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Boston
Medical Libbart
8 THE FENWAT
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GACETA MÉDICA CATALANA.
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^ (C/^
GACETA MEDICA
CATALANA.
<^« miSU OOUQEIAI ILDSTIiDi,
DIRECTORES:
Dr. R. rodríguez MENDEZ.--Dr. L. FORMIGUSRA SOLER.
Ut. a. Hondes Peres. I Dr. A. Planellas Uanos.
D. li. Soñé y MoUst. I D. P. Verdós 11 anri.
D. A Kaseti Arroyo. | D. M. A. Fargas Aooa.
Sbgiibtario de la Rboacoion:
Dr. Federloo Gaetells Balleapl.
Albarr«iL/Part«;.-iAscarreta.— Barraquer (J.).^BarraQiier (I«.)«-Bon6t (J.).
— Carreras-Arasó (I«.)-Ga8teU8 (S ).-Ce1>6lra. -Girara. —Ssquerdo(A.X— Ba-
trany.-IjOpes Ocaña ^tfadridy.—Margarit.-Marlés /"¿értda;.— Moré-Bar^lt.-
Opín^o (Tarragona). — Ribas. ^ Revira. — Sojo. — Tamayo (Habana), - Teissier
/Lyon;.— Vidal Careta /'líflkirMiA— Vidal Solares.— VÜaseca (J.).-Viura.
A
ASO -IL— TOMO n.
BARCELONA.
MMMa«M«k
SSTABLIGIMIIHTO TIPOQRÁnCO DS L03 8Ü0180RK8 BE H. RAMI&SZ T C.
pasaje de Bjecudilleret numero 4u.
/^TALOGL?^
( MAY 26 1903
AÑoH. 1' 15i>HBíIíBfCB«4882. NÚM. 25.
8UMA.RI0: Artioulo programa, por i0nwiaaa*«*'IV8nejO8patológÍcoi, por I
des.— Aoatomia de los centros nerviosos, por •.!!. A. FsrgMi (coQtlnaará).->Del ácido sa
liciiieo 7 sas compaestos, por •• II. E. Moré y Barci* (continuará).~La música en sus
relaciones con la Medicina, por •. r. Vidal yOmrela (continuará).— Revista crítica de ci-
rugía, por el Dr. ■«• rormisii(»r».'-LiOs micrófltos de la sangre, por el Drw T. Biehard
I«ewis.— NOTICiilS CIENTÍFICAS: Tintura de convalUrla en las palpit4clone« cardiacas
paroxismáticas.— Elixir de bromuro potásico.— Precocld4d notable «—El acónito ea la fiebre
remUente.— As&oar de leche: acción laxante.— Sección oficial —Publicacione» recilHdas.
ARTICULO PROGRAMA.
Un año más es an verdadero acontecimiento para los que están al
cabo de los detalles que caracterizan la vida intima de un periódico.
Menudean las conferencias; se hacen cálculos para el porvenir; se sien-
te el poderoso estímulo que á grandes empresas conduce; detenidamente
se estudian los medios de salir airosos del compromiso que con su con-
ciencia, con la ciencia y con el público voluntariamente se va á contraer;
y, para decirlo todo, se hace un examen de los hechos pasados, por ver si
en ellos hay algo que haga brotar en la cara los colores de la vergüenza
y en el ánimo las penas del remordimiento. Si se conceptúa conveniente
proseguir, se almacena material, poniendo á contribución la buena vo-
luntad de los Colaboradores; se designan temas á los unos; se apunta el
título de los artículos que otros tienen preparados ó ya escritos; se dis-
tribuye la ocupación en armonía con las aficiones y tendencias de cada
operario, y, designado á cada cual su puesto, una fórmula final cierra
esta intima evolución: podemos continuar.
La Gaceta Médica Catalana, después de un minucioso escrutinio,
píAede continuar. Por una parte han visto sus Directores que, en el mo-
mento actual, poseen los materiales científicos bastantes para alimentar
holgadamente el periódico; y por otra han aceptado gustosos la formación
de un distinguido cuerpo de Redactores, organizado solo por su buena vo-
luntad, y en el que figuran escritores, ya conocidos en el mundo científi-
co, ó que han dado sus primeros pasos en nuestro periódico con tanto
acierto y seguridad como los más avezados á estas pacíficas luchas. Con
estos dos elementos y con el no menos importante que representan nues-
tros ilustrados Colaboradores, no podrá tacharse de petulante la idea de
que la vida científica del periódico está asegurada por el tiempo que
pactamos con nuestros suscritores.
Si la vida científica descansa en fuertes apoyos, la vida material, la
administrativa, independientemente de la protección que el público nos
dispense, está consolidada tan firmemente como aquella. Hemos tenido
la pretensión de hacer un periódico, modelo en todos conceptos, y sin
2 ARTÍCULO PBOGRAMA.
reparar en el importe de las facturas. Hoy abrigamos iguales tenden-
ciasy y aun más si cabe, y con este íin, dando á las Bellas Artes el tras-
cendental papel que en la propagación de las ciencias deben desempe-
ñar, sin que cambiemos las condiciones de suscricion, estamos resueltos
á convertir la Gaceta Médica Catalana en periódico ilustrado, publi-
cando en todos los números uno ó más grabados, reflejo ñel de lo expre-
sado en el texto y de los progresivos movimientos de la ciencia.
La abundancia de escritos que hoy poseemos y la laboriosidad de
nuestra Redacción y Colaboración, al quitarnos el trabajo y el sonrojo
de ir de puerta en puerta mendigando algunas cuartillas que rellenen,
no importa de qué, huecos y huecos de interminables páginas, dan cer-
teza de vivir como ciencia; la íntima convicción de que no se trata de
empresas comerciales, sino de una noble tendencia de hacer periódico
como debe ser, y el entusiasmo de los propietarios que aumenta con el
tiempo que trascurre, dan certeza de vivir como administración.
Si pues, ciencia y administración se aunan, dijimos bien al decir
que píiede continuar la Gaceta Médica Catalana
Esto mirando el hoy y el mañana. ¿Hay algo en el ayer que nos son-
roje ó que nos duela? La Gaceta ofreció dar una cantidad determinada
de páginas y una determinada de números, y ha publicado más en am-
bos conceptos; ofreció algunos grabados, y ha dado 4 lu2 muchos y
además láminas y fotografías; ofreció no manchar sus columnas con
ciertas cuestiones, más propias de plazuela que del templo de la ciencia,
y ha llevado su severidad hasta la exajeracion, sin que la atmósfera in-
fectante, casi absoluta, que la rodea, ni las pasiones de que nadie se li*
bra, hayan llevado á su inflexible criterio el maleficióse feí^mento que
tan bien se recibe en otras partes; ofreció ser seria y formal, y se. ha
abroquelado contra esa epidemia de escritorzuelos de gacetilla, que si
escriben con las manos, no piensan con la cabeza, ni albergan en su co-
razón sentimientos levantados; ofredó separarse un poco de esa cosa
llamada conocimiento puramente clinico, y ha dado plaza en sus ñlas á
otros fundamentos necesarios á la constitución de las ciencias médicas;
ofreció buscar en los ramos auxiliares firmes apoyos, y frecuentemente
ha hecho escursiones por los territorios de la Física, de la Química, etc.;
ofreció ser algo más que órgano de la observación, y se ha convertido
varias veces en el heraldo de la experimentación; ofreció ser amante del
progreso y de la verdad científica, y no le han dolido prendas en la con-
secución de sus ideales.
Este es el pasado, que ni nos sonroja, ni nos duele. Hablando de él,
no diremos, como Yaltour: <ren nada se pone tanto cuidado como en el
primer número de un periódico,» pues todos fueron cuidadosamente pre-
parados y se han ido dando al público cou interés creciente.
Vida científica, vida administrativa para el futuro, y conciencia lim-*
pia de remordimientos v llena de satisfacciones para la historia, dicen
que la Gaceta Medica Catalana puede continuar*
Hé aquí nuestro programa: continuar. Nada hemos de añadir á nues-
tros principios, ni nada hemos de reformar en nuestros propósitos. Cien-
cia, verdad, progreso. Lo demás para quien lo quiera.
En nuestro personal científico han ocurrido algunas variaciones. El
RBPLEJOS PATOLÓGICOS. 3
ilustrado amigo Sr. Bonet y Amigó ha dejado de ser uno de los Directo-
res. La etiología de este hecho es bien sencilla: Abrumado de trabajo, no
ha podido llevar por completo la penosa carga que su posición le impo-
nia. Su delicadeza le ha obligado, no á separarse del periódico, que esto
hubiera sido tan sensible para él como para nosotros, sino á aflliarse en-
tre la valiosa pléyade de Colaboradores. £s uno más que nos honra, y
uno más que ha de contribuir con su material clínico á levantar el pe*
riódico. Si nos despedimos del que fué uno de los propietarios, no nos
separamos del amigo ni del hombre ilustrado.
Entre los Colaboradores ha habido también cambios. Los unos han
pasado al cuerpo de Redacción; los otros, unidos á algunos nuevos, con-
tinúan con su interesante encargo; los menos han dejado de serlo.
Los Directores.
COMENTARIOS CLÍNICOS.
POR D. Pedro Verdós.
Cuanto más se profundiza el estudio de la neuropatologia, mayor
extensión ofrece la esfera de jurisdicción del clínico. El capitulo de en-
fermedades de los centros nerviosos no tiene limites. Y no se debe ello
á que el asunto haya preocupado poco á los observadores, no; es que el
escabroso y enrocado terreno, en que deben recojerse los frutos para
enriquecer la cuestión, exige atléticas fuerzas que le preparen al cul-
tivo. La patologia de los nervios nunca envejecerá: siempre que el ab-
solutismo de los sistemas la ha llevado caduca al templo de la historia,
ha sabido remozarse á beneficio de la natural evolución de los hechos.
Las leyes porque se rigen los fenómenos patológicos dependientes del
sistema inervador no son inmutables, cambian con el modo de ser físico
y moral de los organismos; como cambian y se alteran las leyes porque
se rige la Sociedad con el modo de vivir de los individuos que la com-
ponen. De aqui que se presente intrincado hasta lo sumo el estudio de
esta clase de enfermedades.
Las diñcultades insuperables con que el clínico á cada paso tropieza,
están entrañablemente enlazadas con el papel que desempeñan los cen-
tros nerviosos en estado fisiológico. Como todas las funciones normales
vienen intervenidas por la acción de los nervios, se comprende que
todos los órganos pueden sufrir por la alteración de los centros de
donde dimanan aquellos. La tiranía que el sistema nervioso ejerce sobre
todas las partes del cuerpo no es absoluta: cada aparato, cada órgano,
cada tejido, y para llegar á la noción más elemental, cada célula, puede
revolucionarse contra el despótico dominio de la inervación y conde-
narle á sufrimientos bastante importantes, para que por su interpreta-
ción difícil y por su no menos fácil yugulación despierten la curiosidad
4 GOMENTABIOS CLÍNICOS.
del clinico menos perspicaz. Parece que una á una las células de cada
tejido, como si estuvieran dotadas de voluntad libérrima, digan á los
centros nerviosos: Puesto que vosotros, con este espíritu avasallador
que os distingue, queréis intervenir en todos mis actos y hacerme partí-
cipe de los males que os afligen, yo, que gozo en la venganza, he de obli-
garos á probar los sinsabores que me amargan. Y en efecto, los sufri-
mientos de cada célula orgánica pueden, por acción refleja, hacerse
sentir por todos los ámbitos del sistema inervante. Donde quiera que
exista una raicilla nerviosa, ya dependa del sistema cerebro-espinal, ya
del simpático, allí puede brotar una excitación que dé lugar á trastornos
reflejos.
La complexidad, que entraña en sí el vasto asunto que me propongo
tratar, ofrece varios puntos de apoyo en que basar un plan que facilite
el estudio. £1 orden anatómico seria, á no dudarlo, un buen guia para
hacer fructífera la escursion; como igualmente podría ilustrarnos so-
bremanera una división fundada en los principios más culminantes de
la Fisiología patológica de los centros nerviosos. Pero ni los presentes
artículos han de tener el carácter didáctico que implica la adopción de
un método, ni debe sugetarse á él quien no se propone más que el co-
mento de algunos casos de más ó menos trascendencia clínica. Ni tam-
poco me ha preocupado en lo más mínimo el grado de interés que puede
revestir cada historia, porque en materias clínicas nada hay que no sea
interesante. De consiguiente, estando libre de toda trabazón, no pienso
seguir otro orden que el que se relaciona con la fecha de presentación
de los casos que han de ocuparme.
El aparato digestivo en sus múltiples relaciones con el sistema iner*
vador constituye el más caudaloso de los manantiales de donde brotan
los reflejos patológicos. Sin traspasar los límites de la primera porción
de dicho aparato, podremos observar una multitud de alteraciones re-
flejas, que reconocen por causa algún trastorno orgánico que toma
asiento en la cavidad de la boca. Estos fenómenos no suelen ser siem-
pre de la misma naturaleza: unas veces, la excitación morbosa se pro-
paga hasta el cerebro y trastorna sus funciones; en la mayoría de casos,
el acto reflejo se determina en la médula; en otras circunstancias, la
evolución del fenómeno tiene lugar en los centros ganglionares perifé-
ricos. Parece desprenderse de aquí que para el desarrollo de los reflejos
patológicos se necesita siempre la intervención de algún centro ner-
vioso; y esta es la opinión univcrsalmente admitida. Entiendo, sin em-
bargo, que las necesidades de la clínica no se dejan satisfechas con esta
manera de pensar; y esto me conducirá á la osadía de entrar en nuevas
hipótesis para darme exacta cuenta de los hechos. La demostración clí-
nica de estos distintos problemas constituirá el material para este pri-
mer artículo sobre los reflejos patológicos.
De cuanto dejo insinuado se desprende, que en Patología las altera-
ciones de naturaleza refleja pueden desarrollarse .por dos mecanismos
distintos: ó bien un centro nervioso interviene en la producción del
fenómeno, ó bien el trastorno reflejo tiene lugar con completa indepen-
dencia de estos centros. Las lesiones que se comprenden en el primer
REFLEJOS PATOLÓGICOS. 5
caso son hoy dia perfectamente conocidas y tienen una explicación ra-
cional. Elias han de ocuparme muy someramente, ya que mi principal
obieto es fijar la atención sobre las que vienen incluidas en el segundo
grupo, cuyo estudio está todavía en germen.
Las alteraciones reflejas correspondientes al primero de los grupos
que acabo de establecer son de muy fácil comprobación por la fre-
cuencia con que se repiten. Basta ver la obra más elemental de esto-
matología para que se encuentren, aun atrancando su lectura, repetidas
referencias á esta clase de fenómenos morbosos. Y si alguien no quedara
satisfecho con la simple narración de los hechos, le fuera suficiente pisar
los primeros peldaños de una clínica para tener pronto motivo de hacer
buenas las observaciones de todos los prácticos. A mi la ocasión me ha
brindado más de una vez para contemplar ejemplares patológicos de
esta naturaleza, y podría yo aducir aquí algunos casos, que por lo no-
tables bien pudieran calificarse de típicos. Recuerdo, entre otros, la his-
toria de un infante, de 12 meses de edad, de temperamento puramente
sanguíneo y de robusta constitución, que estando en pleno período de
evolución dentaria, fué presa de violentos ataques eclámpsicosque po-
nían en inminente peligro su vida. Las medicaciones empleadas para
moderar la acción de los centros nerviosos no dieron resultado, y solo
cuando, armada mi mano con un bisturí, deshice la resistencia que los
tejidos oponían á dejarse penetrar por el diente, quedó asegurada la
existencia del tierno niño: prueba evidente de que la neuropatía estaba
sostenida por el proceso residente en la cavidad de la boca.
Las alteraciones de la motilidad, desarrolladas al calor de los pro-
cesos que se fraguan en la primera porción del tubo digestivo, pueden
multiplicarse hasta lo sumo; de suerte que todas las neurosis del mo-
vimiento son susceptibles de dispertar por esta causa. Pero no son ya
los desórdenes del eje medular los únicos que pueden presentarse, sino
que, reflejándose la excitación nerviosa en el cerebro ó en los centros
dependientes del gran simpático, se desarrollan fenómenos de índole dis-
tinta. La misma enagenacion mental se ha determinado en estas condi-
ciones, y yo hallo registrada en mi dietario clínico la historia de un
hombre, que presentaba delirio alto á consecuencia de una periostitis
alveolo-dentaria; con el bien entendido de que no existia el más ligero
movimiento febril que pudiera explicarnos el fenómeno. Pero el catá-
logo de hechos de esta naturaleza llega á hacerse interminable, cuando
se quieren anotar todos los reflejos que se determinan por la excitación
del gran simpático consecutiva á una enfermedad de la boca: las alte-
raciones del ritmo cardíaco, las leucorreas y otorreas, las inflamaciones
del globo del ojo, del aparato pulmonar y digestivo, etc., etc., son fe-
nómenos de aparición harto frecuente para eximirme de insistir más
sobre este punto. Quien pretenda hacer un estudio más detallado sobre
esta parte de la patología podrá consultar con provecho, entre otras, la
memoria sobre la Erupción patológica del tercer molar compuesto^ ori-
ginal del Dr. Bruguera y Martí.
Y dicho esto con respecto á los fenómenos reflejos que vienen inter-
venidos por la acción de un centro nervioso, es necesario que, entrando
en la parte principal de mi tesis, pase á ocuparme de los que son sus-
6 COMENTARIOS CLÍNICOS'.
ceptibles de desarrollarse con completa independencia de todo centro.
Pero antes de aventurar la interpretación patogénica que yo deberé dar-
les, precísame apuntar un caso clmico que sirva de parapeto, en donde
sea fácil defenderme de todas las objecciones á que el hecho se presta.
El caso á que me refiero ofrece los siguientes detalles: Un joven, de vein-
te años, bien constituido y sin antecedentes patológicos, sufre, á conse-
cuencia de la caries del primer molar superior derecho, un flemón gin-
gival que le proporciona acerbos sufrimientos* Cuando la flogosis de la
encía habia llegado á la meta de su desarrollo, aparece en la superficie
cutánea de la zona molar del propio lado una erupción vesiculosa que se
hace notable por la falta de caracteres con que se presenta: no hay ru-
bicundez de la superficie en que radica, ni existe círculo rojo al rede-
dor de cada vesícula, ni edtas se abren para dejar salir el liquido que
contienen, ni se forman costras, ni finalmente, exigen medio alguno
para lograr su desaparición. Todo se subordina al proceso gingival, y la
dermatosis crece con la inflamación de la encía, y se sostiene en tanto
que el pus se colecciona en aquella parte, y desaparece paulatinamente
con el gradual descenso de la enfermedad que la sostiene. Y cuenta
que no existen en el enfermo antecedentes de diátesis alguna, ni han
obrado agentes externos sobre la parte en cuestión para darnos idea del
fenómeno: todo se presenta con aparento expontaneidad.
Guando en alas de mi natural curiosidad científica, pretendo inquirir
la relación patogenésica que puede mediar entre la dermatosis y el tras-
torno de la encia, si descuento de los factores del problema el elemento
nervioso, me quedo completamente á oscuras. Y si colocado en el terre-
no de las concesiones, quiero suponer que los conductores nerviosos
juegan un importante papel en la producción del fenómeno, yo no puedo
aceptar que se trate de un acto reflejo intervenido por algún centro, so
pena de caer en absurdos y contradicciones por todos conceptos censu-
rables. Llevada la cuestión áeste terreno, interésame entrar en algunas
consideraciones sobre el mecanismo de los actos reflejos, que han de
ayudarme á resolver el punto que debato.
En la producción de todo acto reflejo deben intervenir siempre dos
cordones nerviosos. Un mismo filete no puede conducir á un tiempo dos
corrientes distintas, de la misma manera que un conductor eléctrico no
puede, en un tiempo dado, trasmitir corrientes contrarias, y también
de la misma manera que una locomotora no puede adelantar y retro-
ceder á la vez. Para que haya acto reflejo se necesita, pues, la transmi-
sión de una excitación nerviosa á otro conductor que sea directamente
excitado. Este acto, en virtud del cual un nervio comunica á otro sus im-
presiones, suele verificarse en los centros nerviosos, que es el punto en
donde confluyen un número mayor ó menor de hacecillos de diversa
procedencia. Ahora bien, si concretamos la cuestión al hecho de au'
tos, al caso que llevo narrado, encontraremos que, estando la zona en
que radicaba la dermatosis y la zona de la encia inervadas por un mis-
mo nervio, no puede aceptarse en buena Fisiología que el acto reflejo de
que se trata estuviera intervenido por un centro. El siguiente esquema
(fíg. 1) sirve para demostrar los diferentes caminos que podía seguir la
excitación de orden reflejo: T es el nervio trigémino, 1 el ganglio en
REFLEJOS PATOLÓOICOS. 7
donde este se trifarcí, O, ^ y F las raams oftálmica, maxilar superior y
maxilar inferior, que constituyen la poroion terminal del mismo, Ey D,
rq>i>eseataa las raicillas cutánea y dentaria que salen de la rama maxi-
lar superior. Una exci-
tación, que, naciendo de
la parte terminal de es-
tas raici lias, se propaga-
ra hasta al gangtio, de-
berla rearesar por la
ramaofLálmica ó por la
maxilar inferior, porque
ya se ha dicho que un
nervio no puede llevar
á un mismo tiempo dos
excitaciones emanadas
de puntos opuestos. A
pesar de esto, en el caso
de que vengo hablando,
la excitación directa y
Fi|^ i'-F«DdEaeM«T*Q*joiaiBiM>radoiinai gtngiio la excUaoiou refleja ra-
dicaban en el períme-
tro de un mismo ner-
vio: ¿cAmo, pues, intwpretar este hecho excepcional, paradógico al
perecer, y que envuelto en tupido veto queda sustraído á las más pers-
picuas miradas? Yo quiero entregarme á su estudio, aún á trueque de
consentir en que mi pluma desbarre, no porque me sienta capaz de re-
solver ni el más insignificante de los problemas de la patología, sino
porque he llegado á adquirir el Intimo convencimiento de que en mate-
rías especulativas el aventurar una opiniones siempre dar un paso, ya
que de esta suerte se evita el que surjan mañana las dificultados que
quedan ventiladas hoy.
La clave, para la resolución del problema que queda planteado, se
halla en el estudio de la extructura intima de los conductores nerviosos.
Si participáramos todavía de )a creencia de que un ñlete nervioso cons-
tituye uD todo continuo desde el punto de su expansión periférica al de
su emergencia central, la interpretación del fenómeno, cuya naturaleza
indago, sería de todo punto impasible. Pero los estudios histolúgicos re-
ferentes á esta cuestión han adelantado lo suficiente para autorizar ó
emitir un juicio; y estos progresos de la Anatomía son un auxiliar pode-
roso para el adelantamiento de la clínica. Los tubos de míelina repre-
sentan la noción más elemental de los nervios capaz de ser demostrada
por la análisis anatómica, y los histólogos aseguran que cada uno de es-
toa tubos está constituido por una serie de discos superpuestos, sepa-
rados unos de otros por un reducidísimo espacio. Haciendo buenas estas
aseveraciones de los micrógrafas, resulta: que una rama nerviosa no se
extiende directamente de la perifariaal centro, sino que desde aquella
va al eonduetor nervioso de donde procede, y este es el eneargado de lle-
gar hasu algún centro. E\ adjunto grabado sirve para aclarar eitos con-
oeptos: A es un tubo de mialiaa de un cordoa nervioso; ByC reprssea-
8 anatomía de los centros neryiosos.
tan también tubos da mielina de las ramas qoe da aquel nervio, y Z>indí<
ca la relación que guardan el nervio y las ramas que engendra.
Teniendo en cuenta esta disposición, es fácil,
basta cierto punto, darse cuenta de la manera cómo
pudo desarrollarse el reflejo patológico en el caso
preinserto. La excitación constante, en que se en-
contraban las raicillas dentarias del trigémino, á
consecuencia del proceso de la encia, podía propa-
garse hasta el sensorio, dando lugar al síntoma dolor
y ¿ la vez fué capaz de estimular los discos de las
ramillas que vana distribuirse en la piel, dando lu-
gar á la erupción vesiculosa. De suerte que yo en-
tiendo que: la exciiacion nerviosa, que cerré á lo lar-
go de un conductor, es susceptible de descomponerse en
tantas otras cuantas sean laaramasquedeeste saldan
y dar lugar á trastornos en la tona que cada una
inerva. £1 esquema de la ñgura 3." representa esta
subdivisión de la corriente.
Las aseveraciones,que acabo de establecer, dejan
rig. 2.'-EitruotDr« entrever una serie de problemas, cuya resolución
deioanarTkn. . sólo podrá intentarse el día en que aquellas sean
comprobadas. £1 carácter del presente articulo me
veda por completo descender & más detalles sobre una cuestión que
sólo dejo apuntada y que á mi ver es digna de un detenido estudio. Sólo
me falta indicar aquí que, para elevar estos heclios
i la categoría de ti'sis, se necesita que los fisiólogos
vengan á ofrecernos la contraprueba con sus lumi-
nosos é interesantes experimentos. De todos modos,
sea cual fuere el concepto que merecieren las ideas
que vine sosteniendo en el decurso del presente ar-
ticulo, el caso clínico expuesto quedarA siempre en
pié é inmarcesible, porque los fenómenos de la clí-
*. s'-t». ■!« ■ UB I "'"^ ^^^ Perennes; y mientras nadie me señale la
— raüfjcu de arro- posibilidad de haberse engendrado por otro meca-
nismo, deberé continuar creyéndolo hijo de un ac-
to reflejo no intervenido por los centros nerviosos.
anatomía db los centros nerviosos,
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
INTROD0CCIOir.
Los centros nerviosos son algo más que un órgano, más que un apa-
rato, más que un sistema; son casi por sí solos un complejo y admirable
organismo, un conjunto armónico, en que cada una de sus partes desem-
ANATOltlA DE LOS GKNTftOS NERVIOSOS. 9
peña un papel de primer orden; son sus funciones tan delicadas y tan
sutiles, que su esencia escapa hoy por hoy á toda concepción del huma-
no espíritu. Toda teoría, toda hipótesis, toda elucubración, encuentra su
escollo al convertirse en intérprete de algunas de sus funciones; por
ellas, el entendimiento humano cae en un abismo, la razón pausada y
fría llega al absurdo, la imaginación exaltada y fantástica delira.
El misterio que envuelve las funciones de los centros nerviosos, más
misterioso antes que hoy, depende en su mayor parte de la falta de co-
nocimientos anatómicos. Porque la Fisiología sin la Anatomía, es como
mariposa que vuela errante sin encontrar flor en donde posarse: deslum-
hra y seduce por la brillantez de sus colores y sus ágiles movimientos,
pero produce el vértigo por su continuo revoloteo y sus inconstantes
y fugitivas posturas. Es el genio de la Anatomía en boca de Letamendi,
quien dice: (da Fisiología en mi seno se engendró y á él retorna, y aun
en su mayor independencia, yo soy el nombre de su oración, yo el su-
geto de sus predicados, yo el obligado principio y fin de sus pensa-
mientos.)»
£1 hombre es impaciente por naturaleza, y mal se avienen la monó-
tona y rigurosa sucesión de los hechos con su ávido y turbulento deseo
de saber: tal vez por el natural disgusto de que en su vida corta y finita,
no puede abarcar la inmensidad é infinidad del tiempo. Si en la mano
de un hombre que espera ó prevé un suceso para el porvenir, estuviera
el adelantar la sucesión de los dias, los siglos se nos vendrían encima
con la creciente rapidez con que una piedra cae al centro de la tierra
atraída por la fuerza de la gravedad.
No se resigna con el severo é imperturbable curso de los hechos, y
orgulloso por temperamento, cree que aguijoneando su mente ha de su-
plir la falta de observación y de experiencia. Así es como construye
esas torres babélicas sobre cimientos de neblina, que evaporándose
bajo la más tenue contingencia dejan derrumbar el edificio, hiriendo en
su desplome á cuantos cometieron la imprudencia de cobijarse bajo él.
¡Cuántas cosas aprendemos hoy en Medicina que debemos olvidar
mañanal ¡Cuántas teorías é hipótesis sobre el sistema nervioso, que
aunque útiles en algún concepto, quedan ya relegadas al olvido! Impre-
sas en nuestra mente debían estar siempre las siguientes palabras de
Fausto: cen verdad te digo, que el hombre que especula es como un ani-
mal á quien un espíritu maligiiO hiciese dar vueltas en un árido desierto,
en cuyo derredor hubiese magníficas y verdes praderas.»
No es esto decir que las hipótesis, teorías é interpretaciones, sean
perjudiciales ó inútiles, siempre y cuando queden reducidas á sus justos
límites; por lo menos tienen la inmensa ventaja de originar, por espíritu
de comprobación, experimentos y observaciones que, si no demuestran
la exactitud de la sospecha, patentizan su falsedad en algunos casos, y
mucho sabe quien está seguro de que una cosa no es cierta; por otra
parte, ño es raro que por esta vía indirecta se llegue á nuevos descubri-
miento.-* Pero si nuestra mente se ilusiona, comenzamos á forzar analo**
gías y hasta hechos, lo más antitético hacemos que venga en comproba-
ción de nuestra tesis, la hipotética sospecha la convertimos en verdad
comprobada, y al través dé esto cristal somos víctimas de continuas alu-
iO ANATOMU DB LOS CENTROS NEBV|Q$OS«
eiriaeiones, porque toda? l«s cosas son según ^ color 4^1 crisíal con q%t0M
miran*
Nunca acontece esto con tanta frecuencia como cuando nos anticipa-
mos á la realización de los hechos. Sea porque los anatómicos por falta
de medios de estudio anden tardíos en ds^r i conocer la Anatomía de los
centros nerviosos, sea porque los fisiólogos se hayan precipitado en el
cumplimieuto de sus tareas» lo cierto es, que solo en loa estudios con-
temporáneos de Fisiología del sistema nervioso, comienza á notarse al-
gún fundamento en verdades anatómicas* Por eso reina tanta confusión
en las funciones de los centros nerviosos, y por eso vemos tantos estu*
dios imaginarios y novelescosi por la falta de conocimientos anatómicos.
Sirva de ejemplo de las aberraciones á que puede conducir el no partir
de buenos fundamentos, la estra vagancia del inmortal Descartes al con'-
siderar la glándula pineal como punto de residencia del alma, sin duda
porque lo pintoresco del sitio le parecería digno de tan sublimada con-
cepción.
Al encontrarse los fisiólogos con un aparato, cuya extructura les era
desconocida, sin saber siquiera los, órganos que lo formaban y que ejer-
cía funciones, de las cuales apenas si les constaba su existencia de una
manera segura y positiva, no podían hacer más que divagar; iban y van
fantaseando doctrinas basadas sobre hechos muy baladies casi siempre,
desmintiendo hoy lo que ayer dijeron; deshaciendo mañana lo que hicie-
ron hoy: la interminable tarea de Penelope. Difícilmente se encontraría
en Medicina cuestión más vertiginosa y abrumadora que la de la Fisio-
logía de los centros nerviosos.
Asi como el anatómico le ha dicho al fisiólogo: aquí tienes un exó-
fago y un estómago, un intestino delgado y un intestino grueso, un hí-
gado, un páncreas y glándulas salivares, que constituyen partes inte-
grantes del aparato digestivo, que tienen esta extructura y estas rela-
ciones, y el fisiólogo ha estudiado el papel que desempeña cada uno de
estos órganos y de que modo concurre al cumplimiento de la digestión^
y asi de muchos otros aparatos, se ha encontiado con un aparato ner-
vioso, sin saber que órganos lo constituyen y le ha faltado de consiguien-
te la principal base y guia. Otro tanto le ha sucedido al patólogo» y por
esto la Patología del sistema nervioso ha quedado por tanto tiempo su-
mida en la oscuridad más completa; únicamente hoy comienza á levan-
tarse con cierto donaire y orguilosa de haberse adelantado en muchos
puntos á sus predecesoras, la Anatomía y la Fisiología.
A semejanza de Arquimedes, que pedia un punto de apoyo para des-
quiciar el mundo, el fisiólogo y el patólogo, en cuanto del sistema ner-*
vioso se trata, reclaman del anatómico un órgano para estudiar respec-r
tivamente sus funciones y sus enfermedades.
Pero la delicadeza de los centros nerviosos, la tenuidad de muchas
de sus partes, la semejanza y casi analogía de otras esencialmente dis-
díntas por sus destinos, su agrupación en una masa común, y de otro
lado, la imperfección y reducidos alcances de los medios de estudia de
que el anatómico dispone, han hecho del eje cerebro-espinal el objeto
de constante preocupación por parte de loa anatóm,ioos, de los fisiólogos
y de los patólogos. Todos á porfía han investigado, y después de mucha
anatomía de los centros nerviosos. 11
discusión Y de mucha duda, de mucho afirmar y desmentir, han queda-
do los hechos demostrados y admisibles como ciertos, en gran manera
cercenados.
Creo no pecar de exagerado, si me figuro que á ser cierta, tan solo
una milésima parte de cuanto se ha escrito sobre el sistema nervioso»
hablamos de saber de sobra su modo de ser por complicado y diiícil que
aparezca. Sin embargo, cada dia se publican nuevas obras y cada dia
son más extensas, y todas las nuevas ediciones estampan en la primera
plana corregida y aumentada^ en vez da imitar á Gonfucio, depurando á
las anteriores de los errores que tuvieran, y poniendo corregida y dis*
minuida. Por este motivo ofrecen un tamaño exagerado muchas de ellas,
y por este motivo también, después de mucho leer, sabemos tan poco.
Cuanto más vacilante está una ciencia y cuan menos conocido es un
hecho cualquiera, más grande y gigantesco se presenta este laboriosa
periodo de preparación. Y es que no se puede expurgar lo malo sin que
exista algo bueno: y lo bueno solo se conquista á beneficio de tiempo y
de estudio. No nos apuremos, pues, si la Anatomía de los centros ner-
viosos no es hoy lo que debiera ser; á su perfección camina y á ella lle-
gará probablemente, aunque sea á paso lento.
No pretendo hacer la historia de la Anatomía de los centros nervio-
sos: primero, porque no me siento con fuerza para ello, y segundo por-
que el carácter de esta monografía no lo consiente; pues de otro modo,
bien ó mal, no dejaría de hacerlo. Pero sin hacer esto, conviene á mi ob-
jeto decir, que en el desenvolvimiento de esta parte de la Anatomía,
observo tres grandes periodos, que llamaré, no se si con la propiedad
debida:
Periodo descriptivo.
Periodo de siatematízacUHi.
Periodo anátomo' fisiológico.
El periodo descriptivo de la Anatomía de los centros nerviosos, después
de muchas vicisitudes ha llegado ya á su perfección.
Apesar de reducirse este período á una descripción minuciosa y de-
tallada de las distintas partes que entran á constituir los centros ner-
viosos, en cada una de ellas encontramos una comprobación evidente de
lo dificultoso que ha sido este conocimiento. Como quiera que los nom-
bres de una cosa nos indican el concepto que de ella se ha formado,
pondré tan solo un ejemplo de sinonimia de uno de los constituyentes
del cerebro; trígono cerebral^ báveda de los tres pilares ^ bóveda de los cua'^
tro pilíxreSf colpas trifidum, triángulo medular^ fomiXy vendolete gemina*
dOf etc.: y asi de muchos otros, lo cual demuestra evidentemente el dis-
tinto concepto que han merecido á algunos autores antes de conocerse
bien.
Habiendo llegado este período á la perfección, cada parte de los cen-
tros nerviosos es descrita con todos los detalles que desearse puedan, y
cada una de ellas tienen en las obras didácticas de Anatomía descriptiva
un capitulo aparte, en donde no cabe más exactitud ni más precisión. Pero
esta descripción presenta una serie de factores aislados é independientes,
y lo mismo se describe la tela ceroidea después del trígono cerebral, que
los ventrículos laterales después del cuerpo calloso. La situación de los
12 anatomía de los centros nerviosos.
mismos es casi lo único que impone algún orden en su descripción. La
Anatomía de las formas, viene á ser la de este periodo. Preocupa más el
aspecto de cada una de sus partes, que las relaciones que entre sí pue-
dan tener.
La nomenclatura corre parejas con la 'descripción: no obedece á ra-
zón alguna, ni en nada se relaciona con una concepción razonada y ló-'
gica de los centros nerviosos. Ora se originan las denominaciones del
grosero aspecto de un factor ó de su comparación con un objeto cual-
quiera: cuerpo calloso, lira, glándula pineal, cuerpo estriado, cuerpo fran-
geado, olivas, amígdalas, ano, vulva, etc.; ora el autor, que mejor ha
descrito una parte ó una región, le sirve de padrino, y así los nombres
de Sylvio, Reü, Mor and, Malacarne, Rolando, Ammon^ Vienssens, Lan-
cisi, etc., etc., van respectivamente vinculados á los de cisura, ínsula,
espolón, pirámide, tubérculo ceniciento, asta, centro oval,nervio8, etc.
Estudiar bien todos estos nombres, conocer algunos de sus sinóni-
moSy comprender la situación de cada una de las partes, recordar todos
los detalles que á las mismas se refieren y tener una idea exacta del pin-
toresco aspecto y caprichosa disposición de algunas regiones, era cono-
cer á maravilla la Anatomía descriptiva de los centros nerviosos. Pero
una Anatomía descriptiva empírica, en la que el anatómico hace tan solo
el papel de narrador de lo que ve y observa. Quizás no expresaría mal
mi idea diciendo, que ha tomado de los centros nerviosos distintas foto-
grafías de los varios aspectos y regiones que ofrecen, las cuales pre-
senta como paisajes sueltos, sin llamar su atención otra cosa que lo que
puede dar de sí una fotografía: copia de superficies; y por lo mismo, aun-
que después las haya agrupado, buscado sus relaciones y descríto agru-
paciones do órganos y cavidades por los mismos formados, no le ha sido
posible presentar otras síntesis, r^i otros conjuntos, que síntesis y con-
juntos superficiales.
Ha abierto el anatómico la cavidad cráneo-raquidea, y ha estudiado
hoy una parte, mañana otra, de las que á su vista se presentaban; y una
vez conocidas todas, ha descrito la superficie de los centros nerviosos,
enumerando sus distintas partes por orden empírico de situación. Ha pe-
netrado después en el espesor de la masa y ha descrito de igual manera
los distintos aspectos de la misma. Ha encontrado cavidades y ha obser-
vado é indagado su forma, sus limites y sus más recónditas prolonga-
ciones. Ha llamado su atención una sustancia blanca y una sustancia
gris, y con detenimiento ha marcado las regiones de ambas De este aná-
lisis, llevado á la perfección, han salido obras y monografías verdadera-
mente admirables; y siempre serán respetables en la Anatomía de les
centros nerviosos, los Burdach, Stilling, Bischoff, Foville, Leuret, Gra-
tiolet, etc , etc.; las descripciones tan magistrales y tan acabadas de
Sappey y de Cruvelhier, para no citar más que obras didácticas y de to-
dos conocidas; y en lo referente á la representación de sus distintas par-
tes por medio de láminas, verdaderas obras de arte, así por la exactitud
de la copia como por su valor artístico, el altamente notable Atlas de
Hirschfeld.
Pero con todo esto, la Anatomía descriptiva de los centros nerviosos
no pasa de ser una descripción empírica y de escasa utilidad y aplica-
anatomía db los centros nerviosos. 13
don, dada su importancia, á la Fisiología y á la Patología. Es como si,
abriendo las paredes del abdomen, estudiáramos, por el orden que mejor
nos pareciera, todos los órganos contenidos en dicha cavidad, sin tener
en cuenta que unos forman parte del aparato digestivo, otros del urina-
rio, estos del genital, aquellos del circulatorio, etc. Dicho estudio satis-
faría muy poco las exigencias de la ciencia.
De aquí que la Anatomía descriptiva de los centros nerviosos, tal
como se estudia hoy en las obras clásicas, si bien resulta agradable por
lo pintoresca, es algo estéril por las escasas aplicaciones que de ella se
desprenden con relación á las funciones y á las enfermedades de los mis-
mos,*mucho más teniendo en cuenta, que su inmensa mayoría se preo-
cupan poco de dar mayor importancia á ciertas partes, que la Fisiolo-
gía y la Patología de consuno han demostrado sobradamente el interés
que ofrecen, y en cambio la dan á otras bastante secundarias en los mo*
montos actuales. Otra cosa no ppede ser, mientras esta Anatomía empí-
rica no se convierta en Anatomía razonada. En el curso de estos estudios
quedará suñcientemente comprobado este aserto.
La escasa utilidad para el fisiólogo y el patólogo de esta Anatomía
descriptiva, si hubiese necesidad de patentizarla, se comprendería de
sobra con solo tener en cuenta que no presenta grupos de órganos simi-
lares, bien sea por su naturaleza y disposición anatómicas, bien por sus
propiedades fisiológicas. Ofrece el más acabado análisis, pero le falta la
síntesis, que coloque á cada factor en el sitio que le corresponde.
Bien hubiera querido el anatómico hacer esta síntesis, pero le falta-
ban elementos para ello. Las relaciones de unas partes con otras eran
perfectamente conocidas, pero sus conexiones escapaban á toda investi-
gación, particularmente en cuanto al cerebro, á la protuberancia y al
cerebelo se refiere. No así para la médula y para el bulbo, cuya Ana-
tomía hace tiempo anda por buen camino, si bien aun no es completa.
Pero al intentar seguir paso á paso el trayecto de las fibras, al través de
la protuberancia y de la sustancia blanca cerebral; al querer conocer la
•terminación de las mismas; al investigar los lazos de anión entre las dis-
tintas componentes del eje encéfalo-medular; al escudriñar de qué ma-
nera entran en parentesco con la sustancia gris, y al buscar el papel y la
significación de esta, el escalpelo y la sagacidad del anatómico han tro -
pozado siempre con la tenuidad, complejidad y naturaleza de las partes
que analizaba.
Cuando sus investigaciones, en el terreno de la observación, encuen-
tran una barrera, entonces la hipótesis suple á la ciencia positiva, el
fisiólogo contribuye por necesidad á estas concepciones teóricas, y de
esta manera es como se han inventado muchos detalles de extructura ce-
rebral, que más tarde no han salido comprobados y que han servido solo
para una necesidad de momento, y para fundar doctrinas que no han
sido más que la ilusión de un instante. Todo por adelantarse á la suce-
sión de los hechos, como antes decía.
No cuesta trabajo comprender por qué el anatómico no ha podido des-
vanecer la oscuridad que envuelve la Anatomía de los centros nerviosos,
disponiendo tan solo de iguales medios de los que le han servido para
conocer aparatos relativamente tan groseros y tan sencillos, como el di-
14 ANATOMÍA DE LOS CENtROS NERVIOSOS.
gestiTO, respiratorio, etc., etc. Necesita otros métodos de estadio para
adelantar con provecho en la textura de los centros nerviosos.
Si durante este periodo descriptivo no le ha sido posible al anatómico
hacer una síntesis razonada y llegar á una concepción general, pero
exacta, de los centros nerviosos, en su pacientísiroa obra de anr'lisis ha
ido reuniendo gran número de datos suficientemente comprobados, para
servir de base al periodo de sistematización ó de síntesis. Cierto es que
muchas de sus creencias han debido borrarse, pero otras sirven de buen
material, aunque aparezcan en las obras descriptivas con insignificante
valor, porque se estudian aisladamente las conexiones de un órgano ó el
trayecto y terminación de un grupo de fibras, sin que vengan agrupados
con otros constituyendo sistemas.
Intentada ha sido la sistematización por muchísimos anatómicos;
pero como tentativas prematuras, de muy exiguos resultados. Para que
se forme concepto de la seguridad y exactitud que podian ofrecer estas
síntesis, recordaré tan solo un ejemplo: Vieussens, Tarin, etc., descri-
bían los pilares anteriores del trígono-cerebral como un cordón único,
que se terminaba uniéndose con la comisura anterior; más tarde se de-
mostró su bifidez, y Santoríni siguió su trayecto á través de la sustancia
de los tálamos ópticos hasta los tubérculos mamilares, que con el nom-
bre de bulbi fornicis^ que por este motivo y en aquella época recibieron de
Gunz, marcan una de las etapas porque ha pasado el conocimiento exacto
del trígono; finalmente, Vicq d'Azyrvino á demostrar que iban aún más
lejos, y que después de su reflexión en los tubérculos mamilares, se in-
ternaban otra vez en los tálamos ópticos para terminar debajo de sus
tubérculos anteriores; y aun después de esto, viene en estos últimos tiem-
pos Cruvelhier, afirmando, erróneamente, que los pilares anteriores de
la bóveda se continúan con las fibras de la tenice semicircularis.
Y eso que los pilares anteriores de la bóveda son perfectamente visi-
bles, y pueden seguirse con toda facilidad en razón de su aislamiento y
de ser un cordón blanco en medio de sustancia gris. ¿Qué no habrá su-
cedido con los hacecillos del centro oval, con el cuerpo calloso, con las
comisuras, con las pirámides, con los pedúnculos cerebelosos, etc., etc.?
Confusos y mezclados unos con otros, de color y aspecto iguales, sin nin-
guna linea de demarcación entre ellos, y por otra parte, sin disponer el
anatómico de medios para diferenciarlos y aislarlos, forzosamente su es-
tudio ha de haber sido largo y penoso, y su historia ha de estar cuajada
de errores. Si la extensión del trabajo lo permitiera, no me seria difícil
presentar numerosos ejemplos, como el antes citado, del lento paso con
que se ha caminado al conocimiento de muchas partes de los centros
nerviosos, no con la facilidad del anterior, sino con dificultad suma y
después de muchas dudas y errores. Aun hoy, á pesar de tantos traba-
jos é investigaciones de todo género, nos encontramos, con sólido sos-
ten, en los primeros peldaños de una escalera, cuyo término apenas di-
visamos.
De aquí que por más que los dos periodos de análisis y síntesis, ó
descriptivo y de sistematización, coexistan y hayan nacido tan juntos
como dos hermanos gemelos, intente separarlos, porque representan un
anacronismo científico, y por estar intimamente convencido de que, á
ACODO SALtCÍLIGO Y SUS SALES* 15
pensLT de nuestra propensión á sintetizar y á generalizar, aun sin elemen-
tos suficientes para ello, estas síntesis y estas generalizaciones prema-
turas son tan perjudiciales á la percepción como al razonamiento.
En el bosquejo, que á grandes rasgos voy á trazar del segundo pe-
riodo, ha de q ledar demostrado que aun hoy es arriesgada toda tenta-
tiva de sistematización completa y exacta.
CONTRIBUCIÓN Al ESTUDIO DEL ÁCIDO SALICILICO Y SUS COMPUESTOS;
en particular del sallcüato sódico en el tratamiento del reumatismo i
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Médico de la Ccua de Lactancia y Ckiaa-eunade Barcelona»
kClOO SALICÍLIGO Y SUS SALttS EN LA TERAPÉUTlCAé
I.
Reseña hi8tórica.-^iempre que la Medicina tiene conocimiento de la
existencia de un nue\ro cuerpo, todas las investigaciones que respecto al
mismo se hacen son pocas para ver si por fin se logra conquistarle un
lugar honroso en la terapéutica de las enfermedades. Por regla general,
cuando llega este nuevo cuerpo á manos de los prácticos, manifiestan
éstos una gran laboriosidad, para descubrir en él brillantes virtudes,
grandes honores, quQ hasta entonces ningún congénere habia adquirido
en tan gran escala. Todo el mundo tiende á mirarle como la panacea
universal; las discusiones sostenidas en honor al mismo son rebajantes
en un sitio y manifiestamente ensalzantes en otro; aqui se descubre una
nueva propiedad del cuerpo que se estudia, al exterior; más allá, se ha
combatido con el mismo una afección interna, refractaria ó no, hasta en-
tonces, á todos los medios indicados por la terapéutica; quien estudia su
acción fisiológica sobre unos animales; quien en otros, naciendo de todo
esto una gran diversidad de pareceres porque distintos eran también los
cuerpos vivientes dedicados al examen fisiológico ó toxicológico.
Por fin, después de tanto trabajar, hablar, discutir y escribir, llega
á vecos^ por desgracia de la humanidad, á caer el nuevo cuerpo en el
olvido de la práctica médica para renacer tal vez al cabo de muchos
años con propiedades, sino distintas, cuando menos muy limitadas con
relación á las que tenia antes; y si su caida del reino de la Terapéutica
no es muy alta, queda el cuerpo aplicable únicamente á un reducido
número de estados patológicoSé
Esto no ha sucedido tanto con el ácido salicilico y sus compuestos
salinos, aunque de todos ellos se haya hecho como cuerpo de reciento
aplicación un uso exagerado, hijo del general deseo de los prácticos, en
la experimentación clínica y fisiológica, empleándose en un sin número
de enfermedades de distinta naturaleza anatómica y sintomática, dando
16 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
buenos resultados unas veces y otras no. Sin embargo, muchas de las
propiedades que en él se han reconocido son verdaderamente efectivas,
según lo ha demostrado la opinión cientiñca de gran número de prácti-
cos nacionales y extranjeros.
La experimentación y los bellos resultados que de ella se ha obteni-
do, nos ha demostrado claramente que, en realidad, este cuerpo presen-
ta indicaciones, que á la par que variadas son útilísimas en determinadas
afecciones aplicables á la Farmacia y aun á la industria.
El ácido salicilico y su combinación sódica han llegado rápidamente
á ocupar un puesto muy notable en la Terapéutica, lugar no inmerecido
para algunas afecciones ó síntomas más culminantes de varias enferme-
dades, pues en estos casos sus fundamentos teóricos responden siempre
con mayor ó menor exactitud en la cabecera del enfermo á las esperan-
zas que en el mismo se tenian, dando tan hermosos resultados que no
se hubieran obtenido probablemente con otros cuerpos en las mismas
afecciones y en idénticas condiciones de indicación del mismo.
Las enfermedades que se han combatido y de las cuales nos ocupa-
remos en su lugar correspondiente, son bastante numerosas para que
de todas hagamos una verdadera apología, siendo esto la causa de los
vaivenes que ha sufrido el ácido salicilico y sus derivados en tan corto
espacio de tiempo.
En el laboratorio químico se ha trabajado también con inusitada asi-
duidad para obtener con dicho ácido combinaciones con otros cuerpos.
Algunas de estas combinaciones son de reconocida importancia en la
práctica de la Medicina por sus recomendables propiedades terapéuticas.
Estos cuerpos compuestos, que hoy día son bastante numerosos, son
el saliciiato de quinina, el de sosa, el de hierro, zinc, cal, etc.
£1 ácido salicilico, cuyo procedimiento de obtención data de más de
40 años, toma su nombre de la salicina, en cuya composición entra dicho
cuerpo; pero aunque su conocimiento date de tantos años, sus propio-
dades y aplicaciones son tan recientes que puede decirse que se conoce
desde hace poco tiempo.
Al principio de su estudio, algunos hablan señalado sus propiedades
antiséptica3, otros se han distinguido por su experimentación ñsiológica
y otros por fin han hecho aplicación de él en distintas enfermedades.
Respecto á sus propiedades antisépticas fué recomendado en Alema-
nia por Kolbe, en 1874, lo mismo que para ciertos usos industriales,
como el curtido de las pieles. Thiersch aconseja sustituir el ácido fénico
por el salicilico en aquellos casos en que se encuentra indicado el pri-
mero en la práctica de la Cirugía; Riess, Henoque, Stricker y muchos
otros lo han estudiado en el reumatismo articular. Yahn,Schraeder, Gar-
cin, etc., etc., en la fiebre tifoidea; Steinitz, Weber, Wagner en la
difteria.
En 1876, el Dr. Isla dio á conocer sus buenos resultados en algunos
enfermos de la clínica del Hospital de la Princesa á cargo del Dr. Sala-
zar. El Dr. Radía se ocupó de su empleo, y L. March (1) y el Dr. Es-
(1) Del ácido salicilico en algunas enfermedades.— Independencia Médica. -11 de
Agosto, 1877.
ÁCIDO SáUCÍLIGO Y SUS SALES. 17
quérdo (1) publicaron también una serie de casos de reumatismo trata-
dos y curados por medio del ácido salicilico. El Dr. Ronquillo (2) dio
también á conocer sus resultados en un caso de escarlatina maligna en
un niño. En 1878 publiqué un artículo sobre el tratamiento del reuma-
tismo agudo por medio del salicilato de sosa (3); en 1879 otro articulo
sobre el tratamiento del reumatismo crónico por medio del mismo agen-
te (4), y en 1880 un caso de intermitentes de carácter nervioso, curadas
por medio del salicilato de sosa (5).
En muchos otros periódicos, obras y formularios nacionales y extran-
jeros se han publicado notas referentes al cuerpo que nos ocupa actual-
mente, ensayándolo en muchísimas enfermedades á cual más diversa, y
como seria prolijo aquí nombrarlas todas, y como por otra parte no ha
dado en todas los resultados que de él se esperaban, será mejor que de-
mos una explicación más detallada de las mismas cuando tratemos de
las aplicaciones terapéuticas de dicho cuerpo.
n.
ESTUDIO QUÍMICO.
▲ddo salicilico. - El ácido salicilico químicamente considerado tiene
las misiaias propiedades que todos los demás ácidos conocidos de la quí-
mica. £{e encuentra en la naturaleza, en las flores de distintas especies
de plantas del género spiray ya sea bajo la forma de ácido salicilico, ya de
ácido saliciloso. A pesar de esto, las cortezas del aalix alba y del poptdus
tremida contienen una sustancia llamada salidna, cuyo cuerpo se obtie-
ne de la siguiente manera: se hace hervir en agua la corteza del salix
albay vertiendo después en el cocimiento una cantidad de subacetato de
plomo, el cual da lugar á un abundante depósito; se filtra el líquido y
se precipita por el ácido sulfúrico el exceso de plomo que contiene; la
disolución, después de evaporada, deja depositar la saluñna bajo la for-
ma de cristales en agujas blancas, inodoras, amargas y neutras.
Conocida ya en pocas palabras la salicina y su procedimiento de ob-
tención, podemos. decir que de ella ha tomado origen el ácido salicilico,
que resume en conjunto todas las propiedades de dicho alcaloide. Al prin-
cipio del conocimiento de dicho cuerpo se obtenía el ácido salicilico por
medio de los dos procedimientos siguientes:
A. Por la salicina, — Se funde potasa en una vasija de plata, en la
cual se introduce la salicina en pequeñas porciones y agitando la mez-
cla, pero teniendo cuidado de que la potasa se halle en exceso y de no
dar un calor demasiado elevado. La masa se hincha y desprende mucho
(1) Dol ácido salicilico.^Terapéatica in terna. —Independencia ifédtca.— 11 de
Agosto, 1877.
( ) Escarlatina maligna, curada con el salicilato de sosa.— Independencia Afédt-
ca.— 1 .^ de Noviembre, 1878.
(3) Reumatismo agudo.— Aeviirla de Ciencias Médicos. —.Mayo, 1878.
(4) Reumatismo crónico. —i{evt«ta de Ciencias líédtca«. »Mayo, 1879.
(5) Intermitentes refractarias al sulfato de quinina. ^Sentido Católico en las Cien'»
das Médicas.-^ de Enero, 1880.
18 XCIDO SÁLÍCÍLIGO T SU8 SALBS4
hidrógeno y una vez fría se la disuelve en agua y se la trata oon el ácido
clorhídrico, eloual pone en libertad una gran cantidad de ácido salicüicaj
que se puede purificar por medio de sucesivas cristalizaciones en el
agua.
B. Por la esencia de Wintergreen 6 aceite de GiiaWieria.^^-En este
procedimiento basta hacer hervir esta esencia durante algunos minutos
con una disolución de potasa cáustica, y una vez fría verter enseguida
ácido clorhídrico en la solución, después de lo cual se obtiene un abun-
dante precipitado de ácido salicíUco.
Hoy, sin embargo, se obtiene el ácido salicílico por medio de un pro-
cedimiento debido á Kolbe, el cual aconseja servirse de una legia de sosa*
T en efecto, en una solución alcalina se hace disolver una cantidad su^
ficiente de ácido fénico cristalizado hasta saturar exactamente la sosa,
evaporando el todo en una cápsula de hierro de forma plana; este se ca-
lienta suavemente y se agita con una varilla de hierro hasta que por la
evaporación se haya obtenido un polvo ñno y seco de un color amari-
llento, á consecuencia de una ligera alteración que le hace sufrir el oxi-
geno del aire: este cuerpo así obtenido es el fenato de sosa.
Para convertir el fenato de sosa en ácido salicílico, se calienta el pri-
mero en un baño-maria, haciéndole pasar una corriente de ácido carbó-
nico, y cuando la temperatura ha llegado á 180° es cuando empieza la des-
tilación del ácido fénico, debiendo elevar dicha temperatura hasta los 2%°
para que estos vapores desaparezcan completamente; de lo contrario, el
ácido salicílico estaría cargado de ácido fénico y sus efectos serian tóxt*
eos en lugar de terapéuticos. Operando de este modo y después de en-
friada la mezcla, se obtiene un residuo blanco grisáceo, que no es otra
cosa que el salícilato básico de sosa, el cual es mucho más estable que
el salícilato neutro, porque soporta perfectamente y sin sufrir descom-
posición una elevada temperatura que puede llegar hasta 300%
El ácido salicílico puro es un cuerpo sólido, blanco, formando polvo
muy fino y casi de una consistenoia espoojosa; tiene un sabor dulce y
fresco, nada desagradable y disuelto en agua hirviendo y enfriado des-
pués cristaliza en largas y bien delineadas agujas; es perfectamente so-
luble en el alcohol, en el éter y en el agua hirviendo en la proporción de
1 por 300: en la glicerina es soluble al Vso 7 ^^ ^^ ^B^^ ^^^^ ^ difícil-
mente soluble puesto que la proporción es de cerca Vsoo ^ ^^ temperatu^*
ra de 18"" c. La esencia de trementina tampoco lo disuelve en frío, pero
cuando llega á la ebullición disuelve la quinta parte.
Según esto se ve que el ácido salicíUco es un cuerpo algo difícil de
manejar por su poca solubilidad en el agua, y como solo es soluble en lí-
quidos de los cuales no pueden darse grandes cantidades, para los usos
terapéuticos á que se destina, ha sido necesario buscar otros cuerpos
que asociados al mismo aumenten todo lo posible su solubilidad en el
agua.
Entre las sustancias que vuelven ((oluble al ácido salicílico se encuen-
tran las siguientes: el alcohol, éter, carbonato de amoniaco, carbonato
de cal, carbonato de sosa y borato de sosa, ácido cítrico, etc., etc. De
esta manera se obtiene perfecta la solubilidad de dicho cuerpo, pero el
sabor del mismo cambia según los cuerpos que entran para obtener su
ÁCIDO 8ALIGÍLIC0 Y SUS SALES. 19
disolución. Asi tenemos que con los compuestos de sosa, de amoniaco y
de cal su sabor es dulce; con el ácido cítrico es ácido y con el borato
sódico es amargo. Sin embargo, de todos estos cuerpos, los que más
generalmente se usan son el bicarbonato sódico y el alcohol en las pro •
porciones necesarias, de modo que si queremos formular una poción
de 200 gramos de agua con 2 gramos de ácido salicilico, tendremos ne-
cesidad de añadir 3 ó 4 gramos de bicarbonato sódico ó 15 gramos de
alcohoL
De todos modos hay que considerar que, usando sales alcalinas para
volver soluble en el agua el ácido salicilico, no es que en lealidad se di-
Bu^va, sino que se convierte en salicilatos también alcalinos según sean
los cuerpos que se usan. En este caso sufren una doble descomposición,
algunos de ellos en frío, pudiendo ser unos completamente solubles en
el agua fría, otros insolubles como el salicilato de quinina.
El ácido salicilico del comercio viene muchas veces iropuriñcado con
el ácido fénico que sirve para su preparación, á cuya impureza, según
hemos dicho antes, son debidos los efectos nocivos y aun tóxicos que se
han observado con su prolongado empleo y aun enseguida cuando se adr
ministra á una dosis un poco elevada. Este ácido salicilico impuro es to*
davia menos soluble en el agua, tiene un color más ó menos amaríllento,
según sea su grado de impureza, y ee el que se obtiene por sublimación;
de modo que no debe destinarse de ninguna manera para los usos tera-»
péutioos. Cuando el ácido salicilico se encuentra de esta manera, se ob-
serva que al cabo de un cuanto tiempo se desarrolla el olor caracteristi*
co del ácido fénico, descomponiéndose en este ácido y en ácido carbó-
nico.
Para demostrar la presencia del ácido fénico en el salicilico, se opera
del siguiente modo: se pone en un tubo de ensayo una disolución del
ácido que se quiere ensayar; se vierte enseguida otra disolución de hi*
pocloríto de sosa y amoniaco y si se produce la coloración azul propia
del ácido fénico es necesario rechazar el producto por impuro. En esta
sencilla operación es conveniente que el hipoclorito no se encuentre en
exceso, pues de lo contrario la reacción no se verificaría.
Para encontrar el ácido salicilico, en un sitio en donde se sospeche su
presencia, podemos utilizar varios reactivos, contándose en primer lugar
las sales de hierro: las sales de este cuerpo, puestas en contacto con una
solución de ácido salicilico, dan á la misma un color violeta más ó menos
intenso, según sea la cantidad de ácido salicilico contenida en la diso-
lución.— Otro de los reactivos para dicho cuerpo es el sub-acetato de
plomo, el cual da un precipitado también bastante fuerte de salicitato de
plomo soluble en un exceso de reactivo. — También se encuentran otros
reactivos, pero son mucho menos sensibles, entre los cuales ñgura el
acetato de urano y el cloruro de nikel.
Según Godefroy, los reactivos más sensibles del ácido salicilico son
los del ácido cianhídrico, los cuales pueden servir para descubrir pe-*
quenas cantidades de ácido salicilico, de modo que si en una disolución
de éste se vierte otra de ferro-cianuro potásico, dá origen al ácido cian-
hídrico por contenerlo este último cuerpo.
Otro de los reactivos para descubrír la presencia del ácido salicilico
20 LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA.
es el permanganato potásico, pues si en una disolución de éste se vierte
otra del primero, el permanganato potásico pierde su coloración carac-
terística.
(ContiniMirá,)
«
M MÚSIGIL EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA.
Estudio especulativo, fisiológico, Usienico y terapéutico,
(Tesis del Doctorado)
POR D. Francisco Vidal y Careta.
Exmo. é limo, Sr. — Señores:
A no disculparme vuestra probada benevolencia, ni tendría el atre-
vimiento de presentarme en este sitio, ni mucho menos hubiera pensado
en tomar como objeto de estudio un punto tan trascendental, como el de
la música en sus relaciones con la medicina.
En la mente de todos se encuentra la idea de que este potente actor,
capaz de levantar un pueblo hasta el frenético entusiasmo y de hundirlo
en la más nefanda molicie, convirtiéndole en ocioso y criminal, es sus-
ceptible de grandes y provechosas aplicaciones en la parte más práctica
de nuestras ciencias. Llevando sus potentes efectos al más importante de
los sistemas orgánicos, al verdadero director de la economía, al sistema
nervioso, el conjunto de nuestro cuerpo, ya se le considere en su extruc-
tura, ya preferentemente en su modalidad funcional, ha de sentir de una
manera imperiosa el influjo de un agente tan notable.
Declaro, antes de pasar más adelante, que no alcanzan mis fuerzas á
apreciar, ni en conjunto, ni en detalle, cuanto al tema se refiere. Aparte
de mi propia flaqueza, me amedrenta el pensar que, no obstante lo in-
teresante del asunto y á pesar de convenirse unánimamente en su im-
portancia, apenas si se encuentran otros datos que ideas sueltas, ob«
servaciones aisladas, opiniones particulares. El desiderátum^ un cuerpo
de doctrina que reúna y regule los hechos diversos, convirtiéndose en
cánones científicos, á penas si existe, á menos de que conceptuemos como
tal ensayos más ó ménoa atrevidos, que no alcanzaron la codiciada meta.
Las obras todas, que obligación tienen de dar á conocer la materia,
andan vacilantes en este punto y casi no se atreven á contener otras
ideas que las vulgares, y que son más producto de la observación del
profano que de la inteligente averiguación del científico.
Intentar lo hasta aquí no conseguido, seria laudable, aun siendo in-
fructuosa la tentativa, y á ello aspiro, si bien con el convencimiento, y
nadie se llame á engaño, de no realizarlo. Quedaría satisfecho si solo lo-
grase dar cierta plasticidad á lo hoy disperso y pudiese deducir, de lo
sabido por otros, conclusiones acertadas.
Habiendo compartido el tiempo casi por igual entre el estudio de la
Medicina, de las Ciencias naturales y de la Música, me ha parecido que,
LA MÚSICA BN SÜ9 RELACIONES CON LA MEDICINA. 21
sobre esta triple base, pedia fundar con elementos ágenos algo valioso,
cuando menos en el terreno especulativo, y como éste y el empírico son
los puntos capitales para la partida, contribuirán en modestísima esfera
al ñn propuesto.
Con sujeción á este criterio, me propongo estudiar sucesivamente la
música en si misma, en su accipn fisiológica y en sus aplicaciones higié-
nicas y terapéuticas. Previas estas consideracionesi entro en materia.
3PX^X2id:SR.^ 3PJLRTS.
KSTUDIO ESPECULATIVO.
Orlson de la müaica.— Teoría física de la XDiema.
I.
Origen de la mú8ica.-La música, se ha dicho por unos, es el sonido
acompasado; para otros, es una serie de sonidos que sucesivamente se
llaman entre sí. Chateaubriand dice que la música, considerada como
arte, es una imitación de la naturaleza; su perfección consiste, pues,
en representar la más hermosa naturaleza posible. Las dos primeras de-
finiciones podemos decir son esencialmente especulativas; la última es
la que representa la parte de aplicación, y bien se puede asegurar que.
es la que más nos satisface para nuestro objeto, pues con la música po-
demos despertar las más opuestas impresiones: alegría, tristeza, rabia,
desesperación, veneración, recogimiento, distracción, etc.
Su origen, como el de muchas otras cosas, entraña lo supersticioso, lo
exajerado y lo inverosímil.
Los griegos creen ser deudores del divino arle á Mercurio, á Apolo y
aún á Júpiter. Herodoto lo atribuye á Cadmo y á sus compañeros. Otros
aseguran que el hombre empezó á modular por haber oido las armonías
del viento. Suponen algunos que el murmullo de las auras, al pasar por
entre los cañaverales, enseñó á los hombres á soplar en una caña sil-
vestre, viniendo luego insensiblemente la invención de la flauta.
Los chinos, que siempre se han distinguido por atribuir origen legen-
dario á todas las cosas, tienen, respecto al de la música, una creencia
muy ingeniosa, que ha sido publicada por Suido. Dice así: Diez mil
seiscientos años antes de Jesucristo, el emperador ordenó á un ministro
ultimar el desorden que existia en la escala musical. El ministro se fué
á la cumbre de una elevada montaña, cubierta de bambús; cogió uno de
estos, lo cortó entre dos de sus nudos, sacó la tripa, y soplando en la
caña vacía, obtuvo de ella un sonido, ni más alto ni más bajo que el
tono empleado por el mismo para sus razonamientos, cuando no se ha-
llaba excitado por ninguna pasión. Este sonido sirvió para fijar el tono
general de la música. Continuaba dicho ministro en sus experimentos,
cuando dos pájaros, macho y hembra, fueron á colocarse en un árbol
próximo. El macho empezó á cantar y produjo seis sonidos y otros tan-
tos la hembra, formando los doce en conjunto los doce grados de la es-
cala cromática. El ministro, no dejando escapar la lección, cortó doce
' 32 LA UÚSlCJí KN SUS RELACIONES CON LA MBOICtNA.
bambús y les dio la longitud necesaria para que produjesen los doce
mitones ó grados cromáticos, que vienen comprendidos en la unidad de
la octava.
Hablando sin pasión, debemos convenir que su origen es innato en
el hombre. ¿Acaso no, dice Lamartine, es otra cosa que ese suspiro, ese
gemido, ese grito melodioso, que nace en nuestros labios cuando comien»
za á ser imposible la expresión de una idea con la palabra? Todos pro-
pendemos á cantar, á sujetar los cantos á nuestro gusto, y si se ha ido
perfeccionando este arte, se debe á los conocimientos accesorios de
otras ciencias, aunque ¿1, agradecido, ha sabido devolverlos.
ir.
Teoría ñsica de la música. *-No es mi ánimo extenderme mucho to-
cante á este punto, pues que tomando el agente que estudio en sus re-
laciones con la Medicina, en sus aplicaciones higiénicas y terapéuticas
será donde le daré á conocer, indicando solamente aquí lo.más principal
para uniformar mi trabajo.
Sonido musical es la percepción por el nervio acústico de la impre-
sión producida por las vibraciones sensibles y periódicas de un cuerpo
elástico. Se distingue del ruido en que éste es una mezcla de sonidos
discordantes y confusos, como, por ejemplo, los queda una orquesta cuan-
do cada ejecutante toca lo que mejor le place.
Se distinguen en el sonido musical tres cualidades: intetmdadj toiw y
Umbre^
La intensidad del sonido depende de la amplitud de las vibraciones
emitidas por el cuerpo elástico. El tono 6 altura musical de un sonido del
número de estas vibraciones. El sonido más bajo, el más grave, es engen-
drado por un cuerpo elástico que ejecuta 32 vibraciones por segundo; el
más elevado, ó sea el más agudo, lo es por uno que ejecuta 73,000 en el
mismo tiempo, estando todos los sonidos, percibidos por el oido humano,
comprendidos entre estos dos números. En cuanto al timbre, depende de
la forma de la vibración del cuerpo elástico, ó en otros términos, del nú-
mero, ór^en é intensidad de los sonidos armónicos superpuestos al sonido
fundamental, determinando siempre este último la altura musical de la
percepóion.
Debemos distinguir el sonido fundamental del armónico. Al excitar
una cuerda de violón, un oido práctico no percibe solamente el sonido,
cuya altura corresponde á la duración déla vibración compuesta de la
cuerda, sino que percibe á más una serie de sonidos más elevados. El
más grave corresponde á la duración de la vibración compuesta de la
cuerda y toma el nombre de sonido fundamental; los otros son los armó'
nicos^ cuyas alturas musicales tienen relaciones definidas con la altura
del sonido fundamental. La vibración compuesta de la cuerda engendra,
pues, en realidad un sonido complejo, constituido por una serie de so-
nidos simples superpuestos, correspondiendo cada uno de ellos á una da
las vibraciones pendulares, en las que puede ser descompuesto el mo-
vimiento periódico de la cuerda.
Hay además sonido omí, inte^inal, esíercoral^ timpánico^ etc.
LA MÚSICA EN SUS RELAaONES GON I A MEDICINA. 23
Se dice que están al unisono dos sonidos cuando son producidos por
el mismo número de vibraciones en un segundo: asi la sirena y la rueda
de Savart están al unisono porque indican sus contadores el mismo nú-
mero de vibraciones en un mismo tiempo. Cuando simultáneamente se
oyen dos sonidos, que no están al unísono, el oido percibe á intervalos un
refuerzo de sonido, que se conoce con el nombre de puhaeion; por ejem-
plo: un sonido que produzca 30 vibraciones y otro 31; si se oyen á la
par, coincidirán las 30 del primero con las 31 del segundo y de consi-
guiente habrá pulsación.
La e cala musical es una serie de 7 sonidos, separados entre si por in-
tervalos, que se van reproduciendo siempre por el mismo orden, esto
es, en periodos de 7; cada período recibe el nombre de gama y los 7 so-
nidos ó notos los de do^re^miyfafSolf la, si, teniendo estos doble nú-
mero de vibraciones con relación á los de la gama que les precede. Así,
representando por 1 el número de vibraciones del sonido más grave, el
do fundamental, después de haber comparado entre sí el que correspon-
de á las siete notas de la gama por medio de la sirena ó de la rueda de
Savart, se ve la relación siguiente:
do re mi fa sol la H da
... 19 5 4 3 5 15 2
^^/ • 8 4 ' 3 ' 2 ■ 3 8
n'
Llámase intervalo entre dos sonidos á la relación — de los números
de vibraciones que le corresponden; siendo siempre mayor que JL? se
conviene en tomar por primer término de la relación el sonido más ele-
vado. Multiplicando ó dividiendo por un mismo número los dos térm|-
nos de la fracción -^, no varía de valor^ deduciendo de este que el in-
tervalo no depende del número absoluto de vibraciones, sino del rela-
tivo.
Para haber consonancia en el oido es necesario que sean números
pequeños los dos términos de la relación — .
Al oido le son agradables los siguientes intervalos: — ==1, unísono;
— =2,octava;— =~,8exta;— =-5-,qumta;— =5- ,cuarta;— = ^ ,ter.
cera mayor y — , tercera menor.
En la relación (A) vienen representados, en las fracciones del se-
gundo renglón, no solamente el número de vibraciones relativas al do
fundamental, sino los intervalos siguientes de las seis últimas notas
con relación á la primera. Así:
do
do
re,
tni.
/•«,
sol,
la,
«,
1
9
5
4
S_
5
15
9
_ 8
10
4
16
3
9
2
10
3
9
8
16
H
9
15
8
7
8
15
Debe tenerse en cuenta que se reducen á tres los intervalos diferen*
tes entre las 7 ñolas de la gama: el primero -|- es el tono mayor; el se-
gundo-j^el tono menor y el tercero -y semitono mayor. El intervalo
24 REVISTA CRÍTICA DE CIRUGÍA.
entre el tono mayor y el menor es -^ , se llama comaf y so necesita un
oido muy ejercitado para apreciarlo. El intervalo de do á re se llama
una segunda, el de do á mi una tercera, el de doá fa una cuarta^ y así
sucesivamente.
La gama, que tiene las relaciones de vibraciones de la manera re-
presentada en (A), se llama diatónica^ y la que procede por semitono,
que se compone de 13 sonidos, cromática. Se han intercalado entre las
notas de la gama otras intermedias, llamadas sostenidos y bemoles. Sos-
tener una nota es aumentar sus vibraciones en la relación de 24 á 23, y
hemolizarla es disminuirla en la de 25 á 24.
Para terminar estos apuntes, diré que se conocen con el nombre de
acorde perfecto tres ^sonidos ejecutados simultáneamente, pero con la
condición de que el primero y el segundo formen una tercera mayor, el
segundo y el tercero una tercera menor y el primero y el tercero una
quinta, esto es, que el (número de sus vibraciones correspondientes
guardan la relación 4-5*6. Estas condiciones las satisfacen las notas
do, mi, sol, pues representan 1, — > "g- . Este es el acorde perfecto ma-
yor. El menor se diferencia en la colocación de los dos primeros; así:
6 5 3
(Continuará.)
■
REVISTA CRITICA DB CIRUGÍA,
POR EL Doctor León Formiguera.
Tratamiento de la hipertrofia de las amlsdcaas con el termo-cauterio.— Coló-
tomia lumbar.— Sutura del olécranon.— Herida penetrante del abddmen.
Siempre me ha parecido contraproducente la costumbre, adoptada
por algunos prácticos, quienes, después de modificar ó inventar algún
nuevo procedimiento operatorio, recurren, para hacer que resalten más
las ventajas de su invento, á la critica, no siempre fundada, de otros pro-
cederes reconocidos como buenos por la mayoría de autores.
En este caso se encuentra el tratamiento de la hipertrofia de las
amígdalas con el termo-cauterio, que Krishaber (Courrier Méd.) reco-
mienda, no sin que antes dirija varios reproches exagerados al conocido
amigdalotomo de Fahnestock.
Para verificar su procedimiento, se coloca al enfermo, según es cos-
tumbre para el examen laringoscópico, frenteal operador: abierta la boca
y garantida la lengua con una ancha espátula, se ilumina el fondo de Ja
garganta con luz natural ó sirviéndose de un reflector. Generalmente se
emplea el termo- cauterio de Paquelin, fino, puntiagudo y á la tempera-
tura rojo cereza. Guando únicamente se quiere modificar la nutrición de
la glándula, es preferible valerse del gálvano-cauterio del poliscopo de
REVISTA CRÍTICA DE CIRUGÍA. 25
Trouvé. Se hunde tan profundamente como sea posible la punta del ins«
trumento en el tejido glandular; después se practican cinco ó seis pun-
ciones por encima y por debajo de la primera, siguiendo una línea ver-
tical que pase á seis ú ocho milímetros del borde libre. Entre una y otra
sesión, deben dejarse dos ó tres dias de intervalo con objeto de facilitar
la caída de la escara y poder apreciar el resultado obtenido.
En general esta operación debe repetirse cinco ó seis veces; no es dolo-
rosa (?) y solo exige, después de practicada, frecuentes gargarismos con
agua tibia ligeramente fenicada, para evitar el olor de la escara.
Es innegable que algunas, aunque raras veces, después de haber ex?
cindido las amígdalas con el instrumento de Fahnestock, se presentan
hemorragias. En cambio tiene la ventaja sobre el proceder de Krishaber
de que, como antes de introducir el instrumento en la boca solo ve
el enfermo un anillo, que naturalmente no causa, ni con mucho, la'im-
presión que produce la presencia del termo-cauterio, el acto operatorio
se puede llevar á cabo con mucha mayor facilidad. Además, la rapidez
• con que obra el amigdalotomo, basta por si sola, para que, á mi enten-
der, pueda considerarse superior dicho método de tratamiento al pro-
puesto por Krishaber, que en resumen no tiene ninguna ventaja aprecia-
ble sobre el amigdalotomo y si algunos inconvenientes: mayor duración,
quizás más doloroso, y más difícil aplicación.
Recientemente Trelat ha practicado la colotomia lumbar en dos en«
fermos, obteniéndose en ambos un completo éxito. Las indicaciones de
la misma, son, según dicho autor: 1.** cuando se trata de un cáncer que
no puede operarse por la vía rectal, sin que exista peligro para el peri-
toneo; 2.**, cuando se presentan accidentes característicos; y 3.", cuando
se conserva bien el estado general.
Se practica una incisión, que se dirija desde la espina iliaca anterior
y superior al vértice del ángulo que forma la masa sacro-lumbar con la
duodécima costilla. El centro de la incisión d3be corresponder á la in-
tersección de aquefla línea, con otra que, partiendo de dos centímetros
por detrás de Ja cresta ilíaca, se dirija verticalmente hacia arriba.
La colotomia lumbar tiene la ventaja de no interesar el peritoneo,
permitiendo regularizar las funciones intestinales; por otra parte, la
práctica ha demostrado que un ano formado en el dorso es mucho más
soportable y cómodo que cuando se forma en la ingle.
* «
Mac-Cormac ha llevado á cabo, con buen resultado, la sutura de los
fragmentos, en un caso de fractura del olécranon. A los veinte y un dias
retiró los hilos, y á los cuarenta, el enfermo salió curado del hospital. La
herida que tuvo que hacerse para practicar la sutura, curó sin que ape-
nas presentara supuración.
m
* m
Son raros los casos de herida penetrante del abdomen con hernia
visceral que terminan por la curación. El siguiente, que extracto de
26 LOS MIQRÓFITOS DE LÁ SANGRE
los Archiv, Méd. Belg.^ es uno de los más notables da nuestros días.
En un duelo á espada, verificado en 15 de Marzo, un sugeto de
24 años de edad, temperamento linfático sanguíneo y buena constiiucion,
recibió una herida en el abdomen. Si bien no perdió el conocimiento,
cuando lo transportaron al hospital (2 horas después de recibida la heri-
da), ofrecía todo el cortejo sintomático de los traumatismos más graves.
Al nivel de la región epigástrica, y desde uno á otro hipocondiio, ha-
bía una herida abierta, de 19 centímetros de anchura^ por la cual salía una
masa voluminosa cubierta de una gruesa capa de sangre coagulada, que
permitió reconocer en ella: el estómago, el epiplon cubriendo las cir-
cunvoluciones del intestino delgado, y el colon transverso que estaba
lleno de materiales.
Lavada cuidadosamente la herida con una solución fenicada al Viooo»
se intentó la reducción de las visceras, que no pudo conseguirse porque
se encontraban distendidas por gases. Practicóse después la anestesia, y
á beneficio de la compresión metódica, se consiguió la reducción. Se
aplicaron cuatro puntos profundos de sutura entrecortada, que com-
prendían en su asa todo el espesor de la pared abdominal é impedían la
salida de las visceras, y después una sutura á punto por encima, desde
uno á otro extremo de la herida, para que sus labios se correspondieran
lo más exactamente posible. Luego se cubrió con hilas impregnadas en
solución fénica al Vioo protegidas por una capa de cautchouc laminada y
sostenido el conjunto con un vendaje de cuerpo.
V&rias complicaciones, algunas de ellas de carácter alarmante, que
se presentaron en los primeros días, cedieron á beneficio de los medios
apropiados. La ulceración progresiva de algunos de les puntos qu« «tra-
vesaba elhilode lasutura superficial, obligó, al novenodia, á retirar parte
de ellos y colocar un tubo de desagüe. Tres días después, por la tenden«
cía que presentaban los labios de la herida á la separación, hubo de qui*
tarse el tubo y colocar la sutura ensortijada. Desde esta fecha, la cica-
trización empezó á iniciarse con perfecta regularidad hasta el 25 de Junio
en que el enfermo, con la herida totalmente cicatrizada, fué presentado
á los oficiales de Sanidad para que lo examinaran.
En este caso se tuvo la precaución de practicar las suturas con seda
y no con catgut, lo cual hubiera redundado en perjuicio del paciente,
como acontece algunas veces, pues, absorviéndose con suma facilidad,
impide la completa reunión de las superficies cruentas*
LOS MICROPITOS DE U SANGRE Y SÜS RELACIONES CON LAS ENFERÍEDADES, <*>
POR Timoteo Richard Lewis.
I.
Antes de hacer una descripción minuciosa de los organismos micros-
cópicos, y particularmente de los vegetales, que se han hallado en la
(1) fialjOtfOflte^ JotimaiJíiertAcoj».
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE. 27
sangre, conviene examinar á qué subdivisiones especiales del reino ve-
getal pueden estos cuerpos referirse.
Nftgeli, en una obra reciente (1), ha aclarado bastante la cuestión. La
autoridad cientiflca de dicho.autor, especialmente bajo el punto de vista
botánico, dá á sus aserciones en esta materia una gran autoridad.
Los vegetales, que más coadyuvan á realizar las diversas transforma-
ciones en las sustancias organizadas, pertenecen á los géneros más infe-
riores délos hongos, habiéndoles dividido Nágeli en tres clases: i.^Mu-
cedineasy que se caracterizan por ser filamentos ramificados, formando
ó no segmentos; 2.o SacharomyceteSy constituidos por pequeños células
de diversas formas y que se multiplican por medio de brotes ó yemas
desarrolladas en su superficie; 3fi Hongos articulados ó Schizomycetes^
pequeños cuerpos esféricos ú ovales, que se multiplican solamente por
excisión, que algunas veces quedan aislados, otros forman hileras (bas-
toncitos, filamentos, etc.) y que por excepción adquieren el aspecto de
masas cúbicas. A este grupo pertenecen las Bacterias, Vibriones, Baci*
lluSy Spirillium^ etc.
cHe dividido, dice Nágeli, los hongos de los géneros inferiores en
tres grupos. Importa mucho, á causa de ciertas cuestiones prácticas, el
saber si existen realmente entre estos distintos grupos diferencias espe-
cificas, ó si tan sólo debemos estudiar estados diversos dentro de las
mismas especies, ya que ciertos hongos toman sucesivamente la forma
de Mucedineas, de Sacharomycetes ó de Schizomycetes.'k
£n los últimos años ^ha sido objeto este estudio de numerosas dis-
cusiones, habiéndose recogido un sinnúmero de hechos con el fin de
demostrar, en vista de experimentos que con su cultivo se han realizado,
que las formas más opuestas pueden sustituirse las unas á las otras.
Partiendo de este punto, Nágeli nos muestra los errores en que es
fácil caer sacando conclusiones de los cultivos experimentales. cBajo
multitud de aspectos, dice, el que cultiva la tierra podría asimismo afir-
mar que las yerbas nocivas, que crecen en su campo, no son más que el
resultado de transformaciones sufridas por la semilla que anteriormen-
te habia sembrado.!^ Nadie lo creerla porque las simientes de dichas
yerbas son lo bastante grandes para ser reconocidas á simple vista;
mientras que ios gérmenes de los hongos son de dimensiones microscó-
picas, no pudiendo los de los Schizomycetes ser vistos más que con el
auxilio de instrumentos muy poderosos, de lo que resulta que es suma-
mente difícil comprobarlos asertos referentes á la transformación de
organismos tan diminutos. Además, añade Nágeli, el observador super-
ficial posee una ventaja muy marcada. Las conclusiones, á que habrá
llegado después de una sola semana de cultivo, requieren para ser des-
truidas años enteros de trabajo de parte de un observador muy com-
petente en este estudio.
Esta cuestión ha sido profundizada en estos últimos años por mu-
chos sabios distinguidos y entre ellos, y especialmente, por el profesor
(1) Die Niederen Pilze in ihren Beziehungen zu den Infections Krankheiten und
der Gesundheitspflege, 1577.— Meinicheu.- Ha sido publicada la traducción de una
gran parte de la Memoria de M. Nágeli en la Beuus intemationale de» acieñce»^ 1878.
28 LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE
de Estrasburgo, Bary, quien ha demostrado que un Hongo sólo experi-
menta una serie de transformaciones muy limitadas y perfectamente
definidas. NSgeli, como resultado de sus propias observaciones, declara
que de los tres grupos de hongos que hemo^ mencionado, las Mucedineaa
y los Sacharomycetea han sido examinados más detenidamente que los
otros, pues que, salvo una sola excepción, no se transforman nunca unos
en otros. Refiérese dicha excepción á una especie particular de S^uc^di-
neaSf que, según ha podido observarse, presenta dos distintas formas de
vegetación (la forma filamentosa y la forma de yemas), afectando unas
veces la primera y otras la segunda. Los Schizomycetes ninguna relación
genérica guardan con los dos grupos anteriores, pues nunca producen
formas parecidas á las de aquellos, ni tan siquiera derivadas. Parece,
pues, que Nágeli y Bary se hallan completamente acordes. Afirma Ná-
geli que es fácil demostrar que el grupo de los Schizfymycetea no se trans-
forma en los demás grupos, pues introducidos estos en una disolución,
se destruyen á una temperatura más baja que aquellos.
No obstante, hay una particularidad que hace difícil probar que los de-
más grupos (MucedineaSySacharomycetes) no den origen á los Schizomyce'
teSf á causa de que es tan imposible aislar los gérmenes de los otros hon-
gos como el excluirlos de este grupo. Sin embargo, en ciertas ocasiones
ha podido obtener la satisfacción de aislar las Mucedineas^ pudiendo ex-
tender sus filamentos después de haber destruido por el calor los demás
gérmenes contenidos en la disolución. Ha guardado durante cuatro años
una solución, asi preparada, que sólo contenia gérmenes de Mucedineas.
Aun admitiendo tres grupos de organismos, sólo deberemos aqui ocu-
parnos del tercero, es decir, de los Schizomycetes^ pues hasta el presente
sólo se han hallado con completa certeza formas de este grupo en la
sangre de los animales.
Otro botánico distinguido, el profesor Cohn de Bresiau, ha estudiado
asimismo con mucha atención estos vegetales inferiores, habiendo es-
tablecido para ello un nuevo sistema de clasificación. Toma por punto
de partida la opinión de que los Schizomycetes se asemejan más alas
Algas que á los Hongos^ razón por la que propone para designar esta
familia el nombre de Schizofitos^ en lugar del de Schizomycetes dado por
Nágeli y usado hasta el dia. Ha insistido además sobre la idea de que
las diterencias especificas, supuesta^ en las propiedades fisiológicas
manifestadas por algunos de estos seres, bastan para permitir que se
les asignen denominaciones específicas. Hace notar Nageli que obrando
de esta madera, Cohn no hace más que emitir una opinión generalmente
adoptada y muy extendida entre la clase médica, pero que no puede
apoyarse en ningún hecho cierto.
cHe examinado, dice Nageli, durante los diez últimos años algunos
miles de Schizomycetes^ y á excepción de las Sarcinas no hallo necesario
el dividirlos en grupos específicos» (1). Por otra parte no parece aún su-
ficientemente demostrado que todas sus formas no constituyan en rea-
lidad más que una sola especie (2).
(1) Op. cií., p. 20.
(2) Op. oit., p. 23. Véase asimismo A. de Bary, Uber Schimmel und Hefe^ 1869.
LOS MÍCRÓt^ITOS D£ LA SANGAE!. 2d
Aún admitiendo que, según las circunstancias en que se forman los
Sch%zomyceie8y tomen hasta cierto punto diversos aspectos (y la expe-
riencia en este asunto, de un sabio como Nágeli, debe tenerse en mucha
consideración), conviene, sin embargo, dejando aparte las teorías, que
los términos adoptados sean suficientes para distinguir las principales
formas.
Dujardin ha ideado tres términos para clasificar el grupo: i.^ Bade-
rtum, 2fi Vibrio y 3.® SpiriUium. Aunque después de Dujardin se halla
adelantado bastante en el conocimiento de estos organismos, resta todavía
mucho que hacer antes de que se realize definitivamente algo que sea
estable y satisfactorio. Es preferible quizás aceptar de momento estos
términos, pues bastan, con pequeñas modificaciones, para indicar todas
las formas que hasta hoy se han encontrado en la sangre. La corta des-
cripción que sigue bastará para explicar cuáles son las formas de este
grupo de organismos comprendidos bajo las denominaciones que noso-
tros aceptamos:
!.• Bacterias esféricas: pequeños cuerpos orgánicos, visibles tan solo
con la ayuda de instrumentos de grande aumento.
2.' Bacterias alargadas ó prolongadas: pequeñas varillas delgadas y
cilindricas.
3.* Vibriones: filamentos cortos, ondulados, dotados de movimientos
que revisten hasta cierto punto la forma de un espiral.
4.° Baccillus ó Vibriones Baccilli: filamentos cortos, delgados, de arti-
culaciones no manifiestas; cuando adquieren una gran longitud se hallan
descritos algunas veces bajo el nombre de filamentos de Leptothrix,
5.* Spiriüa: filamentos en espiral, muy finos, más ó menos flexi-
bles, dotados de movimientos de ternilloso de tirabuzón.
Debemos de paso hacer observar que pueden encontrarse ejemplares
de cada una de estas formas en el líquido muco-salival, que se segrega
en la boca de individuos en buen estado de salud.
11.
Bé aquí ahora la cuestión, tal como se presenta por sí misma. ¿En
qué condiciones los organismos que reúnen estos caracteres se encuen-
tran en la sangre? Pasteur admite que en el estado de salud se halla
completamente libre de ellos. Hé aquí sus propias palabras: «La sangre
de un animal en perfecto estado de salud no contiene nunca organismos
microscópicos ni sus gérmenesi) (1).
Por otra parte, dice Beale: eLa manifestación más elevada de la vida
se halla, según mi modo de pensar, penetrada por decirlo así por la ma-
nifestación más baja. No existe probablemente un solo tejido que esté
privado de estos gérmenes, ni se halla exenta de ellos la sangre de nin-
gún individuo:^ (2).
Parecerá extraño que una cuestión tan sencilla en apariencia no haya
podido ser resuelta todavía de una manera satisfactoria; que hasta su
(1) Comptes rendus, LXXXV, pág. 108, 46 JuUo 1877.
(3) DUease Gsnus, pág. 64, 1870.
30 LOS MlC»ÓFÍTOS DE hk SANGRE
solución parezca imposible y que observadores eminentes hayan llegado
en esta materia á conclusiones diametralmente opuestas.
Es posible que todos ellos se hallen en el verdadero terreno si, como
aseguran generalmente, muchos de estos organismos, sumamente te-
nues, pueden entrar en la circulación á través de los pulmones para
luego aparecer en los vasos quilfferos (y no cabe duda que las Bac-
terias pueden atravesar las membranas junto con los líquidos, de igual
manera que atravesarían las paredes de una vasija de barro ó cualquier
cuerpo poroso); es muy cierto, cuando menos, que su existencia en la
sangre de las personas en buen estado de salud es comparativamente de
corta duración.
Esta conclusión ha sido deflnitivamente admitida, gracias á las ob-
servaciones de gran número de patólogos. El Dr. Douglas Cuningham y
yo mismo pudimos convencernos, hace ya algunos años, de que las Bacte-
rias, los Vibriones, los Spirillum, etc., desaparecen rápidamente de la
sangre cuando han sido introducidos durante la vida, aun en número
considerable. Además: de cuarenta y nueve experimentos, que verifica-
mos para aclarar la cuestión, fueron examinados doce animales, á los que
se habia inyectado en las venas dichos organismos. A las seis horas fue-
ron hallados estos en las venas de siete de ellos, es decir, en un 58 por 100;
treinta fueron examinados á las veinticuatro, descubriéndose organismos
en catorce, ó en sea un 47 por 100, mientras que en diez y nueve mues-
tras de sangre extraída de animales inyectados de igual manera, de dos á
siete dias antes, tan solo se encontraron Bacterias, Vibriones, etc. en dos
de ellos, es decir, un poco más del 10 por 100, ó sea un 6 por 100 más de
los que habíamos observado en gran número de experimentos verifica-
dos en las mismas condiciones en animales que se hallaban en buen
estado de salud (1).
Es, sin embargo, evidente que, aunque la sangre pueda contener
constantemente un número más ó menos crecido de estos organismos,
no se acumulan en ella en grande cantidad, pudiendo afirmar, según ex-
perimentos que se han hecho, que su presencia de una manera aprecia-
ble es incompatible con un perfecto estado de salud.
Según se verá después, dichas observaciones no pueden aplicarse á
los parásitos que reconocen un origen al parecer animal. Puédese ade-
más afirmar que en ciertas condiciones patológicas, los micrófitos se
hallan generalmente presentes, aunque no de un modo invariable, sin
que su número guarde relación con la gravedad del afecto.
Dejando aparte los casos en que se han observado estos organismos
en las enfermedades de los insectos (á causa de la dificultad de poder
aislar dichos organismos délos que ya habitualmente se encuentran en
sus tejidos), puédese establecer definitivamente que ciertas formas de
Schizomycetes se han hallado en la sangre en dos enfermedades: en el car-
bunclo y en la fiebre recurrente. Pasteur ha sostenido recientemente que
á dichas enfermedades debe añadirse otra: la septicemia, y más recien-
(1) Cholera, A tapport of microtoopicál and phisiological re»earehea. iSTS Ser. t,
Appénd*-á. Eight annual repori af thesanitari eommUioner irth tke Gouvemement
oflnaiak
KOTIGtÁS GlBNTÍFtCAS. 81
tem^^te aun el Dr. Klein ha incluido otra: tal es la enfermedad «conocida
comanmente bajo el nombre de fiebre tifoidea del cerdo»
Han sido estas cuestiones estudiadas detenidamente por gran número
de sabios, y en la actualidad será difícil hallar un asunto científico que
haya sido objeto de estudios más minuciosos.
En el caso de resultar ciertas las conclusiones emitidas sobre la exis*
tencia de dichos organismos en la sangre, no nos es dado aun entrever
su importancia; pues, á ser justas tales hipótesis, la teoría y la práctica
de la Medicina sufrirían una transformación radical, y la acción futura
del Estado respecto á las enfermedades fuera objeto de grandes modifi-
caciones. Antes de pasar al examen de estas últimas cuestiones, haremos
una reseña rápida de los hechos más culminantes que nos han condu-
cido á la doctrina actual de las relaciones de las enfermedades con las
primitivas formas de los organismos, cuyo estudio tanto interés ofrece
á los médicos y á los botánicos. •
(Contintiará.)
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Tintttra de conyallarla en laa palpitaciones cardiacas parozismá-
ticas. — Aconsejada por fiotkin, ha sido recientemente empleada por Le-
monowsk, en un caso de palpitaciones cardíacas paroxismáticas, com-
plicadas con dolor que se irradiaba al brazo izquierdo. Después de haber
administrado, sin éxito, multitud de medicamentos, prescribió la citada
tintura á la dosis de 10 gotas, repetida cuatro veces al dia. A los ocho
días se obtuvo un resultado muy satisfactorio.— (Formiguera).
Elixir de bromuro potásico. — {Bulletin gen. de therapeutique.) — El
Dr< Moura, teniendo en cuenta los inconvenientes por todos observados
cuando se administran juntos el bromuro potásico y el jarabe de eorte*
zas de naranjas, inconvenientes representados por la repugnancia con
que lo toman algunos enfermos, su sabor amargo y aún su alteración,
recomienda el empleo de un elixir, cuya fórmula es:
Cortezas de naranjaslmandarinae'freseas.. • S,500
Alcohol á 90» '..... iO,000
Macérese dunnte seis semanas en un vaso cerrado y cuélese luego
sin expresión. El líquido obtenido se pone á 15'' y se añaden 350 gramos
de jarabe de azúcar y 80 de bromuro por cada litro. Hecho esto se mez-
clan muy bien y se filtra el total.
Cada cucharada grande contiene un gramo de bromuro, prescribién-
dolo Mouia á esta dosis en leche ó en una infusión teiforme.^(RoDRi-
GUEz Méndez.)
Precocidad notabld. -^ Henry Bodd (de Bellington), ha publicado la
observación de una niña nacida en 8 de Octubre de 1871, que empezó á
menstniar á los doce meses; al principio de un modo irregular, y á los
siete años, cada tres semanas. A ios ocho años y diez meses y medio pa-
rió un niño, de término, que pesaba 3 kilos y medio. El recien nacido no
presentaba nada extraordinario en su conformación; pero el pubis y las
axilas estaban cubiertas de pelo, y las mamas desarrolladas é ingurgita-
das de leche.— (FoRMiGUERA.)
á2 PUBLIGAGIO^S RECIBIDAS.
El acónito en la fiebre remitente. — De las observaciones recogidas
por el Dr. Gerald Bomford, concluye éste que el acónito en la fiebre re-
mitente posee las propiedades siguientes: 1/ Disminuye la temperatura.
2.' Disminuye la rapidez del pulso y aumenta su plenitud y fortaleza.
3.^ Limpia lu lengua y restablece las funciones digestivas. 4/ Provoca el
sueño. 5.^ Aumenta la cantidad de orina y disminuye la congestión de
los ríñones. 6.*^ Disifiinuye la perspiracion.— (R. Rovira).
Azúcar de leche: acción lazante. — Tiene escasa novedad lo pro-
puesto por Traube, pues nadie desconoce que las míeles y los azúcares,
á dosis conveniente, son purgantes. A pesar de ello, ya como recuerdo
de la ley enunciada, ya como un dato más que la confirma, apunto el
hecho, observado por dicho autor, de que la lactina es un laxante agra-
dable y seguro. Se disuelven de 3 á 5 cucharaditas del azúcar reducida
á polvo fino erí un vaso de leche ó de agua calientes y se toma por la
mañana. Dos ó tres horas después se manifiesta el efecto purgante. —
(Rodríguez Méndez).
SECCIÓN OFICIAL.
Inspectores y Sub-inspectores de dentista.— Real orden de 16 de Di-
ciembre derogando la del 16 de Mayo de 1876, en virru 1 de la cual se crearon
dichas plazas, y disponierdo que los profesores de Cirugía dental quedan su-
jetos á la inspección y vigilancia de los Subdelegados de Medicina.— Gacela del
19 de Diciembre.
Inhabilitación perpetua.— Real orden de 14 de Diciembre aprobando la
pena de inhabi'itaciun perpetua para cursar en los establecimientos de ense-
ñanza del reino al alumno de la Facultad de Farmacia D Eusebio Germán
Saenz y Hernando, por ofensas de obra al catedrático D. Pedro Lletget. — Ga-
ceta del 21 id.
Policía módica.— Circular de la Dirección general de Benefícencia y Sanl-
dady recordando el cumplimiento de ios artículos 11 y 15 del Reglamento de 24
de Octubre de 1873, pidiendo á ios Alcaldes la relación nominal de todos los
facultativos municipales de Meiicina, Farmacia y Veterinaria que presten ser-
vicios en cada pueblo; ordenando que den relación al Gobernador en los meses
de Julio y Enero de las alteraciones que ocurran en el citado psrsonal faculta-
tivo; y que ios Gobernadores, al remitir estas relaciones, manden otra en que
consten las alteraciones habidas en el personal de Subdelegados, con el objeto
de comprobar los.libcos que en la Dirección deben llevarse en virtud de lo
dispuesto en la Circular de 5 de Noviembre último.— Gace/a del 20 id.
iM^W^^t^hA^tAM^^S^k^t^^^^^^^^^^^^W^'W^^^M^^^^^^^^'N^^
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Manual de Anatomía descriptiva^ escritopara Médicos y Alumnos por el Doc-
tOR Roberto Hartmann. Traducción directa del alemán por los Dres. L. Góngora y
S. Cárdena í.— Cuaderno ?.•
Biblioteca económica de Medicina y Cirugía.— Cuaderno 24.
Oxythórapie, Application de 1* oxygéne au traitement Jes maiadies, par Charles
Belot de Regla.—Prlx: un franc— Paris, 1881.— Dos ejemplares.
Pbriódigos: Eco escolar Médico de Valencia.
<Si^
Tomo n. Nóm. 2. 31 Enero de 1882. Año n. Núm. 26.
Saceta Médica Catalana.
SUMARIO: Estudios clínicos, por^ Arturo Mimo li (concluirá).— La músiCA en sus relacio-
nes con la Medicina, por D. W. Tidol y Carete(eontinuacion).—A.natomía de los centros
nerviosos, por D.M. A. Vmrgmm (continuación).— Del ácido salicilico y sus compuestos, por
D. M. E. Moré 7 Barsit (continuación).— Coche para el transporte de heridos, por el
•r. K Rodricnes MendOBj— Revista de terapéutica, por elDr. I<. Formiffiíer».— Los
micrófitos de la sangre, por el Dr. T. Rleliard liOwis (continuscion).— NOTICIAS CIEN-
TÍFICAS: Convulsiones de los niños.— Poción con esencia de trementina.— Del fosfato de cal
en la tuberculosis --Sección 0(10101.— Publicaciones recUndUu.
ESTUDIOS CLÍNICOS.
GonsideracioneB sobre la fiebre perniciosa con motivo de algninos casos
de difícil diagrn6stico,
POR D. Arturo Masoti Arroyo.
El conocimiento de las enfermedades palúdicas se remonta á aquellos
tiempos en que la ciencia, meciéndose en la cuna de la infancia, deste-
llaba los primeros albores de su potente luz en la viciada atmósfera de
la superstición, acariciada por la envenenada brisa de la ignorancia.
Nada más extraño ni extravagante que la infínitud de teorías, la muí-
tiplicidad de opiniones emitidas desde entonces hasta ahora sobre el
agente palúdico, y que constituyen lo que pudiéramos llamar su monu-
mento histórico. Sin descender al estudio detallado de las distintas ver-
siones dadas sobre esta materia, solo diré que las varias etapas, que
forman su historia, han servido de jalones para llegar hoy dia, no la
perfecto conocimiento del agente palúdico, pues aun hay dudas sobre
esto, pero si á la verdadera noción sobre su naturaleza.
Que el paludismo es de origen parasitario, es una cuestión confirma-
da é innegable; un hecho de demostración, que no dá lugar á dudas y que
todos aceptan como verdad científica incontrevertible. Pero si bien hay
solidaridad de creencias en este punto, muéstranse disidentes las opi-
niones sobre cual sea el parásito generador de la enfermedad y cual su
evolución patogenésica, una vez en el organismo humano.
Aunque nada cierto pueda sentar sobre asunto de tan trascendental
interés, indicaré de paso que, aparte de los trabajos de Balestra y de Sa-
lisbury, el Baccillus malarioe de Klebs y Tommasi Crudelli, y el Oscillaria
malárica de Laveran, son los parásitos que se disputan la preferencia en
el actual momento científico, por más que todas las probabilidades se
muestren en favor del Bacdllus^ scbizomiceto no há mucho descubierto
en los lagos Pontinos, mediante una investigación prolija y escrupulosa.
De todos modos, como esta cuestión no desvirtúa el fundamento cientí-
fico sentado, debemos convenir en la naturaleza parasitaria del palu-
34 ESTUDIOS CLÍNICOS.
dismOy para llegar después al conocimiento de su evolución patogenési-
ca, punto oscurecido por las nieblas de la duda y sobre el cual va der-
ramando su divina luz el criterio experimental, armonizando la noción
teórica con el hecho clínico, único modo de que resulte la verdad cien-
tiñca. Por eso hoy, incansables paladines de la ciencia se esfuerzan por
demostrar que la infección palódica, como todas las infecciones, tiene
por razón patogenésica ciertos actos químicos conocidos con el nombre
de fermentaciones, toda vez que éstas encuentran en el organismo un
terreno apropiado para desarrollarse. Existiendo el parásito, que es un
fermento, y habiendo en el organismo materias fe rmentescibles, que son
condiciones indispensables para que se realicen los cictos fermentativos,
claro se está que la fiebre malárica es una fermentación llevada á cabo
en el líquido hemático, idea tanto más aceptable cuanto que los fenó-
menos, desarrollados por estas acciones químicas, están perfectamente
armonizados con los síntomas que presenta dicha enfermedad.
Si descendiera al terreno de las comparaciones y estableciese el pa-
ralelo entre los actos fermentativos y los fenómenos á que da lugar en el
organismo humano el elemento palúdico, probado quedaría la legitimi-
dad de este aserto, pues son muchas las razones que militan en pro de
esta teoría; pero como mi objeto es más limitado, apartóme de un todo
de este asunto, no sin dejar sentado que las fiebres infecciosas, en cuyo
grupo está la palúdica, no tienen más interpretación racional que la teo-
ría vitalista de las fermentaciones, formulada por Pasteur, Dumas, Bou-
chardat y otros, á la cual debemos rendir culto si queremos vivir en ar-
monía con lo que pregonan la razón y la experiencia.
Sentado este concepto, á todas luces evidente, puesto que el criterio
clínico no lo rechaza, vengamos á la cuestión principal objeto de este
escrito.
¿Qué diferencia existe entre el agente palúdico, que origina la fiebre
intermitente normal, y el que ocasiona la fiebre perniciosa? ¿Son gér-
menes distintos, aun desconocidos, ó son seres idénticos en diferente gra-
do de evolución? ¿Es la receptividad orgánica, en sus diversas gradacio-
nes individuales, la causa de que aparezcan ya una, ya otra forma de la
afección palúdica, ó consiste esto acaso en el número más ó menos con-
siderable de los gérmenes?
Hé aquí una cuestión por ahora bastante oscura y de solución difícil;
pero no deja de extrañar el que en ciertas comarcas en donde se padece
la malaria endémicamente, se obsérvela forma perniciosa cuando apenas
se registran casos de intermitentes normales y larvadas, y á la inversa:
puntos donde solo se manifiestan éstas sin revestir carácter de perni-
ciosidad. Yo bien sé que muchas veces las intermitentes normales dan
lugar á la perniciosidad con sus fatales consecuencias, y que en los paí-
ses paludianos se ofrecen á la observación ya una, ya otra forma de la
manifestación morbosa; más en éste, en que yo ejerzo, llevo asistidos á
multitud de enfermos afectos del paludismo, y, sin embargo, solo seis
han padecido intermitentes normales, hasta el punto de ser aquí las
fiebres perniciosas tan frecuentes casi como los catarros gastro-intes^
tíñales.
Esta particularidad me ha inducido á pensar que el agente palúdico,
ESTUDIOS CLÍNICOS. 35
generador de la enfermedad, no debe ser el mismo para todas las formas
con que se presenta la malaria, y apoyo mi creencia en que el parásito
productor de la fiebre intermitente, normal, por ejemplo, deberla conti-
nuar siempre obrando en el mismo sentido y produciendo idénticos fe-
nómenos, toda vez que es un fermento y los fermentos tienen propieda-
des fijas é invariables. Más satisfactoria seria la creencia de que estos
parásitos obran de distinto modo, según el grado de desarrollo en que se
encuentran; pero de ser así debieran presentarse simultáneamente todas
las formas del paludismo, y aunque esto ocurre muchas veces, aquí, sin
embargo, hay marcada predilección á la forma perniciosa, lo cual des-
virtúa el valor de esta suposición.
Si admitimos, por último, con Duberder, de Lorient, y Kunze, que la
perniciosidad está en razón directa del número de los gérmenes, trope-
zamos con el mismo inconveniente en la demostración clínica de este
aserto, puesto que es extravagante conceder que en esta zona se desar-
rollen siempre tan considerable número de gérmenes y que éstos obren
por igual sobre todos los organismos, sin que valga para nada la recep-
tividad orgánica, que no debe ser idéntica en todos los individuos. Hecho
tan original es por su misma originalidad increíble.
Estas consideraciones, que podrán ser gratuitas, pero que yo consi-
dero razonadas, me afirman en la creencia de que el fermento palúdico
es diferente para la forma perniciosa de la enfermedad, la cual reviste
en este país caracteres especiales dignos de tenerse en cuenta bajo el
punto de vista diagnóstico.
Por otra parte, admitida la semejanza del proceso infeccioso con los
actos fermentativos, es indudable que el fermento malárico, generador
de las intermitentes normales, debe ser distinto del que origina las per-
niciosas, puesto que éstas presuponen la existencia de una fermentación
mucho más activa y frecuentemente de funestas consecuencias, mien-
tras que las otras, no solo son compatibles con la vida, si que también
con la salud por un período de tiempo más ó menos largo, según las con-
diciones individuales. ¿Y hemos de admitir que un mismo veneno pro-
duzca tan opuestos resultados?
Sabido es que la perniciosidad está caracterizada por la exagerada
intensidad de uno de los estadios del proceso palúdico, ó por la presen-
tación de fenómenos patológicos alarmantes que se asocian á la fiebre;
más ofrece caracteres tan particulares en la manera de presentarse, en
su curso y terminación, que constituye un proceso tan desemejante de
la intermitente normal, que apenas si se sospecha muchas veces su na-
turaleza; ¡tan complexo es el cuadro sintomatológico que manifiesta en
la generalidad de los casos! Cuando veis, por ejemplo, á un enfermo aco-
metido de una fiebre altísima, en que el termómetro marca 40° ó 41°,
sobrecogido de un delirio incesante ó sumido en un coma profundo, y
miráis en aquellas facciones los signos de una terrible exaltación moral,
ó las huellas de un estupor marcado, y en este estado de sobre excitación
continua ó de adormecimiento absoluto lo sorprende la muerte, sin que
vosotros hayáis tenido siquiera tiempo para diagnosticar la enfermedad,
¿diréis aun que el veneno malárico, que origina este cuadro patológico
tan terrible; es el mismo que el que ocasiona la fiebre intermitente
36 ESTUDIOS CLÍNICOS.
franca? Cuando observáis á un febricitante entregado á una de esas es-
cenas patológicas, cuyos tristes episodios se revelan, ya por una convul-
sión tetánica ó cataléptica, ya por un dolor cardiáigico intenso que
amaga mortal golge sobre ese centro de la vida, bien por síncopes repe-
tidos, fatales remedos de la muerte, bien envuelto en una algidez cada-
vérica ó cubierto de sudor copioso, cual si las cataratas orgánicas se hu-
biesen roto, derramando sobre su piel copiosa lluvia, ¿diréis que el
veneno, que en estos casos infecciona la sangre, que la intoxica y consu-
me, es un veneno tan inocente como el de la malaria común? De ningu-
na manera.
Yo no niego que la receptividad orgánica obre por mucho eh la mten-
sidad de la fiebre, influyendo en su mayor ó menor malignidad; pero
también es raro sobremanera que en esta zona solo se padezcan fiebres
perniciosas en sus diferentes formas, lo cual está en abierta contradic-
ción con el hecho mismo de la receptividad orgánica, pues siendo esta
diferente en cada individuo, distinta debiera ser también la manifesta-
ción morbosa.
En vista de estas razones y de otras que reservo por no pecar de pro-
lijo, creo poder admitir que la fiebre perniciosa, si bien es una infección
de naturaleza palúdica, es producida por un veneno mucho más activo
y maligno que el que determina la intermitente normal.
Después de estas consideraciones, nacidas de la práctica, y que en
parte tienen relación con el tratamiento más ó menos activo, que deba-
mos emplear para combatir con algunas probabilidades de éxito la fu-
nesta marcha de dicho padecimiento, pasémosla la narración de algunos
casos clínicos verdaderamente interesantes, por si su estudio pudiera
servir de provecho á mis dignos comprofesores.
Observación 1/ — Fiebre perniciosa simulando una peritonitis puer*
p«raí.— Gregoria N., de treinta y dos años, multípara y de temperamen-
to sanguíneo, fué acometida de los dolores de parto en la noche del 1.*"
de Marzo del pasado año. Sometida á los cuidados de una comadrona, de
esas que se titulan aficionadas, esperó inútilmente la expulsión del feto,
hasta que á las 24 horas de continuo sufrir apareció en la vulva la ma-
no de la criatura. Incidente tan inesperado alarmó á la familia y ésta
reclamó mi asistencia facultativa. Reconocida la parturiente y diagnos-
ticada la posición del feto, intenté la versión, que fué imposible en aten-
ción á lo edematoso que estaba el brazo. Las contracciones uterinas ha-
bían cesado y el feto se hallaba muerto, según los datos negativos que
me suministró el estetóscopo y el tacto rectal. Ante esta situación eno-
josa pedí consulta, qne me fué otorgada.
En unión de mi distinguido compañero D. Pascual Molina, médico de
un pueblo vecino, procedí á la amputación de la extremidad braquial y,
expedita la vagina, pudimos después de grandes esfueizos practicar la
versión podálica y extraer el feto. £1 alumbramiento fué también arti-
ficial porque la matriz continuaba inerte; pero á pesar de esto no tuvi-
mos que lamentar contratiempo alguno. La hemorragia fué moderada y
el estado de la enferma relativamente satisfactorio.
Al depositarla en el lecho, experimentó algunas horripilaciones que
duraron dos ó tres horas con cortos intervalos. Manifestóse una fiebre
ESTUDIOS CLÍNICOS. 37
alta, cuya cifra térmica se elevó á 39 grados, sosteniéndose á esta altura
hasta la mañana siguiente en que remitió dos décimas. El flujo loquial
continuó siendo abundante; el vientre blando, depresible é indoloro,
mostrábase algo timpanitico y en la vulva presentóse una pequeña es-
cara gangrenosa de poca importancia.
En la tarde de aquel dia varió el cuadro sintomatológico por com-
pleto. Dolores abdominales insufribles, vómitos, cefalalgia y sed inten-
sa, pulso frecuente y duro (130), temperatura á 40*, delirio tranquilo y
facciones contraidas bajo la influencia del dolor, fueron los fenómenos
que se manifestaron.
Aquel conjunto de síntomas desplegados con tan extraordinaria ra-
pidez después de una calma aparente, prodújome bastante inquietud,
pues en mi concepto se trataba de una peritonitis general aguda ó re-
pentina, y para decirlo de una vez, de una peritonitis d'emblée.
Para sentar este diagnóstico, servíanme de fundamento la invasión
brusca de la enfermedad, la exagerada sensibilidad del abdomen y su
generalización por todo él sin limitarse á la región principal uterina,
punto donda se marca el dolor en la peritonitis generalizada, que era
con la que pudiera haberse confundido. Empero, atendiendo á las razo-
nes expuestas y recordando que, según Béhier y otros observadores,
las peritonitis generalizadas suponen un traumatismo uterino, estando
además sostenidas por alteraciones del útero y de sus anexos, alteracio-
nes que en la enferma á que aludo no se hablan revelado por ningún
síntoma positivo, fuese inclinando mi ánimo hacia el diagnóstico mani-
festado.
No ignoro la rareza de la peritonitis d^emblée relativamente á la pe-
ritonitis generalizada; pero en esta última enfermedad el dolor se ma-
nifíesta por irradiaciones sucesivas, á partir de la región sub- umbilical,
y la extensión de la flegmasía también se efectúa por etapas ó interva-
los más ó menos largos, mientras que en la peritonitis general sobre-
aguda no hay extensión progresiva del dolor, sino que todo el vientre es
invadido simultáneamente de un sólo golpe, sintiéndose la enferma tan
pronto de los lomos, como del epigastrio, de los hipocondrios, de la re-
gión uterina y, en una palabra, de todo el abdomen á la vez; y como esto
precisamente ocurrió á mi enferma, por eso formulé semejante diag-
nóstico.
Además, la timpanitis abdominal tan bruscamente desarrollada, el
delirio que se presentó, el escalofrió inicial que fué único y prolongado
y aquella ñsonomía contraída revelando el más acervo sufrimiento,
eran caracteres semeióticos bastante elocuentes para insistir en el diag-
nóstico preconcebido; ¿pero creéis que á pesar de la uniformidad de todo
este cuadro sintomatológico, padecía la enferma una peritonitis general
sobre-aguda? De ninguna manera; yo padecí un error porque descono-
cí la naturaleza de la enfermedad^ Aquellos síntomas efectivamente eran
la expresión de un proceso infeccioso, pero no era producido por el ve-
neno puerperal, como yo supuse, sino por el miasma palúdico. La prue-
ba la tenéis, en que después de administrar la quinina á altas dosis, me-
dicación que me es más simpática en los casos de peritonitis que las
otras medicaciones aconsejadas y quetodos conocéis, desapareció aquel
38 LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA.
cuadro tan alarmante, quedando la enferma sin síntomas objetivos ni
subjetivos y en completo estado de apirexia, después de la ingestión por
la boca de 4 gramos de la sal quínica, dados en el intervalo de 48 horas.
Repeti su administración á la dosis de 12 decigramos y todo quedó con-
cluido, entrando la enferma en una convalecencia franca al cuarto dia
de manifestada la enfermedad. ¿Creéis que si no hubiera sido una ver-
dadera infección palúdica, hubiese desaparecido como por magia todo
aquel terrible proceso perilonitico, que amenazaba tan de cerca la vida
de la pobre puérpera? Seguro que no, y por eso convendréis conmigo en
que lo que la enferma padeció^fué una fiebre perniciosa, que escogió por
teatro de sus manifestaciones la cavidad del vientre, simulando un es*
tado flogístico que de ninguna manera existia.
Hechos como éste, no son frecuentes por fortuna, pero revisten for-
mas tan raras las fiebres perniciosas, que quizá muchas de esas perito-
nitis, que se han yugulado en poco tiempo á favor de la sal de Pelletier,
y cuyas observaciones se han referido por la prensa médica, sean otras
tantas modalidades de la infección palúdica. Quizás el crédito que ha
adquirido dicho medicamento en la terapéutica de la peritonitis puerpe-
ral, sea debido á la naturaleza malárica que en muchos casos reviste
este padecimiento, particularmente en los paises que están bajo la in*
fluencia de la endemia.
Yo sólo sé deciros que el hecho fué tan extraordinario y raro como
grave en sus manifestaciones, y que es digao de atención bajo el punto
de vista práctico, por lo que me be decidido á molestaros con la narra-
ción de esta historia clínica.
(Concluirá,)
U MÚSICA EN SUS RELACIONES CON U MEDICINA. <»
Estudio especulativo, fisiológico, higiénico y terapéutico,
(Tesis del Doctorado)
POR D. Francisco Vidal y Careta.
ESTUDIO FISIOLÓGICO.
Audición. -Fisiologria comparada. -Efec' os en el hombre.
1.
Audición. ^^Com o mi tesis es más bien estudio de aplicación, sola-
mente indicaré lo más principal para dar orden al trabajo que estoy
haciendo.
Oido externo,-— El pabellón es órgano de concentración de las on-
(1) Continuación.- Véase el número 25.
LA. MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA. 39
das sonoras, y parece útil para juzgar de la dirección de los sonidos,
pues las personas que se llenan con cera sus circunvoluciones, están
desorientadas en cuanto á este punto. El conducto auditivo externo sir-
ve de medio de transmisión al sonido: 1.® por la corriente de aire
que existe en su interior; 2.^ por las paredes óseas y cartilaginosas que
le constituyen. Como de estos se propaga á los huesos de la cabeza y de
aquí al liquido laberíntico, este úUimo modo de transmisión es el me»
jor, pues ya se sabe que en medios sólidos es donde se propaga el sonido
con más facilidad.
Oido medio, — La membrana del tambor es un aparato de física desti-
nado á recibir del aire ó de las paredes del conducto las vibraciones
sonoras. Cuando el aire de la caja^ que lleva el mismo nombre, se en-
rarece, el exterior ejerce presión sobre la membrana, y hundiéndola en
la cavidad timpánica, la pone tensa y aumenta su convexidad. El mus-'
culo interno del martillo tiene una análoga acción. Bichat decía que es-
ta tensión tenia por objeto aumentar la energía del sonido, lo que con-
tradice las leyes físicas; pero Savart cree que es para disminuir el efecto
del sonido sobre ella (cuanto mus tensa está una membrana menos am-
plias son sus vibraciones) y menguar el efecto de ciertos sonidos desa-
gradables. La cadena de huesecillos sirve como tallo sólido para el cruce
de las ondas sonoras, y atraviesa una caja llena de aire, la caja del tam-
bor^ inútil en los peces, en los cuales las ondas sonoras se trasmiten
fácilmente desde el líquido ambiente al líquido laberíntico, necesaria en
los anímales de vida aérea, como aparato aislador, facilitando el paso de
las ondas de un medio gaseoso á un medio líquido. Las células maS"
toideas aumentan la cavidad timpánica. Ln trompa de Eustaquio, abrién-
dose no más que en cada movimiento de deglución, hace comunicar la
caja y el aire exterior, y á más equilibra la tensión del aire contenido en
ambas partes. La cuerda del tambor es un filete nervioso que atraviesa
la caja del mismo nombre, y, como se sabe, dirigiéndose á las glándulas
salivales, produce su secreción. Se ha dicho que el mismo efecto podían
determinar ciertos sonidos muy agudos, obrando sobre este filete por el
intermedio de la membrana á que está aplicado.
Oido interno. — Aquí es donde se ha trabajado más parañjarydar á
cada una de sus partes el valor que les pertenece. Se ha dicho que el ca-
racol^ con su lámina espiral (órgano de Cortí), sirve para percibir las
distintas impresiones musicales, y los tres conductos semicirculares para
percibir la dirección en que vienen los sonidos. Hemhollz, verdadera au-
toridad en la materia, dice: las fibras de Corti constituyen un verdadero
prisma que disocia los sonidos musicales, siendo reconstituidos inme-
diatamente por las terminaciones nerviosas de las fibras donde el con-
junto de vibraciones constituye una sensación auditiva única. Esta sen-
sación auditiva no es otra que la noción de los sonidos musicales.
Habiendo, según Kolliker, 3,000 fibras de Corti, más de 400 corresponden
á cada una- de las 7 octavas de los instrumentos de música, ó sea un gru-
po de 33 Va por cada semitono. Observando Hemhoitz que la diversidad
de impresiones percibidas no depende de la naturaleza de los agentes
exteriores, sino de la naturaleza de los diversos aparatos nerviosos des-
tinados á p3rcibir la excitación, por ejemplo, las leyes de la naturaleza
40 LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA.
de los colores, ha admitido en el ojo tres clases de fibras nerviosas cor-
respondientes á la percepción del rojo, del verde y del violado, siendo
por lo tanto las diferencias cualitativas de las sensaciones visuales re-
feridas á la diversidad de nervios que perciben estas sensaciones; asi-
mismo ba formulado para el sonido que, las diferencias de su cualidad,
es decir, altura, timbre, son debidas á la diversidad de fibras nerviosas
que reciben la sensación, y por cada fibra tomada aisladamiente no resta
más que las diferencias procedentes de la excitación.
II.
Fisiología comparada.*-' Estudiaré solamente la influencia de la mú-
sica en aquellos animales que se ha probado de un modo bien patente.
Entre los mamíferos, parece el perro gustar de un modo extraordina-
rio de ella; es tanto lo que le deleita que gime conmovido al oir un or-
ganillo, así como sale de la cocina para ir al salón en donde se verifica
un concierto, volviendo al sitio de donde partió una vez terminado. El
caballo no puede contener sus ímpetus al oir la trompeta, ajustando
siempre su marcha á la de la música. El buey se trastorna en su faena,
poniéndose lo más desalentado si su conductor deja de silvar ó cantar.
Al lobo le ahuyenta el cuerno de caza. El elefante se precia de tener el
oido delicado. Une sus rugidos al rumor de los tambores y trompetas,
habiéndose observado, en conciertos dados en el jardin de plantas de
París, en honor suyo, lo inteligente que es para la música. Se colocó la
orquestado manera, que no pudiera ser vista por los protagonistas. Al
oir los primeros acordes manifestaron sorpresa y recelo, pero pronto se
subyugaron por completo á su influencia. Por su manera de andar, ya
rápida, ya calmosa, en sus movimientos, ora bruscos, ora blandos, hu-
hiérase dicho que venían sujetándose á las ondulaciones del canto y del
compás. El león se enfurece al oir el. contrabajo y las notas graves.
Entre las aves hay muchas que, como sabemos, tienen la gran faci-
lidad de emitir ciertos sonidos, realizándose en un gran bosque anidado
por diversas de ellas el gran concierto de la naturaleza. Lizts lo ha que-
rido imitar en su leyenda, San Francisco de Asís predicando álos pájaros,
obra verdaderamente monumental, que prueba el valor de la música
descriptiva cuando hay genios que sepan manejarla. También la música,
y en particular la de motivos juguetones, contribuye á dar más anima-
ción al canto de las aves, como he tenido ocasión de observar distintas
veces.
Los reptiles, los saurios y ofidios tal vez representan los animales en
que más poder tiene la música, pues á las veces llega á dominarlos de tal
manera que quedan aprisionados en sus redes. Entre los saurios tene-
mos á la iguana, que, gracias á su influencia, olvida el instinto de la
conservación (como casi todos ellos) y feliz el salvaje que silba bien,
pues podrá impunemente acercarse al reptil, cuya carne dicen es muy
apetitosa. Entre los ofidios, la serpiente de cascabel queda bajo su in-
fluencia completamente aletargada. Chateaubriand reñere que, viajando
por el Alto Canadá, en unión de algunas familias salvages, invadió el
campo que ocupaban una enorme culebra; un canadiense se propuso
LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA. 41
maravillar á sus compañeros de viaje. El experimentador se fué acer-
cando cautelosamente al reptil, el cual, asi que le descubrió» empezó á
agitarse, se enroscó formando espiral, agachó su cabeza, hinchó sus car-
rillos, contrajo sus labios, descubriendo sus envenenadas y sangrientas
fauces. Una vez visto el peligro, el canadiense se vale de la flauta, y lo
mismo es ejecutar la más ligera melodía, el reptil empieza á sorpren-
derse á sus primeras notas, hasta que se subyuga por completo á su
canto. Entonces el canadiense ejecuta algunos sonidos suaves, aleján-
dose del ofidio y este no pudiendo resistir á sus encantos le seguia, lo-
grando así llevarlo lejos del campamento.
m.
Electos en el hombre.- Ante todo convendría saber por qué se llama
naturalista á David, demonio á Lizts, sensualista á Yerdi, poeta á Cho-
pin, etc. ¿Qué es lo que se indica con eso? Algo se querrá decir, pero yo
creo que serán ideas muy vagas. ¿Es que se quiere demostrar que dichos
autores han trasmitido á los sonidos su carácter? Algo de eso hay, más
no en sentido absoluto, puesto que la perfección es imposible, pues sien-
do el hombre el ser más voluble de la creación, hoy escribirá música
trivial, mañana se inspirará en la religión y nos dará una obra maestra
en este género. Nosotros no debemos tomarlo en este sentido, sino como
verdaderos fisiólogos, aplicar la música que signifique algo, esto es, que
su género se aisle perfectamente, sin atender á que sea de este ó del
otro autor y desechar laque por muy compleja no sirva de nada. O sino
¿qué sacaremos en hacer oir á un melancólico una marcha fúnebre? Es
muy probable empeore. En cambio, ¡cuánto mejor resultado nos daría
hacerle oir un motivo de danza!
Rambosson ha inventado una clasificación, fundada en la fisiología
de la música, qu3 si bien me parece incompleta, es digna de elogio. Es la
siguiente:
1.' Hay una música, que actúa especialmente sobre la inteligencia y
sobre el movimiento, y por consiguiente sobre los nervios locomotores.
2.* Hay una música, que obra preferentemente sobre los sentimien-
tos y sobre la sensibilidad, y por lo tanto sobre los nervios que de ésta
son conductores.
3." Hay una música, que obra á la vez sobre los nervios locomotores
y sobre los sensitivos, sobre la inteligencia y sobre el sentimiento, y esto
es, en general, lo que con más frecuencia sucede.
4.' Pero desde la música que obra más sobre la inteligencia y los
nervios locomotores, hasta la que obra más sobre los sentimientos y los
nervios sensitivos, hay una infinidad de grados, en los cuales cada gé-
nero encuentra su sitio correspondiente.
Esta clasificación peca, en mi concepto, de lacónica é incompleta,
dándonos solamente idea de un modo general del funcionalismo déla
música, sin decirnos cuál es el género capaz de impresionar los nervios
de la locomoción, cuál la délos sentimientos, siendo por otra parte de-
masiado complejo el uso que de ella hace respecto á su modo de obrar.
Voy á intentar desaparezca este vacío, sin confiar, ni mucho menos,
42 LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA IIEDICINA.
en haber hecho una clasificación perfecta, pues si en el estado actual de
la ciencia no hay ninguna que lo sea, ¿cómo lo voy á establecer yo en
una parte de ella que todavía está en embrión?
La clasificación que propongo es la siguiente:
CLASIFICACIÓN FISIOLÓGICA DE LA MÚSICA.
! Pueril.
Campestre.
Melancólica.
Fantástica.
Religiosa.
Binroniea / (Guerrera.
Medular.
Teatral | Dramática.
Locomoción. • • •<
( Danzante.
í Exaltante.
Sensibilidad. • • •<
(Deprimente.
Como se ve, divido la música en sinfónica y teatral, dando el nom-
bre de sinfónica á la que no necesita de ningún artificio para cautivar al
hombre, y el de teatral á la que se acompaña de ciertos accesorios para
demostrar mejor el drama de la vida humana. Desde luego se compren-
de la superioridad déla primera, puesto que se presenta más pura, con
más atractivos; estudia la naturaleza en si misma, sin menester para
deleitar de ningún artificio como requiere la segunda, y por lo tanto,
como médicos y fisiólogos, optaremos por la primera en todas nuestras
indicaciones, salvo el caso de algún hecho particular en que convenga
valemos de la segunda.
He dividido la sinfónica: en una que obra sobre el encéfalo (inteli-
gente, música de las pasiones), y en otra que dirige su acción sobre la
médula, ya sobre los nervios motores, ya sobre los de sensibilidad. Bien
sé que quizá aislo demasiado el poder del agente que estudio, más no
por eso me arredro, pues si hoy no se presenta con toda su claridad, tal
vez mañana con más adelantos se comprenderá mejor. Estudiando los
diversos géneros que comprende la sinfónica, procuraré demostrar lo ló-
gico de tal división.
El género pueril, por otro nombre sencillo, suave, etc., comprende
aquellas composiciones que cautivan sin dominar ni cansar nuestra
atención, esto es, que la voluntad no hace esfuerzo alguno para que
nuestra imaginación deje de estar el tiempo que quiera extasiándose
en su contemplación. Se puede decir que la miramos sin verla. Yo la
creo indicada para el descanso de todas las ocupaciones del hombre, asi
como para facilitar una buena digestión, etc. Muchos autores se han de-
dicado á este género de música, citando particularmente á Haydn, que
en todas sus composiciones hace campear los motivos más juguetones,
asi como á Mozart y otros.
Ya en un grado más elevado se nos presenta el género campestre. Es-
te permite á la imaginación mucho más vuelo, no contentándose como
la anterior con extasiarla sin herirla, sino que la eleva hasta el punto de
LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA. 43
dominar por completo á la naturaleza en toda su riqueza y esplendor.
Esta es la que ha permitido á sus adoradores el que se hicieran grandes
concepciones en su honor; jamás podrá olvidarse la Pastoral de Beet-
hoven, el Desierto de David, la Creación de Berlioz, el Poema sinfónico de
Meyerbeer. En todos los casos de melancolía, proceda de lo que proceda,
ya de nostalgia, ya de un amor contrariado, en la hipocondría so-
brevenida á consecuencia de enfermedades crónicas, está en mi concep-
to muy bien indicada.
Luego sigue el género melancólico. Este obra sumiéndonos en un esta-
do de postración y languidez, que solo él es capaz de producir, y deter-
mina casi el mismo efecto que cualquier ataque que se acompañe de
colapso. Aquí tiene su lugar conveniente la música fúnebre, entre la
cual descuellan las obras de Chopín, Beethovenj, Thalberg y todas las
que por su carácter triste, como Elegias, Nocturnos^ etc., se hayan inspi-
rado en tales ideas. Está indicada en individuos de temperamento co-
lérico, en ciertas monomanías, para dominar malos instintos, etc.
En penúltimo lugar coloco el género fantástico^ el género poético,
el que presenta la vida rodeada, de ñores, el que ha inspirado al pintor
sus cuadros y al poeta sus versos. Quien niegue la poesía en la música
de Chopin, que ha hecho verter lágrimas al más insensible de los hom-
bres, solo probará que carece de imaginación y que tiene el encé-
falo muy poco desarrollado. Muchas composiciones abundan en este gé-
nero, debiendo hacer especial mención de las de Lizts, Mendelssohn y do
las del genio del siglo diez y nueve, Rubinstein. Muy bien indicada está
en todos aquellos sujetos de temperamento linfático y carácter flemáti-
co, conocidos vulgarmente con el nombre de frios, así como sirve de
manantial á los artistas para que busquen en ella sus inspiraciones.
Por último, me ocupo del género religioso, diciendo de él que no hay
otro arte que nos lo pueda presentar con tanta verdad como la música.
Ninguno inspira el respeto, el recogimiento y |la veneración que ésta
inspira. Innumerables son los autores que han cultivado la música sa-
cra, y de dicho género abundan perfectas producciones, no estrañándo-
me por otra parte, pues antiguamente se puede decir que era el único
que se conocía. El arte religioso siempre conmemorará los nombres de
Alegri, Palestrina, Gounod, etc. Encuentra su indicación en todos aque-
llos casos en que el hombre se deja dominar por un sensualismo exa-
gerado, para cortar ciertas pasiones brutales, para inspirar la vir-
tud, etc., etc.
La música que dirige principalmente su acción sobre la médula, pu -
diera llamarse refleja. Esta, como se ha visto, la divido en una que obra
sobre los nervios locomotores, música rítmica, y otra sobre los de sen-
sibilidad. La que obra sobre los nervios locomotores, actúa exclusiva-
mente por su ritmo, sin obrar sobre la inteligencia ni sensibilidad; es
una música, que yo llamaría mecánica, siendo los efectos que produce
verdaderos actos reflejos, pues que nos vemos inconscientemente atraí-
dos hacia el ritmo que ella lleva. Sirva de ejemplo un paso doble ejecu-
tado por una banda militar. Se puede decir que casi nuestra voluntad
es impotente para obligar á nuestro cuerpo á seguir una marcha dis-
tinta de la que marca el compás. Comprende los géneros guerrero y dan-
44 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
7ante. Están indicados, aparte de ciertas monomanías, principalmente
en las neurosis.
La que obra sobre los nervios de sensibilidad preferentemente, aun-
que no se puede aislar también como la anterior, sin embargo, debemos
admitirla; ¿pues á quién de los mortales no le ha pasado lo que vulgar-
mente se conoce con el nombre de piel de gallina, al ser impresionado
vivamente por un canto ó poema sinfónico ejecutado magistral mente y
digno de tal ejecución? En este caso seria exaltante de la sensibilidad é
indicado en todos los casos de atonía nerviosa, siendo deprimente
cuando, al contrario, por ser la composición cansada, larga y peor eje-
cutada, produce tedio, hasta llegar, como el opio, á dar sueño, aún á los
mismos ejecutantes. Indicada está en los casos de excitación nerviosa.
£1 canto se puede decir que es el que impresiona más y mejor, consti-
tuyendo, por lo tanto, el primer género, y todas esas composiciones ma-
las, que nunca se acaban, por la razón que son malas, constituye el
segundo.
En cuanto á la teatral solo comprende el género dramático. Participa
de la acción de todas los demás, y por su complegidad no creo oportuno
su empleo, excepto en el caso de querer combatir el fastidio y tristeza,
y siendo más bien elemento de distracción y de solaz que elemento cu-
rativo. Está representada por ]a ópera, opereta, zarzuela^ etc.
No tengo necesidad de decir que vale poco mi clasificación. Me era
precisa, y sin esperanzas de haber adelantado un paso en el progreso
científico, he tenido que establecerla.
Gomo apéndice á esta sección, voy á reseñar el estudio que el Dr. Dogiel
ha hecho respecto á la influencia de la música sobre la circulación de ]a
sangre. Dice: 1.* La música tiene gran influencia sobre la circulación de
la sangre. 2.' Unas veces aumenta y otras deprime la presión sanguínea.
Estos efectos son debidos á la influencia que ejerce sobre la médula
oblóngada y los nervios sensitivos del oído. 3.^ El corazón late general-
mente por el estímulo de los ganglios auto-motores. 4.° La estricnina
aumenta los efectos de la música; el curare los amortigua. 5.^ Estos
efectos varían según el compás y tono de la música.
Dichos efectos sobre la circulación sanguínea debemos desde luego
admitirlos como posteriores á su acción primordial sobre el sistema
nervioso, sirviendo por otra parte de columna de apoyo para nuestra
clasificación.
(Continuarí.)
anatomía de los centros nerviosos, <*>
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
Ya en 166;1, Willis intentó una concepción general del modo de ser
de los centros nerviosos y admitió dos órdenes de fibras en los mismos:
(l) Continuación.— Véase el número 25.
ANATOlfÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 45
unas longitudinales ó divergentes, que van á terminar en las circunvolu-
cioneSy y otras transversales ó convergentes, constituidas por el cuerpo
calloso. Esta concepción de Willis, á pesar de su sencillez y á pesar de
expresar tan solo, por asi decirlo, el grosero aspecto del eje encéfalo-
medular y de estar fundada en hechos al parecer evidentísimos, fué
prematura y debia sufrir muchas oscilaciones antes no quedase demos-
trada, como lo está hoy, la certeza de su opinión acerca de las fibras lon-
gitudinales y transversales.
Malpighi y Vieusens, contemporáneos de Willis, se hicieron partida-
rios de sus doctrinas, que fueron admitidas como ciertas y trasmitidas
de generación en generación hasta principio del siglo actual, en que, re-
mozadas y aumentadas por Gall y Spurzheim, las presentaron estos au-
tores con mayores detalles en sus notables trabajos sobre el sistema
nervioso. Señalaron en las fibras divergentes, extendidas desde la mé-
dula á la sustancia cortical, los pedúnculos inferiores del cerebelo, como
propios de este órgano, y las pirámides anteriores como peculiares al
cerebro; y en las convergentes, cuyo trayecto es desde la sustmcia cor-
tical de un lado á la del otro, la protuberancia y pedúnculos medios del
cerebelo para este, el cuerpo calloso y las comisuras para el cerebro.
Pero luego Tiedeman pretendió demostrar que el cuerpo calloso no
era tal comisura inter-hemisférica, sino la prolongación de los pedún-
culos unidos en la linea media. Gomo consecuencia, la sistematización de
Willis no podia ser cierta y solo podia haber en los centros nerviosos una
categoría de fibras: las fibras longitudinales. Los excelentes trabajos de
Foville, confirmados por Cruveilhier, vinieron también en contra de la
opinión de Willis, y el cuerpo calloso dejó de ser una comisura inter-he-
misférica, y el sistema de fibras convergentes y divergentes, que por
tanto tiempo habia prevalecido en la ciencia, que tantos trabajos y doc-
trinas originara y que sirviera de apoyo á numerosas cuestiones de Fi-
siologia y de Patología, se disipó como por encanto, dejando suspensas
en el aire y abandonadas á su propio peso, numerosas especulaciones
científicas, hijas suyas legitimas y por ella sustentadas hasta entonces.
£n nuestros días ha sido al parecer confirmada de una manera defi-
nitiva la idea de Willis acerca del cuerpo calloso, pero como final de
cuentas, resulta evidente que este autor no se fundó entonces en datos
positivos y que adivinó, más bien que basó en hechos, su doctrina. Cual
acertó, pudo haber errado: esto ha sucedido á muchos, á pesar de su
grandísimo talento y buen criterio, con grave perjuicio de la ciencia y
sus cultivadores.
Pero estos conjuntos presentados así grossomodo^ son tan solo el ger-
men de lo que debe ser la verdadera sistematización de los centros ner-
viosos. No basta decir que hay un grupo de fibras convergentes y otro
de fibras divergentes: es necesario describir los haces que forman las
mismas, estudiar su trayecto, su situación y las partes que ponen en
comunicación.
Decir que las fibras nerviosas del eje encéfalo-medular forman un
aparato primordial y otro secundario, constituido el primero por las fi-
bras longitudinales y el segundo por todas las demás que unen trans-
versalmente las dos mitades en que están divididos los centros nervio-
48 anatomía de los centros nerviosos.
sos, como lo hacen algunos autores contemporáneos, y entre ellos Sap-
pey, es repetir con distintos vocablos las ideas de Willis, de Gall y de
Spurzheim.
La sistematización, útil á la Fisiología y á la Patología, ha de ser hoy
por hoy aquella que describa los haces de fibras de una manera topo-
gráfica, si vale expresarse asi, sin prejuzgar de una manera absoluta las
funciones que cada uno desempeñe. Las agrupaciones y síntesis que se
bagan han de ser puramente anatómicas.
No faltan conatos de sistematización, parciales unos, generales otros.
Ninguno puede ser perfecto, porque varios puntos están aun en discu-
sión; pero sí suficientemente útiles para ofrecer gran ventaja su estudio
y supeditar ya en gran parte la descripción empírica.
Luys, adelantándose á la ciencia, ha presentado una obra de siste-
matización completa de los centros nerviosos. No queda en su libro fibra
que no se sepa á punto fijo en dónde comienza y en dónde acaba. Par-
tiendo de las masas centrales del encéfalo, admite dos grupos de fibras:
unas que vienen de la eUremidad medular y otras de la superficie cor-
tical; las primeras forman el sistema de fibras convergentes inferiores; las
segundas el sistema de fibras convergentes superiores; unas y otras van á
parar, como á un centro común, á los núcleos opto-estriados. Gomo sobre-
puesto al sistema convergente inferior, describe el aparato cerebeloso^ y
finalmente, el sistema de fibras comisurantes, extendido de una á otra
sustancia gris en toda la longitud del eje.
No solo nos indica el trayecto y la superposición de las fibras, sino
que forma grupos y sistematiza asimismo la sustancia gris, en conso-
nancia con sus descripciones de la sustancia blanca, y presenta en los
centros nerviosos una serie de aparatos completos y perfectos.
Luys no ha encontrado obstáculos en el estudio de la Anatomía de
los centros nerviosos. Es verdad que, con un afán de resolverlo todo,
cuando no han hablado los hechos, ha hablado su fantasía, y las inven-
ciones hipotéticas sustituyen en muchos puntos la falta de conocimien-
tos sólidos. Bajo una idea preconcebida, que pedia haber sido fecunda
si no hubiese sido exajerada, ha prescindido de los estudios que estaban
en contradicción completa con sus doctrinas y de los hechos que de-
muestran palpablemente la falsedad de algunas de sus afirmaciones.
Desde su primera publicación, ha seguido Luys sus pacíentisimos es-
tudios con una constancia y sagacidad admirables, y macho le deberán
á este autor la Anatomía, la Fisiología y la Patología de los centros ner-
viosos. £1 método, que ha seguido en sus estudios, no podia menos de
darle resultados, y si bien es cierto que en sus obras campea en gran
manera la imaginación, también abundan los datos positivos y la cien-
cia de observación.
La obra de Luys sobre el sistema nervioso, no es obra de la ciencia,
es obra suya por haberse adelantado á ella. ¿Confirmará la ciencia sus
doctrinas? Si acaso, les toca esperar la época del perdón, pues actual-
mente muchas de sus creencias están ya firmemente condenadas.
Otro autor, de allende el Rhin, se ha consagrado muy especialmente
á un estudio de esta naturaleza sobre los centros nerviosos, recogiendo
muy opimos frutos. Es Meynert, quien ha publicado numerosos traba-
anatomía de los centros nerviosos. 47
jos sobre la Anatomía razonada de los centros nerviosos, trabajos que,
dada su precisión y novedad, han sido el incentivo de numerosas com-
probaciones de parte de varios centros científicos y de algunos hombres
de estudio, resultando confirmadas en su mayor parte.
Muchos puntos de la histología de los centros nerviosos han sido
aclarados por las investigaciones de Meynert, y muchos detalles de tex-
tura y de trayecto de fibras quedan definitivamente establecidos.
También Meynert ha sistematizado y ha establecido cuatro grupos
en la sustancia gris del eje encéfalo-medular. Ha agrupado la sustancia
blanca y ha descrito en una síntesis su esquema de proyección^ formado
por tres órdenes de fibras: /í&ras ¿6 proi/cccion de primero^ de segundo y
de tercer orden: completando esta sistematización con Irs fibras comisu-
rantes y las fibras de asociación. Meynert ha ido formando su obra lenta-
mente y aun no la ha terminado. A medida que ha comprobado un nue-
vo hecho ó ha descubierto el trayecto de un nuevo fascículo de fibras,
ha añadido una piedra más á su edificio. No se ha precipitado, ni ha
querido forzar el paso, presentando de una vez un conjunto acabado y
perfecto. Donde ha encontrado una interrupción se ha detenido, aunque
alguna vez haya dado una escapada al terreno de las interpretacio-
nes. Ha analizado primero, ha sintetizado después. Por eso sus doctri-
nas han resultado bastante sólidas y sus escritos están llenos de ver-
dades.
Las investigaciones de Meynert han sido vulgarizadas con notable
claridad por Huguenin en su obra de Anatomía de los centros nerviosos,
y sirven ya de base con notable éxito y prácticos resultados á muchos
estudios de Fisiología y Patología.
La sistematización de Meynert tiene el notable mérito de ser pura-
mente anatómica. No prejuzga el modo de verificarse una función, ni
está basada en concepciones teóricas. Indaga y busca la comprobación
de los hechos en las mejores fuentes, y los factores descritos, lo son in-
dependientemente de la función que desempeñan y reciben su nombre
en las pilas bautismales de la Anatomía.
Sin embargo, no se abstiene de hacer consideraciones fisiológicas,
que podrán ó no ser ciertas, pero la Fisiología no sojuzga á la Anatomía,
y sus descripciones tienen vida propia é independiente. Al revés de
Luys, que en busca de una Anatomía para una Fisiología preconcebida,
ha hecho su obra de tal modo, que si se quita la función, casi desapare-
ce el órgano.
Si antes he dicho que esta parte de la Anatomía en nuestras obras
clásicas, en las cuales se estudia aun en su período descriptivo, era
agradable, pero algo estéril, ahora diré que la Anatomía de sistematiza-
ción es tan sabrosa y tan útil, aun dada su imperfección, que causa gran-
dísimo deleite ir tocando las numerosas aplicaciones que tiene á la Fi-
siología y á la Patología. Estudiar la Anatomía descriptiva de los cen-
tros nerviosos, es contemplar una ciudad desde un globo; estudiar la
Anatomía de sistematización, es pasearse por sus calles y penetrar en
sus palacios y viviendas. Lo primero podrá ser más vistoso y agradable»
pero lo segundo es más real y práctico.
Por más que fuese muy satisfactorio creer que es posible hoy una
48 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
sistematización completa de los centros nerviosos, es de necesidad re-
cordar que faltan aun muchos elementos para ello. Ofrece realmente
una perfección relativa la Anatomía razonada de la médula, pero en el
bulbo, en la protuberancia, en e 1 cerebelo y en el cerebro, quedan aun
muchos puntos oscuros. Solo citaré dos ejemplos, en alto grado demos-
trativos, por referirse á factores notables y que por su tamaño é impor-
tancia no presentan la delicadeza de otros más insignificantes. Meynert
mismo declara que no se conoce en que punto de la cubierta cortical
van á terminar los pedúnculos cerebelosos superiores. Los cuerpos res-
tiforraes, según Meynert, después de su trayecto al través del bulbo,
irian á continuarse con los cordones anteriores de la médula; según
Sappey y el anotador de Huguenin, Duval, se unen el de un lado con el
del otro en el espesor del bulbo por intermedio de las fibras arciformes,
y el mismo Huguenin cree que una pequeña parte de las fibras se con-
tinúa con los cordones anteriores y que las demás, después de atravesar
las olivas, se entrecruzan con las del lado opuesto para penetrar en el
funiculus cuneatus et gracilis. Como estos, son muchísimos los ejemplos
que podría citar, aparte de algunos otros puntos tan oscuros, que ni
siquiera en discusión entran. La sistematización, pues, no puede ser
completa, mientras no se conozcan estos factores. Creerlo y practicarlo
de otro modo seria prejuzgar.
En el estado actual de la ciencia es oportuna y útilísima una tenta-
tiva de sistematización de los centros nerviosos. Una realización defini-
tiva^ seria prematura y arriesgada.
(Continuará.)
CONTRIBUCIÓN Al ESTUDIO DEL ACIDO SAIICILICO Y SUS COMPUESTOS; <*>
en particular del sallcilato sódico en el tratamiento del reumatismo,
POR D. M. E, Moré y Bargit,
Médico de la Casa de Lactancia y Caaa^unade Barcelona.
SalicilatoB.— Después del estudio más ó menos completo que aca-
bamos de hacer del ácido salicilico, es necesario detenernos algo en sus
compuestos, los salicilatos, para demostrar algunas de sus propiedades
químicas. De paso diremos que en la terapéutica interna son más im-
portantes estos últimos que el ácido salicilico y que con justa razón han
adquirido hoy el lugar que les corresponde en sus muy notables aplica-
ciones.
El número de salicilatos que hoy se conocen es bastante conside-
rable para que de todos hagamos una detenida historia de su descubri-
miento, producción, usos etc., y nos detendremos á decir algo de aquellos
que más interés ofrezcan en la práctica de la medicina. Hay algunos
entre ellos, como el de sosa, el de hierro, el de quinina, etc., cuyo uso es
(1) Continuación, -Véase el número 25.
ÁCIDO SALICÍLIGO Y SUS SALES. 49
bastante recomendable, particularmente el primero; pero hay otros como
el de cal, por ejemplo, de menor interés en el tratamiento de las enfer-
medades.
Como todos los ácidos, el salicflico, se combina con la mayor parte
de cuerpos que con él se ponen en contacto, formando sales solubles ó
insubles y de mayor ó menor utilidad en el tratamiento de las enferme-
dades en que se encuentran indicados.
Los salicilatos han sido estudiados principalmente por Cahours,
Piria, Broun, Maury, Senator, etc., etc., y los principales compuestos
del ácido salicilico son: el salicilato de sosa, el de quinina, el de zinc, el
de litina, el de amonio, de cal y otros que seria prolijo enumerar.
El salicilato de sosa es un cuerpo blanco, pulverulento, que crista-
liza en agujas sedosas muy higrométricas: es sumamente soluble en el
agua en la cual se disuelve sin esfuerzo alguno y sus disoluciones acuo-
sas adquieren con el tiempo una coloración parda más ó menos oscura;
su sabor es dulce y, después de ingerido, deja en la boca una sensación
de frescura que dura poco tiempo, sin producir por esto ningún fenó-
meno desagradable.
El procedimiento de obtención, según Buss, es el siguiente: se toman
12'8 partes de ácido salicilico, se disuelve en 50 partes de agua desti-
lada por medio de 8 partes de bicarbonato sódico; se toman además 3*2
partes de ácido en 80 partes de agua destilada de canela, se mezclan
luego ambas disoluciones añadiendo la cantidad de agua necesaria para
obtener 460 partes de liquido. Este procedimiento, tan útil como inge-
nioso, sirve, según puede comprenderse, para obtener una disolución
de salicilato de sosa cuando este cuerpo no se tenga preparado de ante-
mano. Según puede recordarse, este procedimiento es el que hemos dicho
antes, acorta diferencia, que sirve para hacer soluble el ácido salicilico,
formándose en este caso el salicilato de sosa. Pero para obtener este
cuerpo en estado sólido es necesario saturar el ácido por medio del bi-
carbonato de sosa evaporando la disolución hasta sequedad y haciendo
luego que cristalice en el alcohol hirviendo. Para esta operación es ne-
cesario emplear los cuerpos en las siguientes proporciones: 141 gramos
de bicarbonato de sosa por i gramo de ácido salicilico.
El salicilaio de quinina, estudiado por Graham Brovvn, en Inglaterra,
es una sal que ha sido objeto de numerosos estudios por parte del doctor
Antonescu. Este cuerpo es cerca una cuarta parte menos activo que el
sulfato de quinina, de modo que para obtener con el salicilato los mis-
mos efectos que con el sulfato se necesita 1*24 gramos, mientras que de
sulfato basta con un gramo: las proporciones en peso de ambas sales
son las siguientes: el salicilato contiene 7042 por 100 de quinina y 29*88
de ácido salicilico, mientras que el sulfato de quinina contiene 87 por
i 00 de la base y 13 de ácido sulfúrico.
El salicilato de quinina puede obtenerse fácilmente por precipitación
del siguiente modo: sobre una disolución de sulfato ácido de quinina
se vierte otra de ácido salicilico ó de salicilato de sosa en cuyo caso se
forma yn precipitado insoluble en el agua: este precipitado se trata
varias veces por el agua, y después de desecado convenientemente á un
calor suave se obtiene el salicilato de quinina en forma de brillantes y
50 Acido salicílico y sus sales.
finísimas agujas. Este cuerpo, como ya hemos dicho, es completamente
insolublo en el agua, poco en el alcohol; en esta disolución no puede
añadirse ácido sulfúrico como en el sulfato básico de quinina porque
entonces se convertirla en este cuerpo.
El salicilato de zinc es un cuerpo del cual hizo ya mención Gerhart.
Para obtenerle se mezcla ácido salicílico con agua, en una cápsula de
porcelana; ésta se calienta, y sin aguardar á que se haya enfriado por
completo la disolución se vierte poco á poco óxido de zinc diluido en
una corta cantidad de agua, desde cuyo momento empieza la combina-
ción. Cuando se observa que hay un ligero precipitado de óxido de zinc,
después de haber hecho hervir la mezcla, se suprime la adición del
mismo. Luego esta se filtra, y por el enfriamiento cristalizad salicilato
de zinc en forma de largas agujas, obteniéndose así un producto extraor-
dinariamente blanco. Las aguas madres concentradas á un calor
suave dan todavía más salicilato de zinc.
Este producto puede prepararse también con el hidrocarbonato en
lugar del óxido de zinc, pero la operación es más larga á causa del gran
número de lociones que exige.
El salicilato de zinc es soluble en el agua hirviendo y por enfria-
miento cristaliza en largas y blajja«nrarato>^dosas, muy brillantes.
Su sabor es azucarado, Inegoj^^^Qwo y Séwpí^^amargo: 5 partes de
esta sal se disuelven en lOO/uáPLes^K^S^uiTála tíimeratura de 20 c: en
el alcohol y en el éteres m^8oluhla,^^59^evápiracion de estas dis-
tintas disoluciones se depdeita eíriorma de aguja|;^e se agrupan al re-
dedor de un centro /^nmnn-Vfe'ngAhT>^^j^ ia_pgflngfc de trementina y en
el sulfuro de carbono el cuahio^ fé^fgá^T^jf^aj^runo. pequeña cantidad
cuando llega á la ebullición, cai!Tidra gao -tTSandona luego cristalizada
por la evaporación. El ácido clorhídrico v el nítrico le atacan con difi-
cultad, pero el ácido sulfúrico le disuelve sin colorearse si la sal es
pura.
El salicilato de zinc es precipitado en blanco de sus disoluciones por
el amoníaco por exceso del cual se redisuelve el precipitado.
Con esta ligera reseña que acabamos de hacer de los salicilatos, po-
demos observar que cuando se hallan en completo estado de pureza,
presentan todos un color blanco, bajo la forma de agujas cuando son ob-
tenidos por evaporación de los líquidos en que se encuentran y bajóla
forma pulverulenta cuando son obtenidos por precipitación.
Según puede deducirse por lo expuesto anteriormente, no todos los
salicilatos son completamente solubles en el agua, sino que en algunos
de ellos, lo mismo que en el ácido salicílico, es conveniente añadir al-
cohol, algún ácido, etc., para verificar la disolución. El salicitado de
sosa es completamente soluble en el agua fria; el salicitado de zinc ya
hemos visto que es bastante soluble en el agua á cierta temperatura; el
salicilato de quinina es completamente ínsoluble, necesitando, para di-
solverlo, el auxilio del alcohol ó de ciertos ácidos, lo mismo que el sul-
fato de quinina; el salicilato de cal es también soluble en la proporción
de un 4 por 100 de agua.
Las principales reacciones que permiten descubrir la presencia del
ácido salicílico sirven al mismo tiempo para descubrir la de los salici-
ÁCIDO SALICILICO Y SUS SALES. 51
latos. El salicilato de sosa toma una coloración verde con el sulfato de
cobre, mientras que esta misma sal produce una coloración azul ver-
dosa con el ácido salicílico.— El nitrato de plata en contacto con los sa-
licilatos alcalinos forma un precipitado blanco de salicilato de plata in-
soluble, lo cual no sucede con el ácido salicílico puro.— El acetato de
plomo como reactivo, nos dá los mismos resultados que el anterior.—
Cuando en una solución acuosa de ácido salicílico se añade el carbonato
de cal, se obtiene el salicilato de la misma base disuelto en el agua:
mas si á esta disolución, caliente y azucarada, añadimos otra de cal
en las mismas condiciones, aparecerá en seguida un abundante preci-
pitado de salicilato neutro de cal, casi insoluble en el agua
Si en una disolución de salicilato de zinc se añade sulfhidrato amó-
nico, se precipita en polvo blanco el sulfuro de este metal, quedando en
disolución el salicilato de amonio.
Por fin, todos los salicilatos presentan lo mismo que el ácido sali-
cílico, la coloración violeta más ó menos intensa y característica, con
las sales de hierro.
ni.
ACCIÓN FISIOLÓGICA Y TERAPÉUTICA.
Addo aaUcllico.— El ácido salicílico lo mismo que sus derivados sa-
linos, son empleados en el tratamiento de las enfermedades internas y
externas: su uso en unas y en otras, puede casi asegurarse que se halla
limitado en las afecciones febriles é infecciosas, empleándose particu-
larmente en la práctica déla cirugía el ácido salicílico más que los sa-
licilatos y en la práctica de la medicina, éstos con preferencia al ácido.
Sin olor y sin sabor, el ácido salicílico puede tomarse sin ninguna
repugnancia á corta dosis; cuando su cantidad es un poco elevada, por
ejemplo, de 3 á 4 gramos, se observan inmediatamente sus efectos
irritantes en las fauces, exófago y mucosa gástrica; estos efectos de irri-
tación pueden tener distinta intensidad, pues además de la acción del
medicamento deben tenerse en cuenta los hábitos del individuo y la pre-
disposición del mismo á la irritación de dichas partes. Sin embargo, hay
quien asegura que este efecto no es debido al mismo medicamento en
estado de pureza, sino á la presencia del ácido fénico procedente de su
preparación. Otros, entre los cuales soy del mismo parecer, atribuyen
dicha acción á efectos propios, puramente irritantes, del mismo ácido,
únicamente que esta irritación, en igualdad de condiciones, es más in-
tensa, cuando el ácido salicílico va acompañado de ácido fénico.
Soy de parecer que el ácido salicílico puro tiene efectos verdadera-
mente irritantes, porque he tenido ocasión de usarlo en su verdadero
estado de pureza en individuos, predispuestos unos y otros nó, á irrita-
ciones de las fauces, exófago, etc.; mientras que en otros, sin embargo,
dichos efectos no se han observado. De modo que los que fuman en ex-
ceso, los amantes del alcohol, picantes y salados, los predispuestos á
enfrianriientos y á anginas, etc., notan mucho más los efectos irritantes
del ácido salicílico, que aquellos que no se encuentren en dichas con-
52 ÁCIDO SALIClLICO Y SUS SALES.
(liciones. SÍn embargo, como que el ácido salicílico por sí ya es irritante,
como que muchas veces lleva ácido fénico procedente de su preparación
y como son pocos los individuos que no se encuentren en una ú otra de
las condiciones anteriormente expuestas, es necesario usar interior-
mente con mucha cautela dicho cuerpo, cerciorándose antes del estado
de dichos órganos y de los hábitos del enfermo.
Sea como quiera, el caso es que los efectos de irritación y aun á veces
de intoxicación que se han observado en algunos individuos, se notan
siempre con mayor ó menor intensidad, únicamente que la irritación
será menor cuando el ácido salicílico sea verdaderamente puro, y cuanto
mayor sea su impureza, mayores serán también sus efectos irritantes, y
esta irritabilidad, según ya hemos dicho antes, correrá pareja con la
impresionabilidad del enfermo sugetojá su empleo.
En mi clínica particular he tenido varias veces ocasión de emplear el
ácido salicílico en distintas afecciones, y antes de que el enfermo empe-
zara á tomarlo, he tenido siempre buen cuidado de verificar el ensayo
con el hipoclórito de sosa: con este cuerpo se obtiene á veces una colo-
ración azul ligera característica de la presencia del ácido fénico en el
salicílico, y cuando esta coloración no se obtiene es una prueba evidente
de la pureza del ácido salicílico. Pues bien; á pesar de esto, he notado
siempre mayor ó menor irritación, según la dosis, las tomas y el tiempo
que lo tomaba el enfermo.
Personalmente y en varios otros individuos tengo observado que,
introducido este polvo en la boca, causa una sensación de escozor y pi-
cazón en el fondo de la misma, desarrollando, á veces, ligeros accesos
de tos, sintiendo á todo lo largo de la laringe, exófago y estómago una
sensación quemante más ó menos intensa y duradera y según lacanti*
dad de ácido ingerido, semejante á la que se observa cuando se ha to-
mado cierta cantidad de agua demasiado caliente.
Cuando el ácido salicílico se toma en polvo seco se adhiere fuerte-
mente á las mucosas con que se pone en contacto, por cuyo motivo se
desarrollan fenómenos reflejos que provocan la contracción del exófago
y hasta vómitos bastante pertinaces y penosos. Pero tengo observado
que, en disolución en el agua, puede tomarse mayor cantidad sin que se
produzcan estos fenómenos anormales, lo cual tal vez será debido á la
cantidad de alcohol que ha entrado en su disolución ó á cualquier otro
cuerpo que lo haya convertido en salicilato. Sin embargo de esto, y á
pesar de tomarlo en disolución, alguna vez produce dichos efectos,
aunque no con tanta frecuencia, pues un enfermo á quien le administré
dos gramos de ácido salicílico en disolución con alcohol, no había con-
cluido todavía la poción cuando se le presentaron vómitos precedidos
de quemazón y plenitud en el estómago.
El ácido salicílico parece que tiene una acción electiva sobre los cen-
tros nerviosos y en particular sobre el cerebro, pues cuando se toma
en cantidad algo crecida ó durante muchos días seguidos, se presentan
fenómenos de congestión cefálica. Cuando desarrolla toda su acción, so
nota una cefalalgia frontal de bastante intensidad, presentándose alte-
raciones de la vista y del olfato, sordera con ruido considerable, cara
congestionada, sensación de plenitud y pesadez en toda la cabeza; fenó-
COCHES PARA ÉL TRASPORTE DE HERIDOS.
53
menos todos que, por lo regular, son de corta duración y vuelve todo á
SU estado normal desde el momento que cesa la administración del me-
dicamento.
Cuando este cuerpo se toma á la dosis de 0*50 centigramos á 1 gramo,
estos fenómenos de congestión no se observan, y si acaso tienen poca
intensidad; pero aunque sea tomándolo acorta dosis, si se prolonga su
administración durante muchos dias seguidos se presentan de la misma
manera.
Si se administra este cuerpo á dosis muy crecidas, sus efectos son
también de mayor consideración, pues en cierto número de casos ha lle-
gado á producir la muerte; pero esto ha sucedido cuando su dosis ha
llagado á 8, 10 y más gramos al dia, lo cual demuestra que el ácido sa-
licílico es un cuerpo peligroso de manejar.
{Continuará,)
COCHE PARA EL TRANSPORTE DE HERIDOS,
POR EL Dr. Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona.
El grabado que acompaña á este articulito representa exactamente el
nuevo medio de conducir enfermos, inventado por Ricardo Bithorn, de
Berlín. Su autor le llama Coche para transportar militares enfermos, ha-
ciendo preceder este titulo de la palabra modificaciones ó innovaciones, y
lo destina tanto para los heridos graves como para los leves, ya para una
Fig. 4.
sola de estas clases, ya para las dos á la vez. La disposición interior del
vehículo permite sirva para los varios objetos indicados.
La caja del coche se halla dividida longitudinalmente en dos mitades
iguales y que entre sí tienen la bastante independencia, no solo en lo re-
lativo al mecanismo de los bancos que pueden servir de asiento y que
54 REVISTA DÉ TERAPÉUTICA.
están colocados en la parte inferior, sino también en lo concerniente á
la colocación de las camillas. Abiertos los asientos, ni molestan á los pa-
cientes, ni dificultan los cuidados que les son necesarios.
£1 suelo del coche está dividido en tres porciones: una anterior y
otra posterior, colocadas en plano más bajo c, c. que la media ó central.
En estas dos porciones más bajas entran y se apoyan los pies d de las
camillas inferiores. Entre la región central &, y las dos extremas, hay dos
planos suavemente inclinados y lisos ee, con lo cual se logra facilitar
las comunicaciones entre las tres zonas y sobre todo que se deslicen so-
bre dichos planos los pies de las camillas en el acto de ser introducidas
y retiradas, impidiendo por otra parte los sacudimientos que tan noci-
vos son para los enfermos.
Las camillas, en uno y otro lado de cada departamento, se apoyan so-
bre ángulos salientes de hierro situados en el sitio en que se abren los
bancos asientos, y están fijas tanto en la pared anterior como en la pos-
terior en una muesca de seguro encaje.
Además de las modificaciones relatadas, el coche de Bithorn presenta
otras no menos esenciales. La caja del vehículo está situada lo más
cerca posible del eje posterior, con lo cual solo queda espacio para que
quepa un muelle del coche. Los muelles principales se colocan por de-
bajo de dicho eje y por dentro de las ruedas respectivas; los otros mue-
lles correspondientes á las ruedas delanteras, por el contrario, están en
el sitio de costumbre, por encima del eje á ellas relativo. La mitad in-
ferior de la pared posterior es movible de arriba abajo, mediante visa-
gras inferiores; levantada, cierra el coche; bajada, ó bien constituye un
plano de oblicuidad variable, ó una escalinata para lo cual está subdi-
vidida en tres porciones que sujeta convenientemente una cadena; con
esta disposición se facilita el acceso al coche y la colocación en el piso
superior de las camillas á él destinadas. Las letras o, o' corresponden al
sitio de los cojines; P P^ señalan lazos de cuero para sosten de los enfer-
mos, y t una especie de escotilla para ventilar, que se cierra y se abre á
beneficio d3 un cordón.
El grabado adjunto ha sido tomado del Illtisirirte Vierteljahrsschrift
der Arztlichen Polytechnik por el Dr. Formiguera, pero reduciendo el ta-
maño y reformando algunos puntos para mejor inteligencia.
•^^•-W^-N,»" V^ -.».• -.s^"'».* ••.^— .^•••...."•«••>~.- •S-»"^^*'
REVISTA DE TERAPÉUTICA
POR EL Doctor León Formiguera.
Napelllna.— Alcaloide amorfo y muy soluble nuevo (1) según Labor
de (Común, d la Soc. de Biol. de Paria), que ha podido retirarlo de las
(1) Hace próximamente 15 años, que Morson indicó que algunas veces existia,
mezclado cen la aconitina, un producto extraño, menos activo que elLi, al que Uamó
napellina. También se conoce la napelllna de Hubschmann.
REVISTA DE TERAPÉUTICA. 55
aguas madres de donde se extrae la aconitiná. Sus efectos fisiológicos son
semejantes á los de esta última sustancia, aunque de menor intensidad
toda vez que es preciso administrar 3 ó 4 centigramos para que comien-
ce á producir algún efecto, mientras que la aconitiná, haciéndola ingerir
á un perro de talla mediana ¿ la dosis de un 1 miligramo, determina
rápidamente: ataxia de los movimientos, vómitos muy dolorosos y la
muerte por asfixia por contractura de las cuerdas bucales. El citado au-
tor y Dumontpallier la han ensayado en el hombre, en cuatro casos de
neuralgias erráticas que habian resistido á todos los narcóticos, obte-
niendo en todos ellos la completa cesación del dolor.
Si una experimentación más dilatada viniese á confirmar las venta-
jas que se atribuyen al alcaloide, sin duda constituirla un adelanto para
la terapéutica de las afecciones dolorosas, principalmente en aquellas
neuralgias contra las cuales algunos autores recomiendan como un ex-
celente medio para combatirlas, la aconitiná, sustancia que casi nos ve-
mos obligados á proscribir de la práctica, por existir diferentes varieda-
des de ella, (Hottot, Morson, Duquesnel, Merck, ordinaria), la intensidad
de las cuales es también diferente para cada una; y esto por si solo pa-
rece que no deberla constituir un inconveniente— pues podría zanjarse
indicando (i) el nombre dol autor cuya aconitiná se desea emplear— y
sin embargo no resulta asi, pues aun especificando bien la que se preten-
de, acontece que según la fábrica de donde procede, es distinto el poder
tóxico del alcaloide. He podido observar tres casos y me consta de algún
otro que me ha sido comunicado, en los cuales la aconitiná de un mismo
autor, prescrita á la misma dosis y administrada al mismo enfermo, pro-
dujo resultados distintos (en dos de ellos síntomas de intoxicación) según
que procedia de una ú otra manufactura de productos químicos.
Aceite de colachan. -Se extrae de un pescado análogo al arenque, que
habita en las costas de Cuadra, Colombia inglesa é islas de Vancouver.
Hace poco tiempo que se expende en Inglaterra, á lo menos en el con-
cepto de sus aplicaciones médicas, que según el Repertoire de Pharma"
cie^ serian el constituir un buen succedáneo del aceite de hígado de ba-
calao. Contiene tal cantidad de grasa que, desecado, puede servir de
antorcha, por lo cual se le conoce con el nombre de pez candela.
Comino negro (Nigella satíva de L.).— Amaldo de Villanueva, según
consta en su obra De Sterilü, Cap. Vil, empleaba la siguiente fórmula,
como un poderoso emenagogo. Succi mercurial^ melL despumati an. uno.
i farinoe nigeloe une. i ^2 ^^^ O- S. ut possint confici pilule. Da mulieri 2
vel 3 singulis noctibus, quando menstrua debent venire et tune menstrua
vienent copiosos. Non solum provocat hec piluloe menstrua set etiamprepa-
rant ad concentum et matrice mundificant.
He transcrito el anterior pasaje por si alguno de mis lectores hubiese
leido el artículo publicado por León Canolle, médico de la marina en
(1) Varias veces he visto prescribir la aconitiná sin indicar el nombre del autor
cuya variedad se quería. Otras, consultado el médico, acerca la que deseaba ha po-
dido obtenerse la contestación de: ea indiferente.
56 REVISTA DE TERAPÉUTICA.
Karikal, en el Bull. gen» de Therap. y hubiese considerado como cosa
nueva, que lo dudo, la mayor parte de lo que en el se dice y especial-
mente lo referente al siguiente párrafo.
oSea como fuere, el hecho de la acción estimulante del comino negro
sobre el aparato utero-o várice queda establecido por mi A consecuencia
de comprobaciones personales y según la generalización de su empleo
por las indias afectas de dismenorrea, enfermedad muy común entre
ellas.
En buen hora que el autor dé á conocer el excesivo uso que en Kari-
kal se hace de dichas semillas como emenagogas (á la dosis de 15 gra-
mos) ó como abortivas con un ñn criminal (machacadas, á altas dosis y
mezclando el polvo con azúcar de palmera), y que recuerde, si bien de»
beria suponerlo como sabido, que no ha de confundirse el comino negro
{nigella sativa de L.:. ranunculáceas) con el comino (cuminum cynimum
de L.: umbelíferas): pero considero .improcedente la enumeración de las
propiedades emenagogas y otras que las semillas poseen, como la de au-
mentar el número de pulsaciones, elevar la temperatura, exagerar las
secreciones, etc., que el autor pretende establecer y que ya estaban des-
de mucho tiempo establecidas. Los antiguos, é Hipócrates uno de ellos,
las consideraban como incisivas, aperitivas y diuréticas. Bodart las
usaba para aumentar la resección láctea; Peyrilhe, como antíhelminticas,
y ya he dicho la opinión que Arnaldo de Villanueva, que también era la
de Varandal, tenia formada acerca del modo de obrar délas semillas del
la citada ranunculáceas
Snlío-ereailato sódico.— Es muy semejante al sulfo-fenato sódico, de
cual me ocupé en otra Revista (1), y como aquel ha sido ensayado por
Rabuteau (Le Praiicien) en la clínica de Hayem. A la dosis de 20 á 25
gramos constituye un excelente purgante, llegando á determinar, en
muchos enfermos, 7 á 8 deposiciones diarias. Según su autor, está prin-
cipalmente indicado en los casos de diarrea fétida.
Picrotózina é hidrato de picrotóxido.-De varios experimentos prac-
ticados por Chirone. {Anal. univ. de Med. é Chir.) sobre peces, reptiles,
pájaros, mamíferos y animales inferiores, dicho autor cree estar autori-
zado para concluir que: si bien anchas sustancias se extraen de una
misma planta, el coca de Levante, no obstante, hay entre ellas diferen-
cia de acción. El hidrato de picrotóxido obra más débilmente que la pi-
crotoxina y podría usarse en sustitución de ella, que tiene un poder trein-
ta veces mayor: 1/ El hidrato de picotróxido al que Barth y Kreschy
llamaban picrotina, porque lo creían amargo y no venenoso, no merece
este nombre, porque no solo es amargo, sino que además tiene propieda-
des tóxicas. 2.0 El poder tóxico del hidrato de picrotóxido es, con rela-
ción al de la picrotoxina, como 1 es á 30, aproximadamente. Zfi La con-
vulsión epiléptica determinada por el hidrato de picrotóxido, excepto
ligeras diferencias, es análoga á la de la picrotoxina. Las diferencias en
tre las dos formas morbosas pueien reducirse á las características si
(i) Gacbta Medica Catalana.— Tomo I, p&g. 223.
LOS MIGRÓFITOS DE LA SANGRE. 57
guíenles: el hidrato de picrotóxido no hace entrar en convulsión, y en
el caso contrario muy débilmente, al globo ocular; produce el empresto-
tono con preferencia al opistotono; ataca más á los músculos de las ex-
tremidades que á los del dorso; después de la muerte se presenta en se-
guida la rigidez cadavérica. 5/ Ambas sustancias determinan convul-
siones epilépticas obrando sobre los centros motores bulbares y espi-
nales, de modo que su acción se concibe perfectamente; es más intensa
en las ranas decapitadas y en las palomas á las que se ha quitado el ce-
rebro.
Agna albuminosa: preparación y naos.— Recomendada, como un buen
sustitutivo de la leche y del té de vaca, en los casos que estas sustancias
desagradan al paciente ó no es fácil obtenerlas; constituye un buen ali-
mento en los casos de fiebre tifoidea y de disenteria; puede administrarse
adlihitum.
Entre los diferentes modos de prepararla, algunos de ellos ya anti-
guos, merece conocerse el publicado por el periódico Cliemist and Dmg^
grist y que consiste en disolver una ó más claras de huevo en uno ó dos
kilogramos de agua edulcorada con glicerina y aromatizada con hidro-
lado de azahar.
Trioloroíenol: nuevo antiséptioo.— Esta sustancia ha sido estudiada por
Soch (Rev. de Ther. Med. chir.) (i) que la ha preparado por acción directa
del cloro sobre el ácido fénico, resultando un producto que se presenta
en masas cristalinas de color rojo de sangre, olor intenso y sabor cáusti-
co, soluble en el éter, y, aun en esta forma, es menos cáustico que el
fenol. Ejerciendo presiones repetidas con dos hojas de papel de filtro,
deja cristales blancos transparentes solubles en el éter, que el agua los
precipita, de una solución alcohólica, en forma de copos blancos. La
solución alcohólica podría servir para impregnar las diferentes piezas de
curación.
Si las propiedades antisépticas fueran tan poderosas como los del
ácido fénico, lo cual es muy posible, toda vez que sus componentes las
poseen en alto grado, creo que podrá sustituir con ventaja al dicho
ácido, especialmente por su menor causticidad, que constituye uno de
los varios inconvenientes del fenol ó mal llamado ácido fénico.
LOS MICROFITOS DE LA SANGRE Y SUS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES, <^>
POR Timoteo Richard Lewis.
cEn 1836 fueron echadas las bases de la teoría de las enfermedades
producidas por gérmenes, en la forma mas comunmente aceptada, según
(1) Véase Gaceta Medica Catalana, tomo I. pág. 321.
(3) Continuación.— Véase el número 2o.
58 LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE
escribe eIDr. Charlton Bastían (1). En esta época, el descubrimiento de
la pequeña planta de la levadura, hecho por Schwann y Cagniard de
Latour, condujo pronto á un conocimiento más general de las relaciones
casi constantes de ciertos organismos superiores con diversas especies de
fermentaciones. Veinte años más tarde expuso Pasteur, como resultado
de sus investigaciones, en apariencia decisivas, que los organismos infe-
riores obran como causas invariables de fermentación y de putrefacción,
y que, aunque tales cambios se verificasen por procedimientos químicos,
deben tomar su origen en la acción de los seres vivos.
Estas observaciones y las interpretaciones que á ellas se refieren,
llamaron pronto la atención de los médicos, y en breve tiempo la hipó-
tesis de que la enfermedad se propagaba por medio de un fermento, de
una levadura, se habia corroborado. Antes de publicarse las observa-
ciones de Pasteur, una teoría físico-química habia sido casi universal -
mente admitida, como suficiente para la explicación de los fenómenos
que se manifiestan en cierta clase de enfermedades. Era esta la doctrina
de la fermentación de Liebig, doctrina por él sostenida hasta su muerte
en 1873, y que, algo modificada por el resultado de los últimos trabajos,
es profesada todavía por algunos de los más eminentes químicos de nues-
tra época.
Los caracteres principales de las teorías vitalista y fisico-quimica de
las fermentaciones (2) han sido reasumidas sucintamente por M. C. T.
Kingzett en un trabajo leido en la Society ofArts (3),
En lo que se refiere á la primera de estas teorías, hé aquí cómo se ex*
presa: «Cuando una solución de azúcar se halla expuesta á la acción de
un pequeño grado de calor, sufre un cambio; los átomos que entran en la
composición de sus moléculas se separan para formar, otra vez combina-
dos, dos cuerpos distintos: alcohol y ácidocarbónico.Laglicerina yel ácido
succf nico fórmanse asimismo á expensas del azúcar; pero el ácido láctico,
que acompaña ordinariamente á la fermentación alcohólica, se considera
como debido á la presencia de un fermento distinto de la levadura, pero
que va junto á ella. Dicha fermentación se considera como un ejemplo es-
pecial de reacción biológica, que se inanifiesta como el resultado de una
fuerza especial que reside en los organismos, ó en otros términos, la fer-
(1) Trabajo leido & la Sociedad patológica de Londres, el G de Abril de 1875, Latí'-
cetf vol. I, p. 501, 1875.— -Briíw/i medical Journal, vol. I, p. 469, 1875.
(2) Ciertos compuestos orgánicos, cuando se hallan expuestos á la acción del
aire y del agua, á cierta temperatura, sufren una descomposición consistente, ya en
una combustión lenta ú oxidación por el aire que les rodea, ya en una nueva dis-
posición de sus elementos en distintas proporciones (asimilándose con frecuencia
los elementos del agua) y dando lugar á la formación de nuevos productos. El primer
procedimiento, el de la combustión lenta, se le llama Eremacausis ó destrucción;
al segundo, putrefacción ó fermentación: putrefacción cuando va acompañado de
mal olor; fermentación cuando no existe olor alguno semejante y especialmente si
la fermentación da lugar á la formación de productos útiles; asi la descomposición
de un cadáver ó de una cantidad cualquiera de sangre ó de orina, es una putre-
facción, mientras que la descomposición del jugo de la uva ó del mosto, cuyo pro-
ducto es el alcohol, es una fermentación.— (Dictionary ofchemistry de Watt^ vol. I,
p.624, 1872.)
(3) Journal ofthe Soc, ofAris. Marzo, 1878.
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE. 59
mentación es esencialmente un fenómeno correlativo á un acto vital que
empieza y concluye con él mismo. Según dicha hipótesis, en donde
quiera que haya fermentación habrá organización, desarrollo y multi-
plicación de las células del mismo fermento. El hecho que hemos ex-
puesto no es del todo aislado: hay ejemplos de muchos otros cambios
producidos por estas materias ó por otras fermentadas en un medio con*
veniente á su crecimiento y reproducción. Asi tenemos las fermentacio-
nes manitica, láctica, amoniacal y butírica, y á este tenor otras muchas,
que guardan todas ellas un carácter C9mun, á saber; la reproducción del
fermento. No se halla establecido, sin embargo, de una manera satisfac-
toria, á pesar de lo mucho que importa especificar de un modo conve-
niente antes de poder establecer deQnitivamente la verdadera interpreta-
ción de las fermentaciones, el que dichos fenómenos sean el resultado
de la acción de organismos de especies distintas.»
Liebig fué un decidido adversario de esta doctrina. Kingzett reasume
en estos términos la teoría físico-química de la fermentación sostenida
por Liebig. «Todo movimiento, sea ó no mecánico, ejerce una influencia
sobre la fuerza que determina el estado de un cuerpo. Asi un cristal de
sulfato de sosa, un grano de polvo ó de arena, cuando se hallan sumer-
gidos en una solución saturada de sulfato de sosa, pueden determinar la
completa cristalización del liquido. De igual manera, cuando se tocan li-
geramente con una pluma ó una varilla de cristal los fulminatos de
plata ó de mercurio, explotan con violencia. Mejor ejemplo es todavía la
reacción que se verifica entre el peróxido de hidrógeno y el óxido de
plata. Estas sustancias, al mezclarse, producen plata metálica y oxígeno
libre; el peróxido de hidrógeno, naturalmente inestable, se encuentra en
descomposición constante desde el momento de su formación, y esta des-
composición da lugar á la producción de agua y oxígeno, y tan pronto
como ese cambio se produce al contacto del óxido de plata, comunica á
este cuerpo igual tendencia á la descomposición.»
III. '
Organismos descubiertos en la sangrre durante el carbunclo.
Desde el momento en que se han considerado como producidas por
fermentos ciertas enfermedades, que pueden también indudablemente
transmitirse por inoculación ó bien por otros medios, las diferentes teo-
rías relativas á la acción de los fermentos han constituido materia de
estudio del más alto interés para todos los médicos inteligentes.
Según ya hemos dicho, la teoría físico-química de Berzélius, y más
tarde la de Liebig ysus partidarios, fueron aceptadas como perfectamen-
te suficientes para explicar la etiología délas enfermedades, alcanzan-
do igual favor entre los patólogos que el que ya habia obtenido entre la
mayoría de los químicos. Pero más recientemente, las ideas de Schwann,
tal como fueron modificadas y amplificadas por Pasteur y otros, han pre-
valecido.
No hay hecho alguno que haya llamado tanto la atención de los mé-
dicos como la publicación de los experimentos de Davaine, demostran-
60 LOS MTGRÓFITOS DE LA SANGRE
do que los organismos inferiores se encuentran más ó menos constan-
temente en el cuerpo de los animales muertos de la enfermedad conoci-
da en el hombre bajo la denominación de pústula maligna, Müzbrand
en Alemania, carbunclo de los ganados y de los cerdos y sangre de bazo
de los carneros en Francia. En Inglaterra se adoptan generalmente para
designar esta afección, entre otros, los términos de fíebre esplénica, apo-
plegia esplénica 6 enfermedad antracoidea. Según Birch Hirschfeld (1),
los organismos descubiertos en la sangre en este padecimiento fueron
primeramente descritos por Brauell en 1849 y por PoUender en 1857;
pero no hay duda de que las investigaciones de Davaine fueron las que
más seriamente llamaron la atención del público.
En Agosto de 1850, Davaine, en colaboración con Rayer, publicó una
Memoria sobre estos organismos, habiéndolos descrito como pequeños
cuerpos filamentosos, sin movimientos y cuyas dimensiones erün el do-
ble de la longitud del diámetro de un corpúsculo rojo de la sangre. Pas-
leur (2) sostiene que dicha época fué el punto de partida del primer des-
cubrimiento de la existencia de dichos cuerpos en el carbunclo; pero
esta opinión es manifiestamente errónea.
Por instigación de Pasteur, que acababa de probar que la fermenta-
ción butírica, no era, según se habia creido hasta entonces, debida á una
materia albuminoidea en via de descomposición, sino á los Vibriones,
que tenian la mayor semejanza con los cuerpos filiformes hallados en la
sangre de los animales muertos del carbunclo, Davaine estudió de nue-
vo la cuestión en 1863 y 1864. Consideró desde luego los organismos como
Bacterias; pero hallando que en ciertos casos los filamentos ó bastonci-
llos variaban de longitud, modificó el nombre, siendo en consecuencia
designados comunmente hasta estos últimos tiempos bajo el nombre de
Bacterideas. Suponíase en dicha época que estaban más en relación con
los animales que con las plantas. Convencióse de que se hallaban en la
sangre durante la vida y de que se desarrollaban en dicho líquido y no
en el bazo. Efectivamente, logró inocular dichos organismos á animales
á los que habia extirpado el bazo. Convencióse asimismo de que no se
hallaban Bacterideas en la sangre del feto, por masque existiesen en gran
número en la sangre de la madre y en la que circula por la placenta (3).
Descubrió también que la enfermedad podia ser comunicada por me-
dio de los alimentos mezclados con tejidos de animales enfermos; el efec-
to se producía con menos rapidez, pero la sangre contenia de igual modo
las Bacterideas.
Davaine no admite la doctrina de la identidad del veneno de la sep-
ticemia con el del carbunclo por las siguientes razones: 1.^ porque los
síntomas producidos, inoculando sangre putrefacta, no son constante-
mente los mismos y porque las Bacterideas no se desarrollan en la san-
gre de los animales afectados; 2.^ porque los animales que han absorbido
fragmentos de tejidos putrefactos mueren por excepción; y 3.** porque
(i) Schmidfi lahrbücher^ lomo CLxvi, pág, 205.— 1875.
(2) Elude sur la maladie charbonneuse, por M. M. Pasteur et Joubert. (Comptes
rendus, tomo Lxxxiv; pág. 900. -1877).
(3) Comptes rendus, tomo Lix, pág. 393.— 1861.
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE 61
los animales que han absorbido fragmentos de tejidos recientemente se-
parados de otros animales muertos de septicemia no son atacados. De
aquí deduce que el principio activo de la septicemia no se regenera en
la economía, como sucede con el del carbunclo, siendo en realidad el
agente de este un virus, mientras que el de la septicemia seria un ve-
neno (i).
En el siguiente número de Comptes rendus^ pág. 429, Davaine y Raim-
bert participan haber demostrado la existencia de las Bacterideas en un
hombre atacado de pústula maligna. Escindida esta, se encontró gran nú-
mero de ellas (2).
Tales son, reasumidas, las observaciones que han llamado la atención
de los patólogos sobre este asunto y que han dado un gran impulso á la
teoría de los gérmenes en las enfermedades. Hánse verificado desde en-
tonces multitud de observaciones, pero tienen un valor especial por ha-
ber sido hechas por observadores autorizados las que se han verificado
dé dos años á esta parte. Nos ocuparemos desde luego de las principales
observaciones que pueden servir de punto de apoyo á las ideas de Da-
vaine y Pasteur.
En 1875, el profesor Femando Gohn publicó el resultado de sus in-
vestigaciones sobre tales organismos, y siendo de opinión que pertene-
cían á las BacciUuSj designólas bajo el nombre
áeBaccillus anthra^is {3). Esta denominación
ha sido generalmente adoptada en Alemania é
% *TM^ ^^^Vn^ Inglaterra, si bien á pesar de la teoría implica-
5^^* T V ^^^^ <i^ dentro de estos dos términos, íuera más
I \ \!^^^!ÍA(^^ conveniente designarlos de una manera más
^'^L^^K^^^l^'O^ lacónica.
En 1876, el Dr. Koch, de WoUstein (Posen),
publicó sobre estos organismos una obra muy
importante. El autor tuvo ocasiones propicias
jij. 5 Jocfffwj aHthfdtít mnM>iitr>4ff dtw- j, «^^«\v«
pncadeíamiMruenusajigredaini boeyb- para cl cstudío do dícha cnfermcdad (4). Koch
Í¡^'«¿jr"''°******'"'"''° ^'''"^* ^abia observado que muchas de las aserciones
y conclusiones de Davaine hablan sido puestas
en duda. Algunos observadores hablan podido producir un carbunclo
mortal en animales, inoculándoles sangre que contenia Bacterideas, sin
que se obtuvieran estas en la sangre de los animales asi infectados; la
cual pudo determinar á su vez en un tercer animal dicha enfermedad
hallándose Bacterideas en su sangre, por más que aquella estuviera
exenta de ellas.
(1) Loe, cit. pág. 396. Como se verá luego algunas de estas conclusiones no pue-
den admitirse.
(2) El Dr. Grisp escribe: cComo ya dije en mi obra sobre el bazo, publicada en 1852
los perros, gatos, hurones y cerdos, que comen la carne de animales carbunciosos,
mueren en poco tiempo y los individuos que despellejan lobos son atacados por la
enfermedad. En i832, Barthelemy inoculó á carneros sangre de otros carneros falle-
cidos deapoplegia esplénica y los animales inoculados murieron al cabo de 36 á 69
horas.» (Nota sobre las observaciones hechas á propósito de la teoría de loa gérme^
neskU Pathological Society, en 21 de Abril de 1871.)
(3) Cohn's Beitrage zur Biologie der P/ianzen, tomo l, fase. 3.— 1875.
(4) Cohn's Beitrage, tomo u, fase. 2.
62 LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE.
Otros observadores sostuvieron que la enfermedad no era debida tan
solo al contagio, sino que hasta cierto punto dependía del lugar; pues la
afección solo era endémica en los sitios húmedos, en los terrenos pan-
tanosos, en las costas y en los valles,
j^^yj "^ Bsís» /|^ y también que la mayor mortalidad
\ «£í^:ssí«^^ &9^ recaia en los años lluviosos y espe-
^H É^S^ ^^ jQo cialmente en los meses de Agosto y
^ ' "" de Setiembre, en los que se eleva
más la temperatura del suelo. Estas
particularidades no podían explicarse
suñcientemente por la suposición de
Davaine, de que los organismos, con-
K, é n^^u 1*1 . * ^ , servando su vitalidad durante más
Fif . 0. Batctuua Mtkract* eacontrado en U MUifra
dt un eonejito d» indiai (Eonh).-e&o diimetroi. tícmpo CU u n alrc 8600, oran trauspor-
tadas por corrientes de aire, ó bien
que la inoculación se verificaba por medio de los insectos, y otras ideas
por el estilo.
Los experimentos de Koch hicieron creer que la explicación de Da-
vaine, sobre la manera de propagarse la enfermedad, solo era justa en
alguna de sus partes. Halló dicho observador que los bastoncitos de las
Bacterideas no eran tan vivaces como habia supuesto Davaine. La san-
gre, que solo contiene filamentos, conserva sus propiedades, en caso de
sequedad, durante algunas semanas y tan solo algunos días en caso de
humedad. ¿Cómo, pues, el contagio se conservarla latente en el suelo por
espacio de meses y de años? Si las Bacterideas entran por algo en la ma<
teria, es preciso suponer que permanecen fuertes durante algunas fases
de su desarrollo, ó bien según habia indicado Cohn (1), que se forman
esporos durmientes, capaces de conservar su vitalidad por largo tiempo,
dando origen de nuevo á Bacterideas. El Dr. Koch cree haber demostrado
la existencia de dichos esporos. Como esta cuestión es de suma impor-
tancia, es necesario someterla de nuevo á un examen más detenido (*2).
Los experimentos de Davaine y de otros fueron repetidos en ratones,
por ser estos animales más capaces de dar resultados satisfactorios.
Después de quitar la piel á una pequeña parte de la cola, se ^inoculó
por la herida una gota de fluido conteniendo los Baccilli. Dichas inocu-
laciones fueron fatales siempre que se usaron materiales recientemente
obtenidos. A fin de asegurarse de si los Baccilli se transformaban por
las inoculaciones sucesivas y asimismo para obtener constantemente el
material fresco necesario para los experimentos, inoculó ratones sucesi-
vamente unos después de otros, suministrando la última inoculación
materia para la siguiente, hasta haber obtenido asi veinte sucesivas, y
en todas ellas fueron obtenidos los Baccilli^ sin que se notara cambio
alguno ni en su forma, ni en sus caracteres (3).
(Continuará»)
(1) Cohn* 8 Beitrage^ tomo i, fase. 3.
(2) En la Revue international des sciences, tomo n, pág. 538, se publicó la traduc-
ción de una Memoria de Brefeld. que parece demostrar completamente la formación
de esporos en el Baccillu9 suhtilis,
(3) Davaine ha practicado una serie semejante de investigaciones.
NOTICIAS CIENTÍFIGAS. 63
NOTICIAS científicas.
Convulsiones en los niños. — A continuación copio algunos párrafos
de la obrita del Dr. Deligny, de Toul, titulada: Convulsiona chez les cn-
fants considérées au point de vue du diagnostic différeníiel,
«En las crisis convulsivas de los niños/ abstracción hecha de la causa^
los dos medios más efícaces, los más rápidos, son el baño tibio prolon-
gado y las inhalaciones de cloroformo. Deben rechazarse los revulsivos y
la compresión de las carótidas. En cuanto á los espasmódicos, los con-
ceptúo como útiles coadyuvantes, pero su acción no es lo bastante rá-
pida para responder á un efecto inmediato.»
Hablando del tratamiento de la eclampsia dice: que en tesis general
hay que cumplir dos indicaciones: el combatir la causa determinante de
los accesos convulsivos, y el modificar el estado nervioso. Variable la
primera, la segunda indicación se cumple mediante agentes higiénicos,
en cierto modo preventivos, y agentes terapéuticos de elección dudosa.
cEl diagnóstico es la base del tratamiento de las convulsiones esen-
ciales. Por desgracia, en presencia de una convulsión, es difícil, con
frecuencia imposible, reconocer ex abrupto la causa determinante. Enton-
ces la primera indicación es dirigir el tratamiento contra las convulsio-
nes, prescindiendo del hecho etiológico, de igual manera que es preciso
apagar un incendio antes de ocuparse en buscar la causa ó el autor. En
efecto, el pronóstico de un acceso convulsivo no es siempre favorable,
citándose casos de muerte durante la crisis. No hablo solo de las convul-
siones sintomáticas, cuya gravedad está subordinada á la afección que
las produce, pero en las convulsiones esenciales, en la eclampsia, sin
tratar de la asñxia durante el ataque, el enfermo corre, después del ata-
que, el peligro debido al colapso nervioso, que le sigue especialmente
si el acceso fué violento y prolongado. Contra estos peligros el médico
está en posesión de dos agentes enérgicos: el cloroformo y el éter; con su
ayuda, se remedia lo más urgente, la necesidad de calmar, de hacer ce-
sar, la cris s convulsiva».— (Rodríguez Méndez.)
Poción con esencia de trementina. — Esta sustancia, administrada
en poción, constituye un medicamento de sabor sumamente desagrada-
ble. Para obviar este inconveniente, puede mezclarse con éter sulfúrico,
que tiene la propiedad de moaiíicar el sabor y olor de aquella, en las si-
guientes proporciones:
Esencia de trementina 8 gramos.
Éter sulfúrico. . 3 »
agítese fuertemente y añádase:
Jarabe de azahar 30 gramos.
Agua 120 »
Para administrar una cucharada cada dos horas á los enfermos con
catarro vesical, en las neuralgias y principalmente en la ciática.— (For-
MIGUERA.)
Del fosfato de cal en la tuberculosis. — Ocupándose el Dr. A. Ri-
vet de algunos casos de tuberculosis bien manifiesta en todos los cua-
les se obtuvo la curación, atribuye el éxito alcanzado al empleo del fos-
fato de cal usado en las siguientes condiciones:
El fosfato de cal, dice, solo se absorve en estado de disolución y aún
esta es preciso que sea clorhídrica y que se opere en estado naciente,
Qi PUBLICACIONES RECIBIDAS.
pues de lo contrario se obtendría un producto excesivamente ácido y
conteniendo muy poca sal. De esta manera, resultd un medicamento
complejo poseyendo tres acciones distintas que contribuyen aun mis-
mo fin.
Por el ácido clorhídrico libre que contiene» obra como un poderoso
eupéptico facilitando la disolución da los principios albuminoideos y en
consecuencia la digestión y nutrición, hasta tal punto, que los alemanes
lo emplean actualmente, con, preferencia á los preparados de hierro,
para combatir la clorosis.
Obra, asimismo, por el cloruro de calcio procedente de la reacción
del ácido clorhídrico. Dicha sal, no usada en Francia, sin que exista ra-
zón para ello, es muy apreciada en Inglaterra como succedánea del yo-
do, sobre el que tiene la ventaja de no poseer acción irritante.
Pero es principalmente como fosfato de cal, que este medicamento
tiene un valor considerable. En efecto, es un agente indispensable á la
nutrición, pues sirve para fijar en nuestros tegidos las sustancias azoa-
das. Su fin es rehacer la materia viva.
Y aún podría añadirse que coadyuva por igual mecanismo á la cica-
trización de los focos tuberculosos y á su transformación cretácea. Así
se ha sostenido, y bien pudiera ser á pesar de no estar enteramente
comprobado.— (S. Garbo.)
SECCIÓN OFICIAL.
Sanidad militar. Reglamento para el servicio de campaña, de 5 de
Enero. — Gacetas del 8 de Enero al 23 del mismo inclusives.
Fiebre amarilla. — Orden de 16 de Enero declarando limpias las proceden-
cias de Gorea y Dakar (Senegal, África), á contar desde el 24 de Diciembre úl-
timo.—(?ace/a del 17 de Eeero.
Cátedras vacantes.— Real orden de 16 de Enero mandándose provean
por oposición las cátedras de ejercicios práctios de Osteología y Disección,
1.® y 2.' curso; Higiene privada y pública; Terapéutica, Materia módica y Arte
de recetar, Historia de las Ciencias médicas; Clínica de Obstetricia; Clínica
médica y deberes del Médico en el ejercicio de su profesión, vacantes en la
Facultad de Medicina de la Habana, debiendo proveerse las tres úllimas y una
de las de Disección en esta Universidad y las demás en Madrid.— Gacela del
20 de Enero.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
EpíBodioB de la práctica médica, por D. Ricardo Fajarnés Castells.'-VaUado-
lid ifel.-Tomo I.— Entregas 13 á 26.
Gontribucion al estudio de la estadística médica, por D. Juan de Dios Ro-
quer y Casadesús.— Barcelona 1881.— Tres ejemplares.
Diagnóstico y tratamiento de las enfermedades del corazón, por Germán
Seé.— Lecciones recoj idas por el Dr. Labadie Lagrave. Traducion por D. Alfredo
Opisso Viñas.— Barcelona.
Tratado de Operatoria Quirúrgica, por el Dr. D. A. Morales Pérez.— Con un
prólogo del Dr. Creus. Cuaderno 8.^ y 9,^
Blanual de Medicina operatoria, por J. F. Malgaigne. Octava edición, por
León Le Kort.— Cuaderno 10-
Periódicos: Revista topográfica y estadística de Alicante.— T/ie Tgxas Med, and
Surg, Record, de Galveston. — Diario medico de Madrid.— £¿ Panorama de Madrid.
^Revista de Clínica Médica de Barcelona.
tí<i'
\^
Tomo II. Húm. 3, 15 Febrero de 1882, Año 11. Búm. 27.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: La música en sus relaciones coa la Medicinft,(conUnuacion), por D. p. Yidaly
Careta.— Anatsmia de los cantrot Derviosos, (continuación), por D. M. A. Farcas.— Del
ácido saiicilico y sus compuestos (continuación), por D. H. E. Moré 7 Bar^l.— Estudios
clínicos (conclusión), por D. Arturo Masoll.— Revista de dermatología, por el Dr. A. Pla-
BOlla«.— Los micrófltos de la sangre (continuación), por el Dr. T. Hieham Le^ifl.—
NOTICIAS CIENTÍFICAS: Diarrea «n los nifios: tratamiento.—Estadlstica de una casa de
locoi.— Quemaduras: tratamiento.— Anorexia de los tísicos.— Estadística demográfico -sani-
taria (mes de Octubre 1881), por P, J. Cebeira.— Sección ofteiaL—PubUeacione» reeiMdas.
U MÚSIGl EN SUS RELAGIONBS CON LA MEDICINA. <'>
Bstudlo especulatlTo, fisiológico, Ugiénico 7 terapéutico,
(Téais del Doctorado)
POR D. Francisco Vidal y Careta.
TBROSSfJL IPJL'BIT'BI.
ESTUDIO HIGIÉNICO.
Referente á Higiene privada.
I.
La música es sin duda un ageate higiénico de primer orden, y la Hi-
giene ha sabido sacar partido de ella en muchas de sus aplicaciones.
Ya los discípulos de Pitágoras, nos dice Quintiliano, aprovechando el
ejemplo del maestro, tenian la costumbre de tocar la lira al levantarse»
con el fin de sentirse más aptos para el trabajo, así como hacían lo
mismo al acostarse para reprimir el influjo de los sentidos y olvidar los
recuerdos del dia. Oigamos á Plutarco: Cayo era de un temperamento
frenético y arrebatado; muchas veces en sus peroraciones se dejaba do-
minar por el, alzando la voz más de lo que debía y dando muestras de
cólera, hasta llegar á toda suerte de inconveniencias. Un esclavo suyo,
Licinío, siempre que lo veía en tal situación, se colocaba detrás de él, y
por medio de instrumentos á propósito para regular la voz, ejecutaba acor-
des suaves, logrando tranquilizar su ánimo. También los antiguos cono-
cían la influencia de la música durante la comida, y en ningún festín se
dejaba de invitar á algunos artistas, asi como de tener al rededor de su
mesa algunos locos y bufones que excitasen su hilaridad. Excelente
medio para hacer una buena digestión cuando no se lleva al extremo.
Otros y otros ejemplos podría citar que prueban el buen uso que de
este elemento hacían lo.s antiguos en sus aplicaciones higiénicas, asi como
de los que he citado se dedúcela diversidad de ellos. Seguiré para su
{t) Contiuuacion.-- Véase elnúnic:o "2^'*.
66 LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA.
estudio el orden aceptado en la clasiñcacion fisiológica, haciendo siem-
pre USO del género qae más convenga.
A la música que dirige especialmente su acción sobre el encéfalo po-
demos recurrir en Perceptología, asunto vasto é interesantísimo bajo
todos conceptos.
Interminable seria el número de ejemplos en la época antigua, en
que se ve cómo la utilizaban con este objeto. Ya David apacigua los
accesos de melancolía del rey Saúl bajo la influencia de un laúd; ya un
esclavo con un instrumento apropiado atempera las peroraciones de
Cayo. La Sagrada ílscritura nos dice, que en cierta ocasión, en que el
profeta Elíseo se hallaba poseído de santa cólera contra el rey, llamó á un
tocador de arpa para sosegarle y restituirle en el don de la profecía.
(Traedme, dijo, un tañedor de arpa y la mano del Señor vino sobre él).
Por medio de la música Timoteo inspiró el sentimiento del amor á Ale-
jandro, así como la filósofa Hypatia con el mismo medio curó de dicha
pasión á uno de sus discípulos.
Bastan estos ejemplos para comprender el partido que de la música se
puede sacar en la medicina de las pasiones, puesto que sirve, ya para des-
pertarlas, ya para amortiguarlas. Los antiguos la empleaban al azar; nos-
otros, más experimentadores, debemos ser más rígidos en su uso y como
aquí habría que hacer repeticiones enojosas de lo que he dicho al estu-
diar sus diversos géneros en la sección fisiológica, me abstendré de ello,
pasando solamente á tratar de una funesta y casi se puede decir antigua
pasión. Me refiero á la nostalgia.
Esta es, como se sabe, la imperiosa necesidad de volver á ver los lu-
gares donde hemos pasado nuestra infancia, en donde tenemos los seres
queridos, etc. He dicho funesta y antigua pasión, pues que en tiempos
anteriores causaba estragos en los soldados que hacían su servicio en el
extranjero. Sabida es la influencia que ejercía el célebre canto conocido
con el nombre de Ranz des Vaches, en los suizos que entraban á engro-
sar las filas del ejército francés, los que, á pesar de la rigurosa discipli-
na, desertaban casi todos ellos ó bien caían en una profunda melancolía,
de la que morían muchos, llegando el caso de tener que suprimir el en-
tonar dicho canto bajo pena de la vida. Mas hoy, habiendo más liberali-
dad, hasta en el mismo ejército, se puede decir que ya casi está dester-
rada esta pasión, siendo sin duda, en el ejército español, los gallegos
quienes la sostienen.
El individuo que se vuelve nostálgico, se manifiesta brusco en socie-
dad, prefiere el aislamiento, está inquieto, taciturno, aqueja cefalalgia,
á veces palpitaciones de corazón; con todo esto pierde el apetito, enfla-
quece, y tras fiebre, insomnio, á veces con delirio, respiración corta, fre-
cuente ó interrumpida por suspiros, cae en el marasmo.
Buen tratamiento es la música para aquellos nostálgicos que no se
les puede combatir la pasión con ningún otro medio, siendo los géneros
pueril y campestre los más apropiados, porque obran distrayendo al pa-
ciente sin molestar en lo más mínimo su ánimo; por otra parte, son,
como veremos, los géneros de música higiénicos por excelencia.
Como he tenido lugar de indicar, la música puede servir hasta como
agente aperitivo y regularizador de la función digestiva. Bastante lo sa-
LA MÚSTCA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA. 67
bian los antiguos, que en todos sus festines se procuraban un tañedor de
arpa ó laúd para entretener á los comensales.
Y aquí voy á indicar lo que ha observado Rambosson y otros, ó sea la
analogía que existe entre los sonidos y los alimentos. Oigamos á Bau-
quier en su Filosofía sobre la música: «Los sonidos violentos embriagan
como los vinos espirituosos, y si admitimos que la música es un potente
medio para animar al combatiente, igual valor deberemos dar á los lí-
quidos alcohólicos, pues que producen el mismo efecto, siendo ya sabido
que muchos soldados no pueden batirse sin haberse excitado antes con
este medio.» Por otra parte, dice, el mismo resultado que el vino y el
café pueden producir en un pintor ó poeta es capaz de determinar la mú-
sica, haciéndoles concebir en su imaginación algún pensamiento subli-
me por la excitación del sistema nervioso. A este poder le llama acción
alcohólica del arte.
Perfectamente, como se ve, describe Bauquier la analogía que existe
entre cierta clase de alimentos y la música. En efecto, así como la ma-
yoría de músicos piden al café sus iiispiraciones ¿qué tiene de particu-
lar que un poeta deba á los sones embriagadores de ella, los lamentos
de sus composiciones y un pintor la poesía de sus cuadros? Lo que yo
recomendaría á los artistas es que se inspirasen en el género musical
que más se adaptase á sus inclinaciones.
La marquesa de Blocqueville, en su obra Las tardes de la quinta de los
jazmines, se expresa de la siguiente manera: «La música obra en nues-
tro organismo como los tópicos materiales: es higiénica y medicinal; sin
embargo, seduce, embriaga y se hace tan temible como el agenjo y el
opio, cuando es violenta, apasionada, ó cuando es tierna y volup-
tuosa.»
Rambosson, después de largos estudios, ha procurado conciliar dichas
analogías en ciertas leyes que han llamado pocjerosamente la atención
de los sabios, y de las cuales dice Beclard, que si se confirman encierran
uno de los descubrimientos fisiológicos más grandes hasta el presente
hechos. Dichas leyes son análogas á las del mismo autor sobre la música
y las formula de la manera siguiente:
i.' Hay alimentos que obran especialmente sobre los nervios loco-
motores, y alimentos que obran especialmente sobre los nervios de la
sensibilidad.
2.^ Los alimentos de la primera clase influyen de un modo especial
en la inteligencia.
3.^ Los alimentos de la segunda la ejercen especialmente sobre los
sentimientos.
4.* Hay una transformación de movimiento: las fuerzas que obran
sobre los nervios locomotores y las fuerzas intelectuales pueden trans-
formarse en sensibilidad y sentimientos y vice-versa.
5.' Cada alimento está en un lugar intermedio entre los que dirigen
su acción más directamente, ya sobre los nervios locomotores, ya sobre
los de la sensibilidad.
De este estudio deduzco, que siempre que la música actúe de una
manera capaz de no impresionar de un modo exagerado nuestro ánimo,
puede muy bien utilizarse durante la comida, recomendando especial-
68 LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA.
mente los géneros pueril y campestre, que son en mi humilde parecer
los más apropiados.
Tócame ahora hablar de este agente como medio de descanso. En
cuanto á eso, creo que no hay otro que le iguale, siendo tan beneficioso
para el que oye como para el que ejecuta. ¿Quién de nosotros no se delei-
ta al oir un buen pianista en sus ratos de ocio? Advertiré que ya seria
hora que se desechase la música dramática como casera, pues ésta, por
lo regular, no produce ningún efecto, y aunque lo produjera, tenemos
que recordar que está escrita para el teatro y que puede ser origen de
disturbios, habiendo, como se sabe, partidarios de tal ó cual autor. Lo
mejor es usar de la sinfónica, que para el que no la entienda le hará el
efecto del opio y se dormirá tranquilamente, y al que si, le deleitará.
Aun propondria hacer uso solo de los géneros pueril y campestre, que
por lo regular son los más agradables al oido. Así mismo esta última
música es la que envalentona, por decirlo asi, nuestro ánimo para el
trabajo al dejar el lecho. Ya he dicho que Pitágoras y sus discípulos
tenían la costumbre de pulsar la lira al despertarse.
La que obra en particular sobre la médula, la que dirige su acción
sobre los nervios locomotores ó música rítmica, ejerce una gran influen-
cia en Higiene privada, siendo dulce compañera del hombre en sus di-
versos trabajos.
No á otra cosa atribuye Fetis los inmensos trabajos realizados por los
egipcios, sino al mágico poder del agente que estudió en unos tiempos
en que las ciencias físicas y mecánicas estaban poco cultivadas. Ellos, al
son de cantos rítmicos, ejecutaron mil proezas, extrajeron masas enor-
mes de las canteras, desprendiéronlas de sus asientos y las trasportaron
á grandes distancias. Algunos de esos cantos aun se conservan por tra-
dición á través de los siglos, como el canto de los bateleros del Nilo, el
canto para cruzar el escollo, el canto para virar de bordo, el de los
poceros, etc. Inútil es que manifieste que el hombre en todos sus distin-
tos trabajos se crea, por decirlo así, una música automática que se
adapte lo mejor que pueda á su ocupación. Desde la más insignificante
barcarola, que viene en auxilio del pescador en su monótona faena, has-
ta el más elegante canto de caza que predisponiendo al buen humor ani-
ma á los cazadores para atacar á las piezas, hay infinidad de cantos que
prueban esta influencia.
Esa música obra solamente por su, ritmo. Su acción es casi automá-
tica, siendo el hombre inconscientemente atraído hacia el canto que más
le conviene para ayudar á su débil máquina á funcionar. ¿Quién de nos-
otros al andar no se acompaña de uno adecuado al paso que se lleva?
Y debemos hacer notar que no solamente la Higiene debe á la música
rítmica sus beneficiosas aplicaciones, sino que esta quizá deba su origen
á aquella. ¿Quién dudará que siendo el canto innato en el hombre, este
se sirviese de él para distraerse en la monotonía del trabajo, y cada dia
perfeccionándolo dio origen á esa infinidad de composiciones conocidas
con el nombre de barcarolas, bercenses, marchas, rondós, etc.? En Hi-
giene pública me ocuparé especialmente de los géneros danzante y guer-
rero; nada tengo que añadirá lo dicho en la sección nsiológica respecto
á la música quo ilirigc su acclDii sobro los luu'vio-; do sensibilidad.
LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA. 69
Tocante á la dramática, como queda limitada al teatro, entra asi mis-
mo su estudio de lleno en la Higiene pública.
II.
Referente á Higiene pública.
La música, que obra sobre el encéfalo, tiene aquí un lugar importan-
tísimo por su influencia en la educación popular. Baste saber que en
Alemania, que se puede decir va hoy ¿'la cabeza de la civilización, ha
llegado á ser casi oblif^^atnrio el estudio de cualijuipr instrumento músi-
co. Conocerán que tal agente influye de un modo favorable en la educa-
ción moral de los pueblos. Tendré ocasión de demostrarlo.
Bajo el punto de vista social, ó sea para hacer más intimas las rela-
ciones de los hombres, es un agente que produce tanto ó más buenos re-
sultados que el tabaco, café, etc., y todo lo que es capaz de poner en con-
tacto íntimo la sociedad.
Por otra parte ¿quién dudará de la benéñca influencia que producen
en el pueblo alemán y francés estos conciertos populares de música clá-
sica, que se dan en inmensas salas, capaces para miles de espectadores,
y en los cuales al par que se educa el sentido musical de los mismos
también los moraliza, puesto que poco á poco inflltrándose en su clasi-
cismo, van odiando, sin darse cuenta de ello, hasta serles indiferente por
completo, la música chocarrera, callejera, la que va condimentada con
versos insulsos, insolentes, y que tan inocentemente componen los auto-
res para el solaz del pueblo, sin comprender que lo desmoralizan por
completo llevándolo á su perdición? jLástima que en la nación vecina,
en donde tanto culto se consagra á las artes, se soporte aun con pacien-
cia cierta clase de composiciones musicales, que acompañadas de gestos
grotescos y cantos inmorales, corrompen la juventudl Y no digo nada de
nuestra España, puesto que aquí el sentido musical se desconoce casi
por completo, gustando más de lo trivial, de lo superficial, y si se rinde
algún gusto á lo clásico es por aquello de que se hace de moda.
En 1872, el Ministerio francés, ocupándose del asunto, dirigió una
carta á M. Ambrosio Thomás, presidente del Comité de las escuelas mu-
sicales, en la que se lamenta que el café cantante proporcione el reper-
torio popular, mientras que en otro tiempo era la ópera cómica quien lo
facilitaba. Hora es ya de que se instituyan orfeones y conciertos, en los
cuales se eduque el verdadero gusto musical de nuestra pervertida so-
ciedad y entonces será cuando se podrán recoger beneficiosos frutos.
Con motivo de lo expuesto pudiera preguntársenos ¿es que hay una
música moral y otra inmoral? A lo que contestaré que sin duda es así,
puesto que, partiendo de las relaciones que entre sí tienen las artes, así
como un cuadro inspirado en lo sublime de la naturaleza, que nos la re-
presenta el pintor en toda su magnificencia y grandiosidad, es muy dis-
tinto del que está inspirado por una pasión inmoral, asi también el au-
tor que en música se inspire en lo verdadero, lo bueno y lo bello, sacará
una producción más perfecta que el que se deje llevar por mezquinas
ideas. Chateaubriand dice: la música considerada como arte es una imi-
70 LA MÚSICA EN SUS n£LAClüN£S CON LA MEDICINA.
tacion déla naturaleza; su perfección consiste, pues, en representar la más
hermosa naturaleza posible; á lo que añado: que mal podrá servir para
6l objeto que estudio la que se aparte en lo más mínimo de esta idea.
Se nos dirá que la música es en si mala, á lo que contesto que de nin-
guna manera, pues tampoco ninguna influencia ejercen en la moral los
colores que el artista coje con el pincel para dar vida al cuadro. No,
no es la música en si misma la que desmoraliza; todos, todos los géne^
ros de música son buenos con tal que sean bien aplicados, sucediendo lo
contrario cuando se sirve de tan potente actor para que cubra, como una
máscara, la idea de una inocente diversión, una de nuestas fatales
costumbres, me refiero al baile. Con sobrada razón ha podido decir Al-
fredo de Musset: La musa contemporánea no es la sacerdotisa sino la
bacante; nuestra sociedad ha degradado á sus dioses.
De lo dicho resulta que la música es en sí misma inofensiva, insis-
tiendo en que es asi, pues aunque Rambosson, verdadera autoridad en
la materia, cree que sus efectos dependen del modo como se encuentra
nuestro ánimo al oírla, desde luego que un pasaje que indique ternura
no se puede descifrar si es amor hacia la madre, hermana, etc. Yo creo
que tal vez Rambosson habrá dicho esto en sentido relativo, pues que
escaseando los genios, la inmensa mayoría de autores escriben muy le-
jos de inspirarse en los verdaderos manantiales de un tema, sujetándose
más á la voluntad del vulgo que á la del público ilustrado. ¿Puede tener-
se duda, al oir el dúo del 4.^ acto de Los IlugonoteSy de las pasiones que
luchan allí, de lo que representa la conjura del mismo acto? ¿no se ve en
el Peaierto de David cómo se aparece la aurora hasta vislumbrar la mag-
nificencia del dia? ¿no está dando hoy un gran paso Wagner, para que
la música sea lo más natural posible? Por lo tanto, yo creo que toda la
música es moral, por trivial que sea, mientras describa algo bueno; mas
como esta última es la que se acompaña generalmente de cantos grose-
ros, porque es la que más se presta, tales accesorios son los que la ha-
cen inmoral. Desde luego que creo que jamás la música podrá tener la
realidad de la pintura ni de la poesía, pero de que dentro de su género
la tenga relativamente y de que cada dia que se vaya perfeccionando este
divino arte la tendrá más, fundadamente podemos tener esperanzas.
No obstante, en el gérero religioso no hay arte que le iguale, pues
ninguno inspira la veneración, el recogimiento y elevadas miras como
este. Quien no ha oído el Réquiem de Verdi, no ha saboreado las delicias
celestiales. ¡Qué inmenso partido podría sacarse de la música en la edu-
cación infantil, si se hiciesen repetir en sencillos cantos los preceptos que
el hombre no debe jamás olvidar!
En fin, no insistiré más, y solamente diré que desde los tiempos en
que Platón decía: la música es el arte que regulando la voz llega al alma
y la inspira el gusto por la virtud; hasta los tiempos modernos, en que
perfeccionado el canto se ha llegado hasta dominar al hombre salvaje, al
asesino, al ladrón, siempre la música ha sido, es y será moralizadora.
La música que obra preferentemente sobre la médula, comprende,
como se sabe, dos géneros: el que obra sobre los nervios locomotores,
música rítmica que se subdivide en otros dos: guerrero y danzante, y la
que obra sobre los nervios de sensibilidad. Me ocuparé aquí solamente
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 71
del primero, pues respecto al segundo no tengo nada que añadir á lo
dicho en la sección fisiológica.
La música guerrera anima al combatiente. Al son de la trompa guer-
rera, los antiguos soldados atacajban y asaltaban las ciudades. Dice Tá-
cito: los germanos tenian un Hércules y á ese dedicaban un canto al en-
caminarse hacia el combate, y entonaban estrofas que llamaban bardüh
al disponerse para la lucha. Osian, al explicar el grande uso que los ca-
ledonios hacian de la música, cita un pasaje en que dice: Carril aplica
á sus labios la trompa guerrera, entona el himno bélico é infiltra su alma
en el alma de los héroes.
Hoy que las bandas militares han llegado al apogeo de su perfección,
ejecutan composiciones que ejercen tal poder en nuestros guerreros, que
hacen olvidar bajo la influencia de sus embriagadores sones, confundidos
con el estampido del cañón, que luchan con hermanos, que van á una
muerte segura, llegando á renacer el valor en el más cobarde y en el más
inepto para el servicio de las armas.
£1 género danzante si no tiene ninguna aplicación higiénica, pues
aunque se diga que activando alguna de las funciones de nuestra econo-
mía como la circulación, respiración, secreciones, y regularizando en
parte la menstruación, se puede utilizar con algún éxito en ciertas afec-
ciones, que como las escrófulas, infartos abdominales, neuropatías y clo-
rosis, reclamen tales cambios, hemos de contar que en primer término
dichos resultados se pueden obtener con otros medios, en segundo, que
el baile se verifica generalmente en sitios reducidos é incapaces para él
gran número de personas que asisten á ellos, y en tercero, que el contac-
to entre los dos sexos se verifica de un modo demasiado intimo y acom-
pañado de palabras apasionadas, triviales y grotescas.
En cuanto á la música teatral, la ópera es sin duda la que cautiva
más al hombre contribuyendo también hasta cierto punto á moralizarle,
pues aunque todas tienen su argumento, más ó menos inverosímil y á
gusto de la imaginación fantástica del compositor, pareciendo que los
genios buscan sus inspiraciones en temas lo más inextricables y lo más
distantes de la verdad, sin embargo, lo que más deleita aquí principal-
mente es la música, siendo secundario lo que pasa en la escena, y ojalá
llegue pronto el dia que reine ella sola, desapareciendo tantas y tantas
composiciones triviales que, como la zarzuela, opereta, etc., causan per-
juicio á la sociedad.
(ContinuaráJ
anatomía de los centros nerviosos, ^*>
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
Aún cuando fuese posible una sistematización completa de los cen-
tros nerviosos, sin error ni laguna de ningún género, esta parte de la
(1) GontinuacioD. -> Véase el número 26.
\
rM anatomía dk los centros nerviosos.
Anatomía no habría alcanzado la meta de su perfección. Mucho más
ventajosa que la Anatomía descriptiva empíríca, más útil que ella al
fisiólogo y al patólogo por ofrecerles algo sohre que estudiar, no habla
aún con la elocuencia que en sus demás ramas acostumbra. No es más
que un mapa, en el cual, con líneas de carácter y color iguales, se mar-
can así las cordilleras como los ríos, los canales como los caminos de
hierro, etc., etc.: al viajero le toca indagar para qué sirven aquellas in-
dicaciones.
Al fisiólogo le corresponde estudiar el destino de cada hacecillo de
fibras y de cada grupo de células que el anatómico le presenta, y esto
hecho, será posible la síntesis ana tomo-fisiológica de los centros nervio-
sos, y en vez de describir una sustancia gris de los núcleos centrales, de
la cubierta cortical, de los cuernos anteriores, etc., y fibras de los cor-
dones anteriores, de los pedúnculos cerebelosos medios, de la cápsula
interna, del cuerpo calloso, etc.; en vez de estudiar aisladamente las re-
laciones y anastomosis que entre ambas existen; en vez de reunir todos
estos elementos en grupos, según la posición, dirección y trayecto de
los mismos, los sintetizará el anatómico según sus funciones, y descri-
birá en el sistema nervioso un aparato motor, otro sensitivo, otro vege-
tativo, otro intelectual, etc.; en seguida se hará cargo de las relaciones
que tengan uno con otro, como lo hace en el abdomen con los aparatos
digestivo y urinario, y entonces le han de resultar muy sucundarios la
forma de los centros nerviosos y muchos detalles que hoy son la base de
toda descripción clásica.
Algunas palabras, ya familiares en el lenguaje anatómico, indican
que el fisiólogo no se da tregua ni descanso en el cumplimiento de su
misión: los nombres de cuernos anteriores ó motores y posteriores ó sen-
^iioosy no hipotéticos ya, sino comprobados y perfectamente sinónimos,
son el primer paso firme que la Anatomía de los centros nerviosos da
hacia el periodo anatomo-físiológi^o.
No representan el carácter de este período ni la Frenología de Gall,
al encontrar un sitio para cada función y presentar sus cuadros topográ-
ficos de localizacion, ni las creencias de Comte, quien consideraba des-
tinada la parte anterior de los hemisferios á los fenómenos intelectuales
y la posterior á las funciones afectivas. Estas hipótesis no son más que
estuerzos abortados y estrellados por falta de fundamentos.
Malamente podía tener ribetes de razonada ninguna descripción
anatomo- fisiológica, sin tener órganos que describir. Actualmente, por
lo menos, existen elementos sobre los cuales se puede hacer recaer el
desempeño de una función: recuérdese el conocimiento, así anatómico
como fisiológico, que hoy se tiene de la médula, y se tendrá una idea
aproximada de lo que debe ser en el porvenir la descripción anatomo-
fisiológica de los centros nerviosos.
Digo en el porvenir, porque en nuestros dias, al abandonar la médula
para llegar á las partes superiores del eje encéfalo-medular, nos encon-
tramos como el ciego que guiado por su lazarillo recorre distintas calles,
sin ver lo que en ellas pasa y acontece: el ruido confuso podrá hacerle
presumir algunos sucesos, hasta adivinar con seguridad ciertos aconte-
cimientos; pero si su lazarillo es mudo, casi siempre quedará en la duda.
ANATOMÍA DK LOS CENTROS NERVIOSOS. 73
6 si es travieso y quiere divertirse con el, le llevará completamente en-
gañado.
£1 debate sobre las localizaciones cerebrales, teniendo por defensores
á Charcot, Fritchs, Hitzig, Ferrier, etc., y por impugnadores acérrimos á
Brown-Sequard, Lussana, Lemoigne, etc., dista mucho de estar definiti-
vamente resuelto, y sin saber á punto fijo qué papel desempeña la cu-
bierta cortical, es imposible la agrupación anatomo-fisiológica. Los tála-
mos ópticos, los cuerpos estriados, las distintas regiones del pedúnculo
cerebral, los tubérculos cuadrigéminos, el cerebelo y muchos hacecillos
de fibras y agrupaciones de sustancia gris del bulbo y de la protuberan-
cia, son objeto de discusión y de numerosas hipótesis acerca del papel
que desempeñan.
Lo peor es que no se vislumbran los horizontes de este laberinto,
pues en otros casos, ni siquiera el consuelo de la hipótesis nos queda:
por un lado, funciones que ni remotamente conocemos; los órganos á
que atribuirlas* y por otro, órganos sin alcanzar ni por asomo cual sea su
destino fisiológico. Sirva de ejemplo de lo primero, la demostración de
Budgeb el hacer evidente que la protuberancia ejerce una influencia ma-
nifiesta sobre las funciones vaso-motoras, sin que se conozca anatómica-
mente, en dicha región, ni centro ni fíbra á ellas destinadas; y demues-
tre lo segundo, la descripción dada por Meynert de la sustancia gris del
asta de Ammon, en donde existen tan solo grandes células piramidales
ó motoras y sus funciones son absolutamente desconocidas.
Afortunadamente no son todo tinieblas, y algunos estudios modernos
hacen esperar que, aunque de una manera trabajosa, podrá llegarse al
fin á una descripción anatomo-fisiológica. Es un hecho evidente que toda
fíbra nerviosa establece una comunicación entre dos células; cada dia se
demuestra mejor que la fibra representa el papel de conductor, y la cé-
lula el de agente impulsor óreceptor; cuando sepamos los grupos de
células que intervienen en una función y las fibras que sirven para re-
lacionarlos, tendremos ya un aparato, aunque quizás desconozcamos por
completo su mecanismo intimo.
Y bajo este punto de vista, sabemos mucho más del camino que re-
corren las impresiones, que del punto de donde vienen, y por esto es
posible, para poner un ejemplo, hacer como Charcot é imaginar un apa-
rato motor á guisa de esquema hipotético provisional. Charcot parte del
principio, demostrado ya, de que por el hacecillo piramidal corren las
impresiones motoras que del cerebro van á la periferia después de este
hecho cierto, admite, cosa bastante demostrada pero que necesita nuevas
comprobaciones, que el hacecillo piramidal se continúa sin interrupción
y sin contraer relación ninguna con los ganglios centrales, desde el pié
del pedúnculo, al través de la cápsula interna y del centro oval, hasta la
región de las circunvoluciones parietal y frontal ascendentes; en este
último sitio admite la localizacion de los centros motores, cuyas gruesas
células piramidales estarían en comunicación directa con las fibras del
hacecillo de igual nombre: estas fibras, siempre de una manera continua,
van desde el pié del pedúnculo al través de la protuberancia, se entre-
cruzan incompletamente en el bulbo, van á los cordones laterales de la
médula, y según Charcot, en las células de los cuernos anteriores de este
74 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
Órgano se terminan, una á una y á distintas alturas, las fibras que
partieran de las células corticales; detalle anatómico este último que
dista mucho de estar demostrado. De las células de los cuernos anterio-
res partirían en este caso las fibras de las raices anteriores y el aparato
motor quedarla asi constituido.
Tentativas de este género se han hecho muchas, pero tan solo he ci-
tado la anterior por ser la que se funda en datos más positivos. Y sin
embargo, necesita para sostenerse de suposiciones y de teorías que otro
dia podrán ser desmentidas. Por eso Charcot no pretende estar seguro
de haber llegado á la expresión de la verdad, y únicamente manifiesta
sus ideas como una concepción racional y que no se opone á ninguno de
los hechos hoy demostrados. Con este carácter de provisionales, se con-
vierten las teorías en verdaderos métodos de estudio, sucediendo que se
van modificando á medida que la ciencia adelanta, ó desaparecen por
completo al compás de nuevos descubrimientos. Por este motivo es úti-
lísima y muy plausible toda tentativa de este género; pero quien se en-
cariñe con ella y la dé por cierta antes de ser plenamente sancionada,
corre el peligro del inexperto niño que á orillas del mar está haciendo
un dibujo sobre la arena: mientras se deleita en contemplar su obra, una
ola inesperada borra todas sus hechuras dejándole consternado.
«
Seria ilusorio creer que la Anatomía de los centros nerviosos habia
de llegar á su perfeccionamiento, confiando tan solo sus adelantos á los
medios de que hasta hoy ha dispuesto el anatómico. Los métodos de es-
tudio de la Anatomía clásica son impotentes para desenredar la enmara-
ñada madeja de los centros nerviosos. Aún con los recursos que ofrecen
los adelantos de la Histología y de la Histoquimía, los procedimientos de
endurecimiento de la sustancia nerviosa, los cortes sucesivos practica-
dos en la pulpa cerebral y los detalles que revelan las planchas fotográ-
ficas, no se resuelven numerosas cuestiones de suma importancia.
De aquí que el anatómico haya recurrido á ciencias auxiliares, y sean
para él finísimos escalpelos el estudio del desarrollo de los centros ner-
viosos, la Anatomía comparada de los mismos, la Fisiología experimental
y la Anatomía y Fisiología patológicas. Por esto se encuentran dispersos
preciosos datos sobre esta parte de la Anatomía, en obras de índole muy
distinta, como, por ejemplo, las publicaciones de Charcot sobre la Pato-
logía de los centros nerviosos, y la obra de Lussana y Lemoigne sobre la
Fisiología de los mismos.
El estudio del desenvolvimiento de los centros nerviosos, demos-
trando el origen de algunas partes y la independencia en el desarrollo
de otras, aclara y fija muchos puntos que el anatómico no hacia más que
sospechar. Así, para el cuerpo calloso, estaríamos en la duda aún de si
es comisura inter-hemisférica ó inter-peduncular, si el defectuoso estu-
dio y mala apreciación de T iedemann no hubiesen sido contrarrestados
por las investigaciones de Rolando, ya en 1829, seguidas por otras nu-
merosísimas, y en particular, en nuestros dias, por Lussana y Lemoigne,
Meynert y otros, demostrando, que hacia el tercer mes de la vida em*
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 75
brionaria salen de la cubierta de los hemisferios dos órdenes de fibras:
unas que van á los núcleos centrales, y otras que se dirigen á unirse con
sus análogas del hemisferio opuesto para constituir el cuerpo calloso,
quedando asi fuera de duda que son independientes de los pedúnculos.
Cada dia va siendo más fecundo en resultados para la buena Anato-
mía el conocimiento exacto del desarrollo del eje encéfalo-medular.
Bastaría señalar los estudios de Kolliker, de Bidder y Kupfer, para con-
vencerse de ello, y recordar con cuánta claridad demuestran ciertos de-
talles de extructura-medular los estudios contemporáneos de Charcot y
Pierret y de Flechsig. Para citar un solo y decisivo ejemplo, diré que en
el cordón posterior de la médula se desarrollan independientemente su
parte externa ó hacecillo de Bnrdach y su parte interna ó hacecillo de
Goll; detalle este, como otros muchos, que la disección por si sola no es
capaz de revelar.
Sin embargo, no se le pida á esta ciencia auxiliar más de lo que puede
producir: suministra excelentes datos comprobantes y hace presumir
hechos desconocidos, pero no resuelve por si sola numerosos problemas
que hoy están en litigio.
Para comprender la importancia de la Anatomía comparada, como
fuente de conocimientos de la Anatomía de los centros nerviosos,
basta tener en cuenta, que desde los animales más inferiores hasta los
más superiores, se presentan en la escala zoológica todos los grados ima-
ginables de perfeccionamiento, remedando, con más ó menos exactitud,
las fases porque pasa el desenvolvimiento del eje encéfalo- medular en el
hombre.
Sirva de ejemplo la metódica descripción que hoy se hace de las cir-
cunvoluciones. Gracias á los estudios de Anatomía comparada hechos
por Gratiolet, Leuret, Foville, Broca, Gromier, Huguenin, etc., la super-
ficie de los hemisferios no es ya un campo revuelto, en el cual no es po-
sible establecer orden de ningún género, sino que puede describirse cada
una de sus partes y enumerar y dar nombre á las distintas circunvolu-
ciones, las que, si bien á primera vista ofrecen una disposición capri-
chosa y variable, teniendo en cuenta la Anatomía comparada, se ve que
obedecen á una Jey fija, y que, aún en su mayor desorden aparente,
guardan cada una de ellas una posición constante. Es inútil me esfuerzo
en demostrar la importancia que esto tiene en la Anatomía, Fisiología y
Patología de los centros nerviosos.
Pero ha hecho más la Anatomía comparada. No sólo ha servido para
hacer comprender cuestiones oscuras, como en el ejemplo antes citado,
sino que en ocasiones ha hecho cambiar, con notable ventaja, el concepto
que se tenia de partes ya conocidas. Recordaré en comprobación el modo
cómo se describe hoy el bulbo y nervio olfatorio^ considerándose á este
último, no como á un nervio, sino como un componente del cerebro, que
recibe el nombre de lóbulo olfatorio, y las fibras blancas que contiene, el
de traclus olfatorio.
Y así por este jaez, muchos son los recursos que puede prestar esta
ciencia auxiliar para hacer adelantar la Anatomía razonada de los cen-
tros nerviosos. {Continuará.)
76 ÁCIDO SALICÍUCO Y SUS SALES.
CONTRffiüCION AL ESTUDIO DEL ÁCIDO SALICILICO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del salicilato sódico en el tratamiento del reumatismo, (1)
POR D. M, E. Moré y Bargit,
Médico de la Ca8a de Lactancia y Casa^unade Barcelona,
^ El ácido salicilico es absorvido con tal rapidez que al cabo de poco
tiempo se elimina por los ríñones en un 63 por 100, de modo que, pasa-
dos 15 minutos de su ingestión puede notarse ya su presencia en la orina
por medio de los reactivos expuestos anteriormente, entre los cuales he-
mos dicho se contaban en primer lugar los preparados solubles de hierro
ó sea una solución al Vio de percloruro de dicho metal. — El precipi-
tado que se forma es tanto más abundante, cuanta mayor es la dosis de
ácido que se ha ingerido; pero, según Douglas, no se presenta el color
violáceo, hasta que se han precipitado todos los fosfatos de la orina. Aun-
que su presencia en este líquido se note á los 15 minutos de haber to-
mado el ácido, no significa esto que su eliminación total sea tan rápida
que á las pocas horas ó al día siguiente no se encuentre nada absoluta-
mente, pues en muchos casos puede notarse su presencia hasta quince
días después de haber cesado su administración. Esto indica palpable-
mente que el ácido salicilico se acumula en la economía y que si su ad-
ministración está indicada por mucho tiempo seguido, es sumamente
necesario descansar algunos días para luego volver á tomarlo. De modo
que siendo tan sencillo el procedimiento para descubrirlo en la orina,
no estará nunca de más analizarla, cuando menos cada dos días, para
observar su disminución ó su desaparición completa para volver á repe-
tir su administración, caso que se halle indicada.
£1 ácido salicilico se encuentra en la orina bajo dos formas total-
mente distintas: la una bajo la forma de ácido tal como se ingiere; otra
cantidad se combina con la urea formando el salicilato de urea.
Durante su administración, la cantidad de orina puede aumentar ó
disminuir según sea el estado inflamatorio de los ríñones, habiéndose
notado lo siguiente sobre el particular: 1.°, cuando el riñon se encuen-
tra en estado normal, la diuresis aumenta considerablemente, del mismo
modo que la provocan todos los demás diuréticos; 2.°, cuando el riñon
se encuentra en estado patológico, la diuresis no solo no aumenta sino
que disminuye, pues la acción ejercida por el ácido salicilico sobre el ri-
ñon patológico es más bien nociva que beneficiosa. También se ha dicho
que la cantidad de orina disminuye cuando el enfermo sufre una enfer-
medad general grave; sobre esto recuerdo que durante las últimas fie-
bres tifoideas que se presentaron en Barcelona en el invierno de 1879-80,
tuve ocasión de administrar el salicilato de sosa á algunos de estos
enfermos, y noté que, á pesar de la gravedad del mal, aumentó bastante
la cantidad de orina espelida. A pesar de esto, se ha dicho muchas veces
(1) Continuación. — Véase el número 26.
ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES. 77
que, administrando dichos cuerpos á enfermos tifódicos, disminuia bas-
tante la cantidad de orina segregada por los ríñones, lo cual no concuer-
da con las observaciones que tengo recogidas sobre el particular,— Estas
diferencias observadas por distintos prácticos que han escrito de este
asunto, serán tal vez debidas á ciertas condiciones propias del indi-
viduo ó de la enfermedad, condiciones qne hoy por hoy no parece que se
hayan descubierto todavía.
Ya hemos dicho antes, que una de las acciones del ácido salicílico y
sus compuestos consiste en evitar la fermentación y putrefacción de los
cuerpos que lo contienen; y tanto es así, que la orina que contenga di-
cho ácido deja de fermentar durante muchos días, manteniéndose siem-
pre acida.
Sobre la circulación es donde, el ácido salicílico y sus compuestos,
ejercen una podero3a influencia, puesto que desde el principio de su des-
cubrimiento se observó ya su acción antipirética. Sobre esto podemos
asegurar que es uno de los mejores antitípicos que se conocen puesto
que su acción es muy notable ya, en estado completamente fisiológico.
Sin embargo, en estos casos, cuando la dosis es pequeña no se observa
variación alguna, mas si llega á tomarse tres, cuatro ó más gramos al
dia, es bastante considerable la disminución del pulso y del calor, ob-
servándose un descenso notable de temperatura, cuando se padece una
afección febril más ó menos grave. En algunas de estas enfermedades
llega la temperatura á descender tres y cuatro grados en dos dias y á
veces en uno.
Respecto á la acción ejercida por el ácido salicílico sobre los centros
nerviosos, hoy está casi del todo demostrado que es, á corta diferencia,
igual ó semejante á la que ejercen los preparados de quina sobre di-
chos centros; esto es, obtusión de las facultades intelectuales, sordera,
zumbido de oidos y todos los demás fenómenos que indican la existencia
de una congestión cefálica más ó menos intensa según sea la cantidad de
ácido ingerido, el número de dias seguidos que se ha tomado, el tempe-
ramento, la constitución, fuerzas, etc., del individuo. Además, cuando
se prolonga por mucho tiempo seguido su administración á dosis alta,
sobreviene una considerable postración de fuerzas, entorpecimiento en
los movimientos de la lengua, dificultad en el uso déla palabra, y por fin
un gran decaimiento de fuerzas físicas é intelectuales. Estos fenómenos
he tenido ocasión de observarlos marcadamente en tres individuos, uno
de los cuales quedó poco menos que afásico, y al sacar la lengua fuera
de la boca se ladeaba un poco hacia el lado derecho. Todos estos fenó-
menos, que no son muy raros de observar, demuestran claramente la
notable acción que sobre el cerebro ejerce el ácido salicílico.
Dosis á qne paede administrarse el ácido salicílico.— Hecha ya esta li-
gera reseña sobre la acción fisiológica del ácido salicílico y antes de pa»
sar á ocuparnos de sus compuestos, es preciso que digamos algo de las
dosis á que puede administrarse dicho cuerpo, para lo cual nos hare-
mos primero las dos siguientes preguntas, que no carecen de importan-
cia y que serán la base de lo que diremos después.
1-* — ^¿Qué cantidad de ácido salicílico puede tomar un individuo^ ya
78 ÁCIDO SALIGÍLIGO Y SUS SALES.
en estado normal, ya en estado patológico, sin- que aparezcan los fenó*
menos anormales propios de su ingestión?
2/— ¿Cuánto tiempo puede durar su administración?
Por lo que respecta al mismo ácido salicílico, creo que estas dos pre-
guntas no pueden todavía obtener una contestación satisfactoria, pues,
según veremos, es problema de no muy fácil resolución. Esto dependerá
probablemente, según hemos dicho en otros puntos al tratar de alguna
acción particular, que de deben atenderse en mucho las condiciones pro-
pias del individuo y las que le rodean, no menos que la pureza del cuerpo.
En primer lugar, como he leido en algunas publicaciones periódicas,
se han podido observar algunos individuos, aunque raros, que han to-
mado diez y más gramos de ácido salicílico puro, sin incidente alguno
particular. Pero estos casos son, por cierto, excepcionales, pues este
cuerpo puede fácilmente, por su poder tóxico altamente irritante, pro-
ducir la muerte, cuando se toma á la dosis de diez gramos al dia ó de
una sola vez; en este caso se desarrolla una gastritis tóxica, con lodos
los síntomas que la caracterizan y que acaban en poco tiempo con la
existencia del paciente. Sobre esto he tenido ocasión de leer algunas Re-
vistas donde se dan cuenta de casos desgraciados de este género. Uno de
ellos, tomado del Journal de Pharmacie et de Chimie relata uno del si-
guiente modo: e;Un hombre de 47 años de edad, en buenas condiciones,
atacado de dolores reumáticos, tomó el 27 do Junio de 1878, 7 gramos de
ácido salicílico en iO papeles. El efecto, dice M. Empis, fué maravilloso.
El 28, transpiración abundante y gran debilidad. El enfermo tomó 5 gra-
mos de ácido salicílico y el 29 se sintió bien, pero á las 4 de la mañana
fué atacado de un violento dolor en la región del estómago y murió.>
. Por mi parte, he tenido ocasión de observar un caso análogo, del cual
ya hice mención en la Reoista de Cieticias Médicas del mes de Mayo
de 1879; caso que, providencialmente, no acabó con la vida de la enfer-
ma aunque los fenómenos de verdadera intoxicación adquirieron un
alto grado de intensidad. Esta señora sufría violentos ataques de reu-
matismo cuando en Noviembre de 1878 determinó ser visitada por un
médico; éste, para combatir el reumatismo, de forma lumbar, le pres-
cribió 12 gramos de ácido salicílico divididos en 60 pildoras. La enferma
ó no entendería bien cuantas debía tomar al dia, ó animada de la sana
intención de curar lo antes posible, no reparó en pequeneces y se to-
maba cinco cada dos horas, de cuya manera hubiera concluido con las
60 pildoras (12 gramos) en las 24 horas. Sea de esto lo que fuere, aun no
las había concluido cuando S0 sintió presa de violentos dolores en el es-
tómago, vómitos sumamente penosos, enrojecimiento de la cara y frial-
dad en las extremidades inferiores, sudor frió y copioso, cefalalgia y
pulso sumamente concentrado. De repente, y sin otras explicaciones que
el cuadro que presenciaba en aquellos angustiosos momentos, me creí
en presencia de un catarro gástrico de forma intensa, mas cuando su fa-
milia me explicó lo sucedido, que no es otra cosa que lo anteriormente
expuesto, y vi lo que había tomado, ya no me quedó ninguna duda de
que se trataba de una gastritis tóxica producida por el ácido salicí-
lico.
De casos semejantes ó iguales á los anteriores podría anotar algunos
ÁCIDO SALICÍLIGO Y SUS SALES. 79
más, pero para que los lectores se den cuenta y tengan siquiera una idea
de los efectos que, en general, produce el ácido salicílico, creo habrá su-
ficiente con ellos para demostrar, que dicho cuerpono debe llevarse nun-
ca á cantidad tan crecida como la de 10 gramos al dia, aunque algunos
individuos la soporten sin dificultad.
Sin embargo, el ácido salicílico, lo mismo que muchas otras sustan-
cias, es de acción muy variable, según se deduce de los distintos casos
publicados, en los diferentes individuos y aun en uno mismo. Weber cita
un enfermo atacado de erisipela en quien existia cierta susceptibilidad
para con dicho cuerpo; el primer dia dio, á este enfermo, 2 gramos de
ácido salicílico qua soportó sin dificultad ni fenómeno alguno; pero al dia
siguiente, las personas que estaban á su cuidado, presas de cierta impa-
ciencia, le dieron 4 gramos y el enfermo fué preso de colapso y diarrea;
las manos y los pies se ieron violácpuseos y la temperatura disminuyó
hasta los 36^ 8. Se le administró café, coñac, etc., y desaparecieron to-
dos estos síntomas.
En cambio, Stricker da cuenta de un enfermo á quien le administró
22 gramos sin que le produjese ninguna alteración gástrica.
Douglas dice que en el servicio de M. Lépine vio á cun reumático que
había tomado 8 gramos de ácido salicílico en dos veces con 4 horas de
intervalo cada una; la primera á las 3 V2 Y ^^ segunda á las 7 V2* Enton-
ces se durmió, pero á media noche se despertó con silbidos de oidos,
pero tan violentos, que le parecía oír los silbidos de locomotoras situa-
das una en cada lado de su cama; á la mañana siguiente disminuyó la
intensidad del ruido, pero para dar lugar al vértigo; quiso levantarse y
se vio obligado á volver de nuevo á la cama á fin de no caerse. Todo pa-
recía que daba vuelta á su alrededor y al andar parecía que estaba ebrio.
Por otra parte no sufría, y sus facultades intelectuales estaban intactas,
aunque un poco deprimidas. Durante la noche experimentó violentos có-
licos y había hecho seis deyecciones. Este estado duró poco, puesto que
durante este dia se restableció y desaparecieron todos estos fenó-
menos.»
El mismo Douglas dice, que en el servicio de M. Desnos, en la Pie-
dad, un enfermo tomó 3 gramos de ácido salicílico, experimentando to*
dos los sin tomas propios de su ingestión, y que al cabo de algunos días
se le volvieron á dar 2 gramos y se reprodujeron los mismos accidentes.
Sea cualquiera la dosis á que se haya administrado el ácido salicíli-
co, algunos autores han llegado á encontrar ulceraciones en la membra-
na mucosa del estómago y aun hemorragias faríngeas, como Wolfberg.
Otros, porque no han encontrado dichas lesiones, las niegan, diciendo
que serian debidas al ácido fénico que muchas veces acompaña al sali-
cílico. Realmente, dichas úlceras pueden ser debidas á la presencia del
ácido fénico, pero no cabe duda de que también pueden ser debidas a^
ácido puro, y por los datos que acabamos de dar, puede colegirse que
no todos los individuos soportan del mismo modo dicho cuerpo, pues
acabamos de ver que, desde la dosis de 2 gramos á que lo toman unos,
hasta la de 8, 10, 12 y 20, á que lo usan otros, los efectos no pueden ser
más contradictorios y distintos, aun en un mismo individuo.
Por todas las razones aducidas venimos en conocimiento de que el
80 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
ácido salicihco solo debe administrarse con gran cautela, empezando
siempre por administrar dosis inferiores, á fin de observar sus efectos,
y aumentar esas dosis progresivamente hasta llegar á la máxima (que
por lo visto no se sabe todavía), para que un individuo se acostumbre
poco á poco á su ingestión y no tenga que suspenderlo repentinamente
por haberle producido desagradables accidentes.
Asi, pues, el ácido salicílico puro, sea cualquiera el uso interno á que
se le destine, al principio cuando menos, debe administrarse siempre á
la dosis solo de 50 centigramos á 1 gramo, en disolución en agua ó en
algún otro menstruo. Desde el momento en que aumentemos estas dosis
estaremos expuestos á que se origine algún accidente más ó menos grave,
según sea el aumento, el enfermo y la enfermedad.
Guando la dosis llega á tres gramos, después de su ingestión, pueden
notarse ya los síntomas propios de la congestión que hemos mencio-
nado y los del aparato digestivo, esto es: sordera, pesadez, sensación de
calor urente en el estómago, soñolencia, vómitos, etc., etc. Cuando la do-
sis pasa de los tres gramos y llega á 5, por ejemplo, estos trastornos
son ya de mayor consideración y prontitud, llegando á producir, á veces
la alteración de las facultades intelectuales, como la excitación mental.
Si esta dosis aumenta más todavía y llega hasta la de 7, 8 y 10 gra-
mos, la muerte se hace casi inevitable, pues rara vez nos encontrare-
mos en presencia de un individuo cuya tolerancia llegue hasta el punto
de soportar impunemente una dosis tan exorbitante de 22 gramos, como
sucedió con el enfermo de Stricker ya citado, sino que más bien dare-
mos con individuos en los cuales su acción será totalmente opuesta.
Cuando sobreviene la muerte por acción tóxica del ácido salicílico y se
logra' realizar la autopsia, se encuentra generalmente llena de úlceras
toda la parte superior del tubo digestivo, principalmente el estómago,
lo cual demuestra la acción irritante y corrosiva de dicho cuerpo. En
apoyo de esto se tienen numerosos datos de distintos autores*que corro-
boran el hecho y que concuerdan exactamente con los experimentos ve-
rificados en varios animales repetidas veces. Respecto á esto, he admi-
nistrado dicho cuerpo á dos conejos, un perro y un gato, y después de
verificada la autopsia he visto que se hablan obtenido resultados dis-
tintos: uno de los conejos (3 V2 gramos) presentaba pocas ulceraciones y
mucha congestión de la parte superior del tubo digestivo; otro conejo
(3 V2 gramos también) presentaba una porción de úlceras y derrame san-
guíneo, pero de talla regular y gato de gran tamaño (6 gramos cada uno),
presentaban también muchas erosiones y equimosis.
Hay sin embargo muchos autores que no han visto, en muchos casos,
tan pronunciados los efectos del cuerpo en cuestión en la mucosa gástri-
ca, limitándose sus efectos irritantes á equimosis diversos y á congestio-
nes en la misma. Suponiendo cierta esta negativa y existiendo solo estas
dos últimas alteraciones, indica de todos modos que no se producirían,
sino precediera la acción irritante local de dicho ácido.
Queda, pues, sentado por la inmensa mayoría de prácticos, que el
ácido salicílico no debe administrarse nunca más que á la dosis de 50
centigramos á 1 gramo diario dividido para tomarlo en varias veces, re-
cordando que todos los individuos que han tomado mayor cantidad que
ESTUDIOS CLÍNICOS. 81
la expuesta, se han visto en grave riesgo de padecer los accidentes desa-
gradables á que da lugar el ácido. Por otra parte, no debe olvidarse nun-
ca que la mejor manera de tomar este cuerpo es en disolución en el agua
por el intermedio de cualquier otro cuerpo, como el alcohol, el bicarbo-
nato sódico, etc., etc. ¡Continuará)
ESTUDIOS CLÍNICOS.
Consideraciones sobre la fiebre perniciosa con motivo de alg^unos casos
de difícil diagnóstico (i),
POR D. Arturo Masoti Arroyo.
Observación 2/ — Fiebre perniciosa convulsiva 7its<m/brmc. — Ma-
ría N., de veinte y cinco años de edad, soltera, de temperamento ner-
vioso y cloro-anémica, fué acometida inopinadamente de unos escalo-
fríos intensos que la obligaron á meterse en cama. Terminado el esta-
dio de frío, que duro próximamente un par de horas, estalló un acceso
convulsivo de forma clónica, que fué precedido de algunos fenómenos
espasmódicos manifestados particularmente en la glotis y en el conduc-
to faringo-gástrico, produciendo la sensación conocida con el nombre de
bolo histérico. Los paroxismos convulsivos vinieron acompañados de
una fiebre que elevó la columna termométrica á 39 grados y tres déci-
mas, persistiendo las convulsiones por espacio de tres ó cuatro horas
solamente, pero la pirexia continuó á la misma altura á pesar de cesar
aquellas.
Cuando yo vi á la enferma, la encontré precisamente en este último
período y ella me refirió los síntomas subjetivos experimentados, pues
conservaba perfecta reminiscencia de lo ocurrido. Me limité á prescri-
birle una poción anti-espasmódica con dos gramos de hidrato de doral,
para que tomase una cucharada cada hora, y un ligero laxante, pues ha-
cia tres dias que no defecaba.
A la mañana siguiente volvieron á manifestarse las horripilaciones y
tras estas los paroxismos convulsivos, pero la fiebre fué más intensa,
llegando á marcar 40 grados en la escala del termómetro. Entonces sos-
peché la naturaleza del padecimiento, y sin dilación alguna prescribí el
antitlpico á la dosis de tres gramos para seis enemas, que se habían de
administrar con el intervalo de tres horas cada uno. El éxito que obtuve
con dicha medicación fué completamente favorable, pues los accesos
convulsivos y el elemento fiebre no volvieron á presentarse, entrando
la enferma en una franca convalecencia. La presente observación nos
recuerda esa clase de histerismo denominado espasmódico, y, sin embar-
go no podemos atribuir su manifestación más que al agente palúdico, lo
cual confirma en parte la creencia que Hasse tiene sobre esta neurosis,
considerándola como una perturbación de las funciones nutritivas del
(1) Gonclasioo.^Véase el número 26.
82 ESTUDIOS CLÍNICOS.
sistema nervioso, mediante la cnal cambian las condiciones de dicho
sistema tanto en la parte central cuanto en la periférica. Esta perturba-
éion, según 61, no siempre tiene su punto de partida en el aparato gené-
sico, sino que puede presentarse por una excesiva irritabilidad nerviosa
ó por parálisis de los sistemas nervioso y muscular.
El miasma palúdico, circulando en la sangre, puede en efecto dar lugar
á esa irritabilidad nerviosa y simular perfectamente, mientras exista en
el organismo, ataques histeriformes, con todo su cortejo sintomatoló-
gico, como ha ocurrido en el caso que acabo de referir.
Observacíon S.^^Fiebre perniciosa de forma pneumónica. -*- Recae
esta observación en una niña de ocho años de edad, de temperamento
linfático, escrofulosa y de constitución empobrecida.
Estando undia entretenida en los juegos propios de la infancia, fué
presa de un frió intenso, al cual subsiguió una fiebre moderada y un
dolor persistente en el costado derecho. No tuve ocasión de verla hasta
el dia siguiente, en que fui llamado, y al observarla á simple vista, des-
de luego se sospechaba cual era el órgano que padecía. La facies pneu«
mónica tiene un valor incontestable para el diagnóstico, y al ver aque-
llas rosetas encarnadas sobre los pómulos contrastando con el blanco
mate de su rostro, aquella respiración anhelosa y entrecortada por ac-
cesos tusiculosos, que arrancaban gritos de dolor á la enfermita, no
habla nada que preguntar para diagnosticar su padecimiento.
Investigué detenidamente los síntomas suministrados por la percu-
sión y auscultación, con objeto de precisar el hecho clínico, y pude
apreciar una matidez notable en la parte antero-lateral de los lóbulos
inferior y medio del pulmón derecho, acompañada de un soplo bronquial
intenso y algunos estertores sub-crepitantes. Al hablar la enferma, per-
cibíase broncofonia en el punto afecto, que iba gradualmente perdién-
dose á medida que nos elevábamos hacia el lóbulo superior.
Admití, pues, una pneumonía en su segundo período, y como por la
constitución de la enferma y su temperamento revestía la enfermedad
verdadero carácter adinámico, la traté por el alcohol y los tónicos.
La enfermedad seguía su curso natural y la fiebre presentaba ligeras
remisiones matutinas, sin que tuviésemos que lamentar complicaciones
ni locales ni generales. Así continuó dos días; mas al tercero elevóse la
fiebre al caer la media noche, mostrándose un delirio terrible y alarman-
te, que puso á la familia en grave apuro, dándome aviso inmediata-
mente.
Gomo la paciente se hallaba á dos leguas distante de este pueblo,
cuando llegué todo había calmado. El sensorio estaba despejado y la
fiebre remitida; reconocí nuevamente el pecho por si algo extraño allí
ocurría, y no pude observar nada que roe explicase la situación habida.
La fiegmasia ocupaba igual extensión, y no había por otra parte ni
edemas colaterales, ni nuevos puntos pneuraónicos, que de algún modo
hubiesen dado cuenta de la exacerbación febril.
Supuse injustificada la alarma de la familia é insistí en !a medicación
prescrita.
Aun no se habían manifestado estertores de retorno, que exigieran el
ESTUDIOS CLÍNICOS. 83
empleo de los expectorantes, y por tanto nada tenia que añadir. Algo me
inquietaba, no obstante, que el período de hepatizacion se hiciese tan
durable; más en atención al empobrecimiento orgánico existente, la en-
fermedad debía seguir una marcha evolutiva más lenta, y ésta idea
halagaba mis esperanzas.
Aquella noche volvió la fiebre á elevarse, reapareció el delirio^ y tan
intenso fué por ésta vez, que la niña se arrojó dos veces del lecho con
notable sorpresa de sus padres. En la visita de la mañana enteráronme
de lo ocurrido, pidiéndome fijara la atención en la enfermedad de su
hija.
Volvi al reconocimiento, y entonces, como antes, nada nuevo encontré
en el estado local; la enfermedad seguía á la misma altura. La fiebre mar*
caba 39 grados y la situación de la niña era idéntica en un todo á la del
dia anterior. ¿Qué es lo que allí pasaba? Para mí no había más que una
pneumonía á todas luces evidente; pneumonía, que se encontraba en su
segundo periodo y cuyos síntomas locales continuaban en el mismo es-
tado. La temperatura y el pulso guardaban por otra parte una completa
armonía; no había complicaciones apreciables de ningún aparato orgá-
nico, luego ¿á qué era debida aquella exacerbación febril tan alarmante?
¿Sería el miasma palúdico el que estaba bastardeando el proceso patoló-
gico? Aunque no podía darme una respuesta afirmativa sobre este punto,
acepté, en consulta conmigo mismo, la administración de los quinicos,
siquiera fuese como medio de exploración para aclarar la situación de la
enferma. Prescribí 12 decigramos en nueve pildoras para tomar en tres
dosis, y con gran sorpresa de la familia y mía, aquella noche no tuvo
lugar el acceso.
Insistí á la mañana siguiente en la misma medicación, y al otro dia
cuando vi á la enferma la encontré apirética, sin disnea, sin tos y sin la
coloración roja de las mejillas. Extrañado de tan súbito cambio, reconocí
la cavidad torácica, y aquel pulmón, que el dia anterior se hallaba hepa-
tizado, mostrábase casi permeable á la entrada del aire, habiendo desa-
parecido el soplo bronquial y la broncofonía. Empero no se crea que lo
que hubo allí fué una resolución del exudado rápida é inapreciable, pues
esto era imposible en tan corto espacio de tiempo, dada la extensión de la
fleí^^masía; lo que hubo fué verdadera simulación pneumónica, un estado
de irritabilidad de los tejidos realizado por ese misterioso mecanismo
que preside á ciertos fenómenos orgánicos incomprensibles, cuya irrita-
bilidad perturbó el funcionalismo natural del órgano, colocándolo en
condiciones especiales, pero sin que existieran alteraciones somáticas
de ningún género, puesque, de haber existido, no hubieran' desaparecido
tan rápidamente á pesar de toda la quinina conocida.
¿Acaso la inflamación es un proceso tan insignificante que podamos
corregirlo á voluntad? ¿Llegan los tejidos inflamados á su grado de inte-
gridad orgánica en tan limitado espacio de tiempo? Seguramente nó.
Yo he visto pneumonías intermitentes, cuyo cuadro sindrómicoha de»
saparecido al terminar la fiebre, para volver á presentarse cuando
aquella se ha manifestado, sin dejar en el pulmón las más insignificantes
huellas de su existencia; pero en nuestra enferma no ocurrió eso de
ningún modo. Ni la fiebre desapareció en absoluto, ni los síntomas de la
84 ESTUDIOS CLÍNICOS.
pretendida pneumonía se borraron. Al principio, la marcha de la pirexia
fué regular, con sus exacerbaciones y remisiones graduadas, y la pneu-
monia manifestaba signos ostensibles é inequívocos; pero pasados dos
dias, el paroxismo febril llegó á su colmo por la noche y al presentar su
remisión matutina, no por eso desaparecieron los síntomas locales del
pulmón; luego en este caso lo único que podía admitirse en buena pato*
logia era la existencia de una pneumonía de carácter remitente, toda vez
que la fiebre hacia su defervescencia y los síntomas pulmonales persis-
tían. ¿Como, pues, acabada la fiebre, se yuguló el proceso flogistico?
Porque no existió más que aparentemente; porque la enfermedad estaba
constituida en si poruña fiebre palúdica perniciosa, quecomenzócon le-
nidad marcada ocasionando un estado ñuxionario en el pulmón derecho,
que simulaba perfectamente todo el cuadro sintomatológico de una pul-
monía crupal.
Que fué primitivamente perniciosa, lo demuestra el no haberse mani-
festado intermitente por completo, como ocurre casi siempre en éste
género de fiebres; el haber presentado exacerbaciones tan bruscas como
fuertes, que indudablemente hubiesen acabado con la vida de la niña, y
el haber ocasionado desórdenes patológicos en el órgano pulmonal, que
desaparecieron con la terminación del proceso febril.
Estas razones son suficientes á demostrar la naturaleza de la pirexia,
y una vez admitida, sírvenos de base para afirmar, que así como hay
pneumonías intermitentes, cuyos síntomas concluyen con la fiebre, ha-
ciéndose en éste caso de fácil diagnóstico, existen también falsas pulmo-
nías, que simulan un estado morboso concluido, creadas por el veneno
palúdico, y sobre las cuales hay que estar prevenidos estudiando muy
de cerca la marcha de la fiebre, si queremos librar á los enfermos de una
muerte cierta.
Las fiebres perniciosas constituyen un proceso tan grave y ejecutivo,
que en poco tiempo acaban con la vida del paciente; por eso es preciso
observarlas detenidamente con el termómetro en la mano, pues hay ca-
sos en que una ligera remisión sirve de fundamento diagnóstico, como he
podido apreciar algunas veces.
Siempre recordaré una fiebre perniciosa, que observé hace algún
tiempo en un niño de 6 años, y cuyo síndrome constituía el más acabado
cuadro de la meningitis encefálica; pero á pesar de las razones que había
para formular éste diagnóstico, fué tan expresiva la remisión que hizo
la fiebre al día siguiente de aparecida la enfermedad, que sin embargo,
de no haberse atenuado por este hecho los síntomas meningiticos, se
diagnosticó una perniciosa y el niño curó en tres dias.
Guando la perniciosidad está caracterizada únicamente por la inten-
sidad de uno de los estadios, constituyendo la fiebre álgida ó diaforética,
es más fácil el diagnóstico; pero cuando viene simulando alteraciones
patológicas de ciertos órganos, como el cerebro, pulmones, corazón,
abreviado entonces presenta serias dificultades y solo por el método de
exclusión podrá llegarse á su perfecto conocimiento.
No debe olvidarse de ningún modo que las fiebres perniciosas revis-
ten carácter remitente muchas veces, como habéis podido observar en
los casos expuestos, constituyendo estados febriles continuos, cuyo co-
REVISTA DE DERMATOLOGÍA. 85
aocimiento es bastante oscuro, máxime cuando se asocian á la fiebre
estados patológicos más ó menos expresivos que puedan torcer nuestro
juicio.
Las observaciones referidas en este escrito, no tienen otro objeto que
llamar la atención sobre estos hechos verdaderamente interesantes bajo
el concepto clínico, para que aquellos de mis comprofesores que no
estén muy familiarizados con las manifestaciones morbosas de ésta
afección, vean en estos hechos un motivo de estudio siempre útil, por
si la práctica les proporcionara el hallazgo de otros casos análogos.
Estrecho de San Ginés (Marcia).
REVISTA DE DERMATOLOGÍA,
POR EL Dr. D. Alejandro Planellas,
lédieo Agregado »1 lospital de Sinu Gnu.
Los medicamentos nuevos; intoxicación por el naítol. — Nunca estare-
mos bastante prevenidos contra el prurito que algunos tienen en el pe-
riodismo médico de ensalzar un medicamento que es ó se le llama nue-
vo, sobre todo si lleva un nombre que pueda sorprender al lector. Nada
habría que decir si el agente en cuestión se historiase después de repeti-
dos estudios y ensayos que por sus resultados garantizasen su valor y
que éste fuese positivo. Pero no es á esto á lo que nos referimos, sino al
proceder de algunos que tal vez juzgan, que con un nombre nuevo y una
poco meditada alabanza del agente que lo lleva, se consigue la patente de
conocedor del más vesdadero en las ciencias. Tal manera de obrar rebaja
el valor de laliteraturamédica,y nos lamentamos deello, porque lo hemos
observado más de una vez, y hasta con circunstancias tan especiales que
no dejan lugar á dudas respecto á la ligereza de los que siguen aquella con-
ducta. Asi vemos por ejemplo publicarse un articulo encomiástico á favor
de una|sustancia medicamentosa, para luego al continuar el trabajo sobre
el mismo agente, en un artículo posterior tener que contradecirse el autor
de ambos, porque en el tiempo que ha mediado entre la redacción del
primero y la del segundo ha conocido respetables documentos en contra
de la supuesta sustancia.
Lo que acabamos de expresar pasa no precisamente en la terapéutica
de las enfermedades á que se refiere nuestra Revista^ sino que también
sucede al tratar de la terapéutica de cualquiera otras; pero hemos de
ceñirnos á nuestra especialidad y consignar que algo de lo que queda
dicho ha ocurrido con el naftol. Esta sustancia se ha preconizado para,
el tratamiento de varias formas de eczema, psoriasis y otras dermatosis,
y muy pronto se ha visto que su uso no era del todo inofensivo y se han
multiplicado los testimonios que acreditan que produce una verdadera
acción tóxica, entre los que figuran los nombres de Kaposi y Mauthner.
86 REVISTA DE DERMATOLOGÍA.
Recientemente el Dr. Neuser ha dado á conocer varios experimentos (4)
que lo demuestran, pues inyectando el naftol debajo de la piel del
conejo se ha producido én este animal una salivación marcada, pér-
dida de fuerzas, convulsiones y por fin la muerte. En el perro se han
notado los mismos resultados, con la particularidad de que siendo un
animal de mayor talla que el conejo, se intoxica con una dosis menor de
naftol. Un proceso particular ocasiona el naítol según lo observado por
Neuser, y es uua nefritis acompañada de hemoglobinuria cuya iniciación
debe ser motivo para que inmediatamente se suspenda el uso del naftol
si en alguna ocasión le usásemos. De esto se desprende que el empleo de
este agente debe ser con la condición de examinar cada dia la orina, lo
cual hace algo engorroso el echar mano de él. Se puede decir que lo
hasta aquí expresado solo es hijo de la experimentación, pero en primer
lugar no podemos negar el valor de esta, y además son varios los prácti-
cos que han tenido que suspender el uso del naftol en el hombre, por los
accidentes que ha producido.
En resumen, el naftol puede producir graves intoxicaciones, y como
se comprende serán tanto más probables cuanto más extensa sea la su-
perficie á que se aplique. Queda pues reducido su empleo racional al tra-
tamiento de afecciones cutáneas de poca extensión, debiendo ser además
muy cautos en la dosis. Esto no debe desalentar á los prácticos, porque
precisamente las afecciones para las que se ha indicado el naftol, cuen-
tan con poderosos y variados recursos con que se ha enriquecido la tera-
péutica de las enfermedades de' la piel.
fil parásito de la lepra — Según un trabajo reciente, el Dr. Alberto
Neisser revindica para sí la prioridad en admitir una relación causal en-
tre los microorganismos y la lepra. El parásito microscópico de esta
afección no solo se encuentra en las neoformaciones cutáneas caracterís-
ticas sino además en las mucosas, bucal palatina y laríngea, en los pro-
cesos intersticiales de los nervios periféricos, de la córnea, de los cartíla-
gos y de los testículos, y en las glándulas linfáticas, en el bazo y en el
hígado. Falta sin embargo en la médula espinal y en los músculos.
En la piel se coloca el parásito en las células gruesas de la lepra
descritas por Virchou, invadiéndolas á todas unas veces y formando islo-
tes otras. Se observan unos glóbulos de aspecto céreo y simulando goti-
tas de grasa que toman un color intenso y uniforme tratados por la ani-
lina, que no son mas que célalas degeneradas y fuertemente infil-
tradas del parásito ó de sus productos (2). A veces la parte invadida
por el parásito es limitada en comparación á la masa celular infiltrada,
pero Neisser lo explica ó por la destrucción del parásito ó por haberse
desarrollado nodulos no leprosos entre los que realnaente no lo son.
El mismo autor explica la anestesia de la lepra por una infiltración
del parásito que se produce en los nervios periféricos.
El microorganismo de la lepra se impregna bien con distintas sustan*'
cias colorantes, pero lo verifica principalmetnte con la fucsina, y tiene al-
(i) Lo Sperimentale, Diciembre 1881.
(3) Lo Sperimeníalef Diciooibre 1881.
REVISTA DE DERMATOLOGÍA. 87
guna semejanza con el bacillus de la septicemia. El Dr. Neisser ha obte-
nido la separación del parásito de la lepra, lo ha sujetado á la cultura y
experimentando con el resultado de esta en varios animales, ha visto pro-
ducirse las lesiones características de dicha afección. Opina además que
la via favorable para el microorganismo es el sistema linfático.
Una vez introducido el parásito como tal en el estado de esporos se
detiene más ó menos en las células linfáticas hasta que invade todo el
cuerpo, particularmente la piel ó los nervios, produciéndose en el últi-
mo caso la lepra anestésica.
Por fin el Dr. Neisser expresa la probabilidad de que la lepra sea con-
tagiosa, si bien que esta afección es de entre las parasitaria's una de las
que más exigen la disposición del individuo para adquirirla. Cree ade-
más dicho autor que la lepra no es hereditaria.
La reBoroina en las oníermedades de la piel. -La mencionada sus*
tancia es objeto en la actualidad de repetidos estudios aplicándola parti-
cularmente á las afecciones vesicales y á algunas del tegumento externo.
Solo nos incumbe referirnos ahora á las últimas. Para hacerlo debida-
mente indicaremos de una manera breve la acción fisiológica de la resor-
cina sobre la piel. En primer lugar aplicando sobre ésta dicha sustancia,
se nota que se reabsorve en algunos animales como sucede en la rana,
pero en los animales de sangre caliente en muchas partes de la piel y
en las mucosas no se absorve, según indica el Dr. J. Andeer de Vürz-
burgo (1). Sin embargo, cuando existe una solución de continuidad ó
cuando las funciones de la piel están alteradas, entonces puede reabsor-
verse la resorcina; si es en el segundo caso, se observa que la piel toma
un tinte verdoso y después moreno debido á la combinación de la resor-
cina con las bases que se forman por el estado patológico. Tiene dicha
sustancia una propiedad muy digna de atención, y es que favorece y
estimula el desarrollo del epitelio cutáneo produciendo una regeneración
del mismo más completa y fácil que con otros agentes, como los cáusticos
y desinfectantes. Al mismo tiempo no provoca la irritación local y las
erupciones que se observan usando otras sustancias como el naftol y el
alcohol fenilico.
El Dr. Andeer viene ensayando la resorcina en las enfermedades de
la piel desde hace cuatro años. Sus aplicaciones más ventajosas han sido
en la erisipela, la viruela, el pémfrigo, la rupia y la lepra. También la
ha empleado en las picaduras anatómicas, en las mordeduras por ani-
males venenosos, en las quemaduras de varios grados y en varias ulce-
raciones, aplicándola bajo la forma de cataplasmas que llevan la dicha
sustancia. Finalmente, en muchas pérdidas de tejido parece que se ha ob-
tenido con el uso de la resorcina el que se curasen sin dejar cicatrices.
Haremos notar por creerlo oportuno, que la resorcina no ocasiona
según Andeer la homoglobinurta ni fenómenos de intoxicación como he-
mos dicho que los produce el nafiol.
Del mioma cutáneo.-Esta neoplasia es sgmamente rara en la piel^
(1) Gacette hébd» des acienc, nied,, Montpellier, 7 de Enero de 1882.
88 REVISTA DE DERMATOLOGÍA.
por lo cual creemos que de todo caso que se vaya conociendo , debe darse
cuenta hasta que esté completamente estudiado en sus formas y varie-
dades. Por ahora apenas se conoce más de una docena de casos, y las for-
mas en que se ha distinguido clínicamente son dos; una denominada
mioma quirúrgicoy el cual se presenta formando un todo continuo y cons-
tituyendo una especie de tumor cutáneo. La otra se denomina mioma
eruptivOy que en términos más usuales deberíamos llamar mioma diftiso
que se presenta en pequeños núcleos diseminados en la piel y produ-
ciendo manchas rosáceas en la extensión de ésta, siendo doloroso gene-
ralmente. Pues precisamente de esta forma ha observado el Dr. Brigidi
un caso de mioma cutáneo situado en las manos y en los pies (1) com-
puesto de Abras lisas. En el seno de esta neoplasia se encontraba engro-
sada la pared de los vasos por hipertrofia de su túnica muscular. £1 doc-
tor Brigidi y el Dr. Marcacci creen que esta neoplasia tomó origen en la
túnica muscular de los vasos y de los conductos sudoríficos y creció por
transformación de los elementos linfoides en fíbro-células (opinión de
Torster).
La cura de iodolormo.-Este agente viene generalizándose de un modo
notable de algún tiempo á esta parte á pesar de su penetrante olor y sus
aplicaciones se extienden más cada dia llegando ya algunos prácticos á
fundar en él, todo un método de curación, para ciertas lesiones de la piel
caracterizadas en general por el proceso ulcerativo. De muchos es cono-
cida esta aplicación pero particularizada al caso de úlceras atónicas.
Pero nuestro objeto no es ocuparnos de este punto bastante discutido y
apreciado ya, sino el dar idea de las nuevas aplicaciones del iodoformo
y el modo de verificarlas. No hace mucho que en la Sociedad de Cirugía
de Francia (2) se ha tratado de est3 asunto encomiando los Dres. Terri-
llon, Sée y Verneuil el uso dol iodoformo no solo á las ulceraciones ató-
nicas en general, sino además de un modo particular en las ulceraciones
chancrosas y en las escrofulosas. En estas de una manera especial se
obtienen magníficos resultados, de los que podemos dar testimonio tam-
bién por nuestra parte pues siempre hemos visto mejorarse la superficie
de tales procesos y nacer granulaciones de buen género que apresuraban
el término del afecto.
Pero no cesan aquí las aplicaciones del iodoformo, sino que en Alema-
nia además de emplearlo en las úlceras cavitarias y fistulosas, se ha en-
sayado con buen éxito en las ulceraciones más ó menos sépticas y aun
en las soluciones de continuidad en que se desea la reunión por primera
intención. En el primer caso creo que no habrá duda alguna en emplearlo,
pues supongo que á muchos se les habrá ofrecido ocasión de ver la pro-
piedad desinfectante del iodoformo, porque con frecuencia la hemos po-
dido observar en muchos casos, y para quien no baste el testimonio de
la clínica, ahí están los experimentos de Mikuliez que confirman la
acción antipútrida de dicho agente, empleándolo en soluciones albumi-
nosas y otras más ó menos putrescibles.
O ) Lo Sperimentale, Diciembre 1881.
(2) Véase: Rev, de chirurg,, 10 de Enero de 1882.
LOS MICRÓFITOS DK LA SANGRE. 89
En cuanto al uso del iodoformo en lesiones en que convenga la reu-
nión inmediata de la piel, el Dr. Billroth lo hace cubriendo la parte con
una ligera capa de iodoformo, encima seda ocal y por fin un pedazo de
tafetán impermeable, y según dice haber visto Mikuliez, la reunión tiene
lugar tan bien como usando la cura de Lister.
Si se confirma el éxito anunciado de esta nueva aplicación del iodo-
formo se abrirla un nuevo y deseado horizonte en las curaciones anti*
sépticas entre las que figuraría esta por su sencillez.
Dos dificultades, en mi concepto de poca consideración, se oponen
por algunos al empleo del iodoformo. La primera es la posibilidad de una
intoxicación por este agente. Esto para nosotros está suficientemente
atenuado por las circunstancias de ser rarísimos esos casos de intoxica-
ción y de ser muy fácil el prevenirlas obrando con un poco de cautela.
La segunda dificultad preocupa bastante á los prácticos de nuestros dias,
y es el olor molesto del iodoformo. Sin embargo, se ha trabajado ya algo
con el objeto de evitarlo, y el Dr. Terrillon ha maniíestado que en la clí-
nica de Billroth en que está muy generalizada la cura de iodoformo no
se nota su olor pues tanto en la gasa como en el algodón preparados con
iodoformo ,se pone una pequeña cantidad de esencia de bergamota ó d
menta para neutralizarlo.
LOS MICRÓFITOS DE U SANGRE Y SUS RELACIONES CON US ENFERMEDADES,?>
POR Timoteo Richard Lbwis.
Los resultados patológicos tuvieron siempre el mismo caráctei : au*
mentó del bazo y Baccilli transparentes y sin movimiento.
Estos últimos no se hallaron en el ratón en mayor número en la£»an-
gre que en el bazo; pero según las diversas clases de animales, se obser-
varon notables diferencias en la distribución de los organismos en los
tejidos. La sangre de los cuerpos inoculados hallábase, por ejemplo, poco
menos que exenta, de tal manera que
fué difícil hallar en ella trazas de Bac"
cilliy mientras que el bazo y los gan-
glios contenían un número considera-
ble de los mismos. En los conejitos de
Indias, al contrario, los Baccilli se ha-
llaban en la sangre en tanto ó en ma-
yor número que los corpúsculos rojos.
Añadiendo una porción de bazo
afecto de Baccilli á humor acuoso per-
fectamenle fresco, y sometiendo la
ri9.7. Bac0iau9 antíkraeia pmuAmxa d«i buo d« un preparacíou á uua tcmperatura de 35^
'::Z:ZJ:r^ocT^ íli^r^^ •" "^ '"** "• á 370 C. durante un período de quince
á veinte horas, los Baccilli se hacen de
dos á ocho veces más largos, aumentando de ese modo gradualmente
(i) Continuación.— Véase el número 26.
00
LOS MIGRÓFITOS DE LA SANGRE
basta cien veces su longitud. Algunos de estos filamentos se presentan
entonces finamente granulosos y provistos de moléculas fuertemente re •
Iringentes, consideradas como los deseados esporos durmientes.
Hff. 9. FotmMlen dt loi eiporot tn loi flluaratoi.
rlff. ft. BmIobsUIm dManolIadM vn UrfoafllaBeiitM.— 800 diimetTM.
No tardan mucho en ser solo visibles dichos esporos, disolviéndose
los filamentos, pero la persistencia de la disposición de los esporos en
hileras basta para reconocer su naturaleza. Permanecen en este esta-
do sin alterarse durante algunas sema-
nas. Hay que notar que la interpretación
emitida sobre el carácter de estos cuer-
pos refringentes, contrasta con la expli-
cación de Nágeli, quien, según hemos di-
cho antes, declara que el grupo de los or-
ganismos primitivos, al que pertenecen
los Baccilliy se multiplican solamente por
excisión. De aquí la gran importancia de
tener en cuenta los hechos observados,
á fin de probar que en este caso especial se producen esporos que son
capaces de germinar.
El Dr. Koch cree, que el hecho de poder producir la fiebre esplénica
y al mismo tiempo de inocular en la sangre
¿ran cantidad de Baccilli con el intermedio de
un liquido (sangre), en el que no se hallada
traza alguna de filamentos (existiendo tan so-
lo los pequeños corpúsculos refringen tes), es
suficiente para demostrar que dichos corpús-
culos son realmente esporos y no simplemen-
te productos de la descomposición.
Los experimentos de cultivo hechos enton-
ces permitieron observar dichos corpúsculos
en condiciones favorables. U|;i examen minucioso demuestra que cada es-
poro es un cuerpo de forma oval, envuelto en una sustancia transparen-
te, que parece rodearla á manera de anillo, pero que en realidad es de
forma esférica y se halla dispuesta á su alrededor. Dicha sustancia pier-
de su forma esférica y se alarga por un extremo en la dirección de la
longitud del eje del esporo que contiene. Este último queda en uno de
los extremos, y muy poco después el tubo transparente toma un aspecto
^. -*
Flf . 10. Tilamuitofl qne Mhuí hecho omí
íatIsÍMm.
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE 91
ñlamentoso, y al mismo tiempo el esporo se vuelve menos refringente,
pálido 7 pequeño, rompiéndose probablemente en fragmentos, cada vez
^ más exiguos, hasta que desaparece del todo (1).
Jl ^ '^M^ ^3^ Esta interpretación de los hechos se ha hecho
Y (I ^ más importante porque últimamente ha sido de-
// Q N\ <§r'^ mostrado por Pasteur, sin que pueda dudarse de
^ «^ ello, que la fiebre esplénica, acompañada de san-
pir u. KqwrM «uiadM enei .eto gro infoctada dc BacáJLU^ puede ser inoculada con
tr^,^!^^*^ '*'' ** "'"''" ®^ ^i^"s después de la destrucción total de los fi-
lamentos de BaccilliiSy que la materia morbosa
contiene, en razón á que los esporos persisten (parece que se les puede
considerar como casi indestructible), y el virus conserva su propiedad,
porque los esporos constituyen en realidad el
virus.
El profesor Gohn regaló al Dr. Koch un di*
seño, representando la misma observación he-
cha con instrumentos más poderosos. Koch
opina que probablemente el esporo consiste en
una sustancia muy refringente, aceite según
rif. 11. E«porM6onTirti«ii4oMenbM- todas probabilidades, que está envuelta en
toaeiUo.(Ewart). ^^^^ ^^^^ delgada de protoplasma, poseyendo
esta última sustancia la facultad de germinar, y sirviendo quizá la pri-
mera para nutrirla durante el periodo de la germinación. Lo que precede
representa, según diversos escritores, el ciclo com-
^ » ^ ©o** pleto del desarrollo del Baccülua anthracis.
• * ^ f^ Q 9 o Davaine, ya queda dicho, habia observado que los.
* ^ ^ ^^ 9 0- animales, á los cuales se mezclaban con sus alimen*
'^•^^•^— =» tos tejidos enfermos, habian sido invadidos de la en-
fermedad, creyendo en vista de ello que era hasta
fie. 13. BaeeOlua amtkraei».-~ . . ^ j» « • i « j i •
G«rmiB.eí<md.{o.e.poro«(Koeh). cicrto punto fácil avonguap la causa de la misma.
-MOdiinietroi. Koch, al contrarlo, ha visto que los animales suscep-
tibles de ser infectados por inoculación, como los
ratones y los conejos, pueden comer impunemente dicha mezcla. Los
ensayos intentados en dos perros, una perdiz y un gorrión fueron igual-
mente infructuosos.
El último trabajo que ha sido hecho sobre
estas investigaciones es debido al Dr. J. Cossar
^^ Ewart (2). Ewart confirma en varios puntos los
experimentos del Dr. Koch, y su opinión acerca
^ ^^_^ del desarrollo de los bastoncillos en filamentos
^^'^ <&> corresponde á la de los precedentes autores, pero
^^ su descripción y sus figuras sobre la germina-
Fíg. 14. Bacefuu» amthmci*. oer- cíou dc los osporos sou complctamente distintas.
»ú.^pn^d.io.e.po,o..(coh»)..i«o ^^^ Q^poTOs uua VOZ libros, escribe el doctor
Ewart, se convierten , según los primeros obser-
vadores, en bastoncillos, y á lo menos, según el Dr. Koch, el bastoncillo
(f
(1) Loe, cü. pág. 289.
(2) Quaterly Journal of núcrotcopical «cience.— Abril, 1878, pág. 161.
LOS mcRóriTos de la sangbe
(teta formado en el exterior de una cubierta gelatinosa que envuelve al
"lenoro. Mis observaciones me inducen á creer que e! esporo no se con-
vierte siempre en bastoncillo, sino que se divide en cuatro espórulos,
por un fenómeno de segmentación, en el que toma también parte la cu-
bierta. Yo he visto empezar esta división antes que el esporo se escapaso
del filamento, y es bien cierto que no es una
degeneración, pues he observado que loa es-
pórulos asi formados se alargan hasta cons-
tituir filamentos. El Dr. Koch cree que los
filamentos toman su desarrollo de la cápsula
de aspecto gelatinoso y no del esporo brillan-
te y luciente. Después de lo que he visto, no
dudo de que la cápsula no tiene parte alguna
activa en la formación del bastoncillo. El es-
pórulo se alarga ligeramente y aparece en-
tonces en uno de sus polos un pequeño cuer-
po opaco, que á medida que se alarga lenta-
mente, empuja la cápsula delante de él como si fuera una membrana
elástica. La cápsula, en fuerza de ser estirada, queda tan delgada y
transparente, que apenas puede distinguirse de su contenido.!
Creo muy probable que Cohn y Koch pueden dar, como explicación
de )a diferencia que se nota entre sus descripciones y sus figuras, y las
suministradas por Ewart, que este último ha descrito y figurado el es-
poro (ó conidea) según una planta dol todo distinta y que se hallaba
accidentalmente presente; y Nageli y de Barry (á falta de datos exac-
tos relativos al tamaño) manifestarían probablemente que la germina-
ción, dibujada en la última figura, era la de una conidea perteneciente
& alguna mucedinea, que goza de ubicuidad.
fContinuará.)
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 93
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Diarrea en los niños: tratamiento.— No son raros los casos en que
el médico se encuentra impotente para cohibir la diarrea en los infan*
tes. Esto le aconteció á C. L. Gwyn con uno de sus hijos que padecía
diarrea de forma lientérica: después de emplear cuantos remedios se
señalan en las obras y de usar todos los que le indicaron sus compañe-
ros de profesión, el enfermito seguia con frecuentes deposiciones de un
olor especial perfectamente característico y habia caido en el marasmo.
Entonces comenzó el siguiente tratamiento:
Glicerína 1 dracma.
Pepsina 3 granos.
Para propinarle al niño después, del alimento. En los tres primeros
dias mejoró notablemente, y asi continuó, hasta una convalescencia
completa, siendo de advertir que antes se habia hecho un primer ensayo
con la pepsina sola.
Después de este caso, el Dr. Gwyn ha empleado dicho tratamiento
con frecuencia, obteniendo siempre muy buenos resultados. — (Fargas.)
Estadística de una casa de locos. — En el Manicomio de Brentwood
(Esses), que cuenta unos 26 años de existencia, han sido admitidos
4,886 enfermos (2,267 hombres y 2,619 mujeres) desde su fundación. Se-
gún informe presentado por los administradores, han salido:
Carados 1,989 Sin aUvio. S48 .
Aliviados 190 Musrtos 1.063
Entre las causas se encuentran:
Pérdida de fortuna. .... 120 Religión 185
Crueldad del marido. . .... 18 Remordimientos 7
Pérdida de parientes 97 Seducción '^
Amor contrariado SS Fortuna inesperada 9
Disgustos domésticos. ... 91 Enfermedad congénita. ... 166
Miedo 99 EpUepsia 960
Encarcelamiento 11 Predisposición hereditaria. . 573
Celos 13 Intemperancia. ^70
Pobreza. 89 Parálisis 148
Calor solar intenso 58
En los demás casos era desconocida la causa productora de la e^^ i
medad.— (Rodríguez Méndez.)
Quemadoraa: Tratamiento.— El Dr. Shrady, de Nueva- York, ha ob-
tenido buenos resultados con el uso de la mezcla siguiente:
Groma arábiga • 30 gramos.
f tragacanto 30 »
Agua fenicada Vm ^^ *
Melaza 60 >
Se extiende con un pincel sobre las superficies quemadas, reno
las aplicaciones con frecuencia.— (Formigüer a.)
ESTADÍSTICA DEMOGRÁFIQ
POR D. JO aquí
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EDAD DE LOS FALLECIDOS.
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SANITARIA. (Mes de Octubre 1881),
TUPIRATUIA.
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12
14*2
12*4
VIENTOS
DOMINANTES.
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6
9
96 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Ajiorexia de los tísicos.— El Dr. Pidoux emplea para combatirla
oniteur de la Polidiniquej número 1, 1882) la fórmula siguiente:
\.
Jarabe de alqaitran. 250 gramos.
Licor de Fowler 3 »
Tintara de nuez vómica 3 »
Para tomar una cucharada regular antes de cada comida.
En muchos casos de consunción hemos podido comprobar la eficacia
el empleo de los preparados de brea, y, sobre todo, en aquellos indivi-
uos que presentan vestigios de diátesis herpética ó reumática hemos
obtenido excelente éxito usando el tantas veces recomendado licor de
brea prepara(lo por los Sres. Muñera, que, á una gran concentración
de sustancia activa, reúne la condición de poder emplearse cómodamente
al interior y en inhalaciones.— (Castells.)
^^'^f^^^^^l^0^^^0^^^^0^^0^^t^»^^'^^*^^0^^^^^t^^^^^t^^^^t0^n^^^^»0^^^^^^^^^^^0^
SECCIÓN OFICIAL.
G&tedras vacantes. — Real orden de 16 de Enero mandando proveer por
oposición las cátedras de Clínica de Obstetricia de Granada y la de Patología
módica de Zaragoza. — Gaceta del 27 de Enero.
Fiebre amarilla. — Orden de 16 de Enero declarando limpias las proceden
cias de Guayana inglesa hechas á la mar desde el 11 de dicho mes. — Id, id. id.
Fiebre amarilla.— Orden del 27 de Enero declarando limpias las proce -
dencías de S. Luis del Senegal á partir del.— /lof. 30 id.
Auxiliares de cátedras.— Real orden de 24 de Enero convocando á oposi-
ción para proveer cuatro plazas de Auxiliares gratuitos de la Facultad de Far-
macia de la Universidad central, y dos en cada una de las de Barcelona, Gra-
nada y Santiago. -*-/d. 9 de Febrero.
BiZámenes.— Real orden de 6 de Febrero, disponiendo se admitan á exá*
mea de prueba dé curso de las asignaturas en que se ti aliaren matriculados á
)<i8 alumnos llamados al servicio activo de las armas. — Id. 10 de id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Manual de Anatomía desorij^tiva^ escrito para Médicos y Alumnos por el Doc-
tor Roberto Hartmann. Traducción directa del alemán por loa Dres. ¿. Góngora y
S, CarctenaL— Cuaderno 8.*
Mannal de medicina operatoria, por J. F. Malgaine.— 8.* edición por León
de Fort.* Cuaderno 11.^
Mannal de Patología interna, por Dieulafoy, vertido al castellano por D. R.
Ulecia, con un prólogo del Dr. B. Hobsrt.—Cuaderno 5.®
Tratado de Operatoria Quirúrgica, por el Dr. D. A. Morales Pérez.— Con un
prólogo del Dr. Creas. Cuaderno 10 y 11,
Congreso Módico -internacional de Londres, correspondencia diaria de la £n-
eiclopecfía Médica-Farmacéutica ^ por el Dr. D. Salvador Badia y Andreu.-Barcelo-
na.--1882. (Dos ejemplares.)
NoTÍsimo íormulario magistral^ por A. Bouchardat, traducido por el Dr. Don
Julián Calaña y precedido de un suplemento de 1881, por D.' Manuel Ortega Moreion.
-Madrid, 1882.
▲otas de las sesiones del Congreso regional de Ciencias módicas.— Agos-
to, 1870. -C&diz, 1882.
periódico: Giomale di clínica e terapia de Mesina.— ^oZ^tin de Alumnos internos
lie Barcelona.— iteuue Medícale de Loiiv Siin,^ Revista de higiene de Barcelona.— L"
elinica escolar áe Barcelona.
^
\ }
Tomo n. Húm. 4. 28 Febrero de 1882. Ano ü. Núm. 28.
Gaceta Médica Catalana.
SUM4RI0: La amigdalitis y el bi'tarbonalo sódico, por el Dr. Kovira y Oliver — Traqueoto-
mía de urf;an<íia. rrocar«9s-traqueotoino8 de Jacolot y de Voelker. Tróca<' de Jacolot niodifl-
eado, por •• Jíerónimo Eatrany.^ Anatomía de ios centros ervlosos, por D. M. A. Fsr*
%mm WLoetk (eootlnuacion).— La música en sus relaciones con la Medicina, por B. P* Vidal
7 Oaretia(e'iniinuacion).— ConiríbuAlon al estudio del ácido sallcllico y sus compuestos en
particular del sallcilato sódico en el tratamiento del reumatismo por D. M. E. Moré y
BttPCii(oontlnuacion).— Revista ^e alimentos, por rtl Dr. Bodrii^neB MendeH.— Los ml-
crófltos de la sangre y sus relacionas con las enfurmedades, por el Br. T. Biehard Lewia
(continuación).— NOTICIAS GIEMTf PICAS: Solucione* de clorhidrato de morñna.— Cálculos
vesicales en la mujer: eztraclon.—HHrnla dlafrdffmátici.— Pildoras antlclorótlcas.— Muerte
por la estrlcnlna.~Hemotlsls aplrética en l«»s tuberculosos: tratamlento.—Seccion ofleial.
LA AMIGDALITIS Y EL BICARBONATO SÓDICO,
POR EL Dr. Roselino Rovira y Oliver.
Liberté entlére de dlscasBlon,
mais sincere et courtolse, ayant
alors pour seuies limites le res-
pect des autres et de sol-meme.
Laboulbéne.
Hace ya algún tiempo que quería intervenir en el debate que, acerca
de la acción del bicarbonato sódico eíi la amiijdalitís, se inició entre el
Sr. Armangué (i) y el Sr. Mart^arit (2). No lo hice, porque si bien á la
sazón podia aportar algunos datos que la cuestión ilustraran, eran estos
reducidos en número, aunque no dejaban de tener importancia, por la
razón de haber sido recogidos al lado mismo del Dr. Giné, que fué quien
por pri ñera vez ensayó el bicarbonato sódico en la angina tonsilar. Hoy,
que los datos que poseo son en mayor número y más concluyentes, voy
á tomar un lugar en el combate, para defender una solución que casi
equidista de las conclusiones sacadas por los iniciadores de la lucha.
Opino que en esta como en todas las cuestiones, los términos medios
sen los mejores y más virtuosos— virtüs in medio consistit,— .y que á no
tardar, los defensores de las soluciones extremas, cediendo alas razones
que les suministren los hechos observados con menos calor y entu-
siasmo, y por ende, con ánimo más sereno y tranquilo, vendrán á darse
la roano en el sitio en que voy á colocarme. He de confesar, antes de pa-
sar adelante, que si logro, como creo, posesionarme del terreno de la
verdad, terreno firme y seguro, no han contribuido poco á ello las ob*
servaciores dadas á conocer por los mencionados señores Margarit y
Armangué (3), y las publicadas por el Sr. Lucio López Arroyo en el Siglo
(1) Véanse; Siglo médico da 12 Juaio de 18il, Madrid. -^ Independencia médiea
de 21 Junio de i8Sl, Barcelona.
(2) Véase. Gaceta médica catalana de 30 Setiembre 1981, Barcelona.
(3) El Dr. Armangué, además del arUculo & que higo referencia en ana de las
98 LA AMIGDALITIS Y EL BICARBONATO SÓDICO.
médico de 11 Diciembre de 1881 y por el Dr. Homs Parellada en el Sentido
católico en las Ciencias médicas ^ año 111, núm. 38, Barcelona.
Entremos en materia. Siendo alumno de primer curso de Clínica
quirúrgica en Barcelona (1877 á 78), ocupaba una de las camas de la
correspondiente enfermeiía, que estaba confiada entonces, como lo está
ahora, á la hábil dirección del Dr. D. Juan Gitié, un hombre que frisaba
en los 40 años, cuya constitución estaba deteriorada, sin duda alguna
por los sufrimientos motivados por u.ia cruel afección, la cistitis crónica,
verdadera pesadilla para médicos y enfermos. Encontrábase el mencio-
nado sujeto, como se habrá comprendido, en abonadas condiciones para
contraer una enfermedad intercurrente. Contrájola en efecto, aunque sin
revestir gravedad, pues consistió solamente en una amigdalitis simple,
es decir, desprovista de todo carácter maligno. Hé aquí una ocasión pro-
picia que la casualidad ofrecia al profesor de la visita, pura ensayar de-
lante de sus discípulos las aplicaciones del bicarbonato sódico en el proo
ceso flegmásico de la amígdala cuando todavía se hallaba en su periodo
inicial.
Expuso el Dr. Giné las victorias alcanzadas con el novel procedi-
miento; dispuso y se practicaron debidamente las correspondientes in-
suflaciones, y al día siguiente, el paciente no se sentía ni aliviado^ n-
obstante de haberse pronosticado su completa curación en pocas horas.
Hubo necesidad de repetir las insuflaciones al segundo día, y abreviando
diré, que se resolvió el proceso morboso que combatíamos, en el término
en que cuelen hacerlo gran número de amigdalitis simples que afectan
tan sólo la superficie de la tonsila, cuando se rodea al enfermo de las
precauciones dietéticas apropiadas.
Al ver que los resultados obtenidos en dicho sujeto no correspondían
á las esperanzas que nos había hecho concebir nuestro distinguido cate-
drático, consideré el medio terapéutico en cuestión, si no inútil, cuando
menos inferior á otros muchos en el tratamiento de la esquinancia; de
suerte que ni se me acudió la idea de echar mano de él, al demandar
mis servicios profesionales los distintos enfermos de amigdalitis, que
desde que terminé la carrera he tenido á mi cuidado.
Ya olvidada tenia la observación clínica que relatada llevo, cuando
la trajo á mi memoria la discusión que se entabló acerca del asunto
cuyo epígrafe encabeza estos renglones. Deseoso estaba entonces de darla
publicidad, pero resolví no hacerlo, hasta tanto que hubiese podido
ver de cerca nuevamente los efectos del bicarbonato sódico en la tonsi-
litis. A este fin, he ensayado el bicarbonato tan sólo en dos casos, que
considero bastan por ahora á mi propósito, ya que pueden ocupar los dos
extremos de la serie de amigdalitis simples que en la práctica puede
presetitárscnos. En el primero se trataba de una tonsilitis profunda, es
decir, que el proceso inflamatorio interesaba todo el espesor del órgano
afecto; en el segundo, la inflamación radicaba solamente en la mucosa
y tejido celular adyacente, motivo por el que calificóla de superficial.
notas precedentes, ha publicado otro sobre el mismo tema en ta Independencia mé"
dica (21 Enero 1882), que tiene más sabor práctico que el primero.
LA AMIGDALITIS Y EL BICARBONATO SÓDICO 99
La primera observación se refiere al niño Ricardo Riquer, de edad
12 años, constitución débil, temperamento linfático-nervioso, que ha pa-
decido distintas veces de anginas tonsilares. Cuando solicitó mis cuidados
(4/ dia de enfermedad), estaba con cefalalgia frontal, saburra gástrica,
astricción de vientre, disfágia y fiebre. Su amígdala izquierda se ofrecía
dolorosa, roja, hinchada, obstruyendo casi por completo el lado corres-
pondiente del Istmo de las fauces; la derecha presentaba los propios
caracteres, pero menos acentuados* En vista de este cuadro sindrómico,
prescribí un purgante, que produjo los resultados apetecidos, y las in-
sufla2iones de bicarbonato sódico finamente pulverizado, en número de
cinco en cada amígdala, de cuyas insuflaciones tres debia practicar la
mamá del enfermo y dos el que suscribe, como asi se hizo.
Al dia siguiente (5.^ de enfermedad), el estado general habia notable-
mente mejorado, mas muy poco, casi nada, se habia aliviado el estado
local. Ck)ntinuóse con el uso del mencionado tópico por espacio de tres
dias más, lográndose el completo restablecimiento del niño Ricardo al
cuarto dia de tratamiento.
De la observación 2.* es protagonista la señorita Teresa Q., de 20
años, buena constitución, temperamento linfático-nervioso. Después de
recibir la impresión del aire fresco y húmedo de una mañana del pasado
Enero, sintió Teresa un escalofrió, al que subsiguió quebrantamiento
general, aumento de calor, cefalalgia, disfágia. Vi á la joven paciente al
anochecer del propio dia, y previo examen, comprendí que estaba afecta
de una amigdalitis superficial simple del lado izquierdo, que no habia
llegado aún al período de esiado. Practiqué una insuflación de bicarbo-
nato de sodio, y dispuse la administración de 40 centigramos (en dos dó*
sis) de polvos de Dower en un infuso sudorífico. La angina habia des-
aparecido al dia siguiente y estaba muy mejorado el estado general, por
cuyo motivo dejé á la enferma sin medicación de ningún género, encar-
gándola, no obstante, en gran manera, el cumplimieuto de las reglas
higiénicas capaces de evitar una recaída.
Hasta aquí no he hecho más que presentar á mis lectores los hechos
clínicos descarnados dé todo comentario. Se me acuden algunas consi-
deraciones y voy á darlas á conocer.
En la primera observación que he narrado, ó sea en la recogida siendo
discípulo del Dr. Giné, tratábase de una amigdalitis simple y superficial^
que recaiaen un individuo algo caquéctico y cuyas funciones nutritivas
se hallaban, como es de suponer, bastante perturbadas. Llevo dicho que
se aplicó sobre la amígdala inflamada el bicarbonato sódico, á las pocas
horas de haberse iniciado el proceso patológico, ó sea en ocasión opor-
tuna para hacer aboHar la amigdalitis, según confeí^ion d^l Dr. Gmé. In-
dicado queda también, que el éxito no correspondió á las esperanzas que
el profesor concebiera é hiciera concebir á sus discípulos; la flegmasía
tonsiiar no fué yugulada como se esperaba y deseaba, sino que siguió el
curso que seguir suelen muchas esquinancias superficiales sencillas,
cuando no se descuidan las precauciones higiénicas.
Presencié, pues, un fracaso del bicarbonato de sodio y lo presenció
así mismo el autor del método en cuestión. ¿Pero era el primero á que
el Dr. Giné asistía? Así lo creo yo, á juzgar por la explicación que este
iOO LA AMIGDALITIS Y EL BICARBONATO SÓDiOO.
nos dio acerca de la acción del tópico que me ocupa en la amigdalitis,
antes de que se ensayara en el enfermo de que vengo hablando.
Al recordar lo acontecido en este sujeto, no podia menos de causarme
sorpresa la lectura de las siguientes lineas, escritas por mi ilustrado co-
lega Sr. Armangué: «Aseguróme mi querido maestro (alude al Dr Giné),
que cuenta adocenas los ejemplos de curación rápida de la amigdalitis
debida á este medio (el bicarbonato sódico), sin que ni en un solo caso
haya visto el medicamento completamente ineficaz, ya que siempre lle-
va á la curación antes de las veinte y cuatro horas, mientras que sin él
esta se hace esperar de dos á tres dias :» (1).
No se necesita ser muy lince para comprender, después de lo que llevo
escrito, que entre las anteriores afirmaciones, que elSr. Armanjíuépone
en boca del Sr Giné, y lo observado por este en su práctica existe una
palmaria contradicción. ¿Acaso el Dr. Giné, al nacer dichas afirmacio-
nes, habia olvidado el caso registrado en la enfermería de su cargo?
¿Acaso el Dr. Armangué, en su afán de demostrar lo que se proponía, es
decir, la suprema eficacia del bicarbonato en la amigdalitis, atribuyó al
Dr. Giné aseveraciones demasiado absolutas? Ambas suposiciones son
posibles, pero estimo que reúne más visos de probabilidad la segunda.
Es esta una opinión puramente particular, que deseo vivamente, á fé
mia, no sirva para inclinar prematuramente en ningún sentido el ánimo
de mis ilustrados lectores, en una cuestión que juzgo delicada é impor-
tante bajo el punto de vista científico, y acerca de la que los interesados
debieran hacer, sin pérdida de tiempo, mucha luz, con el elevado fin de
que quien deba fallar sobre la acción del bicarbonato sódico en la amig-
dalitis pueda hacerlo con prontitud y mucho acierto. Conste, pues, que
en esa cuestión no quito ni pongo rey; que intacta y pura la dejo á los
Sres. Giné y Armangué para que la ventilen cual ella merece.
Y ahora, continuando mi tarea, se me ocurre preguntar: ¿cómo es
qu=5 el bicarbonato fracasó en el susodicho caso, siendo así que hasta
aquel entonces habia dado bellísimos resultados en las peritas manos
del Dr. Giné? Yo atribuiría tal fracaso al estado de perturbación nutriti-
va á que habia conducido al enfermo la flegmasía crónica de la vejiga
urinaria de que se hallaba éste afectado, si tuviera la seguridad deque
el Dr. Giné nunca habia experimentado el bicarbonato en sujetos cuyas
condiciones patológicas fueran iguales ó parecidas á las del individuo en
cuestión, ó si pudiera, en caso contrario, suponer tan sólo, lo que no me
es licito, que tal circunstancia morbosa habia escapado á la sagacidad
clínica del maestro, y por ende, que no se tuvo en cuenta al hacer el
pronóstico, motivo por el cual no debiera causar extrañeza alguna que
no se realizara cuanto augurado se habia.
Pero discurramos en otro sentido. Si el estado caquéctico podia in-
fluir desfavorablemente, como así lo entiendo, en el curso de la amigda-
litis, y si terminó esta cual suelen terminar no pocas délas que recaen
(1) Don Juan Giné aseguró á D. José 4rmangué lo que acabo de transcribir en
Enero de 1881, esto es, cuatro meses antes de que este seño? pubUcara las anteriores
lineas, fechadas el 10 de Mayo del propio año. El hecho clínico de que me estoy ocu-
pando fué observado durante el curso de 1877 á 1878, según tengo dicho.
LA AMIGDALITIS Y EL BICARBONATO SÓDICO 101
en individuos que no están bajo el yugo de caquexia alguna, ¿no podría-
mos admitir que el bicarbonato no fué del todo inútil é ineficaz y que el
tai fracaso no Jo fué sino relativamente? Entiendo que si; pero de todos
modos quedarla en pié, que no se acertó en el pronóstico, y que el bi-
carbonato de sodio no siempre lleva á la curación, como se ha asegura-
do, antes de las veinte y cuatro horas^ aun cuando se use durante las vri-
meras horas déla aparición de la angina, que es lo que pretendia dejar
sentado en este momento.
Ocup:^monos ya de la observación descrita en segundo lugar, prime-
ra de las dos que á mi práctica privada corresponden. Como se habrá
leido, empezáronse en este caso las aplicaciones del consabido tópico al
cuarto dia de enfermedad, y se obtuvo la perfecta curación al cuarto de
tratamiento. El proceso flogístico se presentaba bastante amenazador,
pues á la circunstancia de ofrecer no poca intensidad, reunia la de re*
caer en un individuo de temperamento linfático, pobremente constitui-
do y que había sufrido en distintas ocasiones de amigdalitis, aunque sin
presentar un cuadro de síntomas tan acentuado como esta vez.
No faltaban, como se vé, poderosas condiciones que predisponían á
una terminación poco lisonjera de la flegmasía, cual es la supuración ó
la cronicidad, que pudimos, á pesar de todo, evitar con los medios tera-
péuticos de que echamos mano. No me cabe duda, pues, que en esta oca-
cion el bicarbonato sódico fué muy útil, ya que se logró la completa re-
solución de la flogosis en un espacio de tiempo relativamente corto; he-
cho que, á buen seguro, no hubiéramos presenciado, según á qué clase
de recursos hubiésemos dado la preferencia.
A pesar de lo que acabo de escribir, no se crea que considere al bi-
carbonato como el único medicamento capaz de sacar al enfermo del
conflicto en que se hallaba, nó; pues algún otro hay, como el alumbre
pulverizado, en insuflaciones loco dolenti^ que, si no mejor, á lo menos
tan bien hubiese realizado tal empresa.
Veamos la última observación. Tratábase en ella de una amigdalitis
en su primer periodoy que afectaba á persona bien constituida. Recurrió-
se á los polvos de Dower, que no debieron contribuir en poco en la me-
jora, sobre todo del estado general, que al sii^uiente dia se había alcan-
zado, y se insufló una vez el bicarbonato. A las veinte y cuatro horas no
quedaba ni rastro de angina, pero no había desaparecido del todo el es-
tado general, prueba evidente de que este no era sostenido exclusiva-
mente por aquella.
Si fuera entusiasta y acérrimo partidario del post hoc^ ergo propler
hoCf al contemplar lo acontecido en este hecho clínico, diría que al bi-
carbonato de sodio se debe la completa y pronta curación que de la an-
gina se obtuvo, y le caliñcaria de efícacfsimo¡agente para hacer abortar
las amigdaliiis. Pero como estoy lejos de afiliarme á dicha escuela, por
creerla muy ajena al criterio empírico-racional, que real y verdadera-
mente es quien debe guiarnos en el intrincadísimo estudio de las cícq-
cias naturales, véome en el caso de manifestar, que tengo inis dudasTv
acerca de los efectos que en realidad obró el bicarbonato en la observa-
ción de que me estoy ocupando, por lo que á continuación voy á decir.
A los dos días de curada la enferma, objeto de nuestra atención en
LOS MICRÚFITOS DE LA SANGRE
(j8ta formado en et exterior de una cubierta gelatinosa que envuelve al
"«poro. Mis obaervacionea me inducen á creer que el esporo no se con-
é
vierte siempre en bastoncillo, sino que se divide en cuatro espñrutos,
por un fenómeno de segmentación, en el que toma también parte la cu-
bierta. Yo he visto empezaresta división antes que el esporo se escapase
del ñlamento, y es bien cierto que no es una
degeneración, pues he observado que los es-
pórulos asi formados se alargan hasta cons-
tituir filamentos. £1 Dr. Koch cree que los
filamentos toman su desarrollo de la cápsula
de aspecto gelatinoso y no del esporo brillan-
te y luciente. Después de lo que he visto, no
dudo de que la cápsula no tiene parte alguna
activa en la formación del bastoncillo. El es-
pórulo se alarga ligeramente y aparece en-
tonces en uno de sus polos un pequeño cuer-
po opaco, que á medida que se alarga lenta-
i cápsula delante de él como si fuera una membrana
elástica. La cápsula, en fuerza de ser estirada, queda tan delgada y
transparente, que apenas puede distinguirse de su contenido.»
mente, empuja 1
Creo muy probable que Cohn y Koch pueden dar, como explicación
de la diferencia que se nota entre sus descripciones y sus figuras, y las
suministradas por Ewart, que este último ha descrito y figurado el es-
poro (ó conidea) según una planta del todo distinta y que se hallaba
accidentalmente presente; y NSgeli y de Barry (á falta de datos exac-
tos relativos al tamaño) manifestarían probablemente que la germina-
ción, dibujada en la última figura, era la de una conidea perteneciente
á alguna mucedinea, que goza de ubicuidad.
/'Canítnuaríf.J
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 93
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Diarrea en los niños: tratamiento.-*No son raros los casos en que
el médico se encuentra impotente para cohibir la diarrea en los infan*
les. Esto le aconteció á C. L. Gwyn con uno de sus hijos que padecía
diarrea de forma lientéríca: después de emplear cuantos remedios se
señalan en las obras y de usar todos los que le indicaron sus compañe-
ros de profesión, el enfermito seguia con frecuentes deposiciones de un
olor especial perfectamente característico y habia caído en el marasmo.
Entonces comenzó el siguiente tratamiento:
Giicerina 1 dracma.
Pepsina 3 granos.
Para propinarle al niño después del alimento. En los tres primeros
días mejoró notablemente, y así continuó, hasta una convalescencia
completa, siendo de advertir que antes se habia hecho un primer ensayo
con la pepsina sola.
Después de este caso, el Dr. Gwyn ha empleado dicho tratamiento
con frecuencia, obteniendo siempre muy buenos resultados.— (Fargas.)
Estadística de una casa de locos. — En el Manicomio de Brentwood
(Essex), que cuenta unos 26 años de existencia, han sido admitidos
4,886 enfermos (2,267 hombres y 2,619 mujeres) desde su fundación. Se-
gun informe presentado por los administradores, han salido:
Curados 1,969 Sin alivio
Aliviados lao Muertos 1
Entre las causas se encuentran:
Pérdida de fortuna. .... 190 Religión 185
Crueldad del marido. . 18 Remordimientos 7
Pérdida de parientes 97 Seducción 3
Amor contrariado SS Fortuna inesperada 9
Disgustos domésticos. ... 91 Enfermedad congénita. ... 166
Miedo 39 Epilepsia SW
Encarcelamiento 11 Predisposición hereditaria. . 573
Celos 13 Intemperancia. 470
Pobreza. 89 ParáUsis 148
Calor solar intenso 58
En los demás casos era desconocida la causa productora de la e^ i
medad.— (Rodríguez Méndez.)
Quemadoras: Tratamiento.— El Dr. Shrady, de Nueva-Tork^ ha jb^
tenido buenos resaltados con el uso de la mezcla siguiente:
Gomaar&biga 30 gramos.
» tragacauto 30 >
Agua fenicada Vm ^^ *
Melaza 60 >
Se extiende con un pincel sobre las superficies quemadas, reno
las aplicaciones con frecuencia.— (Fgrmigükra.)
lOi traqueotomIa de urgencía.
(de Loríent), el cual está constituido por una cánula ordinaria de tra-
queotoRila (C) y un trocar curvo (P), cuya cui:;vadura corresponde ala de
aquella. La punta del trocar, aplastada lateralmente, es cortante por su
/
sd-
Flg:. 20.— Trucar de Jacolot.
borde anterior y obtusa por el posterior, siendo su longitud escasamente
de un centímetro, con lo cual se evita la posibilidad de herir el exófago.
Cerca de la punta, hay la abertura (O) de un conducto que recorre toda
la longitud del trocar; por donde pasando el aire ó las mucosidades de
la tráquea, indican con el consiguiente ruido, el momento en que se ha
penetrado ya dentro del conducto aéreo; disposición á nií modo de ver
muy ingeniosa y de grande valor práctico, puesto que desvanece toda
duda é indecisión y permite obrar con completo conocimiento y segu-
ridad.
Por otra parte, el trocar está provisto de un mango bastante largo para
poder apoyar en él la palma de la mano y bastante pesado para que, sol-
tándolo, una vez introducida la cánula, se deslice y caiga por su propio
peso sin necesidad de emplear en ello la otra mano.
El procedimiento operatorio es como sigue: se sujeta la laringe con
la mano izquierda, según el consejo dado por Saint- Germain; es decir,
cogiéndola por su parte inferior y lateral, como.'ii pretendiéramos arran-
carla al propio tiempo que dirigirla hacia arriba, y asiendo el trocar
ti'aqucotomo con la mano derecha, de manera que se apoye la palma so-
bre el mango, se practica (en dos tiempos) 1." el corte de la piel y 2.° la
perforación del primer cartílago traqueal; teniendo cuidada de no ha-
cer penetrar al principio más que la punta, hasta percibir el silbido del
aire que escapa por el conducto del trocar; en cuyo caso, seguros ya de
la penetración del instrumento, se suelta el mango, caeel trocar y se em-
puja atrás y ahajo la cánula, teniendo, durante todo el tiempo que dure
la operación, completamente inmovilizada la tráquea.
Las ventajas que el autor se promete con este instrumento son:
1." Reducción del instrumental, puesto que basta ei trócar-traqueo-
tomo para vei iñcar el acto operatorio.
2.* Reducción del personal, ya que no siendo preciso el concurso de
ayudantes inteligentes, se puede echar mano de los primeros individuos
que se ofrezcan, para sujetar al paciente.
THAQUEOTOHIA DE URGENCIA. i05
Estas dos ventajas, muy reales y positivas son de un valor inapre-
ciable.
3.^ Rapidez en la ejecución .
4.^ Queda suprimido el acto de dilatar la herida de la tráquea para
colocar la cánula, con lo que el operado corre la contingencia de morir
por la asfixia ocasionada por la entrada de la sangre.
5.® Inmunidad completa por parte del operador en los casos de
difteria; puesto que la mano, colocada por delante de la abertura de la
cánula, evita que lleguen hasta él los fragmentos de falsa membrana
lanzados violentamente desde la tráquea.
Antes de exponer algunos inconvenientes que, en mi sentir, ofrece el
trocar de Jacolot y de proponer su modiñcacion, me ocuparé sucinta y
comparativamente del traqueotomo de Voelker.
Este instrumento, inventado primero que el ya descrito y un tanto se-
mejante por las bases que presidieran á su construcción, paréceme itiuy
por debajo, respecto á su utilidad.
La cánula (defínitiva como la de Jacolot) es bivalba y sus hojas se se-
paran mediante la acción de un resorte y el trocar, cuya punta es como
de bisturí, salta fuera de la cánula por la acción de otro resorte; care-
ciendo del conducto que en el trocar de Jacolot permite el paso del aii^
para indicarnos su penetración en el conducto respiratorio.
£1 manual operatorio diferirá pues: en que es preciso un ayudante
para sujetar la laringe, puesto que la mano izquierda del operador debe
emplearse en disparar los resortes; en que el instrumento se coge como
una pluma de escribir, y en que deben separarse con rapidez las valvas
de la cánula para introducir entre ellas la segunda cánula de quita y
pon, á fín de solventar los peligros de la entrada de sangre.
Como se vé, ofrece las ventajas 1.' y 3.* del trocar de Jacolot, no sién-
dole aplicables cumplidamente ninguna de las demás.
Pasando ahora á la modificación que propongo del trocar de Jacolot,
debo decir primero que este instrumento ofrece una desventaja. En efec-
to, no elude del todo la objeción que los prácticos presentan á los demás
traqueotomos, puesto que no evita por completo la posibilidad de berir
la pared posterior de la tráquea, en razón á que siendo plana la punta
del instrumento producirá una herida lineal igual ó menor que el diá-
metro déla cánula, herida que para pasar á circular y adaptarse á esta,
aumentando sus dimensiones, exigirá un notable esfuerzo, que llevado
más allá de lo conveniente puede exponernos á una introducción brus-
ca y á lesionar el exófago, por más que sea romo el borde posterior déla
punta del trocar. Esto es más de temer por cuanto esta punta no es tal
punta, sino más bien pudiéramos llamarla hoja; lo cual es otra desven-
taja, pues sabido es de todos lo difícil que es el cortar con una hoja pre-
sentada de frente si no se le comunican, al mismo tiempo que una pre-
sión, movimientos de deslizamiento; careciendo de verdadera punta,
puede resultar que sea algo difícil perforar la tráquea, que esta se aplas-
te, cediendo á la exagerada presión y que, faltando de súbito la resisten-
cia, se atraviésela pared posterior colindante con el exófago.
Para obviar estos dos inconvenientes he dispuesto el trocar de la si-
guiente manera: dentro de la cánula (A) se adapta un vastago (B) grueso
06 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
áLXiorexia de los tísicos. --El Dr. Pidoux emplea para combatirla
')ioniteur de la Polidiniquey número 1, 1882) la fórmula siguiente:
Jarabe de alquitrán. f50 gramos.
Licor de Fowler 3 »
Tintura de nnez vómica 3 »
Para tomar una cucharada regular antes de cada comida.
En muchos casos de consunción hemos podido comprobar la eficacia
el empleo de los preparados de brea, y, sobre todo, en aquellos indivi-
uos que presentan vestigios de diátesis herpética ó reumática hemos
obtenido excelente éxito usando el tantas veces recomendado licor de
brea preparadlo por los Sres. Muñera, que, á una gran concentración
de sustancia activa, reúne la condición de poder emplearse cómodamente
al interior y en inhalaciones.— (Castells.)
*#^^^AiAA^lA^^»^lA^A^^^iM<^#N^I^^«^^l^i^«^^«i^^^h^^A^iA^^i^M^i^^«^/
SECCIÓN OFICIAL.
Cátedras Tacantes. — Real orden de 16 de Enero mandando proveer por
oposición las cátedras de Clínica de Obstetricia de Granada y la de Patología
médica de Zaragoza. — Gaceta del 27 de Enero.
Fiebre amarilla.— Orden de 16 de Enero declarando limpias las proceden
olas de Guayana inglesa hechas á la mar desde el 11 de dicho mes. — Id. id. id.
Fiebre amarilla.— Orden del 27 de Enero declarando limpias las proce -
dencias de S. Luis del Senegal á partir del.— /d. 30 id.
Auxiliares de cátedras.— Real orden de 24 de Enero convocando á oposi-
ción para proveer cuatro plazas de Auxiliares gratuitos de la Facultad de Far-
macia de la Universidad central, y dos en cada una de las de Barcelona, Gra-
nada y Santiago.— Id. 9 de Febrero.
Exámenes. — Real orden de 6 de Febrero, disponiendo se admitan á ezá-
men de prueba dé curso de las asignaturas en que se hallaren matriculados á
!ii8 alumnos llamados al servicio activo de las armas. — Id. 10 de id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Manual de Anatomía desoriptiva, escrito para Médicos y Alwmnos por el DOC-
TOR Roberto Hartmann. Traducción directa del alemán por los Dres. ¿. Gróngora y
5. Cardenal.— Cuaderno 8.*
Manual de medicina operatoria, por J. F. Malgaine.— S.® edición por León
de Fort.* Cuaderno 11.^
Manual de Patología Interna, por Dieulafoy, vertido al castellano por D. R.
Ulecia, con un prólogo del Dr. E. Hob^rt.— Cuaderno 5.^
Tratado de Operatoria Qulrúrgloa, por el Dr. D, A. Morales Pérez.— Con un
prólogo del Dr. Creus. Cuaderno 10 y 11,
Gonoreso Médloo-lntemaolonal de Londres, correspondencia diaria de la £n«
(Áelopema Médica-Farmacéutica ^ por el Dr. D. Salvador Badía y Andreu.— Barcelo-
na.—18Si. (Dos ejemplares.)
Novísimo formularlo magistral, por A. Bonchardat, traducido por el Dr. Don
Julián Gadaña y precedido de un suplemento de 1^1, por D.'Manuel Ortega Morejon.
-Madrid, 1882.
Actas de las sesiones del Congreso regional de Ciencias médicas.— Agos-
to, 1879. -Cádiz, 1882.
periódico: Giomale di clinica e terapia de Mesina.— i9o¿«tm de Alumnos internos
lie Barcelona.— i?6i;ue Médicale de Lo\xvA\n.^ Revista de higiene de Barcelona.— /«'^
clinica escolar áe Barcelona.
>1
\ i
Tomo n. Húm. 4. 28 Febrero de 1882. Ano ü. Nún. 28.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: La amigdalitis y el bi'tarbonato sódico, por el Dr. Bovira y Oliver —Traqueólo-
mía de urffen<^ia. rrocar<)s-traqueotomo8 de Jacolot y de Voelker. Tr6ca>' de Jacolot modifi-
cado, por •• Gerónimo B«traay.~\n atomía de ios centrús erviosos, por D. M. A. Far*
caá Boea (coatinuacion).— La miü^iea en sus relaciones con la Medicina, por B. P. Vidal
7 Oarelia(0'>niintiacion).— Goniribucion al estudio del ácido salicilico y sus compuestos en
particular del salicilato sódico en el tratamiento del reumatismo por D. M. £• Moré y
Bapcit (continuación).— Revista <ie alimentos, por rtl Dr. Bodrif^neB Mendea.— Los mi-
crófliiis de la sangre y sus relacionas con las enformedades, por el Br. T. Biehard ijewis
(continuación).— NOTICíiVS ClE.STtPlCAS: Solucione* de clorhidrato de mornna.— Cálculos
vesicales en la mujer: eztracion.— H»irnia diarraRmátici.— Pildoras anti-cloróücas.— Muerte
por la estricnina.— Hemotisls apirética en l>is tuberculonos: tratamiento.— Sección o/letal.
LA AMIGDALITIS Y EL BICARBONATO SÓDICO,
POR EL Dr. Roselino Rovira y Oliver.
Liberté entiére dé discossion,
mais sincere et courtoise, ayant
alors pour seules limites le ree-
pect des autres et de sol-meme.
Laboulbéne,
Hace ya algún tiempo que quería intervenir en el debate que, acerca
de la acción del bicarbonato sódico eíi la ami^^dalitís, se inició entre el
Sr. Armangué (i) y el Sr. Margarit (2). No lo hice, porque si bien á la
sazón podia aportar algunos datos que la cuestión ilusti*aran, eran estos
reducidos en número, aunque no dejaban de tener importancia, por la
razón de haber sido recogidos al lado mismo del Dr. Giné, que fué quien
por pri ñera vez ensayó el bicarbonato sódico en la angina tonsilar. Hoy,
que los datos que poseo son en mayor número y más concluyentes, voy
á tomar un lugar en el combate, para defender una solución que casi
equidista de las conclusiones sacadas por los iniciadoi*es de la lucha.
Opino que en esta como en todas las cuestiones, los términos medios
sen los mejores y más üiríuosos— vmrus in medio consistit,— y que á no
tardar, los defensores de las soluciones extremas, cediendo alas razones
que les suministren los hechos observados con menos calor y entu-
siasmo, y por ende, con ánimo más sereno y tranquiló, vendrán á darse
la mano en el sitio en que voy á colocarme. He de confesar, antes de pa-
sar adelante, que si logro, como creo, posesionarme del terreno de la
verdad, terreno firme y seguro, no han contribuido poco á ello las ob*
servaciores dadas á conocer por los mencionados señoi*es Margarit y
Armangué (3), y las publicadas por el Sr. Lucio López Arroyo en el Siglo
(1) Vóanse: Siglo médico de 12 Juaio de L8il, Madrid. -« liidependencia médioa
de 21 Junio de 18S1, Barcelona.
(3) Véase. Gagbta méoica catalana de 30 Setiembre ISSl^ Barcelona.
(3) El Dr. Armangué, además del articulo & que higo referenoia en ana de la*
98 LA AMIGDALITIS Y EL BICARBONATO SÓDICO.
médico de 11 Diciembre de 1881 y por el Dr. Homs Parellada en el Sentido
católico en las Ciencias médicas y año lil, núm. 38, Barcelona.
Entremos en materia. Siendo alumno de primer curso de Clínica
quirúrgica en Barcelona (1^77 á 78), ocupaba una de las camas de la
correspondiente enfermeiía, que estaba confiada entonces, como lo está
ahora, á la hábil dirección del Dr. D. Juan Giné, un hombre que frisaba
en los 40 años, cuya constitución estaba deteriorada, sin duda alguna
por los sufrimientos motivados por una cruel afección, la cistitis crónica,
verdadera pesadilla para médicos y enfermos. Encontrábase el mencio-
nado sujeto, como se habrá comprendido, en abonadas condiciones para
contraer una enfermedad intercurrente. Contrájola en efecto, aunque sin
revestir gravedad, pues consistió solamente en una amigdalitis simple ^
es decir, desprovista de todo carácter maligno. Hé aquí una ocasión pro-
picia que la casualidad ofrecía al profesor de la visita, para ensayar de-
lante de sus discípulos las aplicaciones del bicarbonato sódico en el proo
ceso ñegmásico de la amígdala cuando todavía se hallaba en su periodo
inicial.
Expuso el Dr. Giné las victorias alcanzadas con el novel procedi-
miento; dispuso y se practicaron debidamente las correspondientes in-
suñaciones, y al dia siguiente, el paciente no se sentía ni aliviado, n-
obstante de haberse pronosticado su completa curación en pocas horas.
Hubo necesidad de repetir las insuflaciones al segundo dia, y abreviando
diré, que se resolvió el proceso morboso que combatíamos, en el término
en que suelen hacerlo gran número de amigdalitis simples que afectan
tan sólo la superficie de la tonsila, cuando se rodea al enfermo de las
precauciones dietéticas apropiadas.
Al ver que los resultados obtenidos en dicho sujeto no correspondían
á las esperanzas que nos había hecho concebir nuestro distinguido cate-
drático, consideré el medio terapéutico en cuestión, si no inútil, cuando
menos inferior á otros muchos en el tratamiento de la esquinancia; de
suerte que ni se me acudió la idea de echar mano de él, al demandar
mis servicios profesionales los distintos enfermos de amigdalitis, que
desde que terminé la carrera he tenido á mi cuidado.
Ya olvidada tenia la observación clínica que relatada llevo, cuando
la trajo á mi memoria la discusión que se entabló acerca del asunto
cuyo epígrafe encabeza estos renglones. Deseoso estaba entonces de darla
publicid.id, pero resolví no hacerlo, hasta tanto que hubiese podido
ver de cerca nuevamente los efectos del bicarbonato sódico en la tonsi-
litis. A este fin, he ensayado el bicarbonato tan sólo en dos casos, que
considero bastan por ahora á mi propósito, ya que pueden ocupar los dos
extremos de la serie de amigdalitis simples que en la práctica puede
presentársenos. En el primero se trataba de una tonsilitis profunda, es
decir, que el proceso inflamatorio interesaba todo el espesor del órgano
afecto; en el segundo, la inflamación radicaba solamente en la mucosa
y tejido celular adyacente, motivo por el que calificóla de superficial.
notad precedentes, ha publicado otro sobre el mismo tema en la Independencia mé-
dica (21 Enero 1882), que tiene m&s sabor pr&ctico que el primero.
LA AMIGDALITIS Y EL 6ICAHB0NAT0 SÓDICO 99
La primera observación se refiere al niño Ricardo Riquer, de edad
12 años, constitución débil, temperamento linfático- nervioso, que ha pa-
decido distintas veces de anginas tonsilares. Cuando solicitó mis cuidados
(4.* dia de enfermedad), estaba con cefalalgia frontal, saburra gástrica,
astricción de vientre, disfágia y fiebre. Su amígdala izquierda se ofrecía
dolorosa, roja, hinchada, obstruyendo casi por completo el lado corres-
pendiente del Istmo de las fauces; la derecha presentaba los propios
caracteres, pero menos acentuados- En vista de este cuadro sindrómico,
prescribí un purgante, que produjo los resultados apetecidos, y las in-
suflaciones de bicarbonato sódico finamente pulverizado, en número de
cinco en cada amígdala, de cuyas insuflaciones tres debia practicar la
mamá del enfermo y dos el que suscribe, como así se hizo.
Al dia siguiente (5.^ de enfermedad), el estado general habia notable-
mente mejorado, mas muy poco, casi nada, se habia aliviado el estado
local. Continuóse con el uso del mencionado tópico por espacio de tres
dias más, lográndose el completo restablecimiento del niño Ricardo al
cuarto dia de tratamiento.
De la observación '2.* es protagonista la señorita Teresa Q., de 20
años, buena constitución, temperamento linfático-nervioso. Después de
recibir la impresión del aire fresco y húmedo de una mañana del pasado
Enero, sintió Teresa un escalofrió, al que subsiguió quebrantamiento
general, aumento de calor, cefalalgia, disfagía. Vi á la joven paciente al
anochecer del propio dia, y previo examen, comprendí que estaba afecta
de una amigdalitis superficial simple del lado izquierdo, que no habia
llegado aún al período de esiado. Practiqué una insuflación de bicarbo-
nato de sodio, y dispuse la administración de 40 centigramos (en dos do-
sis) de polvos de Dower en un infuso sudorífico. La angina habia des-
aparecido al dia siguiente y estaba muy mejorado el estado general, por
cuyo motivo dejó á la enferma sin medicación de ningún género, encar-
gándola, no obstante, en gran manera, el cumplimiento de las reglas
higiénicas capaces de evitar una recaída.
Hasta aquí no he hecho más que presentar á mis lectores los hechos
clínicos descarnados dé lodo comentario. Se me acuden algunas consi-
deraciones y voy á darlas á conocer.
En la primera observación que he narrado, ó sea en la recogida siendo
discípulo del Dr. Giné, tratábase de una amigdalitis simple y superficial^
que recaía en un individuo algo caquéctico y cuyas funciones nutritivas
se hallaban, como es de suponer, bastante perturbadas. Llevo dicho que
se aplicó sobre la amígdala inflamada el bicarbonato sódico, á las pocas
horas de haberse iniciado el proceso patológico, ó sea en ocasión opor-
tuna para hacer abortar la amigdalitis, según confesión dpl Dr. Gmé. In-
dicado queda también, que el excito no correspondió á las esperanzas que
el profesor concebiera é hiciera concebir á sus discípulos; la flegmasía
tonsila r no fué yugulada como se esperaba y deseaba, sino que siguió el
curso que seguir suelen muchas esquinancias superficiales sencillas,
cuando no se descuidan las precauciones higiénicas.
Presencié, pues, un fracaso del bicarbonato de sodio y lo presenció
asi mismo el autor del método en cuestión. ¿,Pero era el primero á que
el Dr. Giné asistía? Asi lo creo yo, á juzgar por la explicación que este
iÜt LK MÚSICA EN SUS BELACIONES CON LA MEDICINA.
U MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA. <'>
Estudio especulativo, fisiológ^ico, Msiénico y terapéutico,
(Tésia del Doctorado)
POR D. Francisco Vidal y Careta.
ESTUDIO terapéutico.
Múltiples aplicaciones.
No es de ahora el querer emplear la música en el tratamiento de las
enfermedades.
Ya en los tiempos más remotos, Chiron, célebre cazador, que se reti-
ró á los montes en busca de plantas medicinales y que fué un gran mé-
dico, curaba las enfermedades, según se decía por algunos de sus entu-
siastas, sin otro auxilio que los acordes de su lira. Esculapio, célebre por
la curación de toda clase de afecciones, aprendió la música por medio de
Apollen, su padre, y Chiron, su preceptor, y la empleaba con éxito. Ascle-
piades decía que no habia nada más natural que ella para tratar los alie-
nados. Galeno la empleaba contra las mordeduras de la víbora y del es-
corpión, y en tiempos más modernos ha sido aplicada con provecho sobre
todo en afecciones nerviosas por Poume, Charcot, Ball, Méndez, Sauva-
ge y otros.
Lo que pertenece por decirlo así ¿ los tiempos mitológicos, no debe-
mos tenerlo en cuenta sino en la parte que se refiere á la importancia
que daban á tal pgente. Yo creo, sin embargo, que aunque los antiguos
la empleaban más que nosotros, no lo hicieron con verdaderos conoci-
mientos científicos, sino al azar y más bien guiados por sus naturales
inspiraciones. ¿De qué instrumentos hacian uso? De los más sencillos y
adecuados á sus alcances. ¿A qué aplicaciones los dirigían? A aplacar
accesos de cólera, á inspirar sentimientos nobles, á enardecer á los guer-
reros, á utilizarla para el descanso, en una palabra, hacian uso de ella en
sus más potentes, claras y fáciles aplicaciones.
Tocante á los tiempos que suponen mayor ilustración, nos parecen
en varios casos exageradas algunas indicaciones por no hallar relación
ninguna entre su modo de obrar y los resultados obtenidos. ¿Cómo se ex-
plicaba Galeno la curación por tal agente de los emponzoñados por la
víbora y el escorpión? ¿<:ómo luego se satisfizo la explicación de la cu-
ración del tarantismo por el misnlo que llegó á hacerla vulgar? ¿En fin,
cómo se explica en la hidrofobia que también pretenden aplicar hoy al-
gunos? En cuanto á esta última suponemos habrá estado indicada en el
periodo melancólico de la enfermedad, pues una vez desarrollada ésta
ni con música se cura. Respecto á las otras tres no podemos en manera
(i) Conclusión. -Véanse los números 25, 26 y 27.
LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA. 111
alguna explicarnos su modo de obrar, pues si dichas enfermedades son
debidas á una intoxicación del organismo por la absorción de una pon«
zona ¿quó resultado vamos á obtener con la música? ¿Creeremos, como
los antiguos de imaginación calenturienta, que por medio de ella se ex-
pele el veneno del cuerpo? En buena hora se aplique en alguna de estas
enfermedades con el objeto de distraer al paciente y combatir alguno de
sus síntomas, pero jamás nos convenceremos de que extienda su poder
basta la curación.
A medida que el hombre ha ido perfeccionando este arte, así que se
ha hecho de la armonía la verdadera música, relegando á la melodía el
papel de frágil esqueleto, también se ha extendido en sus aplicaciones,
siendo desde lungo, como veremos, el aparato nervioso el que principal-
mente ha sentido su influencia y sin duda se irá perfeccionando cada
día más y más, no llegando hasta su más cercana perfección hasta que
solamente se utilice la música descriptiva desechándose toda la demás.
Ya se ha trabajado, y se trabaja hoy en dia, bajo este punto de vista,
debiendo hacer especial mención de David, Meverber y Wagner. Muy
atrasados estamos para llegar á este bello ideal, pero mucho se ha ade-
lantado.
Voy á tomar el asunto sin ninguna clase de pasión y con un criterio
completamente imparcial; juzgaré los hechos que más se relacionen con
la fisiología del agente que estudio, no dando importancia alguna á lo
fantástico, á lo supersticioso y propio de la imaginación.
Aparte de las enfermedades de que he hecho mención en el tercer ca-
pitulo de mi tesis, ó sea las que constituyen verdaderas pasiones, como
nostalgia, miedo, hipocondría, melancolía, cólera, etc., tenemos mu-
chas otras que requieren su uso, sino para obtener la curación de todas
ellas, á lo menos para mitigar algunas. Siendo por otra parte el aparato
nervioso el que recibe principalmente su benéfica influencia, aquí es en
donde me fijaré, partiendo siempre del orden seguido en nuestra clasifi-
cación, para que baya asi el rigorismo posible en su modo de obrar y
luego en la deducción de las conclusiones.
Para emplear la música que actúa sobre el encéfalo, hay un grupo
muy natural, el de las enfermedades mentales.
Estoy casi convencido de que no se ha utilizado como conviene en
la inmensa mayoría de manicomios. Se habrá usado con el objeto de que
proporcione á los vesánicos distracción y solaz, más de aplicarlo de este
modo á aplicarlo con verdadero arte hay mucha distancia. Laudable es
de todas maneras el manicomio que cuenta con orquesta formada en su
mayor parte por los mismos locos; pero no es esto solo lo que se ha de
buscar, sino estudiar el adecuado uso de ella en diversos casos y utili-
zarla como convenga.
De todos modos, para que se vea la importancia que se da en el ex-
tranjero á tal reforma, voy á transmitir íntegro párrafos de la Sciencie
libre de PariSy en que dice: «Estamos muy lejos del tiempo en que se
encerraba á los desgraciados locos en jaulas y calabozos como animales
salvajes.
Antes los vesánicos se trataban con violencia; hoy se sigue un trata-
miento por medio de distintas diversiones á fia de distraerlos. Recien-
112 LA MÚSICA EN SUS BELACIONES CON LA MEDICINA.
temente se dio en Bicelre un concierto, el cual dió muy buenos resulta-
dos á los pensionistas epilépticos.»
Así mismo en Santa Ana el profesor Ball, de la clínica de enferme-
dades mentales, presentó á sus discípulos varios enfermos tratados por
la mús'ica, y se admiraron de los resultados obtenidos. Un coro conocido
con el nombre Los herreros, música de dos alienados, el uno paralítico y
el otro con fiebres intermitentes, ha sido cantado por 12 vesánicos de una
manera inmejorable. Una fantasía sobre motivos de U Elixir d* amare
por flauta, violin y piano, ha sido magistralmente ejecutada por tres
alienados, que son: el violinista, un alucinado crónico, el flautista un
perseguido, y el pianista una melancólica.
De una carta que dirigí al muy digno é ilustrado Catedrático de Hi-
giene de la Facultad de Medicina de Darcelona, Dr. Rodriguez Méndez,
Director del Manicomio de San Baudilio de Llobregat (1), referente á saber
enquéconcepto tenia á la música para el tratamiento de las enfermedades
mentales, me contestó diciendo, que está satisfecho de ella como agente
terapéutico, y que uno de sus primeros pasos en la dirección del mani-
comio fué el reorganizar la orquesta (toda compuesta de enfermos), que
ensaya varias horas al dia, y que durante ol paseo colectivo de los pacien-
tes por los jardines toca piezas distintas, valiéndose de los aires nacio-
nales en los casos de profunda melancolía, especialmente con los gallegos,
habiendo visto casi resurrecciones con la gallegada, jota, cerdanas, etc.
Nuestra orquesta, dice, se compone hoy: de un director, que sufre
una manía periódica, siendo menos duraderos aquellos accesos en que
se le puede dispertar la afición á la música; de un maníaco agudo, que
está en calma cuando toca la flauta; de un demente, en el concepto
científico de la palabra, que no tiene casi otras muestras de vida de re-
lación que su sensibilidad musical, transfigurándose cuando toca; de
varios maníacos crónicos con alucinaciones, que durante los ejercicios
musicales descansan de sus estravíos; de un loco razonador, bastante
perverso, que se torna bueno y sumiso cuando se entretiene con la mú-
sica; de un joven, que hace años estando loco aprendió solfeo, y un ins-
trumento de viento que le ha dado pan durante su vida libre, una vez
dado de alta y que hoy le sirve para acelerar su curación; de un niño»
loco por la masturbación, en quien hemos logrado despertar una viví-
sima afición por la música, y como se le ha dicho que si se masturbaba
no podría ser músico, se ha logrado parar su vicio, lo cual no habían
conseguido ni otros medios morales ni farmacológicos, ni los medios
coercitivos, etc. etc.
También, dice, hay coros, y se logra con estos, no solo lo que con la
música, sino también cultivar Ja memoria. Teníamos un enfermo que
no quería hablar y se le puso en los coros, y un dia echó á cantar
como los demás, curándose del mutismo. Había otro que no andaba bien;
á ios dos ó tres pasos se paraba, luego seguía, y así por deprisa que le
(1) Así era cuando escribía esta tesis el Dr. Vidal Careta. Hoy el Dr. Rodrigfuet
Méndez, que procura aj listar su conducta & lo que le dicta su c^onciencia, ha dimitido
el cargo y nada tiene que ver con el laencionado Manicomio.
LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA. 113
hiciésemos caminar. Se dio orden de que la música tocase pasos dobles
y que se pusiese á la cabeza de los pensionistas y marchase. Nuestro
enfermo anduvo el primer dia con menos interrupciones, y poco á poco
se quitó el resabio,. primero con la niarcha y después sin ella. Este caso
prueba de un modo patente la influencia de la música rítmica.
{Ojalá todos fuesen tan observadores como el Dr. Rodríguez Méndez!
Otros resultados se habrían ya obtenido.
Muchos más hechos podría citar, pero para no molestar tanto la aten*
cion de mis oyentes, me parece basta con los expuestos para ver la in-
fluencia, antes desconocida, de este poderoso modificador.
En cuanto á su modo de obrar en las enfermedades mentales, creo yo
que su acción es bastante compleja en sus resultados, siendo más bien
su fin verdaderamente humanitario, ó sea distraer los vesánicos en sus
actos de melancolía, cólera, etc., debiendo hacer siempre uso del gé-
nero de música que más se adapte á la vesania padecida, pues el trata-
miento será asi más racional y más seguros los resultados obtenidos,
no insistiendo más en ello por quedar bastante especificado en la parte
fisiológica de mi tesis.
Muy bien indicada se halla como medio preventivo en las epidemias,
pues, como dice Fígaro en un aforismo de Hipócrates, siempre que urja
prevenir el miedo del mal, que origina pronto el mal del miedo, la mú-
sica (sobre todos los géneros pueril y campestre) es una grande indica-
ción para distraer el ánimo y combatirla preocupación, y por eso es
bueno recomendarla en todas los épocas de epidemia, en las cuales el
terror que tal pasión produce es á las veces tan peligroso como el azote
mismo.
En cuanto á la música que dirige su acción especial á la médula, la
que obra sobre los nervios locomotores, encuentra indicación oportuna
en las neuroses y en otros casos en que ya hemos visto útil su empleo.
C!on el nombre de tarantismo se designa una enfermedad que se ha
atribuido á la picadura de la tarántula. A fines del siglo décimo quinto
tal enfermedad inspiraba serios temores, pues se decía que los atacados
ó bien morían ó quedaban dementes. Algunos al oír un motivo que les
fuese agradable se excitaban, tanto que empezaban á saltar y bailar des-
aforadamente. Otros, por el contrario, lloraban continuamente cual si les
atormentase algún recuerdo triste y pasaban la vida del modo más de-
plorable. Otros sufrían un temblor continuo.
Se observó que los acordes de algunos instrumentos, especialmente
la flauta y guitarra, les procuraban alivio; primero bajo su influencia*
parecía que despertasen de un sueño, abrían los ojos, poco á poco se
excitaban hasta entregarse á la más bulliciosa danza, haciendo especial
mención de que, así que cesaba la música, caían sin sentido hasta que de
nuevo venia á excitarles el baile.
El número de estos enfermos llegó á ser tan grande que en determi-
nadas épocas se dieron verdaderamente conciertos y fiestas, naciendo
de aquí las composiciones llamadas tarantelas. Estos hechos se refieren
principalmente á Pulla.
Tal vez habrá exageración en los efectos de tal enfermedad, así como
en la curación de ella por la música; pero bien podemos afirn^ar que
114 LA MÚSICA EN SUS RELACIONES CON LA MEDICINA.
análogos resultados podemos obtener en la corea, sabiendo ya que va*
rios tnúsícos, con el objeto de regularizar el baile, acompañaban á los
coréicos (danzantes de San Vito) en peregrinación hasta la célebre er-
mita cerca de Luxemburgo. Así mismo hemos visto el buen éxito que
ha obtenido Bali de ella en los ^ilépticos.
Tocante á la música que dirige su acción sobre los nervios conduc^
tores de la sensibilidad, quizá la que la deprime dará buenos efectos en
el histerismo, habiendo, como se sabe, en esta enfermedad una sobreexci-
tación nerviosa y más si conviene en la forma estática. Poume refiere el
caso de haber curado verdaderos ataques por medio del violin.
También puede ser útil en todos aquellos casos en que la mujer se
encuentra en cierta disposición moral, que es conocida vulgarmente con
el nombre de carácter nervioso.
Más me podria extender respecto al particular, pero advirtiendo que
se va alargando más délo que queria mi tesis, voy á dedicar un simple
apartado á las aplicaciones de la música de acción compleja, á la teatral,
ó sea ala que constituye el género dramático. Su acción fisiológica,
como hemos visto, es muy vaga, pues no solamente interesa aquí ella,
sino también las pasiones que luchan en la escena. A más de que par-
ticipa de todo, unas veces nuestro ánimo está tranquilo bajo la influen-
cia de un cmto suave, otros bruscamente se siente impresionado por
un desenlace inesperado, ya la sensibilidad se excita, ya se embota, etc.
Sin emb I rgo, ya he dicho que lo que pasa en la escena es secundario
para los verdaderos amateurs^ y que, por lo tanto, aparte deque propor-
ciona verdadera distracción en casos de tristeza impertinente, quizá nos
dará buenos resultados en todos aquellos otros en que se tuviera que
combatir una hipocondría á consecuencia de un catarro crónico del es-
tómago, en las neuralgias, etc.
En vista del estudio que he venido haciendo de las aplicaciones hi-
giénicas y terapéuticas de la música, se pueden establecerlas siguientes
Conclusiones:
1.^ La música es un agente que produce descanso y distrae al hom-
bre en sus ocupaciones.
2.^ Es un elemento tanto ó más social que el café, tabaco, y todo lo
que engendra el trato, y por lo tanto, es bueno que el hombre sepa uti-
lizarlo.
3.^ Que deben establecerse orfeones y conciertos populares de música
clásica, que haciendo al hombre más indiferente á la música trivial, con-
tribuyan á moralizarle.
4.® Que es indispensable conocer la acción fisiológica de sus distin-
tos géneros para mejor aplicarla donde convenga, desechando la que no
sea descriptiva.
5.^ Que es innegable el influjo de ella en Perceptologfa, asi como
también que conviene adelantar este estudio más de lo que se ha hecho
hasta hoy.
6.* Que debieran organizarse orquestas en todos los manicomios,
aunque no más fuera que para solaz de los vesánicos.
ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES. 115
7.0 Que es conveniente aplicarla en las neurosis, para que se tengan
pronto datos seguros y se regularice su empleo.
8.** Que deben combatirse con tal agente todos los casos de excita-
ción ó depresión neivjosa.
Básteme con lo expuesto, Excmo. Sr., y solo diré que quiero prose-
guir estos estudios, hoy en estado de larva, y que si mi humilde trabajo
no sirve de mucho, gf*acias á las pocas aplicaciones que ha tenido hasta
ahor a la música como agente terapéutico, tal vez sirva para levantar el
ánimo en favor de ella, recomendando exclusivamente el uso de la mú-
sica descriptiva, pues si hay hombres como David, Meyerbeer, Wagner
que se han consagrado á ella, que haya también hombres como Rambos-
son, Charcot, Ponme, Ball, Méndez y Letamendi que sepan aprovecharla.
«—He dicho.
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL ÁCIDO SAUClUCO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del salicUato sódico en el tratamiento del renmatisxno» (1)
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Módico de la Casa de Laelancia y Casa-cuna de Barcelona,
Pasemos ahora á la segunda cuestión que dejamos planteada y que
falta todavía resolver. --¿Cuánto tiempo puede durar la administración
del ácido salicflico?^Para esto, recuérdese bien que estamos tratando
del ácido salicilico puro, no de sus derivados, los salicilatos, de tos cuales
haremos mención aparte. Primero recordaremos lo siguiente: el ácido
salicilico, es cierto que pasa repentinamente á la orina, pero no es me-
nos evidente también que al cabo de quince dias, según ya hemos dicho
anteriormente, puede encontrarse todavía en el mismo líquido excreta-
do; con esto se demuestra que su presencia en la economía dura tam-
bién muchos dias, y si muchos dias, además, se sigue administrando el
ácido, podrá dar lugar indudablemente á todos los fenómenos que hemos
estudiado, por que será bastante grande la acumulación de ácido salici-
lico en la economía. Luego la administración de dicho ácido puro debe
cesar siempre al cabo de pocos dias, por ejemplo 4 6 5, descansan-
do otros tantos para volver á empezar de la misma manera que antes, y
asi consecutivamente.
Administrado de esta manera el ácido salicilico, puede persistirse
bastantes dias en su aplicación interior. Así lo tengo observado repeti-
das veces, y este es el sistema que he seguido siempre que he tenido ne-
cesidad de combatir un síntoma ó una enfermedad.
8al!ciiato8.-Concluida ya la historia más ó menos completa del ácido
salicilico en parth^ular, vamos ahora á emprender la de los salicilatos
(1) Continuación.— Véanse los números 25, 26 y 27.
116 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
y especialmente la del salicilato de sosa, que es el que más nos interesa
para el fin que nos hemos propuesto al emprender esta tarea.
Respecto á la acción fisiológica de estos compuestos, poco más ten-
dremos necesidad de añadir, pues todo lo que podemos decir lo hemos
demostrado ya con su ácido respectivo. Pero en cambio, estos compues-
tos tienen valiosas ventajas sobre el primer cuerpo, ventajas hasta hoy
no desmentidas, ya por su acción fisiológica, ya respecto á su modo de
administración.
£1 empleo del salicilato de sosa en sustitución del ácido salicilico es
mucho menos peligroso bajo muchos conceptos; sus efectos accidenta-
les no son, ni con mucho, tan marcados, y su administración puede se-
guirse bastante más dias que la del ácido salicilico puro.
Sin embargo, cuando la dosis del salicilato de sosa es crecida y llega
por ejemplo, á tomarse 12 ó más gramos al dia, sus efectos sobre los
centros nerviosos se notan de igual manera, aunque no ofrecen la mis-
ma intensidad.
A esta misma dosis no se desarrollan tampoco los síntomas gástricos
tan marcados como con el cuerpo anterior. Cuando se toma en polvo,
no se adhiere á las mucosas porque, siendo tanta su solubilidad y estan-
do siempre húmedas las partes con que se pone en contacto, se disuel-
ve en seguida y pasa rápidamente al tubo digestivo. De modo que las
sensaciones de escozor, quemazón, accesos de tos y fenómenos conges-
tivos en el estómago son casi inapreciables, si es que se producen, to>
mando el salicilato á la dosis que expondremos, y aún á la citada. La
dosis de 12 gramos no ha sido nunca causa de intoxicaciones y muerte
consecutiva.— Sin embargo, Mr. Carrion ha publicado un caso de muer-
te consecutiva á la administración del salicilato de sosa en un sujeto
afectado de reumatismo, diciendo que la mnerte sobrevino en medio
de fuertes convulsiones. En la autopsia dice que no se encontró más que
una ligera congestión de las meninges y un poco más de liquido que en
el estado normal en los ventrículos cerebrales. — Mr. Clement (de Lyon)
dice que nunca ha dejado de administrar menos de 6 gramos diarios, pu-
diendo asegurar que, administrado este medicamento á la dosis de 8 á 10
gramos al dia, no ha producido más accidentes que náuseas y zumbido
de oidos, pero nunca fenómenos convulsivos.
£1 salicilato de sosa es un cuerpo preciosísimo para el tratamiento de
ciertas enfermedades, porque puede impunemente continuarse su ad-
ministración durante muchos dias seguidos, sin interrupción, á la do-
sis de 3, 4 y 5 gramos diarios. Todo lo más que he observado en los in-
dividuos sometidos á este tratamiento ha sido la presencia de un poco
de congestión cefálica, que ha desaparecido siempre, con el tratamiento
que en su lugar correspondiente expondremos. Sobre el tubo digestivo,
unas veces he observado un poco de extreñimiento y otras una ligera
diarrea, pero todo sin consecuencias.
Generalmente, cuando la administración del salicilato de sosa ha de
durar bastantes dias, la cantidad que mejor puede tomarse sin sobreve-
nir fenómenos desagradables es la de 2 á 3 gramos, y el máximum 4
gramos.
Guando el salicilato se toma á la dosis de 50 centigramos á 1 gramo,
ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES. H7
se puede, sin ningún inconveniente, seguir su administración durante
un periodo de tiempo ilimitado^ que puede llegar á dos, tres y cuatro
meses seguidos, y aún más, sin interrupción. En mis notas particulares
tengo, hasta la fecha, catorce observaciones de otros tantos individuos^
de los cuales, tres de ellos, lo han tomado cinco meses seguidos sin in-
terrupción ni fenómeno peligroso alguno, y los once restantes durante
un periodo de tiempo que oscila entre dos y medio y cuatro meses, con
los mismos buenos resultados que los anteriores.
Sus efectos sobre la respiración y la circulación son tan claros y com*
probables como los del ácido salicilico. A la dosis de 3 gramos, es ya muy
notable la influencia ejercida sobre la circulación de un individuo fe-
bricitante, pues su temperatura baja notablemente de un dia á otro.
Para dejar sentada la influencia del salicilato de sosa sobre la circu-
lación y su manera de obrar en el reumatismo, vamos á transcribir lo
que dijo Ottramare en la Gazette medícale, en 28 de Junio de 1879, lo
cual se encuentra á su vez en el Anuario de terapéutica de los Dres. Bou-
chardat, vertido al español por los Sres. Toledo y Ulecia. El Sr. Ottrama-
re dice lo siguiente: tlntroducido el salicilato de sosa directamente eii
las venas, aumenta siempre la presión, el número de pulsaciones y ia
energia del sístole; este electo pasajero es debido á una acción excitan-
te sobre los nervios motores del corazón. Casi á la vez, y de una ma-
nera gradual, acelera la rapidez de la corriente sanguínea; este fenóme-
no, debido á una dilatación de los capilares, es más durable.
y>L3í excitación cardiaca disminuye bajo la influencia de inyecciones
repetidas; después, cuando se llega á la dosis tóxica — que para el perro,
el asno y el caballo, es de 1 gramo por kilogramo de peso de estos, —
aparecen irregularidades del pulso, intermitencias, un descenso déla
presión, y por fln la parálisis cardiaca, el animal muere por una pará-
lisis de este órgano, y no por asñxia, como se cree. La rapidez de la cor-
riente sanguínea sigue siendo bastante considerable hasta el fin, y la
autopsia pone de manifiesto una gran hiperemia de las visceras abdo-
minales, sobre todo de los ríñones, hecho que concuerda con los fenó-
menos de dilatación capilar observados en vida.
9Si se secciona previamente la médula por encima del bulbo, sucede
,á la hiperemia visceral un estado anémico pronunciadísimo. Es, pues,
evidente que el salicilato de sosa actúa sobre los centros vaso-dilatado-
res del bulbo.
]i»Si establecemos ahora un paralelo entre el proceso anatómico del
reumatismo articular agudo, los efectos fisiológicos del salicilato sódico
y sus propiedades terapéuticas innegables, parece admisible que este
medicamento obra sustituyendo una dilatación capilar generalizada á
una hiperemia local.
:»Mientras que las lesiones del reumatismo son de orden puramente
vascular, el salicilato de sosa puede tener una acción terapéutica; pero
cuando sobrevienen desórdenes celulares, es necesariamente ineficaz.
.Asi se explica su ineficacia en las formas sub-agudas y crónicas, inefica-*
cía que viene en apoyo de mi teoría.»
Mr. Seivon experimentó también la acción del ácido salicilico y del
salicilato de sosa sobre la respiración y sobre el sistema nervioso, admi-
118 ÁCIDO SALIGÍLIGO Y SUS SALES.
nistrándolo á un mamífero (conejillo de Indias), á un pájaro (tórtola) y
á un batracio (rana), en los cuales dice que hay aumento de ácido car-
bónico exhalado.— Sobre el sistema muscular de la rana obtuvo trazados
que indican la formación lenta de contracciones tetánicas seguidas des-
pués de agotamiento muscular. — Estudiando la acción sobre la contrac-
tilidad muscular y sobre la causa de estas contracciones tetánicas, dice,
fundado en numerosos experimentos, que el ácido salicilico tiene una
acción es pecial sobre el sistema nervioso central, y que, además la
extinción rápida de la contractilidad muscular es debida más bien á la
extenuación provocada por las convulsiones, á las cuales ha dado lugar
la sustancia, lo mismo que la estrignina y la nicotina, que tienen una
acción especial sobre la fibra contráctil.
También se ha observado, sobre la respiración, que hay mayor pro-
ducción de ácido carbónico, y Mr. Clement (de Lyon) no puede darse
cuenta de este fenómeno, puesto que el salicilato de sosa tiene una acción
antipirética constante y notable. Dice que muchas veces ha adminis-
trado 6 y 8 gramos al día y que nunca ha observado fenómenos desagra-
dables, y que el salicilato de sosa es un gran remedio para el tratamiento
del reumatismo agudo.
Ya hemos dicho anteriormente que la presencia del ácido salicilico
en la secreción y excreción urinaria se nota con una rapidez notable.
Pues bien, el salicilato de sosa tiene esta misma acción, y mayor aun si
cabe, que el ácido salicilico solo, provocando la diuresis de un modo
extraordinario (suponiendo que los ríñones se encuentren en estado
normal), hasta el punto que hace pocos dias he visto á una enferma, á
quien el Sr Arbiol le administró 2 gramos de este cuerpo en 200 de vehí-
culo, y á la segunda toma tuvo que suspender el medicamento, no solo
por haberle provocado una extraordinaria diuresis, sí que también por
haberle aparecido la menstruación muy abundante y fuera de época. Sin
embargo, ya dice el Sr. Arbiol que estos casos son algo raros, ya respecto
á lá cantidad de secreción urinaria, ya respecto á provocar con tanta
prontitud fenómenos ó alteraciones en la menstruación.
Otra de las acciones muy notables del salicilaro de sosa, lo mismo
que del ácido salicilico, es la de favorecer, en mayor escala que los de-
más alcalinos, la expulsión de las materias sólidas contenidas en la orina,
como los fosfatos y los carbonates, de lo cual daré un ejemplo notabilí-
simo más adelante.
A pesar de que eajtoy de acuerdo con el Sr. Arniol sobre la acción
diurética del salicilato de sosa, debe consignar que Mr. Bouchard, para
demostrar la acción que ejerce sobre el aparato urinario, sienta lo si-
guiente:
i.** El medicamento no ha modiñcado la cantidad de orina.
2."^ Disminuyó la cantidad de urea.
3.^ Aumentó el peso total de las materias extractivas.
4.^ La cantidad de fosfatos y materias colorantes es idéntica.
5.*" Aunque no es un diurético, es, sin embargo, un poderoso agente
de iluminación.
La dosis cuotidiana era de 4 gramos.
Sobre todo estos puntos no podemos estar de acuerdo con el Sr. Boa-
RBVISTA DE ALIMENTOS. 119
cbard. Dicho observador dice que este medicamento no modiñca la can-
tidad de orina, es decir, que no es diurético, pero si que es un poderoso
agente de eliminación; pues bien, por este mero hecho es preciso que
obre, siquiera sea poco, como diurético; y efectivamente, no solo en todos
los enfermos ¿ quienes lo he administrado, si que también en mí mismo,
he observado que aumenta considerablemente la secreción urinaria,
puesto que casi nunca pasan más de 15 á 20 minutos sin que se sienta la
necesidad de expulsar una regular cantidad de liquido renal, en el cual
se observa, por medio de los reactivos indicados, la presencia de dicho
cuerpo. Esto demuestra que el salicilato de sosa, además de pasar rá-
pidamente á los riñónos y obrar como eliminador, favorece la secreción
urinaria en cantidad y en rapidez de tiempo.
Es también particular la acción que ejerce el salicilato de sosa sobre
el aparato genital. Cuando este medicamento se toma durante muchos
dias seguidos, produce una impotencia pasajera, impotencia que desa-
parece desde el momento que cesa la administración de dicho cuerpo.
Esta acción se nota lo mismo en el estado fisiológico que en el patológico,
y la observé en varios enfermos, siendo también observada por el señor
Arbiol hace más de tres años. Esto se corroboró más tarde por un autor
francés, cuyo nombre no recueroo, y hoy ya no se pone en duda por
nadie la impotencia pasajera que produce el salicilato de sosa.
Mas tarde he administrado el salicilato de sosa, unido con la quina,
en tres enfermos y la impotencia dejó de presentarse en uno de ellos. —
¿Se hubiera presentado tomando solo el salicilato de sosa?^Esto debe
todavía estudiarse, pues quién sabe, uniendo el salicilato de sosa con tó-
nicos, si se presentada esta acción tan marcada de dicho medicamento.
Otra de las acciones más notables del salicilato de sosa es la si-
guiente: cuando se toma á la dosis anteriormente citada, y aún mejor
que no pase de 50 centigramos> tiene un poder excitante del tubo diges-
tivo que, al cabo de unos cuantos dias de tomarlo, el enfermo experi-
menta una sensación de bienestar después de la comida, excita de una
manera muy notable el apetito, y lo considera en adelante como el único
remi>dio para que pueda C(>mer como en estado fisiológico. Esto solo me
decidió á usarlo en el tratamiento de ciertas dispepsias, como excitante
del tubo digestivo, habiendo obtenido muy buenos resultados con su em-
pleo. Pero si la dosis aumenta más de 50 centigramos, estos efectos no
son tan marcados
(Continuará.)
REVISTA DE ALIMENTOS,
POR EL Dr. Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona,
Plomo: wa presencia en les alimentos más usados.— Exceptuando al-
gún varón recalcitrante, capaz de negar aun lo que toca, por el mero he-
cho de ser moderno^ es indudable que la inmensa mayoría de médicos
120 REVISTA DE ALIMENTOS,
acepta de buen grado la posibilidad del envenenamiento, crónico de or-
dinario, agudo por excepción, determinado por el plomo, que ha pene-
trado en los alimentos cotidianos, ya partiendo de las vasijas en que se
guardan, ya de los tubos que recorren, ya de los aparatos en que se pre-
paran ó modifican, etc. Esta verdad científica, conquista de nuestros dias,
ha sido corroborada por muchos hechos. Recordemos el célebre cólico
seco, el de los países ccdienteSy el de Madrid, y apuntemos, entre los que
más han contribuido á constituir este interesante cuerpo de doctrina, á
Fordos, Bobierre, Boudet, Besnou, MayenQon, Bergeret, Fierre, Berge-
ron, 1' Hote, Pouchet, Torres Muñoz, etc.
En confirmación de lo ya sabido, y con el aditamento de nuevos ho-
rizontes que se abren á la investigación, el reputado Armando Gautier
ha leido en la Academia de Medicina de Paris (sesión del 18 de Noviem-
bre último) una interesante Memoria, que titula: Sur Vahsorption du
plomb par notre alimentationjournaliére. Ante todo debe decirse que, si el
plomo no es el más temible de los venenos, en cambio su insidiosa ac-
ción le dá una importancia de primer orden, especialmente si se repara
en que estamos continuamente en peligro de absorverlo: papeles de las
habitaciones, pinturas, vasijas estañadas, tintes y afeites, porcelana,
vitrificados, utensilios de cristal, vestidos, alimentos y otros muchos.
El trabajo de A. Gautier consta de varias secciones, cada una de las
cuales merece se trate aparte, por sumaria que sea la exposición. Me
ocuparé en primer término del procedimiento que dicho autor emplea
para conseguirlo.
Demostración^ dosificación,— ^o conceptuando Gautier seguro ningu-
no de los basta aquí usados por lo que hace á las sustancias orgánicas,
empieza por incinerarlas á baja temperatura, humedeciéndolas de cuan-
do en cuando' con una mezcla de ácido nítrico (30 partes) y de ácido
sulfúrico (1 parte). Hierve las cenizas con un exceso de hidrato de barita
exento de plomo; las trata en caliente por el ácido clorhídrico puro di-
luido en dos volúmenes de agua; las filtra, precipitando después en el lí-
quido ácido mezclado con agua y mediante el hidrógeno sulfurado los
metales tóxicos. Los sulfures formados se digieren con el polisulfuro de
sodio para separar el estaño. Por ultimo, convertido el plomo en sulfa-
to, se somete á la electrólisis y se le redisuelve sobre la lámina de pla-
tino para dosificarle por el método ordinario.
El preparador de Gautier, Pouchet, en vista de que los resultados no
eran muy precisos, modifica el procedimiento hasta conseguir que las
pérdidas de plomo se reduzcan casi á cero. Calienta las materias sospe-
chosas con un peso igual de ácido nítrico fumante, añadiendo 25 por 100
de sulfato potásico ácido. Terminada la efervescencia, consigue la des^
irucdon total de la materia orgánica, añadiendo un exceso de ácido
sulfúrico á la masa, que calienta hasta la decoloración completa. Sin
filtrarla, la diluye en el agua, y sujeta el licor ácido á la acción de cuatro
elementos de Bunsen. Todo el plomo se receje sobre la lámina de platino
del electrodo negativo. Se le redisuelve por el ácido nítrico, y se le pre-
cipita y dosifica en estado de sulfato.
Uno y otro procedimiento han sido empleados por Gautier. Mas cuan-
REVISTA DE ALIMENTOS. 121
do solo quiere averiguar la existencia del plomo en una soldadura ó en
un estañado, deja caer en la superficie del objeto metálico dos gotas de
ácido acético al décimo, que luego abandona á la evaporación. Toca en
seguida la mancha con una solución de cromato potásico di centesimo,
la seca y la lava con agua. El cromato amarillo de plomo obtenido está
adherido al metal, no cambia de tinte al cabo de muchos dias y la man-
cha puede conservarse como testimonio. Las aleaciones al 3 y aún al 2
por loo de plomo dan una mancha persistente de cromato.
Conservas vegetales. — Penetra en ellas el plomo sobre todo por la
soldadura, aleación de estaño y plomo en la proporción de 10 á 60 por 100
del último; en la hoja de lata solo ha observado 1 centesimo ó menos.
Por término medio, hay en cada kilogramo de estas conservas guar-
dadas en cajas de hojas de lata 2^5 miligramos (de O á 5). Parece que es-
tas cantidades aumentan con la fecha de la preparación:
Después de un año de conseryacion había 1*2 \ Medio de milígra-
Id. de dos id. id. id. 2*1 > moa por kilógra-
Id. de tres id. id. id. 4*2) mos.
Sardinas.-^ Gautier cree que las grasas de este alimento y de la con-
servación en cajas de lata disuelven con facilidad el plomo. En menos
de un año habia de 20 á50 miligramos por kilogramo de pescado, espe«
cialmente en los que se conservaron en aceite de olivas. Ha comprobado
también la existencia de 36 miligramos por kilogramo ó 132 miligramos
de oleato. La cantidad contenida puede llegar hasta 170 miligramos ó
sean 624 de oleato por kilogramo. Es muy probable que estas cantida-
des aumenten á medida que los aceites sean más rancios y ácidos y á
medida que pase el tiempo.
Hígado ^ro^o.— Parece que la acción disolvente de las grasas se de-
tiene en cuanto la superficie se ha impregnado de sales plúmbicas, asi
es que sólo ha obtenido 11^8 miligramos (43 de oleato) por kilogramo.
Crustáceos. — La carne de un cangrejo de mar conservado hacia algu-
nos meses en el Canadá ha dado un término medio de 27 miligramos
de plomo por kilogramo.
Carnes.— En las conservadas en cajas de hojas de lata con soldadura
interior, Schutzenberger y Boutmy encontraron 80 miligramos á 1*48
gramos de plomo por kilogramo de carne de buey. Gautier, examinan-
do el buey de América moderadamente salado (com beef) encerrado en
cajas de estaño absolutamente fino y consoldaduras exierioresy no ha vis-
to ni vestigios del metal.
il^Mapoeabfó.— Dice Gautier, después de examinar aguas que han
permanecido más ó menos tiempo en tubos de plomo, que aquellas to-
man, aunque estos se hallen incrustados por las sales calcáreas, alguna
cantidad de plomo, si bien por lo general es muy pequeña. Esta canti-
dad valia con la naturaleza de las aguas, aumentando á medida que son
más puras, y con la aireación, que también la acrece, siendo por esta ra-
zón muy peligrosas las de lluvia y destilada. Bobierre habia ya dicho
que, exceptuando estas dos últimas, las aguas, en general, no atacan los
recipientes de plomo de una manera sensible, á menos que la superficie
metálica no esté alternativamente en contacto con el agua y con el aire.
Balard, por su parte, ha probado que si en el agua aireada el plomo
122 REVISTA DE ALIMENTOS.
encuentra una sal, como el fosfato ó el carboiiato calcico, se forma una
especie de pasta adherente é insoluble que evita el ataque ulterior! Pero
si el agua es pura, ó el ácido de las sales no puede formar un com-
puesto insoluble con el plomo (nitrato, acetato, formiato, etc.), la acción
es enérgica.
Gautier opina que es imprudente beber estas aguas cuando han esta-
do en tubos, viejos ó nuevos; pero que su simple paso á través de ramas
de 20 á 30 metros, es decir, tal como se reparten ordinariamente, no in-
troduce cantidad apreciable del metal.
Mayencon y Bergeret hablan dicho que todas las aguas disolvían el
plomo, pero en tan exigua cantidad, que pueden reputarse como inofen-
sivas.
Aguas addulO'Carbónicas artificiaies. — Análisis recientes de Boutmy
han probado que á veces las aguas llamadas de Seltz contienen grandes
cantidades de plomo. Gautier lo confirma: ha encontrado hasta 436 mi-
ligramos de dicho metal por litro.
Bebidas y condimentos ácidos consei'vados en valijas de cristaL —
Las botellas de cristal usadas son un silicato doble de potasio y plomo,
conteniendo más de un tercio de su peso del último. Gautier ha demos-
trado que el aguardiente, el vino y el vinagre disuelven el plomo de es-
tas vasijas, si bien en pequeña cantidad, y por tanto con leve detri-
mento.
Vasijas estañadas.-- En Inglaterra se bebe la cerveza en vasos de es-
taño; en los hospitales civiíes de París los vasos de estaño tienen un
10 por 100 de plomo como cantidad legal; en los militares el 5 por 100.
Fordos habia ya demostrado que, aún en estos últimos, la cantidad de
plomo disuelta por las bebidas acidas puede ser dosificada, y por tanto
peligrosa.
De sus experimenlos concluye Gautier que deben tomarse precaucio-
nes contra esta invasión general del plomo, cuya presencia en ciertos
alimentos, especialmente en las grasas y carnes, puede ser muy te-
mible.
Empeñada la discusión acerca de esta Memoria, hablaron: Larrey del
pánico que podian producir las conclusiones de Gautier; Leroy de Meri-
court de la rareza de los cólicos de plomo en la marina, á pesar de usar-
se mucho las cajas de conservas, sobre todo de pescado, atribuyendo las
dolencias consecutivas á la ingestión del atún conservado en dichas ca-
jas á la presencia de las ptomaínas; Chatin de que hoy, en virtud de las
prescripciones de la autoridad, las soldaduras se hacen exteriores; Ro-
chard de la falta de envenenamientos que se nota en las poblaciones que
fabrican estos productos, comiendo de dichos alimentos en gran canti-
dad; de la inocuidad de las aguas de París, que son muy puras y ade-
más sufren la electrólisis producida por la yuxtaposición de los metales
en su circuito, y de que el peligro le parece únicamente teórico; Lefort
añade que las cucharas de estaño de que se sirven los campesinos y en
las cuales entra una gran cantidad de plomo no han merecido reproche
alguno por lo que atañe á su acción tóxica.
A estos argumentos Gautier responde: que él no ha pretendido en
LOS BflCRÓFITOS DE LA SANGRE. 123
manera alguna apoyaren pruebas químicas la demostración tantas ve-
ces hecha del peligro de absorver plomo, aún á disis pequeñas; que no
ha intentado hacer que se rechacen las conservas Appert, toda vez que
presentan más ventajas que inconvenientes, pero que vaidrian más si
fuesen menos plumbíferas; y que insiste en que deben tomarse precau-
ciones para evitar la introducción del plomo en nuestros alimentos.
Gengihre: esencia. -Independien tómente de su acción terapéutica, la
esencia de gengibre reemplaza hoy, á título de condimento, al vegetal
de que se extrae. Se conocen dos aceites esenciales; el inglés, que se ob-
tiene en la proporción de 1*25 por 100 de gengibre y que Tresh ha con-
seguido á fines del año anterior destilando el extracto etéreo; y el ale-
mán, obtenido por destilación directa, en la de2'2 por 100. Este es más
oloroso; pero el perfume de aquel, diluido en una gran cantidad de lí-
quido, y procedente de la Jamaica, es mayor. El alemán tiene una densi-
dad de 0'9004 á im c, y el inglés deO'883 ál7 c; Hanbury y Flückiger la
calculan en 0^878 y Gmelin en 0*893. El poder rotatorio del último es
a=— 2*«0; y del otro— 35*75; Flückiger ha encontrado— 2106. Ambas
esencias contienen sobre todo un hidrocarburo C^ H^^, siendo isomé-
rico el del alemán.
£1 sabor es aromático y no acre; su consistencia, mayor que la délas
esencias ordinarias, se parece á la del aceite de almendras dulces. Es
poco soluble en el alcohol rectificado, pero lo es en todas proporciones
en el éter, cloroformo, benzol, sulfuro de carbono y ácido acético crista-
lizable. Abandonada al aire, enrojece el papel de tornasol. Absorve el oxí-
geno atmosférico, y en poco tiempo es capaz de poner en libertad el iodo
del ioduro potásico.
Expuesta largo tiempo al'aireen una extensa superficie, deja un re-
siduo blando, resinoso. No hay cristales cuando se la coloca en una mez-
cla refrigerante. £1 ácido sulfúrico la disuelve, dándole un color rojo de
sangre; el agua precipita este liquido y separa una materia oscura que
huele á trementina. Una mezcla de ácido nítrico fumante y de esta esen-
cia hace explosión; con el*ácido nítrico ordinario toma un rolor rojo,
después azul y más tarde púrpura.
Sometida á destilación, la parte más volátil contiene el principio
oloroso (muy probablemente un compuesto oxigenado); en la esencia
que destila se encuentra cimeno, sobre todo en la porcioa que destila
por bajo de 16^. La esencia en bruto contiene una pequeña cantidad de
ácido fórmico y de ácido acético.
IOS MICROFITOS DE lA SANGRE Y SUS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES/*)
POR Timoteo Richard Lewis.
Como Koch, el Dr. Ewart observó ya que las ratones pueden ser ali'
mentados con fragmentos de tejidos enfermos, ¡carbünculosos, mezcla*
(i) Gonthiaacion.- Véanse los números 25, 26.y 27.
134 LOS MiCRÓFrros de la sangre.
dos con sus alimentos habituales, sin inconveniente alguno, y que en
el canal alimenticio de dichos animales pueden hallarse los esporos á
punto de desarrollarse en bastoncillos y en filamentos. En vista de la
última observación, bueno fuera que las personas competentes, ocupa-
das en trabajos microscópicos,
c:> c:,*^^^''^^'*"^ se fijaran en si es posible distin-
guir estos pequeños cuerpos
brillantes, de las innumerables
molécu as, también brillantes,
que se encuentran en el canal
« - . -^ ,1 -. » * M, *u , intestinal de todos los animales.
Plr* n. BaeeíOm» anthraei*. BimIodoUIm que «oft-en U Mgm«DU-
eienproIoBgáadoMe&fomudefllamt&tof. (EwArt). EU COntra dC lOS rCSUltadOS
hasta aquí obtenidos y publica-
dos por otros observadores, que dicen que el virus específico de la fiebre
esplénica es el BoccUIiíb anthracis, el Dr. Ewart hace notar que los bas-
toncitos no se hallan del todo privados de
movimiento, sino que al contrario, en cier-
tas fases los muestran muy activos, de suer-
te que á ser cierto desaparecería el argu-
mento más sólido que hasta ahora se había
presentado para considerar, estos organis-
mos como una especie particular (1).
n9.28.pusiMntoiprodi>cieiidoe«porefl,7e8po. El Dr. Ewart ha obscrvado asimismo
rottrMfoniiindo.eeDbutoooiuoc gug |qs BaccHH dc la ficbrc cspléníca en los
conejitos de Indias difieren en tamaño de
los cuerpos semejantes que se han hallado en los ratones, siendo los
Bacciliiáe. los primeros de mayor longitud que los de los últimos. Se ha
admitido también el hecho de que los Baccilli y sus esporos mueren des-
pués de haber sido hervidos por espacio de dos minutos, volviéndose el
líquido enseguida completamente inerte. Igual resultado se obtiene so-
metiendo el líquiJo á la presión de doce atmósferas de oxigeno (2).
Considerando la situación en que los partidarios de la doctrina emi-
tida en favor de la teoría de los gérmenes, han sido colocados última-
mente por sus antagonistas, los hechos relativos á la instabilidad de los
esporos no serán bien acogidos, tanto más habiendo sido suministra-
dos por uno de los más ardientes partidarios de la teoría de los gér-
menes.
Hace pocos años, Pablo Bert manifestó haber adquirido la certidum-
bre de que el oxígeno comprimido mata rápidamente todos los organis-
mos vivos y desorganiza los tejidos. En las investigaciones que llevó á
(1) Cuando estaba ya escrito el presente trabajo, he sabido que A. Frisch ha-
bla observado en tres ocasiones movimientos en los bastoncitos deL Baccillu» an-
thracis de sangre obtenido inmediatamente después de la muerte de lus animales*
¡Centralblatfür die vissensch, Mediciny 7 de Abril de 1877, pái?: 247).
(*2) Escrito esto ha aparecido en los Comptea rendus del 15 de Julio de 18''8, una
nota que confirma esta obs^ervacton. Feltz ha observado que el oxigeno com-
primido, empleado durante un periodo largo, mata ios génnenes, lo mismo que los
vibriones de las soluciones sépticas.
LOS MICRÓFIT03 DE LA SANGRE. 125
cabo, fijóse muy especialmente en los fermento», habiendo reconocido
con satisfacción, que los fenómenos de fermentación que dependen de
los organismos vivientes, son inmediatamente suspendidos cuando se
les somete á esta influencia, mientras que las fermentaciones referen-
tes á materias en solución, tales como la pancreatina, la diastasa, la
mirosina, la emulsina, etc., no son en manera alguna afectadas.
Puso entonces su atención en algunos venenos segregados por los
animales, ya en estado de salud, ya de enferme Jad: la secreción veneno-
sa del escorpión, la sustancia de la vacuna, etc. (i)
El veneno del escorpión, cuando es liquido ó está desecado y luego
disuelto de nuevo en el agua, resiste á la acción del oxigeno comprimido,
lo cual se comprende teniendo en cuenta que debe su actividad á una
sustancia química, idéntica á los alcaloides vegetales. El líquido fresco
de la vacuna fué sometido durante una semana á la acción del oxigeno
comprimido, sin que perdiera ninguna de sus propiedades. £1 pus ob-
tenido en un caso de muermo, sometido á igual operación, mató rápi-
damente á un caballo á quien se habla inoculado. Bert dedujo de estos
experimentos, que el principio activo de la vacuna y del muermo no se
compone de seres ó de células vivientes.
Expuso luego sangre procedente de un caso de fiebre esplénica (que
contenia gran número de Baccilli), á la acción del oxigeno comprimido,
y observó, que aunque la sangre había sido colocada en capas muy del-
gadas, había conservado intactas sus propiedades virulentas; en prue-
ba de ello pudo matar varios conejos de Indias inoculados los unos con
la sangre de los otros; pero no se hallaron en ellos los Baccilli,
Sometió también sangre carbunculosa, que con tenia numerosos Bac-
ciUi^ á un examen aún más detenido. Añadió alcohol absoluto, gota á go-
ta y con suma prudencia, hasta que el volumen del primer líquido fué
cuadriplicado, filtrando luego la mezcla. £1 coagulo, bien lavado en el
alcohol, fué secado con rapidez en el vacío. Un fragmento de dicha sus-
tancia desecada fué introducido bajo la piel de un conejito de Indias, el
cual murió en menos de veinte y cuatro horas. La sangre extraída de
este animal produjo iguales resultados en otro conejito y en un perro.
Las inoculaciones fueron hecnas de un animal á otro, sin que la sangre
virulenta de ninguno de ellos contuviera Baccilli.
Bert fué todavía más léjo^;. Preparó una solución líquida (por agota-
miento) con el precipitado alcohólico; aseguróse de que dicho líquido con-
tenia el principio activo (pues añadiendo más alcohol se pudo cojer un
precipitado en copos blancos), é inoculó con él á tres conejitos. Dicha
operación había, sin embargo, di^iminuido la virulencia de la materia;
la inoculación no fué eiicaz después del tercer animal, hallándose la sus-
tancia muy débil para matar un perro.
Bert deduce de estas observaciones que en la fiebre esplénica, la
sangre contiene un principio tóxico y virulento, que rnsiste á la acción
del oxigeno comprimido, y que puede ser aislado de igual manera que
la diastasa.
Estas observaciones fueron publicadas bajo una forma compendiada
(l) Comptes rendus, t. LXXXIV, pág. 1130, Mayo 1877.
126 LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE.
antes de ser sometidas á la Academia (i). Pasteur apoderase en seguida
del tema, pero no poseyendo grandes conocimientos en Medicina ni en
Veterinaria, se asoció con Jouhert, del Colegio Rollin, á fin de estudiar
mejor la cuestión. Su trabajo, hecho en colaboración (2), fué publicado
pocas semanas antes de conocerse los detalles de los experimentos de
Bert. Seguramente contribuyeron á la publicación inmediata de la obra
de este autor.
Tomaron sangre carbunculosa é hicieron gran número de culturas,
trasplantándola de vaso en vaso ó de un animal á otro. Fuera del cuerpo,
descubrióse que casi todos los líquidos, propios para alimentar los pe-
queños organismos, convenían para la cultura de los BacciUiy siendo
uno de los mejores y más fácil de obtener puro, la ori-
f9 ^ na neutralizada ó bien hecha alcalina. De esta manera
9 fj los autores aseguran que pueden prepararse BacciUi
/S>- tóxicos por kilogramos y al cabo de pocas horas. Siem-
pre que la sustancia habia sido filtrada, el líquido era
n«.i*.iiP»toi«tt aigu. ¿el ^Q¿Q inofensivo, aun tomando de 10 á 24 gotas,
KM bMtoneiUofl >
mientras que una sola del líquido no filtrado era suma-
mente peligrosa para el animal inoculado. De aquí dedujeron que los
organismos habían quedado en el filtro, siendo ellos solos la causa de
la muerte (3).
Esta memoria fué seguida de otra, publicada en Julio de 1877 (4),
memoria hecha por los mismos autores, en la cual refieren que, habien-
do repetido los experimentos de Bert, observaron que este estaba en lo
cierto en lo relativo á la destrucción de los BacciUi y á la propiedad tó-
xica hasta cierto grado de la sangre carbunculosa sometida á la acción
del oxígeno comprimido, aún á presión mediana; pero que cuando los
BcLccüli han formado esporos, resisten al calor del agua hirviendo, á la
acción prolongada del alcohol absoluto y también á la influencia del oxí-
geno comprimido (diez atmósferas durante veinte y un dias).
(Se continuará).
(i) Comptes rendu9 de la Société de Biologié, Enero, 1877.
(2) Comptes rendus, t. LXXXIV, pág. 900.— Abril, 1877.
(3) Un resultado semejante fué obtenido por Onimus, pero la interpretación
que le dio es del todo distinta. Observo que si la sangre, de un buey, de un caballo ó
de una persona afecta de ñebre tifoidea, se coloca en un dialisador, y se sumerge
este último en agua destilada á 35^ C, aparece una prodigiosa cantidad de organis-
mos, idénticos en apariencia á los dd la sangre infectada. Pero, mientras que los
animales que habían sido inoculados coa una gota de la sangre contenida en el
dialisador, morían en poco tiempo, los que hablan sido inoculados con la materia
dialisada (la que contenia siempre numerosos organismos) no eran infectados. Ob-
túvose igual resultado sometiendo aun tratamiento semeja ite la sangre infectada
de un conejo. Onimus deduce de e^to que la materia venenosa es una sustancia al-
buminoidea y por consiguiente no diaiisable. CBullftin de VAcadeniie de Medicine,
Marzo, 1873, citado por Kobin en sus Legons sur humeurs, pág. 251, 1874). Ciementi
y Thin, Schmitz, Bergmann y otros han obtenido resaltados más ó monos idén-
ticos.
(4) Comptes rendusy LXXXV, pág. 101.
NOTICIAS CIENTÍFICAS. d27
NOTICIAS científicas.
Soluciones de clorliidrato de morfina. —Hoy que se usan tanto las
soluciones ie esta sal á grandes dosis, es interesante conocer las obser-
vaciones de O. Hesse (Annalen der Chimie).
Menos soluble en el alcohol que en el agua, la solución de clorhidrato
de morfína ofrece la si^^^uieute particularidad: si se calienta una mezcla
de 1 parte de la sal y 20 de alcohol fuere, se disuelve aquella instantá-
netmente, pero casi á seguida cae al fondo del vaso una masa cristalina
y granujienta; enfriándose, todo el liquido se solidifica, y se llena de una
masa de ñna^ agujas enti ecruzadas, que son clorhidrato de morfina or-
dinario, pero sin agua de cristalización. Calentando de nuevo estos últi-
mos cristales, se redisuelven.
Con el espíritu de madera ocurre lo mismo, sin otra diferencia que
ser más abundantes estos cristales, sobre todo después de algunas horas,
que con el alcohol ordinario.
Este clorhidrato es muy poco soluble en el alcohol hirviendo; sus
cristales derivan del prisma romboidal recto. F^l agua le transfoima en
clorhidrato hidratado ordinario; es soluble en 51 veces su peso de alco-
hol metílico puro á ir»^ — (Rodríguez Méndez.)
Cálculos Tosicales en la znt^er: extracción.— En The Texas Med.
and Surg. Record, dá á conocer H. fiarry, un procedimiento para la ex-
tracción de los cálculos vesicales en la mujer, que aunque no lo acom-
pañe de casos clínicos y de resultados prácticos, por no haber tenido
ocasión de emplearlo, no por eso se recomienda menos, asi por su fácil
ejecución, como por los escasísimos inconvenientes que consigo lleva.
Consiste en introducir en la uretra de la mujer una esponja preparada
del mismo modo que se hace para dilatar el cuello del útero: por este
medio, es fácil obtener una dilatación de la uretra, suficiente para sa-
car cálculos de volumen ordinario ú otro cuerpo extraño cualquiera,
con la notable ventaja de que la uretra se retrae otra vez y el esfínter
vesical recobra sus propiedades contráctiles, de modo que no hay que
temer los accidentes de una incontinencia consecutiva.
Este procedimiento, sencillo y altamente práctico, le fué sugerido al
Dr. Barry por una mujer casada, que deseando no tener hijos y creyen-
do que se habia hecho embarazada, intentó provocar el aborto introdu-
ciéndose una esponja preparada, y como no fuese muy práctica en aque-
llas regiones anatómicas, se la colocó en la uretra en vez de introducirla
en el útero. Al querer retirarla no la encontró, llamando al Dr. Barry
para que se la extrajese, quien después de un examen detenido la ase-
guró que no existia tal esponja: la mujer le indicó entonces el sitio en
que creia haberla introducido, resultando que la uretra estaba dilatada,
de modo, que Barry pudo introducir su pulgar é índice dentro de la ve-
jiga y extraer cómodamente la esponja, que la mujer en sus tentativas
de extracción, habia introducido por completo dentro de la cavidad. La
uretra recobró pronto sus condiciones normales. — (Fargas.)
Hernia diafragm ática.— El Dr. Foucras {VEscalpel) ha tenido oca-
sión de observar en su práctica un enfermo que, á consecuencia de una
compresión violenta sobre el tórax, determinada por la caída desde un
árbol, sufrió una hernia del lado izquierdo del pecho á través del diafrag-
ma, cuya lesión fué comprobada por los datos estetoscópicos. A los diez
años el enfermo falleció repentinamente, encontrándose én la autopsia
que el abdomen y tórax del lado izquierdo formaban una sola cavidad en
la que habia los órganos de ambos.— (Formiquera.)
128 8BCC1QN OFICIAI^.
Pildoras anticloróticas.— Para combatir los estados cloro-anémicos
empleo la siguiente preparación, que hasta el presente no ha defraudado
mis deseos y esperanzas:
Lactato ferroso 2 gramos.
Carbonato inanganoso .60 ce.itigramos.
Extracto de taraxacon 1 gramo y medio.
Polvos de nuez vómica 50 centigramos.
M. S. A. y H. treinta pildoras iguales.
Para tomar una en cada comida.— (R. RovraA).
Muerte por la estricnina —Hasta aquí se ha supuesto que la estric-
nina mataba por asfixia, obrando primero sobre el sistema nervioso cen-
tral, y después, mediante dicho efecto, sobre ios movimientos respirato-
rios. Habiendo observado Richer que, aun practicando lá respiración
artiñciai, seguia negra la sangre de las arterias, ni más ni menos que
ocurre en los tetánicos, deduce, que si bien la muerte es causada por la
asfixia, esta es doble, debiéndose tanto á la falta de movimientos respi-
ratorios, como al exceso de anhídrido carbónico que se desarrolla durante
las enérgicas contracciones musculares que tienen lugar. — (Rodríguez
Méndez.)
Hemoptisis apirática en los tuberculosos: tratamiento. — Si la
hemoptisis no es muy intensa, Jaccoud (Le PraticienJ aconseja adminis-
trar una poción con 2 á 4 gramos de extracto de ratania, ó con 30 gotas
de percloruro de hierro y mejor aún, con 1 ó 2 gramos de ácido tánico.
Si la hemorragia no se detiene después de 48 horas, hace aplicar por la
mañana y por la noche, ventosas secas en número de 30 á 40 sobre las
paredes torácicas; aplicando al mismo tiempo un vejigatorio en la parte
anterior del tórax, y administrando, cada media hora, una pildora de
2 centigramos de extracto tebaico, que se suspenden cuando se ha lle-
gado al narcotismo.
Si por su abundancia la hemorragia es alarmante, pueden practicarse
inhalaciones de percloruro, de hierro al Vioo ^ pulverizaciones, durante
8 á 10 minutos. Sin embargo, el medio preferible, son las inyecciones hi-
podérmicas de ergotina practicadas con la preparación siguiente:
Ergotina (1) 1 gramo.
Glicerina 4 i
Agua destilada 4 »
Agua de laurel cerezo. ... 2 »
Para practicar con la jeringuilla de Pravaz, 2 ó 3 y en algún caso
4 inyecciones durante el dia.— (Formiguera).
^^^^^^^A^«^^^h^^*^k^t^h^^^MV«#^#^^^»^f^f^W^*^^^»^*V^>^^^^^^'VM^^>%^^»^V^^
SECCIÓN OFICIAL.
Inspectores generales de Instrucción pública. — Real decreto de 10 de
Febrero de<*Jarando cesantes, por supresión del destino, á los Sres. D Antonio
Aguijar Vela, D. Juan Magaz y Jaime, D. Vicente Barrantes, D. A fredo Adolfo
Ga iiús y D. JoHqiiin de Palacios y Rodríguez Gaceta del il de Febrero.
Cólera morbo — Orden del 11 de Febrero, declarando limpias, á partir del
24 de £neris las procedencias de la isla de Java y del canal de la Sonda (Occea*
nía.— /cf. 13 id.
(1) El periódico Le Praticien no indica quédase de ergotina debe emplearse.
Supongo V daio caso de que no sea asi, aconsejo, usar la llamada de Bonjean ó ex-
tracto acuoso de cornezuelo. En algún caso que la he empleado ha surtido uu efecto
relativamente satisfactorio; en otras no ha producido ninguno.
1.^
Tomo II. Húm. 5. 15 Marzo d« 1882. Año II. Núm. 29.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: Aneurisma de la IKaea externa, por D. Alfredo Opiado. —El bicarbonato de sosa y
la amigdalitis, por D. Felipe Marsarit— Contribución al estudio del ácido salicilico y sus
compuestos, en particular del sallcilato sódico, en el tratamiento del reumatismo, por D. M.
E. Moré y Bar^it (continuación).— Anatomía de los centros t erviosos, por D. M. A. Par-
*•• Roe» (continuación).— Revista de Farmacia, por el Dr. D. «onsalo V*or mi caerá.
—Revista critica bibllográaca, por el Dr. D. Federico €a«tell« Balleepi.— Los micró-
fltos de la sangre y sus relaciont^s con las enfermedades, por el Dr. T. Rieiiard I«ewi»
(continuación).— NOTICIAS CIENTÍFICAS: Sociedad farmacéutica española.— Dispepsia fla-
tulenta: tratamiento.— Contracturas post-mortem — Estadística demográfico-sanltaria (mes
de Noviembre de 1881), por D. «I. Cebeira.— Quemaduras: tratamiento.— Cuerpo vivo en el
estómago.— Sección oficial,^ Publicaciones recibidas.
ANEURISMA D£ LA ILIACA EXTERNA,
POR ü. Alfredo Opisso.
Muévenos á publicar la pi*esente observación clínica tan sólo el deseo
de contribuir, dando noticia de un nuevo caso, á la estadística de los
aneurismas de la iliaca externa. Por otra parte, la marcha que siguió y
los síntomas primeros y últimos que presentó la enfermedad, harán tal
vez que esta relación no carezca de interés hasta cierto punto.
Trátase de un sugeto de 52 años de edad, de tempei*amento linfático,
idiosincrasia biliosa y mediana constitución. Rabia pasado su juventud
en las Antillas dedicado el ejercicio de )a Medicina, contrayendo allí un
infarto hepático y con el una dispepsia amilácea.
Empezé yo á visitai*le hará unos tres años, siempre por catarros gas-
tro-intestinales, fácilmente corregibles, hasta que en Mayo último me
mandó llamar aquejando un fuertísimo dolor en la región sacro -coxijea,
que c.só con unturas de cloroformo gelatinizado Como aldia siguiente
se presentase alguna diarrea procedí á reconocer el abdomen, y con estra-
ñeza noté en la fosa iliaca izquierda un tumorcitode dos centímetros de
diámetro, aplanado, indolente, duro, como fibroso, móvil, no pulsátil y
evidentemente intra-cavitario. Advirtiendo el enfermo mi observación^
me dijo que hacia muy pocos dias habia reparado también en ello, pero
que no le habia causado dolor alguno, ni podia atribuir su producción á
causa ninguna conocida. Como dicha induración estaba situada en el
trayecto de la ilíaca extei*na, me creí con derecho á suponer una infil-
tración calcárea, reservándome explorar convenientemente el vientre
para llegar á la precisión deseada.
Por desgracia no pudo ser asi. El enfermo -médico, harto impacien-
te y sobradamente imbuido en la preocupación de que todo su mal era
un reumatismo, sin consultarme, se fué á tomar los baños de Caldas de
Monlbuy, en número de nueve. Volvió de allí algo aliviado al parecer,
pero era visible su desmejoramiento. Por Setiembre, guiado también
por sus peculiares fantasías, fuese á las aguas de Vichy, que dijo le pro-
baron mucho, pero al regresar experimentó una violentísima emoción
por haberse despenado parte del tren en que iba, ocurriendo un sinnú-
i30 ANEURISMA DE LA ILIACA EXTERNA.
mero de desgracias. Siendo él de natural pusilánime, la impresión que
le causó tal accidente hubo de ser de las más trascendentales.
Llegó áésta á mediados de Noviembre muy quebrantado de ánimo, y
á los pocos dias me mandó llamar por haberle acometido de nuevo aquel
vehemente dolor en la región sacra, pero que esta vez se remontaba
hacia la lumbar. Deseoso yo de averiguar hasta qué punto podia rela-
cionarse dicho dolor con el tumorcito que habia notado seis meses antes,
quedé bastante sorprendido al encontrarme con el violento latir de un
tumor, que apenas. podia abarcarse con toda la mano, aunque bien cir-
cunscrito, dotado no solamente de movimiento de elevación, sino que
también de expansión suma, de sonido macizo á la percusión é indolen-
te. Todo lo comprendí, explicándome aquel indescriptible dolor lumbo-
sacro por la compresión de los ganglios lumbares y sacros del gran sim-
pático, como observó Richet en un caso análogo.
Tratábase de un voluminoso aneurisma de la ilíaca externa, faltando
sólo apelar á la auscultación para robustecer más la certeza del diagnós-
tico. Conociendo empero el natural caviloso y aprensivo del enfermo no
juzgué de pronto muy acertado insistir en el reconocimiento del tumor,
pero al manifestarle á la esposa del paciente la gravedad y naturaleza de
la dolencia, me comunicó la noticia de que después de haber experimen-
tado el fuerte susto del tren, fueron á Montpeller á ver á M. Courbal y
que en ausencia de éste^ su suplente M. Roustan, le habia dicho que su
mal era un €tumor de sangre» en el vientre, ignorando fuese médico el
consultante. Tan profunda fué la impresión que le produjo la fatal nueva,
que súbitamente se le desarrolló en las paredes del pecho y abdomen
una erupción vesiculosa.
Calmóse el dolor lumbar como otras veces con el cloroformo, que
hube de emplear por negarse rotundamente el enfermo á que se le prac-
ticase ninguna inyección hipodérmica, pero recrudeció extremadamente
por la noche. Celebróse junta ala mañana siguiente y se acordó la apli-
cación toco dolenti de algunas sanguijuelas, medio aconsejado en seme-
jante caso por el ilustre Vienes Oppolzer, sintiéndose libre el paciente
de aquella suma incomodidad, durando la mejoría todo aquel dia (25).
Interiormente tomó unas pildoras de acetato neutro de plomo, que usa-
ba hacia algún tiempo, y se le dispuso la dieta animal liquida.
Por la noche el enfermo empezó á experimentar continuas lipotimias
y algún síncope, presentándose también algunos espasmos, especialmente
de los miembros y los globos oculares; al mismo tiempo se encontraba
afectado de un estado de congoja imposible de describir. Era notable la
decoloración y la frialdad marmórea de toda la periferia. El pulso apenas
si podia decirse que fuese filiforme. Probablemente dependían todos esos
síntomas de múltiples isquemias. Por último, se pudo conseguir con
enérgicos revulsivos y anti-espasmódicos que cesase aquel estado de an-
gustia y el enfermo durmió.
El dia siguiente, 26, hubo anuria, pero, por lo demás, lo pasó tran-
quilamente, pareciéndole haber salido de una pesadilla. El 27 se mostró
muy animado por la mañana y comió algo, restableciéndose la micción,
pero á las 5 de la tarde quedó instantáneamente cadáver. Era evidente
que se habia roto el saco aneurismático.
ANEURISMA DE LA ILIACA EXTERNA. 1Í31
Si bien se examina, este caso presenta algunas particularidades de
cierto interés. Excepto el enflaquecimiento, faltaron síntomas generales,
inclusos los que derivan del sistema circulatorio. En cambio, los de
vecindad fueroq bastante precoces, refiriéndonos á la neuralgia sacro-
lumbar de que hemos hecho mención. Tampoco hubo edemas, disnea,
palpitaciones, vómitos, ni otros trastornos consecutivos que suelen
presentarse en los aneurismas de que tratamos.
El curso fué de los más rápidos, pues siendo, según Lebert, el pro-
medio de su duración de 15 á 18 meses, solo tardó seis en recorrer la dis-
tancia entre el principio y el fin. Hasta el tercer diá antes de su muerte
no se quejó el enfermo de dolor alguno en el punto afecto, por más que
presentase neuralgias vecinas.
Respecto á la patogenia del mal, creemos que puede explicarse por la
infiltración calcárea de la iliaca externa, punto de partida después del
cual vino el reblandecimiento de la pared vascular y como consecuencia
la dilatación parcial de la arteria, cuya teoría es la admitida por BilN
roth en semejantes casos, aunque en opinión de Broca los aneurismas
por dilatación se desarrollan sin ateroma previo.
Oscura se presenta la etiología, pues no podemos invocar la influen-
cia del alcoholismo, ni la del frió y humedad, ni el artrítismo, ni el reu-
matismo, ni la sífilis. Si como cree R. Virchow ciertos estados caquécti-
cos, resultado de la edad, pueden ocasionar una degeneración grasienta
ó calcárea de las paredes arteriales, digamos que nuestro enfermo habia
parecido siempre un viejo, con todo y ser aun joven, no siendo de extra-
ñar que las consecuencias de una senilidad anticipada hubiesen determi-
nado un mal propio de la vejez. Contamos también, como factores del
precipitado fin que tuvo la dolencia, el uso de los iDaños de Caldas, el
susto del tren y la emoción experimentada al descubrirle el médico fran-
cés la enfermedad de que estaba poseído.
¿A. qué hablar de tratamiento? Temeridad hubiera sido intentar ope-
ración cruenta alguna, dada la extenuación física y moral del paciente;
no son por lo demás muy halagadoras las estadísticas de las ligaduras
de la iliaca primitiva para remediar aneurismas de la ilíaca externa,
puesto que dan un 78 Vs P^^^ ^^ ^^ mortalidad general. Era además se*-
guro que el enfermo jamás hubiera consentido en ello. Respecto á lá
compresión digital solo produce la difusión del aneurisma. Las aplica-
ciones del calórico han resultado ineficaces y el éxito, único, debido al
uso del hielo, exigió su empleo constante durante dos años seguidos. Era
en nuestro caso vano empeño el de oponerse á la catástrofe que amena-
zaba y asi nos contentamos con dejarle al uso de las pildoras de acetato
neutro de plomo que le hablan sido prescritas en esa por dos famosos
médicos, que aunque no diagnosticaron el padecimiento, parece que
tampoco dejaban de sospechar pudiese ser un aneurisma. Excusado pa*
recerá decir que el plomo no produjo efecto alguno. Si algo se desprende
de todo lo dicho creemos que puede reducirse á lo siguiente:
1.* Presentóse el aneurisma afectando la forma de un pequeño tu^^
mor de dureza cartilaginosa, la cual desapareció después, persistiendo
durante todo el curso del mal, con raros intervalos, la coxigodinia y el
lumbago acusados desde un principio.
i32 EL BICARBONATO DE SOSA Y LA AMIGDALITIS.
2.° Nada ofreció de anormal el sistema cardio-vascular tuera del
punto afecto.
S."" Debido seguramente al uso intempestivo de los baños de Caldas
de Montbuy y á dos violentas emociones, dilatóse rápidamente el saco
aneurismático. *
4.** Predominaron á última hora los síntomas isquémicos y del gran
simpático.
5.^ La patogenia se explica por un proceso ateromaloso, debido tal
vez á la forma senil de las particularidades plásticas y morfológicas del
paciente.
6.° El tratamiento hubo de ser sintomático, aunque tal vez con algu-
nas más precauciones higiénicas desde un principio, quizás hubiese po-
dido demorarse el fin.
Tarragona 2 Febrero 1882.
EL BICARBONATO DE SOSA Y LA AMIGDALITIS,
POR D. Felipe Margarit.
Se ha publicado en el número 42 de la Independencia Médica, del cur-
so actual, un articulo confirmando las abortivas y curadoras propieda-
des del bicarbonato de sosa en las anginas. Su autor, que es el mismo
que en tiempo pasado dio á conocer esta aplicación del bicarbonato, en-
comia de nuevo sus virtudes; y lo hace esta vez, arramblando con todas
las observaciones que se han publicado desde que insertó su articulo en
el Siglo Médico (40 Mayo 4884), que suman la cantidad de 45 casos, se-
gún sus cuentas.
Está de más el decir, que es un número insignificante, para estable-
cer la superioridad de una medicación, quince casos; pues el mismo ar-
ticulista al final de su escrito dice: «¿Qué son, pues, dos ó tres docenas
de hechos para convencer, sin género alguno de duda, de la acción be-
néfica del bicarbonato en las sobredichas afecciones? Después de estas
lineas, parece excusada una palabra más sobre esta medicación; pues su
mismo defensor aún duda de sus efectos, atendido que estos casos por
él observados, no han sido todavía suficientes para llevar la seguridad á
su ánimo.
Pero como elDr. Armangué, que es el autor de este artículo, me ha
hecho el honor de ocuparse de varias indicaciones que habia hecho, en
otro por mí publicado en la Gaceta médica catalana, sobre el mismo
asunto, me veo obligado á contestarle, para decirle que su nuevo escri-
to no demuestra lo que intenta probar.
Examinando el último artículo del Dr. Armangué, se verá que se
puede reducirá tres partes: una, destinada á exponer unos quince casos
clínicos; otra, á criticar una historia clínica, por'ml publicada como par-
te del artículo de que ya he hecho mención, y otra en que se desdice de
las conclusiones establecidas en su primer escrito.
Qué diré de sus 45 historias clínicas? Que no se ha corregido de los
EL BICARBONATO DE SOSA Y LA AMIGDALITIS. 133
defectos en que incurrió en su primer artículo: la misma confusión en
las descripciones, la misma vaguedad en los términos, y la misma falta
de detalles déla región afecta. Cree que decir de ios hijos del Dr. Giné,
«ambos tienen las amigdalas abultadas, pero no tanto que lleguen á mo-
lestarlos:i» se formará clara idea, el que leyere su artículo, de qué tem-
peramento tiene; cómo tiene conformada la garganta; qué variaciones
presentan las amígdalas en su estado agudo ó en su periodo crónico; los
antecedentes de familia; los caracteres que presentan al tacto; si hay se<*
crecion y qué aspecto tiene esta.
Pues bien, si esta historia, que es la más detallada, tiene estos defec-
tos; ¿que diréde la que trata de una joven que dice es dismenorreica, sin
expresar su causa probable; y que establece la superioridad del bicarbo-
nato habiéndolo usado en combinación con otra medicación de más ó
menos fuerza; y que no hace una salvedad de la relación que puede tener
su temperamento linfático y la lesión menstrual sobre la amigdalitis ó
infarto, pues no describe sus caracteres?
Hay que confesar, que estos datos no son para convencer á quien
quiera medicar con alguna esperanza de éxito; y lo mismo se puede decir
de las historias del Dr. Arroyo, redactadas en los siguientes términos:
cNiño de 8 años; amigdalitis izquierda; curación con dos insuflaciones y
en dos dias:» y otras que por no hacerme pesado no copio ni comento.
Después decentar todo lo que sabia sobre el asunto, el Dr. Arman-
gué dedica un parrafíto sobre mi historia, que es contraria á su tema;
numerándome las cuestiones para que pueda seguirle más fácilmente,
y dice así: d.^ que cuando fué llamado (no dice en que diadela afección
comenzó á tratar al enfermo) debia estar ya supurada la amígdala, pues
no tardó en abrirse el abceso que en ella se habia fraguado.»
Aquí, como se vé, hay la cuestión incluida en el paréntesis y la que
no lo está.
A la del paréntesis le haré observar, que como en su primer artículo
no dice una palabra sobre el dia en que ha de empezar el tratamiento, creí
que estaba indicado en cualquier periodo, á más que nadie negará que
estaba dicha angina en su período de estado: periodo en el cual, según
dice en su segundo artículo el Dr. Armangué, es aplicable dicho medica-
mento; por lo que tal objeccion no tiene valor, pues está dentro de las
condiciones por él indicadas.
En el caso deque he hecho mención no hubo abceso, el pus salia de
los folículos de la amígdala supurados; se dirá que hubo abcesos folicu-
lares, pero no supuración parenquimatosa sino supuración del epitelio
de los folículos; después que como no especificó en qué clase de amig-
dalitis se habia de usar, lo mismo lo podia emplear en el tratamiento de
la amigdalitis diftérica que en la gangrenosa. En su segundo artículo si
que dice: cexcepto que, cediendo á una atinada indicación que el doctor
Margarit me hace en su ya mencionado escrito, añado al nombre de an-
guina tonsilar el epíteto de sencilla, común ó catarral.» Por lo que esta
objeccion, porque habia abceso, corre parejas con la anterior.
«2.<) Que solo usó un dia el bicarbcnato; cuando en algunos de los
hechos referidos ha sido preciso administrarlo durante dos y en uno de
ellos durante tres.:» Esta objeción la contesto copiando párrafos de su
134 EL BICARBONATO DE SOSA Y LA AMIGDALITIS. j
primer artículo, cya que siempre lleva á la curación antes de las 24 ho-
ras, etc.> Y ™¿s abajo: cComunmente el alivio es inmediato; en ningún
caso no tarda mucho.» Con estos antecedentes ¿quién espera una sema-
na? Lo mismo hubiera hecho el inventor; no cura en 24 horas, pues vol-
vamos á nuestra medicación, que cura en 2 ó 3 dias.
Estas son las objeciones numeradas, y después viene un largo pár-
rafo con un dilema en que se prueba, que no sé diagnosticar las an-
ginas, y después que me expreso con impiopiedad; es verdad |que en
este párrafo dice: csi difteria hubiera habido, no hubiera seguido tal
afección el curso que siguió, ni los caracteres fueran los que fueron.» Vé
como expresándome, según mi método, á pesar de mi impropiedad,
puede diagnosticar sin ver al enfermo; cosa que no puedo hacer, con
certeza, con ninguna de sus historias.
¿Porque á una membrana blanquizca la llame diftérica, ha sido el
motivo porque escribió este largo párrafo el Dr. Armangué?
Lo hice para hacer comprender su parecido y de estas comparaciones
hay muchas en las ciencias médicas.
Queda por probar la última parto de mi tesis. El Dr. Armangué ha
modificado ^notablemente el sentido de sus conclusiones, desde su pri-
mer articulo. En efecto: de un dia, que era el tiempo que tardaban en
curarse las anginas tratadas por el bicarbonato, dice ahora que tardan
dos ó tres: de que era útil en toda clase de anginas, que solo lo es en las
sencillas ó comunes: de que era una de las medicaciones más eficaces,
que no evita siempre las recidivas.
Y paso por alto el hablar de la hipertrofia, y de otras menudencias,
que me llevarían á discusiones triviales de las que soy enemigo.
¿Pero es necesario recurrir como yo he hecho á estas pequeneces,
para negar la influencia del bicarbonato en la amigdalitis y en la hi-
pertrofia? no hay leyes y estudios en Patología y en Terapéutica, que
permitan asegurar con todo conocimiento de causa la falta de funda-
mento de esta medicación? Si, y como la cuestión vale la pena, le dedi-
caré algún articulo, que será exclusivamente destinado á considerar la
cuestión bajo el punto de vista de la Patología y de la Terapéutica; y
que he dejado de mencionar en éste, por considerarlo poco pertinente.
Cl presente solo tiene por objeto contestar al Dr. Armangué, imitando
su estilo y con la buona intención de hacerle entrar en reflexión; pues
quien como él, parte tan de ligero, se ve obligado á lo mejor á revocar
parte de sus asertos, como el ha hecho.
Antes de terminar le haré presente, que si la nota de su último es-
crito en que dice: que el Dr. Ginó publicará un folleto sobre el asunto,
lo ha hecho con objeto de arredrar al que quiera ocuparse de él, le diré
que se ha equivocado, pues con el mismo aplomo con que él ha corre-
gido una descripción de Peter sobre la matriz, varios amigos mios y mi
humilde persona nos vemos con el valor suficiente para hacer otro tanto
con sus escritos, y aún con los del mismo Dr. Giné si llegan á mere-
cerlo. Si lo ha hecho para darnos una buena noticia, también le diré que
no ha estado muy acertado; pues ya sabe que los escritos del Dr. Giné
son muy deseados y quien espera desespera.
»^^l^^»W»^^WW^^^WX»^^^»«»^W^»<^^<W^^»»^^^«»^^l^^^p^^^«»^^
Acido salicílico y sus sales. 135
CONTRIBUCIÓN Al ESTUDIO DEL ÁCIDO SAUCILICO Y SUS COMPUESTOS;
en particular del sallcilato sódico en el tratamiento del reumatismoj (1)
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Médico de la Ccua de Lactancia y Caea-^unade Barcelona.
Los niños pueden también tomar el salícilato de sosa en ciertos casos
indicados, como lo he probado repetidas veces, á la dosis de 20 á 25 cen-
tigramos y el máximum 1 gramo. En enfermos de corta edad no he pro-
bado el ácido salicílico puro por no exponerme á trastornos difíciles de
corregir. Sobre el empleo del salicilato de sosa en los niños, recuerdo
un caso publicado por el Dr. D. Carlos Ronquillo, en el cual hacia men-
ción de una escarlatina maligna llevada á buen término con el citado
medicamento.
Mr. J. Bergueron (de París) dice que nunca ha observado accidentes
desagradables de la administración del salicilato de sosa en los niños, y
cree que los casos de muerte, sobrevenidos por el empleo de este medi-
camento, deben atribuirse más á alguna alteración cerebral producida
por el reuma ó á lesiones renales muy avanzadas. En efecto, no creo que
el salicilato de sosa produzca tan fatales accidentes y que estos sean de-
bidos á su sola administración, pues dicho cuerpo, bien manejado y
teniendo cuidado de que la dosis no sea mayor de la que hemos expuesto,
no puede producir nunca accidentes tan desagradables, aún en aquellos
casos en que el reumatismo haya producido alguna alteración cerebral:
de ser así, el enfermito morirla á consecuencia de esta última, pero no
por la administración del citado medicamento.
£1 Sr. 6. Petit dice, que en todos los casos de muerte producidos por
afecciones reumáticas y tratadas por el salicilato, existen evidentes le-
siones viscerales del corazón ó de los ríñones.
Acerca de administración del salicilato de sosa en los niños, Mr. Ar-
chambault dice, que su acción es tanto más importante de conocer, por
cuanto el reumatismo no sólo es frecuente en la infancia sino que pre-
senta más gravedad que en el adulto, á causa de la frecuencia de acci-
dentes viscerales, particularmente por parte del corazón. — Realmente,
los niños ofrecen más complicaciones que los adultos en el curso del
reumatismo, y es cosa digna de llamar la atención y de fijarse mucho,
por cuanto estas complicaciones son de gran trascendencia y ponen en
inmediato peligro la vida del enfermito; pero, así como el Sr. Archam-
bault ba encontrado mayor número de complicaciones de parte del cora-
zón, en cambio, por mi parte, sin dejar de haber encontrado algunas,
las he visto en mayor número cerebrales; y se comprende que así sea
porque los niños tienen más tendencia al desarrollo de fenómenos cere-
brales, en cualquiera enfermedad de que so trate, que á fenómenos de
cualquier otra viscera por importante que sea. Sin embargo, esta parte
(1) Continuación.— Véanse los números 25, 26, 27 y 28.
136 Acido salicílico y sus sales.
de la patología infantil, es digna de estudio y merece ser atendida en to-
dos sus detalles.
Respecto á la dosis de salicilato de sosa que puede tomar un niño, sin
grave riesgo de que se le presenten complicaciones producidas por el
citado medicamento, muchos prácticos están en desacuerdo sobre esto,
porque mientras unos, Archambault, Dresch, etc., administran 4, 6, 8
y 10 gramos al día, otros ea cambio no pasan do 1 á 2 gramos. Verdade-
ramente las primeras dosis son muy exageradas por muchos conceptos,
aunque se trate de niños de 8 y 40 años de edad: i.°, porque la dosis de
8 y 10 gramos, ya hemos dicho que puede producir en un adulto fenóme-
nos cefálicos y del tubo digestivo; 2.° porque para administrar cualquier
medicamento á un niño es preciso atenerse mucho á su edad; luego, si
á un adulto le corresponde una dosis máxima de 8 á 10 gramos, á un
niño le corresponderá de 1 á 2 gramos según el caso, y todo lo que pase
de esta dosis es exponernos á fenómenos desagradables. Además, tengo
observado muchísimas veces que esta dosis es la suficiente para produ-
cir, en un niño, los efectos que se esperan del salicilato de sosa, ya en el
tratamiento del reumatismo, ya como antifebril en cualquier otra en-
fermedad.
De todos modos, con todo lo que acabamos de exponer del salicilato
de sosa como medicamento antifebril en general y antireumático en es-
pecial, no queda duda alguna que es de los mejores medicamentos que
podemos usar, aun que con cierta cautela, ya en el adulto, ya en el niño,
puesto que los prácticos difieren tanto respecto á las dosis que se deben
administrar. Según esto, se vé que algunos, lo mismo lo administran á
entermos de corta edad que á adultos, casi sin tener en cuenta las dosis,
lo cual es necesario tener muy presente, porque los fenómenos que sue-
len aparecer en unos y en otros, no pueden seguramente combatirse
con la misma facilidad. Por mi parle, no he tenido que deplorar nunca
el más pequeño accidente en los niños, porque la dosis á que se lo he
administrado no ha subido nunca más que de 2 gramos al dia en 150
gramos de vehículo y 20 gramos de jarabe. De esta manera he logrado
combatir muchos accidentes y dolores reumáticos y febriles dependientes
de alguna otra enfermedad.
Hay otras maneras de administrar el salicilato de sosa, y es en ene-
mas y en inyecciones hipodérmicas. Administrando el salicilato de sosa
en enemas, debe aumentarse más la dosis para que produzca los efectos
que de él se buscan, y aún asi lo he administrado solo á los niños de
corta edad, en aquellos que rechazan toda medicación perlas vías supe-
riores. En inyecciones hipodérmicas ofrece el gran inconveniente de la
gran cantidad de vehículo que tendría que inyectarse cada vez. Así es
que entre todos los medios, el mejor es el ordinario, es decir, por in-
gestión.
Por todo lo dicho se comprenderá, pues, que no queda ninguna duda
que el salicilato de sosa es incomparablemente mejor que el ácido sali-
cílico, puesto que para producir los efectos nocivos de este último es
menester que se tome en dosis considerable, y como á tal cantidad no
tendrá que administrarse nunca, por no haber necesidad de ello, de ahí
que no estemos jamás expuestos á desagradables accidentes; y si añadí-
ÁCIDO SALIGÍLICP Y SUS SALES. 137
mos á esto la gran solubilidad de que goza esta sal, tendremos que su
acción .sobre las mucosas es inapreciable, que puede soportarse perfecta-
mente la dosis de 4 y 5 gramos diarios, sin haber fenómenos del tubo
digestivo, lo cual no sucede con el ácido salicilico solo.
Hasta ahora hemos tratado especialmente y en primer lugar del sali*
cilato de sosa, porque oa realidad es el más usado en la práctica de la
medicina. Los demás salicilatos conocidos, tienen ya indicaciones más
especiales y no son de uso tan frecuente como el anterior. Además, se
necesita mayor número de observaciones para acreditar y confirmar su
empleo en ciertas enfermedades, pues hasta hoy él número de observa-
ciones lecogidas de una misma enfermedad y tratadas por un salicilato
especial, como el de hierro, zinc, cal, mercurio, etc., es bastante reduci-
do para que se pueda afirmar un dato seguro.
De todos estos salicilatos he tenido ocasión de usar algunos^ como el
de quinina, el de cal y el de hierro, los cuales rae han dado los resulta-
dos apetecidos en aquellos casos en que he visto indicado su uso: el de
quinina, al interior, y el de cal, al exterior. £1 salicilato de quinina tiene
también el sabor amargo propio de dicho alcaloide, pero no tan marcado
como el sulfato; es poco soluble en el agua, y para administrarlo en di-
solución, es necesario hacer ésta por medio del alcohol, y aún así se
disuelve con dificultad. Para hacer soluble el sulfato básico de quinina
se usan unas cuantas gotas de ácido sulfúrico para convertirlo de este
modo en sulfato ácido, soluble perfectamente en el agua; este procedi-
miento no podemos usarlo para disolver el salicilato de quinina, ni el
ácido sulfúrico, ni otro ácido, pues, de lo contrario, convertiríamos el
salicilato en sulfato de quinina, quedando en libertad el ácido salicilico.
Los efectos del salicilato de quinina sobre el paludismo y la fiebre en
general son bastante notables y, hasta cierto punto, en las enfermedades
febriles de la infancia, deberla usarse más el salicilato que el sulfato,
porque obteniendo con el primero los mismos efectos que con el segundo,
tiene la doble ventaja de presentar unidos ó combinados dos cuerpos
eminentemente antifebriles, y de no ser, ni con mucho, tan amargo el
salicilato como el sulfato, por lo que los niños lo aceptan mejor.— En el
lugar correspondiente citaremos algún caso de intermitencia palúdica
que ha cedido á beneficio del salicilato de quinina. La dosis á que puede
administrarse el salicilato de quinina es, á corta diferencia, la misma
que la del sulfato y aún algo mayor, porque ya hemos dicho antes que el
sulfato de quinina contiene mayor cantidad de alcaloide que el salicilato.
Los efectos fisiológicos del salicilato de amoníaco, de quinina y de
sosa, son á corta diferencia los mismoi en unos que en otros, teniendo
en cuenta las diferentes dosis á que pueden administrarse. Más como que
del de amoníaco, hierro, zinc, atropina, cal, etc. etc., su modo de obrar
no está en tan alto grado estudiado como el salicilato de sosa, nos abs-
tendremos por hoy de asignarles propiedades que todavía no conoce-
mos. Sin embargo, diremos que el Dr. Martenson, en el hospital de niños
de San Petersburgo, dice que ha obtenido efectos favorables del salici-
lato de amoníaco, pero que esta sal está lejos de ser inofensiva.— El doc-
tor Wulfins dice que á un niño de 5 años, atacado de fiebre tifoidea, le
administró, en 4 dósi?, 2 gramos de salicilato de amoníaco, sobrevinien-
138 anatomía de los centros nerviosos.
do una disminución de temperatura de 40'á37% al mismo tiempo que
afasia, sordera, convulsiones de los músculos de la cara, dilatación de
las pupilas y un colapso profundo; todo lo cual demuestra la acción elec-
tiva sóbrelos centros nerviosos, del ácido saíicílico y de los salicilatos,
y la cautela con que debe obrarse para su administración.
Del salicilato de cal nos ocuparemos más adelante porque su acción
se ha estudiado más al exterior que al interior, y es actualmente, aun
muy dudosa; por esto solo nos ocuparemos de algunos casos en que se
ha empleado exteriormente y nos abstendremos de decir nada sobre su
acción sobre el organismo en general.
fContinuará,)
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS, <^>
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
A. aspecto y simetbia del mismo.
Formando la parte superior y el órgano más voluminoso del eje en-
céfalo-medular, ocupa casi la totalidad de la caja craneana y pesa, por
término medio, 4,182 gramos en el hombre y 1,093 en la mujer. Su vo-
lumen es tan variable como su peso.
Está unido á las demás partes de los centros nerviosos por los pe-
dúnculos cerebrales, descritos generalmente con la protuberancia, pero
que yo incluiré en este capitulo, porque he de preocuparme poco de las
reglas establecidas por la Anatomía descriptiva.
Presenta el cerebro la forma de un ovoide irregularmente aplanado
en una de sus caras y convexo en la otra, formando esta última la cara
superior del cerebro y la primera la cara inferior ó base, aquella guar-
da relación con la bóveda y esla descansa en la base del cráneo, por de-
lante y por su parte media, y en la tienda del cerebelo por detrás. La
pequeña extremidad del ovoide está dirigida hacia delante.
En la cara superior ó convexa del cerebro, se observa en su parte
media y desde la extremidad anterior á la posterior, una profunda cisu-
ra, que divide el cerebro en dos mitades simétricas: los hemisferios.
Esta cisura, llamada grande hendidura ínter-hemisférica, tiene por
limite inferior el cuerpo calloso y recibe en su intersticio la grande hoz
del cerebro.
Aunque la hendidura i nler- hemisférica divide el cerebro en dos mi-
tades simétricas, no se crea que exista siempre una perfecta simetría,
ni que la falta de la misma indique una imperfección del órgano. Por
el contrario, basta haber examinado cierto número de cerebros para
convencerse de que, en la parle posterior, uno de los hemisferios, por
(1) Continuación.— Véanse los números 25, 26, 27 y 28.
anatomía de los centros nerviosos. i39
lo común el izquierdo, se prolonga más que su congénere; el inmortal
Bichat, el filósofo Gauss, el matemático MopRan y el polttico Luis XIV
cuyos cerebros fueron examinados después de muertos, tenían uno dé
los hemisferios más desarrollado que el otro.
Fig. 25.— Ba«e del c«rebro (esquema).
/Copiado del natural por el Dr. L. Formigaera.;
A Oyrui recluí— B Surco crucial.— C Tercer» ilrcunTOluclon Umporal.— D Primer» elr-
CTinvolucion lemporo -occipital.— E Circunvolución del hipocsmpo (p&rte iDferlor del piiru»
/'ornfcolu«),—F Segunda circunvolución temporo-occipllal.— O Hodetti del cuerpo cklloeo.—
H Handldura Inter-hemlsférlca.— 1 Hendedura da BlchiL— J Corte del pedúnculo cerebral. —
L Pedúncnla cerebral.— H Eipaclo perforado posterior.- N Tubdrcalof mamlUrei.- O Ei<
pulo perforad o anterior.- P Infundlbulum.— R Qulaama.
En la cara inferior se observa, por delante y por detrás, las extremi-
dades de la hendidura inter-hemisférica (flg. 25, H, H), que establecen
igual simetría que en la cara superior. Pero la continuidad de dicba
hendidura está Interrumpida por varios factores, casi todos ellos simé-
tricos y dobles. Vése, de atrás adelante, tos pedilnculos cerebrales L, los
espacios perforados posteriores M, los tubérculos mamilares N, á los
lados las cintas ópticas, produciendo su unión el quiasma R, y los es-
pacios perforados anteriores O. Todos ellos son pares y simétricos y
tienen posición idéntica relativamente á la linea media. El rodete del
cuerpo calloso G, y el infundibulum P, son órganos impares, situados
en la linea medía y se extienden de uno á otro hemisferio De esto re-
salta que, prescindiendo, dada su escasa importancia relativa, de estos
órganos impares y de algunos otros que falta enumerar, el cerebro os
perfectamente divisible en dos mitades simétricas, estudiada una de las
cuales se conoce el órgano entero, sin más que añadirle loa factores co-
munes y las cavidades que de su conexión resultan.
140 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
Debe tenerse en cuenta, pero solo como caso raro, el hecho observado
por Cruvelhier, quien vio á través de la hoz del cerebro una comisura
gris, extendida de uno á otro hemisferio. En todo caso no invalida en lo
más mínimo dicha comisura la separación del cerebro en dos mitades.
Atendiendo al desarrollo del mismo, en muchas obras se divide para
su estudio, en base y corteza^ comprendiendo la primera todas las partes
centrales, junto con los núcleos opto- estriados, y la segunda las partes
periféricas que cubren y envuelven las primeras. Pero haciendo caso
omiso de ello, solo tendré en cuenta, al estudiar el cerebro, los factores
esenciales, prescindiendo de numerosos detalles de descripción de con*
junto y de importancia muy secundaria.
Solo diré aquí, que dos sustancias distintas contribuyen á la forma-
ción de los hemisferios: la sustancia gris y la sustancia blanca, cuya dis
tribucion y modo de ser iré exponiendo á medida que describa las
distintas regiones y factores.
Considerado, de una manera general y esquemática, el hemisferio es-
tá formado por un núcleo, en el cual termina el pedúnculo cerebral cor-
respondiente. Este núcleo está envuelto en una gruesa cubierta, que es
la corteza cerebral, región de las circunvoluciones ó superficie del he-
misferio. Entre el núcleo y la corteza, hay fibras extendidas de uno á
otro á manera de radios. Estos son los principales elementos; los demás
son sobrepuestos como aparatos de perfeccionamiento ó simplemente
son resultantes de la forma y disposición de los mismos.
Interesantísimo, bajo el doble punto de vista de la Fisiología y de la
Patología, es el estudio del sistema circulatorio en el cerebro, pero como
es imposible comprenderlo sin conocer antes su modo de ser, me ocu-
paré del mismo en un apéndice, no haciopdo en este capitulo mención
de él ni de sus dependencias.
B. LÓBULOS Y CmCÜNVOLUClONES.
No es en los cerebros naturales en donde mejor puede estudiarse la
disposición de los repliegues de la corteza cerebral. Algunas prepara-
ciones facilitan poderosamente su estudio y existen para ello distintos
procedimientos: el de Broca, el de Morel, el de Beaunis, el de Frederic,
el de Oré, el de Giacomini, el de Duval, etc. Algunos de estos procedi-
mientos son esencialmente distintos, y otros son simples modificaciones;
entre todos ellos indudablemente el más ventajoso, más fácil y más sen-
cillo es el de Broca.
El procedimiento de Broca da á la sustancia cerebral una consisten-
cia de madera y reduce el volumen del hemisferio á una tercera parte
de su tamaño natural, sin alterar en nada su forma y disposición; con
lo cual se logra la ventaja de hacerlo muy manejable y de simplificar el
estudio de las círcunvoluctones, toda vez que con la reducción de vo-
lumen se aislan y separan mucho más visiblemente.
Para esta preparación, se disuelve un volumen de ácido nítrico en
cinco á diez de agua; se sumerge en la disolución el cerebro durante
doce á veinte dias, según sea la proporción empleada. Es indiferente
desprender la pia madre antes ó después de su permanencia en la diso-
ANATOIIÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. lil
lucion nítrica, si bieu sea quizás más ventajoso hacerlo primero para
que se empape mejor la sustancia cerebral. Pasado este tiempo, se deja
secar lentamente á la sombra, para lo cual se necesitan dos meses, &
puede acelerarse esta desecación, colocándola en una estufa á baja tem*
peratura, debiendo advertir que este último modo do obrar no corre los
peligros que señala Morel, da que se llene de grietas y de que se haga
quebradizo. Poseo algunos hemisferios secados en la estufa que nada
dejan que desear; la estufa tenia constantemente de 25° á 30° y necesi-
taban los hemisferios ocho diaa de permanencia en ella para alcanzar
una desecación conveniente.
ABC PErQHl
Figr. 86.— Cara externa del Hemf aftrlo isqolerdo.
¡Copiado del nslura) por el Dr. L. Formiguera.)
A 1.' clreunrolucloQ fronul.— b a," clrcunyolucion rrantal.— C 8.* elrcanvolucion (ronul.
— D ClrcanvolaclOD rrantal aicendente.— E Cisura ds Folando.— F Circunvolución parietal
■leendenle.— H 1,' circunvolución parlelil — I 2.' clicunvoluclon parietal.— J 3.* clreunvolu-
clan parleta!.— J Cisura occipital. -K 1.' clrcunvalucloD occipital.— L Z.' circanvoluclon oocl
plul.— M 3.* circunvolución occipital — P 1.' circunvolución temporal.— Q í' circunvolución*
temporal.- M 3.' circunvolución lem paral.— Q CUura de Sylvlo.
Adquieren de este modo un color oscuro de cera, y tienen la grande
ventaja de poderse pintar con colores diferentes los distintos lóbulos y
circunvoluciones y marcar el sitio de cada localizacion, con lo cual re-
sultan magnificas piezas de estudio que se conservan indefinidamente.
Lóbulos. — En voz de estudiar las circunvoluciones en cada cara del
hemisferio, describiré primerú los lóbulos y luego las circunvoluciones
de cada lóbulo.
1* superficie de los hemisferios eslá recorrida por surcos más ó me-
aos profundos, algunos de los cuales se distinguen, ya por su fijeza y
142 ANATOUÍA de: los CENTROS NERviOSOS.
constancia, ya porque establecen una separación en distintas regiones
de la cubierta cerebral.
De esta separación resultan los lóbulos, en número de seis: frontaX,
parietal, occipital, temporal, insular y olfatorio.
El lóbulo frontal, comprende en la cara externa toda la parle del he-
misferio situada por delante de la cisura de Rolando E (fig. 26), que for-
ma el limite posterior del mismo; circunscrito arriba por la hendidura
Ínter- hemisférica y abajo por la parte anterior de la cisura de Sylvio,
alcanza por delante toda la extremidad anterior del hemisferio. En la
cara inferior del mismo, el lóbulo frontal tiene por límite posterior esia
última cisura S (fig. 25). En la cara interna, está limitado hacia atrás
por la antecuña 6 (fig. 27), que tiene por delante la cisura fronto-parie-
tal, sirviendo de separación entre ambos.
PON ML K J t
Fig. 27. Cara interna del bemiafarlo dereclio.
ICnpiúdo del nalurat por el Dr. L. Formigaero.)
A RadMIa del cuerpo c»lloso.—B Tabique Inlei-vontricular.—C PlUr anlerlor.— D Coml-
■ur* gris.— E Plexo coroldeí.-'F nalz anterior de la glándula pineal.— G Glándula pineal.—
H Rodete del cuerpo calloso. -I Tubérculos cuadrigéniinos anteriores.— J Acueducto de Bjl-
vto.-K PodOnculo cerebral.-L Tálamo óptico,- M Tubéiculo inamLlar.-N Agi^tero de Hon-
rd — O Corte déla comisura bUnca anterior.— P Piso del cuerpo calloso-
1 Origen de la cisura de SylvIo— 2 Circunvoluciones de la cara Infero. Interna del lúbulo
frontal. — S 1.' circunvolución frontal. - 4 Circunvolución del cuerpo calloso.— K Lobullllo
para central— 6 Ante-cuña. -7 Cisura occiplul.- 8 Cufia.— 9 í» circunvolución temporo-
occlpital— 10 Cisura calcarlna— O Eiiremidad Inferior de U circunvolución del cuerpo ca ■
lioso ó clroun ve lucían del hipo campo.
El \bho\Q parietal está circunstrito en la cara externa: hacia adelante
por la cisura de Rolando E (fig. 20), hacia atrás por la cisura inlerparie-
tal, parietal interna, parietal externa ú occipital, y por su línea de pro-
longación; hacia abajo, por la cisura de Sylvio Q (íig. 26), y por su linea
de prolongación, que va al encue.itro de la correpondiente á la cisura
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 143
occipital, y hacia arriba, se continúa con la cara interna, en donde el ló-
bulo p&rietal está formado por la antecuña, cuyos liaiites son: la cisura
fronto- parietal por delante, la cisura uccipital por detrás y el seno del
cuerpo calloso hacia abajo.
El lóbulo occipital está limitado por la cisura parietal interaa y por su
linea de prolongación hacia la cara externa é inferior del hemisferio, de
modo que el lóbulo occipital comprende la extremidad posterior de
aquel (fig. 25, 26 y 27).
Et lóbulo temporal está circunscrito, en la cara externa, arriba por la
cisura de Sylvio, atrás por la línea ficticia de prolongación de la cisura
occipital, continuándose por abajo con la cara inferior, en donde dicho
lóbulo está limitado hacia atrás por la prolongación de la misma linea
ficticia de la cara externa, y por la grande hendidura de Bichat hacia
adentro. La extremidad anterior del lóbulo temporal está determinada
por la cisura de Sylvio.
Fig. S8.— Id Billa de Rell.
(Copiado del natural por el Dr. L. Formigunra./
A 3.' circunvolución Irontal.— BS/cIrcunvolui-lon parleul.— O t,' circunvolución lempoval
(Tai Ir» Juntas 1.' c I rrunvo lucían prlmlUva que bordea liicisura de SylTlo).— D LAbulode la
losula.— Arranque de laciiura de Srlvio.
El lóbulo insular solo puede verse separando los labios de la cisura
de Sylvio y desplegándola circunvolución que la rodea. Entonces se ob-
serva en su fondo una área saliente, perfectamente circunscrita por un
surco profundo á su alrededor, que forma la Ínsula de fteil, lobulillo de
la ínsula ó lóbulo insular (lig. 28).
El lóbulo olfatorio, poco desarrollado en el hombre, está situado en la
cara inferior del hemisferio y lo forman, en la región del lóbulo frontal,
lo que en muchas obras de Anatomia se describe con el nombre de ner-
vio y bulbo olfatorios. La Anatomía comparada demuestra que en los
animales llamados por flroca anosmáticos, como el hombre, está poco
desarrollado el lóbulo olfatorio, y al revés ofrece un volumen notable en
los asmáticos, como el perro. Esto aparte de que la extructura del lóbulo
olfatorio no consiente que se le llame por más tiempo nervio y de que,
144 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS
las investigaciones de Leydig, Babuchin, Golgi y otros, han demostrado
la analogía de extructura existente entre el mal llamado bulbo olfatorio
y las circunvoluciones. Las fibras blancas del lóbulo olfatorio son análo-
gas á las de la corona radiante y sirven de comunicación entre el sitio
receptor, hasta hoy llamado bulbo, y las demás parles del cerebro. Debe
darse el nombre do nervios olfatorios á los filetes extendidos desde el
bulbo á la membrana de Schneider. Del trayecto de las raíces del lóbulo
olfatorio me ocuparé en otro sitio.
En la reseña que acabo de hacer de los lóbulos del hemisferio, se ve
que, aparte de los lóbulos olfatorio ó insular, cuya independencia es
grande, los demás están solo separados por cisuras y á veces por líneas
ficticias. La cisura de Rolando, la de Sylvio y la occipital son las tres
que dividen la superficie del hemisferio y de su posición relativa han de
resultar forzosamente las dimensiones de cada lóbulo. La cisura de Ro-
lando, situada en la cara externa, un poco por delante de su parte media,
tiene una dirección ascendente é inclinada hacia atrás por su extremi-
dad superior, extendiéndose desde la de Sylvio hasta el borde superior
del hemisferio. La de Sylvio comienza en la cara inferior, al lado del es-
pacio perforado anterior, se dirige afuera y hacia la cara externa, si-
guiendo una dirección ligeramente ascendente y terminándose en un
repliegue del lóbulo parietal; da una pequeña prolongación, un poco
antes de llegar al nivel de la de Rolando, que se pierde en los repliegues
del lóbulo frontal y se llama rama anterior ó corta de la cisura de Syl-
vio, circunscribiendo estas dos ramas una porción de cerebro llamado
opérenlo, que si se levanta deja al descubierto el lóbulo insular. La cisu-
ra occipital, poco visible en la cara extei'na, lo es mucho más en la in-
terna, y aunque á veces se llame perpendicular, en esta cara sigue una
dirección oblicua hacia abajo y adelante.
De la disposición de estas cisuras resulta que los lóbulos del hemis-
ferio, teniendo en cuenta su tamaño, guardan la siguiente relación de
mayor á menor: frontal, parietal, temporal y occipital.
No tiene el volumen de los IóIduIos la misma proporción en todos los
cerebros, y sin descender á detalles, diré tan solo que, de un modo ge-
neral, puede considerarse al hemisferio dividido en dos segmentos por
la prolongación de la cisura de Sylvio al encuentro de la cisura occipital:
el segmento fronto-parietal y el segmento temporo-occlpital. Según los
estudios de Wagner, Hastian, Vogt, etc., el segmento fronto-parietal está
tanto más desarrollado y tiene tanto mayor predominio sobre el tempo-
ro-occipital, cuanto más elevada es la raza á que pertenece el individuo
y cuanto más diísarrolladas están en él las facultades intelectuales. Esta
diferencia de desarrollo, se traduce por ser mucho más corta la cisura
de Sylvio y de consiguiente el lóbulo temporal en cerebros privilegiados,
como el de Morgan, Gauss, etc,, y por el contrario, acentuándose más y
teniendo mayor longitud en las razas inferiores, como en los hotentotes,
y sobre todo en los monos antropo-morfos, si descendemos á la Anato-
mía comparada.
(Continuará),
REVISTA DE FARMACIA. 145
REVISTA DE FARMACIA,
POR EL Doctor D. Gonzalo Formiguera,
•x-ftfBaeéukiee primero per opoiieien de les EeipiUlcí militares.
Poción gomosa.— Generalmente, cuando el médico prescribe poción
ó julepe gomoso, lo hace con el ánimo de administrar un vehículo agra-
dablOr En este concepto se podría, dice Destrer de Yersailles, cuando la
fórmula no contenga indicaciones más precisas, suprimir la goma que
90 usa para confeccionar la poción y en su lugar arreglarla de la si-
guiente manera, en cuyo caso solo contendría 2^50 gramos de goma.
Agua azahar 10 gramos.
Jarabe de goma 9!) »
Agua 100 t
Haciéndolo como aconseja Destrer, resultaría, á mi entender, que
además de ser más agradable, la fórmula seria siempre igualmente con-
feccionada, lo cual no acontece en la actualidad debido á que no todos
los prácticos están acordes respeto á la proporción de dicho producto
que debe entrar en una cantidad determinada de agua.
Pomada mercurial á la vaselina.— Un distinguido farmacéutico de
Argelia ha propuesto, que en la nueva reforma que se está llevando á
cabo en el Codex francés, se sustituya la manteca con la cual actualmente
se elabora la pomada mercurial, por la v&selina, que entre algunas de
las propiedades que posee de los cuerpos grasos tiene la de extinguir el
mercurio con extraordinaria rapidez.
Son sufícientes, dice, veinte minutos para extinguir en un mortero
ordinario, un peso dado de mercurio por la misma cantidad de vaselina.
La pomada resultante no se enrancia nunca.
Esteatinas — M. Melcke, de Hamburgo (New» Remedies), da el nombre
de esteatinas á las mezclas cuyo principal excipiente es el sebo de car-
nero. Pueden servir para aplicaciones al exterior y principalmente para
reemplazar las masas emplásticas ordinarias. La mayor parte de dichas
mezclas contienen: manteca de cerdo, aceite de olivas, emplasto de
plomo ordinario y además alguna sustancia dotada de acción enérgica.
Pastillas de menta piperita. «Según un autor alemán, el intenso y
agradable sabor de las pastillas de menta inglesa, es debido á la adición
de una pequeña cantidad de gengibre. Se preparan con
Azúcar blanco 4,000
Almidón 300
Gengibre en polvo impalpable 1
Esencia de menta piperita inglesa SO
146 REVISTA DE FARMACIA.
Cuando se han mezclado perfectamente estas sustancias, se reducen á
pasta á beneficio de una disolución acuosa de gelatina en la proporción
de 14 partes de esta última por 150 de agua.
Emplasto elástico. - Para obtener un emplasto que se adapte á las in-
flexiones que experimenta la piel durante los movimientos musculares
y evitar la intolerable sensación de rigidez, á la par que la formación de
pliegues, M. Morgan {Pharm. Zeüschr fur Rüssland) extiende, sobre lá-
minas delgadas de caotchouc, la masa emplástica de Boyton ^emplasto de
plomo 300 gramos, resina 18 gramos).
Desodoracion del almizcle. -Friccionando las manos, ó cualquiera
objeto con el cual haya estado en contacto almizcle, con una pasta for-
mada con polvo fino de cornezuelo de centeno y un poco de agua, desa-
parece inmediatamente, sin que vuelva á presentarse, el olor de la citada
sustancia. Ernesto Deltz {Noticen zur Pharm. Germ,) observó este hecho
preparando una mezcla de las dos sustancias, en la cual no se percibía
el olor del "almizcle que habia sido triturado, previamiente, con una pe-
queña cantidad de azúcar.
Lápices de yodolormo.-Se han indicado diferentes modos de prepa-
ración de dichos lápices. Uno de los que al parecer produce mejores
resultados en la práctica, es el propuesto por Boickel, de Estrasburgo,
que consiste en formar una pasta de consistencia pilular mezclando:
Yodoformo 8
Goma arábiga i*50
Goma tragacanto 0*50
Solución gomosa C. S.
para fundir en cilindros de la longitud y diámetro que se desee. Pueden
usarse para cumplir diferentes indicaciones tópicas y especialmente para
la curación de los trayectos fistulosos.
GlycelaBum.-Sirve para la preparación de linimentos y está com-
puesto de:
Pasta de almendras amargas reducida á polvo fino 46*65
Glicerina 62*2
Agusí 31*1
Es preferible preparar la mezcla, un poco tiempo antes de incorporar
á ella la cantidad de sustancia activa que quiera emulsionarse. El gly-
celaeum puede emulsionar el doble de su peso de aceite.
Algodón absorvente.- Para prepararlo {Jouní, of Parhm.) se hace her-
vir, por espacio de media hora, algodón cardado en una solución al ^/loo
de sosa ó potasa cáustica. Se lava luego á grande agua y se coloca el
producto exprimido en una solución al ^/^qq de cloruro calcico, durante
15 minutos. Lávase de nuevo de la misma manera, después con agua
acidulada con ácido clorhídrico y últimamente otra vez con agua pura.
El residuo se prensa y se hace secar rápidamente.
REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA. 147
La ebullición con el soluto alcalino está destinada á saponificar la
materia grasa. El lavado con agua, quita el jabón formado y prevenie
la formación de jabón calcáreo durante el blanqueo. El tratamiento por
el ácido diluido, después del blanqueo, facilita la separación de la cal.
Licor de Van S^^ieten modificado.— El Dr. Mauriac (Reo, de Ther,
med, chir) recomienda la siguiente fórmula que, según dice, reemplaza
con ventaja al licor de Van Swieten.
Agua destilada 550 gramos.
Jarabe de morfina 250 *
Agua de azahar 100 »
Alcoolaturo de menta 4 >
Alcohol rectificado 95 »
Sublimado corrosivo 1 »
Para administrar una cucharada de las de café en una taza de leche.
Quinoleina.— Es uno de los componentes del alquitrán de carbón de
piedra. Runge (Phartn. Zeit,) fué el primero que la separó llamándola
Leukolina, Ocho años después, Gerhardt, destilando quinina, cinconina
Y otros alcaloides sólidos de las quinan, obtuvo una sustancia líquida,
básica, á la que dio el nombre de Quinoleina, cuya identidad con la leu-
kolina fué puesta en evidencia por Hofmann.
La quinoleina es un líquido oleaginoso, de olor peculiar, incolora en
estado fresco, pero que se enturbia por el calor, soluble en el alcohol,
éter, benziua, etc. Forma sales fusibles y poco susceptibles de cristali-
zación excepto el tartrato, que se obtiene en cristales pequeños, blancos
y sedosos, que resisten perfeclamente á la acción del aire, bastante solu-
bles en el agua, de olor parecido al de las almendras amargas y de sabor
semejante al de la menta piperita.
Posee las mismas propiedades que la quinina, á la cual algunas veces
aventaja, teniendo además la condición, inuy digna por cierto de tener
en cuenta, de ser cinco veces más barata que aquella.
REVISTA CRITICA BIBLIOGRÁFICA.
POR EL Dr. D. Federico Castells Ballespí.
Toeal-Biblioteearío en las Jnntw de Gobierno de la leaaemia y Laboratoño de Ciencias Médioas de Catalana,
j de la Academia Médico- Fannaeéntiea de, Barcelona.
Elementos de Cirugria clínica, por F. C. Feliz Ouyon, traducida y anotada por
B. Isidoro de Miguel y Vig^uri y D. José Ustariz, precedida de un prólog^o del
Br. D. Santiago G. Encinas.— Biblioteca económica de Medicina y Cirugía.
-Madrid.-1881.
Complace siempre al que lee, ver consignadas opiniones laudatorias
de modernas publicaciones, pues que ello demuestra motivo de adelanto;
nada es tan satisfactorio para el inteligente, como poseer la convicción
148 REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA.
de haberse realizado algún progreso en su época, que al fin señala una
edad en la vida de la familia humana; y si ai que lee agrada, no menos
puede sucederle á quien debe consignar las condiciones que permitan
presentar á una publicación como digna de alabanza.
Aunque pocas, entre las que modernamente han visto la luz, existen
algunas obras científicas de mérito indiscutible, en razón á las formas
literarias que revisten, á la perspicaz investigación analítica que des-
cubren ó á la concienzuda deducción sintética que entrañan.
Lucha, es verdad, la publicación de libros eminentemente científicos
con grandes inconvenientes. Alguien que pudiera inteligentemente pro-
ducirlos, no cuenta con medios materiales para realizarlo; otros, con es-
tos medios, no tienen las condiciones que para producir obras de interés
verdaderamente científico son de exigir en nuestros días.
Mas como sea la de los primeros obra de la Humanidad, á fuerza de
demostrarse la necesidad de su divulgación ante la conciencia de to-
dos, háse encontrado el camino de facilitar medios á quien no los posea,
asociándolos en número suficiente para obtener los necesarios y llevar
á cabo su objeto; hánse borrado las fronteras para todo lo científico, y
por efecto de ese beneficioso acuerdo, la humilde noticia lo propio que
el artículo como la obra magistral, cunden con vertiginosa rapidez por
todo el mundo de la Ciencia, siendo en todas partes comprobada la ob-
servación, repetida la experimentación y, filosóficamente, adoptada la
verdad.
Bien han de la humanidad los que tales empresas acometen, pues
que sin su intermedio, el ^^echo capital, la vulgarización de los conoci-
mientos sería de realización trabajosa é imposible. Pero el mérito con-
traído en este sentido es mayor, cuanto más grande resulta el esfuerzo
que para realizar su objeto necesitan hacer. En otras ocasiones lo he-
mos dicho: la publicación de obras científicas constituye un negocio
muy expuesto á quebranto; hoy añadiremos que cuando la publicación
no se limita á número determinado de producciones, cuando todas las
que se presentan á la consideración del médico ilustrado son poco ó na-
da conocidas, cuando en fin, por razón del rápido desenvolvimiento que
adquieren las Ciencias médicas, envejecen por momentos las nuevas
teorías, y se modifican al segundo las enunciaciones que señalaban
principios fundamentales, la exposición resulta mayor.
Dos Bibliotecas escogidas vienen proporcionando al práctico, en
nuestro país, las obras más modernas que ven la luz, y ambas se esme-
ran en escojer las más selectas é interesantes. A la Biblioteca económica
de Medicina y Cirugía pertenece el libro que va á ocuparnos.
El reputado cirujano F. [C. Félix Guyon, pertenece al número de los
prácticos que se caracterizan por la severidad de sus concepciones, en
las qucson de notar detalles, suficientes por sí solos para dar idea de la
penetración que entrañan sus juicios, que presenta basados en la obser-
vación más atenta, en la experimentación mas completa, y alguna vez,
en muy vasta erudición.
cEl estudio de la patología debe ser á la vez teórico y práctico; el
discípulo no podría, sin gran inconveniente, el intentar instruirse ex-
clusivamente por las lecturas ó por la asistencia más asidua á los hos-
REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA 449
pítales. Aquello que él vé, no es comprendido, sino cuando una des-
cripción bien hecha le señala [todas las particularidades de la lesión ó
de la enfermedad observada. Esta descripción es tanto mejor aceptada,
se fija tanto más en la memoria, si los principales rasgos del cuadro
que encierra despiertan vivamente su atención.»
Con este párrafo empieza el Prólogo de su obra el Dr. Guyon. Escrito
fué para los que, allende el Pirineo, van á dedicar su inteligencia en el
estudio de los fenómenos morbosos externos, é interpretación de los he-
chos que entrañan, dando sus primeros pasos por las salas del hospital.
El párrafo transcrito encierra una gran verdad. No puede precederse
con fruto al estudio de la [patología, sin poseer fundamentales conoci-
mientos teóricos de lo que es y representa esta Ciencia; tampoco obten-
dria éxito en su propósito, si prácticamente, no adquiriera el concepto
de sujeto enfermo intimamente enlazado con el de la enfermedad, ó lo
que se representa por la clínica con lo que explica la patología.
Tiende en su obra á perfeccionar la instrucción clínica y para mejor
conseguirlo, divide el asunto en tres partes. Más á ñn de favorecer en
lo posible la estabilidad del concepto primeramente emitido, y teniendo
en cuenta que las épocas en que mejor se ha marcado un movimiento de
indudable progreso ha sido en aquellas que mejor se ha atendido de he-
chOy empieza muy oportunamente á nuestro entender, con una reseña
histórica de la Cirugía, escrita en resumen por el Dr. A. Henocque.
Cuarenta y cuatro páginas ocupa este erudito á la par que reducido
trabajo; no hemos de decir que todo en él es material aprovechable, y
que su simple lectura basta á disponer el ánimo que no lo estuviera,
para los efectos que Guyon se propuso y Henocque interpretó perfecta-
mente, escribiendo un artículo magníGco que aún estando intrínseca-
mente fuera del título de la obra creemos contribuye á darle verdadero
realce. Aparte de estas consideraciones que nos permiten apreciar como
oportuna su inclusión, ^debemos añadir que más lo resulta al ser tradu-
cido al español, puesto que ha de facilitar entre nosotros esa noción ge-
neral histórica de la Cirugía, bien necesaria por cierto.
El docto é ilustrado catedrático de la Facultad de Madrid, D. Santia-
go G. Encinas, contribuye por otra parte á dar mayor importancia al
libro que analizamos, que va precedido de un prólogo debido á su casti-
za pluma, y en el que pone de relieve la necesidad en que estamos los
españoles de mejorar las condiciones de la enseñanza oficial, tanto con
relación á los estudios fundamentales, cuanto con referencia á la amplia-
ción de los prácticos se refiere. No debemos, ni podemos hacer más que
referirnos á dicho trabajo, que consideramos reúne condiciones excelen-
tes para leido por un Ministro de Fomento, para comentado por un Con-
sejo de Instrucción pública, y para meditado por un Senado ó un
Congreso. Solo por estos medios llegaría á todos el convencimiento de
que en España raya en incuria el estado en que se tiene á la enseñanza
déla Medicma en el terreno oficial; solo por tal camino se obtendría al-
guna seguridad, relativamente al establecimiento de medios que permi-
tieran una esmerada educación científica, y podrían ser por lodos y en
cualquier parte perseguidos la ignorancia y el intrusismo; solo de esta
manera dejaríamos de vernos obligados á admitir, quesea lógico y útil
450 REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA.
aprender, cuando se pueda ó cuando precise, en las clínicas especia-
les médica ó quirúrgica lo que no ha debido poder aprenderse al pasar
por la Cátedra de Patología general, que es en la que debió haberse
aprendido.
Por lo que acabamos de decir, se explicará que admitamos como muy
conveniente para nuestros escolares la exposiocin que, de los métodos
que se siguen para el examen del enfermo y medios de exploración , se hace
en la Cirugía clínica del Profesor del Hospital Necker, tanto más cuanto
que es á nuestro entender bastante completa, aún considerada en su con-
cepto de aplicación genera], y atendiendo en mucho, pues que mucho
vale, la ext3nsa nota de los traductores relativa á la endoscopia.
Trata el autor, tras de los medios de exploración, del método que
debe seguirse para establecer el diagnóstico. Analizados los elementos
que sirven para establecerlo, estudia en este artículo la aplicación de es-
tos elementos, procurando la indicación de su valor relativo. Considera
valiosa la experiencia propia, pero no cae en el absurdo de considerarla
suficiente; y como no basta observar y estudiar para llegar á ser práctico,
emite la opinión de que sin método no es posible llegar á la experiencia.
El método en nosología debe fundarse en dos puntos capitales: utilizar
con arte los elementos del diagnóstico y deducir lógicamente.
Para habituarse á ese doble ejercicio, no puede en caso alguno olvi-
darse el detalle reglamentado del examen del enfermo, y la aplicación
consiguiente de los medios de exploración. La educación de los sentidos
es indispensable, si han de evitarse multiplicados motivos de error, que
á veces aumentan con el empleo de los medios exploratorios. Estos ha-
cen necesario un conocimiento exacto de las leyes físicas en que están
fundados, de las relaciones químicas que representan, y, en oportunida-
des, de las orgánicas y funcionales, normales ó no, que por la natura '
leza del estudio que se practique, pudieran tal vez contribuir á oscure-
cer el juicio que de su aplicación debe resultar.
Opina que el método que en Cirugía debe seguirse para establecer el
diagnóstico, es el completamente anatómico, aunque al lado de este es
preciso siempre hacer el etiológico. Como resultado del razonamiento
que ambos sugieren, es posible obtener deducciones lógicas que condu-
cen á obtener, en determinados casos, diagnósticos por exclusión ó dife-
renciales.
Señala luego los motivos de dificultades, de duda y de error, con ati-
nado acierto, y termina con esto, el estudio de la primera parte de la
obra
Comprende en la segunda el estudio de la anestesia general y local
(cuya historia detalla), el de los agentes anestésicos, susefectos naturales
ó accidentales y medios de combatir estos. Interesantes resultan estos
artículos, que en resumen contienen lo más importante hasta hace poco
respecto del particular publicado. Pasa luego á la exposición de princi-
pios generales de las operaciones, reglas de las mismas y métodos ope-
ratorios, que califica de modificadores, de destructores, de reparadores
y de conservadores, haciendo extensa referencia á cuantos datos son ne-
cesarios en la práctica de las operaciones, para la cual en verdad resulta
en el dia un tanto incompleto el libro de Guyon, pues que son de notar
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE. ÍM
omisiones muy interesantes, que entendemos no llenan completamente
las notas de los traductores.
El espacio destinado á la descripción de las operaciones usuales y ci-
rugía menor resulta mucho más completo, y es aceptable tanto en este
concepto como en el que envuelve la interpretación de las indicaciones.
Por esa misma razón, y refiriéndonos en conjunto á la segunda parte, la
consideramos útil, y presentada con relativa sencillez, que facilita su
comprensión y estudio; tiene, empero, el defecto de no ser tan completa
que contenga todos los medios en el dia conocidos y ventajosamente
empleados.
Constituye, sin duda, la parte más importante de la obra de Guyon,el
estudio que en el Capítulo III hace del tratamiento de los heridos y ope-
rados.
Empieza esta parte por el estudio de las tendencias actuales de la Ci-
rugía, al que signe el del tratamiento general, comprendiendo en este la
higiene hospitalaria, expuesta concienzuda y extensamente, y el del tra-
tamiento local, en el que se presenta Guyon verdaderamente práctico,
tanto como en el anterior pudiera acreditarse de erudito.
En la imposibilidad de señalar diverso valor para cada uno de los
factores que en esta parte de la obra se contienen, limitaremos nuestro
deseo, expresando el de que sea repetidamente leida, ya que entendemos
ha de reportar berefícios incontestables al campo de la cirugía, como
guia razonada para los que, viviendo en condiciones especíales, no pue-
den recurrir á consultas de otro género.
La importancia del asunto y las condiciones en que lo presenta la Ci-
rugía clínica de Guyon, hacen que este libro sea útil para todos. Las con-
diciones económicas con que ha sido presentado á la inteligente clase
médica española lo hacen para todos acsequible. No escasearemos, por lo
tanto nuestro aplauso á la obra en cuanto tiene condiciones de utilidad,
pero sí añadiremos que la Sociedad editorial, la Biblioteca económica
que lo ha publicado, merece, á nuestro ver, consideración y apoyo por la
empresa que está llevando á cabo.
LOS MICRÓFITOS DE U SANGRE Y SUS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES/^^
POR Timoteo Richard Lewis.
Los esporos son, pues, organismos extraordinarios, puesto que resis-
ten á las influencias destructoras de todas las formas de vida, vegetal ó
animal. E^ cierto que este poder maravilloso se concede en general á los
«igérmenea invisibles^; pero estos esporos son los únicos cuerpos visibles,
en los cuales esta vitalidad persistente haya sido reconocida por a.utori-
dades eminentes. No obstante, como ha demostrado el Dr. Cassar Ewart,
que ellos no están más exentos de la 9tendencia á la muerien que los
otros organismos análogos, en vista de que no pueden soportar ni la ac-
(i) Continuación.— Véanse los números 25, 26, 27 y 28.
152 LOS HICRÓFITOS DE LA SANGRE.
cion del o.\ígeno comprimido, ni la del agua hirviendo, es probable que
Pasteur, Koch y sus partidarios hallarían manera de aplicar la doctrina
hoy en boga, afirmando que, aunque cuando los esporos puedan morir,
sus gérmenes invisibles viven aun, pudiendo reaparecer bajo la influen-
cia de circunstancias favorables.
Gracias á la explicación precedente de las diferencias que existirian
entre los Baccilli y sus esporos^ en cuanto á la facultad de resistir á los
agentes destructores ordinarios de la vida, Pasteur pudo convencer
á su antiguo discípulo Bert, y demostrarle las causas de la diversidad
obtenida en sus resultados respectivos, tanto más fácilmente cuanto
que un poco de precipitado alcohólico seco de sangre carbunculosa mez-
clado con orina, no solamente hizo que el líquido adquiriese las propie-
dades virulentas, sino que hasta dio origen á considerable número de
Baccillif idénticos en apariencia á los que existen en la sangre antes de
ser tratados por alcohol.
Pasteur y Bert parece que no se habían fijado en que, bajo la influen-
cia de ciertas circunstancias, la adición de una sustancia orgánica seca
á la orina puede ir seguida de la producción de un sin número de Baccilli,
£a efecto, sucede con frecuencia, que se obtiene una cosecha de Baccilli
sin ninguna adición intencionada.
^Mientras que dicha Memoria estaba en preparación, tuve el placer
de observar los resultados obtenidos, examinando la orina bajo distin-
tas condiciones de temperatura, etc. Varias muestras fueron preparadas
ligeramente alcalinas, otras neutras, y otras no fueron modificadas; to-
das ellas se mantuvieron á temperatura variada entre 35° y 40** C, y vi
al día siguiente que más de la mitad estaban cubiertas de una delgada
película, formada de Baccilli en diferentes grados de desarrollo, inclusi-
ve la fase esporo, á pesar de los cuidados minuciosos que se habían
tomado para privar la entrada de cualquier molécula extraña; dicha ex-
perimento es familiar á todos los que han prestado alguna atención á
los estudios microscópicos. Es inútil añadir que los organismos así ob-
tenidos no producían efecto alguno sobre los animales (separándoles de
la orina descompuesta.)
IV,
Los orgpanismoB Te^etales en la septicemia.
La opinión de que la septicéniia es producida por organismos perte-
necientes al grupo de los Hongos, en sus especies más inferiores, ha
tenido tantos adeptos como la que acabamos de "^examinar, habiéndose
escrito en su apoyo tanto ó más que con motivo de la precedente. El
virus segregado por los animales, que sufren esta enfermedad, introdu-
cido e.n la sangre de otros animales, produce tan fatales resultados como
el carbunculoso. Además, puede ser trasmitido indefínitivamente de un
animal á otro(l). Los síntomas, que se notan en caso de inoculación, son
(1) Hace ya mucho tiempo que se hicieron sobre este asunto sabias observa-
ciones. Hamont, por ejemplo, en 1827, inyectó la sustancia extra'da de un absceso
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE. d53
con frecaencia tan semejantes á los que se observan en la fiebre espléni-
ca, que á veces es hasta imposible distinguirlos. Existe, sin embargo, el
siguiente carácter distintivo, que es muy marcado, á saber: que mien*
tras que la presencia de los organismos en la sangre antes de la muerte
es una regla en el carbúnculo es en cambio una verdadera excepción en
el envenenamiento séptico, fil líquido derramado en la cavidad del peri-
toneo, y con frecuencia también en el pericardio, es á propósito para
dar origen á distintas formas del ac$c/uzomt/cefe«>, y su abundancia, al-
gunas veces poco tiempo después de la muerte, ha hecho creer que eran
los agentes productores de tan fatal resultado.
La publicación délos experimentos de Panum, que vinieron á probar
que los principios morbosos de tales líquidos no pueden en manera al-
guna estar dotados de vida, disminuyeron durante algún tiempo el favor
de la opinión precedente; mas este ha sido renovado últimamente y
nunca con tanta apariencia de probabilidad, sobre todo después de la
memoria sometida recientemente á la Academia francesa por los señof^s
Pastear y Joubert. Esta Memoria, aun cuando excedía en extensión délo
prescrito para esta clase de trabajo, fué, en virtud de la importancia
que le dio la Academia, publicada integra (i).
La Memoria se ocupa en primer término de los experimentos de
Bert, explicando las disidencias que existen entre Bert y Davaine
sobre los resultados relativos á la sangre carbunculosa, pero sin exten-
derse más. Se recuerda que la materia tóxica, sometida á los experimen-
tos de Pablo Bert, no dio origen en la sangre á los Baccillij aunque las
propiedades virulentas fueran muy marcadas, y que la posibilidad de
inocular la enfermedad de un animal á otro sin los Dacdlli fué tan ma-
nifiesta, como si el líquido carbunculoso contuviera una cantidad de
aquellos. Resultados semejantes han sido publicados por muchos ob-
servadores, entre otros por Jaillard y Laplat, en 18513, poco tiempo des-
pués de la Memoria de Davaine. Formularon sus conclusiones déla si-
guiente manera: d.° el carbunclo no es una enfermedad parasitaria;
2.*^ la presencia de Bacterideas debe ser considerada como un fenómeno
consecutivo y no como una causa. Sucedió por tanto, como cosa natural,
que se hablaba del carbunclo con ó sin Bacterideas.
Davaine ha demostrado también que las propiedades virulentas del
virus de la septicemia adquieren un aumento notable cuando la enfer-
medad se comunica de un animal á otro. Se ha observado que, despucít
de veinticinco inoculaciones sucesivas, una millonésima y hasta una bi-
llonésima ó trillonésima parte del veneno primitivo, era bastante para
dar la muerte. Se vio que los conejos eran muy susceptibles de ser ino-
culados, mientras que los conejillos de Indias lo eran algo menos. Se
observó también que los ratones podian soportar una gran cantidad de
virus.
Fué asimismo averiguado por Davaine que la sangre infectada pierde
gangrenoso de un caballo á otro, y de este á un tercero, observando que la muerte
se presentaba en pos de iguales síntomas en ambos casos. Coze y Feltz. Lea mala'
éies infecdeuses, pág. íS, 1872.
(1) Comptes rendu8 t. LXXXV, p. 101. 18 julio 1877.
154 LOS MTGRÓFITOS DE LK SANGRE
SUS propiedades virulentas» cuando se expone al aire por espacio de al-
gunos días. En 27 animales inoculados desde una hasta ^/^oq de gota de
sangre (expuesta al aire de uno á diez días), doce murieron, mientras
que de 26 inoculados con una sustancia semejante, pero que habia esta*
do expuesta al aire de once á sesenta dias, pereció uno solo (1).
Pasteur, creyendo todavía que existia una diferencia entre los Bacci*
lli del carbunclo y sus esporos, en cuanto á la vitalidad, determinóse á
examinar si existia un hecho parecido en la septicemia. Examináronse
tres animales que hablan muerto del carbunclo: un carnero muerto ha-
cia seis horas, un caballo, de veinte á veinte y cuatro horas y una vaca
á las cuarenta y ocho horas. La sangre del carnero contenia tan solo
Bacterideas carbunclosas; la del caballo Bacterideas, al mismo tiempo
que Vibriones de putrefacción; mientras que en la de la vaca solo se obser-
varon Vibriones de dicha especie. En los tres animales la inoculación fué
seguida de la muerte. La autopsia, hecha inmediatamente después de la
muerte, de los conejillos de Indias, que hablan sucumbido de lainocula-
cion y de los dos últimos animales mencionados, reveló una grande in-
flamación de los músculos del abdomen y de los miembros, existiendo
en varios puntos acumulación de gas; el hígado y los pulmones estaban
descoloridos; el bazo de tamaño normal, pero muy blando; la sangre del
corazón no coagulada, aunque dicho carácter fuera más visible en el hí-
gado, casi tan visible como en un caso cualquiera de carbunclo. cLomás
extraño, escribe Pasteur, es que los músculos inflamados contuviesen
Vibriones movibles^ siendo estos más numerosos en la serosidad de la ca-
vidad abdominal, siendo algunos de^ ellos de regular longitud» (2). Una
gota de liquido mató rápidamente al'animal ¡inoculado; pero filtrando el
líquido, diez ó veinte gotas no produjeron efecto alguno. Los Vibriones no
se encuentran en la sangre sino hasta que el animal muere ó poco tiem-
po antes, y la sangre no posee entonces ninguna propiedad virulenta,
siempre que sea tomada directamente del corazón, y no se haya puesto
en contacto con los tejidos situados por fuera de éste.
Los movimientos de dichos Vibriones cesan cuando se les somete á la
acción del oxigeno comprimido, sin que por ello mueran, pues en con-
' tacto con dicho gas se transforman en corpúsculos, gérmenes^ los esporos
del Dr. Koch.
No solamente toleran dichas vibriones la acción del oxígeno compri-
mido, ó más bien se convierten en filamentos perecederos, corpúsculos'-
gérmenes^ al parecer permanentes, sino que así como los esporos del
carbunclo, soportan sin perecer la acción del alcohol absoluto. Pasteur
deduce de aquí que la septicemia, lo mismo que el carbunclo, es ocasio-
(1) Inoculación de la materia séptica en el Bullelin de I' Academie des sciences
Nov., 1872.-Enero, 1873. Citado por Birch-Hlrschfeld, loe. cit, pág. 173.
(2) Pasteur. haciendo esta observación, se pregunta por qué una particularidad
tan común en dicha clase de muertes ha quedado sin conocer hasta al presente, y
cree que esto es debido á que los primeros observadores solo habían fijado seriamen
te BU atención en la sangre. Parece extraño que el colaborador de Pasteur, elegido
especialmente y perito en asuntos médicos, no le haya informado de que dicha partí*
cularidad era precisamente el más conocido de los fenómenos que caracterizan la
intoxicación séptica.
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE 155
nada por organismos, pero los parásitos de la primera son movibles,
mientras que los del último no lo son.
Analizaremos después estos resultados.
V.
Organismos vegretales en la pneumo-enteritis (fiebre tifoidea del cerdo).
En Febrero de 1880, el Dr. E. Klein dio cuenta á la Sociedad real de
una parte de las investigaciones experimentales (hechas por el oficial de
sanidad del consejo local del Gobierno), sobre la etiología de una enfer-
medad designada algunas veces con el nombre de fiebre tifoidea del cer-
do y también con los de peste del cerdo, miliar roja, mal rojo y erisipe-
la maligna.
Esforzóse en demostrar el Dr. Klein, que dicha enfermedad no era
una fiebre tifoidea, ni un ántrax, sino una enfermedad esencialmente
infecciosa, á la que propuso deno.ninar pneumo-enteritis infecciosa del
cerdo (pneumo-enteritis contagiosa) (1). Dicho padecimiento parece te-
ner una gran semejanza patológica con la septicemia y el carbunclo,
pero difiere del último en que la sangre, por regla general, no contiene
materia alguna extraña y en la mayoría de casos no posee propiedad al-
guna infecciosa. De cinco animales inoculados con sangre fresca, uno so-
lamente fué infectado, pero una cantidad de la sangre que produjo tal
resultado, encerrada por algunas semanas en un tubo capilar, conservó
toda su actividad. El líquido peritoneal contiene, sin embargo, siempre
el virus, y este conserva su actividad después de desecado á una tempe-
ratura de 38' C. próximamente. Estos^hechos concuerdan casi exactamen-
te con lo que se observa generalmente en la septicemia. Las inoculacio-
nes pueden asimismo efectuarse por medio de porciones del pulmón,
de los intestinos ó del bazo enfermo y también con la exudación sanguí-
nea espumosa de los bronquios, pudiendo tener lugar la infección cuan-
do el virus se introduce directamente en el estómago. Parece que orga-
nismos semejantes fueron ya descubiertos por Leisering, hace cerca de 18
años, en una afección análoga en apariencia á la descrita por el doctor
Klein en el cerdo.
El Dr. Falke, refiriéndose á los Baccilli del carbuclo y haciendo alu-
sión al hecho de que Delafond ha podido determinar la enfermedad en
otros animales inoculándoles la vigésima parte de una gota de sangre
provista de BcLcciUiy establece que Leisering en su Dresden Report para
1860, menciona que es muy natural que tales Baccilli se encuentra en
la sangre en el carbunclo, pero que él los ha encontrado asimismo en
cuatro cerdos que hablan sufrido un tifus bien declarado (^abdominalis)
(2) con úlceras en los intestinos é hipertrofia de los folículos.
(i) Investigaciones experimentales sobre el origen de las enfermedades infeccio-
sas con referencia especial á la doctrina del contagio vivo. Quaterly microscopical
Journal.^Ábril 1870. pág. 170.
(2) Bericht úber die Thierarzneiwissenschaft, in Schmidts *s Jahrb. cxiv, página
132. Hé aquí sus palabras: Leisering dice que puede admitirse después de las si-
guientes observaciones que la sangre carbunclosa tiene la propiedad de conté -
ner constantemente pequeños organismos. Leisering ha observado, sin embargo, que
156 LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE.
Nada indica aquí que los BaccÜli, observados por el Dr, Leisering en
la ñebre tifoidea de los cerdos, difieran exteriormente de los que había
ya visto en el carbunclo; al contrario, parece afirmar que son idénticos,
preguntándose en vista de ello si ambas enfermedades tendrán una cau-
sa común. Siete experimentos fueron hechos por el Dr. Klein con los
Bacdlti por él observados i fin de demostrar que el virus puede culti-
varse artificialmente, es decir, fuera del cuerpo del animal. Pequeñas
porciones de exudación peritoneal se añadieron al humor acuoso bajo
una lámina de vidrio, según uso, y se conservaron A una tenipeíalura
que variaba entre 32° y 39° C. durante uno ó dos dias; una porción de la
sustancia cultivada fué trasladada enseguida á una segunda lámina con
bumor acuoso fresco, y asi sucesivamente hasta la octava generación.
Con la materia así obtenida, se inocularon siete animales en diferentes
grados de desarrollo. Todos ellos, según refiere, fueron atacados, pero
sin que se presentara la muerte. Detalles más minuciosos, en cuanto i
los síntomas manifestados por los cerdos que se inocularon, serán re-
velados seguramente cuanto tenga lugar la publiCHCÍon de los experi-
mentos. Entre tanto debemos hacer notar que no se hace mención de
haberse hallado Baocilli en la sangre de los animales inoculados.
/Continuará.^
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Sociedad farmacéutica española. — Así se llama la nuevamente
fundada en esta ciudad por la mayoría de señores farmacéuticos de la
misma. Su objeto, según se desprende de sus estatutos, es dedicarse á la
compra, preparación y venta de productos químicos, farmacéuticos y
otros similares, que proporcionará en el mayor grado de pureza posible;
protegiendo los artículos del país á la par que apoyando los intereses de
la clase en general y especialmente de los asociados.
La aceptación que, entre los farmacéuticos de esta capital, ha obte-
nido la nueva Sociedad, hace presumir que, á no tardar, se adhieran á
ella la mayoría de profesores del resto de España.
en cuatro cerdos atacados de lifus infeccioso, habia tumores intestinales, los múscu-
los inteslinsles estaban liinchadoa con toliculos y eminencias grisáceas, mezcladas
con exudación sanguínea. (Citado por el Dr. Klobi en su estudio anatómico-patoló-
gico sobre el cólera en sus diversas fases. Leipzig, IH<)7.} .^
NOTICIAS CIENTÍFICAS, ibl
Felicitamos á los señores farmacéuticos por sa acertado pensamiento,
toda vez que con la realización del mismo^ es de esperar la instalación
de un centro modelo para elaborar y expender medicamentos, que re-
dunde en provecho mutuo de aquellos y que ha de ser garantía para la
clase médica, cuyas observaciones, como es de suponer, esperamos
atenderá completamente con lo cual los pacientes reportarán inmensas
ventajas, pues sabrán á donde deben acudir para obtener productos que
en conciencia respondan á los efectos que científicamente deben espe-
rarse de nuestras prescripciones. — (J. Pareulada).
Dispepsia flatulenta: tratamiento.— Al sin fin de fórmulas preco-
nizadas para tratar dicha dolencia, puede añadirse la siguiente que acon-
seja RobertBartholow (Aícd. Bul.)
a'féntcl'*^ :::::::: ;}* 5 eramos.
Para tomar una gota tres veces al día. Me parece que en algunos ca-
sos podría aumentarse progresivamente la dosis. — (Formiguera.)
Contracturaa post-mortem. — Sabidas son las caprichosas actitudes
que suelen tener los muertos, especialmente en los casos de extinción
brusca de la vida, cual ocurre con frecuencia en los campos de batalla.
Diversas causas, y entre ellas ocupan la primera linea las lesiones del
encéfalo y en particular las del cerebelo, pueden determinar in aUu et
in situ tan curioso fenómeno, que nada tiene que ver con la rigidez ca-
davérica.
Ocupándose de este asunto, en la sesión del 26 de Diciembre de la
Academia de Ciencias, el eminente Brown-Sequard, establece que el dia-
fragma es algunas veces asiente, no déla rigidez cadavérica, sino de una
contractura, de un acto puramente vital, que puede cesar y reaparecer
hasta cuatro veces, durante ó después de la muerte, habiendo excitación
del nervio 6 no habiendo ningún estimulo exterior. Esta excitación puede
presentarse en otros músculos.
La mencionada contractura depende de dos causas excitadoras dis-
tintas: una primitiva y encefálica, y otra secundaria, que nace en la
parte terminal de los nervios ó en el mismo tejido muscular. Una vez
establecida, rara vez desaparece cuando ec separa el encéfalo de la mé-
dula espinal, cortándola cerca del bulbo; en la mayoría de casos la con-
tractura no se modifica después de haber seccionado todos los nervios
de la región. Conviene añadir que esta contractura puede aparecer al-
gún tiempo después que haya cesado toda excitabilidad en el centro ce-
rebro-raquídeo, pero que no se presenta cuando la han perdido los ner-
vios motores.
Brown-Sequard concluye: 1.° que algún tiempo antes ó después de
la muerte puede presentarse una verdadera contractura, que dura mu-
cho, pasa al estado de rigidez cadavérica ó desaparece luego, permi-
tiendo entonces reconocer la persistencia de la irritabilidad muscular;
2.® que el cerebelo es la parte del encéfalo más potente para producir-
la; 3.0 que las actitudes conocidas dependen, no de la rigidez cadavérica,
sino de estas contracturas.
En la sesi jn del 14 de Enero dio cuenta Brown-Sequard de nuevas in-
vestigaciones experimentales acerca del mismo asunto. Ha probado con
ellas que basta la irritación (galvanización) de algunos nervios para que
no se presente, y que, aún después de la muerte, puede producir cam-
bios análogos al tétanos, á las convulsiones de cualquiera causa y aún á
la actividad de los músculos voluntarios (marcha, carrera pi olongada),
cambios que acortan la rigidez y aceleran la putrefacción.— (Rodríguez
Méndez.
ESTADÍSTICA DEMOGRÁFICO-
POR D. JOAQUÍN
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7
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y E^spaiía.
I
INFECCIOSAS.
OTRAS tHfERlIEDADES FRECUENTES. HmUERTE YIOLEHTA
160 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Quemaduras: tratamiento. — Apliqúese, sirviéndose de un pincel
íinOy esencia de menta piperita sobre las superficies quemadas y el do-
lor calma inmediatamente, teniendo además la ventaja de que impide la
formación de la escara. Así lo dice el Peí. Moniide la Med.^ aconsejando
además, que se sumerja la parte quemada en el agua, antes de aplicar
la esencia. — (Fgrmiguera).
Cuerpo vivo en el estómago.— El Dr. Coy, menciona un caso nota-
ble ocurrido al Sr. Anderson, quien, yendo á una gira y teniendo mucha
sed, bebió agua de un estanque. Después de beber, dijo á uno de sus
compañeros que habia tragado un renacuajo ó una serpiente: desde
aquel día sintió continuos dolores en el estómago, hasta que al cabo de
cinco meses vióse obligado á guardar cama y habiendo comenzado á te-
ner vómitos, pronto sintió la cabeza del animal en la garganta; la cogió
entonces con su pulgar é índice y la sacó al exterior, viva aún, arroján-
dola al suelo y siendo enseguida muerta por la esposa de Anderson La
serpiente, media 21 V4 pulgadas. No deja de ser curioso el caso. {The
Texas ynedical and Surgical /íecord.)— (Fargas)
SECCIÓN OFICIAL.
Ley de reclutamiento y reemplazo del ejército.^Real decreto de 8 de
Enero mandando publicarla íntegra. Queda vigente el reglamento de inutilida-
des físicas, exceptuando el número 92, orden 8."", clase 2/, que se redacta en
esta forma: «Tinas favosas, tonaurante y pelada, óponngo decaloans, en cual-
quiera de sus formas y períodos.» Gaceta del 14 de Febrero.
Aguas minero-medicinales de Fuente-Podrida.— Real orden de 23 de
Febrero disponiendo que las dos aguas minero-medicinales, que con igual
nombre existen en las provincias de Valencia y de Cuenca, se designen para
evitar confusiones y perjuicios, de Fuente-Podrida la de la primera, y de Yé-
meda la de la segunda. — Id. 25 id.
Cdlera-morbo. — Circulares del 2 de Marzo disponiendo se admitan á libre
plática las procedencias del Japón, hechas á la mar desde el 9 de Febrero, y se
levante el tratanniento de observación á que estaban sujetas las de Singapoor.
— Id. del 3 de Marzo.
Catedráticos de Medicina. — Durante el año 1881 han dejado de pertene-
cer al profesorado: D. Agustín Morte y Gómez (Valencia), D. José Armenter y
Ferrer (Valladolid), D. Ángel Botaua y Barbeíto (Santiago) y D. José Aguilar
y Expósita (Zaragoza), habienlo ingresado únicamente D. Jaime Ramón Goll y
Domenech (Barcelona).
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Módocine vielUe et Módeoina nouvelle.— Introduction au cours de thérapeu-
tique, parle Dr. Af. ScmmoZa.— Trad. de L, Gircrd.- París, 1>?81.
Sur la Haladle de Bright, par le Dr. Af. Semmola.^P &ris, 1880.
Nouvelles recherches ezpórimentales pour démontrer I* origine hématogene
del' alhuminuriebrighUque, par Mr. M, 5emmo¿a. — Paria.
Manual de Anatomía descríptÍTa. por el Doc ron Roberto Hartmann. Tra-
ducción directa del alemán por ios Ores. L. Gónqoray S. Cardenal.— Cu ale rno 9.*
Manual de medicina operatoria, por J. F. Malgaine.— Cuaderno 12.°
Tratado de Operatoria Quirúrgica, por A. Morales Pérez.— Cuaderno 13,
De la lepra en Granada, por O. Benito Hernando y Espinosa —Granada, 1881.
periódico: Revista Médica^ de Santiago de Chile.
Errata.->En el número 27 se coneignó recibida La Clínica Escolar de Barceloaa,
debiendo decir: de Zaragoza.
^
Tomo II. Húffl. 6. 21 Marzo de 1882. Año II. Núm. 30
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: Clínica oftalmolójica. Tratamiento de los abscesos de la córnea, por el Ur. Don
S. Barraigaer.— Cu'erpo extraño alojado detrás de la corona del glande, por el Dr. D- M.
mibaa Perdicé.— Anatomía do los centros nerviosos, (continuación), por D. M. Fardas
Roea— Contribución al estudio del Acido salicilico y sus compuestos, en particular del sa-
eilato sódico en el tratamiento del reumatismo, (continuación) por D. M. E. Moréy Barril.
—Revista de desinfectantes, por el Br. Bodrigaes Mendea.— Los micrófitos de la sangre
y sus relaciones con las enfermedades (continuación), por el Br. T. Biehard L.ewi«—
NOTICIAS CIENTÍFICAS: Eclampsia puerperal: tratamiento.— Curare artificial.— Atmósfera
fria y liúmeda.»— Reumatismo articular agudo: tratamiento.— Estadística demogrAfico-f anl-
taria (mes'de Diciembre de 1881).— Eritema sintomático délos tumores cerebrales.— S<>ccton
ofíei<U,—Publieaeionei reeibidaa.
CLÍNICA OFTALUOLÓaiCA.
TRATAMIENTO DE LOS ABSCESOS DE LA CÓRNEA,
POR EL Doctor Don J. Barraquer,
Oeuli$ta de I09 ho$pitale$ de Santo Cruz y del Sagrado Corazón.
Merecen llamar toda nuestra atención los procesos supurativos de la
córneai ya que, dadas las exiguas dimensiones de esta membrana, bas-
ta una ligera supuración para destruirla en gran parte. Evitar que se
propaguen á la córnea los procesos supurativos de los órganos inmedia-
tos y detener rápidamente la supuración una vez declarada en el tejido
de aquella membrana, constituye el objeto principal de tratamiento de
muchas enfermedades externas del aparato déla visión, y tanto es asi,
que éstas tienen apenas importancia cuando por la falta de un elemento
que pueda obrar sobre la córnea no exponen á comprometer su transpa-
rencia.
Escoman que se presenten abscesos y úlceras esténicas de la córnea
en el curso de las conjuntivitis, de las dacriocistitis y siempre que existe
un proceso supurativo que haga fácil el contacto del pus con la córnea.
— En el absceso idiopático no tenemos datos para negar la influencia de
una causa infectiva, y la consideración de que abundan, sobre todo en la
clase pobre, y el éxito verdaderamente excepcional obtenido por el tra*
tamiento desinfectante que aplico indistintamente á todos los casos, me
obligan á admitirla, aunque no se puede demostrar de un modo seguro.
El tratamiento preventivo de las supuraciones de la córnea debe va-
riar según la naturaleza y violencia de la afección, asi es que en los ca-
sos en que es pequeña la cantidad de pus que segregan las mucosas la-
grimal y conjuntival bastarán las lociones desinfectantes de dichas
mucosas y de la córnea repetidas Varias veces al dia. Prefiero en mu-
chos casos abandonar el tratamiento de la afección de la conjuntiva y
162 CLÍNICA 0FTALB10LÓ6ICA.
de las vías lagrimales para establecer solamente el que pueda garantir
á la córnea de los peligros de una infección.
Si se trata de la infección blenorrágica que invade la mucosa cenjun-
tival con una rapidez espantosa, propagándose á la córnea y perforando
la cámara anterior en pocas horas, se comprende que deba obrarse coa
mayor energía, y sólo puede obtenerse un resultado favorable, apelando
á una operación que establezca una solución de continuidad éntrela mu-
cosa infectada y la córnea, cuando ésta no presenta aún ninguna alte-
ración.
El modo de evitar la supuración de la córnea en estos casos, consiste
en confinarla en la mucosa palpebral, impoBíbilitándole el paso á la que
cubre el globo ocular, lo que he logrado extirpando la conjuntiva en
todo el perímetro de la córnea y en la extensión de un centímetro dudan-
te las primeras horas de la oftalmía blenorrágica. — Esta operación obra
estableciendo una valla entre el epitelio y los vasos linfáticos de la cór-
nea y los mismcs tejidos de la conjuntiva, imposibilitando la transmi-
sión de los fenómenos supurativos, que se establece, como sabemos por
las investigaciones microscópicas, á benefício del epitelio que cúbrela
mucosa, y por los vasos linfáticojs que tanto abundan en la periferia de
la córnea y que tan amplias comunicaciones tienen con los de la conjun-
tiva. Considero tan importante la práctica de esta operación en las pri-
meras horas de la oftalmía blenorrágica — por ser el único medio de evi-
tar la pérdida de la córnea— que bien puede colocarse al mismo nivel que
la vacuna en la profilaxis de la viruela; y no cesaré de recomendar á los
prácticos, sobre todo á los que se ocupan del tratamiento de las enfer-
medades venéreas, que acudan á ella desde el primer momento en que
durante el curso de una blenorragia uretral vean aparecer esa conjunti-
vitis tan intensa, que en las pocas horas que median de una á otra visi*
ta adquieren gran desarrollo en la conjuntiva palpebral, tienen marcada
tendencia á invadir el globo ocular, levantando su mucosa por una
abundante exudación serosa que precede á la infiltración inflamatoria
y producen un liquido purulento que ocupa el fondo de saco inferior.-^
La peritomla ó sindectomia no habia sido practicada, sino estoy mal en-
terado, hasta el presente, como proñiáctica de las alteraciones supurati-
vas de la córnea, y los autores establecen las indicaciones que tiene en
el pannus y en las infiltraciones rebeldes do la córnea, interpretando el
saludable efecto que en estos casos produce por la compresión que al re-
dedor de aquella membrana estableced círculo cicatricial, que susti-
tuye á la pérdida de sustancia, obliterando los vasos sanguíneos que del
tejido subconjuntival y de la esclerótica pasan á la córnea y alimentan
en ella una circulación sanguínea patológica* En la oftalmía bleuorrági*
ca se ha usado también, cuando existen el quémosis inflamatorio y las al-
teraciones graves de la córnea con ánimo de librar á este tejido de la com-
presión que el quémosis puede desarrollar á su alrededor; pero se
comprende que aplicada la operación en estos casos no puede producir
el resultado que tenemos derecho á esperar de la misma cuando se usa
como preventiva; por ser posible en estas circunstancias conservar la
visión completa, mientras que cuando se usa para el tratamiento curati-
vo do la queratitis blenorrágica no se obtiene su curación sin una cica-
TRATAMIENTO DE LOS ABSCESOS DE LA CÓRNEA. d63
íriz Ó mancha de la córnea, que reduce considerablemente la visión, y que
por eslar en muchos casos adherida al iris expone el globo del ojo á tras-
tornos graves que pueden perderlo en una época más ó menos adelan-
tada.
£1 tratamiento curativo de las supuraciones de la córnea por medio
de los desinfectantes puede realizarse con ventaja mediante la cqra
bórica, auxiliada con el uso de un colirio de sulfato de eserina y los pre-
parados de quinina al interior; el ácido bórico constituye el desinfectante
más apropiado para el ojo, porque lo podemos usar en soluciones bas-
tante concentradas sin que pi'oduzca ninguna impresión desagradable
para el enfermo, ni desarrolle síntomas inflamatorios, siendo más bien
ligeramente anestésico. El colirio de sulfato de eserina se opone á la su-
puración por sus propiedades antidiapedésicas. El sulfato de quinina,
obrando interiormente como antiséptico, coadyuva á los fines del ácido
bórico.
flsta cara desinfectante debe completarse con la aplicación de un
aposito antiséptico constituido por una compresa circular de lino satu-
rado de ácido bórico y mojada en el acto de la cura en una solución de
ácido bórico al cuatro por ciento, algunas capas de algodón salicilado, y
una venda de gasa preparada ó simplemente de tela mojada en una diso-
lución de ácido fénico al dos y medio por ciento.
* *
Citaré algunos casos clínicos en comprobación del éxito obtenido con
este tratamiento.
M. P., labrador, de 41 años de edad, natural de Palaq, á consecuencia
de una contusión de la córnea derecha producida por la punta de una
delgada rama de un árbol, sintió á las primeras horas dolores violentos
en la sien y en la mitad derecha de la frente, vio disminuir la visión de
su ojo derecho y formarse una mancha blanca en el centro de la córnea,
según relación que nos dio en el acto del primer examen el 30 de Diciem-
bre, dos dias después del accidente.
Examinada convenientemente por medio de la iluminación focal,
pude notar una colección purulenta extendida á la n^ayor parte del cen-
tro de la córnea y á la mitad inferior de la cámara anterior. En el centro
del absceso existia una ulceración. La conjuntiva hiperemiada y edema-
tosa se levantaba en forma de rodete al rededor de la córnea constitu-
yendo el quémosis seroso.
En vista de la rapidez con que los fenómenos inflamatorios se desar-
rollaban en la córnea y de las alteraciones vasculares de la conjuntiva
que acompañaban su evolución, prescribí el uso de los calomelanos á
dosis antiplástica, la aplicación de nueve sanguijuelas en la sien y ceja
derecha^, y un colirio de sulfato neutro de atropina.
Dia 2 de Noviembre.— El absceso aumentado de dimensiones; ha dis-
minuido la hiperemia de la conjuntiva y persisten los dolores. ^ Se sus-
penden los calomelanos y el sulfato de atropina y se sustituyen por un
gramo de sulfato de quinina y un colirio de sulfato de eserina.
Dia 4.— Sigue el enfermo en el mismo estado.— Se añade al tratamiento
la siguiente poción, que tomó en dos mitades separadas por el interme-
16 i CLÍNICA OFTALMOLÓGICA.
dio de 15 minutos á última hora. — R. Hidrato de doral 3 gramos, agua
100 gramos, jarabe de cortezas de naranja 30.
Dia 6. — Sigue el mismo estado, aumenta la violencia de los dolores. —
Continúa el mismo tratamiento y se verifica la paracentesis de la cámara
anterior, que dá salida á un humor acuoso turbio con grandes coágulos
de pus.
Dia 7.— La cámara anterior vuelve i estar llena de humor acuoso y
existe un ligero hipopion.— Los dolores calmaron por algún rato pocos
minutos después de la operación; pero reaparecieron más tarde con la
misma intensidad. Separé los labios de la herida por medio de un estile-
te, evacuando la cámara anterior.
Dia 8.— Aumenta la supuración de la cámara anterior y los dolores
adquieren una violencia extraordinaria. Se sigue el mismo tratamiento
y se evacúa nuevamente la cámara anterior.
Día 9. — El enfermo sigue en el mismo estado; aparece nuevamente
supuración en la cámara anterior. — Se suspende el colirio de la eserina y
el uso de la quinina, reduciéndose el tratamiento á practicar abundantes
lociones de la conjuntiva y córnea con una solución tibia de ácido bórico
al cuatro por ciento practicadas cada 30 minutos y la aplicación del
antes mencionado aposito, sustituyendo la venda antiséptica por una de
tela seca.
Día iO.— Ha disminuido la intensidad de los dolores, sigue el mismo
tratamiento.
Dia Í2. — El enfermo no aqueja ningún dolor y le llama milagroso al
efecto producido por su vendaje. Se reduce la supuración do la córnea,
sigue el mismo tratamiento.
Dia dO. — No existe hipopion. La curación se hace cada dos horas.
Día 20. —La supuración de la córnea, reducida á una pequeñísima
porción central en el fondo de una úlcera profunda.
Dia 22. — El enfermo parte para su país recomendándole el trata-
miento de la úlcera de la córnea.
M. P., niña de 13 años de edad, natural de Teruel, ocupó el 2 de Di-
ciembre de 1881 la cama número 8 de Santa Lucia del hospital de Santa
Cruz. Habia sido tratada en el Dispensario del propio hospital desde el
26 de Noviembre por una conjuntivitis crupal agudísima, en cuyo curso
se produjo una ulceración en la parte interna inferior del limbo de la
córnea, que si bien no adelantaba en extensión, se rodeaba rápidamente
de una zona supuratoria que abrazaba el dia de su entrada en el hospital
la mitad inferior de la córnea. —Tratamiento: calomelanos á dosis refrac-
tas y colirio de eserina.
Dia 4. — La supuración aumenta abrazando los dos tercios inferiores
de la córnea. Se hace profunda la ulceración, abombándose su fondo al
través de la pérdida de sustancia. Sigue el mismo tratamiento y se aplica
el vendaje compresivo.
Dia 6.— Sigue el mismo estado, pudiéndose además notar con la ilu-
minación oblicua que existe una colección purulenta en la cámara ante-
rior.— Tratamiento: se suspenden los calomelanos y se prescribe un
TRATAMIENTO DE LOS ABSCESOS DE LA CÓRNEA 165
gramo de bisulfato de quinina, colirio de eserina repetidos tras veces al
dia, lociones de ácido bórico al cuatro por ciento cada hora y aplicación
del vendaje compresivo antiséptico.
Dia 7.— Siguen el mismo estado y el mismo tratamiento.
Z)íaS.— Disminuye rápidamente la supuración.
Dia iO.— La supuración llega solamente al centro de la pupila.
Dia i2 — La mancha purulenta queda reducida al tercio inferior de
la córnea; no existe hipopion.
Dia í^.— No existe ningún vestigio de supuración en la córnea ni en
la cámara anterior; el fondo de la úlcera es transparente.— Tratamiento:
lociones bóricas, tres veces al dia, colirio de eserina, fomentos calientes
con la infusión de manzanilla, aceite de hígado de bacalao y jarabe de
protoioduro de hierro. Se suspende el sulfato de quinina.
Dia 28.— Sale curada con un ligero leucoma en la parte interna infe-
rior que no altera la visión.
M. A., mujer de 53 años, de Castellón, ocupó la cama n.® 3 de Santa
Lucia el 10 Diciembre de 1881. — Presenta en ambas córneas varios leu-
comas, indicios de antiguas afecciones de las mismas y las conjuntivas
están llenas de cicatrices granulosas. En la parte inferior de la córnea
derecha presenta un absceso que llega desde el limbo hasta el nivel del
borde inferior de la pupila. — Tratamiento: curación bórica cada dos
horas, colirio de eserina y bisulfato de quinina al interior.
Dia SO. — El absceso está reducido á la mitad de sus dimensiones.
Dia ¿5.-— El absceso quedó reducido á las dimensiones de una cabeza
de alfiler.
JDta 50.— El absceso ha desaparecido por completo y toma el alta la
enferma.
J. R., hombre de 40 años, ocupa la cama n.* 8 de la Sala de San Bue-
naventura el 19 Diciembre de 1881. — Padece la oftalmía granulosa desde
tres años á esta parte, habiéndose sometido solamente al tratamiento fa-
cultativo en los casos en que ha sufrido alguna complicación. — Las gra-
nulaciones están casi cicatrizadas expontáneamente; la córnea derecha
notablemente vascularizada presenta una colección purulenta en su
parte inferior que invade la cámara anterior; el iris está totalmente adhe-
rido al cristalino. — Tratamiento: antiséptico igual al anterior.
Dia 12, — Disminuye la supuración y aparece una ulceración en el
centro del absceso.
Dia Í2.— Los progresos de la ulceración perforan la cámara anterior.
El absceso se reduce.
Dia Í7. — No existe supuración.
Dia 20.— Se suspende el tratamiento del absceso y se sustituye por el
de la hernia del iris, consistente en el vendaje compresivo y el colirio
miósico.
Mes de Enero.— Continúa el tratamiento de la hernia del iris.
Dia iO Febrero.— Sale del Hospital curado con un leucoma adherente.
466 CUERPO EXTRAÑO ALOJADO DETRAs DE LA COROMA DEL GLANDE.
N. N« sufrió la operación de triquiasis (procedimiento de Arll) en el
dispensario del propio hospital el 22 de Enero de 1882.
En 5 de Febrero apareció un absceso en el centro de la córnea iz-
quíerda, acompañado de violentos dolores y de quémosis seroso. Se
instituyó el tratamiento antiséptico antes indicado.
Dia iO. — Los dolores y el absceso han disminuido notablemente.
Dia 'i5.— Aumenta la supuración en la córnea y los dolores adquieren
una intensidad extrema. Creyendo que esta recaída puedo ser debida á
falta de cuidado en la práctica de las curas, entra el enfermo en el hos-
pital y ocupa la cama n.^9 de la Sala de San Narciso, en donde ha estado
sujeto á la curación bórica rigurosa hasta el dia 26 de Febrero en el cual
sale enteramente curado.
W«<»^^^M»^»«l.»»^^>^^<M^^i^^^«M^^»»^^«<^rfM^^^^»<^^>»<^^«^*«^*^
CUERPO EXTRAÑO ALOJADO DETRÁS DE LA CORONA DEL GLANDE,
Pofi EL Doctor D. M. Ríbas Perdigó.
En el dia 29 de Noviembre próximo pasado, se presentó & mi con-
sulta particular un niño de 6 años de edad, natural de esta ciudad, de
temparamento linfático y de constitución bastante débil; presentaba en
las regiones parotidea y cervical superior el sello indeleble de abscesos
escrofulosos padecidos hace dos años, y según relación de su padre,
salvo éstos y la viruela que sufrió por entonces, no habla tenido otra
enfermedad que la presente.
Esta afección apareció hace algunos días, pero no habla sido notada
por los padres del enfermito más que desde cuatro á esta parte, por haber
observado un cambio marcado en el carácter y costumbres de su hijo,
que les indujo á investigar su causa, lo cual dio por resultado el descu-
brir una fuerte hinchazón en el pene del pequeño enfermo, que alar-
mándoles sobremanera motivó lo llevaran de una parte á otra hasta que
por ñn vinieron á consultarme. Cuando me hice cargo del paciente
presentaba los síntomas siguientes: hinchazón edematosa é inflamatoria,
alguna rubefacción, calor elevado, y gran sensibilidad en la punta del
pene cubierto por completo por el prepucio que era el principal asiento
de los desórdenes citados y que no permitía descubrir el glande; por el
orificio del prepucio se veía salir una corta cantidad de líquido purulen-
to que no podía precisarse bien si salia del conducto uretral ó de la cara
interna del prepucio y externa del glande; pero como la uretra se pre-
sentaba normal 6 indolora en toda la porción acsequible á mis dedos y
la micción se verificaba regular y casi normalmente, me incliné á creer
que dicho pus salia con probabilidad del último de los orígenes ci-
tados; en la parte superior y media del prepucio, se observaba, explo-
rando detenidamente con los dedos, una induración ligeramente movili-
zable, pero dificil de precisar por el espesor de los tegumentos inflama-
dos; además de los síntomas expuestos se notaba una adenitis aguda y
bastante dolorosa en ambas ingles, pero principalmente en la izquierda,
CUERPO EXTRAÑO ALOJADO DETRÁS OE LA CORONA DEL GLANDE. 167
muy doloroaa á la presioa y aun expontáneamente, pero sin presentar
ninguna señal de fluctuación.
Aparte de los síntomas de bcalidad que acabo de mencionar, se ob-
servaba la lengua ligeramente saburra!, acompañada de anorexia, sensa*
cion de pesadez en el epigastrio, borborigmos y diarrea; normalidad
relativa en los aparatos respiratorio y circulatorio, é hipotonizacion
profunda del sistema nervioso, revelada por desacostumbrada tristeza,
ganas frecuentes de llorar, aspecto abatido, andar forzado., etc.
A primera vista, no se puede negar, que la enfermedad que tenía
delante de mi vista parecía ser un chancro blando, oculto por el prepu-
cio, que no podía desenvolverse, acompañado de adenitis inguinales; pero
en contra de este diagnóstico objetaba yo mismo el no haber visto el
chancro, la temprana edad del enfermo y la presencia del nodulo deque
hace poco he hecho mérito, que no pareciéndose á la induración infla-
matoria de los chancros blandos, quizás habría podido tomarse por la
induración que acompaña á los siQliticos á no ser en estos insólito el
alto aparato flogistico de que se revestía la afección que examinaba. En
este estado interrogué detenidamente sobre el particular al padre del niño,
quien me contestó afirmando que casi estaba seguro de la naturaleza
venérea de la enfermedad de su hijo, ya por existir algunos burdeles en
la vecindad que habita, ya por haberlo (según él decia) confesado su
mismo hijo. Con todo, me esforcé en ver si podría hallar otra expli-
cación al síndrome que había estudiado, y me ocurrió la Idea de que
podría ser un cuerpo estraño alojado detras del prepucio la causa de la
inflamación de éste y de sus consecuencias. ^Dirijíme entonces al niño
«a este sentido, preguntándole si tenía por costumbre introducirse algo
dentro del orificio prepucial, á lo cual me contestó, que si bien no tenia
esta costumbre, recordaba que hacia unos 15 días se había introducido
un cañamón que luego no pudo retirar, y que no habiéndolo comunicado
á sus padres por temor á una seria reprensión, se había olvidado de ello
por completo hasta el momento presente, porque á los primeros dias
que siguieron á su introducción no le había ocasionado molestia alguna.
Después de esta ingenua é inocente confesión, creí, no sin fundamen-
to, haber descubierto la verdadera causa de aquel estado flogistico que
había sido tomado por un chancro, y como tal tratado, con inyecciones
de una disolución de sulfato de cobre, por una de esas mujeres que ae
dedican á empeorar enfermos de afecciones venéreas; á pesar de todo,
antes de formular la indicación oportuna, quise cerciorarme de la pre-
sencia del cuerpo estraño indicado pur el paciente y al intento introduje
un estilete común por debajo del prepucio ha^ta su borde adherente, que
dio por resultado hacerme reconocer la presencia de un cuerpo extraño
susceptible de una ligera dislocación; este reconocimiento se acompañó
inmediatamente después de cierta salida de sangre y de dolores vehe-
mentísimos.
Una vez seguro de la presencia del cuerpo extraño antes sospechado,
procedí á su extracción valiéndome de una pinza de disección introdu-
cida entre el glande y el prepucio, y de la compresión ejercida con mis
dedos en la parte externa y media del prepucio; al cabo de algún rato de
practicar dolorosas maniobras conseguí mi intento logrando sacar aunque
168 CUERPO EXTRAÑO ALOJADO DETRÁS DE LA CORONA DKL GLANDE.
en dos pedazos, un cañamón ya germinado. Después de esto ordené prac-
ticar 3 veces al dia inyecciones desinfectantes con una solución de ácido
fénico fil i por 100, al propio tiempo que recomendé la aplicación de
compresas mojadas en agua fria, por espacio de diez horas seguidas, so-
bre las ingles, con objeto de impedir la supuración de las adenitis exis-*
ten tes.
Dos días después, el enfermito se hallaba muy mejorado y habían
desaparecido en parte los síntomas que habían podido hacer creer en
una afección chancrosa; tres días más tarde mandé suspender las inyec-
ciones fenicadas, quedando de esta manera sin medicación alguna por
no necesitarla ya el niño.
No he de ser yo seguramente quien, haciendo hincapié en el caso ex<*
puesto, encarezca la necesidad, por todos conocida, de ir siempre con
gran liento en las cuestiones diagnósticas, y lo único que me propongo
hacer, antes de dar por terminada la presente exposición, es ver si se
puede explicar satisfactoriamente el remedo que de una afección venérea
había provocado la presencia de un pequeño cuerpo estraño debajo del
prepucio y por detras de la corona del glande. A mi me parece que esta
explicación es fácil: se sabe que en la primera infancia el prepucio es, por
regla general, sumamente ancho y largo en relación al pequeño glande
que ha de cubrir ;pero tampoco se ignora que aun en esta misma edad el
fimosis no es ningún hecho raro, y el enfermo de que hemos hecho men-
ción lo tenía muy marcado el último dia que lo vimos, cuando ya había
desaparecido por completo la hinchazón que acompañaba á su postitis;
ahora bien, lo que en el caso expuesto sucedió parece ser que una vez que
el niño hubo introducido la pequeña simiente debajo del prepucio, no
pudo hacerla salir con facilidad porque le causaría más ó menos dolor
cada vez que lo intentaba, y como sin duda observaría que apenas le
molestaba cuando estuvo muy introducida, optó en su escasa inteligen-
cia por dejarla como estaba; luego después es fácil comprender cómo la
sola presencia de este cuerpo extraño pudo acarrear, por el mecanismo
de la irritación continuada, la inflamación de los tejidos que le eran ad-
yacentes, y desde estos no es difícil pensar que fué por el intermedio
de los vasos linfáticos superficiales del pene como la misma flogosis
invadió los ganglios inguinales superficiales superiores, y ya en este es-
tado la afección, era bastante la semejanza que ofrecía con los chancros
blandos ocultos en la cara interna de un prepucio afecto de fimosis en su
extremidad libre. Aparte de esta semejanza, me parece completamente
racional la explicación patogénica, que acabo de dar de la afección
estudiada, y en esta idea me corrobora la curación definitiva y rápida
que obtuve con la simple extracción del cuerpo extraño.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 109
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS, (*>
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
Circunvolucionea. En el \6h\i\o ívonial existen cuatro circunvolucio-
nes: utiBL transversal y tres antero -posteriores, que arrancan de la priníiera
para dirigirse hacia adelante.
La circunvolución transversal del lóbulo frontal, ó frontal ascendente,
(circunvolución central anterior, primer pliegue parietal ascendente de
Gratiolet, gyrus centralis anterior de Ecker), forma el labio anterior de
la cisura de Rolando y el limite posterior del lóbulo frontal. Se dirige
oblicuamente de abajo arriba y de delante atrás en toda la extensión del
lóbulo, desde la cisura de Sylvio al borde superior del hemisferio
(D,fig,26).
Las tres circunvoluciones frontales antero- posteriores se subdividen
en: primera, segund^t y tercera.
La primera circunvolución frontal (tercera de algunos autores alema-
nes, circunvolución frontal superior, gyrus frontalis superior de Ecker),
está situada en el limite superior del lóbulo, y arranca de la frontal
ascendente para dirigirse adelante, hacia la extremidad del lóbulo, y ex-
tenderse hasta la cara interior del hemisferio, para formar el gyrus rec-
tus (A, fíg. 25). Esta circunvolución, á veces está dividida en dos por
una cisura, y presenta dos caras, una en la superficie de los hemisferios
y otra en la cara interna de los mismos (3, fig. 27), en donde está sepa-
rada de la circunvolución del cuerpo calloso (4, fig. 27) por el surco
calloso marginal.
La segunda circunvolución frontal (circunvolución frontal media,
gyrus frontalis medius de Ecker) nace, como la precedente, de la frontal
ascendente para dirigirse adelante, al lado y afuera de la primera frontal
(B, fig. 26), de la cual está separada por la cisura llamada por algunos
de Verga. En la extremidad anterior del lóbulo frontal, se une con la
precedente y con la subsiguiente, para ir á terminar en la cara inferior
del lóbulo.
La tercera circunvolución frontal (G, fig. 26), (circunvolución frontal
inferior, primera circunvolución de algunos autores alemanes, gyrus
frontalis inferior de Ecker, circunvolución de Broca), parte de la extre-
midad inferior de la frontal ascendente, se dirige adelante formando un
pliegue muy pronunciado, hasta que, unida con la anterior, salva la ex-
tremidad anterior del lóbulo, para tomar en su cara inferior una dispo-
sición irregular, que imposibilita seguir claramente el trayecto de am-
bas, presentando muy á menudo un surco en forma de cruz (surco cru-
cial (B, fig. 25). Está situada por debajo de la segunda y separada de ella
por una cisura, formando por su cara inferior el labio superior de la ci-
.sura de Sylvio.
En el lóbulo parietal existen también cuatro circunvoluciones: una
(1) Continuación.— Véanse los números 25, 26, 27, 28 y 29.
170 ANATOMÍA DK LOS CENTROS NERVIOSOS.
transversal y tres anterO'posteriores, pero no presentan la disposición re-
gular que ofrecen en el lóbulo frontal. Las tres antero-posteriores no
nacen todas ellas de la transversal; sin embargo, en un hemisferio hu-
mano, que tengo í la vistfi, la que llamaré segunda parielal, arranca
también de la ascendente, aunque por una raiz poco visible, pero lo su-
ficiente para extablecer analogía, junto con los datos de la Anatomía com-
parada, con las del lóbulo frontal.
La circunvolución transversal ó parietal ascendente (F, fig. 26) (cir-
cunvolución central posterior, primera parietal de algunos autores
franceses, segundo pliegue parietal ascendente de Gratiolet, gy.i*ns ceñ-
tralis posterior de Ecker), está situada por detras de la frontal ascendente,
constituyendo el límite anterior del lóbulo parietal y formando el labio
posterior de la cisura de Rolando, que separ{i ambas circunvoluciones,
y siguiendo una dirección análoga á su congénere, por su e!ctremidad in-
ferior se une con la frontal ascendente, formando asi el límite inferior c[e
la cisura de Rolando, y por su extremidad superior, unidos también
ambos repliegues, se extienden por la cara interna del hemisferio, cons-
tituyendo un pequeño lobulillo bastante independiente para que reci-
ba nombre especial y se le llame lobulillo paracenlral (5, fig. 27).
La primera circunvolución parietal (H, íig. 26) (segunda parietal ^e
algunos autores franceses, tercera parietal de algunos autores alemanes
—que aquí como en el lóbulo frontal siguen el orden de abajo arriba, —
lobulillo parietal superiov, circunvolución parietal superior), ocupa el
borde del hemisferio y está situada en la parto superior del lóbulo pa-
rietal. Arranca de la extremidad superior de la parietal ascendente y
termina en la cisura occipital. En la cara interna del hemisferio esta
circunvolución forma un lobulillo, situado por delante de la cisura occi-
pital y por detras del lobulillo llamado paracentral, que recibe el nom-
bre de antecuña ó lobulillo cuadrilátero de Foville (6, fig. 27). Esta cir-
cunvolución está separada hacia fuera del resto del lóbulo parietal por
la cisura intermedia, y como no en todos los hemisferios es visible el
nacimiento aislado de las otras dos circunvoluciones, como en al que
antes he citado, de aquí la confusión que reina en este punto, designando
muchos autores el resto de lóbulo parietal, situado por debajo de la cir-
cunvolución que acabo de describir, con el nombre de lobulillo parietal
inferior, lobulillo del pliegue curvo ó del dobladillo, tercera circunvolu-
ción parietal, etc. En realidad, la parte posterior de esta región del ló-
bulo parietal representa la segunda circunvolución parietal, y la parte
anterior la tercera.
La segunda circunvolución parietal (J, fig. 26), {gyrus angularis de
Huxley) raras veces nace directamente de la parietal ascendente, como
en "íl hemisferio á que he hecho alusión: lo común es que, como lo re-
presenta el gra'oado, se desprenda de la tercera parietal para dirigirse
atrás formando un repliegue y continuándose directamente por su extre-
midad posterior con la segunda temporal.
La tercera circunvolución parietal (G, fig. 26), nace directamente de la
extremidad inferior de la parietal ascendente, se dirige atrás formando
un repliegue muy marcado, que recibe la extremidad posterior de la ci-
sura de Sylvio, y se continúa con la primera temporal.
anatomía de los centros NERV1030S. 171
£1 lóbulo occipital se separa algo de la disposición de los demás ló«
bulos. Sin embargo, se observan á menudo en su cara externa tres cir-
cunvoluciones antero -posteriores, y en su cara interna un lobulillp
especial llamado cuña.
La primera circunvolución occipital, nace de la extremidad posterior
de la primera parietal y se dirige atrás, describiendo sinuosidades y cor-
riendo por encima del lobulillo de la cuña, á lo largo del borde superior
4el hemisferio (K, fíg. 26).
La segunda eircunvolueion occipital (L, flg. 26), está situada al lado,
por debajo y por ^etrás de la precedente y se continúa por su extremidad
anterior con la segunda parietal.
La tercera circunvolución occipital (M, flg. 26), está por debajo de la
anterior, continuándose por delante con la segunda y tercera temporales
y confundiéndose atrás, en la punta del lóbulo occipital, con la extremi-
dad posterior de las precedentes, en cuyo sitio se encuentra con fre-
cuencia un pequeño repliegue vertical, llamado por Ecker gyrus desccti-
4en8.
La cuña, ó lobulillo occipital interno (8, fíg. 27), representa el lóbulo
occipital en la cara interna de los hemisferios y está limitado: arriba
por la cisura perpendicular interna (7, fíg. 27), y abajo por la cisura
horizontal, cisura del hipocampo ófissura calcarina (10, fíg. 27). Pre-
senta la cuna ea su superficie pequeños repliegues y por su extremidad
anterior se une siempre, más ó menos visiblemente, con la circunvolu-
ción del cuerpo calloso.
£1 lóbulo temporal presenta en su cara externa tres circunvoluciones
atUerO'po9terioreSj y en su cara inferior, y comunes con la cara inferior
del lóhulp occipital, dos, pero estas últimas son quizás de todas las cir-
cunvoluciones las que menos regularidad y constancia ofrecen y que por
lo mismo menos se prestan á la descripción.
La primera circunooludon temporal (P, fíg. 26), nace de la tercera
parietal y se dirige de atrás adelante formando el labio inferior de la
cisura de Sylvio, hasta llegar á la extremidad del lóbulo temporal.
L^ segunda circunvolución temporal, procede de la segunda parietal
en su extremidad posterior, y al lado de la precedente y por debajo de
ella ^e 4ii*ig& hacia adelante (O, fíg. 20).
La tercera circunvolución temporal (N, fíg. 26), se continúa por de-
trás con la tercera occipital y corre hacia adelante al lado de la ante «
rior,
h^B dos circunvoluciones iemporo -occipitales, situadas en la cara ii>*
fero-interna del lóbulo temporal y llamadas primera la externa y segun-
da la interna por los autores franceses, ó lobulillo fusiforme aquella y
labulillo lingual esta por los autores alemanes (D y F, fíg. 25), no son
muy distintas en todos los cerebros y por su extremidad anterior se
terminan en la prolongación esfenoidal de la circunvolución del cuerpo
calloso.
£1 lobulillo de la ínsula, presenta también varias circunvoluciones,
cpmo puede verse en la fíg. 28, que partiendo de la parte anterior in-
terna, se irradian en formando abanico, sin presentar de una manera
conatante número ni disposición fijos.
472 ANATOMÍA DE LOS CINTROS NERVIOSOS.
Descritas las circunvoluciones de cada lóbulo en todas las caras del
hemisferio, réstame decir dos palabras de una circunvolución muy im-
portante, que sin formar parte exclusiva de ningún lóbulo, tiene cone-
xiones con todos. Hablo de la circunvolución del hipocampo (4,0, ílg. !27)
{gyrus fornicatus, circunvolución del dobladillo). Comienza debajo de la
extremidad anterior del cuerpo calloso, á la cual rodea, recorriendo
luego toda su cara superior y reflejándose en sd extremidad posterior,
para continuarse en el lóbulo temporal, formando su borde interno y el
límite externo de la grande hundidura de Bichat, y recibiendo en este
sitio el nombre de circunvolución del hipocampo ó circunvolución en
forma de gancho (O, fig. 27). Se adelgaza mucho al nivel dala confluen-
cia entre la cisura occipital interna y la fissura calcarina. Está separada
del cuerpo calloso por el seno del mismo nombre y de la primera fron-
tal por el surco calloso marginal, uniéndose en su trayecto, y desde su
extremidad anterior á lá posterior, con la antecuña, la cuña y el lobu-
lillo lingual.
La descripción ordenada y metódica que acabo de hacer de las cir-
cunvoluciones, es aplicable á todos los cerebros, pero no con igual
sencillez. Desde las razas inferiores á las superiores y aun en estas, entre
los individuos de inteligencia vulgar y aquellos que descuellan por la
notabilidad de su talento ó de su genio, la diferencia es inmensa, aunque
el tipo se conserve el mismo. Siempre pueden encontrarse con mayor ó
menor facilidad los repliegues descritos, pero entre el cerebro de un
Bosquiman, cuyo volumen es pequeño y cuyas circunvoluciones son no-
tablemente sencillas, y el de un Caucásico instruido y de mediana inte-
ligencia, de cerebro más desarrollado y de repliegues más complejos, con
uniones entre ellos, con circunvoluciones de tránsito y de perfecciona*
mientOrque aunque secundarias están muy desarrolladas, existen todos
los grados imaginables.
Contrastan notablemente la copia que presenta Gratiolet del cerebro
de la Venus Hotentote y la que pone Marshall, en su memoria sobre el
cerebro de un Bosquiman, con los dibujos que da Wagner de los cere-
bros de Gauss y del eminente Dirichlet. En aquellos se destacan todas
las circunvoluciones sin confusión ninguna, se presentan pocas tortuosi-
dades, existen rarísimos repliegues unitivos, las cisuras tienen una
dirección bastante rectilínea y el conjunto de la cara externa del hemis-
ferio ofrece un aspecto de notable sencillez; en los últimos, por el contra-
rio, las circunvoluciones son sumamente tortuosas y replegadas, unidas
unas con otras en varios sitios, hay repliegues de tránsito y de perfec-
cionamiento numerosos y desarrollados, las cisuras son en gran manera
sinuosas y parece que abandonan su dirección y no ocupaii su debido
sitio; en una palabra, es necesario un conocimiento profundo del modo
de ser de la corteza cerebral para lograr la determinación de las distin-
tas circunvoluciones y convencerse de que, aun en medio de tanta com-
plejidad y de tanto enredo, la situación, dirección, número y disposición
general de las circunvoluciones y cisurasi son exactamente los mismos
que nos enseña la Anatomía comparada y que observanxos 6B las ra^as
inferiores y en individuos que, ya por herencia, ya por su raquítica cons-
titución física, tienen una inteligencia tan mezquina eomo su cerebro.
ANATOMÍA. DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 173
Por de contado, que la novedad y poco desarrollo de eslos esludios
bace admitir tan solo de una manera general sus deducciones, pues,
aunque sea por excepción, puede suceder en el desenvolvimiento y per*
feccion de )as circunvoluciones, lo que acontece con el peso del cerebro,
que si bien por punto general el desarrollo de las facultades intelectuales
guarda relacioii con "J volumen y peso de dicho ór(;ano, hay que tener
en cuenta que Morris ha dado á conocer el cerebro de un individuo, cuyo
peso, el mayor conocido excepto los de Cromwellyde Byron.erado
1,900 gramos, quien murió £ la edad de Utt aííos sin haber descollado en
nada, siendo deoficio ladrillero y sin saber leer r.i escribir. Pesaba, pues,
este cerebro 70 gramos más que el de Guvier y 115 más que el de Aber-
crombie y el de Schiller.
Estas mismas diferencias en los detalles del modo Oe ser de las cir-
cunvoluriones en los distintos cerebros, han sido un gran obstáculo para
llegar á su descripción, y mientras los anatómicos han pretendido en-
contrar un orden determinado, estudiando tan solo el cerebro del hom-
bre, sus esfuerzos han fracasado siempre y ha sido preciso valerse do
la Anatomía comparada para estudiar la creciente sencillez, que se ob-
serva ¿ medida que descendemos en la escala zoológica hasta llegar al
murciélago y al topo, cuyo cerebro es liso, sin repliegue ni cisura de
ninguna clase.
Poi" eso Graliolet colocó dichos animales en el primer grupo de una
serie compuesta de catorce etapas, en orden progresivo de perfecciona-
miento y desarrollo, ocupando la penúltima, el mono, y la última, el
hombre.
Únicamente así pudo verse que un número determinado de circun-
voluciones de existencia y posición constantes existia en todos los ani-
FJg; 32.— Cerebro ae tarro («squema).
¡Sfoiin Hugaenín.)
males, incluso el hombre, si bien que modificadas según los caracteres
de la especie; y por masque las necesidades déla descripción y las exi-
gencias de la Fisiología y de la Patología obliguen á hacer un estudio
174 ANATOMÍA. DB LOS CENTROS NERVIOSOS.
regional, por así decirlo, de las circunvoluciones en el cerebro del hom-
bre, podrían en resumen ser consideradas conforme al tipo más ele-
mental.
En el tercer grupo de la clasiñcacion de Gralíolet, se encuentra el
cerebro del zorro, que puede presentarse como verdadero tipo de orga-
nización elemental de las circunvoluciones (fig. 32). Se ven en la cara
externa del cerebro cuatro circunvoluciones paralelas, por nada inter-
rumpidas y que describen una curva concéntrica al rededor de la cisura
de Sylvio. Son las cuatro circunvoluciones primitivas, que con más ó
menos cambios se encuentran también en los demás cerebros, 4olo efue
en algunos de animales superiores, y entre ellos el del hombre, quedan
reducidas á tres. Se ven también en la misma ñgura las dos extremida*
des de la circunvolución del cuerpo calloso, de existencia aislada é in-
dependiente como en el hombre.
Tres circunvoluciones primitivas al rededor de la cisura de Sylvio en
la cara externa, y la circunvolución del cuerpo calloso en lá cara in-
terna; hé aquí el esquema de las circunvoluciones en el hombre. Y no se
crea que la analogía entre el cerebro del hombre y el del zorro es en
este sentido muy forzada. La circunvolución del cuerpo calloso es del
todo aislada y no cuesta trabajo reconstituir con las circunvoluciones,
que he descrito, las tres primitivas que quedan formadas de la siguiente
manera:
Primera circunvolución primitiva: por la tercera frontal, tercera pa-
pietal y primera temporal, que se continúan sin interrupción y rodean
la cisura de Sylvio (fig. 28, A, B, C).
Segunda circunvolución primitiva: por la segunda frontal, la segupda
parietal (interrumpidas por la cisura de Rolando) y la segunda tempo-
ral, que se continúa directamente con la anterior.
Tercera circunvolución primitiva: por la primera frontal, primera pa-
rietal, primera y tercera occipitales y tercera temporal, que no se inter-
rumpen en ningún sitio y que llevan consigo algunas circunvoluciones
suplementarias (las de la cuña, tercera occipital, gyrtis rectuSy globulillos
lingual y fusiforme).
As/ considerado el hemisferio y colocada en el centro de la cara
externa la ínsula de Reil, parece esta el botón de una flor con escota-
dura y las tres circunvoluciones primitivas, junto con la del cuerpo
calloso, los replegados pétalos de la misma.
Si bien podrá ser útil esta idea general de las circunvoluciones, es
de todo punto indispensable la descripción por lóbulos, que antes he he-
cho con denominaciones precisas, para los estudios contemporáneos de
las localizaciones cerebrales y para fijar exactamente el sitio de una
lesión de la corteza cerebral, que puede encontrarse al practicar una au-
topsia.
La índole de este trabajo no me permite extenderme más en este
asunto, y aprontar numerosos datos de Anatomía comparada y de desar-
rollo en apoyo de lo que dejo escrito.
Solo diré, para explicar una contradicción aparente que podría en-
contrarse en este escrito, que si no llamo, conforme á lo que acabo de
decir, á la tercera frontal, por ejemplo, primera y viceversa, es por no
ACIDO SALICÍLICO Y SUS SALES. 175
desechar completamente la nomenclatura en boga en Francia, con el fin
de ser más comprensible y útil, ya que muchas de sus obras nos sirven
de fuente de estudio.
(ContinuaráJ
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL ACIDO SAUCILICO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del saUcilato sódico en el tratamiento del reumatismo, (1)
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Médico de la Cktsa de Lactancia y Ca8a-i:unade Barcelona,
Kodo de combatir Iob accidentes á que da lugar el ácido salioilico y
sus ccmpuestoB.— Hasta a^ui hemos hecho hincapié en un estudio más ó
menos detenido de la acción fisiológica del ácido salicilico y de sus deri-
vados, de los trastornos á que puede dar lugar su administración corta ó
prolongada y de dosis alta ó baja, y cuál de estos cuerpos ofrecia más
ventajas para el tratamiento de las enfermedades.
Réstanos ahora decir algunas palabras acerca del modo de combatir
estos accidentes, cuándo se presentan, y los mejores medios que para
ello se conocen.
El medio es muy sencillo, pero pueden tomarse dos partidos, sea que
los trastornos se verifiquen en los centros nerviosos, sea que se obser-
ven en el tubo gastro- intestinal. Cuando los fenómenos de congestión
cefálica son ligeros, basta suspender el empleo del medicamento para
encontrar un pronto alivio y que desaparezca todo á las 24 horas. Mas si
se quiere obrar con mayor prontitud, oblen los fenómenos presentan
un aspecto más grave y alarmante, no hay como administrar al en-
fermo una infusión de café dos ó tres veces al día, y en los intervalos
una pequeña cantidad de una bebida alcohólica, como rom, cognac, etc.
Produce también admirables resultados un cocimiento de quina ca-
lisaya. Sobre esto tengo observado que ambos cuerpos son mutuamente
antagonistas, á pesar de que su acción sobre los centros nerviosos es se-
mejante: de modo que cuando los fenómenos de congestión son produ-
cidos por el sulfato do quinina, desaparecen con solo administrar una
poción de salicilato de sosa; y al revés^ cuando son debidos á este últi-
mo, desaparecen con la quinina..
IV.
APLICACIONES.
Hemos visto ya los efectos del ácido salicilico y de sus compuestos en
la economía, y para completar el estudio de este interesante cuerpo, nos
(1) Continuación. -Véanse los números 25, 26^ 27, 2d y 29.
176 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
falla todavía decir algo sobre las aplicaciones t\ue puede tener en la iMe-
dicina, en la Cirugía y en varios otros casos de importante empleo.
La investigadora mirada de los prácticos no ha cesado un solo mo»
mentó de indagar todas las propiedades inherentes á este cuerpo, y con«
tínuamente se reciben noticias de recientes aplicaciones del mismo,
obteniéndose de todos los m¿s felices resultados; sirviendo, poco menos
que para casi todas las enfermedades^ y haciendo del mismo la panacea
universal.
No diré por esto que sus aplicaciones sean limitadas: al contrario, lo
creo útil en un gran número de estados patológicos, ya graves, ya Ifves.
Asi es que se ha empleado en un sinnúmero de casos de Cirugia, particu-
larmente en úlceras y gangrenas tópicamente, y en gran número tam-
bién de casos de Medicina, como en muchas fiebres especiales (tifoidea,
sarampión, escarlatina, etc.), en el reumatismo bajo todas sus fo! mas, en
las afecciones de las vías urinarias, en las afecciones inflamatorias de la
boca (muguet, gingivitis, etc.), en las fiebres intermitentes, en la corea,
en algunas neuralgias y en variadísimas enfermedades que seria prolijo
enumerar, toda vez que su acción no está todavía bien demostrada. Por
esto, nosotros limitaremos nuestra atención á cierto número de ellas,
haciendo especial mención de su uso interno en el tratamiento del reu-
matismo, y de su uso externo en aplicaciones quirúrgicas de índole in-
fecciosa ó purulenta. Todas las demás afecciones, en que se ha usado el
ácido salicilico ó sus compuestos, las trataremos aparte, exponiendo los
resultados que hemos obtenido, si en dicho caso hemos hecho aplicación
de ellos.
APLICACIONES Á LA MEDICINA.
I.*" Reumatiamo agudo.— El salicilato de sosa, en sus aplicaciones en
el reumatismo, ha sufrido los vaivenes de todo medicamento que se em-
plea por vez primera en el tratamiento de una enfermedad dada. Unos
han obtenido con él felices resultados, otros nó. En Alemania, ha sido
estudiado por Reiss, Hildebrand, Stricker, etc. Ea Inglaterra porBroad-
bent, Moore y otros. En Francia, por Garcin, Labatuel, Gueneau de
Mussy, See, y últimamente por Vulpian. En España, por los Dres. Isla,
Badia, Esquerdo, Homs y muchos otros.
A pesar del gran número de hipótesis, que se han vertido sobre su
manera de obrar en el mismo reumatismo y en otras afecciones y de la
acción que ejerce sobre el sistema circulatorio, los centros nerviosos y
los nervios vaso- motores de las distintas regiones del cuerpo, todos los
prácticos, ó cuando menos la gran mayoría, est'in contestes en que este
medicamento es el de más útiles resultados en el tratamiento del reuma-
tismo en general y del agudo en particular; todos citan un número de
casos de esta enfermedad tratada y curada felizmente con dicho cuerpo;
hoy no queda ninguna duda de que es el verdadero agente para combatir
tan molesta y peligrosa afección; así lo demuestran los bellos resulta-
dos obtenidos en las clínicas hospitalarias y particulares de todas partes.
Sin embargo, queda todavía una cuestión muy importante que dilu-
cidar, y es la siguiente: ¿Produce los mismos resultados en el reumatis-
ÁCIDO SAUCÍLICO Y SUS SALES. 177
mo agudo que en el crónico? La investigación no ha llegado todavía á
d ir un fallo definitivo sobro este punto. De todos modos, más adelante
expondremos la manera cómo trato á esta molestia crónica y cómo tam-
bién el salicilato de sosa es benefícioso para ella.
Ahora, pues, nos ocuparemos exclusivamente del leumallsmo agudo.
Sabemos ya que los ataques de dicho mal van siempre acompañados de
sintomas generales más ó menos intensos, como escalofríos, fiebre, do-
lor, etc ; pues bien, aquí es donde el salicilato de sosa llena dos indica-
ciones: una, como antipirético; otra, como específico contra el reuma.
Cuando se trata simplemente de un reumatismo agudo, los efectos del
salicilato de sosa son rápidos y maravillosos. A las 24 ó 36 horas han
disminuido muchísimo, sino desaparecido del todo, los síntomas genera-
les, junto con el dolor, rubicundez de las articulaciones, si el reumatismo
es articular, etc.
Cuando el reumatismo agudo va acompañado de alteraciones cardia-
cas, debidas á la misma afección, como la pericarditis y la endocarditis,
es muy notable la acción ejercida por el salicilato de sosa combatiendo
á las mismas, lo cual corrobora su acción especifica sobre esta enferme-
dad. E» apoyo de esto, citaremos más adelante algún caso clínico para
demostrarlo.
La acción secretoria que ejerce el salicilato de sosa sobre los ríñones
influye mucho para combatir el reumatismo.
Sóbrela administración de este cuerpo en el reumatismo agudo, hay
dos pareceres completamente distintos uno del otro: los unos, fijándose
en los accesos febriles vespertinos, administran para cortarlos toda la
cantidad de una vez, de 6, 8 y más gramos por la mañana, con el objeto
de que el medicamento tenga el tiempo suficiente de obrar de la manera
debida hasta la noche; otros, haciendo caso omiso de lo que ha de venir
más tarde, administran la misma cantidad en poción, pero repartida en
varías veces durante el dia. Mi opinión sobre el particular es esta últi-
ma, pues más vale poco y á menudo que mucho de una vez; además,
dándolo de esta manera, me parece que el medicamento puede obrar con
mayor seguridad sobre el elemento reumático, pues su acción es conti-
nuada durante todo el dia, mientras que, dando tanta cantidad, pueden
ios enfermos, según sea su tolerancia, presentar trastornos de mayor ó
menor consideración. Por mi parte, puedo decir que siempre he obte-
nido muy buenos efectos administrándolo de esta manera á la dosis
máxima de 4 gramos en poción para tomarla durante todo el dia. Esíe es
el sistema que he seguido siempre, puesto que sin presentar accidente
alguno he visto curar á los enfermos en muy pocos dias y salvar y evitar
siempre las complicaciones cardíacas.
£1 número de casos de verdadero reumatismo agudo, que tengo trata-
dos hasta hoy por medio del salicilato de sosa, asciende á la cifra de 49,
y todos han sido tratados por el mismo método, esto es, de tres á cuatro
gramos de salicilato de sosa al dia en agua común y jarabe simple, para
que sus efectos sean más apreciables. l)e estos 49 casos, 7 presentaron
complicaciones cardiacas más ó menos intensas, siendo todas detenidas
en su curso sin más medicación que la citada. No he tenido ocasión de
observar más complicaciones viscerales que las expuestas y un caso de
178 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
complicación cerebral que mejoró bastante, pero cuyo resultado final no
pudimos observarlo, porque el enfermo tuvo que marchar con su padre
á la provincia de Asturias, y por consiguiente, no podemos dar más da-
tos. El Sr. Vulpian dice que ha observado cierto número de casos de
pleuresía reumática, los cuales no han sido modificados en nada por me-
dio del salicilato de sosa. Dicho autor cita también el caso de un enfer-
mo cuyas articulaciones estaban afectadas por el elemento reumático y
mientras lo trataba por medio del salicilato sódico, desaparecieron los
accidentes locales citados y se presentó una pleuresía unilateral; al cabo
de diezdias se atacó la otra pleura desapareciendo de la primera; luego
se atacaron las dos, y á pesar de no dejar la administración del salici-
lato de sosa, fracasaron todos los esfuerzos y el enfermo sucumbió á los
diez días de haber principiado su pleuresía.
Ahora bien, ¿es cierto que el salicilato de sosa modifica las complica-
ciones cardiacas y nada hace en favor de las demás alteraciones viscera-
les? ¿Es que el salicilato de sosa tendrá una acción especial sobre el
órgano cardíaco, sobre sus nervios ó sobre sus vasos? En este caso, nada
podemos saber con certeza sobre el modo de obrar de dicho agente y de
la acción que ejerce sobro coda órgano ó tejido en particular.
¿De qué modo obra el salicilato de sosa sobre el reumatismo agudo?
Ante todo, para contestar á esta pregunta, es necesario que recordemos
algo de la anatomía patológica y de los síntomas de dicha enfermedad,
haciendo luego un paralelo entre esta medicación y las otras conocidas y
empleadas.
El reumatismo es una afección conocida desde muy antiguo y tratada
según las diversas hipótesis que se han vertido sobro su naturaleza.
Unos, como Pinel y Franck, la consideraron como una inflamación del
tejido fibroso; otros, como Huxam, Stoll, etc., la juzgaron de índole
fluxionaria como el catarro; Sauvages la clasificó entre los dolores; la
Escuela de Montpellier la cree diatésica. Trousseau la considera análoga
á la erisipela, creyendo que estas dos afecciones tienen la apariencia de
la inflamación asimilándose á las fiebres más que alas flegmasías. Gra-
ves, en su Clínica, no determina nada sobre la naturaleza de esta enfer-
medad. El Dr, Santero dice: que el reuma por si es un padecimiento fluxiO'
nario, que participa unas veces del carácter hiperdiacritico y otras del
ftogísticOy siendo en el primer caío apirélico, y acompañándose en el segundo
de una fiebre sinocal simple. Respecto, pues, á la naturaleza de esta en-
fermedad, soy del mismo parecer que el Dr. Santero, es decir, que creo
que dicha afección es de origen fluxionario, presentándose la fluxión do
quiera que se presente el reumatismo, quedando bien demostrada esta
aserción por las complicaciones viscerales á que da lugar; pues dichas
complicaciones son de índole fluxionaria. — Según lo expuesto, se vé que
la naturaleza del reumatismo ha fluctuado entre los elementos inflama-
torio, fluxionario, nervósico y diatésico, fluctuando también, del mismo
modo, los tratamientos para combatir dicha afección.
El reumatismo se ha dividido en articular, muscular, nudoso y nev'
vioso, según los puntos afectados; tomando el nombre de reumatismo vis^
ceral cuando ataca tejidos do la misma naturaleza que cubre á los órga-
nos contenidos en las distintas cavidades. Según el Sr. Jaccoud, el
ÁCIDO SALIGÍLICO Y SU¿ SALES. 179
reumatismo viscevály en su relación con el reumatismo, es admisible solo
caando coincide 6 alterna con las manifestaciones comunes y regula-
res de la enfermedad, y que de no ser asi se confunde directamente el
reumatismo con todas las enfermedades a frigore. Esto equivale á decir
que, salvo raras excepciones, no debe admitirse el reumatismo visceral,
á no ser que éste se presente al mismo tiempo, ó alternando con el arti-
cular, muscular, etc. No diré tampoco que deba dar^e el nombre de
reumática á una afección inflamatoria visceral primitiva, cuya causa
haya sido el frió, pero si que debe aceptarse el reumatismo visceral,
puesto que muchas veces, además de alternar con el articular ó mus-
cular, desaparecen estos y queda solo el visceral para siempre, manifes*
tándose dicho reumatismo cada vez que se presentan cambios atmosfé-
ricos ó de temperatura.
La causa principal del reumatismo es el frió y á veces la herencia;
pero, aunque sea hereditario ó algún individuo tenga predisposición á
adquirir dicha enfermedad, no puede desarrollarse si po se pone en juego
la causa principal, el frip, és decir, un cambio brusco de temperatura.
Respecto á la anatomía patológica, solo recordaremos que se hallan
más ó menos afectadas, según sea su intenpjdad, los tejidos periarticu-
lares, los cuales presentan cierta infiltración serosa, y en consecuencia
hinchazón. La primera fase de la alteración articular es la fluxión san-
guínea, la cual á veces desaparece y persiste en forma de derrame
seroso, siendo á veces del todo purulento y presentando todos los carac-
teres del pus flegmonoso. También se hallan afectadas las vainas tendi-
nosas y las bolsas serosas inmediatas á las articulaciones enfermas, lo
mismo que los tejidos óseo y medular.
La alteración más principal producida por el elemento reumático
sobre la economía se encuentra en la sangre, y se comprende perfecta-
mente que así sea, puesto que el reumatismo no siempre queda fijo en
una sola articulación ó grupo muscular, sino que un gran número de
Veces cambia de sitio dejando de ser articular para convertirse en mus-
cular ó al revés. La alteración que se encuentra en la sangre consiste en
la nrayor ó menor cantidad de fibrina, constituyendo lo que se llama /u-
perinosis, cuya cantidad, según el Sr. Jaccoud, puede elevarse en un
40 por lOOO sobre la cifra normal; esta cantidad de fibrina tiene tenden-
cia á la coagulación, por cuyo motivo se dice que hay inopexia. La ane^
mil reumática, de que se halla afectado un individuo que sufre dicha
enfermedad, es debida á la hipoalbuminosis. Por otra parte, la sangre,
según el Sr. Jaccoud, contiene bastante cantidad de ácido úrico, y á ve-
ces de ácido láctico, si bien este último no es constante y no adquiere
siempre las mismas proporciones que los demás elementos.
Sobre la sintomatología del reumatismo articular agudo nos deten-
dremos poco por suponerla ya conocida y estudiada en los tratados de
patología y clínica. El enfermo, después do los pródromos propios de toda
afección febril aguda, es atacado de una fiebre tanto más intensa cuanto
más lo es el reumatismo, pudiendo llegar la temperatura hasta 40* y el
pulso á 140; hay cefalalgia, sed, inapetencia, insomnio, quebrantamiento
general y los síntomas propios de la articulación afecta, como hinchazón,
calor, rubicundez, dolor, etc., y finalmente, la anemia rápida. Durante
180 HEVISTA DE DESINFECTANTES.
el curso de la afección, y aun á veces antes de presentarse la fiebre, apa-
lecen las complicaciones viscerales, encontrándose en primer término las
cardíacas y en último las cerebrales.
fCondnuará.J
REVISTA DE DESINFECTANTES,
POK EL Dr. Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona.
Licor mineral antiséptico de Huot— Según lo publicado por Horte-
loup en L'ünion medícale, resulta este producto de la transformación
que sufren las lavas calcicas atacándolas por el ácido clorhídrico. Cons-
tituidas eslas lavas por silicatos, el ácido las convierte en una especie
de pulpa gelatinosa, que, en reposo, se divide en dos partes: una casi
sólida, verdosa, granujienta y de aspecto craso; y otra liquida, amari-
llenta, de consistencia de jarabe, la cual, según el análisis de Millot, se
compone en 100 partes de:
Cloruro de alaminio fH'75
Id. de potasio WSi
Id. de hierro 15*09
Id. de calcio 2*13
Sílice gelatinosa 1'22
Habiendo usado con muy buen éxito el inventor de este líquido,
A. Huet, en ios mataderos de París y en los depósitos de Bondy, se le
ocurrió emplearlo como tópico en los chancros y en las adenitis virulen-
tas. Los resultados fueron excelentes. £n su concepto, se asemeja por
su acción al cloruro de zinc, pero su poder desinfectante es mucho ma-
yor. Repetidisimos experimentos, hechos en el Observatorio de Mont-
souris, prueban que este liquido, aún á dosis muy pequeñas, destruye
todos los vibriones adultos.
Las ventajas de este poderoso desinfectante son: 1.% la gran facilidad
con que puede dosificarse; 2.*, su inocuidad sobre el epidermis intacto;
3/, su falta completa de olor, propiedad Interesantísima en un desinfec-
tante; 4.% su relativa baratura, pues solo cuesta un duro próximamente
un litro de este líquido á 32^.
Polvo antiséptico de ácido fénico. -*En New Remedieay Setiembre 1881,
ha publicado P. Bruns el modo de prepararlo:
Colofonia tíO partes.
Estearina 15 id.
fúndanse á un calor suave, y, una vez erfriadas, añádase:
Acido fónico 25 partes.
Esta mezcla se reduce á estado de polvo homogéneo, adicionando de
REVISTA DE DE SIiSFECT ANTES. 'J8l
7 á 800 partes de carbonato de cal precipitado, que se incorpora cuida •
desámente.
Este polvo fenicado puede realizar una de las maneras más sencillas
de hacer la cura antiséptica. Si se quiere espolvorear una superficie,
pudiera utilizarse un aparato, toda vez que los hay de facilísimo manejo.
Si el polvo se queda en el aparato, como si se guarda en otro punto, no
debe olvidarse que el ácido fénico, entre otros inconvenientes, tiene el
de volatilizarse. Sin esta precaución, llegaría momento en que la cura
seria pulverulenta, pero no antiséptica.
Almidón Mdicilado.-En el mismo periódico se da cuenta de la prepa-
ración do este producto, propuesto por el Dr. Kersch.
En una solución alcohólica de ácido salicilico (2 ó 3 por 100) se deja
caer poco á poco y en pequeñas porciones almidón muy fino, y Juego se
agita fuertemente. La proporción de solución empleada debe ser tal que
exceda á la capa de almidón depositada en todo el ancho de la mano. Una
vez depositado este, se decanta el líquido alcohólico, se exprime el almi-
dón en un lienzo de tejido compacto, después se seca, se pulveriza y de
nuevo se seca á 80°.
La mezcla íntima de ácido salicilico y almidón no presta, aunque se
diga otra cosa, iguales servicios que el preparado hecho de la manera
antes expuesta.
Timol: Uqnelacoion por la berbexina; eolubilidad; coloración.— Lloyd
(Neu) Remedies j Julio 1881), triturando la berberina obtenida del Hydras-
ti8 canadensis con un peso igual de ácido tímico, obtuvo un liquido vis-
coso, aunque una y otra sustancia habia sido tomada en estado de polvo
bien seco. Este líquido es soluble en el alcohol, al que da un color rojo
de naranja, al paso que la berberina sola lo da amarillo de limón. No es
soluble en el agua, que disuélvela berberina sola.
A propósito de la no solubilidad del timol, así como también del fe-
nol, en el agua, dijo Portes, en la Sociedad de Farmacia de París, sesión
del 12 de Octubre último, que dependía de contener dichos cuerpos hi-
dro-carburos. En la sesión próxima, dial9, Yvon propuso, para quitar
el color rojo que con frecuencia mancha al timol, disolverlo en su peso
de glicerina (1), solución que se puede mezclar con el agua en todas pro-
porciones y que por el reposo deja en la superficie del líquido la materia
colorante, la que también puede separarse filtrando á través de algodón,
ó por decantación. Esta materia colorante aun no es bien conocida.
Antisepsia dorante el embarace, el parto y el puerperio. -El Dr. La-
besque, en su tesis Essai sur Vemploi de moyens antiseptiques pendant la
groasesaey I' accouchement el les suites de conches (París, 1881), sienta la idea
de que los accidentes puerperales son producidos por gérmenes sépti-
cos, y por tanto que deben combatirse con los antisépticos, entre los
cuales prefiere el fenol.
Las ropas de la cama, las de la mujer^ las paredes, los suelos, deben
(i) Sabido es que el fenol es muy soluble en el agua glicerínada al 5 por 100.
182 REVISTA DE DESINFECTANTES.
lavarse con agua fenitíada al 2 por lOo. Las personas que se acerquen á
la parida, los médicos y los instrumentos, deben, por decirlo así, ser an-
tisépticos. £1 lavado de las mujeres se hará con dicha egua (desde el 1
al 2 7-2 P0>^ ^0^)> si se temen accidentes.
Desde el parto, se aplicarán compresas empapadas en fenol al 1 ó 2 V2
por 100 permanentemente. Si el parto ha presentado algo de anormal, se
hará una inyección intrauterina preventiva al 2 V2 ^ ^ P^*' ^^> P^ro cui-
dando de que vaya precedida de una de ergotina para contraer los vasos
é impedir que el líquido penetre en los senos, evitando así la intoxica-
ción.
Respecto á las irrigaciones permanentes y á la canalización del útero
no emite el Dr. Labesque opinión, toda vez que no bastan para formar
concepto los pocos casos en que se ha empleado este procedimiento.
Timol: caracteres químicos. -Si, á ejemplo de Hammarsten y Rob-
bert {American Journal of Pkarmacy), se mezcla el timol líquido con la
mitad de su volumen de ácido acético cristaiizable, y luego con uno á to
menos igual de ácido sulfúrico y se eleva la temperatura, se presenta un
magnifico color rojo violeta, muy estable y que no desaparece por la ebu-
llición ni por un exceso de ácido. £¿ta reacción es apreciable aun en
una solución al' milésimo.
Si se agita con éter, sobre todo después de la adición de algunas gotaís
de ácido clorhídrico, una solución acuosa á Viooooo» se descubre el timol.
La orina normal contiene una sustancia que tiene igual reacción. Desti-
lando la orina sin adición de ácido, no se obtiene la coloración dicha
después de haber tomado al interior 16 2 decigramos de timol. Una mi-
llenísima de timol añadida á la orina se descubre seguramente.
Comparando el timol con el fenol, resulta: 1.^, que el percloruro de
hierro da á este un color azul violeta y no á aquel; 2.°, que erhipoclorito
de sodio y la anilina colorean á ambos de azul; 3.^, que el hipoclorito só-
dico y el amoniaco dan color azul al fenol, y verde al timol, pasándooste
al azul verdoso, y á los cuatro dias al rojo; 4.^, que el reactivo de Millón
enrojece al fenol, hecho que persiste aun después de la ebullición; al ti-
mol le comunica un color rojo violeta, que cesa con la ebullición; 5.^ que
el agua de bromo da un precipitado cristalino con el fenol y enturbia li-
geramente al timol.— Para distinguir una mezcla de ambos desinfectan-
tes podemos utilizar el percloruro de hierro y el agua de bromo.
Fenol: enTeneiiamiento. — Merece tomarse muy en serio la acción
tóxica del ácido fénico y evitar por tanto esa anticientífica profusión con
que se emplea por los más incautos. Todo se lava por parte de ciertos
cirujanos en disoluciones fenoladas, todo, desde un filamento que inter-
venga en la cura hasta una gran cavidad, la del vientre, por ejemplo,
cuando se practica la ovariotomía, según cierto ritual. Este lavado, con
el forzoso aditamento de esa arrobadora atmósfera fenicada, representa
usar grandes cantidades de fenol, cantidades excesivamente tóxicas, da-
das á discreción, en las mejores condiciones para que se absorba y apli-
cadas á superficies que fácilmente les dan paso para el torrente circula-
torio. Si se meditara un poco en este conjunto de circunstancias mortife-
REVISTA DE DESINFECTANTES. 183
ras, esloy seguro de que el abuso se convcrliria en uso prudente, de que
habría menos catástrofes después de las operaciones, y de que el cJioque
traumálico ú otra explicación por el estilo no cargarían con el muerto tan-
tas veces como hoy se lo echan á cuestas.
Seguramente que un asunto tan grave no es para tocado á la ligera,
pero no he podido resistir á la tentación de decir algo antes de ocuparme
€|e la Monografía del Dr. Ed. Reichet {Contribución al estudio de la toxi-
cología de los agentes deprimentes del corazón) publicada en Filadelfia, en
el año precedente, monografía que comienza la serie de varias otras y que
está destinada á tratárselo del ácido fénico.
Se parte de la base de 56 observaciones, de las cuales 35 acabaron
por la muerte. Quisiera añadir alguna más que se dé referencia, en la
que ignoro si tallecieron los microbios, pero de la que me consta que su-
cumbió el paciente de una manera misteriosa é iinprevista.
El veneno fenol se absorve rápidamente y en pocos momentos elorganis-
mo entero sufren alguna vez con tanta ligereza como si se tratara del
ÁCIDO CíANHÍDRlCO.
£1 primer síntoma es una sensación tópica de quemadura, si la solu-
ción es concentrada, sensación que en algunos casos es reeniplazada-por
insensibilidad. Luego aparecen trastornos cerebrales: difícultad de ha-
blar, abatimiento, á veces delirio, vértigo, furor; de ordinario la insen-
sibilidad general existo desde el principio, pero en ciertos casos aparece
al final. Suele haber náuseas y vómitos. El pulsees débil, frecuente, in-
termitente casi siempre. La respiración en algunos es estertorosa y no
es raro halla disnea. Se ha observado salivación y lividez de la cara, así
como también disfagia. Generalmente hay espasmo pupilar y aun en
otros músculos; la temperatura es variable; la orina más ó menos mo-
rena, asi como las deposiciones diarréicas. La anestesia es casi constante.
En concepto del autor, las convulsiones y los fenómenos reflejos son de
origen central. Localmente determina una lesión que varia desde un es-
tado irritativo liasta la formación de escara córnea, según Taylor.
La muerte es debida casi siempre á una parálisis progresiva de los
centros vitales, provocándola el síncope cardíaco ó la asfixia ó ambos
á la vez. Se desconoce el mecanismo íntimo de las lesiones que engendra.
El diagnóstico es fácil cuando hay el olor á fenol, pudiendo confun-
dirse con la uremia, apoplegía, etc.
Cuatro gramos han bastado en un caso para matar; en otro han sido
precisos 256; la dosis más común es de 16 á 32. Fallece el envenenado en
un plazo que varia entre 1 y más de 24 horas.
El tratamiento es análogo al de una intoxicación por agente cáustico
y corrosivo. Los vomitivos, entre ellos la apomorfina, la bomba esloma-
cal, el aceite común, la leche, los huevos, el bicarbonato sódico, la mag-
nesia, el agua de cal, los estimulantes, los contra-estimulantes, etc. San-
gróse una vez y curó el enfermo. Los alcalinos, y especialmente la cal,
son muy útiles, diciendo Baumann que, si se administra un sulfato alca-
lino, se forma un sulfo-carbonato inofensivo. Gerna confírmala eficacia,
pero no ha podido encontrar el sulfo-carbonato.
Inhalador de Dowmont.- Con la idea de evitar penetren en el orga-
184 LOS MIGRÓFITOS DE Í.A SANGRE.
nismo á través de las puertas del aparato respiratorio los nocivos mi-
crobios, que tanto abundan, se han inventado varios respiradores, entre
los cuales merece citarse el de Dowmont, que es un verdadero inhala-
dor, toda vez que no se limita á tamizar el aire, sino que puede hacer
que este tome las sustancias que convenga para desinfectar (brea, euca-
líptus, etc.)
Consta de una caja cilindrica, llena de un grueso cordón de lana ar-
rollado en espiral, cerrada por la circunferencia y con aberturas en una
y otra base; mediante una medía careta de lienzo flexible, se coloca la caja
ante la boca. La entrada y salida del aire se regula con una válvula, la
cual permite el ingreso del aird inspirado y no que pase por la caja el
expirado.
Oíbalmia de los recien nacidos: profilaxis.— Para prevenirla, Grédé(Ar-
chiv. für Gynadtologiey tomo XVII) emplea en todos los niños, inmediata-
mente después de nacer, una solución de nitrato argéntico (Vio), de la que
deja caer una gota en la cavidad conjuntival. Después aplica sobre los
párpados compresas empapadas en una disolución de ácido salicilico,
renovadas cada 24 horas.
Este sistema preventivo, que usa ó recomienda Grédé, por exagerado
que parezca, os todavía un pigmeo comparado con el de Olshausen, de
Halle (Centralblatl für Gincekologiey 1881). No espera á que salga el feto:
en cuanto aparece la cabeza, antes que se desprendan los hombros,
cuando aun no están los ojos abiertos, los lava con una solución fenicada
(Vioo)) limpiando muy bien los fondos de saco con algodón cardado. Para
Olshausen deben ser un contratiempo los partos que no empiezan por
la cabeza, los que por ligeros no dan espera, etc., etc. ¿A. dónde vamos?
LOS MICROFITOS DE LA SANGRE Y SUS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES,<*>
POR Timoteo Richard Lewis.
El Dr. Klein asegura que el examen microscópico de los líquidos cul-
tivados, ha demostrado que son el sitio de crecimiento y desarrollo de una
clase de Bacteria, que tiene todos
los caracteres del Baccillun subtilis,
Cohn. Los bastoncitos del Baccillus
del cerdo se consideran como más
delgados que los descritos por Cohn
como procedentes de soluciones de
heno, y más delgados también que
los del Baccillus anthracis^el que, al
contrario de este último (según Da-
vaine, Pasten r, Koch y otros), se
Plf. 81. i)«eeiffM««wWa»>ror«»d3 enUsuperflaiedaona miiairo Hnponta nno fia lüc faene Hp
infuion de h«o berrido de«pa«. de u 4 4s hora, mucve Quranie uua QC las lases ae
(Colm).-6TO dtámetroi. SU CXiStOnCia (1).
(1) Las figuras orígtaales se han publicado ea el Journal micro icopique.
LOS MICRÓFiTOS DK LA SANGRE. 185
Hay que tener presente, sin embargo, que el Dr. Ewart ha probado
lue el Baccillua anthracis puede asimismo manifestar movimientos muy
activos. En circunstancias favorables, los basloncitos se prolongan en
forma de filamentos semejantes á los del Leplothrix, como lo verifican,
según ya sabemos, los demás Baccilli. Dentro de estos filamentos, escribe
el Dr. Klein, aparecen esporos muy refringentcs, que quedan libres des-
pués de la desagregación de la matriz de los filamentos originales.
Los esporos, plenamente desarrollados, de nuestro Bdccillus difieren
de los de heno y del carbunclo por ser aquellos más cilindricos y mucho
más reducidos.
Se ha mencionado en una nota que en las figuras insertas en la pri-
mera memoria de Koch, en el Cohn'a Beitráge (1878), los esporos son re-
presentados en varios puntos con una forma más o menos esférica (1),
pero si viéramos las hermosas micro-fotografias de dichos esporos, re-
presentados en la memoria posterior de Koch, nos convenceríamos de
que aquellos son decididamente de una forma oval alargada. Los esporos
del Baccillus del cerdo tienen, según Klein, un diámetro de O"™™- 0005,
mientras que los del carbunclo llegan á 0^^* 0045-0™™-002.
cAl principio, escribe el Dr. Klein, yo daba de los esporos una inter-
pretación falsa, considerándolos como una especie de micrococciy y solo
después de repetidas observaciones pude representarlos en sus diversas
fases de desarrollo. i Desgraciadamente el Dr. Klein no ha detallado en
qué bases se funda este hecho importante y no ha publicado figura al-
guna. Es de suponer que ninguno de los grabados de la lámina ha sido
hecho con el objeto de representar la germinación de un esporo particu-
lar. Como no igr.ora este distinguido observador, no es lo que precede á
la supuesta germinación, ni lo que le sigue, lo que ha sido durante tantos
años la causa del debate relativo al desarrollo de los Schimozycetes, sino
el acto mismo. Ninguna de las figuras presentadas por el Dr. Klein pre-
senta semejanza alguna con la figura de la germinación publicadas por
el Dr. Ewart, en la cual el procedimiento es exactamente dibujado; pero
algunas de ellas se asemejan algo á las del Dr. Koch; por otra parte, el
Dr. Klein, refiriéndose á las conclusiones del observador que primero se
atrevió á afirmar que los corpúsculos del Baccillus anthracis eran esporos,
escribe: «Difiero completamente del Dr. Koch en lo que se refiere al
modo de germinar de los esporos del BaccUlus.-» Los puntos de división
son materia secundaria para la discusión; no es, por lo tanto, necesario
exponerlos en este sitio.
El Dr. Klein termina así su Memoria: «En vista de que el carbunclo,
la pneumo-enteritis y la septicemia específíca tienen una gran afinidad
bajo el punto de vista anatómico, y considerando asimismo que en la fie-
bre esplénica y en la pneumo-enteritis existe una especie definida de
Baccillus (siendo suficiente la diferencia de las especies para dar cuenta
de la diversidad que existe entre las dos enfermedades), podemos admi-
tir con alguna probabilidad que la tercera de dichas enfermedades, la
septicemia, es debida á un Baccilliu. Sin embargo, queda todavía por
demostrar.»
(i; Cohn'i Beitráge, tomo ii, fase. H, lám. xvi, 1877.
i 86 LOS MÍCRÓFITOS DE LA SANGRE
Por esto el Dr. Klein cree que, mientras él ha demostrado satisfacto-
riamente que la causa de la pneurao-enteritis del cerdo es un BaccilluSy
no puede decirse lo mismo de la opinión emitida por Davaine, Pasteur y
otros en favor de una causa idéntica para la septicemia.
VI.
Los organismos veg^etales de la sangre en la flebra recurrente.
Hay otra enfermedad en la que la sangre se halla infecta de organis-
mos vegetales: la flebre recurrente (febris ó typhus recurvens). En este
padecimiento también los organismos pertenecen al grupo más primi-
tivo de los Hongos, los Schizomycetes, es decir, los Hongos que se multi-
plican por excisión, á diferencia de los grupos que se reproducen: 1." por
yemas; G.**, por gérmenes. Los Scliizomycetes, sin embargo, se presen-
tan en esta enfermedad bajo una forma distinta de aquella que existe en
las anteriores. En estas últimas, los organismos apreciables varian de
forma, desde la esférica del fíactenum hasta la del Baccillus, siendo
estala predominante; pero en la fiebre recurrente, el Suhizomycetes es
un Spirillurriy especie de Schizomycetes, que, por lo que yo sé, aún no
ha sido descubierto en ninguna de las afecciones antracoideas, de que
he hablado en las páginas precedentes.
Debemos el descubrimiento de este organismo en la sangre, prim:ro
á Virchow y luego al Dr. Obermeier. Hallólos en la sangre y también en
la boca de las persjnas.que sufren esta fiebre, habiéndolos descrito mi-
nuciosamente en 1873 (1). Parece que este observador lashabia ya visto
en 1868. Descubriólos siempre on la sangre durante el período de la fie-
bre, sin que existieran en el intervalo, observándolos muy raramente
después de la crisis. Obermeier los describe como unos hilos muy finos
de fibrina, iguales en longitud al diámetro de 1 V2 ¿ 6 corpúsculos rojos
de la sangre y dotadog de movimientos de progresión en espiral, que pue-
den continuar de una á ocho horas después de su salida del cuerpo.
Los experimentos de inoculación que llevó á cabo, experimentos que
consistian en la inyección de sangre infecta por los Spirilla de los en-
fermos, en las venas de perros, conejos y conejillos de Indias, quedaron
sin resultado; la inyección sub-cutánea, por medio de una jeringuilla,
de pequeñas cantidades de sangre en el cuerpo do individuos en buen
estado de salud no produjeron efecto alguno. Las observaciones de Ober-
meier, relativas á la existencia de Spirilla de la sangre en esta clase de
fiebre, fueron pronto confirmadas por buen número de observadores;
los resultados negativos, que habia obtenido inoculando distintos indi-
viduos y diversos animales, fueron asimismo obtenidos por los que si-
guieron su ejemplo. Dice, sin embargo, Motschutkowsky que, si bien no
logró éxito alguno inoculando animales, habíalo obtenido inoculando
individuos con la sangre de enfermos atacados de fiebre recurrente,
tuviese ó no Spirilla (2) dicha sangre.
(1) Centralblatt für die medhin. Wisa., núm. 10, Mirzo de 1873 y números si-
guientes del mismo aiío.
(2) Heydenreich. Ú'ber den Paraailen dea RückfallstyphM, pk¿, 38, 1877.
NOTICIAS CIENTÍFICAS, 187
Descubrióse, sin embargo, que, aunque los Spirilla pueden ser gene-
ralmente descubiertos en la fiebre recurrente, habla casos en que ob-
servadores perfectamente competentes no pudieron descubrirlos al prin-
cipio ni al fin de la enfermedad, aún en casos tan serios como aquellos
6.1 que abundaban los Schizomycetes, estando los enfermos vigilados
por los mismos observadores durante el mismo periodo.
Existen algunas diferencias entre los resultados obtenidos pordife«
rentes investigadores, en cuanto á la ausencia de Spirilla durante los
periodos de apirexia, como también en lo que hace á su presencia du«
rante el paroxismo de la fiebre; Birch Hirschfeld las observó, por ejem-
plo, dos dias después de la crisis (1), y Laskouskjr, baftando sus observa-
ciones en 32 casos, opinó que los Schizomycetes aumentaban á medida**
quese elevaba la temperatura (2), mientras que Heydenreich sostieneque
una temperatura alta tiende d destruirlos. Habia observado que no so*
laroente los Spirilla se hallan eo más abundancia en la sangre poco antes
de que la fiebre alcance toda su fuerza, sino que fuera del cuerpo con-
servaban por más tiempo bus movimientos en un recinto calentado
de 18® á Sl^C, que no á temperaturas mayores. Habia podido conser-
var activas en una preparación, durante el período de una semana á
quince dias, Spirilla expuestos á dicha temperatura, mientras que mo-
rian en un periodo de 15 á 21 horas cuando habian sido expuestos al
calor de la sangre (37« 38° C.) A los 40° ó ÁV C, morían en 4 á 12 ho-
ras (3). Todas las tentativas que se lian hecho para su cultivo han fra-
ca'^ado.
(Continuará,)
NOTICIAS científicas.
Eclampsia puerperal: tratamiento. — En un corto artículo sobre
la patología y tratamiento de esta enfermedad, se ocupa Farlanc de las
causas y desenvolvimiento de la misma. Desarrollando sus creencias
acerca de este punto, desecha las afecciones renales como causa, y des-
pués de discutir el asunto muy ligeramente y con no muy sólidos argu-
mentos, busca las indicaciones de la morfina para combatir esla en^
fermcdad, y encuentra: i." que, á consecuencia de que el feto necesita
sangre, existe anemia cerebral; 2.°, que, en virtud de las funciones del
embarazo, el cerebro y los nervios de vitalidad orgánica son excitados
y debilitados, y con este modo de razonar, entiende que, administran-
do morfina, al mismo tiempo que afluirá más sangre al cerebro, calma-
rá su excitación por sus propiedades narcóticas. Y dice: «estoy profun-
damente convencido de que dada con propiedad y á su debido tiempo,
tenemos en nuestras manos un remedio cierto y seguro contra esla
enfermedad». En todos los casos que la ha empleado, en número de cin-
co, ba obtenido éxito satisfactorio. Dice que por el estómago obran los
opiados con demasiada lentitud y por eso recomienda como único me-
(i) SchmiÜ'8 Jahrbücher, CXVI, pég. 211, 1875.
(2) Hydenreich*a RüokfalUtíjphun, pág. 39.
(3^ Loe. cit, pág. 100 y 101 .
183 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
dio eficaz la vía hipoJéimica. Otra condicioa es darla precozmente. Por
fin, emplear la morfina á dosis elevada, sin miedo ninguno, dada la to-
lerancia que existe; administrando en la primera inyección, de medio
á un grano de sulfato de morfina, es muy probable que no haya necesi-
dad de repetirlo (The Canadian journal o f medical science).
Kn el mismo periódico y en un número posterior, se ocupa también
Ferguson del tratamiento de la eclampsia y dice que es preciso tener en
cuenta la patogenia Admite como variedades: 1." la debida d congestio-
nes de los centros nerviosos: sangría y morfina; 2.* la ocasionada por una
toxihemia: diuréticos, purgantes y morfina; 3/ la consecutiva á la ane-
mia: morfina, como base principal, y dic;ital en algunos casos; 4.^ la pro-
vocada por una excesiva ii ritabiiida i del tubo digestivo: vomitivos y
morfina; 5.* la que despiertan los refiejos uterinos exagerados: morfina
como principal agente. Se ve, pues, que en cualquiera patogenia que se
suponga ó admita, la morfina entra en el trabamiento en virtud de sus
efectos narcóticos.
De esta misma enfermedad se ocupa Masini en Lo sperimentale^ y
deduce de su observación las conclusiones siguientes: 1 .Ma patogenia
de la eclampsia es aún oscura, pero la clínica está conforme con la fisio-
logía experimental para demostrar que las alteraciones de esta afección
tienen su asiento en los centros nerviosos y especialmente en la médu-
la oblongada; 2/ la naturaleza de estas alteraciones no es conocida aún;
asimismo ignoramos si son producidas por un agente tóxico ó por una
alteración refieja; 3.* la glucosuria de las eclámpticas puede indicar
una alteración funcional de la médula oblongada, pero no tiene ningún
valor patogénico; 4.*^ la existencia del azúcar parece guardar relación
directa con los accesos eclámpticos, puesto que con estos desaparece la
glucosuria; 5.' la albuminuria y el anasarca no son constantes en las
eclampsias; 6 ^ la temperatura no tiene relación inmediata esencial con
la eclampsia; 7.^ el descenso de la misma no es constante, por lo co*
mun aumenta, pero pocas horas después del acceso vuelve al estado
normal; 8/ la persistencia de una temperatura elevada, indica siempre
una complicación sobrevenida en la eclampsia; 9.' las dos mejores indi-
caciones para combatirla son: rebajar las congestiones pasivas y dis-«
minuir la excitabilidad nerviosa. Para lo primero la sangría y para lo
segundo el cloroformo y el hidrato de doral.
En un artículo sobre la propia enfermedad, publicado en Tfie Lanceta
por Murphy, llega este autor á las conclusiones siguientes respecto del
tratamiento:
Tratatnienlo preventivo en las embarazadas albuminúricas. Dieta lác-
tea, legumbres y pocas carnes. Acido benzoico. Jugo de limón para neu-
tralizar el carbonato de amoniaco. Cuando comienza á enturbiarse la
orina, agua de Yichy ó de Seltz. Pildoras de tanino y de aloes, pudiendo
también ser útiles el cólchico, el percloruro de hierro y la jalapa.
£1 parto prematuro solo está indicado en los casos más graves.
Tratamiento de los ataques. Médico, Sin impedirlos movimientos á la
mujer, evitar su calda de la cama y la mordedura de la lengua.
Cloroformo, inyecciones hipodérmicas de morfina ó enemas de hi-
drato de doral.
La sangría produce solo una mejora pasagera. Las evacuaciones san-
guíneas en la región renal le han dado buenos resultados.
Si todo lo dicho fracasa, recuérdese queLangue, en un caso en que
resultaron inútiles, el parto artificial, la sangría, el hielo, los enemas
de morfina y el cloroformo, practicó la transfusión después de veinte y
dos accesos y la enferma se salvó; se trataba de una secundípara con
dema y albuminuria.
Obstétrico, Si lacibe?a está encajadi, deb3 aplicarse el fórceps en
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 189
interés del niño, y si ]a presión de esta parte del feto se considera causa
de los ataques, debe recurrirse inmediatamente al fórceps ó la versión,
aunque de momento aquellos se exageren.
La concordancia de les autores acerca de la utilidad de los narcóticos
y en especial de la morfina, en la eclampsia, es, pues, general, aun-
que sea exagerado hablar como Farlane tan categóricamente en su fa-
vor.—(Fargas).
Curare artificial.— M. Rabuteau ha presentado á la Sociedad de Bio-
logía una nueva sal blanca, de sabor amargo, soluble en el agua y en el
alcohol y cuyas propiedades físicas, químicas y fisiológicas son del todo
semejantes á las del curare. La composición puede representarse con
la fórmula del ioduro de amonio 5? NI, en laque se ha sustituido el
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nitrógeno por el antimonio y reemplazado el hidrógeno por los radica-
les metílicos y etílicos, resultando ggJV Sbl, que es la fórmula del
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nuevo cuerpo.
Bajo el punto de vista químico, este cuerpo obra como el ioduro de
potasio, adquiere color azul en presencia del almidón, pudiendo tam-
bién, como este último, producir un óxido. Con este curare artificial se
puede repetir el experimento de Cl. Bernard en la rana, destruir la con-
tracción nerviosa, conservando, sin embargo, la contractilidad muscular.
En su acción fisiológica es imposible reconocer la acción propia del
antimonio ó de los preparados antimoniales; no aparecen vómitos en los
animales, el metaloide se ha combinado intimamente con los radicales
alcohólicos, ha perdido por tanto su autonomía, comportándose química
y fisiológicamente como lo baria un cuerpo simple, como por ejemplo
el potasio. — (S. Cardó )
Atmósfera fría y liúmeda. — El Boletín semanal de la estadística
municipal de Londres, llama la atención acerca del gran número de de-
funciones que ocurren en dicha capital cuando la niebla es muy espesa
y el termómetro baja. Aparte de las epidemiaade cólera de 1849, 1854 y
1866, la mortalidad de Londres ha subido en tres ocasiones distintas,
siempre existiendo nieblas y frío: en la semana de 14 á 20 de Diciembre
de 1873, en que hubo una niebla memorable, que mató muchos animales
de la Exposición Islington Cattle, llegando la proporción á 37'5; en la
de 1 á 7 de Febrero de 1880, que alcanzó hasta 46*7; y en la última se-
mana (13 á 19 de Febrero de este año), que fué de 35*3.— Todas
las edades han sufrido, pero menos los niños del primer año y más los
viejos.— Las enfermedades más frecuentes han sido las de los órganos
respiratorios: en las tres semanas anteriores, murieron de estos padeci-
mientos 415,543 y 647, y en la que me ocupa 994 (696 bronquitis, 185
pneiimonias). El carácter letal de la niebla de Londres, se comprueba
teniendo en cuenta que, en las 27 ciudades de la provincia, cuya pobla-
ción total es superior á la de Londres, la proporción no pasó de 23*1 á
25*2, no obstante ser la temperatura casi igual. ^(Rodríguez Méndez.)
Reumatismo articular agudo: tratamiento. — Semmola aconseja, y
yo he podido comprobar alguna vez sus buenos efectos, una fórmula
compuesta de:
Glicerina bi-destilada 30 gramos.
Bromuro potásico 6 »
Bromo 2 gotas.
para fricciones sobre las articulaciones dolorosas.— (Formiguera.)
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192 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Eritema sintomático de los tumores cerebrales. — Un nuevo sín-
toma de los tumores cerebrales ha sido descrito por Ball (L'Eneéphale).
Se trata de un eritema ya pasajero, ya permanente, que se desarrolla
en diversas partes del cuerpo, pero siempre en el lado en que radica la
hemiplegia. Estas añrmaciones están basadas en tres casos clínicos.
El primero se refiere á una mujer afecta de un tumor cerebral, de
origen sifilítico, que presentó varias veces consecutivas los síntomas
de una erisipela del lado derecho de la cara, cuya aparición y desapari-
ción se hacían de una manera brusca. El segundo recae en otra mujer
que, representando todos los síntomas racionales de un tumor cerebral,
se vio afectada gran número de veces de un eritema nudoso en la pierna
y antebrazo derechos. La tercera observación es otro caso de tumor ce-
rebral en el curso del que se desarrolló un eritema compuesto de placas
de color rojo violáceo. El autor cree que en estos casos se trataba de una
parálisis do los nervios vaso-motores.— (Verdós.)
SECCIÓN OFICIAL.
Catedráticos de Medicina de Barcelona.— En virtud de la nueva ley de
presupuestos, se establecen desde principios de este año los siguientes suel-
dos:
Kúmero
del escaUfon. I0MBE19. Patitas.
5 O. Joaquín Cii y Borés. . . . . '. . 10,000
3L > Garlos Siloniz y Ortiz 7,b00
90 » Juan RuU y Xuriach (Decano). . . 6,500
129 » Narciso Carbó Aloy 6,0U0
465 » Juan Giné Partagás 5,000
907 » Rafael Kodriguez Méndez 5,000
238 » Bartolomé Robert Yarzabal. . . . 4,000
241 » Ignacio Valentí Vivó 4,000
250 I Antonio Morales Pérez : 4,000
282 > Kamon Coll y Pujol (Secretario). . 3,500
312 » Mariano BatUcs Beltran 3,500
322 » Joaquín Bonet Amigó 3 5IK)
34 f: I Nicolás Homs Pascuets 3,500
35S » Jaime Hamon Coll Domenech. . . 3,500
Cátedra vacante. — Real orden de 23 de Febrero, mandando se provea por
oposición la cátedra de Patología general vacante en la Facultad de Barcelona.
Gaceta del 7 de Marzo.
Cólera-morbo.— Orden declarando sucias las procedencias de Bombay (In-
dia inglesa) á partir del 6 de Febrero. — Id. del 9 id.
Sanidad marítima.— R^al orden de 10 de Marzo, aumentando en 240 pe e-
tas anuales la cantidad consignada para material de las Direcciones de 4/
clase.— id. del 17 de id.
Provisión de Cátedras. — Reales decretos de 17 de Marzo, disponiendo en
uno de ellos el modo de ingresar en el Profesorado á los opositores que fue-
ron postergados, yen lo en lugir preferente de la terna, y el otro aboliendo las
ternas y estableciendo la propuesta unipersonal. — Id, del 18 id.
Exposición nacional. — Real orden de 17 de Marzo para celebrar una E!C-
posicíon nacional de minería y aguas minerales. — Id, del 18 id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Ateneo Barcelonés. — Discurso inaugural, por D. Bartolomé Rober
De la aplicación de la Higiene en las clases populares.- Por D. José Ramón
de Torres y Martínez,— Sevilla, 1881.
Tendencias, unidad y porvenir de la Medicina y de la Terapóutica.—
Discurso inaugural en la Academia Medico -fannaocutica, por D. Estanislao Andreu
Serra.— Barcelona, 1882.
Acta de la sssioa inaugural de la Academia Médico-farmacéutica de Barcelona.
Dictante a emitido por la comisión nombrada por iicha Academia con motivo
de la epidemia de barampion que sufre Barcelona.— 1882.
Periódicos: knalea de Cirugía, Madrid.
^«ic V)
Tomo n. Htun. ?. 15 ibrU de 1882. Ano 11. Núm. 3Í
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: Gomen tartos clínicos. Reflejos patológicos, por D. Pedro TerdóB.~CllnÍca oftal-
mológica, del Br. S. Barraquer.— Obserraciones recogidas por el Ayadante, B. Jíosé
Preaafl.— •Anatomía de los centros cerviosos (continuación), por B. M. Farsas Boea.—
Contribncion al estudio del ácido salicllico y sus compuestos, en particular del salícilato só-
dico en el tratamiento del reamatismo (continuación), por B.BI. E.Moréy Bar^U.— Revis-
ta de medicina, por el Br. Bosaliao BoTira y Oliver.— Revista de siflliografia, por el
Br. B. Alejandro Planellaa.— Los micrófltos de la sangre y sus relaciones con las enfer-
medades (continuación), por el Br. T. Bichard IieiVM.— NOTICIAS CIENTÍFICAS: Erup-
ciones cutáneas producidas por algunos medicsmentos.— Sífilis: tratamiento por las inyec-
ciones subcutáneas de peptona mercurico-amónica. — Herencia morbosa.— Apomorfina: ac-
ción expectorante. — Seeeion ofieial: Cátedras vacantes.— Aguas minero-medicinales españo-
las. Cólera morbo*— /{emtlidos: Repaso de histología.— Del empteo del hierro en la estación
de la primavera.
COMENTARIOS CLÍNICOS.
S.SV^XiBJ'OS p^a7ozj<3ozoos,
POR D. Pedro Verdós.
Neuropatías dependientes de trastornos gastro-intestinales.
El estado actual de la ciencia obliga todavía á prescindir de la noción
anatomo-físiológica de la enfermedad en la resolución de gran número
de problemas clínicos. Y si bien no me cuento yo entre los que, como
Perls, juzgan que el médico puede muchas veces hacer abstracción del
trastorno material para el deslinde de muchas cuestiones prácticas; no
puedo dejar de reconocer que el período histórico contemporáneo está
aun bajo el peso del más abominable empirismo. Mi anterior artículo
sobre el estudio de los fenómenos reflejos de naturaleza patológica ten-
día á esclarecer alguno de los importantes puntos de su fisiología, que
es la base más firme para llegar al racionalismo médico. Hoy me pro-
pongo ocuparme de un orden de fenómenos acerca de los que todavía no
se ha legislado; hechos cuya génesis intima ha quedado hasta ahora ocul-
ta á las investigaciones más sagaces, y sobre los que la clínica clama á
voz en grito para que se señale su derrotero, en el que naufragan y se
estrellan aun aquellos que van armados de la potente brújula del talen-
to. En esta atención debo desde luego desistir de presentar el problema
tal como lo exigirla el racionalismo imperante y veréme obligado, bien
á pesar mió, á ceñirme al relato de algunos casos clínicos que yo califi-
co de interesantes.
Desde que Trousseau ha dado á conocer en su obra monumental (CIU
nica médica del HoteUDieu) el vértigo por dependencia gástrica-* vértigo
á estomacho loeso^^los casos de alteraciones nerviosas subordinadas á
trastornos de. las vías digestivas se han multiplicado hasta la saciedadé
Y no es que se trate ya de excitaciones patológicas que retumbando en
194 REFLEJOS PATOLÓGICOS.
los centros de la inervación despierten fenómenos relacionados con el
funcionalismo higido del cerebro, de la médula y del simpático, sino que
se trata de verdaderas alteraciones tróficas de distintos órganos, que se
han visto aparecer durante el curso de algunas afecciones de las vías
digestivas. El estudio de las trofo-neurósis reflejas forma hoy dia una
rama importantísima de la neuropatología, porque llevados estos pro-
blemas al terreno de la práctica constituye una dificultad á veces insu-
perable el hallazgo del foco de donde arranca la excitación que da lugar
al acto reflejo.
Si yo aspirara á presentar un cuadro completo de todas las neuropa-
tías dependientes de trastornos del tubo digestivo, podria ofrecer á la
consideración de mis colegas algunas historias clínicas verdaderamente
importantes, que pondrían de manifiesto cómo las funciones cefálicas lle-
gan á alterarse por el influjo de órganos muy distantes. Pero como esto
no constituye la parte principal del punto que me propuse desarrollar,
deberé tratar de él muy someramente y á guisa de cuestión incidental,
para fijarme predilectamente en el estudio de aquellos actos reflejos que
dan por resultado alteraciones que á primera vista no parecen interve-
nidas por la acción de los nervios.
Poco necesito esforzarme para dejar demostrada la influencia que las
alteraciones del tubo gastro-intestinal ejercen en la producción de tras-
tornos reflejos dependientes del cerebro y de la médula: la observación
clínica de todos los tiempos se ha encargado de evidenciarla, y yo no po-
dré hacer aquí otra cosa que corroborar estas aseveraciones prácticas
con datos de mi propia experiencia. Han pasado ya á adquirir el carác-
ter vulgar, á puro hecho de repetirse, las irradiaciones reflejas que apa-
recen en el curso de la dispepsia y, lo que es más todavía, se presenta
una variedad tal en este orden de alteraciones neurósicas, que se han es-
tablecido diferentes formas de esta enfermedad, señalándolas en los cua-
dros nosológicos con los nombres de dispepsia paraliticay convulsiva,
vertiginosa, etc. Yo no tengo reparo alguno en asegurar que estas deno-
minaciones y estas especies morbosas están destinadas á desaparecer de
nuestros clásicos; porque á medida que se observen nuevos reflejos
patológicos de origen gastro-intestinal, y estos se 'observarán forzosa-
mente á la vuelta de* más ó menos tiempo, á medida que estas adquisi-
ciones se vayan haciendo deberian establecerse tantas formas de dispep-
sia cuantos fueren los actos reflejos observados, y se comprende fácil-
mente que por este camino llegaríamos muy pronto al absurdo. Yo creo,
y no temo ver fallidas mis esperanzas, que cuando la observación sobre
este particular se haya ampliado todavía más deberán comprenderse
bajo un solo nombre y como formando una especie morbosa distinta, to-
das las irradiaciones reflejas que aparecen en el curso de la dispepsia.
¿Quién sabe si el porvenir llegará á designar este conjunto de fenómenos
clínicos con el nombre de dispepsia mRADiATivA, para distinguirla de la
dispepsia neurósica que debe ser la que está sostenida por alguna altera-
ción primitiva del sistema inervador?
Pero dejemos estas consideraciones de orden puramente especulativo
y atengámonos á lo que la práctica revela con respecto al estudio de esta
clase de fenómenos. He visto, hace algunos meses, un caso de apoplegia
HEPLEJOS PATOLÓGICOS. 195
determinado por simple acción refleja. El hecho recayó en una señora
de 50 años de edad, de temperamento linfático-nervioso y de buena cons-
titución. Sin que jamás hubiese experimentado molestia alguna en sus
digestiones y sin ofrecer antecedentes que referir á la afección que des-
cribo, cayóse cierto dia al suelo en verdadero estado apopléctico: ]as
facultades intelectuales estaban, en este instante, abolidas; la resolución
muscular era completa y la sensibilidad se habia en un todo extinguido;
el ritmo respiratorio y los movimientos del músculo cardiaco se sucedían
con una pausa sorprendente. La circunstancia de que este conjunto de
fenómenos se desarrollara pocos momentos después que la paciente hu-
biese comido me hizo sospechar la existencia de alguna relación directa
entre el estado apopléctico y algún trastorno que radicara en el estó-
mago; y muy pronto pude ver conGrmadas estas suposiciones por cuanto
después de desocupar la cavidad gástrica, á beneflcio de la acción del
tártaro emético, vi alejarse con gran prisa todos los fenómenos que cons-
tituyen el patrimonio de la apoplejía. ¿Quiere darse un enlace más Inti «
mo entre las encefalopatías y los trastornos gástricos, que el que se
deduce de la historia clínica que acabo de apuntar? Pero si este solo
hecho no fuere suficiente para establecer criterio, me seria fácil detallar
algunos casos de vértigo dependiente de padecimientos del estómago, que
vendrían á dejar demostrada la posibilidad y la frecuencia con que se
desarrollan los actos reflejos cerebro-medulares bajo el influjo de tras-
tornos gastro-intestinales. Me creo dispensado de insertar una palabra
más sobre este punto que no constituye la parte principal de mi tesis,
porque tratándose de hechos que hoy dia están demostrados hasta la
evidencia el insistir con impertinente empeño en su demostración seria
motivo suficiente para dispertar la duda.
Hay otro orden de fenómenos reflejos cuya génesis, á primera vista,
cuesta trabajo convencerse de que venga intervenida por la acción del
sistema nervioso; y el médico que no esté convenientemente prevenido
deberá por fuerza extraviarse en sus escursiones clínicas. El corazón, l03
pulmones, el globo del ojo, la piel, los músculos, etc., pueden experi-
mentar alteraciones orgánicas y funcionales por simples trastornos del
tubo digestivo y cuando se trata de indagar los lazos de unión que exis-
ten entre estos y aquellas se vé, después del más concienzudo examen,
que solo por la intervención de los conductores nerviosos puede com-
prenderse la concomitancia de ambos procesos. Antes de aventurar jui-
cio alguno sobre el mecanismo de producción de estos fenómenos y sobre
la manera de curarlos, interésanos proceder á su descripción, siquiera
sea de una manera sumaria.
Hace muy poco tiempo (Setiembre de 1881) que se ha llamado la
atención por primera vez acerca de algunas alteraciones orgánicas del
globo del ojo que aparecen en el curso de la entero-colitis aguda y de la
diarrea idiopática de la primera infancia {Crónica oftalmológica). Los
trastornos oculares que en estas circunstancias han podido observarse
son: la hiperemia conjuntival, la conjuntivitis simple y la necrosis de la
córnea. El Dr. Guijo, autor de estas observaciones, no sabe darse cuenta
de ellas; manifiesta que ve una relación directa entre el trastorno ocular
y el intestinal, pero que desconoce cual es; asegura ser indudable que la
i96 REFLEJOS PATOLÓGICOS.
génesis de la conjuntivitis arranca de una causa interna, y añade, que
acaso con observaciones sucesivas se podrá resolver la cuestión. Ahora
bien, yo me pregunto y pregunto á aquellos cuya dilatada práctica les da
derecho á dirimir dudas, ¿puede aceptarse en clínica severa que estos
casos de hiperemia conjuntival y de conjuntivitis sean hijos ya de una
constelación especial, ya de alguna discrasia, ya de un estado adiná-
mico, etc., cuando el observador que los vio afirma que nada concurría
en los sugetos que fuera suficiente á explicar tales fenómenos? Si la afec-
ción ocular se desarrolló al calor de la entero-colitis y si ningún medi-
camento fué capaz de vencer aquel trastorno que solo se apagó á medida
que el proceso intestinal cedia, yo no sé calificar el hecho de otra cosa
que de una Irofo-neurosis refleja. Yo no he pretendido más, al insistir
sobre este particular, que llamar la atención de los médicos acerca de
un punto notable de la historia de las trofo-neurosis, y como me complaz-
co en el adelantamiento de la ciencia y, por otra parte, mi voz carece
de valía, quisiera que la tesis que he venido sosteniendo fuera probada
por otros antes que yo la enunciara, porque de esta suerte adquiriría la
autoridad que le falta con haber salido de mis labios.
No necesito explicar tan detenidamente, porque se trata de hechos ya
más conocidos, la variedad de trastornos materiales que aparecen en el
aparato pulmonar durante el curso de la.s enfermedades de las vías di-
gestivas. Peter ha visto desarrollarse la congestión activa del pulmón á
consecuencia del cáncer del estómago, y explica este fenómeno por una
acción refleja intervenida por el nervio pneumo-gástrico, y creo que na-
die llegará á dudar de estas observaciones que, con ser de Peter, van
suficientemente garantidas, ya que se trata, á mi entender, de uno de
los primeros clínicos de Europa. Pero yo no pretendo imponer ideas á
nadie, y por si alguien se obstinara en admitirlos conceptos vertidos por
el gran clínico de Francia, me siento obligado á apuntar datos de otro
orden que vengan en apoyo de mis creencias. Hoy dia no es ya una ra-
reza ver hemorragias bronco-pulraonares hijas del zooparasitismo intes-
tinal, y la aparición de este flujo sanguíneo no cabe ser interpretada de
otra manera que por una alteración refleja de los nervios vaso-motores.
Pero hay más todavía; se citan algunos casos de supuración pulmonar,
diagnosticados de tisis por clínicos eminentísimos, que han visto curarse
rápidamente después de la eliminación de una larga tenia que anidada
enelinteiior del tubo digestivo. ¿Quién, que se precie de imparcial,
podrá negar que tales casos entren de lleno en el estudio de las trofo-
neurosis reflejas?
Otro de los órganos que suelen hacercc partícipes de los males del
estómago, es el corazón. La híperquinesia cardíaca se presenta con harta
frecuencia en el curso de la dispepsia. Podría citar algunas historias clí-
nicas en apoyo de este aserto, pero quiero limitarme á la narración de
un caso que considero elocuente por más de un concepto. Se trata de un
joven alférez de esta plaza, que por un cargo especial que desempeña, y
por dedicarse, al propio tiempo, á los estudios de Justiniano lleva una
vida en extremo sedentaria. Su carácter retraído y tímido sirve de ga-
rantía para desechar cierto orden de causas, dignas siempre de invocarse
cuando se trata de individuos de la edad y condiciones del de la presente
REFLEJOS PATOLÓGICOS. 197
observación. Este joven aquejó por espacio de más de un año palpitación
nes cardíacas de accesos frecuentes y de intensidad tal que llegaron á
poner en verdadero peligro su vida. Durante este espacio de tiempo las
medicaciones que se emplearon fueron varias y todas ellas impotentes
para dominar el mal. Confieso que el juicio clínico que en un principio
yo estableciera resultó erróneo; pero no debo considerarlo tan fuera de
lugar por cuanto habiendo el individuo recorrido el bufete de varios afa-
mados prácticos de esta capital todos los medicamentos que se le indi-
caron tenian iguales miras que el plan predilecto que yo le habia tra-
zado. La inutilidad de las medicaciones empleadas se acompañaba de un
incremento notable en los accesos, y asi fué que el espasmo cardiaco al-
canzó tal intensidad, que algunas veces se desarrollaron síntomas tan
alarmantes (lipotimias, perfrigeracion cutánea, sudores profusos, etcé-
tera) que hicieron temer fundadamente una parálisis del corazón. La
persistencia del mal me indujo á sospechar el carácter de estas palpita-
ciones y puse entonces el individuo al uso de medicamentos que apaga-
ran la exitabilidad refteja; con lo cual conseguí un descenso notable en
el número é intensidad de los accesos. £n este momento fué cuando se
destacó en el cuadro cierta dificultad en las digestiones que daba exacta
cuenta del trastorno cardíaco, y dirigiendo el tratamiento á regularizar
oí poder digestivo, el mal quedó pronto dominado. Hay en este caso de
notable el fenómeno déla excitabilidad cardiaca como síntoma exclusivo
de la dispepsia, sin que la más ligera incomodidad gástrica acusara el
origen del mal. Y debo hacer constar que más de una vez interrogué al
enfermo acerca de este particular sin que nunca pudiera deducir dato
alguno positivo de este interrogatorio. Hay que deducir de aquí, por
tanto, que los trastornos del estómago son susceptibles de revelarse úmOL"
MENTE por síntomas cardiacos. Guando esto queda sentado, las dificulta-
des con que han de tropezarse al establecer un diagnóstico son tan evi-
dentes que no necesitan ser consignadas. Insistiré luego sobre este caso
por las útiles enseñanzas que se desprenden del tratamiento empleado.
Para terminar la larga lista de actos reflejos de origen gastro-intesti-
nal réstame apuntar algunos datos referentes á trastornos déla sensibi-
lidad y del movimiento capaces de aparecer en el curso de las enferme-
dades de aquel aparato. Leven ha sido el primero en señalar los tras-
tornos de la sensibilidad y motilidad que suelen presentarse en la
dispepsia. Estas alteraciones que comunmente revisten el carácter
hiperestésico radican, en la mayoría de casos, en el lado izquierdo del
cuerpo. No debo insistir más sobre este punto, porque cuanto dijera seria
la repetición de ideas vertidas en una nota que publiqué en este mismo
periódico á principios del año anterior. Me remito á lo entonces manifes-
tado como datos para la demostración del problema que estudio.
Las cuestiones que se desprenden del cuadro que acabo de abocetar
son principalmente dos: una de orden puramente especulativo; otra de
carácter eminentemente práctico. La primera hace referencia al modo
cómo se desarrollan los fenómenos reflejos de origen gastrointostinal.
No pienso ocuparme de ella en este instante, porque como quiera que
los actos reflejos de naturaleza patológica tienen una génesis común, sea
cual fuere el órgano de donde broten, debería repetir los conceptos en
198 DE LAS ALTERAaONES DE LA CÓRNEA.
cada uno de los artículos que me propongo publicar, y asi reservo para
el final tratar estas cuestiones de conjunto.
Debo ceñirme exclusivamente en este instante á la cuestión práctica
que es la que se refiere á la terapéutica de estos procesos. Es indudable
que la separación del foco productor del acto reflejo constituye la idea
fundamental á que debe aferrarse el clinico, y es indudable también que
las alteraciones orgánicas de origen reflejo solo pueden corregirse com -
batiendo la causa productora: véase lo que sucede en los casos de hemor-
ragias bronco -pulmonares sostenidos por trastornos de las vías digesti-
vas que únicamente cesan cuando'se ha extinguido el foco generador.
Pero, si los trastornos materiales no caben ser tratados de otra manera,
en cambio las alteraciones funcionales de origen reflejo se prestan á
mayor número de ensayos terapéuticos. Existe un grupo de medicamen-
tos que se caracterizan por la facultad de embotar el poder reflejo, y
estos agentes deberán utilizarse siempre que se presenten fenómenos
bastante intensos para comprometer la vida de los pacientes y que la
enfermedad que los determina sea de larga curación. En el caso que
dejo narrado del joven alférez afectado de palpitaciones cardíacas, esta
indicación se presentaba con todo su esplendor; existian síntomas alar-
mantes, verdaderamente temibles, sostenidos por un trastorno gástrico
no vencible en breves instantes, y en estas condiciones, ¿qué recurso le
quedaba al terapeuta? Solo la medicación sintomática debia ponerse en
juego, y esta se empleó y obedeció á mis esperanzas. Escuso mentar aquí
cuáles son los medicamentos que cumplen estas indicaciones porque son
bien conocidos de todo el mundo; pero me atrevo recomendar la cicuta y
sus preparados como uno de los mejores que pueden emplearse.
clínica oftalmológica del dr. j. barraqüer.
Observaciones recogidas por el Ayudante
D. José Presas.
Tratamiento preventivo de las alteraciones de la córnea en la oftalmía
blenorrágica.
Ramón París, de 21 años de edad, impresor, sufría una blenorragia
uretral desde últimos de Enero, y consultó por una conjuntivitis puru-
lenta muy aguda del ojo izquierdo, el'dia 13 de Febrero. — Se siguió el
tratamiento por medio de las sanguijuelas, calomelanos al interior, cau-
terizaciones de nitrato de plata al cinco por ciento, pulverizaciones de
ácido fónico al uno por ciento, sin que se evitase la formación de un
grande absceso, que ocasionó la pérdida de la mayor parte de la córnea.
£1 dia 16 se desarrolló, en el ojo izquierdo, la oftalmía con la misma
intensidad y violencia que en el derecho.— El enfermo no había querido
usar el vendaje oclusivo.— La conjuntivitis se desarrollaba con mucha
intensidad, pues habia adquirido grandes proporciones en el intermedio
de una á otra de las dos visitas diarias. — Temiendo un resultado tan des-
agradable como en el ojo izquierdo, el Dr. Barraqüer excindió la conjun-
tiva al rededor de la córnea, en la extensión dé un centímetro, con la
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NEaViOSOS. 109
idea de confinar la inflamación en la mucosa que cubre los párpados y
en los fondos de saco de la conjuntiva el mismo dia, cloroformizando
previamente al enfermo.
La oftalmía purulenta se desarrolló con igual intensidad que en el
otro lado segregando grandes cantidades de pus; la pérdida de sustancia
se cubrió con un exudado blanco como diftérico y la córnea conservó su
transparencia durante todo el curso déla oftalmía. — El tratamiento em-
pleado fué el mismo que en el otro lado, exceptuando las pulverizaciones
con el ácido fénico, siendo sustituidas por lavatorios con agua bórica al
cuatro por ciento; dióse de alta al enfermo el dia 7 de Marzo, teniendo
la herida del todo cicatrizada. — Esta operación obra estableciendo una
interrupción de continuidad entre el epitelio y los vasos linfáticos de la
conjuntiva y de la córnea, imposibilitando de este modo la propagación
del proceso supurativo á dicha membrana.
Cuerpo extraño alojado en la órbita.
El Dr. Barraquer extrajo el dia 48 de Marzo, en un hombre de 35 años,
una astilla aplanada, de dos milímetros de grueso, dos centímetros de
largo por ocho milímetros de ancho, que hacia diez años habia sido im-
plantada violentamente, durante el trabajo de carpintero, entre el globo
ocular y la pared inferior de la órbita por el fondo de saco conjuntival.—
El enfermo creía que en aquella ocasión se le habia extraído el cuerpo
extraño en totalidad y consultaba solamente por una hiperemia conjun-
tival de dicho ojo. -El fondo de saco conjuntival inferior estaba depri-
mido en su centro y adherido al reborde orbitario; con un estilete podía
tocarse, en el centro de la depresión, la punta del cuerpo extraño que
asomaba en el fondo de saco conjuntival.— Haciendo una pequeña inci-
sión en dicho fondo de saco, se pudo extraer el cuerpo extraño que no ha-
bia dado ninguna manifestación desde la época en que ocurrió el acci-
dente.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS, (*>
POR Don Miguel A. Faro as Roca.
C. EXTRUCTÜR/l DE LA CORTEZA CEREBRAL.
Si se practica un corte en una circunvolución perpendicularmente á
su eje longitudinal, se observa que su núcleo está formado de sustancia
blanca, continuación de la del hemisferio, rodeado pqr una cubierta de
sustancia gris, cuyo espesor varia según los sitios, pero que por término
medio y de una manera bastante general tiene siete milímetros. Esta
cubierta es continua en toda la superflcie de los hemisferios y lo mismo
desciende al fondo de la más profunda cisura que se eleva a la cúspide
de la más elevada circunvolución, constituyendo así la verdadera cor-
teza cerebral.
Esta corteza tiene altísima importancia en físiología y en patología.
(i) ContiauacioQ.— Véanse los números 25, 26, 27, 28, 29 y 30.
200 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
á pesar de lo cual, su extructura ha sido durante mucho tiempo un mis-
terio y continua siéndolo en parle. De poca aplicación y utilidad son los
estudios de Baillarger y muchos otros parecidos, al encontrar, en cortes
transparentes de la capa gris, diver-
sas zonas decoloración distinta. Es-
to, aparte de que puede depender de
la mayor ó menor imbibición de los
tejidos, según el grado de descom-
posición, no nos dá ninguna indica-
ción precisa acerca de los elementos
y de la situación de los mismos eu
ella contenidos.
Los estudios de Clarke, evan-
Lewis, Gerlach, Betz, Kóllike , Ro-
bín, Luys, Meynert, etc., etc., han
llegado á determinar con bastante
precisión la textura de la sustancia
gris de las circunvoluciones y han
dado algunos detalles con notable
exactitud. Existe una concordancia
casi completa entre los estudios con-
temporáneos, aceptando la mayoria
de autores como bueno y esactc el ti-
po de la estructura general de las
circunvoluciones, descrito por Mey-
nert.
Describe Meynert, como tipo co-
mún de extructura, cin<:o capas en la
sustancia gris de la corteza cerebral,
fundándose en la disposición de los
clemeotos anatómicos (íig, 33),
Primera capa. —Tiene 25 centési-
moj! de milímetro de espesor, y sien-
do la más superñcial de todas, está
formada esencialmente por la neuro-
glia. No existe acuerdo aún sobre la
naturaleza de esta neuroglia: quién
la de-icribe como un tejido reticula-
do, quién cree que una sustancia
funda meo tal, salpicada de (;ranula-
clones, constituye su esencia; actual-
me:ite están muy en boga las ideas
de Boíl sobre una sustancia funda-
mental, en la cual están repartidas
moléculas más oscuras, presentan-
Fis.33.-E«r„aura Je 1. «,...« ^ , 3, escarcha; pero es
cerebral (tesuii Mciíneil)- . .l, . j- j n -.- >
imposible decidir aennitivamenle si
este modo de confMTBaoiou es normal ó producto de la muerte de los te -
jidos. "
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 201
En la neuroglia, y por lo tanto en la primera capa de la corteza ce-
rebral, existen elementos figurados en forma de núcleos por un lado y
de células por otro.
Losnócleos, llamados por Robín mielocilos, existen en gran cantidad
y son en apariencia completamente libres, presentando un volumen de
9 á 11 m. m. Los bordes están perfectamente destacados y en su inte-
rior se observan con frecuencia dos ó tres pequeñísimas nucleolas: mu-
chos autores creen que están provistos de membrana de cubierta. Dei-
ters, Boíl y otros, los consideran como células embrionarias, y Meynert
describe lastransformaciones|patológicas que sufren y que se observan
fácilmente en los casos de parálisis general: se hinchan y adquieren pro-
longaciones ramificadas ofreciendo una forma estrellada, siempre que el
tejido está sobrecargado de suero intersticial.
Las células de la neuroglia, que algunos autores conocen con el nom-
bre de células de Deiters, no parecen tener verdadero cuerpo, dada su
pequenez y su forma especial. Existen en todas las regiones por donde
se extiende la neuroglia, pero principalmente al rededor de los vasos y
en la capa de la corteza de que me ocupo. Presentan numerosas prolon-
gaciones, largas, finas, rectilíneas é indivisas, lo cual hace que estas
células parezcan más bien núcleos situados en la confluencia de las
prolongacíoues.
Algunos autores han dejado escapar la hipótesis de si este tejido es-
pecial de la neuroglia, tendría á su cargo el desempeño de las funciones
psíquicas, pero queda esto fuera de discusión con haber demostrado Mey-
nert que la capa externa de la corteza cerebral es mucho más gruesa en
ciertos animales que en el hombre, y casi existe uniformidad entre los
autores, para considerar ala neuroglia como una dependencia del teji-
do conjuntivo, que sirve al sistema nervioso de armazón y de sosten.
Además de la neuroglia, existen en la primera capa ciertos elemen-
tos nerviosos, si bien en escaso número. Alguna célula ganglionar, de
forma casi siempre piramidal, de 9 á 10 m. m. y con distintas prolon-
gaciones; tocando á la superficie misma de esta capa, hay una red de
finísimas fibras nerviosas, y en todo el espesor de la misma un entrete-
jido de fibrillas nerviosas, cuyas conexiones son desconocidas, pero que
probablemente guardan relación con las ramificaciones de lascélulas.
Aunque la neuroglia constituya la mayor parte de esta primera ca-
pa, existe también en lo restante de la corteza cerebral, si bien no tan
abundante, y hasta se extiende por el espesor de la sustancia blanca
después de sufrir algunas modificaciones.
Segunda capa (fig. 33, 2). Situada inmediatamente por debajo de la
precedente, ofrece un grosor de 25 centesimos de milímetro y aunque
tiene neuroglia, esta se hace invisible ante el gran número de células gan-
glionares, multipolares, que la constituyen. Estas células ofrecen casi to-
das la forma piramidal con el vértice dirigido comunmente á la superfi-
cie y tienen un volumen de 10 m. m. Están muy apretadas y reciben el
nombre de pequeñas células pirsunidales 6 pequeñas pirámides.
Tercera capa (fig. 33, 3). Constituida, como la anterior, por células
ganglionares piramidales, tiene un grosor por lo menos tres veces mayor
que aquella. En esta capa las células piramidales son mucho más claras.
202
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
aunque su forma y su posición son análogas á las de la anterior, su vo-
lumen es mucho más grande y va aumentando hacia las partes profun-
das de dicha capa, pudiendo variar entre 25 á 45m. m.; por eso se las
conoce con el nombre de grandes células piramidales, grandes pirámi-
des ó pirámides gigantes, según Charcot.
Los elementos constitutivos de la segunda y tercera capa, son, por
consiguiente, los mismos en cuanto á su naturaleza, pero varian por su
agrupación y volumen, lo cual hace
diferenciar estas dos regiones. La ex-
tructura de las grandes y pequeñas
células piramidales es idéntica.
Las células nerviosas de la cubierta
gris fueron indicadas por primera vez
por Malpígio en d687, quien, al decir
que estaban en la corteza hemisférica
como incrustadas en una sustancia
fundamental, del mismo modo que los
granos de una granada en la sustan-
cia blanca fibrosa que los rodea, dio
una idea exactísima de su disposición,
á juzgar por lo que hoy se cree sobre
este punto.
En efecto, las células piramidades
de la segunda y tercera capa están
contenidas, al igual de todas sus pro-
longaciones, en los huecos formados
por la neuroglia.
La célula nerviosa de la corteza
tiene, como antes he dicho, la figura
piramidal con el vértice dirigido hacia
la superficie. De las dimensiones an-
tes citadas según la capa que se estu-
die, están constituidas por una masa
deprotoplasmacon granulaciones pig-
mentarias, más ó menos numerosas
según las células, y presentando una
extructura fíbrilar en sentido longi-
tudinal según unos ó circular según
otros, resultando en fin de cuentas, la
falta de uniformidad en el mismo y la
existencia en todo caso de estilacio-
nes que le comunican un aspecto areolar (fig. 34).
Hacia el centro de esta masa protoplasmática se observa el núcleo
bien visible y manifiesto, lo mismo que su nucleola ó nucleolas, por más
que Luys, fundado en estudios de micrografía, pretende negar esta últi-
ma; núcleo que, según algunos autores, seria originado por una conden-
sación del protoplasma y al cual irían á terminar las fibrillas del cuerpo
de la célula y hasta las prolongaciones de la misma.
La inmensa mayoría de autores, y esta parece la opinión más fun-
Fig;. 34.-Grande célula pirami-
dal (según CharcotJ, — a, cuerpo;
b, prolongación basilar.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
203
dada, cree que la célula nerviosa no tiene cubierta, por más que Wal-
ther, Mauthner, Reissner, etc., opinen que existe, y Roudanowsky llegue
á suponer que se encuentra envuelta en una membrana análoga á la
mielina.
De la periferia de cada célula nerviosa nacen prolongaciones distin-
tas, pero, aunque otra cosa se haya dicho, no establecen ninguna anas-
tomosis directa entre célula y célula; tienen todas ellas una extructura
decididamente fíbrilar, cuyas fibrillas, al penetrar en el interior de la
célula, se confunden con la red propia de la misma.
Se ve salir una prolongación del vértice de la célula y varias al rede-
dor de la base; todas estas prolongaciones se van dividiendo y dicomati-
zando por la separación de sus fibrillas, hasta perderse en una finísima
red de fibrillas nerviosas, demostrada por las investigaciones de Gerlach
y de Boíl, que pone en comunicación unas células con otras. Dar más
detalles sobre estas anastomosis, y decir como Luys, Butzke, etc., que
las prolongaciones del vértice ponen en comunicación las células de la
tercera capa con las de la segunda y á éstas con la red nerviosa termi-
nal, que existe en la primera, es aventurarse á consignar hechos, que
faltos de la comprobación experimental, no solo pueden ser inútiles sino
perjudiciales.
De la base de cada célula se ve partir una prolongación, que si bien
tiene como las anteriores una estructura fibrilar, es indivisa y se llama
prolongación cenlral ó basilar, siendo análoga
á las prolongaciones que, en las células de los
cuernos anteriores de la médula (fig. 35) se co-
nocen con el nombre de prolongaciones de Dei-
ters. Parece.demostrado que cada prolongación
basilar se continúa directamente con una fibra
procedente de la cápsula interna, las cuales
entran en pequeños grupos en el espesor de la
corteza cerebral, poniéndose de este modo en
comunicación directa con las células pirami-
dales.
Cuarta capa. Tiene un espesor de 25 cen-
tesimos de milímetro y está también formada
de células, pero muy distintas de las anterio-
res. Con un diámetro de 8 á 10 m. m., son ge-
neralmente redondeadas y muy raras veces
triangulares, tienen un núcleo y existen en
gran número; no ha podido demostrarse aun
si tienen extructura fibrilar, pero si, aunque
muy difícilmente, se han encontrado prolon-
gaciones que se dividen en fibrillas más finas,
lo mismo que las de las células piramidales. Queda aun por compro-
bar, si es que exista la conexión de estas células con las fibras de la
corona radiante, aunque en teoría parece lógica su existencia. Tienen
estas células grande analogía con las células sensitivas de la protube-
rancia.
Por mas que forman una capa aparte, existen algunas, en muy pe«
Fig. 35. -Célula multlpo-
lar de la médula {según
Wundt).
204 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
queño número, intercaladas con las piramidales de la tercera y se-
gunda.
Quinta capa» La más profunda de todas, tiene un espesor de 50 cen-
tesimos de milímetro y está formada esencialmente por células fusifor*
mes de 30 m. m. de largo, colocadas longitudinalmente, ofreciendo
una prolongación en cada extremo y, según Meynert, prolongaciones
laterales; en el vértice de las circunvoluciones, guardan una posición
vertjcal, lo cual hace suponer fundadamente á Meynert, que estas célu-
las están anexas á las fibras de asociación, opinión que no sale del ter-
reno de las suposiciones.
Fundados en la extructura de los diversos elementos, muchísimos
autores admiten con Meynert, que las células piramidales de la segunda
y tercera capas están destinadas á funciones tnotoras; que las redondea-
das de la cuarta, vienen ejerciendo funciones sensoriales, y que las fusi-
formes de la quinta, forman parte del aparato da asociación. Dando
rienda suelta á la hipótesis, y, supuesto que en la corona radiante exis-
ten fibras motoras, sensitivas y de asociación, encontramos en la corteza
cerebral una clase de células para cada orden de fibras; solo falta que el
hecho de las células piramidales se suponga para las demás, aunque no
esté demostrado, que se admita que las células sensitivas van á termi-
nar también en la finísima red de Gerlach, y que las de asociación están
unidas con unas y con otras, y queda fecundísimo campo á una regular
imaginación, para inventar y poetizar sobre el mecanismo elemental é
íntimo de los actos psíquicos. Así y no de otro modo se hace por mu-
chos autores, quienes convierten la Anatomía y la Fisiología cerebrales
en una belleza seductora.
Este tipo de extructura, que acabo de describir, prepondera en la ma-
yor parte de la corteza cerebral: los lóbulos frontal, parietal y temporal
están así constituidos. Pero existen otras regiones que se separan de esto
modo de ser, y que indicaré, aunque sea someramente, tanto más, en
cuanto esta topografía de extructura guarda relación con las funciones
que se atribuyen á las distintas regiones.
Lóbulo occipital. La corteza gris de la punta del lóbulo occipital se
separa del tipo descrito aunque los elementos sean los mismos.
Ya Vicq-d*Azyr habia observado que al practicar el corte de Vieus-
sens se notaba en la sustancia gris del lóbulo occipital una cinta blanca
que la dividía; pero á este detalle, ni se le daba importancia, ni se le
atribuía existencia constante. Los estudios de Clarke, y en especial los
de Meynert, han dado á conocer su extructura especial.
En vez de cinco capas, se encuentran ocho, délas cuales la primera y
la segunda son iguales y corresponden por su orden y su extructura á la
primera y segunda del tipo que antes he descrito; y la octava, corres-
ponde á la quinta del tipo general, por estar constituida por células
fusiformes.
La diferencia consiste, pues, en las modificaciones de la tercera y
cuarta capas, que en dicha región en vez de dos quedan subdivididas en
cinco. Existen tres capas de células esféricas, que corresponden á la ter-
cera, quinta y séptima, siendo su extructura igual á la cuarta del tipo
común, y dos de células piramidales de gran tamaño, constituyendo la
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 203
cuarta y sexta, solo que en lugar de ser abundantes, escasean en gran
manera, tanto que Meynert las denomina células solitarias.
De esto resulta evidente el predominio de las células esféricas sobre
las piramidales en la región que nos ocupa, y en definitiva se ve que el
aumento de capas corresponde al mayor desarrollo de la cuarta, que in-
tercalándose con la tercera ambas aparecen subdivididas.
La linea blanca de V¡cq-d*Bzyr, de que queda hecha mención, cor-
responde á la cuarta, quinta y sexta capas, porque siendo las células pi-
ramidales ó ganglionares las más pigmentadas y existiendo en escasísimo
número en esta región, dan-origen á esta coloración blanquecina.
Lóbulo hisular. La corteza de este lóbulo en nada se separa del tipo
común, de modo que seria inútil señalar diferencias; pero muchos auto-
res consideran, como anexo á esta región, un grupo de sustancia gris
situado debajo de la Ínsula, entre esta y el núcleo lenticular, estando
separado de ambos por una capa de sustancia blanca, y al cual se llama
ante-muroy cuyos detalles respecto á sus conexiones y relaciones, serán
descritos en otro sitio. £1 antemuro se extiende asimismo hacia la región
de la primera circunvolución primitiva, y está en íntimo enlace con un
núcleo llamado amigdalino, que se halla situado en la punta del lóbulo
temporal.
El antemuro y el núcleo amigdalino son considerados, en razón á su
extructura, y á pesar de su situación, como una dependencia de la quinta
capa. En efecto, células fusiformes análogas á las de esta y distintas de
las de los núcleos centrales, constituyen sus elementos propios. Al decir
de Meynert, las conexiones de este grupo de sustancia gris con las
fibras de los hemisferios, indican, además de su extructura, que forman
parte del sistema de asociación.
Lóbulo olfatorio. En el hombre tiene muy rudimentario desarrollo, y
en razón á las dificultades de su estudio es poco conocida su extructura;
empero, teniendo en cuenta la semejanza que existe entre todos los ani-
males, indicaré muy someramente la disposición del bulbo olfatorio en el
perro, como parte más importante de dicho lóbulo.
Tiene en el perro cinco capas y en todo su espesor la neuroglia, como
ocurre en las demás regiones: la primera está constituida por una espesa
red de fibras nerviosas entrecruzada; la segunda contiene glomérulos
oscuros, en cuyo interior existen, según algunos, células nerviosas; la
tercera, encierra un gran número de células ganglionares, pequeñas,
fusiformes y multipolares; la cuarta, de poquísimo espesor, contiene
gran número de elementos granulosos poco conocidos, y en la quinta
encontramos la sustancia medular, con algunas granulaciones análogas
á las anteriores.
Asta de Ammon, Como la sustancia gris de esta región es una depen-
dencia de la corteza, por eso hablo de ella antes de describir la región.
Ni tiene células esféricas ni fusiformes, estando tan solo ocupada por
las ganglionares, así grandes como pequeñas, que constituyen el carác-
ter especial de esta región.
Circunvolución en forma de gancho. En la punta de la misma termina
la mayor parte del tractus olfatorio^ y se distingue de las demás regiones
por el gran predominio de las células esféricas ó sensitivas, en conso-
206 Acido salicílico y sus sales.
nancia con el nervio que en ellas termina y con las impresiones que ha
de recibir.
( Continuará, J
CONTRIBUCIÓN Al ESTUDIO DEL ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del Ballcilato sódico en el tratamiento del reumatismo, (1)
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Médico de la Ccaa de Lactancia y Casa^unade Barcelona*
El reumatismo muscular se asemeja más á las neuralgias que á una
afección fluxionaria y, en general, no es tan agudo como el articular.
Tiene también el carácter de ser más errante, pues pocas veces aparece
en el mismo sitio. El reumatismo muscular puede ser nervioso y vascw
lar, siendo entre los dos, este último sumamente raro. Con más frecuen-
cia se presenta en los músculos de la parte posterior y superior del tron-
co y en la región lumbar, en cuyo caso adquiere el nombre de lumbago.
El reumatismo muscular nervioso lo he observado más en forma de hemi*
cránea y de cefalalgia general; este reumatismo no solamente se mani-
fiesta por medio de alteraciones en la sensibilidad, si que también altera á
veces la motilidad, presentándose bajo la forma de corea, parálisis, etc.,
tera, lo cual, sin embargo, es sumamente raro. Finalmente, el reumatismo
visceral se presenta siempre que algún órgano interno, cuya extructura
anatómica corra paralelo con algún otro externo, presente los síntomas
inflamatorios propios de dicha afección, sobre lo cual no insistiremos
por habernos ocupado ya anteriormente.
Los tratamientos á que se han sujetado á los reumáticos, no hay para
qué decir que han variado poco menos que hasta lo infinito según las
teorías que hayan predominado sobre el reumatismo y según los medi-
camentos inventados y descubiertos para el mismo. Si tuviésemos que
hacer una reseña de todos ellos, por corta que fuese, nos veríamos obli-
gados á llenar un sinnúmero de páginas y, por consiguiente, nos concre-
taremos á citar los más principales y el fundamento que tienen para su
aplicación.
En primer lugar nos encontramos con el yoduro de potasio, agente
usado desde largo tiempo en el tratamiento del reumatismo. Dicho
cuerpo se ha empleado también en la gota, de modo que Gendrin lo pre-
conizaba mucho interior y exterrormente, haciendo desaparecer en po-
cos dias fuertes ataques de esta enfermedad, cuando es aguda. El yodo
es absorbido rápidanrente, encontrándose en la orina al cabo de pocos
minutos. Muchos individuos no pueden tolerar el yodo ni los yoduros,
aun administrados á corta dosis, sobre todo si se continúa su uso por
mucho tiempo. Respecto á la acción fisiológica y terapéutica del yoduro
(1) Continuación. -Véanse los numeres 2"), 20, 27 2^, 29 y 30.
ÁCIDO SALIGÍUCO T SUS SALES. 207
potásico, unos pretenden que este medicamento no puede producir acci-
dentes de ninguna clase, mientras que otros creen que los determina
muy graves. Realmente el yodo es un medicamento muy heroico y en
este concepto es posible que produzca algunos accidentes; pero vigilando
bien su acción y suspendiendo su uso de vez en cuando para volver á se-
guir con él, creo que estos accidentes serán leves y pasajeros.
Los accidentes más principales causados por el uso más ó menos
continuado del yoduro potásico son: una cefalalgia frontal bastante in-
tensa acompañada de un fuerte coriza, lagrimeo é inyección de las con-
juntivas. Con frecuencia hay insomnio y á veces se notan síntomas cere-
brales que, á primera vista, asustan al enfermo y al médico, si éste no
recuerda la acción del medicamento empleado. Hay punzadas muy dolo-
rosas en la región frontal, en los ojos y en los oido'', habiendo á veces
zumbidos y desvanecimientos; esto es á lo que Lugol da el nombre de
embriaguez yódica. Se presentan á veces otras alteraciones propias del
yodismo que, á pesar de ser importantes, no son tan frecuentes como el
eritema, el acné, las neuralgias, etc.
Los preparados de yodo, absorbidos, ya por las vías respiratorias, ya
por la mucosa digestiva, ya por la piel, ocasionan una excitación general
bastante marcada, empezando por producir sequedad en la faringe, y á
veces una angina de mayor ó menor intensidad, según el uso que se haya
hecho del medicamento. En este caso, la circulación se vuelve más activa,
poniéndose la piel más caliente y, según el Dr. Kuss, de Estrasburgo,
esta aceleración del pulso se nota en aquellos individuos cuya circu-
lación normalmente es lenta, pero en los que la tienen más activa parece
que sucede lo contrario, siendo difícil en ellos obtener la saturación yó-
dica.
Otro de los medicamentos empleados y muy preconizados en el trata-
miento del reumatismo agudo es el tártaro emético, y uno de los más
decididos campeones de este método es Jaccoud. Veamos lo que dice en
su Tratado de Paiologia interna: cEn los caaos inienaos^ con dolores
violentos y fiebre más alta de SQ'', empiezo en los individuoi robiMtos por
el tártaro estibiado en dosis elevadas, siguiendo las reglas que tengo for-
muladas al tratar de la pericarditis; cuanto más abundantes son las
evacuaciones, tanto más se marca la sedación. Al día siguiente dejo
descansar al enfermo, pero al tercero reitero la poción estibiada, si los
dolores ó la fiebre han recobrado una vivacidad más ó monos parecida
á la del primer dia. Yo convengo en que la medicación es penosa, pero no
se puede formar una idea del beneficio que produce; comparando casos
semejantes, me he convencido de que este tratamiento abievia la dura-
ción de la enfermedad.» Después de la administración del tártaro esti-
biado, sigue distintos métodos según el grado de sedación obtenida por
el emético.
Laennec, Delourmel y otros, dicen que el tártaro emético á dosis ele-
vadas es uno de los mejores medios para el tratamiento del reumatismo
articular, y Ghomel cita un gran número de casos en que este medica-
mento no tiene una acción especial, y que la mejoría que se observa debe
atribuirse á la acción purgante y vomitiva de dicho agente más bien que
á sus propiedades contraestimulantes. Trousseau dice que por los anti-
208 ÁCIDO SALIGÍLICO Y SUS SALES.
moniales ha tratado más de treinta enfermos, y que los resultados obte-
nidos han variado tanto que no es posible indicar consecuencias
terapéuticas algo seguras.
Tenemos en tercer lugar, como uno de los especiñcos en el trata-
miento de la3 afecciones reumáticas, el acónito, administrado por dis-
tintos prácticos que han querido sacar partido de sus propiedades fisio-
lógicas, como narcótico, diaforético y diurético, y en consecuencia anti-
febril. Pero nos detendremos poco en la reseña de este medicamento,
tan útil y eficaz en otras afecciones, porque nos ofrece poco interés en
la enfermedad de que nos estamos ocupando; y si tuviésemos que pasar
revista de todos los demás específicos medicamentosos ensalzados para
combatir al reumatismo, necesitaríamos ocuparnos de toda la terapéu-
tica, y por lo tanto, no haremos más que citar los demás medios que se
han propuesto para combatir á dicha enfermedad, medios que, por otra
parte, si no bastan por sí- solos, algunos de ellos pueden ayudarnos á
corregir algunos de los fenómenos más exacerbantes del reumatismo,
como el dolor, etc. Entre estos medios se cuentan los siguientes: el alcan-
for, la belladona, el azufre, el opio, el estramonio, la veratrina, los anes-
tésicos, el amasamiento, la electricidad, la faradizacion, la hidroterapia,
la electro -puntura, etc., etc.— {Desgraciado del enfermo para cuya afec-
ción se conozcan tantos medios curativos como tiene esta!
Nos hemos apartado un momento de nuestro objeto principal para
hacer una ligera reseña del modo de obrar de los principales agentes
empleados para la curación ó el tratamiento del reumatismo. Ahora bien;
de lo que acabamos de exponer ¿cuál es el medicamento que ofrece ma-
yores ventajas para el tratamiento de dicha afección? En primer lugar,
recuérdese bien que los efectos fisiológicos del yodo y sus preparados
son mucho más nocivos que el salicilato de sosa y que la administración
de aquel no puede prolongarse tanto como la de este, obrando también
con menos rapidez el yoduro potásico que el salicilato de sosa. Recuér-
dese también que el Sr. Jaccoud confiesa que el tratamiento del reuma-
tismo por el tártaro estibiado es muy penoso y en consecuencia produce
mayor alteración en la economía que el salicilato de sosa, dejando una
convalecencia larga y penosa.
Llegados pues á este punto, vamos á ver de qué modo obra el salici-
lato de sosa sobre el reumatismo, es decir, la acción terapéutica de este
agente sobre dicha enfermedad, pregunta que dejamos sentada en otro
lugar y de la que nos apartamos para establecer mejor algunas conclu-
siones sobre dicho agente farmacológico.
En primer lugar, sabemos ya que el reumatismo articular agudo es
una de las afecciones más penosas por la violencia del dolor, por la in-
movilización de las partes afectas, por las vigilias que acarrean constan-
temente los dolores, dejando aparte la fiebre, los sudores, cefalalgia y,
en una palabra, el estado general del paciente. En segundo lugar, el
reumatismo es una de las enfermedades que más contribuye al empobre-
cimiento general de la sangre, de modo que, á los pocos dias, pueden
observarse todos los síntomas propios del principio de una anemia, la
cual aumenta á medida que avanza la enfermedad y cuanto más intensa
sea esta, siendo muy pronunciada al cabo de pocos dias. Cuanto mayor
REVISTA DE MEDICINA. 209
ha sido la duración del reumatismo^ más lenta y penosa es la convale-
cencia, á causa del empobrecimiento de la sangre.
Asi, pues, dada la innegable importancia y admirables efectos del sali-
cilato de sosa sobre el reumatismo, no puede quedar duda alguna de que
este medicamento, lejos de contribuir al empobrecimiento de la sangre,
hace que esta quede más rica en glóbulos rojos que no empleando los
demás medicamentos, toda vez que parte abrevia muchísimo la duración
de la enfermedad disminuyendo la fiebre con rapidez, haciendo desapa-
recer el dolor, la cefalalgia y los síntomas generales propios de toda en-
fermedad aguda febril. De este modo obtenemos también un segundo
efecto referente á las complicaciones viscerales.
REVISTA DE MEDICINA
Por el Dr. Rosalino Rovira y Olí ver.
Endocarditis diabética. -Las inflamaciones múltiples que se manifies-
tan con tanta frecuencia en el curso de la diabetes, no dejan duda alguna
sobre la tendencia que tiene esta afección á producir un estado diatésico
inflanuxtorio en los individuos que están atacados de ella. Pero estas in-
flamaciones no se localizan exclusivamente en la piel, en el tubo diges-
tivo, en los ríñones y en los pulmones, sino que pueden residir en otros
órganos, como lo prueban las importantes investigaciones del Dr. Le*
corché.
Este distinguido miembro de la Academia de Ciencias de París ha lla-
mado la atención de la misma, en sesión celebrada el mes de Marzo del
presente año, acerca de la endocarditis desarrollada bajo la influencia de
la glicosuria, á la que complica notablemente. Se deduce de los estudios
de Lecorché, que se presenta tan solo en los casos de diabeles de forma
sub aguda ó crónica, y que la sufre con más frecuencia la mujer que el
hombre. Aparte de esto, hé aquí los caracteres que señala el Sr. Lecorché
á la endocarditis diabética:
«Aparece á una época avanzada de la diabetes, dos ó tres años y hasta
más después de su principio. Influye en su aparición menos la intensi-
dad de la glicosuria que su larga duración.
»Se localiza al nivel del orificio mitral. Una sola vez la he visto afec-
tar el orificio aórtico.
»Su existencia se traduce por un ruido de soplo al primer tiempo y a
la punta del corazón, por la irregularidad y la intermitencia del pulso.
^Alguna vez se acompaña do degeneración ateromatosa de las arte-
rias (dos veces en catorce casos).
^Precipita la marcha de la diabetes y determina á menudo la muerte,
ya dando lugar á un edema más ó menos generalizado, ya complicándose
de hepatitis aguda.
^Parece ser debida ala irritación que produce sobre la membrana
210 REVISTA DE MEDICINA.
interior del corazón el contacto prolongado de una sangre alterada por
la presencia del azúcar en exceso.»
El lirio de los valles (eon vallarla majalis) en las enfermedades del co-
razón.-Se asegura por algunos, que el lirio de los valles obra en las en-
fermedades del órgano central de la circulación de un modo análogo á
la digital, y con la ventaja sobre ésta de carecer de sus inconvenientes.
La tintura de flores de la convallaria majalis á la dosis de 20 á 30 gotas,
preparada con 420 gramos de flores por 500 gramos de alcohol, regula-
riza las funciones del corazón, afloja el pulso y le hace menos depresi-
ble. El polvo de las mismas flores produce los propios efectos á la dosis
de 25 á 50 centigramos. Además de estas propiedades, posee, como la di-
gital, la de ser un notable diurético.
Las ventajas de la esmilácea que nos ocupa consisten, en que su ac-
ción se hace sentir rápidamente, en que puede ser empleada á dosis alia
sin inconveniente y en que puede ser administrada largo tiempo, sin que
deba preocuparnos su acumulación como en la administración de la di-
gital.
Aunque la mayor parte de enfermos pueden soportar dosis conside-
rables de convallaria majalis, debe advertirse que hay ciertos organis-
mos refractarios; por cuyo motivo será prudente comenzar por dosis
débiles, tanto más en cuanto se puede continuar la medicación si el me-
dicamento es bien aceptado.
Degeneración grasienta del corazón: diagnóstico.^ Habiendo Verneuil
vertido la especie, ocupándose en la Academia de Medicina de París de
las contraindicaciones de la administración del cloroformo, que el estado
grasoso del corazón era imposible de diagnosticar en la mayor parte de
casos, otro académico, Hardy, creyóse en el deber de protestar en nom-
bre de la clínica contra semejante aserción, y afirmar, que la degenera-
ción grasienta del órgano cardíaco no es tan difícil de reconocer como
supone el Sr. Verneuil, y mucho menos en el caso de que su estado sea
tal, que llegue á constituir un peligro en la cloroformización.
La blandura y sobre todo la lentitud del pulso, la debilidad de los
movimientos y de los ruidos del corazón, la disminución ó la desapari-
ción del primer ruido, el conjunto de síntomas pertenecientes á las afec-
ciones orgánicas de esta viscera existiendo sin los ruidos anormales de-
bidos á las lesiones de los orificios, los signos físicos y los síntomas de
los ateromas arteriales, el arco senil de la esclerótica, la coincidencia
de caracteres pertenecientes á la gota ó al alcoholismo, son síntomas su-
ficientes, en concepto de Hardy, para que se pueda llegar al diagnóstico
de la lesión cardíaca caracterizada, ora por un depósito grasoso, ora por
una degeneración grasienta de las fibras del miocardio (esteatosis car-
díaca).
Opino como el Sr. Hardy, y bajo este punto de vista, entiendo que
seria justo volver la frase del Dr. Verneuil, y decir que, en la mayor parle
de casos, s? puede hacer el diagnóstico de la degeneración grasienta del
corazón.
REVISTA DE MEDICINA. 2H
Histerismo: tratamiento por hojas metálioas administradas al inte-
rior.—Este método, ensayado por el Dr. J. Garel y dado á conocer en un
trabajo publicado el año próximo Anido, consiste: 1.° En averiguar, por
I a metaloscopia externa, el metal á qué es más sensible el enfermo, cuya
anestesia ha sido bien comprobada. 2.® En administrar hojas muy delga-
das de dicho metal, que se hacen ingerir envueltas en obleas ó de un
modo parecido.
Debe cuidarse mucho de no hacer tomar al enfermo, mientras se si-
gue el método de Garel, ninguna otra preparación metálica (ferrugino-
sos, zinc, pildoras de Megün), que podrian neutralizar la acción del me-
tal que^ha de obrar contra los fenómenos histéricos.
Según el Sr. Garel, la sensibilidad empieza á restablecerse al cabo
de 28 ó 30 horas, y momentos antes de su vuelta, acusan los enfermos,
ya un choque brusco en las partes anestesiadas, ya hormigueos, que á
menudo son molestos. Ha notado, además, el autor de este método (que
bien podemos denominar metaloterapia interna) que los enfermos expe-
rimentan vivos dolores durante varios dias, hasta que la sensibilidad se
ha restablecido por completo. Las hojas metálicas, añade Garel, obran
no solamente sobre la anestesia, si que también sobre las contracturas
histéricas, según ha tenido ocasión de ver en varias observaciones perso-
nales y en otras de enfermos que, á cargo del erudito clínico Dumont-
pallier, han sido tratados por su método.
Tratamiento de los derrames pleoríticos por las inyecoiones hipo-
dérmicas de pilocarpina.— Distintos y variados medios se han propuesto
y ensayado para combatir los derrames dependientes de la pleuresía.
Uno de los que modernamente se ha puesto en práctica, y al parecer con
no escaso éxito, es la pilocarpina administrada en inyecciones hipodér-
micas.
£1 Dr. Farge, profesor de clínica de la Escuela de Angers, ha llevado
á cabo acerca de este asunto experimentos bastante numerosos y deta-
llados, de suerte que le han permitido llegar á las conclusiones si-
guientes:
4.* Las inyecciones sub-cutáneas de pilocarpina (4 á 2 centigramos)
hacen desaparecer por sí solas, en el espacio de una ó dos semanas, los
derrames pleuríticos medíanos. Ha bastado una inyección cada día ó
hasta cada dos dias.
2.' Han apresurado (5 á 12 dias) la desaparición de derrames más
considerables, pero ya reducidos por la toracentesis ó los vejigatorios.
3.' Tienen una acción incomparablemente más segura y son de una
aplicación mucho más fácil que el jaborandi.
4.' El efecto de la pilocarpina se ha ofrecido tanto más marcado
cuanto la diaforesis ha sido más abundante, más exclusiva ó á lo menos
predominante sobre la salivación. El efecto terapéutico parece ligado ds
tal suerte ai movimiento diaforético que, en las raras aplicaciones en
que el sudor ha faltado, el derrame no ha sufrido modificaciones apre-
ciables.
5.' A pesar de su rapidez de acción, no puede la pilocarpina ser
aplicada á todos los casos; jamás reemplazará á la torr centesis en los
212 REVISTA DE MEDICINA.
casos de urgencia, y tiene además de esta otras contraindicaciones, de-
pendientes de la naturaleza y abundancia del derrame, del grado de
reacción febril, del estado de fuerzas del enfermo, etc.
Estas contraindicaciones se fundan en los efectos fisiológicos de la
pilocarpina. Efectivamente; antes de la aparición del sudor y durante
la mayor parte del estadio diaforético, el pulso es más duro y frecuente
y el termómetro se eleva de 5 á 12 décimas de grado sobre la tempera-
tura inicial; por este motivo deberá desecharse la pilocarpina en los en-
fermos en que pueda ser temible un aumento en la hipertermia. Pero
después del período de excitación, determina la pilocarpina otro de de-
presión considerable, durante el cual todos los pacientes acusan un des-
caecimiento y una debilidad más ó menos profundos, capaces por sí
solos para contraindicar el alcaloide en cuestión, cuando tengamos que
habérnoslas con sugetos debilitados.
Loa ruidos del oorazon en la oirrosis del hígado.— Examinando el doc-
tor Laurent el corazón de varios individuos afectos de cirrosis hepática,
ha venido en conocimiento de que en la mayor parte de los casos, si no
en todos, existían anomalías en los ruidos cardiacos. En las observacio-
nes que ha reunido y que sirven de base á su trabajo, el primer ruido
era casi siempre (16 veces en 18 casos) reemplazado por un soplo, que
en general tenia bastante intensidad. En cinco observaciones ocupaba el
foco aórtico; en siete, la punta del corazón; en dos, tenia su máximum
en el foco tricuspideo; en una, correspondía al orificio de la arteria pul-
monar, y en otra, existia un ruido de galope bastante claro, sin que hu-
biese hipertrofia del corazón ni signo alguno de lesión brighlica. En
cierto número de casos, existia también un soplo en los vasos del cuello.
Una vez desarrollados, los desórdenes cardíacos jamás han desaparecido
de una manera definitiva.
En los casos en que la autopsia se ha llevado á cabo, no se ha encon-
trado, dice Laurent, ninguna lesión de los orificios, pero á menudo háse
comprobado la existencia de una alteración del miocardio, caracterizada
por la degeneración grasicnta de sus fibras.
Para explicar las modificaciones de los ruidos del corazón, admite
Laurent, ora una dilatación del ventrículo derecho resultante de un ex-
ceso de tensión en la artería pulmonar, producida por la constricción
refieja de sus divisiones (por un mecanismo análogo al que Potain in-
dicó para los desórdenes cardíacos de origen gastro- hepático), ora un
estado exagerado de hidremia y de hipoglobulia, en cuyo coso estos he-
chos entrarían en el cuadro de los ruidos anémicos.
A. mi entender, ha descuidado Laurent demasiado las lesiones del
miocardio, al ocuparse de la génesis de los ruidos que llaman nuestra
atención; pues debiera haber tenido presente, que la degeneración ó hi-
potrofia gránulo-grasienta de las fibras musculares del corazón es causa
abonadísima para la dilatación de este órgano, dilatación que, determi-
nando insuficiencias valvulares, puede explicar la existencia de ciertos
soplos residentes en el mismo.
REVISTA DE SIFILIOGRAF/A. 213
REVISTA DE SIFILIOGRAFIA,
POR EL Dr. D. Alejandro Planellas,
IMioo Agrtf&do al loipiUl d« 8aau Cnií.
¿Cuánto tiempo dura la incubación de la siflliB?— No SO puede aún
contestar de una manera categórica á tal pregunta si nos fijamos en el
testimonio de todos los autores. Muchos son los que siguiendo á Basse-
rau creen que la incubación dura por término medio treinta dias. Pero
Guntz (i) ha reunido 24 observaciones en las que por término medio
duró la incubación 61 dias, y Rinecker ha señalado un caso en el que las
primeras manifestaciones sifilíticas se produjeron al cabo de 159 dias
después do la infección. Debemos hacer constar sin embargo que el mis-
mo Guntz ha visto en dos enfermos no durar más que d2 ó 15 dias la
incubación.
Nosotros que por haber observado con frecuencia en la práctica lo
expresado por Basserau, consideramos como término de duración más
común en la incubación 30 días, creemos en términos generales que este
período de la sífilis constitucional tiene una duración variable como la
tienen otras infecciones.
Contagio sifilitico por el ingerto epidérmico.— El Dr. Deubel ha co-
municado á la Sociedad médica de los Hospitales de París una observa-
ción que en nuestro concepto no desvirtúa la operación del ingerto.
Un sujeto de 45 años sufrió una erisipela gangrenosa acompañada de
extensas ulceraciones. Como estas no cicatrizasen tan pronto como era
de desear, el Dr. Deubel aplicó sobre la mitad externa de una ulceración
varios ingertos procedentes de la mucosa bucal de un conejo, y como no
dieran el resultado apetecido, los volvió á aplicar pero tomando los col-
gajos epidérmicos de un hijo del paciente y de otro individuo. El enfermo
en cuestión, que según la observación dada nunca habia presentado acci-
dentes sifilíticos, apareció luego con una ulceración redondeada de unos
tres centímetros de diámetro y de color blanco agrisado en la parte
afecta, y la nueva úlcera tomó grandes proporciones con rapidez. Pos-
teriormente y á los tres meses aparecieron una roseóla sifilítica y placas
mucosas en la boca. La sífilis parecia existir en realidad, y era preciso
asegurarse de ello. Ei tratamiento especifico lo confirmó, pues con sj
empleo las ulceraciones se cicatrizaron. Indagándose el origen de esta
infección, se encontró en el hijo del sujeto operado, pues estaba infe:tado
de sífilis como lo demostraron las placas mucosas observadas en aquel,
en la proximidad de la ocasión en que se tomaron colgajos de su epi«
dermis.
Este caso, como hemos dicho, no desvirtúa en nuestro concepto la
operación de Reverdin, pues únicamente demuestra que no se debe pro-
(i) AnñaL de dermaL et de syphil. Febrero 18^.
214 REVISTA DE SIFILIOGRAFÍA.
ceder con lijereza en la elección de los sujetos de que se eche mano para
tomar los colgajos. Es preicso asegurarse de las condiciones y antece-
dentes de aquellos, y en caso de que sean dudosos ó poco seguros no va-
cilar en elegir, mientras sea posible, individuos de cuyas buenas condi-
ciones higiénicas estemos completamente seguros. Comprendemos bien
que las dificultades suben de punto en ciertos casos, pues siendo lo más
probable que se piense en sujetos allegados al que se debe operar, cla^o
está que no confesarán desde luego la verdad de las cosas aunque sean
interrogados, pues temerán ser mal calificados por éste, pero debemos
esforzarnos y emplear todos los medios de nuestra perspicacia para ga-
rantizar el buen resultado. Si por estar expuestos en ciertas circunstan*
cias á que se verifique el contagio sifilítico por el ingerto epidérmico
desechásemos esta operación, nos colocaríamos en el mismo terreno que
los que combaten la vacuna, porque puede producir la misma infección.
En ambos casos es cuestión únicamente de precauciones.
Los periodos de la sifllia.-^Bien conocidas son las ideas de Ricord,
muy generalizadas entre los prácticos, dividiendo la sífilis en tres perío-
dos caracterizados cada uno por un conjunto de accidentes ó manifesta-
ciones y por las condiciones de transmisibilidad. No han dejado de ser
combatidas sin embargo, por algunos autores, y según nos da á conocer
el Dr. Merklen, lo han sido recientemente en un trabajo que sobre la
coincidencia de los accidentes secundarios y terciarios ha publicado
Finger (1). Este autor niega á la división de la sífilis hecha por Ricord
el rigor matemático que le atribuyen muchos sifiiiógrafos. Algunos ca-
racteres, como el contagio exclusivo de los accidentes primitivos y la
transmisibilidad hereditaria de los periodos primitivo y secundario, los
considera falsos ó infieles. Además, la distinción de los varios períodos
es en ocasiones difícil y pueden presentarse simultáneamente accidentes
calificados de secundarios y otros calificados de terciarios.
Cuatro órdenes de hechos aduce Finger en favor de su opinión:
i.^ casos de reinfección de antiguos sifilíticos atacados aun de accidentes
terciarios, 2.° casos de sífilis maligna galopante en que se ha suprimido
el período latente que acostumbra á mediar entre las manifestaciones
secundarias y terciarias, 3.^ casos en que sin poderse calificar la sífilis
de maligna, sigue una marcha rápida y los accidentes terciarios pueden
observarse sobre el período secundario, y 4.° casos en que después de
los accidentes terciarios se han observado síntomas secundarios.
El Dr. Merklen al comentar lo expresado por Finger, dice, que los he-
chos en que éste se apoya son raros y no son nuevos, que sólo ofrecen de
particular la interpretación del que los da á conocer y que en definitiva
nada prueban contra la regla general. En efecto, los considera como ex-
cepcionales y constituyendo según la denominación de Besnier casos de
sífilis anómalas ó irregulares.
Hibridismo escroíalo -sifilítico y sifilo-canceroso. — Entre los varios
autores que aparte de la coincidencia de la sífilis con las otras diátesis
(1) Wiener Medizinische Wochensehrift, números i, 9 y 3.-1^2.
REVISTA DE SIFILIOGRAFÍA. 215
admiten entre éstas y aquella la posibilidad de su fusión, Ogura muy par-
ticular y recientemente el Dr. Verneuil. La influencia reciproca de las
diátesis y de la sífilis, viene demostrada, en su concepto, por la produc-
ción en ocasiones de afectos con caracteres mixtos cuyo conocimiento
interesa al clínico. De una manera particular ha consignado dicho autor
los que se refieren á la combinación de la escrófula con la sífilis y á la
de ésta con la diátesis cancerosa (1).
En el hibridismo escrofulo- sifilítico es en general la escrófula lo que
antecede sobreponiéndose á ella la sífilis, notándose sin embargo que en
los adolescentes la sífilis favorece el desarrollo posterior de la escrófula.
Esta influye en la sífilis para que de una manera especial afecte á los
ganglios linfáticos, piel, periostio y demás puntos donde las manifesta-
ciones estrumosas acostambran á tomar asiento. Asimismo hace que la
sífilis, contra lo que le es habitual, provoque fácimente afectos supurati-
vos y dificulta el diagnóstico de sus lesiones. No agrava, sin embargo,
la sífilis de una manera notable, y por otra parte anula el dolor. Debe,
no obstante, tenerse en cuenta que las manifestaciones sifilíticas locales
adquieren mayor fijeza cuando son influidas por el escrofulismo. Por fin,
el bibridismo escrófulo-sifilítico debe tratarse cumpliendo las indicacio-
nes de las dos diátesis que lo originan*
En cuanto al hibridismo sí filo- canceroso que es bastante raro, la neo-
plasia es el último elemento que aparece y sufre la influencia de la sífilis.
No se conocen hechos que demuestren la recíproca. De este hibridismo
resultan lesiones mixtas muy difíciles de diagnosticar. En general toma
los caracteres objetivos de la sífilis terciaria y se pronuncia mucho el in-
farto ganglionar. El carácter de los afectos se distingue por su indolen-
cia y su marcha es lenta. Sin embargo de esto los progresos son conti-
nuos, la generalización frecuente y la terminación fatal.
En los casos en que sea de temer este hibridismo debe ensayarse el
tratamiento especifico, puesto que conduce á una mejora notable, aun-
que no constante. Esto llama la atención en los casos de neoplasia, por-
que está atestiguado por varios prácticos que el mercurio y el ioduro
potásico son inútiles cuando no perjudiciales en los neoplasmas epitelia-
les y carimonatosos ordinarios. El éxito, pues, do dicho tratamiento
creemos que autoriza para considerar como muy probable la existencia
del hibridismo sífilo-canceroso.
Un caso de sífilis maligna precoz tratado con buen ézito.-El Dr. Cayla
ha dado á conocer (France Medícale) esta interesante observación. Se
trataba de un sugeto de 23 años y bien constituido, en el que se desar-
rolló un chancro infectante cefálico, en el labio inferior, después de cua-
tro semanas de incubación. Este individuo enflaqueció rápidamente, y á
los dos meses se encontraba en i.n verdadero estado caquéctico, tan pro-
nunciado, que apenas podia tenerse en pié sin que sufriese un síncope.
Experimentó violentos dolores en los hipocondrios, y tres meses después
del chancro presentó la roseóla y alopecia específicas. Cuatro meses des-
pués se presentaban ya las lesiones más profundas del período terciario;
(I) Ánn.de Demiat. et de Sjfphil, - Febrero, 1882.
216 BE VISTA DE SIFILIOGRAFÍA.
una períostosis gomosa del frontal, y luego otra del mismo hueso con
pérdida de sustancia y una periostitis de la tibia izquierda. No se ob-
servó ninguna adenopatiaen el enfermo.
El tratamiento especifíco dio desde luego buenos resultados, pero fué
preciso suspender el uso del licor de Van-Swieten y el protoioduro de
hidrargirio por las alteraciones gastro-intestinales que producia. Se re-
currió al uso de inyecciones hipodérmicas como más ventajoso.
Este caso llama la atención por su marcha asi como por la ausencia
de adenopatias. Por otra parte, viene á confirmar la indicación de las in-
yecciones hipodérmicas en la sífilis maligna precoz de que anteriormente
nos hemos ocupado (1) con referencia á un trabajo de M. Gayraud.
Lesiones de la sifilis hereditaria. .-Entre ellas merecen ser menciona-
das las que Heubner ha observado en tres casos (2). Los dos primeros se
refieren á lesiones articulares y periarticulares; en ambos se refiere la
observación á niños de dos meses de edad aproximadamente. En el uno
todas las articulaciones estaban intactas menos una, presentándose, en
cambio, múltiples abscesos periarticulares y las epífisis tumefactas; ob-
servóse además la lesión característica de la capa situada entre la epí-
fisis y la diáfisis. En el otro, las articulaciones se hallaban rodeadas de
pus, y aun este se notaba en los músculos. Las supuraciones de que se
hace mención en estos casos, las considera Heubner como una conse-
cuencia posible de lesiones epifisarias, no provocando la sífilis por si
misma las supuraciones.
En otro caso de sifilis hereditaria se han notado lesiones encefálicas.
Después del desarrollo de una hidrocefalia, la autopsia ha demostrado la
existencia de una paquimeningitis hemorrágica muy estensa, lesión pro-
bablemente rara en el niño.
Estas lesiones observadas por Heubner son dignas de mención una
vez que están muy poco estudiadas las que la sífilis hereditaria produce.
Variedades de testictüo sifllitico.— En una excelente monografía del
Dr. P. Reclus (3) se trata de una manera especial de las alteraciones que
la sífilis produce en los testículos escribiéndolas bajo tres formas anato-
mo-clínicas, que son: la forma ¿sclero -gomosa no supuradayel goma supu-
rado y el fungus aifiliUco. De la primera y segunda formas no diremos
nada por creerlas bastante conocidas. En cuanto á la tercera merece que
llamemos la atención por haber distinguido el Dr Reclus de una mane-
ra precisa dos variedades de fungus bien descritas. La primera es el
fungm superficial que se localiza en la túnica albuginea, produciéndose
en un principio la adherencia al testículo j la ulceración de los tegumen.
los del escroto para dejar paso al producto puriforme y á los mamelones
que rebosan la superficie; posteriormente puede producirse la hernia
del testículo y presentarse la.túnica albuginea desagregada por fragmen-
tos como esfoliados vegetando luego el tumor, que se reduce al poco
(i) Gaceta Méoica Catalana, 15 de Febrero de 1881.
(2) Ann. de dermcU. et de syphiLf Febrero 1882.
(3) De la ayphilis du testicule, París 18^2.
REVISTA DE SIFILIOGRAFÍA. 217
tiempo por medio de un tratamiento iodurado. Es de notar que en esta
forma no hay salida de los tubos seminíferos. La segunda forma es el
fungus profundo ó parenquimatoso. En este la lesión se produce en me-
dio de los tubos seminíferos, y además de abrirse las cubiertas escrota-
les, lo hace la túnica albugínea saliendo al exterior lasjvegetaciones des-
pués de haber rellenado la caverna que queda al ser expelido el tumor
gomoso por el mecanismo ordinario, una vez constituido el fungus es de
notar como carácter clínico la ausencia de dolor sobre la que insiste
Reclus. La evolución patológica puede á veces presentarse de tal mane-
ra que el testículo por entero se mortifique á consecuencia de una infil-
tración total. Entonces se convierte en una sustancia puriforme que se
vacia como un abeoso. En este caso las granulaciones fungosa^ nacen de
la cara interna de los vestigios de túnica albugínea.
Fisiología patológica de la úlcera Tenérea.— Sobreesté particular he*
mos visto ua bien meditado trabajo del Dr. Viforcos (1), en el que si-
guiendo la que califica de sana doctrina dualista estudia las condiciones
del contagio venéreo subordinándolas á la inoculación del pus chancro -
so y las lesiones que se producen. Indica entre las últimas como prin-
cipio de ellas, el trabajo inflamatorio cuya intensidad hace depender de
la región afecta y cuyo carácter específico viene espresado por terminar
siempre por un proceso destructivo y de licuación de los tejidos, bien
por degeneración grasosa, por reblandecimiento ó por gangrena. Consi-
dera además como hecho casi patognomónico su carácter progresivo, y
ocupándose luego de los síntomas objetivos de la úlcera, está en general
conteste con las descripciones clásicas, haciendo notar sin embargo que
la forma oval y los bordes cortados á pico puedeu presentar variantes
que desfiguren estas condiciones. Seña.[a, el surco-halano-prepucial como
el asiento más común de la úlcera venérea, y cree que su terminación
por gangrena ó por fajedenismo depende de condiciones contrarias para
producir una ú otra lesión residentes en la región afecta. La gangrena
la hace depender de la riqueza vascular y el fajedenismo de la condición
contraria. Hé aquí las ideas más culminantes expresadas por el Dr. Vifor-
cos y que en general consideramos aceptables si bien que no creemos
exento de discusión algún detalle.
Fajedenismo del pene: notable caso olinico (2).^ Un sugeto de 52 años
ingresó en la clínica del Dr. Gástelo en el Hospital de San Juan de Dios de
Madrid, con el antecedente de un coito impuro á consecuencias del que
se presentó en el surco balano prepucial una pústula parecida á la del
ectima. Esta pústula, al mismo tiempo que manifestaba su tendencia
destructora daba un pus contagioso específico y se convirtió en verda-
dera úlcera. La lesión llegó á destruir por completo la piel de la parte su»
perior y laterales del prepucio y presentó los bordes despegados de color
(i) Revista de Oftalmología Sifiliografia y Dermatología, dirigida por el Dr. Vi-
forcos. Madrid, Febrero de 1882.
(2) HevUita de Oftalmología, Sifiliografia y Dermatología, ^Eaero de 1882.
218 LOS MIGRÓFITOS DE hk SANGRE.
violado, con el fondo rojizo constituido por los cuerpos cavernosos de-
nudados. No hubo síntomas generales.
El tratamiento consistió en lociones practicadas cuatro veces al dia
con el agua clorurada que más adelante se reemplazó con la mezcla dd
alcohol y un tópico especial, el colirio de Fernandez (cuya fórmula de-
seamos conocer). A beneñcio de estos medios desapareció el estado fa-
gedénico, uniéndose los bordes y la supuración mejoró hasta el punto de
iniciarse la tendencia á la cicatrización, que hubo de ser favorecida por
el uso de la disolución de nitrato de plata por la exuberancia de mame-
lones carnosos. Posteriormente se consiguió la completa cicatrización
aplicando tres veces al dia el colirio verde (cuya fórmula también desea-
mos ver expresada), y por fin, usando el ungüento de estoraque.
Artritis aguda blenorrágica.— El Dr. Félix Brun, en una monografía
interesante, trata con extensión de esta forma de artritis blenorrágica
poco estudiada, aislándola de las otras artritis del mismo origen. Las ar-
ticulaciones del codo y de la muñeca son el asiento más común de la
artritis de que trata el aUor, si bien que puede observarse en todas las
demás. Manifiéstase en un principio la afección por un dolor agudísimo
que sobre todo se produce por la noche. Después viene la tumefacción
que puede desarrollarse notablemente, y que no es debida al derramo
articular (pues este es muy escaso) sino á la infiltración de los tejidos
periarticulares que á veces pueden ofrecer una sensación de blandura ó
falsa fluctuación. Posteriormente puede presentarse el roce articular y
alterarse notablemente los movimientos.
Tres vanantes puede ofrecer esta artritis blenorrágica en cuanto á su
terminación, ó es resolutiva ó plástica- anquilosante 6 destructora. En esta
última variedad, dice Brun (1) que las alteraciones pueden llegar hasta
la supuración, y que si esta no la han observado muchos autores en el
reumatismo blenorrágico es porque se previene fácilmente con un trata-
miento bien aplicado.
El tratamiento que el Dr. Brun establece para esta forma de artritis
consiste en la inmovilización hasta desaparecer el dolor algunos revulsi-
vos para disminuir este, y luego la movilización gradual auxiliada por
la electricidad.
LOS MICROFITOS DE LA SANGRE Y SUS RELACIOÍÍES CON LAS ENFERMEDADES,^^
POR Timoteo Richard Lewis.
VII.
E. Relación de los micrdfltos con las enfermedades.
En los capítulos anteriores hemos expuesto los hechos principales
referentes á las relaciones de los organismos vivos con las enfermeda-
(1) Journ, de Mcd. el de C/iir.praí.- Marzo 18S2.
(2) Continuación. - Véanse los números '¿5, 26, 27, 28, 2D y 30
LOS MIGRÓFITOS DE LA SANGRE 219
des; fáltanos ahora considerar en qué se funda la teoría de las relacio-
nes de los gérmenes con los padecimientos, porque, por ejemplo, no po-
demos admitir inmediatamente que el carbunclo sea causado por los
Baccilli y que su tratamiento consista en la destrucción de los baston-
citos, ó que la fiebre recurrente sea producida por los Spirilla y que el
remedio deba consistir igualmente en la destrucción de los mismos.
Antes de establecer algo semejante á un tratamiento racional, es pre-
ciso probar: 4.' ó que dichos organismos, en el estado en que se les en-
cuentra ordinariamente, son peligrosos cuando se les introduce en la
economía; 2.^ ó que las formas descubiertas en las enfermedades son en
cierto punto diferentes interiormente de las que hasta el presente se co-
nocen como pertenecientes á organismos inofensivos, — diferentes al me-
nos tanto como lo son entre sí, según la idea de Virchow, el perejil y la
cicuta (1).
Respecto al primer punto, se ha probado que todos los representan-
tes del grupo de los Schizomycetes citados, pueden ser introducidos im-
punemente en el organismo. No solamente su completa inocuidad se ob-
serva de un modo patente en cada comida por todos los individuos, sino
que se han publicado observaciones, que demuestran de una manera con-
cluyente, que pueden ser directamente introducidos en la sangre por in-
yección en las venas ó indirectamente á través de los canales linfáticos,
en los tejidos subcutáneos, sin la menor consecuencia sensible. Estos
hechos son tan conocidos y tan generalmente aceptados que no es nece-
sario demostrarlos con observaciones especiales.
Con respecto á la segunda cuestión, existen dos opiniones diametral-
mente opuestas. Todos los partidarios de la teoría de los gérmenes sos-
tienen, con pocas excepciones, que el organismo especial, en la enfer-
medad especial con la que se relaciona, es completamente distinto de
todos los demás, cuando menos es algo más definido que un granulo
6 una molécula. Las enfermedades, que se han citado especialmente en
las primeras páginas como ligadas á los micrófítos, pueden dividirse
en dos clases, según la forma del micrófito, comprendiendo el grupo
séptico, la pústula maligna, la septicemia, la erisipela maligna ó fiebre
tifoidea del cerdo por una parte, y por otra una forma de fiebre conocida
comunmente con el nombre de tifus periódico, bilioso, recurrente.
Relativamente á los organismos que se han hallado pertenecientes al
primer grupo, tomando por tipo el de la pústula maligna, debemos ob-
servar que Robin (2), en 1865, manifiesta que las bacterideas de Davaine
eran idénticas al Leptothrix huccális^ y el conocido botánico Hoffmann ha
expuesto la opinión de que no difieren de los demás cuerpos semejan-
tes que aparecen en la leche y en las preparaciones de carne (3). Recien-
temente Fernando Cohn, en sus observaciones sobre el crecimiento de
los orga^nismos de igual naturaleza contenidos en las soluciones de he-
no, mani^esta que en estos últimos los Baccilli son idénticos en forma
(1) Die Fortschritte der Kreigsheilkunde, beaondera im Gehiete der Infectioné"
krankheiten, pág. 34, 1874.
(2) Traite du microscope, pág. 926, 1871.
(3; Birch'Hirschfeld, loo* cU., pág. 906.
220 LOS MIGRÓFITOS DE LA SANGRE.
y en tamaño á los que se encuentran en el carbunclo, y que las fases de
su desarrollo corresponden á las de estos últimos^ diferenciándose tan
solo en que, mientras el Baccillus anthrads no se mueven, el Baccülus de
la disolución de heno tiene la facultad de moverse (1). Esta distinción,
según ya hemos dicho, no existe.
VIII.
F. Orgranismos vegretales (hallados después de la muerte en sanare normal)
considerados en sus relaciones con las bacterias y los baccilli de las en-
fermedades.
Hace algunos años, el Dr. Cunningham y yo mismo fuimos sorpren-
didos frecuentemente por la rapidez conque los organismos aparecen en
este país en la sangre y en los tejidos de los animales muertos. Los mi-
crófítos no eran solamenie bacterideas alargadas ó en forma de peque-
ñas esferas, sino que se presentaban también bajo el aspecto de láminas
y filamentos. En 1872 y en 1874, sospechamos semejanza entre estos or-
ganismos y los bacteridias de Davaine (2).
Poco tiempo después ocurrió una circunstancia, que llamó de nuevo
mi atención sobre una forma especial de estos organismos. Hart, ciru-
jano veterinario en Calcuta, me hizo examinar una pequeña cantidad
de sangre perfectamente fresca, que habia extraído de un caballo muer-
to en el mismo dia de una enfermedad antracoidea bien declarada. Su
curiosidad respecto á los caracteres microscópicos déla sangre se habia
despertado al leer en el The Veterinary Journal^ que se habían hallado
agusanes» en la sangre de caballos, que sufrieron una afección seme -
jante en el Punjab. Preparóse una lámina de cristal y se examinó la san-
gre al microscopio, pero no pudo descubrirse particularidad alguna;
cuando esta preparación y otras fueron examinadas doce horas más tar-
de (después de haberlas guardado bajo una campana de cristal), se ob-
servaron láminas y filamentos numerosos, que por su forma y tamaño
correspondían exactamente á los cuerpos del mismo género descritos
como propios del carbunclo en Europa.
Hiciéronse muchas culturas, añadiendo un poco de sangre al humor
acuoso en estado fresco. Las preparacioi es fueron entonces guardadas
por algunas horas en un recinto húmedo. Siendo en este momento la
temperatura de 90' F., no fué necesario establecer una atmósfera artifi-
cial. £1 desarrollo de los bastoncitos en filamentos y la aparición en estos
últimos de cuerpos ovales extremadamente ¡refringentes, correspondían
de una manera tan exacta á lo descrito por Gohn, Koch, Ewart y otros,
que no es necesario representar estas diversas fases por nuevas fi-
guras.
Practicamos una serie de culturas mezclando con el humor acuoso
fres:o una pequeña cantidad del producto de la última cillura y asi
sucesivamente. Tratábamos entonces de asegurarnos de si los Baccilliy
({) Supplómenl de Cohn, vol. 2. fase. 3, 1877.
(2; Cholera. Re.herches microscopifjues et physiohgiqujSf i.* y 2.' serie, tS72-74.
LOS MICRÓF'ITOS DU LA SANGRE!.
221
descubiertos en la sangre que se había conservado algunas horas después
de la muerte de los animales, manifestarían, en condiciones iguales,
cambios semejantes. Las ratas muertas por medio del cloroformo y guar-
dadas de tres á veinte y cuatro horas, según que la temperatura fuese
alta ó baja, dieron el siguiente resultado: halláronse Baccilli en la san-
gre, en el bazo y en otros órganos. En esta ocasión excepcional los or-
ganismos aparecieron rápidamente; este ejemplo notable de la apari-
ción precoz y abundante debíase en parte probablemente al género de
muerte.
El individuo, que había procurado las ratas, prometió entregar un
gran número de ellas en corto espacio de tiempo, comenzando luego, con
ayuda de ratoneras, una caza activa. Viendo que era posible procurarse
un número mayor de las que podían contener la trampa que había emplea-
do, tomó una gran olla de tierra, en
. la que metió 27 de estos animales, cer-
rando la abertura con un pedazo de
lienzo. Como es de suponer, las ratas
habían todas perecido, excepto una,
antes de que estuviesen en nuestro
poder. Examiné la sangre y el bazo
de veinte, á las seis ú ocho horas de
haber sido cazadas, hallando una mul-
titud de Baccilliy absolutamente idén-
ticos al Baccillus anihracis. En algu-
nas de ellas la abundancia de Baccilli
era sorprendente. Presentábanse en
general bajo la forma de bastoncitos,
pues algunos de ellos habían crecido
dd tal manera, que cubrían el campo
del microscopio.
Este experimento inclina ádar ra-
zón á una afirmación, emitida por Si-
gnol ante la Academia de París, según
la cual se encuentran Baccilli movibles, idénticos á los del carbunclo,
diez y seis horas ó menos después de la muerte en la sangre de los aní-
males que han sido asfixiados por medio del carbón.
Además, Signol observó que 80 gotas de esta sangre mataban rápi-
damente un macho cabrio ó un carnero, si bien la putridez no pudo ser
comprobada, de tal modo, que no existían apariencias de ella, ni olor
alguno, pero que no se hallaban Baccilli en la sangre de los animales
inoculados, antes ó inmediatamente después la muerte (1).
Fif . 36.— Organiamot enconiradoi en U santre de anima
la lanoe, algonae horaa después de la mnert-, 15(10 diá-
BMtroa.
(Continuará,)
(1) Comptesrendua^LXyOílt pág. 116, Diciembre 1879.
222 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Erupciones cutáneas producidas por algunos medicamentos.— Se-
gún AuspitZy las erupciones producidas por algunos de los medicamentos
más usados son las siguientes:
Quinina: Eritema escarlatiniforme. Pápulas sarampionaides (i). He-
morragia y púrpura. Edema, Prurigo.
Quina, helladonay estricnina y estramonio. Erupciones semejantes á
las pápulas de sudamina.
Digital: Eritema á los pocos dias.
Acónito Exantema vesiculoso.
Santonina: Flictenas y pápulas.
Bhus: Erupción vesiculosa.
Opio y morfina: Eritema, pápulas,con descamación y prurito.
Pilocarpina: Efidrosis, aumento do la transpiración cutánea.
Fósforo: Púrpura.
Acido fosfórico: Péníigo.
Mercurio: (uso interno) Eritema, Eczema.
Arsénico: Eritema, y pápulas. Eczema.
Acido fénico: Eritema, vesículas y pústulas.
Acido salicilico: Púrpura, flictenas con catarro laríngeo; pústulas.
Hidrato de doral: Eritema muy marcado; comezón, descamación,
púrpura y petéquias; eczema con costras y escamas.
Bálsamo de copaiba^ cubeta^ trementina: Flictenas, eritema, eczema.
Aceite de hígado de bacalao: Acné.
Yoduro de potasio: Pápulas, vesículas y flictenas, eclima, eczema,
equimosis y púrpura.
Bromuro de potasio: Pápulas y pústulas, grandes, tubérculos y equi-
mosis, vesículas y úlceras. — (L. Süñb.)
Sífilis: tratamiento por las inyecciones subcutáneas de pepto-
na mercúrico-amónica. — Vidal (Común, á la Soc. de Tlierap.) ha ensa-
yado el tratamiento preconizado por M. Martineau en treinta enfermos,
en los cuales han desaparecido los accidentes después de veinte á trein-
ta inyecciones de 5 miligramos de sublimado cada una. Es un medio
excelente para administrar el mercurio á los individuos dispépticos y á
los que presentan intolerancia de las vías digestivas. La acción del mer-
curio es mucho más rápida por la via hipodérmicaque por la estomacal;
M. Vidal cita, por ejemplo, un caso grave de sifiloma lingual antiguo,
que mejoró considerablemente al cabo de quince dias.
Este método es inocente, si se tiene cuidado de fíltrar la solución y
renovarla á menudo, casi todos los dias, administrándolas en la espalda
ó en las nalgas, en pleno tejido celular subcutáneo. A pesar de todas las
precauciones, ha determinado en algunos casos un dolor intenso y
nudosidades más ó menos persistentes, pero nunca ha producido abs-
cesos.
De los treinta enfermos, en cuatro se presentó salivación bastante
intensa que obligó á suspender el tratamiento. Es cierto que los indivi-
(i) En luffar de esta palabra, muchos autores emplearían la palabra morbilosas;
pero la Acaaemia de Medicina y Cirugía de Barcelona ha dicho en cierto dictamen,
que el epíteto morbiloso y las voces: constipación y desingurgitacion, no deben
usarse.
NOTICUS CIENTÍFICAS. 223
daos afectos de gingivitis anterior no habian sido excluidos del experi-
mento, y además en la estación húmeda y fria los otros métodos de ad-
ministración hubieran producido aun más estomatitis..
Para prevenir la salivación mercurial, M. Vidal recomienda hacer
frotar las encías de los enfermos diez ó doce veces por día con los pol-
vos siguientes, formulados según aconseja el profesor Panas:
Polvo de quinina. 3 partes.
Id. de ratania. 1 »
Clorato de potasa 1 »
M. Dujardin-Baumetz ha obtenido también excelentes resultados con
las inyecciones de peptona mcrcúrico-amónica en la sífilis.— (S. Carbó.)
Herencia morbosa.— Interesantes son los experimentos practicados
por Brown-Séquard, con los cuales prueba la suma frecuencia con que
se trasmiten las lesiones orgánicas accidentales producidas en los ascen-
dientes. Actualmente hay en el Colegio de Francia más de 150 conejitor
de Indias con lesiones hereditarias, según ha dicho el distinguido autos
antes mencionado en la Academia de Ciencias de París (13 de Marzo).
Hé aquí algunas enfermedades trasmitidas por herencia: 1/ epilep-
sia, producida en los padres por una sección del nervio ciático ó de una
parte de la médula espinal; 2.^ deformación de la oreja ú oclusión par-
cial de los párpados, por la sección del gran simpático cervical; 3.* exof-
talmia, por lesión del bulbo raquídeo; 4 * equimosis seguidos de gan-
grena seca con otras alteraciones de nutrición de la oreja, por lesión del
cuerpo rectiforme que habia determinado iguales efectos en los ascen-
dientes; 5.* ausencia de falanges ó de un dedo, por la sección del nervio
ciático; 6.' estado morboso de este mismo nervio, por haberlo cortado,
y aparición sucesiva de los fenómenos que ha descrito como caracterís*
ticos de los periodos de desarrollo y decrecimiento de la epilepsia, y
en particular el poder epileptógeno en una parte de la piel del cuello
y de la cabeza y la caida de los pelos de esta zona, cuando la epilepsia
mejoró.
A más de estos hechos, ya conocidos, B'-own-Séquard refiere dos nue-
vas series de experimentos, relativos la una á alteraciones de nutrición
del globo ocular y la otra á la atrofia muscular. Actualmente tiene más
de cuarenta animales, con uno ó con los dos ojos lesionados, hijos de
tres padres que tenían uno alterado á consecuencia de la sección trans-
versal del cuerpo restiforme, y unos veinte en los que hay la atrofia
muscular, hijos de padres que la padecían por haber seccionado el ner-
vio ciático. ^(RODBIGUEZ Mendez.)
Apoxnorftna: acción expectorante. — Los experimentos practicados
por Beck con el clorhidrato de apomorfina, en 60 casos de catarro bron-
quial y en 30 de bronco-pneumonia, le han inducido á asegurar que las
secreciones eran más fluidas y que los esputos se expelían con notoria
facilidad durante la acción de este medicamento.
La fórmula que emplea es la siguiente:
Clorhidrato de apomorfina 45 miligramos.
Acido clorhídrico diluido 15 gotas.
Agua destilada 120 gramos.
Jarabe simple 30 »
Administra una cucharada cada dos, tres ó cuatro horas.— (Ve rdós.)
224 SECCIÓN OFIQAL.
SECCIÓN OFICIAL.
Cátedras vacantes.^Real orden de 16 de Marzo mandando se provean
por oposición las Cátedras de Ejercicios prácticos de Osteología y Disección;
Higiene privada y pública. Terapéutica, Materia médica y Arte de recetar é
Historia de las Ciencias médicas de la Facultad de Medicina de la Habana.—
Gaceta del 23 de Marzo (1).
Aguas minero-medicinales españolas.— Cuadro de las temporadas, di-
rectores, etc.; etc. — Id. del 27 id.
Cólera morbo.— Orden del 28 de Marzo declarando limpias las procedencias
de Redjar, distrito de Belet-el-Harem (Arabia), y de observación las de Jambo
y Djeddah, puertos otomanos del Mar Rojo, y limpias también las de nuestras
posesiones en Marruecos, todo á contar desde el 30 de este mes.— /d. del 30 id.
Repaso de histología.— El establecido en Madrid, en el local del La-
boratorio Micográfíco del Dr. Martinez y Molina, por el Dr. D. Manuel
Tapia Serrano, tendrá este curso efecto desde 1.* de Mayo, empleando en
las conferencias el tiempo necesario para que quede terminado en l.^de
Junio. La matrícula queda abierta en el local del repaso: Atocha, 133, y
en el de la Facultad de Medicina.
Del empleo del hierro en la estación de la primavera. — El medica-
mento ferruginoso que muchos autores han nombrado Remedio ó medi'
camento heroico porque tiene por principal objeto renovar la sangre, se
aplica hoy en dia en tantos casos, que se ha hecho casi el único lunda-
mento de la terapéutica moderna.
Creemos muy útil llamar la atención de un medicamento que se em-
plea tanto desde su preparación en hierro líquido, y que hoy es conocido
por Hierro dializado Bravais, por ser accesible á todas las personas, aun
cuando tengan el estómago muy delicado, produciendo en esa forma de
preparación tan buenos resultados, que se puede considerar con toda
justicia como el medicamento más eficaz de los tónicos y reconstituyen-
tes, empleándolo sobre todo en la primavera, porque es en esa época que
la organización del cuerpo sufre del estado atmosférico, sucediendo las
afecciones y enfermedades crónicas. Ademas, por ser esa preparación de
fácil empleo y no tener ningún inconveniente, porque es soluble, es
decir, que se puede desleír, ni tener tampoco el inconveniente de enne-
grecer los dientes, se puede asegurar que el Hierro Bravais no solo es
buen remedio, sino que es también un invento verdadero reconocido por
los más célebres médicos que han estimado sus ventajas.
Cada uno de los frascos del Hierro Bravais tiene un sistema muy in-
genioso y fácil de cuentagotas, especie de tubo en goma que se acomoda
bien al frasco, y basta tan solo apretar con los dedos para que caiga una
gota de ese liquido.
Dicho cuentagotas sirve también de tapón, una vez que el frasco se
ha empezado.
(i) La Higiene ba sido en 28 de Marzo (Gaceta 4 Abril) eliminada de la convo^-
toria.
Tomo II. Húm. 8. 30 Abril do 1882. Año II. Núm. 32.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: De la oportunidad y valor de las emisiones sanguíneas en la metritis, y en parti-
cular en el tratamiento de la metritis crónica (continuará), por el Sr. S. €irera.~Trata-
miento de la dacriocistitis, por el Sr. J. Barraquer.— Anatomía de los centros nerviosos
(continuación), por m, M. Wmir^mm moe».— Contri bueion al estudio del ácido salicllieo y
sus compuestos, en particular del salicilato sódico en el tratamiento del reumatismo
(continuación), por B. M. E. Moré y Bar ipit.— Revista de Fisici. Congreso y exposición
de electricidad (continuará), por el Br. Bodri^neB Me ndex.— Revista critica bibliográ-
fica,por los Brea. Vilaaeea y Bodri^oea Mendea.— Los mlcrófltos de la sangre ysus re-
laciones con las enfermedades (oontinuacion). por el Br. T.Biehard Le Win.— NOTICIAS
CICNTÍFIGAS: Acción tóxica comparada de varios metales.^Golirio de Fernandez.— Estado
del lado sano en los hemiplégicos. - Ascárides lumbricoides: tratamiento—Excitación de
los centros motores corticales.— Sección ofleial.^Publicacionesrecitndas,
DE U OPORTUNIDAD T VALOR DE LAS EHISIONES SAIUÍKEAS EK U METRITIS
Y EN PARTICULAR
EN EL TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA,
POR J. ClRERA.
I.
Los procesos flogísticos del órgano materno pueden considerarse co-
mo la enfermedad reinante en los centros populosos. Esto tiene por cau-
sa indudablemente la mala dirección dada al puerperio unas veces, la
poca precaución en los periodos menstruales otras, ó el confiar los actos
abortivos á personas poco idóneas ó abandonarlos por completo á los so-
los esfuerzos de la naturaleza, que serian suficientes, si no se hallaran en
presencia de organismos mal dispuestos á reacciones contra los elemen-
tos morbosos. A parte de otras de menor consideración, y que en último
resultado son de un mismo orden, éstas son las causas más importantes
de los procesos morbosos del útero; resultando que los fenómenos neu-
ro-vasculares y los movimientos orgánicos, que acompañan á la mens-
truación, al embarazo, al aborto ó al puerperio, se ven con facilidad per-
turbados y son el origen de disturbios circulatorios y tróficos, que
constituyen la naturaleza intima del proceso local conocido con el nom-
bre de metritis crónica.
Este padecimiento ha tenido y sigue teniendo una terapéutica muy
variada, porque entre clínicos y patólogos reina un desacuerdo acerca
de la verdadera significación que debe darse á la metritis, no histológi-
ca, sino clínicamente considerada. Porque bien se comprende que los
actos patológicos fiuxion, congestión, infarto, inflamación, no constitu-
yen procesos idénticos, y no pueden en manera alguna ser comprendí-
296 TRATAMIENTO BE LA MBTRITIS CRÓNICA.
dos bajo una misma denominación; pero clínicamente considerados, no
es posible establecer una linea de demarcación, porque comunmente,
por no decir de un modo constante, vienen intimamente confundidos en
una entidad patológica que afecta diversas modalidades, aunquo ofre-
ciendo un conjunto uniforme.
No llevamos en el ánimo el propósito de entrar en serias considera-
ciones sobre punto tan importante de la patología uterina; mas, para ve-
nir en justificación de lo que valen en si las emisiones sanguíneas y de
su oportunidad, es fuerza fijemos la atención de un modo preferente
sobre lo que nos enseña la histología ante los cambios de exlructura
que experimenta la matriz durante é inmediatamente después de la ges-
tación.
Ella nos enseña, pues, que bajo el estímulo del producto de la con-
cepción, el útero entra en un notable movimiento de actividad nutritiva
y generadora, dando por resultado la hipertrofia é biperplasia de sus
elementos ccnstitutivos. De modo que el tejido muscular y el sistema
vascular, que son los elementos que deben tomar una parte muy activa
en los fenómenos de nutrición y expulsión fetal, van adquiriendo un des-
arrollo que guarda proporción con la época del embarazo. Llegado el
término de éste, una vez que el sistema vascular y el tejido muscular
han cumplido su tarea, las grandes dimensiones que había adquirido el
útero en el tiempo máximo de nueve meses, las pierde próximamente
en el espacio de cinco ó seis semanas, cuando las cosas siguen su curso
normal; pero no sucede siempre así, sino que ese movimiento, que pudié-
ramos llamar de desasimilacion» y que científicamente es conocido por
el de trabajo de involución ó regresión uterina, por causas que no son
del caso enumerar, no se efectúa cual corresponde al modo normal de
funcionar el organismo. Por tal motivo, la degeneración grasosa de la fi-
bra muscular de nueva formación, así la propia del parénquíma uterino
como la perteneciente á las paredes vasculares, queda suspendida, no
puede por lo tanto verificarse la reabsorción de los elementos degenera,
dos, y así es como el útero permanece con un riego sanguíneo superior
á las necesidades de nutrición. Este éxtasis sanguíneo no puede impu-
nemente seguir en un órgano de las condiciones del útero en estado
puerperal, sin que dejen de venir inmediatamente lesiones tróficas, ra-
dicando ya en el tejido muscular, ya en el conjuntivo.
Hé aquí cómo vienen á confundirse las lesiones circulatorias con las
de nutrición, y cómo clínicamente apenas si es posible sorprender esta-
dos puramente congestivos ó simplemente inflamatorios bajo ana forma
crónica. En una palabra, el clínico sorprende rara vez, por no decir nun-
ca, el proceso patológico del útero en su primer estadio, ó de congestión»
y sí en el segundo, en que coexisten la congestión y la inflamación.
Pero el acto patológico no se detieneaquí: el tejido celular inflamado
sufre con el tiempo una transformación tan notable, que cambia por
completo la faz del proceso. Aquellos elementos anatómicos, hipertro-
fiados é hiperplasiados por efecto del movimiento irritativo y de la tai-
ta de involución, se afectan luego de esclerosis, que produce su retrac-
ción; al rededor de los vasos es precisamente el sitio de preferencia del
tejido celular, y en virtud de la susodicha retracción determina lacons-
TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA. 2ft?
triccion de los mismos *de un modo permanente, dando por resultado la
isquemia del órgano materno.
Tal suele ser el término ordinario de la escena patológica, cuando
DO se acude á tiempo con un plan terapéutico racional Los solos eS'*'
fuerzos de la naturaleza no son bastantes para desviar el curso de tan
fatal proceso morboso.
Por lo anteriormente manifestado, se hace bien patente la natural dU
Tísion de la metritis crónica en dos periodos, anatómica y clínicamente
demostrados. Ellos son y deben ser la base fundamental de una eficaz
terapéutica. En esta natural división se funda, por consiguiente, la opor-
tonidad y valor de las emisiones sanguíneas en la m3tritis crónica, toda
vez que en el período, llamado por Scanzoni, de infiltración, las emisio-
nes sanguíneas son racionalmente aplicables, porque el útero se er caen-
tra sobrecargado por el sistema vascular ingurgitado; tnas, en el período
de induración, según há poco acabamos de indicar, las condiciones son
totalmente diferentes: el riego sanguíneo, antes aumentado, por efecto
de la extrangulacion vascular, queda reducido hasta tal punto, que ape^
ñas es suficiente para la nutrición del órgano. Por lo tanto, en este pe-*
ríodo no tienen valor ninguno las emisiones, y coa ello viene establecí*
da su oportunidad.
No son conceptos basados puramente en la teoría y en lo que pueda
dar de sí la anatomía patológica, sino que vienen afianzados por la prác-
tica de reputados clínicos; y por lo que á nosotros toca, podemos dar fé
de que las emisiones sanguíneas, metódica y oportunamente practica-
das, son un medio poderoso y de grande utilidad para la resolución de
estos procesos uterinos. Sin embargo, este medio no pasa de ser uno de
tantos otros aceptados con gran confianza y reconocidos como de un va-
lor terapéutico tanto ó más poderoso que el que nos ocupa. Asi es que,
por mas que en nuestra práctica hagamos un uso muy frecuente de ellas,
no por eso echamos al olvido otra clase de medios de gran valía, y que en
condiciones especiales deben con razón anteponerse á éstas. De modo que
la medicación intrauterina (1) la estimamos en mucho, pues que con ella
hemos obtenido y obtenemos diariamente resultados positivos; pero,
coadyuvada por las emisiones, esta medicación tiene más precio, pues-
to que las curaciones se efectúan con mayor rapidez; pudiendo alter-
narse impunemente en el decurso del tratamiento, porque, como más
adelante expondremos, éstas tienen más razón de ser y son de mayor
utilidad en determinados momentos de los periodos intermenstruales.
Esto sentado, pasemos á poner en claro otro punto que voluntaria-
mente hemos omitido.
Al tratar de la verdadera significación que debía darse á la palabra
metritis, nos hemos declarado partidarios, clínicamente, de la simplifican^
cion, ó sea de considerar bajo un mismo grupo estos estados patológicos
que con matices variados vienen á simular procesos distintos. Esta de-
claración tiene solamente necesidad de ser hecha para lo que debe en-
tenderse con el nombre de metritis crónica, pues que en la aguda no
oabe.'discusion alguna. Pero la matriz se compone de dos elementos prin-
(i) Véase Gaceta Médica de Cataluña, núm. 68, 69 y 70 del año III.
9SS TRATAIOENTO DE L\ METRITIS CRÓNICA,
cipales, que cada uno de por si puede afectarse: tales son el parénquima
y la mucosa. Por eso se han reconocido dos clases de metritis crónica:
lana parenquimatosa y otra mucosa. No obstan te, ¿se hallan en la prác-
tica plenamente caracterizadas y bien independientes? No queremos ne-
garlo en absoluto, pero si diremos que en nuestra práctica no hemos
sabido descubrir endometritis perfectamente aisladas de trastornos pa»
renquimatosos, ni aun en las nulíparas, que son las únicas que pudie-
ran basta cierto punto dar lugar á duda. Siempre que hemos observado
nulíparas con catarro cervical, hemos hallado al propio tiempo modiíN
caciones en el cuello — que es lo único accesible con el espéculum— ,con-
sistentes en una coloración violácea, aumento de volumen y una con-
sistencia mayor, de manera que no se deja penetrar tan fácilmente por
un instrumento punzante ó cortante, comeen el estado normal. Por con-
siguiente, á nuestro entender, la metritis crónica es una y tan sólo es
posible establecer esta clásica división de metritis parenquimatosa y
mucosa, por los fenómenos que predominen del lado de la mucosa ó
del parénquima.
II.
Aceptadas en tesis general las emisiones sanguíneas, como un medio
de tratamiento propio para combatir las afecciones de carácter inflama-
torio que radican en el útero, pasemos á ocuparnos del examen de los
diferentes modos como pueden ser practicadas, pudiendo resumirse en
el cuadro siguiente:
Sangría*
1 indirecta. . ) sanguijuelas,
local. . < >
' directa.. . ) escarificaciones.
En el plan de este estudio entra de una manera preferente el juicio
critico de las emisiones sanguíneas en el tratamiento de la metritis cró-
nica; pero en razón á su Intimo parentesco con los demás metritis, no
podemos menos que tocar, siquiera sea á la ligera, algunos punios con-
cernientes á estas últimas, ya que vienen^.de paso y pueden formar su
complemento.
Sangría gfcíncraZ.— Parecerá casi inoportuno que vengamos ahora á
dedicar algunas líneas á un medio que, si bien había gozado en tiempo
aún no remoto de un prestigio sin igual, se ve en estos momentos, con
razón ó sin ella, poco menos que postergado al olvido. No es con el fin
de vindicar su pasado poderío, que estuvo en su tiempo más ó menos
justificado, sino para darle lo que justamente le pertenece.
Es cosa de todos sabida que las localidades influyen mucho en las
medicaciones, porque el modo de ser de los individuos varía en cada
una de ellas. Por eso en las grandes poblaciones, por predominar en
ellas los temperamentos nerviosos y linfáticos, pocas veces se ofrecen
formales indicaciones de las evacuaciones sanguíneas generales. De aquí
que se hayan proscrito absolutamente de la práctica ginecológica, k pe-
TRATAMIENTO DE LA DACRIOCISTITIS. 229
sar de que en términos generales tal es nuestra conducta, debemos de-
cir que no de un modo absoluto, porque se ofrecen al clínico casos ex-
cepcionales de los que pudiéramos relatar algún ejemplo, en que las
emisiones generales satisfacen una indicación que con difícultad— por
no decir imposible— seria satisfecha con otros medios.
En efecto, hay enfermas, cuyo temperamento se inclina más al san-
guíneo, que, hallándose afectas de metritis crónica en cada época mens-
trual, sufren un acceso sub-agudo y hasta verdaderamente agudo, con
todos los síntomas de reacción general y local bien acentuada. Que con-
viene en estos casos oponernos á tales recrudecencias, es indudable;
pero ¿cómo hacerlo impunemente y con éxito? A nuestro entender, no
hay medio más á propósito que la sangría general revulsiva en el ins-
tante mismo en que se vean aparecer los primeros síntomas de reacción.
Esta práctica descansa en lo que se observa á consecuencia de una de-
plecion sanguínea de esta naturaleza, que no debe pasar más allá de los
iOO gramos, siendo suficientes ordinariamente unos 60 ú 80. Pues bien;
después de practicada una sangría revulsiva del brazo, la cara se pone
como abotagada y de un color más subido, sobrevienen palpitaciones,
sofocación, cefalalgia, en una palabra, todos los fenómenos de una ver-
dadera fluxión hacia la parte superior del cuerpo. En vista de estos fe-
nómenos fisiológicos, se hace bien patente su acción revulsiva, que por
lo enérgica, debe desviar en gran parte el estímulo útero-ovárico, que
de una manera natural y constante, aun fuera del estado patológico,
tiene lugar periódicamente en el aparato genésico.
Por mas que en nuestro ánimo quede sentada la utilidad de este me-
dio terapéutico, no olvidamos que esta indicación no se ofrece en la
práctica con frecuencia, porque raras veces tenemos ocasión de tratar
metritis crónicas en su principio, sino que generalmente llevan ya al-
guna fecha y han tenido tiempo suficiente para desplegarse sus compli-
caciones—entre ellas, y la más frecuente, la dispepsia gastro-intesti-
nal — que suelen determinar profundas alteraciones de las funciones
reparadoras, y como consecuencia un empobrecimiento de la sangre,
en cuyo caso queda aquella contraindicada formalmente.
(Continuará.)
*t^m0^t^^0^t^m0^0^m0m0^0^0^K^i^m0^K^mÉm
TRATAMIENTO DE LA DACRIOCISTITIS
POR EL Doctor Don J, Barraqüer,
Oeuliáta de loa ho»pitale$ de Santm Cruz y del Sagrado Corazón,
Aunque las afecciones de las vías lagrimales sean muy variadas y
exijan tratamientos diversos, la más común y que puede dar origen á
mayor númeto de complicaciones, es, sin ninguna duda, la dacriocistiti»»,
ó sea la inflamación del saco lagrimal. Las alteraciones inflamatorias
230 TRATAMIENTO DE LA DACRIOCISTITJS,
de la membrana mucosa del saco lagrimal se reducen, en la gran mayo-
ría de casos, á la hiperemia, tumefacción y secreción de un producto
purulento ó mucoso; en otros casos la secreción es tan exigua que apenas
puede apreciarse, y los síntomas de obliteración de las vías lagrimales
llaman exclusivamente nuestra atención.
La dacriocistitis puede presentarse bajo la forma aguda ó crónica. En
la primera llaman la atención el edema palpebral desarrollado rápida-
mente, la sensibilidad al tacto, los dolores expontáneos tensivos y pun-
gitivos^ sumamente intensos en la propia región, el abultamiento de la
misma y creación de una fístula á los pocos días. Durante los dos ó tres
primeros dias la dacriocistitis se limita á producir alteraciones en el in-
terior del saco, y al exterior solo se notan los síntomas de una tumefac-
ción difusa en las regiones palpebral y lagrimal; pero en los dias conse-
cutivos fórmase un absceso subcutáneo en comunicación con el saco, que
forma una eminencia localizada y cuya abertura prepara la creación de
una fístula. La dacriocistitis aguda es llamada vulgarmente erisipela.
En la crónica, el lagrimeo es el síntoma dominante y existe una fístula
antigua, á través de la cual salen los productos segregados por el saco
lagrimal: es el resultado del paso de la piimera forma al estado crónico.
Eq la generalidad de casos falta la fístula en la dacriocistitis crónica, ya
porque se haya curado expontáneamente, ya porque no haya existido
nunca, y las mucosidades ó el pus del saco salen por los puntos lagrima-
les ó por la abertura del conducto nasal en las fosas nasales, cuando
comprimimos la región del saco.
La dacriocistitis reconoce por causa, en la mayoría de casos^ la pro-
pagación de un proceso ñegmásico de las membranas ocular ó nasal; esto
nos explica la frecuente unión de esta afección con la ozena y con las con-
juntivitis crónicas. En raras ocasiones es idiopática y debida á las inju-
rias de los agentes exteriores. La causa inmediata parece ser en algunas
ocasiones la retención de los productos segregados en el saco, así es que
no es raro que se presente la dacriocistitis á raiis de la curación de úlce-
ras de las fosas nasales y en el curso de los exóstosis y pólipos que obtu-
ran el conducto nasal. Se ha descrito la dacriocistitis sifilitica, y la
práctica de un gran námero de casos no me permite admitirla en el
concepto de una inflamación supurativa difusa de toda la superficie del
saco. La sífilis produce la dacriocistitis por la caries ó por el exóstosis
de algunos de los huesos que se relacionan con el saco ó con el ccndncto
nasal.
La indicación terapéutica en las afecciones de las vías lagrimales
debe fundarse en tres síntomas capitales:
El lagrimeo: Tan común en la dacriocistitis, depende de las dificulta-
des mecánicas que las mucosidades y la tumefacción de la mucosa opo-
nen á la excreción de las lágrimas y de la perturbación funcional que en
el mecanismo del saco lagrimal infieren las alteraciones inflamatorias,
perturbando el funcionalismo muscular, estrechando el saco en unas
ocasiones y dilatándolo en otras; es^ie lagrimeo aumenta ó disminuye,
según el estado de irritación de la conjuntiva, los esfuerzos de acomo-
dacioo del ojo y la temperatura del aire, de modo que asi como eiíate
BXi 0)achoa pasaos, en otros deja de existir por completo, y en otros se
TRATAMIENTO DE LA DAGBIOCISTITIS. 231
maniñesia solaiüente cuando se expone á la acción de un aire frió ó lee ó
padece una conjuntivitis. La importancia del lagrimeo no se reduce á
las molestias y á las privaciones á que obliga^ sino que la retención de las
Mgrímas en la cavidad óculo*palpebral y el constante derrame por la
abertura de los párpados producen alteraciones, que bajo el punto de
vista etiológico y terapéutico son exactamente comparables á las que
tienen lugar en todas las vías de excreción en los puntos situados detrás
de la estrechez.
El eczema patpebral provocado (blefaritis ciliar) con sus complica-
ciones de acné (forunculosis palpebral), sicosis palpebral (blefaritis ul-
cerosa é hipertrófica), la calvicie palpebral, la retracción de la piel del
párpado inferior y mejilla (ectropion), y la falta de protección, que por él
puede sobrevenir á la córnea con las alteraciones inflamatorias de esta
membrana trasmisible al interior del ojo, son los trastornos á que dá
lugar en algunas ocasiones el lagrimeo.
La fístula: Influye poderosamente en la indicación, según los carac-
teres por ella presentados; puede ser reciente y ancha ó antigua y hasta
capilar, llegando en algunos casos, raros afortunadamente, á ser tan pe-
queña su abertura que se necesita grandes esfuerzos para descubrirla,
porque se limita á un trayecto flstuloso capilar, cuyas paredes y aber-
tura están exentos de todo proceso flogístico. En otros casos se desar-
rolla en el trayecto de 1 1 fístula una exuberacion de tejido de granula-
ción» que desfigura notablemente la fisonomía achatándola.
La supuración: El contacto del pus con la conjuntiva y el globo, á
través délos conductillos lagrimales, puede producir la infección de la
córnea, que es el más grave de los accidentes que en estos casos puede
tener lugar.— La infección se desarrolla frecuentemento en el curso de
)a dacriocistitis después de un traumatismo accidental ó quirúrgico; de
aquí el precepto de no practicar la operación de la catarata ó la de la pu-
pila artificial en un individuo qne padece la dacriocistitis. El catarro
conjuntiva!, la conjuntivitis folicular y aun la blefaritis son á menudo
producidas por la dacriocistitis.
El cateterismo por el método de Bowman es sin disputa alguna el
tratamiento que reúne mayor número de curaciones, corrigiendo la fís-
tula, la secreción y el lagrimeo al mismo tiempo; permitiendo la libre
evacuación de los productos segregados por el conducto nasal, hace inú-
til la fístula, da paso á las lágrimas y evita la infección de la membra-
na mucosa por las descomposiciones de sus productos de secreción. La
supuración disminuye rápidamente, y las fístulas recientes se curan á
las pocas sesiones de cateterismo. Cuando la supuración ha durado mu-
cho tiempo ó el saco lagrimal está muy distendido, el cateterismo es in-
suficiente para curar la enfermedad y para que desaparezcan sus tres sín-
tomas capitales, y vemos prolongarse en muchos casos el lagrimeo á
pesar de la facilidad con que pasan las sondas de mayor calibre. En
otros casos la supuración no cede, á pesar de la práctica del cateterisnio
por espacio de muchos meses, y la fístula capilar es por otra parte de
todo punto incurable con el procedimiento de Bowman.
En la dacriocistitis aguda, cuando todos los trastornos inflamatorios
pasan dentro del saco, y él tejido subcutáneo y submuscular de la re-
232 TRATAMIENTO DE LA DACRIOCISTITIS.
gion no participan de la flegmasfa, el cateterismo constituye un agente
terapéutico abortivo de inmenso valor. Es un medio que aplico cons*
tantemente á lodos los casos y siempre he obtenido los mejores resulta*
dos, abortando la flegmasía, impidiendo su exteriorizacion y la formación
déla fístula. La cura abortiva déla dacriocistitis es basta brillantei en
el concepto de que bastan una ó dos sesiones de cateterismo para obte-
ner la curación más completa.
Si la inflamación aguda ha producido ya absceso al exterior del saco,
nos queda sólo el recurso de dilatarlo á través de los tegumentos, ayu-
dando de este modo á la naturaleza en el establecimiento de la fístula^
que después curaremos fácilmente por medio del cateterismo.
Kn la dacriocistitis crónica, el tratamiento con el sondaje obtiene la
curación en la mayoría de los casos á condición de prolongarlo por lar-
go tiempo, pero en algunas ocasiones, rara?, obtendremos mejores
resultados acudiendo á otros procedimientos operatorios. Figuran en
primer lugar las .inyecciones con las soluciones desinfectantes ó as-
tringente^, así como la destrucción del saco lagrimal, extirpando su
mucosa ó cauterizándola y la enucleación de la glándula lagrimal. Solo
n js está permitida la destrucción del saco lagrimal, que forzosamente
impide el paso de las lágrimas y qu3 puede hacerse con la galvano-cáus*
tica, con el termo-cauterio ó con el cloruro de zinc, en los casos en que
es muy abundante la supuración y el citeterismo imposible ó no nos da
cuenta de ella después de haberlo practicado por espacio de algunos
meses. Antes de decidirnos á emplear este medio, es preciso echar un
cálculo de probabilidades: es preciso que nos fijemos mucho en el lagri-
meo y que comparemos los peligros de una epífora interminable con los
que puede ofrecer una supuración para siempre prolongada en el saco
lagrimal. En este juicio deben entrar como factores no despreciables la
p-»sicion y ocupaciones del enfermo, atendido á que ol lagrimeo tiene
mayor importancia por las privaciones que produce en las personas que
deben fijar la vista en objetos delicados, es más pertinaz en los que es-
tán muy sujetos á las influencias atmosféricas, y la supuración es más
temible en las personas que, por descuido ó por falta de medios, no pue-
den mantener un estado de constante limpieza en el saco conjuntiva!.
La mayor ó menor exposición á las contusiones ó heridas de la córnea»
por razón de la profesión ó de otros estados patológicos oculares (litia*
sis de las glándulas de Meibomio, triquiasis, etc., etc..) debe tenerse
en cuenta, ya que la infección se encuer tra favorecida por las soluciones
de continuidad del epitelio de la córnea.
La extirpación de la glándula lagrimal puede sólo cumplir una indi-
cación sintomática en los casos en que el cateterismo es imposible, por
haberse practicado la operación de destrucción del saco ó por haberse
éste destruido por alteraciones ulcerativas ú óseas, y en los casos en que
después de la curación de la dacriocistitis persiste el lagrimeo incoerci-
ble, que expone á los peligros de la retención lagrimal en el saco de la
conjuntiva.— S'olo parece que la naturaleza tiene reservada la glándula
lagrimal para funcionar en casos excepcionales; pues su falta, después
de la extirpación, no produce ningún efecto desagradable y el ojo conti-
núa perfectamente humedecido.— El único inconveniente, que en algunos
TRATAMIENTO' t>£ LA DACRIOGISTITIS. ^3
eitsos puede acarrear esta operación, es un ligero ptosisdel párpado supe-
rior, muy digno de tenerse en cuenta cuando existen granulaciones pal-
pebraies, por cuanto la primera indicación que ellas nos suministran es
disminuir el contacto entre. el párpado y la córnea, lo que no se logra
colocando el ojo en las condiciones de ptosís.-— En los casos en que la
conjuntiva está normal, este ptosis no produce ningún accidente des-
agradable.
A la destrucción del saco lagrimal y á la extirpación de la glándula,
como procedimientos que no pueden obtener una curación completa y que
sólo cumplen indicaciones sintomáticas, debemos reservarles un papel
secundario en nuestra práctica; por mi parte puedo decir que, entre 27ü
dacriocistítis que he visto en mi Dispensario y en el Hospital de Santa
Cruz, desde Enero delSSO, solo he tenido que acudir á la destrucción del
saco en los pocos casos que voy á relatar, para que se vean más clara-
mente los motivos de t^ indicación.
Domingo Alonso y Vilá, natural de Barcelona, de 25 años de edad, de
oficio cerrajero, entró en el Hospital de Santa Cruz el i.^ de lunio. de
1881 en el siguiente estado: fístula lagrimal capilar derecha, distensión
enorme de ambos sacos lagrimales^ dacriocistitis doble. —Dilatado el
punto lagriínal izquierdo con el cuchillo de Weber, é intentado prac-
ticar el cateterismo, fué imposible el paso de la sonda más allá del saco
lagrimal por encontrar un obstáculo óseo en todas direcciones. Exami-
nando con el espejo reflectir las fosas nasales^ se descubrió un abulti-
miento óseo, que obturaba por completo la cavidad derecha y que dismi-
nuía considerablemente la extensión de la fosa nasal izquierda. Compri-
miendo la ventana nasal izquierda y obligando al enfermo á respirar
por la fosa nasal derecha, nos convencimos de que el aire no pasaba por
dicho lado y debia respirar por la boca. En la superficie interna del
cuerpo del maxilar inferior se presentaba una eminencia ósea en cada
lado, que se extendía desde el borde anterior del masétero hasta el nivel
de las coanisuras labiales. El achatamiento de la nariz, producido por el
exóstosis intra-nasal, las elevaciones formadas por los sacos lagrimales
distendidos, junto con las del maxilar inferior, daban á la fisonomía un
aspecto muy singular, haciendo la cara esférica. Examinados los antece-
dentes del enfermo, encontramos vestigios de la diátesis sifilítica, y él
nos confió, por otra parte, haber sufrido una úlcera en el prepucio se-
guida de erupciones indolentes generalizadas, dolores nocturnos y úlce-
ras en las fauces. Se apeló al tratamiento por medio del ioduro potásico
(8 grwoios diarios), las fricciones mercuriales (ungüento mercurial ter-
ciado 7 gramos^diarios) y vino de quina ferruginoso durante los meses de
Junio, Julio, Agosto y Setiembre, después de los cuales habi a n casi de-
saparecido por completo las exóstosis del maxilar inferior, y el aire podía
enfilar por ambas fosas nasales, pero en cantidad muy exigua por la de-
recha, por existir aún una buena parte del tumor óseo en la parte supe-
rior y externado dicha fosa.
. Intentado inútilmente el cateterismo de las vías lagrimales derechas,
prooedi.á Ja destrucción del saco por el procedimiento siguiente: prac-
tiqué una incisión vertical, pasando por la fístula, de un centímetro en I9,
pared anterior del saco, á través de la cual introduje una gruesa mecha
236 anatomía DE LOS CENTROS NERVIOSOB.
obáervaciones clínicas por un lado, los estudios experimentales por otro,
han pretendido resolver el asunto, y á las investigaciones y adelantos
anatómicos se les ha querido hacer justificar las encontradas opiniones
de distintos autores. Estos, muchos de ellos de renombrada fama y jus-
tificada autoridad, disienten casi todos en sus apreciaciones; las hipóle-
sis, las teorías y las opiniones, pueden casi contarse por el número
de disertantes, cuando no resulta que un autor ha cambiado, en vista
de nuevos datos, su modo de pensar, que antes fundara en hechos expe-
rimentales ó de observación. Cuanta mayor amplitud se da á este estu-
dio, más grande es la confusión.
Algunos, como Ferrier,H¡tzig, Pitres, Charcot,Carville, Duret, etcéte-
ra, hablan en pro dé las íócalizaciones con una seguridad matemática y
con un aplomo evangélico: la Anatomía no contradice sus creencia^; la
Fisiología y la clínica comprueban plenamente sus asertos; lacinigía de-
duce indicaciones preciosas de sus doctrinas: la teoría de las localiza-
clones aparece, bajo sus aupicios, como una conquista de la ciencia
moderna. Pero por otro lado, no falta quien aún sostenga con vigor las
ideas sentadas por Flourens antes que de Íócalizaciones se hablara, y así
Brown-Sequard, Gouty, Lacerda, Lussana, Bourdon, Goltz, Hermann, et-
cétera, multiplican sus estudios y observaciones para demostrar la false-
dad de aquella teoría.
En este asunto, como en otros muchos, la exageración de una idea
ha servido más tarde para su propio desoí todito. Hoy casi nadie admite
ya la exactitud y la precisión en las Íócalizaciones que les habia dado
Ferrier, á pesar de haber encontrado Clarke y Besian Lewis, que en la
corteza cerebral existían agrupaciones de células piramidales en los si-
tios indicados por Ferrier, como centros de movimiento, dato anatómi-
co que no ha resultado confirmado.
i^or término general, se observa que los autores, que fundan su crite-
rio en las observaciones clínicas, son localizadores^ y por el contrario^
los difusistaSf en su mayoría, sacan sus deducciones de la Fisiología ex-
perimental. ^
Solo la duda era mi creeticia en este asunto, á pesar de cuanto habia
leido, y la observación de un hecho me inclinó en favor de las localiza-
clones, porque nada presta tanta fijeza ni criterio como la impresión de
un hecho miteriai. Una puérpera, que sobrevivió 36 horas á repetidos
ataques de eclampsia, quedó con una henfSplegia manifiesta del lado de-
recho: al practicar la autopsia, encontré el cerebro congestionado y una
meníngorragia abundante en el hemisferio izquierdo, formando un coá-
gulo, que se extendía á las circunvoluciones parietal y frontal ascen-
dentes.y que penetraba hasta la profundidad de la cisura de Rolando. Aun-
que el hecho no es de los más demostrativos, la coincidencia de existiría
meníngorragia en la zona llamada psioo motora, pudo más en mi ánimo
que la lectura de tantos trabajos contradictorios.
Sin entrar en detalles sobre la cuestión, diré que se admite por los
localizadores el predominio de los lóbulos frontales en el desempeño d^
las facultades intelectuales, de los parietales en el de las motoras, y de
los occípito-temporales en las sensitivas.
£1 pnncipal apoyo con que cuentan las Íócalizaciones cerebrales, ;8on
ANATOUÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 287
loe experimentoa de Ferrier, por haber sido praclicados sobre el mono,
cayo cerebro tiene grande semejanza con el del hombre. Ferrier ha obte-
Fig. 37. CantroB motores en la cara externa del cdrebro del n
BegDn lOB experimentos de Ferrier.
),_ IdbDtú (
;uBllo;b, 'i
nido en el mono, por U excilacion eléctrica de la corteza cerebral, efec-
tos constantes para unas mismas zonas, sobre lodo por lo que se refiere
Pjg. SS.-Esquemade las locaHiaclones probables
' en el cerebro biicnano.
á los fenómenos de movimiento; esta fijeza en las manifestaciones le
condujo á admitir la existencia de centros motores en la corteza cere-
938 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
bral, pues por más .que se haya discutido el mecanismo como obran la6
excitaciones eléctricas, el caso es que en lin mismo punto parece pro-
ducen siempre los mismos efectos, bien estos efectos sean debidos, como
pretende Ferrier, á centos motores, ó, según opina Schiff ¿ centros refle-
jos, ó que existe en estos sitios el centro del sentido muscular, como
cree Nothnagel. La teoría de Ferrier es la que cuenta más partidarios.
En la ñgura 37, debida á Broca y Gromier^ «e ven las distintas locali-
zaciones motoras sobre el cerebro del mono» según el experimentador
inglés.
£n la figura 38, los círculos trazados representan el sitio de las loca*
lizaciones motoras sobre el cerebro humano. En 1, correspondiente al
pié de la tercera circunvolución frontal, existe el centro de Broca ó del
lenguaje articulado; en 2, pié de la segunda frontal, el centro de los mo-
vimientos de loa labios; en 4, pié de la primera frontal, el centro de los
movimientos de la cabeza y cuello; en 3, alcanzando la parte media de
las dos circunvoluciones ascendentes, el centro de los miembros supe*
rieres; en 5, parte superior de la parietal ascendente y extendiéndose á
la primera parietal, el centro de los miembros inferiere.'', y en 6, segun-
da parietal, el centro para los movimientos de los ojos.
Es cuanto se puede decir respecto á centros psíco-mótores en el hom-
bre, pero colocándose en el terreno de las hipótesis, puesto que estas
Idealizaciones, asi definidas y en sitio tan fijo, distan aun bttóhó de
estar demostradas. Lo que puede admitirse con fundamento, y ast ló há-
oen muchos autores, que primero señalaban por milímetros la extensión
de un centro, es la existencia en el hemisferio de una zona motora^ qoe
abraza las dos circunvoluciones ascendentes, la raíz délas tres ñ*oñtaIés y
parte de las parietales, de modo que se encuentra en los alrededores de
la cisura de Rolando: de aquí el nombre de zona rolándica. Las hemor-
ragias, degeneraciones ó traumatismos de esta región, llevan consigo
trastornos de la motilidad, probablemente de los mtemíJTOd torácicos, si
la alteración tiene su asiento en la parte inferior de dioha zonai ó en los
abdominales sí pe encuentri^hácia arriba y atrás.
En la misma figura los tres círculos 7, 8, 9, representan^ según Fer-
rier, cuyas ideas son confirmadas en parte por los experimentos de
Munk, Lucianí y Tamburini, los centros de recepción de las impresio-
nes visuales, auditivas y olfatorias, trasladados del cerebro del mono,
en que dicho autor ha hecho sus estudios» al del hombre. Pero estos
centros, como otros muchos de los sensitivos, son puramente hipotéti-
cos, y lo único que hoy puede admitirse con visos de certeza, respecto á
localizaciones de la sensibilidad, es que así como existe una zona mo^
triz, existe también una zona sensitiva, mucho menos conocida que
aquella respecto á las atribuciones de sus distintas partes. Esta zona
sensitiva abraza los lóbulos occipital y temporal^ que parecen exclusi-
vamente destinados á ella, y se extiende también al lóbulo parietal; por
consiguiente, una alteración en cñalqtiiera de estos tres ióblittrs traería
consigo desórdenes de la sensibilidad. El lóbulo parietal seria, pues,
sensitivo y motor.
El diagnóstico, establecido en muchos casos de unalocalizacion mo*
tora comprobada en la autopsia, demuestra la certeza de los centres
anatomía de los centros nerviosos. 239
psico^tnotores, y por igual método resulta evidente la poca fijeza de
las localizaciones sensitivas.
Si intentamos poner en parangón los datos que nos proporciona la
Anatoraia con estos ligeros rasgos que acabo de trazar sobre las locali-
zacioneSi resulta palmario que unos y otras se complementan poco en-
tre si. En efecto, la misma extructura encontramos en los lóbulos fron-
tal/parietal y temporal, y, sin embargo, la zona psico-motora solóse
extiende en la parte posterior del frontal y anterior del parietal; existen
en esta zona sitios de predilección, como verdaderos centros motores, y
con todo, á pesar de Glarke, de Lewis y de Betz, pocos autores admiten
grandes grupos de células piramidales; hoy por hoy, como no sea la
reunión de unas pocas células en varios sitios, que algunos describen
con el nombre de nidos de BeiZy la Anatomía sólo ha demostrado la dis-
tribución uniforme délos elementos en una zona dada. Es preciso, con
todo, recordar estos detalles, ya sea para recoger datos con niás prove-
cho, ya sea para sacar partido en lo posible de lo que diré más larde al
hablar del trayecto y terminación de las fibras y de otros puntos de ex-
tructura cerebral.
En lo reiérente á la zona sensitiva, no existe contradicción entre la
Fisiología y la Anatomía, pues si el lóbulo occipilal está preferentemen-
te ligado á funciones sensitivas, también en su corteza existen en mayor
abundancia los elementos propios á dicha función, asi como tampoco
faltan, aunque no sean tan exclusivos, en los demás lóbulos, en donde
también residen funciones sensitivas. Es tan perfecta la coexistencia de
los elementos motores y sensitivos en el lóbulo parietal, que Schiff,
fundado en hechos de Fisiología experimental, sostiene que los centros
considerados por muchos autores como motores, son sensitivos, y que
si después de su destrucción sobrevienen parálisis es por la falla de ac-
tos reflejos, y al decir esto, en nada discrepa de cuanto hay sabido sobre
extructura.
Resulta de lo dicho, que si bien la extructura de la corteza cerebral
es hoy conocida, de modo que puede servir de base para algunos princi-
pios generales de Fisiología cerebral, es aún muy oscura para contri-
buir ¿ la resolución de muchos detalles.
No queda reducida á la importancia que pueda tener para la preci-
sión del diagnóstico médico, el estudio de las circunvoluciones y de
las loáatifzaciones. Díagnosticfáda una lesión en sitio determinado, se-
gún cuál sea su naturaleza, puede surgir de ella la indicación del tré-
pano, y para aplicarla, es necesario conocer á punto fijo á qué sitio
de lá superficie del cráneo corresponde cada una de las circunvolucio-
nes estudiadas, con el fin de que corresponda la perforación al sitio le-
sionado.
A este estudio se le llama topografía cráneo-cerebral^ y gracias á los
trabajos de Broca, Tillaux, Feré; Terrillon, Ghampionniere, Proust, etc.,
es actualmente bastante conocido.
domo quiera que la zona motora está situada al rededor de la cisura
de Rolando, y no siendo incumbencia de un opúsculo como el presente
el estudio detenido de las aplicaciones médico-quirúrgicas, sino sólo de-
jarlas traslucir, indicaré brevemente la relación de las cisuras con la
240 ÁCIDO SALICÍLICO Y BUS SALES.
superflcie exterior del cráneo, con lo cual se tendrá el límite de los 16*
bulos y la topografía de la zona psico-motora.
A partir de la apófisis orbitaria externa, se lira una linea horizontal;
á tres y medio centímetros de esta linea, hacia atrás, corresponde el ori-
gen de la cisura de Sylvio, que sigue la dirección de esta misma linea, 1^
cual muy aproximadamente es subyacente á la sutura escamosa.
Siete centímetros hacia atrás de esta misma línea, á partir también
de la apófisis orbitaria, corresponde tres centímetros por arriba, y en
dirección vertical, la extremidad inferior de la cisura de Rolando. Como
la dirección de esta ci.-ura es ascendente y oblicua hacia atrás, debe
fijarse la extremidad superior, la cual corresponde de 4 y^á 5 centiroe-
tros por detrás del bregma. Este está situado en la parte media del plano
vertical bi- auricular.
La cisura occipital externa está situada seis centímetros por arriba
de la protuberancia occipital externa, debajo de la sutura parieto-occi*
pital ó lambdoidea.
Con la posición de estas cisuras se tiene un esquema de la topogra-
fía cráneo-cerebral.
(ContintMrá.)
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del salicilato sódico en el tratamiento del reumatismo, (1)
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Médico de la Casa de Lactancia y Casa-cuna de Barcelona.
¿A qué es debido que el salicilato de sosa disujír.u\a con tanta rapi-
dez el dolor y la fiebre del reumatismo agudo? Algunos autores han con-
cedido propiedades anestésicas á dicho agente, diciendo que obra sobre
Icis extremidades periféricas de los nervios de la parte afecta. En este
caso equivaldría decir que la enfermedad es simplemente sensitiva y
que la agudeza de los dolores da origen á la tumefacción y á los síntomas
gi'nerales, siendo así que el preludio de un gran número de reumatismos
no lo constituye el dolor, sino el malestar general, la fiebre, etc. Ade*
más, el salicilato sódico combate también las neuralgias y otras manifes-
taciones de origen reumático, con lo cual venimos en conocimiento de
que dicho agente constituye un especiñco propio para combaiir el ele-
mento reumático, con el cual desaparecen, al mismo tiempo que el do-
lor, la fiebre, la tumefacción de las partes, etc., eto. Para demostrar que
el salicilato sódico es un anestésico y que obra como tal, seria neceaa^
rio que obrase de la misma manera sobre los demás dolores no reumá-
ticos, pero esto no se ha probado todavía.
Bajo el punto de vista de la sensibilidad y de la acción ejercida por di
(i) Continuación.- Véanse los números 25, 26, 27, 28, 29, 80 y 31 .
ÁCIDO SALIGÍLIGO Y SUS SALES. 241
salicilato sódico sobre los nervios vaso- motores, se han vertido dos teo«
rias completamente distintas. La una que atribuye una acción constric-
tora sobre dichos nervios, diciendo que disminuye el calibre de los vasos
dilatados de las sinoviales y de los tejidos próximos. La otra, sostenida
por Ottramare (1), dice que este cuerpo obra sobre la artritis del reuma-
tismo articular agudo, por la influencia ejercida sobre todos los nervios
vaso^diiatadores. cSuplicamos, dice Ottramare, que se nos permita, ex-
poner una teoría sobre la acción del salicilato de sosa en el reumatismo
agudo, basada en el mismo proceso y en la acción fisiológica de este me-
dicamento sobre los centros ^vaso-motores. Bajo su influencia, hemos
observado que la velocidad de la corriente sanguínea era más rápida,
lo cual se explica por la dilatación general de los capilares, por una
acción vaso-motorá fácil de comprobar después de la muerte, particu-
larmente en los órganos dependientes de los nervios esplácnicos. En
nuestro concepto, este es el lazo de unión entre el reumatismo y el sali-
cilato, pues el primero determina hiperemias localizadas, y el segundo
una hiperemia generalizada.»
Estas dos hipótesis que, si bien son ingeniosas, carecen de funda-
mento, á pesar de la vasta ilustración de sus autores, nos satisfacen muy
poco ó nada, para explicar el modo de acción del salicilato sódico sobre
el elemento reumático. Por mi parte, creeré más bien en una acción es-
pecífícadel primero sobre el segundo, favoreciendo esta acción la elimi-
nación, que de los materiales anormales de la sangre (exceso de fibrina,
ácido úrico, etc.), se verifica por los ríñones. En ofecto, si el salicilato de
sosa obrase como anestésico simplemente, no desaparecería con tanta
facilidad el reumatismo, sino que solo desaparecería el dolor, quedando
en pié todos los demás síntomas, incluso los generales; además, esto se<*
ría demostrar que el reumatismo es una afección local, de la cual depen-
diesen todos los demás síntomas, y en este caso obtendríamos los mis-
mos efectos empleando el sajicilato de sosa loco dolenti. Es preciso, pues,
dejar senfado que, siendo el reumatismo una enfermedad más ó nrénos
generalizada, el salicilato de sosa obra sobré la totalidad del organismo,
descartando de la masa general de la sangre todos los materiales que
anormalmente se encuentran en ella, por una acción específica, si así
pelemos llamarla, acción que, sin embargo, debemos comprender que
no sií halla todavía perfectamente dilucidada, pero que en parle se com-
premle por la eliminación por los ríñones del ácido úrico y demás ele-
mentos que en mayor cantidad se encuentran en la sangre.
Habiendo llegado al término final de todo lo que podíamos decir sobre
el reumatismo agu io, deberíamos ocuparnos de su tratamiento, pero nos
abstendremos de ello por haber dilucidado este punto con mayor exten-
sión en el párrafo lll, Acción fisiológica y terapéutica^ en cuyo sitio hemos
dejado sentado nuestro parecer sobre el particular. Además, en la expo-
sición de Caaos clínicos veremos los distintos modos de administración.
a."* RenmatUmo crónico.— Vamos á ocuparnos de una afección que,
(1) Otlramare.- De Vaction physioiogique du salicilale sodique sur la sudorificá-
tion, cireulation et la re«piroíion. -Th.— Parí?, 1879.
24Í2 ÁQIDO SÁLICfUGO Y SUS 8ALBS.
respecto al salicilato de sosa, se ha dejado poco menos que olvidada,
como si este agente no produjera ningún resultado sobre ella.
La eficacia de este medicamento ha sido muy debatida en él trata-
miento del reumatismo crónico. Sin embargo, para tratarlo, se necesita
un método especial y seguido durante mucho tiem()o para obtener del
mismo resultados más ó menos satisfactorios, según la fecha de exis*
tencia que cuente la enfermedad en cuestión.
Ya hemos visto antes que los efectos del salicilato de sosa sobre los
ataques de lo que generalmente se llama reumatismo agudo, no pueden
ser más notables ni más ventajosos para el enfermo; pero tampoco queda
duda alguna de la favorable acción ejercida por él sobre el reumatismo
de curso crónico y los accesos agudos del mismo.
Adviértase que no trato aquí del reumatismo articular ó artritis reu-
mática crónica refractaria á toda medicación, es decir, de la artritis
reumática antigua, con deformaciones articulares incurables; me. refiero
única y exclusivamente á esas formas de reumatismo muscular ó arti-
cular volante, que al más pequeño cambio atmosférico, se presentan en
un miembro cualquiera, para, tal vez á las pocas horas, desaparecer de
él y tomar asiento en otro sitio, siendo articular unas veces, muscular
otras y neurálgico muchas. Hay ciertos individuos, según he tenido oca-
sión de ver, que presentan manifestaciones reumáticas, sin que en rea-
lidad se pueda diagnosticar reumatismo de tal ó cual clase; pero que
todo su organismo se resiente marcadamente de las más pequeñas varia-
ciones atmostéricas, de una leve influencia catarral, etc. En todos estos
individuos es en quienes, en mi concepto, obra ventajosamente el sali-
cilato de sosa.
Algunos médicos, dudando de la acción de dicho agente sobre esta
enfermedad, y para probar si en realidad obraba bien, han querido tra-
tar todos los ataques de reumatismo crónico, cualquiera que fuese su
modo de presentarse, de la misma manera que si fuese agudo, y viendo
que de este modo no obten ian los resultados apetecidos, han abandonado
dicha medicación por creerla inútil al tratarse de cronicidad. Pues bien,
si alguno ha querido administrar el salicilato de sosa para atacar tan
molesto huésped, ha visto que, realmente, no encontraba con dicho me •
dicamento los mismos resultados que en el reumatismo francamente
agudo. Otros se han propuesto administrarlo durante quince días segui-
dos, término medio, á dosis no pequeñas, y durante este espa¿io de
tiempo, la afección ha tenido el atrevimiento, si asi puede decirse, de
presentarse otra vez con los mismos caracteres que antes, sin ningún
alivio y con la misma intensidad de dolor; han creido que el medica-
mento no producia ó no podia producir buenos efectos, han desesperado
de su acción terapéutica, y por fin lo han relegado al olvido porque no
produce, según ellos, buenos resultados en el reumatismo crónico.
Sobre el particular, podríamos hacer muchas objeciones y comenta-*
ríos; pero nos limitaremos simplemente exponiendo el sencillo método
que tengo adoptado desde hace mucho tiempo para tratar á dichos enfer-
mos, método que, por lo cómodo para el médico y para el paciente, es su-
mamente recomendable. Para esto, no se necesita más que paciencia y
constancia por parte del enfermo: paciencia, por ser diario; y constan-
Agido salicíligo y sus sales. 243
cía, por ser duradero el tratamiento. Si el enfermo quiere seguir todo el
tiempo que se le señale, puede estar seguro que con la medicación en*
contraráy sino la curación completa, cuando menos un marcadisimo
alivio.
Ante un reumatismo de curso crónico, cualquiera que sea su forma
ó modo de presentarse, formulo, en primer lugar, una poción de 400 gra-
mos de agua con 4 gramos de salicilato de sosa; de esta cantidad toma
cuatro pequeñas porciones al dia, de modo que el total le dure próxima-
mente ocho dias, lo cual equivale á medio gramo diario de medicamento
activo lo que toma el enfermo; á los quince dias aumento la cantidad de
salicilato á 6 gramos, y al cabo de otros tantos dias á 8 gramos para to-
marlos en el mismo espacio de tiempo que los cuatro primeros. Según el
número de años do existencia que cuente la enfermedad, puede durar
el tratamiento más ó menos tiempo, pero término medio, lo calculo en-
tre tres y cinco meses*. Durante el tiempo de medicación, si se presentan
nuevos cambios atmosféricos, no queda duda alguna de que el enfermo se
resiente; pero su intensidad no es tanto como las demás veces y, por fin,
los ataques son mucho menos intensos y duraderos, hasta que ya casi no
molestan y acaban por desaparecer completamente. Pero, repito, si el
epfermo no tiene la constancia de medicarse todos los dias y dorante
todo el tiempo que antes he citado, el tratamiento pierde por completo
todo su valor.
Según hemos sentado antes, administrado el salicilato de sosa de
e«ta manera, no ofrece ningún peligro ni produce la más pequeña alte-
ración en el organismo del paciente, sino que muy al contrario de esto,
lo tolera perfectamente bajo todos conceptos y además obra como ex-
citante del tubo digestivo, aumentando el apetito y favoreciendo en gran
manera la digestión. £1 único efecto desagradable que puede observar el
enfermo, después de seguir muchos dias con esta medicación, es la im-
potencia temporal, de la que ya nos hemos ocupado en otro lugar.
Advertiré de paso, que no es lo mismo administrar de este modo el
ácido salicílico ó el salicilato de sosa, pues éste, á la parque sus efectos
tóxicos son muchísimo menos acentuados que los del primero, su acción
sobre el reumatismo y la economía en general es también mucho mejor.
En este caso, cuando los enfermos están conformes en someterse, durante
el tiempo que hemos dicho, á nuestro sistema de medicación, encuen*
tran un marcadisimo alivio en su dolencia al cabo de un mes ó mes y
medio de tomar dicho medicamento, en cuyo caso el enfermo toma más
afición al mismo y se halla dispuesto á no dejarlo durante todo el tiempo
que se le prescribió al principio.
En corroboración de estas aserciones podría fácilmente transcribir un
buen número de casos recogidos, bastante curiosos por el estado en que
se encontraban los enfermos, cuyos casos veremos en su lugar corres-
pondiente.
m
Para finalizar, pues, con nuestra tarea, diremos que la medicina
puede congratularse y estar satisfecha con haber adquirido un medica*
mentó que puede decirse que es hoy casi el único verdad para tratar y
244 REVISTA DE FÍSICA.
curar el reumatismo agudo, y para mejorar muchísimo, sino curar del
todo, el reumatismo crónico.
Debemos estar tanto más satisfechos de la adquisición de este nuevo
cuerpo, cuanto que, además de su acción terapéutica, en nada altera la
economía su acción fisiológica.
Así, pues, daremos por terminado todo lo que podíamos decir del
reumatismo, exponiendo al final de todo algunos casos clínicos^ y pasare-
mos á tratar de la aplicación de este cuerpo á varias otras enfermeda-
des, como la fíebre tifoidea, afecciones de la boca, aplicaciones á la ciru-
gía, etc., etc.
(Continuará).
REVISTA DE FÍSICA.
CONGRESO Y EXPOSICIÓN DE ELECTRICIDAD,
POR EL Dr. Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona,
Con motivo de la Exposición de electricidad celebrada en París á ñnes
del año anterior, hubo, al mismo tiempo, y por iniciativa del Ministro de
Correos y Telégrafos, un Cmgveso internacional relativo á ese misterioso
agente, que ca^la un día se convierte más y más en humildey eficacísi-
mo auxiliar de las empresas humanas, sin olvidar por ello el trascen-
deiitalisimo oficio que desempeña en los fenómenos puramente natura-
les. Entiendo que es interesante para el que cultiva nuestras ciencias y
para el que solicito persigue el conocimiento de las ramas aliñes, cuan-
to á esta vibración etérea se reñere, y si bien conozco lo arduo de la em-
presa y lo menguado de mis fuerzas para acometerla, en aras de mis de-
beres para con los escritores de la Gaceta-Médica Catalana, intentaré,
pero como sencilla transcripción, ocuparme de lo que es más 'funda-
mental por una parte y por otra de lo que más aplicación tenga ó pueda
tener á nuestras Ciencias. Advieito que, libre de las trabas de un orden
cualquiera, expondré la materia del mismo modo que la vaya encontran-
do en diversos periódicos, que me sirven en este caso de fuentes de co-
nocimiento, y no de moldes para el encasillamiento délos apartados.
Unidades aléotríoas.— Conforme en gran parte con lo resuello por la
Asociación británica para el progreso de las ciencias, y sin perjuicio de
haber excitado al mencionado Ministró para la celebración de un Con-
greso internacional que se ocupe de este importante asunto, el de Paris
ha aceptado las conclusiones siguientes:
1/ Se adoptará para las medidas eléctricas las unidades fundamen-
REVISTA DE FÍSICA. 245
tales: centímetro, masa del gramo y segundo (de tiempo medio), desig-
nando este sistema, para abreviar, con las letras C 6 S (1).
2/ Las unidas prácticas ohm y voU (y se admiten cinco unidades
como más importantes: corriente, fuerza electro -motriz, resistencia, ca-
pacidad eléctrica y cantidad de electricidad, expresadas por las voces
ampare, volty ohm, farad y coulomb) conservarán sus actuales definicio-
nes: ohm es una resistencia igual á 10^ unidades absolutas — C. G. S.-— ;
volt es una fuerza electro-motriz igual á 10^ unidades absolutas ~G G. S.
3.* La unidad práctica de resistencia, ó sea ohm, se representará
por una columna de mercurio de i milímetro cuadrado de sección ala .
temperatura de O*. C. — Una Comisión internacional se encargará de de-
terminar, mediante nuevas investigaciones, para la práctica, la longitud
de la columna de mercurio de 1 milímetro cuadrado de sección á la tem-
peratura de O*. C, que representará el valor de ohm.
4.' Se llama ampere la corriente producida por la fuerza electro-
motriz de un volt ep un circuito, cuya resistencia es de un ohm,
5.^ Se llama coulomb la cantidad de electricidad definida por la con-
dición de que, en la corriente de un ampere, la sección del conductor sea
atravesada por un coulomb por segundo.
6.^ Se llama farad la capacidad definida por la condición que un
cotilomb en un condensador, cuya capacidad es de un farad, establece
entre las armaduras una diferencia de potencial de un volt.
CU>rrienteB eléotricAB terrestres.— También el Congreso ha manifes-
tado el deseo de:
1.^ Que se tomen medidas por las diferentes administraciones tele-
gráficas, á Gn de organizar un estudio sistemático de las corrientes ter-
restres, bajo el patronato de un Comité internacional.
2.^ Que si no es posible obtener en corto tiempo dicha organización
general, que á lo menos se hagan observaciones en los dias termos es*
pecifícados por la Comisión polar internacional, en la época de sus expe-
dicirnes.
El teléfono como medio de demostrar la ezistenoiade proyectiles.—
Siendo las corrientes intermitentes, que bastan para hacer hablar al te-
léfono, excesivamente débiles, y pudiendo el teléfono receptor sustituirá
los galvanómetros de gran sensibilidad, Graham Bell tuvo la idea de apli-
car este aparato á la veriñcacion de proyectiles en el seqo del organismo,
asunto no siempre de fácil resolución.
En una de sus primeras comunicaciones, decia Graham Bell: «Pro-
pongo, como preliminares de la operación, clavar una aguja delgada
en la región sospechosa de albergar el ]>royectil. Esta aguja comunica
con uno de los extremos de un teléfono, que el cirujano aplica al oído; el
otro extremo se pone en relación con la superficie de la piel del enfer-
mo. Cuando la punta de la aguja encuentra la bala de plomo, se consti-
tuye naturalmente una pila por el plomo y la superficie metálica aplica-
' I
(i) Para mayor ialeligencia me permito añadir las frases que van entre pa*
réntesis.
SÍ6 REVISTA DE FISICA.
da sobre li piel. De eato resulla, que atraviesa las bobinas del teléfono
una corriente eléctrica, oyéndose un ruido cada ves que la aguja loca á
la bala... Aun se obtiane mejor efecto aplicando sobre la piel una piaca
de igual metal que el de la aguja, pues asi se evita toda acción galvánica
antea del contacto de la aguja con el proyectil.
tEste método ha sido experimentado en el laboratorio Volta, de V/ñs-
bington. Colocada una bala en un pedazo de buey, se buscó de la manera
dicba. £1 contacto de la aguja con el hueso no produjo efecto, al paso que
S0 ola muy claramente un sonido cada vez que la aguja tocaba al plomo.
EBBflguro que este método de exploración podrá prestar grandes servi*
cios en el campo de batalla, en donde es imposible el empleo de apara-
tas complicados*.
A partir de esta base, Graham Bell se ocupa luego de los medios de
reformar el sonido para hacerlo más perceptible.
Eo una segunda comunicación, describe un explorador, que Tiene i
ser una especie de balanza de inducción de Hugues, con el cual se logra
«vitar penetren en el cuerpo las sondas.
(Se compone esencialmente el instrumento de un sistema de dos bo-
binas planas, A y B (flg. 39 y )40, paralelas y superpuesta en parte la una
i la otra, en términos que el borde de la primera de ellas pase cerca del
<ye de la segunda. Una de estas bobinas est& hecha con un hilo grueso, 7
Vlg. 33-Bzplar&dor eléctrico de dos bDbinas de Qrahciiu B«U
es el circuito primario; la otra de hilo delgado, y es el secundario. El
conjunto de las bobinas se sumerjeen una masa de parafina, y se coloca
en el interior de una lablita de madera, provista de un puño. Una cor-
riente vibratoria, procedente de una pila, atraviesa la primera bobina.
Flg. 40. -Explorador eléctrico de cuatro bobinas de Orabam Bell,
mientras que el circuito de la segunda comprende un teléfono ordinario.
En estas condiciones, no hay ruido alguno en el teléfono, pero si se apro-
xima ala parte común C (flg. 39 y 40) de las bobinas cualquier cuerpo
REVISrA DK F<8IGA. 347
metálico, habrá an sonido, caya intensidad dependerá de la naturaleza y
de la fbrma de dicho cuerpo, asi como también de su distancia. Notemos
con este motivo que la forma más favorable, para el proyectil que se ex-
plora, seria la de un disco plano^ paralelo á la superficie de la piel, y la
más desfavorable seria esta misma, pero perpendicular al tegumento.
cCk>mo es dificil en la práctica realizar la superposición exacta y con-
veniente de las bobinas, es ütil intercalar respectivamente en los circui-
tos primario y secundario dos nuevas bobinas, D y G (fig. 40), análogas
á las primeras, pero mucbo más pequeñas, coya superficie común puede
ser modificada por el juego de un tornillo micrométrico. Mediante éste,
se llega con rapidez á reducir el teléfono al silencio más completo.»
Añadiendo una capacidad electrostática F (fig. 40) en el circuito pri-
mario, s3 consigue, según lo ha indicado también el profesor Rowland^
de la Universidad Johns-Hopkins, un resultado mucho más notable.
cSi se quiere determinar la profundidad á que se encuentra la masa
metálica, será fácil, si se conocen ajniori su forma, su modo de presen-
tación y su sustancia. Basta para ello regular el aparato, cuando está
aplicado á la piel, hasta que calle el teléfono, y una ve2 en silencio, re-
tirando el aparato, se aproxima la masa auxiliar, idéntica á la que se ex-
plora, hasta conseguir nuevo silencio, dando la distancia entre esta masa
y el explorador la medida que se buscaba.»
Radiofonía.- Representa la radiofonía la trasmisión del lenguaje arti-
culado mediante la regular sucesión de impresiones provocadas por la
recepción de radiaciones, luminosas ó caloríficas, emitidas por un cuerpo
lejano, que hace las veces de trasmisor. Verdadera idegrafia acústica ó
telefonía óptica, intentó realizarla el inventor del teléfono, Graham Bell,
aprovechando las curiosísimas propiedades del selenio.
Desde el selenio vitreo al aelenio metálico^ extremos de una serie de
estados alotrópicos, media gran distancia de conductibilidad eléctrica,
resultando el primero mucho menos conductor que el último. Esta mis-
ma diferencia se nota (de 1 á iO y más) entre el selenio colocado en sitio
oscuro y el iluminado.
Ahora bien, si entre varias rodajas metálicas, sostenidas por un pa-
sador común, se colocan otras de sustancia aisladora (láminas de mica,
por ejemplo) y la ranura circular, que resulta en cada una de estas, se
renena de selenio reblandecido por una temperatura conveniente, y
se ponen en comunicación todas las láminas metálicas impares con el
polo de una pila y las pares con el otro, y en el circuito se coloca un te-
léfono, este aparato revelará iodos las variaciones de intensidad que resul-
ten de las variaciones de resistencia producidas por una acdon luminosa
intermitente. Sigamos la descripción. Un espejo, convenientemente dis-
puesto, envia la luz á una lente, que la hace converger á corta distancia,
con el objeto de que atraviese una pequeña vasija, que contiene una
solución de alumbre, destinado á absorver gran parte del calor oscuro
del rayo solar. Este va luego á un pequeño espejo, que funciona como la
lámina de un teléfono ordinario, es decir, vibra bajo la influencia de
la palabra. Reflejado por este espejo el rayo solar, atraviesa una lente
que le da la convergencia necesaria para que llegue entero á un eapejo
94B BEVISTA DE FfsiCA
parabólico, en cuyo foco se encuentra el receptor de selenio, descrito al
principio de este párrafo. Si el teléfono no vibra, el rayo llega al recep-
tor sin modificaciones, pero ai vibra, resultarán alternativas periódicas
Fig. 41,— Radiófono de Orabliin Bell («squima).
en relación completa con el lenguaje articulado. £1 receptor de selenio
trasmite, mediante un conductor, al teléfono aplicado al oído, tos sonidos
procedentes de alguna distancia y sin más intermedio que el rayo solar.
Tal es el radiófono de Bell, presentado á la Academia de Ciencias de Pa-
rla en Abril de 1B80 y de que da idea exacta la figura H .
Ha habido, por parte de Tainter, colaborador de Bell, entre otros en-
sayos, la buena idea de reemplazar el selenio por el negro de humo. Pla-
> téase un cri-stal plano colocado en un cua-
dro, inteiTumpiendo la capa metálica con
un zigzag, que separa la superficie en dos
zonas incomunicadas, y se ahuma la super-
ficie. Puestas en relación con el circuito de
una pila dichas zonas, la corriente ha de
pasar A través de la delgada capa de negro
de humo. En este caso la resistencia es dis-
tinta según la intensidad de la radiación
que sufra el humo, á la par sufrida por los
gases y vapores condensados en la super-
ficie de las partículas de carbono (Sg. 42).
Se comprende, por otra parte, que el
efecto de la radiación sobre el negro de hu-
mo se puede traducir por un efecto mecá-
nico directo, independiente de toda cor-
riente eléctrica. Mercadier, por ejemplo, ha
construido un receptor radiofónico colocan-
do, en un tubo de cristal de 8 á 10 milíme-
tros de diámetro, una delgada lámina de mica, ahumada por las dos
caras. Adaptado el tubo á un extremo de otro de caoutchouc, y el otro
á una trompetilla acústica para aplicar al oido, funciona perfectamente
un tan sencillo aparato.
REVISTA crítica BIBLIOGRÁFICA. 249
Máquinas magneto-eléctrioas; ventaias higiénicas. — La electricidad^
como motor y como agente químico, está llamada á causar una verda-
dera revolución en la industria. Hoy, con su empleo, la galvanoplastia,
el dorado, el plateado, el niquelado, y, en general, todos los depósitos
metálicos, se hacen más baratos, mejor, con más precisión y gusto y no
tienen los inconvenientes de las pilas, que son insalubres. La metalur-
gia, á las ventajas expuestas, puede añadir la de alcanzar elevadisimas
temperaturas sin gran esfuerzo. l^Tsalud de los obreros ha de ganar mu-
cho, aunque solo sea porque trabajarán en mejores atmósferas que hoy.
(Continuará.)
REVISTA CRITICA BIBLIOGRÁFICA.
Tendencias, nnidad y porvenir de la Medicina y de la Terapéutica.— Dis-
curso inaugural que, en U seBíon pública celebrada por la Acaiemia , médico-
farmacéutica de Barcelona en 19 ile Enero de 1882. l»'yó el Dr. D. Estanislao
Andrea Serra.
Este discurso, aunque previsto por el reglamento de la mencionada
Corporación, ha sido escrito en muy corto espacio de tiempo por el labo-
rioso Dr. Andreu, á quien no correspondía en este año. Esta circunstan-
cia hace forzosamente que un tenia tan trascendental y extenso solo haya
sido presentado en extracto, si bien debe decirse que se han tocado las
cuestiones más fundamentales y que sobre el plan ideado pudiera escri-
birse lina obra magistral. Aunque solo fuese bajo este punto de vista^el
trabajo que me ocupa merece alabanzas.
En mi concepto, el Dr. Andreu camina por lo firme cuando asegura
que la alopatía, la homeopatía y la moderna dosimetría, ni andan muy
distantes entre sí, ni pueden sostener con toda puridad la noción cientí-
fica, que se desprende de sus nombres. Si la verdad médica es una, en
cuanto unos pueden ser los hechos que estudian las ciencias naturales,
estas tres escuelas han de fundirse en una sola, como consecuencia legí-
tima del progreso. Yo creo que esta fusión, que ya casi es verdad prácti-
camente, ha de realizarse en el terreno especulativo en cuanto se aban-
donen esas ridiculas ontologias del vitalismo, del dinamismo y de otras
concepciones impalpables^ imponderables ^ inenteligibles y sencillamente
imagincAles. Si por un momento siquiera, á partir de la experimenta-
ción, gloría de nuestro siglo, se dieran cita las tres escuelas en el campo
del positivismo, se limpiarían de errores y de exageraciones y quedarían
constituyendo un solo cuerpo de doctrina. De la secular y observadora
alopatía, de la joven y ya decrépita homeopatía y de la recien-nacida (al
parecer) dosimetría (hablo de la científica, no de la otra... que es la más
corriente), no puede salir más que una ciencia médica: la verdadera.
Todo lo demás es bandería, mejor dicho, comercio... anticientíGcoy an-
tihurnano. Un buen médico debe ser homeópata (expectación), atrevido
en la exigente occasio prmceps (dosímetra) y normalmente alópata. Y como
los alópatas son expectantes y atrevidos según los casos, puede con-
cluirse en rigor cuáles son los verdaderos médicos, los no sistemáticos.
250 REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA.
Estas son las tendencicía, aqui se encuentra la unidad y se ve claro el
porvenir de Ja Medicina.
La Terapéutica, objeto final, debe ser purificada, según decia un cé-
lebre autor, de la misma manera que se limpia un establo. Hoy sufre
demasiado á lo vivo un trabajo analítico exageradamente grande, queda,
como resultado primero, el excepticismo, ante el temor de hacer daño.
Ella tiene la culpa de la división que se nota entre los médicos; si aun
no sabemos, por ejemplo, sí la digital es el opio ó la quina del cqrazon,
de donde resultan dos bandos, no nos extrañe aparezca un tercero que
no la emplee por lo mismo que ignora lo que maneja. En mi sentir, todas
las fuerzas debieran dedicarse á darle un nivel científico en armonía con
las otras ramas de la Medicina, seguramente más adelantadas. Por su
deficiencia pudiera explicarse en gran parte la cortedad de la vida me-
dia, que corre parejas con el atrevimiento de los médicos jóvenes y la
indolencia de los médicos viejos. Dr. Rodrigues Mandes.
Contribución al estudio de la Estadística médica, por D. Juan de Dios Roquer
y Casadesús.
Este fué el tema del discurso leido por el Sr. Roquer, al ingresar en
la Academia ^fédicO'farmacéutica de Barcelona. Empieza con un adecua-
do exordio, al que sigue la historia muy lacónica de la estadística y me-
dicina griegas, romanas y árabes, la desfavorable critica de la Edad me-
dia, varios comentarios á los siglos ix, x, xi y xii, lo propio que al xv,
y el elogio de los tres siguientes. Encomia con mucha razón la utilidad
de la estadística, y luego crece el interés de la disertación al consignar y
explicar los requisitos indispensables á una buena estadística, que son:
imparcialidad^ ánimo desprevenido, claro juicio, sacrificio del amor propio
y buena fé. Discurre luego acerca de lo difícil que es reunirlos, y por ende
los manifiestos errores que á las estadísticas se siguen ó ellas contienen,
y concluye con que lo mejor seria abstenerse de leer toda estadística y ha-
cérsela cada uno dentro de su clínica para sus usos particulares, como el
mejor paliativo para libramos de la duda; lo cual nos parece el dxcepti-
cismo sistemático, elevado á principio ó dogma, criterio no recomenda*
ble á nuestro entender, aparte de que, sí por difícil ó defectuosa hemos
de rehusar la ajena ó pública, por lo mismo hemos de rehusar la propia
ó privada, pues muchos inconvenientes son comunes á las dos, y si la
segunda reúne menos, en compensación reporta, menos ventajas á la ne-
cesidad, observaciones, estas y otras, que no se ocultarán á la perspica-
cia del Sr. Roquer. j. vnaseca Ker«adé.
LOS MICROFITOS DE LA SANGRE Y SUS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES/*)
POR Timoteo Richard Lewis.
Se ha dicho que los micrófitos, que aparecen en la sangre después
de la muerte, penetran por el canal intestinal, atravesando sus tejidos
(1) Gootínuacion.— Véanse los números 25, 26. 27 28, 29, 30 y 31.
LOS MICRÓFITOS DK LA 8AN0RB. 251
Esta opinión no es sostenible, porque muchos observadores han demos-
tradOy que si algún órgano se separa del cuerpo inmediatamente des-
pués de la muerte, ó se aisla de la circulación, mientras el animal
vive aún bajo la influencia del cloroformo, aparecen también dichos
organismos, si la preparación se ha conservado durante algunas horas
á una temperatura conveniente. Muchas de las muestras de sangre, que
suministraron las diversas preparaciones que hemos descrito, fueron
obtenidas de este modo. Ratas, ratones, gatos, etc., fueron sometidos ^
la influencia del cloroformo, ó muertos y guardados durante algunas
horas; mientras estaban aún bajo la influencia del cloroformo, se pasa-
ron ligaduras alrededor de las visceras á fín de aislarlas antes de que
sobreviniese la muerte. Por último, colocóse una ligadura alrededor de
los vasos de la base del corazón, y fué separado dicho órgano del cuerpo.
Las muestras asi obtenidas fueron sumergidas diferentes veces en
cera derretida, por medio de un cordón al extremo del cual estaban sus-
pendidas, de esta manera hallábanse envueltos por la cera lo mismo que
la torcida de una vela. Asi preparadas, permanecieron de 12 á 14 horas,
según que la temperatura fuese mayor ó menor de 00° F., y se observó
casi invariablemente que los organismos aparecieron con igual rapidez,
ó con poca menos, que en los cuerpos de ios animales que se hablan
simplemente reservado sin preparación alguna. En el primer caso, sin
embargo, la suposición de que se hubiesen formado en el canal intesti-
nal después de la muerte, no era admisible, y no puede decirse tampoco
que hubiera tomado origen por el contacto del
escalpelo, del cordón, etc., pues la superílce
estaba enteramente envuelta por la cera.
Observados en la sangre, la mayor parte de
estos Baccilli carecen de movimientos en cier-
H ctzx::^ *""^ ^ to número de preparaciones, pero en algunas
// ^^^^^^^y^ Jl otras manifiestan movimientos independien-
// /í y^ *^^» "^*® ^ menos marcados. Varían de tama-
^ JV^ ^ ño, principalmente de longitud, según que su
desarrollo en filamentos se halle más ó menos
^^^r^X^^rTT^^^^^ adelantado; la longitud media de cada baston-
r>U d« Mugre fué colowd. en un criiUI, ^JUq eS dC 5 U á 10 U. EU Ol ÚltímO CaSO UU
Hwyo Mc« y por titino coloreadA coa «tul ^ i • ji •
de^niíii». nudo más ó menos marcado indica una articu-
lación. En las fases de desarrollo más avan-
zadas, se pueden observar dos, tres ó un mayor número de articulacio-
nes semejantes, especialmente por la adfcíon de reactivos, tales como la
tinturado iodo. En este caso, los BacciWi miden 45,20,25 micromi-
límetros y á veces más. La longitud de estos segmentos, ya reunidos,
ya libres, varia considerablemente en las preparaciones que provienen
de diversos animales y hasta en las que provienen de un sólo animal, de
manera, que pueden observarse bastoncillos que alcanzan de 3 á 6 |x de
longitud y excepcionalmente aún más. La talla media de los bastonci-
llos es de 1 /A, pero se notan numerosas excepciones. Algunas veces se
observa que las variedades de especies existentes en un mismo órgano
son de más ó menos tamaño que las que se encuentran en otro órgano
del mismo animal.
252 LOS MTGRÓFITOS DE LA SANGRE,
Si una pequeñísima cantidad de sangre, que presente este carácter,
se coloca bajo un cristal pulimentado, junto con otra pequeña cantidad
de humor acuoso, observase que al cabo de 4 ó 5 horas, con una tempe-
ratura de 90^, los Baccilli han aumentado considerablemente en tamaño,
midiendo la mayor parte de ellos de 20 á 60 fx, pudiendo observarse, aquí
y allá, en la preparación, filamentos que ocupan la mitad del campo
del microscopio (fig. 8). Algunas horas más tarde aparecieron nume-
rosos filamentos bien formados, verdaderamente revueltos. Vióse tam-
bién que algunos de estos filamentos eran perfectamente segmentados y
que otros no tenían en apariencia segmento alguno en toda su longitud,
aunque ofreciesen algunos la tendencia á formar ángulos agudos de
distancia en distancia. Otras variedades presentaban trazas de següíen-
tacion, ya en el fin, ya en el medio. Haciendo secar las muestras 6 tra-
tándolas por medio de reactivos, se hacían los segmentos más distintos.
Algunas horas más tarde, aparecieron en algunos de estos filamen-
tos moléculas refringentes, de forma oval alargada, variando ligera-
mente de longitud: por término medio sus dimensiones eran de 1,2 pi de
largo por 1 ja de ancho. Estos esporos son los que han sido ya descritos
en el Baccillus anthracis. En corto tiempo, estos cuerpos brillantes ocu-
pan toda la longitud de los filamentos (fig. 9), manifestando tendencia
á formar grupos de á dos en línea. Poco á poco los filamentos se vuelven
cada vez más confusos, hasta que al fín los vestigios de la disposición
más ó menos linear de estos cuerpos refringentes queda,n tan sólo para
indicar el sitio ocupado por el filamento (fig. 10).
He pasado muchas horas, y hasta algunos dias, estudiando estos cor-
púsculos aislados, pero nunca he podido observar nada que me demos-
trase positivamente su germinación. Solo puedo afirmar lo que Nágeli,
Bary y otros han sostenido, es decir, que los Schizomycetes se multipli-
can únicamente por excisión. Los cuerpos descritos y presentados como
gérmenes por Cohn, Koch y otros pueden observarse en la mayor parte
de las preparaciones; algunos han sido representados por mi; pero por
extensos que hayan sido mis experimentos, no me han podido conducir
á ver la germinación de los esporos ó conideas (fig. 11, 13 y 14); es verdad
que alguna vez ciertos cuerpos pueden tener la apariencia de ellos, pero
muy á menudo los filamentos extremadamente transparentes, que so
hayan adheridos á ellos, se extienden más allá del esporo hasta al otro
extremo, probando asi que el filamento no está formado de plasma proce-
dente del esporo, sino que en realidad es sólo un tubo que lo envuelve. Se
ha hecho ya notar que los que sostienen la germinación de estos cuerpos
refringentes fundan su opinión en diferentes motivos (1). Las figuras
(1) Impreso esto^ he leído acerca de este asuito una muy interesante Memoria
de Brefeld {Unterauchungen der Spaltpizé), en la que se dice que ni Koch ni Cohn
pueden haber visto la germinación de estos cuerpos, porque, según sus propias ob-
servaciones, las cosas no suceden de la manera como ellos las describen. Este dis-
tinguido botánico se ha asegurado, dice, de que la germinación tiene lugar en ángulo
recto del largo eje del esporo y de que se efectúa más rápidamente después de haber
hervido largo tiempo el esporo. Recuérdese que el Dr. Ewart afirma que los esporos
■e destruyen cuando hierven siquiera dos minutos.
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 253
trazadas por ellos concuerdan en la mayoría de los casos, pero difieren
las interpretaciones que dan de las mismas.
Se puede objetar, que si bien los B(iccilli hallados en la sangre des-
compuesta de animales en buen estado de salud producen esporos, es-
tos no tienen los mismos caracteres que los que se hallan en el Baccilliis
anthracis. A esto p.iede replicarse que Cohn sienta el hecho de que los
esporos de este último son en apariencia idénticos y pasan por iguales
fases que los del Baccillus subtilia de las infusiones de heno, de suerte
que las observaciones hechas por mí, relativas á los esporos del BaccU^
Itis en la sangre en Citado normal, se aplican igualmente al Baccilltisde
las infusiones de heno, pues no he tenido la suerte de observar tam-
poco en los esporos de estos últimos nada que pudiera asemejarse al
fenómeno de la germinación. Los esporos de los Baccilli de la sangre
infectada de un caballo atacado del carbunclo no presentaron tampoco
nada semejante á la germinación.
Respecto á las distinciones específicas, que han sido basadas en las
diferencias de tamaño que presentan los micrófitos, distinciones especifi-
cas, que, según toda problablidad, serán con más razón admitidas en el
porvenir, interesa observar que los Baccilli descubiertos en la sangre y
en los tejidos de los animales, que en el período inmediatamente ante-
rior á su muerte se hallaban en perfecta salud, dejan en este punto una
latitud considerable. Los extractos siguientes de mis cuadernos pueden
servir para aclarar esta cuestión y al mismo tiempo suministrarán un
compendio de las metamorfosis que sufren los Baccilli bajo la influencia
de circunstancias casi semejantes. La primera serie de extractos se re-
fiere á Baccüli de tamaño menor que el de los que se observan ordinaria-
mente.
fOntíinuará,/
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Acción tóxica comparada de varios metales. — Carlos Richet ha
presentado en la Academia de Ciencias el resultado de sus interesantes
investigaciones acerca de la distinta valia tóxica de diversos metales.
En vez de valerse de la inyección subcutánea ó intravenosa, experimen-
tando en peces, ha intoxicado el agua en que residian, con lo cual evitó
los inconvenientes nacidos del variable peso del animal y las reaccio-
nes químicas perturbadoras consecutivas auna inyección brusca. Sumer-
giendo un pez en su agua natural, intoxicada, muere con una rapidez
que depende de la cantidad de veneno. Por ejemplo: colocó en un litro
de agua de mar proporciones variables de cloruro de litio (LÍG1-+-H20) y
resultó que con
66*0 gramos muere un pez á los 3 minutos.
330 id. id. Id. id. 15 id.
16'5 id. id. id. id. 35 id.
8'2 id. id. id. id. 9 horas.
3'0 id. id. id. id. 32 id.
2*6 id. id. id. id. 48 id. y m&s.
Según el tecnicismo de Richet, esta última cantidad y este último es-
pacio de tiempo representan el limite de toxicidad en el ejemplo expues»
to, toda vez que entiende por dicho límite la cantidad máxima de vene-
254 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
no, por litro de agua, que deja vivir al pez más de 48 horas. Con arreglo
á este criterio, hé aquí un cuadro bien explícito:
IvBtrodt «xperiaieAiM.
I«UL
LiaittietnUidaá.
80
Mercurio (Hg*).
0*00030
7
Cobre (C\x»).
0*0033
ao
Zinc.
0^0084
10
Hierro (Fo^^O-
0*01 1
7
Cadmio.
0*017
6
Amonio (NH*).
0*064
7
Potasio.
010
10
Niquel.
0*125
9
Cobalto.
0425
11
Litio.
0^
'20
Manganeso.
0*3
6
Bario.
0*78
4
Magnesio.
1*5
20
Estroncio.
2*2
5
Calcio.
2*4
6
Sodio.
24*17
En estos experimentos ha usado los cloruros, después de haber de-
mostrado que los nitratos son más enéi'gicos. Cuando ha recurrido al
hierro, al bario ó al estroncio, ha eliminado previamente, mediante él
cloruro de bario, los sulfates y íosfatos del agua marina, lo cual no cam-
bia al parecerías condiciones citadas de ésta. — Respecto al cloruro de
sodio, hay que tener en cuenta que, como en cada litro del agua hay por
término medio 20 gramos, y se pueden añadir 43 más sin producir la
muerte del animal, en realidad son 63 en conjunto, lo cual da 24*7 de
sodio combinado.
Resulta, por tanto, que no hay relación entre el poder tóxico y el
peso atómico del metal, ni aun*para los de la misma familia, ni entre
aquel y la función química del mismo. — (Rodríguez Méndez).
Colirio de Fernandez. — Con el objeto de satisfacer el deseo que, de
conocer el colirio de Fernandez, manifestó el Dr. Planellas en su Revista
de Sifiliografia y publicada en el número 31 de este periódico, voy á tras-
cribir íntegro cuanto se encuentra, acerca de dicho preparado, en el
Formulario de los Formularios de Medicina por el farmacéutico D. José
Sánchez y Sánchez. Helo aquí:
Colirio de Fernandez (P. E.).
Trementina de pino. . • 15 gramos.
Goma arábiga 45 »
Cloruro mercurioso precipitado l'B >
Sulfato aluminico potásico 4 n
Éter sulfúrico alcoholizado 4 »
Alcanfor pulverizado 4 »
Agua 690 »
Mézclense en mortero de piedra ó porcelana el cloruro mercurioso,
alumbre, alcanfor y goma; añádase un poco de agua para formar un
mucílago muy espeso y agítese largo rato con la trementina; diluyase
todo en el agua, ochando ésta en pequeñas porciones para que resulte
una mezcla homogénea; cuélese con expresión por un lienzo claro; añá-
dase el éter sulfúrico alcoholizado y repóngase en frascos bien tapados
que se agitarán cuando haya que emplearlo. — Astringente recomendado
en las blenorragias en inyección y tópicamente como detersivo.
He visto usar con éxito el colirio de Fernandez en las blenorragias y
úlceras de nial carácter, á un médico procedente de la Escuela de Ma-
drid, donde, según tengo entendido, está bastante en boga.— (R. Ro-
VffiA).
NOTICIAS GIENTfPIGAS. 255
Estado del lado sano en los hemiplégloos. — M. Brown-Sequard,
desde la época en que estuvo como médico en el hospital de paraliticos
de Londres, en 4860, había observado que en todos los casos de hemi-
plegia dependiente de una lesión encefálica unilateral, la parte del cuerpo
considerada sana presentaba en realidad ligera parálisis, particular-
mente en el miembro inferior. El miembro superior participa casi siem-
pre de este estado de paresia» pero en menor grado. Los hemiplégicos
presentan, pues, además de la parálisis tipica cruzada, una ligera pará-
lisis directa. En cuanto á la explicación de esta paresia directa consecu-
tiva á una lesión cerebral en foco, Mr. Brown-Sequard dice, que existe
al principio una simple influencia inhibitoria ejercida por el encéfalo
sobre la médula y que sobreviene más tarde una alteración de nutrición
y de extructura de la médula^ en virtud de una influencia semejante á
las que ejercen las lesiones encefálicas fobre la nutrición de la piel, del
tejido celular, de los músculos, de los nervios, huesos y articulaciones.
M. Charcot conñrma la exactitud clínica de las observaciones de
M. Brown-Sequard. La mayor parte de hemiplégicos son díplégicos en
especial en el miembro inferior. M. Pitres ha demostrado en efecto, que
después de una lesión cerebral unilateral, la esclerosis descendente no
afecta siempre exclusivamente el lado opuesto en la médula, sino que es
á menudo bilateral. Es probable asimismo que en el caso de paraplegia
consecutiva á una hemiplegia, se trata de mielitis transversas por pro-
pagaciony de una mielitis difusa que viene á complicar la primera;
la parálisis de la vejiga muy frecuente en tales casos seria una prueba
de ello.— (S. Cardó.)
Ascárides lumbricóides: tratamiento.— En el BuUelin dñ Therapeu-
Hquey el Dr. Guermonprés establece las conclusiones siguientes:
i.* El semen-contra (cuya acción se confunde á menuda con la de la
silBtonina), es desde lar¿o tiempo el medicamento preferido para matar
y expulsar los ascárides lumbricóides del tubo digestivo del hombre.
2/ Lasantonina no mata los ascárides; es para estos animales un
excitante, que aumenta y acelera sus movimientos, exagerando de este
modo los accidentes reflejos por un lado, y las obstrucciones intestinales
por otro.
3.* Por lo tanto, no siempre está indicada la santonina. No tiene ac-
ción perjudicial^ si los animales son jóvenes y pocos en número, y puede,
por el contrario, ser peligrosa, aún á dosis racional, si los parásitos vi-
vos tienen grandes dimensiones ó son muy abundantes.
4.* Los purgantes han dado á muchos médicos mejores resultados
que los vermífugos, empleados al mismo tiempo- Por otra parte, el mé-
todo evacuante puede ser sufíciente para determinar su expulsión.
5.* Las reglas higiénicas adecuadas para combatir el estado linfáti-
co de los individuos y á veces el solo cambio de alimentos y de habita-
ción, han bastado para producir una expulsión completa de los ascárides
lumbricóides.
6.* Está, por consiguiente, indicado plantear el tratamiento de di-
chos parásitos según las circunstancias de cada caso particular, ora re-
curriendo álos pui*gantes, ora haciendo uso de lo? cuidados higiénicos
y farmacéuticos que requiere el paciente.— (Fargas).
Excitación de los centros motores corticales. — Marcacci (Jawmal
de Therap.) ha investigado que parte corresponde al encéfalo, médula
espinal y á los nervios periféricos en la producción de los fenómenos de
movimiento, observados cuando se excitan los centros motores corti-
cales* Su método consiste en suprimir de diversas maneras la acción
del cerebro, dejando intacta la médula; admite que la supresión de la
256 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
acción propia del cerebro no modiñca en nada las reacciones obtenidas
por la excitación de la corteza.
Uno de los medios que ha empleado, consiste en la congelación á be-
neficio del cloruro de metilo: cuando la zona cortical llamada motriz ha
sido transformada en una masa dura, no teniendo ya ninguna de las pro-
piedades del tejido nervioso, una excitación mínima determina aún ios
mismos movimientos de los miembro«$. Si se recurre á ios anestésicos, se
observa que, excitando la corteza durante la fase de suspensión de las
funciones del cerebro, las reacciones motrices se producen del mismo
modo que anteriormente. Enfriando todo el animal y excitando el cere-
bro después de la supresión de las funciones cerebrales, los movimien-
tos aún se producen. Más adelante, cuando el bulbo y la médula empie-
zan á resentirse de la acción del frió, los movimientos no pueden ser
provocados.— (FORMIGÜERA.)
SECCIÓN OFICIAL.
Cólera morbo.— Orden del 11 de Abril mandando se consideren de obser-
vación las procedencias de Varna, puerto del Mar Negro, á contar del 30 de
Marzo. — Gaceta del 12 de Abril.
cátedras vacantes. — Orden del 10 de Abril mandando proveer por oposi-
ción las do Disección, Clínica médica y Clínica de Obstetricia de la Facultad de
Medicina de la Habana, debiendo verifícarse los ejercicios en ésta.— /d. del
14 id.
Id. id.- Orden del 1.® de Abril mandando proveer por concurso la de Pato-
logía quirúrgica de la Facultad de Medicina de Sevilla. — Id. del 19 id.
Aguas minero-medicinales de Santa Águeda (Guipúzcoa).— Real orden
de 19 de Abril cambiando la temporada oficial, que en lo sucesivo debe ser
desde 15 de Junio hasta 30 de Setiembre.— 7d. del 21 id.
Id. id. de Loujo ó La Toja (Pontevedra).— Qrden del 18 de Abril dispo-
niendo la clausura provisional del establecimiento.— /d. id. id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Leoolonasde Clínica terapéutica, por el Doctor Dujardin-Beaumets, recogidas
por el Dr. E. Garpcntier-M^ricourt. — Segunda edición, vertida al casteUanopor don
Gustavo Reboles Campos. -Tomo 2.° Entrega 1.* Madrid. BaiUy-Balliere.-1883.
Biblioteca económica de Medicina y Cirugía.— Cuadernos 25, 26 y 27. — Ele^*
mentos de Medicina legal y Toxicologia, por E. Hofmann, versión española del doc-
tor M. Carreras Sanchiz.— Madrid.— 1882.
Diccionario de Medicina y Terapéutica, por los Dres. E. Bouchut, y A. Des-
prés.— TraducciO'i de los Dres. D. Pedro Espina Martínez y O. Antonio Espina Capo.
— Cuaderno 1.°— Madrid. Baiily-Balliere.
Manual de Laringoscopia y laringologia, por el Dr. Cadier, traducido por
el Dr. Baldomcro González Awurez.— Madrid.— 1882.
Manual de Patología interna, por el Dr. G. Dieulafoy, versión españolada don
Rafael Ulecia y Cardona, con un prólogo del Dr. D. Bartolomé Robert.— Cuaderno
7.® y 8.* Termina con ellos el Tomo l/^.— Madrid. (Dos ejemplares).
Tratado de Operatoria Quirúrgica, por el Dr. A. Morales Pérez, con un pró-
logo del Dr. Creus. — Cuaderno 18.— Barcelona. (Dos ejemplares).
Iníant íeeding and infant íoods.— por Abraham Jacobi, M. D.-Philadelphfa.
—1882.
Gongrós International de laringologie, premiere session. Milán Septembre.
— I880.-Compte rendu publié par Charles Labus, Président du Congrés, sur les pre-
ces verbaux coordonnes par le Secretaire Mr. Frua.— Milán.— 1882.
1m* hypermegalie et la paralisie de la luette, et leur influence de la toíz,
par Charles Labus.— Milán.— 1882. (Dos ejemplares).
Manual de Medicina operatoria, por J. F. Malgatgae.— Octava edición por
León Le Fort.— GMadernos 13, H y 15.— Barcelona.
I'
Tomo n. Ifím. 9. 16 Mayo de 188S. Año U. Um. S3.
"""^ — \ — TT 1 — 1-1 1— 1 n M ■ I ■
Gaceta MIdica Catalana.
SUMARIO: Osteosarcoma del aparato audiavo, por •• L. Svfté MoliAt. — Oportunidad 7
valor de las emiaionea sangi&ineas en la metritis, y en particular en el tratamiento de la
metritis crónica (concluirá), por el Wr. S. Cirera. — Fiebre perniciosa colerlforme, por
W, Arlare jHMioti.— Ani^tomi* de los centros nerylosos (continuación), por^B. M. Var-
eas Ra«a.— Contribución al estudio del ácido salicílico 7 sus compuestos, en particular
del salicilato sódico en el tratamiento del reumatismo (continuación), por D. M. E. M or^ y
Barril.— Revista de enfermedades de mujeres, por B. M. A. Farga* Boea— Revista
critica bÍbliográaca,por los Brea. Bodricnes Mendea 7 F. Caalella.— Los micrófitos de
la sangre y sus relaciones con las enfermedades (continuación), por el Br. T. Bieliard
liewia.— NOTICIAS CIENTÍFICAS: Coqueluche.-» Desodoracion del iodoformo.— Nitroglice-
rina: acción fisiológica.— Modificación del termo-cauterio de Paquelin.— Calomelanos: su in-
fluencia sobre las fermentaciones y sobre los micro-organismos.— Difteria: empleo del ti-
mol.— Tanato de quinina.— Levulosa.— Sección ofieial.—Publicacione» recibidas.
OSTBOSARCOMA DEL APARATO AUDITIVO,
POR Don Luis Suñé Molist,
Profesor libre de Otologia.
Cuando por primera vez observé al enfermo cuya historia clínica
voy á trazar en pocas líneas, no había visto en los principales tratados
de Otologia, siquiera una nota de la grave neoplasia complexa, que los
oncólogos llaman osteosarcoma, radicando en el temporal.
En efecto, llama la atención la escasez de datos y de estudios sobre
el particular. Consúltense los capítulos referentes á la patología de la
apófisis mastoides, y del hueso temporal en sus porciones escamosa y
pétrea: Trseltsh no menciona ninguna clase de tumores del hueso tem«
poral, y en el mismo caso se encuentran Martínez y Gutiérrez Pacheco,
Bonnafont y Jones; etc. Roosa describe ligeramente exostosis é hiperos-
tosis; Urbantschitsch, habla de la eburneacion mastoidea; Vandervoot
(citado por Buck) vio un exostosis del tamaño de una nuez moscada^
liso é indolente; Wilde observó tres casos de carcinoma y Rondot un
caso muy importante.
Siento no estar más enterado de esta parte de la literatura otológica;
pero estoy seguro de que otros antes que yo habrán visto osteosarcomas
de la apófisis mastoides, y por consiguiente renuncio á la prioridad de
su descripción clínica, dado el caso de que alguno de aquellos hubiese
publicado sus observaciones.
£1 enfermo de que se trata, tenia unos 60 años, alto y robusto, un
poco reumático, como buen hijo de Barcelona, y de piel rugosa, roja y
morena. £1 mal empezó en 1870, con síntomas de ligera periostitis mas«
toidea, que curó por sí sola, quedando tumefacción dura; según datos
del mismo paciente, después de aquella época hubo hiperostosis eonse-
258 OSTEOSARGQMA DEL APARATO AUDITIVO.
cativa indolente. Un año más tarde, nuevo crecimiento difuso del tumor
óseo, extendiéndose hacia el hueso occipital por detrás, é invadiendo
por delante la porción ósea del conducto auditivo externo y parte ái^ la
porción escamosa del temporal. Todo el tratamiento consistid en tópicos
resolutivos y cáusticos, sin resultado favorable. Abandonando el trata-
miento por espacio de algunos años la tumefacción ósea creció con gran
lentitud y la piel quedó tirante, roja y adherida intimamente á la neo-
plasia subcutánea.
Desde el año 1880 empezó á sentir dolores lancinantes en lo más pro-
fundo de la región mastoidea; dolores no continuos, pero habia perma-
nentemente una ligera hiperestesia que tomaba creces al comprimir la
región con los dedos. Nada de ulceraciones ni otorrea.
Examiné por primera vez al enfermo el dia 4 de Febrero de 1881. La
tumefacción dura, ósea, se extendía desde la apófisis zigom ática, por la
porción ósea del conducto, la apófisis mastoides y la mitad izquierda
del occipital. Al comprimir la parte, se notaban dos sensaciones en los
dedos: l.^la delgadez y resistencia de la piel, que permanecía pegada al
hueso subyacente; 2.^ la dureza de éste, que no era absoluta, como cuan-
do se comprime, por ejemplo, el hueso frontal por encima de la piel; era
una dureza algo elástica, que proporcionaba al dedo una sensación es-
pecial, dando á comprender que en toda la superficie ósea habia otro te-
jido menos duro, intimamente trabado con el hueso en todo su grosor.
En general el volumen de la neoplasia, en su porción mastoidea, que
era la mayor, venia á representar una semiesfera cuyo radio tuviese 5
centímetros. La porción ósea del conducto estaba también tumefacta,
como he dicho, formando estrechez tan considerable, que no podia verse
el tímpano con los instrumentos otoscópicos. Únicamente pasaba por el
sitio un estilete que siempre salia manchado de sangre, y unas peque-
ñas bugias de laminaria que sirvieron para diagnosticar que la estre-
chez dependía de la tumefacción del hueso, pues no se dilataron poco
ni mucho habiendo permanecido aplicadas 24 horas.
Síntomas acústicos: Sordera completa del oido afecto. Ni la voz, ni el
reloj, ni las vibraciones del diapasón, eran percibidas. Esta sordera agrá*
vaha muchísimo el pronóstico, pues por si sola era indicio de que la
neoplasia habia invadido las partes profundas del hueso temporal y tar-
de ó temprano llegaría al encéfalo. Esta opinión se funda en que si la
cófosis hubiese dependido de la simple estrechez (sordera por oclusión
externa) el enfermo hubiera oido algo ó mucho las vibraciones del dia-
pasón ó del reloj. No oyéndolas, estaba comprometido el oido interno.
No habia zumbidos.
Continuaban los dolores lancinantes; alguna vez tan rebeldes y se-
guidos durante la noche, que le privaban el sueño. Sin embargo, se ali-
viaron y aun cesaron durante muchos días con 8 gotas del siguiente t6«
pico, instiladas cada 3 horas; agua de laurel cerezo 10 gramos, aconitina
10 centigramos, tintura de belladona 5 gramos.
Contribuía á los sufrimientos del paciente una molestia de causa me*
canica, efecto de la disposición del cóndilo del maxilar al articularse con
la fosita glenoidea del temporal: la hiperostosis neoplásica habia inva-
dido la superficie articular, dando por resultado una díñcultad en loa
0ST20SARC0MA DEL APARATO AUDITIVO. 5259
movimientos maxilares, hasta tal grado que el enfermo no podia abrir la
boca más allá de un centímetro de separación entre los diente^ superio-
res é inferiores.
Dos meses después, la superficia del tumor se presentó más roja;
formáronse una porción de vasos muy bien delineados constituyendo ple-
xos, y la piel se puso más blanda, tanto que temía una supuración ó aber-
tura expontánea, con ulceración consecutiva.
En Junio (1881) se presentó el primer vértigo cerebeloso, falta de
equilibrio y agarofobia. Síntoma claro y patente de compresión con ir-
ritación consecutiva del cerebelo por engrosamiento temporo-occipital.
En el siguiente Julio, continuaron los vértigos y los dolores profun-
dos, insomnio y cefaleas.
Durante el Agosto, los vértigos y la falta de equilibrio fueron muy
marcados. La marcha, imposible (sin existir parálisis) pero el enfermo
andaba bien apoyado en alguna persona, porque entonces» no existiendo
el peligro de caer al suelo la deambulación se verificaba maquinalmente.
Siguió de esta manera todo el mes de Setiembre aumentando la gra-
vedad por efecto de la anemia dependiente de la exigua masticación que
podia verificar el enfermo, cuya articulación tempero-maxilar apenas
tenia movimiento.
A últimos de Octubre, el tumor no se habia ulcerado, aunque estaba
erisipelatoso^ muy vascular y blando en la región mastoidea.
Los vértigos diarios, los dolores cefálicos izquierdos y los lancinan-
tes en el fondo del oido, más frecuentes. Por fin, se presentó coma, exof-
talmia, congestión conjuntival, algunas convulsiones, caro, pupilas iner-
tes, pulso agonizante y el enfermo murió 3 dias después del primer
ataque comatoso.
No pudo verificarse la autopsia, sencillamente por la mala costum-
bre que el vulgo tiene de mostrar horror á las necropsias, negando el
permiso al facultativo. No obstante, me afirmo en el diagnóstico, apo-
yándome en la respetable autoridad de Torent, Cardenal y Sojo que vi&>
ron al enfermo varias veces.
Por otra parte, solo podia confundirse el tumor con un simpte ostao»
ma, ó con un absceso mastoideo profundo. Pero, siendo osteoma, hubié-
rase presentado indolente y con la piel normal; y siendo absceso de Us
células mastoideas, no hubiera llegado la tumefacción hasta el hueso oc-
cipital ni se habría presentado la^muerte con síntomas de compresión é
irritación cerebelosa.
El recto juicio de nuestros lectores nos ahorrará hablar del trata-
miento que pudiera emplearse en estos casos. La extirpación seria tan
inútil como peligrosa, contando con que se haría necesario el uso de la
gubia y el martillo, con la fatal probabilidad de abrir el seno venoso, 6
herir el cerebelo ó el cerebro. ¿Y qué se adelantaría, aun siendo posible
arrcísar el tumor, mientras éste creciendo por el lado interno ó profundo,
determinase compresión y otros fenómenos morbosos sobre el encéfalo,
tal como sucedió en nuestro enjGermo, que sucumbió á consecuencia de
dichos fenómenos?
200 TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA.
BE LA OPORTUNIDAD Y VALOR DE US EMHES SANGUllAS EN U METRITIS
Y EN PARTICULAR
EN EL TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA (i),
POR J. ClRERA.
Sangría local indirecta,— Esta clase de sangría consiste en la aplica-
ción de ventosas escarificadas ó sanguijuelas en un punto próximo al
sitio enfermo, y cuyo riego sanguíneo tenga alguna relación con éste. Las
regiones generalmente adoptadas para aplicar la sangría local indirecta
son el hipogastrio, la vulva, la cara interna de los muslos, el ano, la re-
gión sacra y la lumbar. No es indifírente una ú otra, porque la vulva y
el ano, por su relación demasiado directa de sus vasos con los del útero
y anexos, en virtud del estímulo que se provoca en estos puntos, hay
que temer una recrudecencia del afecto uterino. Por lo tanto, se ofrecen
circunstancias que no vienen al caso, en que estas regiones deben ser
las privilegiadas; mas en el tratamiento de la metritis, sea aguda ó
crónica, serán más bien perjudiciales que útiles, por obtenei* un efecto
opuesto al deseado. En las demás, como sus vasos sanguíneos no comu-
nican tan directamente, el resultado es distinto. De manera que las
ventosas escarificadas y las sanguijuelas prestan algunos servicios en la
metritis aguda y aún en la crónica con marcada recrudecencia, aplica-
das en el hipogastrio, que es el sitio preferente.
Por lo que precede, se ve claramente que la sangría local indirecta
la reservamos nosotros únicamente para los casos agudos y raramente
en los de forma crónica; y es porque tenemos más confianza y mayor
seguridad en las aplicaciones directas, cuando no hay obstáculo que se
oponga á ello.
Y aún diremos más: hasta en las inflamaciones agudas puerperales
podríase echar mano de la sangría directa. De modo que, á nuestro mo-
do de ver, solamente quedarla limitada aquella á los casos en que fuera
alDSoluta mente imposible intervenir de un modo directo. Fundamos tal
aserto en hechos de pura observación.
Ignoramos si á otros prácticos les habrá sucedido cosa parecida; pero
lo que podemos asegurar es, que hemos asistido puérpera con todos los
síntomas de verdadera metritis que se han hecho refractarios á los me-
dios comunmente puestos en práctica por los más reputados tocólogos, ó
mejor dicho, que se han pasado cuatro ó cinco dias, sin que se notara
el menor cambio en los fenómenos propios de dicho proceso. Al dia si-
guiente de una marcha regular, ^quedamos en extremo sorprendidos al
observar una notable remisión de los síntomas, y el proceso morboso se
termina rápidamente. Hechas investigaciones acerca de lo que haya po«
(1) Véase el número 32.
TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA. 261
dido ocurrir desde la última vez (que vimos ¿ la enferma, hay, comq
hecho notable y que más llame la atención, una fuerte metrorragia.
Hé aquí lo que nos enseña la naturaleza: que con una deplecion san-
guínea local, termínase favorablemente el afecto uterino.
Así, pues, si queremos obrar acertadamente y con éxito, no hagamos
más que imitarla. Ella nos traza el camino franco que debemos seguir;
el de las emisiones sanguíneas locales directas.
Ocupémonos ya de ellas.
Sangría local directa. --Las emisiones directas gozan de un favor ge-
neral. Apenas hay práctico que se ocupe de las enfermedades propias de
la mujer que no haga diariamente uso de ellas. No obstante, por más
que vengan unánimemente aceptada, estamos lejos aún de haberse esta-
blecido reglas en conformidad con la opinión general de los hombres de
ciencia. Cada clínico de por sí se ha hecho una norma para guiarse en
su práctica particular, y ésta es la que sigue. Mientras unos conceden
gran confianza á la sanguijuelas y dejan á un lado las escarificaciones,
otros se valen de estas últimas casi de un modo exclusivo.
Sin salir de la clínica— que es la única que puede guiarnos con paso
seguro — vamos á emitir nuestro juicio acerca de este importante punto
de la patología uterina.
Para obrar con orden, haremos un resumen del manual operatorio
para la aplicación de sanguijuelas, de los accidentes y complicaciones
á que pueden dar lugar, de las circunstancias y condiciones que requie-
ren su uso y aplicación. Luego haremos otro tanto con las escarificacio-
nes, para poder finalmente establecer un parangón.
Sanguijuelas. — Para proceder á la aplicación de sanguijuelas sobre el
cuello del útero, se coloca á la enferma en posición igual á la adoptada
para la introducción del espéculum. Se toma luego éste, que debe ser
cilindrico y de un calibre proporcionado al diámetro del cuello, á fin de
evitar que las sanguijuelas piquen la mucosa vaginal. Una vez en su lu-
gai% se limpia con todo esmero el hocico de tenca de las mucosidades que
lo embadurnen — sin cuyo requisito estos anélides no se pegarían — y sé
toma una bolita de algodón para tapar el orificio cervical externo, evi»
tando asi que alguno de éstos se introduzca en la cavidad uterina. Pues-
tas las sanguijuelas dentro del espéculum, se mantiene en él y se em*
pujan hacia el cuello mediante una bola de algodón, cuidando que aquél
esté bien aplicado para que aquéllas no pasen entre él y las paredes va-
ginales.
Guando la sangre fiuye alrededor de la bolado algodón— indicio cierto
de que alguno de aquellos anélidos se ha desprendido, lo cual acontece
al cuarto de hora ó á los veinte minutos— se quita ésta y se inclina el
espéculum para facilitar la salida de la sangre, esperando que los demás
vayan desprendiéndose; si quedan algunos morosos, se desprenden con
las pinzas de curación.
Después de haberse asegurado que todas las sanguijuelas han salido
al exterior, se retira el espéculum y se coloca á la enferma en la cama.
Es necesario no abandonar inmediatamente á la enferma, porque la san-
gre que se derrama á consecuencia de la caida de las sanguijuelas no
siempre se detiene expontáneamente, y en este caso hay que echar mano
263 TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA.
de las inyecciones astringentes. Este medio no es siempre bastante po-
tente, puesto que á pesar de ello la hemorragia no se cohibe: entonces
se aplica otra vez el espéculum, y después de haber lavado conveniente-
mente la vagina y puesto al descubierto el punto de donde emana aquella,
se toca con una torunda empapada en la solución oficinal de percloruro
de hierroi y en caso necesario se acude al taponamiento.
Ya hemos manifestado anteriormente que convenia tapar el orificio
cervical externo al objete de evitar que alguna sanguijuela se extravíe y
vaya á parar á la cavidad uterinay implantándose en su mucosa. Pues
bien, sea que se olvide tomar tal precaución, ó que, de haberse tomado,
se haya hecho de una manera imperfecta ¿qué ocurre cuando tiene lugar
aquel accidente? Guando la sanguijuela está en aptitud para el fin que
nos proponemos, es muy delgada y se escurre por lo tanto fácilmente á
través del canal cervical; pero una vez ha satisfeoho su necesidad de
alimentación, sus dimensiones son algo mayores, y por consiguiente se
ve imposibilitada su salida. Bajo la acción del estimulo provocado por la
presencia del anélidOi el útero entra en contracción, que á veces es sufi-
ciente para expulsarlo al exterior. Esto nos explica los fuertes dolores
que sufre la enferma, los cuales pueden, según Weber, ser horribles,
determinando escalofríos y la cianosis en un caso en que las sanguijue**
las permanecieron de cinco á ocho dias dentro de la cavidad uterina.
Estos accidentes y otros de menor cuantía son de fácil remediar; más,
no sucede otro tanto con un fenómeno que se observa en ciertas muje-
res A consecuencia de una aplicación de sanguijuelas en el cuello del
útero.
Ordinariamente la mujer no acusa dolor alguno en el acto de la pica-
dura de las sanguijuelas. Esta es la regla general, pero se observan bas-
tantes excepciones. En efecto, algunas mujeres se hallan dotadas de una
sensibilidad esquisita del cuello del útero y la picadura se traduce súbi-
tamente por un vivo dolor que puede llegar, según Gourty, hasta el des-
vanecimiento, ó un ataque de histerismo. En tales casos no debemos
insistir en su aplicación, y procuraremos despegar las que se hayan
fijado ya.
De todas maneras, es de absoluta necesidad que la mujer guarde
cama algunas horas, para no exponerse á obtener un efecto contrario al
que nos habíamos propuesto, como acontece en ocasiones, á pesar de
haber tomado todas las precauciones que se requieren en tal caso; vi-
niendo por estas circunstancias obligados á reiterar acto seguido este
medio terapéutico, si queremos sacar el provecho que es dable esperar.
Todo cuanto viene arriba expresado justifica la imprescindible nece-
sidad de que toda aplicación de sanguijuelas sea hecha á domicilio de la
paciente, ó en la sala de un Hospital, no pudiendo en modo alguno prac-
ticarse en el gabinete del médico.
He aquí, en resumen, cuanto convenia indicar para nuestro objeto,
en lo que toca al uso de las sanguijuelas aplicadas directamente: diga-
mos algo ahora de las escarificaciones.
Escari/Scaciones.— Entiéndese por escarificaciones unas soluciones de
continuidad superficiales ó profundas, practicadas en el hocico de tenca
alrededor del orificio cervical externo. Sin embargo, Huguier y West to*
TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA 263
man por sitio de las escarificaciones la mucosa del canal cervical, y
Gaillard Thomas las practica en la misma mucosa del cuerpo. No sabe*
mos entrever las ventajas que puedan reportarse de tales procedimien-
tos; pero por estar faltos de experiencia personal, nos abstenemos de
emitir nuestro juicio, limitándonos solamente á ocuparnos de las esca-
rificaciones tal como son empleadas por la generalidad de los prácticos.
Varios son los instrumentos conocidos para la práctica de las escari-
ficaciones; unos complicados, otros sencillos, todos están sin embargo
encaminados á un mismo objeto, asacar sangre de los vasos capilares
en cantidad mayor ó menor. No obstante, más adelante tendremos oca-
sión de significar que con todo y ser el objeto principal la emisión san-
guínea, no es el único para ciertos autores, á los cuales nos afiliamos,
por lo que nos enseña la práctica de todos los dias.
No vamos á hacer una descripción detallada de todos ellos. Cuantos
autores tratan de las enfermedades de las mujeres los describen, y por
consiguiente á ellos dirigimos nuestros lectores. Mas, como las necesi-
dades de la práctica nos han sugerido algunas modificaciones, muy pe-
queñas, al manual operatorio y á la parte instrumental, procuraremos
ahora hacer un ligero resumen de los mismos al par que indicar los mo-
tivos en que vienen apoyados. Lejos de nosotros la idea de presentar
nada nuevo, queremos tan sólo poner de manifiesto la mayor utilidad y
conveniencia de unos medios con respecto á otros.
Desde que nos insinuamos en el terreno de la clínica, creemos de
gran valor las emisiones sanguíneas locales directas, por mas que no
las vimos en uso ni en la visita gratuita particular delDr. Cheron, ni en
las que semanalmente dedicaban al reconocimiento con el espéculum en
su respectivo Hospital los Dres. Gallard y Martineau, que fueron nues-
tros primeros guias. Y al efecto, una vez aplicado el espéculum Cusco,
tomábamos mediante unas pinzas de curación una lanceta de punta
aguda y la introducíamos á lo más hasta medio centímetro en el parén-
quima del cuello uterino alrededor [del orificio, en tres ó cuatro puntos
distintos, cuidando siempre de evitar las partes laterales derecha é iz-
quierda del hocico de tenca, por ser el sitio en que las arterias uterinas
se encuentran más superficiales. Al objeto de dar libre circulación á la
sangre que manaba, imprimíamos un ligero movimiento de báscula al
espéculum (que, dicho sea de paso, lo introducíamos invertido, esto es,
con el mango dirigido hacia arriba) recibiéndola en un vaso común. Or-
dinariamente, tan luego como el sistema capilar se hallaba desingurgi-
tado cesaba la hemorragia. Previamente enjugado el cuello del útero^
retirábamos el espéculum, dejando aplicado un tapón con glicerina que
mandábamos retirar á las ocho horas después. Con todo y tomar todas
las precauciones para no exponerse á la abertura de algún vaso impor-
tante, sucedía que alguna que otra vez nos era preciso tocar con una to-
runda empapada en percloruro de hierro alguna de las picaduras cuya
hemorragia no se cohibía expontáneamente; habiendo podido observar
que el afecto local no era modificado en relación á la cantidad de sangre
que se había derramado. En su virtud, juzgamos del todo conveniente
evitar estas pérdidas que, aun cuando eran insignificantes consideradas
aisladamente, por la frecuencia como solemos repetirlas según tendré*
264 TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA.
mos más adelante ocasión de indicar, podrían ocasionar algún perjui-
cio. De ahí nació la idea de valemos de un instrumento simplemente
punzante en lugar de uno punzante y cortante á la vez, como lo es la
la hoja de un bisturí ó lanceta, que al Qn y al cabo son tan buenos esca-
rificadores como otros cualesquiera más complicados. A este efecto, hi*
cimos construir el instrumento (1), al cual hemos señalado con la deno-
minación de excitador xiterinOy por las razones que luego expondremos.
Vig. 44.— Excitador uterino.
Para servirnos de él, aplicamos primero el espéculum de Cusco, pero
sin invertirlo, lo tomamos á la manera de una pluma de escribir y le im-
primimos un ligero movimiento de empuje contra el cuello del útero,
introduciendo las puntas de los alfileres, previamente engrasadas, como
cosa de unos cinco milímetros poco más ó menos, pinchando el parén-
quima del cuello como se hace con un salchichón, esto es, practicando
muchas picaduras. La cantidad de sangre que se sustrae por este medio
es muy diferente según sea el grado de congestión. Así es que, cuando
la metritis, aunque crónica, es de fecha reciente, como en estas circuns-
tancias el estado conjestivo predomina al de infiltración, su cantidad
suele ser mayor; pero por término medio podemos asegurar que en cada
sesión no quitamos á nuestros pacientes más que media cucharada de
sangre de las de tomar sopa, la cual vamos chupando con una esponja
á medida que va saliendo de sus vasos. Una vez limpiado el hocico de
tenca con un poco de algodón, con un pincel hacemos una embrocación
de tintura de yodo pura. Esta precaución la hemos creído conveniente
para evitar una pequeña complicación que solíamos observar con algu-
na frecuencia, la cual consistía en un amago de lo que Gubler ha veni-
(i) El diseño que viene adjunto representa el instrumento de dos modos dife-
rentes. Una de las ñguras lo representa tal cual es cuando nos servimos de él; la otra
destornillado, suponiéndose fracturado en J. Como se ve, consta de dos piezas, una
menor, perforada en los extremos de uno de sus diámetros, por cuyos agujeros se
introducen fácilmente dos alfileres ordinarios, que son los destinados á servir de es-
carificador, y otra mayor que sirve de mango, y á la vez —por el reborde del extremo
que lleva el tornillo— de sosten de los alfileres, que pueden cambiarse á voluntad
cuando se echan & perder, por cuyo motivo hemos dado al instrumento tal dispo-
sición.
Ha sido construido por la casa Glausolles (D. José) y es de alpaca, siendo el metal
indiferente, teniendo tan solo en cuenta el que no se oxide fácilmente.
La forma recta y cilindrica del mango la hemos creido más fácilmente manejable
asi como por su peso, más á propósito para el uso á que está destinado.
FIRME PETOflGIOSA COLEBIFORHKí 965
do estudiando bajo ei nombre de peritonismo^ que se i*evelaba, si bien
que raras yeces con tanta intensidad^ por nn ligero movimiento febril^
náuseas, meteorismo y vientre bastante sensible á la presión, desvane-
ciéndose este estado á los dos ó tres dias. No cabiendo dar otra interpre*
tacion al origen de tales fenómenos, creímos que puestas las picadoras en
contacto con los productos vaginales se irritaban, y por consiguiente
daban lugar á la manifestación de actos reflejos. De todas maneras, sea
esta ú otra la interpretación que se dé, lo que debemos tener en cuenta
son los resultados.
Después de practicada la escarificación, la enferma puede dirigirse
impunemente á su casa, aconsejándola sin embargo» de hacer el menos
ejercicio posible. Indudablemente fuera mejor que guardara cama^ si la
escarificación se verifica por la tarde, basta el día siguiente, para n:ayor
descanso del órgano enfermo; pero nosotros prescindimos de tal precau*
cion, porque la prictioa nos ha enseñado que no era ilecésaria.
(Concluirá.)
FIEBRE PERNICIOSA COLERIFORHE O
POR D. Arturo Masoti Arroyo.
lUiM M Ittntkt d« Sai li&ti (VviiiO.
Andrés N., de 45 años de edad, de temperamento sertioso, atlétieo y
minero de profesión, vióse repentinamente acometido^ en la noche del 4
del pasado Diciembre, de unos vómitos abundantes y repetidos y de una
diarrea serosa excesiva, que le redujo en pocas horas á una debilidad ex*
trema, á pesar de los continuos caldos administrados por la familia. A la
madrugada del siguiente dia vinieron demandando auxilios para el pa*
ciente, y cuando le vi, más me pareció un espectro animado que miem-
bro de la humanidad. Aquellas carnes enjutas y frías bañadas eniúi
sudor viscoso al tacto, aquella fisonomía lánguida y cadavérica de sa*^
lientes tifias, cuál si la esfinge de la muerte las hubiese delineado con
su fatídico dedo, aquellos músculos rígidos como hechos de pasta, y aquel
latir filiforme y contraído de las arterias, formaban un conjunto tan alat«
mante y sombrío, que mejor simulaba los signos. del triste episodio déla
agonía, que los síntomas de uiia enfermedad bien definida.
Ante aquél cuadro de muerte^ vaciló mí espíritu. Ideas sobre ideas se
agolpaba» á mi mente, girando desconcertadas por él reducido espacio
de la intetigencia, sin qué el llamamiento seVero de la razón pudiera or-*
donarlas, para formular un diagnóstico preciso é institoiir una terapéu^
tica salvadora. Me hallaba impresionado por el próximo recuerdo de un
(i) Esta historia formaba parte del articulo del Sr. Masoti relativo & la pernicio-
sidad. No habiendo Hegado & tiempo, no pudo colocarse en su respectivo sitio, ó sea
después de la Observación 5.*
•
266 FIEBRE PERNICIOSA GOLERIFORUE.
caso análogo, que había observado días antes en una niña de ocho años,
la cual terminó sus días en el espacio de diez horas, sin que me fuera
posible diagnosticar el padecimiento, y esto ofuscaba más mi ánimo y
acentuaba mis temores. ¿Era aquello un ejemplo de cólera esporádico
adquirido al azar, ó era simplemente uno de esos trastornos gastro-in-
testinales conocidos con el nombre de cólicos? Aunque esta idea me ha-
lagaba, no podia asegurarlo. Mi imaginación no se hallaba al alcance de
una síntesis tan precisa; pero era forzoso hacer algo. Me decidí, pues, á
instituir una medicación sintomática y asi lo efectué, ordenando una po-
ción gomosa, que llevaba en suspensión 3 gramos del sub-nitrato de bis-
muto y 15 centigramos del extracto tebáico, para tomar una cucharada
cada hora, y una limonada vegetal para aplacar la intensa sed que el en-
fermo experimentaba. Dispuse además unas lavativas mucilaginosas y
caldos un poco alcoholizados con una cucharadita de vino de Málaga,
para reconstituir algo las decaídas fuerzas del paciente.
Este tratamiento, que hubiera sido bastante en otras circunstancias,
fué ÍDcficaz en este caso, y el enfermo continuó arrojando velis nolis ma-
terias biliosas en los vómitos y abundante serosidad en las deposiciones
diarréicas, hasta que á las once de aquella mañana comenzaron á ser
menos frecuentes unos y otras, dando al pobre enfermo alguna tre-
gua.
Este súbito cambio excitó mis esperanzas y disipó las densas brumas
en que se envolvía el pronóstico formulado la noche anterior. Alas cinco
de la tarde continuaba el paciente muy mejorado; el pulso era más lleno
y desenvuelto, aunque todavía se manifestaba febril, pues latía noventa
veces por minuto; la fácies era más expresiva y animada, la emesis y
diarrea habían desaparecido, y aquella rigidez muscular, manifestada en
los primeros momentos, ya no existia.
Ante la visible declinación de los síntomas, giré como veleta, cam-
biando el concepto que tenia formado del proceso morboso, y como aquel
que después de una sangrienta lucha en donde ha cruzado palabras de
cariño con la muerte, sale victorioso, y en desquite de su pasada tor-
tura, se entrega á sueños de felicidad eterna, de igual manera mi espí-
ritu fustigado al pronto por el alarmante cuadro del padecimiento, en-
tregóse á la más lisonjera confianza, una vez que se fueron borrando las
oscuras tintas con que apareciera el proceso patológico. Sin embargo,
aquella conñanza envolvía una nueva decepción. En la noche de aquel
día volvieron á manifestarse los síntomas, y con tal intensidad que temi
por la vida del paciente.
Ya no me quedaba duda: la luz cientíñca iluminó mi espíritu y en
aquel conjunto fenomenal vi fotografiado el paludismo. La ingestión de
la quinina á dosis altas y la misma sustancia administrada por el método
yatraléptico vencieron al coloso enemigo, que bajo disfrazada forma ve-
nia á cortar el hilo de la vida á mi desgraciado cliente.
<M»^^»^^^^»^#M%^^MM»^^»N»M»#»^^^i^»»N^»»»^^^>^^^M^^i»MW^^^MVMM^^^»^V^»^»^^^^^^'^^*^^^^^^^^
ANATOUÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
ANATOMÍA DB LOS 0SNTRO8 NBRTIOSOS, <*>
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
E Disposición geneeul de la rboion de los kúclgos centrales.
Desde la protuberancia, y naciendo por debajo de las fibras transveí^
sales del puente de Varolio, arrancan los dos pedúnculos cerebrales, que
toman inmediatamente una dirección divergente, para introducirse en
el hemisrerio respectivo.
Gratiolet decía que el hemisferio está formado por una bolsa de sus-
tancia ffrís, correspondiente á la corteza cerebral, bolsa rellena de
sustancia blanca. El seno constituido por lo3 bordes de esta bolsa es el
ventrículo lateral. Nada más natural que el suponer que la masa blanca
es resultante de la expansión del pedúnculo, que entra por su abertura
y que va á distribuirse á las diferentes regiones de la corteza.
Asi sucede realmente; pero téngase en cuenta, que la continuidad de
las fibras pedunculares está interrumpida por diferentes masas de sus-
tancia gris, que se interponen en su trayecto.
Estas masas de sustancia gris, que al propio tiempo que interrumpen
la continuidad de la inmensa mayoría de fibras que provienen del pe-
dúnculo, forman para cada hemisferio un verda-
dero núcleo, son de aspecto é importancia samas.
Este núcleo hemisférico de sustancia gris, recibe
por un lado las fibras ascendentes del pedúnculo
y por otro las fibras procedentes de la corteza
cerebral; algunas otras fibras atraviesan sin in-
terrupción la masa central y sirven de continua-
ción directa á los pedúnculos.
Esta masa central, nüclto hemitférico ó tona
gris-central, no ofrece uniformidad en todas sus
partes. Por un lado, la sustancia gris, que la for-
Ffg;. 45.— Ssqtuama de ma, está agrupada en grandes centros, cuyo as-
na bemlBfaria ce- pecto, situación, relaciones y extructura bace
"''^^^ diferenciarlos entre si, y por otro, el trayecto re-
corrido en este sitio por los manojos de fibras
blancas, establece separaciones entre ellas. De aquí que esta masa cen-
tral se subdivida en varios núcleos, que reciben distinto nombre: el nú-
cleo caudal, el núcleo lenticular y el tálamo óptico, son las tres masas de
sustancia gris qae encontramos en esta región y que con una forma pro-
pia para cada una y situación fija, se sobreponen al pedúnculo cere-
bral, engastándose á su alrededor á manera de cotiledones, como deoia
Foville.
De aqui, que el pedúnculo cerebral adquiera, al penetrar en la bolsa
hemisférica, gran volumen y presente grandes abolladuras, y que esta
(1) CoDtianacian.- Véanse loa números 35, 36, », 38, 39, 30, 31 ; 83.
268 ANATOMÍA DE LOS OfiNTROS NftBVlOSOS.
región guarde una relación inmediata con el seno existente á la entrada
del hemisferio.
Para formarse una idea exacta de esta región, es necesario practicar
sobre el cerebro dos cortes, que atraviesen por el centro la zona de los
núcleos centrales. Un corte vertical, que comience en los tubérculos
mamilares de la base y atraviese la región parietal; este corte, análogo
al que practica Pitres para establecer su nomenclatura de las diversas
Abras de la corona radiante, permite ver los tres núcleos centrales en su
disposición y relaciones respectivas. El segundo corte, se practica trans-
versalmente, y de modo que atraviese también los núcleos centrales; aa
conoce con el nombre de corte de Flechsig, por haber sido este médico
alemán quien ha dado las reglas para veriñcarlo. Dice Flechsig, que se
haga este corte comenzando por la cara externa del hemisferio tin poco
por encima de la cisura de Sylvio y que se dirija el cuchillo horizontal-
mente; sin embargo, por este medio raras veces se logra un corte en lás
mejores condiciones y á mi siempre me ha dado mejores resultados,
previa la separación de ambos hemisferios comenzar por la cara interna
del mismo, suponiendo que descansa sobre la externa, y haciendo de
modo, que el ñlo del cuchillo caiga sobre la paite media de la cabera del
núcleo caudal y en la unión del tercio superior con los dos tercios infe«
rieres de la cara interna del tálamo óptico; se termina el corte dirigiendo
el cuchillo un poco hacia abajo, en dirección de la base del hemisferio;
Brissaud dice también que^ verificado asi el corte, da mejores resultádoe^
que siguiendo el procedimiento de Flechsig.
£1 corte vertical^ como estudio de conjunto, me parece más Atll lHI«>
derlo cual lo representa la flg. 12. Es on corte oblicuo, en la dirección
del bulbo, protuberancia y pedúnculos ¿ través del cerebro» qae permite
ver con mayor claridad las relaciones del pedúnculo cerebral con los
ganglios centrales. Se cortan con el cuchillo las fibras transversalee d^
puente de Varolio, y en seguida, supuesto que el hemisferio descatiea
por su convexidad, se dirige el filo del cuchillo inmediatamente por de«
lante de los tubérculos mamilares y, atravesando oblicuamente báete
abajo y adelante, se hace salir por la parte media de la primera elrean*
volucion frontal.
Estos cortes, pueden practicarse en cerebros endurecidos en alcohol,
en una disolución nítrica ó crómica, etc., ó bien en cerebros frescos, al
natural. Estos últimos, tienen la ventaja de qoe cada región conserva
su coloración propia, aunque á veces se hagan algo difíciles por su
blando ra«
En el corte oblicuo (fig. 46), se re en S, el núcleo caudal, en B, el tá«-
lamo óptico y en F el núcleo lenticular, cortados oblícitamente de abajo
arriba. Los dos primeros están separados del último por una zona de
sustancia blanca, que se continúa directamente con el pedúneulo eere*
bral y con las pirámides del bulbo á través de la protuberancia, conocidiiu
con el nombre de cápsula interna: A.
£1 núcleo caudal y el tálamo óptico^^ situados el uno encima del otro,
están por dentro de la cápsula interna y forman á su vez las paredee
laterales del ventrículo lateral, U, el superior, y del ventrículo medio, 6,
el inferior.
an&toh/a db los chntbos nerviosos. 269
El núdeo lentióular está por fuera da la cápsula interna y un poco
hacia abajo, sirviéndole de limite externo otra estrecha zona de sustan-
cia blanca, llamada oápiula extema E. Más hacia fuera de la cápsula
ezlMua existe un grapa de sustancia gris, B, formando el antemuro.
Flg. 46. Corta oblicuo délos hemlilerlOB cerabralBs.
{Copiado del natural por el Dr. L. Formígiiera.t
^ Captnla Inurn».— S AnMmnra.— CBaatanela blftDca quB le Mp*ra de U tnnU da Btll-—
DlDMl>d«Reil — EClpsuU«ilerDa.—F Núcleo lenticular.— GVaDirlcala medio.—// Tubér-
enloi mamllare) (reHeilon de los plUreg anteriDres da ta bóveda.) — / Pedúnclo cerebral- —
^Centinnaelenda las pirámides anteriores al tr&Tíe de la protuberancia.— K SuUanola grli
4e !• protoke rancla.— L j M Hemiifarloi ceTebeíoioi.— JV Cara Inlarlor d(t lúbuU ecclpllo-
eirenoldal.— O Hendidura de Blcbat 6 entrada del seno bamUIérlco —P Hipocampo.— Q Ventrí-
culo lateral.— A Tálamo dptlco — S Núcleo caudal.— r Tabique con bu ventrículo.- tf Ventri-
oalD latarat — V Cutrpo calloie — X Gj/rut formlcalut.—i, 3r ». 1.*. í', j 3.* ctrsiuiToluoionai
frenuiAi.
No esUo coBÍúrme todos los autores coa la división y nomenclatura
qneacaho de exponer: algunas obras cUaica^, como La do Sappey, ni
siquiera bacen mencioD de ella, y Luys, en su última obra sobre las en-
i«nuedades mentales, protesta contra la denominación de cápsula inter-
n* y externa, ;^or ser impropias, y tampoco admite, siguiendo á la
mayoría de escritores franceses, la dirisíon en n6cJ<eo caudal y len-
ticular.
En las obras de Anatomía descriptiva solo se hace mención de dos
grandes núcleos: el cuerpo estriado .y el tálamo óptico, y por esto se
270 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
designa esta región con el nombre de nMeoa apto^estriadosy quedando
el cuerpo estriado dividido en dos núcleos por el paso á su través de la
cápsula interna, que, habida cuenta de su situación respecto á los ven-
trículos, se llaman, núdeos intra y extra^ventricular del cuerpo estria-
dOf correspondientes á los núcleos caudal y lenticular.
La descripción del cuerpo estriado y tálamo óptico, sin hacer mucho
hincapié en las dos bandas de sustancia blanca que les limitan, tal como
han venido y vienen haciéndolo los autores franceses, no satisface las
necesidades de la descripción de la lesiones que tienen su asiento en
esta región, aparte de que no guarda relación con el modo de ser de la
misma.
La nomenclatura y la división formulada por Burdach, en 1826, es la
que han seguido los autores alemanes y que hoy comienza á ganar terreno
en Francia, particularmente en las obras que tienen aplicación inme-
diata á la Patología. Gharcot la admite en su obra de localizaciones, y
demuestra cuan defectuosa es la nomenclatura francesa. Por este motivo
he adoptado la nomenclatura de Burdach, ó de los alemanes, aparte de
que entre el núcleo caudal y el ventricular existe una separación tan
completa, por mas que en algunos sitios se unan, que continuar desig-
nándolos con el nombre común de cuerpo estriado, es introducir la con-
fusión donde puede haber claridad. Al describir separadamente cada
uno de estos núcleos se verá la independencia que existe entre ambos.
La cápsula interna, resulta de la expansión, en forma de abanico y
en el sentido antero-posterior, de las fibras del pedúnculo cerebral, al
penetrar en la zona de los núcleos grises, y en cuanto abandona esta
zona por su parte superior, para ir á distribuirse á la cubierta de las
circunvoluciones toma el nombre de corona radiante de Reil.
En el corte horizontal (figura 47), practicado del modo que dejo des-
crito, se observa la región, de las núcleos centrales, cortados al tra-
vés, lo mismo que la cápsula interna que los separa. El núcleo cau-
dal es curvo con la convexidad superior, abrazando en su concavidad el
tálamo óptico: de aqui que, en el corte horizontal, que es secante al nú-
cleo caudal, aparezca la sección del mismo en dos sitios, L y F, y entre
ellos, la del tálamo óptico, G; ambos por dentro de la cápsula internaK yH
que siendo aqui cortada al través, permite ver como se extiende en sen-
tido antero-posterior, separando el núcleo lenticular J é I que queda por
fuera y llegando hasta la cápsula externa D.
La cápsula interna, no es rectilínea en el sentido transversal, como
lo es en el longitudinal, sino que presenta hacia su tercio anterior una
inflexión con la concavidad externa y que Flechsig ha designado con el
nombre de rodillaf resultando de esta disposición de la cápsula interna
su división en dos partes: una anterior K y otra posterior H á dicha ro-
dilla: esta última comprende los dos tercios posteriores de la cápsula.
El antemuro^ que por su situación parece formar grupo con los nú-
cleos centrales, ya he dicho que correspondía por su extructura á la cu-
bierta gris del lobulillo de la ínsula.
Resumiendo, antes de describir cada uno de los factores de esta
región, diré que los núcleos centrales forman un grueso pelotón de sus-
tancia gris á la entrada del hemisferio, en el cual, penetra por su parte
ÁCIDO SAUCÍLICO Y SUS SALES. 271
ioferior y posterior el pedúnculo cerebral; siendo al principio un cordón
redondeado, se extiende, divergiendo, en sentido antero-posterior, á la
manera de un abanico, para formar la cápsula interna y saliendo por ar-
riba con el nombre de corona radiante de Reil.
K r r G H I J ICL M
Flg. 47. Corte horliontal de na bBmlsftrlo csrsbral.
{Copiado del natural por el Dr. L. Formiguera.)
A Citara de STlTlo.— 01aiaU da Rell.—i: AoLemuro.— DCápsaU exlerna.— ¿Vaotrlouto
lateral.— F Col» dal núcleo caudal.— L Padúncnla cerabral.— C Tálamo dpttco.— H Segmento
pottarior da la oápaula Interna.— J Zona media del núcleo lenticular / Zona externa dal
miamo núcleo— SSegcaenlo anterior de la ctptala Interna.— ¿Cabete del núcleo caudal. —
M Ven trícalo lateral.
De los tres ganglios, que componen la zona gris central, el primero
que se sobrepone al pedúnculo es el tálamo óptico, que lo envuelve por
su parte interna, posterior y externa; más bácia arriba y hacia adelante,
inmediatamente por encima del anterior, el núcleo caudal, que casi da la
vuelta completa al rededor de la expansión peduncular; por fuera de ia
expansión peduncular, ó cápsula interna, y como enclavado en su con-
cavidad, el núcleo lenticular, que resulta externo y algo inferior, relati-
vamente á los demás. Reunidos el núcleo caudal y el lenticular por sus
extremidades anteriores, constituyen el cuerpo estriado, pudiéndose de-
cir que este cabalga sobre el borte anterior de la expansión peduncular,
asi como el tálamo óptico sobre su borde posterior.
(Contimiar&.¡
CONniBnH 11 ÍSTDDIO DE i» SAUCU Y SUS «MPDÍSK;
SO particular del eaUcUato sódico en el tratamiento del renmatiamo, <l)
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Mdleo Ib Id Ca»a i» Lactancia y Cata-cmtad» Bantlona.
3.* Fiebre tuoidea.-lntenorm?nte, el ácido salicilico ha sido em-
pleado en un sinnúmero de enfermedades más ó menos graves. Además
(1) ConUnuacion.- Véanse los números as, aS, 17, 38, 39, 80, 91 t 31*
Q72 ÁCIPO SAI^IGÍUGO Y 3U8 SALfCS.
del Fduiaatí9mo9 ae ha heobo aplioacion de dicho euerpo en 1a fiebre
li£bid0a, en la difteria, intercnitentesi en la tenia, en las enfermedades
del tubo digi^stiyOy en la diabetes y en muchos otros estados morbosos;
es decir, que se ha empleado en afecciones de oasi todo» loa órganos de
la economía.
No puede dudarse que el salicilato de sosa es un agente útilísimo en
todas las enfermedades febriles puesto que ya conocemos su acción anti-
pirética en general. Es un cuerpo que podemos describir en un sinnú-
mero de afecciones; pero la que ha llamado más la atención de los prác«
ticos bajo este punto de vista, y después del reumatismo, ha sido una de
las enfermedades más graves que afligen al hombre, la fiebre tifoidea.
Muchos han sido los autores que han dado euenta de un gran número
de casos tratados con el ácido salioilico ó sus compuestos, á la dosis dia-
ria de 3, 4 ó 5 gramos»
Si recordamos la aoeion fisiológica del ácido salicilico y su modo de
obrar sobre el organismo en general, particularmente la acción que
ejerce sobre el aparato urinario y el sistema sanguíneo, deduciremos
que, lejos de ser nocivo en la fiebre tifoidea, puede reportar grandes be-
neficios auxiliado ó no de otros medicamentos apropiados, cuando menos
en el primer período de la enfermedad, es decir, cuando los fenómenos
verdaderamente tíficos np han llegado á su apogeo, en cuyo caso puede
evitarse bastante la descomposición de la sangre, disminuir la fiebre, et«
cetera. La adinamia no es tan marcada, porque desde el principio rebaja
notablemente la temperatura, según he tenido ocasión de observar algu-
nas veces, y en la fiebre tifoidea, desde el momento que las cifras térmi-
cas disminuyen, hay menos combustión y por consiguiente menos adi-
namia. ^1 salicilato de sosa tion^ la inmensa ventaja, sobre muchos otros
medioamentos antifebriles, que su acción antipirética es notable desde
el primer dia Recuerdo que durante la semi^epidemia de fiebre tifoi-
dea, que se pres^tó en Baroelona durante el invierno de 1879-80, admi-
nistró en algunos enfermos el salicilato de sosa cuando los síntomas de
tal enfermedad la caracterizaban bien. £n los enfermos que traté con di-
cho agente, noté un descenso de temperatura de cerca 2" en las S4 horas,
siendo cada dia menos intensa la exacerbación vespertina^ En todos estos
casos, la dosis que preaoribi no pa@ó en ninguno de ellos de 9 gramos
diarios.
En esta enfermedad se comprende perfectamente la acción que sobre
ella ejerce el salicilato de sosa, pues, además de ser un antipirético no-
table, obra como antipútrido, deteniendo asi la ferntientaeion de las ma-
terias que con él se ponen en contacto.
El ácido salicilico, en esta afección, produce los mismos efectos que
el salicilato de sosa^ pero debe ser administrado progresivamente, por-
que á la dosis de Beis gramos pueden sobrevenir aeeldentes tóxicos y
colapso.
Muchas veces, con la medicación salicílica, los enfermos no tienen
diarrea, y si acaso sus cámaras no son tan frecuentes ni abundantes. Sin
embargo, esto no se observa en todos los casos^ pues hay tifódioos que
las cámaras diarréicas que tienen son frecuentes y abundantes da la mis-
ma manera, lo cual tal vez dependerá de un estado partioular del tubo
ágído saligíligo y sus saines. 273
digeetiyo que 00 se encontrará en condioíoBeB propias para que él ácido
salicilico pueda ser absorvido como se desea, Douglas (1) dice: «Según
Jabn, el ácido salicilico parece que ejerce una influencia muy notable
sobre la mucosa y ia túnica muscular del intestino, pues, en los casos de
tifus graves, no He visto nunca diarrea y el meteorismo fué poco mar-
cado. La mayor parte de los enfermos, durante el dia, tuvieron solo una
deposición liquida que al final de una semana se volvió semi-sólida.»
Sobre el tratamiento de la fiebre tifoidea por la medicación salicilicá
se han hecbo nuicbas y notables observaciones, y todos los prácticos es-
tán acordes en que disminuye considerablemente la temperatura y en
que obra como antipútrido; pero entre los mismos hay una discordancia
especial sobre la dosis y formas en que debe administrarse. Estas desave-
nencias sobre el particular, podríamos decir que son dependientes de
condiciones propias del enfermo, del pais ó de la localidad, si viésemos
que un mismo práctico administra dosis distintas á distintos individuos;
pero aqui no sucede esto, sino que los autores, después de sus experi-
mentos, sientan una dosis como fija para todos los enfermos, y oscilan
al rededor de ella variando poco la cantidad. Respecto al modo de tomar
la dosis que cada práctico considera necesaria, sucede io mismo que
con el reumatismo articular agudo, es decir, sentada una dosis, unos la
administran de una sola vez á una determinada hora del dia y otros la
reparten en 24 horas. Asi, Ewald ha recogido cien observaciones de esta
enfermedad, á cuyos enfermos administraba el ácido salicilico á la dosis
de 5 gramos al dia, poco antes de que empezase la elevación térmica de
la tarde y diciendo que la temperatura empezaba á disminuir rápida-
mente.
Gueneau de Mussy administra el ácido salicilico á la dosis de un gra-
mo diario, en una solución alcohólica acidulada con zumo de limón; di-
cho autor dice que la curación de los enfermos no es debida á la admi-
nistración del ácido salicilico, puesto que la fiebre tifoidea es una
enfermedad de múltiples fases y que á veces escapa á toda previsión.
M. Jaccoud da cuenta de un gran número de observaciones, las cua-
les le inducen á colocar al aalicilato de sosa al lado de todos los agentes
que oumplen una indicación hipo*térmica. Dice que si el enfermo vomita
ó tiene tendencia al vómito, con dicha medicación, se combate este sín-
toma, bastando para ello mezclar á la poción 4 ó 5 gotas de oloroformo.
M. Jaccoud emplea el salicilato de sosa á la dosis de 6 gramos al dia en
dos veces, aconsejando al enfermo que durante las 24 horas tome un li-
tro y medio ó dos litros de liquido para favorecer la eliminación renal de
las materias sólidas, eliminación excitada ya por este agente. Dice que
en SO casos, la remisión le ha faltado dos veces.
M . Mussy, en su tesis sobre el ácido salicilico, dice que este, en los
periodos de invasión y de estado de la fiebre tifoidea, no obra sobre la
temperatura, sino que la disminución es debida á una verdadera intoxi-
caoion caracterizada por un delirio especial, y que cuando se deja de
administrar el medicamento, desaparece el delirio y la temperatura
vuelve con rapidez á su punto de partida. Creemos, en efecto, que el ácido
(i) Douglas Hogg.-Tb. París, iS'H.
274 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
salicilico obra sobre el tubo digestivo como 'antipútrido descartando á
la sangre de las materias extractivas que en ella se encuentran en exceso;
pero no estamos conformes con el parecer de dicho autor, diciendo que
dicho agente produce un delirio especial debido á una intoxicación. Por
una parte, parece muy natural que, si disminuye la temperatura, ha de
evitar el delirio. Por otra, parece que administrando dicho autor el ácido
salicilico á la dosis de 1 gramo, según dijimos antes, no puede producir
intoxicación especial ni tampoco síntomas cerebrales, pues la dosis no
es suficiente para ello, á no ser que se trate de un enfermo que no lo to-
lere, en cuyo caso constituye una excepción; ó que el Dr. Mussy adminis-
trase á dichos enfermos dosis más crecidas del medicamento en cues-
tión.
£1 Dr. Douglas, en su Memoria, dice que pueden administrarse 8 gra-
mos de salicilato de sosa á un tifódico en cuatro veces durante las vein-
te y cuatro horas. Creo también que esta es una dosis algo excesiva y
que no puede continuarse muchos dias, pues en este caso nada extraño
seria que se presentasen síntomas cefálicos y de intoxicación. Si con el
salicilato de sosa pudiésemos yugular una tifoidea, entonces sin temor
de ninguna clase podríamos, y aún deberíamos administrar la citada
dosis de dicho medicamento durante cierto número de dias y sin ningún
temor á los accidentes á que pudiese dar lugar dicha medicación, pues
sabemos ya la facilidad con que se combaten.
Por nuestra parte dejaremos sentadas las siguientes conclusiones, en
vista de la discordancia de pareceres que hay sobre este importante
asunto, discordancia que, tal vez, será hija de ciertas condiciones que
no acertamos á imaginar, pero que sin embargo pueden hacer titubear
á los que por primera vez empleen la medicación salicflica en el trata-
miento de la fiebre tifoidea.
Hé aquíj pues, los resultados de nuestras investigaciones:
1.° La medicación salicílica está muy indicada en el tratamiento de
la fiebre tifoidea.
S."" No disminuye la duración de la enfermedad.
3.^ Rebaja notablemente la cifra térmica y en consecuencia todos
los demás fenómenos que de ella dependen, como el delirio, la diar-
rea, etc., etc.
4.° La dosis no debe pasar de 2 á 3 gramos en las 24 horas, pero to-
mada en 6 ú 8 veces.
5.^ La medicación salicílica no excluye por esto otros medicamen-
tos para combatir ciertos fenómenos propios de la enfermedad, y
6.^ Muchas veces la medicación salicílica, no basta por sí sola para
combatir á la fiebre tifoidea, sino que se hace necesaria la adición de
otros agentes, aunque el salicilato de sosa es un precioso medicamento
para combatir á dicha enfermedad.
4.<^ Diversas eníennedade8.*En este párrafo nos ocuparemos muy á
la ligera de algunas enfermedades internas que han sido tratadas por el
salicilato de sosa, ocupándonos de algunas de ellas con poca extensión,
porque son muchas las afecciones que se han querido tratar con este
medicamento.
REVISTA DE ENFERMEDADES DE MUJERES. 275
Fiebres INTERMITENTES.— Los resultados obtenidos con el ácido sálici-
lico en las fiebres intermitentes no son ni con mucho tan favorables co-
mo en las anteriores afecciones. El ácido salicilico no pasa de ser un
anti-pirético: las fiebres intermitentes no dejan de estar constituidas
por un miasma, por un veneno palúdico y. los efectos del ácido salicilico
no son equivalentes á los obtenidos con el sulfato de quinina, el cual
viene á constituir un especifico contra el paludismo. Muchos autores
han hecho experimentos sobre el particular y los resultados que han
obtenido, además de contradictorios, son muy diversos. Además, según
dejamos expuesto en la parte. II de nuestro trabajo, al estudiar el salici-
lato de quinina, dijimos que este es una cuarta parte menos activo que
el sulfato de la misma base y por consiguiente, para tener que dar una
mayor cantidad de medicamentos es preferible usar el sulfato en lugar
del salicilato.
Sin embargo, recuerdo dos casos de intermitentes, refractarias al sul-
fato de quinina, que cedieron fácilmente á la administración del salici*
lato de sosa; debo, no obstante advertir, que estas intermitentes no eran
originadas por el veneno palúdico, sino que obedecían simplemente á
una influencia catarral, á una corriente de aire, la cual hubiera podido
dar lugar á una manifestación reumática en lugar de unas intermitentes
francas como aquellas. fContrnuará.)
REVISTA DE ENFERMEDADES DE HÜJERES,
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
Desviaolonee aterinas.— De un magnifico estudio sobre este asunto in-
sertado en el American joumal ofohstetrics y debido á la pluma del espe-
cialista P. E. Mundé, en el cual abundan los datos estadísticos propios y
los resultados satisfactorios obtenidos por el autor, pueden extractarse
las siguientes conclusiones generales:
En un total de 895 casos de desviaciones uterinas observadas por el
autor, ha ensayado los distintos medios de tratamiento y estudiado la
utilidad y efectos de los distintos pesarlos, los tapones vaginales, la po-
sición de la enferma, la electricidad, las operaciones cruentas y el emba-
razo como agente terapéutico en casos semejantes.
Dice el autor, que jamás ha tratado un caso de desviación uterina por
cualquier método de tratamiento, sin asociarle inyecciones diarias intra-
vaginales, calientes si existe congestión, frias y con astringentes sí es
preciso dar tonicidad á los tejidos. En este último caso, se emplea con
mucha frecuencia la siguiente solución:
Alcohol 250 gramos.
Glicerína 60 i
Sulfato de ziac 15 i
Añadiéndole una cuarta parte de agua caliente en invierno, ó helada
en verano, resultando ser un poderoso coadyuvante de la acción de los
pésanos para el enderezamiento del útero.
378 REVISTA DS SNFERHBDAÜES DB BI0JBRB8.
Bt tíeínpo que debe emplearse el pesario, (qne casi eada autor usa
ano prefiBrentemente, empleando Mundé, de una manera general, para
las retro-versiones ó flexiones el pesarlo palanca de Hodge modificado
por A. Smithy y para las desviaciones anteriores el de Gehrung 6 el de
Tfaomas, según los casos) es por lo menos de tres meses, generalmente
seis ó un año, y en los casos en que sea realizable una curación completa,
salo será posible empleándolo por lo menos dos años.
Los pesarlos son el mejor medio para obtener una mejora temporal,
pues la curación absoluta y definitiva solo será posible en un reducido
número de casos. Cualquiera que sea su variedad, tan solo las desvia-
clones recientes ofrecen probabilidades de curación completa á benefí*
ció de los medios necesarios de que disponemos.
Los tapones vaginales empapados en una disolución astringente (par-
ticularmente en el prolapso de la matriz, en el cistocele y en el rectocele,
los tapones de uata glfcero-tánicos), son de los mejores medios que tie-
nen por objeto sostener el útero desviado.
La aplicación diaria y prolongada de tapones vaginales es un exce-
lente medio, en muchos casos de ante y retro -desviación, y aventaja á
todos los pesarios en la mayoría de casos de prolapso, por ser el único
procedimiento eficaz é inofensivo.
La posición de la enferma debe considerarse á lo más como un me-
llo de mejora temporal, habida cuenta de los inconvenientes que consi-
go lleva.
Será más fácil una curación definitiva siendo reciente la desviación,
cuando ésta sea debida á causas traumáticas ó cuando sirva de auxilar el
proceso de la involución puerperal, si es que se reconozca á tiempo la
desviación, lo cual sucede raras veces.
La época más favorable para la curación de una desviación uterina,
son las primeras semanas que siguen al parto, antes de abandonar la
cama la paciente.
La electricidad aplicada en los casos recientes de una manera racio-
nal y con constancia tiene probabilidades de llegar á la curación, aunque
este agente sea en estos casos poco conocido aun.
Por lo referente al prolapso del útero y de la vagina, como no sean
muy recientes, hasta hoy solo puede obtenerse la curación por el estre-
chamiento del canal vaginal á beneficio de una operación ó restaurando
ei periné que fué destruido ó relajado.
El tratamiento quirúrgico de la flexión uterina por los procedimien-
tos actuales sobre el cuello del útero, es poco menos que inútil: no así
el prooedimieBto de Sims para la anteversion, y el de Kseberle para la re-
troflexion, que aunque poco usados y conocidos para hacer de ellos una
critica fundada, cuentan ya con algún suceso.
La ignipontara en el tratamiento de la metritla perinquematosa cró-
nioa.-(i4nal. de GynecoL) Estudia Olivier las indicaciones y ventajas de
este tratamiento de reciente introducción en la terapéutica ginecológica,
y puede resumirse su trabajo del modo siguiente:
La ignípuntura solo debe usarse ai final del primer periodo de la me-
tritis parenquimatosa crónica ó periodo de infiltración, ó bien en el se-
REVISTA DG ]fiNffBRIfI0ADn DB MUJARB^ fiT7
gando periodo 6 de indaracian« Se recenoeeeslaópocaoporluBa^ porque
en vez de estar el cuello blando^ presenta al tacto puntos depresibles y
puntos resistentes é indurados, y su ooloracion en lugar de ser roja uoi^
forme algo violácesi ofrece ya manchas más pálidas.
Está contraindicada si existen síntomas inflamatorios 6 de congestión
en los órganos vecinos del útero«
La cavidad del cuello no debe oauterizarse por más que esté frecuea*
temente ulcerada, porque expone á una deformación de malas oonse^
cuencias y que puede evita rse«
£1 cauterio más recomendable^ es el termo* cauterio de Paqiielin en
forma de. punta afilada.
Se introduce un espóculum refractario al catofi ó si es metálico re-^
frescándolo con frecuencia, que solo deje al descubierto ^1 cueHo delAte^
ro: entonces se introduce con fuerza el termo-cao terio en ei espesor del
cuello uterino y paralelamente al eje del mismo, desde uda profandídad
de Vfi centímetro, cuando menos, hasta 3 OMtimetros, cuando más, se*
gun los casos. Si solo está hipertrofiado el labio inferior, bastarán 3 ó 4
picaduras: si está abultado todo el cuello 5, 6 y 8, como máximiua* Se
inyecta en seguida agua fria, la enferma queda en cama durable uno»
dias, se dan duchas vaginales diarias de aguado malvas y adormideras:
á los cinco 6 seis dias podrá levantarse la enferma procurando andar
muy poco. A los diez ó doce dias se desprende la escara y la úlcera, de
buen carácter, camina rápidamente á la cicatrización.
No se hará nueva aplicación de ignipuntura hasta que se pasen tné
semanas, no siendo inconveniente el que no estén completamente eioa*
trizadas las úlceras de la última aplicación.
Si la afección es reciente, podrá obtenerse la curación con dos ó tres
aplicaciones: si es muy antigua, podrán necesitarse cinco, seis y basta
diez según los casos.
Después de la primera cauterización, acostumbran á desaparecer
completamente los dolores; )a sensación de pesadea; tarda más, pero fal-
ta ya antes de llegar á la curación completa. En los primeros dias, au-
menta el flujo leucorreico para desaparecer pronto completamente. La
ignipuntura regulariza con rapidez los menstruos, y particularmente caK
ma á no tardar los dolores que les acompañan. Las complicaciones no
son de temer, no descuidando las precauciones antes citadas. Las duchas
emolientes se sustituirán á los siete ú ocho dias por agua fría, Sin des*'
cuidar nunca el estado general de la enferma*
Prooediaiiento de Fritach pera el tratasAienio del prelapao nterino*-*'
En 3 casos ha practicado el autor una resección parcial de la pared poA^
terior de la vagina. La coge con las pinzas y la tira fuertemente abajo y
adelante: aplica en seguida un clamp, lo cieraa, coloca por debajo de él
tres puntos de sutura profunda, oorta con el bisturí la porción cogida
por sobre del clamp y aplica 6 ú 8 puntos de sutura superficial en la
herida de 6 á 7 centímetros que queda abierta: no se necesita tratamien*
to ulterior especial. En su consecuencia, sobreviene una estrechez dé lá
parte inferior de la vagina invisible al exterier; en dos casos se produjo
á los tres meses una retroflexion que servia de obstáculo á la reeidiva»
278 REVISTA DE BNFlDIíaDADES DE MUJERES.
El yodolormo en la oTariotomia.— (León Leoschin, profesor de Kasan).
En cuatro casos lo ha empleado el autor espolvoreando abundante-
mente el pedículo con dicha sustancia y todas las partes del peritoneo
puestas en contacto de los dedos ó de los instrumentos; cada ligadura la
cubría de yodoformo, y la herida, después de suturada, otro tanto. Enci-
ma, compresas de gasa de Lister, una almohadilla de Neuber y una gran-
de esponja desinfectada para ejercer presión. En tres de las ovarioto-
mias la enferma no tuvo accidente ninguno ni reacción febril y la herida
se cicatrizó con un solo aposito, que se levantó á los 16, 17 y 20 dias, para
sustituirlo por un simple aposito de diaquilon. Al levantar el aposito se
percibía fuerte olor de yodoformo y la cicatriz linear presentaba aun pol-
vo de esta sustancia. En la cuarta sobrevino perimetritis, y á ios 32 dias
de la operación, continuaba en tratamiento y en vías de curación.
Cita el autor diez y siete otras grandes operaciones tratadas por el
yodoformo, del cual se declara entusiasta, y dice que no lo teme, pues en
ningún caso ha observado síntomas de envenenamiento.
Dyakinasia nt6rina.-6raily Hewit, cree poder dar este nombre al sín-
toma más dominante que ha observado en sesenta y siete casos de des-
viaciones uterinas y al cual no se le habia dado importancia. Consiste
este síntoma, en una debilidad física muy acentuada unida á una pérdi-
da, en grado variable, de la locomoción: se consideraba á esta manifes-
tación como imaginaria, ó á lo más se diagnosticaba á la enferma de his-
térica, sin prestarle los auxilios necesarios por desconocer la verdadera
causa y llegando á veces á perder la simpatía de sus allegados, por estar
estos convencidos que esforzándose un poco, podrían estas mujeres an-
dar y trabajar. Como otros síntomas frecuentes observados en esta serie
de ante y retro- flexiones y versiones, señala las náuseas y la falta de
apetito, y como regla general, los desórdenes menstruales.
PólipoB uterinos volumiaosoa de ancho pedioulo.-En una tesis sobre
este tema, se declara Br o wkillo partidario de la extirpación parcial de
estos pólipos, dado que su extirpación total es extremadamente peligrosa
y por este motivo muchos autores se circunscriben á la expectación.
Concluye, que la ablación parcial es generalmente fácil y de poca du-
ración: que las objeciones hechas á esta operación son de poco valor,
porque la supuración y la gangrena de la parte restante, son raras y
porque puede evitarse la hemorragia sirviéndose del aprieta nudos 6 del
extranguiador, á condición de no terminar momentáneamente la opera-
ción, sino esperar algunas horas, y finalmente, que varias observaciones
atestiguan que este procedimiento proporciona curaciones evidentes.
Ouistea de los grandea lé^ioa.^ Revxie med. chir, des maladiea des fem^
mes). En estos casos, dice haber obtenido Cheron muy buenos resultados
con la ligadura elástica; pero como este medio disgusta y atemoriza mu-
chas enfermas, entonces recurre á las inyecciones de licor de Villate, que
le han producido mejores resultados que los otros líquidos ensayados.
Emplea el licor de Villate solo ó añadiéndole una quinta parte de
agua destilada é inyecta un gramo de la solución sin extraer nada del
REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA. 279
quiste: al dia siguiente ó á los dos dias, renueva la inyección, hasta tres
ó cuatro veces durante ocho días. Al cabo de un mes queda una pequeña
induración, que desaparece con la aplicación diaria de una pomada de 4
de extracto de digital por 40 de vaselina.
CSálcoIos produotores de üstolas vesioo-Taginales.^Dos casos curiosos
ha observado Vemeuii {Gazet. des hopiiatAx)^ de cálculos vesicales que han
producido una fístula vesico-vaginal el uno y una fístula uretro-vaginal
el otro. En el primero coincidiendo con la existencia del cálculo habia
una notable reducción de la vejiga que llegó á comprimir el cálculo con-
tra la pared posterior, la cual se desgastó y perforó por la compresión
de las rugosidades del mismo cálculo: extraído éste y operada la mujer,
curó bien. En el segundo, un cálculo atascado en la uretra perforó su
pared posterior; extraído llegó á curar la enferma; al cabo de un año se
renovó la fístula y se encontró en el mismo sitio un nuevo cálculo su-
mamente anfractuoso, no pudiéndose ya verificar nueva operación por
no quedar en la vagina tejidos suficientes, como quiera que además de
la operación anterior, habia sufrido esta mujer diez años antes una fís-
tula vesico*vagínal consecutiva á un parto, que curó también á beneficio
de una operación.
Quistes ováricos y fibromos uterinos.— En la sesión del 29 de Marzo úl-
timo de la Sociedad de Cirugía de París, hubo una discusión sobre la con-
veniencia, al practicar la ovariotomia, de extirpar los fibromas uterinos
coexistentes con quistes ováricos. Querel relata un caso en que con to-
das las precauciones antisépticas, extirpó al mismo tiempo un quiste del
ovario y ún fibroma uterino, y la enferma murió. Terrier cita cuatro ca-
sos operados por él de la misma manera y todos terminaron por la muer-
te. Duplay, en un caso análogo, se circunscribió á la ovariotomia y la
enferma curó, quedando él convencido que de practicar también la his-
terotomia hubiera muerto al choque traumático como las anteriores, por
lo cual aconseja en estos casos respetar los cuerpos fibrosos uterinos.
Trelat, apoya las ideas de Duplay, diciendo que solo cuando el excesivo
volumen del tumor uterino ó su naturaleza sarcomatosa, se hacen temi-
bles, puede arriesgarse el grande peligro de la histerotomia. Con todo
esto, la conducta del cirujano en presencia de fibromas uterinos com-
plicados de quistes ováricos, no está aun fundadamente marcada.
REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA.
El OtélBémino,'^ Estudio teórico'práctico acerca de esta planta meáíemal^ por el
Dr. Larra y Cerezo. Nueva tirada, ilustrada con grabados. -Madrid, i882.
A pesar de ser conocida esta planta primero por el vulgo y después
por los¡médicos hace ya algunos años, es lo cierto que su introducción y
empleo en Europa es bastante reciente. En España, á lo menos que yo
sepa, no se ha publicado nada sobre este asunto, hecho negativo que
280 BSmSTA (SmfTICA bebuográfica.
cQdndo menos dice que no se asa por nuestros compañeros, y é£io que es
verdaderamente incitante la acolen fisiotógioa y terapéniica de este ve-
getal. Ei Dr. Larra ha querido llenar este vacío, y si no ha sido el prime-
ro en aplicar este agente, es seguramente el único hadta la fecha que ha
escrito acerca del GelsemiuYn sempervirens, en nuestra patria.
Leí parte de su trabajo en la Gticeta de Sanidad fnüüar y ahora lo he
leído integro. Confieso ingenuamente que antee como hoy me ha pareci-
do una buena Monografía. Larra, y aún con esto solo hubiera hecho una
obra meritoria, no se limita á reunir en cuerpo de doctrina lo que otros
autores dijeran, sino que, sujetando á svt propia experiencia algunos
puntos cuestionables, llega á ser una autoridad én este asunto. Y ya
puesto en el Camino de hacer algo útil, estudia el vejetal bajo todos sus
puntos de vista, fijándose con bastante detención en la parte botánica y
en lá puramente farmacéutica. Las secciones correspondientes á la ao«
cton del GeUemium (fisiológica, terapéutica, tóxica), ,á la posológia y á
las aplicaciones están muy bien tratadas, mereciendo cita especial el
tratamiento de las neuralgias, contra las cuales parece el GeUemium ima
sustancia de primer orden.
Recomiendo á mis lectores, médicos y farmacéuticos, la lectura dé
este folleto, seguro de que han de sacar provecho.
Dr. Rodrigues Mendex.
Diagnóstico y tratamiento de las eüíemiedadea del corazón y ^ parHculat
de 9H8 formas anómaltu^ por el profesor Germán Sée; lecciones recogidas por el
Dr. Labadie«Lagrave; tradaoido por 0. Alfreáe Opisso VUlas.-^olinae, editor.-*
Baroelona.
Al comienzo de mi práctica, hubo de llamarme la atención la dificul-
tad con que muy á menudo tropezaba,— en los frecuentes casos de en-
fermedades del corazón que se me ofrecían, — al pretender detallar el
diagnóstico de las mismas, que, según la generalidad de los autores,
constituye asunto relativamente fácil, aunque en oportunidades retista
motivos de justificada duda.
Esforcéme durante mucho tiempo en inquirir la variabilidad de los
fenómenos que en esa agrupación nosológica son de observar, y por qué
hacen tan difícil de resolver el problema de su diagnóstico y de compa-
ginar los hechos concretos con las detalladas descripciones que, en Casi
todos los libros que del asunto tratan, vienen expuestas con halagadora
precisión.
Cuando, al aparecer la obra que voy á analizar, Jeí sus primeras pá-
ginas, pude darme razón de que el secreto se reducía á una expresión bien
sencilla: el mayor número de veces, las lesiones que caracterizan á los
procesos cardíacos, vienen subordinadas á alguna de las muy variadas
modalidades que afectan las enfermedades generales. Gonvenoime tam^
bien de que nóes igual poseer conocimientos teóricos que habituarse al
conocimiento técnico, y que, por lo mismo, puede haber quien, aún
siendo muy erudito, no llegue, ni con mucho, á ser buen clínico.— -Infe-
rimos de lo dicho, no qtre sea imposible llegaf á reunir amims cualída^
des, pero sí que es un tanto difícil conseguirlo.
El Dr.Sée ha lograda vencer no pocos obstáculos, y con ^sCérnkniett'
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE. 281
to propio del que es á la vez clínico y teórico, ha conseguido compen-
diar en breve espacio el mentado asunto, que he de decir, presta para
trabajo de mucha más extensión.— Lo capital, en el que me ocupóles
la fundada ordenación en que presenta la materia, consignando que en el
terreno práctico se ofrecen las enfermedades del corazón revistiendo
formas muy diversas, que califica: de tipicas, cuando se caracterizan por
los signos físicos y racionales; de oncUámicaa^ cuando existen los prime-
ros sin perturbaciones funcionales, con y sin hipertrofia compensadora
(que propone se llame hipersarcosü); y de anómalaa, cuando presentaR*
do más ó menos incompletos los signos racionales no se acompañan de
signos físicos.
A estas últimas dedica preferentemente su atención, clasificándolas
en: formas pulmonares, que comprenden: la disnéica, continua ó paro*
xistica y la hematóica;— formas hidrópicas, que comprenden: la forma
vulgar (última); el edema simple (forma inicial); y las hidropesías car-
diaca y nefrítica;— formas funcionales, que comprenden: las arritmias;
las intermitencias; las palpitaciones; las afecciones dolorosas: angina de
pecho, cardiodíneas; y el síncope; — formas cerebrales (entre las que ha-
ce notar el vértigo como la más característica)— Además de ellas, estudia
en un apéndice los trastornos oculares en las enfermedades del corazón,
y en capitulo aparte la enfermedad de Basedow.
Tales el pian del libro en la que pudiéramos llamar su primera parte,
que aparece expuesta con muy sano criterio, en forma didáctica y ar-
gumentación eminentemente clínica.
Los restantes capítulos están dedicados á la exposición de la terapéu-
tico, comenzando la general por el estudio de la inervación del corazón,
asunto difícil que el autor trata con gran cuidado, y á baso del que pro-
cede luego al de los medicamentos cardiacos: digital, clora!, sales de
potasio, veratrina, diuréticos, régimen lácteo, y modificadores de la
respiración. En el estudio de la terapéutica aplicada, se demuestra su-
mamente práctico y racionalista, entrando en consideraciones brillan -
tisimas y dignas de atención por muchos conceptos.
Bien á pesar mió, oblígame el espacio de que puedo disponer á ter-
minar; más no lo haré sin dejar consignado que la obra del Dr. Sée me-
rece ser leida por todo profesor médico que pretenda conocer lo mucho
bueno que contiene, y que en la elegante edición española del Sr. Moli-
nas aparece ampliado con interesantes notas del traductor, Sr. Opisso,
quien ha sabido cumplir perfectamente tal misión, por lo cual no hemos
de escasearle nuestro sincero aplauso. Dr. 7. casteus.
LOS MÍCROFITOS DE LA SANGRE Y SUS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES/*>
POR Timoteo Richard Lewis.
Hé aquí mis notas: Muertos dos ratones ayer y examinado hoy uno
de ellos, 24 horas después de la muerte. Los glóbulos rojos de la sangre,
(i) Continuación.— Véflinse los números 25, 26, 27 28, 29, 30 y 31.
282 LOS mcRóFiros de la sangre.
tomados en el corazón, se hallan muy bien conservados. Numerosos Bac-
cilli cortos y sin movimientos. El bazo está lleno de Baccilli semejantes.
Parecen menos grandes que de ordinario: los segmentos tienen por tér-
mino medio tan solo 2/5 fx de largo por 8 ál ^ de ancho; en gran número
de bastoncillos, no pueden ser descubiertas señales de segmentación ó
solo lo son en parte (flg. 15, 16 y 17). Los segmentos se vuelven más visi-
bles al secarse, de modo que pueden tomarse exactamente las medidas.
Una gota de humor acuoso se puso en el fondo de una pequeña vasija,
introdujese en la gota de humor una aguja que habia sido previamente
hundida en el bazo, y luego el receptáculo fué vuelto sobre una placa de
cristal igualmente excavada en el centro, poniendo un poco aceite de
olivas en los bordes para mantenerlas en posición. Otra muestra fué
preparada y bajo una campana según él método ordinario, es decir, sin
que pudiese penetrar el aire, exceptuando por el borde de la misma, y
ambas preparaciones fueron abandonadas hasta el día siguiente*
Las transformaciones sufridas por las últimas preparaciones se ha«
Han descritas del modo siguiente: La preparación ordinaria de ayer se
halló algo alterada. En un lado de la campana se habian desarrollado
cierto numero de Bacterias, formando una zona blanquecina. A lo largo
de estas Bacterias habia bastoncitos de la especie ayer descrita, pero
considerablemente aumentados y empujados por las Bacterias en todas
direcciones. En la mayor parte de la preparación se habian formado es-
poros. En el resto, los filamentos y las articulaciones eran todavía dis-
tintos y presentaban un protoplasma normal. Muchos de los filamentos
estaban ligados entre si por cordones delgados, algunos de los cuales
partían de un extremo solamente, debido sin duda á una torsión del
tubo; en los otros la continuación de éste era visible. Compárese esta
descripción con las figuras del BoociUus anihraci$ que hay en la memoria
del Dr. Cassar Ewart(fíg. 22). Podíanse ver esparcidos en una fa2 de tran-
sición esporos formados en cada segmento, siendo la articulación poco
visible, pero el plasma desapareóla, excepto en uno ó dos sitios, gene-
ralmente en el extremo de los segmentos del bastoncillo. Ordinariamen-
te los segmentos separados contenían dos esporos coincidiendo proba
blemente con el número primitivo de los segmentos. Los bastoncillos son
más anchos cuando contienen esporos que cuando carecen de ellos. Los
esporos tienen de 1 á V4 y^ de longitud, y de 0,8 á |x de anchura. El es-
pacio ocupado por cada esporo en un filamento, es decir, por cada seg-
mento, era de 6 á 7 fx de largo, de manera que un filamento que contu-
viese dos esporos ocuparla de 12 á 14 /:« y tres de 18 á 21 |x y asi sucesi-
vamente, de suerte que el filamento se extiende de una manera manifiesta
en todas direcciones (fig. 23).
El tercer diá, habiendo colocado la campana en sitio húmedo y al
abrigo del aire, la evaporación fué suprimida. No sobrevino cambio al-
guno, á no ser el verse en diversos sitios que los esporos de los filamen-
tos parecían haberse alargado y haberse vuelto proporcionalmente más
delgados. En algunos se observa una constricción (fig. 17), otros se ha-
llan completamente divididos y forman dos moléculas completas. En
muchos casos las moléculas se han separado. (Compárese con la figura
del Baccillus anthracis^ trazada por el Dr. Ewart). Resultaba, pues, evi-
LOS MICRÓF1T08 DE LA SANGRE 283
dente que las partículas refringentes eran en realidad los esporos de los
filamentos distintamente observados antes, y esto por la razón de que,
aún cuando el tubo cristalino hialino que los contenia era extremada-
mente transparente, á pesar de lo cual se veia bastante difícilmente á
través de él, se podia no obstante distinguir perfectamente la serie de
moléculas brillantes. Todos los movimientos comunicados á una parte
de la serie parecían acompañados de movimientos de las series enteras.
Los movimientos eran causados por la constante agitación de los objetos
en el campo del microscopio á causa de la presencia del Bacterium termo.
No pudo descubrirse ctro cambio en los esporos.
La descripción precedente, aun cuando se aplique á las formas más
generalmente observadas que presentan los desarrollos del Baccülw, no
es el único camino de desarrollo seguido por estos organismos cuando
son transportados á un medio nutritivo además de aquel en que se han
formado, y no puede en modo alguno asegurarse el camino particular
que en este caso seguirán. Para aclarar este hecho y asimismo el que á
á veoes lo% BaccUli excepción almen te grandes predominen en la sangre
(precisamente como hemos visto que sucedía con los bastoncitos excep-
ción almente pequeños), el extracto siguiente de mis cuadernos de netas
podrá prestar alguna utilidad.
Un ratón, que había sido muerto á las diez de la mañana, fue dise-
cado á las cinco de la tarde del mismo día. La temperatura era de cerca
94*" F. El corazón fué extraído con gran cuidado y una pequeña cantidad
de sangre fué transportada en el extremo de un escalpelo sobre una pla-
ca de cristal. Añadióse un medio por ciento de una solución de sal y
agua destilada, á fin de disolver la preparación y de hacer más fácil el
descubrimiento de las materias extrañas que pudieran existir en el sue-
ro. Existían numerosos BaccilH sin movimientos, variando de 4 á 20 pi de
largo y de 8 á 14 /x de ancho, predominando la variedad más gruesa. La
mayoría estaba compuesta de hilos cortos y tiesos, que tenían 5'5 ia de
longitud ó bien el doble; en este último caso había indicaciones mani-
fiestas de tendencia de inclinación hacia el centro. Había asimismo al-
gunos filamentos más gruesos que los que se hallaban dispersos en el
campo de la preparación (fíg. 18). Al cabo de una hora de examen, pare-
cióme que loB BaccUli eran más numerosos que al comenzar la obser-
vación. Guardé entonces la placa de cristal en una habitación húmeda.
Una placa semejante fué preparada con una pequeña cantidad de
sangre mezclada con humor acuoso fresco y colocada en la misma ha-
bitación.
A la mañana siguiente, la preparación, á la que se había añadido un
medio por 100 de sal, fué examinada de nuevo, hallándose que los fila-
mentos habían crecido en longitud y un poco en grosor. En algunos casos
los filamentos se extendían á través del campo del microscopio. Todos
estaban sin movimiento y eran casi transparentes, carecían por comple-
to de granulaciones y tan solo en algunos sitios podia distinguirse una
articulación (Qg. 19). Ninguna molécula refríngente apareció en los fila*
mentes largos, pero había algunos bastoncitos cortos, pálidos, transpa-
rentes, diseminados en la preparación, y en ellos algunos corpúsculos
brillantes.
284 LOS MTCRÓFITOS DE LA SANGRE.
Algunos de estos bastoncillos ó segmentos tenían 8 jx de longitud, y
contenían un esporo de un color azul brillante (visto con un objetivo de
inmersión de Hartnatk, núm. 9), de 2 /x de longitud por 1 de anchura;
otros segmentos de igual longitud contenían dos (fig. 24). Los bastonci-
tos cortos y transparentes mezclados con estos estaban articulados, y
algunos tenían dos esporos separados por un tabique; y los más cortos
(Vs ff>) un solo esporo. Al dia siguiente los filamentos eran apenas per-
ceptibles, habían casi desaparecido y la preparación se componía prin-
cipalmente de una multitud de Bacterium termo activos.
La otra lámina de cristal, que había sido preparada con el humor
acuoso, fué de igual modo examinada al siguiente día. Los filamentos
no eran tan largos como los de la otra preparación, y parecían tener una
tendencia decidida á formar pequeñas masas cúbicas de plasma. Algu-
nos de los filamentos, aunque bien conservados en uno de sus extremos,
se segmentaban en el otro, teniendo
cada fragmento 1 V2 /^ de diámetro
en su mayor longitud. Parecía que los
segmentos largos de 4 á 5 |x, de que
se hallaban compuestos los filamen-
tos, libres al principio, se habían seg-
mentado, en lugar de dar origen á un
esporo. En otros casos, la segmenta-
Fig. ^.^Baeciiii en via de segmentación ^íon tenía lugar mientras los segmen-
Xi.ooo diámetros. tos particulares Conservaban su dis-
posición lineal. En otros parecía que
las dos primeras mitades de los segmentos primitivos se habían alai^ga-
do (y adelgazado proporcíonalmente) y dividido de nuevo, formando de
este modo cuatro plastidas más ó menos esféricas. Cuando todo el fila-
mento había sufrido esta transformación y los esporos (plastidas) con-
tinuaban con su formación lineal, presentaban la apariencia de un rosa-
rio. Es cierto que cuatro plastidas igualaban la longitud de uno de los
segmentos del filamento primitivo, á saber 5 /x.
Se ve, pues, que los filamentos de los ^accíMi pueden desaparecer
dedos maneras: 1.* dando origen á pequeños corpüsculos fuertemente
refringentos, volviéndose los primeros filamentos transparentes al prin-
cipio y desapareciendo en seguida aparentemente, de una manera más ó
menos completa; y 2.* segmentándose y dando origen á delgadas plas-
tidas. Estas pueden hallarse dispuestas excepcionalmente en forma de
rosario; pero de ordinario su identificación se hace imposible, á causa
de mezclarse con otros corpúsculos en el campo del microscopio.
No puedo en manera alguna indicar cual es la vía normal que toman
los Baccüli, pues observo que sus filamentos pueden desari'ollarse de
nuevo en condiciones convenientes de las materias extraídas de. las pre-
paraciones, en las cuales se haya producido alguno de los fenómenos
precedentes. Es probable que ambas cosas en poco 6 en mucho sucedan
á la vez; pero es raro que los filamentos den origen á corpúsculos bri-
llantes en un liquido fuertemente nutritivo sin formación de plastidas.
(Continuará,)
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 283
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Coqueluclie.^Para el tratamiento abortivo, se indica como medio
seguro ( Ceñir alblatt für Klin. Medicin.) el empleo de la pilocarpina, se-
gún la siguiente fórmula:
Clorhidrato de pilocarpina. • • 0*025 gramos.
Cognac (Fine champagne.). . • 5' i
Jarabe ae cortezas de naranjas
amargas 25' »
Agua destilada 70' »
Después de cada acceso de tos, dése una cucharada de las de tomar
café de esta poción, á los niño menores de cinco años, y una cucharada
regular á los que hayan pasado de esta edad. Hay que reponer la poción
cada 24 horas. — (Martina Gastells.)
Desodoracion del iodoformo.^El uso frecuente, que se hace hoy
dia en terapéutica del iodoformo, ha sugerido á algunos prácticos la idea
de privarle de su olor penetrante, que es muchas veces un obstáculo
casi absoluto para su empleo. Entre los varios medios que para ello se
han ideado merece especial mención el del Dr. Politzer, de Viena. En un
receptáculo, en que se contiene dicho medicamento, añade una haba ton-
ka cortada en pequeños pedazos, con lo cual adquiere rápidamente el
iodoformo un olor de almendras muy agradable y tanto más perceptible
cuanto más prolongado ha sido el contacto. M. Turquety, farmacéutico,
ha perfeccionado este procedimiento, añadiendo una pequeña cantidad
de esencia de azahar, de vainilla y de espliego. El iodoiormo es entonces
un verdadero perfume, sin perder ninguna de sus propiedades. Debe
advertirse, sin embargo, que dicha preparación ha de verificarse poco
tiempo antes de usarlo, pues de lo contrario se favorecerla la evapora-
ción del medicamento, volviendo á reaparecer entonces el olor particu-
lar del iodoformo. — (S. Cabbó.)
Nitroglicerina: acción fisiológica. — Según el Dr. Horczynski la ni-
troglicerina obra, en el hombre sano, especialmente sobre los vasos del
cerebro. Bastan dos gotas para producir una cefalalgia fugaz, pesadez
de cabeza y sensación de calor en la cara. A mayor dosis sobreviene fo-
tofobia, tensión intracraneana, latidos cerebrales, zumbidos de oídos y
entorpecimiento intelectual. Al mismo tiempo ejerce acción sobre el co«
razón: los latidos se refuerzan; los ruidos cardíacos se acentúan mas y
el pulso se hace frecuente. La tensión vascular disminuye y el pulso se
hace dicroto. La secreción de la orina se acelera, en algunos casos^ pero
la cantidad excretada en 24 horas no varia.
Este agente ha sido empleado con algún resultado en casos de asma,
de estenocardia, de palpitaciones cardíacas, de angina de pecho y de
corea. — (Verdós.)
Modificación del termo -cauterio de Paquelin. — El primitivo apa-
rato de Paquelin tenia algunos graves defectos que exigian imperiosa-
mente una reforma. Estos defectos eran dependientes del frasco en que
se contiene el líquido; y se motivaban principalmente por la acción que
la esencia contenida en el mismo ejercía sobre el tapón de cautchouc
que sirve para cerrarlo; resultando del contacto de estos dos cuerpos un
líquido impropio para producir la incandescencia del cauterio* El doctor
Grilli ha logrado desterrar estos inconvenientes construyendo un frasco
metálico en el que se contiene una esponja que sirve para empapar el
286 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
líquido; debiendo procurarse úaicamente verter la cantidad que puede
retener la esponja á ñn de que no quedando excedente no se determinen
descomposiciones de la esencia. En la parte superior del frasco existen
dos aberturas con su correspondiente tubo que sirve para graduar la
intensidad de la corriente. El mismo Dr, Paquelin ha aceptado estas
modiñcaciones.-*(SERRÁ).
Calomelanos: su influencia sobre las fermentaciones y sobre la
vida de los micro-organismos.— Inútil es buscar en los tratados de te-
rapéutica el por qué son en el dia menos empleados los calomelanos en
el tratamiento de ciertas enfermedades de la infancia, habiendo sido el
medicamento de mayor boga entre nosotros hace algunos años, y cons-
tituyendo la base de múltiples indicaciones para los prácticos ingleses.
Hoppe-Seyler, ha llenado en gran parte esta laguna, resultando de sus
observaciones» que son los calomelanos un medicamento antiséptico de
los más eficaces (ZeitschHft für physiologische Chemie). Principia el autor
por la observación de dicho preparado sobre los fermentos solubles,
tales como la pepsina, la trypsina, etc., los cuales siguen obrando como
si no influyera en ellos el proto-cloruro de mercurio,
Pero como es bien sabido, desde más abajo del páncreas, el jugo con«
tenido en el tubo intestinal aparece con organismos bacterideos más y
más numerosos á medida que se desciende hacia el intestino grueso.
Tales micro -organismos (bacterias y micrococos), que en estado normal
existen en considerable cantidad en nuestro tubo digestivo dan al conte-
nido intestinal sus propiedades cfecales»; y sábese también que la fer-
mentación pútrida que tiene efecto en el intestino, da origen á la mayor
parte de los productos desoxigenados y compuestos aromáticos que se
encuentran en las materias fecales y en las orinas, á las que llegan gra*
cías á la absorción parcial que tiene efecto en los intestinos. En el dia se
está ya casi de acuerdo en admitir, que la importancia de estos organis-
mos pútridos, crece en una proporción muy grande, en las alteraciones
digestivas más diversas. Ocurre que, después de un catarro del estó-
mago, se encuentra el contenido de éste lleno de micro-organismos, á la
vez que lo está el tubo intestinal. Su aparición determina una fermenta-
ción verdaderamente pútrida, butírica, etc., como prácticamente puede
el experto convencerse por el olor de las materias vomitadas en las
dilataciones del estómago, por ejemplo. En esas circunstancias, la pu-
tridez del contenido del estómago no es menor que la del contenido del
intestiojo grueso. Algunos autores indican como punto de partida de la
mayor parte de las alteraciones gástricas^ una inmigración de bacterias
pútridas, mieatras el mayor número admite que las bacterias se desen-
vuelven en grande abundancia en el estómago y en el tubo digestivo,
porque el órgano enfermo se hace terreno más favorable al desenvolvi-
miento de los gérmenes mícrobos introducidos todos los dias con los
alimentos. Resulta de ambas hipótesis, como hecho capital, que la
intervención de los microbios, influye en el mayor número de los tras-
tornos orgánicos gastro-intestinales; y que de conseguirse la muerte y
desaparición de esos huéspedes del tubo digestivo ha de influirse bené-
ficamente en la enfermedad que su presencia determina.
Experimentalmente se ha demostrado que, los calomelanos, como el
ácido salicílico, ejercen activa influencia sobre los fermentos figurados.
Es más, el preparado mercurioso, destruye hasta los que estén en plena
actividad.
Una cuestión resuelta por incidencia (Revue medícale de Louvain) es
la de las deposiciones verdes después de la ingestión de calomelanos. Se
puede, en este caso, extraer de las materias fecales la bilverdina, no
descompuesta. De ordinario» encuentra la bilis en el intestino ios enjam-
NOTJGUS CIENTÍFICAS, 287
bres de bacterias putrefactas, en los que el carácter dominante es de re*
ducir, de desoxidar las sustancias más diversas y principalmente biliA"
res, basta el punto de que éstos no den la reacción de Gmellin. Si
administramos los calomelanos, detenemos la fermentación pútrida y las
reducciones en el tubo digestivo; la materia colorante de la bilis pasará
sin alteración, á lo menos en parte, en las materias fecales que serán
entonces coloreadas por la biliverdina. Se sabe, de otro lado, que las ma-
terias fecales procedentes de deposiciones provocadas por los calomela-
nos no tienen olor.— (F. Castex-k^).
ZKfteria: esipleo del timol.— Uno de los remedios más eficaces para
combatir tan grave afección es según Warren una mixtura compuesta de:
Giicerina 70 gramos*
Timol 0'3á0<5 »
Clorato potásico.. • • • • 10
Bisulfato de quiniaa.. ... 2ft4
Cognac 250
Para administrar, á los nii>os de 3 á 5 anos, una cucharada de las me-
dianas cada una ó dos horas: en los de mayor edad puede elevarse la do-
sis hasta una cucharada de las de sopa. Es preferible administrarla sin
adición de agua, con lo cual se obtiene una acción excitante y además
otra irritante de las paredes bucales.-^(FoRMiGUERA.)
Tanate de quinina. — Habiendo agotado en 1867 todos los tratamien-
tos recomendados contra la coqueluche, sin obtener alivio resolvió
Bínz emplear el sulfato de quinina. Desde el prineipio de su adminis-
tración pudo notar que dicha enfermedad mejoraba de un modo visible,
transformándose en una bronquitis intensa, pero tolerable. La dosis que
prescribía estaba en relación con la edad del enfermo, dando tantos
decigramos como años tenia este.
Estas mismas observaciones fueron repetidas por Hagenbach, siaido
sus resultados hasta tal punto favorables que le hicieron exclamar: ae*
gun mi es^riencia^ el empleo de la quinina en la coqueliÁdie debe colO'
caree en primera linea»
Pero este tratamiento no deja de tener sus obstáculos, pues los niños
soportan mal las preparaciones amargas.
Beker, en una epidemia de coqueluche, que se presentó en los alre-
dedores de Raindorf, recurrió al tanate de quinina que no tiene los in-
convenientes del sulfato, obtuvo buenos resultados: los vómitos sobre to-
do cesaron. Lo administraba unido al agua azucarada.
Según Ressbach, el tanate de quinina, dado en In coqueluche, dismi-
nuye la excitabilidad refleja y la intensidad de los accesos. Las observa-
ciones hechas por los discípulos de Binz demuestran igualmente que
obra como antipútrido. En la coqueluche se puede unir al ácido salicilico
como anti-ziótico.
Pero no se limitan á esto las aplicaciones del tanate de quinina, sino
que además, Hagenbach, dice haber logrado muy bueuos efectos, como
antipirético, en la fiebre tifoidea, pneumonía, escarlatina, etc. Las dosis
que emplea varían con la edad de los enfermitos, según expresa la si*
guíente e.scala:
Niños de menos de laño.. ..#.••• i gramos.
Id. id. da 1 B 4 3 afios de 1*50 & 2 »
Id. id. de 8 » » 4 » 2 »
Id. id. de 6 » » iO » de 3 á 4 »
Id. id. de 10 • » 15 » 4 »
Estas dosis deben ser administradas de una sola vez ó á lo más en dos
veces con el intervalo de media hora. Para acelerar la absorción en el
288 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
estómago, es preciso administrar un poco de vino ú otro licor alcohóii •
co.— Los niños no repugnan el medicamento. La acción antipirética se
hace sentir pronto, según Hagenbach, pero no tanto como con el sulGaLio
de quinina. Los efectos fisiológicos secundarios, tales como el zumbido
de oídos, vómitos, etc., de esta última sal casi nunca se presentan. Des-
graciadamente el tanato es una sal muy variable, pues contiene de 10 á
25 por 100 de quinina. — (Galvet.)
Levulosa. — Entre los componentes del azúcar incristalizablef que se
obtiene de varios frutos, hay además de la glucosa, del azúcar de caña y
de otros productos, la levulosa, nombre dado por Berthelot á un azúcar
incristalizable de poder rotatorio izquierdo, quien á la par consideraba
al azúcar de caña como un éter mixto, formado por la asociación de dos
glucosas distintas, haciendo de él el tipo de la familia de las sacarosas.
Jungfleisch y Lefranc, fundándose en varios experimentos, niegan
que la levulosa sea incristalizable, pues la han obtenido siempre en agu*
jas incoloras, Anas, sedosas, de la solución alcohólica, habiendo obser-
vado además que su fórmula es C^2hi2 0^.— (Rodríguez Méndez.)
SECCIÓN OFICIAL.
Cátedra Tacante.— Real orden de 21 de Abril, mandando se provea por
traslación la de Patalogfa médica de la Facultad de Medicina de Madrid.— &a-
ceta del 28 de Abril.
Módicos titulares.— Real decreto de 21 de Abril, resolviendo en favor de
la Administración la competencia suscitada entre el Gobernador de Vailadolid
y elJuez de d.* instancia del distrito de la Piaza de dicha capital^ acerca del
expediente incoado con motivo de la separación, antes de acabar el contrato,
del Médico titular de Villabaña, D. Raimundo Arias.— íc{. del 29 id.
Cátedra vacante.— Orden de 3 de Mayo, mandando se provea por oposición
la Cátedra de Higiene privada y pública de la Facultad de Medicina de la Ha-
bana, debiendo realizarse los ejercicios en esta. — Id, del 5 de Mayo.
Exámenes.- Real orden de 24 de Abril permitiéndose se examinen en Ju-
nio, si el Catedrático no tiene en ello inconveniente, los alumnos que tengan
matrícula extraordinaria. — Id. del 6 id.
Aguas minero-medicinales de Graena.— (Granada) orden del 3 de Mayo
accediendo á la reapertura del Establecimiento.— id. id. id.
Cdlera-morbo.---Orden del 6 de Mayo declarando limpias las procedencias
de Varna, puerto del Mar Negro.— Jd. del 7 id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Manual de Anatomía descriptiva, por el Dogtoh Robbat Hartmann. Tra-
ducción directa del alemán por los Dres. L. GóngorayS, Carclenal.— Cuaderno 11.
Tratado de Operatoria Quirúrgica, por el Dr. A. Morales Pérez, con un pro*
logo del Or. Greus.— Cuaderno 20.— Barcelona. (Dos ejemplares).
Manual de Medicina operatoria, por J. F. Malgaigne.— Octava edición por
León le Fort.— Cuaderno 16.— Barcelona.
Diccionario de Medicina y Terapéutica, por los Dres. E. Bouchut, y A. des-
prés.— Traducción de los Dres. D. Pedro Espina Martínez y D. Antonio Espina Capo.
—Cuaderno 2."— Madrid. Bailly-Balliere.
Información parlamentaria referente al proyecto de Sanidad, hecha ante la
comisión respectiva del Senado. (Dos ejemplares).
Manual práctico de las enzermedades de las mujeres (Medicina y Ciru-
gía) por el Dr. G. Eustache, versión castellana de D. Enrique Moresco y Labado y don
Rafael Ulecia y Cardona, con un prólogo delDr. D. Andrés del Busto López.— Cua-
derno 1.*— Madrid. -1882. (Dos ejemplares).
Almanaque de Medicina y Farmacia para 1882. Ilustrado con grabados.
Publicado por Pablo Alvarez Delgado.— Madrid!
Periódicos: Gaceta médica, Méjico.— T/i^ Therapeutie Gazette, Detroit. Mich.^
Lea Alfaires Espagnoles, París.— L* Osaervalore médtco, Palermo.
Tomo II. Núm. 10. 31 Mayo de 1882. Ano II. Núm. 34.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: Una visita á la Clinica delDr. Rubio en el Hospital de la Princesa de Madrid, por
al Dr. B. Alejandro PlAuellaa.— De la oportunidad y valor de las emisiones sangul*
neas en La metritis y en particular en el tratamiento da la metritis crónica (conclusión), por
ell^r. «P. Cirera.— Anatomía délos centros nerviosos (continuación), por 9, H. Farctuí
Moca.— Contribución al estudio del ácido salicllico y sus compuestos, en particular del
salicilato sódico en el tratamiento del reumatismo (continuación), por 9. M. E. Moré y
Barcil.— Revista de enfermedades de niños, por Doña Martina Ctutteíím Balleapí.—
Los micrófltos de la sangre y sus relaciones con las enfermedades (continuación), por e|
•r. T. Biehard Lewiii.— NOTICIAS CIENTÍFICAS: Tuberculosis: nosogenia.— Galactogogo
de Jamaica.— Menstruación precoz.— Polvos contra la diarrea de los niños.— Fenol: acción
antipiréctica.— De la dispepsia en las diferentes clases de nea.mlA,— Publicaciones recibidas.
UNA VISITA A LA CLÍNICA DEL Dr. RUBIO
en el Hospital de la Prineesa de Hadrid, '
POR EL Dr. D. Alejandro Plánellas,
l«di«o sgrtg&do al HoipiUl d« Suita Onu de Baretleaa.
Si nos es licito manifestar en primer tét*mino lo que podría figurar
como conclusión de lo que en este articulo vamos á decir, empezaremos
por hacer una recomendación á todos los que practican la profesión mé-
dica y se interesan por las enseñanzas de la misma índole. Guando se
desee conocer los imporlantei elementos de ilustración y perfecciona-
miento de nuestra carrera que en la capital de £spaña existen, anótese
en caletera, como una de las diligencias más oportunas, la de visitar la
clínica de operaciones del Dr. Rubio.
No hemos tenido la fortuna de seguir paso á paso todos los aconte-
cimientos científicos que en dicha clínica han ocurrido; pero podemos,
sin embargo, dar una idea de lo que en ella se aprovecha el tiempo,
transcribiendo, aunque poco hábilmente, las impresiones que hemos ex-
perimentado al realizar lo que en la anterior recomendación indicamos.
Lo primero que hemos notado en la expresada clínica es que todos
los que á ella concurren son ya profesores que, á más de haber terminado
su carrera literaria, se dedican ya á la práctica de su profesión, circuns-
tancia que por sí sola indica que una sólida instrucción científica al
mismo tiempo que un criterio madurado al calor de los hechos, estable-
cen una base firme con que fácilmente se llega á los resultados más
apetecidos en la clínica. Por esto en la del Dr. Rubio las enseñanzas son
de un valor y utilidad incontestables, llegando á gran altura.
290 UNA VISITA Á LA CLÍNICA DEL DR. RUBIO.
Veamos el interior de las enfermerías. Entremos en la sala de
Santa Isabel, en donde se encuentran alojados unos veinte y tantos enfer-
mos. El primero que observamos fué el de la cama n.® 2, que está diag-
nosticado de arlritiB reumática despertada por causa traumática. Las
articulaciones afectas eran la tibio^tarsiana y algunas de las del tarso,
presentándose bastante abultada la región correspondiente. Consta, sin
embargo, por sus antecedentes, que el abultamiento era mayor y ha re-
bajado por el tratamiento empleado en la actualidad, que consiste en la
aplicación del agua caliente y de la compresión bajo una forma especial,
esto esy por medio de esponjas bañadas en dicho líquido, y luego expri-
midas algún tanto para sostenerlas al rededor de la articulación por medio
de varias vueltas de venda bastante apretadas.
Apropósito de este caso, hizo el Dr. Rubio algunas consideraciones á
la cabecera del enfermo, que son de un sabor práctico muy estimable.
Refirióse á la predisposición marcada que tienen las articulaciones en
los reumáticos á padecer procesos inflamatorios á consecuencia de cau-
sas traumáticas ligeras, que por sí solas no bastarían para afectará una
articulación de un individuo enteramente sano. Así sucedía en efecto con
el enfermo que teníamos á la vista, que por una contusión insignificante
sufría un proceso de notable desarrollo, que solo se explicaba por sus
antecedentes reumáticos. Citó, como testimonio de la apreciación ante-
rior, otros hechos, de los cuales recordamos el de un postulante á quien
bastó para producir una artritis considerable en las articulaciones del
carpo y de este con el antebrazo, el movimiento repetido de la mano
derecha para tocar la guitarra.
Fijémonos en otro enfermo de curiosa historia. Lo es el del n.® 5 de la
misma sala. Entró en la clínica con una tumefacción dura en el labio
inferior y en el mentón, y hasta parece que hubo algún proceso ulcerativo,
llegando á presentar el afecto toda la apariencia de un epítelioma. Estaba
indicada, en el caso de serlo, la operación, que debía separar la neoplasia
y sustituir el labio alterado con tejidos sanos de partes adyacentes; en
una palabra^ la autoplastia de dicho labio. Hubo de permanecer el en-
fermo por fortuna suya en una clínica en donde se apuran los medios de
diagnóstico, y donde para sentar este de una mañera sólida se sacrifica
todo, dejando á un lado ese amor propio mal entendido de algunos prác-
ticos, que no les deja volver atrás sobre un juicio ya pronunciado, aun-
que sea de simples probabilidades. Se multiplicaron los reconocimientos
de la parte afecta, y un día se notó que, comprimiéndola, rezumaba por
algunos puntos una materia entre purulenta y caseosa, que no tardó en
reconocerse que procedía de los folículos sebáceos de la piel. Entonces
se sospechó que solamente en esto radicaba la afección, lo cual se ha
confirmado por su marcha. Nosotros la hemos visto con el verdadero
aspecto que corresponde á su actual diagnóstico, que es el de foliculilis
difusa. Las escarificaciones, medio recientemente introducido en el tra-
tamiento de varias dermatosis rebeldes, ha producido ya algunas ven*
tajas en el caso de que tratamos, cuya completa curación abrigamos la
esperanza de que se realizará. Una reflexión se nos ocurre aquí.¿Será
este el único caso en que la foliculitis haya simulado un epitelioma?
Creemos que no, y que hasta algún práctico impaciente se habrá congra-
UNA VISITA A LA CLÍNICA DEL DR. RUBIO. 291
tulado de haber tratado con el más feliz éxito á sujetos que no necesita
ban operación alguna de consideración. Si acaso nos equivocamos, sirva
el caso citado para demostración de lo que muchas veces cuesta y con«
viene depurar el diagnóstico quirúrgico.
De notable importancia es el enfermo del n."" 6, ó mejor dicho, las con*
sideraciones á que dio lugar y que hizo en presencia nuestra el Doctor
Rubio. Solamente por ellas hubiéramos recordado siempre con fruición la
visita á la clínica de que tratamos. El distinguido jefe de la misma, hacien-
do un estudio profundo de las roturas ligamentosas que son conocidas en
las articulaciones de las extremidades, ha fijado su atención en las
consecuencias que la lesión del ligamento trae para los tejidos que le
circundan y que inmediatamente se hallan en contacto con el. Dichos
tejidos, por regla general, se inflaman y su alteración llega á ser más no*
tabla que la del ligamento mismo, puesto que á diferencia de este se en-
cuentran muy vascularizados y contienen mayor ó menor cantidad de
tejido conjuntivo capaz de proliferar con mucha facilidad. Estas y otras
lesiones consecutivas á las roturas ligamentosas son conocidas en ciertas
articulaciones, pero su estudio no se ha particularizado bastante en las de
la columna vertebral. El Dr. Rubio, fijándose en estas, ha calculado sus
consecuencias y ha construido hasta cierto punto a priori el cuadro de
síntomas correspondiente. Desde luego ha considerado distintamente di-
chas roturas, según pudiesen referirse al ligamento vertebral común an-
terior 6 al posterior. En el primer caso, ha podido darse cuenta de mu-
chas terceduras de la columna vertebral, como son algunas debidas al
mal de Pott, en que la lesión del ligamento anterior puede producirse al
nivel de un número variable de vértebras. En estas circunstancias las
roturas ligamentosas afectan principalmente á la conformación del indi-
viduo, y solo cuando se desvia de una manera notable la columna ver-
tebral es cuando por una tercedura muy angulosa pueden alterarse las
funciones de la méiula. Mas no sucede asi cuando las roturas correspon-
den al ligamento vertebral común posterior. Entonces las condiciones
de lesión afectan de una manera más directa á la médula. Estas condi-
ciones han sido determinadas por el Dr. Rubio, quien después de haberlas
concebido por razonamiento, las ha visto confirmadas por la naturaleza,
y lo que es más, ha observado exactamente los mismos síntomas que
dichas condiciones le daban derecho á esperar que se presentasen. La
proximidad inmediata del citado ligamento á los cordones anteriores de
la médula, asi como la continuidad del tejido conjuntivo ambiente auna
y otra parte, debia favorecer el paso del procoso inflamatorio á la neuro-
glia medular, y esto es lo que realmente ocurre. Los cordones anteriores
de la médula participan del trabajo morboso y el estado esclerói^ico no
tardaría en constituirse en ellos, si una intervención inteligente no lo im-
pidiese, y he aquí un origen antes poco estudiado de la ataxia locomo»
triz. No es difícil alcanzar que con tal patogenia en vano iremos en
busca de recursos de curación al campo de la farmacología, si anfes no
procuramos valemos de un tratamiento quirúrgico local, que corrija la
lesión primitiva extra-medular, y esto, como se concibe, urge que lo ha-
gamos lo más pronto posible, antes de que el proceso de proliferación
conjuntiva haya tomado carta de naturaleza en el seno de la médula.
292 UNA VISITA Á LA CLÍNICA DEL DR. RUBIO.
Todo esto ha calculado el Dr. Rubio, instituyendo un precioso trata-
miento quirurgo de la ataxia locomotriz^ cuando se produce en las cir-
cunstancias que venimos expresando. El vendaje enyesado deSaire es el
medio á que aludimos. Su empleo en las roturas ligamentosas de la co-
lumna vertebral lo funda el Dr. Rubio en la base de este tratamiento,
esto es, en la inmovilización. Con ella ha obtenido brillantes resultados
en un número ya respetable de casos, y nosotros podemos atestiguarlo
en cuanto al enfermo á que nos referimos y á otro análogo existente en
la misma clinica, los que, habiendo entrado en el Hospital de la Princesa
en un estado bastante avanzado de la afección medular, han conseguido
un notable alivio, recobrando en gran parte los movimientos délas ex-
tremidades inferiores, en un período de tiempo corto relativamente á la
duración de la ataxia.
Al Dr. Rubio, pues, debe reconocérsele un doble mérito en su con-
cienzudo estudio de las roturas ligamentosas de la columna vertebral.
Por una parte ha llevado al terreno de la teoría una concepción cienti-
fíca, confirmada luego por los hechos; por otra parte los resultados
prácticos han coronado su obra con el buen éxito clínico.
Continuemos nuestra visita.
Al llegar á la cama número 10, de la sala de Santa Isabel, nos encon-
tramos con un sujeto adulto, que, según se nos manifestó, padecía una
coxalgia. £1 caso en sí no es objeto de largas consideraciones, pero con
motivo de él las hizo muy interesantes el Dr. Rubio, teniendo la galan-
tería de manifestarnos su criterio especial en las relaciones de esta afec-
ción con la edad del sugeto que la padece. Contra la creencia bastante
generalizada de que la coxalgia es una afección propia y casi exclusiva
de la infancia, el Dr. Rubio, fundado en las observaciones verificadas en
su clínica de operaciones, establece que no deja de ser frecuente dicha
afección en los adultos, por mas que no lo sea tanto como en los infan-
tes. Bien sabemos que muchos prácticos no aceptarán, desde luego, esta
conclusión; pero si se hacen cargo de algunas circunstancias especiales
de la coxalgia en los adultos, consignadas por el Dr. Rubio, la concilla-
rán mejor con los datos de su experiencia. Me refiero á los cambios que
en el curso y síntomas de la coxalgia se presentan cuando afecta á los
adultos. Las periostitis difusas, que se producen tanto en el fémur como
en el hueso innominado, dificultan el diagnóstico de la primitiva afección,
y así no se extrañará que hayan pasado desapercibidos muchos casos de
coxalgia.
Otra consideración importante nos hizo presente á la cabecera del
enfermo el Dr. Rubio, y es, que la afección de que tratamos es mucho
más grave en los adultos que en los infantes.
Sobre este estudio de coxalgia es muy probable que aparezca una
monografía interesante basada en las observaciones de la clínica del
Hospital de la Princesa.
En la sala de Santa Isabel, en donde se encontraban los enfermos que
quedan indicados, habia otros de que no haremos estudio especial, por-
que, según vemos en nuestras notas, muchos de ellos estaban operados
y terminando su curación; algún otro podría ser objeto de reseña par*
ticular, pero nos faltan datos y espacio para hacerlo. Los individuos á
UNA VISITA A LA CLÍNICA DEL DR. RUBIO. 293
que nos referimos son: uno 'afectado de estrechez traumática uretral;
otro operado con buen éxito de uretrotomía interna; otro con periostitis
y caries de las costillas; una artritis traumática de la rodilla derecha;
un sujeto operado de hemorroides con buen resultado, y otro operado
de estafíiorrafia, del que nos ocuparemos al tratar de la sesión de ope*
raciones que presenciamos.
Vamos á la sala de Santa Teresa.
Aqui, siguiendo un turno altamente provechoso, habia encargado el
Dr. Rubio la visita al Dr. D. Eugenio Gutiérrez, Profesor Ayudante del
Instituto de Terapéutica operatoria y encargado de la sección de traba-
jos histológicos.
Si hemos de empezar refíriendo lo que primeramente nos llamó la
atención de un modo poderoso en esta sala, debemos hacerlo relatando
dos casos de fístulas en la mujer, de los que, con una amabilidad que
desde aqui agradecemos» nos dio una completa idea á la cabecera del
enfermo el citado Dr. Gutiérrez. El primero era el de una mujer de
34 años, la cual se habia hecho embarazada varías veces y contaba ya
por desgracia suya cuatro partos distócicos. El último de estos habia
ocurrido ocho meses antes de la ocasión en que vimos la enferma, y en-
tonces el trabajo del parto duró nueve dias. Esto naturalmente debia pro-
ducir una compresión demasiado continuada sobre la vagina, para que
no se tradujese en alteraciones de importancia sobre dicho órgano. Asi
no tuvo nada de extraño que se gangrenase parte de este órgano, pro-
duciendo una considerable pérdida de sustancia en sus dos tercios supe-
riores, interesando el fondo de la vejiga y dando por resultado una fís-
tula vésico-vaginal. Al propio tiempo que esto sucedía, parte de la pared
vesical, que no habia sido interesada por la solución de continuidad, em-
pujada por los paquetes intestinales, venia á aparecer herniada á través
de la abertura de la fístula.
El segundo caso era el de una mujer de 32 años y primípara, cuyo
parto tuvo lugar más de año y medio antes de verla nosotros. Entonces
permaneció la cabeza del feto en la escavacion de la pelvis unas treinta
horas, habiendo tenido que apelar á las aplicaciones de fórceps, que du-
raron cuatro horas. Por un mecanismo semejante al del caso anterior,
se gangrenó la vagina en su tercio superior, quedando luego una fístula
útero-vésico- vaginal. El labio anterior de la porción vaginal del cuello
sufrió también las consecuencias de la compresión, y al retraerse los te-
jidos, después de la eliminación de la escara, quedó comprendido en la
fístula, formando su borde posterior. La retracción fué considerable en
toda la porción superior de la vagina, y en la ocasión en que vimos la
enferma, la fístula estaba representada por un orificio pequeño en el
infundibulum que forma la vagina; por dentro de aquel orificio y unido
á él se encuentra fijo el cuello uterino.
El Dr. Gutiérrez nos puso en evidencia con sus extensos conocimien-
tos, la dificultad de obtener resultados satisfactorios en el tratamiento de
estas fístulas, sobre todo, tratándolas de operar directamente. Sin em-
bargo, propone un medio que da muy buenos resultados en los casos de
fístulas inoperables, y es, la oclusión de Ja vagina en dirección trasver-
sal, que es la más preferible en sentir de L. le Fort, y que siempre su-
294 UNA VISITA Á LA CU'NIGA DEL DR. RUBIO.
pera á la oclusión de la vulva, aun en el concepto de la mortandad, pues
según el autor citado, la primera no ha dado más que tres casos de
muerte en 78 operaciones, mientras que la segunda en solos 13 casos ha
dado dos muertos.
Otra enferma vimos que nos proporcionó ocasión de conocer los pro-
fundos estudios del Dr. Gutiérrez en las enfermedades de la matriz, que
con la ginecología forman su especialidad práctica. Se trataba de una
mujer que habia aquejado algunas alteraciones menstruales, junto con
una sensación de dolor gravativo en el empeine, ya en tiempos anteriores,
y que posteriormente habia empeorado aumentando sobre todo el sin-
toma dolor, llegando á simular algunas manifestaciones histeriformes.
La afección en un principio fué diagnosticada de endometritis; pero
más tarde el Dr. Gutiérrez, no satisfecho con esto, llevó la mayor pre-
cisión al diagnóstico, descubriendo la alteración del ganglio linfático post-
cervical descrito por algunos anatómicos. La lesión inflamatoria com-
prendía, pues, dicho ganglio.
Continuando nuestra visita, nos dirigimos á la cama número 16 de la
sala de Santa Teresa. Allí vimos una mujer de mediana edad, en la que se
notaba en la parte superior de la fosa ilíaca derecha un abultamiento
sobre el que aplicamos las manos, pudiendo apreciar un voluminoso tu-
mor bastante adherido á las profundidades de la cavidad abdominal. El
diagnóstico, que sobre aquella producción formuló el Dr. Rubio, fué el de
fíbro^mioma. El tratamiento aquí empleado eran las corrientes farádicas,
que vimos aplicar al Sr. Buissen, cuyos conocimientos especiales sobre
electroterapia son muy recomendables, y han sido motivo de que se le
encargase la enseñanza y práctica de aquel agente terapéutico. Un fenó-
meno observamos al contemplar dicha aplicación sobre el fibro-mioma:
este tumor se contraía reduciendo bastante su volumen y recordándo-
nos el efecto que las corrientes farádicas producen en los órganos de fibra
muscular lisa.
Nuestras notas no nos permiten ocuparnos cual quisiéramos de otras
enfermas que tuvimos ocasión de ver en la clínica del Dr. Rubio, entre
las que citaremos un caso de lipoma gigarUe situado en la región glútea
y muslo izquierdos, que se encontraba ya en el período degenerativo;
una operada de ovariotomia en disposición de levantarse pronto; otra
operada de un sarcoma ulcerado^ y otras dos enfermas que respectivamente
presentaban, la primera, una osteo-periostitis del metalarse derecho y de
la extremidad superior del húmero del mismo lado, y la segunda una ar-
tritis anquilósica del codo derecho, tratada por las corrientes continuas
y por el amasamiento.
Salimos de las enfermerías y acompañamos al Dr. Rubio á la sala de
operaciones. Era jueves, y este dia y los iúnes son los señalados para
operar. Tuvimos pues la fortuna de presenciar
UNA SESIÓN DE OPERACIONES.
En la clínica del Dr. Rubio se aprende á operar por dos caminos ái^
ferentes, que no se siguen desgraciadamente en todas las clínicas análo-
gas de España. Por una parte se recibe una sólida enseñanza, presencian-
UNA VISITA Á LA CLÍNICA DEL DR. RUBIO. 295
do las operaciones que praclica el maestro; por otra, el jefe de la clínica
no ve peligro alguno para su envidiable gloria, en que los que van á
aprender operen también, y no solo lo consiente sino que lo presencia
con verdadera fruición, y ayuda al entonces protagonista. Por esto en la
ocasión á que nos referimos, fué verificada la primera operación por un
individuo del Instituto de Terapéutica operatoria, el ilustrado profesor
D. José Gil y Valero, Ayudante del mismo Instituto. Se trataba de un caso
de hidrocele. El método elegido fué el de la incisión, que practicó hábil-
mente el Sr. Gil, después de poner tenso el escroto con la mano izquier-
da. Procuró el operador hacer la división de los tejidos de una manera
metódica, esto es, procediendo por capas. Llegando ya á la túnica vaginal,
penetró en el espacio en donde se alojaba la serosidad, procurándola una
extensa abertura, é inmediatamente y de una vez salió el liquido anormal-
mente acumulado. Después introdujo y paseó el dedo índice de la mano
derecha en la cavidad serosa que al testículo envuelve, con lo cual se
asegura el éxito de la operación en el caso de existir alguna travécula
celulosa que impida la completa evacuación del líquido. Verificada esta,
muy pronto se mostró retraído el escroto, y sin más que una sencilla cu-
ración, sujeta, sin embargo, á todos los requisitos de la cirugía antisép-
tica, se dio por terminada la operación.
Ciertamente excitó nuestra curiosidad el ver operar el hidrocele por
incisión, pues este método ha sido por lo general excesivamente olvidado.
No desconocemos los inconvenientes que se le achacan, pero también es
cierto que se han exagerado. Se dice que, entre otros, Polt ha relatado
un caso de hemorragia mortal ocurrido en la operación del hidrocele por
el método dicho; mas el peligro se evita procediendo déla manera como
vimos obras al Sr. Gil, esto es, dividiendo una á una las capas del escroto,
y evitando la herida de los vasos. Además, como dice muy bien Blandin,
es de creer que en el caso de que habla Pott hubiese alguna complica-
ción no expresada.
Muchos han dicho que la mortalidad era muy elevada en el método
por incisión, pero el Sr. Gil, con quien conversamos sobre este punto,
nos manifestó que había operado en las misma clínica tres casos, si-
guiendo este método y obteniendo el mejor resultado.
En nuestros días Volkmann práctica también la incisión, pero luego
verifica la sutura de la túnica vaginal. En la clínica del Dr. Rubio ni esto
se hace, pues todo se subordina á la idea de obtener la vegetación de
granulaciones carnosas, que adhiriendo las superficies opuestas de la
túnica vaginal da por resultado la curación radical del hidrocele. Debe
curar, pues, la herida por segunda intención.
Terminada la operación anterior, se dispuso lo conveniente para ope-
rar á un sujeto que estaba diagnosticado de caries en la porción trocan-
térea del fémur del lado derecho. En efecto, en una parte cercana se ha-
bía operado otra vez al enfermo, confirmándose ya en aquella ocasión la
exÁstencia de la caries. Cuando nosotros lo observamos, pudimos ver un
trayecto fistuloso que se dirigía desde la piel hacía la parte del hueso que
parecía afecta. El Dr. Rubio procedió á la operación, disponiéndose á
abrir el trayecto fistuloso, llegar á la parte del hueso que paiecia afecta
y legrarla. Mas, he ahí que una vez que el hábil operador profundizó la
296 UNA VISITA Á LA CLÍNICA DEL DR. RUBIO.
sección de los tejidos é introdujo el dedo índice para reconocer el fondo
del trayecto fraguado por la supuración, no halló al término de éste la
aspereza y alteración que en el hueso eran de suponer, sino que después,
al introducir la sonda acanalada en la herida y removiéndola algún tanto
vio aparecer, sin que nadie lo esperase, un cuerpo extraño largo y del-
gado, de color negruzco, que reconocido resultó ser una sonda de goma
que se habia vuelto casi negra y quebradiza como si estuviera carboni-
zada. El hecho llamó la atención y puede muy bien calificarse de sor-
presa quirúrgica» Probablemente la sonda (y su aspecto lo indicaba), ha-
cia mucho tiempo que se encontraba allí; pues en tal parte habia sido
herido el sugeto hace cuatro años en nuestra última discordia civil de la
Península. La bala habia sido extraída, pero tal vez una mano atrevida y
torpe, que seguramente no fué la de ningún médico, dejó escapar de sus
dedos la sonda que ahora apareció. Excusado es decir que, extraído el
cuerpo extraño, quedó la operación terminada.
El tercero y último sujeto que fué operado, era un joven de unos trece
años que habia entrado en la clínica del Dr. Rubio con el labio superior
congénitamente hendido y con una división anómala también del maxi-
lar superior, esto es, un caso de labio leporino completo. La hendidura
de las partes blandas había alcanzado casi toda la extensión de la mucosa
palatina hasta el velo del paladar. En otra sesión se habia verificado la
parte principal de la operación de que el sujeto era susceptible, y asi
cuando nosotros lo vimos habia desaparecido la hendidura del labio y la
mayor parte de su prolongación palatina. De esta, sin embargo, quedó
una pequeña porción, como de centímeiro y medio, que se dejó para
operar en la ocasión á que nos referimos y que formaba como un ojal.
Pero como los bordes de este se hallaban adheridos al paladar, la reu-
nión de los mismos era difícil, lo cual junto con lo embarazoso que es
operar en tal región, puso en evidencia la reconocida destreza del ope •
rador. Combinó el Dr. Rubio el despegamiento de los bordes del ojal con
dos incisiones, una á cada lado de este y paralelas á la abertura que se
trataba de cerrar. Fué entretenida la operación, particularmente en lo
que se refiere al despegamiento de la mucosa palatina. Con paciencia y
habilidad se vencieron todas las dificultades, y la operación se llevó á
cabo en los términos propuestos.
Como detalle de esta última operación, debemos manifestar que el
sujeto fué anestesiado sin tener que lamentar ningún accidente, lo cual
prueba una vez más que es exagerada la restricción absoluta que algu-
nos hacen de la anestesia en cuanto se trata de operaciones de la boca,
fosas nasales y regiones cercanas.
Con lo que acabamos de contar terminó la sesión de operaciones á
que nos referimos. Debería ahora, para dar una completa idea de lo que
es la clínica del Dr. Rubio, entrar en un conjunto de detalles y pormeno-
res que bien merecen un artículo aparte respecto á la organización del
Instituto de Terapéutica operatoria; pero no es tal nuestro objeto, y sí
solo dar á conocer las impresiones que en una ocasión hemos experi-
mentado visitándolo. Debemos añadir, sin embargo, que en aquella clí-
nica hemos podido presenciar una provechosa sesión de laringoscopía.
En ella nos convencimos de lo que vale esta manera de exploración en ma-
TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA 297
nos tari hábiles como las del Dr. D. Rafael Ariza, quien por otra parte
posee con perfección la especialidad de otología.
Quedamos, puos, altamente satisfechos de ver que en el Instituto de
Terapéutica operatoria todo está á gran altura, tanto en lo teórico como
en lo clínico y práctico. No vacilamos en decir que puede sustituir á las
clínicas extranjeras á las que estamos acostumbrados á ser demasiado
tributarios, pues la del Dr. Rubio nos proporciona la gran ventaja de
instruirnos sólidamente en los adelantos de la cirugía sin necesidad de
abandonar nuestra patria.
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DE LA OPORHIDAD Y VALOR DE US EMISMES SAMVÍNEAS EN U MEIRITIS
Y EN PARTICULAR
EN EL TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA 0)>
POR ;J. ClRERA.
¿Cómo obran las escarificaciones? Salta á la vista que las escarifica-
ciones producen como efecto inmediato la decongestion del órgano por
la cantidad de sangre derramada; pero ¿es éste su único efecto? No lo
eremos así con Virchow, quien supone en ellas una acción excitante que
determina la contracción del útero, y éste ha sido el motivo de haber
dado á nuestro instrumento la denominación de excitador tUerino. Por
otra parte, si tenemos presente que los buenos efectos de las escarifica-
ciones no están en razón directa de la cantidad de sangre que extraemos
con ellas, tendremos una razón de más en que poder apoyar tal opinión.
Ybajo este principio hemos juzgado más conveniente dar al escarificador
la forma punzante, por la sencilla razón de que al obrar sobre un vaso
no determinamos igual efecto con una cortadura que con una puntura. De
modo que, en resumen, al obrar con el excitador, atravesamos una serie de
capilares repletos de sangre, cuya tonicidad se halla perdida á conse-
cuencia de su mayor distensión. Evacuada aquélla, entran las paredes
vasculares en reacción por no encontrar ya el obstáculo que se oponía
á ello, y por la acción especial que provocan las punturas sobre el teji-
do muscular, determinamos la contracción del órgano materno, la cual
suele ser imperceptible para la paciente.
Con todo, como esta acción excitante que hemos provocado no queda
de un modo permanente, sino que tan sólo es pasajera, es fuerza que á
intervalos la reproduzcamos, pues de no obrar asi, nada absolutamente
alcanzaríamos. De ello podemos convencernos al examinar una enferma
á los dos ó tres dias después de haberla practit;ado una escarificación
del cuello uterino, pues así como inmediatamente después de cada una
de ellas, el color antes subido se ha convertido en pálido, aquél ha rea-
parecido en aquella época, y quizás antes.
(1) Véanse los números 82 y 33 .
298 TRATAMIENTO DE LA BÍETRITIS CRÓNICA.
Por lo tanto, plenamente convencidos de lo que acabamos de indicar,
nuestra habitual conducta consiste en obrar en dias alternos al princi-
pio, alejando sucesivamente las sesiones á medida que lo permite el es-
tado de la enferma, no siendo necesario reiterar las escarificaciones con
tanta frecuencia en los casos en que el origen del mal radica en fecha
reciente, porque entonces la tonicidad vascular no es tan difícil de ser
restablecida, como en aquéllos en que el tejido uterino ha tenido tiempo
sobrado para sufrir serias alteraciones en sus elementos constitutivos.
De lo dicho se infiere que el momento más oportuno para las escari-
ficaciones, es inmediatamente después de cada época menstrual, porque
este acto fisiológico ha determinado un movimiento fluxionario hacia el
útero, que por sus malas condiciones orgánicas no está apto para resta-
blecer el equilibrio que le corresponde. Y también viene aquí á pro-
pósito para corroborar la inutilidad de las escarificaciones en el segundo
período de la metritis, ya que el proceso ha sufrido expontáneamente
una evolución— según más arriba hemos tenido ocasión de indicar—, que
ha cambiado las condiciones esenciales para esperar de ellas los benefi-
cios consiguientes.
Aceptada en principio su inutilidad en condiciones tales, ¿cómo re-
conocerlo clínicamente? El aspecto del cuello puede ya hacernos presu-
mir cuanto debemos esperar de este medio terapéutico. Asi, cuando en
lugar de la coloración rosada, que presenta la mucosa en su modo de ser
' normal, ó de este tinte violáceo propio de los estados congestivos que
acompañan á la metritis crónica, observamos un tinte pálido, como ana-
carado, debemos ya de antemano desconfiar. Pero, para mayor seguridad,
y como no queriendo dar crédito á lo que tan ostensiblemente se nos
presenta á nuestra vista, no tenemos mejor piedra de toque que el mis-
mo excitador. De manera, que si al dirigirlo contra el hocico de tenca
encontramos un tejido que solamente á viva fuerza se deja penetrar, y
al retirarlo apenas si rezuman algunas gotas de sangre, debemos desis-
tir de nuestro empeño y acudir á otros medios, que con mayor probabi-
lidad satisfarán esta indicación más acertadamente y con mejor éxito.
III.
Lo que precede, sin ser un vasto estudio de cuanto concierne á la
cuestión de las emisiones sanguíneas locales directas, nos suministra da-
tos suficientes con que poder establecer nuestro criterio. El material, que
hemos hacinado en breves líneas, por dimanar directamente de la prác-
tica, no puede menos que gozar de una robustez propia, y por lo tanto
bajo garantía de un sincero convencimiento, vamos á hacer el paralelo
entre las emisiones practicadas por medio de las sanguijuelas y las es-
carificaciones, y con ello daremos por terminado nuestro cometido, cuyo
móvil, como siempre, no es otro que el de contribuir con nuestras es-
casas fuerzas al adelantamiento de la ciencia, si adelantamiento puede
llamarse á toda modificación impresa en los medios curativos, que re-
dunde en provecho, por insignificante que sea, de los pacientes.
Al hablar del manual operatorio para la aplicación de sanguijuelas,
hemos á propósito hecho mención de algunos detallos, que son los que
hacen peso en la emisión de nuestro juicio crítico. Fieles á la verdad,
TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA. 299
debemos decir que en las sanguijuelas y en las escarificaciones hallamos
un medio poderoso para combatir los estados flegmásicos del útero, cuya
utilidad viene afianzada por reputados clínicos, adoptando, sin embargo,
con mayor confianza, uno ú otro de dichos medios.
Cuanto llevamos consignado nos excusaría el decirlo; pero, digámoslo
de una vez, somos partidarios de las escarificaciones, no porque supon-
gamos en ellas un medio más enérgico, sino porque algunas circunstan-
cias, que apuntaremos brevemente, nos las han hecho adoptar.
Asi, para hacer una aplicación de sanguijuelas en el cuello del útero,
hemos dicho que era necesario un espéculum cilindrico— el de Fergus-
son, por ejemplo — por cuya circunstancia no se mantiene aplicado, sino
que nos vemos obligados á sostenerlo todo el tiempo que trascurre hasta
que las sanguijuelas se desprenden — al menos quince minutos — lo cual
es bastante incómodo, porque al propio tiempo hay que tenerlo bien apli-
cado, para evitar que los anélidos piquen las paredes vaginales. Luego
es de imprescindible necesidad no abandonar á la paciente inmediata-
mente, á fin de estar á la mira por si la hemorragia procedente de las pi-
caduras no se cohibiera expontáneamente, ó por si era mayor de lo que
le correspondiera, y en cuyo caso obrar según hemos manifestado.
Ya tenemos en primer término un gasto de tiempo que no podemos
precisar, pero que se puede contar por horas. Es verdad que podemos
alejarnos algún tiempo después del desprendimiento de las sanguijuelas,
mas con condición de hacerla una visita al poco rato.
¿Sucede otro tanto con las escarificaciones? Ya lo hemos manifestado
antes: todo es cuestión de pocos momentos.
Ademas, después de cada aplicación, la enferma ha de guardar cama
durante algunas horas, para evitar el que sobrevengan serias complica-
ciones, cuyo motivo nos obliga á efectuarla en su domicilio. Al contra-
rio, las escarificaciones las practicamos en nuestro propio gabinete, y la
paciente puede sin peligro dirigirse á su casa, y hasta continuar en sus
quehaceres habituales, como no sean muy cansados.
Por otra parte, tenemos también en contra de las sanguijuelas los su-
frimientos á veces intensísimos, determinados por sus picaduras, hasta
el punto que en ciertos casos hemos de desistir de nuestro propósito.
Podíase creer, pues nada hemos significado respecto á ese punto, que
las escarificaciones son completamente indolentes; no, en honor á la
verdad sea dicho, por más que se considere esta región como una de las
menos sensibles á los agentes exteriores — lo cual es muy cierto con res-
pecto á la mucosa—, las enfermas tienen completa conciencia de las pi-
caduras producidas por los alfileres del excitador; y algunas, aunque ra-
ras, hasta las produce verdadera molestia; pero de esto á determinar
sufrimientos intolerables, va gran trecho.
Ahora bien, olvidemos por un momento toda esta serie de detalles
de más ó menos valía, y hasta lleguemos al extremo de suponer que
iguales condiciones sean comunes á uno y otro proceder. A pesar de esto,
chocaremos con una desventaja por parte de las sanguijuelas, no monos
digna de tenerse en consideración. Téngase presente que tratamos con
individuos del sexo femenino,^ y no hay para qué decir que el tempera-
mento nervioso predomina en ellas de una manera notable, y muy par-
300 TRATAMIENTO DE LA METRITIS CRÓNICA.
ticularmente en las circunstancias en que están indicadas aquéllas; por
cuyo motivo, su imaginación altamente impresionable las hace presen-
tir peligros imaginarios de la introducción de aquellos anélidos en sitio
que para ellas no tiene límites ó que se pierde en las profundidades del
abdomen, y á la vez su aspecto poco agradable les inspira á algunas un
sentimiento de repugnancia tal, que no son bastante las súplicas ni el
temor de males mayores, para convencerlas y hacerlas entrar en el ca-
mino de la sana razón.
Después de las consideraciones precedentes, que hemos procurado tu-
vieran un carácter puramente práctico, en nuestro sentir no cabe per-
plexidad en la elección. En último resultado, tenemos á mano dos medios
curativos destinados á igual fín, y que poco más ó menos lo cumplen con
resultados análogos, con la sola diferencia de que con el uno— las sangui-
juelas— , así el práctico como la paciente, se ven más molestados y ponen
á ésta en el caso de abandonar un tratamiento que le causa tantas ó más
incomodidades que la misma eníermedad que trata de combatir, mien-
tras que con el otro— las escarificaciones— ésta y aquél no sufren respec-
tivamente privación alguna en el ejercicio de sus funciones.
Terminaremos diciendo que, si algunos fenómenos y accidentes que
hemos observado, y cuyo juicio hemos emitido, pueden ser interpreta-
dos de un modo distinto que el nuestro, creemos que esto no hace gran
mella al principio fundamental de este corto estudio, porque al fin y al
cabo poco importa la teoría, pues que á los hechos prácticos debemos
atenernos.
Cuanto hemos pretendido dejar sentado, helo aquí resumido en las
siguientes
CONCLUSIONES:
1 / Las emisiones sanguíneas son un medio poderoso para combatir
la metritis crónica; sin embargo, en la aguda, sea ó no puerperal, tienen
también su valor.
2." Las emisiones sanguíneas locales están casi siempre indicadas;
las generales rara vez.
3.* De entre las locales, damos la preferencia á las que se practican
directamente e.i el cuello del útero.
4.' Para cumplir esta indicación, colocamos en primer término á las
escarificaciones.
5.' En el segundo período de la metritis crónica, bien que no son
perjudiciales, son, no obstante, completamente inútiles.
6/ La medicación intrauterina es un poderoso coadyuvante de las
escarificaciones.
7.' Las escarificaciones, practicadas con un instrumento punzante,
deben preferirse á las que lo son con otra cualquiera forma de escarifi-
cador.
8/ Este obra tanto por la sangre que sustraemos, como por su ac-
ción vaso-motora.
9/ Para conseguir el objeto que nos proponemos, es necesario que
se practiquen con frecuencia al principio, para obrar á intervalos mayo -
res á medida de los resultados.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 301
ANATOMÍA DB LOS CENTROS NERVIOSOS, <*>
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
P PEDÚNCULO CEREBRAL Y SU EXPANSIÓN.
Los pedúnculos cerebrales son dos cordoní^s gruesos, que sirven de
unión entre la protuberancia y el cerebro; son divergentes al salir de la
protuberancia, siguiendo una dirección ascendente y un poco oblicua
hacia adelante hasta introducirse por debajo del tálamo óptico. Por su
dirección, forman los ángulos posteriores de un rombo en la base del
cerebro, el cual está circunscrito hacia adelante por las cintas ópticas
(Figura 25). Este rombo tiene, de atrás adelante, el espacio perforado
posterior, que llena el intersticio que dejan los dos pedúnculos, los tu-
bérculos mamilares y el infundibulum.
El pedúnculo cerebral tiene de longitud próximamente centímetro y
medio y su forma es cih'ndrica. En la cara superior, el limite posterior
de los pedúnculos cerebrales está inmediatamente por detrás de los tu-
bérculos cuadrigéminos posteriores, y el anterior en la parte posterior
del tálamo óptico que cabalga sobre el pedúnculo. De la parte posterior
y externa del tálamo óptico arranca un manojo de fíbras que, rodeando
al pedúnculo por su cara externa é inferior, marca en estos sitios su lí-
mite anterior. El límite posterior de la cara inferior está formado por
las fíbras transversales de la protuberancia.
No existe mucha claridad entre los autores en lo relativo á la región
de los pedúnculos cerebrales; porque siendo estos factores en su esencia
un sitio de paso para las fíbras que van desde la protuberancia al cere-
bro, la sustancia gris^ que en ellos existo, ó se estudia aisladamente ó
como anexa á otra región.
Limitado el pedúnculo cerebral del modo que acabo de decir, en su
cara inferior se ve claramente que está constituido por fíbras; en la su-
perior se observan los tubérculos cuadrigéminos, de los cuales se hace
un estudio aparte.
Si se practica un corte transversal en los pedúnculos (Fig. 49), se
observan varias regiones: en la parte inferior, se ve una zona blanca E,
formada por el corte transversal de las fíbras longitudinales de la cara
inferior; sobre esta zona blanca hay una capa gris D fuertemente pig-
mentada, que en algunos sitios llega á tener un color negro^ y que sepa-
ra á la zona anterior de otra situada más arriba y constituida también
por el corte transversal de las fíbras blancas B, si bien esta región no
tiene un color tan decididamente blanco como la primera; en la parte
más superior y como formando el techo del pedúnculo cerebral, se nota
el corte de los tubérculos cuadrigéminos A y entre ellos el acueducto de
SylvioC.
(i) Continaacion.-Vóanse los números 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 82 y 33.
302 ANATOSflA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
Se ve, pues, que el pedúnculo cerebral tiene tres regiones principa-
les: una inferior, conocida con el nombre du pisa inferior ó pié del pe-
dúnculo y que en algunas obras se comprende esta sola región con el
nombre de pedúnculo cerebral; otra media, llamada piso superior, calata
ó segmentum del pedúnculo y que atendiendo solo á la topografía debie-
ra llamarse piso media; una capa de sustancia gris separa estas dos re-
giones y es conocida con el nombre de sustancia de Sommering; final-
mente, un piso superior formado por los tubérculos cnadrigéminos.
Slg. 49.-^orte transversal de los pedúnculos cerebrales al Divel de los
tub Arcólos cuadrigeminos posta riores.
El estudio de estas distintas partes deberla, por lo tanto, incluirse
en el de los pedúnculos cerebrales, sobre todo teniendo en cuenta que,
si bien los tubérculos cnadrigéminos merecen como centros un estudio
independiente, la sustancia gris de Sommering, aunque menos conoci-
da, no deja también de ser centro; por otra parte, en la región de la ca-
lóla ó piso medio, existen asimismo núcleos de sustancia gris que, co-
mo los primeros, merecerían describirse aisladamente. Por estas razo-
nes me ocuparé primero de los hacecillos de Obras, que en el pedúnculo
forman región aparte, y luego de las distintas agrupaciones de sustan-
cia gris existentes en esta zona.
Fibras de los pedúnculos. — Piso inferior ó pié del pedúnculo cerebrcd.
Constituido por fibras blancas longitudinales, que inferiormente se con-
tinúan con otras partes, de las cuales hablaré al estudiar la protuberan-
cia, y teniendo por su extremidad superior una relación íntima con la
cápsula interna, pueden dividirse estas fibras en tres manojos secunda-
rios: interno, medio y extemo.
El baz de fibras del pié del pedúnculo continúa agrupado, sin diso-
ciarse, mientras el pedúnculo cerebral no penetra en la región de los nú-
cleos centrales; al llegar á este Mtio, se ensanchan á manera de abanico
con un borde dirigido hacia adelante y otro hacia atrás, una cara interna
convexa é inclinada arriba y otra externa cóncava y dirigida bácia aba-
jo. Esta dispersión de las libras del pié del pedúnculo, junto con otros
grupos de fibras sobrepuestas á las primeras, constituye la cápsula in-
terna.
Las fibras del manojo interno se continúan con la parte de cápsula
interna situada por delante de la rodilla, á sea con su segmento anterior;
las del medio están en relación con los dos tercios anteriores de su seg-
mento posterior, y el externo está unido con el tercio posterior del mismo
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 303
segmento. De esto resulta, que las fibras internas del pié del pedúnculo
se hacen interiores en la cápsula interna, y las externas, posteriores.
La continuidad de las fibras del pié del pedúnculo con la sustancia
blanca de la cápsula interna y de esta con la del centro oval, hizo supo-
ner á los anatómicos antiguos que el pedúnculo cerebral llegaba sin in-
terrupción á la corteza gris. Pero Kolliker y Luys, con estudios detenidos
y finas disecciones, demostraron el error de esta creencia y llegaron á
negar la existencia de fibras directas desde los pedúnculos á las circun-
voluciones. En su obra de 1865, pretende demostrar Luys que los núcleos
opto-éstriados interrumpen la continuidad de todas las fibras, y que á
dichos núcleos van á terminar todas las fibras pedunculares; en su
última obra (1881), ha modificado algo sus creencias, pero continúa sos-
teniendo que todo hacecillo de fibras es interrumpido antes de llegar á
la corteza cerebral por un núcleo de sustancia gris. Kolliker dice, en su
obra de Histología, que una de las más interesantes deducciones de sus
estudios sobre el sistema nervioso central, es haber demostrado que to-
das las fibras de los pedúnculos cerebrales terminan en los cuerpos
estriados y en los tálamos ópticos. Esta creencia ha sido adoptada por
muchos autores, especialmente por Wagner, por mas que sea tan exa-
gerada como la de los autores antiguos.
Vulpian habia sospechado la existencia de fibras directas en el pió
del pedúnculo, por haber observado degeneraciones descendentes á con-
secuencia de daños en las circunvoluciones de los lóbulos anteriores; y
hoy está demostrado que, si bien gran número de fibras pedunculares
terminan en los ganglios centrales, existen otras que atraviesan sin in-
terrupción la cápsula interna y van á terminaren las circunvoluciones.
De las primeras volveré á ocuparme cuando estudie los núcleos cen-
trales.
Un anatómico inglés, Broadbent, que ha hecho en nuestros dias estu-
dios profundos acerca de la extructura de los centros nerviosos, dice,
con tanta concisión como claridad, que existe gran número de fibras di-
rectas desde los pedúnculos á las circunvoluciones. Henle, fundado en
minuciosos estudios de disección y disociación de fibras, las admite tam-
bién. Huguenin considera su existencia probable, pero no demostrada;
porque si bien los cortes transversales parecen indicar fibras, que no
terminan en ninguno de los ganglios centrales, esta preparación no es
suficientemente demostrativa.
No es lo más difícil de la Anatomía de los centros nerviosos el con-
vencerse de la existencia de fibras directas: si se pretende llegar á esta
demostración, aislando y disociando las fibras de la cápsula interna, se
bace sumamente difícil, y otro tanto sucede con los cortes horizontales y
verticales, porque ambos cortan las fibras en su trayecto. En el corte
oblicuo, que antes he descrito y que está representado en la fig. 46,
aparecen manifiestas las fibras directas: el cerebro está endurecido en
una disolución nítrica y el corte debe seguir precisamente la misma
dirección oblicua de las fibras, con lo cual, no siendo estas cortadas en
todo su trayecto, puede observarse su continuidad, ya sea á simple
vista, ya con el auxilio de una lente. No siempre se logra con facilidad
hacer correr el filo de la cuchilla paralelamente á las fibras, por lo cual
304 anatomía de i^os centros nerviosos.
es preciso repetir los cortes para obtener una superficie de sección, que,
cuando se logra en buenas condiciones, no deja duda acerca de la existen-
cia de fíbras directas. Para convencerme de que mi inclinación auna
creencia determinada no me hacia ver las cosas distintas de lo que eran,
he preguntado más de una vez á alumnos, que poco ó nada sabían de ex-
tructura cerebral, á dónde les parecía iban á terminar las fíbras del pe-
dúnculo, y me han contestado que algunas de ellas podian seguirse hasta
perderse en la masa blanca de los hemisferios. (Fig. 46, I, y Fig. 50, C.)
Si esta demostración anatómica podia aun dejar ciertas dudas, algu-
nas observaciones de Anatomía patológica y de Fisiología experimental
bastarían para demostrar la existencia de fibras directas. Pero para esto
importa distinguir los dos manojos internos del pié del pedúnculo del
manojo externo. Dada la naturaleza de sus funciones, los primeros es-
tán constituidos por fibras centrifugas, que trasmiten impresiones mo-
trices desde la corteza cerebral á la médula; el último lo componen fíbras
centrípetas, que conducen al cerebro impresiones sensitivas y su de-
mostración anatómica es mucho más sencilla, siendo admitida su exis-
tencia por muchos que dudan ó niegan las fibras motoras directas.
Los dos manojos internos, ó porción motriz del pié del pedúnculo,
en su trayecto hasta las circunvolaciones, pasan, como antes he dicho,
por el segmento anterior de la cápsula interna y por los dos tercios an-
teriores del segmento posterior, y van á distribuirse con toda probabili-
dad en las circunvoluciones de los lóbulos frontal y parietal.
Fritsch é Hitzig han obtenido movimientos parciales por la excita-
ción de la corteza del lóbulo frontal en el perro; es verdad que la exci-
tación podia trasmitirse también al través de una célula que interrum-
piese las fibras; pero Gudden ha practicado la extirpación de determina-
das porciones de la corteza cerebral, y como consecuencia ha observado
una degeneración secundaria, que extendiéndose al través de la cápsula
interna, se continuaba por los pedúnculos cerebrales. Sabido es que las
degeneraciones consecutivas á la desaparición de un centro trófico, se
detienen cuando las fibras encuentran en su trayecto una célula con la
cual entran en relación; hasta el punto donde se extiende la degenera-
ción, las fibras nerviosas son, pues, continuas. Notnhagel, Carville y
Duret, Ferault y Pitres, han confirmado con sus experimentos los resul-
tados de Gudden.
Esto seria tan solo un hecho de Anatomía comparada, que podría
hacer presumir su existencia en el hombre. Antes he dicho que Vulpian
habia observado degeneraciones secundarias análogas á las que subsi-
guen á las lesiones de los núcleos estriados, en casos de daños algo ex-
tensos de regiones del centro oval vecinas al cuerpo estriado, y por otra
parte, Charcot ha ido reuniendo, durante estos últimos 15 años, un gran
número de observaciones de reblandecimiento cerebral isquémico, y ha
podido deducir que, siempre que dicha lesión tenía su asiento en las cir-
cunvoluciones parietal ó frontal ascendentes ó en ambas á la vez, si era
bastante profunda y extensa, se encontraban esclerosis consecutivas al
través de la cápsula interna y del pié del pedúnculo, entendiéndose que
en estos casos estaban sanos los núcleos centrales.
Queda, por consiguiente, demostrada la existencia de fibras directas
ANATOMÍA DE LOS CENTROS ÑEBVIOSOB. 305
centrifugas 6 molrices que, naciendo de las circunvoluciones anterio-
res, pasan sin interrumpirse por los dos tercios anteriores de la cápsu-
la interna y se continúan directamente con los dos manojos internos del
pié del pedúnculo.
El manojo externo, centrípeto ó sensitivo, del pié del pedúnculo, es
de macha más fácil demostración. Meynert lo habia descrito perfecta-
mente en el cerebro del mono, y Huguenin y muchos otros autores lo han
comprobado en el hombre. Su observación es sencilla, pues basta levan -
tar, como dice Huguenin, el tálamo óptico y los ganglios geniculados.
Desde la parte externa del pié del pedúnculo, va este manojo al ter-
cio posterior del segmento posterior de la cápsula interna, en donde se
Tíg. BO.— Corte oblicuo de loa hemlsierloB pasando
por la reglón rol&ndlca.
A Núcleo c
a bóveda.
licular.-B T
lamo éptlco.— F ProlongíCion d
1 nüoiBO c
(Com pírese c
n al corte aoierior i este reprea
enUdO «D
CCdpBula tnlern».— DNilEleo len-
udal.— G SuttancU de SoiDiiiering.
1 flg. 48.)
refleja para dirigirse al lóbulo occipital. Algunas fibras prolongan la cáp-
sula interna hacia la extremidad posterior del núcleo lenticular, en don-
de se reflejan también hacia atrás. En el corte representado en la figura
50 se ven, entre ta parte inferior del núcleo lenticular D y la prolonga-
306 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
cion del núcleo caudal F, fibras transversales, procedentes también del
pié del pedúnculo y al parecer de su manojo externo, no señaladas por
los autores, pero cuya existencia se ve palpablemente en algunos cortes
de cerebro indurados en ácido nítrico, las que van á distrubirse al ló-
bulo esfenoidal; estas fibras quizás confirmarían anatómicainente la ex-
tensión que da Ballet á la zona sensitiva.
Las fibras del manojo externo se distribuyen, según Ballet, en los ló-
bulos parietal, esfenoidal y occipital, pero particularmente en este
último, y para ello divergen alrededor de la extremidad posterior del
núcleo lenticular.
Acerca de las funciones sensitivas de este manojo, que ya Meynert
había sospechado, no queda duda alguna después de las observaciones
clínicas de Turck, Jackson, Ballet, Gharcot, etc., y de los experimentos
primero de Veyssiere, y después y especialmente de Garville y Duret.
£1 paso de las fibras del pié del pedúnculo al través de la cápsula in-
terna, hace que esta quede dividida en dos porciones: una anterior ó
motora y otra posterior ó sensitiva, sobre lo cual insistiré al hablar en
conjunto de la constitución de dicha cápsula.
Piso superior ó calota del pedúnculo cerebral. — Está situado sobre el
anterior, del cual le separa el lacus niger de Sommering; es mucho me-
nos conocido en su modo de ser que el piso inferior.
Así como en el pié del pedúnculo no se encuentra sustancia gris en-
tremezclada, en la calota existen algunos grupos de células, que acaban
de complicar la región.
La parte esencial del piso superior está también formada por fibras
extendidas desde la protuberancia al cerebro. En un corte transversal de
la región (fig. 49), se observa un manojo redondeado y algo aplanado,
constituido por fibras que atraviesan longitudinalmente el piso superior
del pedúnculo y que son la prolongación de los pedúnculos cerebelosos
superiores (B). Bien en cortes trasversales, bien en cerebros endureci-
dos en el alcohol, es fácil observar estos hacecillos. Guando la indura-
ción en el alcohol se logra en cierto grado, que no es fácil determinar,
puede aislarse el pedúnculo cerebeloso superior al través de la calota,
en donde corre mezclado con otros hacecillos de fibras que se penetran
mutuamente. Pero aun así, puede verse que en cuanto el pedúnculo ce*
rebeloso superior se introduce por debajo de los tubérculos cuadrigé-
minos, se entrecruzan el de un lado con el del lado opuesto, y al salir de
debajo de los dichos tubérculos el derecho es izquierdo y viceversa. Si
la preparación está en buenas condiciones, pueden seguirse los pedún-
culos cerebelosos hasta llegar á la cápsula interna, al través de la cual y
sin entrar en comunicación con los núcleos centrales, se dirigen á la co-
rona radiante y centro oval, sin que se conozca el sitio de la corteza en
que van á distribuirse. Antes de penetrar en la cápsula interna, se en-
cuentra interpuesto en su trayecto un núcleo de sustancia gris del
volumen de una pequeña avellana, conocido con el nombre de cuerpo
rojo de Stüling^ del cual hablaré más adelante.
Más de una vez he logrado con facilidad observar estos detalles rela-
tivos al hacecillo del pedúnculo cerebeloso; empero, por lo que hace
referencia á los demás numerosos hacecillos que corren por la calota al
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 307
lado del anterior, existe gran confusión, y como quiera que muchos ana-
tómicos creen que van á terminar al tálamo óptico, no hago más que
señalarlos aquí como órganos de paso, para hablar otras vez de ellos al
estudiar los núcleos centrales. Las conexiones que estos hacecillos tienen
con la protuberancia las estudiaré al tratar de este órgano.
Sustancia gris de los pedúnculos. — Varios grupos de sustancia gris,
interpuestos entre los hacecillos de ñbras, se encuentran en el espe -
sor del pedúnculo cerebral: unos, poco conocidos en su extructura y
menos en sus funciones; otros de importancia suma en Fisiología y Pa-
tología.
En el espesor de la caleta existen los dos núcleos de origen de los
nervios motor ocular común y patético, de los cuales no me ocuparé
ahora, porque más adelante describiré, en un estudio de conjunto, el
origen real de los nervios craneales.
Prescindiendo de estos núcleos, existen en el pedúnculo cerebral el
locus niger de Sommering, los núcleos rojos de Stilling, el corpus L^ysii
y los tubérculos cuadrigéminos.
Luys ha reunido los tres primeros en un solo grupo y, añadiéndoles,
la sustancia gris de la protuberancia, ha formado el grupo de los gan-
glios sub-ópticos, cuya representación seria análoga á la del tálamo óp-
tico y servirían como este de punto de llegada de las fibras convergen-
tes inferiores. Prescindiré de esta agrupación de Luys, fundada en sus
recientes investigaciones, que aun no ha dado á conocer de una manera
extensa, porque es poco conocida ía extructura de estas regiones para
sistematizar con tanta exactitud, y solo me detendré en el estudio de los
tubérculos cuadrigéminos, cuya importancia está hoy demostrada, pa-
sando muy ligeramente sobre los demás.
Sitstancia gris de Sommenngr.— Situada entre el piso inferior y el su-
perior del pedúnculo cerebral, sirve de separación entre ambos y forma
una capa que se hace visible á los lados del pedúnculo. Su color es muy
oscuro; está formada por células nerviosas muy pigmentadas, de volumen
variable. De esta red sale, según Meynert y Luys, un hacecillo de fibras
que se junta á los del pié del pedúnculo para ir á la cápsula interna.
Probablemente recibe también fibras procedentes de la médula. En un
caso de delirio crónico parcial, ha encontrado Luys una decoloración
completa de esta sustancia en un lado, único dato recogido sobre su
destino fisiológico.
Núcleo rojo de Stilling. Llamado por Luys oliva superior, es una ma-
sa de sustancia gris, situada en la caleta, casi en el seno formado entre
el pedúnculo y el tálamo óptico. Recibe casi todas las fibras del pedún-
culo cerebeloso superior, el cual, al salir de este núcleo, tiene mayor
contingente de fibras, nacidas probablemente en el seno del mismo. Es-
tá constituido por células de volumen variable, cuyas conexiones con las
fibras son desconocidas. Se ignoran completamente sus funciones.
Corpus Luysii. Nombre dado por Forel á un grupo fusiforme de sus-
tancia gris, situado al lado y por fuera del anterior, que Luys describió
el primero con el nombre de vendolete accesorio del núcleo rojo. Está
constituido por células, que reciben fibras del pedúnculo cerebeloso su-
308 anatomía de los centbos nerviosos.
períor y de la protuberancia, y dan origen á otras q'ie van i la cápsula
interna.
Tubérculos cuadrigéminos. En número de cuatro, dos á cada lado (fi-
gura 17), están situados sobre la calóla, formando el verdadero piso
Fi?. 51.— TuDércalos caadrigéminoa.
a Hoja saperflclBl da La cinU de Hall.— 6 Hojaprolundi
—d Brazo dul Lubérculo posterior.— Z Llosa que indica el
capaAptlcu,
superior de los pedúnculos cerebrales, á los cuales cubren á manera de
techo. Los dos anteriores fueron llamados eminencias nales, y los poste-
riores testes. Katán separados los anteriores de la parte posterior del tá-
lamo óptico por un surco, y los posteriores dan paso por su parle infe-
rior á los pedúnculos cerebelosos superiores; un surco crucial separa
unos de otros. Son redondeados, hemisféricos y cubiertos por una capa
de sustancia blanca.
Como arrancando de estos tubérculos, se ven salir de cada uno de
ellos unos cordones poco pronunciados, que se dirigen hacia adelante y
algo hacia fuera G D, llamados firazos de los tubérculos cuadrigéminos,
que se introducán debajo del tálamo óptico.
Los brazos de los tubérculos cuadrigéminos están formados por fi-
bras, que en su mayoría penetran debajo del tálamo óptico, para formar
parte, sin inturrupcion en su trayecto, de la cápsula interna y distri-
buirse en la corteza cerebral en sitios sospechados, pero no conocidos.
No todas las fibras de los brazos de los tubérculos cuadrigéminos
van directamente á la cápsula interna: de los anteriores, van algunas
ñbras al ganglio genicuiado interno del tálamo óptico, y probablemente
otras, procedentes del posterior, entran en relación con el ganglio geni-
culado externo. Al estudiar el tálamo óptico trataré del estado de esta
cuestión.
Cada uno de estos brazos, al llegar sobre su tubérculo correspondien-
te, divide sus ñbras en dos partes: unas que pasan sobre tubérculo, for-
anatomía de los centros nerviosos. 309
mando la zona blanca que les cubre, y otras, que penetran en la sustancia
gris del mismo para reunirse otra vez, después de atravesado el gan-
glio. En seguida (fíg. 50) los hacecillos procedentes de los brazos ante-
riores se entrecruzan en la línea media, lo mismo que los de los poste-
riores, y van á continuarse, aquellos con la hojilla superficial déla cinta
de Reil B, y éstas con la profunda A. La cinta de Reil, asi constituida,
rodea al pedúnculo cerebeloso superior, introduciéndose en la protu-
berancia por debajo de él. Esta cinta se ve en parte á los lados de los
pedúnculos cerebrales, como naciendo en las partes laterales y por de-
bajo de los tubérculos cuadrigéminos, pero su estudio corresponde á la
protuberancia.
Existen además en esta región otras fibras, cuyo trayecto es poco co-
nocido, pero que también parecen entrecruzarse y extenderse entre tu-
bérculo y tubérculo; y según Duval, algunas fibras las pondrían en
comunicación con el núcleo sensitivo del trigémino, y según Meynert,
habria otras destinadas al motor ocular común y al patético.
En su interior, los tubérculos cuadrigéminos están formados por sus-
tancia gris. En los anteriores esta sustancia gris ofrece una forma len-
ticular y no está bien limitada, difundiéndose algo por las partes veci-
nas; en los posteriores, tienen una forma parecida y está mejor limitada.
En ambos, tienen por su cara superficial las fibras del brazo correspon-
diente como limite, y por su cara profunda, las fibras del brazo de su
congénere después del entrecruzamiento (fig. M).
Las células, que constituyen esta sustancia gris, han sido bien estu-
diadas por Meynert, quien las divide en tres clases: pequeñas células
multipolares, que se encuentran por igual en todos los tubérculos cua-
drigéminos; grandes células multipolares, que abundan especialmente
en las capas profundas de los tubérculos anteriores; gruesas células
fusiformes, exclusivas á los tubérculos anteriores y situadas por debaio
de las precedentes, consideradas por dicho autor en relación con los
núcleos de origen del ocular común y del patético, y siendo por consi-
guiente la via de los actos reflejos motores, que tienen lugar en el ojo
por las impresiones de la retina.
Las relaciones, que las prolongaciones y ramificaciones de estas cé-
lulas puedan tener entre si y con las fibras de la región, no son conO'
cidas.
Respecto á la importancia funcional de los tubérculos cuadrigéminos,
fisiólogos y patólogos están acordes en concedérsela, aunque reina entre
las apreciaciones de cada autor la más completa confusión, quedando las
funciones de estos órganos hoy por hoy muy oscuras. Huguenin los con-
sidera como ganglios ópticos, destinados á funciones reflejas: Flourens
como centros de la visión: Adamük, Beaunis y otros, como centros de
los movimientos de los ojos; en los movimientos pupilares, en los de la
cabeza y de los miembros y en ciertas funciones sensitivas, tendrían
también intervención los tubérculos cuadrigéminos. En resumen, se
sabe que es compleja la Fisiología de estos centros y que representan
un gran papel en las funciones del aparato visual.
(Continuará,)
310 ÁCIDO 8ALICÍUC0 Y SUS SALES.
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL ÁCIDO SALICILICO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del sallcilato sódico en el tratamiento del reomatlsino (i),
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Módico de la Casa dé Lactancia y CasiJHíuna de Barcelona.
Afecciones de la boca: difteria. — En la difteria, lo mismo que en
varias otras afecciones de la boca, los resultados obtenidos son mucho
más notables que en las intermitentes de origen palúdico. Este medi-
camento destruye f^lcilmente las falsas membranas adheridas ai fon-
do de la boca, á la laringe y á la faringe y tomado al interior rebaja
notablemente la fiebre, puesto que esta ,es una afección con síntomas
generales.
Se citan un gran número de casos curados con esta medicación, ad-
ministrando el salicilato de sosa al interior y en gargarismos á la dosis
de 1 y 2 gramos en las 24 horas. He tratado dos casos de difteria, el uno
de mucha intensidad y el otro de poca, y si bien no disminuyó la dura-
ción de la enfermedad, sin embargo, llegaron ambos á feliz término sin
ulteriores consecuencias.
Respecto á las demás afecciones de la boca, como el muguet, la es-
tomatitis, etc., puedo decir que hoy no uso otro medicamento, particu-
larmente en la primera de estas afecciones. En cuanto al muguet, que
tanto se trata por medio del bórax y rodomiel, ofrece el salicilato de so-
sa mayores ventajas que la medicación anterior, pues por el solo hecho
de ser este cuerpo tan soluble en el agua, hace que no repugne tanto el
tomarlo como el bórax mezclado con el rodomiel. Para tratar el muguet
con dicho medicamento uso la siguiente fórmula, cuyos resultados han
sido siempre muy satisfactorios:
Agua 100 gramos.
Salicilato de sosa 3 »
Jarabe de quina 20 »
De esta manera, el muguet desaparece, en la generalidad de los casos,
con mayor rapidez que con el biborato sódico.
En las inflamaciones catarrales de la mucosa bucal son también muy
notables sus efectos por medio de buches un poco cargados del mismo
medicamento, desapareciendo perfectamente la inflamación, tan bien,
ó mejor si cabe, que con cualquier otro medicamento.
£1 ácido salicilico es recomendado por Mr. Kolbe como un excelente
agente higiénico para la boca, sea mezclado á los polvos dentífricos, sea
introducido en las diversas soluciones con las cuales hay costumbre de
limpiar la boca, conservando en ella la frescura y quitando todo olor
desagradable. En solución alcohólica, aromatizada con la esencia de
Gualteria procumhens^ el ácido salicilico sólido encuentra realmente un
lógico empleo en los polvos dentífricos.
(1) Continuación.- Véanse los números ^, 26, 27, 28, 29, 80, 31, 32 y 33.
ÁCiDO SALICÍLIGO Y SUS SALES. 311
El tratamiento de la difteria por el ácido salicilico ha dado igual-
mente felices resultados al Dr. Luchwíg Letrarich, usándolo localmente
para destruir las bacterias y los productos vivientes del exudado dif-
térico, y al interior para combatir la infección general á la dosis de 15
á 30 centigramos en las 24 horas.
Sudor de los pies.— El ácido salicilico ha sido empleado en polvo ó
en solución contra el sudor de los pies; mezclado al talco, al jabón y al
almidón dá una agilidad á los pies que hace la marcha menos fatigosa.
Usado de este modo, previene dicho sudor sin poner obstáculo á ]a se-
creción moderada del mismo, oponiéndose á su descomposición y á la de
los productos epidérmicos.
Enfermedades purulentas é infecciosas. — En el hospital de Pensyl-
vania (Filadelña), el Dr. Da Costa dio una notable lección á sus discípu-
los sobre un caso de gangrena pulmonar y los resultados del ácido sali-
cilico en esta afección. Uno de los síntomas más notables de ella es la
fetidez peculiar del aire expirado y de la expectoración, bastante desa-
gradable para hacer desistir á algunos médicos del examen físico del
pulmón. El Dr. Da Costa determinó emplear el ácido salicilico ala do-
sis de 25 centigramos, disueltos en 15 gramos de agua por medio de
3 gramos de glicerina, para tomar tres veces al dia, con el objeto de pu-
rificar la expiración y modificar la expectoración.
Empleó también el ácido salicilico por vez primera como desinfec-
tante con el mejor resultado, en una mujer afectada de un desorden gás-
trico con fetidez del aliento, habiendo obtenido también los mismos
efectos en las indigestiones, en las bronquitis fétidas, abscesos y cáncer
del pulmón, modificando el aire expirado y corrigiendo el carácter pú-
trido de la expectoración (1).
Como agente desinfectante médico, es preferible al ácido fénico y
Kolbe lo administra con buen resultado en los casos de fiebres eruptivas
y enfermedades infecciosas de la sangre, como la escarlatina, saram-
pión, viruela, disenteria, sífilis, etc. El Dr. D. Carlos Ronquillo obtuvo
la curación de una escarlatina maligna con el empleo del salicilato só-
dico. Bult lo administra en la erisipela, etc , etc.
Ehstein lo ha empleado con éxito, según dice, en la diabetes sacarina
y Wagner lo recomienda en todas las afecciones del estómago y del tubo
digestivo, con fermentación anormal de las materias contenidas en es-
tos órganos.
En el hospital de Bresne se sirven constantemente de una solución
estable de una parte de ácido salicilico en 20á 30 de glicerina y 300 á
400 de agua caliente.
Oftalmías reumáticas. — El Dr. Abadie, considerando que un gran
número de afecciones del ojo son debidas al reumatismo, en sus leccio-
nes de clínica oftalmológica, refiere que ha conseguido buenos resultados
con la administración del salicilato de sosa á sus enfermos. — Dice que los
mejores resultados los ha obtenido en las iritis reumáticas, en aquellas
cuyo iris estaba deformado y la agudeza visual disminuida. — Refiere dos
casos de esclorititis ligera, pero tenaz, y de esclerotitis grave en las que
(1) Anales de Cienciaa médicaSf tomo 1.^ pág. 306.— ifoclrid.
31 2 REVISTA DE ENFERMEDADES DE LOS NIÑOS,
dio buen resultado el salícilato de sosa.— Dice que en las manifestacio-
nes oculares del reumatismo crónico, las dosis no han de ser tan eleva-
das como en este, empezando por dar 2 gramos al dia y si es bien tole-
rado aumenta sucesivamente la dosis hasta llegar á;4 ó 5 gramos, siendo
rara vez necesario aumentar esta dosis si el medicamento ha de obrar
de una manera favorable. Dice que, de este modo, no provoca ningún
síntoma sensible; pero que si determina cefalalgia, zumbidos de oidos,
sordera y alteraciones en las vias digestivas, no hay que esperar que dé
buenos resultados. En las manifestaciones reumáticas crónicas, cuyo
tratamiento ha de ser largo, durante algunos meses, es bueno dejar des-
cansar al enfermo durante algún tiempo, cuando menos ocho dias.
Finalmente, el salicilato de sosa ha sido empleado en otras muchas
afecciones, como en la diabetes, cistitis, blenorragias y otras enferme-
dades de las vias urinarias, afecciones puerperales, afecciones de las
vias respiratorias, diversas afecciones cerebrales, etc.
(Continuará.)
REVISTA DE ENFERMEDADES DE LOS NIÑOS
POR Doña Martina Gastells Ballespí
Licenciada en Medicina y Cirugía.
Afeooiones espasmódicas.— TVotamieuío por la compresión de la caró-
tida.— De igual manera que se ha conseguido en varias ocasiones la de-
saparición en adultos de una neuralgia facial (Listón), de un ataque de
asma (Genty), de uno de epilepsia (Reimez), de catalepsia y con-
vulsiones histéricas (Parry), por medio de la compresión de una ó
de las dos carótidas, y aun en algún caso se ha llegado á practicar la li«
gadura de una de ellas para llenar un fin terapéutico (Brown, Mac-cle-
Uon, Parker), aconseja el Dr. E. Gavoy este medio (Journal de Medecine
et de Chirurgie) como seguro para cortar en los niños los accesos de tos
en la coqueluche y demás paroxismos de sofocación. — Según dicho prác-
tico, basta al efecto sostener con una mano la cabeza calda hacia
delante, mientras con la pulpa del dedo medio de la otra se comprime
la carótida por encima del ángulo inferior de la mandíbula, evitando la
yugular. — El acceso cede muy luego, y cuantas veces repita, puede cor-
tarse del mismo modo.
Para explicar el mecanismo de este resultado, no recurre á la opi-
nión de que es comprimido el nervio laríngeo inferior ó el pneumogás-
trico; cree que el efecto se obtiene por la modificación brusca, por is-
quemia, de la inervación del mesocéfalo.
»^ ^ Importante es el medio y de fácil práctica, sobre todo en los casos en
que, atacados por accesos espasmódicos niños de corta edad y poca re-
sistencia, solo muy difícilmente puede recurrirse al empleo de otros
agentes terapéuticos, todos de acción más lenta que el expresado.
REVISTA DE ENFERMEDADES DE LOS NIÑOS. 313
£1 Barampion en Barcelona.— Aun cuando entiendo no está esta epi-
demia tan completamente terminada como fuera de desear, diré de ella,
ya que la considero en un período de descenso manifiesto, que ha sido
por muchos conceptos interesante la historia cientifíca del sarampión,
que desde Octubre viene reinando.— La enfermedad, que sin duda hu-
biera podido aislarse desde el principio en gran parte, si se hubiesen to-
mado las debidas prevenciones, aconsejadas, si bien con algún retraso,
en forma de instrucción popular por la Junta local de Sanidad y en re-
sumen científico por una Comisión de la Academia Médico-Farmacéuti-
ca, ha revestido caracteres muy diversos y ha ocasionado proporcional-
mente gran número de victimas, alguna de las que contaba con edad
relativamente poco apropósito para la dolencia. — ^Sobre todo durante el
primer período de la epidemia y durante el de ascenso, fué cuando pre-
sentó mayor variedad de formas clínicas y estados de complicación; las
primeras pudieran en algún caso caracterizarse de tifoideas en todas sus
fases; los segundos, de alteraciones correspondientes al proceso in ñama-
torio. — ^Ya en el período de estado, comenzaron aquellas á decrecer en
intensidad y en el período de descenso, en que considero nos encontra-
mos aun hoy, esas formas van siendo más raras, á la vez que siguen
más francamente su curso normal los nuevamente afectados, que desde
luego son también menos en número, á pesar de los grandes focos en
que á la sazón se desarrolla (Inclusa, cuarteles).
No me he propuesto hacer la historia de la epidemia de que me ocu-
po,'pero sí deseo no se borre fácilmente su recuerdo, con lo cual tal
vez se tendrán más en'^cuenta, que hasta aquí, las circunstancias que
concurren á esos continuados diezmos do la niñez, que tiene derecho á
toda la protección, y que en el dia apenas la recibe de las Autoridades
administrativas. Fuerza me es consignar que dependo ello de la falta
continua de observancia en los preceptos higiénicos; y si estos no se
cumplen en cuanto al público atañen, poco puede esperarse de la ini-
ciativa particular, que para el caso ha de encontrar muchas dificulta-
des. Al fin, tratándose de los que pudiendo, no quieren evitarlo, el mal
puede considerarse menor; pero como la higiene protejo á todos, su
inobservancia á todos daña y más que A otros á los niños. ¡Pobres ni-
ños! Pagan un tributo crecido por hechos en que no intervienen siquie-
ra; respiran una atmósfera mefítica y pestilente, porque ante el interés
no se respeta la higiene; y á pesar de .¿ue está todo el mundo convenci-
do de que la robustez del niño ha de ser muy luego base de felicidad
para la familia y para la patria, se le vé abandonado al azar, en su sa-
lud, cuando no ocurre,— que en moda se va poniendo, para mejor excitar
los sentimientos de la caridad, ó por necesidad verdadera — que se le
dedica al pordioseo en altas horas de la noche ó se le condena á trabajos
muy superiores á sus fuerzas. — ^¿En qué estado alcnnzará» á ver, si lle-
gan á hombres, la degeneración de la familia y de la patria?... ¡Pobres
niños!
Reumatismo articular agudo de la iníancia.— En el hospital de A bor-
deen se ha observado un caso en unniño de nueve meses {The pratitioner),
que presentaba fiebre intensa hacia cuatro ó cinco días, gritaba mucho
314 BEVISTA DE ENFERMEDADES DE LOS NIÑOS.
por las noches y parecía tener vehemente dolor en las rodillas y tobillos,
Creyóse primero que se trataba de algún traumatismo, más por los an-
tecedentes se supo luego que la enfermedad había principiado por una
hinchazón poco notable de la mano y pulgar derechos, hinchazón que
desapareció rápidamente, y sin que la madre sospechara la relación que
pudiera tener este afecto con el de la rodilla izquierda, priraera que ha*
bia llamado su atención.
Reconocida la enfermedad y fijado el diagnóstico, se le administraron
0M5 gramos de salicina tres veces al día y gradualmente fué reponien*
dose el enCarmito {L' esoalpel.). Es de creer que una observación atenta
permitiría fácilmente descubrir el reumatismo en los niños, con lo cual
se aclararían muchos diagnósticos, que en otro caso suelen ser muy difí-
ciles.
Reseoclon de la rodilla.— William Stokes (Brit. med. journ.) ha hecho
muchas observaciones acerca de este punto, que pueden reasumirse (Pres-
te med. belge.) en esta forma: La resección de la rodilla no debe conside-
rarse como medio extremo, sino que deberá practicarse antes que las
lesiones graves se hayan establecido.— Para ser eficaz el tratamiento es-
pectante, debe emprenderse en uno de los primeros períodos y durar
por lo menos dos años.— El mejor resultado que puede obtenerse por
este medio es la anquilosis.— En los enfermos predispuestos á la tuber-
culosis, es de temer una recidiva. — Guando hay supuración abundante
y prolongada, se encuentran fácilmente lesiones viscerales y particular*
mente renales. — En los casos en que la piel está aun intacta y la enfer-
medad sea poco intensa, con un medio inmovilizador eficaa^ y un trata-
miento antiséptico rigoroso, el mayor número de veces se. obtiene,
después de la resección, la reunión inmediata. -^Cuando se encuentra
en estas condiciones, la resección de la rodilla no debe sec consíderAda
como una operación terrible, sobre todo practicándola desde luego.
Polvo do limpieza para los niños.— Según el Dr. Klamann puede ser
de utilidad reemplazar el licopodio, almidón, etc., por la mezcla siguiente
{Repert. dePharm.)
Magnesia calcinada 5 gramos.
Talco de Venecia 25 »
Acido saliciiico 0*20 »
Mixtura oleo-balsámica 10 gotas.
Gréohes ó oasas-ounas.— Mientras en Francia adquiere esta institu-
ción grandísima importancia y es reconocida de utilidad y subvenciona-
da por el Estado, apenas cuenta España con alguna benéfica asociación
que vele por los niños desvalidos, ó los que por razones de índole social
han de quedar poco menos que abandonados, mientras sus angustiadas
madres acuden á rudos trabajos con que ganan lo preciso para vivir. —
Conocida en Barcelona la institución, puesto que se ha publicado acerca
de la misma un trabajo bastante completo, réstame consignar el hecho
y lamentar que no se organicen verdaderas Créchea en grande escala.
L0$ MICRÓFITOS DK LA SANGRE. 315
LOS MICRÓFITOS DI ü SANGRE Y SOS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES/')
POR Timoteo Richard Lewis.
IX.
Relación del Spirillum de la fiebre recurrente con los otroB Spirüla conocidos.
Habiendo intentado demostrar que no hay bases suficientes pai*a
aceptar la opinión de que los Daccilli, que se han hallado en el carbun-
clo, en la septicemia y en otras enfermedades, difieran, no solo en algu-
nos puntos materiales, sino en muchos otros de los Baccilli que pue^
den ser descubiertos en ciertos casos fácilmente indicados, falta demos-
trar que el Schizomycetes, descubierto en la fiebre recurrente, Spirillum
Obermeieri^ difiere de los demás Spirilla conocidos como inofensivos.
Sobre este punto hay también gran diversidad de opiniones, no tan
grande quizás, por lo que hace á los micrófitos, como hasta hoy se habia
creido.
Existe la circunstancia, la cual simplifica el asunto, de que los que
han tenido mejores ocasiones para observar personalmente son después
de todo los menos inclinados á reclamar para este Spirillum los carac-
teres específicos en el sentido botáni-
co ordinario de esta palabra. Desde
que ha sido hallado en la sangre por
Obermeicr, se le han dado diversos
nombres Spirothrix, Protomycetum re-
curreniia en el artículo de Lebert so-
bre la fiebre recurrente y en el Ziems-
sen's Handbuch of Medi Hne; Spirillum
por Erichsen, Litten, Birch-Hírschfeld,
etc.; Spirillum tenue por Naunyn y
Fig. ^.^spiriuum n^irochcote obermeicH Spiroch(ete Ohermeieri por Cohn. Este
(Weigert, publicada por cohn) X 600 diá- último observador, el único que po-
™«^ros. see una gran experiencia botánica,
dióle un nombre específico basado
tan solo en hechos fisiológicos, porque después de un detenido exa-
men no pudo descubrir diferencia al^unOj ya en el tamaño, ya en el ca-
rácter de los movimientos, entre el Spirillum de la sangre en la fiebre
recurrente y el Spirillum (Spirochoete) plicátiles que habia sido hallado
anteriormente en el agua por Ehrenberg. Cohn lo ha hallado también en
el agua y también en la boca, en el moco que rodea los dientes (2). La
figura de este Spirillum dada por Cohn la reproducimos para facilitar la
comparación (figs. 22 y 23) (3). Se recordará que el Dr. Obermeier habia
(1) Continuación.— Véanse los números 25, 26, 27 2«, 29, 30, 31, 32 y 33.
(2) Loe, cit. tomo I, p&g. 180, 1872.
(3) Ehrenberg indicó que la palabra Spirillum debia Umiti^rse k loe Schizo-
mycetes que presentan movimientos espirales sin flexibilidad, y propuso llamar
316 LOS MIGRÓFITOS DE LA SANGRE.
observado el Spirülum en el moco bucal en los enfermos atacados de
fiebre recurrente, habiendo probablemente descuidado el hecho de que
su presencia en dicho fluido es anormal. Manassein (1), que en San Pe-
tcrsburgo habia tenido ocasiones favorables para verificar observacio-
nes, se declara terminantemente contra la supo-
sición de que la presencia de este micrófíto sea
otra cosa que un fenómeno excepcional en la fie-
bre recurrente. No solamente no existe en la san-
Fig. 53.- spiriiium fSpiro- gr© cn algunos casos de fiebre examinados por el
chcBteJ plieatUe (Cohn) mismO y por OtrOS, slUO qUO i^JJirt'íía, COmpleta-
X 650 diámetros, mente semejantes á los que se hablan visto en
otros casos, permanecieron, durante un período
de algunos meses, constanlemente presentes en la secreción que se es-
capaba de un absceso de la^boca en un enfermo sin fiebre. Billroth afir-
ma asimismo que Spirilla semejantes aparecen en la caries de los hue-
sos; Heydenriech, que probablemente ha estudiado el asunto más que
nitigun otro, y ha escrito sobre la materia la Memoria más completa que
conozco, á pesar de su deseo manifiesto de referir el Spirillum á la causa
de la enfermedad, se ve, sin embargo, forzado á declarar que no existe
razón suficiente para considerarlo específicamentej diferente del Spiri-
llum del agua y del Spirillum ordinario de la boca (2).
En Mayo de 4877, tuve ocasión de observar en Bombay algunos casos
de fiebre, en los cuales el Dr. Vandyke Cárter habia demostrado la exis-
tencia de Spirilla en la sangre. El Dr. Cárter ha publicado recientemen-
te una interesante relación de sus observaciones (3). Estas, á juzgar por
el extracto de la Memoria sometida á la Pathological Societyf coinciden
del todo con las observaciones idénticas hechas en Europa. Durante mí
estancia en Bombay, tuve ocasión de examinar veinte y cinco casos de
esta enfermedad, habiendo observado los Spirilla en cinco ocasiones
diversas. No puede decirse, sin embargo, que los síntomas fueron más
graves en otros casos que en aquellos en que no se hallaron vestigios de
Spirillum. Una de las preparaciones de sangre, conteniendo dichos or-
ganismos, que he podido conservar, es especialmente buena y como se
obtuvo exponiendo el líquido recientemente extraído á los vapores de
una débil solución de ácido ósmico, puede considerárseles como presen-
tando los Spirilla absolutamente en condiciones idénticas á cuando apa-
recen sobre una lámina de cristal preparada. Los vapores de este ácido,
según han declarado muchos observadores, son particularmente útiles
para conservar el aspecto de estos mícrófitos y en'general de todas las
preparaciones de sangre. El profesor Bay Lankester, al recomendar su
SpirochoBte álos que son marcadamente flexibles. Gomo esta distinción es simple-
mente cuestión de grado, toda vez que los Spirilla poseen también más ó menos
flexibilidad, me asocio á la clasiflcacion de Dujardin. F'omental {Elude sur les mi'
crozoaires^ 1874) adopta por igual razón la palabra antigua que es la más sen-
cilla.
(1) Saint- Peterabourg medie, Wochenachrift^ núm. 18, 1876.
(2) Loe ciu, pag. 31.
(3) The Lancety Junio, 1878.
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE
317
USO á los observadores ingleses, escribe: Basta exponer una delgada
capá de sangre, debajo de una campana, á los vapores que salen de una
botella que contiene un dos por ciento de una solución de ácido ósmico,
y esto por el espacio de tres minutos, para asegurar la completa conser-
vación. Cada corpúsculo queda de ese modo, por decirlo asi, en su forma
viviente: no hay coagulación, ni encogimiento, ni disolución; el cor-
púsculo queda en el mismo estado en que se hallaba antes de ser ex-
puesto á los vapores del ácido. Los corpúsculos blancos hasta muestran
sus falsas pestañas detenidas en el acto del movimiento. Birlase que la
botella con ácido ósmico contiene una cabeza de Gorgona, que cambia
en piedras los corpúsculos cuando estos la miran (1).
Yo habia preparado algunas micro-fotografías en dichas condiciones,
esperando poder hacer con ellas copias fac-sfmiles para la presente Me-
moria. Temo, sin embargo, que no sea posible obtener reproducciones
negativas, por los actuales procedimientos usados en Europa, bastante
á tiempo para poder realizar ahora su publicación. Por esto he dibujado
algunas, que he hecho grabar en madera (2).
Para el último número del Suplemento de Cohn (tomo 2.^, cuader-
no 3.^), el Dr. Koch ha facilitado excelentes micro-fotografías de Spirilla
observados en San Petersburgo. Los
Spirilla de la preparación de ácido
ósmico que poseo, aunque presentan
los mismos caracteres generales que
los fotografiados por el Dr. Koch, son
hasta cierto punto más grandes que
los representados por este último ¿Se
debe esto á alguna ligera diferencia de
la sangre entre la fiebre que reinaba
en Bombay el año último y la que cau-
saba sus estragos en San Petersburgo?
No puedo asegurarlo, pero eso se debe
en gran parte, como así lo creo, á que
la diferencia entre los Spirilla de las
preparaciones que estaban en mi po-
der y las que fueron recibidas en San Petersburgo, fotografiadas por el
doctor Koch, ó las dibujadas por Weigert (flg. 22), es tan grande como la
que existe entre el SpiHllum Ohermeiere y el SpiriUum plicatile por una
parte y el SpiriUum de la boca por otra. Según ya hemos dicho, estas
diferencias son habituales y es posible que diferencias tan lijeras existan
en los micrófitos de diversos individuos durante una misma epidemia, y
aun en diversos momentos en un mismo individuo, como ha ocurrido,
según queda expresado en las páginas precedentes, con los Baccüli déla
sangre.
Siquiera sea de paso, creo puede ser útil decir algo acerca de la fiebre
que ha asolado á Bombay durante una gran parte del año 1877, porque
Fig. lA.—Spirilla encontrados en la sangre
de enfermos en Bombay.
(i) Quartely joum, of mier. se. IX, pág. 370, 1871.
(2) Dos de estas micro-fotografías se encuentran convertidas en fotografías per-
manentes por la Compaaía aulotipa, en la Memoria original.
318 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
parece habeí* existido una mala inteligencia sobre su verdadero carác-
ter. Lo que se llama en Alemania fiebre recurrente, tifus bilioso, algunas
veces fiebre biliosa periódica y también tifus periódico, se considera en
Inglaterra como idéntico á la fiebre recurrente del hambre, que ha rei -
nado hace algunos años en Irlanda y en otros puntos. Que sea ó no sea
esta última causada por la falta de alimentos, no es la cuestión que aquí
debe tratarse; pero lo que está probado en absoluto es que son erupcio-
nes de fiebres periódicas en diferentes partes de Rusia y de Alemania, cu-
yas erupciones, ligadas con los Spirilla de la sangre, se han presentado
en distritos completamente al abrigo de las necesidades de todo género.
En algunos casos, en efecto, las erupciones de fiebre se presentan en co-
marcas y durante periodos en que las clases trabajadoras están excep-
cionalmente bien acomodadas. Sobre este punto no debe haber duda
alguna. Por lo que respecta á la relación sospechada entre la fiebre de
Bombay y el hambre que existia en varias partes del país, puedo solo
afirmar que, en virtud de lo que me dicen mis observaciones personales
y mis minuciosas investigaciones, no hay motivos bastantes para esta-
blecer dicha suposición; el cirujano general Hunter, después de un dete-
nido análisis de los informes oficiales, al escribir sus impresiones per-
sonales acerca de la enfermedad, sintetiza su parecer sobre este punto
diciendo: no debe admitirse relación de causalidad entre la fiebre y el
hambre.
De estos hechos es preciso deducir que la frase fiebre del hambre no
es aplicable á la enfermedad hasta aqui asociada con los SpiriUa de la
sangre, ya en Alemania, ya en Rusia 6 en Bombay (1).
NOTICIAS CIENTtFICAS.
Tuberculosis: nosogenia.— El profesor Robert Koch ha leido, en la
Sociedad de Fisiología de Berlin, una Memoria en ia que hace constar:
1.* que la séptima parte de muertes en la raza humana es causada por
la tisis; 2.* que el tercio, poco más ó menos, de los que fallecen en toda
la fuerza de su edad sucumbe á esta terrible afección. Acepta luego las
ideas de Villemin acerca de la inoculabilidad de la tisis, partiendo de
su naturaleza contagiosa.
En las investigaciones microscópicas hechas sobre gran número de
órganos enfermos, de hombres y de otros animales, Koch ha conseguido
aislar de los tejidos adyacentes, por medio de soluciones coloreadas, un
microbio que en todos los casos se reconoce en forma de bastoncillos. ~-
Según la Revue medícale de Louvain^ el microbio es casi tan largo como
el tercio de diámetro de un glóbulo rojo de la sangre, y su diámetro
transverso es á su longitud como 1: 5 ó 6.
Con arreglo á los experimentos de Pasteur, se ha dedicado Koch á la
cultura de dichos bastoncillos durante cierto tiempo, obteniendo resuN
tados concluyentes.— Una vez seguro de que el microbio está perfecta-
mente puro, ha inoculado diferentes animales sanos, y constantemente
han sido afectados de la enfermedad originaria.— Las inoculaciones fue-
(1) Indian medical Gazette, \,^ Octubre 4877.
NOTICIAS CIENTÍFICAS* 3Í9
ron prUcticadas de ordinario por debajo de la piel del abdomen, aunque
algunas se hicieron en oirás regiones, por ejemplo, en el humor acuoso
del ojo, con una gota de sustancia virulenta.
La temperatura necesaria al desenvolvimiento de oste microbio oscila
entre los 30 y 40 grados, que es también la más propia para el hombre.
Tales son, en resumen que ampliaremos, los fundamentos de la co-
municación de Koch á la Sociedad fisiológica de Berlin y al Congreso
médico de Wiesbaden (Berliner Klinische Wochenschriffy) y cuya impor-
tancia no hemos de encarecer.— (F. Castells.)
Galactogogo de Jamaica.— Anderson se vio en el caso de practicar á
una negra la operación cesárea: el niño salió vivo, y la madre, aunque se
salvó, no curó hasta los cuarenta y seis dias por haber sido atacada de
peritonitis. Durante este tiempo, se alimentó al recien nacido por medio
del biberón, el que creyó Anderson seria preciso emplear durante toda
la lactancia, cuando un dia^ por casualidad, entró en casa de la negra y
la encontró que estaba amamantando á su hijo. Ella le refirió que las
mujeres de su país tenian la costumbre de tomar una infusión llamada
tíié de hojas de algodón, á fin de procurarles leche cuando carecían de
ella. El autor se aprovechó de la observación y durante seis años la
administró á todas sus clientes que no tenian leche, habiéndose conven-
cido evidentemente de la eficacia galactogoga de esta sustancia. La plan-
ta es un arbusto llamado Gossypium barbadense; se ponen 6 ú 8 hojas
para cada taza de infusión y se dan 4 ó más tazas en las 24 horas, según
los efectos producidos; algunas llegan á tomar 2 y 3 litros al dia; su
gusto no es desagradable y puede tomarse mezclado con leche y azúcar
{TVcms. ofthe obst. 8. of L.) (Fargas )
Menstruación precoz. — Trátase de una niña que, cuando la vióZeller
de Beamsville {Medical Record), tenia cinco meses. Habia empezado á
menstruar á los dos y continuó regularmente cada cuatro semanas du-
rando el flujo de tres á cuatro dias.
Bedford, en su obra de Obstetricia, cita, sin darle gran crédito, un
caso análogo observado por Rowlett de Kentucky en una niña que empe-
zó así mismo á menstruar á los dos meses.- ÍFormiguera).
Polvos contra la diarrea de los niños.— Hé aquí los que administro
siempre con eficacia:
Subnitrato de bismuto 50 centigramos.
Polvos de Dower 16 »
Lactosa 3 gramos.
Palv. m. y h. ocho papeles iguales.
Para tomar uno cada cuatro horas los niños de dos á cuatro años.—
(R. Rovira).
Fenol: acción antipirética.— El Dr. Van Oye se ocupa en su tesis
De Vaction de V acide phénique sur les fébricitants, (París, d881). Como
veneno del sistema nervioso, obra bajando la temperatura del hombre y
de los animales superiores.
Dosis que no bajan el calor del hombre disminuyen el anormal, poco
después de la absorción, desde i.° á 3.** durante 4, 2 ó 3 horas, según la
dosis, tal vez por la hiperemia cutánea y los sudores consecutivos. Ter-
minada la acción del fenol, sobreviene un escalofrió y después sube la
temperatura hasta su nivel anterior, lo cual puede evitarse con nueva
dosis en tiempo oportuno.
La dosis antipirética no ejerce acción tóxica inmediata; bastan para
ello 50 centigramos en lavativa; gradualmente se puede subir hasta 2
320 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
gramos por dosis y hasta i 2 por día (??). Un gramo de una vez ha lle-
vado en algún caso la temperatura á 34° 5, sin resultados nocivos.
Gomo consecuencia del empleo del ácido fénico á estas dosis, debe
temerse la congestión pulmonar, y la albuminuria, la poliura y las de-
generaciones grasosas, si se usan durante largo tiempo grandes cantida-
des. Cree Oye que su empleo debe limitarse, como antipirético, á las
fiebres continuas y á las intermitentes.— (Rodríguez Méndez).
De la dispepsia en las diferentes clases de anemia. — Hay en la
anemia dos elementos morbosos distintos: el primero es la misma lesión
de la sangre; disminución de los glóbulos y de los principios solubles del
suero; el segundo consiste en el conjunto de las lesiones orgánicas que
son el resultado de la anemia ó que, precediendo á esta, han contribuido
á provocarla. Si el primero de esos dos elementos es bien conocido, no
así el segundo. Queda muy á menudo desconocido ese verdadero circulo
vicioso, en el cual la pobreza de la sangre de un lado, y el decaimiento
de los órganos, particularmente del estómago, por otro, son la causa de
la debilidad general y dan la explicación de los malos resultados tera-
péuticos.
En estos casos, el enfermo que estaba ya dispéptico^ por motivo del
reuma, de las clorosis, del nervosismo, de cualquier otra caquexia, se
queda anémico y resiste al principal agente reconstituyente de la sangre;
por este motivo elemental que se ha olvidado que su estómago es intole-
rante, que su intestino no absorbe^ el hierro, pues, en lugar de serle útil,
le hace daíio aumentando su dispepsia y, además, le es inútil puesto que
no es absorbido. Sin embargo, el hierro es indispensable á esos enfer-
mos. ¿Cómo podrá administrarse? De ahí la importancia del preparado.
Si las varias clases de pildoras, las sales más ó menos solubles, el
hierro en limadura, pulverizado, reducido, etc., son agentes nocivos é
inútiles á los anémicos afectados de dispepsia, no es asi lo mismo del
hierro líquido dializado, cuya preparación por el método de Raoul Bra-
vais nos asegura la pureza absoluta y la perfecta solubilidad.
Aunque sean esas las dos principales cualidades del expresado agente
desde ahora registrado en la terapéutica corriente y magistral, hay otra
que le da más precio todavía: el hierro Bravais se absorbe fácilmente. —
No daña el estómago, y por ese moti vo es eupéptico. Se ve, pues, los ser-
vicios que puede prestar en los ca^os á los cuales aludimos; y que es
gran recurso para los médicos que no han conseguido poder curar
las anemias rebeldes sostenidas por lesiones del sistema digestivo.
Helo aquí en dos palabras: uno de los más grandes inconvenientes
de la anemia, es la dispepsia. No se podría mejorar la primera sin tener
en vista la otra. El hierro dializado Bravais llena esa doble condición.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
£1 Arte de vivir, *por Ilübert Boens. Tratado completo dé /ti^'^n^,- traducid o
por D. R. Fernandez Esnaola.— Madrid.
DiBcuraos leídos en la Real Academia de Bfedicina para la recepción pública del
académico electo D. Jaan Greus y Manso. —Madrid 7 Mayo i8:2.
Dr. P. Manant. -Fecundación artificial humana. Hietorla, indicación y proce-
deres. - Barcelona 1882.
Manual de Medicina operatoria, por J. F. Malgaigne.— Octava edición por
León le Fort.— Cuaderno 17.— Barcelona.
Biblioteca económica de Medicina y Cirugía.— Cuadernos 28.— Comienza
el Manual práctico de Ginecología y de las enfermedades de las mujeres, por el doc-
tor L. de Sinety.-Madrid.
!Í^
Tomo II. Núm. U.
15 Junio de 1882.
Ano II. Núffl. 35.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: El iodoformo en otología, por el Dr. Sojo y Batlle.— La cirugía ocular antiséptica
en la clínica del Sr. S. Barraqaer, por D. S. Casasemas.— Contribución al estudio del
ácido aalicllicoy sus compuestos, en particular del salicilato sódico en el tratamiento del
reumatismo (continuación), por •■ M . E. Moré y Dar^it-^Anatomla de los centros ner-
viosos (continuación), por B. M. Far^aa Hoea.— Revista de Dermatología, por elDr. Ale-
jandro Planellaa.— Revista critica bibliográñca, por F. Ca«i«ll«.— El alimento en los
niños, por el Dr. S. Labastide, traducido por Arlisas ttimenem.— Los micrófitos de la
sangre y sus relaciones con las enfermedades (continuación), por el Vr. T. Aichar Leivi*.—
NOTICIAS GIENTÍ Pie AS: Tétano: tratamiento.— Contribución al estudio del oxigeno en tera-
péutica.—La cafeína en las parálisis de las fibras musculares de los intestinos.— Pufr/tcacio-
nei recibidas,^ Advertencia.
EL IODOFORMO EN OTOLOGÍA
POR EL Dr. Sojo y Batlle
Profesor cUnico de la Facultad d§ Medicina'
Desde el año 1878 uso el iodoformo en el tratamiento de las supura-
ciones crónicas del aparato de la audición. Antes de aquella fecha habia
aprendido en los libros y en las clínicas de Mioty Garrigou Desarenes, de
París, á tratar las otitis medias purulentas, las externas, circunscritas ó
difusas, cuantas supuraciones, en una palabra, tienen asiento en el oido
medio y externo, simples ó díatésicas, con los lavados mediante el irriga-
dor á proposito, seguidos de tópicos astringentes, particularmente el sub.
acetato de plomo líquido, el sulfato de zinc, el sub-borato sódico, etc.^
en soluciones más ó menos concentra tas. Con este tratamiento tópico,
y con el plan dietético y farmacológico indicado en cada caso especial
logré, y logro todavia, curar supuraciones antiguas y rebeldes á otros
medios. Pero bien pronto se me ofrecieron casos, en los cuales^ aquel tra-
tamiento era completamente impotente, particularmente en supuraciones
do la caja, con perforación más ó menos extensa del tímpano. Ideé para
ellos en aquel entonces, la irrigación intra- timpánica con soluciones an.
tisepticas de ácido bórico y ácido salicílico, cuyo modus faciendi puede
.verse en las Actas de la Academia y Laboratorio de Ciencias médicas
de Cataluña, en cuya sociedad y en una de sus sesiones, lo expuse. Con
ella conseguí resultados mejores, pero no triunfé en todos los casos. Eché
mano entonces del iodoformo.
No tenia noticia de qud se hubiera aplicado dicha sustancia en otolo-
gía, así es que le usé como por via de ensayo y con cierta reserva, juz-
gando por analogía, del i*esultado que pi*etendia sacar de la misma. Mis
primeros ensayos, que califico de empíricos, me animaron á repetir la
cura iodofórmica. Desde entonces he obtenido con ella gran número de
322 £L lODOFORMO EN OTOLOOIA.
curaciones; habiendo podido estudiar sus indicaciones, y modo de obrar,
sustituyendo el conocimiento cientíñco á la idea empírica.
Si tratara de hacer un estudio clínico completo al escribir estas li-
neas, reseñaría aquí una casuística numerosa. No es este mi objeto, y
como no quiero robar tiempo al lector, seré breve, amen de que la ma-
yor parte de casos serian la repetición de los siguientes que apunto
en sumario y elijo al azar.
Observación I. — A fines de 1878 vino á mi consulta particular
María V. y B., de 17 años; temperamento linfático, con infartos ganglio-
nares cervicales. Otitis media purulenta de ambos lados con perforación
del tímpano. La supuración data de tres años con alternativas de mejoría
y agravación. Han sido infructuosos los medios ordinarios de trata-
miento. Cura iodofórmica. Notable meioria desde las primeras aplica-
ciones. Curación al mes de instituido el tratamiento.
Observación II.— En 1879 el Dr. Esquerdo (D. P.) me envió á la seño-
rita N.,de 19 á 20 años y de temperamento linfático. Supuración crónica
de ambas cajas con perforación poco extensa del tímpano. Habia sido tra-
tada sin resultado por médicos y cirujanos los más afamados de esta ca-
pital. La otorrea databa de 6 á 8 años. Empecé el tratamiento con la
ducha de agua templada seguida de la instilación de una solución de sub-
acetato de plomo. Ningún resultado. Cura iodofórmica todos los dias.
Curación completa á los dos meses. Tímpano cicatrizado en un lado y
la perforación apenas perceptible en el otro. La audición ha aumentado
notablemente.
Observación III.— En el año 1879 el Dr. Soler y Buscallá me mandó á
la niña N., de 7 años de edad, escrofulosa y que ha padecido queratitis en
ambos ojos. Supuración de la caja del tímpano izquierdo, tumefacción
inflamatoria de las paredes del meato externo debida á la acción irritan-
te de la gran cantidad de pus fermentado que fluye continuamente por
él. La han tratado varios médicos con inyecciones de quina alcanforada,
cocimiento de hojas de nogal, instilaciones astringentes y demás medios
de este tenor, y todo ha sido infructuoso. Cura iodofórmica. La supu-
ración disminuye notablemente á las pocas aplicaciones del fármaco. A
los 30 dias completa curación.
Observación IV. — Vino á mi consulta particular Josefa P., de 23
años, escrofulosa y con ozena; ha padecido desde niña supuraciones
en ambos oidos, que han cesado alguna temporada para reaparecer-
más tarde. El tímpano derecho engrosado y con notable deformación,
sin perforación. En el tercio interno del conducto auditivo existen
algunas costras bañadas en un pus fétido, que se desprenden fácilmente
dejando al descubierto ulceraciones superficiales. En el otro oido hay
supuración de la caja con perforación del tímpano de 4 milímetros en su'
mayor diámetro, y situada en la parte antero-inferior del segmento infra-
umbilical. Tratamiento: aceite de hígado de bacalao Jonch; lavados con
agua tibia, seguidos de instilaciones con diversos solutos astringentes.
A los 15 dias de tratamiento continúa la supuración. Sustituyo el trata*
miento tópico por la cura iodofórmica. .Curación completa á los 12 dias.
Observación V. — En el año 1880 el Dr. Montagu me manda á la en-
fermita N., de 7 años; al parecer, linfática. Supuración del oido derecho
EL lODOFOBlIO EN OTOLOGÍA. 323
que data de '2 años. Pdr él meato externo asoma una nepolasia polipifor-
me que llena por completo todo el conducto. La exploración con el es-
tilete, tratando de circunscribir la neoplasia, me pone en conocimiento
que bajo toda probabilidad el pólipo tiene su implantación en la caja.
Extirpo el pólipo con el polipotomo de Duplay. Existe una perforación
del tímpano en la parte infra-umbilical y en su segmento anterior, junto
al borde la membrana, por donde asoma la raiz de la neoplasia que tiene
su implantación en el borde ó marco del tímpano prolongándose hasta
la caja. Extirpo por arrancamiento la porción restante del pólipo. Trato la
otitis media purulenta, causa en la mayor parte de casos, por no decir
en todos, de estas neoplasias, con lavados, instilaciones de una solución
de permanganáto potásico que por lo infructuosa es sustituida por otra
de hidrato de doral y sub-borato de sosa. A los 20 dias de tratamiento la
supuración continúa. Empleo el iodoformo en curas diarias. Disminuye
notablemente la supuración y cesa por completo á los 10 dias de trata-
miento .
ObsbrvAíCion VL— En el año 1880 vino á mi consulta!. N., vecino de
Sabadell. Hace 12 años lleva en cada oido un pólipo que llena por comple-
to todo el meato y subresale un centímetro al exterior. Un práctico, que
hace tiempo murió y era conocido en Barcelona con el nombre de médico
Inglés, intentó extirpar dichos pólipos, pero según dice el enfermo fraca-
só en la operación. Desde entonces, creyendo su enfermedad incurable
no ha consultado ningún otro facultativo. La audición notablemente dis-
minuida, pues solo oye el reloj aplicado á las regiones temporal y mas-
toidea. Extirpo los dos pólipos. El derecho tiene su implantación en la
caja. Habiendo la audición aumentado bastante (O. D. R. 10 centíme-
tros O. Y. R. 12 centímetros) y cesando la supuración en el izquierdo, el
enfermo, que se creyó ya curado, descuidó el tratamiento que se seguía
después de la operación, y que no repito, pues era igual al caso anterior.
Efecto de este descuido y del algodón nada limpio con que tapaba el oido
derecho, sobrevino una inflamación agudísima de la caja, parálisis facial
del propio lado, efecto esta última sin duda de la progresión de la fleg-
masía por el hiatus de Fallopio, y compresión consiguiente del nervio
por el exudado inflamatorio. Con un tratamiento apropiaio desapareció
el estado agudo, y con él la parálisis facial. Quedó una perdida de sustan-
cia del tímpano, que alcanzaba toda la porción infra-umbilical, excepto
un pequeño segmento de forma semilunar, que quedó en la parte poste-
rior del mismo. A los dos meses de la operación, quedaba la otitis media
purulenta en el mismo estado. Decidí entonces apelar al iodoformo, y á
los ooho dias la supuración había cesado por completo, sin que reapare-
ciera de nuevo á los dos meses de haber dejado el tratamiento.
Observación VIL— El año pasado vi al enfermo T. N., de 17 años de
edad,que padecía, desde niño, de supuración en ambos oídos. Por con-
sejo facultativo nunca ha tratado la otopatía, á fin de dar libre curso á los
malos humores. Diagnóstico: Otitis media purulenta crónica bilateral.
Cura iodofórmica. Curación completa á los veinte dias.
Observación VIH.— La señorita N., de 19 años de edad, hace dos me-
ses vino á consultarme por una supuración crónica del oido izquierdo.
Examinado el aparato, diagnóstico: otitis media purulenta. Curación
324 EL lODOFORMO EN OTOLOGÍA.
diaria con el iodoformo. Cesa la supuración á los diez dias de trata-
miento.
Las observaciones anteriores creo son suficientes para poder afirmar,
que el iodoformo es superior, en eficacia, á los demás medios tópicos usa-
dos en el tratamiento de las supuraciones crónicas del aparato de la
audición, particularmente en las otitis medias. Solo puede exceptuarse
el ácido bórico, que también en muchos casos, conforme he tenido cca-
sion de observar, agota supuraciones rebeldes á los otros agentes tera-
péuticos.
La cura la hago del modo siguiente: Lavo ante todo el oido medio y
externo. Para ello me valgo del irrigador Eguisier ó de la ducha de Es-
march. Es necesario desterrar las jeringuillas de cristal, asi como las
de goma piriformes, llamadas vulgarmente de oídos, y á las que tan afi-
ciDnados son los enfermos. El chorro debe ser uniforme y constante, cu-
ya condición sólo llenan aquellos aparatos. Puede el lavado hacerse con
agua tibia, previamente hervida, ó adicionándole una ligera cantidad de
ácido bórico ó salicílico, (2 ó 3 7o)- ^^ 'os casos en que la perforación del
tímpano es extensa y la supuración abundante, puede hacerse con ven-
taja una irrigación intra-timpánica. Hoy apenas la uso, pues la creo in-
necesaria en la mayoría de los casos.
Seco el conducto auditivo en toda su extensión con una bolita de al-
godón hidrófilo, y valiéndome de un espéculum de Toynbée como con-
ductor del fármaco, voy echando iodoformo en polvo porfirizado, en can-
tidad suficiente para llenar toda la caja, hasta que el polvo tapice y
cubra toda la timpánica. Para repartirlo convenientemente en el oido
medio y externo, es necesario hacer repetidas insuflaciones con una pera
de goma. De este modo el polvo, arrastrado por la corriente de aire, se
deposita en todos los puntos de la caja, y probablemente en las mismas
celdillas mastoideas. Colocado el polvo, es nev3esario tapar el meato ex-
terno con algodón hidrófilo 6 uata de Bruns.
La cura, cuando la supuración es abundante, la repito todos los dias,
y luego, en dias alternos, y cada 4, 5 ó 6, á medida que va disminuyendo.
El olor penetrante del iodoformo se corrige bien, mezclando una gota
de esencia de bergamota por diez gramos de aquel, cuya esencia la pre-
fiero á la de menta. Sin embargo, ofrecen el inconveniente, asi ésta como
aquella, de que poca esencia corrige apenas el mal olor, y mucha, ha-
ciendo grumoso el polvo, es difícilmente arrastrado per la corriente de
aire, y no se reparte bien por las anfractuosidades de la caja. Bajo este
punto de vista, el haba de Tonka ha de ser preferible. Con todo, si al
hacer la cura se evita que parte del polvo caiga en la concha y que quede
á la entrada del conducto, tapándole después con el algodón hidrófilo, el
olor del fármaco apenas se percibe y puede prescindirse de aromatizarlo.
¿Cómo obra el iodoformo en las supuraciones crónicas del aparato
de la audición? En mi concepto se debe su eficacia á las propiedades an-
tisépticas ó antifermentecibles del fármaco, las cuales las afirman y po-
nen fuera de toda duda los experimentos de Mikulicz y Panneth. La
causa que en efecto sostiene estos flujos purulentos del oido, no es otra,
en mi sentir, que la presencia de materias flogógenas procedentes de lá
descomposición del pus que permanece estancado en algún punto de la
LA CIRUGÍA OCULAR ANTISÉPTICA. 325
caja. El íodoformo evita dicha fermentación, obrando, no pasajeramente
como las soluciones antisépticas (ácido fénico, bórico, permanganato de
potasa etc.) sino ejerciendo una acción antifermentecible constante, gra-
cias á sus propiedades físico-químicas, evaporación y descomposición
lenta de los principios que lo constituyen, y su mezcla y solución con
la grasa y albúmina. Además, su acción anestésica y no irritante, al po-
nerse en contacto con las superñcíes enfermas, descarta el elemento ílu-
xionario y exudación plástica y serosa consiguiente, á que dan lugar otros
agentes medicamentosos. De ahí la ventaja positiva que sobre los mis-
mos tiene.
En resumen, acción aséptica constante y en todos los puntos del oido
medio y externo, sin irritación físico-química de las partes con que se
pone en contacto.
¿Quiere esto decir que el Íodoformo sea la panacea de las supura-
ciones del oido medio y externo? De ninguna manera. En vano se apli-
cará el medicamento en las supuraciones de la caja con perforación del
tímpano tan reducida.que no permita su paso al través de la misma para
ponerse en contacto de las superficies enfermas; lo propio que en esa
suerte de escrofúiide del oido, sin que se modifique el estado general
poruña medicación apropiada, y en muchos casos de caries y necrosis
del elemento óseo del aparato. El íodoformo tiene, pues, sus indicacio-
nes, que es necesario estudiar, si se quieren obtener resultados ventajo-
sos de su aplicación, los cuales lograremos indudablemente siempre que
la indicación esté bien basada, y se aplique según los principios expues-
tos anteriormente.
LA cirugía ocular ANTISÉPTICA
m, la olíziloa* del Dr. J. BairretOLuer,
por el ayudante D. J. Gasagemas.
Aceptadas ya anteriormente, como causa inmediata de la supura-
ción, la existencia de un exceso de tensión en los tejidos ó.bienla de una
irritación directa de los mismos, las investigaciones microscópicas nos
suministraron el conocimiento de otra nueva y poderosa causa; la de la
acción de los gérmenes atmosféricos, de existencia hasta entonces des-
conocida y que son además el principal y tal vez único origen de las
complicaciones de mayor gravedad que se presentan en el curso de las
heridas, constituyendo uno de los más temibles escollos para la práctica
de la cirugía.
Comprobada la existencia de esos seres microscópicos y reconocida,
la variedad de especies que los constituyen, ya por las distintas formas
exteriores que revisten, ya por las diversas y bien definidas alteraciones
patológicas á que dá lugar su acción sobre los organismos vivos, ha na-
cido la necesidad de clasificarlos, á fin de poder estudiar metódicamen-
326 LA CIRUGÍA OCULAR ANTISÉPTICA.
te SUS condiciones de vida con relación á su nutrición, á las temperatu-
ras que son susceptibles de resistir, á los antagonismos que para su
desarrollo existe entre las varias especies que constituyen ese mundo,
microscópico y en fin, de un modo general, á los medios en que viven,
se nutren y se multiplican. Este estudio nos facilitaría notablemente el
poder llegar al conocimiento exacto de su modo de obrar y á las condi-
ciones necesarias para ello, ya dependientes de nuestros tejidos, ya de-
pendientes de esos mismos seres, como lo es, por ejemplo, el período da
desarrollo en que se encuentran, favoreciéndose de este modo el poder
establecer con seguridad una línea divisoria entre los que son perjudi-
ciales y los que son inofensivos para nuestra economía.
Mas esta clasificación se ha hecho sumamente dificultosa en el estado
actual de la ciencia, desde que se ha reconocido que la generación de
esos seres no es exclusivamente escisipara, sino que en algunos casos
es más complicada, tal vez alternativa, pudiendo sufrir numerosas me-
tamorfosis que nos son desconocidas y revistiendo, para algunos auto-
res, diversas formas y propiedades según las condicionen del medio en
que se desarrollan.
Fundándose en esta teoría, en la teoría parasitaria, los cirujanos mo-
dernos han buscado recursos para impedir los nocivos efectos de esos
gérmenes. — De ahí la base de donde han nacido dos distintos métodos. —
Uno de ellos (Guerin) tiende á impedir la acción de los microbios sobre
las partes lesionadas, protegiéndolas y filtrando á través de grandes
masas de algodón, convenientemente comprimidas, el aire que se pone
en contacto con ellas.
Este método, por lo engorroso, por la dificultad de aplicar convenien-
temente el aposito, sio.ido su mala aplicación origen, en la generalidad
de casos, de dolores y hemorragias, y por sus resultados menos seguros,
se aconseja únicamente por la generalidad de cirujanos en determina-
das circunstancias, como en los campos de batalla, pues facilita nota-
blemente la traslación de los heridos, ó bien para llenar indicaciones
especiales, como acontece en las quemaduras.
£1 otro método tiende también á colocar las heridas en una atmósfe-
ra aséptica, pero no filtrando el aire que llega hasta ellas, sino emplean-
do sustancias que á dosis inofensivas para el hombre, neutralizan las
condiciones nocivas de esos seres, ya haciéndolos indiferentes, ya des-
truyendo por completo sus propiedades vitales. Este es el método de
Lister, cuyo proceder es el más generalmente seguido, y que casi puede
asegurarse cuenta como agente principal al ácido fénico, hasta que otra
sustancia desprovista de sus inconvenientes (tal vez el eucaliptol si res-
ponde á las esperanzas en él fundadas) venga á sustituirlo.
Reconocida, ya casi universalmente, la cura antiséptica como la me-
jor profilaxis contra las principales complicaciones de las heridas, inú-
til es que nos detengamos en detallar las numerosas ventajas que de
ella se obtienen para la vida de los operados.
También influye notablemente esta cura en el éxito de las operacio-
nes, y para poder apreciar la beneficiosa acción que ejerce bajo este con-
cepto, no tenemos más que recordar los peligros que ofrece la supu-
ración para el ojo y su vecindad. Asi yernos, que una vez establecida
LA CIRUGÍA OCULAR ANTISÉPTICA. 327
la supuración en la conjuntiva, puede el proceso supuratorio propagar-
se por el epitelio y los vasos linfáticos á la córnea, en donde determina
un abscesO) ó bien puede el pus, por una solución de continuidad en el
epitelio, ya accidental, ya debida á la prolongada maceracion en que se
encuentra, obrar directamente sobre el tejido propio de la córnea, in-
feccionándolo y provocando la supuración.
Estas complicaciones, que si no producen la pérdida del órgano,
pueden dar origen á máltiples alteraciones ó cuando menos comprome-
ter gravemente la transparencia total ó parcial de la córnea, ban perdi-
do parte de su temible importancia, desde que se ba introducido en la
eirugia ocular el uso de las principales sustancias que constituyen la
base del método antiséptico de Lister.
Pero, enti'e estas sustancias, el ácido fénico, que como anteriormen-
te bemos dicho, es el cuerpo que goza de mayor aceptación por los ex-
celentes resultados que dá como antiséptico, tiene sin embargo, nu-
merosos inconvenientes en la práctica, y dejando aparte los efectos
generales tóxicos que puede determinar, aunque sea absorvido en pe-
queña cantidad, según la influencia de la disposición individual, y ate-
niéndonos únicamente á sus efectos locales, vemos que son tan alta-
mente irritantes, que en algunos casos llegan á producir el eczema.
Esta acción del fenol, la contraindica en determinadas circunstancias
y muy especialmente en la cirugía ocular, pues aunque sea aplicándole
en disoluciones mitigadas, irrita fuertemente el ojo y preséntanse con
mayor fireouencia, á favor de su uso, accidentes inflamatorios consecu-
tivos que pueden comprometer gravemente el é*ito de la operación.
Estos inconvenientes del ácido fénico, han obligado á buscar otras
sustancias que le sustituyan ventajosamente, y no cabe duda de que en-
tre todas las conocidas hasta hoy, es el ácido bórico el que mejores con-
diciones reúne en la cirujia ocular, porque si bien sus propiedades
antisépticas son inferiores á las del fenol, pirogalol, ácido salicilí-
co, etc., etc. , su acción nada tiene de caustica ni irritante, á la par que
siendo completamente inodoro, su uso se hace menos desagradable para
el operador y el paciente, presentando además la ventaja de no provo-
car los efectos anestésicos del ácido fénico, siempre molestos, por el
entorpecimiento que producen en las manos del cirujano.
Tanto el ácido bórico como el ácido fénico, tienen numerosas aplica-
ciones en la clínica oftalmológica del Dr. Barraquer, ya se trate de ope-
raciones, ya de la desinfección del órgano, cuando la secreción de la
conjuntiva es abundante ó se halla establecida la supuración.
El prooedimiento que se sigue en dicha clínica, en los casos de ope-
raciones oculares, para la cura fénica, en nada se aparta del aconsejado
clásicamente para las heridas de las otras regiones, si se exceptúa la
sustitución, en la generalidad de casos, de la gasa fenicada por el algo-
don salicilado, pues el fenicado no se emplea, por la dificultad que exis-
te de hallar una sustancia que fije el ácido al algodón. £1 algodón dá
más fácilmente á la parte una forma redondeada y ofrece punto de
apoyo á las vendas, para que puedan ejercer una compresión mayor ó
menor, según la indicación que se trata de cumplir.
En la cura bórica, para producir la atmósfera antiséptica bajo cuya
328 LA CIRUGÍA OCULAR ANTISÉPTICA.
acción debe operarse, emplea la solución al 4 ó al 8 por 100, según se
utilice, respectivamente, el aparato de Richardson ó el de Champion-
niere, usando la primera solución para la desinfección de las manos,
parte afecta, instrumentos, esponjas, etc., etc., y para locionar luego la
herida resultante de la operación. Terminada ésta, cubre el ojo con una
róndela de lint bórico ó sea un trozo circular ú ovoideo de tela de algo-
don suave y poroso impregnado con anticipación en una solución acuo-
sa de ácido bórico, saturada á favor de la ebullición, y que gracias á
una completa desecación, presenta el espesor de la trama y la superfí-
cie cubiertas de polvillo de ácido bórico. Inmediatamente por encima
coloca una masa de algodón seco, hecho antiséptico mediante una in-
mersión más ó menos prolongada en una solución alcohólica al 10 por
100, generalmente, de ácido salicílico, que se mantiene conveniente-
mente comprimida con vendas de gasa fenicada. En estos casos de ope-
ración en que las curas son retardadas; por la imposibilidad que hay de
mantener directamente sobre la conjuntiva y sus repliegues una atmós-
fera antiséptica, por la comunicación que tiene el ojo con las fosas
nasales, y sobre todo por la secreción de la mucosa que lleva en si prin-
cipios aptos para entrar en descomposición, que se depositan en los fon-
dos de saco hasta donde no alcanza tan fácilmente la desinfección, existe
la dificultad.de obtener una perfecta antisepsis ocular, que obliga al ci-
rujano á renovar el aposito con mayor frecuencia que la aconsejada para
las otras regiones.
Por idénticas causas, cuando no se trata de obtener una buena cica-
trización, sino una rápida, completa y sostenida desinfección de la par-
te, las curas no pueden ser retardadas, debiendo, por el contrario, re-
novarse con cierta frecuencia, siendo en estas circunstancias, sin duda
alguna, la irrigación continua antiséptica la cura mejor aconsejada prác-
ticamente, si no fuese por el peligro que ofrece la prolongada macera-
cion en que se encuentran los tejidos y las dificultades que se presentan
para su aplicación en el ojo.
La imposibilidad de aplicar esta cura en absoluto, ha obligado á
modificarla, empleando en su lugar repetidas irrigaciones con la solu-
ción bórica, abandonándose generalmente el uso del ácido fénico por
ser muy dudoso su valor antiséptico á dosis en que se encuentra des-
provisto de sus propiedades irritantes. El ácido bórico es, pues, el que
por su^ condiciones inofensivas llena más cumplidamente esta clase de
indicaciones aplicado en pulverización ó mejor aún en abundantes irri-
gaciones practicadas con jeringas metálicas ó con peras de caout-
chouc repetidas con mayor ó menor frecuencia, según la gravedad del
caso, protegiendo el ojo, durante sus intervalos, con una compresa de
lint bórico, empapada en la disolución bórica en el momento de su apli-
cación y aislada de las influencias exteriores, por una capa de algodón
salicilado, sujeta por medio de vendas fenicadas, excepto en los casos en
que, por la abundancia de secreción, las irrigaciones han de ser repe-
tidas con mucha frecuencia, como acontece en la conjuntivitis puru-
lenta.
Después de estas ligeras consideraciones sobre'Jas dos curas, bórica
y fénica, nos incumbe dar á conocer, aunque no sea más que superfi-
LA CIRUGÍA OCULAR ANTISÉPTICA. 329
cialmente, el criterio que sigue el Dr. Barraquer para su aplicación.
No se crea que las use indistintamente ó que se declare partidario ex-
clusivo de una de ellas, sino que tomando como punto de partida los
efectos locales de cada una de las sustancias empleadas y el estado de
integridad ó alteración con que se presentan la conjuntiva, la córnea ó
ambas á la vez, á ellos se atempera para establecer sus indicaciones.
Guando la conjuntiva está en estado físiológico, cuando no presenta
las alteraciones propias del catarro, emplea en todos los casos el ácido
bórico, absteniéndose del uso del tenol, á ñn de evitar los trastornos
que por su acción irritante pudiera provocar sobre la mucosa. Al con-
trario; cuando la conjuntiva se presenta hiperemiada, con hipertrofia
de sus papilas y con secreción más ó menos abundante, no teme la ac-
ción del ácido fénico pues obrando siempre en este caso como sustitu-
tiva, resulta beneficiosa para el curso de la afección.
Por parte de la córnea, también constituye su estado de integridad
una contraindicación formal para el uso del ácido fénico, no dejando lu-
gar á dudas los numerosos experimentos que con este objeto hemos
practicado con el Dr. Barraquer en los conejos, cuya córnea á la st^gun-
da pulverización fénica al 2 V2 Por 100, se cubria de un ligera película
opalina, que se convirtió rápidamente en una abceso, siempre que se con-
tinuaba el uso de las pulverizaciones. Dado estos efectos en una cór-
nea en estado físiológico, fácil será comprender los que se producirán en
una córnea ya alterada, y por consiguiente predispuesta á dejarse in-
fluir más fácilmente por la acción irritante del fenol. Pero, asi como la
existencia de la córnea es una contraindicación para el uso del ácido
fénico, en la falta de este tejido encontramos la fuente de sus indica-
ciones como lo son, por ejemplo, los casos de enucleación, estafiloto-
mia, etc., etc.
Naciendo naturalmente las indicaciones del ácido bórico, de las con-
traindicaciones del fénico, pues las menores propiedades antisépticas
de que goza esa sustancia, únicamente autorizan su uso en los casos en
que es peligroso el de aquél, resumiremos solamente las indicaciones y
contraindicaciones del fenol en la cirugía ocular, sentando de un modo
general, que está indicado en los casos en que falta la córnea ó hay alte-
raciones catarrales en la mucosa; mientras que la existencia de la cór-
nea y el estado fisiológico de la conjuntiva constituyen sus más forma-
les contraindicaciones.
Con el objeto de completar este ligero trabajo y revestirlo del carác-
ter que le corresponde, copiamos á continuación algunas historias clí-
nicas, escogidas entre las de la numerosa estadística del Dr. Barraquer,
á cuya bondad debo los datos necesarios para la publicación de este ar-
tículo.
Pueden servir como tipos de la cura fénica los dos casos siguientes:
Extirpación de un carcinoma de la órbita.
Mariano Batiste, de 50 años de edad, natural de Lérida, habitante
en la calle Mayor, núm. 2, se presentó en la clínica particular del doc-
tor Barraquer con un tumor que llenaba la órbita izquierda, y que, se-
330 LA CIHUGfA OCULAR ANTISÉPTICA.
parando ambos párpados, se proyectaba al exterior. Dijo haber sufrido
en olra clínica la enucleación del ojo correspondiente á la órbita le-
sionada.
Decidido á sufrir la extirpación de este tumor, se le aconsejó, para
colocarlo en mejores condiciones de pureza atmosférica, alquilase una
casa en los alrededores de esta ciudad, haciéndolo en Gracia, calle de
Rabasa, núm. 89, en donde el 28 de £nero de este año se practicó la ope-
ración.
Empezóse por desinfectar las manos de los ayudantes, del operador,
esponjas, instrumentos y la región afecta, con la solución fénica al 5 por
100 y por anestesiar al enfermo, sin que la administración del clorofor-
mo provocase el menor entorpecimiento durante el curso de la extirpa-
ción. Luego, bajo una atmósfera antiséptica de ácido fénico al 2 V2 P^^
100, producida á favor del aparato pulverizador de Championniere, di-
rigido por un ayudante durante todo el tiempo de la operación y aplica-
ción del aposito, se dio principio á aquélla, practicando un extenso des-
bridamiento de la comisura externa, sin el cual no era posible la sepa-
ración palpebral, por la compresión que ejercía la neoplasia.
Seccionóse después la mucosa conjuntíval en los fondos de saco, y,
previa separación de los párpados con los elevadores, se hizo presa del
tumor con las pinzas de pólipo, disecándolo y desprendiéndole de las
paredes orbitarias con las tijeras curvas, y seccionando el nervio óptico
en el fondo de la cavidad rasando al agujero óptico. Algunas adheren-
cias que presentaba el tumor en la pared inferior de la órbita, obli-
garon á practicar en dicho punto la resección del periostio.
Terminada la extirpación, se cohibió la abundante hemorragia que
se produjo á consecuencia de estas manipulaciones, por medio de la
compresión, llenando, para ejecutarla, toda la cavidad déla órbita con
esponjas fenicadas.
Se practicó la ligadura de los puntos lagrimales para evitar la pene-
tración por ese sitio del aire y de mucosidades, y después de una amplia
loción de la cavidad con una solución fénica al 5 por 100, aplicóse inme*
diatamentd el aposito siguiente: — 1.^ Una capa de tafetán protector, en
contacto inmediato con las paredes de la órbita. — 2.^ Algodón salicilado,
llenando por completo la cavidad orbitaria. — 3.^ Otra capa del protec-
tor, para aislar los párpados del contacto irritante del ácido fénico. —
4.° Doce ó catorce capas de gasa fenicada. — 5/ Una masa de algodón sa-
licilado, de forma semiesférica, para que las vendas pudieran ejercer
una compresión conveniente sobre el resto del aposito.— 6.* Vendas de
gasa preparadas con ácido fénico y sumergidas en una solución fuerte
del mismo en el momento de su aplicación.
El vendaje se hizo bi-ocular, protegiendo el ojo sano con algodón,
tanto en el acto como después de la operación.
Del dia 23 de Enero al 2 de Febrero, el enfermo se presentó sin fie-
bre, con 37 grados de temperatura, 72 pulsaciones y sin aquejar dolores
en la herida.
Dia 2 de Febrero. — Se levantó el vendaje bajo la acción de una at-
mósfera antiséptica. Las paredes orbitarias estaban sin pus y cubiertas
por una capa blanca rosada. Se practicó una amplia irrigación en la
LA CIRUGÍA OCULAR ANTISÉPTICA. 331
cavidad con la solución fénica al 2 V2 por 100, antes de la renovación
del vendaje. El enfermo abandonó el lecho.
Dia 5.«Continuaba la herida sin supuración ni dolores y cubierta de
numerosos mamelones carnosos. Simplificóse el vendaje, haciéndolo
mono-ocular.
El dia 7 y el dia 10 se hicieron la tercera y cuarta cura, sin que se
presentase novedad en el estado local ni en el general.
Dia 13.— La superficie externa do los párpados estaba cubierta por
abundante secreción debida, probablemente, al contacto irritante del
ácido fénico, con la mucosa palpebral. Adelantaba notablemente la for-
mación de mamelones carnosos en la órbita y no habia pus en esta ca-
vidad.
Continuáronse las curas, separadas por intervalos de ocho dias, hasta
mediados de Marzo, en cuya fecha se quitó definitivamente el aposito,
quedando la herida completamente cicatrizada.
£1 examen microscópico del tumor dio los caracteres propios de un
carcinoma.
No podemos menos de llamar la atención sobre este caso clínico, por
ser de aquellos en que más evidentemente se manifiestan los beneficiosos
efectos de la cura antiséptica, pues en esta región, por medio de la vena
oftálmica, por la hendidura esfenoidal, por la vaina del nervio óptico y
por las numerosas aberturas que existen para el paso de otros nervios,
se establecen amplias comunicaciones entre la órbita y la cavidad cra-
neana, que, una vez determinada la supuración, permiten libremente la
entrada del pus dando origen á meningitis casi siempre mortales.
Extirpación de la mitad anterior del globo ocular estafilomatosa.
N. N., joven de 18 años, habitante en la calle de San Bellran, núm. 5,
tienda, sufrió el dia 2 de Mayo del corriente año la extirpación de la mi-
tad anterior del globo ocular hecha según el procedimiento de Wecker
con una sola sutura de catgut, empleando parala operación los más ri-
gurosos detalles de la cura antiséptica, y que en la historia anterior de-
jamos apuntados.
El dia 7 se hizo la primera cura, notándose que la conjuntiva perma-
necía adherida al globo ocular sin que existiese ningún fenómeno supu-
ratorio ni inflamatorio. Durante estos dias la enferma permaneció sin
movimiento febril.
El dia 9 se practicó la segunda cura, suspendiéndose definitivamente
el vendaje.
Como tipos de la cura bórica, son verdaderamente notables los dos
casos que copiamos á continuación:
Extirpación de un epftelioma del párpado inferior.- Blefaroplástia.
Antonia Grau, de 60 años do edad, vecina de Rubí, ingresó en el hos-
pital de Santa Cruz el dia 6 de Marzo de este año, pasando á ocupar la
cama número 6 de la sala de San Zacarías. Dijo habérsele desarrollado
tres años atrás una verruga en el borde adherente del párpado inferior
izquierdo^ verruga que durante los últimos seis meses se habia ulce-
332 LA CIRUGÍA OCULAR ANTISÉPTICA.
rado, presentando una costra negruzca, que caía y se regeneraba rápida-
mente.
En el momento del examen, el tumor se presentaba mamelonado,
ocupando la mitad interna del párpado inferior, extendiéndose desde el
borde adherente al borde libre y ulcerado en este último punto, invadia
parte del cartílago tarso, formando una capa blanca en la conjuntiva y
sangrando con facilidad, siendo origen de molestas punzadas para la
enferma.
El día 9 de Marzo se practicó la operación, empleando la solución fé-
nica fuerte al 5 por 100 para la desinfección de las manos del operador
y sus ayudantes y la débil, al 2 V2 P^r 100, para locionar la ceja, mejilla
y párpados correspondientes al lado enfermo, sirviéndose de la solución
bórica, al 4 por ICO, para desinfectar los instrumentos, esponjas y demás
objetos que debian ponerse más directamente en contacto con el ojo,
igualmente que para la pulverización ejecutada por un ayudante con el
aparato de Richardson, durante todo el curso de la operación y aplica-
ción del aposito.
La extirpación del tumor se hizo junto con una porción de piel y de
mucosa conjuntival, y además una tercera parte próximamente del car-
tílago tari^o. Quedó la herida, producida por la pérdida de sustancia,
de forma cuadrilátera en la piel y triangular con la base dirigida arriba
en la mucosa.
Se practicó luego una extensa cantoplastia, sostenida con una su-
tura metálica y dos de catgut^ para ganar tejido y evitar la tirantez de la
comisura exlerna palpebral, disecándose, inmediatamente después, un
colgajo en la mejilla de 1 V2 centímetros de altura por '2^/2 centímetros de
longitud. Se reunieron los labios de la herida triangular del tarso y
mucosa por un punto de sutura metálica, aplicándose el colgajo de la
mejilla á la herida cutánea del párpado por otro punto metálico en el
ángulo superior interno y nueve de catgut repartidos por el resto de la
herida.
Terminada la operación y después de una abundante irrigación de la
herida con la solución bórica, se cubrió la parte con el protector, luego
con una róndela de lint bórico, por encima del cual se aplicó una masa
semiesférica de algodón salícilado, empleando un vendaje bi-ocular con
vendas de gasa preparadas con ácido fénico*
Día 10. — La enferma no aquejaba dolores en la parte operada. Du-
rante la noohe se presentaron algunos vómitos.
Diall. — Continuaba la herida sin provocar dolores. Ligera gastral-
gia. Apirexia completa.
Dia 12.— Se levantó el aposito bajo la influencia de una atmósfera bó-
rica. El colgajo estaba adherido, sin pus ni tumefacción. Se renovó el
vendaje, haciéndole mono- ocular.
Dia 14. — Se quitaron las suturas metálicas, menos la que sujetaba al
cartílago tarso.
Dia15.— Al levantar el vendaje, se encontró desprendida la sutura
del cartílago, que se aplicó nuevamente.
Dia 18.— ?e quitó este último punto metálico.
El dia 22 se suprimió el vendaje, y el dia 29 se le dio el alta.
ÁCiOO SALICÍLIGO Y SUS SALES. 333
Tratamiento de la supuración consecutiva á una operación de catarata.
N. N., mujer de 59 años de edad, natural y vecina de Horta, sufrió
en la calle de la Petxina, número 4, piso 2.^, el día 29 de Marzo último,
la extracción con iridectomía de una catarata del ojo derecho. Después
de la operación, que se hizo sin aparato pulverizodor, la pupila se pre-
senté negra, pudiendo contar perfectamente los dedos.
Dia30.— Se presentaron dolores en la región supra-orbitaria. Abun-
dante secreción conjuntival. Cámara anterior tuibia, con hipopion que
llenaba su quinto inferior. Plerida coaptada^ pero con los labios blan-
quecinos. Ha desaparecido la visión.
Tratamiento interno, un gramo de sulfato de quinina é irrigaciones
bóricas en el ojo cada media hora.
Dia 1.0 de Abril.— Continuaba aumentando el hipopion. La pupila es-
taba ocupada por una masa purulenta. — La herida se presentaba más
blanquecina que en el dia anterior. Desaparecieron los dolores. Se
continúa el mismo tratamiento.
Dia 2. — Nótase una reducción notable del hipopion.
Dia 3. — Continuaba aclarándose la cámara anterior.
Dia 5 —Desapareció el hipopion, aparentándose algunas sinequias.
Al mismo tratamiento añadiéronse instilaciones de atropina.
Dia 9.— Cámara anterior enteramente clai*a y la herida cicatrizada.
La visión es bastante clara. Se suspQn4e el. tratamiento antiséptico y se
sustituye por el de las sinequias. La enferma parte para su pais.
Dia 5 de Mayo. — La pupila sigue en muy buen estado. Con las lentes
apropiados (+ 10 dioptrías) la enferma goza, en el ojo operado, de una
Vision que puede expresarse exactamente por ^/a*
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL ÁCIDO SALICILICO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del salicilato sódico en el tratamiento del reumatismo (1),
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Médico de la Ckxaa de Lactancia y CascHiunade Barcelona.
5/ Aplioaoionesá la cirugía. -Debiéramos dar por concluida nuestra
tarea, haciendo punto final por habernos ocupado de las afecciones ver-
daderamente internas y febriles, es decir, de las aplicaciones que en la
medicina puede teaer el ácido salicílico y sus compuestos. Pero no po-
demos menos de hablar, aunque sea con poca extensión, de las no-
tabilísimas aplicaciones que de este cuerpo se ha hecho en la cirugía
copio antiséptico, por cuyo motivo se ha constituido un método espe-
cial para todas las heridas, titulado cura antiséptica. Esta cura está com-
(1) Continuación. -Y. los núms. 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33 y 3K
S3i ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
puesta, como agente principal, por el ácido salicilicOy perfectamente
puro, en su mayor parte, auxiliado del ácido fénico y de algún otro agen*
te de menor importancia.
El USO del ácido saliciüco en la cirugía está fundado en las cualida-
des antipútridas que posee, siendo particularmente en las úlceras de
mal carácter, en las cancerosas y en las grandes heridas donde se han
demostrado sus preciosas propiedades, ayudando muchísimo á la cura-
ción y cicatrización de las mismas. En estos casos, el ácido saliciüco
puro puede perfectamente sustituir al ácido fénico, puesto que, al con-
trario de éste, no produce fenómenos inflamatorios, ni posee olor re-
pugnante.
El ácido saliciüco, á pesar de ser aplicado tópicamente, se ha obser-
vado con frecuencia que pasa á la orina, lo cual demuestra la facilidad
con que es absorvido, aún aplicado al exterior.
Para hacer aplicación del ácido saliciüco en la cirugía, se ha usado,
según los casos, una solución del mismo en el agua en la proporción
de i por 300. En este caso, constituye un gran agente para la limpieza y
curación de las heridas sin producir fenómenos de irritación. También
se ha hecho uso del algodón saliciiado, usando M. Thiersch las siguientes
fórmulas:
Algodón saliciiado al 3 por iOO.
Acido saliciUco .750 gramos.
Alcohol. .«• 500 *
Agua & TO*" ú 80** c. . . , 150 litros.
Esta solución sirve para empapar 10 kilogramos de algodón, el cual
se deja secar después de frió.
Algodón saliciiado al iO por iOO.
Acido salicilico. • 1 kilogramo.
Alcohol 10 »
Aguaá70^80^c 60 litros.
Esta solución sirve para 10 kilogramos de algodón, dejándolo tam-
bién secar después del frió.
En cuanto á las úlceras de mal carácter con tendencia á la podre-
dumbre y á la gangrena, he tenido ocasión de aplicar el algodón salicí •
lado al V250 6^ ui^ individuo que presentaba una úlcera en la pierna iz-
quierda, con un olor sumamente repugnante, adquiriendo al cabo de
pocos dias mejor carácter y caminando luego hacia la curación.
Winkel ha aplicado con buen resultado el ácido salicilico en el tra-
tamiento de los tumores ñbroides del útero y en el drenage de la cavidad
abdominal consecutivo, á la ovariotomia, á la dosis de Veoo*
Cuanto pudiéramos decir de las inmensas aplicaciones del ácido sa-
licilico en cirugía, está compensado con hacer á nuestros lectores una
pequeña reseña del material necesario para practicar la cura antisépti-
ca de Lister. Creo que no tenemos necesidad de elogiar esta cura, pues-
to que sus resultados se hallan sancionados por un sinnúmero de apli-
caciones que de la misma se ha hecho, ya en las clínicas hospitalarias,
ya en los particulares. La cura antiséptica de Lister se ha aplicado en
todos aquellos casos en que ha habido solución de continuidad, de cual-
ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES. 335
quier clase que esta sea, para evitar la infección purulenta, con cuyo
medio se consigue con facilidad, al mismo tiempo que abrevia la dura-
ción de la enfermedad.
La cura antiséptica de Lister ha sido empleada en Barcelona, con sor-
prendentes resultados, por gran número de cirujanos, entre los cuales
se cuentan á los Drs. Giné, Torent, Horta, etc., etc. En mi práctica pri-
vada he tenido ocasión de emplearla solo tres veces y no tengo por qué
arrepentirme de ello; uno de los enfermos presentaba una extensa que-
madura de todo el antebrazo, mano y tres centímetros por encima del
codo, quemadura de tercer grado que terminó favorablemente y sin los
trastornos propios de una quemadura tan extensa como aquella, á be-
neficio de dicha cura.
El material de que se compone la cura antiséptica de Lister es el si-
guiente:
Agua fenicada al 5 por iOO.
Acido fónico cristalizado 50 gramos.
Agaa destilada 950 »
Con esta disolución deben lavarse las manos el operador y el ayudan-
te, y los instrumentos que deben emplearse. También sirve para pulve-
rizar con el aparato de Richardson todo el campo de la operación.
Agua fenicada al 2 por iOO.
Acido fénico cristalizado 20 gramos.
Agua destilada 980 »
Esta disolución sirve para empapar el aposito y lavar las heridas con
el pulverizador.
Aceite fenicada al 5 y al iO por iOO.
Acido fénico cristaUzado 5 ó 10 gramos.
Aceite de olivas.* 95Ó9Ü »
Este aceite sirve para mojar las sondas, lechinos, torundas de hilas,
etcétera, etc., que se introducen en las heridas.
Disolución de cloruro de zinc al 6 por iOO,
Cloruro de zinc 6 gramos.
Agua destilada 94 »
Esta disolución está destinada á volver asépticas las úlceras ó heri-
das, en donde se hayan introducido fermentos nocivos.
Disoluciones salicilicas.
Acido salicilico. • . • 4 gramos.
Agua destilada , 900 >
Acido salicilico. , . 5 gramos.
Agua destilada 100 »
Estas disoluciones se emplean para empapar las piezas de un aposito
que haya de estar más tiempo que otro, preparado con ácido fénico.
Además de esto se emplean los algodones salicilados, de que ya hemos
hecho mención, la gasa antiséptica, el protector, etc.
No entraremos en más detalles sobre el particular, porque no nos per-
tenece, puesto que no ha sido nuestro propósito, hacer una descripción
336 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
detallada de la cura antiséptica de Lister, sino que con esto hemos que-
rido dar á comprender la importancia del ácido salicílico y sus aplica-
ciones á la cirugía, lo mismo que á la medicina. Además, para adquirir
más detalles sobre el particular, pueden consultarse las dos publicacio-
nes dedicadas exclusivamente á dicha cura. La una, debida á la pluma
del Dr. S. Cardenal, y la otra escrita por N. de Nussbaum y traducida
por los SS. Reina y Martin, y Ángulo Laguna.
6.^ Varias otras aplicaciones.— A íin de dar á comprender, hasta don-
de sea posible, las inmensas aplicaciones é importancia del ácido salicí-
lico, diremos que encuentra numerosas aplicaciones en la conservación
de las cardes, frutas, jugos, bebidas, medicamentos, tinta, ele , etc., evi-
tando de este modo la descomposición de un gran número de sustancias,
al mismo tiempo que el desarrollo de hongos microscópicos.
Cuando á 100 litros de mosto se añaden 10 gramos de ácido salicíli-
co, se detiene por completo la fermentación y una pequeña cantidad de
dicho cuerpo impide la corrupción de los toneles y la alteración conse-
cutiva del vino y de la cerveza. Mr. Neubauer dice que evita las enfer-
medades de los vinos, añadiendo una corta porción de ácido salicílico.
Según Kolbe, 50 centigramos de ácido salicílico detienen la fermenta-
ción de una mezclado 5 gramos de levadura de cerveza, 120 gramos
de azúcar y un litro de agua.
Con un gramo de ácido salicílico se puede asegurar la conservación
de 20 litros de agua á bordo de los navios, para lo cual Kolbe propone
cerrar los toneles con un tapón de algodón impregnado de ácido salicí-
lico, que el aire atravesará antes de penetrar en ellos hasta que el agua
se encuentre bien saturada.
La industria puede sacar gran provecho de la acción del ácido sali-
cílico sobre las infusiones y cocimientos vegetales destinados á la tin-
torería; pues Mr. Thresch, en sus experirñehtos, ha visto la influencia
ejercida por una débil proporción de ácido salicílico sobre dichas infu-
siones, viendo que se conservan perfectamente las de cascarilla, sen,
corteza de naranja, colombo, el mucílago de goma, el jugo de limón, etc.
Cuando se añade una pequeña cantidad c^e este cuerpo á una mezcla
de amigdalina y de emulsión de almendras dulces, pone obstáculo al
desarrollo del olor de esencia de almendras amargas. La harina de mos-
taza, mezclada con una solución muy diluida de ácido salicílico, no des-
prende el olor característico del sinapismo.
Una solución de glucosa, que no contenga más que una milésima de
su peso de ácido salicílico, no fermenta en contacto de la levadura de
cerveza, y cuando una solución azucarada fermenta bajo la influencia
de la levadura, el ácido salicílico detiene la fermentación mucho mejor
que una dosis igual de ácido fénico.
Kl ácido salicílico se opone al desenvolvimiento de hongos en la su-
perficie de la cerveza y previene su alteración expontánea. A la dosis
de 4 centigramos por 100 gramos, retarda durante largo tiempo lacoa-
gulaciou de la leche, impide la descomposición expontánea de la orina y
asegura sa conservación en estado ácido, porque impide la transforma-
ción déla urea en carbonato de amoniaco.
ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES. 337
Lo6 huevos que se hayan introducido durante una hora en una solu-
ción acuosa saturada de ácido salícilico, han sido conservados en segui-
da al aire libre durante 100 dias,, y después de este tiempo se han en-
contrado muy á propósito para la alimentación, mientras que otros
huevos no arreglados de este modo habian llegado totalmente á la pu-
trefacción.
La carne fresca ha sido impregnada de ácido salicílico, después ex-
puesta al aire libre durante muchas semanas y no se ha notado ningún
fenómeno de putrefacción. La carne, encerrada en un vaso con ácido sa-
licílico, ha podido ser empleada después de un mes de conservación para
todos los usos culinarios, lavándola simplemente para que desaparezca
la mayor parte del ácido salicílico; el poco que queda no ejerce ninguna
influencia sensible sobre su sabor. Nada extraño seria que se llegase á
utilizar el ácido salicílico para la conservación de las carnes de la Amé-
rica del Sud y trasportarlas á Europa en un estado satisfactorio de fres-
cuia.
Según estos datos, que nos proporciona Mehu en su Anuario de far-
macia, observamos que la medicina, la higiene y la industria pueden
sacar gran partido, en muchas ocasiones, de la acción del ácido salicí
I ico sobre una multitud de sustancias aptas para descomponerse y fer-
mentar, evitando en muchos casos estos dos estados en dichas sus
tancias. Bajo este punto de vista, las ventajas de este cuerpo son supe-
riores á Lis del ácido fénico, puesto que, además de ser más inofensivo,
no posee el olor repugnante de éste y puede emplearse en mayor número
de sustancias, como la leche á las que el ácido fénico más bien perjUvii-
caria.
CONCLUSIÓN.
Hemos descrito someramente las aplicaciones del ácido salicílico en
la medicina y mucho más podríamos decir todavía, si quisiéramos pasar
revista á todos los estudios que del mismo se ha hecho. Pero nuestra in-
tención ha sido sólo querer demostrar, hasta donde permitiesen nuestras
fuerzas, su gran utilidad en el tratamiento del reumatismo agudo y del
crónico, parando un poco la atención en todas aquellas afecciones en
que hemos tenido ocasión de administrarlo, para expoher los resultados
que del mismo hemos obtenido.
Esta ligera reseña ha tomado su verdadero origen en nuestra prácti-
ca privada y por esio no nombramos siquiera muchas afecciones, de las
que otros prácticos han publicado resultados más ó menos satisfactorios,
porque nosotros no hemos tenido ocasión de aplicarlo en ellas todavía.
Y si quisiéramos hacer una detallada historia de dicho cuerpo, hasta de
aquellos casos en que no lo hemos empleado, sino refiriendo simple y
sencillamente lo que nos dicen otros autores, nos absorveria mucho
tiempo y nos separaríamos del objeto principal que nos hemos propues-
to desde el principio. Damos por terminada nuestra tarea sobre tan im-
portante asunto, exponiendo algunos casos clínicos en comprobación de
lo manifestado en varias partes de este artículo.
338 anatomía de los centros nerviosos.
VI.
CASOS CLtNICOS.
Observación primera.— (P. Esqueráo).-- Reumatismo poli- articular
agudo y febril (t).— Una niña de 43 años, ingresa en la clínica con reuma-
tismo poli-articular agudo y febril en Diciembre de 1876. Cuenta dos dias
el reumatismo y las articulaciones dolorosas, tumefactas «^inaptas para
los movimientos. El más ligero cambio de actitud hace gemir á la enfer-
mita. La temperatura es elevada y seca la piel. Una poción aromática
con tres gramos de ácido salicílico para tomar á jicaras en un día. De-
crece la intensidad de los síntomas y á los dos días la enferma se halla
como si no hubieran sufrido sus articulaciones. Se mueve, levanta,
come y pide el alta á los siete dias, á pesar de aconsejársele la perma-
nencia en la sala algún tiempo más. Sale en dias lluviosos, y á los cua-
tro ó cinco dias entra de nuevo con reumatismo febril y no de tanta in-
tensidad como el anterior ataque. El ácido salicílico lo suprime en el
corto periodo de 3(i horas. Trascurrida una semana marcha con su fami •
lía sin que hubiese otra recidiva.
[Continuará.)
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS, <'>
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
G TÁLAMOS ÓPTICOS.
Son dos ganglios simétricos, del volumen próximamente de una nuez,
situados uno en cada hemisferio y forman parte de los núcleos centrales.
La expresión de Broadbent, al decir que estos ganglios están como
mofUados sobre el borde posterior del pedúnculo cerebral, sintetiza me-
jor que todas las descripciones, la disposición general de estos órganos.
Kn efecto, situados inmediatamente por delante do los tubérculos cua-
di igéminos, de los cuales como antes he dicho solo un surco les separa,
forman verdaderamente asa alrededor del pedúnculo cerebral, que se
extiende por toda la cara interna de este pedúnculo, lo rodea por su
borde posterior y alcanza parte de la cara externa é inferior del mismo.
Su situación es, pues, inclinada alrededor del pedúnculo cerebral y tiene
por límite anterior y superior el núcleo caudal. (Fig. 55.)
Lo que constituye el verdadero cuerpo del tálamo óptico, es la porción
correspondiente á la cara interna del pedúnculo; menos desarrollado en
3u parte anterior, se va ensanchando y adquiriendo mayor volumen pro-
gresivamente de delante á atrás, para alcanzar su mayor grosor en el
punto en que se refleja sobre el borde posterior del pedúnculo, como
puede observarse comparando los cortes de las fig 46, y »^0 y la que más
(1) Independencia Médica, i 1 de Agosto de 1S77.
(2) Continuación.- V. los nútns. 35, 26, 27, 28, 29, SO, 31, 3*2 83, y 3i.
anatomía de los centros nerviosos. 3,19
adelante publicaremos con el titulo Corte frontal de un hemisferio, tüdaa
•;llas correspondientes á sitios cada vez más postei-iores. A medida que
va rodeando el pedúnculo, disminuye otra vez de volumen, hasta termi-
nar por debajo y hacia atrás del mismo, dando origen á la ánla óptica.
Ksta continúa dándole la vuelta y constituye el limite anterior del tá-
lamo y converge con la del lado opuesto, con la cual se reúne en el
kiasma.
Pjg.— &6. Tálamo dptlco 7 cuerpos eanlculados.
(Sípim He.iie.)
El cuerpo del tálamo óptico presenta tres caras: una interna (fig. 56),
que forma la pared lateral del ventrículo medio y que está cubierta por
la sustancia gris del infundibulum, que, extendiéndose de uno á otro
tálamo, forma la pared inferior del mismo ventrículo; esta susancia
Flg. B6.-Cara interna da los núcloes centrales.
{Cufiado del natural por el De. 1. F'jTmigitern.)
.1 Corona. adlanlB.— ONiíclen caudil.—C Vendar* te oúrneo.—DTAiamo Aplico.— EPidilHculo.
gris da una prolongación extendida desde la parte media de esta cara
del tálamo de un lado, á la del opuesto, formando la comiaura gris; el
limite anterior de esta cara, y por lo tanto de la extremidad anterior del
tálamo óptico, está circunscrito por el pilar anterior de U bóveda, que
le forma una concavidad (fig. 27, C). La cara externa está en relación
con la cápsula interna. La cara superior forma parte del ventrículo la
340 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
teral y la separa de U interna una depresiOD que recibe loe lados de la
bóveda; hacia fuera, y eolre ella y el núcleo caodal hay un ;:.r:j i,-i.'
aloja la tenia $emisircularií y el vendolete córneo (flg. 57); esta cara liene
Fig.-57. Húcleoa centralea vistos por ]& parte superior.
ICopiado del natural por el Dr. L. Formiguei-a.)
A ParM posterior de la c^t^eulu Inlama.— B N&cleo leiiUculm.— C Parte anleriorde la
capsula intai'na.— 1> Cola del núcleo caudal CTAIamo 6plic<>.—F Cabeza del iiAclea caudal.
un color blanquecino gracias á una delgada capa de libras que la cubre
y que algunos aulores alemanes conocen con el nombre de stratutn zo-
nale; en la parte anterior de esta misma cara, correspondiendo á la ex-
tremidad anterior del tálamo óptico, existe una eminencia redondeada
perfectamente visible llamada corpua álbum subrolundum, ó también,
por Hnguenin y Meynert, tubérculo superior ó anterior; en la parte poste-
rior é interna, formando lo que podria llamarse extremidad posterior,
hay otro abultamiento, mucho más grueso y proeminente que el anterior,
que casi se adelanta sobre los tubérculos cuadrigéminos, y que se llama
pulvinar ó tubérculo poaterior; otra pequeña elevación existe en la parte
media de esta cara. Por la parte externa, el pulvinar continúa adel-
ga^iándose y rodean Jo por atrás el pedúnculo, hasta encontrar otra
eminencia, que parece el punto de terminación pos tero -inferior del tála-
mo óptico y que es el ganglio geniculado externo, del cual nace la raiz
externa de la cinta óptica. En el espacio existente entre el pulvinar y los
tubérculos cuadrigéminos anteriores, se encuentra otra pequeña eminen-
cia, el ganglio geniculado interno, del cual nace la raiz interna de U cinta
óptica, que al encontrarse cotí la anterior forman diclia cinta (ñg. 55).
Sustancia chis de los tálamos ópticos. — Constituidos casi esencial-
mente por esti sustancia, no presentan un aspecto uniforme: mezclada
con las ñbias que corren en su espesor, ofrece el aspecto de dislinUs
agrupaciones en la masa misma de los tálamos ópticos, sobre las cuales
no existe concordancia entre los autores.
Luys describe en el interior de los tálamos ópticos cuatro núcleos dis-
tintos y bien limitados, del volumen de un guisante al de una avellana,
que designa con los nombras de anterior, medio, mediano y posterior. El
centro anterior es muy superticial; está situado en la extremidad ante-
rior del tálamo óptico, forma la eminencia del tubérculo superior y
se halla separado de la superficie únicamente por las libras del stralum
zona'e; tiene una forma ovoidea, y según Luys, está destinado á recibir
las impres.ones olfatorias. t:i cei>tro medio, contiguo al precedente, do -
Irás del cual está situado, se revela por una ligera eminencia en el cen-
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 341
tro de la cara interna; es el más voluminoso de todos y se considera por
dicho autor como centro de impresiones visuales. El centro mediano,
más pequeño que el anterior, se halla detras de él, en lo más profundo
del tálamo óptico; tiene una forma esferoidal y estaría destinado á reci-
bir las impresiones de la sensibilidad general. El centro posterior, situa-
do detrás del mediano, es algo mayor que éste, menos distintamente
limitado; corresponde al pulvinar, y está ligado, según Luys, á las fun-
ciones auditivas.
Esta descripción de Luys, aunque haya sido admitida por algunos
autores con todas las aplicaciones á la Fisiología, y á la Patología, que
pretende deducir su autor, no ha sido confirmada por otros anatómicos.
Sappey niega que exista tal separación, y Meynert dice que no existen en
el tálamo óptico centros especiales destinados á determinadas funciones,
y que únicamente los hacecillos de fibras en su interior, hacen aparecer
con el aspecto de centros, lo que no son más que óambios de coloración.
He probado muchas veces en cerebros frescos y endurecidos, si lograba
descubrir estos centros, y nunca me ha sido posible otra cosa que ver,
hacia la extremidad anterior del tálamo, un aumento de coloración y
otro hacia la parte posterior. Meyner y Huguenin describen estas dos
aglomeraciones, diciendo que la posterior está dividida en dos por una
lámina de sustancia blanca; al mismo tiempo, describen con el nombre
de ganglio de la habénula, un grupo de sustancia gris situado en la parte
posterior é interna del tálamo óptico. Aun admitiendo hipotéticamente,
una descripción precisa y exacta de varios centros en el espesor del tála-
mo óptico, siempre resultan completamente ilusorias las conexiones
asignadas á cada uno de ellos con diferentes hacecillos de fibras.
La extructura íntima del tálamo óptico, es poco conocida. Hay gran
número de células, todas ellas de una misma clase, de aspecto fusifor^
me, de 20 á 30 m. m. de longitud, por 5 á 10 de anchura, con prolonga-
ciones cuyas conexiones son completamente desconocidas. Meynert cr^e
que están situadas en series más ó menos lineares, siguiendo la direc-
ción de las fibras que atraviesan el tálamo óptico: ni en el tubérculo
posterior, ni en el ganglio de la habenula se encuentran otros elemen-
tos que los descritos.
Los ganglios geniculados tienen también un núcleo de sustancia gris,
que representa el papel de centro. El externo, ha sido objeto de un estudio
especial de parte de Meynert, quien ha encontrado que ofrece una estra-
tificación de capas alternativamente grises y blancas, y que sus células,
á veces pigmentadas, tienen un grosor de 30 á 48 milím., según Henle,
fusiformes ó estrelladas, asi como las del interno son rudimentarias.
Fibras DE LOS TALAMOS ópticos. —Fiferos ójHicaa* líescvihhé con este
nombre las fibras de los nervios ópticos en sus relaciones con las partes
centrales.
Los nervios ópticos, habiendo sufrido en el kiasma una semídesusa-
oion, según parece resultar después de muy discutido el hecho, toman
el nombre de cintas ópticas y se dirigen á los lados de los pedúnculos,
para dividirse, antes de llegar á los ganglios geniculados, en dos raices:
una que va al geniculado externo y otra al interno. Estas raices, interna
342 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
y externa de la cinta óptica, constituyen el origen aparente, pero una
vez terminadas en los gangMos geniculados respectivos, deben seguir
más allá.
La raiz del ganglio geniculado externo forma al salir del mismo va-
rios hacecillos de fibras. Unas se dirigen á la cara superior del tálamo
óptico, y se distribuyen en ella contribuyendo á formar el stratum zo"
nale. Otras penetran en el espesor del mismo tálamo, para dirigirse al
pulvinar. Otras, descritas ya por Gratiolet y confirmadas por Meynert
y Huguenin, al salir del ganglio geniculado externo se dirigen á la par-
te más posterior de la cápsula interna, sin penetrar en el verdadero tá-
lamo, y allí, formando parte de la corona radiante al lado del hacecillo
sensitivo del pedúnculo cerebral, van á distribuirse por los lóbulos pos-
teriores del hemisferio y, según Meynert, en la región del surco del hi-
pocampo. Gratiolet, Meynert , Henle y Huguenin, admiten fibras que
hacen comunicar el ganglio geniculado externo, y de consiguiente el
nervio óptico, con el tubérculo cuadrigémino anterior.
La raiz del ganglio geniculado interno, al abandonar este ganglio,
divide sus fibras en dos categorías: unas que van á formar par(e de la
cápsula interna y corona radiante, y siguiendo igual trayecto que sus
congéneres del otro ganglio, van al lóbulo esfenoidal; y otras, en gran
número, que se dirigen al tubérculo cuadrigémino anterior y también,
según Huguenin, al posterior.
La descripción de Luys difiere mucho de la que acabo de dar, y está
más conforme con sus teorías é hipótesis que con los hechos.
Resumiendo el origen real de los nervios ópticos, encontramos: I."* al
lóbulo esfenoidal por las fibras directas de la corona radiante; 2/ al tá-
lamo óptico por las fibras del stratum zonale y del pulvinar y por su in-
termedio con otros sitios de la corteza cerebral; 3.° á los tubérculos cua-
drigéminos por los brazos de estos mismos órganos. Sobre estos últimos
quiero insistir dada su importancia.
Con motivo de una lesión hemisférica cualquiera, bien tenga su asien-
to en los núcleos centrales, bien en la cubierta cerebral del lóbulo occi-
pital, es frecuente se presenten trastornos funcionales en el aparato de
la visión, consistentes en una ceguera absoluta muy raras veces, y en
la inmensa mayoría, en una notable disminución de la facultad de la vi-
sión, con menguado la agudeza y estrechamiento concéntrico del campo
visual; cuando estos desórdenes se observan por completo en uno de los
ojos, existe amUiopia; si ataca las dos mitades análogas de ambos ojos
(externa del ojo derecho é interna del izquierdo, por ejemplo) da lugar
á la hemiopia lateral homologa; si son las dos mitades externas ó las in-
ternas, las alteradas, es el caso de la hemiopia nasal. En todos los casos,
el órgano de la visión carece de daño apreciable.
La existencia de la hemiopia lateral homologa^ consecutiva á lesiones
intracraneales, es un hecho evidentemente comprobado. Esto ha suge-
rido la hipótesis del semi-entrecruzamiento de los nervios ópticos en el
kiasma^ que, indicada ya por Newton, en 1704, ha sido comprobada por
Hannover, Gruveilhier, Henle, etc.; aunque otros, como Mandelstamm
y Michel, opinen que el entrecruzamiento es completo. Esta semidesusa-
cion, consiste en que las fibras externas de la cinta óptica pasan al tra-
anatomía de los centros nerviosos.
34S
vés del kiasma á ser fibras externas del nervio óptico del mismo lado y
á distribuirse en la mitad externa de la retina correspondiente; y las in-
ternas se entrecruzan en el kiasma con las del lado opuesto, y á lo largo
del borde interno del nervio óptico del otro lado van á formar la mitad
interna de la retina.
En virtud de esta creencia anatómica y de una observación clínica
algo defectuosa, habia formulado Graefe, en 1860, la proposición deque
clos focos cerebrales determinaban una hemiopia lateral, homologa,]»
hasta que Gbarcot, en 1876, opuestamente á lo anterior, dijo: que el re-
sultado de dichos focos, era la anabliopia del ojo del lado opuesto á la
lesión, ó amhliopia cruzada.
Las numerosas observaciones aducidas por Charcot y otros autores
y una observación clínica detenida, hicieron aceptar bien pronto en to-
da su certeza la tesis de dicho autor, en contra de las doctrinas de Grae-
fe» comunmente adnaitidas hasta entonces.
Empero la Anatomía no daba cuenta de la génesis de la ambliopia
cruzada, y por eso Gharcot inventó su hipótesis anatómica, para dar de
B
KiS. &8.— Esquema del entrecmzamlento de los neirios Ópticos.
{Según Charcot,)
NOf N*0*. Nervios ópticos.— O, O* Globos oculares.^ Bo, Bo* Cintas ópticas.- CG, C*C»
Cuerpos geniculado.s.— El trayecto de las fibras en las cintas ópticas está figurado en un lado
por lineas continuas y en el otro por lineas punteadas y las que no se entrecruzan en C lo
hacen en H. Lesión en A, Ambliopia periférica.— En B. Hemiopia homónima.—En £?> Amblio»
pia central.
ello una explicación racional, suponiendo que las fibras que no se hablan
entrecruzado en el kiasma lo hacian en otro sitio del cerebro, probable-
mente en la región de los tubérculos cuadrigéminos, dando por resulta-
do, que todas las fibras de un mismo ojo iban á terminar en igual sitio
del hemisferio opuesto, pasando por la parte posterior de la cápsula in-
344 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
terna. Hacen admisible esta hipótesis, la comunicación que se establece
entre los (i:anglios geniculados y los tubérculos cuadrigéminos, por me-
dio de los brazos de estos órganos y los entrecruzamientos, vagamente
conocidos, radicados entre dichos tubérculos.
Conforme con esta hipótesis anatómica, en los casos de alteración del
lóbulo occipital, do la región posterior del centro oval, del segmento
sensitivo de la c&psula interna ó de ciertas regiones de los núcleos cen-
trales (flg. 58, E), en que resulten lesionadas las ñbras ópticas, admite
Gharcot la ambliopia cruzada, y sólo es posible la hemiopia lateral ho-
mologa, cuando el daño interesa una de las cintas ópticas (flg. 58, B),
ya sea por compresión, ya por destrucción, ya por una degeneración
cualquiera de las mismas. La hemiopia temporal seria posible en los ca-
sos de alteración de las partes laterales del kiasma, como en un notable
caso en que eran comprimidas por la dilatación y endurecimiento atero-
matoso de las arterias cerebrales anteriores.
No todos los autores admiten las teorías exclusivas de Gharcot. Exis-
te unanimidad acerca de la frecuencia de la ambliopia cruzada, pero al-
gunos hechos clínicos y experimentales, aunque no rehabilitan la doc-
trina de Graefe, demuestran la posibilidad de la hemiopia lateral en los
casos de lesión hemisférica, con integridad de la cinta óptica.
Ferrier, Munk, Luciani y Tamburini en sus experimentos sobre la lo-
calizacion de los centros sensitivos, han observado indistintamente la
ambliopia cruzada y la hemiopia lateral. Jeo y Ferrier, en sus últimas
investigaciones, han demostrado que, aparte de la relación cruzada mo-
no-ocular de cada hemisferio, debia existir una relación binocular di-
recta del lóbulo occipital, con las dos medias retinas del mismo lado,
que explique la hemiopia lateral, y que las relaciones de los nervios
ópticos con los hemisferios cerebral<'.s, no podían ser tan sencillos co-
mo resultan en el esquema de Gharcot.
Las observaciones clínicas de Baumgarten, Jackson, Pooley y Noth-
nagel y las investigaciones de Bellouard y de Jillez de Parinaud, de-
muestran la poiible existencia de la hemiopia lateral homologa en los
casos de lesión central de los hemisferios, y este último autor, insiste
muy especialmente, en la necesidad de admitir, que cada nermo óptico
en 8u totalidad está en relación cruzada con el hemisferio opuesto y que ca-
da cinta óptica ó sean las dos mitades homónimas de ambas retinas^ están
en relación directa con el hemisferio correspondiente, porque la hemiopia
es del mismo lado que la lesión central.
Dados estos hechos, aunque la hipótesis anatómica de Gharcot no
queda desmentida, resulta incompleta y es preciso buscar en el estado
actual de la Anatomía cuales son los datos que pueden dar razón de ello.
Antes be dicho que la comunicación de los ganglios geniculados con
los tubérculos cuadrigéminos, hacía verosímil el entrecruzamiento pos-
terior, complementario del anterior, admitido para explicar la amblio -
plia cruzada. Guando la hemiopia es debida á la compresión ó alteración
de las cintas ópticas, como se han observado patentes ejemplos, la com-
prensión es fácil. Empero, cuando es debida á un daño hemisférico,
hay que teñeron cuenta otros datos anatómicos, que tal vez lo expli-
quen, aunque sea de una manera hipotética.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 345
Al describir Ioü ganglios geniculados, he dicho que el interno reoibia
la raiz interna de la cinta óptica y el externo la raíz externa; de ambos
ganglios parle un hacecillo de fibras que va directamente al lóbulo oc-
cipital. Puede muy bien admitirse que algunas de estas fibras son las
que, con independencia ó con Intervención de la sustancia gris de los
ganglios geniculados, establecen la comunicación directa del hemisferio
con las dos mitades de la cinta óptic:a de su lado; comprimidas, lesio-
nadas ó destruidas estas fibras, se originaría el trastorno visual, cosa
fácil de comprender y se tendría con ello una interpretación racional
de la hemiopia lateral homologa por causa central, sin salir del terreno
de la Anatomía.
Si bien hipotética, no deja de ser satisfactoria la teoría y aunque re-
sultase no ser cierta, siempre tendría la ventaja de evitar el decir como
Ballet, que si bien no t>e atreve á negar la hemiopia de orfgen central,
le cuesta trabajo conciliar teóricamente, de qué manera, debidos á una
causa idéntica, pueden originarse síntomas tan opuestos como una am-
bliopia cruzada y una hemiopia lateral homologa.
Esta misma disposición anatómica que puede observarse en el es-
Flg. 59. —Eatreciuzamiento ds las Abras de los oerrloB úptlcos.
O Olobo ocular,— F Cinta Úplica.— ^ Gandió genlEuIada eiLerno.— B Ganglio KOnloulsdo
InWrno.—C Tubérculo ouadrigfímlnos.— D Cubierta gris.— JE, E' Porción poiterlor de la cop-
íala Inlerna ; centra oval por donda pasan astas fibras. (Se comprenda qua un daño sn asta
región pnede d«t«rmlnar, ambllopla, hemiopia á ambas á la rsij
quema adjunto, explica, por qué tratándose de una lesión central hemis-
férica, es más frecuente la ambliopia qbe la hemiopia y por qué muchas
veces van juntas estas dos perturbaciones. Ks muy difícil que la lesión
sea de tal naturaleza, que interese tan sólo las fibras que ponen en co-
municación el hemisterio con la cinta óptica y se presente en su conse-
cuencia la hemiopia homologa por causa central aislada é independien-
te. Por el contrario, será muy fácil cuando el daño recae en el trayecto
de la cinta óptica.
Esto es tanto más admisible, cuanto que los casos de hemiopia homo-
loga por causa central casi todos ofrecen lesión en el tálamo óptico, há-
346 R£VISTA DE DERMATOLOGÍA.
cía la región del pulvinar, por donde pasan y de donde nacen algunas de
las fibras ópticas de Gratiolet ó de comunicación enlre los ganglios ge-
niculados del tálamo óptico y la cubierta hemisférica: parte de ellas van
al lóbulo esfenoidal y parte al lóbulo occipital.
(Continuará.)
REVISTA BE DERMATOLOGÍA,
POR EL Doctor Don Alejandro Planellas,
Hidito Bgrcgadt del EoipiUl d« State Cru.
Diagnóstico diferencial ó importancia pronostica del rash.— Induda*
blemente es confuso mucho de lo que se ha dicho hasta ahora sobre esas
erupciones que los ingleses han calificado con el nombre de rash] pero
también es cierto que algunos autores modernos precisan más sus ca-
racteres y tienen un conocimiento acabado de la afección. Entre los que
se hallan en estas circunstancias debemos mencionar el autor de un tra-
bajo que se viene publicando en París (1), el Dr. Barthélemy, jefe de
clínica dermatológica en la Facultad.
Sin que aceptemos todas las afirmaciones hechas por este observador,
daremos una idea de lo que en su extenso estudio manifiesta, principal-
mente respecto al diagnóstico diferencial y significación pronostica del
rash.
En primer lugar, opina que el diagnóstico del rash es por regla gene-
ral fácil, y que solo hay diñcultades cuando no se considera el conjunto
de síntomas que simultáneamente presentan los enfermos. Si solo se tiene
en cuenta los síntomas generalesy se confunden con los de las demás fie-
bres eruptivas. Por otra parte, si solo se recuerdan los síntomcts locales, se
complica artificialmente el problema por renunciar al poderoso auxilio
de los generales, que aunque comunes, adquieren significación por el solo
hecho de que se asocian á los demás. Si tal hiciéramos tendríamos que
establecer el diagnóstico diferencial con todas las congestiones y todas
las hemorragias de la piel.
Fijándose en lo que de estas reflexiones se desprende, precisa la dis-
tinción del rash en los términos que vamos á reasumir.
De la escarlatina se diferencia el rash por presentar los síntomas ge-
nerales de la viruela (á la que acompaña) y no otros; la lengua no tiene
en los bordes el color rojo escarlata ni el aspecto brillante, hallándose
solo descamada la mucosa en la punta, á lo menos al principio de la afec-
ción. La faringe está inflamada, pero no presenta concreciones blancas
ni grisáceas como en la escarlatina. En cambio no se tarda en descubrir
en los órganos bucales algunas pápulas variolosas de la mucosa, que se-
gún observación de Laségue evolucionan más rápidamente y tal vez
antes que las cutáneas. El rash no va acompañado de adenitis.
(1) knnaU de dermat, et de syphiU
REVISTA DE DERMATOLOGÍA. 347
Aunque se trate del rash escarlatini forme, resulta que se desarro-
lla primero en las ingles para pasar al tronco (al revés de la escarlatina),
siendo su genei alizacion más rápida. Podrá sin embargo ser dudoso el
diagnóstico en un caso de viruela fulminante, porque entonces el sujeto
muere en la época del rash, antes de que la erupción variólica se inicie.
Pero aun en estas condiciones, los vómitos, la raquialgia y la cefalalgia
demostrarán que se trata de un rash.
Del sarampión se distingue el rash por tener pródromos más cortos y
ser más fugaz, ademas de que elige otras regiones, pues la erupción
morbilosa se inicia en la cara. El sarampión tiene además bien caracte-
rísticos los síntomas calificados de prodrómicos.
£1 rash no presenta como la erisipela el reborde del contorno de la
erupción, ni va generalmente acompañado de adenitis, flictenas y de*
lirio.
En los casos de rash urticado, como en el mencionado por Gubler,
las placas se presentan en medio de los pródromos de la viruela, va se-
guido de los síntomas de ésta y el prurito es menos intenso que en la
urticaria.
Los eritemas no pueden confundirse con los rash porque no presen-
tan la cefalalgia, raquialgia, lumbago y malestar general que á estos úl-
timos acompaña.
De algunas otras afecciones conviene diferenciar los rash; una de ellas
es la hidrargiria externa, que presenta un aspecto escarlatinoide seme-
jante al del rash hemorrágico. En este caso los antecedentes servirán de
mucho, lo mismo que para distinguirlos de las erupciones reumáticas^
puerperaleSy diftéricas^ coléricas y medicamentosas.
Las manchas tifódicas aparecen muy lentamente, en ocho ó diez dias,
y van acompañadas de los síntomas típicos que no se observan en el
rash. La roseóla sifilítica por su color más oscuro, por la regularidad en
el contorno de las manchas y su forma más ó menos papulosa, no se con-
funde con los rashi.
Por fin, después de manifestar que la púrpura es una complicación
de la enfermedad de que el rash es un síntoma, añade que éste no se debe
confundir con el enrojecimiento general de la piel que empieza por la cara
y que precede á las viruelas graves.
Cree, pues, el Dr. Barlhelemy que con los datos expuestos se recono-
cerán los rash siempre que se presenten y no los confundiremos con
otras dermatosis que observemos.
Sentado esto, expresa su convicción de que los rash tienen un gran
valor pronóstico, pues anuncian la viruela y, particularmente en tiem-
po de epidemia, son el único medio de reconocer de una manera rápida
y cierta esta enfermedad. Partiendo de la no contemporaneidad de las
fiebres eruptivas, dice, el problema se reduce á saber á cuál de ellas
corresponde la que se inicia. El autor manifiesta que en 393 casos de
viruela el diagnóstico rara vez ha debido dejarse en suspenso.
Para depurar la certeza de su juicio, concluye el Dr. Bartelemy, con
interesantes razonamientos en contra de la no contemporaneidad de las
fiebres eruptivas y á favor de la inmutabilidad de los virus.
Por nuestra parte reconocemos el interés del trabajo de Barthelemy
348 REVISTA DE DERMATOLOGÍA.
porque es concienzudo, pero creemos que hace, en algún punto, afirma-
ciones demasiado absolutas. Bien es verdad que antes que él lo han
hecho otros. El dar en algún caso significado especial á los rash con re-
lación á la forma de viruela que ha de suceder (rash erísipelato so), no
está conforme con las ideas de otros observadores, comoJaccoud, que dice
que estas erupciones no están afectas á ninguna forma de viruela. Kapo-
si añade, que nada indican con relación á la intensidad de esa fiebre
eruptiva. Este mismo autor dice que los rash son más frecuentes en el
sexo femenino. Esto nos hace pensar que en la práctica particular no
podremos muchas veces utilizar tal medio diagnóstico dada la región en
que se observa y las resistencias de algunas enfermas.
Los miorococoB del lupus.— El Dr. Max SchüUer por medio de sus re-
cientes investigaciones (1), ha encontrado, principalmente en las nudosi-
dades luposas pequeñas, situadas en el tejido conjuntivo subcutáneo,
por debajo délos tubérculos principales, unos elementos como pequeñi-
tos granos colocados entre las células redondas y alrededor de los gru-
pos que estas forman. También los ha observado alrededor de las célu-
las epiteliales pálidas y aisladas. En las masas de micrococos que en uno
y otro caso se observan, preséntanse series radiantes que pueden llegar
hasta otras masas. Nótase en todas partes que estos micrococos se en-
cuentren poco apretados entre sí, sobre todo si sus grupos se comparan
á los de las afecciones infecciosas agudas, como, por ejemplo, la osteo-
mielitis aguda infecciosa.
En las grandes nudosidades luposas ha sido muy difícil reconocer
el micrococo, lo cual se comprende porque se encuentran constitui-
das por aglomerados celulares muy apretados y superpuestos. Aun en
estas circunstancias, ha observado SchüUer algunos micrococos espe-
cialmente alrededor de dichas grandes nudosidades.
Ha encontrado además los corpúsculos antes mencionados en las
glándulas sebáceas de la zona luposa, en las vainas de los pelos y en las
glándulas sudoríparas, en los casos en que van rodeadas de pequeñas
masas celulares. Por ñn hasta en las paredes de los pequeños vasos de
la parte afecta, han sido observados por el autor, los micrococos.
Creemos oportuno decir que el Dr. SchüUer ha verificado sus expe-
rimentos con el microscopio, empleando el procedimiento de iluminación
de Abbé con luz artificial, al mismo tiempo que examinaba pequeñas
porciones de lupus tratadas, primero, por una solución fénica (2. 7o) Y
por el alcohol absoluto después, impregnándolas con la solución acuosa
del violeta de genciana (que solo se fija en las células y en los microco-
cos dejando claro el tejido conjuntivo intermediario), y finalmente, su-
mergiéndolas en la glicerina.
Según indica el autor se podría considerar las gruesas células aisla-
das y pálidas, de que hemos hablado antes, y rodeadas de micrococos,
como el punto de partida para el desarroUo del tubérculo luposo.
De laB íoliculitis yulvaras externas.— El estudio de las foliculitis cu«^
(1) Annal. de dermat, et de syphU, Abril, 1882»
REVISTA DE DERMATOLOGÍA. 349
táneas de la vulva no se ha practicado tan bien como el de las folicu-
litis mucosas, por lo cual es digno de conocerse el trabajo que sobre las
primeras acaban de publicar los Sres. Gouguenheim y Soyer, de París.
Distinguen en la foliculitis vulvar externa cuatro variedades; la primera
es la foliculitis simple aguda, que consideran muy rara en la vulva, aña-
diendo que las observaciones que á ella refiere Hugier, son más bien de
la variedad chancrosa. En esta primera variedad de foliculitis, dicen los
expresados autores que el forúnculo es la terminación á que llega co-
munmente. La segunda variedad de foliculitis vulvar es el acné^ que
también señalan como raro en esta región. La tercera podríamos lla-
marla foliculitis sifilüica, pues en ella comprenden el acné sifilUicOy la
foliculitis sifUitica seca de Fournier y la foliculitis ulcerada sifilitica des-
crita también por el mismo. Por fin se ocupan de la cuarta variedad, ó
foliculitis chancrosa. la que tratan con mayor extensión que las demás, y
reconoce por origen el contagio venéreo. Se parece esta foliculitis á la
acneica, sobre todo cuando tiene tendencia á abortar sin ulcerarse apenas,
pues entonces sólo presenta unas pápulas atravesadas cada una por un
pelo. Gouguenheim y Soyer consideran como chancrosas Lis foliculitis
vulvares inoculables, pues dicen que no han obtenido la inoculación de
las simples, herpéticas y otras.
El primero de dichos observadores con una lealtad que le enaltece
manifiesta, que á pesar de lo que en otras ocasiones habia visto, ha po-
dido convencerse ahora, de que no hay diferencia verdadera entre los
resultados producidos por la inoculación del chancro y la déla foliculi-
tis chancrosa y que si algo puede observarse, y primeramente observó
el, que pueda hacer creer lo contrario, depende solo de que en las ex-
periencias se elijan sujetos que se encuentren en períodos distintos dé
9US afecciones. Afirma, que los resultados de la inoculación son en gene-
ral idénticos, ya produciéndolos el chancro, ya la foliculitis chancrosa.
Extiéndense luego en el estudio diagnóstico de las foliculitis vulva-
res, punto que merece leerse con detención más bien que reasumirlo
aquí incompletamente.
Tratando déla anatomía patológica, dicen que según investigaciones
de Chambard, no tiene nada que la distinga de la foliculitis de las otras
regiones, encontrándose inflamación á la vez folicular y peri-folicular.
En cuanto al tratamiento de las foliculitis vulvares externas lo hacen
variar según la naturaleza que reviste la afección. La foliculitis simple
no necesita más que un tratamiento local consistente en emolientes y
baños repetidos, practicando la incisión en el caso de terminar por el fo-
rúnculo. La foliculitis acneica debe ser tratada según los casos con los al-
calinos, arsenicales, antisifiliticos y antiescrofulosos, sin que por eso se
descuiden los medios locales. Cuando se trate de la foliculitis sifilitica
seca, se usará, localmente, una solución de V5 de nitrato de plata y ade-
más, interiormente, los mercuriales. Sí se produjese la foliculitis sifilí-
tica ulcerosa, además del tratamiento interno correspondiente, se usará
como tópico, preferible á los cáusticos, el iodoformo. Por fin cuando se
trate de la foliculitis chancrosa, se tratará por una solución concentra-
da de nitrato de plata, á no ser que varios folículos constituyan un chan-
cro, en cuyo caso Gouguenheim y Soyer prefieren el iodoformo.
350 REVISTA CRÍTIOA BraUOORÁFICA.
REVISTA CRITICA BIBLIOGRÁFICA.
Manual de Patología interna por G. Dieulafby, vertido al castellano por D. Ra-
fael Ulecia Cardona, precedido de un Prólogo del Dr. D. Bartolomé Robert.»
Tomo h^BiblÍ0teca de la Revista de Meáiitínü y Cirugía prácttcaa.— Madrid, 1882.
Ti'es son los puntos capitales que deben atenderse al exponer una
opinión particular con referencia á las condiciones que reviste un libro
nuevo: sus cualidades de conjunto, las de mérito relativo á cada una de
las cuestiones que trate, y las de forma expositiva y estilo en que se
ofrezcan al estudio y consideración del lector, Y tanto más atendibles
resultan, cuanto mayores motivos de progreso permitan espei*ar de la
obra analizada, ya las ventajosas condiciones de su aparición, ya la ori-
ginalidad del autor si es conocido, ora la intervención que en su confec-
ción hayan tenido personas caracterizadamente competentes para el caso,
ó en ñn, cuando de importaciones se trata, el t'ilento de quien se baya
encargado de la penosa tarea de realizarlas.
Interesante por demás resulta, decimos, en sus condiciones de con*
junto, de criterio y de forma, puesto que bsyo esos tres aspectos busca
el lector en su contenido la última palalura de la Ciencia; y si es cierto
que puede tal vez parecer supérflua alguna de ellas, la última, por ejem-
plo, oonvendráse en que por lo menos, en caso alguno deberá ser recha-
zada ya que signifique por si sola un motivo de perfección literaria, que
contribuye poderosamente á facilitar el estudio de esas ramas del saber,
áridas cuanto difíciles, extensas cuanto en esencia desconocidas. Su uti-
lidad resulta evidente en cuanto contribuyen al adelanto de los conoci-
mientos más necesarios al práctico, que por tal medio adquiere en de-
talle noticias que le seria imposible conseguir directamente; conoce la
opinión del autor, los fundamentos de la misma, y juzga con ánimo se-
reno de la verdad que encierran, al establecer comparación con los he-
chos que por si mismo ha observado.
Tratándose de una obra de Patología interna escrita por Dieulafoy,
pudo, por las razones indicadas, predecirse que el mundo médico inte-
ligente, habia de favorecer y aplaudir su aparición. Pero, por motivos
especiales que á cada paso son de lamentar, no hubiera podido ser Es-
paña una de las naciones que contribuyeran á tal resultado, cuando me-
nos en largo periodo de tiempo, á no ser por la oportuna y feliz decisión
del Dr. D. Rafael Ulecia, Director de la excelente y siempre recomenda-
ble ReviskL de tfedictna y Girugia prácticas, Al destinar la traducción de
la obra de Dieulafoy al fomento de la Biblioteca de la Revista, el Dr. Ule-
cia prestó un doble servicio, pues por tal medio» facilitó la adquisición
del libro, con ventajosísimas condiciones, al extenso número desuseri-
tores con que el periódico cuenta, y revistió á la publicación de la im-
portancia que por razón del contenido merecía.
No bastaba, empero, lo dicho, ¿ satisfacer el buen deseo y elevadas
miras del Dr. Ulecia. Un prólogo de nuestro erudito Catedrático de Pato-
logia médica,— en el que, no hemos de decirlo, brillan á la vez que la
LA AUMENTACIÓN EN LOS TÍSICOS. 391
elegancia de la frase, el reflejo de las imágenes y la pureza de la doctri-
nad—empieza el libro.
El prólogo del Dr. Robert no pretende juzgar la obra pero lo consi-
gue. Verdad que de ella habia aparecido solo el primer tomo, cuando el
Dr, Robert lo escribió; ello no obstante, no pudo escapar á su pene*
trante talento lo que la obra seria; conocia al autor y le bastaba. Cree-
mos más, al Dr. Robert debió bastarle leer un capitulo cualquiera para
juzgar de la obra por entero. Bien que pocos son los prácticos que go-
cen del talento sintético, que todos reconocen en el autor del prólogo de
la versión española de la Patología interna de Kunze, El de la Patologia
interna de Dieulafoy corresponde en importancia á la de aquel.
£1 Dr. Robert ha juzgado la obra en el prólogo de la misma. ¿Qué di-
remos nosotros que con su parecer no esté conforme? Acaso, que en cier-
tas cuestiones de detalle nos parecen buenas las doctrinas de Dieulafoy,
sin negar el carácter clínico que revisten las que el Dr. Robert susten-
ta. Pero no haremos más por hoy, ya que para un análisis completo, fal-
ta el complemento del libro; esperémosle con vivo deseo, despertado en
nuestro ánimo por la lectura de lo publicado, que entendemos ha de ser
de suma utilidad á los proferos médicos, en i*azoD al grado de perfeccioa
didáctica en que el libro viene presentado, y también á los alumnos, por
la clara exposición de conceptos que contiene, y que hacen á la obra
acreedora á todas las consideraciones.
Prométanlos pues dar completa idea de nuestra apreciación, en cuan-
to acabe la publicación de este interesantísimo Manual de PaMogia in-
ferna.
LA ALIMENTACIÓN EN LOS TÍSICOS <*>
POR EL Doctor S. Labastide.
La eaquexia, cualquiera que sean los fenómenos morbosos que la
acompañen, tiene su origen en la insuficiencia de la nutrición, y ki tisis,
que es otra de las manifestaciones más frecuentes de la caquexia, no
reconoce otras causas.
Hace algunos años que un observador, instruido y concienzudo,
comprendió» por primera vez, que era necesario buscar la terapéutica de
la tisis, fuera del llamado tratamiento clásico y racional; este observa*-
dor buscó el tratamiento científico. Los que después de él entraron en
esta vía, comprendieron luego que la tisis no es sino el resultado de una
enfermedad» el efecto lejano y diaté^ico de un desarreglo, de un desorden
de las fun^^ones digestivas, y sabemos bien, cuan firecuente es ese desarre-
glo en nuestras sociedades modernas. Una vez dueños de estas ideas, no
resta más que hacer que digiera el enfenno (nótese que decimos dige-
rir): es necesario, puea, buscar el alimento que tal ó cual tísico coma
^««•MWB^I
(1^ GazBite de^HqpiimtuL
352 LA ALIMENTACIÓN EN LOS TÍSICOS.
con placer y digiera fácilmente. Consultando el instinto del enfermo en
relación ccn la alimentación, es lo cierto que un gran número de tisicos
se han curado restableciéndose de las funciones digestivas.
Salvadoriy por ejemplo, médico italiano se curó á sí mismo comiendo
salazón, bebiendo buen vino y haciendo ejercicio; preconiza este régi-
men en su tratado Del morbo tísico ^ Torino, 1789.
Tulpius (Leyde, 1739) habla de una joven que curó satisfaciendo el
deseo que tenia de comer ostras.
En íin, la biografía de Plonquet refiere muchos casos en los cuales
la curación parece debida al restablecimiento de las funciones diges-
tivas.
Adquiridos estos datos, el problema no queda mejor resuelto, pues
que á menudo siente el enfermo repulsión para toda especie de alimen-
to, y por mucha que sea su buena voluntad, los desecha todos.
Nuestros eminentes comprofesores MM. Debo ve, enBicetre yDujardin-
Beaumetz, en Saint- Antoine, se han visto sin duda contrariados por obs-
táculos de e¿ta naturaleza y han imaginado vencer esta resistencia y
combatir la tisis por la nlimeniadon forzada. Los experimentos que em-
prendieron y los notables resultados obtenidos fueron comunicados el
28 de Octubre del año último á la Socieié medical des hopitaux^ y consig-
nados en los números del 15 y 30 de Noviembre del BuUetin general de
ThérapeutiquCy y en los del 22 y 24 de Noviembre de la Union medical.
El Dr. Dasnos, en Enero, comunicó á la Société medicóle des Hopilaux al-
gunos casos de intolerancia, y el Dr. Féréol dijo haber notado en ciertos
enfermos una fuerte repugnancia para este método. Por mi parte he
visto la alimentación forzada rechazada por dos tísicos, en los cuales la
anorexia era completa; en este trance recurrí á la peptona, pensando
que, en pequeña cantidad, aseguraba la nutrición y despertaba el apetito.
Se trataba en el primer caso de una tisis hereditaria: la joven, de edad
de 21 años, habia perdido á su padre de una enfermedad de pecho; era
robusta y bien constituida, y habia gozado largo tiempo de buena salud.
Enflaqueció y fué atormentada por una tos seca que le sobrevino á con-
secuencia de vigilias prolongadas. Su apetito era nulo; comia casi á la
fuerza y padecía frecuentes diarreas; al cabo de un mes, la tos se hizo
más continua, le sobrevenía con frecuencia después de la comida, y los
alimentos eran expelidos. Cuando yo la vi, habia perdido las fuerzas; su-
fría un dolor persistente en el espacio inter-escapular; los espatos eran
amarillentos y con estrías sanguinolentas; las mejillas vivamente colo-
cadas, los ojos con un brillo nacarado; el pulso estaba á 120; habia ma-
cidez en el vértice derecho, con soplo áspero y prolongado. A la izquierda
respiración normal; por la tarde, acceso febril, con sudores profusos
durante las primeras horas de reposo.
Aplicóse un vejigatorio en la parte anterior y otro en la posterior del
lado derecho del tórax y la enferma tomó durante el día, cuatro pequeñas
tazas de caldo, conteniendo cada taza una cucharada de peptona. Bajo
la influencia de este tratamiento, el soplo se hizo menos rudo á la dere-
cha, los sudores nocturnos casi desaparecieron, el pulso, de 120 bajó á 90
y el sueño fué más tranquilo. Al segundo día reapareció el apetito;
la peptona continuó á la dosis de 4 cucharadas al día, los alimentos es-
LOS MIGRdFITOS Dfi LA S AKGRB ^
casos 7 bien elegidos; la expiración siempre prolongada á la derecha,
pero el soplo áspero era menos intenso y los esputos más escasos. Hacia
el vigésimo dia la fiebre habia desaparecido completamente, el apetito era
vivo, las carnes menos fofas y la robustez tendía á reaparecer; la enfer-
ma andaba y paseaba. Después de 40 dias de tratamiento emprendió de
nuevo sus ocupaciones. Volví á verla al siguiente mes; presentaba todas
las apariencias de la salud; la expiración continuaba siendo prolongada
en el lado derecho; la robustez era notable; continúa la peptona á la
dosis de dos cucharadas al dia, cpara despertar el apetito,» decia ella.
Esta reaparición del apetito bajo la influencia de la peptona, ha sido
particularmente señalada por M. Defresne en una memoria sobre las
peptonas, publicada por J. B. Bailliere é hijos, 1880. Este autor dice que
cenando tomaba por la mañana en ayunas, junto con el caldo, 100 gra-
mos peptona, representando 200 gramos de carne, experimentaba media
hora después un ham))re imperiosa que exigia satisfacción.» Nosotros
mismos hemos observado este fenómeno, una vez, entre otras, en el
desesperado caso siguiente: se trataba de una tisis galopante en un
tuberculoso en tercer grado; no teníamos ciertamente ánimo de salvarlo,
sino solamente de sacarlo del estado de abatimiento en que estaba su-
mergido y prolongar su existencia algunos dias. La consunción estaba
avanzada, el apetito nulo y la postración completa; todos estos síntomas
iban acompañados de fenómenos nerviosos más ó menos intensos.
Por la adición de dos cucharaditas de peptona en tres cucharadas de
caldo cada dos horas, hemos obtenido casi siempre la reaparición del
apetito y con él la reanimación de las [fuerzas vitales, enteramente ago-
tadas. Aprovechó este restablecimiento físico y nuestra enferma aban-
donó el lecho del sufrimiento. Buscó después en el empleo diario de este
alimento, el medio de prolongar la existencia.
En resumen, la nutrición de los tuberculosos es la llave de la tera-
péutica de la tisis pulmonar; debemos, pues, asegurarla á todo precio,
sea con la ayuda de alimentos ardientemente deseados y bien soportados
por el enfermo, sea por el método de alimentación forzada, sea con Ja
ayuda de cuatro ó seis cucharadas de peptona liquida, que contienen dos
veces su peso en carne.
Trad. por Artigas Giménez.
LOS MICROFITOS DK LA SANGRE Y SUS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES/*)
POR Timoteo Richard Lewis.
X.
H.--Probat>illdad de que los BaccilH y los Spirilla de la sangrre sean
epifenómenos.
Relativamente al aspecto que presentan algunas veces estos organis-
mos, hay un caso que merece especial mención, aquel en que forman
(1) Continuación.— V. los núms. 7¡5, 26, ^7, 38, 2 .^ SO, SI, 32, 83 y 34.
854 LOS MKSRÓHTOe DB LA SANGRE.
pn collar bien perceptible ó un rosario. He podido observar este hecho
una sola vez. Spirilla de forma ordinaria abundaban en la sangre del in«
dividuo en la víspera del dia, en cuya tarde fué hecha esta observación;
pero, examinando esta sangre al dia siguiente
«••>••< * V V :*:J por la mañana, sólo se vieron anillos ó cadenas
.•• t . Cí' ^® rosario. No eran muy numerosas, y sus mo*
;V \ J vimientos no tenian ese carácter brusco que se
*V í(\.J^4K^}^ observa comunmente, sino que causaban la ira-
'"■ ' presión como si cayesen en el campo del micros-
Fia, po.-spirti/a en forma oODÍO íflft. 60)»
de rosario encontrados en '^ , . ,,,,.
la sangre de un enfermo Do esta observacion debe dcducirsc que, cuan-
afecto de nebre, en Bom- ^ ^^ sangre SO encuentra en cierta condición
aun indeterminada, se hace impropia para la exis-
tencia de los Spvnlla^ y que en estos casos las fibrillas sufren una
segmentación, k la manera de los otros Sc^izomi/cetes, y las plastidas
separadas se dispersan en la circulación; es posible que desaparezcan del
mismo modo que las otras plastidas (bacterias pequeñas, etc.)? que ce-
san muy poco después de haber ingresado en el torrente circulatorio.
Esto me parece más probable que pensar permanezcan en la circulación
hasta que la sangre haya adquirido de nuevo el estado que conviene á
su desarrollo en fibrillas, porque veo muy incierta la época de su re«
greso, que puede ser á los dos, á los seis y aún á los quince dias. Algu-
nas veces no vuelven á aparecer. Sea como quiera, es por completo
evidente que su existencia como S^pitMa depende de ia composición de
los líquidos del cuerpo.
Heydenreich opina que su desaparición es debida á la elevada tempe-
ratura de la sangre en el paroxismo de la fiebre. Si asi ocurriese, debie-
ran ser más numerosos cuando la temperatura baja después de la muerte;
y es bien sabido que desaparecen muy rápidamente cuando la vida se ex-
tingue, ofreciendo^ bajo este punto de vista, un marcado contraste con ios
otros miembros del grupo de los hongos parásitos, bacterias y haccVSiu
El hecho de su desaparición total después de la muerte, probable-
mente aun un poco antes, es muy significativo, porque prueba la rela-
ción extremadamente intima que existe entre ellos y ia sangre de los teji-
dos vivos; porque se ve que, cuando la sangre es extraida del cuerpo, los
Sptntfa, colocados en condiciones favorables, conservan durante muchas
horas su poder de locomoción. Aun no han revelado ni la química ni la
fisiología lo que pueden ser estos cambios tan sutiles de la sangre durante
la fiebre, y hé aquí porque podemos juzgar de ellos solo por las variacio-
nes térmicas, etc. del enfermo, y, en el caso que nos ocupa, por la apa-
rición y la reaparición de los h'pvnlla^ cuya presencia precede á estos
cambios ó de ellos depende. La temperatura comienza á elevarse, y los
otros síntomas subjetivos se manifiestan antes de que la existencia de
los S'^nXUi sea de ello testimonio. No puede admitirse que ejerzan in-
fluencia antes de existir. El Dr. Ch. Murchison, durante la discusión de
la teoría de los gérmenes en las enfermedades, tenida en la 'PaÜMAogicQl
Sodely (1), estableció claramente este asunto cuando dijo:
(i) The Lancei y JBrüwh medical Jeumél, Abiii ISTO.
NOTlCiAS CISNTlilGAS. 855
c£l hecho de que se encaentren diterentes formas de bacterias en la
fiebre recurrente y en el cow^pox de los carneros (viruela), ne prueba
existan relaciones de causalidad entre estas enfermedades y aquellos or-
ganismos, siendo fácilmente explicable por este otro hecho: la forma de
muchos microbios no depende del germen, sino de la naturaleza del me-
dio en que se desarrolla. En efecto, las observaciones hechas acerca de
los Spirüla de la fiebre recurrente son muy favorables á esta opinión,
porque se encuentran en la sangre durante el primer paroxismo, pero
desaparecen durante la crisis; están ausentes en el intervalo, pero se
presentan de nuevo con la vuelta de la fiebre, cesando otra vez con la
crisis. Es difícil darse cuenta de su aparición y desaparición sucesivas, á
no admitir la suposición de que, dorante la fiebre, las circunstancias son
favorables para su desarrollo y desfavorables cuando aquella termina.
Las investigaciones hechas por el Dr. Bastían empezaron por la muy in-
teresante observación de la presencia de bacterias en el liquido de la
vejiga de un enfermo con fiebre todo el tiempo que la vejiga estuvo ín*
tacta (durante 48 horas), al paso que no encontró ni vestigios de ellas en
la vejiga de un individuo que gozaba de buena salud.»
Semejante conclusión es aplicable á los Baccilli de la pústula maligna,
de la septicemia, de la fiebre tifoidea del cerdo, caballo y otros animales.
En cuanto á los micrófitos ya nombrados, puede confidencialmente afir-
marse que jamás se les descubre en las primeras fases de la enfermedad,
sino solo un poco antes y después del término fatal. Por lo que yo sé, no
se han encontrado nunca en la sangre de animales que han curado; se
reconocen siempre como coexistentes con un mal fin.
Tal es el caso en lo que concierne á las dos enfermedades citadas al
comienzo, y, juzgando por lo que se sabe de ellas, presumo que el des-
arrollo de los organismos, en la sangre de los cerdos inoculados, no era
uno de los síntomas que habia observado el Dr. Klein, como indicantes
de que los Bacdlb^ que hablan sido introducidos en el sistema de los
animales, habia producido la enl^medad. Si esta opinión fuese justa,
costaría poco trabajo comprender sobre qué bases descansa un juicio
tan presuntuoso en lo relativo á su acción especifica.
No parece que Leisering, al ocuparse de los organismos semejantes
en esta misma enfermedad del cerdo de que ya hemos hablado, los haya
descubierto en otros casos que en aquellos en que dicho padecimiento
acabó por la muerte.
(fioncluirá.)
Trt nruri i'^i'i ni.' iii>i»riii-i i-i'i-r "m 1 i-»--^----^-- — — — — — — ^-^»^..-^—
«OTICIAS OENTinCAS.
Tétano: tratamiento.—^Sonsiderando al tétano como una irritabili-
lidad refieja exagerada de la nnédula, puesta en acción por diversas cau-
sas, elDr. IM^ifhe Med, Record) aisla absolutamente á los enfermos, los
separa de sus parientes y amigos, alejando todas las causas posibles de
sensación y vigila atentamente la influencia de este tratamiento. Cita
cuatro casos de curación, en uno de los cuales administró cloroformo en
356 PUBLÍCAGI0NE6 RECIBIDAS.
pequeña cantidad por medio de un pulverizador y, además, con objeto
de producir el sueño y la calma, pequeñas dosis de morfina y doral. En
otro añadió al doral un miligramo de atropina; y los dos últimos fueron
tratados con. el bromuro potásico.— (Formiguera.)
Contribución al estudio del oxigeno en terapéutica. — (Tesis del
Dr, Doreau,) El Journal de Thérap. publica un extracto de dicha tesis,
de la cual copia lo siguiente:
«El oxigeno, empleado localmente, ha producido buenos efectos en la
gangrena de las extremidades y en las úlceras atónicas.
>Bajo la forma de agua oxigenada, reanima el apetito y puede mejo-
rar ciertas dispepsias.
»En inhalaciones puede ser útil como coadyuvante de cualquiera me-
dicación reconstituyente. En la clorosis y la anemia puede prestar servi-
cios, haciendo renacer el apetito y excitando el movimiento de asimi-
lación.
»Está también indicado en el asma, en la bronquitis generalizada, en
la pulmonía doble, croup, disnea urémica, afecciones de corazón, en el
envenenamiento por el óxido de carbono, etc.
»E1 oxigeno modifica de una manera muy apreciable la composición
de las orinas en la diabetes.— (S. Garbo .)i>
La cafeína en las parálisis de las fibras musculares de los intes-
tinos.—Recientemente he tenido ocasión de ensayar la cafeina en un
caso de parálisis completa de la túnica muscular de los intestinos, en que
el acumulo de gases era tal que, por compresión del estómago y de la
vejiga urinaria, se determinaban vómitos violentos y tenesmo pertinaz.
Todos los estimulantes de la fibra muscular, incluso la ergotina, hablan
sido administrados sin resultado alguno, durante cuyo tiempo la disten-
sion intestinal adquirió tales proporciones que hacia temer por la vida
del paciente. Solo con el empleo de grandes dosis de cafeina pudo conse-
guirse estimular dichas fibras musculares y obtener frecuentes y abun-
dantes deposiciones. Este caso es por sí solo suficiente para animar á
nuevos ensayos, y lo creo tanto más digno de tenerse en cuenta, cuanto
que desde hace algún tiempo viene discutiéndose, principalmente por
los médicos ingleses, el valor de la cafeina en los casos en que está indi-
cada la eicitacion de las fibras musculares de los intestinos.— (Verdós.)
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
firrearBCOTiranteBBurla vaocino.— Léttre au Docteur W. R. Carpenler, porP'
A. Taylor.— London4882.
Tratado de Operatoria Quirúr^oa, por el Dr. A. Morales Pérez, con un pró«
logo del Dr. Creu8.~ Cuaderno 24 y último. — Barcelona. (Dos ejemplares.)
Aguas Minerales más convenientes en el tratamiento de la tuberculosis, por
D. Manuel Manzaneque.— Madrid.— 1882.
Los Baños de mar y el balneario de Caldetas, por D. Joaquín Salarich Verda-
guer.— Barcelona.- 1882. (Dos ejemplares)
Manual de Medicina operatoria, por J. F. Malgaigne.^Octava edición, por
León I e Fort.— Cuaderno 18.~Barcf>lona.
Baños y aguas minerales, de Segales, de Tona.— Vich.— 1882. (Dos ejemplares.)
Análisis químico, de las aguas minerales de Hornayo, seguido de una memoria
médica, por los Sres. D. Modesto Martínez Pacheco, D. Laureano García Camisón, y
D. Santiago González Encinas.» Santander.— 1882.
Dolos caracteres clínicos, que distinguen la lepra, el lupus, y el cáncer de la
garganta, por D. Ramón de la Sota y Lastra.— Sevilla.— 1882.
PERIÓDICOS. * La Oftalmología prácticaj de Madrid.— J?< Coiuultor, de Madrid.— Lo«
cargos püiblicos, de Madrid.
Advertencia.— La abundancia de material nos obliga á aumentar en cuatro pa-
ginas el texto de este número.
Tomo II. Núm. 12. 30 Junio de 1882. Año II. Núm. 36.-
Gaceta MIdica Catalana.
SUMAHIO: Congreso médico internacional de Sevilla (continuará), por el Dr. D. Barto-
lomé Robe r(.— Alteraciones de las células nerviosas en la inflamación de la médula es*
piñal, por D. liVM Barrai|ii6r.— Rimbiefaron. Tralamiento por el ingerto de un pedazo
de conjuntiva de conejo. Curación, por D. J. Prenaii.— Anatomía de los centros nerviosos
(coniinuacion), pur B. Micnel FarcMi Boca.— Contribución al estudio del áciJo salicili-
coy sus compuestos, en particular del falicilato sódico, en el tralamiento del reumatismo
(continuación) por B. M.C Moré y Bar^it.— Revista de Neuropatologi», por B.P. %'er-
<l«>fi.— Los miorofitos de la sangre y sus relaciones con las enfermedades (conclusión) por
clBr.T.BiehardLeww.^-NOTIClAS CIENTÍFICAS: Blenorragia: jarabe contra las erec-
ciones. • Empiema: tratamiento.— Causa de •. ierias monslruosidades.— Consejos del Médico.
"Sección ofíciat.— Publicaciones recibidas.
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA,
POR EL Doctor Don Bartolomé Robert,
Catedrático de la Facultad de Medicina de Barcelona.
Desde luego puede asegurarse que los Congresos médicos, internacio-
nales y regionales, menudean en demasía. Por veloz que sea el movi-
miento científico de nuestra época y por abundante que sea la suma de
actividades individuales, no bastan algunos meses, ni siquiei'a algunos
años, para que, reunido en asamblea un número mayor ó menor de pro-
fesores, se logre imprimir al acto un sello de originalidad y de novedad
que justifique plenamente la reunión de un Congreso. Este no es mas ni
menos que una exposición de ideas, un palenque do llegan de diversos
países hombres de estudio que han observado y han experimentado; pe-
ro bien se comprende que la ciencia no es como la industria y las artes,
que en ciertos períodos históricos avanzan de cada minuto, sino que len-
ta y ti'abajosa en sus evoluciones, necesita un período de tiempo muy
prolongado para que adelante un solo paso por la estrechalsenda que ha
de recorrer. Entiendo por tanto que en estas cuestiones importa saber
esperar; dar tiempo á que se afirmen unas creencias y se derrumben
otras; dar ocasión á que se plantee por la fuerza de las circunstancias
un tema de interés y que solicite la emulación de muchos; y sobre todo,
si al fin so ha de celebrar una reunión de médicos, téngase gran cautela,
no solo en el señalamiento de los asuntos, sino en su reducción, para que
así, concentradas todas las inteligencias en un objeto concreto, se dé an-
cho campo á la polémica. No se olvide que hoy la prensa médica es ya un
Congreso siempre abierto y que no hay una idea, no hay un hecho, no hay
un experimento, que no alcancen en sus páginas la luz de la publicidad;
por tanto, los Congresos médicos hoy .son menos necesarios que ayer, y
358 CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA.
solo puede autorizarlos la discusión de un punto muy encontrado y que
haga necesaria la discusión personal.
Aun no habia cumplido un año desde que se celebró en Londres una
gran reunión internacional, y fueran tantas y de tal notoriedad las ilus-
traciones del mundo científico que allí se reunieron, que excusaba á lo
menos, por ahora, una nueva convocatoria en alguna de las capitales del
Continente. Con todo, no se arredraron los médicos andaluces, y á pesar
de ser levantada, ya que no oportuna la idea, determinaron reunir en
Sevilla un Congreso médico internacional.
He ingenuamente manifestado mi pensar sobre la frecuencia innece-
saria de esas asambleas; y sin embargo, afirmo que era conveniente que
España se apresurara á dar ostensible manifestación de sus fuerzas y de
sus propósitos; que saliera de su eterno retraimiento científico; que pro-
curara exhibirse, modestamente sí, pero tal como es en el actual comer-
cio del mundo, y que llamara á su seno á los médicos de otros países
para estrechar las distancias, para borrar las fronteras, y para demostrar-
les que nuestra península, en el orden científico, no es un rincón de Eu-
ropa, sino un factor más que hay que agregar á esa gran república ver-
daderamente universal en donde tienen ancha cabida el estudio y el
trabajo.
Hé ahí la importancia que yo concedo al Congreso médico de Sevilla
y concederé á cuantos se celebren en España: importancia patria, im-
portancia nacional, mejor que verdadera brillantez científica, que no pue-
de esperarse mientras los Congresos no se reúnan muy tardamente y no
ée congreguen para la dilucidación de puntos muy concretos. ¿Esto quie-
re decir que el que acaba de tener lugar en la hermosa capital de Anda-
lucía, gracias á la iniciativa del Dr. D. Ramón de la Sota, y al poderoso
concurso de los doctores Rivera, Tuñon de Lara, Madera, Lasso de la
Vega, Chiralt, Buissen, Marimon y tantos otros, haya sido estéril é in-
fructuoso de todo punto? El lector juzgará de las líneas que voy á escri-
bir, no con el propósito de entrar en minuciosos detalles, sino con el de
recoger ciertas impresiones de conjunto que dibujen, bien que mala-
mente, lo que ocurrió en Sevilla, durante el último Abril.
m *
¡Oh fuerza del mercantilismo, á dónde llegas! Hasta un señor de
Leeds (Escocia), de cuyo nombre no quiero acordarme, remitió al Con-
greso, para que se diera cuenta al abrir sus sesiones, un aparato respira-
dor de su invención, con cuyo uso y con el auxilio de la dosimetría se
cura la tisis. Por fortuna, sobre la marcha, se le dio carpetazo; y si
doy cuenta del incidente, es tan solo para anatematizar una vez más ese
afán de anuncio y de impostura, que ni siquiera retrocede ante una reu-
nión de hombres serios cuya buena fé pretende sorprenderse.
Por fortuna, el mal efecto que en todos produjo la tentativa del indus-
trial escocés, quedó borrado al enterarse el Congreso con suma compla-
cencia de un vendaje, llamado vaginiforme, inventado por el Dr. Morales
Pérez, de Sevilla, profesor tan modesto como ilustrado, y que puede
utilizarse con gran ventaja en las curaciones de chancros, bálano-posti-
tis y demás enfermedades del pene acompañadas de trabajo supurativo.
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA. 359
Por SU confección con una doble vaina de lienzo y de tela impermeable,
no solo permite la cura antiséptica, sino un mayor aseo que eí logrado
con los vendajes usados hasta aquí. También en el mismo acto el cono-
cido instrumentista de París, Mr. Gollin, presentó una buena j^i^^ci auto-
máticay una jeringa de Pastetir, automática también, para la vacunación,
y un ahre-hoca, tal vez más complicado y menos expedito que los diver
sos que la actual cirujía posee.
Por último, el Dr. Valenzuela puso á la vista algunas piezas de prote-
sis bucal, en demostración de su talento artístico, y con esto quedó ter-
minada la parte referente á la industria^ en sus relaciones con la me-
dicina.
Curación de la amigdalitis crónica.
Desde que Luton se encargó de ensalzar y vulgarizar las inyecciones
parenquimatosas en el tratamiento de los neoplasmas, incluso el sar-
coma y el carcinoma, de las esplenotrofias, etc., se ha ido amontonando
una serie de pruebas más ó menos contradictorias en confirmación de
las opiniones de aquel autor. El Dr. Moresco adujo nuevos hechos prác-
ticos, que demuestran poder obtenerse la curación de las amigdalitis
crónicas, mediante inyecciones parenquimatosas de ácido acético.
Tales ideas merecen ser recordadas, pues si son múltiples ya los tra-
tamientos de que se puede disponer para lograr la reducción de las amíg-
dalas, desde el iodo y el percloruro de hierro, hasta la pasta de Macken-
zie y las aplicaciones punteadas del gálbano-cauterio, será también muy
racional, si el enfermo repugna la tonsilotomía, apelar al método del
Dr. Moresco, no difícil en su aplicación y de consecuencias poco peli-
grosas.
Aguas nitrogenadas y sulfurosas en el tratamiento de la tubarculoa(8.
A propósito de unas memorias leídas por los Dres. Hauser, García
López, Manzaneque, Cazaux y Duhourcau acerca de la influencia respec-
tiva de las aguas nitrogenadas y de las sulfurosas en el tratamiento de la
tisis pulmonar y muy especialmente de los efectos que se logran en Pan-
ticosa. Caldas de Oviedo, Urberuaga de Ubilla, Aguas-Buenas y Gaute-
rets, se discutió largamente y se emitieron una serie de afirmaciones
que conviene tener en cuenta, ya que todos sus autores, por los estudios
especiales á que se dedican, son testigos de mayor excepción.
Los debates fueron serios y se mantuvieron á buena altura, á pesar
de que el natural cariño que los médicos de aguas minero-medicinales
sienten por la localidad en donde ejercen, pudo llevarles á cierta exage-
ración de los conceptos. Algo de esto hubo, porque es muy flaca la na-
turaleza humana, pero no he de empañar yo el brillo del Gongreso re-
cordándolo.
Desde luego convinieron todos, y con ellos los que tuvimos el honor
de terciar en el debate, que sea cual fuere, como lesión, la naturaleza de
la tisis, importa para el tratamiento ver y admitir tísicos diferentes:
unos irritables, eréticos, con tendencia al movimiento febril, á la hipe-
remia y hasta á la hemoptisis; y otros tórpidos, pasivos, pálidos, y con
escaso vigor en la tensión cardíaco-vascular. Es evidente que no todos
(O CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA.
deben ser tratados de la misma manera, y que así como á unos les po-
drá ser ventajosa la permanencia á orillas del mar, respirando una at-
mósfera de cierta sedación por la húmeda, y á otros la Iiabitacion entre
elevadas y abruptas montañas de ambiente seco y aromatizado, de la
propia manera hay tísicos que requieren el uso de manantiales que al-
zan el tono orgánico y que avivan la circulación, ó por el contrario, que
han menester fuentes que adormezcan el círculo sanguíneo y la viveza
de las oxidaciones que, como el fuego, van consumiendo el organismo.
Era y es doctrina corriente que, en términos generales^ las aguas ni-
trogenadas surten el efecto sedante y las sulfurosas, sódicas ó calcicas,
el excitante, naciendo, entre unas y otras, un verdadero antagonismo te-
rapéutico. Nadie negó el poder decididamente estimulante de las Aguas-
Buenas y de Gauterets, sulfuro-cálcicas las primeras y sulfuro-sódicas
las segundas, y de todas las aguas congéneres; pero no sucedió lo propio
i'especto de las aguas nitrogenadas de Panticosa y de Caldas de Oviedo.
Por un lado, el Dr. Cazaux sostuvo la tesis de que en hidrología médi-
ca todas las aguas son excitantes fundamentalmente, y que solo cambia
en unos manantiales y en otros la cantidad de estimulación producida;
y partiendo de esta base sostuvo la idea de que Panticosa, como Urbe-
ruaga de Ubilla y Caldas de Oviedo son excitantes, pero en menor grado
que Aguas-Buenas y Gauterets. Por otro, el Dr. García López se colocó
en un punto de vista más especial: para él las aguas de Panticosa son
decididamente excitantes, y las de Caldas de Oviedo sedantes; pero este
resultado es primitivo y no consecutivo, pues continuando los enfermos
sometidos por espacio de algunas semanas á la influencia medicamento-
sa, los de Panticosa logran una definitiva sedación y los de Caldas una
estimulación; de todos modos, el Dr. García López aconsejó que los tísi-
cos de forma tórpida subieran á Panticosa, y los de forma irritable fue-
ran á Caldas de Oviedo.
Esa diversidad de opiniones demuestra al fin que el problema de la
acción de las aguas minero-medicinales no es insoluble ciertamente,
pero se presta á la duda y á la vacilación. Ya se dijo que los factores son
complexos; que si bien, llevados de la teoría química, debe darse im-
portancia de primera fuerza al grado y calidad de producto mineraliza-
dor, no pueden, sin embargo, despreciarse los resultados de la mutua
combinación de los diferentes factores, y sobre todo las condiciones de la
zona geográfica en que las aguas manan. Es evidente, v. g., conforme de-
cía el Dr. Manzaneque, que cuando quiere aquilatarse todo el valor de los
664 céntimos cúbicos de nitrógeno, que contiene un litro de agua de la
Fílente del Hígado de Panticosa, es lógico admitir,como resultado general
de su acción, un efecto sedante sobre la circulación y la respiración; pero
tampoco puede desconocerse, conforme objetaba yo al Dr. Hauseí', qué
las condiciones de altura de Panticosa se bastan á producir en ocasiones
una viveza tal sobre los actos circulatorios y respiratorios, que no sólo
contrabalancean la sedación natural del agua, sino que alcanzan á pro-
ducir ataques hemoptóicos.
Más este efecto excitante, nacido, no de la virtud del agua, sino de la
disminución de la presión atmosférica, es primitivo y hasta es fugaz, y
el enfermo al cabo de algunos dias puede habituarse á ella. Asi se ex-
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA. 361
plica la aparente contradicción que resulta entre las opiniones del doctor
García López y la de otros colegas.
La conclusión práctica del debate respecto de este particular es la
siguiente:
Deben indicarse las aguas sulfurosas á los tísicos de forma tórpida;
deben indicarse las aguas nitrogenadas á los tísicos de forma irritable.
Pero si los enfermos de esta última categoría están muy predispuestos á
la hemoptisis, menos peligros correrán yendo á beber aguas nitrogena-
das, que broten en sitios poco elevados, que á grande altura; y si se de-
ciden por éstas, será menester que hagan el viaje por etapas, para irse
acostumbrando á los efectos de la presión, sobre todo si proceden del li-
toral marítimo ó de valles bajos.
También opinaron, los más, que las aguas minero-medicinales, que se
emplean en el tratamiento de la tisis (sulfurosas, nitrogenado-sulfatadas,
cloruradas, arsenicales, etc.), solo ejercen una acción indirecta contra
la tisis; que no combaten el tubérculo, sino las lesiones que lo compli-
can, como el catarro concomitante, la hiperemia perifímica y parafímica,
etcétera. Afirmación triste ciertamente, pero tal vez demasiado rotunda,
aun para los que, como yo, acarician pocas ilusiones respecto de la tu-
berculosis pulmonar.
Diagii6stlco de la lepra, el lupus y el cáncer de la g:arg>anta.
En pocos países puede estudiarse mejor la lepra, en sus múltiples
formas, que en Andalucía, y basta visitar, aunque sea ligeramente, los
hospitales de leprosos de Sevilla y de Granada, para convencerse de que
están allí, sujetos á la observancia y al estudio, un número considerable
de personas afectas de la terrible diátesis sarática. No me extrañó, por
tanto, que personas tan distinguidas como el Dr. de la Sota, el Dr. Ariza
y el Dr. Rubio ilustraran una cuestión sólo conocida de referencia por la
mayor parte de los médicos europeos.
De los estudios practicados por el primero de aquellos profesores se
deduce: que la lepra aparece siempre en la piel antes que en las fauces,
al paso que el lupus y el cáncer pueden evolucionar en esta parte inde-
pendientemente de la superficie tegumentaria;— que la lepra va prece-
dida por una coloración roja, que después se vuelve blanca sin tumefaC'
cion, mientras que el lupus se desarrolla en una mucosa que consei'ia
sus atributos normales y el cáncer se inicia con congestión, tumefac-
ción é incomodidad de la parte;— que los tubérculos leprosos son blan-
cos, blandos, de volumen variable, agrupados en cadena ó rosario y con
sensibilidad normal, disminuida ó abolida, y los del lupus son rosados ó
rojos, duros, resistentes y elásticos, más grandes, menos numerosos é
indolentes, y los cancerosos son rosados, rojos ó grises, duros ó blandos
y muy sensibles; — que en la lepra hay tumefacción de la mucosa, en el
cáncer edema rojo y duro y en el lupus hay normalidad en los tejidos
circundantes; — que las úlceras de la lepra son blandas como placas mu-
cosas é insensibles, las del lupus tienen los bordes duros y elevados y el
fondo estrecho y sinuoso y las del cáncer son anchas, de fondo irregular,
dolorosísimas y cubiertas ó rodeadas de vegetaciones papilares;— y por
último, que las cicatrices de la lepra y del lupus, muy parecidas por su
382 ALTERACIONES DE LAS CÉLULAS NERVIOSAS.
fígura y consistencia, se distinguen, sin embargo, las primeras de las
segundas por su insensibilidad, y ambas se diferencian del cáncer, por-
(|ue en este no se opera ninguna cicatrización, ni siquiera temporal.
Este estudio llamó tanto más la atención en cuanto están contestes
los más en admitir como hecho infrecuente la presentación del lupus en
la garganta, y sin embargo, según las afirmaciones de los Dres. Sota y
Ilubio, con gran frecuencia se le observa en Andalucía.
{Se continuará.)
ALTERACIONES DE LAS CÉLULAS NERVIOSAS
en la iaflamacion de la médula espinal,
POR D. Luis Barraquer,
Profesor libre de enfermedades nerviosas.
No entra en mi propósito describir todas las alteraciones á que están
sujetas las células nerviosas en la inflamación de la médula espinal, ya
porque se hallan consignadas en los libros que tratan de dicha afección, y
no baria yo más que repetirlas, ya porque no he hecho un estudio com-
pleto, que me permita demostrar todas las modificaciones de que es sus-
ceptible el elemento ganglionar en estado de inflamación. Se limita mi
objeto á interpretar la patogenia de algunos fenómenos y á evidenciar
otros, puestos en duda hasta la hora presente.
Ante todo, me creo obligado á manifestar mi agradecimiento á los
Dres. D. Pedro Esquerdo, que me ha proporcionado la mayor parte de
médulas inflamadas, y D. José Barraquer, en cuyo laboratorio he hecho
mi pequeño trabajo.
Las alteraciones de que principalmente me he ocupado son: la hiper-
trofia, la generación nuclear, la llamada alteración vacuolar^ la alteración
pigmentaria y la airo fia.
Hipertrofia. El Dr. Charcot, en un caso de inflamación de la médula
espinal con hemorragia en la región cervical, ha visto las células quine-
sódicas del cuerno izquierdo con los caracteres de verdadera hipertrofia:
tumefactas, globulosas, con prolongaciones hinchadas, y con contenido
turbio, que se coloreaba fuertemente por el carmin. Ha visto otras con
los mismos caracteres de volumen y forma y con el contenido más opa-
lino, que cree se encuentran en un período más avanzado. El núcleo se
hallaba en las condiciones normales. Dujardin-Beaumetz y Grancher, en
un caso de mielitis experimental, han encontrado las células de volumen
doble con protoplasma más claro y refringente, menos granuloso, núcleo
grande, irregular y fragmentado, y las prolongaciones conservadas. Las
que yo he hallado se encuentran en las mismas condiciones que las que
describen Dujardin-Beaumetz y Grancher, y no he podido observar nin-
guna cuyo protoplasma fuese muy coloreable ó muy granuloso y opalino.
Las de la fig. 1 son dos ejemplares de ellos; tienen doble ó triple volu-
men que las normales, el cuerpo es abombado, las prolongaciones son
ALTeRAGIONES DE LAS CÉLULAS NERVIOSAS. 363
redondeadas y de superficie convexa en la vecindad de su emergencia,
insertándose algunas de ellas bruscamente.
Si juzgásemos solo por los caracteres del protoplasma, creeríamos
que más bien están hidrópicas que verdaderamente hipertrofiadas, por-
que el contenido es claro, y porque las granulaciones pigmentarias están
separadas unas de otras y son escasas de tal modo que parecen enrareci-
das. Sin embargo, para atestiguar el estado hipertrófico, queda el núcleo
con caracteres de verdadera actividad. En efecto, guarda perfecta rela-
ción con el diámetro del cuerpo celular, lo que equivale á decir que se
hallan engrosado, y se colorea con bastante intensidad por el carmin,
junto con sus nucléolos. En las preparaciones que se hacen de la médula
endurecida, no se observa la hipertrofia como en las que se hacen en el
estado fresco; no obstante, existe, pues se encuentran unas, como las de
la figura i, cuyo núcleo está sumamente aumentado de volumen y contie-
ne dos nucléolos, aunque no cambie el diámetro del protoplasma. Es
creíble que la célula se hallaba hipertrofiada antes del endurecimiento de
la médula, si tenemos en consideración, por una parte, que el protoplas-
ma está en ella sumamente condensado, y por otra, que el núcleo, en
razón á su engrosamiento, esto es, en su invariabilidad al proceder ar-
tificial, deforma la célula en la superficie, abombándola, y aumentando
por consiguiente su diámetro en los puntos en que se pone en relación
con su limite.
Generación nuclear. — Ley den, en su Tratado clínico de enfermedades
de la médula espinal^ en el capítulo Anatomía patológica general, se ocu-
pa de este punto y dice: «Jolly ha visto, en los focos de encefalitis, cé-
lulas nerviosas con dos núcleos, que considera como un producto
de segmentación. Nosotros hemos encontrado además, en los focos de
mielitis, estas mismas células con dos núcleos». Mas adelante, en el ca-
pitulo en que trata de la mielitis aguda, dice: «en ocasiones, solo el nú-
cleo es modificado: es duro, aplanado, oval, homogéneo, privado de nu-
cléolo, ó bien aumentado de volumen y contiene dos nucléolos; algunos
de estos casos hacen creer, al parecer, que el núcleo puede dividirse;
nosotros no hemos encontrado positivamente estas divisiones, tal como
las describe Jolly; solo en dos casos hemos conseguido encontrar algo
parecido». Es muy extraño que el profesor de Berlín no confirme de una
manera positiva, al tratar especialmente de la Anatomía patológica de la
mielitis aguda, haber hallado la división nuclear, siendo así que lo hace
anteriormente al tratar de la Anatomía patológica general. Jolly vio cé-
lulas cerebrales con dos núcleos.
En dos diferentes casos de inflamación aguda difusa de la médula, he
observado el fenómeno de la división nuclear. El primero pertenecía á
una joven procedente de la clínica del Dr. Esquerdo; el reblandecimiento
residía en la región dorso-lumbar, fué expontáneo, a frigore, y los sínto-
mas paralíticos y tróficos llegaron al último término. El segundo caso se
refiere á un albañil, de 40 años (Clínica del Dr. Soler y Buscallá), quien
cayó de una altura considerable, muriendo á los pocos días á consecuen-
cia de. la intensa meningo-mielitis. Ño en todas las preparaciones, que
he hecho de los mismos casos de reblandecimiento, he hallado el fenó-
meno, ni aún en una misma preparación abundan las células en tal esta-
36 i ALTERACIONES DE LAS CÉLULAS NERVIOSAS.
do. Muy al contrario, escasean de tal modo, que no lie hallado más que
tres en donde la generación nuclear se manifieste de un modo decidido.
La autoridad del eminente profesor Charcort ha confirmado la exactitud
del expresado fenómeno en una de mis preparaciones. Se observan con
mayor frecuencia células, cuyo núcleo contiene dos ó tres nucléolos, sin
llegar a alterar la forma propia del núcleo. La generación se vé fácil-
mente que se hace por división; el núcleo pierde la forma circular para
formar una atmósfera igual al rededor de cada nucléolo, de modo que
toma el aspecto de una pequeña calabaza, cuyo cuello va estrechándose
hasta quedar completamente dividido en dos, como se ve en la flg. 2.
Importa mucho fijarse en las células que se observen, porque con fa-
cilidad se puede caer en error respecto al número de nucléolos que con-
tiene un núcleo. En efecto, como las células son muy pigmentadas y el
núcleo es bastante trasparente cuando la preparación se ha obtenido de
cortes, los nucléolos que, por razón de ser múltiples, no siempre ocupan
el centro, pueden ser confundidos con pequeñas porciones de pigmento,
ya que este es susceptible de lijeras variaciones en el matiz y en el mo-
do de estar agrupadas sus moléculas; si bien por regla general, aunque
se vea por trasparencia del núcleo, ya porque esté encima ó debajo de
este, formando masas mayores ó menores é irregulares y por formar par-
te de las grandes porciones protoplasmáticas, no obstante, puede suce-
der y sucede, como he dicho, que algunas pequeñas porciones están de
tal modo dispuestas, que á primera vista produce el efecto de un grupo
de dos ó tres nucléolos más ó menos reunidos. Para no equivocarse, es
preciso fijarse bien en la forma redondeada, en el volumen parecido de
ambos y en el color más acentuado que ofrece el núcleo de las células,
cuyo pigmento esté algo separado de él.
AHeracion llamadu vacuolar. En esta alteración, más aún que en las
otras, la célula, en el terreno de la patología, nos enseña su indepen-
dencia al enfermar para con otras muy contiguas y del mismo grupo.
De manera que, al lado de una célula, que sufre la alteración en pleno es-
tado, se ven otras en las que no se observa alteración alguna. No sucede
así en lo relativo á la alteración celular y al estado de los tubos y neu-
roglia, sino que guardan perfecta armonía, es decir, cuanto más están
afectas las células, tanta mayor lesión hay en los tubos y tejido conjun-
tivo. Semejante estado ha tenido hasta ahora el nombre de alteración
vactiolar por creer que dentro del corpúsculo existían espacios ó cavi-
dades.
El estudio de diferentes preparaciones que he hecho, me ha demos-
trado que no son espacios sino verdaderos cuerpos. Creo que para tener
una buena idea de la célula alterada, debemos figurárnosla llena de pe-
queños huevos más ó menos redondeados y del diámetro del núcleo por
término medio, cuyos huevos ocupan el lugar del protoplasma que se vé
en los intersticios ó espacios angulares que dejan los cuerpos circulares
cuando se tocan. Si estuviese un grupo de estos corpúsculos libre, den-
tro de una cavidad producida en el protoplasma, entonces la comparación
á un nido de pájaro seria exacta, pero no es así, sino que hay diferentes
niveles y están separados unos de otros por pequeñas porciones de pro-
toplasma, es decir, que se hallan amoldados dentro de él. Estos cuerpos
ALTERACIONES DE LAS CÉLULAS NETVIOSAS. 365
son esféricos ó elípticos, completamente blancos, transparentes, con con-
torno bien limitado, encontrándose superpuestos unos á otros, en térmi-
nos que, cuando se mira uno que está encima de otro y completamente
en foco, es preciso acomodar el microscopio, si se quiere observar bien
el contorno del que está debajo de él. El número que contiene una cé-
lula es variable: hay célula que encierra sólo un corpúsculo blanco y
hay otras que contienen de diez á veinte. Su diámetro, que también es
variable, está en razón inversa del número que alberga una célula; así,
cuando las contenidas son de las de grandes dimensiones, su número
no excede de dos ó tres, como en la fig. 3'.
En presencia de preparaciones exactas, he podido convencerme de
que se trata de cuerpos y no de espacios vacíos; en prueba de ello señalo
los siguientes hechos: 4.° así como se ven unas células, en cuyo protoplas-
ma se hallan completamente encerrados los indicados corpúsculos, se
ven otras cuyo protoplasma, á la vez que contiene algunos en su interior,
lleva otros, comeen a de la fig. 3, que, medio entrantes en él, dejan ver
por una parte y en la periferia de éste, un segmento ó porción del cor-
púsculo circular, que leda en su ; límite el aspecto de una escotadura
como se vé en a, y por otra parte, fuera ya del contorno propio de la cé-
lula y en su mismo nido ó espacio pericelular, se completa perfecta-
mente el círculo corpuscular por medio de su contorno a\ Es claro que si
fuese una vacuola, además de la escotadura que ella formarla en el lí-
mite del protoplasma, nada se veria entre ella y el retículum; 2.^ en este
mismo espacio, que existe entre la célula y el retículum, se observan
igualmente los corpúsculos libres, con los mismos caracteres de forma y
dimensiones que los que han penetrado en el protoplasma h. Cuando el
diámetro del espacio que media entre la célula y el retículum , es
mayor que el del corpúsculo blanco, este puede quedar libre en él; pero
cuando es menor, entonces se halla en parte dentro del protoplasma
y en parte dentro del retículum. En el mayor número de preparaciones,
sucede que caen algunas células en razón al manual operatorio y al es-
tado de anormalidad de las mismas y de sus prolongaciones, viéndose
solo el nido en que ellas estaban. Se concibe perfectamente que no
se vean aquí los corpúsculos blancos, porque si el protoplasma ha podido
escapar, gracias á la falta de prolongaciones ó de resistencia en las mis-
mas, y gracias á su diámetro, con mayor motivo puede hacerlo el peque-
ño corpúsculo circular; 3.° no solamente se hallan en la periferia de la
célula, sino que se observan abundantemente esparcidas en la trama, ya
de la sustancia blanca, ya de la gris, especialmente disgregada y en las
mismas condiciones que las anteriores, según se representa en h\ Como
el corpúsculo es delicado y requiere detenimiento al observarlo, sucede
que no se ven con claridad en los cortes que no son muy finos y sí sola-
mente en las cercanías de la célula; pero en los sitios en que el reblan-
decimiento permite hacer cortes delgados, se destacan con claridad entre
las mallas del tejido conjuntivo y á distancias muy variables de las cé-
lulas; 4." en fin, son cuerpos, porque son susceptibles de ser impresio-
nados por reactivos, y en especial por aquellos que, como el osmio,
fijando ó haciendo invariable la forma del cuerpo sobre que obran,
cambian su color, manifestándolo completamente (fig. 4).
?M6 ALTERACIONES DE LAS CÉLULAS NERVIOSAS.
Ahora que tenemos demostrado que son cuerpos y no cavidades, es-
tudiemos su naturaleza y origen. Aun dentro de células, cuyo protoplas-
ma está fuertemente coloreado por el carmin del picro-carminato amo-
niacal, ellos permanecen blancos ó blanco-amarillentos, resaltando más
el contraste de color; por lo tanto, no son protoplasmas ni núcleos, nue-
vos ó viejos, pues en tal caso adquirirían color rosado. En cambio los
tiñe el ácido ósmico, tomando un tinte negro ó gris-azulado y con
doble contorno (fig. 4). Para obtener esta preparación, me sirvo de la
médula en estado fresco. Se coje con unas tijeras curvas ó un escalpelo
un trozo de sustancia gris, se lleva al porta-objetos y se añaden algunas
gotas de agua; se disocia hasta formar papilla, procurando que esté en
poca cantidad ó muy extendida en el cristal, con el objeto de que forme
una delgada capa, pues de lo contrario nada se obtiene, porque como el
osmio se fija en seguida, no penetra, y tiñe solamente la capa más superfi-
cial en fracciones de milímetro, dejando íntegras las capas profundas,
aunque estén tan dislaceradas como las primeras. Una vez dislacerada,
absorbo el agua que quedó á beneficio del papel filtro ó de paño fino y
hecho algunas gotas de la solución (l:iOO) de ácido ósmico. En seguida lo
cubro con un vidrio de reloj y lo dejo algunos minutos ó hasta que haya
ennegrecido lo que se vé de la preparación. Después de este tiempo,
quito por decantación ó mediante de papel filtro la solución ósmica ya
debilitada, sustituyéndola por algunas gotas de la concentrada, en cuyo
menstruo continúo la disociación, con objeto de que se pongan en con-
tacto con el osmio todas las pequeñas porciones que el reactivo endu-
rece, reuniéndolas en grupos mayores é impenetrables. Esta segunda
disgregación dura poco, y en seguida lo cubro otra vez con el vidrio de
reloj y lo dejo algunas horas. Pasadas estas, lo trato con la solución de
picro-carminato amoniacal, lo lavo y hago sustituir lentamente laglice-
rina al agua. Obrando de este modo, sólo pueden verse elementos aisla-
dos y aun muchos deteriorados por el manual operatorio, de modo que
las células están desprovistas de sus prolongaciones y aun algunas frag-
mentadas. Pero el objeto es ver los corpúsculos que contiene el proto-
plasma de la célula enferma, modificados por el reactivo, prescindiendo
de las condiciones de integridad celular por lo que se refiere á sus pro-
longaciones. Así, pues, he hallado los protoplasmas con los corpúsculos
de color gris y más oscuros unos que otros, según ha obrado más ó me-
nos el reactivo. La acción del ácido ósmico hace creer se trata de grasa
ó mielina. Me decido en favor de esta última, porque: primero, en su
mayoría afectan un diámetro más uniforme, es decir, que no se obser-
van dentro de un mismo protoplasma unos de grandes ó regulares di-
mensiones y otros en forma de granulaciones abundantes, y segundo,
porque la grasa tratada por el ácido ósmico queda oscuro- amarillenta, y
aquí el color es gris azulado y hay doble contorno.
Para poder dar más valor á estos datos, que me sirven de diagnóstico,
comparo los corpúsculos contenidos en el protoplasma con los conteni-
dos en los cuerpos de Glüge, sacados de un foco de reblandecimiento ce-
rebral consecutivo á una hemorragia. Trato una gota del tejido semi-
fluido de la misma manera que acabo de indicar respecto de la médula
en estado fresco, obteniendo una preparación abundante en cuerpos
ALTERACI(»<7ES DE LAS CÉLULAS NERVIOSAS. 967
granulosos (flg. 5). Ahora bien, estos cuerpos contienen corpúsculos
grandes y una infinidad de granulaciones que, brillantes antes de ser
coloreadas, por su abundancia, dan el nombre de granuloso al cuerpo
que las contiene, hinchándolo hasta romperlo. Aquí la célula alberga
granulaciones, pero al lado de ellas se ven bolas con doble contorno de
color negro azulado qne se diferencia del tinte sucio de l&s granulacio-
nes vecinas. Por lo tanto, en su interior hay gotas ó porciones de mie-
lina, que han entrado, gracias á la facultad que tienen los refefidos cuer-
pos de apoderarse de las granulaciones libres.
En cuanto al origen de estos corpúsculos de mielina, lo considero
igual en el reblandecimiento cerebral que en el medular. En estos casos,
la mielina, ya por el cambio en su nutrición, ya por la presión anómala,
ya debido al exceso de agua con que se halla en contacto, y para la cual
no es indiferente, deja de formar vaina al eje, y así que queda libre en el
tejido semifluido, verifica dos fenómenos: el primero es volverse esfé-
rica, y el segundo engrosarse considerablemente. Se vuelve esférica, por
que sus moléculas tienen más cohesión para con otras de su misma natu-
roleza que para con otras de diferente, y aumenta de volumen porque es
sumamente higrométrica. Para demostrar fácilmente este hecho, basta
observar lo que pasa en el extremo de un nervio seccionado y preparado
en el agua. Se vé como la mielina sale lentamente de su vaina, y que, á
medida que lo hace, se hincha y redondea, pareciéndose á un trozo de
algodón en rama que, contenido en un tubo en donde se hallaba prensado,
se enrareciese al salir del mismo. Al mismo tiempo, los corpúsculos
ó bolas de mielina son susceptibles de ser presa de ciertos cuerpos, como,
por ejemplo, la grasa y el pigmento. Las células linfáticas son las que
más se apoderan de estas sustancias, y ellas constituyen los cuerpos
granulosos de los focos, ya inflamatorios, ya regresivos de los centros
nerviosos. Ellos son los que más poseen la propiedad de apoderarse de
los elementos indicados, ya por su naturaleza, ya porque, gracias á su
emigración, los hallan en su camino. El Dr. Ranvier ha demostrado,
experimentando en el epiplon del conejo de Indias, que las células endo-
teliales adquieren la propiedad de apoderarse de bolas de mielina, del
mismo modo que las células linfáticas, pero á condición de ser inflama-
das. Sólo así, y en el período de tumefacción turbia, descubrió en el
protoplasma de las indicadas células las gotas coloreables por el ácido
ósmico. Ahora bien; creo que no es nada hipotético ni teórico admitir
que la atmósfera de protoplasma, que envuelve al pequeño centro ner-
vioso ó núcleo de la célula, ha sido penetrado por gotas de mielina, á
semejanza del protoplasma endotelial, ambos modificados físicamente,
efecto de haberse perdido el equilibrio en su nutrición. Quedando demos-
trado que las células nerviosas no contienen cavidades sino corpúsculos,
y que estos son de mielina penetrada en su interior, bien puede susti-
tuirse el nombre de alteración vacuolar por el de infiltración medular de
la célula nerviosa.
Alteraron pigmentaria. — Las células nerviosas de la médula espinal,
más que ningún otro elemento, indican el grado de tensión vascular, ya
activo, ya pasivo, del órgano que las contiene. Ya en las condiciones
normales y en individuos jóvenes aprisionan hematíes, que, metamor-
368 ALTERACIONES DE LAS CÉLULAS NERVIOSAS-
foseándose en el interior de su proloplasma, se convierten en un conjun-
to de granulaciones que rodean al núcleo ó se limitan á uno ú otro lado
de la célula. Guanta mayor es la congestión sanguínea de los vasos,
tanto mayor es el acumulo pigmentario en las células. En los viejos
concurren dos factores, que contribuyen poderosamente á que las cé-
lulas sean tan sumamente pigmentadas: en primer lugar el tiempo, pues
que continuamente y en virtud de causas fisiológicas, sufre alternativas
el estado del calibre de los vasos y en su consecuencia el paso de los
elementos morfológicos, y en segundo lugar, la impotencia contráctil de
los mismos vasos, debido ya á la mengua de inervación en ellos, ya
al estado atrófico-senil de sus paredes. Llega á tal punto la cantidad de
pigmento que contienen las células nerviosas en la edad avanzada, que
es imposible distinguirlo en algunas de las que realmente son pigmen-
tadas á causa de su proceso flogístico. Y disto mucho de decir, como
generalmente se hace, que el acumulo, aun acentuado de pigmento en
ellas, es un fenómeno, que poco importa al estado higido de las mismas,
fundándose, como lo hacen, en que todas ellas lo albergan en más ó me-
nos cantidad. Tanto en la senectud como en la enfermedad, el proceso se
verifica por el mismo procedimiento, con la diferencia de ser mucho
más intensa en esta última; en los viejos vemos células casi llenas de
pigmento y en la inflamación las hallamos no sólo llenas sino deformadas
y destruidas. Las células grandes, cuando están completamente llenas,
como en la fig. 6, se hacen frágiles y se rompen en varios trozos (fig. 7),
quedando en su lugar porciones irregulares y angulosas, que á menudo
escapan de su lugar primitivo, esparciéndose en uno ü otro punto de la
preparación. En otras sucede que no se rompen en porciones, sino que
su pared se desmorona, separándose los granos, que quedan ó no en sus
inmediaciones, dejando en la superficie de la célula un aspecto dentado
ó erizado (fig. 7'). El núcleo resiste hasta un grado bastante elevado, y
sólo cuando la célula, de puro llena, está en vísperas de destrucción, so
ve que se encogen y empcíiuenecen sus nucléolos, como en íf, hasta que-
dar completamente desvanecida la pequeña atmósfera nuclear que los
envuelve, de modo que ellos aparecen como un punto oscuro mate en
medio del conjunto de granulaciones pigmentarias (fig. 8 e). Las células
(¡ue acaban de esta suerte constituyen la mayoría. El proceso pigmen-
tario, de poco interés al principio, es el que, haciéndose dueño absoluto
del corpúsculo celular, le mata, porque sustituyendo el lugar de lo que
fué protoplasma, sucede por unaparte que el núcleo sin nutrirse se atro-
fia con mayor ó menor lentitud, y por otra parte, que del cambio en las
condiciones físicas, resulta un cuerpo que con facilidad deja de existir,
porque se rompe en pequeñas porciones. Otras células hay, que sin frag-
mentarse, sufre su cuerpo una reducción de volumen, quedan bastante
redondeadas, sin núcleo ni nucléolo y fuertemente pigmentadas (ñg, 8.)
Otras se ven que, además de la reducción de volumen y fuerte pig-
mentación, se hacen más irregulares, de color blanco, sucio y brillante,
cuyo color principia por un lado y la invade completamente (fig. 9). Es-
tos dos estados se hallan perfectamente consignados por los autores que
más han tratado el asunto, especialmente por el Dr. Charcot en las te-
fromielitis. Pero en la mielitis aguda difusa no es tan frecuente que las
CACETA MEDICA CATALANA
;ti. , %^
e
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C tí
SIMBLFJFARON. 369
células lleguen á estos estados atrofíeos, porque las más se destruyen
antes, como he dicho, cuando están en pleno período de pigmentación.
EXPLICACIÓN DE LA LÁMINA.
t I Hipertrofia de las células. Preparación en estado fresco.— I*, i* Hipertrofia de las
células, cuya médula ha sido pré?iam6nte endurecida. Solo el núcleo se halla aumentado
9 Generación nuclear; division.—S Trozos de un corte que contienen dos células en estado
de infiltración medular; a. porción de la gota de miolina medio penetrada en la célula; a' por-
ción extra-celular de la misma gota de miellna; 6, golas de mieiina libres en el espacio peri-
celular; b\ gotas de miólina entretenidas en la ganga.— 3' CéhiU con tres gotas do mieiina
de las de grandes dimensiones.— i 4 Céiulai con gotas de mieiina coloreadas por el ácido ós-
mico.— • ft Cuerpos de GlQge con gotas de mieiina c y en lo restante llenas de gotas y granu-
laciones do grasa.— • • Alteración pigmentaria. Células con el proioplasma todavía entero;
d, núcleo atrofiándose— 9 Alteración pigmentaria. Fragmentación del cuerpo celular.—
9* Alteración pigmentaria. Desmoronamiento del pruloplasma,—8y 9 Atrofia, e nucléolo.
SIMBLÉFARON.
Tratamiento por el inserto de un pedazo de conjuntiva de conejo. — Curación.
POR J. Presas. Ayudante de\ Dr. Barraquer.
N. N., mujer natural de Valls, de 41 años, á consecuencia de una
quemadui'a por la cal, tenia una adherencia en la córnea izquierda y el
párpado inferior, extendida desde el borde libre hasta el fondo de saco
inferior; el vértice del simbléfaron formaba en la superficie de la córnea
una expansión circular de color blanco y ocupaba la mitad inferior de
dicha membrana, llegando hasta el nivel de la pupila; el fondo de saco
quedaba de este modo dividido en dos mitades, siendo imposible hacer
pasar una sonda de una á otra mitad; es decir, se trataba de un simblé-
faron completo.
Procedióse á la opeiMcion, previamente cloroformizada la enferma,
del modo siguiente: se hizo presa del vértice del simbléfaron con unas
pinzas de dientes, desprendiéndole de la córnea por medio del cuchillo
de eslafiloma; luego, con una tijera curva, se desprendió el resto del sim-
bléfaron, rasando la esclerótica; se disecaron los bordes de la herida, que
quedaba en la conjuntiva bulbar, y se aproximaron los labios de la mis-
ma con un punto de catgut en la pei'ifería de la córnea solamente. Des-
prendida la brida cicatricial del globo, quedaba adherente al fondo de
saco inferior y a la cara interna del párpado. Entonces, por medio de la
tijera curva, se disecó el tejido cicatricial, separando los dos labios de
la conjuntiva que cubría el simbléfaron, y en la pérdida de sustancia se
aplicó una porción de conjuntiva bulbar del conejo; medía ésta diez mi-
límetros de ancho por quince de largo y se reunieron sus bordes con sie-
te puntos de sutura catgut. Para completar la adaptación del ingerto, se
pasó un punto de sutura catgut profunda, en foi'ma de asa, que desde el
centro del colgajo trasplantado salia á la piel del pái'pado. Durante
la operación se observaron todos los requisitos de la cura antiséptica
bórica.
En los dias consecutivos á la operación no hubo el menor movimi^n-
370 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
to febril; al quinto, al levantar el vendaje, no se halló ningún punto su-
puratorio; el ingerto de la conjuntiva de conejo habia contraido adhe-
rencias y tenia un color blanquecino, pudiendo el globo ocular verificar
todos los movimientos con entera libertad y sin arrastrar el párpado. Se
aplicó nuevamente el vendaje, guardándose los mismos cuidados de la
cura antiséptica bórica. A los diez dias se despidió la enferma para Valls,
pues la solución de continuidad de la córnea quedó cubierta de epitelio
y el párpado separado completamente del globo del ojo. El ingerto per-
manecía adherido; ofrecía un color blanco rosado, quedando todavía en
el borde palpebral una eminencia bajo la forma de un pequeño tubércu-
lo, resto del vértice del simbléfaron que se iba atrofiando.
anatomía de los centros nerviosos, <*>
POR Don Miguel A. Fargas Roca.
Fibras frontales. (Fig. 61. H, H.)— Un hacecillo de fibras nace del inte-
rior del tálamo óptico hacia su parte anterior, y sale de él formando la
porción más anterior de la corona radiante de dicho núcleo; se dirige
casi horizontalmente hacia adelante, pasando entre la cabeza de los nú-
cleos caudal y lenticular, y constituyendo la parte más anterior de la cáp-
sula interna va á distribuirse en el lóbulo frontal. Sus funciones son
desconocidas, por más que se sepa que ponen en comunicación el tálamo
óptico con las circunvoluciones del lóbulo frontal.
Fibras parietales. (Fig. 61. 1, I. )— -Del cuerpo mismo del tálf»mo óptico
nace una serie de fibras, que, dirigiéndose hacia la cápsula interna, llega
á la corona radiante por un trayecto ascendente y se distribuye en las
circunvoluciones parietales, yendo algunos hacecillos, según Meynert, al
lóbulo temporal.
Estos tres grupos de fibras, ópticas, frontales y parietales, constituyen
una verdadera lámina de sustancia blanca. Toman origen en el tá-
lamo óptico y forman parte de la cápsula interna, á la cual se sobrepo-
nen: las ópticas en su parte más posterior, las frontales en su porción
anterior y las parietales en la zona media, sirviendo, en resumen, para
relacionar entre sí los diferentes puntos de la cubierta cerebral con el tá-
lamo óptico.
Fibras del asa peduncular.— EsieiS fibras se encuentran en lo que se
conoce con el nombre de sustancia innominada de Reil ó asa peduncular
(i) Conünuacion.— V. los nüms. 25, 26. 27, 28, 29, 30, 31, 32, 3?, 3i y 35.
Por causa involuntaria se dej S de publicar en el número anterior la explicación
de ia figura 55, que insertamos ¿i continuación:
Fig. 55.~i4 Cinta óptica. ^jB Espacio perforado.— C Pié del pedúncalo cerebral.— -D Cinta de
Reil.— E Galota del pedúncalo cerebral.— F Pedúnculo cerebeloso superior.— G /f Tubérculos
cuadrigéminos: posterior y anterior.—/ PuWinar — J Cuerpo geniculado interno.— JiTEstria
terminal.— I. Cuerpo geniculado externo.— >/ Sustancia perforada anterior.— iV Quiasma.
anatomía de los centros nerviosos. 371
de Grathlet, y sirven para establecer comunicación entre el tálamo óptico
y la cubierta gris de la cisura de Sylvio.
Al penetrar el pedúnculo cerebral en la masa de los núcleos centra-
les, queda en el punto de su entrada un ángulo ó seno, resultante del
mayor volumen de estos. Este seno está ocupado en la parte externa y
Wig. 61.— EiqaemadolasflbrBSda lacorona radiante del tálamo óptloo-
{Ssffun Hugvenín.)
j| Tilamo óptico.— fi Núcleo cauiat (oolocado eaclimi da [s cD rana radian ts del tilamo
Aplico).— C Filaras aateriorai del trígono cortado — D Tubérculos cuadiigémlnos,— C Prolon-
gación ccclpllal del sano heniistérico A vantrlculc lataral.—K Asia da ^Ammon.— // J!f Flbrss
frontales de la corona radiante del látame Aplico.— // Pibraa parietales da la misina.— X £
Fibras occipitales ó hacecillos Apíleos da Giatlolet.
anterior por la cinta óptica. Si se levanta con cuidado esta cinta, aparece
debajo otro manojo de libras, que rodea también al pedúnculo, que está
alojado en este mismo seno y que forma el asa peduncular de Gratiolet.
Esta asa se halla, por consiguiente, situada en el ángulo que forma la
cara externa del pedúnculo cerebral con el núcleo lenticular; rodea al
pedúnculo hacia adentro, por su cara inferior siguiendo este seno, hasta
recorrer la cara interna del pedúnculo por debajodel tálamo óptico y en
el espesor de la sustancia gris del tercer ventrículo.
El asa peduncular de Gratiolet se compone de tres zonas distintas:
unasuperlicial, formada de fibras; otra media, constituida también por
libras, pero que tiene en su espesor una masa de sustancia gris, y otra
profunda, compuesta exclusivamente de fibras.
La capa superficial del asa peduncular es la única que tiene relacio-
nes con el tálamo óptico, sirviendo para ponerlo en comunicación con la
372 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
cisura de Sylvío. Nacen en este sitio y se dirigen hacia adentro, pasando
inmediatamente por debajo del núcleo lenticular, como las fibras E
(flg. 63); rodean en seguida el pedúnculo hacia adentro, van á la cara in-
terna del tálamo óptico, pasando por fuera del pilar anterior de la bó-
veda y entonces se dividen en dos hojillas: una superficial, que se dis-
tribuye en la capa blanca del stratiim zonaJe, y otra profunda, que se
termina en el interior del tálamo óptico.
Hablo muy ligeramente del asa peduncular, porque sus funciones y
su importancia son absolutamente desconocidas.
La capa media tiene un grupo de células, del cual parten fibras, que>
según Meynert, se dirigen hacia afuera, van á la cápsula externa y de
aquí á las circunvoluciones, rodeando por debajo al núcleo lenticular.
Otras fibras siguen un trayecto opuesto hacia adentro, contiguas á las
déla capa superficial; pero en vez de terminar en el tálamo óptico, si-
guen hacia atrás, al través de la sustancia gris del tercer ventrículo,
hastaformar parte déla calota, corriendo gran trayecto á los lados del
acueducto de Silvio. Estas fibras se conocen por algunos con el nombre
de hacecillo longitudinal posterior de la calota^ y Meynert los creyó pri-
mero unidos con los nervios acústicos, pero actualmente opina que van
á formar parte de los cordones antero-laterales de la médula. Esta capa
de la sustancia innominada, viene á ser un núcleo accesorio del tálamo
óptico, como las masas de^sustancia gris que antes he descrito, y que
Luys llamaba núcleos sub- ópticos.
De la capa profunda me ocuparé al estudiar el núcleo lenticular, por
la íntima relación que tiene con este núcleo y por el distinto trayecto
que recorre, con relación á las dos primeras.
Fibras de la bóveda. — Del núcleo anterior del tálamo óptico nace un
manojo de fibras que bien pronto sq rQune formando, un cordón, el cual
se dirige hacia abajo y á dentro, dejando por fuera las fibras del asa pe-
duncular y va á terminar en el tubérculo mamilar de la base del cere-
bro (flg. 64 M.) En este tubérculo existe una pequeña cantidad de sus-
tancia gris, que lo asimila á un centro, y en él se reflejan las fibras del
manojo que me ocupa, formando un ocho de guarismo, y se dirigen en-
seguida arriba constituyendo el pilar anterior de la bóveda y rodeando
la extremidad anterior del^ tálamo óptico; recorre hacia atrás su cara su-
perior, se refleja por debajo de los núcleos centrales y va á terminar en
el hipocampo. Estas fibras ponen en comunicación la región del hipo-
campo con el tálamo óptico. La opinión de Lebedef, al decir que las
fibras que desde el tubérculo mamilar ascienden al tálamo óptico,
provienen del pedúnculo cerebral, no es admitida por ningún autor.
Dando mayor latitud á la expresión de corona radiante, y compren-
diendo con este nombre todos los manojos de fibras destinados á poner
en comunicación un punto "cualquiera de la corteza cerebral con los nú-
cleos centrales, todas las fibras correspondientes al tálamo óptico, que
he descrito hasta ahora, forman la corona radiante de dicho ganglio. Ha-
ciendo, como Meynert, y calificando de raices estos manojos, vemos que
el tálamo óptico tiene cinco raices, que designándolas por su posición
respectiva, pueden calificarse: las fibras ópticas, de raíz posterior; las
frontales, de raiz anterior; las parietales, de raiz media; las del asa pe-
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 373
duncular, de raiz inferior; las de la bóveda, de raiz superior. (F¡g. 62 )
De estas raices es lo único que hoy se sabe, quedando aún muchos he-
chos desconocidos. La importancia y destino de varias de ellas están
por descubrir.
Con las fibras que he descrito, el tálamo óptico guarda sólo relación
con la cubierta cerebral, como ai estuviese suspendido de una bóveda;
existen otras que le ponen en relación con las parles inreriores de los
centros nerviosos, y de los cuales he de ocuparme.
Fibras de la calóla. — Las conexiones anatómicas, que antes me han
ocupado, pueden admitirse, por más que Bastían diga que las relaciones
anatómicas del tálamo óptico son hasta el presente tan inciertas como
sus funciones.
Flg. 62.— Saguema de laa raicea del tálamo óptico.
ÍSegun Huguenin.^
a Grupo i rali anterior.— b Grupo laferior.— p Grupo Utenl.— h Grupo poilerlar do Abras
i|u* M dirigen al tálamo áptUo, - fA»A peduncular.— t Geotro mediano.— c Oanglio de la
lubércuU.— d Comisura posterior. 'C Fibras tnterDii,— ft Fibras eiteruas de la caleta de loa
Broadbent, cuya autoridad en estas cuestiones es por todos recono-
cida, dice a! hablar de la terminación central de las fibras del pié del
pedúnculo y de la calota: «que ninguna fibra de una ni de otra divi-
sión se termina en el tálamo óptico», y al estudiar especialmente las fi-
bras de la calota, añade, que apesar de la intima relación que con ellas
tiene el tálamo óptico, puede éste levan tarseísin destruir la continuidad
de aquellas, pero que dado su trayecto entre la'sustancia gris de dicho
punto, es probable que se establezcan comunicaciones entre las prolon-
gaciones celulares y dichas fibras, equivalentes á su terminación en las
mismas células.
Por otro lado, Luys hace terminar en el tálamo óptico la mayor parle
de fibras procedentes de la protuberancia, y Meynert, Huguenin, Forel y
374 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
Berger están acordes en admitir que casi todos los hacecillos de la calo-
ta toman su origen en aquel centro. Esta opinión me parece la más
fundada, porque además de tener en su apoyo algunos hechos de Ana-
tomía pura, está conforme con la supuesta Fisiología del tálamo óptico
y los datos de Anatomía comparada. Estos últimos especialmente, pues-
tos en evidencia por Meynert y estudiados con detención por Forel, de-
muestran que, en la escala zoológica, cuanto más volumen tiene el tála-
mo óptico, más grande es el espesor de la calota, y también indican,
que en los animales inferiores, en que predominan los movimientos
involuntarios ó reflejos, el volumen de dichos ganglios y de la calota, se
conserva á pesar de disminuir considerablemente los hemisferios.
Tres hacecillos parten del tálamo óptico para ir á formar parte de la
calota: uno que nace del ganglio de la habénula y que se entrecruza en
parte con el del lado opuesto al través de la comisura blanca posterior;
otro que toma su origen en el centro anterior, recorre la cara externa
del tálamo óptico, entremezclándose con las fibras de la corona radiante
que antes he descrito y sigue por el lado externo de la calota sin entre-
cruzarse con el del lado opuesto; el último parte del centro mediano de
Luya y parece prolongación inmediata de las fibras de la raiz anterior é
inferior, entrecruzándose también en gran parte con su congénere. (Fi-
gura 62, K J.)
Todos estos hacecillos envuelven al pedúnculo cerebeloso superior y
junto con el hacecillo longitudinal posterior de la calota, que antes he
descrito, como procedente del asa peduncular de Gratiolet, forman la
totalidad del tegmentum, que corre por debajo de los tubérculos cuadrigé-
minos, como envuelto por la cinta de Reil, que describiré con la pro-
tuberancia.
Respecto á las funciones de los tálamos ópticos, muy poco se sabe
para encontrar correlación de funcionalismo y extructura. Dejando apar-
te las opiniones particulares de algunos autores, como la de Lussana y
Lemoigne, al considerarlos como centros motores de las extremidades
anteriores, dos teorías principales prevalecen.
Luys, por un lado, opina que el tálamo óptico es el verdadero semo-
rium conjnime, donde van á terminar las impresiones sensoriales de to-
do género, para sufrir una elaboración especial. Ferrier, fundándose en
algunos hechos de Fisiología experimental, apoya sus creencias, y Four-
nier pretende haber demostrado con las inyecciones cáusticas, intereti-
ciales, que la destrucción de los tálamos ópticos produce la abolición de
la sensibilidad. La teoría de Luys descansa principalmente sobre des-
cripciones anatómicas en su mayor parte hipotéticas, y Fournier mismo
dice: «en las observaciones clínicas jamás se vé la destrucción de un
solo tálamo óptico llevar consigo la pérdida del sentimiento». Las doc-
trinas de Luys, por más que las profesen Broadbent, Garpenter, Schra-
der, Poincaré, etc., no pueden sostenerse hoy en vista de los hechos ob-
servados de Fisiología normal y patológica.
Por otro lado, Meynert, en Alemania, hace del tálamo óptico el centro
de los movimientos reflejos involuntarios, para lo cual tiene también en
cuenta sus conexiones con las fibras sensitivas de la calota. Huguenin y
ÁCiOO SALICÍLICO Y SUS SáLES. 375
Duval admiten esta interpretación, que la encuentran, lo mismo que Fo-
rel, conforme con los datos de Anatomía comparada. Nothnagel, consi-
dera como verdadera la teoría de Meynert y compara los tálamos ópticos
con los tubérculos cuadrigéminos, que sirven de centro reflejo á los mo-
vimientos del globo ocular. Últimamente, Wundt, en su Psicología fisio-
lógica, se declara partidario de la teoría de Meynert y dice, que las im-
presiones táctiles son trasmitidas al tálamo óptico de una manera
inconsciente, y por acción refleja provocan tan sólo movimientos de
ciertos grupos musculares.
Gomo se ve, en el estado actual de la ciencia pocas consecuencias
pueden sacarse para la Patología, ni de la Anatomía, ni de la Fisiología
de los tálamos ópticos, si se exceptúa cuanto se refiere á las cintas óp-
ticas y á los ganglios geniculados, y al hecho, al parecer demostrado y
sostenido por Nothnagel, de que los focos de la parte posterior del tála-
mo óptico, producen trastornos visuales consistentes en ambliopia ó he-
miopía.
{Continuará.)
CONTRIBUCIÓN Al ESTUDIO DEL ÁCIDO SAUCIUCO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del salicUato sódico en el tratamiento del reiunatismo (1),
POR D. M. E, Moré y Bargit,
Medico de la Casa de Lactancia y CascHiunade Barcelona.
Observación II.— (Heiard.) — Reumatismo articular agudo; recaida (2).
— N. Daux, de 29 años de edad, comerciante en vinos, entró el d4 de Fe-
brero de 1877 en el Hotel-Dieu. Los antecedentes hereditarios del enfer-
mo son absolutamente negativos y sus padres y hermanos no han
padecido nunca dolores articulares.
En cuanto á él, su mal es antiguo, pues cuando tenia 10 años y vivia
en el campo, fué atacado por primera vez, pasando largos períodos en la
cama. Todas sus articulaciones enfermaron y no obtuvo ningún resul-
tado con el tratamiento que entonces se le aplicó.
A la edad de 21 años fué atacado de nuevo, y al entrar en el servicio
militar, se resfrió, se vio obligado á guardar cama, entrando en el hos-
pital donde estuvo 42 dias. — El reumatismo empezó por el hombro dere-
cho, atacando sucesivamente las demás articulaciones, y siendo tratado
con baños calientes, fricciones y fumigaciones.
El tercer ataque data del invierno de 1874, siendo poco marcado y
atacándose las articulaciones de la rodilla y del hombro; esta vez es-
tuvo solo ocho dias.
Por ñn, durante el cuarto ataque entró el enfermo en el Hotel-Dieu.
El 8 de Febrero se presentaron repentinamente dolores, principal-
mente en las dos articulaciones tibio-tarsianas y en la rodilla derecha.
Intentó continuar su trabajo, y el 12 se atacó la articulación del hombro,
debiendo guardar cama el 14, dia de su ingreso en el hospital.
(I) Continuación.— V. los núms. 25, 26, ís7. 28. 2.>, 30, 31, 32, 33, 3t y 35.
(í!) Douglás.— i)6 l'usage thérapeutique de V acide aalycilique^ París, 1877.
376 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
A SU entrada se notó una tumefacción y un enrojecimiento conside-
rables en los dos tobillos, en la rodilla derecha y en las dos nalgas.
l*or parte del corazón, la auscultación no reveló nada de particular*
La fiebre era intensa, el calor vivo, los sudores abundantes, la tempera-
tura á 39^2 y el pulso á 404.
£1 16 se atacaron los dos codos y el hombro derecho, y la mano
izquierda se puso tumefacta y dolorosa. Sed viva, pérdida de apetito,
temperatura á 38°,i y pulso á 104.— Se prescribieron 7 gramos do ácido
salicilico.
El 17 las piernas quedaron completamente libres, la temperatura
disminuyó y la mano izquierda se;^uia aun algo tumefacta. Desaparecie-
ron la tumefacción y los dolores; temperatura 37", 5 y pulso á 6i; ácido
salicilico 5 gramos.
El 18 presentaba únicamente un poco de dolor en el hombro derecho,
el sueño era excelente, y en este día, ni en la noche anterior, no ha-
bla notado malos efectos producidos por el paso del medicamento por la
garganta ó estómago. Temperatura 36^, 4, pulso 60: ácido salicilico
3 gramos.
De este modo fué disminuyendo hasta que el enfermo salió el 8 de
Marzo; pero el 14 del mismo mes tuvo un ataque muy ligero, volviéndo-
se un poco dolorosos ó hinchados los tobillos, las rodillas y la nalga íz«
quierda.
M. Herard le prescribió de nuevo 7 gramos de ácido salicilico, para
tomar 1 gramo cada dos horas en pan ázimo.
Desde el primer dia calmó el dolor, y en el segundo desapareció la
hinchazón, tomando 5 gramos, después 3, y el 23 salió completamente
restablecido.
Observación III. (Homs),— Reumatismo poli-articulur de forma crónica.
[Clínica Médica de la Facultad de Medicina á cargo deí Dr, Hoins y Pas-
cueis. Historia clínica debida d D. Emilio Nogueras) (1). — La enferma de
que se trata es la que ocupaba la cama señalada con el núm. 18 de la
sala del Santo Cristo, en la que entró el dia 17 del mes de Octubre; es de
44 años de edad, casada y con hijos, natural de la provincia de Tarra-
gona y últimamente tenia su domicilio en Hostafranchs.
En el primer interrogatorio, nos manifestó tener fuertes dolores en
las articulaciones de los miembros inferiores que le hacían muy difícil
la locomoción, quejándose también de las extremidades superiores, aun-
que en menor intensidad. Preguntada si los habia padecido otras reces,
dijo, que 16 ó 18 años atrás los tuvo muy intensos, hasta el punto de ha-
ber quedado paralitica durante mucho tiempo y más adelante volvieron
á manifestarse, aunque menos acentuados que tos de entóneos, pero más
que los actuales.
Presenta unas cicatrices debidas á úlceras en la parte anterior é in-
terna de la pierna izquierda, de un color rosa pálido, cicatrices que son
la huella de ulceraciones que en el mes de Diciembre del año anterior le
fueron curadas en el mismo Hospital con solo la medicación tópica, por
cuyo motivo no les he dado importancia alguna para el diagnóstico de
la enfermedad.
Pasando al examen del aparato circulatorio, nada encontré que lla-
mase la atención; el corazón latía con su ritmo acostumbrado en su buen
funcionalismo, sin notar ruidos de ninguna clase; el pulso era de 72 á 76
por minuto; el aparato respiratorio no ofrecía nada de particular y el
gastro-entérico funcionaba con regularidad; en resumen, solo ofrecíalos
dolores ya mencionados, síntoma en el cual tuvimos que fijar nuestra
(1) El sentido católico en la9 Ciencias médicas,^i,'* Noviembre 1880.
XCIDO 8ALICÍLIC0 Y SUS SALES. 377
atención y que unidos á los datos anamnésticos y á las influencias del
local donde trabajaba me hicieron pensar que se trataba de un Reuma-
tismo poli-ariicular de forma crónica, y hoy, después de haber visto los
resultados déla medicación empleada, me atengo á lo dicho.
Confundir esta enfermedad con otra cualquiera, era imposible: con
dolores osteócopos no puede ser, pues es sabido que estos aumentan
con el calor de la cama {i) y á nuestra enferma le era indiferente; aun
más, estos dolores son secundarios á otros síntomas de la afección que
los produce y la paciente no ofrece señal alguna de tai enfermedad.
Las causas que rodeaban á esta mujer eran muchas y malas; pues
tenia pocos recursos ó casi ninguno y se veía obligada á trabajar para
ganar un mezquino salario en una fábrica que, como casi todos esos
edificios antiguos, era fria y húmeda y de las peores condiciones higié-
nicas por el gran número de operarios que se reúnen en salas tan poco
ventiladas; y es bien sabido que las privaciones, la falta de abrigo, en
una palabra, la miseria, son el origen de muchas enfermedades; asi,
pues, no es extraño que este conjunto de calamidades hayan sido el
bota-fue;íO para que se desari olíase la enfermedad en nuestra paciente;
además, hay enfermedades que una vez padecidas, como v. g.,el reu-
matismo» no olvidan su alojamiento, dondo tienen el terreno abonado
para nuevas recidivas.
En cuanto al pronóstico, lo hemos de hacer serio, no por el presente,
pues no amenaza ningún peligro cercano á la paciente, sino porque re-
cidivando el mal, podrian presentarse las complicaciones tan comunes
de endocarditis, y en esta misma clínica hemos tenido ocasión de obser-
var un caso en que la endocarditis se presentó en el curso de un reu-
matismo, dando lugar á que una embolia obturase las ramiñcacioiies
arteriales de la tercera circunvolución izquierda del lóbulo anterior del
cerebro, lo cual dio lugar á una apoplegia que arrebató á la enferma,
hecho que vino á confirmar la autopsia, viéndose asi demostrado el
aserto de nuestro digno profesor.
El tratamiento, aunque en un principio solo tuvo por objeto calmar
los dolores administrándole una poción opiada, fué prontamente susti-
tuido por el salicüato de sosa que en breves dias devolvió la salud á la
paciente, la cual salió del Hospital el día 27 de Febrero.
Observación IV.— (L. March.) — Reumatismo poli- articular (2). — Se
trata de una joven de 16 años de edad^ no bien menstruada aun, de tem-
peramento sanguineo-linfático y constitución bastante robusta. No re-
cuerda en su estado anamnéstico ninguna enfermedad, ni antecedente
de familia. A últimos de Febrero se le presentó un dolor vago en las ar-
ticulaciones fémoro- tibio-peroneales, dolor que al principio se le cal-
maba, bastándole solo el calor de la cama, y no la privaba aun de dedi-
carse á sus quehaceres que desempeñaba con más ó menos libertad.
Pasados de seis á siete dias se hizo poli-articular, obligándola á
permanecer inmóvil en su cama. Desde el momento so estableció una
viva calentura con mucha sed, náuseas, acompañada de profusos sudo-
res, que acrecentaban más los sufrimientos de la enferma, cefalalgia,
vientre flexible é indolente, constipación y orina en cantidad bastante
regular, pero transparente. El tratamiento consistió primero en sangría,
después empleé el nitrato de potasa, el yoduro potásico, la veratrina y
finalmente el sulfato de quinina, maridado con el extracto acuoso de
opio. Inútiles fueron todos estos medios, á pesar de los que fué exacer-
bándose más la enfermedad, sobreviniendo una endocarditis con todos
(1) Los dolores del reumatismo, á veces con el calor de la cama m&s bien au-
mentan que disminuyen, si bien eolo sucede al principio para disminuir después.
(2) Independencia Medica^ 11 Agosto 1877.
378 ÁCIDO SALTCÍLICO Y SUS SALES.
SUS síntomas, como son: dolor en la región precord.al, no muy pronun-
ciado, mucha opresión y disnea que casi llegaba á la sofocación, y apli-
cando la mano en dicho punto se percibía un estremecimiento vibrato-
íio, síntoma propio de esta afección,
A la percusión nada se notaba, pero á la auscultación se percibía un
impulso mayor de este órgano, con un ruido de fuelle en el segundo
tiempo. La temperatura del cuerpo continuaba muy elevada, persistían
los profusos sudores y el pulso permanecía frecuente y duro. Ante esta
complicación recurrí otra vez á la sangría, sanguijuelas en la región
precordial é interiormente el nitrato potásico. Nada conseguí con este
tratamiento, sino que la enferma iba empeorando más; recordando en-
tonces los artículos leídos en La Independencia Médica sobre el ácido
salicflico como tratamiento del reuma articular, prescribí dicho agente
en la fórmula siguiente: de ácido salicílico, 2 gramos; de alcohol, c. s ;
disuélvase y añádase de agua destilada, 200 gramos, y de jarabe de cor-
teza de cidra, 30 gramos; para tomar media jicara caoa dos horas.
Aun no había tomado más que cuatro veces de esta poción, cuando
ya empecé á notar los efectos d^^l ácido; habían rebajado un tanto los
dolores articulares, cesado la disnea y el dolor precordial, disminuido
los sudores, y el pulso se había hecho más blando y menos frecuente. Al
siguiente día de tomar el ácido salicílico la enferma podía verificar los
movimientos casi sin dolor, había desaparecido la fiebre y los sudores,
quedando la temperatura en estado normal. Continué algunos días más
con el ácido salicílico y desapareció el reuma articular, quedando solo
algunos dolores vagos, que no tardaron en desaparecer á beneficio de las
embrocaciones con la tintura de yodo.
Observacíon V.— (P. Esquerdo.)— Reumatismo poli-articular agudo
y febril (1).— En Agosto de 1876 ocupaban camas de la Sala del ^anto
Cristo tres enfermas con reumatismo poli-articular agudo y febril. En
dos de ellas el medicamento propinado fué el bromhidrato de quinina y
baños sulfurosos, cuando al cesar los síntomas agudos continuaron las
enfermas quejándose de ligeros dolores articulares, inconstantes como
las variaciones higrométricas. El curso fué largo. En la tercera enferma
se encontraban interesadas (dolorosas y tumefactas) casi todas las arti-
culaciones; temperatura elevada de 39^ y décimas, miliar blanca gene-
ralizada, sudores profusos, insomnio, sin otras alteraciones. Tres días
antes comenzó la invasión articular. Régimen: caldo. Prescripción: agua«
de tilo, 250 gramos; ácido salicílico, 4 gramos; alcohol, c. s, para verifi-
car la disolución, á la que se añaden 25 gramos de jarabe. El liquido
obtenido es turbio, blanquizco-amarillento, deja poso, hay necesidad de
removerlo en el momento de tomarlo y lo repugna la enferma. Es inge-
rido sin trastornos por parte de las vías digestivas. A las 24 horas dis-
minuye la fiebre, se calman los dolores y facilitan los movimientos arti-
culares. Se reitera la poción. Un día después, apirexia sin dolores ni
tumefacción articular; movimientos normales. Principió á tomar ali-
mento la enferma, y sale al séptimo ú octavo dia curada.
Observación VI.— (P. Esquerdo). — Reumatismo en las articulaciones
tibiO'tarsianas (2).— Encargúeme en Mayo de 1877 de un niño que guar-
daba cama tros ó cuatro días antes de verle. De 9 años, temperamento
nervioso y constitución delicada, no menciona antecedentes de familia y
su enfermedad lleva algunos días de existencia. En los primeros se inte-
resaron las articulaciones tibio-tarsianas, en cuyo punto practicó su ma-
(1) Independencia Médica, \\ Agosto 1877.
(2) Id. id.
AcmO SALICÍLTGO Y SUS SALES. 379
dre embrocaciones con jabón blando y alcohol. Encontréie en mi primera
visita (por la mañana), inquieto, lloroso, quejándose por el menor cam-
bio de posición, ligeramente tumefactas las articulaciones, que no podían
resistir ni la presión de las cubiertas de la cama. El termómetro seña-
laba 39^ Y décimas, subdelirio en la noche pasada, mucha sed y extreñi-
miento. Respiración acelerada, sin ruidos anormales. Corazón que late
con frecuencia é intensidad en su espacio normal, soplo en el primer
tiempo con su mayor intensidad en el punto en donde choca el corazón:
sin dolores precordiales. Ligera erupción miliar blanca. Caldo, una po-
ción aromática con 3 gramos de ácido salicilico. £1 niño repu$;na la me-
dicina, que se reitera ai siguiente dia en que han desaparecido del todo
los fenómenos articulares y la fiebre. Se revuelve con facilidad en la
cama, levantándose á los cuatro dias, sin modificación en la insuficien-
cia mitral anteriora su aparición, al uso del ácido salicilico. He visto
varias veces á este enfermo por su lesión cardiaca, sin que hayan reapa-
recido los dolores; mueve con desembarazo y desordenadamente la
pierna y brazo deiechos, es decir, hemicorea, que en este caso sigue á
las manifestaciones articulares reumáticas en lugar de precederlas.
Observación VII. — (Moré y Bargit). — Reumatismo en varias articula-
ciones {[).—£[ dia 2 de Diciembre de d877, iuí llamado para asistir á un
hombre de unos 40 años, constitución delicada, y que, según él, hacia ya
cuatro años estaba padeciendo atroces dolores, unas veces en las espal-
das, otras en las extremidades superiores 6 inferiores y en la región
lumbar. Estos dolores se le presentaban siempre que la atmósfera sufria
cambios higrométrícos ó de temperatura, siendo, por consiguiente, bas-
tante fuertes en dias húmedos y lluviosos y en los frios.
Interrogado el enfermo, dijo que esta vez hacia ya cuatro dias que
no podia moverse de la cama, por tener localizado el dolor en la rodilla
derecha y aquejando unas fuertes punzadas en la región precordial, las
cuales, como era consiguiente, molestaban en p;ran manera el acto déla
respiración, y así, pues, se hallaba padeciendo una disnea más ó menos
fuerte según era el grado del dolor. La fiebre era bastante intensa, la ina-
petencia completa y la orina de color rojo bastante subido.
Los medios de que se habla valido para combatir la enfermedad, du-
rante el transcurso de los cuatro años citados, consistieron primero en
yoduro potásico al interior; mas viendo que con este no le desaparecía
la afección, no le quedó otro recurso, según él, que atacar el dolor local-
mente, según fuese el sitio donde se presentase, dándose en este caso
fricciones con pomada de belladona á ia que se adicionaba una corta
porción de extracto de opio.
Por las causas de la enfermedad y la naturaleza del dolor, no me
quedó ya ninguna duda de la clase á que correspondía dicha afección, y
no tuve inconveniente en diagnosticarla de reumatismo articular.
Enterado, pues, de los buenos efectos de la medicación salicilica, me
determiné á emplear el salicilato de sosa al interior, administrándole el
Srimer dia la dosis de 3 gramos en una poción. Al dia siguiente, 3 de
iciembre, volví á ver al enfermo por la mañana y hallé que la fiebre
habia desaparecido completamente, el dolor habla disminuido mucho su
intensidad y la orina era poco menos que normal, siendo también me-
nos notable la inapetencia del día anterior. El enfermo pedia levantarse
y dedicarse á sus ocupaciones ordinarias, mas no se lo permití temiendo
que el dolor se exacerbara. En este dia le aumenté la dosis del salici-
lato á 4 gramos, aconsejándole lo tomara dos ó tres dias más aunque des-
apareciera el síntoma local. Dos días después, esto es, á los cuatro de
(1; fíev, de Cieñe. iVcd.— Mayo de 187«
380 REVISTA DE NEUROPATOLOGÍA.
enfermedad, el dolor había desaparecido completamente, de modo que
en cuatro dias tomó solo 15 gramos de salicilato de sosa.
Observación VIL —(Moró y Bargit.) -^Reumatismo articular tn la ro^
diUa derecha. — El día 1.^ de Junio de 1879, se presentó á mi visita un
joven de 23 años de edad, pálido, demacrado y sin apetito. Era soltero y
militar, y dijo que desde el dia 24 de Abril del mismo año venia queján-
dose de dicha afección, pues en este dia y hallándose ocupado en traba-
jos propios de su profesión, se sintió con calo-frios, dolor en el hombro
y rodilla derechos, cefalalgia, malestar general, y en una palabra, todos
los síntomas propios de un fuerte resfriado, pero que fué diagnosticado
enseguida de un reumatismo articular agudo que le obligó á guardar
cama veinticinco dias, durante los cuales tomó el yoduro potásico á la
dosis, últimamente, de 4 gramos diarios. El dia que me encargué de dicho
enfermo, en 1,** de Junio, tenia el hombro derecho doloroso pero no tu-
mefacto, algo difícultados los movimientos del brazo correspondiente, y
de vez en cuando el dolor se irradiaba hasta la muñeca, cuyos movi-
mientos dificultaba más todavía. La rodilla derecha presentaba todos
los síntomas propios de una verdadera inflamación, es decir, tumefacta,
dolorosa, calor, enrojecimiento, etc., y además el enfermo no podia apo-
yarse con su miembro sino con un baslon y un amigo que le acompa-
ñaba. Su semblante pálido y desencajado demostraba el sufrimiento del
enfermo, y la pérdida del apetito era más bien debida al afecto moral de
verse de aquella manera que á su verdadero sufrimiento. Al verle en
semejante estado, le administré 4 gramos diarios de salicilato de sosa
en 20Ó de agua y unas fricciones loco dolenlij tres veces al dia de
Aceite de beleño 60 gramos.
Láudano Rousseau 2 »
Alcanfor 1 i
Tintura de yodo 3 »
M.
El 16 de Junio ya le administré solo 3 gramos de salicilato sódico y
le hice suspender las fricciones que se daba desde el primer dia, pues el
dolor de la espalda habia desaparecido por completo y el brazo oslaba
completamente libre en sus movimientos. La rodilla no presentaba el
dolor con tanta intensidad, la hinchazón habia disminuido y el enrojeci-
miento desaparecido del todo; el enfermo andaba mejor, y si bien necesi-
taba apoyarse con un bastón, podia prescindir del amigo que le acom-
pañaba ai principio; su semblante se presentaba con una expresión más
viva y animada, habia recobrado algo el apetito y no habia experimen-
tado ninguno de ios efectos propios de los compuestos salicílicos á pesar
de tomar 4 gramos diarios de salicilato de sosa durante quince dias se-
guidos. En 1.^ de Julio le administré solo 2 gramos de dicho cuerpo, y
desde el 25 del mismo mes hasta el 16 de Agosto tomó solo 1 gramo del
citado medicamento, pudiendo darse por complelamente curada desde
esta última fecha. {Continuará.)
REVISTA DE NBUROPATOLOGIA,
POR D. P. Verdós.
Diabetes expontánea en las lesiones del cuarto ventrículo.— Un nota-
ble artículo, acerca de la Anatomía patológica de la diabetes neurósica,
acaba de publicar el distinguido médico de la Salpétriére, Dr. Luys, en
la interesante Revista de su dirección, L* Encéphale.
REVISTA DE NEUROPATOLOGÍA, 38i
Partiendo del hecho demostrado de que en cierto número de casos la
diabetes es una enfermedad de origen central y que por esto mismo pue-
de ser legítimamente elevada á la categoria de los factores patogénicos
del sistema nervioso, que tienen'un eco hereditario y que determinan en
los descendientes trastornos neuropáticos, el Dr. Luys trata de conocer
cuál es el proceso anatómico propio de estas formas de la diabetes.
La lesión radica constantemente en las partes superiores del cuarto
ventrículo, al nivel del punto de implantación de los pedúnculos cerebe-
losos superiores y al rededor de una mancha que existe á cada lado, cu-
ya coloración es más subida que la'de las otras células de la región. La
constante localizacion de los trastornos en este sitio ha dado lugar á que
Luys la denominara región diahética^del cuarto ventriculo.
La coloración del cuarto ventrículo, en estos casos, presenta un tinte
amarillo rosado. Los capilares ofrecen una apariencia tupida, y vistos
con la lente presentan el aspecto de gruesos troncos turgentes. La sus-
tancia gris está reblandecida y presenta pequeñas depresiones en forma
de fosas irregulares, que corresponden á atrofias localizadas por reab-
sorción de la sustancia nerviosa. Las manchas diabéticas superiores se
presentan de color rojo oscuro ó amarillo, según la antigüedad de la le-
sión. La hiperemia no solo es superficial sino que invade las partes pro-
fundas. La sustancia gris central de la médula cervical participa tam-
bién del trabajo congestivo.
El examen histológico revela que las paredes de los capilares están
engrosadas é infiltradas de granulaciones rojizas ó amarillentas. De tre-
cho en trecho se ven exudados granulosos adherentes. En un caso'se han
visto aneurismas miliares. Las paredes de los capilares están infiltradas
de materia colorante hemática. Las células y las fibras nerviosas están
degeneradas é infiltradas de granulaciones amarillas.
De todo lo cual resulta que la lesión propia de la diabetes central es
de naturaleza congestiva, que obra como foco de irritación local, deter-
minando á distancia nuevos centros de irritación secundarios, que dan
lugar á su vez á manifestaciones variadas, según cual sea el nudo gris
más ó menos directamente interesado.
Tétanos: cansas de la muerte. -El Dr. Richet leyó, en la Academia de
Medicina de París, una memoria encaminada á demostrar las causas de
la muerte en el tétanos eléctrico. A beneficio de excitaciones eléctricas,
fuertes y repetidas, se puede provocar en los animales (conejo y perro)
un tétanos comparable por sus efectos al tétanos patológico. El estudio
analítico de las causas de la muerte en este tétanos provocado pone en
camino para conocer la causa de la muerte en el tétanos traumático.
Según el Dr. Richet, puede decirse, en tesis general, que los conejos
mueren por asfixia y los perros por hipertermia.
Dermatosis de origen nervioso.— La tesis inaugural de M. H. Leloir ver-
sa sobre las lesiones de los nervios cutáneos, que se encuentran en gran
numero de dermatosis. Apoyado 'en muchas observaciones practicadas
en unión del Dr. Déjérine, ha llegado á formular, como verdades demos-
tradas, los hechos siguientes:
382 REVISTA de; néuropatología.
1.° £1 sistema nervioso juega, en la producción de ciertas dermato-
sis, un papel importante que se traduce anatómicamente por la altera-
ción de los nervios cutáneos y subcutáneos que inervan la región afec-
tada. Esta alteración es una neuritis parenquimatosa, que puede ser
primitiva ó secundaria á lesiones del sistema nervioso central ó de los
troncos nerviosos.
2.° Las lesiones de los nervios cutáneos no son secundarias á la
dermatosis, sino primitivas.
3." Estas lesiones han sido encontradas'por Leloir y por otros obser-
vadores en casos de vitíligo, de ictiosis, de ectima, de pénfígo, de gan-
grena cutánea, de lepra, de mal perforante, de zona (?) y en ciertos
eczemas (?).
Asfixia local de las extremidades —En una Memoria publicada por Mar-
tin Bernhardt sobre el Estudio de la atetosis y délos calambres vaso-motores
de las extremidades^ se dá cuenta de dos interesantes casos de asfixia lo-
cal áignos de ser conocidos.
Una mujer de 25 años, presenta los fenómenos siguientes: Al aire
libre, durante los calores de verano, la mano y sus pies se hielan fácil-
mente, adquiriendo un color cianótico á los pocos momentos. La ciano-
sis y el enfriamiento se acentúan más en medio de la mano derecha. Se
ven también estrias azuladas subcutáneas y pequeñas rasgaduras cutá-
neas superficiales de 1 á 3 milímetros de longitud, con fondo sanguino-
lento, y cicatrices que indican trastornos análogos ya curados. Hay
hormigueo y dolor en la mano izquierda especialmente; trastornos de
motilidad y de sensibilidad. La corta permanencia en una cámara
caliente trasforma la cianosis en una coloración rojo-oscura y la mano
se hincha y calienta de una manera sensible en los pies y en los dedos
de los pies.
Ei segundo enfermo es un cerrajero,' de 27 años, que presenta buen
estado de salud. Hace cuatro semanas cayó sobre la mano derecha, es-
tando en extensión. Dos semanas después del ligero accidente, apenas
percibido por el enfermo, se presentaron varios fenómenos. La mano de-
recha completamente pálida, cianótica y helada (26° C); uñas azuladas;
sensibilidad ligeramente embotada, bien que las punzadas de alfiler son
doiorosas y la sangre que por ella mana es roja azulada oscura, la pre-
sión sobre los músculos del primer espacio ínter- óseo y sobre la masa de
los flexores del antebrazo es dolorosa; los movimientos están algo apa-
gados. No se perciben los latidos arteriales.
Ambos enfermos parecen estar afectados de un trastorno de la circu-
lación periférica debida á una afección de los centros vaso-motores, en-
fermedad que se ha descrito con el nombre de asfixia local de las extre-
midadeSy síncope local, eritromegalia; Bernhardt trata esta enfermedad
con la aplicación de corrientes continuas centrífugas dirigidas desde las
vértebras cervicales á los nervios de los miembros y parece haber obte-
tenido buenos resultados.
Snfarmedad cérelt>ro-£fá6trica..El Dr. Leven estudia la dependencia di-
recta que existe entre el cerebro y el estómago (Gazette medícale de Pa^
REVISTA DE NEUROPAT0L06ÍA. 383
ris). Unas veces el cerebro primitivamente enfermo determina la afección
gástrica; otras veces el estómago es el que sufre primero y da lugar al
trastorno cerebral. Una vez establecida la enfermedad, se caracteriza ó
por pesadez ó por una sensación de vacio en el cráneo, debilidad de las
facultades intelectuales, trastornos profundos en todos los órganos de
los sentidos, abatimiento y debilidad extremada y en fin un verdadero
delirio hipocondríaco. Combatiendo la enfermedad gástrica, desaparecen
los síntomas cerebrales.
Paráli8iB hamiplégica oonsecutiva á una diarrea disenteriíorxna.— Del-
peuch ha expuesto un caso de esta naturaleza ante la Sociedad Clínica de
París. Se trata de un hombre sin antecedentes hereditarios ni personales,
dignos de ser consignados. En medio de una existencia precaria y mise-
rable, fué preso bruscamente de intensos dolores abdominales, tras de
los cuales se declaró una diarrea abundante y una postración profunda
que le obligaron á guardar cama. Al dia siguiente amaneció con una he-
miplegia incompleta del lado derecho y hubo de ingresar ea el hospital
Laennec, en donde pudo comprobarse el siguiente cuadro sindrómico:
El enfermo se presentaba en estado de semi-estupor; ojos escavados;
facies con el sello del abatimiento y del sufrimiento; aquejaba viva ce»
falalgia y dolores abdominales; lengua blanca y húmeda; vientre fláxido,
muy doloroso á la palpación sobre el trayecto del colon. Sin fiebre; con
normalidad completa en las funciones del hígado y en la circulación?
respiración y excreción de orina. La diarrea habia cesado. Los miembros
inferior y superior derechos incompletamente paralizados y con anal-
gesia. La cara en estado normal. La hemiplegia necesitó más de un mes
para desaparecer completamente.
La Fisiología patológica de este caso es de una interpretación muy
difícil, y lo demuestra claramente la discusión que suscitó en el seno de
la Sociedad Clínica y las diferentes opiniones que sobre él se emitieron.
Para Chauífard se trataba de una trombosis caquéctica. Para Merklen el
hecho se explicaba por un estado ateromatoso ó histérico. Para Cuffer
podia creerse en un caso de histeria latente.
Batiramiento de los nerrioa y trastornos tróficos oonssoutlvos.— En
una comunicación hecha á la Sociedad de Biología, Quinquaud asegura
haber observado algunos casos de trastornos tróficos á consecuencia del
estiramiento de los nervios. Estos casos recaían en algunos animales á
los que se practicó esta operación, y en los que se vio aparecer una espe-
cie de amputación expontánea de los dos dedos de ambos pies. Esta lesión
puede ser referida á las alteraciones que siguen á la sección délos nervios.
En otro experimento practicado por Quinquard, ha comprobado un
hecho de hiperexcitabilidad por irritación á distancia. Si después del
estiramiento moderado del ciático de un lado, suficiente, empero, para
producir la anestesia, se eí>tira violentamente el ciático del otro lado,
reaparece la sensibilidad y aun una hiperestesia en el sitio insensibiliza-
do por la operación. Esto es una acción á distancia sobre las regiones de
la médula en donde el ciático toma origen ó, según la expresión de Browu'
Séquard, una influencia inhibitoria.
384 LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE.
Corea; naturaleza, patología y terapéutica. - Kl Dr. Marín traza la histo-
ria completa de esta afección, y pasa en revista la opinión de los autores
con respecto á la etiología. Para él las modificaciones patológicas demos-
tradas por la Anatomía morbosa, no justifican la teoría de que la corea
depende de procesos inflamatorios del cerebro ó de la médula.
El temblor, las convulsiones, los espasmos, no son necesariamente
consecuencias de la inflamación; cree que estos fenómenos dependen más
bien de la irritación de los centros nerviosos, y localiza esta irritación en
las capas ópticas, en los tubérculos cuadrigéminos, en el puente, en el
bulbo y en la médula con preferencia á los cuerpos estriados.
El Dr. Mann formula su tratamiento de la manera siguiente: reposo,
evitando toda excitación y las vigilias y dando un baño caliente antes de
acostarse; nutrición, por medio del aceite de hígado de bacalao, solo ó con
pequeñas dosis de fosfuro de zinc, ejercicios gimnásticos y arsénico.
Reflejo genital. -Saunders da cuenta de algunos casos de crisis gás-
tricas producidas por acción refleja y dependientes de la adherencia del
prepucio con el glande. El primero de estos 'casos se refiere á un niño
de cuatro años, que venia sufrindo intensos dolores de estómago, sin que
pudiera apreciarse la causa. Después de muchos dias de tratamiento inü-
til, Saunders practicó un minucioso reconocimiento, no pudiendo apre-
ciar otra cosa que la adherencia del prepucio con el glande, la que se-
paró, más por rutina que por una idea preconcebida. A consecuencia de
esta maniobra, los accesos se curaron, si bien reaparecieron al cabo de
algún tiempo y obligaron á practicar la circuncisión, con lo cual no se
han visto reaparecer de nuevo.
El segundo caso se refiere también á un niño de tres años que sufría,
desde el nacimiento, dolores de estómago. No existia ningún antecedente
neuropático ni causa alguna que pudiera explicar el fenómeno. Sólo una
adherencia del prepucio con el glande vino á demostrar, después de su
destrucción, que aquel era el foco generador de los tormentos del es-
tómago.
Otros dos casos de la misma naturaleza, referentes á niños de cinco
y tres años respectivamente, han sido citados por Saunders, y en todos
ellos se ha obtenido una curación completa á beneficio de la circun-
cisión.
IOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE Y SCS RELACIONES CON LAS ENFERMEDADES/'^
POR Timoteo Richard Lewis.
XI.
I. —Pruebas de que la viruleDcia de las sustancias sépticas no depende
de la vida vegetal.
Considerando que es do todo punto evidente qus estos organismos,
BaccilH ó Spirilla, no son más que epifenómenos, el cambio especifico de
(1) Conclusión.- V. los nüins. 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34 y 35<
LOS MICRÓFITOS DE LA SANGRE. 385
los liquides, del cuerpo realizados antes de que se puedci descubrir el menor
vestigio de su presencia fldí cMesüon que naturalmente se presenta es la
que sigue: ¿Existe una prueba suficiente de que las inoculaciones pue-
dan ser hechas, en ausencia de organismos vivos, con una sustancia
idéntica? La respuesta, en lo relativo al carbunclo y enfermedades del
raismo género, es afirmativa seguramente; pero, por lo que hace á la fie-
bre recurrente, no puede decirse de una manera absoluta que sea inoou-
lable, de suerte que hoy debe reputarse este caso fuera de litigio.
Cuando Brauell publicó su memoria en los Archivos de Virchow^ en
1858, detallando sus experimentos para probar que la fiebre esplénica no
puede ser inoculada, llegó hasta á decir que los organismos descubier-
tos en la sangre no podían ser los agentes del virus, toda vez que la san-
gre que había engendrado la enfermedad no contenia Baccilli. Bouley ha
llegado á la misma conclusión, y BoUinger, que ha repetido los experi-
mentos de Brauell y de Bouley, ha probado también que la enfermedad
puede existir en la sangre, sin la presencia de los Baccilli; que dicha san-
gre comunica el padecimiento á otros animales, y que aun en condicio-
nes semejantes, pueden desarrollarse los organismos en la sangre de ani-
males inoculados, y descubrirse lo mismo durante la vida que después
de la muerte (1).
Observaciones semejantes han sido hechas en la septicemia y enfer-
medades análogas ligadas ¿ la presencia de los BaccillL Hemos ya citado
algunas de ellas. Colin, por ejemplo, observó que Viooooo de gota de san-
gre, infectada por la septicemia, mata un conejo en 36 horas, cuando ha
sido inoculada por medio de una lanceta; que la propiedad virulenta
existia antes de la presencia de la bacteria y que el carác'er pernicioso
del liquido era evidente, desde la aparición de pequeños corpúsculos es-
féricos, consecuencia, según cree Colin, de la alteración de la san-
gre (2).
Ha sido demostrado muchas veces que las propiedades venenosas de
la sangre séptica, y de otras soluciones alteradas de los animales, des-
aparecían hacia el tercero ó cuarto día, lo cual concuerda apenas con la
opinión de que el veneno se halla contenido en los esporos en apariencia
casi imperecederos de los Baccilli, que existen durante las primeras far
ses de la descomposición. Un rasgo igual caracteriza al virus de la fiebre
esplénica, de la viruela y de la sífilis. Hiller, reasumiendo los resulta-
dos de la filtración de los líquidos sépticos, escribe (3) que los experi-
mentos más decisivos han probado que, después de la filtración á través
de sustancias muy porosas, como el carbón, algodón comprimido, etcé-
tera, hasta que los líquidos queden completamente libres de las molécu-
las visibles de cualquier género, pueden dichos líquidos comunicar to-
dos los síntomas que caracterizan su acción antes de ser filtrados. Hiller
(t) O. BoUinger. — Zur Patholoffie des Milzbrandei^ Munich, 1872, citado en
Schmidt*8 fahrbücher^ tomo glxxxi, pág. 205,1875.
(3) 'Ñouvelles recherches sur Vaction des matibres pulrides et sur la septicémiSf en
el BuUelin de VAcadémie^ Octubre 1873, citado por Birch-HIrschelfd, loe. ctí., pá-
gina 174.
(3) Uber putrides Gift, en el CentralblaU für Chirurgie^ núms. 10, 11 y 12, 1876.
3SB Los MiCRÓmos DÉ La sangre.
asegura que iguales resultados han sido obtenidos por Panum, Bergmann,
Heidenbaum, Wolff, Küssner y otros.
A Panum corresponde el mérito de haber contribuido á algunos de
los primeros y más importantes experimentos, que se han hecho hasta el
presente, sobre la naturaleza del veneno existente en ciertas soluciones
de materias descompuestas. Sus investigaciones han sido publicadas
en 1855, pero fueron al principio editadas en lengua danesa, lo cual fuó
causa de que pasaran desapercibidas durante algunos años. Fueron pues-
tas en evidencia (1874) en una noticia en los Archivos de Virchow. En
1875 (1), el Dr. Cunnningham y yo volvimos á comenzar estas investiga-
ciones, habiendo descubierto que los resultados de nuestras observacio-
nes sobre igual materia (observaciones basadas en una serie de experi-
mentos, que comprenden la inoculación y disección de unos 170 perros),
estaban en completo acuerdo, en los puntos en que podian compararse,
con los obtenidos por el eminente experimentador.
Panum observó que el coágulo, que se produce hirviendo con líquido
infecto, es más virulento que el mismo líquido. Los principales hechos
por él demostrados pueden reasumirse de la siguiente manera:
1.' El liquido perfectamente claro, que se obtiene filtrando solucio-
nes de sustancias animales putrefactas á través de diversas capas de
papel de filtrar, comunica los mismos síntomas infecciosos que la sus-
tancia no filtrada.
2.^ Haciendo hervir el líquido por espacio de once horas, no se alte-
ran sus propiedades tóxicas.
3."* Aunque el extracto alcohólico del líquido sea inofensivo, la
acción virulenta de su extracto acuoso es muy intensa.
Hé aquí por qué Panum deduce que un líquido, que puede conservar
sus propiedades específicas después de haber sido filtrado, hervido, eva-
porado en seco y cuyo residuo ha sido tratado por el alcohol frió é hir-
viendo, después disuelto de nuevo y filtrado otra vez, no puede conser-
var la propiedad de sostener la vida de cualquier clase do organismos.
En 1865, el Dr. W.-B. Richardson probó que el líquido serosanguineo
de la cavidad del peritoneo de una persona atacada de pioemia comuni-
caba la enfermedad de un animal á otro en series directas, y que el ve-
neno séptico, que causaba estos desórdenes, podia combinarse con los
ácidos para formar sales que conservaran las propiedades infectantes de
la sustancia primitiva (2) Algunos años más tarde (1868^, Dergmann lo
gró obtener una sustancia semejante en apariencia, sustancia que deno-
minó septina (3). Este veneno producía síntomas de igual carácter que
las soluciones pútridas y algunas veces daba resultados más fatales» aun
á pequeñas dosis. Parece que reprodujo síntomas del todo idénticos á los
que producía la sustancia primitiva, apartándose algo en esto del ex-
tracto pútrido de Panum, el cual reproducía sin modificación alguna los
síntomas ordinarios del envenamiento pútrido.
(1) Cholérüy microseopícal vt physiological researchesj dérie 2.
(3) The Lancet, 3 A b: il 4875, pág. 490.
(3) Centralblan für die medie. Witsensch^ 4863, p¿g. 497, citado por el Dr. Arnold
Hild. Loe, cit.
KOTICIAS CIENTÍFICAS. 387
Los hechos expuestos en los precedentes párrafos no pueden dar gran
peso á las aserciones de Pasteur y de sus partidarios, que conceden lo
que podía llamarse una fuerza de resistencia sobrenatural á los esporos
durmientes del carbunclo y de otras enfermedades. Pero otra serie de
fenómenos han sido registrados que se refieren al mismo asunto. Esta
probado que los tejidos vivos de los cuerpos pueden, en ciertas condi-
ciones, cuando son excitados, por ejemplo, por irritantes puramente quí-
micos, tales como una fuerte solución de iodo ó de amoníaco^ segregar
un liquido que, cuando es transportado de un animal á otro, no es me-
nos virulento que la exudación consecutiva á la introducción en el orga-
nismo de una sustancia llena de BaccillL Hánse publicado observaciones
sobre este punto por muchos observadores. El Dr. Cunnigham y yo mis-
mo recordamos haber encontrado gran número de bacterias en la san-
gre de un perro, cuya muerte era debida á los irritantes químicos. Di-
chas bacterias no podían haber causado la muerte, ni provenían tampoco
del amoniaco empleado para producir la inflamación. Parece después de
tales resultados que los elementos y tejidos vivos del cuerpo tienen en la
elaboración de los venenos sépticos una parte mucho más importante
que la que de ordinario se les asigna.
Tales son los principales hechos que han llegado á mi conocimiento
relativos á la cuestión de los micróñtos de la sangre en estado de salud y
en las enfermedades infecciosas.
Tradacido del Quartely mic, journ, 1880.
POR D. S. Carbó y Rovirosa.
t^m^^^^^m0^^^^t0^f^0^t^ím^^^
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Blenorra^a: jarahe contra las erecciones. — El profesor Mauríac
emplea una fórmula compuesta de
Jarabe de digital > __ ra «^«.„«»
Id. de morfina J aa 50 gramos.
firomuro potásico 20 s
Para tomar por la noche una cucharada, de las de sopa, en una taza
de infusión de tilo.— (J. Parellada.)
Empiema: tratamiento.— En pocos años se ha modificado en gran
manera la opinión de los médicos en cuanto se refiere á la terapéutica
del empiema y particularmente á los peligros de la toracentesis.
Martindale, con motivo de un caso en que ha practicado dicha ope-
ración, pasa en revista, en el Med. Journ. ofihe Med, Se, los varios mé-
todos propuestos contra el empiema y termina opinando que el mejor,
para obtener la duración radical, es la abertura y contra-abertura con
drenaje de la cavidad pléurica y lavados desinfectantes cuotidianos.
— (Formigüera).
Causa de ciertas monstruosidades. — Algunas monstruosidades
tienen por origen, según Dároste, la compresión ejercida por el amnios
en los primeros tiempos de la vida embrionaria, antes que los elemen-
tos bistológicos definitivos eslén constituidos.
El piévarus congériitp y otras deformaciones del mismo género po-
drían pues explicarse por la compresión del amnios y no por la contrac-
ción del útero.— (Fardas.)
388 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Consejos del médico.— Es el hierro uno de los medicamentos que los
enfermos toman más á disgusto, haciéndose sumamente difícil su admi-
nistración si ha de prolongarse por algún tiempo, tanto, que á ella se
atribuyen efectos muy distintos, y no pocas veces muy justificados.
Pero debe advertirse que no es el hierro en sí mismo, sino la forma
de su preparación la que causa extreñimiento, y ocasiona jaquecas ú
otras neuralgias, si por dificultad en su absorción queda en el organismo
sin provecho y origina dolores y sufrimientos. Guando el médico indica
el uso del hierro sin especificar el preparado que debe emplearse, es pre-
ciso aconsejar una forma medicamentosa, que sin cansar el estómago,
facilite su absorción, y por lo tanto, sus efectos.
El hierro dializado de Bravais reúne esas condiciones, y ofrece todas
Jas garantías apetecibles tanto por sus dosis cuanto por su preparación.
Además es un hierro puro que no incomoda, no ocasiona extreñimiento,
y fácilmente penetra en el interior del organismo sin elaboración pesada
y sin reacción desagradable. Sü uso no produce congestiones ni jaqueca.
Los productos Raoul Bravais se venden en París, rué Lafayette, 13, y
Avenida de la Opera, 30, como depósitos principales; y también en las
principales farmacias de todas las naciones.
SBGGION OFICIAL.
Cementerios.-- Real Orden de 19 de Mayo dictando reglas con motivo del
expediente instruido en vista de las malas condiciones higiénicas de los tres
cementerios de Fregenal de la Sierra (Badajoz), reglas que haa de aplicarse
en todos los casos análogos que puedan ocurrir. — Gaceta del 22 de Mayo.
Cátedra vacante. -Real orden de 26 de Mayo, mandando se provea por
oposición la de Terapéutica de la Facultad de Medicina de Sevilla (Cádiz). —
Id. del 5 de Junio.
Cólera morbo.— Orden de 9 de Junio declarando sucias, á partir del 9 de
Mayo, las procedencias de la isla de Sumatra (Occeauía), por haberse presen-
sentado el cólera en Padang, y teniéndole en cuenta las frecuentes comunica-
ciones de dicha isla con Borneo, Jawa (Occeanía) y Singapore, se dispone tam-
bién s^oonsideren sospechosas las procedencias de estos pantos á contar
desde el 26 del mismo mes.— /d. del. 10 id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Hfiiiual de Anatomia descriptiva, por el Doctor HobisíT Hartmann. Tra-
ducción directa del alemán por los Ores. L, Góngoray S, Cardenal.— Cuaderno IS. '
Naturaleza de la tisis pulmonar y su tratamiento, por el Dr. D. Marcelino
Cazaux.— Sevilla.— 1882.
Parecer do commissao enoarregada pelo Gonselho do Escola Médico GU-
rürgica de Lisboa, de examinar od documentos remetidos ao mesmo Conselho
pelo l¿xmo. Governador civil do Dtstricto, relativos & doen^a de que Talleceu um ho>
mem morador no campo dis cebólas n.* i2, em cuja certidao de óbito ó Médico
assistente lan^ou ó diagnóstico de febre amarella.— Lisboa.— 1882.
Elogio histórioo del limo. Sr. Dr. D. Joaquín Gil y Borés, por D. Joaquín Culi
AstrelL-^Oarcelona. — 1882. (Dos ejemplares).
Manual práctico de las enfermedades de las mujeres (Medicina y Ciru-
gía) por el Dr. G. Eustache, versión castellana de D. Enrique Morescó y Labado y don
Rafael Ulecia y Cardona, con un prólogo del Dr. D. Andrés del Busto López.— Cua-
derno 2.®— Madrid.— 1882. (Dos ejemplares).
Anuario de Medicina y Cirugía prácticas, para 1882, por el Dr. D. Esteban
Sánchez Ocaña.— Tomo décimo noveno.— Madrid, Bailly-B.tílliere.— 1882.
PfiHiÓDiGOs: La saintCf Genova.— /íaíia Módica, Genova.— La consulta, Cádiz.
Tomo II. Húm. 13. 15 Julio dé 1882. Año II. Núm. 37.
SUDARIO: Congreso médico internacional de Sevilla (continaaeion),por el Dr. B. Bartolo-
■ié Bokert.— Endomeiritls sapnrada: tratamiento por el layado uterino, por B. Arinro
■laootL— Mania aguda: curación, por D« Imitfro Calvol— Anatomía de los centros ner-
viosos (continuación), por el Vr. B. Mcvel Wmwgmm,— Contribución al estudio del ácido
salicilico y sus compuestos, en particular del saticilato sódico en el tratamiento del reuma-
tismo (coneiuirA), por B. ■!- K. Moré y Borcii-— Rev;sta de nosoqulmlea, por el Dr. ttosi
Pederieo Conlelto.— Sobre la zona manejable de los agentes anestésicos y nuevo proce-
dimiento de cloroformización, por el »r. Wmmi 9erl.« iNOTICIAS CIENTÍFICAS: Hemato*
blanosydemis elementos figurados de la sangre.— Casos de sarampión.— sifón: origen.
—Cólera morbo.— S^cc/on oficiai,-^ Publicaciones reeibidus.
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA ^'\
POR EL Doctor Don Bartolomé Robert,
Catedrático de la FQCultad de Medicina de Barcelona,
Dia gnóstico di» las úlceras de la laringe.
Sobre tal asunto ocupó la atención del Congreso el Dr. Ariza leyendo
una monografía correctamente escrita y llena de erudición. Este distin-
guido laringólogo sostuvo la tesis de quQ las úlceras simples de la laringe,
desligadas de todo punto de afectos generales, primitiva ó consecutiva-
mente desarrollados, no existen ó por lo menos quedan reducidas á sim-
ples erosiones epiteliales. Para el Dr. Ariza son las úlceras siñliticas, las
tuberculosas, las caseosas y las cancerosas las únicas que deben llamar
la atención en la laringitis crónica, y partiendo de este principio, hizo
una detallada descripción de los signos físicos que corresponden á cada
una de ellas, y que no discreparon de los que vienen consignados por los
especialistas más distinguidos, lo cual me dispensa de reproducirlos
aquí.
Pero el autor no se limitó á este relato, sino que quiso dar un valor
tan decidido á la laringoscopia, en este punto, que sostuvo la afirmación
de que aquellos procesos ulcerativos siempre son diagnosticables por la
•bseryacion directa; lo cual motivó que el Dr. la Sota opinara en sentido
Inverso, ó por lo menos en el de patentizar que no debe despreciarse el
examen del conjunto de fenómenos que anteceden ó coinciden con el
proceso laríngeo, para llegar por esta más] segura senda, á la formación
del diagnóstico.
■4kw*»*^«
(1) GonUouaoioo.-— Véase el núm, 36.
390 CONGRESO MÉDICO INTRANAGIONAL DE SEVILLA.
Es una verdad que ciertas úlceras pueden aparecer primitivamente
en la laringe y sin ninguna anamnesis positiva, y que en tal caso hemos
de fiar el conocimiento del mal á la investigación directa; y es una ver-
dad también, que se ha operado en los estudios patológicos de la laringe,
un progreso que permite apreciar caracteres físicos que antes se desco-
nocian; pero no se eche en olvido que el cultivo de las especialidades,
por la misma naturaleza de la$ cosas, lleva algunas veces á estimar los
órganos como piezas demasiado independientes de las partes restantes
del organismo. Asi hubo de comprenderlo después el claro talento del
Dr. Ariza, cuando en las rectificaciones convino que de ninguna manera
ha de mirarse con desvío el estado general de los enfermos y sus antece-
dentes todos, para la formación del diagnóstico.
Este es el sano criterio clínico y á él hemos de acogernos.
Las ouras antisépticas.
No podia faltar este tema, que hoy, gracias al estudio de los micro-or-
ganismos que flotan en la atmósfera, está á la orden del dia y ha llegado
á imponerse, así en el terreno práctico como en el de la especulación.
Varios fueron los profesores que tomaron parte en una cuestión tan
interesante, y en el fondo todos mostráronse partidarios de la idea mo-
derna, aunque unos sin restricción de ninguna clase, y otros con menos
entusiasmo por haber alcanzado brillantísimos resultados á favor de las
curas por el método antiguo. Verneuil (de la Facultad de París), Chiralt,
Tuñon, Sanmartín, Salado, Mitjabila, Tonié, Laborda y el que esto
escribe hablaron á favor de la antisepsis, aunque discrepando en el modo
de llevarla á cabo; así, al paso que hubo partidarios de las pulverizaciones
sostenidas en el acto de la operación con soluciones de ácido fénico, no
faltó quien prefiriera el timol ó el ácido salicílico, y quien aconsejara de
preferencia las curas clorógenas.
Esta discusión dio ancho campo al Dr. Verneuil para hacer gala de
los conocimientos quirúrgicos que todo el mundo científico le concede.
Con palabra fácil y expresiva materializó, si cabe decirlo así, el proceso
de la infección, manifestando que el práctico debe intervenir en tres sen-
tidos diferentes: que primero debe impedir la entrada en el organismo
del hombre, de los seres microscópicos que le rodean purificando la
atmósfera, produciendo un ambiente que ejerza acción deletérea sobre
los mismos organismos y protegiendo las superficies cruentas; que en
segundo lugar, dadas las dificultades de impedir en absoluto la infección,
deben administrarse agentes medicamentosos, que circulando por el apa-
rato vascular vayan atenuando los efectos de aquel ingreso de seres
parasitarios; y por • último, que debe hacer un esfuerzo para precipitar
su salida, excitando toda la actividad de los emuntorios naturales.
Ciomo se vé, todo esto es muy lógico; pero hubo de reconocer aquel
distinguido profesor que la terapéutica moderna, con ser muy rica, aún
no posee agentes bastante seguros para cumplir las tres indicaciones
apuntadas. De ahí que Verneuil se mostrara entusiasta de las curas anti^
sépticas en el terreno de la teoría y algo desconfiado en el ejercicio clí-
nico.
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA. 391
Me inclino á creer que el profesor de París estuvo muy en lo justo;
pero aún dijo más, é importa tomar nota de ello, hoy que la teoría de la
panspermia se nos viene entrando por todas las puertas. «Cuando el or-
ganismo de los operados es potente, cuando no viene abatido por una
larga ó breve historia de padecimientos enervantes, hay grandes proba-
bilidades de éxito sí se emplean las curas antisépticas y también las hay
si se usan los métodos antiguos; pero si los traumatismos recaen en per-
sonas diabéticas ó albuminúricas, entonces no hay antisepsis segura y
es casi inevitable una mala terminación. 2>
Todo esto quiere decir que en el problema de las infecciones y en
el pi'oblema de la terapéutica, debe entenderse que se trata de una ver-
dadera batalla que va á librarse entre el organismo del hombre y ese
ejército de pequeños seres que le rodean, y que el fiel de la balanza se
inclinará á uno ü otro lado, según sean las condiciones de resistencia
que intrínsecamente posea el cuerpo humano. Especie de lucha por la
existencia que obliga ai cumplimiento de dos indicaciones principalí-
simas; la fundamental, que ha de consistir en levantar el tono orgánico
para que con más ventaja sea resistida la avalancha que nos viene del
exterior, y la otra, no menos racional, que ha de estribar en el uso de los
agentes que de un modo más ó menos directo aniquilan los seres vivos
causantes de la infección.
Bl tubérculo y la ti8i«.
Siendo el Dr. Grancher (agregado de la Facultad de París) otro de los
profesores que acudieron al Congreso de Sevilla, era de esperar que de-
jaría oír su autorizadísima voz én una cuestión que desde algunos años
á esta parte viene asociada á su nombre, y así fué. Grancher ha hecho
estudios muy concienzudos y que han merecido el aplauso de todos por
ser hijos de una observación atenta y hasta desapasionada; es uno de los
más formales adalides de la escuela de Laénnec, y figura con Thaon, He-
rard. Cornil y Charcot en las primeras filas de los unicistas, al frente de
Virchow, Niemeyer, Dittrich, Bull y todos los demás que forman el otro
bando.
Para Grancher el tubérculo, bajo el punto de vista de la lesión, es
siempre uno: ora pequeño, ora grande, ya duro, ya blando, sea amarillo,
sea gris y así tienda á la degeneración caseosa (proceso de destrucción),
como á la transformación fibrosa (proceso de curación), nunca hay dife-
rencias esenciales sino de pura forma. Para Grancher todas las tisis son
tuberculosas, por más que unas evolucionen lentamente y otras con ra-
pidez; para él la pulmonía es también tuberculosa, y tubérculos también
encuentra en el lupus y en las adenitis, y en los abscesos escrofulosos y
on diversas artritis. Declaróse, pues, acérrimo partidario de la unidad.
Tales ideas no cogieron de sorpresa al auditorio, pues nadie ignoraba
todos los incidentes de esa lucha que desde algunos años á esta parte
viene sosteniéndose por parte de los unicistas y de los dualistas; pero no
pudieron impedir que se abriera en el Congreso una discusión qué al fin
no logró una avenencia, y eso que se hizo caso omiso de todo debate re-
ferente á la naturaleza parasitaria del tubérculo, reconocida por Ziegler,
Cohnheim, Klebs y varios otros.
392 CONGRESO MÉDICO INTERNACIOMAL DE SEVILLA.
En rigor, de ser cierta la opinión de Grancher, viene á resultar, co-
mo decia el Dr. Ariza, que la escuela francesa no conduce á la unidad de
la tisis, según pretende, sino á la negación absoluta de la tuberculosis, á
lo menos en el sentido de su significado clínico; porque si hay tubérculo
en la pulmonía y le hay en el goma sifilítico y en el lupus escrofuloso y
la lesión siempre es la misma, por más que varíen algunos detalles de
forma, evidentemente que la anatomía patológica del tubérculo ha per-
dido el carácter que tuvo en los tiempos de Laénnec.
Tampoco pudo suscribir el autor de estas líneas á las opiniones de
Grancher ya que, dados los términos en que se había planteado la cues-
tión, resultaba un divorcio entre las lesiones y los hechos clínicos; sien-
do así que en buena doctrina médica debe existir correlación de causa y
efecto entre las alteraciones materiales de los órganos y las expresiones
sindrómicas. Para mí, ó el tubérculo descrito por Grancher no constituye
la esencia fundamental de las lesiones del pulmón (en la pneumofimia,
tal como hasta ahora se había admitido), ó esas variantes que ofrece de
blandura ó dureza y de grandor ó pequenez, no son puros accidentes,
sino manifestaciones que afectan al modo de ser íntimo de la lesión; ó
nada significa que aparezcan en diferentes órganos esas agrupaciones
celulosas, que como pequeños organismos crecen, se desarrollan y ter-
minan por la caseificación ó por la esclerosis, ó deben existir grandes
diferencias entre los tubérculos grandes, blandos y amarillos de la pul-
monía llamada caseosa y las masas grises, más pequeñas y más duras
que se encuentran en la tisis tuberculosa que podríamos llamar ya tisis
histórica ó tradicional.
Y añadí, que la clínica permite apreciar grandes diferencias éntrelas
tisis pneumónicas y las tisis tuberculosas; diferencias de origen indi-
vidual, de causa, de modo de empezar, de evolución, de sitio, de termi-
naciones y de curabilidad; y si todo esto viene confirmado por la expe-
riencia de cada día, forzoso es admitir no ya la multiplicidad de tísicos,
bajo el punto de vista clínico, sino lesiones distintas en uno y en otro
caso.
Es un error creer que se ha pronunciado la última palabra acerca de
la natu^raleza de la tisis, y mientras no se alcance una exacta correlación
entre las lesiones y los síntomas, quedará demostrada la necesidad de
nuevas investigaciones. En este sentido habló también el Dr. Manzane-
que con su habitual elocuencia, y muchos fueron los miembros del Con-
greso que en tal asunto discreparon del criterio de Grancher, de Cazaux
y de otros representantes de la Escuela francesa.
Diag^Qóstico de la taberculosis.
Nuevamente el Dr. Grancher ocupó la atención del Congreso, para
demostrar hasta qué punto es posible el diagnóstico de la tuberculosis
pulmonar en los primeros momentos de su evolución. A nadie se ocul-
tará la importancia del caso, porque si en algún periodo pueden acari-
ciarse esperanzas de curación es el inicial.
Considera aquel patólogo que durante algunos meses y aún en el
transcurso de algunos años, el único signo que puede apreciarse es una
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA. 393
alteración del tono respiratorio. Primero se altera la inspiración que la
expiración: el soplo respiratorio pierde su suavidad y vuélvese áspero y
rudo; el tono inspiratorio queda más bajo viniendo á.dar el re de la cuer-
da libre del violón, al paso que en la expiración se percibe un tono qie
responde al do. .
Estos fenómenos estetoscópicos, localizados en uno ó en ambos vér-
tices, anteceden de mucho á la expiración prolongada y á la resonancia
de la voz y á la submacidez y á los demás síntomas de exploración di-
recta que pueden apreciarse en el período de evolución de la tubercu-
losis.
Extirpación total del útero.
La ha practicado, aunque sin éxito, el distinguido cirujano Dr. D. Fe-
derico Rubio, y sobre tal asunto ocupó la atención del Congreso con la
lectura de una Memoria perfectamente escrita y muy bien pensada.
Cree el Dr. Rubio que en todo carcinoma y sarcoma de la matriz debe
recurrirse á la extirpación total de ésta, como único medio probable de
curación, siempre que los tumores se encuentren limitados y circuscri-
tos á ella ó que no haya alguna causa bastante poderosa de contraindi-
cion. Opina también porque se desechen los más de los procedimien-
cas operatorios seguidos hasta aquí, especialmente el de Freund, por
considerarlos complicados y difíciles, y propone sencillamente com-
prender el útero entre cuatro ligaduras elásticas, dos laterales, una an-
terior y otra posterior, aconsejando la conveniencia de aplicar un tubo
de zinc ó de platino sobre las ligaduras elásticas, con el objeto de evitar
la nueva cicatrización de las partes seccionadas.
Intervino en el debate el profesor de la Universidad central Dr. Gó-
mez Torres, no precisamente para hacer la critica del Manual operato-
rio empleado por el Dr Rubio, sino para demostrar que en su sentir se
trata de una operación que debe ser desechada en absoluto, siempre que
con ella se pretenda la curación del cáncer uterino, á lo cual contestó el
autor, que dada la impotencia absoluta del arte, cuando la curación se
fía á los medios terapéuticos comunes, y supuesto que las estadísticas
no demuestran que la extirpación total de la matriz sea mortal de nece-
sidad, él está dispuesto á continuar operando, á pesar de que hasta
ahora no haya logrado el fin que se propuso, ya que la propagación del
cáncer uterino se opera de célula á célula, y como por continuidad de
tejido y no por las vías de absorción linfática, como sucede en el de la
mama; es por tanto más fácil, decia, sorprender el cáncer de la matriz
en una época de perfecto aislamiento que autorice un acto operatorio.
(Continuará,)
394 ENDOMETHTU SUPURADA.
BNDOMETRITIS SUPURADA.
■rr»ta.mlexito tx^r el le^TraLdo uterino,
POR D. Arturo Masoti Arroyo.
La metritis paerpera), estudiada como entidad patológica aislada, es
en ciertos casos de diagnóstico difícil. Las varias complicacioDes que
pueden acompañarla, las diversas concomitancias que á ella se asocian,
son obstáculos insuperables para asentar un diagnóstico seguro. Bien
dijo Chomel cuando expuso que la metritis puerperal es generalmente
una afección complexa, particularmente en las epidemias violentas; por-
que la sintomatologia especial que la caracteriza viene oscurecida á
veces por síntomas pertinentes á otras enfermedades, como la flelútis,
linfagitis, peritonitis, etc., que bien pronto añaden sos ditersas expresio-
nes á las manifestaciones de la flegmasía uterina.
La situacicm topográfica que la matriz ocupa en el territorio orgánico,
su vecindad con tejidos y órganos importantes, su constitución anató-
mica especial, el importante papel que desempeña en el embarazo, y por
último, el brusco cambio que se opera en sus dimensiones después del
parto, son causas abonadas para explicar de un modo satisfactorio eso
funesto cortejo de enfermedades graves que suelen acompañarla, escure*
ciefKlo los caracteres sintomáticos que la distinguen.
Empero, á pesar de esta complexidad fenomenal reconocida, la me-
tritis puede manifestarse aislada con su expresión sindrómica especial,
por más que sea imposible precisar, bajo el concepto clínico, si la fleg-
masía reside en la capa musculosa, constituyendo la idiometrítis propia-
mente dicha, si se manifiesta en el tejido celular que rodea al útero, oca-
sionando la exometritis ó para-metritis de Yirchow, ó si el proceso infla-
matorio se insinúa en la mucosa, dando origen á la endometritis*
Haremos, sin embargo, una excepción para esta última por ser de
más fiicil diagnóstico, dada su frecuencia y los fenómenos particulares
que la caracterizan, aunque sea á su vez confundible, en ciertos casos,
con la metritis flebitica, angioleucítica, etc., que pueden bastardear su
naturaleza.
Así, pues, al hablar de metritis puerperal como patólogos, tenemos
que admitir varias especies según que la flegmasía radique en este ó el
otro punto dei útero^ como así mismo reconocer distintas formas; pues
la anatomía patológica ha demostrado que la idiometrítis, exometritis y
endometritis , pueden ser supurativas, necrobióticas y gangrenosas,
según el período en que se encuentre la evolución flegmásica; más si
consideramos á la metritis como clínicos, no podemos admitir masque la
inflamación en conjunto del útero, toda vez que no poseemos suficientes
elementos para establecer las bases de una semeiologia diferencial, que
de algún modo nos manifieste las diversas formas anatómicas existentes.
He dicho antes que habia que hacer una excepción para la endome-
tritis, y en efecto: recordando el papel que juega la mucosa uterina du-
rante la evolución del huevo, principalmente en el punto de la implan-'
ENDOMBTRITIS SUPURADA. 395
taclon placentaria; fijándose en las diferentes modificaciones que
experimenta á contar desde el alumbramiento hasta que desaparece por
exfoliación lenta para ser reemplazada por la mucosa de nueva forma-
ción; habida razón de las posibles lesiones que puede acarrear el trabajo
del parto, aún sin la intervención quirúrgica, en esa porción de mucosa
destinada á servir de emuntorio al flujo loquial, fácilmente podrá com-
prenderse el estado de oportunidad morbosa en que se encuentra, para
qoe se despierte en ella un proceso floglstico más ó menos alarmante.
l?of eso la inflamación de la mucosa uterina es sin duda alguna la que
más ordinariamente se presenta á nuestra observación, sirviendo de
punto de partida, muchas veces, para la propagación de la flegmasía al
(ejido propio de la matriz ó de sus envolturas, como así mismo de loi^
vasos sanguíneos y linfáticos que por ella serpean, dando lugar á serias
complicaciones.
No quiere esto decir que yo afirme que sea siempre la endometritis el
foco de la irradiación fiegmásica: al contraria; la endometritis podrá
manifestársenos algunas veces como hecho clínico aislado, mientras que
la metritis, sea de la forma que quiera, acarrea siempre la inflamación
de la mucosa uterina envolviéndola en el proceso patológico. Este hecho,
demostrado por la anatomía patológica, sirve de evidente prueba para
sosten^ la complexidad fenomenal de la metritis, pues cuando se mani«
fle$ta, aunque sea exenta de complicaciones, invade por lo menos el te«
jido de la mucosa, mientras que la endometritis puede aparecer aislada
sin invadir el tejido propio de la matriz.
Al hablar de metritis, desde luego se comprenderá que me refiero á la
inflamación del tejido propio de la matriz ó sea á la idiometritis, pues de
otro modo no podrian comprenderse; dentro del criterio clínico, estas
diferencias, toda vez que he dejado sentado que en la clínica la metritis
es manifestación unívoca, más ó menos alarmante y grave, según su
intensidad y naturaleza.
£1 dolor provocado por la presión de la mano sobre la región hipo^
gástrica, el aumento de volumen más ó menos exagerado que tiene la
matriz, el calofrío inicial que se presenta en las puérperas, la elevación
de la cifra térmica, etc., son síntomas característicos de la metritis ais-
lada y libre de complicaciones; pero estos síntomas son genéricos para
todas las formas de la metritis, si bien su mayor ó menor intensidad
ponen al práctico en camino de establecer con acierto un diagnóstico
diferencial aproximado.
Si en una enferma se presenta, por ejemplo, el cuadro sintomático
expuesto, pero revistiendo caracteres de poca gravedad, y á esto se añade
una supuración loquial rosada y fétida, claro se está que más bien pensa-
remos en la existencia de una endometritis febril, que en la de una me-
tritis parenqúimatosa, y menos aún en la de una metritis flébitica, ne-
crobíótica ó gangrenosa; porque estos procesos, confundidos unos con
otros, presuponen una gravedad alarmante, que no ofrece, ni con mucho,
la inflamación de la mucosa uterina, cuando viene libre de complica-
ciones.
No siempre es fácil hacer un deslinde tan perfecto de los síntomas que
envuelven estas enfermedades por las razones que he indicado ante-
396 ENDOMETRITIS SUPURADA.
riormente; pero la inteligencia del médico, ilustrado por los anteceden-
tes de la enferma y por el desarrollo particular del proceso morboso, ha
de vencer estas dificultades, á fín de formular un diagnóstico lo más
exacto posible para instituir una terapéutica racional y provechosa.
Después de estas consideraciones, fruto de las observaciones recogidas
en el decurso de mi corta vida médica, voy á referir sumariamente el
caso clínico que motiva este escrito.
Josefa N., natural del Algar, dio áMuz en el último dia de Agosto un
feto de término bien nutrido, y acto continuo tuvo lugar el alumbra-
miento sin incidente alguno desfavorable.
Según costumbre del país, abandonó el lecho á los tres dias, y no sa-
tisfecha con el exceso cometido, llegó su imprudencia hasta el extremo
de entregarse á las faenas domésticas. En la noche del dia quinto, le
acometió una fiebre violenta, cefalalgia, quebrantamiento general, vó-
mitos y sed intensa, fenómenos que la alarmaron sobremanera obligán-
dola á meterse en cama.
Al dia siguiente fué reclamada mi asistencia y encontré á la enferma
en decúbito supino; el vientre mostrábase algo sensible á la presión,
particularmente hacia la región hipogástrica, donde se percibía el globo
uterino, aún no del todo retraído. Las radiales latían 90 veces por minuto,
la lengua presentaba una ligera capa saburrosa en la base y nin color
rojo en los bordes y punta, la sed se hallaba aumentada, y el flujo loquial,
pobre al principio, era entonces abundante y rojizo, exhalando un olor
nauseabundo y repugnante.
W Los vómitos, que en la noche anterior formaban parte del cuadro sin-
tomático, habían cesado por completo; la cefalalgia era menos violenta,
y el vientre se ofrecía á Ja observación, flácido, depresible, y no tim-
pánico.
Ante la lenidad de estos síntomas, sospeché que la supuración loquial
tan abundante y fétida debia ser la expresión de una endometritis febril,
pues por entonces no se ofrecían suficientemente intensos los síntomas
locales ni generales para admitir una metritis flebítica ó angioleucítica,
ni mucho menos la gangrena parcial de cualquier punto del útero, como
hubiera podido creerse á juzgar por la fetidez de los líquidos exhalados.
La matriz, por otra parte, no presentaba ese abultamiento tan con-
siderable propio de la inflamación parenquimatosa de dicho órgano, y
que algunos atribuyen á la tumefacción de sus paredes, sino que ofrecía
un ligero aumento de volumen, debido sin duda á la falta de retracción
de los planos musculares, que habrían suspendido el trabajo de involu-
ción, á causa de la inflamación desarrollada en la mucosa.
Como que la fetidez de los loquios implica un trabajo de descompo-
sición especial, que puede originar serias complicaciones, ya por la pro-
pagación de la flegmasía, ya por la absorción de esos productos, ó ya
por la posibilidad de que ocasionen un auto-envenenamiento, infectando
el aire que respira la puérpera, había de pensar lo primero en un modi-
ficador terapéutico que, obrando directamente sobre el foco supurativo,
lo corrigiera en parte, evitando ulteriores riesgos para la vida de la en-
ferma.
Esta era, en mi concepto, la indicación principal, puesto que los sía*
;
BÑÜOMEtRlTlS SUPURADA. 39T
toíñas dolor y fiebre se hallaban subordinados al proceso flogistico, y no
liabian de desaparecer de un todo hasta que la ñegmasía rebajara en
intensidad. Sin embargo, les consagré igualmente mi atención. Como la
innamacion no se puede yugular por el plan antiflogístico, según se des-
prende del conocimiento que tenemos del proceso inflamatorio, no pensé
corregir la enfermedad por este método, limitándome solo, para llenar el
cuadro de las indicaciones, á conibatir el elemento dolor mediante los
tópicos calmantes, y á corregir el mal estado de las vías gástricas á favor
de ün laxante ligero. Pero donde estaba fija mi idea, era en las inyec-
ciones intra-uterinas, de las que me prometía un resultado satisfactorio.
Habia tenido ocasión de ensayar este método en otro caso; le había visto
emplear dos veces con buen éxito, y esto, unido á los favorables informes
que de ellas dan prácticos renombrados como Tripe, Avrard, Tonnelé,
Hervieux, etc., me decidí á emplearlas, á pesar de no tener en mi pe-
queño arsenal quirúrgico la sonda de Avrai*d, tan conveníelite para estos
casos.
La primera vez que tuve ocasión de ensayar este medio lo hice con
una «onda ad hoc, formada por dos sondas de goma del número dO con*
venientemente unidas á favor de una hebra de seda; y así dispuestas»
obtuve una sonda de doble corriente que me prestó muy buenos serví*
gíos, y cuyo recuerdo acudió a mi mente tan luego como pensé en las
inyecciones intra- uterinas.
La naturaleza del liquido de .inyección es variable: en la historia de
estas inyecciones figuran varios agentes introducidos en la cavidad de
la matriz con distintos fines. Tripe empleó en una metritis metrorrágica
una solución de ácido tánico, en la proporción de 2 decigramos por 30
gramos de agua. Sthrol daba la preferencia al ioduro de hierro á la dosis
de 2 á 4 decigramos por 500 gramos de vehículo acuoso. Becquerel ha
usado, con mal éxito, las inyecciones con la sal de plata.
El agua clorurada y el hipo- clorito sódico, también se han usado en
bastantes casos; pero yo di la preferencia al ácido carbólico, empleándolo
á la dosis de tres decigramos para 140 gramos de infuso de manzanilla.
Para hacer la inyección, coloqué á la enferma en la posición conve-
niente y con el dedo índice busqué el hocico de tenca, deslizando la son-
da á lo largo de mi dedo hasta llegar al orificio externo del cuello, desde
donde la hice pasar, á favor de suaves impulsiones, al istmo cervical, y
después, á la cavidad del útero.
Apliqué al orificio superior de la sonda la cánula de una jeringuilla
de cristal, y en varias veces, pero sin dar muchas treguas, introduje los
i¿0 gramos de la inyección.
Por la vulva y por el orificio de la rama libre de la sonda, fluia un
líquido purulento, sanioso, de una fetidez insoportable y de un color ro-
sado oscuro.
- Por aquel dia no me atreví á insistir. Al siguiente, practiqué dos in-
yecciones, una por la mañana y otra por la tarde, sin otra novedad que
un ligero alivio de los síntomas locales y generales. Continué las inyec-
ciones, y á los seis dias, la fiebre era tan insignificante que solo presen-
taba ligeros recargos vespertinos.
El dolor abdominal y la cefalalgia habían cesado; los loqu ios eran
398 ENDOHETRITIS SUPURADA.
menos abundantes, poco fétidos y de carácter sero-purulento. Al prin-
cipio ofrecia la matriz una longitud de diez centímetros, hecha la men-
suracion con la sonda; presentaba en este dia un diámetro vertical de
seis centímetros, cuya reducción explicaba perfectamente la mejoría que
se estaba notando. El dia 9 el estado general y local eran mucho más
satisfactorios: el cateterismo casi imposible por el estrechamiento del
cuello. El movimiento de retracción del órgano habia sido tan rápido
que casi lo redujo á sus dimensiones normales.
£1 10, se suspenden las inyecciones por hacerse diñcilísima la intro-
ducción de la sonda y queda la enferma sujeta á la aplicación diaria de
tres lavativas vaginales con el cocimiento quinado, hasta el dia 15, que
se la dio de alta dejándola en un estado satisfactorio.
• *
El caso práctico referido y otro que tengo apuntado en mis notas clí-
nicas, son una prueba fehaciente de la utilidad de las inyecciones intra-
uterinas en el tratamiento de la endometritis. Sin embargo, sobre este
asunto hay que establecer algunos distingos. Las inyecciones intra-ute-
riñas irán seguidas de inocuidad, cuando se practiquen prudencial y
precavidamente con líquidos cuya naturaleza no sea altamente irritan-
te, para que fácilmente las soporte la mucosa sin protestar de sh contac-
to, pues esta protesta, seria quizás la sentencia de muerte para la enfer
ma promulgada por las leyes orgánicas, y el descrédito para el médico
y su arte.
Yo no veo justificada en modo alguno la práctica de algunos médicos
que han inyectado en la cavidad de la matriz soluciones más ó menos
concentradas de nitrato argéntico, aunque fuera con el laudable fin de
cohibir una violenta hemorragia. El descrédito á que han estado conde-
nadas por algún tiempo este género de inyecciones, no reconoce más
causa que los casos desgraciados que han seguido á ciertas tentativas
temerarias.
Desde que Récolin aconsejó las inyecciones como medio de tratamien-
to para desembarazar la matriz de ciertos residuos detenidos en su inte-
rior, hasta nuestros dias, han sido motivo de acaloradas controversias;
pues mientras unos las han practicado con verdadera prodigalidad, otros
las han proscrito con el más riguroso absolutismo, fundándose todos en
los resultados prósperos ó adversos obtenidos en la práctica.
Es indudable que las inyecciones intra-uterinas han ido seguidas
muchas veces de accidentes desagradables y funestos para las pobres
enfermas sometidas á este género de tratamiento; pero no es menos cierto
que esos casos son verdaderamente excepcionales, puesto que la esta-
dística demuestra una multitud de hechos en los cuales el lavado uteri-
no no ocasionó peligros de ningún género, sino por el contrario, una
mejoría notable, cuando no completa, de la enfermedad que se inten-
taba combatir.
Por eso creo exageradas las ideas de Trousseau, cuando dice, que las
inyecciones dirigidas al interior de la matriz acarrean graves peligros,
y más exageradas aún las frases de Becquerel, al manifestar que ningún-
médico prudente debe practicarlas; pues la experimentación clínica ha
RN*D«ÍETAITIS SUPURADA. B99
dada su fallo sobre este asunto, y colocado á buena altura la reputación
de este tratamiento.
Sin descender á ciertos detalles referentes á la historia de dichas in-
yecciones, debo manifestar que el lavado uterino, como tratamiento de
la endo-metritis, es de reconocida utilidad en la generalidad de los casos,
siempre que se guarden ciertas precauciones relativas á la naturaleza
del líquido de inyección, al manual operatorio, y á las condiciones espe-
ciales de la enferma.
Todos sabemos que el líquido inyectado ha sido para cada indicación
de naturaleza distinta, y que desde el agua clara hasta las soluciones
más ó menos astringentes y cáusticas, se han llevado al interior de la
matriz con un fin terapéatieo, lo cual puede dar perfecta cuenta de los
casos desgraciados que se registran en la historia de estas inyeccionesr.
Un liquido demasiado astringente, por ejemplo, paede ocasionar una
contracción de los vasos capilares fugaz ó duradera, según la concen-
ti'acion del liquido y el tiempo que esté en contacto con la mucosa, cuya
contracción irá seguida de una reacción operada en la red vascular, que
fácilmente puede determinar, á poco que se acentúe, un estado hiperé-
mico ó flegmásico que seria contraproducente á los fines de la medi-
cación.
Un liquido demasiado cáustico pudiera también producir una infla-
mación sustitutiva tan enérgica, que pasando los limites terapéuticos
llegase á constituir un proceso patológico alarmante y tal vez de diñcii
correctivo.
Por esto la naturaleza del liquido inyectado debe ser cuestión de de-
tenido examen, á fin de que el medio terapéutico no se convierta en
concausa morbosa dando lugar á ciertas complicaciones. Guando las
soluciones que forman al liquido de inyección no sean exageradamente
concentradas, y se llenen por otra parte las debidas precauciones, tanto
en la posición de la paciente como en la manera de hacer la inyección,
no ofrece seguramente el lavado uterino los peligros que se le han que-
rido atribuir.
Si bien la matriz comunica con el peritoneo mediante las trompas, y
hay por este hecho posibilidad de que pase la inyección á la cavidad de
la serosa, hoy no es casi temible este accidente, haciendo la operación
con una sonda de doble corriente, que impida la detención del líquido
en el interior de la cavidad uterina.
Además, la posición declive en que se coloca la matriz durante el de-
cúbito supino de la operada, favorece la salida del líquido que viene al
orificio de la sonda arrastrado por su misma gravedad, debiendo solo
tener cuidado en no impulsar con demasiada violencia el émbolo de la
jeringa, para que la inyección penetre con suavidad, dando treguas á
que salga por la otra rama de la sonda y por el orificio del cuello, pues
el líquido retenido en la matriz pudiera distender sus paredes ocasio-
nando sucesos desagradables.
Después de estas precauciones previas, creo serán raros los acciden-
tes que haya que lamentar con este tratamiento, hoy tan generalizado y
difundido por prácticos eminentes, que alejados de todo género de preo-
cupaciones, han sabido valorar, con acertado criterio y tacto clínico.
400 líAllÍA AGUDA. CURACIÓN.
las ventajas que proporciona en la terapéutica de ciertas enfermedades
de la matriz.
Yo, por mi parte, humilde cronista de estos hechos, solo puedo publi-
carlos para estimular á mis dignos comprofesores á que ensayen este
método terapéutico cuando la ocasión se les muestre propicia, á fin de
que salga, cual merece, del olvido á que le han condenado sus malos an-
tecedentes.
Estrecho de S. Ginés.— Murcia. -Enero 1832.
^^^s^^^^^t^*^
manía aguda. Curación.
POR D. Isidro Calvet,
Médico del Manicomio de S, Baudilio de Llobregat.
N. N., de edad 22 años, de la región meridional de España, soltero,
temperamento esencialmente nervioso, buena constitución y sin idiosin-
crasia conocida, ingresó en Setiembre de 188i.
En un período semilúcido que presentó, pudimos recoger los datos
oliológicos siguientes: no había sufrido otras enfermedades que las pecu-
liares de la infancia. Su padre había tenido, en el trascurso de 8 años,
(los accesos que, según los datos adquiridos, calificamos de manía agu-
da. La poca intensidad y duración de los mismos no exigieron el aisla-
miento del enfermo. Dos años después del último ataque, y á los 60 de
edad, el padre falleció de una enfermedad común. En los demás indivi-
duos de su familia no existían antecedentes que permitieran suponer
que alguno de ellos '^hubiera padecido enfermedad mental ú otra de los
centros nerviosos (epilepsia, histerismo, corea, etc.).
Hace algunos meses que N. N., por la clase de trabajos á que se de-
dicaba, hubo de permanecer bastantes horas, durante algunos días, bajo
la influencia de un sol intenso, desde cuya época empezó á notarse en
él, cambios y alteraciones en el carácter que obligaron á trasladarle á un
lio.^pital, para serlo, más adelante, á este Instituto-manicomio.
A su ingreso notamos en el enfermo tendencia insólita á la movili-
dad, caracterizada por movimientos como convulsivos que, á pesar de los
esfuerzos para dominarse, no podía reprimir, á consecuencia de lo cual
había enflaquecimiento y palidez del rostro. La mirada era viva é in-
quieta, había inyección conjuntíval, contracción pupilar, voluvilidad é
incoordinación de ideas é indeterminación de los juicios. La lengua esta-
ba cubierta por una capa saburral; según dijo el paciente, hacia 3 ó 4
días que no había defecado, extreñímiento que ya era habitual; la respi-
ración regular; el pulso algo frecuente y contraído; las demás funciones
se verificaban con bastante normalidad.
Ya á primera vista podía conocerse que el estado en que se encon-
traba el paciente era solo el preludio de lo que había de ser. El escaso
dominio que sobre sí tenía, aún era probable desapareciera para dar lu-
gar á que se presentaran una serie de síntomas que no nos dejarían
duda de la naturaleza del padecimiento.
MANÍA AGUDA. CURACIÓN. 401
Duruiite los primeros dias, solo se observó de notable un ligero au-
mento gradual de los síntomas ya presentados. Con todo, no tardó á es-
tallar el acceso, que no fué bastante á prevenir el tratamiento seguido.
Será preciso que hagamos alguna repetición para trazar el cuadro de
síntomas que se manifestaron durante este periodo: mayor incoherencia
en las ideas, desorden completo en los pensamientos, incapaz de íljar la
atención en nada, iba bruscamente de un objeto á otro, necesidad ince-
sante de movimientos, paseándose horas enteras por su habitación con
actividad febril, pronunciando frases desordenadas y sin que dominara
en ellas ninguna idea fija, perversión de los sentimientos afectivos, sus-
ceptibilidad extrema, entregándose, con facilidad y por el más leve mo-
tivo, á actos impulsivos y violentos, desjgarrando sus ropas, negándose á
tomar alimentos y, para completar el cuadro, sufriendo pertinaces in-
somnios.
Ante este estado de agitación, natural era que también se perturbara
el resto del organismo: el enflaquecimiento aumentaba cada dia, la len-
gua muy seca, sed viva, digestiones laboriosas, extreñimiento, pulso
bastante frecuente y contraído, estado que, á prolongarse, hubiera aca-
bado indefectiblemente con el enfermo.
En esta situación pasó el enfermo un par de semanas, al cabo de las
cuales empezaron, afortunadamente, á presentarse intervalos de calma
relativa; mejoría que fué progresivamente acentuándose, prestándose ya
á tomar medicinas y alimentos, desapareciendo los insomnios; regulari-
záronse las digestiones, y la agitación maniaca y el enflaquecimiento fue-
ron sustituidos por la calma y un relativo buen estado general.
Curado el enfermo y después de algunos meses de observación, le tué
concedida el alta. Atendiendo á la marcha que ha seguido la afección, al
descenso gradual de los fenómenos morbosos, y á los datos obtenidos de
su observación ulterior, nos inclinamos á creer que la curación es corii-
pleta. Como detalle interesante que nos afírma todavía más en la conclu-
sión que acabamos de emitir, conviene hacer notar que el enfermo no
sólo reconoce que acaba de sufrir una afección mental, sino que recuerda
perfectamente los actos culminantes que durante la misma ha verifí-
cado.
Ninguna duda queda, después de lo expuesto, que se ha tratado de
una manía aguda, manía que á su ingreso se encontraba en un período
de remitencia ó de invasión, y que puede haber tenido por causa oca-
sional la insolación obrando sobre un individuo ya predispuesto.
Para justificar el diagnóstico basta recordar los síntomas presentados,
en los cuales no vemos un delirio limitado á cierto y determinado nú-
mero de ideas, ni la falta de expresión ñsiognomónica, y tendencia á la
quietud, ó ésta alternada con accesos de agitación cual en la estupidez,
ni los síntomas especiales y las ideas de grandeza de la parálisis gene-
ral, etc., notando en cambio los propios de una manía aguda.
El tratamiento seguido no ha podido ser más sencillo. Debemos decir
que concedemos á estos enfermos una importancia de primer orden, y
colocamos siempre en primer lugar el tratamiento moral y los medios
dietéticos. A nuestro modo de ver, el aislamiento, procurando evitar to-
do aquello que relacionándose con la índole de la enfermedad exacerbe
402 MANÍA AGUDA. CURACIÓN.
al enfermo, el dejar al individuo libre de trabas y sin ningún medio de
restricción, colocándole solamente en condiciones de no poder dañarse
ni á sí ni á los demás, haciéndolo vigilar por personas que hayan estu-
diado sus inclinaciones y tendencias; el cuidado en la elección de ali-
mentos, etc., deben ser objeto de un estudio especial. Tratándose de
esta enfermedad, la terapéutica debe fundarse en el tratamiento moral.
La parte de pura farmacología, la consideramos como un coadyuvante
si bien de suma importancia, y^ en la mayoría de casos, indispensable.
Otro de los medios empleados y que no debe nunca olvidarse (teniendo
siempre en cuenta el estado del enfermo) es la hidroterapia.
Los baños tibios y prolongados, ya con chorro frió en la cabeza, ya
simples, en relación con las condiciones del individuo y la agudeza de
la afección, obran, en general (siempre que no se hallen contraindica-
dos por alguna circunstancia especial), de un modojsumamente beneíl-
cioso. En los primeros momentos de la inmersión, el enfermo parece
más agitado, grita y forcegea para salir del baño; pero, á medida que se
prolonga, se manifiestan los efectos sedantes en el sistema nervioso;
rebajan la temperatura y regularizan la circulación. La temperatura del
paciente, tomada antes de entrar en el baño y algún rato después de sa-
lir él, ha disminuido desde algunas décimas á un grado. Con todo, no se
me oculta que empleados estos de modo empírico, y sin tener en cuenta
ciertas condiciones individuales ó lesiones orgánicas, pueden convertirse
en motivo de funestísimos efectos, ó cuando menos de una notable exa-
cervacion. Dejando para otro momento este estudio que merece ser tra-
tado aparte y más detenidamente, pasemos al tratamiento seguido del
cual nos hemos desviado.
Desde el primer momento nuestros esfuerzos se dirigieron á evitar
la exacerbación que amenazaba, para lo cual, y teniendo en cuenta el
estado saburral, le fué administrado un emético (tártaro estibiado é ipeca-
cuana) del cual no se obtuvieron los resultados que deseábamos. En vis-
ta de ello y con objeto de combatir el extreñimiento y determinar una
revulsión intestinal, acudimos á los purgantes, empezando por uno sa-
lino, y continuando más tarde, durante algunos dias, con unas pildoras
de aloes y calomelanos, para sostener la revulsión y combatir directa-
mente los síntomas meningíticos que amenazaban. Más tarde se suspen-
dió esta medicación administrando solo el bromuro potásico á altas do-
sis, y alternando con un baño tibio con chorro frió en la extremidad
cefálica.
Gomo hemos visto, todos estos medios no fueron suficientes para evi-
tar que la enfermedad pasara al que podríamos llamar segundo periodo
ó de estado. Durante este tuvimos que echar mano de los calmantes y
autiespasmódicos; el hidrato de doral á altas dosis unido á la digital,
las inyecciones de clorhidrato de morfina á dosis también elevadas, y
los baños ya mencionados, pero más prolongados y frecuentes, tal fué la
medicación empleada. Además de este tratamiento, era necesario vigilar
las funciones intestinales y combatir el extreñimiento con enemas esti-
mulantes.
Desaparecidos los síntomas culminantes de exaltación, procuróse re-
constituir aquel organismo que tantos embates habia sufrido^ sometién-
ANATOMÍA DB LOS CBNTROS NERVIOSOS. 403
dple al USO de los tónicos neurosténicos, corroborantes, y una alimenta-
ción nutritiva hasta que cesaron todos los vestigios y, sufrida una larga
observación, y no dejando su estado físico y moral nada qne desear, fué
dado de alta.
ínatomia de los centros nerviosos, <'>
POR EL Dr. Miguel A. Fargas Roca.
H.— Núcleo caudal.
Conocido por algunos sencillamente con el nombre de cuerpo estriado,
llamado núcleo intraventricular por los que admiten un solo ganglio for-
mado por este núcleo y por el lenticular, recibe esta denominación por
su forma piriforme ó piramidal, felizmente comparada por Charcot á una
coma ó una lágrima batávica, siendo de advertir que su cola es mucho
más prolongada de lo que dicen los autores.
La parte más gruesa del núcleo caudal se dirige hacia adelante, y su
parte afílada, ó cola, hacia atrás. Está situado inmediatamente por
encima del tálamo óptico (fig. 57, F. D.), del cual le separa un surco, que
aloja el vendolete córneo y la tenia semicircular. Dada su forma aplanada,
tiene dos caras y dos bordes: una cara interna, convexa y lisa, que cor-
responde al ventrículo lateral; una cara externa, que está en relación con
la cápsula interna, que separa á este núcleo del lenticular; un borde
superior, que se aplica en el seno formado por el encuentro de las fíbras
transversales del cuerpo calloso con las ascendentes de la cápsula in-
terna, y un borde inferior, que viene á corresponder entre el tálamo
óptico y la cápsula interna. Estas relacionos pueden observarse perfec-
tamente en el corte que representa la fig. 50.
Guardando estas relaciones, se ve que el núcleo caudal rodea el
tálamo óptico, al cual recibe en su concavidad. La extremidad anterior
del núcleo caudal (fig. 57, F.) se adelanta á la del tálamo óptico, como se
ve en el grabado, de modo que un corte vertical, practicado en esta
región, no permite ver sus relaciones con el dicho tálamo. Esta extremi-
dad anterior, al dirigirse hacia abajo, por delante del tálamo, llega hasta
la base del cerebro, á la cual no asoma, pero en donde tan solo está
cubierta por la laminilla blanca del espacio perforado anterior. En este
sitio, la cabeza del núcleo caudal se reúne, formando cuerpo común, con
la parte más anterior del núcleo lenticular, verificándose esta unión por
debajo de las fibras más anteriores de la cápsula interna (fig. 64, D.). Esta
disposición, por delante de la cápsula interna, justifica la expresión de
Broadbent, quien considera á los núcleos caudal y lenticular como for-
mando un solo ganglio, el cuerpo estriado, al decir que dicho cuerpo se
halla montado en el borde anterior del pedúnculo cerebral y el tálamo
óptico en el posterior. Además de esta unión manifiesta entre las extre-
(1) Conclusión. -V. los dúms. 25, 26, 27, 28, 29, dO, 31,32, 33, 34, % y 36.
-i(U ANATOUU DE LOS CENTROS NEUVIOSOS.
midades anteriores de los núcleos caudal y lenticular, entre los manojos
de fihras, que forman la parte más anterior y también la mus delgada de
la ciípsula interna, se encuentran lineas ó tracltis de sustancia gris
extendidas de uno á otro núcleo; á medida que la cápsula inteiTia toma
más cuerpo y se hace más compacta, van desapareciendo estas anasto-
mosis. En la concavidad formada por la rodilla del cuerpo calloso, está
i-ecibida la extremidad anterior y convexa del núcleo caudal. (Fig. 63.)
Flg. 63. -TUta de los núcleos centrales, levantado el cuerpo calloso.
{Copiado del naliifut por el Di: L. Formigutra.)
<4 Tilguno cerebral,— jB Cuerpo callíMo.-C Corte de los pilares anlcrlores del Iriflono.-
D Corte del cuerpo calloso y corona radiunle.—ENúclPo caudal. -í'Corte de los pilares ante-
llores del trlgono.-C Comisura blnncí antcrlor.-H Glándula pineal.-/ Tálamo óptico.-/ Cí-
lola del pedúnculo cerebral.-L Plí del pcdaneiilu cerebral.-.« Tubérculos cuadrlgéinlnos.-
JV Pedúnculo cereboloso superior.
A partir de la extremidad anterior, el núcleo caudal va disminuyendo
de volumen como puede verse en las figs. 56 y 57, y sobre todo, en los
corles progresivamente posteriores de las íigs, 4tí y 50, constituyendo de
este modo su extremidad posterior ó cola, que los autores liacen terminar
en el punto D (fig. 57,) al nivel del pulvinar del tálamo óptico. Sin em-
bargo, con gran facilidad puede seguirse estacóla, dando la vuelta hacia
atrás ú la expansión peduncular y llegar basta la cara inferior de la
AKATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 405
misma, donde corre por fuera de la cinta óptica en la parte inferior del
ventrículo lateral. Antes de llegar á la parte más anterior se tennina, no
siendo muy difícil algunas veces obsei'V'ar claramente cómo atraviesa las
fibras que le separan del núcleo lenticular, al cual recorre por su cara
inferior para unirse otra vez con dicho núcleo. Según esta descripción,
el núcleo caudfil da la vuelta entera á la expansión peduncular, unién-
dose con el núcleo lenticular por sus extremidades anterior y posterior.
Es verdad que la porción, que no sé si llamar refleja, que se continúa
por la parte inferior, es muy delgada y. constituida solo por una tira de
sustancia gris, pero su dependencia y continuidad con la extremidad
posterior del núcleo caudal es manifiesta y perfectamente visible, con
solo abrir un ventrículo lateral en un hemisferio fresco.
En el corte de la fig. 50, se ven en A y en F la parte superior y la
parte refleja del núcleo caudal, que va á rodear por detras la expansión
peduncular, á la que forma casi como un anillo. Unas fibras, que corren
por debajo de la cara inferior del núcleo lenticular, como se ve en el
grabado, separan este núcleo de la porción reíleja, la cual no es visible
en el corte de la fig. 46, porque cae éste demasiado hacia adelante.
En toda su extensión la cara superficial del núcleo caudal está cu-
bierta por el epéndimo.
Sustancia gris del núcleo caudal. En toda su masa tiene este
núcleo un color gris uniforme bastante subido. La neuroglia, como sus-
tancia fundamental, se encuentra en esta región como en las restantes
del cerebro.
La sustancia gris del núcleo caudal, tiene, según Huguenin, tres cla-
ses de células: i.° células ganglionares multi polares fuertemente pigmen-
tadas, con un núcleo manifiesto y teniendo un diámetro de- 30 m. m.; no
se sabe si su protoplasma tiene extructura fibriiar, así como tampoco
sus prolongaciones, y no se ha descubierto prolongación axil manifiesta;
2,® células más pequeñas que las anteriores, multipolares también, pig-
mentadas con frecuencia y con prolongaciones ramificadas; tienen
15 m. m., de diámetro; 3."* células mucho más pequeñas, de 5 á 10 m. m.,
de naturaleza nerviosa bajo todos aspectos y que no deben confundirse
con los núcleos de la neuroglia, que tanto abundan en la región del nú-
cleo caudal; nada se sabe respecto á sus prolongaciones y anastó mosis.
En la parte más inferior de la extremidad anterior del núcleo caudal,
lindante con el espacio perforado anterior, se encuentra una pequeña
porción de sustancia gris, cuya extructura difiere del resto del núcleo
caudal, por la acumulación de muy pequeñas células nerviosas y por la
existencia de granos finísimos de 6 m. m. Por la semejanza que existe
entre estos elementos y los constituyentes del lóbulo olfatorio, han sos-
pechado algunos autores relaciones íntimas entre estos dos factores, pero
no están actualmente demostradas.
líenle describe, al rededor délas células del núcleo caudal, grandes
lagunas llenas de granulaciones más ó menos abundantes, agrupadas en
torno de un núcleo único, que se transformaría en célula nerviosa. Esta
descripción de Henle no es admitida por ningún autor, y será probable-
mente debida á un defecto de la preparación.
406 ANATOMÍA DE LOS GE34TROS NERVIOSOS.
Fibras del núcleo caudal. El núcleo caudal, lo mismo que el tálamo
óptico, tiene dos grupos de fibras que le ponen en comunicación con disr
tintas partes. Unas sirven para relacionar dicho núcleo, con la cubierta
gris de los hemisferios, constituyendo la verdadera corona radiante del
núcleo caudal; otras establecen una comunicación directa con las fibras
del pedúnculo.
Por más que se haya dicho, nada se sabe actualmente de los intimas
relaciones existentes entre las células del núcleo caudal y las fibras que
en el mismo terminan: probable es que se pongan en comunicación, pero
lio está demostrado, aunque Meynert diga que ha podido observarla.
Fibras de la carona radiante. Meynert describe de ellas cuatro grupos
poco comprobados y muy hipotéticos algunos de ellos, que por otra parte
no merecen exactamente el nombre de fibras radiadas.
£1 grupo más importante de estas fibras, es el que pone en relación
el núcleo caudal con las circunvoluciones fronto-parietales. Parten de su
borde superior ó convexo en toda su longitud, y se reúnen á las demás
fibras, que emergen de la cápsula interna, confundiéndose en seguida
con las fibras transversales del cuerpo calloso. Meynert cree que estas
fibras terminan en la tercera circunvolución fundamental, y especial
mente en la porción frontal de la misma, inclinándose también Hugue-
nin á esta última creencia, dado el mayor volumen que el núcleo caudal
ofrece hacia su extremidad anterior. No es difícil convencerse de la
existencia de estas fibras, aislando por arrancamiento el púcleo caudal
de la cápsula interna; sin embargo, Luys difiere mucho en este punto de
los hechos admitidos, al decir que las fibras procedentes de la corteza
cerebral van á terminar todas en el tálamo optico,''y que únicamente una
pequeña parte se interna en los núcleos caudal y lenticular, después de
seguir un trayecto espiroideo y retrógado, para introducirse en el cuerpo
estriado.
Otro grupo de fibras está destinado á poner en comunicación el lóbu-
lo olfatorio con el núcleo caudal. Estas fibras son manifiestas en algunos
animales, en que aquel órgano tiene gran desarrollo, y Meynert, dice
haberlas observado en el hombre; con todo, su existencia necesita nue-
vas comprobaciones. Esta relación se estableceria por medio de la sus-
tancia blanca del espacio perforado anterior, y la hace verosímil la
oxtructura del núcleo caudal en esta región. Dada su existencia, estas
fibras serian análogas á las demás de la corona radiante, en vista del
concepto expuesto sobre el lóbulo olfatorio.
Desde la extremidad anterior del núcleo caudal á la parte anterior
del lóbulo temporal, se extiende un hacecillo de fibras, que recorre un
trayecto especial y se conoce con el nombre de vendolete seinicircular ó
tenia semicircuíaris. El vendolete semicircular está alojado en el surco
de separación del tálamo óptico y del núcleo caudal, hallándose cubierto
por la lámina córnea; rodea la extremidad posterior del tálamo óptico
y al través de la pared externa de la porción inferior del ventrículo
lateral va á terminar en el núcleo amigdalino, siendo probable que algu-
nas fibras lo atraviesen para introducirse en la corteza cerebral de la
punta del lóbulo temporal, contigua á dicho núcleo. La extremidad ante-
rior del vendolete semicircular, termina, según Meynert y Huguenin, en
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 407
la cabeza del núcleo caudal, lo cual no debe admitirse de una manera
absoluta, pues Longet opina que parte se pierde en el tálamo óptico y
parte se confunde con el pilar anterior de la bóvedafy Luys, cree, que
termina en totalidad en el centro gris anterior ú olfatorio del tálamo
óptico. Después de todo, parece cierto que el manojo que me ocupa es un
hacecillo de la corona radiante, haciendo comunicar una región de la
cubierta con uno de los núcleos centrales.
El último grupo de fibras radiadas, descrito por Meynert, es un ma-
nojito que forma lo que se conoce con el nombre de pedtincido del tabi-
que, y hace comunicar la sustancia gris del septum lucidum, con la ca-
beza del núcleo caudal.
Fibras del pié del pedúnculo. — Asi como del borde supero-externo del
núcleo caudal nacen las fibras radiantes que van á las circunvoluciones,
de su borde infero-interno ó concavo parten gran número de hacecillos
que van al pié del pedúnculo. Al emerger de este borde, se adosan á las
demás fibras de la cápsula interna, siguiendo una dirección descendente,
por lo cual se entrecruzan por completo con las fibras ascendentes de la
corona radiante del tálamo óptico, Estas fibras siguen al través de la
cápsula interna y van á formar gran parte del pié del pedúnculo; se ob-
servan fácilmente en su origen, quitando el tálamo óptico.
Meynert describe otro hacecillo de fibras, que, naciendo de la cabeza
del núcleo caudal, cruza hacia afuera la cara inferior de los pedúnculos
y corre hacia la parte externa del piso inferior de los mismos. Hugue-
nin, Meynert y Luys, admiten sin discusión estas fibras, cuya evidencia
queda probada, y hasta Broadbent las describe, á pesar de creer, que
gran número de las fibras del pié del pedúnculo son directas.
Luys admite, que el núcleo caudal está en relación con el cerebelo á
beneficio de los pedúnculos cerebelosos superiores, que, según él, termi-
narían en este centro, fundándose principalmente para ello, en que las
fibras de dichos pedúnculos estando contiguas á las de la cápsula inter-
na, corren la misma suerte que éstas, las cuales, según Luys, termina-
rían todas como he dicho antes, en los núcleos centrales.
Meynert también cree que el núcleo caudal está en conexión con el
cerebelo, pero no á beneficio de los pedúnculos cerebelosos superiores,
sino por medio de fibras del piso inferior, que, al llegar á lo protuberan-
cia, sufrirían una inflexión para introducirse en el cerebelo. Huguenin,
considera estas ideas de Meynert como probables, pero no demostradas.
Según resulta de los experimentos de Carville y Duret, Ferrier, Lus-
sana y Lemoigne, el núcleo caudal preside á los movimientos generales
de los miembros y en particular á los de progresión. Según Nothnagel,
de cuyas ideas en este punto participa también Beaunis, el núcleo caudal
tendría gran importancia en la ejecución de estos movimientos mixtos y
combinados, determinados en su principio por una impulsión psíquica
y que después continúan verificándose automáticamente. Luys, Broad-
bent y casi todos los fisiólogos conceden gran importancia á estos nú-
cleos en las funciones motoras.
En el hombre, las lesiones destructivas, totales y parciales del núcleo
caudal, bien sean hemorragias ó reblandecimientos, se manifiestan cons-
408 ÁCIDO SALIGÍLICO Y SUS SALES.
tantemente por una hemiplegia, que á veces no es más que paresia mar-
cadísima total, aunque la lesión sea muy limitada, y en todo caso, tran-
sitoria: parece, como dice Jackson, que cada porción del núcleo, lo
representa por completo. Esto guarda relación con el hecho de que las
excitaciones de este núcleo jamás determinan movimientos parci^es.
{Continuará,)
CONTRIBUCIÓN Al ESTUDIO DEL ÁCIDO SALICIUCO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del salicilato sódico en el tratamiento del reumatismo (i).
POR D. M. E, Moré y Bargit,
Medico de la Casa de Lactancia y Casa^cunade Barcelona,
Observación IX.— (Moré y Bargit). — Reumatismo en varias articula^
dones y endocarditis reumática (2).— Se trata de un enfermo, cuya profe-
sión hace se halle continuamente expuesto á la humedad; es curtidor de
pieles. Es un hombre de 34 años de edad y de constitución algo depau-
perada, por el que fui llamado para prestarle los debidos auxilios el dia
d2 de Diciembre de 1877, ofreciéndose ante mi vista el siguiente sín-
drome: dificultad sumamente marcada en la respiración, subdelirio,
semblante pálido y una postración considerable de fuerzas; quise inter-
rogar al enfermo/pero me vi precisado á suspender dicho examen por-
que sus respuestas nunca fueron acertadas á las preguntas que se le
dirigían, y así no tuve otro remedio que valerme de los datos que me
proporcionasen las personas que s«j hallaban á su lado. Por estas supe
que dicho enfermo hacia ya cinco dias estaba en cama por un dolor pun-
zante en la región precordial, dolor que aumentaba con la tos y la respi-
ración, y que fué cada dia en aumento, hasta que haciéndose, por fin,
insoportable, y viendo que en un momento dado habia llegado al estado
en que yo le vi, decidieron llamarme: creyendo el enfermo que el dolor
no llegaría á tal estado, empleó únicamente una pomada que le propor-r
clonaba una vecina y el tan vulgar y conocido aceite de lagartos^ ayu-
dando la acción de estos medios con una buena diaforesis, obtenida con
las infusiones de flor de saúco, té, etc.
Examinando, pues, al enfermo, auscultando el corazón y procurando
indagar las causas que le condujeron á dicho estado, no me quedó nin-
guna duda que se trataba de una endocarditis de origen reumático, afir-
mándome más en el diagnóstico el saber que el enfermo hacia ya cualro
años padecía dolores sumamente fuertes, unas veces en las extremida-
des, otras en la región lumbar, y que últimamente se sentia una fuerte
punzada en donde ahora aquejaba dolor continuo. Asf, pues, hecho el
diagnóstico, determiné emplear la medicación salicilica, empezando
aquel mismo dia por administrarle 3 gramos de salicilato de sosa en po-
ción. Mas, previendo la gravedad del caso y siendo sumamente necesario
detener lo antes posible la marcha de la enfermedad, mandé además la
aplicación de un vejigatorio en la región precordial, el cual fué levan-
tado i las ocho horas de su aplicación. Cinco veces aquel dia tuve nece-
sidad de visitar al snfermo, pues la gravedad del caso asi lo exigía, para
(1) Continuación.— Y. los núms. 25, 26, 27, 2S, 29, SO, 31, 82, <£?, 3Í, 35 y S6.
(2) ReVf 4e Cienciat Médicas, ^U^ljo 1878,
J^GIDO 6ALICÍLIG0 Y SUS SALES. 40d
cerciorarme^ cuanto fuera posible, del efecto producido por los medios
empleados, y al mismo tiempo para estar más á la vista de cualquier otro
nuevo accidente que pudiera sobrevenir al paciente. A las 10 de la noche
habia desaparecido por completo el delirio, recordando el enfermo haber-
me visto solo dos veces de las cinco que le visité. A esta hora presentaba
los síntomas siguientes: abatimiento general, decúbito supino, sem-
blante pálido, pulso débil y apenas sensible, pero frecuente, desvaneció
mientes, oscurecimiento de los sentidos, y, en una palabra, todos los sín-
tomas propios de una anemia cerebral.
En este estado y á fin de estimular todo lo posible el sistema sanguí-
neo, se le administró aquella misma noche un cocimiento de quina con
una dosis de aguardiente y jarabe de éter, no dejando por esto de conti-
nuar con la poción de salicilato de sosa que habia empezado aquel mis-
mo dia.
A la mañana siguiente, 13 de Diciembre, habian disminuido bastante
los síntomas de la anemia cerebral; el dolor do la región precordial se-
guía casi tan fuerte como el dia anterior, aumentando considerablemente
por los esfuerzos de la tos y de la respiración, de modo que esta función
la verificaba ccn mucha lentitud, á ñn de no aumentar más sus sufri-
mientos. Este dia usó, pues, de la palabra, añadiendo por esto el nuevo
síntoma de una astricción de vientre, visto lo cual, creí necesario admi-
nistrarle 30 gramos de sulfato de sosa, siguiendo además con la poción
de salicilato y el cocimiento de quina; el vejigatorio supuraba perfecta-
mente,, pero á íln de tener mejor certeza de los efectos de la medicación
salicilica, por la tarde mandé suspender el cocimiento de quina y cerrar
el vejigatorio.
Al dia siguiente 14, habia disminuido bastante la fuerza del dolor,
podía ,dav más amplitud á los movimientos respiratorios y el pulso era
un poco más tenso que en los días anteriores. Aumenté la dosis del sali*
cilato basta 4 gramos, en una poción que tomaba durante el dia pero en
pequeñas y repetidas porciones.
Con este mismo régimen siguió el enfermo hasta el dia 20, en que el
dolor habia desaparecido completamente, no presentando otra cosa que
un gran ruido de oidos, ilusiones ópticas y una sordera considerable,
pues nada oia de lo que se hablaba en la cabecera de su cama. Así, pues,
fué aumentando paulatinamente su alimento hasta volver al estadq
normal.
Observación X. -— (Moré y Bargit). — Reumatismo muscular en el an-
tebrazo derecho.^No menos importan'e es el caso que se me ofreció el
dia 20 de Diciembre de 1877. Se presentó á mi visita particular una se-
ñora de unos 45 años de edad y que á simple vista parecía hallarse en
completo estado fisiológico; pero nada de esto sucedía. Según relato de
la misma, venia padeciendo, hacia ya tres años y medio próximamente,
un dolor bastante fuerte en el antebrazo derecho, el cual se habia domi-
ciliado por completo en dicho miembro, sin que le desapareciera ni un
solo dia. Muy al contrario de esto venia observando que dos ó tres dias
antes de llover anunciaba el cambio atmosférico por la exacerbación del
dolor, no solo en el antebrazo, si que también en la muñeca correspon-
diente. Presentábasele además un dolor, si bien menos intenso, unas ve-
ces en la región lumbar, y otras en uno cualquiera de los demás miem-
bros, hasta el punto que á veces se veía obligada á guardar cama por
algunos dias, pasados los cuales desaparecían más ó menos los dolores
de los demás puntos, menos el del antebrazo derecho que persistía siem-
pre, pero con menos intensidad.
Su terapéutica consistió en los medios preconizados para combatir el
reumatismoi pero fué tal la tolerancia que se estableció entre el orga-
410 ÁCIDO SAUCÍLIGO T SUS SALES.
nismOy y el yoduro potásico y la belladona que, á pesar de las fuertes
dosis que tomaba de estos medicamentos, no conseguía nunca acallar un
poco su enfermedad. Por fín, durante cierto tiempo, cada vez que le apa-
recía el dolor en la muñeca, se lo aliviaba aplicándose media docena de
sanguijuelas. Por último, viendo que ni por estas cedia el dolor, deter*
minó visitarme el dia antes citado, relatándome todo lo que acabo de ex-
poner.
No tuve, pues, en este caso, ningún escrúpulo en administrarle ei
salicilato de sosa á la dosis de 3 gramos al dia, en poción, y que siguiera
tomándolo hasta ver si obtenia con él los resultados apetecidos. Al cabo
de cinco días volví á verla, hallándose muy satisfecha de tal medicación
toda vez que el dolor había disminuido, aunque poco.
£1 dia 31 de Diciembre, la vi otra vez y dijo que en efecto el dolor le
disminuía más cada dia, pero que en cambio se sentía una sensación de
quemazón ó acritud en el estómago y que creía era efecto de la poctcKi
que tomaba, pues antes nunca lo había sentido. En vista de esto, dinú-
nuí la dosis á 1^50 gramos al dia, á fin de no deiar del todo la mediea-
cion y establecer mejor tolerancia. Asi sucedió, pues, á los dos dias ya
no sentía dicha sensación en el estómago, volviendo, por consiguiente,
á la anterior dosis de 3 gramos hasta la completa desaparición de la en«
fermedad, lo cual tuvo lugar el dia 15 de Enero de 1878, dia que, según
ella, fué la primera vez de verse Ubre de semejante dolor.
Observación XI.— (Moré y BsLrg\t.)^Iieumatismo de carácter volante.
Efecto del salicilato sódico sobre las arenillas úricas. — Trátase de un hom-
bre de 45 años de edad, temperamento excesivamente sanguíneo pictórico
y de gran robustez, que se presentó en mí clínica particular á primeros
de Enero de 1879; hacía siete años que á todo cambio atmosférico, y par-
ticularmente en invierno, sufría tan intensos dolores en distintas regio*
nes del cuerpo, ya en los tejidos musculares, ya en los articularos, que
le privaban todo movimiento. Siempre que se encontraba en semejante
estado, tenia necesidad de apoyarse con un bastón si quería dedicarse á
sus ocupaciones ordinarias, pues no podía prescindir de ello porque re-
clamaban constantemente su presencia. Sin embargo de contar tantos
años la existencia de su enfermedad me determiné á administrarle la si-
guíente poción:
Agua destilada 900 gramos.
Salicilato de fosa 6 •
Jarabe simple 40 »
de la cual empezó á tomar media jicara tres veces al dia; esta pequeña
cantidad de salicilato no produce ningún efecto sensible en la economía,
Y al cabo de ocho ó diez dias acaba por tomar una jicara cada vez sin
aumentar ya más esta cantidad de poción durante todo el curso del tra-
tamiento. De esta manera continuó durante cinco meses sin haber tenido
necesidad un solo dia de cesar en su administración.
Mientras siguió tomando ei medicamento citado, unas veces dejó de
aparecer y otras no presentar tanta intensidad ni persistencia el dolor
que tan continuamente aquejaba, encontrándose casi completamente cu*
rado al cabo de cinco ó seis meses de tratamiento.
En este enfermo, recordaremos, que al tratar de la acción fisiológica
del salicilato de sosa sobre la secreción urinaria, dejamos sentado que
ejerce una notable iníluencia sobre los materiales sólidos que anormal-
mente se encuentran muchas veces en dicho líquido, y cuyos materiales
sabemos ya que son fosfatos y carbonates; dijimos también que, sobre
el particular, expondríamos más adelante un notable caso de dicha ac-
ción. Pues bien, el individuo en cuestión es el de que nos estamos ocu-
pando.
REVISTA DE NOSOQUÍMIGA. 411
Eate enfermo, hacia ya mucho tiempo (si bien él no puede ñjarlo coa
exactitud) que emítia muy amenudo unas piedrecillas de mayor tamaño
que el de la abertura del canal de la uretra; piedras de las cuales con-
serva el mismo individuo bastantes ejemplares que he tenido ocasión de
ver y cuyo fenómeno le preocupaba muchísimo por las fatales conse-
cuencias que naturalmente preveía. En los largos intervalos que pasa-
ban desde la salida de un cálculo á la del otro, el enfermo expulsaba
continuamente arenillas úricas en mayor ó menor cantidad, cuyas are-
nillas no se presentaban siempre con los mismos caracteres de cantidad,
consistencia, color, etc., sino que á veces pasaba bastantes dias sin
expulsarlas y luego salian en bastante cantidad formando un gran sedi-
mento recogible en el fondo del vaso.
Para que desapareciesen estas tristes manifestaciones renales, el en-
fermo habia tomado, porque así se lo indicaron, el bicarbonato de sosa,
el nitrato potásico y muchos otros diuréticos, que usaba todo constante-
mente por el deseo de curar. Luego, como ya hemos dicho antes, empez)
á tomar el salicilato de sosa para lograr disminuirle sus manifestaciones
reumáticas, y durante los tres primeros meses de dicha medicación ob-
servó el enfermo que hablan desaparecido casi en totalidad todas aque-
llas manifestaciones úricas que tanto preocupaban su imaginación, es
decir, las arenillas y las piedras, y que únicamente, solo de vez en
cuando, notaba en el fondo de la vasija unas linas arenillas que nada le
molestaban y que, por fin, llegaron también á desaparecer. Pastos efectos
los experimentó, nó al cabo de tres meses sino durante los mismos, y
para cerciorarnos de la exactitud de lo que se observaba, se suspendió
el salicilato de sosa por espacio de quince dias para ver si volvian á apa-
recer las arenillas úricas. En efecto, el resultado de nuestro experimento
no se hizo esperar, pues aparecieron de nuevo á los pocos dias de sus-
pensión del medicamento, por cuyo motivo vclvimos otra vez á su admi-
nistración que no dejó ya, hasta que se encontró bien de sus manifesta-
ciones reumáticas. Desde entonces no he visto más que una vez á este
enfermo, y dice que no solo se encuentra bien de su reumatismo, sino
también de sus manifestaciones úricas, pero que durante los seis prime-
ros dias de cada mes, siguió por espacio de algunos meses tomando la
podón del salicilato de sosa para asegurar más el resultado de la medi-
cación.
(Concluirá,)
REVISTA DS NOSOQÜIHICA,
POR EL Dr. Federico Castells.
Sintasis y análisis en química patológica.— Las corrientes de la mo-
derna Ciencia, tienden á establecer principios fundamentales que permi-
tan equiparar el progresivo desarrollo de todas sus ramas, facilitando así
la Unificación tecnológica en todo raciocinio que las variadas manifesta-
ciones de los hechos naturales[sugerir pudieran á quien pretenda obtener
deducciones verdaderas, referentes á determinados fenómenos vitales.
Demostrar elementalmente la composición de un cuerpo, analizando y
sintetizando á voluntad, ha sido, en el terreno de la experimentación >
conseguir un completo triunfo; ese proceder ha venido siendo reconocido
412 REVISTA DE NOSOQUÍMICA.
desde muy antiguo como necesario, solo que, en razón á haber tomado
como punto de partida la afinidad, las antiguas teorías químicas no pu-
dieron llegar á resultados positivos hasta romper con la tradición. Admi-
tido que los agentes físicos deben ser considerados como modos de movi-
miento, sus propiedades se manifiestan como estados dinámicos; y no
siendo los fenómenos químicos otra cosa que transformaciones de pro-
piedades, claro es que pueden ser representados como simples evolucio-
nes, como metamorfosis de movimientos.
Berthelot, que tanta gloria conquistó como representante de la nueva
tendencia, ílja la atención en el calor, — por ser el agente mejor estu-
diado y de producción constante en todas las reacciones, — al establecer
los principios fundamentales de la mecánica quimíca. Atiende para ello,
á los principios generales de la termo-dinámica, y para facilitar la apre-.
ciacion directa del calor, cuya producción varia con las reacciones y se
complica con la de actividad, establece los tres principios que llama: de
los trabajos moleculares; de la equivalencia calorífica délas transforma-
ciones químicas (dinámica química); y del trabajo máximo (estática
química). Esta última parte, que envuelve la deducción teórica, se halla
muy atrasada, pero es la que ha de conducir al verdadero progreso en.
química, cual en física se ha conseguido, gracias á la sustitución de los
antiguos fluidos imponderables, por el fecundo principio de la unidad do
las fuerzas físicas y su transformación recíproca y equivalencia á tra-
bajo.
RepulBlon quimíca. —De varios experimentos practicados por el quí-
mico inglés E. F. Mills {Novedad, cientif.) deduce las dos conclusiones si-
guientes: 1.' que la acción química puede tener lugar á distancia; 2.' que
dos ó más acciones químicas idénticas, excepto en su posición, se para-
lizan completamente unas á otras. El experimento es el siguiente; se ex-
tiende sobre dos placas de vidrio una capa delgada de disolución de clo-
ruro de bario; se desaloja el exceso de líquido por la presión de las
placas entre sí; se hace un agujero en la superior y se introduce por él
una gota de ácido sulfúrico diluido, se forma un precipitado progresiva
y uniformemente alrededor del agujero. Si se hacen dos agujeros, cua-
tro, cinco, etc., los círculos del precipitado van extendiéndose hasta en-
contrarse las respectivas circunferencias, desde cuyo momento deja de
haber acción química. Es un curioso experimento de repulsión que ro-
bustece la tendencia de la mecánica química.
L&8 vibraciones en loa fenómenos químicos.— Entre las diferentes ex-
perimentaciones de Berthelot, parécenos pertinente citar por lo que con-
firma la teoría de la mecánica química, la influencia que ejercen las
vibraciones sonoras en la combinación y descomposición químicas, se-
gún obren de un modo instantáneo ó continuamente. Los principales
resultados obtenidos se refieren á las sustancias explosivas, para algu-
nas de las cuales ha sido determinado el número de vibraciones que las
hace detonar. Compréndese sin esfuerzo cuánta importancia pueden
llegar á revestir esos experimentos.
REVISTA DE NOSOQUÍMIGA. 413
Formm indecisa dé los elementos morfológioo-anatómicos.- Cuanto,
4 guisa de introducción, dejamos apuntado en los anteriores párrafos,
puede servirnos de norte en las observaciones de carácter más especial
que nos proponemos consignar, á la vez que justificar nuestro empeño
en asunto tan complejo como difícil.
Una de las primeras cuestiones que se ofrecen á la consideración del
observador, es la determinación de la forma propia del elemento anató-
mico. En realidad de verdad, se ha admitido dogmáticamente que la cé-
lula constituye la expresión genuina de ese elemento. Pero en el concep-
to de su investigación química no puede darse el problema como resuelto.
Rindíleisch, recientemente, ha emitido una curiosa hipótesis [Revue des
Scienc. med /, según la cual, la materia viviente se presenta como un
estado intermediario entre el sólido y el líquido, y considera la disposi-
ción reticular de los tejidos como su principal forma de cristalización.
Cree, además, que la adJiesion puede dar cuenta de los movimientos ele-
mentales que se producen" en ella y que finalizan siempre por los cam-
bios que su forma afecta.
Tomando en consideración lo que acerca de la mecánica química de-
jamos expuesto, y no menos, las dificultades con que se tropieza para
distinguir los compuestos, principalmente albuminoides, que en los lí-
quidos del organismo se contienen, no se extrañará que, de un modo
general, llamemos indecisa á la forma líquida que ciertos elementos
morfológico-anatómicos presentan en determinadas condiciones, sobre
todo mientras su propia actividad sostiene la producción de cierto grado
de calor, que, según la mecánica química, no puede dejar de producirse
en cuanto existan reacciones ó trabajos.
Ahora bien, si en el concepto puramente teórico, puede admitirse
que así sucede, bajo el punto de vista de la acción fisiológica propia de
cada líquido, pueden éstos clasificarse en tres principales grupos: líqui-
dos formadores, (agentes de organización) líquidos excretorios, (producto
de la misma) y líquidos que poseen un carácter mixto.
No á todos por igual, se han dirigido las investigaciones de los quí-
micos. Los más accesibles, y que por tanto menos dificultad ofrecen para
ser obtenidos en estado de suficiente pureza, han sido mejor estudiados
fisiológica y patológicamente. Por lo que de ellos se ha investigado re-
cientemente, comenzaremos esta revista.
* «
Oiina: procedimiento rápido para detemünar el ácido úrico. - Mr. Pe-
tit ha dado á luz un método que consiste en adicionar á 200 c. c. de
orina filtrada 5 c. c. de ácido clorhídrico humeante: se agita vivamente
durante cinco minutos en un vaso de vidrio, y el líquido límpido se en-
turbia, dejando depositar el ácido úrico bajo la forma de pequeñísimos
cristales. Al cabo de una hora de reposo, en un lugar fresco, se vierte el
todo sobre un doble filtro tarado, y cuando ha pasado el líquido se lava
el doble filtro con alcohol, se seca en la estufa á iOO**, y la diferencia de
peso multiplicada por 5, da la proporción de ácido úrico por litro de
orina. El ácido úrico así obtenido es un poco coloreado, y si los vasos
empleados en los ensayos no han sido rayados durante la operación basta
414 REVISTA DE NOSOQUÍMICA.
la simple pasada; pero en el caso contrario, se evita e! error procedente
de la silice de los vasos, calcinando el nitro que contiene el ácido úrico,
descontando el residuo fijo de la primera cifra encontrada.
Orina: investigación en ella de la albúmina— L Un método en extre*
mo sensible ha propuesto Boedecker {Arch für Pharm.); consiste en aci-
dular la orina con ácido acético, añadiendo después algunas gotas de
disolución de ferrocianuro potásico, calentado ligeramente. La presencia
de la albúmina dá lugar á un enturbiamiento ligero al principio, y q\ie
se transforma después en un abundante precipitado, aún en el caso
que la cantidad de albúmina sea muy pequeña. — n. En los casos en que
obtiene por el calor ó con el ácido nítrico un precipitado poco abundante
y de cuya naturaleza albuminosa se duda, el profesor Schleisner (Riv>
clinic. é terapeiUic,) emplea el reactivo de Müller, y trata con el mismo
la solución neutralizada y calentada, 6 el precipitado obtenido con el
ácido nítrico. Para cantidades más pequeñas, evapora 50 á 100 c. c. de
orina hasta reducir la cantidad á ^/^^; le añade luego 4 ó 5 de alcohol con-
centrado, y en fin el ácido nítrico. — Se receje el precipitado en un filtro^
y lavado de nuevo con alcohol, se pone en un tubo de ensayo y se le
calienta con el reactivo de Müller; si se obtiene la coloración rosa carac*
teristica, es señal de que contenia albúmina.— Ili. Para Hindenlang (Re^
pert. dephami.) el mejor reactivo es el ácido metafosfórico cuya disolu-
ción debe prepararse en el momento de usarla Al efecto, se disuelve un
pedacito en agua y la solución se añade á la orina previamente filtrada,
la cual se enturbia ó vuelve opalescente en el caso de contener la más
pequeña porción de albúmina. Este reactivo tiene la ventaja de no ejer-
cer acción sobre los compuestos normales ó patológicos de la orina, ni
sobre las sustancias medicamentosas eliminadas con ella. — IV. Según
Raabe [Rep. de Ph.), si á la orina albuminosa se añade una pequeña can-
tidad de ácido trioloracético, sin agitar, dejándolo deslizar sobre las pa-
redes del tubo, hay formación de una zona de albúmina coagulada que no
desaparece por la acción del calor, al contrario de lo que resulta con los
uratos. Por lo demás, estos últimos no se precipitan cuando la orina se
ha adicionado de una tercera parte de agua.
Orina: investigación del ácido saUcilico.— Bomtroeger precipita la
orina por un exceso de sub-acetato de plomo, y filtrado el líquido se trata
por el ácido sulfúrico diluido para separar el exceso de plomo; se filtra
nuevamente, y en el líquido filtrado se muestra la presencia del ácido
salicílico por el percloruro de hierro.
Orina: invesUtfaelonde la bilis.- Prunier, {Novedad. cietUif.) reco-
mienda el siguiente procedimiento para resolver este problema. Se to-
man 20 gramos de orina que se acidulan con 60 gotas de vinagre de
madera. Se añaden 4 gramos de acetato de plomo neutro ó 2 de cloruro
de bario, calentándolo en este último caso para disolver la sal. Se agre-
gan entonces 2 gramos de sulfato de sosa que determina la formación de
un abundante precipitado blanco de sulfato de plomo ó de bario. Calen-
tando el liquido que le mantiene en suspensión, el preoipitado aumenta
SOBRE LA ZONA MANEJABLE DE LOS AOENTES ANESTÉSÍCOS. 415
en consistencia y puede ser recogido sobre un filtro; se toma con un
agitador una pequeña porción de este precipitado y se coloca sobre un
plato de porcelana blanca. Se hace caer alrededor del pequeño cono,
formado por el precipitado, una gota de ácido nítrico humeante, el cual
determina una serie de coloraciones que van del rojo al violado, azul y
verde, En el centro queda una mancha amarilla persistente.
La operación puede simplificarse poniendo en contacto con la orina
un trozo de sulfato de barita artificial que posee la propiedad de absor-
ver las materias colorantes de la orina. Tratado el trozo de sulfato bári-
co por el ácido nítrico humeante, se obtienen los mismos fenómenos se-
ñalados antes.
La orina normal no dá coloración alguna.
Oiiaa: investigación d« los ácidos biliaros.— Dreschel emplea el mis-
mo procedimiento de Pettenkofer sustituyendo el ácido sulfúrico por el
fosf&rico siruposo, que no presenta el inconveniente de enmascarar la
coloración roja, cuando haya un exceso de azúcar. La solución concentra-
da de los ácidos biliares se trata por el ácido fosfórico y después se añade
UR pequeño fragmento de azúcar y se calienta, en el baño-maria, en un
tubo de ensayo. La magnifica coloración, variable del rojo al violeta púr-
pura, indicará la presencia de los ácidos biliares por más que haya un
exceso de azúcar, pues este es mucho menos atacable por el ácido fosfó-
rico que por el sulfúrico.
SOBRE Ll ZONA MANEJABLE DE L08 AGENTES ANESTÉSICOS,
ynaoTo procedimiento de cloroformisacion,
POR P. Bert (I).
Guando se añade al aire, en proporciones crecientes, vapores ó gases
dotados de propiedades anestésicas, y se hace respirar á un animal es*
tas mezclas sucesivas, llega un momento en que se presenta la aneste-
sia. Si se aumenta todavía la proporción de la sustancia medicamentosa
el animal acaba por morir. Yo designo con el nombre de Zona maneja-
ble el intervalo comprendido entre la dosis anestésica y ladósis mortal.
Determinando con cuidado, la extensión de esta zona manejable con
diversos agentes anestésicos (cloroformo, éter, amileno, bromuro de eti-
lo, cloruro de metilo), y en distintos animales (perro, ratón, gorrión),
he llegado á obtener el singular resultado, de que, en todos los casos, la
dosis mortal, es precisamente el doble de la dosis anestésica.
£1 cuadro siguiente sintetiza los resultados de los numerosos experi-
mentos que me han permitido establecer este hecho general.
(1) Journal de Pharm, et CMm»
416 SOBRE LA ZONA MANEJABLE DE LOS AGENTES ANESTÍSICOS.
ST
Gloroformo.
Aniileno.
Elher.
Cloruro de meiilo. .
Bromuro de etilo. . .
s
PERRO.
9
22
30
37
2iV.
19
45
55
74
42»/.
I
Q
2M
1*8
RATÓN.
5
6
7*5
15
12
i
42
1
30
25
22-/,
i '8
GORRIÓN.
9
15
30
18
12»
lO
18
30
60
40
24»/,
a
o
2
2M
»1
Para las cuatro primeras sustancias las cifras indican el número de
gramos de líquido anestésico, unidos á 100 litros de aire, después de re-
ducidos á vapor; para el cloruro de metilo, es centesimal la proporción
de la mezcla gaseosa.
Sin entrar en los detalles experimentales, diré que hice respirar á los
animales en vasos cerrados, en los que se habia hecho la mezcla con an-
ticipación; la capacidad de los vasos era bastante grande para que no
pudieran sobrevenir complicaciones asfícticas. El empleo de la potasa
para absorber el ácido carbónico debe ser absolutamente desechado, al
menos en los experimentos con el cloroformo, que descompone rápida-
mente; por no haber tenido en cuenta este hecho, se han visto engaña-
dos ciertos experimentadores, acerca de la proporción mortal del cloro-
formo en el aire.
Cuando se hace respirar á un animal una mezcla que esté compren-
dida, poco más ó menos, en el término medio de la zona manejable, es
anestesiado muy rápidamente, y queda durante todo el tiempo del ex-
perimento (y los hay que han durado dos horas) perfectamente tranqui-
lo, sin agitación y sin que el operador se tenga que ocupar ni inquie-
tarse por él; el contraste es muy notable con los resultados obtenidos
mediante los métodos ordinarios de anestesia, por la compresa, espon-
ja, etc. Y esto se comprende fácilmente.
En efecto, en estos procedimientos, el paciente respira alternativa-
mente, según el grado de imbibición de la compresa ó su alejamiento de
los orificios respiratorios, una mezcla de aire y de anestésico, ó infe-
rior á la dosis activa ó comprendida en la zona manejable ó igual y aún
superior á la dosis mortal. En este último caso, la inminencia de los ac-
cidentes hace que no se apresure á alejar la compresa, de tal modo, que
la respiración cercana rebaje en seguida la titulación de la mezcla ya
contenida en los pulmones; pero la experiencia prueba que no siempre
se logra evitarse la terminación mortal.
La zona manejable es, en efecto, singularmente limitada, y algunas
gotas de líquido de más pueden hacer pasar la mezcla respirada de la
dosis activa, á la dosis mortal. Esto es cierto, sobretodo para el clorofor-
SOBRE LA ZONA MANEJABLE DE LOS AGENTES ANESTÉSICOS. 417
mo: 8 gramos volatilizados en 100 litros de aire no adormecen un perro;
20 gramos le matan: la diferencia es de 12 gramos. El éter, teniendo la
misma fuerza como proporción, pues también va de sencillo á doble,
presenta infinitamente menos peligros, toda vez que entre la dosis ac-
tiva y la dosis mortal, hay una diferencia de casi 40 gramos. Esta es in-
dudablemente la razón de la inocuidad relativa que ha justificado el éter
en la práctica quirúrgica.
Guando se lee la descripción de operaciones un poco largas, se ve
que los cirujanos no se olvidad de indicar la cantidad de cloroformo que
han empleado, es decir, vertido en la compresa, sin mentar el cloro-
formo perdido al exterior, y no teniendo en cuenta sino aquel que ha
entrado en los pulmones del paciente. Esta mención no tiene ningún
valor. Yo he podido hacer respirar á un perro una cantidad extraordina-
ria de cloroformo sin producir la menor anestesia, teniendo cuidado de
que la titulación de la mezcla no pasase de 5 á 6. Al contrario, em-
pleando una mezcla, titulada 30, basta una débil cantidad de cloroformo
para matar de repente al animal.
En otros términos, el cloroformo no obra por la cantidad que se res-
pira sino por la proporción en que se encuentra en el aire inspirado. Se
creia desde luego lo contrario, á causa de las combinaciones químicas
que contrae en el organismo y que demuestran, entre otras pruebas, los
accidentes consecutivos á su administración. Nada hay de esto, para los
vapores de los líquidos anestésicos, como para los gases simplemente
solubles, principalmente para el protóxido de nitrógeno, la acción de-
pende de la tensión en el aire inspirado, la cual regula la proporción
existente en la sangre y en los tejidos.
El protóxido de nitrógeno tiene una zona manejable más extensa que
la de los carburos y clorocarburos de hidrógeno. Para estos últimos es
de 1 á 2; para aquel, es de 1 á 3, como lo han probado los experimentos
hechos bajo presión.
Partiendo de este principio, y buscando, para obtener la anestesia,
introducir en el organismo no la cantidad, sino la proporción necesa-
ria, se llega á dar al empleo de todos los anestésicos la misma seguridad
que al protóxido de nitrógeno bajo presión. Basta hacer respirar al pa-
ciente, no ya con compresas ni con todos los complicados aparatos ba-
sados sobre el falso principio de la cantidad determinada por la imagi-
nación de los cirujanos y constructores, sino simplemente con un tubo
y una pequeña careta, una mezcla convenientemente graduada de aire
y de vapores anestésicos. En este caso no hay que ocuparse del pulso,
ni de la respiración y la temperatura apenas varia. Solo no se evitan
así los inconvenientes inherentes á la misma sustancia, la agitación del
principio, el mal estar y los vómitos consecutivos, y bajo todos estos
aspectos, el protóxido de nitrógeno conserva toda su superioridad.
El empleo de las mezclas tituladas habia ya sido hecha en mi labo-
ratorio, hace algunos años, por dos de mis discípulos, Jolyet y Baude-
locque, y este último la habia preconizado en una tesis, en 1875. Gre-
ham les habia ya precedido en este camino; en Inglaterra Snow y en
Francia Lallemand, Perrin y Duroy habían ya hecho indicaciones á este
fin. Pienso que las nuevas investigaciones acerca de la zona manejable,
418 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
deben determinar á los cirujanos á intentar la aplicación de este método
al hombre.
La iiístrumentaoion seria de las más sencillas, y un receptAculp de
zinc, de 200 á 300 litros, seria suficiente. Los experimentos más arriba
expuestos no pueden dar bajo este punto de vista ninguna indicación.
La dosis, en efeeto, varia bastante del perro, al ratón y al gorrión. Siem-
pre menores para el ratón que para el perro, son más grandes para el
gorrión que para el ratón, y aún, por lo que hace al cloroformo y al am¡-
leno, son iguales en el pequeño pájaro y el grande mamífero. De paso
diremos, que en los perros, la talla no tiene ninguna influencia. Pero
todo esto deja el problema absolutamente intacto para los cirujanos.
Diré, para terminar, que la mezcla apenas pierde su titulación du-
rante el experimento, excepto en los primeros instantes. Asi en un ex-
perimento con 15 gramos de cloroformo, un perro de 6 kilogramos babia
consumido durante el primer cuarto de hora 2 de cloroformo, ó sea 1^4
de vapor; en los cinco cuartos de hora que siguieron, no consumió más
que 4. Las combinaciones intra-orgánicas del cloroformo no absorben,
pues, sino muy poco, y por otra parte no pasa á la orina en cantidades
apreciables. Estos hechos dan la explicación de la poca importancia de
la cantidad empleada y de la preponderancia de la tensión en la mezcla.
Trad. por D. Isidro Calvet,
Médico del Manicomio de San Baudilio,
NOTICIAS CIENTÍnCAS.
HematoblastoB y demás elementos figurados ds Uk sanaré.— Ha*
yem ha descrito no bá mucho tiempo con el nombre de hematoblastos,
unos corpúsculos de la sangre, que no son los bemaíies ni los leucocitos,
de un volumen bastante m^nor que el de estos dos, y que están destina^
dos á. convertirse en glóbulos rojos. En un reciente trabajo, Cadet (Eivídt
physiologique des éléments figures du sang^ et en particulier des hemato^
olastes, l'aris, 1881) se ocupa de este mismo asunto, después de haber
hecho experimentos en 140 individuos en variadas condiciones.
Por término medio hay eu la especie humana, por cada milímetro de
sangre: 245,000 hematoblastos, 5,200,000 glóbulos rojos y 8,200 blancos.
En el niño y en la mujer las proporciones son iguales; en los viejos
mengua un poco el número de hematíes y en el recien nacido hay res-
pectivamente 171,200, 5.696,000 y 19^400.
La menstruación aumenta los hematoblastos y hematíes, presentando
la sangre un gran número de glóbulos enanos y bajando un poco la can-
tidad de hemoglobina. Las fatigas coniinuadas rebajan notablemente la
proporción de glóbulos rajos^ asi como el reposo, pero este en cambio
acrece la de los hematoblastos y leucocitos. £1 ayuno, más ó monos pro-
longado, disminuye el número de hematoblastos y leucocitos y aumenta
el de los hematíes.
En otra tesis (De la crise emaiique dans les maladies aigues d défér^
vescenoe brusque, Paris, 1881) publicada por Reyna, como la anterior,
bajo la inspiración de Hayem^ se dice también que el ayuno absoluta au-^
NOTiaAS GIBNTfPICAS. 419
ine9Ui k>8 hematieSy lo cual significa simplemente qae ha menguado el
agua 7 el suero, y disminuye los hematoblaslos, pudiendo quedar en la
mitad á los 16 dias. La hemoglobina, durante ios primeros dias de ine-
dia, no cambia, pero luego disminuye.— (Rodríguez Méndez.)
Casos de sarampión. ^Durante la epidemia de sarampión que ha
reinado últimamente en nuestra ciudad he tenido ocasión de observar,
entre otros, dos casos, que según mis noticias son verdaderamente raros.
El primero se refiere á una niña de cuatro años, en Ja que mientras se
estaba verificando la descamación de una dermatitis sarampionosa,
apareció otra erupción de la misma naturaleza, casi tan confluente como
la primera y la cual siguió todos sus períodos con toda regularidad. El
segundo hace referencia á una criatura de siete meses que se hallaba
a£pcta de una erupción sarampionosa discreta, y en la que se vieron bro-
tar nuevas erupciones en tanto que la primera entraba en el periodo
descamativo. ¿Se trataba en uno y otro caso de nuevas infecciones 6 es
que la erupción de la infección sarampiónica puede desarrollarse por
fracciones en intervalos más ó menos largos? Sea de ello lo que fuere,
estos casos obligan á que el práctico se ponga siempre en acecho de ta-
les irregularidades.— (Verdós.)
Slfom: origen.—- El sifón de las aguas gaseosas lo inventó el Dr. Doni-
}let n^uerto hace ya algún tiempo, viéndose obligado á vender por un
pedazo de pan el privilegio de invención que hizo la fortuna de sus
acreedores. — (VroAL Careta.)
Cólera morbo. — ^La cuestión egipcia da gran importancia á la actual
epidemia. En la Sección oficial del número anterior se decia que hablan
sido declaradas sucias las procedencias de Padang (dependencia N. E.
de la isla de Sumatra en el estrecho de Malaca) y sospechosas las de
Borneo, Jawa y Singapore, puntos de frecuentes comunicaciones con el
epidemiado. Si á esto unimos que se acerca la época de las peregrinado^
jies desde las Indias á los Santos Lugares del Islamismo comprendere-
mos el peligro que hoy amenaza á Europa, si Turquía, como alguna poten-
cia desea, es ia encargada de mandar tropas á Egipto para arreglar una
-délas. cuestiones que más preocupan á Europa entera. Posible es que se
mezclen los buenos con ios enfermos; los que peregrinan en paz con los
que peregrinan en guerra, los turcos, egipcios é indios con los euro-
peos, y que resulte de estas abigarradas reuniones un obsequio oriental
para los muñidores pueblos occidentales.
En vista de la situación presente, los Consejos internacionales de
Sanidad de Egipto y de Constantinopla han resuelto: I."" sujetar ¿24 ho-
ras de observación ó el paso del canal en cuarentena á las procedencias
de las islas neerlandesas y de Singapore, que vayan para Suez y Egipto;
2.* hacer sufrir siete dias de cuarentena á los buques que lleven coléri-
cos; 3.* obligar á la misma observación ó cuarentena á estas proceden-
cias en todos los puertos del imperio otomano (Mediterráneo^ Hedjar,
Yemen y Golfo Pérsico).
Por su parte, el Consejo sanitario de Constantinopla ha decidido,
si no ofrece mejor cariz el estado sanitario del extremo Oriente, esta-
blecer una cuarentena y una observación severa y suficientemente pro-
longada, para los buques procedentes del Occeáno Indico, hacia la en-
trada del Mar Rojo. Esta medida, que ya habla sido prevista y aconse-
jada par la Conforenoia sanitaria internacional de Constantinopla, se
-aplieami preferentemente á los buques que transporten peregrinos, su*
friéndose la cuarentena y la observación por los peregrinos en la isla
Cama^'an, que tiene para este objeto buenas condiciones.
4S0 SECCIÓN OFICIAL.
Las últimas noticias acusan la presencia del cólera en el Japón y en
el Archipiélago Sulu, y acabo de leer que existe en Batavia.— -(Rodrí-
guez MENdEZ).
SECCIÓN OFICIAL.
Aguas minero-medicinales de Nuestra Señora del Carmen.— Real or-
den de 12 dd Junio, declarando de utilidad pública las aguas cloruradas sódi-
cas fri s, variedaa sulfatadas de Nuestra Sra. del Carmen, término de Siria
(Valencia), y señalando, cjmo temporada ofljial, desde el 15 de Mayo á 15 de
Setiembre. No se autoriza la apertura del establecimiento h sta que se haya
levantada un edificio que, parlo menos contenga seis banaderas para bafto
general da. un.i persona; duchas, lija y movible, fuente y aparato para la cale-
facción de las a^ua^y y se haya aumentado el núnero de habitaciones para que
puedan ahajarse cómodamente doce personas en la casa. — Gacela del 19 de
Junios
Aguas minero-medicinales de Zuazo.— Real orden de 16 de Junio, decla-
rar dv> de utilidad pública las aguas sulfurado-iódicas de Zuazo, Ayuntamiento
deCujrtangó (Álava), yseflal ndo desde 15 de Junio á 15 de S.tttmbrecomo
temporada oíiciaí. No se permite la apertura del establecimient) hasta que se
perfeccionen los medius de calefacción, montando una caldera generadora de
vapor. — Id., id. id.
Aguas minero-medicinales de Soi^o ó la Toja.— O. den Ce la Dirección
general de DeLeflcet cia y Sanidad, disponiendo se abrí al público dicho bal-
neario, cuya clausura se dispuso con fecha 18 de Abril de este aRo. — Ga-
ceta del 21 id.
Cólera. — Orden del 21 de Junio, declarando sucias I s procedencias del Ja-
pon hechas á la mar después del 20 del mismo mes. — Id. del 22 id.
Cátedra vacante.— Real órJen de 15 de Juoio mandando sa provea por
traslación, una de las cátedras de Anatomía (reneral y descriptiva y Elemeotos
de Histología normal, de la Facultad de Medicina de Valencia.— /d. del 24 id.
Viruela, vacuna y subdelegaciones á ellas referentes— Circular de la
Direccio de Beneflcencia y Sanidad del 21 de Junio, recordando el cumplimien-
to de la Real orden de 24 de Enero de 1876 y circular de la Dirección de 19 de
Febrero, insertas respectivamente en las Gacetas de 10 de Febrero y 2 de Mar-
zo, relativas al estudio de la viruela y de la vacuna. <—/ei., id. id.
Cólera. — Orden de 23 de Junio, declarando sucias las procedencias de May-
bun (isla de Joló), y de observación las del resto de la isla, hechas á la m ir des-
pués del 20 del mismo mes.— M del 25 id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Die oronischen Hautkrankheiten an dar Schweíelthermen ven Aaohen.
Ven Dr. Schumacher II.-Berlin, 1882.
Manual de Anatomía descriptiva, por el Dogt>^r Robkít IUrtmann. Tra-
ducción directa del alemán por los Dres. L. GóngorayS, Cardenal.— Cuaderno 13.
Manual práctico de las enfermedades de las mujeres (Medicina y Ciiu-
gia) por el Dr. G. Eustaclie, versión castellana de D. Enrique Moresco y Labado y don
Rafael Ulecia y Cardona, con un prólogo del Dr. D. Andrés del Busto Lopez.-Cua-
dernoS.*— Madrid. -1882. (Dos ejemplares).
Discusión parlamentaria de la enmienda presentada por ef diputado á Cor-
tes D. Modesto Martínez Pacheco al «Proyecto de ley sobre reforma de U actual
organización del ejército». -Madrid, 1882.
lioociones de clinioa terapéutica, por el Dr. Dujardin-Beanmetz, recogidas
por el Dr. E. Cirpentier Mericourt. Versión de D. Gustavo Reboles Campos. Tomo ^.^
entrega 2.*-Madrid, 1889.
Biblioteca económica da Medicina y Cirugía.- Cuaderno 29. En este cua-
derno principia la publicación del Tratado práctico de las enfemiedadee de la la*
ringCj de ¡a faringe y de la traquea, de Morell Mackenzie.— Madrid, 1882.
Pbkiódigos: Uoletin del Circulo de la juventud mercantil^ Bwcéiondi.^Butlletidel
Centre cátala, Bd^roelondL." Echoa du monde. parisién, VariB..
Q^Ot
Tomo n. Him. U. 31 Jalio de 1883. Año II. N&m. 38.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: Congreso méilico internacional de Sevilla (conclairá), por el0r. D. Bartolo-
■aé Robert.^ La periotomia preventiva de las alteraciones de la córnea en la oftalmía
blenorráglea (concluirá), por el Br. J. Barraqiier.— Apuntes clínicos. Ascltls en una nifia.
Curación por las inyecciones iodadas, por B. S, TilMieea y Mercadé. — Anatomía
de los centros nerviosos (continuación), por el Dr. B. Miffnel Farsas.— Contribución al
estudio del ácido salicílioo y sus compuestos, en particular del salicilato sódico en el trata-
miento del reumatismo (conclusión), por B. M. E. Moré y Bar sit.— Revista de Física.
Congreso y Exposición de Electricidad (concluirá), por el Br. Bodricuea Mandes.— NO-
TICIAS CIENTÍFICAS: Tratamiento de la epilepsia.— Locura efímera causada por el frió.—
Colodión estíptico.— Espasmos profesionales: etiología y tratamiento.— Hematuria qullosa:
su génisis y tratamiento.— Antagonismo de la morílnay de los alca oides de las solanáceas
virosas.— Blenorragia: trafamiento de las erecciones.— Excitabilidad de la corteza del cere-
bro ^Sección oficial." Publicaciones recibidas.
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA, <*>
POR EL Dcx:tor Don Bartolomé Robert,
Catedrático de la Facultad de Medicina de Barcelona.
Operación de la fístula vésico-vaglnal*
El mismo profesor Dr. Gómez Torres, ya citado, ilustró la cuestión
referente á las operaciones de las fístulas vésico-vaginales, haciendo un
juicio critico de las últimas modificaciones llevadas á cabo en el llamado
método americano.
Nadie ignora que si son varios los métodos operatorios aceptados por
la práctica, desde la cauterización hasta la elitro-plastia, con todo, el de
la sutura por el procedimiento de Sims es tal vez el que más renombre
ha llegado á alcanzar. También saben todos que uno de los momentos
operatorios que mejor puede asegurar la oclusión de la fístula, es sin
duda el de avivar los bordes, y que esto lo logra aquel autor excindiendo
largamente una porción de tejido. Este es precisamente el punto que, en
opinión del Dr. Gómez Torres, debe modificarse, y haciendo coro con las
opiniones de Verneuil, prefiei'e la avivacion de los bordes de la fístula
por medio de las aplicaciones del galbano-cauterio.
En rigor el método de cauterización es antiquísimo, pero ya Malgaig-
ne se encargó de demostrar su ineficacia en los casos de fístulas vésico-
vaginales vastas; pero siempre constituye una novedad que importa te-
ner en cuenta la sustitución del bisturí, en el método de sutura, por el
galbano- cauterio. Podria creerse de todas maneras más seguro el éxito
operatorio avivando los bordes^con el instrumento cortante; sin embar-
go, el Dr. Gómez Torres apoyó su modo de ver con la relación de algu-
(1) Continuación.— Véanse los núms. 36 y 37.
422 CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVJLLA.
ños interesantísimos casos clínicos, que demuestran todas las ventajas
de las modificaciones que él propone.
La electroterapia en la leucemia y én la corea.
Si, como afirmó el Dr. Moncorvo, de Montevideo, las corrientes eléc-
tricas galbánicas llegaron á curar radicalmente un caso de leucocitemia
esplénica en un niño de 48 meses, refractario á todos los recursos de la
terapéutica, tendríamos un motivo más de aplauso para la electro- tera-
pia. Sea que la lesión esplénica es rebelde de suyo, sea que en la inmen-
sa mayoría de los casos no viene a representar más que una de tantas
manifestaciones del vicio escrofuloso, es lo cierto que las leucemias de
las primeras edades de la vida son rebeldes, gravísimas y ordinariamen-
te mortales; y si resisten á la lar^cuísima lista de agentes terapéuticos
aconsejados, ¿perderemos algo en emplear el plan de aquel profesor ame-
ricano, aunque no sea más que para demostrar si la curación fué un he-
cho puramente casual?
Más natural es comprender, dada la fisiología patológica de la corea,
su curación por medio de la electricidad estática, como demostró haber-
la obtenido el Dr. Buisen, distinguido especialista que ejerce en Madrid.
Yo acepto este recurso, como acepto el arsénico y la estricnina, los bro-
muros y la belladona, la valeriana y las sales de zinc, los baños frios y
los templados, las irrigaciones de éter á lo largo de la columna verte-
bral y hasta la opiata de Masdeval (sic); pero esta gran variedad de re-
cursos, algunos de ellos antagonistas, demuestran, oque la corea no es
siempre una, ó que, siéndolo, son múltiples sus formas, y que cada una
de ellas puede exigir, en un momento dado, indicaciones especiales. La
experiencia demuestra, v. g., que hay coreas que se dominan con los ba-
ños frios y que se exaltan con los templados, y vice-versa; por manera
que importa aquilataren qué casos pueden jugar un papel seguro unos
y otros; y si esto es cierto, sin negar la eficacia de la electroterapia en la
curación del baile de S. Vito, entiendo que interesa precisar los casos de
verdadera indicación de aquel agente curativo.
El Reglamento de quintas.
Hé ahí un asunto que en España él por sí solo, seria materia científi-
ca y administrativa inagotable para un Congreso médico. Cuantas veces
he ido estudiando los diferentes Cuadros de exenciones para eh servicio
militar, que han ido rigiendo en nuestra patria, he debido exclamar con
el orador romano: uhinam gentium sumus El actual, con ser pésimo, es
miel en hojuelas, si se le compara con el que imperó en los tiempos del
famoso tribuno español.
El Dr. Osío, oftalmólogo distinguidísimo, colocado en el círculo de su
especialidad, concretó la cuestión á las exenciones del órgano visual y
pudo demostrar hasta la última evideiicia, no solo que la pérdida de un
ojo y la hipermetropia y el astigmatismo deben ser motivo bastante para
librar del ejercicio de las armas, sino que algunos enfermos con afec-
ciones ambliópicas y con hemeralopia producida por lesión retiniana
CONGRKSO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA. 4t23
manifiesta deben ser diagnosticados y excluidos en el acto del recono-
cimiento, sin necesidad de hacerles pasar por las amarguras de la ob-
servación en caja; todo esto aparte de los vicios de procedimiento en la
investigación de los fenómenos oculares.
Lo manifestado por el Dr. Osío es verdad incuestionable y hace bue-
na la necesidad de la reforma, no precisamente por lo que respecta á las
exenciones por enfermedades de la visión, sino á todas las demás y muy
en particular á las del aparato circulatorio y respiratorio.
El Dr. Aycar, perteneciente al cuerpo de Sanidad Militar, terció en
el debate, lo propio que el Dr. Ghiralt, éste para apoyar en un todo lo
dicho por el Dr. Osío, aquel más en son de oposición que de aplauso,
bien que hubo de convenir al fin en kt necesidad de la reforma y hasta
dio la buena noticia, ojalá resulte cierta, de que sin levantar mano se
confeccionará un Reglamento que ha de estar á la altura del movimiento
científico contemporáneo.
La 'piloc arpiña en el Mdrotórax.
El autor de estas líneas expuso una serie de hechos clínicos de su
propia observación, que pueden contribuir á aquilatar cuál sea el verda-
dero papel curativo del jaborandi y de la pilocarpina en el tratamiento
de las colecciones líquidas de la pleura.
Por lo mismo que esos agentes medicamentosos están dotados de una
gran potencia y que á la vez que producen grandes modificaciones cir-
culatorias y de las secreciones, determinan fenómenos de fuerte colapso
y agotamiento, importa precisar bien las indicaciones y el manejo del
medicamento.
Ante todo me mostré partidario de las inyecciones hipodérmicas de
pilocarpina, porque sólo de esta manera puede precisarse la cantidad de
medicamento absorbido, y como la penetración en el torrente circulato-
rio general es directa, no ha de experimentar al través del hígado las
modificaciones que este órgano ejerce sobre varias substancias medica-
mentosas administradas por ingestión. Dije también que la pilocarpina
es empleable en todas las edades de la vida, pero que en los niños, más
propensos al colapso que los adultos, reclama alguna precaución y re-
comendé el uso previo de una poción de cognac para contrabalancear
la sedación de la pilocarpina. Aconsejé inyectar de 1 á 2 y 3 centigramos
progresivamente, una ó dos veces al dia, según la tolerancia y regun los
resultados que se vayan obteniendo.
Para que el medicamento luzca todo su efecto son menester determi-
nadas condiciones. Si se trata de una pleuresía con derrame, importa
que el exudado sea aguanoso y poco antiguo; ya que la experiencia de-
muestra que si se ha constituido un 'empiema ó, aunque persista el hi-
drotórax, si la colección viene sosteniéndose desde uno ó más meses, los
resultados son poco menos que negativos. No importa que haya gran
cantidad de liquido encerrado en la pleura, pues aun tratándose de una
ocupación total he visto lograda la curación; pero sí interesa, y mucho,
que mantenga el enfermo cierto vigor cardíaco-vascular, pues, de lo
contrario, córrese el riesgo de que caiga en un colapso tan profundo, que
424 CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA.
la situación se haga peligrosa: contingencia más de temer en las pleure-
sías del laao izquierdo que del derecho, por la natural dislocación del
corazón hacia un plano opuesto al que naturalmente ocupa.
No limité el uso de la pilocarpina al tratamiento de las pleuritis con
exudado líquido, ya que las mismas ventajas pueden obtenerse siempre
que se fragua un hidrotórax con carácter agudo independientemente de
todo proceso inflamatorio; tal ocurre en la hidropesía de pecho a frígore
y en la que se desarrolla en el curso de la enfermedad de Bright.
Pero reñido simpre con los exclusivismos terapéuticos, no quise erigir
el jaborandi y la pilocarpina en una panacea del hidrotórax. Estos me-
dicamentos son un medio más de que puede sacarse buen partido, al
lado de los agentes dialíticos, de los purgantes, de los demás diaforéti-
cos, de los revulsivos, de la punción del tórax y hasta de la formación
de una ventana en las paredes del pecho, con sección parcial de una
costilla, como brillantemente puede hacerse aun en los casos de derra-
me purulento.
No sin discusión fueron oidos esos conceptos, pues si el Dr. Cazaux
mostróse poco partidario de la pilocarpina, augurando que desaparecerá
de la terapéutica, en cambio el Dr. Hauser, haciéndose eco de la multi-
tud de hechos clínicos que atestiguan que es un medicamento verdad,
por lo mismo que es activísimo, salió en calurosa defensa de las opinio-
nes emitidas por mí.
Las letálides.
Como si dijéramos dermatosis letales, maléficas, de funesto augurio.
Con tal nombre leyóse una memoria original del Dr. D. Federico Rubio,
importante como todo lo que sale de la mente de este distinguidísimo
cirujano, gloria positiva de nuestro país, y que iba acompañada de una
pieza artificial perfectamente ejecutada por el Sr. Zofio, y de un gran nú-
mero de preparaciones histológicas debidas á la destreza del Dr. López
García.
Pluguiérame poder trasladar aquí la descripción oral que de las letá-
lides hizo el Dr. Rubio con su clara, castiza y persuasiva palabra; qui-
siera indicar todos los caracteres micro y macrográficos que distinguen
unas erupciones que acompañan ó subsiguen á los procesos cancerosos,
especialmente de las mamas, erupciones que sin duda todos hemos vis-
to, desde la simple mancha erisipelatosa hasta el pequeño tubérculo,
pero que antes del Dr. Rubio, nadie, que yo recuerde en este instante, ha
clasificado y descrito desde su histología hasta su semeiótica; pero sien-
do imposible tal narración por falta de espacio, me limitaré á las prin-
cipales conclusiones que se desprenden del trabajo de aquel autor:
Las letálides acompañan frecuentemente á los cánceres y su conoci-
miento ofrece verdadero interés clínico. — Pueden ser maculosas (efélide
letálide), papulosas con base indurada, tuberculosa^y ulcerosas y pústulo-
crustáceas. — Estas formas anatómicas pueden sostenerse sin metamorfo-
searse unas en otras, ó al contrario, pueden ir evolucionando y sucedién-
dose desde las más simples á las más complexas, como suele observarse
en el cáncer serpiginoso. — Los letálides se desarrollan en los cánceres ul-
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL ÜE SEVILLA. 425
cerados ó no ulceradas y con independencia de las adenitis consecutivas.
Se implantan alrededor del tumor, alrededor de las heridas en caso de
extirpación y también á gran distancia de las regiones canceradas. — Por
regla general anuncian que se ha consumado la infección. — Facilitan el
diagnóstico de aquellas neoplasias cuando radican en órganos glandula-
res y no se hallan tumefactos los ganglios vecinos; así como también per-
miten clasificar úlceras especiales que coinciden con tumores de la
misma región. — Su presencia indica la malignidad y propagación del neo-
plasma que acompañan, y por lo tanto el desastroso fin del individuo que
le lleva. Gomo no se destruyan las letálides, á la vez que el cáncer, de
cada una de ellas brotarán nuevos gérmenes. — La mayor parte de las re-
cidivas de los cánceres de la mama son debidasjal desarrollo que adquie-
ren las letálides después de la extirpación de aquellos. — Debe, pues, el
cirujano prudente abstenerse de todo acto operatorio cuando brotan los
letálides aunque falte la tumefacción de los ganglios linfáticos próximos.
Causas de la excesiva mortalidad de la infancia.
Dos importantes trabajos sobre este particular fueron leidos por los
doctores Adame y Fuelles, y en ellos hicieron gala de buenas dotes lite-
rarias, de una no común erudición y de ideas muy levantadas. Nadie
pondrá en duda los fundamentos científicos en que se apoyaron sus au-
tores; pero tengo para mí, y así tuve el honor de manifestarlo al Congre-
so, que los consejos dados por aquellos distinguidos colegas, constituyen
sí un bello ideal, pero de imposible aplicación práctica.
Creí entonces, y sigo creyendo ahora, que pesa sobre nuestra época
un sino fatal, hijo de la civilización de nuestros dias, sino que vemos,
que tocamos, pereque no hay brazo de Hércules que lo pueda aniquilar.
El problema de la mortalidad de los niños en las grandes urbes es un
problema complexo, es una red de mallas muy estrechas y formada de
hilos muy diferentes, que si en detalle pueden irse cortando, en su agru-
pación tienen más fuerza que la fuerza nuestra. Pero es el caso que si to-
das las naciones deploran el mal que viene diezmando la generación que
comienza, á España le cabe la no envidiable gloria de ser una de las re-
giones del viejo continente en donde la mortalidad es mayor; prueba se-
gura de que, á más de las causas comunes que pesan sobre toda Europa,
algo especial debe existir en nuestra patria, que explique cifras de mor-
talidad tan altas como las que se recejen en Oviedo, y aun mucho más en
Madrid.
Si nuestra climatología, si nuestras industrias no dan toda la clave
del hecho que nos aflige ¿será posible, decia yo, encontrar otras causas?
Nuestro pueblo es más ó menos educado, es más ó menos culto en el
sentido del trato social, pero su ilustración es muy escasa y vive entre
las tinieblas de la ignorancia en lo que respecta á la higiene individual
y hasta colectiva. La frase es dura; pero no peca de exagerada: y nadie
negará la importancia que las transgresiones de las reglas higiénicas tie-
ne sobre el desarrollo del individuo y el porvenir de la población.
Hacen gala los españoles de una frugalidad que no por ser proverbial
es menos inverosímil; pero abusan ciertamente deesa misma frugali-
42G LA PERIOTOMÍA PREVENTIVA.
dad. Varias condiciones climatológicas y étnicas la explican, pero en-
tiendo que se cae en la exageración y que es difícil encontrar en Europa
un pais en donde se consuma una cantidad menor de material alimen-
ticio. Cierto que la población es viril, es sufrida, es laboriosa y se de-
fiende de todos los infortunios; pero yo no sé si esa fogosidad más es
hija de un despliegue, in actu, de las actividades nerviosas, que de una
ostentación positiva, in pose, de verdaderos gérmenes de vigor orgánico;
presiento que, por debajo de una apariencia de robustez, se oculta un
fondo de debilidad, porque un pueblo mal alimentado debe ser un pue-
blo débil.
También es una triste verdad que el desconocimiento de los precep-
tos higiénicos es una causa de que en nuestro país se conozcan poco los
hábitos de limpieza corporal, y no¡sé si hay un pueblo, después del ru-
so, que como el español se lave'ménos; y yo me inclino á creer (la de-
mostración no seria difícil) que la suciedad de la piel ha de contribuir
grandemente á esa hipostenia, á ese fondo de endeblez que va transmi-
tiéndose de generación en generación, aumentando la mortalidad en las
primeras y en todas las edades de la vida.
Considero que si fuese posible levantar el nivel de ilustración de
nuestro pueblo para que se asimilara lentamente el gran caudal de co-
nocimientos higiénicos; que si en virtud de buenos principios económi-
cos podia mejorarse la cantidad y la calidad de las sustancias alimenti-
cias; que si se tenian presentes las reglas de limpieza corporal y se
vulgarizaba el uso de los baños, aún sin caer en la exageración de los
antiguos romanos, cuyas termas más eran templos levantados á la obs-
cenidad que á la diosa Higea; que si se establecían alrededor de todas
las poblaciones gimnasios públicos, como intentando hacer revivir los
juegos olímpicos de la antigua Grecia; y por último, que si se reglamen-
taba el trabajo, como en Inglaterra, dando al cuerpo horas y dias de ver-
dadero descanso, no en el café, el teatro y la plaza de toros, sino en el
seno de la familia ó en las giras de campo, la mortalidad de nuestro país
forzosamente habia de decrecer.
El Dr. Gutiérrez dispensóme el favor de aceptar mis ideas y demostró
á la vez de una manera elocuente que la mortalidad de los niños se ex-
plica en gran parte por los errores de la alimentación, ya en lo que hace
referencia á las condiciones de las nodrizas, ya por lo que respecta á la
lactancia artificial.
(Concluirá.)
LA PERIOTOMÍA PREVENTIVA DE LAS ALTERACIONES DE LA CORNEA
EN LA OFTALMÍA BLBNORRÁGICA.
POR EL Dr. /. Barraqüer.
Médico oculista de los Hospitales de Saata Cruz y del Sagrado Corazón de Jesús
La situación superficial de la conjuntiva y el fácil acceso de nuestros
agentes terapéuticos á toda la extensión de la mucosa, así como su po-
sible limitación á ciertas porciones de la misma, dan al tratamiento de
LA PERIOTOMÍA PREVENTIVA. 427
SUS enfermedades cierta garantía de éxito, que difícilmente encontra-
ríamos en el de otras mucosas. El conocimiento de la variada extructüra
de esta membrana, el establecimiento de zonas anatómicas, la posibili-
dad de localizaciones precisas, la diferente importancia que por sus
relaciones tienen las distintas regiones y la variedad de productos se-
gregados, dan al diagnóstico de sus enfermedades un grado nada des-
preciable de precisión. En el catarro se localizan los fenómenos hiperé-
micos é hiperplásicos en el fondo de saco y en los párpados; en la
conjuntivitis flictenular intensa, en la diftérica y en la purulenta se ge-
neralizan á toda la extensión de la mucosa los trastornos celulares y de
textura que originan y bajo los cuales evolucionan la flictena, el exu-
dado diftérico y la supuración. En la conjuntivitis folicular la despro-
porción entre la intensidad del mal en las regiones llamadas linfáticas
de la mucosa y la que adquiere en las demás, constituye un dato de im-
portancia innegable. El precepto de invertir el párpado superior, antes
de establecer el diagnóstico de granulaciones, nace de la predilección
electiva de este producto por ciertas regiones de la mucosa.
En las conjuntivitis hallamos toda la variedad de productos inflama-
torios, desde el pus cremoso ó de buena calidad, cuyo carácter inflama-
torio nadie ha discutido, hasta la granulación, esa neoplasia que sirve de
puente para establecer la gradación anatomo-fisiológica entre la neo-
plasia flogística y la de los tumores. La infíltracion serosa, la sanguínea,
la celular, la diftérica y la granulosa son otros tantos productos que
pueden generalizarse á toda la mucosa y que, por la importancia que en
ciertas regiones adquieren, han tomado nombres especiales cuando se
localizan alrededor de la córnea (quémosis seroso, sanguíneo, inflama-
torio ó celular, diftérico ó necrobiótico).
La presencia de los exudados en la trama de la mucosa no es indife-
rente para la nutrición de la misma, en cuyo seno tienen lugar cambios
histológicos más ó menos importantes, en relación con el modo particu-
lar de acción propia á cada uno de los productos inflamatorios y á su
duración. Así vemos que en la oftalmía diftérica, por la índole especial
de su producto, por la tendencia á la anemia, y aún diré más, por la
anemia absoluta que produce en la mucosa, notamos la destrucción par-
cial ó completa de este revestimiento óculo- palpebral y la formación
de bridas que ocluyen la cavidad de la conjuntiva. En la conjuntivitis
purulenta, á pesar de que tiene lugar una infiltración celular muy den-
sa en la mucosa y debajo de ella, nada sufren los elementos constituti-
vos de la misma, ó á lo menos serán tan insignificantes sus alteraciones,
que es un hecho constante la reintegración de la mucosa al estado nor-
mal: el exudado libre es purulento, el inters.ticial y submucoso no lle-
gan á la supuración y se resuelven constantemente. En la oftalmía gra-
nulosa la influencia del exudado se hace sentir de un modo especial en
la mucosa, cuya extructüra cambia y cuyas propiedades físicas trastor-
na por completo. Colocada la mucosa ocular entre los párpados y el glo-
bo, con el fin de lubrificar á este último, haciendo insensibles sus movi-
mientos y los de los párpados, constituyen sus principales y preciosos
caracteres su humedad constante y la finura extrema de su superficie, y
¡cuánto se oponen á estos caracteres las transformaciones que el exudado
428 LA PERIOTOMÍA PREVENTIVA.
granuloso produce en la constitución de la mucosa! Llenándola de as-
perezas al principio y de cicatrices más tarde, opone la irregularidad de
superficie á la lisura extrema que tiene en el estado normal; destruyen-
do las glándulas de la mucosa y transformando su tejido en el de las ci-
catrices, opone á la humedad y blandura del revestimiento mucoso, la
sequedad y dureza del tejido inodular.
La córnea, rodeada por la conjuntiva y provista de un revestimiento
epitelial comparable al de esta mucosa y continuo con él, teniendo en su
periferia intima relación con los vasos conjuntivales del llamado anillo
conjuntival, y estando constantemente en contacto con la conjuntiva
palpebral y con los productos segregados por la mucosa y glándulas
anexas, no puede permanecer indiferente á la acción de las causas que
obran sobre la misma, y siente, con sobrada frecuencia, el mal efecto que
en ella producen los cambios de organización que la mucosa y sus pro-
ductos segregados adquieren en las conjuntivitis. La erupción tan fre-
cuente en la infancia de flictenas en la conjuntiva periquerática, al
mismo tiempo que en la córnea, constituye un ejemplo de que una misma
causa morbosa ha obrado á un tiempo sobre ambas membranas; la pro-
ducción del pannus granuloso, limitado al tercio superior de la córnea,
después de cierto tiempo de Ta existencia de granulaciones palpebralcs,
es una prueba de la influencia que las alteraciones existentes en la con-
juntiva pueden producir en la córnea; la maceracion del epitelio por
los líquidos segregados constituye un ejemplo de alteración de la carnea
por el exudado libre.
Inspirándonos en el conocimiento exacto de la marcha de las conjun-
tivitis, debemos tratar de evitar á todo trance los dos últimos géneros de
causas morbosas, que pueden alterar el tejido de la córnea. Sabiendo que
el intimo contacto del párpado superior, granuloso ó lleno de cicatrices,
favorece la producción del pannus, evitamos su desarrollo por medio de
una cantoplastia preventiva, en todos aquellos casos en que evolucionan
con tenacidad las granulaciones en la conjuntiva de individuos, cuya
hendidura palpebral tiene reducidas dimensiones. En el lagoftalmos
sabemos que, no hallándose protegida la córnea por una exacta adapta-
ción de ambos párpados, sufre en una época más ó menos adelantada
distintas alteraciones de transparencia por las injurias exteriores, que
pueden modificar notablemente la visión. En estos casos creo prudente
no aguardar la presentación del enemigo para atacarlo; prefiero evitar
su llegada, mayormente cuando no podemos asegurar el grado de desar-
rollo y el carácter más ó menos destructivo que presentarán las futuras
alteraciones de la córnea. En la oftalmía purulenta, según mi humilde
opinión, nos dan cuenta de las alteraciones de la córnea, en primer tér-
mino la propagación del proceso flogístico, según una ley que no tendría
inconveniente en llamar ley de los tegumentos: en la piel, en la mucosa
uretral, en la de las vías respiratorias, vemos ciertas inflamaciones par-
tir de un punto concreto y propagarse en cierto sentido invadiendo
siempre otras porciones de tegumento y limitándose las alteraciones
flogísticas á la membrana y á su tejido celular subtegumentario, el cual
sabemos constituye con el tegumento un solo órgano; la erisipela recorre
la cara, el cuero cabelludo, la espalda, los lomos, etc., etc., sin parar
LA PERirOMÍA PREVENTIVA. 429
mientes en la diferente extructura de la piel de estas regiones, y sus alte-
raciones se limitan en todos los casos al tegumento, comprendidas sus
tres capas, epidermis, dermis y tejido celular subcutáneo.
Las observaciones de blenorragia, que, empezando por el meato,
recorren toda la uretra, invadiendo en unos casos las restantes mucosas
del aparato urinario hasta producir la cistitis y la nefritis, ó las del geni-
tal hasta el desarrollo de la epididimitis y de la orquitis, son tan termi-
nantes y frecuentes que no admiten réplica.
Rindfleisch, ocupándose de la patogenia de la pneumonia catarral
aguda, dice: «durante el periodo de descamación del sarampión, esta
bronquitis se extiende muy fácilmente de la mucosa nasal y de la tráquea
á las últimas ramificaciones bronquiales (bronquitis capilar), determi-
nando la inflamación de porciones considerables del pulmón.»
En ciertos casos, cuando las diferencias entre dos porciones de un
tegumento son muy marcadas en su extructura, tarda mucho tiempo en
hacerse la propagación por las dificultades que le oponen las diferencias
histológicas; pruebas de ello tenemos abundantes en las mismas infla-
maciones de los bronquios y en las del estómago. Pudieran multiplicarse
las citas de hechos concernientes á este punto. Hagamos alto en ello, y
continuemos nuestra tarea.
Considerando la situación de la córnea rodeada por todas partes de
conjuntiva y en Intimas relaciones con sus elementos anatómicos por
medio de sus capas más superficiales, cuesta trabajo comprender cómo
los A.A. han podido inclinarse á considerar las alteraciones, que sufre
^n la oftalmía blenorrágica^ como dependientes principalmente de la
compresión por el quémosis ó de otras causas diversas, y no de la sen-
cilla y natural propagación del proceso, conforme á la ley de los tegumen-
tos. El hecho físico (1), el hecho mecánico (2), debe representar un papel
muy secundario, si acaso le está reservado alguno. Clínicamente obser-
vamos los enfermos atacados de la oftalmía blenorrágica más grave en
tres estadios anatómicos distintos: 1.^ en las primeras horas de la enfer-
medad, se presenta el enfermo con los síntomas de una conjuntivitis pal-
pebral y de los fondos de saco, y por parte de la ocular solo existen sín-
tomas de edema colateral (quémosis seroso); la córnea se halla en estado
normal; 2.° estadio anatómico: la córnea empieza á adquirir un tinte opa-
lino y aspecto algo deslustrado, sobre todo visible en su periferia (ede-
ma de la córnea). El quémosis se desarrolla con más intensidad, y deja
de percibirse á su través aquella transparencia, que nos indicaba hallar-
se formado puramente de serosidad; empieza á adquirir mayor dureza;
ya no podemos considerarlo como un fenómeno colateral de lo que ocur-
re en los párpados y fondo de saco; la conjuntiva bulbar sufre ya un
verdadero proceso flogístico, caracterizado como en los párpados por la
hiperemia, la trasudación serosa, la infiltración celular y probablemente
por la secreción purulenta. Yo no puedo asegurar si el pus en la oftalmía
blenorrágica procede también de la conjuntiva bulbar; los trabajos, que
actualmente estoy practicando, me permitirán, á no dudar, en un breve
(1) Dr. Oflio, El Siglo Médico, N."" 1480, pág. 307.
(i) Dr. J. L«pez Ocafia, La Crónica oftalmológica, año i% núm. 3.
480 LA PERITCMOÍA PREVENTIVA^
plaao, deci'díTme en esta cuestión; pero que existe en la conjuntiva bulbar
una infíltiraeion cehilar inflamatoria, que se encuentran el dermis mucoso
y tejido sub-mucoso infritrados por el llamado exudado inflamatorio, no
puede dudarse, pues claramente lo prueban mis numerosas preparacio-
nes histológicas* Es un concepto equivocado el que emiten muchos A. A.,.
Wecker entíe elIos> cuando dice (1); «se hace desaparecer el quémosis, sin
inconveniente para el ojo, practicando picaduras (moticíieíurss) en la con-
juntiva elevada con tijeras puntiagudas. Como no hay allt más que una
infiltración ^rOBa, es fácil hacer salir el líquido con estas^ escarifícacio-
nes». Reputo altamente perjudicial el considerar como secundario,, como
fenómeno colateral, el quómosis, y de este concepto equivocado nace á
mi modo de ver la tendencia tan extendida de considerar las alteraciones
de la córnea^ producidas por otras causas, que la que yo considero como
principal y tal vez ex-clnsiva; 3,^^ estadio anatómicú: vemos declararse
francamente los sfntomas de und queratitis^ la iaflaniacion.invafde la
córnea, y la invafde aun según la ley de Iw ie^umentos^ puesto que los fe-
nóménosí inflamatorios y la stipurac^on^ que tan á menudo en las in*
flamáciones extensas de la córnea se propagan á la cámara anterH>r bajo
la forma de hipópiori^ quedan en la oftalmía blenorrágica limitados á la
membrana transparente que representa el tegumento anterior del ojo.
El exudado flogístico de la córnea ejerce sobre el tejido de esta mem-
brana una acción muy diferente de la que hemos visto producía en la
conjuntiva : la inflltracien celular no ocasiona una acción destruc-
tora sobre el parénquina de lat mucosa, mientras que la determina
y muy decisiva sobre la córnea. ¿Debe explicarse esta diferencia por los
resultados de otras causas agenas á la distinta extrvctura y al diferente
modo de nutrición de las dos membranas? En mi concepto, en la córnea
tiene lugar, igualmente que en la conjuntiva, la infiltración por el exu-
dado inflamatorio, pero teniendo el estromade la córnea condiciones his-
tológicas distintas se destruye, sufriendo metamorfosis regresivas.
Todas las demás alteraciones, que en el curso de la dolencia se pre-
sentan por parte de la córnea (perforación, hernia del iris, etc., etc.),
constituyen áolo consecuencias de la queratitis, y no debo citarlas porque
me separarían de mi objeto. Resumiré los estadios de localizacion infla-
matoria del tegumento óculo-palpebral en los tres períodos anatómicos,
en cuya interpretación fundo la indicación de la peritomía preventiva;
1 .• Conjuntivitis palpebral y de los fondos de saco con fenómenos de ede-
íña colateral, no extendidos á la córnea y sí solamente á la conjuntiva
bulbar y á los párpados; 2." conjuntivitis, que se generaliza á toda la
ínucosa, edema colateral en la córnea; 3.' inflamación de todo el tegu-
mento óculo-palpebral, comprendida la córnea (conjuntivitis y querati-
tis purulentas).
Soló en los casos más graves, la inflamación, que he escogido como
tipo, adquiere en la córnea igual intensid<id en toda su extensión; en
muchas oftalmías purulentas quedan porciones de esta membrana com-
pletatnente indemnes; siendo digno de notarse que en estas circunstan-
(1) I. de Wecker et £d. Laudolt. r*Hit(é eomphl d^Ophlalfi\úlogi$.*-?9,r\fí 1878) p&«
gina 309.
LA PERITOMÍA PREVENTIVA. 431
cías las porciones libres corresponden á las regiones de la conjuntiva,
en las cuales la infiLamacion ha tomado menor incremento.
La queratitis parcial y localizada, en el curso de la oftalmía blenorrá-
gica, está generalmente situada en la periferia en puntos contiguos á los
de la mucosa, en que la inflamación se. ha desarrollado con mayor in-
tensidad. Esto puede demostrarnos las diñcultades que á la propagación
de un proceso flogístico, según la ley de los tegumentosy oponen las dife-
rencias histológicas, ya que solo se verifica el paso de la conjuntivitis á
la queratitis por continuidad de tejido en los puntos en que la inflama-
ción se ha desarrollado con mayor violencia. Se dirá tal vez que, desar-
rollándose el quémosis con mayor intensidad en los puntos en que hay
mayor inflamación, la queratitis se desarrolla en las regiones en que pre-
domina ^1 hecho físico de la compresión; pero á esta objeción podremos
oponex los casos en los cuales, en el curso de una oftalmía purulenta, se
determina la inflamación generalizada ó localizada de la córnea sin ape-
nas existir quémosis.
Practicando una ancha tonsura de la conjuntiva, es decir, extirpando
la mucosa con el tejido celular sub-mucoso alrededor de la córnea, en una
grande extensión, durante la 1.' ó 2.* faz anatómica del mal, cuando aun
los fenómenos de flogosis verdadera no han invadido la córnea, cuando no
hay queratitis, cuando el mal está limitado á los párpados^ á los fondos
de saco y á lo más empieza er^ la conjuntiva ocular, se evitaría en mu-
chos casos la propagación á la córnea; el mal se limitaría á la conjuntiva,
no presen tádose la queratitis, porque la pérdida de sustancia, la discon-
tinuidad de los tegumentos, se opone á la propagación, según la ley,
cuyo establecimiento tengo la audacia de proponer.
La idea de limitar la inflamación á la conjuntiva, que cubre los párpa-
dos, pertenece como justamente ha hecho notar el Dr. López Ocaiía (l)á
Lawson (2): ocupándose del tratamiento de las granulaciones y del pan-
niis granuloso, ensalza los resultados de la inoculación blenorrágica para
su curación; pero si bien está seguro de que, con la oftalmía purulenta
provocada, no peligran las córneas completamente cubiertas de un espe-
so pannus, teme la inoculación en aquellos casos en que la córnea no
está completamente cubiqrta, y se pregunta si sería posible preparar los
oJQ$ menos fuertemente atacados por medio de un tratamiento preven-
tivo, que permitiese emplear la inoculación con seguridad: «yo creo en
parte, dice, babor llegado á este fin cuando se ha sacado alrededor de la
córnea un ancho colgajo de conjuntiva (sindectomia) y se ha dejado al
ojo reponer completamente de esta primera operación. La acción del pus
en el ojo en este estado se encuentra considerablemente mitigada. Esto
es debido, sin ninguna duda, á que la inflamación purulenta queda prin-
cipalmente limitada á la conjuntiva, que tapiza los párpados; porque en
la operación de la sindectomia, se quita un octavo de pulgada de conjun-
tiva y del tejido sub-conjuntival que rodean la córnea, de suerte que no
solamente hay una menor cantidad de mucosa, tapizando al ojo, librado
de la inflamación, sino que además el tejido sub-conjuntival, ofreciendo
(1) La Crónica oftalmológicot 12 Junio de 1882.
(2) Inoculation and syndectomy (Ophthalm. Hoap, Rep, mai.)f p. 182. 18G4.
43á LA PERITOMÍA PREVENTIVA.
una cicairiz ancha y firme alrededor de la córnea, sin^e de barrera para
detener el transporte del trabajo supurativo de la conjuntiva».
Lawson cita cuatro casos, en los cuales, á pesar de haber producido
la oftalmía blenorrágica en ojos cuyas córneas no estaban del todo cu-
biertas por el pannus, ha obtenido buenos resultados, disminuyendo la
intensidad de las queratitis á beneficio de una cicatriz preventiva.
Las ideas de Lawson, sobre el transporte de los fenómenos fiogisticos,
son exactamente las que yo emitía en la Gaceta médica catalana (i),
si bien las desconocía antes de la cita bibliográfica del Dr. López Oca-
ña (2).
Lawson confina la supuración en los párpados á beneficio de una ci-
catriz periquerática, establecida con mucha antelación; yo trato de ob-
tener los mismos efectos por medio de una pérdida de sustancia.
Lawson se propone, con el establecimiento de la cicatriz, un fin dis-
tinto del que nos proponemos con la peritomía reciente: él, con la ino-
culación, trata de producir una queratitis amortiguada por la barrera
que le opone la cicatriz; nosotros tratamos de evitar toda queratitis; él
no puede mejorar la visión sin la queratitis blenorrágica; nosotros sólo
podemos desmejorarla ó perderla con tal queratitis.
El Dr. Osío habia ya expuesto la idea de evitar el desarrollo del qué-
mosis en la oftalmía blenorrágica, practicando la peritomía preventi-
va (3); y confiesa (4) que no la ha practicado aún.
Nosotros practicamos por vez primera la peritomía al iniciarse la
oftalmía blenorrágica en 30 de Enero de 1882, después de haberla ya apli-
cado en repetidas ocasiones á otras enfermedades y respondiendo á
variadas indicaciones. A juzgar por lo que he podido ver en la literatura
médica, inclusos los trabajos de los Dres. Osío, López Ocaña y Corral, no
habia sido practicada aún la peritomía como profiláctica de las altera-
ciones de la córnea durante los primeros dias de la oftalmía blenorrágica
y en las circunstancias que dejo claramente fijadas, en las cuales preci-
samente fundo todas las esperanzas.
Transcribiré un resumen de dos observaciones de oftalmía blenorrá-
gica, que he tratado con la peritomía preventiva, á pesar de la suposición
en contra que expone el Sr. Corral, con algunos puntos suspensivos, en
el Siglo Médico (5), y que publiqué en los Aúnales d'Oculistique (6) y el
primero de ellos además en la Gaceta médica catalana (7).
Observación L— Ramón Paris, de 21 años, impresor, padecía una
blenorragia uretral desde el 30 de Enero. El 13 de Febrero vino á mi con-
sulta, con una oftalmía blenorrágica del ojo derecho, muy intensa, pero
que no databa más que de 24 horas. La córnea estaba perforada el 16 de
Febrero, á pesar de tratar la oftalmía por medio de cauterizaciones con
(i) 31 Marzo de 1882.
(2) La Crónica oftalmológica, 12 Junio de 1882.
(3) Enciclopedia médico'farmacéuíicay 2 Mayo de 1819.
(4) El Siglo Médico, 4 Junio de 1882.
(5) 25 Junio de 1882.
(fi) Mar?!oyAbril de 1882.
(7) 15 Abril de 1882.
APUNTES CLÍNICOS. 433
el nitrato de plata al 5 p.7o> l^s pulverizaciones de agua fenicada
al 1 p.7o9 y una perfecta limpieza, el uso de los calomelanos y la aplica-
ción de sanguijuelas al principio. £1 enfermo no quiso resignarse á usar
el vendaje destinado á proteger el ojo izquierdo (1).
£1 16 de Febrero el ojo izquierdo es atacado. La inflamación empieza
con la misma intensidad que en el otro, y tomó grandes proporciones en
el intervalo de dos visitas hechas en el mismo dia. £1 quémosis seroso
comenzó á producirse alrededor de toda la córnea, y, antes de que se
volviera duro, practiqué la peritomía. La oftalmía se desarrolló con una
extrema intensidad en los párpados y en los fondos de sacos, pero no
se irradió al globo. La herida, como de ordinario, estuvo en los dias
sucesivos cubierta de una capa blanca; el edema de los párpados, la hi-
pertrofía de las papilas de la conjuntiva y la supuración, han sido tan
considerables como en el ojo derecho, y, no obstante, la córnea con-
servó su transparencia durante toda la enfermedad, dándole de alta
curado el 7 de Mayo. £1 tratamiento empleado ha sido la aplicación
permanente de hielo, sanguijuelas, los calomelanos y las cauterizaciones
diarias con el nitrato de plata al 5 p.7o«
Hoy dia Ramón Paris ejerce su oficio de cajista, pudiendo leer los
caracteres núm. 1.* de la escala de Wecker, con el ojo operado. En el
otro no existe visión: hay un leucoma adherente que ocupa casi la tota-
lidad de la córnea.
Observación U. — Francisco Mir, de 27 años, fundidor, se presentó,
en el dispensario del Hospital de Santa Cruz, con una oftalmía blerorrá-
gica del ojo izquierdo, el 4 de Abril. Por vez primera había sufrido de
los ojos hacia dos dias. Este enfermo padecia una blenorragia uretral
que duraba dos meses.
Los párpados estaban hinchados, el sacoconjuntival lleno de pus, las
papilas rojas é hipertrofiadas; el quémosis seroso comenzó á volverse
duro. Practiqué la peritomía y apliqué el mismo tratamiento que en el
ojo izquierdo del otro enfermo. Francisco Mir salió del hospital, á los
12 dias, totalmente curado y sin tener la menor señal de queratitis ni el
más leve trastorno en la agudeza visual.
(Concluirá,)
APUNTES clínicos,
POR D. J. ViLASECA MeRGADÉ.
L
INTRODUCCIÓN.
Se engañaría quien creyese que tomamos la pluma con la pretensión
de enseñar á los ilustrados lectores de la Gaceta Médica Catalana. Nues-
(1) La marcha seguida por la queratitis no nos Importa para nuestro objeto ya
que todos mis esfuerzos se dirigen á prevenirla con objeto de conservar la misma
agudeza visual que exisUa antes de la enfermedad.
434 APUNTES CLÍNÍCOS.
tros propósitos son tan modestos como justos. Reunen una y otra cuali-
dad, porqiie' antes hemos medido el corto alcance de nuestra inteligencia,
la escasa extensión de nuestra memoria y meditado nuestras vicisitudes,
con las que aludimos á haber ejercido la profesión en pueblos, bajóla
pesadilla de la iguala, que consideramos perniciosa al enfermo y al médi-
co; pues para ser facultativo de iguala, se necesita mayor agilidad que
caletre; destinar más horas al ejercicio muscular que al cerebral, y por
ende, el cerebro se atrofia, los libros se conservan nuevecitos, yeh el
regazo áel dolce far niente se mecen medicina y Esculapio hasta que la
muerte se lleva al último, ó él despierta con el deseo de ir más allá, lejos
de la enervante atmósfera de pueblo. Despertar es la excepción. Si des-
pertamos, lo debemos á la benévola invitación de la Gaceta, que nos in-
citó á desoxidar la pluma,'gran medio de estudio, auxiliar del raciocinio,
estimulo de la atención, compañera de la observación y fuente de expe-
riencia, puesto que de todos es sabido que, el' enfermo más estudiado^ es
aquél cuya historia nos proponemos escribir y publicar.
Escribir para aprender, no para enseñar. He aqui nuestro fin (1).
ASCITIS EN XJKA NIÑA. CURACIÓN POK IíAS INtECCIOÑBS tODADAS.
Habia trancurrido poco más de un año desde que habíamos principiado
(en 1870) á dar los'piimerbs pasos por el laberinto de la clínica, cuando
hubimos de visitar á una niña de 11 años, sin antecedentes - morbosos,
constitución buena, hija de padres robustos, y entonces intranc}uilos por-
que aquella no tenia apelUo'y se volvía pálida. Pasaron dias, semanas, con
intervalos de mejoría, y llegamos á Abril de 1871 con la conviccionde
que padecía una áscitis que, en el último mes, habla tomado grandes
proporciones. La carencia de síntomas para diagnosticarla de sintomática,
motivaron que la calificáramos de ideopática, á pesar de su rareza. Pres-
cribimos diaforéticos, diuréticos, alimentación nitrogenada y ejercicio,
con lo cual el derrame menguó, en términos que nos despedimos de* la
enferma á principios de Junio,' pero comunicando á sus padres nuestros
temores y el plan consiguiente para evitar que se realizaran.
Nos ausentamos por quince dias, al principio de Setiembre, y al regre-
sar, nuestro sustituto y amigo, Sr. Torrents, nos informó de haber visi-
tado á la predicha, y haberla tratado con diuréticos y purgantes sin obte-
ner mejora.
Examinada repetidamente- por ambos, asentimos en la naturaleza
ideopática del proceso, y en la necesidad de la paracentesis sola, ó se-
guida de inyecciones iodadas, expeliendo luego á los padres el pro y con-
tra de una y otra operación.
La parecentesis dio salida á unos dos litros de líquido citrino, que
tratado poT el ácido nítrico y otros reactivos reveló abundante cantidad
de albúmina, la que no hablamos hallado en la orina analizada diferentes
veces desde el principio de la afección. Sin extraer todo el derrame peri-
(1) La primera historia clínica, que teníamos anotada en nuestros Apuntes, apa<
recio en el núm. 24 de esta publieacion (Si Diciembre 1881).
APUNTES CLÍNICOS. 435
toneal, inyectamos la solución prealudida (i), curamos la herida y sobre
el vientre aplicamos compresas de la ini3ma disolución^ pero más con-
centrada.
La peritonitis consiguiente fué poco intensa. A los quince dias de la
operación despedíase nuestro colega, y la enferma quedaba con vientre
más voluminoso que normalmente, sin fluctuación total, ni parcial, ané-
mica y dispéptica. Dos semanas después dímosle el alta, repitiéndonos
la pregunta y respuesta ¿será radical la curación? Esperemos.
Transcurrió más de un año sin que la operada creciese, ni se presen-
tasen asomos de menstruación, ni se quejara, ni el vientre volviese á hin-
charse. En Octubre de 1872, nos trasladamos á otro pueblo, y no había-
mos sabido de aquella hasta principios del año actual, en que la casuali-
dad nos favoreció, y «upimos que no había sufrido enfermedad posterior
y que gozaba de salud.
Resumiendo las observaciones pertinentes al caso las sintetizamos
en tres:
1.' ¿Cuáles causas originaron la enfermedad? Nuestras iavestigaek)-
nes, lo propio que las de nuestro amigo, solo descubrieron la de enfria-
mientos repetidos y consiguientes á levantarse diariamente la niña en
ropas menores y descalza recorrer el piso y desayunarse. ;De aquí un fac-
tor catarral capaz de hacer mella en cualquier serosa, lo mismo que en
cualquier mucosa; y ello nos ofrece alguna lu^ para colegir la.naturalse-
za reumática del proceso y deducir alguna. consecuenqia terapéutiqa.
2.' ¿Fué:acertado el diagnóstico y de consiguiente el trí^tamientp?
La facilidad de diagnosticar la ascitis, el no haber hallado siato^as^pri-
mitivos, ni concomitantes, en el corazón, hígado, riñones, ni otra vi^qera,
que permitiesen ;6onsid.erarla sintomática.o. consecutiva, coA(Qr9ie suQle
ofrecerse, el no poderla confundir con la preñez, el no hal^er señi^l de
-que fuese hidropesía enquistada, y menos colección purulenta, nos au-
.torizan.á insistir en el tratamiento, que si se. tacha de atrevido, ireílexió-
nese en la ineficacia.de los demás agentes empleados y recomendados
por los Autores, en que se desconocía el jaborandi, y .en el peligrp de
muerte que la paciente corría. Quizá la parecentesis sola hubiese dado
resultado; pero esta no actuaba-más que sobreña efecto del mal, mien-
tras el iodo iba á obrar sobre la misma serosa, tal vez modificando favora-
blemente su funcionalismo, á cambio de cuya ventaja bien .podíamos
arrostrar el peligro de la posible peritonitis, cuya intensidad evitamos,
debilitando la disolución. Además, el origen reumático de la hidropesía
coindicaba la operación preferida.
3.' ¿Por qué dudábamos? Porque si los Sres. DÍQulafqy, .Leroche,
Boinet, Oré, Dard, Tessier, etc., aconsejan dichas inyecciones, otros Au-
tores, de no menos talla, ias proscriben. Este -disentimiento, »unrdo á
nuestra inexperiencia, legitima la duda que consignamos para cumplir
con la^inceri^dad que el médico se debe á si nlismo y á sus colegas.
(1) Empleamos la fórmula Leroche, si l>ien debilitada.
•■M^Wi»^^^^
436 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
anatomía de los centros nerviosos, <^>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
I.— NÚCLEO lenticular.
Se estudia aisladamente en muy pocas obras, porque se le considera
formando cuerpo común con el nücleo caudal, designándolos en con-
junto con el nombre de cuerpo estriado, y como quiera que el núcleo
caudal es más fácil para el estudio, se dan escasísimos detalles sobre
esta masa de sustancia gris. Se le conoce también con el nombre de nú-
cleo extrorventricular del cuerpo estriado^ y Burdach le llamó núcleo lenr
ticular, en razón de su forma, que mejor parece triangular, como puede
observarse en el corte de la fig. 50.
La cápsula interna forma en su cara externa una concavidad, en la
cual está alojado este ganglio; su situación, relativamente á los demás
ganglios, es inferior y externa (fig. 50 y 57), quedando separado de ellos
por la cápsula interna, que está inmediatamente aplicada sobre la cara
interna del núcleo lenticular.
La cara externa de este núcleo, oval y prolongada de adelante atrás,
es convexa y está* cubierta por una lámina de sustancia blanca, llamada
cápsula externa, la cual, situada en dirección vertical, cierra como una
tapadera la concavidad de la expansión peduncular. La cápsula exter-
na está simplemente contigua al núcleo lenticular, sin contraer con él
ninguna adherencia, de modo que puede separarse fácilmente, quedando
el núcleo al descubierto. En la fig. 64, se ve en C la cara externa del nú-
cleo lenticular y en B la cápsula externa replegada hacia arriba. Existe,
pues, en este sitio, una cavidad virtual, que permite á los derrames san-
guíneos, que se fraguan en esta región, formar depósito sin destruir
ningún elemento, como el derrame no sea muy abundante, produciendo
por consiguiente los síntomas de apoplegía sólo por compresión de los
elementos vecinos; de aquí que las hemorragias en este sitio sean per-
fectamente curables, al venir la reabsorción del coágulo, porque no han
destruido ningún elemento.
La cavidad, que queda entre las cápsulas interna y externa, está cei-
rada hacia abajo por fibras procedentes del cuerpo calloso, del pedúncu-
lo cerebral, de la comisura anterior, de la cinta innominada y de la mis-
ma cápsula externa, que rodea por abajo al núcleo lenticular.
En esta cavidad, así circunscrita, se encuentra el núcleo lenticular;
su cara interna está en relación con la cápsula interna, que la separa del
núcleo caudal hacia adelante y del tálamo óptico hacia atrás; su cara
externa con la cápsula externa, que la separa del antemuro, que he des-
crito ya como una dependencia de la cubierta cerebral, pues atendida
(4) Gontiuuacion.— V. los núms. 25, 26, 27, 28, 2.^, SO, 31, 32, 83, 3», 35, 36 y 37.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 437
SU extructura no puede asimilarse, como hacen Luys y otros autores, á
una dependencia del núcleo lenticular, y que corresponde al lobulillo de
la ínsula que parece propio del centro que voy describiendo; su cara in-
ferior corresponde hacia adelante al espacio perforado anterior y hacía
atrás á la pared interna del ventrículo lateral, del cual la separan las
Bbras que antes he dicho.
La extremidad anterior del núcleo lenticular D (llg. 64), se une con
la cabeza del núcleo caudal por debajo de las ñbras anteriores de la cáp-
sula interna A, y su extremidad posterior está circunscrita por las
fibras de la parte posterior de dicha cápsula /, que se reflejan hacia los
lóbulos occipital y temporal; aquella se interna en el espesor del lóbulo
-ontal lo mismo que la del núcleo caudal.
Flg.e4.— Núcleo lenticular visto por su cara extarna.
A Fibras de U corona radlanto.- B Cápsula externa replegada hiela arriba.— C Núcleo len-
Ucular.— i> Extremidad anterior del mismo (uniíndase con el caudal).— £ SuiUDcla blanca que
cubre la cara Inferlar del niicLeo lenticular,- Ji* Parte posterior de la corona radiante.
De los bordes, uno es superior, otro inferior y otro interno: este últi-
mo es quizás el más importante, porque representa el vértice del trián-
gulo y corresponde al pedúnculo cerebral; en este concepto la base es la
cara externa ó convexa.
Su volumen es mayor hacía adelante. Compárense los cortes sucesi-
vos de las figs. 46 y 50.
El núcleo lenticular tiene relación con varios otros grupos de sustan-
cia gris. En la base del cerebro, debajo del espacio perforado anterior,
la cabeza del núcleo lenticular se une con la del caudal, como ya he di-
cho; por otra parte, esta sustancia gris está unida con la de la cubierta
cerebral, y á ella viene á terminar también una prolongación del ante-
muro, lo cual sirve de apoyo á los autores que quieren describirlo con
el núcleo lenticular, pero que también se pone asi en relación con la
sustancia de la corteza, justificando, aparte de su extructura, que se es-
tudie con ella. También el núcleo amigdalino se pone en conexión con
este núcleo en una región más posterior. Además, el núcleo lenticular
< 438 Anatomía db los oent aos KfesRviosos.
86 une, al tiraírés de la pane a-nterier de la oápsnla interna, con el núh
xleOiCaudál mediante prolonigaeicíiies grises.
JElnúu^leolenticular, asimile vista, ofrece en sü espiesor un asp^soto
muy distinto del caudal: así como este es completamentte uniforme en fiu
coloración y el tálamo óptico es de color -abigarcado, lel núclreo extra-
ventricular ofrece distintas coloraciones uniformes, que dividen' su in-
terior en tres zonas bien distintas (fig. Ü6). Dos laminillas delgadas de
fibras blancas, paralelas á la base ó cara extema, le dividen en tves zo-
nas: una interna, correspondiente al vértice; otra externa á la base,^
una intermedia. La interna es la menor y la externa la mayor. Además
4e eátas fibras -ó laminillas verticales, que cruzan el núcleo lenticular,
cada una de sus zonas está surcada por fibrillas quede la base del gan-
glio se dirigen al vértice y como en las zonas media é interna, se van
añadiendo las fibras correspondientes á la inmediata; de aquí que cada
una tenga coloración distinta, siendo más blancas la interna y media que
la externa, cuyo color se pareeoral del núcleo caudal. Además de las fi«
bras que vienen de la asoila extern^, contribuyen á aumentar el color
blanquecino de las internos, Iflfó fibras de las'laminiilas verticales, que se
reflejan también hacia adentro. Burdach habia óhsersiíftdo ya esta dispo-
sición y habia designado las dos partes imásolafscs con el nombre de
glohus pallidits y la más oscura con el de;piitemen. Para observar bien
esta disposición, lo mejor son los.cof tes verticales, tal como el de la fi-
gura 50; los cortes horizontól^, :como él de la fíg. 47, solo permiten ver
dos de las zonas, la externa y lamcdia, pues para ver las tres, el corte
debe rasar casi la base del hemisferio, lo cual no sucede en el corte clá-
sico de Flechsig, por más que casi todos los cortes horizontales, represen-
tados por los autores, ofrezcan la perspectiva de las tres zonas, lo cual
es una falta que puede inducir á coilftision. Si el corte horizontal se hace
muy arriba, solo aparecerá la zona externa, dada la disposición del nú-
cleo, lenticular.
Sustancia gris del núcleo lenticular. Es análoga á la del núcleo
caudal y en ella encontramos también las tres clases de células antes
descritas. Son también frecuentemerite pigmentadas; tienen un núcleo
redondeado y prolongaciones que se subdivi'den, sin que haya podido
descubrirse en ellas prolongación axil. 'Meynert opina que estas células
están dispuestas en forma de filas paralelas á la dirección de las fibras.
Esta extruetura es muy distinta de la délailtemuro, para que puedan
considerarse análogos ambos centros.
'Fibras DEL í^ócleo lenticular. 'Do' irirsmo que el' tálamo óptico y el
nú^eo caudal, recibe el cuerpo extra -veiltrictílar fibras que provienen
de la* corteja, por un' todo, y del pié del- pedúnculo, *por otro.
Si en un cerebro fresco ó que haya permanecido tres ó cuatro dkts en
alcohol, se descubre él núcleo lenticular por su cara- extema, como en
la flg. t64, -y luego con el mango de un escalpelo se va quitando por
arrancamiento y raspando la cara • externa, la» sustancia gris del núcleo
lenticular,:se'ven.con toda evide^icia: fibras -desgarradas, que,- penetrando
en el interior del núcleo, se xlirigen unas:l¥ácia arriba y otras hacia
ANATOUfA DE lA)S CKNTtl6ÍS NERVIOSOS. 439
abajo.' De'festas fibrlas, linas Van á papar á la supei^flcie hemisférica y
otras al pedúnculo cserebral: las primeras, ó fibras radiadas, tío'sóh'ete
tan fácil demostración como las 6eguridas,*aüil(íue su existéricia sea' evi-
dente y admitida por todos los autores.
Fibras de ía eorcma radiante. Parten de los ángulos superior éiriferiior,
ó mejor <iicho, de todo el contorno de^su base, como puede verse én ha
flfi^« ®4, y se dirigen: lias anteriores, más voluminosas, que salen de la
extremidad anterior, al lóbulo fron^tal; otras van aMóbulo parietal, pert)
mucho menos numerosas que las precedentes, y, por fin, algunas,'en
muy escaso número, van á terminar al lóbulo occipital y 'al temporal.
Además de estas fibras radiadas, que ponen en comunicación* el nú-
cleo lenticular con todos los lóbulos del hemisferio, Meyíiert describe
otros hacecillos procedentes del lóbülillo de la ínsula, pero que, ^ en Vez
de penetrar sencillamente y de una manera directa por la base del nú-
cleo, van á rodear el borde superior del mismo y penetran enünion de
los demás hacecillos.
Las conexiones que pueden existir entre células y fibras, en este sitio,
no son conocidas, aunque es' probable se pongan en comunicación unas
con otras.
Fibras del pié del pedúnctdo. Del 'vértice del núcleo lenticular pue-
den verse partir fácilmente gran númeit) de fibras procedentes de las
que cruzan las ti'és zonas de dicho núcleo, y ademásalgunas depen-
dientes de las laminillas verticales qüese reflejan,' para «nirée con las
precedentes, y así todas juntas van á formar parte del pié cteípe(lüiíG?ulo
cerebral.
Otras ñbras, originarias del núcleo lenticular y qtietan á^túmár
parte én la constitución del piso inferior del pedúntíuio cerebral, écfn las
correspondientes á la capa profunda del asa peduncfulár de iGratlolét, de
que antes he hablado y que constituyen el afea del núcleo lenticular. Las
fibras de las laminillas verticales Uegan algunas de ellas al limito de la
cara inferior del núcleo lenticular, en donde- se reflejan hacia ddentf o,
reuniéndose luegcíen manojo paira éoñstituirel asa de 'dicho 'núcleo,
que, según he dicho antes, se dirige hacia adentro érüzán'do la cara infe-
rior del pedúnculo cerebral y se coloca en la pát^e interna del miSmo,
en donde puede seguirse hasta la protuherancia. Según Meynert y Hu-
guenin, se entrecruzan una con otra al llegar á esta región y terminan
en los núcleos de origen de los pares craneales.
Si con todo lo dicho se quiere reconstituir el piso inferior del pedún-
culo cerebral, se ve que contiene: fibras sonsitivas directas; fibras mo-
toras directas; fibras procedentes de la sustancia de Sommering; fibras
que terminan en el núcleo caudal, y finalmente, fibras que van á parar
al núcleo lenticular. Todos* estos manojos tienensgran importancia en
el desempeño de las funciones motoras y sensitivas.
Las funciones especiales del núcleo lenticular, si es que las tiene,
son menos conocidas que las del caudal, dada la mayor* dificultad que
existe en alcanzarlas para produdr lesiones experimentales. Sin em-
bargo, Nothnagel concluye de sus experimentos, que el núcleo lenticular
sirve para trasmitir las impresiones motrices voluntarias nacidas tki la
440 ÁCIDO SALICÍLICO Y SUS SALES.
sustancia cortical del cerebro, aunque Garville y Duret atribuyen los
fenómenos observados por Nothnagel á lesiones de la cápsula interna.
Cuando tiene lugar una hemorragia cerebral en el sitio de predilec-
sion, esto es, entre el núcleo lenticular y la cápsula externa, si el foco
es abundante, puede destruir todo el núcleo lenticular y comprimir la
cápsula interna, presentándose hemiplegia y hemianestesia. Concluir de
esto que el núcleo lenticular es el sensorium commune^ como lo hace Luys
de un modo análogo para el tálamo óptico, seria razonar sin tener en
cuenta los hechos, puesto que, si el enfermo sobrevive, cuando se reab-
sorba el coágulo, desaparecerán las parálisis porque faltará la compre-
sión. Si el foco no es bastante grande para comprimir ninguna de las
regiones de la cápsula interna y se limita á destruir ó comprimir el nú-
cleo lenticular, habrá sencillamente hemiplegia pasajera, porque las
masas grises centrales y la corteza cerebral pueden suplirse, por cuyo
motivo los efectos de sus lesiones no son permanentes.
Las relaciones existentes entre el núcleo caudal y el lenticular, que
antes he descrito; la igualdad de extructura; la analogía de sus relacio-
nes con la cubierta cerebral y con el pedúnculo; la semejanza en sus
funciones, pues, prescindiendo de detalles, puede decirse que ambos
están ligados á la producción de fenómenos motores, justifican se les
conceptué constituyendo un solo cuerpo, el cuerpo estriado, y hacen
que Meynert, los describa con el nombre ,de ganglios del pié del pedún-
culo. Empero, sus relaciones anatómicas; el diferente aspecto de ambos;
alguna diferencia funcional, que tal vez existe entre ellos, y sobre todo la
necesidad de poder localizar por una topografía exacta las lesiones en
foco de los hemisferios, me han inclinado á describirlos aisladamente.
Existe concordancia entre fisiólogos y patólogos, para atribuir al
cuerpo estriado gran participación en las funciones motoras; los datos
de la Fisiología experimental y la Anatomía y ^Fisiología patológicas lo
comprueban suficientemente. Broadbent dice que el cuerpo estriado tra-
duce al exterior las impulsiones volitivas, escogiendo los grupos de
músculos que deben verificar un movimiento, y que, «un movimiento
dado debe estar representado en el cuerpo estriado, por uno ó varios
grupos de células, emitiendo prolongaciones descendentes, que vienen
á ser fibras de la parte motriz del bulbo.»
(Continuará.)
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL iCIDO SAUCILICO Y SUS COMPUESTOS,
en particular del sallcUato sódico en el tratamiento del reumatismo (1)«
POR D. M. E. Moré y Bargit,
Medico de la Casa de Lactancia y Casa^unade Barcelona,
Observación XIL— (Moré y Bargit). —Hemicránea rcMwdííca. — Ma-
ría N., de 34 años, temperamento nervioso, hacia dos años y medio
(1) Conclusión.- V. los núms. 25, 26, 27, 28, 29, SO, 31, 32, 33, 34, 35, 36 y 37.
IClDO SALIcfuCO T SUS SALES. 441
que aquejaba una hemicránea, y para combatirla se habian empleado ya
bastantes agentes, entre los cuales se cuenta la morfina al interior y en
inyecciones hipodérmicas, el arsénico, el iodoformo, la belladona, etc.
Interrogada detenidamente, dijo que su hemicránea no guardaba ninguna
regularidad en su presentación, pues no se presentaba semanal ni men-
sualmente, sino que, en ocasiones, durante una semana la tenia dos ó
más veces, y en otras ocasiones pasaba un mes sin tener ningún acceso.
Después de todo, pudimos dejar sentado que dicha hemicránea no guar-
daba relación alguna con el período menstrual, ni con el veneno palúdico,
ni con la verdadera hemicránea neuralgia, ni acaso tampoco con el herpe-'
tismOf porque ninguna manifestación habia tenido la enferma, en cuyo
caso, por fin, no quedaba ya ninguna duda de que fuese debida al reu-
matismo. En efecto, preguntada la enferma si por casualidad habia ob-
servado que sus accesos se presentaban en dias húmedos ó lluviosos,
dijo que en estos mismos dias uo, pero que le parecia que se presentaba
uno ó dos dias antes de cambiar el tiempo.
Siendo asi, pues, no tuve inconveniente en administrarle el salicilato
sódico á la dosis de 2 gramos diarios, al principio, y á medida que fué
disminuyendo la intensidad de los accesos, disminuimos también la do-
sis á 1 gramo, que fué tomando por espacio de dos meses. Esta enferma
necesitó cuatro meses de tratamiento, pero al fin desapareció completa-
mente la hemicránea que tanto la atormentaba, y hoy se encuentra bien
y como si nunca hubiese sufrido tal afección.
Observación XIII.— (Carlos Ronquillo).— Bícarlatina maligna.— Se
trata de una escarlatina complicada con difteria maligna, cuya curación
debe ser atribuida al empleo de este agente. Un niño de 13 años fué ata-
cado bruscamente en plena y perfecta salud de una gastro-enteritis con
fiebre intensa. Pero apenas habian transcurrido 24 horas, que la erup-
ción escarlatinosa se dibujaba en piernas y pecho. Al dia siguiente, el
velo del paladar y la úvula se cubrieron de placas diftéricas. Al mismo
tiempo, el territorio cutáneo y mucoso lindantes con las aberturas de las
fosas nasales estaban invadidos por las falsas membranas y por ulcera-
ciones que exhalaban un olor infecto característico, segregando una se-
rosidad saniosa que no dejaba duda alguna sobre su naturaleza. El doc •
tor Landon hizo un pronóstico fatal. Habia 150 pulsaciones por minuto,
y el termómetro marcaba 41 grados. Añádase á esto que el niño era de
una complexión delicada. La indicación de ensayar la doble propiedad
antipirética y antiséptica del ácido salicilico estaba justificada.
Hé ahí las fórmulas que se emplearon:
1.^ Al interior.
Acido salicilico.. . 3 gramog.
Jarabe simple 50 i
Agua destilada 350 i
Una cucharada cada hora.
2fi Invecciones en las fosas nasales, dos veces al dia.
Acido salicilico 1 gramo.
Agua destilada 350 i
El niño tomó interiormente 6 gramos de ácido salicilico y se emplea-
ron 11 gramos en inyecciones. Se añadió á esta medicación una alimen-
tación nutritiva, compuesta de caldos, vino, huevos, mientras que se
hacían lociones cada dos horas en la piel con agua fría para rebajar la
temperatura. Bastó una sola inyección en las narices para que desapa-
reciera el olor fétido. La calentura no tardó en disminuir sensiblemente.
El ácido salicilico fué tolerado sin dificultad. Por otra parte, el catarro
ntestinal, que á la larga puede determinar, se detiene sin dificultad.
i
442 Acufq sA];.icÍLi|CO, v sus sales.
0B§5py.ApiQN XlV,--(Rodri^uez Yiforcos).-TCtsítíis,i/, Wenorm^ia eró-,
í>,ica^ .(l).,-rEl §r. RpdriguQz Vifórcos ha publicado en la Revista especial
UA ca.$o clt>iie99 .^n el cu^í demuestra los buenos efectos del salicilato de
Qal en el tratamiento de las blenorragias y cistitis crónicas, Recaia esta
enfern^ed^d en un sujeto que se presen tó'á liá observación d^ dicho Se-
ñor, después de haber atravesada el periodo agudo y refiriendo el si-
guicAte estado;, Lp^ caracteres de la secreción eran tan solo mucosos, lo
cual hizo sospechar que las porciones membranosa y prostética eran
asiento de la biperemiaj^ y que por lo tantOj, la afección habia pasando al
e9tad^. crÍ6ixicp. La frecuencia en la micción^ sensación de peso en el pe-
riné, é hipQC[^stri.o, y los dolores á la emisión de la orina, más marcados
e^ las, icegiQ^es prostática y suprarpubiana, eran Los tres síhtomias dbmi*
nante^ que atorijoientab^n al enfermo, y qu^, unidos á los antecedentes,
le hiclerpn diagnosticar una m¿t¿is bíenorrágica crójiica. í^ara completar
QstOi dis^i^ostico, examinó las orinas,, hallando un exceso de mucpsida-
des de la vejiga que aparecían en fqrnia de copos y pequeños filamentos,
da.tQ9 que por si solos llevan al conocimiento tierfecto de la afección. Al
forxixúl^r el tratamiento, se decidió pov las inyecciones vesicales: cuatro
8Q^ los mediQame^tos m^s recom^ridados. y que la experiencia confirma
su eficacia c^da vez más; estos son: e.(n)trátp argéntico, el ácido fénico,
el ácidQ salicílico y el bibprato sódico unido á la glicerina; con todos es-
tos agentes tei:apéutico$ s,^ vence en la mayoría, de casos un catarro ve-i
sicai; pero deseando llevar aun m^^ allá la experimentación del salicilato
de calj cuyas propiedades detersivas y analgésicas nos eran desconocí-'
das, empleó la fórmjula siguientp:
Saliaiiato de cal 1 gramo*
Agva deisUlfkda. . .......... 500. ^
Se inyectaron en dos veces 100 gramos de esta solución, repitiendo
esto mismo en loS| ocho» dias siguientes; sus ef íctós fueron, en verdad,
favorables, tanto que en tan pocos diás de tratamiento el alivio fué muy
manifiesto; la orina recobraba sus propiedades nprmales, y la,s molestias
barbián, cesado en su maypr parte; continuando el usp délas inyecciones,
la curación fué i mediata, desapareciendo á su vez la hiperemia de la
región membranosa y prostática, y con ella el flujo que tanto desespe-
raba al enfermo; debiéndose, sin du^a, este resultado á la acción del sa?
liciiato de cal, que, al ser eliminadp con la orina, desempefió el papel de
inyección ceintrífiíga,
Observación XV.— (Moré y Bargit). — /níenniíeníes r^^fraciarías al
sulfato de quinina. — Trátase de una joven de 22 años de. edad, casadla; el
dia 6 de Noviembre de 1879, y sin causa conocida hasta entonces, fu S
presa de un accidente particular que se creyó ser puramente nervioso; á
las once de la mañana tuvo lo que podemos llamar pródromos del acceso,
empezando por continuados y difíciles bostezos, los cuales atribuyó sen-
cillamente á la necesidad de tomar alimento, puesto que aquel dia aun
estaba en ayunas, y con este objeto tomó una taza de caldo; sin embargo
de esto, no obtuvo ningún buen resultado sino que el acceso siguió su
caminOi entrándole poco después un ligero calor, pero sin escalofrío; lue-
go ^i)areció un£^ intensa cefalalgia frontal con fotofobia que no desapare-
ció sino con el mismo acceso, y al poco tiempo de este último síntoma,
un frió bastante intenso que no cesaba ni con el abrigo; luegp aparecieron
náuseas bastante fuertes y conatos de vómitos, que nunca llegaron á
dfeetu^pse por la mupha dificultad que en ello tenia, pero en cambio, el
ptialisn^e era excesivo; por último, el síntoma final fué presentársele de-
(i) frenksa rnédUca de Granada.-dO Junio 1880.
ÁCIDO SAUI2ÍLI€0 Y.SVS SALES. 443.
seos de llorar hacendó varios esfuerzos para conseguirio, pues ella co^
nocía que, pudlendo llorar, quedaría más aliviada^ consiguiendo^ por
fín, desahogar el llanto, con el cual desapareció el acceso. Después de
todo quedó en un bienestar general que le permitió sentarse en La mesa
y comer con buen apetito cornos si nada hubiese tenido. Durante el acci-^
dente el pulso era pequeño, casi filiforme, y el calor de la piel no estajea
aumentado ni disminuido; de vez. en cuando presentábanse algunas con-
tracciones clónicas en los miembros, desapareciendo luego; i]^ baj>ia
sed, deseaba quedar sola y no ser molestada, para nada. £1 accidente,
durd cerca de dos horas, durante las cuales se le administró tres veces un
poco* de una poción antiespasmódica opiada,. 1 la cual atribuin^os e]¡ quei
tal vez aquel acceso no tuviera ulteriores consecujencias, puesto que, se^
gnu nuestro modo de obrar, habiaooosTllegado á dominarlo por completo^
£1 dia 7 se pasó perfectamente, y el dia 8 dié. la coincidencia de que lat
enferma tuviese la noticia poco agradable de que su madre estaba taip-^
bien enferma; como aun se encontraba algo atropellada ó resentida del
dia anterior, nada más fácil que tener otro accidente, y asi fué,^ pefoestn
vez en lugar de presentarse simplemente por bostezos, se aña^eron^
estos un fuerte romadizo, hasta el punto de serle diílcil la respiración,
pero en todo lo demás fué igual y de idéntica duración que el anterior,
tratándose en consecuencia de la misma manera, porque se creyó debida
su presencia á la influencia moral de ballarse-su madre enferma. Pasó
bien el dia 9, mas el 10 vnelve á presentarse el hecho patológico bajo las
mismas condiciones que las dos veces anteriores, con más un zumbido
de oidos tan fuerte y especial que era semejante, según la enferma, unas
veces al silbato de la locomotora y las más al ruido de un moscardón,
presentándose en todos los siguientes ataques una hora antes del cor-
respondiente y no desapareciendo hasta dos ó tres horas después del
mismo.
Visto, pues, este tercer accidente, no nos quedó ya duda alguna de
que nos hallábamos en presencia de unas intermitentes, en las que to-
maba parte todo el sistema nervioso, central y periférico, y tratando de
indagar la causa que las diera orfgen, no encontramos otra que la si-
guiente: el domingo anterior al primer acceso^ saliendo de un sitio
donde reinaba una temperatura bastante elevada, salió á la oaUe sin
precaución alguna y, como la temperatura de aquel dia era bastante baja
relativamente á los demás, y, por consiguiente, mucho más fría que la
del medio de donde habia salido, de ahí que deduzcamos que la causa
de las intermitentes fuese esta, dándolo á comprender más, el que la Se-
ñora, compañera entonces de la enferma, tuviese también que guardar
cama durante cinco diaa por un ligero catarro bronquial.
Asi^ pues, ya que atribuimos la causa á un enfriamiento, determi*
namos desde luego administrarle el antitipico por excelencia, esto es, el
sulfato de quinina, unido al arsénico y al extracto de valeriana por los
síntomas cerebro-espinales que dominaban sobre todo dichos acciden-
tes de carácter tercianario. La manera como tomó estos medicamentos
fué la siguiente:
K.— Agua destilada 200 gramos.
Sulfato de guinina. 1 i
Ar¿eniato de sosa 5centigr8.
Extracto de valeriana ^1 gramo.
Jarabe de bromuro potásica ..... ^0 >
m. para tomar dos cucharadas cada dos horas.
£sta poción seguimos administrándola una porción de dias sin obte-
ner con ella el más pequeño alivio; muy. al contrario de esto, y á pesar de
emplearle desde el dia 10, los accesos se presentaron dobles los dias 16,
18, 20 y 22, adquiriendo además mayor duración y gravedad cada uno;
444 ftEVlSTA DE FÍSICA
á partir del día 24, volvieron á quedar únicos los accidentes, pero dura-
ban doce horas. Por fin, viendo que con este tratamiento llegamos á pri-
meros de Diciembre sin obtener diferencia alguna, y teniendo por de-
más sabido lo reacias que son á veces las intermitentes tratadas cou
el sulfato de quinina, y recordando que la causa do la enfermedad fué
debida á un cambio brusco de temperatura, determiné de repente cam-
biar el medicamento y propinarle el salicilato sódico, puesto que tan
buenos resultados dá como antifebril en muchas enfermedades. Esteme^
dicamento lo administramos á la dosis de un gramo diario en 200 de agua
común; y en efecto, encontramos con él el resultado apetecido, puesto
que los ataques fueron disminuyendo de tal modo en intensidad y dura-
ción que, cuando debia presentarse el quinto acceso desde que se le ad-
ministraba el salicilato do sosa, quedó completamente restablecida la
enferma de la dolencia que tanto la molestaba; á pesar de esto, el carac-
terístico zumbido de oidos siguió presentándose cuatro ó cinco dias más,
pero menos fuerte y menos duradero, de modo que el salicilato siguió
tomándolo basta encontrarse del todo bien, á ñn de asegu ramas los
resultados obtenidos.
REVISTA DE FÍSICA.
CONGRESO Y EXPOSICIÓN DE ELECTRICIDAD (1),
POR EL Dr. Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona,
Alumbrado eléotrico.-En el alumbrado eléctrico se necesitan dos
partes esenciales: una productora, que puede ser una máquina de in-
ducción ó una pila cualquiera, y otra receptora, que cambia una canti-
dad del trabajo eléctrico en luz, y que se llama ordinariamente lámpara
eléctrica. En ella la luz resulta de la incandescencia de los conductores,
casi siempre de carbón, recorridos por la corriente. Si el conductor es
único, largo, delgado, y el recinto en que se coloca no tiene oxigeno, la
lámpara se llama de incandescencia; si las partes luminosas son dos ta-
llos más ó menos distantes, entre los cuales pasa la corriente mediante
una atmósfera de gases muy calientes, la lámpara es de arco voltaico.
Ante todo voy á ocuparme de un hecho interesante: de los carbones,
preferentemente de los usados en las lámparas de arco voltaico.
Davy empleaba, á principios de este siglo, carbón vegetal, pero im-
pregnado de mercurio; hecho aquel ascua, lo inmergía en el metal. Estos
carbones se consumen muy pronto, á lo cual contribuye la volatilización
del mercurio.
Grove y Bunsen, aquel inventando y este perfeccionando las pilas de
ácido nítrico, necesitaron un carbón más resistente. Bunsen preparó un
conglomerado de cok pulverizado y cocido; Archerau, francés, encontró,
en ciertos residuos délas fábricas del gas del alumbrado, un carbón más
(i) Ck>ntinuac¡oné— Véase el número 32*
REVISTA DE FÍSICA. 445
barato y útil que el de Bunsen: carbón de las retortas de gas, especie de
incrustación, que se forma en las partes altas del tubo, pura, compacta,
densa, muy sólida y tan buena conductora como los metales.
Como esta materia no siempre era homogénea, y á pesar de haber
funcionado con los reguladores automáticos de Foucault, á la sazón des-
cubiertos, Jacquelain, en 1855, obtuvo uno más puro de los aceites bas-
tos que resultan de la destilación de la hulla, dejándolos caer gota á gota
en un vaso excesivamente caliente. Siendo esto caro y poco expedito, el
farmacéutico Curmer volvió á la idea de los conglomerados, preparando
en secreto sus carbones.
En estos últimos tiempos se ha progresado mucho, y los hay de todos
diámetros, desde 1 milímetro hasta 25; unos desnudos, otros cubiertos
con una capado esmalte, de cobre gálvano-plástico, etc., para que se que-
men más lentamente; ya preparados con polvos de cok de hulla, de
carbón vegetal, de cok de petróleo, de una variedad de antracita de Swan-
sea (país de Gales), que tiene de 92 á 95 por 100 de carbono, puro; Carré,
entre otros, después de separar el polvo más ligero, que es el más puro,
de someterlo á ácidos y á álcalis potentes y de lavarlo cuidadosamente,
suele añadir negro de humo calcinado, y luego lo tritura con jarabe que
contiene, á más del azúcar, goma arábiga. La pasta se amolda y prensa,
y después de secos los carbones resultantes se someten, al abrigo del aire,
á una temperatura que los lleve al rojo cereza durante muchas horas.
Luego se hierven por espacio de dos ó tres horas en jarabe concentrado
de caña de azúcar, con intervalos de gran refrigeración, para que la pre-
sión haga penetrar por todas partes el jarabe. Después se lava la superfi-
cie y se secan en polvo de carbón, y son de nuevo cocidos á una alta
temperatura. Otros fabricantes emplean, en vez del azúcar, la glicerina,
el aceite de linaza, el de ricino y otros cuerpos semejantes. En algunos
carbones se pone magnesia para aumentar el brillo de la luz (Archerau),
Napoli usa la brea de hulla liquida y el cok que resulta de destilar esta
misma. Carpentier ha ideado un ingenioso procedimiento, en virtud del
cual se fabrica en la misma lámpara de una manera continua y auto-
mática carbón de incandescencia; utiliza la pasta de plombagina,
Jacquelain, en el año último, presentaba á la Academia de Ciencias
de París un trabajo relativo á los medios que pueden emplearse para ob-
tener un carbón que sea mejor conductor que el de madera calcinado, y
que sino está completamente exento de hidrógeno, no tiene á lo menos
sustancias iñinerales. En su concepto estos medios pueden dividirse en
tres grupos:
1." Acción del cloro seco sobre el carbono al rojo blanco. Con el clo-
ro y el calor, la sílice, la alúmina, la magnesia, los óxidos alcalinos y los
óxidos metálicos se reducen y se transforman en cloruros volátiles, y el
hidrógeno forma con el cloro ácido clorhídrico, arrastrado con los clo-
ruros.
2.® Acción de la potasa ó sosa cáusticas en fusión. Convierten rápida-
mente la sílice y alúmina en silicatos y aluminatos alcalinos, que se se-
paran con el agua; mediante el agua acidulada con el ácido clorhídrico,
se apartan el óxido de hierro y las bases terreas. El ácido clorhídrico ex-
cedente se quita lavando los carbones en agua.
446 REVISTA DE FÍSICA-
3." Acción del ¡leído nuorhidrico. Se sumergen los caibones corlados
en este ácido diluido en dos veces su peso de agua; se lavan después. La
operación es muy sencilla, pero el empleo de este ácido exige muchas
precauciones.
Previos estos dalos, trataré de diversos tipos de lámpara.
Fig. 68. Flg. 69. Fie 70.
L&mparas eléctricas da Ediason.
LÁMPARAS DE incandes(;encia. — A principios de este siglo, se pensé
en la luz eléctrica, en vista de la incandescencia y aún de la fusión da
REVISTA DE FÍSICA. 447
los metales más refractarios, pero no se intentó aprovecharla hasta la
invención de las pilas de ácido nítrico. En los primeros ensayos se recur-
rió al platino y al iridio; pero como aún es bajo su punto de fusión, hubo
de recurrirse al carbón, que si bien es combustible, puede tenerse en un
medio sin oxigeno. Hubo tentativas en 1845, pero hasta 1875 no se cons-
truyó una lámpara, que diese algunos resultados, por LODYQUINE, físico
ruso, la cual luego ha sido modificada, entre otros, por KONNE. Se valia
éste de un cilindro de carbono, de 2 á 3 centímetros de largo por 1 mili-
metro de diámetro, que duraba poco, aún sin oxígeno, porque, ó* estallaba
al empezar la luz, ó se adelgazaba demasiado luego y se quebraba; ade-
más solia haber humo. Usaba carbón poco puro: el que queda en las re-
tortas de gas.
EDISON, después de abandonar los metales, recurrió al uso del carbón
que debia quemarse en una vasija de cristal económica, sin oxigeno, y
destinada á acabar cuando el conductor. Para que el carbón sé prestase
á las contracciones y dilataciones del alumbrado y de la extinción del
mismo, y que no se rompiese, empleó primero el de papel Bristol, hecho
de algodón muy puro. No durando bastante, echó mano de varias fibras
vegetales, entre las que dio la preferencia á la capa cortical de los bam-
bús, especialmente á uno del Japón. Las tiritas
de carbón tenían 7, 8, 10 y más centímetros de
largo, 2 décimas de milímetro de grueso y 3 V2 de
ancho. Como era muy dificil unir estos delicadísi-
mos carbones al hilo metálico, que llevaba la cor-
riente, después de hacer sufrir á las tiritas de
bambú una primera carbonización en vasos cer-
rados, se reunían los extremos al hilo mediante
un depósito galbánico. En este método es im-
portantísima la obtención del vacío. Edison da
diversas disposiciones á los conductores. (Figu-
ras 65, 66, 67, 68, 69 y 70.) Dadas iguales dimen-
siones trasversales y una misma corriente, las
cantidades de luz serán proporcionadas á la lon-
gitud de los conductores: hay, en efecto, lámparas
de 8, 16, 32 bujías, según que tengan 1, 2, 4 car-
bones. Con el objeto de regular á voluntad la can-
tidad de luz, Edison ha añadido á la lámpara un
reostato, compuesto de una serie de cilindros de
carbón, que pueden colocarse en mayor ó menor
Fia 71. - Lampara elec- . > ^ r j
Sica de Swann. numero en el paso de la corriente.
SWANN, á la par que Edison, llegaba casi á
resultados idénticos. Después de varios ensayos, en 1880, el físico inglés
(de Newscatle) preparaba su carbón conductor con una trenza de algo-
don, de grosor bastante, que endurecía sumergiéndola en ácido sulfúrico
con un tercio de agua; luego la carbonizaba con cisco de carbón, y la
colocaba en la envuelta en forma de esfera, en la cual se hace el vacío
como en las de Edisson. Esta lámpara ha funcionado con buen éxito en
Barcelona y en otros puntos. (Fig. 71.)
(Concluirá,)
Mi NOnaAS CIENTÍFICAS.
NOTICIAS científicas.
Tratamiento de la epilepsia.— Uno de los tratamientos que parecen
dar mejores resultados contra esta terrible enfermedad es el aconsejado
por Ball {UEncephate.) CSonsiste este tratamiento en asociar varios de los
medicamentos que se aconsejan para tales casos bajo las fórmulas si-
guientes:
Bromuro de amonio 10 gramos.
Bromuro de sodio. ..... 10 » |
Agua destilada 900 »
Para tomar de cuatro á ocho cucharadas diarias en un vaso de agua
de valeriana.
Se administran dos pildoras diarias de dos centigramos y medio cada
una de extracto de belladona y de óxido de zinc.
Finalmente, si dominan los síntomas congestivos adminístralos pur-
gantes en esta fórmula:
Aloes Bucotrino i gramo.
Resina de escamonei 50 centigramcs.
Resina de jalapa 50 »
Calomelanos 50 »
Jabón medicinal C. S.
Para 24 pildoras. Se toman 6 cada dia.
Los resultados de este tratamiento son, según Ball, inmediatos y con-
tinuos.— <Vbrd6s.)
Locura efímera causada por el frío. — Reich ha observado cuatro
casos de locura, interesantes en el concepto clínico y médico legal. Se
trata de niños que, después de haber ei^taclo expuestos durante cuatro ho-
ras, á un frío glacial, fueron trasportados bruscamente á un departa-
mento en el que reinaba una elevada temperatura. Inmediatamente so
presentaron alucinaciones, acompañadas de turgencia de la cara y sen-
sación de calor intenso en la frente. £1 pulso era rápido, pero la tempe-
ratura no habia variado.
Al cabo de algunas horas lodo habia vuelto al estado normal. Los ni-
ños durmieron tranquilamente, despertando después sin que se acorda-
ran de lo que habia sucedido.— (Formiguisra.)
Colodión estiptico.— En el PhiL med. Times se dá á conocer este pre-
parado:
Colodión 100 gramos.
Acido fénico 10 s
Id. tánico l -.^ e _
Id. benzoico > ** ^ *
Mézclese. Coagula la sangre inmediatamente y forma una costra re-
sistente protectora de las úlceras, cuya cicatrización no tarda en veri-
ficarse.—(R. RoviRA.)
Espasmos profesionales: etiología y tratamiento.— Se caracterizan,
ya por contracciones bruscas é involuntarias (calambres ó espasmos),
ya por una impotencia de ordinario circunscrita á ciertos movimi ^ntos
profesionales ó habituales; el espasmo profesional, como ha indicado
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 449
Duchenne, puede residir en toJos los músculos. Seguramente el grupo
muscular afecto, está siempre en relación completa con la ocupación
del individuo. Hé aquí porqué el llamado calamtn'e de los escribientes^ por
mas que exista, no puede dar nombre al conjunto de padecimientos que
resultan de un repetido trabajo muscular. Con igual razón pudiera de-
nominarse de los pianistas, de los' telegrafistas, de los violinistas, de los
guitarristas (el profesor español Arcas lo padecia), de los que tocan ins-
trumentos de viento, de los cajistas de imprenta, de los peatones, de las
que cosen á la máquina, de los que deslizan la gelatina sobre las foto-
grafías que se han de esmaltar (variedad descrita por H. Napias), etc.
Y hasta la palabra eipasmo no me parece la más propia, si se repara en
que este es una de las fases, á veces casi no apreciable, siguiéndole la
impotencia^ pueda ó no curarse. Dalí y (Journal de thérapeutiquCy núme-
ros 3 y 4, 1882) se ha ocupado recientemente de este asunto: Eíiologie et
traitement des spc^mes professionels (crampes^ contractures, etc.) A con-
tinuación anoto las ideas más culminantes.
Los calambres ó espasmos funcionales se caracterizan especialmente
por localizarse en un individuo en un grupo muscular; alguna vez se
prC'sentan también en los grupos congéneros y simétrico^t, y por excep-
ción en otras zonas. En corroboración de estas ideas, refiereDaliy varias
historias clínicas, entre las cuales abundan los hechos de ser los tacones
altos la causa de la enfermedad, y en un caso, com*» es racional, sirvie-
ron de medio para asegurar una curación conseguida. tEn resumen,
una fatiga muscular inicial consecutiva á la repetición de un mismo
movimiento, á la que sigue el agotamiento de la fuente cerebral de
inervación voluntaria y una emisión perturbada en su ritmo, ya fre-
cuente y en sacudidas, ya brusca y con intermitencia, comparable, en
una palabra, á los diversos aspectos de los arcos eléctricos luminosos;
en tercer lugar, la disminución de la nutrición; sobreviene la hipotrofia
y la paresia y aun la parálisis de los músculos interesados.:» Tales son
las fases del espasmo ó impotencia profesional. A veces esta última abre
aparent mente la escena patológica, porque han pasado desapercibidos
los pequeños espasmos precursores.
En su opinión debe definirse el espasmo de los escribientes diciendo
que es un trabajo muscular involuntario y pasajero (contractura?), que
resulta del agotamiento momentáneo de las fuentes cerebrales de la
inervación limitadi á un punto muy circunscrito da las circunvolucio-
nes izquierdas (ó derechas en los zurdos), es decir, aquel que está en
relación con las sensaciones y los movimientos de las manos; este fenó-
meno es comparable á la afasia.
En cuanto á las causas próximas, oloca en primera línea el esfuerzo
muscular, excesivo por lo continuo ó por la falta de habilidad profesio-
nal. Es probib!e que las plumas de acero, que exigen mayor esfuerzo
por lo mismo que son menos elásticas, sean peores que las de ganso;
pero sobre todo es nocivo el apretar fuertemente el portaplumas (de
aquí los inconvenientes de los que son muy ligoros) y el cojerlo cerca
de la punti, debiendo haber entre esta y los dedos 5 ó 6 centímetros.
Debe procurarse que las lineas sean cortas (no más que las de nuestra
Gaceta), no escribir muy despacio, cambiar con frecuencia de porta-
plumas y de escritura y hacer contraer buenos hábitos desdóla infancia.
Los niños no deben aprender á escribir antes de los 7 años, y se les debe
hacer escribir al principio con lápiz, para que no se acostumbren á apre-
tar el mango. No da importancia á que se coloque el papel de este ó del
otro modo, á que este sea liso ó algo desigual, y á la forma de los porta-
plumas.
Como tratamiento, conviene dejar en reposo el grupo de músculos,
cuya actividad excesiva ó demasiado especializada constituye la causa
450 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
periférica del mal, dando á la par ejercicio á los antagonistas. El cam-
bio de ejercicio es con frecuencia una forma de reposo. Hablando de la
escrituray se ocupa de ios vallados músculos que intervienen en este
actOy que es uno de los más complejos de la civilización^ de la gran fatiga
que representan y de la necesidad de aprender despacio. Prefiere en el
acto de escribir, al descanso que proporciona el cigarro, tres ó cuatro
minutos de ejercicios opuestos, segon los principios de la llamada gim-
nasia sueca.
Cumplidoesto, le parecen lo más útil las manipulaciones, en forma
de fricción seca y de masaje, hechas en toda la región. Usa luego las
corrientes galvánicas, y recomienda las prácticas hidroterápicas, pero
huyendo de los extremos frió y calor, ambos perturbadores del sistema
nervioso.
F]n vista de esto, y de los resultados obtenidos, cree que es una en-
ferniedad de las más curables. Termina diciendo: ^Conviene habituarse
poco á poco á la idea de que la farmocologia^ Itíjos de ocujHxr el prímer
puesto entre los agentes medicamentosos^ juega un papel casi nulo cuando se
trata de lenones de nutrición del sistema nei-vtovo.i>— (Rodkiguez Méndez.)
Hematuria quilosa: su génesis y tratamiento.— La heraaturia qui-
losa es una enfermedad, que, segiin Gollignon, rara vez se observa en los
países fríus ó templados, siendo al contrario endémica en ciertas regio-
nes tropicales, en el Brasil, isl.is de Mauricio, de la Reunión, etc. Muy
frecuente en el litoral, no se desarrolla nunca en las localidades elevadas.
Ataca prefeicntemente á los turopeí)s y á los criollos adultos y en parti-
cular ^ los individnos de temper;i ento linfático.
Para algunos médicos, entm ellos Le.\ is, la quiluria, lo mismo que
la he. naturia, es una enfermedad parasitaria ocasionada por los hemato-
zoarios que se encuentran en gran número on las orinas y en la sangre.
Desde 18.56 Gubler habia atribuido el carácter especial de las orinas
lechosas ó quilosas á una mezcla de linfa, d una linforra<<ia renal habi-
tual, en una palabra, á una especie de diabetes linfática, fundando su opi-
nión por una parte en la analogía que presentan los elementos anorma-
les de estas orinas con las de la linfa, y por otra en la frecuencia de las
enfermedades del sistema lii.fático en los p uses intertropicales, en los
que reina la afección designada con el nombre de hemiturii quilosa.
Después de haber pasado en revista las diferentes teorías que existen
sobre dicha afección, publica el autor cinco observaciones inéditas reco-
gidas por MM. Ghauvet y Boffard en la isla de Reunión. Cl análisis de los
hechos confirma la doctrina de Gubler; la quiluria pertenecería, pues, al
mi^mo grupo nosológico que la linfagitis enrlémica, y seria una expre-
sión de los desórdenes frecuentes que sufre el sisten a linfático en los
paises cálidos. Hé aqui algunos de los caracteres que ofrecen los ataca-
dos dd esta afección. Todos ellos presentan en ciertos puntos del cuerpo
un dasarrollo exagerado del sistema linfático. Son siempre de uu tempe-
ramento linfático. Han tenido, antes de 1 \ aparición de la quiluria, ata-
ques más ó menos frecuentes de fiebre palñdica. Empieza siempre por
dolores lumbares, sordos, intermitentes, con los caracteres de un dolor
muscular; viene enseguida la hematuria simple que desaparece gradual-
mente para dejar el terreno á la quiluria propiamente dicha. La materia
grasa contenida en las orinas se acerca más al qnüo que á la linfa, en
contra de lo que había creído Gubler; es siempre más abundante después
de las comidas, esto es después de la absorción del quilo. Cl suero de ja
sangre no contiene sustancia grasa, y por otra parte, la sangre en los
quiláricos no difiere de la sangre normal. No se ha podido demostrar
nunca la presencia de parásitos en la sangre ni en la orina. A pesar de
la pérdida enorme de materia giasa, los enfermos enflaquecen difícil-
NOTICIAS CIKNTÍFir.AS, 451
mente. Kii fin, la hematuria qnilos'a desaparece rápidamente por el uso
continuo y prolongado de un jarabe iodo-l¿in¡cc.
Los efectos notables del ácido sobre la quiluria prueban, una vez más,
que esta afección depende de una alteración de los vasos linfáticos.
El Dr. Chauvet ordena la prescripción siguiente:
Iodo metálico 1,50 gramos.
loduro potásico 3 »
Ratania 4 ^
Jarabe simple 500 »
Durante los primeros ocho dias una cucharada por la mañana, dos la
segunda semana, la tercera y siguientes tres cucharadas por día.
Al mismo tiempo es bueno recomendíir baños frios y de mar, el agua
de brea y la de bicarbonato sódico en \i\s comidas, algunos ejercicios y
alimentación muy sustancial. — (S. Carbó.'í
Antagonismo de la morfina y de los alcaloides de las solanáceas
virosas. — El barón de Theresopolis resume en las siguientes conclusio-
nes el antagonismo de la morfina y de los alcaloides de las solanáceas
virosas:
1.* Que contra la opinión de Guhier y conforme con Bouchardat, el
opio posee propiedades antagonistas de las de la morfina y demás alca-
loides de las solanáceas virosas, y que en un caso de envenenamiento
por estos últimos no hay nada nitjnr que [)ractic;ír una inyección sub-
cutánea de sulfato de morfina, ó administrar el opio á dosis elevadas
y en particular el lííudano de Sydenham.
2." Así mismo, la belladona, la atropina, datnrina, y probablemente
la hjísciamina y los otros alcaloides de las solanáceas virosas, son los
mejores y los más seguros aniagonistas del opio y de la morfina. — (Vi-
dal Careta.)
Blenorragia: tratamiento de las erecciones. — Para combatir las
erecciones del pene, fenómeno molestísimo que se ofrece muy frecuen-
temente en el cur.-o de la blenorragia, el Dr. Gambillard aconseja prac-
ticar inyecciones uretrales de bromuro de potasio. Son completamente
indolenles, causando t«,do lo más, en ciertos enfermos, un ligero esco-
zor, y pora que su efecfo no sea insuficiente, deben permanecer en el
conducto uretral uno ó dos minutos. Se practicarán 4 ó 5 duranto el dia,
haciendo de manera que la última tenga lugar inmediatamenle antes de
acostarse. Mé aquí la fórmula que recomienda el Sr. Gambillard:
Agua 150 gramos.
Glicerinu 10 »
Bromuro de potasio 6 '>
Láudano de Rousseau '2 »
El autor ha notado que estas inyecciones producian ca?i siempre una
rápida disminución ó la supresión completa de las erecciones. Kstos be-
neficiosos resultados del bromuro se explican por sus propiedades de
anestesia local, y por la notable facilidad que posee de insensibilizar
ciertas mucosas, moderando así la excitabilidad refleja. — (R. Rovira.)
Excitabilidad de la corteza del cerebro. — Combinando las exci-
taciones del cerebro, producidas con el empleo de corrientes galvánicas
de intensidad variable y sirviéndose de electrodos impolarizables, con la
administración intravenosa de dosis variables de alcohol y de esencia de
ajenjo, Mr. Danillo {Com. ala Soc. de Diol.) ha comprobado, entre otros
hechos, que la epilepsia provocada por las excitaciones corticales, per-
siste hasta un período avanzado del envenenamiento por los alcoholesj
452 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
más larde, cuando las dosis de alcohol han sido considerables, es infipo-
sible provocar los ataques. Por otra parte, un acceso de epilepsia se
detiene fácilmente á beneficio de la inyección de alcohol en las venas. —
(KORMIGUERA.)
SECCIÓN OFICIAL.
Fiebre amarilla.-— Orden del 30 de Junio declarando sucias las proceden-
cias de Nueva Orleans, á contar desde el 28 del mismo mes. — Gacela del 1 .® de
Julio.
Cólera-morbo. — Orden del 7 de Julio declarando sucias las procedencias
de Java (Ocoeanía), por haberse pr3sentado el cólera en Batavii, á contar
desde el 24 de Junio. Estas procedencias habían sido declaradas de observa*
cion por orden de 9 de Junio. (Véase el número anterior). — Id, del 8 id.
Manicomio provincial de Oviedo. — Ley de 7 de Junio autorizando á la Di-
Putacion provincial de Oviedo para enajenar en subasta el ex-conveiito de San
rancisco de aquella ciudad y todas sus pertenencias, que ocupa el Hospital
provincial, cuyo producto de venta íntegro se aplicará á las obras del Hospi-
tal manicomio provincial que está en construcción en la referida ciudad.
— /rf. del 43 id.
Sanidad marítima. — Real orden circular de i4 de Julio resolviendo, á ins-
tancia de la Asociación de navieros y consignatarios de Barcelona, que el Di-
rector del puerto de la misma no puede imponer multa á los barcos mercantes
que no conduzcan pasajeros, bastando que éstos presenten el rol (documento
visado por nuestros cónsules en el extranjero) para los efect<^s de la real or-
den de 28 de Julio de 188^. Las multas so imponían, sin distinción alguna^ á
pesar de la orden de 13 de Octubre último.— /d. del 15 id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Memorias sobre las enfermedades de las mujeres, por D. Juan Cirera
Samper. Primera serie.— Barcelona, 1882.
Manual de Anatomía descriptiva, por el Doctor Robbrt IIartmann. Traduc«
cion directa del alemán por los Dres. L. Góngora y S, CardenaL — Cuaderno 14 y 15.
Bosquejo sobre inhumaciones y necrópolis, por D. Simeón Marcos Garcia.
-VaUadolid, 1882.
Diccionario de Medicina y Terapéutica, por los Dres. E. Bouchut, y A. des-
prés.— Traducción de los Dres. D. Pedro Espina Martínez y D. Ahtonio Espina Giu)0.
—Cuaderno i.^*— Madrid. Bailly-Balliere.
Manual de Medicina operatoria, por J. F. Malgaigne.— Octava edición, por
León Le Fort.- Cuaderno 19 y último.— Barcelona.
Biblioteca económica de Medicina y Cirugía.— Cuaderno 30. En este cua-
derno continúa la publicación del Manual práctico de Ginecología, por L. de Sinety.
^Madrid, 1882.
Ferrocarril y minas de San Juan de las Abadesas. Memoria correspon-
pendiente al ano iH8i, por el Dr. D. Juan Viuray Carreras.— Barcelona, 1882.— Dos
ejemplares.
G.Riohet.— Las endemoniadas de hogaño y an tono.— Madrid, 1883. — Dos ejem-
plares.
Oclgtn^a de la nueva Doctrina módica individualista ó unitaria, por
el. Dr D. José de Letamendi. — > Madrid, 1SS2.— Dos eje oi piares.
PsaiÓDiGOs: El Porvenir de la Industria, Barcelona.
Tomo II. Núm. 15. ' 15 Agosto de 1882. Ano II. N6m. 3d.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: Congreso médico iaternacional de Sevilla (conclusión), poi* el Dr. D. Bartolo-
mé Roberl.— Contribución al estudio del magnetismo, por D. WéUim Barraquer.— Estu-
dios de clínica oftalmológica. Observaciones recogidas en la clínica del Dr. Barraquer:
Herpes traumático de la córnea. Abceso de la córnea y cámara anterior derechas, dacriocls-
titis. Tratamiento antiséptico, por D. José PreiiaM. — Anatomía de los centros nerviosos
(continuación), por el Dr. D. MisaelA. Fardas Boea.— Revista de SfQliografía, por el
Dr. D. Alejandro Planelias.— Revista critica bibliográfica: De la lepra en Granada, por
el Dr. Hernando Espinosa, por el Ur. F. Castelltf.- NOTICIAS CIENTÍFICAS: Cólera mor-
bo.—Extreñimienlo rebelde: tratamiento por el extracto de haba de Calabar.— Glicerolado
de clorhidrato de quinina — Hemicránea: tratamiento.— Inocuidad del ácido bórico. —Tabaco
y alcohólicos.— Sección oflciat.— Publicaciones recibidas.
CONGRESO MEDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA, <^>
POR EL Doctor Don Bartolomé Robert,
Ckitedrático de la Facultad de Medicina de Barcelona,
Nuevas formas de hemoptisis.
Sobre este asunto tuve el honor de hacer otra comunicación verbal,
considerando que es de tanto interés todo lo concerniente á la hemopti-
sis, que importa aún reunir muchos hechos que andan dispersos para
agruparlos y hacer su crítica.
Reduje la cuestión al teri'eno de las hemoptisis sostenidas por acción
refleja, independientes de todo punto de los procesos tisiógenos. En esta
agrupación hice figurar las hemorragias del aparato respiratorio, que se
desarrollan en el curso de la irritación espinal, y las que dependen de la
presencia de la tenia.
Es bien sabida la frecuencia con que en el curso de determinadas le-
siones de la médula aparecen procesos hemorrágicos en la piel, en las
membranas mucosas y en los órganos internos; pero hasta ahora en nin-
gún caso he podido reconocer hemorragias brónquicas y pulmonares más
intensas y más repetidas que las que se producen á favor de ese proceso
anémico de la médula, conocido con el nombre de irritación espinal; y
como quiera que no hay motivo formal ninguno para afirmar que esas
hemoptisis dependan de ninguna de las lesiones de las vías aéreas capa-
ces de determinarlas, y como por otra parte la anemia medular es fomes
poderosísimo de acciones reflejas, puede aceptarse en buena fisiología
que en tal caso los ataques hemoptóicos reconocen idéntico mecanismo.
Lo propio sucede en el curso de la enfermedad parasitaria que he seña-
(1) Conclusión.— Véanse los núms. 36. 37 y ii8.
\
454 CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA.
lado: la tenia, que muchas veces crece y se desarrolla en el intestino hu-
mano sin dar lugar á ningún acto morboso y que en otras ocasiones de-
muestra su presencia por fenómenos los más contradictorios, en algún
caso, conforme he tenido ocasión de observar, produce y fomenta ata-
ques hemoptóicos los más formidables, por la cantidad de sangre exha-
lada.
Sí no repugna admitir que la irritación espinal ocasione hemorragias
bronco-pulmonares, menos debe rechazarse la suposición de que las
tenias obren en idéntico sentido, desde el instante en que es de observa-
ción diaria notar cómo esos parásitos actúan sobre los órganos más dis-
tantes del tubo digestivo, ocasionando vértigos, actos convulsivos, dila-
taciones de la pupila y hasta procesos tuberculosos.
Las hemoptisis dependientes de irritación espinal son mucho menos
copiosas que las debidas á la presencia de aquellos cestodes; pero en cam-
bio son más continuas, tanto, que señalé el caso de una enferma que
desde tres ó cuatro años á esta parte expectora sangre diariamente. Las
hemoptisis por acción refleja son apirécticas, en tanto no ocasionan le-
siones consecutivas en el aparato de la respiración; no van acompañadas
de fenómenos plexi métricos, y respecto de los estetoscópicos únicamente
producen, durante los ataques hemorrágicos, algunos estertores de pe-
queñas ó grandes burbiyas que desaparecen al cesar la hemorragia. Has-
ta ahora no he observado que las hemoptisis de la irritación espinal de-
terminen las consecuencias naturales y hasta comunes que se observan
en el curso de las hemorragias de las vías respiratorias; é igual lenidad
se observa en los casos de tenia, bien que en alguna ocasión ha sido tan
grande la cantidad de sangre perdida ó se han producido tales actos de
infiltración sanguínea en el seno mismo del parénquima pulmonar, que
el caso se ha hecho difícil y hasta alarmante.
Después de desarrollar convenientemente esas fases de la cuestión,
expuse las reglas del tratamiento, que ha de dirigirse, en primer término,
á remover la causa y, en segundo lugar, á cohibir el flujo con los hemos-
táticos comunes.
Estado del pulmoik ea la pleuresía.
Nadie desconoce hasta qué punto interesa al clínico, en el tratamien-
to de la pleuresía, hacer constar el estado del pulmón, para ajustar las
reglas de conducta á este conocimiento. Con tal propósito el Dr. Gran-
cher, en una brillante comunicación verbal, reprodujo unos conceptos
que en otra ocasión habia ya emitido en la Academia de Medicina de Pa-
rís, y cuyo resumen es el siguiente:
Para el Dr. Grancher pueden presentarse tres casos distintos: — En el
primero, la pleuresía con derrame mantiene en la región infra-clavicu-
lar del propio lado un ruido timpánico, pero la respiración en el mismo
sitio es exagerada, casi pueril, y la vibración pulmonar también está au-
mentada: entonces puede asegurarse que el pulmón se sostiene en buen
estado. — En el segundo, continúa el timpanismo (ruido skódico), conti-
núa también exagerada la vibración pulmonar, pero el murmullo es débil
y algo áspero: entonces hay ya lesión pulmonar, puramente congestiva
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL ÜE SEVILLA. 455
Ó tal vez ya tuberculosa, y es fácil que, transcurriendo los dias, acabe por
opacarse toda la región infra-clavicular. — En el tercer caso, hay también
ruido skódico, como en los anteriores, pero en cambio el murmullo ve-
sicular es débil y la vibración pulmonar eslá disminuida: tal ocurre
cuando hay derrame del mediastino, que comprima los bronquios, ó
cuando se trata de un aneurisma de la aorta.
Señalo tan solo los hechos relatados por el Dr. Grancher, sin hacer su
crítica, ya que en el seno del Congreso no se discutieron las afirmacio-
nes de su señoría.
Rotara de los lisamentos vertebrales.
Interesante por demás fué el discurso pronunciado por el Dr. Rubio,
respecto de esta materia. Después de esforzarse en demostrar la necesi-
dad de que los estudios quirúrgicos se amplíen al ocuparse de las fractu-
ras, ya que no son únicamente los huesos los que se rompen, sino que
rómpanse también los tendones y los ligamentos, hizo un análisis cabal,
completo, de la serie de lesiones que se van desarrollando á favor de la
torcedura de un pié, y que alcanzan desde el simple abotagamiento por
infiltración del tejido célulo-adiposo subcutáneo, hasta la sinovitis, la
periostitis y la caries; demostrando de paso que esos fenómenos de pro-
pagación, como irradiante, no se operan por continuidad de tejidos y
como por capas yuxtapuestas, sino por saltos, salvando á veces órganos
intermedios; porque no siendo igual la histología de todos ellos, no dis-
frutan de idéntica irritabilidad: bien así, como la propagación de un in-
cendio que no afecta por igual todos los cuerpos que en su marcha inva-
sora encuentra.
Haciendo luego aplicación de estos hechos al caso concreto de la ro-
tura de los ligamentos vertebrales, expuso con envidiable método y cla-
ridad el mecanismo por el cual, á favor de caídas, golpes y actitudes
violentas, se rompen aquellos, y no sólo se pierden las naturales relacio-
nes que mantienen las vértebras formando armónico tallo óseo, separán-
dose algunas de su propio encaje, sino que, á semejanza de lo que ocur-
re en las distorsiones de la articulación tibio-tarsiana, se despiertan, á
menor ó mayor distancia, actos flogóticos y de destrucción con todo el
colorido del mal de Pott.
Detallando después el caso, manifestó por qué la rotura del ligamen-
to vertebral posterior solo produce pequeñas torceduras por dislocación
de dos ó tres vértebras, y por qué la del ligamento anterior ocasiona in-
curvaciones las más espantosas; por qué unas veces la médula permane-
ce intacta y otros queda aplastada; y también por qué pueden romperse
parcialmente los ligamentos, determinando, empero, parálisis de las ex-
tremidades inferiores sin deformación del espinazo.
Afirmó el Dr. Rubio, y el hecho conviene ser recordado para ulterio-
res comprobaciones, que en las regiones paralizadas la temperatura es
superior de 2.* y 3.° á la de las partes restantes; lo cual no se observa,
dijo, en las parálisis debidas á meningo-encefalitis independientes del
traumatismo indicado.
Por lo demás, en el periodo de curabilidad de las lesiones, como en
456 CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA.
las fracturas de los huesos, todo lo fia el Dr. Rubio á la posición del tron-
co y á la inmovilidad, con los aparatos de yeso.
Intervención gnirúr^oa en la artritis supurada.
Para desarrollar é ilustrar este delicado punto de clínica quirúrgica,
el Dr. Morales Pérez (de Sevilla) leyó un concienzudo trabajo, importan-
te por su valor intrínseco, más importante aun por venir escudado con
la exposición de 21 casos de su clínica particular, en los cuales empleó,
con brillantes resultados, todos aquellos medios que suponen una inter-
vención más activa.
Años atrás las superficies articulares y el interior de las articulacio-
nes eran una especie de noli me tangere; el cirujano no se atrevía á pe-
netrar en ellas, y si por un accidente fortuito quedaba abierta una arti-
culación, desde luego poníase sobre el tapete la conveniencia de una
amputación. Hoy los tiempos han cambiado, y nosotros hemos de cambiar
con ellos, y así lo demostró el Dr. Morales poniendo de manifiesto los ca-
sos en que se puede y debe penetrar en el interior de la articulación;
cuando deben colocarse tubos de desagüe; cuando deben rasparse las su-
perficies de los huesos, etc.; en una palabra, haciendo coro con todos los
cirujanos que están al corriente de la idea moderna, contribuyó con sus
estudios y su práctica á una nueva ilustración del asunto.
La diabetes en Cirug^la.
El Dr. Verneuil, al subir á la tribuna para hacer una nueva comuni-
cación verbal sobre aquella materia, demostró una vez más su sagacidad
clínica y sus dotes expositivas. No fueron ciertamente nuevas sus ideas,
por cuanto ya las había expuesto en la capital de Francia, pero no por
esto fueron oídas con menor interés.
Considera el Dr. Verneuil, y el hecho es importantísimo, que hay dia-
betes que no van acompañadas de ninguna pérdida renal ostensible y
que se demuestran violentamente á favor de un acto quirúrgico, y enton-
ces, lejos de marchar el traumatismo por una buena vía de cicatrización,
al contrario, las superficies cruentas toman mal aspecto y el operado se
pierde con rapidez.
Importa, pues, tener presentes tales contingencias; importa recordar
que hay diabéticos sin glucosuria; que hay diabéticos en los que se eli-
mina azúcar temporalmente y que después desaparece; que hay otros en
los que alterna la orina azucarada con la orina albuminosa, y por último,
que los hay que solo pueden clasificarse en virtud de diferentes erupcio-
nes cutáneas, de estomatitis, de desnutriciones aparentemente inexpli-
cadas, de lesiones pulmonares ú oculares, y que, solo teniendo en cuenta
estos hechos, se podrá tener seguridad de no practicar una operación en
un diabético.
Etiolog^la de la pelagrra.
El Dr. Poussié, distinguido profesor francés, fué quien suscitó, con la
lectura de una erudita memoria, la interesante cuestión que señala el
CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL DE SEVILLA. 457
epígrafe. Por sus estudios especiales y por sus excursiones científicas por
Italia, mostróse acérrimo defensor de los que entienden que es el verde-
rama del maiz (sporisorium maisi) la única y verdadera causa de la pela-
gra. Todos los lectores de este periódico están ya al cabo de esa cuestión
magna de higiene y de patología, y saben que las opiniones no son com-
pactas, y que si para unos la pelagra es una enfermedad parasitaria y de
origen único, para otros no es más que el resultado de múltiples y com-
plexas causas independientes de todo punto de la buena ó mala condi-
ción del maíz. Si se demuestra que en algunos países, como Méjico y la
provincia de Santander, en donde, haciéndose extraordinario empleo del
maíz, no se presenta la pelagra, y que se la puede encontrar en algunas
regiones, como en Andalucía y aun en Cataluña, como la he visto, en
donde el maíz no forma plan bromatológico; y si se tiene en cuenta
también que, ni aun en Lombardía, todos los médicos aceptan la natura-
leza parasitaria de la pelagra, mostrándose algunos partidarios de las
ideas de Bazín y de los que aceptan en la enfermedad un fondo diatési-
co, ya podrá comprenderse que no faltaron elementos científicos en el
Congreso de Sevilla para sostener la contradicción.
Además, encontrándose allí presente el Dr. Roel, médico asturiano,
que ha dado á la estampa una obra de mérito y que supone una laborio-
sidad sin límites, con el título Etiología de la pellagra^ y estando también
allí el Dr. de la Sota, buen conocedor de las enfermedades de la piel, ya
puede suponerse que no desaprovecharían, como no desaprovecharon, la
ocasión de hacer gala de sus conocimientos, y para oponerse á las afir-
maciones del Dr. Poussié, quien, por otro lado, supo sostener sus ideas
con gran copia de datos y buen ingenio.
Relaciones entre las heridas y la criminalidad.
¿Es jiisto fundar la criminalidad del culpable, por el tiempo que las he-
ridas emplean en su curación? Sobre esta cuestión se leyeron tres buenos
trabajos del Dr. Jacquemet, del Dr. Muñoz Barrera y del Dr. Pizjuan, y se
suscitó un debate animado entre los autores y los socios del Congreso
señores Osío, Nuñez, Vázquez y algún otro, cuyo nombre siento no recor-
dar en este instante.
Hé ahí otro tema digno de toda la atención de una asamblea científi-
ca. Ha llegado el momento de no tolerar ni un instante más eso que no
titubearé en apellidar monstruosidad científica de nuestro Código penal.
Hacer descansar el grado de criminalidad de un delincuente en que una
herida sea susceptible de cicatrización en más ó menos dias, olvidando
que los tejidos no se regeneran por igual en todos los individuos y que
se prolongan las lesiones por más ó menos tiempo según el plan curati-
vo empleado y hasta la pericia del profesor; aquilitar el grado de crimi-
nalidad de un delincuente porque la herida ocupe tal vez por accidente
fortuito, una región vascular ó una que no lo sea, una región noble ó una
región baladí, esto es absurdo, y más que absurdo, monstruoso. En mi
sentir, no ha de ser el grado de lesión ni la mayor ó menor lentitud cica-
tricial las que sirvan de pauta para señalar la pena, sino el móvil del
delito y la intención del delincuente.
458 CONGRESO MÉDICO INTERNACIONAL i)E SEVILLA.
Hemos de esforzarnos todos en hacer atmósfera para que armonicen
mejor las condiciones científicas y las exigencias de la justicia; hemos
de procurar todos que el Código penal sea reformado en consonancia con
la época presente, y así no se verá el ridículo y hasta triste caso de que
resulte más culpable el causante de una herida, que tardó en cicatrizar
más de treinta dias, que el que produjo una simple contusión sobre el
cráneo, sin consecuencias de ningún género, pero con la intencioa de
ocasionar la muerte.
Si un día vuelve en España á reunirse un Congreso, seria de aplaudir
que se señalara como tema esa reforma del Código, y que hasta se exten-
diera al estudio de la responsabilidad é irresponsabilidad de los crimina-
les: de este modo tendriase la seguridad de entrar en un terreno de dis -
cusion altísimo, inagotable, porque no se trataría ya de una cuestión
médica tan solo, sino de un problema social.
La Oítalmologia en el GonsTeso de Sevilla.
Indudablemente que es la Oftalmología el ramo especial de las cien-
cias médicas, que cuenta en España un número mayor de cultivadores; no
es, pues, extraño que muchos de estos llevaran su contingente al Congre-
so y que lograran llamar la atención del auditorio.
Así. el|Dr. D. Antonio de la Peña, especialista de Madrid, presentó una
memoria sobre la Neurotomia óptico-ciliar para combatir una oftalmía
simpática, en la cual, con buen método y claridad de concepto, demostró
que la operación de la neurotomia ciliar, puede, en algunos casos, substi-
tuir la enucleación del ojo, por ser de ejecución más fácil, por exponer á
menos peligros y por deformar menos el rostro, ya que el muñón que
resulta es más á propósito para la colocación de un ojo artificial, en el
caso de sobrevenir la atrofia del órgano.
El Dr. D. Isidro Osío, expuso, con la brillantez que le caracteriza, un
nuevo método para la operación del estafiloma opa^o total de la córnea^ ya
que no surte ningún efecto la substitución de las córneas inservibles por
córneas artificiales. El Dr. Osio se propone conservar el globo del ojo y
hacer el tatuaje^ para lo cual hace un colgajo en semiluna de la córnea,
con una tijera curva, y suavemente va cortando, mientras el ayudante
coloca los puntos de sutura con hilos de catgut y después puede hacerse
el tatuaje.
El Dr. Chiralt, especialista sevillano, habló de cuál es el medio tnás
adecuado y eficaz para combatir el estrabismo en los niños menores de siete
años, y se decidió por el vendaje monocular, ligero, fijo, con una venda de
gasa bien lavada; por los lentes espenopéicos de cartón ó de pasta; por
los ejercicios prolongados y bien dirigidos en los estereoscopios; por los
cristales prismáticos cuando se produce la diplopia; y, por último, por
la tenotomía, siempre que no la contraindique en absoluto un estrabis-
mo inferior á dos milímetros de desviación. Este estudio, por demás inte-
resante, que hizo el Dr. Chiralt, dio pié á que el Dr. Aycart admitiera
siempre el estrabismo como un hecho sintomático, y que el Dr. Lozano
depositara gran confianza en la electroterapia para la curación de aque-
llas lesiones de los músculos extrínsecos del globo ocular.
CONGRESO MÉDICO INTBBNACIONAL DE SEVILLA. 459
El Dr. Carreras y Aragó, otro oftalmólogo, que, corno los anteriores,
honra á nuestro país por sus conocimientos y por su vasta práctica, re-
mitió al Congreso una memoria sobre cuál es el método más sencillo y
exacto para la determinación del daltonismOj tema que desde algunos años
á esta parte viene ocupándole con la mayor asiduidad. Después de pasar
en revista las diversas teorías emitidas sobre el particular, desde la de
Newton hasta la de Donders, mostróse partidario de esta última, añadien-
do que la sensibilidad cromática se pierde del centro á la circunferencia,
y que al perderse el sentido oromático no se pierde la agudeza visual. En
concepto del Dr. Carreras la terapéutica del daltonismo adolece de cierto
cariz ecléctico.
Por último, el Dr. de la Peña, ya citado, presentó undi pinza de fijar el
globo del ojoy de su invención, que puede substituir con ventaja la pinza
de Graefe. La abrazadera, de 15 milímetros de largo, está adherida por
su parte superior á la rama derecha de la pinza, y la extremidad inferior,
libre, queda sujeta á un botoncito que tiene la rama izquierda, cerrando
sólidamente el instrumento (pinza cerrada). Basta que se dé hacia arriba
con el dedo á la especie de uñita de dicha extremidad inferior para que,
poniéndose horizontal la abrazadera, quede abierta la pinza (pinza
abierta).
La rapidez y facilidad con que se verifican esos movimientos consti-
tuyen el mérito de aquella pinza.
Otros yariOB asuntos.
Con ser ya tantas las cuestiones que acabo de apuntar y que forma-
ron entretenimiento de todos durante los dias del Congreso, aún con lo
que resta podría escribirse otro artículo, sino temiera abusar de la bene-
volencia del lector. Así continuaría en el relato la memoria del Dr. Chi-
ralt sobre el método antiséptico más aplicable en los campos de baialla;
los discursos del Dr. Ariza sobre la curabilidad de la tisis y la importan-
cia de la otología dem^ostrada por el estudio del catarro crónico de la caja;
la relación de. un aeroscopio analizador ideado por el Dr. Alcina, catedrá-
tico de Cádiz; la conferencia del Dr. Gómez Torres sobre el parto prema-
turo artificial; la memoria del Dr. Pizarro sobre el abastecimiento de aguas
en las grandes ciudades; la patogenia de las enfermedades, por el Dr. Róel;
el estudio de las hernias extranguladas, por los Dres. Coca y Salado; la
oclusión intestinal^ por el Dr. Madera, y la exposición de un caso de her-
mafrodismo relacionado con la riño -bronquitis espasmódica^ hecha por el
firmante de estas líneas; pero como quiera que no me propuse descender
á tanto detalle, sino apuntar aquellas cuestiones de interés más general,
aquí pongo punto á mi tarea, y el lector juzgará de sí en el Congreso mé-
dico internacional de Sevilla presidió el acierto, y si se rindió culto, cuan-
do menos, á la laboriosidad.
460 CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL MAGNETISMO.
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL MAGNETISMO,
POR D. Luis Barraqüer,
Profesor libre de enfermedades nerviosas.
La superioridad que en determinados casos tiene el magnetismo so-
bre la electricidad es hoy dia bien notoria, ya en el concepto de producir
los efectos con mucha rapidez, ya en el de ser ellos más definitivos. Para
poderlo demostrar en casos clínicos de alguna importancia, precisan
imanes de mucha intensidad. Esto es muy fácil usando electro-imanes
en vez de imanes sencillos. Así es que yo hice construir un electro-iman
de grandes bobinas suficiente para funcionar por medio de diez elemen-
tos Bunsen (gran modelo), sin calentarse en demasía, durante hora y
media ó dos horas. Funcionando en esta disposición, sostiene de dlO á
140 kilogramos, cuya diferencia estriba en la cualidad areométrica del
líquido excitador principalmente.
Creo que la historia de los casos clínicos que voy á apuntar tiene
algún interés por cuanto los síntomas no son de neurosis, sino de enfer-
medad con lesión anatómica conocida.
J. T., de 51 años. Tres años atrás tuvo un ataque de hemorragia
cerebral, de forma especialmente paralítica, habiéndose fraguado en la
región de predilección correspondiente al lado izquierdo con degenera-
ción descendente consecutiva, por lo cual quedó hemipléctico, viniendo
á los pocos meses la contractura, bastante pronunciada ahora, y cuyo
tipo es el más común, ó sea el de flexión: el brazo estaba unido fuerte-
mente al tronco; el antebrazo formaba ángulo recto con el brazo; la
mano en flexión y pronacion con los dedos cerrados, incluso el pulgar.
Guando con dicho miembro pretendía hacer algún movimiento, ó cuando
tosiendo, riendo, estornudando, etc., lo hacia de un modo pasivo, ya
(|ue en tal estado dista mucho de ser independiente del tronco como nor-
malmente, era presa de movimiento oscilatorio rítmico muy acentuado,
duradero é imposible de ser dominado solo por la voluntad. Por un es-
fuerzo grande llegaba, no á extender dicho miembro, sino á disminuir
algo la flexión de los dedos, en especial del índice, y separar el pulgar,
cuyo acto era acompañado de extensión hasta lo posible por parte del
miembro homónimo. Dijo uno de su familia que durante el sueño la ma-
no enferma se ponía fláxida, extendiéndose algo. El miembro inferior
también estaba afecto de contractura, pero distaba mucho de llegar al
grado que el superior. Le apliqué el electro-iman en la región anterior
del antebrazo. Al cabo de doce minutos: sensación de calor, peso y hor-
migueo, que aumentó hasta ligeros pinchazos que llegaban al hombro. Al-
gunos minutos después, la mano se abría poco á poco, resaltando de entre
los dedos el índice y meñique por algunos movimientos extensivos rápi-
dos y bastante pronunciados. La sesión duró hora y media y después de
ella, la mano y dedos estaban extendidos hasta formar línea recta con el
antebrazo, flexionándose solo ligeramente, cuando yo, comprimiendo su
CONTRIBUCICyN AL ESTUDIO DEL MAGNETISMO. 461
mano hacia atrás, llegaba con el antebrazo á formar ángulo de extensión.
El temblor ya no se manifestaba, aunque verificase cualquier movimien-
to. Le apliqué un brazalete de cobre de 0,05°* en el brazo y otro en el an-
tebrazo, con el fin de asegurarla acción del imán, caso de que aquel me-
tal fuese el que correspondiese á tal enfermo, y le despedí para continuar
al dia siguiente. Presentóse en éste habiendo perdido algo su miembro
superior, pero distando mucho de hallarse contracturado como antes de
la sesión anterior. La siguiente la practiqué como esta, y al cabo de po-
cos minutos vuelve á hallarse como después de la primera. Al terminar
la segunda, el miembro estaba más fláxido y son más libres los movi-
mientos. Otra vez le apliqué los brazaletes, prescribiéndole dos veces al
dia el agua Saint-Ghristau. Al dia siguiente habia perdido muy poco. An-
tes de empezar la tercera aplicación, con objeto de cerciorarme de la so-
lidez de lo ganado, le apliqué, pocos momentos, una corriente galvánica
de mucha tensión (1). Colocando el polo cobre al nivel de las últimas
apófisis espinosas cervicales y el zinc en la cara anterior del antebrazo
enfermo, interrumpí varias veces la corriente, verificando aberturas y
cierres catodales é invirtiéndola con el conmutador, presentándose nue-
vamente el temblor cada vez que con aquel cerraba el circuito en la dis-
posición mencionada y dejando de estar fláxidos y extendidos la mano y
dedos, si bien no tan contracturado el miembro como antes de las sesio-
nes de magnetismo. Volví inmediatamente á este, y al cabo de diez minu-
tos se halló como antes de la excitación galvánica. Prolongué la sesión
como las anteriores, quedando en idénticas condiciones; voluntariamente
1 1 mano y dedos formaban línea recta con el antebrazo; éste casi lo for-
maba con el brazo, el cual abría mucho más el ángulo que constituía con
el tronco. Suspendí por cuatro dias las sesiones, para ver si el efecto era
duradero, pudiéndome convencer al cabo de ellos que habia perdido
muy poco. Practiqué la cuarta sesión en iguales condiciones que las an-
teriores, con lo cual no adelantó más que con la tercera. Otra vez le
despedí, para volvernos á ver pasados ocho dias, época en que le hallé
en el mismo estado que inmediatamente después de la última sesión, es
decir, sin haber perdido nada.
(i) Para estod casos, para otros de electro-diagnóstico y aun para otros con fin
directamente terapéutico, creo muy útil el uso de uHa batería, cuyos elementos más
vulgares se usan poco como corriente voltaica directa. Me reñero & la pila formada
por elementos Lecianché. A pesar del grare inconveniente de polarizarse con rapi-
dez, cuando se interpone en el circuito exterior un cuerpo de poca resistencia relativa
y de que una vez polarizada no adquiere su propiedad primitiva, no llega este motivo
á hacerse superior á la ventaja que ofrece en ciertos casos disponer en un momento
dado de una gran tensión. Para llegar á una excitación regular, cuando los polos se
hallan frente & la resistencia que opone, por ejemplo, la piel de la planta de los pies ó
de la palma de la mano en un campesino de alguna edad, si se usa pila de elementos
Daniell ó sus derivados, no basta tomar los elementos de uno en uno ó de dos en dos
sino de docenas en docenas. Por otra parte, como cuando se usa una grande tensión
la aplicación es de momentos, no dando tiempo, pues, á que durante ella se tropiece
con el inconveniente de au inconstancia, puede bien considerársela de valor para
determinados casos, ya que con un número relativamente reducido de elementos, se
obtiene el efecto de otro grande de los de sulfato de cobre, cuya pila, bien que la
primera hoy dia, no deja de tenor el inconveniente de gastarse aun cuando no
funcione.
462 CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL MAGNETISMO.
Este caso clínico, como se vé, es el tipo vulgar de hemorragia cere-
bral, dependiendo la contractura de una lesión consecutiva cerebro-me-
dular, según han demostrado en Francia, cuyo pronóstico grave es reco-
nocido de todo el mundo, aunque se pretenda á veces curar ó modificar
sensiblemente á beneficio de la galvanización continua. ¿Por qué, aun-
que aumentase el número de sesiones, la contractura cedió solo hasta un
punto determinado? ¿Es que se habia dominado hasta un grado, en que
se ajustaba con la intensidad del imán relacionándose con ella y no con
el número de sesiones? ó bien ¿es que el síntoma en la presente enfer-
medad se exagera franca y expontáneamente en el período de estado, á la
manera que se inicia la exageración de los reflejos tendinosos, ya antes
del establecimiento de la lesión? Creo que los razonamientos de poco me
servirían para contestar a cualquiera de las dos preguntas, así es que me
reservo hacerlo después de haber recogido nuevas observaciones en que
el mal se halle también avanzado.
El segundo caso se clínico refiere á una joven de 13 años, quien dos
años atrás sufrió el sarampión, quedando cofósica del lado izquierdo,
debido á lesión en el oído interno, según el juicio del Dr. Sojo, y para la
cual creyó indicada la galvanización por el proceder de Buenner. La fa-
radizacion de los músculos de los huesecillos y de la cuerda del tambor,
que yo solo hice con fin semeiótico, difícilmente produjo hormigueo y
sensación especial en el lado correspondiente de la punta de la lengua,
lo cual era de mal augurio, según opinaba Philipeaux. Se necesitaba una
corriente bastante intensa para que oyese el ruido á cada ¡intermitencia,
signo negativo, al que Duchenne dio racionalmente mucho mas valor
que al anterior. Por la galvanización no se producía hiperestesia eléc-
trica, cuantitativa ni cualitativa, y la fórmula de reacción, bien que posi-
ble y exacta, necesitaba, sin embargo, un número bastante regular de
elementos, dentro de cuya corriente no podia permanecer la enferma á
causa de los fenómenos accesorios é inseparables debidos á la electriza-
ción de otros nervios y centros nerviosos. Por este motivo, pues, después
de haber encontrado la fórmula, reduje el número de elementos, pero
introduciendo el nervio en la corriente ectodal, ya que no habia ninguna
señal de hiperestesia y sí sólo de parálisis. Al cabo de tres sesiones, el
nervio reaccionaba mejor, pues al cabo de pocos momentos de la elec-
trotonizacion se producía S' (sensación sonora) al G C (cierre catodal)
con un número de elementos insuficiente en el primer día. Después de
ocho sesiones oía el reloj (y en el primer día á ninguna distancia, y sí
solo por trasmisión ó sea porque el otro nervio era sano y la enferma
joven) á 0'37<5™- En la sesión siguiente sustituí la galvanización por el
magnetismo, dando al electro-iman la intensidad que en el caso anterior.
Coloqué el aparato en plano inclinado, de manera que uno de los polos
correspondía al trago y el otro al cuello. Los efectos fisiológicos que se
iniciaron á los quince minutos fueron: calor, que traspasaba ligeramente
la zona de los dos polos y que no pudo ser producido solo por el contacto
del hierro calentado por la electricidad, porque hacia poco tiempo que
funcionaba y además porque en ningún punto estaba modificada en más
la resistencia á la corriente; hormigueo, que se extendía bastante en la
piel de la cara, cuello y cabeza con enrojecimiento del rostro y secreción
ESTUDIOS DE CLÍNICA OFTALMOLÓGICA. 463
exagerada de lágrimas; un ruido especial y suave que ella decia ser in-
terior. La sesión duró media hora, después de la cual oia el reloj á 1 me-
tro. A los dos dias repetí la sesión del mismo modo, pero prolongándola
hasta tres cuartos de hora; al cabo de ella oía el reloj á 4 metros. Suspendí
las sesiones por ocho dias, después de los cuales vi que habia perdido la
mitad próximamente. Practiqué dos más y llegó á 5 metros. Suspendí
otra vez, para volverla á ver al cabo de un mes, observando después de
este tiempo que habia perdido 1 metro con algunos centímetros. Al cabo
de pocos minutos volvió á oir el reloj á 5 metros.
ESTUDIOS DE CLÍNICA OFTALMOLÓGICA.
OBSERVACIONES RBCOaiDAS EN LA CLÍNICA DEL DR. BARRAQUER,
por el Ayudante D. José PrESAS.
Herpes traumático de la córnea.
N. N., mujer de 25 años de edad, natural de Alella, sin antecedentes
morbosos conocidos, recibió una contusión en el ojo izquierdo con una
silla el dia 27 de Mayo del corriente año, presentándose á la clínica del
Dr. Barraquer el 28 con los caracteres siguientes: ligera herida contusa
vertical del párpado superior, que no comprendia todo el espesor del der-
mis; opacidad blanquecina en el centro y parte inferior de la córnea; fo-
tofobia; blefarospasmo; dolores superciliares intensos y sensación de
cuerpo extraño, y una ligera opacidad en la parte inferior de la córnea
con desprendimiento irregular del epitelio. Se le prescribió la pomada
de vaselina con atropina. — El dia 7 de Junio se presenta la enferma sin
dolores ni fotofobia; como lesiones anatómicas se observa una ligera
opacidad en la parte inferior de la córnea; la herida del párpado cicatri-
zada.— La enferma manifiesta que los dolores cesaron rápidamente con
la pomada.
Dia iO. — La enferma se encuentra bien y ha desaparecido la opacidad
de la córnea; suspéndese por lo tanto toda medicación.
El dia 20 de Junio, á las dos de la madrugada, se siente la enferma
nuevamente acometida por dolores superciliares violentos, blefarospas-
mo, fotofobia y sensación de arena entre los párpados, y se presenta al
consultorio oftalmológico del Dr. Barraquer el dia 21 del propio mes. —
La inspección de la córnea á la luz oblicua permite observar una ulce-
cion irregular, muy superficial, de fondo transparente en unos puntos,
blanquecino y opalino en otros, surcada por pequeñas crestas de tejido
de la córnea semidesprendida, indicio indudable que resultaba de la aber-
tura de varias vesículas. — El tratamiento empleado fué pomada con
atropina y tres tomas de bisulfato quinina de 25 centigramos al dia.
464 ESTUDIOS DE CLÍNICA OFTALMOLÓGICA.
Dia 23. — ^La enferma no acusa dolores, la ulceración está reparándose
y se despide á la enferma.
El 30 del mismo mes, á las dos de la noche, le sobrevienen iguales fe-
nómenos que en el dia 20, en el mismo ojo, cediendo con la idéntica fa-
cilidad á beneficio del mismo tratamiento empleado.
£1 11 de Julio repetición del ataque, á la misma hora: intensos dolo-
res superciliares izquierdos, que le privan de abrir los ojos; sensación
intensa de arena de los párpados, que han seguido molestándola en los
dias consecutivos, hasta que vuelve á presentarse á la consulta el 14 del
mismo mes. Se observaba una ulceración de los mismos caracteres que
los anteriormente citados, pero mucha más extensa; en la extremidad in-
terna podia notarse aun algunas vesículas intactas; los dolores supraor-
bitarios eran más enérgicos que nunca. — Se continuó el mismo trata-
miento. El 15 se presenta de nuevo sin experimentar mejoría; en su
consecuencia se suspende la quinina y se le prescribe, además de la po-
mada con atropina, una poción con hidrato de doral y morfina. En los
dias consecutivos hay disminución de los síntomas, y el 20 el ojo está en
estado normal, cesando los dolores. Se le prescribe de nuevo el bisulfato
de quinina á la dosis de 30 centigramos el primer dia, 40 centigramos el
segundo, 50 centigramos el tercero, 70 centigramos el cuarto, continuan-
do con esta dosis por espacio de seis dias consecutivos, y no habiéndose
presentado ningún nuevo ataque, se la ordena continúe con el uso de la
sal de Pelletier, disminuyendo gradualmente las dosis del mismo modo
que se habían aumentado. Es de esperar que con el uso de esta medica-
ción cesen de una vez los fenómenos, que con una intermitencia tan gra-
duada habían atormentado la enferma, dejándola por lo tanto libre de tan
molesto huésped.
Esto caso es notable por varios conceptos. En efecto, la periodicidad
que ha revestido la afección, remedando los ataques de fiebre intermi-
tente larvada que son tan comunes bajo la forma de neuralgia de la rama
supraorbitaria, la facilidad con que ha cedido al uso de la sal quinica,
administrada como si se tratara de una infección palúdica, parecían indi-
car en el primer momento que se trataba de una enfermedad de esta na-
turaleza. No obstante, teniendo en cuenta que el herpes corneano idiopá-
tico se manifiesta por ataques sucesivos, acompañados de violentos
dolores; que está bajo la dependencia de una inflamación de las ramas
del quinto par, como lo demuestra la aparición frecuente del zona oftál-
mico, y aunque en esta enferma no se haya presentado el zona, el oiigen
inflamatorio nervioso es todavía más evidente por haber obrado la ac-
ción de un agente traumático en los filetes nerviosos de la rama supra-
orbitaria del quinto par poco tiempo antes, pero suficiente para la evo-
lución natural de la afección corneal; y además, la no existencia de sitios
pantanosos y por lo tanto de esta clase de enfermedades en dicha locali -
dad, son pruebas más que suficientes, aunque el tratamiento interno
haya sido el mismo, para convencerse de que se trataba de un herpes
idiopático de la córnea por causa traumática.
ESTUDIOS DE CLÍNICA OFTALMOLÓGICA. 465
Absceso de la córnea y cámara anterior derechas, dacrioclstitls.
Tratamiento antiséptico.
Eduardo Ustrell, de 46 años de edad, casado, natural de Horta, pro-
fesión curtidor, enfermó del ojo derecho el dia 3 de Julio y se presentó en
el consultorio del Dr. Barraquer el 10 del mismo mes, notándose en la
córnea derecha un absceso ulcerado central de fondo y bordes blancos,
teniendo su mayor diámetro dirigido en sentido horizontal, hipopion en
forma de exudación membraniforme, que ocupaba la parte posterior de
la cámara anterior y una porción líquida en la inferior; comprimiendo
el punto lagrimal del mismo lado, salia pus del saco lagrimal. El trata-
miento consistió en: fomentos calientes de manzanilla; colirio de atropi-
na; calomelanos al interior, un centigramo cuatro veces al dia.
Eíi5y aumenta el hipopion y la extensión del absceso; la pupila no se
dilata; hay sinequias; cesan los fomentos y se hace una cura bórica con
colirio de atropina cada tres horas.
El i7, agravación de los síntomas antes expuestos. En su consecuen-
cia el Dr. Barraquer, temiendo por la integridad de la córnea, practica
una queratomía, que comprende toda la extensión del absceso ulcerado,
dando por resultado la salida del humor acuoso algo enturbiado por la
mezcla de la parte líquida del hipopion, siendo necesario introducir las
pinzas de iridectomía, hacer presa de la exudación membraniforme para
extraerla estirándola, pues se adhería al iris; el paciente manifestó sentir
una impresión como si le arrancaran el ojo. La exudación extraída es pu-
rulenta y sumamente densa; tenia igual forma y dimensiones que el irís
y en su parte posterior presentaba una porción de puntitos pigmenta-
rios desprendidos del iris. La cámara anterior, después de la operación,
quedó transparente; el iris de color normal; se practicó un lavatorio di-
recto en la cámara anterior con agua bórica al 4 p. 7o9 Y ^ ^^^ pocos
momentos se enturbió y adquirió un color sanguinolento. El tratamiento
consecutivo consistió en cura bórica cada hora, colirio de atropina con-
centrado cada cuatro horas. Luego se dilató el punto lagrimal, practican-
do inyecciones diarias, con la sonda hueca de Wecker, de disolución bó-
rica al 4 p. 7o-
Dia 18. — Empieza á vislumbrarse el iris, que principia á dilatarse,
pero irregularmente. Se sigue el mismo tratamiento.
Dia Í9.— El absceso ulcerado de la córnea va reduciéndose; la cámara
anterior se vuelve transparente, quedando únicamente dos pequeños
coágulos: uno en la parte superior y otro en la inferior del borde pupilar;
las sinequias de la parte superior están desprendidas, pero todavía se
notan restos de antiguas sinequias en la mitad inferior. Tratamiento
sin variación.
Dia 24.— Acaba de cicatrizarse el absceso ulcerado; los coágulos se
reabsorven. Igual tratamiento.
Dia 29. — Se observa una pequeña cicatriz, que cubre la mitad infe-
rior del campo pupilar; los coágulos están reabsorvidos, quedando una
visión clara en la parte superior.
Antes de terminar esta observación me permitiré hacer notar, en pri-
466 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
mer lugar, los rápidos efectos que se obtienen por medio de la antisepsia
bórica, rica, rigurosa contra los procesos supurativos de la córnea, no
solamente en este caso sino en otros muchos que podria enumerar y que
omito para no fatigar demasiado la benévola atención de los ilustrados
lectores de la Gaceta médica catalana, y, en segundo lugar, la inocuidad
de la irrigación bórica aplicada directamente en la cámara anterior, en
donde se alojan órganos de extructura sumamente delicada. Además el
no haber sufrido el iris consecuencias ulteriores, á pesar de haber tenido
que actuar bajo la acción traumática del arrancamiento de la exudación
membraniforme á que estaba adherido, nos demuestra también que en
casos desesperados el oftalmólogo no debe arredrarse en practicar una
operación arriesgada para salvar la visión en un ojo, que quedaria com-
pletamente perdida de un modo seguro sin su eficaz auxilio.
anatomía de los centros nerviosos, <^>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
J. — CÁPSULA INTERNA Y CENTRO OVAL.
Con lo dicho hasta aquí, puedo ya estudiar en conjunto la cápsula
interna, que, si como factor anatómico tiene escasa importancia, por ser-
vir solo de paso á manojos de fibras, y como órgano en acción la tiene
menos, por ser tan solo un aparato trasmisor, la ha adquirido muy gran-
de en estos últimos tiempos á consecuencia de los estudios precisos de las
lesiones en foco de los hemisferios.
Recordaré que separa al núcleo caudal y al tálamo óptico, que están
por dentro, del núcleo lenticular, que queda por fuera; que presenta una
inflexión en su parte anterior, llamada rodilla de Flechsig, con lo cual
resulta dividida en un segmento anterior y otro posterior; que el seg-
mento anterior y los dos tercios anteriores del posterior están constitui-
das por fibras destinadas á funciones motoras, y que el tercio posterior
de este último segmento está formado de fibras sensitivas (fig. 72, D).
Toda la parte motora de la cápsula interna separa la cabeza y cuerpo
del núcleo caudal (cuerpo estriado), de la parte anterior del núcleo lenti-
cular, por lo que se llama á esta región, en muchas obras de Patología,
región motora ó lenticulo-estriada, ó mejor dicho lentículo-caudal. Paré-
ceme que, para evitar confusiones, seria bueno desterrar el nombre de
cuerpo estriado, aplicado solo al núcleo caudal por Huguenin, Berger,
Charcot, etc., ya que muchos autores comprenden con este nombre la
reunión de los dos núcleos. La parte sensitiva está comprendida entre la
porción posterior del núcleo lenticular por fuera y el tálamo óptico por
dentro, por cuyo motivo se la llama también zona lenticul(hóptica.
(1) GonUnuacion,-.V. los núms. 25, 26, 27, 28, 2», 30, 31, 32, 33, 31, 35, 36, 37 y 38.
anatomía de los centros nerviosos. 467
He dejado sentado que existia gran número de fibras -directas desde el
pié dei pedúnculo 4 la sustancia cortical, motoras unas y sensitivas
otras, y que parte de las fibras del pié terminan en lus núcleos caudal y
lenticular, constituyendo todas ellas factores de la cápsula interna. Sin
embargo, si se compara el volumen de las fibras en el pié del pedúnculo
y en la parte superior de la cápsula interna, se observa fácilmente que es
mucho mayor en este último sitio, y que precisamente han de haberse
añadido otros manojos de fibras; los hacecillos de la calota toman poca
participación en la formación de la cápsula interna, pues tan solo el pe-
dúnculo cerebeloso superior se continúa en ella, aunque Broadbent crea
que los demás hacecillos siguen la misma dirección.
ir¡
F]£.7&. —Hacecillo sanaltiTo dal segmento posterior de la c&pnula interna.
(Según Hagutnin.;
Hacia la parte anterior se añaden las fibras radiadas de los núcleos
lenticular y caudal, y en la parte media y posterior el gran manojo ra-
diado del tálamo óptico. Además, se unen, en el punto recorrido por el
hacecillo sensitivo, las prolongaciones ópticas de los ganglios genicula-
dos y las fibras procedentes de los tubérculos cuadrigéminos.
La cápsula interna se compone, pues, de los siguientes hacecÍIIos(fi-
gura 73): 1.' fibras directas del pié del pedúnculo (Z); 2." fibras del pe-
dúnculo cerebeloso superior; 3.° fibras de los tubérculos cuadrigéminos;
40S anatomía de los centros n|:rviosos.
4.° fibras de los ganglios geniculados; 5.'' hacecillo peduncular del núcleo
caudal (F); 6.° hacecillo peduncular del núcleo lenticular; 7 ° manojo ra-
diado del tálamo óptico (F); S.** manojo radiado del núcleo caudal (a),
9/ manojo radiado del núcleo lenticular (T y D).
Las fibras constitutivas de la cápsula interna, cuando emergen de
entre los núcleos, forman la verdadera corona radiante de Reil, y á me-
dida que van divergiendo y separándose, para ir á distribuirse á las dis-
tintas circunvoluciones, llenan la cavidad hemisférica de sustancia blan-
ca, constituyendo la verdadera sustancia medular, y formando así el cen-
tro oval, según está representado en blanco en las figs. 46, 47 y 50.
He dicho antes que las fibras motoras directas terminaban probable-
mente en lo que Gharcot llama á veces cerebro motor, ó sean las dos cir-
cunvoluciones ascendentes, y también he dicho cual era la terminación
de las del hacecillo sensitivo en los lóbulos posteriores, según los estu-
dios y observaciones recientes de Ballet.
Respecto á la terminación de las demás fibras procedentes de la cáp-
sula interna, que pueden designarse con el nombre común de radiadas,
así las que vienen del cuerpo estriado, como las dependientes del tálamo
óptico y también las del pedúnculo, Broadbent es el que habla con mayor
precisión sobre ello, si bien no es fácil apreciar lo verídico de sus aser-
ciones, dada la dificultad en practicar disociaciones de manojos al través
del centro oval.
Dice Broadbent, fundándose en algunos ejemplos manifiestos, como
complemento de disecciones dificultosas, que siempre van reunidas fi-
bras radiadas procedentes de los distintos orígenes, terminando en de-
terminadas circunvoluciones y existiendo otras que no reciben manojos
de estas fibras. Este estudio es muy importante y hoy poco conocido.
Por lo que hace á las primeras, establece dicho autor de una manera
concisa, que «las circunvoluciones, en donde van á terminar las fibras
radiadas, son principalmente las situadas á lo largo de los bordes del
hemisferio: por un lado, el borde de la grande hendidura longitudinal, y
por otro, los bordes superior é inferior de la cisura de Sylvio, continua-
dos hasta las extremidades del hemisferio por la primera circunvolución
frontal hacia adelante y la tercera occipital hacia atrás, están abundan -
emente provistos de dichas fibras; además, el borde libre formado por el
grande hipocampo. Débense añadir las circunvoluciones ascendentes de
cada lado del surco de Rolando y quizás la segunda circunvolución fron-
tal.» En resumen, la primera y tercera circunvoluciones primitivas y las
dos centrales.
Por el contrario, no recibirían fibras radiadas todas las circunvolu-
ciones de la cara interna del hemisferio, las de la cara inferior del lóbulo
témporo-esfenoidal y del lóbulo orbitario, las de la ínsula de Reil y las
situadas en la convexidad y parte céntrica de los lóbulos parietal y occi-
pital. Broadbent, para dar mayor apoyo á sus descripciones, dice que no
debe extrañarse que haya circunvoluciones sin recibir fibras radiadas,
porque «en ninguna parte estas fibras terminan en la sustancia gris de
los surcos, sino tan solo en las crestas de las circunvoluciones; de suer-
te que la mayor parte de la región cortical deja de recibirlas.»
Estos detalles anatómicos son de la mayor importancia para la cora-
ANATOHfA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 46Q
prensión de muchos fenómenos patológicos. Un foco hemisEérico central,
hemorrágico ó de reblandecimiento, asi puede interesar ulio de los nú-
cleos como la cápsula interna, lo mismo que cualquiera región del cen-
tro oval. Los síntomas y hasta las consecuencias ulteriores serán muy
distintos.
Si, como he dicho, se forma un derrame sanguíneo en uno de los nú-
Pig. 73.— Esquema de la oápaulá Interna y de un corte iransTeraal del
Hemisferio ceretoraX al nivel del táJamo úpUco.
(ModifleacUm del de Huguenin.f
A Flbr» radiadla del nAcleo CBudal.—B Flbrai r>dlBd>a auparlorss dal núcleo Unllcular.
~D Flbraa radtadas Inferloiea del mlimo iiúclea.— F Flbraa pcdunculareí del núcleo caudal
T radiadas del tálamo úpUco.— G Flbraa del cuerpo calloso. - H H Manojo de aKaclacloii.—
Cs Núclno caudal. —Th Tálamo 6plleo.— I. Núcleo lenticular — VAnterauro,— /Inaula.— ZFi-
brai piduQcularea direcua.
cieos del cuerpo estriado, la consecuencia inmediata será una parálisis
de todas las funciones de movimiento del lado opuesto del cuerpo; em-
pero, esta parálisis será pasajera y vendrá la curación, no solo porque al
reabsorberse el coágulo no resultan destruidas las fibras conductoras,
sino porque, según he expresado, parece que los núcleos pueden suplirse
en sus funciones.
Si la hemorragia es más abundante, entonces serán dislocados y tal
vez destruidos los núcleos y al mismo tiempo será comprimida la cap-
I
470 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NEnVIOSOS.
sula interna en mayor ó menor extensión; si solo es comprimida la zona
motora ó anterior de la cápsula, habrá hemiplegia aislada y simple, más
duradera que la primera, pero curable al fin cuando falte la compresión,
porque no se altera la continuidad de las fibras. Si la hemorragia, sien-
do, por ejemplo, del núcleo lenticular, comprime también la zona poste-
rior ó sensitiva de la cápsula interna, entonces habrá hemiplegia con he-
mi-anestesia, ambas curables. Sin embargo, esta curabilidad, admitida
hoy por muchos patólogos y magistralmente discutida por Gharcot, es
puesta algo en reserva por Grasset.
Si el derrame se verifica en la misma cápsula interna y en su parte
anterior, se presentará una hemiplegia cruzada permanente é incurable,
porque son destruidas las fibras motoras, y tan solo á beneficio de una
regeneración de las mismas podrían volver las cosas al estado normal;
pero esta regeneración es imposible, porque, rota la ' continuidad de las
fibras, viene en seguida una degeneración fasciculada descendente y se-
cundaria de las mismas. Desgraciadamente no se conocen hoy síntomas
que, ante un hemiplégico, nos indiquen si la lesión ha interesado ó no la
cápsula interna para pronosticar su curación; solo la aparición de las
contracturas tardías son señal evidente de incurabilidad, y la epilepsia
y raras veces el fenómeno de la mano, se presentan, aunque de una ma-
nera constante, como fenómenos premonitores. Lo mismo sucede en los
casos de reblandecimiento localizado en estos sitios, de compresión de
tumores, etc.
Se comprende que bastará en la cápsula interna una lesión de poca
monta para determinar una hemiplegia completa, tanto más cuanto más
se acerque al pié del pedúnculo, donde las fibras van reduciéndose á me-
nor espacio; pero si tiene su asiento en el centro oval, podrá producir
iguales síntomas, siempre que sea suficientemente extensa para intere-
sar bastante número de fibras, y siempre que así no sea, y ofrezca poca
extensión, dañando solo algunos hacecillos, se comprende produzca ma-
nifestaciones parciales, como, por ejemplo, una mpnoplegia.
Las observaciones clínicas y los datos experimentales, comprobantes
de la certeza de estas teorías, son numerosísimos y no puedo extenderme
en detallarlos en un trabajo de esta índole.
Si el foco hemorrágico ó un tumor asientan en el tálamo óptico, po-
drá ser comprimida la zona sensitiva de la cápsula interna y presentarse
hemi- anestesia sensitivo-sensorial, que equivocadamente podría atri-
buirse á la alteración del tálamo óptico y deducir de ello que es este gan-
glio el sensorio común. Los conductores sensitivos están en este caso
embotados, por decirlo así, á consecuencia de la compresión, y al desa-
parecer ésta, recobran sus propiedades fisiológicas, habiendo existido tan
solo una hemi -anestesia incompleta y pasajera. Lafforgue ha demostrado
la certeza de este hecho. Probablemente en este caso se encontraría una
explicación satisfactoria de cómo el magnetismo ó los imanes, por el pro-
cedimiento de Burcq, han hecho desaparecer anestesias de causa orgáni-
ca. Si las fibras estuviesen destruidas en su continuidad, nada bastaría á
hacerlas trasmitir impresiones; si solo están comprimidas, puede com-
prenderse que los efectos de lo metaloterapia venzan la resistencia de
esta compresión.
ANATOldA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 471
Muy numerosos son ya los casos observados de hemorragia en la par-
te posterior de la cápsula interna, y en todos ellos existe hemi-anestesia
sensitivo- sensorial completa y persistente, porque queda destruida la
continuidad de todas las fibras de sensibilidad general y especial, que
pasan por este sitio para ir á distribuirse al lóbulo occipital preferente-
mente. A este sitio de la cápsula interna es al que Gharcot, habida razón
de la distinta procedencia de las fibras que por él pasan, ha llamado car-
refour {encrucijada^ callejón) sensitivo (D, fig. 72). A este sitio convergen
las fibras de la sensibilidad general por medio del hacecillo sensitivo,
antes descrito, las prolongaciones de los ganglios geniculados y de los
tubérculos cuadrigéminos, y hasta el bulbo olfatorio de un lado enviada
sus prolongaciones á la zona sensitiva de la cápsula interna opuesta, para
explicar la anosmia cruzada que existe en estos casos. Esta comunicación
del bulbo olfatorio se establece manifiestamente en los animales, y según
los estudios de Meynert y de Frank, también en el hombre mediante la
raiz media y la comisura blanca anterior. (Por otra parte, el lóbulo olfa-
torio está en comunicación directa, por la raiz externa, con el hipocampo,
y por la interna, con la parte anterior de la circunvolución del cuerpo
calloso). Esta confiuencia hacia la parte posterior de la cápsula interna
de todos los tubos conductores de impresiones sensitivas generales y es-
peciales, hace que una lesión en este sitio, aunque sea muy reducida,
determine una hemi-anestesia total. Son numerosos los casos clínicos
observados en comprobación de estos fenómenos, y los datos experi-
mentales ofrecen en apoyo de esta cuestión una precisión y una claridad
poco comunes.
Si el afecto, cuya naturaleza puede variar, radica en el centro oval
correspondiente, se comprende que, ó ha de ser muy extenso, ó, de otro
modo, podrá dar margen á manifestaciones parciales combinadas de mil
maneras distintas en cada caso, lo mismo que sucede en las parálisis de
lamotilidad.
Para llegar al conocimiento bastante preciso que hoy se tiene de las
funciones de los órganos antes descritos, han contribuido en gran ma-
nera las observaciones clínicas. Pero téngase en cuenta que, al estudiar
las lesiones anatómicas en un caso determinado ó en un hecho experi-
mental, ha sido posible precisar su verdadera localizacion, siempre que
se ha tratado de la cubierta cerebral ó de los núcleos centrales, porque
los factores anatómicos son conocidos en su topografía y tienen denomi-
naciones adecuadas y precisas.
Cuando se trata de lesiones del centro oval, no es posible fijar la lo-
calizacion exacta, porque la homogeneidad del mismo impide una no-
menclatura regional.
Con todo, tiene gran importancia este estudio de localizacion en el
centro oval, porque al mismo tiempo que puede servir admirablemente
para confirmar la distribución de sus fibras en las distintas regiones
de la corteza, ha de prestar gran concurso para la dilucidación de arduas
cuestiones de Fisiología cerebral.
Conocidas en parte las funciones de las diversas zonas de la corteza
gris, las fibras nacidas de ellas, al atravesar el centro oval, ó bien segui-
rán un trayecto aislado en cada uno de sus hacecillos, hasta reunirse en
I
472 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NEÍIYIOSOS.
la cápsula interna, ó bien se mezclarán y confundirán unas con otras.
En el primer caso, á consecuencia de lesiones circunscritas de dicho
centro, se presentarán manifestaciones parciales de la motilidad ó de la
sensibilidad; en el segundo, los desórdenes serán á todo evento genera-
les y más ó menos pronunciados, según la extensión del daño. Los he-
chos estudiados hasta hoy parecen confirmar la primera hipótesis.
Y como quiera que esta hipótesis necesita de nuevas comprobaciones
y detalles, se hace preciso establecer una nomenclatura convencional de
las distintas regiones del centro oval, á fin de dar precisión á las des-
cripciones y sacar partido de una autopsia bien practicada, si se ha de
dar buena interpretación á los hechos y fenómenos observados.
En 1877, publicó Pitres un magnifico trabajo sobre la nomenclatura
de las diferentes regiones del centro oval, en el que hace resaltar princi-
palmente sus aplicaciones al estudio de los trastornos motores, por focos
en dicho centro, pero que en realidad es aplicable á todo. La nomencla-
tura de Pitres es suficientemente completa y ha sido adoptada por mu-
chos patólogos, con el fin de dar precisión á las descripciones y obser-
vaciones de Anatomía patológica.
Para establecer esta nomenclatura, se vale Pitres de seis cortes trans-
versales y metódicos, practicados verticalmente sobre el hemisferio, to-
mando por punto de partida el surco de Rolando y haciéndolos parale-
los á este surco.
El primer corte se practica sobre el lóbulo frontal, de arriba abajo y
cinco centímetros por delante de la cisura de Rolando. Este corte divide
las circunvoluciones frontales en la unión de sus dos tercios anteriores
con el posterior, y se llama corte prefrontal; con él se separa la extremi-
dad anterior del lóbulo frontal, sin llegar á interesar los núcleos centra-
les. Los hacecillos que pasan por esta región se llaman pre frontales, y
Pitres, no dá más detalles sobre ellos, porque dice que sus lesiones, de las
cuales cita varios ejemplos, no dan manifestaciones motoras y si solo un
síndrome confuso.
El segundo corte se hace dos centímetros por delante de la cisura de
Rolando, atravesando por tanto la raiz ó el pié de las tres circunvolucio-
nes frontales, por cuyo motivo se le llama corte pediculo-froyüdí. Apare-
ce en la superficie de este corte la sección de la extremidad anterior del
cuerpo estriado en el centro; en la periferia, las tres circunvoluciones
frontales por arriba, y por abajo las de la cara inferior del lóbulo fron-
tal; extendidos del centro á la periferia, se hallan los hacecillos del cen-
tro oval; tirando una línea convencional desde la profundidad de las ci-
suras frontales á los núcleos, queda el centro oval de esta región dividido
en tres triángulos de base externa, correspondientes cada uno á una cir-
cunvolución frontal, y que por lo mismo podrán llamarse: el interno,
pedículo-frontal superior, el medio, pedículo-frontal niedio, y el externo,
pedículo-frontal inferior. Esta nomenclatura nos permitirá decir, por
ejemplo, al practicar una autopsia: en el hacecillo pedículo-frontal infe-
rior existia un foco de reblandecimiento del volumen de una avellana;
como este hacecillo corresponde á la tercera frontal y allí existe la locali-
zacion del lenguaje, debia haberse presentado afasia durante la vida;
Dieulafoy, Hodgron, Boinet, Broadbent, Pitres, etc., citan hechos de
anatomía de los centros nerviosos. 473
estos, aunque no con la precisión y exactitud que puede dar esta nomen-
clatura.
El tercero se dá al nivel de la circunvolución frontal ascendente y se
llama corte frontal (fig. 74). Aparecen en su sección los tres núcleos cen-
trales; por arriba el corte de la frontal ascendente con las ñbras del centro
oval que á ella van á terminar; estas fíbras se dividen en tres triángulos
ó segmentos, como en el corte anterior, y se llaman hacecillo frontal-su-
perior, frontal medio y frontal inferior; por abajo aparece ya en este corte
Fig. 74'.— Corte froatal de un hemisferio.
P pedúnculo eerabral- — CiCipaul» Interna.— íe Cápsula eilarna. — MA Anta-muro.—
TV Núcleo lenticular.— f £ JSua tras zonas.- C O Tálamo óptico.— MCNúcleo caudaJ.—Cfi Cu-
rona radiante.— V Venli'lcula — C CLúbuloi frontal y eifenoldal.— /ínsula de Rell.—S£ Ci-
sura de StItIo.
la sección del lóbulo esfenoidal, con las fibras que á él se dirigen y que se
llaman hacecillo esfenoidal. Entre el lóbulo frontal y el esfenoidal, existe
el corte de la ínsula de Reil.
El cuarto se ejecuta al nivel de la circunvolución parietal ascendente,
y se denomina corte parietal; por SU aspecto general y por los factores
que en él aparecen, tiene mucha similitud con el anterior, y los manojos
son los mismos con idéntica situación y designados con los nombres de
hacecillo parietal supeñor, medio é inferior y hacecillo esfenoidal.
El quinto corresponde á tres centímetros por detrás de la cisura de
474 REVISTA DE SIFlLIÓGRAFÍA.
Rolando, y en él no se observa ya el núcleo lenticular. Gomo pasa por el
pié ó raiz de las dos circunvoluciones ó lobulillos parietales, que toman
nacimiento de la parietal ascendente, se llama á este corte pediculo-parie-
tal. El centro oval en esta región difiere de las demás, porque solo se
cortan dos circunvoluciones del lóbulo parietal, y, por lo tanto, solo
existirán dos hacecillos: el parietal superior y el inferior; además exis-
te el hacecillo esfenoidal, que se dirige hacia abajo, al lóbulo de este
nombre.
El sexto corte se verifica al nivel de la cisura occipital interna y aisla
el lóbulo occipital del resto del hemisferio. En su superficie de sección
no aparecen ya los núcleos centrales, y la importancia de esta región
del centro oval, respecto á las parálisis, es nula, aunque no sucede lo
mismo respecto de las anestesias, si bien los hechos y datos conocidos
son pocos. El corte se llama occipital y los hacecillos occipitales, corrien-
do entre ellos la prolongación del hacecillo sensitivo.
Con esta nomenclatura será posible la descripción concisa y exacta
de las lesiones del centro oval, y con ello se irán reuniendo excelentes
materiales para el estudio de la Fisiología y Patología cerebrales. Actual-
mente lo único que puede afirmarse sobre este punto, es que la lesión de
los hacecillos frontales y occipitales no produce parálisis de la motili-
dad; algunos casos de lesiones del lóbulo esfenoidal y de su centro oval,
observados por mi queridísimo maestro el Dr. Robert, Gharcot, Pitres,
etcétera, demuestran que tampoco tienen gran inQuencia en la produc-
ción de las parálisis motoras. Los hacecillos que interesados pueden dar
trastornos paralíticos son, pues, los pedículo-frontales, los frontales, los
parietales y los pedículo-parietales, y según parece desprenderse de las
observaciones recogidas hasta hoy, sus síntomas son análogos á los de-
terminados por la destrucción de la zona motriz, en la cual terminan, ó
de las lesiones de su prolongación en la cápsula interna.
( Continuar á.)
■*.-s^- -.^ '
REVISTA DE SIFILIOGRAPIA ,
POR EL Doctor Don Alejandro Planellas,
MédiM agregad» del loipital da Santa Oru.
liesiones BiflllticaB de la laringe.— Ya en otra ocasión, ocupándonos
de la laringitis sifilítica (i), quedó consignada la opinión de Gouguenhein
de que la sífilis produce alteraciones de la laringe con más frecuencia de
lo que hasta aquí se ha creído por muchos, pues la circunstancia de que
no se examina siempre con escrupulosidad el estado de dicho órgano, hace
que pasen desapercibidas muchas de sus lesiones Hoy precisamente va-
mos á dar noticia de un accidente sifilítico, pocas veces observado en la
laringe, y que puede ser que se haya desarrollado muchas. Tales son las
(i) Gaceta Médica Catalana, 15 de Julio de 1881.
RHVISTA DE SIFILIOGRAFÍA. 475
placas mucosas observadas por el Dr. Martel (1) en un sugeto, que tam-
bién las presentaba en el ano y en la boca. En el margen libre de la epi-
glotis habia una pequeña placa grisácea rodeada de una zona rosácea;
sobre la cuerda superior derecha habia tres placas ovales con el mayor
diámetro en el sentido longitudinal de la cuerda; sobre el aritenoides de-
recho dos placas y sobre el izquierdo otra; sobre el margen de la cuerda
inferior derecha una placa parecida á la de la epiglotis, y por fin, otra
mayor en la cuerda inferior izquierda.
Todas estas lesiones presentaron los caracteres morfológicos de las
placas mucosas bucales; con un tratamiento específico mixto y toques
con una solución de ácido crómico, desaparecieron primero la de la epi-
glotis y después la de la cuerda superior, en cuyo punto del tratamiento
el autor no pudo proseguir la curación.
Estenosis de las vías respiratorias producida por accidentes sifilí-
ticos.—Hé aquí un asunto interesante y de estudio modernísimo al que
se refiere un trabajo concienzudo de Walter Berger. Este autor presenta
una porción de observaciones detalladas, de lesiones que se produjeron
en las vias respiratorias á Consecuencia de la sífilis, y que dificultaban
más ó menos el paso del aire al través de las vías aéreas, exigiendo á ve-
ces hasta la traqueotomía, aunque otras cedieron al empleo del trata-
miento específico. La mayor parte de las lesiones se observaron en la
laringe, por ser la parte en dond3 la cicatrización tiene más tendencias á
estrecharlas citadas vías (2), y refiere múltiples casos en que esto sucedió,
recogiendo observaciones de Krishaber, Macneill, Ward, Benet, Arnold,
y otros varios autores, entre los que menciona á uno español, el Dr. Sol-
sona, de quien toma la relación de un caso de infiltración gomosa de la
epiglotis. Algunas lesiones seguidas de estenosis han sido observadas en
la tráquea y bronquios, pero en número menor que en la laringe. De las
siete que menciona el autor, tres son de su práctica particular, siendo
una de ellas referida á un bronquio principal y las otras dos á la tráquea.
Para los detalles del tratamiento en cada caso particular debe buscarse
la memoria original.
De la sífilis pulmonar.- Para concluir las noticias que en estaRRVis-
TA damos acerca de diversas alteraciones sifilíticas del aparato respira-
torio, llamamos la atención sobre el estudio hecho por el Dr. Gorlier (3),
relativo á las que pueden producirse en el pulmón. Es este punto de la
patología sifilítica, de sumo interés, tanto por la gravedad que pueden
revestir las lesiones en el órgano, como por la necesidad de ampliar un
estudio que se ha iniciado en nuestra época y que tiene algunos puntos
dudosos. Hé aquí las conclusiones que formula Gorlier:
i." Desde algunos años la sífilis pulmonar, cuyas nociones más pre-
cisas no datan que de los trabajos de Ricordo (1844), Depaul y Virchow,
(1) V. VObservaiore Medico, Vol. XII. -1882.
(2) Rivista cHnica di Bologna, pág. 36i, Junio de i882.
(3) Lyon Méd. núm. 18.-1882.
476 REVISTA DE SIFILIOGRAÍ'fA.
es objeto de investigaciones bastante numerosas; todavia envuelve una
grande oscuridad en ciertas cuestiones relativas.
2.* La división admitida, según Fournier, corresponde á la generali-
dad de los hechos anatomo-patológicos: la forma hiperplásica es la me-
nos notada, y con frecuencia es imposible distinguirla de la pneumonía
crónica y de ciertas bronco-pneumonias de curso lento; la forma gomosa,
aquella cuya existencia, y mejor dicho estabilidad, asume, no raramente,
una peligrosa semejanza con la tuberculosis, y en los casos difíciles el
microscopio es tal vez impotente para diferenciar la goma del tubérculo.
Sin embargo, las lesiones esclerosa y gomosa acostumbran á asociarse.
3.** La sintomatología no difiere, según sea la del endurecimiento
pulmonar ó de la tisis tuberculosa; por esto el diagnóstico es frecuente-
mente imposible, y actualmente el tratamiento específico es el mejor
carácter diferencial.
4.° El lóbulo medio del pulmón derecho no parece ser el aliento ex-
clusivo (Grandidier) de las alteraciones sifilíticas, é igualmente no está
probada la constante coexistencia de la sífilis laríngea con la pulmonar
(Schnitzler.)
5." La existencia de una afección pulmonar específica durante el se-
gundo período de la sífilis está por demostrar. En cuanto á la frecuencia
de la sífilis pulmonar en el tercer período, es ciertamente mayor de lo
que parecen indicar las observaciones hasta ahora publicadas.
6.® Grave por sí misma la pneumonía sifilítica, puede desaparecer
bajo la acción del tratamiento específico, lo cual hace el pronóstico oa-
riáble (Fournier).
Alteraciones de la piel en el bubón chancroso.— Hé aquí un estudio
cuya historia debe completarse, y acerca del cual ha publicado el doctor
Mathieu una interesante nota (1).
Examinando de la piel que se ve despegada, un colgajo convenien-
temente preparado con el alcohol y el picrocarmin, se notan por el análi-
sis microscópico diversas alteraciones, según la capa de la piel en que
nos fijemos. En la profundidad se ve una vasta masa de elementos em-
brionarios aglomerados y las mismas fibras elásticas desaparecen, faltan,
do á los tejidos su resistencia normal, y presentándose bajo el aspecto de
una supuración que motiva el despegamiento. En varias partes de dicha
masa se ven manchas amarillas constituidas por glóbulos rojos, mezcla-
dos á los elementos del pus y probablemente extravasados por destrucción
de algunos capilares. En un nivel superior se nota cierta disgregación
de la capa embrionaria en grupos ó masas redondeadas y amarillentas,
que se puede sospechar sean glándulas destruidas. Por encima de esta
zona se notan algunas estrias rojas formadas por los conductos glan-
dulares, aunque á veces estos no son reconocibles por la destrucción
que han sufrido. La penetración de células embrionarias va notándose
hacia arriba y llega hasta el epidermis, debajo del que dichos elementos
forman un depósito. No se perpetúa tal estado de cosas, y las células em*
brionarias abren brecha en el epidermis por algunos puntos^ penetrán-
(1) AnnaL de Dermat. et de Syphil,^ 25 de Junio de 1882.
REVISTA DE SIFILIOGRAFÍA. 477
dolo en sus diversas capas y siendo entonces inminente la ulceración.
Por fin, el mismo epidermis prolifera en sus elementos y toma el as-
pecto embrionario.
Vése, pues, por lo que queda expuesto, y extractamos del Dr. Ma-
thieu, que las lesiones todas de la piel en el bubón chancroso están prin-
cipalmente caracterizadas por una invasión de células embrionarias,
que empiezan su desarrollo hacia la parte profunda de la piel y que se
dirige hacia la superficie.
Alteraciones de los ganglios linfáticos en los casos de chancros y bu-
bón chancroso.— En un trabajo reciente (1), se indican por el Dr. Obras-
zow de una manera precisa dichas alteraciones. En el chancro blando se
nota una hiperplasia de dichos órganos, que aumentan de volumen, los
vasos sanguíneos hiperemiados é infiltrados de glóbulos blancos en sus
paredes y con su endotelio en via de degeneración grasosa, y el tejido
reticular, que forma la base de los folículos, así como las trabéculas fi-
brosas permanecen todos intactos. Añade el autor que en los casos en
que el ganglio se transforma en bubón chancroso, se observan parásitos
análogos á los de la sífilis (micrococos de Billroth); pero que en lugar de
hallarse reunidos en grupos, se encuentran dispersos entre los elemen-
tos linfáticos del mismo órgano.
En los casos de chancro indurado, la cápsula ganglionar y las tra-
béculas, que de ella dependen, adquieren un desarrollo considerable; las
células endoteliales y sus núcleos parecen aumentados de volumen, no-
tándose por otra parte que los corpúsculos linfáticos llenan abundante-
mente los folículos y los senos de los ganglios, tapizando los tubérculos,
y que además se ven células con dos ó tres núcleos y otras sin ningu-
no. Los vasos sanguíneos por su parte se presentan también alterados,
aumentando de volumen los elementos endoteliales y engrosándose las
paredes de ellos.
Por fin, en los linfáticos que van á los ganglios y en estos se demues-
tra la presencia de gran número de bacterias en diversos grupos, que
pueden referirse á las bacterias esféricas de Gohn ó á los micrococos de
Billroth.
Tratamiento abortivo de la sifllia.-Uno de los asuntos que constan-
temente preocupan y pesan sobre la conciencia de los prácticos, es in-
dudablemente el evitar los funestísimos resultados que en la humani-
dad puede producir colectiva é individualmente la sífilis. Por esto se
idea toda clase de tratamientos para combatir esta enfermedad, y no
satisfechos muchos con el tratamiento curativo, ansian, desde tiempos
muy remotos, alcanzar un perfecto método preventivo. Vista la inefica-
cia de los medios que para esto se han venido proponiendo, ya con una
sincera iniciativa, ya (y esto por desgracia es demasiado frecuente) con
un fin poco científico, que aquí no queremos calificar, se ha ideado el
hacer abortar la sífilis, y se ha querido conseguir esto por diversos me-
(1) Véanse los Anal de Dermat. et de Syphilf t. III, p. 140-1882.
478 REVISTA DS SIF^IOGRAFÍA.
dios. No podemos historiarlos aquí todos, ni llevamos más objeto que el
ocuparnos de un trabajo reciente, relativo á una de las cosas más racio-
nalmente propuestas, la excisión del chancro.
£1 Dr. P. Spillman, el autor de la Memoria á que nos referimos,
da cuenta bien detallada de ocho casos no dudosos de chancro infec-
tante que fué excindido. La excisión fué practicada generalmente de
los ocho.á los diez días de la aparición del chancro, verificándose en un
sujeto casi inmediatamente después de ésta, y en otro á los doce dias. £n
cinco casos cicatrizó la herida por primera intención, en un término de
dos á cuatro dias, sin más complicación que un poco de edema en el
prepucio, observado una vez. En los tres casos restantes, la herida ci-
catrizó por segunda intención, si bien que en uno de ellos fué induda-
blemente debido esto al «mpleo casual que un ayudante hizo de Aína
esponja sucia. La mayor parte de los chancros residían en el repliegue
balano-prepucial, alguno en la cara interna del prepucio y otro en el
grande labio izquierdo.
Los resultados de la escisión han sido los siguientes: en dos casos pri-
meramente relatados y en que fué de notar la ausencia de adenopatía
especiñca al practicar aquella, el éxito fué satisfactorio, pues al cabo de
un año, ni en uno ni en otro se habia observado manifestación alguna
sifilítica. En otros cuatro casos, en que se notó la adenopatía e^ecífíca
al tiempo de practicar la excisión, dio esta mal resultado, puesto que en
todos ellos fueron apareciendo posteriormente los accidentes secunda-
rios, empezando por la induración de la cicatriz. Sin embargo, la circuns-
tancia de que estos accidentes fueron benignos en todos los casos, po-
dría hacer creer que la excisión cuando menos atenúa la sifílis. El doc-
tor Spillmann no acaricia esta idea, pues dice que no podemos juzgar
hasta qué punto se hubiera desarrollado la sífilis, aún sin practicar la
excisión, y que existen gran número de casos en que las manifestacio-
nes sifilíticas son de poca intensidad.
Por fin, en los dos últimos casos, que relata el autor, á pesar déla ex-
cisión, se desarrolló una sífilis grave, con todo y haber uno en que se
practicó la operación casi inmediatamente después de la aparición del
chancro.
Concluye el Dr. Spillmann de los resultados anteriormente expuestos:
que la excisión, aún en los casos seguidos de éxito, no autoriza para
afirmar que tiene una influencia abortiva cierta; que no es operación
perjudicial, si se usa una curación antiséptica, aunque ofrece algunas
dificultades cuando los chancros son numerosos; que la excisión parece
no influir sobre la marcha de la sífilis, y que, aún admitiendo que influ^
yese, debería practicarse antes de toda propagación ganglionar; y por
fin, que no evita, en la gran mayoría de casos, la generalización de la
sífilis, ni libra de los accidentes rebeldes y prolongados, que habrían po-
dido evitarse si desde el principio se hubiesen sometido los enfermos á
un tratamiento especifico apropiado.
El trabajo del Dr. Spillman lo creemos insuficiente para resolver la
cuestión, puesto que solo hay un caso en que venga á demostrarse una
ineficacia decisiva en la excisión del chancro. En ese caso se trataba de
una mujer y las condiciones especiales de la infección en ella, que de una
REVISTA DE SIFILIOGBAFÍA. 479
manera extensa se han estudiado recientemente (1), en particular por lo
que se refiera á la infección uterina, hacen sospechar si los accidentes
sifilíticos presentados en aquella tenian su origen en una infección en
punto distinto del chancro escindido.
Es, sin embargo, de interés la Memoria á que nos referimos por los
datos que encierra, y que tanto conviene ir acumulando respecto á una
cuestión tan oscura hoy dia como es la de que se trata.
<HosopaUa8 siautioa8.--£stas afecciones, poco estudiadas hasta aquí,
han sido objeto de un interesante artículo publicado por el Dr. Mau-
riac (2), quien empieza por decir que las erupciones sifilíticas de la len-
gua, durante el periodo virulento de la sífilis, difieren visiblemente de las
del istmo de las fauces y de las de los labios. Pueden-aparecer durante los
dos ó tres primeros años de la infección, y si bien empiezan por formas
benignas, recidivan y acaban por volverse graves, no existiendo línea de
demarcación entre estas y aquellas. Mientras las erupciones eritemato-
sas se efectúan sobre la piel, la lengua rara vez se afecta, y en caso de ser
así se ven en ella manchas rojas redondas, superficiales y con descama-
ción. Estas manchas pueden ser aisladas ó confluentes, y en este último
caso presentarse en líneas curvas, circulares ó elípticas.
Durante el curso de las sifílides papulosas pueden presentarse verda-
deras pápulas sobre la mucosa lingual, consistentes en elevaciones pe-
queñas, redondas, hemisféricas, sin grande relieve y cubiertas de un
epitelio deslustrado, formando elevaciones de color grisáceo sobre un
fondo rojo. Estas sifílides difieren poco de las placas mucosas, en las
que se transforman con facilidad.
Las erupciones sifilíticas de la lengua rara vez se modelan á las for-
mas de las sifílides cutáneas, pues más generalmente toman caracteres
morfológicos especiales, teniendo su asiento por detrás de la V lingual,
sobre los lados y en los bordes de la lengua, mirando sobre todo hacia la
cara superior y observándose también en el frenillo.
Las placas linguales opalinas se resuelven, ó bien se exulceran y con-
vierten en fisuras, originando varios cortes en el borde de la lengua, que
no siempre se aprecian con facilidad, y que, cuando han interesado el
dermis de la mucosa, dejan una cicatriz indeleble ó muy persistente.
Las determinaciones sifilíticas de la cara superior de la lengua son
más polimorfas que las de los bordes y punta.
Ocupándose de las diversas formas de estas determinaciones, las va
indicando detalladamente el Dr. Mauriac, empezando por las placas opa-
linas antes mencionadas. Algunas de estas se vuelven erosivas, se hien-
den y convierten en fisuras, que generalmente toman la dirección del
borde de la lengua hacia la línea media. Otras, ulcerándose, forman pe-
queñas depresiones granulosas, difteroides, fungosas y sanguinolentas,
constituyendo las placas ulcerosas. En una forma especial de glosopatía
sifilítica se notan unas lesiones confluentes de contorno redondeado,
lisas, rojas y desprovistas de epitelio, que, por el aspecto de conjunto
(1) Fournier.
480 REVISTA CRÍTICA BIBUOOft¿FICA.
que dan á la lengua, puede compararse esta, según el autor, al dorso del
escuerzo. Estas lesiones son las placas redondas ú ovales.
Algunas pápulas se hipertrofian, ya en el sentido longitudinal y
transversal, ya elevándose, pudiendo ser dolorosas y adquirir un volu-
men bastante considerable, siendo entonces calificadas de pápulas con-
dilomatosas.
Por fin, Mauríac califica de discos de descamación ciertas glosopatías
que no consisten más que en porciones de superficie mayores ó menores,
que aparecen completamente descubiertas de epitelio, pudiendo ser re-
dondeadas y ovales, aisladas ó confluentes. Estas lesiones en cuestión
vienen á ser las placas lisas de la lengua. El número de discos de desca-
mación está generalmente en relación inversa del tamaño que pre-
sentan.
Comunmente tienen el diámetro de una lenteja. Algunas veces son
tan confluentes que toda la lengua se encuentra en un estado de desca-
mación, que la hace comparable al que presenta en la escarlatina.
Bien dignas son de conocerse las diferencias que consigna el Doctor
Mauriac respecto á las glosopatías sifilíticas mencionadas. Por nuestra
parte hemos de decir que, en la mayor parte de ellas, la descamación es
el carácter común.
REVISTA CRITICA BIBLIOGRÁFICA,
POR EL Dr. F. CASTELLS.
De la lepra en Granada, por D. Benito Hernando Espinosa. —Granada, 1S88.
Sirven de fundamento, en todo juicio analítico, las premisas que se
puedan establecer con carácter de verdaderas, en cuanto atañe á la sín-
tesis de su asunto. Tratándose de formular el que merezca un libro ori-
ginal, lo difícil, lo que no se alcanza, sino en fuerza de constante estu-
dio y asiduo trabajo, es reducir á sus precisos límites la argumentación
en que vienen apoyadas esas premisas; en su demostración, si resultan
deducidas, ó en su enunciación, si expresan un principio inductivo y evi*
dente. Hay que atender á todas, si el juicio que resulte ha de tener condi-
ciones de sana crítica; que, por desgracia, es muy común, en nuestro
país, el empleo de interminable fraseología laudatoria, ó que por lo me-
nos disimule grandísimos defectos, al emitir parecer relativo á obras
que pretenden pasar plaza de didácticas, y que por ese solo motivo de-
ben ser estudiadas tan escrupulosa como rigorosamente juzgadas.
Considerado en su síntesis, el trabajo contenido en el libro del Doctor
Hernando resulta serio, profundo, importante, útil, y, en lo que hoy per-
mite el estado de la Ciencia, completo. Prueba que es un trabajo serio,
la circunstancia de ofrecer recopiladas concienzudamente las investiga-
ciones hechas en la Cátedra libre de «Dermatología de la Facultad de
Medicina de Granada», que el ilustrado autor desempeña desde 1871,
REVISIVI CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA. 481
además de la de «Terapéutica», de que es profesor oflcialmente. De-
muestra que es un trabajo profundo, el gran número de observaciones
que durante ese período ha podido hacer, y el cuidadoso esmero con que
han sido relacionadas y comparadas, no ya solo por el autor, que bien
pudo por sí solo hacerlo, sí que también por los ilustres y justamente
renombrados profesores Virchow, Cornil, Neisser, Greus, García Sola y
gran número de alumnos. Manifiesta la importancia de ese estudio, la
relación íntima que ofrece para con otros que actualmente son objeto de
asidua investigación por parte de los clínicos más eminentes de todos
los países. Evidencia su utilidad, el hecho de contener un cuerpo de doc-
trina de fácil aplicación general á todas las enfermedades de índole espe-
cífica. Y en fin, resulta un trabajo completo, en el concepto de que, á
pesar de haberse dedicado otros sabios á la práctica de exploraciones
idénticas, — algunas de las que han sido posteriormente publicadas [La
sctíola medie, napol. Marzo, 1882) — en nada modifican esencialmente las
ideas contenidas en la obra del Dr. Hernando. Desconocemos en absoluto
el parecer que haya merecido hasta ahora á propios y á extraños; esta
condición, nos pone en el caso de manifestar con toda franqueza, á la
vez que con algún esmero, las razones en que apoyamos nuestro humilde
juicio.
Para quien solo pretendiese formarse idea de lo que es la enfermedad
conocida en España por los nombres de lepra, laceria, mal de San Lá-
zaro y mal lazarino y elefancía, malatia, gafedad ó gafedat y tecnológica-
mente por el de Elefantiasis de los griegos, bastar podría la lectura del
capítulo que, con el epígrafe Introducción, comienza el libro, para que
consiguiera su objeto. Gonstituye ese capitulo una síntesis completa de
las doctrinas contenidas en el resto de la obra, y viene expuesta con clari-
dad de estilo y en orden perfecto. Así es que la etimología, la definición,
los síntomas, fi)rmas, marcha, duración, complicaciones, anatomía pato-
lógica, patogenia, fisiología patológica, etiología, diagnóstico y pronós-
tico, considerados en general, vienen en la introducción expuestos.
Para el que desee un estudio más completo y analítico de los hechos
característicos de dicha enfermedad, son necesarios: la lectura atenta de
los capítulos siguientes; conocimientos especiales en ciencias físicas, y
ejercicios de razonamiento, que solo con las prácticas intelectual y clí-
nica se llegan á adquirir.
Quisiéramos proceder al análisis de cada capítulo para mejor demos-
trar la importancia que el contenido de todos encierra. Preferimos, no
obstante, fijar la atención en uno solo, ya que lo primero pudiera obli-
garnos á escribir un grueso tomo. El VI, p. e., que trata de la Anaiomia
patológica, está dividido en dos artículos: trata el primero del haccillus
lepras, y el segundo de las lesiones que se"encuentran en los lacerados.
Contiene el artículo I, del haccillus leprce, cuatro párrafos distintos.
En el primero consigna los trabajos que se hicieron necesarios para el
descubrimiento, que Hausen realizó, de la bacteria, y los que varios
eminentes histólogos han practicado para su comprobación. El párrafo
segundo, subdividido en tres, detalla los procederes necesarios para la
inspección amplificante del parásito; los procederes de cultivo y de ex-
perimentación; las formas características y propias del haccillus; lospi/n-
482 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
tos en donde se encuentra y la fisiología de la bacteria de la lepra. El
párrafo tercero, también subdividido en dos, explica el modo como se
extienden ó emigran los haccüli, y el de producción de los tubérculos
leprosos. El párrafo cuarto tiene por objeto demostrar que el boLccUlas
lepras es la causa del mal de San Lázaro. El artículo lí, lesiones de los
elefanciacos, está dividido en cinco párrafos, y algunos de estos en varios
sub-pán'afos, en los que vienen expuestos con precisión extrema todas y
cada una de las que corresponden á cada tejido, á cada órgano, aparato y
sistema. Constituye por sí solo un estudio razonado, extenso y profundó
de histología aplicada.
Al citar el capitulo VI, en modo alguno nos hemos propuesto presen-
tar á la consideración de nuestros lectores el más importante de la obra,
ni lo es en realidad, puesto que si todos interesan por igual, no es du-
doso para nadie que en el concepto clínico el estudio de las formas, como
en el filosófico el de la fisiología patológica, como el de la nosogenia, el
de la nosoetiología, el de la nosocronia, etc., todos revisten importancia
suma. Y debemos añadir que todos la tienen perfectamente consignada
en la obra del doctor Hernando, perfectamente distribuida en extensión
para cada una de sus partes.
¿Qué añadir, pues, á lo dicho, si resulta probado en demasía que la
obra que analizamos reúne las condiciones que al principio hemos de-
jado consignadas? Que en España, por más que se trate de la aparición
de un libro útilísimo y digno de profunda consideración, sigue siendo
empresa de pérdida segura el publicarlo. Lamentamos sinceramente que
el doctor Hernando haya debido consignar en su obra que, por las difi-
cultades que encuentra, probablemente no serán impresas las estadísti-
cas clínicas, historias y notas de autopsias que tiene recogidas. Hacemos
votos por que consiga allanar todas las dificultades, y podamos en breve
plazo ver publicados tan interesantes trabajos. Solo por ese camino, con
el concurso de todos, conseguiríamos desarraigar de nuestro suelo la
mala costumbre de admitir como bueno todo lo que procede del extran-
jero, é imposibilitar la publicación de com todo lo nacional, aun cuando
sea realmente bueno.
Las condiciones tipográficas y materiales del libro del doctor Her-
nando son excelentes. Económicamente considerado, resulta de los que
más ventajosas las presentan. De ello nos felicitamos, al felicitar al au-
tor, puesto que demuestra cuál ha sido el único móvil que le ha guiado
al darlo á luz: la idea de contribuir al adelantamiento científico de nues-
tra patria.
NOTICIAS científicas.
C61 era-morbo.— Desde las últimas noticias publicadas en el número
antepenúltimo de este periódico, han llegado á mi conocimiento esca-
sas nuevas. Aparte de lo que se dice en la Sección oficial, se sabe, por co-
municación de nuestro representante en el imperio japonés (30 de Julio),
que el estado sanitario era poco satisfactorio en la capital y en los alre^
dedores, aumentando el número de invadidos y de muertos. También
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 483
hacia algunas víctimas la epidemia en el arsenal Yokoska y en Fokio.
En el pesto del Japón no ocurria novedad.— (Rodríguez Méndez.)
Bxtreñimiento rebelde: tratamiento por el ez:tracto de haba de
Calabar. — Está demostrado que el haba de Calabar, administrada á un
animal, tetaniza las tiínicas musculares del intestino, y que esta acción
tetanizante tiene por objeta expulsar el contenido del tubo digestivo por
las vías inferiores. Esto ha inspirado á Shaefer la idea de emplear este
medicamento en el tratamiento del extreñimiento rebelde, dependiente
de una atonía de los planos musculares del intestino, lo cual se observa
con frecuencia en las mujeres y en los ancianos. Las observaciones pu-
blicadas por el autor demuestran que el resultado ha coronado sus pre-
visiones.
Hé aquí la fórmula que prescribe de este medicamento:
Extracto de haba de Calabar. . . . 0,05 gramos.
Giicerina 10 »
Para tomar 6 gotas cada tres horas durante el dia. Es fácil que des-
aparezca el extreñimiento en las primeras veinte y cuatro horas. —
(S. Garbo.)
Qlicerolado de clorhidrato de quinina. ^£1 Dr. Flarer ha emplea-
do el que sigue:
Clorhidrato de quinina 1 gramo.
Giicerina 4 »
Útil en los catarros crónicos de la conjuntiva, en las queratitis ílic-
tenosas y parenquimatosas, en las infiltraciones difusas de la córncB
subsiguientes á la extracción de la catarata.— (R. Rovira.)
Hemicránea: tratamiento. — Me parece bastante aceptable la si-
guiente fórmula, que ha publicado el PhiL Med. TimeSy siquiera porque
todos los componentes de la misma han sido ya recomendados por á\^
ferentes autores y en distintas épocas:
Sulfato de quinina i'20 gramo?.
Cafeína 0*80 »
Aoido tártrico 0*80 »
Morfina 0*40 b
Azúcar blanco 64* i
para dividir en cinco papeles y administrar uno por la mañana y otro
por la noche, en un poco de agua ó en una taza de café negro.— (Fobmi-
GUERA.)
Inocuidad del ácido bórico. — ^Para combatir las supuraciones de la
cámara anterior del ojo (abscesos por congestión), he practicado inyec-
ciones en varios casos con favorables resultados de dicho ácido al 4 p.*/©
con la jeringa de Luel, provista de una cánula fina de oro á través de
una abertura periférica, resultado ya de la paracentesis practicada con
este objeto, ya de la operación, después de la cual se ha presentado la
supuración que se trata de combatir: de este modo puédese lavar con la
solución tibia la cara posterior de la córnea, el iris y el cristalino, ha*
ciendo pasar sin ningún peligro por estas superficies grandes canti-
dades del preparado antiséptico. En algunos casos he notado depósito
bórico en la cara anterior del cristalino, que parecia una catarata cap-
sular y que atribuyo á la cristalización del ácido; siempre ha desa pa-
recido con mucha rapidez, disolviéndose en el humor acuoso.— (J. Bar-
HAQUER.)
484 PUBLICACIONES RECIBII^AS.
Tabaco y alcohólicos.— De varias estadísticas resulta que, mientras
unos sabios recomiendan su uso, otros lo desaprueban. Así el abate
Moigno dice que el tabaco le entorpecía la memoria por el aflujo de hu-
mores al cerebro, y los demás estimulantes se oponían al ejercicio pron-
to y regular de éste. En cambio, Darwin bebía un vaso de vino todos los
dias, fumaba tabaco en cantidad considerable, siéndole un estimulante
para el trabajo y particularmente el turco le conservaba la memoria.
En medio de tan opuestos resultados, lo mejor es optar por un término
medio, es decir, hacer uso de ellos, pero no abuso. --(Vid al Careta.)
SECCIÓN OFICIAL.
Médicos de liospitales. — Real orden de 10 de Julio aceptando el informe
de la sección de Gobernación del Consejo de Estado, que propone se suspenda
el acuerdo de la Comisión provincial y Diputados residentes de Zamora, relativo
al nombramiento de un médico interino para el hospital de Benavente, por
no hallarse comprendido en el caso 4.^ del arl. 66 de la ley provincial— Ga-
cela del 17 de Julio.
Cólera morbo.— Orden de 19 de Junio declarando sucias, á partir del 18 del
mismo, las procedencias de Zamboanga (Archipiélago fllipino). Id. del 20 id.
Establecimientos penales.— En el Real decreto de 23 de Julio relativo al
personal de eslos establecimientos, se determina que halla catorce médicos á
1,500 pesetas anuales. — Id, del 27 id.
C&rcel modelo de Madrid.— Real decreto de 24 de Julio referente al per-
sonal de la misma. En él se establece que ha de haber: un médico, dos ciruja-
nos-enfermeros y un practicante de farmacia, dotado el primero con 2,500 pe-
setas y con 1.250 los demás. — Id. id. id.
Establecimientos penales.- Real órdan de 28 de Julio estableciendo re-
glas para el nombramiento, sepiracion, etc., del persocal. — Id. del 28 id.
Agua mineral de Rubinat.— Real orden de 29 de Julio autorizando su
venta en las farmacias del reino y su exportación al extranjero. — Id. del 30 id.
Sanidad marítima. — Real orden de 29 de Julio encareciendo á los Direc-
tores de Sanidad provean de nueva patente á todos los buques que hayan he-
cho operaciones de carga (R. O.de 7 de Octubre 1865, Gaceta del 8) y prohi-
biendo refrendar las patentes desanidad á no ser al respaldo, y si no hay espa-
cio, á pesar de lo dispuesto en dicha R. O., que se expida otra nueva, haciendo
constar en la casilla de observaciones el motivo de la renovación y todos los
puntos en que hubiese sido anotada la patente sustituida.- Id. id. id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Biblioteca económica de Medicina y Cirugía.— Cuaderno 31. En este cua-
derno continúa la publicación del Manual práctico dé Ginecología, por L. de Sinety.
—Madrid, 1882.
Manual práctico de las eníermedadeB de las mujeres (Medicina y Ciiu-
gia) por el Dr. G. Eustache, versión castellana de D. Enrique Moresco y Labado y don
Rafael Ulecia y Cardona, con un prólogo del Dr. D. Andrés del Busto López.— Cua-
derno 5."— Madrid.— 1882.— Dos ejemplares.
Periódicos: Anales de la Sociedad Médico -farmacéutica viPablo Gutiérrez*, Gua-
dalaj ara (Méjico). — Archivos de la Medicina homeopática, Barcelona;
Tomo II. Núm. 16. 31 Agosto de 1882. Ano II. N6m. 40.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: La toracentesis en el tratamiento de la pleuresía serosa (continuará), por el Dr. M.
Ribaa Perdi^^.— Notable caso de úlcera del estómago, por D. P. Tardos Mauri— Anato-
mía de los centros nerviosos (continuación), por el nr, D. Micael A. Wtír^su» Roca.— Re-
vista de laringología, por el Dr. F. Castella Ballespi.— Revista crítica bibliográfica: Utili-
dad general de la gimnasia y acción que ejercen sobre el organismo humano sus diferentes
ejercicios, del Dr. Ferrer y Mitjana, por D. J. Tilaseea y Mereadé.— La obstetricia anti-
séptica y la septicemia en obstetricia (continuará), por el Dr. WL, Barnes*— NOTICIAS
CIENTÍFICAS: Cólera morbo.— Cont>aí<aria wiatait«.— Nuevo procedimiento para la expulsión
de las masas corticales de la catarata. — Sííilis ocular: tratamiento por las inyecciones de
mercurio.— Sección oficial.
LA TORACENTESIS
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA.
(TESIS DEL DOCTORADO)
POR D. M. Ribas Perdigó.
INTRODUCCIÓN.
Durante la época en que para practicar la toracentesis solo se tenia
en cuenta da dilatación del lado afecto, el edema del mismo y del bi'azo,
»ó, en los casos de una leuco-flegmasia general, la tumefacción mayor del
»lado afecto, la dislocación del hígado hacia abajo y la del corazón hacia
»el lado opuesto al derrame» (Laénnec), no es de extrañar que fuesen
pocos los cirujanos que á su ejecución se atrevieran, no sólo por la esca-
sez de datos diagnósticos en que apoyar la necesidad de una intervención
quirúrgica, sino también por los fracasos continuados de punciones en
seco, por error de diagnóstico, entonces tan frecuentes, y de los cuales
nos citan numerosos casos las obras de cirugía del pasado siglo; pero
actualmente, cuando la percusión y la auscultación dan una certeza re-
lativamente inmensa para el diagnóstico de los derrames de las pleuras,
es natural que los hombres de ciencia practiquen la punción del pecho
con mucha mayor frecuencia que antes, y cuantas veces la crean necesa-
ria, con arreglo á sus convicciones y creencias.
Por lo demás, esta especie de revolución habia ya sido prevista por el
ilustre autor del Tratado de la auscultación mediata, cuando decia: «La
^operación del empiema se vulgarizará á níedida que el uso do la auscul .
»tacion mediata se extienda,» mas su profecía no se cumplió hasta pasa-
do algún tiempo, que fué el necesario para que los métodos de explora-
ción por él inventados fueran aceptados por la clase médica.
486 LA TORACENTESIS
Cuando empezaron á eclipsarse las ideas de Broussais, se presentó
en el campo médico la doctrina de la anemia, propagada por Andral y
Gavarret, que trajo consigo la abolición casi completa de la medicación
antiflogística, resultando de ello que fueran en gran número los enfer-
mos que fallecieron á consecuencia de derrames pleuríticos copiosos,
hasta que á Trousseau se le ocurrió la feliz idea de que «la pleuresía
» puede ser mortal por el mero hecho de un derrame copioso», idea que
sostuvo ante la Academia de Medicina de París en los años 1843 y 1844,
aseverando que, con la ayuda de la toracentesis, podía el médico salvar
enfermos amenazados de cercana muerte; y no se limitó á esto solo el
gran clínico del Hotel-Dieu de París, sino que presentó á la crítica de los
académicos numerosas observaciones que atestiguaban su aserto. Pero
la toracentesis era operación que repugnaba á los médicos, y que, por
falta de casos clínicos, no podían practicar los cirujanos, de manera que,
por entonces, poco eco tuvieron las palabras de Trousseau; tanto más,
cuanto era general la creencia de que estaba formalmente contraindica-
da toda intervención quirúrgica en las pleuresías agudas.
No por esto desanimó Trousseau, sino que, al contrario, sostuvo em-
peñada lucha hasta que la verdad se abrió paso por entre las tinieblas
de la rutina y del miedo, siendo uno de los primeros en seguirle por esta
senda. Marro tte, quien, en 1853, presentaba el resultado de sus observa-
ciones á la Sociedad médica de los hospitales de París, sentando, como ya
lo habían hecho Laénnec y Trousseau, que la toracentesis debia practicar-
se siempre que un copioso derrame pleuritico comprometiera la existen-
cia del enfermo. Vemos, pues, que la toracentesis se aceptó, pero cum-
pliendo solo una indicación vital, pues aún cuando Béhier no tardó en
reconocer que estaba indicada también en los derrames medianos, que se
acompañan de lesiones pulmonares y que contribuyen á dificultar la he-
matosis, se concibe bien que la idea de los módicos citados no fuera la
de curar los exudados pleuríticos valiéndose de la operación, y sí sola-
mente la de aliviar al enfermo.
Para que veamos á la toracentesis emplearse como medio de trata-
miento en la pleuresía serosa, hemos de esperar á que Blacher invente
su trocar capilar y á que Dieulafoy dé á conocer su aparato aspirador;
porque alentados entonces los médicos por el insignificante traumatismo
producido con estos aparatos, practican la operación con una frecuencia
que á veces llega á ser excesiva, de modo que en pocos años se inventan
¡treinta y tresl aspiradores de forma ó dimensiones diferentes. Efecto de
este desenfrenado afán de operar en las pleuresías, sea cual fuere el pe-
ríodo en que se encontraran, hubiese cesado ó no la fiebre, fuese mucho
ó poco el derrame, y del abuso de los aspiradores vaciando de una vez
enormes exudados, fué el que se presentaran accidentes tembles durante
la operación y después de practicada, de modo que, en el decurso de ese
período de inconsideración y de furor, la mortalidad de la pleuresía se
elevó á una cifra tal, que llegó á inspirar serios temores y animó en su
propaganda á los adversarios de la toracentesis.
Nos encontramos, pues, en un período de transición, en que es muy
aventurado decidirse por tal ó cual opinión, [tanto más cuanto no son
muchos los que en esta cuestión la tienen. Antes de generalizarse lapun-
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 487
cion aspiradora, todo el mundo estaba conteste respeto á las indicacio-
nes del nuevo método; pero habiendo venido aquella á ensanchar el cam-
po de este, ha extendido y complicado el grave problema clínico que en-
traña. Intentaremos resolverlo, para cuyo objeto tendremos en cuenta las
pocas observaciones que tenemos recogidas, y sobre todo los resultados
que en su práctica han obtenido los Dieulafoy, Potain, Moutard-Martin,
etcétera.
Para continuar en nuestro trabajo, es preciso que adoptemos un or-
den, que, por parecemos el más natural, será el siguiente:
I.** Indicaciones de la toracentesis en la pleuresía serosa.
2.* Exposición sucinta del manual operatorio.
3.** Examen de los efectos y accidentes que acompañan y siguen á la
toracentesis.
4.** Pronóstico de la operación.
5." Conclusiones.
CAPITULO I.
Indicaciones de la toracentesis en la pleuresía serosa.
Discutida por demás se nos presenta la cuestión de que vamos á ocu-
parnos en el presente capítulo, y á pesar de ser ella el punto capital para
la aplicación de la maniobra quirúrgica que estudiamos, podemos ase-
gurar que todavía no existe la suñciente uniformidad de pareceres que
entre los autores existir debiera. Empero, desde pocos años, empieza á
generalizarse la idea de que son dos únicamente las indicaciones que
presiden á su aplicación; porque si dejamos á un lado las cuestiones
sobre si debe operarse á pesar de la fiebre ó si es preciso esperar la de-
fervescencia; si debe reservarse la operación para los grandes exudados,
ó si puede aplicarse á los de cantidad mediana, etc., veremos sobre-
salir:
1.° Una indicación, en que la toracentesis urge, el peligro amenaza,
no hay lugar á dilación, y la operación responde á una indicación vital.
2.". La toracentesis puede ser reconocida oportunamente, más no es
urgente; no tiene por objeto alejar un peligro inminente, sino el de acor-
tar la duración de una pleuresía, atenuando y hasta evitando las conse-
cuencias y terminaciones funestas; es decir, obra aquí como cualquier
otro medio terapéutico.
I. Toracentesis de urgencia. — ^La traqueotomía es una operación
urgente en los casos de asfixia por obstáculo laríngeo, al igual que lo es
la toracentesis cuando apremia el peligro de asfixia, ú otro, á causa de un
derrame en el interior del tórax: una y otra son operaciones altamente
salvadoras y á las que deben su vida muchos individuos, que, sin ellas,
habrían sido arrastrados á segura muerte; por consiguiente, son operacio-
nes que, cuando indicadas, el médico está en el ineludible deber de prac-
ticarlas.
Dieulafoy, al estudiar las indicaciones necesarias para practicar la
488 LA TORACENTESIS
toracentesis de urgencia, declara que el único dato, sobre que debe basar-
se la urgencia, es en la cantidad del exudado; cree que si el enfermo tiene
fiebre ó no, que si la pleuresía está en su principio ó en su declinación,
que si hay opresión ó si falta, son tan solo consideraciones de segundo
orden, que no deben pesar sobre la resolución que ha de tomar el médi-
co; asegura que, fundarse en la disnea que los enfermos acusan, es una
gran falta, por ser á menudo un síntoma engañador; y acto continuo
cita varios casos en que enfermos con incomodidad insignificante, te-
nían en el tórax exudados de tres ó cuatro litros, que se han podido me-
dir después de evacuados por eminentes profesores. Continúa defen-
diendo su proposición, á cuyo efecto cita á Landouzy, cuando habla de
las personas que con grandes derrames pleurí ticos no han sufrido nun-
ca la menor opresión; enumera los casos en que enfermos que hubieran
podido salvarse, á tener en cuenta la importancia exclusiva del dato der-
rame copioso, han fallecido rápidamente por síncope ó por asfixia, en el
preciso tiempo en que se creia poder diferir la toracentesis, en manos
de Trousseau, Laségue, etc., y por último, después de numerosas consi-
deraciones, termina diciendo: «es evidente que la cantidad del liquido
derramado, es el solo dato que debe determinar la urgencia de la tora-
centesis». Desde ahora nos parece que esta conclusión incondicional y
exclusiva no puede ser tan útil ala práctica, como lo seria si se am-
pliara dando cabida en ella á otros síntomas de reconocido valor.
En primer lugar, si bien reconocemos que los peligros, que trata de
prevenir la toracentesis de urgencia, son debidos al derrame, negamos
que lo sean puramente á su cantidad, pues no es esta, sino la tensión
intra-pleural su causa legítima, y como sabemos que cantidad de exu-
dado no es sinónimo de tensión, por haberlo probado perfectamente
Homolle, de aquí que, si bien creemos de una manera general que á ma-
yor derrame, mayor peligro, estamos convencidos de que en muchísi-
mos casos está indicadísima la toracentesis en derrames relativamente
pequeños, pero que determinan síntomas funestos, y si en estos casos
quisieran seguirse los consejos de Dieulafoy no dudamos de que serian
seguidos de otros tantos fracasos.
En segundo lugar, si el peligro debiera medirse siempre por la can-
tidad de líquido exudado, bastarla comprobarla para deducir de la mis-
ma la indicación de operar; pero sin contar que esta evaluación es
á menudo difícil, hay circunstancias diversas que hacen necesaria la
toracentesis, aunque el derrame no tenga todavía proporciones exagera-
das, como, por ejemplo, en las pleuresías complicadas con lesiones pleu-
ro-pulmonares ó con afecciones cardíacas, en que la necesidad de operar
se impone, porque la hematosis, ya perturbada ó reducida, soporta muy
mal la presencia de derrames en la pleura.
Cuando á consecuencia de un derrame la vida está en peligro, unas
veces éste existe, pero sin manifestarse, al paso que otras lo hace con
síntomas amenazadores, como fenómenos de asfixia con angustia respi-
ratoria, disnea, sofocaciones pasajeras, cianosis de intensidad variable
y algunas veces edemas mecánicos, ó bien los precursores del síncope,
por ejemplo: desfallecimientos, accesos de palpitaciones, lipotimias, ir-
regularidades cardíacas, perturbaciones diversas del pulso, etc. Si exis-
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 489
tiendo peligra real no se manifiesta ostensiblemente, es necesario inter-
rogar los diversos síntomas de la pleuresía; pero bajo este punto de vista
no tienen todos igual valor; por lo que será preciso estudiar su impor-
tancia relativa, tanto bajo el aspecto de la abundancia del exudado,
como bajo el del peligro más ó menos apremiante que amenaza la exis-
tencia.
a. — Desórdenes funcionales, — Trousseau fué el primero que, al es-
tablecer la importancia de la disnea como indicante de la toracentesis,
reconoció que era un signo de los más engañosos, y cita en apoyo de su
opinión varios casos, entre ellos, el de una nodriza que, con el niño al
brazo, anduvo cuatro kilómetros sin casi experimentar fatiga, á pesar de
que la toracentesis, practicada inmediatamente, dio salida á 2,500 gra-
mos de liquido. Las pleuresías latentes, que se desenvuelven sin aparato
y matan por síncope, son las que se encargan de suministpar los casos
tan conocidos de grandes exudados sin disnea. A menudo esta calma res-
piratoria no es más que aparente, la respiración parece tranquila, por-
que es superficial; al menor esfuerzo aparece la disnea y la palabra se
hace entrecortada. Pidoux ha descrito bien los síntomas precursores de
la tempestad en las pleuresías latentes, que dice acostumbran á tener,
sobre todo: tendencia á un sudor intermitente y algo viscoso, que á me-
nudo no existe más que en las palmas de las manos, que parecen barni-
zadas; tinte mate y plomizo; mirada extraña, debida á la dilatación de
las pupilas; pulso con un diámetro y elevación grandes, pero muy débil-
mente depresible; un color, no cianótico, sino grisáceo, ó ligeramente
morado de la piel, sobre todo debajo de las uñas; los pies, la nariz y las
orejas más frias al tacto que en otros enfermos; ligero, edema de la cara;
meteorismo; accesos pasajeros de vaga ansiedad, acompañados de ligera
•aberración intelectual, y principalmente la disminución de la disnea á
pesar de la existencia del exudado y aún á veces de su aumento; sínto-
mas todos que, si bien aislados carecen de valor pronóstico real^ cuando
se reúnen, lo tienen muy importante.
A veces la disnea falta por completo y debe entonces llamarnos viva-
mente la atención la presencia de accesos de sofocación, momentáneos
y pasajeros, de suspensiones respiratorias instantáneas, etc.
Sucede á veces, si bien con menor frecuencia, que la disnea es in-
tensa con un derrame mediano, y en tales casos es difícil indagar su
causa, la importancia que debe darse al derrame y el alivio que pode-
mos prometernos de la toracentesis. La congestión pulmonar intensa,
que acompaña el principio de las pleuresías, puede, según se dice, oca-
sionar una momentánea cesación funcional del pulmón, y también todas
las enfermedades, que reducen el campo de la hematosis, pueden coad-
yuvar á una gran disnea, á pesar de no existir más que un mediano
exudado. Un ejemplo de esta disnea es la observación siguiente, que re-
cogí en el curso de 4878 á 1879 cuando, en calidad de alumno interno,
estaba encargado de los estados de Clínica médica.
Francisca Millana, natural de Mon tañer, provincia de Lérida, de 19
años de edad, de profesión zapatera, de constitución robusta, y de tem-
peramento linfático-nervioso, entra en la tarde del 8 de Noviembre
490 LA TORACENTESIS
de 1878 y pasa á ocupar la cama núm. 20. En su anamnesis consta la
viruela á los nueve años, de la cual conserva huellas; el reumatismo ar-
ticular agudo, que sufrió en el hospital de la ciudad de Balaguer, cuando
contaba i5 años, y algunos catarros bronquiales, que no precisa bien. La
enfermedad presente empezó hace cinco días, con convulsiones^ frió,
castañeteo de dientes, horripilación, etc., que al cabo de media hora
desaparecieron, presentándose luego gran sensación de calor, dolor in-
tensísimo en el costado izquierdo, decúbito del lado afecto, etc.; en el
momento de la visita, el dolor se habia aliviado, decúbito lateral izquier-
do con predilección, respiración entrecortada, anhelosa^ superñcial, que
se repite cuarenta y dos veces por minuto, ortofnea, venas del cuello
congestionadas como también la cara, labios cianóticos, roseta malar
izquierda, macidez en la parte alta del costado izquierdo; en el vértice
pulmonar del mismo lado, falta de vibraciones torácicas y soplo tubári-
co profundo; tos continuada, esputo ligeramente herrumbroso, sudores
profusos, temperatura de 40",2, pulso 412 por minuto, orinas escasas y
encendidas, catarro gástrico agudo concomitante, etc., síntomas que in-
ducen á formar el diagnóstico de pleura -pneumonia aguda y, en su con-
secuencia, el profesor de la Clínica prescribe la poción siguiente:
Solución gomosa 200 gramo?.
Ipecacuana en polvo S »
Jarabe de lechuga 25 »
Dia iO. — Gran disnea, tos fuerte, pocos esputos, porque la enferma, á
causa de la debilidad, no puede expelerlos, pulso 108, temperatura 40°.
Se suspende la poción anterior y se prescribe:
Agua de menta 300 gramos.
Ron 150 »
Jarabe de azúcar 40 »
Dia 10 por la tarde. — La enferma sigue con una disnea tan alarmante
y con síntomas generales tan graves, que se ordena una sangría de 260
gramos y la poción siguiente:
Infusión de valeriana dOO gramos.
Extracto de quina 3 »
Jarabe de diacodion 30 »
á pesar de lo cual fallece media hora después de practicada la sangría.
Autopsia. — Congestiones viscerales extensas: pulmón derecho in-
tensamente congestionado; el izquierdo con inflamación en el lóbulo
superior, en período de carnificación; la pleura derecha con inflama-
ción flbrino-adhesiva y recubierta en casi toda su extensión por pseu-
do-membranas de formación reciente con escasa resistencia; la pleura
izquierda con exudado purulento enquistado en la mitad superior, que
no pasa de un litro; en la mitad inferior pseudo-membranas fíbrinosas
como en la otra pleura; pericardio con esta última lesión y numerosas
trabéculas recientes, que se dirigen de la hoja visceral á la parietal y se
rompen al menor esfuerzo.
Dejando aparte la naturaleza del exudado, que no ha podido diag-
nosticarse en el vivo, se comprende que es este uno de los casos que
rechaza el exclusivismo de Dieulafoy, no operando sino solo cuando se
trata de grandes derrames. — Empero es fuerza confesarlo: ¿la toracen-
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 491
tesis habría podido conjurar el peligro? Mucho lo dudamos, porque aún
omitiendo la pleuresía purulenta, quedaban lesiones más que suficientes
para acabar con la vida de la enferma, y si bien es dable suponer que ha-
bría podido aliviarse de momento, es preciso convenir también en que
la toracentesis no parecía estar indicada dada la exigüidad relativa del
derrame.
\i — Signos físicos suministrados por el derrame. — Un dato de legítimo
valor, para la indicación de la toracentesis de urgencia, es la deforma-
ción torácica consiguiente á la presencia del derrame, porque en tanto
este es escaso, no se produce aquella, en virtud de la menor resistencia
que opone el órgano pulmonar á ser rechazado, y por lo mismo basta
ver una ligera deformación exterior para que podamos asegurar que se
trata de un derrame abundante. Esta dislocación suele empezar por la
base del pecho y va ascendiendo á medida que el derrame aumenta; su
formación se debe á un movimiento de las costillas al rededor de un eje
ficticio que pasase por sus dos extremidades, movimiento que tiene por
objeto levantar las costillas y separarlas del eje antero-superior del
tórax; al propio tiempo, la extremidad anterior de las mismas es diri-
gida hacia delante, y por último, todo el pecho sufre un movimiento de
traslación hacia el lado enfermo (deformación oblicua ovalar), como han
comprobado Peyrot y Ghatelin, Al nivel de la deformación, se borran los
espacios ínter-costales, ya por presión del líquido interior, ya por pará-
lisis de los músculos de estos espacios, que participan de la inflamación
pleurítica.
La respiración está perturbada por la presencia de un derrame co-
pioso, observándose unas veces que es superficial é irregular, y otras que
una mitad del tórax está inmóvil, al paso que la otra mitad, que es la
sana, conserva su respiración normal, cuando no exagerada.
Mas lo que sobre todo importa, cuando nos decidamos á una inter-
vención quirúrgica, es hacernos cargo de la respiración diafragmática y
de la costal inferior; en los casos de adherencias costo-diafragmáticas á
cierta altura, se observa, á cada inspiración, una depresión muy marca-
da de los espacios intercostales, al paso que las costillas son atraídas al
interior con fuerza, mientras que el hipocondrio del mismo lado queda
inmóvil, sino se deprime. Estos datos deben tenerse muy presentes para
evitar, en lo posible, los resultados desastrosos que en ciertas ocasiones
podría acarrear la penetración del instrumento en el abdomen, máxime
sino se emplease la aguja aspiradora.
Sin disputa alguna está probado que la macidez absoluta, con pérdida
de la elasticidad debajo de los dedos, es uno de los mejores signos de los
derrames pleuríticos, pero téngase en cuenta que también la presentan
otras lesiones, como son: los quistes hidatidicos, las esplenizaciones pul-
monares, las degeneraciones del mismo órgano, los tumores hepáti-
cos, etc. Sin embargo, como signo diagnóstico, es de gran valor, sobre
todo si se junta con los datos suministrados por la auscultación. Parece
lógico creer que, cuanto más alto sea el nivel del derrame comprobado
por la percusión, mayor ha de ser su cantidad; mas sí bien esto es en
general la regla, se observa muchas veces que el derrame aumenta á
492 LA TORACENTESIS
pesar del descenso de la curva de Damoiseau; esto puede acontecer en
varias circunstancias: por ejemplo, cuando un derrame se forma, va in-
terponiéndose entre el pulmón y la pared torácica, y puede suceder que
llegue un momento en que el pulmón, que resistia por su elasticidad,
ceda de pronto, observándose entonces un descenso del nivel compro-
bado por la percusión; lo propio acontece cuando, en virtud de adheren-
cias costo-pulmonares antiguas, el derrame se vé obligado á ascender por
no aplastarse el pulmón (exudados en sábana), llegando un momento en
que, por la mayor tensión del exudado, se desgarran dichas adherencias
y el pulmón cede de pronto; lo mismo ocurre cuando, por el mayor peso
del derrame que se vá exudando, el diafragma cede, etc. etc. A pesar de
lo dicho, repetiremos que, por regla general, á medida que el exudado
aumenta, se eleva su nivel superior.
Fundado en esto, Dieulafoy pretendió poder evaluar la cantidad de
líquido derramado, creyendo que si un derrame de 1200 gramos se ele-
vaba hasta la sexta costilla, otro que lo hiciera hasta la tercera seria de
2000 y así sucesivamente; pero no tardó en retractarse á consecuencia de
los desengaños que tuvo, debidos ya á las causas citadas, ya á que, por
ejemplo, un derrame de 1500 gramos que llenara un tórax pequeño, no
lo haria más que en parte en otro de grandes dimensiones.
Cuando la macidez llega hasta la región clavículo-mamaria, limitada
por una línea oblicua hacia abajo y adentro, es signo de un copioso der-
rame; es excepcional que la sonoridad desaparezca por completo debajo
la extremidad interna de la clavícula y encima del pedículo pulmonar á
lo largo de la columna vertebral, y si ocurre, indica la existencia de un
derrame excesivo. La sonoridad sub-clavicular en los casos de pleuresía
se presenta con caracteres variados, cuya interpretación es todavía in-
completa. El ruido llamado skódico, más intenso y más elevado que el
sonido normal, puede encontrarse en derrames de diversa cantidad; pero
hay una sonoridad sub-clavicular timpánica, síntoma de infiltraciones
patológicas, que no siempre indica un derrame abundante y que puede
observarse en algunas pneumonías de vértice con cavernas extensas y su-
perficiales.
Un signo, que puede indicarnos la presencia de un exudado abundan-
te, es la falta de la vibración torácica; sabemos que para su producción
son necesarios, una tensión mediana de las paredes torácicas, propieda-
des conductoras suficientes por parte de los pulmones, tráquea, bron-
quios, y consonancia de unos y otros con los sonidos laríngeos; ahora
bien, si un líquido, en cierto espesor, se interpone entre el pulmón y la
pared costal, cesan estas condiciones, y como el líquido es menos con-
ductor que los sólidos, lógico es que falte la vibración torácica; pero la
incertidumbre empieza cuando, á pesar del líquido, se presenta la men-
cionada vibración. Según Levasseur y Laboulbéne, la vibración torá-
cica aumentada, en la parte superior del pecho, en una pleuresía recien-
te, exenta de afección torácica anterior, indica un rechazo y aplastamien-
to del pulmón en este sitio. Chatelin, en los casos de pleuresía, en que
con una macidez completa de todo un costado coexisten las vibraciones
torácicas, sin debilitación sensible desde la base al vértice pulmonar,
cree que se trata de un derrame en lámina ó de una pleuresía areolar.
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 493
Eli los casos de pleuresías multiloculares, en que membranas distendi-
das por la presión del líquido enquislado unen el pulmón á la pared cos-
tal, puede ocurrir que la vibración torácica esté aumentada á consecuen-
cia de que las membranas mencionadas vibran y trasmiten sus vibracio-
nes desde el pulmón á la pared torácica, en el punto en que se le
adhieren, como recientemente lo ha demostrado Jaccoud, diagnosticando
por este dato un tabique membranoso que separaba dos departamentos
pleuríticos. Por último, debemos manifestar que hay que ir con tiento,
respecto al valor diagnóstico de dicho dato, en los derrames copiosos de
las pleuras.
Por la auscultación, podemos recoger datos de incontestable valor
para el diagnóstico de los exudados copiosos de las pleuras. En estos
casos se presenta cesación completa del murmullo respiratorio, debida, ya
á la interposición de una capa de líquido entre el pulmón y el oido del
observador, ya á la compresión que sufren los alveolos pulmonares; se
observan también á menudo los ruidos respiratorios en el vértice del
pulmón, debidos á un enfisema complementario, ó á que el pulmón, com-
primido y en inmediata relación con la pared costal, vibra mejor. Cuan-
do el líquido va aumentando, ocurre la presentación del soplo tubárico,
que nunca tiene el timbre metálico que en la pneumonía; se percibe me-
jor en las expiraciones que en las inspiraciones, á veces solo en las gran-
des dilataciones del pulmón y por último llega un momento en que, por
el mayor acumulo de líquido, desaparece por completo, lo cual se expli-
ca porque, en un principio, para que dicho soplo tuviera lugar, fué pre-
ciso que los bronquios sufrieran cierto grado de compresión; mas cuan-
do, por la mayor cantidad de líquido, fueron por completo aplastados, no
pudo producirse el soplo, en virtud de no poder circular el aire por las
raices del árbol brónquico.
Si mientras el explorador ausculta hace hablar al enfermo, no perci-
birá su voz, ó cuando más la percibirá muy débil, siempre que se trate
de un gran derrame; del mismo modo dejará en estas circunstancias de
percibir la egofonía, que quizás era muy marcada en los dias anteriores,
lo cual se debe á que la voz de polichinela se presenta en derrames me-
dianos y desaparece cuando, por aumento de líquido, la resonancia de
la voz ha de atravesar una capa más gruesa de líquido para llegar al
oido del que ausculta. No nos entretendremos en hablar de la peclorilo-
quia áfona del Dr. Bacelli, ni del examen del costado sano, porque lo
consideramos desprovisto de interés para el diagnóstico de los derrames
copiosos, que constituye ahora nuestro único objeto, y para terminar
con lo referente á la auscultación, transcribimos las palabras de Fernet y
D* Heilly, en su artículo Pleuresía del Diccionario de Medicina y Cirugía
prácticas: «Todos estos signos de auscultación, el soplo, la egofonía, la
broncofonía, etc., pueden faltar, y no se encuentran más señales que la
macidez y la ausencia del murmullo vesicular.»
o. Dislocaciones del corazón y del hígado. — Todos los médicos están
contestes relativamente al peligro que acompaña ^ las pleuresías iz-
quierdas, por la dislocación y desórdenes funcionales del corazón; mas
debemos decir que, si bien no en tanta escala, los mismos peligros de-
bemos temer para las pleuresías derechas, como lo prueban las estadís-
49 i LA T0BACENTESI3
ticas. Cuando se trata de una pleuresía que radica en el lado izquierdo,
la dislocación del corazón, á lo menos en ciertos casos, se hace muy vi-
sible cuando el derrame llega á dos litros. Este cambio de relaciones
anatómicas del corazón es debido al empuje que sufre el mediastino y á |
la posible desviación de la punta del órgano cardiaco, después de haber
ocurrido el descenso del diafragma; la punta puede quedarse situada en
el epigastrio, pero si continúa en su movimiento de traslación, y en el
de rotación alrededor de un eje ficticio, que pasase por la base del ór-
gano cardíaco, llega hasta colocarse por fuera del borde derecho del es-
ternón, donde claramente se perciben entonces los latidos. A pesar délo
dicho, téngase en cuenta que la dislocación posible del esternón, hacia
el lado enfermo, basta algunas veces para hacernos creer en una mayor
dislocación del centro circulatorio, lo cual seria solamente un pequeño
error que nos haria apresurar el empleo de la toracentesis, pero que im-
porta evitar en lo posible. En las pleuresías derechas, á igual cantidad
de exudado líquido, no es nunca tan pronunciado el cambio de lugar del
corazón, salvo contadas excepciones, en que, tratándose de pleuresías
izquierdas, el corazón estaba fijado por adherencias resistentes que le
inmovilizaban.
Si se ti ata de pleuresías enquistadas, con falsas membranas espesa-
das y duras, ó bien de pleuresías crónicas, el corazón vuelve á su antiguo
sitio con gran lentitud y sin guardar proporción con la disminución del
líquido.
Cuando en estas circunstancias el corazón se disloca, podemos ob-
servar como al principio desaparece su punta, después se perciben
latidos epigástricos muy manifiestos, y, por último, el choque cardíaco se
observa á la derecha del esternón. Percutiendo al principio, puede com-
probarse el descenso del corazón; más tarde, por una percusión profunda,
se determinan sus límites á la derecha del esternón; pero en este caso la
auscultación dá resultados más precisos. Dejando aparte los fenómenos
ulteriores á la dislocación que estudiamos, vemos que ciertos desór-
denes funcionales tienen gran importancia bajo el punto de vista de la
toracentesis urgente. Según Chatelin, cuando el corazón funciona mal,
sus desórdenes se exageran por la aparición de un derrame que lo com-
prime.
A menudo estos desórdenes consisten en perturbaciones en la fre-
cuencia, ritmo é intensidad de los latidos cardíacos y son casi exacta-
mente revelados por el pulso; si este se presenta pequeño, depresible,
frecuente, irregular, desigual é intermitente, podemos considerarlo como
una de las indicaciones más apremiantes de la toracentesis. Sin embar-
go, no debemos esperar nunca hasta la aparición de estos síntomas; basta
que observemos dislocación cardíaca, sobre todo si el máximum de los
ruidos del corazón los percibimos á la derecha del esternón, para que
nos apresuremos á la intervención quirúrgica.
En una pleuresía derecha, sin adherencias antiguas, el descenso del
hígado será tanto más graduado cuanto mayor sea la abundancia del
derrame; este descenso puede comprobarse á beneficio de la palpación
abdominal y de una percusión superficial, que nos hacen reconocerel bor-
de anterior de la viscera; pero si no observáramos descenso marcado del
NOTABLE CASO DE ÚLCERA DEL ESTÓMAGO 495
hígado, coexistiendo síntomas ostensibles de un derrame copioso en la
pleura derecha, seria preciso recelar la existencia de adherencias costo-
diafragmáticas ó freno-pulmonares. En algunos casos el descenso del bor-
de cortante del órgano hepático, coexistiendo con macidez hasta cerca de
la clavícula, puede ser debido á la presencia de tumores del hígado, un
quiste, por ejemplo. Guéneau de Mussy, para conocer si el diafragma
está levantado ó empujado hacia abajo, dice que basta buscar el extremo
anterior de la duodécima costilla, porque si lo segundo, se encontrará
en un punto más declive que la extremidad de la costilla correspon-
diente en el lado izquierdo, y al revés si lo primero ocurre. Damoiseau
supuso que, por el descenso que experimentaba el borde anterior del hí-
gado, podia venirse en conocimiento de la abundancia del derrame; idea
es esta muy parecida á la de Dieulafoy cuando quería llegar á los mis-
mos resultados observando la elevación del borde superior del derrame,
y como ella, errónea si se la quiere considerar como absoluta, pues lo
único aceptable es que, en general, cuanto más baja el hígado ma-
yor derrame se colecciona en la cavidad de la pleura derecha. Según
Ghatelin, el hígado puede ser empujado hacia abajo á consecuencia de
copiosos derrames de la pleura izquierda; pero en estos casos será fácil
encontrar la altura pleximétrica del órgano hepático más ó menos en-
sanchada, habida razón de la congestión pasiva que sufre á consecuen-
cia del obstáculo á la circulación.
En ciertos derrames de la pleura izquierda acontece que se disminu-
ye, en un tercio y á veces en dos, el espacio semilunar comprendido en-
tre el corazón, borde del pulmón y bazo, que dá un sonido claro á la
percusión, si bien que la extensión de esta claridad á la percusión está
muy supeditada á las adherencias del pericardio, de la pleura y de cier-
tas afecciones abdominales, que deberán tenerse muy en cuenta. A más
del corazón y del hígado, son muchos los órganos que se dislocan á con-
secuencia de la presión ejercida por un derrame abundante, siendo entre
los más importantes, el bazo, que podrá reconocerse por la percusión,
en la nueva situación en que fuere obligado á permanecer. Damoiseau
cita el caso de un pleurítico con notable disfagia, que era causada por la
compresión sufrida por el exófago.
Para terminar con lo referente á las indicaciones de la toracentesis
de urgencia, repetiremos que no solamente está indicada cuando existe
un derrame copioso, sino que también cuando existiendo mediano der-
rame se presentan síntomas funcionales, preferentemente cardíacos, que
amenazan la vida del enfermo.
(Continuará,)
NOTABLE CASO DE ÚLCERA DEL ESTOMAGO,
POR D. P. Verdós.
Bien dicen aquellos que aseguran que el libro de la clínica es inter-
minable. Cada apartado, que se lee en la larga historia del hombre en-
fermo, descubre á la vista del clínico nuevos objetivos y nuevos fines.
496 NOTABLE CASO DE ÚLCERA DEL ESTÓMAGO.
que para alcanzarlos será indispensable el concurso de muchas genera,
ciones. Cuanto más oscuro y embozado se presenta un hecho á la obser-
vación atenta, préstase á mayor número de conjeturas, que en muchas
ocasiones se truecan en manantiales fecundos de luz. En materias clíni-
cas, por lo tanto, la oscuridad dá luz; los casos difíciles, enseñan; y aún
cuando á veces no se pueda deducir de ellos dato alguno positivo, se
consigue siempre el notable adelanto de prevenirnos para ulteriores sor-
presas. Atendiendo á esta última afirmación, voy á dar cuenta de un ca-
so que se hace interesante por varios conceptos.
Para abreviar tiempo y para apartarme de rodeos, que tal vez no con-
seguirían otro objeto que el de desviar la atención del punto de vista
principal, empezaré por decir que se trata de un caso de úlcera del es-
tómago fácil de diagnosticar por el acabado cuadro de síntomas que pre-
senta, y de diagnóstico fácil de defender por venir sancionado por
afamados clínicos. Una mujer, de treinta años de edad, virgen de sufri-
mientos, pero que ha agostado sus fuerzas en pos del sensualismo, tras
del cual corriera siempre obcecada y sin freno que la: detuviera por tener
voluntad y libre albedrío dominados por las brutalidades del instinto, se
ve acometida, en un dia de orgía y de placer para sus aficiones, pero de
duelo y de amargura para su cuerpo, por un vómito de sangre, que si no
la abate, la preocupa. Desde este instante la vida física de nuestra en-
ferma ofrece un nuevo aspecto, no así la moral que es inmutable en
ella. Acerbos dolores en la región gástrica y en la dorsal, vómitos repeti-
dos, unas veces de sustancias alimenticias, otras de liquido sanguíneo en
toda su pureza; digestiones pesadas y dolorosas, etc., abaten su cuerpo
al mismo tiempo que van enervando su espíritu. Este cúmulo de sufri-
mientos, este cuadro clásico de la úlcera del estómago, se va sosteniendo
por mucho tiempo, bien que no sea suficiente para aterrar á nuestra va-
lerosa enferma.
Hasta aquí la historia nada ofrece de particular; pero la curiosidad
del clínico empieza á dispertarse desde al instante en que nota que, con-
comitante con el proceso ulcerativo del estomago, se vino desarrollando
en la enferma en cuestión un trastorno cardíaco, que supera en impor-
tancia á la dolencia gástrica. Accesos de palpitaciones que aparecen de
tarde en tarde en los primeros momentos de iniciarse, pero cuya frecuen-
cia se acrece á medida que el tiempo trascurre; revoluciones cardíacas
en completo desorden, con mayor ímpetu que el regular y con mayor
frecuencia que la ordinaria; intensos dolores en la región precordial; sín-
copes repetidos, que se desarrollan en virtud de la más pequeña emo-
ción; pesadillas que no dejan de presentarse más de una vez cada no-
che; hé aquí el cuadro de síntomas cardíacos que ha venido presentando
nuestra enferma. Detenidos reconocimientos de la región del corazón
me han revelado que los límites de la zona maciza no están traspasados,
que no existen ruidos anormales y que la punta del órgano de la circula-
ción no dejó de latir en el sitio que le corresponde.
Mas no se termina aquí la historia. Si estas dos etapas del proceso
son bastantes para fijar la mirada del observador, la curiosidad sube de
punto cuando se nota que, á estos dos grupos de síntomas tan distintos,
hay que agregar otro, representado por trastornos de la sensibilidad y de
NOTABLE CASO DE ÚLCERA DEL ESTÓMAGO. 497
la motilidad del lado izquierdo del cuerpo. En efecto, el poder kínesódi-
co de los miembros del lado izquierdo se halla notablemente apagado; la
enferma, que tiene fuerzas hombrunas, se ve imposibilitada de servirse
de su mano izquierda, ya que le cuesta trabajo levantar una silla, ni pue-
de apoyarse solamente con el pié izquierdo, porque cuando á esta prueba
se somete, titubeando muy pronto daría con su cuerpo en el suelo. A su
vez la sensibilidad de estas partes se halla trastornada: pellizcando fuer-
temente la piel del dorso de la mano, la del antebrazo ó la del brazo, ape-
nas llega á sentirse una ligera sensación de dolor; y con respecto á la
sensibilidad de la palma de la mano, cabe decir que la paciente no per-
cibe la sensación clara de los objetos, obtusión sensual que expresa ase-
gurando tener la mano constantemente adormecida.
Llama además en esta enferma la atención la notable cantidad de gor-
dura y el desarrollo muscular considerable, que se ha llevado á efecto en
el curso de la enfermedad y en medio de los sufrimientos de que se ha
hecho mérito.
Los ensayos terapéuticos á que se ha sujetado han dado por resulta-
do la disminución notoria de todos'los síntomas. £1 régimen lácteo y el
empleo del subnitrato de bismuto han regularizado un tanto las diges-
tiones; la morfina ha disminuido los fuertes dolores gástricos; la digital
ha regularizado el ritmo cardíaco; el doral ha despertado los poderes es-
tesiódico y kinesódico de los miembros del lado izquierdo, en los que se
hallaban como adormecidos. En una palabra, hoy dia la enferma está pa-
liada.
No me propongo sentar afirmación alguna sobre el caso que queda
transcrito; el terreno es demasiado resbaladizo para ser recorrido con
paso firme. No me propongo ni puedo sentar ^afirmaciones, porque ante
un caso de esta naturaleza la duda vela mis ojos y aparecen ante mí
cierto número de suposiciones acerca de las que todavía no he tomado
partido. Si pretendo escudriñar, como primer factor del problema, cuál
es la génesis del proceso ulcerativo del estómago, encuentro en él el pri-
mer atolladero que me impide seguir adelante. No existe aquí ningún
hecho, ningún dato positivo, para hacer creer que el proceso gástrico ha
tenido su generador en un órgano que había siempre dado muestras de
una robustez á toda prueba. Más sensato es sospechar que esta úlcera
tiene un origen algo lejano, y de esta suerte es más fácil enlazar el tras-
torno gástrico con el cardíaco, el cutáneo y el muscular. Pero, ¿tienen
estos procesos alguna relación entre sí, yo me pregunto de continuo?
Aquí podría sospecharse si los trastornos cardíaco, muscular y cutáneo
están sostenidos por un acto reflejo, cuya excitación partiese de la cavi-
dad estomacal; pero yo no me encuentro dispuesto á aceptar esta génesis,
porque ni en su evolución ni en su curso ha podido entreverse el carác-
ter de los trastornos que están ligados á un daño más ó menos distante
del sitio de donde pudieron nacer. Al contrario, trastornos que nacen á
un mismo tiempo, que crecen lenta y pausadamente, pero que crecen
juntos, y que se mitigan con la misma regularidad, sin que el uno quie-
ra adelantar un paso al otro en la ruta que van siguiendo,es mas fácil,
es más verosímil creer que su generador esté en un mismo punto. Y cada
vez que contemplo este triple sufrimiento gástrico, cardíaco y periférico
498 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
quedóme meditando sí seria cuerdo pensar que, á la manera de lo que
sucede en el bocio exoftálmico y en otras enfermedades análogas^ se tra-
taba aquí de la lesión primitiva de algún centro nervioso.
anatomía de los centros nerviosos, ^^>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
K. —Seno hemisférico y asta de Ammon.
Seno hemisférico. — Para completar la descripción que he hecho del
hemisferio cerebral, sólo faltan algunos ligerísimos detalles, que, si en
Anatomía descriptiva tienen importancia, respecto á su utilidad y apli-
cación basta con conocerlos de una manera casi esquemática.
Entre el pedúnculo, rodeado y abultado por sus núcleos y el gyrus for-
nicatiis ó circunvolución del cuerpo calloso, queda un seno angular,
cerrado hacia el centro del hemisferio por las fibras radiantes, que de la
región de los núcleos centrales van á distribuirse á dicha circunvolu-
ción. Este seno (fig. 75, L), como se comprende, da la vuelta alrededor
de los núcleos opto-estriados por toda su cara superior, posterior é in-
ferior, hallándose interrumpido hacia adelante y abajo por la solución
de continuidad que la cisura de Sylvio interpone en la circunvolución
del cuerpo calloso. De aquí que este seno, en vez de ser circular, descri-
be solo tres cuartas partes de círculo, llamándose por ello canal circum-
peduncular, y tenga, relativamente á los núcleos, una porción situada por
arriba, y otra por debajo, denominadas, según su situación, superior é
inferior, ó frontal y esfenoidal, dada su relación con los lóbulos del he-
misferio (fig. 46, 50 y 74).
El seno hemisférico, al dar la vuelta por detrás de los núcleos cen-
trales, envia una prolongación (fig. 61, F) hacia el interior del lóbulo
occipital, llamada cavidad androides ó prolongación occipital del seno he-
misférico. Así como las otras dos porciones del canal circumpeduncular
están abiertas alrededor de los núcleos, la occipital está en el espesor
mismo del lóbulo de su nombre; tiene mayor ó menor desarrollo, según
los casos, su forma es digital, y sólo ofrece, como particularidad digna de
mención, una eminencia en su parte interna, el espolón de Morando re-
sultante de la profundidad de la cisura calcarina; por eso se dice que es
una circunvolución invertida.
Dado este concepto del seno hemisférico, se ve cuan feliz estuvo
Gratiolet, cuando, siguiendo su comparación de que el hemisferio era
una bolsa, dijo que la circunvolución del cuerpo calloso representaba su
cordón, y recuérdese que, con el nombre de esta circunvolución, com-
prendo también su prolongación esfenoidal ó hipocampo, esto es, el gyrus
fornicatus completo.
(1) Continuación. — V. los núms. 25, 26, 27, 28, 2*), 30, 31, 32, 33, 3(, 35, 36, 37, 38
y 39.
anatomía de los centros nerviosos. 499
Su porción frontal nos es conocida ya en cuanto tiene de especial. La
cara interna del núcleo caudal y ta superíot- del tálamo óptico se en-
cuentran en ella, asi como la parte superioi' de la circunvolución del
cuerpo calloso, cuya cubierta gris termina internándose un poco en la
cara inferior de dicha circunvolución.
La porción esfenoidal tiene un órgano, el asía de Ammon, dependen-
cia del gyrus fornicatus, al cual se atribuye cierta importancia en Fisiolo-
gía y en Patología. Sus detalles anatómicos son muy interesantes. La
cara inferior del núcleo lenticular tendría relación directa con esta parte
del seno, á no ser por las fibras que antes he descrito y que la cubren;
la cinta óptica corresponde ¡i la entrada misma del seno, de modo que lo
cierra en totalidad.
Flg. 75 -Corte de la parta posterior de loa UemlsfeHoa para poner al des-
cubierto los tubírctüoa cuadTÍgfiínlnoa 7 la raflazlon da los ventrículos
laterales.
A CuarpoealoEO.—fiOlinilula pineal— C Pilar posterior de la hAveda— D Tubérculos
cuadrigéminoi anleriores.— £ Radele del Cuerpo callóla.- F Tubíreuloacnidrlgémlnos pos-
(arlaras.— G VilTnlada VÍguseDS.—lf Paddnculoieerebslasos siipai-iorai.— I Pedúnculos cere-
beloios medloi J Suela dsl cuarlo vanlrlculo.— K Padilnculo) cerebelosos Inferiores.— Z. Sano
hamlsHrloo, atuve el garué foittícatat y los núclaoi centrales, dando la vae lia & astea por su
pa<-la piaterlor.
Asta de Ammon (fig. 76). — Una vez que el gynts fornkattts salva la
extremidad posterior ¿ i-odete del cuerpo calloso para ir á formar parte
del lóbulo esfenoidal, recibe el nombre de circunvolución del hipocampo
y sufre algunas modificaciones. La cubierta gris de esta circunvolución,
en vez de terminar sencillamente con una pequeña reflexión hacia aden-
tro, como en el resto de su longitud, se prolonga mucho más en forma
de lámina y sufre en seguida otra inflexión en sentido contrario á la pri-
mera: de esto resulta, que la cubierta gris de la circunvolución del hipo-
500 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
campo, al continuarse hacia dentro del seno hemisférico, forma como
una c/3 colocada horizontalmente. La primera convexidad está dirigida
hacia arriba y forma parte del hipocampo; la segunda, hacia afuera, for-
ma en la cavidad del seno una eminencia análoga al espolón de Morand,
que es el asta de Ammon (fig. 76. B). Esta capa de sustancia gris, asi
doblada, no queda al descubierto, sino que la envuelven distintos fac-
tores.
La primera curva de la S, ó sea la parte interna de la convexidad de
la circunvolución del hipocampo, está cubierta por una capa de sustan-
cia blanca, llamada subiculum (fig. 76, D), cuyo grosor va aumentado á
medida que se acerca al borde de la otra curva, hasta la cual se prolon-
ga, replegándose también de igual modo que la sustancia gris*
La segunda curva, ó sea la convexidad del asta de Ammon, está asi-
mismo cubierta poruña capa de sustancia blanca, llamada alveus (H),que
se extiende por toda su longitud.
De los dos extremo de la S, el superficial é interno se continúa di-
rectamente con la cubierta gris de los hemisferios, y el interno, libre,
está unido en toda su longitud á un tr<ícttis de sustancia gris, verdadera
circunvolución rudimentaria, llamado cuerpo abollonado (F), cuyo color
es gris y su forma como el nombre indica. Sin dificultad se ve nacer di-
rectamente de la cortera del gyrus fornicatus y continuarse á lo largo del
borde libre del asta de Ammon, de modo que entre el cuerpo abollonado
y la prolongación del subiciUum se llena la concavidad de la segunda
curva ó asta.
Por fuera de este cuerpo abollonado y también en el borde libre del
asta, continuándose con el alvet^s^ se encuentra un cordón de sustancia
blanca, algo aplanado y un poco desigual, llamado cuerpo frangeado ó
bordante (G). Este cuerpo se extiende también á todo lo largo del asta, y
por su extremidad posterior se continúa con los pilares de la bóveda,
rodeando los núcleos centrales hacia su parte superior, y terminando,
como antes he dicho, en los tubérculos mamilares y desde ellos en los
tálamos ópticos; una pequeña prolongación de su extremidad anterior y
superior va al espacio perforado anterior, en vez de ir al tálamo óptico
como las demás.
De dentro afuera encontramos, pues: 1.* el subiculu^ que parece
continuarse por atrás con los nervios de Lancisi, que después describiré;
%^ elcuerpo ábollx)ríadOy dependencia de la circunvolución del cuerpo
calloso; 3.° el cMer/)o /roíM/eado, que fórmalos pilares de la bóveda, si-
guiendo un trayecto parecido al del vendolete semicircular; 4.° el alveusy
compuesto de fibras, que se van reuniendo para constituir el cordón
antes dicho.
Todos estos factores constituyen la pared inferior de la porción esfe-
noidaldel seno hemisférico (fig. 46); la superior, la forman fibras del
cuerpo calloso, que aun he de describir, estando cerrada hacia adentro,
como se ve, por lo cinta óptica (fig. 76, C).
Este enrollamiento de corteza gris, ó asta de Ammon, comienza en el
hombre detrás del tálamo óptico, ó sea, cuando la circunvolución del
cuerpo calloso se llama hipocampo, y termina en la extremidad del ló-
bulo temporal, en donde el hipocampo forma un gancho, desapareciendo
anatom/a de los centros nerviosos. 501
también en este sitio los distintos factores del órgano que me ocupa; de
aqui el nombre de circunvolución en forma de gancho. En los mamíferos
se prolonga hacia la parte superior.
Poco rae resta que decir sobre la extructura del asta de Ammon, des-
pués de la descripción que he hecho de los elementos componentes de su
sustancia gris, al tratar de la textura de la corteza; solo expresaré que
las libras del alveus nacen de la sustancia gris del asta de Ammon, y que
• de la sustancia gris del cuerpo abollonado parten también ñbras que,
reunidas con las anteriores, forman el cuerpo franjeado. Los demás de-
talles acerca déla extructura del astado Ammon, dados por KupfTer y
Meynert (stralum nioleculare primum, Kupffer; strdtum lacunosum, Mey-
nert; stratum radiatum, Meynert, ó alriatum, Kupffer; stratum moleculare
secundum, Kupffer) tienen una importancia secundaria, siendo tan solo
preciso recordar el stratum de células piramidales que describí al prin-
cipio.
Tig. 76.~Corte eGqnemáUca del astada Atnrnoii.
A Pedanculo csrabral.—C Corte de ■■cinta úpUca — E Cavidad dula prolangiclan Infe-
rior dsl sene hamlsrérlca ó voatrlcuto lateral.— B Sustaaela gris del hipocampo.— Z) Subicu-
lum.^F Cuerpo abollonado.— i? Cuerpo frangeado.— H Atvirus.
Ferrier considera inseparables, bajo el punto de vista fisiológico, el
asta de Ammon y la circunvolución del hipocampo, y localiza en esta re-
gión el centro de las impresiones táctiles, asi como en la circunvolución-
cuneiforme el de las impresiones visuales. Para Ferrier, las lesiones del
hipocampo destruyen la sensibilidad de la mitad opuesta del cuerpo, y,
según dicho autor, la hemianestesia resultante de las lesiones de la par-
te posterior de la cápsula interna, es debida á la destrucción de fibras
centrípetas que van á terminar en la región del hipocampo. Estas doc-
trinas, aunque aceptadas por algunos autores, son rechazadas por mu-
chos otros y están en oposición completa con las razonadas conclusiones
de Ballet, al admitir una zona sensitiva extendida á los tres lóbulos, occi-
pital, temporal y parietal.
Coulbault, en su estudio sobre las lesiones del asta de Ammon en la
epilepsia, llega, entre otras, á las conclusiones siguientes: i.° en ciertos
epilépticos existen lesiones de una ó de las dos astas de Ammon; 2.° las
502 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
lesiones del asta de Ammon son frecuentes en los epilépticos, siendo la
causa y no la consecuencia de la epilepsia; 3.** se desprende de las obser-
vaciones recogidas, que estas lesiones se acompañan de diversos desór-
denes de la sensibilidad general y especial. Estas conclusiones, que no
son admitidas por todos, contrastan notablemente con la extructura de
esta región (células piramidales motoras como elemento fundamental).
Mucho falta descubrir aun de los centros nerviosos.
L. — Fibras unitivas ó gomisurantes.
Dada la extensa superficie que abraza la corteza cerebral, se com-
prende que sus distintas regiones disfruten de independencia funcional
relativamente á las demás, ó, que de no ser así, han de existir elementos
destinados á poner en comunicación directa las distintas partes de la
sustancia gris cortical de un mismo hemisferio. Lo que sucede en un he-
misferio aislado, sucede para los dos, que también están intimamen-
te unidos uno á otro á beneficio de comisuras, que convierten los dos
hemisferios en un solo órgano, el cerebro, de funciones solidarias y aso-
ciadas.
Las fibras, que ponen en comunicación tan distintas regiones, for-
man diversos hacecillos, que pueden dividirse en dos grupos: unos que
sirven de lazo entre las distintas partes de un mismo hemisferio, y otros
que relacionan las partes similares de ambos hemisferios.
Meynert ha formado de estos hacecillos su sistema de asociación, y
Luys el de las fibras comisurantes. Ambas denominaciones son aceptables
y conformes con los hechos: si empleo con preferencia el nombre de
fibras uíiitivas, es porque, siendo tan usado por los autores como aquellos,
no pertenece á ninguna nomenclatura que suponga conceptos generales
determinados.
Fibras unitivas de un mismo hemisferio. La corteza cerebral está
unida en todas sus partes, en cada hemisferio, por estas fibras, que si
bien son admitidas por todos los autores, son aun muy poco conocidas.
Actualmente solo es posible describir cierto número de hacecillos, algu-
no de los cuales no están por el presente del todo demostrados.
Fibras propias. Son un conjunto de hacecillos muy abundantes en to-
das las regiones de los hemisferios y destinado á poner en comunicación
las circunvoluciones vecinas. Fueron descritas por Gratiolet con el nom-
bre de fibras propias; otros las llaman fibras arquedns, Meynert fibras de
asociación y Carpenter comisura longitiidi^ial superior. Toman nacimien-
to en el vértice de cada circunvolución y se agrupan en un hacecillo
laminar, situado inmediatamente debajo de la corteza gris, á la cual for-
man como algo parecido á un forre; rodean la parte profunda de la cisu-
ra y ascienden otra vez en la parte más saliente del núcleo blanco de la
circunvolución inmediata, en donde terminan; estos hacecillos se en-
cuentran en todas las regiones del hemisferio. No siempre es su trayecto
tan corto que alcance dos circunvoluciones solamente; á veces se ex-
tienden á la tercera, y aún, si bien en contados casos, á la cuarta. Estos
hacecillos forman una concavidad, que aloja la anfractuosidad correspon-
diente, y el sitio en que están más desarrollados es la ínsula de Reil, en
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 503
donde no es difícil observarlas, ya por disociación en cerebros conserva-
dos en el alcohol, ya bien por medio de cortes. Nada se sabe hoy de si
penetran ó no en la corteza cerebral, aunque, como he dicho antes, seles
suponen conexiones con las células de la quinta capa, cuyo eje es para^-
lelo á estas íibras. Sus funciones se presumen, pero, dada su existencia,
su conocimiento, más ó menos exacto y preciso, en nada contribuye á es-
clarecer la Fisiología cerebral.
Fibras del gynis fornicatus. Levantando la sustancia gris de la circun-
volución del cuerpo calloso, se descubre un grueso manojo de íibras, que
tiene una dirección longitudinal, y que, siguiendo el mismo trayecto que
dicha circunvolución, se extiende desde el lóbulo frontal hasta el tempo-
ral, rodeando por detrás al cuerpo calloso. Conserva el mismo espesor
en todo su trayecto, en razón á que contribuyen á formarle fibras que
entran y salen de las circunvoluciones inmediatas, formando otras tan-
tos hacecillos accesorios de poca longitud; pero con todo, parecen indu-
dables fibras extendidas directamente desde la punta del lóbulo frontal
á la del temporal. Deben considerarse como análogos á este hacecillo los
nervios de Lancisi, que luego describiré. Este manojo de fibras, dadas
las regiones que pone en comunicación y dado su trayecto, podria consi-
derarse como propio de la tercera circunvolución primitiva.
Hacecillo lojigitiidinal superior. — Es un manojo de fibras que toma su
origen en las partes corticales del lóbulo frontal y que se dirige hacia
atrás, al través del centro oval, hasta el lóbulo occipital; está formado
de fibras largas y cortas y pone en comunicación los lóbulos frontal, pa-
rietal y occipital. Por su posición y por su trayecto, parece propio de la
segunda circunvolución primitiva.
Hacecillo longitudinal inferior. Parte de la punta del lóbulo temporal
y llega hasta el occipital por buen número de fibras directas que contie-
ne; entran también en su constitución fibras cortas, que establecen rela-
ciones entre las circunvoluciones vecinas. Es de los más fáciles de pre-
parar, ya sea por disociación, ya por medio de cortes.
Hacecillo unciforme. Manojo de fibras extendido desde el lóbulo
frontal al temporal; nace en el primero y especialmente en la tercera
circunvolución frontal, y formando un hacecillo que atraviesa la profun-
didad de la cisura de Sylvio, va á terminar en las circunvoluciones del
lóbulo temporal; tiene íntimas conexiones con el antemuro, al cual se-
para del núcleo lenticular, y forma, por consiguiente, parte de la cáp-
sula externa. Estas relaciones acaban de justificar el que se considere á
la sustancia gris del antemuro como una dependencia de la quinta capa
de la corteza gris.
Bastante más se ha dicho acerca de estas fibras unitivas, pero lo an-
terior es lo único que puede admitirse con visos de certeza. No es esto
decir que no existan otras fibras unitivas que las descritas: son estas en
gran número, aunque desconocidas en su mayor parte.
Dado lo rudimentarios de estos conocimientos, es muy difícil descri-
bir las relaciones que una determinada circunvolución tiene con las res-
tantes del mismo hemisferio, á pesar de que esto seria muy útil á la Fi-
siología cerebral; porque conocidas en parte ó sospechadas las funciones
de una circunvolución, dando por sentada la teoría de las localizaciones,
504 REVISTA DE LARINGOLOGÍA.
podría buscarse la influencia que puedan tener unas con otras y el con-
curso que mutuamente se prestan; porque es indudable, que, aún admi-
tiendo la teoría de las localizaciones en todo rigor, no puede suponerse
que cada región de la corteza cerebral disfrute de tal autonomía, que no
sea preciso el armonioso concierto de las demás para que las múltiples
y variadas manifestaciones de la actividad cerebral ofrezcan esta uni-
dad y consecuencia, y la concordancia de unos actos con otros que se
observa en pleno estado fisiológico.
Ensayaré el poner un ejemplo, simplemente para que se comprenda
cuánto le falta alcanzar en este punto á la Anatomía de los centros ner-
viosos para llegar á la perfección. La circunvolución parietal ascendente
está en relación con las circunvoluciones del lóbulo occipital, mediante
las fibras del hacecillo longitudinal superior; al mismo tiempo tiene co-
municaciones extensas con su congénere, la frontal ascendente, por me-
dio de las fibras propias y con las circunvoluciones del lóbulo frontal, por
las mismas fibras del hacecillo antes nombrado. De la misma manera,
puede decirse, que la segunda circunvolución frontal está unida á las
frontal y parietal ascendentes por el hacecillo longitudinal superior, y al
mismo tiempo con la primera y tercera frontales por fibras que siguen
distintas direcciones. Por otra parte, existen fibras extendidas de la pri-
mera á la tercera frontal, que pasan por debajo de la segunda sin con-
traer con ella conexiones.
Lo que acabo de decir, indica la grande utilidad de este estudio, el
dia que haya alcanzado la precisión requerida; pero es quizás el estudio
más difícil de la Anatomía cerebral, y por este motivo es aún tan defec-
tuoso. Si bien algunos autores de Fisiología dan muchos detalles sobre
este punto, es porque, demostrada la existencia y la importancia de las
fibras unitivas, se han entretenido en forjar el trayecto de hacecillos,
que un ilusorio modo de concebir la Fisiología cerebral hacía indispen-
sables para la comprensión de sus lucubraciones. En el terreno positivo
de los hechos, la existencia de las fibras unitivas da una base y aclara
una necesidad para el estudio de las funciones cerebrales; representa un
principio que, aplicado á los casos concretos y á cuestiones de detalle,
ofrece más garantías para teorías é hipótesis pasajeras y haladles, que
para la demostración de hechos y de fenómenos poco comprensibles en
el estado actual de la ciencia.
{Continuará.)
REVISTA DE LARINGOLOGÍA,
POR EL Dr. Federico Castells Ballespí.
Laringlamo del adulto.^Krishaber refiere un hecho, en los Anruües
des maladies de Voreille et du larynx, que se relaciona con los que Char-
cot ha descrito bajo el nombre de vértigo laríngeo: trátase de un espas-
mo de la glotis, que se presenta aislado y separadamente de la ataxia
REVISTA DC LARINGOLOGÍA. 505
locomotriz ó de la histero-epilepsia. Un enfermo, de 32 años, que gozaba
de buena salud habitual, fué sobrecogido por accidentes, que consistian
en aturdimientos ó vértigos seguidos alguna vez de pérdida de conoci-
miento de corta duración. Tales accesos podian repetirse muchas veces
en un mismo dia, y el enfermo comparaba ese aturdimiento al produci-
do por un golpe recibido sobre la cabeza; pero, cosa importante, se daba
cuenta perfecta de que el fenómeno inicial partia de la laringe, y cada
vez llevaba las manos al cuello. Y, en efecto, razonando atentamente,
Krishaber pudo convencerse de que, en todos los accesos, ligeros ó per-
sistentes, fueran ó no seguidos de pérdida del conocimiento, dos fenóme-
nos dominaban la situación; el primero, premonitorio, era una tos muy
ligera y poco ruidosa, pero sucesiva y rápida, como las últimas quintas
de tos de la coqueluche; el segundo, la detención de todos los músculos
de la respiración. El enfermo dejaba de respirar bruscamente, y todo el
aparato motor era afectado á la vez. Cuando se producía la pérdida del
conocimiento, seguia inmediatamente al ruido respiratorio, y duraba
pocos segundos. No se presentaba espuma en la boca, ni micción invo-
luntaria; el acceso era muy parecido al vértigo epiléptico, sin que mar-
cara la epilepsia, por cuanto, pasada la crisis, no quedaba ni estupidez
ni laxitud. El examen laringoscópico no dio más que resultados negati-
vos y el enfermo no pudo ser observado durante largo tiempo para que
el resultado del tratamiento pudiera ser confirmado.
Es Gharcot quien ha observado el primer hecho de vértigo laríngeo:
referíase á un individuo de 55 años, gotoso, afecto de accesos de tos es-
pasmódica, durante los cuales perdia alguna que otra vez el conoci-
miento.
En otro enfermo, se producían también pequeñas quintas de tos se-
ca, seguidas de esa inmediata pérdida; en este, se referían los fenóme-
nos tan pronto á la asfixia como al síncope, por cuanto, durante el ac-
ceso, el enfermo se ponia amoratado y turgente, juntándose á estos
síntomas contracciones de la cara y del brazo; nunca presentó fenóme-
no alguno epiléptico; tenia unos quince ataques diarios, que alguna vez
determinaban su caida al suelo; cuando la caida no tenia lugar, no ex-
perimentaba más que una sensación vertiginosa; todas las crisis eran
precedidas de una sensación de cosquilleo, que referia al nivel de la la-
ringe. Curó este enfermo bajo la influencia de cauterizaciones de la fa-
ringe y de la administración de bromuro potásico al interior.
Charcot observó un caso, en el que se ofrecía el enfermo afecto de as-
ma, complicada con bronquitis, y que alguna vez, fuera de los accesos,
era presa de una sensación de cosquilleo y de quemadura en la larin-
ge, seguida inmediatamente de tos y de pérdida completa del conoci-
miento, complicada con convulsiones de las extremidades. Este enfermo
murió.
Krishaber hace observar (Journal de Med, et Chirurg.) que en todos
estos casos no existia lesión demostrada de la laringe, y á ellos solos es
á los que debe aplicarse el nombre de vértigo laríngeo; el espasmo y la
pérdida de conocimiento consecutivos á los pólipos ú otras lesiones son
de noción vulgar y no deben figurar en el cuadro de la afección descrita,
cuya causa es absolutamente desconocida. No estará demás tener pre-
506 REVISTA DE LARINGOLOGÍA.
senté, bajo el punto de vista del diagnóstico de esta afección, que el es-
pasmo de la glotis existe en ciertos casos de ataxia locomotriz y puede
constituir por mucho tiempo el único signo premonitor de esta enferme-
dad. Será por tanto prudente y aún necesario, en presencia de un caso
de este género, inquirir si existen otros signos que permitan suponer la
existencia de la ataxia en su principio.
Por nuestra parte añadiremos á las atinadas observaciones transcri-
tas, una propia. Dos casos, que hemos observado en nuestra clientela,
corresponden perfectamente al diagnóstico de vértigo laríngeo. En mu-
chos otros nos seria permitido, por razones especiales, dudar de su
completa similitud para con los relatados. Pues bien, en los primeros,
que corresponden á sexo distinto, creímos ver claro que existia comple-
ta relación entre los abusos venéreos y los accesos de vértigo laríngeo
que tuvimos ocasión de tratar, empleando á este objeto inhalaciones
fenicadas y monobromuro de alcanfor al interior.
Congreso internacional de laringologia.^Hace cerca de dos años fué
celebrada en Milán la primera sesión de este Congreso, y á la verdad,
cuanto más se estudian los trabajos contenidos en el Compte-rendu, pu-
blicado por su infatigable organizador y Presidente el Dr. Ch. Labus, me-
jor se reconoce la trascendencia de la expresada reunión, á la que con-
currió gran número de prácticos de todos los países, no siendo, afortu-
nadamente, el nuestro, el que obtuvo en él menor representación, ni de
valía escasa.
En la imposibilidad de dar aquí los extensos detalles que merecen la
gran mayoría de los discursos pronunciados durante las sesiones, y sién-
donos sumamente difícil especificar las condiciones que revisten las ex-
celentes Memorias que fueron objeto de concienzuda deliberación por
parte del Congreso, no menos que las circunstancias que pudieran hacer
aceptables algunos de los instrumentos que se presentaron, limitaremos
hoy nuestro deseo, consignando algunos de los temas que fueron allí sos-
tenidos por nuestros compatriotas, sin perjuicio de que, cuando el tiem-
po y el espacio nos lo permitan, ampliemos esas noticias y hagamos men •
cion de las demás.
Acción patológica del tabaco sobre la garganta. -r El Dr. La Sota, de
Sevilla, cuyos estudios en la especialidad laringológica son bien conoci-
dos, ocupó la atención del Congreso sobre aquella. Entre las alteraciones,
que deben atribuirse á este agente, cuenta la angina eritematosa, carac-
terizada por una coloración roja marcada de la mucosa del paladar, de
los pilares, de las amígdalas, de la pared posterior y la bóveda faríngea;
la higiene, el abstenerse de fumar y algún gargarismo refrigerante pue-
den bastar para la curación. La angina vesiculosa se encuentra en los
individuos que fuman cigarros puros y á la vez los mascan; la mucosa
del paladar se presenta afectada, caracterizándose por una coloración
roja brillante, con numerosas vesículas miliares transparentes, de con-
sistencia gomosa ó gelatinosa, que unas dan lugar á escoriación y otras
se secan, formando manchas iDlanco-grisáceas. La angina granulosa, la
más rebelde de las nicotínicas, es admitida por todos los laringólogos.
REVISTA DE LARINGOLOGÍA. 507
Deduce el Dr. La Sota la necesidad de que se abandone por completo el
uso del tabaco para la curación de estas formas,
Laríngopatia gástrica. -El Dr. D. Rafael Ariza, justamente afamado
especialista de Madrid, tras la exposición de sus ideas en este asunto, llegó
á las siguientes conclusiones:
1.° Existe una forma de hiperestesia laríngea, no descrita aún, que
debe ser denominada laringopatía gástrica.
S.'* La intensidad de los sufrimientos laríngeos, la'ausencia de signos
objetivos en la laringe y la presencia de síntomas dispépticos bastan
para establecer el diagnóstico ¡diferencial.
3.*" En los casos de laringopatía gástrica, la dispepsia es siempre de
fecha más antigua que la enfermedad de la laringe; no obstante, los enfer-
mos no se quejan más que de la garganta.
4."* Para obtener la curación es preciso dirigir el tratamiento á la
dispepsia, puesto que es ella la que tiene bajo su dependencia los sínto-
mas laríngeos.
Tisis laringes idiopática: signos objetivos que la revelan al laringes
copio.— El mismo Dr. Ariza apoyó en este punto las conclusiones que
siguen:
!.• Debe rehacerse el capítulo de las laringitis plásticas é hipertró-
ficas, y referirlas en la mayor parte de casos á la tuberculosis del órgano
vocal.
2.° Los verdaderos pólipos, que nacen en las laringes afectadas de
hipertrofia, participan también del carácter tuberculoso propio de la
laringitis, y no deben ser operados sino cuando ponen en peligro emi-
nente la vida del enfermo.
3.* La tuberculosis laríngea, que toma la forma hiperplásica ó poli-
posa, es casi siempre idiopática.
4.* Sin pretender decidir acerca de la mayor ó menor frecuencia de
la idiopatía ó deuteropatía del tubérculo laríngeo, opina que la tisis
laríngea afecta preferentemente la forma ulcerosa cuando coexiste con
la alteración pulmonar, y que es entonces difícil de averiguar en qué
órgano ha comenzado la afección.
5.° En las tisis hipertróficas, los enfermos conservan generalmente
un grado relativo de vigor y de buena salud, hasta tanto que se presenta
el período de ulceración:
Y, en fin, como corolario:
6."* Las tuberculosis laríngeas hipertróficas pueden ser contenidas y
aun curadas á beneficio de una excelente higiene y de un tratamiento
general, sabiamente dirigido bajo el triple punto de vista farmacológico,
climatológico é hidrológico.
Nuestros lectores apreciarán la importancia que revisten esas deduc-
ciones, que demuestran á la vez en sus autores un sagaz espíritu de
observación y el talento clínico necesario para las investigaciones pro-
pias de la laringología.
503 REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA.
REVISTA CRITICA BIBLIOGRÁFICA,
POR J. ViLASECA MeRCADÉ.
Utilidad general de la gimnasia y acción que ejercen sobre el organismo ha-
mano sus diferentes ejercicios, por el Dr. D. David Ferrer y Mitjana.
La educación gimnástica marcha al
compás de la civilización de los pue-
blos.
Ferrer t Mitjana.
Con este lema encabeza el autor un escrito laureado en el certamen
último— 25 Agosto de 4881— del Ateneo ígualadino. El Profesor del gim-
nasio y alumnos propusieron aquel acertado tema, y sobre la obra pre-
miada presento mi critica, más lacónica que mi deseo, amoldándome
al orden y epígrafe de los seis capítulos de que consta.
Concepto de la Gimnasia. Es bastante confuso, por no haberla defini-
do.— Por una paite, parece admitir la gimnasia como sinónimo de gesta
ó higio' dinámica — criterio del cual disentimos, conformándonos con el
de los AA. de higiene,— y por otra, las conceptúa diferentes. Si lo prime-
ro, es extraño no ver adoptadas las divisiones de aquellos en la Gesta; y
si lo segundo, no vemos explicación que legitime la diferencia. La gim-
nasia se divide en general y propia^ especial y académica^ comprendiendo
en esta última la serie de ejercicios que tienen lugar en los gimnasios mO'
demos. La metodología escasea y resulta perjudicada una buena parle
del opúsculo, dedicada muy especialmente á la gimnasia propia.
Gimnasia en la antigüedad y en los tiempos modernos. La clase de gim-
nasia á que se entregaban los antiguos permanece entre tinieblas En
los mismos tiempos antiguos se dio desde Heródico, maestro de Hipócrates^
— cerca cinco siglos antes de Jesu^Crislo—gran importancia á la gimnasia
médica (¿á qué atenernos?) Galeno, Leaton^ Hipócrates, Homero con su
Odisea^ libros 8.^ y i2.^é Uiada^ Plutarco, Marco Julio Cicerón con su
libro 2.^ de la elocuencia, y demás aducidos, no aclaran aquella duda, al
paso que Giné ú otro historiador de la Medicina, obedeciendo al orden
cronológico, señala las relaciones de la gimnasia con la medicina, po-
lítica y filosofía antiguas, y por complemento, la Historia universal
nos revela el parentesco del gimnasio de Esparta con las leyes de Licur-
go (898 años antes de J. C); las del ateniense con el legislador de Solón
(333 años antes de J. C); el enlacé de la gimnasia con los juegos olím-
picos (importados por Hércules y renovados 803 años antes de J. C); el
objeto político que tales juegos entrañaron para Grecia, y en fin, las di-
ferencias entre el gimnasio griego y las palestras de los romanos.— Apar-
te de que el o^Libro de las fracturas y el de las articulaciones:!), atribuidos á
Hipócrates, significan que la luz de la gimnocologia habia penetrado en
la cirugía.— Difícil es historiar las postrimerías de la edad antigua, la
media y principios de la moderna; así que pasamos d fines del siglo xvi^
para hallar en Mercurial un sostenedor déla gimnasia, cuya historia, re-
REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA 509
lativa á los siglos xvii y xviii y actual, recorre el Sr. Ferrer con método
y sin escasear citas bibliográficas —Por conclusión, imitamos á Levy
(Hygiéne publique et privée). «La antigüedad divinizó la fuerza corpo-
ral en Hércules, é inventó la gimnasia menos con objeto higiénico que
con el deformar atletas y soldados. La sociedad moderna tiende á go-
bernarse por la inteligencia... Esto explica el lujo de instituciones gim-
násticas entre los antiguos, y su ausencia entre los modernos.»
Utilidad general de la gimnasia. Esta conviene d todos los individuos^
pues el ejercicio es condición indispensable de todos los órganos^ cuya con-
dición no autoriza á decir que aquella convenga á todos; y aunque la
vida no se concibe sin el movimiento^ uno y otra se conciben y existen sin
el ejercicio gimnástico.—Partiendo de las condiciones variables^ que hay
que tener en cuenta al tratar del ejercicio conveniente á cada individuo^
siguen extensas consideraciones relativas á las edades, sexos, tempera-
mentos, constituciones y profesiones^ que en suma nos parece Patología,
Fisiología, Higiene, especialmente Gesta, mejor que gimnasia.
Condiciones generales para verificar los ejercicios gimnásticos. Expues-
tos en nueve párrafos, de los cuales los tres primeros poco rezan con la
gimnasia por tratarse de la iníluencia de los climas, estado bigrométrico
y presión barométrica sobre el organismo y su movimiento en general.
Creo que los últimos párrafos merecían capitulo especial, pues contie-
nen atinados preceptos concernientes al tiempo propio para el ejercicio
gimnástico, á la utilidad de aligerarla vejiga y el recto antes de aquel, al
vestido del gimnasia, á la conducta que este debe seguir durante y des-
pués de dichos ejercicios, y condiciones que ha de reunir el gimnasio.
Acción de los ejercicios sobre los sistemas nervioso, muscular y óseo.
Aquellos están divididos para mayor claridad en secciones, esto es: i ^ Li-
bres, ó que el cuerpo se mueve con toda libertad sobre una superficie de
apoyo; 2.* semilibres, ó en que se mueve en relación precisa con un apa-
rato que puede ponerse total ó parcialmetite en movimiento; y 3/ fijos ó con
fijeza {de aparatos,) A continuación trata sintéticamente de la iníluencia
que tales operaciones y otras imprimen á la economía, á aquellos tres
sistemas, á las funciones vegetativas, ó sea Fisiología y Terapéutica, que
nos parece holgar, ó huelga la clasificación, pues el epígrafe no tolera
semejante amalgama.
Consideración sobre los diversos ejercicios, cuyo lugar mejor estaría á
continuación de la clasificación.— Los ejercicios libres abrazan los de la
cabeza, tronco, brazo, antebrazo y mano, muslo, pierna y pié, la marcha,
la carrera y el salto, los cuales proporcionan fteocibüidad, elasticidad d
los músculos y á las articulaciones; al paso que los semilibres les dan
fuerza de tensión y resistencia, viniendo incluidos en esta 2.^ sección los
que se ejecutan con mayor rapidez por un extremo y dando variadas posi-
ciones albrazo, los ejecutados con pesos ó palanquetas, los de proyección,
la lincha parciúda á la que tenia lugar en la antigüedad. Habíamos olvi-
dado otra sección de semilibres, y es la que comprende los que se ejecu-
tan con aparatos sujetos por uno de sus puntos, como las poleas, cuyos
ejercicios y los de la úliima sección (siguiente) tienen su papel trocado
con los dos grupos anteriores; pero los otros representan progresiva gra-
dación de esfuerzo muscular por el que puede deducirse el alcance de
510 LA OBSTETRICIA ANTISÉPTICA
SUS efectos locales y generales. Ultima sección ó con aparaío fijo^ como el
potro y la importante escala ortopédica adecuada contra las deformida*
des del tórax y raquis. Consideramos este ejercicio como el más notable
y el que con más propiedad puede llamarse gimnasia académica.
Síntesis, complementaría del análisis, partes integrales de la críti-
ca: falta de método; mucho escribir y poca gimnocología; confusión de
Gimnasia con Gesta. En cambio descuella la laboriosidad del Sr. Ferrer,
quien en tres meses escribió 60 páginas, de impresión equivalente á unas
40 de la Gaceta, de las que muchas revelan erudición por las 49 citas
de obras, cuyo autor, título y página señala.
LA OBSTETRICU ANTISÉPTICA Y LA SEPTICEMIA EN OBSTÉTRICA <*>,
POR R. Barnes.
Hase discutido extensamente, en estos últimos tiempos, sobre la an-
tisepsis en obstetricia. Los procedimientos antisépticos únicamente son,
si bien se considera, aplicaciones auxiliares del gran principio general
sobre el cual descansa toda buena práctica tocológica: esto es, garantir
la recien parida contra los venenos y las influencias nocivas que la ame-
nazan, tanto si proceden de la mujer enferma como del exterior.
No es de gran utilidad consagrar una atención individual á lo que no
es en suma más que una parte de un axioma terapéutico. £1 punto esen-
cial consiste en estudiar, en conjunto, los fenómenos fisiológicos y mor-
bosos, para sacar las indicaciones precisas que nos permitan aplicar todos
los agentes terapéuticos necesarios en cada uno de los casos que observe-
mos. Fijar nuestra atención exclusivamente sobre uno de esos agentes,
nos haría correr el riesgo de desatender los otros y de hacernos perder
de vista el principio que dirige todos los hechos, la fuerza que les coa-
duce hacia un fin determinado.
Para llegar á la noción de tratamiento, debemos procurar conocer
bien las condiciones que, ya por si mismas ó ya auxiliadas por otras,
amenazan á la recien parida.
Las enfermedades puerperales tienen su base en el embarazo: ter-
minado el parto, las causas morbígenas entran en*actividad, surgiendo
nuevos peligros. Toda enfermedad puerperal encierra uno de estos ele-
mentos. Lo que sigue demostrará la verdad de mi aserto; pero antes debo
establecer una proposición fundamental, que demuestre las diferencias
que existen entre las enfermedades propias de la preñez y las puerpe-
rales.
Las enfermedades del embarazo presentan una alta tensión vascular y
nerviosa; las puerperales ofrecen una tensión vascular y nerviosa débil.
(1) American Journal of obstetrics.^ Annales de GynecoL (Trad. por el Dr. Cor-
des.)
Y LÁ SEPTICEMU EN OBSTETRICIA. 511
En la mujer embarazada, la balanza osmótica es centrífuga; en la recien
parida es centrípeta. Las enfermedades de la mujer embarazada se carac-
terizan por la excreción de elementos naturales: así vemos que la tensión
excesiva se traduce por la albuminaria y la eclampsia y por las hemorra-
gias de la preñez. El organismo construye; todo se halla subordinado á
este trabajo. Apenas se encuentra este terminado, cuando asistimos á la
demolición, á la expulsión de lo excesivamente repleto; la absorción y la
excreción son ahora las fuerzas dominantes. Sin duda la absorción, pro-
porcionada á las necesidades de la construcción, se verifica activamente
durante el embarazo; pero esta absorción no se asemeja á la de los ma-
teriales de desecho, que, una vez llenado su objeto, deben ser elimina-
dos. Estos desechos, si no se expelen, pueden ser tan tóxicos como los
elementos de la orina reabsorbidos. Asi vemos la trombosis, la flegmasía
alba dolensy la septicemia, muy raras en el embarazo, ser comunes en el
puerperio. Antes de discutir sobre la obstetricia antiséptica, debemos for-
marnos una idea clara de la septicemia en obstetricia. Cuando una recien
parida es víctima de la fiebre, su estado es complejo. Difícilmente po-
dríamos expresar, con una sola palabra, los diversos factores comprome-
tidos en la cuestión. Una expresión concisa puede, rara vez, por no
decir nunca, dar cuenta de un hecho fisiológico; omitirá factores impor-
tantes; cuanto más breve sea, será también tanto más falsa. En lugar de
definir la septicemia, intentaré describirla; la palabra septicemia, refi-
riéndose á los partos, es por si misma una definición. Aunque nos indi-
que esta palabra la presencia de un veneno especial en la sangre de la
recien parida, está muy lejos de darnos una idea del resto, presentándo-
nos un cuadro muy incompleto de lo que ha penetrado en la sangre de la
intoxicada.
Si, por tanto, continuamos empleando la palabra septicemia, que es
demasiado cómoda para rechazarla, será preciso darle un sentido más
extenso y más elástico. Desde luego quisiera que esta palabra significa-
ra para nosotros, no que se trata de un veneno séptico distinto, sino que
se emplease en un sentido más lato, como un término general, indican-
do que la sangre de la enferma se halla intoxicada. Teóricamente pode-
mos imaginar un veneno específico y llamarle sepsina; pero, ¿podemos
hacer de él una entidad fisica ó clínica?
Koch incluye, bajo el nombre de septicemia, todos los casos de infec-
ción traumática general en los que no se encuentra depósito metastásico,
y bajo el nombre de pioemia aquellos en que lo hay. Si puede establecer-
se, y Koch no está muy lejos de ello, que no se encuentran gran número
de bacterias en la sangre de los septicémicos, mientras que son muy co-
munes en la pioemia, su distinción descansa sobre una buena base
científica.
Las investigaciones que se lleven á cabo en esta dirección serán fér-
tiles en resultados prácticos; sin embargo, deberla ser la observación clí-
nica la que nos sirviera de punto de partida. Podemos observar la septi-
cemia de Koch convertirse en pioemia. Estas do9 afecciones ¿difieren ab
intíto? La cuestión es difícil de resolver actualmente, por más interesan-
te que parezca. Podemos, sin embargo, en cuanto convenga, aceptar las
palabras en el sentido que les da Koch. Pero nos hace falta un término
512 LA OBSTETRICIA ANTISÉPTICA
general y comprensivo; ninguno es mejor que la antigua denominación
de toxemia que no envuelve ninguna teoría; solo indica que ha penetra-
do un veneno en la sangre, en la cual se ha desarrollado. Apoyados en
síntomas bien conocidos, comprobamos el hecho; procedemos en seguida
al análisis, á la distinción, si es posible, y determinamos el veneno par-
ticular de que se trata.
Si damos á la palabra septicemia igual sentido que á la de toocemia, el
término obstetricia antiséptica vuélvese más comprensivo, y nos forma-
mos una idea más útil, más clínica, de uno de los problemas más intere-
santes de la obstetricia.
Busquemos, pues, los factores del problema:
1.° En la sangre de la mujer, modificada por el proceso de construc-
ción y nutrición del embrión y del útero, hallamos un exceso de fibrina,
una disminución de los glóbulos rojos y un aumento en la cantidad de
agua y de glóbulos blancos. Esta es la sangre de la mujer en el momento
del parto, distinta de la que posee en estado normal, y en la cual se ela-
boran los procesos puerperales. Pero no es esto todo, el organismo entero
sufre modificaciones. Tarnier, en su Trai^ado de partos, afirma que la cien-
cia nos proporciona cada dia hechos que nos obligan á deducir que en la
mujer, en estado de preñez, no existe una fibra, ni una gota de sangre,
que no hayan sufrido una transformación. Si la mujer ha perdido gran
cantidad de sangre, durante ó después del trabajo del parto, es aquella
más acuosa y más rica en fibrina. El exceso de materiales albuminóideos
aumenta la osmosis centrípeta.
2."* La tensión vascular y nerviosa ha descendido y ha modificado la
dinámica circulatoria.
3.° Sucede al parto un período de reposo, de preparación al proceso
de desorganización de los tejidos producidos durante la gestación, ahora
supérfluos, y la eliminación de los detritus.
Este período dura cerca de cuarenta y ocho horas; es raro ver mani-
festarse una auto-intoxicacion antes del tercer dia.
4.° Al final del segundo dia ha empezado la desagregación en la
matriz y otros órganos; una gran revolución va á llevarse á cabo; los
productos de esta desintegración son reabsorbidos rápidamente y debie-
ran animismo ser rápidamente excretados. La absorción se despierta: los
vasos linfáticos y las venas funcionan activamente. Si el sistema linfá-
tico, y en particular el hígado, dejan de transformar los detritus que
reciben, con virtiéndolos en aptos para volver á penetrar en el torrente
circulatorio, estos materiales mal preparados son tóxicos: primera forma
de septicemia.
5.° Aun cuando estén suficientemente digeridos^ si no son expulsados
á medida de su absorción, se acumulan en el organismo, hé aquí otra
forma de septicemia. Es preciso, pues, que los ernuntorios, ríñones, la
piel, pulmones, funcionen fácil y activamente.
6.° Luego la conversión de los deshechos y su excreción, pueden
verificarse defectuosamente; de lo que resulta una toxemia compleja, del
todo autogénica, sin causa exterior.
7.° Otros peligros amenazan todavía. En un hecho notable, — que
tiene su interés, aun fuera de nuestro estudio actual — el que todas las
Y LA SEPTICEMIA EN OBSTETRICIA. 513
etapas de la reproducción estén marcadas por heridas: la dehiscencia del
folículo, el desgarro frecuente del hímen y de la horquilla durante el
coito, la rotura del cuello durante el paso del feto, la separación de la
placenta y la dislaceracion del periné son ejemplos de ello.
Otro hecho, no menos constante, aunque no tan visible, es la contu-
sión violenta que sufre la mucosa genital durante el parto. Ella es asiento
de un fenómeno comparable al deslizamiento de los aludes: la mucosa, en
contacto con la cabeza, es arrastrada por el frote, que la separa del tejido
subyacente; algunos vasos se desgarran, de aquí el origen de los equimosis
que se encuentran al rededor del cuello, si se practica la autopsia duran-
te la semana consecutiva al parto; el tejido conjuntivo contiene sangre
extravasada y suero. Al cabo de dos ó tres dias, la capa epitelial, maltre-
cha, empieza á exfoliarse más ó menos en algunos puntos, pero en parti-
cular en el cuello.
Considerando los hechos solo en el concepto de nuestro trabajo actual,
nos encontramos con un traumatismo, que representa un papel muy
importante en la septicemia puerperal.
La escuela alemana ha insistido muy particularmente sobre los des-
garros del cuello y del periné; la herida que deja el desprendimiento de
la placenta ha sido comparada por Cruveilhier, Robert Ferguson y otros
autores á un muñón de amputado; pero, que yo sepa, no se han fijado en
la denudación de la mucosa. Estoy, sin embargo, tentado á creer que
toma una parte considerable en el proceso tóxico: es el camino más
constante y el más directo de el veneno (septicodej,
8.** De dicha superficie parten distintas vías abiertas al veneno. Si
no se acumula veneno alguno en este septicode, las heridas se curan bien,
la puerta se cierra. Poco importa que la superficie traumática sea más ó
menos extensa; pero si la sangre ó los loquios permanecen en la vagina
ó en el útero, y el aire se pone en contacto con ellos, se verifica la des-
composición; el líquido putrefacto, que baña el canal herido, halla fácil-
mente entrada en el organismo, de lo cual resulta una forma de toxemia
autogénica distinta de la producida por la simple acumulación de mate-
riales de deshecho mal digeridos, ó que se hallan en exceso, á los que
hay que añadir la putridez de los loquios. El estado es, pues, complejo,
la sangre tiene los caracteres que*le imprime el estado de preñez, hállase
además modificada por los detritus que acarrea, y contiene, finalmente,
los productos pútridos procedentes de las heridas de las mucosas. Cuando
la sangre se halla intoxicada, el proceso natural de purificación, la excre-
ción de los residuos, se verifica en malas condiciones; el equilibrio que
existe entre la desagregación, la absorción y la excreción se rompe.
Así, pues, la septicemia simple, tal como se ha concebido y ha sido des-
crita, no existe.
9.** La recien parida puede adquirir los principios tóxicos en otros
manantiales: puede hallarse en contacto con otros venenos venidos del
exterior y absorberlos; así el dedo que la toca puede inocularle el veneno
cadavérico ú otros venenos morbosos; las esponjas y los lienzos pueden
también servir de vehículo. Es probable que en algunos casos las bacte-
rias jueguen un papel importante. Nueva complicación determinada por
la presencia agravante de miasmas anteriores.
51 4 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
40. La recien parida hállase en condiciones abonadas para la absor-
ción de los venenos zimóticos: tífico, escarlatinoso, varioloso, erisipe-
latoso.
(Continuará.)
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Cdlera-morbo. — Las últimas noticias de nuestras Filipinas, llegadas
por el correo, y que alcanzan hasta el 28 de Junio, dicen: que, á conse-
cuencia de los informes remitidos por el Gobernador militar de Joló
hablan sido declaradas sucias las procedencias del Archipiélago joloano,
exceptuando las plazas de Joló y los establecimientos de Bongao y Siassi,
y sospechosas las de Borneo, por las fáciles comunicaciones que tiene
con las de Sumatra, Java y Joló; que, con motivo de tomarse en Singa-
pore medidas sanitarias, se hablan declarado limpias sus procedencias,
siempre que llevaren patente limpia; que en Manila se habían consti-
tuido nueve Juntas de Sanidad, una por cada distrito de la capital,
para ejercer la más activa vigilancia; y que habia pasado á la Junta
central comunicación del representante de España en el Japón, dando
cuenta del desarrollo que adquiere el cólera en la isla de Java.
Telegráñcamente (Manila, 8 de Agosto) participa el Gobernador gene-
ral: que en la última quincena hablan ocurrido pocas defunciones en
Joló, y éstas casi todas en indígenas; que en la provincia de Zamboanga
aumentaba la epidemia, que habia hecho sucumbir la enorme cifra de un
12 por 100, si bien noticias posteriores indicaban una notable remisión;
que se hablan presentado algunos casos en Iloilo, si bien benignos; que
en el resto del Archipiélago no ocurría novedad, y que tomaba precau-
ciones, que no expresa.
En la Sección oficial encontrarán los lectores la declaración de sani-
dad de Batavia y la de infección de Iloilo y algunas otras islas filipinas.
Reunido nuestro Consejo de Sanidad, á instancias del Ministro de
la Gobernación, resolvióse, en vista de los telegramas de Iloilo, Zam-
boanga y Borneo, sujetar á una cuarentena de rigor (diez días) á las pro-
cedencias de los puntos infectados y á observación con expurgo y ven-
tileo á las del resto del Archipiélago.
Algunos periódicos han hablado de la presentación de un caso de có-
lera morbo asiático? en el hospital de Charlottembourg (cerca de Berlín),
pero no creo deba concedérsele importancia aunque haya tenido termi-
nación mortal.— (Rodríguez Méndez.)
Convallaria maialis.— En una interesante comunicación, hecha por
Germain See á la Academia de Medicina de París, sobre la acción fisio-
lógica y terapéutica de esta planta, llega dicho autor á las siguientes con-
clusiones, basadas en la experimentación fisiológica y en la observación
clínica:
1.' La convallaria maialis, ó lirio de los valles, es uno de los más im-
portantes medicamentos cardíacos.
2.' Bajo la forma de extracto acuoso de la planta total y á la dosis
de un gramo á gramo y medio al día, el lirio de los valles produce sobre
el corazón, los vasos y la respiración, efectos constantes y siempre favo-
rables, caracterizados por un retardo en las contracciones cardíacas y
con frecuencia restablecimiento del ritmo normal; además, aumenta la
energía cardíaca, así como la presión arterial, regularizando las contrac-
NOncaAS CIENTÍFICAS. 515
ciones arteriales exageradas; ñnalmente, la potencia respiratoria adquie-
re más fuerza en la inspiración, y la necesidad de respirar se hace menos
imperiosa y molesta.
3/ Su efecto más preponderante, más constante y más útil, es su
acción diurética, que interesa obtener antes que nada en el tratamiento
de las hidropesías cardíacas.
4.* Las indicaciones terapéuticas pueden resumirse como sigue:
a. En las palpitaciones debidas á un agotamiento de los nervios va
goSy ó sean las palpitaciones paraliticas, que son las más frecuentes.
b. En las aritmias simples, con ó sin hipertrofia cardiaca y acompa-
ñadas ó no de lesiones de los orificios ó de las válvulas del corazón.
c. En la estrechez mitral, especialmente cuando hay falta de com-
pensación en la fuerza contráctil de la aurícula izquierda y del ventrí-
culo derecho: los trazados esfigmográficos demuestran que la fuerza con-
tráctil aumenta visiblemente.
d. En la insufíciencia de la válvula mitral es particularmente ven-
tajosa cuando hay éxtasis sanguíneos en los pulmones y por consiguien-
te aparece la disnea bajo la influencia de congestiones pasivas, con ó sin
trastornos nerviosos de la respiración.
e. En la enfermedad de Corrigan, sus efectos favorables se demues-
tran principalmente por la desaparición de las contracciones arteriales
periféricas y por la facilidad con que se restablece la respiración. Guando
el ventrículo izquierdo no presenta hipertrofia compensatríz, la conva-
liaría está más indicada, porque comunica energía al corazón, que en un
momento dado tiende á debilitarse y hasta á dilatarse.
f. En las dilataciones cardíacas, con ó sin hipertrofia, degeneración
grasosa ó esclerosis del tejido muscular, la indicación del lirio de los
valles se impone con toda evidencia.
g. Finalmente, en todas Uis afecciones cardiacas, sin distinción, des-
de el momento que determinan la infiltración de los miembros y con más
motivo una hidropesía general, el lirio de los valles tiene una accáon
evidente, pronta y segura.
h. En las lesiones con disnea el efecto es menor.
5.* No tiene contraindicaciones, porque se aplica á todas las afeccio-
nes cardíacas. Por otra parte, no produce ninguna acción maléfica so-
bre el sistema cerebro-espinal ni sobre los órganos digestivos. Además,
no permanece largo tiempo en la economía, no presentando efectos de
acumulo ni acción postuma.
6.* Por todos estos motivos, el lirio de los valles es superior á la di-
gital, de la cual con frecuencia debemos huir ó por lo menos restrin-
gir su empleo, á causa de los vómitos, de la inapetencia, de los de-
sórdenes digestivos, de la excitación cerebral y de la dilatación pupilar,
que con tanta frecuencia produce después de un uso más ó menos pro-
longado.
La digital acaba á lo largo por agotar el corazón, por aumentar las
contracciones, debilitarlas, y en una palabra, por producir efectos diá-
metralmente opuestos á los que se buscan.
7.* Para combatir las disneas cardíacas, el lirio de los valles es in-
ferior á la morfina y sobre todo al iodo; pero la morfina suprime la ori-
na, y por consiguiente las preparaciones de iodo conservan intacta su
superioridad, que llamaré respiratoria.
Por este motivo, la combinación del lirio de los valles con el ioduro
potásico constituye una de las más útiles medicaciones para el trata-
miento del asma cardíaco.
8.' Por fin, en las cardiopatías con hidropesía, la convallaria sobre-
puja toda medicación, sin que haya necesidad de asociarle otros diuré-
ticos, como la leche.— (Fargas.)
516 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Nuevo procedimiento para la expulsión de las masas corticales
de la catarata. — Después de extraído del núcleo cristalino en los casos
en que por la blandura de la catarata quedan dentro del ojo porciones de
su sustancia periférica, se obtiene su extracción completa por medio de
las corrientes intraoculares de solución de ácido bórico al 4 por 100. Con
una pera de caoutchouc se proyecta con violencia un chorro de la solución
dentro de la cámara anterior, y las masas corticales son arrastradas fue-
ra del ojo de una manera mucho más completa y sin ninguno de los
peligros á que se expone el cirujano, cuando pretende limpiar por com-
pleto la pupila por medio de presiones sobre el globo del ojo, ó por la
introducción de cucharillas. — (J. Barraquer.)
Sífilis ocular: tratamiento por las inyecciones de cianuro de
mercurio.— Según Galezowoski {Soc. de BioL) el tratamiento especifico
ordinario es, muchas veces, impotente para curar la atrofia ó la neuritis
del nervio óptico, así como también para las alteraciones de la coroides
ó de la retina. De los experimentos que ha practicado con Fournier, re-
sulta asimismo que el albuminato de mercurio á penas tiene valor. Por
el contrario, ha comprobado la notable eficacia de las inyecciones de cia-
nuro de mercurio en muchos casos de iritis y coroiditis y en algunos de
atrofia de la pupila de origen sifilítico.— (Formiguera.)
SECCIÓN OFICIAL.
Honorarios de los Médicos-Directores de establecimientos balnea-
rios.— Real orden de 26 de Julio resolviendo en favor del Médico-Director de
Carballo la cuestión suscitada entre este y la Diputación provincial de la Goruña,
y disponiendo, por tanto, que los asilados en los establecimientos benéficos de-
ben pagar á los Directores los derechos que les corresponde, resolución en ar-
monía con lo prescrito en el reglamento vigente. Gaceta 2 de Agosto.
Agnias minero-medicinales de La Maravilla.— Real orden de 28 de Ju-
lio declarando de utilidad pública las aguas de La Maravilla (Loeches, Madrid),
pertenecientes á las bicarbonatadas-sulfatadas-cálcico-magnesianas frías, seña-
lando como temporada oficial desde el i .° de Junio hasta el 20 de Setiembre, y
autorizando á la Sociedad propietaria para que sustituya la sala de inhala-
ciones, que tiene proyectada, por la gran piscina que aconseja el Médico-
Director. — Id, id. id.
Aguas minero medicinales de las Fuentes del Francés.— Real orden
de 1 .* de Agosto declarando de utilidad pública las de las Fuentes del Francés;
término Entrambasaguas, Santander, pertenecientes á las termales, clorurado-
sódicas, bicarbonatadas, alcalinas, nitrogenadas débiles, y señalando desde 1.**
de Junio al 30 de Setiembre como temporada oficial. — Id. 3 id.
Cátedra vacante.— Real orden de 26 de Julio disponiendo se provea por
concurso la cátedra de Anatomía general y descriptiva y Elementos de Histolo-
gía general, vacante en la Facultad de Medicina de Valencia. — Id. del 4 id.
Cólera morbo. — Orden del 7 de Agosto mandando se consideren limpias las
procedencias de Batavia (Java, Oceanía), á partir del 29 de Julio.— iá. del 8 id.
Id. id.— Orden del 10 de Agosto declarando sucias las procedencias de Iloilo
(Filipinas), á contar del 6 de este mes.— Jd. 11 id.
Id. id. — Orden del 10 de Agosto disponiendo se sometan á cuarentena de
observación con espurgo y ventileo las procedencias de todas las islas que for-
man el Archipiélago filipino por existir el cólera en algunas de dichas islas.
— ídem id. id.
Médicos Directores de aguas minerales.— Circular del 16 de Agosto re-
cordándoles el cumplimimiento de lo preceptuado en las reglas 9." y 13 del ar-
tículo 57 del reglamento vigente, especialmente á los interinos.— /d. del 17 id.
-\
Tomo II. Núm. 17. 15 Setiembre de 1882. Año II. Nám. 41 .
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: La toracen tesis en el tratamiento de la pleuresía serosa (continuación), por el Dr. M.
RiliMi Perdigó. — Ideas sueltas sobre la fíebre tifoidea (concluirá), por B. A. Basnols-
Prim.— Anatomía de los centros nerviosos (continuación), por el Dr. D. Misael A. Var|pa«
Boca.— Cólera morbo, por el Dr. Dodrisues Mendem.— Revista de Medicina, por el Doc-
tor Rovira Oliver.- NOTICIAS CIENTÍFICAS: Rabia: tratamiento por el cáñamo indiano.
Anestesia clorofórmica: importancia del reflejo palpebral.— Catgut antiséptico. — Sección ofi.
ciaL-~ Publicaciones recibidas.
LA TORACENTESIS
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA (^).
(TESIS DEL DOCTORADO)
POR D. M. Ribas Perdigó.
II. TORACENTESIS DISCUTIBLE. — Denominase así la toracentesis in-
dicada en pleuresías con derrame moderado que no presentan síntomas
alarmantes. Esta indicación de la toracentesis tardó mucho tiempo en ser
formulada, como ya en otro lugar hemos visto, y á pesar de que han tras-
currido algunos años no hay todavía unidad de pareceres para su ad-
misión; basta, pues, denominarla discutible para que conozcamos que
ciertos autores la admiten, otros la rechazan y hasta hay algunos que la
condenan por considerarla perjudicial. Para nosotros la toracentesis, en
las circunstancias en que la estudiamos, no es ninguna operación sal-
vadora ni apremiante, es tan sólo uno de tantos medios terapéuticos que
pueden emplearse contra la persistencia de los derrames en que no está
indicada la urgencia, con la sola condición de que en muchos casos su
valor curativo está muy por encima de todos los demás medios pro-
puestos. Su objeto se reduce á apresurar la vuelta al estado normal de
la pleura y del pulmón, para oponerse á la aparición de lesiones más ó
menos graves, que podrían acarrear un obstáculo definitivo al regular
funcionalisrtio de estos órganos. En efecto, á medida que la pleuresía
persiste, las neoformaciones de la pleura se organizan para llegar á cons-
tituirse en un tejido retráctil é inextensible y en su consecuencia el tórax
se aplasta y deforma, el pulmón, encerrado en una placa fibrosa, se hace
incapaz para el libre ejercicio de sus funciones, y, como ha demostrado
(1 ) Continuación . — Véase el número 40.
318 LA TORAGENTESIS
Brouardel, en algunos casos, sucede que el órgano pulmonar sufre alte-
raciones, como son la esclerosis intersticial más ó menos extendida,
que le fijan en estado de retracción inutilizándole para las funciones de
la respiración: estas lesiones citadas son las que se han invocado para
explicar, después de practicada la toracentesis, las reproducciones ince-
santes de derrames más ó menos antiguos, enquistados en medio de
membranas resistentes sin flexibilidad, y la idea que algunos se han for-
mado de la precocidad, frecuencia é intensidad de estas lesiones, ha
contribuido en mucho á multiplicar de un modo exagerado los casos de
toracentesis precoces, que habrían podido no ser necesarias, por la reab-
sorción de los derrames á beneficio de una ligera medicación interna, ó
merced al curso ulterior de la dolencia, como hace observar Peyrot. En
algunos casos ocurre, que después de la evacuación de copiosos derra-
mes, que han persistido por espacio de mucho tiempo acompañándose
de las alteraciones pleuríticas que nos ocupan, el pulmón, que se encon-
traba aplastado, se desplega y recobra la mayoría de sus caracteres
normales.
En la toracentesis que estudiamos, al revés de la urgente, no es pre-
cisa ni conveniente la premura; todo el mundo habla de lo que son las
punciones precoces y de sus resultados, sin que haya acuerdo respecto
á cuáles son las toracentesis que deben llamarse tales; unos entienden
que así deben denominarse las que se practiquen durante el período fe-
bril; otros proponen que sólo se tenga en cuenta el tiempo de duración
de la pleuresía, sin que puedan llegar á una avenencia sobre el dia en
que han de puncionar para no hacerlo precozmente, pues los ,dias 12, 15,
20, etc., son los que se han propuesto de una manera muy arbitraria.
Ghatelin cree más acertado basar la denominación de precoz ó no, para
la toracentesis, en el período evolutivo del derrame, según esté en vías
de formación ó estacionario; mas nosotros creemos que seria mejor ha-
cerlo sobre el período febril y el evolutivo en conjunto, dada la relación
que entre sí suelen guardar estos factores cuando se trata de pleuresías
agudas y francas.
Dejando aparte esta cuestión de denominaciones, cumple á nuestro
objeto consignar que Peter, ocupándose de las punciones precoces, ha
sentado tres eventualidades, que pueden presentarse según los casos des-
pués de practicada una toracentesis durante el período febril y evoluti-
vo: 1.* que el derrame no se reproduzca; 2.' que el líquido se reproduzca,
siendo necesaria ó no una segunda ó muchas punciones, y 3.' que el der-
rame reaparezca y se transforme en purulento. Evidentemente que son
posibles las tres terminaciones señaladas por Peter, pero como parecen
producirse sin causa ostensible y no podemos determinar las circuns-
tancias que para ellas precisan, no es de extrañar que no pueda darse
ninguna regla de conducta.
En esta imposibilidad, seguiremos á Ghatelin en el examen de'^las
pocas estadísticas que se poseen concernientes á este punto de la tora-
centesis.
a. La curación es tanto más probahle cuanto más temprano se prac-
tica la operación; así pare(!o demostrarlo la estadística de M. Widal, que
en S7 pleuresías ha puncionado antes del dia decimotercio 54 veces, ob-
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 519
teniendo 11 curaciones inmediatas ó sea el 21 por 100; 19 veces, la pun-
ción hecha entre los dias 18 y 30 no ha dado más que dos curaciones;
en fin, practicada la toracentesisl4 veces hacia el final del segundo mes,
no ha sido seguida de un sólo caso de curación inmediata; Moutard-Mar-
tin, en 12 pleuresías operadas antes del dia décimo, obtuvo 8 curacio-
nes inmediatas y 4 mediatas. Lemoine, en 14 pleuresías operadas antes
del dia octavo, obtuvo 14 curaciones inmediatas.
h. Las recidivas, que reclaman nueva intervención, se presentan
tanto más á menudo cuanto más tardía fué la toracentesis. Según Mou-
tard-Martin, en 25 pleuresías operadas á los 20, 30 y 60 dias no hubo nin-
guna en que el derrame no recidivara. Garlos Ghatelin, en 54 pleuresías
que ha examinado bajo este punto de vista, ha obtenido los siguientes
resultados:
Punción arites del dia 10.° : 10 - sin recidiva:
Id. id. del dia 11° al ló.*» : 16 — una recidiva: 6.25 p. 100.
Id. id. del dia 16° al 20.o : 19 — cuatro recidivot?: 21 p. 100.
Id. id. del dia 21.° al SS." : 10 — cuatro id.
c. La letalidad en la pleuresía es tanto mayor cuanto más se tarda
en puncionar: parece vienen en apoyo de esta proposición ciertos datos
suministrados á la ciencia por Lemoine y Fonsagrives. Los del primero
son los siguientes:
Operados de 1 á 2 semanas: 11—2 fallecidos ó sea 18 p. 100.
mes
Id.
2 » 1
Id.
1 > 2
Id.
29 3
Id.
3 V 6
Id.
6 » 12
26-8
id.
id. 31 p. 100.
5-2
id.
id. 40 p. lOC».
9-4
id.
id. 44 p. 100.
6-3
id.
id. 50 p. 100.
3-1
id.
id. 60 I-. 100.
Las cifras dadas por Fonsagrives, en 1869, aunque no son tan alarman-
tes, no dejan de ser graves y son las siguientes:
Operados do la 2.* semana : 47—46 curaciones.— 1 fallecido.
Id. del l.er mes : 19-15 id. -4 id.
Id. del 2.° id. : 8- 5 id. -o id.
Por el simple examen de los datos que acabamos de exponer, se ve
que tienden á probar, que en general, los resultados de la toracentesis
son más satisfactorios cuando se practica temprano que no cuando se
dejan pasar muchos dias; pero es preciso tener en cuenta, como hace
notar Ghatelin, que el éxito en los casos apuntados no debe atribuirse só-
lo á la operación sino que es necesario suponer que muchas de las pleu-
resías, que figuran como curadas por la toracentesis, se habrían curado
expontáneamente en un plazo más ó menos corto. Por otra parte, si las
punciones retardadas no han dado resultados tan satisfactorios, interesa
no olvidar que se trataba de pleuresías, cuyo derrame estacionario ó
crónico no habia podido reabsorberse cuando la declinación de la fiebre,
y por consecuencia es forzoso admitir que las pleuresías tratadas qui-
rúrgicamente en estas circunstancias, cuando se curan, lo hacen sólo á
beneficio de la toracentesis. Sin embargo, no queremos desvirtuar en
nada la acción terapéutica incontestable de la toracentesis precoz; muy
al contrario reconocemos que, á beneficio de ella, el pulmón adquiere su
I
520 LA TORACENTESIS
funcionalismo normal, reduce al mínimum las lesiones de la pleura y
evita al enfermo las malas consecuencias de una resolución lenta, ya en
lo que concierne á los órganos torácicos, ya en lo que se relaciona con el
estado general.
La punción precoz parece ser la más ventajosa, pero si sólo nos guiá-
ramos por esta vaga fórmula, á buen seguro que en frente de un caso
clínico nos ocurrirían dudas sobre qué conducta seguir, pues quizás nos
faltara convicción para introducir la aguja aspiradora, sin respetar la
fiebre, ni el período evolutivo del derrame. En su consecuencia, si bien
no es posible establecer con seguridad las circunstancias que deben
presidir á la operación, estudiaremos los siguientes problemas que tra-
taremos de resolver: 1.° Puede darse el caso de que se nos presente una
pleuresía con mediano derrame en período de formación y con fiebre;
sabemos que este período de la pleuresía puede durar doce, quince,
veinte y más dias sin regla fija; ¿es posible detener esta marcha á bene-
ficio de la toracentesis? Los hechos parecen probarlo, pero á nosotros se
nos ocurre que en este período podría muy bien echarse mano de los
antiflogísticos, revulsivos, derivativos, etc., únicos medios empleados en
tiempos no muy lejanos, y que con frecuencia van seguidos de éxito, da-
do que se dirigen puramente contra un afecto inflamatorio con hiperse-
crecion; más supongamos que la medicación interna haya fracasado,
¿quién nos impide practicar la punción después de terminado el período
secretorio? 2.° Otras veces se nos presentan pleuresías con fiebre en que
el derrame está ya en el período estacionario; y en estas condiciones
acontece, según Woillez, que la fiebre suele durar pocos dias, y que la
defervescencia no se hace esperar más allá del dia vigésimo quinto, en
cuyo tiempo no es raro ver que la reabsorción tenga lugar de una ma-
nera bastante rápida, por lo que todos nuestros esfuerzos han de dirigir-
se á favorecer, con la ayuda de un tratamiento interno adecuado, la
evolución curativa. Si después de algunos dias observásemos que no ha-
bía sido seguido de éxito el tratamiento empleado, podríamos dar salida
á cierta cantidad de líquido, que • quizá daría lugar á la pronta reab-
sorción del que quedara en la pleura. Según Bouilly, en estos casos ocur-
re, que si todavía persistía la fiebre, cesa ésta rápidamente en muchas
ocasiones; no tardaremos en ver el peligro á que, según Peter, se expo-
nen los que practican la toracentesis á pesar de la persistencia de la
fiebre, 3.** y último: puede suceder que, en una pleuresía, la fiebre haya
declinado y el derrame persista, en cuyo caso lo mejor es decidirse por
la toracentesis cuanto antes, para evitar la purulencia del derrame en
los individuos predispuestos, como dice Trousseau, y también con objeto
de impedir que, por lesión ó dislocación de los órganos torácicos, se com-
prometan para el porvenir las funciones de la circulación y respiración.
A pesar de lo dicho, á veces sucede que una vez desaparecida la fiebre, el
derrame empieza á reabsorberse, en cuyo caso no precisa tanto una in-
tervención inmediata, que no debe demorarse ni por un instante, cuan-
do después de una ligera reabsorción queda estacionario el exudado.
Para terminar con la toracentesis discutible, expondremos un caso de
curación á beneficio de una sola punción practicada por el Dr. D. P. Es-
querdo, durante el cursillo de verano de 1879 en la sala de mujeres de la
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 521
Clínica médica de Barcelona, en la que prestábamos nuestros servicios
á la sazón, en calidad de alumno interno historiador.
Angela Ribera, natural de Gabacés, provincia de Tarragona, de 47 años
de edad, constitución regular, temperamento sanguíneo-nervioso, entra
en la Clínica médica en el dia 1.** de Agosto de 4879, pasando á ocupar la
cama número 4 de la sala del Santo Cristo. En su anamnesis nada hay
que pueda relacionarse con la enfermedad que padece, pues solo recuerda
haber oido decir que habia sufrido la escarlatina cuando infante: desde
entonces no ha padecido otra enfermedad que la presente. Empezó, hace
40 dias, con escalofrió, fiebre, opresión, tos seca, dolor pungitivo
en el costado izquierdo, etc.; cuando nosotros la examinamos, pudimos
comprobar los síntomas apuntados con la adición de una marcada maci-
dez en la parte inferior del costado izquierdo, que se elevaba hasta la
5.* costilla, falta de la vibración torácica en toda la extensión ocupada
porlamacidez, egofonia muy apreciable al nivel de la escápula izquierda,
falta del murmullo respiratorio, decúbito lateral izquierdo, orinas esca-
sas y encendidas, anorexia, etc. Dados los precedentes síntomas, es evi-
dente que se trataba de una pleuresía serosa de mediana intensidad, y
con arreglo á este diagnóstico el distinguido Dr. Esquerdo instituyó el
tratamiento interno adecuado.
Pasáronse 45 dias para llegar á la defervescencia, en cuya época el
derrame parecía haber aumentado, por la mayor extensión de la macidez,
que llegaba á la tercera costilla, por haberse velado la egofonia, por ha-
berse dislocado más el corazón, hasta repasar un través de dedo á la
derecha del esternón la macidez que determinaba su percusión, etc. Der:-
pues de reconocidos con detención todos estos detalles, el profesor de la
clínica practicó, con arreglo á las prescripciones de Dieulafoy, la tora-
cen tesis por aspiración, valiéndose de un aparato de piñón, cuya capaci-
dad era de 140 centímetros cúbicos. La punción se hizo en el séptimo
espacio intercostal, y después de haber extraído 960 gramos de un líquido
sero-fibrinoso ligeramente coagulable, se dio por terminada la operación
en que se habían invertido 46 minutos. Todo marchó á pedir de boca; ni
la más leve sombra de accidente vino á turbar la tranquilidad de la en-
ferma durante la operación ni después de practicada. El examen ple-
ximétrico junto con el de auscultación acusaron la presencia de cierta
cantidad de líquido en las partes bajas de la cavidad, cuya cantidad
podia evaluarse en unos 400 gramos próximamente; al propio tiempo
púdose reconocer la vuelta á su sitio del corazón, y la expansión pulmo-
nar con el murmullo respiratorio donde poco antes no existia. Al cabo
de 8 ó 40 dias de practicada la operación, el pequeño derrame habia
disminuido tanto, que casi no podia comprobarse, y como la enferma se
encontrase en pleno funcionalismo normal, se la dio de alta como com-
pletamente curada.
Vemos, pues, en la observación expuesta, que bastó una sola punción
para obtener la desaparición del exudado y que ésta tuvo lugar en con-
tra de lo que en general se cree, pues que se efectuó la operación en
pleno período de apirexia y de estacionamiento del derrame. ¿Cómo se
explica esta curación tan perfecta? A nuestro entender, en el caso que
nos ocupa, se trataba de una pleura que ya habia vuelto en parte á su
522 LA TORACENTESIS
estado normal, por lo que había dejado de exudar, y en estas condiciones,
al operar solo se consiguió abreviar el tiempo de duración del derrame,
que estaba depositado en la pleura como cualquier cuerpo extraño ino-
fensivo, y esta explicación nos basta para no tener que admitir ninguna
modificación en la superficie interna pleural que nos explicase la no
reproducción del derrame. El residuo de liquido vimos que fué reabsor-
bido, y para su explicación dejaremos á un lado las teorías que suponen
no poderse efectuar la reabsorción más que á beneficio de neo-membranas
vascularizadas, ó merced á que se han desobstruido los vasos linfáticos
que estaban cerrados por p.^queños tapones fibrinosos; y si bien á pri-
mera vista parece que el descenso de tensión intrapleural tendría que
influir en una reproducción del derrame, ¿no podría ser debida la reab-
sorción á la menor presión externa sufrida por los capilares de la pleura?
Los casos observados de reabsorciones pleurales en exudados copiosos,
después de extraída una parte del derrame, inducen á creerlo.
CAPÍTULO II.
Manual operatorio.
No expondremos la historia detallada de la toracentesis como opera-
ción quirúrgica; vamos solo á describir sucintamente la manera cómo se
practica, prefiriendo desde ahora el proceder por la aspiración, único
compatible hoy día con los adelantos de la ciencia de curar, sin que por
eso pretendamos desatender la punción simple, que podría sernos útil en
ciertos casos en que nos faltara el aspirador y urgiera la operación.
Los Asclepiades practicaban ya la operación que nos ocupa; en los
tiempos antiguos se perforaba una costilla á beneficio de un hierro can-
dente, y se colocaba, ó no, una cánula en el agujero practicado. Adelan-
tando los tiempos, fué desagradando ú los cirujanos este modo de operar,
que aportaba contrariedades y obstáculos donde no los había, y se hizo
general la costumbre de practicar la incisión en los espacios intercosta-
les á beneficio de un bisturí; más no tardó en competir con este proceder
la punción con el trocar primitivo, que se practicaba descuidando toda
precaución dirigida á evitar la entrada del aire en la cavidad pleuritica;
á pesar de todo, estos dos métodos tenían sus indicaciones por separado:
así vemos á Dionís, que floreció á mediados del siglo xviii, preconizar
el uso del trocar modificado por Petít en los derrames sanguinolentos, al
paso que lo destierra, sustituyéndole por la incisión, en los purulentos
y serosos, por temor á las falsas membranas que á veces obturaban el
trocar é impedían la libre salida del líquido encerrado
Dejando á un lado la época antigua de la toracentesis, vemos que el
primero que la practicó de una manera metódica, fué Trousseau, valién-
dose de un grueso trocar, que introducía en el sexto ó séptimo espacio
intercostal contando de abajo arriba, después de haber incindido la piel
y llevándola hacía arriba, para conseguir con lo primero, que la resis-
tencia de la piel no desviara el trocar, y facilitar, con lo segundo, la cica-
trización inmediata, al paso que hacía perder el paralelismo entre las
heridas superficial y profunda. Sin embargo, no es este el método clásico,
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA 523
que fué derribado por la punción exploradora y que, á pesar de todo,
interesa conocer por las razones apuntadas más arriba.
El trocar explorador puede en rigor bastar, pero en general es prefe-
rible uno de calibre mediano, como, por ejemplo, el que se emplea en el
hidrocele, á pesar de que, en 4868, Blachez ha preconizado las ventajas
que se reportaban del uso de trocares capilares, y de que en ciertas oca-
siones es importantísima la salida lenta del derrame. Reymbard, para
impedir la introducción del aire, ha imaginado guarnecer el pabellón de
la cánula con una película de tripa mojada á fin de que funcione como
válvula, atada fuertemente por arriba á la cánula y libre por abajo para
que pueda apelotonarse encima del pabellón y dejar libre salida al trocar
una vez practicada la punción; en este momento se baja la película sobre
el trocar que se va escurriendo y de esta manera forma aquella un con-
ducto que atraviesa el líquido que se va escapando del tórax del enfermo,
conducto que se aplana en cuanto cesa de salir líquido, por efecto de una
disminución de la presión intrato rácica, oponiéndose por consiguiente á
que penetre las más pequeña cantidad de aire en el interior de la cavi-
dad pleurítica. Si careciésemos de una película de tripa, podríamos
sustituirla por el intestino de un animal pequeño, por ejemplo, el co-
nejo, la gallina, etc.
Guando se tiene preparado el instrumento, se determina el punto que
quiere puncionarse, pudiendo hacerlo sin miedo de herir la arteria inter-
costal, en todo el tercio medio de los espacios intercostales, donde la
artería está protegida por el borde inferior de la costilla superior, siendo
costumbre hacerlo al nivel de la línea axilar. En cuanto al espacio in-
tercostal que es preferible puncionar hay alguna divergencia entre los
autores: Trousseau aconseja el sexto ó el séptimo, Malgaigne el séptimo
ó octavo, Richet recomienda en general el sexto y en particular el más
oportuno, que en verdad puede variar según las condiciones de localidad
del derrame que se trata de atacar; en general se recomienda operar más
alto á derecha que á izquierda, por temor de herir al hígado, pero no hay
que preocuparse mucho de esta viscera, en razón de que es empujada
hacia abajo por la presencia misma del derrame. En fin, lo impor-
tante es puncionar suficientemente alto para no herir el diafragma, y
bastante bajo para que tenga fácil salida el exudado; y por consiguiente
podemos puncionar casi indistintamente desde el sexto al noveno espa-
cio intercostal, sirviéndonos de norma la mayor ó menor cantidad de
derrame.
Cuando se ha determinado ya el sitio en que se quiere practicar la
punción, se coloca al enfermo en posición semisentada, la espalda soste-
nida por almohadas, y el lado en que se ha de operar muy cerca del borde
de la cama. Un ayudante, colocado frente al cirujano, aplica la mano so-
bre el lado sano del pecho, para oponerse el movimiento instintivo de re-
troceso en el momento de la punción: es conveniente flexionar el tórax
por el lado sano y elevar el brazo del lado enfermo para distender y
agrandar los espacios intercostales. Se coge entonces el trocar, colocando
el índice sobre la cánula, para poder limitar, según el espesor de la pared
torácica, la porción de instrumento que será preciso introducir, y colo-
cándose luego el índice izquierdo sobre el borde superior de la costilla
524 IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA.
inferior, se dirige sobre este dedo el trocar que ha de hundirse con fuerza
en el interior del tórax. Acto continuo la sensación de una resistencia
vencida y la movilidad de la porción posterior del instrumento advierten
que se ha llegado ya á la cavidad de la pleura; entonces se retira el tro-
car, dejando colocada la cánula y se despliega la película de tripa del
modo que ya sabemos.
La evacuación del líquido tiene lugar de una manera continua al
principio de la operación, en que suele ser positiva la tensión intratorá-
cica; pero á medida que ésta disminuye, el líquido, en su salida, obedece
en parte á los movimientos respiratorios, no saliendo durante la inspi-
ración y haciéndolo cuando la expiración tiene lugar. Hacia el fin de la
operación se percibe al pulmón que choca contra la extremidad interna
de la cánula; el líquido á veces sale tinto en sangre y amenudo sobrevie-
nen quintas de tos fuerte, todo lo cual nos anuncia que es hora de retirar
la cánula, lo cual debe hacerse de una manera rápida, cerrando antes
con el })ulpejo del pulgar el pabellón de la cánula y manteniendo tensa
la piel con dos dedos de la mano izquierda. En fin, se cierra la ligera
picadura, ya con un poco de esparadrapo en cruz de Malta, ya con un
pedazo de tela empapada en colodión.
Después de las precedentes nociones, hora es ya de que entremos á
describir la toracentesis por aspiración, que como ya hemos dicho, es la
que hoy por hoy priva de una manera justificada.
(Continuará.)
IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA
POR A. Bassols-Prim.
Un enfermo, que después de algunos días de una afección gastro-in-
testinal, ofrece abultamiento de vientre, timpanismo, dolor y gorgoteo
en la fosa ilíaca derecha, manchas en el abdomen, lengua negra, acor-
chada, fuligo en las encías y narices, alteraciones del sensorio, pulso
pequeño y algo frecuente, piel seca y quemante, y en el cual han pre-
cedido epistaxis, sordera y un curso de temperatura en zig-zag, progre-
sivamente ascendente, padece fiebre tifoidea.
Un enfermo, que tras algún tiempo de padecimiento, ofrece el vien-
tre algo resistente, indoloro, con lengua ancha, húmeda, pero cubierta
de una capa blanduzca, de color ceniciento, pulso pequeño y frecuente,
piel caliente y húmeda, y en el cual han precedido, de algunos días, vó-
mitos ó náuseas, escalofríos y un curso de temperatura rápidamente as-
cendente al segundo ó tercer día y en zig-zag estacionario ó decreciente
luego, padece catarro gástrico febril ó fiebre gástrica, llámese como se
quiera.
Pero el diferenciar el catarro gástrico febril y la fiebre tifoidea cabe el
enfermo lleva sus dificultades: en el vértice del ángulo, cuyos lados más
apartados constituyen los cuadros antedichos, sitúanse casos que son de
IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA. 525
tiphus levisaimus (Hildebrand) ó de fiebres gástricas de carácter tífico.
Abundan los ejemplos; hé aquí algunos:
Tíg. TT.-Termograflae
Fiebre de síndrome catarral gástrico y curso térmico tifoideo.
— Trazado núm. 1. — Erase en Agosto del próximo pasado año, cuando
intervine en el caso que va á continuación, en el cual usé desde el se-
gundo dia el termómetro.
Tratábase de un sujeto joven, de unos 25 años, de buena salud habi-
tual, de fuerte constitución, en el que, tras algunos dias de malestar inu-
sitado, sobrevinieron algunos escalofríos seguidos de reacción febril,
con cefalalgia frontal, quebrantamiento, lengua cubierta de una capa
blanca, anorexia, sed, piel seca y pulso á unas 100 pulsaciones. Al se-
gundo dia, por la tarde, comencé ;í utilizar el termómetro, y el curso de
la temperatura, durante el de la enfermedad, fué el que se indica en el
adjunto trazado.
A medida que fué desarrollándose el proceso morboso, se acentuaron
los síntomas, y al quinto dia de la enfermedad era tan inminente el
completo desarrollo de todo el cuadro sindrómico clásico de la fiebre
tifoidea, que parecía temeridad no pronunciar la palabra tifus; y, sin em-
bargo, faltaba el complemento de un síntoma que me mantenía indeci-
so. Kn ese dia de la afección, el abdomen estaba abultado, algo doloroso
en la región ilíaca, la capa de la lengua se habia convertido en negra,
seca, como secos y algo ennegrecidos estaban los dientes del enfermo, la
pie! estaba seca, urente, el pulso pequeño y acelerado. El síntoma que
encontraba incompleto era el referente al estado de alteración del senso-
rio. De verdad, el enfermo estaba abatido, soñoliento, pero no presenta-
ba manifiesto delirio, y -sobre todo no se ofrecía con la facie:* caracteris-
526 IDEAS SUELTAS SOBRE LA FII^BRE TIFOIDEA.
tica del estado tifódico, reconocible por el extravio de la mirada, que ya
no corresponde á las ideas que se sugieren al enfermo.
Quédeme aun provisionalmente con el diagnóstico de catarro gástri-
co febril. Desde luego el síndrome patológico no se acentuó, mas alter-
nó durante algunos días el estreñimiento de vientre con la diarrea, la
lengua y las encías mejoraron de aspecto, la anorexia fué disminuyendo
y pude alimentar al enfermo; el día 20 se presentó la defervescencia, y
M '2í2f día de la afección, ya le permití salir de casa.
La enfermedad siguió, empero, presentando las oscilaciones que se-
ñala el trazado, hasta el día 26 de su curso, terminando en cuatro ó cin-
co días más.
¿Asistí, efectivamente, un simple catarro gástrico, ópudo clasificarse
la enfermedad de ñebre tifoidea? Al ilustrado lector toca juzgarlo.
TRA2Al)0,*.'»2.
Vlg. 76.— TermograflEí e:
Catabro GÁSTRICO febril de iniciación térmica tifoidea. — Tratado
núm. 2.— Sujeto de unos treinta años, temperamento linfático, pobre
constitución. Comienza la enfermedad con vértigos, cefalalgia, añore-
xia, lengua saburral, náuseas y malestar general. Kn el segundo dia de
este estado sobreviene un intenso escalofrió y el sujeto vése obligado í
guardar cama. Al tercer dia veo al enfermo y le encuentro con piel seca,
urente, fisonomía animada, pulso á -100 latidos por minuto, depresible,
pequeño, lengua saburral, anorexia, vértigos al sentarse en la cama,
vientre ligeramente abultado, indoloro á la presión. En virtud de la as-
tricción de vientre, que existia desde el principio de su pailecimiento,
administróse un purgante, tras el que hubo varías deposiciones diarréi .
cas, sin ulterior mejoría del enfermo. La ntgularidad térmica que ofrecía
ii)?:as sueltas sobhk la fiiiibrf. tifoiiika. 527
(lióme motivo á sospechar que tal vez se desarrollaria el tiindromc pro-
pio déla fiebre tifoidea: nada menos que eao. Las oscilaciones térmicas
fueron presentándose tan regularmente como marca el trazado; el sin-
di-ome no progresó; dos síntomas mejoraron: los vértigos, que cesaron
ni cuarto dia, y la sequedad de la piel, que alternó con suave mador Itas
ta en las palmas de las manos. Las alteraciones que en los días 11 y si-
guientes marca el trazado corresponden (post hoc ópropter boc?) á las
evacuaciones artificialmente provocadas por medio de loa calomelanos.
A medida que transcurren dias, alejada la posibilidad de fiebre tifoidea,
va tomando la enfermedad un carácter remitente, casi intermitente, para
terminar á los cuarenta dias de iniciada con suma lentitud, y como ter-
minan las olas que el mar arroja á la playa, es decir, dejando indeter-
minado el momento en que se acaba el proceso morboso.
TRAZADO. N9 3.
Fig. 79.— Termograna en nn caao de flet>re francamente tifoidea de cnrso
térmico equivoco.
Fiebrf: francamente tifoidea de curso térmico equívoco. — Traza-
do ni'im. 3.— Hombre de HS años, de buena constitución y robustez habi-
tual, cuyo síndrome patológico comienza á fines del pasado mes de Ju-
nio, con la vaguedad que antes he mencionado á corta diferencia: á los
dos dias de iniciado, sobrevino subdelirio, que llegó á la categoría de
delirio agitado al tercer dia y su noche, cambiando otra vez en ver-
dadero subdelirio á beneficio de una poción fuertemente almizclada que
prescribí al enfermo.
Al séptimo día de la duración de la dolencia, la piel estaba seca y que-
mante, el pulso latia 94 veces por minuto, la lengua estaba cubierta por
capa negruzca, no seca ni acorchada; el abdomen estaba algo resistente,
ligeramente doloroso A la presión en el vacio derecho; continuaba la al-
528 roEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOmEA.
leracion del sensorio, y alternaba con la diarrea la astricción de vientre.
Para clásica fiebre tifoidea faltaban varios síntomas: no habia habido
epistaxis; no existia sordera, ni abultamiento de vientre, ni fuligo en la
nariz, ni sequedad en las encías v dientes, ni acorchamiento de la len-
gua, ni exantema abdominal.
Y, sin embargo, bastaban los síntomas existentes y anteriormente
mencionados para hacer bueno el diagnóstico de fiebre tifoidea, que emi-
tí ante la familia, teniendo el gusto de verle admitido por el Dr. Formi-
güera, uno de los ilustrados directores de esta Gaceta médica. El boceto
tifódico que se ofrecía á la vista fué acentuando sus colores en los dias
subsiguientes y hacia el duodécimo, tras una abundante evacuación san-
guínea por el recto, el cuadro era perfecto, acabado, clásico, abstracción
hecha del exantema abdominal que ha faltado durante todo el curso pa-
tológico. Hacia el día 17 tiene lugar otra enterorragia y luego, lenta, pe-
ro progresivamente, mejora la sintomatología, teniendo lugar la defer-
vescencia el 25" dia de la afección.
» «
De los relatados casos y de varios otros que me seria fácil citar, de-
dúcese que ninguno de los síntomas del complejo tifódico. representa ni
en el tiempo ni en el espacio, como diria Nieto Serrano, el diagnóstico.
Parecía en nuestros dias haberse dado con el punto dificultoso á benefi-
cio del curso térmico de la afección; y las conclusiones de Wunderlich, á
ser reales, representaban el fallo definitivo de la diagnosis de este pro-
ceso morboso: verdad era que este fallo debía dictarse a posterioriy es
decir, cuando la fiebre tifoidea andaba afanosa para exteriorizarse con
toda su propia, desagradable fisonomía. A menudo, empero, nos encon-
tramos (testigos los citados casos) con hechos que no se avienen á entrar
en la ley térmica indicada y con otros, que sin ser de fiebre tifoidea, se
ajustan en demasía á la misma.
¿Debe entonces juzgarse de los hechos, con solo el termómetro en la
mano y decidirse, en virtud del curso térmico, el empate sindrómico?
De ninguna manera.
(Concluirá.)
anatomía de los centros nerviosos, <^>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
Fibras unitivas inter-hemisféricas.— De uno a otro hemisferio se
extienden muchas fibras perfectamente demostrables y conocidas, y que
constituyen uno de los factores más importantes del cerebro. Están agru-
padas formando diferentes órganos, cuyo papeKes aunar en su funeiona-
(I) Gontinnaolon. — V. lo» núms. 25, 2fi, Ís7, 28. 2 », 80, 31, 32, 33, 3t, 35, 36, 37,38,
39 y 40.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. S'ÍO
lismo los dos hemisferios, que á no ser por éstas comisuras quedariaii
completamente aislados é independientes.
Cuerpo calloso, — Si en un cerebro colocado sobre su base, se separan
los dos hemisferios por la grande hendidura inter-hemisférica, se encuen-
tra en su profundidad una lámina de sustancia blanca, cuyas fibras tie-
nen una dirección decididamente trasversal y que sirve de unión entre
uno y otro hemisferio. Es el cuerpo calloso^ visto por su cara superior,
que es convexa de delante atrás. Su borde anterior está separado de la
punta de los hemisferios por una distancia de dos y medio á tres centí-
metros, y el posterior por cinco centímetros. El primero presenta una
inflexión hacia abajo y delante, que luego se dirige atrás, adelgazándose
cada vez más y formando una concavidad por su parte superior, en la cual
se aloja la cabeza del núcleo caudal y la parte anterior del tabique inter-
ventricular; esta inflexión se llama rodilla del cuerpo calloso (A, ñg, 27)
y su delgada terminación pico dtíí cuerpo calloso (P, fig. 27). Su borde
posterior aumenta de espesor y las fibras forman en él un grueso cordón,
por lo cual se le llama rodete del cuerpo calloso (H, fig. 27); este rodete
corresponde inmediatamente por encima de los tubérculos cuadrigémi-
nos y entre ambos existe la parte media de la grande hendidura cerebral.
Desde la rodilla al rodete, tiene el cuerpo calloso unos siete centímetros.
Por la cara superior y hacia los lados, el cuerpo calloso se introduce por
debajo de la circunvolución del mismo nombre, quedando entre ambos
un espacio llamado seno por Vesalio, y ventrículo por Sabatier, del cuetyo
calloso, y en seguida penetra en el interior del hemisferio confundiendo
sus fibra con las restantes del centro oval. La rodilla da dos prolonga-
ciones hacia los lóbulos frontales correspondientes, que se conocen con
el nombre de cuernos anteriores ó frontales; el rodete da también dos pro-
longaciones hacia atrás, que son los cuernos posteriores, los cuales se
subdividen para ir uno hacia el lóbulo occipital y otro hacia el temporal,
constituyendo lo que se conoce con el nombre de tapetum.
En esta cara superior se ven, á los lados de la línea media, dos peque-
ñas eminencias longitudinales, extendidas desde la rodilla al rodete, y
constituidas por fibras longitudinales, que cruzan las trasversales del
cuerpo calloso; son los nervios de Lancisi, que por su extremidad anterior
nacen en la porción más anterior de la circunvolución del cuerpo calloso
y por la posterior se terminan en la red del subiculiim en el hipocampo.
Algunos creen que por su extremidad anterior, que termina formando
los pedúnculos del cuerpo calloso, guarda íntima conexión con las raíces
del bulbo olfatorio y que sirven para llevar las impresiones olfatorias
al hipocampo; otros las consideran como fibras unitivas, que ponen en
relación la extremidad anterior del gyrus marginatus con el asta de Am-
mon. Esta opinión me parece la más fundada.
La cara inferior del cuerpo calloso es cóncava de delante atrás y con-
vexa transversalmente {ñg. 63, B). Está cubierta por la membrana ven-
tricular y en la línea media da inserción hacia adelante al tabique traspa-
rente ^ y hacia atrás se pone en relación con la bóveda de los tres pilares,
A los lados forma un seno con la cara interna del núcleo caudal, de modo
que constituye la bóveda de la cavidad ventricular.
El espesor de esta comisura varía según los sitios, y de un modo ge-
530 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
neral puede decirse que va disminuyendo de atrás adelante, para engro-
sarse otra vez al nivel de la rodilla.
El cuerpo calloso está formado, sin discusión posible, por fíbras tras-
versales que van de uno á otro hemisferio. Sin embargo, no siempre han
estado acordes los autores sobre la terminación verdadera de estas fibras.
Willis, Malpighi, Vieusens, Fracasati, Reil, etc., habían ya dicho que el
cuerpo calloso es una comisura inter-hemisférica, extendida desde la
capa cortical de un lado á la opuesta. Más tarde, Tiedemann sostuvo que
no unia las cortezas de ambos hemisferios, sino que era una anastomo-
sis entre la sustancia blanca de los dos centros ovales. Foville creyó que
era una comisura interpeduncular, diciendo que las fibras de los pe-
dúnculos atravesaban el centro oval y se encorvaban para reunirse con
las del lado opuesto en el cuerpo calloso. Gratiolet admitió una opinión
mixta, diciendo que las fibras pedunculares de un lado se entrelazaban
con las del lado opuesto en el cuerpo calloso, y que después iban á ter-
minar en la corteza gris del otro hemisferio. Hoy la cuestión está resuelta,
gracias á los estudios de embriogenia, de Anatomía comparada y disec-
ciones delicadas, y Sappey, Luys, Lussana y Lemoigne, Berger, Meinert,
Huguenin, Hastian, Broadbent, etc., etc., admiten como demostrado, que
el cuerpo calloso es una comisura extendida entre las dos cortezas cere-
brales. Para no ser prolijo no cito los hechos que demuestran la verdad
de este hecho.
Las fibras del cuerpo calloso, allpenetrar en el centro oval, se mez-
clan con las demás y van á terminar en las circunvoluciones, distribu-
yéndose, según Broadbent, de la misma manera que las fibras radiadas
á las cuales acompañan siempre las del cuerpo calloso. De modo que,
según dicho autor, la primera y tercera circunvoluciones primitivas y
las dos centrales son las que reciben de preferencia las fibras del cuerpo
calloso. Se cree que estas fibras ponen en comunicación regiones análo-
gas de ambos hemisferios, y dice Luys que ha podido comprobar la ver-
dad de este aserto en cortes muy delgados del cerebro.
Gracias á los cuernos anteriores y posteriores, el cuerpo calloso envia
sus fibras á todos los lóbulos de los hemisferios. Los cuernos anteriores
á los lóbulos frontales; la parte media á los parietales, y los posteriores,
con sus subdivisiones, á los occipitales y temporales. Estas dos últimas
se dirigen á su sitio respectivo, cubriendo el seno hemisférico en su
prolongación occipital y en su parte esfenoidal y formando lo que antes
he designado con el nombre de tapetum. Para dirigirse á estos sitios, las
fibras del cuerpo calloso sufren hacia los lados del rodete una especie
detorsión.
En algunos puntos, las fibras del cuerpo calloso pueden dividirse en
dos láminas, detalle anatómico que carece de interés, puesto que todas
las fibras desempeñan el mismo papel de comisuras inter-hemisféricas.
Indudablemente la importancia de las funciones del cuerpo calloso se
habia exagerado por Lapeyronnie, al considerarlo como semorium com-
muñe ó asiento del alma, lo mismo que por Treviranus, al concederle la
facultad psíquica de comparar las ideas para formar los juicios. Las fun-
ciones de este órgano son poco conocidas; más bien son sospechadas que
demostradas. Los métodos experimentales de Lapeyronnie, Saucerotte,
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 531
Chopart y Renzi, son defectuosos; las observaciones clínicas de Lalle-
mand, Abercrombie, Fantoni, etc., son incompletas y poco demostrati-
vas; por este motivo es imposible señalar hoy decididamente el papel
que desempeña el cuerpo calloso. Lussana y Lemoigne, que han hecho de
este punto un estudio especial fundado en la Anatomía comparada, en
la experimentación y en el estudio de algunos casos de falta congénita
del cuerpo calloso, Uegati á la siguiente conclusión: «el cuerpo calloso
reúna la actividad funcional de los dos hemisferios. Un hombre, ó un
animal, sin cuerpo calloso, piensa, quiere y percibe, con la actividad
aislada é independiente de ambos hemisferios; pero puede pensar,
querer y percibir con uno ú otro hemisferio de una manera menos sólida
y menos recíproca, como podría hacerlo relativamente con un sólo
hemisferio cerebral. No es esto decir que sea inútil la duplicidad de los
hemisferios cerebrales, como no creemos inútiles dos ojos ó dos testícu-
los en vez de uno; el sistema del cuerpo calloso sirve para sumar las
ventajas de esta duplicidad.»
Comisura blanca anterior. — Es un manojo de fíbras que van de uno á
otro hemisferio, de la misma manera que el cuerpo calloso. Es un cor-
don blanco, cilindrico, que en el espesor del cerebro parece más bien
una comisura entre los cuerpos estriados; en su parte media está libre,
aunque sólo puede verse levantando el cuerpo calloso y entonces se ob-
serva (fig. 63, G) que pasa por delante de la reflexión de los pilares
anteriores de la bóveda, de modo que los tres cordones circunscriben
como un agujero, que los antiguos conocían con el nombre de vulva.
En O (fig. 27), se ve el corte al través de esta comisura y por su situación
se comprende que penetra por cada lado en el hemisferio correspondiente,
atravesando por el espesor de los cuerpos estriados, lo cual fué causa de
que Willis creyese que era una comisura entre los núcleos centrales.
La opinión de Willis es tan equivocada como la de Tiedemann y
Ghaussier al considerarla como comisura interpeduncular, pues Gratio-
let demostró evidentemente que las fibras de esta comisura llegan
hasta los lóbulos esfenoidales. Es fácil convencerse de ello, pues en ce-
rebros endurecidos por el ácido nítrico puede seguirse, sin ninguna di-
ficultad, el trayecto de la comisura anterior al través de la sustancia
cerebral, formando un manojo, cuyas fibras están algo torcidas en es-
piral, hasta llegar al lóbulo esfenoidal, en donde se separan para dis-
tribuirse en dicho punto. Si bien está demostrado que la comisura an-
terior reúne la sustancia gris de los dos hemisferios y que no es más
que un complemento del cuerpo calloso, no existe uniformidad entre los
autores acerca de la distribución precisa de sus fibras en la corteza ce-
rebral: Luys lo considera como una comisura de los lóbulos esfenoida-
les; Sappey cree que sirve para reunir las dos ínsulas de Reil; Meynert
opina que se distribuyen por los lóbulos esfenoidal y occipital. Esta úl-
tima opinión es perfectamente demostrable.
Según Meynert y Frank, la comisura anterior representa otro papel
importante, pues seria, según ellos, el sitio de entrecruzamiento de
algunas fibras de los lóbulos olfatorios, como he consignado anterior-
mente. Huguenin se muestra dudoso sobre este punto, cuyo principal
apoyo lo encuentran en la Anatomía comparada.
«532 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
Comisura blanca posterior. — Es un pequeño manojo de fibras exten-
dido de uno á otro tálamo óptico, en los cuales penetra por su parte pos-
terior. Es poco conocido el trayecto de sus fibras, pero más que todo
parecen destinados á poner en comunicación el tálamo óptico de un lado
con el del lado opuesto. Bastían teoriza sobre esta creencia, y dice, que
se comprende que los tálamos ópticos estén enlazados entre sí y no lo
estén los cuerpos estriados, porque los primeros están destinados á fun-
ciones sensitivas, que necesitan estar relacionadas para su perfecto des-
empeño, mientras que los cuerpos estriados no tienen necesidad de ello,
por estar consagrados á las funciones motoras desarrolladas en cada
hemisferio y que no necesitan tanta solidaridad. Esto no pasa de ser un
comentario sobre un supuesto hecho anatómico, que ni puede admitirse
como bueno, ni desecharse como inútil y superfino.
Trígono cerebral.- Los pilares anteriores de la bóveda, cuando se di-
rigen hacia atrás, divergiendo, se ponen en contacto de la cara inferior
del cuerpo calloso, antes de convertirse en pilares posteriores. En este
punto existe una serie de fibras transversales, extendidas de uno á otro
pilar (fig. 63, A), que por el aspecto especial que le comunican merecie-
ron de Vicq d* Azyr el nombre de psalterium ó lira. Algunos autores
creen que estas fibras corresponden al cuerpo calloso, pero Luys, y
con él Berger, Bastían, Goulbault y otros, cree que pasan de uno á otro
pilar y que representan una verdadera comisura entre la sustancia gris
del asta de Anmon de un lado y la del lado opuesto.
M. — ES.TRUCTURA DE LA SUSTANCIA BLANCA DE LOS HEMISFERIOS.
El elemento anatómico constitutivo de la sustancia blanca de los he-
misferios es la fibra nerviosa, con un tamaño promedio de 4 á 5 mm.,
según Kólliker. El diámetro de las fibras nerviosas de los hemisferios,
no siendo igual en todas ellas, permite, según Henle, agruparlas en dos
categorías; pues unas.lo tienen, en general, mucho más pequeño, de 2
á 3 mm. á lo más, y otras, son mucho más anchas: las primeras serian
las destinadas á poner en relación las partes inferiores del eje cerebro-
espinal con la corteza gris, y las segundas pertenecerían al cuerpo calloso.
Esta creencia dista mucho de ser un hecho demostrado; lo que sí es cierto,
es que en la sustancia blanca hemisférica las fibras de más pequeño ca-
libi'e están mezcladas con otras más gruesas.
Las fibras nerviosas de la sustancia blanca de los hemisferios difie-
ren de las fibras nerviosas periféricas. Falta en ellas la vaina de Schwan,
y únicamente el cilindro-eje, cubierto por una capa de mielina, es el
componente de estas fibras. Según resulta de las observaciones de Ro-
bín y otros autores, las fibras de los hemisferios sufren una nueva mo-
dificación al penetrar en una masa de sustancia gris, sea esta central ó
periférica: los tubos nerviosos se despojan de su mielina, quedando re-
ducidos al cilindio-cje y no aparecen ya como fibras de doble contorno;
al revés sucede con las que emergen de la sustancia gris, que, después de
un corto trayecto, se recubren de mielina. Con todo, Gerlach ha descrito
algunas fibras de doble contorno en el espesor de la sustancia gris de las
circunvoluciones.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 533
Los tubos nerviosos, en la sustancia blanca de los hemisferios, no
corren cada uno de ellos aislada é independientemente, ni se entre-
cruzan á capricho formando redes, ni tampoco presentan subdivisiones
ó ramificaciones. Hoy está fuera de duda que estas fibras nerviosas se
agrupan, formando pequeños hacecillos, de la misma manera que se
agrupan las fibras musculares para constituir los suyos. Asi reunidas en
hacecillos, siguen cada una de ellas un trayecto determinado, y de esta
misma manera los hemos visto penetrar en el espesor de las circunvo-
luciones, distribuyéndose luego para ir á terminar aisladamente en
una célula, en la que acaban. Sin embargo, téngase en cuenta que Rind-
fleisch admite un modo especial de terminación de algunas fibras ner-
viosas, que después de estar despojadas de su mielina, se ramificarían
hasta lo infinito, dando subdivisiones finísimas que terminarían, según
dicho autor, en la sustancia granulosa intersticial.
Estos hacecillos de fibras nerviosas están separados unos de otros
por la neuroglia que existe en la sustancia blanca, lo mismo que en la
corteza gris, pero en menos abundancia. El aspecto que presenta la neu-
roglia en estas regiones, según los recientes estudios de Golgi y Boíl, es
el de formar tabiques que separan dichos hacecillos. En un corte para-
lelo á la dirección de los mismos, aparecen formados los tabiques por
células que ofrecen una disposición linear, y en los cortes transversales
se presentan como unos tabicados que dan á la preparación un aspecto
esponjoso, en cuyas mallas están contenidos los hacecillos de fibras.
Sogun Goll, estas células tienen distintas formas, pero, en general, son
aplanadas con gruesos núcleos y contornos poco visibles; están provistas
de prolongaciones, algunas de ellas muy largas, y como la cubierta ó
capa que forman no es continua, dejan entre sí una especie de lagunas.
Magnau y Hayem admiten también estas células, que con alguna varia-
ción son idénticamente descritas por Deiters. Algunos autores les dan el
nombre de este autor.
Además, esta sustancia intersticial contiene algunos corpúsculos es-
trellados ó fusiformes de tejido conjuntivo y las pequeñas granulaciones
conocidas con el nombre de mielocitos, todo ello reunido en la sustancia
fundamental de la neuroglia, que he descrito ya á propósito de la corteza
cerebral.
N. — VENTRÍCULOS CEREBRALES Y FACTORES ADYACENTES.
Para terminar la descripción del cerebro, reseñaré en pocas palabras
lo concerniente á las cavidades centrales del cerebro y á los órganos
más directamente relacionados con ellas, de las que no he hecho men-
ción.
Colocados los hemisferios uno al lado de otro, queda entre ellos una
cavidad (H, fig. 80), cuyas paredes laterales están formadas por la cara
interna de los núcleos centrales. Esta cavidad queda cerrada por arriba
por medio del cuerpo calloso (G, fig. 80), que extendido de uno]]á otro
hemisferio, en los cuales penetra por su seno, forma la bóveda de los
ventrículos cerebrales. Hacia abajo quedaría abierta en la base del cere-
bro á no ser por una masa de sustancia gris llamada infundibulum ó
534 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
cuerpo ceniciento, que se extiende de uno á otro tálamo óptico y forma
el fondo de la cavidad ventricular (E, fig. 50). Hacia adelante está limi-
tada por la rodilla del cuerpo calloso, que como he dicho, se refleja sobre
la extremidad anterior de lo3 núcleos caudales (fig. 63). Hacía atrás,
queda abieiia entre la cara superior de los pedúnculos cerebrales y el
rodete del cuerpo calloso; este punto de entrada á la cavidad ventricu-
lar, forma la parte inedia de la grande hendidura de Bichat, que se ex-
tiende hacia los lados á los lóbulos temporales, constituyendo las partes
laterales de dicha hendidura, que permitirían directamente la entrada
á las prolongaciones esfenoidales del seno hemisférico, si la cinta óptica
no la cerrase por completo; la hendidura de Bichat es, en suma, el sitiu
por donde puede penetrarse en los ventrículos cerebrales sin destruir
ningún factor.
Flg. 80.— Ooita Tertical del cerebro (Bsquema).
s cerebrales.
-C
ulbo-C Cipsula inl
rna.-E Corona
radUnte,— (¡Cuerpo calloso.— H Cavi
Núcleo caudal—í 1
Uarno 6p«».-
3 Núcleo lenticular.
Esta cavidad intra-cerebral está dividida en dos por un tabique
transversal: la bóveda de los cuatro pilares, que por sus lados descansa
sobre el tálamo óptico, como puede verse en la fig. 63 (A), en donde
está levantada para ver la disposición de estas partes. Quedan de este
modo una cavidad antero-superior y otra postero-inferior: esta última,
forma el tercer ventrículo ó ventrículo medio, cuyas paredes son: ha-
cia los lados, la cara interna de los tálamos ópticos (flg. 50); hacia arriba,
la bóveda de los cuatro pilares y la tela coroidea, cuya descriiicion haré
al tratar de la circulación de los centros nerviosos; hacia abajo, el tercer
ventrículo termina en forma de embudo, formado por la sustancia gris
del cuerpo ceniciento; hacia adelante, se ve la divergencia de los pilares
anteriores de la bóveda y la comisura blanca anterior (flg. 63), que por
su disposición circunscriben una pequeña depresión, que Vieusens creyó
era un agujero y le dio el nombre de vulva; hacia atrás, la comisura
blanca posterior y un orificio circular, que es la abertura anterior del
acueducto de Sylvio, llamado ano por Vieusens en oposición del ante-
rior. La forma de esta cavidad es muy aplanada lateralmente, de modo
que puede decirse que tiene dos caras laterales y una superior, 6 base,
ANATOBÍÍA DB LOS CENTROS NERVIOSOS. 535
un borde anterior y otro posterior y un vértice, dirigido hacia abajo. La
parte inedia de la hendidura de Bichat penetra en este ventrículo.
Cuerpo ceniciento y glándula pituitaria. — El cuerpo ceniciento es una
masa de sustancia gris anexa á los núcleos centrales, cuyos detalles de
extructura son muy poco conocidos y cuyas funciones se ignoran por
completo.
Cubre la mitad inferior de la cara interna de ambos tálamos ópticos
y forma como un infundíbulum donde termina el ventrículo medio;
aparece en la base del cerebro (fig. 25, P), por delante de los tubérculos
mamilares, terminando en una especie de cordón que se une con la
glándula pituitaria y que por este motivo se llama tallo de la glándula
pituitaria.
La glándula pituitaria es un cuerpo redondeado, alojado en la silla
turca, en un repliegue de la dura madre y que está unida al cerebro por
medio del tallo pituitario; esta glándula está dividida en dos lóbulos,
una anterior y otro posterior: aquel es más grueso y más i esistente que
este, tiene la forma de una media luna de cavidad posterior con un color
gris rojizo en su superficie y amarillo blanquecino en el centro. La ex-
tructura y usos de este órgano han sido muy discutidos y aun no están
fuera de litigio: respecto al lóbulo anterior, queda demostrado por los
trabajos de Tiedemann, Fontana, Bock, Luys, Grandry, Robin, etc., que
realmente se trata de una glándula linfática, como supuso Monró antes
que nadie; en lo referente al lóbulo posterior, las investigaciones de
Muller y Lushka parecen haber demostrado, contra la opinión de Gran-
dry, que existen en él redes de fibras nerviosas.
Aun no ha podido resolverse si el tallo pituitario tiene ó no un canal
en su centro que comunique con el ventrículo medio: creo verdadera la
opinión de Luys, quien opina que á una mayor condensación de las ca-
pas periféricas se debe el aspecto especial que debe hacer creer en ia
existencia de un canal.
Como una dependencia del cuerpo ceniciento ó masa gris del ventrí-
culo medio, debe señalarse también la comisura gris en forma de lámi-
na, extendida de uno á otro tálamo óptico, y que Meckel, Longet y Wenzel
han notado su ausencia en algunos rarísimos casos.
Glándula pineal. — Es un órgano anexo por su situación al ventrículo
medio é íntimamente unido con la tela ceroidea. Tiene la forma de un
cono, por lo cual Galeno le llamó conarium, y próximamente el volumen
de un guisante. Está situado en el centro de la hendidura de Bichat, en-
tre la cara superior de los pedúnculos y el rodete del cuerpo calloso;
corresponde á la separación de aquellos y descansa en el surco que
separa los dos tubérculos cuadrigéminos anteriores (fig. 63, H). En
ella está levantada y dirigida adelante; su vértice está dirigido hacia arri-
ba y atrás; tiene un color ceniciento y consistencia variable.
De su base parten varios manojitos de fibras nerviosas, en número de
seis, conocidos con el nombre de pedúnculos de la glándula pineal: dos
superiores, dos inferiores y dos medios (H, fig. 70). Los primeros se
dirigen de la base de la glándula pineal hacia los lados y se colocan en
seguida en el punto de unión de la cara interna con la superior del tála-
mo óptico, circunscribiendo así la base del ventrículo medio; continúan
536 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
hacia adelante, formando un cordoncito blanco, muy visible, hasta encon-
trar los pilares anteriores de la bóveda, con los cuales se unen, se llaman
también frenos de la glándula pineal, y Descartes los consideraba como
las riendas del alma, cuya morada suponia en dicho cuerpo. Los segun-
dos parten del mismo sitio, se dirigen hacia abajo, por delante de la
comisura posterior y penetran en la parte correspondiente del tálamo
óptico. Los terceros son trasversales y están adosados á la comisura
posterior, de la cual, aunque distintos, parecen una dependencia; no
siempre son simples, y en unión de aquella penetran también en el tála-
mo óptico.
La glándula pineal es de igual naturaleza que la glándula pituitaria.
Hasta hace poco se habia admitido sin discusión su extructura ner-
viosa, pero hoy está demostrado, y el acuerdo es casi unánime entre los
histólogos, que no es más que una glándula vascular-sanguínea. Es casi
constante la existencia en su centro de una cavidad más ó menos grande,
ó por lo menos de una zona blanduzca que sustituye á aquella. En los
acini de esta glándula, se encuentran, con muchísima frecuencia, concre-
ciones calcáreas esféricas, siempre pequeñas, aunque variables en su
volumen: los trabajos de Wenzel, Hajckel, Harless, Faivre, etc., demues-
tran evidentemente que estas producciones calcáreas no reconocen nin-
gún origen patológico.
Es preciso decir, sin embargo, que Kólliker y Meyner creen que la
glándula pineal tiene células nerviosas multipolares, y por lo tanto, en
vez de considerarla como una glándula linfática, la consideran como un
ganglio nervioso; estos autores creen que los pedúnculos guardan rela-
ción con estas células, mientras Liegeois, Muller, Henle, Robin, Leyd-
ka, etc., que admiten su naturaleza linfática, las consideran inde-
pendientes.
La cavidad antero-superior está formada por la unión de los senos
hemisféricos: constituida su pared superior por la cara inferior del cuerpo
calloso y su pared inferior por la cara superior de los núcleos caudales
y de la bóveda de los cuatro pilares, que como quiera que por su base
se identifica con el cuerpo calloso, cierra por detrás esta cavidad, que se
continúa hacia los lados hasta el lóbulo temporal.
Entre la pared superior y la inferior, se extiende un tabique vertical
que separa la cavidad en dos. Este tabique, llamado tabique trasparente,
6 ventricular (ñg. A6, T), tiene una forma triangular: su borde superior
se une á la cara inferior del cuerpo calloso; su borde inferior, convexo
como el primero, es recibido en la concavidad de la rodilla de la gran
comisura interhemisférica; el borde posterior, cóncavo, corresponde al
canal que la bóveda de los cuatro pilares presenta en la parte media de
su cara superior. Su vértice, afilado y dirigido hacia atrás, se pierde en
la convergencia de la bóveda con el cuerpo calloso.
El tabique trasparente es una lámina de sustancia nerviosa depen-
diente de los hemisferios, y como ellos, doble y simétrico, según lo ha
hecho notar Henle, pues está compuesto de dos laminillas separadas
entre sí, de modo que queda en su interior una pequeña cavidad de exis-
tencia constante y fácilmente visible por medio de un corte (fig. 46, T),
llamada ventrículo del tabique, quinto ventrículo ó ventinculo de Céhaus-
CÓLERA MORBO. 537
3ier. Se ha discutido mucho si este ventrículo comunicaba con los demás,
y parece que la creencia más autorizada es la de que está completamente
cerrado.
Cada lámina del tabique está formada por un armazón de fibras ner-
viosas, que se pierden entre las fibras del cuerpo calloso por un lado, y
según Meynert, tienen por otro algunas conexiones con las fibras de la
bóveda. Gratiolet cree que estas fibras establecen una comisura elemental
entre la circunvolución olfatoria interna y la del cuerpo calloso: lo posi-
tivo es que algunas atraviesan el cuerpo calloso para unirse á sus trac-
tiis longitudinales. Cada, lámina blanca del tabique trasparente está cu-
bierta por una delgada película de sustancia gris por su parte externa y
otra mucho más fina por su parte interna.
A beneficio de este tabique, queda separada la cavidad antero-superior
en dos (ñg. 46, U), llamadas ventrículos laterales, correspondientes al
seno hemisférico que antes he descrito y cuyo trazado hasta el lóbulo
temporal y su prolongación hasta el occipital nos son desconocidos.
En los ventrículos laterales se encuentran los plexos coroideos^ depen-
dencia del aparato circulatorio.
El tercer ventrículo comunica directamente con cada uno de los
ventrículos laterales, á beneficio de un agujero que los pilares anterio-
res de la bóveda forman al reflejarse sobre la extremidad anterior del
tálamo óptico, en el punto en que reciben los pedúnculos superiores de
la glándula pineal. Estos agujeros se llaman agujeros de Monró, y por
ellos los plexos coroideos se unen con la tela coroidea del tercer ventrículo
y los ventrículos cerebrales se comunican mutuamente.
(Continuará.)
CÓLERA MORBO,
POR EL Doctor Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona.
Islas Filipinas.— Mant7a. Estado sanitario en 30 de Junio. Las Autoridades de Ma-
nila y las de Hog-Kong.— Arribo del Francisco Reyes.— Aislamiento?— Creación
del Lazareto de Mariveles. — Desinfección de la correspondencia pública, fenol,
ácido hipo-nítrico. — Declaración de puerto sucio; noticias telegráficas.— /«ia de
Lnzon. — Iloilo.—Zamhoanga.—Isla de Negros,— Joló.— Otras medidas sanitarias.
—Sumatra, — Java,— Japón.— Suez.— Mar Rojo, — Gibaltarf— España,
El Subdelegado de Medicina y Cirugía de Manila, en vista del parte sa-
nitario remitido-por los Médicos del Hospital de San Juan de Dios y por
otros de la localidad, dice textualmente en lo que se refiere á la segunda
quincena del mes de Junio:
«Han persistido las fiebres palúdicas en sus diferentes formas, ha-
biendo disminuido mucho las perniciosas graves. — Predominan las ñe-
538 CÓLERA MORHO.
bres gastro biliosas graves, las reumáticas y tifoideas. — Del aparato
digestivo se han acentuado mucho durante la quincena los cólicos se-
guidos de vómitos y diarrea en general de terminación favorable, las
(iisenterías, algunas graves, y los infartos hepáticos. Entre las fiebres
eruptivas decrece mucho el sarampión, aumenta la viruela confluente y
hay algunos casos de erisipela. — ^Del aparato respiratorio las amigdali-
tis y las hemoptisis. — Las lesiones crónicas del aparato cardíaco y céfa-
lo-raquideo han permanecido estacionarias.»
Según se ve, podemos tomar este documento médico-oficial como
punto de partida para seguir la génesis y evolución del cólera en Manila,
puerto hasta entonces sano, pero rodeado de zonas infectas, con las cua-
les tenia comunicaciones frecuentes, y contra las que no se hablan adop-
tado todas las precauciones que fueran de desear en circunstancias tan
graves. En puntos cercanos y bien relacionados con Manila, Hong-Kong
por ejemplo, se dispuso por entonces un sistema de prohibiciones, fun-
dadas en el aislamiento. En prueba de ello transcribo lo publicado en la
Crizceta oficial de dicha capital con fecha d.^ de Julio:
«Como por la Sección 25 de la ordenanza 8 de 1879 se dispone que
si el Gobernador en consejo tiene causas razonables para creer que cual-
quier país ó lugar está infestado con alguna epidemia, pueda dictar re-
glas concernientes á los buques que arriben de dichos países ó lugares,
si las cree necesarias, para preservar la salud pública de la colonia;
Y como el Gobernador en consejo tiene causas razonables para creer
que las residencias en Batavia, Cheribon, Probolingo, Bezoiki y Banfoe-
mas, son lugares infestados con epidemia contagiosa, como es el cólera,
se ordena lo siguiente por el Gobernador en consejo:
1.° Ningún bote, exceptuando el del Oficial de sanidad del puerto,
se podrá aproximar á buque alguno, á menos de 20 yardas, de los que
tengan bandera de cuarentena ó hayan sido puestos en ella.
2.* Ninguna persona podrá salir de buque alguno que esté en cua-
rentena sin permiso del Oficial de sanidad del puerto; tampoco se po-
drán mandar cartas á los mismos ni recibirlas sino por medio del bote
guardián empleado en el servicio de cuarentena.
3.** Los buques que lleguen de Batavia, Cheribon, Probolingo, Be-
zoiki y Banfoemas, inmediatamente que entren en las aguas de esta co-
lonia, izarán la bandera de cuarentena.
4.° Ninguno de tales buques será admitido á práctico sin que hayan
pasado 10 dias de su salida de los mencionados puntos, y
5.** Si hubiese habido algún caso de cólera á bordo de dichos buques,
la embarcación no será admitida á práctico hasta después que hayan pa-
sado 40 dias del fallecimiento de la persona atacada del mal.»
— El vapor correo Francisco Reyes, procedente de Davao, llegó á Ma-
nila el 9 de Julio en 44 horas, después de hacer varias escalas, con carga
general y con muchos pasajeros, en su mayoría militares, y entre ellos
un brigadier.
Este buque, ante el puerto, á las i2 y 5 minutos de la tarde, con el
telégrafo de banderas, dijo que necesitaba (P. D.) inmediatamente asis-
tencia médica; á la 1 y 30, después de la visita de la Sanidad^ izó bandera
amarilla en el tope de trinquete y salió con rumbo hacia afuera; á las 2
CÓLERA MORBO. 539
y 28 fondeaba á 14 millas O. S. O. del ancladero; á las 3 y 5 vuelve al
ancladero; á las 3 y 30 fondea á 1 milla O. del mismo. Trayendo á bordo
algunos enfermos (en las primeras noticias no dicen de que, se embar-
có por la noche el segundo Médico de naves, Sr. Lorente, que se ofreció
á ello, llevando consigo un botiquín.) Posteriormente el buque zarpó
para punta Locaning, en donde permanecerá i 5 dias de observación. Es-
te sitio estaba destinado desde hacia poco para las procedencias de Joló.
El vapor Felisa, remolcando al Francisco Reyes, salió con dirección á di-
cho punto el dia 10 á las 4 próximamente de la tarde. Algunas horas an-
tes hablan partido de Gavite el cañonero Prueba y el vapor mercante
Pilot Fish remolcando el casco del que fué transporte Patino, destinado
ú servir de pontón -lazareto y á admitir á bordo los enfermos del Fran-
cisco Reyes,
— Ahora bien ¿y la carga? ¿y los pasajeros? No se dice nada de ellos
en los periódicos locales que tengo á la vista. Pero si se tiene en cuenta
lo que suele ocurrir en nuestros lazaretos (fiebre amarilla por ejemplo)
dan ganas de creer en que todos desembarcaron sin tropiezo. Para pen-
sar así nos ayudan la clase de pasaje, y sobre todo el ver que los perió-
dicos no dicen una palabra de ello. En un asunto tan capital el silencio
es más que sospechoso: revela una infracción de los principios científi-
cos. A mayor abundamiento, las idas y venidas del Francisco Reyes y
los remolques alejan la idea de un aislamiento en toda regla.
Continuemos con las sospechas. El vapor Felisa, una vez dejado el
buque infecto en la punta Limay, volvió á remolcar otras naves: el Ca-
miguin, por ejemplo, que fué desde la rada de Gavite á Manila. No cons-
ta se tomaran precauciones.
La correspondencia traida por el Francisco Reyes, dice el Diario, no
fué fumigada. El Comercio afirma que sí, «pues las botellas de agua fe-
nicada que salieron llenas de la Gapitania del puerto para el Malecón
del Sur volvieron vacías.» ¡Medrados estaríamos si todas las medidas de
desinfección, aislamiento, etc., tienen el mismo valor!
«La casa consignataria del vapor Reyes ha enviado hoy á bordo de di-
cho buque víveres frescos. El barco que los ha llevado volverá esta tar-
de». Así dice El Comercio del dia 11.
En suma, lo de siempre: mandar algo; hacer poco ó nada, valer más
un poco pasaje ó unos cuantos fardos que toda una región; llegar la epi-
demia y á... morirse.
—Llegado ¿1. cólera á las puertas de Manila, se quiso adelantar todo
lo atrasado.
En la mañana del 11 de Julio, reunióse la Junta superior de Sanidad
con el objeto de proponer y llevar á cabo la construcción de un Lazareto,
establecimiento de que carecía Manila. Tan graves eran las circunstan-
cias, y como medida de ellas podemos tomar la premura con que se pu-
sieron en práctica las medidas acordadas, que en la misma sesión se acor-
dó: poner en vigor la ley de Lazaretos de la Península de 1845, con las
modificaciones que ha sufrido posteriormente; establecer el Lazareto en
la costa de Mariveles; construir en este punto tres camarines de mate-
riales ligeros, uno para los enfermos, otro para los convalecientes y cu-
rados y otro para los utensilios, ranchos y demás efectos (se nota la falta
540 CÓLERA MORBO.
(le departamentos para los sanos, para los empleados, para la desin-
fección de mercancías, etc.); nombrar un Médico primero con 500 pesos
mensuales (el Sr. Lorente, médico de la armada, que se habia brindado
a prestar auxilios al buque Francisco de Reyes, en el que estaba desdo
los primeros momentos), un segundo con 400 (Sr. Solelo, médico de na-
ves), y un farmacéutico con 400, facilitando á este cuantos medica-
mentos y objetos juzgase necesarios (ignoro el nombre del agraciado);
proceder inmediatamente á la construcción de los tres camarines. La
Autoridad superior aprobó en el acto todos estos acuerdos y nombra-
mientos.
Encargado el arquitecto Sr. Hermosa de la construcción del Lazare-
to, reunió inmediatamente todos los materiales necesarios. Estos y aquel
quedaron embarcados el dia siguiente por la mañana en la goleta de
guerra Santa Lucia, saliendo á seguida para Mariveles.
No es posible mayor diligencia. Todo quedó ultimado en 24 horas, y
dada la fácil construcción de los camarinese n aquel país, se puede ase-
gurar que el Lazareto de Mariveles es la obra sanitaria más rápida de
que tal vez haya ejemplo.
— He tornado estas noticias de el periódico El Comercio de Manila
(12 de Julio), y en el mismo encuentro un comunicado suscrito por don
José Martin, en el que propone reemplazar el procedimiento que se si-
gue para desinfectar la correspondencia pública por otro que aconseja.
Tiene razón el Sr. Martin: rociar la correspondencia con agua feni-
cada no es desinfectar; aunque se emplee una disolución al máximum, y
«cualquiera que sea la opinión que se tenga de la acción desinfectante
más ó menos poderosa del ácido fénico, está admitido hoy por todos los
higienistas de nota, que es necesario envolver enteramente en una
atmósfera ñúida (líquida ó gaseosa) y desinfectiva al cuerpo sospechoso
para matar en él los gérmenes orgánicos que pueda conducir. Y el rociar
con mayor profusión todos los pliegos de un correo, sólo puede, á lo
sumo, producir una desinfección parcial de alguna de sus superficies,
pero nunca una desinfección total y completa. Seria para esto indispen-
sable sumergir todos los pliegos hasta empaparlos enteramente en la
disolución fenicada, lo cual es impracticable.» Impracticable no: incon-
veniente, y tal vez inseguro, sí, y esto descontando las lesionas que pu-
diera sufrir lo escrito ú otros objetos. A parte de esto y de alguna
corrección que pueda hacerse en la parte transcrita, acepto las ideas del
comunicante.
En vista de esto, considera más eficaz dejar la correspondencia algún
tiempo en una atmósfera fuertemente cargada de fenol. Más todavía le
parece este medio caro, entretenido y de menor eficacia que el ácido
hiponítrico, desinfectante, que es, en suma, su predilecto. Hé aquí el wo-
(¡lis facieyídi:
«En tres ó más cilindros huecos hechos, de rejilla de alambre de hierro,
o mejor de cuerdas ó bejuco, y capaz cada cilindro de contener cuatro ó
más sacos de correspondencia, métanse las cartas ó pliegos (todos suel-
tos) hasta ocupar la mitad próximamente del cilindro. Este aparato debe
tener un eje, que puede sor de caña, uno de cuyos extremos le permito
girar, con alguna rapidez, por medio de un manubrio colocado en el otro
CÓLERA MORBO. 541
extremo. Estos cilindros se colocarán en una habitación, cuyo tabique
se halle atravesado por los ejes, á fin de que los encargados de los ma-
nubrios puedan obrar fuera del recinto. Colocada toda la correspondencia
en la forma indicada dentro de los cilindros de rejilla, se la someterá, por
espacio de media hora, á la acción del gas ácido hiponitrico, para lo cual
debajo de cada cilindro se pondrán una ó dos vasijas que cada una con-
tenga como una onza de ácido nítrico del comercio y una ó dos piezas de
cobre de dos cuartos: inmediatamente se cierra bien el recinto en que
están los cilindros y desde el exterior se los hace girar á beneficio de los
manubrios en uno y otro sentido. Transcurrida media hora se ventila el
local para desalojar el gas, y se saca después de un rato la correspon-
dencia, ya desinfectada por el agente más poderoso que hoy se conoce,
cual es el ácido hipo-nítrico. (El Sr. Martin exagera un poco en este punto:
el ácido hipo-nítrico es un buen desinfectante, pero no el más poderoso,
y así lo reconoce en párrafos posteriores). Este gas no deteriora en modo
alguno la correspondencia, y sólo le dará cierto viso amarillento al papel
. y un tono menos fuerte á la tinta, pero sin alterar en lo más mínimo la
claridad de lo escrito.»
Este procedimiento, como dice, es barato, sencillo, seguro y sin in-
convenientes, á condición de que se emplee por persona entendida.
— Hasta aquí el correo. Los telegramas hasta la fecha en que escribo
(!.• de Setiembre) acusan un desarrollo violento de la epidemia.
El Gobernador general, en 21 de Agosto, dice al Ministro de Ultramar
que, habiendo ocurrido 20 defunciones hasta entonces, se habia visto
obligado á declarar sucias la capital y el puerto; que la epidemia habia
atacado sólo la población india, y que habia tomado precauciones (no sé
cuales, pero entre ellas hay el establecimiento de cuatro grandes hospi-
tales para los pobres).
El Gobierno español, en vista de estos hechos, declaró á su vez sucias
las procedencias de Manila desde el dia 20 del mismo mes, sujetarlas, en
lazareto sucio, á rigorosa cuarentena con desembarco de efectos, etc.
En 22 de Agosto decía que habia 20 defunciones diarias causadas por
el cólera. En 24 se supo que arreciaba la epidemia y que murieron 3 eu-
ropeos. En 25 un europeo. En 26 que fallecieron 150 indígenas y 1 euro-
peo. En 28 habían sucumbido 294 chinos é indios y 6 europeos durante
las últimas veinte y cuatro horas. En 29 habían fallecido 266 de los pri-
meros y 4 europeos. En 30 murieron 272 y 1 respectivamente. En 31 ha-
bían muerto 331 indígenas y 5 españoles.
— En el resto de la Isla de Luzon, exceptuando lo conocido de Manila,
al parecer no ocurría nada notable; pero he leido un telegrama del dia
28, en que se dice que no causaba el cólera tantos estragos como en la
capital, lo que es sencillamente una buena manera de decir que también
los produce. La falta de detalles no permite apreciar la importancia de
la epidemia en esta rica comarca.
— Un telegrama del 24, con referencia á IloilOy da cuenta de haber
muerto todos los empleados, y que arreciaba la epidemia, si bien con fecha
posterior se dice que está estacionada,
— En Zamboanga se dice que el cólera decrece.
I
542 CÓLERA MORBO.
— En la Isla de Negros (34 de Agosto), según telegrama, se habían
presentado casos sospechosos.
— Los telegramas de Joló están todos contestes en la desaparición del
cólera. Desde el dia 3 de Agosto no se ha registrado ninguna invasión, y
con posterioridad se habia oficialmente declarado la terminación de la
epidemia, cantándose el Te Deum en 15 de Agosto.
Las últimas noticias que trae el correo relativas á Joló, y que alcan-
zan hasta el 28 de Junio, dicen que se hablan tomado precauciones para
evitar la propagación del cólera. La mayor parte de los enfermos residía
en un hospital, hecho recientemente, y que, al decir de algunos, reunia
todas las condiciones higiénicas posibles. Kstá emplazado cerca de la
plaza. Se aseguraba que el cólera habia cesado en Maybung.
Las compañías del núm. 6 habían marchado á Zamboanga en buen
estado sanitario.
En suma, desde el principio de la epidemia hasta fin de Agosto ha-
bían fallecido en las Islas Filipinas unos 13,000 individuos, de los cuales
2,400 correspondían á Manila y 4,555 á Iloilo.
— Con un criterio, que no puede discutirse sin conocer á fondo las
condiciones locales, pero que en principio no puede suscribirse por
completo, el general Primo de Rivera ha dispuesto la limpia del puerto,
la tala de los montes? y la formación de rigorosos cordones sanitarios. El
Gobierno telegrafía con frecuencia dictando medidas y excitando á que
se socorra á las clases menesterosas; ha dispuesto: que se organicen
Juntas parroquiales; que se redacten en tálago instrucciones populares
para evitar el contagio y combatir los primeros síntomas; que se facilite
á los atacados toda clase de recursos; que se imponga á los indígenas la
asistencia médica, á la que tienen marcada repulsión y ha resultado
además remitir nota de las medidas adoptadas en otras epidemias de
cólera.
— De Stonaira hay buenas noticias. Telegráficamente se ha anunciado
la cesación de la epidemia en Padang, situado al O. de la isla; con este
motivo se han declarado limpias las procedencias, si el viaje ha durado
más de iO días y no ha habido accidente á bordo.
Respecto á Java, aunque sea con gran retraso publicadas, encuentro
las siguientes noticias, que han circulado en el Strait Times (24 de Ju-
nio), Java Bodi (3 y 10 de id.) y Handelsblád de Macassar (23 de Mayo).
El cólera habia causado muchas víctimas en Célebes. En este punto
un Inspector de policía habia encontrado una medicina (brandy y un
cocimiento de no sé qué yerbas) con la cual se cura la enfermedad, usÁ>!-
DOLA. Á TIEMPO. El empleado de policía regala el remedio á cuantos lo
solicitan.
— En Batavia, declarado epidémico el cólera en 5 de Junio, habia de-
crecido á los cinco días, causando víctimas, principalmente entre los
indígenas.
En Deli había comenzado la epidemia en 16 de Mayo.
— ^En la capital del Japón y en sus alrededores aumentaba la epide-
CÓLERA MORBO. 543
mia. Desde el 21 de Junio al 3 de Julio hubo 417 invasiones y 2 32 muer-
tos. En Yokio carecía el padecimiento de importancia.
— Se estrechan las distancias. Se ha dicho oficialmente que el cólera
está en Suez; por esta razón se han declarado sucias las procedencias de
este punto y las del Mar Rojo. A su vez el Comité sanitario internacional
ha adoptado medidas rigorosas contra las procedencias de Bombay, de
cuyo hecho protestan los .ingleses, que sin duda ven en esto una contra-
riedad suma para poder hacer el transporte de las tropas de la India.
Para todos los puertos del Mar Rojo, según dice el cónsul inglés de
Jeddah, se han tomado las siguientes medidas:
!.■ Los buques que lleguen sin peregrinos á bordo, procedentes de
Sumatra, Java, Borneo ó Singapore, serán sometidos á 24 horas de ob-
servación con visita médica cuando no hubiese ocurrido caso de cólera
durante el viaje.
2.' Los buques procedentes de los mencionados puertos con peregri-
nos á su bordo y en los que no hubiese habido casos coléricos durante el
viaje, serán sometidos á 3 dias de cuarentena con desinfección de efectos.
3.* Todos los buques procedentes de los mismos puertos, cuando
hayan ocurrido á bordo de los mismos casos de cólera durante el viaje,
serán sometidos á cuarentena de 7 dias y á ser desinfectados.
Añadiré, á todas las noticias precedentes, que se asegura flotan mu-
chos cadáveres sobre las aguas del Canal de Suez.
— Gibraltar, en esta fecha, no ofrece nada alarmante, pero despierta
vivas sospechas lo que ocurre en Suez, lo que sucede en el Oriente y en
el Sur y las contingencias de la guerra.
España está amenazada más que ninguna otra nación de ser invadi-
da. El archipiélago filipino y Gibraltar son dos puntos temibles. Las
disposiciones tomadas por nuestro Gobierno las encontrarán nuestros
lectores en la Sección oficial. A más de ellas, se ha encargado á nuestro
Cónsul en Gibraltar vigile el estado sanitario de la población y de las
tropas, facilitándole el personal y auxilios necesarios para esta intere-
sante investigación. En el caso de presentarse el cólera ó accidentes
sospechosos, hay la firme resolución de considerarlo puerto sucio y de
tomar por tierra precauciones rigorosas, cordones, etc.
¿Estamos en aptitud de recibir sin gravísimo detrimento la epidemia
de cólera? Vale más callarse, sobre todo si hubiéramos de hacer el inven-
tario de lo existente, próspero y adverso, en Barcelona, uno de los puntos
que están llamados á ser la puerta de entrada, sí desgraciadamente llega
el temible huésped.
Se ha recomendado la más extricta vigilancia á los Directores de Sa-
nidad; se ha ordenado se llenen todas las necesidades de los lazaretos,
obligando á los contratistas á tener dispuesto el mayor número de ca-
mas, pudiendo instalarse ya en el lazareto de Mahon 500 cuarentenarios
y 4,000 en el de Pedresa; se dice haber nombrado un delegado para que
se cumpla lo prescrito en ambos Lazaretos; el Gobernador de Madrid ha
pedido al Ministerio de la Gobernación apruebe las bases para construir
un hospital de evacuación para hacer frente á las eventualidades que
pueden surgir (lo mismo que en Barcelona?)
544 REVISTA DE MEDICINA.
REVISTA DE MEDICINA,
POR EL Dr. D. Rosalino Rovira y Oliver.
Diabetes sacarina: tratamiento por el brcmaro potásico.— No hay du-
da de que el bromuro de potasio es uno de los más útiles medicamentos
que forman parte del arsenal terapéutico moderno. Gran modificador del
sistema nervioso, puede usarse con más ó menos éxito en todas las enfer-
medades que ofrecen señales de perturbación de dicho sistema, sea ésta
primitiva, sea consecutiva á otros trastornos orgánicos y funcionales.
En atención á esto, y suponiendo buena la teoría nerviosa de la dia-
betes sacarina, administra el Dr. Felizet desde hace seis años el bromuro
de potasio en esta enfermedad, y al parecer con gran éxito.
Quince son las observaciones que ha podido reunir durante los seis
años, según reza la comunicación que el mismo autor ha hecho á la Aca-
demia de Medicina de París, en sesión celebrada el 8 de Agosto del año
que cursa, y en todos ellos se ha limitado á recomendar un ejercicio
muscular enérgico, el uso de los ferruginosos, de la quina y de los alca-
linos, prescribiendo además con singular cuidado el bromuro potásico.
Los buenos efectos alcanzados con dicho tratamiento los atribuye el
Sr. Felizet al bromuro de potasio, por la sencilla razón de que, si bien
con los restantes medios terapéuticos mencionados pueden conseguirse
algunos agradables resultados, no son tan constantes ni eficaces como
los obtenidos por el Dr. Felizet con el auxilio del bromuro.
Añade el Sr. Felizet, en su comunicación, que la naturaleza nerviosa
de la diabetes sacarina se manifiesta sobre todo en la región del bulbo
vecina del pneumogástrico, y que la acción del bromuro sobre esta zona
dá á la teoría nerviosa de la diabetes la fuerza de una demostración con
la precisión de un esquema.
Los desgraciados éxitos que se obtienen en la inmensa mayoría de los
diabéticos, poniendo en práctica el tratamiento aconsejado por los clá-
sicos, nos autorizan á secundar las investigaciones del Dr. Felizet, á fin
de que cuanto antes se pueda pronunciar el fallo definitivo acerca de la
acción que el bromuro potásico puede ejercer en la diabetes sacarina.
Dilatación aguda del corazón.— Por las raras circunstancias en que se
ha presentado, no deja de ofrecer grandísimo interés clínico un caso de
dilatación aguda del corazón, desarrollada en menos de ocho dias en una
joven de 18 años.
Esta joven, que entró en el Hólel-Dieu, clínica de Vulpian, el 1.* de
Junio último, residía en París desde hacia tres meses ejerciendo la pro-
fesión de sirvienta, y si bien habia sufrido, hacia dos años, una fiebre ti-
foidea de seis semanas de duración, gozaba desde entonces, al parecer,
de una excelente salud, cuando, en la última semana de Mayo, cinco ó
seis dias antes de ingresar en el hospital, comenzó á sentir violentas
palpitaciones cardíacas.
REVISTA DE MEDICINA. 545
Aseguró que, anteriormente á esto, jamás habia notado nada análo-
go; que subia las escaleras rápidamente sin aquejar fatiga ni opresión,
aun llevando cargas pesadas, y que las palpitaciones eran para ella una
sensación completamente desconocida.
Guando se procedió al examen, encontróse que el corazón ocupaba
una considerable extensión; se elevaba hasta la segunda costilla y des-
cendía hasta el séptimo espacio intercostal. El desorden del aparato cir-
culatorio era muy manifiesto, y se traducía por cianosis, pulso venoso
de ios más marcados, mucha opresión, frotes pericardíacos, soplos de
endocarditis, etc.
Era evidente que el músculo del corazón, participando en cierto gra-
do de la inflamación que ocupaba las superficies interior y exterior de
este órgano, habia perdido de su tonicidad, de su potencia, y se habia
dejado distender rápidamente.
Bajo la influencia del tratamiento, particularmente de la digital, dis-
minuyó varios centímetros el corazón en su gran diámetro y proporcio-
nalmente en los demás, pero no llegó á adquirir el tamaño natural. Ade-
más de esta, hay otras pruebas de que el corazón no habia recobrado por
completo su estado fisiológico, pues que á la auscultación se notaba la
existencia de frotes pericardíacos, que cubrían, en parte, un soplo musi-
cal de endocarditis, soplo mucho más claro cuando se practicaba la aus-
cultación en el dorso, al nivel del corazón.
La Gazette des hópitaux, notable publicación de donde hemos entresa-
cado la observación clínica relatada, no dice que se hubiese echado ma-
no del UHo de los valles (convallaria maialis) para la curación de la
enferma, por cuya razón hemos de suponer que no se usó, pues en caso
contrario se hubiese advertido, mayormente estando todavía en estudio
sus propiedades, de las que me ocupé en otra Revista (i).
Me extraña que el Dr. Vulpian, distinguidísimo clínico y decidido
propagador de los progresos científicos, no hubiese ensayado el lirio de
los valles en la dilatación cardíaca que á su vista se ofreció; ya que al
decir del Dr. Germán Sée, según nota leída en la Academia de Medicina
de París, en las dilataciones del corazón, con ó sin hipertrofia, con ó sin
degeneración grasosa, con ó sin esclerosis del tejido muscular, se impo-
nen claramente las indicaciones del lirio de los valles.
Vistos los efectos producidos por la digital en este caso clínico hemos
de suponer que el lirio de los valles, á juzgar por las propiedades que
se le atribuyen, hubiese obrado más satisfactoriamente, consiguiéndose
tal vez mayor reducción del corazón de la que se logró con la digital.
El iodoíorxno en la angina tuberculoaa.—En la Sociedad médica de los
hospitales de París, ha dado recientemente á conocer el Dr. Gouguen-
heim las ventajas que reportó del iodoformo en un caso de angina ul-
cerosa, muy extendida, diagnosticada de tuberculosa por sus carac-
teres macroscópicos y cuyo diagnóstico confirmó el examen histoló-
gico.
Aplicó el Sr. Gouguenheim localmente el iodoformo, y al poco tiem-
(1) Gackta médica catalana, 15 Abril de 1882, p&g. 102.
546 REVISTA DE MEDICINA.
po habían cicatrizado las úlceras; pasados algunos meses, vuelve el en-
fermo á presentar nuevos síntomas de angina y se aplica nuevamente el
iodoformo, más los efectos favorables de este no se obtuvieron hasta tan-
to que sobrevino la ulceración. La angina no volvió a retoñar, siendo,
pues, la curación definitiva.
Esta observación demuestra la influencia del iodofornío como modi-
ficador potente de las úlceras tuberculosas y prueba que algunas venta-
jas pueden conseguirse con su uso en la tuberculosis pulmonar.
Otro signo para el diagnóstico del primer periodo de la tuberculosis
pulmonar. -Además de los signos señalados por el Dr. Grancher para el
diagnóstico de la tuberculosis pulmonar en los primeros momentos de
su evolución, signos que se refieren á una alteración del tono respirato-
rio, conforme habrá visto quien haya leido la brillantísima reseña que
del Congreso médico internacional de Sevilla ha publicado recientemen-
te en la Gaceta el erudito clínico Dr. Robert, además de dichos signos,
digo, debe concederse cierta importancia para el caso, según indicación
del peritísimo Dr. Peter, á la temperatura local del tórax, tomada al ni-
vel de los vértices pulmonares.
Esta temperatura, que en estado normal es, según dicho clínico fran-
cés, de 35 grados 8 décimas, debe ascender cerca de un grado en la tu-
berculosis, ora á consecuencia de una acción refleja, que obra sobre los
vaso-motores, ora, como supone el Sr. Peter, por una irradiación directa
del calórico alrededor de la parte enferma, que, en atención al proceso
inflamatorio que la ha invadido, está más caliente.
La clorosis, que tan á menudo se confunde por los signos exteriores
con una tuberculosis inicial, se distinguirá de este proceso morboso,
investigando la temperatura local del tórax, que tomada, por ejemplo, en
el segundo espacio intercostal, estará por debajo de la media, es decir,
será de 35 grados 8 décimas.
Si las investigaciones ulteriores llegan á comprobar estos principios
aplicados por Peter en su clínica y que ha dado á conocer la Gazette des
hópitaux, no hay duda de que el diagnóstico de la tuberculosis inicial
seria muchísimo más fácil, que aplicando los principios expuestos por
Grancher, pues las variaciones termométricas se aprecian mejor que las
«alteraciones en el tono respiratorio indicadas por este práctico y que so-
lamente un oído muy ejercitado puede percibir.
Epilepsia: tratamiento por el curare.— Después de varios experimen-
tos, recomienda el Dr Kunze con insistencia el curare en la epilepsia.
Ha dado á conocer diversos hechos que demuestran que, en todas las
formas de la enfermedad, aún en aquellas que por lo antiguas se acom-
pañan ya de notable debilitación de la inteligencia, el curare puede cu-
rar el mal y hasta devolver al espíritu parte de su integridad.
Animado el Dr. Edlefren por las observaciones publicadas por el so-
ñor Kunze, ha ensayado el curare en algunos casos de epilepsia confir-
mada, en que los bromuros, asociados ó no á la atropina, habían dejado
bastante que desear, y ha quedado satisfechí» de sus resultados.
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 547
Gomo aconseja Kunze, ha usado Edlefren el curare en inyecciones
hipodérmicas, valiéndose de la fórmula del primero que es la siguiente:
Curare 50 centigramos.
Affua destilada 5 gramos.
Acido clorhidrico 1 gota.
Disuélvase y fíltrese.
Se ha inyectado de esta solución el tercio ó dos quintos de una jerin-
guilla de Pravaz cada cinco dias, sin que haya jamás sobrevenido flemón
ni síntomas de envenenamiento.
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Rabia: tratamiento por el cáñamo indiano. — Refieren al Brííw/i
Medical Journal, que el Dr. John Bufton, cirujano del ejército inglés en
la India, con tintura de cáñamo Indiano administrada á un muchacho
de cinco años, mordido por un perro rabioso, logró que el enfermo dur-
miese diez horas seguidas, despertándose curado. — El experimento me-
rece ser repetido.— (Vilaseca Mercadé.)
Anestesia clorofórmlca: importándola del reflejo palpebral. — Se-
gún ha manifestado el Dr. Berger, en la Academia de Ciencias de París,
se puede siempre administrar el cloroformo sin peligro, interrogando
con muchísima frecuencia el reflejo de los párpados. Cuando estos no
responden más á la excitación, debe suspenderse el anestésico, y, al con-
trario, es preciso volver á usarle desde el momento en que los párpa-
dos so contraen. — (R. RovmA.)
Catgut antiséptico.— Según el Dr. Kocher, de Berna, el aceite esen-
cial de enebro gozado bastante poder antiséptico para esta preparación.
Se macera el catgut durante 24 horas en dicho aceite, y luego se coloca en
alcohol al 95 por 100, en el que se conserva, sin estirarlo, en unas devana-
deras planas de iO pulgadas de longitud. Puede empaparse de nuevo al
usarlo en la esencia, pero no es preciso. Sí, antes de sumergirlo en el alco-
hol, se tiene en maceracion en glicerina durante un dia, el hilo es más
flexible. La seda se prepara del mismo modo. — (Rodríguez Méndez)
El Hierro Bravas s y sus imitaciones.— En cuanto un producto lle-
ga á la celebridad, la competencia tiende á imitarlo. Esto es lo que ha
sucedido con el Hierro Bravais, cuya reputación, hoy universal, ha sus-
citado en todas partes plagios y falsificaciones.
El público debe desconfiar de esas imitaciones. Su salud depende de
ello. Se ofrece á bajo precio hierro que se dice dializado, que no tiene más
que una parte del aspecto físico del Hierro Bravais sin poseer su eficacia.
Los consumidores tendrán idea de la inferioridad de esas groseras solu-
ciones, sabiendo que el Hierro Bravais se prepara por medio de varios
aparatos y por distintas manipulaciones especiales. Cada frasco, ha nece-
sitado para salir de la fábrica de Asnieres, hasta noventa dias de prepa-
raciones y de constante vigilancia.
Es, por tanto, de la mayor importancia no aceptar como FtVrro diali-
zado Bravais más que el contenido en frascos de esta casa, que tiene su
depósito principal en Paris, 13, calle de Lafayette. Los rótulos de las bo-
tellas llevan una marca «A los caballos marinos» y la firma «Raoul
Bravais»). La cápsula á dos colores que cubre ol frasco tiene grabadas
las palabras: Hierro Bravais, París-,
548 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
SECCIÓN OFICIAL.
Médicos Directores de aguas minerales.— Real orden de 16 de Agosto
dictando reglas para nombrar sustituto los que siéndolo en propiedad esién
enfermos, aclarando así lo preceptuado en el art. 39 del reglamento vigente. —
Gaceta del 19 de Agosto.
Cólera -morbo. — Orden del 21 de Agosto, declarando limpias las proceden-
cias de Singapore, antes sujetas á observación, á pa»tir del 13 de Julio último-
por tomarse en dicho punto precauciones contra las procedencias de las islas
de la Sonda y demás puertos infestados. — Id. del 22 id.
Id. id.— Orden del !21 de Agosto, declarando limpias las procedencias de
Padang (isla de Sumatra, Oceanía) á contar del 13 de Julio último. — Jd. id. id.
Fiebre amarilla.— Orden del 21 de Agosto, declarando sucias las proceden-
cias de Gorea (Senegal, África) á partir del 8 del mismo mes. — Id. id. id.
Cólera-morbo.— Orden del 22 de Agosto, declarando sucias las proceden-
cias de Manila, hechas á la mar después del ^ del mismo mes. — Id. del 23 id.
Sanidad marítima.— Real orden del 21 de Agosto: 4En vista de algunas re-
clamaciones para que sean aplicadas con igualdad en todos los puertos y Laza-
retos las disposiciones cuarentenar ias, y teniendo en cuenta que la diversa
manera con que son interpretadas en algunos de aquellos, en virtud de órde-
nes especiales, no solo no es justo sino que no garantiza la conservación de la
salud pública, redundando en perjuicio de los intereses sanitarios y comercia-
les; S. M. el Rey (Q. D. G.), se ha servido ordenar se manifieste á V. S. que la
Real orden de 21 de Marzo de 1871 y orden de 6 de Agosto de 1873 se hallan en
todo su vigor, y deben practicarse sus disposiciones en todos los puertos y La-
zaretos sin excepción ni restricción alguna, y por tanto que los buques de hier-
ro con trasporte de pasajeros, correspondencia y géneros coloniabs que sa-
liendo de las Antillas, Seno Mejicano, La Guaira y Costa Firme desde 1.° de Mayo
hnsta 30 de Setiembre lleguen á nuestros puertos en buenas condiciones higie-
nistas y sin accidente sospechoso á bordo, pueden desembarcar los pasajeros al
mismo tiempo y con iguales precauciones que la correspondencia pública, so-
metiendo al buque, tripulación, carga y equipaje de los pat^ajeros á los siete
dias de cuarentena en Lazareto sucio que dispone el art. 32 de la vigente ley de
Sanidad; entendiéndose que la desinfección de pasajeros ha de hacerse en ar-
monía con lo ordenado en la disposición 5.' de la Real orden de 18 de Setiem-
bre de 1879, es decir, entregando cada uno de aquellos una muda limpia com-
pleta á los expurgadores que deberán colocarlas convenientemente én un
almacén de fumigación y exponerlas á la acción de los gases durante un cuarto
de hora. Terminada esta operación serán entregadas á los respectivos intere-
sados, y estos, después de un baño ó lavadura general, se pondrán la ropa lim-
pia fumigada, entregando la i.tr.i á los expurg'idores para su desinfección con
el resto drl equipaje.^— /d. del 24 id.
Cólera- mor DO.— Orden del 29 de Agosto, declarando sucias las proceden-
cias de todos los puertos del Mar Rojo, á partir del 25 del mismo raes. — Id, del
30 id.
Provisión de cátedrafl.— Real orden de 29 de Agosto, dejando sin efecto
la de 21 de Junio d'3 1^77, y por tanto restableciendo en todo su vigor el art. 226
de la ley de Instrucción pública vigente, que ordena, que de cada tres plazas
de Catedráticos numerarios que vaquen en las Universidades del Reino, dos
se provean por concurso y una por op<»sicion, incluso la de Madrid, respecto í
la cual la derogada Real orden cst;iblecia el privilegio de que ias traslaciones
entre los Catedráticos de la misma no consumían turno.— /d. 3 de Setiembre.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Manual de Anatomía descriptiva, por el Doctor Robisiit HaRtmann. Traduc
cion directa del alemán por los Dres. L, Góngora y S. Carcfónal.— Cu aderaos 16 al 18.
Diooionario de Medicina y Terapéutica, por los Dres. E. Bouchut, y A. Des-
prés.— Traducción de los Dres. D. Pedro Espina Martinez y U. Antonio Espina Capo.
—Cuaderno 3.®— Madrid. tíailly-Balliere.
Manual práctico de las eníerxnedades de las mujeres (Medicina y Ci ru-
gía) por el Dr. G. Eustaclie, versión castellana de D. Enrique Moresco y Labado y don
Rafael Ulecia y Cardona, con un prólogo del Dr. D. Andrés del Busto Lopez.^Cua-
derno6.°— Madrid. -1882.— Dos ejemplares.
Periódicos: Nota^ mtisicales; La Reconquista, Barcelona.'<^£a librería, Madrid.
6^
■t)
^omo II. Húm. 18. 30 Setiembre de 1882. Ano II. Núm. 42.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: La peritomia preventiva de las alteraciones de la córnea en la oftalmía blenorrá-
glca (continuación), por el »r. JF. Barra^ver. - Ideas sueltas sobre la fiebre tifoidea (con*
clusion), por D. A, Baasolfl-Prini. — Anatomía de los centros nerviosos (continuación),
por el 9r. V. Micoel A. Wmrgmm moea.~Cólera morbo, por el 9r. modricoes Mendex.
-NOTICIAS CIENTÍFICAS: Ambliopia: tratamiento por la estricnina. — Transfusión de lá
sangre. —Peste de los cangrejos.— Sección oficial.
U PERITOMIA PREVENTIVA DE US ALTERACIONES DE U CORNEA
EN LA OFTALACÍA BLBNORRÁOICA (í).
POR EL DR. J. BARRAQÜER.
Médico oculista de loa Ho$pitale$ de Santa Cruz y del Sagrado Corazón de Jesús.
^*****0*t»^k^*^**k^*0»il*0»0*0^*»0*0*f*t^0*0^0*»*^
¿Cuáles son las indicaciones de la peritomia preventiva? ¿Debe in-
distintamente aplicarse á todas las oftalmías purulentas, ó tenemos que
reservarla para un limitado número de ellas? ¿Debemos seguir el exage-
rado consejo del Dr. Osio, expuesto en los siguientes términos?: «Que tan
pronto como se sospeche el desarrollo de una oftalmía purulenta se prac-
tique la síndectomía (2)». Podemos reunir todos los casos de oftalmía pu-
rulenta en dos grupos distintos, que, para las necesidades de la práctica,
acostumbro á calificar en mi clínica de benigna y maligna ó leve y grave,
en relación siempre con la rapidez de su curso y con la tendencia á in-
vadir el globo alterando la córnea; en unos casos observamos que la
conjuntivitis se desarrolla con intensidad en los párpados y fondos de
saco; que no invade el globo, es decir, que no se presenta la conjuntivi-
tis bulbar; que no tiene lugar lo que se llama el quémosis, y que la cór-
nea no se altera ó si acaso lo hace de un modo muy ligero y en una época
ya distante del principio del mal. Esta forma abunda sobretodo entre los
casos de oftalmía conocida con el nombre de conjuntivitis purulenta del
recién nacido. No escasea tampoco cuando se presenta la conjuntivitis
purulenta en la infancia. Las supuraciones, que expontáneamente se es-
tablecen en el curso da las granulaciones, pertenecen generalmente tam-
bién á una forma benigna. En otros casos la infíamacion se propaga ya
á la mucosa que cubre el globo y lo hace con gran rapidez, de modo que
existe el quémosis duro (conjuntivitis bulbar) desde el segundo ó tercer
dia y se presentan las alteraciones graves de la córnea del tercero al
(i) Continuación. — Véase el número H8.
(2) El Siglo medico, 2 Julio, 18S2, pág. 128.
550 LA PERITOMÍA PREVENTIVA.
cuarto. Pertenecen á esta forma muchas de las oftalmías purulentas del
adulto y muy particularmente las de los individuos jóvenes del sexo mas-
culino que padecen blenorragia uretral. Los AA. reservan, con algún
fundamento, el nomJbre de oftalmía blenorrágica para e&ta última forma
de conjuntivitis purulenta, para la que antiguamente se creia metastáti-
ca y hoy hacemos depender del transporte directo del pus de la uretra
al ojo por medio de las manos ó de algún utensilio de curación. Aunque
la oftalmía purulenta no necesita absolutamente presentarse en indivi-
duos que reúnan las indicadas circunstancias ni reconocer como causa la
infección de la mucosa por el pus uretral para adquirir una marcada ten-
dencia á invadir el bulbo, para afectar los caracteres de la oftalmía pu-
rulenta grave, para producir, en fin, la queratitis blenorrágica localizada
ó generalizada; á pesar de todo, fuerza es admitir, porque así lo prueba
la experiencia de todos los prácticos y porque asi se encuentra indicado
en los AA., que entre las oftalmías purulentas llamadas blenorrágicas
abundan las más graves y que en la infancia y en la niñez se presenta el
mayor número de oftalmías purulentas benignas.
La benignidad ó malignidad de la oftalmía purulenta (separados los
casos de difteria) depende de la tendencia á ser invadido el globo ocular
por el proceso flogístico, exponiéndose á la pérdida de la córnea. El mal
no puede calificarse de benigno y maligno con relación á las alteraciones
que en la mucosa determina, porque sabemos que ésta recupera siempre
el estado normal no presentando alteraciones destructivas.
La existencia y la gravedad de la queratitis deben ser el único crite-
rio para cgilificar de grave ó leve una oftalmía blenorrágica, ya que no
existen ajteraciones de la córnea algo importantes sin que se destruya
una parte de su tejido y quede definitivamente en su sitio una cicatriz
no transparente, que en la inmensa mayoría de casos disminuye la visión
sino la anula por completo.
La peritomía preventiva queda reservada en mi clínica para los casos
más graves, para esos que generalmente son blenorrágicos, en los cuales
la tendencia del mal á invadir porciones distintas del tegumento, á ha-
cerse bulbar y á convertirse en queratitis es notoria y puede observarse
ya desde el principio del mal, en esas formas, en las cuales al principio
de su desarrollo el quémosis es casi general, es decir, que los fenómenos
inflamatorios bloquean la córnea por todos lados y en que á los pocos dias
se presentan ya alteraciones gravísimas de esta membrana.
No tenemos siempre la fortuna de observar la oftalmía purulenta des-
de sus albores; pero si algunos casos se nos presentan en estas circuns-
tancias pertenecen exclusivamenle á la oftalmía blenorrágica, es decir,
á los casos más graves de conjuntivitis purulenta, porque es ya bastan-
te sabido para el público que la blenorragia uretral pueda afectar grave-
mente el ojo y además porque la violencia con que se desarrolla desde
las primeras horas siembra la inquietud en el ánimo del paciente y aun
en la del Médico que le asiste por la afección uretral. En estas circuns-
tancias aplicando la terapéutica aconsejada por los AA. (emisiones san-
guíneas locales, antiplásticos, cauterizaciones, desinfectantes), ni en
un solo caso he podido ver que el mal haya respetado la córnea, nunca
ha faltado la queratitis blenorrágica, que en la inmensa mayoría de ca-
LA PERITOMÍA PREVENTIVA. 551
SOS ha terminade por la perforación. Dice Galezowski (1): «Las compli-
caciones que sobrevienen por parte de la córnea son difíciles de curar y
los medios que poseemos quedan á menudo sin eficacia.»
En los dos casos anteriormente citados se ve que, practicando la sin-
dectomia preventiva, el mal no se ha propagado á la córnea, y esta debe
ser la única mira que ha de guiarnos en el tratamiento de la oftalmía
purulenta: salvar la córnea, salvar la vista del mejor modo posible. Se
dirá tal vez que, en los primeros dias de la afección, aunque sea en un
individuo afectado de blenorragia uretral, no es posible asegurar con ri-
gor matemático si la enfermedad adquirirá la intensidad de la forma
grave; admitido, pero ¿resultará algún perjuicio de que en pocos casos
se practique ,1a sindectomía sin ser indispensable? ¿tiene algún incon-
veniente la peritomía? ¿se expone al ojo á algún trastorno? Se está dis-
cutiendo aun si puede ser perjudicial ó no la excisión de grandes porcio-
nes de la mucosa en los fondos de saco, como propone Galezowski en la
oftalmía granulosa, pero los adversarios de la peritomía preventiva poco
tendrían que decir si pretendieran registrar los inconvenientes que pue-
de tener, porque el ojo queda después de cicatrizada la solución de con-
tinuidad con el aspecto normal y no se echa de notar la menor retrac-
ción de la conjuntiva. Wecker (2) dice tratando de la peritomía aplicada
al tratamiento del pannus: «Esta operación bien ejecutada no deja otras
señales que un tinte azulado brillante y la falta de vasos aparentes al-
rededor de la córnea.
Aunque este traumatismo parezca muy violento, no he visto produ-
cirse jamás ningún accidente en los enfermos que he operado.»
¿Tendrá inconvenientes inmediatos, yaque no los tiene para una época
más adelantada?. La experiencia me prueba con gran acopio de datos que
la cicatrización se verifica de una manera muy regular, sin que se pre-
senten esos mamelones carnosos, que señala Wecker cuando rechaza
las excisiones del [quémosis blenorrágico, ni tampoco las bridas cicatri-
ciales tan infundadamente temidas. He extirpado la conjuntiva bulbar
en gran número de conejos, he practicado la peritomía en muchos casos
de pannus granulosos y antes de decidirme por la peritomía preventiva
en la oftalmía blenorrágica practicaba extensas excisiones del quémosis
y nunca he notado el menor accidente.
Por lo demás se conoce que aun Wecker, que tanto teme las exci-
siones de la mucosa en la segunda edición de su obra (3), se ha modifica-
do notablemente en la tercera, como vamos á ver citando sus textuales
palabras; pero entiéndase que se refiere á la excisión del quémosis, no á
la peritomía preventiva, de la cual no hace referencia en sus obras. Dice:
cSe ha propuesto excindir más ó menos anchamente el quémosis cuando
es muy pronunciado. Este es un mal procedimiento, porque si bien la
conjuntiva, gracias á la facilidad con la cual se mueve, puede fácilmente
reemplazar la pérdida de sustancia, no se quita impunemente una parte de
ía mucosa y se expone á provocar cicatrices pelig^rosas, — Este procedimien-
(1 ) Galezowski . — Traite des maladiéi des yetix, 1875.
(2) Ckiímrgie oculaire, 1879.
(3) Traite theorique et pratique des maladies des yeux, 2/ edition, pág. 53, 1 67.
I
55a LA J>ERrrOMf A PREVKNTtVA.
to presenta aun otro inconveniente, el dar lugar en Io$ puntos en que la
conjuntiva ha sido excindida á unsi producción de botonen carnosos, que
retardan singularmente la rapidez de la curacion.i^ — ^En la tercera edición
dice (1): «Se ha propuesto excindir más ó menos anchamente el quémo-
sis cuando es muy pronunciado. Este es un mal procedimiento, porqué,
si bien la conjuntiva gracias á la facilidad con la cual se mueve pue-
de fácilmente reemplazar la pérdida de sustancia, se expone á provo-
car heridas vegetantes que retardan mitcho la curación,:» En donde se echa
de ver que en el intervalo de once años ha podido Wecker convencer-
se de que se qtiíta sin inconveniente una parte de la mucosa, y de que no
resultan bridas viciosas porque se excinda un quémosis. Queda solo en
pié el hecho de la herida vegetante, que dice tiene el inconveniente de
retardar mucho la curación de la enfermedad. — Yo no he podido ob-
servar esas heridas vegetantes después de la peritomia; pero ya que
tratamos de investigar los inconvenientes que pueda ofrecer la peritomia,
justo es que nos expliquemos qué significa retardar la curación.
La curación de la conjuntivitis blenorrágica es un hecho constante,
salvo en casos excepcionales, casos en los que el mal pasa al estado cró-
nico, y aun en estos la curación se verifica dentro de un plazo más ó
menos largo, entendiendo por curación el restablecimiento anatómico y
fisiológico de la mucosa al estado normal, ó sea la cesación de la hipere-
mia, infiltración y secreción anormales, sin dejar ninguna clase de hue-
llas sobre la mucosa; esta terminación es el hecho normal y constante;
que en la superficie del globo se desarrollen mamelones carnosos fácil-
mente estirpables, podrá entretener los fenómenos patológicos por parte
de la mucosa, podrá prolongar por espacio de algunos dias la conjuntivi-
tis, pero no producirá alteraciones de la córnea. — Si la práctica de un gran
número de casos confirmase mis esperanzas de que la peritomia practica-
da durante las primeras horas de la oftalmía blenorrágica evita general-
mente la queratitis ¿deberíamos rechazar esta operación por el solo temor
de los mamelones carnosos?. El desarrollo de vegetaciones sobre la herida
tendrá lugar en una época adelantada, en la cual la conjuntivitis está ya
rebajada y no se presenta la temible queratitis, y si bien el entretenimien-
to de una conjuntivitis, siquiera sea ligera, puede influir desagradable-
mente sobre la córnea, media una diferencia inmensa entre la queratitis
enérgica y de curso rápido, que se presenta al principio de la gran mayo-
ría de casos de oftalmía blenorrágica grave, y la que con caracteres de su-
perficialidad y benignidad se presenta muy excepcionalmente al fin de
las conjuntivitis. Tal vez el excepcional desarrollo de los mamelones
carnosos puede ser una razón en contra de la práctica de excindir el
quémosis, ya que por esta operación dá muy pocos resultados conforme
aseguran la mayor parte de los AA. (2). Pero no debe siquiera tenerse
en cuenta cuando se trate de evitar la pérdida de la córnea por medio de
la peritomia profiláctica (3).
(t) Traite complet d'opiíthalmologief porL. de Wecker etEd. Landolt, 1878, pa-
gina 308.
(2) Tengo una viva satisfacción en consignar el briUante resultado obtenido por
el Doctor Osío en'un compañero por medio de la excisión completa del quémosis.
(3) No puedo dejar de exoresar^mi sentimiento al ver que los dignos compaiíe-
LA PSRITOMÍA PREVENTIVA. 553
Nosotros practicamos la peritomia al principio de la oftalmía blenor-
rágica del modo siguiente: separados los párpados por medio del blefa-
rostato externo de Graefe, se coje un pliegue vertical de la conjuntiva y
tejido subconjuntival por debajo de la córnea^ y á la distancia de un cen-
tímetro de su borde, se incinde profundamente este pliegue con una ti-
jera de estrabismo hasta llegar á la esclerótica, se introduce una de las
ramas dentro del ojal que de este modo queda abierto, y siguiendo en di-
rección paralela á la circunferencia de la córnea y siempre á la distancia
de un centímetro se incinden la conjuntiva y el tejido subconjuntival en
forma de un círculo completo. Luego por medio de pequeños tijeretazos
se separa de la esclerótica toda la conjuntiva y tejido subbonjuntival
comprendidos entre esta incisión y el borde de la córnea, y últimamente
excindimos todo el colgajo desprendiéndolo de la circunferencia de la
córnea.
Expuesta ya mi teoría (d) sobre el modo de obrar de la peritomia pre-
ventiva, las indicaciones de la misma y procedimiento operatorio, tóca-
me examinar los argumentos que pueden aducir y aducen los A. A. para
hacer depender^la queratitis blenorrágica de otras causas que la propa-
gación ñogistica, según la ley de las inflamaciones tegumentarias.
Hallándonos desprovistos de un medio eficaz, entre los generalmente
recomendados por los AA., para evitar que la córnea se interese y que
la visión disminuya ó se pierda por completo; no logrando los me-
ros que Be han ocupado de la peritomia preventiva no se hayan decidido á ensayarla
á pesar de su notoria inocuidad. Solo con una basta experiencia y con estadísticas
exactas podremos juzgar imparcialmentc esta operación.
(1) Para establecerla y apoyarla cito solamente un dato de observación histoló-
gica y otros muchos clínicos, y á pesar de todo dirán que juzgo la cuestión histoló-
gicamente, lo cual será sencillamente un error. En efecto, para investigar el éxito
de la operación, aduzco dos historias clínicas en lugar de afirmaciones más ó menos
gratuitas, y en esta conducta soy el único hasta ahora. ¿Es esto histología? Además^
áflanzo la ley de lo3 tegumentos en la comparación de la marcha de la erisipela, de
la uretritis y de la bronquitis (hechos clínicos) en algunos casos, con la marcha clí-
nica de la blenorragia ocular; hablo solamente de edema colateral (quémosis seroso),
tinte opalino, aspecto deslustrado, dureza, hiperemia, secreción purulenta, querati-
tis; añrmo que no hay hipopion en la oftalmía purulenta; digo que no se destruye la
mucosa, pero que se destruye la córnea. ¿Pertenecen estas palabras y estos datos de
observación al dominio de la clínica ó al de la histología? ¿Juzgaré tal vez histológi-
camente porque digo que el quémosis está constituido por una inflltracion celular y
porque añanzo esta afirmación en observaciones micrográficas? Quien tal preten-
díase podría suprimir todos los instrumentos de amplificación aplicados á la obser-
vación, y el oftalmoscopio seria inútil puesto que no hay ninguna diferencia entre la
clase de datos que para la investigación del estado anatómico de la retina ó de la
coroides á través de esta última nos proporciona el espejo oftalmoscópico y ios que
observamos con el microscopio á través de la conjuntiva ó en su espesor. Es preciso
distinguir las teorías histológicas de las observaciones verificadas con el microsco-
pio, de la relación de las propiedades físicas y geométricas de los cuerpos claramen-
te observables: que se encuentre el espesor de la conjuntiva infiltrado de células ó
libre de ellas, son datos resultado de una observación, que tiene tanto valor lógico
como pueden tenerle la observación de unos estertores, la de una eminencia sobre
la superficie del cuerpo, la de una hemorragia en la retina, la de un pólipo en las
cuerdas vocales ó la de una perforación del tímpano, por más que unas se hagan á
simple vista y otras con diversos instrumentos.— Seria ofender á los compañeros que
generosamente contribuyen al esclarecimiento de la cuestión que discutimos el pa«
sar más adelante en esta demostración.
554 LA PERITOMÍA PREVENTIVA.
dios curativos de la conjuntivitis su objeto en la mayoría de casos sin
que el mal deje huellas funestas para la visión, y no suministrándonos la
experiencia un medio seguro y universalmente admitido, cada práctico
usa los que están, en cuanto al modo de obrar, en relación con'sus ideas
sobre la patogénesis de las alteraciones de la córnea. — ^Nadie discute el
tratamiento de la inflamación de la mucosa; el nitrato de plata no tiene
rival; pero cuando aparecen las complicaciones de la córnea, entonces
empiezan los tratamientos diversos, según las ideas de cada uno: quien
continúa con las cauterizaciones; quien las suspende ó disminuye su
energía; quien prosigue con el uso del hielo, que otros suspenden inme-
diatamente; algunos aplican sanguijuelas, atropina, eserina, practican
escarificaciones, excisiones, paracentesis, etc., etc. La medicación de la
conjuntivitis tiene uno solo ó principal remedio; la de la queratitis tiene
demasiados para que contemos con un éxito completo, á pesar de que in-
teresa mucho más curar la queratitis que la conjuntivitis, puesto que
aquella destruye el órgano en totalidad ó en parte, disminuyendo ó anu-
lando la función, y ésta, aunque sea abandonada, nunca destruye la mu-
cosa,— No se me oculta la influencia favorable que las cauterizaciones de
la mucosa pueden tener sobre el curso de la queratitis; creo posible que en
algunos casos, á imitación de lo que sucede en otras enfermedades de la
conjuntiva y de la córnea, á cada cauterización de la mucosa se vea dis-
minuir la intensidad de las complicaciones corneales (1); pero en los ca-
sos graves de queratitis blenorrágica parece que el absceso de la córnea
adquiere cierta independencia en su curso, y sobre todo la práctica nos
enseña cada dia demasiados casos de perforación para que fiemos la cu-
ración de las alteraciones de la córnea al exclusivo tratamiento de la
conjuntivitis por medio de las cauterizaciones, hielo, emisiones sanguí-
neas, antisépticos y antiplásticos.
Es creencia, que pasa de generación en generación sin que se exami-
nen sus fundamentos, la de que el absceso blenorrágico, como las demás
complicaciones que sufre la córnea en la oftalmía purulenta, depende
de la estrangulación producida por el quémosis. — Posteriormente, se ha
lanzado la teoría de la infección, que si bien aplicada á ciertas enferme-
dades de la córnea tiene á su favor argumentos y datos clínicos de mucho
valor, no satisface para explicar de una manera general todas las com-
plicaciones que aparecen por parte de dicha membrana en la enfermedad
de que me ocupo. — Por la primera teoría, la córnea sufriría una gangre-
na molecular por compresión; los partidarios de la segunda hacen des-
truir la córnea por la infiltración del pus venido del exterior, venido de
la mucosa. En mi teoría, sin negar que el quémosis y sobre todo el con-
tacto del pus puedan obrar en calidad de agentes secundarios para alte-
rar la córnea, admito que sufre la más grave complicación, el absceso
blenorrágico, porque se inflama lo mismo que la mucosa, con la cual se
continúa; que el pus no viene del exterior sino que se forma en la misma
córnea en virtud de su inflamación, y que la influencia nociva ó flogó-
gena pasa á la córnea por continuidad de tejido (2).
(1) Xhsiáie. — Gazette des Hópitaux,
(2) Cuales sean las alteraciones que el quémosis, como agente eatrangulador»
IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA. 555
La teoría de la maceracion de la córnea y de su inQltracion por el
pus no puede generalizarse á todas las alteraciones de la córnea, pues así
lo prueba la observación diaria de gran número de oftalmías purulentas
del recien nacido^ en que, á pesar de no haberse usado ningún tratamien-
to,'no se presentan las alteraciones graves de la córnea, que ha estado du-
rante muchos dias en contacto constante con grandes cantidades de pus
segregado por la mucosa palpebral, observándose solo la queratitis en
aquellos casos en que la inflamación invade el globo, en que aparece la
conjuntivitis vulvar llamada quémosis duro; según mi humilde opinión,
una condición indispensable, para que se forme el absceso blenorrágicode
la córnea, es la existencia del quémosis; pero, á pesar de esto, no creo que
sea debido á la estrangulación por él producida. El quémosis (/iJitíootS, de
XhW^p (m^jero, porque en conjunto parece que la córnea está dentro de un
agujero) es solo el abultamiento que adquieren los tejidos que circuyen
la córnea, cuando se inflaman, y ya que la inflamación blenorrágica se
propaga por continuidad de tejido, no puede pasar de los párpados á la
córnea sin invadir antes la conjuntiva del globo, sin producir quémosis,
por esto no hay la queratitis grave sin quémosis, aunque no sea produ-
cida por la estrangulación que este pudiera determinar. Todos los argu-
mentos que, á favor de la estrangulación, puedan aducirse fundados en la
relación constante entre el quémosis y la queratitis, en la mayor intensi-
dad de aquella en los puntos correspondientes á la mayor elevación del
quémosis, en la curación completa (sin queratitis) de los casos que no
tienen quémosis, en la remisión de la enfermedad cuando rebaja aquel,
lo mismo pueden aplicarse á una como á otra teoría, y por tanto nada
prueban, encontrándose los partidarios de la estrangulación obligados
á aducir nuevos argumentos, si se interesan por el esclarecimiento de
cuestión tan importante (1).
(Concluirá.)
IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA O
POR A. Bassols-Prim.
La fiebre tifoidea, como todas las enfermedades, viene representada
por la totalidad sindrómica y casos hay en los cuales la perplejidad
diagnóstica está muy efi su lugar.
pueda producir, lo ignoro, como también si puede, y en qué sentido, modificar las
alteraciones dé la córnea dependientes de otras causas. En mi teoría hago solo de-
pender de la propagación flogistica el absceso. Esa ulceración superficial, que empie-
za en forma de pequeñas y limitadas desigualdades del epitelio, que se convierten
después en una úlcera de fondo trasparente, que se hace luego ligeramente gris y
que no adquiere gravedad si se proporcionan al enfermo los cuidados de una lim-
pieza esmerada, esta úlcera la considero producida por el contacto del pus. ¿Puede
adquirir los caracteres de Ja úlcera infectante, si no se tiene la limpieza más exa-
gerada? Yo lo creo muy posible y tengo una historia clínica, que publicaré otro dia,
que difícilmente puede explicarse de otro modo.
(1) No dejaré de dar las más cumplidas gracias al Dr. Oslo porque, habiendo
sido el primer disidente, empezó esta discusión.
(2) Gonclusion.-VéaBC el número 41.
554 LA PERITOMÍA PREVENTIVA.
dios curativos de la conjuntivitis su objeto en la mayoría de casos sin
que el mal deje huellas funestas para la visión, y no suministrándonos la
experiencia un medio seguro y universalmente admitido, cada práctico
usa los que están, en cuanto al modo de obrar, en relación con'sus ideas
sobre la patogénesis de las alteraciones de la córnea. — ^Nadie discute el
tratamiento de la inflamación de la mucosa; el nitrato de plata no tiene
rival; pero cuando aparecen las complicaciones de la córnea, entonces
empiezan los tratamientos diversos, según las ideas de cada uno: quien
continúa con las cauterizaciones; quien las suspende ó disminuye su
energía; quien prosigue con el uso del hielo, que otros suspenden inme-
diatamente; algunos aplican sanguijuelas, atropina, eserina, practican
escarificaciones, excisiones, paracentesis, etc., etc. La medicación de la
conjuntivitis tiene uno solo ó principal remedio; la de la queratitis tiene
demasiados para que contemos con un éxito completo, á pesar de que in-
teresa mucho más curar la queratitis que la conjuntivitis, puesto que
aquella destruye el órgano en totalidad ó en parte, disminuyendo ó anu-
lando la función, y ésta, aunque sea abandonada, nunca destruye la mu-
cosa,— No se me oculta la influencia favorable que las cauterizaciones de
la mucosa pueden tener sobre el curso de la queratitis; creo posible que en
algunos casos, á imitación de lo que sucede en otras enfermedades do la
conjuntiva y de la córnea, ú cada cauterización de la mucosa se vea dis-
minuir la intensidad de las complicaciones corneales (1); pero en los ca-
sos graves de queratitis blenorrágica parece que el absceso de la córnea
adquiere cierta independencia en su curso, y sobre todo la práctica nos
enseña cada dia demasiados casos de perforación para que fiemos la cu-
ración de las alteraciones de la córnea al exclusivo tratamiento de la
conjuntivitis por medio de las cauterizaciones, hielo, emisiones sanguí-
neas, antisépticos y antiplásticos.
Es creencia, que pasa de generación en generación sin que se exami-
nen sus fundamentos, la de que el absceso blenorrágico, como las demás
complicaciones que sufre la córnea en la oftalmía purulenta, depende
de la estrangulación producida por el quémosis. — Posteriormente, se ha
lanzado la teoría de la infección, que si bien aplicada á ciertas enferme-
dades de la córnea tiene á su favor argumentos y datos clínicos de mucho
valor, no satisface para explicar de una manera general todas las com-
plicaciones que aparecen por parte de dicha membrana en la enfermedad
de que me ocupo. — Por la primera teoría, la córnea sufriría una gangre-
na molecular por compresión; los partidarios de la segunda hacen des-
truir la córnea por la infiltración del pus venido del exterior, venido de
la mucosa. En mi teoría, sin negar que el quémosis y sobre todo el con-
tacto del pus puedan obrar en calidad de agentes secundarios para alte-
rar la córnea, admito que sufre la más grave complicación, el absceso
blenorrágico, porque se inflama lo mismo que la mucosa, con la cual se
continúa; que el pus no viene del exterior sino que se forma en la misma
córnea en virtud de su inflamación, y que la influencia nociva ó flogó-
gena pasa á la córnea por continuidad de tejido (2).
(1) Abadie. — Gazeífe des Hópitaux,
(2) Cuales sean las alteraciones que el quémosis, como agente eatran^ladori
IPEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA. 555
La teoría de la maceracion de la córnea y de su infiltración por el
pus no puede generalizarse á todas las alteraciones de la córnea, pues asi
lo prueba la observación diaria de gran número de oftalmias 'purulentas
del recien nacido^ en que, á pesar de no haberse usado ningún tratamien-
tOy'no se presentan las alteraciones graves de la córnea, que ha estado du-
rante muchos dias en contacto constante con grandes cantidades do pus
segregado por la mucosa palpebral, observándose solo la queratitis en
aquellos casos en que la inflamación invade el globo, en que aparece la
conjuntivitis vulvar llamada quémosis duro; según mi humilde opinión,
una condición indispensable, para que se forme el absceso blenorrágicode
la córnea, es la existencia del quémosis; pero, á pesar de esto, no creo que
sea debido á la estrangulación por él producida. El quémosis (x^iV^^y ^^
XhV'f¡f (agujero, porque en conjunto parece que la córnea está dentro de un
agujero) es solo el abultamiento que adquieren los tejidos que circuyen
la córnea, cuando se inflaman, y ya que la inflamación blenorrágica se
propaga por continuidad de tejido, no puede pasar de los párpados á la
córnea sin invadir antes la conjuntiva del globo, sin producir quémosis,
por esto no hay la queratitis grave sin quémosis, aunque no sea produ-
cida por la estrangulación que este pudiera determinar. Todos los argu-
mentos que, á favor de la estrangulación, puedan aducirse fundados en la
relación constante entre el quémosis y la queratitis, en la mayor intensi-
dad de aquella en los puntos correspondientes á la mayor elevación del
quémosis, en la curación completa (sin queratitis) de los casos que no
tienen quémosis, en la remisión de la enfermedad cuando rebaja aquel,
lo mismo pueden aplicarse á una como á otra teoría, y por tanto nada
prueban, encontrándose los partidarios de la estrangulación obligados
á aducir nuevos argumentos, si se interesan por el esclarecimiento de
cuestión tan importante (1).
(Concluirá,)
IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA O
POR A. Bassols-Prim.
La fiebre tifoidea, como todas las enfermedades, viene representada
por la totalidad sindrómica y casos hay en los cuales la perplejidad
diagnóstica está muy en su lugar.
pueda producir, lo ignoro, como también si puede, y en qué sentido, modiñear las
alteraciones dé la córnea dependientes de otras rausas. En mi teoría hago solo de-
pender de la propagación flogistica el absceso. Esa ulceración superficial, que empie-
za en forma de pequeñas y limitadas desigualdades del epitelio, que se convierten
después en una úlcera de fondo trasparente, que se hace luego ligeramente gris y
que no adquiere gravedad si se proporcionan al enfermo los cuidados de una lim-
pieza esmerada, esta úlcera la considero producida por el contacto del pus. ¿Puede
adquirir los caracteres de la úlcera infectante, si no se tiene la limpieza más exa-
gerada? Yo lo creo muy posible y tengo una historia clínica, que publicaré otro día,
que difícilmente puede explicarse de otro modo.
(1) No dejaré de dar las más cumplidas gracias al Dr. Osío porque, habiendo
sido el primer disidente, empezó esta discusión.
(2) Conclusión.— Véase el número 41,
55G
IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA.
Y ya que de fíebre tifoidea hablo y la totalidad sindrómica recuerdo,
no quiero dejar pasar la ocasión de citar el siguiente hecho, ó único, y
en este caso curioso, ó múltiple, y entonces digno de tenerse en cuenta.
TRAZADO. N9.4..
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Figr. 81.- Termog^aíla en un caso de tuberculosis miUar aguda
de Iniciación sindrómica tifoidea.
Tuberculosis miliar aguda de iniciación sindrómica tifoidea.—
Trazado núm, 4.— Joven de 20 años, sin antecedentes hereditarios. A fi-
nes del mes de Noviembre del pasado año, tras algunos dias de un tra-
bajo excesivo en unas canteras, sintióse abatido, dejando de trabajar el
dia 29; el 30 estuvo levantado todo el dia, pero, hacia la tarde, sintió
frió inusitado (iniciación de la enfermedad) y el i .* de Diciembre quedó-
se ya definitivamente en cama, de la que no salió desgraciadamente,
sino llevado en hombros ajenos. La primera visita (segundo dia de en-
fermedad) dio por resultado esa vaguedad de síntomas, piel ardorosa,
sed, cefalalgia, lengua ancha, sonrosada, malestar, etc., que asi pueden
indicar una enfermedad leve, como un grandioso trastorno de la eco-
nomía.
Al tercer dia de la enfermedad, se habia marcado, diré mejor, foto-
grafiado, el cuadro sindrómico de la fiebre tifoidea: subdelirio, sordera,
agitación; lengua cubierta, negra, dientes secos, fuligo en las narices,
vientre abultado, timpánico, gorgoteo y sensibilidad en el punto clásico^
diarrea inicial; solo faltaba el exantema abdominal. Disgustóme, como se
comprenderá, esta tan brusca invasión y utilicé el termómetro. La ins-
pección de la curva adjunta no se aviene con la idea de fiebre tifoidea.
Fué el cuarto dia análogo al anterior; al quinto el subdelirio es delirio
agitadísimo; al sexto sobrevienen escaras y se calma la agitación deli-
rante á favor de una poción fuertemente almizclada; el séptimo, octavo,
noveno y décimo dias indican tendencias favorables, bien que en el últi-
IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA. 557
íQO se inicia el catarro bronquial, propio de la fiebre tifoidea. A la visita
Je la mañana siguiente existia insólita agitación, intenso delirio versá-
til, náuseas , vómitos y evacuaciones involuntarias. El autor del daño
parecióle á la familia haber sido el óxido de carbono, que un brasero á
medio encender habia desprendido en el aposento del enfermo durante
la noche; los que en ella le velaron padecían á la mañana también de al-
go de cefalalgia, náuseas y vómitos uno de ellos. El duodécimo dia habia
sofocación notable, tos, bronquitis generalizada, y en el vértice posterior
del pulmón izquierdo hacía su aparición un punto marcadamente pneu-
mónico. La decoración sindrómica, como al sonar de silbato escénico,
cambió rápidamente. Púsose ancha, blanca, húmeda la lengua; desapa-
reció el fuligo y la sequedad de la piel; curaron rápidamente (en dos
dias) las escaras; calmóse el delirio; normalizáronse las evacuaciones,
que ya no fueron diarréicas; animóse el enfermo y hasta sintió apetito,
y en medio de este bienestar aparente ni cedia la fiebre, ni bajaba la
temperatura; continuaban la tos y la sofocación, y el pecho á la auscul-
tación ofrecía, desde el soplo al ruido crepitante, la mayor parte de rui-
dos patológicos. En los siguientes dias la sofocación fué cada v. z más
intensa; la tos, corta y repetida; presentóse una sed devoradora; al déci-
mo quinto dia, sobrevinieron además sudores profusos, rápida dema-
cración; falta de conocimiento al décimo sexto; pérdida de la palabra en
la mañana del décimo séptimo, y al caer de la tarde del mismo dia falle-
ció el enfermo presa del colapso.
No me fué posible hacer la autopsia. Si alguien por ello encontrase
incompleta la historia de este caso, recuerde que tacha del mismo modo
el relato de todos cuantos terminen por la curación.
Tamañas dificultades diagnósticas, de que me ocupo, por todos los
prácticos vistas cien veces, no son óbice á la separación clínica de los
estados patológicos á que se refieren. ¿Qué criterio terapéutico se debe
adoptar, pues, en la iniciación de un estado ambiguo, entonces, cuando
un diagnóstico, por prematuro, sería aventurado?
La fiebre tifoidea no es la dotinentería. Dicese por algunos que el
curso de la afección tifódica corresponde á los períodos evolutivos de las
lesiones dotinentéricas. De aquí, solo un paso habría en considerar á la
fiebre tifoidea como una simple dotinentería, alteración local, que, pro-
vocando la reacción de la economía, alcanza la magnitud de la escena
tifódica, ni más ni menos que una herida produce la fiebre de reacción,
la fiebre traumática. He aquí una tesis que confiaríamos de buen grado á
los acérrimos localizadores militantes en el campo de la escuela anatomo-
patológica. Por mi parte, prefiero creer lo contrario; prefiero creer que
las lesiones dotinentéricas son un fenómeno, muy frecuente á la verdad,
pero no necesario en la fiebre tifoidea. Fundóme para ello en las razones
siguientes: En primer lugar, muchos son los casos — bastantes para no
poder ser válida escusa de equivocación diagnóstica— en los que la
autopsia no ha revelado alteración sensible en los folículos, glándulas ni
placas intestinales. Y no se diga que por este sólo hecho no se trataba de
tal enfermedad, pues 'entonces se daría lugar á muy lamentable confu-
sión: serla completamente imposible el diagnóstico; un clínico meticu-
loso no podría formarse juicio de una fiebre tifoidea, aunque ofreciese el
558 IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA.
cuadro inicial de este escrito. En segundo lugar, los fenómenos primeros
de la enfermedad no corresponden a la sintomatología que racionalmente
debieran desarrollar las alteraciones primeras de los órganos intesti-
nales aludidos (Vulpian). Ese escalofrió inicial, esa perturbación pro-
funda y alteración del sensorio, esa elevación febril progresiva, ese senti-
miento de abandono, tristeza, quebranto indican algo más que una
lesión folicular primitiva. En tercer lugar, la alteración dotinentérica no
alcanza por igual á todos los órganos glandulares intestinales, sino úni-
camente á los próximos a la válvula ileo-cecal, y aun es frecuente ver
entre estos algunos sin alteración especial; no es, pues, enfermedad sin-
tomática. Y en cuarto término, los catarros gástricos febriles, que clí-
nicamente, según lo anteriormente dicho, tantos puntos de contacto
ofrecen con la fiebre tifoidea, no presentan la aludida alteración foli-
cular.
Las lesiones dotinentéricas representan, á lo sumo, el punto de entra-
da ó la secundaria fijación del tóxico morboso.
Muchos son los que admiten el primero de los extremos mencionados;
quienes llegan hasta admitir esta vía como la única abonada para el
ingreso del tóxico morboso en el interior del organismo.
Franqueando sólo los órganos intestinales el paso al toxico tífico,
semejaría entonces la aludida enfermedad á la sífilis, por ej., estando re-
presentado el chancro por la rubicundez, tumefacción y caida de epitelio
de la mucosa intestinal. A primera vista no parece desacertada la idea,
que viene autorizada por la constancia de las lesiones dotinentéricas.
A poco que se reflexione, empero, háse de convenir en que es poco
menos que insostenible. Descártense en primer lugar la clase de explica-
ciones teóricas en que se apoya la aludida idea, que me harían consumir
mucho papel sin llegar á ningún resultado práctico. La escuela anatomo-
patológica, que es la que con más ó menos brío sostiene aquella opinión,
queda cogida en sus propias redes luego que intenta llegar al terreno
práctico, y como quiera que representa en Medicina la escuela de los
hechos, es la menos autorizada para emitir suposiciones. La fiebre tifoidea
es de un orden bien distinto de la sífilis: esta en el orden noso-etiológico
es de origen contagioso, . aquella de índole miasmático-contagiosa. Más
lógico es acercar bajo el punto de vista teórico la fiebre tifoidea á la
viruela. ¿Cuándo principia la enfermedad? ¿Con los pródromos? ¿Existen
datos para afirmar que en los intestinos haya ya alteración alguna? ¿En
caso de que la autopsia las revele, se hubiera seguido el proceso tífico?
Nadie osará afirmarlo, no teniendo las lesiones, que al principio se nos
ofrecen, nada de características.
La fiebre tifoidea es una enfermedad generalizada por intermedio del
líquido sanguíneo, infectiva y de precisado síndrome. Adrede omito la
indicación del agente morboso, tóxico, causa inmediata de la afección;
porque hoy por hoy constituye aún un secreto, bueno solo para dar
motivo á eruditas disertaciones é interesantes observaciones, contentán-
donos con presumir que debe ser un ente microscópico, con facultad de
repi'oducirse, porque la enfermedad se propaga de un individuo á otro;
gozando de identidad, porque reproduce la^ misma afección; ente ó ser
microscópico, en fin, contenido en las deyecciones, transpiración cuta-
IDEAS SUELTAS SOBRE LA FIEBRE TIFOIDEA. 559
nea,etc., del enfermo^ porque por su intermedio se propoga la dolencia.
¿Qué influancia tienen las condiciones en que viven los enfermos y
sus asistentes para el desarrollo de la temida enfermedad tifódica? He
aquí lo que se hace difícil determinar, en vista de los datos contradicto-
rios de la experiencia. Asi, para no citar más que algún caso, notóse en la
epidemia tifódica de París (1876) que con la malignidad ó benignidad de
la afección se relacionaba el descenso ó aumento de las aguas subterrá-
neas, pero no con el número de atacados; nótase en Leipsig, durante el
período de 23 años (de 4853 á 1876), que las fiebres tifoideas no han
estado en relación con el agua subterránea; que los más afectados no
han sido los que más cercanos estaban á los enfermos, y que la enferme-
dad no se habia cebado en la población más pobre y densa.
¿Es verdad que la fiebre tifoidea se ha declarado autóctonamente
algunas veces? Ranke, Biermer, Pettenkofer, así lo admiten. Hay que
considerar, sin embargo, que es sumamente difícil adverar que un
enfermo tifódico no se ha expuesto al agente contagiante, en razón á ser
admitido que las deyecciones, las secreciones conservan su facultad in-
fectiva, frescas y secas, desde donde reviven los micro-organismos por la
humedad, como los rotíferos (casos de Gontermann de Halver en West-
falia). Si el tóxico morboso es de naturaleza específica, ocurriría meta-
morfosear la pregunta última en la siguiente: ¿Pueden las sustancias
putrefactas dar nacimiento al tóxico específico? Las ideas que hoy se
tienen respecto á los hongos, vibriones, microbios, etc., son contrarias á
esta manera de ver; ni la autorizan tampoco los experimentos do Pas-
teur, ni las experiencias verificadas en animales. Lo que probablemente
no habría dificultad en admitir es que el tóxico germina, crece y se
desarrolla en las sustancias corrompidas.
Traducida toda esta serie de veleidades nosogénicas y sindrómicas al
terreno terapéutico, dan por resultado la imposibilidad de llenar la indi-
cación causal. Al escalofrió, que abre la escena patológica, está hecha ya
la infección: aquél no es otra cosa que la indicación del ataque que han
sufrido las fuerzas radicales de la economía. ¿Qué utilidad pueden tener
los purgantes coup sur coiip administrados? ¿Cuál los antisépticos?
Al comenzar la afección con esa vaguedad sindrómica, que así puede
representar un estado gástrico febril, como el primer estadio de una fie-
bre tifoidea, si se reconoce real alguna falta dietética, si el estómago
está ocupado, si existen náuseas, acaso vómitos, racional es la adminis-
tración de un emético ó de un purgante exista ó no una fiebre tifoidea.
Llenada esta indicación, la repetida administración de purgantes no
puede conseguir otra cosa que aumentar el estado anormal de los intes-
tinos, so pretesto de evitar la auto-infeccion que se cree existe por efecto
de la reproducción del tóxico tífico en las vecindades de la válvula ileo •
cecal; mas ¿en qué fundamentos prácticos se apoya esta opinión?
En nuestros dias se ha preconizado el uso de los salicilatos, el só-
dico principalmente, en el tratamiento de la fiebre tifoidea, dándole el
carácter de antiséptico: nada más lejos de la verdad. En primer lugar, si
al escalofrió inicial la infección está ya verificada, inútil es la antisepsis;
no se diga, como para legitimar el uso de los purgantes, que el efecto
antiséptico se dirige contra los gérmenes contenidos en la proximidad de
560 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
la aludida válvula, pues con esto se arguye un desconocimiento total de
los caracteres de reproducción de los micro-organismos; además, los estu-
dios y conjunto de hechos producidos por Hallopeau desmienten esta afir-
mación; y finalmente, — y este finalmente pudiera haber sido el único
argumento, — el salicilato sódico no mata los micro-organismos. Vulpian,
que ha hecho algunos estudios sobre este asunto, ha comprobado la
acción del salicilato de bismuto, conteniendo una cantidad de ácido sali-
cílico capaz de extinguir la vida de dichos seres inferiores. El salicilato
de bismuto se absorve en poca cantidad, y no cabe duda que parte de él
se coloca en inmediato contacto con las sustancias detenidas en el intes-
tino delgado. ¿Qué resultado se ha obtenido? Nulo, por lo que se refiere al
corte de la enfermedad; real, por lo que atañe á la utilidad antipirética
de este agente como á la del salicilato sódico.
Como estas dos medicaciones, ninguna otra, propuesta a prioriy ha
obtenido otra cosa que un efímero triunfo. Imposibilitados de llenar la
indicación causal, ocúrrese, y así es verdad, que el tratamiento de dicha
fiebre es de naturaleza puramente sindrómica y moderadora; que ni los
purgantes, ni los salicilatos, ni la tintura de iodo, ni los calomelanos....
constituyen su medicación. La fiebre tifoidea tiene una tendencia evolu-
tiva favorable: recuérdese que ella dio sus primeros triunfos á la nula
homeopatía.
anatomía de los centros nerviosos, ^^>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
En vez de estudiar, después del cerebro, la protuberancia y el bulbo,
como se hace en todas las obras, siguiendo un orden fijo desde las partes
superiores á las inferiores, y terminar por la médula, describiré prime-
ro esta última y luego el cerebelo, porque creo que ha de facilitar nota-
blemente el estudio y la comprensión de la médula oblongada. Como
quiera que, al través de la protuberancia y del bulbo, algunos hacecillos
del pedúnculo cerebral se continúan con los de la médula después de un
trayecto especial, y que los manojos procedentes del cerebelo ó termi-
nan en estas regiones ó se continúan con los de la médula y del pedún-
culo, y por otra parte, en las agrupaciones grises de estos órganos ter-
minan algunos de los manojos indicados y toman origen otros de impor-
tancia, me parece que ha de ser tanto más fácil y comprensible el estu-
dio de esta región, donde concluyen las fibras de diversas procedencias,
formando allí, por así decirlo, el verdadero nudo gordiano de los centros
nerviosos, cuanto mayor número de puntos de partida y de conocimien-
(1) Continuación. — V. los núms. 25, 26, 27, 28. 2 », 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37,38,
3«, 40 y 41.
ANATOMÍA. DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 561
tos preliminares se posean. Por estos motivos me separo del orden esta-
blecido solo por las exigencias de la posición relativa de los centros
nerviosos.
La médula espinal es la porción de los centros nerviosos alojada en
el conducto raquídeo, formando la parte terminal de los mismos y con-
tinuándose por arriba con el bulbo, y por su intermedio con la protube-
rancia y el cerebro.
Extendida desde el arco anterior del atlas hasta la segunda vértebra
lumbar en la mayoría de los casos, tiene por término medio 45 centíme-
tros de longitud y pesa 30 gramos, según las observaciones de Sappey.
Para estudiar la médula espinal es preciso despojarla de sus cubier-
tas y de las raíces de los nervios espinales que de ella nacen.
A. — Aspecto y constitución de la médula espinal.
Conformación exterior (figs. 82 y 83). Tiene la forma de un cordón
prolongado y cilindroide, algo aplanado de delante atrás, cuyo diámetro
varía en sus distintas porciones. Su límite superior corresponde al en-
trecruzamiento de las pirámides (G fig. 82), y por su extremidad inferior
termina en punta. Ofrece dos abultamientos: uno en la parte superior
(1 fig. 82), y otro en la inferior (2), correspondientes á la región cervical
y lumbar y llamados respectivamente abultamientos cervical el prime-
ro y lumbar el segundo. Tiene 13 milímetros de diámetro en el abulta-
miento superior, 11 en el inferior y 9 en su parte media ó dorsal. Las
regiones abultadas son las que presentan más manifiesto su aplana-
miento ántero-posterior.
Tiene un color blanco lechoso y es muy friable, reblandeciéndose no-
tablemente á las pocas horas después de la muerte.
Su superficie es lisa y tiene varios surcos longitudinales extendidos
desde la extremidad superior á la inferior. En la parte media de su cara
anterior se encuentra la cisura media anterior (D fig. 82), bastante pro-
funda para interesar próximamente la tercera parte del espesor de la
médula y labrada en sustancia blanca, de modo que si se separan sus
labios hasta descubrir el fondo, se ve que está constituido por sustancia
blanca acribillada por dos líneas laterales de agujerillos que dan paso
á las arteriolas; esta sustancia blanca se llama comisura blanca anterior ó
simplemente comisura anterior. En la cara posterior se presenta otra ci-
sura, la cisura media posterior, más profunda que la antecedente y más
estrecha; interesa más de la mitad de la médula, y en su fondo se vé sus-
tancia gris, que forma parte de la comisura gris ó posterior; también,
aunque en menor número, existen agujeros para permitir la entrada de
los pequeños vasos (G fig. 83 y fig. 84).
Estas dos cisuras dividen la médula en dos mitades simétricas, uni-
das entre sí por las comisuras blanca y gris. El arrancamiento de las
raices medulares, anteriores y posteriores, deja en la superficie de la mé-
dula dos surcos en cada lado, llamados colaterales ó simplemente latera-
les: el surco lateral anterior (E fig. 82) es poco visible y solo se nota una
ligera impresión en el sitio de nacimiento de las raíces anteriores; el surco
Uüeral posterior es más visible, menos ancho y más profundo, y presenta
562 anatomía de los centros nerviosos.
una coloración algo gi'isácea, en razón á que por ella asoma la sustancia
gris centra!. Entre el surco lateral posterior y la cisura media posterior
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se encuentra otro pequeño surco, llamado posterior intermedio, perfecta-
mente visible hacia la región cervical^(F flg; S3), que va borrándose hd-
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 563
cia las partes inferiores y desaparece al llegar al abultamiento braquial.
La situación respectiva de estas cisuras ó surcos, al mismo tiempo
que divide la médula en dos mitades, separa cada una de éstas en varias
regiones: la que se encuentra entre la cisura media anterior y el surco
lateral anterior, se llama cordón anterior (funiculus anterior) (E íig. 82);
la situada entre los dos surcos laterales, cordón lateral {funiculus latera-
lis){G), y la correspondiente hacia atrás entre el surco lateral poste-
rior y la cisura media posterior, cordón posterior (funiculus posterior)
(H fig. 83). Este último está subdividido en dos cordones hacia la par-
te superior por la existencia del surco intermedio posterior: el inter-
no, más pequeño, se ha llamado cordón delgado por Burdach, cordón me-
dio posterior y cordón marginal; pero hoy se conoce generalmente con
el nombre de cordón cuneiforme de Goll (O fig. 83), y el externo se lla-
ma cordón posterior propiameMe diclio. El cordón de Goll deja de ha-
cerse visible al mismo tiempo que desaparece el surco intermedio poste-
rior; sin embargo, Gratiolet ha observado en algunos animales, entre
otros el perro, que este cordón se encuentra en todas las regiones de la
médula, aunque no presentando una continuidad completa, lo cual vie-
ne en comprobación de los estudios contemporáneos de Pierret y Flech-
sig sobre la médula del hombre.
Conformación interior y constitución. Vista tan solo por su superficie,
aparece la médula formada únicamente por sustancia blanca y como
constituida por seis prismas triangulares con el vértice dirigido al cen-
tro, correspondientes á otros tantos cordones de que antes he hablado.
Pero en el fondo de la cisura media posterior y en el surco lateral poste-
rior, asoma la sustancia gris, que se encuentra en el interior de la médu-
la y que forma como el núcleo de la misma (fig. 84).
Por medio de cortes transversales, estudiados á simple vista ó con un
débil aumento, es como puede observarse la disposición relativa de las
materias blanca y gris. Se ve en ellos la profundidad de las cisuras me-
dias anterior y posterior, partiendo la médula en dos mitades unidas por
dos láminas de sustancia nerviosa, blanca la una y anterior, rjris la
otra y posterior; esti última, más gruesa que la primera, aparece en los
cortes como una barra de sustancia gris extendida de una á otra mitad,
debiendo advertir que en su espesor se encuentra un conducto que alcan-
za la médula de uno á otro extremo y forma el ventrículo medular ó ca-
vidad del epénditno .
En los extremos de esta comisura gris y transversal, internados en
el espesor de las mitades laterales de la médula, se encuentran otras
dos barras de sustancia gris en dirección ántero-posterior, y que á ser
rectilíneas, como la comisura gris, presentarían en conjunto la forma de
una H. Las porciones laterales de la sustancia gris de la médula son
cóncavas, con la concavidad dirigida afuera y más ó menos pronuncia-
da según la región de la médula en que se estudie, por lo cual se ha
comparado á una media luna unida por su convexidad con la del lado
opuesto á beneficio de la comisura gris; las dos extremidades de la me-
dia luna corresponden á los surcos laterales de la médula y se las llama
cuernos anterior y posterior. El cuerno anterior (g fig. 84) es grueso,
romo, irregularmente limitado por la sustancia blanca que le rodea, y
564 anatohIa de los centros nerviosos.
no alcanza la superricie de la médula, por cuyo motivo algunos autores
reúnen el cordón anterioi" y el lateral con el nombre de átUero-lcUeral,
Y asi deberia hacerse, si no fuesen los hacecillos de las raíces anteriores,
que al dirigirse al cuerno anterior, de donde proceden, establecen una
separación completa; el cuerno posterior es más largo y delgado que el
rnterior y se prolonga afilándose hasta la superficie de la médula; en
algunas regiones se abulta hacia su parte posterior, de modo que forma
como un cuello, que algunos autores han descrito como constante en to-
da la longitud de lajmédula (/i i i, fig. «4).
Plg. 84.— Corto transveriBl de la iii6dula (aumento lodlám.).
a cisura media anterior. —i; Cisura media postQrior.—b Canal central de la médula,— ^CordoD
posterior.— «cordón án tero-la teral.-^ Cuerno anterlar.— A Cuerno {Mitei'lor.— i i Suetancia ge-
latinota de Rolando.— fc Rali posterior.— 1 1 1 Ratees anteriores.
La sustancia gris de la médula no presenta igual aspecto en todas las
regiones: hacia la extremidad del cuerno posterior se presenta la sus-
tancia gris más blanca y descolorida y diferente en su extructura, como
diré más adelante, y teniendo en cuenta su aspecto ha recibido de Ro-
lando el nombre de sustancia gelatinosa (i i, fig. 84).
La sustancia gris de la médula está envuelta por la sustancia blanca,
y dada su disposición puede decirse que tbrma tres canales, en los cua-
les se encuentran los diferentes cordones medulares; entre los dos cuer-
nos anteriores so encuentran los cordones anteriores, separados uno de
otro por la cisura media anterior; entre los posteriores se hallan los cor-
dones de igual nombre, divididos por la cisura posterior; entre los
cuernos anteriores y los posteriores, en la concavidad de la media luna,
están alojados los cordones laterales.
No carece de importancia el estudio de la variación de volumen de
las dos sustancias á distintas alturas de la médula y de la relación que
entre Ambas existe: Stiiling, Gratiolet y Farabeuf, se han dedicado espe-
cialmente á este estudio, que debe hacerse por medio de cortes transver-
Los abultamientos de la médula son debidos, en su mayor parte, & los
cambios de volumen de la sustancia gris; asi el cuerno anterior oonio
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 565
el posterior, aumentan notablemente de volumen al nivel de los engrosa-
mientos cervical y lumbar; según los cálculos de Stilling, la superficie
gris en el Quitamiento lumbar es de 25 milímetros cuadrados, como
máximum, en la región dorsal de 5 como mínimum, y de 20 como má-
ximum en el cervical. El cuerno anterior sufre más y más bruscas va-
riaciones de volumen que el posterior: aquel oscila entre 2 á 14 V2 ^^'
cuadrados y este entre 2 V2 á 10 V2-
La sustancia blanca va aumentando progresivamente de volumen
desde la extremidad inferior á la superior en la médula de los niños, de
aqui que Kolliker crea que cada región de la médula contiene todas las fi-
bras de los nervios que uacen por debajo; pero en el adulto, la sustancia
blanca aumenta al nivel de los dos abultamientos medulares, aunque no
puede afirmarse si esto es debido al mayor número de fibras radiculares
que penetran por estas regiones. En la región del abultamiento cervical,
en que más abunda, presenta una superficie de 32 milímetros cuadrados,
21 en la porción dorsal, 22 V2 ^^ ®1 abultamiento lumbrar y 10 al nivel
del origen del tercer nervio sacro.
En la punta de la médula los tres cordones tienen el mismo volumen
y van aumentando progresivamente y en iguales proporciones hasta el
origen del tercer par lumbar; en este sitio, en que la sustancia gris co-
mienza á disminuir, los cordones anterior y posterior se adelgazan tam-
bién, al revés del cordón lateral, que va aumentando de volumen para
alcanzar su máximum en la región dorsal, conservando ya, con ligeras
variaciones, el volumen adquirido hasta la extremidad superior de la
médula; en la parte inferior del abultamiento cervical, los cordones an-
terior y posterior aumentan otra vez de volumen para alcanzar su má-
ximum y disminuir otra vez en la región cervical, en la cual el ante-
rior se reduce casi á la mitad de su grosor y el posterior se conserva
bastante voluminoso.
En la mitad inferior del abultamiento lumbar la superficie gris es á la
blanca : : 3: 2; en la región dorsal :: 1: 5; en el braquial :: 1: 2, y en la
región cervical : : 1 : 3; la sustancia gris solo predomina por consiguiente
en la porción caudal de la médula.
B.— EXTRUCTURA DE LA SUSTANCIA GRIS.
La sustancia gris de la médula espinal está constituida por dos ele-
mentos principales: la red de fibrillas nerviosas y las células nerviosas.
En la comisura gris y alrededor de la cavidad del epéndimo, lo mis-
mo que en los cuernos anteriores y posteriores, se encuentra una espesa
y finísima red de fibrillas nerviosas, sumamente delgadas y á veces hasta
inconmensurables; entre estas fibrillas se ven algunas más pronunciadas
y formadas por un cilindro^eje, absolutaipente desprovisto de mielina:
asi éstas como aquellas, se ramifican al infinito uniéndose unas con
otras y formando mallas, en las cuales están contenidas las células ner-
viosas. Las más gruesas fibrillas de esta red tienen 4mm., y solo pueden
hacerse visibles por el cloruro de oro y por el carmín. Constituyen por
lo menos la mitad de la masa total de la sustancia gris de la médula.
Las células nerviosas son abundantes y variadas: su diámetro varia
566
anatomía de L06 CENTBOS NERVIOSOS.
de 18 á-135 mm., según KoUiker; tienen una forma irregiilary diversas
prolongaciones (fig. 85). Schultze ha descubierto la extructura ñbrílar de
estas células, que hoy aceptan casi todos los histólogos, aunque no con
todos los detalles que ha dado dicho autor; tienen un núcleo constante y
voluminoso, y con frecuencia están provistas de pigmento. Las prolonga-
ciones de las células nerviosas medulares son numerosas; algunas tienen
hasta 10 012, otras solo 2 ó 3, Estas prolongaciones tienen también,
según Schuitze y Gerlach, una extructura flhrilar y se dicotomízan y ra-
mifican para tomar parte en la formación de la redecilla nerviosa antes
descrita, á la cual concurren también fibrillas procedentes de los cor-
dones medulares y de las raices de los nervios espinales, después de
haber perdido su mielina
Plg. 85.— Célalas muIUpo lar es {uegan Robín).
lulas pequeúBs.— c célula grande.— d Célula grande Tplgmentadi.
No todas las prolongaciones se ramiñcan como las descritas; existen
células que tienen una prolongación indivisa, aunque de estructura fibri-
lar, que se prolonga aumentando algo de volumen y cubriéndose luego
de mielina, para continuarse probablemente con una fibra de las raices
anteriores y envolverse, al salirde la médula, en su correspondiente vaina
de Schwan. Esta prolongación, como se ve, es análoga i la prolongación
axil de los gruesas células piramidales de la corteza cerebral y se llama
prolOTigacion de Deiters, porque este autor la descubrió, y las células que
la poseen, células de Deiters (fig. 35). Solo las células de gran tamaño
están provistas de esta prolongación, asi es que se encuentran en los
cuernos anteriores. Cadiat, en su reciente tratado de Anatomia gene-
ral, dice que la prolongación de Deiters es admitida por un estudio de-
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 567
fectuoso, pues las demás prolongaciones pueden dar origen á fibras
radiculares, y él ha podido observar una prolongación ramiñcada conti-
nuarse directamente por una de sus divisiones con una fibra radicular.
A pesar de la opinión de este autor, el descubrimiento de Deiters es un
hecho fácil de comprobar.
Las células nerviosas de la médula no están distribuidas igualmente
en todas las regiones. En los cuernos anteriores se encuentran solo célu-
las de gran tamaño, de iOO mm. para arriba, visibles á simple vista y
provistas de una prolongación de Deiters y de otras varias ramificadas:
forman grupos en el cuerno anterior, que en los cortes transversales
aparecen como núcleos, pero que son verdaderos cordones extendidos
de uno á otro extremo; se encuentra un grupo en la parte externa, otro
en la punta y otro en la parte interna del cuerno anterior, llamados res-
pectivamente grupos extemo, anterior é interno (1 y 2 fig. 86). El resto
del cuerno anterior está formado por la red de fibrillas nerviosas, por
algunas fibras con mielina, procedentes, ó de los cordones de la médula,
ó de las raíces anteriores que lo atraviesan. Estas células están destina-
das á funciones motoras é intimamente ligadas con el origen de las rai-
ces anteriores de los nervios espinales.
En la parte cóncava de la media luna, cerca del arranque del cuerno
posterior y por fuera de él, existe otra agrupación de células nerviosas,
conocida con el nombre de columna de Clarke ó núcleo de Stilling. La
columna de Clarke existe solo en la porción torácica ó dorsal de la mé-
dula y está constituida por células nerviosas análogas á las del cuerno
anterior, pero más pequeñas, pues su diámetro puede variar entre 50 y
100 mm. Gerlach, y con él otros histólogos, afirman que ninguna de
estas células tiene prolongación de Deiters; sus ramificaciones se divi-
den para ir, en su mayoría, á tomar parte en la formación de la redecilla
de fibrillas nerviosas; por los estudios de KóUiker y Gerlach se sabe que
algunas de sus prolongaciones se dirigen hacia afuera y luego atrás
para ponerse quizás en relación con las fibras radiculares posteriores, y
otras directamente afuera para contribuir probablemente á Ja formación
del cordón lateral. Cuanto se ha dicho relativo á sus funcicnes es com-
pletamente hipotético: Gerlach cree que en la columna de Clarke existe
el centro de las funciones automáticas de la médula; Jacubowits le con-
cede gran participación en las funciones del simpático, y sus ideas han
logrado suficiente apoyo en los autores, para que algunos la den el nom-
bre de columna simpática de Jacubowits; Pierret la considera como orí-
gen de las raices sensitivas, por las lesiones que ha encontrado en algu-
nos casos de tabes dorsal, y Huguenin se inclina á creer que influye en
los actos respiratorios, por la razón de encontrarse en el sitio de la mé-
dula, del cual nacen los nervios respiratorios.
El cuerno posterior tiene dos zonas distintas por su extructura: el
cuello del m^ismo y la sustancia gelatinosa. La sustancia gelatinosa de
Rolando (j j fig. 86), forma la extremidad del cuerno posterior; faltan en
ésta los elementos más característicos de la sustancia gris; no existe la
redecilla de Gerlach y existen muchas células de pequeño volumen,
20 mm. por término medio, algunas de las cuales parecen ser nerviosas,
pero que en su inmensa mayoría tienen los caracteres de células ueu-
568 anatomía de los centros nerviosos.
Fóglicas; Gerlach afirma resueltamente esta ultima opinión y con él al-
gunos otros histólogos, quedando muchos en la duda; Cadiat dice que
realmente es un problema por resolver, ateniéndose solo al estudio de la
médula humana, pero que la Anatomía comparada demuestra su natu-
raleza nerviosa; lo que resulta evidente es que las fibras radiculares
posteriores no terminan en la sustancia gelatinosa, sino que la atravie-
saii horizontalmente. Entre la sustancia gelatinosa y el cuello del cuerno
posterior, existe un manojito de fibras, longitudinales en su mayoría. Ea
el cuello del cuerno posterior existen algunas células nerviosas de pe-
queño volumen, sin prolongación de Deiters y con varias ramificaciones
que se pierden en la redecilla de Gerlach, muy abundante en esta región
y con la cual se confundirían también, según algunos autores, las raicee
posteriores, después de haberse dividido y ramificado.
C— EXTRUCTUHA DE LA SUt-TANCrA BLANCA.
La sustancia blanca medular está formada por fibras nerviosas, cuya
dirección es longitudinal para la inmensa mayoría; algunas son obli-
cuas en un corto trayecto y otras son transversales.
AA' Cordones anlei-lores.-BB' Cordones posteriores.- CC CordoDes'letenles.—D Raices
posteriores del quinto par cervical. — E Raices anteriores del mismo.— a b Cisura medUante-
rior.—e Canal central.-de Cisura media poítorior.-s Comisura anlerlor.-rcomUura posterior.
— h Cuernos anleríores,— i Cuernos posteriores— J Sustancia gelatinosa, —fc fcjic Raices anterio-
ras— t Raices pastei'iarex.-m Fibra» que parecen dirigirse del cuerna posterior al anterior.-
lQrupos«nlerlar 4 Interno de laa gruesas células anteriores.- 2 Gi-upo externo de las mUmai.
Las Abras nerviosas de la sustancia blanca medular están consti-
tuidas por el cilindro-eje, rodeado de una vaina de mielina, de modo
que en un corte transversal, colorado por el carmín, se ven puntos bri-
llantes rodeados por una zona incolora; el cilindro eje tiene una extruc-
tura ñbrilar. Gerlach afirma que están provistas de vaina de Schwan,
que se hace invisible por su adherencia á la neuroglia circundante; pero
boy por hoy no ha podido demostrarse la certeza de esta opinión.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 569
£1 diámetro de las fibras es muy variable, recorriendo una escala de
5 á 15 m.m.; pueden dividirse en tres categorías bajo este punto de
vista: gruesas de 15 mm., medianas de 10 mm. y pequeñas de 5 mm.
Las gruesas se encuentran constituyendo casi por sí solas el cordón
anterior, especialmente su parte interna; las pequeñas abundan en el
cordón posterior, sobre todo en el hacecillo de Goll, y se van haciendo
más gruesas cuanto más se aproximan á la sustancia gris del cuerno
correspondiente; en el cordón lateral no predomina ninguna clase de
fibras, encontrándose mezcladas las gruesas con las medianas y las
pequeñas.
En un corte longitudinal de la médula, se observa que las fibras ner-
viosas tienen una dirección vertical y paralela al eje de la médula. En la
comisura anterior existen fibras perpendiculares al eje medular, que
constituyen un entrecruzamiento entre los cuernos y raíces anteriores
de un lado con el cordón anterior del lado opuesto; en la parte interna
de los cordones laterales, existen fibras que tienen una dirección hori-
zontal antes de hacerse longitudinales, procedentes de la sustancia gris;
las fibras radiculares también tienen un trayecto más ó menos largo de
dirección horizontal ú oblicua.
Estas fibras nerviosas, que constituyen la totalidad de la sustancia
blanca, tienen un origen algo oscuro. Prescindiendo de su longitud y del
punto en que terminan, parece que solo reconocen dos orígenes: por un
lado, fibras que se continúan directamente con las fibras radiculares sin
interposición de ninguna célula nerviosa; y por otro, nacen de las
prolongaciones celulares, en cuyo caso podrá ser que cada una de las
ramificaciones de una prolongación celular pueda dar origen á una fi-
bra nerviosa, como lo cree Gadiat, ó bien que estas fibras resulten de la
unión de diversas ramificaciones de una misma ó de distintas células,
como opinan Kólliker, Gerlach, Stilling, etc., y parece demostrarlo el he-
cho observado en algunas fibras nerviosas que se subdividen y rami-
fican.
D. — SUSTANCIA CONJUNTIVA MEDULAR.
La médula está cubierta en toda su extensión por la pia madre, que
queda directamente aplicada sobre su superficie y le forma una envol-
tura completa, como el neurilema á los nervios; de la cara profunda de
la pia madre, parten una porción de tabiques que se dirigen hacia el
centro de la médula, y que van dividiéndose á medida que se internan
en su espesor, circunscribiendo espacios que alojan manojos y manojitos
de fibras blancas; estos tabiques tienen una disposición radiada; se
dividen y subdividen, uniéndose unos con otros, circunscribiendo un
gran número de celdillas que en un corte transversal ofrecen el aspecto
de un tejido reticulado. Al llegar á la región de la sustancia gris, la di-
visión y subdivisión de los' tabiques es mucho mayor, de modo que toma
el aspecto de tejido esponjoso, entre el cual están alojados los elementos
nobles de la médula; ya he dicho antes que la sustancia gelatinosa era
con toda probabilidad una dependencia del tejido conjuntivo medular.
La prolongación de estos tabiques llega hasta el centro de la médula^
570 anatomía de los centros nerviosos.
uniéndose con ei epéndimo: este es una cavidad circunscrita por una
membrana de extructura especial; está revestida por una cubierta epi-
telial cilindrica de células vibrátiles; debajo ó por fuera de ésta existe
una capa amorfa, rodeada á su vez por una cubierta de extructura fasci-
culada y de naturaleza conjuntiva, que está unida con la prolongación
de los tabiques antes descritos. Extendidas desde la pia madre al epéndi-
mo, forman estas laminillas una verdadera armazón para la médula es-
pinal, y de aquí los nombres de cemento medular ó sitstancia de sosten
con que se la ha designado.
La extructura del cemento medular ha sido y es muy discutida. Kó-
Uiker lo considera formado por un gran número de células estrelladas
ramificadas, cuyas ramificaciones forman una red; de la reunión de es-
tas prolongaciones y del mayor ó menor número de células, resulta la
formación de los tabiques que separan y sostienen los elementos nervio-
sos; en la región central de la médula, estas prolongaciones se unen á
las de la membrana ependimaria, y hasta las células vibrátiles tienen
prolongaciones que van á formar parte de esta red conjuntiva; además
de esta red de fibras perfectamente demostradas y de las células estre-
lladas, que por su forma han recibido de algunos autores el nombre de
células arañiformes de Jastrovitz, se encuentra una sustancia homogé-
nea, á veces algo granulosa, que contribuye también, en gran parte, á for-
mar el cemento medular.
Grerlach difiere algo de la opinión de Kólliker, al considerar la red de
fibras de naturaleza elástica, en vez de ser dependientes de las mismas
células conjuntivas, que admite también dicho autor, con todas sus for-
mas y variedades. Boíl, admitiendo en general la extructura que acabo
de indicar, la describe de una manercí muy distinta: acepta, como ele-
mentos figurados, por un lado las fibras entrelazadas, pero casi siempre
indivisas, y por otro, describe las células como formadas solo por un
núcleo situado en la confluencia de varias fibrillas y rodeado de una pe-
queñísima cantidad de protoplasma; admite que estos elementos son de
tejido conjuntivo.
La naturaleza del cemento medular ha sido muy discutida: por un
lado, Stilling, aunque no lo dice de una manera explícita, acepta que to-
dos los elementos de la médula, inclusos los de la membrana ependima-
ria, son de naturaleza nerviosa; y Robín y Gadiat, fundados en estudios
de embriogenia, creen también que el cemento medular, ó nenroylia de
Virchow, debe colocarse entre las sustancias nerviosas. Pero aparte de
estos autores, la opinión de Bidder sobre el tejido conjuntivo medular,
es la más aceptada y la más conforme con los hechos; Kólliker lo demues-
tra; Virchow le da el nombre de neuroglia^ sinónimo de tejido conjuntivo
ó armazón de los centros nerviosos; Huguenin, Farabeuf, Boíl y mu-
chos otros, lo dan como definitivamente demostrado, y Ranvier, con la
claridad que acostumbra, demuestra con toda evidencia que la neuroglia
es tejido conjuntivo reticulado, cuyos hacecillos de fibras conjuntivas
están entrelazados y cubiertos, en algunos sitios, por células planas de
tejido conjuntivo; de modo que, según dicho autor, las células estrella-
das ó arañiformes, son células de tejido conjuntivo aisladas é indepen-
dientes de la red conjuntiva Gomo se ve, entre las descripciones de Ko-
CÓLERA MORBO.
574
Iliker, Gerlach, Boíl y Ranvier, solo hay diferencias de detalle, siendo
positivo que el cemento medular tiene, como elementos figurados, una
red de fibras y células estrelladas, y que su naturaleza conjuntiva es hoy
casi indiscutible y debe dársele el nombre de neuroglia, que le aplicó Vir-
chow, teniendo en cuenta su modo de ser. No es indiferente la naturaleza
de la neuroglia, porque este factor desempeña gran papel en la patogenia
de algunas afecciones medulares y decide de la naturaleza de la sustan-
cia gelatinosa del cuerno posterior, que, como he dicho antes, no es más
que una dependencia de la neuroglia.
Hoy por hoy nada puede afirmarse sobre las relaciones que la vaina
do Schwan pueda tener con la neuroglia, cuando desaparece al penetrar
las fibras nerviosas en la médula,
(Continuará.)
CÓLERA MORBO,
POR EL Doctor Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona.
Islas Filipinas: Manila y provincia: estadística mortuoria. — Otros datos estadísti-
cos.— Salida del vapor Asia para España.— Parte sanitario oficial.— Lazareto de
Mari veles.— Acuerdos de la Juntado Sanidad. — Movimiento de buques.— Aguas
J)otables. — Meteorología.
ia inglesa. Aden: noticias contradictorias; vapor Hesperia; lazareto de Camaran.
•^Batavia,^ Japon.-^ Cochinchina." Chipre, Sfalta, costa de África, Gibraltar,—
Egipto: ejército inglés.— Faríovta.— Medidas tomadas por varias naciones.
EsPAríA.— Medidas gubernativas.— Madrirf. — Cádiz.— Máia£^a.—Barcc/ona.— Nuestro
CÓLERA???
Reuniendo los datos que á mi poder han llegado, resulta el siguiente
cuadro, que expresa en breves lineas la intensidad de la epidemia en la
capital y provincia de Manila, así como su visible declinación desde hace
algunos dias.
sinmu.
übfl: TJ B T^ T O S .
OBSERVACIONES.
CAPITAL.
días.
Indígenas.
Inrope*!.
PROVINCIA.
1
330
9
»
La epidemia toma carácter más benigno.
2
244
3
»
Carácter más benigno.
3
214
2
36^
Los 368 corresponden á 18 pueblos.
4
253
4
153
Los 153 pertenecen ú 13 pueblos.
5
175
1
328
6
170
»
297
7
153
»
270
8
110
2
253
9
103
2
237
10
115
3
125
Temblores de tierra. -Uno de 55 segundos.
11
80
184
12
9\
164
13
4^
151
14
56
9
184
15
-51
113
16
34
j^
161
17
33
» 1
121
18
44
9 1
143
19
31
•
136
20
24
^
134
572 CÓLERA MORBO.
Estas cantidades, salvo las erratas que pueda motivar el paso por va-
rias manos, no son bastante explícitas, pues aparte de que se ignora la
proporción de defunciones, no es por otra parte seguro el saber si se
refieren solo á la provincia de Manila, pues en algunos telegramas se ha-
bla de las provincias y no de una sola. Solo en la capital, desde el 20 de
Agosto al 9 de Setiembre, fallecieron 4,035 indios y chinos y 46 euro-
peos, correspondiendo el máximum al 30 y 31 de Agosto y 1/ de Setiem-
bre. En la provincia de Manila (24 de Agosto á 8 Setiembre) 3,280 indios.
También el telégrafo ha trasmitido las noticias siguientes:
En la Isla de Negros, desde el 13 al 30 de Agosto, hablan fallecido
3,894 indígenas y 2 europeos, y 947 indios desde el 2 al 12 de Setiembre.
En CavitCy Laguna^ Bulacan y en Camarines del Sur^ se habia presenta-
do también, al principio con bastante violencia, y después con menor
empuje, acusando los últimos despachos que la epidemia ofrecía mejor
carácter, expresándose en algunos la idea de que habia abonanzado des-
pués de varios temblores de tierra, en su mayoría sin importancia; de
todos modos en Camarines del Sur habia causado, desde el 4 al 8 de
este mes, 718 defunciones.
Sea como quiera, el cólera morbo ha matado en nuestras posesiones
Filipinas, desde el 10 de Agosto al 10 de Setiembre, nada menos que
21,286 chinos é indios y 56 europeos, habiendo sido la más castigada la
provincia de Iloilo.
A esta cantidad, por exajerada que parezca, hay que añadir otra
desconocida, dadas las condiciones climatológicas, sociales y adminis-
trativas de tantas y algunas tan extensas islas.
— Según dicen los documentos oficiales, y debo advertir que en la
Dirección general no hay más datos que los expuestos, el vapor Asia, pri-
mer buque que partió para España, desde que oficialmente hay cólera
en Manila, se hizo á la mar con 158 pasajeros y 105 tripulantes, azúcar,
tabaco y otros efectos; para el embarque se adoptaron muchas precaucio-
nes, entre los cuales señalo el no haber dado pasaje á ningún enfermo
ni convaleciente (de todos padecimientos ?) y el haber fumigado antes y
después del embarque á las mercancías y á los tripulantes (?.) El 9 por la
noche llegó á Singapore sin novedad.
Probablemente terminarán en esta Revista los telegramas, pues se ha
dispuesto cese el servicio telegráfico para este asunto. Hasta se habla de
cantar el Te-Deum.
El correo (de 13 á 26 de Julio y de 3 á 8 de Agosto) trae algunos deta-
lles, en su mayor parte de escaso interés, porque aún no se refieren á la
declaración de la epidemia. La primera serie de periódicos ha sido traída
por el vapor Viñuclas, llegado el 19 al lazareto de Mahon, desde donde
ha sido traída la correspondencia á Barcelona el 24 de este mes. La se-
gunda há días que llegó.
El parte sanitario dado por la Subdelegacion, con fecha 15 de Julio, es
el que sigue:
aLos padecimientos palúdicos, fiebres en sus diferentes tipos, han
persistido, con menos tendencia á la recidiva que en la quincena ante-
rior y sin observarse perniciosas graves. — Las fiebres catarrales, las
gastro-biliosas y tifoideas han continuado, siendo su terminación ,
CÓLERA MORBO. 573
en general favorable. — Entre las fiebres eruptivas se han observado
algunos casos, aunque pocos, de sarampión y muchos menos aun
de viruelas confluentes. — Los catarros gastro-intestinales acompaña-
dos de vómitos y diarreas, han sido menos frecuentes que en la
quincena anterior y su terminación favorable, cuando han sido so-
metidos á un tratamiento médico conveniente y racional. Las di-
senterías han disminuido notablemente. — Entre las afecciones de la piel
se han observado diviesos, forúnculos y eritemas.— Se han presentado
muchos casos de reumatismos articulares dolorosos y febriles, debido á
la constante humedad y vapor de agua existente en la atmósfera. — ^Se
han observado también algunas anginas guturales y laríngeas graves,
tos ferina ó coqueluche rebeldes y molestas, pero sin consecuencias.
También se han presentado algunos casos de hemoptisis.»
Continuaban activamente las obras para construir el lazareto de Ma-
riveles, habiéndose remitido más materiales de construcción y personal.
Con fecha 4 fueron nombrados: Director Administrativo, el Contador de
navio, D. José Baamonde Ortega, con 100 pesos mensuales; Auxiliar del
mismo, pero con residencia en Manila, D. José Hidalgo Tíscar, con igual
sueldo; Factor de víveres y provisiones, D. Juan Gaya, con 60; Guarda
almacén, D. Meliton Notarte, con 50; Farmacéutico (no mencionado en el
articulo anterior) el Sr. del Rosario y los practicantes y encargados de
la servidumbre. En los primeros momentos se destinaron 4,000 pesos
para la instalación, y- posteriormente se han empleado 16,000 más, con
objeto de ponerlo á cubierto de toda necesidad, y de que preste en buenas
condiciones el papel que se le confia. Comunicará con Manila mediante
un telégrafo óptico, cuya instalación realiza el Sr. Caro (telegrafista). —
Algún periódico de la capital habia propuesto, con notorio retardo, se
estableciese el lazareto en la Isla Ambil, situada al N. de la de Mindoro,
cerca de Lumbang, que tiene un puerto seguro, muy ventilado, con
poca población, distante seis horas de vapor de Manila, y por lo mismo
menos relacionado y comunicable con esta que el de Mariveles; pero su
indicación no ha sido atendida.
El dia 15 de Julio reunióse la Junta de Sanidad en Malacañang, bajo
la presidencia del Gobernador general, quien, en el plan que se acordó
para garantir la salud pública, plan que se consideró eficaz, tomó la ini-
ciativa «en puntos interesantísimos'). Nombróse una comisión, que com-
ponían los médicos Sres. Candelas, Grao y Antelo ,y el farmacéutico se-
ñor Gruppe, quienes redactaron una serie de medidas con tanta premu-
ra, que fueron sometidas á la superior aprobación dos días después. Es-
tas medidas se refieren á la constitución y funciones de las juntas de
distrito, á la limpieza pública, á la prohibición de ciertas industrias y
focos infectantes, etc. Poco más ó menos lo de siempre. — Por decreto
publicado en la Gaceta del 19, se declaran sucias las procedencias de Ido
y Zambean ga.
A más de las resoluciones anteriores, se han puesto en práctica otras
varias. Por acuerdo de la Junta de Sanidad, notificóse por orden del Cor-
regimiento (2 de Agosto) á los dueños de los establecimientos de curtidos
de pieles para que trasladasen, en el término de 20 días, su industria fuera
574 CÓLERA MORBO.
de poblado. La Junta Superior de Sanidad acordó (día 6) declarar sospe-
chosas las procedencias de Visayasy con motivo de no guardar estos pue-
blos, muy relacionados entre si y en trato frecuente con las provincias de
Albay y Camarines, precauciones sanitarias, acuerdo que debió trasmi-
tirse inmediatamente á los Alcaldes gobernadores de dichos territorios
para librar á la Isla de Luzon por esta parte del azote epidémico. Tam-
bién acordó nombrar al médico Sr. Martin (el del comunicado del artí-
culo precedente, repetido con posterioridad, ofreciéndose dicho señor
Catedrático de Medicina legal á prestar el servicio gratuito y comprome-
tiéndose á no deteriorar la correspondencia) para el servicio de fumiga-
ción por el sistema que propuso, de cuyo cargo tomó posecion pocas horas
después, aplicándolo, en la caseta de las obras del puerto en Santa Lucia,
á las 35 sacas de correspondencia que condujo el vapor Asia, llegado el
dia 8; dicho vapor sufrió tres días de observación con motivo de haber
hecho escala en Singapore. Cuando se usaba el fenol, resultaron muchos
sobres ilegibles. — La Garceta (Manila) del dia 8 declaró sucias las proce-
dencias del distrito de Iloilo y el de la Isabela de Basilan, G.** de Minda-
nao, por haberse observado casos de cólera. Hasta entonces, y á pesar de
las sospechas, la admisión no tenia obstáculos, así como tampoco de
Zamboanga, etc.
Seria largo enumerar las continuas denuncias de hechos anti-higióni"
COS. Acabo este apartado señalando dos hechos culminantes: el primero
la llegada á Manila de un candad de aguas potables, inauguradas en 24
de Julio y las frecuentes collar, avenidas, terremotos, etc., que hubo por
entonces.
Por esto mismo tiempo fué despedida á lazareto una barca alemana;
procedente de Java (dia 4), fueron sometidos á observación los vapores
Mindanao (1) y Esmeralda^ que terminaron el dia 4; fué admitido á libre
plática el vapor Jüoulusy á pesar de ser procedente de Joló, Zamboanga é
Iloilo (de este último había salido 36 horas antes), por traer patente
limpia y haber hecho las señales D. T. L. (muy saludable; muy bien); ad-
mitióse también á libre plática al Francisco Reyes (dia 8), buque que,
como recordarán los lectores, fué despedido cerca de un mes atrás á la-
zareto, en el cual fué fumigado y pintado por dentro y por fuera; por úl-
timo, el vigia dio parte (dia 7) de estar á la vista el vapor Romeo, que
traía bandera amarilla en el tope de trinquete, habiendo fondeado á
4 millas S. S. O. del ancladero. Respecto al Francisco Reyes debo añadir
que los puertos de donde procedía (Davao, Joló, Zamboanga) estaban
limpios! y que se culpa á unos cueros que traia ¡pobres cueros!; que se
hallaba el buque en malas condiciones higiénicas; que murió en él en 10
de Julio un Comandante de ingenieros, y por último, rectificando, que el
pasaje, no sé si todo, desembarcó después de llegar el buque á Mariveles.
Sombay (India inglesa) está afecto de cólera, como saben nuestros
lectores. A pesar de esto, la nación británica ha hecho traer tropas de la
(i) Procedía de Tabaco y Legaspi y tuvo á bordo una defunción, la de un chi«
no, causada por enfermedad común.
CÓLERA MORBO. 576
India á Egipto para reforzar sus menguadas huestes de tierra. Bien es
verdad que el Consejo sanitario internacional acordó (1) someter al re-
glamento ordinario sobre el cólera á las procedencias de Bombay y de
Aden. A este acto eminentemente plausible, resistióse Inglaterra, protes-
tó Lord Granville, y como resultado consiguió que sus trasportes de guer-
ra hicieran un solo dia de cuarentena, después de ser reconocidos por
la Junta de Sanidad. Los vocales del Consejo son egipcios é ingleses.
Este atropello despertó la ira contra una nación que todo lo avasalla
y para la que el derecho de gentes, las leyes internacionales y el super
omnia salus^ de que tanto blasona, son palabras vanas cuando le acomo-
da ¿Se deberán á ésto los primeros casos de la epidemia en las inmedia-
ciones del Canal? Racional es pensarlo asi, y mucho más cuando poste-
riormente llegó á reducir las cuarentenas á casi la nulidad para sus
buques.
Respecto á Aden hay noticias bien contradictorias.
He aquí un telegrama, dirigido al Journal d'Hygiene^ por el Dr. Sté-
coulis, de Constantinopla, redactado en vista de lo que comunicará el
Dr. Duca, Inspector general del lazareto de la Isla de Camaran (Mar Rojo):
«Telegrama de Camaran.— Via Aden 24 Agosto 11 de la noche. — El buque
Hesperia, procedente de Bombay, tuvo un caso de cólera, seguido de
muerte en Aden, Al octavo dia de lazareto, en Camaran, otro caso mor-
tal. Dos dias más tarde, otro enfermo, que murió á las 18 horas. He reno-
vado el tratamiento de rigor.»
En vista de esto, el Consejo sanitario internacional de Constantino-
pla, no solo confirmó lo hecho por el Inspector de dicho Lazareto, sino
que ha pedido á la Administración sanitaria se procure á toda costa se
cumpla el Reglamento publicado últimamente.
Reorganizado el Consejo marítimo y cuarentenario de Alejandría, hay
menos que temer de las intemperancias británicas, sobre todo en vista
del sesgo pacífico que toma lo de Egipto.
Como antítesis de algunas de las anteriores noticias, copio el siguien-
te telegrama de la agencia Havas, procedente de Aden: «El vapor Hespe-
ria, que venia de Bombay, llegó á Aden el 26 de Julio, trayendo á bordo
498 peregrinos para la Meca. La salud era excelente á bordo y no hubo
caso de cólera durante el viaje. Los peregrinos, sin embargo, no reci-
bieron autorización para desembarcar, y el Hesperia renovó su provi-
sión de carbón durante la noche. — El 27 de Julio, por la mañana, murió
del cólera el fogonero. El Hesperia fué inmediatamente sometido á cua-
rentena á 4 millas de los otros buques, y se adoptaron medidas para
evitar toda comunicación con estos. — No habiéndose manifestado ningún
otro caso de cólera, el Hesperia prosiguió su viaje, el 6 de Agosto, para
la isla de Kamaran, situada en la extremidad del Golfo Arábigo. En este
punto, antes del desembarque de los peregrinos, en Djeddah, le fué im*
puesta una rigorosa cuarentena. — Este incidente sin duda es el que ha
motivado el rumor de que el cólera habia aparecido en el Mar Rojo. No
ha habido ningún caso en Aden desde el mes de Octubre de 1881, y la
(l) Asi se hace todos los anos dur^tnte Agosto y Setiembre para las proceden-
cias de la India.
576 CÓLERA MORBO.
salud pública es en dicho punto siempre muy buena. — Las últimas noti-
cias no indican ningún caso de cólera epidémico en la India, excepto 7
mortales ocurridos en Bombay. — Durante la última quincena, no ha
habido ningún caso de cólera en Madras.— En Calcuta han fallecido 44
coléricos. El término medio de muertos causados por esta epidemia du-
rante los cinco últimos años es de 21.— Dos gobiernos europeos han to-
mado ya medidas contra el cólera. — ^En Italia, el Ministro del Interior
ha dispuesto someter á cuarentena á todos los buques procedentes de la
India, del golfo de Bengala y de las islas Filipinas. — El gobierno español
ha ordenado una cuarentena rigorosa para todos los buques que vengan
de Egipto, de Malta y de la isla de Chipre.» Esto último no es exacto,
y menos en la fecha á que se refiere el despacho telegráfico.
Ante estas contradicciones la elección no es dudosa. Frente á un telé-
grama oficial y de persona autorizada, el de una agencia oficiosa; frente
á la declaración de puerto sucio de Bombay, Aden y otros puntos (de
Suez se habla mucho) hecha por gobiernos regulares, la afirmación de
salud satisfactoria, por un particular ó por una sociedad negociante, etc.
Parece, pues, natural asentir á la creencia positiva, parte de la cual se
confirma en la Sección oficial de este número.
Escrito y compuesto lo precedente, recibo el Journal d^Hygiene^ en el
que hay la siguiente carta, escrita al distinguido Pietra Santa por el doc-
tor Stécoulis, fechada en Constan tinopla el 12 de Setiembre y carta que
confirma mis predicciones en este punto: «Dos telegramas de Camaran,
del 7 y H de Setiembre, anuncian que, del 29 de Agosto al 7 de Setiembre,
ha habido 43 casos de cólera morbo entre los peregrinos llevados por el
Hesperia procedente de Bombay y de Aden, entre ellos el enfermero
Ali. Todos los coléricos han sucumbido, lo que indica la naturaleza in-
vasora y terrible del azote, y justifica las medidas restrictivas tomadas
este año contra la peregrinación de Hedjaz. — Entre tanto, el Consejo
marítimo y cuarentenario de Alejandría, tal vez considerando qxie Bombay
y Aden estaban libres del cólera^ ha suprimido desde el 7 de este la cua-
rentena impuesta á sus procedenciasi» .
De esperar es que el lazareto de Kamaran, como hizo el año anterior
el de El-Wedj, cierre la puerta por este lado á la epidemia.
— Son atrasadísimas, pero en cambio satisfactorias las noticias refe-
rentes áBatavia. Con decir que los datos vienen por tortuosos y largos
caminos, está justificado el retardo. La Gaceta extraordinaria de Singa-
pore, de 24 de Junio, trae la declaración oficial de sanidad acordada por
el Consejo ejecutivo. Por tanto en dicho puerto se admitirán á libre pláti-
ca los buques de ella procedentes, siempre que en los diez dias anterio-
res á su llegada no se hayan comunicado con alguno de los puertos in-
fectos, que señalan las órdenes del consejo de fecha 22 de Mayo y 3 de
Junio. Estos puertos son, en la primera orden: Deli, Padan, cercanías de
Deli, Pangarawan, Batu Barra, Tanjon Mati, Assahan, Belah, Tanah
Puteh, Benkalis, Siak, Kampar, Manda, Gaon ludragiri y Jambie. — En
la segunda: todos los situados al Norte del 2.'' de latitud Sur de Sumatra,
admitiéndose en cambio todos los demás, especialmente en la parte de
Sumatra llamada Acheen Propia.
— Las últimas noticias referentes al Japón acusan un descenso gene-
CÓLERA MORBO. 577
ral en la epidemia. En Yokio es en donde se mantiene con más intensi-
dad, pero de todos modos ha disminuido. En Yokohama se halla marca-
damente en periodo de declinación.
— ^El cólera ha aparecido también en Cochinchina. Como en Filipinas,
casi solo ataca á los indígenas, habiendo muerto de 7 europeos atacados
solo tres hasta el 4 de Setiembre. Las precauciones tomadas han sido
inútiles.
— ^Las procedencias de las islas de Chipre y MaUa^ así como toda la
costa de África^ exceptuando Argelia, Túnez y nuestras posesiones de
Marruecos, han sido sometidas á observación por España, con motivo de
no constar oficialmente se adopten en estos puntos precauciones sanita-
rias. Alguien va más allá y afírma que en aquellas islas se padece ya la
epidemia. Si esto es así, y aun aceptando que no sirva Gibraltar para reci-
bir los enfermos y heridos ingleses, destinándose para ello Chipre y Mal-
ta, en donde se han habilitado grandes hospitales, ¿qué ocurriría si en
estas islas existiese el cólera y se viese obligado el gobierno inglés á
transportar la población hospitalaria de las mismas? La respuesta es fá-
cil. Entonces Gibraltar, quizás no utilizado ante la resolución de nuestra
gobierno, seria el refugio de los fugitivos, y por tanto una amenaza para
España.
A más de ésto, se asegura que, para reforzar su mermada guarnición,
hoy casi toda residente en Egipto, Gibraltar ha recibido ó recibirá bien
pronto tropas procedentes de Bombay (puerto sucio). Por otra parte en
Gibraltar se admiten á libre plática las procedencias de Aden, Bom-
bay, etc.
— ^Hay gran reserva acerca del estado sanitario del Egipto en general
y no menos de la salud de las tropas inglesas de dicho punto. De todos
modos, y por lo que hace á éstas, parece se adoptan rigorosas disposi-
ciones. Una de tantas es la redacción de unas Instrucciones para preser-
var la salud de las tropas inglesas en Egipto. Hablando de cólera asiático
dicen: «Enfermedad de importación; propágase por el agua contaminada,
por el aire y aun por el contacto de las personas; es más fácilmente fa-
vorecida por la misma contaminación del suelo, del agua, de la atmós-
fera, por la mala habitación, la intemperancia, el desarreglo, las fatigas,
la depresión moral y todas las otras causas de agotamiento, sin olvidar
la diarrea abandonada.:» (Journal d' Hygiéne^ 7 Setiembre 1882).
— En varios periódicos extranjeros he leido que el cólera se habia
presentado en Varsovia, habiendo atacado desde el 4 de Agosto á fines
del mismo á 63 personas, de las cuales hablan sucumbido 27. Esta noti-
cia necesita confirmación.
— Ante la gravedad de las circunstancias y ante lo próximo del peli-
gro, casi todas las naciones extranjeras han tomado providencias. — Fran-
cia (circular fecha 4 del Ministro de Comercio) ha recomendado á todos
los Directores de Sanidad adopten rigorosas precauciones sanitarias; el
de Marsella, Dr. Marroin, ha recibido de parte del prefecto de los Bocas
del Ródano (7 Setiembre) una carta recomendándole el mayor cuidado,
habiéndose impuesto, por acuerdo del Consejo de Sanidad, cuarentena
de rigor á todas las procedencias de la India, de Manila, de Egipto y del
Mar Rojo (con ventilación y lavado del a ropa sucia) si no hubo accidente
578 CÓLERA MOBBO.
en la travesía. A su vez en Argelia somete á cinco días de cuarentena de
rigor y cinco de observación á las de Egipto é India, debiendo cumplirse
aquellas en el fuerte Sido-Ferruch habilitado para lazareto, y Túnez á
cinco las de Malta. — ^Jf alia ha establecido tres dias de observación para
los buques que vengan de Egipto, á contar desde el 5 de Setiembre, que
se convertirán en diez de cuarentena de rigor si son sospechosos. — Aus-
tria y Rusia acuerdan medidas análogas. — Aden mismo ha establecido
un rigoroso sistema cuarentenario.
— Aparte de lo inserto en la Sección oficial, nuestro gobierno ha dis-
puesto se desinfecte toda la correspondencia procedente de la India y
de Egipto; ha remitido á Mahon 8,800 pesetas para la adquisición de
material, y dispone, según lo consignado en la ley de presupuestos, de
fondos bastantes para hacer frente á las necesidades del servicio sanita*
rio. También ha remitido á los gobernadores la circular de 4866, que sin
duda es vieja para este año.
— Causó bastante alarma la nueva de la aparición de algunos casos
sospechosos (quien dijo de cólera asiático) en Madrid, y como en éste,
en otros muchos puntos de España y del extranjero. Desmentidas estas
noticias, ó fueron de todo punto inventadas, ó no pasaron las dolencias
de ser esporádicas puramente.
Se ha nombrado una Comisión para que redacte un programa de
medidas higiénicas, por si es preciso hacer uso de ellas. Estas medidas
(acabo de leerlas) no diOeren de lo que es de cajón en estos casos.
Las juntas de Sanidad dan señales de vida en algunas comarcas. La
provincial de Cádiz reunióse el 31 de Agosto y acordó dirigir a los pue-
blos una circular prescribiendo rigorosas medidas sanitarias, principal*
mente al Puerto de Santa María, que, por lo dicho, deja bastante que
desear en el concepto de limpieza pública, y pedir al Ministro autoriza-
ción para poner en práctica medidas extraordinarias si fueren necesa-
rias.
La de Málaga reunióse también, y después de larga discusión acerca
de lo que debia hacerse, se convino en que el hospital (el mejor ó uno de
los mejores de España) tenia excelentes condiciones para un aconteci-
miento extraordinario; en blanquear los dormitorios y dependencias de
la cárcel; en vigilar la limpieza pública y en reunirse semanalmente
mientras durasen estas circunstancias.
Las de Barcelona fueron convocadas también á principios de este mes.
Cúlpese á mi poca fortuna: de lo mucho bueno que allí se dijo no he po-
dido traslucir una palabra.
Del mismo modo y con igual fundamento que se ha dicho que existia
el cólera en Marsella, en Gibraltar, en Tánger, etc. Se ha hablado tam-
bién de su existencia en varías localidades españolas. El hecho no es
cierto; y, sin embargo, reconoce algún fundamento. En el último Boletin
mensual de Estadística demográfico-sanitaria de la península é islas adya-
ceníes se encuentran registradas varias defuncisnes causadas por el có-
lera, así, nada menos que por el cólera. El hecho ha alarmado, pero
depende de un craso error. La estadística oficial habla, y entre las enfer-
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
579
medades infecciosas, del cólera, al que destina casillero aparte; como no
establece diferencias entre los varios padecimientos que se llaman asi,
los encargados de redactar la estadística, inconscientes en este punto,
colocan en el hueco correspodiente todos los casos del esporádico, nos'
tras y etc., resultando de ello que en España es endémico el cólera infección
so. No puede darse un desliz mayor. Y en prueba de que no exagero nada,
allá va por provincias la estadística coléiHca del primer semestre de este
año, hecha por meses, provincias y muertos:
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Toledo. .
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Guipúzcoa.
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Valencia. .
2
Huelva. .
1
Valladolid.
6
Huesca. .
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Vizcaya. • ,
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Jaén. . .
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Zamora. .
>
León. . .
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13
3g
31
14
Zaragoza.
42
23
43
46
42
2
Sumaysig
ue. 17
170
Total
. . 31
227
Y lo mismo que se ha escrito de este semestre es aplicable á cual-
quiera otra época.
El buen juicio de nuestros lectores corregirá errores tan notables,
impropios de un documento de este género, y comprenderá, una vez
más, la conveniencia y utilidad del tan necesario cuerpo de higienistas.
>WÍ>^>»»»«M»»»<»»MM%»M».<*W»<^rf»«MMW^M^^W^^M^MW%M^MMM»WW»<W»WWw^W<0
NOTICIAS CIENTÍnCAS.
Anxbliopla: tratam ente por la estricnina. (Tesis del Dr. Ver ¿>n.)—
La estricnina produce resultados admirables, cuando hay simple lesión
funcional de la retina ó del nervio óptico no acompañada de alteración
alguna oftalmoscópica, ó bien cuando la ambliopia no es muy marcada
y la parálisis de las fibras del nervio óptico no es completa.
Aun cuando, á más de la lesión funcional, exista otra material, siendo
esta de poca importancia, puede obtenerse por la estricnina una mejora
más ó menos considerable de la ambliopia. A medida que la lesión ma-
terial va acentuándose, la virtud de la estricnina disminuye, y si se trata
&8Ó SBCClOK OFICIAL.
de una lesión material fácilmente apreciable, ya se traduzca por una in-
flamación más ó menos intensa del nervio óptico, ya por su atroña pro-
gresiva, es preciso rechazar en abcoluto el empleo de dicho alcaloide*
— (S. Garbo.)
Transfiision de la sangre. — Según Hayem (Centralblátt. für Ginek.
— Revíie. hebd. de Thérap.) la sangre inyectada en un sujeto, al cual se
ha hecho la transfusión, obra estimulando á la hemoglobina que contiene,
y á los órganos hémato-poiéticos, siendo además esta última utilizada
por los glóbulos rojos en vias de renovación. En este caso, pues, la san-
gre desíibrinada será de tanta utilidad como la sangre completa.
Apoyados en esta opinión, han ensayado demostrar en Alemania, que
la trasfusion de una simple solución alcalina, en un individuo que haya
sufrido pérdidas considerables de sangre, da tan buenos resultados como
la verificada con la sangre desfibrinada. En una parturienta muy debili-
tada, á causa de haber perdido una considerable cantidad de sangre, y que
se encontraba en grave peligro de muerte, hízole inyectar Bischoff (de
Basilea), en el espacio de una hora, poco más ó menos, 1,250 gramos de
una solución á 0'6 p."/© de cloruro de sodio en agua adicionada con algu-
nas gotas de potasa, mediante la cual se restableció completamente. A
confirmarse este aserto, la ciencia habria dado un gran paso.— (Galvet
Nava).
Peste de los cangrejos. (Journal d* Hygíene.) — Gon este nombre el
Dr. Zundel, de Strasburgo, califica á una enfermedad de los cangrejos,
debida á un parásito muscular, análogo sin duda al helminto del cerdo,
la triquina. Cree que ha debido habitar en el cuerpo de un pez antes de
pasar al cangrejo, y por lo tanto, para alimentar á éste, recomienda no
hacer uso de visceras de peces sin haberlos sometido á la cocción. Para
probar la malignidad de la afección, cita que un piscicultor de Munich
ha perdido 25,000 cangrejos en tres semanas y otro, en Austria, ha visto
perecer 3,000 en un solo dia. A más de lo deplorable que es, dice, tal
acontecimiento, fuerza es llamar la atención de los consumidores del
crustáceo, cuyas vidas podrían estar en peligo.- -(Vidal Gareta.)
SECCIÓN OFICIAL.
Cólera-morbo. — Orden del 4 de Setiembre declarando sucias las proceden-
cias de Aden, á contar desde el 2 de este mismo mes, por existir en este punto
la epidemia. — {Gaceta del 5 de Sjtiembre).
Id. id. — Orden del 4 de Setiembre disponiendo se consideren de observa-
ción, á partir del 2 del mismo, las procedencias de Chipre y Malta, así como las
de toda la costa de África, exceptuando Argelia, Túnez y nuestras posesiones
de Marruecos, por no constar oficialmente adopten medidas sanituríss con las
procedencias de Oriente.— (Gaceía del 5 de Setiembre).
Hospitales militares.— Real decreto de 6 de Setiembre dejando sin efecto
el art. 11 del Real decreto de i 9 de Abril de 1880, que trata de la admisión de
las Hijas de la Caridad en los hospitales militares «porque ha sido imposible
conciliar las pretensiones de las Hijas de la Caridad con lo que exigen el buen
servicio y la marcha ordenada y regular tan indispensables para el gobierno
interior de los hospitales militares».— (Gaceía del 8 de Setiembre).
Fiebre amarilla.— Orden del 14 de Setiembre declarando sucias las proce-
dencias de Panzacola (Estados-Unidos), á partir del 10 del actual. ~(Gaoe/a del
15 de Setiembre).
Teatros. — ^Real orden circular de 16 de Setiembre disponiendo que se ha-
gan extensivas á todos los teatros las medidas generales dispuestas para los de
Madrid en 13 de Mayo último {Gaceta del 16), y que además se adopten aque-
llas otras que sean necesarias en cada localidad, asesorándose para ello de una
comisión competente. — {Gaceta del 21 id.)
^
Tomo n. Hóm. 19. 15 Octubre de 1882. Ano II. Núm. 43.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: El quémosis conjuntival, por el Dr. Jí. liOpea •€«!!•.— La peritomía preventiTa
de las alteraciones de la córnea an la oftalmía blenorrágica fconclusion), por el Dr. J. Bar-
raqaer.— Anatomía de los centros nerviosos (continuación), por el Dr. D. Mi^iiel A. Far.
cas Moea.— Cólera morbo, por el Dr. Doilricaea Mendea.— Ictericia consecutiva á una
lesión cardiaca. Tratamiento por la digital, por D. José Porta Tidal.— NOTICIAS CIEN-
TÍFICAS: Glicerina: nueva indicación.— Relación de la viruela con la vacuna en Londres.—
Fenolismo crónico de los cirujanos.— Ideas de suicidio: su localizacion cerebral.— Seccton o/l-
cial.—Publicacione» recibidas.— Remitido.
EL QUÉMOSIS CONJUNTIVAL.
POR EL Doctor J. López Ocaña.
No sin razón he dicho yo, en La Crónica Oftalmológica, á propósito de
la cuestión que motiva este artículo, cuan grato es discutir puntos cien-
tiñcos; cuando no se entremezclan asuntos personales, á los cuales es
muy dada la mayoría de la prensa profesional.
Iniciada por el Dr. Osío, seguida por el Dr. Barraquer y más tarde por
el Dr. Corral y por mí, háse tratado en los periódicos Siglo Médico, Cró^
nica Oflalmológica y Gaceta Médica Catalana, una interesante cuestión
sohre la sindectomia preliminar, como medio profiláctico de las lesiones
de la córnea en la conjuntivitis purulenta; y esta amistosa polémica, de
la cual me ocupo todavía en el próximo número de la Crónicay ha en-
gendrado— hecha abstracción de los mios — una preciosa serie de artícu-
los, en que, sin rebasar los límites de la prudencia, cada contendiente
ha esgrimido las poderosas armas de sus más poderosos cerebros.
El Dr. Barraquer, á quien estimo sin conocerle, conviene conmigo
en que la originalidad de la idea principal referente á la citada opera-
ción corresponde á Lawson, y así lo declara, con una sinceridad que le
honra mucho, en el número 38 de este mismo periódico; pero el Dr. Bar-
raquer y yo diferimos en cuanto al modo de ser de las lesiones cornea-
les que acompañan á la conjuntivitis blenorrágica, y débele, por tanto,
una contestación á su último notable artículo, contestación que he de-
morado solamente por hallarme ausente de esta capital hasta el dia
mismo que la escribo.
El Dr. Barraquer sostiene que la queratitis supurativa, que acompaña
á la conjuntivitis purulenta, es producida por una como ley de conti-
nuidad, que asegura no tendría inconveniente en llamar ley de tegumen-
tos, y robustece su tesis con tal número de bellas consideraciones, que
bastarían á convencerme si otras creencias positivas no estuvieran ar-
raigadas en mi conciencia profesional.
Yo he dicho, contra la afirmación anterior, que la queratitis supura-
582 EL QUÉMOSIS CONJUNTIVAL.
tiva no es otra cosa que la gangrena molecular de la córnea producida
por la compresión ejercida por el quémosis, y fundo la creencia: 1."* en
que la gangrena por compresión se presenta en la parte del organismo
en que aquella se ejecuta, es decir, que es un hecho patogénico corrien-
te; 2.° en que las zonas indemnes, que se observan alguna vez, corres-
ponden siempre á la parte de anillo conjuntival menos quemosizada
(valga la palabra); 3.° en que son perfectamente curables los casos de
conjuntivitis purulenta de naturaleza blenorrágica en que el quémosis
no se presenta — y bien puede á esto ser debida la curabilidad de casos
sencillamente purulentos,— y 4.° en que á medida que rebaja el qué-
mosis se establece la terminación de la enfermedad, para ser un hecho
consumado cuando desaparece el infiltrado de la conjuntiva vulvar.
Nuestra diferencia de apreciación consiste, como se vé, en que el
Dr. Barraquer juzga histológicamente la cuestión y yo la miro práctica-
mente; y bien que me seduzcan aquellas doctrinas, no puedo rendirlas
exclusivo culto, porque á ser así tendria que considerar bajo un mismo
aspecto las conjuntivitis catarral y purulenta — uniformes en condiciones
histológicas — y esto no puede hacerlo el práctico, á menos de faltar á su
conciencia.
Dice el Sr. Barraquer que, cuando las diferencias entre dos porciones
de un tegumento son muy marcadas en su extructura, tarda mucho
tiempo en hacerse la propagación, y esta misma verdad histológica la
desvirtúa cuando asegura que la córnea, estando coiistantemente en con-
tacto con la conjuntiva paljpebral y con los productos sefp^egados por la mu-
cosa^ no puede permanecer indiferente á la acción de las causas que
obran sobre la misma. Además de esto, y dado que la córnea y la con-
juntiva vulvar se unen íntimamente en ¡el anillo, parece natural que,
siendo uno el tegumento, apareciese la lesión corneal así que se afecta
la conjuntiva del bulbo; y demasiado sabe el Dr. Barraquer que la córnea
padece tarde, muy tarde, cuando el quémosis no se presenta, y pronto,
muy pronto, cuando este fenómeno se desarrolla desde los comienzos de
la dolencia.
Respecto al pannus granuloso, que es también lesión de continuidad
ó ley de tegumentos para mi distinguido compañero, y para mí otro he-
cho mecánico debido al roce de la desigualdad neoplásica ó cicatricial,
no aseguraré yo que se evite su desarrollo practicando la cantoplas-
tia en los casos de insuficiencia palpebral, porque no sólo los he visto
después, mucho después, de dilatada la comisura palpebral externa,
siempre que subsista la granulación, sino que, para ser lógicos, debe-
ríamos afirmar que el pannus no existe en el granuloso de amplia cavi-
dad íntraocular, y esto es imposible decirlo por ser sencillamente un
error.
Hay otra razón aún de mayor cuantía. El Dr. Barraquer, como todos
cuantos se dedican al cultivo de la oftalmología, sabe perfectamente que
es la zona superior de la córnea la predilecta para el desarrollo del pan-
nus, y que allí permanece estacionado mueho tiempo antes de hacer su
propagación; y como en el caso de granulación neoplásica típica la con-
juntiva palpebral se halla invadida en toda su extensión, resultaría, se-
gún la consecuencia lógica de las doctrinas histológicas, que el pannus
EL QUÉMOSIS CONJUNTIVAL. 583
seria desde luego completo en el ámbito de la córnea, y según los que
como yo piensan — que no son pocos — en armonía con u presentación
en la práctica, es decir, parcial y superior, como que responde siempre
al sitio en que el roce granuloso es mayor y 'más continuado sobre la
córnea, á cuya membrana no se propaga totalmente sino cuando la con-
juntivitis ha llegado á su apogeo.
Consecuente, pues, con mis ideas, yo no concedo grandísima impor-
tancia á la sindectomía preliminar, porque creo que ínterin esté la cór-
nea bajo la acción constante de productos extraños segregados por la
conjuntiva cabe que padezca en más ó en menos, y además porque,
pensando que el quémosis gravita de tal modo sobre los vasos conjunti-
vales del anillo que llega á extrangularlos, y de aquí el desarrollo de la
queratitis, prefiero ]a excisión del rodete cada doce ó veinticuatro horas,
según lo reclamen las circunstancias, á abrir antes de tiempo un parén-
tesis que puede no servir sino para atarme de brazos ante el enemigo.
En uno de mis trabajos publicados hace tiempo, he dicho que en Medi-
cina sólo los hechos tienen razón. Los hechos, en este caso concreto,
durante los muchos años que fui jefe de la clínica de mi maestro y du»
rante los que estoy al frente de mi servicio oftálmico, me han probado
elocuentemente que no es estadística muy desgraciada la que puede ofre-
cer la indicada práctica; y mientras los partidarios del consejo de Law-
son no den mayor amplitud á sus investigaciones y éstas no obtengan
mejores resultados, sin dejar de seguir aquel consejo, seguiré también
el camino aprendido, hasta que de los experimentos de todos resulte lo
más útil para el enfermo.
Nadie duda, y menos persona tan competente como mi distinguido
compañero Dr. Barraquer, que á la oftalmología, como á la ciencia mé-
dica en general, llegan hoy los descubrimientos rodeados de una aureola
de matemática exactitud, que no parece, cuando se opera uno, sino que
ya han acabado los enfermos y las enfermedades, y sabe también mi ilus-
trado colega que la práctica es el crisol donde se depuran los entusias-
mos, y además que este crisol es muy severo, severísimo, como lo son
siempre las fuentes todas de la verdad. Escribo esto, porque habiéndose
dicho y hecho tanto de terapéutica antiséptica, si rendimos tributo á la
novedad, asi el Dr. Barraquer como yo y como todos, seguimos entrega-
dos en la práctica de la conjuntivitis purulenta á los toques de nitrato
más ó menos mitigado, á la limpieza continua y á la sangría local para
regularizar la circulación ó para impedir la propagación del mal á la cór-
nea, medios todos de la antigua oftalmología, de que hemos necesaria-
mente de servirnos los oftalmólogos modernos. Finalizo protestando de
que siento discordar en este punto de la opinión del Dr. Barraquer, á
quien considero mucho, y de que por mi parte ha dado fondo la cues-
tión porque son tres con éste los artículos que le he dedicado.
Madrid, Agosto 26 de 1882.
58 i LA PERITOMÍA PREVENTIVA.
U PERITOMÍA PREVENTIVA DE US ALTERACIONES DE U CÓRNEA
EN LA OFTALBtíA BLSNORRÁOICA (1).
POR EL Dr. /. BARRAQUER.
Médico oculista de loa Hoapitalei de Sianta Cruz y del Sagrado Corazón de Jesúa,
^^^»^#»^N^»^»#»^^^»^M»^M^»^>^^^M»^MM^>
Acostumbrados á considerar como sitio predilecto de las conjuntivitis
la mucosa palpebral y la de los fondos de saco, y á mirar como secun-
darios los fenómenos que ocurren en la mucosa del globo, porque así lo
prueba la terapéutica en varias conjuntivitis; habituados á despreciar los
equimosis al rededor de la córnea, que acompañan ú la conjuntivitis ca-
tarral, y el edema de la conjuntiva (quémosis seroso), que también le
acompaña en las personas de edad avanzada, porque no influyen en las
indicaciones que debemos tomar más que como datos muy secundarios;
los prácticos se transmiten la idea de considerar consecutivos y depen-
dientes de la inflamación de los párpados los fenómenos que se presentan
por parte del globo ocular, y el quémosis es para ellos en la oftalmía pu-
rulenta un fenómeno consiguiente á lo que ocurre en los párpados; no es
la inflamación de la mucosa del globo, es una infiltración de serosidad
más ó menos coagulada que depende y está subordinaba á la inflamación
de los párpados, y la queratitis es la necrosis resultado de este fenómeno
accesorio, es el efecto de la compresión que determina la serosidad coa-
gulable al rededor de la membrana transparente, en un punto en donde
precisamente abundan los vasos que influyen en la nutrición de la cór-
nea.— Esta idea tiene ardientes partidarios en los ilustradísimos compro-
fesores que se han dignado venir al palenque de esta discusión (2).
YA Dr. Osío ve en el quémosis un nudo gordiano (}i) y en la causa de
la queratitis un hecho físico (4-); el Dr. López Ocaña dice (5): á las veces se
(1) Conclusión. — Véanse los números 38 y 42.
(2) Suplicaré muy encarecidamente á los señores que noi honren emitiendo bu
opinión, no me hagan decir lo que no he dicho, como hizo el Dr. Oslo en su primer
remitido, inaerto en El Siglo Médico del 7 de Mayo dei882, según muy atinadamente
ha hecho notar el Sr. Naranjo y Rute (♦). Dice el Dr. Osío, refiriéndose á un articulo
mió, publicado por La Crónica Oftalmológica del 12 de Abril: «Agrega mi amigo Bar-
raquer que, si no eitá mal enterado, no se habia indicado hasta ahora dicho medio
profiláctico. Hace bien mi amigo en hacer esta salvedad, sino estoy mal enterado^»
Ilaco mal el Dr. Osio, replicamos no^otro, eu decir que hago bien al hacer la salve
dad y obra aun mucho peor al cambiar mi palabra. En efecto, decía yo en La Crónica
Oftalmológica: la peritomía ó sindectomía «no habia sido practicada (en lugar de
indicada), si no estoy mal enterado, como profiláctica de las alteraciones de la
córnea. t
No será inútil haga notar que en el curso de este artículo solo he aplicado la ley
de lo 4 tegumentos á la oftalmía purulenta y no á ninguna otra enfermedad del ojo.
(3) El Siglo Médico, 4 Junio 1832
(4) El Siglo Médico, 7 Mayo 1882.
(5) La Crónica Oftalmológica, 12 Junio 1882.
O Oftalmología práctica, 10 Junio de 1882.
LA PERITOMÍA PREVENTIVA. 585
presenta un rodete queraósico circundando á la córnea, rodete que, difi-
cultando ó imposibilitando la nutrición de esta membrana, trae en el pri-
mer caso la ulceración y en el segundo la destrucción cuando el hecho
mecánico se prolonga bastanto. El Dr. Oliveros (1) tan penetrado estará
del modo de obrar del quémosis que ya le llama estrangulante, y dice:
«que las rápidas y profundas alteraciones de la membrana transparente
tienen más de mecánicas que de otra cosa cualquiera, y añade, admito,
pues, que el anillo quemósico pericorneano es funesto por su acción es-
trangulante» (-2).
Para que los partidarios del quémosis estrangulador y de la gangre-
na molecular logren llevar el convencimiento á nuestro ánimo, fáltales
probar que realmente el quémosis estrangula la córnea, y que las altera-
ciones de la membrana transparente son de tal clase que pueden ser de-
bidas á una estrangulación. Discutamos estos extremos.
i .° ¿El quémosis estrangula la córnea? Veamos de qué modo puede
producirse una estrangulación de la córnea.
Aunque en rigor no conocemos exactamente á beneficio de qué líqui-
dos se nutre aquella membrana, podemos asegurar que solo es posible
reciba los materiales de su nutrición de tres orígenes distintos: ó por
los vasos conjunti vales y sub-conjuntivales, ó por los del espesor de la
esclerótica ó bien por el humor acuoso. — El quémosis parece que debe
alterar, sobre todo, la circulación que se efectuaen los vasos de la conjun-
tiva y tejido sub-conjuntival, á lo menos así se desprende de los escritos
hasta hoy dia publicados; la exudación que forma el quémosis compri-
miría los vasos de aquellos tejidos, dificultaría ó imposibilitaría la
circulación á su través, y, no pudiendo la córnea verificar los cambios nu-
tritivos con dichos vasos, sufriría la ulceración ó la destrucción.—
Esta versión es imposible, porque igual resultado debería dar la extir-
pación completa de la conjuntiva y tejido sub-conjuntival alrededor
de la córnea, operación que sufre el ojo sin experimentar ningún re-
sultado desagradable y sin seguir la menor alteración por parte de la
córnea (3).
Producirá el quémosis la estrangulación comprimiendo la esclerótica
(i) El Siglo Medico, 6 Agosto 1882, pág. 509.
(2) Es un notorio contrasentido que los partidarios de la estrangulación por el
quémosis rechacen la peritomia preventiva ya que esta imposibilita completamente
su formación. Para ser consecuentes cou sus ideas deberían practicarla en todos los
caio} que amenazan producir el quémosis. Contra todas las gratuitas aserciones de
que una ancha extirpación de conjuntiva y tejido subconjuntival al rededor de la cór-
uea, no evita el quémosis y contra las suposiciones no menos gratuitas de la nece-
cesidad de uua nueva intervención operatoria durante el curso de la misma enfer-
medad, opondré los resultados de mi práctica (últimamente he practicado la per.to-
mia preventiva en cinco casos de oftalmía blenorrágica), ya que nunca he visto re-
producirse enteramente la conjuntiva antes do terminada la supuración y todos los
peligros por parte de la córnea.
(3) He practicado la excisión del tejido conjunti val y sub-conjuntival alrededor
de la córnea en un número no despreciable de ojos humanos y en todos los períodos
de la oftalmía purulenta (á pesar de que solo en este articulo cito aquellos casos en
los cualci la oftalmía era más grave y en que practiqué la peritomia durante la pri-
mara y segunda faces anatómicas, ya que solo me ocupo de la peritomia preventiva,
y nunca he notado el menor accidente desagradable.
586 LA PERITOMÍ A PREVENTIVA.
y la córnea en su unión y obturando las vías nutricias (vasos sanguí-
neos, linfáticos, espacios intersticiales? ¿relaciones celulares y fibrosas?
humor acuoso?), que puedan existir en este sitio, haciendo comunicar
las dos membranas entre sí y con la cámara anterior?
Difícil es determinar este punto clínica ó experimen taimen te; pero yo
me atrevo á negar que el quémosis pueda determinar el grado de com-
presión necesario para impedir la circulación á través de membranas
tan rígidas.
Deseando juzgar el quémosis con toda imparcialidad y saber cuales
sean sus efectos sobre la córnea cuando existe como única causa, aisla-
damente de toda inflamación de la mucosa y de la presencia de pus ó de
otros producios patológicos, he recurrido á la experimentación en los co-
nejos, operando del modo siguiente: con la jeringa de Galezowski para la
punción del desprendimiento de la retina, y con la de Robin de inyeccio-
nes micrográficas provistas de una cánula terminada en punta, he in-
yectado debajo déla conjuntiva pericorneana y en el tejido sub-conjuti-
val sustancias, que, siendo líquidas en el acto de la inyección á la tem-
peratura ordinaria ó á la de 40° ó 45", coagulándose después á la
temperatura normal del conejo, diesen lugar al levantamiento de la con-
juntiva y á la compresión de todos los tejidos pericorneales (i).
Por medio de este procedimiento, y valiéndome de mercurio, gelatina,
cera y parafina, ó de una mezcla de manteca de cacao, parafina y vase-
lina, ó de cera y manteca, he producido quémosis de todas dimensiones,
picando la conjuntiva periquerática en dos ó tres puntos, y á pesar de
haber sacrificado catorce conejos de este modo no he logrado convencer-
me de que la córnea sufriera una estrangulación, porque en los casos en
que el quémosis no era exagerado, esta membrana se ha conservado siem-
pre en el estado de mayor integridad; habiéndose alterado únicamente
cuando el quémosis ha sido tan considerable que, doblándose, ha descan-
sado su vértice sobre la córnea, en cuyo caso han aparecido las altera-
ciones limitadas, no extendiéndose jamás á otras regiones de la córnea,
á pesar de que el quémosis ha durado de 8 á 12 dias.
2.* Las alteraciones de la córnea pueden incluirse en las conocidas
con el nombre de necrosis? ¿Se esfacela la membrana transparente? Solo
el examen histológico puede decidir la cuestión, y no se preteste que la
compresión da lugar al esñicelo en otras regiones del cuerpo, porque
esta causa morbosa queda ya de todo punto descartada.
Ya que el Dr. Corral, encogiéndose sencillamente de hombros sin estra-
ñeza de ningún género, nos supone injustamente al Dr. Osio y á mi el vie-
jo achaque de atribuirnos inocentemente la j9a¿t'í»aic?aí¿ de los hijos del pró-
jimo, me permitiré examinar su articulo titulado e Una pregunta sobre la
sindectomia (2),» para hacer resultar algunos de los conceptos equivoca-
dos que en él se encuentran.
Dice al principio de su artículo el Dr. Corral: «Pero esta operación
(1) Desde las columnas de este periódico no puedo dejar de consignar un tribu-
to de gratitud á mi ayudante el Dr. Presas, y á mis amigos y discípulos los Dres. Uia-
ciay Menacho por haber cooperado á estos experimentos.
(2) El Siglo Médico, 25 Junio de 1882, pág. 414.
L\ PERITOMÍA PREVENTIVA. 587
(sindectomía) no solamente tiene por objeto auxiliar la nutrición de un
pannus inveterado, obliterando los vasos, etc.» —Para auxiliar la nutri-
ción de un tejido nadie puede suponer que sea un medio hábil la oblite-
ración de sus vasos. La peritomía aplicada al pannus tiene precisamen-
te un objeto contrario al indicado por el Dr. Corral; obliterando los vasos,
no auxilia, dificulta la nutrición del pannus, y por consiguiente lo atrofia,
lo hace desaparecer, que es lo que'se trata de lograr. — Wecker dice: «con
esta operación no solamente nos proponemos detener la nutrición de un
pannus inveterado por la obliteración desús vasos (1), o etc., etc.; donde
se ve claramente que el autor no piensa como el Dr. Corral.
Añade el Dr. Corral: «Mackenzie aconseja ya esta operación en las
conjuntivitis purulentas en su Tratado de enfermedades de los ojos;
Sansón la recomienda también; Nélaton, en la primera edición de su
obra de Patología quirürgicay decia ya que la habia practicado muchas ve-
ces sin resultado. — Después, como era natural, se ha venido citando
esta operación en dicho caso por la generalidad de los autores, elogiando
poco, mucho ó nada su eücacia. Últimamente, Wecker la rechaza por el
mamelonamiento del tejido sub-conjuntival á que dá lugar.»
Veamos lo que expresan estos AA. para hacer resaltar mejor la equi-
vocación del Dr. Corral. Mackenzie dice (2): «Es extraordinariamente útil
separar de un tijeretazo una porción de la membrana que forma el qué-
mosis á fin de determinar un abundante derrame de sangro.»
Sansón dice (3): «Hay un medio que procura una desingurgitacion
tan rápida (como la que producen las sanguijuelas), y no ofrece ningún
inconveniente; es la excisión de los vasos ingurgitados por medio de ti-
geras curvas sobre su plano alrededor de la córnea ó en los puntos en
que la hinchazón es más considerable.»
Nélaton (4) se expresa asi: «A fin de obtener una sangría local mas
directa, se han preconizado las escarificaciones sobre la conjuntiva bul-
bar y palpebral. — Mackenzie no teme dar el consejo de quitar por medio
de tijeras curvas sobre su plano el rodete quemüsico.--Esta excisión
determina un derrame de sangre considerable, que coloca este operador
entre los medios más eficaces para combatir esta enfermedad. Yo he
practicado muchas veces esta operación, que también aconsejaba Sansón,
sin haber obtenido ningún resultado.»
Ya hemos citado anteriormente las palabras de Wecker, y no es pre-
ciso volver sobre ellas; se refieren también á la excisión del quémosis.
Como so echa de ver claramente, los A. A citados por el Dr. Corral
no se refieren á la peritomía preventiva, que es la única operación á la
cual nos habíamos referido el Dr. Osío y yo, sino que tratan de las exci-
siones practicadas en el quémosis.
Parece que el Dr. Corral, á pesar de (jue en su refutación se dirige al
Dr. Osío y á mi, ha visto solamente la primera carta del Dr. Osío (5);
(1) Chirurgie Oculaire, 1879, pág. 204.
(2) Traite pratique des nialadítís de I *aiil, tomo 1.", paj. 773.
(3) Elementa de Pathologie chirurgicale, 1 * edición, tomo ii, ano 18^, pág. 56.
(4) Nouveatix elementa de Palhologie Medico-chirurgicale porL. Ch. Roche y
L. J. Sansón.
(5) El Siglo Medico citado ya.
58S LA PERITOMÍ A PREVENTIVA,
pero aún asi podía haberla comprendido mejor^ cuando dice: «dicha pro-
filaxis consiste en excindir la conjuntiva bulbar en bastante extensión, al
rededor de la córnea, adelantándonos por este medio á la formación del
anillo quémosico)).
Adelantándonos, significa, á mi modo de ver, que debe operarse antes
de que haya quémosis; y esto basta para probar que, refiriéndose todos los
A. A. d la excisión del quémosis, no entienden referirse á una operación
que necesita, como indispensable condición, la falta del mismo; esto se-
gún las palabras del Dr. Osío, que eran las que refutaba el Dr. Corral. Yo
he fijado ya claramente las indicaciones de la peritomía que llamo pre-
ventiva (de la queratitis), haciéndola aplicable á las dos primeras fases
anatómicas del mal, es decir, no me propongo adelantarme al quémosis,
me propongo solo adelantarme á la queratitis extirpando la conjuntiva
ocular, tanto si está, como si no está, elevada en forma de quémosis; la
única condición que necesita para ser preventiva es que no haya empe-
zado aun la queratitis.
Las palabras del Dr. Corral, como las del Dr. Oliveres (d), cuando dice:
ír¿ Hay alguien que de la sindectomía haya obtenido en la oftalmía puru-
lenta algún resultado satisfactorio? Nelaton declara ingenuamente que
por su parte nunca^, entrañan una confusión entre la operación del qué-
mosis y la peritomía, y estas dos operaciones difieren á mi modo de ver
y en el sentir de los A. A., como podemos asegurarnos con las siguientes
citas.
El Dr. López Ocaña dice: «El quémosis, pues, aun considerado como
fenómeno inicial de una conjuntivitis purulenta, tiene su tratamiento en
la peritomía ó en la simple excisión con la tijera» (2).
Meyer, en su Tratado de las operaciones que se practican en el ojo,
página 196, dice: «De las operaciones que se practican en la conjuntiva:
1.** De la extracción de ios cuerpos extraños de la conjuntiva. 2.'* De la
operación del quémosis. 3.° De la escarificación y excicion de las granula-
ciones palpebrales. 4.** De la sindectomía. 5.° De la operación de los tu-
mores con j un ti vales. 6 ° De la operación del pterigion. 7.° De la opera-
ción del simblefaron.x)
Tratando de la operación del quémosis, dice en extracto en la página
197: el quémosis necesita á veces una intervención quirúrgica; rechaza
la excisión del mismo y recomienda la incisión con disección submucosa,
seguida de compresión. Trata de la sindectomía en la página 199, y dice
M. Fournarí: «he recomendado contra los casos de pannus inveterado
la abrasión de la conjuntiva y tejido subconjuntival periqueráticos
(sindectomía).
Señala además como indicaciones la queratitis difusa del adulto, en
que después de muchos meses los medios ordinarios no han producido
efecto. ¿Puede caber alguna duda?
Nélaton, en la segunda edición de su obra, tomo 4.*, página 192, dice:
«cuando el quémosis, que tan á menulo viene á complicar la conjuntivitis
purulenta, es considerable, es preciso practicar sobre la mucosa escarifi
(1> El Siglo Médico, O Agosto de 1882, página 510.
(-2) Crónica Oftalmológica, 12 Junio de 1832.
LA PBRITOMÍA PREVENTIVA. 589
caciones y aun excindir el quémosisj». En la página d51, tratando del pan^
ñus, dice que «se ha propuesto la excisión por medio de unas pinzas y
tijeras curvas de una parte y aun de toda la porción periquerática de la
conjuntiva (circuncisión de la conjuntiva). 2.° La abrasión de la conjun-
tiva y tejido subconjuntival periqueráticos (sindectomía, tonsura de la
conjuntiva). Fournari recomienda hacer esta abrasión en el borde de la
córnea, en una extensión de tres milímetros, comprendiendo todo el te-
jido subconjuntival hasta la esclerótica que denuda todo lo posible».
Wecker (4), al tratar de la sindectomía, señala sus indicaciones en el
pannus inveterado y en la episcleritis y en la infiltración difusa y circuns-
crita del borde de la córnea y nada dice de la oftalmía purulenta.
Galezowski (2) dice: « Si el quémosis carnoso comienza á rodear la
córnea, se reemplazan las escarificaciones por la excisión del quémosis,
del cual se coge un colgajo con una pinza en el ángulo externo y se le ex-
cinde hasta la córnea. Se obra de la misma manera en el ángulo interno
por debajo y por encima de la córnea, pero nunca en más de uno ó dos
puntos á la vez». ¿Es esto la peritomía?
«cSe renuevan las excisiones cada dos ó tres días hasta la desaparición
completa de la hinchazón del borde de la córnea.
Es notable la reproducción fácil de la conjuntiva en los puntos en
donde ha sido excindida después de la curación»,
Sichel (3), describiendo la peritomía, señala solamente como indica-
ciones el pannus y la episcleritis, sobre todo en los casos en que se acom-
paña de esclerosis de la córnea, y nada dice de la oftalmía purulenta.
Bastarán las citas aducidas para convencernos de que los AA. con-
sideran como operaciones distintas la peritomía y las excisiones del qué-
mosis, ya que no incluyen la oftalmía purulenta entre las enfermedades
que indican la peritomía, ni dicen al tratar de aquella que se haya com-
batido con dicha operación, á pesar de que se ocupan de las excisiones
del quémosis como de un procedimiento muy antiguo.
Conste, pues, que ya por el procedimiento operatorio, ya por la profun-
didad de tejidos que se atacan, ya por el testimonio de la mayor parte de
los AA , podemos asegurar que las palabras délos Dres. Corral y Oliveres
son ociosas y no vienen al caso, y queda con esto contestada la siguiente
pregunta del primero (4). «Pero esto (atribuirnos la paternidad de la pe-
ritomía, veriíicada al iniciarse la blenorragia ocular) no puede temerse
de personas que valen lo que los Dres. Osío y Barraquer, y mucho menos
tratándose de un consejo vulgarísimo y que conoce cualquier médico.
¿En qué error me encuentro yo? estoy preguntándome desde que leí tal
carta, y por más vueltas que le doy en mi magín no acabo de atinar
con la respuesta.» El error es la confusión entre la peritomía y las exci-
siones del quémosis.
Queda también solventada una dificultad presentada por el Sr. Olive-
res (5), algo digna de enmienda si fuese exacta, y mucho más no siéndolo:
(1) Chirurgie oculaire, 1879.
(2) TraUé den nialadies des yeux.
(3) TraUé elenientaire por el Dr. A. Sichel hijo. París, 1879, página 160.
(4) El Siglo Médico, 25 Junio 1882, pág. 411.
(5) El Siglo Médico, 6 Agosto 188.% pág. 509.
590 LA PERITOHÍA PREVENTIVA.
«en estos momentos conviene tanto más tratar este asunto, cuanto qué,
dada la respetabilidad de los Dres. Osio y Barraquer, que preconizan la
sindectomía preventiva, pudiera suceder que algún práctico se viese ten-
tado á emplearla, tal vez con grave daño de su prestigio, creyendo de
buena fé evitar el quémosis extrangulante.:» Además de que ya queda
probada la inocuidad de la sindectomía preventiva, me dispensará el se-
ñor 01 iveres le haga observar, que los prácticos á los cuales se refiere,
solo por mala fé ó por ignorancia pueden dejar de creer que la peritomía
preventiva evita el quémosis extrangulador; en efecto, consistiendo la
sindectomía preventiva en la extirpación completa de la conjuntiva y te-
jido subconjuntival alrededor de la córnea, hasta dejar la esclerótica al
descubierto, y siendo el quémosis el abultamiento que estos tejidos for-
man alrededor de la membrana transparente en virtud de su infiltración^
¿es posible que alguien crea que no se evita éste practicando aquella? Ya
pregunté al Sr. Oliveres (^), si el castrado podrá sufrir una orquitis, un
amputado de pene una balanitis, ó un panadizo al que le falten las
manos.
Aunque poco valor he dado y siempre he procurado hacer justicia
en la cuestión de prioridad, porque mi ánimo al publicar mis ideas y
el resultado de mi práctica sobre la sindectomía preventiva ha sido so-
lamente exponerla á la consideración de mis compañeros para que la
ensayaran, deseo fijar, antes de concluir, la importancia que puedan
tener las recomendaciones del Dr Osío y mias. El proyecto de excindir
en una ancha porción todos los tejidos que alrededor de la córnea están
por encima de la esclerótica, al iniciarse la oftalmía blenorrágica, antes
de que el quémosis obre funestamente sobre la córnea (2), antes de que la
conjuntivitis bulbar se propague á la cornea y aparezca la queratitis (3),
no tiene otro mérito que el de fijar una nueva indicación de una opera-
ción conocida ya, y adviértase que no se ha reclamado más, y que yo ni
siquiera he reclamado esto, cuando en primer articulo (4), que dio lug r
al comienzo de esta cuestión, solo decia: «La peritomía ó sindectomía
no habia sido practicada, si no estoy mal enterado, hasta el presente como
profiláctica de las alteraciones supurativas de la córnea;» de modo que,
hoy día, después de que tanto se ha pretendido probar lo contrario, digo
aun: la sindectomía ó peritomía preventiva durante los primeros dias de
la oftalmía blenorrágica sin alteraíúones de la córnea, nadie la habia
practicado antes que nosotros á juzgar por los trabajos conocidos.
(1) Carta dirigida al Siglo Médico no publicada aun.
(2) Versión del Dr. Osio.
(3) Versión mía.
(4) Gaceta Mkdiga Catalana, 31 Marzo 4882, p&g. 162.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 591
anatomía db los centros nerviosos, <*>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
E. — RAICES DE LOS NERVIOS ESPINALES.
— De la médula espinal nacen, en toda su longitud, un gran número
de nervios, que se distribuyen en todas las partes del cuerpo; las ñbras
nerviosas, que les dan origen, se conocen con el nombre de raicea. Emer-
gen dos distintas series: una que sale del surco lateral anterior de la mé-
dula, y otra que sale del posterior; las primeras se conocen con el nom-
bre de raices anteriores (A, fig. 87) y las segundas con el de raices pos-
teriores (P, fig. 87). Las anteriores nacen de la médula por una §érie de
hacecillos separados unos de otros, que se reúnen después de un corto
trayecto para formar un cordón único; estos cordones son en número de
31, desde la extremidad superior á la inferior. Las posíeriores arrancan
de la médula, en un espacio mucho más limitado que las anteriores, por
una serie de hacecillos, que por dicha razón están más apretadas que las
precedentes; se reúnen en seguida en cordones, cuyo número es igual á
los anteriores, y después de un corto trayecto, en que convergen estos
con aquellos, se juntan, resultando de su unión los 31 nervios espinales^
que salen del canal medular asi constituidos. En las raices posteriores ó
sensitivas se encuentra interpuesto un ganglio, lo cual las diferencia de
las anteriores ó motoras (gr, fig. 87).
Raices anteriores. Penetran por el surco lateral anterior y atraviesan
horizontalmente la sustancia blanca del cordón ántero-lateral, dirigién-
dose al cuerno anterior y separándose sus fibras en forma de penacho
para distribuirse en distintas direcciones (fig. 88).
Parte de las fibras de la raíz anterior termina en los tres grupos de
células que he descrito en el cuerno anterior (N O P, fig. 88); en esta re-
gión es donde se encuentran las células de Deiters y ellas son las que re-
ciben las fibras que de las raíces anteriores proceden, con las que se unen
mediante su prolongación indivisa ó axil. Las fibras de las raíces anterio-
res, al penetrar en la médula, pierden su vaina de Schwan, y las que
terminan en las células de Deiters se despojan de su mielina, quedando
reducidas a su cilindro-eje, que se adelgaza bastante antes de unirse con
la célula. Estas fibras podrían llamarse fibras medias de la raiz anterior.
Otras fibras de las raíces anteriores (J, fig. 88) se dirijen hacia afuera,
acompañando á las que van al grupo externo del cuerno anterior, atra-
viesan la sustancia gris del mismo, conservando su mielina, y sin con-
traer conexiones con las células, llegan al cordón lateral, en donde toman
una dirección oblicua hacia arriba y forman parte del cordón lateral. Es-
tas son las fibras eoctemas de la raiz anterior ^ muy bien descritas por Kólli-
ker y aceptadas casi por todos los histólogos.
^ (1) Continuación. — V. los núms. 95, 36, 5s7, 2S, 2», 30, SI, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38.
39, 40, 41 y 42.
592 anatomía db los centros nbrtiosos.
Hacia la parte interna, algunas de las ñbras de la raíz anterior,
después de atravesar la sustancia gris del cuerno anterior, se incli-
nan hacia adentro y pasan por la comisura anterior, entrecruzándose
con las que vienen del lado opuesto, y van á formar parte del cordón
anterior. Kolliker, que ha descrito estas fibras, dice que no son muy
abundantes y muchos histólogos admiten la opinión de dicho autor.
Huguenin no acepta que vayan fibras directas de las raices anterio-
res á los cordones anteriores del lado opues'o, pues cree que estos
cordones no contienen ninguna fibra radicular: para él, &i bien la comi-
sura anterior está formada por fibras entrecruzadas (S, fig. 88), en vez
de proceder, como cree Kolliker, de la raiz anterior, vienen de la sus -
tancia gris del cuerno anterior, en donde nacen de la redecilla de Ger-
lach, para ir luego, cualquiera que sea su origen, al cordón anterior
opuesto. Dada su existencia, deben llamarse (ibi'as radicularej inlemas.
Flg. 87.- Orlgan d« 1m ralm da
lo« nervios «spioalsB. (Cara an-
terior de In médula.)
11 Nervios espinales.
Kolliker, Huguenin, Cadlat, ele, ilescriben fibras radiculares ante-
riores, que se dirigen hacia atrás (K, fig. 88), hasta el cuerno posterior,
en donde se terminan probablemecte ramificándose y uniéndose con las
fibrillas nerviosas de la red de Gerlach. Deben designarse con el nombre
de átüero-posleriores.
Raices posteriores. Su trayecto es menos conocido y más complicado
que el de las raices anteriores. AI penetrar en la médula, por el surco
lateral posterior, se dirigen hacia delante en busca del cuerno poste-
rio ,al llegar al cual, se separan en pequeños nianojitos ó en libras ais-
ladas. Stillíng, y con él muchos autores, creyeron y creen aun que las
raices posteriores terminan en la austancia gelatinosa de Rolando
ANATOldA m LOS CENTROS NERVIOSOS. 593
(G, flg. 88), poniéndose en comunicación con sus células; pero hoy, no so-
lo parece demostrado que la sustancia gelatinosa es de naturaleza con-
juntiva, sino que es ya un hecho que las fibras radiculares posteriores
la atraviesan, siguiendo una dirección horizontal ú oblicuamente ascen-
dente y sin contraer con ella ninguna conexión.
Para estudiar las ñbras radiculares posteriores, pueden dividirse,
como lo hace Kólliker, en dos grupos: uno externo y otro interno.
Flg. 88.— BtQuema de las raicea da los Dervios espinales.
(Hugaenin.)
A Comisura blaaes panteiior. — B Cordón posterior. — C Fibra de las raicea postf
va al 1^0 opuesto de la medula.— 0 ídem al cuerno aaterior.— EIdem al hacecillo lo
del cuerno posterior, -F Ídem al cuerno posterior.-' GSuiIbdcíb gelatioosa.- H Hat
gltudlnal del cuerno posterior.-/ Cordón lateral.- JKiV O P Distinto trayecto de laa Abra
la* raices aulerlores,-- L M Q Los tres grupos de células del cuerno SDlerlor.- R Cordón a.
rlor.— I* 5 Fibras de Is comisura blanca anterior.
Las fibras radiculares' posteriores extemas atraviesan la sustancia ge-
latinosa y se distribuyen luego de distinto modo. Entre la sustancia
gelatinosa y la gris del cuerno postenor, existe un manojito de Abras
longitudinales, cuyo corte es perfectamente visible en el hombre
(H, flg. 88), descrito primero por Kólliker y Clarke, admitido después
por todos los autores y llamado por' aquel hacecillo longitudinal del cutr'
no posterior. A este hacecillo vienen á terminar muchas de las fibras ra-
diculares posteriores externas, acodándose en ángulo y dirigiéndose ha-
cia arriba en su mayoría, y algunas hacia abajo; nada se sabe respecto al
destino ulterior de estas fibras, á pesar de que Clarke, Kólliker y Sti-
lling creen que, después de un trayecto más ó menos largo, toman otra
vez la dirección horizontal para ir, bien á los cuernos anteriores.
504 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
bien á las comisuras medulares y algunas á los cordones posteriores.
Huguenin deduce desús observaciones, que el hacecillo longitudinal
del cuerno posterior, no está constituido solo por fibras radiculares,
sino que tiene fibras de trayecto bastante largo, que se dirigen arriba,
sirviendo, según dicho autor, para la conducción de las impresiones do-
lorosas.
Las demás fibras radiculares posteriores extemas se encorban, for-
mando una convexidad externa (F, fig. 88), para dirigirse hacia adelante,
hasta la sustancia gris del cuerno posterior, en donde terminan algunas
probablemente en la redecilla de fibrillas nerviosas, pues no se conocen
en los cuernos posteriores conexiones directas entre las células y las
fibras; otras siguen más adelante y llegan, según Stiliing y Kólliker, hasta
los cuernos anteriores, en donde acaban poniéndose en comunicación
con las anteriores. Algunas toman también la dirección de las comisu-
ras para ir al lado opuesto.
Las fibras radictilarea posteriores internas (D C, fig. 88), atraviesan en
parte la sustancia gelatinosa y casi en su totalidad se dirigen, descri-
biendo un trayecto espiral, al cuerno anterior, en donde se pierden en su
red de fibras; otras, muy manifiestas y de existencia demostrada, van al
través de la comisura posterior á unirse con los cuernos posteriores del
lado opuesto (C, fig. 88).
Las fibras radiculares posteriores se reparten, en resumen, entre el
hacecillo longitudinal del cuerno posterior, los cuernos posterior y an-
terior y las que por medio de las comisuras van al lado opuesto.
Esta disposición es la que puede observarse en los abultamientos cer-
vical y lumbar; pero en la región dorsal, Kólliker y Gerlach desciiben
una parte de fibras de las radiculares posteriores internas, que aunque
la observación no ha permitido determinar el punto de su término, dada
la dirección que siguen, puede creerse que se unen con la columna de
Clarke; por otra parte, esto tendría relación con la opinión de Pierret, al
considerar dicha columna como origen de los nervios sensitivos de la
parte inferior del cuerpo, opinión que funda dicho autor en las lesiones
encontradas en algunos casos de tabes dorsal; pero que no parece bas-
tante fundada, entre otras cosas, porque muchos animales no tienen co-
lumna de Clarke.
H. — TRAYECTO Y HACECILLOS DE LAS FIBRAS BLANCAS MEDULARES.
A pesar del perfeccionamiento de los métodos de estudio histológico,
no ha sido posible seguir paso á paso el trayecto y la terminación de las
fibras blancas medulares. Se ha demostrado que estas fibras forman co-
misuras longitudinales, poniendo en relación alturas distintas de la mé-
dula; pero no se ha logrado fijar su situación ni determinar su mayor ó
menor longitud; sin embargo, este conocimiento de la médula es del todo
insuficiente para la comprensión de innumerables hechos patológicos y
la de gran número de problemas fisiológicos. La demostración evidente
de algunos fenómenos del funcionalismo medular ha obligado á suponer
y aceptar detalles de extructura, que no han podido ser comprobados por
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 595
ningún concepto, y que no deben ser admitidos en buena Anatomía, se-
gún he dejado apuntado en la Introducción.
Pero en la médula ha ocurrido lo mismo que en el encéfalo: el pro-
gresivo adelanto de los estudios patológicos y la índole de ciertas lesio-
nes han puesto en evidencia detalles hasta entonces olvidados. En estos
últimos años, un gran número de clínicos se han dedicado, con gran
ahinco y con una sagacidad á toda prueba, á un estudio analítico dete-
nido de las manifestaciones del órgano medular en estado morboso, y en
fuerza de observación y de comparación, y guiados por la analogía y á
veces identidad de ciertos cuadros sindrómicos, han llegado luego, por
medio de síntesis parciales, al descubrimiento de muchas especies noso-
lógicas y de enfermedades perfectamente definidas, con un conocimiento
exacto de su Anatomía patológica y de su localizacion medular. Por este
mismo camino se ha llegado al descubrimiento de ciertos principios, que
rigen en la génesis de las lesiones medulares, principios fecundísimos,
tanto para el estudio de la patogenia de dichas lesiones, como para el es-
clarecimiento de algunos puntos de Anatomía normal, que hasta ahora
habían quedado muy oscuros.
No puedo, en el poco espacio que buenamente he de dedicar á este
asunto, señalar ni someramente todos estos principios y do que modo se
ha llegado á su institución, por más que seria tarea agradable indicar los
brillantes resultados y rápidos progresos obtenidos en el estudio de la
Patología medular. Me bastará, para mi objeto, señalar dos grandes prin-
cipios de los que rigen en la génesis de las lesiones medulares: por un
lado, la demostración de la existencia de las lesiones llamadas sistemáli"
cas, que afectan solo ciertos territorios medulares, originando las mis-
mas manifestaciones, y limitadas siempre á una región fija, sin contami-
nar casi nunca las vecinas, á pesar de las relaciones de contigüidad y de
la analogía é identidad do sus elementos, lo cual demuestra de una ma-
nera evidente la independencia anatómica y funcional de dichas partes:
y por otro la demostración mediante los estudios anatomo- patológicos, y
las observaciones experimentales de Vulpian, Westphal y Schieferdecker,
de que las leyes del fisiólogo inglés Valler, sobre la degeneración de los
nervios, rigen también en la degeneración de las fibras nerviosas me-
dulares.
Con estos principios se demuestra, de una manera indudable, la inde*
pendencia de ciertos hacecillos de fibras y el trayecto que describen; la
topografía medular, que antes he descrito, de cordones anteriores, late-
rales y posteriores, se hace mucho más compleja y del todo insuficiente
su nomenclatura.
Tomaré un punto de partida para hacer más fácil la comprensión y
la demostración más palpable: supondfé una lesión de todo el espesor
de la médula, debida á una compresión de este órgano, en la que quede
destruida especialmente toda la sustancia blanca, como acontece en el
mal de Pot, para citar el caso más común, á consecuencia de la pa-
quimeningitís cáseo -tuberculosa consecutiva, según ha demostrado Mi-
chaud en sus investigaciones. Dada esta lesión y teniendo en cuenta la
aplicación á este caso de la ley de Valler, toda fibrU nerviosa separada de
su centro trófico degenera, como en la médula se presentan fibras centri-
596 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
fugas y centrípetas, sus fibras degenerarán en distintas direcciones y en
más ó menos extensión, según sea la longitud de las mismas: unas dege-
narán desde el sitio de la lesión hacia abajo y otras liácia arriba.
Flg. 89.— Corte transversal déla médnla: topografía anatomopatolúslca.
A A' Guernosanlerlores. - P /" Cuernas posteriores.- 7 7' Hacectllo de TUrck ú pirami-
dal directo. - L L' Hacecillo lateral ó piramidal cruzado. - B H' Zona radicular posterior.-
G G' Cordón de Goll.— c a Coialaura anterior.— a Epéndimo. — Sa Cisura media anterior.—
Sj) Cisura media posterior.
Hacia abajo degenera todo el cordón anterior y parte del lateral; pero
esta degeneración llega á mayor ó menor distancia según la región de
dichos cordones que se estudie. Suponiendo que la región lesionada es
la cervical, observamos que una parte de dichos cordones degenera á
corta distancia y otra á mucha mayor y hasta la terminación de la mé-
dula. La parte interna de los cordones anteriores (T, flg. S9) degenera á
larga distancia, hasta la región dorsal y á más ó menos altura según los
individuos; en el cordón lateral, la parte que linda con el cuerno poste-
rior, formando una área triangular (L, fig. 89), separada de la superficie
de la médula por una lámina de sustancia blanca y del cuerno anterior
por una porción de la misma, degenera en toda la extensión de la médu-
la hasta la región lumbar, disminuyendo el espesor de la parte degene-
rada á medida que se acerca á la terminación de la médula; la parte del
coi-don anterior que degenera á larga distancia, es el cordón de Türck, y
la del cordón lateral, cordón lateral propiamente dicho. Todo el resto del
cordón ántero- latera I, exceptuando la lámina que separa al cordón late-
ral de la superficie de la médula, degenera también hacia abajo, pero
solo en la longitud de un centímetro y raras veces de dos: á toda esta re-
gión se la llama zona radicular anterior.
Si, desde este mismo punto de partida, estudiamos hacia arriba los
hacecillos que degeneran en esta dirección, encontramos: la parte inter-
na de los cordones posteriores que degenera á larga distancia, exten-
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.* 597
diéndose su alteración hasta la cara posterior del bulbo en el suelo del
cuarto ventrículo; también degenera á larga distancia y hacia arriba la
lámina de sustancia blanca del cordón lateral, que en el párrafo anterior
he dicho quedaba incólume, alcanzando su degeneración hasta la parte
superior de la médula y llegando hasta el cerebelo; el primero de estos
hacecillos es el cordón de Goll (G, fig. 89), y el segundo el hacedllo cerehe-
loso directo de Flechaig (E, fig. 90) El resto del cordón posterior, esto es,
la parte situada entre el cordón de Goll y las raices posteriores, degene-
ra hacia arriba á corta distancia, alcanzando á lo más dos ó tres centí-
metros: se llama zona radicular posterior (R, fig. 89).
Todos estos hacecillos, limitados por las degeneraciones ascendentes
y descendentes de los cordones medulares, pueden ser asiento de lesio-
nes sistemáticas circunscritas á uno cualquiera de ellos, quedando incó-
lumes los demás y dando lugar á cuadros sindrómicos distintos y á espe-
cies nosológicas variadas. No considero del caso extenderme sobre este
punto: basta leer cualquier obra contemporánea, que trate de las enfer-
medades de la médula, para encontrar descripciones exactas y conven-
cerse de la utilidad y necesidad imprescindible de estos estudios anató-
micos, si la Anatomía ha de servir de utilidad y hacer comprensible el
estudio de la Patología de los centros nerviosos; las obras y estudios de
Charcot, Vulpian, Hammon,Hallopeau,Pierret, Flechsig, etc., etc., abun-
dan en detalles de Anatomía patológica aplicables á la Anatomía normal,
y el estudio en las mismas de la Anatomía patológica de las lesiones sis-
temáticas de la médula espinal, confirma plenamente la independencia
anatómica de las partes que he enumerado.
Con lo que acabo de decir se ve claramente que la topografía de un
corte transversal de la médula es mucho más complicada (fig. 90).
Pero antes de dar algunos detalles sobre cada una de estas partes, es
preciso que aclare algo la nomenclatura de las mismas, porque está bas-
tante confusa y en las obras de Patología se emplean denominaciones
distintas. Para no hacer esta cuestión pesada, solo me haré eco de las
denominaciones más.usuales.
La parte interna de los cordones anteriores es llamada por muchos
autores hacecillo de Titrck^ denominación aceptada por Pierret, pero
Flechsig le dá el nombre de hacecillo piramidal directo, que parece está
destinado á generalizarse más que el anterior, porque indica su proce-
dencia, como diré más adelante La zona del cordón lateral, que he indi-
cado degeneraba á larga distancia hacia abajo y que Pierret le dá el nom-
bre de cordón lateral, le llama Flechsig hacecüU' piramidal cruzado, más
propio también que el anterior y aceptado ya por muchos autores de Pa-
tología. El hacecillo cereheloso directo solo se conoce por este^nombre y
desaparecen por consiguiente los vocablos de cordón anterior y de cor-
dón lateral. El resto de estos cordones, que no forma parte de los hace-
cillos piramidales, directo y cruzado, ni del cereheloso directo, es la
zona tadicular anterior de Pierret ó parte fundamental de Flechsig
(D, fig. 90).
En lo referente á los cordones posteriores, debe desecharse] absolu-
tamente el nombre de cuneiforme, aplicado por muchos autores al hace-
cillo de Gk>ll, pues si bien Kólliker así lo llama, Burdach lo aplica á la
598 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
zona radicular posterior y á aquel le llama cordón delgado: la denomina-
ción de zona radicitlar posterior, aplicada por Pierret, es admitida por
Flechsig y muchos otros autores, llamándola también algunos, y entre
ellos Charcot, simplemente hacecillo de Burdach.
Los nombres de /lacectííopiíantídaidirecío, hacecillo piramidal cruia-
do, zona radicular anterior, zona radicular posterior, hacecillo cer^eloso
directo y hacecillo de Goll, entiendo que son los más adecuados de cuan-
tos se usan en el estado actual de la ciencia (fig. 90).
FJg. 90. — Topogralia msdular h-
gaa Flacbstg. (Corte transvtrial de
una mitad.)
A Hacecillo de TQrck á piramidal dircc-
to.-II, Cuema anterior. - G Columna de
Clarke.-D. Zona radicular anterior. -E Ita-
cecillo cerebelosodlrectD.—f. Sustancia gríi
de] cuerno paslerlar.— G. Hacecillo pirami-
dal cruzado. — H. Sustuiicia gelatinosa del
cuerno posterior. — /. Zona radicular poste-
rior ú hacecillo de Burdach.-/. Cordón de
Goll.
La independencia anatómica de estos hacecillos medulares, no solo &¿
halla demostrada por los estudios de localiz ación ana tomo- patológica,
sino también por las investigaciones de embriogenia. Kólliker y más es-
pecialmente Pierret, en Francia, y Flechsig, en Alemania, han demos-
trado la evolución independiente de estos hacecillos, que la Anatomía
descriptiva tenia englobados en un solo factor.
En un embrión humano, de un mes, se encuentra la médula consti-
tuida por un canal central, rodeado de sustancia gris, acumulada hacia
los cuernos anteriores y posteriores; cada uno de estos está cubierto
por una pequeña porción de sustancia blanca, que es el rudimento de las
zonas radiculares anterior y posterior, sin que exista aun el más ligero
vestigio de los restantes hacecillos. En un embrión de mes y medio, la
médula se presenta bajo el mismo aspecto, pero más desarrolladas las
zonas radiculares, y á esta fecha aparece ya el cordón lateral de Pierret
ó hacecillo piramidal directo de Flechsig, en la concavidad qne separa
los cuernos anteriores de los posteriores; aún no aparece el hacecillo de
Goll ni el de Türck ó piramidal directo. A tos dos meses, hay ya estos
anatomía de los centros nerviosos. 500
ñltimos hacecillos, cuya independencia de desarrollo es manifiesta: por
último, á los tres meses, la médula presenta ya todos sus factores, cuya
independencia es entonces evidente porque no están aun completamente
desarrollados.
Los estudios de embriogenia confirman por lo tanto los datos anato-
mo- patológicos, y la existencia de estos distintos hacecillos es indiscu-
tible. Por otra parte, acaba de confirmarlo la independencia funcional.
Es cierto que la experimentación no ha llegado aun á determinar el pa-
pel especial de cada hacecillo, porque es aun defectuosa y solo los re-
cientes estudios de Voroschiloff ofrecen algún dato interesante sobre
este punto, demostrando la influencia de los hacecillos piramidales so-
bre los movimientos voluntarios. Pero aunque la experimentación sea
actualmente impotente para la solución de estos problemas, la observa-
ción clínica la suple y hasta lo hace con ventaja, porque los procesos
sistemáticos de la médula realizan el desiderátum de la experimentación
fisiológica, alterando y anulando regiones mny circunscritas, sin influir
en las restantes. Así se observa que la destrucción de los hacecillos pi-
ramidales va acompañada de trastornos motores; la de las zonas radicu-^
lares posteriores produce el cortejo de alteraciones funcionales, que
acompañan á la ataxia locomotriz; la lesión aislada de los hacecillos de
Goll, encontrada por Pierret, Ducastel, etc., engendra desórdenes espe-
ciales, poco conocidos y observados aun, para clasificarlos y sintetizar-
los. Es cierto que en este estudio de las afecciones medulares, puede aun
descubrirse mucho para servir de base á la Fisiología, pero lo sabido es
suficiente para modificar las simples descripciones de la médula.
Conocida la existencia de estos diferentes hacecillos, me falta indicar
el trayecto que recorren y para esto es preciso también tener en cuenta
los datos anatomo- patológicos apuntados y los principios que antes he
dicho rigen en la génesis de las lesiones medulares.
Cuando en los hacecillos piramidales, asi directos ó cordones de Türck,
como cruzados ó cordones laterales, reside una degeneración esclerósica
consecutiva, ésta se extiende desde el bulbo hasta la región dorsal para
los primeros y hasta la lumbar para los segundos, con la particularidad
de que el espesor del área degenerada, va dismmuyendo á medida que
se acerca á la extremidad inferior de la médula, como sucede en los casos
de esclerosis lateral amiotrófica ó de degeneración consecutiva á lesiones
cerebrales. Luego, haciendo aplicación de la ley de Valler, sus fibras de-
ben ser continuas en toda la longitud degenerada, y como vienen del
bulbo para terminar en la médula, son fibras de largo trayecto que, reu-
nidas en hacecillo, llegan á diferentes alturas de la misma. Hoy por hoy
solo puede suponerse el modo de terminar de las fibras de los hacecillos
piramidales en la médula. Desde luego es evidente que guardan gran re-
lación con las raíces anteriores, pero, ó pasan directamente á ellas, ó
antes se ponen en relación con las células de los cuernos anteriores, lla-
madas también kinesodicas por estar destinadas á funciones motoras; la
demostración directa es muda en esta cuestión; pero, teniendo en cuenta
que la interposición de una célula en el trayecto de una fibra nerviosa,
detiene, según las leyes de Valler, los progresos de la degeneración, co-
mo ella no se altere también, se hace más admisible la teoría de que
600 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
terminan en la redecilla de los cuernos anteriores y por su intei*medio en
las células, idea admitida por Charcot y muchos otros autores, que no la
creencia de Huguenin, quien opina, que pasan directamente á las raices
anteriores las fibras trasmisoras de las impulsiones motrices volunta-
rias, y por consiguiente, del hacecillo piramidal, á pesar de que tiene en
su apoyo la demostración de Kólliker, que del cordón lateral van
fibras directas á las raíces anteriores; Huguenin cree que las fibras des-
cendentes, que se relacionan con las células kinesódicas, son las trasmi-
soras de las impulsiones motrices reflejas, que provienen del cerebro,
fibras que, según dicho autor, vienen por el cordón anterior. En el estado
actual de la ciencia no está aun definitivamente resuelto el problema de
las conexiones del hacecillo piramidal con los cuernos anteriores, por
más que la opinión de Gharcot parezca la más admisible.
Los hacecillos cerehelosos directos también son fibras de grande longi-
tud, pues su degeneración se extiende hasta el mismo cerebelo, y su es-
pesor va disminuyendo hacia la región dorsal, para desaparecer muy
pronto, de modo que sus fibras se agotan también á diferentes alturas de
¡a médula Flechsig cree que se ponen en comunicación con las células
de la columna de Gharke, hecho que no está demostrado, pero al que dan
visos de certeza el estar compuesto de fibras centrípetas, y la observación
de KoUiker, de que de las columnas de Glarke nacen fibras que se diri-
gen oblicuamente hacia las partes superficiales del cordón lateral. Si
además se tiene en cuenta la aserción de Pierret, quien opina que las
raíces posteriores terminan en parte en dichas células, se comprenderá
que trasmitan estos hacecillos impresiones sensitivas al cerebelo.
Los hacecillos de GoU también degeneran desde la extremidad inferior
de la médula hasta la superior, terminándose la alteración en el suelo
del cuarto ventrículo, en un núcleo de sustancia gris, que muchos auto-
res llaman núcleo del hacecillo de GolL Su origen es desconocido, y úni-
camente se sabe que las raíces posteriores no toman parte en su forma-
ción. Las fibras de estos hacecillos son, pues, verdaderas comisuras entre
regiones muy lejanas de la médula.
Las zonas radiculares anteriores, ó parte fundamental, degeneran cor-
to trayecto, lo cual prueba qne se extienden de un punto á otro de la mé-
dula, estableciendo comunicaciones á breves distancias, de manera que
sus fibras pueden llamarse fibras cortas, lo mismo que las de la zona ra-
dicular posterior, ó hacecillo de Burdach, que también degeneran arriba
en un corto trayecto, porque como aquellas son asimismo fibras cortas
y comisurantes en sentido longitudinal. Sin duda toman su origen en la
sustancia gris para terminar en la misma á poca distancia, porque las
regiones en que las zonas radiculares ofrecen más superficie son los
abultamientos braquial y lumbar.
Existe además en la médula el hacecillo longitudinal del cordón poste-
rior^ cuyo trayecto y longitud es poco conocido, lo mismo que las cone-
xiones que pueda tener con las células posteriores, sensitivas ó estesódi-
cas. Por otra parte, hay gran número de fibras que ponen en comunica-
ción los cuernos anteriores con las posteriores y los de un lado con los
del otro, pero que no son suficientemente conocidas para prestarse á una
descripción. Solo debo recordar que, respecto á las relaciones de la cé-
anatomía de los centros nerviosos. SOI
lulas sensitivas ó estesódicas, asi con las l-alces posteriores por un lado,
como con los hacecillos medulares por otro, parece comprobar que son
solo indirectas por intermedio de las redecillas nerviosas, la existencia
de degeneraciones secundarias de los cordones posteriores de origen pe-
riférico, como han observado Cornil, Simón y otros, en casos de tumores
en la cola de caballo, lo cual demuestra más ó menos continuidad, por-
que es preciso advertir que estos hechos son excepcionales y no se pue-
de por ellos generalizar.
Puede reasumirse en el adjunto esquema, debido á Charcot, la dispo-
sición general de los diferentes hacecillos medulares (Fig. 9Í).
— B. Hacecillos
posteriores. — C. Cerebelo, — D. Clrcunvalu-
clones rolíndicas, — £ O Raices anteriores,—
F, Fibras Imrlnslcaa centrlFugsa (zana radi-
cular anler(or),— H. Fibras de los hacecillos
piramidales.-/. Fibras inlrlnaicas centrípe-
tas (lona radicular posterior).—/. Fibras lar-
gas del hacecillo de Goll.-L. Fibras larcas
Dada la sucinta descripción qne acabo de hacer, se ve que los haceci-
llos de la médula espinal, dpspups de clasificarse en unos de fibras lar-
gas y otros de fibras cortas, pueden dividirse en intrínsecos y nxtrinsecos:
los primeros, qae toman origen y terminan en la médula misma (zonas
radiculares anterior y posterior y hacecillos de Goll); los segundos, que
por un lado terminan en la médula y por otro en las partes superiores de
los centros nerviosos (hacecillos piramidales, directo y cruzado, y hace-
cillo cerebeloso directo).
Aunque la extructura de la médula es complicada, sin que sea aun
del todo conocida, sus funciones no son más sencillas. Como órgano
transmisor, trasmite impresiones motrices, sensitivas y reflejas; al des-
cribir su extruí-tura, y,i hemos visto qne tenia fibras centrípetas y cen-
803 CÓLERA MORBO.
trifugas y sustancia gris asociada á estas funciones. Gk>mo centro nervio-
so en acción, se estudian en ella: el centro cilio-espinal, el acelerador de
los movimientos cardiacos, el respiratorio, el de los moviniientos de los
miembros, el géníto-espinal, el ano-espinal, el vésico-espinal, el de los
vaso-motores, el de tonicidad muscular, los secretorios, los troncos, et-
cétera. La Fisiología y la existencia de estos centros son aun muy poco
conocidas, y los conocimientos anatómicos que actualmente se poseen no
prestan apoyo alguno á estos estudios ni contribuyen gran cosa á su di-
lucidacioUi
{ConHnuwrá.)
CÓLERA MORBO,
POR EL Doctor Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona.
Islas Filipinas.— Maniía: estado de los puertos circundantes y de la población de
la capital (incubación oficialj; declaración oficial de la epidemia; reseña de lo rea-
lizado y de algún proyecto.— Varias noticias, telegráficas y no telegráficas, de la
capital y de las provincias.— Meteorología.— Estadística mortuoria en conjunto.
Noticias de Camaran, Mar Rojo, etc.— Japón.— Gibraltar.
España.— Valencia: comisiones.— El vapor Vihuelas, ^El vapor Asia.
Entresacando de los periódicos últimamente llegados (del 9 al 23 de
Agosto), ofrezco los datos que van á continuación, todos referentes al
Archipiélago filipino, y ya en parte relativos á la epidemia ofícial. — ^En
la tablilla de órdenes de la Capitanía del puerto de Manila figuraba
el dia 9 el siguiente régimen sanitario, aplicado á diversas procedencias:
puertos de la China, del Mar de la China, Antique, Capiz, Isla de Negros,
Cebú, Bohol, sujetos á observación; Batavia, Java, puertos del Japón, Joló,
Zamboanga,, Isabela de Basilan é Iloilo, á cuarentena^ cuadro que marca
la situación sanitaria periférica.
El estado patológico de los habitantes de la capital se establece, ofi-
cialmeTüe, en él parte dado por la Subdelegacion con fecha 46, corres-
pondiente á la primera quincena de Agosto. Dice así:
«l.os padecimientos palúdicos han sido poco frecuentes, habiéndose
aumentado algo desde el momento en que cesaron las aguas. Las fiebres
catarrales han sido muy frecuentes, no asi las gástricas y tifoideas, que
por el contrario han sido muy limitadas. Del aparato digestivo los catar-
ros gastro-intestinales, manifestados por diarreas y algunas veces acom-
pañados de vómitos, han sido frecuentes, persistiendo las disenterías re-
beldes y pertinaces. Entre las fiebres eruptivas, continúa el sarampión
invadiendo con preferencia á los adultos. Las viruelas han desaparecido.
Del aparato cefálico se han observado algunos casos de congestiones ce-
lébrales, y muchos de vértigos. Del aparato respiratorio han sufrido exa-
cerbación las lesiones crónicas del mismo, y se han observado frecuente-
mente casos de hemoptisis y afecciones á la laringe. Se han recrudecido
las afecciones crónicas del aparato cardíaco.»
CÓLERA MORÉO. 603
Seria tafea muy larga narrar la entrada y salida de buques (de óabo-
taje y de alta mar) que hubo en este tiempo en Manila; determinar las
condiciones en que llegaron y el destino que se dio á las naves en con-
junto y al pasaje, tripulación y carga en particular; referir la distancia
de los puertos infectos y el tiempo empleado en el viaje, para deducir de
estos datos si no fué ó no conveniente la duración de la cuarentena; de-
cir si á todos los buques se les mandó á lazareto ó si algunos tuvieron el
irritante privilegio de ahorrarse parte de las prescripciones sanitarias, et-
cétera* Y como es larga, prefiero llegar á la conclusión: en mi concepto
las relaciones de Manila con los sitios enfermos no fueron bastante rigo-
rosas.
Tenemos, pues, como hechos capitales: 1.* que Manila se hallaba ro-
deada en todos sentidos por zonas infectas; 2." que, oficialmente^ las en-
fermedades que en dicha ciudad habia no eran él cólera; .1." que las dis*-
posiciones gubernativas dejaban muy sospechosamente espacio para
contactos entre las regiones epidemiadas y la hasta entonces sana (oficial-
mente). Hasta que punto sea cierto todo esto, juzgue el lector sin malicia
y sin prevenciones. Ya que no todo puede decirse, pondré al lector en
camino con una sola frase:, ya estaba declarada oficialmente la epidemia
y aun seguían negando, sin duda por hábito, la existencia del cólera al-
gunos periódicos. Qué más: el Gobernador general, dos ó tres dias antes
de declarar el mismo puerto sucio á Manila, decia en una alocución:...
«confio en que la Providencia no lo permitirá ya (la presentación de la
epidemia), puesto que en todo el Archipiélago de Joló reina hoy completa
salud, en Zamboanga es rarísimo ya el caso que se presenta, y no ocurre
novedad en el resto de las provincias.» Así, así se decia el 18 de Agosto.
En esta misma alocución se procura levantar el ánimo, se dan recetas
por 8% vieney y el Sr. Marqués de Estella cita el hecho, de su propia expe
riencia, de haber salvado su regimiento cuando en otro sucumbían á cen-
tenares los soldados que guarnecían una comarca española (Península)
epidemiada.
Esto era él 48. El día 24 por la mañana convocó la Autoridad superior
del Archipiélago, en su quinta-palacio de Malacañang, á las siguientes
personas: Jefes superiores del ejército, id. de la Administración, Gober-^
nador civil. Jefes de Sanidad del Ejército y de la Armada, Religiosos de
las órdenes monásticas. Alcaldes de elección y Gobernadorcillos de los
pu3blos de la provincia, «para oír, dice El Comercio, de los labios de S. E.
las medidas preventivas que nuestra Superior Autoridad ha formulado
para el caso, que no se espera, en que el cólera tome proporciones que
haga necesarias determinaciones extremas.» Supongo que el Sr. Primo
de Rivera agradecerá bien poco la excesiva competencia que le concede
dicho periódico sobre asuntos tan distantes de la carrera militar. Pero
no me quiero distraer de lo más culminante, y lo digo antes de que se
me olvide: le parece el personal de esta Junta magna por lo incompeten-
te al que constituye nuestras Juntas de Sanidad, salvas excepcionales
circunstancias é individualidades.
El caso no se esperaría (¿y como se habia de esperar si ya habia lle-
gado?), pero vino oficialmente. El Sr. Primo de Rivera, resuelto á decir
la verdad, declaraba sucio el puerto de Manila por haber ocurrido en esta
604 CÓLERA MORBO.
capital algunos casos de cólera morbo. Por fin estalló la epidemia.
A renglón seguido, dividió la capital con sus arrabales en cuatro dis-
tritos (1.* Binondo, Tondo y San José; 2." Santa Cruz, Quiapo y Sampa-
loc; 3.° San Miguel, barrio de la Concepción y San Fernando de Dilao;
4.° la ciudad murada, la Ermita y Malate), al frente de los cuales puso
dos coroneles y dos tenientes coroneles, con el carácter de Inspectores y
bajo las órdenes ó instrucciones del Gobernador civil Corregidor, los que
se encargaron de cumplir y hacer cumplir todas las disposiciones refe-
rentes á salubridad pública. A un brigadier se encomendó la inspección
de todos los establecimientos públicos.
Por entonces y poco antes se crearon rápidamente hospitales: uno en
la casa del Dr. Martí, en Tutaban con 30 camas, para cuya asistencia se
brindaron gratuitamente los Sres. Nalda, padre é hijo, por haber sabido
que los enfermos en él instalados no tenían asistencia facultativa; otro en
el cuartel de Malate, para 500, cuya guarnición salió apresuradamente
para otro alojamiento; se había propuesto erigir otro en Sampaloc, casa
ocupada por el Club extranjero en Nagtahan; se habilitaron con premura
dos salas con 50 camas en el hospital de San Lázaro, preparándose los
chinos por su parte á levantar el suyo, etc.
La clase médica cumple como buena, habiéndose ofrecido á visitar
gratuitamente varios comprofesores, entre los cuales cito á los Sres. Za-
mora, Meynet y Martin y los médicos militares en masa. En cambio los
sepultureros de Tondo se habian declarado en huelga, por cuestión de
maravedises, y á la superiora de las Hijas de Caridad se le han concedido
1,000 duros y carruaje.
A tener espacio me ocuparla de cuestiones profesionales. Se han pe-
leado médicos y farmacéuticos, se han puesto á la venta varios específi-
cos infalibles, se han publicado recatas originalísimas (el remedio de Ló-
pez consiste en tomar agua acídulo-carbónica muy concentrada).
A parte de estas medidas y de estas cosas y de estos casos se ha pues-
to en práctica y se ha pedido mucho más. Se ha hecho: aumentar en dos
vocales la Junta de Sanidad; publicar en castellano y en tálago varias
prescripciones higiénicas y algunas recetas; no permitir que ningún en-
fermo del puerto desembarque en la capital, debiendo mandarse á Ma-
riveles; que entre éste lazareto y Manila presten los cañoneros el servi-
cio de comunicaciones; establecer un servicio permanente en la Direc-
ción civil; nombrar médicos de distrito, que visiten de balde á los pobres,
habiendo casi todos renunciado los 200 pesos mensuales que se les
asignaron; facilitar gratis las medicinas y á toda hora; establecer un
centro para recibir los avisos en caso de ser necesaria la asistencia-
nombrar una comisión de veterinarios para que auxilie al personal en la
inspección de mataderos, y mercados, etc., en lo que les compete; publi-
car el domicilio de todos los médicos; etc. El mismo Marqués de Estella
recorre personalmente los sitios sospechosos, los mercados y habia he-
cho alguna vez que se rompiesen huevos para enterarse del estado del
contenido.— Paso á lo proyectado: instalar nuevos hospitales; cerrar un
cementerio y abrir otro; limpiar la urbe y aun los habitantes; pintar los
zócalos de las casas con alquitrán para respirar ácido fénico; fumigar
con ácido hipo-nítrico, con anhídrido sulfuroso; tomar, mejor dicho, co-
CÓLBAA MORBO. 605
mer á pasto carbón de Belloc, y como punto de este párrafo el siguiente
Remitido, publicado en los periódicos: «¡Misericordia! Se la pide 4 los
Sres. Boticarios el público de Manila que hoy por hoy se ve en la impe-
riosa necesidad de ponerse el parche antes de salir el grano. Es otra epi-
demia para el bolsillo los precios subidos que ya se sienten de los medi-
camentos, en especial los eficaces para el cólera .2^
Creo no es preciso decir que la prensa se lamenta sin descanso del
mal estado de la limpieza pública y del abandono de la policia urbana.
De buena gana coipentaria mucho de lo antes puesto. No perdamos el
tiempo, y toda vez que el correo no trae, nada más, hablemos de lo que
dice el telégrafo.
— ^A partir del dia 20 de Setiembre, fecha en que acabó el servicio
telegráfico diario, las noticias están contestes en que el cólera mengua
notablemente. Se dijo que el dia 21 no causó defunción alguna y que
después solo ocurrían de 45 á 20 diarias entre los chinos, no habiendo
muerto ningún europeo en la semana anterior al dia 24. Aun se asegura
que, sin la afluencia de gente, podia darse por terminada la epidemia.
En los buques de guerra no habia nada que lamentar y se hablan cerra-
do tres hospitales. Los últimos telegramas (4 Octubre) acusan una mor-
tandad diaria media de 20 individuos en Manila, añadiendo que la epide-
mia se ha estacionado; en toda la isla hay de 30 á 40 (del dia 8).
En el resto de la isla de Luzon se habia extendido hacia el N. y hacia
el S., pero con poca violencia. En Zamboanga habia desaparecido y solo
se registraban casos aislados en Joló, Iloilo é isla de Negros. Un telegra-
ma decia que se habia cantado el Te-Deum en Jloilo el dia 49. — En cam-
bio con igual fecha se habia declarado sucio á Batangas.
Deseo no entrar en detalles acerca de las comunicaciones de estas is-
las entre sí, pero no puedo menos de decir que, en Isabela de Basilan, se
trabajó mucho para incomunicarse con Zamboanga y con este objeto la
autoridad local superior atravesó en la boca del puerto dos cascos con
cañones, hizo vigilar la costa mediante lanchas de vapor armadas y, por
último, mandó cortar 45,000 palmas bravas y con ellas rodeó y cerró la
urbe y la población. Esto, dice muy seriamente un periódico, revela «ce-
lo y dotes de gobierno.» Y en efecto tuvieron el cólera.
— Durante este tiempo las islas en general han sufrido grandes acci-
dentes meteorológicos, representados principalmente por lluvias y vien-
to. El mar ha experimentado fuertes agitaciones.
— Asegura un periódico que han muerto en total unos 26,350 chinos
é indios (en algunos puntos el 40 por 400 de la población) y 65 europeos.
A esta cifra añádanse los que no se dicen y los que no se saben. La mor-
tandad ha sido horrible.
—En* la Seceion oficial verán nuestros lectores lo acordado respecto á
Chipre y Malta (posesiones inglesas y regidas por ingleses, cuya con-
ducta en materia sanitaria ya es sabida) y á la costa de África, región
abandonada y en la que son tal vez un mito las prescripciones higiéni-
cas. Quizás hubiera sido conveniente menor precipitación y mucho me-
nos en vista de los acontecimientos presentes, que si bien se realizan en
606 CÓLERA MORBO.
Otras zonas, estas tienen relaciones constintes con las declaradas lim-
pias.
Estamos en verdad atravesando la época más peligrosa con motivo
de las peregrinaciones. De muchos puertos salen con patente limpia bu-
ques que tienen casos de cólera en los pasajeros. Al pié del monte Ara-
rat se reúnen unos 100,000 Radjis, que constituyen un excelente medio
epidémico, procedentes de muchos puntos y que luego se distribuyen
por comarcas muy distintas. A bordo, y en esta época, vino el cólera en
los años 1879, 1880 y 1881. Actualmente el vapor Hesperia, inglés y que
viene de la India con patente limpia, como siempre, reproduce los he-
chos anteriores. En los años precedentes, bien ó mal, algo hacia el ejér-
cito egipcio custodiando los lazaretos de Djebel-Tor y el de las Fuentes
de Moisés. Ahora estos establecimientos ¿cómo se encontrarán? Por eso
nadie ve con buenos ojos lo que puede ocurrir, y todos están pendientes
de las decisiones de los Consejos internacionales de Gonstantinopla y de
Alejandría; por eso se reputa grave aun la situación para Europa, y por
eso no debe abrirse la mano con tanta ligereza.
Los ingleses siguen protestando de cuanto no les conviene y arra-
sando cuanto les estorba, y eso que el vapor Hesjyeria, el que es aquí
verdadero caballo de batalla, está dando la razón á los prudentes: al no-
veno dia de la segunda cuarentena hubo otro caso de cólera mortal. Co-
mo el reglamento previene que no parta el buque hasta que hayan trans-
currido 10 ó 15 dias del último caso, y como al salir de Gamaran se di-
rigirá á Djedda con el correspondiente informe, es probable, aparte de
un atropello, que no cunda el mal. Cuéntanse ya más de 13 muertos.
De todos modos, como comprenderán nuestros lectores, urge no es-
tar desprevenidos. La batalla contra el cólera debe librarse en Camaran,
en Djeddah, en Hodeidah, en el Mar Rojo, en una palabra, más que en la
misma Europa; pero como el Consejo de Alejandría dirige las huestes en
las primeras trincheras y no inspira gran confianza, hay que reforzar
las costas europeas. Se vigila poco el estrecho de Bab-el-Mandeb.
Y ya que hablo de esto, permita la Gazette hehdornadaire que corrija
una equivocación que estampa al afirmar que en el Mediterráneo solo
hay dos lazaretos: el de las islas Frioul (Marsella), que le falta algo para
ser bueno, y el de Trieste (Austria), que es bueno, pero pequeño. Seña-
do el error, ya que no lo corrija, espero que no insista. En el Mediterrá-
neo hay, cuando menos otro,el de Mahon.
Solo como un rumor indico que en Amsterdam y en Marsella no hay,
dicen, todo el rigorismo posible, afirmándose que se han recibido sin
traba alguna las procedencias de Filipinas.
— Continúa declinando la epidemia en Yokohama y Yokio (Japón),
pero en la capital y en la provincia de Osaka hace grandes estragos.
El Cónsul de Saigon dice que en esta ciudad y en las aldeas próximas
no hay cólera, pero que causa muchas víctimas en las del interior, espe-
cialmente en indígenas, habiendo fallecido solo dos europeos.
— Asegúrase que en Gibraltar se admiten á libre plática las proceden-
cias de la India inglesa, Mar Rojo, etc.
» *
CÓLERA MORBO. 607
Sigue el trabajo de nuestras Juntas Sanitarias. Merece especial men-
ción el concienzudo dictamen dado por las dos comisiones (marítima y
terrestre) de Valencia, y que á tener espacio insertarla con mucho gusto,
como prueba no de lo que debe hacerse ahora, sino de lo que debería es •
tar realizado.
Pero el hecho más notable sin duda es la cuestión del vapor Viñuelas,
valientemente puesta sobre el tapete y justamente sostenida por nuestra
Junta provincial de Sanidad y el Director del puerto, y apoyada con una
energía poco común por la primera Autoridad civil de la provincia, á
despecho de todos los manejos y á pesar de todas las presiones. Esta
cuestión se presta á graves comentarios; ¿pero que más comentarios que
la narración de lo ocurrido por lacónico que sea el relato?
El 3 de Agosto salió de Manila el vapor correo Viñuelas, trayendo:
azúcar y café, para Barcelona; tabaco, para Valencia; azúcar, café y ta-
baco para Cádiz; azúcar, café, sibucao y abacá en rama para Liverpool;
otros efectos, varios pasajeros y los tripulantes. Gomo á la sazón no ha-
bía oficialmente cólera, partió con patente limpia, llegando á los 7 días á
Singapore, sin accidente á bordo. Pasó después á Aden, luego á Suez, y
por último al lazareto de Mahon, en 19 de Setiembre.
La Junta provincial de Sanidad de Mahón sometió al Viñuelas á 10 días
de rigurosa cuarentena, en virtud de lo cual procedió á la descarga, que
había de ir seguida de ventilación y fumigación. Se hablan desembarca-
do veinte paquetes de cueros, el equipaje de los pasajeros y estos tam-
bién, cuando, con fecha 23, se recibió una orden de la Dirección para que
el buque, después de tres días de observación, fuese admitido á libre plá-
tica, en conformidad con lo prevenido en la circular del 10 de Agosto
último, referente á las procedencias de Manila hechas á la mar antes del
20 (día en que se declaró oficialmente la epidemia). En virtud de esta or-
den fueron inmediatamente reembarcados los pasajeros, equipajes y cue-
ros, y admitido el buque á libre plática, embarcándose además 14 pasa-
jeros de Mahon. ¿Obebecerá á esto la dimisión que se dice ha presentado
la Junta provincial de este punto? Estaría muy en su lugar.
En estas condiciones llega el vapor á Barcelona el día 24 por la ma-
ñana. El ilustrado Sr. Palau Golomer, Director de Sanidad [del puerto,
hizo un detenido examen de la documentación sanitaria del barco, del
rol y del Cuaderno de bitácora. De ello resultaba que habia estado en
Suez (puerto sucio desde el 25 de Agosto) 6 días y habia tenido comuni-
caciones. Este solo hecho, que justificaba la conducta de la Junta de Ma-
hon y no la de la Dirección, y el no haber sufrido la cuarentena que era
en este caso de rigor, obligó al Sr. Palau, con buen acuerdo, á dejar el bu-
que en entredicho y á consultar el caso con la Autoridad civil de la pro-
vincia. Convocada por orden de éste la Junta provincial de Sanidad, y
prohada hasta la evide)icia la comunicación del Viñuelas con Suez, con-
sideróse al barco comprendido en el art. 35 de la Ley, modificado por la
de 24 de Mayo de 1866, y por tanto reputóse insuficiente la observación
sufrida, debiendo someterse á nueva y rigorosa cuarentena. Dos pláce-
mes antes de seguir más adelante: uno al distinguido Vocal, Sr. CoU y
Pujol, que en unión del Sr. Palau, defendió con ardor y con justicia el
acuerdo tomado; otro para el Sr. Gobernador, tanto más merecido cuan-
608 CÓLERA MORBO.
to que no hay mucha costumbre de tales energías, quien ofreció sostener
lo aprobado por la Junta. Y aquí empieza un capítulo, que vale nids no
meneallo, pero que fácilmente se comprenderá apuntando algunos he-
chos: orden para que se atengan á lo dispuesto por la Dirección; dimisión
presentada de la Junta; presiones por todos lados; desembarque de los
pasajeros, previa fumigación rigorosa y en virtud de declaración del Di-
rector de que no corria por ello peligro la salud pública; viaje del capi-
tán á Madrid; telegramas de éste á Barcelona y de Barcelona á Madrid;
rumores de que dimitía el Gobernador, etc., etc. Lo demás para el cu-
rioso lector.
Al fin se desvanecieron las dudas de si hubo ó no comunicación con
Suez, y se confirmó por el Centro gubernativo superior el buen acuerdo
de nuestra Junta, siendo despedido para lazareto sucio el vapor correo
Viñuelas del Sr. Marqués de Campos. ¡Bien por el Director de Sanidad
del puerto! ¡Bien por la Junta provincial de Sanidad! ¡Bien por el Gober-
nador! Como de estos acontecimientos ocurren pocos, no extrañen los
lectores mis sinceros aplausos.
No es verdad, como ha dicho un periódico médico, que se ha proce-
dido así por presión dv^l público sobre las autoridades locales. Su con-
ducta es legal, científici é independiente y mal podían obedecer ú las
fuerzas de abajo los que han valerosamente resistido á los empujes de
arriba. Nada importa que el buque trajese patente limpia de Manila, de
Singapore, de Aden y de Suez; nada que viniese refrendada por los Cón-
sules, y nada que el de Suez callase el estado saninario de la localidad.
Aparte de que todos sabemos la situación de Manila al partir el buque,
aparte de lo que ocurre en Singapore y Aden, Suez es hoy puerto sucio,
y por lo mismo había que tratar al vapor con arreglo á ley. Por esto una
vez más aplaudimos á las Juntas de Mahon y Barcelona, al Gobernador
y al Director de Sanidad del puerto.
Tras largas é inútiles componendas, durante las cuales el buque per-
maneció en el muelle del E., y con la fatídica bandera amarilla izada,
salió por fin para el Lazareto de Mahon en 4.° de Octubre. Ignoro, cuan-
do escribo, si ha llegado y si comenzaron las operaciones sanitarias. Es
probable que sí, pues creo basta con una lección. Sin embargo, aun no
puede proveerse el resultado de un asunto que la ciencia ha juzgado ter-
minantemente. El Consejo de Sanidad, dice un telegrama, se ocupa de
nuevo de la cuestión. El Director general, ahora entre nosotros, desea
conocer el asunto ¿Habrá efectos retroactivos? No lo creo.
— Y de camino viene y está próximo á llegar otro buque del Sr. Mar-
qués de Campos: el Asia. ¿Habrá otra como la pasada? En vista de lo
ocurrido puede asegurarse que no y mucho menos en las condiciones en
que ha hecho el viaje.
Llegó el Asia á Manila el 8 de Agosto, habiendo tardado 6 dias en el
trayecto de Singapore á la capital del Archipiélago. Sometido á tres dias
de observación, fué llevado á remolque por el vaporcito Sorantes á Ga-
vite, en donde desambarcó el pasaje, que fué transportado á Manila por
el mismo remolcador. Salió de la isla, hacia España, el 1.* de Setiembre,
y constan en el número anterior (pág. 572) las precauciones tomadas en
Manila respecto á dicho buque. Ha pasado por Singapore y por Punta de
ICTERICIA CONSECUTIVA A UNA LESIÓN CARDÍACA. 609
Gales (dia 20), sin novedad, pero se susurra que ha tenido casos de có-
lera durante la travesía. El 30 salió de Aden y el 8 llegó á Suez. Este bu-
que, antes de dar fondo en Barcelona, irá al Lazareto de Mahon,
ICTERICIA CONSECUTIVA A UNA LESIÓN CARDIACA.
Tratamiento por la digital^
POR Don José Porta Vidal,
Médico residente en Tarragona.
Se trata de N. N., hombre de 38 años, casado, temperamento nervioso
é idiosincrasia biliosa. Contrajo en su pubertad algunas enfermedades
venéreas. Este individuo arrastró, por espacio de algunos años, una vida
valetudinaria, siendo durante este tiempo pasto de curanderos, superti-
ciosos y homeópatas, que le empobrecían sin darle ni el más leve lenitivo
á sus dolencias, hasta que la disnea y el malestar le hicieron guardar
cama. Entonces fui llamado.
Guardaba el enfermo el decúbito supino, pero habia de estar incor-
porado en dos ó tres almohadas, por la disnea, que alternativamente se
hacia ortopnea. Se quejaba de un ligero dolor en la región precordial
izquierda, que irradiaba hacia el epigrastrio é hipocondrio derecho; la pal-
pación permitía notar, en la región cardíaca, un extremecimiento vibra-
torio; los latidos no eran muy fuertes; auscultando, pude apreciar un
ruido de soplo sistólico que tenia su máxima intensidad en la punta; la
percusión manifestaba un ligero aumento. Examinado el vientre, encon-
tré: aumento de volumen del hígado y derrame peritoneal no muy pro-
nunciado. Los maléolos estaban edematosos, circustancia que manifestó
repetir de vez en cuando. El pulso sin tensión y arítmico. Faltaba el ape-
tito; habia algún vómito y el extreñimiento alternaba con la diarrea.
Ofrecíase disminuida la secreción urinaria, pero en cambio muy cargada
de principios colorantes que dejaban gran sedimento al enfriarse. En la
piel se observaba un tinte ictérico muy pronunciado, mucho mayor en
la esclerótica y en el ala de la nariz.
Tan complicado cuadro sindrómico me hizo dudar si se trataba de
una lesión hepática ó cardíaca; razones habia en favor de la una, y proba-
bilidades en pro de la otra. La congestión y el aumento de volumen del
hígado, así como la ictericia, podían ser el resultado de un acumulo exu-
berante de sangre en el sistema de la vena cava inferior, por hallarse
entorpecido su curso en el desagüe de la aurícula derecha, aumento de
tensión de las venas suprahepáticas, tensión trasmitida á los capilares
intrahepáticos y por ende la comprensión de los canalículos biliares, pro-
duciendo una interrupción en el curso de la bilis. Acumulado ésta en las
células hepáticas, pero saliendo al fin de ellas, por su excesiva tensión
hubiera pasado por la ley de difusión á los capilares de las venas del
hígado para mezclarse con la masa sanguínea general, aparentando el
síndrome de una lesión hepática. Pero la disnea y la aritmia cardíaca,
como el edema de los maleólos, me hizo fijar la atención en el órgano
610 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
centro de la circulación y considerar á los síntomas hepáticos como
dependientes de la lesión de la válvula mitral, ó de la estrechez del ori-
ficio de este nombre. Tal fué mi diagnóstico.
Formado juicio, hube de dirigir el tratamiento á la regularizacion del
círculo arterial, aumentando su tensión, disminuyendo la excesiva del
sistema venoso; toda vez que admitía la existencia de una congestión
pasiva en el hígado, y si alguna prueba faltaba en corroboración de mi
diagnóstico, la medicación sirvió para aclararlo.
Así, pues, administré un purgante, la infusión de sen compuesta, que
produjo un gran descarte de serosidad, y luego la digital en polvo, alter-
nando con una poción diurética. Con tan sencillo tratamiento, ha ido
desapareciendo paulatinamente la ictericia. Así he logrado que el enfer-
mo, más aliviado, esté contento, y en tanto que obtenga provecho se-
guiré usando la medicación para hacer más llevaderos los sufrimientos
de la lesión principal.
En resumen, al encontrarse en presencia de un enfermo con tanta
complicación sintomática, todos los esfuerzos deben dirigirse al descu-
brimiento del órgano primitivamente afecto; conseguido ésto, emplear
un buen plan terapéutico, y así no nos veremos precisados, como sucede
algunas veces, á hacer uso, infructuosamente, de tantos medicamentos
como síntomas presenta la enfermedad, sin grandes ventajas para el
paciente.
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Olicerina: nueva indicación. (Moniteur thérapeuüque.). — Son va-
rias y numerosas las aplicaciones que de la glicerina se hacen, pero la
mayor parte de ellas se refiere particularmente al uso externo. Ultima-
mente se la ha aconsejado al interior, en la dispepsia flatulenta y en la
pirosis, á la dosis de 4 á 8 gramos, antes de las comidas, mezclada con
los alimentos ó poco después de comer, en café ó en agua gaseosa. Se-
gún leemos, así propinada, se ha logrado calmar el dolor y los vómitos,
retardando ó cortando tal vez ciertas fermentaciones, que pueden tener
lugar en el tuvo digestivo. Ring y Mourrel excitan á verificar ensayos en
estas formas de dispepsia. — (Galvet Nava).
Relación de la viruela con la vacuna en Ldndres. — De la reciente
Memoria publicada por el Sr. Duchan an, médico oficial de Local Cronver-
nement Board, referente á la epidemia variolosa sufrida durante doce
meses en dicha ciudad, extractamos: que la viruela ocasionó 1,532 de-
funciones entre individuos de diferentes edades; que de aquellas se tenia
seguridad de haber sido vacunados 325; no lo habían sido 637; y se igno-
raba respecto los 570 restantes. — Si esto no abona bastante la vacuna,
es de añadir que la proporción de los fallecidos entre los no vacunados
ha sido de 3,350 respecto un millón de personas; al paso que la propor-
ción ha sido solo de 98 para los vacunados. Esta diferencia es aun más
favorable entre individuos de menos de veinte años, que es de 61 relati-
vamente á un millón para los vacunados, y de d,520 para los no vacu-
nados. Entre niños de menor edad de cinco años la relación no excedo
de 40,5 sobre un millón de los primeros, cuya relación se eleva á 5,950
para los segundos. — De esta estadística resulta que la vacuna disminuye
su eficacia en razón directa del tiempo transcurrido desde su inocula-
SECCIÓN OFiaAL. 611
cion, cuyo hecho confirma la necesidad de la revacunación. Dicho autor
termina consignando que la vacuna preserva de la viruela en la propor-
ción de 146 contra 1 durante los cinco primeros años, y en la de Ib por 1,
en los veinte primeros años.— (Vilaseca Mergadé.)
Fenolismo crónico de los cirujanos. — Valga por lo que valiera, y de-
jando á un lado si el ácido fénico es ó no el mejor, ó simplemente bueno,
ó el peor de los antisépticos en cirugía, doy cuenta del hecho anunciado
por Czerny, de Heidelberg, acerca del riesgo que corren los operadores
usando en grande y por largo rato el fenol. El empleó el sp7*ay fenicado
al 2 por 100 durante dos horas y media, que duró una maniobra quirúr-
gica, excretando dicho Czerny con la orina más de 2 gramos (2*0655) de
ácido fénico durante este dia; á esta cantidad hay que añadir la elimina-
da por otros puntos, por ejemplo, la piel. Se trata, pues, de la absorción
de cantidades tóxicas, que deben evitarse.
En menores proporciones y usando el fenol con frecuencia, resulta el
carholismo ó fenolismo crónico, aun no descrito, y cuyas señales, según
el mencionado autor, son: al principio ligeras cefalgias, irritación brón-
quica, languidez, mengua del apetito. Si el envenenáihiento es intenso ó
muy duradero, la tos es permanente, hay dolores sordos en la región
lumbar, descamación del epidermis, anemia, etc. Estos trastornos, no
hay que decirlo, son variables y parece cesan cumpliendo la indicación
causal.
No tengo noticia de ningún caso, en cirujanos, se entiende, que en
enfermos lo hay, de este marasmo fénico, ni es probable se observen
muchos, y menos de hoy en adelante. El fenol pierde cada dia terreno. —
(Rodríguez Méndez).
Ideas de suicidio: su localizacion cerebral. — En una de las últimas
sesiones (8 Agosto 1882), ha leido Voisin, en la Academia de Medicina de
París, un trabajo que tiende á demostrar la reunión en las mismas cir-
cunvoluciones de centros psíquicos y motores. «La rapidez de los actos
impulsivos es también una prueba de la relación íntima que liga el pen-
samiento á la manifestación exterior é inconsciente y del sitio, en una
misma parte de la corteza cerebral, de centros psíquicos y de centros
motores, y parece que la instantaneidad de los actos impulsivos se expli-
ca por la transmisión á las células motrices, por el intermedio de las
fibras nerviosas del reticulum, de la irritación de las células sensitivo-
psiquicas vecinas. La clínica y la anatomía patológica están de acuerdo
en cierto número de casos, para autorizarnos á localizar la idea del suici-
dio y la impulsión al mismo en un territorio de la corteza cerebral
correspondiente á la región bregmático-iniaca, y situado en la parte
más interna de las circunvoluciones frontales ascedentes, de las primera
y segunda circunvoluciones parietales, y en los lóbulos parietales, es
decir, en las partes mediase internas de los hemisferios cerebrales».
(Bulletin de V AcademieJ. I^ memoria del Dr. Augusto Voisin será
examinada por una comisión compuesta de Vulpian, Blanche y Luys.
Por los datos indicados paréceme mucho menos completa de lo que sería
de desear.-— (F. Castells).
SECCIÓN OFICIAL.
Catedráticos Supernumerarios.— Real decreto de 24 de Setiembe dero-
gando el decreto de 6 de Julio de 1877, que establecía la existencia de los Ca*
ledráticos supernumerarios de las Universidades é Institutos, y poniendo en
642 REMITIDO
vigor el de ^ de Junio de 1875, hecho ley por las Cortes en 29 de Diciembre de
iSie.— (Gaceta del 27 de Setiembre).
Médicos de los Establecimientos penales.— Real orden de 20 de Setiem-
bre determinando las obligaciones de estos funcionarios. — (Gaceta del 30 id.).
Cólera morbo. — Ordenes del 30 de Setiembre declarando limpias las pro-
cedencias de Chipre y Malta y de la costa de África por tomarse ya medidas de
precaución en los dos primeros puntos y por haber cesado los motivos que obli-
garon á declarar de observación las del último. — (Gaceta del 1." de Octubre).
Aguas minero -medicinales de Fuentes Caldeas.— Real orden de 28 de
Setiembre declarando de utilidad pública las aguas sulfurosas-sódicas-sulfhf-
dricas-azoadas-termales, denominadas Fuentes Caldeas, situadas en el término
de Calzadilla, Campo de la provincia de Salamanca. La temporada oñcial dura
desde 1.* de Junio á 30 de Setiembre. — (Gaceta del 2 id.).
Cátedra vacante. — Real orden mandando se provea por oposición la de
Anatomía descriptiva y general de la Facultad de Medecina de Valencia.— (Ga-
ceta del 4 id.).
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Manual de Anatomia descriptiva, por el Doctor Robbat HaRtmann. Traduc.
cien directa del alemán por los Dres. L. Góngoray S, Cardenal.^ Cuadernos 19 y 20.
Manual práctico de las eníermedades de las mujeres (Medicina y Giiu-
gla) por el Dr. (r. Eustache, versión castellana de D. Enrique Moresco y Labado y don
Rafael Ulecia y Cardona, coa un prólogo del Di*. D. A.ndrés del Busto López.— Cua-
derno?."—Madrid. -1882.— Dos ejemplares.
La prostitución en la ciudad de Barcelona estudiada como enfermedad so-
cial y considerada como origen de otras enfermedades, por D. Prudencio Seroñana
l'artagás, con un prólogo del Dr. D. Juan Ginc.— 1882. (Dos ejemplares.)
Biblioteca económica de Medicina y Cirugía. Cuadernos 32 y 3^ En el pri-
mero terminan laa obras de Sinety y de Morell Mackenzic. En el segundo comienza
las Lecciones clínicas sobre enfermedades del hígado, por Murchisaon, vertidas al
español por los Dres. D. Carlos de Vicente y D. Manuel Carreras. Madrid, 1882.
Biblioteca Tardieu. Estudio médico-legal sobree el aborto, por Antonio Tar-
dieu, traducido y anotado por D. Prudencio Sereñana.— Barcelona, 1882, (Doa ejem-
plares.)
PiniODiGOs; La Union medica, Avila.— ¿a Voz de Cataluña, Barcelona.
^^^*^^^^^*^^^9^*^t0*^m^^0m0m0^^^0m^a0^0^^^0*0m0m0*^^
Sr, D, R. Rodríguez Méndez,
Estimado amigo y compañero: A V., mejor que á nadie, consta el es-
fuerzo que de algún tiempo acá me veo obligado á hacer para desempeñar
el cargo de Director de nuestra querida publicación. Diferentes causas,
pero principalmente mis variados quehaceres, me tienen violento porque
no puedo desempeñar, cual quisiera, mi cometido, y han hecho que aban-
done á V. solo la penosa tarea de dirigir el periódico.
Toda vez que esto así sucede, y preveo que no acabará pronto mi ac-
tual situación, ruégole que, por el presente, acepte V. en forma lo que há
dias es un hecho: la dirección única y exclusiva de la Gaceta Médica
Catalana. Suplicóle también que lo haga público en nuestro periódico
de la madera que á bien tenga, en evitación de torcidas interpretaciones-
Aparte de este favor, que en mucho le estimo, espero continuaremos
con la misma buena armonía y sincera amistad que entre sí tienen todos
los que contribuyen al prestigio y buen nombre de la Gaceta.
Le anticipa cordialmente las gracias su verdadero amigo y S. S.
Q B. S. M., León Formiguera,
10 Octubre 1882.
«<^
Tomo II. Rúffl. 20. 31 Octubre de 1882. Ano II. Nám. 44.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: La toracentesis en el tratamiento de la pleuresía serosa rtésis del doctorado) (con-
tinuación), por el Dr. Kiba« Perdigó. — Caries de los huesos del cráneo. Tratamiento y
curación mediante el cauterio eléctrico, por D. Asuslin Konre.— Anatomía de los centros
nerviosos (continuación), por el Vr. D. Blicael A. Par cas Boca. — Cólera morbo, por el
Hr. Kodricnek lleiideB. — Revista de dermatología, por el Dr. D. Alejandro Plaae-
llaa.- Revista critica bibliográfica, por el Dr. Bodrisnea Mendea. - NOTICIAS CIEN-
TÍFICAS: Blenorragia: tratamiento por el permanganato potásico.— Difteria: tratamiento por
las aplicaciones locales de ácido bórico.— Catarro vesical crónico.— Polvo galactógeno.— Esta-
blecimiento terápico*funcional.— Sección oficial.-' Publicaciones recibidas.
LA TORACENTESIS
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA {^).
(tesis del doctorado)
POR D. M. Ribas Perdigó.
Dieulafoy es el nombre á que va unido este procedimiento, en virtud
de haberlo dado á conocer dicho autor en 1869, aplicando la aspiración al
tratamiento de los líquidos morbosos, habiendo sido los derrames pleu-
ríticos los primeros que se trataron por el nuevo método. Esto bastó para
que muchos autores creyeran que en realidad lo hecho por Dieulafoy no
tenia precedente, y con este motivo se suscitaron notables discordancias
entre los mismos. Para aclarar en lo que nos sea dable la prioridad en el
invento, nos permitiremos transcribir un trozo de una de las notas que,
en la traducción de la octava edición de la obra de Malgaigne, ha puesto
el Di'. Morales Pérez. Dice así: «Bouley, en 23 de Setiembre de 1872, leyó
una nota de Bonirer, reclamando la prioridad para M. G. Pelletan, el cual
habia presentado, en 1831, á la Academia de Medicina, un trocar pneumá-
tico provisto de una bomba aspirante é impelen te, destinada á evacuar el
líquido de los derrames pleuríticos y de los abscesos por congestión, impi-
diendo la entrada del aire. Este instrumento (según refiere Rochará en su
obra sobre la Cirugía del siglo xix) iba acompañado de una Memoria en la
que se trataba de los inconvenientes que ocasiona el aire en los focos
purulentos y la manera de remediar aquellos. En 1836 remite de nuevo
Pelletan á la misma sociedad el instrumento y la Memoria mencionada,
y a pesar de la gran publicidad que tuviera en los diarios cientíñcos le
cupo la misma suerte que cinco años antes.
«En 1855 figuraba en la Exposición de París un instrumento presen-
tado por el cirujano belga Dr. Van de Gorput, cuyo profesor habíalo bau-
tizado con el nombre de trocar universal. Consistía dicho instrumento en
(1) Continuación.—* Véanse los números 40 y 41 .
614 LA TOBACENTESIS
un pequeño trocar al que se adaptaba un cuerpo de bomba de cristal.
Excluyendo lo ambicioso del nombre trocar universály hay que convenir
en que la idea que realizó el profesor belga fué la principal base en que
Dieulafoy fundó su aspirador pneumático. El aspirador de Langier, mo-
dificado por Mathieu y empleado en Marzo de 4856 en el Hótel-Dieu,
realizaba dos grandes perfeccionamientos: la sustitución del trocar por
una aguja tubulada y la manera de practicar el vacío con el cuerpo de
bomba. En 2 de Noviembre de 4869, presentó Gubler, á nombre de George
Dieulafoy, el aspirador subcutáneo, que este profesor habia puesto en
uso.»
Por lo que acabamos de transcribir, ya puede suponerse que se tra-
taba de un procedimiento bastante antiguo; pero estamos en la convic-
ción de que la idea principal es mucho más antigua y para probarlo nos
permitiremos poner á continuación las siguientes líneas, que Laénnec
escribió, en 1826: «Últimamente he pensado, observando los efectos de
la ventosa con bomba, que quizás por el uso de este instrumento se lle-
garía á vencer en muchos casos el principal obstáculo que se opone, á mi
entender, al éxito de la operación del empiema, es decir, á la dificultad
del desenvolvimiento del pulmón, y me propongo, á la primera ocasión
que tenga de practicar la operación del empiema, aplicar la ventosa in-
mediatamente después de la salida del líquido derramado, hacer el vacío
con precaución y de una manera más ó menos completa ó continua se-
gún los efectos...» De lo expuesto se deduce que, á no haber muerto en
el mismo año, si hubiese tenido ocasión de practicar lo que quería, ha-
bría observado que salía más líquido de lo que él pensaba á medida que
hubiese continuado aspirando. No seria extraño que la lectura de las lí-
neas anteriores hubiese sugerido áPelletan las ideas que expuso en 4834.
No es esto solo, creemos firmemente que la aspiración de los derrames
en las pleuras, era ya una práctica usual por algunos cirujanos del si-
glo XVIII, puesto que, en 4746, Dionis decía lo siguiente, al tratar de los
derrames de sangre en la cavidad de los pleuras: «Cuando hay derrame
de sangre es necesario vaciarlo, y á ese efecto el cirujano debe emplear
los medios más suaves antes de llegar á los extremos, de los cuales se
nos presentan tres,
y el tercero es el servirse del instrumento llamado pioulque ó sacapus^
que es una jeringa, cuyo cañón está encorvado para acomodarse á la fi-
gura de la herida; se introduce el cañón hasta el sitio en que está la san-
gre, se retira el mango de la jeringa, llenándola de este humor extrava-
sado, y de este modo se le aspira muchas veces.»
Dejando aparte estas consideraciones históricas, en que nos hemos
entretenido más de lo que pensábamos, empezaremos á describir la to-
racentesis por aspiración. Para practicarla hemos visto que en pocos
años se han inventado 33 aspiradores; nosotros haremos caso omiso de
estas modificaciones, porque, en nuestro concepto, todos los aparatos in-
ventados pueden reducirse á dos clases, según sean de vacío variable ó
invariable, es decir, según que el recipiente sea siempre el mismo ó
pueda cambiar á voluntad: como tipo de los primeros, cito el aspirador
de Dieulafoy, y como de los segundos el de Potain; mas si consideramos
las cosas en abstracto, veremos que en nada se diferencia uno de otro,
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 615
siendo en este concepto el primero una síntesis del segundo, en virtud
de lo cual no haremos gran hincapié en discutir el uso de uno ú otro, si
bien debemos decir que, en general, preferiremos el de Dieulafoy, con el
que nos parece dominamos mejor la situación.
Para practicar la operación, será conveniente colocar el enfermo en
la posición indicada al describir la toracentesis por el método antiguo; el
punto de elección para la punción podrá ser cualquiera de los entonces
indicados; Dieulafoy prefiere el octavo espacio intercostal, al nivel del
ángulo de la escápula, por creer que no puede de este modo herirse el
pulmón, que siempre, dice, está más alto y también porque es un sitio
más declive; con esta misma idea Castiana propone puncionar en el nove-
no ó décimo espacio y al mismo nivel que Dieulafoy, mas creemos que
es de todo punto inútil buscar un punto declive, tratándose de aplicar
un aparato, que extraerá el liquido á beneficio de la aspiración. En gene-
ral, podemos decir que es mucho más lato, que por el proceder antiguo,
el sitio de la punción, gracias por una parte al vacío previo, que asegura
el no hundir el instrumento más allá del punto necesario, y por otra á
que, dada la delgadez del instrumento, no hay que temer tanto el herir
un órgano profundo como seria el pulmón, el hígado, el diafragma, etc.
La punción, según Dieulafoy, debe practicarse con la ajuga núm. 2 y
no con una aguja ó trocar de un diámetro mayor, pues dice que basta,
á pesar de no ser su diámetro interno más que de I."»™.' 2; antes de usar-
lo será conveniente asegurarse de su permeabilidad á beneficio de un hilo
de plata ó de un chorro de agua; luego después se limpia y se embadur-
na con aceite antes de ponerla en comunicación con el aspirador por un
tubo de caoutchouc; se hace el vacío previo en el interior del aparato,
fíjase por último el pistón á la parte alta del cuerpo de bomba y entonces
está dispuesto el instrumento para practicar la punción. La aguja se in-
troduce en el tórax con las precauciones ya descritas al tratar del pro-
ceder antiguo, si bien en el caso presente sucede que tan pronto llega el
ojo de la aguja á ponerse en relación con el líquido, éste se precipita en
el interior del aparato, para equilibrar su presión con la intratorácica.
Si el líquido no apareciese, podría ser debido á que la aguja no se habia
hundido lo bastante, y podemos hundirla sin temor, hasta cierto punto,
fiados en el vacío previo del cuerpo del aparato. Si á pesar de esto no
apareciese el líquido, valdrá más practicar la punción en ptro sitio que
no exponernos á herir órganos profundos. En el momento de la punción
la aguja, debe introducirse perpendicularmente á la pared torácica, pero
á medida que la vayamos hundiendo, bueno será que la inclinemos ha-
cia arriba para no herir el diafragma y hacia afuera para no hacer lo
propio con el pulmón. Guando está ya lleno el aspirador, es preciso,
cerrando y abriendo sucesivamente las espitas correspondientes, expe-
ler el líquido y volver luego á aspirar el que aún queda en el tórax, hasta
que, habiéndose repetido ocho ó nueve veces la misma maniobra, poda-
mos ver que hemos extraído un litro de exudado, en cuyo caso es con-
veniente parar la operación, retirar la aguja y esperar á otra sesión para
extraer el líquido restante. Es tan pequeña la puntura que queda des-
pués de extraída la aguja, que ni siquiera es necesario curarla.
Se acusa á la toracentesis, así practicada, de que hace perder al mé-
616 LA TORACENTESIS
dico demasiado tiempo, pero G. Dieulafoy ha calculado que con su apa-
rato de piñón, que mide de capacidad 440<5c- puede muy bien vaciarse
4 litro de líquido en 42 minutos. Si la operación se ha practicado bien,
el enfermo no tiene que sentir ni el más pequeño acceso de tos, ni dolor,
ni aún el más ligero malestar* Si la pleuresía es complicada; si el campo
de la hematosis está disminuido por lesiones del corazón ó de los pulmo-
nes; si hay motivos para suponer que existen adherencias de la pleura, y,
sobre todo, si durante la operación el enfermo se queja de dolor en el
interior del pecho, es preferible suspender la operación y dejarla para el
dia siguiente, aunque solo se hayan extraído 400 6 500 gramos de líqui-
do, antes de continuarla en tales condiciones.
Después de practicada la operación, el enfermo experimenta notable
mejoría: la respiración se hace más fácil y profunda; se modifican los
signos físicos suministrados por la auscultación y la percusión, porque
tienden á volver á su antiguo sitio las visceras que estaban dislocadas.
Sí, como hemos dicho, dejamos todavía líquido en el pecho, ¿qué debe-
mos hacer con él? Según Dieulafoy, si el derrame es de 2 á 3 litros, es
preciso volver á operar al dia siguiente ó á los dos dias, extrayendo un
litro de líquido y repetir la punción si aún quedara derjame. Mas puede
darse el caso de que, después de una primera punción en que se han ex-
traído mil gramos de líquido, queden solo algunos centenares en la ca-
vidad de la pleura y entonces es preciso tener presente una regla de
conducta, que se aconseja por muchos autores, y es que siempre que en
un derrame seroso no evaluamos la cantidad del exudado en más de 300
ó 400 gramos, es conveniente abstenerse por dos razones: primera, por-
que la operación se dificulta y hay más riesgo de herir los órganos pro-
fundos, y segunda porque es frecuente observar la reabsorción de esos
pequeños derrames, á veces con gran rapidez.
Médicos hay que tienen por costumbre vaciar el derrame hasta la
última gota, determinando algunas veces la aparición de fuertes golpes
de tos y la salida de un líquido tinto en sangre, etc.; pero nosotros cree-
mos que esta costumbre, cuando menos, es inútil, tratándose de pleu-
resías serosas, y en este punto seguimos las ideas de Dieulafoy que,
cuando cree que el líquido se acaba, termina la operación sin preocu-
parse de si quedan 400 ó 450 gramos en la cavidad pleurítica.
Después de expuesto lo precedente, casi no hay necesidad de repetir
que todas las ventajas están de parte de la punción aspiradora, pues que
cuando se emplea el trocar de Reybard, el traumatismo es mucho más
importante y el enfermo acostumbra á resistirse á una segunda, y más á
una tercera intervención; lo que se gasta en fuerza, al introducir el
grueso trocar, se pierde en precisión; el volumen del instrumento, la
aproximación de las costillas, el cambio súbito de la posición del enfer-
mo á causa del dolor, son circunstancias que hacen menos segura la
penetración del instrumento. Aunque en las pleuresías recientes el líqui-
do sale bien al principio de la operación cuando la presión intra-toráci-
ca es muy fuerte, no sucede así cuando se trata de pleuresías antiguas y
sobre todo si la presión citada se hace negativa, habiendo necesidad en-
tonces de hacer que tosa el enfermo para desplegar el pulmón aunque
sea violentamente, aconteciendo á menudo que si hay falsas membranas
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 617
se desgarran, dando lugar á la salida de un líquido sanguinolento; en el
momento de la punción con el trocar ordinario puede también acontecer,
si hay pseudomembranas duras y resistentes, que las despegue sin perfo-
rarlas, lo cual es muy difícil que suceda empleando la delgada aguja de
un aparato aspirador; además, debemos decir que lo que generalmente
se imputa á la aspiración, debe imputarse con más motivo á la punción
simple: nos referimos al exceso de evacuación del líquido, pues ocurre
á menudo que en los accesos de tos sale una gran cantidad de exudado,
que luego hace falta para equilibrar la presión atmosférica con la intra-
torácica y mas de una vez, á consecuencia de la presión exterior, se ha
roto la película de tripa, dejando libre entrada al aire para invadir la
cavidad de la pleura, habiendo sido en algunos casos su consecuencia
la transformación purulenta de la pleuresía, con terminación mortal.
En cuanto á los accidentes consecutivos, de que tanto se ha hablado
para hacer odiosa la aspiración, veremos que son casi imposibles cuando
se practica con conciencia, al paso que son frecuentes y á menudo ater-
radores en la punción simple.
Entre las ventajas del método aspirador hay las siguientes: el dolor y
el traumatismo es mucho menor; se penetra más fácilmente y con me-
nos esfuerzo en un espacio estrecho, lo que no deja de ser muy impor-
tante, pues yo recuerdo un niño de poca edad, en el cual habría sido
imposible la introducción del trocar ordinario, ya que fué muy difícil la
penetración de la delgada aguja de un aparato aspirador: tal era la re-
tracción de la pared costal en el lado enfermo; con el uso de la aguja es
menos frecuente el despegamiento de las falsas membranas que resisten;
la picadura, que resulta después de practicada la punción, no se há visto
nunca que se hiciera fístula, lo cual no siempre ocurre con la que queda
después de haber operado con el trocar de Reybard.
Suele decirse que la aguja empleada en el método aspirador, está su-
jeta á obliterarse con frecuencia; lo cual en las pleuresías serosas, que
son las que nos ocupan, no se ha observado nunca, y si aconteciera que
algún coágulo fibrinoso viniera á obturar su luz, bastaría rechazar con
un golpe de pistón el líquido para que desapareciera el obstáculo. Otro
temor que abrigan los cirujanos, que rechazan la aguja, es el de que su
acerada punta puede herir al pulmón en el momento de su expansión, y
á partir de esta idea, Gostiaux, en 1873, ha inventado su trocar de punta
oculta y Potain usa otro de su invención, cuya cánula ha modificado La-
boulbéne, sustituyendo las dos hendiduras por una sola que arranca de
un agujero circular, para la mejor salida del líquido en los últimos mo-
mentos de la evacuación; nosotros encontramos infundados estos temo-
res y los rechazamos por tres razones: 1.* son muy pocos los médicos
que en semejante circunstancia han visto herido el pulmón, y aunque
esto sucediera todos los cirujanos están contestes en la gran benignidad
de las pequeñas punturas limpias de los pulmones; 2.* esta herida podría
evitarse retirando paulatinamente la aguja á medida que escasea el exu-
dado é inclinándola hasta ponerla casi paralela á la pared costal; y
3/ porque el abandono de la aguja y su sustitución por cualquier tro-
car nos baria perder una gran ventaja del método que defendemos: alu-
dimos al vacío previo.
018 LA T0HAGENTE8IS
Indudablemente una de las mejores recomendaciones del método as-
pirador es el vacio previo, en virtud del cual hay seguridad matemá-
tica del momento en que el ojo de la aguja se pone en relación con la
colección líquida, lo cual hace innecesarios los tanteos. Pero el que ver-
daderamente nos importa es el vacio que caracteriza al método y al cual
se han hecho numerosas objeciones, asegurando que, cuando es dema-
siado completo, atrae á los líquidos con violencia tal, que haciendo des-
cender bruscamente la presión intratorácica, da lugar á la aparición de
graves accidentes, como edema pulmonar, expectoración albuminosa,
hemorragias internas, etc., que pueden comprometer la vida del enfer-
mo. A primera vista parece formal la objeción; pero si se examinan las
estadísticas se notará desde luego que quien lleva la peor parte en la
producción de accidentes no es la punción aspiradora, sino la simple.
Basta comprender que con el embolo en la mano podemos retardar cuan-
to queramos la salida del líquido, para comprender que la objeción se
cae por su base; además, ya hemos recomendado, para prevenir los acci-
dentes mencionados, que nunca se extraiga de una vez más de un litro,
y que siempre que notemos malas señales en el enfermo, suspendamos
la evacuación, sea la que fuese la cantidad de líquido extraída. Con rela-
ción á lo expresado, creemos cierto lo^que á proposito de la misma cues-
tión dice Dieulafoy: cLo que es malo, entendedlo bien, no es la aspira-
ción, sino la manera de usarla; lo he dicho á menudo: es preciso saber
manejar el va^io.:^
Antes de concluir este capítulo diremos algo, á grandes rasgos, sobre
la aplicación del manómetro á la toracentesis. Hemos insistido ya en que
no se extraiga más de un litro de líquido en una sola sesión, y en que se
suspenda la extracción en cuanto temamos la aparición de cualquier ac-
cidente. Pues bien, un medio que puede servirnos para conocer la ve-
cindad de los peligros es indudablemente el manómetro aplicado á la to-
racentesis práctica, que al decir de Homolle está ya en uso en las clínicas
del hospital Necker, á cargo de Potain. El procedimiento más sencillo
consiste en aplicar á la cánula del trocar, de que tenemos necesidad para
la punción, una pieza en Y, cuyas ramas están provistas de espitas y
puestas en comunicación la una con el aparato aspirador y la otra con el
manómetro, que puede ser de mercurio, si bien se usa con predilección
uno pequeñito metálico inventado por Tatin y que no me entretendré en
describir. El manómetro ha de estar á la misma altura que la cánula
para que no proporcione datos falsos; por ^o demás en nada complica al
manual operatorio.
Con la ayuda de este instrumento, Homolle propone conocer: 1.* La
tensión inicial. 2.® La manera más ó menos regular y más ó menos rá-
pida con que se hace la disminución de la tensión. 3.° La tensión final
que comparada á la inicial da el grado de disminución de presión. Y 4.*
las oscilaciones más ó menos amplias que se producen bajo la influencia
de los movimientos respiratorios; todo lo cual va encaminado á sumi-
nistrar los datos necesarios para interrumpir la operación.
Terminaremos este asunto indicando las principales conclusiones con
que termina su artículo sobre la presión intra-torácica, publicado en la
Revista mensual (Febrero de 1879): «La tensión inicial, al principio de
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 619
la toraceii tesis es casi siempre positiva; llega á veces hasta 20 y* 30 milí-
metros de mercurio y puede por excepción llegar á O ó á 2. Es imposible
establecer relación proporcional entre el grado de presión positiva ó ne-
gativa y la presencia de una cantidad determinada de líquido en la pleu-
ra. Las grandes faltas de tensión finales siguen á la sustracción de can-
tidades considerables de líquido, cuando las paredes están rígidas, el
pulmón poco susceptible de expansión, retenido por la pleura engrosada,
hiperemiado ó atelectasiado desde hace tiempo. Una disminución de ten-
sión brusca y fuerte es una de las causas más ciertas é importantes de
los accidentes que se observan, sea después, sea durante la toracen tesis.
El manómetro permite apreciar la rapidez con que se produce la dismi-
nución de tensión y el grado de aspiración; puede, pues, servir de guía
para indicar el momento en que conviene interrumpir la salida del li-
quido. Mientras la disminución de tensión es lenta y gradual, se puedo
en general continuar la extracción; es bueno suspenderla cuando, des-
pués de un descenso progresivo, se comprueba uua disminución brusca
y notable de la presión.»
Para concluir, diremos, que la aplicación del manómetro á la toracen-
tesis será muy conveniente á los cirujanos que se propongan vaciar de
una vez derrames de 2 ó 3 litros, y no tanto á los que se atengan á los
prudentes y racionales consejos de Dieulafoy; que la sustitución de la
aguja por un trocar impide el concurso del vacío previo, y, por último,
que su aplicación no está todavía generalizada, por no ser de peso las
ventajas que proporciona, ya que no es necesario ni conveniente hacer
de una vez cuantiosas extracciones.
CAPITULO III.
Efectos consecutlv'os y accidentes de la toracentesls.
I. Efectos consecutivos. — Algunos de ellos nos son ya conocidos,
por lo que incidcnlalmente hemos dicho en los capítulos anteriores; de
modo que solamente nos ocuparemos de algunos fenómenos subsiguien-
tes á la operación.
En el aparato respiratorio sucede, al acumularse un derrame en la
cavidad de la pleura, que sufren una compresión variable los pulmones,
de manera que la presión torácica, que normalmente oscila entre 12 y i4
milímetros de mercurio negativos, puede cambiarse hasta llegar á 20 ó 30
positivos. Según HomoUe, esta presión no es puramente proporcional á
la abundancia del derrame, sino que en ella influye por mucho la dura-
ción de la pleuresía, dado que es intensa esta presión en las pleuresías
agudas, cuyo derrame copioso se ha formado rápidamente, y por el con-
trario, es débil en las pleuresías antiguas. Ahora bien, cuando esta ten-
sión disminuye á consecuencia de la toracentesis, lo hace de una mane-
ra más ó menos rápida y ha de influir forzosamente en la pleura y en el
pulmón. En la pleura, se dice que unas veces favorece la reabsorción del
líquido que quedó en su cavidad y que otras contribuye á la reproduc-
ción rápida del exudado; en algunos casos este fenómeno es tan repentino
é intenso, que puede matar por asfixia en algunas horas, porque el líqui-
620 LA TORAGENTESIS
do nuevamente exudado llega á una cantidad superior á la del derrame
que se evacuó, y en estos casos está indicada perfectamente la toracen-
tesis de urgencia, que podrá devolver la vida á enfermos seriamente
amenazados de perderla. La disminución rápida de la tensión positiva
intra-pleural puede favorecer el paso de los elementos figurados de la
sangre al interior de la pleura, por rotura ó por diapedesis en los vasos
que la riegan, si bien Moutard-Martin, en su monografía sobre las pleu-
resías hemorrágicas (1878), se inclina á creer que es efecto de la rotura
de los capilares recien formados en las neomembranas, que en muchos
casos revisten la superficie interna de la serosa costo-pulmonar. Esta in-
vasión de glóbulos sanguíneos se observa principalmente al final de la
operación, y sobre todo cuando se extraen en una sola sesión algunos li-
tros de líquido, de manera que podríamos muy bien evitarla, en la gene-
ralidad de los casos, no extrayendo nunca más de un litro de exudado en
una sesión y dando por terminada la operación en cuanto viésemos apa-
racer un líquido rosáceo, que seria la señal de que empieza á fraguarse
la hemorragia intra-pleurítica. A veces no son los glóbulos sanguíneos
rojos y blancos en proporción normal los que invaden la pleura, sino que
estos últimos lo hacen en mucho mayor número de lo que les correspon-
de, y podrían llegar hasta transformar una pleuresía serosa en otra puru-
lenta. ¿Puede, en efecto, la disminución de tensión provocar este cambio?
Lo ignoramos. La disminución de tensión intra- torácica, después de la
evacuación del derrame pleurítico, influye en los pulmones, restable-
ciendo su circulación, á medida que se van desplegando, y provocando
casi siempre una variable congestión, que se traduce por ligera disnea,
accesos de tos, rubicundez de la cara, estertores húmedos y crepitan-
tes, etc., durarUe la operación y poco después. Mas no son estos solos los
efectos de dicha disminución de tensión, sino que algunas veces, sin con-
tar la asfixia y edema agudos, que luego estudiaremos, los operados han
sucumbido á consecuencia de rotura de aneurismas, de pneumonías, de
aploplegía pulmonar fulminante, etc.
Manifiestos se presentan en el aparato circulatorio los efectos de la
disminución de presión intra-torácica. La circulación tiende á volver á
sus condiciones fisiológicas, y en su consecuencia aumenta la tensión
arterial y desaparecen los fenómenos de éxtasis venoso. El pulso traduce
á menudo estos cambios, pues en los trazados esfigmográficos se observa
que el dicrotismo normal viene á sustituir á la serie de oscilaciones
descendentes que se presentan cuando está muy baja la tensión arterial
(Ghatelin); el número de pulsaciones disminuye ordinariamente, de idO
y i20 por minuto á 90 ó 100 en el mismo espacio de tiempo, pero en al-
gunos casos esta disminución tarda algunos dias en aparecer, sin causa
apreciable. Una cardiopatía anterior á la pleuresía puede influir mucho
en los desórdenes del pulso, pero, por regla general, las intermitencias,
debilidad y desigualdad del mismo, desaparecen á las pocas horas ó al
dia siguiente, á menos que el corazón no se mantuviese dislocado por
efecto de adherencias recientes.
Sabemos que la pleuresía aguda determina fenómenos térmicos, ge-
nerales unos y locales otros, habiendo sido estos últimos objeto de estu-
dio por parte de Peter, quien los atribuye á la congestión y trabajo in»
CARIES DE LOS HUESOS DEL- CRÁNEO. 621
flamatorio de que es asiento la pleura. Piíes bieri, la toracen tesis. también
los determina, tanto generales como locales; y si se ha operado en pleno
periodo febril y exudativo^ acontece que la temperatura local del ladé
enfermo se eleva siempre que ha de repetirse el derrame, lo cual -explica
Peter por una hiperemia a vacuo^ que podria muchas veces, juntándose
á la preexistente, determinar la purulencia de un derrame seroso, poje
cuyo motivo condena la torácentesis en el período febril, denominándola
intempestiva. La elevación térmica local, de que hemos hecho mérijto.,
puede llegar á 5 ó 6 décimas de grado; pero si se ha operado después 4^
la defervescencia, estos fenómenos no tienen lugar, de una manera apre--
ciable cuando menos. La temperatura general no se eleva nunca más allá
de2á 3 décimas después de practicada la torácentesis, aunque sea en
pleno periodo febril, si para ello no interviene una causa extraña, á la
punción del pecho. Cuando se opera durante el periodo pirético, se cree
por algunos que la torácentesis puede hacer desaparecer la fiebre, ó
cuando menos acortar su duración, lo cual no parece ser exacto, según
Bouilly, quien dice haber comprobado que, en general, lo único que hace
la torácentesis es disminuir la intensidad de lá pirexia; proposición que
no ha sido admitida por todos los que de estos asuntos se han ocupado,
pues Lerebaulet dice haber visto siempre elevación térmica ligada á un
estado congestivo de pulmón; relación fisio- patológica que Chatelin no
ha podido comprobar en todos los casos que ha observado. Para concluir
lo concerniente á la temperatura, repetiremos que todo lo dicho no se
observa, por regla general, en las pleuresías crónicas y en ios apiréti:-
cas, y que por consiguiente se refiere solo á la torácentesis prpcoz; que
nosotros no aceptamos.
La disminución de la tensión intra- torácica parece como que. tenga
una acción especial en la composición de las orinas, pues Lemoinevdice
haber observado que, después de practicada la torácentesis, aum^utahan
en densidad, efecto del aumento de urea y sales durante algunos 4ias,
á pesar de la cesación ó disminución de la fiebre. A este propósito Cha-t
telin cita una observación, en que, después de la operación y á. pesarle
ser normal la temperatura, el enfermo excretó tres veces más ulrea.<íufi
en el dia anterior. El mismo autor cree que este fenómeno podria ^RHr
carse por la circunstancia de que la sangre, volviendo á tomar Su ;int
tensidad ordinaria, desembarazarla á los tejidos de los producios qi^en
en ellos se acumularon cuando la dificultad respiratoria. Nosotros i>Q
admitiremos del todo esta opinión, que tiende á asemejar la totacente-
sis á un fenómeno crítico, porque creemos son muy diferente^, '.
CARIES DE LOS HUESOS DEL CRÁNEO. ' ■
Tratamiento y curación mediante el cánterlp eléctrico,' ^
POR D. Agustín Roure, - • .' : .,
. . Médico-forense del Juzgado de Tremp» . . - —
HacQ tin año que, en un pueblo vecino á está villa, se dispararon
algunostiroB con motivo de unas reñidas elecciones. Una de' -las -balas
perdidas fué á dar en lacabeza de un joven de esta población/ ¡Esté clesá^
«• ^* p
622 CÁRIBS DE LOS HUESOS DEL CRÁNEO.
lifiado escrito tiene por objeto relatar este hecho. Llamado, como médico-
forense, fui acompañado por mis dos ilustrados colegas de ésta, señores
Portella y Delger, á prestar al herido los auxilios que su estado recla-
maba. Atendida la situación de la herida (vértice de la cabeza, al través
de la linea media), sus dimensiones (seis centímetros de largo y tres de
ancho), el estar interesadas todas las partes blandas, incluso el perios-
tio, y teniendo en cuenta, por último, la parálisis del miembro inferior
derecho sobrevenida en el acto mismo de recibir el balazo, hicimos, de
común acuerdo, el pronóstico reservado.
A los pocos dias se percibia en el fondo de la herida una parte super-
ficial de hueso necrosado, de forma y dimensión de una lenteja, la cual
fué desprendida y arrastrada hacia fuera entre los productos de la supu-
ración. Libre la lesión de aC[uel cuerpo extraño, entró de momento en
vías de cicatrización, de tal manera, que á las 48 horas de haberse eli-
minado el secuestro, estaba cicatricada la herida, á excepción de una
pequeña parte (convertida más tarde en trayecto fistuloso), por la que
continuaba manando el pus casi con la misma abundancia que antes del
trabajo de cicatrización. Debo indicar que desde el momento en que la
herida entró en supuración, la parálisis fué disminuyendo poco á poco,
permitiendo al lesionado el poder andar, si bien claudicando.
Por una cuestión de delicadeza y de dignidad, confié á otras manos
el tratamiento curativo de dicha lesión; mas al cabo de dos meses de
permanecer en el mismo estado, se agravó el del paciente, acusando
dolores supra-orbitarios, cosquilleo en toda la parte derecha del tronco,
asi como mayor parálisis del miembro mencionado. A súplicas del
herido y su familia, y por mandato del tribunal, me encargué otra vez
de la asistencia facultativa, consiguiendo del Juzgado el que nombrara
un sustituto de mi cargo de Médico-forense, cuyo nombramiento fué ex-
pedido á favor de mi íntimo amigo y compañero D. Pascual Sala.
Si mis lectores atienden que el herido se agrava; que además se
trata de un caso de medicina legal, cuyas circunstancias colocan al mé-
dico en una situación violenta y comprometida; si tienen presente que
habia de por medio nueve hombres presos como presuntos reos del
hecho, los cuales sólo esperaban una relación facultativa en que se dijera
no habia gravedad en la lesión, para que se les diera libertad; si consi-
deran, en fin, que me encontraba, como vulgarmente se dice, entre la
espada y la pared, no extrañarán entre en detalles, que en otra ocasión
fueran impertinentes, y que en vista de dicha circunstancia pidiera al
Juzgado el concurso de otros compañeros, á fin de que no solo me ilus-
traran sobre el caso y determinasen lo que debia hacerse, sino que
también con su presencia y sus acuerdos me libraran de aquel com-
promiso. Varias veces consecutivas vinieron de sus respectivas pobla-
ciones, con una puntualidad y deferencia que les agradeceré mientras
viva, los dignos é ilustrados profesores Sres. Farré, Ca^anovas, Monta-
ner, Sala, Feliu, Querol, Martínez, Codo y Bonifaci.
Enterados dichos señores de los antecedentes de un modo minucioso
y detallado; sondada la herida y examinada con escrupulosidad; anali-
zado el pus física é histológicamente con auxilio del microscopio, diagnos-
ticaron unánimemente una caries de los huesos de la bóveda craneana.
CARIES DE LOS HUESOS DEL CRÁNEO. 623
naciendo el pronóstico tal cual queda indicado; estando además acordes
en que debia tomarse una resolución pronta y enérgica, en vista de ios
progresos de la osteítis y del aumento de la parálisis. Aquí debo adyer*
tír que esta última afección sintomática no fué mejorada absolutamente
en nada á pesar de las fricciones aromáticas, corrientes eléctricas dadas
por mucho tiempo, ni en fin, por la estricnina y sus sales, consiguiendo
tan solo engordar al lesionado como un tudesco.
En cuanto al tratamiento, si bien todos fuimos de parecer que lo
primero que debia hacerse era poner al descubierto la afección del hueso
y limpiarla completamente, no fué asi ai escoger el medio que debia obrar
tópicamente; pues mientras yo propuse la cauterización por la electri-
cidad, proposición admitida por los médicos más. jóvenes y desechada
por los de más edad, querían éstos que tan sólo se aplicara el cauterio
potencial ó sean los ácidos minerales.
Después de una larga discusión, en la que cada cual abonaba por tal
ó cual procedimiento exponiendo sus ventajas é inconvenientes, se con-
vino, respetando como siempre respeto la mayor ilustración y pericia de
los ancianos, en que se aplicara desde luego el cauterio potencial, y que
si éste no producía el efecto que algunos esperaban, operase con el
gálvano-cáustico, ya que el herido y su familia lo querían, y ya que yo
esperaba algún resultado de su aplicación, por algunos casos prácticos
que les expuse durante la referida discusión.
Inmediatamente, y ayudado por mi amigo y compañero Sr. Sala, hice
un colgajo tríangular de las partes blandas, en cuyo centro estaba la fís-
tula, poniendo de este modo al descubierto la lesión del hueso, que con-
sistía en una úlcera redonda, del tamaño de una moneda de dos reales,
como si fuera hecha con una corona de trépano y situada en el tercio
posterior de la sutura sagital, ocupando sus tres cuartos el parietal
izquierdo y el otro cuarto el derecho, interesando, singularmente en el
primero de dichos huesos, todo su espesor, á excepción de una delgada
lámina de la capa interna de los mismos.
Por espacio de quince días cautericé con diversos ácidos minerales
la afección del hueso y, no obstante su aplicación, la caries ganaba
terreno; me determiné entonces á cauterizarla por medio de la electri-
cidad.
Fundado en la propiedad que tienen los hilos metálicos de ponerse
incandescentes cuando se aproximan estando al propio tiempo en comu-
nicación con una fuerte pila, me armé de dos varillas de platino termi-
nadas en punta muy fina y una en cada mano, no sólo para operar con
más comodidad sí que también por tener á mi voluntad fuego ó no ins-
tantáneamente, con sólo aproximar ó separar la punta de dichas varillas
metálicas.
No cloroformicé al enfermo ni tan siquiera anestesié localmente la
herida, por temor de mayor complicación en caso de que sobreviniera
algún accidente, y además porque se trataba de una constitución de
hierro, de esos hombres de los que vulgarmente se dice que no tienen
nervios.
Como quien pinta una miniatura, ó trabaja en caligrafía, fui tocando
con el fuego punto por punto toda la superficie y fondo de la úlcera, y
624 ANAtOMlA DB LOS CENTROS NERVIOSOS.
cómo no se presentó ningún accidente y el herido acusaba poco dolor
pude cauterizar todo la ulceración en dos sesiones, dando por resultado
que,- concluida la operación, fué desapareciendo la parálisis á pasos agi-
gantadosy' quedando la parte cariada completamente seca, como si hur
bióran cimentado sus paredes y fondo, no dando desde entonces ni una
sola gotarde pus, y sin que se vieran vestigios de un trabajo de repara-
ción. No me apresuré por esto á cubrir el cráneo, lo tuve unos dias al
descubierto, vigilándole atentamente, y como no se presentaba nada de
anómalo, llamé por última vez á los citados médicos, quienes, en vista
de tan sorprendente resultado, dieron unánimamente por curado al heri-
do, quedando, como es de suponer, contentos y satisfechos de haber sal-
vado quizás la vida á un hombre y de contribuir con su informe ala
libertad de los encarcelados.
Refresqué entonces los bordes del colgajo, y con dos puntos de sutura
quedo: cubierta la bóveda craneana, no quedando para el herido más que
el recuerdo y una depresión en el punto de la herida,, que indicará siem-
pre lá pérdida de sustancia del hueso.
Üésdé entonces (hace medio año) se dedicó á sus ocupaciones ordi-
narias de labrador, sin que hasta hoy haya sentido la menor incomodi-
dad. ¿Fué causa de la parálisis notada en el acto de sufrir la herida una
conmoción cerebral? ¿Fué sostenida después por una congestión limitada
del cerebro, siendo ésta á la vez efecto de la inflamación del hueso?
¿Habia alguna lesión en la médula? ¿Cómo obró el cauterio?
Puntos son estos que dejo al que posea estudios profundos y talento,
cualidades de que desgraciadamente carezco.
™ ^ * ^^^^^.^~^^^-^~^ * - - - -3. ^^ ,^^^-^^-^-^-^-j
anatomía m los centros nerviosos, í^>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas RotA.
• El cerebelo es un órgano bastante voluminoso, situado en las fosas oc-
cipitales inferiores, sobre las que descansa, y debajo de la parte posterior
de los hemisferios cerebrales, de los cuales está separado por la tienda
del cerebelo. Tiene por arriba el cerebro, por debajo la médula y por de:
lahté elbulbo y la protuberancia, estando íntimamente unido con todas
estas partes á beneficio de gruesos manojos de sustancia blant^a, líama-
dos pedúnculos cerehelosos: superiores los que le unen al cerebro, inferio-
res los que le^ enlazan con la médula, y medios los que le ligan á la protu-
berancia.
Pesa por término medio 443 gramos, peso que, comparado con el del
cerebro,. representa próximamente V5. Las investigaciones de Cali y Cu-
<í)- Continuación — V. los núms. 25, 26, 27. 28, 29, 30, 31, 32,33,34.35, 36, 37,38,
39, 40, 4i, 42 Jt43, - - - • • - -
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 625
vier demostraron <|ue proporcionalmente el cerebelo pesa más en la mu-
jer que en él hombre, lo cual confirmaron los trabajos de Ghaussier, al
mismo tiempo que hicieron evidente que el peso absoluto es mayor en eV
hombre. Galori ha demostrado que la ventaja que los individuos braqui-
céfalos tienen en el peso dé su masa encefálica, sobre los dólico-céfalos,
recae en beneficio de los heniisferios, y que el cerebelo no sufre variacio-
nes por este motivo.
El cerebelo tiene una forma elipsoide, siendo el diámetro an tero-pos-
terior de 5 V2 ^ ^ centímetros, el transversal de 11 y el vertical de 5V2 en
su parte más gruesa, teniendo solamente 12 milímetros en la más delga-
da ó circunferencia.
Se altera muy pronto después de la muerte, de modo que presenta en
todo caso un poco menos de consistencia que el cerebro.
\ . A— ASPECTO" V CONSTITUCIÓN DEL CEREBELO.
C40Hfbrmacion exterior. Presenta en su superficie un color gris; es liso
y está surcado por gran húmero dé cisuras.
Enlaparte media hay una regioa distinta, por su menor volumen,
que constituye el lóbulo medio del cerebelo (I, fig.92),el cual separa las par-^
tes laterales más voluminosas, llamadas hemisferios cerebelosos (H, figura
92). Los hemisferios cerebelosos son en general simétricos, pero no es-
raro observar el predominio de uno de ellos. Así como en el hombre es-
tos predominan sobre el lóbulo medio, en los animales van disminuyendo
los hemisferios hasta quedar reducido el cerebelo al lóbulo medio: tal
ocurre en los grados inferiores de la escala zoológica.
La cara superior del cerebelo es lisa y convexa. Ert la línea media se
encuentra una pequeña salida án tero- posterior, que por delante alcanza
la válvula de Vieusens y los pedúnculos cerebelosos superiores, que cu-
bte en parte, y por detrás va disminuyendo hasta casi desaparecer. Est i
eminencia está cruzada por un gran número de surcos transversales,
que le comunican un aspecto particular y que le ha valido el nombré de
vemii» superior 6 eminencia vermicular ó vermiforme; corresponde al ló-
bulo medio. En cada lado de la misma se ve la cara superior de los he-
níísferios dirigida oblicuamente hacia abajo y afuera.
Li cara inferior es convexa y descansa en las fosas occipitales inferió^
rés.'A los lados, sé ve la cara inferior de los hemisferios '(fig. 92), con' -
vexá, separados uno de otro por un anchó y profundo surco, qiíé recibe
en parte al bulbo raquídeo y se llama grande cisura media del cerebelo:'
Sepamndb los hemisferios cerebelosos, se ve en el fondo de esta cisuní
uiia eminencia análoga á la de la carasuperior, surcada también por cisu-
ras transversales (I, ñ^, 92), más saliente que aquella y qlic presenta dos
prolongaciones laterales, que la unen con los hemisferios cerebelosos: es'
elvermis inferior 6 eminencia vermicular Q vermiforme inferior ^ corres-"
pondiente-á la parte inferior del lóbulo medior La eminencia vermiforme
inferior- termina hacia atrás por un pequeño abultamiento, llamado i^irá-
mide laminosa de Maláxame; por su extremidaíl anterior forma una' emi-
nencia libre en la pared superior del cuarto; ventrículo, designada por
• • • . . . * •
este mismo- autor con el nombre de úvuld; de cada lado de la úvulá salen
696 ANATOMf A DE LOSXCBNTROS NERVIOSOS.
dos repliegues hasta los hemisferios cerebelosos, adherentes por uno de
sus bordes, conocidos con el nombre de válvidas de Tarin, las que cir-
cunscriben un espacio, que Reil ha comparado á un nido de golon-
drina.
La circunferencia del cerebelo es regularmente convexa en las partes
laterales y escotada en la anterior y posterior. La escotadura posterior es
poco profunda y permite ver el lóbulo medio; recibe la hoz del cerebelo
y la cresta occipital interna. La anterior es ancha y profunda para dar
cabida á la protuberancia que se encuentra amoldada á ella; por las par-
tes laterales de esta escotadura penetran en el interior de cada hemisferio
cerebeloso los pedúnculos superior, medio é inferior.
La superficie del cerebelo está surcada por un gran numero de cisu-
ras, que le dividen en lóbulos, lobulillos, láminas y laminillas. El estu-
dio detenido de estas cisuras, como lo ha hecho en estos últimos tiem-
pos Vicq d'Azyr, y de los lóbulos que de las mismas resultan, tiene poco
interés y aplicación, por cuyo motivo pasaré sobre este punto muy á la
ligera.
Entre los surcos existe uno muy profundo, que empieza en cada he-
misferio en el sitio de entrada de los pedúnculos cerebelosos medios y
corre toda la circunferencia del cerebelo, de modo que divide cada he-
misferio en dos grandes lóbulos: uno superior ^ que abraza toda la cara
superior, y otro inferior^ que comprende la mitad inferior del cerebelo
Este surco' se llama grande surco horizontal ó grande surco circunferencial
de \icq d^Azyr. Está labrado, en parte, sobre la cara superior, de modo
que el lóbulo inferior traspasa al superior y forma la circunferencia del
cerebelo.
En la cara ó lóbulo superior existen tres cisuras ó surcos principales
que limitan otros tantos lóbulos secundarios. Como estos surcos llegan
hasta la eminencia vermiforme superior, ésta queda dividida en cuatro
pequeñas eminencias: anterior ó Úngula; lóbulo central, situado inmedia-
tamente por detrás de la precedente; eminencia del vermes superior la que
sigue, y botón terminal la posterior. La cara superior queda también di-
vidida en cuatro lóbulos, que se extienden hacia las partes laterales y pa-
recen continuación de los lobuliljos de la eminencia vermiforme supe-
rior: el anterior se llama lóbulo de la lingula y es muy pequeño; el que
le sigue, alas del lóbulo central; viene luego el lóbulo superior anterior^
que es el que ocupa mayor extensión de la cara superior y se continúa
por dentro con la eminencia del vermes superior, y por fin, el lóbulo su-
perior posterior, situado á los lados del botón terminal.
En la carao lóbulo inferior acontece lo mismo que en la superior. En
la eminencia vermiforme inferior encontramos de delante á atrás: el no-
dulo, formado por la extremidad anterior de la úvula; la úvula; la emi-
nencia del vermes inferior, y la pirámide laminosa de Malacame, unida
en la escotadura posterior con el botón terminal. La cara inferior de los
hemisferios presenta: primero, el lóbulo del pneu mogdstrico (D, fig. 92)
á los lados del nodulo; el lóbulo tonsilar ó amígdala (G. fig. 92) unido á la
úvula por las válvulas de Tarm; el lóbulo inf^inor anterior (E F, fig. 92)
que corresponde á los lados de la eminencia del vermes inferior, y el W.
bulo inferior posterior á los lados de la pirámide laminosa (H, fig, 92).
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 627
Cada uno de estos lóbulos está subdividido en lobulillos secundarios
y estosen láminas y en laminillas, por un gran número de cisuras se-
cundarias pequeñas, más ó menos paralelas todas y que Malacame
evaluó en 700 ú 800.
Conformación interior y constitución. Para su estudio se hace pr«ciso
practicar diferentes cortes en distintos sentidos, y entonces se observa
que la parte central del cerebelo está formada por una masa de sustan-
cia blanca y que en la periferia existe una cubierta de sustancia gris.
Dadas las delgadas laminillas, que Jcircunscriben el gran número de
cisuras de la superficie, el aspecto de uno de estos cortes ee pintoresco,
porque se ve la sustancia blanca dai\ tantas ramificaciones cuantas son
las laminillas existentes y presentar el aspecto de una abundante arbo-
rescencia, cuyas ramas corresponden á la superficie del cerebelo y el ta-
llo á la masa de sustancia blanca.
Fie- gs.-Cara Inferior del cerebelo.
A. Corte de la base det biilha.~ B. Protuberancia.— C. L6bulo 4 mitad superior del cerebelo.
—D. LAbulo del poeumogistrlco.— £: F. Lúbulo inTerior anleriar.-C Amígdala .'-H. Lóbulo In*
feriar poaterioi-.— /. Vermes;.! nferior.
Practicando un corte vertical sobre el lóbulo medio, desde la eminen-
cia vermiforme ííiiperior á la inferior, se observa la sustancia blanca con
gran número de ramificaciones, cubiertas en último término por la del-
gada capa de sustancia gris, que se replega sobre las arborescencias de
la sustancia blanca, amoldándose á todas sus prolongaciones: su aspecto
es verdaderamente caprichoso y para caracterizar su especial disposi-
ción se le conoce con el nombre de árbol de la vida del lóbulo jnedio.
Un corte vertical, sobre uno de los hemisferios en su parte media,
permite distinguir una disposición parecida á la anterior, por lo cual se
llama árbol de la vida de los hemisferios cerebelosos, cuyo tallo es más
grueso que el del lóbulo medio y sus divisiones manos finas y nume-
roBas.
Por lo dicho se ve que toda la parte central del cerebelo está consti-
.628 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
tüidá'por sustancia blanca y que en la periferia se encuentra la corteza
gris. Pero ñaés esta la única sustancia gris que toma parte easu cons-
titución: así en los cortes verticales como en los horizontales, practica-
dos sobre los hemisferios cerebelosos, aparece en el centro de la masa
blai^ea; ó* de lo que podría Uamaráe centro oval del cerebelo, una mem-
brana de dicha sustancia, replegada y tortuosa, formando una región
especial eñ el espesor de la sustancia blanca, y llamada cuerpo romboidul
ó con más propiedad, según Vicq d'Azyr, cuey^o dentado ó festoneado^ ú
oHva cere&élo^d por o trps. El cuerpo dentado está constituido por una
membrana de sustancia gris, replegada en forma de bolsa, cuyo fondo
está dirigido á la periferia y cuya abertura mira á adelante, hacia el si-
tio de entrada de los pedúnculos cerebelosos. Meynert ha descrito otra
pequeña agrupación de sustancia gris situada por delante y abajo del
cuerpo dentado, constituida también por una membrana replegada, á la
cual ha llamado núcleo dentado accesorio. Aparte de estos núcleos, se
encuentran otros dos, descritos primero por Stilling, situados á los la-
dos de la línea media, muy cerca uno de otro, de coloración gris poco
marcada y de unos 7 milímetros de longitud por 3 de espesor, corres-
ponden directamente debajo del lóbulo central, muy cerca de la pared
superior del cuarto ventrículo, por cuyo motivo les dio Stilling el nom-
bre de núcleos del techo,
B.-^EXTRUCTURA HISTOLÓGICA DEL CEREBELO.
Cubierta gris (flg. 93). La corteza gris del cerebelo se compone de
tres cubiertas distintas y su extructura es más exactamente conocida
que la del cerebro. Se distinguen en ella tres zonas diferentes por su
grosor, extructura y naturaleza: una externa ó superficial, llamada cu-
bierta gris, que es la más gruesa; una media, designada con el nombre
de cubierta de las células, y otra interna ó profunda, que es la cubierta de
las granulaciones, . . ~
La cubierta gris es análoga á la primera de la corteza cerebral: como
ella está formada de neuroglia, cuya, descripción omito porque queda he-
cha en otro sitio y solo se diferencian por algunos detalles muy acceso-
rios. En esta capa se encuentran, además de la neuroglia, otros elemen-
tos figurados de naturaleza nerviosa: por un lado, una red de fibrillas
nerviosas sumamente finas, procedentes de la capa subyacente, y por
otro, algunas células nerviosas, de muy pequeño diámetro, multipolai*e$
y 6uyas prolongaciones son desconocidas por lo que hace referencia á
sus' conexiones.
La capa de las células (2, fig. 93) es característica. Se encuentran en
ella los elementos propios de la corteza cerebelosa, consistentes en célu-
las de gran tamaño, variables entre 40 y 70 m. m., llamadas células de
Purkinge, por haber sido descubiertas por este autor. Las células dePur-
kinge forman una sola capa en la cubierta de que me ocupo; raras.veces
se observa más de un piso de estas células. Su forma es triangular ó algo
esíférica, con el vértice dirigido á la superficie, lo mismo que las células
piramidales de la corteza cerebral; su extructura es fibrilar, como la:de
las demás células nerviosas.. De su ba$o,.ó de laparte dirigida á la ter-
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 6^
cera capa, nace de cada una de ellas una prolongación indivisa, análoga
i la prolongación axil de Deiters, que por más que Gerlach opine que va-
nas de ellas se reúnen para constituir una ííbra cerebelosa, los trabajos
de Kólliker, Deiters, Boíl, Hadlich, etc., demuestran que se continúan
directamente con las ñbras de la sustancia blanca cerebelosa. Del lado
opuesto de estas células, nace un gran número de ramificaciones, que
se dirigen á la capa gris ó superñcial, en donde, dividiéndose y dicoto-
mizándose, forman una espesa red. En este trayecto llegan, según de-
muestran los trabajos de Hadlích, hasta muy cerca de la superficie ce-
rebelosa, en donde retroceden para ir á continuarse con otras fibras, que
procedentes también del centro medular, atraviesan la tercera y segun-
da capa sin contraer conexión ninguna con las células, se dividen al lle-
gar á la primera cubierta y se continúan con las fibrillas antes dichas,
de modo que, en esta región, se ponen en relación directa dos clases dis-
tintas de fibras.
Flg. 93.-SB(inemadolaBxtnicttira d«lscaDl«rtagri>d"lce"^"lo-
íDuval.}
A. Sustancia blanca medular.— í. Capa profunda, rojlia 6 grínulola.— E Cap» madla i celu-
lar.—j. Capa BupcrQclal.
Li tercera capa ó de las granulaciones, tiene como elemento esencial
un gran número de pequeños corpúsculos, cuya naturaleza es dudosa y
que algunos se inclinan á considerarlas de naturaleza conjuntiva; pero
hace buena la creencia de que son elementos nerviosos, la existencia de
un fino protoplasma, del cual nacen finísimas fibrillas, que se anasto-
mosan formando una red. Esta capa se llama también rojiza y por ella
atraviesan las fibras procedentes del centro medular unas y de las célu-
las de Purkinge otras.
Cuerpo dentado. Asi e\ cuerpo dentado principal como el accesorio,
tienen como elemento característico células multipolares de 35 mm.
por término medio, atravesadas por gran número de fibras que van á la
periferia. Según Meynert, las células de los cuerpos dentados accesorios
son más gruesas que las del principal.
Núcleo del techo. El núcleo del techo, d pesar de que parece tener re-
lación con fibras sensitivas, como diré más adelante, está constituido
por células multipolares, que, según Meynert, tienen 60 m. m. de largo
por 15. de ancho. . .
630 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
SK^toncia&^anca. La sustancia blanca del cerebelo está formada de
tubos nerviosos, provistos de mielina, que tienen entre sí una dirección
paralela. Estas fibras pierden su vaina medular al penetrar en la corte-
za gris, disminuyendo de diámetro y continuándose, unas con las cé-
lulas de Purkinge y otras dividiéndose para ir á reunirse con las ramifi-
caciones de dichas células, y establecer de este modo verdaderas anasto-
mosis en los confines más apartados del cerebelo.
Susta^ncia conjuntiva del cerebelo. Gomo en las demás partes de los
centros nerviosos, existe en el cerebelo un armazón de tejido conjuntivo;
su extructura es análoga á la que ya he descrito y se la encuentra en la
corteza gris especialmente, constituyendo casi toda la primera capa. Boíl
ha encontrado en la sustancia medular líneas ó placas de células análo-
gas á las que he descrito en la médula, que también corresponden al te-
jido conjuntivo neuróglico.
C— TRAYECTO Y HACECILLOS DE LAS FIBRAS BLANCAS DEL CEREBELO.
Si hemos de creer las palabras de Luys, la disposición de las fibras
blancas del cerebelo es muy sencilla y perfectamente conocida. Según
dicho autor, las fibras de los tres pedúnculos, superiores, medios é infe-
riores, se dirigen sin excepción al cuerpo dentado, penetrando por su
parte abierta; allí se ponen en comunicación con sus células y luego sa-
len divergiendo, para ir á distribuirse á la corteza gris del cerebelo. Algo
de cierto hay en esto, pero no de una manera absoluta: la disposición de
las fibras cerebelosas es aun poco conocida, á pesar de serlo lo suficiente
para demostrar que la descripción de Luys, es exagerada en este punto
como en otros muchos.
Aparte de las fibras de los tres pedúnculos cerebelosos, que he enu-
merado ya, van también al cerebelo otras fibras, de las cuales me ocupa-
ré brevemente.
Dos manojitos de fibras de poca importancia se dirigen del vermes
superior á la válvula de Vieusens, siguiendo un trayecto antero-poste-
rior, y poniéndose en comunicación, por debajo de los tubérculos cuadri-
géminos, con la cinta de Reil, que describiré al tratar de la protuberan-
cia. Sobre el destino intra-cerebeloso de estas fibras nada se sabe.
De los núcleos de origen del trigémino y del núcleo externo del ner-
vio acústico salen también fibras, que se dirigen al cerebelo. Nó se sabe
nada del sitio en que terminan las primeras. Las que provienen del acús-
tico son más conocidas y tienen mucha importancia en Fisiología y en
Patología. Situado el núcleo externo del acústico entre las fibras del pe-
dúnculo cerebeloso inferior (N, fig. 94), da ongen á un manojito de fi-
bras, que, corriendo al lado externo de dicho pedúnculo (A, fig. 94),
penetran en el cerebelo y se dirigen manifiestamente y sin ningún
género de duda al núcleo del techo de Stilling (C, fig. 94), entrecruzán-
dose en parte las de un lado con las del otro para terminar en el núcleo
opuesto. La terminación de estas fibras, cuando salen del núcleo del te-
cho, es desconocida; pero hoy se concede gran importancia á estos enla-
ces por las relaciones, y hasta cierto punto solidaridad, existentes entre
el nervio acústico y órgano del oido por un lado y el cerebelo por otro.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 631
El descubrimiento de Flourens, de que la destrucción de los canales se'
micirculares altera el equilibrio, conürmado por los experimentos de
Vulpian y Brown-Sequard, se ha completado hoy por los datos anatómi-
cos que ae poseen de las conexiones entre el cerebelo y el oido, y cada
dia, desde los trabajos de Cypn, en 1873, sobre las funciones de los ca-
nales semicirculares, adquieren mayor importancia en Patología los des-
órdenes en la progresión á consecuencia de trastornos auditivos
— B E. Fibns que del hacecillo delgado van al núcleo del techo del Uda opuesta.— C. Núcleo
del techo de Stilllng.- F a H I. FlDru que del hacecillo delgado van directamente á la
eortaia gris.—/. Cuerpo res ti forme.— i.. Hacecillo delgado.— R. Nervio acústico.— .V. Pirlmlde*
interiore*,— IV. Núcleo eiterno del nervio acüatiro.
En el cerebelo, lo mismo que en el cerebro, existen fibras comisurantes,
que ponen en comunicación distintas regiones de un mismo hemisferio
cerebeloso y ambos hemisferios á la vez. Efectivamente, desde hace mu-
cho tiempo se han descrito en el cerebelo fibras arciformes, extendidas de
una á otra lámina de la corteza gris, unas más cortas y otras más largas,
estableciendo comunicación entre regiones algo distantes. Stilling ha
descrito algunos hacecillos, que no son aun bien conocidos, y que, dado
el estado actual de la Fisiología del cerebelo, tienen escasa importancia.
Las fibras comisurantes entre ambos hemisferios proceden del pedúncu -
lo cerebeloso medio, que contiene fibras extendidas de uno á .otro lado,
siendo de advertir que no todas las fibras de este pedúnculo tienen des-
tino igual, pues algunas se continúan con los pedúnculos cerebrales.
Las fibras que vienen del pedúnculo cerebeloso medio, al penetrar en
U masa blanca de los hemisferios cerebelosos, no se dirigen, como dice
632 AÑAt<>MÍ A DE LOS CENTROS NBBVIO&OS.
Luys, al cuerpo dentado para llegar luego á la corteza gris, sino que di-
rectamente, y sin entrar en relación con ningún grupo de sustancia gris
del cerebelo, van á la superficie, dividiéndose para-esto en un gran nú-
mero de láminas y laminitas, que acaban en otras tantas pequeñas cir-
cunvoluciones. No €s muy difícil observar la disposición de esto»^ hace-
cillos, teniendo en cuenta que penetran en lo que podria llamarse ileó
del cerebelo por la parte más externa, quedando, por consiguiente, sin
confundirse con las demás, como puede verse perfectamente en un ce-
rebelo preparado y conservado en alcohol hidratado.
El pedúnculo cerebeloso inferior, cuya continuación con los cordones
posteriores de la médula parece evidente observada á simple vista, pe-
netra en el cerebelo por dentro del pedúnculo medio y va á distribuirse
en la corteza, sin entrar tampoco en comunicación con los núcleos gri-
ses del cerebelo. Huguenin distingue para su distribución dos hacecillos
en este pedúnculo: el cuerpo restiforme (J, fig. 94), y la parte interna del
mismo ó cordón delgado (L, fig. 94), continuación del de GoU de la mé-
dula. Las primeras no son interrumpidas en su trayecto al través de la
sustancia blanca cerebelosa, aunque Meynert admite la posibilidad de
una comunicación con el cuerpo dentado; las segundas, según Huguenin,
en parte van directamente á la corteza (F G H I, fig. 94), y en parte al
núcleo del techo del lado opuesto (B E, fig. 94). Estos hechos no son ad-
mitidos por todos los autores, como puede comprenderse por lo que an-
tes he dicho acerca de la terminación superior de los hacecillos de Goll.
El estudio de estos detalles es sumamente difícil.
El pedúnculo cerebeloso superior, al penetrar en el cerebelo por den-
tro de los anteriores, se dirige al cuerpo dentado, con el cual entra en
relación para salir luego y mezclarse con las que vienen de los demás
pedúnculos y distribuirse por fin en la corteza cerebelosa.
Aunque como se ve sea algo conocido el trayecto de las fibras blancas
del cerebelo, no se sabe cuál sea su terminación. Antes he dicho que en
la sustancia blanca del cerebelo hay fibras que terminan en las células de
Purkinge y otras que atraviesan esta capa sin contraer conexión ninguna
con. las células, uniéndose al llegar ala capa gris con las prolongacio-
nes procedentes de las células de Purkinge, que se reflejan al acercarse
á la superficie. Tal vez este detalle de extructura indica que existen dos
sistemas de fibras, que se anastomosan de este modo para formar algún
aparato; pero la demostración directa de si estas fibras, distintas por su
terminación, proceden de pedúnculos diferentes, falta por completo.
Pocos órganos hay que hayan sido objeto de tantas y tan diversas in-
terpretaciones sobre su modo de funcionar. Willis, Rolando, Leven, Ma-
gendie, Schiff, Flourens, Renzi, Luys, Lussana, Wagner, Herbert-Spen-
cer y otros muchos han opinado de diverso modo acerca délas funciones
del cerebelo, creando teorías más ó menos científicas y atribuyéndole
acciones de muy distinta índole.
La opinión más generalmente admitida hoy, y más conforme con los
hechos experimentales y con las observaciones clínicas, es la de consi^
deraral cerebelo como centro coordinador de todos los movimientos:
sin ser un órgano exclusivamente sensitivo ni motor, pone en relación
CÓLERA MORBO. 633
estos .dos factores, para que resulte la armonía que reina en las mañi<
festaciones motoras. Conforme con estas creencias, indudablemente la
teoría más aceptable y la más en armonía con los hechos de Anatomía y
Fisiología hoy conocidos, sobre los desórdenes de la ataxia locomotriz
progresiva, para citar un solo ejemplo, es atribuirlos al aislamiento de
la tnédula y del cerebelo á consecuencia de las lesiones dé la zona radi-
cular posterior, del cuerno posterior y de la columna de Glarke, pues
por más que este aislamiento sea quizás indirecto, no deja de impedir la
trasmisión de las impresiones sensitivas al cerebelo por el hacecillo ce-
rebeloso directo, que es la via más conocida.
Herbert-Spencer, suponiendo que las acciones nerviosas han de ser
coordinadas en el tiempo y en el espacio, admite que el cerebelo está
destinado á la coordinación en el espacio y el cerebro en el tiempo.
Bastían se expresa como sigue: «el cerebelo es un centro motor su-
premo, para reforzar y regularizar la distribución cualitativa y cuanti-
tativa de las corrientes centrífugas en los actos voluntarios y automáti-
cos respectivamente; ó con más brevedad, es un órgano supremo para re-
forzar y regularizar la distrihurcion de los corrientes centrifugas.:» Broad-
bent dice: «el cerebelo coordina los movimientos guiados por la visión,
ó combina los movimientos generales del cuerpo, que son necesarios
para las acciones especiales ordenadas por la volición.» De este modo
podría multiplicar hasta el infinito las citas de verdaderas autoridades
en esta materia, contestes todas, expresándolo con más ó menos exacti-
tud y semejanza, en que el cerebelo es un órgano regularizador de los
movimientos. Estas funciones del cerebelo explican la facilidad con que
muchas afecciones del oido producen vértigos, teniendo en cuenta las
relaciones anatómicas que entre ambos órganos existen.
Si, piara ejercer estas funciones, es el cerebelo asiento del sentido
muscular, ó tiene en estado latente la fuerza contráctil, etc., no se sabe.
Discuten los fisiólogos y todo lo que se ha dicho ofrece aun pocas- ga^*
rantías.
CÓLERA MORBO,
POR EL Doctor Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona,
^^0^f^r^0*0^0*^^0^0*0*0^^^0m0^0^0^0^>^^^^*^^0^0*0*
TelégramaB y correo de las islas Fiíipiaas.— Noticias de Oriente. -Los vapores-
correos: Fiñti^icw, Asia, Valencia.
Un telegrama de Manila (7 Octubre) dice que en la capital, inclusos
los arrabales; ocurrían por término medio de 10 á 42 defunciones dia^
rías, llegando de 30 á 47 en toda la provincia. Asegurábase en el mismo
que menguaba la epidemia en Cavite, Bulacan, Pampanga, Batangas y Ca-
marines del Norte, aumentando en cambio en Nueva Ecija y en Camari-
nes del Sur; Se había presentado en Albay y no se tenían noticias de Vi-
384 CÓLERA MORBO.
sayas. Cl resto continuaba sin novedad.— Otro posterior (día 17) señala
que ha causado cuatro defunciones en las provincias meridionales de Lu-
zon y que disminuye en las septentrionales, no ocurriendo novedad en
Visayas, Romblen, Capiz, Mindoro y Jol6.— En otro particular se asegura
que habia cesado la epidemia en llocos del Sur.
Telegramas de última hora anuncian la terminación oflcial del cólera
en Filipinas.
Acabo de recibir correo (del 24 al 31 de Agosto) de las islas Filipinas.
Cuidadosamente leido, no he encontrado casi nada que valga la pena de
contarlo, unas cosas por demasiado viejas é inútiles como conocimientos
cientiñcos, y otras por harto sabidas. Se han brindado médicos y estu-
diantes de Medicina para el servicio gratuito; se han hecho grandes do-
nativos por los particulares y por las órdenes religiosas; se estimula por
las autoridades y por la prensa al vecindario para levantar su ánimo; se
organizan nuevos hospitales, etc , etc. Kntre las cosas buenas^ anoto la
publicación de la estadística colérica dia por dia, pues bueno es decir la
verdad por grave que sea; entre las malas^ las remociones de terrenos
para terraplenar focos de infección, y entre las incalificables^ la práctica
de sujetar á cuarentena rigurosa á las procedencias de puertos sucios
por los que á su vez lo están: Manila respecto á iloilo, é Iloilo respecto á
Manila, por ejemplo. A buena hora
— El distinguido epidemiólogo Proust, en medio de un gran silencio,
da cuenta de la situación del cólera á la Academia de Medicina de París
(10 de Octubre). Los hechos más culminantes de su relato son ya conoci-
dos de mis lectores. Llama la atención acerca de la desorganización del
servicio sanitario de Egipto, pues aun el Consejo de Alejandría es solo la
sombra de sí mismo, en una época en que todo debe temerse de las pe-
regrinaciones. Como reputa al lazareto de Camaran insuficiente para to-
das las contingencias, recomienda se adopten medidas rigorosas en el
de El-Wesch, bastante lejano de Suez, creyéndolo más útil, y asi lo ha
dicho la experiencia de algunos años, que el de Djebel-Tor y el de las
Fuentes de Moisés. Por esto el Gobierno francés ha pedido en este punto
la intervención de Inglaterra, pues, como dice Fauvel, el Egipto es la
llave que puede abrir paso al cólera para el Mediterráneo.— Tan impor-
tante ha juzgado la Academia la nota de Proust, que acordó remitirla á
los ministros de negocios extranjeros y de comercio. Y hace bien, por-
que la invasión del Hedjar seria temible para Europa. De todos modos,
no se olvide que el lazareto de Camaran ha cumplido y cumple bien su
cometido, y que los de Djebel-Tor y de las Fuentes de Moisés son solo
establecimientos secundarios, á donde se mandan los peregrinos después
de sufrir rigorosa cuarentena en El-Wesch y El-Ouedji.
— Llegó por fin á Barcelona el dia 15 á última hora el vapor Viñuelas
que fué admitida á libre plática el 16, después de haber estado en el la-
zareto sucio. El Consejo de Sanidad por una parte y el Director general
de Beneficencia, que presidió há pocos días la sesión de esta Junta pro-
vincial, aprobaron la conducta seguida por nuestras Autoridades y fun-
cionarios. Vale más así. Sirva este ejemplo de estímulo á las Corporacio-
nes similares.
El Asia salió de Port-Said el dia 11 y llegó á Barcelona el 19, siendo
REVISTA DE DERMATOLOGÍA. 835
despedido para lazareto sucio. Trae 467 pasajeros y ha tenido dos muer-
tos. La cuarentena impuesta es de 15 dias.
£1 Valencia partió de Manila el 2 de este mes con 150 pasajeros y i 01
tripulantes, habiendo arribado el 8 á Singapore y el 17 á Punta de Gales
sin novedad.
REVISTA DE DERMATOLOGÍA,
POR EL Doctor Don Alejandro Planellas,
Hódieo tgrtg»d« del HtipiUl dt Stntt Oru.
Tuberculosis cutánea.— Con este nombre podemos hoy comprender
diversas afecciones cutáneas, cuya lesión es más ó menos análoga á la
producción tuberculosa diatésica, que ordinariamente se fragua en el te-
jido pulmonar y que está demostrado que puede desarrollarse en la ma-
yor parte, sino en todos los tejidos. Hace ya algún tiempo que se ha ca-
lificado, particularmente por los médicos alemanes, el lupus vulgar,
de producción tuberculosa, haciéndola depender de la diátesis del mis-
mo nombre. Hoy el Dr. Vidal, de París, distinguido dermatólogo, te-
trae á la arena de la discusión un importante asunto, sosteniendo la
dualidad de la tuberculosis cutánea (1), al querer demostrar que el
lupus es una forma especial de producción tuberculosa, distinta de los
tuberculomas que en la piel se producen y son una manifestación de
la diátesis tuberculosa. En apoyo de esta idea dá á conocer el Dr. Vi-
dal tres casos clínicos de formación de tuberculomas en la piel, uno
propio, otro observado por el Dr. P. Coyne y otro por el Dr. Jarisch, de
Viena. En todos, menos en el del último autor, se ha notado la presencia
de unos pequeños tumores cutáneos que se han reblandecido en su cen-
tro, y que hasta entonces no han producido cambios de color en la su-
perficie del tegumento externo, los cuales han concluido por abrirse al
exterior y dar un pus grumoso. En el del Dr. Jarisch se produjo una úl-
cera serpiginosa por el proceso regresivo de tubérculos conglomerados,
que se desarrollaron en la mejilla y en la oreja.
El Dr. Vidal, junto con Mr. André,ha practicado el examen histológico
dedos pequeños tumores desarrollados en el dermis. El núcleo de ellos
estaba rodeado de tejido fibroso condensado, y constituido por una sus-
tancia semi-transparentey de color gris, ofreciendo todos los caracteres
del tubérculo miliar de Laénnec y de la granulación gris de Louis. Un
principio de caseificación fué demostrado por el microscopio en dichos,
núcleos.
En los sujetos en que se han observado los tuberculomas descritos
por el Dr. Vidal, existían además otras producciones tuberculosas de ór-
ganos profundos, particularmente de los pulmones.
Hace anotar además el Dr. Vidal que el lupus no es hereditario, aun-
(1) Ann, de dermat, et de typhil,, 25 de Agosto de 1882.
636 REVISTA DE DERMATOLOGÍA.
qua el sujeto venga de padre y madre que lo hayan padecido; que este
mismo sujeto no está más dispuesto á padecer la tisis tuberculosa de^ lo
que lo están en general los escrofulosos; que el lupus puede persistir
largos años, treinta, cuarenta y aún más, con las mejores apariencias de
salud general en el sujeto que los padece, y finalmente, que las inocula-
ciones de lupus, que Auspitz, Pick y el mismo han practicado, han sido
infructuosas.
Insiste, pues, el Dr. Vidal en considerar como distintas la tubercu-
losis de la piel y el lupus vulgar, por los argumentos que de lo dicho se
desprenden, y que establecen, según él, diferencias en la etiología, ana-
tomía patológica, marcha, duración y terminación de ambas afecciones y
refiere en definitiva el lupus al escrofulismo, como otros autores han he-
cho, entre los que recordamos á Alibert, Rayer, Devergie y más mo-
dernamente Hardy, Volkman y Billroth.
Helanodermia pitirisiaca.-Con este nombre viene descrita la afec-
ción cutánea de un notable caso clínico de que dá cuenta el Dr. Porta-
lier (4). Se trataba de una mujer, que sin más antecedentes patológicos
que algunas alteraciones menstruales y después de dedicarse á un oficio
que le obligaba con frecuencia á tener en contacto sus extremidades in-
feriores con una cantidad regular de legumbres, que debia mondar para
separar el grano, empezó por presentar hinchados dichos miembros y
luego notó en ellos un prurito intenso que le obligaba á rascar fuerte-
mente. Al mismo tiempo llevaba una vida de marcada miseria, sin po-
derse procurar ni alimentos, ni aseo, ni descanso convenientes.
Al entrar esta mujer en la clínica del Dr. Fournier, presentaba una
alteración considerable del pigmento cutáneo; en la cara tenia un tinte
terreo y en muchas partes del cuerpo lo tenia moreno sucio y en algu-
nas negruzco subido. Notábase esto en el cuello, en la cintura y puntos
correspondientes á las partes en que los vestidos presentan más plie-
gues y adhieren más al cuerpo. No se encontraron síntomas de ninguna
afección interna á que referir la pigmentación exagerada, y recordando
que esta enferma se habia quejado de prurito y que este síntoma no po-
día atribuirse á los acarianos que acompañan á algunas legumbres,
porque lo notó cuando habia dejado el oficio que con ellas le ponia
en contacto, se vino á parar (por otros datos además) en que la afección
era una melanodermia pitirisíaca, debida alpediculiM corporisy sosteni-
da por la miseria. Los baños sulfurosos, una buena alimentación, la
quina.y el hierro vinieron á modificar muy favorablemente la pigmen-
tación y el estado general del sujeto. -
-rDespues del brevísimo extracto que hacemos de la nota del Dr. Por-
taliér, creemos oportuno hacer presente que, de acuerdo con Kaposi y
otros dermatólogos, la pigmentación notada en el sujeto de la historia
clínica, como la que se observa en otras afecciones pruriginosas, no es
otra cosa que una hipertrofia pigmentaria común, cuyo desarrollo es
mayor en los puntos en que más se siente el prurito y donde más s
rascan.los enfermos..
(i) Ánn, de dermat, et de syphil,^ 25 de Agosto de 1882,
REVISTA DE DERMATOLOGÍA. 637
Delasletálides.- Con este nombre designa el distinguido cirujano
español, Dr. Rubio, ciertas erupciones, cuya presencia está relacionada
con el desarrollo del cáncer. De ellas se ha ocupado recientemente el
Dr. D. Eugenio Gutiérrez en un trabajo interesante (1). Estas dermatosis
acompañan á los cánceres, particularmente de la mama, estén ó no ul-
cerados, haya ó no infartos ganglionares, y se presentan con frecuencia
en las mujeres obesas y especialmente linfáticas. Describe el Dr. Gu-
tiérrez varias formas de esas erupciones desde las más sencillas hasta
las más graves y que son: la maculosa ó efélide letálide, la papulosa, la
tuberculosa, la pústulo-crustácea, la eritematosa, la erisipelatosa y la ec-
zematosa. Acompañan al trabajo mencionado varias observaciones, pro-
pias unas del autor y otras pertenecientes al Dr. Estlander, y por no
poder transcribir aquí todo lo que de más importante dice el Dr. Gu-
tiérrez, reproducimos sus conclusiones, que son las siguientes:
1.' Las erupciones malignas, ó letálides, acompañan á los cánceres
con extraordinaria frecuencia, y su conocimiento ofrece un interés clí-
nico de capital importancia.
2.* Están histológicamente enlazadas en un orden de menor á mayor
complexidad, siguiendo por lo mismo en su desarrollo una graduación
natural cuando se trata del carcinoma epitelial serpiginoso.
3.' En las demás especies de cánceres son la manifestación de la in-
fección local.
4.* Ellas facilitan el diagnóstico de estas neoplasias cuando radican
en órganos glandulares y no se hallan tumefactos los ganglios vecinos,
asi como también nos permiten clasificar úlceras especiales que coinci-
den con tumores de la misma región.
5.* Su presencia indica la malignidad y propagación del neoplasma
á que acompañan y por lo tanto el desastroso fin del individuo que lo
lleva.
6.' Como no se destruyan dichas letálides á la vez que el cáncer, la
curación de este es imposible, pues de cada una veremos brotar nuevos
gérmenes.
7.' La mayor parte de las recidivas de los cánceres de la mama son
debidos al rápido desarrollo que adquieren las letálides después de la
extirpación de aquellos.
8.* Debe, pues, el cirujano no recurrir á la operación, caso de existir
alguna variedad de dichas erupciones malignas, si no quiere cortar la
vida de los pacientes; y esto aunque las glándulas linfáticas próximas
no estén tumefactas.
Del molluBcum.— Es esta una de las afecciones de la piel á la que se
consagra un número considerable de trabajos modernos, puesto que su
estudio dista mucho de haberse completado. Y por ciei'to que no son solo
los trabajos extranjeros los que figuran como más importantes, sino tam-
bién alguno nacional, como el verificado por el Dr. D. Eduardo García
(1) Memoria leida el 13 de Abril en el Congreso médico internacional de Se-
Tílla celebrado en 1832.— Para detalles, véase la Revista Especial de Madrid, pági-
na 193, 1882.
638 REVISTA DE DERMATOLOGÍA.
Duarte, quien, en las lecciones de Clínica quirúrgica que ha dado en la
Facultad de Granada, se ocupó de esta afección con motivo de un caso
clínico de ella. Dicho señor establece el diagnóstico de los pequeños tu-
mores cutáneos que constituyen el moluscum procediendo por exclusión.
Los distingue primero de los tumores líquidos por carecer de fluctuación;
luego de los tumores blandos por el adelgazamiento que en estos se pro-
duce en la piel, particularmente en el quiste sebáceo, y porque en el mo-
luscum no hay salida de materia blanda después de la punción; por fin,
de los tumores duros, especialmente del carcinoma, porque aun dada la
multiplicidad y la antigüedad de los pequeños tumores, que se produ-
cen en el moluscum, no va éste acompañado de síntomas generales ni
se nota la tendencia á la ulceración. Solo pueden ser incluidas dichas
producciones entre los tumores duros y benignos debiendo venir á parar
en el fibroma. El examen microscópico practicado en una de esas espe-
cies de verrugas concluye por demostrar la presencia de células fusifor-
mes, y otras estrelladas, comprendidas entre fibrillas empapadas por un
líquido amarillo albuminoso (1).
El Dr. García Duarte rechaza la palabra molluaciim como dada á con-
fusiones, que no deben continuarse hoy y que agrupan en ella tres for-
mas de afecciones cutáneas: el molluscum folicular, el fibroso y el lin-
foadénico. El primero es el acné varioliforme de algunos autores ó quiste
sebáceo, llamado por otros molluscum contagiosum, que consiste solo en
una retención sebácea y radica en una anomalía de secreción. El segun-
do es referible á los caracteres histológicos antes indicados por el autor.
Y el tercero, que puede llegar al reblandecimiento y ulceración, empieza
por unas manchas rojizas que duran mucho y luego vienen los tumores,
que son de consistencia elástica indolentes y ann algo insensibles, los
cuales se reblandecen y dan un líquido verdoso, dejando, después de des-
prenderse la costra que se forma, un fondo fungoso. Estos tumores pre-
sentan los caracteres histológicos del tejido linfoideo ganglionar con su
red fibrilar y sus elementos celulares.
El pronóstico del m>olluscum lo hace el Dr. Duarte calificándolo de in-
curable, y el tratamiento queda reducido á la extirpación sucesiva de los
tumores que califica de poco racional y casi irrealizable, cuando, como
con frecuencia sucede, ha de referirse á un número muy considerable de
producciones.
Es por demás interesante la idea apuntada por el Dr. García, de que
el molluscum debe considerarse como una afección constitucional por la
multiplicidad de lesiones que produce, por ir ligado comunmente á sín-
tomas generales de decaimiento orgánico y por haber reinado epidémi-
camente. Por fin, no teniendo motivos para otra aproximación tal vez
asimilaría el molluscum á las leproides.
Con lo apuntado basta para reconocer la importancia del trabajo del
Dr. García Duarte, á cuyo original remitimos el conocimiento acabado
del asunto (-2).
(1) Estos caracteres se refieren particularmente al moluscum fibroso de Wir-
chow.
(2) Revista especial, Madrid, pág. 84.-1882.
REVISTA CRfnCA BIBLIOGRÁFICA. 639
REVISTA CRITICA BIBLIOGRÁFICA,
POR EL Dr. Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la FctcuUad de Medicina de Barcelona.
Biblioteca del Diario médioo. — C. Richbt. - Las endemoniadas de hogaño
y de antaño. Estudio de Psicología patológica, con un prólogo del autor, es-
crito expresamente para esta versión' española, por el Dr. Larra Cerezo.— Ma-
drid, 1882. -2'50 pesetas.
Con haber expresado el título y con haber dicho el nombre del autor,
casi puede juzgarse a priori la valía de la obra. Hace algún tiempo que
Richet ha tomado á pechos la tarea de estudiar una materia asaz difícil y
comprometida, variada en la forma, pero una en el fondo, que le permite
publicar de cuando en cuando una interesante monografía, parte del
todo. Reunidos más tarde estos estudios parciales, constituirán una sola
obra, si como es de desear, continua su benemérita empresa. Uno de los
capítulos de esa gran obra es el de Las endemoniadas^ y como todos los
precedentes está expuesto en ese lenguaje dificilísimo, que sin rebajar
la ciencia la pone al alcance de los vulgares, que no cansa antes bien
deleita, y en donde el gracejo y la ironía, precisos en ciertos párrafos,
tienen holgada y oportunísima cabida.
Siempre que he intentado juzgar una de las producciones de Richet,
he llamado la atención sobre este excelente modo de decir, que incita á
la lectura, que no permite dejar el libro sin acabar y que, del principio
al ñn, se va deslizando tranquila y apaciblemente, como el arroyuelo
que tiene su cauce y que no anda por vez primera sorteando las desi-
gualdades de terreno ignoto. Seguro estoy de que si la materia de que se
ocupa no fuese tan simpática 6 más que el mismo lenguaje, habría de
distraerse el lector; pero sabe tan bien Richet dar forma á su fondo y
fondo á su forma, que es inconcebible separarlos, concurriendo ambos,
como lados de un ángulo, á engendrar la obra, ó como dos colores del
arco iris se suman para hacer nacer el intermedio.
Al que haya leido una de las publicaciones de Richet, no sorprende-
rá la difícil facilidad de su exposición, y asentirá conmigo en lo que lle-
vo dicho. A el que no haya leido, que lea, y creerá por su testimonio y
no bajo mi palabra.
A uno y otro ha de serles eminentemente simpático el asunto de esta
obra. El argumento de la misma está expresado en la siguiente frase,
que tomo de la Introducción: «En el siglo xvi el diablo estaba en todas
partes; actualmente no está en ninguna. La ciencia ha establecido su
poder sobre las ruinas del poder del diablo.:» Hé aquí un tema intere-
sante. Primero se habla del demonio de ahora, el histerismo, sonambu-
lismo, etc., para conocerlo bien, tal como la ciencia, con una perseve-
rancia más pertinaz que aquella con que antiguamente se afianzaba
Lucifer del cuerpo de sus poseídos, ha ido reconstruyéndolo. Luego, á
partir de esta buena base, de este gran criterio, que recomendarla el
mismo Balmes, se estudia el Satán de entonces, aquel de los íncubos,
640 REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA.
sucubos, brujas, animales repugnantes, y tantos otros engendros de en-
fermas imaginaciones. Conocidos ambos, resulta bien patente la igno-
rancia de entonces (dejando á un lado la malicia, la soberbia, la lujuria
y demás pecados capitales que pudieran influir), y la dureza de aquella
terapéutica. Resultan también los progresos realizados por las ciencias
médicas, que necesariamente han trascendido á todas las esferas socia-
les, ahorrándonos terribles espectáculos, mengua del hombre, escarnio
de la caridad y síntesis de todas las preocupaciones. Sin embargo, re-
párese que aun queda algo por hacer: no hace mucho tiempo, nada me-
nos que en Barcelona, ha habido dos endemoniadas (el traductor da
cuenta de una) con sus correspondientes exorcismos y escándalos, y con
la inmediata protesta y burla de los que tienen sentido común; no hace
mucho tiempo en un aislado pueblo de Italia hubo toda una epidemia,
contra la cual no bastaron análogos procedimientos, terminando feliz-
mente con una fecunda receta: unos cuantos centenares de soldados para
dar la guarnición. Se repiten, es verdad, algunos hechos, pero ¡cuan
pocos y cuan haladles!
El traductor, Sr. Larra Cerezo, ha cumplido fielmente su misión y ha
añadido por cuenta propia algunas interesantes notas. La enhorabuena
para todos.
Tesis sobre la patogenia de las principales enfermedades que anticipan
la muerte del género humano, presentada al Congreso médico celebrado en
Sevilla el 9 de Abril del año actual por D. Faustino Roél, autor de la Etiología de
la pellagrOf en cuyas fundamentales doctrinas se halla basado el presente traba-
jo, que puede por este concepto ser considerado como epilogo de aquella.— Ma-
drid, 1882.-2 pesetas.
Hace algún tiempo (4) tuve la satisfacción de hacer el juicio critico
de la monumental obra del benemérito médico asturiano Sr. Roél, en
quien rebosa un poder de observación, de que pocos hombres pueden
preciarse, si es que alguno á tanto llega. Resumen esta Tesis de aquel
trabajo, dicho se está cuáles han de ser mis ideas acerca de la misma.
Ahora, como entonces, creo que las producciones de Roél deben meditar-
se mucho y que, antes de hablar de ellas, es preciso pensar con calma,
olvidar alguna digresión para fijarse en los puntos culminantes, y sobre
todo admirar siempre al hombre concienzudo y cargado de paciencia,
que busca las causas de las enfermedades humanas en la tan olvidada
genealogía de la familia, desentrañando en los oscuros| tiempos que fue«
ron ese misterioso enredo de la herencia, que va enfocando sus fuerzas
patogenésicas en un individuo después de haber sufrido en los ascen-
dientes más ó menos modificaciones, del mismo modo que los rayos que
pasan varias lentes sufren más ó menos trastornos hasta quedar consti-
tuidos en un foco.
A primera vista, sin más que lo dicho, se comprende bien la impor-
tancia de una doctrina, cuyo valor nadie seria osado para negar; pero
que, por lo mismo que necesita calma y tiempo, no á todos les es dado
(1) Gaceta Mboiga Catalana, 1881.
REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA. 641
ni investigarla ni comprobarla. Verdadera aplicación del transformismo
á las evoluciones patológicas de la especie, es decir, al resultado de la
triple acción que desarrollan el tiempo, las causas exteriores y las causas
internas ú orgánicas, sintetizadas en la herencia; ella marca una de las
fuentes más ricas de nuestros conocimientos, y no digo la más rica por-
que soy de los que creen que la experimentación, el ir á preguntar, ha
producido mayores frutos que largos siglos consumidos en escuchar ó
simplemente en oir lo que llegaba buenamente al oído intelectual.
Roél sienta sobre tan sólida base su edificio médico, que puede califi-
carse de muy suyo, siquiera por lo que ha hecho de trabajo para cons-
truirlo. La inmensa mayoría de los padecimientos arranca de esta larga
etiología; ella revela las mutaciones morbosas en cada hombre, y ella ha
de dar, una y fecunda, la ley terapéutica^ que hoy solo tiene datos suel-
tos. Dada esta concepción, se destaca sobre todo para Roél lahigiene^ el
mejor código científico, el único que puede contrarrestar la pujanza pa-
togenésica, que va arrollando la salud á través de las generaciones.
Para llegar á este desiderátum^ cree Roél, y cree bien, que la máqui-
na encargada de reunir materiales para el colosal empuje sintético que
es preciso, el cuerpo médico, no está bien dispuesta, y que hace falta,
por tanto, organizarlo de buena manera, no sea que pierda sus fuerzas
en el aislamiento, que dá como resultado un análisis, que preocupa, y
una trituración, que acongoja. Colocado por hecho lógico en este terreno,
Roél tiene inmensa tarea, y así lo creo porque ni se enseña bien ni
fundamentalmente á los médicos, ni se les trata luego de manera que
den muchos y estimados frutos. No seguiré al autor en su loable empre-
sa: me limitaré á exponer solo dos ideas: la de colegiar al cuerpo mé-
dico, como modo de ser, y la de las oposiciones, como único medio de
entrar.
El colegio médico lleva consigo la idea del escalafón, de la antigüe-
dad, de las recompensas en vida y en muerte (viudedad, horfandad, etc.),
de la emulación, de los ascensos y del establecimiento de centros ad-
ministrativos y científicos, que habían de ser cabeza, docta y perita, no
política ni de caciquismo, de este inmenso é ilustrado cuerpo. Así, con
este rigorismo de constitución, no permitiendo, desde el más alto al más
bajo de los componentes, ni la más leve mezcla de suMancia extraña^
acepto el hecho del colegio médico, que he defendido y que defenderé en
tanto que descanse solo sobre estas tres bases: ciencia, justicia y médi-
cos exclusivamente.
Las oposiciones para ingresar. '¡Qué idea' tan simpática y justiciera!
Si, por oposición, pase lo que pase y griten cuanto quieran los que ja-
más sehan opuesto ni se opondrán,. no obstante de gozar, á modo de un
feudo hereditario, de las mejores prebendas de la carrera. ¡Si algún día
se hiciera una concienzuda revisión de los méritos, y no digo de los ser-
vicios porque de estos no hay duda que tienen muchos, de los que han
figurado y figuran en nuestras altas gerarquias! Pero vale más no ha-
cerlo, porque temo que, volviendo la oración por pasiva, hablan de ser
los revisores los que más necesidad tienen de ser revisados. Cambiemos
la hoja. Reciba mis plácemes el Sr. Roél por la energía con que defiende
el ingreso por oposición, y permítame le advierta que sus ideas no son las
642 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
de algunos hombres, cuya valia pone él con frecuencia sobre su cabeza»
y que por lo mismo se expone á que le caiga encima la nube de Pedros,
Juanes, Franciscos, etc., verdaderos ó falsos, por haberse atrevido á de-
cir, viviendo y gozando ellos, que «las reformas fundamentales, que re-
clama perentoriamente el sentimiento unánime profesional, deben basarse
en la inamovilidad de todo cargo médico, equiparada á la de los cuerpos
docentes en oposiciones para cubrir las plazas vacantes, escalafón, as-
censos y jubilaciones.» Y adviértele también, y como consecuencia de
lo dicho, que eso de sentimiento unánime es una verdadera errata y que
debe contar como excepciones, no precisamente á los inftmoSy social-
mente hablando, sino á los máximos. Guando otra vez escriba corrija
esta sobra de cantidad, y habrá establecido el criterio para separar las
buenas de las malas semillas.
Por lo demás me duele ver tan apartado al Sr. Roél de las conquis-
tas de la Patología experimental. Seria imposible demostrar hoy, aún
dando latitud extrema á la frase y gran inteligencia al que tomara á pe-
chos la empresa, que cel mayor valor que debemos conceder á los micro-
bios es de efecto y nunca el de caicas eficientes de las enfermedades.»
Se han acumulado demasiadas pruebas en defensa de la doctrina parasi-
taria para que pueda negarse sin más ni más. Es un hecho repetido
y variadamente comprobado, y por gran importancia que se dé al tér-
reno en que evolucionen, siempre resultará que, sin elíos, no hay deter-
minados padecimientos.
NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Blenorragia: tratamiento por el permanganato potásico. — ^Desde
algún tiempo á esta parte se viene encomiando, particularmente en la
prensa extranjera, el tratamiento de la blenorragia por las inyecciones
de permanganato potásico. El Dr. Gourges, que na hecho especiales es-
tudios sobre su acción en la clínica del Dr. Boureau en Saint- Lazare, es-
tablece las conclusiones siguientes (Moniteur thérapeutique):
1.' El permanganato potásico es un medicamento desinfectante, an-
tiséptico, dotado de propiedades astringentes, variables según las dosis.
2.' Ejerce una acción notable sobre los elementos del pus en gene-
ral y del blenorrágico en particular. Esta acción, francamente antisép-
tica, puede explicarse por la descomposición química de las partículas
purulentas y su oxidación inmediata bajo la influencia de dicha sal.
3.* Por su acción directa sobre el pus, previene la auto-inoculacioni
es decir, el contagio de las partes sanas por el pus de las enfermas.
4.* Su acción sobre las mucosas enfermas es análoga á la de las de-
más astringentes. El grado de astricción es débil con una solución de un
gramo por 500, pero apreciable; todavía es soportable sin dolor real con
una solución de un gramo por 250 de agua.
5*. Por su acción sobre las materias orgánicas, el permanganato po-
tásico debe emplearse en solución con el agua destilada.
6.' Puede inyectarse sin inconveniente en la vejiga.
7.* Resulta de las observaciones precedentes que la acción de esta
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 643
sal es rápidamente bienhechora en la blenorragia. £1 flujo de la forma
aguda puede suprimirse definitivamente á los doce dias de la aplicación
i^éí medicamento, por término medio, sin que sea necesario intervengan
los balsámicos. En la forma crónica su aplicación no es menos eficaz,
pero puede necesitar un espacio de tiempo algo mayor.
8.' La acción del permanganato modifica ventajosamente la secre-
ción patológica del útero.
9.' No debe recurrirse á esta sustancia para obtener la curación, en
la mayoría de los casos arriba expuestos, sino después de la desaparición
completa de los fenómenos inflamatorios iniciales de la blenorragia agu-
da. Por otro lado debe observarse un régimen riguroso, siendo útil re-
currir á los baños y tisanas diuréticas durante la duración del trata-
miento.
10.* Ofrece un solo inconveniente: su descomposición en contacto
del lienzo, y la mancha que de ella resulta. Este inconveniente es fácil de
obviar, teniendo cuidado de emplear, para el lavado de los lienzos, agua
acidulada con un poco de ácido clorhídrico, sal de acederas, ó bien solo
con el jugo de limón
11.* El permanganato potásico ha dado excelentes resultados, por
sus cualidades desinfectantes y antisépticas, en el tratamiento de nume-
rosas afecciones; ozena, otorreas, cistitis, llagas cancerosas ó diftéri-
cas, etc.
Por otra parte, Zeiss (Revite hehd. de Thérap,) hace notar los incon-
venientes que presentan las inyecciones concentradas de permanganato
en la blenorragia, y menciona que él ha visto un gran número de estre-
checes de uretra en el Hospital general de Viena que se podían atribuir
á su empleo. Reconociendo, por otra parte, la beneficiosa acción de esta
sustancia, propone el empleo de una solución debilitada, bajo esta forma:
Permanganato potásico 0*01 gramo.
Agua 100 »
Según él, esta solución, conservando la acción astringente oportuna y
sobre todo las condiciones antisépticas (á las cuales dan una gran impor-
tancia sobre todo los partidarios del origen parasitario de la blenorragia),
está desprovista de toda acción cáustica, por lo que no puede haber in-
conveniente en emplear una dosis algo mayor.— (Calvet Nava.)
Difteria: tratamiento por las aplicaciones locales de ácido bó-
rico.— Harries {The Lancet) considera la difteria como un efecto local,
debido á la inoculación y no á una infección general. Las exudaciones
fibrinosas y falsas membranas desaparecen rápidamente por este trata-
miento local y los síntomas generales remiten. Son tan beneficiosos
sus efectos, que lo considera como un verdadero específico. Prepara la
siguiente solución:
Acido bórico 6 gramos.
?1'««""^ Ua 15
Affua 1
Agua
»
Para aplicarla abundantemente sobre las fauces, primero cada hora y
después disminuyendo las aplicaciones á medida que desaparecen los
depósitos y los síntomas generales. Cuando la garganta empieza á estar
limpia, debe continuarse aún durante algunos dias. La solución parece
no tener malas consecuencias aunque sea tragada por el enfermo, pues
el autor ha aplicado gran número de veces más de una onza durante las
24 horas, en niños de 4 á 5 años, sin observar malos efectos. — (Fargas.)
644 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Catarro Tesical crónico. — {Revue. hehd. de I7i¿rap).— El catarro cró-
nico de la vejiga lleva á veces al enfermo á un estado tal de marasmo, ya
á consecuencia de la secreción moco-purulenta abundantísima, que de-
termina el agotamiento del paciente como toda supuración prolongada,
ya por efecto de la absorción de este pus, que le ha valido el nombre de
tisis vesical, por la similitud que ofrece con la tisis pulmonar en su pe-
riodo avanzado.
Para estos catarros inveterados recomienda el Dr. Adrián Schutkug
las irrigaciones continuas. El líquido que emplea tiene la siguiente com-
posición:
Hiposulñto de sosa 10 gramos.
Glicerina 5 »
Para practicarlas se vale de un irrigador común que comunica con
un tubo de draignage ordinario, el cual se introduce en la vejiga á tra-
vés de una sonda ordinaria. Tiene la ventaja este procedimiento de obrar
directamente sobre la mucosa de la vejiga y sus repliegues. — (Calvet
Nava).
Polvo gal actógeno.— Aconseja Rostan el uso de la siguiente mezcla
para aumentar la leche de las nodrizas:
Carbonato de magnesia 30 gramos.
Cortezas secas de naranjas amargas / « « i
Semma de hinojo pulv 1 * * * •
Azúcar de leche 8 »
M. S. A. y pulv. finamente.
Una cucharada pequeña dos ó tres veces cada dia en un poco de agua.
— (R. ROVIRA.)
Establecimiento terápico-fancional.-^Esta institución, emprendida
con una valentía que tiene pocos precedentes, resultando una obra dig-
na de justa alabanza, acaba de enriquecerse con dos importantes adqui-
siciones. El distinguido higienista Dr. D. Carlos Ronquillo ha sido nom-
brado Director de los Gimnasios del Establecimiento, y el reputado pro-
fesor D. Juan Estrany Maestro de gimnasia higiénica y pedotribo de ejer-
cicios médicos. Felicito al Dr. Nunell por su acertada elección, que al fin
ha de redundar en provecho de la clientela que al Establecimiento con-
curra, y tanto más cuanto que entiendo que la verdadera utilidad de es-
tas instituciones ha de fiarse no solo á la buena disposición y riqueza del
material terapéutico, sino también á la inteligencia y actividad de los
empleados.— (RoDmGUEz Méndez).
SECCIÓN OFICIAL.
Carbunclo. — Real orden de 13 de Octubre disponiendo se adquieran tubos
de vacuna para esta enfermedad, con el objeto de practicar ensayos públicos
en el ganado vacuno y lanar del Instituto Agrícola de Alfonso XII. — (Gcu;eta
del 17 de Octubre.
Cátedra vacante.- Real orden de 10 de Octubre mandando se provea por
traslación la de Higiene de la Universidad Central.— (/d. del 19 id.)
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Manual de Anatomía descriptiva, por el Doctor Robs^^t Hartmann. Traduc
cion directa del alemán por los Ores. L, Góngoray S. Carefóna¿.^ Cuaderno 21,
Reseña sobre la triqaina y triquinosis, con expresión de lo ocurrido en Ma-*
drid. por el Dr. Simeón Marcos García —Madrid. 1882.— (Dos ejemplares.)
Elementos de Filosoíia química, según la teoría atómica^ por Vicente Marca-
no, precedido de una carta de A. Naquet.— Caracas, 18S2.— iDos ejemplares.)
Periódicos: El Álbum médico, Guatemala.— Aet^i^ía de Terapéutica y Farmacolo*
gia, Madrid. — Archivos de Terapéutica, Barcelona.— La fTi^iené, Madrid.
tomo II. Itóm. 1^1 . 15 Soviembn de 1882. Ano II. Núm. 46.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: La toracentesis en el traUmiento de la pleuresía serosa rtésis del doctorado) (con-
cluirán, por el »r. BibM Per«i«6. - Vaginalitls crónica. Hematocele de la vaginal
derecha. Punción. Gangrena del escroto. Abertura y limpieza de la vaginal. Curación, por
el l»r. D. Alvaro Eaqocrdo.- Anatomía de los centros nerviosos (continuación), por el
Dr. D. Miffael A. Farsas Moea. - Cólera morbo, por el Dr- Bodri^ueB «endea. —
Revista crítica bibliográfica. Tratado de Operatoria quirúrgica por el Dr. Morales Pérez, por
D. Artaro Maaoii j Arroyo.- Análisis de la peptona Defresne, por el Dr. Verat. -Sección
oficial.
LA TORACENTESIS
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA (*).
(tesis del doctorado)
POR D. M. Ribas Perdigó.
II.— Accidentes que pueden acompañar y seguir A la toracente-
sis.—Desde aliora podemos decir que tanto vale la palabra accidente co-
mo la de objeción, cuando de la toracentesis se trata, porque de ellos se
han servido los que han pretendido rechazar ó rebajar la operación que
estudiamos. Médicos hay que, aceptando la toracentesis urgente, recha-
zan la discutible por no exponerse á los peligros reales, pero en gran
manera abultados, que pueden presentarse, y sin tener en cuenta. ios
grandes perjuicios que el enfermo puede reportar de la abstención. An-
te todo hay que decir que muchas veces mueren los operados por causas
que ninguna relación tienen con la operación; por ejemplo, cuando fa-
llecen á consecuencia de cánceres pleuro-pulmonares, tuberculosis, pe-
ritonitis, sínfisis cardíaca, dilatación ventricular, pericarditis, etc., que
desde años venian padeciendo. Sin embargo, como los peligros pueden
presentarse, es preciso conocerlos perfectamente para. saber combatirlos
con los medios adecuados, cuando lo permita su naturaleza intrínseca.
a. — Accidentes que se relacionan con el mamíal operatorio, — Uno de
los menos graves es el que ocurre cuando el instrumento punzante, qu3
se emplea, se desvia á lo largo dé una costilla, sin penetrar en el interior
de la colección pleuritica, lo cual parece ser debido á que se usa el ins-
trumento con timidez ó con poca fuerza, y su punta se desvia por la re-
sistencia de la piel ó a causa de algún movimiento del enfermo al sentir-
se herido. Con objeto de evitar este contratiempo, Trousseau incindia
previamente con una lánzala la piel, en el sitio qu3 qu3ria puncionar,
(1) Continuación, — Véanle los números 40, 41 y 44.
6i6 LA TORAGKNTESIS
pero lo mejor es asegurarse bien del instrumento é introducirlo con fuer-
za. Debemos advertir que este accidente es mucho más difícil emplean-
do la delgada aguja aspiradora, que cuando se emplea un trocar ordi-
nario.
No me ocuparé aquí del accidente que resulta cuando, operando con
el trocar antiguo, no sale liquido alguno^ porque se ha penetrado poco ó
demasiado, ó porque falsas membranas han obturado la cánula, en ra-
zón á que es un accidente rarísimo cuando se hace uso del método por
aspiración.
Por mucho tiempo los cirujanos han señalado la herida de la arteria ó
del nervio intercostal, como accidentes que podían presentarse en el mo-
mento de practicar la punción, pero debemos considerar que, á no exis-
tir anomalía, no es muy fácil que tal suceda, si se han tenido presentes
para la punción las reglas que se han dado en otro lugar. Además, este
accidente, á la verdad poco común empleando gruesos trocares, ha des-
aparecido desde que se emplea la fína aguja del aparato de Dieulafoy.
La picadura del pulmón ha sido también un contratiempo, que ha
dado mucho que hablar á los médicos, pero nosotros nos detendremos
poco en ella por varias razones: 4.' esta picadura, por más que se diga,
ha sido observada pocas veces; 2.*, tiene poca gravedad, sobre todo si es
delgado el instrumento que se emplea; 3.' es imposible, á no haber error
de diagnóstico, empleando un aparato que permita el vacío previo; lo
único que puede ocurrir es que la punta de la aguja lastime superficial-
mente al órgano pulmonar; pero ya sabemos, y no es necesario repetirlo,
la manera de prevenir este ligero contratiempo (no aspirar todo el li-
quido, inclinar la aguja, etc.) Con todo, si á pesar de nuestros esfuerzos
la herida pulmonar se produce, no hay que inquietarse mucho, pues,
en general, son muy benignas, curándose espontáneamente. Lo único
que debemos hacer es suspender la operación para no ejercer sobre la
herida aspiración de ninguna clase.
Cuando se emplea el trocar de Reybard, sucede á veces que, al reti-
rar la cánula, una vez la operación terminada, empieza á rezumar san-
gre de una manera alarmante, sin que esté herida la artería; esta he-
morragia no tiene nunca lugar empleando una aguja, y si sucediera, no
hay que preocuparse, porque, después de colocado un pedazo de espara-
drapo, suele cesar sin ninguna consecuencia.
b. — Punciones secas, — ^Vimos ya en la Introducción que éstas eran las
que antiguamente contribuian en mayor escala á rechazar la toracente-
sis, porque sin poder hacer nunca un diagnóstico acertado de las colec-
ciones pleuríticas, los cirujanos operaban á menudo fundándose solo en
que les parecía debía haber líquido en la cavidad de la pleura. Hoy que,
gracias al perfeccionamiento de los medios exploratorios, las coleccio-
nes líquidas se diagnostican con bastante certeza, se ha hecho muy rara
la punción seca por error de diagnóstico, motivo por el cual no nos ocu-
paremos de ella. Exceptuando, pues, la causa mencionada, la punción
seca puede ser producida por un obstáculo que se deba á la existencia de
falsas membranas muy resistentes, á que se hiera el pulmón ó el hígado,
ó, en fin, á que se perfore el diafragma en caso de adherencias freno-
costales, que no hayan sido diagnosticadas. Si el obstáculo se debe á/aí-
EIN ÉL TRATAMIENTO D& LA PLEURESÍA SEBOSA. 647
«CM ntemhranas, es mucho más fácil que no salga líquido cuando se em- .
plea un instrumento de grueso calibre y existan grandes induraciones y
espesamientos de la pleura que no en circunstancias opuestas; por este
motivo Trousseau recomendaba entrar el trocar con fuerza y con cierta
oblicuidad; en estas circunstancias es común percibir una sensación de
desgarro, tanto el cirujano como el enfermo. En algunos casos ocurre
que, aun practicando lo aconsejado por los autores, no sale liquido al-
guno al exterior después de retirado el trocar, lo cual puede ser debido á
gruesas membranas que obturan la extremidad interna de la cánula, sien-
do necesario volver á entrar el trocar y clavarlo con más fuerza, hasta lo-
grar la perforación de dichas membranas. Gomo se comprende á primera
vista, los tropiezos apuntados se salvan perfectamente con el uso de una
aguja delgada y la aplicación del vacío previo; pero cuando en estas
pseudo-membranas vienen á depositarse concreciones calcáreas^ no es tan
fácil perforarlas y nosotros hemos tenido ocasión de ver embotarse la
acerada punta de la aguja de un aparato aspirador al vaciar un quiste
hepático, que tenia depósitos calcáreos en su periferia. La punción seca
puede tener lugar cuando se trata de una pleuresía areolar^ en que solo
se vacia el líquido de una aréola, lo cual es preciso tener en cuenta para
no obrar imprudentemente en los casos que observáramos poca ó ningu-
na salida de líquido, con persistencia de los signos físicos del derrame.
Por regla general, las punciones secas son raras tratándose de pleure-
sías agudas; mas no asi en los casos de inflamaciones pleurales crónicas
y antiguas, que han sufrido ya varias toracentesis, y que tienen pseudo-
membranas sobremanera engrosadas, que pueden llegar á inducirnos
á error sobre si todávia existe ó no el derrame.
Las punciones secas, que reconocen por causa \2l perforación del pul-
mort, cuando no ha habido error de diagnóstico en el sitio elegido para la
punción, son raras y cada dia I9 irán siendo más á medida que se gene-
ralice la aplicación del vacío previo. Como este asunto ya lo hemos tra-
tado al hablar del accidente herida del pulmón, no nos detendremos
en él.
En ciertos casos la punción seca es resultado deque la aguja, atra-
vesando el diafragma, se introduce en el abdomen, lo cual puede tener
lugar cuando el diafragma está pegado á las costillas en una extensión
mayor ó menor, efecto de antiguas adherencias que se desconocieron. En
estas circunstancias se ha visto producirse una perltonüis mortal á con-
secuencia de heridas del hígado, que otras veces no han sido seguidas de
ningún mal resultado. Para remediar en cuanto sea dable la presentación
de estas complicaciones, ha de recomendarse encarecidamente el estu-
dio de la respiración diafragmática y costal inferior, sobre todo cuando
nos decidamos á operar en una pleuresía crónica.
c. — Pneumotórax. — En algunas ocasiones, después de practicada la
toracentesis, la pleura, que fué vaciada del líquido que contenia, se llena
de aire, que puede venir del exterior por la herida practicada, por algu-
na rotura del parenquima pulmonar y quizás por producción de gases
en la cavidad pleurítica sin ninguna relación con el aire ambiente. Es-
te derrame de gas se patentiza por los síntomas que todo el mundo sabe
y que no expondré. Puede ser general 6 localizado en algún punto de la
648 LA TORACENTESIS
pleura, según que existan ó no tabiques membranosos en el interior de
la serosa que dividan en varias su cavidad. Cuando se operaba con el
trocar antiguo, sin tener ninguna clase de precauciones contra la entra-
da del aire, era muy frecuente la producción del pneumotórax al fina-
lizar la toracentesis, cuando, en el momento de las inspiraciones, él pro-
ducía una tensión fuertemente negativa en el interior del pecho. Esto
se evitaba operando con arreglo alas prácticas de Reybard, pero aún
en estas circunstancias vimos ya, al tratar del manual operatorio, co-
mo en algunos casos el aire penetraba en el pecho por rotura de la pe-
lícula de tripa, que continuaba la cánula, á consecuencia de una vio-
lenta inspiración ó de un acceso de tos. Este pneumotórax no puede
producirse en manera alguna cuando se hace uso de los aparatos de as-
piración.
Guando se practica la toracentesis en individuos que tienen tubércu-
los pulmonares y reblandecimiento caseoso ó bien antiguas fístulas
bronco -pleurales cicatrizadas, puede suceder que se rompa el pulmón
en los puntos débiles ó en las paredes de las cavernas, dando lugar á un
pneumotórax más ó menos intenso, según las circunstancias. Esta per-
foración pulmonar puede tener lugar en el momento mismo de la opera-
ción, ó bien á los dos ó tres dias de practicada, siendo en este último
caso debido casi siempre á la renovación de una antigua fístula pleuro-
pulmonar. Ante un pneumotórax producido por las causas menciona-
das, lo preferible es esperar á que se cicatrice la lesión pulmonar, cica-
trización que generalmente ocurre á los pocos dias, para que luego
pueda reabsorberse espontáneamente el aire derramado; pero si el peli-
gro de asfixia arreciara, no deberíamos titubearen practicar la aspira-
ción á fin de extraer el aire, que tales perturbaciones causara, y en re-
petir la maniobra cuantas veces se juzgara oportuna, aunque siempre
con las precauciones debidas. En los casos en que la lesión pulmonar
afecta la forma de válvulas que dejan entrar el aire y no lo dejan salir,
acostumbran á ser indispensables las punciones repetidas. Sin embargo
de lo dicho, no hay que prometerse grandes resultados de la interven-
ción de estos casos, en razón á que se trata de individuos enfermos des-
de hace mucho tiempo y con lesiones en gran manera graves.
En cuanto al pneumotórax que se presenta sin penetración del aire
exterior, debemos confesar que, en general, se ha referido á las pleure-
sías purulentas y pútridas, y por consiguiente casi no debería ocuparnos,
si no se presentara la idea de si es posible su presentación en los casos
de pleuresías serosas que han sido objeto de una punción. Ghatelin dice
haber observado en un caso finas burbujas de gas, que se escapaban
del líquido cuando todavía estaba éste en el cuerpo de bomba del apara-
to aspirador, y pregunta si lo que el observó dentro de un cilindro de
cristal podría suceder dentro de la pleura, á manera de lo que ocurre
cuando se destapa una botella de agua de Seltz. A nosotros nos parece
imposible, porque no comprendemos la fuerza que presidirá en tales ca-
sos á la disolución del gas en el líquido, ni tampoco como, una vez di-
suelto, no se escapara por simples fenómenos de osmosis á través de las
delgadas túnicas de los vasos capilares, ya que en la sangre los gases
existen siempre en m'^nor cantidad de la que seria necesaria partí que
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 649
pudiese en el interior de la pleura ponerse en libertad. A pesar de esto,
Bucquay ha señalado una observación, que parece rechazar nuestras
ideas. Se trataba de una pleuresía aguda. En medio de la operación se
oyó un silbido fuerte al tiempo que se veia penetrar gas en el aparato,
produciéndose luego un pneumotórax, que so reabsorbió rápidamente.
Sea, pues, como fuere, si en una pleuresía serosa se nos presentara un
pneumotórax, no deberíamos, por regla general, hacer más que esperar
á su expontánea reabsorción.
d, — Asfixia; edema y congestión del pulmón; expectoración albuminosa,
— En 1853, por primera vez se habló de la expectoración albuminosa por
Pinault, si bien no ha llamado la atención hasta hace muy pocos años,
debiéndose esto priucipalmente á las discusiones que sobre este tema
tuvieron lugar en 1872 en el seno de la Academia de Paris y á los traba-
jos que en 1873 publicó Terrillon, á los que, en corto espacio de tiempo,
han seguido muchos otros, hasta dejar la cuestión en un terreno mucho
más sólido que antes.
El síndrome de estos accidentes, que puede decirse no constituyen en
realidad más que uno solo, varia en algo según los individuos; pero, por
regla general, es el siguiente: en los últimos momentos de la operación,
ó poco tiempo después, el enfermo experimenta tos, opresión, males-
tar, etc., que se acentúan pronto hasta convertirse en verdaderos acce-
sos y en ortofnea; se presenta una expectoración abundante y espumosa,
que puede ser hialina ó bien de un color rosáceo; auscultando, se perci-
ben estertores crepitantes, que nos indican el edema pulmonar agudo, y
que en algunos casos se acompañan de soplos y egofonia persistentes,
á pesar de la salida del líquido derramado en la pleura; al cabo de algún
tiempo los síntomas empiezan á remitir, cesa la tos, la respiración se
restablece y transcurrida una hora ó menos ha terminado el accidente,
quedando el enfermo con el alivio que le produce la operación. Mas no
siempre termina de esta manera, sino que hay casos en que los síntomas
se hacen más formidables, la tos es irresistible, la ansiedad creciente,
la agitación inmensa, en una palabra, el enfermo sufre lo indecible, la
expectoración se hace copiosa y bien pronto excesiva, llegando á 100, á
1,000 y hasta 2,000 gramos de un líquido, que dejado en reposo se divide
en varias capas, siendo amarillenta y espumosa la superior y albumino-
sa la inferior. La intensidad de la disnea y los demás síntomas se hacen
bien pronto incompatibles con su duración, y los enfermos sucumben
en poquísimo tiempo, que puede ser desde algunos minutos á dos ó tres
horas. A pesar de lo dicho, existen casos de asfixia por congestión y ede-
mas agudos del pulmón, en que los enfermos sucumben sin haber podi-
do expectorar casi nada.
Para explicarla patogenia de la expectoración albuminosa, se ha di-
cho que era debida á la puntura del pulmón por el instrumento punzan
te; pero no podemos admitirlo, porque, si se emplea un aparato aspira-
dor, esta punción es imposible al principio de la operación, merced al
vacío previo, y lo es de todo punto al final en los casos en que, tratán-
dose de colecciones de 3 á 4 litros, solo se ha retirado la mitad y á pesar
de esto, la expectoración que nos ocupa se ha presentado algunas veces.
Hay más, en ninguna autopsia de los fallecidos por este accidente se ha
650 LA TORACENTESIS
podido encontrar en el pulmón herida alguna, ni tampoco perforaciones
expontáneas de ninguna clase. Pero supongamos, por un momento, que
esta perforación ó puntura tiene lugar, ¿qué sucederá? Que, por el mero
hecho de pasar el líquido de la pleura á la cavidad de los bronquios, el
aire en estos contenido ha de llegar á la cavidad pleural en los momen-
tos de la inspiración, donde podrá ser reconocido fácilmente por el ob-
servador; mas como este pneumotórax no se ha presentado nunca du-
rante el accidente, y éste, por lo general, suele aparecer algún tiempo
después de terminada la operación, deberemos rechazar por completo la
idea de una puntura pulmonar, como productora del contratiempo de
que nos ocupamos.
Hoy por hoy, no queda duda de que las lesiones productoras de la ex-
pectoración albuminosa son la congestión y el edema agudos del pulmón,
que determinan la extravasación serosa y albuminosa de la sangre en los
alvéolos pulmonares y en el interior de los bronquios, lo cual viene de-
mostrado por la percepción • de estertores crepitantes en el vivo y el
edema del pulmón que se encuentra en las autopsias en los fallecidos por
este accidente. Si la congestión es poco intensa, los síntomas disnéicos
no se hacen temibles y el enfermo se libra de ellos con un poco de ex-
pectoración espumosa \ albuminosa, cuya duración é intensidad varían
en cada caso particular; pero si estos fenómenos son más pronunciados,
si el edema invade el pulmón, si los bronquios y la tráquea se dejan in-
vadir por la expectoración, se hace inminente la muerte por asfixia. Es-
ta terminación no puede ser explicada satisfactoriamente en los casos
que se citan de fallecimientos ocurridos, sin que se haya presentado la
expectoración característica.
¿Cuál es la causa de la congestión pulmonar que acabamos de expo-
ner? Desde luego notamos que se diferencia de las congestiones y ede-
mas comunes del pulmón, en que estos no acostumbran á presentar la
expectoración albuminosa, que es de regla en aquella. ¿Serán diferentes
sus causas? Tratemos de averiguarlo. Behier cree que, al penetrar el
aire en los alveolos pulmonares, que por espacio de más ó menos tiem-
po habían estado ocluidos, excita la contracción de los capilares, que
bien pronto se relajan, teniendo lugar en este estado de parálisis la ex-
travasación sero -albuminosa de la sangre. Johnson admite, que durante
el aplastamiento de los capilares, ocasionado por la presencia del derra-
me pleurítico, se forman en el interior de las pequeñas venas coaguli-
tos, que determinan un obstáculo á la circulación y por ende una con-
gestión pasiva intensa en el momento del aflujo sanguíneo, después de
la toracentesis. Se ha dicho también que era debida á una lesión del
pneumo-gástrico, fundándose en los experimentos de Longety Gl. Ber-
nard, quienes, seccionando los pneumo-gástricos, han comprobado á
menudo la presencia de un liquido espumoso en los bronquios y una re-
pleción sanguínea de los pulmones; pero esto no sucede en todos los ca-
sos de lesión del pneumo-gástrico, y esta lesión no ha sido, que sepa-
mos, encontrada ni una sola vez. En nuestro concepto, la causa intima
del fenómeno, que estudiamos, es más mecánica de lo que generalmen-
te se cree, pues nos parece que, al sustraer una cantidad de líquido del
interior del tórax^ una parte del vacío determinado ha de ocuparse por
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 631
sangre que se estaciona, y como la presión intravascular es mayor que
la atmosférica, ocurre que los, alvéolos pulmonares, que estaban [adheri-
dos desde hace tiempo y que por esta sola causa habían perdido partQde
su elasticidad, no se abren inmediatamente á la respiración, de modo
que ésta no gana nada en los primeros momentos. Mas no se limita á
esto solo el daño, sino que, si coexisten circunstancias abonadas, como
son lesiones antiguas del pulmón ó extracción excesiva de líquido, pue-
de acontecer que, por congestión colateral intensa, se dilaten los capila-
res de los alvéolos, que hablan persistido permeables durante la com-
presión, determinando la disminución de capacidad de estos y poniendo
entonces en grave peligro á la respiración y á la vida del enfermo, tanto
por la expectoración abundante, que tiende á obstruir los conductos aé-
reos, como por la reducción de capacidad que han sufrido los alvéolos
pulmonares.
Tal nos parece ser la patogenia de la expectoración albuminosa; pero
¿cuál es la causa de estas congestiones y edemas tan rápidos como agu-
dos? Generalmente se ha imputado la paternidad de tales accidentes al
manual operatorio escogido, habiéndose señalado el método por aspira-
ción, como el más ocasionado á provocarlos, por los temores de una ex-
tracción demasiado rápida, que hacia bajar considerablemente la presión
intra-pleural; pero, para rechazar estas acusaciones al método que pre-
ferimos, basta remitirnos á los hechos, pues Terrillon, en diez y seis
casos de expectoración albuminosa, dice que en doce casos se habia prac-
ticado la operación con arregló al proceder de Reybard; y Ghatelin, en
una estadística de veinticinco, dice que en quince se habia practicado
Ja maniobra antigua. Se ve, pues, que los hechos vienen en apoyo de la
punción aspiradora, pues la mayoría de casos desgraciados han tenido
lugar cuando no habia sido empleada. A pesar de lo dicho, no nos pode-
mos avenir tampoco á acusar al procedimiento antiguo de la aparición
de estos accidentes, y estamos en la convicción de que influye poco en
estos casos el proceder que se elija; Dieulafoy, estudiando uno por uno
los casos desgraciados que tiene á la vista, observa que, en seis termi-
nados por la muerte, cinco eran pleuresías complicadas con afecciones
graves, como son, por ejemplo, esclerosis pulmonar en el lado opuesto,
bronco-pneumonia tuberculosa en el mismo lado, reumatismo agudo
poli-articular con pleuresía doble, etc., etc., y que en otros, terminados
favorablemente, existían, por regla general, complicaciones más ó me-
nos graves, como son, lesiones aórticas, mitrales, tuberculosis pulmo-
nar, embarazo, etc., etc. En los casos, mortales ó no, en que faltaban las
complicaciones apuntadas, ha notado siempre que se trataba de grandes
extracciones de líquido, que variaron desde 2,000 hasta 5,500 gramos.
De suerte que, en los accidentes benignos ó graves, Dieulafoy ha podido
comprobar siempre enfermedades concomitantes, que complicaban la
pleuresía, ó una salida rápida de gran cantidad de líquido y en muchos
casos estas dos cavias reunidas.
Verdaderamente estamos convencidos de la bondad de las ideas que
se desprenden del simple examen de lo anteriormente expuesto, por más
que sean numerosos los casos en que, habiéndose extraído cantidades
verdaderamente grandes de exudado, no se ha observado accidente al-
652 LA TOBACENTESIS
guno, existiendo ó no complicación morbosa. En los casos en que sin
existir complicaciones no se extraen más de 1,000 gramos de una vez, es
rarísimo ver presentarse la expectoración albuminosa. Dieulafoy no la
ha visto nunca, y eso que su estadistica particular se compone de ciento
cincuenta operaciones practicadas por él mismo ó por sus discípulos ba-
jo su inmediata dirección Al propio tiempo cita el caso de un joven
afecto de pleuresía serosa con exudado copioso, á quien extrajo 2,000 gra-
mos de líquido en dos sesiones y á la tercera, en que extrajo 4,450 gra-
mos, se presentó el accidente de una manera alarmante, aunque sin ul-
teriores consecuencias, y con este motivo exclama: «si la salida de 1,450
gramos ha bastado para determinar el accidente en un enfermo, en el
que por dos veces la extracción de 1,000 gramos había sido inocente
¿qué no habría sucedido si se hubiesen retirado de una vez los 3,450
gramos?»
Tenemos, pues, delineadas las dos causas principales é importantes
que determinan la aparición del accidente conocido con el nombre de
expectoración albuminosa, y lo que nos interesa ahora es ver si pode-
mos indicar una regla de conducta que tienda á prevenir, ó á tratar de-
bidamente el accidente, dado caso que aparezca. Para lo primero será
conveniente poner mucha atención en el manual operatorio, no extra-
yendo nunca más de un litro de líquido en una sola sesión, porque obran-
do de este modo el pulmón se acostumbra paulatinamente á las funcio-
nes que había perdido, restableciéndose sin tropiezo alguno la respira-
ción y la hematosis. Estas precauciones deberán multiplicarse cuando
operemos en una pleuresía complicada con afecciones pleuro-pulmona-
res ó cardíacas, extrayendo el líquido con gran lentitud, no evacuando
más de 500 gramos de una vez y suspendiendo la operación á la más le-
ve señal que nos haga sospechar la aparición del accidente. Casi lo mis-
mo deberemos hacer en la toracentesis aplicada á una pleuresía crónica,
que en general se acompaña de poca tensión intrapleural, que tiende á
hacerse negativa al poco tiempo de extraer parte del derrame. Si con la
práctica de las reglas prescritas no ha podido evitarse la presentación
del fenómeno, importa combatirlo cuanto antes. Si no había terminado
la operación, es de vital necesidad el suspenderla; tanto si habia termi-
nado como no, importa colocar al enfermo sin demora en condiciones de
reposo y tranquilidad convenientes. Según el aspecto que presente el
accidente, se emplearán los antiespasmódicos, los excitantes, los vomi-
tivos, la digital, la ergotina, las ventosas secas en la pared anterior del
pecho, las sangrías, etc , etc.; pero lo que á mi entender podría dar
grandes resultados, seria la aplicación, en los extremos inferiores, de la
ventosa de Jounod, que, atrayendo grandes cantidades de sangre á la
parte inferior del cuerpo, desembarazaría la circulación pulmonar, con-
tribuyendo de una manera directa á la conjuración del peligro.
Antes de dar por terminado lo que á la expectoración albuminosa se
refiere, expondré en extracto un caso de la misma que pude observaren
una casa particular, tratándose de un niño de poca edad, á quien asistí
como ayudante del Dr. D. P. Esquerdo.
B. L., de cinco años, natural y vecino de la Barceloneta, hacia 32 días
que venia padeciendo un afecto pleurítico en el costado izquierdo y pre-
VAGINALITIS CRÓNICA. 653
sentaba los signos físicos de un derrame relativamente abundante, á pesar
deque no se vela molestado por disnea, pues jugaba alegremente con
otros niños de su edad. Hacia 10 ó 12 dias que habia terminado la fiebre.
El Dr. Esquerdo le practicó la operación con el aparato aspirador, intro-
duciendo la aguja entre la cuarta y quinta costilla, que estaban muy
aproximadas en su extremidad anterior. Cuando se habian extraido unos
300 gramos de un líquido sero-purulento, empezó el enfermo á sentir
opresión de pecho, disnea ligera, etc.; mas cuando la cantidad extraída
osciló entre 400 y 500 gramos, los fenómenos de congestión pulmonar se
formalizaron, presentando el enfermo inyectados los ojos, cianóticos los
labios, hinchadas las venas del cuello, ortofuea grande, expectoración es-
pumosa y rosácea en gran cantidad, etc., etc., fenómenos todos que indi-
caban la proximidad de la asfixia. Suspendióse la operación, retirándose
en seguida la aguja, y al cabo de pocos minutos pudimos ver con satis-
facción que el enfermito volvía á su estado normal, merced á la remisión
de los síntomas que tanto nos habian alarmado.
El caso precedente indica á las claras que se ha de obrar con suma pru-
dencia en lo que toca á la cantidad de líquido, que puede extraerse de
una vez en un caso dado, debiéndonos atener, á falta de otras indicacio-
nes, á la presunta capacidad del pecho, que suele guardar proporción con
la edad en los primeros años de la vida.
{Concluirá.)
VAGINALITIS CRÓMICA.
Hematocele de la vaginal derecha. — Pandon. — aangrena del escroto
—Abertura y llmpiesa de la vasinal. — Guraváon.
Por el Dr. D. Alvaro Esquerdo,
Médico de número de ¡a Caea de Caridad y del Hospital de Santa Cruz.
El caso, que voy á reseñar, es uno de aquellos en que siempre se
aprende algo, si tratamos de explicar el por qué de lo ocurrido. El origen
de la afección, la causa de la gangrena del escroto, la benignidad del
curso hasta la curación, en un individuo de las condiciones de nuestro
enfermo, dan motivo para apreciaciones de alguna utilidad.
P. Salazar, es un hombre de 72 años, de constitución fuerte, algo
deteriorado por los años y por los padecimientos. Su organismo, en
general, habia gozado siempre de buena salud y habia llevado una vida
activa. Consecuencia de su afición á los placeres venéreos, fué una ble-
norragia, que sin duda motivó estrechez y la vaginalitis. Tanto de la una
como de la otra no puede precisar el origen, que refiere á unos 20 años
atrás para la inflamación de la vaginal derecha. Más que los otros sínto-
mas le llamó la atención el abultamiento. Con la estrechez le ha pasado
como á muchos que las padecen, pues sólo fijó la atención en ella cuando
con dificultad podia orinar. Además de la estrechez, tiene hipertrofia de
la próstata, propia de la edad, y cistitis consecutiva, mejorada cuando
654 VAGINALITIS CRÓNICA.
le vimos, por haber sido operada la estrechez. Fué tratado en París tres
meses antes de venir á Barcelona, pero después descuidó el sondarse
como se le tenia encargado, y volvió á orinar con dificultad, necesitando
hacer esfuerzos, dificultad que desapareció después de haberlo sondado
algunas veces hasta pasar el núm. 22 de Bennás. Padecía también un
catarro bronquial crónico; presentaba el círculo senil en ambas córneas
y en los cristalinos se estaba formando la catarata senil.
Lo que obligó á este enfermo á reclamar nuestros cuidados fué la
afección de los genitales. Un abultamiento considerable de las bolsas,
particularmente en el lado derecho, con la piel tensa, lisa, reluciente, de
color rojo violado, dolores fuertes en la parte y reacción febril general,
fueron los primeros síntomas observados. Los Dres. D. Pedro Esquerdo
y D. Esteban Vidal, que fueron los que primero le visitaron, dispusieron
que se elevara el escroto y se aplicaran cataplamas de harina de arroz.
Al dia siguiente tuve que ver al enfermo en consulta con los antedichos
señores. Las bolsas presentaban la forma y volumen de un melón,
cuyo grosor correspondía, en su mayor parte, al lado derecho, en donde
la piel estaba, como ya he indicado, y muy sensible; en la parte ante-
rior, y en la zoija en que el color era más subido, aparecía un punto
saliente y de color oscuro, señal de una punción practicada en París un
mes antes. Por el tacto podia apreciarse, en el lado derecho, resistencia
al suave, renitencia en la parte inferior, y fluctuación en la superior al
fuerte; en el lado izquierdo se notaba el testículo tres veces más grueso
que en el estado normal y de consistencia ósea: miradas las partes inter-
puestas entre el ojo y la luz, eran completamente opacas. En la pun-
ción practicada en París, sólo salió por la cánula sangre, por lo que
aquella fué retirada sin obtener ningún resultado. Después de la punción,
el tumor sutrió algún aumento, pero no tanto que le diera cuidado al
enfermo, pues éste dejó á París, vino á Barcelona, de Barcelona se fué á
Mallorca, y sólo yendo á Mallorca notó ya molestia y dolor en las bolsas.
A la vuelta de Mallorca éstas fueron aumentando y poniéndose dolorosas,
hasta llegar al estado en que las encontramos.
Después de un detenido examen y por exclusión, diagnosticamos una
vaginalitis crónica doble, con infiltración calcárea en el lado izquierdo, y
hematocele antiguo con inflamación consecutiva á la punción en el lado
derecho. Excluimos el hidrocele, por la falta de transparencia y la no sali-
da del líquido con la punción; el sarcoma, por la forma redondeada, sin
abolladuras y la falta de dolores en el mucho tiempo que el tumor llevaba
de existencia; el cáncer, por la uniformidad del tumor, la larga fecha que
llevaba sin determinar trastornos generales, la falta de dolores y la de par-
ticipación de los ganglios de la ingle; el testículo sifilítico, por la falta
de antecedentes, la marcha que habia seguido el tumor y la no igual
participación del otro testículo; el tubérculo, por las condiciones genera-
les del individuo, el curso del proceso, el gran volumen del tumor y la
inmunidad del cordón.
Lo que habia que hacer en este caso, dada la edad del enfermo, la
postración en que lo encontramos, el catarro vesical y el bronquial que
padecía, era dominar la inflamación para que no tomara más incremento,
realzar el estado general del enfermo y esperar ocasión más oportuna
VAGDíALITIS CRÓNICA. 655
para operar el hematocele. Además, el enfermo decía que le importaba
poco conservar el tumor, mientras desapareciera la inflamación que
habia venido á molestarle. Se decidió, pues, emplear un plan tónico y
localmente las cataplasmas de harina de arroz. Pasaron de este modo
dos dias, disminuyendo un poco el dolor y extendiéndose algo la man-
cha que habíamos notado en la parte anterior del escroto. Agregóse
entonces en consulta el Dr. Cardenal, quien estuvo conforme en el diag-
nóstico sentado y en que se siguiera el plan establecido.
Al dia siguiente de esto, se rompió la piel por el punto que presen-
taba la mancha violada, salió una gran cantidad de pus fétido, de color
oscuro; poco después vimos al enfermo, notando que el abultamiento
de las bolsas habia disminuido en una mitad; que la piel se habia perfo-
rado en la parte anterior, quedando algunos colgajos gangrenosos en la
abertura, y que de allí se desprendía un olor fétido. Practicado el exa-
men, resultó que la cavidad que se habia evacuado era extra-vaginal, y
la túnica vaginal engrosada conservaba un volumen como el de un limón
grueso. Otra vez se nos presentaba la cuestión de si debíamos ó no
operar radicalmente á aquel enfermo.
Por lo visto la punción, que se habia practicado, no habia pasado la
vaginal, habia sido atravesada alguna vena, y al retirar el trocar se formó
un derrame extra-vaginal, que fué creciendo lentamente hasta que apa-
reció la inflamación, tal vez dimanando de la puntura practicada. La
inflamación terminó por supuración con gangrena del escroto.
Nos pareció prudente no acudir á la operación radical, porque nos
encontrábamos frente á un foco fétido gangrenoso, que habia de influir
perniciosamente sobre cualquiera herida que se produjera en las partes
inmediatas, y optamos por esperar á que aquel foco estuviera limpio,
aséptico, si era posible; antes de tomar otra determinación, empleamos
las lociones con solución fenicada al dos por ciento, el proteciive, la gasa
fenicada y el algodón salicilado. El resultado fué bueno, porque el foco
aquel tomó buen aspecto; se fueron limpiando los bordes y la supuración
quedó muy reducida; pero al tercer dia se notó sobre la vaginal un punto
con mamelones blandos y de color oscuro, que al tocarlos con la sonda
acanalada cedieron y principió á salir un líquido achocolatado. Se hicie-
ron fuertes presiones sobre el escroto y salió en abundancia un líquido
sucio con grumos como heces de vino, resultando que, cuando se
dejaba de comprimir, el aire era aspirado por la pequeña abertura y salia
otra vez mezclado con el líquido formando burbujas. Ante esta nueva
complicación, decidimos, con el Dr. Cardenal, agrandar extensamente
aquella abertura, practicar una contra-abertura en la parte más declive
de la vaginal, y proceder á una escrupulosa limpieza de aquella cavidad
que presentaba un cariz poco agradable.
Con el objeto de dejar la menor superficie absorbente posible, agran-
damos la abertura con el termo-cauterio y practicamos la contra-abertura
con trocar grueso, poniendo después en ésta un tubo de drenage. Se
verificó una limpieza escrupulosa de la cavidad, en la que se encontra-
ron masas como de polvo de chocolate apelmazado. La cavidad quedaba
tapizada de una capa dura de color ceniciento, y hacia la parte posterior
se encontraba una masa semidura, que por sus relaciones con el cordón
656 VAGINALITTS CRÓNICA
debia ser el testículo. Digo que debia serlo, porque no podia apreciarse
la forma de tal órgano en toda la cavidad. Creyendo que sería más con-
veniente activar la eliminación completa de las partes mortificadas y de
la capa cenicienta que tapizaba la cavidad vaginal, practicamos la cura
con cocimiento de quina y alcohol alcanforado, inyecciones y fomentos,
empleando el algodón salicilado para cubrir el escroto. Al segundo día
pudo arrancarse con las pinzas la cubierta cenicienta, capa coriácea, y
al tercero pudo extraerse por completo. Después de esto, las paredes de
la cavidad abierta conservaban un grosor de ocho milímetros.
Una vez limpios el escroto y la cavidad de todo tejido que pudiera
causar estorbo á la cicatrización, cambiamos la cura, limpiando primero
las partes con una solución de ácido salicílico, llenando después la cavi-
dad con bálsamo cativíHínangley y cubriéndolo todo con algodón salici-
lado, cura que se siguió hasta el completo restablecimiento del enfermo.
La curación siguió regularmente y con mucha rapidez, puesto que á las
veinte dias de haber abierto la vaginal, época en que el enfermo marchó
á Cuba, sólo quedaba por llenar una cavidad como una bellota. Des-
pués supe que antes de llegar á Cuba habia cicatrizado por completo.
Debe notarse; que en este enfermo no sobrevino ninguna complica-
ción, ni aumentó la reacción febril después de la intervención quirúr-
gica, antes al contrario, fué mejorando siempre su estado general.
Fijándose un poco en este caso, pudiera ocurrir la duda de si se trataba
en un principio de un hidrocele, que después por la punción practicada
en París pasó á ser hematocele, ó de si en realidad aquello era un hema-
tocele antes de practicarse la punción. Podría pensarse en lo primero, por-
que no son tan raros los casos de esta especie, y más no profesando la opi-
nión de que los hematoceles sólo pueden ser debidos á un traumatismo,
que determine inmediatamente la rotura de vasos en la túnica vaginal,
ó en las otras cubiertas, con herida que conduzca la sangre á la vaginal.
Goselin ha demostrado (1) que pueden existir vaginalitis larvadas con
derrame seroso, formación de pseudo-membranas, rotura fácil de los
vasos de nueva formación, derrame de sangre que se mezcla con la sero-
sidad, constituyendo un hematocele; y hasta podría admitirse que la
vaginalitis fuera seca y que en el derrame la sangre fuera el primer
líquido contenido en la vaginal (2). Terrillon (3) ha observado que la
inflamación del testículo no puede determinar vaginalitis con derrame
y formación de falsas membranas, pero si la del epidídimo. La lentitud
con que aquel proceso habia evolucionado, las pocas incomodidades que
habia proporcionado al paciente, la falta de una causa traumática que
hubiera llamado la atención del enfermo, la existencia remota de una
blenorragia que llevó tras sí la estrechez de la uretra, hacen sospechar
que, por más que este enfermo no supo darse cuenta de la aparición de
la afección de las bolsas, después de la blenorragia sufrió una epididi-
mitis con inflamación de la vaginal, que proba'blemente iria acompañada
de derrame seroso en un principio, no de la formación inmediata de
(1) Archives gen, de niéd, et chirurg, 1854.
(2) Nelaton: Patología guinirgrica. -Boyer. Malad, chirurg, 8.' edition, tomo VL
(3) TerriUon. Legons de Clinique exteme. 1882.
VAGINALITIS CRÓNICA. 657
pseudo-membranas, porque éstas, á desarrollarse en un principio, habrían
determinado la adherencia de las dos caras de la vaginal, y de esta adhe-
rencia no se han encontrado trazas. La formación de pseudo-membranas
debió seguir á la vaginalitis crónica, y por lo tanto, es lo más probable
hubiera primeramente un hidrocele que, por la rotura de los vasos de
las pseudo-membranas, se convirtió en hematocele. No creo que hubiera
subsistido como hidrocele hasta practicar la punción, porque el líquido
era muy espeso, de color de chocolate, negruzco, y el pozo estaba for-
mado de masas como si fueran de almagra oscura, la pseudo-membrana
ofrecía un color ceniciento, de superficie irregular, de consistencia co-
riácea, y después de la operación no sufrió aumento la bolsa para que
pudiera creerse que la sangre derramada, si es que llegó á la vaginal,
fuese abundante.
El estado de la vaginal izquierda demuestra la antigüedad de un pro-
ceso irritativo, que en la derecha llegó al segundo grado (fibro-cartilagi-
noso), y en la izquierda al tercero (de calcificación).
Respecto á la marcha del padecimiento, después de haber intervenido
quirúrgicamente, llama la atención la benignidad, tratándose de un indi-
viduo de 72 años, que llevaba en su iris y córnea las señales de vejez
orgánica, que padecía un catarro bronquial, y que, por haber sufrido una
estrechez de la uretra, no habia de tener del todo buenos su vejiga y
ríñones. Se desplega una inflamación con gangrena del escroto, que va
seguida de la abertura expontánea de la vaginal, y á pesar de las malas
condiciones del individuo, de lo peligrosa que es en sí la gangrena del
escroto, y de lo temible que es la abertura de la vaginal cuando hay
pseudo-membranas, este enfermo sólo presenta reacción febril conside-
rable el dia antes de romperse el escroto, reacción que desaparece casi
por completo después de haber limpiado ía vaginal. ¿A qué atribuir esta
benignidad no esperada? A mi entender, después de practicada la pun-
ción, hubo derrame de sangre entre las túnicas de las bolsas, derrame
que quedó limitado alrededor de la punción, que separando y disten-
diendo el dartos y escroto alteró la nutrición de estas túnicas. El roce
producido después, ó algún choque que podia pasar desapercibido, deter-
minó la inflamación alrededor de aquel foco. Como la lesión era circuns-
crita desde un principio y la causa obraba sobre un punto reducido, la
inflamación no se extendió y la gangrena quedó limitada á las partes que
más hablan sufrido. En la gangrena del escroto, cuando la lesión es debida
á una causa local, cuya acción queda reducida desde un principio, los
efectos no son graves; sobreviene la mortificación, se limita en las partes
sanas, se eliminan los tejidos mortificados y la superficie que queda
vegeta con rapidez. He observado esto otra vez, en la que, después de la
inyección iodada para la curación del hidrocele, se habia derramado
pequeña cantidad de líquido fuera de la vaginal; la parte tocada por este
líquido se inflamó, sobrevino la mortificación, la eliminación, y después
la úlcera resultante cicatrizó sin ninguna otra complicación local ni
general. Lo que debe hacerse en estos casos es limpiar bien la región,
separar las partes mortificadas, sin llegar á tocar lo sano, desinfectar la
superficie de la herida, y no emplear tópicos irritantes ni sucios, que
podrían sostener ó aumentar la inflamación é infectar la herida. A haber
658 VAGINALITIS CRÓNICA.
procedido de este modo atribuyo la buena marcha seguida desde un prin-
cipio. Además, entre las condiciones desfavorables de este individuo, ha-
bia muchas favorables. Este enfermo no era sifilítico, ni tuberculoso, ni
artrítico, ni palúdico, ni alcohólico, ni diabético, ni canceroso, había
gozado de buena salud y conservado una constitución robusta á pesar de
su edad.
En la vaginal había otra cosa capaz de explicar la benignidad del curso
de la curación: la existencia de una capa coriácea, que revestía la vagi-
nal, capa incapaz de absorber y de supurar. A haber procedido á la des-
corticacion inmediata, se habría dejado allí una superficie sangrando, en
disposición de supurar, de infectarse con los i estos gangrenosos, que aun
quedaban en el escroto, y en disposición de absorber tanto los productos
gangrenosos como los detritus que había acumulados en la vaginal, y que
no eran de buena calidad. Esperamos que una reacción inflamatoria
principiase á desprender aquella capa, porque después había de ser más
fácil el desprendimiento, y la superficie había de quedar en mejores con-
diciones. Efectivamente, al segundo día ya podía desprenderse alguna
porción de las más próximas á la abertura, y al cuarto, con las pinzas,
dedos y tijeras, pudo desprenderse toda la capa coriácea. Entonces que-
daba ya la parte limpia de productos gangrenosos; los detritus habían
sido arrastrados por completo con los lavados de cocimiento de quina
alcanforado y alcoholizado, de modo que no había que temer la influencia
de productos en descomposición. Además, la vaginal estaba engrosada,
confundida con la fibrosa, formando una capa dura de ocho milímetros
de grosor. Esta constitución de las paredes explica la falta de hemorra-
gia al arrancar la capa interior, y puede haber servido de mucho para
que no sobreviniera la inflamación ni supuración. Lo sucedido posterior-
mente viene explicado por lo antedicho y por los medios de tratamiento
empleados.
Aunque amigo de la intervención quirúrgica cuando sea necesaria,
creo que debe saberse apreciar la oportunidad de su aplicación, si no
hemos de arrepentimos de haber acudido á ella. ¿Quién sabe cómo ha-
brían ido las cosas en este caso, sí habiendo convenido en la necesidad
de operar para curar radicalmente un hematocele, ya que de otro modo
no era posible lograrlo, nos hubiéramos descartado de todas las circuns-
tancias que concurrían en este individuo, y hubiéramos practicado la
descortizacion con extirpación del testículo como parecía indicado? Pro-
bablemente las cosas habrían marchado bien, dada la seguridad que nos
proporciona la cura antiséptica; pero no es posible obtener mejor resul-
tado. Nos felicitamos de habernos dejado conducir por la mano de los
sucesos.
De este caso pueden sacarse como consecuencias: Que puede existir
una vaginalitis crónica, que pasa desapercibida en un principio, dá lugar
á la formación de pseudo-membranas, y por la rotura de los vasos de
éstas á derrame de sangre, constituyendo un hematocele, hechos de sobra
demostrados.
Que en las gangrenas del escroto, que se comprende han de ser limi-
tadas por el modo de obrar de la causa, ó por la marcha que han em-
prendido, sólo debe intervenirse combatiendo síntomas que molesten al
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 659
enfermo y favoreciendo la limitación de la gangrena y eliminación de las
partes gangrenadas.
Que en los hematoceles antiguos, en que la capa supra-vaginal sea co-
riácea, cartilaginosa ú ósea, si por las molestias que la afección ocasiona
al enfermo, es reclamada la operación, lo mejor que puede hacerse es
abrir la cavidad, limpiarla y desprender la capa supra-vaginal. Si el des-
prendimiento es difícil, puede ser conveniente esperar la reacción que
puede despertarse en su capa profunda para poderla desprender con
más facilidad. Sólo es necesaria la extirpación del testículo, cuando no
pueda desprenderse la pseudo-membrana que lo cubre ó exista en él
alguna neoplasia.
anatomía de los centros nerviosos, ^*>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
Con el nombre de médula oblongada describiré la región de los cen-
tros nerviosos, á la cual concurren los manojos procedentes del cerebro,
de la médula y del cerebelo; comprendiendo, por consiguiente, en ella,
las dos partes de los centros nerviosos estudiadas aisladamente en todas
las obras y conocidas con los nombres de buWo y protuberancia.
La protuberancia y el bulbo son dos factores inseparables anatómica
y fisiológicamente. Las fibras transversales de la protuberancia ofrecen
á simple vista tan marcada diferencia, que se comprende la separación
de esta región, como factor más ó menos independiente, establecida por
los autores, que la han dado nombres distintos: protuberancia^ itsmo del
encéfalo, puente de Varolio, etc. (L, fig. 95). Este grueso manojo de fibras
transversales de la protuberancia establece una división más aparente
que real: por su parte superior se ven salir los pedúnculos cerebrales y
por su parte inferior el bulbo; si se separan estas fibras, la continuidad
entre los manojos del bulbo y los de los pedúnculos cerebrales no está
interrumpida en ningún sitio, de modo que en este caso se ve que la
protuberancia es, en suma, una masa de sustancia blanca pegada á la
cara anterior del bulbo. Si se compara la extructura de uno y otro fac-
tor, protuberancia y bulbo, se ve que hay escasas diferencias y que la
sustancia gris de ambos ofrece los mismos caracteres; por otra parte, en
estas regiones toman origen los nervios craneales, lo cual establece una
analogía directa entre la protuberancia y el bulbo, así como entre estos
y la médula espinal. Esta identidad de extructura y constitución lleva
consigo una identidad de funciones, que hace imposible en buena lógica
la separación establecida por los autores.
(1) Gontinuacioa. — V. los núms. 25, 26, 27, 28, 29, 90, 31, 32, 33, 3i, 33, 36, 37, 38,
39, 40, 41, 42, 43 y 44.
660 anatomía de los centros nerviosos.
Si tuviese alguna ventaja, para facilitar la descripción y el estudio de
estas partes, la división mencionada, estudiarla aisladamente la protu-
berancia y el bulbo; pero, sobre no ser de gran utilidad para el estudio,
tiene el inconveniente de exponer á las continuas repeticiones que exige
la claridad del asunto.
Por estos motivos incluyo en un solo capítulo los dos factores men-
cionados, constituyendo la médula ohlongada^ nombre con que los ana-
tómicos antiguos designaron estas partes, denominación que aun sigue
usándose por algunos autores contemporáneos, aplicándola unos al bulbo
y otros á la protuberancia.
Al estudiar el cerebro, describí los pedúnculos cerebrales, que cor-
responden á la protuberancia en la división establecida por los autores
clásicos, lo cual facilitará muchísimo el estudio de la médula oblongada
por ser un punto de referencia conocido ya.
La médula oblongada tiene por límites, hacia arriba, las fibras trans-
versales superiores de la protuberancia, y hacia abajo, el entrecruza-
miento de las pirámides, que separa el surco medio anterior de la mé-
dula del surco medio anterior del bulbo. Está situada por debajo del
cerebro, al cual la unen los pedúnculos cerebrales; por delante del cere-
belo, estándole unida por los pedúnculos cerebelosos medios, y por en-
cima de la médula, con la cual se continúa directamente, de modo que
algunos autores estudian el bulbo como una dependencia de la médula.
Tiene una dirección oblicua de arriba abajo y de delante atrás; descansa
sobre el canal basilar y ofrece una longitud media de 5 y medio centí-
metros.
A. — ^ASPECTO Y constitución DE LA MÉDULA OBLONGADA.
Conformación exterior. — La médula oblongada presenta la forma de
un cono aplanado de delante á atrás, con la base dirigida arriba, en re-
lación con los pedúnculos cerebrales, y el vértice abajo unido con la ex-
tremidad superior de la médula.
En la cara anterior se observa de arriba abajo (fig. 95): un ancho ma-
nojo de fibras transversales, que constituye la protuberancia ó puente
de Varolio (L), extendido de uno á otro lado y continuándose por ambos
extremos con los pedúnculos cerebelosos medios. De modo que el puente
de Varolio parece constituido por la reunión de dichos pedúnculos en la
línea media. En este último sitio se encuentra un pequeño surco, en re-
lación con la arteria basilar, y, á los lados, dos eminencias longitudina-
les, que revelan el paso de las pirámides por debajo de la protuberancia.
La protuberancia es convexa transversalmente y sus fibras pueden divi-
dirse en tres grupos: las superiores^ que son transversales, y al llegar al
pedúnculo cerebeloso medio forman su parte supero-externa; las infe-
riores^ que, siendo también transversales, van á constituir la parte cen-
tral de dicho pedúnculo, y las medias^ que hacia los lados se inclinan
abajo por encima de las inferiores y van á formar el borde inferior del
pedúnculo cerebeloso. Por la parte superior de la protuberancia, lla-
mada también mesocéfalo por Ghaussier, se ven salir los pedúnculos
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 661
cerebrales, y por la inferior se ve penetrar el bulbo debajo de ellas
(fig- 95).
En la misma cara anterior, debajo de la protuberancia y en la región
llamada bulbo, se observa algo parecido á la médula: en la linea medía un
surco longitudinal, que se continuaría directamente con el surco medular
anterior, á no ser por el entrecruzamiento de las pirámides (C, fig. 95),
que los interrumpe; este surco termina hacia arriba, inmediatamente
por debajo de la protuberancia, en una pequeña fosita, que algunos lla-
man agujero ciego de Vicq-d'Axir. A los lados de este surco se ven dos
eminencias longitudinales y redondeadas, que son las pirámides an-
teriores {R,íig. 95), las que penetran por su extremidad superior debajo
de la protuberancia, y por su extremidad inferior se continúan aparen-
?lg. SB.—Cara anterior da la médula oblongada.
A naices deacendenles del espinal. -B Eitremldad superior de la médula esplnal.-C Entre-
cruiamienlo da las pirámides. -D Fibra» arciformes.-EOllva.—F Nervio eaplnal.-G Pneumo-
gástPÍco.-HGloso-farIngeo,-/Facíal.-J Audlllvo.-JÍ Nervio intermedio do WrísberB—L Fi-
bras transversales dalaprotuberancia.—lf Nervio trlgémlno.-NPatélIco.-O Motor ocular co-
mún.- P Tallo pituitario.- O Motor ocular eilerno— B Plrimlde anterior. -S Hlpogloso. -
TRalz anterior del primer par de nervios espinales.
teraente con los cordones anteriores de la médula. Por fuera de las pirá-
. mides se encuentra otra eminencia redondeada, prolongada en el sen-
tido longitudinal y separada de las anteriores por un pequeño surco (E,
fig. 95); se llama oliva y está separada de la protuberancia por una foaita
denominada sitpra-oliüar; su extremidad inferior tiene un limite redon-
deado, y un poco hacía abajo y atrás del mismo se presenta una mancha
gris, llamada tubérculo ceniciento de Rolando. Detrás de las olivas existe
662 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
un espacio blanco, formado por el hacecillo lateral del bulbo, que separa
á dichos cuerpos de los restiformes, que pertenecen ya á la cara posterior;
en la parte superior de este espacio existe la fosita lateral del bulbo. Hacia
la parte inferior y lateral del bulbo, existen unas fíbras transversales,
las fibras arciformes (D).
Cortando los pedúnculos cerebelosos cerca de su entrada en el hemis-
ferio correspondiente y separando el cerebelo, queda al descubierto la
cara posterior de la médula oblongada (fig. 98). Se ve en ella: hacia ar-
riba, la cara superior de los pedúnculos cerebrales con sus tubérculos
cuadrigéminos, detrás de los cuales empieza la médula oblongada; por
debajo de dichos tubérculos están los pedúnculos cerebelosos superio-
res (G, fig. 96), que á medida que se dirigen abajo y se acercan al cere-
belo van separándose uno de otro y dejan entre sí un espacio angular,
ocupado por una lámina triangular, llamada impropiamente válvula de
Yieussens (H, fig. 96), y constituida por tiras de sustancia blanca y gris
alternadas; á medida que se acercan al cerebelo, los pedúnculos cerebe-
losos superiores se separan de la médula oblongada, y cerrado el espacio
por la válvula de Vieussens, que también queda separada de dicha mé-
dula, dejan entre esta y aquellos un hueco, que forma parte del cuarto
ventrículo; hacia la parte superior, ó sea por su vértice, comunica este
hueco con el acueducto de Sylvio, que, siguiendo arriba por debajo de los
tubérculos cuadrigéminos, va ú desembocaren el tercer ventrículo cere-
bral. Hacia los lados de la médula oblongada aparecen los pedúnculos
cerebelosos medios, que se ponen contiguos á los superiores para diri-
girse al cerebelo. (F, fig. 96.)
Por su parte inferior, la cara posterior de la médula oblongada pre-
senta el mismo aspecto que la de la médula espinal con la correspon-
diente cisura media posterior y á los lados los cordones posteriores, di-
vididos en dos por el surco intermedio posterior; pero un poco más arri-
ba, los cordones posteriores se separan uno de otro y divergen hacia las
partes superiores, formando los lados de la parte inferior de la médula
oblongada; toman entonces el nombre de cuerpos restiformes (B, fig. 96),
los que, aparentemente, se continúan con los cordones posteriores de la
médula y con las pirámides posteriores, situadas en la parte interna de
aquellos, y á su vez unidas con los hacecillos de Goll. De esto resulta
que la cisura media posterior se ensancha también, dejando al descu-
bierto la sustancia gris central; los cuerpos restiformes convergen ha-
cia los pedúnculos cerebelosos superiores y medios, y á su vez se conti-
núan directamente con los inferiores. Así es que la cara posterior de la
médula oblongada presenta una forma romboidal (C, fig. 96), con una
escavacion de la misma figura, cuyos lados están constituidos: los supe-
riores por los pedúnculos cerebelosos superiores y los inferiores por los
cuerpos restiformes. En su ángulo superior se abre el acueducto de Syl-
vio, y en el inferior la cavidad del epéndimo; los ángulos laterales están
formados por la convergencia de los pedúnculos cerebelosos. Esta esca-
vacion romboidal de la cara posterior de la médula oblongada está cer-
rada por arriba por el cerebelo, quedando así constituido el cuarto veti-
trículo. La pared superior de éste está formada por el vermes inferior del
cerebelo, que cierra la cavidad por la parte superior, uniéndose con la
ANATOMÍA DE LOS CENTBOS NERVIOSOS. 663
válvula de Vieussens, y la deja abierta hacia abaja, de modo que se pone
al descubierto levantando el cerebelo por detrás; la pared inferior, ó suelo
del cuarto ventrículo, está constituida por la cara posterior de la médula
oblongada. Asi como la cara anterior de la región que me ocupa está di-
vidida en protuberancia y bulbo, la posterior no presenta tal división;
pero el sitio correspondiente á ella es una línea tirada de uno á otro de
los ángulos laterales. Por su cara anterior y laterales, la médula oblon-
gada se halla formada por sustancia blanca, y por su cara posterior la
parte correspondiente al suelo del cuarto ventrículo está const)tuida por
sustancia gris; en la parte media del suelo del cuarto ventrículo se pre-
senta una linea longitudinal, correspondiente al rafe de la médula oblon-
Fig. 96.— Cara posterior de la mídula oblongadEi.
A Pirámide posterior [baceeilLo deEgsdo A de TDrk). — B Cuerpo reíllfarme. — C Linea inedia
dei suelo del cuarto veotrlcuia.— D Raíz posterior del nervio sciislko,—£ Corle del pedúnculo
rerebeloao inferior.-í" Corte dei pedúnculo cerebeloso medio.-G Corle del pedúnculo cerebe-
ioio superior.— N Vil V ule úv Vieussens.- /Cinta de Hell.-J Pedúnculo cerebral.- /T Glándula
pineal.— ¿ Nervio patético.
gada y que lo divide en dos mitades laterales iguales; el color gris del
suelo del cuarto ventrículo no es del todo uniforme y liso. Dividiendo
cada una de tas mitades en dos triángulos, uno superior y otro inferior,
se ve que este último no presenta una coloración igual, sino que ofrece
varias áreas de color distinto; á los lados de la línea media hay una con
la punta dirigida hdcia abajo, de color blanquecino, el área blanca inlema;
por fuera de ésta, otra con la base abajo de un gris mucho más subido,
areagrU, y finalmente, otra más externa 6 área blanca extema. Presen-
664 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
ta también dos pequeñas elevaciones correspondientes, una al codo del
facial ó eminentia teres, y la otra al núcleo de origen del motor ocular
externo. A ios lados de la linea media, existen unas fibras blancas trans-
versales, que en su trayecto hacia afuera convergen (D. fig. 96), presen-
tando el aspecto de las barbas de una pluma y de aquí el nombre de
calamus scripiorlus, llamándose cuerda armónica de Bergmann la que de
entre ellas es la más visible; por este motivo el ángulo inferior del suelo
del cuarto ventrículo se llama también pico del calamtts.
Las caras laterales de la médula oblongada presentan en su porción
bulbar el hacecillo lateral del bulbo y el tubérculo ceniciento de Rolando,
y en la de la protuberancia se confunden con el pedúnculo cerebeloso
medio.
Cuando se estudia la protuberancia aisladamente, se divide en dos
partes superpuestas, llamadas piso ó plano superior y piso ó plano inferior:
aquel formado por la válvula de Vieussens, los pedúnculos cerebelosos
superiores y sobre estos los tubérculos cuadrigémínos; este plano pare-
ce una comisura extendida del cerebro al cerebelo; el inferior está cons-
tituido por la protuberancia, pedúnculos cerebelosos medios y pedúncu-
los cerebrales; entre uno y otro existe una separación ó surco, que ya he
mencionado al estudiar el pedúnculo, diciendo que separaba el pié del
mismo, ó piso inferior, de la calota ó piso medio. Cubriendo este surco y
extendidos de arriba abajo y de delante á atrás, se encuentran dos mano-
jos aplanados ó láminas de fibras blancas, que, naciendo de los tubér-
culos cuadrigémínos, rodean los pedúnculos cerebelosos superiores por
fuera y penetran debajo de ellos para unirse con el plano inferior; estos
manojos forman el hacecillo triangular del itsmo ó cinta de Reil (J. fig. 96),
dividido en dos hoj illas, superficial y profunda; aquella nace de los tu-
bérculos cuadrigémínos anteriores y ésta de los posteriores, introdu-
ciéndose ambas, después de su trayecto superficial, en el espesor de la
médula oblongada.
En la superficie de la médula oblongada se encuentra el origen apa-
rente de casi todos los pares craneales, lo cual asimila á esta región con
la médula espinal No me ocupo de ellos, porque haré mención délos
mismos al estudiar sus núcleos de origen, en la sustancia gris que hay
en su espesor.
Conformación interior y constitución. — ^La médula oblongada está
constituida por sustancia blanca y gris, que presentan en este sitio una
disposición bastante irregular. Los manojos longitudinales, que apare-
cen en la superficie, se encuentran también en su espesor mezclados
con sustancia gris; esta, así como en la médula espinal está bien limita-
da, en la médula oblongada está difundida por toda su masa.
Si se separan por medio de un corte las fibras transversales de la
protuberancia, entonces se ve como las pirámides anteriores siguen su
trayecto ascendente, formando un manojo compacto, que va á continuar-
se con el pié del pedúnculo; pero entre las fibras transversales de la pro-
tuberancia, y aun interpuestas entre ambas pirámides, se encuentran
distintas agrupaciones de sustancia gris, sin número ni disposición fi-
jos; las pirámides anteriores, en su prolongación al través de la protube-
rancia, tienen sus fibras dispuestas en hacecillos secundarios, y entra
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 665
ellos también pequeñas masas de sustancia gris. Esta parte es la porción
motriz de las pirámides.
Si á este mismo nivel de la protuberancia, se penetra un poco más,
separando la porción motriz de las pirámides, entonces se encuentra
una pequeña zona, ocupada por fíbras transversales de la protuberancia
y grupos de sustancia gris al mismo tiempo, que separa la porción
motriz de las pirámides de otro manojo longitudinal también situado
detrás del anterior y que constituye la porción sensitiva.
Al mismo nivel y también cerca de la línea media, se encuentra, por
detrás de los factores precedentes, una región constituida por hacecillos
longitudinales, entre los cuales está interpuesta uniformemente una pe-
queña cantidad de sustancia gris; estos hacecillos son prolongación de
la caleta del pedúnculo cerebral y constituyen lo que Huguenin llama
campo motor. En la parte superior de la médula oblongada, se encuen-
tran interpuestos entre los hacecillos del campo motor los pedúnculos
cerebelosos superiores. Hacia los lados se ve perfectamente la continua-
ción directa de las fibras de la protuberancia con el pedúnculo cerebe-
loso medio.
Estas mismas regiones, formadas por manojos de sustancia blanca,
que se encuentran en la región de la protuberancia de la médula oblon-
gada, se encuentran en la bulbar, con la diferencia de que, por parecer-
se más ésta á la médula espinal, los manojos están menos separados
unos de otros y la sustancia gris está mejor limitada.
En la región bulbar encontramos en su espesor las pirámides ante-
riores, que en la parte inferior van constituyéndose aún, pero que en
la superior están ya formadas por sus dos porciones, sensitiva y moto-
ra, perfectamente contiguas, porque aún no se han interpuesto las fibras
transversales de la protuberancia, que las separan más arriba en un
manojo anterior y otro posterior.
En la parte superior de la región bulbar, detrás de las pirámides an-
teriores, se encuentra una región formada por hacecillos longitudinales,
que son la continuación de los que antes he designado con el nombre de
campo motor. En la parte inferior de la región bulbar, en la porción co-
nocida con el nombre de cuello del bulbo, todos estos hacecillos sufren
cambios de dirección y entrecruzamientos, de los cuales me ocuparé
más adelante.
El hacecillo lateral del bulbo, que he señalado en la superficie del
mismo, por detrás de los cuerpos olivares, se encuentra también en esta
región, pero se pierde en el espesor de la protuberancia.
Entre el hacecillo lateral y las pirámides anteriores residen las oli-
vas, que también se internan en el espesor del bulbo hasta cerca de la
linea media.
Por detrás de los hacecillos laterales y tanto más hacia fuera cuanto
más arriba de la región bulbar se estudia, encontramos los cuerpos res-
tiformes y las pirámides posteriores, que van á continuarse con los pe-
dúnculos cerebelosos por su extremidad superior.
En la región del cuello del bulbo, la disposición de la sustancia blanca
es casi análoga á la de la médula espinal, de modo que aún pueden dis-
tinguirse un cordón anterior, un cordón lateral y un cordón posterior.
666 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
En resumen, y asi como de una manera esquemática, puede decirse,
que en la médula oblongada la sustancia blanca tiene la siguiente dis-
posición: tres manojos ó cordones longitudinales extendidos desde su
parte superior á la inferior, llamados porción motriz de las pirámides,
porción sensitiva de las mismas y campo motor; estos tres manojos están
situados uno detrás de otro y ocupan el centro de la médula oblongada,
continuándose por su extremidad superior con las fibras del pedúnculo
cerebral y por la inferior con los cordones de la médula; en la parte su-
perior de la médula oblongada existe un ancho manojo de fibras trans-
versales, que abraza á los anteriores por delante y está formado por la
protuberancia; por arriba y por abajo de la médula oblongada y en su
parte posterior están los pedúnculos cerebelosos superiores y los cuer-
pos restiformes, que separándose de la líne^ media, para converger en
la parte media los superiores con los inferiores, circunscriben el rombo
de la médula oblongada ó suelo del cuarto ventrículo. A estos manojos
se añaden otros más secundarios, como el hacecillo lateral del bulbo en
la región bulbar y la cinta de Reil ó hacecillo triangular del itsmo
en la de la protuberancia; pero estos hacecillos toman muy escasa parte
en la constitución de la médula oblongada, porque se terminan en su
mismo espesor, continuándose con alguno de los manojos ya nom-
brados.
En los espacios circunscritos por la disposición de estos hacecillos,
se halla como aprisionada la sustancia gris de la médula oblongada, in-
terponiéndose entre ellos y enviándoles prolongaciones en el interior de
los mismos. Se comprende que, por la manera de estar situados los ha-
cecillos, ha de resultar hacia la parte posterior de la médula oblongada
una excavación profunda, pero más profunda hacia los lados que en la
parte media, porque á esta corresponden los manojos longitudinales á
que antes he hecho referencia. Pues en esta excavación, difundiéndose
en varios sentidos, está contenida la sustancia gris de la médula oblon-
gada, cuyo color, por estar mezclada con algunas fibras blancas, se com-
para por muchos autores al de café con leche. Además, en la línea me-
dia de la médula oblongada, hay un rafe, formado por fibras blancas,
que separa la sustancia gris de un lado de la del otro, y que se hace vi-
sible en la línea media del suelo del cuarto ventrículo. En la región bul-
bar de la médula oblongada, la sustancia gris se halla mezclada á las
fibras arciformes que recorren transversalmente á diferentes alturas di-
cha región, contribuyendo también en la línea media á formar el rafe de
la médula oblongada.
El hueco romboidal, abierto hacia la cara posterior y formado por la
disposición de los manojos de sustancia blanca, está lleno de sustancia
gris, que se encuentra en esta región, como si, siendo líquida, la hubie-
sen echado en un molde y se hubiese solidificado luego: llena todos los
espacios é intersticios y se interpone entre los hacecillos de los mismos
manojos. De esto resulta que la sustancia gris de la médula oblongada
puede dividirse en dos categorías: una que representa la prolongación
de la columna gris de la médula espinal, y otra que, formando agrupa-
ciones distintas, merece por su aislamiento y por sus relaciones que se
la considere como constitutiva de formaciones independientes.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 667
La que prolonga la columna central gris de la médula espinal forma,
por decirlo asi, dos columnas á Iqs lados de la linea media, que conti-
núan las mitades laterales de la médula espinal. Asi como en ésta los
hacecillos blancos limitan la columna gris en la forma de dos medias
lunas unidas por una comisura, á medida que va ascendiendo hacia las
regiones bulbar y de la protuberancia de la médula oblongada, se va
modificando en su disposición, sin que cambie esencialmente su modo
de ser. Hasta lo más alto de la médula oblongada se continúan los cuer-
nos anteriores y posteriores de la médula espinal. En esta, los cuernos
anteriores son una columna no interrumpida de agrupaciones celulares,
que dan origen á fibras de las raíces anteriores ó motoras y los cuernos
posteriores son factor análogo para las raíces sensitivas. Al llegar al
cuello del bulbo y al mismo bulbo y al extenderse hacia arriba en el suelo
del cuarto ventrículo, los cuernos anteriores y posteriores van desapare-
ciendo como tales, puesto que los anteriores se'dirigen hacia atrás y aden-
tro y los posteriores adelante y afuera, de modo que llegan á colocarse
en un mismo plano, y el que en la médula espinal era anterior, es inter-
no en la oblongada, y externo el posterior: el primero corresponde al
área blanquecina interna del suelo del cuarto ventrículo y el segundo al
área blanquecina externa. No son estas solas las modificaciones que ex-
perimenta la sustancia gris de la médula espinal al llegar á la oblongada:
si en aquella la columna de los cuernos anteriores y posteriores era con -
tínua, en ésta se interrumpe, forma agrupaciones más grandes, pero en
menor número, que, como aquellas, dan origen á nervios. Cada una de
estas agrupaciones forma un núcleo distinto, que sirve de origen real á
uno de los nervios craneales: más adelante serán objeto estos núcleos
de un estudio aparte. Además de esta prolongación de los cuernos ante-
riores y posteriores, existe en la médula oblongada gran cantidad de sus-
tancia gris, que envuelve estos mismos núcleos y que seguramente se
pone en relación con fibras de los manojos blancos.
Las formaciones ó agrupaciones especiales de sustancia gris, que se
encuentran en la médula oblongada y que merecen mención especial, son
varias. En la región bulbar hay los cuerpos olivares, que si bien son
blancos en su superficie, tienen en su espesor una membrana de sustan-
cia gris, perceptible tanto en los cortes verticales como en los horizon-
tales, replegada sobre si misma, de color amarillento y que se llama por
muchos autores oZivain/erior, para distinguirla de otra formación aná-
loga que se encuentra más arriba; su semejanza con el cuerpo dentado
del cerebelo es completa La oliva está engastada, como he dicho, entre
las pirámides anteriores por delante y los hacecillos laterales del bulbo
por detrás:; anexas á la oliva, existen otras dos agrupaciones de sustan-
cia gris, que también merecen mención especial: una de ellas ocupa la
cara anterior de la oliva, entre ésta y las pirámides anteriores, forma
luego un codo en su parte interna y se dirige atrás, aplicada á la cara
interna de la misma, recibiendo el nombre de núcleo piramidal de Sti-
lling ó cuerpo yuxta-olivar antero-inierno de Sappey; la otra ocupa la ca-
ra posterior de las olivas, entre estas y el hacecillo lateral del bulbo y
cuerno posterior, y como está situada cerca de la superficie, le ha dado
Sappey el nombre de cuerpo yuxta-olivar postero-extemo. En el centro de
668 CÓLERA MORBO.
las pirámides posteriores existe otro núcleo ó formación de sustancia
gris, que ocupa el centro del mismo y se le conoce con el nombre de nú-
cleo post-piramidalium 6 núcleo del cordón delgado. £1 cuerpo restiforme
tiene también una pequeña cantidad de sustancia gris difundida entre
sus ñbras, que forma una columna poco extensa y debe llamarse núcleo
del cuerpo restiforme. La sustancia gris de la médula oblongada asoma
á la superficie en el sitio conocido con el nombre de tubérculo cenicien-
to de Rolando.
En la región de la protuberancia, la sustancia gris de la médula
oblongada no forma ninguna agrupación especial, exceptuando una que
tiene el mismo aspecto que la oliva inferior, pero mucbo más pequeña y
menos visible, llamada oliva superior. Por lo demás, aparte de los nú-
cleos que dan origen á nervios craneales, la sustancia gris de la médula
oblongada es uniforme en todos los sitios, muy abundante, difusa é in-
terpuesta entre los hacecillos de las pirámides y entre estas mismas.
(Continuará,)
CÓLERA MORBO,
POR EL Doctor Rodríguez Méndez,
Ckttedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona,
l^*0<0*f*0»0*0,0t0*0>^tt*t*0H.0»0kt^í*0^t*0*0*t»^
lalaa Filipinas: algunos detaUes délo que ha ido ocurriendo; últimos telegramas.
—El cólera en la Meca^-^ochinchina,
Alcanza el correo llegado últimamente á casi la primera quincena de
Setiembre (1 á 16), es decir al período de mayor incremento y al co-
mienzo de la declinación de la epidemia.
Repletas vienen las columnas de los periódicos del Archipiélago fili-
pino de detalles. Destácase en primera línea la generosa conducta de los
médicos españoles, cuya gran mayoría ofrecíase de continuo para so-
correr gratuitamente á los atacados y la de los estudiantes de medicina,
que se habian brindado á auxiliar en iguales condiciones; también los
farmacéuticos imitaban á sus compañeros y parece que no fué muy se-
guro el hecho de acrecentar el valor de los medicamentos, antes bien se
han repartido gratis varias drogas. Aparte de los recursos oficiales, se
hacían donativos de toda especie, ocupando en este asunto el primer
lugar nuestros compatriotas, luego los extranjeros y en último extremo
los insulares (¡y tan últimol), alguno de los que, á pesar de sus grandes
riquezas, ha dado la magna cantidad de 2 reales; ¡y no obstante, fué de
los más espléndidos entre ellos!
Continuaban tomándose precauciones en vista de que la epidemia
aparecía en varios puntos. En Manila se habian cerrado algunos cemen-
terios (sobre el de Tondo se había echado cal y sal); se inhabilitaban al-
gunos hospitales y se abrían otros nuevos; se quemaban en muchos
CÓLERA MORBO. 669
puntos maderas untadas de alquitrán; se colocaban ollas que contenían
azufre^ etc. Entre las cosas más dignas de mención está la recomenda-
ción muy expresiva de los hornos Fryer para carbonizar la basura; el
procurar desvanecer la mala opinión que imprudentemente se había in-
tentado formar contra el ácido hiponítrico como desinfectante; el con-
sejo d.ado para usar otras sustancias, en verdad útiles, etc.
Como hecho peregrino, por no decir otra cosa, cito el siguiente: un
Señor, de cuyo nombre no quiero acordarme^ tiene la candidez de pre-
guntar, en plena prensa* qué debe hacer el amo, cuyo criado enfer-
me, etc., etc. Muy sencillo: para tal pregunta no hay otra respuesta que
una de estas dos: ó que lo eche al agua con un gran lingote ó que lo me-
ta en un horno á2 Fryer. ¡Cosas veredesl
Había transcurrido un buen período de tiempo de la epidemia, cuan-
do D. Fr. Pedro Payo, Arzobispo de Manila, dirigió á los fieles de su dió-
cesis unn pastoral, que casi debiera trasladar íntegra á estas columnas.
Siento no poder hacerlo. Allá va algo para muestra. Después de recor-
dar que los grandes terremotos de há dos años cesaron después de una
solemne rogativa, y que pasado este trance volvieron los filipinos á estar
tranquilos y á divertirse, añade: que ahora los ve amilanados sin razón
bastante, porque la muerte no es más que el tránsito de esta vida caduca
y miserable y la vida feliz y eterna. A continuación va este párrafo:
«No ignoro qiie algunos os excitan á que os entreguéis á diversiones
y pasatiempos, á músicas alegres y distracciones; ¡ay hijos míos! perlas
entrañas de Jesucristo os rno,í?o y suplico que no les oigáis, que no les
hagáis caso, que no es este el medio de aplacar á Dios irritado, no es este
el modo de llamar á las puertas de la Divina misericordia; es más bien
insultar á su Justicia. ¿Cuándo se ha visto que los hijos de familia al ver
á su Padre irritado castigando á uno de ellos se atrevan á cantar y dan-
zar? ¿No sería esto irritar más y más la cólera del Padre para que los
castigase á todos?»
En el mismo número del periódico, é inmediatamente por detrás de
este párrafo transcrito, había este otro en la Sección local:
«¡Por compasión! Nos dicen qne en algunos cementerios se exige á las
familias de los desgraciados que van á ser enterrados, la cantidad de
cuatro reales ó un peso, negándose á hacerlo en él caso de que no entre-
guen dicha cantidad, por ser pobres de solemnidad. d
Y vamos viviendo.
Y parece ser que el Sr. Primo de Rivera, declarando que es cristia-
no, etc., exhorta á los isleños á que se distraigan, buscando en recreos
y placeres lícitos un contrapeso á la penosa influencia que siempre ejer-
ce una epidemia, aún sobre los más valerosos. Esta alocución es poste-
rior á la pastoral
Por lo que hace á mortalidad, según un'telégrama del 31 de Octubre,
aún había unos diez muertos diarios, y eso que el terrible ciclón, de que
ya tendrán noticia mis lectores, debiera haber cambiado las condiciones
epidémicas.
— Como era de esperar, en vista del estado sanitario de la Occeanía y
de la India, y del movimiento de grandes masas de mahometanos, el có-
lera, según comunicación telegráfica de nuestro cónsul en el Cairo, ha
670 RKVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA.
apareoido en la Meca. En virtud de este hecho han sido declaradis su-
cias en nuestro país las procedencias de dicho pun to, según se dice en la
Sección oficial .
— Un telegrama de Sa'igon (I.** de Setiembre) da cuenta de la epide*
mia de Gochinchina. Iban muertos unos 10,000 indígenas y solo .'3 euro-
peos.
REVISTA CRITICA BIBLIOGRÁFICA,
POR Don Arturo Masoti y Arroyo.
Tratado de Operatoria Quirúrgica por el Dr. D, Antonio Morales Pérez, con
un prólogo áéíExcmo. Sr, Dr. D. Juan Creas y Manso,
El juicio crítico de una obra requiere, por parte de quien lo hace,
conocimientos bastante extensos sobre la materia que juzga, y un cri-
terio imparcial y libre para indicar con acierto las bellezas y defectos
que la obra encierra. Sin llenar estos requisitos, toda censura será de-
fectuosa y expondrá al crítico á un ridículo casi cierto, pues en cuestio-
nes de ciencia los elogios que se prodigan, si son inmerecidos humillan,
y la crítica que se haga, si es infundada, ofende. El papel de critico es el
más difícil y trascendental en la vida de las letras. Se necesitan condi-
ciones tan especialísimas y poco comunes, que no es fácil encontrar
hombres del temple que requiere papel tan importante.
Y no se crea que exageramos. El que escribe una obra ha puesto en
prensa su imaginación y desarrollado todos los poderes de su ingenio
para hacerla lo más perfecta posible; ha sacrificado su tranquilidad,
menoscabado su reposo y torturado sus goces en pro de la empresa aco-
metida, y si después de tal suma de sacrificios viene un critico de esos
á la violeta á censurar la obra ó elogiarla infundadamente, todos cuan-
tos conceptos emita serán pregones de su ignorancia, que le llevarán á
la más visible evidencia.
La crítica, para que se avenga con las leyes de lo justo, ha de ser me-
surada, verídica y razonable; de otro modo es depresiva, humillante ó
apasionada, defectos reprochables ante la severidad del juicio que, aun-
que individual primero, ha de merecer la censura de la colectividad des-
pués.
Por eso, conociendo nuestra incapacidad para este asunto por care-
cer de suficientes conocimientos en la materia, renunciamos de buen
grado á la pretenciosa idea de hacer el juicio crítico de la obra del doctor
Morales.
No estamos en carácter para acometer tan ímproba tarea, y aunque
lo estuviésemos, existen consideraciones dé otro género que se opon-
drían á que apareciésemos imparcial en nuestro escrito. Unido al doc-
tor Morales por el cariño que todo discípulo tiene á su maestro y por el
venerando lazo de amistad con que dicho señor nos honrara, solo pode-
mos tener hacia él sentimientos de consideración y respeto. Empero,
REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA. 671
aunque no atendiésemos á este género de consideraciones y en honor á
la verdad científica atentásemos contra todo linaje de miramientos, aun
nos seria imposible hacer la crítica de la obra, porque la obra está por
encima de nuestra crítica.
El Dr. Morales no se ha hecho autor instigado por un sentimiento de
necia vanidad, ni aguijoneado por la idea del lucro; ha sido inducido
por la fuerza de las circunstancias, de modo que su obra, fruto de un
maduro examen, no había de tener otros méritos y siempre tendrá el de
llenar una necesidad pedagógica importante.
Afortunadamente el libro del Dr. Morales es una de esas produccio-
nes que honran al autor y á su patria y fatigan poco al crítico: encierra
un fondo de doctrina tan sano, un caudal de conocimientos tan vasto y
un sabor práctico tan notable, que al leerlo desde luego se comprende
que el autor no es un compilador más ó menos ingenioso, sino un maes-
tro erudito, un cirujano experto y un hablista aventajado. Por eso, ya
que del maestro y de su libro se trata, dejamos para otros más compe-
tentes el dictamen pericial de la obra, limitándonos á hacer un análisis
bibliográfico de ella, conciso y lacónico, como cumple á los límites de
este escrito.
Comienza el Dr. Morales su tratado, haciendo algunas breves, pero
atinadas consideraciones, sobre el valor etimológico de la palabra ciru-
gia, y después de razonar lógicamente acerca de la verdadera acepción
en que debe tomarse, se decide por bautizarlo con el nombre de Opera-
toria quirúrgica.
Separándose de la opinión de otros autores, clasifica con Sedillot las
operaciones, en operaciones preliminares, operaciones que se practican
sobre los sistemas orgánicos y operaciones que recaen sobre los apara-
tos de la economía, constituyendo el asunto de el tomo primero todo lo
concerniente á las dos primeras divisiones.
Bajo el título de preliminares quirúrgicos, estudia todo lo referente
á la operación y al enfermo, considerados de una manera abstracta y
general, indicando con minuciosidad cuantos detalles son necesarios co-
nocer acerca de esta materia, que no por ser sencilla escasea de impor-
tancia, toda vez que las indicaciones operatorias y las circunstancias es-
peciales del enfermo son puntos capitalísimos en la práctica quirúr-
gica.
Consagra una lección á las operaciones de cirugía menor, cuyo des-
conocimiento, tan general es entre los alumnps de nuestras escuelas, y
se extiende después en el estudio de la anestesia quirúrgica, general y
local, haciendo el resumen histórico de los agentes anestésicos, apara-
tos para su empleo, indicaciones que cumplen, accidentes que ocasio-
nan y génesis de la anestesia. Sobre este punto, rechaza las teorías lla-
madas química, mecánica y orgánica, por hallarse en contradicción
palmaria con 4a lógica, y admite que la anestesia, á semejanza de la epi-
lepsia, es producida por la isquemia cerebral y congestión consecutiva
del bulbo por las que se explica el período convulsivo y comatoso que la
caracteriza, como se explica Skroder la patogenia de los ataques epilép-
ticos.
Llega luego al asunto de la hemostasia preventiva, dedicándole dos
672 REVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA.
lecciones verdaderamente magistrales, y entra en la sección siguiente
con el estudio de la traumoterapia, donde pasa detenida revista á los
agentes traumatizadores y procedimientos que comprende, sin omitir
nada de lo pertinente á dicho estudio.
Por último, en la sección sexta, que divide en seis lecciones, se ocu-
pa de los medios de curación de las heridas, de la hidroterapia quirúr-
gica, de las curas antisépticas, y especialmente de las que constituyen el
método de Lister, terminando con la exposición de los accidentes gene-
rales que pueden sobrevenir en las operaciones, y algunas considera-
ciones generales sobre las heridas por armas de fuego.
Hé aquí en conjunto el material científico que ha reunido el Dr. Mo-
rales en sus preliminares quirúrgicos. Conociendo lo raquítica que es
la enseñanza por ajustarse á los estrechos límites de un programa no
siempre completo, y comprendiendo lo útilísimas que son ciertas nocio-
nes para aquellos' que dan los primeros pasos en el difícil arte de Escu-
lapio, es sin duda por lo que el Sr. Morales no ha querido escatimar
nada á este asunto, haciendo gala por el contrario de sus conocimientos
como práctico y de sus sabias tendencias como celoso maestro.
En la sección séptima y siguientes, hasta la décima-tercia inclusive,
se ocupa el autor de las operaciones que recaen sobre los sistemas or-
gánicos, describiéndolas con notoria minuciosidad, y cuya reseña omiti-
mos por no pecar de prolijos y no fatigar la atención de nuestros lec-
tores.
Sin embargo, no podemos sustraernos á la tentación de manifestar
que, á parte del método que campea en dichas descripciones, se tocan
varias cuestiones con alguna profusión, como las relativas á la transfu-
sión de la sangre, á la cirugía plástica, al tratamiento quirúrgico de los
aneurismas, y al estudio de las resecciones, que desde luego revelan un
rico filón de conocimientos y un espíritu razonador nada común, por el
fondo de doctrina que entrañan y por la lógica con que se discuten los
asuntos científicos.
Concluye, por último, el primer tomo de la obra con la descripción
de los métodos operatorios que se siguen en las amputaciones y desarti-
culaciones, indicando las ventajas é inconvenientes que ofrecen bajo el
concepto práctico
El segundo libro lo dedica á las operaciones especiales que recaen so-
bre los aparatos orgánicos, y acerca de ellos presenta un estudio tan
completo en las diversas secciones que comprenden, que bien pueden
los especialistas consultar la obra del Dr. Morales con provecho, en
lo referente á los procedimientos quirúrgicos y á las indicaciones que
cumplen.
Las operaciones de la cirugía ocular son las primeras de que hace mé-
rito, y entre éstas, merece especial mención las de la catarata, por lo ex-
tensamente que se ocupa de ellas, indicando los diversos procederes co-
nocidos, tanto extranjeros como españoles, y sobre los cuales hace un
razonado juicio advirtiendo los peligros y ventajas que cada uno en-
vuelve.
Siguen después las operaciones de la cirugía auricular y las que se
verifican sobre el aparato nasal, á cada cual de ambos grupos dedica
BEVISTA CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA. 673
tres lecciones, y pasa luego el estudio descriptivo de las operaciones que
se practican en la cavidad bucal, deteniéndose algún tanto en la queilo-
plastia, amigdalotomía, uranoplastía, etc., y en todas aquellas que tienen
alguna importancia quirúrgica.
Las operaciones del aparato respiratorio y digestivo comprenden dos
secciones importantes, y respecto á las primeras, trata por extenso de los
métodos y procederes de la traqueotomía más generalizados, exponiendo
al propio tiempo el manual operatorio de la termo-traqueotomía y acci-
dentes que ocasiona, de tal manera, que bien puede decirse que sobre
este asunto ha agotado la materia y enseñado cuanto debe conocers3
para la práctica de dicha operación.
En la sección última se ocupa de las operaciones que reclaman ciertas
enfermedades de los órganos genitales de ambos sexos, y sobre éstas va-
mos á detenernos un tanto, siquiera sea en gracia á la importancia del
asunto.
Comienza con algunas consideraciones sobre la ovariotomía en Fran-
cia y modo como fué generalizándose; dedica algunos párrafos á la ova-
riotomía en España, presentando un cuadro estadístico del Dr. Pulido, que
comprende todas las que se han practicado en nuestra nación has-
ta Mayo de 4880, y un apéndice donde indica las verificadas posterior-
mente.
Escribe algunas páginas sobre el tratamiento de los quistes ováricos
por las inyecciones iódicas, y entra en las operaciones de la matriz y sus
procederes quirúrgicos, haciendo mérito, entre otras, de la histerotomia,
laparotomía, cauterizaciones uterinas, etc., para ocuparse después del
tratamiento quirúrgico de ciertas enfermedades de las* mamas y de los
órganos genitales externos del hombre y de la mujer.
Más adelante describe la uretrotomía; habla del cateterismo y del la-
vado de la vejiga; detalla los uretroscopios más principales, é indica el
modo cómo deben reconocerse los cálculos vexicales por medio del mi-
crófono, la sonda ílexibley el litófono, há poco introducidos en la práctica
quirúrgica, como asimismo el litómetro, cuyo objeto es apreciar la con-
sistencia del cálculo y las dimensiones que alcanza.
Finalmente, el estudio más completo que hace el Sr. Morales en su
notable libro, es el referente á la litotricia y la talla. Reúne tal riqueza
de datos, tanto en la parte histórica como en la descriptiva; razona tan
juiciosamente los diversos métodos y procederes aconsejados para estas
operaciones; trata los asuntos á ellas pertinentes con una claridad y ló-
gica tan expresivas; hace una crítica tan mesurada y convincente, y
expone sus conocimientos científicos sobre estas materias tan elocuente-
mente, que no parece sino que el Dr. Morales se ha consagrado en su
práctica al exclusivo ejercicio de estas especialidades.
Después vienen á continuación las operaciones que se practican sobre
los dídimos y sus cubiertas, terminando con el tratamiento quirúrgico
del hidrocele, y un apéndice donde se menciona la trasplantación ósea,
la distensión de los nervios en la terapéutica de ciertas neuralgias, con-
tracturas, etc., y donde se describe el vendaje vaginiforme desinfectante
que D. Francisco Morales, hermano del autor, presentó al Congreso Mé-
dico internacional de Sevilla.
674 ANÁLISIS DE LA PEPTONA DEFRESNE.
Aquí concluye el tratado de Operatoria quirúrgica, que acaba de dar
á la prensa el ilustrado Catedrático de la escuela de Barcelona, Dr. Mo-
rales, cuya obra es el sazonado fruto de una inteligencia preclara y de
una laboriosidad sin tregua, dones que justifican una vez más la só-
lida reputación que dicho Sr. ha sabido crearse entre los hombres de
ciencia.
Si nuestro nombre constituyera autoridad científica sobre este asunto
y nuestras frases tuviesen dominio en el mundo médico, diríamos que
el libro del Dr.' Morales es el mejor que existe en el reducido repertorio
de la literatura quirúrgica española.
Pero no hace falta que nosotros lo digamos: el Dr. Creus, gloria de la
cirugía contemporánea, lo dice por nosotros en el bien escrito prólogo
que le ha dedicado, en el cual hace el resumen del material científico que
debiera comprender un tratado de operaciones.
La obra del Dr. Morales poco se separa del programa indicado por el
hábil cirujano de la escuela de Madrid, y esto es una garantía de la bon-
dad del libro.
Nosotros, que conocemos la delicada susceptibilidad de nuestro maes-
tro amigo, huiremos siempre de todo encomio que hiera su modestia.
Lean la obra los competentes y júzguenla por sí mismos, pues este es el
mejor y más sano elogio que puede tributársele.
De todos modos y á pesar de nuestra parquedad en prodigarle frases
laudatorias, reciba el Dr. Morales la sincera expresión de nuestra admi-
ración profunda, y sepa que hemos tenido un alto honor en ser el cronis-
ta de su excelente tratado de Operatoria quirúrgica, por el que le felici-
tamos entusiastamente.
ANÁLISIS DE U PEPTONA DEFRESNE.
Las experiencias hechas por el Sr. Debove en el hospital de Bicétre,
las del Sr. Dujardin-Beaumetz en el de San Antonio, han demostrado que
en las caquexias, cualesquiera que sean los resultados de las enferme-
dades agudas ó crónicas, es menester combatir el fenómeno que se llama
la miseria fisiológica.
La carne preparada según el Dr. Debove reducida á polvo, las pepto-
nas del Sr. Defresne, pueden entonces ser empleadas; algunas veces he-
mos utilizado éstas, y créeme s de utilidad á nuestros compañeros darles
á conocer su composición.
Análisis (i) de la peptona Defresne. — «La peptona Defresne es un lí-
»quido limpio, ácido, de color rojizo, teniendo el sabor muy parecido al
3)del jugo de la carne asada, una densidad de 1,14 á la temperatura de 10»
:» centígrados.
(i) Estos análisis fueron compendiados en el Boletín de Terapéutica^ 15 de Mar-
zo ole 1881 y en la Tribuna Médica^ 20 de Marzo.
Los repitió el Sr. Dr. Freiré, profesor en la Escuela de Medicina de Rio Janei-
ro, y lo^ insertaron en el resumen de los trabajos de dicha facultad de Medicina'
ANÁLISIS DE LA PEPTONA DEFRESNE. 675
líDesecada en una cápsula de fondo llano y á la temperatura ordina-
iria, en presencia de ácido sulfúrico, la peptona Defresne deja 46,43 de
» residuo por 100 partes.
-^Alcohol. — 100 gr. de peptona ó 87^.7, dieron después de destilados
>en un baño saturado con sal de mar (duró la destilación 5 horas y
» después de haber agregado agua destilada) 5®»05 de alcohol ó S^^» 75 de
i>alcohol por 100 de peptona.»
Sales minerales,- La incineración da un peso de sales minerales que
ha variado de 2,08 hasta 2,12 por 100 gr. de peptona.
Acido fosfórico. ^k la peptona se ha añadido un 5 por 100 de su peso
de carbonato de sosa pura, fué evaporada, carbonizada, por partes inci-
nerada y el residuo agotado por el ácido clorhídrico.
Fué incinerada la parte no disuelta y tratada de nuevo por agua
acida:
100 gr. de peptona dan O gr. 6863 de ácido fosfórico. PhO^.
100 gr. de peptona dan O gr, 6952 de ácido fosfórico. PhO^.
Término medio 0,690 75 de ácido fosfórico por 100 partes de peptona.
Fueron dispuestas las dosis con arreglo á la trasmutación en piro-
fosfato de uranio y según el método de pesar.
Finalmente:
Acido fosfórico 0.69075,
Cloruro de sodio 0.67625 \
Potasa, cal, hierro, ácido sulfúrico. . . . 0,7131 '
Ni el sulfato de amoníaco ni tampoco el sulfato de magnesia aún
con ácido, precipitan la peptona Defresne; por este indicio se puede notar
que en éste liquido no cohén albúminay fibrina disuelta^ 7ii cualquiera pro^
dudo análogo ó suero de la sangre que no haya sido convertido en pep*
tona.
El examen de la glucosa solo dio resultados negativos .
Nitrógeno, — El ázoe existe bajo dos formas en este producto: 1.' co-
mo elemento orgánico de la peptona; 2.* como sal amoniacal de muy fá-
cil descomposición y no abundante.
Para convencerse de esta última forma del ázoe, basta colocar en un
frasco algunos gramos de peptona con 1 gr. poco más ó menos de carbo-
nato de sosa puro y meter en el frasco un pedazo papel girasol enroje-
cido; este papel se pone azul de repente, y se manifiesta el olor del amo-
niaco El ázoe de la peptona fué pesado según el método de Will y
Warentrapp (clorhidro-platinato de potasio seco é incineración de la sal
de platino); obtuvo O gr. 391— O gr. 385—0 gr. 4008 de nitrógeno por
un gramo de peptona liquida. Este peso de ázoe representa solo el que
pertenece á la peptona, y no el que se encuentra en las sales de amoniaco
claramente expuestas en el ensayo anterior.
Las precedentes cifras indican 2^ por ciento de peptona seca y pura en
la peptona liquida del Sr. Defresne.
El alcohol purOy obrando sobre la peptona Defresne hecha espesa, da 27
partes 4266 de peptona seca, pero el liquido alcohólico contiene parte de
la peptona incorporada á la glicerina que fué agregada con el fin de con-
servarla. A pesar de numerosos ensayos, no puede evitarse la parcial di-
solución de la peptona por medio del liquido alcohólico, y por consi-
guiente apartar de una manera exacta la glicerina de la peptona, y aún
después de haber agregado éter, los resultados obtenidos indican unos
15 ó 16 gr. de glioerina desecada en frió y en presencia del ácido sul-
fúrico.
Por otra parte, deduciendo 2 gr. de sales minerales de los 27 gr. 4 se
676 SBGCION OFíCUALé
ñalados por el anterior ensayo, quedarían 25 gr. 4 de peptona pura, ci
fras que representan la existencia real.
Resumen del análisis de la peptona Defresne.
4 gr. nitrógeno ó peptona Beca 25 gr.
Acido fosfórico O gr. 69075
Cloruro de sodio O gr. 67625
Potasa, cal, hierro, ácido sulfúrico O gr. 71310 ) 100
Alcohcí 5 gr. 75
Glicerina 15 gr.
Agua 51 gr. 83
Análisis del Dr. Domínguez Freiré, profesor de la facultad de medioina
de Rio Janeiro.
La peptona Defresne tiene el color rojizo oscuro, su olor es agrada-
ble, su aroma parecido al de la carne asada.
Indica 16** según el areómetro de Beaumé, no la ponen turbia el calor
ni el ácido nítrico; el alumbre, el ferro-cianuro de potasio no la precipi-
tan El reactivo de Milon da un precipitado de color rojizo; el alcohol
fuerte forma un precipitado que se disuelve de nuevo en el agua.
El sulfato de cobre alcalinizado produce la reacción propia de las pep-
tonas, es decir, la serie de los colores rosados, rojizos y violáceos. Está
compuesta la peptona Defresne de una solucipn de peptona encerrando
un poco de cloruro de sodio formado durante la preparación; no hemos
encontrado vestios üe gelatina y lo aseguramos con certidumbre, pues
hemos saturado esta sustancia con el sulfato de magnesia y después
de haberla probado no dio ningún precipitado. Hemos confirmado es-
te resultado al emplear un reactivo descubierto por nosotros, el ácido
valeriánico, con el fin de caracterizar la gelatina. En realidad, una solu-
ción de gelatina produce con el ácido valeriánico una emulsión blan-
quecina teniendo el aspecto de la leche, mientras que este fenómeno no
se obtiene en una solución de peptona.
La peptona Defresne deja 28 por 100 de residuo en una estufa á IQO*.
Contiene la peptona Defresne 2gr. 20 por 400 de sales minerales.
(Dr. Verat, Gaz. des hópitamc)
^^^^^^^^^N^^'^'^^^^^V^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^W^^^^^^^^^^A^
SECCIÓN OFICIAL.
Fiebre amarilla. -Orden del 23 de Octubre, declarando sucias las proce-
dencias de Brounwille (Estados-Unidos) á contar del 2 de este mismo mes. —
(Gaceta del 24 Octubre.)
Id. id. — Orden del 23 de Octubre, declarando de observación las proceden-
cias de Nueva-Orleans, en virtud de la proximidad y frecuente trato que tiene
con Panzacola, punto sucio. Estas procedencias (orden del 30 de Junio último)
estaban declaradas sucias. La nueva disposición empieza á regir desde el 2
del mismo mes.— /rf. id. id.
Cátedra vacante.- Real orden de 16 de Octubre, mandando se provea por
oposición la de Obstetricia de la Facultad de Medicina de Santiago.— /i. del
28 id.
Id. id.— Real orden de 17 de Octubre, mandando se provea por traslado la
de Patología médica de la Facultad de Medicina de Sevilla. — Id, id. id.
Cólera morbo. — Orden del 3 de Noviembre, declarando sucias las proceden-
cias de la Meca á contar desde el mismo dia. — Id, del 4 Noviembre.
#
Tomo II. Núm. 22. 30 KoTiembre de 1882. Ano II. Nftm. 46.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: Apuntes clínicos sobre la temperatura y el pulso en el estado puerperal, por el
l^r. Sojo y BftUle.—La toracentesis en el tratamiento de la pleuresía serosa (tesis del doc-
torado) (conclusión), por el Dr. Mib«« Perdicé.— Anatomía de los centros nerviosos (con-
tinuación), por el Dr. D. Mígneí A. Farsas Koea.— Inhalador de clorhidrato amónico de
Kirwood, por el Dr. Snllé y M •list.— Cólera morbo, por el Dr. Rodri^aes JHendes. —
RevisU de Cirugía, por el Dr. CMitells Ballespi.— NOTICIAS CIENTÍFICAS: Heridas del
corazón: tratamiento.— Procidencia del recto en el niño.— Aceite de hígado de bacalao.— Sec-
ción ofleial." Publicacionea recibidas.
APUNTES clínicos
SOBRB LA TEMPERATURA T EL PULSO EN EL ESTADO PUERPERAL,
POR EL Dr. Sojo y Batlle
Profesor cHnico de la Facultad d$ Medicina de Barceiona,
Asi como las modiñcaciones del organismo femenino, durante el pe-
riodo de embarazo, apenas ejercen influencia sobre el circulo y la calo-
rificación, en cambio, el puerperal viene caracterizado por las más va-
riadas mutaciones en uno y otra, debidas, sin duda, á la índole de los
cambios orgánicos inherentes al mismo. Al comparar la versatilidad de
aquellas funciones, prontas siempre á dejarse influir por las oscilaciones
fisio-patológicas del organismo de la mujer recien parida, con la mayor
estabilidad y fijeza que ofrecen en la embarazada, puede ya sospecharse
que la evolución orgánica de uno y otro estado ha de ser completamen-
te distinta y aun antitética, como asi lo es en realidad: progresiva, plás-
tica, formativa durante el embarazo; regresiva y desfacedora en el puer-
perio. Casi pudiéramos decir que la tónica, que caracteriza y aun sinte-
tiza las mutaciones del puerperio, viene representada por la gran in-
fluencia que estas ejercen sobre el pulso y la temperatura. Todos los
cambios, las más ligeras perturbaciones que tienen lugar en las mismas,
se traducen por una modificación en las funciones que nos ocupan. Hé
aquí, y dicho sea de paso, una razón poderosa, que autoriza á dividir en
dos periodos, á lo menos según el criterio clínico, la época de actividad
generadora de la mujer: gravidico el uno, puerperal el otro, no confun-
diéndolos en uno solo, como hacen algunos autores, denominándole puer-
peral.
Estudiar, en sus variados aspectos, las mutaciones termo-esfígmicas
de la mujer recien parida, ha de ser, por lo tanto, de gran utilidad para
el clínico, ya que la complexidad de las mismas dificulta en muchos ca-
sos la resolución de problemas que la práctica pone todos los dias ante
678
LA TEMPERATURA Y EL PULSO
SUS ojos. Y tanto más importa, según nuestro modo de ver, el conoci-
miento exacto de este factor, así en los estados páticos, como en los nor-
males ó hígidos, cuanto que, según mis observaciones, muchos procesos
puerperales tienen por única/epresentacion sintomática un cambio en
las cifras fisiológicas del pulso y la temperatura, del propio modo que se
formalizan á veces estados de alta gravedad, que empezaron por movi-
mientos termo-esfígmicos al parecer de poca importancia, ó bien al con-
trario, las mayores oscilaciones, que alarmaran al médico, se desvanecen
bien pronto entrando todo en el curso de la normalidad.
Estas breves consideraciones motivan la publicación de los siguien-
tes apuntes clínicos, en los cuales hallarán confirmación algunos de los
conceptos emitidos anteriormente.
Según mis observaciones, recogidas en la Clínica de Obstetricia de
esta Facultad, la temperatura, lo propio que el pulso, sufren, por regla
general, una elevación después del parto. El siguiente cuadro reasume
el movimiento termo-esfígmico del primer dia de observación inmediato
al parto. En los 20 casos que comprende, el parto fué completamente nor-
mal, y todas las puérperas tomaron el alta á los 10 ó 12 dias, en perfec-
to estado fisiológico y hallándose ya el fondo de la matriz por debajo del
estrecho superior. La observación fué recogida á la hora de la visita
(diez y media mañana y tres y media tarde).
xüino
obierTaeioft.
Ida4.
21
NOMBRE.
Priinc-
riift.
Vnlti.
pura.
HORA
del parto.
TIMPlEiTüRi.
PULSO.
M.
37*5
T.
37*5
M.
80
T.
80
I
P. Isabel.. . .
n
20
S. Antonia. . .
8 noche.
37*5
37*7
60
74
IH
29
C. Maria.. . .
37*2
H7
74
74
IV
20
a. Francisca. .
12 noche.
37*3
37*5
60
60
V
28
M. Ginesa. . .
1 tarde.
38*8
112
VI
22
P. Manuela.. .
4 tarde.
38*9
132
VII ... .
30
T. Liberta. . .
3V1
38*2
120
120
VIII. . . .
21
V. Clara. . . .
37*1
37*1
100
100
IX
26
M. María. . .
5 Vi mañana.
38*5
:«
84
72
X
23
P. María.. . .
6 mañana.
37*5
88*2
80
100
XI
27
V. Ana. . . .
1 I/Anoche.
37*6
38*8
64
72
XII. . . .
19
A. Maria. . .
2 tarde.
38*2
120
XIII. . . .
26
R. Antonia.. .
3 */, tarde.
38*4
100
XIV
18
R. Eulalia. . ,
1 tarde.
38*1
112
XV
20
M. Encarnación
4 tarde.
38
76
XVI. . . .
32
P. Rosa. . . .
5 mañana.
38
37*8
80
72
xvii. . . .
28
M. María.. . .
37*3
36*8
100
80
XVIII. . . .
28
A. Brígida. . .
7 tarde.
37*4
37*8
100
80
XIX. . . .
SO
K. Rosa. . . .
.'í tarde.
37*8
80
XX
25
V. Teresa. . .
>
1 noche.
37*3
37*2
100
96
En l(»s casos en que la observación se hizo pocas horas después del
parto, confírfnase el resultado de las investigaciones de HecKer, esto es,
que la temperatura después de aquel asciende en muchos casos, oscilan-
do de 37*3 á 39. En nuestras observaciones, sin embargo, la temperatu-
ra mayor solo llegó á 38*9, diferencia insignificante que debe despreciar-
se. La cifra media de elevación en el cuadro anterior puede fijarse en 38.
El pulso sigue, por regla general, el movimiento térmico. En las obser-
vaciones IIÍ, XVI y XVII se nota el descenso de la temperatura dentro
de las 24 horas siguientes al parto; en cambio en otras observaciones no
se nota el fenómeno señalado por Hecker, y en algunas, como por ejem-
EN EL ESTADO PUERPERAL.
679
pío en la IX y X, la temperatura se hace ascendente. Resulta, por lo
tanto, del cuadro anterior, que la elevación de temperatura y pulso des-
pués del parto es un hecho mucho más frecuente que el descenso dentro
de las 24 horas, subsiguientes al mismo, señalado por Hecker, El núme-
ro de partos no influye en el movimiento térmico y circulatorio seña-
lado.
En la imposibilidad de publicar los trazados termo-esfígmicos de los
casos que comprende el cuadro anterior, me limito á consignar en el si-
guiente las cifras máxima y mínima, y el dia del puerperio en que fue-
ron observadas. En él se hace abstracción de la elevación de temperatu-
ra observada después del parto.
NÚMERO
déla
mPtRATÜIi
TüPERAmi
PULSO
peiso
observación.
máxima.
Dia.
minima.
Dia.
máximo.
Dia.
mínimo.
Dia.
I
33
3.»
37*2
3.»
100*
2.»
72
5.»
n
38*6
3."
37-3
5.»
92
4.»
60
1.»
ni
39*7
8.»
36*6
2.«
100
3.-
60
8.«
IV
38'2
2.»
37
4.*
80
3.»
60
5."
V
39*7
7.»
36*8
2.*»
90
7.'»
60
2,-
VI
38
3.»
37
2.»
9S
2.»
60
4.'»
VII
38*6
6.»
37*6
2."
120
4.»
76
7.»
VIH. ....
38*6
4.«
36*6
9."
120
4.»
72
2."
VIX
37*6
4.»
37
2.»
80
a.»
60
4.*
X
38*4
e.-
37
2.»
80
6.»
60
2.»
XI
69
3.»
87
2.*»
80
3.*»
60
2.«»
XII
37*8
5.»
37
3."
100
2.»
72
6.»
XIII
37*9
3.«
37*1
5.*
W
b.»'
56
4."
^kX Y ••••••
38*2
2.*
37*2
7.»
112
4.-
76
8.*»
XV
38*2
4.-
36*6
7."
72
4.«
60
2."
^V w X« « • ■ ■ •
3^*5
3.'»
37
e.»
80
5.»
60
2.«
XVII
37*4
6.»
36*6
s.»
80
2.»
60
5.»
XVUI
33*6
4."
37
2.*
80
2.»
68
5."
A.X^a« ■ • • a
38*4
6.*»
37
2."
88
4.«
64
4."
XX
37*5
4.»
37
2."»
96
2.»
60
4.»
Se desprende de las cifras anteriores que los procesos febriles son un
hecho muy frecuente durante el curso del puerperio, siendo más raros
de lo que generalmente se cree los estados puerperales completamente
fisiológicos. Esta afirmación puedo apoyarla en un gran número de puer-
perios, en los cuales he observado movimientos febriles, cuya cifra tér-
mica, oscilando de 39 y décimas á 38, no se sostiene mucho tiempo, y
desaparece en muchos casos expon táneamente. La cifra máxima de tem-
peratura y pulso corresponde, en la mayoría de casos, á los 4 primeros
dias del puerpei'io— en 43 observaciones la temperatura y en 16 el pulso —
El dia á que corresponde mayor número de temperaturas máximas es al
tercero, que viene representado por seis, y siguen en orden de frecuen-
cia el cuarto con cinco, el sexto con cuatro, el segundo con dos y el
quinto, el séptimo y el octavo con uno i'espectivamente. El mayor núme-
ro de cifras mínimas corresponde al segundo dia, en el que se observa-
ron diez; siguen después el tercero en el que se observaron tres; el quinto
y el séptimo dos, y el cuarto, sexto y noveno uno. De la comparación de
estas cifras se deduce: que los dos primeros dias del puei^perio son los
que ofrecen menor número de factores pirógenos; que el mayor número
corresponde al tercero, y que estos van decreciendo á medida que nos
alejamos de este dia. Pueden, pues, aceptarse en el puerperio dos perío-
dos: uno generalmente apirético, — estadio de reposo (Barncs)— que abra-
.€80 LA TEMPERATURA Y EL PULSO
za los dos primeros días, y otro, de inminencia febril, que empíeea el
tercero, en cuyo día llega á su máximum, decreciendo paulatinamente en
los dias sucesivos.
Flg, 97.-Traxado tormo-eaflsmlcopertsasclanteálaobBerTaGlon quinta
Estas pequeñas fiebres puerperales constituyen un grupo que fluctúa
entre lo normal y patológico, siendo como un limite de transición gra-
Tlg. 98.-Trazadotefino-esnemlcoperteneclente&laobeeTTaclon ociara.
dual éntrela salud y los grandes procesos puerperales. La constancia
con que terminan en la salud, sin necesidad en muchos casos de medi-
EN EL ESTADO PUERPERAL. 681
cacion alguna, hace que pueda, á mi ver, llamarse el proceso, que les
constituye, fibra puerperal esencialmente benigna (i).
Sirvan de ejemplo de lo dicho los dos adjuntos trazados pertenecien-
tes á la observación V y VIII de los cuadros anteriores. El movimiento
febril desapareció sin medicación alguna en ambos casos.
Aun cuando no pretenda ocuparme en estos simples apuntes de la gé-
nesis de tales procesos febriles, indicaré, sin embargo, que ésta debe
buscarse no solo en el traumatismo puerperal y en las perturbaciones de
la fluxión mamaria, si que también en las que tienen lugar en los proce-
sos de desintegración orgánica propios del periodo puerperal, y especial-
mente en la eliminación de los
materiales regresivos ó de des-
hecho. De ahi que la perturba-
ción del funcionalismo del te-
gumento externo sea causa fre-
cuente de fiebre, la cual no debe
confundirse con una simple fie-
bre o frigore, ó si se quiere ca-
tarral, pues si bien bajo el punto
de vista etiológico son análogas,
difieren por su esencia ó natura-
leza. Regularmente la fiebre
que reconoce esta g6nesis apa-
rece en una época ya algo lejana
del parto; entonces los materia-
les regresivos están ya elabora-
dos y la eliminación se encuen-
tra en su mayor actividad. El
trazado que hemos dado de la
observación V puede aceptarse
como un proceso febril, que re-
conoce esta génesis, á lo menos
según los datos que arroja la his-
toria clínica que poseemos.
Según nuestras observacio-
ns.d9.-Trasado tarmo^ifletalGo parte- nes, estos procesos febriles se
"S"!í.'«5 íwa? ••''*"°"' ■""" »tacleri.a„ pop una elevación
térmica y esfigmica que no se
sostiene. El pulso, especialmente, que ha podido llegar á 120 ó 130 por
ejemplo, baja por regla general á 80, y aun cuando la temperatura vuel-
va á elevarse, en la mayoria de casos se mantiene por debajo de 400
pulsaciones. Hay que desconfiar y no creer en una fiebre puerperal leve,
cuando, á pesar de hallarse una temperatura baja, el pulso se sostiene á
400 y pico por espacio de varios días. Algunos de estos casos revisten,
(1) Algunos autores lo Uaman fiebre eféntera, fiebre traumática, y algunoB, toda
Tía, fiebre láctea. Estag denominaciones deben desecharse, pues implican un eioto-
o genético que no tienen.
682 LA TORACENTESIS
dentro de las apariencias de la mayor benignidad, una gravedad extraor-
dinaria.
El trazado de la üq. 99, perteneciente á una puérpera que el año pa-
sado ocupó el n.^ 5 de la sala de S. Ramón, en la Clínica de Obstetricia á
mi cargo, patentiza las afirmaciones anteriores.
La observación, durante los dias de enfermedad, y la autopsia, que
practiqué minuciosamente, autorizan el diagnóstico emitido.
-,^*'^^*--v^xv
LA TORACENTESIS
EN EL TRATAMIENTO OE LA PLEURESÍA SEROSA (*)
(tesis del doctorado)
POR D. M. Ribas Perdigó.
e,— Muerte súbita ó rápida, — Además de los accidentes descritos, hay
una serie de fenómenos asociados menos directamente á la toracentesis
y sin relaciones ostensibles con ella, como son el sincope^ mortal ó no,
con lesiones cardiacas ó sin ellas, y la asfixia, producida ó no por trom-
bosis y embolia de los vasos pulmonares, que se estudian, por regla gene-
ral, entre las consecuencias posibles de la toracentesis. Es evidente que,
después de practicada la operación, el enfermo puede morir por múlti-
ples alecciones, como son: reproducción rápida y excesiva del derrame,
que mata por asfixia, aplastando los pulmones; congestión y edema pul-
monar; apoplegía pulmonar; rotura de un aneurisma, que lindaba con la
pared de una caverna, etc., etc., pei'o en todas ellas vemos su inmediata
relación con la maniobra quirúrgica, lo cual, como hemos indicado, no se
observa cuando se trata de la muerte súbita por síncope, independiente de
todo trabajo de trombosis y embolia. Este síncope puede producirse aun
antes de practicar la operación, y parecen influir en su presentación la
edad avanzada de los enfermos, los grandes derrames crónicos y las com-
plicaciones de todo género, tanto por parte de* los pulmones (esclerosis,
tuberculosis, etc.), como por parte del corazón (endo y pericarditis, de-
generación grasienta, etc.).
¿Cuál es la causa directa de este síncope? Se ha dicho que podia ser
debido á una gran espuma que se estaciona en los bronquios, á la con-
gestión pulmonar, á la impresión moral, al dolor de la operación y pa-
rálisis del corazón por acción refleja, á la anemia cerebral consecutiva
9^l aflujo de sangre, que se precipita en el pulmón al dejar de ser
comprimido, etc., etc., hipótesis más ó menos verosímiles, que Cha-
telin reduce á tres: !.• excitación refleja de los pneumogástricos, segui-
da de síncope favorecido por el estado del corazón y la depresión física
y moral del enfermo; 2.' anemia bulbar por aflujo de sangre en el pul-
(l) Conclusión.— Véanse los números 40, 41, 44 y 45.
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 683
mon, habiendo el corazón perdido su energia funcional; y 3.* parálisis del
corazón por disminución brusca de presión, que ocasiona obstáculo á la
contracción auricular. A pesar de tantas teorías como hemos expuesto,
lo único que hay verdaderamente cierto es que el mecanismo patogéni-
co del síncope, que nos ocupa, está todavía por dilucidar.
El tratamiento del síncope descrito es casi ilusorio, y lo único que
podemos hacer en pro délos enfermos, es intentar prevenir, en lo posi-
ble, la presentación de tan terrible accidente. A este fin se aconseja no
operar más que cuando haya verdadera urgencia, en las pleuresías com-
plicadas, por recientes que sean, en las crónicas con grandes derrames
y sobre todo en los casos en que creamos ver padecimientos del órgano
cardíaco y el enfermo esté bajo un estado físico y moral deprimido acom-
pañado de ligeras lipotimias. Vibert aconseja dar una inyección hipodér-
mica de morfina antes de la operación para disminuir la posibilidad de
un síncope por anemia cerebral; del mismo modo se recomiendan los ^
grandes excitantes en el momento mismo de empezar el síncope, sin que
podamos esperar grandes ventajas de su empleo.
La muerte súbita de los enfermos, que han sufrido la toracentesis,
se presenta algunas veces reconociendo por causa la formación de trom-
hosis 6 embolias en las cavidades cardíacas (las derechas preferentemente),
en las arterias ó en las venas pulmonares. Estas trombosis suelen ser con-
creciones fibrinosas, que en las autopsias se diferencian bien de las agó-
nicas y cuya formación parece deberse á la lentitud, que merced á la
compresión determinada por el derrame pleurítico, ha de tener forzosa-
mente la circulación cardio- pulmonar; pero es el caso que estas concre-
ciones trombósicas no solo se han encontrado en pleuresías crónicas y
antiguas, que tienen tiempo suficiente para organizar coágulos, sino
también en casos de inflamación pleural aguda con pocos dias de dura-
ción. La muerte súbita por trombosis y embolia, lo mismo puede pre-
sentarse durante la operación que algunas horas y dias después; en algu-
nos casos se ha presentado en enfermos de pleuresía que no habían sufri-
do la toracentesis. Tanto la manera de presentarse la muerte como la
manera de formarse el coágulo fibrinoso, bastan para demostrarnos la
poca influencia que tiene la toracentesis en la terminación fatal de los
enfermos que fallecen en estas condiciones. Siempre que haya motivos
de sospecha, coágulos en el interior del aparato circulatorio de un pleu-
rítico, debemos abstenernos, por regla general, de intervenir quirúrgi-
camente, porque nos exponemos á precipitar el fin y á que se nos quede
entre las manos el enfermo. El diagnóstico de estos coágulos no es muy
fácil; pero Vergely lo hizo una vez fundándose en la frecuencia, irregula-
ridad é intermitencia del pulso, en los latidos tumultuosos é irregulares,
en la opresión viva, etc., que presentaba su enfermo. La autopsia confir-
mó el diagnóstico hecho en vida del paciente.
f.— En algunos casos, los enfermos operados de toracentesis tienen
ataques epileptiformes ó eclámpticos, cuya explicación no es muy fácil.
Se ha invocado la isquemia refleja del cerebro y la excitación también
refleja del bulbo como causas ocasionales de estos accidentes; del mismo
modo se han referido estos á la formación de embolias en los centros ner-
viosos. ¿Podría pensarse en que las pequeñas trombosis de los capilares
684 LA TOHACBNTESIS
pulmonares, producidas por la compresión, son arrastradas por la cor-
riente sanguinea y van á atascarse en los vasos del encéfalo? También se
han observado casos de hemiplegia y otras parálisis; pero como tanto
estos accidentes, como las convulsiones generales y locales, se refieren
de preferencia á casos en que se habían practicado inyecciones intra-
pleurales, no insistiremos más en estos asuntos por no considerarlos de
nuestra incumbencia en este lugar.
g. — Transformación purulenta de la pleuresía serosa. — La transforma-
ción de un líquido seroso en líquido purulento es ciertamente una acu-
sación de las más graves que pueden dirigirse á la toracentesis, porque
salta á la vista la poca ventaja que hay en operar exponiendo á los enfer-
mos á contraer una pleuresía purulenta, cuando solo padecían una de
carácter seroso que habría podido reabsorberse con otros medios. Esta
acusación se funda en una observación frecuente para los que practican
á menudo la punción del pecho, como es ver un enfermo que á la prime-
ra punción se le extraen i ,000 gramos de un líquido seroso del mejor as-
pecto, que á la segunda se ha vuelto sero-purulento, y completamente
purulento á la tercera; en estos casos parece lógico inculpar, al menos
en parte, á la toracentesis de la presentación de este contratiempo; pero
Trouseau empezó á combatir esta opinión, que ha sido defendida con ta-
lento por Chauffard, si bien está desacreditada en concepto de muchos
autores, y en especial en el de Dieulafoy. Este autor supone que, en los
casos en que se ha observado la transformación purulenta del derrame,
se trataba de pleuresías serosas, que de una manera fatal y desconocida
debían transformarse en purulentas, ó mejor dicho de pleurebias purulen-
tas que habían empezado con la apariencia de sero-fibrinosas; dice que
nuestros conocimientos médicos son muy limitados cuando se trata de
esclarecer el proceso íntimo de la purulencia y que lo mismo contrae la
pleuresía purulenta un sujeto robusto, que uno débil.
Para probar la transformación expontánea de las pleuresías, se ha
dicho que el líquido puro y citrino de una pleuresía serosa franca con-
tiene, como mínimum, de 500 á 600 glóbulos rojos por milímetro
cúbico, al paso que los glóbulos blancos figuran en una propor-
ción veinte ó treinta veces menor, y apesar de la presencia de ambas
clases de glóbulos, el color del líquido no se altera sensiblemente, de
modo que, para llegar el derrame pleurítico á tomar una ligerísima colo-
ración rosada, capaz de llamar la atención, es necesaria la presencia de 5
á 6,000 glóbulos rojos por milímetro cúbico. Para hacer bien estas medi-
ciones son necesarios algunos cuidados, si no se quiere quedar engaña-
dos; porque podría suceder que los glóbulos rojos, que encontráramos
en el líquido destinado al examen, procedieran del traumatismo ocasio-
nado al introducir la aguja aspiradora, si examinásemos las primeras
cantidades de líquido, y para evitarlo no deberemos retirar la parte del
exudado, que debe sufrir el examen, hasta después de que, por la salida
de algún líquido, se haya limpiado la aguja del aparato. Ahora bien, en
concepto de Dieulafoy, cuando no se encuentran más que de 500 á 2,000
glóbulos por milímetro cúbico, la pleuresía no tiene ninguna tendencia
á la supuración, que, por el contrario, tendrá indubitablemente, si en
vez de las cifras apuntadas tiene 4 ó 5,000 glóbulos por milímetro cúbico
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 685
de derrame; en otros términos, cree que la pleuresía purulenta empieza
por ser al principio una pleuresía histológicamente hemorrágica, de
modo que, para él, la misma pleuresía purulenta primitiva de los auto-
res no seria más que una pleuresía secundaria, cuyo período de trans-
formación fué rápido y escapó á nuestro examen; en una palabra, suce-
de en la pleura inflamada lo que en las inflamaciones francas de los
demás órganos y tejidos: la flegmasía puede progresar ó detenerse en su
evolución; si no debe pasar del período hiperémico, son pocos los glóbulos
rojos que se extravasan, y por el contrario, son en gran número cuando,
arreciando la inflamación, hay tendencia á supurar.
No podemos aceptar por completo las precedentes ideas, que son las
adoptadas por gran número de autores. Las creemos exageradas. Esta-
mos convencidos de que una pleuresía serosa puede transformarse en
purulenta, y aun de que esta transformación expontánea ha servido, en
muchos casos, para hacer creer que era debido á la toracentesis el paso á
la supuración de una pleuresía serosa; mas también estamos firme-
mente persuadidos de que en algunos casos la transformación purulenta,
que nos ocupa, se debe pura y exclusivamente á la punción del pecho,
aunque no sepamos la razón patogenética. En apoyo de lo que defen-
demos, nada hablará con tanta elocuencia como la exposición en extracto
de una observación, que recogí en la Clínica médica de Barcelona hace
dos años.
Entró en la citada Clínica, bajo la dirección entonces del Profesor
clínico Dr, Esquerdo, un joven de 23 años, que ocupó la cama núm. 16.
Hacia 15 meses habia notado un abultamiento en el hipocondrio derecho
que paulatinamente fué creciendo, hasta que, por el volumen que ha-
bia adquirido y por la disnea que le ocasionaba, se decidió á entrar en
el hospital. Después de un minucioso examen, fué diagnosticado el pade-
cimiento de quiste desarrollado d expensas de la vejiga biliar. Después
de haber usado durante algún tiempo una medicación interna, que
fracasó por completo, se provocaron adherencias entre las hojas perito-
neales contiguas, debajo del reborde costal derecho, y se practicó la
punción aspiradora, que dio por resultado la salida de 6 litros de un
líquido seroso y algo citrino; una segunda punción, practicada pocos
dias después, fué seguida de la extracción de 7 litros de un líquido sero-
purulento, en vista de lo cual se colocó una sonda permanente que, por
espacio de algunas semanas, dejó fluir grandes cantidades de pus, hasta
que, agotada la supuración y desaparecido su foco, se dio de alta al en-
fermo.
Dejando aparte que no se trataba de un proceso pleurítico, el simple
examen de la observación precedente nos demuestra que la supuración
ocurrida se debió pura y exclusivamente á la operación, ya que sería en
extremo pueril pretender que estábamos ante un derrame purulento,
cuya transformación sorprendimos; pues á ninguna inteligencia humana
se le ocurriría que, habiendo tenido 15 meses para efectuar dicho cambio,
diera la casualidad de ser precisamente los dias en que nosotros vimos al
enfermo los predestinados para llevarse acabo. No insistiremos en demos-
trar lo que ya viene puesto en claro por la simple exposición del hecho.
Ahora bien, ¿los argumentos anteriores son aplicables á los casos
686 LA TOraCENTESlS
análogos ocurridos en pleuresías de larga fecha y altamente crónicas
desprovistas de toda fiebre? Evidentemente sí, ya que solamente se dife-
rencian de la observación expuesta por ser diferente el sitio en que pre-
senta la lesión. Tenemos, pues, demostrado lo que pretendíamos, pero
aun nos falta dar un paso. Si la toracentesis es causa de la transforma-
ción purulenta, tratándose de afectos crónicos, ¿dejará de serlo en las
pleuresías agudas? No por cierto. Repetimos que estamos perfectamente
convencidos de que algunos casos, atribuidos á evolución expontánea y
fatal, han de referirse á la toracentesis bien practicada, y es necesario
hacer hincapié en esta última frase, porque se ha hecho de moda el in-
culpar de operador sucio y malo al que tiene el valor de exponer sus
ideas, cuando estas no son agradables á todo el mundo.
Después de lo dicho, se nos presenta la cuestión siguiente: ¿cómo
jobra la toracentesis para conseguir en ciertos casos la transformación
purulenta de una pleuresía serosa? Es preciso confesar que este es un
punto sumamente oscuro, por más que no falten las explicaciones. Se
ha dicho si podría ser causada por la lesión traumática indispensable;
pero es tan insignificante, que no titubeamos en rechazarla. Además
Brin» tratándose de casos con circunstancias abonadas, la ha visto siem-
pre impotente para conseguir la citada evolución. No p\iede tampoco
acusarse á la repetición de la maniobra, porque Bucquoy y Bouilly no
han visto este accidente después de practicadas doce ó catorce opera-
ciones sucesivas en un mismo enfermo, y por otra parte no es raro apa-
rezca después de una primera punción, como sucedió, por ejemplo, en
el caso (análogo) por nosotros citado. Se ha creido que, cuando el líqui-
do se presenta hemorrágico, cosa que á veces ocurre al final de la ope-
ración, era probable la transformación del exudado; pero debemos hacer
constar que esta complicación se presenta muchas veces en líquidos que
nada tienen de sanguíneos, que el tinte rosáceo de las últimas cantida-
des que se extraen es un simple fenómeno de disminución de presión
intrapleural, no seguido nunca de complicaciones en concepto de Fe-
riol, Potain, Widal, etc., y por último que, en las pleuresías francamen-
te hemorrágicas, la evolución puriémula es una excepción en con-
cepto de Moutard-Martin. Finalmente, Peter explica la transformación
del exudado, en los casos de pleuresías agudas en pleno periodo fe-
bril y exudativo, por una exageración de la hiperemia existente en
la pleura, que seria exaltada por el traumatismo de la punción, por
la succión y por el vacio resultante de la evacuación; para apoyar su
proposición se funda en los datos termométricos, que acusan un au-
mento de temperatura en el costado enfermo, después de practicada la
toracentesis. No negaremos la posibilidad de que ocurra lo que magis-
tralmente ha indicado Peter; pero sí debemos confesar que no nos satis-
face del todo, porque deja sin explicación los casos evidentísimos en que
la toracentesis ha provocado la supuración en pleuresías crónicas y api-
récticas; además, no nos es posible avenirnos con la idea de que la pleu-
resía purulenta sea solamente un grado más elevado de la franca, por-
que hemos visto pleuresías serosas violentísimas, al paso que hemos
observado otras de carácter purulento, que casi carecían de todos los
síntomas á excepción de los físicos del derrame.
eK el tratamiento dé la pleuresía serosa. 687
De todos modos, conste que nosotros creemos en la transformación
purulenta de las pleuresías serosas debida exclusivamente á la toracen-
tesis, si bien confesamos ingenuamente desconocer por completo la rela-
ción patogenética que preside al fenómeno, limitándonos á sospechar
una mayor ó menor predisposición en el enfermo, dependiente de su
constitución ó de los medios que le rodean.
CAPITULO IV,
Pronóstico de la toracen tesis,
a. — Hoy, que se ha realizado la operación del empiema, que se prac-
tica el desagüe de la cavidad pleural por el proceder de Chassaignac, que
se aplican una y dos cánulas permanentes, y por último, que Estlander
de Helnirgfors ha preconizado la resección de varias costillas á la vez
para curar los empiemas crónicos, seria sobrado pueril y por demás ri -
diculo abrigar temores por la toracentesis como operación quirúrgica.
Bajo este concepto, apenas si es comparable con la sangría, figurando
solo en el A B G de la Medicina operatoria, y, por consiguiente, siem-
pre que nos encontremos en casos que indiquen la toracentesis^ no debe
influir (casi nunca) en las decisiones que tomemos el temor de la ope-
ración por sí misma, porque es insignificante la lesión que produce y
ya hemos visto como, obrando con prudencia, podemos evitar la mayor
parte de complicaciones, á excepción de la transformación purulenta,
que por otra parte es rara como exclusivamente debida á la toracentesis
bien practicada.
b. — El pronóstico de la operación, que nos ocupa, podría fundarse en
la estadística, si esta hubiere sido hecha con la claridad que la ciencia
exige. No me ocuparé de la estadística de Behier sobre la mortalidad de
la pleuresía, en el primer trimestre de los años comprendidos entre
1867 y 1873 inclusives, porque no se refiere propiamente á nuestra cues-
tión, á pesar de haberse imputado por muchos á la toracentesis el aumen-
to de mortalidad que arroja. En 1864, Voillez presentaba 127 pleuresías
operadas, de las cuales 42 hablan terminado por la muerte; es decir, una
mortalidad de 33 p. 100. Mas interesa saber que en la primera cifra solo
figuraban 54 pleuresías serosas, que proporcionaron 9 fracasos; si bien
estas 9 pleuresías, terminadas fatalmente, estaban todas complicadas á
excepción de dos, en que habia sido perforado el diafragma; de modo
que, en último resultado, esta estadística tan terrible viene á demostrar
que en 45 pleuresías serosas simples se obtuvieron otras tantas cura-
ciones. Con todo no debemos dejarnos arrastrar por el entusiasmo hasta
caer en otra exageración, pues siendo de fecha tan atrasada las estadís-
ticas que existen, es prudente esperar la aparición de otras nuevas, que
se funden en el método por la aspiración, como por ejemplo, la de Dieu-
lafoy, que, en 150 casos tratados con este proceder, no cuenta ningún
fracaso y solo un accidente, antes de decidirnos por tal ó cual proposi-
ción, si bien que, con arreglo á la última citada, debemos hacer un pro-
nóstico, en general, sumamente benigno.
c. — En los dos párrafos precedentes hemos hablado de un modo ge-
688 LA TORACENTESIS
neral del pronóstico de la toracentesis; pero en el presente y en los suce-
sivos nos ocuparemos del misnio con un carácter más particular.
En verdad que deben existir relaciones, que nos son desconocidas,
entre la pleuresía y su exudado, cuyo conocimiento seria de interés real
bajo el punto de vista del pronóstico, pues se podría, hasta cierto límite,
preveer los resultados de la operación por el conocimiento de la evolu-
ción ulterior probable del derrame. En este sentido, Méhu (1872) ha po-
dido deducir algunas reglas generales de cierto interés práctico, merced
á numerosos análisis de líquidos pleurales, que ha tenido ocasión de
practicar. Cuando la densidad del derrame pasa de 1018, á la tempera-
tura de 15^, puede creerse, con algún fundamento, en el buen resultado
inmediato de la punción; mas si no llega á 1015, en las mismas condicio-
nes termométricas, es casi probable la reproducción del derrame,pues se
trata de una pleuresía con tendencia hidropigena. Los derrames que tie-
nen una densidad superior á 1018 se coagulan de una manera más ó me-
nos consistente y pertenecen á pleuresías francas agudas, cuyo pronós-
tico podemos hacerlo favorable. Si en punciones sucesivas se observa
que la cantidad de fibrina va en aumento, podemos esperar la curación
del afecto, y, por el contrario, es del peor augurio no encontrar fibrina
en el líquido extraído, ó que, habiéndola, vaya disminuyendo á cada
punción. A pesar de esto no es prudente hacer descansar todo el peso del
pronóstico en la cantidad de fibrina que acompañe al derrame, porque
á veces sucede, en pleuresías francas, que la fibrina se deposita en sus
paredes y existen pleuresías sintomáticas de difícil curación, muy ricas
en fibrina. Un dato importante es, siguiendo á Méhu, la cantidad de resi-
duo seco, en cuya composición entra gran cantidad de materias minera-
les: si el peso de este residuo pasa de 64 gramos 0/00 (cifra media en que
la fibrina no entra más que por 0,35 á 0,50), hay probabilidad de que ei
derrame no se reproduzca, sobre todo si se coagulaba bien con la sola
extracción por la mucha fibrina que contenia; mas deberemos temer la
recidiva cuando la cantidad de materias sólidas no llege á 50 gramos 0/00.
Cuando se ignora la edad de una pleuresía, podemos sospecharla á
beneficio de la toracentesis, porque, en general, los derrames serosos
antiguos no forman coágulos fibrinosos y tienen una consistencia lige-
ramente superior á la del agua, ó bien llevan en suspensión pequeños
copos blancos de fibrina. Méhu añade al líquido pleural seroso á veces
su peso de alcohol á 90^, que precipita todas las materias albuminosas, y
luego observa que este coágulo se disuelve en el agua en tanta mayor
proporción cuanto más antiguo sea el derrame.
Sabemos que en el líquido pleural pueden encontrarse glóbulos rojos y
blancos, sin que modifiquen la coloración del líquido, pudiéndose obser-
var solo con el microscopio, y no teniendo en estas condiciones ningún
valor pronóstico. Cuando los glóbulos rojos se encuentran en proporción
capaz de llamar la atención por el cambio de color del líquido pleurítico,
hemos visto que suscitaban diversos temores, y si son los blancos los
que han aumentado en número hasta llegar á enturbiar las últimas por-
ciones de líquido que se extraen, Moutard- Martin cree que el derrame se
reproducirá con carácter purulento.
d. — Vamos á ocuparnos ligeramente del pronóstico de la toracentesis.
EN EL TRATAMIENTO DE LA PLEURESÍA SEROSA. 689
basado en la distribución del derrame. Vimos ya, al tratar de las puncio-
nes secas, que generalmente eran debidas á la pleuresía areolar (supo-
niéndose que no lo fuesen por un error de diagnóstico, cosa rara hoy
dia), lo que nos demuestra la necesidad de un estudio más completo de
esta variedad de pleuresía, no para abstenernos de punciones, sino para
poder determinar con más seguridad el sitio de la punción, y sobre todo
para evitar en lo posible las penetraciones en el abdomen, consecuencia
funesta de haber desconocido las adherencias costo-diafragmáticas más ó
menos antiguas, que han de preocuparnos siempre que tratemos de hun-
dir la aguja aspiradora. A propósito de las pleuresías areolares, Jaccoud
piensa que soportan mal la toracentesis; mas interesa hacer constar que,
por regla general, son de carácter purulento, lo que basta para explicar-
nos el escaso éxito obtenido al operar en estas circunstancias, si bien
Moutard-Martin cita muchos hechos en que, después de haber diagnosti-
cado los tabiques, ha obtenido la curación, hasta en un caso de purulen-
cia del derrame, de lo cual concluye que la toracentesis puede aplicarse
en las pleuresías cerradas del mismo modo que en las ordinarias, á excep-
ción de los casos en que la pleuresía multilocular sea muy recidivante é
indique estar bajo la dependencia de la tuberculosis.
e. — El pronóstico de la toracentesis puede variar, según cual sea la
causa que originó la pleuresía. En la llamada reumática^ por ser una
primera manifestación del reumatismo, Chatelin, apoyándose en dos
observaciones, cree poder apuntar la idea de que el derrame es siempre
tardo en resolverse, dejando casi siempre como residuo pseudo- membra-
nas sumamente espesas, marcha y terminación que parece contrastaren
gran manera con las habitualmente seguidas por los derrames pleuríticos
que ocurren durante el curso del reumatismo articular agudo, los cuales
por su gran movilidad solo reclaman la toracentesis de urgencia, á excep-
ción de los casos en que, habiendo desaparecido el cuadro sindrómico
del reumatismo, persisten los síntomas físicos de un derrame que no se
resuelve, por cuyo solo motivo reclama, en general, la aplicación de la
toracentesis.
La pleuresía es una afección que muy á menudo acompaña á la tu-
berculosis del pulmón, de manera que podemos asegurar que en las nu-
merosas autopsias de individuos tuberculosos, que hemos tenido ocasión
de practicar, apenas si hemos visto ninguno sin presentar el sello ana-
tómico de una pleuresía más ó menos antigua, con falsas membranas de
aspecto escirroso y de un grosor variable. Sin embargo de lo dicho, para
nuestro objeto cumple ocuparnos exclusivamente de las pleuresías que
conservan su derrame en estado seroso por crónicas que sean, las cuales
entran en la siguiente clasificación: 1.' pleuresías crónicas que determi-
naren ó favorecieren la aparición de una tuberculosis pulmonar; 2.* pleu-
resías cuyo origen es debido á la invasión de la pleura por los tubércu-
los que ya existían en los pulmones, y 3.* pleuresías debidas ala irritación
determinada por tubérculos existentes en el pulmón y que no han inva-
dido su serosa. La primera clase ha sido admitida desde hace mucho
tiempo por numerosos autores, entre los que pueden citarre StoU, Brous-
sais, Grisolle, Trousseau, Behier, Bucquoy, etc., y se comprende que
pueden favorecer la aparición de la tuberculosis, tratándose de indivi-
690 LA TORACENTESIS
dúos predispuestos, con solo recordar que la presencia del derrame, que
aplasta al pulmón, es causa de una menor sanguiñcacion y de congestio-
nes frecuentes, que preparan el terreno y debilitan al enfermo. Por tanto,
el pronóstico de la toracentesis deberá hacerse tanto más grave cuanto
más ineficaz resulte ésta en los individuos que reconozcamos predis-
puestos al mencionado padecimiento pulmonar. De las pleuresías com-
prendidas en la segunda clase, poco tenemos que decir, pues se apartan
de nuestro objeto, en virtud de revestir con gran frecuencia el sello he-
morrágico á consecuencia de la rotura de los capilares, que por estar
vecinos á las producciones tuberculosas, se encuentran fuertemente
congestionados (Moutard-Martin, 4878). La toracentesis en estos casos
no .puede ser más que paliativa, procurando alejar el ñn. En la tercera y
última clase de nuestra clasificación hemos hecho figurar las pleuresías
serosas simples que acompañan y son producidas por la tuberculosis
pulmonar confirmada; estas pleuresías solo se conservan con su carác-
ter seroso en los primeros tiempos, porque no tardan también en ha-
cerse hemorrágicas ó purulentas en los casos de rotura de una caverna
pulmonar en el interior de la cavidad pleurítica.
Sin necesidad de explicación, se comprenden los escasos resultados
que podemos prometernos de la toracentesis practicada en estas circuns-
tancias, porque, si bien en algún caso se ha obtenido la curación de estas
pleuresías (cosa á la verdad rarísima por la dificultad de remover la
causa), no es posible esperar la curación de los enfermos dada la persis-
tencia del primitivo daño, y por consiguiente, en las pleuresías que acom-
pañan á la tuberculosis confirmada, es preferible abstenerse de operar,
siempre que no haya urgencia, y, dado este caso, es de todo punto nece-
sario el mayor cuidado en la evacuación del derrame para evitar la ro-
tura de una caverna bajo la influencia de la espansion pulmonar ó de
un golpe de tos, que viniese á complicar con un pneumo-tórax el ya
grave estado del enfermo.
CONCLUSIONES.
La deducción de conclusiones parece prejuzgar la idea de que han de
ser hechos precisos los que se condensen en esta última parte de nuestro
trabajo, y, sin embargo, nada más difícil que hacerlo, tratándose de la
toracentesis en la pleuresía serosa. Con todo, expondremos las siguientes:
!.■ La toracentesis de urgencia es operación á que ineludiblemente
viene obligado el médico.
2.* La toracentesis discutible es operación que puede y debe practi-
carse cuando está indicada.
3.' El proceder operatorio preferible, sin duda alguna, es el que se
funda en la aspiración.
4.' La mayoría de accidentes que pueden sobrevenir durante y des-
pués de la toracentesis, pueden prevenirse teniendo en cuenta las pre-
cauciones que hemos juzgado indispensables en el capítulo correspon-
diente.
5.' Los contratiempos constituidos por la muerte más ó menos rá-
pida del enfermo, á consecuencia de un síncope ó de trabajos de obs-
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 691
truccion intra- venosos y arteriales, no tienen en muchos casos relación
alguna con la toracentesis.
6.* La transformación purulenta del derrame parece, en algunos
casos, ser debida exclusivamente á la toracentesis sin causa apreciable.
7/ Lo relativo al pronóstico reclama mayor atención de la que se
le ha concedido hasta aquí.
8.' y última. La toracentesis ha venido á llenar un gran vacío en el
tratamiento de la pleuresía serosa, cuya mortalidad ha disminuido, lo
cual podrá apreciarse mejor á medida que se publiquen nuevas esta-
dísticas.
anatomía de los centros nerviosos, ^«>
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
B.— KXTRUCTÜRA HISTOLÓGICA.
Poca cosa puede decirse de esta extructura, después de lo que ya he
dicho en capítulos anteriores. Añadiré que esta región es poco conocida
aun, para hacer una descripción completa de todas sus partes.
La neuroglia, que existe en el cerebro, la médula espinal y el cerebe-
lo, no falta en la médula oblongada, solo que quizás es menos conocida
que en estas otras regiones, aunque los datos que hoy se poseen demues-
tran la analogía que existe entre este factor, cualquiera que sea el sitio
elegido para su estudio. En algunos puntos de la médula oblongada, cor-
respondientes al suelo del cuarto ventrículo, es bastante abundante y
llega casi á dominar sobre la sustancia gris; por otra parte, en la médula
oblongada hay también la sustancia gelatinosa de Rolando, que, si como
he dicho al tratar de la médula espinal, parece ser una dependencia de
la neuroglia, contribuye á aumentar la cantidad de ésta en dicha región.
Los elementos componentes de esta sustancia conjuntiva son los mismos
que he descrito al tratar de otras regiones.
La extructura de la sustancia gris de la médula oblongada en nada
difiere de la que ya he descrito. Células nerviosas de diferentes tamaños
se encuentran en sus distintas regiones: bien formando agrupaciones en
forma de núcleos, que dan origen á los pares craneales y cuyas células
son grandes ó pequeñas, según sea motor ó sensitivo el nervio que de
ellas nace; bien formando agrupaciones especiales, como en el cuerpo
olivar, en donde se encuentran células nerviosas de color amarillento y de
15 á 20 mm. de diámetro; bien están mezcladas unas con otras las célu-
las de diferentes tamaños desde 12 hasta 60 mm. y más, como en la ma-
yor parte de la masa de sustancia gris déla médula oblongada. Las cé-
lulas nerviosas de la médula oblongada son multipolares y tienen de dos
(i) GonclusioD.- V. los núms. 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38,
39, 40, 41 42, 43, 4^ y 45.
692 anatomía de los centros nerviosos.
á cinco prolongaciones; según Deiters, muchas de ellas tienen prolonga-
ción indivisa. No se ha descubierto su textura fibrilar. Es cierto que es-
tas células tienen sus conexiones y se ponen en relación con las fibras
de la médula oblongada, pero son completamente desconocidas en cuan-
to se refiere á hechos adquiridos por la observación directa.
Los tubos nerviosos de la médula oblongada tienen la misma extruc-
tura que los de la espinal y del cerebro: un cilindro-eje rodeado de mie-
lina. Los hay mayores en las pirámides anteriores y más delgados en la
porción sensitiva de las mismas; pero la distribución de los tubos ner-
viosos de diferente tamaño en la médula oblongada está aun por descu-
brir, pues se encuentran mezclados en muchos puntos, desde 4 mm. has-
ta 48 mm. La unión de estas fibras con las células no está demostrada
de una manera perentoria; sin embargo, se ven algunas que pierden su
mielina y se adelgazan, y como por otra parte las células tienen su pro-
longación indivisa, Kólliker, Deiters, Dean y Clarke creen que se unen
directamente por este medio. También en la médula oblongada se en-
cuentran vestigios de una finísima red de fibrillas nerviosas, como in-
termedio de unión entre células y tubos nerviosos, del mismo modo que
las existentes en la sustancia gris de la médula.
C. — Trayecto y hacecillos de las rroRAS blancas de la
MÉDULA oblongada.
En la médula oblongada se establece una trabazón íntima entre las fi-
bras de distintas procedencias. Afluyen á ella, por su parte superior: los
hacecillos, que ya he dado á conocer, del pedúnculo cerebral; los del
pié del pedúnculo con sus tres subdivisiones, externa ó sensitiva y me-
dia é interna ó motoras; los de la caleta, procedentes del tálamo óptico,
junto con el pedúnculo cerebeloso superior y el hacecillo longitudinal pos-
terior de la misma oriundo de la cubierta de la ínsula; y finalmente, las
dos hojillas, superficial y profunda, de la cinta de Reil que arrancan, de
los tubérculos cuadrigéminos. Por su extremidad inferior penetran en la
médula oblongada, los manojos procedentes de la médula: hacecillos pi-
ramidales directo y cruzado, hacecillo cerebeloso directo, hacecillo de
Goll y zonas radiculares anterior y posterior. Por detrás y procedentes
del cerebelo, entran en la constitución de la misma los tres pedúncu-
los cerebelosos, superior, medio é inferior.
Dados todos estos puntos de referencia, es fácil comprender la dispo-
sición que afectan, en lo que permiten los conocimientos actuales. Des-
de luego se presenta como impuesta la división de los mismos en dos
grandes grupos: unos que atraviesan la médula oblongada en toda su lon-
gitud, sin interrupción alguna, y establecen una continuidad directa en-
tre las regiones cerebrales y las de la médula espinal, ó bien del cerebelo
con los dos extremos del eje encéfalo-raquídeo, á cuyo grupo pertenecen
las dos regiones externa y media del pié del pedúnculo y los hacecillos de
la caleta que proceden del tálamo óptico, lo mismo que los pedúnculos
cerebelosos superiores y los hacecillos cerebelosos directos; otros, que
emanando bien del cerebro, bien del cerebelo, bien de la médula espinal,
terminan en la misma médula oblongada; tales son: la región interna del
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 693
pié del pedúnculo, el hacecillo longitudinal posterior de la calota, las
dos hojas de la cinta de Reil, los pedúnculos cerebelosos medios é in-
feriores y los hacecillos de Goll. Al mismo tiempo que estos dos grupos,
hay que tener en cuenta que en la médula oblongada se encuentran al-
gunos pequeños manojos de tubos nerviosos intrínsecos, por decirlo asi,
como son las raíces de los nervios que parten de la misma.
Los manojos, que del pedúnculo cerebral proceden y que atraviesan
la médula oblongada en toda su longitud, van á continuarse, después de
uu trayecto especal, con los manojos de la médula espinal: la región ex-
terna del pié, ó manojo sensitivo del pedúnculo, con el cordón posterior
de la médula; la región media, ó hacecillo piramidal, con los hacecillos pi-
ramidales de la médula; los hacecillos de la calota, procedentes del tála-
mo óptico, con el cordón anterior de la médula espinal y probablemente
también con parte del cordón posterior. La continuidad de los hacecillos
del pedúnculo con los de la médula espinal es cruzada, de modo que los
manojos del pedúnculo cerebral derecho se continúan con los cordones
medulares fie la mitad izquierda de la médula y otro tanto sucede con
los del pedúnculo cerebral izquierdo. Este entrecruzamiento ha sido ob-
jeto de minuciosos estudios, y es uno de los hechos de la Anatomía de
los centros nerviosos que más importancia y aplicación tiene á los es-
tudios de Fisiología y Patología.
El sitio de entrecruzamiento de los manojos antedichos es la re-
gión bulbar para los hacecillos sensitivo y piramidal, la comisura ante-
rior de la médula y la misma región de la calota para los hacecillos pro-
cedentes del tálamo óptico y que Huguenin designa con el nombre de
campo motor.
Estudiaré primero el entrecruzamiento del hacecillo piramidal, ó sea
de la zona media del pedúnculo cerebral, hacecillo que sirve para la con-
ducción de impresiones motoras desde el cerebro á la periferia. Este ha-
. Cecilio se continúa á lo largo de la médula oblongada, encontrándosele
detrás de las fibras de la protuberancia y continuándose directamente al
llegar á la región bulbar con las pirámides anteriores; dos centímetros
por debajo del borde inferior de la protuberancia las pirámides anterio-
res se dividen cada una en cuatro ó cinco hacecillos secundarios en for-
ma de cmta, y los de la derecha (C, fig. 95) se dirigen a la izquierda
y viceversa, superponiéndose uno de cada lado como si fuesen una serie
de X y en una longitud de 8 á 10 milímetros. Este entrecruzamiento,
perfectamente visible á simple vista, interrumpe la continuación de la
cisura media anterior de la médula espinal con el surco medio anterior
de la región bulbar, y al mismo tiempo establece el límite inferior de la
médula oblongada.
El entrecruzamiento de las pirámides anteriores, descubierto por
Mistichelli en 1709, fué pronto confirmado por muchos anatómicos, en-
tre otros Pourfour du Petit, Duverney, Santorini, Vinslow, Sommering,
etcétera, y aunque tuvo al principio algunos impugnadores, como Morgag"
ni, Haller, Rolando, etc., hoy es un hecho demostrado hasta la evidencia,
universalmente admitido y del cual es fácil convencerse, ya con un exa-
men algo detenido á simple vista, ya con el auxilio del microscpio. Pero
admitido este entrecruzamiento, tal vez se han fijado poco los autores en
694 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
las variedades que puede presentar. Muchos no hacen mención de que pue-
den existir excepciones á la regla y señalan simplemente la decuaacUm de
las pirámides, como un entrecruzan! iento completo: los trabajos de Flech-
sig, confirmados por las observaciones de Charcot y Pierret, demuestran
que el entrecruzamiento de las pirámides está lejos de ofrecer una regu-
laridad constante. De sus estudios resulta que pueden presentarse tres va-
riedades principales, por más que Serres afirme que, en 1 ,100 bulbos que
examinó, no habia encontrado una sola excepción. En el primer caso, el
menos frecuente de todos, el entrecruzamiento es total y no queda nin-
guna fibra de la pirámide derecha que no vaya al cordón lateral opuesto
de la médula; en el segundo, que se ofrece algo más á menudo que el
anterior, una de las pirámides pasa en totalidad al lado opuesto de la
médula, y la otra se divide en dos partes: una, que se entrecruza, y otra
directa, que continúa en el mismo lado; en el tercer caso, el más fre-
cuente de todos y el que sirve de tipo, cada una de las pirámides da un
hacecillo directo y otro cruzado, representando esle último el 90% de
la totalidad de las fibras de la pirámide; pero téngase en cuenta que en
Flg;, lOO.-Bemi-ssquema de un cortada la medula cervical alolveldalas
raicaa dal primar par raqnldao. [Primero de la colección de Duval.)
a. Cisura media anterior.— P. Cisura media poiterlor.— f. Cordón aaterior.— t. Cordón Isto-
ral.-j. Coi'don posterior.- RÁ. Rali anterior.- RP. Rail posterior.- C A- Cuerno anterlor.-
CP. Cuerno poslertor.
este grupo puede presentarse una variedad, en la que están invertidas
las proporciones, ó sea que el hacecillo directo contiene el 90 '/o ^c li'S
Obras de la pirámide.
No 68 necesario examinar gran número de bulbos para convencerse
de b certeza de estas variedades y por consiguiente para afií-marse en
la grande importancia que esto tiene en la clínica: recuérdese el partido
que por algunos autores quiere sacarse de la existencia comprobada da
las parálisis cerebrales directas, de las cuales citan casos indiscutibles
Brown-Sequard, Jackson, Reynaud, etc., y se comprenderá que la exis-
tencia de estas parálisis, como excepción á las cruzadas, que son la re-
gla, debe ser así, dadas las variedades que puede ofrecer el entrecruza-
miento de las pirámides. Como en el caso más común el hacecillo directo
es muy poco voluminoso, se comprende que muchos autores prescindan
de este hecho y por lo mismo do sus aplicaciones.
Varios autores, en particular los que cuentan alguna fecha, dicen
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. C9o
que las pirámides anteriores, una vez entrecruzadas, se continúan con
los cordones anteriores de la médula: Schroder van der Kolch así lo dice
y Beaunis y Bouchard afirman que esta es la opinión más general; pero
Sappcy, Duval, Huguenin, Flechsig, Charcot, Meynert, etc., etc., están
unánimemente de acuerdo para admitir la continuidad indiscutible de
estos hacecillos con los cordones laterales. La parte no entrecruzada de
las pirámides anteriores sigue hacia abajo, por dentro de los cuernos
anteriores, y va á continuarse directamente con el cordón de TQrck de
mismo lado, y de aquí el nombre de hacecillo piramidal directo dado
por Flechsig á dicho cordón. La parle entrecruzada y la más volumino-
sa, llegada al lado opuesto, se dirige hacia atrás y afuera y va á unirse
con la parte posterior del cordón lateral ó hacecillo piramidal cruzado
de Flechsig.
La continuidad de las pirámides anteriores, hacia arriba con el pié
del pedúnculo y hacía abajo con los hacecillos piramidales de la médu-
la, está demostrada hasta la evidencia por los hechos de Anatomía pa-
tológica y los estudios histológicos. Cuando en una lesión del segmento
Fiff. 101. - Somi-esquama de uu corte da la parca Infarlor dal bulbo al ni-
vel del entrecrusamiento motriz de laa plrtLmldes. [Segundo de la colección
de Duval.)
1. Cordón anlBrior,-2. Cordón lateral. -3. Cordón posterior. -i? A. Raíz ualerior.-fl P.
Raíz poslerlar.-CA. Cabeza del cuerno anterior. -C P. Cuerno posterlor.-fl'A. Baee del cuer-
no anterior.-^ P. Núcleo de laa pirámides posteriores.— o. Cisura inedia Bnlerior.-P. PlrAmt-
de anterior formada por los hacecillos que proceden del cordón lateral 2 y se entrecruian en
J!, después ds decapitar el cuerno anterior para constituir la parte motriz de las plrimldes.
lenticulo-caudal de la cápsula interna ó en una destrucción de la región
rotándica, sobreviene la degeneración esclerósica consecutiva, se la vo
extenderse por el pié del pedúnculo y al través de la protuberancia
hasta la pirámide anterior del mismo lado, y desde este sitio puede se-
guirse sin dificultad, por una parte, en el hacecillo piramidal directo
del cordón anterior del mismo lado, y por otra, en el hacecillo pirami-
dal cruzado del cordón lateral del lado opuesto. Si además se recurre al
microscopio, empleando pequeños aumentos, como lo han hecho Kólli-
ker, Huguenin, Sappey, Duval, Pierret, etc., no solo se adquiere la cer-
teza del hecho, sino que se observa de qué manera las fibras de las pi-
rámides anteriores se entrecruzan con las del lado opuesto- Practicando
una serie indefinida de cortes y comparándolos sucesivamente, como
puede hacerse en la colección de ocho figuras sem i-esquemáticas debida &
696 INHALADOR DE CLORHIDRATO AMÓNICO.
Duvai, desde la parte inferior, ó arranque de la médula obloiigada, has*
ta la superior, se observa que, en un corte de la parte superior de la mé-
dula espinal cerca del cuello del bulbo (flg. 400), la sustancia gris central
se enrarece en su concavidad y presenta un aspecto reticulado, que le ha
valido el nombre de formación reticulada de Deiters, siendo debida tan
solo á la mezcla de las fibras del hacecillo piramidal cruzado de la mó*
dula espinal con la sustancia gris. Un poco más arriba, al nivel del cue •
lio del bulbo y en el sitio preciso en que tiene lugar el entrecruzamiento
de las pirámides (flg. 101), se ve que los hacecillos piramidales cruzados,
presentando un aspecto fasciculado muy manifiesto, se acercan á la lí-
nea media y al mismo tiempo se inclinan hacia adelante, interponién-
dose en la raíz de los cuernos anteriores, hasta que, encontrándose con
los del lado opuesto {x, fig. 101), empiezan á entrecruzarse y á adelan-
tarse más hacia la cara anterior, y después de haberse entrecruzado
por completo, en una altura de 7 á 8 milímetros, se reúnen en haceci-
llos al llegar al lado opuesto y á los lados de la línea media, constituyen-
do las pirámides anteriores (P, fig. 101). Del paso de estas fibras por la raíz
de los cuernos anteriores resulta que estos van separándose hacia afuera,
hasta que quedan completamente aislados de la sustancia gris centra)^
resultando como decapitados, para emplear el lenguaje de Duval y Sap-
pey. En este entrecruzamiento no toman ninguna participación los cor«
dones posteriores ni los anteriores de la médula espinal; estos últimos,
para permitir el paso de los cordones laterales, al mismo tiempo que
estos se dirigen hacia adentro y adelante, ellos se encaminan hacia afue-
ra y atrás, abrazándoles en su concavidad.
El entrecruzamiento, que acabo de describir, es el de la parto motriz
de las pirámides; la porción sensitiva se entrecruza también, y una vez
que estoy ocupándome del entrecruzamiento en la región bulbar, toma-
ré el trayecto de esta última desde las partes inferiores á las superiores.
{Continuará,)
INHALADOR DE CLORHIDRATO AMÓNICO DE KIRWOOD,
POR D. Luis Süñé y Molist,
Profesor libre de Otología.
Este inhalador, especial para producir vapores clorhidro- amónicos,
no (Lba clasificarse entre los aparatos nuevos, porque en los Estados-Uni-
dos es vulgar su uso ya desde el año 1872.
A falta del aparato invención de Kirkw^ood, habia usado en mi gabi-
nete distintos apara titos, que en último resultado consistían en tres fras-
cos independientes ó sueltos, comunicando entre sí por medio de tubos
de cristal, dispuestos de tal modo que, conteniendo uno de ellos amonía-
co, otro ácido clorhídrico, y el tercero agua común, los gases clorhídrico
y amoniacal iban á lavarse en este último frasco y, combinándose des-
pués, salían transformados en clorhidrato-amoniacal á través del tubo
inhalador.
Semejantes á este aparato, engorroso, por componerse di* tres vasos
INHALADOR DE CLORHIDRATO AMÓNICO. 097
grandes con sus tapones y diversos tubos de cristal y de goma, son los
aparatos de Khrone y Sesemann (Londres) y el que usan Traeltsch y
Moos (4).
El año próximo pasado pude conseguir que desde Nueva- York me
enviasen el aparato de Kirkwood los Sres. E. Fouguera y Comp., expen-
dedores, y habiéndolo usado repetidamente, por espacio de muchos me-
ses, me creo autorizado para estudiar, con suficiente conocimiento de
causa, las ventajas del mismo y los cuidados que reclama su empleo.
La idea de Kirkwood fué sustituir los tres frascos libres por uno solo,
más manejable, en forma de copa cerrada, en cuyo interior hay dos pe-
queños cubiletes ó recipientes, que contienen respectivamente el ácido
clorhídrico y el amoníaco. En conjunto el aparato parece una pipa tur-
ca de cristal. El paciente fuma los vapores blancos del compuesto amó-
nico, sosteniendo la copa, á modo de pipa, con la mano, ó dejándola
sobre la mesa y aspirando los vapores á favor de un tubo más ó menos
largo terminado en boquilla de ébano ó de marfil.
U808 del inJialador Kirkwood,— La, acción del vapor clorh id ro- amóni-
co en estado naciente es muy útil sobre las mucosas afectas de catarro
agudo, sub-agudo, hipertrófico, etc. En el primer caso ejerce una acción
sedante sobre la parte inflamada, rebaja la tensión, fluidifica las secre-
ciones y apresura los períodos del mal. En los casos crónicos disuelve
las mucosidades y tiene acción resolutiva sobre la hipertrofia de los ele-
mentos glandulares de la mucosa.
En Otología se emplean mucho estos vapores, á través del catéter,
para desobstruir la trompa de Eustaquio y la caja timpánica. Muchos
enfermos afectos de catarro naso-faringeo con propagación á las trom-
pas se curan á domicilio con el aparato de Kirkwood, llenándose las fo-
sas nasales de vapor clorhidro-amoniacal, que van aspirando por el tubo,
y practicando en seguida el procedimiento de Valsalva. Como en este
procedimiento se pretende expulsar el aire de la boca teniendo ésta y
las narices tapadas con los dedos, el aire busca una salida pasando por
las trompas; pues bien, si en este instante las cavidades nasal y farín-
gea están llenas de dicho vapor medicamentoso, éste pasará á las trom-
pas, ejerciendo su acción tópica directa sobre ellas ó sobre la misma
caja timpánica.
No nos cansaremos, pues, de recomendar este inhalador, ahora que se
acerca el invierno, á los que con facilidad sufren corizas, faringitis y ca-
tarros de las trompas, siendo también muy útil en las laringitis, bron-
quitis y demás afecciones iiritativas del árbol respiratorio, pues por me-
dio de grandes inspiraciones el humo alcalino penetra hasta los alvéolos
pulmonares.
Ventajas del aparato de Kirkioood, — Por su configuración y poco vo-
lumen, es tan cómodo que puede tenerse en cualquier habitación hasta
como objeto de lujo, ya fijo sobre la mesa, ya sostenido con la mano, si
el enfermo ha de cambiar de sitio. Está construido sólidamente de cris-
tal grueso y tiene una válvula entre el tubo bucal y el frasco-copa, para
(i) En el Trcúté dó9 maladies de Voreille, de Urbantschitsch (edición france-
sa, 1881, página 61) está representado el aparato que usan estos médicos.
698 INHALADOR DE CLORHIDRATO AMÓNICO.
que si el enfermo en vez de inspirar soplase inadvertidamente, no pro-
dujese mezclas en los líquidos, por corriente inversa. El agua (que se
coloca en el frasco-copa), destinada á lavar los gases amoniaco y clorhí-
drico, puede sustituirse por otras soluciones idóneas que variarán según
la indicación terapéutica. De este modo el enfermo inhala junto con el
clorhidrato-amónico vapores de otras sustancias que coadyuvan al tra-
tamiento. Así, por ejemplo: en los catarros nasales, faríngeos, etc., se
emplean las fórmulas siguientes:
Acido fénico 3 gramos.
Agua looíin
Agua de rosas / aa ou •
M.
Tintura de iodo 6 gramos.
GUcerina 30 »
Acido fénico 6 *
Tintura de Tolíi 15 »
M.
En las estomatitis ulcerosas:
Solución de cloruro de sodio 30g ramos.
Tintura de mirra l«« .in
Agua de rosas |aa lo »
M.
Esta fórmula es tamhien usada en el ozena.
Para la bronquitis, se emplead líquido siguiente:
Naftol 1
'^^ .^"!'-: : ; : : : : : - « ^—
Agua de rosas )
En Nueva -York usan una fórmula especial, por cierto bastante ga-
lénica, cuyas inhalaciones, según dicen, calman toda clase de tos crónica.
Es como sigue: Tintura de cubeba, de quina de Tolú, de iodo, de alcan-
for, glicerina, ácido fénico: partes iguales de cada cosa. No he tenido
ocasión de ensayar sus efectos.
Al propio tiempo han ideado curar la cefalalgia y la hemicránea con
la inhalación de la mezcla:
Espíritu aromático de amoníaco y glicerina. . aa 15 gramos.
Agua dO » (1)
Creo, no obstante, que debe irse con cuidado en el uso de estas mez-
clas, porque debiendo estar en contacto con los vapores amoniacales y
clorhídricos, pueden dar lugar á combinaciones que alteren la compo-
sición del clorhidrato naciente. En la mayor parte de casos, prefiero
colocar en el vaso agua simplemente, para que el clorhidrato amoniacal
se forme y salga en toda su pureza, sin mezcla alguna.
Cuidados que reclama el hihalador Kirkwood. — El amoniaco debe ser
muy concentrado; el ácido debe ser químicamente puro, fumante^ inco-
loro. Todos los tapones deben ajustar bien, no solo durante la inhala-
(1) El espíritu aromático amoniacal (F.* de Londres) se compone de: canela,
clavillos, cort. limón, carb. potasa, clor. amoniaco, alcohol y agua. Para las canti-
dades véase el Formulario de Bouchardat.
CÓLERA MOMO. 699
cien sino mientras el aparato no funciona, para evitar que los dos lí-
quidos evaporándose pierdan su valor. Se procurará que dichos líquidos
no toquen los tapones, pues aunque estos sean de goma vulcanizada se
alteran poco á poco gracias á la causticidad de aquellos fármacos.
Cuando el aparato ha servido bastante tiempo, se nota que el humo
en el acto de fumar ó inhalar, no sale tan blanco, ni tan denso. Esto^in-
dica que los ingredientes se han debilitado, y hay que renovarlos.
Algunas veces el humo tiene saber ácido muy desagradable. Si en-
tonces examinamos las burbujas que por la inspiración se forman en el
frasco-lavador ó copa, podremos notar que el tubo correrpondiente al
cubilete del amoníaco está obstruido, y por consiguiente solo inhalamos
ácido clorhídrico. Otras veces se percibe un sabor y picor amoniacal, y
es por la obturación accidental del tubo del ácido. En ambos casos,
desmontando los tubos comunicantes se desobstruyen con un alambre.
Para desterrar estos inconvenientes, he sustituido los tubos comunican-
tes de Kirkwood, que son de cautchouc duro, por tubos de igual forma,
pero de cristal. De esta manera, no hay obstrucción posible, porque el
cristal no es atacable por el amoníaco ni por el ácido como el cautchouc.
Finalmente, he modificado el aparato de tal modo, que no solo des-
pide vapor por la succión ejercida por el enfermo, sino que sin hacer el
vacío, por medio de un tubo en V y una pera de goma con válvula, im-
pulso dicho vapor hacia fuera, siéndome fácil de este modo hacerlo pa-
sar á las trompas, según el procedimiento de Politzer, y á través del ca-
téter con graduada fuerza.
■•» -f •«•
CÓLERA MORBO,
POR EL Doctor Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona.
nj^y^^^\t'^ •
Islas Filipinas: correo y telegramas; medidas planteadas; estado de la epidemia -^
Saigon -^ Sumatra»^ Japón. ^ La Meca: marcha del cólera; peregrinos y peregri-
nación.—Lazareto de Camaran: apuntes acerca déla epidemia; importancia y
evacuación de este establecimiento.
Varios buques han conducido correo del Archipiélago filipino, lle-
gando en definitiva las noticias hasta el 5 de Octubre. En general decrece
la epidemia, pero en algunos puntos ha habido exacerbaciones. Conti-
núan los donativos y las medidas más ó menos higiénicas en la capital
y en las provincias; pero la limpieza pública no aparecía por todas par-
tes, y en plena comarca civilizada se revolcaban en el fango de las calles
algunos animales indígenas dedicados al transporte. Parecía más levan-
tado el espíritu público, y no sé si porque ya no era tan preciso ó por
efectos de la alocución del general Primo de Rivera, ello es que ha men-
guado en los periódicos el tamaño de la Sección religiosa, que llegara á
adquirir poco antes inusitadas proporciones.
n
700 CÓLERA MORBO.
Notábase gran escasez de médicos: los concursos para proveer vacan-
tes quedaban desiertos, y la necesidad era mayor porque, aumentado el
trabajo, habia sido preciso dividir las zonas para que no quedasen en to-
tal abandono. Así es que, por ejemplo, se hizo una demarcación especial
para la Ermita, Malate y Paco, próximos á Manila, siendo nombrado un
médico especial; pensábase á la par en proveer de cementerio á estos pue
blos, que hasta entonces hablan tenido que utilizar otros distantes. El 20
de Setiembre se bendijo el cementerio de la Loma, en el que se enterraba
ápesar de no estar aun cercado. Habiéndose observado cinco casos de
cólera en la población carcelaria de Batangas, por lo visto bastante re-
pleta, se acordó mandar 50 presos al pueblo de Bauan y otros 50 al de
Taal, ambos de la provincia de Batangas y ambos infectos hacia algún
tiempo. En Gavite tuvieron la ocurrencia de fumigar con pólvora el hos-
pital de coléricos La Caridad, y hubo una explosión, de cuyas resultas
murió un individuo y quedó gravemente herido otro; intervino el juzga-
do. Añado que en Batangas, no encontrándose quien se encargara de
abrir las zanjas para enterrar los muertos, se exploró el ánimo de los
presos, y estos se prestaron mediante un cambio en sus condiciones ma-
teriales.
Esto en general. Llegando á detalles, la epidemia se encontraba poco
más ó menos del modo siguiente: Estaban todavía libres de la epidemia
Misamis, Nueva Vizcaya, Príncipe, Isabela, Cagayan, Cebú, Surigao,
Pangasinan y Abra. Comenzaba en la provincia de Tabayas. Se hablan
invadido nuevos pueblos en la de Nueva-Ecija, próxima á Manila, conti-
nuando en los demás, pero sin gran incremento y con carácter más
benigno. Se hablan declarado sucios los distritos de Capiz y Antique
(Islas Visayas). Recrudecia el padecimiento en Mariveles (provincia de
Bataan), pero sin afectar al lazareto; en Camarines del Norte, en donde
se notaba algún descenso en los últimos dias; en la provincia de Batan -
gas, especialmente en los pueblos de Bauan y de Taal (á donde fueron
los presos). Balayan, San Pablo, Lemery y San Luis, estando localizado
en la cabecera; también se habia afectado el partido de la Rinconada
(Nueva Cáceres), en cuya provincia, especialmente en la capital, casi
nada quedaba, decreciendo también en Libmanan. Mengua en Camarines
del Sur, existiendo casi solo en la Rinconada. Bajaba en Laguna y no
tanto en los pueblos de la provincia. En Gavite habia muy pocos muertos,
dado el número de atacados Por último, se habia cantado el Te-Deum el
24 de Setiembre y declarado limpio el puerto en Iloilo por haber con-
cluido el cólera en la cabecera y pueblos cercanos, no así en los demás
de la isla,* si bien la epidemia descendía. Zamboanga habia sido declarado
limpio desde el 4 del mismo mes.
Los telegramas coinciden en el decrecimiento del mal; pero aun en
nuestros puertos se someten d observación todas las procedencias del
Archipiélago y á tratamiento de rigor, muy especialmente, las de Zam-
boanga, Iloilo y Manila.
— Parece ser que la epidemia en Saigon habia comenzado en Baria,
procedente de Annam, á mediados de Julio; se propagó rápidamente á
Cochinchina y por último á Saigon; sin embargo, según nuestro cónsul,
la ciudad y sus alrededores estaban libres; los descases ocurridos en
CÓLERA MORBO. 701
europeos, ambos mortales^ correspondían el uno á la inspección de
Mytho y el otro á Vinhlong, que distan 72 y 434 kilómetros respectiva-
mente de la capital. Los indígenas en el interior eran terriblemente diez-
mados.
—El cólera, en Sumatra, se habia presentado en la costa occidental en
el territorio comprendido entre Labocan, Hadji y Trumoen, por cuya ra-
zón fué declarada sucia esta zona.
—En Yokohama y Fokoo mejoraba la situación, pues á fines de Se-
tiembre b Jibia en el primero 7 ú 8 atacados cada día y 4 ó 5 efunciones,
y en el segundo de 30 á 35 de aquellos y 20 de estos. Gomo los periódicos
locales callan, hay razón para suponer que mengua la enfermedad en
Osaka y su provincia.
—Gomo indicaba en el número anterior, el cólera existe en la Meca á
lo menos á contar desdo el 24 de Octubre. Las primeras noticias, como
es natural, no dicen nada del grado de intensidad de la epidemia. Bim -
senstein, delegado sanitario otomano en Alejandría, habia telegrafiado la
nueva al Gonsejo sanitario internacional de Gonstantinopla: el vapor
MemphiSy que partió de Djeddah el 27 de Octubre y llegó á Suez el 30,
traía consignado en la patente el rumor de existir el cólera en la Meca; un
buque ingles, el Lungshan, que había partido y llegado respectivamente
un día después, llevaba en la patente: cel cólera ha aparecido en la Me-
ca desde el 24 de Octubre.» El Consejo telegrafió inmediatamente á Bim-
senstein, recomendándole la extricta aplicación del reglamento de 1881,
que prescribe la cuarentena en El-Wedj á todos los peregrinos que vuel-
van por mar á su país y aconsejando haga tomar á los viajeros el camino
del desierto ó el de Damasco.
Posteriormente un telegrama del Gairo (7 de Noviembre) aseguraba que
la enfermedad no crecía, y aun hubo de decirse (cónsul inglés) que habia
desaparecido. Del 24 al 26 hubo en la Mina (valle de Muña) 11 muertos
de cólera. Otro telegrama (día 8) menos sospechoso, dice, que el inspec-
tor sanitario otomano de la Me^a participaba á la Gomision sanitaria que
el dia 29 de Octubre habían sucumbido 49 individuos afectos del cólera.
Según noticias posteriores la epidemia declinaba. De todos modos,
desde el 24 de Octubre al 4 de Noviembre, han muerto en La Mina y en
La Meca unos 254 coléricos. Los últimos telegramas acusan aumento y
dicen que moría la cuarta parte de los atacados.
Al regresar, los peregrinos harán 15 dias de cuarentena en El-Wedj
y 5 en El-Torr. Gomo enseñanza curiosa no estará fuera de sitio el des-
cribir las ceremonias de la peregrinación, publicadas en el periódico
Le Temps: «Se sabe que estas ceremonias comienzan en el monte Arafat,
célebre por la tradición musulmana que pretende que Adán y Eva se en-
contraron en él después de una larga separación. Los peregrinos se diri-
gen á él en masa después de haber vestido el traje especial del hadji,
conocido con el nombre de xhram, y que se compone de un lienzo blanco
que rodea la cintura, de una banda que cuelgan de los hombros y de san-
dalias, quedando la cabeza al descubierto. El monte Arafat está á unas
diez leguas de la Meca. Al tercer dia los peregrinos vuelven sobre sus
pasos y penetran en el valle de Muña, en donde, siempre según la tradi-
cion, se apareció el diablo á Adán, que lo apedreó. Los peregrinos ha-
702 REVISTA DE CIRUGÍA.
cen lo mismo. Se valen de chinas, que están reunidas en dicho valle,
y forman montículos por su amontonamiento durante siglos. Cada cual
debe tirar al diablo 63 guijarros. Después proceden á los sacrificios, y el
valle, en donde permanecen dos dias, se transforma de este modo en una
inmensa colección de materias orgánicas, cuyas fétidas emanaciones tie-
nen como resultado natural el acrecer la acción de las enfermedades
epidémicas. Vuelven los hadjis á la Meca, en donde, terminadas las otras
ceremonias de la peregrinación, visita solemne á la Kadba, etc., perma-
necen diez dias antes de dirigirse á Medina ó á su país.
No es, pues, estraño que á los 11 muertos del valle de Muña hayan
seguido otros 18 á su vuelta á la Meca.i)
— Ha cesado el cólera en el lazareto de Camaran, y por tanto ha salido
para Djedda el vapor Hesperia^ entre cuyos peregrinos hubo en total 15
casos, todos mortales. De estos, 13 presentaron los síntomas característi-
cos de la enfermedad (diarrea riziforme, epigastralgia intensa, calambres
en las pantorrillas, pulso imperceptible aun en las carótidas, afonía,
ansiedad, lengua fria, cianosis y muerte); los otros dos han pcmaneci-
do en cama unas 48 horas y han sucumbido sin ofrecer más síntoma quo
diarrea, biliosa al principio y acuosa después; tratándose por tanto de la
forma asfíctica y habiendo casi siempre faltado la diarrea llamada pre-
monitora. De los invadidos diez procedían de Bokkhara, de donde parecen
haber llevado el cólera. Es notabilísimo el hecho de que el tercer ataca-
do se presentó á los ocho dias de los dos primeros; el cuarto al nove-
no dia del tercero, lo cual casi enseña que el período de diez dias com-
pletos es apenas suficiente para la incubación. El último caso se observó
el 5 de Setiembre y hasta el 6 le Octubre, dia en que se evacuó el laza-
rato, la salud ha sido buena.
St jcoulis, en el telegrama de donde tomo estas noticias (3 e Noviem-
bre), publicado por el Journal d^ Hygiéne, crrespcidiente al 9 del mis-
mo mes, llama la atención sobre dos puntos principales: 1.° que ha sido
perfecto el aislamiento de los enfermos, lo cual ha impedido que el pade-
cimiento se propague á las comarcas inmc diatas; 2.° que la instalación
de dicho lazareto en la entrada del Mar Rojo constituye un buen medio
para evitar la propagación del cólera al Hedjaz. Ambos puntos merecen
ser tenidos en cuenta, pues ellos responden á las observaciones presen-
tadas por Fauvel y Proust acerca de la pretendida ineficacia del lazareto
de Camaran.
REVISTA DE CIRUGÍA,
POR EL Dr. Federico Castells.
Fractura indirecta de la novena vértebra dorsal. -De una notable his-
toria clínica, presentada por el Sr. Garafi á la Société anatomiquey de Pa-
rís, consideramos dignos de mención los detalles siguientes: un albañil
cayó de cabeza desde una altura de unos diez metros, siendo trasladado en
una camilla al Hospital Beaujon; presentaba; decúbito dorsal, agitación,
REVISTA DE CIRUGÍA. 703
excitación en cuanto se le quiso examinar, pero solo ejecutaba movimien-
tos con la parte superior del cuerpo y principalmente con el brazo dere-
cho; el izquierdo estaba contraido, en semiflexion. Habia erección del pe-
ne, sin vestigio de orina, ni esperma, ni materias fecales, paraplegia; la
anestesia en este nivel, asi como por encima de la parte inferior del tron-
co, parecía absoluta. — El raquis ofrecía, al nivel de la décima vértebra
dorsal, una deformación acentuada, estando ahondado el dorso por enci-
ma y percibiéndose una salida brusca por debajo, que limitaba la depre-
sión, en la que cabria una nuez. No ofrecia movilidad anormal ni crepi-
tación, pero sí dolor á la palpación. Pudo obtenerse la reducción algunas
horas después, ejecutando tracciones progresivas en los miembros infe-
riores, mientras se favorecía la contra-ílexion por debajo de las axilas.
— Sin causar dolor, consiguióse con tales maniobras la terminación de
la deformación raquídea. Desapareció entonces la erección y sobrevino
un estado semicomatoso, acentuándose la contractura del brazo izquier-
do. Se le dejó en decúbito dorsal y con una ligera tracción de la parte
superior del tronco. El enfermo murió al octavo día por la hemorragia
cerebral traumática. La autopsia permitió descubrir un foco hemorrágico
que ocupaba los lóbulos frontal y parietal por debajo de las circunvolu-
ciones que limitan la cisura de Rolando; este foco no estaba separado de
la superficie cerebral más que por una capa delgada de sustancia ner-
viosa; no comunicaba con el ventrículo lateral.
La novena vértebra dorsal estaba dividida en dos fragmentos: el su-
perior cóncavo, comprendía la lámina superior y la mitad superior de
la lámina de tejido compacto que recubre la cara anterior del cuerpo de
la vértebra; el inferior correspondía al resto del cuerpo de la vértebra; el
tejido óseo habia sido reducido en volumen en un tercio al comparado
con las vértebras inmediatas; las apófisis articulares y transversas, frac-
turadas, lo propio que las costillas novenas, al nivel de su cabeza. Los
dos fragmentos de la vértebra se correspondían como un cóndilo á una
cavidad glenoide. La médula no parecía haber sido grandemente inte-
resada.
De este caso, deduce Carafí la posibilidad de una reducción completa
y regular en las fracturas aisladas del raquis, así como su utilidad y efi-
cacia. El traumatismo explica la complicación cefálica.
Absceso del cerebro y trepanación. -En un enfermo, que comenzó por
sufrir una cefalalgia atroz, seguida luego de la formación de un pequeño
absceso en la sutura biparietal, iban, aun después de abierto, agravando
los accidentes, y Polaillon, diagnosticando un absceso del cerebro [Jour-
nal de Med, et Chirurg. prcU.) aplicó una corona de trépano que dio paso
á una pequeña cantidad de pus, practicando algunos días después una
segunda trepanación que permitió la salida de unos 60 gramos de liquido
patológico. Conguió una notable mejoría, pero habiendo salido del hospi-
tal antes de terminada la curación, que se practicaba según el método de
Lister, falleció posteriormente el enfermo.
El cornezuelo del centeno en las enlermedades de los huesos. -Acaba
de dar cuenta á la Association frangaise pour Vavancement des sciences.
704 REVISTA DE CIRUGÍA
en la sesión del 25 de Agosto, el Dr. Musgrave Clay, del feliz éxito que ha
obtenido del empleo de dicho medicamento, en el tratamiento de las os-
teo-artritis del codo, habiéndole dado, á un niño de seis años de edad,
— después de practicada la incisión de un flemón peri- articular — dosis
progresivas de 40, 50, 60 y 75 centigramos. El tratamiento duró poco me-
nos de tres meses, comenzando á rebajar las dosis al quejarse el enfer-
mito de sensación de frió en los pies, hacia el fin del segundo mes del uso
del cornezuelo. La mejoría se obtuvo rápidamente, antes de ocho dias,
(Journal de TfiérapeutiqueJ y en la actualidad está completamente cura-
do. El orador suplicó á los individuos del Congreso se procure la amplia-
ción de su experiencia, que juzga aplicable, principalmente á algunos
casos análogos de inflamaciones del sistema óseo, aunque cree que no
se limita á ese sistema la acción que ejerce el cornezuelo del centeno.
Resección de la rodilla. -El Dr. Hayes, de Dublin, analizando los re-
sultados que ha obtenido en su clínica, de la práctica de esta operación
(que son: de 14 operados, H curados; en 3 debió precederse á la amputa-
ción secundaria, y solol curó), atribuye el éxito al procedimiento de in-
movilización que sigue, y á la curación según el método de Lister. El
procedimiento (Dublin Journ. of medie, scien.) consiste en colocar ro-
llos de franela en cada lado de la pierna y muslo; dos tablillas perfora-
das son aplicadas exactamente y sostenidas por otra pieza de hierro; un
torniquete apoyado sobre unas placas colocadas por delante mantienen
los huesos en la inmovilidad; envuelto el miembro en un aparato enye-
sado, se da á la pierna la posición que ha de guardar para con el muslo.
Por este medio asegura la inmovilidad absoluta de la extremidad, y al
operado la posibilidad de cambiar de posición en la cama.
Resección de la muñeca.— OH ier (de Lyon) ha practicado una serie de
trece resecciones radio-carpianas; en los cuatro últimos años, solo dos
operados han muerto y aún en estos existían condiciones particulares
que en sentir de OUier dan cuenta y razón del por qué (artritis supurada
en un antiguo palúdico, gangrena séptica en otro caso) ocurrieron las
malas terminaciones á que se reüere. Clasifica las condiciones en que se
indica la resección en traumáticas, patológicas y ortopédicas. Por razón
de esas ú otras influencias constitucionales, deduce que hay individuos
que deben operarse; otros, á los cuales puede operarse; y otros, en fin, á
los que es del caso no operar. Al presentar su parecer al Congreso de La
Rochelley el Dr. Verneuil {GazeUe des hopitau^), aún estando de acuerdo
con muchas de las operaciones del Dr. OUier, hubo de significar que la
resecomania que se vá extendiendo en la práctica quirúrgica debe com-
batirse. Declara con tal motivo no ser adversario de las resecciones ra-
dio-carpianas, pero no admite ptras que las realmente necesarias.
Úlceras: inconvenientes y ventajas de su tratamiento por el iodoíor-
mo.-En las recientes investigaciones que ha practicado Talkson, ha lle-
gado á demostrar que el iodo se elimina; y en los enfermos operados,
por lesiones óseas, según el método de Esmark, la absorción del medica-
mento se verifica rápidamente y su aparición en las orinas y sustancias
NOTIQAS CIBNTÍFICAS. 705
vomitadas á las 48 horas. La edad influye directamente en la cantidad
de excreción; en cuanto á la absorción del iodoformo por la piel, resul-
ta mayor, cuanto más extensa se haga la aplicación, y no por razón del
grosor de la capa que se aplique (Gazette hehdomad. de Med. et Chirurg.).
£1 Dr. Falkson, después de pasar en revista los trabajos hechos y estu-
dios practicados, concluye que es el iodoformo un agente precioso en el
tratamiento de las afecciones óseas tuberculosas, en las úlceras pútridas
y en ñn, siempre que sea necesario un anti-séptico ó un anti-pútrido de
los más poderosos.
úlceras lagedénicas: tratamiento por medio de inyecciones parenqui-
matosas de nitrato de plata.— £1 profesor Thiersch ha obtenido excelen-
tes resultados (A rch. /'ñr XZinisch^ Chirug.) empleando inyecciones hí-
podérmicas á un centímetro alrededor de los bordes de la ulceración
fagedénica, de una solución de nitrato de plata á 1 por 100. £ste trata-
miento no produce ningún efecto sobre las úlceras infectantes.
Oangrena del pié: tratamiento por el termo-canterio.— £1 Dr. Leclerc
ha comunicado {France medícale) una observación digna de ser cono-
cida. Un enfermo experimentaba constantemente una sensación de frió
en los pies desde 1875, fecha en la que habia padecido una ñebre tifoi-
dea. £n Febrero último comenzó á sentir dolor, con ligero aumento de
volumen, en el dedo gordo derecho. £n 26 de Marzo sobrevinieron los
primeros síntomas de gangrena y fueron tratados por el termo-cauterio
y baños locales fenicados; pronto aumentó el frió y los dedos tomaron
un tinte grisáceo; el 16 de Abril fué abierto un pequeño absceso sobre la
cara dorsal del pié; el 30 practicó la ablación de los metatarsianos con el
termo-cauterio, mejorando notablemente el enfermo; pero en breve se
formó sobre el dorso del pié una nueva mancha gangrenosa, que pudo ser
limitada por una sinuosidad que rodeaba completamente las partes es-
faceladas. Leclerc se vio luego obligado á resecar los fragmentos necro-
sados de los cuneiformes y del cuboides, y desde el 21 de Junio la mejoría
ha seguido sin interrupción; el enfermo anda con muletas. — M. Henrot
dio cuenta de un caso parecido, en el que la gangrena se manifestó con-
secutivamente á un reuma-tismo articular. También fué preciso practi-
car con el termo-cauterio largas incisiones en el dorso y planta y deco-
lar los dedos tercero y segundo; lentamente curó el enfermo por el mé-
todo antiséptico.
NOTICIAS científicas.
Heridas del corazón: tratamiento. — Según Block (Centralblutt für
Chirurgie^ 1882), la muerte por herida del corazón puede explicarse de
cuatro modos: por asfíxia, que es el más frecuente, consecutiva á la
acumulación de sangre en el pericardio; por hemorragia; por destruc-
ción de los ganglios auto- motores, y por oclusión de las arterias corona-
rias.
706 NOTICIAS CIENTÍFICAS.
Como en su concepto una simple incisión del pericardio basta para
impedir la asfixia, y una simple sutura la hemorragia, ha procurado de-
mostrar experimentalmente la posibilidad de intentar estas operaciones,
hecho más científico que el cruzarse de brazos viendo impasiblemente
como el enfermo, en minutos, en horas, en dias, y aun más, se muere,
cuando en cuatro minutos y con los instrumentos de la bolsa podia arre-
glarse la situación.
Que se pueden abrir, soportándolo durante algún tiempo, las cavida-
des torácica y pericardiaca, lo prueban cuatro conejos que viven. Que la
herida del ventrículo derecho, la del izquierdo y aun el magullamiento del
corazón en totalidad, son tolerados, lo demuestran otros cuatro. Que la
desgarradura del corazón, con abertura del tórax y del pericardio y con
sutura del pulmón para cerrar las heridas, ha sido hecha en un perro, que
aun vive. Que, es posible, para suturar el corazón sin que la hemorra-
gia moleste, cojer el corazón por la punta, torcerlo y llevarlo hacia el
operador para paralizar el pulso y la respiración, con lo cual queda el
órgano completamente tranquilo, ó bien estirarlo para que la trac-
ción cierre la herida y pare la hemorragia, lo prueba el hecho de no
haber muerto un solo animal de los sometidos á la experimenta-
ción; libre el corazón, reaparecen inmediatamente el pulso y la respira-
ción.
En comprobación de tan notables hechos, Block ha presentado al se-
gundo Congreso de la Sociedad de cirujanos alemanes cuatro animales,
que hacia tiempo habían sufrido tan insólito tratamiento.— (Rodríguez
Méndez.)
Procidencia del recto en el niño.— El Dr. Archambault, en el hospi-
tal des Enfants malades, dio una lección clínica sobre este objeto, admi-
tiendo tres grados en esta afección: 1.°, la mucosa sale y entra después
de cada defecación; 2.°, la mucosa sale y no entra después de la misma;
3.°, todas las partes salidas no vuelven á entrar más.
Entre las causas más frecuentes de la caída del recto, se puede citar
la diarrea persistente: observándose principalmente en los niños débi-
les, en los atacados de rectitis, de tenesmo rectal y de necesidad fre-
cuente de defecar.
En cuanto á remedios, lo primero es impedir su reproducción, sos-
teniendo el ano con la mano después de introducido para que no salga
el recto hacia fuera.
La posición en cuclillas ó el estar sentados en el orinal facilita la
procidencia del recto, y de aquí viene la utilidad de hacer guardar á los
niños la posición horizontal y el sentarse sobre un sillico cada vez que
rigen de vientre. Este cuidado por sí solo puede prevenir el accidente y
hasta curarlo; es sobre todo importante si el niño que tiene procidencia
del recto está atacado de bronquitis, porque á cada esfuerzo de tos, á la
que es debida la procidencia, el recto tiende á salir mientras que guar-
dando la posición horizontal esto no es posible.
West aconseja como un buen medio hacer guardar cama al niño du-
rante tres semanas ó un mes con las nalgas aproximadas por medio
oportuno, mientras que la extremidad inferior del recto se mantiene
introducida por medio de un tapón.
Al cabo de poco tiempo, el intestino pierde su predisposición á salir,
sobre todo si se tiene cuidado, como auxiliar, de administrar cada dia
un pequeño enema para evitar todo extreñimiento.
Se puede también recurrir á los enemas que sirven para tonificar la
mucosa rectal, sean enemas simples de agua fría (medio vaso de agua),
mañana y noche, si la procidencia no es demasiado pronunciada, sean
enemas astringentes con alumbre, por ejemplo, á la dosis de 2 á 4 gra-
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 707
mos por 100 ó 200 gramos de agua, esforzándose en hacer la retenga, ó
bien con el tanino y la ratania á la dosis de 50 centigramos á 2 gramos
según la edad del niño. La mucosa se entona, se retrae sobre sí misma y
no sale más.
Si la mucosa herniada no entra por ella misma, se procurará la
quietud comprimiendo con un lienzo empapado en sustancia oleosa; si
tampoco así se reduce, quedan dos grandes medios: la cauterización
química y la cauterización actual.
Se emplea el nitrato de plata al quinto, es decir, 1 gramo por 4 de
agua y por medio de un pincel se embadurna toda la parte herniada;
bajo la influencia de este medicamento se encoje, si bien alguna vez,
después de entrar, es preciso sostenerle con un tapón hasta haber obte-
nido la retracción.
Alguna vez es preciso, para llegar áeste resultado, practicar muchas
cauterizaciones. En todos los casos deben darse también enemas de agua
fria para facilitar las deposiciones.
El ácido nítrico puro puede ser empleado también, como el nitrato de
plata, embadurnando igualmente la mucosa, la cual poco á poco se re-
trae, favoreciendo la reducción como acabamos de indicar. Es preciso
también, como con el nitrato de plata, repetir algunas veces, durante
cierto tiempo, estas aplicaciones.
La mucosa rectal sale al exterior, porque los medios de unión son
mucho más laxos; otras veces porque el esfínter del ano, un poco pa-
ralizado, queda abierto; esto se explica perfectamente en los sujetos
atacados de diarrea persistente ó de disentería con la mucosa roja ó in-
flamada. Esta inflamación de la mucosa produce una especie de parálisis
verdadera del elemento muscular subyacente.
Para los casos rebeldes se aconseja el empleo de la estricnina, de la
nuez vómica al interior, medios peligrosos en los niños; la aplicación de
pequeños vejigatorios sobre el margen del ano, preparados con sulfato
de estricnina, es preferible. Se propone también la electricidad; las cau-
terizaciones al fuego rojo, á las cuales Guersant habia siempre recurrido,
valen mucho más Este medio es mejor aplicarle con el termo-cauterio
de Paquelin. Se tocan los cuatro puntos cardinales del ano, llevando el
instrumento á la vez sobre la piel y sobre el orificio de la mucosa ya
reducida. Se forma una inflamación del circuito seguida de una buena
cicatrización, la parálisis desaparece y la tonicidad del esfínter se en-
cuentra aumentada. — (Martina Castells.)
Aceite de hígado de bacalao.— Entre los aceites de hígado de baca-
lao, que antes se preparaban por medios groseros y muy poco científi-
cos, y los aceites actuales hay una gran diferencia. Aquellos, productos
de mal color, ^e mal sabor y de peor olor, repugnantes, tolerables por
pocos individuos y que necesitaban hasta cierto punto estómagos á prue-
ba de indigestiones y de irritaciones; éstos, de buen aspecto, que huelen
y saben á sardinas conservadas en aceite, de fácil digestión y que llevan
bien cuantos gusten de estas conservas y de sus grasas. Mas como los
primeros daban buenos resultados terapéuticos, y hay la preocupación
de que cuanto más oscuros y repugnantes más valederos son, al cam-
biarse en el comercio por los más agradables, justo es preguntarse si, al
ganar en aspecto y tolerancia, han perdido en propiedades químicas y
en aplicaciones antimorbosas. P. Garles, agregado á la facultad de Medi-
cina y Farmacia de Burdeos (Journal de Pharm. et de C/iim.), resuelve de
plano estas dudas con las siguientes explícitas conclusiones, remate de
un buen trabajo:
1.* Que, en virtud de las modificaciones introducidas en la extrac-
ción del aceite de hígado de bacalao, los aceites bárbaros de otras veces
708 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
han sido reemplazados hoy por aceites de progreso, poco coloreados,
límpidos, de olor y sabor nada desagradables y que se acomodan á los
estómagos que llevan bien las sardinas, las anchoas, etc.
2/ Que, de estos diversos aceites, los blancos naturales modernos
deben preferirse á los morenos empireumáticos bajo todos conceptos.
3.* Que, aparte de las propiedades físicas y organolépticas, los acei-
tes vírgenes de color verde dorado deben reputarse los mejores entre to-
dos, porque son los más ligeros para el estómago; su acidez es apenas
sensible y su acritud es nula.
4.** Que en todos los aceites solo hay cantidades infinitesimales de
iodo, vestigios dudosos de bromo y tan pequeñas cantidades de fósforo
combinado, que no puede atribuirse á ninguno de estos elementos la ac-
ción tónica reconstituyente del aceite de hígado de bacalao.
5.' Que el principio activo parece residir casi en totalidad en el
cuerpo graso particular, que se encuentra sin alteración en los aceites
vírgenes.
6.' Que, por último, estos aceites vírgenes modernos, constituyen
un producto esencialmente asimilable, y que su asociación con todo me-
dicamento extraño no puede hacer otra cosa que dañar á su tolerancia y
á su acción terapéutica. — (Rodríguez Méndez).
SECCIÓN OFICIAL.
Cólera morbo.— Orden del 9 de Noviembre declarando sucias las proceden-
cias de Shanghai (China) á partir del 30 de Octubre último. — Gaceta del 10 de
Noviembre.
Cólera morbo. — Orden del 9 de Noviembre declarando de observación las
procedencias de Bombay (India inglesa) antes sucias (8 Marzo próximo pasado).
Id. id. id.
Aguas minero-medicinales de La Concepción.— Real orden de 15 de
Noviembre declarando de utilidad pública las aguas carbonatadas calcicas ni-
trogenadas de La Concepción^ situadas en el pozo de Fuente Caliente, término
de Arlanzon, provincia de Burgos, y señalando como temporada ofícial desde
el 15 de Junio á 15 de Setiembre, pero no permitiendo se abran al público hasta
que se hayan terminado los ediñcios necesarios. — Id. del 16 id.
Cátedra vacante. — Orden del 14 de Noviembre, mandando proveer por
concurso la cátedra de Higiene de la Facultad de Medicina de Madrid. -^Id. del
22 id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Manual de Anatomia descriptiva, por el Doctor Robbrt Hartmann. Traduc-
ción directadel alemán por los Dres. L. GóngorayS. Cardenal.-^ Cuaderno 22 y 23.
Diccionario de Medicina y Terapéutica, por los Dres. E. Bouchut y A. Des-
prés.— Traducción de los Dres. D. Pedro Espina Martínez y D. Antonio Espina Capo.
—Cuaderno T.""— Madrid. Bailly-Balliere.
Manual práctico de las eníermedadee de las mujeres (Medicina y Ciru-
gía) por el Dr. G. Eustache, versión castellana de D. Enrique Moresco y Labado y don
Rafael Ulecia y Cardona, con un prólogo del Dr. D. Andrés del Busto Lopez.«Cua-
derno 7."^Madrid. * 1882. ~ Dos ejemplares.
Manual de Patología interna, por el Dr. G. Dieulafoy^ versión del Dr. D. Ra-
fael Ulecia y Cardona, con un prólogo del Dr. D. Bartolomé Robert. Tomo 2.% cua-
derno i.®— Dos ejemplares.
£1 hombre considerado en el orden de la Naturaleza y de la sociabili-
dad, discurso por el Dr. D. Francisco Comas de Riudor — Madrid. 18^.
Bnsayo clínico sobre la etiología, patogenia y tratamiento desinfectante del
paludismo por medio del fenato de sosa, por Francisco Granizo Ramírez.— Habana,
1882.— Dos ejemplares.
Biblioteca económica de Medicina y Cirugía. Cuaderno 34. Continúa la pu*
blicacion de las Lecciones clínicas sobre enfermedades del hígado, por Murchisson,
vertidas al español por los Dres. D. Carlos de Vicente y D. Manuel Carreras . Ma -
dríd, 1882.
Periódicos: El Eco de la Clínica^ Madrid.
Tomo II. Húm. 23. IS Diciembre de 1882. Año II. Núm. 47.
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: De la gravedad como agente etlológico, higiénico y terapéutico en la mujer, por el
•r . Blanc y Benei. - Sobre la sindectomia preventiva. Rectiñeaciones, por el Dr. L.
Corral.— Anatomía de los centros nerviosos (continuación), por el Pr. D. Misuel A. Wmr-
cas Roea.-Cólera morbo, por el «r. modrisues Mendea. — NOTICIAS CIENTÍFICAS:
Orquitis.—Quillayina. — Gonococo.- Difteria: tratamiento por la salicina.— Poción contra el
asma bronquial.— Sección oficial.^ Publicaciones recibidas.
DE LA GRAVEDAD
COMO AGENTE BTIOLÓOICO, HIGIÉNICO Y TERAPÉUTICO
POR EL Doctor Blanc y Benet.
Más de una vez, al fijarnos en la frecuencia por todo exti'emo nota-
ble con que la mujer padece de sus órganos sexuales, hemos deseado
averiguar si la causa estaba en la disposición de los órganos mismos ó
en otras causas extrañas á ellos, y nos hemos planteado el siguiente di-
lema: una de dos, ó la Naturaleza no es tan próvida, como se dice geno-
ralmente, ó la mayor parte de las enfermedades de los órganos sexuales
de la mujer no reconocen por causas las naturales. Si pudiésemos pro-
bar el segundo término de la disyuntiva, dejaríamos en buen lugar á la
Naturaleza. Analicemos:
Es verdad que las dos edades críticas de la mujer, la pubertad y la
menopausia, se convierten muchas veces en causas naturales (no ya
ocasionales, sino predisponentes) de enfermedades sexuales, pero el ca-
pítulo de las causas no naturales es inmenso; restemos, sin embargo, las
faltas de higiene, entre las cuales podríamos poner los vicios en el modo
de vestir de nuesti^a época (á los cuales Thomas, el ilustrado ginecólogo
neo-yorkino, dedica un sobrio y contundente párrafo), el trasnochar,
el baile, la equitación, etc.; restemos también las enfermedades de orí-
gen constitucional ó de oiigen específico; quitemos todo esto del capítu-
lo de las causas no naturales. Encontraremos todavía un sin fin de tras-
tornos de los órganos sexuales femeninos, cuya causa no cabe en ninguna
de las mencionadas, y que tan solo son atribuibles á otro agente que,
digámoslo ya de una vez, es la posición de la mujer, ó, para hablar más
científicamente, la influencia de la gravedad en los órganos de la repro-
ducción de la mujer.
Ved ahí en pocas palabras el esquema de la cadena de raciocinios que
recorrió nuestra mente, al querer indagar la etiología del inmenso catá-
logo patológico de la mujer; siempre nos encontrábamos con que figura-
ba como un factor importantísimo la actitud, la posición, la gravedad.
710 DE LA GRAVEDAD COMO AGENTE ETIOLÓGIGO,
Muy natural era, pues, que en este caso tratásemos de buscar fuente de
conocimiento en la experiencia de los autores más distinguidos; empeño
vano siempre que nos limitamos á obras españolas ó francesas; muchos
fisiólogos, notables bajo otros conceptos, se han olvidado lamentable-
mente de estudiarla influencia de la gravedad sobreelhombre en general.
Ligeras observaciones, frases de vaga aplicación, noticias superficiales:
hé aquí todo lo que se encuentra en las pocas obras que tratan de este
asunto como por incidencia. Hay que echar mano de las obras inglesas
y algunas norte-americanas, principalmente las de Ginecología, que tan
por encima están, bajo el punto de vista de la sana práctica auxiliada
por la recta razón, de las de los autores del resto de Europa. Thomas('l),
H. Smith (2), y sobre todo Avelling (3), han sido los autores que principal-
mente nos han guiado al escribir este trabajo, que no tiene otro mérito
que el de reunir, ni otra fuerza que la de aglutinación para dar cuerpo
á miembros que estaban dispersos. Lo bueno que hallará tal vez el lec-
tor puede atribuirlo á aquellos autores y á otros (4), que iremos citando
al desarrollar el tema que nos hemos propuesto; tan solo de lo malo que
en él hubiere nos atrevemos á asumir la responsabilidad. Y dando fin
al exordio, entramos en materia.
Es indudable que la gravedad es una causa natural y constante, pero
nosotros modificamos las condiciones de los cuerpos sobre que obra y
por lo tanto modificamos su influencia y efectos, que es lo que aqui nos
importa; en una palabra, la convertimos en causa artifimal.
Para estudiar la influencia de la gravedad sobre los órganos sexua-
les de la mujer, es preciso tener en cuenta dos hechos anatómicos que á
ellos atañen: su movilidad y vascidaridad extremadas. No necesita prue-
bas: basta solo enunciar la proposición de que cuanto más vascular es
un órgano y más fácil de ser dislocado, caerá más de lleno bajo la influen-
cia de la gravedad, para que se tome como un axioma en Ginecología,
si se consideran las condiciones anatómicas de los órganos generadores
de la mujer. Estos pueden considerarse flotando, algún tanto sueltos, en
medio de una cavidad ósea (la pelvis), y rodeados de visceras que, cam-
biando periódica ó intermitentemente de volumen ó de forma (el estó-
mago, los intestinos, el recto, la vejiga, el diafragma), los empujan al-
ternativamente, ya en un sentido, ya en otro.
Esto en cuanto á las condiciones de movilidad.
Tampoco será necesario esforzarnos mucho para probar la influencia
de la posición sobre las condiciones de vascularidad, atendiendo á que
el corazón se contrae más ó menos veces, según la actitud qne guarda el
individuo; y teniendo también en cuenta que, cuanto más empujada se
siente la sangre por el órgano cardíaco, menos caerá bajo el dominio de
la gravitación.
(i) Distases of wonien.
í2) Practical Gynecology,
(3) The Posture ín Gynecic Practice,
(4) Rigby, Líéfranc, Scanzoni, GombauU, Becquerél, nuestro Arce y Lu-
que, etc.
HIGIÉNICO Y TERAPÉUTICO EN LA MUJER. 711
Todas estas consideraciones, aplicadas á los órganos generadores de
la mujer, demuestran que no puede ser indiferente á su funcionalismo
(y quien dice á su funcionalismo dice, á la corta ó á la larga, á sus con-
diciones anatómicas) la posición que guarda habitualmente la mujer, ó
sea durante un tiempo más ó menos largo todos los dias.
Este estudio es el que pensamos hacer en el presente trabajo, y, apo-
yándonos en las consideraciones precedentes, la materia se nos presenta
deslindada en las dos partes siguientes: Ante todo debemos ocuparnos
del niodo de obrar de cada una de las diferentes actitudes sobre los órganos
femeninos de reproducción. Luego incumbe tratar uno por uno de los
trastornos ocasionados por la posición ó la actitud.
A. Influencia de la gravedad en las diferentes actitudes.
a. De la bipedestacion .
El conocimiento de las varias posiciones de la pelvis, durante la bi-
pedestacion, es de una gran importancia para nuestro objeto. La pelvis
es susceptible de un considerable número de movimientos, pero los que
más nos interesan son sus oscilaciones án tero- posteriores, que en la po-
sición erecta tienen lugar sobre un eje que pasa por las dos cavidades
cotiloideas, que están sostenidas por las cabezas de los dos fémures,
mientras que en la actitud sésil el eje del movimiento pasa por las dos
tuberosidades isquiáticas, que constituyen entonces el punto fijo. Se
comprende, pues, que, moviendo el tronco hacia delante ó hacia atr.is,
el plano del estrecho superior de la pelvis puede tomar diversos grados
de inclinación sobre el horizonte, alterando el ángulo normal, que es
de 54° á 60°; puédese, doblando ó extendiendo la espina dorsal, llegar á
colocar dicho estrecho en un plano perpendicular al horizonte ó paralelo
al mismo.
Ahora bien, la salud de la mujer depende en gran parte de que la pel-
vis guarde su inclinación normal de .50' á 60°. í]n efecto, cuando esto
tiene lugar, el eje vertical de la cavidad del abdomen cae sobre el pubis,
esto es, sobre el borde anterior del estrecho superior; pero dóblese el
cuerpo hacia delante, y, á medida que se encorva la columna vertebral, se
verá elevarse el pubis, el plano del estrecho superior sufre un movimien-
to de báscula y toma una posición aproximada á la horizontal y por con-
secuencia, el eje del abdomen, que antes caia sobre el pubis, se pone en
linea recta con el eje de la pelvis, y cae sobre el centro de la cavidad
pelviana.
En el primer caso, cuando el ángulo es normal, el peso del contenido
abdominal descansa sobre el pubis, su natural sosten; pero, ¿y en el se-
gundo caso? Entonces el peso sigue, como siempre, la dirección del eje
vertical; pero este eje vertical cae entonces sobre el centro de la pel-
vis, de modo que el contenido abdominal pesa sobre el contenido pel-
viano, lo comprime y embaraza sus funciones y es causa quizá de ma-
yores trastornos á la larga, los cuales aumentan en importancia por la
sucusion que se produce en la marcha, salto, baile, equitación, etc.
71^ DE LA GRAVEDAD COMO AGENTE ETIOLÓGICO,
Queda, pues, establecido, que toda desviación hacia la línea horizontal
del plano del estrecho superior de la pelvis es peligrosa.
Los efectos de la gravitación en la hipcdestacion son muy distintos
según que la mujer esté en inacción ó en ejercicio. Guando los músculos
no trabajan, la circulación languidece y la sangro gravita en las partes
bajas del cuerpo, en donde se estanca más ó menos pasajeramente; de
ahí plenitud de los vasos, hiperemia hipostática, que en la mujer se
acentúa más en los órganos reproductores, y si el orgasmo menstrual
coincide con esto, naturalmente el trastorno de circulación será más
notable.
Gomo consecuencia práctica, por lo tanto, del estudio precedente,
puede formularse un precepto profiláctico-higiénico como sigue:
Regla general: Toda mujer, que quiera conservar la salud, debe cuidar
de que su pelvis guarde la inclinación normal durante la bipedestacion,
y de no permanecer mucho tiempo en esta actitud sin hacer ejercicio
(marcha, danza, carrera, ejercicios gimnásticos de cualquier especie).
Los pies y las piernas se han hecho para moverse; la bipedestacion no ha
sido nunca una posición de descanso.
b.-De la actitud sésil.
No hay duda de que la posición sentada es una actitud saludable y
natural, como lo indican la conformación de la pelvis y el grosor y la
redondez de las tuberosidades isquiáticas; con todo, existe un modo peli-
groso de sentarse las mujeres.
En la actitud sésil, como en la bípeda, es necesario que la pelvis
guarde su inclinación normal, y además que el cuerpo no permanezca
completamente inactivo.
El apoyarse contra el respaldo de la silla da por resultado la incurva-
cion de la columna vertebral y una aproximación del plano del estrecho
superior á la línea horizontal, resultando lo que antes hemos manifestado
(gravitación de las visceras abdominales sobre las pelvianas, etc.)
Hay más: los músculos de las paredes abdominales, que, según expre-
sión de Aveling, están en la misma relación con la columna vertebral
que la cuerda con el arco, que tienen por objeto mantener erecta la
espina dorsal, al apoyarse ésta contra el respaldo de la silla, quedan
aquellos relajados, y, por consiguiente, queda nula la acción contentiva
que ejercen sobre la masa visceral, la cual es abandonada entonces
completamente á la gravitación, y cuyo peso muerto produce la dislo-
cación de las visceras pelvianas, la distensión de las paredes abdomi-
nales y la deformidad denominada venter proptmdus.
Nuestras abuelas, que tan ridiculizadas han sido por sentarse tan tie-
sas en las sillas y porque desdeñaban apoyarse en el respaldo y recos-
tarse en muelles asientos, estaban más en lo razonable que nuestras
mujeres.
La actitud sentada, por lo tanto, no se tomará tampoco como una
actitud de descanso, siendo necesarios los esfuerzos musculares para
evitar la gravitación sanguínea y el retardo de la circulación. Decidida-
mente es una mala costumbre la de dormir en una silla. No llegaré, sin
embargo, á la exageración de llamar á la silla, como hace un autor, la
HIGIÉNICO Y TERAPÉUTICO EN LA MUJER. 713
máquina más perfecta que se ha inventado para torturar á los hombres,
y sobre todo á las mujeres; ni sostener, con Lady Montagne, en su Viaje
al Oriente, que el mejor modo de sentarse es á la turca; pero es indudable
que, en un diván de poca altura, la actitud sésil cumple mejorías condi-
ciones que antes hemos apuntado; en un diván las piernas quedan sos-
tenidas por el ancho del asiento; es mucho más fácil el cambio de posi-
ción, cuando fatiga la actitud sentada, el reclinarse y sino echarse.
La posición reclinada, que no es más que la sentada, que se acerca
algo á la horizontal, no merece capítulo aparte. Más perniciosa que la
sentada porque exagera las inconvenientes posiciones del apoyarse en
el respaldo de la .silla, la actitud reclinada puede sólo admitirse como
actitud temporaria, debiendo ser rechazada la fascinadora actitud que
muchas de nuestras mujeres, de lo llamado high Ufe, adoptan en el salón
y en el coche, en el palco y en el houdoir.
c — Decúbito horizontal.
Son dignas de men ;ionarse las causas naturales que nos hacen adop-
tar varias aptitudes en una sucesión regular, desde la erecta á la sen-
tada, de ésla á la reclinada y horizontal. En la posición erecta, las pier-
nas son las primeras en sentir la incomodidad; para remediarla recurri-
mos entonces á la actitud sésil. En esta actitud el peso de los brazos
es al poco tiempo causa de otra incomodidad, pues molestan sobre el
pecho y sobre el vientre; búscase una mesa, ó el respaldo ó los brazos de
la silla para reclinarse, pero no tardan los codos en quejarse de su carga
insoportable, y tenemos entonces que recurrir, por último, á la posición
horizontal.
Aun en esta posición, la gravitación hace de la suyas, ciertamente
que en menor escala: díganlo sino las hiperemias hipostáticas de los pul-
mones en los enfermos largo tiempo postrados en cama.
Por lo demás, esta posición horizontal es de gran utilidad para res-
tablecer el equilibrio de la circulación, que se hubiese podido alterar
durante el dia por la posición erecta: las venas dilatadas de las piernas
y de la cavidal pelviana recobran su calibre normal y su circulación se
regulariza durante la noche por la posición horizontal.
Precisa, sin embargo, estudiar cada una de las posiciones secunda-
rias que pueden guardarse dentro del decúbito horizontal. De todas ellas
la supinación es la peor: además de los inconvenientes de dejar la boca
abierta, la lengua seca, de producir ensueños penosos, etc., de que no
nos incumbe tratar aquí, la pelvis guarda una posición en que no se
libra del todo de la gravitación de las visceras abdominales y de la veji-
ga, que se llena de orina durante el largo espacio de la noche. Por el
contrario, en el decúbito lateral ó en la pronacion, las visceras pélvicas
tienen una tendencia á salirse de la pelvis, precisamente lo contrario de
lo que sucede durante el dia, y por lo tanto conveniente para el restable-
cimiento del equilibrio.
Pero hay algo más á que atender. La cama no debe ser blanda: las
caderas de la mujer, que, siendo una de las partes más voluminosas de
su cuerpo, pesan también considerablemente, se hunden en los colchones
muelles, y entonces el cuerpo está en una posición más ó menos incli-
714 DE LA GRAVEDAD COMO AGENTE ETIOLÓGIGO,
nada como durante el dia; ya hemos visto que no es esto lo más conve-
niente. Si el colchón es duro y el lecho es llano, la pelvis, por la misma
razón de que es la parte más voluminosa, se mantiene también más alta;
en cuyo caso la sangre, siguiendo siempre la acción de la gravedad,
tiende á salirse de la pelvis y por lo tanto cumple con las condiciones
prestablecidas.
En resumen: en el decúbito horizontal, la mejor posición es de lado,
y así parece indicarlo la naturaleza con las anchas y redondeadas super-
ficies de los trocánteres; sin embargo, lo mejor es no guardar posición
alguna durante un tiempo demasiado largo; para evitar esto y para evi-
tar que las caderas se hundan en la cama, se hará uso de una cama plana
y no muy blanda. Con esto terminamos la primera parte ó estudio de las
principales actitudes y podemos pasar á la segunda.
B. — ^TRASTORNOS OCASIONADOS POR LAS ACTITUDES.
Hemos demostrado, al empezar nuestra tarea, y aquí hemos de dar
por sentado, que la posición no tiene acción sobre los órganos, sino en
tanto que son movibles y en tanto que gozan de gran vascularidad.
A estas dos condiciones se refieren, pues, los trastornos que la acti-
tud puede ocasionar: trastornos de posición de los órganos (dislocación)
y trastornos de la circulación.
Estos trastornos no siempre se presentan separados en la práctica,
sino que acostumbran las dislocaciones á acompañar á los trastornos de
vascularización. Ya Becquerel habia echado de ver que las desviaciones
uterinas se presentan en una proporción extraordinariamente mayor, de
los 15 á los 40 años, es decir, en el período en que los órganos sexuales
de la mujer gozan de mayor vitalidad, en que su vascularidad está en
ejercicio. No obstante, para facilitar el estudio, no hay inconveniente en
presentarlos separados en dos artículos.
ARTICULO PRIMERO.
Dislocaciones de los órganos pelvianos producidas por la posición.
Las causas generales, que Thomas señala para la dislocación de \\
matriz, son las mismas que las relativas á todas las demás visceras intia-
pelvianas. Bajo este concepto las estudiamos en el orden siguiente:
!.• Toda influencia que aumente el peso del órgano. (Este grupo
viene en apoyo de lo que antes hemos dicho sobre la influencia de la
vascularidad que, aumentando el peso de los órganos, es causa de
ectopías.)
2.* Toda influencia que debilite sus medios de fijeza. (El estudio de
esta causa general no nos incumbe en el presente trabajo.)
íí.* Toda influencia que disloque el órgano mediante una fuerza de
atracción ejercida sobre el mismo. (Tampoco es de nuestra incumbencia.)
4.* Toda influencia que obligue al órgano á abandonar su posición.
(Esta cae de lleno bajo nuestro punto de vista.)
En efecto, por la posición ó actitud se obliga á estos órganos flotantes
HIGIÉNICO Y TERAPÉUTICO EN LA MUJER. 7i5
{visceras abdominales y pelvianas) á abandonar su posición, se las puede
dislocar temporariamente; no hay, pues, duda de que la acción conti-
nuada de esta causa puede dar por resultado la ectopia definitiva de
todos y cada uno de los órganos contenidos en la pelvis, empezando por
la vulva y vagina, la uretra y la vejiga y los uréteres, hasta el útero y
ovarios y trompas y recto.
Lo que á nosotros verdaderamente interesa son las dislocaciones de
la matriz y de los ovarios; el estudio de lo demás nos extralimitada ex-
cesivamente.
a.— Dislocaciones del útero.
La gran movilidad de esta entraña la hace extremadamente apta para
ser dislocada; está tan ligeramente atada en el interior de la cavidad
pelviana, que puede decirse con Smith, el célebre ginecólogo londinense:
que durante la vida de la mujer jamás está completamente en reposo.
La alternativa de plenitud y vacuidad del recto y vejiga, el incesante
subir y bajar del diafragma, no la dejan punto de reposo. Y este movi-
miento continuo le es tan natural, que le es necesario; recuérdese sino
la extructura de sus venas sin válvulas y se verá la importancia de estos
perpetuos movimientos para facilitar la circulación en esta viscera.
Por esto sucede que las dislocaciones ligeras y las dislocaciones
momentáneas ó temporarias no pueden considerarse como anormales en
el útero; tan sólo cuando sean exageradas ó permanentes deberán consi-
derarse como causas de trastornos funcionales.
Prolapso. — En la posición erecta, á cada paso que dá la mujer, y casi
al menor esfuerzo, desciende algún tanto el útero y se produce un ligero
prolapso; pero cuando el útero, no grávido, está sano, esto es, no sufre
trastorno alguno de circulación, que aumente su peso específico y su
peso absoluto, normalmente muy escaso, ese descenso ó prolapso se
efectúa en un grado tan remiso, que no produce trastorno alguno.
Pero cuando el útero está aumentado de volumen ó de peso, á con-
secuencia de hipertrofia, preñez, sub involución (ó sea regresión incom-
pleta después del parto), tumores, pólipos, etc., entonces es sumamente
fácil el prolapso; con todo, la causa más frecuente de esta dislocación
uterina es el levantarse demasiado pronto después del parto: la posición
erecta cuando el útero no se ha normalizado aun. En este caso, no sólo
el útero pesa más de lo regular (primer grupo de los casos de disloca-
ción de Thomas), sino que los ligamentos y tejidos, que sostienen la ma-
triz, están sumamente relajados por efecto de la parturición (segundo
grupo de causas de Thomas). La posición reclinada es también causa de
esta clase de dislocaciones de mayor ó menor grado, cuando el útero no
tiene sus condiciones normales de peso y volumen, así como cuando la
pelvis no tiene su inclinación normal; en la posición erecta las vis-
ceras abdominales pesan, como hemos visto, sobre el útero, y lo em-
pujan hacia abajo.
Si bien no todos los casos de prolapso son producidos por las causas
apuntadas, sin embargo, por el mecanismo de su producción, todos pue-
den considerarse como la consecuencia de la posición erecta, ó de la
716 DE LA GRAVEDAD COMO AGENTE ETIOLÓGICO,
inclinación viciosa de la pelvis (estrecho superior en un plano hori-.
zontal).
El tratamiento, pues, habrá de consistir en rectificar las malas posi-
ciones pelvianas y en evitar la presión exajerada de los vestidos. Las
malas posiciones pelvianas se corregirán con aparatos mecánicos, que
impriman á la columna vertebral las curvas normales, ó bien por me-
dios indirectos: ejercicios gimnásticos, excitar el desarrollo de los mús-
culos dorsales que enderezarán la columna vertebral; esto podrá lograr-
se, según Avelling, por medio de una faja ancha en el pecho y con un
peso en la parte anterior de ella; entonces el cuerpo, luchando por man-
tenerse erecto, tiene en ejercicio continuo los músculos sacro-lumbares
y dorsal largo que, trabajando más, se desarrollan más, y una vez se
quita el peso enderezan la columna vertebral por su propia tonicidad.
En cuanto á la posición que deberá adoptarse para reducir el pro-
lapso uterino, hay que aconsejar el decúbito horizontal con la pelvis le-
vantada; á esta posición se debe sin duda el éxito de muchas operacio-
nes practicadas para reducir el útero, pues se manda á los enfermos
que le guarden durante la curación de la herida. En los casos acentua-
dos y de larga fecha, no debe esperarse gran alivio; sin embargo, Gom-
bault (4) dice, que es .necesario prescribir esta posición sostenida tanto
como sea posible. Deben las pacientes evitar las posiciones erectas y sen-
tadas mantenidas por un espacio de tiempo demasiado largo; pueden pa-
sear, pero con la ayuda de un sosten artificial (pesarlo), y cuando no
hacen ejercicio es preciso que se echen en cama todo el tiempo posible
con la pelvis alta.
Lisfranc aconsejaba á sus enfermas el decúbito supino en una silla
larga; pero como no se cuidaba de mandarles hacer algún ejercicio, so-
brevino al cabo de algún tiempo un agotamiento de fuerzas, que le hizo
renunciar en sus últimos años de práctica á esta medida de la posición,
tan racional y tan útil debidamente empleada.
Anteversion y aníeflexion, — Pueden sin inconveniente estudiarse
juntas bajo el punto de vista del modo cómo han sido influidas por la
posición, pues está misma es capaz de producir, por un mecanismo aná-
logo, anteversion ó anteflexion, según los casos.
La inclinación normal del útero hacia la parte anterior puede exage-
rarse á consecuencia de la permanencia prolongada en la posición erec-
ta ó inclinada hacia delante, y esta tendencia se aumentará naturalmen-
te en los casos en que el útero esté aumentado de volumen, por embara-
zo, tumores en la parte anterior del mismo, etc. El carácter de la des-
viación (flexión ó versión) será determinado por la consistencia del
tejido uterino.
Por causas indirectas puede también producirse la desviación del
útero hacia su plano anterior: la misma inclinación pelviana defectuo-
sa, que hemos señalado como causa del prolapso, y las presiones por tu-
mores ováricos ó abdominales obrarán indirectamente sobre el órgano
produciendo su inclinación.
El tratamiento natural, por lo que hace á la postura, en esta clase
(1) Dictionnaire des Sciences medicales, p¡í\BLbViX Decubitus.
HIGIÉNICO Y TERAPÉUTICO EN LA MUJErt. 7i7
de desviaciones, ha de ser evidentemente el decúbito supino. La simple
reclinación del cuerpo, ó posición reclinada, suele ser de poca utilidad.
Puédese además aconsejar que se retenga la orina tanto como sea posi-
ble, para que manteniéndose llena la vejiga ayude al efecto de reposi-
ción del útero.
Retroversion y retroflexion. — Suelen ser la consecuencia del aumento
de peso del útero ó de tumores en su parte posterior. Si existe tendencia
á la desviación uterina por relajación de sus ligamentos y medios natu-
rales de unión, esta desviación tendrá lugar hacia atrás, si la mujer tie-
ne hábito de guardar la posición reclinada del decúbito supino.
Entre las causas indirectas de retroversion debe considerarse, como
una de las más comunes, la distensión de la vejiga por retención de ori-
na. Las mismas causas, que hemos apuntado al tratar del prolapso ó
caida del útero, también podrían tener aquí cabida. ¿Cómo no, si el úte-
ro en los prolapsos pronunciados, siguiendo el eje de la pelvis menor,
debe encontrarse en completa retroversion?
El tratamiento racional de la retroversion y retroflexion es el decú-
bito horizontal en la posición prona. La posición postrada, si pudiese
sostenerse mucho, seria de gran utilidad. Lisfranc refiere la anécdota
curiosa de una señora que, sufriendo de una retroversion uterina y ha-
ciéndola objeto de sus plegarias, notó que tan pronto como se ponia en
actitud postrada ó arrodillada menguaba notablemente la molestia y que
por la constancia en sus oraciones en dicha actitud logró el alivio com-
pleto de su dolencia.
Débese atender también preferentemente al estado de la vejiga, no
permitiendo que se deposite la orina en gran cantidad, y ha de li-
brarse al abdomen de toda posición inconveniente. El peso de los vesti-
dos puede ser soportado por los hombros mediante tirantes á propósito.
Inclinación á los lados. — Cuando existe ya alguna inclinación lateral
de la matriz, sea congénita, sea adquirida, hay también una tendencia á
inclinarse más todavía, mayormente cuando es efecto de tumores, fibroi-
des, estados hiperémicos, ó bien consecuencia de la relajación de uno
de los ligamentos redondos, del hábito de dormir siempre del mismo la-
do, ó resultado de caidas violentas sobre un costado, por la claudicación
de un miembro en la coxalgia, etc.
Las desviaciones á los lados no van acompañadas de tantos síntomas
como las desviaciones realizadas en el plano ántero-posterior.
Es muy común una ligera inclinación lateral derecha, cuya causa no
se ha podido encontrar todavía, pues á los que aseguran que es debido á
la costumbre de dormir del lado derecho, se les puede decir que se ha
comprobado esta inclinación en muchas mujeres que tenian la costum-
bre de yacer del otro lado; esto es, sin embargo, una excepción. La pos-
tura alivia en gran parte las molestias causadas por las desviaciones la-
terales y es lógico y natural que la enferma descanse del lado opuesto á
la inclinación uterina.
718 DE LA GRAVEDAD COMO AGENTE ETIoLÓGICO.
b.— Dislocación de los ovarios.
Estos movibles órganos que, según la feliz expresión de un anatómi-
co, pueden considerarse como flotando al áncora déla cavidad abdomi-
nal, son sumamente aptos para ser dislocados, obedeciendo á las fuerzas
varias que sobre ellos pueden obrar y obran de hecho. Aun en estado
normal, á causa de sus peculiares condiciones, están condenados á su-
frir considerables variaciones de extructura y de peso y volumen; están
tan pronto anémicos y de escasa magnitud; tan pronto hiperemiados y
de un tamaño bastante mayor. En este último estado, por razón de su
peso, están más expuestos á ser afectados por la gravitación.
Prolapso de los ovarios, — Es su forma más frecuente de dislocación, y
asi es lo racional, ya que todo aumento de pefeo de estos órganos, favore-
cido ó no por una viciosa inclinación de la pelvis y por la relajación de
sus vínculos naturales (ligamentos del ovario y ligamentos anchos), ha
dado por resultado la tendencia del órgano hacia el fondo pélvico. Hé
aquí lo que se llama precisamente prolapso.
Rigby describe el tratamiento del prolapso ovárico por la posición
como sigue: «La posición prona constituye no solo un valioso recurso
para aliviar el prolapso del ovario, sino también un activo medio para
restablecer gradualmente al órgano en su posición natural. La posición
sobre los codos y rodillas (kuee-elbow position), mantenida uno ó dos mi-
nutos antes de tomar la posición prona, es frecuentemente un buen me-
dio, y la enferma tiene inmediatamente conciencia de que el ovario se
ha movido por el súbito alivio que experimenta en este caso».
Pasaré por alto la ascensión del ovario, por ser infrecuente, y la her-
nia, por no ser en muchos casos otra cosa que un prolapso exagerado.
ARTICULO IL
Trastornos circulatorios ocasionados por la posición.
Al principio de este trabajo hemos apuntado la amplitud del riego
vascular de los órganos pélvicos femeninos, lo cual nos hizo deducir
cuan abonado habia de ser el terreno para cambios morbosos en la cir-
culación producidos por las influencias de las actitudes.
En la enumeración de estos trastornos el orden será lo de menos.
Varias hemorragias, hematoma, trombosis, hipersecreciones, estados
catarrales crónicos, edemas, hipertrofias, hiperplasias, ulceraciones, hi-
perestesias, todo esto, y más aun, puede ser consecuencia de una actitud
ó de una posición viciosa.
a.— De la vagina.
La extremada vascularidad de este órgano es causa de frecuentes
disturbios hiperémicos, y los numerosos plexos venosos, que la rodean,
están más particularmente abocados á afectarse por la influencia de la
postura. Guando las venas se obstruyen. por presiones ejercidas por el
HIGIÉNICO Y TERAPÉUTICO EN LA MUJER. 719
Útero grávido ú otras causas mecánicas, las paredes de la vagina toman
un color purpúreo y están sembradas de manchas oscuras de sangre ex-
travasada (equimosis). Es preciso tener presente que, como las venas y
las arterias corren unas al lado de otras, la misma obstrucción mecá-
nica, que retarda la circulación venosa, debe también impedir la arterial,
y como consecuencia debe existir una hiperemia semejante á la /«pocar-
diacay ó por disminución de la fuerza del corazón. Guanta menor sea la
fuerza de la sangre afluente, menor será á proporción la fuerza de la
circulación de retorno y de ahí los trastornos que voy á estudiar. .
(a) — Varices.— Un estado hiperémico prolongado de la venas vagi-
nales conducirá naturalmente á la pérdida del resorte, á su dilatación, y,
si ésta es acentuada, pueden verse y tocarse proyectándose en relieves por
la superficie mucosa. Este estado anormal y peligroso de los vasos vagi-
nales es generalmente debido á la permanencia ó posición erecta du-
rante el embarazo, pero puede tener también un origen hipostático.
El tratamiento por la postura será no permanecer mucho tiempo de
pié ni sentarse en una silla en posición erecta, pasearse con intervalos
apropiados, y durante el reposo guardar la posición horizontal.
(b.) — Hemorragias. — La formación de varices en el conducto vaginal,
al mismo tiempo que constituye un obstáculo mecánico para la marcha
del parto, es causa de temibles peligros por las hemorragias violentas
que pueden ocurrir. No son raras las hemorragias graves, y hasta fatales^
por roturas de varices vaginales. Cuando esto ocurre, el tratamiento por
la posición adecuada es un gran recurso. Levántense las nalgas, déjense
bajos los hombros y parte superior del cuerpo y se verá disminuir inme-
diatamente el flujo, y sólo entonces se podrá esperar buen éxito de los
demás hemostáticos.
(c.) — Hemaioma, — Puede ser submucoso ó pelviano. Se han obser-
vado algunas veces tumores sanguíneos en las paredes de la vagina debi-
dos á roturas de las venas dilatadas; esto puede ocurrir en el parto,
durante el descenso de la cabeza del feto, ó por cualquier otra causa
que aumente de pronto la presión lateral sobre las paredes de los vasos.
Si se nota en el momento de su formación, la posición indicada será
naturalmente la de las hemorragias pelvianas: levantar la pelvis; pero
una vez fraguado el hematoma, sobre todo si es pelviano, será tal vez
conveniente dar cierta oblicuidad al tronco para tratar de dirigir el con-
tenido del hematoma y su probable supuración á un sitio de fácil ac-
ceso, ya que son bien conocidos la tendencia y caminos que sigue el pus
para abrirse por el lado más declive y menos resistente.
(d.) — Uiper secreción. — La leucorrea vaginal es uno de los desórdenes
más comunes y pertinaces á que están expuestas las mujeres. Puede ser
sin duda originada por muy distintas causas, pero la posición tiene
ciertamente una importante influencia en su producción. La prolongada
bipedestacion, la actitud sentada ó la reclinación dorsal son causas fre-
cuentes de esta afección, y durante el embarazo se presenta también á
menudo, como consecuencia de los éxtasis venosos de la pelvis produci-
dos por la presión uterina.
La posición tiene el mismo poder para ataccir la leucorrea vaginal
que para ocasionarla. Los moderados ejercicios de paseo no deben pro-
720 DE LA GRAVEDAD COMO AGENTE ETIOLÓGICO,
hibirse; pero durante el reposo, la posición prona ó el decúbito lateral y
dorsal, alternando, no sólo disminuyen el flujo sino los síntomas que sue-
len acompañarle.
(e). — Hipertrofia. — Por un riego sanguíneo exagerado de la mucosa
vaginal, no sólo tiene lugar el trastorno puramente funcional del aumento
de secreción, sino que crece el espesor de las paredes de la vagina y hasta
pueden llegar á dar nacimiento á pólipos, tumores fibrosos, etc.
El tratamiento por la posición será el que tienda á reducir la hipere-
mia pelviana ya indicado más arriba.
b.— Del útero.
De todos los órganos del cuerpo no hay otro como el útero, tan sujeto
á trastornos hiperémicos, tomada esta palabra en su sentido más lato.
Durante la vida sexual de la mujer, no está un momento siquiera en
completo quietismo; los cambios que sufre en el cumplimiento de sus
varias funciones le son peculiares y no tienen análogos en la econo-
mía. Está profusamente regado de sangre, que le llega por numerosos
vasos, los cuales constantemente reciben nuevos aflujos de sangre para
abastecer las necesidades de los variados actos funcionales. Guando aca-
ba un estado hiperémico, empieza otro; si al mismo tiempo una causa
cualquiera impide el debido reflujo sanguíneo, el órgano aumentará ne-
cesariamente de volumen y presentará tarde ó temprano todas las se-
cuelas ordinarias de la hiperemia.
(a). — Varices. — La dilatación de las venas uterinas es, según todas
las probabilidades, una afección no muy común; rara vez se le encuen-
tra en los exámenes poat mortem, porque en este caso ha cesado ya toda
tensión vascular, y, por lo tanto, la tensión anormal, el aspecto anor-
mal, se borra y escapa á la investigación. En ocasiones se pueden apre-
ciar varios en el cuello del útero durante la vida, por medio del espécu-
lum, y su existencia es también conocida durante ó después del parto
por la hemorragia que causa su rotura. Un prolongado tratamiento por
la posición indicada arriba, además de que podemos llamarla anti-hipe-
rémica, reducirá, á no dudarlo, la dilatación varicosa y dará á las venas
la probabilidad de volver á su calibre normal.
(b). — Hemorragias. — La hemorragia, que algunas veces es tan de-
sastrosa por sus resultados, es en otras más bien una gran ventaja para
un órgano tan profusamente abastecido de sangre como el útero, pues le
permite disminuir en pocos momentos su excesiva abundancia y rebaja
•?u repleción.
La metrorragia es muchas veces complemento, la consecuencia de una
hiperemia pasiva; si los vasos superficiales, ya por gravitación, ya por
obstrucción, se llenan demasiado, se rompen, y por esta válvula de se-
guridad se restablece pronto el equilibrio de la presión.
Guando existen condiciones morbosas de origen hiperémico ó flogfs-
tico, es mucho más fácil la hemorragia, porque las venas en las hipere-
mias activas se dilatan poco y entonces es naturalmente más fácil que
estallen los capilares.
En el tratamiento de la metrorragia, el caso de una posición con-
HIGIÉNICO Y TERAPÉUTICO EN LA MUJER. 721
veniente es el más satisfactorio y se hace evidente por la razón ad adver-
suniy de que una mujer raetrorrágica, que se coloque en posición erecta,
inmediatamente vé aumentar de un modo notable el flujo. Es, pues, de
la mayor importancia que una mujer, que sufre de hemorragia uterina,
guarde desde luego la posición horizontal con la pelvis levantada tanto
como se pueda relativamente al nivel délos hombros.
(c). — tf^maíoma.— Extravasación de sangre en el útero producida por
la rotura en el interior del tejido de varices ó de vasos de paredes débi-
les á consecuencia de otros procesos inflamatorios anteriores, etc.
En todos los casos de hemorragia, sea externa ó interna, debe adop-
tarse, como se ha dicho antes, la posición horizontal.
(d). — Hipersecrecion mucosa — El menos práctico en Ginecología co-
noce perfectamente ese flujo filamentoso, pertinaz, que mana del orificio
uterino, el cual apenas puede limpiarse del todo con una bola de hilas.
También sabe que, cuando hay esta secreción, tiene ante sí una afección
muy rebelde y que apurará todos sus recursos y paciencia. La causa de
este flujo es un estado hiperémico del cuello uterino, y su origen estriba
en la extructura glandular del canal cervical.
Tal vez el cuello uterino, siendo la parte más baja, está más expues-
to á las hiperemias que el cuerpo; pero también puede ser que un au-
mento del riego sanguíneo obre directamente sobre las glándulas y de
aquí la secreción mucosa. Siempre que una secreción excesiva fluye por
el orificio uterino, debe ser considerada como síntoma infalible de hipe-
remia; la historia del caso demostrará si es de carácter activo ó pasivo;
pero cualquiera que sea la conclusión á que se llegue sobre este punto,
el adoptar la posición contraria, desfavorable á la congestión pélvica,
ayudará en gran manera al buen éxito de cualquier otro tratamiento.
No hay agente alguno capaz de curar definitivamente la leucorrea uteri-
na, si la paciente, por elección ó por necesidad, contmúa pasando la ma-
yor parte de su vida de pié ó sentada en posición erecta ó reclinada.
(e). — Edemas. — No puede existir largo tiempo un estado hiperémico
del útero, sin que pronto vaya seguido de efusión serosa en los intersti-
cios de su tejido. A consecuencia de esta trasudación, el órgano au-
menta de volumen, se reblandece y está más abocado á las ectopias. Los
tumores fibrosos del útero pueden también volverse edematosos, en es-
tos casos; tanto ellos, como el útero, pueden variar rápidamente de volu-
men, según la posición que se guarde: una noche ó un dia ó dos de
guardar cama reduce el tamaño muy sensiblemente. Este hecho indica
bien el tratamiento apropiado.
(f). — Hipertrofia. — Es excesivamente frecuente en sus variadas for-
mas, y puede ser difusa, circunscrita, parcial, etc. Cualquiera de estas
puede ser originada muy bien por una hiperemia pasiva. Es curioso que
estos incrementos anormales pueden estar también afectados del mismo
trastorno de circulación que les dio origen; en efecto, las partes más
declives de la hipertrofia, estando distendidas por la hiperemia hipostá-
tica, pueden ser asiento de hemorragia, hematoma, edema, exulcera-
cion, etc. Hasta qué punto estas nuevas formaciones son capaces de de-
generar en otros tipos malignos, no está definitivamente decidido. La
proliferación del tejido (Conjuntivo puede ser efecto de estas condiciones.
7-2t2 DE LA ÜHAVKDAD COAlÓ AGENTE ETIOLÓGIGO,
) aunque parezca que, haciendo al útero más denso, tenga influencia cu-
lativa sobre la hiperemia hipostática, sin embargo, lo grave es que el
tejido conjuntivo sustituye pronto al tejido propio del órgano y por lo
tanto impide seriamente su funcionalismo.
No es infrecuente el poder descubrir estados de hipertrofia del útero
en casos de hiperemia causada por la posición. Una vez que existen estas
condiciones hipertróficas, tienen doble influencia en el aumento del daño,
pues, por esa simple presencia, determinan hiperemias activas en las
regiones inmediatas, y por su tamaño y peso dislocan el órgano, y, gra-
vitando sobre los vasos sanguíneos, aumentan la hiperemia que origi-
nariamente las produjo.
La posición, como medio de tratamiento, por lo tanto, no debe ser
descuidada en estos casos. Por este medio puede combatirse la forma
hipostática de la hiperemia, y, guardando sucesivamente varias posi-
ciones, la hiperemia mecánica, debida á las dislocaciones, se paliará sino
se remedia.
(q)— Ulceraciones.— Lbí erosión simple del cuello del útero ó del hocico
de tenca es extremadamente frecuente, y en general consecuencia de un
estado hiperémico y varicoso de la mucosa; pero se presentan también
ulceraciones que afectan otras formas y grados de profundidad, y que por
consiguiente tienen dimensiones distintas y un curso diferente. Pueden
también ser producidas de fuera adentro, por flujos irritantes de dentro
afuera, por efusiones sanguíneas ó serosas; pero se observará que unas
y otras son afecciones secundariamente hiperémicas, que pueden, como
hemos visto, ser producidas por la posición, y que, por lo tanto, este
mismo agente tendrá notable influencia en su tratamiento.
La posición horizontal siempre las alivia; disminuye el dolor y la
secreción que constantemente las acompaña. Y cuando á la posición ho-
rizontal se unen las más simples reglas higiénicas, puede conducirlas
á la curación completa, como se ha observado en casos recientes que
cita Avelling.
(h) — Hiperestesia. — Es muy raro que la hiperemia uterina no vaya
acompañada de una exagerada sensibilidad del órgano, y que la hipere-
mia esténica está ligada más ó menos á la posición se prueba porque el
dolor aumenta y se prolonga en duración con la posición de rodillas,
sentada ó bípeda y algunas ve-es aún con el más ligero cambio de posi-
ción.
El decúbito horizontal alivia esta penosa afección, por regla general,
y cuando menos, en el mero hecho de quitar toda tendencia al éxtasis
sanguíneo, será un gran coadyuvante de lodo otro tratamiento apro-
piado.
c— Del ovario.
Un órgano, que está expuesto constante y directamente á las hipere-
mias activas que acompañan á la ovulación, é indirectamente á fluxiones
concomitantes con otras funciones de la generación, ha de estar por
fuerza muy abocado á estas repleciones vasculares, que podrán ser au-
mentadas y perpetuadas por las formas pasivas y dependientes de la
postura de la hiperemia.
HIGIÉNICO Y TERAPÉUTICO EN LA MUJER. 723
(a)'-Hemon*agia. — Es sabido que el derrame de sangre por vasos
hiperemiados ó varicosos, que se rompen sobre la superficie ovárica,
puede presentarse en un grado tal de intensidad, que ocasione la muerte.
La hemorragia ovárica es una causa no muy rara de hematoma pel-
viano.
(b) — Hematoma, — La apoplegía del ovario, como se ha llamado alguna
vez, no es infrecuente. En las autopsias se encuentran coágulos de san-
gre derramada, variando su tamaño desde el de un guisante hasta el de
una naranja. El escape de sangre puede tener lugar, ya en los folículos,
ya en el estroma, y aunque la cantidad del derrame puede ser mayor
ó menor, según la posición, el tiempo de la ocurrencia suele ser tan
incierto, que es poco menos que imposible todo tratamiento por la po-
sición.
(c)— Hipertrofia. —El desarrollo ó proliferación del estroma, y más
especialmente de los tejidos que rodean á los folículos en el ovario, es
una consecuencia muy interesante de la hiperemia, pues á veces parece
ser el principio de los enormes quistes que tan fatales resultan para
muchas mujeres. Dice sobre esto Scanzoni:
«El punto de partida de este incremento de líquido es casi siempre
una hiperemia más ó menos prolongada de los ovarios. Esta hiperemia,
como se comprende fácilmente, se comunica á las paredes de los folícu-
los, y por este camino se convierte en causa de la hipersecrecion que
tiene lugar en su superficie interna, y el líquido segregado de este modo
puede permanecer en las vesículas de Graaf durante mucho tiempo,
pues las paredes hipertrofiadas de la vesícula hacen casi imposible su
rotura.
(d) — Hiperestesia. — La hiperemia ovárica rara vez deja de ir acompa-
ñada de dolor más ó menos agudo. Algunas veces este es excesivo y se
halla unido á síntomas de un carácter vario y complicado. Pues bien, la
ovaforalgia se alivia generalmente con la posición horizontal. El ejerci-
cio, que es tan necesario para la salud, puede tomarse como coadyu-
vante tolerable, teniendo por supuesto los ovarios sostenidos mediante
un aparato mecánico apropósito.
Terminado el estudio que nos habíamos propuesto, hemos de tratar de
formular, en proposiciones concretas, más ó menos prácticas, el resul-
tado obtenido del mismo, por lo cual establecemos las siguientes con-
clusiones:
4.' Los órganos reproductores de la mujer, por sus condiciones de
movilidad y vascularidad, están constantemente influidos por la posi-
ción ó actitud.
2.* Es peligroso para la mujer el que su pelvis no guarde el ángulo
normal de 54' á 60° durante la bi pedes tacion, así como la peligrosa per-
manencia prolongada en esta actitud sin hacer ejercicio.
3.* Es nociva para la mujer la permanencia prolongada en actitud
sentada, recostándose en el respaldo de la silla sin ejercicio, pues la
pelvis está en este caso en inclinación viciosa.
4.* Para restablecer el equilibrio de la circulación pélvica, que se
724 SOBRE LA SINDECTOMÍA PREVENTIVA.
hubiese podido alterar durante el dia, es bueno que la mujer guarde, du-
rante la noche, el decúbito lateral, ó mejor aún, que cambie frecuente-
mente de decúbito, durmiendo en una cama llana y dura.
5.* Las desviaciones de los órganos pelvianos (útero, ovario, etc.),
que pueden ser producidas por una actitud viciosa, deben ser tratadas
por otra actitud ó posición, en la cual el centro de gravedad de la viscera
dislocada se incline al punto opuesto á la desviación.
6.* Los trastornos de circulación de los órganos femeninos de la re-
producción (hiperemia, varices, hemorragias, edema, hipersecrecion,
catarro, hiperestesia), que pueden comprenderse en la acepción más
lata de hiperemias, — producidos ó no por las posiciones erectas ó incli-
nadas —deben ser tratados por la posición horizontal con la pelvis levan-
tada, posición que hemos llamado anti-hiperémica de los órganos pel-
vianos.
Damos con esto fin al estudio que nos hablamos propuesto hacer en
el precedente trabajo.
SOBRE LA SINDECTOMÍA PREVENTIVA.
rectificaciones.
Por El Dr. L. Corral.
Ya que el Dr. Barraquer se ha dignado examinar, en el notable traba-
jo que sobre La peritomia preventiva en las oftalmías blenorrágicas acaba
de publicar en esta Revista (1), la Pregunta sobre la sindectomia, que
dirigí al Dr. Osío en El Siglo Médico (2), me ha de permitir también que
rectifique algunos conceptos equivocados, que con este motivo me atri-
buye, sin duda, á consecuencia de haber leido muy de prisa mi artículo.
Mi incompetencia por un lado, y por otro las múltiples y continuadas
tareas de mi vida profesional, me impiden tomar otra parte en el bri-
llante debate, á que ha dado lugar la operación referida.
Debo hacer constar, en primer término, que yo no he atribuido pa-
ternidades ilegitimas á los Sres. Osío y Barraquer. He señalado solo la
solución más fácil que hubiera podido dar á mis dudas, á no tratarse de
personas tan notoriamente ilustradas como estos dignísimos compañeros.
¿Por qué olvida tan pronto el Dr. Barraquer su excelente consejo y me
hace decir lo que no he dicho?
Antes de juzgar mi citado artículo, bueno hubiera sido tener en cuen-
ta: 1.*^ que yo desconocía, cuando le escribí, los trabajos del Dr. Barra-
quer sobre la peritomia, inclusos los remitidos, que aunque de fecha
posterior, publicó antes El Siglo Médico; y 2." que le escribí bajo la im-
presión de una carta del Dr. Osío en que se reclamaba apresuradamente
(1) Núms. 38, 42 y 43.
02» Núm. 1487.
SOBRE LA SINDECTOMÍA PREVENTIVA. 725
la prioridad de la exciAon de un trozo de conjuntiva bulbar como medio
profíláctico de las lesiones corneales en las oftalmías purulentas (1). A
esta carta me refería en un todo al pedir á dicho señor más datos acerca
de su idea, que me acusaba de no comprender, por lo mismo que no ha-
llaba en ella la novedad que suponía aquella reclamación de prioridad de
parte de tan distinguido oftalmólogo. Este, y no otro, es el espíritu de
mi artículo. Y qué contestaciones se han dado á mis dudas? Las repetiré
en todo su armonioso desacuerdo, y de ellas mismas podrá deducir cual-
quiera, que mi pregunta no debia de ser tan ociosa, ni tan fuera de
lugar.
El Dr. Osío, conforme en que no solo es vieja la operación, sino tam-
bién su aplicación en las oftalmías purulentas, en las que la ha practica-
do (y cita de ello un caso notable), me enseña (2) que la novedad está
precisamente en practicarla un poco antes de lo que dicen los autores;
en adelantarse d la formación del quémosis; en hacerla, en una palabra,
tan pronto como se sospeche el desarrollo de la enfermedad. La novedad
de la operación se reduce, pues, como decia el Sr. Naranjo Rute, al mo-
mento critico de realizarla, lo cual habia yo desechado al leer la carta del
Dr. Osío, entre otras razones, por parecerme poco practicable, tratán-
dose de enfermedades en que el quémosis suele presentarse desde los
primeros momentos. Pero viene luego el Dr. Barraquer y, sintiendo aca-
so esta dificultad, califica de exagerado el consejo del Dr. Osío y propone
anticiparse, no al quémosis, sino á la queratitis, excindiendo la conjun-
tiva, aun ciuindo esté ya elevada en forma de quémosis (3). En este caso,
que desde lusgo será el más frecuente, ¿en qué se diferencia el tiempo del
aconsejado por los autores, que también recomiendan la excisión conjun-
tival antes de afectarse la córnea? ¿Dónde está la novedad? Dónde está mi
error?
Pues mi error estaba, y el del Dr. Oliveros y probablemente también
el del Dr. Osio (puesto que no ha hecho distinción alguna al contestar-
me), en confundir la peritomía con la excisión del quémosis, que á jui-
cio del Dr. Barraquer son dos cosas distintas. Las palabras del Dr. Cor-
ral como las del Dr. Oliveres, dice, entrañan una confusión entre la ope-
ración del quémosis y la peritomía, y estas dos operaciones difieren á mi
modo de ver y en el sentir de los A. A.
No me habia ocurrido, á la verdad, que existiese diferencia alguna
esencial entre la excisión de la conjuntiva, como operación del quémo-
sis, y la misma excisión, como preventiva de la queratitis purulenta. Ni
las variaciones de nombre, ni las diferentes indicaciones, si las hubiese,
ni los perfeccionamientos ó modificaciones, en el proceder operatorio,
(1) El Siglo Médico, núm. 1480.
(2) El Siglo Medico, núm. 1488.
(3) Articulo citado pág. .'49 y 588. -Difícil, muy difícil, será conciliar las ideas
del Dr. Osío con las delDr. Barraquer. Estos Sres. están discordes, no ya solo en la
té.-iria, sino hasta en loque ellos dan como más constitutivo y característico de la
operación.
Y oo se hable aquí de' fin profíláctico que ambos st* proponen; porque prevenir las
esiones corneales ha sido siempre el desiderátum en el trati^miento de las conjun-
ivitis purulentas.
726 SOBHE LA SINDECTOMÍA PREVENTIVA.
creí que bastasen nunca para considerar distintas estas operaciones.
Claro es que Fournari noexcindia ya la conjuntiva como sus anteceso-
res, ni Wecker como Fournari, ni el Dr. Barraquer, y los que sigan
practicándola, lo harán tal vez de la misma manera que aquellos, y luego
se podrá optar entre tres ó cuatro procedimientos (no muy distantes á
mi ver); ¿pero no será por eso la misma operación?
En la última edición de la obra de Nélaton se citan, hablando del pan-
nus, dos procedimientos de excisión conjuntival: la circuncisiony la sin-
dectomia; y tan son procedimientos que el mismo Wecker hace sinóni-
mas estas dos palabras, y se ocupa de una sola excisión de la conjunti-
va. Fournari, dice, la ha introducido de nuevo, (1). Meyer habla de la
operación del quémosis aparte de la sindectomla; ¿no será porque recha-
za precisamente el uso de la excisión en el quémosis? No debe olvidarse
además que, cuando la excisión de la conjuntiva ha merecido un estudio
especial, su uso en las oftalmías purulentas ha estado casi abandonado;
y que los que le siguen encuentran en el quémosis una disposición que
simplifica el proceder operatorio. Así tal vez puedan interpretarse, sin
necesidad de multiplicarlas excisiones de la conjuntiva, las citJis que
aduce mi ilustrado compañero.
Ix)s autores han practicado la excisión de la conjuntiva bulbar en las
oftalmías hlenorrágicas, y el fin inmediato ha variado según las ideas de
cada uno; Mackenzie y Nélaton la usaban como depletiva; otros, como
Tyrrel (excisión radiada), á título de desbridante) Sansón (2) y Rognetta
para suprimir el flujo destruyendo la conjuntiva; hoy el Dr. Osio para
prevenir el quémosis, y el Dr. Barraquer para limitar la inflamación (3).
El fin último ha sido para todos preservar la córnea. Pretender que en
los casos de estos autores se ha tratado siempre de operaciones del qué-
mosis (cuando algunos ni siquiera le mientan), y que únicamente en los
de los Sres. Osío y Barraquer se trata de sindectomías, me parece forzar
demasiado los hechos y abusar no poco de un nombre moderno.
¿Qué es últimamente la sindectomía? ¿No es sindectomía la excisión ó
tonsura conjuntival, que recomienda Fournari en el pannus?Pues com-
páresela con la que practicaba Rognetta niucJio antes en las oftalmías
blenorrágicas y que describe sumariamente con estas palabras (4): «Exa-
mino primero si es practicable la excisión de la conjuntiva; practico esta
operación á beneficio de tijeras curvas y de pinzas y recorto la mucosa
todo lo posible. Momentos después paso por encima el nitrato de plata,
recorriendo con él rápidamente la periferia de la córnea; y enseguida
aplico compresas empapadas de continuo en agua fría.» ¿No son estos
(1) Cirugía ocular, pág. 1 76.
(2) Dict. de Med. ct Je Chir, pract., art. Ophtalniie,
(3) La teoría del Dr. Barraquer se diferencia muy poco de la sustentada por
Sansón al recomendar en ciertos pannus una excisión conjuntival periquerática,
antes de hacer la inoculación blenorráglca, con objeto de aminorar, por medio de
la cicatriz resultante, la inflamación de la córnea.
El Dr. López Ocaña ha señalado esta coincidencia en unos preciosos artículos,
que lleva publicados sobre la cuest ion que nos ocupa.
(4) CoHvs d'Ophlnlnwhgie.
SOBRE LA SINDECTOMÍA PREVENTIVA. 727
casi los mismos detalles de Fournari? ¿Eran también las excisiones con-
juntivales de Sansón y Rognetta operaciones del quémosis?
Al decir esto no es mi dnimo promover nueva controversia: no tengo
empeño alguno en sostener mi opinión en este asunto. He querido solo,
como es muy natural, disculpar mi error en confundir la excisión de la
conjuntiva quemósica de los autores, practicada en los oftalmías hlenorrá-
gicOrS, con la excisión de la conjuntiva (quemósica también las m.ds veces)
del Dr. Barraquer (per itomía preventiva), practicada en la misma enfer-
medad»
Otros dos cargos me dirige el Dr. Barraquer, que no por ser mani-
fiestamente infundados, debo dejar sin contestación.
Copié yo á la cabeza de mi artículo un párrafo de Wecker, que entre
otras cosas, dice literalmente: «pero esta operación no solamente tiene
por objeto anular la nutrición de un pannus inveterado, obliterando los
vasos, etc., (1)»; y p »r un error de imprenta se publicó auxiliar en vez de
anular. Era tan manifiesta la errata, y tan notable la falta de sentido
que creí ofender á los ilustrados lectores del periódico pidiendo su recti-
ficación, tanto más, cuanto que podia comprobarse fácilmente la cita. El
doctor Barraquer, sin embargo, no lo ha entendido así, dejando mal pa-
rados á la vez mi veracidad y mis conocimientos, y me advierte que la
nutrición de un tejido no se auxilia obliterando los vasos... Hace ya al-
gún tiempo que, entre lo muy poco que sé, sabia esto; y estimo en lo
que vale á mi amigo el Dr. Barraquer el sacriíicio que ha debido de ha-
cer al ocuparse de los escritos de un compañero,, en quien ha podido
suponer tan crasa ignorancia
Dice últimamente mi estimado colega, que si solo habia yo visto la
primera carta del Dr. Osío «aún así podia haberla comprendido mejor
cuando dice: «dicha profilaxis consiste en escindir la conjuntiva bulbar
en bastante extensión, adelantándonos por este medio á la formación del
anillo quemósico. Adelantar significa...» Podia también el Dr. Barraquer,
respondo yo, haberme dispensado la honra de leer mi artículo hasta el
fin, y hubiera visto que me hacia cargo de ese verbo, puesto que digo lo
siguiente: «Dice el Dr. Osío que con la excisión de la conjuntiva se ade-
lanta á la, íormsicion del anillo quemósico.. ¿Es que lo original de la
idea está en hacer la excisión un poco antes de lo que dicen los autores
(que en realidad nada dicen respecto á esto, y si hablan de excisión del
rodete quemósico es porque el quémosis se presenta desde luego en esta
afección)?. No puedo creer que á tan poco se reduzca ele».
No quiero molestar más á los ilustrados lectores de esta Revista, ni
á mi distinguido compañero, y termino felicitándole muy sinceramente
por los excelentes trabajos que ha llevado á cabo, con motivo de la peri-
tomía y cuyo indisputable mérito soy el primero en reconocer.
Alfaro, Octubre 23 de 1882.
(l) Wecker. Cirugía ocular. Versión española de Cortezo. Madrid. 1879. Página
176, línea 15.
ANATOUÍA DE L03 CENTROS NERVIOSOS.
anatomía de los centros nerviosos, (*'
POR EL Dr. D. Miguel A. Fargas Roca.
En los mismos cortus transversales y pr-ocediendo da abajo á arriba,
se ve que, una vez terminado el entrecruzamiento de los cordones latera-
les, loscordori.!3 posteriores se inclinan hacia delante (X, fig.l02)y, como
para ello tienen que atravesar la raíz de los cuernos posteriores, deca-
pitan á su paso estos cuernos, de la misma manera que los laterales ó
los anteriores; rodean enseguida la sustancia gris central, y, por delante
de ella, se acercan á la línea media (fig. 102), y empieza su entrecruza-
miente con los del lado opuesto cuando ha terminado ya el de los cordo-
1. Cordón anterior.— I. Cordón laleral.— 3. Cardan posterior.— A. Cisura media anterior, —S
Pirámide anterior (poi'clon motriz formada por el entrecruzamiento anterior).- C. Nervio hipo-
gloia.— D. Cabeza del cuerna anterior.-- E. Base del cuerna anterior.— F. Cabeza del cueroo
posterior.— (f. Núcleo de los cuerpos restlfurmes.— /. Núcleo de las plr.-lmides posteriores.- X
Fibras f|ue del cordón posterior van á entrecruzarse delante de la sustancia gris central pora
constituir la porción sensitiva de las pirámides, decapitando i, bu paso los cuernos posterlore*.
nes laterales; pasan también por dentro de los cordones anteriores, que
bien pronto se dirigen atrás y adentro pai'a colocarse detras de ellos, y
entonces los cordones posteriores forman un rafe entre las pirámides y
la prolongación de los cordones anteriores, liasta que, terminado el en-
trecruzamiento, se reúnen á los lados de la línea media en dos manojos
laterales, que se aplican inmediatamente par detrás de la porción motriz
de las pií-ámides y forman su porción sensitiva. De esta disposición re-
sulta, que los cordones anterioi-es, al dirigirse afuera, para ceder el paso
primero á los cordones laterales, que suben de la médula y luego álos
posteriores, forman una concavidad interna, que los enlaza y luego seco-
(1) Continuación.— V. los nüms. 25, ai, 27 2Í, 25, at, ai,3í, 33,3>,3ó,35, 37, :
9,40,11,42, *3, 41, 45 y 46.
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 729
locan detrás de ellos para seguir también su trayecto ascendente. La por-
ción sensitiva de las pirámides sigue á la porción motriz en su trayecto
ascendente al través de toda la médula oblongada, y al llegar á la protube-
rancia, algunas fibras trasversas de esta se interponen entre las dos; al
nivel del pedúnculo, la porción sensitiva no sigue ya en totalidad á la
porción motriz, sino que forma parte de la calota y va á terminar al tálamo
óptico, según resulta de los estudios de Sappey y de Duval. Pero estos au-
tores no mencionan fibras que de la porción sensitiva vayan al pié del
pedúnculo cerebral á constituir su zona externa ó hacecillo sensitivo, so-
bre cuya existencia no cabe duda. Huguenin, Beaunis y otros autores
mencionan estas fibras cuya existencia debe aceptarse, y Huguenin des-
cribe en el entrecruzamiento de la porción sensitiva de las pirámides dos
partes: una superior, formada por el entrecruzamiento de la verdadera
porción sensitiva, y otra inferior situada inmediatamente por encima del
entrecruzamiento motriz y que contiene las fibras del hacecillo sensitivo
del pedúnculo, que se entrecruzan en este sitio y van al cordón posterior
y á la sustancia gris del cuerno posterior en su hacecillo longitudinal.
Según dicho autor, estas fibras, con la sustancia gris del cuerno poste-
rior, trasmiten á los centros superiores las impresiones dolorosas, y las
otras fibras sensitivas las impresiones táctiles»; esto no pasa de ser una hi-
pótesis, que si bien no se halla desprovista de fundamento, dista mucho
de estar demostrada. En resumen, una vez entrecruzados los cordones
posteriores de la médula espinal, parte de sus fibras, en su trayecto as-
cendente, van á formar el hacecillo sensitivo del pié del pedúnculo, y las
otras van por la calota del pedúnculo cerebral á los tálamos ópticos.
La inmensa mayoría de fibras, procedentes del tálamo óptico y que
forman parte de la calota, no se continúa con la porción sensitiva de
las pirámides, sino que sigue hacia abajo por detrás de ellas, á lo largo
de la médula oblongada, formando una zona especial, llamada campo
tnotary y continuándose, al llegar á la región bulbar, con los cordones
anteriores de la médula. En todo su trayecto no existe entrecruzamien-
to. Al hablar del pedúnculo cerebral ya dije que parte de las fibras, que
del tálamo óptico van á la calota, se entrecruzaban en la linea media,
pero que casi todas eran directas, y asi seguian hasta los cordones an*
teriores de la médula espinal, corriendo á los lados de la línea media de
la oblongada; pero, según Huguenin, las que de estas fibras no descien-
den entrecruzadas ya, lo hacen al través de la comisura blanca medu-
lar, en la cual he dicho se encontraban fibras procedentes de los cordo-
nes anteriores, de modo que en este caso su entrecruzamiento se ox-
tenderla á toda la longitud de la médula.
En el adjunto esquema (fig. 103) se ven el cordón anterior de la mé-
dula (E), el cordón lateral (F) y el cordón posterior (G). El primero se
entrecruza en H al través de la comisura blanca anterior de la niédula
espinal y luego, en trayecto ascendente, se dirige hacia afuera para ir á
constituir en A el campo motor ó los hacecillos de la calota, que se en-
trecruzan en parte, por medio de las fibras B, en la región peduncular.
El cordón lateral F se entrecruza (J) con el del lado opuesto y va á formar
en G la parte motriz de las pirámides (aunque este entrecruzamiento mo-
triz por lo común no es completo, no está señalado en el esquema por
730 anatomía de los centros nerviosos.
estar sujeto d variedades). El cordón posterior G se entrecruza en I con
el del lado opuesto, formando el entrecruzamiento sensitivo por detrás
y arriba del motriz, y en D constituye la porción sensitiva de las pirá-
mides.
Recordando lo que antes he dicho de las funciones del tálamo óptico,
según la teoría de Meynert, Nothnagel y Wundt, se comprenderá que
tenga vií!Os de certeza la opinión de lluguenin y otros autores, de que
Fis. 103.— Esquena del entreorutamiento délas pir&mldsa.
A. Hacecillos de la calóla que forman p1 campo motor,-fl, Enlrecruiamlento parcial de estos
BClllos.-C. Porción motril de las pirámide9,-D. Porción sensitiva de las mlsnins.-í;. Cor-
don anterior de la médula, que se conllnúa con el campo molor.-F. Cordón lateral de la médu-
la, i|Ue eslAcn relación con la parte motril délas pirámides.— G. Cordón postrrloi- unida con la
porción sensIliVH.— H. Fibras de los cordones anteriores procedentes del campo motor, que no
se han entrecruiado aun y lo hacen al través da la comisura blanca anterior de la médula.—
/. Entrecruza miento sensitivo.— 7. Enlrecruzam lento motriz de laa pirámides.
por el campo motor y cordones anteriores de la médula coi-ren las im-
presiones motrices reüejas, que toman origen en el tálamo óptico, úrga*
no destinado á estas funciones, según los autores antes citados; el tá'
lamo óptico recibiría en este caso las impresiones táctiles por medio dfl
la porción sensitiva de las pirámides, la cual le daría elementos para e!
desarrollo de sus impulsiones motrices reflejas. Al mismo tiempo, la
porción motriz de las pirámides, ó hacecillo piramidal, según parece pro-
bado, trasmito las impulsiones voluntarias nacidas en la corteza cere-
anatomía de los centros nerviosos. 731
bral, á la cual irían á parar las impresiones sensitivas del exterior y par-
ticularmente las dolorosas, en concepto de Huguenin, gracias al hacecillo
sensitivo del pié del pedúnculo, y que, como queda demostrado, corre
por el segmento posterior de la cápsula interna. Esto es cuanto puede
admitirse como aceptable en el estado actual de la ciencia, y aunque las
aplicaciones de estos principios á la Fisiología y Patología de los cen-
tros nerviosos sean numerosísimos y hasta tiendan á explicar satisfac-
toriamente la acción de ciertos medicamentos, no pueden admitirse como
hechos definitivos.
He dicho antes que en la médula oblongada terminan las fibras que
forman la zona interna del pié del pedúnculo, del hacecillo longitudinal
posterior de la calota y de las dos hojillas de la cinta de Reil.
No está demostrado de una manera cierta cual es el destino de la zo-
na interna del pié del pedúnculo, pero esta zona sufre raras veces dege-
neraciones descendentes á consecuencia de daños centrales en los he-
misferios, y cuando las sufre, jamás se ha observado que su degeneración
saliese de los límites de la médula oblongada y se prolongase hacia la
médula espinal. Es probable, y así se cree por algunos autores, que es-
tas fibras acaben en la susjtancia gris de la médula oblongada, ponién-
dose en comunicación con los núcleos que dan origen á los nervios cra-
neales, de la misma manera que en la médula la terminación de las
fibras del hacecillo piramidal entra en conexión con las raices anterio-
i*es. Esto no es más que una suposición, que puede ser admisible dado
el hecho que indicaré en el próximo capítulo, 6 sea, que las fibras, quo.
ponen en comunicación dichos núcleos con las regiones centrales, pa-
rece se entrecruzan en la línea media, supliendo de este modo la falta de
entrecruzamiento de estos hacecillos. En síntesis resulta que la termi-
nación de estas fibras en la médula oblongada es supuesta, pero no co-
nocida.
£1 hacecillo longitudinal posterior de la calota corre á los lados del
acueducto de Sylvio, y en la calota se distingue entre los demás hace-
cillos y, como ellos, forma parte del campo motor. Meynert habia creído
que sus fibras entraban en conexión con las del nervio auditivo y por
esta razón le dio el nombre de cordón acústico ^ sirviendo en este caso
para relacionar el aparato del oido con la cubierta de la ínsula, con la
cual tiene conexiones el hacecillo longitudinal posterior de la calota.
Está probado que no existe semejante unión, y Meynert ha abandonado
su primera creencia, para admitir con Stilling, Huguenin y otros, que
sus fibras se unen á las del campo motor, perdiéndose en él. Desechada
la primera opinión de Meynert, resultan destruidas las supuestas cone-
xiones del nervio auditivo con un centro cerebral y hoy se cree que tie-
nen lugar por intermedio del cerebelo, por más que sea un hecho muy
poco conocido. Parece que en parte las fibras de este hacecillo longitu-
dinal tienen también relación con los núcleos de los pares craneales.
La hojilla superficial de la cinta de Reil, después que ha salido de los
tubérculos cuadrigéminos anteriores y rodeado por los lados los haceci-
llos de la cilota (J, fig. 48), se mezcla y confunde con los hacecillos de
ésta, para entrará formar parte del campo motor, por cuyo motivo se le
atribuyen funciones motoras.
732 ANATOMÍA D£ LOS CENTROS NEHVÍOSOS.
Lahojilla profunda de la cinta de Reil parte de los tubérculos cua-
drigéniinos posteriores y, envolviendo como la anterior á la calota por
su cara externa, se dirige hacia abajo y se confunde bien pronto, como
también su congénere, con las fibras de la calota, constituyendo parte
del campo motor; Meynert habia creido que las fibras de esta hojilla se
continuaban con las raíces ascendentes del trigémino, y por esta razón
le atribuia funciones sensitivas; pero hoy está demostrado que esta raiz
es independiente de dicha hojilla y por consiguiente se considera á am-
bas como destinadas á funciones motoras, reflejas probablemente, y en
relación con centros visuales, que tal vez existan en los tubérculos cua-
drigéminos.
No todos los autores están conformes con esta terminación de las ho-
jillasdela cinta de Reil ó hacecillo triangular del itsmo: Cruveilhier,
Sappey y otros creen que es una dependencia del hacecillo intermedio ó
lateral del bulbo; Schroder van der Kolk supone que se hallan unidas á
las fibras eferentes de las olivas bulbares; Luys opina que están en rela-
ción con los núcleos de origen de los nervios trigémino y auditivo.
Después de lo dicho y admitiendo algunos datos que aun no están
plenamente confirmados, resulta que el campo motor, que se continua
más abajo, como he expuesto, con el cordón anterior de la médula espi-
nal, está formado por los hacecillos que provienen del tálamo óptico, los
del hacecillo longitudinal posterior de la calota, los de las dos hojillas
de la cinta de Reil y un pequeño manojito que del pié del pedúnculo pa-
sa á la calota y del que he hablado al estudiar el pedúnculo cerebral.
De los manojos procedentes de la médula espinal, hasta aquí he dado
á conocer el destino de la mayoría de ellos; queda el hacecillo cerebeloso
directo de Flechsig y el hacecillo de Goll. Este último he dicho, al tratar
de él en la médula espinal, que termina en una agrupación de sustancia
gris, que en el suelo del cuarto ventrículo se encuentra inmediata á las
pirámides posteriores; más adelante indicaré la discrepancia de algunos
autores sobre las conexiones de las pirámides posteriores y de los hace-
cillos de Goll. El hacecillo cerebeloso directo, según resulta de las in-
vestigaciones de Flechsig y de la observación de las degeneraciones se-
cundarias ascendentes, de que puede ser asiento este hacecillo, desde el
cordón lateral pasa al cuerpo restiforme y de aquí al pedúnculo cerebe-
loso inferior para ir á terminar en el cerebelo. Muchos son los autores
que no hacen mención de estos hacecillos, y, para citar algunos, indica-
ré á Kólliker, Huguenin, Sappey y Duval, que han hecho estudios es-
peciales sobre esta región y que han dado á conocer casi todos los deta-
lles de su extructura; de modo que el hacecillo cerebeloso directo es hi-
jo de observaciones clínicas y anatomo-patológicas, pero faltan los estu-
dios anatómicos, que comprueben su existencia y den á conocer el
trayecto y las conexiones de sus fibras. Existe también en el bulbo el
hacecillo lateral del mismo, hacecillo intermedio ó hacecillo infra-oli-
var, que parece tener conexión hacia abajo con la parte posterior y ex-
terna de los cordones laterales de la médula espinal, precisamente en la
región en que existe el hacecillo cerebeloso; sigue hacia arriba por de-
lante del cuerno anterior de la sustancia gris; en la región bulbar de la
médula oblongada se interna en el espesor de la misma y, acercándose
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 733
á la línea media, van sus fibras adelgazándose y perdiendo la mielína, y
al llegar á la protuberancia, no se encuentran ya vestigios de su exis-
tencia. Sappey opina que pueden terminar en la sustancia gris de la
médula oblongada ó tal vez ponerse en relación con las fibras de los pe-
dúnculos cerebelosos medios, que luego describiré. De lo dicho resulta
que las conexiones del hacecillo lateral del bulbo, así por su extremidad
superior como por la inferior, son poco menos que desconocidas: ¿repre-
sentan tal vez algún papel en la continuación del hacecillo cerebeloso
directo de la médula espinal hasta el cerebelo? Gomo hipótesis, quizás
sea admisible, pero al estudio detenido, por medio del microscopio y de
repetidas observaciones anatomo-patológicas, debe confiarse la resolu-
ción de estos problemas y hasta entonces no sabremos á punto fijo el
trayecto del hacecillo lateral del bulbo, ni la prolongación del hacecillo
cerebeloso directo de Flechsig, ni la verdadera terminación de los hace-
cillos de Goll.
Quedan los pedúnculos cerebelosos superiores, medios é inferiores,
que afluyen también á la médula oblongada.
Los pedúnculos cerebelosos superiores, después de formar los lados
superiores del rombo del cuarto ventrículo, se acercan á la línea media,
penetran debajo de los tubérculos cuadrigéminos, se entrecruzan por
completo, y luego, corriendo á lo largo de la calota, siguen el trayecto de
que he hablado al estudiar el cerebro, de modo que, si bien forman parte
de la médula oblongada, no tienen conexión con ninguno de sus factores.
Los pedúnculos cerebelosos medios se unen con las fibras transversa-
les de la protuberancia. A simple vista parece indudable la continuidad
completa al través de la protuberancia de las fibras del pedúnculo cere-
beloso de un lado con las del lado opuesto, de modo que los pedúnculos
cerebelosos medios establecerian en este caso una comisura en gran es-
cala, entre los dos hemisferios del cerebelo, á la manera que el cuerpo
calloso lo hace en el cerebro: indudablemente muchas de sus fibras se
continúan de un lado á otro sin interrupción y constituyen por tanto
una verdadera comisura entre las hemisferios cerebelosos. Pero muchas
de ellas tienen otro destino. Hace mucho tiempo que Meynert, Huguenin,
Luys y otros autores, dieron descripciones de las fibras de los pedún-
culos cerebelosos medios; todos admiten una porción de fibras que son
comisuras inter-cerebelosas y otras que terminan en la médula oblon-
gada misma. El modo como terminan éstas es poco conocido: Meynert
cree que algunas de las fibras, al llegar á la protuberancia, pasan entre
los manojitos délas pirámides de un lado á las del lado opuesto, ro-
dean á éstas y vuelven al lado de donde procedían, después de ha-
berse puesto en conexión con las fibras procedentes del pedúncu-
lo; de modo que, en este sentido, cada hemisferio cerebeloso estaría
en comunicación, por medio de fibras en asa, con las fibras pirami-
dales del lado opuesto. Esta creencia no está demostrada por las ob-
servaciones histológicas, y tiene por único apoyo el hecho,poco frecuente
por otra parte, de que á la atrofia ó degeneración de un hemisferio cere-
bral y de su pedúnculo correspondiente, subsigue la del hemisferio ce-
rebeloso del lado opuesto. Huguenin no se inclina á admitir esta descrip-
ción, y Gudden no ha logrado, por la experimentación, producir tales
734 ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS.
lesiones. Sin embargo, el acuerdo es general entre los autores de que los
pedúnculos cerebelosos medios están en conexión con las fibras de los
pedúnculos cerebrales, sin que se sepa si esta conexión es directa ó cru-
zada. Recuérdese que, al hablar del hacecillo lateral del bulbo, he dicho
que Sappey se inclina á creer que por su extremidad superior entra en
relación con las fibras transversales de la protuberancia. Algunas de
éstas terminan también indudablemente en la sustancia gris intercalada
entre sus hacecillos, pues, como cree Deiters, en todas partes donde hay
sustancia gris, sirve ésta de origen ó de terminación á las fibras ner-
viosas.
Los pedúnculos cerebelosos inferiores tienen conexiones importantes
y que aún no son del todo conocidas. Al llegar á unirse los pedúnculos
cerebelosos inferiores con los cordones de la cara posterior de la región
bulbar, toman el nombre de cuerpos restiformes. Estos se hallan di-
vididos en dos regiones ó manojos: uno externo, ó cuerpo restiforme
propiamente dicho, y otro interno, ó funiculus cuneaUis et gracilis^ que
constituye la pirámide posterior. Aparentemente y examinada de una
manera superficial, la pirámide posterior se continúa con los hacecillos
de Goll de la médula espinal y el cuerpo restiforme con la zona radicu-
lar posterior; pero no sucede nada de esto. Ya he apuntado que el hace-
cillo de Goll termina en un núcleo del suelo del cuarto ventrículo, pro-
bablemente en el núcleo de la pirámide posterior, y la mayor parte del
cordón posterior constituye el entrecruzamiento sensitivo de las pirámi-
des para formar la porción sensitiva de las mismas. Antes se creía que
los cuerpos restiformes eran las fibras centrifugas conductoras délas
impulsiones motrices salidas del cerebelo, y esta creencia guardaba rela-
ción con la idea que se tenia formada de sus conexiones anatómicas.
Admitíase que el cuerpo restiforme iba á continuarse con el cordón an-
terior déla médula, ó sea con el campo motor, siguiendo dos principales
vías: por un lado, parte de las fibras del cuerpo restiforme daba origen á
las fibras arciformes de la región bulbar, las cuales terminaban en las
células de diferente tamaño intercaladas en dicho campo y por este ca-
mino se continuaban con los cordones anteriores de la médula; y por
otro, las restantes fibras, que constituían el straium zonale de Arnold en
el cuerpo restiforme, al perderse en la cisura media anterior, se las con-
sideraba unidas al cordón anterior; el cordón delgado iba al cordón pos-
terior y asi quedaban establecidas las relaciones del cuerpo restiforme,
por una parte con regiones sensitivas y por otra con regiones motoras.
Estas creencias, iniciadas por Stilling y muy generalizadas luego, han
sido completamente modificadas por los trabajos de Glarke, Deiters,
Meynert, Luys, Sappey, Duval, etc., y si bien la terminación de los pe-
dúnculos cerebelosos inferiores no es aún un problema resuelto, se sabe
algo más de su trayecto. En los cortes transversales do la región olivar
de la médula oblongada, se encuentra un gran número de fibras trans-
versales y curvas que se ponen en relación con las olivas superiores é
inferiores, especialmente estas últimas, y se entrecruzan en la línea me-
dia contribuyendo á formar el rafe de la médula oblongada. En estos
mismos cortes es fácil observar como estas fibras arciformes proceden
del cuerpo restiforme, del cual van desprendiéndose por su parte ínter-
ANATOMÍA DE LOS CENTROS NERVIOSOS. 735
na y en toda su longitud, se encorban adelante y adentro, y entonces, ó
bien penetran en las olivas de su mismo lado para salir luego y dirigirse
á la linea media, ó bien, sin entrar en relación con los cuerpos oliva-
res de su lado, van directamente á entrecruzarse y se ponen en relación
con los cuerpos olivares d.el lado opuesto y al mismo tiempo con
sus núcleos accesorios : yuxta olivar antero- interno (núcleo de Stilling)
y yuxta olivar postero-externo. Los cuerpos restiformes, pues, se encor-
ban hacia adentro en el espesor del bulbo y á diferentes alturas, for-
mando las fibras arciformes, que se dividen en dos grupos: uno que se
pone en relación con los cuerpos olivares y núcleos accesorios de su
mismo lado, y otro con los del lado opuesto. Las fibras arciformes su-
perficiales de la región bulbar no son más que una dependencia de las
interiores. El cordón delgado del cuerpo restiforme sigue la misma suerte
que este último. Con todo lo dicho están conformes los autores moder-
nos que han estudiado detenidamente esta cuestión; pero respecto al
destino ulterior del manojo que me ocupa, hay grandes divergencias.
Luys cree que, después de haberse entrecruzado en la línea media á be-
neficio de las fibras arciformes, los cuerpos restiformes van á terminar
en la sustancia gris de las olivas y núcleos accesorios del lado opuesto
(las conexiones de eslas fibras con las células de la sustancia gris olivar
son admitidas por todos los autores). Meynert dice que las fibras arci-
formes, al llegar al lado opuesto después del entrecruzamiento, se reú-
nen otra vez para constituir las pirámides posteriores, que en este sitio
aumentan repentinamente de volumen, y por su intermedio se establece
la unión con los cordones posteriores y principalmente con el hacecillo
de GoU; ya he dicho antes que la mayor parte de los cordones posterio-
res se entrecruzan para ir á formar la porción sensitiva de las pirámides
y que los hacecillos de Goll terminan en la sustancia gris del núcleo
post-piramidalium, de consiguiente, por esta vía no es por donde el cere-
belo recibe las impresiones sensitivas, como cree Meynert, sino pro-
bablemente por el hacecillo cerebeloso directo, aparte de que la opinión
de Meynert está basada más bien en datos especulativos que en la obser-
vación directa. Sappey difiere de los autores antedichos y cree que las
fibras arciformes de un lado van á continuarse con el cuerpo restiforme
del lado opuesto, estableciendo por consiguiente una verdadera comi-
sura éntrelos dos hemisferios cerebelosos. Huguenin y el mismo Mey-
nert admiten que el pedúnculo cerebeloso inferior, y por tanto el cuerpo
restiforme, tiene también conexiones con la parte motora de la médula,
por más que acepten también que esta relación del cerebelo con dicha
parte, puede verificarse mediante los pedúnculos cerebelosos medios.
Finalmente, para terminar con lo que se refiere al trayecto de las
fibras en la médula oblongada, el cual presenta aun muchos puntos os-
curos, recordaré que, dada la profusión de sustancia gris existente en
dicha zona, es necesario creer que muchas de las fibras se ponen en co-
nexión con ella, y que, por lo tanto, pueden estas relaciones contribuir á
modificar el trayecto de las fibras; pero sobre este importante punto de
textura, apenas si la hipótesis deja campo á algunas suposiciones vero-
símiles y más ó menos necesarias.
736 CÓLERA MORBO.
A pesar de todos los esfuerzos hechos por la Dirección de la Gaceta
Médica Catalana, no ha sido posible dejar ultimada en este año la obra
de nuestro estimado redactor Sr. í'argas. Habia empeño capital en ello,
porque tenemos el propósito de acabar en cada tomo los trabajos en el
mismo comenzados, pues no queremos ni siquiera que se sospeche de-
jamos de un año para otro material pendiente para incitar a] suscritor á
la continuación.
Ya que no hemos podido loj^^ar nuestro deseo, bueno es advertir que
casi debe considerarse como terminado el trabajo con el artículo de este
número. En realidad aquí acaba, pues los capítulos que faltan, si bien
son del tema y en extremo interesantes, pueden hasta cierto punto con-
siderarse como adiciones ó apéndices, según dice claramente el título de
ellos: Origen de los nervios en la médula oblongada, en el que se completa
la extructura de este órgano; Vascularización de los centros nerviosos, en
el que se exponen detalles aun no anunciados en el texto, y se llama la
atención sobre interesantes puntos relativos á las hemorragias y sus
consecuencias; Síntesis posible en el estado actual de la ciencia de los cen-
tros nerviosos, capítulo complementario, en el que se reúnen todos los
hechos expuestos en el decurso del trabajo,acompañándolo una gran lá-
mina esquemática, que permite apreciar de un solo golpe de vista el es-
tado actual di. cuestiones tan debatidas.
Hechas estas precisas advertencias, saben nuestros lectores á qué
atenerse.
COLERA MORBO,
POR EL Doctor Rodríguez Méndez,
Catedrático de Higiene en la FactUtad de Medicina de Barcelona.
Islas Filipinas: estado de la epidemia; disposiciones oficiales.— Otros puntos.
El último correo trae las siguientes nuevas: En Pateros no se había
pi^esentado ningún caso desde el 26 de Setiembre; se declaró limpio
(Gaceta de Manila del 7 de Octubre) el puerto de Isabela de Basilan, y se
establecieron comunicaciones marítimas mediante buques de la armada
entre la capital y el lazareto de Manila. En esta última menguaba gra-
dualmente la epidemia, y como consecuencia se permitía la apertura de
las galleras, se disponían para las quintos y se hablaba de cantar el Te
Deum, de cuya última noticia se ha ocupado há poco un telegrama dando
el hecho como consumado. En Camarines del Norte pedían auxilios; en la
isla de Malaomauan, y con recursos particulares, se habia establecido
un lazareto, el de San Joaquín, y se declararon sucias por decreto del
9 de Octubre las procedencias de la isla de Bantayan (distrito de Cebú.)
Por decreto del 10 de Octubre, y después de un preámbulo en que se
hacen tristes comentarios aceixa de la mala disposición sanitaria del
NOTICIAS CIENTÍFICAS. 737
puerto de Manila, se manda que la Dirección de Sanidad de éste se com-
ponga de: Médico i."* Dircí-tor, Médico 2.°, Medico 3.° Secretario, un Au-
xiliar, un Intérprete, dos celadores y el personal necesario para la falúa.
Se ponen en vigor la ley de Sanidad de 28 de Noviembre de 1855, y las
modificacioní^s hechas por la de 2i de Mayo de dSüG en cuanto sean apli-
cables al Archipiélago.
Por otro decreto del 17 del mismo mes, se organiza una Junta Supe-
rior de Sanidad del Archipiélago con atribuciones consultivas, la que se
compone del Director de Administración civil. Presidente, de un Vice-
presidente, que será una persona de reconocida competencia y responsa-
bilidad, y de Vocales (Subdelegado general de las Islas, Inspector de
Sanidad militar, el de la Armada, el decano del cuerpo consular de Ma-
nila, el Mayor del Apostadero, un jurisconsulto, un Cónsul, dos Cate-
dráticos de Medicina, dos de Farmacia, el Veterinario de mayor categoría,
el Inspector de Obras públicas y el Arquitecto del Estado). Es decir una
Junta de Sanidad á la española: mucha gente y pocos médicos. Y se han
olvidado de los frailes, si es que no entran en la Vice-presidencia. El Se-
cretario de esta Junta es el Oficial encargado del Negociado de Sanidad
en la Dirección de Administración civil. — Se crean además Juntas pro-
vinciales y locales; se podrán nombrar delegados facultativos.
Todo esto es regular, pero tardío, muy tardío.
—En Singapore, con fecha 22 de Setiembre, habían declarado limpias
las procedencias de Joló y Palumbang (Sumatra), y sucias las de Acheen
Troper.
En el Japón disminuia y preparábanse algunas capitales á celebrar
el término de la epidemia planteando el establecimiento de la luz eléc-
trica. Aprende, Europa.
r-v'V.-s^- ^^-W.^»-v^ »■*
NOTICIAS científicas.
Orquitis. — Consigna el Philadelpia Medical Times (D EscalpelJ, que
para curarla pronto, basta aplicar dos ó tres veces por día una cataplas-
ma caliente de linaza, mezclada con tabaco del que emplean los mas-
cadores.
El todo se recubre por una seda untada de aceite. — Este remedio
encalma desde luego, y en algunos días disminuye^la hinchazón hasta el
punto de poder ser aplicado el conveniente suspensorio. (C. Castells.)
Quillayina. — Donnell dá este nombre á un extracto acuoso de Quillo-
ya saponaria bajo la forma de extracto seco, pulverulento ó laminiforme
{Repert, de pharm,) Trata la corteza diferentes veces por el agua caliente,
y los líquidos son evaporados á sequedad. La quillayina es de color mo-
reno, soluble, no higroscópica, y se conserva fácilmente. Se la emplea
para emulsionar los aceites, las resinas, etc.
Diez centigramos en 60 gramos de agua bastan para emulsionar 60
gramos de aceite de ricino y dar una emulsión de perfecta fluidez. —
(Roca.)
ESTADÍSTICA DEMOGRÁFICO-
POR D. JOAQUÍN
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(1) Comprende desde el 26 Dicinnibrc al 25 Junio.
(2) Los aatos concernientes á esta población, nos han sido suministrados por nuestro colaborador el s^iV^r
(3) Los datos concernientes á esta población nos han sido suministrados por nuestro colaborador el spií'^i
(4) La proporción por mil es mensual.
(♦) Cuantos datos meteorológicos consigno, los debo directamente al concienzudo observador P. Kscol.-i|i¡->
SANITARIA. (Primer semestre del año 1882 w.)
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INFECCIOSAS.
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OTRAS ENFERMEDADES FRECUENTES.
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MUERTE VIOLENTA
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Vilaseca Mercadé.
D. José Salarich.
D. Narciso Cata, Profesor de Física del Colegio de segunda enseñanza.
740 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
El «gonococo». — Sabido es que Neisser, de Breslau, viene insistiendo,
desde 1879, en la existencia de un micrococo gonorreico, que seria la
causa primera de la enfermedad, lo mismo cuando se manifiesta en la
uretra, que cuando aparece en el ojo; ha dado el nombre de gonococo
al microbio en cuestión, y ha conseguido que la presten su concurso
afirmativo los Dres. Anfrecht, Ehrlich y Gaffkey, y los oftalmólogos
Lebert, Sattler é Hirschberg (Siglo médico); pero le faltada el experimen-
íum crucU (la inoculación del microbio con producción de gonorrea), que
resultaba muy difícil por no ser trasmisible la gonorrea á los animales y
no encontrarse fácilmente hombres que se prestasen á adquirirla por este
medio. Por fin, seis estudiantes han llevado su amor á la ciencia hasta
el punto de ofrecerse al experimentador, quien después de una semana
de incomunicación, los ha inoculado, obteniendo en tres casos una bleno-
rragia aguda. — (F . Castells.)
Difteria: tratamiento por la salicina. — Conway ha obtenido exce-
lentes resultados de las aplicaciones tópicas de 3 á 50 centigramos de
este alcaloide en la laringe. {Rwista clínica e terapéutica,) Cuando es di-
ficil ó imposible aplicarlo directamente, como ocurre en los niños, se li-
mita á llevarlo hasta la base de la lengua, pues en el acto de la deglución
se pone en contacto con los puntos afectos, en los que obra facilttando el
desprendimiento de las falsas membranas y conteniendo los accidentes
inflamatorios. Las aplicaciones deben repetirse cada dos ó tres hora «3 —
(M. Castells.)
Poción contra el asma bronquial. — Huchard emplea con éxito la
siguiente:
Agua destilada. . . , 300 gramos.
loduro potásico \
Tintura alcohólica de lobeUa. >aa 10 >
Tintura alcohólica de polígala. )
Extracto tebáico 10 centigramos.
M. S. A.
Una cucharada grande, mañana y tarde.— (R. RovmA.)
SECCIÓN OFICIAL.
Cátedra vacante. — Real orden de 24 de Noviembre mandando se provea
por concurso la de Patología médica de la Universidad do Sevilla ^Gádiz). —
Gaceta, del 2 de Diciembre.
Id. id.— Real orden de 24 de Noviembre mandando se provea por oposición
una de las de Anatomía descriptiva de la Universidad de Madrid. — Id. id. id.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Reseña del segundo ejercicio del Instituto de Terapéutica operatoria
del hospital de la Princesa, por D. Felerico Rubio Gali, D. Rafael Ariza Espejo
y D. Serafín Buissen.— Madrid, 1882.
Tratado de la palpación abdominal, por A. Pinard, versión española d*^ Ri-
cardo M artinez Esteban.— Segunda edición.- Alcalá de Henares, 1882.-Dos ejem-
plares.
Apuntes de Zoología módico -farmacéutica y Farmacozoologia, por el
ür. D. Juan Teixidor y Cos. -Barcelona, 1880 A 1883.
VkÁ
^ (a^
id
Tomo II. Húm. 24. 31 Dieiembre de 1882. Año II. Nftm. 48.
T— T— ^— — — — — — — . ■ —-——.I—— I —
Gaceta Médica Catalana.
SUMARIO: Apuntes sobre la generación espontánea, por el »p. D. Francineo Vidal Ca-
reta.-Revista de Física. Congreso y Exposición de electricidad (conclusión), por el Poetar
Rodricaea Meadas. — La Obstetricia antiséptica y la septicemia en Obstetricia (con-
clusión), por B. Baraea— Cólera morbo, por el Or. RodriffueB Meades. - NOTICIAS
CIENTÍFICAS: Tintura de iodo en las hemorragias puerperales.— Terefeno.-Alcohok inyec-
ciones subcutáneas.— Sección oficial. -- Publicacionca r0ct6tda«. — A nuestros suscritores.—
A la prensa.— índice de autores.— Id. de materias.- Id- de grabados.
.iALl>TJ3SrTBS
SOBRE LA GENERACIÓN EXPONTÁNEA,
POR D. Francisco Vidal y Careta,
Doctor en Medicina y Cirugía, Licenciado en Ciencias Naturales, e^.
No es mi ánimo entregarme á discernir indiscretamente la utilidad
que, del distinto modo de considerar tal teoría por los autores, han re -
portado las Ciencias y en particular la Ciencia médica: lejos de eso,
procuraré con calma exponerla, intentando dilucidar la cuestión de mo-
do que se vea la crítica y no el apasionamiento, con el fin de que re-
sulten deducciones, sino acertadas, á lo menos que se acerquen á la
verdad, perfección hacia la cual deben tender todos nuestros esfuerzos y
tanto más dedicándonos á una rama en la cual una teoría, tomada ó lle-
vada hasta el entusiasmo por novedad ó quizá por la moda, es capaz de
arrastrarla hacia el abismo, digo bien arrastrarla, porque no caerá en él,
pues aunque la Ciencia lo oye todo, desgraciado del que intente enga-
ñarla, pues en este momento reunirá sus fuerzas y aplastará á su con-
trario.
Antes de hacerse partidario de una idea, conviene estudiarla un poco
y aún no desconocer las que por más ó menos tiempo han militado en el
campo científico, pues demostrar pasión por una, habiendo olvidado las
demás, es andar á ciegas por el espinoso sendero de la lógica. Creo que
es preferible no entusiasmarse por ninguna, si no se tiene la seguriclad
de que vale, esto es, sin que se haya podido demostrar su ventaja com -
parándola con las que la precedieron.
A más, antes de hacer la crítica de una teoría, es necesario exponer-
la tal como la comprendió su autor, teniendo en cuenta los conocimien-
tos que en su época reinaban; pues si la historia de la Ciencia médica
nos demuestra que en todo tiempo, desde que la medicina es medicina,
ha habido partidarios de todas ideas, esto es, espiritualistas, animistas,
materialistas, transformistas, eclécticos, etc., etc., debemos entender con
ello que lo único que se va haciendo es perfeccionar lo que ha habido
antes, es,decir, ponerse una máscara más vistosa, pero que no por eso
deja de ser máscara. Si Van-Helmont en su delirio dijo que poseía rece-
tas para fabricar sapos y ratones, y nos viene un moderno diciéndonos
742 APUNTES SOBRE LA GENERACIÓN EXPONTÁNEA.
que tiene medios para crear bacterias, la idea de generación expontánea
subsiste la misma, pero engalanada con flores más bonitas; y si, por últi-
mo, en nuestros dias viene un transformista y nos dice lo anterior no es
verdad, pero sí lo es la generación expontánea de la primera célula, aun
os engalanarla más, y si mañana viene otro y nos dice, no es verdad lo
anterior entonces tal generación expontánea desaparecerá en el
panteón del olvido.
Basta de exordio, y voy á entrar en materia, no se diga que si lo que
reinó ayer cae casi hoy, sea motivo suficiente para que dejemos de son-
dear un poco á fondo la cuestión tan debatida de la generación expontá-
nea, siquiera sea para aclarar las pocas dudas que aún quedan sobre su
no existencia, ó á lo menos para dar un rato de solaz á sus lánguidos
partidarios.
Conviene tomar el asunto, ante todo, bajo el punto de vista más na-
tural, sin estar preocupado el ánimo por ninguna impresión en pro ni
en contra; de esta manera es como se logra, sino una crítica perfecta, á
lo menos que se acerque á ella. A más, en la exposición seguiré el mé-
todo analítico, porque si para explicar lo que uno sabe es preferible el
sintético, para descubrirla verdad es mejor el primero.
Gei%eracio7i expontánea es la aparición de seres sin padres que los
hayan engendrado.
Data de bastante tiempo la creencia de este modo de generación.
Prescindiendo de los tiempos antiguos, vemos, en el siglo xvi, que Van-
Helmont la sostuvo, dándole un carácter completamente absurdo, lle-
vando su delirio al extremo de decir que poseía recetas para fabricar
varios roedores; no nos extraña por otra parte el que le diera tal inter-
pretación, siendo uno de los que introdujeron la fantasía en la Ciencia,
siendo el autor de la química mística y quizá el fundador de la química,
una vez los autores posteriores le quitaron el velo de falsedad con que la
había encubierto.
Como todo lo que descansa en falsos cimientos, fué olvidada por al-
gún tiempo, hasta que en época más moderna y tomándola bajo la apa-
riencia de realidad en la formación de organismos inferiores, es defen-
dida por notabilidades científicas. Entre estas se notan divergencias,
pues unos, como Pouchet y Bastían, la admiten bajo el carácter de ac-
tualidad, mientras que otros, como Lamarck y Hceckel, solamente la
aceptan para la formación de la primera célula. Tomaré la cuestión,
como he dicho, en el terreno analítico, esto es, descomponiendo la ma-
teria de estudio á fin de ir de lo más complicíido á lo más sencillo.
En primer lugar, observando que todo hombre procede de otro hom-
bre y que ninguno se forma hoy expontáneamente, nos vemos precisa-
dos á relegar por de pronto esta expontaneidad para el primer hombre.
Al llegar aquí, se nos ocurre preguntar: ¿fué el primer animal en apa-
recer ó vino después de los otros? A lo que se responde, que todos están
contestes en afirmar que su creación es posterior á todos los seres, dada
su alimentación, móribsis, inteligencia, etc., etc.
Admitamos su creación posterior. Con su inteligencia, encaminada á
buscar la verdad, quiere saber si ha sido originado aisladamente ó si
APUNTES SOBRE LA GENERACIÓN EXPONTÁNEA. 743
ha venido por transformación de otros; unos contestan lo primero, otros
lo segundo; los primeros admiten desde luego la formación expontánea
del hombre y los segundos no; suponiendo á éste la rama terminal de un
árbol, descienden por ella, yendo al tronco ú buscar el origen de la pri-
mera célula, y por no quedarles otro recuiso, admiten su formación ex-
pontánea bajo la influencia de las solas fuerzas físico-químicas.
La primera célula ¿se formó expontáneamente? ¿Y qué es la célula?
La célula es el más simple elemento anatómico; es una sustancia albu-
minoidea, dice la química. Ya que ésta se formó expontáneamente, no
es lógico suponer ó el pensar que estos seres microscópicos, que se for-
man en las infusiones en gran número, que son origen de muchas en-
fermedades, estas bacterias, que por su pequenez penetran por los poros
de la piel y atormentan la humanidad, no se han de crear expontánea-
mente, si su composición química es una sustancia nitrogenada y su
formación tan exagerada que no poseemos medios para apreciarla? Por
de pronto diré que en el mundo microscópico hay que comprender sé-
res animales, seres vegetales, y seres que se duda si pertenecen á uno ó
á otro de los dos reinos orgánicos, llamados protistas por Ilajckel, que
establecerían el tránsito entre los animales y vegetales, participando Je
unos y de otros.
Los primeros, ó sea los animales microscópicos, son los que Wris-
berger, en el siglo xvi, les dio el nombre de Infusorios, por desarrollar-
se en las infusiones, si bien algunos viven en las aguas dulces y saladas
y sobre restos de plantas y de otros animales. Son los animales que tie-
nen organización más sencilla y los caracteres que les asigna Dujardin
son el estar formados por una sustancia homogénea, glutinosa, transpa-
rente, desnuda ó defendida en parte por una cubierta más ó menos re-
sistente. Su forma más común es la redonda ó la oval, pero á veces pre-
senta otros aspectos y aun varia á cada momento la forma de itno mismo.
Tienen tres clases de movimientos: el Browniano, llamado así por su
autor Brown, por el cual verifican oscilaciones en todos sentidos, délas
que nos puede dar cuenta un rayo de luz que entrara por la rendija de
una habitación; el sarcódico, caracterizado por extensión y contracción
de una parte de su masa, y el vibrátil, que también se encuentra en las
células vibrátiles que revisten el epitelio de parte de varios aparatos, ol-
fatorio y genital, caracterizado por ondulaciones, de las que nos puede
dar cuenta un campo de trigo agitado por el viento. Unos tienen boca y
los que carecen de ella se alimentan por absorción. Presentan en el in-
terior de su masa cavidades vacias, llamadas vacuolas. Los distintos co-
lores que presentan son debidos á las diversas sustancias que han inge-
rido. Ahora bien, estos infinitamente pequeños, entre los cuales citare-
mos los Vibriones, Amiba, Monadas, Euglenidos, Vorticella, etc., etc., se
multiplican generalmente por división expontánea ó fisiparidad, gem-
macion y algunos pocos por huevos, de modo que siempre proceden de
padres formadores; jamás se ha visto que su generación sea expon-
tánea.
Los segundos, ó sean los vegetales microscópicos, pertenecen á la
Criptogamia, y son los que la Patología estudia como causa de un gran
número de enfermedades. Ya pertenezcan á los hongos, á las algas, á
744 APUNTES SOBRE LA GENERACIÓN EXPONTÁNEA.
los musgos, Ó á los liqúenes, sus carecieres son el ser vegetales esencial-
mente celulares y el reproducirse por esporos. El mayor contingente de
afecciones contagiosas es debido á fitoparásitos, pertenecientes á la fa-
milia de los hongos, bastantes á la de las algas y menos á la de los mus-
gos y liqúenes. Los hongos, entre los cuales citaremos los que producen
las tinas y otras enfermedades, tales como el Achorion Sclicenleiniiy 2Vi-
cophiton tonsxirans, Microsporon aíidouiniy Oidium albi<;a7is, varios micro-
cocos, como el mucor raucedo, rhizopodns nigricmis, etc, constan de dos
aparatos fisiológicos, nutritivo, ó mycelium, y generativo. El mycelium 6
rhizopodium consiste en filamentos simples ó ramosos, resultado de la
prolongación de una célula ó bien de la multiplicación por división ex-
pon tánea de ella. El aparato generador consta de células madres ó espo-
rangiosy encerradas en unos filamentos llamados conceptáculos, de cuyas
células nacen otras más pequeñas ó esporos destinadas á regenerar la es-
pecie. También pueden presentar los filamentos esporos al exterior. En
cuanto á las algas, entre las cuales puedo citar las bacterias, que se en-
cuentran sobre la atmósfera de los pantanos y las que se desarrollan en
la sangre y en otros humores, como la Palmella, Bacillus malarice, Crypta
syphiliticay Crypta gofiorréica, Sarcina ventriculi, etc., su organización es
análoga en su parte esencial á la de los hongo?, solamente que los espo-
ros, al desprenderse, gozan de movimientos propios, en virtud de lo que
se les llama zoosporos, y además carecen de membrana de cubierta. (En-
tiéndase que hemos hablado de los hongos y algas más sencillos, pues
la organización se complica en algunas de ellas.) Se vé desde luego
que, ni aun tratando de las criptógamas más inferiores, se debe admitir
la generación expontánea, siendo su reproducción por esporos y su cre-
cimiento y multiplicación por fisiparidad.
Algunos autores naturalistas, al describir ciertos seres inferiores, de
los que hemos citado anteriormente, parece como que dudan si com-
prenderlos entre los animales ó entre los vegetales, y Haeckel, conside-
rándolos como un tránsito entre unos y otros, formó el gran reino de los
Protistas, entre los cuales incluyó á los infusorios de los antiguos, á cier-
tas algas dudosas, á los hongos, diatomeas, etc. Para estos autores desde
luego no hay división posible de reino animal y vegetal, pues dicen que,
partiendo todos los organismos de un mismo punto (el plasma y la ve-
sícula), van en divergencia, alejándose y distinguiéndose más las dife-
rencias cuanto más se apartan los individuos de este punto de partida,
que es, según ellos, común á los vegetales y animales. Bien es verdad
que en muchos casos será muy difícil el decidirse acerca de si un infini-
tamente pequeño pertenece al reino animal ó vegetal, dadas las analo-
gías que existen entre ellos en este estado; pero de todos modos, tanto si
son vegetales como si son animales, como si participan de los dos, for-
mando el reino intermedio de Haeckel, la verdad es que su generación
es por huevos, por gemmacion, fisiparidad ó esporos, nunca por gene-
ración expontánea. Los partidarios de la expontaneidad, no pudiendo
rebatir las leyes de la naturaleza en lo que toca á la generación de los
organismos inferiores, se han refugiado en el estudio de las fermenta-
ciones, diciendo de ellas que los fermentos que las producen se desarro-
llan expontáneamente en la materia ferment'^scible, y que, considerando
APUNTES SOBRE LA GENERACIÓN EXPONTÁNEA. 745
como á tal á la sangre, también los seres que se desarrollan en ella,
obrando como fermentos y dando lugar á muchas enfermedades, apare-
cen de la misma manera.
En primer luger no es verdad que no se sepa ó ignore la causa de
muchas enfermedades contagiosas, estando estas ocasionadas por seres
microscópicos análogos á los que se encuentran en el aire de las comar-
cas infectadas. En mi trabajo Estudio especulativo é histórico del agente
palúdico, di á comprender la naturaleza del paludismo, habiendo sido el
agente que la provoca encontrado en la sangre y en las deyecciones de
los infectados, siendo análogo al que se halla en las comarcas pantano-
sas; lo mismo pasa sucede en las regiones infectadas por el tifus, el cóle-
ra, la fiebre amarilla. Por otra parte, si se dudara aún, Pasteur ha de-
mostrado que siempre que se evita la entrada de gérmenes no hay fer-
mentación, y contra los hechos no hay réplica; además, admitiendo la
panspe%*mia y suponiendo, por tanto, al aire depósito y vehículo de gérme-
nes de seres microscópicos, se comprende el que una vez se desarrollen
en gran número en una comarca los de una especie determinada, dando
lugar á una afección contagiosa; y si no todos los individuos son ataca-
dos, depende de que no todos tienen materia fermentescible apta, así co-
mo si se siembra un campo de trigo, no todos los granos germinan, de-
pendiendo de la naturaleza del terreno, pudiéndose á más en todas las
fermentaciones admitir una especie de elección y hasta si se quiere de
atracción del fermento para con la materia fermentescible.
Demostrado, pues, que el mundo microscópico no se desarrolla ex-
pon táneamen te, sino que todos proceden de padres engendrados, pase-
mos á la escuela transformista, la cual niega la generación expontánea
en parte, pues que la admite para la formación de la primera célula, por
la sola acción de las fuerzas ñsico-quimicas.
Antes de ocuparme de las objeciones que se hacen á esta teoría y
de su crítica, voy á dar una lijera idea de ella.
Los transformistas admiten que el primer organismo creadQ, como
he dicho, por las fuerzas físico químicas, ha sido el tronco del cual han
partido, como ramas, todos los seres orgánicos que pueblan el mundo,
hasta llegar al hombre, en virtud de transformaciones verificadas por
las fuerzas herencia, selección natural y adaptación; Darwin, Hseckel y
antes Lamarck son los autores de tal teoría.
Gomo prueba de la herencia, citan el que el embrión de la ballena
tiene dientes, que desaparecen después, porque de nada le servirían pa-
ra el régimen alimenticio que tiene {fuerza de adaptación), así como
también por herencia el hombre conserva los músculos del pabellón de la
oreja, que no los necesita para nada, y el apéndice del ciego que tantos
trastornos le causa. En la lucha por la existencia prueban la selección
natural, en virtud de la que vence el más fuerte, el más apto, el más se-
lecto, y esto es el que conservará la especie. Por la herencia, dicen, nos
explicamos la figura semejante de los huesos en la mano del hombre, á
la del murciélago, aleta de los peces y pata del caballo, así como otros
hechos innumerables, debiendo hacer notar que esta fuerza está en todo
su apogeo en los primeros albores de la vida, y por eso comprendemos
perfectamente el por qué se parecen los embriones de los mamíferos,
746 APUNTES SOBRE LA GENERACIÓN EXPONTÁNEA.
aves, reptiles y peces, pues que el desuso, ayudado á veces por la selec-
ción natural, reduce los órganos inutilizados por el cambio de hábitos ó
condiciones de vida, debiendo desempeñar todo^su papel en la lucha por
la existencia.
A más, para explicar y dar fuerza á su teoría, se fijan en el embrión
del hombre, en el cual á cada momento se presentan transformaciones
que le dan similitud con alguno de los seres que le han precedido, de
modo que, extendiéndolo á los demás embriones, la embriogenia (géne-
sis del embrión), seria, según expresión feliz de un célebre naturalista,
una recapitulación abreviada de la filogenia, con lo cual no quiere de-
cir el transformismo que desde el primer ser orgánico todos hayan veni-
do uno en pos de otro, sino que del tronco en primer lugar divergieron
en dos ramas los vegetales y animales y lue¿o estas ramas sedicotomi-
zaron y de la terminal vino el hombre, el cual tendrá una serie lineal
distinta del animal que ocupe el límite de la otra rama.
Cuvier (escuela tradicionalista) combate esta teoría, admitiendo
que todas las especies vegetales y animales han sido ab origine creadas,
huevos fecundados en todos los animales, divergentes en la manera de
desarrollarse al pasar al estado de embrión, que es siempre en el reino
animal de cuatro maneras ó moldes, siendo estos la arquitectura de los
Vertebrados, Articulados, Moluscos y Zoófitos. A más se refugia en la
Paleontología, diciendo que esta demuestra que en todos los horizontes
geológicos hay existencia de especies de todos los tipos, sin que existan
otras proféticas, deduciendo de eso que es falsa la serie lineal.
Observando que ya se van haciendo demasiado largos estos apuntes,
solo dedicaré unas cuantas líneas á cada una de estas dos escuelas, an-
tes de hablar, por decirlo así, de la génesis del mundo.
Sea ó no verdad el transformismo, lo único que diré es, que el que
haya estudiado no más que medianamente las ciencias naturales, no
puede menos de creer en que hay especies proféticas de otras y si no se
han descubierto todas, no es una objeccion que tiene fuerza, pues basta
que se hubiera observado una, para creer que han existido ó existen
otras. No hay que negar que es verdad que todos los seres animados pa-
recen moldeados en los cuatro tipos de Cuvier, pero también es verdad
(permítaseme la frase) que entre la Anatomía grosera y la fina hay mu-
cha distancia, habiendo necesidad por lo tanto de hacer un examen de
licado para que las observaciones resulten exactas. ¿Quién negar \ hoy
que entre los articulados se ven tránsitos de unos á otros, que los Ortóp-
teros han sido precursores de los Coleópteros, y los Neurópteros, aunque
procediendo do distinta rama, de los Lepidópteros? Ejemplos análogos
podría citar entre los Moluscos y Zoófitos. Por lo que hace á los Verte-
brados, la Paleontología demuestra que existen especies fósiles proféti-
cas, tales como el Plerodactilus, Plexiosaurus, Lahirintodontus, etc, y
hasta Haeckel cree que existe el Pitecántropo, ser intermediario entre el
hombre y el mono, ser que destruye la idea de algunos transformistas de
ilusión, que creen que el hombre procede directamente del mono. Ante
los hechos hay que bajar la cabeza, y, sin demostrar pasión ni por los
unos ni por los otros, citarlos todos, que la Ciencia no dejará de tomar
en su dia lo que la corresponde. En resumen, según la escuela transfor-
APUNTES SOBRE LA GENERACIÓN EXPONTÁNEA. 747
mista, empieza el organismo por rudimentos, tanteos y ensayos, en vir-
tud de los cuales se crearon, por la influencia de las fuerzas físico-quí-
micas, en primer término el plasma, primera cristalización de la mate-
ria, luego la célula, después el tejido, en seguida el órgano y por último
el individuo organizado.
Aunque la esencia es la misma, sin embargo, distan mucho los trans-
formistas en su punto de partida. Así Bonnet y Lamarck suponen que
los primeros destellos de la vida fueron resultado fatal é inconsciente de
los agentes físicos que á la sazón operaban sobre el globo, suponiendo
además Lamarck que la atracción ha formado y está formando, bajo la
influencia de la luz, calórico y electricidad, tenuísimas masas de mate-
ria gelatinosa ó mucilaginosa, y que luego, mediante la propiedad repul-
siva, que tienen estos fluidos al aglomerarse, separan las moléculas for-
mando cavidades, y así se transforma la masa gelatinosa en tejido celu-
lar de mucha delicadeza.
Darwin no va tan allá como Lamarck, sino que parte de un prototipo,
seguramente obra de Dios. Haeckel se aproxima á Lamark, diciendo que,
desde la nebulosa (materia cósmica gaseiforme y difusa, que posee cierto
movimiento de rotación, y que Laplace la consideraba como constitu-
yendo el sistema planetario), hasta el hombre, no ha habido más que
transformaciones. Un organismo, dice, se forma de la misma manera que
un cristal inorgánico, siendo el oxígeno, hidrógeno, carbono y nitróge-
no los que determinan la forma mucilaginosa y albuminosa. A la ma-
teria gelatinosa la llama manera, representando el punto de partida
de los organismos vegetales y animales, confundidos en un principio
(protistas) y luego diferenciándose, llegando en los animales hasta el
hombre.
Oigamos á M«*® Boyere. Por aquel entonces todos los Océanos vieron
flotar en la superflcie de sus aguas inmensas cristalizaciones orgánicas.
Este estado era amorfo y desagradable á la vista, pero potente, puesto
que se veian globos y corrientes, ramos y ramitas arborescentes, estra-
vagantes. Era, en s ima, la organización buscando su forma, la vida en
busca de su propia ley. La cuna de estas cristalizaciones era una gene-
ración expontánea, su vida una cristalización vegetativa, que, á seme-
janza de la materia mineral, no supo aprender á morir.
Guvier y demás tradicionalistas dicen que todas las especies vegeta-
les y animales han sido ah origine creadas por una fuerza natural desco-
nocida en la actualidad. Según se vé, podemos dividir en dos grupos las
teorías que se admiten para el comienzo de la vida: unos, como Guvier
y hasta Darwin, creen ser su causa un misterio, y otros, como Lamarck
y Haeckel, sientan la generación expontánea.
En primer lugar, estudiando un poco la cuestión y no separándose
del terreno analítico, vemos que Haeckel dice: tm organismo se forma de
la misma manera que un cristal inorgánico. Suponiendo la monera cons-
tituida por oxígeno, hidrógeno, carbono y nitrógeno, en una palabra,
una sustancia albuminoidea, ya desde luego digo qué no ha habido tal
generación expontánea para formarse, sino que los cuatro elementos han
sido sus engendradores, si se quiere sus padres. Ignoramos como la
procrearon no sabiendo siquiera su composición cuantitativa, f áf' la
748 REVISTA DE FÍSICA.
química hasta ahora no ha podido adivinarla, no es razón para negarlo,
pues tanto han variado las condiciones cósmicas de nuestro globo que
ayer pudo ser lo que hoy no. A más, consideremos que no solo por fe-
cundación se reproducen los seres orgánicos, sino que se conoce la pnr-
tenogénesis (generación sexual sin fecundación) animal (abejas, pulgo*
nes) y vegetal (celíboince), la arrenotoquia (producción exclusiva de mu-
chos sin fecundación) en las abejas, la geneagénesis (metamorfosis de
la especie) en que hay varios desarrollos por huevos y gemmacion, etc.,
y se vendrá á deducir que, si tanta anomalía pasa en seres, cuya orga-
nización es conocida, ¿qué pasará en los límites de lo desconocido? Por
lo tanto nosotros podemos comprender la formación de la monera, no
debida á generación expontánea, sino al modo de agruparse los cuatro
elementos. ¿Por ventura el agua se forma expontáneamente ó es debida á
la combinación de dos átomos de hidrógeno por uno de oxigeno? Ya en
este punto se presenta más fácil la cuestión, pues la existencia de los
cuatro elementos indica ya la formación de casi todos ¡os compuestos or-
gánicos antes de constituirse el primar organismo ó monera; y la presencia
de los compuestos orgánicos nos indica existirían desde el más compli-
cado hasta el más sencillo, y el sencillo lo podemos considerar dividido
en moléculas, átomos, bacterias de átomo, etc., etc., y veremos que tal
generación expontánea no existe ni ha podido existir. Es solo una frase
que prueba nuestra ignorancia. Cuando se trata de descubrir los enig-
mas de la Naturaleza, supondremos el comienzo de la vida orgánica,
pues el de la inorgánica es aún impenetrable.
REVISTA DE FÍSICA.
CONGRESO Y EXPOSICIÓN DE ELECTRICIDAD (1),
POR EL Dr. Rodríguez Méndez,
Catedrátieo de Higiene en la Facultad de Medicina de Barcelona,
La lámpara de LANE-FOX tiene sustancia igual á las anteriores. Mé-
tios escrupuloso, se vale el autor simplemente de un pedazo de raíz de
grama, que carboniza y pone luego en el vacío.
HIRAM MAXIM, americano, se vale también del papel Bristol. Des-
pués de una carbonización incompleta, pone el filamento en una atmós-
fera de vapores de hidrógenos carbonados, que llama gfarolma, la cual,
dice, tiene por objeto conservar el carbón, añadiendo, en los puntos en
que mengua, el del gas que se descompone. Con esta lámpara, dado un
conductor de igual longitud, se consigue mayor superficie de emisión de
la luz que con las anteriores; pero como el conductor es más grueso, se
necesita mayor intensidad de la corriente.
Lámparas de arco voltaico, — Como ya queda dicho, los tallos de car-
bón no se tocan y entre ellos salta la chispa, teniendo como medio am-
(1) Conclusión.— Véanse lo» números 32 y 38,
RKVISTA DB FÍSICA. 7i9
bieote 7 á la par de unión una atmósfera, cuya temperatura se eleva,
t&Qto que los carbones se volatilizan y por lo mismo se desgastan por
doble acción: oxidante, volatilizadora. La luz así obtenida es de color
violado, poco intensa y puede ser movida por un lijero soplo. Para evi-
tar la desigual distancia entre los carbones, que de su consumo resulta,
asi como para evitar una excesiva aproximación, se han inventado va-
rios aparatos, de mecanismo más ó menos complicado, que se llaman
reguladores de la luz eléctrica, todos derivados del primero, hecho por
Foucault en 1849, ó del de Archereau por la misma época, y cuyo objeto
es producir luz continua y de igual intensidad en cuanto es posible (1).
Esta adición es siempre un obstáculo, y de aquí el colocar los carbones,
no opuestos, sino juxtapuestos, bujías eíécíricns, las cuales están cons-
tituidas por dos carbones paralelos, separados entre si por una sustan-
cia mala conductora, que se va fundiendo á medida que se queman los
carbones. Ambos carbones se implantan en una armadura metálica, que
puede contener una ó varías con el objeto de que pase la corriente de
unas á otras y no se interrumpa la iluminación, por un extremo, y en el
otro se coloca una pequeña masa, á la manera de la cabeza de un fósfo-
rl) Entre eatae modilicaciones deben citarse la del inismo Foucault, la de Du-
boscq, la de Serrín, la de BQrgin, la de Güicher, la de Gaiffe, la de Jaspar, las qui;
tienen como base electro-imanes en derivación aplicables á varias lamparas alimen-
lados por una sola máquina.
750 REVISTA DE FÍSICA.
ro, que establece la corriente entre las dos barras para comenzar la com-
bustión. Escusado es decir que en estas bujías siempre es el mismo el
espacio que separa los carbones, y que su desgaste se hace de un extre-
mo á otro, como si se tratase de una vela.
Es condición precisa en estas bujías que se consuman por igual los
dos carbones, para lo cual la corriente debe cambiar con suma frecuen-
cia de sentido, es decir, cada uno de los carbones debe ser alternativa-
mente positivo ó negativo. Esta condición se realiza con gran facilidad
en la mayor parte de las máquinas magneto-eléctricas. También es ne-
cesario que esté siempre el arco voltaico en la extremidad de la bujía.
Para satisfacer esta segunda exigencia se han ideado varios aparatos.
El primero, 1876, fué puesto en práctica por el polaco JABLOGHKOFF.
Este autor coloca entre los dos cilindros paralelos de carbón una especie
de argamasa, que se conoce con el nombre de colombina; antes era de
kaolín, y ahora se hace con yeso y un tercio de sulfato de barita. El kao-
lín se fundía y derivaba parte de la corriente; la mezcla actual se disocia
y volatiliza sin fundirse, y los productos de la volatilización forman al
rededor del arco una nube luminosa, que mitiga la intensidad de la luz.
Pero como las sustancias empleadas no son puras, la luz se alarga y co-
lorea y resulta menos fija que cuando se emplean buenos reguladores;
tienen la ventaja de su sencilla disposición. Al empezar, la bujía iba en-
vuelta en una funda aisladora; pero desde d878 no se usa porque es
inútil.
Ya indicaba que en esta bujía se ponían en comunicación los dos car-
bones, en el acto de comenzar á arder, mediante un pedacito de carbón.
Pues bien, Wílde creyó que podía prescindirse del cuerpo intermedio
(coloiribina) y construyó su bujía, en la que uno de los carbones se mue-
ve, aproximándose al otro, cuando la corriente no pasa; establecida esta,
un electro-iman separa la varilla movible y quedan ambas á distancia
conveniente y paralelas entre sí. Guando, por cualquiera causa, se apaga
la bujía, vuelve á la posición primitiva y brota la luz. En esta bujía
pueden ponerse las puntas hacia abajo, lo que evita las sombras de la
base en que descansa, pero no funciona con tanta regularidad. Con la
extremidad luminosa hacia arriba es superior á la de Jablochkoff.— En
armonía con este fundamento ha dispuesto una lámpara Jamín, un que-
mador Gérard, etc.
Lámpara soíar.— El hecho característico es que los carbones, no para-
lelos entre sí, sino oblicuos, atraviesan un pedazo de mármol, de cal ó
de magnesia comprimidos desde la cara superior á la inferior, distando
en esta unos 10 á 12 milímetros uno de otro. El arco que se establece
entre ambos produce la incandescencia del pequeño bloque y resulta una
luz, cuya intensidad es cercana á la de la luz del día, muy fija y suave.
Empleando la cal hay radiaciones amarillas y encarnadas, que contraba-
lancean las molestias que resultan para el ojo de las ultra-violetas del
ar.?o.
Lámparas dt/^írencia/es.— Representan los resortes de los reguladores
en las lámparas de arco voltaico una parte de delicado funcionalismo y
capaz de entorpecer la marcha regular de la corriente. Se ha suprimido
el resorte antagonista y se ha reemplazado por la atracción de un electro-
LA OBSTETRICIA ANTISÉPTICA 75 4
imán animado por la corriente misma que pasa por el arco. Este proce-
dimiento se ha aplicado á diversas lámparas. Una de tantas, la de SIE-
MENS, funciona con gran perfección.
. En la de Siemens el carbón superior es movible y el inferior fijo;
aquel está sujeto á la extremidad de una cremallera, que solo baja por el
movimiento de una rueda, regulado por la misma corriente.
En el Norte de América hace muchos años se utiliza la de Brusch, fun-
dada en iguales principios. En España ha funcionado la de Gramme.
Lámparas de incandescencia al aire libre, — Si se ponen en contacto,
sea cualquiera el mecanismo, las puntas de carbón y se dejan en pre-
sencia del aire, cuyo oxígeno aumentará la temperatura del carbón, se
obtiene una luz en el punto de toque, menos intensa, pero capaz de pro-
ducirse con la cuarta parte de elementos de ácido nítrico, compensán-
dose el menor efecto luminoso con el menor gasto. En este principio se
fundan las lámparas de Reynier, Trouvé, Ducretet, Tommasi, Werder-
mann, Glamond y algunas otras. La de Reynier, que es la más preferida,
consiste en una varilla de carbón movible, que toca por la punta una
masa de granito y otra por el lado, ambas término de los conductores.
Acumuladores eléctricos, — Desarrollada mecánicamente la electricidad,
cesa la luz en cuanto para el motor. Los acumuladores tienen por objeto
reemplazar á éste por un espacio de tiempo, de duración variable, para
que aquella no se interrumpa. Su teoría descansa en la formación de las
llamadas pilas secundainas, y han funcionado con buen rebultado, por
ejemplo, en los trenes, alimentando las luces durante las paradas. En los
acumuladores ha de resolverse un gran problema: el poder ir á las fá-
bricas de electricidad á surtirse, no de una corriente trasmitida por
alambres caros, engorrosos, expuestos á desperfectos y con algún peli-
gro, sino de electricidad acumulada, que después se irá gastando en cada
domicilio á compás de las necesidades.
LA OBSTETRICIA ANTISÉPTICA Y LA SEPTICEMIA EN OBSTETRICIA ^'\
POR R. Barnes»
Se ha dicho que la escarlatina de una recien parida era una simple es-
carlatina, y es algo más: el virus escaiiatinoso encuentra en la sangre
puerperal, cargada de materias de deshecho que es impotente para des-
alojar, un medio sumamente favorable á su acción morbosa. El indi-
viduo puede haber padecido ya la escarlatina, puede haber gozado de la
inmunidad más absoluta; hasta el momento en que ha concebido, el ve-
neno no tenia poder alguno sobre ella; absorbido por un organismo re-
belde, no habia fermentado, sino que era prontamente expelido. Pero si
penetra en un organismo puerperal, su eliminación es detenida y co-
mienza el incendio morboso (2). La toxemia está constituida por las for-
(1) Conclusión. — Véase el número 40.
í'2) Esta opinión es contraria á la de Gardieu ((omo2.^ pág."29). tDesde que una
mujer se halla en cinta aumentan sus probabilidades de vida.» Y asimismo, Anyi»
752 LA OBSTETRICIA ANTISÉPTICA
mas autógenas, antes indicadas, y por el veneno escarlatinoso; es, pues,
algo más que una simple escarlatina; la erupción falta á menudo.
Puede dudarse de que el veneno sufra los periodos de fermentación
que caracterizan la escarlatina simple; vive de un modo distinto, en este
terreno especial, y trastorna el proceso puerperal; detiene ó impide la
desagregación, la absorción linfática, la acción del hígado y de los vasos
blancos, dificulta el funcionalismo de los pulmones, de la piel y de los
riñones.
Trátase, pues, de un veneno que no es ni el veneno de los materiales
de deshecho no expulsados, ni la septicemia, ni la pioemia, ni la escar-
latina, sino un compuesto de todos estos fermentos, ó quizá un nuevo
veneno innominado, resultante de sus reacciones reciprocas.
14. Es preciso no omitir otro factor: las perturbaciones de ánimo
tienen su importancia en este estado. Una tempestad de emociones puede
afectar el órgano cardiaco y la nutrición, de tal suerte que la sangre se
coagule súbitamente; nadie ignora la influencia de un sacudimiento
moral sobre las secreciones y las excreciones; conócese menos en el es-
tado puerperal; pero no hay duda que las emociones impresionan pro-
fundamente la nutrición, la circulación y las secreciones.
Una emoción es, con frecuencia, la causa generadora más evidente
de la fiebre puerperal; sino la causa primera, al menos la causa secun-
daria y agravante.
Podemos, pues, esto sentado, admitir tres formas de fiebre puer-
peral:
4.* Envenenamiento autogénico, resultado de una falta de equili-
brio entre la absorción y la excreción de los materiales de deshecho.
Llamémosla endosepsis, puesto que el veneno nace en el organismo de la
recien parida.
2."" Envenenamiento autogénico, resultado de la absorción de los
productos de descomposición del útero. La llamaremos autosepsis, puesto
que la recien parida se empapa del veneno que ella misma ha producido.
Es la forma que comunmente ha recibido el nombre de septicemia.
3." Envenenamiento procedente del exterior. Le daremos el nombre
de exosepsis.
La endosepsis puede existir sola; la autosepsis supone la endosepsis;
la exosepsis es el producto de las tres formas.
La endosepsis no es, según creo, comunicable ó infecciosa; la auto-
sepsis, por el contrario, lo es; las pérdidas de una recien parida, si son
nocivas para eJla misma, pueden envenenar á otras recien paridas. La
exosepsis es indiscutiblemente infecciosa; lo es en su doble concepto de
autosepsis y veneno zimótico.
Conociendo los venenos que amenazan á la recien parida y las vías
por las que aquellas se abren paso, nos hallamos ya prevenidos para pro-
tejerla. Tenemos, pues, dos fines que proponernos: ante todo ponerla á
cubierto de los venenos exteriores, y después combatir el efecto nocivo
de los que hubiesen ya penetrado.
La condición primera, esencial, es colocar el organismo en estado de
defenderse, y asegurar el funcionalismo de los órganos de nutrición y de
excreción. Es hacer verdadera obstetricia antiséptica en el sentido gene-
ral y lato de la frase. El empleo del listerism^, ó de las precauciones anti-
sépticas vulgares, constituye la obstetricia antiséptica en el sentido res-
tringido.
(ryn. 1879, tona, i.*, p&g. 321, el caso del Dr. V. Gautier: an sarampión que babia
evolucionado normalmente en una mujer en cinta. Conozco el caso en que el prin-
cipio escarlatinoso ba atravesado el organismo materno, para infectar el feto, sin
atacar la madre. (Cordes.)
Y LA SEPTICEMIA EN OBSTETRICIA. 753
Desgraciadamente no es siempre posible llenar la primera condición;
pero tomemos la recien parida tal como se presenta, con sus ríñones y
su hígado impotentes, sus nervios débiles, su fibra delicada, su piel y
sus pulmones incapaces de cumplir su tarea. Aquí tiene aplicación un
aforismo que yo he enunciado: «La preñez es el gran criterio de la soli-
dez de la mujer (1).]» Muchas mujeres no resisten á esta prueba; unas
abortan, otras resisten por más tiempo, algunas fallecen en el momento
del parto y otras sucumben en el puerperio.
Hacia el tercer día una ligera elevación de la temperatura y del pulso
nos indica que la recien parida tiene ligera fiebre. Llámase la «fiebre de
leche», porque se supone que el establecimiento de la función mamaria
causa un movimiento febril. Se le denomina también «fiebre efémera»;
pero conviene averiguar si este movimiento febril es realmente debido á
la secreción láctea, si es fisiológica, si es constante. No lo es si las glán-
dulas mamarias están sanas; si funcionan normalmente, no se produce
fiebre alguna; si ésta aparece, dificulta la secreción de la leche; si la
glándula no es apta para la secreción, prodúcese la fiebre.
El Dr. Fancourt Barnes ha hecho observaciones que parecen aclarar
este asunto. Mientras no se tomaron las precauciones antisépticas en el
Brüish Lying Hospital (2), las recien paridas hallábanse frecuentemente
con temperatura elevada. Desde que se emplean los antisépticos, no se
han observado casi nunca temperaturas más altas que la normal.
La verdad es que el tercer dia es casi siempre el momento en que
empieza el proceso de absorción; los dos dias^ que siguen inmediata-
mente al parto, constituyen un período de reposo, durante el cual la desa-
gregación del útero y de los tejidos superfinos no hacen más que empe-
zar; los materiales de desecho son aún poco abundantes y apenas pueden
causar la fiebre. Si queda sangre ú otros líquidos en la matriz, no se
descomponen apenas antes de los dos días, para que puedan dar mate-
riales sépticos absorbibles, Pero desde el tercer dia, los residuos corren
con la sangre, la descomposición puede haber empezado en el útero, la
absorción, ya del todo activa, va á ejercerse. Tal es la causa de la fie-
bre (3); la glándula mamaria toma parte en .el trastorno general, y no
puede funcionar normalmente; como se hallan colocadas de manera que
pueden ser fácilmente observadas, se atribuye á su lucha contra la
fiebre, la fiebre misma.
1.® La enseñanza que se deduce de estos datos es que debemos em-
pezar con premura, desde el principio del parto, el tratamiento anti-
séptico.
Lo más importante es obtener una contracción permanente del útero.
Inútil es que insistamos sobre una necesidad tan generalmente recono-
cida; pero no estará de más que hablemos de los medios que deben
emplearse. Lo que nos proponemos desde luego, asegurando la contrac-
ción, es evitar la hemorragia, y en su consecuencia la septicemia. Sin ha-
blar de las maniobras propias de la salida de la placenta, solo insistiré
sobre la utilidad del vendaje y de la compresa que se coloca encima del
útero. La compresión así ejercida sobre la matriz, no solamente tiende á
provocar la contracción uterina, sino que combate la aspiración que
atrae el aire hacia el útero, que es una de las causas más activas de pu-
trefacción: opónese á la osmosis centrípeta. Es útil administrar un la-
xante el dia siguiente al parto, pues sucede frecuentemente que, du-
^1] Gynekological Transactions, vol. I, 7. Lumbian Lectures^ i873.
(2) Muchos colaboradores de este periódico {Ann, de Gynec) han podido ver, gra-
cias & la amabilidad del Dr. F. Barnes, cuan inteligentes y minuciosas son estas
precauciones. (Gordbs.)
(3) GraUy H wit ha notado que la cfiebre láctea» es más frecuente en las muje-
res que comen poco, y Playfair lo considera como un fenómeno anormal. (Gordbs).
754 LA OBSTEXmcIA ANTISÉPTICA
rante el esfuerzo de la defecación, la matriz, participando de la fuerza
expulsiva, expele un coágulo. Gontráese luego con más facilidad. Los
oxitócicos ayudan á mantener la contracción. Hace algunos años que ad-
ministro, una vez terminado el parto, una mezcla de quinina, ergotina
y digital, haciéndola tomar, durante tres semanas, tres veces al dia. Por
su influencia se retrae la matriz de una manera notable; la recien parida
nota frecuentemente una contracción después de cada dosis. Considero
este tratamiento como el primer paso en la obstetricia antiséptica; con
él queda cerrada la puerta ante el enemigo.
2.** Luego es preciso lavar la matriz. Puede emplearse el agua tibia,
pero una solución al 2 % de ácido fénico será preferible. Debe hacerse
una inyección ó dos desde el segundo dia. El primer dia, ya lo hemos
dicho, hay poco riesgo de absorber, é importa removerla recien parida
todo lo menos posible.
A la menor elevación del pulso ó de la temperatura, será preciso ha-
cer una inyección intra-uterina. Los que ejecutan estas irrigaciones
pueden convencerse hasta qué punto cada lavado hace descender el pul-
so, y cesar los escalofrios y demás síntomas de la toxemia, y como colo-
can á la recien parida en condiciones ventajosas para luchar con una
enfermedad grave que la amenazase. El mejor procedimiento consiste
en servirse de un sifón, con un receptáculo superior, que asegure una
corriente regular sin sacudidas y que permita evitar el acceso del aire.
Las inyecciones iodadas ó fenicadas poseen tres ventajas: lavan y es-
timulan el conducto genital, poniéndole en un estado menos favorable á
la reproducción de los productos pútridos; en fin, una pequeña cantidad
de iodo ó de ácido fénico es absorbida y expulsa ó neutraliza los vene-
nos. Perseguimos al enemigo por la puerta misma que le ha abierto
el paso; el útero y la vagina, que han servido de septicode, sirven asi-
mismo de camino al contraveneno. No deberíamos verificar las inyec-
ciones intra-uterinas sin recordar al inmortal Harvey, quien con ellas
salvó la vida á una señora que iba á morir de septicemia.
Haciendo la inyección, nos damos cuenta exacta del estado del útero;
la retención de los loquios es, á menudo, causada por una flexión ante-
rior ó posterior. Es preciso, no hay para qué decirlo, reducir la flexión,
antes de hacer el lavado, y mantener el órgano en una buena posición.
Además de las inyecciones, conviene tener una solución fenicada en
el cuarto de la enferma y dejar en ella la sonda, lo mismo que las es-
ponjas de que nos servimos; pero vale más emplear la estopa fina mojada
en una solución de ácido fénico y tirarla luego de habernos servido de
ella. En lugar de toallas, que son sólo agentes de contagio, que se lavan
y no se desinfectan, débense emplear los paños para señora (ladies to-
wehj que están hechos de algodón poco apretado, ó de estopa fina im-
pregnada de ácido fénico ó de cualquier otro antiséptico (d). Se queman
después de haber servido. El médico y la enfermera no denerán tocar á
la recien parida sin haberse antes lavado las manos con el agua fenica-
da y habérselas engrasado con vaselina fenicada; pero no con grasa de
origen animal. Las palanganas deben ser lavadas con la solución feni-
cada, debiendo dejar en ellas una pequeña cantidad de la misma.
Es probable que el ácido sulfuroso, para usarlo, sea preferible, como
antiséptico, al ácido fénico. YA ácido fénico, en las ovariotomias, obra
como veneno algunas veces, no solo para la operada, sino también para
los que asisten á la operación.
(1) Los que he podido ver en Inglaterra son cuadrado?, largos, formados de
lina gasa que contiene algodón cardado; las mujeres los usan durante la menstrua-
ción; su precio poco elevado viene á representar, en cada una, el coste del lavado
de una toalla. (Con des.)
Y LA SEPTICEMIA EX OBSTETRICIA. 755
Hemos empleado últimamente el ácido sulfuroso, con tanta ventaja, al
menos, como el ácido fénico, y sin el peligro que acabamos de señalar. En
sus investigaciones, ha hallado Dutrochet que la menor cantidad de áci-
do sulfuroso detiene la osmosis; puédese emplear en la proporción de
una parte por cuarenta de agua.
3.° Mientras tomamos las precauciones necesarias para apartar los
productos pútridos del conducto genital, debemos asimismo tener ci«-
dado de apartar de los pulmones y de la piel el aire cargado de miasmas.
Es necesario, y nadie dudará de ello, tener el aire puro en cantidad sufi-
ciente, lo cual no siempre es fácil. La noche, en particular, conviene en-
cender fuego para obtener la ventilación (i). Por medio de una válvula
inventada por Arnolt, el fuego arrastra el aire pútrido que se remonta
al techo, siendo constantemente reemplazado por el aire puro que viene
por la parte inferior.
Es de suma importancia el evitar toda clase de enfriamientos que
pueda perturbar la acción normal de la piel, pulmones, riñónos ó intes-
tino; los órganos excretores deben mantenerse en un funcionalismo
regular.
4.' Goodell ha insistido en gran manera sobre el desagüe (draínage)
de la unatriz; su principio es admirable. No hay duda alguna que, en el
decúbito dorsal, la sangre y los detritus corren el riesgo de estancarse
en el útero mal retraído y en la vagina. Recomienda, pues, hacer sentar
á la parturienta de vez en cuando á fin de permitir que los líquidos se
derramen. Guando la mujer es robusta, se puede algunas veces y después
de algunos dias — y digo algunas veces— seguir su consejo con buen éxi-
to; pero en las débiles, más expuestas á la septicemia y más aún des-
pués de las hemorragias, el acto de sentarse ha producido, á menudo, un
síncope y la muerte repentina. Si mantenemos una presión intensa sobre
el hipogastrio, y procuramos que las irrigaciones antisépticas sean bien
hechas, el desagüe quedará asegurado.
Además, si la cama está bien arreglada, si la cabeza y las espaldas
están algo más elevadas que la pelvis, el desagüe se hará de una manera
suficiente, el decúbito dorsal es preferible al lateral para la evacuación
de dichos líquidos.
5.' Opónese una barrera poderosa á la absorción de los miasmas,
procurando á la parturienta una buena alimentación (2). Cuanto mejor
alimentado se halle el organismo la cantidad de veneno absorvido será
menor. Oldham es, según creo, el primero que ha levantado el estandarte
de rebelión contra la dieta amilácea establecida durante la primera se-
mana; es preciso, sin embargo, no caer tampoco en el extremo opuesto.
Durante los dos primeros dias, el organismo tiene tanta necesidad de
reposo como de alimentos. Las sustancias poco asimilables hacen correr
el riesgo de cargar el estómago sin ser digeridas. Los caldos ligeros, el té
de buey, la leche, el pan tostado, los huevos preparados de diversas ma-
neras son suficientes durante los dos primeros dias. Váse aumentando
gradualmente la calidad del alimento. Los estimulantes ligeros tienen
sus indicaciones; pero generalmente se deben evitar los alcohólicos.
(i) Eq cualquiera estación, aún cuando la temperatura exterior permita tener
abierta la ventana, exijo un fuego encendido continuamente en el cuarto de mis
parturientas; atribuyo á esta precaución el hecho de no haber observado un solo
caso de fiebre. (Cor des.)
(2) Hé aquí un ejemplo: hará algún tiempo que habiendo, con la ayuda de una
comadrona, asistido al parto de una mujer pobre, que debia amamantar á su hijo,
quise alimentarla desde el primer día; habiéndose resistido Ja comadrona á ejecu-
tar mis órdenes, me retiré inmediatamente; fui llamado al siguiente dia; la recién
parida presentaba un ligero movimiento febril, que cedió al instante con la ayuda
de un buen bifteak. (Cordbs.)
756 LA OBSTETRICIA ANTISÉPTICA
Conclusiones. 1/ Mantener la puerta cerrada contra el enemigo, ase-
gurando la contracción uterina:
2.' Evitar el nacimiento y la acumulación del enemigo, lavando el
conducto con líquidos antisépticos:
3.* Desalojar al enemigo á medida que entra, manteniendo en acti-
vidad los órganos excretores:
4/ Guardar el cuarto de la parturienta contra los venenos exte-
riores:
5.' Fortificar á la parturienta contra los ataques del enemigo, pro-
curándole alimentos sanos.
LA OBSTETRICIA ANTISÉPTICA EN LAS MATERNIDADES.
Pocas mujeres sanas, aunque paran en su casa, con tal que se pongan
extrictamente en práctica los principios que acabamos de exponer, pre-
sentarán la fatal septicemia. Pero cuando se reúnen muchas de ellas en
un mismo edificio, es bastante más difícil garantirlas, pues los peligros
aumentan rápidamente. Si pudiera escribirse la historia verdadera de
algunas maternidades, veríamos un número terrible de existencias sacri-
ficadas á la ignorancia, al desprecio indiferente de la autoridad médica,
á la locura de los arquitectos, á la mala administración ó á una capri-
chosa experimentación. La bondad ignorante por si misma, cuando se
sustituye á la bondad ilustrada por la ciencia, solo produce desgracias;
en ninguna parte cuenta tantas víctimas como en las maternidades.
En los hospitales, la septicemia y demás formas de la fiebre puerperal
tienen gran tendencia á propagarse. Buen número de mal llamadas epi-
demias de fiebre puerperal, no han sido seguramente más que fiebres zi-
móticas. Pero otra clase de epidemias aparentes deben, sin duda alguna,
su origen y su extensión al contagio por el veneno puerperal^ y entiendo
por esta palabra al producto de la descomposición de la sangre y de los
loquios.
El veneno, que ha producido una recien parida, puede transmitirse á
otra y así sucesivamente á toda una sala; próxima ardet; el fuego se
extiende rápidamente cuando no falta combustible.
La primera condición, imperativa, para la seguridad de las mujeres
en una maternidad, es la autoridad única y absoluta del médico. Si se le
niega, su deber humano y profesional consiste en presentar su dimisión.
Esa es la condición bajo la cual se encarga de una enferma en su domi-
cilio. Es tanto más necesario que la imponga, en cuanto se trata de cuidar
á muchas mujeres á la vez.
El principio que ha de regir es el de asimilar, en cuanto sea posible,
las condiciones, en que se halla una parturienta en el hospital, con las
que se encontraría en caso de hallarse en su propio domicilio; es preciso
aislar en lo posible y tomar todas las precauciones necesarias, para que
¡a enfermedad, que se declare en una mujer, no se comunique á las
otras.
Un breve resumen del sistema practicado por Tamier en la Materni-
dad de París y descrito por el mismo autor en la Sección de obstetricia
del Congreso de 4881, nos mostrará con toda claridad la aplicación del
principio. Dice M. Tarnier que, en 1856, hallándose de interno en la Ma-
ternidad, la cifra de mortalidad se elevaba á 5 por 100. Háse reducido á
2 por 100 en el hospital y á 0,75 en el pabellón que ha hecho construir
hace algunos años. El punto importante es que, en dicho pabellón, cada
mujer posee un cuarto para ella sola, que se abre hacia fuera, de modo
que las enfermeras no pueden pasar de un cuarto á otro sin salir antes
al aire libre.
Los muebles son de hierro, las paredes, el suelo y los techos son im-
CÓLERA MORBO. 757
permeables, los colchones y las almohadas se hallan llenas de cascara de
avena y se queman una vez que han servido. En lugar del macintosch, se
sirve de un papel hecho impermeable con la resina de pino; se quema
asimismo cuando ha servido. Tamier ha empleado para el lavado de las
partes genitales diversos antisépticos: el bórax, el ácido fénico, el ácido
sulfuroso y el bicloruro de mercurio. Ha hallado que este último es el
germicida más poderoso.
La descripción que da el Dr. Fancourt Barnes del sistema empleado en
el Bi^ish Lying Hospital, muestra cuales son las reglas necesarias para
evitar el mal. Se verifica el parto en una atmósfera fenicada /sprat/^, que
desinfecta á las enfermeras y alumnos é impide la acción dé los gérme-
nes pútridos en el conducto vulvo-uterino, cuando se abre para dar paso
al feto. Todos los lavados, las inyecciones y los exámenes que se verifican,
se hacen con una solución fenicada. Un atmósfera fenicada al 1 por 80 se
mantiene continuamente en las salas. Durante la primera semana, la
recien parida toma, tres veces por dia,una mezcla de quinina, cornezuelo
y opio para asegurar la contracción uterina (1). Desde que obra de esta
manera, rara vez ha podido observar la elevación de la temperatura des-
pués del parto.
Podemos, pues, esperar el dia en que veamos las mujeres parir en los
lióspitalesy sin correr más peligro que en su domicilio.
CÓLERA MORBO,
POR EL Doctor Rodríguez Méndez,
Catedrático dé Higiene en la Facultad de Medicina de Sareelcna.
%A^h/^^«/^^^^v^^'^^^v^/■^%^s^w^^^^^l/^«
lilae Filipinae: huracán; estado de la epidemia.— /opon.— /ava. — Meca.
El Último periódico recibido corresponde al 4 de Noviembre. Casi es
inútil decir que todas las noticias corresponden, en gran mayoría, al ter-
rible h<xguio del 20 de Octubre, ante cuya calamidad, casi increíble por
la violencia, perdieron por el momento y por muchos dias todo su inte-
rés las nuevas correspondientes al cólera, que aun no cesa. Para que mis
lectores tengan idea de lo horrible del vendabal, baste decirles que han
quedado arrasadas muchas comarcas; pueblos enteros, como si una gi-
gantesca mano los hubiese apretado y comprimido, quedaron reducidos
á pelotones de informes ruinas; algunos techos metálicos se arrollaron
sobre sí mismos como pliegos de papel; un pararayos, de dos metros de
altura tan solo y que apenas ofrecía resistencia al viento, se dobló brus-
camente; rompiéronse anemómetros, etc., etc. — El barómetro llegó á
marcar 727 milímetros. — Algo insólito debe ocurrir con la epidemia
en vista de este cataclismo: algunas zonas pueden quedar limpias; otras
serán sembradas por la semilla patógena tan bruscamente transportada;
la miseria, la falta de hogar, los focos de putrefacción, los pantanos, hijos
del cambio de sitio del agua de los ríos, los restos del reino vegetal casi
arrasado y de muchos animales servirán tal vez de nueva fames al
huésped indiano. Verdad es que se ha procurado remediar algo (socorros.
(1) Acido fosfórico diluido X gotas.
Extracto Uquido de cornezuelo XX »
Tintura de opio V »
Agua Una onza.
75S CÓLERA MORBO.
quemar en grandes hogueras lus restos orgánicos, ele.,) pero hay cata-
clismos ante los cuales por el momento y más tarde el hombre es impo*
tente.
La situación xle la epidemia era la siguiente por aquellos dias y los
posteriores:
Habia cesado en la costa occidental de la isla de Negros; solo ocurrían
algunos casos en el pueblo de Escalante; en la costa oriental aun no ha-
bia aparecido. En Camarines del Norte hacia varios dias que no se ata-
caban nuevos individuos por lo que hace á la cabecera, habiendo pocos
enfermos en los demás pueblos. En llocos del Norte, en llocos del Sur,
en Nueva Vizcaya, en la Union, en Puerto Princesa y en Misamis conti-
nuaban sin novedad, y se tomaban muchas precauciones. En la provin-
cia de Pampanga decrecia mucho, dejándose solo sentir en la cabecera y
en los pueblos de México, Arayat, Apalit y San Simón.
Continuaba: en la Laguna, á cuyo Alcalde mayor se habia autorizado
para emplear 252 duros con destino á la compra de cal para desinfectar
el cementerio; en Cavite habia sido preciso tapar á los enfermos del
hospital con grandes pedazos de lona porque el techo habia desaparecido
con el huracán; en el Sur de Luzon, para donde se remitían mantas.
Se habia presentado en los pueblos de Bantayan y Santa Fé (Cebú),
ambos de una isla próxima á la de Negros, de donde probablemente lo
recibieron; se adoptaban precauciones, entre otras el haber establecido
un fumigadero en Bogó, que está frente á la isla. Al día siguiente del
baguio, apareció el cólera en la provincia de Panganisan, empezando por
el pueblo de Singayan; de tres atacados, mató dos el primer dia.
Quedó destruido el pueblo de Mariveles; el lazareto de este nombre
perdió la sección limpia, y el camarín sucio giró sobre sí mismo, que-
dando inclinado al S. E.
La Junta Superior de Sanidad se reorganizó; en su constitución figu-
ran 5 médicos (dos de ellos catedráticos, los más llamados sin duda: ana-
tomía y patología quirúrgica), 2 farmacéuticos y 1 veterinario; el resto,
hasta 17, extraño á la ciencia y al aite. — La provincial de Manila, tam-
bién quedó constituida de análoga manera. Ni en una ni en otra figuran
los frailes. En las provincias se iban arreglando poco á poco. — Como me-
dida do precaución se habia prohibido la visita al cementerio en los
dias 1 y 2 de Noviembre; pero en cambio se permitía el depositar coro-
nas, etc. El dia 3 se abrió la Universidad y demás centros de enseñanza.
El último telegrama dice:
^Manila 45 (14 MO). — El Gobernador general, de acuerdo con la Junta
local y central de Sanidad, ha declarado limpios el puerto de Manila y los
de su provincia; el domingo se cantará un solemne Tc-Deum.
Se toman precauciones respecto de las procedencias de las provincias
de Pangasinan, llocos-Sur, Camarines-Sur y Cagayan, únicas en que
aún reina la epidemia, que y ava en decadencia en todo el archipiélago. »
— El imperio del Japón ha quedado libre del cólera.
—En Sourabaya (Java) existía, por cuyo motivo se consideraban su-
cias sus procedencias en Singapore.
— Las noticias de la Meca son contradictorias: el inspector otomano
dice que ha cesado el cólera; en cambio el delegado egipcio afirma que
existe.
SECCIÓN OFICIAL. 759
NOTICIAS científicas.
Tintura de iodo en las hemorragias puerperales. — El Dr. W. E. Fo-
rest refiere tres de las últimas cohibidas con prontitud por las inyeccio-
nes iodadas é intra-uterinas, habiendo sido rebeldes dos de aquellas á
las sales de hierro. Estas obran coagulando la sangre, y el iodo excitan-
do las contracciones de la matriz. Debe empezarse por una inyección á
partes iguales de agua caliente y tintura de iodo, la que aun inyectada
en el más alto grado de concentración, no ha producido accidente deplo-
rable, según testimonio de Forest — (Vilaseca Mercadé.)
Terefeno.— El Sr. D. Pedro Almera, conocido farmacéutico, residente
en Vilasar, acaba de obtener de la esencia de trementina un producto,
al que ha dado el nombre de terefeno. Hasta ahora solo ha sido empleado
en el tratamiento de los sabañones, de cuya aplicación parece ser un
buen remedio. Si en esta afección diera resultados positivos, creemos
podría extenderse en sus usos, habida razón de la génesis á que los sa-
bañones obedecen.
De todos modos, prueba en el Sr. Almera mucha disposición al cul-
tivo de la profesión que ejerce, en la que ha contribuido al perfecciona-
miento de elaboración de otros preparados, por lo que ha obtenido,
merecidamente, premios de valia. El jarabe de clorofosfato calcico ge-
latinoso y sus compuestos, deben ser contados entre aquellos, ya que
constituyan los elementos más poderosos de la medicación fosfato-cal-
cica, en más de una vez empleada con éxito en varios de nuestros enfer-
mos.—(F. Gastells.)
Alcolxol: inyecciones subcutáneas. — Según el Dr. Schwalbe, de Es-
trasburgo, la acción esclerógena del alcohol, usado en inyecciones hipo-
dérmicas, puede emplearse útilmente en cirugía (Gaz. méd, de Strasboury,
número 6, 1882).
Con arreglo á este criterio ha curado un angioma venoso de la cara,
una hernia umbilical en un adulto, otra del escroto y varias otras her-
nias.— Por otra parte, con las inyecciones de alcohol puro ó de una mez-
cla de alcohol y éter, ha conseguido la disminución de volumen de un
lipoma. — (Rodríguez Méndez.)
SECCIÓN OFICIAL.
Sanidad marítima.— Real orden de 4 de Diciembre: «En vista de que nues-
tra legislación sanitaria en varias de sus disposiciones, entre ellas la 17 do
la Real orden de 5 de Junio de 1872 y 4.', regla 1.' de la de 17 de Mayo de 1880,
ordena la completa incomunicación de los buques en los puertos antes de ser
admitidos á libre plática previa visita de las Direcciones especiales de Sanidad,
castigando á las personas que sin este requisito comuniquen con aquellos;
Y considerando que lo especial del servicio encomendado á los pilotos prác-
ticos de puerto les obliga á subir á bordo de los buques antes de hallarse en
condiciones de poder ser visitados por las respectivas Direcciones;
S. M. el Rey (Q. D. G.) se ha servido ordenar, que cuando los expresados
prácticos suban á bordo de los buques antes de recibir la visita sanitaria, per*
manezcan incomunicados en ellos hasta su admisión á libre plática; y con arre-
glo á la disposición 7.*, regla 1.' de la citada Real orden de 17 de Mayo de 1880
sean sometidos al mismo tratamiento sanitario que los tripulantes de los bu-
ques caso de ser aquél necesario.» Gaceta del 13 de Diciembre.
760 PUBLICACIONES RECIBIDAS.
PUBLICACIONES RECIBIDAS.
Estudio teórico práctico sobre el paladismo y sus diversas maniíes-
taoioneSy por D. Arturo Masoti Arroyo.— Barcelona, 1^.— Dos ejemplares.
Manual práctico de las enfermedades de las mujeres (Medicina y Ciru-
gia) por el Dr. G. Eustache, versión castellana de D. Enrique Moresco y Labado y don
Rafael Ulecia v Cardona, con un prólo^^o del Dr. D. Andrés del Busto López.* Cua-
dernos 8, 9 y lO.^Madrid. -1882. -Dos ejemplares.
Jarabes. Su importancia, su utilidad y reformas que reclaman^ por D. Cayetano
Rodríguez San toyo.— Madrid, 1882.— Dos ejemplares.
Ij'acido piorico nella cura dell'eresipela, pal Dottore Flaminio Tassi.— Tori-
no, 1881.— Dos ejemplares.
li'ematoma degli orecobi negli alienati, del Dot. Flaminio TassL- Torino,
1879.— Dos ejemplares.
Revista delle prinoipale malattie acoidentali osservate negli alienatl,
por Dott. Flaminio Tassi.— Milano, 1878.— Dos ejemplares.
Biblioteca económica de Medicina y Cirugía. Cuaderno 35. En este cuaderno
termina la excelente obra Lecciones clínicas sobre enfermedades del hígado, por el
Dr. Garlos Murchisson, versión españolado D. M. Carreras Sanchiz. - Madnd, 1882.
Diccionario de Medicina y Terapéutica, por los Di es. £. Bouchut y A. Des-
prés.— Traducción de los Dres. D. Pedro Espina Martínez y D. Antonio Espina Capo.
—Cuaderno 8.<'-Madrid. Bailly-Balliere.
Á NUESTROS SUSCRITORES.
La Gaceta Médica Catatana dá las más expresivas gracias á
cuantos la han favorecido con su cooperación. Resuelta á seguir vivien-
do bien y juzgando que debe trabajarse mucho en pro del adelanto cien-
tificOy procurará en el año próximo, no solo mantenerse en el puesto que
le han conquistado su Redacción y Colaboración, sino que aun irá más
allá en el camino del progreso. A estas breves palabras se reducen sus
promesas para el año venidero, y no extrañe á los suscritores tanto laco-
nismo, pues como antes, se halla más ganosa de hacer que de decir.
A LA PRENSA.
Esta publicación desea suerte y larga vida á todos los periódicos, y
muy especialmente á los que se dedican á las ciencias médicas y á sus au-
xiliares. Anhela tener con ellos fraternales relaciones; y si por su parte
está dispuesta á estrechar lazos con los que son buenos colegas, abriga
la ñrme resolución de volver la espalda á los que falten á los sagrados
deberes que tiene la prensa científica, como ha debido hacer durante
el año que acaba con alguno que no hay para qué nombrar.
Erratas. — En el núm. 40, pág. 508, aparecieron, entre otras que
contiene el articulo, de menor importancia, las siguientes, que conviene
rectificar: línea 28, dice: Leaton, léase -Píaíon. — Línea 35, dice: el legis-
Icidor^ léase: la legislación.
También en el nám. 44, pág. 546, se deslizó la siguiente, que por lo
que se esconde á sí misma, necesita ser notada, línea 29: debe suprimir-
se la palabra será.— Y en el núm. 47, pág. 726, nota 3, dice Sansón por
Lawson,
La ilustrada penetración de nuestros lectores habrá de fijo suplido
otras erratas menos notables, que tal vez, y á pesar de la pulcritud con
que se corrigen por nuestra parte, se hayan deslizado en este tomo.
ÍN DICE
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN EL TOMO SEGUNDO.
ÍNDICE DE AUTORES.
(1)
Artigas Giménez, 351,
BameSf 5i0f 75i,
Barracpier (J.), 161, 229, 426, 483, 516,
549,584.
Barraquer a.), 962, 460.
Bassols-Prim, 524, ^5.
Bert (Pablo), 4i5.
Blanc y Benet, 709.
Galvet Nava, 287, 400, 4i5y 580, 610,
642, 644.
Garbo, 26, 57, 63, 89, i23, i5i, i84,
189, 2i8, 222, 250, 256, 28i, 285, 3i5,
353, 356, 384, 456, 483, 579.
Gasagemas, 325.
GasteUs Ballespi (C), 737, 759.
Gastells BaUespí (F.) , 96, 147, 280, 286,
318, 350, 411, 480, 504, MI, 702, 737, 740.
GastellB Ballespi (Martina), '^85, 312,
706, 740.
Gebeira Rey, 94 y 95, 156 y 157, 190 y
191, 738 y 739.
Girera, 225, 960, 297.
Gorral, 724.
Directores, 1.
Esqaerdo Esquerdo (A.), 653
Estrany, 103.
Fargas Roca, 8, 44, 71, 93, 106, 127, 138,
160, 169, 187, 199, 235, 255, 267, 275, 301,
319, 338, 370, 387, 403, 436, 466, 498, 514,
528, 560, 591, 624, 643, 659, 691, 728.
Foradiguera Soler (G.), 145.
Formiguera Soler (L.), 20, 31, 31, 54,
63, 93, 127, 128, 157, 160, 189, 255, 287,
319, 355, 387, 461, 448, 483, 516.
Labastide, 35i,
López Ooaña, 581 .
MargaHt, 132.
Masotí Arroyo, 33, 81, 265, 394, 670
Moré Bargit, 15, 48, 76, 115, 135, 175, 206,
240, 271, 310, 333, 375, 408, 440.
Opisso, 129.
PareUada, 156, 387.
PlaneUas, 85, 213, 289, 346, 474, 635.
Porta Vidal, 609.
Presas, 198, 199, 369, 463, 465.
Ribas Perdigó, 166, 485, 517, 613, 645,
682.
Richard Lewis, 26, 57,89, i23, i5i,
i84, 218, 250, 281, 315, 353, 384.
Robert Yarzabal, 357, 389, 421, 453.
Roca, 737.
Rodríguez Méndez, 31, 32, 53, 63, 93,
119, 127, 128, 157, 180, 189, 223, 244, 249,
253, 279, 288, 319, 418, 419, 444, 448, 482,
514, 537, 547, 571, 602, 611, 633, «39, 640,
644, 668,699, 705, 707, 7S6, 748, 757, 759,
Reare, 621.
Revira OUver, 32, 97, 128, 209, 254, 319,
451, 448, 483, 544, 547, 644, 740.
Serré, 285.
Sojo Batlle, 321,677.
Soñé Molist, 222, 257, 696.
Verat, 674.
Verdós Mauri, 93, 192, 193, 223, 285, 356,
380, 419, 448, 495.
Vidal Garete, 20, 38, 65, 110, 419, 451,
484, 580, 741.
VUaseca Mercadé, 250, 433, 508, 547,
610, 75«.
ÍNDICE DE MATERIAS.
Abdomen: herida penetrante, 25.
Abscesos de la córnea: tratamiento, 161:— y cámara anterior; dacriocistitis; trata-
miento antiséptico, 465;— del cerebro: trepanación, 703.
(1) Los números de tipo cursivo conesponden álos trabajos traducidos (autor y traductor )
762 ÍNDICE DE MATERIAS.
Aceite de colachan, 55;— de hígado de bacalao, 707.
Ácidos biliares: investigación en la orina, 415;— bórico: inocuidad, 483;— su empleo
en la difteria, 64<;-salicílico: investigación en la orina, 414;-salicilico y sus
compuestos en el tratamiento del reumatismo, 15, 48, 76, 115, 135, 175, 206,248,
271,310, 333,375,408, 440; -úrico: procedimiento rápido para su investigación
en la orina, 413.
Acónito (El) en la fiebre remitente, 32.
Agua acídulo-carbónica artificial: presencia del plomo, 122;— albuminosa: prepara-
ción y usos, 57;— potable: presencia del plomo, 121;— sulfurosas y nitrogenadas
en el tratamiento de la tuberculosis, 359.
Albúmina: investigación en la orina, 414; — albuminosa (agua): preparación y
usos, 57.
Alcohol y tabaco: acción, 484;— inyecciones subcutáneas, 750.
Algodón absorbente, 146.
Alimento3(Revista de>, 119;— más usados (Presencia del plomo en I03), H9;-para
los tísicos, 351.
Almidón salicilado, 181.
Almizcle: desodor ación, 146.
Alumbrado eléctrico, 444, 748.
Ambliopia: tratamiento por la estricnina, 579.
Amígdalas: tratamiento de la hipertrofia con el termo-cauterio, 24; — el bicarbonato
sódico en la inflamación de las mismas, 97, 132;— curación de la flegmasía cró-
nica, 359.
Análisis y síntesis en química patológica, 411.
Anatomía de los centroá nerviosos, 8, 44, 71, 10o, 138, 169, 199, 235, 267, 301*, 33S, 370,
403, 436, 466, 498, 528, 560, 591, 624, 659, 691, 728.
Anestesia: zona manejable y nuevo procedimiento de cloroformización, 415;— cloro-
fórmica: importancia del reflejo palpebral, 547.
Aneurisma de la artería iliaca externa, 129.
Angina tuberculosa: tratamiento por el iodoformo, 545.
A n orexia de los tísicos, 93.
Antisepsis durante el embarazo, el parto y el puerperio, 181;— en la Cirujia ocular
(Clínica del Dr. Barraquer), 325;— en obstetricia y la septicemia en obstetricia,
510, 751; -curas antisépticas, 390; -licor mineral de Huet, 180;- almidón salicila-
do, 181;— polvo fenolado, 180; -catgut antiséptico, 547;— cura iodofórmica, 88:-
tricloro fenol, 57.
Apomorfina: acción expectorante, 223,
Articulo programa^ i.
Artritis aguda blenorrágica, 218; -supurada: intervención quirúrgica, 456.
Ascárides lumbricoidcs: tratamiento, 255.
Ascitis: curación por las inyecciones iodadas, 43 í.
Asfixia local de las extrcmidados, 382.
Asma bronquial: poción calmante, 740,
Atmósfera fria y húmeda, 189.
Azúcar de leche: acción laxante, 32.
Bebidas y condimentos ácidos contenidos en vasijas de cristal: presencia del plo-
mo, 122.
Berberina: liquefacción mediante el timol, 181.
Bicarbonato sódico en la amigdalitis, 97, 132.
Bilis: investigación eu la orina, 414.
Blenorragia: artritis aguda, 218;— tratamiento délas erecciones, 387, 451; -oftalmía:
la peritomia como medio preventivo de las alteraciones de la córn'^a, 198, 426,
549, 584, 72i;— tratamiento por el permanganato potásico, 642; -gonococo, 740.
Bromuro potásico: elixir, 31;— su empleo en la diabetes sacarina, 544.
Bubón chancroso: alteraciones de la piel, 470; -id. de los ganglios, 477.
Bibliografía, li7, 249, 250, 279, 280, 350, 480, 508, 6'39, 640, 670.
Elementos de Civugia clínica, por Guyon, 147. - Tendencias, unidad y porvenir de
la Medicina y Terapéutica, por Andrea Serra, %i9. — Contribución al estudio de
la Estadística medica^ por Roquer Casadessus, '250.— ÍTÍ Gclsínnino, por Larra y
Cerezo, 279.— Dmgrwó^/íco y tratamiento de las enfei^medades del corazón y Ci^
ÍNDICE DE MATERIAS. 763
particular de «us formas anómalas, por Germán See, 280.— Afanwaí de Patología
interna, por G. Dieulafoy, 350. — Í)c la lepra en Granada, por Hernando y Espi-
nosa, 480.— Utilidad general de la gimnasia y acción que ejercen sobre el orga-
7iismo humano sus diferentes ejercicios, por Ferrer y Mitjana, 5()8. — Las endemo-
niadasde hogaiioy de antaño, porC. Richct, 639.— Tesis sobre la patogenia de
las principales enfermedades que anticipan la muerte del genero humano, por
Roél, 640.— Traíado de Operatoria quirúrgica^ por Morales Pérez, 670.
Gafeina: su empleo en las parálisis intestinales, 356.
Cálculos productores de fístulas vesico-vaginales, 279;— vesicales en la mujer: ex-
tracción, 127.
Ca'omelanos: su acción sobre las fermentaciones y los microbios, 280.
Cáncer de la garganta: diagnóstico con la lepra y el lupus, 361: — hibridismo cance-
roso-sifilitico y sífilo-escrofuloso, 214.
Cáñamo indiano: tratamiento de la rabia, 547.
Cangrejos (peste de los), 580.
Caries de los buesos del cráneo, 621.
Carnes conservadas: presencia del plomo, 121.
Carótida: compresión en las afecciones espasmódicas, 312.
Catarata: nuevo procedimiento para la expulsión de las masas corticales, 516.
Catarro vesical crónico, 644.
Catgut antiséptico, 547.
Cerebelo: estudio anatómico, 624.
Cerebro: estudio anatómico, i:«, 169, 199, 235, 267, 301, 338, 370, 403, 436, 466, 498, 520í
— eritema sintomático de lo3 tumores, 192;— excitabilidad de la corteza, 451;-de
los centros motores corticales, 255;— de la corteza del cerebro, 451;- — enferme-
dad cerebro-gástrica, 380;— absceso: trepanación, 703; — localízacion de las ¡deas
de suicidio, 611 .
Cianuro de mercurio: su empleo en la siñlis ocular, 516.
Cirugía (Revista de), 24, 792; -ocular antiséptica, 325.
Clínica del Dr. Rubio en el Hospital de la Princesa, 289.
Clorbidrato de morfina: soluciones, 127.
Cloroformización: nuevo procedimiento, 415;— importancia del reflejo palpebral, 547.
Clorosis: tratamiento, 128.
Coche para el transporte de heridos, 53.
Colachan: aceite, 55.
Cólera morbo, 419, 482, 514, 539, 571, 602, 633, 668, 699, 736, 757.
Colirio de Fernandez, 254.
Colodión estíptico, 448.
Colotomia lumbar, 25.
Comino negro, 55.
Condimentos ácidos en vasijas de cristal: presencia del plomo, 122.
Congreso y Exposición de electricidad, 244, 444, 748; — de laringología, 506;— médico
de Sevilla, ^7, 389, 421, 453.
Conservas: presencia del plomo, 121.
Contagio sifilítico por el ingertojepidérmico, 213.
Contracturaspo«í-moríerti, 157.
Convallaria maialis, 31, 210, .514.
Convulsiones en los niños, 63.
Coqueluche, 285.
Corazón: degeneración grasicnta: diagnóstico, 210; -dilatación aguda, 544;- empleo
del lirio de los valles en sus enfermedades, 31, 210: — ruidos en la cirrosis del hí-
gado, 212;— heridas: tratamiento, 705;— endocarditis diabética, 209;— palpitacio-
nes paroxismáticas: empleo de la convallaria maialis, 31.
Corea: naturaleza, patogenia, tratamiento, 384:— empleo de la electricidad, 422.
Córnea: tratamiento de lo3 abscesos, 161;— absceso de la córnea y de la cámara an-
terior, dacriocistitis; tratamiento antiséptico, 465; — herpes traumático, 463: —
peritomía preventiva de las alteraciones do la córnea en la oftalmía blenorrági-
ca, 198, 426, 549, 584, 700.
Cornezuelo de centeno en las enfermedades de los huosos, 70^3.
Corrientes eléctricas terrestres, 245.
764 índice de materias.
Cr&neo: caries de los huesos, 621.
Créches ó Casas^unas, 314.
Criminalidad: relaciones eon las heridas, 457.
Crustáceos en conserva: presencia del plomo, 121.
Cuerpo extraño alojado detrás de la corona del glande, 166;— en la 6rhita, 199;— vivo
en el estómago, 160.
Cura antiséptica, 390;— iodofór mica, 88.
Curare: su empleo en la epilepsia, 546.
Chancro: alteraciones cutáneas én el bubón sintomático, 476:— y bubón chancroso:
alteraciones de los ganglios linfáticos, 477.
Dacriocistitls: tratamiento, 227; -absceso de la cárnea y cámara anterior, 465.
Degeneración grasienta del corazón: diagaódtico, 210.
Demograña: estadistica sanitaria, 94, 156, 190, 738.
Dermatología: Revistas, 85, 346, 635;— alteraciones de la piel en el bubón chancroso,
47d; eritema sintomático de los tumores del cerebro, 192; -dermatosis de origen
nervioso, 381;— erupciones provocadas por algunos medicamentos, 222;— micro-
cocos de la lepra, ^;— letálides, 424,630;— micrococos del lupus, 348;— melano-
dermia pitiriásica, 6 J6;— mioma cutáneo, 87;— moluscum, 637;— la resorcinaen
las enfermedades de la piel, 87;— rash; diagnóstico diferencial é importancia pro-
nóstica, 346;— tuberculosis cutánea, 635.
Desodoracion del almizcle, 146; -del iodoformo, 285.
Desviaciones uterinas, 275.
Diabetes en Cirugía, 456;— endocarditis, 209;— expontánea en las lesiones del cuar-
to ventrículo, 330;— sacarina: tratamiento por el bromuro potásico, 514.
Diagnóstico de la lepra, el lupus y el cáncer de la garganta, 361; -de la tuberculosis,
392;— de las úlceras de laclar inge, 389.
Diarrea disenteriforme: parálisis hemiplógica consecutiva, 383; -en los niños: trata-
miento, 93,319.
Difteria: empleo del ácido bórico, 643;— del timol, 287;- de la salicina, 740.
Dilatación aguda del corazón, 544.
Dispepsia flatulenta: tratamiento, 157.
Disquinesia uterina, 278.
Eclampsia puerperal: tratamiento, 187.
Electricidad: Congreso y Exposición, 244, 444, 748;— en la leucemia y en la corea, 422;
—luz eléctrica, 444.
Elementos morfológico-anatómicos: forma indecisa, 413.
Elixir de bromuro potásico, 31.
Embarazo: antisepsis durante el mismo, 181.
Emisiones sanguinesus: oportunidad y valor en las metritis, particularmente en la
crónica, 225, '-:60, 297.
Empiema: tratamiento, 387.
Emplasto elástico, 146.
Endocarditis diabética, 209.
Endometritis supurada: tratamiento por el lavado uterino, 394.
Enfermedad cerebro -gástrica, 380.
Epidérmico: contagio de la sífilis por el ingerto, 213.
Epilepsia: tratamiento, 448;— por el curare, 546.
Eritema sintomático de los tumores cerebrales, 192.
Erupciones cutáneas producidas por algunos medicamentos, 222.
Escrófulo-sifllitico y sífilo-canceroso: hibridismos, 214.
Escroto: gangrena; curación, 653.
Esencia de gengibre, 123.
Espasmos: tratamiento por la compresión de las carótidas, 312;— profesionales: etio
logia y tratamiento, 448.
Establecimiento terápico-funcional, 644.
Estadística demográfico-sanitaria: Octubre (1881), 9i y 95; -Noviembre (1881), 156 y
157;— Diciembre (1881), 190 y 191; primer semestre de 1882, 738 y 7^;— de una
casa de locos, 93.
ÍNDICE DE MATERIAS. 765
Esteatina, 145.
Estenosis de las vías respiratorias producida por accidentes siflliticoSi 475.
Estíptico: colodión, 418.
Estiramiento de los nervios: trastornos tróficos consecutivos, 383.
Estómago: cuerpo vivo en esta viscera, 160;— caso notable de úlcera, 495.
Estricnina: muerte, 128;— su empleo en la ambliopia, 579.
Excitabilidad de los centros motores corticales, 255;— de la corteza del cerebro, 451.
Expectorante: valor de la apomorfina, 223.
Exposición y Congreso de electricidad, 244, 441, 748.
Extirpación total del útero, 393.
Extreñimiento rebelde: empleo*del extracto de haba del Calaba r, 4b3.
Fagedenismo del pene: notable^caso clínico, 217.
Farmacia: Revista, 145;— Sociedad farmacéutica española, 156.
Fenol: acción antipirética, 319; - envenenamiento, 182; crónico de los ciruja-
nos, 611; polvo antiséptico, 180;- triclorado, 57.
Fermentaciones y micro-organismos: acción de los calomelanos, 286.
Fibromas uterinos y quistes o varieos, 279.
Fiebres perniciosas, 33, 81, 265; -remitentes: empleo del acónito, 32; -tifoideas y gás-
tricas: ideas sueltas, 524, 555.
Física: Revistas, 244, 444, 748.
Fístula vesico-vaginal producida por cálculos, 279;-op3racion, 421.
Foliculitis vulvares extemas, 348.
Forma indecisa de los elementos morfológicoanatómicos, 413.
Fosfato de cal en la tuberculosis, 63.
Fractura indirecta de la novena vértabra dorsal,^702.
Frío: locura efímera que puede determinar, 418.
Oalactógeno de Jamaica, 319;— polvo, 644.
Ganglios linfáticos: alteraciones producidas por los chancros y bubones, 477.
Gangrena del escroto: curación, 653;— del pié: tratamiento por el termo-cauterio, 705.
Garganta: diagnóstico de la lepra, el lupus y el cáncer, 361;— acción patológica que
sobre ella produce el tabaco, 506.
Gástrica: (enfermedad cerebro), 380;— Oa"ngopatia), 507;-(flebre), 524, 5o5;-ó intes-
tinales (alteraciones): neuropatías que producen, 193.
Generación expon tánea: apuntes, 741.
Gengibre: esencia, 128.
Glande: cuerpo extraño alojado detrás de la corona, 166.
Glicerina: nueva indicación, 610;— y clorhidrato de quinina, 483.
Glycel08um,'146.
Goma: poción, 145.
Gonococo, 740.
Gravedad: estudio de este agente bajo el'punto de vista etiológlco, higiénico y te*
rapéutico en la mujer, 709.
Haba del Calabar: empleo del extrasto en el e>ctreñimiento rebelde, 483.
Hematoblastos y demás elementos figurados de la sangre, 418.
Hematocele (vaginalitis crónica); punción; gangrena del escroto; abertura y lim-
pieza de la vaginal;'curacion, 653.
Hematuria quilosa: génesis y tratamiento, 450.
Hemicránea: tratamiento, 483.
Hemiplégicos: lado sano, ^; — hemiplegia consecutiva á una diarrea, 333.
Hemoptisis : apiréctica en los tuberculosos: tratamiento, 12S;— nuevas formas, 453.
Hemorragias puerperales: empleo de la tintura de iodo, 759.
Herencia morbosa, 223; -lesiones en la sífilis hereditaria, 216.
Heridas: sus relacionei con la criminalidad, 457;— penetrante del abdomen, 25;— co-
che para el transporte de los que las sufren, 53;— del.corazon: tratamiento, 705.
Hernia diafragmática, 127.
Herpes traumático de la córnea, 463.
Hibridismo escrófulo-sifilítico y sifllo-canceroso, 214.
Hidrotórax: empleo de la pilooarpina, 211, 423;- toracentesis, 485,517, 613,645,682.
76G ÍNDICE DE MATERIAS.
Hígado: loá ruidos cardiacos en la cirrosis, 212; — graso eu conserva; presencia del
plomo, 121.
Higiene: Revista de alimentos, 119; — de desinfectantes, 108.
Histerismo: tratamiento por las hojas metálicas administradas al interior, 211.
Huesos: el cornezuelo de centeno en sus enfermedades, 703.
Ictericia consecutiva á una lesión cardiaca: tratamiento por la digital, 609.
Ignipuntura: empleo en la metritis parenquimatosa crónica, 276.
Ilíaca externa: aneurisma, 129.
Incubación de la sífilis: duración, 213.
Infancia: causas do la excesiva mortalidad, 425.
Ingerto epidérmico como causa de la siQlis, 213; — de un pedazo de conjuntiva de co-
nejo en un caso de simbléfaron, 369.
Inhalador deDoiVmont, 183;— de clorhidrato amónico de Kirwood, 696.
Intestino: empleo de la cafeína en las parálisis musculares, 356.
Iodo: inyecciones en un caso de ascitis, 434;- en las hemorragias puerperales, 759.
Iodo formo: cura, 8á; — desodoracion, 285;— en la angina tuberculosa, 545;— en otolo-
gía, 321: -en la ovariotomia, 278;— lápices, 146;— en el tratamiento de las úlceras:
ventajas é inconvenientes, 704.
Lámparas eléctricas, 447, 748, 750.
Lápices de iodoformo, 14(5.
Laringe: diagnóstico de las úlceras, 389;— lesiones sifilíticas, 47 1;— diagnóstico déla
tisis idiopática mediante el laringoscopio, 507;— laringismo del adulto, 501;— la-
ringopatia gástrica, 507;— laringología: Revista, 504;— Congreso internacional, 506.
Lavado uterino: su empleo en un caso de endometritis supurada, 394.
Lepra: parásito, 83; — lupus y cáncer de la garganta: diagnóstico, 361.
Letalides, 424, 636.
Leucemia: empleo de la electricidad, 422.
Levulosa, 288.
Licor mineral antiséptico deHuet,180;— de Van Swieten modificado, 147.
Ligamentos vertebrales: rotura, 455.
Lirio de los valles: su uso en las enfermedades de corazón, 31, 210, 514.
Locura causada por el frió. 44S;— estadística de una casa de locos, 93.
Lupus: micrococcuí, 318;- lepra y cáncer de la garganta: diagnóstico, 361.
agnetismo: contribución á su estudio, 460.
Manía aguda: curación, 400.
Medicamentos nuevos, 85;— erupciones cutáneas provocadas por algunos, 222.
Medicina: Revista, 209, 544.
Médula espinal: estudio anatómico, 560, 501;— alteraciones de las células nerviosas
en la mielitis, 362;— oblongada: estudio anatómico, 650, 691.
Melanodermia pitiriásica, 636.
Menstruación precoz, 319.
Menta piperita: pastillas, li5.
Mercurio: pomada preparada con la vaselina, 145.
Metales: acción tóxica comparada, 253;— tratamiento del histerismo por las hojas
metálicas administradas al interior, 211.
Metritis: oportunidad y valor délas emisiones sanguíneas, especialmente en las cró-
nicas, 225, 260, 297;— parenquimatosa crónica: empleo de la ignipuntura, 276;—
interna supurada: tratamiento por el lavado uterino, 3J4.
Micri^cocos del lupus, 34S;-de la lepra, 86; -de la blenorragia, 740.
Micrófitos de la sangre: sus relaciones con las enfermedades, 26, 57, 8i), 123, 151, 184,
218,250,281,315,353,384.
Micro-organismos: influencia que sobre ellos y sobre las fermentaciones ejercen los
calomelanos, 280.
Mioma cutáneo, 87.
Moluácum, 637.
Monstruosidades: causa de algunas de ellas, 337.
Morfina: soluciones del clorhidrato, 127;— antagonismo entre ella y los alcaloides de
las solanáceas virosas, 451.
ÍNDICE DE MATERIAS. 767
Mortalidad de la infancia: causas de su exceso, 4*25.
Mujer: estudio de la gravedad como agente etiológico, higiénico y terapéutico, 709;
—Revista de ginecopatí a, 275;— {Vé&se Obstetricia, Ovario, Útero j Vulva, Vésico-
vaginal).
Muñeca: resección, 704.
Música: sus relaciones con la Medicina, 20, 38, 65, 110.
Naftol: intoxicación, 85.
Napelina, 54.
Neuropatías dependientes de trastornos gastro -intestinales, 193.
Nervios: estiramiento y trastornos tróficos consecutivos, 38Q.
Nerviosos: anatomía de los centros, 8, 44, 71, 106, 138, 169, 199, 235, 267, 301, 338, 370,
403, 436, 466, 498, 528, 560, 591, 624, 659, 691, 728;— alteraciones de las células en
las inflamaciones de la médula espinal, 362;— dermatosis, 28I;-Revista de neu-
ropatología, 380.
Niños: convulsiones, 63:— diarrea: tratamiento, 93, 319;— mortalidad: causa de su ex-
ceso, 425;— procidencia del recto, 706;— polvo para la limpieza, 314;— Revista de
enfermedades de los niños, 312.
Nitro glicerina: acción fisiológica, 285.
Nosoquímica: Revista, 411.
Obstetricia antiséptica y la septicemia en Obstetricia, 510, 751;— eclampsia puerpe-
ral, 187;— antisepsis durante el embarazo, parto y puerperio, 181;— pulso y tem-
pera tura en el puerperio, 677;— tint. de iodo en las hemorragias puerperales, 759.
Oftalmología: tratamiento de los abscesos do la córnea, 161;— oftalmía de los recien
nacidos: profilaxis, 18 i;— oftalmía blenorrágica: tratamiento preventivo de las
alteraciones de la córnea, 198, 426, 549, 534, 724; — cuerpo extraño alojado en la
órbita, 199;— cirugía ocular antiséptica en la clínica del Dr. Barraquer, 325;— la
oftalmología en el Congreso médico internacional de Sevilla, 458;— absceso de la
córnea y cámara anterior; dacriocistitis; tratamiento antiséptico, 465;— amblio-
pía: tratamiento por la estricnina, 579;— catarata: procedimiento para la expul-
sión de las masas corticales, 516;— sífilis ocular: empleo del cianuro del mercu-
rio, 516; — herpes traumático de la córnea, 463;— dacriciotitis: tratamiento, 227;
— simbléfaron: tratamiento por el ingerto de un pedazo de conjuntiva de cone-
jo, 369;— quémosis conjuntival, 581.
Olécraron: sutura, 25.
Orina: Investigación del ácido úrico 413;— de la albúmina, 414:- del ácido salicílico,
414;— de la bilis,''414;— de los ácidos biliares, 415.
Orquitis, 737.
Osteo-sarcoma del aparato auditivo, 257.
Otología: empleo del iodo formo, 321;— osteo-sarcoma del aparato auditivo, 257.
Ovario: quistes y fibromas uterinos, 279;— el iodoformo en la ovariotomia, 278.
Oxigeno: su empleo en terapéutica, 356.
Parálisis de las fibras musculares de los intestinos: empleo de la cafeína, 356;— he*
miplegica consecutiva á una diarrea disenteriforme, 353.
Párpado: importancia del reflejo palpebral en la anestesia clorofórmica, 547.
Parto (Véase Obstetricia.)
Pastillas de menta pipesita, 145.
Pelagra: etiología, 456.
Pene: notable caso de fagedenismo, 217.
Peptonamercú rico-amónica: tratamiento déla sífilis por las inyecciones subcutá-
neas; 222:— análisis de la preparada por Defresne, 674.
Períodos de la sífilis, 214.
Peritomia como medio preventivo de las alteraciones de la córnea en la oftalmía
blenorragia, 198, 426, 549, 584, 72 V.
Permanganato potásico en el tratamiento de la blenorragia, 642
Peste de los cangrejos, 584.
Picrotoxina é hidrato de picrotóxido, 56.
Pié: tratamiento de la gangrena por el termo-cauterio, 705.
768 ÍNDICE DE MATERIAS.
Pilocarpina: su empleo en los derrames pleuriticos, 211, 433.
Pitiriasis melanodérmica, 635.
Pleura: empleo de la pilocarpina en los derrames, 211, 423;— estado del pulmón en la
pleuresía, 45i;— la toraccntesis en el tratamiento de la pleuresía serosa, 485, 517,
613, 615, 682.
Plomo: su presencia en los alimentos más usados, 119.
Poción con esencia de trementina, 63; ~ gomosa, 145;— contra el asma bronquial, 740.
Pólipos uterinos voluminosos de ancho pedículo, 278.
Polvo antiséptico de ácido fénico, 180;— para la limpieza de los niños, 314.
Pomada mercurial con vaselina, 145.
Precocidad notable, 81.
Procidencia del recto en los niños, 706.
Profesiones: espasmos; etiología y tratamiento, 448.
Prolapso uterino: procedimiento de Fritsch, 277.
Proyectiles: su demostración mediante el teléfono, 245.
Publicaciones recibidar. 32, 64, 96, 128, 160, 192, 256, 288, 320, 356, 388, 420, 452, 484,
548, 612, 644, 708, 740, 760.
Puerperio: (Véase Obstetricia.)
Pulmón: otro signo para el diagnóstico del primer periodo de la tuberculosis pul-
monar, 546; -sífilis pulmonar, 475; -estado del pulmón en la pleuresía, 454.
Pulso y temperatura en el estado puerperal, 677.
Quemaduras: tratamiento, 93, 160.
Quémosis conjuntival, 581.
Quillayina, 737.
Química: análisis y síntesis en química patológica, 411;— repulsión química, 412;—
las vibraciones en los fenómenos químicos, 412;— Revista de nosoquimica, 411.
Quinina: glicerolado del clorhidrato, 483;— tanato, 287.
Quinoleina, 147.
Quintas: reglamento, 422.
Quistes de los grandes labios, 278;— o varieos y fibromas uterinos, 279.
Rabia: tratamiento por el cáñamo indiano, 547.
Radiofonía, 247.
Rash: diagnóstico diferencial é importancia pronostica, 346.
Recto: procedencia en el niño, 706.
Reflejo genital, 384;-palpebral: su importancia en la anestesia clorofórmica, 547;—
patológicos, 3, 193.
Repulsión química, 412.
Resección de la muñeca, 704; -de la rodilla, 314, 704.
Resorcina: su empleo en las enfermedades de la piel, 87.
Respiratorias (Vías): estenosis causadas por accidentes sifilíticos, 475.
Reumatismo articular agudo: tratamiento, 189; de la infancia, 313; — con-
tribución al estudio del ácido salicílico y sus compuestos, en particular del salí-
cilato sódico en el tratamiento del reumatismo, 15, 48, 76, 115, 135, 17o, 206, 240,
271,310,313,375,408,440.
Revista de Cirugía, 24, 702;-de Dermatología, 85, 316, 635;-de Farmacia, 145;-de Fí-
sica. Congreso y Exposición internacional de electricidad, 244, 444, 748;— de Gi-
necopatia, 275;— de nigiene:( alimentos, 119;— desinfectantes, 180;)- de Laringo-
logía, 504;— de Medicina, 209, 54i;-de Neuropatologia, 380;— de Nosoquimica,
411;-dePeidopatía,312:-de Sifiliografía, 213, 474;-de Terapéutica, 54.
Rodilla: resección, 704.
Rotura de los ligamentos vertebrales, 455.
Salicilado (almidón), 181.
Salicilato sódico: tratamiento del reuma, 15, 48, 76, 115, 135, 175,206,240, 271,310,333,
375, 408, 440.
Salicilina: empleo en la difteria, 740.
Sangre: hematoblastos y demás alimentos figurados, 418;— los micrófitos y sus rela-
ciones con las enfermedades, 26, 57, 89, 123, 151, 184, 218, 250, 281, 315, 353, 384; •«
transfusión» 580,
ÍNDICE DE MATERIAS. 769
Sarampión en Barcelona, 313;— algunos casoSi 419.
Sardinas conservadas: presencia del plomo, 121.
Sección oficial, 32, 64, 96, 128, 160, 192, 22i, 256, 288, 388, 420, 4J2, 484, 516, 548, 580, 611*
644, 676, 708, 740, 759.=Aguas minero-medicinales españolas, 224; de la Con-
cepción, 708; de Fuente Podrida, 160; de Fuentes Caldeas, 612; de
las Fuentes del Francés, 516; de Graéna, 288; de la Maravilla, 516;
de Loujo ó La Toja, 256, 420; de Nuestra Señora del Carmen, 420; de Uu-
binat, 484; de Santa Águeda, 256; de Zuazo, 420;«Auxiliares de Cáte-
dras, 96;=Carbunclo, 644; -=Cárcel modelo de Madrid, 48f;c=Cátedras: provisión,
192, 548; -vacantes, 64, 96, 192, 224, 256, 288, 388, 420, Md, 612, 644, 676, 676, 708, 740,
740;=Catedráticos de Medicina, 160; de Barcelona, 192; — supernumerarios,
611;=cCementerios, 388;=Cólera morbo, 128, 160, 224, 256, 288, 388, 420, 420, 452,
484, 516, 516, 516, 548, 548. 548, 548, 580, 580, 612, 676, 708, 708;=DentÍ8tas: Inspec-
tores y Subinspectores, 32;=Ejército: ley de reclutamiento y reemplazo, 160;=Es-
tablecimientos penales, 484, 484;— médicos de los mismos, 612;=:Exámene8, 96,
288b=.Exposicion nacional, 192;=Fiebre amarilla, 64, 96, 96,452,548, 676,676;=»
Hospitales militares, 580;=Inhabilitacion perpetua, 32;-=Inpectores generales de
Instrucción pública, 128;=Manicomio provincial de Oviedo, 452;t=3Médicos de
hospitales, 484;— directores de aguas minerales, 516, 516, 518;— titulares, 288;==
Policía médica, 32;=Sanidad marítima, 192, 452, 484, 548, 759; -militar, 64; -Tea-
tros, 580;=Viruela, vacuna y subdelegaciones á ellas rcfeientes, 4£0.
Septicemia en Obstetricia y Obstetricia antiséptica, 510, 751.
Sifílis: duración de la incubación, 213;— contagio por el ingerto epidérmico, 213; —
periodos, 214;— hibridismo sifilítico-escrofuloso y sifilítico-canceroso, 214;— un
caso de sífilis maligna precoz tratada con buen éxito, 215;— lesiones de la here-
ditaria, 216;— variedades del testículo sifilítico, 216;— tratamiento por las inyec-
ciones subcutáneas de peptona mercurio-amónica, 222;— lesiones sifilíticas de la
laringe, 474;— estenosis de las vías respiratorias producidas por accidentes sifi-
líticos, 475;— del pulmón, 475;— tratamiento abortivo, 477;— glosopatias sifilíticas,
779;— ocular: tratamiento por el cianuro de mercurio, 546;— Revista, 213, 474.
Simbléfaron: tratamiento por el ingerto de un pedazo de conjuntiva de conejo, 869.
Sindectomía preventiva, 198, 426, 549, 584, 724.
Sifón: origen, 419.
Síntesis y análisis en química patológica, 411.
Sociedad farmacéutica española, 156.
Solanáceas virosas: antagonismo entre sus alcaloides y la morfina, 451.
Soluciones de clorhidrato de morfina, 127.
Suicidio: localizacion cerebral de esta idea, 611.
Sulfo-cresilato sódico, 56.
Sutura del olécranon, 25.
Tabaco y alcohólico, 484;— acción fisiológica sobre la garganta, 506.
Tanato de quinina, 287.
Teléfono: como medio de averiguar la presencia de proyectiles, 245.
Temperatura y pulso en el estado puerperal, 677.
Terapéutica: Revista, 54.
Terefeno, 759.
Termo-cauterio de Paquelin: modificaciones, 285;— su empleo en la gangrena del pié,
705; en la hipertrofia de las amígdalas, 24.
Testículo sifilítico: variedades, 216.
Tétanos: causa de la muerte, 381;— tratamiento, 355.
Timol: caracteres químicos, 182;— liquefacción por la berberina, solubilidad, colora-
ción, 181;— su empleo en la difteria, 287.
Tisis: anorexia, 96;— alimentación, 351;— y tubérculos, 391;— laríngea idiopática:
signos que la revelan al laringoscopio, 507.
Toracen tesis en la pleuresía serosa, 485, 517, 613, 645, 682.
Toxicidad comparada de varios metales, 253.
Transfusión de la sangre, 580.
Traqueotomía de urgencia, 103.
Trementina: poción con el aceite esencial, 63.
Trepanación en un caso de absceso del cerebro, 70ÍÍ
770 ÍNDICE DE GRABADOS.
Tricloro-fenol: nuevo antiséptico, 57.
Trócar-traqueotomo de Jacolot y de Voelker:-de Jacolot modificado por Estrany,
103.
Tuberculosis: empleo del fosfato de cal, 63; -hemoptisis apiréctica: tratamiento,
128; -nosogenia, 3 18; -tratamiento por las aguas nitrogenadas y sulfurosas, 359;
—y tisis, 39^1; -diagnóstico, ¿92;— pulmonar: otro signo para el diagnóstico del
primer periodo, 546;— cutánea, 635;— el iodoformo en la angina tuberculosa, 545.
Tumores del cerebro: eritema sintomático, 192.
Ulcera estomacal: caso clínico notable, 495:— fagedénicas: tratamiento por las inyec-
ciones parenquimatosas de nitrato de plata, 705;— de la laringe; diagnóstico, 389;
—venérea: fisiología patológica, 217; — inconvenientes y ventajas de su tratamien-
to por el iodoformo, 704.
Unidades eléctrica?, 2i4.
Útero: desviaciones, 275;— disquinesia, 278;— pólipos voluminosos de ancho pedí-
culo, 278;— prolapso: procedimiento de Fritsch, 277;— quistes o varieos y fibromas
uterinos, 278; -extirpación total, 393; -el lavado uterino en la endometritis supu-
rada, 39i;— (Véase Metritis, Obstetricia,]
Vacuna en Londres: relación con la viruela, CÍO.
Vaginalitis crónica: hematocele: punción: gangrena del escroto: abertura y limpieza
de la vaginal; curación, 653.
Vaselina: preparación de la pomada mercurial, 145.
Vasijas estañadas y de cristal: presencia del plomo, 122.
Vegetales en conserva: presencia del plomo, 121.
Venérea: fisiología patológica de la úlcera, 217.
Vértebras: fractura indirecta de la 9.*^ dorsal, 702.
Vésico-vagínal (fístula): operación, 421;— causada por cálculos, 279.
Vías respiratorias: estenosis causadas por accidentes sifilíticos, 475.
Vibraciones en los fenómenos químicos, 412.
Vulva: foliculitis externas, 3i8;— quistes délos grandes labios, 278.
Zona manejable de los agente? anestésicos y nuevo procedimiento de cloroformiza-
ción, 415.
ÍNDICE DE GRABADOS.
Pag.
Figura I.*— Fenómenos reílejos elaborados en el ganglio de Gasser 7
Fig. 2.*— Extructura de los nervios 8
Fig. 3."— Esquema de los actos reflejos desarrollados sin intervención de los
centros. 8
Fig. 4.*— Coche para el transporte de heridos, de Bithorn 53
Fig. ñ.^ ^ Bacillus anthracis exicontraLdos después de la muerte en la sangre
de un buey fallecido á consecuencia del carbunclo (Cohn) 61
Fig. G^^—Bacillus anlhracis encontrado en la sangre de un conejito de Indias
(Cohn) 62
Fig. l^^Bacillus anlhracis procQáeníe del bazo de un ratón (Koch) 89
Fig. S.^-Ba-ítoncillos desarrollados en largos filamentos 90
Fig. 9.''- Formación de los esporos on los filamentos 90
Fig. 10.— Filamentos que se han hecho cali invisibles 90
Fig. 11.— Esporos aislados en el llamado acto de la germinac'von 91
Fig. 12.— Esporos convirtiéndose en bastoncillos 91
Fig. 13. — Bacíiíus aM//irac¿5. Germinación de los esporo? (Koch) 91
Fig. H.—Bacillus aní/iracív. Germinación de los esporos (Conh) 91
Fig. 15.
Fig. 16. ) —Fases del desarrollo ás un bacillu't de los más pequeños 92
Fig. 17.
ÍNDICE DE GRABADOS. 771
Fig. 18.- BacÜ/i de tamaño grande 92
Fig. 19 -Crecimiento de los hacilli precedentes convirtiéndose en filamentos.. 92
Fig. 20. -Trocar de Jacolot 105
Fig. 21. - Id. id. modificado por Estrany 106
Fig. 22.- lía ciüu» an//iroc/ír. Bastoncillos que sufren la segmentación, prolon-
gándose en forma de filamentos 124
Fig. 23. -Filamentos produciendo esporos, y esporos transformándose en bas-
toncillos 124
Fig. 24.— Esporos en algunos bastoncillos 126
Fig. 25.— Base del cerebí o (esquema) 139
Fig. '6. -Casa externa del hemisferio izquierdo 141
Fig. 27.— Cara interna del hemisferio derecho 142
Fig. 28. -ínsula de Reil 14:J
Fig. 29. )
Fig. 30. >-5aci//i« de la fiebre tifoidea del cerdo, cultivados en el humor
Fig. 31. ) acuoso del conejo 156
Fig. 32.— Cerebro del zorro (esquema) 173
Fig. d3,^Baccillti8 subtilis formado en la superficie de una infusión de heno,
después de 24 á 48 horas (Cohn) 18i
Fig. 33. bis.- Extructura de la corteza cerebral (Meynert) 200
Fig. 34. -Gran célula piramidal (Charcot) 202
Fig. 35. -Célula multipolar de la médula (Wundt) 203
Fig. 36. — Organismos encontrados en la sangre de animales sanos algunas ho-
ras después de la muerte 22^1
Fig. 37.— Centros motores en la cara externa del cerebro del mono maco, se •
gun los experimentos de Ferrier. 237
Fig. 38.— Esquema de las localizaciones probables en el hombre 237
Fig 39.— Explorador eléctrico de dos bobinas de GrahamBell 246
Fig. 40.— Id. id. de cuatro id. id. id 246
Fig. 41.— Radiófono de GrahamBell (esquema) 248
Fig. 42.- Id. deTainter 248
Fig. 43. -Organismos encontrados en la sangre de un ratón, sano al parecer. . 251
Fig. 44. -Excitador uterino 264
Fig. 45.— Esquema de un hemisferio cerebral 267
Fig. 46.— Corte oblicuo de los hemisferios cerebrales 269
Fig. 47. — Corte horizontal de un hemisferio cerebral 271
Fig. 48.— ^ac{2¿t en vía de segmentación 284
Fig. 49.— Corte transversal de los pedúnculos cerebrales al nivel de los tubér-
culos cu adrigéminos posteriores ... 302
Fig. 50: — Corte oblicuo de los hemisferios pasando por la región rolándica. . 305
Fig. M.— Tubérculos cuadrigéminos 308
Fig. 52 "SpiHllum (spirochcpte] Obemieier 315
Fig. ^."Spiñllum (spirochcetej plicatile 316
Fig. 54.— iSípíri//a encontrados en la sangre de enfermos, en Bombay 317
Fig 55.— Tálamo óptico y cuerpos geniculados 339
Fig. 56. — Cara interna de los núcleos centrales 339
Fig. 57.— Núcleos centrales vistos por la parte superior 3^i0
Fig. 58.— Esquema del entrecruzamiento de los nervios ópticos 3i3
Fig. 59.— Entrecruzamiento de las fibras de los nervios ópticos 3i5
Fig. 60.— Spin7/a en forma de rosario encontrados en la sangre de un enfermo
afecto de fiebre, en Bombay 35i
Fig 6^1 —Esquema de ias fibras de la corona radiante del tálamo óptico. . . . 371
Fig. 62— Esquema de las ra.ces del tálamo óptico 373
Fig. 63. — Vista de los núcleos centrales, levantado el cuerpo calloso. . . . 401
Fig. 64.— Núcleo lenticular visto por su cara externa 437
Figs. 65,66,67, 08. 69 y 70.-Lámparas eléctricas de Edisson 446
Fig. 71.— Lámpara eléctrica de Swann 447
Fig. 72. — Hacecillo sensitivo del segmento posterior á-i la cápsula interna. . . 467
772 ÍNDICE DE OBABADOS.
Púg,
Fig. 73.— Esquema de la cápsula interna y de un corte transversal del hemis-
ferio cerebral al nivel del tálamo óptico 469
Fig. 74. -Corte frontal de ünheniisferio.. 473
Fig. 75. -Corte de la parte. posterior de los hemisferios, para poner al descu-
to los tubérculos cuadrigéminos y la reflexión de los ventrículos late-
rales 499
Fig. 76.— Corte esquemático del asta de Ammon 501
Fig. 7.7.-Termografiaen un caso de fiebre de síndrome catarral gástrico y
curso térmico tifoideo 525
Fig. 78.-Térmografia en un caso de catarro gástrico febril de iniciación tér-
mica tifoidea 526
Fig. 79.— Termografía en un caso de fiebre francamente tifoidea de curso tér-
mico equivoco 527
Fig. ÍO.— Corte vertical del cerebro (esquema) 534
Fig. 81.— Termografia enun caso de tuberculosis miliar aguda de iniciación
sindrómica tifoidea 556
Fig. 82.— Cara anterior de la médula espinal 562
Fig. 83.— Cara posterior de lámédula espinal . . . 562
Fig. 84. — 'Jorte transversal de la médula . ' 564
Fig. 85.-Célulasmultipolare8 (Hobin) 566
Fig. 86.-* Corte transversal de la médula al nivel de las raic^^s inferiores del
quinto par cervical (Stilling) 568
Fig. 87.-» Origen de.las raices de los nervios espinales (cara anterior de la mé-
dula). . . * 592
Fig. 88.— Esquema de las raices de los nervios espinales. ^ 593
Fig. 89.— Corte transversal de la médula: topografía anatomo-patológica . . 59(>
Fig. 90.— Topografía medular, según Flechsig 598
Fig. 91.— Esquema del trayecto de las fibras blancas medulares 601
Fig. 92. -Cara inferior del ce rebelo 627
Fig. 93.— Esquema de la extructura de la sustancia gris del cerebelo. . . . • ^^
Fig. 94. -Esquema de la distribución en el cerebelo de las fibras del hacecillo
delgado y del núcleo externo del nervio acústico. . 631
Fig. 95.— Cara anterior de la médula oblongada 661
Fig. 96.— Cara posterior de la médula oblongada 663
Fig. 97.— Trazado termo-3Sfigmico relativo á un estado puerperal. ..... 680
Fig. 98.- Id. id. id. id. id. id 680
Fig. 99.- Id. id. id. id* septicemia puerperal. ... 681
Fig. 100.- Semi-esquema de un corte de la médula cervical al nivel de las raí-
ces del primer par raquídeo (Duval) 694
Fig. 101.— Semi-esqucma de un corte de la parte inferior del bulbo al nivel del
entrecruzamiento motriz de las pirámides (Duval). ........ 695
Fig. 102.— Semi-esquemade un corte del bulbo al nivel del entrecruzamiento
sensitivo de las pirámides (Duval) 728
Fig. 103.-Esquema del entrecruzamiento de las pirámides 730
Fig. 104.-*Lámpara eléctrica de Lane-Fox 749
Fig. 105.- Id. id. de Maxim 749
Lámina cromo-litografiada representando varios detalles relativos á las alte-
raciones de las células nerviosas en la inflamación de la médula espinal. 369
}
77¿