechar  lazos  con  los  que  son  buenos  colegas,  abriga 
la  ñrme  resolución  de  volver  la  espalda  á  los  que  falten  á  los  sagrados 
deberes  que  tiene  la  prensa  científica,  como  ha  debido  hacer  durante 
el  año  que  acaba  con  alguno  que  no  hay  para  qué  nombrar. 

Erratas. — En  el  núm.  40,  pág.  508,  aparecieron,  entre  otras  que 
contiene  el  articulo,  de  menor  importancia,  las  siguientes,  que  conviene 
rectificar:  línea  28,  dice:  Leaton,  léase  -Píaíon.  — Línea  35,  dice:  el  legis- 
Icidor^  léase:  la  legislación. 

También  en  el  nám.  44,  pág.  546,  se  deslizó  la  siguiente,  que  por  lo 
que  se  esconde  á  sí  misma,  necesita  ser  notada,  línea  29:  debe  suprimir- 
se la  palabra  será.— Y  en  el  núm.  47,  pág.  726,  nota  3,  dice  Sansón  por 
Lawson, 

La  ilustrada  penetración  de  nuestros  lectores  habrá  de  fijo  suplido 
otras  erratas  menos  notables,  que  tal  vez,  y  á  pesar  de  la  pulcritud  con 
que  se  corrigen  por  nuestra  parte,  se  hayan  deslizado  en  este  tomo. 


ÍN  DICE 


DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  EL  TOMO  SEGUNDO. 


ÍNDICE  DE  AUTORES. 


(1) 


Artigas  Giménez,  351, 

BameSf  5i0f  75i, 

Barracpier  (J.),  161,  229,  426,  483,  516, 

549,584. 
Barraquer  a.),  962, 460. 
Bassols-Prim,  524,  ^5. 
Bert  (Pablo),  4i5. 
Blanc  y  Benet,  709. 
Galvet  Nava,  287,  400,  4i5y  580,  610, 

642,  644. 
Garbo,  26,  57,  63,  89,    i23,  i5i,  i84, 

189,  2i8,  222,  250,  256,  28i,  285,  3i5, 

353, 356,  384,  456,  483,  579. 
Gasagemas,  325. 
GasteUs  Ballespi  (C),  737,  759. 
Gastells  BaUespí  (F.) ,  96, 147,  280,  286, 

318, 350,  411,  480,  504,  MI,  702,  737,  740. 
GastellB  Ballespi  (Martina),   '^85,  312, 

706, 740. 
Gebeira  Rey,  94  y  95,  156  y  157, 190  y 

191,  738  y  739. 
Girera,  225,  960,  297. 
Gorral,  724. 
Directores,  1. 

Esqaerdo  Esquerdo  (A.),  653 
Estrany,  103. 
Fargas  Roca,  8,  44,  71,  93, 106, 127, 138, 

160, 169, 187, 199,  235, 255,  267,  275, 301, 

319,  338,  370, 387,  403,  436,  466,  498,  514, 

528,  560,  591,  624, 643,  659,  691,  728. 
Foradiguera  Soler  (G.),  145. 
Formiguera  Soler  (L.),  20,  31,  31,  54, 

63,  93, 127, 128, 157,  160,  189,  255,  287, 

319,  355,  387, 461,  448,  483,  516. 
Labastide,  35i, 


López  Ooaña,  581 . 

MargaHt,  132. 

Masotí  Arroyo,  33,  81,  265,  394,  670 

Moré  Bargit,  15, 48,  76, 115, 135, 175, 206, 

240,  271,  310,  333,  375,  408,  440. 
Opisso,  129. 
PareUada,  156, 387. 
PlaneUas,  85,  213,  289,  346,  474,  635. 
Porta  Vidal,  609. 
Presas,  198, 199,  369,  463,  465. 
Ribas  Perdigó,  166,  485,  517,  613,  645, 

682. 
Richard  Lewis,  26,  57,89,  i23,  i5i, 

i84,  218,  250,  281,  315,  353,  384. 
Robert  Yarzabal,  357,  389,  421,  453. 
Roca,  737. 
Rodríguez  Méndez,  31,  32,  53,  63,  93, 

119, 127, 128, 157, 180, 189,  223,  244,  249, 

253,  279,  288,  319,  418,  419,  444,  448,  482, 

514,  537,  547,  571,  602,  611,  633,  «39,  640, 

644,  668,699,  705,  707,  7S6,  748,  757,  759, 
Reare,  621. 
Revira  OUver,  32,  97, 128,  209,  254,  319, 

451,  448,  483,  544,  547,  644,  740. 
Serré,  285. 
Sojo  Batlle,  321,677. 
Soñé  Molist,  222,  257,  696. 
Verat,  674. 
Verdós  Mauri,  93, 192, 193,  223,  285, 356, 

380,  419,  448,  495. 
Vidal  Garete,  20,  38, 65,  110,  419,  451, 

484,  580,  741. 
VUaseca  Mercadé,  250,  433,  508,  547, 

610,  75«. 


ÍNDICE  DE  MATERIAS. 


Abdomen:  herida  penetrante,  25. 

Abscesos  de  la  córnea:  tratamiento,  161:— y  cámara  anterior;  dacriocistitis;  trata- 
miento antiséptico,  465;— del  cerebro:  trepanación,  703. 


(1)  Los  números  de  tipo  cursivo  conesponden  álos  trabajos  traducidos  (autor  y  traductor  ) 


762  ÍNDICE  DE   MATERIAS. 

Aceite  de  colachan,  55;— de  hígado  de  bacalao,  707. 

Ácidos  biliares:  investigación  en  la  orina,  415;— bórico:  inocuidad,  483;— su  empleo 
en  la  difteria,  64<;-salicílico:  investigación  en  la  orina,  414;-salicilico  y  sus 
compuestos  en  el  tratamiento  del  reumatismo,  15,  48,  76,  115, 135, 175,  206,248, 
271,310,  333,375,408,  440; -úrico:  procedimiento  rápido  para  su  investigación 
en  la  orina,  413. 

Acónito  (El)  en  la  fiebre  remitente,  32. 

Agua  acídulo-carbónica  artificial:  presencia  del  plomo,  122;— albuminosa:  prepara- 
ción y  usos,  57;— potable:  presencia  del  plomo,  121;— sulfurosas  y  nitrogenadas 
en  el  tratamiento  de  la  tuberculosis,  359. 

Albúmina:  investigación  en  la  orina,  414;  —  albuminosa  (agua):  preparación  y 
usos,  57. 

Alcohol  y  tabaco:  acción,  484;— inyecciones  subcutáneas,  750. 

Algodón  absorbente,  146. 

Alimento3(Revista  de>,  119;— más  usados  (Presencia  del  plomo  en  I03),  H9;-para 
los  tísicos,  351. 

Almidón  salicilado,  181. 

Almizcle:  desodor  ación,  146. 

Alumbrado  eléctrico,  444,  748. 

Ambliopia:  tratamiento  por  la  estricnina,  579. 

Amígdalas:  tratamiento  de  la  hipertrofia  con  el  termo-cauterio,  24;  — el  bicarbonato 
sódico  en  la  inflamación  de  las  mismas,  97, 132;— curación  de  la  flegmasía  cró- 
nica, 359. 

Análisis  y  síntesis  en  química  patológica,  411. 

Anatomía  de  los  centroá  nerviosos,  8,  44,  71, 10o,  138, 169, 199,  235,  267,  301*,  33S,  370, 
403,  436,  466,  498,  528,  560,  591,  624,  659,  691,  728. 

Anestesia:  zona  manejable  y  nuevo  procedimiento  de  cloroformización,  415;— cloro- 
fórmica:  importancia  del  reflejo  palpebral,  547. 

Aneurisma  de  la  artería  iliaca  externa,  129. 

Angina  tuberculosa:  tratamiento  por  el  iodoformo,  545. 

A n orexia  de  los  tísicos,  93. 

Antisepsis  durante  el  embarazo,  el  parto  y  el  puerperio,  181;— en  la  Cirujia  ocular 
(Clínica  del  Dr.  Barraquer),  325;— en  obstetricia  y  la  septicemia  en  obstetricia, 
510, 751; -curas  antisépticas,  390; -licor  mineral  de  Huet,  180;-  almidón  salicila- 
do, 181;— polvo  fenolado,  180; -catgut  antiséptico,  547;— cura  iodofórmica,  88:- 
tricloro  fenol,  57. 

Apomorfina:  acción  expectorante,  223, 

Articulo  programa^  i. 

Artritis  aguda  blenorrágica,  218; -supurada:  intervención  quirúrgica,  456. 

Ascárides  lumbricoidcs:  tratamiento,  255. 

Ascitis:  curación  por  las  inyecciones  iodadas,  43  í. 

Asfixia  local  de  las  extrcmidados,  382. 

Asma  bronquial:  poción  calmante,  740, 

Atmósfera  fria  y  húmeda,  189. 

Azúcar  de  leche:  acción  laxante,  32. 

Bebidas  y  condimentos  ácidos  contenidos  en  vasijas  de  cristal:  presencia  del  plo- 
mo, 122. 

Berberina:  liquefacción  mediante  el  timol,  181. 

Bicarbonato  sódico  en  la  amigdalitis,  97,  132. 

Bilis:  investigación  eu  la  orina,  414. 

Blenorragia:  artritis  aguda,  218;— tratamiento  délas  erecciones,  387,  451; -oftalmía: 
la  peritomia  como  medio  preventivo  de  las  alteraciones  de  la  córn'^a,  198,  426, 
549,  584, 72i;— tratamiento  por  el  permanganato  potásico,  642; -gonococo,  740. 

Bromuro  potásico:  elixir,  31;— su  empleo  en  la  diabetes  sacarina,  544. 

Bubón  chancroso:  alteraciones  de  la  piel,  470; -id.  de  los  ganglios,  477. 

Bibliografía,  li7,  249,  250, 279,  280,  350,  480,  508,  6'39,  640,  670. 

Elementos  de  Civugia  clínica,  por  Guyon,  147.  -  Tendencias,  unidad  y  porvenir  de 
la  Medicina  y  Terapéutica,  por  Andrea  Serra,  %i9.  — Contribución  al  estudio  de 
la  Estadística  medica^  por  Roquer  Casadessus, '250.— ÍTÍ  Gclsínnino,  por  Larra  y 
Cerezo,  279.— Dmgrwó^/íco  y  tratamiento  de  las  enfei^medades  del  corazón  y  Ci^ 


ÍNDICE  DE  MATERIAS.  763 

particular  de  «us  formas  anómalas,  por  Germán  See,  280.— Afanwaí  de  Patología 
interna,  por  G.  Dieulafoy,  350.  —  Í)c  la  lepra  en  Granada,  por  Hernando  y  Espi- 
nosa, 480.—  Utilidad  general  de  la  gimnasia  y  acción  que  ejercen  sobre  el  orga- 
7iismo  humano  sus  diferentes  ejercicios,  por  Ferrer  y  Mitjana,  5()8. — Las  endemo- 
niadasde  hogaiioy  de  antaño,  porC.  Richct,  639.—  Tesis  sobre  la  patogenia  de 
las  principales  enfermedades  que  anticipan  la  muerte  del  genero  humano,  por 
Roél,  640.— Traíado  de  Operatoria  quirúrgica^  por  Morales  Pérez,  670. 

Gafeina:  su  empleo  en  las  parálisis  intestinales,  356. 

Cálculos  productores  de  fístulas  vesico-vaginales,  279;— vesicales  en  la  mujer:  ex- 
tracción, 127. 

Ca'omelanos:  su  acción  sobre  las  fermentaciones  y  los  microbios,  280. 

Cáncer  de  la  garganta:  diagnóstico  con  la  lepra  y  el  lupus,  361:  — hibridismo  cance- 
roso-sifilitico  y  sífilo-escrofuloso,  214. 

Cáñamo  indiano:  tratamiento  de  la  rabia,  547. 

Cangrejos  (peste  de  los),  580. 

Caries  de  los  buesos  del  cráneo,  621. 

Carnes  conservadas:  presencia  del  plomo,  121. 

Carótida:  compresión  en  las  afecciones  espasmódicas,  312. 

Catarata:  nuevo  procedimiento  para  la  expulsión  de  las  masas  corticales,  516. 

Catarro  vesical  crónico,  644. 

Catgut  antiséptico,  547. 

Cerebelo:  estudio  anatómico,  624. 

Cerebro:  estudio  anatómico,  i:«,  169, 199,  235,  267,  301,  338,  370, 403,  436,  466,  498,  520í 
—  eritema  sintomático  de  lo3  tumores,  192;— excitabilidad  de  la  corteza,  451;-de 
los  centros  motores  corticales,  255;— de  la  corteza  del  cerebro,  451;- —  enferme- 
dad cerebro-gástrica,  380;— absceso:  trepanación,  703;  — localízacion  de  las  ¡deas 
de  suicidio,  611 . 

Cianuro  de  mercurio:  su  empleo  en  la  siñlis  ocular,  516. 

Cirugía  (Revista  de),  24,  792; -ocular  antiséptica,  325. 

Clínica  del  Dr.  Rubio  en  el  Hospital  de  la  Princesa,  289. 

Clorbidrato  de  morfina:  soluciones,  127. 

Cloroformización:  nuevo  procedimiento,  415;— importancia  del  reflejo  palpebral,  547. 

Clorosis:  tratamiento,  128. 

Coche  para  el  transporte  de  heridos,  53. 

Colachan:  aceite,  55. 

Cólera  morbo,  419, 482,  514,  539, 571,  602, 633, 668,  699,  736,  757. 

Colirio  de  Fernandez,  254. 

Colodión  estíptico,  448. 

Colotomia  lumbar,  25. 

Comino  negro,  55. 

Condimentos  ácidos  en  vasijas  de  cristal:  presencia  del  plomo,  122. 

Congreso  y  Exposición  de  electricidad,  244,  444,  748;  — de  laringología,  506;— médico 
de  Sevilla,  ^7,  389,  421,  453. 

Conservas:  presencia  del  plomo,  121. 

Contagio  sifilítico  por  el  ingertojepidérmico,  213. 

Contracturaspo«í-moríerti,  157. 

Convallaria  maialis,  31,  210,  .514. 

Convulsiones  en  los  niños,  63. 

Coqueluche,  285. 

Corazón:  degeneración  grasicnta:  diagnóstico,  210; -dilatación  aguda,  544;- empleo 
del  lirio  de  los  valles  en  sus  enfermedades,  31, 210:  — ruidos  en  la  cirrosis  del  hí- 
gado, 212;— heridas:  tratamiento,  705;— endocarditis  diabética,  209;—  palpitacio- 
nes paroxismáticas:  empleo  de  la  convallaria  maialis,  31. 

Corea:  naturaleza,  patogenia,  tratamiento,  384:— empleo  de  la  electricidad,  422. 

Córnea:  tratamiento  de  lo3  abscesos,  161;— absceso  de  la  córnea  y  de  la  cámara  an- 
terior, dacriocistitis;  tratamiento  antiséptico,  465;  — herpes  traumático,  463:  — 
peritomía  preventiva  de  las  alteraciones  do  la  córnea  en  la  oftalmía  blenorrági- 
ca,  198,  426, 549,  584,  700. 

Cornezuelo  de  centeno  en  las  enfermedades  de  los  huosos,  70^3. 

Corrientes  eléctricas  terrestres,  245. 


764  índice  de  materias. 

Cr&neo:  caries  de  los  huesos,  621. 

Créches  ó  Casas^unas,  314. 

Criminalidad:  relaciones  eon  las  heridas,  457. 

Crustáceos  en  conserva:  presencia  del  plomo,  121. 

Cuerpo  extraño  alojado  detrás  de  la  corona  del  glande,  166;— en  la  6rhita,  199;— vivo 

en  el  estómago,  160. 
Cura  antiséptica,  390;— iodofór mica,  88. 
Curare:  su  empleo  en  la  epilepsia,  546. 

Chancro:  alteraciones  cutáneas  én  el  bubón  sintomático,  476:— y  bubón  chancroso: 
alteraciones  de  los  ganglios  linfáticos,  477. 

Dacriocistitls:  tratamiento,  227; -absceso  de  la  cárnea  y  cámara  anterior,  465. 

Degeneración  grasienta  del  corazón:  diagaódtico,  210. 

Demograña:  estadistica  sanitaria,  94, 156, 190, 738. 

Dermatología:  Revistas,  85,  346,  635;— alteraciones  de  la  piel  en  el  bubón  chancroso, 
47d;  eritema  sintomático  de  los  tumores  del  cerebro,  192;  -dermatosis  de  origen 
nervioso,  381;— erupciones  provocadas  por  algunos  medicamentos,  222;— micro- 
cocos  de  la  lepra,  ^;— letálides,  424,630;— micrococos  del  lupus,  348;— melano- 
dermia  pitiriásica,  6  J6;— mioma  cutáneo,  87;— moluscum,  637;— la  resorcinaen 
las  enfermedades  de  la  piel,  87;— rash;  diagnóstico  diferencial  é  importancia  pro- 
nóstica,  346;— tuberculosis  cutánea,  635. 

Desodoracion  del  almizcle,  146; -del  iodoformo,  285. 

Desviaciones  uterinas,  275. 

Diabetes  en  Cirugía,  456;— endocarditis,  209;— expontánea  en  las  lesiones  del  cuar- 
to ventrículo,  330;— sacarina:  tratamiento  por  el  bromuro  potásico,  514. 

Diagnóstico  de  la  lepra,  el  lupus  y  el  cáncer  de  la  garganta,  361; -de  la  tuberculosis, 
392;— de  las  úlceras  de  laclar inge,  389. 

Diarrea  disenteriforme:  parálisis  hemiplógica  consecutiva,  383;  -en  los  niños:  trata- 
miento, 93,319. 

Difteria:  empleo  del  ácido  bórico,  643;— del  timol,  287;- de  la  salicina,  740. 

Dilatación  aguda  del  corazón,  544. 

Dispepsia  flatulenta:  tratamiento,  157. 

Disquinesia  uterina,  278. 

Eclampsia  puerperal:  tratamiento,  187. 

Electricidad:  Congreso  y  Exposición,  244,  444,  748;— en  la  leucemia  y  en  la  corea,  422; 

—luz  eléctrica,  444. 
Elementos  morfológico-anatómicos:  forma  indecisa,  413. 
Elixir  de  bromuro  potásico,  31. 
Embarazo:  antisepsis  durante  el  mismo,  181. 
Emisiones  sanguinesus:  oportunidad  y  valor  en  las  metritis,  particularmente  en  la 

crónica,  225,  '-:60,  297. 
Empiema:  tratamiento,  387. 
Emplasto  elástico,  146. 
Endocarditis  diabética,  209. 

Endometritis  supurada:  tratamiento  por  el  lavado  uterino,  394. 
Enfermedad  cerebro -gástrica,  380. 
Epidérmico:  contagio  de  la  sífilis  por  el  ingerto,  213. 
Epilepsia:  tratamiento,  448;— por  el  curare,  546. 
Eritema  sintomático  de  los  tumores  cerebrales,  192. 
Erupciones  cutáneas  producidas  por  algunos  medicamentos,  222. 
Escrófulo-sifllitico  y  sífilo-canceroso:  hibridismos,  214. 
Escroto:  gangrena;  curación,  653. 
Esencia  de  gengibre,  123. 
Espasmos:  tratamiento  por  la  compresión  de  las  carótidas,  312;— profesionales:  etio 

logia  y  tratamiento,  448. 
Establecimiento  terápico-funcional,  644. 
Estadística demográfico-sanitaria:  Octubre  (1881),  9i  y  95; -Noviembre  (1881),  156  y 

157;— Diciembre  (1881),  190  y  191;  primer  semestre  de  1882,  738  y  7^;— de  una 

casa  de  locos,  93. 


ÍNDICE  DE  MATERIAS.  765 

Esteatina,  145. 

Estenosis  de  las  vías  respiratorias  producida  por  accidentes  siflliticoSi  475. 

Estíptico:  colodión,  418. 

Estiramiento  de  los  nervios:  trastornos  tróficos  consecutivos,  383. 

Estómago:  cuerpo  vivo  en  esta  viscera,  160;— caso  notable  de  úlcera,  495. 

Estricnina:  muerte,  128;— su  empleo  en  la  ambliopia,  579. 

Excitabilidad  de  los  centros  motores  corticales,  255;— de  la  corteza  del  cerebro,  451. 

Expectorante:  valor  de  la  apomorfina,  223. 

Exposición  y  Congreso  de  electricidad,  244,  441,  748. 

Extirpación  total  del  útero,  393. 

Extreñimiento  rebelde:  empleo*del  extracto  de  haba  del  Calaba r,  4b3. 

Fagedenismo  del  pene:  notable^caso  clínico,  217. 

Farmacia:  Revista,  145;— Sociedad  farmacéutica  española,  156. 

Fenol:  acción  antipirética,  319;  -  envenenamiento,  182; crónico  de  los  ciruja- 
nos, 611;  polvo  antiséptico,  180;-  triclorado,  57. 

Fermentaciones  y  micro-organismos:  acción  de  los  calomelanos,  286. 

Fibromas  uterinos  y  quistes  o  varieos,  279. 

Fiebres  perniciosas,  33,  81,  265; -remitentes:  empleo  del  acónito,  32; -tifoideas  y  gás- 
tricas: ideas  sueltas,  524, 555. 

Física:  Revistas,  244,  444,  748. 

Fístula  vesico-vaginal  producida  por  cálculos,  279;-op3racion,  421. 

Foliculitis  vulvares  extemas,  348. 

Forma  indecisa  de  los  elementos  morfológicoanatómicos,  413. 

Fosfato  de  cal  en  la  tuberculosis,  63. 

Fractura  indirecta  de  la  novena  vértabra  dorsal,^702. 

Frío:  locura  efímera  que  puede  determinar,  418. 

Oalactógeno  de  Jamaica,  319;— polvo,  644. 

Ganglios  linfáticos:  alteraciones  producidas  por  los  chancros  y  bubones,  477. 

Gangrena  del  escroto:  curación,  653;— del  pié:  tratamiento  por  el  termo-cauterio,  705. 

Garganta:  diagnóstico  de  la  lepra,  el  lupus  y  el  cáncer,  361;— acción  patológica  que 
sobre  ella  produce  el  tabaco,  506. 

Gástrica:  (enfermedad  cerebro),  380;— Oa"ngopatia),  507;-(flebre),  524,  5o5;-ó  intes- 
tinales (alteraciones):  neuropatías  que  producen,  193. 

Generación  expon tánea:  apuntes,  741. 

Gengibre:  esencia,  128. 

Glande:  cuerpo  extraño  alojado  detrás  de  la  corona,  166. 

Glicerina:  nueva  indicación,  610;— y  clorhidrato  de  quinina,  483. 

Glycel08um,'146. 

Goma:  poción,  145. 

Gonococo,  740. 

Gravedad:  estudio  de  este  agente  bajo  el'punto  de  vista  etiológlco,  higiénico  y  te* 
rapéutico  en  la  mujer,  709. 

Haba  del  Calabar:  empleo  del  extrasto  en  el  e>ctreñimiento  rebelde,  483. 

Hematoblastos  y  demás  elementos  figurados  de  la  sangre,  418. 

Hematocele  (vaginalitis  crónica);  punción;  gangrena  del  escroto;  abertura  y  lim- 
pieza de  la  vaginal;'curacion,  653. 

Hematuria  quilosa:  génesis  y  tratamiento,  450. 

Hemicránea:  tratamiento,  483. 

Hemiplégicos:  lado  sano,  ^;  —  hemiplegia  consecutiva  á  una  diarrea,  333. 

Hemoptisis :  apiréctica  en  los  tuberculosos:  tratamiento,  12S;— nuevas  formas,  453. 

Hemorragias  puerperales:  empleo  de  la  tintura  de  iodo,  759. 

Herencia  morbosa,  223; -lesiones  en  la  sífilis  hereditaria,  216. 

Heridas:  sus  relacionei  con  la  criminalidad,  457;— penetrante  del  abdomen,  25;— co- 
che para  el  transporte  de  los  que  las  sufren,  53;— del.corazon:  tratamiento,  705. 

Hernia  diafragmática,  127. 

Herpes  traumático  de  la  córnea,  463. 

Hibridismo  escrófulo-sifilítico  y  sifllo-canceroso,  214. 

Hidrotórax:  empleo  de  la  pilooarpina,  211,  423;- toracentesis,  485,517,  613,645,682. 


76G  ÍNDICE  DE   MATERIAS. 

Hígado:  loá  ruidos  cardiacos  en  la  cirrosis,  212; — graso  eu  conserva;  presencia  del 

plomo,  121. 
Higiene:  Revista  de  alimentos,  119;  — de  desinfectantes,  108. 
Histerismo:  tratamiento  por  las  hojas  metálicas  administradas  al  interior,  211. 
Huesos:  el  cornezuelo  de  centeno  en  sus  enfermedades,  703. 

Ictericia  consecutiva  á  una  lesión  cardiaca:  tratamiento  por  la  digital,  609. 

Ignipuntura:  empleo  en  la  metritis  parenquimatosa  crónica,  276. 

Ilíaca  externa:  aneurisma,  129. 

Incubación  de  la  sífilis:  duración,  213. 

Infancia:  causas  do  la  excesiva  mortalidad,  425. 

Ingerto  epidérmico  como  causa  de  la  siQlis,  213; — de  un  pedazo  de  conjuntiva  de  co- 
nejo en  un  caso  de  simbléfaron,  369. 

Inhalador  deDoiVmont,  183;— de  clorhidrato  amónico  de  Kirwood,  696. 

Intestino:  empleo  de  la  cafeína  en  las  parálisis  musculares,  356. 

Iodo:  inyecciones  en  un  caso  de  ascitis,  434;- en  las  hemorragias  puerperales,  759. 

Iodo  formo:  cura,  8á;  — desodoracion,  285;— en  la  angina  tuberculosa,  545;— en  otolo- 
gía, 321: -en  la  ovariotomia,  278;— lápices,  146;— en  el  tratamiento  de  las  úlceras: 
ventajas  é  inconvenientes,  704. 

Lámparas  eléctricas,  447,  748,  750. 

Lápices  de  iodoformo,  14(5. 

Laringe:  diagnóstico  de  las  úlceras,  389;— lesiones  sifilíticas,  47 1;— diagnóstico  déla 
tisis  idiopática  mediante  el  laringoscopio,  507;— laringismo  del  adulto,  501;— la- 
ringopatia  gástrica,  507;— laringología:  Revista,  504;— Congreso  internacional,  506. 

Lavado  uterino:  su  empleo  en  un  caso  de  endometritis  supurada,  394. 

Lepra:  parásito,  83;  — lupus  y  cáncer  de  la  garganta:  diagnóstico,  361. 

Letalides,  424,  636. 

Leucemia:  empleo  de  la  electricidad,  422. 

Levulosa,  288. 

Licor  mineral  antiséptico  deHuet,180;— de  Van  Swieten  modificado,  147. 

Ligamentos  vertebrales:  rotura,  455. 

Lirio  de  los  valles:  su  uso  en  las  enfermedades  de  corazón,  31,  210,  514. 

Locura  causada  por  el  frió.  44S;— estadística  de  una  casa  de  locos,  93. 

Lupus:  micrococcuí,  318;- lepra  y  cáncer  de  la  garganta:  diagnóstico,  361. 


agnetismo:  contribución  á  su  estudio,  460. 
Manía  aguda:  curación,  400. 

Medicamentos  nuevos,  85;— erupciones  cutáneas  provocadas  por  algunos,  222. 
Medicina:  Revista,  209, 544. 
Médula  espinal:  estudio  anatómico,  560,  501;— alteraciones  de  las  células  nerviosas 

en  la  mielitis,  362;— oblongada:  estudio  anatómico,  650,  691. 
Melanodermia  pitiriásica,  636. 
Menstruación  precoz,  319. 
Menta  piperita:  pastillas,  li5. 
Mercurio:  pomada  preparada  con  la  vaselina,  145. 
Metales:  acción  tóxica  comparada,  253;— tratamiento  del  histerismo  por  las  hojas 

metálicas  administradas  al  interior,  211. 
Metritis:  oportunidad  y  valor  délas  emisiones  sanguíneas,  especialmente  en  las  cró- 
nicas, 225,  260,  297;— parenquimatosa  crónica:  empleo  de  la  ignipuntura,  276;— 

interna  supurada:  tratamiento  por  el  lavado  uterino,  3J4. 
Micri^cocos  del  lupus,  34S;-de  la  lepra,  86; -de  la  blenorragia,  740. 
Micrófitos  de  la  sangre:  sus  relaciones  con  las  enfermedades,  26,  57,  8i),  123, 151,  184, 

218,250,281,315,353,384. 
Micro-organismos:  influencia  que  sobre  ellos  y  sobre  las  fermentaciones  ejercen  los 

calomelanos,  280. 
Mioma  cutáneo,  87. 
Moluácum,  637. 

Monstruosidades:  causa  de  algunas  de  ellas,  337. 
Morfina:  soluciones  del  clorhidrato,  127;— antagonismo  entre  ella  y  los  alcaloides  de 

las  solanáceas  virosas,  451. 


ÍNDICE  DE  MATERIAS.  767 

Mortalidad  de  la  infancia:  causas  de  su  exceso,  4*25. 

Mujer:  estudio  de  la  gravedad  como  agente  etiológico,  higiénico  y  terapéutico,  709; 

—Revista  de  ginecopatí a,  275;—  {Vé&se  Obstetricia,  Ovario,  Útero j  Vulva,  Vésico- 

vaginal). 
Muñeca:  resección,  704. 
Música:  sus  relaciones  con  la  Medicina,  20,  38,  65, 110. 

Naftol:  intoxicación,  85. 

Napelina,  54. 

Neuropatías  dependientes  de  trastornos  gastro -intestinales,  193. 

Nervios:  estiramiento  y  trastornos  tróficos  consecutivos,  38Q. 

Nerviosos:  anatomía  de  los  centros,  8, 44,  71, 106,  138, 169, 199, 235,  267,  301,  338,  370, 
403,  436,  466,  498,  528,  560,  591,  624,  659,  691,  728;— alteraciones  de  las  células  en 
las  inflamaciones  de  la  médula  espinal,  362;— dermatosis,  28I;-Revista  de  neu- 
ropatología,  380. 

Niños:  convulsiones,  63:— diarrea:  tratamiento,  93, 319;— mortalidad:  causa  de  su  ex- 
ceso, 425;— procidencia  del  recto,  706;— polvo  para  la  limpieza,  314;— Revista  de 
enfermedades  de  los  niños,  312. 

Nitro  glicerina:  acción  fisiológica,  285. 

Nosoquímica:  Revista,  411. 

Obstetricia  antiséptica  y  la  septicemia  en  Obstetricia,  510,  751;— eclampsia  puerpe- 
ral, 187;— antisepsis  durante  el  embarazo,  parto  y  puerperio,  181;— pulso  y  tem- 
pera tura  en  el  puerperio,  677;— tint.  de  iodo  en  las  hemorragias  puerperales,  759. 

Oftalmología:  tratamiento  de  los  abscesos  do  la  córnea,  161;— oftalmía  de  los  recien 
nacidos:  profilaxis,  18 i;— oftalmía  blenorrágica:  tratamiento  preventivo  de  las 
alteraciones  de  la  córnea,  198,  426,  549,  534,  724;  — cuerpo  extraño  alojado  en  la 
órbita,  199;— cirugía  ocular  antiséptica  en  la  clínica  del  Dr.  Barraquer,  325;— la 
oftalmología  en  el  Congreso  médico  internacional  de  Sevilla,  458;— absceso  de  la 
córnea  y  cámara  anterior;  dacriocistitis;  tratamiento  antiséptico,  465;— amblio- 
pía:  tratamiento  por  la  estricnina,  579;—  catarata:  procedimiento  para  la  expul- 
sión de  las  masas  corticales,  516;—  sífilis  ocular:  empleo  del  cianuro  del  mercu- 
rio, 516;  — herpes  traumático  de  la  córnea,  463;—  dacriciotitis:  tratamiento,  227; 
— simbléfaron:  tratamiento  por  el  ingerto  de  un  pedazo  de  conjuntiva  de  cone- 
jo, 369;— quémosis  conjuntival,  581. 

Olécraron:  sutura,  25. 

Orina:  Investigación  del  ácido  úrico  413;— de  la  albúmina,  414:- del  ácido  salicílico, 
414;— de  la  bilis,''414;— de  los  ácidos  biliares,  415. 

Orquitis,  737. 

Osteo-sarcoma  del  aparato  auditivo,  257. 

Otología:  empleo  del  iodo  formo,  321;— osteo-sarcoma  del  aparato  auditivo,  257. 

Ovario:  quistes  y  fibromas  uterinos,  279;— el  iodoformo  en  la  ovariotomia,  278. 

Oxigeno:  su  empleo  en  terapéutica,  356. 

Parálisis  de  las  fibras  musculares  de  los  intestinos:  empleo  de  la  cafeína,  356;— he* 
miplegica  consecutiva  á  una  diarrea  disenteriforme,  353. 

Párpado:  importancia  del  reflejo  palpebral  en  la  anestesia  clorofórmica,  547. 

Parto  (Véase  Obstetricia.) 

Pastillas  de  menta  pipesita,  145. 

Pelagra:  etiología,  456. 

Pene:  notable  caso  de  fagedenismo,  217. 

Peptonamercú rico-amónica:  tratamiento  déla  sífilis  por  las  inyecciones  subcutá- 
neas; 222:— análisis  de  la  preparada  por  Defresne,  674. 

Períodos  de  la  sífilis,  214. 

Peritomia  como  medio  preventivo  de  las  alteraciones  de  la  córnea  en  la  oftalmía 
blenorragia,  198, 426,  549,  584,  72 V. 

Permanganato  potásico  en  el  tratamiento  de  la  blenorragia,  642 

Peste  de  los  cangrejos,  584. 

Picrotoxina  é  hidrato  de  picrotóxido,  56. 

Pié:  tratamiento  de  la  gangrena  por  el  termo-cauterio,  705. 


768  ÍNDICE  DE  MATERIAS. 

Pilocarpina:  su  empleo  en  los  derrames  pleuriticos,  211,  433. 

Pitiriasis  melanodérmica,  635. 

Pleura:  empleo  de  la  pilocarpina  en  los  derrames,  211,  423;— estado  del  pulmón  en  la 
pleuresía,  45i;— la  toraccntesis  en  el  tratamiento  de  la  pleuresía  serosa,  485, 517, 
613,  615,  682. 

Plomo:  su  presencia  en  los  alimentos  más  usados,  119. 

Poción  con  esencia  de  trementina,  63; ~ gomosa,  145;— contra  el  asma  bronquial,  740. 

Pólipos  uterinos  voluminosos  de  ancho  pedículo,  278. 

Polvo  antiséptico  de  ácido  fénico,  180;— para  la  limpieza  de  los  niños,  314. 

Pomada  mercurial  con  vaselina,  145. 

Precocidad  notable,  81. 

Procidencia  del  recto  en  los  niños,  706. 

Profesiones:  espasmos;  etiología  y  tratamiento,  448. 

Prolapso  uterino:  procedimiento  de  Fritsch,  277. 

Proyectiles:  su  demostración  mediante  el  teléfono,  245. 

Publicaciones  recibidar.  32,  64,  96,  128,  160,  192,  256,  288,  320,  356, 388, 420,  452,  484, 
548,  612,  644,  708,  740,  760. 

Puerperio:  (Véase  Obstetricia.) 

Pulmón:  otro  signo  para  el  diagnóstico  del  primer  periodo  de  la  tuberculosis  pul- 
monar, 546; -sífilis  pulmonar,  475; -estado  del  pulmón  en  la  pleuresía,  454. 

Pulso  y  temperatura  en  el  estado  puerperal,  677. 

Quemaduras:  tratamiento,  93, 160. 

Quémosis  conjuntival,  581. 

Quillayina,  737. 

Química:  análisis  y  síntesis  en  química  patológica,  411;— repulsión  química,  412;— 

las  vibraciones  en  los  fenómenos  químicos,  412;— Revista  de  nosoquimica,  411. 
Quinina:  glicerolado  del  clorhidrato,  483;— tanato,  287. 
Quinoleina,  147. 
Quintas:  reglamento,  422. 
Quistes  de  los  grandes  labios,  278;— o  varieos  y  fibromas  uterinos,  279. 

Rabia:  tratamiento  por  el  cáñamo  indiano,  547. 

Radiofonía,  247. 

Rash:  diagnóstico  diferencial  é  importancia  pronostica,  346. 

Recto:  procedencia  en  el  niño,  706. 

Reflejo  genital,  384;-palpebral:  su  importancia  en  la  anestesia  clorofórmica,  547;— 
patológicos,  3, 193. 

Repulsión  química,  412. 

Resección  de  la  muñeca,  704; -de  la  rodilla,  314,  704. 

Resorcina:  su  empleo  en  las  enfermedades  de  la  piel,  87. 

Respiratorias  (Vías):  estenosis  causadas  por  accidentes  sifilíticos,  475. 

Reumatismo  articular  agudo:  tratamiento,  189; de  la  infancia,  313;  —  con- 
tribución al  estudio  del  ácido  salicílico  y  sus  compuestos,  en  particular  del  salí- 
cilato  sódico  en  el  tratamiento  del  reumatismo,  15,  48,  76, 115, 135, 17o,  206, 240, 
271,310,313,375,408,440. 

Revista  de  Cirugía,  24,  702;-de  Dermatología,  85, 316, 635;-de  Farmacia,  145;-de  Fí- 
sica. Congreso  y  Exposición  internacional  de  electricidad,  244,  444,  748;— de  Gi- 
necopatia,  275;— de  nigiene:(  alimentos,  119;— desinfectantes,  180;)-  de  Laringo- 
logía, 504;—  de  Medicina,  209,  54i;-de  Neuropatologia,  380;— de  Nosoquimica, 
411;-dePeidopatía,312:-de  Sifiliografía,  213,  474;-de  Terapéutica,  54. 

Rodilla:  resección,  704. 

Rotura  de  los  ligamentos  vertebrales,  455. 

Salicilado  (almidón),  181. 

Salicilato  sódico:  tratamiento  del  reuma,  15,  48,  76, 115, 135, 175,206,240,  271,310,333, 
375,  408,  440. 

Salicilina:  empleo  en  la  difteria,  740. 

Sangre:  hematoblastos  y  demás  alimentos  figurados,  418;— los  micrófitos  y  sus  rela- 
ciones con  las  enfermedades,  26,  57,  89, 123, 151, 184,  218,  250,  281,  315,  353, 384; •« 
transfusión»  580, 


ÍNDICE  DE  MATERIAS.  769 

Sarampión  en  Barcelona,  313;— algunos  casoSi  419. 

Sardinas  conservadas:  presencia  del  plomo,  121. 

Sección  oficial,  32,  64, 96, 128, 160, 192, 22i,  256,  288,  388,  420, 4J2,  484,  516,  548,  580,  611* 
644,  676,  708,  740, 759.=Aguas  minero-medicinales  españolas,  224; de  la  Con- 
cepción, 708; de  Fuente  Podrida,  160; de  Fuentes  Caldeas,  612; de 

las  Fuentes  del  Francés,  516; de  Graéna,  288; de  la  Maravilla,  516; 

de  Loujo  ó  La  Toja,  256,  420; de  Nuestra  Señora  del  Carmen,  420; de  Uu- 

binat,  484; de  Santa  Águeda,  256; de  Zuazo,  420;«Auxiliares  de  Cáte- 
dras, 96;=Carbunclo,  644; -=Cárcel  modelo  de  Madrid,  48f;c=Cátedras:  provisión, 
192, 548; -vacantes,  64, 96, 192,  224, 256,  288,  388, 420,  Md,  612,  644,  676,  676,  708,  740, 

740;=Catedráticos  de  Medicina,  160; de  Barcelona,  192;  — supernumerarios, 

611;=cCementerios,  388;=Cólera  morbo,  128,  160,  224,  256,  288,  388,  420,  420,  452, 
484,  516,  516,  516, 548,  548. 548,  548,  580,  580,  612,  676,  708,  708;=DentÍ8tas:  Inspec- 
tores y  Subinspectores,  32;=Ejército:  ley  de  reclutamiento  y  reemplazo,  160;=Es- 
tablecimientos  penales,  484,  484;— médicos  de  los  mismos,  612;=:Exámene8,  96, 
288b=.Exposicion  nacional,  192;=Fiebre  amarilla,  64,  96,  96,452,548,  676,676;=» 
Hospitales  militares,  580;=Inhabilitacion  perpetua,  32;-=Inpectores  generales  de 
Instrucción  pública,  128;=Manicomio  provincial  de  Oviedo,  452;t=3Médicos  de 
hospitales,  484;— directores  de  aguas  minerales,  516,  516,  518;— titulares,  288;== 
Policía  médica,  32;=Sanidad  marítima,  192,  452,  484,  548,  759; -militar,  64; -Tea- 
tros, 580;=Viruela,  vacuna  y  subdelegaciones  á  ellas  rcfeientes,  4£0. 

Septicemia  en  Obstetricia  y  Obstetricia  antiséptica,  510,  751. 

Sifílis:  duración  de  la  incubación,  213;— contagio  por  el  ingerto  epidérmico,  213;  — 
periodos,  214;— hibridismo  sifilítico-escrofuloso  y  sifilítico-canceroso,  214;— un 
caso  de  sífilis  maligna  precoz  tratada  con  buen  éxito,  215;— lesiones  de  la  here- 
ditaria, 216;— variedades  del  testículo  sifilítico,  216;— tratamiento  por  las  inyec- 
ciones subcutáneas  de  peptona  mercurio-amónica,  222;— lesiones  sifilíticas  de  la 
laringe,  474;— estenosis  de  las  vías  respiratorias  producidas  por  accidentes  sifi- 
líticos, 475;— del  pulmón,  475;— tratamiento  abortivo,  477;— glosopatias  sifilíticas, 
779;— ocular:  tratamiento  por  el  cianuro  de  mercurio,  546;— Revista,  213,  474. 

Simbléfaron:  tratamiento  por  el  ingerto  de  un  pedazo  de  conjuntiva  de  conejo,  869. 

Sindectomía  preventiva,  198,  426,  549,  584,  724. 

Sifón:  origen,  419. 

Síntesis  y  análisis  en  química  patológica,  411. 

Sociedad  farmacéutica  española,  156. 

Solanáceas  virosas:  antagonismo  entre  sus  alcaloides  y  la  morfina,  451. 

Soluciones  de  clorhidrato  de  morfina,  127. 

Suicidio:  localizacion  cerebral  de  esta  idea,  611. 

Sulfo-cresilato  sódico,  56. 

Sutura  del  olécranon,  25. 

Tabaco  y  alcohólico,  484;— acción  fisiológica  sobre  la  garganta,  506. 

Tanato  de  quinina,  287. 

Teléfono:  como  medio  de  averiguar  la  presencia  de  proyectiles,  245. 

Temperatura  y  pulso  en  el  estado  puerperal,  677. 

Terapéutica:  Revista,  54. 

Terefeno,  759. 

Termo-cauterio  de  Paquelin:  modificaciones,  285;— su  empleo  en  la  gangrena  del  pié, 
705; en  la  hipertrofia  de  las  amígdalas,  24. 

Testículo  sifilítico:  variedades,  216. 

Tétanos:  causa  de  la  muerte,  381;— tratamiento,  355. 

Timol:  caracteres  químicos,  182;— liquefacción  por  la  berberina,  solubilidad,  colora- 
ción, 181;— su  empleo  en  la  difteria,  287. 

Tisis:  anorexia,  96;— alimentación,  351;—  y  tubérculos,  391;—  laríngea  idiopática: 
signos  que  la  revelan  al  laringoscopio,  507. 

Toracen tesis  en  la  pleuresía  serosa,  485,  517,  613,  645,  682. 

Toxicidad  comparada  de  varios  metales,  253. 

Transfusión  de  la  sangre,  580. 

Traqueotomía  de  urgencia,  103. 

Trementina:  poción  con  el  aceite  esencial,  63. 

Trepanación  en  un  caso  de  absceso  del  cerebro,  70ÍÍ 


770  ÍNDICE  DE  GRABADOS. 

Tricloro-fenol:  nuevo  antiséptico,  57. 

Trócar-traqueotomo  de  Jacolot  y  de  Voelker:-de  Jacolot  modificado  por  Estrany, 

103. 
Tuberculosis:   empleo  del  fosfato  de  cal,  63; -hemoptisis  apiréctica:  tratamiento, 

128; -nosogenia,  3 18; -tratamiento  por  las  aguas  nitrogenadas  y  sulfurosas,  359; 

—y  tisis,  39^1; -diagnóstico,  ¿92;— pulmonar:  otro  signo  para  el  diagnóstico  del 

primer  periodo,  546;— cutánea,  635;— el  iodoformo  en  la  angina  tuberculosa,  545. 
Tumores  del  cerebro:  eritema  sintomático,  192. 

Ulcera  estomacal:  caso  clínico  notable,  495:— fagedénicas:  tratamiento  por  las  inyec- 
ciones parenquimatosas  de  nitrato  de  plata,  705;— de  la  laringe;  diagnóstico,  389; 
—venérea:  fisiología  patológica,  217;  — inconvenientes  y  ventajas  de  su  tratamien- 
to por  el  iodoformo,  704. 

Unidades  eléctrica?,  2i4. 

Útero:  desviaciones,  275;— disquinesia,  278;— pólipos  voluminosos  de  ancho  pedí- 
culo, 278;— prolapso:  procedimiento  de  Fritsch,  277;— quistes  o  varieos  y  fibromas 
uterinos,  278; -extirpación  total,  393; -el  lavado  uterino  en  la  endometritis  supu- 
rada, 39i;— (Véase  Metritis,  Obstetricia,] 

Vacuna  en  Londres:  relación  con  la  viruela,  CÍO. 

Vaginalitis  crónica:  hematocele:  punción:  gangrena  del  escroto:  abertura  y  limpieza 

de  la  vaginal;  curación,  653. 
Vaselina:  preparación  de  la  pomada  mercurial,  145. 
Vasijas  estañadas  y  de  cristal:  presencia  del  plomo,  122. 
Vegetales  en  conserva:  presencia  del  plomo,  121. 
Venérea:  fisiología  patológica  de  la  úlcera,  217. 
Vértebras:  fractura  indirecta  de  la  9.*^  dorsal,  702. 
Vésico-vagínal  (fístula):  operación,  421;— causada  por  cálculos,  279. 
Vías  respiratorias:  estenosis  causadas  por  accidentes  sifilíticos,  475. 
Vibraciones  en  los  fenómenos  químicos,  412. 
Vulva:  foliculitis  externas,  3i8;— quistes  délos  grandes  labios,  278. 

Zona  manejable  de  los  agente?  anestésicos  y  nuevo  procedimiento  de  cloroformiza- 
ción, 415. 


ÍNDICE  DE  GRABADOS. 


Pag. 

Figura  I.*— Fenómenos  reílejos  elaborados  en  el  ganglio  de  Gasser 7 

Fig.  2.*— Extructura  de  los  nervios 8 

Fig.  3."— Esquema  de  los  actos  reflejos  desarrollados  sin  intervención  de  los 

centros. 8 

Fig.  4.*— Coche  para  el  transporte  de  heridos,  de  Bithorn 53 

Fig.  ñ.^ ^ Bacillus  anthracis  exicontraLdos  después  de  la  muerte  en  la  sangre 

de  un  buey  fallecido  á  consecuencia  del  carbunclo  (Cohn) 61 

Fig.  G^^—Bacillus  anlhracis  encontrado  en  la  sangre  de  un  conejito  de  Indias 

(Cohn) 62 

Fig.  l^^Bacillus  anlhracis  procQáeníe  del  bazo  de  un  ratón  (Koch) 89 

Fig.  S.^-Ba-ítoncillos  desarrollados  en  largos  filamentos 90 

Fig.  9.''- Formación  de  los  esporos  on  los  filamentos 90 

Fig.  10.— Filamentos  que  se  han  hecho  cali  invisibles 90 

Fig.  11.— Esporos  aislados  en  el  llamado  acto  de  la  germinac'von 91 

Fig.  12.— Esporos  convirtiéndose  en  bastoncillos 91 

Fig.  13.  — Bacíiíus  aM//irac¿5.  Germinación  de  los  esporo?  (Koch) 91 

Fig.  H.—Bacillus  aní/iracív.  Germinación  de  los  esporos  (Conh) 91 

Fig.  15. 

Fig.  16. )  —Fases  del  desarrollo  ás  un  bacillu't  de  los  más  pequeños 92 

Fig.  17. 


ÍNDICE  DE  GRABADOS.  771 

Fig.  18.- BacÜ/i  de  tamaño  grande 92 

Fig.  19  -Crecimiento  de  los  hacilli  precedentes  convirtiéndose  en  filamentos..  92 

Fig.  20. -Trocar  de  Jacolot 105 

Fig.  21. -     Id.              id.      modificado  por  Estrany 106 

Fig.  22.- lía ciüu»  an//iroc/ír.  Bastoncillos  que  sufren  la  segmentación,  prolon- 
gándose en  forma  de  filamentos 124 

Fig.  23. -Filamentos  produciendo  esporos,  y  esporos  transformándose  en  bas- 
toncillos   124 

Fig.  24.— Esporos  en  algunos  bastoncillos 126 

Fig.  25.— Base  del  cerebí  o  (esquema) 139 

Fig.  '6. -Casa  externa  del  hemisferio  izquierdo 141 

Fig.  27.— Cara  interna  del  hemisferio  derecho 142 

Fig.  28. -ínsula  de  Reil 14:J 

Fig.  29. ) 

Fig.  30.  >-5aci//i«  de  la  fiebre  tifoidea  del  cerdo,  cultivados  en  el  humor 

Fig.  31. )        acuoso  del  conejo 156 

Fig.  32.— Cerebro  del  zorro  (esquema) 173 

Fig.  d3,^Baccillti8  subtilis  formado  en  la  superficie  de  una  infusión  de  heno, 

después  de  24  á  48  horas  (Cohn) 18i 

Fig.  33.  bis.- Extructura  de  la  corteza  cerebral  (Meynert) 200 

Fig.  34. -Gran  célula  piramidal  (Charcot) 202 

Fig.  35. -Célula  multipolar  de  la  médula  (Wundt) 203 

Fig.  36.  — Organismos  encontrados  en  la  sangre  de  animales  sanos  algunas  ho- 
ras después  de  la  muerte 22^1 

Fig.  37.— Centros  motores  en  la  cara  externa  del  cerebro  del  mono  maco,  se  • 

gun  los  experimentos  de  Ferrier. 237 

Fig.  38.— Esquema  de  las  localizaciones  probables  en  el  hombre 237 

Fig   39.— Explorador  eléctrico  de  dos  bobinas  de  GrahamBell 246 

Fig.  40.—        Id.               id.      de  cuatro    id.                 id.        id 246 

Fig.  41.— Radiófono  de  GrahamBell  (esquema) 248 

Fig.  42.-        Id.        deTainter 248 

Fig.  43. -Organismos  encontrados  en  la  sangre  de  un  ratón,  sano  al  parecer.    .  251 

Fig.  44.  -Excitador  uterino 264 

Fig.  45.— Esquema  de  un  hemisferio  cerebral 267 

Fig.  46.— Corte  oblicuo  de  los  hemisferios  cerebrales 269 

Fig.  47.  — Corte  horizontal  de  un  hemisferio  cerebral 271 

Fig.  48.— ^ac{2¿t  en  vía  de  segmentación 284 

Fig.  49.— Corte  transversal  de  los  pedúnculos  cerebrales  al  nivel  de  los  tubér- 
culos cu  adrigéminos  posteriores ...  302 

Fig.  50:  — Corte  oblicuo  de  los  hemisferios  pasando  por  la  región  rolándica.    .  305 

Fig.  M.— Tubérculos  cuadrigéminos 308 

Fig.  52  "SpiHllum  (spirochcpte]  Obemieier 315 

Fig.  ^."Spiñllum  (spirochcetej  plicatile 316 

Fig.  54.— iSípíri//a  encontrados  en  la  sangre  de  enfermos,  en  Bombay 317 

Fig   55.— Tálamo  óptico  y  cuerpos  geniculados 339 

Fig.  56.  — Cara  interna  de  los  núcleos  centrales 339 

Fig.  57.— Núcleos  centrales  vistos  por  la  parte  superior 3^i0 

Fig.  58.— Esquema  del  entrecruzamiento  de  los  nervios  ópticos 3i3 

Fig.  59.— Entrecruzamiento  de  las  fibras  de  los  nervios  ópticos 3i5 

Fig.  60.— Spin7/a  en  forma  de  rosario  encontrados  en  la  sangre  de  un  enfermo 

afecto  de  fiebre,  en  Bombay 35i 

Fig   6^1  —Esquema  de  ias  fibras  de  la  corona  radiante  del  tálamo  óptico.  .    .    .  371 

Fig.  62— Esquema  de  las  ra.ces  del  tálamo  óptico 373 

Fig.  63.  — Vista  de  los  núcleos  centrales,  levantado  el  cuerpo  calloso.    .    .    .  401 

Fig.  64.— Núcleo  lenticular  visto  por  su  cara  externa 437 

Figs.  65,66,67,  08.  69  y  70.-Lámparas  eléctricas  de  Edisson 446 

Fig.  71.— Lámpara  eléctrica  de  Swann 447 

Fig.  72.  — Hacecillo  sensitivo  del  segmento  posterior  á-i  la  cápsula  interna.  .     .  467 


772  ÍNDICE  DE  OBABADOS. 

Púg, 

Fig.  73.— Esquema  de  la  cápsula  interna  y  de  un  corte  transversal  del  hemis- 
ferio cerebral  al  nivel  del  tálamo  óptico 469 

Fig.  74. -Corte frontal  de  ünheniisferio.. 473 

Fig.  75. -Corte  de  la  parte. posterior  de  los  hemisferios,  para  poner  al  descu- 
to los  tubérculos  cuadrigéminos  y  la  reflexión  de  los  ventrículos  late- 
rales   499 

Fig.  76.— Corte  esquemático  del  asta  de  Ammon 501 

Fig.  7.7.-Termografiaen  un  caso  de  fiebre  de  síndrome  catarral  gástrico  y 

curso  térmico  tifoideo 525 

Fig.  78.-Térmografia  en  un  caso  de  catarro  gástrico  febril  de  iniciación  tér- 
mica tifoidea 526 

Fig.  79.— Termografía  en  un  caso  de  fiebre  francamente  tifoidea  de  curso  tér- 
mico equivoco 527 

Fig.  ÍO.— Corte  vertical  del  cerebro  (esquema) 534 

Fig.  81.— Termografia  enun  caso  de  tuberculosis  miliar  aguda  de  iniciación 

sindrómica  tifoidea 556 

Fig.  82.— Cara  anterior  de  la  médula  espinal 562 

Fig.  83.— Cara  posterior  de  lámédula  espinal  .    .    . 562 

Fig.  84.  — 'Jorte  transversal  de  la  médula .   ' 564 

Fig.  85.-Célulasmultipolare8  (Hobin) 566 

Fig.  86.-* Corte  transversal  de  la  médula  al  nivel  de  las  raic^^s  inferiores  del 

quinto  par  cervical  (Stilling) 568 

Fig.  87.-» Origen  de.las  raices  de  los  nervios  espinales  (cara  anterior  de  la  mé- 
dula).   .    .  * 592 

Fig.  88.— Esquema  de  las  raices  de  los  nervios  espinales.  ^ 593 

Fig.  89.— Corte  transversal  de  la  médula:  topografía  anatomo-patológica     .    .  59(> 

Fig.  90.— Topografía  medular,  según  Flechsig 598 

Fig.  91.— Esquema  del  trayecto  de  las  fibras  blancas  medulares 601 

Fig.  92. -Cara  inferior  del  ce  rebelo 627 

Fig.  93.— Esquema  de  la  extructura  de  la  sustancia  gris  del  cerebelo.  .    .    .    •  ^^ 
Fig.  94. -Esquema  de  la  distribución  en  el  cerebelo  de  las  fibras  del  hacecillo 

delgado  y  del  núcleo  externo  del  nervio  acústico.    . 631 

Fig.  95.— Cara  anterior  de  la  médula  oblongada 661 

Fig.  96.— Cara  posterior  de  la  médula  oblongada 663 

Fig.  97.— Trazado  termo-3Sfigmico  relativo  á  un  estado  puerperal.  .....  680 

Fig.  98.-      Id.         id.           id.           id.                   id.            id 680 

Fig.  99.-      Id.         id.          id.          id*              septicemia  puerperal.    ...  681 
Fig.  100.- Semi-esquema  de  un  corte  de  la  médula  cervical  al  nivel  de  las  raí- 
ces del  primer  par  raquídeo  (Duval) 694 

Fig.  101.— Semi-esqucma  de  un  corte  de  la  parte  inferior  del  bulbo  al  nivel  del 

entrecruzamiento  motriz  de  las  pirámides  (Duval).    ........  695 

Fig.  102.— Semi-esquemade  un  corte  del  bulbo  al  nivel  del  entrecruzamiento 

sensitivo  de  las  pirámides  (Duval) 728 

Fig.  103.-Esquema  del  entrecruzamiento  de  las  pirámides 730 

Fig.  104.-*Lámpara  eléctrica  de  Lane-Fox 749 

Fig.  105.-      Id.            id.        de  Maxim 749 

Lámina  cromo-litografiada  representando  varios  detalles  relativos  á  las  alte- 
raciones de  las  células  nerviosas  en  la  inflamación  de  la  médula  espinal.  369 


} 


77¿