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Full text of "Galeria de españoles célebres contemporáneos; ó, Biografías y retratos de todos los personages ..."

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60001 3759V 


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GALERIH 

DE    ESPAÑOLES     CELEBRES 


MJ0G1RA1F1A3  1?  BBTBAl'OS 


99aAff«il»il0 


POR  D.  ]¥icojviedí:s  pastor  riab 

T  3D.  !P1t^.l^sHrtcn8<o<o  sido  oÁsnsDauvAS. 


Tomo  Vil. 


RAIIRIU. 


calli  de  GamUs.  núms.  8)  35. 


IMS. 


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EL   GENEML -MARUtO. 


Kjí.  tiemposoTo  que  tí  hgn  i  la  reflexión,  qoe  caV- 
nu  Ui  pasiones ,  que  disipa  el  espíritu  de  partidlo ,  j  qná 
hace  Tariar  el  curss  de.  los  intereses  personales',  es  «1 
ámco  que  puede  ^cer  ju^^cia  i  los  honüires ,  qne  l|a- 
bieado  representado  an  papel  importante  én,  nñcstrá 
gwrra  civil,  han  sido  necesariamente  objetó  díBacoM'- 
cioMs  apasionadas  y  de  vituperios  ¡nmerecidiú.  Én  lol 
tiempos  presentes ,  en  qne  puede  decirse  qne  los  acon^ 
tedmientos  como  qne  se  oiultiplicau  y  se  agolpan  unos 
sobre  otros  ,  i^l  transcarso  de  pocos  años  nos  suministra 
U  esperien(V4  .de  muchos,  produciendo  un  cambio  cTec^ 
üvo,  tanto  en  la  opinión  general  como  en  l<is  pasionM 
políticas.  De  aqn'i  los  progresos  de  la  razón  púUica;  de 
aquí  la  laciÜdad  con  que  el  púbUco,  juez  inapehbt'e  ,'s^ 
prestaá  oír  todff  l4i.p,r^iebaf  .que  se  aduci^n  ántó  in^tH- 


liecbós  sobre  los  cuales  bft  ie  prononciar  su  fallo :  de 
aquí  los  triunfos  de  la  justicia,  que  en  un  momento  des- 
vanecen las  mas  arraigadas  prevepciones  ,  conTÍrtiendo 
las  preocupaciones  vulgares ,  en  otro  tiempo  ínveDcibles, 
en  una  cabal  apreciación  ¿e¡  los  hechos ,  de  las  circuns- 
tancias ,  de  las  personas.  Ni  la  malignidad  ,  ni  los  odios 
políticos  pueden  influir  en  el  fallo  definitivo  de  la  opi- 
nión pi^^il&^^Mr^iíHi  co^jllff^^taiL'ínBtaiflé  estra- 
Tiarla,  no  pueden  impedir  que'cornja  una  sentencia,  que 
quizá  ha  sido  pronunciadn'jin  baitáute  conocimiento  de 
causa. 

De  la  injusticia  de  los  contemporáneos  solo  apelaban 
«n  otro  tiempo  á  la  posteridad  j  á  la  historia ,  aquellos 
cu^OB  nomhres  se  hallaban  asociados  á  grandes  acontecí  - 
mientos,  ó  que  hablan  tomado  sobre  si  la  responsabilidad 
de  actos  importantisimos.  Hoy  se  consigue  justicia  de 
los  mismos  contemporáneos  ,  y  tal  vez  en  vida  del  mis- 
mo acusado ,  el  entusiasmo  popular  se  disipa  tan  pronto 
como  la  indignación;  y  la  calma  permite  juzgar  los  he- 
chos y  á  las  personas  sin  prevenciones  de  ninguna  es- 
¡lecie. 

,  Todos  loBbomWee  que  durante  la  guerra  civij  scban 
3islingaid(j  én  lino  y  otro'lta'ndo,  ha^'slUd  já  gcncrnl- 
tnenic'apfecindos  en  su  justo  Valor  ,  y  su^^á^tos  cSplica- 
íos ,  J  su  sistema  y  plan  conuircndidos.  Sc'o  'MarOto,  el 
újlímu  general  en  j<'ie  denlas  fíicrzas  carlist'ás|'e1'qnc  coo- 
peró poí  su  parte  á  la  terminación  de  una  guerra  civil  de 
siete  años,  el  que  contuvo  la  cfusidn  de  satigté  éspailola, 
j  el  que  nos  di6  la  paz  hermosa  dfe  Vcrgar»,  es  todavía 
objeto  de  las  acusaciones  de  al^uütís  ;  acníK¿Ióftes  gne 
eligen,  pafa  ser  debidamente  aJireciadaS','  '<(úe  con  im- 
parv)^ti<lad  y  sin  pisiotí  dJa  nthgongéncro'deiñbs  á  cono- 
cerlos aconlccímientos  slUgulai^esá  ^de  sft  teflereb  aque- 
ni^'.coino  asimismo  cuantos 'teiígan  rclatípti' con  este 
wApnalci'y  sirvan  parÁ  dará^aiastros  lectdKstin^  idea 
sihnpía 'de  su  carácter.'     ^        '' '  ,    '   '"  '  '    ■ 

,  fí  Éjogr'áfla  del  geheral'Ma'rólo  es  'de  saifíá  'iitapof- 


Cues ,  al  hombre  qao  llegó  i  tér  el  áriiitro  4el  ejército 
j  corte  de  D.  GárioSt  y  los  eitraordinarios  sucesos  ocur- 
ridos durante  el  mando  de  ésto »  que  terminsrou  ron  la 
paz  y  abrazo  de  Yergara.  Sin  uiiifi^un  sentimiento  de 
amistad  ni  de  odio  ,  sin  roas  interés  que  el  del  esc.lArcci* 
miento  de  los  hechos  y  la  mas  justa  cilíGcacion  de  este 
personaje  B'namos  i  coordinar  las  noticias  que  acerea  do 
él  hemos  podido  adquirir  de  personas  fuleaignas ,  emi- 
tiendo en  algunas  ocasiones  nuestro  juicio ,  fundado  en 
los  hechos  mejor  comprobados » .y  apoyado  con  el  dicta- 
men de  personas  que  han  presenciaao  los  actos  mas  im- 
portantes de  su  irida. 

Nació  D.  Rafael  Maroto  en  la  ciudad  do  Lorca  el  18 
de  octubre  de  1780.  Fueron  sus  padres  U.  Rafael  y  Doña 
Margarita  Isem «  natural  esta  ae  Barcelona  y  aquel  do 
Zamoríi.  Su  piíibre  y  abuelo  fueron  militares ,  cqya  rarr- 
rera  prineipiairon  en  la  clase  de  cadetes.  Ku  esta  clase 
entró  á  seryir  D.  Rafael ,  y  obtuvo  los  ascensos  sucosi^. 
vos  hasta  el  empleo  de  coronel ,  que  le  fué  coiiferido  elr« 
afio  de  13,  dándosele  ol  mando  del  regimiento,  de  Tala- 
vera.  En  la  guci;ra  do  Portugal  y  de . Inglaterra  (año 
de  1800)  se  hallaba  en  el  departamento  del  Ferrol,  cuan-* . 
do  desembarcaron  los  ingleses  en  las  alturas  de  la  'Gra- 
na,, y  asistió  con  su  compañía  en.  primera  Unes  á  las 
acciones  del  2p. y  26  de  agosto ,  por.  Ip  que  fue  condeco- 
rado con  un  ^cudp;  de  honor.  ContióuiSk  .en  aquel  depar- 
tamento agregado  á  la  marina ,  habiendo  sido  á  poco 
destinado  á  la  Habana,  para  dondo  se  epabarcó.  en  la  fra- 
gata ííeáta^  y  regresando  de  «quelW  i4a  á  poco  tiempo 
scincpcporó  i  su  regimiento^  tln  )a.  guerra  de.  la  Inde- 
pendencia no  se  separó  un  momento,  dq  su^i  iilas.».tiy  en 
ellas  se  distinguió  siempre  , por  su  pcrici«i  militar  y  por- 
su  arrojo.  En  el  sitio  deiValencia  se  eucontr^  én  la.de- 1 
fensa  de  la  batería  d^  S^nta  Catalina  y  torreado. Cuavl0|.. 
mereciendo.  q|ie  ff  le  reoonociese  coino  benemérito. de  lai 
patrlfi.  En  )oS:  sitios  dq  ^ragoza  estuvo  haciendo  ser  vi*-. : 
cío  {i^er9,y,4^plr(>ide  la^la^i^  ^  y.  Sje  distingiuió  singular*  ■- 

mea^  iffi  4  r^cto  dul  riJar ,  /«^  Ja«  baterieo^  d»  ^  %  &^^  a 


6 

yFjperia  Qáeiiiadá,'y'en'l«8  Tenerlas /|iaMeado'rÍBCÍbide 
un»  herida  de  bala  ¿e  fnsih  Hccbo  prifiíoiiero  de  gnen*a 
se  Algo ,  y  tanto-  por  esto  como  por  sn^s  anteriores  servi- 
cioa ,  se  le  concedió  nn  escudo  de  distinción ,  declarán- 
dosele al  mismo  tiempo  benemérito  de  la  patria  en  grado 
heroico  y  eminente. 

Acreditado  por  el  valor  oue  demostró  en  las  mnchas 
acciones  de  guerra  en  que  se  nalló ,  fue  proiúerfido  el  afio 
de  13  al  mando  del  regimiento  de  T;ilaTera,  euyo  regi- 
miento fue  después  destinado  á  la  reconquista  oél  remo 
de  Chile ,  hallándose  en  la  accioii  de  ft^ticayna ,  en  la  que 
mandó  Maroto  la  tercera  división ,  siendo  uno  de  los  pri- 
meros que  sufrió  el  fuego  enemigo ,  y  contribuyendo  con 
sus  acertadas  disposiciones  y  t»n  sus  hábiles  maniobras  á 
que  la  plaza  fuese  tomada  por  asalto^  Habiendo  pasado 
ala  capital  9  fue  comisionado  por 'el'^güílMerno  de  aquel 
reino  para  verificar  la  jura  del  rey  y  la  total  padflftacion 
de  4idio  vireinato.  Después  se  le  encargó'  el  mando  de 
una  división  que  pasó  al  Perú,  ^habiendo  desempefiado 
posteriormente  la  mayoría  general  de  aquel  ejército  ,  y 
regresado  á  Chile :  todos  estos  mandos  los  desempefió  cou' 
el  earáeter  de  brigadier,  cuyo  empleo  habia  obtenido 
en  1^4. 

En  la  inacción  á  oue  por  algún  tiempo  redujo  á  Ma- 
roto el  olvido  del  capitán  general  de  aquel  reino,  miraba* 
con  dolor  las  desgracias  que  sobrevenían  á  Chile,  y  lamen- 
taba en  su  retiro  males  que  no  podia  remediar.  Nuestro 
ejército  constaba  de  9317  hombres ,  y  esta  foerza  no  es- 
taba toda  ella  concentrada  y  en  disposición  de  'ohrflt  ■ 
sobre  el  enemigo ,  por  cualquier  piarte  que  acodiétiéfáeV'^ 
sino  que  se  hallaba  distribuida  en  punto^  mny'diversqyl 

Íen  parajes  muy  distantes.  San  Martin  ifae  acaudillaba 
s  fuerzas  de  los  insurgentes ,  mostró  Mometer  pof  tre^ 
puntos  diversos  i  y  con  este  artificio  logró  entretener  al 
capitán  general.  El  insurgente  Manuel  Rc^diAgnez  pene^ 
trando  en  la  viUa  de  Melipilla,  y  Bellota  bajnenda  cor- 
rerías por  laS  eercatifas  de  Curíeó  ^  contribüj^^on  á  ilés^ 
lumbrar  al  capiUn  generd ,  y  al  obfeto  ^tfs^étt  M  {ílan 


7 

se  hid)üf  fM|>plMto  San:  Martin.  Un  caetpo  de  200  hMn- 
bres  ^c  se  dirigió  hacia  la  parlo  do  Aconcagua ,  sor- 

Írendió  na  neqnefio  destacamento  enemigo  cerca  del  va- 
e  de  Oapallata ,  y  le  hizo  de  5  a  7  hombres  prisioneros; 
5 ero  cargando  después  esta  columna  fuerzas  superiores 
el  enemigo  ,  tuyo  aquella  que  retirarse  dóspuos  de  u  n 
bien  mantenida  tiroteo ,  quedando  toda  la  tropa  en  ^a 
espresada  TÜlá  ¿e  Aconcagua  »  y  pasando  á  la  capital  el 
jete  que  la  mandaba.  Guando  se  meditaba  reforzar  los 
puntos  que  ocupaban  nuestras  tropas,  sornroiiilcn  los 
enemigos  un  destacamento  nuestro  cómo  de  89  hombros, 

Ícaen  al  mismo  tiempo  en  di'  valle  de  Putendc) ,  orupáí^- 
0  á  Tillavieja.  Este  suceso  causó  gralA  confusión  on  la 
e;if\la\ ,  considerándose  ya  perdido  aaüel  destacamento  y 
lo  mismo  lá  división  principal,  de  lli  que  no  so  tonia  la 
menor  noticia ,  y  que  se  consideraba  prisionera  ó  cort'á* 
da.  El  capitán  general  convoca  junta  de  jefes,  entre  los 
que  concurrió  Maroto.  En  ella  manifestó  el  capitán  ge- 
neral, según  SU' equivocada  persuasión  ,  que  el  enemigo 
con  fuerza  de  7,000  hombres  atacaba  por  tros  divorsos 

E juntos.  Maroto ,  caminando  bajo  el  supuesto  indicado, 
ae  de  dictamen  de  desamparar  la  capital ,  replegándose 
sobre  Maule,  y  llevándose  toda  la  artillería,  pertrechos  y 
_  _^^       ^  cajas  públicas  y  á  cuantas  per 
s.  El  objeto  que  se  proponía  Al 
Valparaisó ,  y  dé  allí  al  puerto 

Eano  para  conservar  aquelías  provincias ,  evitar  los  pe- 
iros  que  amienazaban ,  y  ponerse  en  actitud  de  volver 
sobre  los  enemigos.  Para  ei  caso  en  que  no  $fi  adoptase 
este  pensamiento ,  propuso  que  sin  perdida  de  tiempo  se 
reuniesen  todas  las  fuerzas,  á  fin  dé[ impedir  su  ruina  y 
la  pérdida  de  todo  el.  téiup.  Adhirieron  al  primer  pensa- 
miento de  Maroto  vatios  de  los  jefes  quQConcurricron  'á 
la  junta,  y  entre  ellos  el  presidente  ;  quedó  acordada  la 
retirada.  Pei^o  á  la  úiafíána  siguiente 'híibia  variado  ya  de 
opinión  el  capitán  general ,  que  no  se  resolvia  ú  abando- 
nar la  capital ,  inciuíi&ndose  mas  bien  á  la  idea  dé  reüm^ 

^'^■'láí  ftierzaS^:*^  eojí  Me  ña  espidió  l&s  6r  Jeuéfe  ^^^^ 


8 


que  desde  los  diversos  puntos  ^ue  pcfup^lKW^  ^  !^^^ 
replegando  sobré  la  capital. 

La  opinión  de  Maroto  e.staba.  j(uAdada:,^a  )a  p^^^ 
de  nuestra  división »  en  el  plan  qú,e  los  enetnígos  se  h&- 
bian  propuej^ÍQ  ¿é  atacar  por  tres  puntos,  y  en  la  fuer,- 
za  de  "^^yQOO'hómb^re?  que  4  estos  se  suponía.  Pero  Manoto 
'propuso  Ta  retirada  á  las  provincias  de^  ji^^oncepcioh r  1^ 
niendo  presente  q\íe  nuestras  tropas  sQ.£aUában  disper- 
sas', qne  se  encontraban  situadas  en  púuiós  dictantes  y 
diversos  ,'  que  erái  difícil  reunirías  coa  oportunidad,  que 
debian  estar, fatigadas,  que  el  enemigo  amed^izaba,  y 
sobre  todo^  que  hallápdoi^éTas  fuerzas- de  éste  en  la  parte 
del  norte  y  las  nuestras  dispersas  por  las  del  sur,  podrían 
irse  reuniendo  al  cuerpo  principal ,  contando  ademas 
,con  800  bbmbrés  que  se  hallaban  eñ  Concepción,  con  d 
mucho  paisanaje  que  habria  de  seguir  á  nuestras  tropas 
ní^r  su  amdí*.á  la  cáii'sá  de  la  metrópoli,  y  con  lasinu- 
chas  veqtaias  locales  y  los  muchos  recwsos  qué  nrésen- 
taÜan  aquellos  puntos  para  rehacerse  y  vplver  sobre  los 
enemigos.  Maróto  tenia  presente  qué  juna  voz  perdidas 
nuestras  fuerzas  seria  muy  difícil  reponerlas. 

La  división  que  se  süponia  completamente  pjerdida  y 
derrotada  nó  lo  estaba  en  efecto:  había  padeciapmuQjio; 
los  soldados  se  liallaban  rendidos  de  fatiga*;  había  perdí- 
do  las  cureñas  y  municiones ;  pefb  nix  caído  en  poder  de 
los  enemigos  ,  ni  había  jl^nido  el  finque  se  suponía.  £n 
este  estado  y  después  dé  examinadas  las  circunstancias 
en  una  junta  de  todas  las  autoridades  y  corporacio- 
nes'de  la  capital,  dispuso  él  capitán  gene^ral  que  al  día 
siguiente  saliese  Maroto  con  un  refuerzo  .a  tomar  pose- 
sión de  la  fuerza  que  se  hallaba  en  Ghacábúco  ,  prome- 
tiéndole que  le  seguirían  ooho  pi|^ás  de  arüUeria,  algu- 
nos húsares  de  caballería  y  la  deinas  tropa  que  fuese  lle- 
^ÍL_j.  ^  1         í»-:!   ^  '  Maroto  á  lá!   ^  1- ---t- 

)rincipió  i 
llegan  á'|i 

Ento  que  ocupaba  la  división :  inmediatamente  toiña 
iroto  los  informas  convenientes,  y  adq^ére  las  Qotidia;» 


9 

oportnnas  sabré  todo ;  f  avelrii^  con  legaridad  la  fuer- 
za enemiga ,  su  situación  y  designios.  Pasó  toda  la  noche 
en  adquirir  los  datos  que  oran  indispensables  para,  des- 
empefiar  el  mando  que  se  le  habia  encargado.  Las  tropas 
que  estaban  á  sus  órdenes  eran  883  hombres ,  de  cujo 
número  habia  destacados  200  en  la  cima  de  la  cuesta 
para  proteger  á  toda  costa  aquél  punto  interesante.  Al 
amanecer  reconoce  Maroto  aquella  posición ,  se  informa 
de  los  moviioientos  que  el  día  anterior  habia  ejecutado 
el  enemigo :  dá  orden  al  jefe  de  aauel  destacamento  para 
que  los  sostenga  á  todo  trance^  hajo  suimas  estrecha  res- 
ponsabilidad ,  y  podiendo  solo,  verificar  su  retirada  al 
verse  con  el  tercio  de  la  gente ;  vuelve  inmediatamente 
aV  campamento ,  manda  tocar  á  orden  general ,  y  previo* 
ne  que  las  tropas  se  dispongan  para  una  revista  de  aiw 
<zus ,  j  que  los  jefes  le  presenten  una  noticia  exacla  de 
U  fuerza ,  del  estado,  del  armamento  y  demás.  En  jMgui* 
da  da  jparte  id  ffcneral  de  su  llegada  4  y  le  insta  nara  que 
le  envíe  la  artillería  y  la  demás  fuerza  que  le  haoia  ofre* 
cido.  AponivB  acababa  de  .escribir  el  parto » cuando  rec^ 
be  uno  del  comandante  del  destacamento  de  la  cima  de 
la  cuesta ,  concebido  en  estos  términos :  « Tenemos  al 
enemigo  muy  próximo  en  número  do  500  á  600  hombres 
entre  caballerLs  6  infantería  y  los  que  amenazan  por  dos 

f»untos«  y  dentro  de  pocos*  momentos  romperemos,  el 
üego.»  Al  punto  le  ordena  que  cumpla  puntualmente  lo 
que  le  habia  prevenido  t  pues  que  inmediatamente  se  la 
reforzaría^  En  el  acto  dispone  Maroto.  oue  se  .forme  la 
división ,  y  ordena  que  la  caballería  se  afielanto,  á  sosten 
ner  el  destacamento  piieotras  .61  Uegaba  con  el  resto  dft 
Ja  fuerza.  En  el  principio.4  bilda^  de  la  cuesta  so  eucueni 
tra  la  caballería  ^u  las  dos  comppftias  que  for4QUiJ)aa  at 
destacamento*.  ApcniAa  recibe  Maroto  parte  do  esto,  ordo-? 
na  al  jefe  de  aquella  <aue  sostenga  las  dos  compañías  fiu 
su  retirada,  y  que  tocU.la  fuerza  se  replegué  ^n  buc% 
orden  hacia  el  punto  que  61  ocupaba ;  así  lo  venían  n^ 
rificando  forxadcis  pQH^  el  enemigo.  Al  acercarsp/toda  la 

fueria  diapope  qu«j9»  d(v  cawp^M  pasea  i  aü  t^*^ 


10 

pQCáiyod  éderpoi,'  T>  (prnla  cabadUrfá  fióüteiiga  i  toda 
«osía  el  cattino  reaL  ^Forzando  con  la  saya  los  enemigos 
k¿' dos  alas  dé  la  miestra^  manda  Maroto  qne  ée  reple- 
gué mas  la  diTÍsion  sobre  el  centro  qne  ocnpaba  Talave- 
«rav  apoyado  con  dos  cañoncitos  de  a  4',  única  artillería 

2ae  tenia  ,  y  que  eolocó  en^la  posición  mas  yentajosa. 
.OS'  enemigos  continuaban  atánzando ;  pero  fueron  con- 
tenidos por  el  fuego  de  ^fion,  y  obligados  á  retirarse 
por  dos  yeee»  en  bastante  desorden.  Un  gt^so;de^<)aba- 
llería  que  cayó  sobre .  nuestra  derecha  ^  nee- ^üyentado 
con  pérdida  considerable :  la  izquiei'^ki  de  4dd  i^netn)^ 
filé  atacada  TÍgorosamente  por  u^^^toitipallfá^b'kti^eh 
Tbs.  Ya  creia  Maroto»  segura  la  yictoifia  ^  tanto  por 'la  pév^ 
úíáa.  que  sufría  el  enemigo  ^  cuanto  por  et  entusiasiíiío 
de  nuestras  tropas,  cuando  observó  una  dispersión  geile- 
ral  del  regimiento  de  Ghiloé^  que  no  pudieron  contener 
Ibs  esfuerzos  y  el  sable  de  Maroto  y  sus  ayudantes.  La 
«abalteria  y  el  regimiento  de  Talayera  &  qcdlélieft  babia 
máhdado  cargar' len  M  k«etk«da  al  enemigo  ,'nO  plídieron 
lÁeerlo  ^  pues  'hiendo  élstéla  fuga  ^nuestra  derecha, 
acomete  con -fuerza»  mpeA&re»  por  el' ala  izquierda  y 
centro  ,  sin  que  fuese  posíblié  evitar  una  desgrada.  Unas 
compañías  que  ocupaban  una*  altura  respetable  fueron  in- 
útiles; apenas  hicieron  fuegO  y  se  desnandamn.  La  ca- 
balieria  en  número  importante  se  salvó  huyendo  rápida- 
mente ;  él  regimiento  de  Talayera  y  una  pfarté  del  de'  Chi'^ 
lee  fueron  envueltos  por  la  cabaHeria  eneiniga.  Cuando 
ya  no  quedaba' otro  recurso  fue  Maroto  el  Utíiao  que  se 
salvó,  y  eso  lo  debió  á  los  efi^érzos  de  su  dable.  No  qne^ 
dkndo  á  su  eisrpalijüsi  niii^ún séldadO'i  soto'y  herido,  se  dí- 
rigié  bácia  la  capital.  A  d<^  ó  tires  leguas  de  esta  encuén-- 
i^ael  refuerzo' eme '^e  le  enviaba ,  sin  dudc^  áf  éO^secúeá- 
cia  de  loir  diferentes  partes  que  Süi^é^SvMnente  habia  iSó 
áírigíendo  al  capitán  general ,  áffinde'qile  con  arreglo 
á>  to  i^rcuBst^ncias  p^idiese  iadóptar  tas-  providencias 
qtte  eslimasooportunas.  >  >  í-  <  ;  * 
•'  *>fel  jefe  ifoft  mandabi^el refuerzo qM^ióonsistiá'en  un 
esMadl^on  de  ^oÚMÜierta  ^  iMiee  deippiegftr  éi^'Oráes  de  M^ 


talla  '^ra  contdil^i^  al  'eitamigo  en  caso  qne  amenaniN^ 
la  fapital.  Habiendo  dado  parlo  Maroto  al  jpreneral  del 
punto  que  ocnpaban  y  de  la  situación  en  que  so  hallaban, 
fe  contesta  que  se  mantenga  en  la  misma  posición  ,  pues 
se  dirifna  con  el  resto  del  ejército  á  incorporarse  con  él/ 
LlcgA  la  noche  ,  y  pas6  Marolo  á  ocupar  mejores  puntos 
para  atender  á  toldos  los  caminos  que  se  dirigian  á  la  f  a-- 
pital ,  colocó  avantadas  y  distribuyó  su  fuerza  según  con-^ 
venia  á  su  objeto  y  á  la  naturaleza  del  terreno.  A  la  me^- 
dia  noche  recibe  orden  del  capitán  general  para  ^ue  de-' 
jando  la  gente  en  loa  puntos  noe  ocupaba  ,  pasase  solo 
á  unirse  con  6K  Marcha  inmeaiataimnte  Vno  logra  en- 
contrarlo hasta  muy  cerca  do  la  (ñudad.  Enterado  aquel 
\«t«  &e  \odo  lo  ocurrido  ,  preyiene  á  Maroto  que  lo  sigif ' 
para  convocar  ma  junta  y  acordat  «n  ella  lo  que  con- 
Yenia  Aacer.  En  esta  junta  rernó  una  gran  yaríedad  de! 
dictámenes  y  la  mayo)r  confusión.  Ya  se  opinaba  por  la* 
retirada  á  Ibiule»  ya  á  Valparaiso;  unas  yecos  se  pensa- 
ba en  defenderse  en  la  capital  y  otras  Terificarlo  en  el 
castillo  ó  fuerte  de  Santa  Lucia ;  y  aun  sé  trató  también 
de  atacar  al  dia  siguiente  al  enemíg<o.  Todo  presentaba ; 
dificultades.  Eii  concepto  de  Maroto  esto  último  era  lo 
mas  conyeniente.  Pero  por  una  parte  nuestra  foerza  era 
inferior  en  número ,  constando  solo  de  dos  escuadrones 
Y  un  batallón  que  acababa  de  llegar  fatigadisinio  después 
cíe  una  dilatada  mai^ha ,  y  muy  desmembrado  en  su  fuer* 
za;  y  por  otra  la  áé  los  enemn^os  ascendía  á  1800  infan-^ 
fes  y  800  caballos  ,  habiendo  delnüMtrado  sus  motimien- 
tos  j  maniobras  que  no  eran  tropas  yisoñas.  Ocupar  eí 
castillo  de  Santa  Lnelií  era  uO  medio  foneMb  qué^lisegu-^' 
raba  la  ruínade  íos  que  en  61  se  oncerrÁran  ,  {luesade-*^ 
mas  de  hallarse  muy  atrasada  é  imperfecta  su  fortifica^ ' 
don  ,  earecia  de  comestibles  y  agutida  ,  sin  haber  tam«- 
poco  medios  espeditos  de  rcunirlos.  Iguales  6  mayores 
eran  los  inconvenientes  que  ofrecía  la  defehsa  de  la  ca- 

Eital  •  ya  por  no  haberse  adoptado  al  cfeoto  medidas  con 
I  oportuna  antidpa'eion ,  ya  porque  siendo  una  ciudad 
abierta »  no  había  úmtpúife  pura^Urlá  ^  de  foirum  cor- 


13 

tadoriui  y  otros  géneros  de  defensa.  La  rf tiraba.  4  Maule 
presentaba  la  gran  dificultad  de  que  una  diyisíqB,  enemdr:. 
ga  podía  enyofyer  nuestras  tropas ,  y  mas,  cuando  eá  las 
poblaciones  del  sur  se  habían  internado  9  según  se  decía, 
yarias  guerrillas  en  grueso  número.  Ningún  arbitrio  se 
presentaba  mas  espcdito  que.  la  retirada  á  Yalparaiso, 
donde  habia  nueye  Duques  en  que  podían  salyarse  el  resto 
del  ejército  ,  la»  autoridades  >  las  personas .  mas  respeta- 
bles y  campiH>metidas  déJa  ciudad,  los  caudales  públi- 
cos;, y.^s  pertrechos  y  municúnies  de  guerra; ;  y  des- 
emÜarcar  en  "{alcaguano  para  ocupar  la  prpñncía  de 
Concepción,  AdoptMio  ;e8te  pensamiento»' y. d^pues  de 
dar  ^l  generat  las  órdenes,  oportunas  naya  sUj  ejecución, . 
^  Kiedio  jiieH  mayorr  desiírden  y  contusión /  y  -cuando  i 
laa  dos  de  la  man wa  fpontaba  á  caballo  para  dii:igirse  al ' 
puerto  ,  encarga  el.mindo  á  Maroto,,  y?  le  epicfiniepd^  el 
embarque  dé  Us' tropas  y  la  ejew^ipp  4is;lodo.la:díi4^ 
puesto.  Le  preyiene  que  ciaye  la.artUleri^ü»  J:V^^  se  di- 
rija á.  Concepción.  Alguna  caballería :  tenia  ef^npaprgo  de 
sostener,  la; retirada.  Él  c^apitan  general  se  dirigía  á  la 
costa  de  I  San  Antonio,  temiendo  que  los.  fínf}fnigoS(  hu- 
biesen cortado  el  camino  de  Valparaíso ,.  y  ju^n4o  in-^ 
teresante  la  conservación  de  su  persona ,  y, que,. tenía  la 
obligación  de  no  abandonar  el  reino.   . 

Las  dífic)aUade9  que  ofrecía  el  encargo  aufi  había,  r^- 
eU^i^P  Maroto  son  cono^das,  pues;  i|0  poqüa»  acredítari 
oficial  y  documentalnȣtnte  di^  encargo ;  y  ademas  corr 
respondía,  el  mando  i,  JArreali  Ái;idíencia,j,á  otro  jeie  mi- 
litar,., A  pesai^.dejtpdo^  cAnpi^ltando  úni^affl^Pti^  '^^  ^^^^ 
ticas  ^DCWistaP^^as  en  que  ía  ^pjUl  W.bjdlahai»  ^splo, . 
sin ii^V'SOl^ado- ni  oficial  que, le  acompaflase},r.r^corrí6.}á. 
ciudad  para  yer  de:  reunir  á  los  soldadqa  y .^oÁfifles  que, 
encontrase.  Con  algunos  de  catoll^M  y  i^pmrar^pa  }^S^$ 
se  dirige  al  pmrto  ,scon  el  fin  -de  poder  realizar  ;su  comer 
tido.  Aj^as. llega.,  .dispone  la. ejecución  4q  lo  acordado^ . 
y.  en  pnmer  Jqgarel  embarque  de  laa  jIjrQpas:  Conyen-r.. 
cido  de  que  .asquel  punto .  no  preseiUa^ !  por  la;  iMirte^^ 
de  tierra .  ningui^a  defiwsa^  y  ^  fiw  el  eif  ífá^a  ae  loa 


nattirdeft  Ao'AüMj^vrftbt  la  ¿uyor  eonflania,  (Dnir^re-! 
eiudirtiies  pi^'eTÍtár^(B'ÍÍM<boqae8  9e  amen  i  hréla 
aiit^  de  TetififAntof  el  eitalMitaé^  y  para  <|uc  1m  prisiiH 
ncrós  ifae  sé  báUtfbao  á'  hbtio  de  la  mgat»  Vicidna  fue*» 
ien  custodiádb's  ;  vigilados  para '  evitar  ¿(ue  estallase  en- 
tre ellos  la  iftstítrréccion  que  se  susurraba ,  y  qno  podría 
encontrar  titta'Ocasioh'faTeraMIs'eo  la  isonfusion  de  aque- 
llos inoincnt6fií.'''E8table)ee''  dOB'  partidas*  en  losr  pafajot 
convenientca,  tma  con  el  objeto  d€Í'i«f:onocer  las  tropas 
quQ  se  dirigiesen  al  puerto,  y  la  olra'para  recibir  y  con^ 
tener  a  las ^üé llégaseta  á  aquel  punto,  haíccrlas  (orinar 
y  entrar  en  6rden ,  para  evitar  estragos^  impedir  esee<^ 
sos,  -j  TeriScár  el  embarque  cod'  todo. arreglo  y  con«< 
netlo.  "Reinaba  én  aquel  puerto  el  mas  espantoso  des- 
orden ,  T  babia  principiado  el  saqueo  4e  muchas  casasj 
Para  eritar  erto  dispóM  Marotoque  se  reúna  un  cuor^ 
po  de  Tecinos  hfMÉiifdos  y  otro  déOnilicias ;  pero  esto  fue 
imposible  Mrqtie  nó  sé  encontraba  á  quien  mandar,  ni 
qoieñ  obédeoéfteJ  A  ün  ofioial  Aie  preciso  dar  la  copii-J 
sionde  qo0  clfíia^*!*  artíllei^ia  con.  unos  clavos  que  sq 
encontraron 'eáél'icuilrto  del  gobernador  del  puerUK  En 
este  estado  %  despaes  de  haber  tomado  Maroto  por  su: 
parte  cuanta^* Iptreyendones  dictaban-  ian-cstraorcunaríás 
rircunstancñiB  »'  c^^tido  eii  cuatro  dias  coA  sus  noches  ni 
habia  dornfid6  ni  tomado  4knento ,  ski' {.apenas  bajai^ 
del  caballó'deMe  que  salió  ditia  ^pital  vto  ^ingiA  ábor^ 
do  de  la  fragálá 'Breraita' pifa  4ar 'algún  alivio  á  sus  rea^ 
dídas  fuei^eaBS'pahiclOttietteriioabuqués-vi  disponer  sii 
tecesaría  i>etihrMc)eAf  ;*  riÁrcttiMti  los  boles^y  idnchas  que 
debían  ém*pt¿!il*sH  éki  A  'ermbaiiqtte''de'  las:  tropas.  Al  .dia 
sigiiiefite^  habiéttdo  sábttia!  Itfarotoi jqueii  séiencotitraba 
allí  el  brigadier  1>.  ftfaiauel'  Olagútv  iVUiH'Mnas  abtiguo 

!ac  ¿1  en  gnidilacibn  ,.4e'einTeUó.<eUmanída^oOis«nreirlo 
ordenanza  v  ycontinaé^v  sin  embargo,.. trabajaadoi  i  Taa 
órdenes  do  este  jefe  en  cu<iiito  requería  U^. Situación  en 

3ue  todos  WsbaWaban.  Principia  el  embarque  oeia  no  pocO 
esárdcn.  D^'  uno  de  los  ci^lUloft  en  que  sin  duda  ^  quedó 
algün  cafiioM  p&r  ááviTr  ^>i9V^'Á'faicaAÍ¡AegO*MAiM 


1« 

aé  dicBd'^lla  babia  totaná^b  parte  en  la  ininrreecion ,  y 
por  ciíahtó  mirabkn  aqáeV^ñcesó  como  el  anuncio' de  los 
norror'ca  de  tmá' gucrfa  civil  qne  amenazaba  á  áqndl  yasr 
to  continente]  Las  coásecuencias  de  aonel  acontecimb^htp 
podríni  haber  tíiéé  fatales  y  lanientables ,  pué^  los  piro- 
moV¿abres  de  lainsuriréócioiicobtaban' con 'estender  des- 
dfc'a({ael^  villa  el  fuego  de  la  discordia <dvil,. inflamando 
Ik*  liiñilidlata  provincia  de  CharcaiB.- Los  j¿fes  réYólacio-* 
Üiirlbij.((fi¿^n(  al  jefe  superior  político  ,'i¡[tte  lo  era  el  se- 
Bór  Mhróto/j qué. á :1a  sazón  se  bailaba 'én  uno- de  los 
pñebloi  do  la  frcrhtera:  Apenástcícibd  élté  i»fic¡o,  recorre- 
todos  los  puntos  en  quelite  hallaban  dóstaéadas  su^  tropas; 
thhhe  300  hombres','  pásá'ála  capital  J  donde  dispono  lo 
i^nvcnicnte  para  h  seguridad  de  ésta  ^  de  toda  la  pro- 
yincia ,  y  puesto  á  fa  cabeza  did  aquella  escasa'  faerza  ,  so 
dirige  A  marchas^  forzadas' M)bre  la*  plazaí  insuvradcionada 

Íué  ^  hallaba  defewáida  por  mas  de  500  combatientes. 
!1  resultado  ftie ,  'que  los  jefes  de  la  inkurrecdotí'  y  toda 
h  g;uarhicion  quedároii'bdchos'prisioneroé  ^  y^elnilrden  y 
Ila'tráhquilidad  y  la  autótiritid'del  gobierno  inwdardn'com-' 
hldáiMente  restablecido ji.  Llegó  tanoportuitarmente  Maro-» 
V^cin  la  fuerza  de  su  mando*,  gue  salvó  los  caudales  p6-¿' 
ÍAictsfs  qüe-sé  lletetbán  Ids' insurgentes 'ffl  cerro  de  Pilima.' 
ta  placincacioñr*  d^  Potosí- «seguró  la  tratiaüilidad  do  todo 
el  interior  del  'Perú /y  en  espeoial  la  dé  la  provincia  de- 
Gblegdi^iitiBi:'  Estos  servicios  y  los-  que  prestó  en  823  al  lado 
i)iíl  -ttn'srüo  virey ,  en-  |a  eampafta  de  agosto  y  setiembre» 
totJtribüyciido  a  los  triunfos  obtenidos ,  no  quedaron  sin 
recompone  por  partS'  de|' gobierno;  ^poes  fue  ascendido* 
á  mariscal  de  campo.  Con  el  carácter  deial,  pasó  por  ór^ 
ñtín^  del  virey  i  la  provincia  de  VaAo  ,vdo  la  que  fue  non»^* 
bradri  comandante  general ,  y  en  cuyo  cargo  manifestó  el 
niismci  cíbIo  y  el  mismo  acierto  qtioeii  Ipsqub  anterior- 
mente habia  desempoAado.  Amante  del  rey  ,'y  entusiasta 
SOr'la  causa  de  la  metrópoli,  no  concurrió  á  la  desgrdcia 
éías  armtts  españolas  en  Quinua,   el-.O.'dle  diciembre  « 
dé  ISSil^ni  se  adhirió  á  la  capitulación  én  quo.ae  revo^  -. 
il6¿iéí  iH'tndepeDdeBoía  dql  Par&; .         ü  j^;  •  'h     n  .  i<! 


17 
Ya  M aroto  no  podía  permanecer  en  aauel  país  ,  j  i 
principios  del  año  25  se  embarcó  en  una  trágala  france- 
sa, y  desembarcó  en  Burdeos.  Habiéndose  urescnlado  cu 
esta  córie  á  S.  M.  se  le  concedió  su  cuartel  ¡para  Valla- 
dolid.  En  1.^  de  setiembre  del  mismo  aflo,  pasó  deórdea 
del  gobierno  al  Principado  de  Asturias  á  restablecer  el 
orden  que  las  pasiones  políticas  habían  alterado.  Después 
(le  haber  estado  de  cuartel  algún  tiempo  en  Pamplona, 
se  le  llamó  á  la  corte  el  año  29  ,  donde  fue  nombrado  y 
desempeñó  la  presidencia  de  la  comisión  militar  que  ea 
aquel  tiempo  se  estableció.  A  poco  se  le  destinó  á  la  co« 
mandancia  general  de  Toledo «  cuyo  cargo  desempeñó 
hasta  el  año  de  1832,  en  que  los  amigos  que  tenia  en  la 
c{)TVe  conociendo  su  capacidad  y  disposiciones «  asi  como 
sus  opiniones  monárauícas ,  le  escribieron  instándole  i 
que  hiciese  dimisión  ae  aquel  cargo  y  se  vínica  á  Ma- 
drid. Asi  lo  hizo  Maroto;  y  á  pocos  dias  de  haber  llegado 
á  esta  corte  fue  presentado  en  una  reunión  numerosa 
de  los  jefes  del  bando  carlista ,  que  á  la  sazón  pi;etendiaK 
favorecido  en  cierto  modo  con  la  enfermedad  del  rej 
Fernando ,  apoderarse  del  cobicrno  supremo  ,  introdu- 
ciendo en  este  á  D.  Carlos  aurante  la  enfermedad  de  sa 
hermano ,  y  preparando  ál  mismo  tiempo  los  medios  de 
asegurar,  ya  sea  por  la  sorpresa ,  ya  por  la  fuerza,  la 
corona  de  España  en  las  sienes  de  aquel  príncipe.  El  par- 
tido carlista  ^consideraba  llegada  una  ocasión  propicia  para 
la  realización  de  sus  planes  ;  planes  que  principiaron  á 
prepararse  desde  que  el  rey  Fernando  regresó  de  Cádiz  £ 
Afaurid  en  octubre  de  1823,  acerca  de  los  cuales  hizo  en 
aquel  tiempo  la  policía  importantes  descubrimientos  de' 
que  se  dio  conocimiento  á  S.  M. ,  y  que  produjeron  la 
insurrección  qne  estalló  y  fue  severamente  castigada  en 
Guadalajara. 

Acerca  de  esta  reunión  ó  junta  directiva  ,  ha  mani- 
festado el  goi[ieral  Maroto  á  varios  amigos  suyos ,  con  la 
noble  franqueza  que  le  caracteriza,  que  en  la  sesión  única 
á  que  asistió  solo  se  trató  de  distribuir  entre  los  concur-* 
rentes  condecoraciones  ^  honores  y  grandes  cruces,  como 

2 


18 
igualmente  de  los  altos  earéps  qué  cada  uno  de  ellos  ha- 
bía de  desempeñar.  Este  acnaq^e  es  muy  común  en  nues- 
tro país  ,  siendo  condición  forzosa  de  todas  las  reuniones 
ffue  tienen- bn  objeto  político.  Este  egoísmo  y  esta  falta 
de  abnegación,  disgustó  y  aun  ^nojó  al  general  Maroto, 

Sae  desde  aquel  día  se  mantuyo  á  cierta  distancia  de  aque- 
os  negocios  sin  tomar  en  ellos  parte. 
No  por  esto  dejó  de  comprendérsela  en  la  causa  que 

fDJr* aquel  tiempo  se  formó  á  los  condes  de  N'^sri  y  del 
rado  :  jf  aunque  resultó  sin  duda  su  inculpabilidad  por 
el")iecho  dé  haber  sido  puesto  en  libertad  sin  imponér- 
mete ninguna  pena  ni  apercibimiento,  no  por  eso  dejó 
áe  sufrir  las  molestias  dé  una  larga  prisión.  Apenas 
se  yió  en  libertad  ,  cuando 'á  pocos  días  supo  por  varios 
mnigos  qu^  se  trataba  de  aducirlo  otra  vez  á prisión,  y 
aún  que  "eÁaba  ya  acordada.  Entonces  precipitadamente 

Jf  disfrazado  salió  de  esta  corte  ,  dirigiéndose  é  Anda- 
ncia ,  áésde  donde  consiguió  penetrar  eñ .  tí  plaza  de 
Gibraliai'r 

Las  sospechas  y  aun  persecuciones  de  que  eí  señor 
Maroto.  era  objeto  no  se  mudaban ,  según  creemos .,  en 
nipgun  acto  suyo,  ni  en  niñ^na  tentativa  &  que  'coope- 
rase, i^no  en  las  opiniones  que  con  mas  ó  menos  funda- 
mento, se  le  atribuían,  y  en  la  persuasion.de  que  su  acti- 
vidad y  la  energía  de  su  carácter  asi  como  su  valor  y  es- 
periencia  militar,  no'pódian  meüos  de  séjr  tnuy  Útifcs  al 
partido  á  que  se  le  consideraba  afiliado.  Etscí^or  Maroto, 
si  üo  nos  engañan  las  noticias  qu.e  tenemos  de  su  catácter 
T opiniones,  es  un  hombre  sinceramente' 'monárquico, 
pero  no  tanto  por  consecuencia  dé  las  ideas  ifdé  baya  re- 
cibido en  sus  primeros  años  y  por  los  hábitos  de  su  pro- 
fesión ,  cuanto  por  odio  á  loS  escesos  révólncionaríos  ,  y 
{)or  un  amor,  si  se  quiere^  exaltado  al  orden.)  á  lá  Icga- 
idad  y  á  la  justicia.  Quizá  no  se  háHariá  entonces  en  el 
caso  de  poder  formar  un  juicio  cabal  acerca  de  la  cucslion 
dinástica;  pero  le  bastó  comprender  que' D.  Garlos  era  el 
representante  de  la  antigua  monarquía  española    para 
cerrar  los  ojos  á  toda  otra  consideración ,  y  deíd'e  luego 


19 

decidirse  pqr  su  caiwi»  y  correr  i  ofrecerle  su  aspada  y 
su  sangre. 

Por  eso  9  apenas  se  yió  salvo  en  Gibraltart  se  enca-r 
minó  desde  aquella  plaza  al  inmediato  reino  de  Porlugtl, 
donde  á  U  sazón  ge  nallaba  D.  Garlos.  Fue  de  los  priipe-r 
ros  militare3  que  se  le  presentaron  y  recoQocieron,  I^o  ji^ 
separó  de  su  lado  mientras  permaneció  en  aquel  rcíiM). 
AJli  las  circunstancias  no  le  permitían  prestarle  granck^ 
servicios ,  porque  no  era  aquel  pais  donde  debi^  defen- 
derse su  causa.  A  su  lado  se  encontró  cuando  Bodil)^ 
perseguía  tan  de  cerca ,  hasta  el  estremo  de  tener  q^^ 
abandonar  sus  coches  Y  equipajes.  Una  noche,  la  masiM^ 
nosa  que  ha  sufrido  Maroto  en  toda  su  vida  ,  ^itravesm» 
una  montaSa  fragosísima  con  D.  Carlos,  su  familia  v  toda 
SQ  comitiva :  iban  conducidos  por  un  guia ,  de  pi^ va  fidS- 
iidad  llegó  á  sospechar  Maroto  ,  adyirtijendo  jque  iQf  1|^ 
vaba  á  encontrarse  con  las  avanzadas  de  Rodil.  Entonce^» 
indignado  y  no  pudiendo  contener  la  impetiiosidad  de  iyu 
carácter»  prorumpió  en  una  de  aquellas  interjeccioiju^ 
españolas  •  auc  algunos  Uaipan  adjetivos  de  fuerzq  s  la  os- 
curidad de  la  noche  no  permitió  que  Maroto  ohservitae 
en  U.  Carlos  otra  cosa  mas  que  el  silencio  ;  p^]ro  jfX  q^ 
dia  y  en  algunos  de  los  siguientes  pudo  advertir  ú  eupjo 
de  aquel  principe ,  qi^ie  no  quiso  ni  hablarla  ni  piíraqe 
por  algún  tiempo. 

Siguió  á  D.  Garlos  i  Inglaterra ;  y  poco  tí^po  des- 
pués de  haberse  éste  presentado  en  las  provilicias  Vas- 
congadas atravesando  la  Francia ,  disfrazado  y  burlando 
la  vigilancia  de  su  activa  policia,  ya  Maroto  se  edpQ[^it|rfN 
ha  i  su  lado  y  seguia  su  cuartel  real.  Exento  de  ambi- 
ción ,  lleno  de  entusiasmo  por  la  cajusa  de  P.  G^rli^^ 
amante  de  la  gloria  militar  ,  y  habiendo  llegado  ya  c^ 
al  último  escalón  de  su  carrera,  nada  deseaba  tanto  C0190 
prestar  servicios  y  emplear  su  espada  en  obsequio  de  Ja 
causa  que  habia  anrazado  con  todo  el  ^rdor  de  su  car^ 
ter.  Por  eso  la  ociosidad  en  que  lo  mantoniaa  P.  Garlos 
y  sus  conseieros  le  era  enojosa,  pareciéndole  indecoroso 
para  un  nulUar  representar  eo  una  guerra  el  papel  de 


20 

cortesano ,  confundido  entre  la  numerosa  comitiva  que 
seguia  á  D.  Garlos.  Asi  se  lo  significó  á  éste  mas  de  una 
vez ,  manifestándole  que  deseaba  su  permiso  para  retirar- 
se á  Francia 9  si  no  se  le  consideraba  útil.  Guando  Eraso 
{)or  muerte  de  Zumalacárregui  fue  á  tomar  el  mando  de 
as  tropas  que  sitiaban  á  Bilbao ,  mandó  D.  Garlos  que 
Maroto  le  acompañase ;  y  éste  sin  reparar  en  la  superior 
categoría  militar  de  que  se  hallaba  revestido,  pues  en  no- 
viembre de  1833  habia  sido  nombrado  teniente  general, 
se  prestó  gustoso  á  batirse  á  las  órdenes  de  aquel ,  que  en 
todo  obrs^ba  de  acuerdo  con  Maroto,  sosteniendo  ambos 
enérgicals  contestaciones  con  los  cónsules  estranjeros  re- 
ndentes en  la  plaza ,  que  frecuentemente  salían  de  esta  y 
jasaban  á  su  campamento:  esto  se  les  prohibió;  pero  fue- 
,  ron  considerados  y  atendidos  en  cuanto  á  proveerles  de 
'los  artículos  que  necesitaban  para  su  subsistencia ;  y  el 
mismo  Maroto  les  envió  en  diferentes  ocasiones  algunas 
provisiones  de  su  tienda.  El  sitio  de  Bilbao  se  levantó  á 
poco  ,  y  esta  fue  una  de  las  primeras  disposiciones  que 
íómó  D.  Garlos  después  que  publicó  su  alocución  de  4  de 
julio  de  1835 ,  y  tomó  el  mando  de  sus  tropas  ,  habiendo 
'tdombrado  á  González  Moreno  por  su  jefe  de  estado  raa- 
*'yor.  Las  tropas  se  retiraron  á  Orozco , .  el  jefe  que  las 
'  mandaba  ,  Eraso ,  pasó  á  desempeñar  la  comandancia  ge- 
neral de  Navarra ,  y  Maroto  volvió  á  incordiarse  al 
'cuartel  téalv  Hallándose  éste  en  Zúñiga ,  propuso  Moreno 
'  á  D.  Garlos  la  separación  de  Maroto  del  mando  que  habia 
obtenido  ,  y  su  nombramiento  para  la  comandancia  ge- 
neral de  Vizcaya. 

Aquí  conviene  observar  qne  el  nombramiento  de  Mo- 
'  reno ,  objeto  de  una  general  antipatía  ,  y  á  quien  parece 
'  que  por  todas  partes  perseguía  una  sonara  fatal ,  habia 
producido  un  singular  disgusto,  tanto  en  las  tropas  como 
en  todas  las  demás  clases.  Deseando  acreditarse  con  he- 
chos de  armas  ,  se  mostraba  celoso  y  aun  enemigo  de  to- 
dos aquellos  á  quienes  favorecían  sus  prendas  militares  ó 
su  fortuna.  La  derrota  qne  sufrieron  en  Mendigorría  las 
armsia  de  D.  Garios ,  tanto  éste  como  Moreno,  las  atri- 


21 

bajeron  en  su  parte  principal  á  Eraso,  que  no  se  presen- 
tó en  la  acción  con  las  fuerzas  de  su  mando.  Orgulloso 
con  los  conocimientos  é  instrucción  militar  con  que  le  su* 
ponen  personas  para  nosotros  del  mayor  crédito ,  y  que 
se  han  hallado  en  el  caso  de  poder  juzgar  de  las  calida- 
des de  aquel  iefe  ,  no  podia  tolerar  con  indulgencia  que 
sus  providencias  y  sus  planes  fuesen  el  blanco  de  la  cen- 
sura pública,  y  en  especial  de  los  generales  y  principales 
jefes  del  ejército  carlista.  Tenia  la  desgracia  como  dice  un 
testigo  que  nos  merece  la  mayor  fé  (1)  «de  que  su  perso- 
i»na  y  operaciones  cayeron  en  tal  descrédito,  que  todos  le 
» criticaban  y  desapronaban  cuanto  pensaba  y  ejecutaba.» 
Maroto  era  uno  de  los  que  mas  auramente  censuraban 
STis  opetaciones  y  sus  planes ;  lo  hacia  con  toda  la  yehe- 
mcocia  de  su  carácter,  y  por  la  intima  convicción  en  que 
se  hallaba  del  desacierto  de  aquellos,  y  de  que  arrastra- 
ban á  su  ruina  la  causa  que  deiendia.  El  punto  capital  en 
que  principalmente  discordaban  estos  dos  jefes ,  consistía 
en  las  espediciones.  Ya  fuese  esta  idea  de  Moreno,  ya  se 
resignase  k  su  ejecución ,  el  hecho  es  que  cooperó  á  ellas, 

5  que  mandó  alguna.  Estas  espediciones  en  el  concepto 
e  los  que  opinaban  por  ellas ,  tenian  el  objeto  de  aae^ 
lantar  la  guerra ,  organizando  las  facciones  indisciplina- 
das que  vagaban  por  algunas  provincias  ,  reanimando  en 
todas  el  espíritu  de  sus  partiaarios  ,  aliviando  á  las  pro- 
vincias sublevadas  de  las  cargas  que  las  agobiaban,  y  ha- 
ciendo que  las  fuerzas  de  la  reina  se  dividiesen  y  des- 
membrasen en  pequeños  cuerpos  que  nunca  pudiesen 
abrumar  y  sofocar  a  las  fuerzas  carlistas  en  las  ventajo- 
sas posiciones  que  ocupasen.  Maroto  por  el  contrario, 
abundaba  en  razones  favorables  al  sistema  opuesto.  Con- 
sideraba á  las  provincias  Vascongadas  y  á  Navarra  como 
el  principal  foco  de  la  insurrección  carlista,  como  la  base 


(I)  D.  José  Manuel  de  Arízaga  en  su  Memoria  militar  y  política  so- 
bre id  guerra  de  Navarra ,  etc.  En  varios  lugares  de  esta  biografía  nos 
referimos  al  teslimonio  de  una  persona  tan  autorizada ,  y  que  exiVoi 
principales  hechos  que  jvüero,  hasta  ahora  no  ha  sido  desmenU&o. 


de  lódas  las  operaciones  militares ,  ^  como  lo  qtte  daba 
faábulo  á  la  gnerra  y  la  caracterizaba.  Creia,  y  hasta  cier- 
to punto  con  razón ,  qae  el  tiempo  estaba  de  su  parte  ,  y 
l^üeria  deber  á  éste  lo  que  tal  vez  no  podría  proporcio- 
narle la  sangre  inútilmente  yertida.  Quería  que  las  ftter- 
tas  carlistas  compuestas  en  su  mayor  parte  de  naturales 
de  aquellas  provincias,  se  mantuviesen  ala  defensiva,  en 
\k  que  tanto  sus  posiciones  naturales  como  todas  las  de- 
^s  circunstancias  locales,  les  daban  una  ventaja  inmen- 
sa ,  pudiendo  sin  aventurar  nada  y  sin  esperimcntar  nin- 
em  revés  que  abatiese  el  espíritu  de.  los  soldados  caríis- 
s  y  entibiase  el  ardor  de  sus  partidarios  en  dicbas 
Írovincias ,  entretener  un  ejército  de  la  Reina  de  90  á 
00,000  hombres.  La  inacción  á  que  este  sistema  redu- 
ciría á  las  tropas  de  la  Reina,  fomentaría  su  indisciplina,  y 
daría  lugar  á  que  la  opinión  pública  y  la  prensa  acusasen 
á  sus  generales  y  los  comprometiesen  á  empresas  arríes- 
gadas  é  imprudentes.  Este  sistema  era  de  lentitud  ;  pero 
no  era  caro  ,  porque  en  él  no  se  podia  derramar  mucha 
sangre  ,  y  prometía  ademas  un  éxito  ,  sino  seguro  ,  al 
metios  bien  calculado.  Maroto  conocia  el  espiritu  gene- 
ral de  las  provincias ,  porque  en  casi  todos  los  pueblos 
de  éiláis  tenia  confidentes ,  y  sabia  cuanto  se  hablaba  y 
cuánto  se  pensaba  en  todas  partes.  Observaba  cuidadosa- 
mente todas  las  fases  de  nuestra  revolución ,  y  las  vicisi- 
tudes y  progresos  de  los  partidos.  Si  el  peligro  común 
liabia  de  unir  á  estos  ,  la  actitud  tranquila  y  al  parecer 
'indolente  de  las  fuerzas  carlistas,  debia  dar  lugar  á  que 
la  discordia  y  la  revolución  se  encrudeciesen  y  ensan- 

S rentasen.  La  esperiencia  nos  ha  demostrado  la  exactitud 
e  esta  idea,  pues  desde  el  restablecimiento  de  la  paz, 
.  Iba  sido  mayor  la  irritación  y  encono  de  nuestros  parti- 
daríos  políticos.  Partiendo  Maroto  y  Moreno  de  sistemas 
7 planes  opuestos,  en  nada  podían  convenir:  no  convi- 
niendo en  nada ,  no  podia  estar  el  uno  á  las  órdenes  del 
otro  ,  pues  esto  solo  serviría  para  exaltar  mas  sus  áni- 
mos j  aumentar  la  discordia  en  el  ejército.  D.  Carlos, 
seg^an  sa  carácter  j  na  sistema  >  quería  contemporízar 


23 

con  el  nno  t  coq  el  otro ;  con  Moreno ,  porqne  mereeift 
toda  sn  confianza ,  cOn  Maroto,  porque  tenia  una  alta  idea 
de  sü  arrojo  y  osadia,  y  poraue  lo  consideraba  como  une 
de  los  jefes  mas  adictos  y  leales  á  su  persona,  y  que  mas 
servicios  habian  prestado  á  la  causa  de  la  monarquía.  Lle^ 
nos  los  pueblos  de  las  muchas  personas  que  seguian  al 
caartel  real ,  no  faltaban  algunas  que  se  entretuviesen  en 
referir  á  uno  de  estos  jefes  ó  á  sus  amigos ,  cuanto  decia 
ó  mormuraba  el  otro  ó  sus  parciales ;  y  de  esta  manera 
se  aumentaba  al  mismo  tiempo  la  enemistad  y  encono 
de  los  dos »  y  nacia  la  discordia  ea  aauel  ejército.  Estas 
riyalidades  dieron  lugar  á  que  D.  Garlos  ó  Moreno  sepa- 
rasen i  Maroto  del  cuartel  real  y  le  encargasen  la  coman- 
dancia general  de  Vizcaya. 

En  esta  hizo  servicios  Maroto ,  y  contrajo  tal  mérito 
para  con  los  suyos,  y  adquirió  de  tal  modo  el  prestigio 
ae  los  pueblos  y  el  amor  acl  soldado ,  que  no  hay  persona 
de  los  que  fueron  testigos  ó  tuvieron  un  conocimiento  in- 
mediato da  aquellos  hechos ,  que  no  se  crea  en  el  deber 
de  reconocerlos  y  confesarlos.  El  crédilo  de  Maroto  subió 
á  muy  alto  punto  en  aquellas  provincias  desde  que  prin- 
cipió á  desempeñar  la  comandancia  ffcncral  de  Vizcaya. 
Por  sí  mismo,  y  haciendo  de  comandante  de  instrucción, 
enseñaba  á  los  soldados ,  y  en  poco  tiempo  dio  la  mejor 
organización  y  disciplina  á  las  fuerzas  de  su  mando.  Se 
interesaba  con  D.  Carlos  y  su  gobierno  para  que  fuesen 
socorridos  aquellos:  se  ganaba  su  corazón,  y  el  afecto 
de  cuantos  jefes  y  oficiales  se  hallaban  á  sus  órdenes.  To- 
dos, tanto  los  pueblos  de  Vizcaya,  como  las  tropas  car- 
listas de  aquel  señorío  ,  admiraban  la  actividad  y  energía 
de  Maroto <  y  en  especial  los  jefes  del  ejército,  recono- 
cían sus  conocimientos  militares ,  y  el  natural  ascendien- 
te que  le  daban,  tanto  su  carácter,  cuanto  sus  dotes  de 
mando.  Trabajaba  con  entusiasmo  en  el  bloqueo  de  la 
plaza  de  Bilbao :.  se  proponía  per  este  medio  que  aquella 
le  rindiese  :  tenia  en  esto  tal  seguridad ,  que  no  vacilaba 
en  decir  á  D.  Garlos  que  asi  sucedería  efectivamente  si  se 
(c  remitían  varias />ia7^5  <Je  artillería  y  algún  retuetio» 


S4 

Dando  la  mayor  importancia,  y  con  jnsta  razón,  á  la  ocu- 
pación de  aquella  plaza ,  se  j^rometia  con  airona  pequeña 
nierza  que  se  situase  conyenientemente  en  las  esceientes 

Íosidones  que  rodean  y  dominan  por  la  parte  de  tierra  á 
ilbao ,  contener  el  ejercito  de  la  Reina  que  intentase  pe- 
netrar en  aquellaplaza,  confiando  al  mismo  tiemoo  en  que 
mientras  mayor  fuese  la  guarnición  de  ella,  y  el  n6mero 
de  personas  alli  refugiadas,  mas  pronto  la  nabia  de  re- 
ducir á  la  necesidad  estrema  de  rendirse.,  Pero  Moreno, 
en  vez  de  enviarle  la  artillería  que  con  tanto  afán  pedia, 
dispuso  rápidamente  desde  Navarra  un  movimiento  sobre 
Vizcaya ,  que  ejecutó  llevando  consigo  á  D.  Garlos;  y  lle- 
gando a  Durango  con  la  vanguardia ,  dejó  á  aquel  con  su 
cuartel  real  en  Ochandiano  aquella  noche.  Esta  operación 
llenó  de  furor  á  Maroto  y  á  los  jefes  que  acompañaban  á 
Moreno  «que  ya  le  odiaban  y  públicamente  vituperaban 
su  conducta.»  (i) 

Aquella  madrugada  se  trasladó  Maroto  á  Ga^dácano, 
y  á  las  9  de  la  mafiana  entró  D.  Garlos  en  Durango  ,  y 
oyó  las  quejas  que  le  dio  Moreno  contra  Maroto :  poco 
después  emprendió  el  jefe  de  Estado  mayor  la  marcha 
sobre  Galdácano,  haciendo  alto  con  sus  tropas  en  el  ca- 
mino real,  y  á  un  tiro  de  pistola  de  la  casa  llamada 
Urgoiti  en  donde  se  encontrana  Maroto.  Aquella  tarde 
envió  éste  con  uno  de  sus  ayudantes  un  pliego  á  D.  Gar- 
los ,  concebido  en  términos  bastante  duros  y  acalorados, 
Y  -en  que  se  deprimía  á  Moreno ,  á  quien  se  acusaba  de 
ineptitud.  D.  Garlos,  por  medio  de  su  asesor  general 
Anzaga ,  hizo  conocer  a  Maroto  el  disgusto  que  le  cau- 
saban su  insubordinación  y  los  acontecimientos  ocurri- 
dos, «porque  aun  cuando  le  hubiesen  asistido  razones  ó 
motivos  de  queja  contra  Moreno,  estas  debia  haberlas 
sofocado  hasta  nacérselas  á  él  presentes,  y  pedidolc  las 
hubiese  remediado.»  Mandó  también  D.  Carlos  á  su  ase- 
sor general  que  afiadiese  á  Maroto,  «que  si  bien  no  po- 


(1)  Memoria  eitada. 


»  25 

dria  nunca  olvidar  sai  sacrificioa  y  padecimientos  por  sa 
causa ,  tampoco  podría  permitir  me  lo  que  le  había  con- 
quistado Zumalacárregui  a  costa  de  tanta  sangre  y  do  tra- 
bajos, fuese  perdido  por  las  disensiones  y  falta  de  uni- 
dad en  los  jefes  que  le  habian  sustituido.»  ¿Y  quién  de- 
ciaesto?  D.  Garlos,  que  según  el  testimonio  de  personas 
bien  informadas  de  los  pensamientos  é  intrigas  de  m 
cuartel  real ,  se  hallaba  disgustado  del  carácter  y  ente- 
reza de  Zumalacárregui ,  y  celoso  del  prestigio  que  me- 
recia  en  aauellas  provincias  y  del  ascendiente  que  tenia 
en  el  ejército,  meditando  con  sus  mas  íntimos  conseje- 
ros el  medio  mas  seguro  y  prudente  de  separarlo  del 
mando ,  sin  que  escitase  las  murmuraciones  de  nadie. 
Znma\acárreffui  había  tenido  graves  disgustos  y  acalora- 
das contestaciones  con  D.  Carlos ,  hasta  el  cstremo  de 
liacer  por  dos  veces  dimisión;  pues  aquel  caudillo  no 
solo  se  oponía  á  los  proyectos  y  planes  de  los  palaciegos 
que  rodeaban  á  D.  Cfárlos,  sino  que  le  enojaban  y  exas- 
peraban las  murmuraciones  de  que  era  objeto  ,  y  las  re- 
criminaciones que  le  hacía  h  camarilla  de  aquel.  Los 
consejeros  Íntimos  de  D.  Garlos  desde  la  seguridad  del 
cuartel  real  impelían  á  Zumalacárregui  por  medio  de 
aquel  á  que  emprendiese  operaciones  contrarias  á  sus 
convicciones  ,  y  que  como  sugeridas  por  gente  que  no 
conocia  la  guerra  ,  eran  generalmente  desacertadas,  y 
traian  por  consecuencia  el  derramamiento  inútil  de  san- 
gre y  el  descrédito  de  las  armas  carlistas.  Zumalacárre- 
gui, aunque  veneraba  profundamente  i  D.  Garlos,  estu- 
vo constantemente  en  oposición  con  su  camarilla ,  la  que 
ya  al  Gn  con  habilidad  y  mafia  había  conseguido  que 
aquel  llegase  á  desconfiar  de  su  bizarro  caudillo.  Si  Zu- 
malacárregui no  hubiese  sucumbido  por  efecto  de  una 
bala  de  fusil,  la  intriga  del  cuartel  real  lo  hubiera  derri- 
bado. ¿  Qué  le  importaba  á  esta  el  mérito  de  aquel ,  ni 
sus  inmensos  servicios  ,  con  tal  de  poder  saciar  sus  san- 
tos furores  en  (quien  no  so  prestaba  á  ser  un  instrumen- 
to dócil  de  sus  proyectos  y  de  sus  miras  ? 

Arizaga  instruyó  á  Maroto  de  cuanto  D.  Garlos  le  ha- 


26 

bia  manifestado.  Dirigiéndose  aqael  hacia  Galdácano,  en- 
contró á  Maroto  ceróa  del  üuente  de  Airrigorriaga ,  en  él 
camino  real ,  y  en  el  estrecho  que  este  forma  para  entrar 
en  el  puente  nuevo.  Maroto  estaba  rodeado  de  un  ftiégo 
horroroso ,  porque  aquella  jornada  fue  una  dé  las  mas 
sangrientas  de  la  guerra  ;  pues  no  solo/  se^n  testigos 

Sresenciales  ,  se  disputó  el  puente  con  un  yigor  e^traor- 
inario  y  una  obstinación  nunca  vista ,  sino  que  también 
se  disputó  con  heroico  valor  el  terreno  palmo  á  {balado. 
La  acción  duró  desde  las  seis  de  la  mafíana  hasta  las  ocho 
de  la  noche. 

Por  consecuencia  de  la  conferencia  que  tuvo  Arizága 
con  Maroto  ,  se  dirigieron  ambos  al  cuartel  real  de  clon 
Carlos  que  habia  bajado  á  Galdácano.  D.  Carlos  no  pu- 
do menos  ,  después  de  una  tan  señalada  victoria ,  de  re- 
cibir con  benignidad  á  su  caudillo ,  asegurándole  que  ol' 
vidaria  todo  lo  pasado.  Habiendo  encargado  el  príncipe 
á  su  asesor  real  que  trabajase  para  !la  reconciliación  de 
Maroto  y  Moreno,  se  manifestó  el  primero  muy  dispues- 
to á  ello  ,  y  encargó  al  auditor  general  viese  á  Morepo 
para  decirle  que  estaba  dispuesto  á  ofrecerlo  su  amistad, 
que  no  pasaba  personalmente  á  ejecutarlo  al  pueblo  de 
aldácano,  donde  se  hallaba,  por  la  situación  militar 
que  exigia  su  persona  en  aquel  punto ;  pero  que  si  bajaba 

Íor  la  tarde  á  reconocer  la  linca  avanzada,  satisfaría  su 
eseo  ,  y  conferenciarían  de  buena  f6.  (1)  Ya  se  ve  que 
Maroto  por  su  parte  no  podia  hacer  mas;  en  obsequio  de 
la  causa  de  D.  Garlos  sacrificaba  su  amor  propio  y  se 
adelantaba  a  ofrecer  á  Moreno  su  amistad  y  su  mano. 
Pero  este  hombre  ,  orgulloso  6  implacable ,  ni  aun  quiso 
oir  siquiera  al  auditor  general,  sospechando  que  el  objeto 
de  la  conversación  podia  ser  relativo  á  la  persona  de 
Maroto.  Ciego  en  sus  odios,  dirigió  á  D.  Garlos  un  parte 
detallado  de  la  acción  de  Arrigorriaga^  á  la  que  habia 
sido  estraño,  y  en  cuyo  parte  mostraba  la  parcialidad  y 
la  injusticia  de  recomendar  a  los  oficiales  que  habian  es- 

(i).   Arísaga,  MeflMho citada. 


y 


uAoiWL  lado  I  omitiendo  toft  que  le  kAbkii  hallado  i  la 
inmediadon  de  Marofo.  Este ,  por  n  parle,  y  dcsenlen- 
diéndoM  del  condacto  del  jefe  de  Estado  mayor  i  diríf[i6 
otro  absolutamente  diverso.  En  este  eato  era  muy  de  te« 
mer  la  separación  de  Maroto  de  la  oomandancia  general 
de  Tiseáya ,  por^e  Moreno ,  que  poseía  el  coraton  de 
D.  Cáriot ,  no  dejaba  á  éste  de  la  mano,  llevándolo  siem- 
pre consigo.  Ta  se  deja  conocer  que  por  consecuencia 
ae  los  partea  dados  acerca  de  la  acción  de  Arrígorriaga, 
li  rivalidad  de  los  dos  jefes  se  habia  de  introducir  en  oí 

S'ército  propagando  en  ¿1  un  germen  de  discordia.  Al  fin 
.  Garlos  abandonó  el  mando  del  ejército,  llamando  k  st 
I  Moreno  para  separarle  del  cargo  que  antes  desempe- 
bba:  también  Maroto  fue  separado  del  mando  que  ejer- 
cía :  cada  uno  de  estos  dos  jefes  quedó  en  situación  di-> 
versa ;  porque  á  Moreno  le  sorprendió  y  resintió  viva- 
mente una  separación  que  no  sospechaba  ;  mientras  que 
Maroto  recibió  con  serenidad  su  separación ,  que  además 
de  injusta  6  inmerecida ,  estaba  sooradamente  compen- 
sada ,  ya  con  los  servicios  y  la  gloria  que  acababa  de  ad- 
quirir, ya  con  las  alabanzas  que  los  pueblos  y  el  ejerci- 
tóle triontaban.  Una  desgracia  común  abatió  á  Moreno 
y  pudo  engreír  á  Maroto.  Confinado  éste  á  Tolosa ,  se 
quejó  del  desaire  que  se  le  habia  hecho,  y  haciendo  ge- 
neral el  conocimiento  de  los  partes  dados  sobre  la  ac- 
ción de  Arrigorriaga ,  dio  á  conocer  do  qué  parte  está- 
bala justicia.  Guando  Moreno  estendió  un  parte  tan  par- 
dal de  aquella  acción  ,  no  le  permitió  ver  su  rencor  la 
prenda  que  soltaba:  Maroto  supo  aprovecharse  de  ella,  y 

Ía  desde  entonces  perdió  aquel  todo  concepto,  manifcstán- 
ose  como  jefe  que  desconocía  el  mérito  y  que  no  sabia 
hacer ,  por  miserables  pasiones ,  justicia  á  los  servicios. 
Habiéndose  establecido  D.  Garlos  en  Tolosa  se  le  pre- 
sentó Maroto  ,  á  quien  reprendió  severamente,  dicién- 
dole:  «¡Te  acordarás  de  lo  de  Durangol»;  pero  antes 
de  concluir  la  conferencia  se  hallaba  tan  variado  el  áni- 
mo de  aquel  principe  que  le  prodigó  mil  lisonjas,  y  aun 
k  abrazo.  Al  di^  agaieate  pre$ettto  Maroto  una  instan- 


98 

cia  á  D.  Cirios,  en  U  qae  aeoBabt  de  falso  el  parle  de 
Moreno  acerca  de  la  acción  de  Arrigorriaga ,  t  de  in- 
justas las  propuestas ,  y  en  que  solicitaba  se  abriese  un 
juicio  para  averiguar  cuál  de  los  dos  partes  referia  la 
rerdad  de  los  heckos,  sujetándose  él  á  la  pena  á  que  fue- 
se acreedor  si  resultaba  ser  el  sujo  inexacto.  Ésta  re- 
presentación de  Maroto  se  pasó  á  informe  del  auditor  ge- 
neral del  ejército.  Este  magistrado ,  antes  de  evacuar 
su  dictamen  se  presentó  á  D.  Carlos  ,  á  quien  hizo  muy 
prudentes  y  juiciosas  observaciones.  En  vista  de  ellas 
acordó  que  se  archivase  la  instancia  de  Maroto ,  y  que 
se  tuviese  presente  en  otra  ocasión.  Mas  adelante*  y  con 
motivo  de  haberse  presentado  en  el  cuyrtel  real  D.  Ce- 
cilio Corpear  ,  hábil  en  el  manejo  de  la  intriga  ,  hombre 
astuto  y  sagaz  ,  y  mas  mañero  que  instruido  diplomáti- 
co; trabajó  éste  con  buen  suceso  en  la  reconciliación  de 
Maroto  y  Moreno ,  aue  se  verificó  de  un  modo  solemue 
y  público ,  reuniénaose  en  un  convite  que  dio  Maroto 
en  su  casa  á  Corpar  ,  Moreno  y  Arizaga.  Ya  Moreno  se 
prestó  á  esta  reconciliación ,  entusiasmado  con  los  planes 
y  pomposos  proyectos  de  Corpar  ,  y  cediendo  tal  vez  á  la 
influencia  de  éste  con  quien  tenia  antigua  amistad.  Don 
Carlos  convidó  á  comer  al  dia  siguiente  á  los  dos  recon- 
ciliados. 

Hallándose  el  cuartel  real  en  Oñate  ,  dispuso  D.  Car- 
Ios  que  Maroto  ,  que  alli  se  encontraba,  volviese  á  To- 
losa.  Desde  aquí  con  permiso  de  aquel  pasó  á  Durango 
donde  se  hallaba  el  cuartel  real ,  para  tratar  con  D.  Car- 
los acerca  de  ofrecimientos  pecuniarios  de  que  estaba  en- 
cargado un  comerciante  llamado  el  barón  de  Habcrt.  A 
poco,  V  después  de  nombrado  Erro  ministro  universal, 
se  estableció  una  junta  consultiva  de  guerra  ,  y  Maroto 
y  Moreno  fueron  nombrados  individuos  de  ella. 

Uno  de  los  primeros  pensamientos  de  Erro  fue  nom- 
brar á  Maroto  comandante  general  de  las  tropas  carlistas 
en  Cataluña,  y  1er ofreció  dinero  y  fusiles  con  que  po- 
der organizar  los  somatenes  catalanes.  Maroto  manifestó 
tanto  a  D.  G&rlos  como  á  Erro  ,  que  él  nunca  haria  la 


29 

I  • 

gnem  como  jefe  de  bandidos «  y  qae  necesitaba  contar 
con  armas  y  recursos.  Con  las  mayores  segoridades  le 
ofrecieron  uno  y  otro ,  afiadiéndole  el  segundo  qae  in- 
mediatamente le  enviaría  de  tres  á  cuatro  milloneSy  y  que 
en  las  costas  de  Cataluña  iban  á  desembarcar  consiae- 
rable  número  de  fusiles.  La  idea  de  organizar  los  soma- 
tenes de  Cataluña  bacia  tiempo  que  estaba  fija  ea  la  mente 
délos  consejeros  de  D.  Carlos.  Guergué  fue  destinado  á 
este  seryicio  con  un  cuerpo  espedicionario  de  navarros; 
pero  este  jefe,  cuya  conducta  no  es  del  caso  calificar 
abora ,  no  habia  sanido  corresponder  á  las  intenciones  de 
D.  Carlos  9  y  tuvo  que  volver  á  Navarra ,  dejando  sem- 
brada la  discordia  entre  los  jefes  y  soldados  catalanes ,  y 
trajeiido  sas  navarros  en  el  mayor  estado  de  desaliento 
y  miseria. ,  después  de  dejar  muchos  rezagados  y  aban- 
donados por  los  caminos.  La  vuelta  de  los  miserables 
restos  de  esta  espedicion  sugirió  el  pensamiento  de  en- 
riar áMaróto  á  tomar  el  mando  de  las  bandais  carlistas 
de  Gataluila. 

Pasó  este  general  á  Frantía ,  y  desde  allí  se  introdu- 
jo en  el  antiguo  Principado ,  donde  fue  recibido  con  es- 
traordinario  júbilo  por  los  jefes  y  tropas  carlistas.  Todos 
k  reconocieron  y  se  sometieron  dócilmente  á  sus  órde- 
nes. Les  prohibió  severamente  que  exigiesen  ninguna 
contribución  de  los  pueblos ,  ni  que  los  gravasen  ni  mo- 
destasen en  manera  alguna  ,  ofreciendo  á  todos  que  se- 
rian atendidos  religiosamente  en -skis  'haberes  »  contando 
con  los  recursos  que  D:  Carlos  y  su  gobierno  le  habian 
prometido.  En  seguida  se  ocupó  en  organizar  y  discipli- 
nar batallones  i' instruyendo  por  si  mismo  á  los  diversos 
pelotones  ,  granjeándose-  por  su  actividad ,  por  su  celo  y 
por  su  desinterés  el  «fecto  de  los  soldados  y  de  todos  los 
jefes  y  oficiales;  y  reanicñando  en  todos  los  pueblos  que 
ocupaban  las  bandas  caríistas  el  entusiasmo  de  sus  parti- 
darios. Diariamente  se  engrosaban  aquellas ,  y  la  guerra 
de  Cataluña  habría- tiomado  un  aspecto  bien  diferente  en 
faTor  de  la  causa  de  D.  Carlos ,  si  Erro  hubiera  pun- 
tualmente cumplido  cuanto  ofreció  í  üaroto  á  su  despe^ 


í. 


30 

dida*  Pülafoii  dias  y  dias^  y  ip  dinerp  ni  armas  llegaban: 
Marbid  dirigió  las  maa  eficaces  ;  enérgicas  reclamaciones 

3ue  Bjingun  éxito  produjeron.  Al  fin ,  los  jefes  y  oficiales 
el  ejército  le  hieíeroo  prc^c^pte  al  estado  de  miseria  en 
que  M  hallaban  y  la.  imposibilidad  de  cumplir  las  órde- 
nes que  les  tenia  dadas.  Entonces  Maroto  y  apremiado 
'por-oiréunstañcias  estremas  é  imperiosas,  no  quiso  toda- 
ryia  permitir  que  se  hicié^n  exacciones  violentas  v  arbi- 
trarias: quiso  que  lo  que  las  circunstancias  exigían,  se 
hidése  al  meüois ,  con  orden  y  con  equidad :  se  dirigió  á 
las  personas  mas  acaudaladas  de  los  pueblos  que  la  fac- 
ción dominaba ,  y  les  hi^e  yeír  la  necesidad  estrema  en 
que  se  hallaban  las  fuerzas  de  isu  mando,  demostrándo- 
les ál  mismo  tiempo  que  le. era  forzoso  p^clamar  sus  au- 
silioB^.si  babia  de  conservar  la  digcápUvia  4e.s^s  tropas, 
éompórometióndosB  á  responder  de  ia/i,  cantidades  que 
e  iámidistrasen.  De'  esta  manera  mantuvo  por  algún 
tieibpo  el  orden  y  la  disciplipa  en  aquellas ;  p^o  al  fin 
tuvo  que  abandonarlas  porque  se  encontraba  en  la  im- 

Í posibilidad  de  cumplir  lo  quei^abia  ofrecido*  JNi  aque- 
les pueblos ,  ni  los  caudillos  del^jór^o»  satifiechos  con 
su  mando  y  dirección,  querían  que  ^:  reparase  de  ellos, 
como  se  lo  hiciero»  presente «  instándole  »reit#radamen- 
te  para  que  no  iosabandona^r  Sstas  instancias  lisonje- 
ras para  iíaroto  y  y  en  las  ^ue  vejia  una  muestra  4el 
aprecio  de  los  carlistas  deiC^ktakida  ,1^  obligaron^  á.  Me- 
cerles que  volverla  ir.  tomar  «A  mando  de  aquellap  tropas 
si  el  gODicmo  de  D«  Garlos  l^  facilitaba  Lpi»  recursos  que 
le  eran  indispensables  para  promover.  1^  guerra  en  aquel 
Principado.  Los  princ^^es  caudillos  que  tan  subordi- 
nados se  le  babian  manifestaclo ,  y  entre  ellos  Xrístany, 
fueron  acompañando  á  Maffoto  ha¿ta  la  frontera  de  Fran- 
cia, donde  se  separaron  de  él  con  señales  de  ternura.  De 
la  frontera  se  dirigió  á  Burdeos,  desde  donde  escribió  al 
gobierno  de  D.  Carlos ,  anunciándole  que  pasaba  á  las 
Provincias  á  informarle  de  su  conducta ,  y  darle  verbal- 
mente  instrucciones  acerca  del  resultado  de  la  comisión 
fue  30  le  había  conferido. 


SI 

.  A  esto  M  le  coiit6«(6  me  ne  pmase  adelante ,  y  se  le 
mandó  formar  cansa ,  tanto  para  ayeriguar  la  conducta 
que  habia  observado  en  CÁtalufia ,  cuanto  respecto  de  los  ' 
hecbos  á  oue  anteriormente  babia  dado  luffar  en  las  Pro- 
Tincias,  y  acerca  dq  los  cuales  babia  archivados  algunos 
papeles  t  cárta^.  Itfaroto  permaneció  en  Burdeos;  y  en- 
tretanto loa  muchos  amigos  y  apasionados  que  tenia  en 
el  ejército  y  en  el  cuartel  real ,  y  particularmente  La- 
Tandero  ,  á  la  sazón  i;ninistro  de  Hacienda ,  y  que  lo  ba- 
bia acompaflado  en  su  espcdicion  á  Cataluña ,  y  sido  tes- 
tico  de  todas  sus  operaciones ,  de  su^  trabajos  y  de  su 
ceto  ,  previtiieh)n  ravorablemcnto  el  ánimo  de  D.  Garlos 
^  desvanecieron  su  desconfianza  y  sus  recelos ,  clamando 
todos  normue  Haroto  (uese  llamado  para  ponerse  al  frente 
del  ejercuoT  Hasta  los  consejeros  intimes  de  D.  Garlos, 
j  los  que  antes  se  habian  mostrado  contraríos  á  aquel 
general^  deseaban  y  solicitaban  su  llamamiento.  En  elec- 
to ,  Maroto  era  el  único  hombre  que  podia  encargarse 
del  mando  del  ejército ,  reorsanizarlo ,  reprimir  la  es- 
traordiviaria  licencia  de  los  soldados ,  contener  con  mano 
fuerte  la  aJ9d;>icioa  de  algnnos  caudillos  y  la  división  y  la 
discordia  que  reinaba  por  todas  partes  en  las  tropas  car- 
listas, siendo  el  cuartel  general  y  el  real  de  D.  Carlos  un 
hervidero  de  miserable^  y  bajas  intrigas. 

No  trazaremos  et  'cfuadro  que  presentaba  el  ejército 
carlista  y  el  gobierno  de  D.  Éárlos  desde  la  muerte  de 
Zumalacarregui ,  (Tue  era  el  brazo  derecho ,  ó  mejor  di- 
cho ,  el  alma  de  ella.  Desencadenadas  todas  las  pasiones^ 
y  en  particular  fa  insaciable  ambición  ,  que  el  carácter 
uidbmaUe  de  aquel  tenia  comprimidas  ,  si  la  facción  oh-* 
tuvo  algunos  triunfos  por  el  valor  de  aquellos  naturales, 
la  insurrección  no  adelantó  un  paso,  ni  adquirió  ventajas 
importantes  y  positivas.  Ni  la  rortuna  coronó  los  esfuer- 
zos de  loa  sucesores  de  aquel  caudillo.  El  mando  de  Mo- 
reno fue  siempre  deteátaao ;  siendo  sus  planes  objeto  de 
perpetuas  muriüui'abiones.  £guia  ,  aubque  dotado  de  ca-» 

{acidad,  y  de  conóckniéiitos ,  aunque  estimado  por  \«l 
ranqueza  y  Reatad  dé  sa  carácter,  ni  tenili  todwi  lu  cm?- 


y 


52 

lidade&  que  el  mando  de  aqoellas  hoestea  requería »  ni 
tuvo  nunca  ascendiente  sobre  I).  Carlos  y  ni  supo  repri- 
mir las  intrigas  de  su  camarilja.  Guergué,  que  precedió 
áMarotp,  era  hombre  desacreditado ,  incapaz  de  man* 
dar  fuerzas  de  alguna  consideración ,  aborrecido  por  sus 
escesos  y  demasías ,  y  de  pasiones  bajas  y  rencorosas. 
El  ejército  se  hallaba  en  el  mayor  graao  de  indisciplina: 
la  autoridad  de  D.  Garlos  era  desacatada  :.  todas  las  per- 
sonas distinguidas  por  sus  servicios  >  por  su  lealtad ,  y 
basta  por  su  educación  y  nobleza  de  sentimientos  y  aca- 
baban de  ser  reemplazados  en  los  diferentes  mandos  del 
ejército  y  de  los  distritos  por  hombres  furiosos,  verda- 
deros energámenos  ,  ignorantes  ,  groseros »  fanáticos  y 
perseguidores.  Esta  gente  ,  de  miserable  estraccion  ,  y 
verdadera  hei.de la  sociedad,  tuvo  bastante hal^ilidad  para 
rodear  á  D.  Carlos,  para  ganar  su  confianza^  aparen- 
tando un  realismo  hipócrita,  y  una  devoción  mentida; 
y  para  apoderarse  del  mando  d.e  las  fuerzas  carlistas  y 
do  los  infelices  pueblos  aue  ocupaban.  Algunos  de  estos 
hombres  no  eran  tan  ansolutamente  estupidos  que  no 
^  asombrasen  ele  su  misma  obra,  y  qi^e  juzgando  impo- 
sible toda  reconciliación  pon  los  jefes  de  crédito  y  pres- 
tigio ,  á  quienes  habían  perseguido  j  ienian  presos,  no 
fijasen  su  atención  eo  el'unicp  gue  podut:  salvarlos  de  la 
ruina  que  los  amenazaba «  uniéndose  por  el  momento  á 
los  que  pcdian  y  clamaban  porque  se  llamase  á  Maroto, 
que  perma necia,  len  Burdeos  ,  en  calidad  de  confinado  ó 
relegado.  En  vista  de  esto  D.  Garlos  le  escribió,  llamán- 
dole con  instancias.  Maroto  se  escusó  porque  conocía 
perfectamente  la  situación  del  ejército  carlista,  y  las  in- 
trigas de  la  pequeña  corte  de  su  principe.  Volvió  éste  á 
escribirle  con  mayor  encarecimiento,  y  aun  le  envió  una 
persona  encargada  de  manifestarle  verbalniente  la  criti- 
ca situación  en  que  tanto  él  como  su  gobierno  y  ejército 
se  encontraban.  En  este  caso  Maroto  juzgó  que  debia  de- 
jar á  un  lado  todo  género  de  consideraciones ,  obede- 
ciendo solo  la  voz  de  su  principe,  y  no  negándole  el  au- 
xilio de  su  espada  que  reclamaba*  rara  frustrar  la  vigi^ 


33 

linda  de  In  policía  francesa  y  de  los  aduaneros »  Uito  quo 
atravessr  la  f rqotora  disfrazado  y  i  pie «  andando  do  csU 
manera  mas  do  Ycinto  lea uas ,  por  jun  terreno  escabroso, 
y  prcsenUndosoáD*  Garlos  estropeado,  rendido  dp  fatiga 
}  sin  roas  ropa  que  la  puesta.  Lo  recibió  con  hasiaato 
placer  j  agasaio  ,  manilcstándole  quo  cifraba  en  él  toda 
su  esperanza  :  ic  mandó  que  permaneciese  á  su  lado,  j 
quo  juguicse  su  cuartel  real.  De  esta  manera  pasó  Maro- 
lo  unos  cuantos  djss ,  sin  que  ni  por  D,  Cirios  ni  por 
sus  consejeros  se  Iq  manifestase  el  objeto  con  que  bal>ia 
sido  llamado.  Yacilalm  aquel  en  conferirlo  el  mando  df 
sus  tropas ,  porque  desde  Portugal  abrigaba  algunas  pre« 
vonciones  contra  este  general ,  á  <|uien  miraba ,  como 
&\cc  un  escritor  á  quien  Ya  hemos  citado,  con  encubierta 
iulcndon.  Coa  Haroto  oió  á  conocer  D.  Carlos  mas  que 
en  ninguna  otra  circunstancia  la  ^i^rresolucion  de  su  ca- 
rácler »  7  al  mismo  tiempo  sus  contradicciones  6  incon- 
sccucnaas ,  pues  h  posar  de  que  en  algunas  ocasiones 
se  manifestaba  enojado  con  61  y  aun  severo  ,  en  otras  se 
le  mostraba  contiauo  liusla  el  último  estremo  y  deferente, 
atendiendo  á  sus  reclamaciones  con  una  liberalidad  de 
ue  nunca  babia  usado ,  ni  aun  con  sus  mas  adictos  y 
á^oritos. 

Tanto  la  situación  de  indisciplina  en  que  el  e¡(*rcito 
rarlista  so  encontraba  ,  cuanto  la  actitud  que  tomo  el  de 
Espartero ,  reuniendo  fuerzas  sobre  Logroño ,  condu- 
ciendo aprestos  i  Puente  la  Reina ,  y  amagando  caer 
sobre  Estella  ,  acalmron  de  decidir  el  ánimo  vacilante  y 
siempre  receloso  de  I).  Curios ,  y  nombró  por  jefe  de 
estado  mayor  al  general  Maroto ,  á  quien  concedió  fa- 
cultades ilimitadas  para  obrar  y  determinar  iM)r  s(  con 
arreglo  á  los  casos  y  circunstancias.  El  primer  cuidado 
de  Maroto  fue  la  organización  de  los  batallones.  Para 
cllu  pasó  una  revista ,  y  se  quedó  asombrado  de  las  con- 
siderables bajas  quo  observó  en  el  ejiTcito ,  mayores  de 
lo  que  80  babia  figurado  y  de  lo  que  le  habían  infor- 
mauo.  Ksto  se  remedió  en  parte  algunos  dias  después, 
pues  con  el  prestigio  de  este  gifiycrnl  renació  en  breNe 

5 


i 


la  cóti^hQzá  y  áé  Atíi^  el  almtnliiMiM^  VdlTÍj|!iiáo  á  las 
lilas  los  ihnchÓB  solaados  que  las  habían  abandonado, 
dañsados  déitaovimicntós  ináüles  j  dé  empresas  desas- 
trdéai  f,  siii  l^csoltado.  El  íkñtísí  renació  bor  todas  par- 
t^i^'d^ii  lá  disciplina,  y  lá  seguridad  indíridual  quedó 
aflkbíáda.  Con  actividad  estráordinaría  fortificó  varios 

Iurittís  ,  one  cubrieron  la  ciudad  de  fistcllá  ,  á  cuya  po- 
tación di6  Ordenéis  severas  pata  replégai*  toda  clase  de 
subsistencias  ,  cortando  las  aguas ,  v  con  otras  disposi- 
feiones  defetísivás ,  alentó  eiespítitti  público,  ya  casi 
exánime  y  dispuesto  á  sucñpibir.  Miai'oto  sé  proponía 
restablecer  completamente  la  diséiplina  del  ej6rcitb  que 
bandaba ,  y  asegurarse  de  la  eonfianza  del  soldado  antes 
de  emprender  ninguna  operación  :  sei  proj)0hia  teparar 
los  desastres  del  eJércSto  que  estaba  cási  en  derrota,  y  no 
acometer  al  enemigo  sino  con  probabilidades  de  t^btener 
ventajas  efectivas.  Esté  era  el  plan  que  en  aqujellas  cir- 
cunstancias se  habia  propuesto,  y  que  lé  aconsejaba  man- 
tenerse á  la  defensiva  en  las  esceientes  posiciones  que  su 
ejército  ocupaba.  Ya  que  Espartero  nó  sopo  ó  no  pudo 
aprovecharse  de  la  situación  material  y  moral  en  que  se 
hallaba  el  ejército  carlista,  quiso  Maroto  prevenirse  para 
en  adelante  ,  necesitando  restablecer  con  triunfos  el  áni* 
mo  abatido  del  soldado ,  y  asegurar  cada  vez  mas  la  con- 
fianza que  su  nombramiento  habia  inspirado  tanto  en  el 
ejército  cuanto  en  el  ¡iaia. 

Conviene  advertir  en  este  lagar  que  los  consejeros  Ín- 
timos de  D.  Carlos,  entre  quienes  llevaba  la  voz  el  mi- 
nistro Arias  Tejeiro,  ya  por  el  carácter  furioso  de  ellos, 
ya  porque  ignorantes  en  el  arle  de  la  guerra  no  cono- 
cían otro  ifíodio  de  hacerla  que  el  de  las  matanzas  y  el 
derramamiento  de  sangre;  ya  por  asegurarse  mas  en  la 
confianza  de  D.  Garlos  ,  ó  ya  por  áltimo,  por  acreditar 
de  alguna  manera  su  funesta  nominación,  naíbian  estado 
siempre  empeñados,  y  mucho  mas  desde  que  tomó  el  man- 
do Maroto,  en  que  se  acometiese  á  las  tropas  de  la  Rci- 
taa.  D.  Carlos  participaba  también  de  esta  opinión  que 
}e  bMau  inspirado ,  y  se  mostraba  muy  decidido  por  ella 


.,»» 


,»!4do  itajpr  ^gejuUsp Jíslii  p.;njani)f|ilp  (le  (ílo.,  cj^nlo 


,^i;fuu  n'ajvf  ,+^-v— r-'fi"-''  i-vr-','"jhTfY  r"  fr-"«-  >-W*trf" 
MT?  ^rf.^'ío  g^par|o,j  jitraerliv^ ¡^  k-'^^m,  Ffj^í)6 

,,?!  íiüiíisV-p  *.f)i?f  íftiqíro  una  (;Mrts^íí^<)i;pc,fl  aiar^í  ^n 
íi  jfeoei^al  M^WpV*.  t*^  cflfíreepdftiltiicip  po ,taf,# .«n ir- 
ritar á^í^te  .Mllimo.jiiirqwí.^iiílía,,  con  larp«,,cttf|,ji- 
ripraflcta,  sp ,  le  ,í|ftlJ(iR  .coiisf  joj  ^ttnlrarios  á  Sl^,  ^"^n^f- 


ÍPníí^íe'  qtte  í|, pabia  de  ser  «¡ipuíwPle,  J,g/fíi,pp|iíí^ii 
llenos, lie  traer  fmieslüs  resUíl^Jpü.íi  su  (fflli^J  ¡if'^lí  il 
^•■no  (jeJ?ip,9  sos^iecbalia  Mscplo  „  j,  ^  stff  l^^^f¿sfí,i^J^^, 

"-'"  -"  ""  WnHWnJlSiflftWJ  V)''<íWH!»i'""  *' 


9"'' 

.menos, liu    liati     iu..La,i.^   .tai^^^ija,^  a.*  ,^™(   ^i^jl^  /■> 

,iwsmo  (jeJ?ip,9  sos^iecbalia  Mscplo  „  j,  ^  sjfl  J[4pda^(;f(^, 
,|ll(eÍ¿i||¿fei(LC()ji|)i;m|j)firi»iriálHlM>W  Igff-Ammi- 

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.Ji¡l,((Érqit^,TVi-ira."— i-nir-pmriT'mTin .., , 

m*i»nii>  4i!  U',Riai)»,,ail>s¿^S.,flj(#,n,^r      ^  — 
aliucÍTO'd«I«í,.*»W.  j!,»IMlW'»|l'y='W,W 
clseno  le  J»,fiO#5?»,í,  WüflM! 
ilicndo  y  pi;" 

luo  el  verdadero  (PQl),\u  de  li^s,  (ip  u'K^S  fifUfa^ 
d(ncla  que  se  ,rwí°p™,i/  v.J  cM'l  if tlM'iH'  ,ltS.»l .  .  -  . 
■lfj«aii^Hl9>jD.,SeJ|íatlai|.  Jíi,.}(l  tectM»  /.pílSlOB  *• 
Wje/e»  JpSswlffi.»»  ■.ÍWMMfflftf  #!..»írFiW;  jftV'- 
otra  Jué,  smQ,,^a  caiiaa.de  lififeCjSJ^p  di;¡^w4P4.(fVer- 
^icn  ,  VUUreal,,a  Villaííi„)^i  .^yra;  líe  jtab^r  pidp  jircso 
eniúüiga,  2ari«teRUÍ.  j  ,cpii4tcido  cpp  eiWí^iM  fl  %rte 

.  de  JtrciBieaa  ;  fli^l  arrestíi  de  ElÍP  pp  el,^  P''^l"''Jj  >  ■**' 
de  FerpanJo  CalíítjSas  ep  .é  cantillo  d<f  jGu^^ft .v  ;.4«  .ha- 
ber sido  sstre4ad(|.5P  ¡ipiírviyt)/t.o'Sfin.()n¡(K(ri()^  ge- 

.  Mr«l.B;guw?„:fpíís,l^ll)f),  suii(4Ul!lía8P|!  fücspdfqB- 
teato  cou  que  su  prisipti  se  ciiculiricse  ,  crap  Kc^meolA 


dói,  y  I¿'«ótidémii8tt  W  ffi  téíícii  pÉlrá^picÉ^r'i  FfdnbM  á 

ddWtaHMiinitev  ^teMliHÍ(9¿^^^     tijoWlMr  á  !Négri  se^ 
gitniibjéfeddéMtaabmkVW.  •    ''    ^  ' 

ISt^ééiMim  ddU  OiflHIvy  ^ahitít^tabá  ti^a  diH  sn  deil^' 
crédito,  el  odio  del  ejército  j  <el  despreció!  de  los  Mleblols; 
YeaiáM'cOtt^  't^rttÁKós  lé  pi^  d  sérKot  AA±ttf¡^,  k 
qúSéíi  túu  tépÁSátm  beoofós- citado ,  yñt  qniw  lienióir 
ad<^tadó*-i«nks-  opiniorós.  «Gotí  setáéjánte  ccMidabfa; 
dicéf,'  lo»  iñAtf  acreditados  6  í  ñflti^efttes  jefes  del  éjét'dtó 
sepérsüadiait'qae  los  odios  del  principe  eran  éternps,  y' 
qne  el' tria'irfo  dé  Sa  cansa  biabiade  proporcionarles  per- 
secuciones si^  liioaítes' df jsde  el  m  amento  tíne  susdei^echos 
no lüeséiél'dispñtádos. ' ¿a  obcecuóion  dé  don  Gátlos  no 


pütede  txiftnpip^nder^,  iA  mébos  c  álificar^,  portftié  la  opi- 
nióU'VíMitá^eí  pais/  cbma>  lá  dé  1  ejército,  ^  hMü  pre- 
nu1if¿aM}l>  (MCrgicattié  ñtiá  Cciátra   su  gobifelfiío^  y  falto  dé* 
apd^ós  m'^Máetoitóu ,  nó  p6dÍB\  jsosteíiferlié  contra  súü: 
enctamffO^j  Creían'  s»in'  dudar  los  •  tjonfecjértfs:  del  pritidpé* 


bi^ii  tunando  86  ^n  atacado  .s  ^  í  üis  iñtérel^es  ñ&ii't^MiiV 
no-«iiti4cett^jS4íi'déi^écbos  con  m  le  I09  teyfe?  sé  creétt  ttf^ 
yesridbb  pafi^'subytibkr  á  s  óik  gbl  i^fñádos.  Sin  justicia  ti^' 
bayjifeirecho'ílffutooí.i^  '.'  ■;          ;  *  , 

}ra-^ 
a- 

<l»idé' 


3í 

JMi  Umúui  ufl^vm  imalucioa»  se  varia  íatuio  #  UhmtU 
por  lí  mianQt  y  á  locar  un  castigo  ejomplar .  «¿Ta  alra^ 
laris  á  kac6rlo?.%i..  wotfisló  dw  Cirios.-^ cSeüAr»  ra-r 
plicó  MaralOt  ñ  V.  M.  no  %ñ  digna  adoptar  niagana  re-- 
lolocioB»  70  en  aa  nombrct  y  como  general  cin  jcíc  de  an 
ejército ,  nueoiraa  merezjca  su  real  coniianza ,  me  nvtk 
preciado  á  conaervar  la  disciplina  del  ej6rcilo«  y  á  Iult 
cenne  reapeiar  como  previene  la  orden^nxa.»  — Estaapar 
labru  de  Maroio«  que  sin  duda  don  Carlos  repitió  á  sos 
consejeros  y  fisvoritos »  enconaron  mas  contra  aquel  Iqs 
inimoe  de  eatoa,  y  exaltaron  mas  su  fur^r,  y  los  ompeA6 
á  conspirar  contra  la  vida  do  este  general ,  y  á  trabajar 
con  mafin  y  Mr  medio  de  artificiosas  inurigas»  para  pro- 
indr  nna  auDlevacion  en  el  ejército  contra  el  general  que 
lo  mandaka.  Meroto,  que  tenia  numerosos  confidentes  en 
todas  parles»  sabia  cuanto  »fi  tramaba»  los  pasos  y  ma^uir 
aacionea  de  los  conjurados*  los  medios  do  que  se  vahan, 
las asecbantts  que  ponian  á  su  vida,  cómo  sembraban  la 
discordia  en  el  ^ército ,  minando  su  disciplina :  sabia 
cnanto  se  hablaba,  trataba  y  resolvía,  en  los  consejos  de 
ion  Carica*  pues  uno  de  los  asistentes  era  persona  de  su 
confianaa,  y  le  participaba  cusnto  se  proyectaba.  Una  no- 
che, y  con  prete&to  de  hacer  una  visita  á  don  Juan  Eche- 
varría, que  habitaba  un  cuarto  en  la  misma  casa  do  don 
Carlea ,  los  sorprendió  i  todos  reunidos ;  entrando  con  Ja 
mayor  serenidad  en  la  hat^itacion  en  c|ue  ¿e  hallaban ,  y 
haciendo  que  todos  quedasc^u  sorprendidos  y  mMdados  da 
color.  El  mismo  don  (iüírlos ,  ya  abiertamente  prqtegia  a 
los  eoemigds'de  Maj(otx>;  uno  de  ellos,  Sanas,  á  quien  Mal- 
roto habia  tratado  de  aryest^^,  |lo.  acggíó  di^n  Carlos  eu  au 
cuartel  real,  y  enau.  mism^  ^sajPH*  jf  ppr  Jas.4;alle#  delpae- 
Mo,  donde  aqud.saliaiUaba  e^tablec^^dq,  sq|ir,4^^^ 
lante  deMarotocón  oí  mayor. 4íejH>arq.y¡aifn,lo:ÁnsuUa- 
ha.  Otro  de  «Uosü  fiaroia « jr«A:.orrÁa  IpSidif^^r.^P^  dc^ta- 
saaientoa,  eaforzándpso  .^W  «gausir ..ep.  ppi^ci.d»^  ^lon 
Carlos  á  k>aie;iia(da )lQS..flHenpo!s».4  Po 4ArqMA>»<^í«!»bI<%va*- 
ae»  cQQtwillimt^  l^»q|iyij|9ni«c|iaah«|-,49  4^9rÍQPR*  ^^  V^^ 


4i 

4  mmwñ  MHnfto^Mpraimt&tteBiUbiifelta^^ 

k  •ArtédeLóbdrM,  lóftfCiiitopcMfmiáeseré^ 

£rUimenU>t  ni  semariUeo  á  susintereiei.,  tii  €0C41nní 
It  coDiideradon  ptf^Uot^  qdo  tántO'  infloU  w  Iflr  de  mi 
SOf^cautay.cajracnrciutttaiicia  se  Uliat)íá  MpUMdaá 
troto  el  lord  inglés],  ém  óon  liii  rícó  biwtaifurOi.  Uoh 
kJM  de  aquella  nacion^jle  halüaé  yisitado  é»  SallliaUenra^ 
7  ao  dejó  de  hacer  presóte  ¿don  Garlos  la  grai^t'^D^ 
de  aa jefe  de* estado  mkybr»  resjpbdo  de  fesarÜMlMllM 
ieade  el  enariel  reaLse  dirigianrá  .UsferiódÍMajotaMt 
jeiM  por  S1U  nías  eacaraiiims  eneniiff^ 

^  De  propósitb:  hemos  querido  trasladar  liUUtinmad^há 
aiúeriores  páfrKfostde  lá  Memoria  del  sefior  .Añasga^  eft 

Se. da  cuenta 'de  la  confereátAa  áiitie  ellos  ^mísmatséiréU 
ren.  £1  sefior  Arizaga^ae  conocía  y  ppdia  a^NKpíisr  la 
S'inion  del  ejército  y  de  sos  mas  principales  jefes*  ¡f  dia«t 
giiidos  oficiales,  j  que  para  la  confianza  ¥  an^istad^coá 
£e  trataba  ¿Maroto,  deoia  conocer  lamima.  la  eneeaía 
su  carácter  y  la  firmesa  de  sns  resoluciones; -€QnlMe4- 
faba  como  muy  crüieoi  aquellas  circuásianciai,  ^y 'taTeif 
que  de  una  r^sotudon  ooalquiéra,  séguu  sos  i^úamaspaA 
labras^,  le  iba  á  don  Garlos  la  corona  que  pretendía,  fot 
eso  le  dio  tan*  oportunos  y  prudentes  cénsejosf  instindole 
á  que  adoptase  aifuellas  resoluditees.  t|ue  podían' ser  ea^ 
mees  de  e^tar  lainñna  que  'amenasalia  á  Imcmtut  ¿arliaUu 
Vidrias  audiencias  suoesiyas.  tuvo  Arikaga  fcon .  dfiía  (¡arlos 
aeeroa  de  cum^o  Maroto  le  kiabia  epcargado^  Lalcoéstek^ 
tacion  de  aquel  se  redujo  á  decirle:-^«Te  eocav^óiififas 
i^Maroto  oUe^pondnfe:  remeBifi)<ánsnS' jusUs-^j^f<que 
tenca  connatiza  ennüi  y  dcwÉáfctemniis  yPsrpdeÉriiaaj» 
Di  Sebastian!,  lel  i  fiadre- •Git#BJ  '^  •él'padHi«:fiil<^'  jeánitUí  -db 
tanta  piedad'COBao'dé«Kñi^';>áabirai'|ie';la9ísdi^  y  otros 
hombres  (dé  juieid  y{6aids^aS('faeimMstroidoib>éettodo 
Mr  el  tnismo  addftor  ^gm$psk\}*  iMsdini  le*  <  faábia  encangqdip 
jfaiioto;;Bero'todoiftié»iaÉtUi}  Obwi-iteébs'sogetósiidpuq» 
ma  k  gravedad  de  las  circunstancias  y  glí<wásthl»apá4' 


4(( 

Útio^.  Irre^hto  y  prnilániíiie  d«i  don  Glrloi ,  foéMpát  ié 
snpeiwlMf  adoptando  las  proridendaí  Tigorosas  ijuc  'tkh 
qiMrfatt.  Estas  ^tiones,  que  no  produjeron  el  resüKádé 
(pie  Hárot0  jr  sos  amigos  deseaban ,  pmeban  qae  se  ifUe-^' 
ria  erftar  tiiia  catástrofe «  j  que  se  deseaba  que  la  atitori-' ' 
dad  dé  dbii  Cirios  obrase,  antes  que  la  fuerza,  antes  que 
la  fteceáidád  de  defenderse  y  antes  que  se  llegase  á  un  tía- ' 
tretho  peligroso  ^  funesto.  En  esta  parte ,  puede  dceirsA- 
que  nada  i6'  (nnitió ,  y  que  siendo  tan  imperiosas  y  apre-^ 
miántéslás  dreunstancias,  k  opinión  del  ejercito,  la  de 
los  pfitttipftfes  jefes  de  61 ,  la  de  casi  toda  la  oficialidad, 
It  de  Ibs  hóUftrés  honrados  j  de  juicio  de  aquellos  pue-^ 
Uos  y  del  cuartel  real ,  era  la  misma  oue  la  del  general 
en]efe,c6mo  lo  persuaden,  tanto  los  liechos  anteriores*  * 
como  los  qae  después  ocurrieron.  Maroto  prestó  su  au« 
toriiñá  á  10  que  era  la  dninion  general  del  ejército  j  de 
los  pueblos,  y  á  una  medida  de  miración. 

El  descrédito  de  los  Consejeros  habia  llegado  á  su 
colmo:  eran  detestados  do  [los  generfeiles ,  jefes ,  prelados 
eclesüsticos ,  y  de  toda  la  geiite  de  aquel  pait.  Cansado 
este  de  tantqsifffos  de  guierra  \y  de  verter  inútilmente  la 
sangre  de  sus  Kjós  y  de  arrtrinar  su  fortuna ,  ¿cómo  ha- 
bia de  sufrir  con  paciencia  que  los  recursos  que  i  costa 
de  tantos  sacriftctos  suministraba  ,  se  invcrtiescn  eh  las 
comodidades  y  el  regalo  de  un  sifenulacro  de  corte ,  y  en 
satisfacer  la,iiYáncb  de  loé  malvados  que  rddoalmn  á  don 
Gáriosr  7  ternlali  i^üri  mismo  tiempo  subyugadas  su  razotí 
y  sii  voniñfád?  En  vista  de  la  apatfa  del  principe  ,  y  ere- 

¡yéndose  amenazároslos  amigos  de  Maroto,  contra  los  Cúa- 
es  se  asestaba  el  pU{\al  de  m  asesinos ,  y  obscrvfinddsd 
qde  ét  la  manera  mas  escandalosa  se  promovía  una  itf ^ut^'  ■ 
reccioá  en  el  ejército,  todas  las  personas  mas  influentes 
en  este  y  en  eipais,  y  cuantas  médban  k  Maróto ,  cla^^ 
maban  porque  marchase  sobre  Mcnai^tel  real  é  hiciese  ufi^ 
escamn^to  en  lób  antores  ^  pi^movédores  de  la  (fes- 
mlibn.  Mhrptó  tfóílso  oír  lá^ppinion de'los  jefes  de  Ibé 
fíMrpQís,  éft  prerséttdiÉ  db  lo3  cuales  rept-¿dtl]o  •  eV  MA^ 


44 

doie  adoptado^  por  jentone#p  ninguiía  refoloclon  tfrmi-«. 
nante»  partió  Maroto  con  Uía  tropas  de  'su  mando  eii  di* 
r/Bccioná  Navarra.;  Alojado  el  cuartel  general  en  A^^tia, 
recibió  Maroto  una  orden»  preyiniéndole  que  dp^.Cárlof 
deseaba  tuviese  efecto  la  revista  que  aquel  l^bia  solici- 
tado, á  fin  de  que  el  principe  se  enterase  del  bue9  estado 
y  disciplina  de  los  cuerpos.  El  movimiento  que  habia  em- 
prendido el  cuartel  real  en  dirección  de  Ofiate,  bizo  ^o^ 
pechar  á  los  amigos  de  Maroto,  que  el  objeto  de  este  via- 
je no  fuese  otro,  que  el  de  pasar  á  Navarra  para  (realizar  ■ 
con  los  jefes  que  allí  se  encontraban,  y  que  qran  enemir 
gos  de  Maroto,  alguna  intriga  que  tuviese  por  .|Obj[eto  Jat 
mina  de  sus  contrarios.  Cada  vez  se  iban  ei^ttecnando 
mas  las  distancias,  y  era  mas  inmine^te,  un  .rpmpi-f| 
miento. 

A  la  hora  sefialada,  se  hallaban  formados  tos  cuerpos 

Sara  la  revista  en  el  camino,  real  de  Yergara  á  Mondragon. 
[o  poco  hizo  esperar  á  las  tropas  don  Uárlos  que  recorrió 
la  línea  sin  haberles  hablado  una  palabra. 

En  Yergara  reiteró  Maroto  á  don  Garlos  sus  conti- 
nuas instancias,  á  fin  de  que  adoptase  alguna  resolución 
le  pusiese  término  á  los ,  males  que  eaperimentaban. 
imo  aquel  nada  resolviese,  Maroto  no.  pudo  contenerse, 
y  le  dijo:  «Sefior,  la  irresolución  V.  M.  en  estaparte,  com^- 
promete  la  autoridad  que  en  mí  ha  depositado:  y  si  Y.  M. 
no  castiga  á  los  generales  y  empleados  que  trabajan  se- 
diciosamente contra  mi  honor  y  contra.ini  .vida,  me  va  á 
poner  en  el  preciso  caso  de  fusilarlos.»  Á  1q  caa\  le  re- 

Slícó  don  Garlos:  «¿Y  qué,  lo  harás?»  Maroto  le  respon- 
ió:  «Sí,  seftor,  lo  haré  aunque  Y.  M.  después  tendrá  el 
disgusto  de  mandar  separar  mi  cabeza  de  los  hppibros; 
pero  yo  lo  haré.x>  aNoIo  harás»,  le  replicó  don  Ciarlos.  A. 
pesar  del  tono  severo  coQ  que.peie^plicó,  aquel  mismo  dia 
convidó  á  comer  á  MarQto. 

Pasó  éste  á  Plasencia,  desde  donde  se  dirisieroná 
Azcoitia,  habiénd|(ijBe  .aloj.a4o  :á  distancia  4e  meaia  hqra. 
4el  j^blp,  en  «il  colegio  de  san  Ignacio  de^toyoU,  AJUlJij 


que 
Con 


45 

btn  ¿on  el  Vf  Aré  Cfl.  Detdeaqoélpiiiitopisó  Maroto  con 
ras  tropaA  áTolosa «  donde  comuionó  onciatcs  que  con 
partidas  sueltas  se  dirigiesen á  Arribas,  yillafcaly  Zu«- 
iñarraga»  y  prendiesen  al  general  Sanz,  i  su  hermano  don 
Fibrendo,  oficialdela  secretaria  de  Guerra,  yá  don  Luis 
'  Ib'áñez,  de  la  misma  secretaria.  Ál  dia  siguiente,  se  puso 
en  marcha  el  cuartel  general  para  Navarra,  incorporán* 
dosele  en  el  camino  la  escolta  auc  conducía  preso  al  ge- 
neral Sanz,  y  mandando  durante  el  mismo  al  intendente 
Uriz^elo  siguiese.  Iban,  pñes,  en  clase  de  arresta- 
dos, con  el  cuartel  general,  este  intendente  y  el  ge- 
neral Sanz. 

Trosigoiendo  su  marcha  hacia  fistella,  llegó  Maroto  i 
ti\K  ciudad  en  la  tarde  del  17  de  febrero  del  afto  39.  El 
'pueblo  se  hallaba  casi  desierto,  pues  algunos  rumores  ha- 
bian  anunciado  dias  antes  que  uebian  ocurrir  alli  graves 
sucesos.  Maroto  entró  seguido  de  una  pequeña  escolta: 
pasó  por  el  alojamiento  del  general  García,  que  se  hallaba 
al  balcón  con  muchos  oficiales ,  y  varios  de  sus  amigos: 
Maroto  se  quedó  mirándolos,  esperando  que  lo  saludasen; 
pero  no  habiéndolo  hecho,  y  si  prorumpioo  en  insultantes 
risotadas,  prosiguió  aquel  su  camino  por  delante  del  bal- 
cón con  la.  mayor  serenidad.  Á  poco  de  haber  llegado  á  su 
alejamiento,  se  recibieron  noticias  de  que  amenazaba  una 
scmcion.  T¿\  gobernador  de  la  plaza,  don  Blas  Marta  Rollo, 
el  coronel  don  Joaquin  Llorens,  varios  eclesiásticos  y  otras 
muchas  personas,  nadan  revelaciones  importantes  sobre 
'  hechos  sediciosos  y  alarmantes  que  por,  todas  partes  se 
'  notaba;  mas  todavia  Maroto,  nada  ejecutivo  habia  re^ 
'  suelto  ni  deteriEninado ,  y  quizá  sus  providencias  no  hu- 
"  hieran  sido  tan  violentas,  si  el  general  García '  no  hubiese 
intenladé  íáúr  de  la  ciudad  con  un  disfraz,  qbé  tnanífol- 
taba  éX  iéíAót'  de  que  sé  Hallaba  póscido ,  y  ho  hubiesen 
desaparecido' db  Estettá  ál  propio  tiempo  el  cura  Dayegiii 
y  otróls '  eclesi&sticos ;   empleados  v  ^cfes  militares  del 


!a  JDflcdon  di  don  W'l^fft,i?W.^«W?*Í^W^^ 

.este.pada  opildaba  ni  rf)9!i))T,ia-P Jul°^''^  ^'^^  J}?9»^,^f^ 
I7.sc  reuDÍeroneD  el  .alójaatieQto  de  MarotiQ  loa  ooo^ra- 
Icí;  cpiidé  de'Negrí  J  ¿pn  Melchor  Silveslre,  j;.d  audí- 
tór/g'^neraL  Morolo  les  hizo  presenta  las  tranus  ^a.efe 
urdían  para  éonlaminar  j  (^rr,9mpcr  al  ejército ,  jf  para 

{iroducir  una  iosurreccÍQa  fp  aúe  perccíeseit  los  m?s  Ica- 
és  <lcreDsgres  de  la  causa  canuta.  Los  docú.iQcnlvs  con 
que  V^olo  apo^ó  eslo,,  j  cl  jn'qdcptp  de  H^Wr  siao  djs- 
tépido  y  w-reslado  en  la  puerta  «o  sao  itfjcolas  'f;l  g«oé- 
ral  Garpia ,  qiie  intentaba  salir  d^la  plaza  díi^f'O'sdo  de 
eíAcsiasticd,  acabó  de  convencer  á  todos  que  hp  uabia  otro 
i»<;dio  :de  salvar  de  sa  ruina  la  causa  de  don  Carlos .  de 
¡cpri|pryaf- V  disciplina  del  ej^nfij,»,,  jr  de  ^í'^y.ftr,  Ia?yidai 
do  los  mas  dis^nguídós  jefe?  y  oficíale^  ,dp  é/^,^)ie  adop^r 
inc4|da)  '¿lípaces  J  vigorosas,  que  íu^sop  <:n|fij(;é^  pe  con- 
.t<;ocr  el  espijri.lii  de  sedición  que  cundid  y  {nácnazabapor 
todas  |pa;'t(;s:  tiOS  hechos  de  que  se  cony.(;uc)éroíi  )oé  ge- 
nerales y  el  añdttpr,  reuni4os  co  la  habitación  de  Marolo, 
los  llenaron  ^e  indignación  j  de  a^qibro ,  y  les  hjcíeron 
conocer  ^ue  si^.^  una  resolución  .fluierte  y  <^fl¿fgíca  era 
capaz  4^  »«lva|r  .ro  ippmein^os  tap  prWoBTa  causa  ile  don 
parios,  aái  coáo  á  sa  ej^rqiio'de  desastres  siii  ciento  ^  de 
su  ruina.' Todos  calificaron  «los  hccti^sd?  alliii)><;nle  cri- 
miniil^s.  y  cstñvitafiro^  con.  Marpto  callos  lórriMÓ^  males 
en.qú»  SQ  voi^n  (inv.vieltós ,  y  en  la  pccesidud  de  ocurrir 
al  ri;medio,  salvando  la  cAUíta  realista  de  su  [impm  ruina.» 
Marolo  híilija  ¡i  anles  oido  á  [os  jefes  dü  los  cocrpüs :  la 
^r,iv(ida^  1)1^  la»  circMO^tf^^Wt  que  no ,p<;rijiitiffi  un 
i|i;iün:n^nl,0;(ij;  (iregua;  cl  pretender  (;,^]Ír,dÍ!f'"8^fldo  de  la 


i^og.qi^ifa^  cr^c^n$l4llG¡as  i^pcriosameateireólanvibjín, 
Voiió  é^  (;fPf|L,0,^lpdM  ao  hallaba  apocada  cpntbclaB  las.ror- 
malid^d^^  í^ifÁif.  ju^i^Q.  verbaf.  A(|uella  notjhe ,  ^por  6rdcD 


tflbt  por  bH-anoM,  bt  géiénlil  Sknc^  BtMb^  6ii«rgiié 
^  Gamkma,  y  el  iáteodéiite  Urizk  El  |[eiiertl  /eo  jefe ,  á 
Mbitllo,  y  flegnido  de  un  ayodaniei.  recorrió  las  calles  de 
la  dudáov  ▼  reconoció  loa  pneatoa  miliiarea ,  j  el  amib- 
Deoer  del  día  aigiiienU)  entraren  on  áifüelle  varios  baüK- 
llenes.  El'  laditor  general ,  que  aquella  naflOiana  ae  ore- 
sentó  á  Marolo,^  le  aaeguró  que  aprabí^  au  determina- 
cíMv  7  le  «rmanifealó  su  acuerdo  ton  la  ejecución  de  la 
sentencia,;  (loa  iusilaniienjiós)  creji&ealar  en  las  «atribu- 
ciones del  ^aeñl  poderlos  mandar,  ¡v  neceaarios  para 
salfar  la  'Oiiiiua  de  don  Cérloa.»  iNo  oculta  el  auditor  ge- 
neral «que  cuando  los  terribles  adtoa  ae  habían  lloYam  á 
efecto ,  }  ettaude  eu  fueifia  de  sai  loonvienraacionea  con  el 
generil*liaroto  y  otras  personas,   Uegó  á  oenrencerae 

Slltica  j  Boralmente  del  fio  á  que  cteninában  los  fusila^- 
I,  lo§  medios  alevosos  de  que  se  tallan,  y  el  horrible 
iifSfflo  que  abrían  k  la  causa  realisla,  y  á  susdefentores^ 
tprobó  en  su  opinión  la  resoludon  del  general  MarotOi  y 
tree  el  auditor  general  que  en  au  caso  hubiera  tenido  la 
misma  firmeía  m  eapiritu  para  lleyarla  á  cabo.»  Nosotros 

oa  Que  el  a 


bien  comprendemos  que  el  auditor,  en  un  juicio  en  cierto 
modo  Tcraal,  y  coando  no  ae  babian  seguido  puntual- 
mente las  fórmulas  de  un  juicio  escrito,  no  podia  tener 
en  él  ningunia  partioiparcion.  Mo  carece  de  razón  el  au- 
ditor cuando  considera  aquellos  actos  como  golpes  de  Es- 
tado, indispensables  para  combatir  las  sediciones.  Nos- 
otros los  consideramos  tacdneu;  ^  como  actos  de  defansa 
propia,  y  eondowtos  de  uu  gcoersA  cñ  jefe,  que  hallán- 
dose en  presencia  de  tropas  eneqrigás  está  obligado,  bajo 
Sü  responsabilidad;  á  mantenet^Japisoiplina  de  su  ejér- 
cito. I  a  antes  hkbitinocurriidoicaBeik'de  pedición:.. la  que 
amagaba  podrid  habef -müifihrdo'el'éjéBcUo  carliata  j  ht^ 
ehocorrer'ail-oyaa'de'Mwgrcl/  *  i  iommI  .  .     .,.  • 

En  la  mallália  disMO'dió'ltfaiiQloiiaiaiproclanaa  al  ejér- 
cito y  al  pitia  whffÁ  'feí' suceeos  oeürrides  la  noche  ante- 
rior, en  qué  reéordába  ú- at^féélpiB  dcAcresi  y  lé  recomen- 
daba la  mas  serena  dlseipliMf  iaqupUiínobhe  recibió  ui^a 
Men  eni|(to  s»fe  jiiiw^iA  yito  ifa^  it¿de  osisti^ 


iiálMla  aprobacioii^di  DJ€árloi,  pbro  ya  eatt  ófdea  !!«• 
jgó  tarde,  y  nanea  haBrU' podido  iáipedir 'que  ia  dolerini<p* 
naeióh  de  Maroto  fuete  llerada  a  efecto.  El  paia  y  el 
erjército  api obaron  anáxiimemente  un  acto  de  insigne  j  na* 
ticiay  una  reaoloeion' salvadora.  Los  YÍcarios  de  Lecum- 
berri  t  de  Abarzusa  de  mucho  influjo  entre  loa  navarros; 
los  jefes  de  los  cnerpcis  y  otras  muchas  personas  distin- 
guidaSy  rodearon  á  Maroto,  y  lo  escitaban  á  que  coatí* 
Aoasé-en  el  camino*  de  seyeri&id  que  habia  emprendido. 
'No  solo  eran  aprobados  aquellos  actos,  isino  quei- mili  tarea 
y  paisanos,  todos  unánimeméntó  clonaban  por '  que  se 
•repitiesémeii  el  cuartel  real.    .      .      '  :  .  ,i     >    .     . 

Desde  Estella  se  encaminó  Marola  por  Tolosa  aj.  cuar* 
tel  real,  fin  Atondo  se  le  presentó  el  comandiuite  del 
fuerte  de  las  Dos  Hermanas,  y  le  entregó  el  decreto  im<» 
preso  que  se  le  habia  comunicado  poi' .  ostraordinarío,  y 
en  el  que  se  declaraba  traidor  á  MaroU).  Este  decreto, 
que^ arranearon  á'ÍD.' Garlos  sus  consejeros  Íntimos  y  que 
prueba  hasta  qué' estremo  llegaba  la  demencia  de  esta 
gente,  se  circuló  oon  profueion  á  todos  los  jefes,,  coman* 
dantos  genéralos,  destacamentos  y  puestos  militares,  y 
por  nadie  fué  obedecido:  antes  al  contrario,  todoslos  ge- 
nerales y  jefes  de  los  cuerpos,  so  ofrocian  á  las  órdenes 
de  Maroto,  quien  en  presencia  do  un  guardia  .  que  habia 
sido  conductor  de  los  impresos,  y  de  Tas  órdenes  dirigír- 
das  á  todos  los  cuerpos «.  para,  que  negasen  su  4)bediencia 
á  Maroto,  y  obedeciesen  las  óraenes  del  sepeiral  Yillareal, 
leyó  Maroto. por  si  nriamo  áiSu  división  íd(d4Cir4)U>.4ue he- 
mos. «Mueiónado^  f  n^pues  de  leen  lestes  aftadío'  con  voz 
firmcy  serena  estas  ipaJabras.*  j(cSeAon»3i  ya  saben  vds.  la 
vplttátaddel.rey^  •¥»«ardiO'alcuArtolí.real.  Incapaz  de 
edmpro^uler•£lla4ie^enlloLVióndolo  cm  la  ruina  que  se 
labra  contra  mi  honor  y  exítteiMia,  dejo  á  todos  libres  en 
iu  voluntad  para  <lncef(  lo  qtie;gusten. »  Estas  breves  pa- 
labras llenaion-dé  entiuiasmo  i  toda  la.  di  visión,  que  con- 
lesió  á  ellas  con- loa>  repiBti^  gritos  de  \Yivael  rey! 
.\míM  il  general  Uarqíqkipmérañ  l^  íraidoresl  La  orden 
fdel>^  Garlof'Bb'ifufobedi^idiipor  nadie:,  todos  los  cuer- 


49 

pos  rigniero^  á  'itatottfi'  porque  aprobaban  la  sentencia 
ejecutada,  j  eatabati  unidos  con  éste  en  ideas  y  senti- 
mientos. 

Desde  el  camiofo  liñattdó  Maroto  al  conde  de  Nogri  que 
86  adelantase  al  euartd  rea^  para  instruir  á  D.  (isrlos  do 
euanto  había. ocurridOtt'hrolestándole  al  mismo  tiempo  la 
somísíon  y  irespetó  con  que  estaba  dispuesto  á  recibir 
sus  órdenes.  Mienti^as  diescansaban  las  tropas  de  Maroto 
en  Arríbaa»  se  lefpresontó  un  ayudante  del  general  Ur- 
bistondo,  participándole^  que  éste  habia  recibido  órdenes 
terminantes  para  imjpédir  i  toda  costa  su  entrada  en  To- 
losa  y  la  de  ana  tropas.  Contestó  que  estaba  resuelto  á 
preseularse  á  D.  Garlos  aquella  misma  noche,  para  ante 
^ínsúfieiar  sa  honOi*  ultrajado,  y  que  se  hallaba  decidi- 
do á  vencer  ¿natqtiier  obstáculo  que  se  le  opusiese.  Tres 
ca»Tto3  de  lejpia  antes  de  Ileffar  á  Tolosa  las  Ironas  de  Ma- 
fOto>'  se  les  preaentil^iin  batallón  con  sus  guerrillas  en  ac^ 
títud  de  dispotarles  el  paso.  Urbistondose  adelantó  á  Ma- 
roto fon  qiuen  babló  algunos  momentos,  habiéndose  des- 
pués retirado  el  batallón  que  defendía  á  Tolosa,  donde 
entró  Maroto '&>lás  9  de  la  noche.  El  cuartel  real  se  ha- 
bia trasladado  desde  Yergara  á  Villnfranca.  Aun  anlos  de 
presentarse  en  atfoel  Maroto,  dirigió  una  csposicion  á  Don 
Carlos,  llena  de  la  mas  profunda  sumisión ,  asegurándole 
MI  fidelidad,  protestándole  su  obediencia  ú  las  órdenes 
({Qe  emanasen  directamente  de  su  volunlad^  y  rogándole 
que  le  permitiese  justificar  su  conducta,  hsta  esposi- 
cíon  fueron  encargados  de  presentarla  á  D.  Carlos  el  con- 
de de  Negriy  el  auditor  general,  que  iban  también  pro- 
vistos de  una  lista  que  comprcndia  las  personas  perjudi- 
ciales ala  cansa  de  aquel,  y  cuya  lista  se  formó  por  las 
ÍDdicacíones  que  hizo  el  banm  de  los  Valles,  ayudante  do 
campo  de  D.  Carlos,  que  habia  llegado  al  cuartel  general 
para  enterarse  de  su  situación.  Los  comisionados  se  diri- 
gieron á  Yillafr anca,  dónde  tuvieron  una  entrevista  con 
D.  Carlos,  á  quien  informaron  circunstanciadamente  de 
cnanlo  ocorriá  y  de  la  opinión  del  ejército  y  de  iasnrot- 
vinciak;de  úníMitt/iuíeFA'Mjnarúá  su  «gitaeion  y  aoWe^ 

4 


52 

que  so  hallaban  en  desgracia  j  por  eHas  habían  sido  per- 
seguidos, puesen  conversaciones  amistosas  hábian  llega- 
do á  ponerse  de  acuerdo  los  hombres  de  mas  juicio  é  ilus- 
tración de  aquel  partido.  Cuantos  se  habían  adherido  á  la 
causa  de  D.  G&rlos  por  un  amor  ilustrado  á  la  monarquía 
ó. por  odio  á  U  revolución,  y  no  por  fanatismo  político  ó 
religioso,  }  por  adhesión  á  la  persona  de  aquel  principe, 
llegaron  á  conocer,  en  vista  do  reiteradas  pruebaí,  que 
sus  esfuerzos  serian  de  todo  punto  infructuosusl  y  desea- 
ron ardientemente  asegurar  a  bu  nais  un  gobierno  ilustra- 
do y  fuerte,  que  hiciese  justicia  a  todos,  que  reprimiese 
lasuatiiones  desordenadas,  j  que  promoviese  la  felicidad 
de  la  patria.  A  estas  ideas  se  mostraban  el  ejército  y  los 
pueblos  favorables,  y  aun  mas  todavia,  pues  con  alegría 
y  «ntuslamo  se  comunicaban  los  rumores  de  transacción 
y  de  paz.  Es  un  hecho  innegable  que  el  pais  estaba-  can- 
sado de  guerra,  y  que  ni  participaba  delás  pasiones,  ni 
do  la  ambición  personal,  ni  del  fanatismo  de  los  que  se 
proponían  vencer  ó  morir.  Las  miras,  la  tendencia,  y  has- 
ta la  conducta  pública  del  bando  apostólico,  sus  furores, 
su  espíritu  de  persecución,  su  intolerancia,'  y  la  exagera- 
ción de  sus  doctrinas,  no  podían  meri^cer  la  aprobación 
de  hombres  ilustrados  ,  de  nouor  y  de  éducacipa,  qiio  no 
podrían  permitir  que  sus  sacriñcios  y  susangro  a^úíríbu- 
vcsen  idar  el  gobierno  de  su  p^iis  á  unos  hbihbrcs  fre- 
'néticos,  capaces  solo  de  producir  el  descrédito  ,y'lá  rui- 
i^a  de  su  patria.  £1  partido  qiie  so  puede  cBÜfiííar  de  rea- 
lista moderado  6dcverdaderaiiiciitercál¡sta,  disüuguién 
'doto  del  apostólico,  conoció  desde  luego  ú  sus  contrarios 
y'Ics  hacia  justicia.  Este  partido  moderado,  que  no  era 
sÁíiguinario  ni  enemigo  de  su  patria,  autoría' lapa/';  y  co- 
mo pnrtidu  en  el  que  generalmente  linliia  conviifCiones 
tiolílíiuts  y  fe  trib^rquica ,  se  Mcomodaba  fácilmente  y  de 
inen  grado  ú  las  solas  Condit:i()ncg  que  c\.i^]i\  U  mon^i'- 
quía  CKpaüota,  scgiitl 'áW'antiguas  leyes,  sus  uh»¿y  cos- 
tumbres; comd  partido  ílustr.'ido.  no  dcsdeilolwi"  las  mo- 
'<tiricacion<<s'T¿EÍtibas  qué  reclamaba  c|  espfrilii  ¡íi^né'ral 
'tfów^/ó,  j'/íí  ai'ilobidía  dio'lm  tiempos  y  'circuttsiancias 


53 
este  era  partido  rerdaderameote  conseryador.  En  él  k- 
Man  encontrado  apoyo  las  proposiciones  presentadas  al 
teniente  general  condq  de  Harispcen  1835,  las  tenUti- 
?as  promovidas  después  de  la  muerte  de  Zumalacárregui 

Sr  el  conde  de  Torcnó ,  la  empresa  de  Muilagorri  en 
38,  7  otras  negociaciones  posteriores.  El  mismo  apojo 
prestó  á  laa  gestiones  que  prosiguió  Maroto,  y  de  tal 
manera ,  qiie  éste  no  era  mas  aue  el  representante  de  es- 
te partido,  hallándose  autorizado  por  el  puesto  que  oca- 
pana,;  por  la  ilimitada  confianza  que  al  ejército  ma- 
recia. 

Maroto  conocía  que  ademas  de  transigir  con  los  inte- 
reses personales  y  con  los  de  las  provincias  Vascongadas 
\(»  puntos  mas  importantes  y  graves  en  la   tiansacciou 
eran  \os  relativos  á  la  familia  de  D.  Garlos,  ó  lo  que  pue- 
de decirse,  cuestión  dinástica,  y  á  las  instituciones  públi- 
css,  6  cuestión  política.  Penetrado  Maroto  de  toda  la  gra- 
vedad de  estas  dos  cuestiones,  conoció  que  no  podian  re* 
solverse  por  los  generales  en  jefe  de  los  dos  ejércitos  be- 
ligerantes; y  se  resolvió  á  buscar  para  su  resolución  el 
apoyo  délas  potencias  estran  jeras.  Parece  aue  habiéndo- 
se presentado  en  el  cuartel  general  de  D.  darlos  dos  co- 
misionados del  gobierno  inglés,  les  hizo  Maroto  alguna 
indicación  acercado  un  acomodamiento  ó  transacción  ga- 
rantida por  la  Inglaterra.  También  envió  á  París  con  el 
objeto  do  hablar  al  mariscal  Sout,  á  su  ayudante  Doufort, 
el  que  le  trajo  la  contestación  de  que  la  Francia  apoyaría 
su  proyecto,  siempre  que  en  él  estuviesen  de  acuerdo, 
ademas  del  general  Espartero,  el  conde  de  España,  que 
mandaba  á  la  sazón  las  facciones  catalanas,  yCaorera  que 
mandaba  las  de  Aragón.  Ya  se  ve  que  esta  contestación 
equivalía  á  una  negativa;  porque  realmente  establecía  una 
condición  imposible.  De  esta  manera,  perdió  Maroto  mu- 
dias  de  sus  esperanzas.  Con  todo,  no  acobardado  por  es- 
tas contrariedades,  se  propuso  tentar  otros  medios,  pues 
los  pasos  que  se'  hablan  aaelantado,  el  descrédito  del  fl[o- 
bierno  deD.^^Carlos,  y  la  división  que  crecia  mascada  aia, 
j  los  deseos  unánimes  de  los  mas  distinguidos  caadiltoii&4l 


56 

las  inmonsas  ventajas  de  su  posición  para,  aceptar  las  c^m^ 
diciones  de  Maroio  cualesquiera  que  fuesen. 

«El  25  tuvieron  los  dos  generales  su  primera  entre- 
vista en  un  monasterio  entre  Equeta  y  Durango^  y  allí 
hizo  conocer  Espartero  al  jefe  carlista  que  no  le  era  ya 
dado  volver  á  reunirse  con  don  Garlos,  que  se  hallaba  á 
la  sazón  en  Alsama  en  la  inmediata  proximidad  de  los 
rebeldes  de  Vera,  quienes  hablan  balado  á  Ulzama.  Lo 
primero  de  que  se  trató  entre  ambos  jefes  fue  la  cuestión 
de  fueros ;  pero  aunque  el  carlista  exigia  su  reconoci- 
miento liso  y  llano ,  y  tenia  Espartero  amplios  poderes 
firmados  por  todos  los  ministros  para  garantizarlos  «ne- 
góse sin  embarffo  este  general  á  concederlos ,  y  concretó- 
se tan  solo  á  ofrecer  que  los  recomendaría  á  las  Górtest 
diciendo  que  no  sería  él  quien  infringiese  la  Gonstitucion 
del  Estado,  obrando  mas  latamente.  Ñ#  pudiendo  Maroto- 
conseguir  que  cediese  algún  tanto  de  su  empeño^  íote- 
rumpio  las  negociaciones.  Envió  al  mismo  tiempoinUii^ 
oficial  á  don  Garlos  para  manifestarle  que  si  seguían  des- 
unidos nada  podrían  intentar  contra  el  enemigo  común, 
en  vez  de  que  puestos  de  acuerdo  mutuamente ,  les  se- 
ria fácil  reunir  en  Tolosa  las  dos  fracciones  del  ejército,, 
y  presentarse  ante  él  con  fuerzas  bastante  considerables, 
después  de  lo  cual  seria  el  rey  arbitro  de  la  suerte  de 
Maroto.  Declaró  también  á  todos  sus  oficiales  que  era  im- 
posible el  aceptar  las  proposiciones  de  Espartero ,  y  to^ 
mó  posición  entre  Azpeitia  y  Azcoitia,  con  lo  cual  que- 
dó del  todo  libre  el  camino  carretero  de  Bilbao  á  Yergara, 
y  pudo  entrar  Espartero  el  mismo  dia  25  en  esta  última 
población.»  (1). 

Espartero  presentó  á  Maroto  las  proposiciones  siguien- 
tes: 1.^  reconocimiento  de  don  Garlos  como  infante  de 
España:  2.^  recomendación  de  los  fuieros,  y  3.*  recono— 


(i)  Historia  politiza  de  la  España  moderna  por  el  señor  de  Márliáili 
Esta  meye  historia  contiene  pormenores  muy  curiosos  é  interesantes ,  y  en 
lit  jMfté.qoe  de  ella  copiamM  no  lia  sido  desmentida — Se  piblico  en 


&7 

comento  át  lot  grados  j  condeeorteíooes  del  ejército 
carlista.  Estas  nroposiciones  las  comunicó  Marolo  á  don 
Carlos  por  conducto  de  su  ministro  de  la  guerra ,  Monte- 
negro; y  al  mismo  tiempo  mandó  imprimir  la  carta  míe 
escribió  al  espresado  Montenegro,  para  hacer  asi  publi- 
car las  condiciones  que  el  general  de  U  Reina  le  propo 
nia.  Estas  proposiciones  fueron  may  bien  recibidas,  y 
adquirieron  gran  popularidad.  « Importa  muchisimo  fijar 
h  atención  en  esas  proposiciones  publicadas  por  Maroto, 
pues  qae  encierran  en  si  la  llave  de  todo  aquel  suceso: 
en  primer  lagar  dieron  á  conocer  al  ejercito  y  á  los  ha- 
bitantes coales  fuesen  las  condiciones  bajo  que  podian 
esperar  la  paz ,  y  estas  condiciones  eran  do  tal  naturale- 
u,  que  contentaban  á  todos:  asi  es  que  el  general  Ma- 
rolo recibió  al  momento  de  todos  los  generales  y  jefes  del 
ejército  plenos  poderes  para  negociar.  Prestaron  este 
aseotímiento ,  que  ha  publicado  él  posteriormente ,  los 
lenerales  Simón  Torro ,  Urbistondo ,  Goiri ,  Castor  An- 
oechagn,  é  Iturriaga:  los  brigadieres  Itnrbe  y  Soroa,y  los 
comandantes  de  los  nueve  batallones  de  Vizcaya ,  cuatro 
de  Castilla  y  siete  do  Guipúzcoa. »  (1) 

«Desde  aquol  punto  claro  es  que  todas  las  tropas  de 
Maroto  estaban  do  acuerdo  con  el.  En  segundo  lugar» 
conservábanse  en  aquellas  proposiciones  los  derechos  de 
D.  Carlos  como  infante,  lo  que  probaba  la  insistencia  de 
Maroto  á  favor  del  principo.  En  torcer  lugar  oran  ollas 
una  satisfacción  á  cuantos  alzaban  el  grito  de :  muera  la 
Irotcíon,  y  juraban  oponerse  á  todo  arreglo,  mientras  no 
conociesen  las  condiciones  de  la  paz,  y  por  fin  probaban 
que  la  unión  oficial  entre  Maroto  y  D.  Garlos  imponía 
toilavia   á  Espartero  ciertas    condiciones  para  con  el 

principe.» 

Aqui  conviene  de  paso  observar  dos  cosas :  1.*  que 
acosado  Maroto  por  sus  enemigos,  ya  de  abandonar  al- 
gunos puntos  fortificados,  ya  de  proseguir  con  tibieza.  6 


(1)    HUV»ria  citada. 


68 

de  tenpr  )páralúftdt8  las  dperaciofliet  militaf el »  tdtnaiido 
de  aquif  reteáio  loa  miamoa  para  aaponerleque  obraba  de 
acuerdo  con  el  caudillo  de  la  Reina,  escribió  á  D.  Garlos 
en  solicitud  de  que  convocase  una  junta  de  generales  pre^ 
sidida  por  el  miimo  príncipéf  y  en  la  que  se  examinase  y 
censurase  el  plan  de  sus  operaciones.  Espuso  este,  Maro- 
to,  en  presencia  de  la  junta  reunida  en  Zornoza,y  su  plan 
mereció  la  aprobación  de  todos  los  ffeneralcs  conyocados, 
robusteciendo  mas  su  sistema  con  Tas  opiniones  emitidas 
por  los  espresados  generales;  y  2.^ que  el  principal  agen- 
te de  lá  negociación  entablada  con  lord  Jon*Hay,  fué 
D.  Simón  Lalorre,  que  hacia  dos  afios  tenia  relaciones 
con  este  cstranjero,  y  que  las  había  cultivado  con  el  cb- 
jeto  de  aprovecharlas  para  la  pacificación  de  las  Provin- 
cias, y  poner  término  á  la  guerra.  Hastaeste  hecho  prue- 
ba, como  antes  hemos  manifestado  y  se  deduce  de  otros 
muchos,  que  Maroto  prosiguió  y  llevó  á  cabo  estas  nego- 
ciaciones se^n  el  espíritu  y  los  deseos  de  sus  amigos,  los 
principales  jefes  del  ejército,  y  en  representación  de  es- 
tos y  ce  la  opinión  de  que  participaba. 

Ya  hemos  visto  que  el  haber  participado  D.  Garlos 
á  los  emigrados  en  Francia  las  proposiciones  hechas  á 
lord  Joo4iay,  aumentó  la  irritación  de  estos  y  la  divi- 
sión y  produjo  la  insurrección  del  S.^  batalllon  navarro' 
D.  Garlos  pareci a  destinado  .por  la  Providencia  para  per- 
derse por  si  propio  y  perder  i  cuantos  túvicton  la  ce- 
guedad de  seguirle.  Pero  ahora  ásuindcoii^on,  ásn  ir- 
resolución, ala  debilidad  de  su  carácter,  aftadió  un  he- 
cho que  no  menos  puede  calificarse  que  de  imprudente,  y 
que  hieo  todavía  mas  ventajosa  la  posición  de  Espartero, 
^reduciendo  i  Maroto  á  la  estremidad  y  al  conflicto  de  es- 
coger entre  su  ruina  propia  y  la  de  todos  sus  amigos ,  ó 
precipitar  las  negociaciones  jpendientes,  iMlizando  de 
cualquier  modo  y  bajo  cualquier  término  la  tranMcükm 
proyectada^  El  general  Espartero  remitió  i  Maroto  un 
periódico  de  la  corte  que  creemos  fuese  la  Gaceta  de 
madridf  en  que  se  insertaban  las  cartas  que  Marco  del 
Pont  á  nombre  de  D.  Carlos,  había  dirigido  á  Cabrera,  y 


k  contestíic^oü  dé  éste:  las  cotnuiíicatiófies  que  lé  dirígta 
también  AriáS  Tejeiro  coii  otras  rarlás  cartas  de  Raim- 
feí  de  la  Pisciúa,  escritas  también  á  nombre  de  D.  Gar- 
los. Si  U  lectura  de  estas  cartas  hizo  conocer  á  Maroto 
(rae  ja  no  pedia  tener  la  menor  confianza  en  D.  Garlos, 
lleno  de  ira  y  de  indignación  á  <;tiantos  se  hallaban  en  el 
coartel  general,  t  á  cuantos  tuvieron  conocimiento  de 
eflas.  En  el  cuartel  real  se  celebró  una  junta  presidida  por 
D.  Cirios,  nen  la  cual  se  le  hicieron  mterpelaciones  por 
stUs  ministros,  y  se  le  dieron  quejas;  y  puede  asegurarse 
qaeD.  Carlos  oyó  reeonyenciones  muy  agrias  que  le  di- 
rigieron sus  ministros  y  consejeros  de  estado,  por  la  con- 
ducta poco  noble  y  franca  que  observaba.»  D.  Garlos  se- 
Sm  SQ  costumbre,  negó;  y  á  Marco  del  Pont,  le  suce- 
6  lo  nd&nd:  pero  |la  certeza  de  los  documentos  quedó 
comprobada,  ueffando  al  último  punto  la  irritación  de 
los  enemigos  de  la  camarilla  de  D.  Gái'lóá:  conocieron 
estds  que  se  les  preparaba  un  lazo,  y  que  la  revolución 
qne  alimentaba  y  fomentaba  el  mismo  principe,  amena- 
zaba sus  vidas,  su  deshonra,  6  el  verse  algún  dia  estre- 
chados por  los  corifeos^  que  apoyados  por  D.  Garlos  es- 
taban sedientos  de  sangre,  y  deseosos  de  ejecutar  sus 
venganzas,  que  á  haber  sido  satisfechas,  hubieran  pro- 
porcionado con  la  ruina  de  la  causa,  otros  males  de  in- 
calculable gravedad.  (1)  Al  efecto  de  es\as  cartas  seafíadió 
una  proclama  de  Balmaseda,  que  escitaba  á  los  soldados  á 
la  insurrección  contra  Maroto:  los  folletos  alarmantes  é 
incendiarios  que  se  introducían  por  la  frontera  de  Fran- 
cia con  el  objeto  de  poner  al  país  eh  completa  rebellón 
contra  él  mismo  Maroto;  y  las  intrigas  y  gestiones  que 
practicaban  algunos  para  instirreccionar  las  tropas  y  pre- 
parar una  catástrofe.  Hasta  el  mismo  D.  Garlos  manifestó 
deseos  y  conatos  de  que  volviesen  á  ejercer  el  poder  los 
mismos  que  tantos  males  le  hablan  causado.  Toma  la  re- 
solución de  llamar  áD.  Juan  Echevarría,  que  se  hallaba 


uL 


(1)    Ariiaga,  Memom  citada. 


60 

en  Bayona,  y  á  quien  nombró  jefe  de  las  c.aatrO|  Prpyin-^ 
cias.  Apenas  Echevarría  llegó  a  Lesaca,  publicó  una  alo-: 
cucion,  en  la  que  llamaba  bajo  sus  órdenes  á  iodo  elejér- 
cito«  Ya  el  5*®  de  Navarra  que  habla  abandonado  á  Zariá- 
tegui  su  jefe,  gritaba:  Jfu^railfaro/o:  mueran  los  traidores. 
Estos  hechos  ya  no  permitían  á  nadie  dudar  que  D.  Gar- 
los, y  solo  D.  Garlos,  era  la  única  causa  de  la  discordia 
que  reinaba,  y  de  la  ruina  próxima  é  inevitable  que  ame- 
nazaba. Los  pueblos  y  el  ejército  anhelaban  por  la  paz, 
y  llegaron  á  ver  en  D.  Garlos  un  obstáculo  para  esta:  Ma- 
roto  no  omitió  ningún  medio  para  que  D.  Garlos  adopta- 
se la  conducta  que  las  circunstancias  requerían,  para  que 
se  pusiese  á  la  cabeza  del  ejército,  ó  diese  el  mandó  do 
este  á  su  sobrino  D.  Sebastian,  ofreciéndose  Maroto  á 
retirarse  á  Francia,  apenas  se  calmase  la  agitación,  se 
restableciese  el  sosiego,  y  se  disipasen  las  voces  de  paz. 
El  convenio  ó  transacción  ajustada  no  satisfacía  entera- 
mente las  ideas  de  Maroto,  que  por  lo  mismo  se  mostra- 
bo  remiso  y  tibio  en  concluirlo.  Pero  las  circunstancias 
eran  tales  y  tan  graves,  que  ya  ni  podia  escusarse  ni  di- 
latarse por  mas  tiempo.  D.  Garlos  se  hallaba  en  Santiste- 
ban,  y  su  cuartel  real  presentaba  el  aspecto  de  un  verda- 
dero caos,  murmurando  unos  contra  otros,  exagerándo- 
se siniestramente  hasta  los  sucesos  mas  indiferentes,  in- 
troducido el  desconcierto  en  todos  los  ánimos^  y  el  des- 
orden en  todos  los  negocios,  dominando  el  miedo  y  el 
espanto,   y  presagiándose  por  todos  los  hombres  de  ra- 
zón una  catástrofe  sangrienta  y  un  fin  aciago  y  ruinoso. 
Nadie  se  consideraba  seguro;  el  arzobispo  de  Cuba.  Ra- 
mírez de  la  Piscina,  Erro,  y  otras  varias  personas,  bus- 
caron un  asilo  junto  á  la  persona  de  D.  Garlos:  en  la  li- 
nea de  Andaoin  se  temia  que  los  batallones  guipuzcoa- 
nos  fusilasen  á  varias  personas,  y  amenazaron  con  enviar 
un  batallón  que  hiciese  lo  mismo  en  Tolosa  con  otras  di- 
ferentes personas  á  quienes  se  acusaba  de  traidores.   En 
este  caso  ya  no  quedaba  á  Maroto  arbitrio  ni  elección: 
su  conducta  estaba  determinada  no  por  su  voluntad  y  sus 
ideas ,  sino  por  circunstancias  imperiosas.  Se  temia  que 


61 

Zariátegot,  y  Madrazo  que  habian  mandado  el  5.^  bata 
Don  navarro,  y  que  procuraban  insurreccionar  las  tro- 
pas, se  adelantasen  i  ycriiicar  con  estas  una  transacción 
que  tenían  preparada,  y  que  pudiera  haber  hecho  derra- 
mar mucha  sangre.  Ni  aun  la  elección  de  tiempo  estaba 
al  arbitrio  de  Maroto. 

Salió  de  Elorrio  don  Garlos  para  revistar  las  tropas  sin 
que  de  ello  tuviese  Maroto  otra  noticia  que  la  orden  de 
reunir  sus  soldados.  Los  generales  que  rodenban  á  éste 
jquc  le  hicieron  presente  la  confianza  que  dchia  tener 
en  SQS  sul>orditiados ,  le  dieron  cuantas  seguridades  po- 
día desear.  Afirman  algunos  que  Iturbe ,  jefe  del  bata- 
Woü  de  Guipúzcoa,  lo  propuso  que  se  apoderase  de  la 
persona  de  don  Garlos,  á  lo  que  contestó  Maroto — i  seria 
una  felonia  1 —Presentóse  jpucs  con  don  Garlos  al  frente 
desús  tropas:  el  Pretendiente  dirigió  algunas  frases  á 
los  batallones  castellanos >  y  uno  solo,  el  «5."^,  le  contestó 
con  el  grito  de  ¡Viva  el  rey ;  los  demás  solo  gritaron  ¡  Viva 
nueftro  general  en  jefe!  A  estas  voces  cscla9ió"don  Garlos: 
no  hay  mas  general  en  jefe  ¡  que  yo ! — y  oslas  palabras  solo 
sirvieron  para  redoblar  los  vivas  á  Maroto.  Se  dirigió 
on  seguida  á  los  nuipuzcoaiios  en  quienes  .  mas  conha- 
ba ,  les  habló  con  tuerza  y  energía ,  recordándoles  sus 
triunfos,  su  fidelidad,  sus  juramentos,  y  como  nadie  le 
contestase,  esclanió:  ¿nadie  me  qyel — «No  entienden  á 
y  i  M^  pues  solo  entienden  el  vascuence,  le  dijo  Lardiza- 
bal  que  se  hallaba  á  su  lado :  entonces  dijjoja  ¿té  aue  les 
tradujese  sus  palaliras,  lo  que  redujo'Lardízabal'á  |os  si- 

Eiienlcs  términos  lacónicos:  mutsKácKos^  fjútnoracj  e$ie 
mbre  pregunta.  $i  anheláis  la  paz  ó  la  guerra ;  conte$U$d^ 
le.  [La  paz!  la  paz II i.  fue  el  grito  que  resonó  por  tbdíis 
partes.'Al'óir  don  Garlos  estas  voces,  y  conociendo  por 
ellas  éi  espíritu  do  sus  tropas ,  volvió  las  riencias  á  su  ca- 
.bailo,  Y  st^  dirigió  á  galope  y  sin  decnr  una  palabra  ba- 
tía ViliafrAnca.  , 

Parece  quíq  lodos  los  acónteciniicnlós  se  complicaban 
cada  vez  mas,' y  se  baci^n  mas  graves  con  el  soleóle- 
ié  de  impeáirqbé  Máróto  obtuvieate' éii  fávóf  do  don  CAx- 


62 

losj  j  de  los  pEtndpÍM  pocqne  habUn  eombatído  su 

partiasrioB ,  Us  Tcntajas  qoe  deseifaa.  A  pesar  de  one  lai 
negociacioDes  podían  coDsíderarse  como  rotas,  declaró 
Espartero,  conociendo  ta  situación  en  qae  se  hallaban 
don  Carlos  j  su  ejétcito ,  que  j»  nade  podía  esüpolar 
en  favor  del  [iretendíenle.  Pidió  Maroto  nna  sospenñon 
de  hostilidades ,  que  le  fue  negada,  mientras  no  empe- 
zase por  reconocer  el  gobierno  constitucional  de  la  Kei- 
na.  Ya  Espartero  se  mostraba  mas  vencedor  que  nego- 
oador  ,  Y  i  Maroto  no  le  quedaba  otro  medio  que  firmar 
el  tratado  que  Espartero  le  presentase.  [A  tu  estremo 
hablan  venido  las  cosas  1  j  T  tanto  habla  variado  en  pocos 
días ,  por  la  discordia  intestina  qne  lo  devoraba ,  fs  si- 
tuadou  del  ejército  carlista !  Las  dilaciones  de  Maroto, 
esas  .contradicciones  aparentes,  y  esa  Tacilacion  de  qne 
algunos  ,  con  poco  conocimienlo ,  le  acnsan ,  ge  espijcan 
mujr  fácilmente  por  el  propósito  de  mejorar  la  posi- 
ción de  la  corte  de  don  Carlas  y  de  su  ejército  para 
begociar  con  Ventaja ;  pero  los  acontecimientos  se  preci- 
pitaban con  furia ,  y  á  manera  de  un  torrente ,  que  arras- 
tra nías  prontj6  á  las  personas  que  se  proponen  resistirle. 
Látorre,  qne  tiabia  promovido  las  negociacioues  y  que 
anhelaba  realizar  él  convcníoó  transacción,  r«h  tbda  la 
vehemencia  de  su  carácter ,  dirigió  un  parlamentario  al 
¿eperail  Espartero  con  el  fin  de  ajustar  la  paz  ,  á  la  que 
sé  hallaba  dispuesto  con  los  ocho  batallones  vizcaint»  qoe 
itaandiiba.' Espartero  le  ofreció  las  mismas  coiídií^íoaes 
'que  ya  bahía  ófret^ido  ú  Marolo  ,  y  que  aun  eran  sobr»- 
do  latas ,  si'  se  considera  la  posición  respecüva  de  )os  d?a 
Ejércelos  beligerantes.  Maroto  d^dó  por  algún  liemró 
"adherirse  á  estas  condicíoÜGS ,  por  cuanto  en  ellas  inoviií 
''bástante  asegurados  los  fueros  de  las  provincias  Vascon- 
gadas. No  file  oteo  el  objeto  de  la  conferencia  que  (li^ 
vú  Maroto  en  Abadiano  con  Espartero ,  y  en  cuya  ¡cob- 
fercncia  nada  se  acordó ,  por  cnantd  según  observó  el 
general  de  la  Bcina,  la  concesión  délos  fueros  de- 
pendía déla  aprobación  de  las  Cortes.  Descontentos  se 
s^^aroD  los  dos  generales,  decididc^  á  continoar  caja 


63 

uaopttT  m  fttcte |lim «|MvráCMAéii  fltn  ^gor  y  «Morgia. 
i.  pesar  dfi  lof  ftabgrot  penonaleí  qm  rodeaban  á 
Hututa,  y  de  la  situación  es  trema  en  que  ie  liallaba,  to^ 
diTÍa  no  podia  resolverse  á  aceptar  unas  propo&iciottes^ 
en  i|ae  nada  ae  ofrecía  respecto  de  los  fueros  de  las  Pro^ 
TUMOas  t  liada  respecto  de  la  familia  de  don  Carlos ,  nada 
respecto  de  las  instituciones  políticas  del  pais.  Maroto  no 
edhalia  de-vf  r  que  ya  kibia  pasado  el  tiempo  de  las  no*< 
pciadon^i  que  ya  er^n  ^resistibles  el  ascendiente  do 
Esparien)  ^  de  sa  eÁérciio « i  quienes  recibían  en  los  pee- 
Uos  ooD  aeSaUs  de  júbilo  y  entusiasmo  como  á  prenuM 
sores  de  la  pl^s  tsa  deseada.  Los  sucesos  habían  traido  « 
Hxroto  al  trance  doloroso,  y  cruel  para.su  carácter,  de 
icfi|^  condiciones  que  pudieran  traducirse  como  una 
veidatoa  camtnlacion.  Al  fin ,  Latorro ,  en  Ttrtud  de  lo 
retadUo  por  ios  ¿efes  de  los  batallones  carlistas  que  au«> 
(orizavoe  á  Marola  psra  bacer  un  tratado  de  pai,  se  avistó 
cae  Espartero  I  )(  convino  con  éste  en  que  los  21  bata» 
Uoees  V  la  caballería' que  se  hallaba  á  las  inmediatas  or- 
denes de  Marola.,,  perteneeientesá  las  divisiones  viicai- 
ea,  gwpucoaiMt  y  eaaiellana,  depondrían  las  armas ,  re- 
<»e¿iendo  á  la  reiita:deAa  Isabel  )I,  la  regencia  de  su 
aufustá'  eaadre^  v  la  GonslitiAcion  de  1837^  haciendo  en** 
trfiga  de  Ja  arUllería ,  almacenes ,  y  puntos  fortificados 
que  ocupaban.  Sin  embargo,  todavía  el  30  d(Bagofto,  y 
caanéel^>{ilrMro  padfr  á  Tergara ,  no  haUó  las  éropaa  car- 
Uslasqne  ueUaB¿e¿ljr6gae  lasalrriias,habiénddeBsaniCQstafr 
doperaeeíilieeiiifi  Mseótei  qilB  .los  batallenes  de  su  eund^ 

se  AH[ii>^^'^^Wi'^^''^9^^^^^i™'®^^^  las.  Cortes  no 
reQoee€áesete.ÍQS?fi«teoti&.lQaProtrin£Íafll*Marotoen  este 

satedo^^ieaidfestó  aUiMnlnel  inglés  WiUé^^qÉe  desde  Iqer- 
go  se  acogía  al  pabellón  inglés,  y  LallDtnfe.- salió. á  hacer 
elúUUoeiesfuevsofpaanf  idaeidir  á^los  jetea  ide- los  batallo- 
nes» «eiiÉei|Biendb  Iraertá' estes  á  Yecgaija.  «Creyendo  qué 
los  coAdM^MnlMQÍa  donde  estaba  don  Cáalps.ae  desban*- 
d«ren  4  batallones  .goipaiceanos^  que  a)  sriiode  ii^teioi 
la pcue  I  coffñevon  j  á  rnuotrae  con  su  féi^PM  Maroto.  Pa- 
vaembat  dedefádiri/ioa  ao^fadoai^arlistas  dijo  fi^tte^ 


64 

ro  á  Maroto  <rae  los  reuniese  á  todos;  piié¥  61  se  'éticap^ 
gaba  de  decidirlos.  Apems:  lavo  delante  de  si  todas  las 
tropas,  se  adelantó  <solo  con  ^Maroto,  y  les  arengé  con 
energía ,  abrazando  á  sa  general ,  y  diciéndoles : —  <  ¿  Qne- 
reis  yiyir  todos  como  emanóles ,  bajo  una  misma  ense- 
na? \  ahi  tenéis  hermanos  que  os  aguardan ;  corred  á  abra- 
zarlos, como' yo  abrazo  á  yuestro  general !I»  Estas  pala- 
bras fueron  acogidas  con  gritos  de  alegría  y  con  un  en- 
tusiasmo inesplicable :  entonces  Espartero ,  sacando  la  es- 
padamandó  formar  pabellones,  y  romper  filas,  y  los  dos 
ejéreitx>s  se  mezclaron  y  confundieron ,  y  los  soldados  y 
oficiales  de  uno  y  otro  se  abrazaron  conio  hermanos  ,  y 
lloraban  de  alborozo. 

i  •  Nada  diremos  de  los  acontecimientos -qUé  siguieron  á 
este  aeíto memorable,  y  que  pusieron  término'  á  nuestra 
guerra  civil;  porque  esto  no  cumple  á  nuéfstro  proípósito 
ademas  de  hanernos  propuesto  no  juzg^u?  de  sticésós  que 
no  tengan  una  íntima  relación  con  el',  personaje  cuya 
biografia  vamos  á  concluir ;  ni  'meiiíoS"'entreteneirnoi(  in- 
útilmente en  calificar  el  carácter  y  la  conducta  del  prín- 
cipe, que  á  los  respetos  que  nos  merece]^!*  pert^Mcer  A 
la  familia  real  de  España,  es  aun  todavía  mas  respetable 
á  nuestros  ojos,"  por  sus  desgracias  y  por  el  destierro  que 
sufre  ,  y  venerable  por  la  resignación  noble  y  berrea 
con  que  soporta  la  adversidad.   .  '  ;  ' 

-Maroto  en  i^guida  se 'trasladó*  á  Madrid,  dondefue- 
acógido  por  SS.^  MM;  y  AA.  por  el  gobierno  y  por  las 
pérsonas^más  jüatingmdas  áe»  la  GórtÍB ,  en  los  términos 
maslisoiDfjerois.^.iA):Jó&pocos  dÍ8;s(dei¿i|i'Hegada  se  dig- 
nó Sí:  M.icofikiíederie.éL  titulo  dclcottde  de  Gasa-Maroto, 
y  plasa  eh  etlcihUnal  supremo  detGfutora  y  Marina;  que 
c^ntibúa desempeñando.     -        <     );!';m.;;í  -.  . 

•  'Juzgando  un  d^ersuyoí  interponer  su 'mediación  en 
favor  de  los  comprendidos  en  elconvenib  denominado  de 
Yergara,  dirigió  al  gobierno  diferentes  reclamaciones,  ya 
de  palabra  ^i ya  por  escrito.  Desatendidas  y  aun  desdeña*- 
das  estas  per  el  gobierno  del'&qgente,'  tavo  con-  éite  sé-^ 
rias  contes|acioned;  ^pie  lo 'pusieron  ev^oasó  de  inter^ 


«5 

mmpir  con  él  mismo  todo  lanero  de  relaciones.  Despnes 
de  cumplir  las  obligaciones  de  su  destino,  yiye  en  eima- 

2r  aislamiento  j retiro,  dedicado  esclusiyamente  al  cui- 
do j  educación  de  sus  hijos.  Se  ha  ocupado  en  el  arre- 
glo de  sos  papeles ,  y  tiene  escrita  una  memoria  de  los 
acontecimientos  de  la  guerra  ciril,  durante  la  época  que 
mandó  el  ejército  carlista.  Esta  memoria  á  la  que  acom- 
pallan  muchos  é  importantes  documentos ,  suministrará 
mncha  luí  sobre  hechos  no  bastante  conocidos,  y  le  asegu- 
rará la  justicia  de  sus  contemporáneos.  A  pesar  de  su 
edad  ayanzada  ,  y  de  lo  quebrantada  que  se  halla  su  sa* 
bd,  por  consecuencia  de  haber  sido  enyenenado  duran- 
te la  guerra ;  á  pesar  de  las  amarguras   que  han  debido 
BTodudr  en  su  espíritu  los  desengaños  costosos  que  ha 
debido  adquirir ,  y  las  ingratitudes  que  ha  debido  esperi- 
meoCar,  eonserya  todayia  el  yigor  de  alma  y  de  cuerpo 
que  siempre  le  ha  distinguido ,  reuniéndose  en  su  carác- 
ter, en  su  trato  y  en  sus  modales ,  la  cultura  y  amenidad 
de  nn  hombre  de  mundo ,  la  elegancia  de  un  caballero »  y 
la  firanqueza  de  un  soldado. 


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JOSÉ  GáRCIA  LUNA. 


in  es  don  José  Garefa  Luna?. 

» los  mas  hábiles  y  eelébradof  aetoret  é$  Ist 

iramáticoB  de  Madrid,  qée  en  los  teatros  de 

pítales  de  proyincia  há  oonsegoláp  tamUen  no 

plauso.  '* 

\  teatros  hay  en  Madrid  y  en  las  proyinciaf ,  y 

B  representen;  y  autores  ha  dehaner  por  coq- 

Ke  escriban  los  dramas  qne  én  aquellos  teatros 
>s  actores  se  han  de  representar? 
la  es  la  pregunta,  hermano  lector;  y  én  glunde 
■pone  el  haber  de  responder  i  ella  sin  ffrayá« 
Mtra   conciencia  ,  que  la  tenemos  melosa  y 
xa  mas  que  la  de  una  monja  recoleta ;  mas 
b  nuestro  objeto  no  es  el  escribir  aquí  una  £- 
erudita  sobre  el  estado  actual  iel  arte  dramá^ 
•Ira  Espaüa  (disertseioa  que  podriamm;preMUí- 
üiseisjbal..  diez¡obU.  cuatro  UneudApaiAfi^ 


68 
suspensivos,  y  muchisimos  otros  de  admiración ;  y  darla 
adornada  (1)  con  una  viñeta  de  Ortega  que  representase 
un  sepulcro  cubierto  por  un  sauce;  puesto  que  nuestro 
objeto  no  es  ese,  volvemos  á  decir,  sino  el  de  bosquejar 
la  vida  y  milagros  escénicos  del  Sr  .  GarcíaLuna,  todavía 
nos  lleva  nuestra  bondad  natural  á  satisfacer,  aunque  de 
paso,  la  maligna  curiosidad  del  preguntante,  diciendo 
cuatro  palabras  acerca  del  asunto,  que  sirvan  como  de  in- 
troducción al  de  este  artículo  biográfico. 

Teaírés,  los  hay  de  cierto  en  la  coronada  villa  de  Ma- 
drid, y  en  algunos  otros  pueblos  de  España.  Damos  acá 
ese  nombre  por  tácita  convención  á  unas  casas  grandes  (ó 
por  mejor  decir  chicas)  fabricadas  sin  plan  ni  concierto, 
á  empujones,  retazos  y  remiendos,  por  diferentes  alba^ni- 
les,  á  quienes  la  clemente  longanimidad  de  la  Academia 
de  nobles  artes  ha  ido  concediendo  en  la  sucesión  de  los 
siglos  el  titulo .  de  arquitectos. 

Tal  es    la  regla   general  con  escasísimas  escep-  ' 
clones. 

En  el  interior  del  lóbrego  y  sucio  laberinto  que  en- 
cierra el  mal  perjeñado  edificio,  se  alza  un  á  modo  de 
cadalso  á  que  llamamos  escenario,  de  mal  concjprladas 
tablas  construido:  a4^rn^pie;:|^re)  {{(^o  j  cMtff^bos 
lados  sendos  Uenzos  malí  pintarraJA^os»  cujf^.o^eUl  es 

Iiisobaj:;  el)fitr^$a*en  (iijie  se  halt#  eotre  po^ptros  ejl^wt^da. 
^  pi/Qitqra  ^Pl^rspectiva.   ..  '     : 

Tal  es  la  regla  general  con  escs^sjwMis  esoep^ 
clones.. 

.  ..Frontero  i  ac^ael  tablada  hav  u^n  grande  espacio  tra- 
i^do  sin  la:  m^  mínima  culp^  ae  intoncion  gaoDOM^ica; 
allí  es  donde  en  desiguales  é  inmundo^  nichos,.  yi^A  cier- 
tas fUas  4^  ijpalos  asfieatQs,  $e  acomo4¿^u,  ó  B|aB-!)kien  se 
iiMX)mqdaa  los. espectadores:  de  estos  los  ^ay  qoo  no  ven 
afinque  oyen,  los  hay  que  no  oyen  aunque  ven;  los  hay 
que  nada  alcanza^  á  ver  ni  pir  absolutamente    (]e  estos 


(i)  No  he  áe  ietit  »MM¿fa((a;a\Hi(\\!A  tsü»  tm^llunea* 


Alelen  salir  mejor  librados)  [vero  todos  ellos  en  cambio 
sienleíi  mny  bien  el  frió  del  invierno  y  el  calor  del  yera- 
no,  recrean  su  olfato  con  exhalaciones  de  materias  cuyo 
nombre  solo  mancharía  este  papel  en  que  vamos  escri- 
biendo, y  llevan  de  vuelta  á  sus  casas  polvo  y  aceite,  mu* 
gre  t  pintara,  cal  y  otras  suciedades,  por  valor  á  lo  me- 
nos doble  dd  dinero  que  les  costaron  sus  billetes. 

Tal   es   la  regla  general  con  escasísimas   escep- 
ciones. 

Paes  en  esos  teatros  mal  construidos,  mal  dispuestos, 
mal  alhajados,  mal  abrigados,  mal  ventilados,  mal  limpios, 
mal  alambrados,  mal  decorados,  mal  servidos,  mal  diri- 
gios, mal  administrados,  y malisimamente  con- 

corrido»,  es  donde  se  han  de  representar  las  producciones 
k  nuestros  ingenios,  por  escasas  compañías  dt  muy  po- 
cos hábiles  actores,  entre  los'cuales  se  columbran  rart 
nantes  in  gurgite  vasto^  algunos  tolerables,  muy  pocos 
bnenosj  y  ninguno  (por  desgracia  de  nuestra  época  y 
efecto  natnral  de  varias  causas)  q|ue  el  título  merezca  de 
eminente,  al  punto  que  se  le  granjearon  un  Maiquez,  un 
Taima,  y  un  Garrick. 

De  este  lastimoso  estado  de  nuestros  teatros,  en  cuya 
pintura ,  por  mas  que  á  algunos  escueza,  no  hay  asomo 
ae  exageración,  pudieran  señalarse  varias  causas;  perode 
todas  ellas  la  verdadera,  la  fundamental,  la  prineipe, 

es Ya  estoy  viendo  en  el  aire  de  satisfacción  de  mi 

lector  qne  piensa  haberme  adivinado. 

—  Pues  no:  Seguramente  que  sé  á  donde  vá  Vd.  á 
parar. 

— Siendo  así,  veamos:  que  quiero  hacer  esperiencia 
de  su  penetración  y  perspicacia.  ¿Qué  es  lo  que  yo  iba  á 
decir? 

— IbaVd  á  decir  que  la  causa  primera  déla  decadencia 
de  nuestros  teatros  es  el  lamentable  abandono  en  que  los 
tiene  el  gobierno. 

— Pues  amigo,  la  ha  errado  vuesa  merced  de  medio 
i  medio.  No  soy  yode  aquello^  que  usan  como  arbitrio  mas 
cómodo  el  de  acbacar  todo  lo  malo  al  gobierno;  e\  a\x^- 


70 

•o  de  las  ptgtt  qae  derengan  los  empleados  y  el  de  las 
Ilayias  que  aguarda  el  labrador  para  la  sementera;  las  al- 
teraciones frecuentes  de  la  tranquilidad  pública,  y  las  de 
la  temperatura  atmosférica.  Si  el  pan  sube,   el  gobierno 
tiene  la  culpa;  si  los  fondos  bajan,  el  gobierno  tiene  la  cul- 
pa; si  se  cayó  mi  casa ,  si  me  salió  mal  una  empresa,  si 
escribí  un  mal  libro  y  no  se  vende,  si  mi  hijo  salió  quinto, 
si  á  mi  hermana  la  robó  un  amante,  si  se  murió  mi  sue- 
gro de  repente,  el  gobierno  tiene  la  culpa.  — No»  mil  re- 
ces no:  los  que  hasta  aquí  han  dirigido  en  diferentes  épo- 
cas los  negocios  públicos  no  han  dado  ciertamente  prue- 
bas de  una  estraordinaria  habilidad;  pero  cuando  esto  se 
afirma  con  solo  el  objeto  de  acriminar  á  tal  ó  cual  minis- 
terio; ¿se  han  pesado  bien  los  obstáculos  que  á  los  gober- 
nadores oponen  siempre  los  gobernados? — En  punto  á 
teatros,  que  es  ahora  el  de  nuestra  meditación,  cierto  que 
el  gobierno  los  tiene  olvidados,  que  no  les  concede  aque- 
lla protección  directa  é  indirecta  que  convendría  á  su  res- 
tauración; pero  aun  cuando  asi  no  fuera,  aun  cuando  hu- 
biese estimulo  y  recompensas  para  los  autores  (1)  premios 
para  los  actores,  auxilios  pecunaríos  para  las  empresas 
teatrales,  de  todo  esto  no  vendría  á  resultar  mas  que  una 
especie  de  teatro  ficticio,  artificial  y  fantasmagórico,  se- 
mejante á  aquellos  jardines  que  en  los  marmóreos  sa- 
lones de  un  palacio  hacen  florecer,  con  una  apariencia  de 
bien  imitada  lozanía,  el  carpintero,  el  florista,  el  tallista  y 
el  pintor. 

No :  el  principal  protector  del  teatro ,  y  el  principal 
culpable  del  mal  estado  del  nuestro ,  no  es,  vuélvelo  á  de- 
cir ,  el  gobierno,  sino  el  pobligo. — A  este  se  ha  de  acu- 
sar ;  á  su  ignorancia ,  á  su  mal  gusto  ,  á  su  escasa  civili- 
zación ,  al  estado  de  semibarbarie  en  que  le  han  sumido 
la  guerra  civil ,  la  guerra  cstranjera  y  otras  cien  causas 


(i)  No  ei  recompeoia  para  un  autor  dramático  una  cinta  en  el  ojal 
de  que  no  laca  honra  ni  provecho;  no  os  efltimdlo  un  destino  cuyaB  pros&ícas 
funciones,  para  las  cunloi  no  es  tal  tez  apto,  le  alejan  del  teatro. 


71 

de  enaineracioD  krga  y  enfadosa,  y  que  sobre  todo  no%on 
de  esle  lugar.  ..;  •  i 

¿Qu6  puedo  hacerse -por  el  teatro  en  un  país,  cuyos 
habitantes  no  se  conmueven  ni  con  los  rasgos  nías  CviKcos 
del  in|[cnio ,  ni  con  la  mas  tierna  esprcsiou  de .  los  afec- 
tos ,  ni  por  la  pintura  mas  viva  do  las  pasiones ,  ui  aua 
con  los  mas  suLlimes  acentos  de  la  encantadora  poesfa  «  j 
al  mismo  tiempo  se  ciitasian,  se  exaltan,  se  agitan,  y  nror 
rumpen  en  frenéticos  aplausos ,  poroue  una  saltatriz  Lato 
con  estupenda  agilidad  las  panlorrillas,  ó  so  mantiene  lar- 
go tiempo  en  una  ridicula  actitud  de  difícil  equilibrio? 

Cómo  ¡Bretón  de  los  Herreros  con  mil  y  quinientos 
Tersos  llenos  de  facilidad  y  gracia  »  sazonados  do  sal  áli* 
ca,y  rebosando  ingenio  por  todas  partos,  apenas  logra 
llenar  cuatro  ó  seis  veces  el  teatro  ,  v  una  insípida  panlo*- 
mimatal  como  el  Lago  de  las  Hadoi  ae  disparatado  argu- 
Jueotoy  nada  sorprendente  ejecución,  está  siendo  el  otuij- 
¿e/eso  del  publico  madrilefio  naco  mas  de  un  aflq!— -Elnio- 
jor  actor  ao  las  compañías  de  verso,  despides  de  estudiar 
con  atención  filosófica  y  observación  profunda  el  carácter 
del  personaje  que  le  está  encom^ndaclq,  no  v6  prepiiad^ 
su  acierto  eq  las  tablas  sino  con  tal  cual  .widftOosfi 
palmada  ;  y  las  lascivas  contorsiones  de  una  bailarina , «6 
la  fnerza  áe  pufios  do  un  danzan to,  que  sostiene  a  su.pa^ 
reja  en  un  grupo,  ó  la  pasea.cn  volandas  por  todo.ejl.eat 
cenario  ,  so  saludan  con  triple  salva,  de  aplausos  poff  ,eae 
vulffo  ignorante,  en  cuyas  filas  contamos  mucha  g(}nl;8  d^ 
corbata  de  raso  y  guantes  amarillosl — ¿Tiono  de  es^Vo  Ja 
culpa  el  gobierno? — Seguramente  que  no :  la  culpa  es  del 
atraso  de  nuestras  ideas.  El  espectáculo  que  solo  rocrea 
los  sentidos,  es  propio  do  salváies  ó  dcniílos ,  y  no  pue«> 
de  divertir  largo  tiempo  á  homnres  de* Juicio  sólido,  de 
razón  formada ,  y  que  saben  gozar  de  los  placeres  del  esf; 
plritu.  .       . 

En  horabuena  que  el  teatro  de  la  Academia  real  d^ 
música  ofrezca  al  público  de  la.  .capital  mas  civilizada  .del 
mundo  esa  clase  de  espectáculos ;  pero  ¿qué  comparación 
hay  entre  París  y  Madrid  ep  este  i^  pa  otros  puntoa?*r* 


I     i  •    • 


'V 

MI 

AUi  la  marayillosa  perfección  de  las  decoracSAfñei ,  qtie 
njrli'^ii  <eS  último  grado  del  poder  del  arle  ,  el  lujo  y  pro- 
piedáfi  de  Ion  trajes  ,  la  brillantez  de  los  acompafiamien- 
tos  V  nameitostsimás  comparsas ,  el  ingenioso  ñtecanistño 
i^  u  ma({üinaría ,  la  estremada  habilidad  de  los  actores 
¿n  el'baile  y  en  lá  ttoimíca ,  aaüélta  sobérf>ía  j  numerosa 
rtK^nésta  tan  artísticamente  dirigida ,  y  hasta  la  belleza  y 
l6ÍKiatb  dé  la  sala ,  todo  i  todo  aplica  y  disctdpa  el  fayor 
de  qjEie  goza  el  espectáculo.  Ademas  ,  al  público  de  París 
le  es  licitó  ete  entfetétiimléiito^  cómo  léés  licito  á  uta  bom- 
hit  As  ocupíádbnes  gratén  el  entretenerse  aljguna  Tez  en 
d  jaégo  de  naipes  ú  otro  pasatiempo  frivolo ;  pero  iíeria 
y^t^iíáible  si  de  esto  hiciera  su  ocupación  mas  favorita. 
EB(il¡TarettDS  esta  comparación. 

1S I  parisiense  qtte  v^sté  una  6  dos  Veces  á  núó  de  esos 

Si^ándés 'bailes  jpáñtomiiliicos,  atraído  por  aquel  cbiíjüilto 
é  nWavlHas  de  que  acá  estainós  teuy  lejos,  no  puede 
Wir  treüsádo  de:fiívol!dád'ni  d^mal  'gusto ,  porque  almis- 
ifló  tíomño  Acüdé  con  mtayór  átihelo ,  aplaude  mas  y  eón 
iibé^'Wádo  las  obfás'dramáticáf  y  superfeeta'décttéion. 

gl'^tj)^  qñeba  McKtt  ficds'á  tos  Scribe,  lo»  DüUlis,  ló's 
ng^,  y  mrós'cién  éscritóirei(  ifaraidiidcos;  'et.püebTo  e% 
dóttdé  h  tmtt/fbñicMn  dé  Un  btteñ  drama  Veditúá  de^de  doi 
lAíta  dn'átro/tiei^,  óého  6  diek  mil  duros ;  él  l^éllo'^n 
'Attndé  la' j^htfesloiri  de  actor  dramático  és  honrosa  y  hl- 
ttdXíH  f-  y  cioildnfce  cóüeno  ércjercicío  de  otras  artes  á  hii 
irt^úeüas'y  Ha  gloría  ;  el  pueMo  en  donde  cada  uñó  dé 
m  gfeñbrüs  lUér^rrios  tiene,  por  decirlo  asi,  stt  culto ,  ítúi 
Mmstrbs  y  M$  séttaHos,  ucencia  tiene  para  maóténér 
teilés  "l^atitomimico^  dignos  de  su  refinada  cultura ;  pero 
^e  hMinállisi  imitaieióíiéií  esciten  asi  nuésüro  entusiáámó, 
qtte  Cbn  siis  '^llósy  stñs  saltos  vfjhfan  litios  bailarínes 
franceses  á  arrancarnos  las  pesetas  y  Tos  aplausos  que  és^ 
feMiihalnos  á  ios'  )>uénos  actores  ;  qbe  llene  bien  yóces  el 
féatro  £iá  linda  Véatrix  con  suit  piMétáf.mletrtrasel  Edtpo 
f*Lá  üiltei'iilkño  tb  coú^ghb;  séia  docenas  de  sofiólifiMir 
tOñ'^éilpéliU&ólr^^.iltíé  ÜttmMñ'Éé'pirfhtttí'ixn  éitpeéi&eá- 
ío  tan  costoso  §  cuando  Vega  y  Bretón  de  los  Herreros 


75 

nren  de  su  sneldo  ,  Escosura  no  ha  podido  hacerse  ja- 
mas la  coarta  levita  ,  Hartzcmbiisch ,  Bubi  y  Gil  y  Zarate 
andan  á  pie  por  esos  lodos  ,  Zorrilla  saca  su  último  duro 
el  dia  de  S.  silvestre  ,  y  la  mayor  parte  de  los  actores  de 
naestros  teatros  no  se  pueden  quilar  el  hambre  á  bofeto- 
nes.... ¡Oh!  eso  es  escandaloso ,  es  horrible;  y  prueba 
evidentemente  que  si  en  España  el  teatro  está  en  deca- 
dencia, es  porque  no  puede  ,  porque  no  debe  estar  flore- 
ciente: tal  os  la  necesaria  consecuencia  de  nuestra  escast- 
flimicultara,  y  de  nuestra  civilización  tan  lastimosamente 
itraiada. 

Mucho  mas  diríamos  sobre  asunto  que  tan  inmediata 
3  e&canuente  influye  (según  nuestra  opinión)  en  el  bien 
estar,  moral  6  alo  menos  de  los  pueblos;  pero  basta  lo 
indicacfo  para  que  el  lector  colija  qu6  g6nero  de  estimu-*- 
ias  se  presentan  en  España  al  infeliz  que  por  vocación 
irresistible  abraza  la  carrera  de  autor  6  de  actor  dramá- 
tico; vocación  ayo  ioy  actor»  de  mártir  es  esa;  resolución 
bélgica  la  del  ciue  se  presenta  al  páblico  español  diciendo 
muy  comparable  á  la  de  aquellos  ilustres  defensores  de  la 
ft  que  en  tiempo  de  la  persecución  se  presentaban  á  los 
gobernadores  ffentiles  diciendo:  «Yo  soy  crxstiano.y> 

Esta  consideración  preliminar  nos  pondrá  en  estado 
de  apreciar  debidamente  todo  él  mérito  del  actor  celoso 
y  distinguido  cuya  vida  intentamos  bosquejar. 

Don  José  Garda  Luna  es  de  familia  ue  actores:  cuén- 
tanse  en  ella  entre  sus  ascendientes  algunos  nombres 
ya  célebres  y  muy  apreciados  del  público.  Nació  en  Ma- 
drid á  21  de  octubre  de  1798.  Su  padre  Francisco  Tor- 
res Garcia,  si  no  era  actor  consumado,  por  lo  menos 
habia  sabido  adquirir  cierta  reputación  y  gran  número  de 
apasionados ,  por  la  gracia  con  que  cantaba  nuestras  más 
populares  tonadillas :  su  madre  fue  como  actriz  mucho 
mas  famosa,  y  apenas  habrá  quien  no  haya  leido  úoido  cío— 
gios  de  la  c^ebre  Andrea  Luna  ,  y  de  sus  grandes  dispo- 
ñciones  para  la  tragedia. — Pero  )a  reputación  mejor  y 
mas  geitei'áltúáeiltié  ektilblecida  enti'e  los  mdividuos  dee^Vxi 
notable  famOJa,  fue  la  de  la  ponderaáa.  y  celebradifiiim^ 


74 

RiUi  Luna ,  hermana  de  la  anteriormente  citada ,  y  de 
otra  tercera  llamada  Josefa ,  que  igualmente  que  las  otras 
dos,  8Ígui6  la  carrera  del  teatro. 

Es  cosa  muy  de  notar  la  diferencia  que  ha  habido  en- 
tre la  suerte  de  la  tia  y  del  sobrino;  ambos  han  llegado 
al  templo  de  la  Fama  por  muy  distintos  caminos.  Ella, 
dedicada  por  su  padre  (actor  menos  que  medianp )  al  ejer- 
cicio de  su  profesión,  entró  en  ella  con  visible  Repugnan- 
cia ,  y  jamás  pudo  vencer  esta  aversión  en  todo  el  discurso 
de  su  vida.  Dícese  que  una  violenta  pasión  de  ánimo  la 
agitaba  interiormente ,  y  siguió  atormentándola  hasta  el 
fin  de  su  existencia ,  haciendo  que  su  carácter  degene- 
rase en  tétrico ,  y  apartándola  del  trato  del  mundo  y  basta 
de  su  familia.  Pero  aquel  alma  apasionada  era  del  temple 
de  queban  de  ser  las  de  los  buenos  actores  destinados  á  es^ 
presar  todos  los  afectos  que  conmueven  el  corazón  hmoa* 
noy  le  dominan.  Para  conseguirlo,  para  hacer  sentir  al  es^ 
pectador ,  es  necesario  que  el  actor  mismo  sienta ,  y  que 
sienta  con  una  sensibilidad  esauisita;  es  decir,  quie  com- 
prenda y  distinga  todos  los  infinitos  matices  de  las  pasio^ 
nes ,  que  resultan  muy  diversamente  modificados  en  la 
combinación  de  los  caracteres;  y  después  de  compren- 
derlos, alcance  taml>ien  mas  por  instinto  del  corazón  que 
por  esfuerzo  del  entendimiento  ni  resultado  del  estudio, 
la  mas  acertada  manera  de  espresarlos.  Por  eso  hay  acto- 
res (aunque  pocos)  que  saben  conmover  al  espectador  con 
una  palanra  ,  con  una  silaba ,  con  una  esclamacion ,  con 
un  suspiro ,  con  un  gesto  imperceptible :  de  este  número 
eralaictto  Lunat  y  tales  sus  disposiciones  naturales,  que 
á  pesar  de  la  ya  indicada  repugnancia,  y  de  su  melancolía 
y  tedio  habituales ,  una  vez  puesta  en  escena  ,  y  frecuen- 
temente apoderándose  de  ella  una  fiebre  que  fe  causaba 
la  misma  violencia  que  tenia  que  hacerse ,  llegaba  á  po- 
seerse de  su  papel  en  términos  de  arrebatar  y  suspender 
el  ánimo  del  mas  frió  espectador. 

Su  sobrino  D.  José ,  al  contrario;  todo  ha  sido  siem- 
pre afición ,  todo  celo  ,  todo  estudio  ,  todo  amor  apasio- 
nado de  su  arte.  Esta  ha  sido  su  cualidad  eminente  y  dia- 


75 

tintiya ,  si  bien  no  ha  dejado  do  recoger  como  herencia 
de  tales  progenitores  ciertas  dotes  naturales  muy  estima- 
bles, y  entre  ellas  esa  misma  sensibilidad,  que  como  de- 
jamos dicho  es  la  base  y  fundamento  de  todas  las  demás. 
Decíamos   que  esa  grande   afición  al   tcalro,   es  la 
fuente  casi  única  de  todos  sus  aciertos  y  de  los  adelantos 
hechos  en  su  carrera,  porque  Icios  de  babor  sido  educado 
espresamente  para  la  escena  y  dirigido  á  ella  por  la  segu- 
ra ffuia  y  prudente  consejo  de  sus  parientes ,   su  madre 
Andrea  Luna  le  apartó  desde  luego  ao  aquella  senda,  que 
ella  contemplaba  toda  erizada  de  abrojos  y  punzantes  es- 
pinas.— Cierto  que  no  habria  razón  para  decir  que  absolu- 
tamente se  ensañase  ;  pero  ademas  de  que  no  era  la  ce- 
lebrada actriz  laque  mas  descontenta  podía  mostrarse  de 
m  wofesion,  ¿cuál  es  aquella  carrera  ó  arte  de  que  no 

finada  decirse  otro  tanto  hoy ,  como  se  podia  decir  tam- 
ieo  en  aquella  época,  y  en  otra  mas  remota,  y  se  dirá 
todavia  en  adelante? 

— La  yerdad  es  que  entro  nosotros  los  españoles  es  acha- 
que harto  común  el  hallarse  cada  cual  descontento  de  su 
estado,  y  el  no  dirigir  á  los  hijos  por  el  mismo  camino 
en  que  tanto  socorro  podrían  prestarles  y  tanto  podrían 
hacerles  adelantar,  las  luces  deia  particular  esperiencia 
hecha  por  los  padres ,  y  los  jalones  puestos  por  sus  pro- 
pios desengaños.  Llévanos  sobre  todo  nuestro  natural  or- 
gullo á  desdeñar  la  profesión ,  que  ejercemos  y  á  criar  á 
nuestros  hijos  para  otra  mas  noble  y  elevada ;  Y  como  á 
estarazon  se  añade  el  mezquino  resultado  que  olrecen  la 
mayor  parte  de  las  carreras,  artes  y  oficios,  todos  se  con- 
vierten hacia  unas  pocas  que  son  las  solas  seguras,  lu- 
crativas ó  brillantes.  De  aqui  nace  ese  afán  por  los  em- 
pleos donde  se  entra  sin  probar  aptitud ,  se  devenga  el 
mismo  sueldo  trabajando  poco  y  mal,  aue  haciendo  larga 
V  provechosa  tarea ,  y  se  goza  en  la  sociedad  de  cierto  cre- 
uito  y  consideración  que  trae  consigo  el  titulo ;  de  aqui 
esa  afición  á  la  carrera  militar  para  la  cual  se  cree  vul- 

((ármente  que  no  se  necesitan  mas  dotes  que  sumisión  á 
08  superiores,  tiranta  para  con  los  inferiores,  arrogancia 


76 

pant'con  el  paisano,  escasa  instrucción,  conducta  poco 
arreglada,  y  gran  disposición  para  andar  por  cualquier 
cosa  á  latigazos  ;  de  aquí,  también,  esa  plaga  de  aboga- 
dos que  nos  inunda;  porque  á  la  sombra  de  un  título  de 
licenciado  en  leyes,  se  aspira  á  colocaciones  que  lison- 
jean el  orgullo  y  la  ambición  délos  parientes.  A  esas  tres 
carreras  está  acudiendo  en  tropel  la  juventud  española 
hace  larguísimos  años ;  gracias  á  sus  privilegios,  y  ¿  los 
de  los  institutos  monásticos  aue  también  sustraían  gran 
número  de  jóvenes  á  las  proiesiones  útiles,  las  artes,  las 
ciencias,  el  comercio,  la  agricultura,  apenas tenian  quien 
te  dedicase  á  ellos. 

Contagiada  pues  de  la  preocupación  común  la  fami^ 
fia  de  García  Luna  en  vez  de  cultivar  sus  buenas  disposi- 
-eiones  para  la  escena ,  le  apartó  del  teatro  haciéndole 
■eguir  otros  estudios ,  ¿Quién  sabe  á  qué  ^rado  de  per- 
fección hubiera  podido  llegar  si  no  se  hubieran  asi  ma- 
logrado sus  años  juveniles? 

En  18 1 5  alcanzó  al  fin  un  empleo  en  el  ramo  de  lo- 
terías que  desempeñó  cerca  de  ocho  años ;  pero  entre 
tanto  no  pudiendo  irse  á  la  mano  en  su  afición  al  arte 
^dramática ,  se  incorporó  sucesivamente  en  varias  compa- 
ñías de  teatros  caseros.  El  primero  en  que  ensayó  sus 
fuerzas  estaba  situado  en  la  plazuela  de  la  Paja  ,  y  el  úl- 
timo en  que  ya  adquirió  gran  reputación  fue  el  que  habia 
establecido  por  los  años  de  1820  y  21,  en  la  casa  que  hoy 
es  Biblioteca  Nacional  en  la  plaza  de  Oriente.— Tenia 
este  teatro  ya  cierta  importancia,  tanto  por  las  personas 
distinguidas  que  formaban  la  compañía ,  cuanto  por  el 
lujo  ue  decoraciones  y  trajes,  la  mayor  perfección  que 
ae  procuraba  en  las  representaciones  ,  y  lo  numeroso  y 
escogido  de  la  concurrencia.  Todavía  recordamos  nos- 
otros haber  Tisto  allí  al  señor  García  Luna  representar  con 
grande  aplauso  el  Munu^a  en  la  tragedia  de  Pelayo;  y 
aunque  nuestra  edad  entonces  no  era  todavía  capaz  de 
boéna  critica ,  personas  de  mayor  madurez  y  juicio  nos 
•haii  asegurado  que  ya  -descubria  muy  buenos  dotes  de 
actor  en  aquella  y  otras  piezas. 


77 
En  estos  ensayos  de  aficionado  principiante  se  echa- 
ba de  Ter  fácilmente  quo  á  quien  Be  había  profiiÉcstO!- 
por  modelo  García  Luna  ora  al  famoso  Maiqudi¿  Em 
efecto,  mientras  aquella  antorcha  de  nuestra  escena  brilló 
en  el  coKsco  del  Príncipe  ,  el  jAven  Luna  apenas  dnj6 
una  noche  de  ir  á  admirarle  con  aquella  ansiosa  avr« 
dez  propia  de  la  inclinación  que  le  arrastraba  hacia  ti 
teatro.  i; 

A  riesgo  de  importunar  á  nuestros  lectores,  no  pode-»> 
mos  menos  de  insistir  todavía  en  qAo  nuuto.  ¿Puede  darse 
cosa  mas  absurda  que  contrariar  así  las  inclinaciones  de' 
los  jóvenes,  eii  vez  de  estudiarlas  para  hacer  el  mejor  y- 
mas  útil  empleo  posible  de  sus  disposiciones  naturales?*^ 
Proverbial  es  y  sabido  de  todos  el  sistema  de  los  jesuilaa. 
fpie  aplican  á  cada  individuo  k  aquella  ocupación  óejer-- 
cício  en  que  mas  habilidad  muestra:  déla  sama  ó  reanioB 
de  tantos  hombres  especialmente  hábiles,  idóneo$eii  n^ 
mos  especiales ,  riesiiHa  un  coiqanto,  una  corporacioB' 
idónea  y  hábil  para  todo,  y  que  no  emprende  cosa  qae' 
no  Heve  á  cabo-,  siempre  con  buen  éxito  y  notable  per- 
fección. Desde  las  obras  de  mano  mas  minuciosas  ▼  pro« 
lijas,  hasta  los  cambios  poéticos  en  el  i^^bíerno  de  los  Es^* 
fados ;  desde  los  escritos  mas  profundos  sobre  lodos  lo» 
ramos   grandes  y  pequeños  del  saber  humano,  hasta  lal 
civilización,   catequizacion  y   conquista  de  los  pnebloa 
que  habitan  las  regiones  mas  apartadas  del  globo ;  todo, 
todo  lo  han  sabido  hacer  bien  los  jesuitas,  sin  que  la 
causa  primordial  do  tales  prodigios' sea  otra ,  queta  de  s»^ 
ber  dedicar  á  cada  hombre  á'  aquel  género  de  Isstudios 
para  que  es  mas  apto. — jY  por  qué'  no  siguen  ese  ejea»«« 
pío  los  gobiernos ,  y  las  familias?  Oosnlo  mas  próspcrree  y 
potentes  no  serian  así  los  Estados  I — Pero  hacer  clérigo 
al  hombre  quo  tal  vez  muestra  disposición  para  la  mari- 
na, militar  al  que  tiene  decidida  afición  por  las  oieneias 
naturales,  empleado  en  rentas  al  joven  que  descubre  una 
feliz  organización  para  las  bellas  artes,  ¿no  es  empefiarse 
en  que  todo  so  haga  mal  y  do  mala  manera?— No  sabemos 
de  país  alguno  cuyo  gobierno  se  halle  todavía  poseído  de 


.78     ...-,••    • 

esta  idea,  ni  conocemos  otro  que  mas  que  el  de  Espafi^ 
esté  distante  de  ella.    ; 

Un  abultado  libro  pudiéramos  llenar  con  casos  no- 
tables de  hombres,  á  quienes. hemos  conocido  colocados, 
por  decirlo  asi  fuera  de  su  si  lio,  descomponiendo  !a  má- 
qlHna  so<^ial;.  pero  en  materia  de  artes  es  en  la  que  6  son. 
mas  numerosos,  ó  mas  visibles  esos  ejemplares.   En  Ma- 
drid* existen  hoy  dia  dos  sugetos  de  estremada  habilidad 
en  elidibujo  caligráGco  y  de  adorno;  pues  el  uno  de  ellos 
eslbotioar^o,   y  leí  otro  vive  obscurecido  en  una  oficina 
cobrando  irregularmente  un  encaso  sueldo:  pues  á  pesar 
do  que  tanto  para  el  gobierno  como  para  varios  princi- 
pes, proceres  y  particulares  acaudalados^  han  trabajado 
uno.:  y  otro  obras  de  grandísimo  mérito,  á  nadie  le  ha». 
oculTido  la  idea  de  ponerlos  en  posición  tal  que  no  tu—, 
viesen  que.  defraudar  á  su  arle,  en  que  son  escelen- 
tes,   el  tiempo  que:  hoy  malgastan  en  otras  forzosas 

tareaa.  ;  .   . 

Para  el  teatro  debieran  asimismo  elegirse  y  buscarse 
por  medios  mas  ó  menos  directos  los  jóvenes  adornados 
de  las  cualidades  que  la  escena  exige,  y  educarse  espresa- 
mente  para  e^ta  carrera.  La  creación  de  conservatorios 
tiene  eate  objeto,  mas  no  creemos  que  se  cumpla  con  él 
debidanfiente.  En  España  fundó  uno  modernamente  la  ma  ^ 
uOibeqéfica  que  tantas  semillas  de  ilustración  ha  querido 
«ipajrp.ir  en  nuestro  suelo:  ideas. mezquinas  de  mal  enten- 
dida ;(ic(Oiiomía.  maliograjrppi  «ste  feliz  pensamiento,  y  boy 
esta  ¡institución  qu^e: 'todavía  se  distingue  con  el  augusto 
nofli^e,  de  Gri^tiuaai  eisti  reducido  k  tan  exiguas  propor- 
cione^ ^'que  no  produce,  sino  escasos  y  mal  sazonados 
frutos.     ... 

Sí  utia  enseñanza  A^  t^l  naturaleza  hubiera  existido 
eoando.se  criaba  Gárcia  I^una,  y  sus  padres  hubieran  es— 
lado  rodeados  de  estipdulos  que  los  moviesen  á  dirigir  al 
hijo  por  esa  carrera,  con  mayor  facilidad  y  prontitud  hu- 
biera subido  los  escalones  que  le  han  conducido  á  la  al- 
tura en  que  hoy  se  halU,  si,  pero  fatigado  de  los  obstá- 
culos que  ha  tenido  que  vencer  para  subirlos ,  á  punto  de 


79 

habernos  indicado  qno  el  próximo  año  cómico  seri  pro*- 
bablcmentc  el  úllimo  de  su  carrera  escénica. 

El  empezar  de  ella  fué,  pnes,  de  esto  modo.  El  aflo 
de  1823  siguió  al  gobierno  áíiádiz,  siendo  empleado  y  mi* 
liciano  nacional  de  Madrid.  Restablecido  el  poder  abso-^ 
luto  quedó  Luna  en  desgracia  como  tantos  otros,  v  fae 
desterrado  á  Villa  viciosa  con  rigorosa  prohibición  dv.  en- 
trar en  la  córtt^.  Un  dia  que  se  paseaba  solo  y  meditabun-^' 
do  haciendo  reflexiones  sobre  las  estrañas  vicisitudes  d^ 
su  suerte»  el  coadro  desús  apuros  ]f  estrechez  se  presen* 
t6  á  su  imaginación  mas  horrible  que  nunca :  tenia  ja 
por  entonces  nna  familia  á  quien  como  todo  hombre  de 
tomón  bueno  y  sonriblo  amaba  entraftablemente ;  reíala 
espuesta  á   perecer,  y  la  conciencia  de  hombre  honrado 
lejfrílaba  que  el  primero  de  nuestros  deberes  es  subre- 
Dir  con  un  trabajo  honesto  á  nuestra  propia 'subsistencia 
yi  la  de  nuestros  hijos. 

Trabajar!  SI;  pero  ¿és  tan  fácil  eso  como  parecef 
muy  sencillo  es  hallar  ocupación;  ocupación  lucrativa,  ese 
eiotro  punto  (1);  En  aquellos  momentos  do  aflicción 
y  desconsuelo  fué  cuando,  como  añ^  rayo  de  luz  ccIcstiaT; 
tomo  una'ífrBpiracion  divina,  se  ofreció  este  pensamienU 
to  al'áninio  contristado  del  padre  de  familias,  del  emplea^ 
úo  destituido  y  sin  auxilio :  « ¿  Por  qui  no  he  de  ¿alir  yo 
'«?  kattirTíi  ¿INÍotte  he  sentido  siempre  animado.de  esta 
irtesUtibto  vocación ,  llama  incstinguible  que  ardo  siem- 
pre mas 'ó -menos  oculta  en  el  alma  de  todo  el  que  nació 
aHista?  ¿'No  han  sido  actores  mis  padres,  no  lo  fué  mi 
abáeloT  ¿Noha  sido  siempre  el  teatro  mi  principal  á6cioiil 
toda  nUl  dtBiiciá?  Guando' alternando  coki  las  ocupación^ 
difi  ni  desGno  el  estudio  somero  y  mal  dirigido  de  algti- 


í»-» 


(4)  Tenfmos  nosotros  la  idea  (y  aquí  la  homet  do  encajar  venga  ó  no 
tenga  á  pelo)  que  lat  loye»  do  Vagos  son  ¡niuslas  y  hasta  Uránicas  cuando 
no  se  kMu  diitruido  antes  todos  los  obstáculos  qno  se  opunen  al  anheló  del 
liombrc  labonrao,  y  todos  loa  rstimulos  do  la  holganza  y  la  perexa.  fij 
hombro. auQCji  trabaja  sin  tu  por  qué  y  un  pnra  que;  en  Espafta  no  oiii» 
ten  ni  esa  causa  ni  eso  objeto ,  y  por  eso  los  españoles  somos  los  mas  insignes 
bolguanes  de  toda  Europa,  después  de  ios  turcos. 


80 

noi  papeles  difíciles,  me  he  resaelto  á  desempeffarlos  en 
l4^U;o»  prli4:ulares;,  .¿i>o  jb^  recib¡4o  mil  iincí;^^  ^ 
mostraciones,  de  .aiprolMu:^on  ba^ta  de  1^  personas  d^.qfM 
\nielígencÍA  j  mejor  gusto2  ¿Pues  por  qju&  no  Í\e  4p  hür 
cer  por  jprofesioii  y  por  esia^o,  con  tpoa  la  fuerzn  4^i9Ü 
yoluntad  y  de  mi  enU)ndimien¡to ,  lo  que  basta  ajqi^  b^ 
jK^lo  como,  por  p^saEti^mpo  j  distracción  ? 

Estas  reflexiones  j  otras  muchas  tuvieron  por  re^qjiffrr 
4p  la  resolución  positiva  y  terminante  de  hacerse  actolr;  y 
l^p  jnas  tarde  que  el  15  de  enero  de.  1824  verificó  Gairjíl 
Luna  su  primara  salida  ^n  el  teatro  del  Principe  cpn  ^ 
incomparable  dnmi^,  de  García  del  Castamr.  £n  s|i  r^ 

ÍfeseptAcioa  prQ/cQ]:6  conservar  to^as  las  tradiciones  4f 
(aiquezLy  y.iá  pf^fiyur  4^  esti^or^^staa  iip^uy  pre^e^s  U>4^;^ 
^  ¿inemorÍA  4^  mud&os  espectadores,^  el  pidb(ícQ  le Jjlj^ir 
mó  á  la  escena  y.  :le  saludó  co|i  xivisiouks  aplausos» 

Ya  entQnciss  sfir  creyó  actor :  aquella  primera  j  TidtAr 
riosa  prueba  le  llenó  de  celo  y  de  ^^usis^mo,  y  i^caf^ó  df 
arraigar  en  s\k  alma  ^pasio^ada  aquel  amor  aj  ¡tj^  qué 
nuoc^  después  aci  se  ha  dfísopqiUid^.  -  > ,  : 

P^repia  natural  q\\^  el  buen  éxito  de  esta  renresejuUUT 
dopOL  hubiese  empegado  j^I^naá  cultivar  ^Igéaerot^en 
óoe;  ya  tenia  tales.'  priendas  de  seguro  aciertoi;  p^ro.  vm 
filé  asi,  pues  que  en  seguida  se  presentó  coaoj^to  pi^pj^ 
enteramente  distinto  en  la  comedia  de  Goiroatiza,  Ja^tilr 

«nieta  ^ra  todos.  Hízolo,  según  al  mi^mo  inAoretady^ 
emps  oido  decir,  por  consejo  de.qns^  persona  4<^gmi^ 
inteligencia ,  y  que  es  voto  4^  ni^Vieho  peso  eu.)U  matf^ 
lia,  esto  es,  de  don  Juan  Q riiiialdi ,  ms^icigí  de  i|oiü:d0 
n]^eatras  mejores  actrices  modwnas  4oSa  Goi\cepoion:Rft«- 
^iguez ,  cuya  retirada  del  teatxo  siempre  laineqtinráii  ^loi 
apas^oi^dos  al  artq.  Mucha  parLa  de  sus  veqtaja3  49bj|^ 
la  señora  Rodríguez  á  las  indicaciones  de  su  esposo ,  j 
asi  podría  parecer  que.  García  Luna  hizo  muy  oien  en 
seguir  con  docilidad  el  dictamen  de  Grimaldi ,  probando  á 
brillar  en  la  comedia  de  costumbres  modernas ,  en  yez 
de  dedicarse  esclusivamente  al  drama  antiffuo.— -'Mas  en 
nuestra  opinión ,  aquel  consejo  no  debió  de  ser  enlera"*- 


9it 

peste. deñntereMo.  GnoMiUI  erti  luiíaionemprfí^íir. 
director  áA  teatro  del  Principe,  y  Tiendo  cuánto  cficarti 
leaban  los  buenos  actores,  formaría  iouizá  el  proyccU^.dé, 
ntilizar  el  talen^ ,  y  sobre  todo  el  celo  de  García  Liiaá»' 
aplicándole  i  diferentes  géneros.  La  prueba  le  salió  per- 
fectamente, pues  viendo  el  buen  éxito  de  la  Indulgeneiaf, 
desde  luego  calificó  al  nuevo  actor  como  primero ,  y  le 
ajustó  en  clase  de  tal  para  aq|uel  teatro.  En  él  siguió  des- 
empeñando las  principales  piezas  del  Repertorio  do  Alai-, 
qaez,  siempre  con  grande  aceptación,  pero  mas  espe^- 
cialmente  en  el  Ótelo ,  la  Numancia ,  Rey  valiente  y  j^sti'^ 
ciero,  y  e\  Pastelero  de  Madrigal. — ^En  esta  última  sobre 
todo  remedaba  tan  al.yivo  la  manera  de  Maiquez  que  ea. 
lUM  de  los  ensayos,  cierta  actriz  contemporánea  de  aquel 
no  podo  menos  de  adivinar  cual  e|*a  el  original  de  la  imi- 
ticion  que  procuraba  Luna,  y  así  se  lo  declaró ,  lastimáiH 
(bsede  que  persona  de  tan  buenas  disposiciones,  y  que. 
con  tal  atención  habia  estudiado  á  su  modelo,  no  hu))ie--^ 
le  tnJ)ájado  á  su  lado  y  bajo  su  dirección. 

Esta  es  la  anécdota ,  tal  cual  por  buen  conducto  nos 
ha  ñda  referida  ;  mas  por  nuestra  parte  creemos  deber, 
rectificar  dos  equivocaciones.  La  primera  es  la  que,  pue--' 
de  haber  padecido. el  señor  Luna,  mientras  haya  querido 
imitar  á  Maiquez ,  porque  esa  imitación  de  las  actitudes, 
los  modales,  las  entonaciones,  etc.^  degenera  siempre,  en, 
remedo  indefectiblemente  ,  y  el  remedo  en  las  artes  es. 
tan  mal  medio  de  adelantar  ,  como  bueno  es  la  iipila-, 
don  directa  y  acertada.  Lo  que  hay  que  imitar  s>n  los 
grandes  maestros  es  su  modo  de  estudiar  la  naturaleza, 
y  de  seguir,  por  decirlo  asi  sus  pasos.  No  siendo  posiblO: 
que  dos  homores  espresen  de  la  misma  manera  el,iuismo, 
afecto ,  porque  tal  es  la  prodigiosa  diversidad  de  nues^ 
tra  organización ,  la  acción  ó  cspresion  calcada  sobre  el 
mas  perfecto  modelo,  resultará  ridicula  en  la  copia.  £s— , 
to  adivinó  el  genio  del  gran  Maiquez  en  su  viaje  i  Fran-. 
eia :  no  vino  de  allá  imitando  á  Talma^  como  vulgák'mcu'-' 
te  se  cree^  no  :  lo  que  aprendió  do  Taima  fue  la  direc- 
ción que  daba  á  su  estudio ,  imitando  la  naturaleza.  Pero 

6 


MáKjttéil  MbÜ  ff  MbtftiW  Í0  Mti»  ^(^púfflk  fñdlilftldWV 
de  M  tálébto  cónSM;  áHKi  Mtés  de  haber  iáo  a  liarle; 
áqiid  viaje  no  á\b  pót  principal  fríilo  un  cambio  de  esti'* 
ItfiSh  el  actor,  slnt>  mudanias  muj  suitaitdalcá  6  impor^ 
taüteB  én  ,U  dispoBiCion;  del  teatro,  organización  de  laa 
ootitpaflíai  ,  prolijidad  y  rigor  de  los  eosajos,  niodo  de 
repartir  -y  eatodiar  loa  paflefes  ,7  otro  sin  n&mero  de  re- 
formad Aiie  á  Maiqdei^Jogirieróii  la  observación  y  esitt*- 
dio  dé  los  teatros  frafaccscs ,  los  cuales  eran  entonces, 
§tílk^  ahora,  j  serán  probablemente  siempre,  los  primeros 
del,  mundo. 

Que  el  señor  Garcia  Luna  hubi^  hecho  ¿randisimdi 
iáelantos  siendo  dirigido  por  Maiáúez ,  és  otra  cosa  á 
BliestrQ  ehtendef  básI^Me  problemíática.  Maiquet  no  én-^ 
tetidia  una  palabra  'dé  teoria  iíi  db'  arte ,  todo  eit  él  era 
ius^raeion  A  instinto ,  y  por  oónitoéuencia  tto  sabia  ense^ 


mtm»J9imM   mMMVLj\fm      m*vi\M\w     vi«^    £r«^>  »^w^«\^hi    \jík    v&     WPiiiuit«w«^  y    u^ji  ^^ 

todas  SUS  esplicaciones  estaban  reducidas  á  decir  ,'leiígua 
¿1  Sentido  de  su  btien  gusto  se  lo  dictaba  :  <ccso  está  mab- 
6  aeao'está  bien.» -^Semejante  sistema  no  puede  miirai's^ 
eonió  ensefianza  de  gran  provecho.  Los  actores  que  \&^ 
oíesen  bien  algunos  papeles  al  lado  del  maestro,  éeñan 
éotDfo  aquellos  cantantes  poco  Tersados  en  la  teoria  de  la 
fliásica ,  á  los  Cuales  llaman  los  italianos  oreehianti  ,■  por- 
que todo  lo  aprenden  al  oido  ,  sin  poder  estudiar  por  st 
mismos  tres  compases.  (1) 

Volviendo  á  nuestro  Luna,  advertiremos  que  de  está 
doctrina  que  dejamos  sentada  acerca  de  los  peligros  dé 
una  imitación  demasiado  servil ,  debió  de  penetrarse  ü 

(l)  Lo  ^tle  aqUI  sucínta^níe  apuntoiUos  aéorca  (!<;  Ulaí^ucz  lo 
dibemos  en  ¿rui  parle  á  niformes  v  relación  dé  naestro  utí¿b 
don  Joséide  la  ReyJUa,  que  á  mas  de  haber  al«;aiieado  ti^dovfa  ¿r»«ai 
busuos  JÁsiT^t^  ai  eminüfite  ^ctor ,  lia  rocctgido  con  íublii^aUe  diii- 
gencia.cuokiia»  noticias  le  l)a  Rido  posible  haber  Robre  ku  vida  y  car* 
rera,  Ibfmdndo  con  élLsrs  una  Interesante  y  cstcusa  Lki^grafla  que  á 
iUmm  da  abo/A  dsfie  á<s  hallarse  eu  prensa.    •  •  .  ii     • 


i! 


83 

mismo  mny  luego,  pues  pronto  se  apartó,  do  aquella  sen- 
djt,  y  se  formó  un  estilo  ptuuiliar  y  proiiio. 

Siguiendo  el  ya  citado  (■rimaldi  en  la  buena  opiutou 
que  de  este  actor  toiiia  ,  (Miando  tradujo  y  puso  on  esce- 
na el  drama  sentimental  titulado  ia  lluérfaua  dr  Uruae^ 
loi,  que  hizo  ra  Madrid  ^r^nde  efertt) ,  ij  sis  |ia  ropotido 
]i\fiDÍdad  de  veces,  le  deslinó  «le|dc  lue^o  el  |wipel  de  Wal-, 
fer;  panel  que  pu<)de  decirse  croado  |u>r  Luna,  y  con 
resultano  muy  M\t. 

En  1826  pasó  á  f^^rraar  parle  de  la  couipafiia  del  tea- 
tro de  la  Cruz.  Pertenecía  al  mismo  tiempo  áella  (larre- 
tero,  actor  justamente  estimado  del  púhüco ;  mas  á  pesar 
detener  que  luchar  con  esta-comp4)teri:iaf  continuó  Ciar- 
eULxuia  recibiendo  aplausos,  y  adquiriendo  major  re- 
potarioa  cada  dia.  . 

L/egó  asi  al  afio  de  18'i9,  y  viéndose  con  algunos  ahor- 
ros, fruto  de  sus  economías,  si^  lo.  avivó  el  deseo  de  rea- 
lizar un  proyecto,  que  de  mucho  tiempo  atrás  tenia  for- 
mado :  hacer  el  mismo  viaje  que  Mai(|uez  ,  y  con  igual 
objeto  ver  y  observaí;  los  teñiros  do  París ,  estuilíar  á 
los  actores  de  mas  uonibradia,  pra  hacer  á  su  vuelta 
aplicacioQ  racional  do  lo  bueno  (|uo  allí  aprendiesi\ 

I Y  hay  tanto  que  aprender  I  Ku  materia  de  teatros, 
sobre  todo  ;  no  bablo  de  actores,  ni  de  repvesenUriones* 
dramáticaB,  quien  no  haya  -esludo  on  París.  Allí  la  co- 
media antigua,  allí  la  comedía,  moderna  de.  costumbres, 
alU  el  drama  histórico,  el  sentimental ^l^^s  piiKecitas  li- 
geras de  bajo  cómico,  y  hasln  la  pantomima  y  la  farsa, 
se  llevan  &  un  grado  de  perfección  admir^ikble  y  descimo- 
cido  en  todos  los  demás  teatros.  Si  en  la  tragedia  na  son 
tan  cseelentcs ,  ó  no  nos  lo  parecen  i  \<>^  eslranjcros 
que  heoMM  llevado  allá  un  gusto  ya  formadp  eu  et»e.. gé- 
nero puramente  convencional,  no  se  orea  por  eso  (¡ue 
carecen  absolutamente  de  actores  trágicos «  y  á  falta  d&. 
otros,  bastaría  sola  para  sostonor  ol  cródito  nacional  la 
célebre  israelita  quo  nace  pocos  años  apareció  como  un 
meteoro  grillante ,  3Iadcmoisel,lc  Hachcl ,  á  (piieu  Uen^ios  , 
tenido  el  guita  d^  s4mirar  oa  (44}^  i^s.  priucipalo»  pieii^^ 


84 

del  teatro  de  Yoltaíre^  de  Gofaeille  y  de  Racine,  juzgán- 
dola »  8i  no  perfecta ,  como  lo  han  proclamado  panegiris- 
tas entusiastas ,  muy  cerca  á  lo  menos  de  merecer  ese 
dictado. 

Fue ,  pues ,  á  París  García  Luna  ,  7  quedó  asombra- 
do de  la  diferencia  de  aquellos  teatros  con  los  nuestros. 
Vio  que  allí  son  una  yerdadera  necesidad  para  el  pueblo^ 
un  alimento  del  espíritu  que  se  busca  con  tanto  afán  có« 
mo  el  pan  cotidiano  que  es  alimento  del  cuerpo.  Vio  á 
un  gobierno  ilustrado  auxiliando  con  mano  franca  á  los 
teatros  principales ,  y  poniendo  al  frente  de  ellos  comi-^ 
sariofl  inspectores  que  ios  dirijan  eq  mayor  pro  del  arte.  - 
Yió  á  unas  cámaras ,  que  aunque  compuestas  en  su  ma- 
yor parte  de  nobles  nueros  y  de  nuevos  propietarios ,  in«* ' 
diñados  por  naturaleza,  por  instinto  y  por  costumbre  á  . 
las  eoonomias,  al  paso  que  castigan  con  minuciosa  escru- 
pulosidad el  presupuesto  del  Estado,  rotan  propicios  las 
enormes  sumas  destinadas  á  la  »uhvencion  (que  asi  la  lia-' 
man)  de  los  teatros.  El  gobierno  conoce  que  el  teatro  es 
un  lugar  de  honesto  pasatiempo  ;  que  entretiene  proyé^ 
chosamente  al  pueblo  y  le  distrae  de  otras  perniciosns  di-  - 
yersiones ,  tales  como  el  juego  y  la  embriaguez ;  qua 
recrea  apaciblemente  el  ánimo,  aguza  el  ingenio,  con- 
mneye  el  corazón,  ejercita  la  sensibilidad,  adorna  el  en- 
tendimiento ,  y  pule  las  costumbres ,  dando  lecciones 
también  de  buen  lenguaje,  de  moral,  de  historia  y  de- 
conocimiento  del  mundo  y  de  los  hombres. — Las  cama— 
ras  por  su  parte  están  muy  bien  penetradas  de  que  el  di- 
nero empleado  en  sostener  el  teatro  y  fomentarle,  se  de- 
be considerar  como  un  gasto  seguramente  reproductiyo. 

La  afluencia  de  estranjeros  que  siempre  hay  en  Pa- 
rís,  so  debe  en  gran  parte  á  la  belleza  de  sus  espectácu- 
los ,  y  todo  buen  estadista  sabe  lo  mucho  que  gana  un 
pais  en  ser  frecuentado  por  los  estranjeros.  (1)  Ademas 

(1)    Solo  nosotros  los  independientes  españoles  seguimos  en  es* 

túpsrit  elilustrado  sistema  chino.  Patriota  hay  por  acá  quefquisie-' 

r^hfimitir  hatta  el  ehlo  una  marolla  it  bronce  mbtt  lasi  crestas-  de 


85 

¿quién  puede  calcular  las  artes  accesorias  que  viven  dal 
teatro  ,  y  la  muchedumbre  do  familias  que  con  sus  pro- 
ductos se  sosiicnen  mas  ó  menos  directamente?  Si  en  Es- 
pafia  se  publicase  la  estadística  de  este  ramo  en  solo  la 
ciadad  de  París ,  se  tendria  por  fabulosa  :  tal  es  el  pro*- 
digioso  número  de  autores,  editores,  impresores,  libre- 
ros ,  actores ,  figurantes  ,  comparsas ,  empicados ,  mah- 
quim'stas,  sastres,  peluqueros,  modistas,  guanteros,  la- 
pateros,  armeros,  mercaderes  de  muebles  j  de  telas, 
pintores,  pintadores^  compositores,  músicos,  cantantes, 
instrumentistas,  copistas,  faroleros,  cobradores,  acomo- 
dadores y  toda  clase  de  sirvientes,  y  por  último  hasta  los 
oflaudidores  fchaqueurfj  que  también  reciben  su  salario, 
iodo  esto  produce  q\  lujo  ,  la  grande  escala  con  que  alli 
están  establecidos  los  espectáculos  ,  dando  margen  á  un 
«o  flamero  de  oficios  y  profesiones  que  entre  nosotros 
se  arrastran  indigentes ,  ó  son  de  todo  punto  descono* 
cidos. 

Todo  lo  vio  y  notó  García  Luna  ,  fijando  principal- 
mente BU  atención  en  la  elevación  de  ideas ,  propia  de 
verdaderos  artistas,  de  los  cómicos  francesi'S.  En  el  amor 
á  80  arte,  en  el  estudio^  en  la  manera  de  profesarle,  son 
allí  casi  todos  lo  que  aquí  son  algunos,  harto  pocos.  Una 
instrucción  muy  variada  ,  modales  cultos ,  trato  de  gen- 
tes, conocimiento  del  mundo,  observación  atenta,  pro- 
funda, sagaz,  filosófica,  de  todas  las  clases  que  componen 
aquella  complexa  y  multiforme  sociedaa.  Así  lograb 
aquella  naturalidad  tan  desembarazada  ,  aquella  propie- 
dad tan  estremada  en  su  acción  y  ademanes ;  siendo  allí 
mucho  mas  difícil  figurarse  que  el  actor  que  se  está  vien- 
do no  es  soldado,  lacayo,  duque,  rey,  mercader  viejo 


los  Pirineos ,  y  que  nuestras  costas  fuesen  totalmente  inaccesibles; 
que  mira  con  sobre-cejo  ul  que  habla  inglés  ó  franc($s .  y  que  si  fUc- 
ra  gobierno  mandaría  poner  trampas  y  lazos  para  los  esti'anjeros  co- 
mo se  ponen  para  los  lobos,  zorras  y  garduñas.  Grande  y  scmi-bur- 
bara  es  la  aversión  de  los  ingleses  á  todo  lo  estranjero ,  pero  no  lle- 
ga á  la  nuestra  ni  eu  mucbof 


84 

del  teatro  de  Yoltaíre^  de  Goi'Eieille  y  de  Raciae,  joxc 
dola,  si  no  perfecta,  como  lo  han  proclamado  paneír 
tas  entusiastas ,  muy  cerca  á  lo  menos  de  merecei 
dictado. 

Fue ,  pues ,  á  París  García  Luna  ,  y  quedó  asoi- 
do  de  la  diferencia  de  aquellos  teatros  con  los  nue». 
Yió  que  allí  son  una  verdadera  necesidad  para  el  pu 
un  alimento  del  espíritu  que  se  busca  con  tanto  af^^.. 
mo  el  pan  cotidiano  que  es  alimento  del  cuerpo.  .^^ 
un  gobierno  ilustrado  auxiliando  con  mano  francr 
teatros  principales,  y  poniendo  al  frente  de  ello& 
sarios  inspectores  que  ios  dirijan  en  mayor  pro  d .  .^ 
Yió  á  unas  cámaras  ,  que  aunque  compuestas  en    "*' 
yor  parte  de  nobles  Hueros  y  de  nuevos  propietai      ^ 
diñados  por  naturaleza,  por  instinto  y  por  cost.  .  *^ 
las  eoonomias,  al  paso  que  castigan  con  mínucioi*.|;'^> 
pulosidad  el  presupuesto  del  Estado ,  votan  prOi  '^  o» 
enormes  sumas  destinadas  á  la  subvención  (que  ;  '^  < 
man)  de  los  teatros.  El  gobierno  conoce  que  el  _ 
un  lugar  de  honesto  pasatiempo  ;   que  entretiei  'Wq^ 
chosamente  al  pueblo  y  le  distrae  de  otras  pern:  '-%;.  ^ 
versiones,  tales  como  el  juego  y  la  embriag  ^^^m,^ 
recrea  apaciblemente  el  ánimo,  aguza  el  ingc^^'n^^ 
mueve  el  corazón,  ejercita  la  sensibilidad,  adtí^'';j|,/ 
tendimiento ,  y  pule  las  costumbres,  dando H^  . 
también  de  bueú  lenguaje ,  de  moral ,  de  hú^  «c,^ 
conocimiento  del  mundo  y  de  los  hombres.—^  ^ 
ras  por  su  parte  están  muy  bien  penetradas  d^^     " 
ñero  empleado  en  sostener  el  teatro  y  fomenfV:^ 
be  considerar  como  un  gasto  seguramente  re'*"* 

La  afluencia  de  estranjeros  que  siempre  » 
rís ,  se  debe  en  gran  parte  á  la  belleza  de  sn  \ 
los ,  y  todo  buen  estadista  sabe  lo  mucho  • 
pais  en  ser  frecuentado  por  los  estranjeros. 

(1)    Solo  nosotros  los  independientes  españoles  : 

ta  parte  el  ilustrado  sistema  chino.  Patriota  hay  poi 

r¿f  UrfiiU^r  bastíi  el  cielo  una  muralla  de  bronce  sob 


•.,,» 


tii  m-m  n»-  9  que 


h  airmfc».  ;  |W  aMw  tMi  Im 
■y  qm  lankin  RcaUa  M  Mhrlo, 
laja .  I*  ni  ■  lii  nnb  <w  ^«a  aJIl 
«^eetácnfa» .  diada  alllaii  i  |M 
j  fnUaáiaa  aM  «aira  aaMiInt 
«y  ¿loa  de  u4d  punte  ditraaa^ 

tfiareia  Laoa ,  Bjinda  priaKkd- 
li  alcTacion  de  ideu,  araw  d« 
Jh  cdoiioM  fniieaMw.  Ea  mmm 
B^  ao  la  mapcf »  da  prrfMwdn.  awa 
idaonalgoDoi,  berta  fa««.iW 
a  y  modaleí  ailia««  (aela  de  «ea- 
íHida,  obKrTjcMiBaleMe..ffi«- 
'm  rieiH  aar  enayaam 
mríadad.  jiaí  íw((m* 


gp ave <) aclori|aK k*:4au  i 


«6 

l^^iefttadiante calmra',  ((fue lo'^ft áqní  elhacehrse'lailúgiim 
"4el  personaje  fin^jldo  que  se  representa  tan  impropia, 
-t<>rpe  y  desatinadamenlc. 

^  •     Los  actores  franceses  acogieron  al  aeñoít  6arcia  Luqa 
con  cordialidad ,  ^bei^evolenda  y  finura  de  aTiisias »  y 
-dé  li^aoceses,  que  do  hay  sobre  la  tierra  pnebb*  Hias  ur- 
Ho^aAoy'á^^asajador  para  con  los  cstranjerosi  Queriendo 
d^ple  üri^lestimohio  público  de  .su  aprecio,  los  soeioi  i|fí 
'i^ito  francés  que  asi  se  llaman,  honráadose  por  pririlo- 
'gíb  toii  e!  iiimú' dKi'CÓmicúiordinaries  iilwey  ,  le  diri- 
-gíéTOtf  ut)a  atenta  'carta-(l)iáqi]e  eliseñpr  Luna  contettó 
'*eoíf'ólifepor  el  mismo  cstóta/  í  -     •    « - 
-<*'  ■  t^avcítiecido  ^si  ya  con  la  entrada  fraftcaá  aquel  te»«- 
Hifo  reduplicó  su  ahínco  encl  estudio  de-tan  buenos  mó- 
ldelos, fijándose  mas  principalmente- en  obiservar  á  Perlet 
'y  8amson.  Este  último  es  sin  disputa  uno  de  los  actores 
mtfs' distinguidos  de  París  pana  el  género  cómico  ,  y  que 
reúne  á  su  talento  natural  el  mas  profundo  cstu£o  de 
i^ii  arte."  Es:  dilioil  concebir  no  habiendo  visto  otra  cosa 
>jué  la  ác^ciou  grotdsca  y'caríealci  ooino  ídicen  los  italia<" 
^6ím\  de  4iuesfiroS'graciosovv^  bifaciUdadiCon-que  .9am- 
iOñ  édttjta  fo  i|ilá  de^su  auditorio  solamente  con  los  im«r 
peiic^tibles'tnoíiimientQSideda  fispnoaiiai  Su  voz  es  agria, 
ganjgask  y  desapacible,  pbroidci  tal -siu^ivto  la. maneja,  y 
4ati  partido 'sabe  sacar  de'SUB'variadbsáoflcxioñeBv  qua  lá 
haodiPervir^ppdeFOéamente'áJod  efcolóaiitUc vp^m'e  pnH> 
livc^r:,  y/á  .^es.ila:  palabra!  ibns  insinificante  arranpa 
p€)ir:-<s«i  iMto^aciotí  estieflilnsad?  oai^cápttás^i.Samsba  es 
Cambien  literato  y  poeta  láramátLco^  y  sd^dioeque  ba'  aidt> 
maestro  ir  direqtor  «do  lá  tvágieaijBaeá^L'  ■'■■.'•'' 

.    G¿^<ua  Luna. que  prof esb,. como  queda  diohe»  oaes** 
tros  mismos  principios  en  punto  á  la  diferencia  que  hay 

(1)  Aunque  los  periódicos  publicaron  osas  cartas',  al  Irgrcsó  del 
Interesado,  iponiamos  aqni  la  de  los*  cómicos  fránteséíl,  cotno  ixtt  tes- 
timonio de  la  Iiíidr£\  y  co:  Icsia  dé  aquellos  arlistás  y  al  mrsrho-tfém* 
po  como  un  documniiio  lionorifu'ó  pai:a«l  señor  García  Luiia.  Dice 
asi  tal  ctial  la  linU.imos  traducida  en  tín  períddico  de  Madrid : 
Comedia  francesa. — Junta  administrativa  ele.     "    *  '     • 


87 

entre  b  imiUcÍQi  y  el  remeció»  tomó  dq  tuf  modelof 
aquello  que  crejó  ad.-intable  ¿  lfk.o#fi:aii«  0{lpaO(>|««  y  i 
'  Ms  üuaUtUdua  pernonalv^»  :  y  hÍ|^Íi)iu|(»  ei^Uk  noruM  >  or- 
ludió  ios  .|Hi^lc>Ci^racU|rÍ)iiÍoaH  4^^  Mi,  U^,  4l  iV^Wo» 
ltfl<4Wife'A  /iiirAfro  y  ()Of9l0(irpHi  Mii^^nph^  y  mí  miifir,  y 
otros  varios.;..;  .  ,    •..  t         .       . 

Ui^rtii6^»r  últíiM  i  Madrid  mw]u>  antes  de  |o  quo 
m  d(*sei>  y  aliríuu  al  un^^düoili)  Ifuliioran  rQusouUdQ  ,  ai 
plr^s  raaoi)ti4  da  Qiuypr  poiio  mo  Im  liuJiíiMeii  bevlM>yiiiro«« 
uirar  U  vuolM  i»  »u  |>alr¡a« 

Modo  VU i|U0.ae./tt|^^us«4UwH) on PtiUeiool  //i^n  U»njM% 
dcauía  4a'cltiii  VA^uUipa  d^i.UuVoK*^!  y  Uaiii6  « (afirola  l«a^ 
i^i^i^va  que. W'.fji^ni^Aitf^'iii*  Muioa ceo la  iviufMiAia d« 
Wir«aW^iUuÍ!#.lpMtaM4W>i)liiPiiN-dí^  ^rotaKoniaU.  £1 
n>  futtd<>  .^lA  aoMiplaMÍ4f»-y<f<ii«t^Je  M()ibr4^  ipdtíi»Ur^  lio^ 
Horario  ,d^  il^.^AP¥i»¡Mto /oii  el  «sojM^ri^HlQri»  de  Afar>a£ríftt 
tina.  Jml^  ce^Mmpenia  Ím^  eaM  i>o  tAp  moJo  de  M  «iiArilo» 
fiilio  UMil>Í4i(iifde.  iiMicfii:aa  iioeprMsiw.  ]f:  porU^nVM  tuvo 

pnq^e  a»  grpaaA¡««iM|uel  üoauíuK  e«»  eM^etauxA» 

..  J)on  J[aA<t^mGapaaf!i^jf  P^  UinUí»  i^t<»rr4sera|i Ipaniaea^ 
Úmeiiiir/»j[)M^adi,M)v  vwi<iiV(ÍAilMlWrae  aml)^.w{ir«t 
flHw»  UH¡^^(i#n)ÍA  tuuA.iliriii^ip.  yi#0u»r«^  í^^hqm  la  c^h 
inania  4e  J^atüH  4(fí\ptlU^^^MH'mitfirpir0e^  disoordta. 
cuyo  ¿xllo  fu6  uiu  compitió  y  laii  á  salísfacri^  ^  la  aMn 
gtt^)4  pi?p(e^W:Mei»tAl|l|MfMMelMk»ilka  fipfMtrJ)ad<»ae  del 
wiWi,flV#'<?re4MM  HBtíi»A)|fliw^*ftra  ftüMf^rMr^  ei»  prort 
pía(|pjÍAl7MAeati;(^{aMpvr»)H9ierarJM,  ..i   i^      / 

Desde  esta  ¿poc4i  eu  adelante  fu6  creciend  >  )a  rppUtaT 

ciflH  d^Li.^f^^f  iÁ^'^dl  '^'^I^^M^HIIíaM^  fW  '^  creación  de 
m.imf^\wiiin.rif>'ÁÍvqíii  cj^/rf  drwa.de leateümla,  ca- 

WÍq  IM)r  el4vwf*íí.di^  ftÍFíw;  el  Je  ttui Guqiez de  Silya en 
el  llernanit  de  Víctor  lingo,  tradnccioii  da  D.  Eugenio 
d4:.Ucboa¿,o)^Á^,li*  l^oilaii  üíua  i\\\  (Júi  los  II,  de  I>*  An- 
touia  üil  y  ,?¿r>Us,.y  el.ckvl):.  «nríípifl  en  Ziofla  Ke/ía  rfa 

.  Vpr  úilMil^Qt  .«liivwfiflvlQre  .U*wrfe,;4e-  tiarcial^uaj,  a« 


88 

§tindéVRátún^  do  Scribe,  qae  tradujo  Larra  con  ti  titolo 
de  El'úrledec&nijnrar. 

Uno  de  nuestros  mejores  autores  dramiticiM ,  c|ueetf 
al  misimo  t¡em][^o  por  rara  coincidencia ,  critiqo  juicioso 
j  discreto,  dice  las  siguientes  palalnras  en  el  periMico  ti-^ 
tulado  El  Entreacto  de  28  de  abril  de  1839: 
'  ..i.'. «El  afamado  artista  francés  M.Samson  ea quien 
dcscmpéfía  en  Paris  el  papel  del  conde  de  Rantzau,  y  allí 
se  Iq  vi6  representar  nuestro  actor  D.  José  García  Luna.' 
Los  que  hayan  tenido  ocasión  de  ver  la  mejor  comedia  dé 
Scribe  en  la  capital  de  la  Francia  y  en  el  teatro  de  Ma« 
drid,  habrán  obserrado  cuánto  se  aproximan,  cómo  coin^ 
ciden  ambos  actores  en  el  modo  de  espresar  los  rasgos 
generales  y  carácter isticos  del  personaje  que'iroitan,  y  dé 

3ué  ftianera  se  separan  también  en  aquellos  pormenoreí 
eaecion  y  entonación  que  pertetlccea  al  gusto  pat^'^-^ 
lar  dé  eada  pais,  á  las  inflexiones  de  st»  lenguaje,  y 'á  loé 
medios  fisicos  con  que  cuenta  el  artista, 'A'slsépiíede  y  éé 
debe  ittjtar  á  un  actor:  lo  demás  es  reimodar,'t  quien  re  ¿ 
meda  afea-,  ridiculiza,  6  se  bace  ridículo:  El  papel'  dH 
conde  de  «Rantzatt  es  uñó*  de  aquellos  en  -  qM.  mas  Ivtte  la 
habilidad  idel  sefior  Gkl^iaLÚM,'  y'poi^  Mta  rácoii  M  M 
figura  en  el  retrato  tqpae.  répiirtínfios  á  'ñueetros  sOscriltfU 
res  con  este  número,  vestido  eoin  el -tiraje  qubusa'para'iffM 
presentarle.»  '  '  '»   ;    •  '    ' 

Nos*' oomplacettios  infltiito  en  ver  eoñfirAiíada  nncf8« 
tra  eritíeaí  'p6r  lafde  tUHi  pértioVia  de  tanto  conocifeiii^ntd 
del  teatro,  y  degusto  taúejésr^iladoicóilió' el  señor  Hai^tU 
leebbusch^      ■■'•     •'         ■"  '  ■    ''"  ■        •  -^    .  .    '  .-.'*: 

"  '  Diremos  entre  par^tesia  que^l  retrato  á  qtio''S(é  iW 
de  y  qdé  tefaTi\&-EVBinretíctf>,  eSlá  bastante  bien  éjectl^ 
tado.  y' representa  rniíy  al  viro  á  Gárcia'Lnfifa  eiisüfiao^ 
nomla  y  ademan. 

El  arte  de  con$ptrar  se  i»sin'n6  en  (íI  (rOlUeo  déla  (3ruí 
el  17d«^chero  delft^JS.  Todoít  fos   p^rfAdiros  hirleróH 

Í grandes  elogios  de  Éfu  ejvcuciot)  cMi'genér.íl,  y  en  partiKif^ 
hr  de^^e^tro  Ga)rciá  Liína'.  TAílefniía  Eipaflóla,  upo  de 
los  aiiifibli'qüe  m<;J<M^c^eroián  kt'lBirKica  por  aqtiél  tiempdi 


M  espreíalMi  de  eite  modo  en  su  número  del  25  del 
mismo  mee  hablando  de  la  primera  representación  de  esUi 
comedia. 

....  «Por  iortana  se  ha  reunido  también  en  ella  la  perfec« 

don  de  la  ejecución,  perfección  á  nuestro  entender  deseo* 

nocida  en  nuestra  escena  (IW  que  rccomicndaaltamentela 

diliracia  é  ilustración  del  dvcctor  de  ella» . .  •  •  (Sigue  tra- 

tsndoea  particular  de  cada  sctor,  y  luego  afiade :).... «Pero 

(|aien  se  na  formado  uns  reputación  verdadera*  una  cele* 

kridad  dramática»  es  el  actor  (¿arcia  Luna,  enol  dificilpa^ 

peldeBertraUdde  Rantiau.  Es  imposible  conc|}bir  con  mas 

verdad  U  ingeniosa  sutileaa,  la  atinada  malicia,  la  sangre 

liria,  la  apatente  j  desesperante  serenidad  del  (Arofunda 

tif\«aátioo ;  ea  imposible  dar  mas  espresion  á  sus  pala«- 

ms,  BMa  penetración  á  sus  miradas,  más  estudio  asna 

fastos  7  moYimiiNitos,  No,  el  mismo  SamsoPv  la  primer 

repMacion'del  teatro  francés,  á  quien  hemos  tenido  ni 

Gato  del  iver  estrenar  este  papel  el  año'  pasado ,  no  lo 
Ta  á  tikia  verdad  superior :..cpn  esto-  hemos  hecho  toda 
el-elof  ¡o  que  pmede  hacerse  del  sefior  García  Luna  »  ■ 
..  Coa  perdón  del  crítico^  nosotros,  que  también  hemos 
teftido  ¡d^nstat  de  ver  carias  Y4^ces  Itertrétid  éí  Raion  len 
el  teatro  iraMte»  creemos  mas  acertado  el  juicio  arriba 
ciludo.dtí  aeflWi.  Harttenbu'scii.^-^No  hay  comparación 
posiUn .entre  Samson  y  Gsr^cia  Luna,  sinp  en  ciertos  raa«i 
gof  .g^iierales:>jo  demás  el.uno  lo  ejecuta  á  la  ospafiéla, 
detro.sifoe.el.gnstof ranees,,  cada  ^%$l  saetí  partido  de 
sus propiaa  facultades,  y  mi^guiia  supera  al  .otro.  ]^ste 
tenemos  nosotros  por  mayoc  y  nia^  justo  elogio  del  lugélé 
de  nueatrai  historia.  ':..•» 

Sír  jen  apoQfO  de  nuestms'elogips  quisiéramos  preaéMar 
iníay<Hr,  .numero  de  testiiuo«áos  de  personas  autoriradas^ 
(ácil  nod  seria  documiDUtar,  por  decirlo  asi ,  estataotiScia 
hiográficfi  cíon  varias  cartas  dirigidas  al  softor  trardaiLunii 
felicitándole  por  el  buen  >  desempeílo  de  YialridSipapeles;' 


90 

dion  át  lafá  >d(r4ó1í'dOs  btiidré^  ;fa  citAdiM ,  Ibb  éeHores  élM 
que  de  Riyas,  y  D.  Mariano  Roca  de  Togores,  ett  qtté  M 
muéstruvi '  i^'ttttáiiléiito*  %afísÍB6(jhdd  de  te  i|[fa^te 'froe  ^ste 
aoU)r^itttÍ9  dr^lmeti  é:rita'd«t  i/i  Alvaro  fá^mñhMé^ 

'  Mutilada  seft^lá  ctiáttto  {>adieftá-  4eelf«i  éti  klffbmM 
del  ibérito  AHiiilióó  deOarciáLntitt,  ^'é9itfakifi4^nU  6d^ 
MRJha  duiattinet^s  hubíerfo  p^odtlci46  tM  Mld  «d  él  RtttMjjl 
¥«qd^ot^tt()s-^qttel  áed^  éil^eimibnlo  <pié>iimtd>  farafoMl 
gfor  iIm;  «(Í]^^ -dift^»íti<^é»  cfd  hdmhfiA  ^dcí^ttltiié^  ^Ih 
TactiDir  dfe  éd(iÍHítt.  Et^^éVitteÁdd  M<  iéfürrfcii  iilélts 
av(M  ií<lit»  ^tebáaf'fetí  ná^át^áfúio  de  áu  pr^ésknf)  -^  nM 
ha¿o<!pOf  lo  qtié  t»üdiérfi(ttiod  llatnair  él  daho'  4eí«M««-^cA 
qa^itiod^'iifieüdd  á  sus  ádelatífos'  y  fm^]é9upermmA94 
únmi^  fibriel^tnáyof  hi9«re  de  M  proféK$iott  sefli icapáif  df 
IiAcei-'oi  tiíton0t»'ka(5Hficio>  nlmtété  él^dIcMk)d««rtkMt) 
d1  qne-^ti  ttetnbre  sto' GfliQ  éotif  elogia,  til  qtra>á  hib  ditaMl 
fea  pfsÉBeuiado  ptir^lifiíbdéló.ti  >ida  dd  Gareíi  Ltthá# 
por  el  eotlii'álpio ,  ófr^é  i^M^o^^  ptMltii  'ike^'^ek^ 
efioni^lb-mf^  óUrte  élteénúlta  bá  iiido  éfn'éi^ iMfpi^iér  á 
tcrdr  (Aase  de  «Atfas  egéíátáft  é  dé  iftíét*A!Í>  ii^(Mmitli<W>íOt^ 
takiemo§  etttfjsiotí^  un'  ^jefftttto-á«i  tos  fta«rV*}MI»teBl' '>)  I » 
n-  En  183» s^  bálkbr  la^  «¿clifáMá'  llr  afiéim  klkdNMY 
enn  t«ti  McAs  l5b  etetticAiléá'fiífo  (pl«  ift^SdlBlatsU^ 
deiár^e Idcórf» podld <!¿fitMP,t y  lo»  ÉÚ(5^di'd«4iq;(l0it| 

eiit()h-eSAt4é  ié  á(t*et4é  á*^^ímc6rse  pcit^á  bAc(»ñr>o«f|f9 

escándalo  de  que  el  primer  teatro  d^  V^tM'Íd(Pl«>«Aftb 

gnkúfkíá9to  ^:fté«(M^«^ty  t«M<de|K)^taft -drattrtt)ckA''p#ifn 
tádb94e»:lo«  mtsdié^  Atfmphat^  ^  tttltífito.  (ÍFtmfo'LHtt#'l 
qaiíiiié^aqiA3l^tr  dóiidttfdoi  p2Mtl<$^'teatit)É^  4é  wiMwiá 
ceu' prM(WibiMé^  veilCajosas;  ño  -ptido'  ^ifr ^ifibHm>  p6s^ 
poner  al  interés  privado,  el  deseo  que  eficaznifiJQtC.l9.piilXr 
zaba  de  evitar  tamaSo  desdoro  i  la  capital  de  la  mpnw— 
rfaíá;  y  ábMáóúáúAoló  Yodo  /  se  dedicó  e8¿f^ÍLt§Ji^l!4ff,4t 


alfatifif  1m  bbiticn16»qaé  se  presentablin  para  tan  arries- 

Ella  «inprMfi.  Heuilió  ra  segaida  á  los  actores  qne  se  ha- 
ban  en  Madrid  sin  ajuste,  y  les  d¡A  parle  dr  sn  proycrlo 
de  formar  una  coinpAAia  para  el  Fríncipt'.  Olonráronle 
todos,  pero  no  dejaron  nuirhos  do  hacerle  presente  qno 
semejante  conipafíia  dificilmonle  podría  atrn(*r  las  mira- 
das del  páblico  fallando  en  ella  parles  lan  prineipnlcs 
como  los  soAnres  U.  Julián  Jtomea ,  1)  ('.arlos  Latorre, 
D.  Antonio  de  (iamian,  y  la  siempro  aplaudida  dona  Ma- 
tilde Diei.  «S¿  muy  bion,  contestó  nuestro  Luna,  síeni- 
preel  primero  á  reconocer  ol  mérilo  de  loa  demás,  y 
rieroprc  inaccesible  A  las  bajas  anfresliones  de  In  entidia, 
míe  esos  actores  que  ustedes  me  nombran  son  imponibles 
Ae  Templaxar ;  pero  sé  lambien  que  habiendo  entre  nofl- 
otroB decisión  y  celo,  eligiendo  funciones  de  cayo  des- 
empeño podamos  responder,  y  aplicándonos á  llevarlas  al 
{rraoo  do  perfección  posible^  |Midemois  contar  coii  .rer  e4>- 
roñados  nuestros  esfuerzos.» — Estas  y  otras  reflexiones 
semejantes  arribaron  de  decidir  á  sus  compaAeros,  y  de- 
positando todos  en  ét  su  coníianza^  pudo  llevar  á  cabo 
García  Ltina  su  proyecto,  poniendo  para  ello  en  juepub 
cuantos  resortes  ie  proporcionaron  sus  buenos  fimigos'  y 
numerosas  rcbciones,  y  arrostrando  disgustosiy  sinsabo- 
res do  todo  fi^nero.  El  éxito  correspondió  al  iin  á  tamos 
afanes:  abrióse  el  teatro  el  39  de  Abril,  y  desde  aquel  día 
hasta  la terminacíion  del  año  cómico,  ni. un  solo i  desaire 
Sufrió  del  póblico  la  iníprovisada  compañía.  Lejos  de  eso 
hubo  funciones  quelinvioron  un  éiitb-  brillantlBÍuio,iy  la 
ináyor  nroélM  os  U  qoe  arrojan»,  ios  guarismos,  siempre 
imparcfalleSv'tfoir'lM  cuentas -dbiln;  empresa  hemos  visto 
acreditado  que  las  entradas^  ascendieroiiá  mas  do  milloii 
y  medio  de  realeSfi  ■  •  :        .«•   - 1  i.  ;    '    . 

Respecto  á'nuestro  Luna«  das  psteKas  que  inas aplausos 
le  yalieron  fueron*  las  :4e  Hl  médico  y  la  kuérfana.^^Ei 
eofsdé  D.  Julian.'^Sl  ^apatfroy^  ^tí^rey,  primera  parte^-^. 
y  otras  yarias.-  •  ■■  "     ••■•»;:.■  ■    •  .  '•■ 

'  Mas  no  pOdiásn  tialod  dejar  de  resentirse  de  la  coñii» 
ntaá  faena  á  -que^Je  oUigab¿tfa  difeodoiik  de  la  coiB^ft\SL^ 


92 

de  la  empresa;  enfermó  en  efecto,  y  los  médicos  le  orde- 
naron que  renunciase  á  un  género  de  yida  qae  le  propOF 
cionaba  no  solo  trabajo  con  exceso,  sino  amargos  disgaft 
tos.  Entonces  fué  cuando  se  decidió  á  admitir  las  propo- 
siciones que  se  le  hicieron  para  Barcelona,  y  por  despedid 
ejecutó  El  campanero  de  san  Pablo:  en  esta  represen- 
tación le  dio  el  público  madrileño  las  mas  inequívoca 
pruebas  del  aprecio  en  que  siempre  le  ha  tenido,  yie 
toreándole  repetidas  veces,  y  arrojándole  varias  corona 
que  le  llenaron  de  intima  satisfacción  y  regocijo. 

No  seguiremos  paso  á  paso  al  señor  García  Luna  ei 
el  resto  de  su  carrera  escénica,  porque  nuestra  relacÍM 

fjecaria  de  monótona:  en  la  capital  de  Cataluña  recibid 
as  mismas  pruebas  de  aprecio  .que  tan  repetidamente  i 
habla  dado  el  público  de  Madrid,  las  mismas  de  que  hai 
;.sidó  también  testigos  los  teatros  de  Sevilla,  Cádiz  y  Yar* 
lencia.  Esta  reputación  constante  y  sólidamente  establer 
cida  por  la  continuada  serie  de  tantos  años,  demuestra  ei 
nuestro  -sentir,  incontestablemente ,  que  el  mérito  atrir 
buido  á  un  actor  dramático  es  real  y  positivo.  Se  vé  cor 
.frecuencia  que  el  público  llevado  del  atractivo  de  la  no- 
.vedad,'  aplaude  con  entusiasmo  á  tal  ó  cual  actor  que.a^ 
presenta  por  primera  yez  con  ciertas  apariencias  de  feli-r 
:ces  diaposiciones;  pero  desmentidas  estas  en  las  represeor 
;tiacione8  sucesivas,  á  destruido  el  casual  efecto  de  la  prir 
mera  im{üresion ,  ó  llamada  la  atención  báciia  otro  objetd 
^por  él  instable  capricho  de  la  moda ,  el  aplauso  se  torM 
An  friaUad,  y  la  frialdad  quizá  en  desvío  y  disfavor  é^, 
dairado^  Con  García  Luna- no  ha  sucedido,  aada  de  eMo; 
jamás  ha-récibido  del  públíeo,  ni  duraatecciones  ni  e^pdaxtr 
gos. desengaños;  Coandoren  la  reproducción  de  las  bellas 
obras  de  nuestro  teatro  antiguo  ha  tenido  que  luchar  con 
las  dificultades  que  ofrecen  paractéres  y  acciones  que  no 
son  de  nuestra  época  ai  de  nuestras  costumbres,  9Íen»r 
pre  ha  salido  victorío^y'aun  en*  el  tiempo  en  que  omqmi 
arriba  dijimos  estaban  todavía  recientes  los  recuerdps  y 
la'  tradiccion  del  célebre  Maiquez.  Invadió  después  ln  es-^ 
ffioa.ijqpadola  el  deaeo&)énado»,roaiáatic»si)(|04  j.  fWP9lgf^ 


9HÍ 
Lvtt  lejo»  de  Tolferle  h  aipaMat  m  apoderó)  de  nit  mas 
descabellados  dramas  sin  que  por  eso  naufragara  su  re«»!i 
putacion. 

Las  disputas  lilcrarias  á  que  dio  lugar  la  irrupción  de 
esta  nueira  doctrina,  sobreestar  ya  decididas  por  la  recta 
razón  en  pro  de  la  bondad  'relativa  de   cada  escuela, 
sin  que  á  favor  de  su  bandera  pasen  las  exageraciones 
ridiculas  de  unos,  ni  las  insípidas  frialdades  de  otros,  no 
son  propias  de  esta  biografía.  Sin  embargo,  no  podemos  . 
menos  de  indicar  aquí,  porque  asi  cumple  á  nuestro  pro- 
pósito, que  no  hay  tal  identidad,  como  algunos  quieren  . 
suponer,  entre  el  drama  de  Calderón  ó  de  los  demás  au^  ■. 
lores  que  á  su  lado  pueden  clnsiiicarse ,  y  el  moderno 
iM\o-^ma  francés  á  la  Víctor  Hugo.  Si  entro  unos  y 
otros  bay  el  punto  de  comparación  de  que  no  se  sujetaron  > 
i  /as  uDidades  clásicas,  ni  se  acordaron  de  los  preceptos « 
aristotélicos  para  maldita  de  Dios  la  cosa ,  hay  también  la 
enorme  diferencia  de  que  el  amor  y  el  honor  caballerea- . 
eos  fueron  casi  los  únicos  resortes  de  los  unos ,  al  paso 
que  los  otros  se  dedicaron  á  conmover  al  espectador  con 
la  representación  de  los  mas  horrendos  crímenes,  y  á  pre- . 
sentar  en  la  escena  todos  los  linajes  de  muertes,  cono^; 
cidos  desde  la  sutil  ponzoña  del  vino  de  Siracusa,  hasta  el 
hacha  con  que  segó  la  garganta  de  Catalina  lioward  su 
amante  verdugo. 

Estas  diferencias  son  á  nuestro  parecer  sobradamente 
esenciales  para  juzgar  del  mérito  y  estudio  de  un  actor, 
que  como  García  Luna  sabe  granjearse  aplausos  en  loa» 
papeles  de  García  del  Castañar  y  del  Padre  Frailan  DiaXf 
eüRey  valiente  y  justiciero:  no  menos  que  en  el  Walter 
de  JLa  Huérfana  de  Bruselas. 

Al  lado  do  tan  opuestos  caracteres ,  y  del  de  Bertrand 
de  RaníxaUf  que  no  tiene  con  los  antedichos  el  menor  punto 
de  contacto,  le  vemos  ejecutar  piececitas  cómicas  por  el 
estilo  de  Retascon^  Mi  iio  el  jar  abado  ^  El  dia  mas  felist' 
de  la  vida f  y  Trapisondas  vor  bondad — y  siempre  con  ge- 
neral aplauso,  siempre  aojando  al  público  enteramente 
eomj^cido. 


■  Ki¿Se  dirJ»  tal  res  que  eio  b^s  Ueü  es  debido  á  1a  brir 
Uanteai'^ke  los  papeles  mismos  qoe  ha  desempeñado? 

— No,  porque  en  primer  lugar,  no  hay  papel  baeO 
que  nOi pueda  echar  á  pearder  untador  maloy  y  ademas 
nadie  ignora  la  docilidad  con  "que  García  Luna  se  ha.  pres- 
tado siempre  á  desempeñar  papeles  secundarios  que  otros 
actores  desdeñan  con  altaneriaif  y  que  asi  h»  oontriboido 
machas  vecesal  buen^xito  de  dramas,  que  ó  no  le  hubieran 
tenido  repartidos  de  otra  manera,  ó  acaso  no  se  hubieras 

{podido  representar  absolutamente.  Mas  de  cuatro  actones 
Oiban  quedado  obligados  por  esta  condescendencia »  en 
estremo  meritoria,  para  quien  conoce  un  poco  las  quisv 
qoiliai  ^7  nvaiidades  de  entre  bastidores. 

'  No  concluiremos  esta  noticia  biográfica  sin  hacer  meat 
cioni^e  otras  honras  coa  qu&Jia  sido  {distinguido  el  se- 
ñor-García Luha.  Mas  de  una  vez  el  gobierno  se  ha  i^r- 
lido  de  sus  conocimientos  paca  mfovfaies  y  comisiones  re*: 
latidos  al  arreglo  ó  mejor  dirección  de  nuestros  teatros: 
comisiones  cay  a  existencia  nababrian  sospechado  la  ma- 
yor parte  de  nuestros  lectores,  yiendo  lo  abandonado  .que 
este  ramo  continúa-^  y  continuará  sin  duda  por  mucha 
tiempa.  Pero  es'  sabido  que  eu  España  nombramiento  de 
domisiofi  de  arreglo ,  y  perpetuación  del  desarreglo,  soa 
sinónimos,  i 

La  Sociedad  Arqueológica  matritense  y  general  de  £s« 
paña  y  sUs  colonias,  también  >  ha  honrado  ai.  señor  Garcia 
Lona,  nombrándole  individuo- de  su  seno  en  representa" 
oicm  de  los  artistas  actores,  cuando  falleció  D.  Pedro  Gon- 
zález Mate. 

• .  Por  último,  D.  José  García  Luna,  que  como  artista  S0 
ha  formado  una  reputación  en  España,  como  hombre  prir 
iada  ha  merecido  también  el  aprecio  general,  y  adquiri- 
do gran  número  de  amigos  entre  los  cuales  se  cuentan 
personas  muy  distinguidas.  Autores  y  actores^  literatos  y 
criticos,  personajes  de  la  coree,  individuos  de.  la  grandeza 
y  de  la  clase  medía;  de  todos  hay  en  el  largo  catálogo  de 
sus  apasionados  y  favprecedores:  qae  tal  es  el  buen  cofrrr 
cejf>to  que  le  han  granjeado  su  mérito  artistici»,  aua  jk^ 


95 

tildes priradas,  sa  honradez  7  buena  conducta,  y  aquel 
trato  afable ,  ingenuo  y  franco  que  descubre  un  cora- 
zón sencillo,  ajeno  ala  influencia  de  la  vanidad  y  del 
orgullo. 

Guando  escribimos  estas  lineas,  está  preparando  su 
YÍa]e  para  Seyilla,  en  cuyo  teatro  se  propone  concluir  con 
sola  esta  temporada  una  larga  carrera  en  que  ya  ha  pisa- 
do bastantes  abrojos  para  fatigarle  de  ella ,  y  cogido  tam- 
bién bastantes  flores  y  laureles  conque  tejerse  la  inmarce- 
iíble  corona  del  aplauso  público,  noble  objeto  de  la  am- 
bición de  todo  artista. 


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IMjÜ.r.  ■ 

.I.U.1;.:  li.p    >:..iljjíü  aüflo  y;  atiiii  „„ ,  .,I,Ííij,i^„k 

«lO'.V,. 

-ti  ..ui,-.í..  tjUa.|  1,11  ,  ú>,thb.¡í¡i>  l,Kh'.hoi  hf  .,,¡111 

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■,-ij  i.'  ;,  c-ioii-,i  SH  mmm  ntaai-uhiu.,  m.-nj 

■•"''■■" 

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illrf:;. 

.,   ■.■r.}bh.'.:   :''.  >.  Mbw-'^l*  fi;Mlf'    -    ¡oi   v;  ^.  ■,- 

La  biogtaiía  de  esto  [tcrsouajc  ,  ^or  su  amor  al  retiro 
Mía  oscuridad,  no  Lanpoapcido  comp, debiera  serlo, 
>í?ece  el  major  ¡iilefés  y, un  (ibjüto  d^  estudio  ,  ya  por 
*  severidad  desús  costunajir):^  ,  ya  por  la'diversidád  de 
»Docimteulos.  qu«  cültjy^  ,.y  y^,  en  fin,  por  la  impor- 
Ancia  de  los  principios  y  doctniías  que  sustenlS,  tanto 
m  púatos  litecaríos  ,  coinorf^ii.iQa^lcrias  políticas  y  adoií- 
lislrutiv^s.  Se  liace  májy^.^aquella  import^tiicia  cuando 
lespue&deka^erpasadflsú  primera  juv%p^üd'en  el  culto 
ifl  l&s  mus^^  (;plre  las  pías  gratas  ilusiones ,  j  i?.n  el 
trato ial^OiyaipGUO  (le  los'ámrcos  do  toJa  su  vida;  des- 
|ines  de^iuireccr  su  ^ói^bi^e  en{a  hermosa  Sevilla  ,  aso- 
lado al  oeJps  r,e^tfti|radi;íi'es  de  la  boena  píje'sía  ,  y  de 
ffiio  gétiero  de.  literatura  en  aquella  ciudad,  S'e  té  \ó  sc- 
Ifñr,  finia  invasioa  de  la.p^uipsillapor  las  Iropas  fran- 
«HM».;,Í4  íoho[tiLCl?;  qUe  cpejó  ,l^«JÍ£i,dá  póí:  tina  necesidad 
•Bffiíisütíe^o  j,por;el  ij(í^¿jyjiiísai(í  4¿íjpítis¿:  siendo  ,4es- 


98 

Eaes  en  los  dias  de  la  desgracia  y  de  la  proscripción  sa- 
io  y  elocuente  defensor  de  sus  compañeros  de  infortu- 
nio ,  y  habiendo  conseguido  la  dificil  gloria  de  que  sus 
poderosas  palabras  fijasen  las  ideas  de  algunos,  ó  pro- 
dujesen un  cambio  en  la  opinión  de  otros,  con  tal  de  que 
todos  se  hallasen  dotados  de  honradez  é  ilustración. 

Si  aquellas  circunstancias  no  despiertan  ya  sentimien- 
tos de  odio  y  de  rencor  sino  en  el  corazón  de  algunos 
hombres ,  aunque  bien  pocos  9  en  quienes  son  inestingui- 
bles  las  pasiones  que  engendra  el  ciego  espíritu  de  par- 
tido ,  y  que  fomentan  la  envidia  literaria ,  y  la  superio- 
ridad del  mérito  y  de  la  yirtud;  si  aquella  primera  ludii 
de  partidos ,  si  aquella  primera  persecución  carece  yt 
para  muchos  de  interés ,  porque  desgraciadamente  se  han 
sustituido  con  otras  y  otras  muchas,  que  agitan  cada  yez 
mas  la  sociedad  española  ;  no  puede  menos  de  ser  en  es* 
tremo  importante  cuanto  se  refiera  al  influjo  que  tuyo, 
y  cooperación  que  prestó  al  sistema  de  gobierno  adop^ 
tado  á  la  muerte  del  augusto  padre  de  nuestra  Reina; 
cooperación  é  influjo  debidos  á  la  amistad  y  confianza 
con  que  le  honraba  el  eminente  hombre  de  estado  ,  ^e 
en  sitüIsicion.W  céltica  y  dificil  tenia  cni'  sild  itiÁ^os  há- 
biles y  róbü^taá*  lás  riendks^dél  gobieriÍ6^;'oeo]^erá¿iqáé 
influjo  qué  '¿rjéstadol^  p6t"  htf  intimo  conVcíficimieúlx^^'j 
por  un  acénuradó  l^átlriotisiUíd',  ir  (jüe'  siendo*  una'  fscuii- 
eüencia  de  lás'opinióiíé^^^áe  háBian  ftisfpií^ká^  al-Sr;  (Rui- 
noso costosas  esperriéíicias ,  áníai^gog  desen^fios  y^j^ró- 
(undas  meditaciones,  se  ed^ifcaii' por  doctritos  y  razona 
que  los  hechos  posteriores  hátk  acreditado  cada  yez  mas* 
|iero  que  hasta  ahora  no  han^i^db  debidan&é^te'  esptaestMi 

I  Jorqué  el  furor  de  los  partidos" jr  la  confusa 'gritería^ 
ás.pasiones  cerraban  los  oídos  á  la  yoz  süáyé'^  la  raxon. 
'  Ta  desde  luego  se  descubre  .'^é  en  estos  ligaros  apun- 
tes, dictados  por  la  amistad  y  él  reconocimiento,  y'á  cu^a 
rei^áccipn  jpre^idén  la  mas  iínpalrcial  justicia^y  ^  juioio 
mas  séyiérb  y  deberá  encontrarse  algo  mas  que  la  histfiria 
de  los  pensamientos  aislados  -  de  un  profundo  publid^, 
¿fe  un  4sciHór  éorrecto'y  éliéü^fé ,  de  un.  emiiteirte  pcie- 


99 

la.  Las  opiniones  del  Sr.  Reinóse »  en  las  dos  épocas  que 
dejamos  indicadas ,  han  sido  unas ,  fundadas  en  Jos  prin- 
cipios mas  inconcusos  de  la  filosofía ,  robustecidos  por 
las  lecciones  de  la  historia  y  por  la  autoridad  de  los  mas 
ÜQstrcs  escritores ;  otras «  confirmadas  por  hechos  suco- 
sitos  j  por  nna  espcriencia  dolorosa ,  mostrando  ser  el 
tirmino  do  la  reacción ,  tanto  mas  segura  cuanto  mas  len- 
ta, que  se  realiza  en  el  seno  de  una  sociedad  tan  con- 
turbada. En  unas  y  otras,  grandes  intereses,  clases  nu- 
aerosas ,  instintos  profundos  t  hábitos  arraigados  y  en- 
vejecidos han  dado  boga  y  celebridad  á  unas  doctrinas, 
Chan  adoptado  y  profesado  los  hombres  mas  distinguí- 
de  la  Europa  culta. 

Hace  ya  algunos  ailos  que  la  narración  de  los  estu- 
iasñ  del  Sr.  Reinoso ,  el  atan  continuo  con  que  bebía  en 
lu/oeates  de  la  literatura  griega  y  latina,  y  el  esmero 
de  fQ  locución ,  tanto  prosaica  como  poética ,  habría 
ofrecido  una  verdadera  singularidad ,  si  se  comparaban 
eitas  circanstancias  con  las-  que  nos  presentan  los  hom-* 
brts  que  han  hecho  su  educación  literaria  en  los  prime- 
fas  iftos  del  presento  siglo.  En  nuestra  edad  hemos  asis- 
tido al  funeral  de  una  lilwátura  y  al  nacimiento  do  otra, 
foe  ni  en  el  fondo-  ni  en  lA  esprésion  guardan  entre  ú 
■oflha  analogia.  Este  etipeotáculó  es  por  cierto  curioso  é 
iftieresante, ' porque  no  solo  nos  presenta  nna  dirérsidád 
marcada  eafNla-filosofiá,  «&' el  lenguaje,  y  en  dplan  J 
enractarade  latobrus,  sfaio  que  hasta  de  orrersá  litakíe- 
la  so  hacen  |io;t-hM  eAridtosde  literatura  de  como  se  ha« 
nm  en  el  vltiMo  tercio  del  slgto'-atiterior ;  de  diters£ 
manara  le  estudian  tambieki"h6y  los' prihctMOf  y  reglas 
M  arle ,  y  loa  modelos  que"  M  ^it>éiieido'  él  jy^éttinr  ^  dua 
isBorlalea' autores.  Esta diferAttiaUVi  cWñioléHliii  no  pue«< 
de  menos  de  .dar  jfttertil  Ms  pórméínorés- qué*  eotopren-^ 
den^eatoa  apuniél  ,•  aeerén  de  fes  esttkdios  tiUicos  del  se^ 
ier  BeiMso>  de  las  doctrináis  de  «h  escuela  litérarid» 
iae  practica  como  éseritor>y  <noetd^  y  qtte '  éMefió  desde 
u  citedra  como  profesor  de  numanidam't  J  tlblá  Aca- 
dmiay  en  q^tmdMéií  Ms  «(Aíijiádierw'de  étf  jut^luA, 


m 

ÍVi,y4^  oqn  Qitoft  tAUJla  i^rlei^onL:  )sL  r  Qiltabl^cuoieMd  del  ¡güsit ; 
tOiftifc  l*,UürtrAc|fi^  ¿Qfi^pítal  do;  A,pdalu4j(a ,  y  ctt  .lá  form^-H: 
ci^QP  4<^li:|^aiJ[)6tCi^lan,(|UjK.()ii  ndo.  de.lq^iiutaircj»,  que«^< 
i\^^i]ra  ed^id  l^n  ^riYi^  dQ>mode;lo!&,.l)«,obtcmdoTa^lQrl 
riát^^qup  1a,)ba][9i^  fij^guiíd^»  ,tQs  inge9Í08  mas,  ^bresaUien^; 
tp?'ijj^^'4fl.q^<^b^l[^.sídí(>,ii;Ql(;brf^dade.iodoiJiw  sal^ios  por 
s]](,miiceí  pQéybi;^,.  j,jK)r,lA.d^UcAdc;Ea,y.eaco0ÍmíeQto  déi 

Al  mas  intimo  de  suB  awgo^ti  á  .quian  amaba. don) 
cariño  mas  (juc  de  hcnpQuiH^  ^^  30  bnbia  encomendado  por* 
los  depositarios  de  su  última .  voluntad ,  la  narración  fiel 
y  ^cab^s^  de  una  vida  tan  útil  y  laboriosa.  <Nadio  mas  á 
propósito  que  aquel  ilustre  escritor  qiie  narticipaba  de- 
tpdQs,  si;^f  ipens^poiifmtpsri  yicqnquieo  consijkaba  todos  sus 
pr^yecuís .literarios  para  darnos  á  conocer/Ja. historia  de 
¿Vquellof»  y  para  c^iracteri^nr^el  mérito, de  áusiobras.  Este 
tpa^f^Q  nada  babria.  dejad<^  quei  desear;  y.  hubiera  sido 
^iilfitraió  de  Alejandro;  .Ufazado  por. la  mano  del  .grande 
Apelésv!Pero  después  de  ;haber.  trascurrida  jnas  de  4oe> 
añp^i^e  la  u^uorrtQ  det!Si?»i]^einoso  ,  aUn^ao-  ló  permite! 
el|Í9lo^ji.quQ,el,tiempp.yi  \a  edad  agravan  eada  dia.yoo»»: 
tr^r.svi.es|MriMi  parq.  cpordinar  becbos^iy  (recordar  ciiH 
q)^n^|fgDü9Í9i^.quQ  lle^affWltm  Q0rpzoü.do!amatgura  y.die»r» 
S9li9^9Q«..  Up  jóvé^,  ;tani!^ilp,iü^lkídta.i^i()iii2oi  elegante. 


^>?¥^í4Í^^JlH  PVW4i6^Wlílfirt^o<j  /espemri»;.|íieto  qaoi.aó> 
¥tif9flk  9odi&4ogf7p^.(basift(|al^M,^  .giHtvkOS'ycoidadoa.ip 
P9C  W^m^fW^AÜ^^  ««t)QA<^  JR^mMaseifen  esieicaiidi 

^r»iVííW*í»nH?W^^fíl98iíi«rt  í^flwr«ftiíl0ÍH')te*4r«raA 
tg«#PtfvflB¿Mtft»íflMliñ^^  ,,  ftwnUf i  su  memo^ 

WiXf!pH^^lV'íW^'i»P  SRiíttftirtfvJíí  w*rta  .do^tó-ijarti* 


I  'ntijfl/'.'V  HualíaÜ'jdftnu-atirt's'  ¡i  li'ná  íWiTí^sIrn'cÍY 
I"en.il(jtt4:ln ViiifáH^nn  cl'w^.mliri;  Ai^V'hoLV  ntlr  dó 
b'ttilfc.  'píffrón'  S  ^íis'hljos'  nhji  iti'p^'iifRV'iíádiiríítii  ;  '>  el 
D::FMix'si'¿áT6'<lós'dtf  hlñtj  fá  rárrcrn  Av  li)'s  t'sfildiits,  "¡iof 
wsfcBws'aísrJítsítitíhos'tftíiJ  iípS'di-  >ílii'v  liíi-'gp  aniilii'lh- 
W':is)'tDUó'cr'kl,'ldrl'|irlvMlstl<<tl'|>«r'tli'<!llAI>ciniip!iWl- 
rtl»VOlvdro.ciak  a»  L*'cil'c-y«S)iitu!lS'.fli''WrW's|l(,MM 
«n  «Mi^nilíiUais  'aiftU:  ■ílúi'fnii  ^iW  v'oMMh.l  W'KK' 

Mcwaia/irií'síioii  Hív  n..r«riwii'':w'ftAicliiii''Jí 

m- ■" -■  ' 

M 

iM' 

láUt  ^'M  .TYiíMáMo  Wrnto :  p< 

SM  ;  y  iiar  sU  Míid  +  rímniíM''*' 

Hblado  Ijdll  ciiilsliUn'dél  gnstri  V'^tmWii  ;illMtiK,cíí3 
«írimaH»  'S 'Itó  dtfii  Wlgtifií'MH',itI^  Idf  »ViiV)l*»,l 

Ik^M'nMBÍltl'ch'  áltlicillli  AdoW  Un  'iliá|;fflliiis  MmV,' 
nUtbi'i'tlo'tiblllil'II^Jkrilc'Wilial'  diln  jlárr^"  (f  lilo  l«í 
■atores  de  pura  l^itinidad,  que  i'n.stis  iininl'i'Aa  atliV.I^^- 
Ma  jmhísW>h  tWi  MAiibft/raaMo  Am^MWtucnus  Vsf  eU 
KM  dcVaillU  XVI..EIIMi'tilfAi^a!l'lril(lfás,  óUo  Á'lw-' 
düilniíeliilS'yücM  l?n'lá^;hdvaá  de'di'^rii'^M  <ia<:U  péfnii-' 
titMitt^  tltH-Hfi'QKiYtVSlWiHíiri^ifé^Klüdlh,  <^ie linciljí'sm' 
MiloíTila'i  JUiJcandH  '«Ifl*  rfbrío  J  sóljí;  oSíe  és(ud¡<j' 
á'^le  bfa^aof^ii  tin  'f^tlb  n^tíciitfl ,  iíjiib  seVvl.i,,'s1n' 
eiíWfíii'.'a*  pttJjiW  tirtiipo  twrí  drt^hlWuW'i:  pílte'iiltá|-'' 
no  t^alo,  pora  formarlo Srtci*!iíViirti{'htp'.'  nBráreytStíirfí-" 
hy  nníjoriirld :  l«  (liifla  hiAUIadn  de  ,M¿uHW  dr  iís  'Muí-, 

GicTOí  deiHiíVfHlilad.'^bnUil);  'A1lki't*t.iífi"0íjM' 
■rii  RoMíli  y  I>¡  Jínf'MaflnBlkiiHÍ.  í'ai^irflcC ílfr 
oltoilmes  adí^ahthdóS'í'n'  lA  chrVira'dc  tas  l^fras  Utíiirá^'' 
MsVfbiiio  I).'  Matoél  MaKii  lih'ArJoiiá.  Víia  atóslalríiÜ'- 
Üma  y  »irtP(*F« ';  uftis'  fnlsniHa  ñii'liuaj'íoiii'a ,  j  lii  'a^ut-nl-' 
dadilelrntn  ípteA'rtisi  tfidoS  dhtinfebiii',  dattá  riia^  í/iHi"" 
i*«  t  «IBWIi»»';  y  liíkiá- líiisi  ««MlyípHfíMisáS  lis 
plitKM  dü  «l«i('j»Wn*,  *>K(«»i)i  HWÍl'ÍlWAl''t4i4"tifS' 


102 

diente  de  la  sabiduría  y  de  la  gloria  literaria.  Áqnl  se  iMh  ■ 
liaban  concentrados  todos  los  goces  del  joven  neinosot  ■ 
despnes  de  cumplir  con  nn  religioso  respeto  las  obliga*  i 
clones  de  su  estado,  y  de  atender  con  particular  prae-  i 
rencia  á  los  estudios  que  debian  servirle  como  de  prepa^  ^ 
ración  para  el  santo  ministerio  á  que  aspiraba.  Gomo  al  ^ 
cidtivo  de  las  letras  humanas ,  que  tanto  recrean  y  do-*  i, 
minan  la  imaginación  lozana  de  los  jóvenes,  y  la  coma-  | 
nicaciop  y  comercio  literario  que  lo  ejstrecfaiaban  con  sos  ^ 
amigos  y  compañeros  de  estudios »  formaban  todos  su   | 

Iilacores  y  sus  únicas  delicias ,  corrían  sus  dias  tranqQH  |. 
os  y  serenos ,  desarrollándose  su  imaginación  al  mis-  | 
mo  tiempo  que  su  gusto  literario »  formándose  su  ra*  | 
zon  exenta  de  la  tiranía  de  las  pasiones  perniciosas^  ^ 
contrayendo  los  hábitos  de  las  costumbres  inocentii  y  . 
puras  ,  que  son  propias  del  estado  eclesiástico ;  y  fomeo-  ] 
tando  dentro  de  su  corazón  un  amor  instintivo  á  la  be-  , 
lleza  moral  y  á  los  placeres  intelectuales ,  que  constituían  : 
el  principio  de  su  delicado  ffusto  ,  de  la  fuerza  superior  o 
de  su  razón ,  y^  de  la  severioad  de  costumbres  que  man  < 
ttivo  toda  su  vida.  .' 

Para  dar  una  idea  detallada  de  la  educación  literaria   . 
del  Sr.  Reinoso,  y  de  la  dirección  y  sistema  que -siguió 
en  sus  estudios,  asi  como  de  la  parto  tan  principal  que 
tuvo  en  el  restablecimiento  del  buen  gusto  en  Sevilla,    ,, 
nos  detendremos  algún  tanto  á  trazar,  aunque  ligeramen* 
te,  el  cuadro  auo  presentaba  aquella  opulenta  ciudad,    , 
cuando  á  fines  del  siglo  XVIII  so  realizaba  en  ella  la  re-   , 
novación  de  los  buenos  estudios.  ; 

.  La  Academia  de  buenat  letras  establecida  en  esta  ciU"*  ! 
dad,  y  consagrada  principalmente  á  investigaciones  re-  , 
lativas  á  las  antigüedades  de  nuestro  pais,  tuvo  escaso  6 
ningún  influjo  en  la  restauración  literaria  do  esta  época. 
Mayor  lo  tuvieron  las  tertulias  del  Asistente  D.Pablo  Ola- 
vide  ,  y  del  célebre  P.  tiil  de  los  clérigos  menores;  pero 
no  pasaron  estas  de  dar  un  impulso  aislado  á  la  propaga- 
ción de  las  letras,  que  no  obtuvo  resultados  positivos,  y 
g^W^nppoiih  tampoco  obtenerlos  en  la  mejora  áb  U  Uí¡^ 


103 

«toa  hispalense :  porqoo  en  la  del  segundo,  solo  se  dis- 
nisba  sobre  puntos  históricos  y  materias  científicas  y  de 
fudicion ,  mas  por  complacer  la  vanidad  de  los  concur- 
eües  t  7  tener  ocasión  de  admirar  algunos  la  singular 
NBoria  del  espresado  padre,  que  por  proponerse  un  fin 
Isvadoy  trascendental.  Este  era  el  que  animaba  á  los  con- 
vrentes  á  la  tertulia  de  Olayide ,  á  la  que  asistían  los 
onhres  mas  doctos  de  Soyilla ,  contándose  entre  ellos  el 
mire  loyellanos,  á  la  sazón  ministro  de  aquella  Audien- 
ia¡  pero  los  esfuerzos  de  estos  para  corregir  el  teatro, 
■a  era  su  primor  objeto,  no  produjeron  grandes  resul- 
lios ;  pues  aquel  carecía  de  genio ,  y  su  gusto  no  era 
mj  seguro  ,  como  puede  conocerse  por  su  traducción 
lakFeJra  de  Racine;  y  el  Delincuente  honrado  ^  ^ue  es- 
aihi6  en  aquella  ciudad  Joye^lanos  no  tuyo  un  éxito  ca- 

Pr  de  desarmar  á  los  críticos  c^ue  ridiculizaban  las  obras 
toen  gusto.  La  caida  estrepitosa  de  Olayide  aterró  á 
míos  participaban  de  sus  iueas  en  todos  los  géneros,  y 
I  cansa  ae  la  reforma  literaria  pareció  perdida  para  siem- 
re;  pero  quedaron  sin  embargo  algunas  reliquias ,  mas 
ien  en  la  {Murte  de  erudición  y  filosofía  que  en  la  de  ora- 
Sfia  y  poética,  y  mucho  menos  en  la  filosofía  do  estas 
ríes ,  desconocida  absolutamente  por  entonces  en  Se- 
üla. 

Poco  tiempo  después  fundaron  en  la  misma  ciudad 
ma  academia  D.  Manuel  María  de  Arjona  y  D.  Justino 
latuto  y  Gayiria.  De  estos  dos  jóvenes,  dice  un  sabio  es- 
¡ritor  qiue  los  conocía  muy  á  fondo ,  y  que  se  hallaba  en 
1  caso  de  poder  apreciar  exactamente  su  respectivo  mé- 
ilo,  cqnecl  primero  era  hombre  de  cstraordinario  talento 
I  quien  eran  familiares  todas  las  formas  de  buena  poesía, 
r  que  se  hallaba  dotado  de  inteligencia  y  facilidad  para 
os  estudios  de  humanidades  y  de  erudición ; »  y  del  se- 
sudo que  «sobresalía  mas  cu  los  conociniieiifos  de  his^ 
oría  literaria ,  y  de  los  escritores  del  ^iglo  XYI.»  Estos 
nerón  los  fundadores  de  la  Academia ,  á  que  so  dio  el 
ipmbre  de  Horacioíia ,  porque  su  objeto  se  dirigía  á  in- 
arpretar  2  esplicar  el  arle  poética  de  iforacio  i  ^  a\  anSir 


103 

diente  de  la  sabidnria  y  de  la  gloria  literiuria.  A^  se  har- 
Uaban  concentrados  todos  los  goces  del  joven  Reinoso» 
después  de  cumplir  con  un  religioso  respeto  las  obliga- 
ciones de  su  estado ,  y  de  atender  con  particular  preie* 
rencia  á  los  estudios  que  debian  servirle  como  de  prepa- 
ración para  el  santo  ministerio  á  que  aspiraba.  Gomo  al 
cultiyo  de  las  letras  humanas ,  que  tanto  recrean  y  do- 
minan la  imaginación  lozana  de  los  jóvenes,  y  la  comur- 
nicaciop  y  comercio  literario  aue  lo  estrechaban  con  sni 
amigos  y  copipafieros  de  estudios ,  formaban  todos  soa 

{ilaceres  y  sus  únicas  delicias ,  corrían  sus  dias  tranqot^ 
os  y  seriónos ,  desarrollándose  su  imaginación  al  mis-^ 
mo  tiempo  que  su  gusto  literario ,  formándose  su  ra-t 
zon  exenta  de  la  tiranía  de  las  pasiones  perniciosaii 
contrayendo  los  hábitos  de  las  costumbres  inocente  j 
puras  9  que  son  propias  del  estado  eclesiástico ;  y  fomen- 
tando dentro  de  su  corazón  un  amor  instintivo  á  la  be- 
lleza moral  y  á los  placeres  intelectuales,  que  constitiñaa 
el  principio  de  su  delicado  ffusto  ,  de  la  fuerza  superior 
de  su  razón  j  y  de  la  severidad  de  costumbres  que  man  • 
tuvo  toda  su  vida. 

Para  dar  una  idea  detallada  de  la  educación  literaria 
del  Sr.  Reinóse,  y  de  la  dirección  y  sistema  que -siguió 
en  sus  estudios,  asi  como  de  la  parte  tan  principal  que 
tuvo  en  el  restablecimiento  del  buen  gusto  en  SeviUay 
nos  detendremos  algún  tanto  á  trazar,  aunque  ligeramen^ 
te,  el  cuadro  aue  presentaba  aquella  opulenta  ciudad» 
cuando  á  fines  del  siglp  XYIII  se  realizaba  en  ella  la  r^« 
novación  de  los  buenos  estudios. 

.  La  Academia  de  buenas  letras  establecida  en  esta  ciu- 
dad, y  consagrada  principalmente  á  investigaciones  re- 
lativas á  las  antigüedades  de  nuestro  pais ,  tuvo  escaso  ó 
ningún  influjo  en  la  restauración  literaria  de  esta  época. 
Mayor  lo  tuvieron  las  tertulias  del  Asistente  D.Pablo  01a- 
vide ,  y  del  célebre  P.  Gil  de  los  clérigos  menores;  pcw> 
no  pasaron  estas  de  dar  un  impulso  aislado  á  la  propaga- 
ción de  las  letras,  que  no  obtuvo  resultados  positivos,  y 
gj^ijg j^dia.  tamypoco  obtenerlos  en  la  n^^^  db  la  ÜIIb^ 


loa 

ratora  hispalense:  porjpie  en  la  del  segundo,  solo  se 
(MiUlMk  sobre  pontos  históricos  y  msterias  científicas  y  de 
aradidon »  mas  por  complacer  la  vanidad  de  los  concur- 
reotes »  y  tener  ocasión  de  admirar  algunos  la  singular 
mesBoria  del  espresado  padre,  que  por  proponerse  un  fin 
defsdoy  trascendental.  Este  era  el  que  animaba  á  los  con-* 
correntes  á  la  tertulia  de  Olavide ,  á  la  que  asistían  los 
hombres  mas  doctos  de  Sevilla ,  contándose  entre  ellos  el 
¡lustre  loyellanos,  á  la  sazón  ministro  de  aquella  Audien- 
cia; paro  los  esfuerzos  de  estos  nara  corregir  el  teatro, 
que  ora  sa  primer  objeto,  no  proaujeron  grandes  resul- 
tados ;  paes  aquel  carecía  do  genio,  y  su  gusto  no  era 
mnt  se^^ro  «  como  puede  conocerse  por  su  traducción 
AslaFtcfra  de  Bacine;  y  el  Delincuente  honrado  ^  que  es* 
caribióen  aquella  ciudad  Jove^bnos  no  tuvo  un  éxito  ca- 

fr  da  desarmar  á  los  críticos  c^ue  ridiculizaban  las  obras 
buen  gusto.  La  caida  estrepitosa  de  Olavide  atorró  á 
cuantos  participaban  do  sus  iaoas  en  todos  los  géneros,  y 
h  cansa  ae  la  reforma  literaria  pareció  perdida  para  siem- 
pre; pero  quedaron  sin  embargo  algunas  reliquias,  mas 
Lien  en  la  parte  de  erudición  y  filosofía  aue  en  la  do  ora- 
toria y  poética ,  y  mucho  menos  eo  la  filosofía  de  estas 
artes ,  aesconocida  absolutamento  por  entonces  en  Se- 
▼iUa. 

Poco  tiempo  después  fundaron  en  la  nüsma  ciudad 
una  academia  D.  Manuel  Maria  de  Arjona  y  D.  Justino 
Matuto  y  Gaviria.  De  estos  dos  jóvenes,  dice  un  sabio  es- 
critor que  los  conocía  muy  á  tondo ,  y  que  se  hallaba  en 
el  caso  do  poder  apreciar  exactameuto  su  respectivo  mé- 
rito, tqueei  primero  era  hombro  de  estraordinarió  talento 
á  quien  eran  familiares  todqs  las  formas  de  buena  poesfa, 

Ír  que  se  hallaba  dotado  de  inteligeocia  y  facilidad  para 
os  estudios  do  humanidades  y  de  erudición  p)  y  del  se- 
gando que  «sobresalía  mas  en  los  conociinierífos  de  his^ 
toria  literaria ,  y  do  los  escritores  del  piglo  XVf .»  Estos 
fueron  los  fundadores  do  la  Academia ,  á  que  so  dió  el 
nombre  de  Soracia»ia ,  porque  su  objeto  se  dirigía  ií  iií* 
terpretar  ^esplicar  ei  arte  ppética  de  Ijoracio  i  \  .^V  anSir 


li^ís  ^e  lof 'j^od'eVóis  jiw  ños 'ha  .dejado  aotiéfitAtetib  *p&á^  < 
tai  I^cro  iiñ»  ci^^  aislada  y^ p^miA,  éíVqinJl**'! 

3ue  la  ¿aci^n  n(^  sié  eleyál»ah  a  los.p^  ñlóMñtú^' 

e  ia  literatura  V  tib  pódia  tener  lUflüjó  eil  Tá  'éstirpácíMi 

¿¿í  mal  '"--^'■'-  '^-  '*^^  -^^•^--"•^■-^-^-  '-^  ^^-J^ 
Por 

contrá^lps  AóraótWo^  empléáíjan  la  iiirba'd^  sü^ \(iú(féití^^ 

teíady^-^V^^^^    .'  '"  "; ';■  ''^'    ' '^  "'^  ■••>-'! 

'l,'Doii.íeuk  %^  tiéihoso'/amáütc  áiétítetc'*&e'lA^  lé*^' 
tras  y^de  la  Wform  estadios»  tfábik'tbtñadó'ütllt' 

¿arte. n^úy  activa ^e^  los irabajós 'de la* Aeádémia'de  Biiél^^ 
neis  í^fras  y  Ae  ía'ÉofaciQm..  Ya  hemb^  iio:tádo  lífe  'ét^^ 
caspsi^esuitfdps  dé  éstos,  qiié  tampoco  Íiabt'at\']iródt^itl' 
do  celebridad  y  "^Wía  para  síus  fundadores '6  ][)rt)trftlVé^ 
dor^s..  Pero  como  alguno^  jóvenes  de  inn^ldn*  taíéntó;,  del 
profunda  inistruccion ,  y  do  celo  ardiente  jiót  la  feitM^ 
ración  del  gü^to,  entre  los  cuales  era  contado/  littiésUlQf 
D.  Feíix ,  hubiesen  observado  y  estudiado  los  deféictdrf 
de  que  adjblecierón  aquellas  sociedades  Iiterái*¡ás^,  prbyéiM 
táron  corregirlos,  aprovechándose  dé  la  é$^clr¡en(:Sá  ijüe 
habia^  adquirido  en  los  pnsayós  anteriores',  y  ct^eatoñ'M 
Acádtmia  particular  de  letras  humanas ,  qxiií 'i  pidióos  áflól 
{logó;  á  tener  nombradia  y  fama ,  y  que  njó  los  caracfélfM 
y  el  gus(<^.¿c'  la  verdadera  escuela  Sevillana.  Establecida 
aqucTia  ép  1793,  fue  el  Sr.  Rcirioso  su  primei*  pr^^ 
sident'é,  ^  como  la  persona  que  primero  hapia  concebí* 
do  el  ,pénsámiento  de  su  erección,  y  uno  de  los  mié 
coa  mas  celo  y  a/an  hábian  trabajadfo  para  realiüarW. 
^Tómbradó  desnucs  secretario  perpetuo^  fue  sicmp^ 
mientras,  duró  la  academia  el  resorte  principal  y  el  aí*- 
má  de  ellai  t^ara  dar  una  idea  acabada  de  su  historia, 
de  las  tareas  en  que  se  ocupaban  sus  acad^miéos,  do 
los  progresos  de  la  misma  y  de  sus  adelantos,  asi  cen 
mo  del  plan  de  sus  trabajos ,  y  de  los  principios  y  me- 
dios coa  que  el  Sr.  Bcinoso  completó  y  perfeccionó 
su  gusto  esquisito  y  su  educación  literaria,  trastírf- 
Iflremoa  a  cóntinúacibu '16  que    dice  acerca  ^é  ésta 


1061 

• '  ü^n  «i|s-|^'ÍDqiploi  se  compuso  oasl  eftclusiva/Dfien tq  ik  ■ . 
CQDiaptoO'9ii">tool¿KÍds  asi  no.os td«. eslrafiar  que.culi:^;^ 
iMipriaierdb  diáerladonoft  ^ue  Be  Uy«roii.  ant ella ,  hmUori.  1 
M  dfTiuMi  ffeláiivMi¿  •  Ul JiisUNria:.6Ql0&iá^iqa .  Xiuóbicn.  pfi ,, 
incluyó  bajo  el  titulo  do  Letras  Humanas ,  A  lo  raenog.poii7 , 

ligoái  tiempov'la**ffeo^|'itfía.  Y  .la  •hUtoriar.iiy.awi  Quire  las 
esplicaoioneB  fcáiíéiiiioagy.ác  ^ue.JiablAfomoi  después»  , 
w  001116' 4al- jiros  la  geografía  antigua.  Pero  estas  aborrarr^i 
cienes  ddl  'espititu'  y  car4cier  de  una  academia  de  UUA14-, , 
nkMea  ,  feídoittas  <oe  (que  durarou  poce,  .contribuMiA  4 i 
•UMoiar 'el  •caudelide»  erudición  » .que  iau  noceaario  C9, 
|»a  «1 '  poeta  y  ti  orador :  "y  siempvo.  la  oratoria  y. .  1() , 
jnksia  fleinirároii'oomo  el -objeto  priacipaL  de  3U.ius-,. 


INBIo  j  ■  I '    •  1 :    1 1       f  I '  I  *' I      1  '    ■    I  ■ 


• I  » 


»  La  riqueza  de  conocimicntoa  que  ppseiaa  loa  primfiT| 
laS' aoadéiaaiooa eonsiqtia:  í.^  en  una  flOBajideta  ioteligen-- 
eüde  la lenffttHf latina'^  de  sus  esoritores  clásicos;  y.aua, 
hubo  individuos  que^iguieron  corrosnondcncia.  cpistoligr. 
sn  este  >  idioma,  digna  de  ponerse  aliado.  4e  las  de  Yivea 
yMur^tid:  2.^  los  principios  de  £dl<(rica>4eQuinliUauQ» 
eifilicadoS'.porel  V.  Colonia:  &.v los  principios  doPo6Lica 
dcLuzan,  que,  como  es  notorioi  eoiuautóá  Aristóteles,  y  A 
Uoraclo¿'4.^la  lectura  doGranada^  León*  Herrera  y  de- 
teas  cUsieosdol  siglo  XYI,  ya  bastante  conocidos  por  Iau 
ediciones  nuevas  que  do  elfos  se  hicicroa  en  el  rcinadp 
de  Garlos  IH  por  el  Parnaso  ospaiiol  do  Sedaño,  y  por  U 
odkion,  mejor  entendida  que  la  de  esto  úUiuio  literato, 

:uc  cstoba  publicando  á  la  ssKon  D^  Uamon  Fcrnauílczi 
1.^  la .  lectura  di^l  primor  tomo  de  las  Poeíias  de  Melcn*: 
■4er,  en  las  cuales  descubrieron  los  j^Wenes  académicos 
los  centell&s  del  genio  aue  niiimárn  ú  los  Horacios,  Tíbu^ 
bsy  Herreras:  0.^  y  último,  un  estudio  profundo  y  uo 
interrumpido  del  idioma  patrio.  Este  se  debió  al  celo  del 


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'^(4) -blíAWiFíb'^M.   ¿   '"•  ''  '•'  'í'  'íHíi'nn.iM  ..i,-,. 


106' 

iecr6tario  perpetua  de  la  Academia,  que  no  oea6  de*'  iiitpi« 
rar  á  los  demás  la  necesidad  de  conocer  bien  el  ibisinh- 
mento  de  que  se  valen  la  elocuencia  y  la  poéifa  para  pro- 
ducir sus  efectos.  Eran  bien  conocidos  loa  mejores  poe- 
tas italianos.  Con  este  caudal  comenzó  la  Academia:  sus 
adquisiciones  posteriores  son  debidas  áeitoi  prin- 
cipios. 

»La  compoúcion  de  este  cuerpo  fué  muy  sencilla  y 
exenta  de  toda  presunción.  Un  secretario  perpetuo,  que 
filé  siempi^e  el  alma  dé  la  Academia,  y  un  presidente  y 
un  censor  anuales,  nombrados  por  todos  los  individuos, 
fueMú  sus  únicas  líiagistraturas.  El  destino  de  censor 
se  suprimió,  cuando  creciendo  escesiyamente  el  número 
de  obras  presentadas,  no  se  creyó  oportuno  gravar  á  un 
solo  individuo  con  el  trabajo  de '  censurarlas  todas.'  La 
censura  de  cada  obra  se  Jüo  por  comisión  al  académica 
que  nombraba  el  presidente. 

» La  lectura  de  las  obras  que  se  presentaban  á  la  Aca- 
demia, la  desús  censuras,  y  las  discusiones  permitidas 
entre  el  autor  y  el  censor,  llenaban  parte  de  las  sesiones, 
que  eran  dos  por  semana,  de  á  hora  cada  una.  Otra  parte 
se  ocupaba  en  la  esplicacion  de  la  retórica  y  de  la  poética 

Íen  la  lectura,  con  observaciones,  de  obras  clásicas.  Hn- 
o  también  certámenes  y  premios. 

» Detengámonos  un  poco  en  esta  primera  edad  de  la 
academia,  y  reconoceremos  el  buen  instinto  que  desde  el 
principio  la  guió.  Nunca  se  miró  en  ello  como  una  obli- 
gación de  sus  individuos  hacer  composiciones  poéticas; 
presentábanlas  los  que  querían,  y  si  no  nos  engaña  nues- 
tra memoria,  en  los  primeros  años  sato  fueron  dos:  uno 
de  ellos  don  José  Roldan,  cura  después  de  san  Marcos  de 
Jerez ,  y  últimamente  de  san  Andrés  de  Serilla  ,  robado 
antes  de  tiempo  por  la  muerte  á  las  letras,  á  los  estudios 
eclesiásticos  en  que  sobresalió,  á  la  amistad  y  á  la  virtud. 
Solo  eran  obligatorios  los  discursos  y  disertaciones  en 
prosa  sobre  asuntos  de  humanidades,  que  se  fijaron  en  el 
número  de  dos  al  año  para  cada  individuo. 

jfEsla  economía  era  escelente  y  amuicjlaba  ya  fi  reco- 


107 

aociimeiito  ée  nn  gran  prineipio;  á  saber ,  ^e  pora^  $er 
foeta  no  u  iufi€i$nt9  W  Imen  guito  iin  el  gemo;  principio 
qne  arrojaba  del  Parnaso  la  turba  petulante  de  loa  cople- 
ros, que  careciendo  por  lo  común  de  ambas  cualidades, 
M  metían  i  yersificar.  Reconocióse,  pues ,  que  no  debía 
exigirse  el  genio  i  quien  no  lo  hubiese  recibido  de  la  na* 
taraleía:  reconocióse  también  que  el  estudio  no  podía 
darlo ,  y  se  miró  como  objeto  primario  de  la  Acaaemia 
propagar  las  nociones  del  buen  gusto;  porque  estas  no- 
ciones inipiden  los  estrayios  del  genio  poético  en  los  que 
k>  tienen«  y  al  que  no  enseñan  á  juzgar  sanamente  de  las 
producciones  ajenas :  cosa  necesaria  á  todo  hombre  que 
pertenezca  á  la  sociedad  culta ,  principalmente  en  las  car- 
Wis  literarias.  Por  otra  parte,  nadie  está  obligado  á  ha- 
cer Tersos;  pero  todos  los  que  poseen  cierto  grado  de  cul* 
tan ,  deben  escribir  con  puresa ,  corrección  y  lógica ;  y 
para  acostumbrar  á  esto  á  Itís  académicos ,  eran  muy  a 
vopósito  los  discursos  y  disertaciones  sobre  materias  de 
literatura* 

»Los  que  conocen  el  íntimo  enlace  que  tiene  el  arte  de 
pensar  con  el  de  espresar  convenientemente  los  pensa- 
mientos, se  conyencerán  de  la  utilidad  de  aquellos  traba* 
jos,  en  los  cuales  se  aprendía  prácticamente  á  coordinar 
las  ideas,  y  á  describirlas  en  un  lenguaje  correcto,  do 
modo  que  produjesen  el  mejor  efecto  posible.  Perfeccio- 
nábase en  gran  manera  esta  instrucción  por  medio  de  la 
censura,  que  siempre  fué  severa,  pero  acre,  ni  una  sola 
Tez:  sea  dicho  en  elogio  de  aquel  cuerpo,  donde  nunca  se 
conoció  ni  la  mosquina  rivalidad,  ni  la  presunción  ambi- 
ciosa, ni  el  deseo  de  la  celebridad  propia  á  costado  la  hu- 
millación ajena.  La  única  pasión  dominante  en  todos  sus 
individuos  era  la  de  propagar  el  buen  gusto  y  los  verda- 
deros principios  literarios. 

V  A  esto  contribuían  principalmente  las  esplicacione* 
hechas  por  individuos  de  nombramiento  acaaémico.  Un 
curso  era  de  los  principios  de  la  oratoria,  para  cuyo  tes- 
to se  tomó  Quintiliano,  y  otro  de  poética.  GomplQ\&b%A% 
esta  iaetTMCiM  coa  eiesHiáio  j  4náU8Íe  it  loi  fikO^M^ 


Bi¿n'  B&  "diábtttathbitétí  pbf  tá*Ac«í!didtñi{il  SeWiar  deiHpii^^im» 
la-áttAíiáifála 'eittdentfe^rtrtradé'ftoííili: ' ''  '^ » *"    '»'»l'  ^^-^''^ 

la"<cf¿n'¿iá'^dii' W  btfdát^dttAé»,  '(5dtreftáo§'cAiwha'»disd«ii 
dbtidjp  tel'gptfitó^sé  ftállálMitíM'j^emi^tdói'vetiidtos^ima 
»afr  Áe  t&nt^s^táMílbiH  áifét0ilntfrt^,*habi€8eft,^in<>m^ 

Kia  ^üef  MribttébJ'áK^^'düb  b¿eco^'de8«bsMitiado<feoq 

cdldal'éfúarj^Má:  Eéi  i^ 

iiHaf€fÉ'  ítté^k^iáon  ptdgfefáOb  ()üe  hizo'  eniMadrid  MÍW4 

na  Ktei>átttr&('étilk  últUnhide^&a  ld«l^trIo!KVBI.'»io)TMj 

'  'x'LWadihíiJdidbii  d^'tmetbn IddiriduM,  qnK^kabiaiiüiM 
lldó  yh  dkiftielkiíéf  déf  etif SÉirtéü  úé  la^ universidad;' 7' qM 
pertetf«eian '  á  diféf étttes  pirofMf oneg  HttirafriBiv '  ^MmenUi^ 
el  ettttdal  de*  idéaft  'y  ^¿Mtíiuiiáitoá'  de  la  Acddenkia  7  |Hif^ 
fkcfénó  iDB  <tttié'  ^a  jp^eia.  'Ew^etaro»  á  éstbcHalrffé  íeti'  isHfi 
los  caracteres  de  la  poesia  indesa,  cuyo  idioma 'líabiáü 
atgiáaoa  acadéiriibosV  ^'lósf'd&iáUtaliaiM'r^tttvq'  térfarino 
de  oompat* ácibülHéiliriáV  t'  "Bé  t)tioftltidÍ2óIináB  en  la >  cien^ 
ciuldd  las'htíttiiiniid^d^s.'  Al  'fin  fueren  eonocidM  ylisidáf 
kis>'¿fbrdi8r  de  Btíiitéfalt^De'1ai'Mta$  árteiíi^téacidü$''úufi 
dismó  tíríneipiti;  ladel'  Pi'  André  'BÓbMusf  helloij  cítrbs  esJ 
critos  nloisiófícób  áeef daf  de  la  Eteictiencia  yla  Poest^.  >E^ 
toneles  eiiipez6,"ip^d«c}rto  aM;*  lésisgundái  edad>di0Í4fl 
Acadetniáv  potíifac'ttt' ''no  y^ian'  ¿üs  individuos  qnei^^er» 
snfii^ettte  '¿^ttyceríibs'prleeeto^  ái^o  'se  Heg»^ 

ba  á  loB  principiK)^  btt  'qiie  eistaban'  f andadas ; '  V'  cenno  >  to 
hififforia' prestaba  én  gifatipárCelós ntatieríalesdeesteniM^ 
▼O' eítttdio','  «e  dedicara' á' ella  con  afdbr'."' i."  •»•  •  ''Hííh 

' '  if>De  eM  ptó^tcüúíÁviy  noraide  qtile  hbbd'enMglmddeí 
de  contemplar  las  bellas  letra»,  rem)lt¿'c|n^-sé«ig^effaao'>á> 
íog'dós  enwor  de  bmóWa' y 'poética' ((üé^e  basten  sncc- 
diüa  con^lÍBintenié^té  desde  Ta  ehetím  Akí  Ik  Acadetiívra^' 
otro  de  pfineipi^s^igknérdles'iet  'lrt4én'^u$to,  cW-el  cxtíA'W 
espfieieil)an  (bí  ^atáetdres*  dió' la  bel4ét;a/d(^l  gtnidrde^lrt 


ina 

Jm  difeféntaia»  tod  rospécid  di  (^usto  do  lai'divorsas  nfi<ui 
áanhSf  ftoéaiÁázá  por  la  dlrorsitlad  de  sus  ideas  habi- 
tuales y  4e  sos  sentimientos  caracicríslicos;  del  estilo,  do 
sos  diversas  elosos,  y  del  leugaaje,  cuya  disliiioioiidolcs* 
lik>  so  llegó  á  apurar  on  la  academia  mas  lilosóíicaineiv*-* 
te  que  h|ij«moe.  visto  eb  uinguu-  oicritor  do  humaui-^ 
dades*-  -I  11. 

'  »'Bsla  ooleocioo  (la  de  las  mejores  conipqsidioncsquo 
eiialÍMi ' '  oa  el  archivo.)  prpdujo  escelonto  efecto  ei^lai 
clase  ilustrada  do  la  sociedad;  porque  fué  la>  primera«l 
desde  el  siglo -dé  .Rioja,  eQ.quese  haoia  observada  el  to- 
no de  la  buena  poesia. 

» Esceptuadas  algunas  anacreónticas ,  una  elegía  á  la 
saerle  de  Fomer,  que  acaeció  por  entonces,  y  una  epís- 
tola, las  composiciones  pertenecían  al  género  lírico  grave 
iSFsro.  Muchos  do  los  asuntos  eran  religiosos,  corrospon- 
dnnles  &la  nrofesion  de  sus  autores,  y  al  carácter  (¡ue 
tuvo  la  Acaaemia  desde  su  creación ;  algunos  literarios; 
oíros  filosóficos. 

ttPoro  concediendo  ano  fal^o  en  las' composiciones  de 
aquella  ooleccion  la  maaurez  de  una  razón  perfeccionada, 
no  se  puede  negar  que  se  encuentran  en  ellas  las  formas 
propiae  del  artet  armonia  sostenida,  escogimiento  de  pan 
labras,  pensamientos  bien  elegidos,  aunque  no  fuesen  muy 
originales,  y  preisentados  bajó  la  forma  de  imágenes;  era 
todojo  que  so^odia  exigiry  y  mu  de  lo  que  se  podia  esr 
perap,  de  udos  jóvenes  que  ,se  hablan,  formado  á  si  misn^o^ 
y  que  comeniaban  entoncesba>canrera«  Estaban  en  el  buen 
eani»noM^tt>'era  loesenqiali:!^  perfección  debifl>  sei^obni 
dei  tiempo. '■'<!"''''     ■  ■       .¡..iii'i'  .  .  •: 

'  vHiiOBe  ma  t erdadera.i!flEyolu'(lion  en  al  gusto  y  cñ;  las 
ideas  de  la  sociedad  culta  de  Sevilla  acerca  de  .ks  ibeUkis 
kttaSi'Loáique'  las  cültitabán  .  aceptasoñ  el  sisteióhi«quo 
lesipri^settiéfdá^Aoademia.  Los-quesentian.en  su  pacto  la 
HáoMf^áepivafaanrat  lauro  deU  pdosia,  imitaroniei^lonOfLja 
armonía  y*  «l-.f^iro  de  lasdelacoleocion^  Ai<lóstfidieAk>s 
TÍUaddoos(T)iá¡  las  detestables'  décimas  .subeilienDniccuaftfr 
^fmitiiinMiúíif^  se  oaatiíbK^,^.6^^\^^ 


qne'si3t''i'sicnit)rc  el  recuerdo  mas  agradable  'de' los  qoe 

'  gozar¿Ti  de  ella  Él  tiempo 'que  atraparte  de  la  j^yenUid 

-  einpléa  gó'néralmente  en  satisfacer  pasiones  nocifais  6>  v%- 

*'imrá\&É\  6  éfnando  mejoi*v en  etitrctenimientospelighi- 

'^  sos ,  sfQ'distyibaia  por  los  académicos  en  el  cnmpuinieiilo 

*'élacto'dé^  ^s  deberes;  en  el  estudio'^  en  la  pcrfeceion 

'  de  ispa^ñieligéncfá  ,  en  la  propagación  de  las  buenas  idttlis 

*' literarias  J  w  losconocimientos  que^poseian^-y  en  «cbI- 

üyaf  el  sentimiento  isagrádo  de*  la  amistad,  >nunbá'i»fts 

'  fií^nofé'  que  cuando  se  ^poya  eu  la  oorreispoiidenéia  oSmlj^- 

*/fica^;Re5pil'abán ,  pofrdeoirlcí  asi ;  en  laatm^feral^deila 

*' hélleitl  iaéüly  que  conocían  po^  los- módelps-  que  ptiecil- 

l^b¿ri'yépl*óducir'en  sus  cantos:  y  asi  sqs  $eiisa€¡<Míes 

teórálésTeran  dulces  y  severas  al  mismo  tiempo  :^ y.  sas 

ideas  religioiÉis  participaban  de  aquella  poegia  sublime, 

que  há  descrito  aespues  Gfaáteatibnand,  y  que  ellos  mis^ 

mos  sentían ,  como  lo  prueba  el  gi^an  vmñero  de  compo- 

sicioiies  sagradas  que  escribieron.   Séanos  lícito  hacer 

pendón  de  nuestro  amigo  D.  Francisco  Nuñex ,  yaidi- 

'  fu^to,,  en  quien  España 'üubíefA'^ tenido  el  Pindaro  del 

"  (jristrani'stno ,  si  su  genio  sublimé' y  v^etai^nte  hubieíe 

!»odidó  sujeitarse  al  fastidioso'^'  pero  iiect^saHoy  trabajo  de 
á' corteccipn.  ■^'- •»•  ■•;•  ■"    '>•    •  •".  '■•'    ■  •^:-; 

'  i> No  habia  $e.creto  ¿(Igunó  entre  loto 'aoadémibos 9- j 
' ésto:  ¿ta  tan  asi,  quélos^aspirantes  á  tttf^nfiísmo  ^emio 
'  en  los  déVtáihpnes  soliálifif'ttWunicarsé^^AosiCoq^ 

Íauti  ih^icai*  algühaá  coH'écdQn^^'f^pcMaáléSicfaíieUm- 
ajo'do^^ adveiisáíío? No^'stíébridcfaíl pDÍMidos ;  laí»divoír- 
Sbnc^á'en  alfftinas  ojfiniibn^  j^tiéiriar^  riO'd^strdialfpor 
écirlo  asi',  la  tnridáHífle  éreSádá  litéi^áí^;  Consultábanse 
^'tiilbis  k'om»4h'^xíí'^Uf^^\^^^  ti^abájtiNiJen 

;  'iéll^s  cóniío  si  fttfeb'éVsdíyá^  ^f^riás'  N«K%ftbia  sentimiento 
de  alaria  individual \  ésfáise  j^l^OtSur^-s^emípre  refundir 
etíTa  de  l!si  Afeádémiá /^  todoá'  lynlitnfVá^io^ánterés  coiao 
'  el  mismo  áutoi^  én  que  §a  <:^étofkosicí(i^  ^firese  Iftimas  per- 
fecta t)osible.  '  ■»'     'f'-    •    ^    "•■  'y  ^b  iir :.  '     ».,'  . 
^fLos  />riucipios  mordéjf^y  4^igioso!$(^^lqs  aoailéiHi- 


1<8 
c(M ,  los  preserviban  de  toda  calnmoia  :  la  superioridad 
de  tu  inteligencia  llegó  á  ser  generalmente  reconocida'» 
y  dominaron  la  sociedad  lilcraria.  £1  coW^rúmo  ácai^i 
porque  si  tal  vez  aparecía  alguna  composición  de  su  cor 
secha,  ó  era  recibida  con  silbidos ,  ó  condenada  al  des- 

f precio  y  al  olvido.  Los  individuos  mas  sobresalientes  de 
a  Academia  9  eran  mirados  con  grande  aprecio;  y  Gap-p 
manjr,  que  ya  tenia  un  nombre  célebre  en  la  literatural 
DO  se  desdeñó  en  un  viaje  que  hizo  á  Sevilla  por  estos 
tiempos,  de  asistir  á  sus  sesiones. 

»Llcgó  en  fin  la  época  mas  brillante  de  la  Academia. 
Trasladada  al  colegio  mayor  de  Santa  Maria  de  Jesús  de 
Sevilla»  participaba  en  cierta  manera  del  carácter  pu- 
blico de  este  cuerpo  ,  y  pudo  celebrar  sesiones  á  que  se 
coüvidaban  los  sugetos  de  la  ciudad  que  mas  se  distín- 
gQiaaeu  la  literatura,  para  la  adjudicación  de  los  pre-^ 
míos  en  sus  certámenes.  Ya  las  empresas  eran  mas  ar- 
duas, j  se  desempcAaban  con  mas  acierto.  Pero  enton- 
ces empezó  á  conocerse  el  mal  de  que  estaba  amenazada 
vqae acabó  conella.  Acaso  su  mismo  mérito  fue  la  causa 
de  su  ruina. 

»La  mayor  parte  de  los  académicos  que  fundaron 
jsste  cuerpo  y  lo  llevaron  al  grado  de  esplendor  que  tuvo 
últimamente  ,  eran  jóvenes  que  con  el  tiempo  habrían  de 
teaer  obligaciones  domésticas  ó  públicas  que  desempc- 
fiar.  Este  tiempo  llegó  sin  haberse  previsto  ;  porque  en 
la  época  del  fervor  nada  se  veía  sino  el  obuUo  principal 
del  establecimiento.  Algunos  académicos  salieron  acomo- 
dados para  fuera  de  Sevilla  :  otros  lo  fueron  en  esta  ciu- 
dad »  j  casi  todos  los  que  formaban  ,  por  decirlo  asi,  el 
núcleo  principal,  contrajeron  obligaciones  harto  severas 
é  importantes  para  que  tuescn  compatibles  con  la  conti- 
nuación de  las  tarcas  anteriores ,  y  mucho  nienos  con  la 
solicitud  continua  y  casi  esclusiva  por  la  prosperidad 
del  cuerpo. 

» Murió:  pero  murió  como  cae  la  flor,  dejando  el  fru- 
to que  le  sobrevive.  Cesaron  las  sesiones  académicas; 
pero  el  miamo  espíritu  que  habla  animado  a  sus  indivi- 


ití&áipiiñó  k  todas  pactes  ,  á  donde  la  suerte  t  1m  reyo» 
lUdonés  del  siffio  los  arrojaron.  En  ninguna  fortúM,  eú 
níngil^ná  situación  social  abjuraron  el  culto  de  las  musasi 
que  bál>{a  sido  la  deliciosa  ocupación  de  su  juventud....» 

......Cuando  por  el  plan  de  estudios  de  1807  se  iú-* 

Irodujo  en  las  universidades  el  estudio  de  lar  retórica  y 
bMlas  letras  »  sirvieron  sucesivamente  esta  cátedra  én  H 
de  Sevilla  dos  miembros  de  la  Academia  de  letta's-fatrfafa^ 
ñas.  Parece  que  el  hado  de  esta  corporación  Ha  sido  aun 
después  de  muerta  propagar  los  principiors  del  húétí  gus- 
tó durafite  la  \ida  de  sus  individuos ,  (}tl(iháT)r  d^aáé 
eSpBi'cidá's  sus  doctrinas  por  medio  de  la  criseftanza  ;  'if^ 
pbbll¿a,'yá  privada,  en  Andalucía  ,  en  la  corte,  ^fhi 
pf^óViú'cias  del  Norte,  en  Francia,  y  hasta  cñ 'lartlstttt 
In^iétéi'ra.'  Tan  portentosos  son  los  efectos  del  éiKihdaftM 
mb  juvenil  cuando  está  dirigido  por  un  senfimientc^tiífi 
yittaoso  como  el  amor  de  las  ciencias'  y  déla'  clvitiieá-^ 
don.  ^       . 

»líi  queremos  atribuir  solamente  á  ellbs  los  ddelan;^ 
tamienlos  que  se  han  hecho  en  la  ciencia  <le  las' híuMánf-^ 
dadés.  No:  ías  obras  de  btros  literatos  insignes,  t  délas 
corporaciones  sabias  de  la  capital,  han  conlríbnido  p(^ 
derosamente  á  perfeccionar  estos'  estudios.  iVñrd' nadie 
apilará  á  la  Academia  de  letras  humanas  de  Sevilla  la 
ffloriá  de  haber  cultivado  un  terreno  donde  era  tbajorlit 
malezáí,  con  menos  recursos  y  cóñ  igual  trúibM 

¿a  historia  de  los  trabajos  ,  estudios  y  progt-esos  de 
esta  Academia,  comprende  la  del  sefior  Beiboso'  en  ttf 
juvontúd  ;  por  eso  nos  heinos  detenido  en  eUaV  y  Aos  ha' 
páfecidoconveniente  ,  v  que  no  desagrüidará'  á  nue^ti'o^ 
lectores  tomarla  de  un  ilustre  escritor,  que  era  tino  dé 
los  fundadores  de  aquella  sociedad  literaria  ,  y  qtfe  tahtá 
parte  tuvo  en  sus  tareas  y  adelantamientos.  Pero  lasum^ 
modestia  .d^  aqael  sabio  al  trazar  el  cuadro  dé  las  vicisi- 
tpdcs'de  la  Academia  sevillana,  y.  de  la  importante  coope* 
lición  que  prestaron  sus  individuos,  apenas  le  permite 
hablar  dé  su  pérsoiiá  \  ni  apenas  hace  íúebcioñddíd  jparte» 


m 

tan  pfituAfÚ  que.  taVd  ^m  aquella  (gloriosa  emjpf esa  nae^ 
tro  Reinoso.  l>eciinM  florioBa )  porque  obturo  un  éxito 
feliz  el  noble  pi^|)6sito  <  ¿e  la  roforma  litereiri¿(,  porque 
realizó  on  Sevilla  la  Mstauraci^m  4el  buen  gnMo,  y  por 
que  destrajó  los  restos  que  aun  se  abitaban  del  ignorante 
é  insulso  rop/crttmo.  Cábalntente  aquellos  dos  hombrea 
{oeroa  loa  que  trabajaron' en  esta  obra  con  ni:is  constante 
eelo,  y  con  mas  ptx)yeclios()S  rosuüados ,  tanto  pnr  sus 
obres/ ya  en  verso  Ja  fn  ¡wosa ,  como  por  las  buenas  so- 
millas  que  esparcieron,  y  riuiioespnree  todavía  por  nne- 
dio  de  la  enscfianatá.  Pero"\Uieuao  el  señor  neinoso, 
cuando  se  estendió  el  escrito ,  dri  que  hemos  trasladado 
los  mas  importantes- párrafos,  creerla  sin  duda  su  autor 
forun  sentimiento  de  delicadeza,  de  que  ya  escasean  los 
(jcnplos  en  larepúblira  di*  la$<  letras;  que  los  elop^ios, 
ninqoe  justos  y  merecidos  Iributndos  á  un  compañero  de 
ntadios,  y  aí  amigo  quemni  tiernahiente  amaba;  podinn 
coBsidefarse  -como  propios;  y  lastimar  en  cierto  modo  la 
Bodestia.  verdadera 'dé' ambosV' Por  lo  mismo  debemos 
tAadir  á  la  quete^tta  de  lo^  lafitoriores  fraji^mentos,  que 
tdcmas  de  liílfcWr' Hdo  el  seilor  Reinoso  el  primero  que 
tencibió  el  petl^amientb  de  la  ereCvíOn  doia  Academia, 
y  el  que  mas  se  t^mpeñó  en  ren)i/at1o,  tn'ibajó  constante^ 
meite  y  ct>n  singular  celo'y  .bbin*iosidad  incansable  eo 
hs  tareas  propias  de  aqacrcú(''jr{jfó.  En  él  Iej6  prah  nú- 
mero de  discursos,  y  no  poK'í^'  chtií posiciones  poéticas; 
alg:nnas  de  las' cuales  tuVieron  Tugar  en  la  CofécaOfi[  dé 
foerías  eféogidas ,  de  que' pHblicó  la  Acadiifuii^i  el  to^no 
primero  pat*ic  ébntestíir  digtíhífíenle  á  las  dletracciohesi  dcí 
»M  a-dvcrsarios:  también  hemos  loido  varias  en  el  Cóireo 
titerario  de  Sevilfn  ,  que  daba.á  In2'j)'or  aquel  tiempo  «1 
académico  1).  Justino  Matutea  tlavrria.  '  '  ' 

Éntrelos  tlrabajos  que. en  la  Acatti^ihta  descmpeflió  el 
seftor  Relnoso ,'  fñifareinós  siempre  coAio  los  mas  útiles, 
y  trascendentales:  1."  la  cíJpIíciiHort' qué  hizo  Varias  te** 
cé^  de  todas  \ái  partes'de  uu  Vnrso  completo  de  huma- 
nidades. Para  éslcl  se.  creyó  obligado  á  tuicdjtár  profun*^ 


116 

acompafi^ndo  á  este  estudio  el  enánaen  y  an&li^s  de  loa 
modelos  :  asi  iba  acopiando  matefialesf  preciosos ,  y  pre-? 
parándose  con  un  trabdjo  impipbo  y  asiduo  para  ias  o^ 
plicacionessubsiguíenU's/y  para  up  curso  de  litoralura 
de  que  ya  entonces  trazaba  los  primeros  rasgos.  2.^  m^ 
ber  inculcado  en  varios  discursos  y  en  conferencias  verr 
bales  la  necesidad  de  conocer  y  estudiar  á  fondo  y  consr 
taptemcnte  el  idioma  patrio ,  como  instrumento  que  se 
emplea  en  las  obras  literarias ,  y  que  deben  manejar. con 
superior  inteligencia  y  coii;  desembarazo  los  pradpres  y 
poetas.  Este  estudio,  era  el  primer  paso  para  llegar  pqr 
medio  de  la  atenta  lectura  de  nuestros  buenos  poetas,. y 
prosistas  á  la  mejora  y  perfección  del  estilo  poético.  Pe 
este  gusto  por  la  buena  elocución  poética,  participaban 
todos,  los  literatos  sevillaiios;  y  asi  es  ,  que  el  objeto  de 
la  Academia  fue  resucitar  la  antigua  escuela  de  los  Her-r 
reras,  Iliojas  y  Jáurcguis  ,  de  la  que  tomó  su  carácter, 
especial  y  su  tipo  pripcipal.  Aunque  estudiasen  otros 
poetas  como  Garcilaso,  los  Arg^eUsolas,  Lcon,  y  defnasir 
preferían  aquellos  porque  juzgaban  qu^  su  elocución  fink 
mas  correcta  ,  mas  severa,  y. sobre,  todo  mas.lírica.  Pufii^ 
esta  afición  especial,  á  la  buena  elocución  poética,  dij^ 
ocasión  á  muchas  conversaciones  y  conferencias.,  en tr^ 
los  literatos  sevillanos.  El,  señor  Keinoso,  en  quien  pi^-f 
diau  compararse  el  sentimiento  del  gusto  con  su'f^mor.á 
.las  investigaciones  filosóficas,  fue  el  que  mas  estudió  y 
nseditó  este  punto,  y  consiguió  llegar  ú  esplicar  y  caraC'^ 
ierizar/dc  uu  modo  completo  lanto  el  estilo  en  general,  y 
en  sus. diferentes  clases,  como  el  ciue  se  denomina  estilo 
poético.  Hemos  visto,  aunque  no  leido  ,  el  discurso  que 
fobre  esta  materb  escribió  el  señor  Iteínoso:  está  trata- 
do con  toda  estension  y  detenimiento ,  y  podria  llenar 
este  trifbajo  un  tomó  eri  cuarto  bien  abultado.  Pero  si  hc-^ 
moa  tenido  la  liatisfaccion  de  oir  de  boca  del  señor  Reí-- 
noso  las  ideas  capitales  de  su  discurso. .  \ 

Si  los  trabajos  que  hemos  apuntado  fueron  de  impor-' 
t^pcía  lilerarija ,  otros  contribuyeron  mas  directar¿íente 


117 

debemos  hacer  sinf^itar  mención  de  los  cuatro  c ertüme- 
nes  en  que  obtuvo  el  primer  premio:  en  uno  fue  rsle 
adjudicado  á  un  discurso  $ohrr  las  musas  del  atraso  de  la 
elocuenna  en  España  \  en  oiro  se  adjudicó  i  una  oda.  .4/ 
Ser  Supremo  contra  los  ifnphs  que  niegan  su  r.ristencia; 
fn  otro  á  un  Elogio  de  Pelayo  ;  y  en  olro  por  iillimo  á  un 
poema  ípico  en  dos  cantos,  intitulado:  La  inoren  ia  per^ 
rfíf/n,  que  en  el  año  de  ISOI  pnhlicó  el  aulor  en  una  edi- 
ción del  mayor  lujo  ,  y  que  sali<S  do  Ins  prensan  de  la  an- 
ticua imprenta  Real  ,  adornada  con  una  delicadisima  es- 
tampa«  obra  de  uno  de  nuestros  primeros  fj^mlmdores. 
Aunque  este  poema  fne  la  única  composición  en  el  g^n<*- 
To  fpíco  que  se  presentó  en  la  Academia ,  aunque  la 
itofnda  y  aceptación  en  aquella  salda  corpi>racion  fne  tal 
qno  ol  autor  en  una  advertencia  que  precede  a  su  |)Of ma, 
iice  con  su  natural  franqueza  ,  que  cuando  lo  leyó  «cre- 
Tósin  duda  que  las  musas  hahian  ya  dado  á  su  dVbil  in- 
genio todo  el  premio  de  ploria  que  era  capax  de  recibir.» 
jamás  habría  pensado  en  imprimirle  ,  y  hubiera  quedado 
sepaltado  entre  ios  papeles  de  la  Academia,  &  no  haber 
aparecido  impreso  furlivamenle ,  y  cu  una  edición  pla- 
irada  de  errores,  estropeada  y  desliji^urada  hasta  el  estre- 
mo. Otro  poema  sobre  el  nusino  asunto  ,  que  es  la  caída 
del  primer  hombre,  presentó  y  leyó  en  competencia  uno 
de  nuestros  mas  grandes  y  cóíebres  ¡metas  qnc  mereció 
el  accésit ,  y  del  que  poseemos  una  copia.  El  premio  de 
la  Academia  adjudicado  en  8  do  diciemnre  de  1799,  c<)n- 
sistia  no  en  coronas  de  flores  ,  no  en  una  rosa  do  oro, 
sino  en  un  ejemplar  (|ue  hoy  se  halla  en  nuestro  poder» 
de  la  edición  del  Quijote  con  láminas,  en  Iti.'',  h<*cha 
en  1797  en  la   imprenta  Real. 

Acerca  de  esta  composición  poética,  uno  de  losasuh- 
tos  mas  arduos  que  se  desonipeñaron  en  la  Academia, 
una  de  las  obras  núis  acabadas,  y  que  obtuvieron  mayor 
triunfo  aceren  de  este  poema  ,  en  «pie  campea  la  bri- 
llante imaginación  de  que  estaba  dotado  ol  sohor  Keino«^ 
80,  y  el  escogimiento  de  »u dicción  poélicA  «  no  cteMCiatfMk 
podor  háilMT  úa  áüJo  mMf'MMoriMad&f  oi  un  .]|i^  ^^^^ 


i9Ó 

»Hora  se  pierde  entre  Ja  pompa  umbría, 
»  Ya  mengua  el  disco  trémulo,  ya  crece, 
))  Ya  en  destellos  se  parte  y  desparece: 
»Así  de  Eva  la  mente  yaga  incierta, 
» Ya  se  alienta ,  ya  teme ,  etc, 

)>Puede  también  citarse  como  un  modelo  de  estilo  gra* 
»cioso  y  fácil  esta  octava  del  canto  1.^ 

^  »En  tanto  la  orejuela  en  la  llanura 
»  Al  verse  que  de  presto  goza  vida 
» Celebra  á  par  del  lobo  su  ventura 
)>  Y  á  triscar  con  halagos  le  convida: 
»Tal  vez  mirando  acaso  hacia  la  altnra, 
»Yé  las  aves  vagar  embebecida, 
»Y  á  sus  cantares  de  ella  no  sabidos 
»  Respondo  simplecilla  con  balidos. 

)>Y  como  muestra  de  la  misma  facilidad  ,  pero  de  un 
»e8tilo  mas  grandioso  y  mas  lleno  estas  dos  del  canto  2.^ 

»En  medio  el  Paraíso  su  guirnalda 
»  Sobre  palma  y  ciprés  coposo  estiende 
» Árbol  nello  que  en  ramos  dé  esmeralda 
x>  Lucientes  pomas  de  carmin  suspende. 
» Árbol  funesto,  á  cuya  umbrosa  espalda 
)>  Blandida  al  aire  su  guadaña  tiende 
» La. hambrienta  parca ,.  por  fatal  tributo 
»De  quien  gustara  el  delicioso  fruto. 

» Llega  debajo  el  árbol,  cuando  presta 
»  Horrenda  sierpe  de  la  hojosa  cima 
^Súbito,  se  desrolla,  y  vibra  enhiesta 
D  La  aguda  lengua  que  Satán  anima: 
»Plega  en  arcos  la  espalda,  la  alta  cresta 
»  Sobre  la  inmensa  mole  se  sublima; 
»Eva  á  su  vista  pavorida  huyera 

»Si  Um»  la  inoeeacia  oonodieta. 


»K.stc  rasgo  último  es  sobremanera  ingenioso  y  deif- 
icado. Nos  sería  fácil  aumentar  las  rilai;  pero  el  poema 
sos  tan  corto  ,  y  hay  en  él  tantas  señales  de  talento  ,  que 
»soria  preciso  copiarlo  casi  entero  si  hubiésemos  de  in- 
»8ortar  en  este  articulo  todas  las  cosas  aprcciables  quo 
» contiene. 

«Mas  este  mismo  reconocimiento  que  hacemos  del  sin- 
*(rular  talento  del  autor,  y  del  mérito  de  su  obra  ;  no» 
))autoríza  á  manifestar  con  sinceridad  y  franqueza  lo  quo 
»no  nos  ha  parecido  que  corresponde  ni  á  uno  ni  á  otro, 
»Ya  á  primera  vista  el  asunto  no  se  presta  mucho,  en 
>nuestro  sentir,  á  la  imaginación  del  poeta.  Ilu  maestro 
>del  arte  ha  dicho  que  los  misterios  de  la  religi<m  cris* 
ítiana  eran  poco  susceptibles  de  los  ornatos  poéticos;  y 
»enefecto,  si  se  considera  que  para  tratar  bien  en  un  asun- 
Wo  es  preciso  dominarle  mucho,  y  que  l.i  fantasia  le  alte- 
>roy  modiíiqucá  su  arbitrio, díuidole un  ser  nuevoynuc- 
»vos  aspectos,  se  verá  que  no  cabiendo  esta  licencia  en 
•objetos  que  es  fuerxa  adorar  con  terror  y  respetar  en 
•silencio,  el  talento  poético  debe  por  precisión  manifes* 
»tars4»en  ellos  desnudo  de  invención,  tímido  en  los  planes, 
•y  triste  y  pobre  en  el  ornato.  Millón,  se  nos  dirá ,  ha 
•hecho  un  poema  épico  del  per.ulo  original :  pero  si  la 
•imaginc'irion  vordaneramento  sublime  de  aquel  grah  poe- 
»ta,  pudo  esparcir  en  algunos  trozos  de  8U(»bra  bellezas 
))que  serán  eternas;  por  otra  parle  su  asunto  ¡\\o  le  ha 
'obligado  en  el  resto  a  presentarse  menos  como  un  poeta, 
»émalo  do  Homero,  que  como  un  catedrático  esplícando 
alecciones  de  teología? 

))Otra  cosa  quo  se  hace  notar  en  el  noemila  español, 
»ps  quo  la  seducción  no  está  preparada  con  el  Artificio 
«correspondiente.  La  serpienteen  Millim  llama  la  atención 
»de  Eva ,  no  por  su  terribilidad,  sino  ñor  lo  bello  y  vis- 
•loso  de  sus  formas  y  do  sus  colores:  la  atención  s(i  con- 
»vicrtc  luego  en  maravilla  al  oiría  articular  palabras;  |y 
•qué  palabrasi  Eva  on  ellas  es  la  soberana  del  universo, 
>la  imagen  mas  noble  del  Criador,  diana  de  mandar  á  los 
»iDgelea/j  de  que lo§  d¡o§e§  la  Jigu  diipaUndoieeVhotLOt 


»d6«brYÍrla¿eóiiio  es  que  habla?  se  pregimU  Eva;  y  el  ten- 
x>iador  responde  que  el  fruto  delicioso  de  un  ¿rlK>l  le  b^ 
)» dado  la  palabra,  y  una  ioteligencia  divina.  Admirada  y 
«llena  de  curiosidad  quiere  ver  aquella  milagrofta  planMi, 
»y  se  deja  guiar  por  la  serpiente  alsitioen  donde  está.  A 
»su  vista  reconocen  que  aquel  es  el  árbol  prohibiBo  y 
»resÍ8te  á  la  tentación:  pero  las  sugestiones  pérfidas  del  se- 
» ductor,  el  aspecto  detestable  que  da  á  la  prohibicioii  9  la 
>> vista  hermosa  del  árbol,  el  aroma  que  despide  el  fraw 
»to,  todo  parece  que  naturalmente  la  conduce  á  vaci-" 
»lar  y  á  caer. 

•  •  «>Este  pasaje  9  uno  de  los  que  hacen  mas  honor  al  ivtr 
» genio  y  árie  de  Mílton,  era  un  buen  modelo  para  íml-r 
»4ar8e,  noen  toda  su  ostensión,  sino  acomodado  á  la^  di^ 
»measiones  que  el  poeta  espadol  ha  dado  á  su  obra.  En 
»esta  última  la  serpiente  es  horrible ,  no  vistosa:  sus  pa« 
» labras  en  vez  de  ser  de  insinuación  y  artificio ,  son  de 
» blasfemia  y  de  indignación  ,  y  es  claro  que  este  lenguaje 
«en  vez  de  persuadir  áEva,  debia  al  contrario  repui^^aar* 
)»la  y  horrorizarla. 

pEn  cuanto  á  la  ejecución,  aun  cuando  s^un  va  he^^ 
«mosmíinifestado  es  acreedor  el  autor  á  grandes  eLogios* 
»nos  parece  en  primer  lugar  que  el  sistema  de  lenguaje 
» adoptado  por  él  es  demasiado  atrevido.  Las  voces -enafl^ 
wtes^  podrecida  9  nudo,  (por  desnudo]  frutecida,  lasa,  pa^ 
9vorida  y  alguna  otra  tan  nuera  ús^olvidada como  ellas»  no 
V ofrecen  en  su  uso  aquella  razón  de  necetsidad  óde.^oer*- 
Dgía  con  que  se  disculpen  ó  se  autarioeil.  IgualliieoUl 
aparecen  viciosos  por  la  frase  estos  versos. 

.  .  \e  .    «Y  eWa  enpaga 

»Los  lleva  á  su  regazo  y  los  halaga, 
•  •••.•.••.•••••#•#•• 
í>  Salen   ¡ayl  la  mansión  de  la  alegría 
»  Donde  jiiifeUce  yo  I  nacer  debia. 

)>  )fo8  parece  que  el  uso  cmnon  de  los  antorea  y  de  kt 


195 

ipresion  de  U  prrposkiofn  dr  cu  el  penúltimo  y^rso  «s 

«opuesta  á  nuestra  sintaxis.  Kslo  último  os  tan  ropara- 

»l)Ie,  que  mas  bion  nos  inolinnnios  á  rrocrlo  jorro  do 

»iuipront«i.  que  di.^trarrion  (S  rrnr  ilol  escritor. 

I  »E»  liUitiiua  iainbie.u  que  sionilo  el  autor  generahnen- 

I      »le  tan  sonoro   >  numeroso  on   sus  versos,  lia\a  dejado 

*por  corregir  algunos  ¡i  quienes  hace   desagradables   la 

)»írecuenc¡a  de  sinalefas  dnras  j  difíciles:  tales  por  ejem- 

»plo  fion  o»tos  Meados  de  las  primeras  octava»: 

»  Cantaste  de  Jeov¿  (i  su  pueblo  nuiado... 

«Turbado psrnchnrrf  ('/mentido  Apolo 

Airado  sacudid  el  rajo  primero 

»Y  oíros  de  la  niimiaí  clase  esparcidos  acá  y  nlli  en  el 
•poema  que  dismiíuuyen  «Igun  tanto  el  placer  de  su  I<h> 
•tura,  j  uo  pueden  euconirarse  sin  ceño  on  medio  de  los 
ft  demás. 

«CiOmo  no  dudamos  que  el  señor  Reinóse  tendrá 
loeasion  de  volver  á  iniprimir  su  obra,  esperamos  que 
»entottcc8  baga  desaparecer  ertOH  lunares,  siempre  reiui- 
> rabies  en  uu  poema  de  tan  corta  extensión,  j  no  correa  - 
» pendientes  al  gustoy  talento  distinguido  que  en  ¿Isema* 
iuifiesUn.)» 

Este  juicio»  aunque  en  estremo  lisonjero,  pues  en  H 
%t  reconocen  el  mijito  singular  del  poema ,  y  las  emi- 
nentes cualidades  del  poeta,  uo  deja  con  todo  de  ser  so- 
Tero:  bien  es  verdad  que  los  prínc¡|Hile8  defectos  que  se 
notan  proceden  ó  de  la  naturaleza  del  argumento ,  ó  de  la 
doctrina  y  sistema  del  autor  acerca  del  lenguaje  poéti- 
co. Reinoso  escribió  una  breve  carta  A  los  editores  del 
periódico ,  auo  ya  antes  hemos  mencionado  ,  dándoles 
Iftaeias  poi^  los  estrnordinarios  elogios  que  habían  prodi- 
(tdo  á  su  obra,  y  protestando  que  no  intentaría  «nunqa 
entrar  en  contienda  sobre  las  virtudes  6  vicios  do  sus 
venof.»  Observa  sin  embarco*  un  yerro,  que  so  deslifó 

mh  ct^  ^wiirrió  d^oripñú^y  que  mttM  «B^ 


i34 

á  página   11  donde  debe   leerse  7o« 'njf^^,  éít  Mto 
verso. 

No  el  valor  aproveha  que  les  rige. 

Acerca  de  la  omisión  de  la  preposición  de  en  este  otro 
verso.  ■ 

Salen  ¡ay!  la  mansión  de  la  alegría. 

Manifestó  el  señor  Reinoso,  que  no  era  equivocacioA 
de  imprenta,  ''qne  de  semejantes  supresiones  están  lle- 
nos los  padres  de  la  lengua,»  y  que  confesaría  francA* 
mente  su  error,  si  se  le  mostrase  la  especial  aversión  de 
nuestra  sintaxis  figurada  á  la  licencia  de  que  htüm 
usado.  ... 

Una  contestación  mas  amplia  y  completa,  y  encami- 
nada principalmente  á  aclarar  ciertos  puntos  interesante! 
á  la  poesía ,  dio  á  la  censura  el  señor  don  José  Mariá 
Blanco.  Bien  quisiéramos  insertar  á  la  letra  tan  esceleotl 
escrito;  pero  por  no  alargar  demasiado  esta  biograafí,n(M 
limitamos  á  éstractar  lo  que  con  mas  inmediatamente  M 
refiere  al  poema  del  señor  Reinoso.  De  esta  manera  ve^ 
rán  nuestros  lectores  acerca  de  esta  obra  la  opinión  de 
dos  eminentes  literatos ;  debiendo  observar  que  aiubof 
convienen  en  el  singular  mérito  de  aquella,  y  en  los  justoí 
elogios  que  su  autor  merece.  El  señor  Blanco  no  pude 
menos  de  mostrarse  reconocido  á  la  lisonjera  censura  de 
señor  Quintana.  *'La  tierna  amistad,  dice,  que  me  um 
desde  mis  primeros  aíios  al  autor  del  poema ,  me  haoi 
tomar  tanta  parte feñ  sus  elogios,  quenada  me  pnedi 
halagar  tanto  como  verlos  prodigar  en  favor  suyo  por  nnc 
de  los  literatos  de  la  nación ,  que  sabe  hablar  en  la  mate- 
ria con  mas  acierto.»  .El  primer  objeto  de  la  contestadoi 
•es  impugnar  con  la  mejor  buena  fe  y  con  suma  urbanidac 
Id  que  dijo  el  señor  Quintana  acerca  de  que  el  asunto  de 
poema  no  se  prestaba  mucho  á  la  imaginación  del  poeta 
y  de  que,  según  una  máxima  de  Boileau,  los  misterios  d( 
ia  religión  cristiana  eran  poco  susceptibles  de  los  oraaloi 
poéúcoss  Aunque  el  señor  Blanco  creía  eme  el|MqeÍB" 


m 

éiciio  del  poeta  franoAi  8^  refiera  mas  bipa  el  jonal  uso 

de  las  verdades  religiosas  en  la  poesía  ópioa  y  á  la  mezcla 
indocento  de  los  misterios  (*oii  la  fábula ,  <|ue  no  á  la 
aplicacioii  do  los  ornatos  poiMicos  á  los  asuntos  sagrados, 
hace  ver  con  todo  que  estos  son  un  n.ananlial  lecundísi- 
mo  (le  bolle/as  poéticas:  y  por  medio  de  una  serie  de  re- 
flexiüDOS  sugeridas  p4)r  los  príncipes  del  arte ,  v  por  la 
economía  du  nuestras  sensuciones*  llega  á  establecer  su 
opinión,  que  se  reasume  en  los  términos  siguientes: «  Si, 
como  no  puede  negarse,  la  religión  presenta  objeti»s  que 
tieuou  intiuitos  enlaces,  }'a  con  el  interés  mas  general  y 
eulendido  de  los  pueblos,  cuul  es  su  creencia:  ya  con  las 
máximas  sublimes  de  la  moral  universal;  si  en  ella  so 
biUan  objetos  consoladores,  cuadros  sublimes  y  terribles: 
al  &n  si  muchos  asuntos  religiosos  pueden  dar  lugar  i 
las  mas  bellas  pinturas  de  la  naturaleía,  ¿iK)r  qué' liemos 
Af  privar  á  la  poesiade  este  cam|)o  aun  no  muy  cultivado, 
y  que  en  todas  las  creencias  y  naciones  le  ba  ,  pertene- 
ridü?» 

No  puede  mepos  de  principiar  el  seffor  Blanco  por 
una  observación  luu^  ju:»la,  y  que  consiste  en  que  si  el 
poema  está,  según  la  censura,  lleno  de  bellezas,  admi- 
tiendo la  opinión  de  la  esterilidad  del  asunto  ,  deberá  in- 
ferirse (|ue  todas  estas  son  debidas  á  la  brillante  imagina- 
ción del  poeta. 

Para  nacer  ver  que  por  estériles  que  aparezcan  algu- 
nos asuntos  religiosos,  aun  los  teológicos  y  abstractos, 
son  siempre  susceptibles  de  las  galas  poéticas,  ya  p(»r  los 
pensamientos  que  se  les  asocien,  ya  por  tos  aspectos  bajo 
ios  cuales  se  presente,  se  vale  do  un  eiemplo  t(»ma<lo  del 
nusnio  poema  de  la  Inocencia.  Los  h(»mnres,  dice,  después 
del  primer  pecado  fueron  auxiliados  con  la  gracia  divina 
que  habían  desmerecido,  en  presencia  de  los  méritos  fu- 
turos de  Cristo,  lié  aqui  el  tono  que  dá  el  autor  del  poe^ 
nía  á  este  pensamiento  del  todo  teológico. 

» Ven,  ó  Jesús  1  Ya  el  triste  del  tesoro 

31  Do  tu  paiiioo  recibo  8U  cousuolOi 


^Cnal  atiles  de  Mter  ita  rayos  do  «ro 
)>Et  Bol  despunta  en  el  tosado  cielo.» 

r  t 

<r¡Qn6  giro  tan  apartado  de  la  escnela!  ¡Qaé  cotbparaf 
cion  lan  brillante  y  exacta!  ¡Qué  diccíotí  tan  bella  y  ai*^ 
cogidal  Véase  como  pueden  espresarse  en  poesía  atltf 
las  verdades  mas  abstractas  por  nna  pluma  diestra.» 

Entrando  á  analizar  aunque  ligeramente ,  el  poeinft,' 
¿ice  acerca  del  interés  que  el  poeta  faa  sabido  dar  al  asniH 
X6\  (rrrimérámetite » la  atciotí  gira  siempre  el  origen  del 
tos  males  de '1^  hum^midad,  t)bjcto  síicmprd  int^resantej 
átiti'pat-á'tois  ]nícblos  que  líO  ttcan  bailarle  en  el  vMMtí 
dclpoéMa.  Los  persona jtis^  isóYi  un  Dios  que  acaba  deeiM 
Á  ihtríidó,  una  maltitud  de  c^rittis' llenos  de  poder '^ 
(!néYí(ig6s  del  Ser  Suprcñio-,  y  últimamente,  los  dos  pri- 
ftieros  padres  del  género  humanó.  El  lugar  de  la  esceiul 
és  él  oi%é  ybcien  formado.  ¡Qué  de  objetos  subíiulélt 
lOúédé  büttez^ás  de  tin  generó "¿lun  no  conocido!  Entré 
atreyidamente.cn  este  campo  el  .poeta  que  haya  recibMtf 
d^'la  Wál\iVat6%a'el  doh  dó  óantar  cosas  grandes:  apenas 
liayá  añttnéiádó  el  objeto  de  su  canto ^  cuándo  t^  itfspirii^ 
rá  ún  silenció  religioso  y  Uña  melancolía'  sublime  en  loi 
qtielé'esóuchéñ  decir: 

j  -  • 

*  .  ■  ■    f 

«Y  en  las  regiones,  do  el  primer  vivicnt)^ 
»Moró  apenas  en  cándidaínocencía 
.''  '        »Mi  voz  repito  á  la  futura  gente  ^' 

))E1  precio  de  su  altiva  inobediencia.» 


.  y  Virgilio,  y  na 

tpraleza  de  los  asuntos',  que  sádléñ'  ofrecer  ncllczd's  Inde^ 

S endientes  del  genio  de  los  qU^'irabajah  On  éllósi  ÍQÓ  du- 
a  asegurar  que  la  sola  ésporfcífcíh  del  asunto  de  lá  Ino- 
cencia interesia  mas  vivamente  >  pues  al  oir  hablar  del 
Srimer  vírieútc ,  de  las  regiones  dó  moró  ápjbnág  'en  cán- 
ida ÍAOceaciai^Véirqúe  (il  poeta  b6*fcaita'sól61para  los 


m 

miáspéi/^li^  M  la  tmgliMiiitoiií  le  Im  éM  aifM 
Irt  dogiM  fl(iiid«nieiilal  de  rti  tMtorfAfo    * 
rM  IMdOf«iMIO   «fttá'iréiMMdS  lt>Md«MMi 
Ult^&meta^  éíiSé:  mútiM  bMMikitpáñé  Ul 
que  MpoAiá  segtRf ,  |Níf«  ^«  «HM  tefMl^ 
iñá  A^Ift'IMtáciM  de  livMlrM  ftimeim  fi^ 
áttiáímeéf  el  sellbi^  SeínoM?  Yá  üo  fMlA 
Ijftévlté^  de  hk  fié^edad,  ffíté  és  M  ítíhf^  dé  niM 
*Íkmp^«ildo  toUerflt  íftmé&  leg«ir  éS  j^ióMIl  llM 
oHdettAioáíe^  A^I'^oÁiitáf  M  ^  l(^  l^áftíflM: 
H8á«-dtf  iHAtef'ffe^Méb  éMI  mtéhk  «fáíÜ  Il4 

ipcion,  que  por  niMMé'IMidllf  JSM 
reducida  con  igual  efecto;  atendido  todo  esto, 


noetft  ww  i^átéce  Más  d]|tfb'^8(r  éfcjrío  que  de 

m  U  ^MÉrá  ^  liaé«f  d^i'iltf^ WiÜMémi.  Se  rió 

ȇ.ceder  ilfiKMl'ArMM^  el 

.  3^HñS  Itttoariy  ^fft '  wMf  MMAM^y '  lGMMe¿  La  sef* 

ÍJwespantM^'j  lüMá''  9»féh  tmMétfmÉ  atraer: 

'.>Si  tetttA^lá  Méténih '  totkfoiMÍ •'  ^ ' ' -  ^  r * 


.« 


I  liastaf  á"  sáffM*  'f^I  'fiítfcMi'  if^fM  A)  dW^uiSM  6p#MMfi 
MlHalé  del  pbéthá.U  iáWe^J«««éM«  álá^M^ye- 
, értBAcidtf'pty  la  ctfftüjaad  mte^lléfiréi^Ml'é^ 

o» /r  )  V    .      -  I  i:        .      J^^ií  Oí  <  JJIU 'í»;!i  .':*»:. I  í  »J.  .() 


iiB*Hf  lo  ehnreVé  "Y  tfchaín}hi  jrlñ  wlálréjtp'' 


'  D^pnes  de  esta  copia  del  córazoo^de  EWf  ¿tédná 
qué  DO  está  preparada  la  seducción?  ¿Qoé  necesita  eili  ^ 
mujer  indecisa  y  titubeante,  si  no  un  impulso  fuerte  que  ^ 
la  (letermiue?  En  esto — lo  diré  sin  reparo— me  pareceía*  ^ 
peTior  Bucstro  autor.  Milton  presenta  una  es^eena  terrible 
con  un  colorido  risueño  y  aun  algo  impropio.  Las  Usdih  ^ 
jeras  palabras  del  tentador  en  el  poema  inglés  mueve0.1k  ' 
Yanidad  de  Eva ;  en  el  español  irritan  su  orgullo,  intcjíj»*  ^ 
•an  su  razón.  ¿No  son  estos  móviles  mas  dignos  qu^  la  m 
pasión  pueril  de  la  vanidad?  Y  si  hay  algo  que  pae^a  diir  )^ 
culpar  caida  tan  grosera  en  un  racional,  no  será  tiflMh  ^ 
ceso  el  querer  usar  de  su  razón.  La  seducción  ^19!^  ^ 
por  Milton  convendría  mas  á  una  mujer  despuqs-df^lfllí  m 

Íañq  de  la  primer  madre;  pero  á  ésta  le  está,  mejor  C04  itf 
éralas  palabras  capciosas.  \\  .  ■  i,  m 

¿Do  está  esa  libertad?  ¿el  albedrio 
j»Dó.está  do  que  os  gloriáis?  esclavos  YÍle#« 
»  Esclavos  os  llamad ,  ó  el  señorío  . 
»Ck>brad  que  en  vanóos  dieron :  ó  serviles    , 
» Subditos  sed ,  ó  dioses:  os  lo  fio. 
))Lo  seréis:  elegid.  A  las  gentiles 
D Ofertas  Eva  por  el  fruto  arde, 
»  Y  quiere  de  ser  libre  hacer  alarde. 

(( Estos  últimos  versos  encierran  toda  la  defensa  del 
pasaje ,  y  manifiestan  la  maestría  de  su  autor. » 

Acerca  del  lenguaje  del  poema  dice :  **  Seis  voces  qae, 
so  citan,  y  alguna  otra,  ó  aunque  sean  otras  tantas  nue« 
vaso  desusadas,  esparcidas  en  ochocientos  versos,  no. 
bastan  para  dar  un  tono  general  y  un  carácter  tan  notable, 
á  su  lenguaje ,  que  merezca  el  nombre  de  sistema  dema-- 
¿iado  atrevido,  Por  cualquier  parte  que  se  abra  el  poema, 
se  hallarán  seguidas  diez  ó  doce  octavas,  en  que  acaso 
no  se  tropiece  con  una  sola  voz,  ni  un  solo  giro,  que  no 
pueda  usarse  aun  en  la  prosa.  Sirvan  de  prueba  los  dos 
razonamientos  primeros  y  los  últimos  del  poema,  que  uni- 
dos componen  mas  de  veinticuatro  octavas  1  en  tas  que  do 


,r.J 

m 

s 

.In 

^ 

*)!» 

e 

••'•'I 

e 

199 

HMlan  otras  voces  dignas  de  nota,  que  do  y  natura^  de 
Ib  cuales  no  hay  versista  infeliz  que  no  use.  Quítenselas 
leí,  y  quítense  igualmente  esas  pocas  sembradas  por  el 
Mema»  y  se  hallará  que  la  locución  no  ha  mudado  de  tono, 
ípira  usar  de  la  voz  con  que  se  ha  censurado,  no  lia  va-- 
riidodc  sísteoia.  Sin  duda  pues,  la  nobleza  que  se  halla 
en  Ja  dicción  de  la  Inocencia^  nace  de  fuente  mas  fecun- 
da. El  samo  escogimiento  délas  voces,  la  maestria  y  frau- 
IMiacon  que  maneja  el  idioma ,  y  sobre  todo  cierta  pom- 
jk  característica  del  lenguaje  del  autor  aun  en  la  prosa, 
rae  no  decae  jamás ,  dan  á  sus  versos  esta  magostad  de  so* 
niOf  que  parece  pende  do.alguuas  palabras,  y  pude  de 
lajuion  de .  iodas. » 

-.Respccio.de  las  voces  censuradas,  enantei,\6  no  es  an* 
tiaiida  6  uo  debe  serlo  porque  no  hay  otra  que  signifique 
clliempo  poto  Aapasado,  siendo  ademas  de  oso  Brecuentí- 
mm  en  el  habla  comná;  lato  se  nsaescribiendoi  como  hace 
KsleBdez,  y  hablando^  oemose  acostumbra  entre  persona» 
edtas:  pódreeida  ep  de  muy  agraciada  formación,  aun  no 
ba caído  enijesuaov  .y  es  necesaria paraevitar  voces baj^ 
üomQpodridm  y  corronptfia:  frutecida  ^  aunque  paren» 
noeTa»  es  de  muyerótioaformaeion,  y  también  necesaria, 
porque  fructífero  jfruohuno  significan  lo  qoe  tiene  la 
wlud  de  producir  nruio,  j  frutecido  supone  la.  produe-  • 
cien  9  y  pinta  al  árbol  lleno  de  sus  frutos:  mida  j'fmúmi** 
ia  no  pueden  decirse  olvidadas»  cuando  Jaa  kan  «sado 
MUendez  y  otros  vario»  poetas;  aquel  diee:  •   . 

'  ■    '  ■ 
«lo  divina. 
líNuda  verdad  en  su  pureza  ostenta 
.9  Al  pavorido  suelo » 

.  La  construcción  en  paga  está  usada  en  toda  su  propia- 
itíi ,  pue»  asi  lo  están  las  palabras  que  la  componen ;  es 
Utnral  y  ordinaria ,  lo  mismo  que  en  retribución ,  en 
füardeUf  en  recompensa.  La  omisión  de  la  preposición  de 
ea  el  penálümo  verso  no  se  opone  á  nuestra  sintaxis  figo- 
ndaí  porque  no  Ja  repugaa  ¿i  genio  de  k  lenguai  ^t«> 

9 


150 

t¡nn  no  ^ oedn  dar  logar  á  dada  ni  oscuridad,  j  porqae 
I;»  auU/n/^n  f;»mU>ní»  (X>rno  Herrera  y  Villariaosa.  Con- 
f.lfjjr<!  AricM-znio  el  fteüor  Blanco  haciendo  ver  qae  los  ver- 
fH)n  que  en  la  centrara  wi  uotau  couio  de  sonido  desagra— 
dable,  loa  rápidos  v  lánguidos,  el  que.se  cita  coa  razón 
r.rmio  duro,  eootrílmyen,  juslaineute  con  los  auavísímoi 
y  fionoros,  á  formar  la  armonía  general  de  la  ^ersificackiOf 
y  &  espresor  el  iDOvimicnto  que  conviene  JR'la  idea  oue 
fte  fiigniiica :  loa  supaestos  defectos  de  armonía  son  arüfr- 
r.ioM  del  lenguaje  para  hacer  mas  viva  la  impresión  que  la. 
pretende  escilar. 

Después  de  haber  referido  ios  estudias  del  ifeior  Bei«| 
nciK»,  su  educación  científica  y  literaria-,  y  ilos  eavMtiveS'' 
de  Hu  guaio  poético  que  sobresalen  en 'noa  poesías,  dés^ 
pues  de  haber  informado  á  nueaUoos  lectorta  de  la  únicas* 
y  «aolusiri  ucupadon  de  su  juventud ,  ooe  llenaba,  tediki 
su  Qoraxon  y  absorbía  toda  su*  imaginaaiony.  ya  es  tícv^- 
podi)  hablAr  de  las  obligaciones  que  su  esUdo  teimboHÍa^''. 
do  sua  deberes  sacerdotales ,  y  m  los  que  de  él  exigía  Á 
car|^- sagriido  oue  obtuvo.  Hemos- indicado  4ue  yaialgiiut 
iMon  individuos  de  la  Acadenua  de  Lelias  ■  Hiujistmí  TsaaT' 
acntsarso'  el  término  de  esta  9>  porque  se  acercaba  la  épt^' 
ca  on  quo  loa  jóvenes,  que  tomaban  mas  parte  en  sus  tft<«; 
rmisi  y  mío  hasta  entonces  habían  correspondió  álaidasé 
d<%i«etís^a(nMsv  tuviesen  que  dedicarsev  ya  conefaddosleé' 
oaHHÜBiidil  su  camn.  a  las  obligadones  do  su  estado  4 
pn^fosion  •  6  q«^  olluviesen  colocación  fuera  do  afvdk 
ciudad.  \M  sucedió  gonoralmente.  y  para  el  señor  Reino- 
so  llo^^  oMe  plato :  cuando  en  2o  Se  junio  de  ISÚl  ganó 
por  o|H^siciou  ol  cnrato  do  ka  panroquia  de  Sama  Cruz.  £n« 
loncos .  s<>g\m  oscrihia  tU'^puos  en  el  prologo  de  ia  /iio- 
.v«ic«ii  ^^md J«K  abandono  gusti^samento  aquellos  estudios, 
lí  «1  culuvo  de  la  |^oe»ui  que  habían  formado  las  ^^Mriri 
^  su  ju«i»ulud .  para  cargar  exclusivamente  aokn  sí  «1 
nesi«  adorable  do  ki«  debores  santos  de  su  ministerio.  Ss 
\^Mk  sus  |irimon>«  a<k>s  eran  sus  costumbres  imeyw 
siUm.  «i  adolaniaudo  en  edads<»hahuadiMarToibdocB  s« 
41MWU»  ks  WKimiiiunw  idi|;wiMt  y  su  amor  o  ia 


181 

iádj  á  la  devoción,  estos  sentimientos  adquirieron  mayor 
meremento,  y  aun  exallarion,  cuando  fu6  ordenado"  de 
sacerdote,  y  cuando  oI)Uiy(»  A  curato  di^  Santa  Cruz.  Por 
este  tiempo  según  hemos  oído  al  mismo,  estaba  sometido 
áladirecion  espiritual  del  presbítero  don  Teodomiro  !p- 
nado  Diaz  de  la  Vega ,  prepósito  del  oratorio  de  san  Fe- 
upe  Neri,  en  quien  competían  el  talento  y  la  iustmccion 
con  su  fervor  ardiente  y  con  su  unción  en  el  pulpito ,  y 
cuya  memoria  será  eterna  en  la  ciudad  de  Sevilla.  Con- 
sagrado al  mipísterio  parroquial  era  un  sacerdote ,  según 
focumentos  que  tenemos  á  la  vista,  y  la  voz  pública  en 
aquella  ciudad ,  que  edilicaba  con  su  ejemplo,  asistiendo 
todos  los  dias  at  Confesonario ,  visitando  los  enfermos  de 
«:parroquia,  dirigiendo  en  la  iglesia  ejercicios  espiritua- 
ks,  predicando  todas  las  semanas  del  año,  y  con  mas  fre* 
CMncia  eii  la  cuaresma.  El  ceto  estraordinarfo  con  que 
áesempefiaba  los  deberes  de  su  ministerio,  lo  hizo  distm- 
guirse  en  el  soeerror  de  los  menesterosos ,  cityt>  número 
ertt  bastante  consideralile'en  suparroquüa.  Recaudando  li- 
moBuas  y  baciiBBdo'pMtufe»  poi'  si  misrmo  i  las  puertas  d« 
sviglesa',  padD dar uisistefncia á  muchoffeiifennoi,  socor- 
rer el  hamm/y  vestir  b  deshüdeit  de  algunos  de  íus  f^ 
K^réses':  battaridó'  fféddrsoS'  sUf  ardiente  caridad  para*  dar 
afauMtfto  cotf  tácioiies  de  arroz ,  en  la  carestia  de  1804, 
á  374  neCésfitftdoni'  Para  dar  mas  estabilidad  y  perma- 
nemia  er  ^sKMídfi'O' de*  kjs' menesterosos ,  realizó  en  aquel 
alio,  edil  «probado»  del  M.  R.  Arzobispo ,  coadioinistn*- 
dor  de  aqtfeHa  dSóee^»,  el  proyecto  de  erigir  una  Junt» 
de  caridad ,   que  se  ocupare  en  la  recaudación  de  limos- 
nas y  en  la*  ma*  acéirttidlif "distribución  de  ellas:  para  esta 
hmta  formó  unos  estatutos ,  que  merecieron'  igualmente 
la  aprobación  de  aquel  prelado ,  y  que  Rieron  presentados 

Íredomeúdados  como  modeló  á  los  demás  curas  por  don 
oaquiA  MariaSotelo,  oidor  de  «l«ella  Audiencia ,  y 
encargado  por  el*  Real  Acuerdo  de  propagiír  en  aiquellá 
ciudad  semejantes  establecimientos  que  por  sus  felices  ré^ 
snltadM  haKau  llegado  A  obtftter'ttiucho  crédito  en  la  car 
pital  ért  reifltti  F&rmedh  de  íaií  ulílfeitaa  ftmdacw» ,  « 


152 

estableció  en  su  parroqaia  la  hospitalidad  domiciliaria, 
se  proporcionaba  lactancia  y  escuela  á  los  niños  desvali- 
dos» y  se  socorría  todo  género  de  necesidades.  En  su  mis- 
ma casa  estableció  una  sala  de  vacunación  pública  y  gra- 
tuita 9  donde  se  administraba  con  las  formalidades  pre- 
venidas en  la  real  cédula  de  1805,  logrando  generalizarla 
en  aquel  gran  pueblo ;  en  el  que  antes  se  habia  malogra* 
do  semejante  empresa,  y  que  igualmente  se  propagase  á 
otros  de  la  provincia. 

Estas  eran  las  ocupaciones  á  que  esclusivamente  es- 
taba dedicado  este  párroco  ejemplar ,  sin  curarse  apenas 
de  negocios  políticos,  ni  tomar  parte  en  las  murniuracior 
nes  contra  el  gobierno  y  la  corte ,  que  á^  la  sazón  forma- 
ban el  fondo  de  todas  las  conversaciones.  En  el  retiro  de 
su  habitación ,  y  entre  los  pocos  amigos  que  trataba  ,  la- 
mentaba los  males  de  su  patria ;  pero  sin  haber  meditadp. 
bastante  el  orígen  de  ellos  ,  ni  menps  el  remedio  que  Us- 
circunstancias  aconsejaban  para  su  curación ;  sin  predi-i 
lección  por  ningún  género  ae  ideas  y  por  ningún  sistemaj 
político.  Conocía  9  lo  mismo  que/sus  ainigps,  la  necesi?r 
dad  de  una  reforma  radical  en  nuestras  le^fes ,  y  en  los 
diferentes  y  multiplicados  ramos  de  U  a^mmisiracion  púr 
blica :  conocía  los  abusos.de  aquella  époq^, ¿jorque  salt*- 
ban  á  los  ojos  de  todos ;  pero  ni  su  im^igi^acion,  distr^ 
da  en  objetos  bien  diversos,  los  abaripabii, jtQdos  en  su  to*„ 
talidad,  m  tampoco  sehabí^  detenido  á  examinarla  apli- 
cación que  pom*ia  hacerse ;  en  el  senüdo  d9  la  ^reforn^ic, 
de  las  teorías  sociales  que  se  proclamaba  desde  la  veci- 
na Francia  en  el  delirio  furíosp  de  su  revolución.  Alga- 
nos  libros  y  folletos ,  que  por  una  rara  casualidad  llega- 
ban á  sus  manos ,  y  que  versaban  sobre  materias  poUti- 
cas  ;  algunos  periódicos  franceses ,  que  salvando  la  vigi- 
lancia del  gobierno  penetraban  en  el  reino ,  y  leyó  en 
Sevilla .  el  sefior  Reíjuoso  ;  y  últimamente  los  escasos  y* 
amafiados  detalles  que  comprendía  la  Gacela  de  Madrid. 
acerca  de  los  aconteicímientos  de  la  revol^ion  franccisa  j. 
de  las  complicaciones  y  pejl^os  que  amasaban  á  «¡oestro 
gobifruQ  jA  imestro  p$á».  t  no  {^w^^  ^j^r  de  .4e^l!e^ 


133 

(ar  y  ocnpar  íq  atención  asi  como  la  do  algunos  hombres, 
crae  si  por  su  estado,  por  estar  dedicados  á  estudios  bien 
(fiversos  ,  y  por  hallarse  exentos  de  toda  ambición ,  eran 
estraDJcros  á  las  cuestiones  políticas ,  no  podian  ser  indi- 
ferentes á  los  males  que  amenazaban  su  pais  y  la  inde- 
pendencia do  su  patria.  Do  esto  número  fu6  el  señor  Rci- 
noso.  De  muy  pocos  años  cuando  estalló  la  revolución 
francesa  ,  subyugadas  después  sus  pasiones  y  su  imagi» 
nación  por  su  amor  á  las  letras  humanas ,  las  que  lo  hi- 
cieron pasar  distraído  y  como  embebecido  los  primeros 
años  de  su  juventud  ,  ni  los  libros  do  los  filósoíos  fran- 
ceses, ni  las  pomposas  arengas  de  sus  célebres  oradores 
pidieron  exaltar  un  alma,  dominada  entonces  por  la  sua- 
ndad  del  canto  y  por  los  placeres  de  la  armonia.  Lláma- 
la i  otros  objetos  bien  diversos  su  atención  esclnsiva ,  y 
ái  interesarse  vitamontc  en  los  negocios  públicos ,  d6* 
Ules  y  muy  pasajeras  hubieran  de  ser  las  ilusiones  que 
escitára  en  su  ánimo  aquella  revolución  ,  y  muy  en  bre- 
te disipadas  completamente  por  la  caída  ael  trono  y  por 
el  reinado  de  la  guillotina.  h\  espectáculo  de  los  críme- 
nes revolucionarios  y  el  imperio  ael  terror  hirieron  fuer^ 
temente  su  corazón ,  dotado  do  ternura  y  de  amor  á  la 
JQstida ,  y  lo  hicieron  estremecerse  de  horror.  En  una 
edad  mas  adelantada,  y  ya  bastante  formada  su  razón,  las 
escenas  sangrientas  quo  se  representaban  en  la  nación 
Tecina  chocaban  con  todos  los  h¿U)itos  de  su  educación, 
con  la  rectitud  do  su  juicio ,  y  con  la  indolo  de  los  estu- 
dios que  cultivaba  ;  y  exaltaron  su  imaginación  ardien- 
te,  y  le  inspiraron  un  odio  vehemente  á  los  desórdenes 
reyolucionarios  y  al  despotismo  bárbaro  del  populacho. 
Estos  sentimientos  participaban  en  ¿1  de  la  fuerza  y  ener- 
l^a  de  su  temperamento ,  y  contribuyeron  mucho  á  de- 
tcnninar  y  fijar  sus  ideas  en  adelante :  estos  milsmos  sen- 
timientos ,  y  su  amor  al  orden  y  á  la  humanidad  ,  lo  hi- 
cieron mirar  con  desaprobación  y  disgusto  los  escesos  y 
crímenes,  los  asesinatos  y  arrastramientos  ,  que  á  la  in- 
Tasion  do  las  tropas  francesas  cometieron  en  varias  cá- 
ptales áeEspaifá,  sopreteato  de  defender  dereclbo^  V&- 


dtímps  y  ftantoB^  ja  hombres  perrersos  qiie  formabaa 
la  h^z  del  pueblo,  ya  los  intrigantes  que  dominaban  y  eik 
trayiabaa  las  buenas  intenciones  de  aquellas  juntas  yer^ 
daderamente  tumultuarias. 

Esta  es  en  compendio  la  historia  de  los  pensamientos 
del  señor  Reinoso  respecto  de  las  ideas  que  prepararon 
la  rerc^ttcion  francesa ,  y  que  después  ésta  proclamó  eu 
pteMucia  de  la  Europa  asombrada ;  respecto  de  la  sitúa* 
cion  material  de  Espafia ,  cuando  la  iAvadieroa  las  buei»- 
tes  de  Napoleoa.  Por  lo  demás ,  la  perfidia  de  éste  ,  y  el 
orgullo  y  arrogancia  de  los  generales  que  conducían  sos 
tropas  9  no  podían  •dejar  de  exaltar  á  un  hombre,  que  do*- 
tado  de  sentímieaios  de  justticia  y  de  nacionalidad »  sen- 
tía latir  en  du  pecho  un  corazón  español  y  era  rehemetir 
te  y  eMltado  en  el  amor  á  sq  patria,  Pero  miraba  eoft 
enojo,  que  tan  hermosa  causa,  como  la  que  había  proda^- 
cido  el  luuamiento  oacionAl ,  fuese  mandbada  con  críane^ 
nes  y  con  sangre  ;  crímenes  que  detestaba »  como  antes 
había  detesitado  los  que  en  el  reino  yecíno  se  com^eroft 
en  nombre  de  una  libertad  insenaatti  y  de  la  soberanía 
del  populacho. 

Al  acercarse  las  tropas  francesas  á  la  hermosa  capital 
de  Andalucía,  la  línea  de  conducta  que  debía  seguir  d 
benemérito  y  celoso  párroco  de  santa  Cruz,  se  hallaba 
trazada  con  arreglo  á  lo  que  exigían  los  deberes  de  sa 
ministerio  y  el  bien  de  sus  feligreses.  Aunque  sus  ideas 
y  sus  intereses  le  hubiesen  aconsejado  otra  dirección  y 
otro  rumbo  ,  él  nunca  habría  seguido  sino  el  que  le  dic- 
taba su  conciencia  y  le  aconsejaban  sus  obligaci<mes  sa« 
gradas.  Varios  de  sus  mas  íntimos  amigos  habían  toman- 
do parte  en  algunos  periódicos  politices,  qué  á  la  sazón 
y  muy  oportunamente  se  publicaban  con  designio  de  in- 
flamar el  ánimo  de  los  españoles  ,  de  cooperar  al  alza- 
miento general  do  las  provincias  ,  de  formar  y  dirigir  la 
opinión  ,  de  ilustrar  y  dar  fuerza  al  gobierno  nacional, 
y  de  contribuir  con  sus  luces  á  las  reformas  que  se  pre- 
paraban y  á  la  defensa  de  la  independencia  española.  Rei- 
núgop  nmqoe  aplaudía  taa  aobles  y  generosos  pensaamir 


(os  I  no  se  asoció  «í  estas  patrióticas  tarcas,  en  que  tanta 
reputación  adquirían  sus  ani¡|;os  los  sonoros  Lista  y  lUan<- 
co,  que  trabajaron  en  el  Espectador  irvillano  y  en  el  ¿>f- 
manario  patriótico^  en  cuyo  iiltiino  pcriódiro  taniMon  es- 
cribía el  señor  Quintana.  Cada  ve/,  inas  abstraído  Reíno- 
tt,  y  mas  distanto  del  torI>cüino  de  la  ópoca  ,  se  conso- 
laba de  las  calamidades  públicas,  que  tanto  le  afli^nan, 
eon el  estadio  y  el  retiro,  y  con  el  celo ,  cada  vei  mas 
tfUao,  en  el  cumplimiento  de  sus  deberes  parroquiales. 

La  entrada  de  las  tropas  francesas  en  Sevilla  no  inter- 
nmipió  sos  tareas  pastorales ,  de  que  por  largo  tiempo 
16  ban  coiiservado  gratos  recuerdos  en  su  feligresía.  El 
crédito  do  sus  virtudes  y  de  su  saber  no  lo  permitieron 
livir  oscurecido 9  cuando  los  invasores,  justo  es  confe- 
larlo  ,  se  mostraban  justos  apreciadores  del  mérito.  En 
Seínoso «  i  pesar  de  sos  reiteradas  repulsas»  quiso  el  go- 
láemo  intruso  premiar  el  celo  y  la  caridad  evangélica  de 
tan  benemérito  v  virtuoso  párroco,  y  en  1811  fué  nom- 
brado canónigo  ae  la  santa  iglesia  Catedral ,  de  cuya  pie- 
xa  eclesiástica  no  quiso  tomar  posesión,  habiendo  renun- 
tí&do  en  aquel  mismo  año  el  curato  do  santa  Cruz. 

Al  año  siguiente  de  1812  sufrió  Sevilla  una  de  las 
calamidades  mas  horrorosas  que  pueden  afligir  á  una  po- 
Uidon;  una  hambre  espantosa,  que  duró  la  primavera 
y  verano  de  aquel  año,  y  qne  era  consecuencia  de  la  es- 
casex  ycarestia  de  cereales.  Era  lamentable  el  espectácu- 
lo que  ofrocia  aquella  ciudad  ,  en  la  que  llegó  á  pagarse 
á  36  rs.  la  hogaza  do  pan  de  tres  libras ,  y  á  600  rs.  la 
faaega  de  trigo.  Los  jornaleros  y  artesanos  >se  alimenta- 
ban escasamente  y  de  alimentos  mal  sanos* ;  vimos  por 
nuestros  mismos  ojos  que  los  pobres  sé  disputaban  los 
tronchos  y  los  desperdicios  que  se  hallaban  por  las. callos 
y  plazas  entre  la  basura  :  ¡  cuántas  infelices  mujeres  se 
encontraban  desfallecidas  ,  tendidas  por  el  suelo  y  en  los 
portales ,  y  entro  sus  brazos  una  tierna  criatura ,  que  se- 
cas las  fuentes  do  su  alimento,  desgarraba  el  corazoü  con 
su  tierno  llanto !  Las  enfermedades  y  la  mortandad  eran 
consiguientes,  y  todo  concorría  a  que  aqueliii  dVi4dA 


156 

ofreciese  nn  aspecto  general  de  lato  y  desolación.  Esta 
triste  y  dolorosa  situación  ofreció  á  muchas  personas  la 
ocasión  de  acreditar  su  caridad.  Distinguiéronse  mi  inti- 
mo amigo  D.  Vicente  José  Yasquez,  después  conde  de 
Guadalate ,  que  daba  en  su  casa  una  ración  abundante  de 
arroz  y  pan  á  cuantas  mujeres  se  hallaban  criando  y  las 
solicitaban  ;  y  D.  Félix  José  Reinoso ,  que  con  estraor- 
dinario  celo  promovió  el  establecimiento  de  hospitales  de 
desfallecidos ,  en  los  que  se  daba  asistencia  y  manteni- 
miento  í  mas  de  700  moribundos  recogidos  por  las  casas 
y  por  las  calles ,  en  las  que  habian  muerto  anteriormente 
muchos  sobre  la  basura  y  el  estiércol.  Esta  obra  de  insig- 
ne piedad  mereció  al  señor  Reinoso  singulares  elostos 
del  R.  Obi^o  Gobernador  del  Arzobispado ,  y  una  leli- 
citacion  del  cabildo  eclesiástico  de  aouclla  ciudad. 

Aunque  estas  obras  tan  meritorias  y  plausibles  ocupa- 
ban toda  la  atención  del  Sr.  Reinoso  y  aunque  jamás  se 
presentó  á  las  autoridades  francesas ,  debiendo  únicameiH 
te  al  crédito  de  sus  virtudes  y  áef  su  saber  las  piezas  ecle^ 
siásticas  que  obtuvo,  con  todo-bastó  esta  última  circuns- 
tancia para  que  la  ignorancia  y  la  malignidad  lo  conside- 
rase como  afrancesado  ^  es  decir ,  comoamigo  de  la  usur^ 
pacion  francesa  ,  y  merecedor  de  la  odiosidad  y  de  las 
persecuciones  con  que  el  vulgo ,  ;euandó  las  tropas  de 
Napoleón  evacuaron  nuestro-  territorio  ,  afligia  á  hom- 
bres inocentes ,  que  en  lo  general-acababan  de  prestar  se- 
ñalados servicios  al  pais  y  á  sus  compatriotas.  Parece  que 
el  Srr  Reinoso  fue  atropellado  en  la  calle  pocos  dias  des- 
pués de  la. entrada  en  Sevilla  de. las  ttopas  españolas ,  y 
aun  conducido  á  una  prisión « de  la  que  salió  á  poco  tiemi- 
po>k.por'  no  haber  méritos  suficientes  para  hacerle  ningún 
cargo  fundado ,  en  vista  de  las  diligencias  que  se  practi- 
caron* ' 

¿l^ero  cuál  foe  y  en  qué  consistió  el  afrancesamiento 
de  Reinoso?  En  haber  admitido  ,  siendo  cura  antiguo»  y 
distinguido  por  sus  virtudes  y  literatura ,  una  canongia 
en  el  cabildo  de  la  santa  iglesia  catedral  de  Sevilla ,  y  en 
JhaJberse  conducido ,  en  la  época  de  la  invasión ,  como  nn 


«57 

fleerdote  ejemplar ,  como  xm  párroco  celoso  y  de  ardien- 
te caridad.  Templadas  las  pasiones  muy  poco  después  de 
h  entrada  de  las  tropas  españolas ,   continuó   viviendo 
tranquilamente  en  la  misma  ciudad  el  Sr.  Reinoso ,  sin 
qoe  nadie  le  incomodase  ni  molestase,  respetado  por  su 

ribidad  y  talentos,  amado  de  sus  numerosos  amigos  y 
las  personas  mas  distinguidas  ¿  ilustradas  de  aquella 
capital. 

I  Cuántos  errores,  cuántas  preocupaciones,  y  cuántos 
mies  produce  en  tiempos  revueltos  la  invención  infausta 
difDna  palabra ,  laniada  por  la  maledicencia  en  medio  do 
h  locha  de  las  pasiones  desenfrenadas !  La  palabra  afran- 
$mdo  9  que  espresaria  una  calificación  inocente  y  aun  li- 
Mqnra  en  tiempos  tranquilos ,  que  por  si  tienf^  siempre 
VI  wntido  vago  é  indeterminado  ,  en  la  época  en  que  se 
ftn  en  uso  llevaba  consiffo  la  odiosidad  y  el  encono  que 
Mtiiralmente  debian  insjiírar  los  invasores.  Estas  dispo- 
■dones  ;  ó  mejor  dicho,  este  fanatismo  del  vulgo  igno- 
rule  9  supieron  esplotarle  los  hombres  ambiciosos  ,  que 
úñ  mas  méritos  ni  servicios  que  su  decantado  é  ilusorio 
patriotismo ,  anhelan  arrebatar  los  puestos  públicos,  lan- 
lando  de  ellos  antes  por  medio  de  las  persecuciones  y  de 
las  proscripciones  políticas ,  á  los  que  los  obtenian ,  ó 
merecían  por  su  capacidad.  Si  algunas  personas  han  ca- 
lificado varias  revueltas  posteriores  de  luchas  de  empleos, 
nunca  ha  sido  mas  merecida  esta  calificación  que  cuan- 
do se  prctendia  inhabilitar  para  los  destinos  públicos  á 
cuantos  en  la  época  de  la  invasión  ¡francesa  los  habian 
desempeñado  en  los  diferentes  ramos  de  la  administra- 
don  ,  y  en  casi  todo  el  reino. 

Estos  son  únicamente  los  conocidos  con  el  nombre  de 
afrancesados;  y  ya  desde  luego  se  conocerá  que  ninguno 
de  estos  pudo  cooperar  en  lo  mas  mínimo  al  funesto  tra- 
tado de  Fontainebleau ,  por  el  cual ,  bajo  protesto  de  ocu- 
Er  el  reino  de  Portugal,  fueron  abiertas  á  los  ejércitos 
mceses  las  puertas  de  la  península  ;  que  ninguno  au- 
lilió  ni  facilitó  á  estos  la  ocupación  de  nuestras  plazas 
fiíertes  y  de  la  cMpiuJ;  j  que  ninguno  tuyo  relacionen 


clandestinas  con  Napoleón  para  serrirle  en  los  medim  ^ 
engañosos  y  pérfidos  que  empleó  para  conducir  á  Bayo-  i¿ 
na  la  familia  real  de  España  ,  obligando  á  los  indiridote^ 
de  ella  á  que  le  cediesen  la  corona,  y  reteniéndolos  ei- 
Francia  en  una  ye^dadera  cautividad.  No  tenemos  notirj 
cia  de  que  áiúngun  español  se  haya  acusado  por  nii 
no  de  estos  hechos ,  ni  creemos  que  por  ellos  nii 
haya  sido  sospechoso  siquiera  de  traición  ,  porque 
guno  tampoco  llamó  á  los  franceses  ,  ni  les  entregó 
plazas  9  ni  les  abrió  las  puertas  del  reino ,  ni  aconsejó 
renuncias  y  ni  ayudó  á  Napoleón  en  sus  proyecto*  i 
ciosos.  Si  ^9íSo  algunos  se  hubiesen  hallado  en  este 
merecerían  con  razón,  el  nombre,  no  de  afrancesadiMf 
no  de  enemigos  de  su  patria  y  de  verdaderos  traidores* 

Los  afrancesados  ,  en  el  sentido  que  se  dá  á  esta 
labra»  son  los  empleados  de  todas  clases  y  categorías^ 
continuaron  desempeñando  sus  destinos  en  las  pi 
cias  y  ciudades  ocupadas  por  las  tropas  invasoras;^  6 
fueron  nombrados  por  el  gobierno  intruso.  De  aquí 
sultán  dos  .cuestiones  que  son  capitales  en  esta  mati 
primera ,  en  los  pueblos  ocupados  por  el  ejérdto  ii 
sor ,  ¿  debió  cesar  toda  administración  de  justicia , 
gobierno  civil,  toda  cuenta  y  razón  en  el  repartimii 
1^  recaudación  de  las  Contribuciones  y  en  la  exaooMli 
e  los  suministros  de  toda  especie  aue  continuamente  pe- 1 
dian  los  vencedores?  Segunda,  ¿debieron  ser  frAoceieii 
ó  españoles?  No  son  estas  de  dificil  resolución  ,  siendo 
muy  naturales  y  obvias  las  reflexiones  que  sugieren,  bi  j 
razones  en  que  ;Se  funda  el  juicio  de  toda  persona  sentt- 
ta  ,  y  los  principios  de  derecho  público  y  de  administit- 
cion  en  que  este  juicio  se  apoya.  En  esta  materia  esttf 
de  acuerdo  la  justicia ,  y  el  interés  y  conveniencia  de  ki 
pueblos. 

No  debemos  desconocer  el  mérito  contraído  por  los 
empleados ,  que  por  medio  de  riesgos  y  peligros ,  aban- 
donando su  casa,  familia  é interés,  y  haciendo  señalados 
sacrificios ,  siguieron  al  gobierno  á  Cádiz ,  ó  se  presen' 
taroa  en  aquella  plaza.  Pero  no  podrá  menos  de  conft^ 


i 


159 

Mr  toda  persona  imparcial  y  desapasionada ,  qne  entre 
Uer  hecho  costosos  sacrílicios  y  haber  sido ,  romo  aU 
gUDS  han  sapucsto  ,  traidor  y  (Icslcal  á  su  patria  ,  hay 
DU  distancia  inmensa.  En  buen  hora  que  no  se  hubiese 
iido  nn  premio  estraordinario  al  empleado  que  se  quedó 
Mtre  los  enemigos ;  pero  nunca  debió  tratársele  ni  cas- 
Bginele  como  criminal ,  por  solo  el  hecho  de  haber  con- 
nnido  en  su  empleo  :  y  ya  que  esto  no  le  diese  ningún 
faccho  á  recompensas  particulares ,  ouc  á  lo  menos  no 
lacirTiese  de  obstáculo  para  ser  atenuido  según  su  ca- 
(MÍdad  y  sa  mérito.  Nadie  habría  juzgado  estraño  ni  re- 
pinante que  no  se  conservase  en  sus  destinos  á  los  nuc- 
VMente  nombrados  por  el  gobierno  intruso  ;  pero  debió 
OMinarse  la  conducta  de '  estos  y  de  los  antiguos ,  y  á 
las  fns  se  hubiesen  portado  con  honradez ,  que  no  hu- 
ÜMi  salido  de  la  esfera  de  sus  atribuciones ,  que  no  hu- 
lÉien  abasado  de  las  facultades  que  les  daba  su  destino, 
Uiió  siquiera  tenérseles  en  cuenta  el  haber  sido  hombres 
la  fcien  cuando  pudieron  impunemente  no  serlo  ;  y  á  los 
pe  hidiiesen  vejado  arbitrariamente  á  sus  couciudada- 
Mt,  6  hubiesen  robado,  ó  producido  males  inneccsa* 
rioiv— porque  hay  algunos  que  son  inseparables  del  esta- 
la de  conquista*  y  que  es  preciso  sufrir  para  evitar  uia- 
pres  males — á  estos ,  si  buho  algunos ,  debió  separar- 
sales  de  sus  destinos,  y  formárseles  causa  para  imponer- 
las la  pena  que  correspondiese  con  arreglo  á  las  leyes. 
Pero  confundir  en  una  proscripción  general  á  los  que  se 
iullasen  en  este  último  caso ,  con  un  eclesiástico ,  por 
ejemplo ,  como  Reinoso ,  que  continuó  en  su  cargo  pas- 
toral ,  que  nunca  debió  abandonar  ,  y  que  por  sus  vir- 
tades  y  mérito  literario  obtuvo  del  intruso  el  premio  )' 
Moenso  rcGfular  de  una  prebenda ;  es  el  cstremo  de  la  in- 
justicia y  el  último  térmmo  á  que  puede  conducir  la  de- 
pravación de  las  pasiones. 

Si  los  empleados  en  la  administración  general  no  tu- 
pieron, ni  pudieron  tenor  parle  alguna  en  la  con(|uisla; 
IOS  atribuciones  9  según  su  naturaleza,  y  sin  traspasar 
d  circulo  de  e\ia$,  se  encaminaban  á  establecer  órd^u  ^ 


i 


Í40 

concierto  en  todos  los  ramos  del  senricio  público»  á  dü^. ;' 
minuir  los  males  inseparables  de  una  invasión  estran*     ' 
á  proporcionar  al  pais  y  á  sus  moradores  los  bene 
e  nna  administración  necesariamente  protectora.  En 
circunstancias  en  qne  se  hallaban  estos  empleados, 
do  de  ellos  decirse,  mejor  que  de  ningunos  otros, 
seryian  antes  al  pais  y  al  pueblo  ,  que  al  gobierno  in 
so  ,  que  los  había  nombrado ,  ó  que  los  mantenia  en 
destinos.  Porque,  dígase  lo  que  se  quiera,  sus  funcioi 
se  dirigían  al  nien  del  pais  ,  y  en  muchos  casos ,  y  ( 
pecialmente  en  la  esfera  de  la  administración  super^ 
á  asegurarle  beneficios  trascendentales  y  permaná 
¿Qué  otra  era  la  ocupación  de  los  consejeros  de  E6ta< 

Sie  la  de  trabajar  én  los  códigos ,  el  sistema  de  reí 
plan  de  instrucción  pública ,  el  arreglo  del  clero 
cular ,  el  fomento  de  la  agricultura  y  artes ,  la  conit 
cion  de  caminos,  canales ,  y  puentes,  etc.,  etc.  ?  ¿ 
otra  latarea  de  los  jueces  y  magistrados,  que  la  de  a' 
nistr^o*  justicia ,  reprimiendo  los  delitos  comunes,  y  p 
tegiendo  los  intereses  y  las  personas  de  sus  conciada 
nos  ?  ¿En  qué  otra  cosa  se  empleaba  el  celo ,  y  el  pati 
tismo  bien  entendido  de  los  llamados  prefectos ,  que 
ser  los  padres  y  protectores  de  las  proyincias  que  ad 
nistraban  ,  oponiéndose  con  yalor  heroico  á  las  injuj 
exacciones  y  á  la  rapacidad  de  los  mariscales ,  genera^ 
les,  intendentes  y  ordenadores  franceses,  queriendo 
bien  ser  depuestos ,  que  consentir  en  una  injusticia  ,  9^^ 
entrar  á  la  parte  de  un  robo ,  y  de  cuyas  virtudes  te^'^l 
nemos  un  insigne  modelo  en  un  dignísimo  representatttos- 
de  Granada  ,  qucí'  en  estos  momentos  ocupa  un  asiento'; 
en  el  palacio  de  Oriente?  Y  por  último  ,  ¿qué  otrofo» ' 
el  afán  continuo  del  Sr.  Rcinoso  y  de  otros  venerables 
sacerdotes,  que  el  contribuir  al  alivio  y  consuelo  de  loa 
desgraciados  ,  disminuyendo ,  en  cuanto  sus  fuerzas  al- 
canzaban, las  calamidades  públicas,  y  ejerciendo  con  ce- 
lo y  caridad  ardiente  los  deberes  de  su  santo  ministerio? 
Escusado  parece  que  nos  ocupemos  en  justificar  It 
conducta  que  en  esta  parte  observó  el  varón  ominen-» 


141 

B I  caya  biografia  nos  ocupa ,  dospues  que  (A  mismo  la 
leCeodió ,  dclcudicudo  á  sus  compañeros  do  desgracia  en 
M  obra  inmorlal,  y  después  que  el  ¿xito  de  esta  ha  sido 
ftli  y  tan  poderoso  su  influjo  cu  la  oi>iniou,  que  puede 
hdrse  que  ilustró  ó  formó  la  de  todos  los  hombres  dís- 
litos  y  desapasionados.  Pero  como  quizá  muchos  de  los 
|Mlean  estas  lineas,  no  ha^an  leido  la  citada  obra,  ni 
pytello  se  despierte  su  curiosidad,  por  juzgarla  con 
||BTOcaGÍou  obra  de  circunstancias ,  he  creido  que  era 
Ma  lagar  oportuno  de  apuntar,  en  defensa  del  Sr.  Hci- 
Wd,  algunas  de  las  consideraciones  que  después  do  mu- 
Bh|  aftos  aun  recordamos  haber  leido  en  su  Examen. 
,  sin  embargo ,  de  dejar  esta  materia  no  podemos 
kde  observar:  1.^  Que  los  llamados  afranceiodoi 
Mtmon  nunca  amigos  del  gobierno  intruso.  Creyendo 
JNfíiUe  la  dominación  francesa ,  miraban  con  disgusto 
•  resistencia  que  arruinara  las  poblaciones,  y  preton-* 
Sm  que  bajo  la  diestra  onmipotento  del  emperador  do 
li|  Jrancesos ,  se  realizasen  las  reformas  políticas  y  ad- 
liustrativas  que  anhelaban  los  hombres  ilustrados;  por- 
(Ubiyo-eate  concepto  los  afrancesados  fueron,  según 
m  flKTÍioa  y  las  opiniones  que  manifestaron  en  los  puos- 
II  ¡mblicos  que  desempefiaron ,  los  primeros  amigos  do 
i/ivfbrma  y  los.  primeros,  liberales  de  España.  2.*»  Ni 
jMo  partido,  ni  como  opinión  existen  ya  tales  afrance- 
líos ,  sino  en  la  cabeza  de  un  ente  ridiculo ,  de  un  es- 
Uno  maligno  ,  enemigo  de  la  virtud  y  del  mérito ,  y 
M  sn  nulidad  devorada  de^  envidia  contra  toda  suprcma- 
ik  Uteraria ,  que  respecto  do  él  es  toda  la  república  de 
m  letras.  Cuando  las  tropas  francesas  evacuaron  la  Pe- 
üüula ,  los  que  se  refugiaron  á  Francia  no  conscr va-> 
Ma  ni  podian  conservar  otro  vinculo  que  el  sagrado  do 
ll  desgracia:  los  anteriores  vínculos  no  eran  do  opinión, 
pnes  no  profesaban  ninguna  propia  y  esclusiva  ,  sino  de 
arcanstancias  imprescindibles  para  todos ,  y  respecto  do 
lis  mas  absolutamente  independientes  de  su  voluntad. 

Acerca  de  las  acusaciones  que  se  hacian  á  los  espa- 
Ues  qua  se  habían  sometido  m  yugo  de  la  dominación 


144 

forme  sobre  la  ley  aararia  ;  y  es  la  de  haber  sometida  A 
idioma  castellano  á  íormas  que  le  eran  nuevas  y  descoiUK 
cidas* 

»  Mas,  e^ta  gloria  literaria  que  reunida  á  la  eseelencia 
de  los  principios  y  á  la  energía  de  la  lógica »  colocará  el 
Examen  entre  los  libros  clásicos ,  debe  ceder  á  otra  maa 
dulce  y  mas  digna  de  los  sentimientos  generosos  delaori^ 
tor ,  cual  es  la  de  haber  abierto  un  asilo  á  las  yictimiiis 
futuras  de  las  revoluciones  de  los  imperios.  Su  libro  SM; 
rá  mirado  jpor  la  posteridad  como  el  código ,  sancionid0¿¡ 
por  la  justicia  y  la  humanidad  ,  para  proteger  ai  desvM 
lido  disidente  contra  el  furor  de  los  perseguidores  dogiiit 
matices.  Deseamos  ^e  el  público  contemple  el  Exámitllí 
bajo  este  aspecto  útilísimo ,  que  aniquilará  para  aiempNK 
la  intolerancia  de  los  partidos.»  *  t^p 

'  Al  año  siguiente  al  en  que  volvió  á  Espafia  Avdfji 
Fernando,  apareció  '&,la  luz  pública»  ó  ioipreiilk  on  Fffawp 
cia  (1)  lái  obra  de  que  tratamos,  llevando ppr  titulo ;•  Exééi 

■  .         r  ■.■■  .-J'Jaí 

..■  :;■■■  .   r   VIOI^ 

(1)    Giuiotlo  en  lUi4^rcgC4MÍ  de  «u  cau^ivqúo  á  iütpaSael  ref  D.  teh 
nando  VlLftq  oital)«i  iiiiprímiepdo  cu  SavíUu,  cq  Jíí)  imprcDU  de  lüdalgridB 
übrá  dftl  teAfvr  neiiíóib  :  ilia  ^tíi' sazón  imyroM  ya  la  mítaif  do  olla,  coa^r 
ta  diferoncio.  La  perMwueioR  iini^io  sniicitu  ruiitnr  lihcralcs  j'nttarí( 


l)ajo  cuyaMltiiuo  coiice|»io  iwUwa  coaudemdo  el  ref  Árido  lefltfr  RéÍBMÍ^«y! 
la  sopro'sion  de  la  iiiicrUiddi;  iioi^reiit^i ,  que.íuú  conRucaeiióa  del  práMN 
dccrfíto  (Ift  Fernando  Vil ,  óbliguruii  al  autur  y  al  imprcsur  k  ifiulilíur  MM 


lorndamento  toda  la-pnrtn  irirpmA,  rüscrv&iidoxn  íinicamhntó  el' auloruR 
piieguR  de  capiiloa  y. el  manuicrilo. — Parado»  loe  primeros  furqne  de  la  fS^ 
scxuúpB,  y  traoqiulizado  d  sejkoi-  Jlcino^,  no  penliendO  la  etparailrte -eeiip 
otro|  muciiüK  di;  que  el  rey  Fcruando  adoptase  una  marciía  uenoe  éétroM^ 
y  miis  chaciliadora  y  tolrranU; ,  conrormc  iiarncia  requerir  su  propio  imy 
r(!S,  i)oiriHni<!Ó  »u  pensamiento  y  ni  estado  (le  su  ohra  ,  qiie  de  ningufia  in^ 
ñera  |»odia  ya  imprimirse  en  Sevilla ,  n  un  aini^o  y  condiscipulo  soyo ,  M; 
emigrado  de  EspaAa  al  tiempo  lie  la  ovucuarion  déla  Península  Mf  lailií'' 
p.'is  de  Napoleón,  habia  rcgreü^idu  á  Madrid  entro  la  comitiva  ¿1  rev  fth^ 
uando.  Este  sugeto  (1).  J.  V.)  amigo  del  impresor  v.n  esta  corto  D.  N.  de&f. 
escribi/»  ol  autor ,  dieiéndole  nn^  remitiese  el  original  jiara  tentar  sí  habi| 
algún  medio  de  oliUtoor  en  Madrid  la  linmeía  para  la  impresión,  y  m^ 
zarla.  Vino  elW;iivamenle  el  original,  y  fué  |iuesto  en  roanos  del  nfariál 
impresor  para  que  discurriera  lo  que  pudiera  hacerse  para  llevar  á  cabo  li 
jiuLlicacion.  La  parte  impresa  en  Nivilla,  que  eran  15  pliegos  oa  4.%  eiia" 


145 

Im  dtliío»  de  tnJideUdad  á  la  patria ,  %mputado$  A 
Mm  iomeíidoi  bajo  la  dominación  france$a^  tu\o 
I  ipe  debía  esperarse,  pues  mereció  unánimes 


andada  j  Tariada,  imprimidos  ncriodoi  y  pnrraroi.j  suslitiiido 
I  atroi.  1^1  aulor ,  qao  diirunl^  la  aui^nria  del  rty  Fernando ,  ? 
prnamiendo  un  raiuhio  tau  nolalile  de  conus ,  que  le  volviera  a 
M  dejaba  de  bnoer  inciilpurionei  severas  á  la  familia  real  por  el 
Cilpable  abandono  de  sus  dtTcrbos  v  de  las  obligarioncg  que  le 
li  Dación ,  para  deducir  la  ne residan ,  el  derecho  y  la  libertad  en 
■dÍTÍduon  quedaron ,  cuando  aquella  dinaslin  falló,  de  elegir  y 
i  al  gobierno  y  á  los  orincipios  que  li^  nluguiesen.  Traló  de  disi- 
triar  loda  csla' parle  do  inculpaciones  i  la  misma  dinastía  ya  res- 
M  el  trono,  conservando  por  lo  demás  las  doctrinas  emitidas  en 
n«  en  la  cual ,  á  pesar  de  aquellas  variaciones  y  correcciones,  no 
nlnmbrarse ,  á  quienes  la  lean  atentamente ,  pasajes  é  ideas  con- 
■^ael  capiíal  prmcipio  ,  sobre  el  cual  esencialmente  estriba  toda 
inpresor  conoció,  vista  la  marcha  adoptada  por  el  gobierno  del  rey 
^  flue  seria  temerosa ,  y  aun  arriesgada  ,  la  tentativa  de  obtener  el 
ir  la  via  regular  para  la  impresión.  Mas  considerando  el  mérito 
,  DO  quiso  privar  del  gusto  de  que  la  viese  á  su  amigo  el  seftor 
I  Cabrera ,  conocedor  y  aficionado  á  esta  clase  de  producciones. 
M  acuerdo  del  amigo  y  encarj^ado  del  sefior  Reinuso ,  verificó, 
m  grata  sorpresa  v  emoción  al  inteligente  ,  virtuoso  y  benf'mériio 
rara,  que  se  deridio  á  procurar  que  la  viesi*  el  dutjiie'de  S;in  (^ír- 
•aton  ministro  de  Estado,  con  quien  tenia  antiguas  relación.** 
,  para  ver  si  á  favor  de  las  doctrinas  de  este  libro,  y  obteniendo 
ooiducto  la  licencia  nara  (^ue  se  imprimiese  y  circulase ,  le  oro- 
iplar  la  acritud  é  intolerancia  que  aquel  gobierno  ¡  partido  aes- 
Eo  esta  sazón  ,  el  duque  de  San  («arlos ,  por  sns  ideas  y  temple 
,  fué  repenlinumente  separado  de  los  negocios ,  y  tiHlo  tomó  un 
H  riguroso  y  perseguidor ,  tocando  también  á  pocos  días  una  no 
arle  en  las  persecuciones  al  modesto  y  virtuosísimo  seAor  Cabrera. 
1  esperanza  de  poder  imprimir  y  publicar  la  obra  en  EspaAa ,  ñero 
le  eficazmente  que  uo  se  peruiese  para  la  socie<lad ,  se  pensó  en 
M  persona  de  toda  confianza  á  Francia  ,  á  donde  la  llevó  el  ca- 
Sai  Isidro  1).  N.  Imprimióse  por  primera  vez  ya  entrado  el  aflo 
61  Auch  ,  tal  como  fué  el  original  desde  Madrid.  Pero  á  la  se- 
noB,  hecha  en  Burdeos ,  ya  con  conocimiento  del  autor ,  hizo  al- 
lisndas  y  aftadió  algunas  notas ,  entre  ellas  la  importante  en  im- 
de  la  Tetyria  dv  las  Cortes  del  canónigo  Marina.  La  única 
quien  el  seftor  Ueinoso  leyó  el  manuscrito  de  sn  obra  ,  antes  de 
I  tj  con  quien  tuvo  acerca  de  ella  varias  conferencias,  fué  ni  inti- 
I  al  ^.  D.  Pablo  Pérez  Seoane ,  ilustre  jurisconsulto  de  Sevilla» 
'fíve  todavía. 

10 


146 

elogios  de  todos  los  sabios ,  y  hasta  de  los  mismos,  tajas. 
opiniones  ó  preocupaciones  se  censuraban  \igorosameiH 
le.  Con  ansia  se  buscaban  en  España  los  ejemplares  de  * 
esta  obra;  y  tanto  por  lo  que  se  buscaban,  como  por  la 
dificultad  de  introducirlos  en  el  reino,  se  vendían  á  muy 
subido  precio  ,  habiéndose  pagado  algunos  ejemplares  á 
mas  de  mil  reales  cada  uno.  Escascando  ya  los  de  la  se- 
gunda edición  ,  habia  corregido  escrupulosamente  uno 
de  ellos ,  ú  fin  de  que  sirviese  de  original  para  la  edición 
de  todas  sus  obras  ,  que  proyectaba  publicar,  y  en  cuyo 
trabajo  se  ocupaba  <;uaudo  le  sorprendió  la  muerte. 

Ya  se  ha  indicado  y  puede  afirmarse  perentoriamente, 
que  esta  obra  no  ha  sido  impugnada  por  nadie.  Hemos 
qido  hablar  de  un  escrito  que  estendíó  con  este  objeto  el 
antiguo  consejero  de  Estado  D.  Juan  Bautista  Erro;  perO' 
no  podemos  hablar  de  un  escrito  que  no  se  ha  publicado, 
que  tampoco  hemos  leido,  y  acerca  del  cual  no  tenemos  , 
una  seguridad  completa  de  que  haya  existido  ;  pues  no 
recordamos  haber  oido  afirmar  á  nadie  que  lo  haya  visto 
ó  leido.  No  merece  el  nombre  de  impugnación,  ni  ann 
siquiera  el  honor  de  ser  citado  ,  un  folletito  miserable  y 
vergonzante ,  que  inoportuna  y  tardíamente  apareció  en 
1837  ,  y  que  «in  duda  la  envidia  literaria  dictó  á  un  ver-' 
ista  cesáreo  (1)  que  ni  aun  se  atrevió  á  publicarle  bajo  su 
snombre. 

No  debemos  dejar  de  hacer  mención  ,  antes  de  con- 


(i)  Consta  que  este  folíelo  fue  obra  de  D.  Juan  Bautista  Arriaza,  qu 
pretendió  zaherir  la  obra,  después  de  babersc  publicado  dos  ediciencs,  j 
cuando  p  nadie  se  acordaba  de  afrancesados,  ni  participaba  de  los  intere- 
ses y  pasiones  de  sus  perseguidores.  Kslas  circuuslancias,  unidas  á  la  de  ka« 
liarse  por  aquel  tiempo  en  esta  curte  el  señor  lUinoso ,  morcciendo  la  con- 
lianza  del  gobierno,  y  el  respeto  y  cstiinacion  de  las  personas  mas  distingaidis 
de  la  misma ,  dan  un  derecno  para  atribuir  eslu  publicación  á  motivos  poco 
nobles. — El  noibbre  de  poeta  Cesáreo  se  lo  data  un  amigo  nuestro  al  se- 
ftor  Arriaza ,  por  su  aücipn  á  cantaír  para  los  oidos  reales. — Respecto  del ' 
folleto,  que  aun  se  baila  venal  á  2  rs.  en  la  librería  de  Burgos ,  gakría  de ; 
Sai  Felipe,  nos  bastaría  por  toda  respuesta,  que  las  personas  curioiai  la 
lyeseii:  el  juicio  de  estas  romprohoria  nuestras  calíricaeiüncs. 


*'i 


147 

^lair  esta  maloria ,  de  las  ¡iijustAs  cláusula»  qtir  acarra 
M  ixámen  estampa  en  su  Historia  de  la  giic'Ya  y  revolu^ 
lían  de  Eipaña  el  sofíor  conde  de  Toreno  (1).  Las  rláu- 
«das  á  que  nos  referimos,  y  en  las  que  por  cierto  no  se 
vaeba  el  juicio  que  en  ellas  se  emite  ,  ni  espresa  6ste  el 
nlor  como  suyo  propio,  sino.mas  bien  del  vulpo,  debie- 
ran suponerse  bastante  compensadas  con  rec<»norerse  si 
■ismo  tiempo  el  distinpruido  mérito  del  autor  ,  y  de  una 
dva  «en  realidad  notable  por  su esco^^ida  erudición  y  mu* 
¡ka  doctrina,»  y  en  que  se  abof^a  en  favor  do  los  desgra- 
nados de  todos  los  partidos.  Sí  el  nombre  del  historiador 
base  menos  cólebre ,  y  si  las  cláusulas  que  hemos  copía- 
la no  apareciesen  en  una  obra  tan  imnortante  y  estima  - 
hy  que  su  mismo  autor  no  dudó  calilicar  en  pleno  par- 
Wnento  ,  de  monumento  li*vautado  á  la  gloria  nacional. 
Naos  detendríamos  en  contestar  siquiera  cuatro  pala-* 
Ina  á  unos  carf2[os  tan  vulgares  y  superficiales. 

Si  bien  el  autor  del  Examen  censura  algunas  deter « 
■iaacioncs  de  las  Cortes ,  y  combate  las  opiniones  de 


(1)  «Vn  literato  dittinguido  y  Tnron  aprrrinMo  piiMiró  nn  Fronrin  aDut 
iWb  en  defensa  de  los  ronipromotidos  rou  el  intruso ,  &  riiyo  linndo  pertcne- 
M,  una  obra  muy  estimada  dv  ios  shvos  ,  y  en  reolidod  notable  ñor  su  eseo- 
|Ua  erudición  y  mnclia  doctrina.  Láslíma  ha  sido  so  muestro  en  ella  sa  nntor 
lu  apasionado  y  parcial;  pero  ul  paso  qucT  uiallruta  ¿  las  («órti>s,  y  censura 

trámente  á  muchos  desús  diputados,  encomia  á  Fernando  altamente,  ca- 
índole  hasta  de  celestint.  Y  no  se  crea  perdió  el  desliz  dd  tiempo  en 
|ie  M  «scríbió  la  obra ;  porque  si  bien  suena  liaberse  concluido  esta  al  toI- 
W  aqnel  monarca  á  pisar  nuestro  snelo  ,  su  pnblicariun  no  so  voriflcó  hasta 
lu  anoi  después ,  cuando  serenado  el  ánimo  podría  el  autor,  encerrando  en 
ai  pecho  anteriores  quejas,  haber  dejado  en  paz  ó  los  caídos,  ya  que  qui- 
tim  prodigar  lisonjas  é  incienso  á  un  rey  que ,  restablecido  en  el  solio,  no 
Ua  mdício  de  sor  agradecido  con  los  leales ,  ni  generoso  con  los  eslrnvia- 
iNé infieles.  El  libro  que  nos  ocupa,  hultieru  quizá  entonces  gozado  de  mas 
i^aito  entre  todos  los  partidos,  como  que  abogaba  m  favor  de  la  desgracia, 
|aa  16  hubiera  tuchailo  do  ser  un  nuevo  tejido  de  consecuencias  erróneas, 
arikM  y  sofislicamenle  sacadas  de  principios  del  derecho  de  gentes ,  sól'Nloa- 
<iaí,  paro  no  aplioables  á  la  guerra  y  acontecimientos  de  Espafta.»  Hieto-- 
fia  del  tevantoinienlo  t  guerra  'y  revolución  dfi  Ktpaña  ,  por  eL 
«Wirfe  de  Toreno,  ttmio,  5.  •*,  pá^,  f//.T. 


i48 

algunos  diputados,  no  lo  hace  con  la  aspereza  que  aupo*  , 
ne  el  citado  conde :  lo  hace  con  energía  y  con  calor^  coa  , 
el  que  se  espresa  un  hombre  que  defiende  la  causa  de  la  | 
humanidad  y  de  la  justicia ,  y  que  aboga  por  millares  da  ^ 
desgraciados^  perseguidos  por  el  fanatismo  político  «por  , 
preocupaciones  y  por  pasiones.  Su  lenguaje  dista  mucho  . 
de  ser  apasionado,  ni  puede  calificarse  de  parcial,  por* '  \ 

3ue  pretenda  mover  (1)  al  mismo  tiempo,  en  favor  de  h 
esgracia ,  y  de  los  proscritos  de  todos  los  partidos ,  A 
animo  de  un  rey  ,  que  cualesquiera  que  fuesen  sus  seo* 
timientos ,  interesaba  al  bien  y  felicidad  del  pais,  que  al 
volver  á  pisar  el  "territorio  español  y  después  de  una  lin- 
cha desastrosa  ,  desoyese  los  consejos  interesados  de  la 
adulación ,  y  abriese  solo  su  corazón  á  las  inspiraciones 
de  la  demencia,  de  la  justicia  ,  del  olvido  generoso  délo 
pasado  , . v  del  consuelo  de  innumerables  infelices.  Si  d 
señor  Remoso  suponía  en  el  pecho  del  monarca  español 
sentimientos  nobles ,  magnánimos  y  generosos  que  sus 
enemigos  le  niegan ,  pudieron  estos  haber  observado  qoa 
quizá  el  autor  del  Examen ,  como  profundo  maestro  en 
el  arte  de  escribir,  empleó  un  hábil  recurso  oratorio  que 
podría  consistir  en  pintar  el  ánimo  y  los  pensamientos 
€pmo  no  eran  para  enseñarle  como  dcbian  ser.  Con  este 
i^oble  fin  emplea  el  escritor  cuantos  medios  pudo  suge- 
rirle su  talento ,  hablando  al  rey  en  nombre  de  la  huma- 
nidad, de  la  gloria  ,  y  hasta  de  la  misma  patria,  á  quien* 
anima  V  person¡fit^a,  y  en  cuya  boca  pone  las  últimas  y 
magnincas  palabras  con  que  termina  el  Examen.  Ea  tan- 
to mas  injusta  y  vituperaole  la  acusación  del  señor  conde 
de  Toreno ,  cuanto  que  los  elevados  pensamientos  que  se 

(i^  Ofeodertanos  el  boea  jaiciodo  las  personas  ¡lostradas  qoe  leaa  etto 
Mérito,  «i  «os  «copásemos  en  demostrar  la  verdadera  acepción  del  adjelift 
celestial  aplicado  al  rey  Fernando.— Es  un  error  decir  qio  la  obra  te  in- 
primió  dos  aftos  después  de  la  yncUa  del  rey,  pnes  lo  fue  en  1815,  y  ea  «1 
aileríor  y  á  la  entrada  de  las  tropas  cspaflolas  ya  se  estaba  imprimiendo  ea 
Sefilla ,  como  hemoo  dicho. — No  hay  ea  la  obra  el  menor  pretesto  para  de* 
eir  que  en  illa  se  turba  la  pax  de  los  caídos,  cuando  realmente  se  defieadl 
la  caiM  de  lodos. 


149 

tBÜCen  en  la  peroracioa  final  de  dicha  obra ,  y  los  e afuer-» 
m  qoe  se  hacen  para  inspirar  en  el  coraion  del  monarca 
mtimienloa  de  gralilad  a  todos  los  cspaAolos  y  de  gene  - 
lesidad  con  todos  los  desgraciados ,  no  podían  menos  de 
ser  favorables  á  todos  los  partidos  proscritos ,  y  por  con- 
signiente  al  bando  á  que  el  miimo  itüor  conde  perieneeim. 
fin  no  molestar  á  mis  lectores  con  las  muchas  conside- 
liciones  á  que  dan  losar  los  muchos  y  notables  errores, 
qae  contiene  el  párrafo  á  que  nos  roterimos«  j  que  an* 
tes  hemos  copiado,  nos  bastará  trasladar  también  los  úl- 
tinos  párrafos  de  la  conclusión  del  Examen.  Estoy  seguro 
de  que  no  habrá  lector  discreto  y  sensato  que  no  advierta 
ficiimente  el  verdadero  valor  y  la  verdadera  inteligencia 
iftUs  lisonjoi  y  de  los  ineientoi,  que  un  hombre  de  tanto 
taleaío  conio  el  sefíor  conde  no  ha  querido  sin  duda  apro«^ 
d»  V  reconocer.  Dicen  asi : 

Aíns  ;ahl  en  pos  de  esa  borarsca  deshecha  de  las  pa^ 
Miet«  aparece  ya  el  iris  de  la  serenidad.  Albricias.,  es- 
pañoles perseguidos.  £1  celestial  Femando,  delicias  y 
votos  de  la  nación ,  pisa  las  lindes  do  la  Peninsnlaen  eale 
UenaTenturado  momento.  Al  asomar  por  nuestro  horí-* 
loate  ha  difundido  consuelos  y  esperanzas  sobro  los  infe* 
liees  que  buscaron  un  asila  en  la  tempestad.  Su  presencia 
•(Mciblo  desterrará  los  enconos,  y  derramará  en  nuestro, 
fatigado  suelo  el  espíritu  de  unión  y  do  amor ,  asi  como, 
el  sol  plácido  de  abril  disipa  las  nieblas  ásperas  del  in*-- 
▼ierno,  y  regala  con  el  soplo  dulcísimo  y  vivificante  del 
céfiro  la  tierra  desolada  por  Los  fieros  embates  del  aquilón. 
» lOb  Feraandol  t&  siempre  hubieras  puesto  el  tér«- 
mine  i  mi  enfadosa  tarea,  en  aquel  ser  que  k  ballaso 
b  Tenturosa  noticia  de   tu  advenimiento  ;  poraue  no 
á  mi  débil  pluma ,  sino  á  tu  voz  benéfica  y   poderosa, 
es  dado  hacer  el  contento  v  la  dicha  de  los  miserables , 
He  tenido  que  luchar  coa  nombres  enfurecidos  y  obsti- 
nados; pero  tuya  ha  de  ser  únicamente  la  victoria,  t  Afor- 
tunado yol  que  dejo  á  loa  tristes ,  cuando  ceso  de  nablar  . 
en  su  causa ,  tan  augusta  patrono  ,  tan  nuevos  y  glorio^ 
sos  auspicios  de  felicidad. 


i»¿Qué'pnc(lo  yo  decirte  t  oh  Fernando?  A  ti  debe 
solo  hablarte  tu  corazón.  ¿Pudieran  adulterar  tus boadi- 
dosos  sentimientos  aduladores  y  folletistas,  que/olfi- 
dandolos  principios  de  religión  y  humanidad,  ctamma 
frenéticos  por  patíbulos,  para  ostentar  celo  por  tu  per- 
sona? |DeslcalosI  que  asi  conspiráis  á  manchar  el  timbré 
mas  esclarecido  del  rey.  Fernando  sabe  que  al  templo  dé 
la  ^lor¡a  no  se  subo  por  persecuciones.  ¿Qué  son  para  w 
fama  vuestros  votos  ruines,  desaprobados  del  mnnde^ 
Un  grau  monarca ,  no  ha  de  ceñir  su  opinión  á  ciroula! 
tan  mezquino :  debe  mirar  al  universo  ;  debo  estender  IK 
vista  á  la  posteridad. 

»¿Guáies  subditos  se  hallaron  jamás  en  posiciontai 
deleznable,  en  situación  tan  ocasionada  para  vacibrr 
como  los  españoles,  sin  gobierno  ,  sin  libertad »  sin  ümN 
zas ,  sin  esperanza?  ¿Qué  monarca  en  el  mundo  eataili 
en  ocasión  igual' do  hacer  gracias,  si  na^a  tuviese  dejm^ 
ticia  la  reparación  de  tantas  miserias?  En  sus  propios  i»^ 
fortunios  ha  aprendido  á  lastimarse  de  los  infelices:  haji; 
la  diestra  del  conquistador  ha  sentido  el  peso  de  esa  nii^' 
ma  fuerza ,  y  esperimentado  la  necesidad  de  sucumbir.' 
Sentado  en  un  trono  rescatado  con  la  sangre  de  sus  vasa^ 
líos.,  ¿podría  no  compadecer  la  desgracia  *de  innumerai* 
bles  de  ellos  ,  nacida  de  su  desgracia  propia?  Después  di- 
tan  prolijo  y  amargo  llanto,  ¿aún  babria  que  derramar 
nuevas  lágrimas?  ¿Habría  esposas  ^desoladas  ,  nifios  des-* 
amparados,  familias  desvalidas,  que  clamasen  por  sol 
maridos  desterrados  ,  por  sus  padres  encarcelados ,  por 
el  sustento  perdido?  ¿Que  turbasen  con  aves  de  dolor  el 
gozo  general  por  la  restitución  de  Fernando,  salud  y  ale* 

![ria  de  los  españoles?  ¿Pudiera  llamarse  feliz  esta  grai 
ámilia  ,  sembrada  por  todas  partes  de  millares  de  acfr* 
venturados? 

»La  madre  patria ,  sentada  sobro  un  montón  de  rainal 

y  cadáveres,  fresca  todavía  la  sangre  que  tiñe  su  vestid 

.  aura  ,  pide  el  remedio  y  la  conservación  de  todos  sus  hL«» 

jos.  Y  «¡oh ,  Fernando!  (esclama  con  voz  enferma  y  dfií- 

»bilitada  por  las  desgracias)  tú  solo  puedes  cerrar  mis 


151 

lUigas,  dilaceradas  por  la  discordia.  ¿Quióii ,  sino  tú, 
•pudiera  imponer  silencio  eterno  á  las  pasiones  irritadas, 
17  recordar  á  los  hombres  que  si  forman  un  solo  pueblo, 
laolo  es  para  amarse  y  auxiliarse  rccípnicamcnte?  ¡Que 
ítD  voz  soberana ,  de  que  están  pendientes  los  destinos 
íde  dos  mundos,  señale  el  principio  de  la  reconciliación, 
»4b  la  bienaventuranza,  del  júbilo  universal  y  sempiterno! 
iLa  fortuna  nada  te  ha  dado  mas  ilustre ,  que  el  trono  de 
ana  nación  grande  v  poderosa :  tus  vir ludes  nada  te  han 
'adquirido  mas  lisonjeroquc  el  .imor  de  todos  los  pueblos: 
IBS  desgracias  nada  te  ofrecen  mas  glorioso  que  el  honor 
divino  do  dispens<ir  á  todos  el  consuelo  y  la  salvación. 
•Los  cspaúoles  han  dado  un  ejemplo  de  constancia  alas  ge- 
linraciones  futuras  :  á  ti  toca  dejarles  un  modelo  do  l)c- 
üaicencia.  ¡Oh  Fernando  ,  el  mejor  de  los  reyes!  nin- 
Mb  principe  te  ha  igualado  en  la  dedicación  y  en  lossá- 
tafi6cios  de  sus  subditos:  ¡que  ningún  príncipe  se  glorie 
it  escederte  en  generosidad!» 

/  No  se  necesita  ser  muy  lince  para  conocer  el  sentido 
lü'. estas  palabras,  de  esta  brillante  peroración  con  que 
Mrmina  la  obra  del  Examen.  Si  Fernando  hubiese  pres- 
íSú  oidos  á  la  voz  de  la  clemencia  y  á  los  consejos  de 
íná  sabia  política  ,  si  hubiese  dirigido  su  conducta  según 
disentimientos  nobles  y  elevados  que  el  autor  de  aque- 
ta obra  se  empeña  en  inspirarlo ,  suponiendo  que  son  los 
[oe  dominan  su  corazón,  habría  justificado  los  lisonieros 

Íttetos  con  que  se  le  califica  ,  y  se  habria  hecho  digno 
1  ellos  :  en  otro  caso  ,  las  palabras  que  acabamos  de  co- 
E\  se  convertían  en  una  anfiarga  invectiva  ,  por  cuanto 
ian  sido  desatendidas  la  justicia  y  la  política,  espucs- 
üfi  tan  felizmente ,  y  engañadas  las  esperanzas  de  to- 
fos los  hombres  honrados  y  do  innumerables  desgra 
Ciados. 

Voi  hemos  detenido  algún  tanto  para  dar  una  idea, 
Mfnqúc  no  muy  estensa  y  ¿ktallada ,  de  las  dos  mas  nota- 
b|^  é  importantes  obras  que  publicó  el  señor  Reindso,  y 
l{iie bastan  para  conocer  su  estilo,  tanto  en  verso  como 
en  prosa ,  y  las  singulares  dotes  que  le  adornaban,  ya  co- 


132 

mo  poeta,  ya  como  orador.  Los  pormenores  relativos  á 
sus  obras,  y  la  noticia  circunstanciada  de  ellas  es  todo  b 
que  puede  ofrecer  interés  en  una  vida  consagrada  entera- 
mente al  estudio  y  á  la  beneGcencia.  Ni  vicisitudes  es- 
traordinarias ,  ni  acontecimientos  singulares,  ni  proyec- 
tos ambiciosos  fatigaban  su  ánimo ,  ni  le  privaban  de  la 
tranquilidad  y  de  la  paz  que  requiere  el  cultivo  de  las  le* 
tras.  Su  correspondencia  con  los  amigos  ausentes,  versaba 
ordinariamente  sobre  materias  literarias;  y  su  trato  y  re- 
laciones, mientras  permaneció  en  Sevilla,  estaban  limita- 
dos á  un  corto  número  de  hombres  doctos,  dejóvenes< 
instruidos  que  le  rodeaban,  y  de  los  mas  distinguidos  ar- 
tistas, que  abundaban  en  aquella  capital. 

'   En  esta  contrajo  intimas  relaciones  con  D.  Manuel 
López  Gepero ,  cura  que  fué  del  sagrario  de  aquella  santa 
iglesia,  y  actualmente  Dean  de  la  misma,  y  con  D.  Juau 
Agustín  Gean  Bermudez.  £1  primero  es  persona  de  suoul 
afición  é  inteligencia  en  las  obras  artísticas,  especialmente, 
de  pintura,  de  las  que  poseia  en  aquella  época  una  esco- 
gida colección:  el  segundo  es  muv  conocido  entre  los  sá-» 
bios  y  entre  los  artistas ,  como  el  hombre  mas  instruido- 
de  España  en  la  historia  de  las  artes,  uno  de  los  que  me^ 
jor  conocían  las  teorias  filosóficas  de  estas,  y  de  losju£cea. 
mas  competentes  de  sus  obras.  El  trato  de  estas  dos  per-» 
sonas,  el  ^nsto  instilivo  del  señor  Reinoso,  y  los  esce^ 
lentes  modelos  que  ofreció  Sevilla  por  aquel  tiempo,  dea-<^ 
arrollaron  su  gusto,  lo  estimularon  á  deaicarse  con  ardoc 
al  estudio  de  las  artes  y  de  SiU  historia,  y  á  conservar  toda 
su  vMa  esta  constante  afición.  Por  eso  bcnia  todo,  su  re- 
creo en  el  trato  y  conversación  de  los.  artistas,,  maute-. 
niendo  relaciones  en  esta  corte  con  varios  de  los  ma&difr^ 
tinguidos  de  ella,  señaladamente  con  D.  José  de  Madrazo^ 
pintor  de  cámara,  y  con  su  paisano  Gutiérrez.  A  sures- 
potable  amigo  Gean  lo  visitaba  casi  diariamente;  y  cuando 
espiró ,   Reinoso  se   hallaba  sentado  á  la  cabecera  de  ^ 
cama,  Algunos  dias  después  espresó  su  dolor  en  hermo-^ 
sos  versos,  que  se  publicaron  en  el  periódico  intitqlado 
Estafeta  de  ^añ  Sebastian. 


153 

Adomu  ém  qne  en  %n  conTemeion  m  manifestaban 
tos profandoi  conocimiontos  en  estas  materias,  los  dio  á 
conocer  sobradamente  cuando  espHcaba  en  su  cátedra  do 
humanidades,  y  antes  en  la  Academia  de  letras  humanas, 
las  teorías  del  gusto,  do  la  belleza,  de  la  sublimidad  j  del 
estilo,  de  las  que  hacia  aplicaciones  á  todas  las  artes, 
comprendiendo  también  á  todas  en  sus  profundas  consi- 
deraciones, y  notando  entre  ellas  los  puntos  mas  delicados 
de  semejanzas  y  de  diferencias,  según  su  objeto ,  su  ín- 
dole, 6  el  instrumento  y  los  medios  que  cada  una  emplea- 
ba. Ha  acreditado  asimismo  sus  conocimientos  artísticos 
en  Tarios  escritos  publicados,  siendo  entre  estos  notables, 
el  articulo  que  escribió,  á  instancias  de  varios  de  sus  ami« 
|oi,  para  la  Reri$ta  de  Madrid^  y  en  el  que  se  dan  á  co- 
aocer  los  caracteres  de  la  escuela  española  de  pintura,  y 
efestilo  y  gusto  particular  de  lasde  Sevilla,  Madrid  y  Va 
leocia;  ^1]  y  otro  que  insertó  en  1827,  en  la  Gaceta  de 
Madrid^  siendo  redactor  principal  de  ella,  y  en  el  cual 
le  haee  una  descripción  artística  y  análisis  del  cscelente 
gmpo,  scmicolosal,  ejecutado  por  el  primer  escultor  de 
cámara  D.  José  Alvarez,  y  que  representa  un  acta  heroico 
de  amor  filial,  yeriiicado  en  el  sitio  de  Zaragoza.  (2)  Bas- 

(1)  D.José  Madcazo,  y  otro  dUtinguido  artii^ta,  amigo  tuyo,  se  re- 
nieron  ena  noche  para  tener  el  gusto  de  loor  juntos  el  articulo  que  hemos  ci- 
tado, ene  sabían  era  del  8r.  Reiuoso,  aunque  al  pie  de  ¿1  se  veian  ios  ini- 
rkles  U.  N.  S.  A.  pesacdo  esto,  fue  dest'uhieito  el  autor,  como  el  único  qué 

Sodia  tratar  aquella  materia  coa  k  ijiteligcuciu ,  profundidad,,  precisión jf 
emas  dotes  de  estilo  con  que  aqiiollt)  hacia.  Estas  circunstancias  ri'conoc  - 
ron  y  admiraron  aqtiellos  aos  artistas ,  confesando  que  en  la  lectura  del  mei* 
Clonado  artkulo  hauian  pasado  un  rato  delicioso. 

(2)  Lleno  áü  entusiasmo  el  Sr.  Alvarez  al  leer  el  articulo  de  la  Gaceta 
en  que  con  tanto  talento  y  con  tanta  intiTi^eucia  del  arte  se  iuzgaba  su  obra, 
penetrando  el  pensamiento  que  hnbin  presidido  y  oooinpaftado  á  su  ejecución, 
i*0Bcibiéel  proyecto  de  formar  el  busto  del  8r.  Reinoso.  Por  mas  instancias 
f- le  le  híxo ,  le  nevó  este  constantemente ;  y  como  entre  otras  razones  mani* 
leitue  qne  no  podía  permitir  que  en  su  obsequio  emplease  el  Sr.  Alvares 
lanío  tiempo  y  trabajo  como  requería  un  busto  en  mármol,  tuvo  al  ñn  que 
ceder  á  una  transacción ,  permitiendo  que  el  Sr.  Gutiérrez  sacase  al  óleo  un 
retrato  suyo,  que  por  muerte  del  Sr.  Reinoso  se  halla  hoy  en  poder  de  su  al- 
barea  é  intimo  amigo  el  Excino.  Sr.  D.  Juua  GuaU)erto  González. 


154 

tarian  estos  dos  escritos  para  justificar  cuanto  en  esta 
parte  pudiéramos  decir  en  elogio  del  sugeto ,  cuya  bio- 
grafía trazamos. 

A  su  llegada  á  la  corte,  no  se  contentó  con  rer  j  exa- 
minar las  obras  artísticas  y  los  magnificos  monumentos 
de  ella  ,  sino  que  los  esludió  detenidamente  y  con  avidez. 
Guando  sus  ocupaciones  se  lo  permitieron,  pasó  á  Toledo, 
•  y  al  Escorial ,  y  durante  su  permanencia  en  estos  dos 
puntos  se  ocupó  algunos  ratos  en  estender  las  obserra- 
ciones  propias  que  se  le  ocurrían  en  presencia  de  los  mo* 
numentos  que  contemplaba.  No  hemos  visto  este  manus- 
crito, de  que  nos  dio  noticia  el  señor  Reinosa  á  la  vuelta 
de  su  segundo  viaje,  añadiendo,  según  recordamos,  que 
de  su  letra,  que  era  bien  menuda  ,  y  en  estremo  metida, 
habia  Ueqado  como  unos  cinco  pliegos  de  papel. 

Después  que  lastropasfrancesasevacuaron  la  península», 
continuó  viviendo  en  Sevilla  en  el  mayor  retiro  y  oscuri- 
dad. No  teniendo  ningún  cargo  público ,  las  letras  eran 
atf  única  ocupación  y  recreo.  Esta  época  de   los  aeífr 
aílos  fué  una  de  las  mas  desgraciadas  para  nuestro  amigo 
j  para  nosotros  de  las  mas  felices,  pues  tuvimos  en  ella 
el  placer  de  visitarle  y  tratarle ,  y  de  oír  sos  lecciones  em 
la  cátedra  de  Humanidades,  que  restableció  la  Sociedad 
Económica  para  que  la  desempeñase  el  señor  Reinoso,  á 
quien  por  aclamación  nombró,  á  fines  de  1815.  En  la 
apertura  del  primer  curso,  y  habiendo  concurrido  á  este 
acto  una  diputación  de  la  Sociedad,  y  varias  personas 
distinguidas  de  aquella  ciudad,  leyó  un  discurso  ae  intro- 
ducción á  la  enseñanza,  sobre  h  influenza  de  l(U  belloi' 
letras  en  la  mejora  del  entendimiento  y  rectificación  de  lat^ 
pasiones,  A  pesar  de  lo  mucho  que  los  oyentes  esperabaa 
del  profesor^  este  discurso  cscedió  sus  esperanzas.  Nada 
diremos  de  él,  pues  se  baila  impreso  en  Sevilla,  y  ya  he- 
mos dado  á  conocer  bastante  los  caracteres  generales  da 
sus  escritos.  Aunque  su  l^.ctura  duró  mas  de  una  hora^ 
el  interés  que  escitaron  las  primeras  cláusulas  se  elevaba 
sucesivamente  á  mayor  altura,  manifestándose  enalgunos 
inomentos  un  verdadero  entusiasmo,  señaladamentecuaoda 


153 

i  la  condoskm  del  diicuno  dirigió  una  brillante  pcrora-> 
cion  i  sus  nuevos  alumnos.  La  Sociedad  Económica  lo 
mandó  imprimir  á  sus  espeusas.  En  estos  escritos  acadé- 
micos, en  qne  por  una  parte  se  exige  la  profundidad  de 
los  argumentos,  y  por  otra  la  nobleza  y  majestad  de  las 
sentencias,  y  la  lozanía  y  galas  do  la  imaginación,  es  en 
los  que  mas  cspecialmcMito  se  distinguen  el  gusto  del  so- 
ñor  Reinóse,  los  caracteres  propios  de  su  locución ,  y  las 
disposiciones  y  dotes  que  constituían  su  talento  como 
escritor. 

¿Qué  diremos  de  los  dos  cursos  on  que  esplicó  litera- 
tura, hasta  la  primera  de  1820'?  Parcos  deberíamos  ser, 
€uando  sus  lecciones  de  humanidades  no  se  hallan  impre- 
sas, á  pesar  de  que  se  conservan  entre  sus  paneles  habien- 
do recibido  quizá  la  última  mano,  y  estando  preparado 
el  manuscrito  para  la  prensa;  y  cuando  fuimos  muy  pocos 
h»  qne  en  aquella  é[>0€a  tuvimos  el  placer  de  oir  sus  es- 
plicaciones  verbales,  ya  (lorque  entonces  todo  el  movi- 
miento literario  estaba  casi  limitado  á  las  carreras  esco- 
lásticas, ya  porque  todavía  en  aqncl  tiempo  no  se  conocía 
bastante  la  utilidad  é  importancia  de  aquel  estudio,  re- 

Stado  por  algunos  ociosos,  para  quien  no  descubría  vena 
poeta,  6  que  podría  suplirse  con  un  libreto  de  retórica 
para  loa  que  siguiesen  otras  carreras,  y  que  por  lo  mis- 
mo le  considerarían  como  el  último  de  los  accesorios. 

Pero  ya  que  no  podemos  justificar  nuestros  asertos 
oon  la  misma  obra  por  no  hallarse  improsa ,  y  que  por  lo 
mismo  nuestro  juicio  podria  reputarse  como  exagerado, 
é  hijo  de  la  pasión  ó  del  entusiasmo,  faltaríamos  sin  em- 
bargo á  la  justicia,  sí  dejásemos  do  manifestar  que  desde 
Aristóteles  acá  no  se  ha  publicado  un  curso  de  literatura 
mas  completo,  en  que  se  dé  mas  amplitud  d  todas  las  ma- 
terias que  debe  comprender,  y  en  que  se  desenvuelvan  y 
esplíqucn  los  principios  de  aquella  con  igual  talento  y 
profundidad,  con  igual  erudición,  con  igual  orden  di- 
dáctico, con  igual  precisión  de  ideas  y  exactitud  do 
juicio. 

Ni  de  esta  obra ,  ni  de  las  csplicaciones  verbales  en 


■s 


156 

que  se  comentaba  y  ampliaba,  puede  decirse  qao  care- 
cían de  novedad:  antes  por  el  contrario  la  hay,  no  solo  en 
la  combinación  de  las  iaeas,  y  en  la  forma  de  la  espresion, 
sino  también ,  y  muy  parlicularmeBíe  en  la  esposicion  de 
los  principios  generales  de  las  bellas  artes  y  letras.  Las 
leorias  de  estas  llenaban  el  primor  año  del  curso,  y  com- 

tirendian  un  tratado  amplio  y  completo  de  la  filosofia  de 
as  bellas  artes  en  general  y  de  la  literatura  en  partícolar. 
Pero  habiendo  formado  el  señor  Retnoso  el  proyecto  de 
aplicar  las  doctrinas  ideológicas  y  las  formas  analiticM 

2ue  le  había  sugerido  el  estudio  profundo  de  las  obrasi  de 
¡ondillac,  Desttut-Tracy*  Gabanis  y  Laromiffuicrc;  y  ha- 
biendo meditado  detenidamente  este  pensamiento,  y  con- 
sultádolo  con  su  amigó  D.  Alberto  Lista  ,  quien  le  biza 
muy  juiciosas  observaciones  acerca  de  la  insuficiencia  d» 
las  teorías  de  los  tres  primeros,  para  comprenderla  índole 
y  generación  de  todas  nuestras  ideas  y  sensaciones,  y  cs- 

Elicar  todos  los  fenómenos  de  nuestra  inteligencia,  y  so« 
re  todo  las  simpatías  y  afecciones  morales,  así  como  loft 
sentimientos  religiosos ,  tan  naturales ,  tan  espontáneos  é 
íntimos  en  el  corazón  humano;  fundó  sobre  ba«es  tan  s6« 
lidas  el  análisis  de  las  facultades  de  nuestro  espíritu,  en 
cuanto  producen  y  crean  las  obras  artísticas,  coma 
el  genio,  el  ingenio,  y  la  imaginación;  el  del  instinto  na- 
tural, perfeccionado  por  la  educación  y  el  estudio,  qoe 
se  denomina  gusto,  y  que  sin  impedirlos  vuelos  de  la  ima- 
ginación, ni  poner  tranas  á  los  arrebatos  del  genio,  pre  «> 
serva  á  ambos  de  sus  e&travios  y  monstruosidades;  y  el 
de  la  belleza  y  la  sublimidad,  cuyas  ideas  abslractas^rc»-. 
sumen  todos  los  medios  do  escitar  la  emoción  viva  del  pl»- 
c^r,  empleando  para  ella  los  instrumentos  de  que  so  valea 
)as,  bellas  artes  y  letras^ 

Nuevas  por  consiguienle  debSan  ser  unas.teorías,  que» 
i  juicio  de  Us  persouas  que  las  oyero»  espUcar  en  1q$; 
dos  cursos  que  mediaron  desde  el  año  de  15  al  do  20,  y. 
de  las  que  las  han  leido  en  los  manuscritos  del  autor,  (1). 
^1  "  ■  ■  ■  ■ 

(I)    Gl  Sr.  Riinoso  facilitaba  á  lut  discijHilos  sns  Uccione»  escriUspac^ 


k 


157 

Mdiái  han  ñdo  etpiíesUi  eon  tanta  profandidad  y  filoso- 
na,  jamas  se  han  apoyado  en  principios  tan  seffuros  ¿  ¡n- 
ooncusoSf  jamas  se  han  presentado  con  tanto  rigor  annlí- 
ticOv  T  jamas  se  ha  hecho  una  aplicación  roas  feliz  de  las 
doctrinas  ideológicas  n  las  materias  nrlislicas  y  de  litera- 
tura, y  7a  so  deja  conocer  la  luz  que  derramarían  estas 
tsplicaciones ,  no  ya  sobre  el  análisis  gramatical  de  las 
obras  de  elocuencia  y  poesia,  y  el  de  las  bellezas  y  defec- 
tos de  aquellas,  sino  para  resolver  todas  las  cuestiones 
que  en  general  se  agiten  sobre  asuntos.de  gusto  y  de 
belleza,  y  para  el  análisis  de  bs  obras  artísticas  do  todo 
género. 

Tan  familiarizado  el  señor  Reinoso  con  las  materias 
irttsticafi  y  literarias,  que  habían  formado  el  estudio  de 
toia  sn  vida,  y  conociendo  de  todas  las  bellas  artes  sus 
Rflu  y  ieorias,  y  hasta  su  tecnología,  hacia  aplicaciones 
Jii  una,  ya  á  otra  indistintamente,  tomando  ejemplos  de 
(odas,  y  haciendo  notar  de  paso  los  puntos  en  que  con- 
veaian  ó  so  diferenciaban ,  según  su  objeto  ó  la  diversi- 
dad de  sus  medios.  La  utilidad  y  el  interés  de  las  esplica- 
ciones  del  primer  afio  de  este  •curso  de  humanidades,  eran 
comunes  á  todos  los  artistas,  y  tenían  consigo  la  circuns- 
taaeia  singular  de  que  ni  hasta  entonces ,  ni  después, 
UQDca  en  nuestro  país  han  formado  parte  de  las  asigna- 
turas de  ninguna  academia  de  artes,  ni  de  ninguna  uni- 
versidad ó  colegio.  Asi  es,  que  como  no  se  han  estudiado 
los  principios  en  que  se  fundan  las  reglas  del  buen  gusto, 
no  se  ha  «conocido  la  importancia  de  estas,  so  han  despre-» 
ciado,  y  se  ha  tomado  por  única  guia  una  imitación  ciega 
y  servil,  que  no  deja  libertad  al  genio  para  remontarse 
mas  allá  del  modelo,  de  quien  indistintamente  se  han  co« 


|oe  lat  copiacen.  De  esta  manera  so  propagaron  por  aquel  tiempo  los  copias, 
y  poco  después  aparecieron  algunas  imprecas  en  ana  do  las  repúblicas  de 
Améñca.  Las  principales  lecciones  del  primer  a&o  las  refundió  después  y  las 
rHaii^tde  anevo,  haoicndose  ocupado  aesde  entonces  en  mejorar  y  corregir 
loéo  el  carso,  qoe  estaba  dclerminadua  imprimir  con  todas  sus  demás  obtai. 


i:ík 

piadn,  digúmcslo  Ast,  bcUczat  mal  reproducidas  y  defec- 
to! (leKOiiocidoM. 

íamwo  oI  único  objeto  de  sus  lecciones  era  la  instmc- 
rion  de  sus  alumnos,  y  como  en  la  enseñanza  de  la  litera- 
tura no  b«-iKta  comprender  bien  las  esplicaciones  del  pro- 
fesar, sino  que  ademas  os  necesario ,  tratándose  de  artes 
3UC  onscAan  á  hacer  algo,  ó  mejor   dicho,  á  evitar  los 
efectos  en  c^ue   pudiera  incurriese  ,  un  ejercicio  conti- 
nuo, que  facilite  la  ejecución,  y  asegure  el  acierto,  daba 
i  la  práctica  mas  preferencia  de  la  que  se  acostumbra  en 
en  ol  dia  en  las  cátedras  de  retórica  y  poética.  No  se  pro- 
ponía que  todos  sus  alumnos  hahiande  formarse  forzosa- 
mente poetas  ú  oradores :   |)ero  sí  que  todos  esplicasen 
con  claridad,  orden,  precisión   y  propiedad  los  pensa- 
mientos que  su  inteligencia  les  ofreciese,  y  con  nobleza  ' 
6  interés  los  afectos  que  agitasen  su  alma ,   evitando  el 
desaliAo  é  incorrección  de  las  frascas.  Las  disposiciones 
naturales  que  eiigen  la  elocuencia  ó  la  poesía,  ¿cómo  se 
revelan  mejor  que  por  la  practica?  Esta  es  otra  ventaja 
de  los  trabajos  en  que  eiercitaba  á  sus  discípulos  el  se- 
Aor  lleínoso.  No  eran  de  obligación  las  composiciones 
poéticas:  poro  á  los  que  tenían  afición  y  talento  pra  ellas 
los  invitaba  y  aun  les  daba  asunto  para  formarlas,  corrí* 
giéudolas  él  despnes .  y  haciendo  sobre  ellas  obserTacio- 
ues  muv  útiles  para  sus  autores:  otras  veces  eneomen— 
daba  á  íi>s  mismos  la  traducción  en  verso  de  algún  fra^ 
mentó  de  Virgilio.  Horacio,  u  otro  pt^eta  de  la  antigüe- 
dad, ó  de  alguno  de  los  e\iranjeros  de  la  edad  moderna. 
Los  trabajiv»  que  generalmente  encargaba,  a>nsist¡an  en 
diseí taciones  sobre  los  objcliv»  de  la  ensefljinxa»  ea  ser— 
luones,  en  acusaciones  fiscales  y  defensas :  de  esta  ma— 
ñera  se  Aseguraban  en  la  inieligeucia  de  las  materias  que 
se  hAbiJín  esplicado.  y  se  ejercitaban  en  estender  sus  ideas 
pi>r  escrito,  y  en  las  formas  propias  de  los  diverso»  gé- 
nt*ros  de  elocuencia.    También  se  inrupaban   los  mismos 
dtoK'ipnlosett  aualírar  iH>r  es^-rito.  va  uuaoda  de  IIoracio« 
va  un  libro  de  U  FneiJa  de  Virgilio,  o  va  uoa  comedia 
tt  rnwslro  leatn»  antiguo.  I  n  dia  de  la  semana  se  emplea* 


1;>9 

bA  ea  pregUDtar  acerca  do  cuauto  se  habia  csplicado  oii 
los  anteriores;  y  las  preguntas  no  oran  aisladas  jcontrai* 
dasá  una  sola  idea,  sino  que  se  esteuiiiaiiá  una  doctrina 
complela*  á  una  teoría  integra,  que  suministrando  asunto 
para  un  raionamiento  detenido,  acostumbrase  á  k)s  alum- 
nos a  espresar  ordenadamente  sus  pensamiiMitos  por  me- 
dio de  la  palabra ,  y  á  hablar  en  público  sin  inrorreccíon 
;  desaliño. 

Unidas  tan  luminosas  esplicaciones  á  ejercicios  lan 
biea  entendidos,  y  amluis  cosas  al  justo  prestigio  del  pro- 
tesor ,  al  interés  que  cscitaban  sus  lecciones,  y  al  mode- 
lo viro  que  en  ellas  ofrecian ,  no  |M>dia  menos  esta  felii 
rtiuiion  do  circunstancias  de  contribuir  poderosamonto  á 
U  mejor  instrucción  y  adelantamientos  de  los  alumnos,  á 
tiketir  cada  vez  mas  la  reputación  y  nombradla  del  señor 
ReÍMso  ,  y  á  que  su  clase  fuese  concurrida  de  las  nerso- 
Msmas  diKtas  en  todas  carreras,  y  do  los  mas  distingui- 
dos estranjeros  quo  llegaban  á  Sevilla. 

A  pesar  do  que  el  ejercicio  de  la  enseñanza  era  tan 
igradaulc  al  señor  Reinoso  ,  y  decente  la  dotación  que 
por  su  cátedra  disfrutaba ,  no  pudo  continuar  aqnc* 
lia,  cuando  terminó  el  año  escolástico  de  1820.  Aunquo 
la  asignación  que  gozaba,  se  abonaba  de  una  suscricion 
voluntaria  que  la  Sociedad  Económica  habia  abierto  entro 
sos  individuos  y  algunas  personas  distinguidas  de  aque- 
lla capital ,  no  dejaron  de  ocurrir  algunos  desfalcos  por 
abuso  de  las  manos  sul>alternas  encargadas  de  su  recau- 
dación. Por  esto  vivió  con  bastante  estrechez  el  señor 
Rainoso  todo  el  tiempo  que  sirvió  esta  cátedra  ,  que  de- 

Sndiendo  únicamente  do  la  voluntad  do  la  Si>cicdad ,  y 
una  suscricion ,  ya  muy  disminuida  con  b  ausencia 
de  muchas  personas ,  por  consecuencia  do  los  aconteci- 
mientos quo  acababan  de  ocurrir ,  era  por  lo  mismo  un 
destino,  si  grato  y  glorioso  para  el  quo  lo  desempeñaba, 
inseguro  y  precario  al  mismo  tiempo,  y  de  muy  noca  os- 
tahiUdAd.  £n  vista  do  esto ,  y  teniendo  el  señor  lleinoso 
por  aquel  tiempo  varios  amigos  y  apasionados  en  la  dipu-- 
tAcion  |irovincial  de  Cádiz  %  accedió  á  sus  instancias  y 


1()() 

admitió  el  encargo  que  lo  propusieron  de  deaempefiar  loa 
trabajos  que  le  encomenaase  aquella,  asignándole  por 
ello  una  muy  decente  dotación,  que  le  proporcionaba  so- 
bradamente con  que  atender  á  sus  limitadas  necesidades. 
Muy  sensible  fué  esta  determinación  del  señor  Reinoso 
á  los  numerosos  amigos  y  discípulos  que  dejaba  en  Sen- 
Ha,  y  en  especial  á  la  Sociedad  Económica.  Con  este  mo- 
tivo ,  representó  esta  á  S.  M.  ,  por  medio  de  la  de  la 
corte ,  que  entonces  estaba  considerada  como  central 
respecto  de  las  de  todo  el  reino  ,  rogándole  que  se  dig- 
nase aprobar  los  medios  que  proponia ,  con  el  fin  de  que 
continuase  aquel  desempeñando  la  cátedra  de  humanida- 
des. Aunque  muy  apoyada  esta  solicitud  por  la  Sociedad 
Matritense,  que  manitestaba  hallarse  «muy  enterada  de 
las  prendas  singulares  que  adornaban  á  D.  Félix  Reino— 
ao,  y  de  los  servicios  eminentes  que  habia  hecho  en  lo-» 
dos  tiempos  al  Estado , »  no  tuvo  aquella  efecto ,  ni  aun 
parece  recayó  sobro  ella  ninguna  resolución,  ya  por  fal- 
ta de  persona  que  la  agitase ,  ya  por  las  circunstancias 
estraordinarias  de  la  épora. 

Cuando  á  principios  de  aquel  año,  y  después  de  pro- 
clamada la  Constitución  en  todas  las  provincias  del  rei- 
no, entró  en  Sevilla  ,  como  en  triunfo  ,  D.  Rafael  del 
Riego  ,  que  venia  de  la  frontera  de  Portugal ,  á  donde 
corría  precipitadamente  á  refugiarse,  visitó  á  muy  poooa 
días  de  su  llegada  al  señor  Reinoso ,  por  la  reputacioa 
de  su  saber  ,  y  por  la  especie  de  homenaje  que  en  aque- 
llos momentos  se  prestaba  á  la  instrucción  y  al  tálenlo: 
Sarecia  que  ,  terminada  una  ópoca  triste  de  arbitraríe— 
ad  é  ignorancia  •  debía  inaugurarse  otra  nueva  y  faiía- 
ta  •  en  que  apareciesen  hermanadas  la  libertad  y  la  sabi- 
duría. Riego  trató  á  Reinoso,  y  quedó  sinceramenle 
prendado  de  su  rectitud  y  buena  té ,  y  de  la  templanxa  y 
sensatei  de  sus  ideas.  Le  llevó  ,  para  que  la  examinase  j 
corrigiese  ,  una  narración  de  los  sucesos  que  le  habiaa 
ocurrido  eu  el  alzamiento  de  la  Isla  y  espedicion ,  que 
parece  babia  redactado  su  ayudante  D.  Evarislo  San  Mi- 
guel, escritor  entonces  muy  visoflo.  En  las  primeras  elec- 


161 

cknies  para  Dipatados  í  Corles ,  quo  se  yerificaron  aquel 
iflo  ,  formó  Riego  el  mavor  empeño  on  quo  hc  nombra- 
se á  Reinoso  por  la  provmcia  de  Sevilla.  IIuIh)  de  coiuu- 
niear  este  pensamiento,  para  realizarle,  con  algunas  per- 
sonas que  se  esforzaron  eu  hacerle  variar  de  propósito, 
Iintanao  á  Reiuoso  en  folletos,  hojas  volantes  y  artículos 
e  periódioos,  como  un  hombre  peligroso,  tanto  porque 
IOS  ideas  eran  contrarias  al  sistema  de  gobierno  que  se 
establecía  en  aquella  ley  fundamental ,  juzgando  que  es- 
ta eiigia  una  inmediata  y  esencial  reforma ,  cuanto  «por 
(pe  su  elocuencia  seria  capaz  de  inclinar  en  este  sentido 
b balanza  del  congreso,»  (1)  contra  loque  opinaban  los 
imuites  fanáticos  do  la  Constitución  neta.  Estos  medios, 
nu\ue  sugeridos  por  la  mala  f¿  y  por  un  ciego  espirito 
ie  pvtido,  que  muy  luego  principió  á  manifestarse,  na- 
ii  leoian  de  calumniosos  i>or  cierto ,  y  fueron  muy  sufi- 
mates  para  que  variase  ae  pensamiento  Riego ,  hombre 
^U  Gou  esceso ,  sin  conocuuiento  del  mundo  ni  de  los 
hombres  ,  y  sin  las  luces  necesarias  para  conocer  los  ar- 
tificios de  la  intriga. 

Reinoso,  que  en  nuiteria  de  opiniones  no  conocíala  re- 
serva ni  el  disimulo,  so  habia  espucado  siiempre  en  ua  sen- 
tido desiavorablo  al  Código  de  Cádiz  ,  y  mucho  mas  en 
aqueUos  dias,  quo  con  motivo  de  su  reciente  promulga- 
ción, era  asunto  general  de  todas  las  conversaciones.  Juz- 
gaba monstruosos  el  método  de  elecciones  y  el  sistema  de 
administración  que  en  aquel  so  establecen,  asi  como  que 
era  imposible  de  sostenerse  por  mucho  tiempo  en  ningún 
país  del  mundo  un  sistema  político ,  en  que  se  crea  un 
trono  sin  defensa  ni  escudo ,  y  delante  de  él  una  cámara 
popular ,  sin  ningún  freno  que  sea  capaz  de  contenerla 
en  fus  estravios.  Fundado  en  argumentos  muy  sólidos,  y 
en  autoridades  muy  respetables  ,  estaba  persuadido  Rei- 
noso ,  según  publicó  en  un  escrito ,  quo  este  sistema  lle- 


(1)    Ueconlamoi  haber  laido  ostas  mi«naK  )>alalirM  en  uno  d6  Ion  dia- 
rioi  o  impreaos,  qse  par  aquel  üempo  se  publicaron  en  ^viUa.  . 

11 


Turin  nii  iMifllipiior  país  naturalmente  al  defipotiamo  ó  á 
U  Aiiarniiln.  Koliro  vario»  do  Hus  artfculos  se  le  oenrrian 
|tnniianiirntofi  dniíttKM)» ,  Hingularmente  acerca  del  dogma  j 
lio  la  MilH^rnniíi  <lnl  pueblo  ;  y  mas  de  una  vez  nos  £iio  ' 
rnir  ron  motivo  do  la  ndorarion  que  entonces  se  prestaba 
rn  OAni  todaa  Iah  riudado»  ,  hasta  por  las  mismas  aatori-  ^ 
dndnn .  ñ  Un  láitiiUii  mandada»  lijar  en  la  principal  plaia 
dr  ondrt  noblnnon  :  >  do  las  ospresioues  hiperbólicas  que 
umIuiu  al|cunoii  OMTitoros  }  diaristas  ,  como  entre  otras,  f 
lUuiAr  A  U  («onatituoion  ol  tagrado  y  Mcrosanto  Código,  ^ 
M  torminar  la  prima vora  de  tH20  pasó  á  Cádiz,  do»-^ 
dn»  lo  o»poralmn  »uk  amigo».  }  los  trabajos  que  debia e»-  ' 
o^Miiondarlo  la  dinutari^in  nnn  inoial.  Vcogido  en  aquella  ^ 
ouUa  oiudad  i^m  la  bonovolonoia  jt  Aprecio  que  eran  coft-  V 
«iguíonlo»  A  yu  oolobridad  tan  nH'rccida.  se  dedicó  deaáa^^ 
luoiix^  A  la!&  I\h»im.«  pr^t|úas  do  mi  oncarfo.  ¿^So  creerá  qMd^ 
Hi(^iiH¥K%  «p  c^Mi9«^nlaria  ctm  do^^mp^'Aar  é&le  según  9mr 
lmií»«  .  ciiUri^udo  ul  «oj  eon  U$  foruus  de  una  heraMa? 
iKkemñ^m  orv^r^  pertiivHi««s  en  et\)iKinuii  \  admiaislii-l' 
ouvn  *"  No  |vrtuUMii  cMo  uí  b  cstreuiada  deíícadeja  defls.^ 
\NirAs'9^r «  III  ««  aiiH«r  a  U  pedíev^ii^  ea  u^  genero  di  ;^ 
fMmílHM^,  «I  9«  «WJKW4II  «eneral  a  u^ia  cia^  de  c 
üM^NMwt   l\yr  k;^  mvmiio  Cue  crta  ui  ^fO<a  ea  que 

iMKii  et  A^9iMi^N4ls«  ie  ia  v^kh!rK».Mi  quie  hub^ii  ci ^ . 

<^a  ei  ecrtuníbv»  iiK^N«Mftie .  etMOMWi^.  prvHCu«4^.  <«Mke  tí^  ^ 
«Am  k^  qt/ii^  ^íwyrewifcA .  Jk  »»  iaárnfaBiw.  «  naaluiJm-  ii¡ 
«AfA  ralla»»  i^i»^  lie«e»  {K*r  cJSk^  e¿  9^0» aM¿  5  fcia 
lA^i  tf^H^M^tft  «  iSft  MKl«M^;¡nlCu^tt  ^.eourcaí.  irc  nHiMk 

^imNfet  w«ui^ái^>rct<%ii  «  «tt  ^oJmm^  «¡lEscm/ .  :hi  dimana  a-* 

%VM9lC(MMr      >ta  t&Wlf«m/    UKU.^^   ^    su.  vX'tM    -JIM    ^l  ímé  M 

««HiW^  11^  iif*  tnaooicj*   «f  9rvif«frvi«/iiarY#a  jíí  lAOfíiíaaif 
IMIM  «•%  «1*»^  muifr^ip^    ^  t  jitf  icuMvvv  3U.  amana  ctftt 

fcw4ar  fisir  «ir  ^ümsi:  4it«i(«iiiiNM^  ^^  ^vu  4Imi«  «aMitts^ 


i 


165 

ates.  'A  la  aparidon  da  cada  obra  de  Reinoso, 
bitfi  ras  amigos,  Henos  de  novedad  y  sorpresa, 
reyelaban  j  descubrían  eu  él  nociones  y  conoci- 
^  de  que  ni  siquiera  la  menor  idea  tenían  que  po- 

£ 'filien  pudiera  comprender  que  el  eminente  poc- 
bia  cantado  el  pecado  del  primer  hooibre ,  ha- 
i^s  de  elevarse  á  tanta  altura  en  las  discusiones 
jd  brecho  público  y  do  la  ciencia  administrativa? 
•eria  fácil  ni  aun  posible  dar  una  notipia  eomple* 
i  trabajos  que  en  esta  época  desempeñó  el  señor 
:  con  sobradas  razones  debemos  atribuirle  los 

Citantes  y  trascendentales  que  publicó  aquella 
i  provincial ,  los  que  vcrsabau  sobre  espedien- 
nrales,  y  cuantos  eran  relativas  á  e^taoistica,  fo- 
insiruccion  pública  :  dcbennos  también  atribuirle 
pon  de  los  esceleiites  manifieistos «  csposicidnes, 
¡t  é  informes  que  en  aquel  tiempo  se  publicaron 
re  dp  la  espresada  diputación  provincjat »  y  que 
^  luego  descubrían  la  pluma  quQ  so  había  ¿oeu- 
t  .eatenderlos.  Pero  sin  embargo  debemos  bacer 
.Biencion ,  por  su  importancia  y  mérito,  y  por  la 
*;  :aceptácion  que  merecieron  de  los  escritos  si- 

i:  ,.  ■  .: 

Iffo  de  ordenoñxof  muniiíUHÜeé ,  €Ír^%álaéo  for  la 
^  de  la  prin>incia  de  Cádití ,  á  (^  íi^yiumialnientos 
l¿>(o.---C(Mu4821.— Gomo  el  QM^go  coiBstitu- 
A  a^o  12  encargaba  á  los  ayuntanuejilJbojs  U  /9r- 
^  las  0f4enanta8  municipales. del, pf^blo^  4;rejó 
moa  de,  Gááiz  que»  para  que  itui^es^  complimif^- 
^l^posicion,  era  útil  y  acertados  J  V^m  propio  de 
(oéiou,  circular  no.  un  proyecto,  «co^ümo!,  ^sino,  mía 
^.  pidigo  mumcipaL  Eu  él  Qstán  designados  J.de- 
\p^  los  principios  en  todos  los  ramos  de  poui^ía ; 
(Mpie  cada  pueblo»  ,al  formar  sUa  <tfdeDfinzaii,.  ba- 
lero ^M  todo  el  trabajo ,  y  Bolp  k.MUAbf^  estáblé- 
ifvaria<í;ioues  que  exigiaii  las  cijren^ta^cias  d^.qa- 
p^,,  s^prib^r  los  artlqulos  i||útili9s,p4ra,,alguap6> 
r  ki  ^aeUifi  necesidades  lúc$let  4  los  alimQi  V¿- 


i64 

■ 

troducidos  exigiesen.» -Pero  sin  embargo ,  está  foniil^ 
con  tanto  conocimiento  de  las  cireanstancias  locales 
todos  los  pneblosde  aquella  provincia ,  que,  aunque 
bria  artículos  que  suprimir ,  dificilmente  ocurriria  el 
so'de  tener  que  afiadir  ninguno  :  puede  decirse  que  eB^^ 
inodelo  todo  estaba  previsto  y  prevenido. 

Las  atribuciones  de  la  policía  municipal  se  refii 
según  este  modelo  ,  á  cinco  objetos  principales ,  que 
el  orden  »  la  seguridad ,  la  comodidad  ,  el  ornato  j 
recreo  y  la  educación  primaria.  £1  principio  general' 
domina  en  todos  sus  artículos »  es  el  siguiente  :  di¡i 
cada  ciudadano  en  enUra  libertad  de  hacer  lo  que  ai 
excepto  aquellae  acciones  que  ceden  en  daño  de  otro  ó  i 
tociedad  entera. 

El  título  que  trata  de  la  policía  de  orden ,  está 
dido  en  dos  secciones.  La  primera  trata  del  domicilio' 
los  ciudadanos ,  y  la  segunda  de  su  conducta.  En 
al  domicilio ,  establece  las  reglas  que  han  de  gu 
para  que  la  autoridad  municipal  conozca  con  exactiL 
estado  de  la  población  :  en  cuanto  á  la  conducta ,  i¿' 
signan  los  casos  en  que  los  oficiales  del  ayuntamiento  íf 
ben  intervenir  en  las  acciones  de  los  ciudadanos »  y'l 
modo  con  que  deben  hacerlo.  '  "*% 

La  policía  de  seguridad  se  divide  naturalmente  M 
licía  de  seguridad  personal ,  y  de  seguridad  de  los 
La  primera  sé  subdivide  en  alimenticia,  de  salubridad'^ 
-  protección.  En  la  segunda  se  prescriben  los  abastos  j 
'posturas,  y  en  la  tercera  se  establece  pena  pecuniaria 
tra  lol^  que  se  niegan  á  socorrer  á  los  qfue  imploran 
xilib ,  cuando  han  podido  hacerlo  sin  manifiestb  péüMb' 
de  su  vida.  En  cuanto  á  la  seguridad  de  los  bienMVis 
examinan  con  mucho  tino  y  análisis  los  diversos  'casos 
en  que  se  suele  ofehder  la  propiedad ,  y  so  sefialan  iMs 
penas  correspondientes  á  cada  uno.  Esta  secdon ;  dirt^ 

Sida  á  infundir  en  los  ciudadanos  un  gran  respeté  ÍA 
erecho  sagrado  de  la  propiedad  ,  es  quizá  la  parte  mé^ 
jor  trabajada  del  modelo.  Uno  de  sus  artículos  impoiito 
mtüUi  al  que  hiriere  6  matare  fñn  uecsesldad  á  vn'  amad 


165 

iomí^stiro  ,  en  liíj^rar  Je  pro}^i/|?<^d  ó  arriendo  de  su  duc- 
ÍDi  Nosotros  qiQ8Í¿ran\ws  t|a*  lainhieii  se  impusiese  pe- 
'M.al  que  hiriere  ó  ma'.arc  ai  vinÍMal  Joniéslico  »  aunque 
Mi  propio,  sin  mas  objftjio  que  el  do  satisfacer  su  bárba* 
la  crueldad.  El  gran  filósqfo  y  publicihla  lUínili&in  diro, 
me  Ja  iaipiedad  con  los.  animales,  y  i^uu  la  cobtumbre  de 
iBSimir  ,  solo  por  ejercitarj  las  fuerzas  los  seres  inani- 
Viflos ,  habitúa  al  hombre  á  derramar  la  sangre  de  sus 
«iBBejantes. 

:*  M  fia  del. modelo  se  añade  un  sumario  de  las  razones 

lnotivos  de  las  leyes  que  ^  proponen  s  al  frente  de  es*- 

tbipiyario  se  halla  el  análisis  de  la  distribución  que  se 

f'k.láeho  de  la  poUcift  monicipal.  Antecede  á  todo  el  re- 

^to  un  titulo,  llamado  Aegr/íK  genoralñi»  En  ellas  se 
.^,Jos  los  ciudadano^  el  derecho  de  oponerse  á  la  ten- 
14íli'4'eiecimioi|  de  un  delito  v  de  asegurar  al  que  se  le 
,  MVeche  de  algún  crin^en  t  conducirle  ante  la  autoridad, 
7  ^.exigir  la  concurrencia  y.  ayuda  de  los  demás  para 
'lM9uacGÍpoes.  Se  seOalá  el  magistrado ,  ante  qmen  de- 
imbiácene  las  dequncias  i  las  ^rsonas  que  pueden  ha  - 
ttriMy  y  lak  facultad  qae. se.  concede- ala  autoridad  para 
i^ojÁuir  6  aumentar  la  muHa  dentro  de  ciertos  limites. 
raq  Ifia  artículos .loa^  iqti^resMies  y  almismo  tiempo  mas 

a^oa  de  este  títulpí  iSOA  JooiXidativQsá  la.respousabili- 
ffí^fidiaria ;  lUmas^iasi^a^quegravita  sobre  las  per- 
nal, á.cuyo. cargo .eAtó/et-queiba  bocho  el  daño,  por  el 
ciá\.f«^  j^Done  la  pensil.  iHatnos  ^cho- que  estos  artículos 
na  inícTOS  »  ^q  pctrqufi.la  o^tfria  en  que  se  versan  no 


í 


¡  kja,4Í4K^tj9nída  en  e^nifiid^^^ipñ  por  los  legbladoresi  aun 
[  Iside  eí  tien^po.deiios.  ai^tigHop  egipcios,  sino  porque  no 
^ukegios  %i]^  fie,  baya  nmtoa  trazado  con  igual  tino  y  li- 

1  ]^Usa4o.  es.  de^irinajiadie  la  .pureza  y  demás  dotes 
^Ijíppguaje^  i^wquif  le  que  mas  recomienda  esta  obra^ 
son  los  escelei^tfi^  nrincipiQs  :de  administración  munici-^ 
pal  en  ;qp|9.  ^-ifuQd^ti  .y  el  scYoro  análisis  y  la  maestría 
coQ  .que(ei|lin  trilladas  .¡fit^meltaci  (odAs  las  cuestiones 


166 

Ánahi  de  la  diputación  pvovineial  de  Cádi%.  No  se 
limita,  esta  obra  á  dar  noticia  circunstanciada  de  los  2162 
espedientes  que  despachó  aquella  Corporación  en  el  afio 
primero  de  su  instalación,  y  en  las  noventa  sesiones^  que 
con  arreglo  á  la  Constitución,  correspondían  á, aquel  pla- 
zo. La  parte  mas  principal  6  incesante  de  ella  se  póa- 
pa  en  examinar  los  obstáculo^  que  embarazaban  y^  reCár,^ 
daban  la  formación  de  la  estadística »  y  en  Kácér  nalpablé 
la  inhabilitación  en  que  se  hallaban ,  y  aun  se  halMii^  td^''' 
davia ,  las  diputaciones  provinciales  para  ¿brar  el  Mlent  ile 
los  pueblos.  Aunque  estaa  Alemas  reflexiones  se  refi^^tf ' 
al  esUdq  de  ntilltfftd  á  que  las  dcj'6  reduéitfás  el  déeréU'^' 
de  las  Cortes  de  &3  do  junib  de  181»,  Md^ylá  subíl}sWi/|^ 
aun  después  de  In  ley  áo  H'de  febfe^  de  1821)  ,  itítIcAíétf'j 
de  los  inconvenientes  y  maiet)  de  que  sel 'quejaba  ladipii^''^ 
tacion  de  Cádiz  ,  y  acerca  díS  los  ctialeS'  i^iiministratl  Mff^ 
Anales  observaciones  mity  interesantes.  '■;?<* 

Plan  del  eemo  de  la  provincia  déCAdiXi  dispuéeioptil^^ 
D.  Fílix  Jo^  Reinoéó,  y  puMicado  pih'' la  dipuilicdm'pi^^ 
vinciál  para  la  formación' de  eitadéé'd^  los  püehtoe  dé'ep^ 
distrito.  Esta  obra  ,  impresa  en  un  t<)nio  eii  foliiD  niay^r/',*; 
comprende  la  csposiciofi  del  flfán  ,  lína  ínsthliccioñ  pAIrí'^ 
formar  los  estados  ,'  un  iptei*f¿igatoÍHo  pata  Ilustración  dé'* 
estos  y  '16imodelos  do  los  ifristtic^.  Et  })rimen).  es  para  tíñ"| 
padrón  nominal :  elsegand<^,  lidá  plenritiUá  de  la^  rélátíb^ 
nes  vecinales  para  el-padroíi  i '.<^l  tc«rGeiiD>  estadb'genef  j|iF ' 
de  la  poblacioi^;  que  (5ónticné  do&  tablas»  priitieAaV'cátá^^' 
log»  de  personas  ,  di vididb p<)f  naturalezas ,  edades,  clá^^" 
2>cs  ,  sexos  y  estados  ;  y  segunda, ^üm^Tió  por  faMiBa|í;/ 
comnnidadesi  k  individuoi^':  eleusaitó ,  estado  ^ádüal  deí' 
vectnda^rio  por  las  épocas  de  la  vldlf ':  quiiitb;  c^adó  pr^- ' 
líiico  :  sesto,  id.  morboso,  que  contiene  tres  tablas,  ^li- 
mera., de  los  enfermos  do  todas  clases  Y  dotencíals  tfil'tal 
época- -datennifiada  ;  segunda,  dé  la»  pli^rsoiiias  qtíc  'k(tn: 
padecido  la  viruela  ,  vacilnadj^s  y  qnc^  ffO  bah')>ftdt«cido'li(' 
vimela ,  ni  est^n  vacunadas  ;  y  tercera ,  de  las  peráonas' 
que  no  ban  pasada  la  fieb^  amatillei :  sétimo,  estado  éco^ 
Aómíco ;  octavo»  id.  doctrinal^  que  comprende  cóatíro  ta^'- ! 


167 
h¡M$  f  prímora ,  inatítiitOB  de  ensoflanza  ;  segunda ,  mnte- 
riis  do  onseñania  ;  torcera  ,  ostablecimíontog  .iii!iil¡Ares 
de  la  coücfianza;  v  cuan»,  onsoi\an/,i  de  las  inujeros  :  no- 
veno«  estado  ecfesíáslico ,  uuo  so  rodurc  á  cuntro  ta- 
blas; priuiera*  eclesiásticos  distrihuidos  por  Ardonos ;  se- 
gunda ,  odosiásticos  sücularrs  distribuidos  por  iglesias  v 
Biinislerioa  ;  tercera  «  n^gulares  distribuidos  por  prolV^ 
sienes  ;  y  cuarta  ,  religiosas  :  d6cimo  ,  estado  iM>Htico, 
ipc  oomprende  tres  tablas ,  priniora  ,  clasificación  de  los 
yarones  aptos  para  diputados  á  («Artes  ,  de  provincia  6 
ÍB4jÍTÍduos  de  ayuntatuiento  ;  si^gunda ,  clasiUcacion  para 
daervicio  del  oiArcito  periuanentc  >  de  la  milicia  activa^ 
jlarcera,  clasificación  para  la  niíficia  nacional  :  und¿- 
I»  estado  alímeuticio»  distribuido  en  dos  tablas,  pri- 
1,  abastos;  seguuda,  consumo  en  1822  :  duodóruno, 
filio  douiiciliar  :  decimotercio ,  estado  alternativo  de 
k  foblacion  en  los  cinco  afios  últimos  ,  que  contic- 
le  do8  tablas;  uriroera  ,  año  de  1818;  segunda,  ra- 
na de  los  ejipósitos  desde  principio  de  1818  hasta  fin 
di  1882  :  decimocuarto ,  estado  mortuorio  de  los  cinco 
•ños  últimos  eu  que  no  se  ha  padecido  la  fiebre  amarilla, 
ni  otra  epidemia  mortal ,  y  <|ue  comprende  dos  tablas; 
primera,  distribución  de  los  fallecidos  por  sus  edades; 
le^nda .  distribución  |)or  los  meses  del  afío  :  décimo, 
quinto ,  estado  epidemial  :  y  décimosesto ,  estado  his- 
¿rico. 

Esto  breve  resiunen  puede  dar  una  ligera  idea  de  la 
obra  y  del  plan  de  ella,  rara  conocerla  bien  ,  para  com- 
preeuder  los  multiplicados  detalles  y  pormenores  á  que  se 
cstieude,  y  la  admirable  coordinación  y  clasificación  de 
todos  los  hechos  y  circunstancias  ,  de  que  se  hace  carso, 
e»  necesario  estudiarla  atentamente  :  solo  asi  so  podrá 
apreciar  un  trabajo  de  uu  género  nuevo  entre  nosotros,  y 
para  el  cual,  como  dice  el  autor  en  la  esnosicion,  no  tu* 
vo  ninguna  guia  :  solo  asi  se  reconocerá  todo  el  mérito 
da  una  obra  ,  <|ue  supone  una  meditación  profundísima, 
}  un  afán  improbo  para  trazar  un  plan  tan  rasto  y  bien 
ordenado  i  acerca  ctcl  cual  puode  caffi  decirse  con  sejgpi- 


m 

ridad  ,  quo  nada  se  ha  omitido  ,  y  que  cada  cosa ,  á  pe- 
sar (la  ser  tantas  las  que  comprende ,  se  halla  colocada 
en  su  verdadero  lugar.  Esta  obra  sola  bastaría  para  fan- 
cl'jr  l.'i  ri'[)Utacion  mas  distinguida  de  cualquier  sabio  ad- 
ministrador o.n  todo  pais  en  que  se  reconociese  la  im- 
porianciy  y  dificultad  de  estos  trabajos ,  y  se  hiciese  ju^ 
ticia  al  mérito  de  tos  ([ue  se  dedican  á  ellos ,  á  pesar  de 


su  aridez. 


líanifieiío  de  la  Diputación  provincial  de  Cádiz  á  loi 
pueblos  de  bu  distrito  y  á  toda  España.  Una  proclama»  náa 
alocución  no  tienen  en  nuestro  tiempo^  ni  suelen  tenéis' 
en  ninguno  mas  que  un  interés  de  circunstancias ,  V  bajo- 
otro  aspecto  un  interés  de  partido.  Pero  lo  que  acabáiUlM. 
de  citarle  leerá  siempre  con  placer,  porque  loS  %scel6ll^' 
tes  principios  en  que  se  funda  las  doctrinas  que  en  ella  sé' 
proclaman,  y  la  pureza  y  hermosura  de  su  lenguaje»  b; 
colocan  en  la  esfera  de  aquellos  monumentos,  que  sobren 
tí  ven  con  gloria  á  las  circunstancias  y  á  los  partidos.' 
Casi  todos  los  periódicos  de  aquel  tiempo  io  insertaron, 
y  uno  lo  calificó  de  «documento  acaso  el  mas  importante, 
el  mas. veraz  ,  el  mas  útil  y  el  mas  bien  escrito  de  cuail-^ 
tos  se  han  dado  á  luz  desde  nuestra  regeneración  polf-^ 
tica.»  Se  dio  á  este  escrito  toda  la  importancia  que  me^ 
recia,  y  como  era  consíguienjle  fue  impugnado  con  ardor 

Ír  violencia  por  algunos  de  los  periódicos  que  apojában 
os  desórdenes,  como  los  que  ocurrían  en  aquel  tiem¡^ 
en  la  ciudad  do  Cádiz  y  en  otras  varias  del  reino.  El  ca- 
rácter principal  que  distingue  á  este  manifiesto  consiste 
en  la  firmeza  y  valor  con  que  se  combaten  los  proyectos 
anárquicos,  las  predicaciones  revolucionarias ,  y  el  estra- 
vio  de  ideas  que  en  aquella  época  llevaron  la  libertad  al 
bordo  del  precipicio  en  que  se  arruinó.  Los  enemigos  que 
Reihoso  tenia  en  Cádiz,  que  eran  los  promovedores  de 
desórdenes;  y. los  que  miraban  con  encono  el  prestigio  de 
que  gozaba  en  aquella  ciudad,  y  la  ilimitada  confianza  que 
merecía  de  la  Diputación  provmcial  y  de  todas  las  auto- 
ridades, redoblaron  sus  tiros  con  mayor  fiereza ,  y  íe  per- 
siguieron hasta  el  estremo  de  verse  en  la  necesidad  de 


169 

refagíarse  á  Jaree,  fiara  eyitAr  lo6  poligros  que  mnonaza- 
ban  su  existencia.  Kl  Biaiiirioslo  auquirió  por  esto  mayor 
celebridad,  y  ademas  por  la  circunstancia  ile  qur  \iiríaa 
Diputaciones  provincialrs  publicaron  otroii,  adhirióudoso 
á  los  principios  que  vn  aquel  si*  proclamaban ;  y  porque- 
56  aseguró  entonces  y  despuc¿^  hemos  sabido  con  certeza^ 
({ue  mereció  del  rey  los  mas  enCfU*ecidos  elogios. 

En  aquella  ¿poca  ^  y  deseando  á  pesar  de  sus  muchas* 
ocapadones  trabajar  constantemente  en  bien  de  su  pais, 
principió  á  eslander  con  oportunidad  las  observaci<mei 
m  le  flügeria  la  lectura  del  Proyecto  de  Código  penal. 
Per»  e(!^Ddó  de  f  er  á  poco  que  le  ofrecía  este  materia 
|«a:iui'VÓliUMn  muy  abultado,  y  deseando  que  sus  npa^ 
m  fodiAan  ténerbe  presente  cuando  se  discutiera  el  esp- 
irado  proyecto ,  se  limitó  á  publicar  lo  que  con  aquel 
ítalo  llevaba  escrito  acerca  de  los  primeros  capítulos  del 
mfseta  y  del  estilo  general  de  él.  De  este  abultado  fo* 
líelo  bastará  decir,  que  contiene  las  ideas  mas  luminosas 
7  lis  doetrinas  mas  sólidas  acerca  de  nuestra  legislación 
peaal,  espresadis  con  la  lógica  admirable  y  la  precisión  de 
estilo  que  distinguen,  como  en  otra  parte  hemos  observa-- 
A>,  todos  los  escritos  del  autor. 

Gomo  la  exaltación  de  las  pasiones ,  el  furor  revolu- 
donarlo  y  las  crueles  persecuciones  de  que  era  objeto 
el  sefior  Reinóse ,  obligaron  á  óstc  &  irasladarse  á  Jerez, 
donde  en  el  seno  de  la  amistad  descansó  do. sus  intensos 
tribajofl  y  de  las  amarguras  de  su  espilriiLu,  allí  permaue» 
CIÓ  aun  después  de.  haber  ocupado  las  tropas  francesas  la 
plaza  de  Cádiz.. No  teniendo  .ya  «m  esta  ningún  objeto, 
continuó  en  Jereii»  viviendo  eu^4)inípajUa  Uelos  horma** 
nos  de  su  amigo  Cepero,.  hasta  que  ya  i^  mediados  del  afio 
de  1824,  y  calmadosialffun  tanto  los  SHUomas  de  la  reac* 
cion,tpasó  á  Sevilla ,  donde  se  aloió  en  ca^a  de  su  amigo. 
düu  Rodrigo  Sanjurjo ,  que  ocupaba  una  casa  en  el  real 
alcázar.  Allí  misino  habitaba  el  Asistente,  que  era  á  lasa- 
zou  de  aquella  ciudad,  don  José  Manuel  de  Ariona ,  con 
quien  hacia  muchos  años  le  unia  la  mas  estrecha  y  afec- 
tuosa amistad.  Muy  ocupado  Arjona  cp  las  vsaUs  oXs^tVr 


170 
dones  de  los  varios  destinos  y  comisiones  qne  con  tanto 
celo  y  capacidad  desempeñaba ,  qniso  tener  el  placer  de 
que  todos  los  dias  le  acompañase  en  sn  mesa  Reinoso.  Se 
ocapó  éste  en  aquella  éponca  en  desempeñar  düerentes 
tral^aíos  que  sobre  fomento  público  y  mejoras  le  enco- 
mendó su  ami^o  el  Asistente ,  y  en  dar  á  los  bijos  de  éste 
lecciones  de  literatura.  A  fines  del  año  de  25  vino  á  esta 
oárte,  á  instancia  de  sus  amigos  Miñano  y  Lisia,  cada 
uno  de  los  cuates  pretendía  llerárselo;  á  sa  Gasa«  Prefirió 
la  del  último,  yendo  á  comer  froenentemente  á  casa  de 
Mifiano  y  á  la desu antiguo  amigo  et fiscal  dá Indias  don 
luán  Gualberto  Gonzales.  Desembarazado  délas  prime^ 
ras  visitas  y  do  los  primeros  o^quios  aoe  le  hioieron. 
muchos  amigos,  se  dedicó  á  ver  y  estudiarlos  monoineB- 
tos  artísticos  de  Madrid,  los  establecimientos ,  palacios  y 
preciosidades  que  contiene ,  haciendo  en  virtud-  de  '  un: 
examen  tan  inteligente ,  las  mas  interesantes  obserra-^ 
dones» 

En  15  de  enero  de  1827  fue  nombrado  redactor  pri- 
mero de  la  Gaceta.  (1)  Vacilando  el  ministerio  de  entoa-, 
ees  entre  la  opinión  templada  de  los  hombres  moderados 

Ílas  pretensiones  esclusi vas  del  partido  apostólico,  no 
abíendo  todavía  estrechado  Salmón  sus  relaciones  polí- 
ticas con  Galomardc ,  solía  por  aquel  ministerio  atenoerse 
el  mérito  y  la  capaícidad.  La  reputación  del  señor  Reino- 
so  lo  dio  á  conocer  de  los  personas  mas  distinguidas  de  la 
corte,  que  se  oomplacian  en  su  trato,  distinguiéndose  eur 
tre  los  quemasile  apreciaron  los  señores  Gríjalva  y  Caá- 
taffo$.  Estas*  Apotras  personas,  y  en  especial  Miñano,  hu-r 
bienon  do  informar  at  ministro  de  Estado.  Salmón  délas 
parCicnlai^s  ciroakistancia^  y  eminente  saber  de  nuestro 
Reiiloso  ;  y  d^sK^aAdo  aquél  aprovechar  una  ocasión  de 
recompensar  tos  servicios  y  premiar  la  vasta  instrucción 

(i)    A  lioiQibircK  4le  sénv^jaiite  inérita  se  ooiileiia  en  tiempo  dol  al»olu- 
tisiu/o.el  carj^u  (lo.  redactor  primero  de  la  Gacela ,  ú  lu  que  so    califica  de 
insulsa  á  t^ighificatUe  por  los  c[u&  uo  copocca  su  importancia,  ni  los 
pmmos  étéfms  fío  contiene/ 


171 

de  éste,  le  ofreció  un  destino,  muj  honroso  entonces  ,  y 
que  no  ascntabii  mal  &  un  literato  de  celebridad.  Por  es- 
tas circunstancias  1q  aceptó  contento  y  satisfecho,  dcseni 
peffándole  como  era  de  esperar  de  su  talento  y  de  surelo, 
ganándose  el  afecto  y  la  amistad  de  sus  compnfloros ,  y  el 
concepto  mas  elevado  de  1o$  ministros  y  del  rey. 

Lob  que  juzgan  que  todo  el  mérito  de  la  redacción  de 
nn,  periódico  insiste  en  ésos  artículos  q[uo  llaman  de; 
ftmaó^  reducidos  á  una  fraseología  vulgar,  á  una  depL)^' 
maciondo  mal  gusto.;  que  carecen,  do  principios,  de  unij- 
dad  en  sus  doctrinas,  taltos  de  ideas  v  de  estilo,  y  hasta  ., 
le  ha  forrvfa^  propias  de  esitn  especio  de  controversias  po^'  ' 
liticás  ;  np  póilrán  siquiera  sospechar  qiie  en  la  Gaceta  de 
Madrid^  i^n  h  rehmth  Gaceta  i  que  miran  con  afectado 
ieil(;n^  que  en^la  Gnceta  que  se  publicaba  bajo  el  gq^- 
kerno  do  Calomardc,  y  cuando  tifo  exi^tia  linertad  ie 
úopircnta,  se  encuentren  artícenlos  sobre  fomento  y  pros- 
peridad pública,  solité  estadística,  ciencias,  literalura, 
Grilica  y  bellas  artes,  cpieselé'e^ráncoii  placer  y  admifa'cion^ 
CQ^ndo  cajiriadás  la¿  pasíonéV^de  la  época,  y  desvajieci^a^  ; 
lasprreocupaciones  políticas  y  Htorariiis  que  fa  dominan,  se 
haga  justa  apreciación  del  tnférilo  de  los.oscritus,  sin  de- 
jarse arrastrar  por  las  pn^vencionrs  ¡nsensaüís  de  la  épo- 
ca en  que  aparecieron,  ni  del  periódico  que  los  con- 
tieno.. I  ' 

Los  articnlos  de  Rein^so  qne  acerca  de  las  iiiatcrias. 
mcncionaaas  ioas  IlamartYp  la  atención,  fueron  los  relativos 
ábéllas  artes  y  á  estadística.  Estos  tenian,  entreoirás  cir- 
cunstancias que  Ips  recomendaban,  el  mérito ;de  la  nove-  , 
dad;  pues  ni  eran  entonces,  ni  áon  ahora  muy  coniunes 
los'jtiicios  apalitici^s  de  Ins  ó^i^as  arlislicas,  desempcflajos 
coñfilosoRaV  7  con  conocimiento  délas  reglas  del  irusto  y 
delabcUezi^^  ^  ál mismo  tíenipo  no  se  hanian  publicad(>  [ 
nunca  en  nuestro  idioma  escritos  razonados,  profundos 
)de  utilidad  práctica  solare  datos  estadisliros,  siendo  con- 
tadas las  personas  que  entre  nosotros  tenían  en  'aquel 
tiempo  idea  4o  ins  aplicaciqñe?  que  de  estos  pc^dian  na^  ,, 


179 

S odian  dar  lagar.  La  importancia  de  los  hechos  clasirica*    . 
osqne  nos  ofrece  la  estadistica  no  se  limita  á  satisfacer 
una  estéril  curiosidad,  no  se  limita  á  la  utilidad  inmedia- 
ta que  aauellos  pueden  prestar  á  la  administración  pú- 
blica ,  á  la  industria  general  y  al  comercio:  detrás  de  los 
Í guarismos  se  encuentran  consideraciones  profundas  ^ue   . 
orman  la  mas  segura  comprobación  de  los  principips 
económicos,  yeq  |(eneral  de  los  que  sirren  de  funda- . 
mentó'  á  las  ciencias  morales  y  ppUticfis.  Admira  todo  el 
partido  que  sacaba  el  sefior  Reinosó  de  unasnotas  que  por   , 
orden  del  gobierno  pasaban  l^s  administradores  de  cor- 
reos ala  redacción  déla  Gaeetaf  y  que  se  reducian  á  es- 
presar  los  precios  de  los  principales  artículos  del  consn-; 
mo  general ,  como  trigo ,  aceite,  cebada ,  vino,  algarrcH- . 
ba,  etc.  Creemos  hacer  un  obsequio  á  nuestros  lectores.  ; 
invitándolos  á  leer  los  artículos  que  desde  elafio  de  27  al, ,; 
de  30  escribió  en  la  Gaceta  el.  señor. RoiuQSO,.  y  que  no,,.: 
son  tan  conocidos  como  deberían  scrlp. 

Guando  fue  nombrado  príj^er  redactor,  nq  era  por  ,  i 
esó'jjDfé  de  la  redaqcjüQ]^  de  lafi^o^eia:  par^  este  x^rgo',  coa.,., 
el  titiúo  dé. director;  fueuon^radopor  clmismo  tiempo  el., 
sabio  don  Tomás  González,,  archivero  que  fuedeSim^nca^. . « 
Creemos  deber  atribuir  esto,  ya  4^  no  inspirar,  confianza  el  r. 
señor  Beinosoá  Galomarde,  alma  de.i^qfiel  ministerio,  y  .' 
al  partido  apostólico,  ya  para  que  no  fuese  repárame,  y., 
objeto  de.  censura^  que  se  pusiese  al  frente  del  periódico 
oficial  á'uiq  hombre,  cuyas  opiniones  no  disimuladas,  erf^,^. 
contrarias.  í  los  principales  actos  4b  aquel  gohier;ip , .  qp^  ; ; 
se  debian  al,  influjo,  preponderante  las  mas  veces,  de  Ca- 
lomardé.  Así  fue  que*  ai^nqua- salió.  4ef  la  dirección  el  ^s^, ,  [ 
presado  ,séi1ip|r  ^onzalez»  no  Wi^pmbradp  director  .qla^Hw^  . 
ñorReinósóf  sino  el  padre  .Jimjsnez,  d9l,.,órd(e9,.4e'lo&f.. 
agonizantejs,  muy  conocidp.en  lax^órtey  persotia  uwifier'.-i 
rec^^ala  confianza  ¡le  aquel  ministro,  por  cuya  inaicaciop,j 
fue  noD^brado. 

^  Habiéndose  negado  el  señor  Reiuq^  á  las  insinuacio^l  • 
ncs  jc(ue^e  le..faiJÍ9fCf0|;i  por,  e}  .dirj^ctor  de  la  fíaUkt  4ai^... 


175 

cias,  ya  para  quo  apoyase  y  elogiase  un  decreto  del  go- 
bierno, que  era  relativo  á  los  españoles  que  se  hallaban 
emigrados  en  países  estranjeros ,  no  pudo  menos  oslo  de 
producirUcl  enojo  de  Calomarde,  ^  de  aumentar  elodio 
qno  le  profesaba  la  facción  aposíólicn.  Ya  desde  entonces 
los  comiiancros  del  señor  Keinoso  en  la  redacción  de  la 
tiaetta  prcveveron  que  no  seria  larga  su  permanencia 
en  aquel  dcstmo:  desdo  entonces  se  principió  á  intrigar 
para  su  separación.  No  ofrecif^ulose  nmgun  otro  pretes- 
to,  se  creyó  hallar  uno  á  propósito  en  la  circunstanciado 

Íie  algún  tiempo  antes  había  sido  nombrado  el  señor 
cinoso  por  el  ministerio  de  Hacienda  individuo  do  una 
comisión  de  estadística  ,  que  se  acribaba  de  crear:  en  esto 
M  fundó  la  real  orden  do  su  separación ,  espedida  en  31 
k  marzo  de  1830,  por  la  cual  fuc^  «eximido  de  la  comi- 
sión de  la  redacción  de  la  /rrirr/a,  en  atención  á  hallarse 
destinado  por  el  ministerio  de  Hacienda  en  una  comisión 
(¡ue  ademas  de  procurarle  una  muy  regular  subsistencia, 
le  ocupal)a  demasiado  para  que  pudiese  dedicarse  esclu- 
ávanaentet  eonu)  debiera^  á  proporcionar  trabajos  para  el 
referido  periódico.» 

Separado  Reinoso  de  la  redacción  de  la  (¡aceta ,  y  ha- 
biendo recaído  en  61  poco  después  el  cargo  de  presidente 
do  la  ospresada  Junta  ó  comisión  de  estadística,  dbpuso 
el  local  para  la  oficina  quo  era  indispensable  plantear,  y 

tropuso  al  gobierno  la  plantilla  y  organización  de  aquo- 
a.  Aunque  hizo  esta  y  otras  nn)puestas,  sogun  le  oimoa 
repotídas  veces,  con  4U  designio  de  preparar  los  trabajos 
preliminares  para  realizar  el  obieto  de  su  encargo ,  no 

fmdo  conseguir  que  se  le  facilitasen  los  medios  abso- 
utamente  necesarios.  No  bastaban  á  superar  estas  di- 
ficultades la  firmeza  k  ilustrado  jiatriotismo  del  digno  mi- 
nistro de  Hacienda  don  Luis  López  Ballesteros ,  que  ha- 
bla creado  la  mencionada  comisión ,  y  que  mostraba  el 
mas  vivo  inter6s  porque  se  emprendiese  y  llevase  á  cabo 
la  importante  obra  que  le  habia  encomendado.  Los  prin- 
cipales y  mas  graves  obstáculos  dependieron  de  la  iudisr* 
p¿i8able  cooperación  que  ¡)ará  la  misma  se  TeqoL^m  ^t 


174 

parte  de  los  demás  ministerios,  v  en  especial  del  de  Gra- 
cia y  Justicia,  del  qoé  depenffian  en  aquel  tiempo  los 
ayuntamientos  y  la  policia.  Con  todo,  ef  celó  y  la'  deli- 
cadeza de  Reinoso  no  le  permitían  estar ,  digámoslo  asi, 
con  los  brazos  cruzados,  y  desempeñó  Jíos  trabajos  qiie 
podiá  ejecutar  por  -si  solo,  ó  con  el  auxilio  de  los  demás 
individuos  de  la  comisión ,  y  que  debían  servir  conio  de 
cimiento  para,  la  formación  de  la  estadisticaa  Se  distingue 
eütrc  todos  ellos  por  su  mérito  é  importancia  la  Ihstruc" 
don  para  formar  el  censo  general  de  la  población.  Mo 
hemos  visto  este  escrito;  pero  nos  lo  han  elogiado  estráor- 
dinariamente  dos  amigos  nuestros,  que  lo  leyeron  en  las 
oficinas  del  mlnislerio  de  la  Gobernación,  asegurándonos 
los  mismos  que  les  sirvió  de  guia  y  de  modelo  para  los 
proyectos  6  instrucciones  que  esleudieroñ  después,  coimo 
oficiales  de  aquel  ministerio,  ó  como  individuos  de  la 
comisión  de  estadística,  que  se  agregó  á  dicha  secretaria , 
bajo  el  ministerio  de  don  Pió  Vita,  ó  de  don  Diego  Gron- 
zalez  Alonso. 

Se  ocupó  además  ftei'tíóso  lodo  él  tiempo  que  cstUTO 
&  l^u  cargo  la  ya  citada  comisionen  evacuar  los  informes 
y  dictámenes  que  el  gobierno  le  pidió  sobre  puntos  cbn- 
iCernieñtes  á  aquel  ramo,  y  en  cstender  varias  memorias 
áüe  le  éácargó  el  ministró  de  Hacienda  acerca  de  objetos 
fififiortantes ,  tanto  relativos  á  política,  como  á  fomento, 
admihi^rátioii  y  Hacienda.  No  podemos  dar  una  noticia 
ittditidüat  ác  todos  estos  escritos:  algunos  ile  ellos  de  que 
circulaban  copias  misteriosamente  por  aquélla  ópócá  ,  ios 
oímos  leer  entonces,  y  nos  [Carecieron  dignos  de  la  pliiiña 
que  los  habia  estcndido,  y  del  reconociniieñto  dé  todos 
los  españoles,  á  quienes  no  haya  hecho  ingratos  y  ciegos 
el  esmritü  me¿(Jüino  y  ésclüsivó  dé  partido. 

Propenso  sieinpre  Reinoso  ¿  complacer  á  sus  amigos 
no  nos  seria  fácil  en  esté  momento  citar  siquiera  iodos  loa 
escritos  que  trabajó,  ya  por  satisfacer  á  tas  instancias 
de  aquellos ,  ó  yá  para  muchas  átktoridades ,  y  para-  íás 
corporacioties  a  qué  cotrespondia.  Solo  recóraamos  oiia 
felicitación  que  escribió  para  la  Sóciedadi  Económica  dé 


Í76 

Sevilla  9  7  que  esta  dirigió  al  rey  con  motivo  del  Decreto 
qoe  espioió  elaSo  de  20  para  la  convocación  de  Cortes; 
ana  defensa  de  un  regidor  del  ayuntamiento  constitución 
iil  de  Jerezde  la  Frontera,  llamado  Jimcruncz,  á  quien  se 
le  fiurmó  causa  después  do  la  reacción  de  1823 ,  por  el 
tolo  hecho   de  haber  desemoeftado  aquel  cargo:   una 
refNresentacion  ¿  nombre  de  los  compradores  de  bienes 
ueionales  >  desatendidos  injustamente  ,  y  muchos  do  ellos 
irroinados  por  consecuencia  de  los  decretos  reacciona- 
dos espedidos  después  que  el  rey  volvió  de  Cádiz  en  octu- 
bre de  aquel  afio :  una  oda  magnifica  en  loor  de  las  bellas 
artes ,   hecha  para  la  distribución  do  pre  mios  de  la  real 
icademia  de  san  Fernando;  y  nmchosyoscelentes  artículos 
fft  escribió  para  los  periódicos  tí  aceta  de  Bayona  y  Ei- 
^sía  de  «an  Seba»iian.  En  el  primero  de  estos  mantuvo 
M  polémica  muy  empeñada  sobre  diversas  cuestiones 
Alógicas,  y  en  particular  sobre  la  frase:  uno  qíie  otro; 
] lobre  el  uso  respectivo  de  los  artículos  lo  y  le:  en  los 
Irticulos  que  escrinió  sobre  este  último  punto*^  impugnaba 
Iiopinion  que  habia  manifestado  su  amigo  don  José  Gómez 
brmosilla  en  su  Arte  de  hablar  en  prosa  y  verso  ,  acerca 
dalos  espresados  artículos.  En  el  segundo  de  aquellos 
periódicos  publicó  un  largo  articulo  con  ocasión  de  anun- 
ciar la  uueva  edición  que  en  1830  hizo  el  señor  Quin- 
tua  de  su  colección  de  poesías  selectas  castellanas ,  que 
nachos  años  antes  habia  publicado  por  la  primera  vez, 
i  pesar  de  que  liaco  trece  años  que  leímos  eate  articulo, 
fie  ocupará  mas  de  dos  pliegos  do  impresión  ,  no  hemos 
podido  olvidar  el  singular  tino  y  esquisito  gusto  con  que 
le juzga  á  nuestros  poetas  clásicos,  la  oportunidad  con 
<||ie  todo  está  en  ¿1  traído  y  enlazado ;  y  el  talento  con 
fue  se  espone  una  nueva  doctrina  ,  que  hace  distinguir 
p^ectamentc  el  adjetivo  del  epíteto»  También  se  nos  ha 
negnrado,  y  su  lectura  no  nos  lo  permite  dudar ,  que 
fiKribió  á  instancias  de  su  amigo  don  Sebastian  de  SU- 
fiMio  el  articulo  Sevilla  para  el  Diccionario  geográfico 
Mtadiid'co  que  publicó  aquel. 

A  petar  do  que  Beinoso  estaba  dotado  de  unoi  Círai-- 


176 

jplexion  sana  y  robusta ,  con  todo  un  estudio  urolonffado 
é intenso  durante  toda  su  vida,  el  esceso  del  trabajo 
mental ,  la  vida  sedentaria  ,  y  las  largas  vigilias  oue  te- 
nia de  costumbre ,  no  pudieron  menos  de  .  afectar  su 
salud ;  produciéndole  en  1832  una  grave  congestión  ce- 
rebral. No  bien  hubo  aliviádose ,  y  aun  antes  de  salir -de 
su  alcoba  cuando  ya  se  ocupaba  en  el  ceremonial  y  prác- 
ticas relativas  á  la  proclamación  v  jura  de  la  princesa  de 
Asturias^  cuyo  trabajo  se  le  había  encargado  algún  tiem- 
po antes  por  el  gobierno  para  que  lo  desempefiase  en 
unión  con  don  Tomas  González.  Sobre  este  punto  se  ce- 
lebró un  consejo  cstraordinario  de  ministros  al  que 
fueron  convocados  varios  individuos  de  los  tribunales 
'  supremos  y  consejos ,  é  igualmente  el  señor  Reinóse, 
cuya  opinión  fué  oída  con  respeto  y  deferencia. 

Desde  la  enfermedad  del  rey  y  durante  los  dias  que 
su  augusta  esposa  desempeñó  el  gobierno  de  estos  rei- 
nos ,  despachando  en  nombre  de  aquel  todos  los  negocios 
del  Estado ,  manifestó  Reinóse  entre  sus  amigos  el  inte- 
rés mas  vivo  y  la  adhesión  mas  intima  por  la  persona  y 
derechos  ala  corona  de  la  augusta  Niña,  primogénita 
de  Fernando ,  y  por  los  que  las  leyes  del  reino ,  y  poco 
después  la  última  voluntad  del  rey  conferian  á  la  esp- 
celsa  señora  ,  que  tan  alta  capacidad  y  tan  elevados  pen- 
samientos dio  á  conocer  desde  que  tomó  en  sus  manos 
las  riendas  del  Estado.  Con  todo  debemos  confesar  que 
no  todas  las  resoluciones  del  ministerio ,  llamado  de  la 
Granja,  merecieron  la  aprobación  de  Reinoso »  y  que 
muchas  de  ellas  las  conceptuó  inoportunas  ,  imprudenr- 
tes  é impremeditadas.  Ajeno  de  nuestro  propósito  el  exa- 
minar y  calificar  los  actos  y  las  tendencias  de  aquel  mi- 
nisterio ,  no  nos  ocuparemos  en  consideraciones  que  nos 
estraviarian  demasiado ,  bastándonos  decir  que  de  él,  por 
ligereza  y  precipitación ,  y  por  falta  de  sistema  y  de  un 
profundo  pensamiento  de  gobierno,  partió  el  primer  im- 
pulso que  alarmó  la  nación ,  y  que  preparó  la  resistencia 
que  esperimentó  después  el  primer  ministerio  de  la  reina 
goberaadoreif  que  presidia  D.  Francisco  de  Cea  Bermudec. 


,  '    ■■■  ■■  177 

üiJJgkmos.aBos  antes  haluá  Reinoso  conocido  y  tratado 
Me  eaBladrid,  de  qnien,  como  justo  apreciador  de 
i  irirtad  y  del  talento ,  había  merecido  el  major  apro- 
ÍAviT.las  prndiMis  mas  señaladas  de  amistad  y  confiania. 
■Ñboo  llegó  á  esta  corte  el  señor  Cea ,  procedente  de 
¡Mies»  dbodo  se  hallaba,  como  ministro  plenipotenciar- 
io de  España  ,  y  viniendo,  a  encargarse  del  ministerio 
kSüHloi  para  el  ci|ld -habia:  sido  nombrado,  Beinoso 
teo.á  TÍsitarle ;  y  mi  Aquella  «ñoca  bs  virtudes  priva-' 
W3f.p4bUeas  de  estos  dos  hombres,  su  acendraao  pa-- 
IMamOi  Éd  amor  Jd  trono  y  su  adhesión  ¿  los  dere- 
tliique .  tenia  para  suceder  cu  la  corana  la  augusta 
¡njiíiifi  d'r  AMurías»  estrecharon  mas  sus  relaciones ,  y 
Í¡|M)M;á  Reinoso  á  ver  al  ministro:  casi  diariamente, 
N^e'  así  se  lo  rogaba.cón  instancias  ,  y  <i  estender  y 
Éttar  ,:Yarios  es^ri^squo  le  .eucomendói  Mo  creemos 
•seeto  rebajar  el  m^VitOi  de  tbn  eminente:  hombro  de 
ll^;  la  .reputación! y. la  ftlorja  de  estos  no  so  .vincula 
ikelegábcML  y  «gsttaiKfiafdftsniplúma^iSÍ  no  en  lasahi^ 
itaif  pro&mdidad:db.  sus!  pensAmibnlos  /  y  -en  Is  habíli*. 
laMHid)(f.  rpersevoránma:C«ii  que  proniue^ten  y  facilitan , 
ífApiÁÍoD.JBl  (aJ^UHn4«Q:MWs4rtinittiÍ9lm>  eVhom  .' 
I  qne  conoce  lo  que  es  mandar  en  grande  i^tjsabs  mny: 
injiue  QQ  4>nfide  descenderá  muchos,  dp.talli^s  ,-y  quo 
Mhi6M$r|03  faT/absjos  »:para:4ar.  á  ciatos  esotitos  el  real- 
yfli  brillo  que  muchas  vooesihan  monestcT  en  deter- 
Mjlili  cirtailstáiicias,  netesitsi  valerse  de  hombres  espo- 
léjS  ó  de  éscntoré¿  distinguidos.  Ni  creeinos  ofender 
láJBÓr  >Cea '  diciei^lo ,::  según  llenemos  entendido :  que 
eomplacia',  y  ,que  manifestaba  d  mayor  itítcrés  en 
bkur  coa  el  señor  Reibosó  sdbro  los  casas  iii^Sffraves 
libertantes  que  ocurrían  en  el  gobierno  ,  oyendo  con 
SJtR  y' deferencia  sus  consejos  y  observaciones.  El  se- 
r^lea*  sabe  muy  bien  quo  un  ministro ,  amante  de  su 
iiy  de  la  ff loria ,  debe,  hasta  en  el  círculo  de  sus  reía- 
qabs  privadas ,  rodearse  de  las  mayores  luces ,  y  oír  los 
Moejos  de  íaa. personas  mas  ilustradas ,  para  formar  una 
pnion  cabal  en  materias  tan  grayes  j  complicadas  c^mo 

1Í2 


178 

son  todaslas  que  scre6crcn  al  gobierno  dclEstado.  Al  se- 
ñor Cea  no  podría  ocaltarjsé  el  saber  profundo,  la  drcáns- 
pcccion ,  la  exactitud  de  juicio,  t  los  dotes  propios  pm 
dar  un  buen  consejo,  que  adomanan  al  señor  Reinoso ;  ] 
como  írerdadéro  patriota,  y 'hombre  consagrado  al  servU 
cío  do  su  país,  no  podía  ni  debía  desdeñar ;  por  una  pre^ 
sunoion  ntnperable,  cuantos  medios  fuesen  capáoevic 
asegurar  el  acierto  en  sus  reducciones.       ^ 

Hallándose  á  la  sazou  desempeñando  el  ministerio  di 
Gracia  y  Justicia  su  amigo  don  Juan  Gualberto  Goma*^ 
lez  (1] ,  propuso  este  al  rey  para  una  plaza  de  IfinislN 
del  tribunal  do  la  Rota  al  señor  Reinase.  Nadie  pbM 
calificar  esta  elección  de  injusta  ó  inmerecida ,  ni  uádUi 
tampoco  podría  juzgar  que  fuese  un  don  del  favor '6;il 
la  ambtaa.  Poco  tiempo  después  obtuvo  la  digmdad-tt 
Dean  de  la  santa  iglesia  metropolitana  de  yalencia.  ^n 
todavía  costumbre  en  aquel  tiepipo^  que  la  escasa  dóÉ^ 
cíon  de  los  ministros  de  la  Rota  se  sáplíese  con  la  reül 
de  alguna  canongia  ó  pieiá  ecle8Íá$tica;  que  sirfiese-MMÍ 
ignáhr  la  dotación  de^  es^tofr  con  el  «adido  que  disfriitoki 
los  individuos  de  lols  demás  tribunales  sdpreibos.  EttMJ 
por  impulso  apropio  le  dió  la  cráz  de  comendador  dev 
orden'  americana'  de  Isabel  la'  Qatóliea  (S)  libre'  de'  piÍM^ 
bas  y  de  lodo  gasto.  :  '»t 

''f y ^ >■     •  ■  -.    '         ' .i' 

(4)  Esto  tnihiur»  tfiguimmo,  roo(Íéld  (l<^  la  mab' r¡g<jro8»'J[iiiCíf  ba<Mfi 
srspropuio  pura  lit-iiruvíiiM  (iodestluff  y  cüi^s  de.  tocki^Hchuii  éiendil 
roas  rccoincD4iicioni||ue  Li  dd  uicrilo..QÍn  üonoper.fil  i>f<|reiaaai^a^(¡ff 
nal,  faroa  cftcláróctuo  por  su  virtud  y  sahidiiriá,  ai  al  8«fiúr  TurEAi)  ¡  Aúit 

pura  dos  mitras: vacantes.  'Aa]ffiinv)urUhi|0'j)ol»ni-'({ue  sel*;  piwnfÍ'^€IU 
rorte  ,  lo  dotó  de  sp  bolsillo ,  liadcadule  ,mver  á  su  pais.  I*io'qiorii  qislt 
destinos  públicos  sirviesen  para  fuadaí;  patrimonios  para  su  familia,  yjtt 
amigos.  Pocos iiniladurcs  ha  tenido!  .      ..    .> 

(2)  El  rey  tenia  la  mas  alta  idea  del  señor  Iléínoso.  Cuando  imprimió  \ 
sus  espeusas ,  en  la  oficina  de  don  Eusebío  A^udo,  las  obras  uft  Man 
tin ,  ieonvió  un  ojemplar ,  lo  mismo  que  á  los  Uterutos  mas  distingaidoaé 
la  corte  y  de  las  provincias.  Esta  condecoración ,  que  tndavia  en  aqiclla  ¿pfl 
ca  servia  de  premio  á  un  hombre  eminente  por  sus  senicit»!  y  sus  letras,  i 
llegar  al  termino  de  una  larpfa  carrera,  se  ha  dado  despncs....  átodlve 
mundo!....  basta  por  un  voto  en  las  oleocioaei  de  Diputadoii  •'.-■' 


179 

Roíqoso  no  era  do  aquellos  hombros  que  hacen  uu 
mÍ8b||*¡o  do  la  amistad  de  un  poderoso,  y  que  por  un  prin- 
cipio do  ogoismo  se  niegan  á  emplear  su  Tavor  en  obse- 
quio de  sus  amigos  y  át  las  personas  |)or  quien  se  inte*- 
resan.  Amíjgo  do  Cea,  de  Gualberlo  González,  j  de  Bar* 
ffos,  obtuvo  de  ellos  honrosas  colocacioues  pjira  personas 
de  reconocido  mérito  y  para  jóvenes  que  por  su  instruc- 
ción y  talento  hacen  hoy  honor  á  su  patria.  Para  el  Nos* 
tor  de  nuestros  literatos»  y  quizá'  el  mas  eminento  de  to- 
dos, consiguió  del  señor  T^ea,  y  bastando  una  ligera  indi- 
cación» la  secretaria  déla  internretacion  de  lenguas,  cuyo 
destino  sabia  que  era  agradable  á  aquel,  aunque  ni  si- 
lera babiá  manifestado  desearlo.  Tio  era  necesario  en 
vúchAs  ocasieiies  molestarle ,  le  bastaba  saber  lo  que  sua 
ibigps  anhelaban ,  lo  que  pudiera  convenirles  6  lo  quo 

Í'iUBticia  morecian,  para  intciresarse  oflcazmento  en 
logro  de  sus  pretcnsiones.  Parecía  un  verdadero  agen- 
té dé  sus  amigos «  púe¿  en  el  afecto  que  les  profesaba  no 
reconocia  limites,  fisto  era  una  consecuencia  natural  de 
1^ Índole  y  sentimientos;  dotado  dé' una  sensibilidad  es- 
misita  coftivadá  toda  su  vida  con  el  estudio  de  las  artes 
jdíe  la  literatura,  y  nunca  en  ningún  period(^  estraviada 
q  embotada  coto  el  vicio ,  er^  necesario  que  buscaste  ná- 
Bi^Q  tiallándoso  aií;Íadó  y  siii  familia  en  la  boneficencu  v 
en  laí  amistad.  En' ((!iáta  llegaba  hasta  ser  débil  y  purria  I, 
pijos  hallaba  siempre  disculpa  para  las  faltas  y  errores  da 
nis  ámtgos ;  y  desmentía  su  juicio  severo  cuando  se  tra- 
taba ie  8US  obras  y  escritos.  Tomaba  tanto  interés  y  tan- 


mos citar  algunas  obras ,  tanto  en  verso,  como  en  prosa, 
qne  deben  casi  todo  su  mérito  á  esta  iiltimn  lima. 

Sus  estrechas  relaciones  con  el  seflor  Cea ,  las  opinio* 
nes  quo  reconocían  en  él  todos  sus  amigos  respecto  de  la 
situación  en  quo  se  hallaba  el  reino  á  m  muerte  del  rey 
Fcrnaudoy  y  mas  que  todo  la  redacción  misma  del  niemo^ 
rabie  ¿(écreto  de  4  de  octubre  do  1833 ,  lo  sunoniau  v 


180 

con  sobrada  razón,  intimamente  adherido  á  los  principios 
de  un  sistema  de  gobierno  que  consideraba  dirigioo  á 
evitar  los  males  y  desastres  de  una  revolución  espantosa, 
y  á  promover  la  prosperidad  del  pais.  Deseando  por  16 
mismo  dar  á  conocer  franca  y  esplicitamente  las  opiniones 
de  nuestro  don  Félix ,  s¿anos  permitido  aventurar  algu- 
nas reflexiones  sobre  el  mencionado  decreto,  en  el  que  á 
la  verdad  se  hallan  consignadas  las  doctrinas  políticas  de 
aquel,  respecto  de  la  situación  y  de  la  época  que  ya  deja- 
mos indicadas. 

Dándole  la  denominación  de  despotismo  ilustrado  al  sis- 
tema que  después  de  la  muc^rte  del  rey  estableció  6  fijó 
el  señor  Cea ,  se  ha  creído  hacer  una  gran  cosa ,  empe* 
fiándose  en  cubrirle  de  ridiculo  y  en  concitar  contra  él 
las  pasiones  populares.  Estas  son  casi  las  únicas  armas  con 
que  por  aquel  tíemiio  fué  combatido,  pues  ni  se  discutió 
entonces  su  legitimidad,  ni  su  intrínseca  escelencia,  ni 
su  oportunidad. 

El  principal  mérito  de  este  sistema  consiste  en  que 
no  es  una  innovación ,  una  creación  de  la  cabeza  de  un 
hombre  de  estado  :  no  se  ensaya  en  él  una  nueva  teoriaj 
cuyos  resultados  sean  desconocidos  ó  aventurados,  antes 
por  el  contrario  reunía  desde  luego  la  doble  ventaja  dé 
evitar  innovaciones  peligrosas,  ya  probadas  con  frutos 
amargos  y  muy  costosas  esperiencias  de  que  se  conser* 
vahan  funestos  recuerdos ,  y  de  ofrecer  en  diversos  y  di* 
latados  períodos  de  nuestra  historia  épocas  de  glona^  y 
de  prosperidad,  de  poder  militar  y  político,  de  influen- 
cia diplomática,  y  de  adelanto  y  ae  verdadero  progreso 
en  el  camino  de  la  riqueza  pública,  de  las  mejoras,  y  do 
la  civilización  general.  £1  sistema  estaba  abonadct  por 
nuestra  historia ;  por  consiguiente  no  era  una  teoría  que 
pudiera  decirse  inaplicable:  no  podia  decirse  perfecta, 
porque  ninguna  institución  humana  lo  es,  ni    tampoco 
exenta  de  abusos:  pero  era  incuestionable  que  el  pais  y 
la  civilización  le  debían  inmensos  beneíicios,  y  en  los  úl- 
timos reinados  considerables  adelantos.  Los  elementos  de 
agüe)  5Í8iomsí  eran  todavía ,  y  aun  lo  serán  por  mucho 


181 

tiempo,  conformes  á  nuestros  hábitos  y  rostambres.  y 
por  10  mismo  pueden  considenirse  como  osoncialos  do 
nuestra  constitución,  y  constitutivos  do.  la  sociedad  es- 
pafiola. 

La  primera  dificultad  que  ruab^uíer  otro  sistema  pre- 
sentaba consistía  en  su  legalidad.  Desdo  los  tiempos  de 
Pelayo  ia  monarquía  española  ha  sido  pura ,  os  docir ,  que 
el  trono  ha  sido  el  origen  y  la  fuente  de  toda  legislación. 
En  vano  el  erudito  Marina  en  su  Teoría  de  la»  Córicit  des- 
mintió los  principios  que  ól  misino  habla  sentado  oii  su 
eneayo  histórieo  sobre  la  antltjua  legislación  de  León  y  Cas- 
tilla.  El  titulo  de  Señor  natural  dado  á  nuestros  reyes; 
los  privilegios  y  fueros  concedidos  por  ellos  á  los  nobles 

Íi  las  ciudades  y  villas ;  el  nombramiento  radicad«)  en 
corona  de  los  condes ,  merinos  y  adelantados ,  oficiales 
toperiores  para  el  gobierno  civil  y  militar:  el  titulo  mis- 
mo de  peticiones ,  que  tenían  las  propuestas  de  las  Cortos, 
praeban  hasta  la  evidencia  que  sogun  el  espíritu  y  el  te- 
nor de  nuestras  leyes  y  costumbres  fuiulamentales ,  el 
supremo  poder  lesislativo  residia  en  el  monarca.   Pero 
no  puede  sin  emnarso  decirse  <|ue  nuestra  monarquía 
facse  despótica:  de  ninguna  manera.  r4ontra  los  abusos 
T  arbitrariedades  del  poder  se  reconocían  en  España  ga- 
rantías de  tres  clases:  religiosas,  morales  y  civiles.  Las 
garantías  religiosas ,  reconocidas  y  apreciadas  por  iMon- 
tesquieu ,  son  tan  fuertes  y  eficaces ,  como  que  esliendon 
sus  raices  hasta  el  coraion  del  hombre :  este  efecto  pro- 
digioso se  debe  á  los  puros  y  sublimes  sentimientos  que 
U  religión  inspira ,  y  a  la  santidad  de  sus  máximas  y  pre- 
ceptos. En  una  nación  como  España ,  eminentemente  ca- 
tólica, debía  ser  muy  poderoso  el  influjo  de  la  religión  y 
del  clero;  y  éste,  depositario  de  la  doctrina  de  aquella, 
y  representante  de  sus  intereses ,  no  podía  aprobar  en  el 
gobierno  y  en  la  sociedad  civil  aquellos  actos  y  aquellos 
principios ,  que  fuesen  contrarios  &  la  puro/a  de  las  doc- 
trinas que  dentro  de  su  seno  proclamaba.  Kl  clero  no  po- 
día dejar  de  condenar  todo  abuso  de  autoridad  y  todo 
<^eso  de  gobierno ,  cuando  la  religión  enseña  á  los  %tMi« 


182 

des  déla  tierra  qae  sus  actos  seráá  juzgados,  qáe  AAen 
gobernar  no  para  su  satisfacción  propia ,  sino  para  la  ^- 
licidadde  los  pueblos,  y  que  ée  les  pedirá  estrecha  cííen- 
ta  del  bien  que  hayan  omitido  y  ael  mal  que  no  hayan 
evitado.  Por  eso  en  tiempo  de  Felipe  lí ,  uno  de  los  mo- 
narcas que  se  reputan  por  más  ansolutos ,  como  en  iin 
serinon  predicado  en  su  presencia,  dijese  el  orador  que 
«los  reyes  tenian  poder  absoluto  sobre  las  personas  de 
sus  vasallos  y  sobre  sus  bienes»  fueron  estas  palabras  de- 
latadas á  la  Inquisición,  la  que ,  ademas  de  Otras  peniten- 
cias ,  condenó  al  predicador  á  que  en  el  mismo  lugar  j 
públicamente  se  retractase  con  todas  las  ceremonias  de 
auto  iuridico ,  y  leyes  en  papel ,  conforme  se  le  habia  oiv 
denado  por  el  tribunal ,  en  que  se  encontraba  la  cláusnk 
siguiente :   ((Por  que ,  señores ,  los  reyes  no  tienen  vau 

Soder  sobre  sus  vasallos,  del  aue  les  permite  el  derecko 
ivino  y  humano ;  y  no  por  su  libre  y  absoluta  voluntad,» 
Las  garantías  morales  son  comunes  á  todos  los  pueblos 
civilizados,  y  su  poder  y  su  fuerza  son  taüto  mayores,  cuan- 
tas mayores  sean  las  virtudes  públicas,  como  el  amor  á  ia 
iñdepéndeiácia  nacional,  el  patríotiskñoy  el  respeto  á  laí 
leyes  y  á  las  instituciones  dé  su  páis.  §e  esponen  á  áná 
prueba  muy  peligrosa ,  y  hasta  compromete  su  existencia 
misma ,  los  gobiernos  que  por  medió  de  sus  actos  chocan  y 
ofenden  los  hábitos  y  costumbres  de  un  pueblo  y  los  sen- 
timientos nacionales.  Si  en  estos  y  en  las  ideas  tiene  nñ 
influjo  directo  la  civilización,  ¿no  habrá  de  alcanzar y¡ 
aun  dominar  esta  en  su  tendencia  general  lo  mismo  á  los 

S[obiernos  que  á  todas  las  clases  de  la  sociedad?  ¿Puede 
ácilmente  desconocer  el  gobierno  de  un  pais  ilustrado  el 
homenaje  que  merece  la  verdadera  opinión  pública?  La 
hidalguía  del  carácter  español ,  la  nobleza  de  sus  senti- 
mientos ,  y  la  honradez  y  buena  di  castellana^  que  ha  lle- 
gado á  ser  proverbial  en  Europa,  son  una  garantía  dé  qué 
en  su  gobierno  habrían  dé  prevalecer  siempre  estos  mis- 
mos sentimientos,  que  forman  el  distintivo  dé  su  naciona- 
lidad. Las  garantías  civiles  consistían,  ó  mas  bien,  esta- 
¿aa  represcatadás  por  dos  mslVlúdóTies  ^  <\ue  nó  eran  po  • 


183 

VGctiS,  porqae  no  tenían  parte,  erecta  en  el  poder  su- 
yremo,  pero  que  servian  para  poner  á  óste  justos  limites 
j  restricciones  racionales,  que  evitaban  sus  estravíos,  sin 
IMnoscabar  en  un  ápice  las  atribuciones  propias  de  su 
dignidad.  1/  El  Consejo  del  principe  so  componía  de  los 
mndes  de  la  Corte ,  de  los  condes  y  de  los  prolados  en 
ioi  primeros  tiempos  de  la  monarquía,  á  los  cuales  se  agre- 
gpoa  después  los  procuradores  de  las  ciudades.  Estos 
omsejeros,  solo  por  serlo,  dcbian  tener  grande  influen  - 
di  en  la  deliberación  de  la  ley:  ademas,  eran  muy  po- 
too80s«  y  no  era  seguro  para  los  reyes  contrariar  su 
Unlantad;  en  fin ,  las  leyes  se  promulgaban  en  dicho  Con* 
•ejOy  único  medio  conocido  entonces  de  que  llegasen  con 
9M  brevedad  á  noticia  de  todos ;  y  de  aqui  ha  procedido 
lldlenominacion  do  leye$  jmblicadat  en  Cortes.  Todas  estas 
4nwistancias  coartaban  en  el  hecho  la  autoridad  sobera- 
4^  reconocida  en  el  rey  por  el  derecho.  2.*  Los  subsidios 
Ikín  votados  por  las  Clórtes.  En  aquellos  siglos  jamas  se 
Heonoció  al  rey  como  arbitro  de  los  bienes  de  sus  vasa- 
ll(i,  ni  se  tuvo  por  ley,  como  se  tiene  en  el. día  en Fran» 
di,  Inglaterra  y  otros  países,  la  concesión  de  impuestos. 
Ho  se  daba  al  dinero  tanta  importancia.  ¿Qué  sucedía 
fml  Que  las  Cortes,  dando  con  una  mano  Jos  fondos 
«Mésanos  para  las  urgencias  del  Estado ,  pedían  con  la 
sin  leyes,  iíieroa»  reforma  de  abusos,  satisfacción  de 
liravios,  etc.  Y  clarees  que  pocas  veces  estaría  en  el  ar- 
bitrio de  los  reyes  dejar  oe  conceder  lo  que  se  les  supli- 
cabs.por  medio  de  dones  que  les  eran  necesarios..  De 
upa  procedió  que  á  pesar  de  la  suprema  autoridad  legisla* 
tira  ael  monarca ,  tenia  la  nación  suficientes  garantías  de 
libertad  política,  si  es  cierto,  como  dice  Frankiin,  que 
ei  líbrs  todo  pueblo  que  tiene  en  tu  mano  los  cordones  de  su 
Mis.  Reliquia  de  este  antiguo  fuero  era  la  diputación  de 
los  reinos,  á  la  que  hasta  en  nuestros  días  se  han  con«H 
altado  y  comunicado  los  reglamentos  de  contribu- 
ciones. 

,n  Según  lo  que  hemos  dicho  acerca  de  la  índole  y  natu^ 
raleza  de  nuestri?  monarquía ,  ea  innegable  que  Vas  conct- 


184 

t      ■   ,    " 

iioneB ,  porque  so  clamaba  hipócrítamcnto  poco  después 
de  la  mnertc  del  rey,  que  la  proclamación  ae  leyes  nue^ 
Tas ,  que  creascm  nueyos  poderes  políticos ,  desconocidos, 
tanto  en  su  esencia  como  en  su  forma ,  en  nuestra  le^ps- 
lacion  no  podían  monos  de  hacer  tina  alteración  risible 
en  nuestras  leyes  fundamentales,  no  ya  poniendo  nuevos 
límites,  sino  menoscabando  y  poniendo  trabas  á  la  dig- 
nidad real ,  y  enajenando  sus  mas  esenciales  y  naturam 
atribuciones.  Esto  solo  puede  hacerse  de  tres  maneras: 
1  •*  ¡)or  el  rey ,  otnrganao  una  nueva  lev  A  carta  como 
hizo  en  Francia  Luis  VIII :  2.*  por  la  nación;  representa- 
da por  medio  de  los  diputados  6  procuradores  del  reino: 
ó  3.*  por  un  acuerdo  entre  el  monarca  y  la  nación.  Pues 
ahora  bien ,  tanto  pam  otorgar ,  como  para  aceptar ,  y 
convenir  en  cosa  que  menguase  ó  alterase  las  condiciones 
de  la  suprema  dignidad,  seria  muy  dudoso  y  cuestionable 
si  alcanzaba  las  facultades  de  una  depositaría  temporal  de 
la  autoridad  real.  Si  se  niega  al  monarca  alterar  las  leyes 
fundamentales  de  un  pais ;  ¿se  consideraría  aatorizada 
para  hafcerlo  á  quien  temporalmente  ejercia  esta  dignidad 
durante  la  menor  edad  de  una  niña?  Si  el  tutor  debe  cui- 
dar de  los  bienes  del  menor ,  y  entregarlos  á  ¿ste ,  cumpli- 
da que  sea  la  tutela,  sin  mengua  ni  menoscabo,  ¿podrá 
quien  administra  la  regia  autoridad,  durante  una  mino- 
ria ,  y  en  virtud  de  un  testamenta  ó  de  la  ley ,  enajenar 

Er  su  sola  voluntad  parte  del  depósito  sagrado  que  se  le 
confiado,  devolviendo  en  su  día  un  cetro  quebrantado 
y'iina  corona  falta  de  sus  joyas? 

Esta  fué  la  primera  dificultad  que  se  quiso  salvar  al  es- 
tablecerel  sistema  que  aparece  en  el  decrete  de  4  de  octu- 
bre; la  cuestión  de  legalidad.  Vero  ademas  se  fundaba  el 
espresado  decreto  en  razones  poderosas,  incontestables,  de 
provechosa  esperíencía,  d»  profunda  política,  de  conve- 
niencia general.  Desde  luego  ya  se  hallaban  calmadas 
eompletntneute  las  pasiones  polUicas;  y  (^1  gobierno  del  ' 
rey,  tal  cual  habia  sido,  babia dispensado  al  pais  sobra- 
dos beneficios  para  justificar  ó  suiniíiislrar  siquiera  pre- 
testo  ¡Kira  desear  un  cambio  político.  La  esporiencía  de 


:ii 


185 

los  áo$  ensayos  nntcrioros  no  habi.i  sido  ponlida ,  ni  pasó 
qnc  aquellos  habían  dejado  (ras  s(  funestos  recuerdos ,  j 
producido  saludables  desengaños.  Tendrían  cíertns  doc- 
trinas en  abstracto  todo  el  mérito  que  se  quiera  v  quo 
no  negamos  en  esle  momento :  pero  er»  innegable  que 
los  dos  ensayos  que  se  habían  practicado  habían  sido  mu- 
lo(|[rados  y  muy  costosos  :  de  a(|uí  se  inliere  <|ue  el  buen 
sentido  de  los espafloles ,  ]f  loque  se  dice  masa  nacionaU 
no  podía  ser  favorable  á  innovaciones  ,  que  si  tenían  al- 
gún apoyo  en  las  opiniones ,  tenían  en  contra  los  mas 
grandes  y  legítimos  mtercses. 

Es  preciso  recordar  la  situación  singular,  critica,  an- 
gustiosa en  que  se  hallaba  el  reino  á  la  muerte  de  Fer- 
nando. Kl  bando  carlista,  que  desde  18'24  se  había  mos- 
trado disgustado  del  rey ,  n  (¡uien  no  podía  dirigir  es- 
clnsiramente  y  dgminar,  que  pretendía  ser  mas  realista 
qnc  aquel:  que  en  secreto,  y  con  incansable  perseverau- 
€ia  trabajaba  para  realizar  siis  planes  en  ocasión  propicia 
quo  había   levantado  el   estandarte  de  la  insurrección 
contra  el  monarca  legitimo  en  (luadalajara  prinu*ro,  y 
después  en  1827  en  CataluAa;  el  bando  carlista  en  fin, 
cuyas  maquinaciones  y  tentativas ,  según  rumores  auto- 
rizados  por  sus  amigos,  desaprobada  hipAcritamente  el 
mismo  don   Carlos ,  negándose   á  prestarles  su  apoyo  y 
sanción ,  durante  la  vida  de  m  hermano .  daba  nuu»stras 
demasiado  claras  de  que  solo  esperaba  que  Fernando  cer- 
rase los  ojos  para  entrar  en  cruna  lucha  contra  los  dere- 
chos legítimos  de  la  hija  del  Monarca  difunto ,  procla- 
mando á  don  Carlos ,  no  por  amor  á  la  legitimidad ,  que 
no  se  hallaba  del  lado  de  éste,  no  por  amor  á  la  digninad 
real,  que   con   hechos   notables    liabian   muchas  veces 
desmentido ,  sino  por  considerar    k  aquel  infeliz  prin- 
cipe, por  su  ignorancia  y  fanatismo,  como  un  instru- 
mento dócil  para  In  reali/acíon  de  sus  planes  teocráticos: 
vque  resistiese  y  cerrase  la  puerta  para   siempre  á  toda 
idea  de  fomento ,  á  toda  reforma ,  á  toda  mejora  ,  á  todo 
progreso  en  la  senda  do  la  cívili/acion.  Y  en  este  caso, 
i  aconsejaba  la  prudencia  (¡uc  se  menosenbaso  o  I  (lodcr, 


1S8 

paciones  de  partido,  solo  se  habian  fijado  en  el  bien  j. 
felicidad  de  su  patria ,  y  en  lo  que  reclamaba  una  situa- 
ción singular  y  gravísima.  La  senda  de  la  libertad  políti- 
ca ,  en  que  ya  dos  veces  habíamos  penetrado ,  solo  nos 
ofrecía  ensayos  malogrados.  Algunos  han  atribuido  esta 
circunstancia  desgraciada  á  diterentes  causas ;  pero  es 
incuestionable  que  la  verdadera  y  única  se  encuentra  en 
las  instituciones  mismas ,  y  en  las  condiciones  que  deter- 
minan la  situación  especial  del  pueblo  español.  En  escri- 
tos publicados  en  todas  épocas  por  los  liberales  da  doc* 
trinas  más  exageradas,  y  particularmente  durante  la 
emigración  de  los  diez  años ,  hallamos  espontáneasjv  fran-. 
cas  manifestaciones  ,  en  que  se  reconoce  que  la  EspafiSt' 
como  dicen  los  mismos ,  no  se  encuentra  preparada  paraj 
la  libertad.  En  este  punto  convienen  todos  ios  matice^' 
de  la  opionion  liberal.  La  verdad  arranca  esta  confesión' 
hasta  de  los  hombres  mas  preocupados.  La  distribución' 
de  la  propiedad  y  de  la  riqueza,  la  moralidad  y  la  civili-! 
zacion  son  condiciones  esenciales  de  la  libertad,  que  eiot' 
nuestro  pais  desgraciadamente  no  ofrecen  todavía  resnl-' 
tados  tan  ventajosos  ,  que  permitan  sin  peligro  la  inter-' 
vención  6  influencia  del  pueblo  en  las  cosas  públicas  y 
en  el  gobierno  ,  y  que  asegure  los  beneficios  de  la  liber-' 
tad  y  del  orden ,  estrechamente  ligados  entre  sí ,  sobre 
los  mtereses  generales  del  pais.  Por  esto  han  sido  para 
España  siempre  los  frutos  de  la  libertad  amargos  y  cos- 
tosos, sin  poder  hasta  ahora  asimilarlos  en  su  propia 
naturaleza. 

A  preparar  este  camino ,  para  poder  después  andarlo 
con  seguridad  y  confianza,  se  dirigía  el  decreto  de  4  de 
octubre  por  medio  de  las  reformas  administrativas  y  eco- 
nómicas que  explícitamente  anunciaba.  De  esta  manersi 
y  tranquilamente  se  habría  realizado  la  revolución  de  las 
ideas  y  la  de  los  intereses  que  alterando  las  condiciones 
de  la  sociedad  española ,  hubiera  exigido  naturalmente, 
como  un  progreso  verdadero  y  bien  entendido ,  un  cambio 
político,  verificado  sin  trastornos  y  sin  ruina  de  ningún 
7>oder ,  y  que  apoyándose  sobre  un  cimiento  sólido ,  hO'- 


L 

ll 
I 
I 


1 


189 

tiera  sido  tan  estable  y  pcrinanento  como  deben  ser  las 
leyes  fundamentales  de  ana  nación . 

Era  el  sistema  que  examinamos  de  verdadera  mode- 
ración ,  y  el  único  que  podia  cou  propiedad  merecer  csle 
nombre ;  porque  al  mismo  tiempo  que  era  de  conserva- 
ción y  de  progreso,  distaba  igualmente  del  apostolicis- 
IDO  furibundo  v  de  los  excesos  revolucionarios :  asi  es  que 
coa  razón  debía  considerarse  como  un  sistema  de  justo 
medio ^  entre  dosestremos  viciosos^  fatales:  sistema  que 
no  menoscabando  el  [K>dcr  del  gobierno ,  le  dejaba  loda  la 
Iberia  que  necesitaba  para  liaccr  el  bien  de  los  pueblos, 
}  para  realizar  las.  grandes  reformas  y  mejoras  que  aquel 
preparaba  V  que  el  nais  habia  menester;  y  que  no  ad- 
miüendo  el  yugo  de  las  facciones  y  colocando  al  gobierno 
ll  frente ,  no  de  ninguna  de  ellas ,  sino  de  la  nación  en- 
tera, designaba  á  éste  su  verdadero  lugar,  desde  donde, 
no  hallándose  sometido  á  las  exigencias  do  los  partidos^ 
ni  teniendo  que  apreciar  sus  intereses  mezquinos  y  egoís- 
tas, solo  debería  atended  á  los  generales  y  bien  entendí-* 
los  del  país,  y  al  bien  y  felicidad  de  la  patria. 

No  podemos  terminar  esta  digresión ,  que  daria  ma- 
teria para  algunos  volúmenes ,  sin  dolemos  amargamente 
de  que  en  las  ¿pocas  sucesivas  y  bajo  otro  régimen  polir 
tico,  cuando  tanto  se  ha  gritado  aindepeíidencia  nocto- 
naU  es  cuando  por  preocupaciones  políticas  ó  por  una 
deplorable  fatalidad  hemos  adoptado  un  sistema ,  que  se- 
parándonos naturalmente  de  nuestras  aUaii/as  naturales, 
estrecha  por  necesidad  nuestras  relaciones  con  Francia  6 
hglaterra,  comprometiendo  hasta  el  último  estremo 
itucBtros  intereses  industriales  y  mercantiles ,  y  conslitu- 
}Woiios  aquellas  potencias  bajo  su  tutela  vergonzosa. 
£» menester  ser  francos ,  el  régimen  liberal  ha  sido  y  será 
Mempre  fatalísimo  bajo  el  aspecto  de  nuestras  relaciones 
diplomáticas ;  él  nos  aleja  de  las  que  pudiéramos  polili-. 
<^oiCDle  mantener  cou  potencias,  que  no  son  nuestras  ri- 
vales en  industria  y  comercio ,  y  con  quienes  no  medía 
i^inguiia  oposición  do  intereses;  él  no  nos  pernute  adoptar 
uu  sistema  de  neutralidad,  que  según  opinión  de  i^<^tbOUQk% 


ilastrsdas  e;  el  aac  meior  consalta  nuestros  intereses  j 
ñtiestra  independencia ,  él  nos  produjo  una  invasíoD  es- 
tranjera  en  1823 ;  y  él  en  fín ,  durante  nuestra  prolonga- 
da guerra  civil,  ha  constituido  á  la  infeliz  EspaSa  en  pa- 
lén(}iié  abierto ,' en  que  dos  naciones  males,  utilizando 
la  ceguedad  y  pasiones  de  nuestros  partidos ,  y  fsmpIeáiD^ 
dolos  villanamente  como  instrumentos  de  sus  miras ,  hao 
lachado  en  favor  de  sus  intereses,  y  por  doaÜDarnos  cad^ 
una  esclusivamente.  Quien  todavía  dade  de  esto ,'  refle- 
xioné que  no  hemos  podido  mantener  la  guerra  civiti 
vencer  á  don  Gárlo^,  y  plantear  las  nuevas  instituclonet 
sin  él  apoyo  y  los  recursos  de  Inglaterra  y  Francia. 

Estas  doctrinas  que  íntimamente  profesaba  nuestro* 
don  Félix  lo  hicieron  estrafio  á  la  lucha  de  partidos ,  quA 
principió  desdé  que  se  alzó  la  tribuna  en  las  nrimeru 
Cortes  del Ettalutoy  turo  lugar  lá  publicacioii  de díáriói 
políticos,  pqsde  que  apareció  está  ley  política  le  anUDCÍ|^ 
Riuy  corta  vida:  asi  nos  lo  manifestó  al  actual  biblíolep' 
cáho  dé  S.  lA.  don  Miguel  Salva  y  al  que  escribe  es^s 
llrieas.  Entre  las  muchas  o^spvaciones  que  le  oí  acerca 
de  aquella  ley,  recuerdo  do$  que  indicaban  los  priucipatés 
portillos,  digániuslu  asi,  por  dándola  revolución  nabia 
de  penetrar:  1."  Dejar  al  Estamento  do  proparadóres  U 
aprol)<tcion  de  los  dodercs  de  los  individuos' noi^Lbrv 
dos,  contra  ló  tme.  parece    ^ctar  hasta  lá  razón  y'  u 

5 radica  de  nuestras  Górte^.  Si  son  diputados  de  las  do- 
ades  que  van  á  tratar  con  el  rey  do  cuanto  interesa  al 
hicn  y  felicidad  de  la  inonárqúiB,  y  á  solicitar  y  prócorar 
cuanto  coitveiiga  al  alivio  y  buen  régimen  de  los  pueblos, 
parece  natural  que  sus  poderes  sean  examinados  por  la 
persona  augusta  con  qúuinhan  de  tratar,  y  á  quien  debe 
competir  por  consiguiente  ta  aprobación  de  aquellos ,  que 
se  reduce  álá  ejccucioude  una  ley  política:  esto di¿ oca- 
sión á  las  trampa»  leíale»,  que  abrieron  las  puertas  del  Eft- 
tamento ,  y  organizaron  y  acaudillaron  la  oposición ,  w>- 
metiéndo  una  ley ,  que  alguno  calificó  de  ftexible ,  á  las 
pridicás  parlamentarias  de  otros  paises,  sin  reparar  qué 
no  enut  acomodabas  í  naesU-o  gobierno ,  j  que  desyirtua'- 


iMín  811  natanleía :  2.^  El  derecho  de  petición  que  se  de- 
daraba  á  las  G6rtes,  no  se  fijaba  con  precisión.  Según 
el  aentido  literal  del  articulo  del  Estatuios  parece  c(ue 
ambos  Estamentos,  los  dos  brazos  que  coustituian  lo  qne 
se  llama  Cortes',  ejerciesen  este  derecho  simultáneamente 
en  tada  caso ,  pasándose  al  efecto  las  peticiones  do  un 
cuerpo  al  examen  y  aprobación  del  otro :  pero  no  sé  en- 
tendió asi,  sin  que  por  el  ministerio  se  hiciere  la  menor 
reclamación  y  protesta ,  y  cada  estamento  hizo  por  su 
parte  las  peticiones  que  tuvo  por  conteniente ;  muy  pocas 
en  verdad  el  de  Proceres ,  pero  cerca  át  noventa  el  de 
procuradoi'es ,'  dirigidas  Casi  todas  á  trastornar  el  sistema 
político  etttonceá  existente  y  el  de  nuestras  rentas'  públi- 
cas ;  impdiendó-  de  esta  manera  el  páis ,  y  coii  discursos 
acUorádos  y  con  la  proclamación  de  doétriñás  anárqui- 
cas hacia  el  precipiaó  de  una  revolución. 

Disgusitaao  Heiupso  del  giro  que  sucesivamente  iban 
tomaüdé  laü  cósate  pÁblitas  después  de  la  insurrccciotí  do 
Usinrbtiflídlas  bajo  el  ministeno  del  conde  de  Toreno, 
se  áülába  taoias'éti  su  trato,  viviendo  Icios  del  centro  dé 
U  cUfñtal  en  laf  plazuela  de  Puerta  ¿errada,  y 'salien- 
do poiBO^^de  éucasa,  y  mucho  menos  de  lo  que  con  venia 
i'iültaladVDédittádo  cóáel  mayor  celo  ai  cumplimiento  de 
sos  déteres  en  el  tribimal  de  la  Rota ,  desdé  qn'é  fa6  agra- 
ciado'eón  plaza^n''¿l;  los  negocios  de  este  le  oeupaDan 
con  preferencia  estudiándolos  detx^nidamcnte.  Lo  aékpaü 
ddtifeímpd'Io  dedicaba  al  estudio  y  á  la  lectura  ala  cbr- 
recdott  de  sus  obras,  singularmente  de  su  curso  de  Hili- 
manidadeü ,  que  dejó  comente  para  la  prensa  en  una  edi- 
cimí'  completa  de  sus  obras,  que  tenia  proyectada,  para 
Irettal  délo  nuevamente  corregidos  el  Examen  de  los  oe/t- 
Coi  it  infidelidai\t  y  su  poema  de  la  inocefwia  perdida. 
Timbien  se  ocupo  por  este  tiempo  en  óstendcr  un  larso 
y  bien  úieditádo  informe  que  le  pidió  el  ministerio  dé  la 
Gobemacióü,  ^n  tiempo  que  presidia  el  gabinete  el  señor 
Pérez  de  Castro ,  sobre  los  medios  de  fomentar  la  Impren- 
ta Héal  qué  ya'  desde  entonces  se  hajilaba  casi  en  rui- 
na.  Ño  hemos  leido  este  informe ;  pero  habiéndonos  hecho 


192 

el  seffoT  Reiooso  una  completa  relación  de  ¿1 ,  y  siendo-  * 
una  materia  que  hemos  tenido  motivo  de  meditar ,  en-, 
contramos  aquel  escrito  con  la  solidez  y  mérito  que  de- 
bia  esperarse.  Lástima  ha  sido  que  este  trabajo  haya  quor- 
dado  enterrado  en  un  expediente,  y  que  de  ¿1  no  so  naya, 
sacado  ningún  fruto.  Algún  tiempo  antes,  y  siendo  nu-: 
nistro  de  Hacienda  su  antiguo  amigo  el  señor  MpUt. 
escribió  é  hizo  publicar  cn^la  Gaceta,  que  entonces  se  rer. 
dactaba  por  un^  empresa  particular ,  una  serio  de  artiga- 
los  sobre  la  prestación  decimal ,  que  se  distinguen  siur  > 
gfdarmpnte  por  la  copia  de  buenos  datos,  estadísticos ».  y, 
por  la  lógica  irresistinlc  con  que  se  combatía  el  pro^e^to, 

?ie  sobre  esta  materia  presentó  á  la  sazón  el  ministerip ,' 
la  aprobación  de  las  Cortes.  Posteriormente,  y  tenieq^Q:; 
presente  cuanto  se  habla  dicho  en  las  mismas  acerca-  dfr. 
tan  vasta  cuestión ,  estendió  un  escrito,  un  qué  la  trata  y 
examina  íundamcntalmQnte,  considerándola  b^jo  jLodopi.siia; 
aspectos  y  relaciones,  y  analizando  los  dlscui^sos  que^ent 
esta  discusión  pronunciaron  los  mas  distiqguidos  orado- . . 
res  de  los  dos  cuerpos  de.  nuestro  pacíamento.  Qpmo  era; 
preciso,  se  ocupa  no  poco  en  el  discurdo  qfie  spbj^e  estei. 

Íbnto  pronuncio  oo  el  Congreso  su  discípulo  don;  Jáaoiiél . 
prtina. «Este  escrito  formina  un  volumen  en  i.^.basl^HT:. 
te  abultado ;  y  lo  dejó  sú  autor  corriente,  ps^ra  la  preiiai^jc  j 
aunjpúeslQ  en  limpio  en  su  Píiayor  parte*  ^^,,-,  - 

f  fia  útiles  para  la  religión  y  para  cl  estado  eran  ..las*, 
oc^upaciones  de  nuestro  don  Fdix  en  los  últimos  añps  d^ . 
su  vida.  Durante  ella  nadie  pudo  escederle  en  entusiasmo., 
por  ! las  letras  y  por  las  arles.  Si  su  alma  delicada  y  gene-* 
rosa  era  sensible  á  la  gloria  literaria,  pura  y  pacihca;  fi]^.' 
mo  eiran  sus  sentimientos,  nunca  aspiró  á  vanas  y  piíer 
ríles  distinciones.  Taulo  por  esto  ,  cuanto  por  su  escasa 
fortuna,  no  aspiró  ul  doctorado  en  su  Juveutud.  Si  como.- 
eclesiástico  obtuvo  licencias  rcmoias  de  celebrar,  profUr. 
car  y  confesar,  tanto  á  personas  seglares,  cuanto  á  reli- 
giosas .de  todos  fueros  cu  las  diócesis  de  Scvífla,  Cádiz  y 
ÁJcála  la  Real ,  dqta  uuc  fué  examinador  sinojdal;  ai  ob- 
iuróticehcia  dé  leer  libros  prohibidos,  y  tuyo  ingreso  en 


193 

Tanas  Academias  y  sociedades  literarias  como  en  la  de 
Buenas  letras  de  Sevilla  cu  las  Económicas  de  la  misma 
ciudad ,  Cádiz  y  Córdoba ,  y  en  la  general  de  ciencias  y 
artes  de  esta  última ,  lodo  lo  debió  á  su  rcpulacion ,  y  á 
su  fama.  El  duque  de  san  Garlos,  padre  del  actual ,  con 
quien  comió  un  dia  en  casa  de  un  amigo  de  los  dos «  le 
manifestó  deseos  de  que  entrase ,  como  era  tan  justo  y  te- 
nia tan  merecidd ,  en  la  Academia  Española  que  á  la 
sazón  presidia  el  Duque ,  y  aun  le  exigió  el  memorial  do 
estilo,  que  á  pocos  dias  le  devolvió  por  que  no  bastaba  sin 
duda  todo  su  influjo  á  vencer  la  oposición  que  habia  pro- 
movido un  poeta  y  un  enemigo  de  los  afrancesados.  Por 
esto  no  ocupó  Re^noso  una  silla  en  la  Academia,  cosa 
fue  ciertamente  le  hubiera  sido  agradable,  y  á  cuyo  cuer- 
po habría  dado  honor;  y  auxiliado  útilmente  en  sus 
trabajos. 

No  era  de  aquellos  hombres  don  Félix  que  se  mantie- 
nen de  ilusiones,  ni  que  se  aduermen  en  sueños  dorados. 
En  vista  del  giro  que  desde  1834  iban  tomando  nuestros 
negocios  públicos  ,  desconfiaba  mucho  de  que  los    males 
de  nuestra  patria  no  fuesen  prolongados,  y  difícil  y  tar- 
día la  terminación  de  ellos,  y  lo  mismo  la  vuelta  á  un  or- 
den estable  y  legal.  Llegó  á  perder  toda  esperanza  des- 
1»Qes  de  los  acontecimientos  de  la  Granja.  Por  eso  aunque 
os  de  Setiembre  le  afectaron  vivamente  ,  y  le    causaron 
singular  desconsuelo  y  aun  abatimiento «  no  le  produjeron 
la  menor   estrañeza;  porque  en  su  concepto  al  punto  que 
iiabía  llegado  la   revolución  nada  habia  que  eslrañar. 
Separado  i>or  la  Junta  revolucionaria  de  Madrid  de  su 
plaza  de  la  Rota ,  y  cerrado  este  tribunal  después  estre- 
pilosamente  i>or  disposición  del  (lobierno, la  perspectiva 
que  al  pais  se  ofrecia,  y  á  la  que  m  su  juicio  á  t\  propio 
amenazaba,  bailándose  en  una  edad  avanzada,  y  aun  algo 
achacoso,  no   pudieron  menos  de  llenar  su  espíritu  de 
amargura.  Los  consuclus  de   sus  amigos,  Y.los  sinceros 
ofrcGUi^ientos  de  los  señorías  don  Juan  (lualtterto  (jon/a* 
lez  y  don  Manuel  IVrez  Seoaue  ,  lo  enterueciau\  y  le! 
hacían  asomársele  hs  hgrhmíi  i  los  oíos ;  peto  í\o  Ví^A^-^ 

13 


194 

'  ban  á  desimpresionar  su  espirita  con  esceso  'abatido  ,  y 
ítias  .¿e  l'o  que  podía  cr'etérsé  de  la  entereza  y  energía  4p 
•su  carácter.  Deió  de  coiit^orrir  ,  como  antes  tenia  de  cos- 
tumbre ,  todos  los  domingos  á  casa  de  su  amigo  don  Juan 
Gualberto,  donde  comia  en  la  agradable  y  amena  com- 

Í)añia  de  este  hombre  tan  instruido ,  á  quien  amaba 
raternalmcnte ,  y  de  varios  jóvenes  de  talento  y  capaci- 
dad. La  conversación  en  estas  reuniones  era ,  como  la 
época  parecía  ci^ígir,  muchas  veces  de  materias  politicas, 
pero  las  mas  de  literatura  ,  y  servian  para  distraer  su 
espíritu  y  darle  fuerzas.  *  Por  eso  cuando  le  falló  este 
inocente  esparcimiento  ,  porque  los  sucesos  poli  tipos  de 
aquel  tiempo  dispersaron  á  casi  todos  los  concurrentes , 
sus  disgustos  y  desabrimiento  se  aumentaron  ,  y  los  acha- 
ques propios  de  la  edad  alteraron  visiblemente  su  salad 
Y  sé  agravaron,  ^o  debemos  emitir  aquí,  que  apenas  se 
instaló  el  Gobierno  provisional,  su  amigo  don  José  Ma- 
nuel Quintana  hizo  las  mas  interesadas  y  eficaces  gestio- 
nes para  conseguir  la  reposición  del  señor  Reinoso ;  y  la 
habría  en  efecto  conseguido  ,á  no  mediar  entonces  graves 
diferencias .  con  el  encargado  de  la  Nunciatura^  que  im- 

Sedian  en  concepto  de  aquel  Gobierno  el  rcslablecímiento 
el  tribunal  de  la  Rota.  También  el  caballero  Asthon, 
ministro  plenipotenciario  de  Inglaterra  ,  interesado  por 
varios  amigos,  habló  al  señor  Ferrer,  ministro  de  Estado, 
en  favor  de  nuestro  don  Félix.  Todas  estas  instancias 
eran  promovidas  dor  sus  amigos,  que  se  prometían  dis- 
traer su  imaginación  y  evitar  isu  aburrimiento  ,  volvién- 
dole a  sus  ocupaciones  ordinarias,  que  al  mismo  tiempo 
tranquilizasen  su  espíritu  respecto  del  porvenir. 

una  imaginación  ardiente,  y  una  cabeza  tan  trabaja-' 
da  con  estudios  inteniso'¿  durante  toda  su  vida,  no  podían 
dejar ^de  abrumar  sus  fuerzas,  y  de  producirle  los  males 
consigliientes  ,  que  hacían  mas  graves  la  incertidumbre 
de  su  fortuna  y  las  calamidades  del  país,  de  cuya  salva- 
ción desesperó  siempre.  En  diferentes  épocas  había  pade- 
cido congestiones  cerebrales,  que  cedieron  por  dicha 
fácilmente  4  beneficio  de  las  sáhgrías.  En  el  invierpo  de 


J.- 


195 

1841  sentía  una  pesadez  ffeneral  $  que  le  agoyyiba  eape** 
cialménte  la  cabeza.  ÁtrM^ujéndolo  a  la  vida  sedentaria 
ffoe  hacia  ,  traló ,  por  coñisejo  de  sus  amigos  y  de  su  mé,- 
oico,  de  hacer  algún  ejercicio;  en  uno  ao  los  pocos  ¿ias 

?ae  salló  á  pasear ,  acompaftado  del  scñor,^  M cpendez 
Iñesta,  abogado  de  este  Colegio,  tuvo  éste  que  sostener- 
le ti  subir  la  escalera  de  su  casa  para  que  no  cayese.  Saa- 
jprado  inmediatamente  por  disposición  de  su  fipicultatívo  y 
amigo  el   señor  Hurtado  de  Mendoza ,  se  recobró  algpn 
tanto,  y  aun  pudo  levantarse.  Con  todo,  el  mal  fio  faiimia 
desaparecido,  y  los  síntomas  alarmantes  se  renovaban. 
Se  repitieron  las  sangrías  y  las  sanguijuelas  por  consejo 
del  doctor  don  Mateó  Seoane ,  que  se  asoció  al  sefior 
Hurtado ;  pero  aunque  le  aliviaban ,  el  mal  no  cedia.  Sos 
amigos  y  discípulos  los  señores  Bravo  Murillo ,  Huet» 
Galuirdo,  Scoane  (don- Manuel),  don  Juan  Gualberto, 
vsu  sobrino  don  Ambrosio,  el  marqués  dp  la  Roca, 
Montes  de  Oca ,  y  Montero  con  o^ros  muchos  que  no 
recordamos  en  esto  momento,  lo  asistían  en  su  .enferme- 
dad ,   habiendo  dos  siempre  á  la  cabecera  de  la  cama, 
tanto  de  dia  como  de  noche ,  renovándose  de  día  cada 
cuatro  horas.  Varias  señoras  asistían  por.  mañana  v  tarde 
á  casa  del  enfermo ,  como  tan  vivamente  interesadas  por 
su  salud.  La  casa  á  ninguna  liora  se  desocupaba  de  gentes; 
]  entre  los  que  mas  repqtian  sus  vislMis  recordamos  los 
nombres  de  los  señores  don  Juan  Nicasio  Gallego  y  don 
lavier Isturiz.  Agravándose  la  enfermedad,  fuó  necesa- 
rio suministrarle  los  sacramentos ,  que  recibió  con  fervor 
sacerdotal.  Hizo  testamento,  dejando  por  herederos  de 
cuanto  tenia  á  sus  criados  ,  menos  de  las  pinturas  y  de  su 
escclente  biblioteca, ,  que  dispuso  fuesen  distribuidas  en- 
tre sos  amigos  por  sus  albaccas  Scoane  ,  González  y  Bra- 
To Murillo.  Durante  su  enfermedad,  no  perdió  un  mo- 
mento la  rectitud  de  su  juicio,  ni  so  le  echaron  de  menos 
las  ocurrencias  singulares  y  chistosas,  propias  de  su  ca- 
rácter festivo.  No  se  le  advirtió  ninguna  muestra  de 
verdadero  delirio ,  aunque  en  un  momento  de  letargo  ó 
ensueño  pronunciare  los  nombres  de  ((KspaTleTO«...\o^ 


196 

progresistas.»  ^Hubo  varías  juntas  de  facultativosv  y  én  la 
i&liima  convinieron  todos  en  que  el  enfermo  se  hallaba 
amenazado  de  una  muerte  próxima.  Aunque  con  la  ca- 
beza abrumada  por  la  ¿táyeaad  del  mal ,  que  coifsistia 
\éti  un  ataque  ccrebralV^  los  ojos  cerrados  constante- 
mente ,  habló  con  acuerdo  y  concierto  hasta  el  momento 
dé  espirar^  el  27  de  abril  por  la  noche  á  los  69  años  de 
edad ;  hallándose  á  los  dos  lados  de  su  lecho  sus  amigos 
Mónles  de  Oca,  Calleja,  que  lo'  habia  confesado.  Al  dia 
'siguiente  su  cadáver  fué  embalsamado,  á  espensas  del 
■éeñóv  Seoane,  por  los  facultativos  Sánchez,  iToca  y  Llet- 
get,  y  revestido  con  las  vestiduras'^ sacerdotales.  Aquelía 
noche  fué  depositado  en  la  parroquia  de  sari  Andrés, 
■donde  al  otro  dia,  con  asistencia  de  sus  numerosos  ami- 
'gos  y  de  las  personas  mas  distinguidas  de  la  Corte,  se  ce- 
lebro con  toda  poinpa  y  solemnidad  el  oficio  de  difunto: 
concluido  éste  fué  conducido  el  cadáver^  con  acoínpáña- 
-miento  de  todos siis  ainigos  y  apasionados,  al  campo  san- 
to de  s^aft  Isidro,  y  encerrado  en  ün  nicho,  que  se  encuen- 
'Ira  en  élsegundo  patio  á  la  izquierda.  Mas  de  dos  años 
■han  pasado  desde  que  acaeció  la  muerte  de  Reinoso;  y 
'MIS' amigos  y  discípulos,  y  los  jóvenes  á  quienes  dirigía 
en  su»estudió9,  yla^  muchas  personas  quede  él  recibieron 
favores  y  benéfacios.,  no ie  olvidan  un  instante  y  lo  re- 
fíuerdan  'con  un  dolor  entrañable  y  sincero.  Desde  aquella 
fecha,' la  tarde  vispera  del  dia  de  difuntos  se  encuentran 
-en  el  camino  de  san  Isidro  algunos  de  sus  amigos  ,  que 
"residen  en  la  capital ,  y  que  van  á  ofrecer  sus  sufragios 
delante  de  la  tumba  de  su  amigo ,  y  á  gozar  de  los  con- 
suelos, que  la  religión  ofrece  á  las  almas  sensibles  en  la 
melaACoiica  contemplación  de  las  verdades  eternas. 


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D».  D.  PEDRO  GASTELLO. 


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f^ps  editores  .ddJ^jGalcqrÍAfA^  espafiaWfl^lebretf  ^ 
Qppráoeqsrno  e^diaii  óli^i¡^./|ja^  haviiBaicieaeiff 
ne  h UQi^ hitarla  MÍ^^niro  flff.lá,Qual'haíUii  cod  jUBÍaj 
ic^OD  avenUjadeiis  ifigenips,^' quienes  Vp^^rift debe 
tos  y  mejoras  que  opupflfíffl^^epipiie  qp  Jqg^  dfen 
f^entre  las'  buenas  .i;elQrQ^s.  $«ta  ^iwH»  es  laj^ 
ina  ,  que  si  no  tiene, en  1a,g^rai^quh|  sociftlel  rav^^ 

b  le'perlenecc  ,  debera03i/?tí|p(ír4.i;  que.laipte¡>t«#*lln 
or. .taqto, .tiempo;  anMa(Jl4>,  y qej^i^ii  la  iK$paAa  fué- 
N^jbfÜlQs.  tiempos^  del.  concfp  ^  J^lalípot.  .Gratide  es: 
inrti  que  nos  iq(i^\  cuan^  cin  la  bipgl>a@¿:que.déar: 
tfDfifi^,(ia:  a^unJari/iO' .cordf ^'«.,p(\demaSi(ribi|ti|r:  4I 
áyaronV. objeto  de  ^slé  tiU]9aiJAfir^r,ab^^ 
le. merlán  su  constancia,, y  noxKja.d^syíif^tA 
feintai  T^uos  de  Yaiyene&,{)o\it^s,^  d^>g|]K(tr^  ísaftr 
^^^deindecisioú  j,  YJÍQli^tasahevacj^QC)9  §ti'iel.sÍH 
*^«Wer«o ,  bfhifta  ;jBa&lfldf>.JÍa  imf^^i  W^ii-ífeA»^ 


198        ' 

legislación  médica  bastante  atrasada  ya  en  el  siglo  XVIU, 
y  poco  conforme  con  lo  que  las  necesidades  de  la  época 
y  el  quebranto  fatal  de  algunas  universidades  exigían.  Por 
tradición  conservaban  las  escuelas  médicas  españolas  el 
puritanismo  médico  en  que  babian  vivido;  aislándose 

Eoco  á  poco  de  la  ciruiia  ,  dejándola  huérfana  en  1748, 
asta  el  estremo  de  obligar  á  Virsili  á  solicitar  del  rey 
Fernando  ,y{  la  creación  del  colegió  de  drujia  médica  cíe 
Cádiz ,  al  que  siguieron  el  de  Barcelona  y  Madrict ,  para 
volver  á  la  ciencia  los  destellos  que  mas  tarde  con  nuevas 
transformaciones  en  su  organización  tan  brillantes  resul- 
tados ha  producido.  Desde  el  sido  XYIII  fechan  las  graiH 
des  disputas  sobre  la  unión  de  la  ciencia  médica,  que  por 
fortuna  nadie  pone  en  duda ;  y  solo  intereses  encontrados 

5  privilegios  particulares  ,  pudieron  retardar  lo  que  boy 
ia  vemos  con  todo  su  poder  v  uniformidad  en  todas  las 
naciones.  Vivíamos  bajo  el  influjo  literario  de  reinos  mas 
poderosos  que  se  elevaron  sobre  las  ruinas  de  nuestras 
rencillas.  Débil  el  gobierno  español,  eclipsado  por  & 
brillo  de  nuestros  vecinos,  no  podíamos  sostener  lacom- 

Setencia  ;  pero  hacíamos  esfuerzos  de  imitación  hasta 
onde  akBfifzaba  el  ingenio  y 'posibilidad  dé  af^ücaéion. 
Apenas  rayuba'nna'ÉiGJctVa,  ahsióftbs  acudfüh 'áHéüiWjjl 
^dres aoonieiandd  al  poder,  quien  si  archivaba  eVt&ik 
^'era  ftft  íalta  d^  ocasión  para  á'pllcaflis/' Asi  ségií^'^ 
nuMJ  páwli'pa^' alas  naciones  e'stránjerátf  más  aVeíltlIr 
jadai'  etl^  irn^  ciencias ,  cuy  o  jirogt'eso  intelectual  'bHllsf  jktí 
por  el  íküíúisto  de  rayMque  salen  de  su  focA/»'  quó' jdüót'II 
nrtemrdtfd  jdé  cMdá  ttfib  aifdadc^:  .  <:  >    ^p  "i 

'  Todaé'láis  iiatión'és  resolvíah  el  gran  pfbblc^a  ^ 
«n  ¿pknÓB  írtMñissi  dado ,  y  la  nul^stra  déBc^'aresceleii^ 
tÜiUdO  ««ñ0r  D.  Fédro  Gástélló  el  haberit^  lltfvadó  á  í^ 
di  nfta  éafae^a  taW  segúhi ,  que  slti  diíicuUad  1éf' ITatiiií^ 
rMidtM{MAadÍoii  dónde  d6Mcaii«ará  por  tiiUdiUI^  altos  tMá 
Téktim.  HfúéÉtfú'téiAÜaádt  atiñquc  más  rrióOc^o ,  ieñ 
igual  á  BúUtnés  y  Fmreroy,  Frank  *f  <^á\Ieliíit\'bbmo 
Virgili  lo  fue  á  la  Peyrokie  en  Eraticia;  y  -£r|iimift7h»  eU 
AÚ0tríM.  No  brillará  tauestro  tonietnf^rántsh'tíáfé&TéiÑi^ 


los 


I 


ttUo^  StKaal  ó  Brounmis;  porque  recogido  su  cntendi- 
miento  para  alcanzar  la  reforma  que  liabiu  de  señalar 
nueva  ¿poca  en  España,  no  tenia  el  tiempo  necesaria 
ra  dcaícarse  al  estudio  esclusí\ ámenle  :  cuando  ademas 
los  servicios  de  Cámara,  las  contiimas  guerras  y  el  des-^ 
empeño  do  la  cátedra  de  obstectrícia  ,  en  la  que  ha  kri-«- 
Ilaao  como  diremos,  le  aleaban  complotamente  de  la» 
teorías  médicas  que  solas  pueden  constituir  el  genio. 

Siendo  muy  escasos  los  trabajos  literarios ,  raras  las 
ubiicaciones  módicas  que  formen  ¿poc^i  eii  este  siglo,  no 
ay  los  suficientes  elementos  para  entretener  á  los  lecto«* 
res 9  acostumbrados  á  contemplar  IjA.vjda  do  ios  hombros 
políticos  que  tantos  y  tan  abundantes  lod  prestan,  atendí-. 
«AS  las  iumeusas  vicisitudes  que  nos  hanagobiado.  lluér-< 
Cmas  las  ciencias,  muda  la  imprenta  original,  escaso  su 
movimiento  literario,  apenas  cautiva  la  atención  alguna 

Sie  otra  idea  original ;  quo^nas  bien  asi  se  llama,  por  ser 
tono  diverso  y  nueva  la  forma  ci)n  que  so  anuncian, 
(pe  por  añadir  una  solución  satisfactoria  á  las  graves 
cuestiones  que  forman  el  fond^  c^mun  del  saber  de  ui épo- 
ca ,  donde  s(^  iigit{in  sin  cesar  las  que  nacioron  con  Hipó-- 
orates ,  Aristóteles  ó  Plinio. 

Objeto  de  censura ,  do  diatrivas  y  enemistades  han 
sido  algunas  medidas  adoptadas  por  el  señor  Gastelló; 
pero  el  tiempo  i)o  podrá  m^os  de  colocarle  en  ol  lugar 
(|pe.  perece  su, bju^Uf entendida  reforma.  Cuando  c(^|le.  el 
rencor  ,  cuando  ús  malas  pasiones  ahoguen  su  voz,  cu^^v- 
do  los  partidos,. círculos  y. {pandillas  mueran  en  su  origea 
para  rejuvenecerse. con  nuevos  afiliados ,  y  los  intereses 
bcales  llegiien  á  ser  dominados  por  el  gobierno  centr^U 
entonces  ,  y  solo  entoneles  no  negarán  los  antagonisUukol 
luenipñatcnso  que.su  providencia  y  suscoqsejosiian  trair- 
ioiílsi  literatura  ^ipdíqi,  Nq  si)  perderá  ya.la  uuidad^  no. 
Tsdlarácl  conjunto  v  en  es^  foco  de  luz  donde  brillan 
lilgunos  ingenios  ,  hallará  m^s-  tarde  la  goneracÁo^  (tit|ur4 
coa  poc9s  esfuerzos  v  ligero  trabajo  el  origen  dtí  1a  nuer^ 

va  era  para;}^  Tnodiqna.espaAolAM«-;    <         -  .>  i-i  i>  •  «iiii-il 
No  hallamos  reunidos  ahora  los  hombres  quo  pudie-* 


200 

ran  formar  cuerpo  de  doctrina  >  y  aunque  poseemos  un 
gran  número ,  viven  los  unos  apartados  ,  nial  compren- 
didos los  otros  ,  algunos  calumniados  ,  varios  ignorados;  ^ 
y  solo  brillan  á  los  ojos  del  hombre  generoso  é  iroparcial 
que  busca  con  anhelado  afán  el  saber  y  la  virtud  do  quie-. 
ra  que  se  hallan ;  y  contempla  con  amargura  que  nunca 
llega  el  momento  para  las  ciencias  ,  que  no  pueden  vivir 
sin  apartar  de  su  campo  la  funesta  política  que  todo  lo 
trastorna  ,  sin  encontrar  posible  contra-veneno  para  tan 
malhadada- furia. 

Afortuiiadamente  él  hombre  de  quien  nos  ocupamos 
no  tiene  cainpp  político.  Su  ciencia  es  y  será  siempre  ne- 
cesaria :  y  si  bien  los  modernos  acontecimientos  rebaja- 
ron mucho  su  influencia  para  el  arreglo  de  la  enseñanza» 
f»oco hubiera  podido  mejorar  en  la  época  presente;  porque 
as  oscilaciones  en  el  gobierno  debilitan  las  providencias 
mejor  dictadas,  el  pobre  estado  déla  nación  no  podia 
acreditar  las  reformas  que  necesitaban  grandes  dispen- 
dios ,  y  como  época  de  disensiones  salieron  á  la  palestra 
antiguas  y  modernas  ideas,  sostenidas  con  -mas  ó  menos'  ' 
crédito  por  distintas  pandillas  que  acaríciabanápüestos  in- 
tereses de  localidad.  Ademas  ,  que  con  algunas  modifica-' 
clones  en  los  detalles  déla  enseñanza  del' reglamento 
de  27 ,  podian  hacerse  las  reformas '  necesaríai^  pai^a  la 
época  prcáente. 

Don  Pedro  Gastelló  y  Ginesta ,  nació  en  lá  villa  de' 
Guisóña,  provincia  de  Lérida,  en  4  de  marzo  de  1770:  V' 
atmque  los  conocimientos  de  primera  é^tí(i&ición  que  ala 
^dria  adquirir,  no  serian  estremadamerite  selectos;  sus 
padres  ,  que  atendían  con  esmero  la  educación  ,  no  des- 
cuidaron se  instruyese  en  las  humanidades  ,  que  forman 
el  elemento  primero  de  una  enseñanza  que  desea  perfecr^. 
cionarse  con  nuevoü  y  mas  estensos  adelantos.  Tomó  Ib' 
necesario  para  comprender  la  lengua  francesa  ,  y  podet 
satisfacer  una  de  las  condiciones  que  mas  tarde  le  seríkn 
indispensables.  En  estos  estudios  aprovechó  bien  el  tiem* 
DO  Gastelló  y  salió  discípulo  aventajado  para  penetrarcoá' 
fruto  en  el  difícil  campo  de  la  filosofía ;  tanto  mas»  cuanto 


II 


201 

el  método  de  enseñanza  en  aquellos  tiempos  difícuIlalKi 
demasiado  lo  que  ya  de  su\o  necesitaba  (grandes  esfuer— 
zos  de  ingenio,  v  constante  aplicación.  Partió  al  poco 
tiempo  á  la  universidad  de  Cervera  que  jvo/alia  de  justa 
reputación ,  y  cursó  la  filosofía  tan  necesaria  para  empren- 
der cualquiera  ciencia  que  pide  a  cada  instante  avuda  á 
la  nzon.  No  vaciló  en  la  elección  de  carrera  su  familia: 
y  romo  el  joven  se  sentia  inclinado  al  pensamiento  quo 
ieÍDd¡caron,  partió  pcira  Barcelona  con  el  objeto  do  cur^ 
sar  lo  que  entonces  se  llamaba  cirujia  niédica,  Admitido 
alumno  interno  en  el  colegio  ,  estudió  con  notable  apro- 
rechamiento  y  contento  de  sus  maestros ,  ocupando  uu 
lugar  aventajado  cu  la  opinión  cienUíica  de  sus  condis- 
cipnlos. 

Su  instrucción  se  distinc^uia  mas  por  la  práctica  es- 
merada que  había  podido  adquirir  como  interno  en  el  co- 
legio ;  y  esta  cualidad  de  su   primera  educación  médica 
ha  seguido  siempre  en  la  parte  cientdica,  superando  á 
los  demás.  Obtenido  el  titulo ,  pasó  al  pueblo  de  su  na— , 
turaleza  ,  donde  probablemente  hubiera  vi\ido  siempre, 
si  el  destino  que  lleva  al  punto  desig:nado  por  la  Provi— , 
déncia  á  los  mortales,  no  le  hubiera  arrancado  de  su  país 
natal  paní  conducirle  al  t6rmin9  de  tan  afanosa  carrera. 
Conocían  su  benemórilo  catedrálico  ü.  Domingo  Vidal,  y 
su  tio  materno  el  sabio D.  Agustin  Ginesta,  que  las  dis- 
posiciones del  joven  alumno  le  haciair  apto  para  brillar 
como  profesor  en  mas  halagüeño  campo  ;  y  resueltos  síi 
vencerla  voluritad  del  joven,  formiaron  empeño  en  ar— . 
ranearle  déla  r(»tirAda  villa  de  Guisona.  Ko  sii^  trabajo 
consiguicroD.su  deseo;'  porquefluctuaba  eñ  el  ¿nijmo 
del  joven  cifrtjaiib  módico  fá  dudosa  suerte  ,  el.  inciertio 

IKjrvenir  de  su  nueva  carrera V:¿on'lá"  oouGanza  ciega  eii. 
a  prosperidad  entonces  presente"  ¡Cuan  cierto  es  que 
nadfie  puede  confiar  hacer  mañana  lo  que  hoy  tiene  peu— 
sado!  Preguntad  á  cada  uno  ,  qu6  pide  en  los  primeros 

[msos  de  su  aislado  porvenir.  Los  que  abran  el  corazón  á. 
a  verdad  ,  tal  vez  estarán  admirados  de  hallarse  eu  si- 
tuación contraria  y  superior  á'la  ^ue  pudieron  imi^in^c  . 


202 

en  momentos  de  fantástica  ilusión.  Otros  á  su  vez  yoWe- 
rán  la  memoria  á  tiempos  que  pasaron ,  para  dulcificar 
los  pesares  que  los  aquejan  con  el  dulce  recuerdo  de  fe- 
licidad que  cesó. 

Partió  al  fin ,  á  los  veinte  y  seis  años  de  edad  el  joven 
profesor,  obediente  á  tan'yiyas  instancias;  j  dejando  su 
villa  natal ,  tomó  destino  en  el  regimiento  de  caballería 
de  Alcántara ,  á  la  sazón  de  guarnición  en  el  Puerto  de 
Santa  Maria  ,  año  de  1796.  IHuéva  ciudad,  clima  distin- 
tó ,  costumbres  diversas  y  lenguaje  tan  bello ,  llamaron 
la  atención  de  nuestro  Cfastelló  y  procuró  servir  su  desr 
tino  con  la  exactitud  y  vivo  deseo  que  llevan  consigo  los 
primeros  albores  de  la  carrera.  En  el  regimiento  era  es- 
timado de  todos  por  sü  honradez  y  firmeza ,  por  su  ins- 
trucción y  juicio  práctico ,  sirviendo  cerca  de  cuatro  años 
con  los  mejores  auspicios,  En  la  ciudad  gozaba  de  gran 
crédito  ,  y  la  población  solicitaba  con  frecuencia  sus  ser- 
vicios, que  prestaba  Gastelló  con  exactitud.  Asi  pasó  el 
principio  de  sus  penosas  tareas  >  que  se  dulcificaron  con 
el  influjo  de  su  tio  ,  quien  á  vista  de  tan  ventajosos  an^. 
técedentes ,  pudo  conseguir  en  1799  fuese  nombrado  ca-; 
tedrático  sustituto  del  nuevo  colegio  de  cirujia  de  Santí»- 
go.  Gomó  no  se  babia  dado  principio  á  la  enseñanza  en 
aquel  colegio  ,  y  el  deseó  de  Gastelíó  se  inclinaba  Üácia 
su  pais,  consiguió  que  su  ¡nombramiento  se  trasladase  con 
destino  al  colegio  de  Barcelona.  No  pudo  dar  pruebas  bri- 
llantes en  aquella  ciudad,  porqué  en  1801  se  le  nono}^ 
cirujanQ  de  la  real  familia  y  catedlrático  sustituto  del  q(H 
legio  de  San  Garlos  de  esta  corte.  \ 

Ya  estaba  Gastelló  en  la  corte:  la  movilidad  i^oütínua 
dé  su  suerte,  siempre  venturosa,  debia  dcsarrolíac  facul- 
tades adormecidas ,  designios  ño  meditados;  y  la  nueva 
posición  pedia  un  nuevo  ser,  una  nueva  vida  que  alejase 
la  duda  en  sus  designios,  la  indecisión  en  sus  filies.  ¿P;^'- 
saria  Gastelló  en  su  porvenir?  Llegado  á.  la  Qjórte^jdQoje 
tanto  fluctúa  la  suerte  humana  ¿seria  iQ^ias  yepturpso?.^]SÍQ 
es  dado  a  todos  Iqs  individuos  cópocer  su  vojcacionVM^l> 
panto  üe  vista  a  que  d^ben  dirigir  sus  conatos;  pero  la 


203 

protección  de  un  lio  querido  allanaba  fácilmente  las  di- 
ncaltades  apartando  la  posibilidad  do  un  porvenir  descon- 
solador. Luchaba  en  aqael  tiempo  la  unidad  cientifica  que 
habiau  deslrmdo  el  concilio  Lateranente  según  unos,  el  de 
Tmrs  según  otros.  La  Francia  imitaba  á  la  Italia,  y  nos- 
otros recibianxos  inspiraciones  de  allende  los  Pirineos, 
Venci6  en  1799  la  reunión  del  ejercicio  médico  y  quirúr- 
gico, para  ser  revocada  en  1801  y  dictar  algunas  orde- 
oanzas  qiié  se  perfeccionaban  como  ordenanzas  quírúrgi* 
cas  en  1804,  reformando  las  que  con  igual  objeto  se  pu-^ 
blicaron  en  1795.  Pero  aprovechando  tan  oportuna  oca- 
sión Castelló,  obtuvo  el  título  de  médico,  ciue  le  colocó  en  ' 
h  ventajosa  posición  que  tinto  deseaba.  Hasta  1808  pasa 
nñ  periodo  que  fundó  la  reputación  práctica  que  tantos 
bienes  ha  producido.  No  faltaban  entonces  ilustres  médi- 
cos á  la  corté  española.  Florecian  con  brilló  reputaciones 
con  estudios  ad/Jüíridos  en  nuestras  escuelas,  y  algunos 
otros  que  hablan  recibido  nuevo  bautismo  en  las  dé 
iTó^fpe/hVr  Páris  j  Londren.  £a  Academia  médica  Matri-* 
tense  réunia  en  su  seno  los  médicos  y  naturalistas  mas 
eminentes.  Con  ellos  conversaba  á  todas  horas ,  y  quien 
recibía  á  cada  instante  lecciones  que  portenccian  á  tantas 
y  tan  yariadás  escuelas ,  no  podía  menos  de  formar  un 
caudal  utilfsijino  ^  de  brillantes  resultados  para  la  prác- 
tica; aprovechando  con  eclecticismo  racional  las  leccio- 
nes de  sus  a^iigos.  Hubo  sin  embargo  en  la  medicina  una 
especialidad  en  que  su  reputación  eclipsaba  á  los  demás. 
-Al  lado  de  su  tio  el  célebre  Ginest¿t^,  catedrático  entonces 
de  obstetricia,  el  sustituto  debia  llegar  en  poco  tiempo  á 
cíer  la  primera  autoridad  en  tan  impok*tante  ramo.  Por 
desgracia  no  contaba  entonces  la  España  grandes  especiad 
liiAás  én  la  tocología.  Abandonada  la  práctica  á  comadresí 
y  barberos,  mal  podian  llustk'arse  las  grandes  cuestiones 
dé  tan  (fifícil  arte:'  y  uña  persona  que  como  Gastélló  re- 
cibía tan  útiles  lecciones ,  debia  necesariamente  ocupar 
Iironto   un'  lugar  distinguido  entre  los  primeros  tocok- 
ogistas.  Tal .  tez  si  el  caminó  no  se  hubiera  pres^tado 
tan  fácil;  'si  el  téf  réiio  húbiéi'a'  ofrecido  adalides  C|ñ^  conv- 


^U4 

batir,  la  victoria  mas  difícil  entonces,  disputado  el  campo 
palmo  á  palmo,  tendríamos  algunos  trabajos  inpportantes 
que  ahora  nos  sirvieran  de  modelo.  Esta  Falta  de  comba- 
tientes lia  sido  una  de  las  mas  funestas  causas  para  la  li- 
teratura médica  española,  que  ha  carecido  por  machos 
años  de  médicos  escritores ,  por  absorber  el  tiempo  la. 
práctica  civil,  único  campo  donde  combatían.  Asi  puede 
decirse  con  razón  que  nuestros  padres  médicos  han  ca- 
llado cosas  admirables,  ó  cuando  mas,  las  sabemos  poji". 
tradición  que  no  legitimaria  tal  vez  el  autor. 

Estalló  en  el  año  de  1808  la  funesta  guerra  que  da^ 
bia  trastornar  los  pensamientos  y  deseos  de  todos;  cai;-- 
sando  incertidumbre  en  el  ánimo  del  mas  esforzado  Taren 

{:,  tristes  presentimientos  en  el  menos  reflexivo.  Se  trata* 
ia  de  combatir  al  guerrero  del  siglo.  $us  águilas  vence-: 
doras  cien  veces  venían  á  despertar  el  sañudo  león  espa- 
ñol quodormia  desde  la  época  de  San  Quintin  v  Pfivia.  Itlal 
podían  banderas,  apenas  sangrientas,  y  soldados  biso(loa« 
pelear  con  tan  aguerridos  granaderos.  El  corazón  é'spaftoj 
podía  hacer  esfuerzos;.^!  raciocinio  vencía  laintencÍQU.  To^ 
dos  olvidaron  sus  oci^acioncs;, nadie  pensó  mas^que  CQ,lfi^ 
defensa;  jf  los  rñc;dicos  y  cirujanos  españoles,  cada  cúaise-i! 
gun  jsuposlcdon  v  obligaciones,  buscaron  asüo  entr^  las 
armas  ó  eo  pueblos, rctirádQs  del  yugo  {raneen.  Nucatino. 
GásteHó  h^bi^i  logrado  muestras  de  aprecio  delinfprtuna¡d(f¡ 
rey  D- :  I^í'^Iqs  vt;'  el  ; PWclirQ  .  3'e  Madrid  apreciaba  ama 
conocimientp&i/iV  el!gpi)|en)o  d^  no  descuidó  ks 

ocasione^. qiV^  vinieron ^á^.;par\p  para  distinguirle  j  Ha7. 
marleXjf^ji^ervició.  t^^V'.a/^V,"y  varias  VCce^i'CQi)^ 

los pfofcsofcs jestríiñfí;;o^,  que  acompañabán.el:  cj^i^ciu^ 
invasor;  ^  ¡í^i^^  1/|'s  acaloradas  disputas  [q\ie  tódávia  so^^ 
frecpcptes)  acerca  de  la  medicina,  el  díscípulq  jíé'i|^ 
aveii.táj'pilos  maestros  defendió  con  ca|Qr  y  brillante  r¿-,. 
suUa^o, cuanto  pertenecía  á  la  me.dicina  efS^>aft(^l^i  pocp' 
apreciada  y  menos  ppnocida  por  n\i(iStrGis  .  vep/pos.  No, 
vaciló  su  .españolismo  ^¿  pesar  de  tan  freci^eút'es  iaviti^f 
cíohes:  y  fiel  como  tactos  otros  á  su  cjucrida  Pi^tria,  sali^ 
^?'>M;í9..t^;^rt«  «*!>andQ¿anap>,ciu44^  s^^ 


305 

glorían  y  rico  porvenir,  para  buscar  asilo  seguro  y  silen- 
cioso, que  mitigase  el  dolor  de  perder  la, posición  adqui- 
rida con  tan  lisonjera  fortnna. '        '.   ' 

ParUó  disfrazado  y  como  criJido  de  un  amigo  su^o:  y 
reunido  á  su  querida  familia  en  la  dudad  de  \Tcali,  pasTl 
i  Cuenca  y  Cataluña,  para  recordar  tal  vez  que  sus  [irime- 
ros  estudios  cii  Karcelona  le  dieron  porúnicn  ambición  la 
Tilla  de  Guiziona  que  dejó  con  l«i  esperanza  de  menos  in- 
grato porvenir;  y  apenas  complacido  y  deslumbrada  su 
mente  con  la  esperanza  déla  n'gia  confianza,  perdía  en 
un  momento  tan  grata  ilusión.  ¡Qui6n  sabe  si  entonces 
le  pareció  mas  feliz  el  que  heredó  su  villa  natal!  No  tardó 
mucho  cii  embarcarse  para  Mallorca,  donde  permaneció 
kasta  la  conclusión  de  la  guerra ,  proporcionándole  re- 
cursos en  aquel  pais  la  reputación  que  había  conseguido 
en  Madrid. 

Vuelto  á  Madrid  en  1814  ocupó  felizmente  su  antigua 

tasicion,  v  teniendo  la  desgracia  de  pei^der  á  su  venéra- 
le (io  el  noctor  Ginesta,  asrundió,  conVo  asi  parecía  na- 
tural, á  catedrático  de  número,  para  desempeñar  la  ense- 
usanza  vacante  que  pertenecia  a  ohstftricia  ,  enfermedades 
de  mujeres  y  niños,  y  afectos  sifilíticos. 

La  nueva  posición  de  catedrático  lijó  su  imaginación 
por  algún  tiempo,  dedicándose  al  mairisterio  con  el  es- 
mero y  constancia  que  pedia  tan  díncn  cargo.  Para  una 
Íersona  mcUos  ilustrada,  hubiera  pesado  el  nue\ocargo 
asta  cl  eslremo  de  concentrar  toda  la  atención  posible  si 
babia  de  salir  airoso  en  el  sagrado  ministerio  de  la  en- 
señanza; Gastelló,  conocedor  práctico  de  todo  lo  concer- 
niente á  sus  obligaciones,  t'enció  pronto  y  sin  distracción 
de  otros  asuntos  la  pesada  carga  qtló  la  ciencia  había  de- 
jado caer  sobre  sus  hombros.  Uesempeñó  su  cátedra  con 
'aplauso,  dando  á  sus  lecciones  el  tino  práctico  y  la  con- 
cisión que  tan  estensds  materias  exigían.  Kocopilaba  con 
acierto  lo  mas  esenciíA  páralos  discip'ulos,  y  procuraba 
rivalizar  cti  tan  espinosa  carrera  con  los  mas  distinguidos. 
Fallaban  entonces^  é'n  cl  antiguo  colegio  de  San  Carlos,  que 
lenia  por  cátedras  los  lóbregos  sótanos  de\  Uosm\.;x\ ,  ^^'^ 


906 

de  clínica  doqde  ptoder.  .ensanchar  la  esfera  de  los  coaod* 
.  míenlos  médicos  tájri  indispensables  para  la  completa  es- 
aeñanza;  y  en  tal  abandono  no  podia  orillar  el  catedrático 
encargado  de  tan  árida  enseñanza  como  la  obstetricia  téO" 
rica.  En  esta  posición  venció  con  aplausp  de  siís  discí- 
pulos las  dificultades  que  se  presentaban  á  cada  pato, 
siendo  en  España  el  representante  legítimo  de  su  espe- 
cialidad y  adonde  acudían  en  consulta  para  todos  los  ca- 
sos graves  de  la  corte.  En  1824,  ¿poca  funesta  en  que  loi 
odios  y  enemistades  engendrados  por  la  guerra  civilsaliaa 
á  plaza  á  cada  instante,  nadie  podia  estar  tranquilo ;  on 
ligero  tinte  de  liberalismo  que  encontrase  la  democracia 
autómata  de  aquellos  tiempos  én  cualquier  español,  bai- 
laba para  motivar  una  destitución.  La  intolerancia  y  fa* 
natismo  de  tan  dolorosos  meses  igualaban  á  todos  los  der 

J rendientes  del  gobierno;  y  mal  podían  Víctor  Saez  y  sos 
anáticos  colegas  entender  de  achaques  de  enseñanza.  La 
desquiciada  administración  pública  no  podia  menos  de  al- 
canzar en  su  desorden  á  la  (lesventuraaa  medicina;  j  coa 
auxilio  de  pérfidas  sugestiones  de  algunos  enemigos,  se 
destituyó  en  masa  á  todos  los  catedráticos  del  colegio  T 
del  real  estudio  de  medicina  clínica.  La  calumnia  atacóla 
persona  de  D.  Pedro  Castelló,  y  baio  el  falaz  preteslode 
su  reprensible  conducta  moral  y  política,  y  de  las  perni- 
ciosas doctrinas  que  enseñaba  á  los  discípulos,  sufrió  como 
todos  tan  tiránica  disposición  el  18  de  marzo  de  1824. 
Gran  sensación  produjo  en  el  pueblo  de  Madrid  la  me- 
dida atroz  que  dejaba  huérfana  la  enseñanza  en  el  tem- 
plo de  Esculapio.  oJuraruní  ínter  se  bárbaros  n$can 
mediciriam.))  Los  alumnos  lloraban  por  sus  maestros,  y 
el  pueblo  de  Madrid  apreciaba  y  distinguía  cual  nunca  á 
los  catedráticos  destituidos.  Lección  terrible  que  no  po- 
dían evitar  los  gobernantes  con  lodo  su  tiránico  poder. 
La  opinión  pública  los  compudecia  como  víctimas  inocen- 
Ics  del  delirio  furioso  de  la  reacción. 

La  Providencia  en  sus  altos  destinos,  velando  siempre 
por  el  estudio  de  la  naturaleza  enferma,  preparaba  el  dea- 
/flgravio  de  la  cruel  ofei|sa,   haciendo  al  señor  Gi^s-' 


9 


%0l 

t^ó  el  instmmentp  de  tan  saludable  y  justa  rcpa- 
rtWóií.  • 

.  La  corona  española,  que  al  pasar  por  cien  genoracio- 
hm  no  babia  sufrido  nunca  la  mirada  altiva  de  nadie ,  se 
bailaba  á  principios  del  siglo  en  las  sienes  del  bondadoso 
wj  D.  Carlos  iV. 

La  Toluntad  soberana  de  Bonaparte  y  sus  impacientes 
designios,  meditaban  la  usurpación;  y  solo  lo  atrevido  de 
k  empresa  bacia  vacilar  al  invencible  guerrero. 

La  profunda  aversión  del  rey  á  los  negocios  públicos, 
y  la  sagacidad  de  su  esposa,  babian  colocado  el  cetro, 
emblema  del  poder,  bajóla  voluntad  y  privanza  de  D.  Ma- 
inl  GodoY,  quien  regia  la  nave  del  Estado  con  omnímodo 
ililer.  El  lujo  oriental,  su  fabulosa  magnificencia,  el  va- 
.whje  que  todos  le  rendian  y  el  voluptuoso  deseo  que 
■  iUolo  motivaba,  introdujeron  la  discordia  en  el  alcázar 
m1,  colocando  frente  i  frente  al  príncipe  beredero  y  al 
¿Torito.  En  aquellos  disturbios  las  afecciones  del  padre 
lecoDsaj^raban  al  privado  contra  el  corazón  del  hijo;  ven* 
dendo  el  ánimo  del  monarca,  mas  la  fuer/a  de  la  costum- 
kc  que  el  instinto  de  la  naturaleza.  Con  tan  terribles 
^emplos  y  tan  crueles  disturbios,  crecia  irascible  el  ca- 
ncter  del  principe  aherrojado  por  las  circunstancias; 
hsta  que  las  vicisitudes  de  la  vida  colocaron  en  su  frente 
h  corona  y  poder  tan  rudamente  combatidas. 

El  joven  rey,  que  anhelaba  con  ansia  absoluta  volun- 
tai>  destruyó  las  influencias  que  querían  intervenir  en  su 
gobierno  quedando  la  nación  despojada  de  las  formas  que 
u  refolucioii  dinástica  babia  creado.  Fué  preciso  domi- 
nar desde   1814  con  algunos  disturbios  que  exasperaron 
sa  genio ,  y  crueles  providencias  que  le  bacian  zozobrar; 
iui^ta  que  nuevos  sucesos  en  1820  sujetaron  su  voluntad 
soberana.  Tres  aclos  de   continuos  embates  y  revolución 
entre  las  necesidades  del  pueblo  y  la  voluntad  del  rey,  ba<^ 
einaron  en  su  organización  elementos  que  debian  alterar 
su  salud.  Venció  por  último  con  ayuda  del  pacto  de  fa- 
milia; para  volver  otra  vez  á  dominar  bajo  la  fanática  y 
terrible  influencia  de  la  restauración  que  sellaba  $us  qlc- 


sos     . 

tos  con  Secretos  del  rey,  cpíéñno  podía  firmar  sin  faneil 

5  cruel  indecisión.  ¿Convida  tan  azarosa  en  la  moral  pe 
ia  yiyir  tranquila  su  parte  material?  Hay  una  época  en  1 
vida  á  propósito  para  manifestar  padecimientos  que  Tire 
recónditos  y  en  germen  en  el  interior  de  la  organixa 
cion.  Las  terribles  agitaciones  de  la  mente  alimentan  < 
temperamento  6  idiosincrasia,  creando  elementos  que  tí 
yen  cu  continua  oscilación  ;  hasta  que  llegada  la  caliiíil 
el  movimiento  continuo  de  la  vida  los  fija  sacándolos 
llor.  No  de  otro  modo  el  infeliz  náufrago  combate  la  leo 
pestad  venciendo  el  terrible  furor  de  las  olas  para  sentir 
se  enfermo  cuando  ya  en  salvo  no  puede  sostener  él  coé^ 
po  sin  la  enervación  que  perdia.  El  temperamento,  ci 
rácter  ,  educación,  vida  reparadora  y  vida  moral  del  He 
y  las  nrob-abilidades  de  alguna  calma  política,  alterara 
su  salud  ;  señalándose  la  gota  con  alguna  seriedad  doíl 
principios  de  1824  para  estallar  de  una  manera  grafi 
sima  á  fines  del  mismo  año. 

Gastelló,  que  gozaba  de  gran  concepto  entre  las  deoMj 
personas  realas,  y  habian  utilizado  sus  conocimientos prip 
ci pálmente  para  asistir  á  los  partos  de  las  Infantas,  er 
deseado  con  ansia  para  ver  al  Rey.  Inútiles  fueron  cuw 
tos  esfuerzos  se  imaginaron  para  vencer  la  repugnanot 
del  enfermo.  La  misma  Reina  no  pudo  alcanzar  accedió 
se  á  tan  cariñosos  desvelos.  El  monarca  tenia  una  ide 
poco  lisonjera  del  señor  Castclló,  y  no  era  fácil  aparta 
de  su  mente  lo  que,  le  habian  hecho  concebir. 

Atacado  desgraciadamente  la  noche  del  1."  de  febre 
ro  con  mayor  violencia  de  gota  anómala  en  el  vientre ; 
pecho  ,  con  ansiedad  y  sofocación  inminente  ;  é  instand 
vivamente  la  Reina,  accedió  por  fin  á  que  se  le  llamase 
cómo  se  verificó  apresuradamente  á  ia  una  de  la  madni 

ÍVada.  Sorprendió  á  Gastelló  la  llamada  porque  no  iéú 
a  menor  noticia  de  los  pasos  que  se  daban.  Acudió  á  pi 
lacio  y  conferenciando  oon'los  (lemas  médicos  de  cámar 
c[uedó  encargado  deja  asistencia  del  Rey.  - 

■  '  Gran  compromiso*  arrostraba  el  talento  práctico  d 
fióiSor  Co^telló.  La  enfermedad  terrible  que  Icuia  á  la  vi 


-^ 


»  f;  ií;  3llW 


4á,  jflárjala  i  mH  yariada»  formas ,  á  combinarse  con  an 
gran*  numero  de  afccTÍoneSf  compuesta  de  tan  diversos 
elementos,  con  aradó's'do  importancia  y  urgencia  respec^ 
li^as:,.  iu»<se  prestaba  ficílmente  ú  satisfacer  la  razón  pa- 
la oa&aoar  oldesoo  y  onc^nUrar  fácil  solución  terapéutica. 
Px»  «li  contrurio  •;  todo))  los  métodos  de  raciocinar,  su9 
friikipaiefi  regla»  y*  los  iiivarialiles  dogmas  de  la  ciencia 
Moeshaniftvudar  |>ara  resolver  tan  difícil  problema.  Con- 
tra un  ataque  regular  y  fuerzas  del  enfermo  en  buen  el- 
tido  ^  sin  qub  tomen  parte  intensa  las  afecciones -elemeu- 
tiles;  que* le.' dompoiien,  basta  un- método  natural  poco  ac- 
|¡lBty»ijegmriol;  sabio  cons'ejó  de  Baglivio  :  iffinúfrr  vie^ 
lircr  meJicus,  Pero  cuando  los  ataques  son  irregulares, 
ttftiidó-»DÍsc  puede  calcular  la  dnracion,  y  en  los  cuales 
lo -se  puede  reconocer  relativamente  á  la  totolidad  del- 
ÉUpe,  isiadiot  se^Kirados  do  crudeza  y  cocción,  Ibs  mo- 
limientos naturales  son  ¡Nupioteutes  para  alcanzar  una  ter- 
ttoaciorí ,  \  por  cons¡g«íienle  los  métodos  naturales  inad^ 
ÉbibkHS*:  eii  f)rüciso  Uegat'MjIos  empíricos  perturbadores  6' 
MpeolficoS' que  combataa  directamente  }  sin  conmoción' 
tliqládo  gotoso  y  sus  complicaciones.  Kl  Key  haibia  pa-^ 
s^oi|poi  estos'  dos  caminosv  para  llegar  al  tercero,  en  el'' 
«lenIgQta  sp  transporta  bácia  las  visceras,  y  constituje 
lilgsfei  :fl^¿(ima/ri  do  Musgravc.  Uu  accidente  tan  urgente'* 
6fi  noy  fw^igroso  y  c^>ge  socorros  prontos  V  sagaces:' 
Quien  vence  con  resultado  tan  numerosos  elementos; ; 
<Idie  adquirir  renombre; práctico  :  y  como  no  puede  dnr- 
^  Qd'tratanilonto  (]r(«n(>ra(  aplicable  á  todos  los  casos,  hay 
<>steUpcido  el  nrincipío>«do  qne-  cada  caso  presenta  un  pro>- 
l^^ma  parlicuW  cuya  solución  exige  toda  la  stigacidady 
^oÍDnide  que^el  médvco  es  capaz.»  i^astellótuvo el  ta- 
<4éft>de  «Tonccr  ul<  enemigo  saliendo  coniplelamentc  vic- ' 
lorieso «después  de  una  asistencia  de  veinte  y  cuatro  dias 
ypmnnnpcicndo  al  lado  del  f^ey  de  dia  y  de  noche  hasta 
,  queiSt^A^ljestuvo  fnerade  peligro.  El' agradecido  monar- 
ca I)(iiii^:diéi  su  memoria  las  malas  impresiones,  y  dijo  ni 
vjto^rahioJábcXor  erque  44»f>puo^  d('  ))ies  á  él  le  debía  la 
Yida.i) 

14 


210 

Este  es  el  origen  del  justo  favor  que  ha' gozado  Cas- 

tpUó ,.  empleado  después  fiiku  la  cordura  y  moderapMn  de 

que  hay  pocos  ejemplos  ;  utilizándole  en  su  mayor  parta 

para  gran  beneficio  de  U  noble  medicina.  .     i!' 

.n  salidamente  posesionado  del  favor  del  monarca,  su 

Erij^a^r  cuidado  fué  aprovechar  tan  venturosa  ocaiiton  en 
eneíicio  de  sus  compaü^os  depuestos.  Hubo  algos  mi* 
nistro  consejero  que  indiciiba  al  señor  Gastelló  ptdiéia 
solo  .para  ¿1  y  su  hijo ;  pero  contestó  prontamente  ífm 
su.hijp  seguiría  la  suerte  de  los  demás.  < 

.,  Tan  noble  proceder  fué  recibido  con  universal  aplaiH 
so  :  y  la  poesía  proscrita  y  enmudecida  entonces  halló 
ocasión  propicia  para  mostrar  sus  ricas  galas  y  floridoa 
pensamientos.  ■'■'■■:. 

^.  Celebraba  el  poeta  entre  otras  cosas  la  virtud  de  Ja 
medicina*  y  nombraba  á  los  catedráticos  de  Madrid  ^-ea^ 
cepto  al  benemérito  v  malogrado  Mosácula,  que  no  hflÉi 
sido  repuesto  por  hallarse.  impjMffificado  basta  en  torcena 
in^ta^cia..  Presentada  al  Rey  la-  oiMociposicioá  y  leída  por 
S.  Ál. /  4ió  motivo  á  Gastellóipara  llanur  la  atendon  éA 
spber^no  acerca  de  la  persona  que  faltaba  en  lista  y  n^ 
cordariQue  no  era  completo  el  beneficio.  Al  momeotOpreM* 
g^nló  el  Rey  quién  era  y  por  qué  causa  faltaba,  respoiip- 
di^dq.CastellÓ!,  citando  al  señor  Mosácula,  que  se-hallari' 
b^lVopurificado,  y  cuyo  talento  era  .una  de  las  joyas  da 
^.^pseúanza.  «Pues  entonces  yo  le  purifico  y  que  sea  re^ 
pjiesto , »  dijo  el  Rey.  •     ^ 

-  Con  esta  última  providencia  quedó  la  escuela  de  Ha*- 
drid  con  el  cuerpo  de  catedráticos  que  tenia,  y  recobra-* 
do  el  brillo  y.  esplendor  tan  necesarios  en  una  corpora* 
cion  cienti&ca  encargada  de  tan. alto  ministerio. 

Gantiouiíba  Gastelló  aprovechando  el  favor  que  gosfr- 
ba  en  beneficio  de  otras  muchas  personas ,  procaraado' 
sobre  todo  neutralizar  los  efectos  de  la  persecucien  poU^' 
tica  que  sufrían  algunos  médicos  ,  acusados  de  pertene- 
cer á  sociedades  secretas  ,  ó  de  tener  parte  en  conspira- 
ciones descubiertas  y  severamente  castigadas,  libranaolisi 
la  profesión  del  terrible  yugo  de  la  reacción.  Obtuvo  por 


.911 

■  » 

ultimo  una  real  orden  para  que  se  alzase  á  los  alumnos 
y  profesores  que  habían  pertenecido  á  la  Milicia  nacional, 
la  prohibición  de  continuar  la  carrera  y  hacer  oposici^ 
nes  á  las  plazas  Tacantes  de  la  facultad ;  cujo  ejemplo  ra- 
cional y  decoroso  abrió  la  puerta  á  otras  carreras  para 
conseguir  iguales  bencGcios. 

El  hombre  que  abrigaba  en  su  cabeza  ideas  l^n  eleva- 
das acerca  del  respeto  que  merece  el  profesorado ;  que 
consideraba  i  la  enseñanza  fuera  de  los  reveses  de  la  po- 
lítica j  de  su  maléfica  influencia,  no  podia  menos  do  con- 
cebir algún  pensamiento  para  el  porvenir  ¿c6mo  no  ha 
dé  merecer  las  mas  altas  consideraciones  el  hombre  que 
ilanado  en  sus  estudios ,  no  descansa  noche  y  día  para 
llegar  á  conseguir  un  lugar  distinguido  entre  los  miem- 
bros de  la  universidad ,  que  vela  con  esmero  y  cuidado 
Sara  difundir  los  conocimientos  entre  los  ióvenesqueJban 
e  formar  la  sabiduría  del  Estado?  Esas  altas  capacidades 
que  desean  el  honor  de  servir  al  público,  superior  á  cual- 
niier  otro  por  tener  bajo  su  vigilancia  y  cuidado  el  go- 
merno  de  la  ciencia,  deben  respetara  hasta  en  la  liber- 
tad de  sus  actos ,  sin  poner  cortapisas  á  su  ingenio ,  cen- 
sura á  su  ilustración.  Solo  así  podrán  vivir  en  la  atmós- 
fera de  las  inspiraciones,  donde  la  libre  respiración  osla 
Eimera  condición  de  las  grandes  ideas.  Para  que  los  ta- 
ctos se  presten  á  difundir  lo  que  han  aprendido,  es  ne- 
cesario, ja  que  abandonan  la  especulación  de  las  empre- 
sas particulares  ,  rodearles  de  la  seguridad  en  la  retribu- 
ción j  y  de  la  seducción  que  lleva  consigo  la  estabilidad  y 
consideración  de  la  universidad.  Solo  asi  podrán  satisfacer 
la  noble  ambición  de  sus  esclarecidos  talentos. 

Andaba  el  tiempo  y  con  él  crccia  el  aprecio  que  había 
conquistado  nuestro  Gastelló.  Libre  ya  la  nación  de  la  fe- 
rocidad de  los  primeros  tiempos  de  la  reacción  ,  crejó 
prudente  ensayar  las  ideas  de  reforma  que  por  tanto  t¡em-> 
po  habian  agitado  las  escuelas  médicas.  Renacía  tan  l>e- 
lUidea  á  cada  instante  en  su  mente,  v  estaba  resuelto  ¿ 
poner  en  juego  todo  su  poder.  Tres  puntos  llamaban  su 
atención  :  la  enseñanza  médica ,  el  ejercicio  de  la  prof«- 


»aí2 

^ióh' y  el  bienestar  de  lo¿' profesores. 'La  empresa  era 
atrevida,  las  rivalidades  $rfandos,  los  ¡intereses  de. lócalír 
dad  poderosos  ;  pero  no  vaciló  su  convn'cion  ante  tama- 
flos  obstáculos.  Ki  fü^obierno  era  la  espresion  de  una  vo- 
luntad, y  esta  se  inclinaba  propiciamente  á  complacer  los 
deseos  del  reformador.  Kra  por  consiguiente  cuestión  de 
tiempo  teniendo  de  su  parte  la  oportunidad. 

Siendo  la  educación  pública  el  mayor  interés  de  una 
nación  civilizada  y  el  mas  apetecido  ohjclo  de  la  arnbicioo 
de  un  partido  6  de  un  (i^()))¡(.|*iio,  no  podía  desaprobar 
Galomarde  lo  que  podia  darle  glofta.  Agitada  tan  íj^raiiáé 
cuestión  en  Europa,  casi  todas  las  nacione'í^  con  ligeras 
diferencias  babian  conseguido  la  unión  de  dos  miembros 
de  an  mismo  cuerpo  (pie  no  pueden  vivir  separados.  aOm-r 
nes  tnedicinaí  parles  ilu  connrxm  surtí  ul  tx  tolo  separari 
non  possint ,  sed  ah  eo  nomcn  Iraluint  h.qúo  plurimumpe^ 
tunt,y>  Cels.  ,  de  Medicina  lib.  8. 

Las  facultades  de  Pavía  ,  Vadua  ,  Prapja  y  el  colcfpo 
de  Perfección  de  Tlorencia  :  las  universidades  de  Heidel- 
berg,  Gotinga,  Berlin,  Viena,  Haden,  Municb  y  Bonna; 
lásde  Londres ,  Edimburgo  y  Dulilin  ,  todas  gozaban  de 
una  enseñanza  mas  6  menos  eslensa  de  medicina  y  ciru- 
jía.  La  Francia  sobre  lodo  poseía  sus  tres  facultades,  Pa- 
rís ,  Strasburgo  y  Monlpeller  (pie  comunicaban  á  nues- 
tra España  el  gran  moviniicmto  científico  (pie  se  señalaba 
en  todas  las  escuelas  de  Europa.  Flotaba  entre  tanto  la 
medicina  española  entre  los  colegios  \  univeríiidadesi 
apartada  de  la  unidad  científica  tan  necesaria  para  su  pro- 
greso intelectual. 

En  vano  los  ensayos  d(;l  último  siglo,  lo.s  traba j oí?  in- 
cefWint(»s  de  varias  comisiones,  entre  iA\:\<  la  de  1822,  ha- 
bían hecho  patente^s  las  ventajas.  El  inlei^s  particübiry  el 
dcalflfunas  bn^alidades  l.ichaban  (O.i  ronslnncia  hasta  ven- 
cer 4  los  reformadores.  La  líU'.íi'rina  universitaria  había; 
abandonado  ia  (•iriíjía  ohiilando  los  ¡lombres  dc'ChírriT' 
1K>',  Montaña,  l)a/u-(!hacon ,  Di,:/.,  FríigOí.o,  Arccís,  At- 
caráz  ymil  otros  í|uc  dieion  iustrí!  y  grandeza  á  Sus'i^ 
ninIflM,  Piir  otra  |»arlf'  los  "o! -^iios^le  Wndrid     Cadtis  V 


3Ni 

Karcoloii:!  no  so  rontontabnii  ron  ol  ostrcrlio  rainpo  (|uc 
los  señalaban  sus  orclnian/.is  ,  \  st*  t'viraliniilalian  vi\  la 
práiiii'a  los  (lisoÍMnlos  ruii  il¡s|>;il.i.s  v  r¡\.iii(latl('s  (|iio  nton- 
guaban  ol  clororo  \  <l¡«rnnl.ul  «K»  la  .-¡oiu'ia.  Kl  mñlivü  pu- 
ro con  ^«1  onli4o«;i:i  inro:n:'!-M)>iltK' ,  rnninalia  por  iiiia 
sciula  tino  aponas  no. lia  i<>íuu\m*,  \  a  fiUT/a  ilo  apartar 
las  iiulo/as  ({.lo  á  ri<la  ¡:>l:uilo  (UMihaNan  á  u  ra/on  la 
vonliul  <[uo  solo  pi*,'ia  al;';'.:i/ u*  ov  analvíjíia.  i  11  vi ru juno 
latino  líriínlloso  i-on  si;  or^i.oiicisnio,  n'Millailo  ilo  su  ma- 
terial onsofiao/a  ,  ¡n\a(l¡a  ol  lor;\Mio  prol'.uio  tío  la  palo- 
logia  inlorna  «¡liO  pi>!o  oonoriiiiicníos  \  nióloilos  tilosólicos 
Jo  quo  rarocia  para  poilor  do^cuhrir  la  \onla(l  on  nio- 
dicina.  l-lran  dos  olonu utos  separados  (pío  podian  unión, 
si  la  oionoia  laódioa  IiaUia  do  roiMoor  oon  al^nn  brillo 
pira  podor  rooobrar  la  gloria  do  sus  si[;ios  ¡>asados.  Kran 
dos  hornianos  nxii^  >o  podian  auxilio  á  oada  inslanto  ;  (|ao 
no  podian  oaríuuar  un  sti'.o  paso  soparados  ;  v  á  (|uiencs 
nuuitenia  on  pkM*[>ólua  jíui^rra  ol  inlorós  nio/quino,  nuilí- 
lando  on  parlo  oxtorna  ó  inlorna  oonio  si  fuoson  dos  sív 
res  dislinlos,  la  !)olla  ur.idad  do  la  organización  humana. . 
Vi\  nuinionlodo  oonsidoraoioií  sobro  lan  lorribloanar- 
qaia  debia  sol¡rii,-:r  pronlo  nMuodio :  n  oualtpiiora  on  mo- 
mentos lan  oportunos  Imbiora  acomotido  i^ual  omprosa.., 

Era  prooiso  dar  á  la  nu'dioina  ¡a  unidad  «pío  conslitu- 
jc  su  j;ranilo/.a  v  su  hiiníanitario  ptulor;  dojando  al  oa- 
ricUT,  inolinaoion  j.  voluntad  do  oada  uno  la  parcialidad 
quo  (piisioro  abrazar  on  su  ojercicio. 

Abraza  por  último  la  roli)n  .:i  nuostro('aslolló,,.rtív¡- 
^iikIocou  una  comisión  U)\<  Iraltajos  do  1S:22,  modifican-  . 
Jólos  sogun  orovoron  oon\on¡onlo  ;  j  dando  pin*  rosuUa-  , 
íí>ol  famoso  lioglanunto  do  I8:ü7  ipu*  comprendo  las  par- 
les siguionlós:  ' 
1.*    Dos  olasos  do  profosorvs,  l;m  distantes  la  una  do.: 
otra,  que  nunca  pmlior.in  confundirso,  j  oon  atribu -.  . 
í'iones  ó  inslrncclon distintas.  La  |)nmora  (¡amada médicva- 
cirujano,*  representábalas  necesidades  do  la  ciencia  V\> 
llenaba  los  grandes  deslinos;  la  secunda  ciinj^tiotísaa—, 
¡/'■arforcí.  oran  los  ayadantos  de  ^a  Í  iridia  eu  ^vv  fiWVii  \('j{3{^^\ 


8 


\ 


214 

Sueña  y  partos ,  librando  á  la  medicina  de  la  parte  que 
cprime  su  orgullo. 
2.^  Repartió  la  enseñanza  en  los  tres  colegiosde  Bar- 
celona ,  Cádiz  y  Madrid ,  dejando  las  universidades  en 
ie  en  la  parte  médica ,  por  la  terrible  oposición  que  ha- 
ló basta  en  el  gobierno  que  se  opuso  á  tal  medida. 

3.^  Un  número  de  catedráticos  posible,  atendido  el 
escesivo  de  escuelas  ;  y  oposiciones  rigurosas  para  llegar 
á  tan  alta  consideración. 

La  primera  parte  es  todayiala  necesjdad  actual,  aun- 
que no  sea  la  perfección :  y  si  el  escesiyo  número  de 
sangradores  abruma  la  profesión,  cúlpese  á  los  que 
han  abusado ,  no  poniendo  coto  al  intolerable  esceso  de 
alumnos  cirujanos  que  han  ingresado  sin  necesidad  en 
los  colegios ,  y  no  al  legislador.  Si  el  decreto  de  1842  se 
hubiera  dado  en  1835 ,  nuestra  situación  seria  mas  bo- 
nancible. Si  la  enseñanza  médica  se  hubiera  (en  la  mis- 
ma época )  abolido  en  las  universidades  ,  pues  no  había 
otro  remedio ,  también  seríamos  mas  considerados  todos. 
Y  no  se  di^a  por  esto  que  atacamos  la  cuna  de  las  glorias 
médicas  del  siglo  XYI  y  XYII ,  no  :  porqué  asi  como  es 
racional  que  las  Cortes  se  reúnan  en  Monzón  porque  alIl 
tuvieron  su  época  gloriosa ,  tampoco  lo  es  que  la  noiedi- 
cina  vaya  á  vivir  á  Cervera  ó  Toledo,  teniendo  Madrid 
y  Barcelona  que  llena  mejor  su  misión.  Y  prueba  de  lo 
racional  de  aquella  división  de  dos  clases  de  profesores 
cs>  que  las  comisiones  que  han  entendido  mas  tarde  en 
reformas  ,  han  seguido  el  mismo  camino ,  sin  mas  dife- 
rencia ,  que  la  de  estender  la  enseñanza  para  los  prime- 
ros con  un  titulo  mas  pomposo,  y  hacer  lo  misnoo  con 
los  segundos ,  que  tal  vez  no  produzca  tan  útiles  resul- 
tados como  deseamos.  La  segunda  parte  que  comprende 
la  distribución  de  la  enseñanza  no  nos  parece  tan  acerta- 
da. En  aquellos  tiempos  tal  vez  con  un  colegio  en  Zara- 
goza ,  otro  en  Valladolid  ó  Burgos ,  el  tercero  en  Sevilla 
y  el  cuarto  en  Madrid  ,  hubiera  podido  alcanzarse  la  su- 
presión de  las  demás  enseñanzas  médicas  en  las  univer- 
sidMdeSf  ¿acíendo  sobre  lodo  á  estos  coleaos  facultades, 


215 

6i  tdadott  rott  la  nniTenidad  de  la  capital  donde  tenían 
sa  asiento,  aunque  gobernados  con  reglamentos  sop^ira- 
dos.  Ealo  dejaba  en  pió  el  sistema  univorsitnrio  y  distri- 
baia  las  localidades  mas  cómodamtMite  para  la  península 
y  total  de  aspirantes  á  la  carrera  módiea  ;  porque  no  ha- 
llamos racional  ni  posible  con  vida  tranquila  ,  una  facnl- 
tad  en  el  centro  de  la  monarquía ,  y  dos  mas  en  dos  ca- 
pitales colocadas  en  cslrcmos  opuestos  de  la  Península. 

El  tercer  estremo  no  admitía  mejora  entonces  en  el 
número;  menos  por  tanto  en  el  si^ema  de  oposición  de 
que  somoa  idólatras  hasta  el  fanatismo :  máxime  en  un- 
paia  donde  ilustres  profesores  retirados  en  su  hogar  do-* 
méstico ,  no  pueden  brillar  sin  esta  condición  desarro* 
Hada  con  justicia ,  decoro  ,  dignidad  y  noble  emulación 
Tiene  inconvenientes  qnc  engendra  el  padrinazgo  ;  pero 
es  superior  á  todos  los  métodos ,  y  solo  combatido  por 
los  que  esperan  medrar  con  intrigas  y  pnitecciou.  Tan 
mageatuoao  campo  da  la  victoria  siempre  al  mejor  adalid, 
coronando  la  frente  del  vencedor  que  brilla  á  mayor  al- 
tara en  laa  distintas  formas  y  cualidades  indispensables 
aara  el  profesorado.  Si  el  jurado  no  hace  justicia,  el  pú* 
dUgo  imparcial  recompensa  su  mérito  con  las  sentidas 
manifestaciones  que  no  olvida  nunca  en  los  momentos 
da  terrible  prueba  para  el  opositor. 

Aaf  dio  cima  á  su  primera  obra  Gastelló ,  luchando 
Dodie  gr  día  con  lo  envejecido  del  mal  que  pedia  tiempo** 
pvt  alcanzar  una  reforma  completa  y  radical ;  con  la 
locreiUe  contrariedad  do  propios  y  estraños,  «si  en  el 
gobienio  como  en  corporaciones  A  individuos  hasta  he- . 
nafidadoa  ;  con  los  apuros  del  erario,  que  se  aumentaban 
d  tañer  que  borrar  del  reglamento  el  artículo  $upretion 
i^la  enseñanza  médica  en  iat  uuiveriidadet ,  artículo  quo 
nutrió  guiado  del  espíritu  de  moderación  y  condescenden- 
cia propias  de  su  carácter,  mal  tenido  y  de  func4o  resul-^ 
lAdo  por  cierto.  Mas  el  gobierno  asi  lo  quería;  y  eon^^' 
dboió  el  fatal  golpe  que  vemos  sufrir  ahora  á  la  profli^. 
útm  uiTadida  por  un  número' crecidísimo  de  nrofesores^^ 
qaa  por  fortuna  he  principiado  en  parte  á  remca\at«e.  ILw 


ál6 

vano  se  lia  criticado  la  reforma  cu  aqiK^I  tiempo  y  des- 
pués,  llaináDdola  moxquina  ^f  |K)bre,  eéiflpBradkucon  lo 
existente  en  otros  países ,  iulriisa  ,  usimp^idora  y  mil 
otros  denuestos  sin  sentido  común  ;  a\uu  reflejan  y  refle- 
faban  mas  pasiones,  intereses  y  i^nibicion^s  personales, 
que  juicio,  razón  y  amor  ú  la  pviofosion  y  sus; profesores. 
Él  tiempo  por  fortuna  ha  recompensado  con  su  impar- 
cial aprobación  la  bondad  y  justicia  de  la  medida  en  ge- 
neral. 

No  bastaba  á  Castelló  el  decreto-ley  por  entóneos, 
cuando  la  capital  de  la  monarquía  recibifi  4su  un  local  po^ 
brc  y  miseraule  á  ios  catedráticas  y  sus^iftcipulos.  La 
noble  medicina  carecía  del  humilile  albergue  qutí  se  coiw' 
cedo  al  mas  desdichado  concejo.  OcupiJ)a  por-  desgracia' 
los  modestos  y  oscuros  sótanos  del  hos[úlal!,  donde  ml< 
podía  brillar  U  ciencia  cuando  no  íes  iluminaba  el  sol.' 
Preciso  fue  olevar  un  templo  á  la  enseñanza^  T  este  cr> 
el  principal  y  mas  grande  beneficio  de  su  proieo(!Íon.  -  ' 

Justo  será  consagrar  algunas  iinebs  .para  '[wobar  cpiei' 
nadie  mas  digno  de  ocupar  un  temfdo  quei^  la  ciencia ' 
que  cura  alguna  vez  ,  alivia  muchas ,  y  oonsuela  siompra»: 
al  pobre  desvalido.  .  '*)-•  'I 

Investiga  el  médico  con  anhelado  afán  las  ooDdicion0g>> 
del  hombre  vivo  para  alcanzar  algún  día  lo  reaiiy  posÍM' 
tivo  de  su  existencia.  UeSde  la  molécula  impei^ccptibl6'' 
que  sorprendo  en  su  retirada  función  material  hnsU  el 
aura  sunlime  qu^  anima  sn  iuleligencia  ,  .iudo«8V|)atrí^" 
monío  de  su  solicito  y  cMinstanle  esludiovJSo  le  basia.UeK 
gar  al  infinito,   y  levanta  su  mirada  |mra  penetT^k*  dal ' 
principio  ví^aí  su  recóndita  morada  ,  su  .li'y  ,  su  r^etró'yü 
voluntad :  llegando  así  á  conocer  las  fuer/as  nidícftles  de'' 
la  vida  9  y  aprovechar  oou  fruto  los  medios  poderosos  dcl- 
arte.  Con  la  observación  y.  blosófico  dogma   d&ABacon^ 
nunciado  por  UipócrateSr* conoce  la  i:  ipotencia  de  la^' 
naturaleza  al  fin.  Contempla  cuún  cerca  está>la  nadaidé' 
nU  sublimo  ci^cion  ,<  y  cuan  tri^tcr^s  la  humarrídoijqito' 
.orguUosa  con  su  perfección  orgáivka,  se  ciH»'mas  ftieri|'' 
e  y  poderosa  que  el  res4o  jdo  loa  «loros  ,  y  no  p¡cnsa>qtr0 


ál7 

l.t  porri^rtilúlúlnd  rs   una  rondicion  provisa  do  su  cu;i^^ 
lAnl<*  enrermiiHiirl.  Anido  con  ansia  á  iHMÜr  socorro  ijii 
rien^ifl  qiio  roti!<t»tva,^a  dí'spcclio  de  la  Icrrihio  \v\  í\í\]ií: 
wMwthWth  qiu'  liendra  la  dostniccion.  '  '  ;, 

DoKirosn  roiidirion  humana: :::;:   tú  qnc  pides  ru  ía 
umarirura  m*  la  vida  remedio  á  la  medicina  ,  idhcr^a  eu, 
un  |)alaei(»  al  (d)jeto  Ai^wo  \  santi»  de  ian  alta  m¡>¡oii. 

Se  overon  ios  elamorcs  ;  \  el  rej   qne  ^eia  ¿H^r  es-, 
periencia  propia  el  humanitario  poder  del  arte  s  bii  mez- 
quina vivienda  deetetA  la  lieeneia  para  la  eo.fv^itrucciuiUt 
del  Puntuoso  rdílirio  qne  hará  hou'ór  á  la  memoria  .del 
augusto  rtUMiarra  prolcclor  de  las  eieiieias  médicas.  KI 
pensainieiilt) 'í^Ta  nnligno^  las'reales concesiones  exi^ilian^^ 
|K»ro  las  oont^jitacioile»,átferc;\dos '/oposición ,  etc.,  ijUi^, 
M\  cosliiif*fe' ^n  nuestro  p:us,  y  la  fidta  de  medios  ¡íi»-, 
pidieron  su  realización  ;  hasta  mié  la  noluntad  firme   y 
dmdida  de  Fernando  Vil,  venció poV  iñspirac¡<fn  de  (las- 
iHM  todos  los  ohstáetllhs  ,  no  siii  poner  ii  pruel)a  la  la^  • 
boriosidad ,  constancia  ^¡  Robles  deseos  del  protegido  i|ue. 
ühtuvo  Ires  reales  órdenes  para  el  mismo  onjelt» ,  recha- 
zando en  \(i  última  toda  rerlamacion  en  contra.  , 
Fue  concedida  1:^  craí'ia  en  lá  de  majo  de  I83l,  deti-  ' 
linnndo'hl  objeto  el  terreno  del  hospital  de  la  Pasión. 

Solo  un' hombt*e:que  poraha  dé  tan' elevado  favor  y 
MI  áttímo  eAfor/ado  podían  \encer  tantos  obstáculos,  su-  . 
|)OMr  lanías' difrenUades  coiVio  brotaban  á  su  alrededoj|j.,| 
l'oplin  ,  í^e  ha  llevado  A  cabo  ,  y  falla  poco  para  su^coij-  . 
ilnsion  i^ie  pide  alimonas  reformaren  la  distribuciim. 

Ahora  cuando  el  discípulo  penótni  por  primi^ra  Ve¿j, 
pn  el  nuevo  templo  de  lísculapio  ,  admira  la  ma^e.b¡iu4 . 
M  edilieio  ,  su  i¡:randeza  v  duración.  Hecibe  en  su  scuu.. 
la ilnslrarión  y  decot'Q  (pu»  necesita';  'respeta  la  dipcipU-.. 
na  tascóla  stíea ,'  porque  la  moráda'iniunde..  veu\Tacioijj.  ^ 
cov^trmpla  ron  orpnllo  los  veirtie  y  dos  si»jfos  ílid  teinm^., 
de  Cor,  sus  dri^irnias  shntoí»,  la  VeríoniVle  uistoria  que  lu^  :  ^ 
t^mtiene  ,  su  nerpétna  dnrarit»ri:  v  animado  de  taiviKi- 
humes  ideas;  ne  tan  oli;vad6^'|)ensanriQntus  como  b('utau.^ 
do  ká  palabras  qpc  cscíñcha  ,  del  tÑtJKl^^.?  i^'^^^^^^  ^^^ 


3i8 

h$  circunda  ,  y  de  los  gloriosos  ejemplos  que  recuerda 
á  cada  paso ,  se  prepara  lentamente  para  pedir  á  la  his- 
toria un  lugar  honroso  al  lado  de  los  Lagunas  ,  Merca- 
dos, Valles,  Piqueres  y  Morejones  ,  brillantes  antorchas 
de  la  ciencia  ,  y  muertos  ilustres  de  la  escala  descenden- 
te de  nuestro  saber. 

Solo  en  tan  regia  estancia  podrá  el  diácipulo  escuchar 
atento  las  bellezas  de  la  medicina  ,  su  alta  estirpe ,  su 
noble  ministerio  y  sagradas  obligaciones.  Bebiendo  en 
tan  cristalinas  aguas,  nunca  se  enturbiará  su  mente  pros- 
tituyendo en  el  ejercicio  tan  humanitaria  misión. 

La  educación  que  conduce  al  hombre  al  término  de 
su  desarrollo ,  es  la  higiene  aplicada  á  la  dirección  do 
nuestras  facultades  y  funciones  durante  el  curso  de  U 
edad  ascendente  de  la  yida. 

(Loor  eterno  al  yenerable  Gastell6  cuya  memoria 
será  perpetuada  en  el  gran  anfiteatro ,  con  la  inscripcioB 
latina  que  el  tiempo  no  borrará! 

Tuyo  el  placer  Gastelló  de  lleyar  á  cabo  su  empresa 
sin  tener  la  pretensión  de  creerla  completa,  y  con  la  es- 
peranza de  perfeccionarla  sucesiyamente  yenciendo  poco 
a  poco  los  ODstácnlos  que  la  embarazaban.  Tenia  proyec- 
tadas yarias  mejoras,  entre  otras  la  de  nombrar  comisio- 
nes de  profesores  escoñdos  y  conyenientemente  dotados 
para  recorrer  los  establecimientos  de  aguas  minerales,  y, 
nacer  en  ellos  exactas  aniJisis  químicas  que  formasen  un- 
curso  completo ,  útil  para  la  enseñanza  y  gobierno  de 
los  profesores ;  destinar  algunos  á  la  traducción  esmera- 
da oe  obras  clásicas  estranjeras,  que  diesen  á  conocer  el 
carácter  y  espíritu  filosófico  de  la  medicina  de  aquellos 
paitfeís.  Para  esta  empresa  tenia  ya  prometidos  los  tondos 
necesarios ,  (adelantándose  por  muchos  años  en  idea,  tan 
útil  á  lo  oue  ahora  intenta  la  Academia  de  Pari^  con  el 
titulo  de  medeeint  voyageurs)^  pensando  también  en  me* 
jurar  el  local  del  colegio  de  Barcelona. 

No  podia  y  orificar  se  la  refcMrma  sin  alterar  intereaei.: 
y  dereoio^  admuridos ;  jfiofo  Gastelló  en  este  punto  fine 
Uinmirkéo  f  qué  nldie  pudra  «faueíjarse  de  falta  de  consi- 


919 

• 

dertcion  y  miramiento :  habiendo  respetado  á  todo  el 

mundo  bajo  un  régimen  absoluto  ,  con  la  mesura  y  dig- 
nidad que  no  superara  ningún  gobierno  liberal,  üfl  res- 
peto llegó  hasta  el  estremo  de  dejar  con  todo  el  sueldo  i 
ios  auc  quedaban  cesantes,  pagando  religiosamente  sus 
consignaciones  mientras  de  ¿I  ha  dependido. 

El  ejercicio  de  la  profesión  no  podia  menos  de  ganar 
en  consideración  con  tales  medidas ;  y  observando  que 
la  medicina  castrense  necesitaba  salir  de  tan  angustioso 
estado,  intentó  mejorar  su  posición.  Nadie  ignora  la  re- 

Sugnancia  de  los  militares  cuando  se  trata  de  dar  consi- 
eracion  y  sueldos  regulares  á  los  facultativos  del  ejér- 
cito :  obrando  así  en  contra  de  sus  verdaderos  intere- 
ses. Porque  solo  siguiendo  el  ejemplo  de  Felipe  II  v  Na- 
poleón podrán  renacer  en  el  ejército  verdaderos  aiscí- 
Eilos  de  Daza-Ghacon  ,  y  nobles  imitadores  de  Larrey, 
ibes  y  Desegnettes.  Guando  la  profesión  vea  en  el  ejér- 
cito español  recompensas,  títulos  de  Barón  y  estatuas 
que  perpetúen  la  memoria  de  las  grandes  cualidades  y 
arriesgadas  empresas  de  los  que  han  honrado  la  medicina 
y  cirujía  castrense ,  entonces  la  noble  emulación  llamará 
a  sos  puertas  y  no  serán  necesarias  reales  órdenes  para 
llenar  las  plazas.  A  pesar  de  tantos  obstáculos  pudo  pa- 
sar el  reglamento  del  (Mército ,  publicado  en  lo29 ,  que 
por  desgracia  cayó  en  1836  para  trastornar  los  bienes  que 
a<(ael  había  producido ,  sin  esperanza  de  fácil  remedio. 
Los  directores  de  baños  gozaron  de  gran  beneficio 
l)ajo  la  dirección  de  Gaslelló :  porque  las  oposiciones  que 
wi  seguridad  al  destino  y  el  sueldo  a^ignados  constitu- 
yen una  con  las  garantías  y  consideraciones  que  merece 
tan  interesante  ramo;  poco  protegido  en  la  actualidad  con 
la  interinidad  de  muchos  de  sus  directores.  Kl  reglamen- 
to de  entonres  está  vigente  ,  y  no  sabemos  por  qué  no  se 
Ueva  á  efecto  lo  que  en  él  se  dispone. 

El  reglamento  de  academias  disponía  en  su  capitu- 
lo 18  algunas  medidas  respecto  á  la  provisión  de  partidos 
cacantes  para  arreglarlos  mas  tarde  todos  »  y  mejorar  la 
^erte  de  sus  profesores.  Pero  rudamente  comWudaA  ^^\ 


"120 

los  ayunlamienlos  y  algunos  míídicos  han  caducado  com- 
ptefamciitü.  Aforlunaílamcnle  vemos  (»n  la  última  ley  so- 
bre nyuTilamieiilos  ocasión  de  mejor.ir  la  lrist<»  posición 
Aví  los  médicos  de  partido  ,  y  el  ínatituto  médico  d"  emú- 
lw:ion  se  ocupa  en  la  actualidad  de  presentar  al  gobierno 
las  bases. 

Solo  el  favor,  honradez  ,  perseverancia  y  firmeza  de. 
<:arácler  de  tan  ilustre  varón  pudieron  mantener  la  de- 
cisión que  necesitaba  para  tan  vastas  empresas. 

Andaban  los  años  y  con  ellos  crecian  alj^íinas  indis- 
posiciones d(*  su  salud.  Cayó  gravemente  enfermo  en 
Barcelona  el  juo  de  18'J8;  y  como  las  p(írsonas  reales  le 
daban  publica  y  privadamente  las  mayores  pruebas  de 
aprecio  y  estimación,  fue  honrado  varias  veces  con  visi- 
tas de  SS.  MM. ,  mientras  |)ermaneri6  en  la  ciudad,  y 
mas  tarde  cuando  se  trasladó  á  una  de  las  torres  de  su 
florida  campiña.'  En  el  Pardo  imitaron  tan  bondadosa 
atención  en  circunstancias  análogas:  y  era  tal  la  c/>nfian- 
za  qoc  inspiraba,  sobre  todo  á  la  virtuosa  reina  Amalia, 
que  gráTemcnte  enferma  en  Aran  juez  oyó  decir  al  Rey 
h^ber  apedreado  el  pueblo  de  Madrid  los  balcones  de  la 
ca.4íi'de  (^astelló  ;  y  queriendo  borrar  de  su  memoria  tan 
bfirbara  impresión,  le  manifestó  delante  de  muchas  pdN 
sonaf»  de  distinción  lo  satisfecha  que  se  hallaba  de  su 
celo  6  inteligencia  ,  diciéndole  por  último  con  sn  bondad 
y  casi  llorando:  «Cáistclló,  cuídate  ,  que  de  tu  salud  de- 
pende la  mra.» 

La  íiviníi  Providencia  conservaba  sus  dias  para  dar  . 
el  primer  "paso  en  favor  déla  corona  de  nuestra  adorada 
reiriÁ  Doña  Isabel  II.  Un  tomo  en  folio  no  seria  bastante 
parh  discutir  y  razonar  el  gran  servicio  que  prestó  Cas- 
teffó'én  la  Granja  el  año  de  18:}2. 

Atdcado  el  rey  d'c  la  gota  en  el  pecho  repentinamen- 
le'ponicnrtola'  vida  de  S.  M.  al  borde  dW  sepulcro,  poi»-* 
maneció  cuarenta  y  siete  dias  (Jon  sus  noches  sin  sepa- 
rarse del  lado  del  angusto  enfermo:  ayudado  noblemente  ; 
«m  tan  arriesgado  trance  por  los  demás  médicos  de  Cá-' ' 
luara''^  y  «por,  otros  'que  flicron  llalnadós/ 


Al  cabo  (le  olios  tuvo  la  dicha  do  confírinar  ku  tino 
práctiro  ^  ronsl.'inlr  dr.s>olo;  riiipleaiido  t(M!¿i  clasK*.  du 
rciiiodios  ,  al^lllu)s  de  ellos  á  dcspoclio  «le  la  adulnrioii 
¿ iiimuTrsia  i|uc  drscaha  mi  fuiírsta  iiiucitc. 

(Ion  tan  f^raudioso  vv\o  y  srvrra  icniplau/a  de  áninu» 
salvó  una  vida  ,  dt*  la  cnal  rslalia  juMidionUí  la  .suerte  do 
la  corona  \  el  lueiieslar  de  un  f,'ran  pneldo.  Xai  lo  roeo* 
iim'ió  la  nación  celelirando  todos  el  mérito,  ini|)ortaacia 
Y  porvenir  de  tan  {;lorios;i  jornada. 

Nunca  se  horrará  de  la  iniaf^inacíou  de  las  |KTsonaH 
entendidas  en  asuntos  de  Kstatli»  ,  cuánto  inl1u>ó  vii  luí» 
de«stinos  de  la  suerte  futura  aquel  prodigio  de  la  uumIí- 
ciña,  aquidla  \ida  artilicial  c.tuiservaila  en  tan  a|iuraiia 
trance,  continuada  <Íes|)ues  con  el  csukto  }'  cui<ladii  ilol 
representante  de  Msculapio,  (|ue  m'  acercaba  en  a<^uelloH 
momentos  á  la  divinidad  |»ara  vislumbrar  Kiis.iutei^jlos,  y 
separar  la  rnierte  cercana  ptu*  momentos,  un&ena/^indo. 
envolvernos  en  terribles  escenas  t|ue  uecehilabaa  tiejnp<>. 
para  ser  eoujuradas. 

(ion  ra/.on  puede  decirse  que  la  mano  del  veuerubUv 
Castelló  (*s  el  priuu*r  eslabón  de  la  cadena  que  mas  tar- 
de rt>n  heroicos  sucesos  habian  de  consolitlar  la  corona 
ni  la  se<;u!:da  Isahel.  Por  Um  seualadtis  servicios  si)  cmK 
cedieroii  á  los  médicos  algunas  gracias,  siendo  las  de. 
Castrlló  las  siguientes.  Una  pensión  de  ü,t)(H)  reales  para 
d()s  (le  sus  hijos  menores.  La  gran  cruz  de  Isabid  la  (ia- 
tólira  por  parecer  á  ciertas  personas  demasiado  li'i.gran 
crux  (le  darlos  III  (pie  hahia»  mandado  SS,  «MU.  Sin  en- 
foiUrar  en  el  Sr.  Ciaslelh)  uh  c.uhallero  exigiuile  que  hi-» 
^'>('se  valer  su  inlliijo  para  0!spcUc  la  volunl.id  del  mo-rr 
u^rca,  Por  scrviciits  anteriores  se  le  concedió  ea  I8*i0 
'3  (TU/.  |)ensioiiada  de  Carlos  III. 

has  pensiones  raducaron  con  la  lev  d«'  prestí pU(.\s las 
u(-  IS.')')  que  abolla  las  <|ue   no  luesen  por  servicios  Iuh, 
^noK  ai  listado  ;  v   no  parece  t.d  la  salvac.ioa  il*  la  vida, 
^1*1  re V  hajo  ei  iniíiijo  de  !a  medicina.  Iiéa(pií  iiha  prue- 
"!>  (le  la  nec(\sidad  (le  hallar  siempre  en  Jas  C,()rLi>  rcpfe.-. 
^'lilailas  todas  las  elases  de  la  sociedad:  no  «dvidaria   líi 


939 

medicina  pedir  para  alguno  de  sns  ilnstres  miembros  nno 
de  los  muchos  tUolos  ()ue  se  prodigan  á  los  que  acuchi- 
llan toda  su  vida  á  la  pobre  humanidad. 

Cuando  los  augustos  padres  de  la  reina  doña  Maris 
Cristina  estuvieron  en  Madrid,  concedieron á Gastelló la 
oruc  do  Constantino  de  Ñapóles.  Mas  tarde  murió  el  rey, 

JIos  nuevos  sucesos  alejaron  á  Castelló  de  la  escena  m¿- 
Icaadministrativa,  conservando  sin  embargo  su  influencü 
eomo  médico  de  Cámara  ,  v  ayudando  con  sus  utilisimoi 
consejos  para  ( oder  alcanzar  satisfactoriamente  el  desar- 
rollo de  la  augusta  descendiente ,  llevado  á  cabo  feliz- 
mente. 

Al  dejar  completamente  en  1836  la  parte  que  el  go- 
bierno lo  habia  conferido  en  la  Dirección  de  Estumoi 
el  11  de  junio  do  1835  ,  no  habia  olvidado  su  idea  favo- 
rita ;  y  remitió  i  la  misma  Dirección  una  memoria  qoe 
no  ba6ia  podido  leer  por  impedirlo  su  salud  y  el  servi- 
cio que  prestó  entonces  en  los  sitios  reales.  Allí  se  coo- 
síf^nau  las  reformas  que  exigian  nuevamente  los  regla- 
mentos de  la  ciencia  de  cumr;  bien  persuadido  que  la 
importancia  de  un  código  médico  para  la  ensedaoza ,  j 
otro  para  el  ejercicio  de  la  medicina  bien  dirigidos,  ha- 
rían mas  bien  á  la  ciencia  qoe  cien  afios  de  imprenta.  E^ 
eHa  acompaAa  un  trabajo  sobre  el  servicio  do  sanidad 
militar  contra  lo  dispuesto  por  Mendizabal .  que  despojé 
á  lo»  ttiédicos^'írujanos  de  las  plazas  ganadas  por  opo- 
siciou .  y  ttu  presitpueslo  comprobando  las  veutajas  <bl 
reglamento  de  18á9. 

Asi  concluye  la  vida  científica  del  E.\cn:o.  Sr.  Don 
Plídro  Castellón  primer  BiédicO"CÍrujaai>  de  SS.  >Df .  Re- 
lirado  en  su  estancia  hace  algunos  Jilos  .  ha  visto  pasar 
loo  graves  sucesos  que  nos  han  agitado  con  lenribie  cruel- 
dad. El  amor  de  su  tuiuíKa  y  la  brillante  pusiciou  que 
sus  hijoa  habían  adquirido  satist^acia  su  vejez.  H¿is  el  ler- 
ribie  destino  ha  querido  acibarar  (os  altiiuos  iias  del 
aactauo  venerable .  no  alcanzando  su  eioucia  a  poner  coto 
i  golpts  tan  crueles.  El  primor  hijo  ,  hoiiri  v  pr:.v.  do  la 
awüciua  espailoia .  médk^o  de  Cáman .  boiiemorilo  ca- 


iadrático  y  célebre  por  la  eradicion ,  diitingoido  mérito 
j  íiDoe  modales «  sacnmbió  el  «fio  42  en  Barcelona.  Sa 
legando  hijo,  catedrático  de  jnrispmdencia  y  tan  claro 
eatendimiento  como  severa  y  modesta  virtad  marió  el 
lio  43.  Solo  una  cristiana  razoo  ,  y  el  hábito  de  conti- 
anas  resignaciones  ,  han  podido  en  su  ancianidad  sobre- 
Datar  golpes  tan  rodos ,  repetidos  en  tan  corto  espacio, 
robándole  la  dulce  esperanza  de  hallar  en  sus  sucesores 
foien  defienda  la  nobleza  de  sus  acciones ,  los  grandes 
beneficios  j  glorioso  ponrenir  que  ha  sefialado  á  la  medi- 
cina. Pero  no  ,  yencral^e  anciano:  no  faltan  hijos  de  tu 
escuela  que  derraman  alguna  lágrima  por  ti,  y  recordarán 
eon  yalentia  los  seryicios  que  tan  carifiosamente  has  pres- 
tado á  la  medicina  patria.  En  su  noble  corazón  hallará 
aempre  eco  tu  glorioso  nombre ,  que  nos  guiará  en  la 
lenda  dificil  que  emprendimos. 

Entre  tanto ,  olvida  á  los  que  recuerdan  con  malicia 
los  errores  quo  hayas  podido  cometer  ,  y  de  que  ningún 
nortal  está  exento.  Prudente  en  la  prosperidad  como  en 
la  adversa  fortuna ,  has  sabido  conservar  tu  puesto ,  ais- 
lado Y  modesto  en  medio  del  bullicio  y  pompa  de  la  corte 
lin  abatirte  la  ingratitud  de  muchos  y  la  mflexibilidad 
leí  destino.  Quiera  el  cielo  prolongar  tus  dias  hasta  que 
leas  afianzados  los  sucesos  que  ha  creado  tu  entendimien- 
to y  conservado  tu  acierto ,  cariño  y  noble  intención.  Y 
i  la  sombra  de  tus  venerables  canas  halle  el  amor  de  los 
Ujoi  que  te  restan  consuelo  á  las  grandes  afliccionest 
fíe  por  desgracia  la  triste  memoria  solo  olvidará  en  la 
tom&i. 

Da.  Calvo  y  Martoi. 


«'ti: 

i.*í;-.ii!  ciúillllii/.iii   ,  .Titi'jüiü'lf)  11»"  ■«»    ■••••i'ii   •»  /  «j-ii 
iií<     • ."  Í«jT  ■'íi   "'.  V  iMlr.  .'    í» -i  ■•ti-,':  •  ,      ,   í  •   ., 

I  .    .«r.i     I  :  ,    !    ■     "»•■;    /.;••.■.-      :.     -i      ,.     'im,;! 

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ai..&siiJS'i'i»i 


■!•■ 


DON  AGUSTÍN  DURAN. 


A  or  el  estudio  tan  profundo  que  ha  hecho  desde 
sus  primeros  años  de  las  Humanidades  ,  por  la  filosofía 
<^Q  que  ha  tratado  las  mns  difíciles  cuestiones  de  litera- 
tura y  de  crilica  ,  y  por  el  ioflujo  que  ha  ejercido  en  el 
nueyo  rumbo  que  ha  seguido  el  drama  español ,  no  puc- 
hen jcjar  de  ser  importantes  y  al  mismo  tiempo  instruc- 
^¡vaslas  noticias  que  demos  de  los  estudios  y  escritos  del 
sefior  Duran  ,  así  como  interesar  á  nuestros  lectores  las 
í^e  conciernan  al  carácter  y  demás  circunstancias  de 
^n  escritor  tan  conocido  y  tan  justamente  apreciado. 

Nació  en  Madrid  en  la  última  década  del  siglo  ante- 
rior. Fueron  sus  padres  don  Francisco  Duran ,  médico  de 
'a real  familia,  natural  déla  Puebla  del  Maestre,  obis- 
pado de  Badajoz,  y  doña  Antonia  de  Vicente  Yañez.  Su 
Nre  ei^  no  solo  un  hombro  profundo  en  su  profesión, 
^ino  que  además  estaba  versado  en  otras  yarias  ciencias: 
^  hallaba  dotado  4e  ctáro  entendioiioiito  >  de  exa^^V^ 

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juicio ,  y  de  una  cabeza  perfectamente  organiíáda.  Ape- 
nas (eniA  don  Aguslin  4  años  ,  cuando  falleció  su  madre 
en  la  llor  do  su  juventud.  Hallándose  enfermo  casi  desde 
su  naciinienlo  de  la  plaga  cruel  tan  común  en  el  clima 
de  Madrid  y  que  acelera  tanto  el  desarrollo  de  la  inteli- 
gencia como  debilita  las  fuerzas  físicas,  fué  confiado  el 
cuidado  de  su  persona  y  asistencia  á  un  lio  suyo,  y  á  una 
buena  señqi^  que  le  sirvió  de  madre  tierna  y  cariñosa. 
Esta  fué  la  que  plantó  en  su  corazón  las  primeras  semillas 
de  los  sentimientos  morales  y  religiosos,  que  tan  arrai- 
gados se  han  mostrado  después  en  el  señor  Duran.  Ha 
confesado  siempre  francamente,  que  estas  primeras  ideas 
concebidas  en  ia  infancia  contribuyeron  á  templar  las 
impresiones  que  produjo  en  su  alma  la  fdosofia  del  siglo 
XVHI ,  asi  co!no  esta  lilosofia  le  impidió  que  aquellas 
primitivas  ideas  llegasen  á  fanatizarle. 

A  la  inteligencia  y  cuidados  de  su  sabio  padre  puede 
decirse  que  debió  la  vida.  Guando  volvió  al  seno  de  sa 
familia  ,  conoció  aquel  los  graves  progresos  que  habia 
becho  en  su  hijo  la  fatal  enfermedad,  y  lo  necesario  que 
era  darle  una  educación  física  que  fuese  capaz  de  ir  su- 
cesivamente desarrollando  sus  fuerzas.  Para  eso  se  pro- 
puso acostumbrarle  al  ejercicio  y  á  la  fatiga.  Acompañá- 
bale en  sus  juegos,  procuraba  templar  sus  dolores,  y  al 
mismo  tiempo  alimentaba  su  espíritu  con  el  estudio  y  coa 
la  lectura. 

En  mayo  de  1801  pasó  á  estudiar  al  Seminario  de 
Yergara ,  mas  con  el  objeto  de  mudar  de  clima  que  coa 
el  de  adclanlir  eu  sus  estudios  Con  todo,  en  este  semi- 
nario estudió  latinidad  y  humanidades ,  y  adelantó  no  poco 
en  la  biología  y  en  los  elementos  del  cálculo  y  de  la  geo- 
metría. Aunque  la  mayor  parte  del  tiempo  que  estuvo  en 
este  seminario  lo  pasó  en  la  enfermería  ,  no  por  eso  de- 
jaba los  libros,  y  era  la  lectura  su  único  consuelo. En- 
tonces, y  alternando  con  libros  de  devoción,  principiaron 
por  la  primera  vez  á  recrear  su  imaginación  las  novelas 
antiguas,  las  comedias  de  Calderony  Moroto,  los  roman- 
ces  de  io»  doce  Pares ,  los  Atoriscos,  los  4^1  Cid  j  otros 


927 

onchcMU  Su  ioitginacioii  se  cxtlUba  €K>u  frecuencia,  y 
«obelaba  por  ser  ó  predicador  ó  caballero  andante   Al 
cabo  de  3  años  toIvió  á  los  brazos  de  su  padro ,  dospues 
de  haber  olvidado  ellalio  y  las  inalemáticas;  pero  llena  su 
cabeza  de  ideas  heterogéneas,  de  prevenciones  inlinilas; 
su  corazón  de  buenos  y  nobles  senúinientos,  v   su  ima- 
gbacioD  en  estremo  exaltada.  Su  padre  so  dcJicó  ¿.  cor- 
regir los  yicios  de  su  educación  moral  6  intelectual .  Co- 
nociendo que  su  alma  se  hallaba  apocada  por  el   miodo 
de  los  difuntos  y  do  las  apariciones ,  le  hizo  asistir  á  va- 
rias disecciones  anatómicas,  consi)(uiendo  al,  tin  queso 
{amiliarizaso  con  los  cadáveres.  Fu6  su  padre   el  que 
acompañándole  en  sus  primeras  leclums,  y  por  medio 
declaras,  exactas  y  breves  esplicaciones,  lo  suministró 
desde  luego  las  ideas  de  lo  bello  y  de  lo  bueno,  ense- 
fiáodole  á  discernir  el  grano  de  la  cizaña.  A  ello  contri- 
boyó  no  poco   su  asistencia  á  la  casa  y  tertulia  de  don 
Manuel  José  Quintana ,  cuya  amistad  empezó  á  gozar  el 
señor  Duran  desde  sus  mas  tiernos  años,  y  de  cuyas 
observaciones  y   consejos  sacó  mucho  fruto.  Oia  con  la 
mayor  atención  las  conversaciones  científicas  y  literarias 
^oe  se  agitaban  entre  los  concurrentes  á   esta  tertulia. 
En  la  universidad  de  Sevilla  siguió  los  cursos  de  fi- 
losofia  y  de  leyes,  que  concluyó  en  1817,   habiendo  re- 
cibido los  correspondientes  grados  académicos,  y  desem- 
l^do  con  lucimiento  tanto  estos  como  los  demás  actos 
literarios.  En  aquel  año  fué  nombrado  por  S.  M.  para 
imtbeca  de  colegial  mayor  en  el  de  Cuenca  en  Salaman- 
eiqoe  renunció  después.  En  el  mismo  año  se  recibió  de 
^bagado  en  la  Ghancilleria  dc.Valladolid 

Habiendo  vuelto  al  lado  de  su  padre  lo  creyó  ésto  en 
diiposícioa  de  emprender  estudios  mas  sériosi;.  y  en  po-r 
COI  meses  se  halló  en  estado  .Ae  entender,  á  Virgilio  y  á 
Horado  «  y  de  leer  y  comprender  mueha  parte-  de  los 
libros  de  Glairant  y  Lacroix:  estos  estudios  los  amplia 
<ifipiie3  bajo  la  dii'eocioQ ;  de  su  escelente  y  sabio. amigo 
^u  Alberto  Usti^,  euyos  .numerosos  discípulos  ianto  se^ 


2^ 

muchos  afios  á  esta  parte  ha  habido  úñt  época  en  qnip  no 
se  cuente  en  el  ministerio  algún  discípulo  suyo  ;  en  el 
actual  podemos  citar  al  señor  ministro  de  Hacienda.  En 
los  pocos  mese»  que  recibió  el  señor  Duran  las  lecciones 
del  señor  Lista  se  perfeccionó  en  las  humanidades,  con- 
trayendo una  yehemente  afición  á  las  buenas  letras ,  y 
hallándose  en  disposición  de  hacer  mayores  progresos 
en  las  matemáticas.  «  No  puedo  sin  gratitud  recordar, 
nos  ha  dicho  el  señor  Duran  muchas  yeces,  aquellas  horas 
que  pasaba  á  mi  lado  con  inmensa  paciencia,  esperando 
^ue  el  dolor  diese  treguas  para  la  enseñanza :  á  veces  sa 
conversación  era  el  único  consuelo  que  tenia  ,  cuando 
el  cirujano  salia  harto  de  sajarme  y  martirizarme.  x>  Sí- 
guió  el  señor  Duran  la  carrera  de  leyes  sin  especial  afi- 
ción ,  y-  solo  por  obedecer  á  sn  padre.  No  sucedió  así  con 
los  estudios  que  emprendió  privadamente.  Leyó  y  es- 
tudió en  compañía  de  éste  las  obras  filosóficas  de  Aris- 
tóteles, despojadas  por  la  csplicacion  del  mismo  de  las 
sutilezas  escolásticas:  juntos  estudiaron  también  á  Loc-^ 
que,  Condillac  y  Destlut-Tracy ,  á  Descartes,  Leibñitz  y 
Platón;  y  juntos  leyeron  varias  obras  teológicas.  Dé  esta 
manera  adquirió  su  inteligencia  bastante  desarrollo  para 
poder  después  comprender  fácilmente  las  obras  metafísi- 
cas de  Kant  y  sus  discípulos  ,  de  Bader  y  los  escoceses.- 
Su  padre  lo  enseñó  después  los  elementos  de  Química ,  FV 
sica,  Historia  Natural,  etc. ,  esplicándole  los  diversos 
sistemas^  principios  y  fundamentos  de  dichas  ciencias. 
Hasta  aquí  llegó  la  educación  de  su  padre  y  do  sus  maes- 
tros; en  adelante  ya  trabajó  por  su  cuenta.  Entonces 
principió  á  manifestarse  en  61  su  afición  á  las '  disca-^ 
siones  :  la  facilidad  que  llegó  i  adquirir  en  la  indaecion 

Ír deducción  de  las  ideas,  establecidos  los  principioa-,  foé 
a  causadé  sus  adelantos ,  y  del  susto  que  ha  tenido  siem- 
re  por  las  investigaciones  profundas.  La  economía  pso- 
itica  y  la  historia  las  estudió  el  señor  Duran  con  espe- 
cial predilección ,  y  siguiendo  en  ambas  un  boen  cami- 
no. Hizo  un  estudio  serio  :de  la   literatura  franceM,  j 
por  ua  momeuto  se  dbtra}o  4e  •  su  emor  á^  la  eupaft^  j 


g 


999 

filé  todo  un  clásico ,  y  renegó  de  Lope  do  Vega ,  do  Cal- 
derón y  doMbrcto.  liemos  oído  al  señor  Duran  confesar 
francamente  que  estelo  hizo  mas  por  vergücn/.a  que  por 
sentimiento  ó  convicción. 

Puesto  al  frente  de  su  casa  y  bastante  restablecido 
de  su  enfermedad  ,  se  ocupaba  constantemente  en  cul- 
tivar varios  ramos  del  saber  ,  siguiendo  la  marcha  y 
£  regresos  de  ellos,  y  particularmente  en  la  política  y 
[literatura.  Desde  entonces  sucesivamente  ha  ido  for- 
mándose una  escclente  biblioteca  de  libros  raros ,  pre- 
ciosos y  escogidos :  en  estos  y  en  su  rica  colección  de 
comedias  ha  gastado  una  suma  muy  considerable. 

En  el  año  de  1821  fue  nombrailo  oficial  de  la  Direc- 
ción general  de  Estudios ,  liabienilo  ascendido  con  pos- 
terioridad á  la  clase  de  primero :  en  este  ramo  hizo  es- 
peciales é  importantes  trabajos,  y  continuó  en  este  des- 
tino hasta  la  entrada  de  las  tropas  francesas  en  1823, 
desde  cuya  6poca  no  obtuvo  empleo  alguno  hasta  el  do 
1834  ,  en  que  fue  nombrado  secretario  de  la  inspeecicm 
de  improntas  y  librerías  del  reino,  y  poco  después  híblio- 
tecario  primero  y  decano  de  la  biblioteca  nacional. 

Según  las  ideas  y  sentimientos  que  en  su  educación 
se  había  formado,  el  señor  Duran  ha  proiesado  y  profe- 
sa ideas  liberales  y  populares.  Sus  opiniones  son  verda- 
deramente templadas  ,  amando  siempre  las  reformas  pa- 
cíficas ,  hijas  del  tiempo  y  la  ilustración ,  y  reprobando 
los  medios  revolucionarios  que  retardan  los  progresos  de 
la  humanidad^  lia  solido  decir  á  sus  amigos ,  que  el  inar- 
ürio.de  los  que  defienden  una  idea  es  el  triunfo  do  ella; 
¡tanto  detesta  los  medios  violentos  qne  ensalzan  á  los 
perseguidos  y  arruinan  á  los  perseguidores! 

Aunque  el  señor  Duran  ha  trabajado  mucho  en  la  li- 
teratura ,  ha  escrito  relativamente  poco.  Si  en  todos  sus 
escritos  y  en  las  demás  obras  que  ha  publicado,  ha  pres- 
tado importantes  servicios  á  las  letras,  mayores  han  sido 
los  que  le  debe  la  juventud  estudiosa  ,  á  la  que  siempre 
ha  auxiliado  con  sus  consejos:  algunos  de  los  poetas  dra- 
máticoi  quo  hoy  so  distinguen  ,  deben  no  poco  á  sus  es*^ 

•  »    .:■         •       .    ;  I  .    "     ■  i * 


critos  y  oltservaciones.  Tanto  estas  como'  áqneMóB,  JKtr 
W  lógica  ,  por  su  lucidez  y  claridad  ,  por  so  estilo  sen- 
cillo á  veces,  Giras  enérgico,  y  siempre  conrenieDle, 
han  contribuid')  cGcazmenlc  á  quilar  al  iusenio  preocD- 
paciones  }  triljs  inúliles,  sin  emanciparlo  empero  de 
aquellas  reglas  cáhias  j  libiiralcs  que  moderan  los  estra- 
vlós  de  la  imaginación  ,  sin  cortarle  á  esta  las  alas  con 
que  se  eleva.  En  lodos  sus  discursos  ,  folletos  j  artículos 
se  descubre  claramente  tanto  la  naturaleza  de  sa  estadio 
favorito  ,  como  el  objeto  literario  que  en  todos  ellos  se 
ba  propuesto. 

Para  calificar  la  importancia  literaria  del  sefior  Du- 
ran ,  hay  que  considerarle  bajo  tres  diferentes  puntos  de 
vista:  comí)  humanista,  como  critico,  y  como  poeta.  Aaa- 
que  bajo  este  último  concepto  sea  tan  distinguido,  como 
en  adelante  espUcaremos,  no  puede  negarse  que  bajólos 
dos  primeros  es  en  estremo  notable ,  ya  pOr  el  corto  ná- 
ímero  de  los  que  hoy  cultivan  aquellos  ramos,  ya  pgr  los 
frutos  tan  preciosos  que  han  producido  sus  escritos  j  lis 
cbnrci'cncias  literarias  que  ha  tenido  constantemente  cpp 
todos  los  j6venes  literatos.  El  señor  Duran  ha  sido  y  es 
entusiasta  de  la  juventud  briósay  llena  de  ingenio,  que 
IiiM  cnn^liiuve  la  gloria  dé  nuestra  literatiira.  Amigo  dé 
cllii  ,  IimU.iji'i  on  afán  en'  allanarle  los  obstáculos  que  la 
"cfiílua  <iji'Piii¡i  ;i  sus  generosos  esfuerzos,  en  mostrarle 
'lus  rícii^  iiiiiKTOs  de  nuestra  poesia  nacional,  ron  ofré^ 
ci'rlo- [lias  ipie  n-glas  y  preceptos  ,  módulos  wie  aproré^ 
.cb-i'-.  ,  ■      ■  í   ■  .   ■■■■ 

£,[  discurso  que  publico  en  1828,  jó^ré,  el  inttujo  jue 
ha  ie'nidb  Ja  'tíííuo  moderna  eñ  Iq _.dacadencia  del  teoftro 
Qfiliguo  espmol,  y  lobreplmoaQ  conque  debe  ttr  eorutde'' 
rado  fárajusgar  convenifníetnenle  de  (u  tnirito  peiuliar, 
llamó  cspcGÍál mente  la  atencióo  de  los  literatos  y  de  los 
poetas  hacia  nuestro  Icatrq  antiguo ,  y  hacia  las  impor- 
tantes y  profunílas  cóniitjeracioncs  que  abraza  dicho  dis^ 
ciirso.  Este  trabajo ,  por  la  inlpligcncia  con  que  está  des- 
eiiipeiiado,;.,porDi.épa:p^'táóoportuaa  en  que  se  publicó, 
^por  la  auio^ioa^  que  le' prestaba  el  DamJbre  del  autOTt 


9?;f 

tanteriá'dóM  UnoMro  teatro  niitiffiío ,  no  podia  monos 
df  ejercer  un  influjo  podoroso  en  Ia  liternSiir.i  «Iram.íii- 
f«.  Asi  STioediAen  rfeoto,  y  puede  decirse  que  promovió, 
faciliuS  y  preparé  la  revolución  literaria  ^erÜieadn  en  los 
años  poslerioyes. 

En  el  discurso  que  hemos  inoncíonndo,  vindici  el  se- 
fior  Duran  á  nuestro  teatro  de  las  injustas  reusur.is  v  de 
lo5  sarcasmos  de  que  ha  sido  hlanco  ;  da  á  ( onnror  las 
bellezas  inimitnhlesque  encierran  las  rreaeionrs  dniin;a¡. 
cas  del  siglo  Wll,  y  eonihate  la  demasiada  ialiiud  que  sp 
hadado  A  varias  resalas  del  teatro  llaui.ido  rlásiro,  apli 
candólas  para  juzpr  del  mérito  peculiar  al  a^Miero  ro- 
mántico ,  que  por  lo  común  no  puede  admitirlas,  tanto 
por  ser  distinto  el  orí^^en  desús  creaciones,  como  por 
ser  diferente  el  mundo  ideal  en  que  las  forma,  ]^  el  modo 
cóñ  quo  considera  los  objetos,  'fres  cosas  deinuestra  el 
sefior  Duran  en  este  discurso:  Primera,  que  el  drauía 
antiguo  espnílol  es  por  su  oripren  y  por  el  modo  de  con- 
siderar al  nomhre  ,  distinto  del  que  imita  al  griego:  se- 
(Tonda  ,  que  esta  diferencia  los  constituye  dos  géneros 
div4>rsos  entn*  st,  los  cuales  no  admiten  del  todo  iguales 
rffflas  ni  formas  en  su  esnresion:  y  tercera,  que  siendo 
fl  drama  español  mas  euunentemeute  poético  que  el  cla- 
sico, debe  regularse  por  reglas  y  licencias  nías  distintas 
de  la  verosimilitud  prosaica  ,  que  aquellas  que  ¡rara  el 
Ciro  se  hallan  establecidas. 

Según  la  máxima  capital  que  se  establece  en  este  dis- 
curso, el  teatro  en  cada  pais  debe  ser  la  e^jir^ainn  idval 
fiel  modo  de  rer^  *<*w/ír,  jfiztjar  y  rxiftir  de  *us  Imhitaii^ 
le».  Por  consiguiente  ,  si  entre  nosotros  se  l*orm6  el  ca- 
ricter  nacional  de  la  me/cla  exacta  del  tie  los  pueblos  del 
Norte  y  de  los  del  Driente  ,  nuestra  poesta,  y  en  espe- 
cial la  dramática,  es  un  amalgama,  basta  cierto  punto 
lAodiRcado  ,  de  la  de  a(|uellos  pueblos,  y  singularmente 
de  la  de  los  Acabes  (|ue  «lominaroii  nuestro  suelo  ,  y  que 
introdujeron  en  /*l  el  saber,  los  hiibitos,  las  rosliimbres, 
Y  el  lujo  que  habian  aportado  del  t  árlente;  Sin  suriiues- 
trá  pb^sta  táit  eut:ta  y  flioM!)(iea  como  la  ¿éloaVr^ncoaos, 


352 

es  macho  mas  rica ,  brillante  y  fluida ;  y  sim^r  laa  aQ«> 
daz  y  exa^rcrada  como  la  de  los  árabes,  es  mas  Terosímil 
y  razonable.  Por  eso  dic^  con  mucha  razón  el  señor  Du- 
ran :  <(Si  acaso  alguna  yez  sucediese  que  nuestro  modo 
de  existir  social,  nuestros  hábitos  y  costumbres  y  nues- 
tro modo  peculiar  de  sentir  ,  se  ideiitificase  con  el  ca- 
i*ácter  de  los  franceses  ,  entonces  seriamos  también  en  el 
teatro  tan  clásicos  como  ellos,  y  el  gustó  público,  mas 
bien  que  los  preceptos ,  obligaría  á  los  autores  dramáti- 
cos á  seguir  este  impulso.)) 

Veamos  la  pintura  tan  exacta  y  tan  animada  que  hace 
el  señor  Duran  del  estado  de  nuestra  literatura  dramática 
en  el  siglo  XYI.  «El  espíritu  de  novedad,  dice,  y  la  ad- 
miración servil  de  cuanto  nos  venia  de  Francia,  forma- 
ron una  muchedumbre  de  pedantes  ,  que  sin  entender  á 
los  Mentíanos  y  Luzanes ,  y  sin  la  instrucción  ni  sensibi- 
lidad necesarias  para  discernir  el  mérito  de  los  Cornei- 
llcs  y  Hacines  ,  se  creiao  dignos  de  obtener  la  magistra- 
tura del  Parnaso,  por  la  única  y  sola  razón  de  que  en 
nombre  de  Aristóteles  y  Boileau ,  cuyas  obras  acaso  ja- 
más leyeron ,  se  atrevían  á  detestar  de  los  dramas  de  Lope 
y  Calderón.  Esta  plaga  de  críticos ,  justamente  llamados 

{plicistas  ,  menospreciando  la  originalidad  caraoleristica, 
a  rica  y  armoniosa  lengua,  y  la  sublime  poesía  de  nues^ 
tros  antiguos  poetas  ,  infestó  el  Parnaso  dramático  espa- 
ñol ,  y  llenó  el  teatro  de  toda  cuanta  escoria ,  acomodada 
á  las  tres  unidades,  se  ha  visto  dominar  en  él  durante 
casi  un  siglo.  Los  necios  é  insensibles  partidarios  de  la 
nueva  critica  ,  prevenidos  siempre  de  la  regla  y  compás 
estranjero  ,  y  parapetados  con  una  fria  ¿  indigesta  eru- 
dición ,  acudían  á  los  coliseos  ,  no  á  prestarse  á  los  dul- 
ces ó  terribles  movimientos  que.  debían  producir,  ^n  el 
alma  las  creaciones  de  nuestros  grandes  ingenios ,  sino 
solo  á  examinar  si  cabían  ó  no  en  las  mezqumas  reglas  á 
que  pretendían  deber  reducirse.  Asi  fueron  al  fin  pros- 
critos de  la  llamada  buena  sociedad,  los  nombres  famosos 
de  Lope  t  Tirso »  Moreto,  eic,  antes  tan  admirados  j  con 
razón  «plaodidos.  Con  tales  medios  lograron  el  yergoa- 


233 

zoso  tríanfo  de  sofocar  la  genial  belleza  de  nuestra  dra- 
mática ;  y  de  tal  suerte ,  ijue  desde  entonces  no  ha  yuclto 
la  España  á  producir  ninprnna  de  aquellas  suMimrs  crea* 
cioues ,  tantas  tcccs  envidiadas  y  admiradas  por  los  pue- 
blos cultos.  En  vano  se  buscará  en  nuestro  teatro  inoder- 
Ao  aquel  lujo  de  imaginación ,  aquella  rica  y  hermosa 
poesía*  que  en  el  antip;uo  encanta  deliciosaroonte  el  alma; 
en  vano  aquel  movimiento  6  interés  nacional  que  se  co- 
municaba á  los  espectadores  como  un  fuego  eléctrico  ,  y 
en  vano  aquellas  ilusiones  del  entusiasmo  que  producían 
los  mas  indecibles  placeres  en  cuantos  hombres  amaban  á 
su  Dios ,  á  su  rey,  ú  su  patria  y  á  sus  damas:  pero  en 
cambio  tenemos  en  las  obras  de  los  críticos  novadores 
mucha  razón  puesta  en  rimas ,  muchos  dicilogos  sin  ac- 
ción y  sin  vivacidad  ,  mucha ^loral  pedantesca;  y  en  fin, 
mucha  ¿  insufrible  prosa ,  á  veces  mas  inverosímil  que 
las  exageradas  invenciones  de  la  fantasia.» 

«Aunque  los  sabios  y  literatos  amantes  de  nuestro  an- 
tiguo drama  no  opusieran  un  dique  suficiente  a  contener 
la  inundación  de  los  novadores,  la  generalidad  del  pú- 
blico, dirigida  por  sus  propias  impresiones  y  por  el  inti- 
mo sentimiento  de  sus  goces,  llenaba  los  coliseos  cuando 
vria  en  la  escena  á  Lope,  Tirso,  Calderón  y  Morqto;  y  tal 
vez  sus  detractores  salían  del  teatro  tan  conmovidos  como 
avergonzados  de  haber  participado  del  entusiasmo  gene- 
nl,  contra  las  ordenanzas  de  Aristóteles  y  del  espíritu  de 
partido.  ¿Y  cómo  esplicaban  estos  hombres  la  contradic- 
cioQ  entre  su  modo  de  juzgar  y  las  emociones  profundas, 
y  los  indecibles  placeres  que  causaba  en  su  alma  la  re- 
presentación de  nuestros  antiguos  dramas?  Muy  fácilmen- 
te: lo  atribuían  á  varios  rasgos  y  bellezas  casuales,  que  so 
bailaban  en  ellos.  ¡Qué  ceguedad!  apenas  se  encontrará 
QQO  entre  tantos,  que  no  escitc  y  sostenga  el  interés  y 
cariosidad  del  espectador  desde  la  primera  escena  hasta 
el  último  verso.  No  contento  el  partido  literario  anti-na- 
cional,  con  haber  fallado  á  su  propia  conciencia  en  el 
modo  do  juzgar  nuestro  antiguo  drama,  llevó  su  obstina- 
eion  hasta  el  punto  de  olvidar  en  sus  raciocinios  los  más 


•  f 


234, 

sencillos  elementos  de  la  buena  lógica,  atreyiénaose  i 
promulgar  que  el  teatro  antiguo  español  era  esencialmen- 
te malo ;  y  dejando  traslucir  entre  sus  sofismas  y  rodeos, 
.que  la  única  razón  donde  apoyaban  tan  aventurado  aserto 
no  era  otra  cosa  que  la  de  no  avenirse  con  las  formas  del 
clásico  ó  francés,  por  mas  que  se  empeñaban  en  atormen- 
.tarlo  sobre  el  lecho  de  Procustcr.  El  .drama  español  (di- 
cen) es  malo  porque  no  es  lo  mismo  ni  sigue  la  marcha 
del  clásico,  que  está  demostrado  ser  buci?o:  tal  es  el  in- 
sxacto  y  falso  raciocinio  en  que  se  fundaron  los  críticos  deJ 
«iglo  XVIII  y  los  del  XIX.,  para  inlenlar  sustituir  entre 
nosotros  la  imitaciou  de  la  escena  francesa  y  proscribir 
la  originalidad  de  la  nuestra,  aun  antes  de  haber  exami- 
nado las  causas  del  gusto  nacional,  ni  las  de  los  efectos 
admirables  producidos  en  el  corazón  humano  por  los  me- 
dios dramáticos  que  usaban  los  antiguos  poetas  españo- 
les. Si  imparcialmente  y  de  buena  fé  hubieran  meditado 
la  cuestión,  ¡con  cuánta  facilidad  debieron  advertir  que 
el  teatro  espa.ñol  tanto  por  la  esencia  de  las  cosas  en  que 
funda  sus  creaciones  ,  como  por  el  modo  que  tiene  de 
considerar  los  objetos  dramáticos,  es  muy  diverso  del 
francés  ó  clásico!  De  verdad  tan  clara  y.  luminosa  pudie- 
ron de(Li;icir:  1.®  que  cada  uno  de  estos  teatros  conslílu- 
ye  de  por  sí  un  genero  diferente,  no  solo  en  su  origen  y 
objeto,  si  no  tamuien  por  haber  sido  creador  para  nacio- 
nes de  distinto  genio  y  carácter;  y  2.^  que  por  lo  m:smo 
no  era  posible  tuviesen  iguales  formas,  ni  reglas  idénti- 
cas en  su  coniposiciou  y  espresion..  Por  no  haber  mirado 
.las. cosas  ¿ajo  esl^  aspcclp;,  incurrieron  en  un  error  no 
solo  los x^óiulrarios  de. nuestros  .dramas,  sino  también  sqs 
defensores.  No  atreviéndose  estos  ó  no  sabiendo  contra,- 
.restar  la  ine^^aqta  aplicación  que  aquellos  hacian  delprín- 
,  cipio  de  ias  uuíÍÍ'hIcs,  y  no  querieudo  cor.fesar  palaaina- 
.. mentó  ser  inaplic^^ihíe.  al  .género  adoptado  en  España  ,  se 
contentaron  con  presentar  en  su  defensa  tal  cual  comeaia 
de  las  que  con  m^s  ó  meuo^  e\actitud.se  aproximan  á  las 
.clásicas,  a^Cfgurando  que. ppdri.ap competir  en  regutaridad 
coD  las  del  mismo  Sófocles ,  á  poco  que  se  tratase  de  cor- 


I 


235 

re^Vla^.  Una'  ¿efensa  tan  fatsw  como  contraria  al  vcrda- 
daro  aspeólo  <le  la  cuoslioii,  (mi  vo/.  Ji»  doslriiir  ol  sistema 
del  parlído  opiioslo,  ronfirmaba  m.is  v  mas  sus  opiíuones 
arhílrarias ;  \n\vs   alrinrliera«Io  ou  la  ioiirosioii  í|iu»  stí  lo 
bariii  Ac    la  noiosidul  lio   las  iros  uiiitlaJos  para  ronsti- 
tuir  la    pcrltícrioii  lU  las  coinposít  ioiirs  «Iraináliras,  se 
burl.iha  do   los  inúlilos  (^sfíior/os  niipliMclos  por  los  ro- 
fuixiiMoros  ni  ro<lu(ir  imoslras  aiiti;;iias  piezas  al  priiuú- 
ío  olásioo  (lo  Arislótolos  v    Hoiloau.    Nada   do  oslo  hii- 
iora  siioodi(¡o«  si  ad^pláiuloso  por  ludos  la  distiiu'ion  do 
dos  géneros  draináliros  diversos  ontro  si,  raparos   caila 
uno  de  su  respoolivo  inórilo  j  hollozas,  so  luihioso  vislo 
que  eran  propios  para  insjMraron  oloora/on  liuinaiio  iodo 
finieres  v  eiiLiisiasiiioposiMo,  aiintpio  \al¡óiid(»se  do  for- 
mas y  medios  airerontes.  ¡Parooe  iiiosplioaldo  el  que  no  se 
haya  adoplado  esta  idea  foli/  y  eonoili.ulora  por   amhos 
partidos,  ouando  el  universo  onlero  conspira  á  sugerirla! 
¡Por  ventura  los  jardines  ouidadosainenle  udornadüs  pro- 
ducen el  mismo  interés,  y  agradan  ron  medios  y   formas 
idéntieas,  á  las  que  presenta  la  inoulla  naturaleza  obser- 
vada desde  las  altas  cumbres  del  Aponino?  ¿I.t)s  trabajos 
mas  csiuerados  del  arte  so  prosnntarian  niojor  á  las  crea- 
ciones de  la  iinag¡n¿icion,  A  ser¿in  mas   grandiosas  nuc 
ks  obras  de  la  Oninipulencia?  Si  los  jardines  cullivaaos 
con  esmero  balajj[an  los  sentidos,  inspirando  ideas  de  or- 
den, sinietria  y  gusto,  el  espectáculo  agreste  de  la  ruda 
y  magnifica  naturaleza  arroua  el  alma  y  la  eleva  á  los  es- 
pacios de  liji  creación.  Los  primeros  como  producto  del 
arle  pueblen  bailarse  bajo  el  imperio  déla  ra/on,  del  aná- 
lisis \  de   la    verosimilitud  prosaica;  mas  el  último  nuo 
6sla  Dccbura  de  un    poder   supremo  é  incomprensiblo, 
¿quién  se  atreverá  a  buscarle  Inora  del  seno  de  la  ines- 
crutable Providencia,  que  la  copserva  entre  sus  mas  es- 
cogidas dotes?  ¿y  habrá  quién  pretenda  todavía  que  jdc- 
In^mos  renunciar  á  los  senlinüei^io^  inspirados  por   esos 
sublimes  y  magníficos  cuadros ,  por  do  ser  posiulo  com- 
prender su  estructura,  y  por  no  poder. rcduo[r)os  lúca- 
cerrarlos  en  los  limites  del  arte  de  la  jardinería?  Nd>  %^^ 


956 

cornos  de  los  placeres  me  procora  el  arte:  pero  nunca 

abandonemos  los  incraoles  goces  que  proporcionan  las 
obras  directas  de  la  creación :  abramos  nuestra  alma  alas 
emociones  que  inspiran,  aun  cuando  no  podamos  anali- 
zarlas: sintamos  aunque  las  reglas  lo  contradigan:  pues 
al  fin  las  sensaciones  son  hechas,  y  las  reglas  son  abstrac- 
ciones ó  teorías  que  pueden  ser  mal  aplicadas  ó  in- 
exactas.» 

Además  del  agrado  que  causará  á  nuestros  lectores, 
juzgamos  conveniente,  para  dar  una  idea  cabal  de  este 
importante  discurso,  que  tal  influjo  ha  ejercido  en  nues- 
tra revolución  literaria,  copiar  un  fragmento,  en  que 
esplica  el  autor ,  no  solo  el  sentido  de  las  palabras 
cléutico  y  romántico ,  y  su  diferencia  verdadera  y  esen- 
cial, sino  también  ,  como  es  consiguiente.,  la  que  media 
entre  la  literatura  griega  y  romana  ,  y  la  de  la  Europa 
en  los  siglos  medios.  De  esta  manera  eleva  el  autor  la 
cuestiona  su  mayor  altura,  y  merece  fijar  la  atención 
del  historiador  y  del  filósofo.  Conviene  observar  que  el 
señor  Duran  ha  sido  entre  nosotros  el  primero  que  por 
medio  de  la  prensa  trató  esta  importante  cuestión  litera- 
ria. Veamos  de  qué  manera  lo  hace  : 

«La  organi%a<;ion  social,  dice,  adoptada  por  la  Euro- 
pa en  los  siglos  medios  ó  caballerosos  ,  los  nuevos  hábitos 
y  costumbres  adquiridos  con  ella  por  los  pueblos,  y 
sobre  todo  la  universalidad  de  la  religión  cristiana  descu- 
brieron al  hombre  un  inmenso  tesoro  de' ideas  hasl^ 
entonces  desconocido,  dieroq  nueva  dirección  al  pensa- 
miento ,  y  abrieron  á  la  imaginación  un  dilatado  campo 
para  las"  creaciones  poclicas  ,  fundadas  en  el  espiritaali^^ 
rao.  Al  desplomarse  enteramente  los  antiguos  gobiernos, 
arrastraron  Iras  sí  y  sepultaron  bajo  sus  ruinas  hasta  la 

'  memoria  de  lo  que  lueron.  La  adoración  de  lanaluralcza 
personificada,  fué  justamente  proscrita  como  idolairla, 
y  los  dioses  del  paganismo  fueron  mirados  por  los  cris- 
tianos como  formas  de  que  se  vestía  el  espíritu  rebelde 
para  la  {lerdicion  del  género  humano :  asi  pues  la  Tcogo- 

'  nia  j  BÍitologia  de  aquellos  pueblos  so  tío  deBpojaoa  y 


257^ 

iéÉiníá  éé  ÍBM  ifuiionefl  conque  cAnÜTaba  el  coraion  del 
hombre ,  el  caal  empezó  á  mirarlas  bajo  el  horroroso 
aipecto  de  la  mentira  y  falsedad.  Igual  suerte  tuvo  la 
historia  que  la  antigua  religión  (1),  pereciendo  con  ella 
hasta  los  recuerdos  y  reliquias  de  los  |]:oI)iernos  republi- 
canos ;  siendo  consecuencia  de  esta  catástrofe,  el  que  las 
existencias  sociales  tomasen  otro  giro,  y  se  separasen  en 
gran  manera  del  todo  homogónoo,  que  constituía  la  esencia 
de  las  sociedades  fundadas  sohre  tcorins  republicanas 
6  sobre  instituciones  procedentes  de  ellas.  De  aqui  re- 
soltó que  á  los  goces  y  ocupación  de  tomar  mas  ó  me-* 
nos  parte  en  la  dirección  del  Kstado,  substituyeron  los 
homorcs  placeres  mas  tranquilos  6  individuales,  que 
nroporciona  el  régimen  monárquico  en  el  nuevo  ór~ 
flen  social ,  y  acostumbrados  á  tan  dulce  y  pacifico  g6- 
nero  de  vida,  empezaron  á  dar  mas  importancia  á  sa 
existencia  como  inuividnos  ,  dedicando  en  pro  de  la  yida 
doméstica  todos  los  cuidados  y  el  tiempo  que  antes  es- 
ctosiyamcntc  empleaban  en  asistir  á  la  tribuna ,  y  en  fa- 
Tor  de  la  causa  pública. 

»A  este  modo  de  regeneración  social  contribuyó 
sobretodo  el  espíritu  del  cristianismo;  es  decir,  el  de  la 
religión  divina,  que  desprendiendo  al  hombre  de  los 
intereses  terrenales,  le  eleva  á  su  Criador,  y  le  enno- 
blece sobre  todos  los  seres  creados.  El  hijo  del  Omnipo  ; 
tente  humanado,  padeciendo  y  muriendo  por  su  criatura 
es  el  espectáculo  mas  grandioso,  tierno  6  interesante  de 
amor  que  se  presentó  jamás  al  universo ;  y  el  hombre  re- 
dimido del  pecado  no  pudo  ya  menos  de  engrandecer 
sus  pensamientos  con  la  esperanza  de  una  vida  inmortal; 
pues  la  sangre  del  Hijo  del  Eterno  no  hubiera  regado  la 


(l)  El  no  haberse  aun  doscubicrlo  el  arlo  de  imprimir ,  la  dificultad 
ife  proporcionarso  los  manuscritos  ,  y  sobre  todo  el  poco  número  do 
P^raonu  que  supiosiMi  leer,  fueron  las  causas  del  olvido  en  que  pacieron 
largo* siglos  las  obras  do  los  anlií^uos.á  lo  cual  también  contribuyó 
&o  poco  el  horror  que  so  teuia  por  los  líelos  á  cuanto  tenia  conoxiou 
Wü  la  idolatría. 


938 

tierra  por  menos  precio  que  por  el  rescate  de  9a  propia 
semejanza. 

»  ¡Qué  imaginación,  aun  la  mas  perspicaz 9  podrá 
abarcar  la  inmensa  distancia  que  media  enlre  las  creacio- 
nes po¿licas  inspiradas  por  lan  sublime  creencia ,  y  aque- 
llas á  que  se  presta  la  mitología  gentílica  ?  En  esta  lodo 
se  personifica  y  maleraliza,  en  qucUa  todo  es  espi* 
ritual  ¿  indefinible :  en  la  una  todo  se  ve  y  es  pal- 
pable ,  y  en  la  otra  todo  es  fé  é  idealidad  :  allí  la  ¿er-r 
mosura,  la  guerra  y  la  ciencia  eran  entes  personificados, 
y  aqui  cuantos  bienes  y  males  reinan  en  el  universo  ,  son 
distribuidos  por  una  sabia  providencia  para  provecho  de 
los  hombres.  Bajo  el  imperio  de  un  dogma  tan  elevado 

Í  magnifico  ,  las  relaciones  de  individuo  á  individuo*  y 
asta  las  mismas  pasiones ,  participan  en  su  espresion  del 
carácter  profundo  y  religioso  que  inspira  la  caridad  cris- 
tiana ;  por  eso  aun  el  amor  humano  es  tan  delicado  en- 
tre nosotros ,  que  se  asemeja  á  una  especie  de  culto» 
donde  se  exige  el  sacrificicio  de  los  placeres  físicos  del 
amante  en  obsequio  del  decoro  y  pureza  del  objeta 
amado. 

»La  espiritualidad  religiosa,  y  el  carácter  caballero- 
so de  los  conquistadores  del  imperio  de  Occidente  ,  sua- 
vizando las  costumbres  y  leyes  antiguas,  constituyeron 
las  sociedades  de  tal  modo,  que  desde  entonces  fue  im- 
posible no  reconocer  en  el  bello  sexo  un  influjo  que 
jamás  habia  obtenido  entre  los  pueblos  antiguos.  Pre- 
valecida la  mujer  de  todas  cuantas  gracias  y  dulzura  la 
dotó  naturaleza  ,  llegó  á  ser  la  piedra  fnndaniental  déla 
felicidad  doméstica,  único  fina  que  aspiraba  el  ciudada- 
no desde  que  la  monarquía  tomó  á  su  cargo  el  régiinea 
Í  gobierno  de  la  sociedad.  Compañera,  y  lío  esclava  del 
ombre,  participaba  igualmente  que  él  de  los  bienes  y 
males,  de  los  placeres  y  de  las  penas. 

»  Constituida  la  civilización  en  bases  tan  diversas  de 
las  antiguas,  era  preciso  que  apareciese  un  vasto  campo 
de  ideas,  sensaciones  y  sentimientos  tan  nuevos  como 
ella  misma.  El  dogma  del  libre  albedrio  dio  á  la  molfjtt 


359 

nnt  fltndoa  tan  positiva  y  enórgica  ,  como  débil  y  vaga 
era  la  que  prcsontnba  la  idolntrin  ;  y  as(  d  hombre  se 
líió  obligado  á  luchar  á  brazo  partido  contra  bs  pasiones, 
los  vicios  y  aun  contra  los  malos   pensamientos;   pues 

Scrsuadído  de  su  libertad ,  no  podia  hallar  ja  la  disculpa 
icsus  evSlravíos  en  el  inexorable   fatalismo. 

»  Considerándose  el  cristiano  como  peregrino  en  la 
tierra  *  desaparecen  ante  sus  ojos  los  intereses  munda- 
nos ,  y  solo  lija  sus  miradas  en  el  término  de  su  viaje, 
Que  debe  ser  el  de  su  eterna  salvación  ó  condenación. 
Ln  cualquiera  de  estas  circunstancias,  su  creencia  divi- 
na io  persuade  á  tener  siempre  en  menos  los  bienes  y 
males  de  sentido,  comparados  con  los  esperilunles  que 
haodc  servirle  en  la  otra  vida  de  premio  6  de  castigo  de 
sos  acciones  en  esta.  La  privación  de  Dios,  la  roedora 
envidia,  (1)  el  inútil  rcmordimíenlo,  la  imposibilidad  de 
amar,  y  la  precisión  de  aborrecer,  atormentarán  ei 
alma  del  reprobo  iuriniiamente  mas  que  todos  los  males 
corporales :  la  caridad  ardiente  y  deliciosa ,  i^\  divino 
amor  y  la  contemplación  del  Todopoderoso  en  su  gloria 
}  magesiad  ,  serán  el  mas  apetecible  premio  del  justo, 
j  le  anegarán  en  un  mar  inelable  de  placeres  y  delicias 
espirituales. 

•  Tan  divina,  tan  noble  y  tan  hermosa  creencia ,  arran- 
cando al  mortal  del  nmndo  perecedero,  le  sublimó  á  las 
regiones  de  la  inmaterialidad  y  del  intinito,  y  abriéndole 
su  amoroso  seno  le  hi/o  hallar  en  la  inspiración  religiosa 
el  tipo  de  lo  bello  ideal ,  que  antes  de  conocerla  solo  po- 
día buscar  en  la  alegoría  de  la  naturaleza.  Ya  el  aliento 
íatidico  se  remonta  y  sostiene  en  un  universo  tan  distan- 
ta de  los  sentidos,  que  en  vano  preleuderia  el  hombre 


(i  )  Santa  Torosa  de  Jesús  dijo  liol  espíritu  rebelde ,  intentando 
Joiidorar  su  dosfiínoia:  « ¡Dosvontur.idacrintura  quono  puodeaninr»>! 
tuanta  vordati  rospiía  este  diclio  sublimo  y  místico ,  [inspirado  por  una 
•rdicMle  y  fcíj^osa  caridad ¡  Qnó  disfíiacia  podrá  compararse  con  la  de 
ansiar  ¡aicligüiilo  que  no  puede  amar  y  siempre c«ta devorado  por  hi 
«aiidia? 


240 

concebir  su  existencia,  sino  por  el  sentimiento  instintiTO 
de  ella ,  por  la  fé  diyina  y  por  la  revelación. 

»E1  trastorno  cansado  en  las  ideas  por  el  sistema  po- 
lítico y  religioso ,  fue  y  debió  ser  trascendental  á  todos 
los  ramos  de  poesía ,  pues  esta  no  es  otra  cosa  que  d 
modo  ideal  de  espresar  los  sentimientos  bumanos.  (1) 

■"-1-  r-M    n        I        I  I  -  -  I  ■  I        I       g 

(1]  Y  la  Francia,  se  dirá ,  no  ha  esperimentado  iguales  vicisitudes 
políticas  y  religiosas  en  los  siglos  medios  que  el  resto  de  la  Europa,  y 
no  por  eso  se  ha  resistido  ála  aclimatación  del  género  clásico,  ni  ha 
tolerado  el  romántico?  La  historia  deberá  resolver  esta  cuestión,  y 
dirá  que  habiéndose  formado  la  escena  francesa  desde  casi  la  mitad 
del  siglo  XVII  ála  del XVIII,  cuando  aquel  pais babia modificado  eu  gran 
manera  la  existencia  social  proveniente  de  los  «iglos  medios ,  ne  es  es- 
trafio  que  la  literatwa  participase  de  las  alteraciones  del  carácter  nacio- 
nal. En  efecto,  en  la  citada  época  fué  la  Francia  teatro  de  unamultibid 
de  guerras  civiles  y  revoluciones  que  separando  al  pueblo  de  la  obe- 
diencia pasiva  (elemento  esencial  en  las  monar^ías  absolutas),  le 
acostumbraron  á  la  discusión  de  los  asuntos  políticos  y  religiosos  de- 
jándole una  parte  mas  ó  menos  activa  en  el  gobierno  y  eu  el  manejo 
del  Estado.  Asi  fue  la  nación  acostumbrándose,  en  medio  de  la  monar- 
C[uía,  á  cierta  libertad  semi  republicana,  que  permitía  ó  toleraJja  álos 
individuos  de  ella  la  censura  y  discusión  de  todas  las  opiniones.  In- 
troducido ya  y  generalizado  el  espíritu  de  análisis ,  que  es  tan  favón- 
ble  á  las  ciencias  de  hecho  como  perjudicial  á  las  de  imaginación  y  sen- 
timiento íntimo,  el  pueblo  francos  se  separó  cada  dia  mas  cfel  espirita 
monárquico  y  del  entusiasmo  religioso  y  caballeresco  de  los  siglos  he- 
roicos de  la  edad  media.  El  estudio  de  la  historia  y  literatura  griega  y 
romana,  influyó  mucho  en  estas  modificaciones  soicales,  pues  habién- 
dose generalizado ,  se  difundieron  tanto  las  ideas  y  notici:ís  acerca  de 
los  usos  y  costumbres  de  sus  antiguas  repúblicas ,  que  apenas  habia 
un  francés  regularmente  educado,  que  no  se  preciase  de  conocer  me- 
jor la  vida  de  un  Bruto  ó  de  un  Casio ,  que  la  de  Duglesclin  y  la  del 
caballero  Bayardo.  De  todas  estas  causas  reunidas  resultó  que  el  pue- 
blo francés  se  dirigió  á  una  existencia  social  diversa  de  las  demás  na- 
ciones europeas ,  donde  las  vicisitudes  políticas  habian  seguido  otro 
rumbo.  En  tal  situación  se  hallaba  la  Francia  cuando  Corneilie  y  Haci- 
ne formaron  su  teatro  acomodándose  al  nuevo  carácter  adquirido  por 
su  nación ;  y  estos  dos  grandes  hombres  auníjue  cortesanos  de  Luis  XIV 
Y  sinceramente  religiosos,  como  poetas  y  literatos  pertenecían  á  los 
siglos  de  Atenas  y  de  Roma.  El  mal  ya  estaba  hecho  á  la  monarquía, 
y  en  los  rienados  posteriores  creció  con  tanta  rapidez ,  que  las  ideas 
republicanas  y  antireligiosas  cundieron  desde  las  mas  altas  hasta  las 
mas  ínfimas  clases,  y  los  escritores,  siguiendo  el  primer  impulso,  llega- 
ron á  convertir  el  teatro  en  una  tribuna  de  arengas  y  máximas  políti- 
cas ,  preparando  asi  la  catástrofe  espantosa  y  sangrienta,  que  estallo  poco 
después  y  Uenó  de  luto  y  amargura  á  los  pueblos  y  á  los  reyes.  Suoe- 


941 

Trinsformado  ya  el  hombre  de  republicano  en  monár- 
qaico,  y  do  gentil  en  cristiano,  era  consiguiente  que  la 
esprosion  de  la  espiritualidad  sucediese  á  la  de  la  sime- 
tría y  armonía  personificadas:  aquella  debiapor  precisión 
ser  mas  vaga  é  indefinible ;  pero  mas  profunda  que  esta* 
pues  so  funda  en  existencias  que  no  obran  inmediata  ni 


dk»  á  dicha  ópoca  la  de  Bonapnrto  y  á  esta  la  roslaunc¡(»Ti  dol  trono; 
pero  una  y  otia  so  han  visto  forzadas  úconHorvar  mas  ú  menos  las  for- 
niAs  representativas,  y  á  tolerar  muchos  de  los  intereses  ereados  |)orIa8 
evolución.  Ks  pues  faeil  inferir  délo  dielio  que  si  el  teatro  francés  no 
ha  sido  nunca  romántico  ,  es  iMmpic  nació  en  é|K)CHs  v  circunstancia» 
raque  ya  la  nación  no  lo  era  tanq)oeo, )  hahia  penlido  el  carácter  re- 
ligioso y  calmlleresco  que  tuvo  cuando  entusiasmada  oialos  c^mtos  do 
sus  tnwatlores ,  y  leia  ansiosamente  las  crcMiicHsde  los  Aniadises,  Es- 
plnndianes  y  cali^dleros  de  Feho. 

Nada  de  lo  smMHlido  en  Francia  pasó  en  ICsiKiña.  Ueductda  por  Fer- 
nando el  (Católico  á  una  utonarquia  sólida  y  compacta ,  este  gran  rey 
supo  C4>n  mcíiios  políticos  y  religiosas,  sofocar  el  germen  de  la  refomm 
protestante,  y  lihrará  sus  siiNlitos  y  Tasadlos  de  las  atroces  discordias 
civik»s,  que  ásoianuí  é  inundaron  de  sangre  á  todo  el  resto  de  la  Ku- 
ro|)a.  Después  de  él,  Carlos  V  y  Felipe  II  completaron  la  obra.  \  su- 
jrtmdo  el  vnu>  á  l\ulilla  y  el  otro  ál4anu7.a»  ahogaron  casi  enteramen- 
te las  formas  reprtvscnlatívas ,  y  eonsolidamn  la  monanpiía  absoluta, 
l^le  tal  momento ,  el  espafiol  privado  de  toda  (Iíscuaíou  política  y 
religiosa,  seviii  libre  ilel  germen  de  las  discordias,  y  conser\a  aun  la 
opinión  monánpiica  y  cristiana  que  le  di>t¡n|;^uiaen  los  siglos  XVI  y  XVI. 
Kilo  es  tan  cierto .  tpie  á  |HMar  de  las  liUunas  vicisitudes  a|>enas  se 
hallará  un  individuo  entre  el  pueblo. español  á  tpiien  no  se  le  presento 
U  ívIm  de  la  república  como  la  de  un   niónstruo  cuya  existencia  no 
puedo  concebir,  pues  tampoco  cree  (pie   haya  un  gobierno  sin  rey 
donde  s#  viva  en  pax  y  quietud.  Kstamos  los  es|Ku*ioles  con  la  imagí* 
nación  Duiy  cercanos  á  la  contpiista  de  (iranada.  para  haber  olvidado 
)o(i  nobles  Vecuenh'S  de  los  caballeros  árabes,  y  los  cristianos  que  pe- 
leando en  el  campo  del  honor ,  se  disputaban  el  prt^mio  en  generosidad, 
cortosia  y  amores. ¿  V  pt)rqnü  no  ha  de  ser  asi?  ¿\\k  ventura  la  ima- 
gen del  asesino  de  ("és^ir,  será  mas  grata,  mas  noble  y  mas  hcnuosa 
que  la  del  Maestre  de  Santiago  batallando  en  defensa  do  la  inocente  y 
ealumniada  esposa  de  Hoahdil,  rey  de  (iranada?  Por  mi  Dion:  ;M)r 
"**  ^^ífy  y  P^^  "**  r/fimn,  es  aun  la  diUsa  del  noble  castellano,  y 
f^>brc  ella  han  pirado  todas  las  creaciones  poéticas  donde  brilla  el  ge- 
nio nacional ,  ikvsde  principios  a  Unes  del  siglo  XVII.  Si  los  estranjeros 
nos  llevan  algxiuas  ventajas  en  iivlustria,  podemos  nosotros  gloriarnos 
alo  menos  dé  conservar  todo  el  entusiasmo  patriótico  y  religioso,  quo 
no  pudo  hollar  impuiUMuento  el  que  ilomino  á  la  Kuropa  entera ,  y  en- 
vweceriMW  de  ctínsorvnr  ileso  y  lleno  de  honor  el  lema  quo  wwdU- 
Un^:  Por  mi  Dios^  fiormi  rey,  y  por  mi  dama. 


24S 

directamente  en  los  mentido» ,  ni  puede  ler  cénoebiida  por 
la  razón  humana  sin  los  auxilios  de  la  fe ,  por  lo  cual  e« 
imposible  espresarla  fija  y  constantemente  en  ningún  idio* 
ma.  De  esta  imposibilidad  emanan ,  y  ella  es  la  razón  de 
las  metáforas  atrevidas ,  de  las  comparaciones  remotas  y 
de  las  analogías  impercc[itibles  con  que  se  reviste  y  ador- 
na la  pocsia  de  los  siglos  medios ,  y  á  las  que  los  insen- 
sibles críticos  llaman  á  veces  sin  razón ,  falta  de  gusto  y 
de  verosimilitud.  No  pensarían  asi,  si  hubieran  adverti- 
do que  en  todas  las  lenguas  del  mundo  cuando  se  carece 
de  medios  para  espresar  cierta  clase  de  ideas  poco  cono- 
cidas, ó  por  su  esencia  inanalizables,  hay  que  recurrirá 
las  metáforas  y  á  las  comparaciones  para  esniicarlas.  Pnei 
si  esto  acaece ,  aun  cuando  sean  materiales  los  objetos 
que  se  quieren  espresar,  ¿qu¿  será  cuando  se  hayan  de 
reducir  á  la  palabra  y  á  la  frase  las  ideas  de  cosas  que 
no  existen  en  el  mundo  visible  y  que  están  fuera  de  lof 
límites  á  donde  los  sentidos  pueden  alcanzarse?  La  mi- 


.1 

i 


prosaica ,  pues 
en  el  conjunto  de  las  perfecciones  materiales  de  la  nata- 
raleza  :  pero  como  entre  los  cristianos  todo  es  sentimieo- 
to  íntimo,  todo  concii*ncia  y  todo  fé,  la  espresion  de  la 
belleza  los  arrebata  al  universo  de  las  idealidades,  el  coil 
no  puede  ser  definido  ni  analizado  con  los  cortos  medios 
que  presta  la  humana  razón  ¿Y  cómo  á  tal  modo  de  exi^  s 
tir,  siempre  intimo,  sublime  y  poético,  se  le  aplicaráo  J 
las  mismas  y  reducidas  formas  que  usaron  los  poetas  de  ^  -| 
Atenas ,  para  manifestar  sus  ideas? 

En  esta  manera  de  ver  las  cosas  y  de  considerar  el 
universo  ,  eleva  la  literatura  romántica  el  magnifico  mo* 
numento  de  sus  creaciones.  El  objeto  que  el  poeta  se 
propone  describir  en  ellas  no  es  ciertamente  al  hombre 
abstracto  y  esterior ,  es  si  al  individual  6  interior:  (1)  ea 


i 


una 


(l)    Taiiibitín  el  poeta  romántico  suelo  projMjncrKc  piutar  un  »ígk>^ 
mn/ichn  CíUera,  prcüentaiido  un  protagonmta  ideal  ó  histórico,  al 

» 


945 

«  repliogaes  y  en  el  mas  oculto  secreto  de  la  cohcien- 
1,  es  donde  busca  el  mérito  y  motifo  4c  iay  acciones; 
aes  aunque  oslas  apnrozcau  buenas ,  podrán  no  obslanto 
ir  oficiosas ,  y  aun  criminalos ,  si  la  voluntad  del  bien  y 
\  gracia  divina  no  linn  presidido  á  ellas. 

«  Al  contrario  en  In  literatura  clásica;  se  mira  al 
anbre  por  sus  arlos  csteriorcs  solamente,  y  sus  vlrtu- 
eiy  vicios  se  consideran  en  abstracto,  prescindiendo 
ienprc  del  sugeto  á  quien  se  aplican ;  por  lo  cual  el  pro- 
igonÍHia  de  ellas  carece  de  toda  individualidad  que  le 
iracterice  y  dislinga  esencialmente  de  los  demás  hombres 
ominados  de  cierta  y  determinada  prisión :  asi  es  que 
I  avaro,  el  mimtitropo  y  el  hipócrita  del  teatro  clásico, 
inaden  muy  bien  reputarse  como  si  fuesen  la  avaricia, 
I  misanlroi>ia  y  la  hipocresía  personificadas.  Resulta 
mea  do  esta  tóoría ,  que  como  el  poeta  clásico  trata  solo 
»8us  fábulas  de  describir  caracteres  generales,  se  pro- 
XHíe  y  tiende  siempre  á  un  lin  moral,  lijo  y  determinado; 
M  tanto  que  el  romántico  mira  este  Altimo  punto  romo 
ncesorio ;  pues  pretendiendo  únicamente  la  formación 
f  retrato  de  earactóres  individuales,  la  moralidad  mas  ó 
BMiQS  vaga  <pie  se  deduxca  do  sus  invenciones,  debe 
multar  de  los  actos  singulares  ejecutados  pol*  los  pcrso- 
Bijes  que  intervienen  en  ellas. 

«Habiéndose  descrito  las  bases  diversas  sobre  que  so 
hadan  la  literatura  clásica  y  romántica ,  y  estando  cxa- 
nioadas  las  diferencias  esenciales  de  la  poesía  dramátic4i, 
i  que  cada  una  da  origen,  parece  que  ya  deberemos  con 


■•• 


Cttalalríluiyo  y  ro.isto,  uoilt'  un \ icio  úuua  virtud  aiilaUa,  kíiio  doto* 
ib  aquellas  pasionos  .  hábitos  y  nutíinubros  (|ur  luiodoii  (Mr.'irt(TÍ/.ar 
llvfMHM  ó  nación  quf  trata  (lo  rolratar.  Ksto  lu  lian  \\ov\w  i\»i  tinloM 
IDMlms  autores  (lr.un.it íO'OAroaiprL'tn  a  los  siglos  y  ooittiMnbroM  do  Va- 
paria,|)artí(MilarMUMilr  imi  las  oonuMÜas  do  capa  y  espada.  Dospurs  do 


RÓnom  y  liati  admirado  la  Kuropa _ ^ 

ri»  de<cnvolvórM(*  rn  olio  discurso ,  dondo  8o  deuiucalrca  lus  pro^r^íM* 
^Im  hecho  el  romauticlsmo  en  eJ  sig¡ío  XX, 


244>       , 

yenir  en  qae  una  y  otra  de  por  si  constituyen  un  género  ' 
particular ,   tanto  considerándolas  en  sus  formas  como 
en  su  esencia.  No  resta  pues  ya  mas  que  reasumir  cuan- 
to va  dicho  9  repitiendo :  que  el  teatro   clásico  procede 
del  sistema   social  y  religioso  de  los  antiguos  griegos  y 
romanos  ,  y  qu^  su  objeto  está  reducido  á  la  descrip- 
ción del  hombre  esterior,  y  á  la  pintura  en  abstracto  de' 
las  virtudes  y  de  los  vicios.  Este  género  toma  su  idea- 
lidad en  el  conjunto  de  lo  bello  visible  ,  y  en  la  personi- 
ficación de  los  atributos  de  la  naturaleza ,  presentándolo 
todo  en  cuadros,  que  con  facilidad  pueden  limitarse  á  una . 
verosimilitud  muy  próxima  á  la  verdad  prosaica. 

También  recordaremos  haber  dicho  que  el  teatro 
romántico  procede  de  las  costumbres  caballerosas  adop^ 
tadas  en  la  nueva  civilización  de  los  siglos  medios  ,  de 
sus  tradiciones  históricas  ó  fabulosas,  y  de  la  espiritua- 
lidad del  cristianismo ;  así  es  que  aunque  los  protago- 
nistas en  esta  clase  de  composiciones  se  hayan  tomado 
de  la  historia  y  mitología  antigua ,  aparecen  siempre  en 
la  escena  moderna  revestidos  del  tipo  original  y  caracte-. 
ristico  de  los  tiempos  heroicos  de  la  caballería ,  ó  del  he- 
roísmo religioso  que  inspira  el  Evangelio.  El  objeto  y  fin. 
que  se  |  reponen  los  poetas  románticos ,  no  es  la  descrip- 
ción del  hombre  esterior  y  abstracto,  ni  de  los  vicios  y 
virtudes  aisladas  en  cuya  pintura  se  prescinde  de  los  ac- 
cidentes y  asociaciones  que  modifican  los  caracteres  ;  es 
sí,  el ¿e  retratar  al  hombre  individual,  dominado  con 
mas  ó  menos  vehemencia  de  las  pasiones,  vicios  ó  virtu-. 
des  de  que  es  capaz  el  corazón  humano  ;  es  en  fin,  el 
de  formar  la  historia  del  hombre  interior  considerado 
como  individuo ,  en  cuya  conciencia  intima  ha  de  pene- 
trarse para  juzgar  del  motivo  y  mérito  de  sus  accio- 
nes ,  (1)  y  cuya  verdad  histórica  ó  ideal  se  desenvuelve 


(l)  La  metafísica  de  las  pasiones  y  los  monólogos  largos  son  por 
está  cansa  indispensables  al  género romáotíco  ,  pues  sin  ellos  no  podriaa 
ni  retratarse  los  sentimientos  íntimos  del  alma  y  de  la  conciencia ,  dí 
¿Tadnarse  la  marcha  imperceptible  de  los  movimientos  que  á  cada  paso 


245 

haciéndole  obrar  ou  muchas  ó  en  todas  las  circunsCAncias 
de  su  vida. 

»  Bíepotiremos  (inalinonte  que  l.i  suhlinoé  idoal  belle- 
za de  este  último  género  se  alimenta  y  sostiene   en  los 


modifican  ni  hombre  imiívidiinl.  Kii  v\  pñHM'or!,isíro(l(>iHlcnoKrnrrrsil.i 
marcar  las  iliforcncias  osrtiri.'iios  qur  (iistiii.üurn  l.i  in(l¡vítlti;ili(l;i(l  de 
una  núsiua  pasión  aplicada  á  personas  distitit.-is  .  el  espectador  pn'vee  al 
catástrofe,  y  no  exige  ni  espera  fcrandes  emociones ,  ni  combate  al^^unn 
profundamente  interior  basta  el  desenlace  déla  pü-^za.  el  cual  severiH- 
ca  regularmente  i>or  un  arrebato  de  pasión.  Orosman,  por  ejemplo,  es  en 
la  Jaira  el  hombre  zeloso;ócasi  una  personilicacion  de  lo»  celos  ,  redu- 
cidos en  su  esnresion  á  los  actos  estemos  con  tpi(«  se  maniliestan  en  la 
(generalidad  de  los  hombres  cuando  se  bailan  (toseidos  de  este  afecto  en  el 
seiUido  trágico;  asi  es  el  (|ue  no  tiene  tpn'  hacer  ninguna  de  ntpie- 
Ilas  contidencí.'us  de  íntima  conciencia,  que  solo  se  comunican  al  nú- 
Uico  sunoniendo  que  el  protagiHiísta  habla  consigo  mismo.  Un  cuauro 
Concebido  y  ejecutado  bajo  estos  principios  es  muy  fi'ud  reducirlo  A. 
las  reglas  de  las  unidades;  ¿  pero  suctHlería  lo  nusmo'  si  tomásemos  por 
«jemplo el Tetrarca de  Jerusalen,de  Calderón,  v  quisiésemos  encerrar 
Cita  hermosa  creación  romáutica  en  los  límites  cíe  una  tragedia  clásica? 
El  resultado  seria  entonces  presentar  una  fria  ó  insulta  Mariene  como  la 
,  que  tienen  los  franceses  en  su  leiilro. 

Si  consideramos  bien  las  cosas ;  ((uó  diferencia  tan  grande  no  del>c 
existir  para  la  espresion  do  sus  respectivos  sentimientos  entre  Orosman 
y  d  Telrarca !  El  uno  todo  clásico  ,  representa  los  afectos  celosos ,  como 
pasioQ  inherente  ai  Qoraz(m  humano ,  esnresándolos  con  acciones  que  en 
ifnial  caso  y  situación  harían  todos  los  nombres.  Kl  otro  los  reconcentra 
dentro  de  su  alma,  y  retrata  los  tonnentos  y  C4)mbates  que  la  despc- 
'^n  interiormente/ no  solo  como  perteneciente  á  la  especie  humana, 
únocomo  cierto  y  determinado  individuo  de  ella.  T(m1os  los  homl)res 
celosos  se  reconocerán  en  Orosman  ;  solo  el  Tetrarca  puede  sentir, 
«>lHar  y  pensar  como  el  Tetrarca. 

Para  sospechar  Orosman  do  la  (Idelidnd  de  su  querida,  es  preciso  quo 
^ia le  inspire  desconfianza  con  sus  acciones  inocentes,  es  verdad,  |)ero 
avocas  que  pudo  liaber  evitado.  Jaira  ,  sin  dejar  de  ser  Jaira ,  pltidia 
^oquílizar  á  su  amante ,  mientras  Mariene  sin  dejar  de  ser  hermosa 
oiujcr,  amante  .  virtuosa  y  amada,  no  ))odia  librarse  de  los  C(*los  de  su 
«poso.  Jaira  motiva  Uis  sospechas  del  suyo  formando  una  intriga  clan- 
<ie8tina  semeiante  á  las  de  amor ;  y  con  decir  una  sola  palabra  puedo 
acabar  con  ellas  ;  al  contrarío  ,  Mariene  es  inocente  no  solo  d  los  ojos 
<lel  espectador,  sino  á  los  del  mismo  Hnrodes;  y  la  ocasión  do  los  zelos  d^ 
^^  diesffraciado,  uo  debe  buscarse  fuera  de  él  mismo ;  porqaoresidc  en  el 
centro  de  su  alma,  circula  por  sus  venas  ,  y  en  (In,  estriba  en  cuanto 
constituye  su  esencia  moral.  Así  para  decidirla  catástrofe  en  esta  sublimo 
^odia ,  no  es  necesario  que  Mariene  aparezca  criminal  á  los  oJo«  de  v»>i 
'tpóioi  bástale  á  éste  saber  que  os  luiyar ,  que  es  hermosnv  4^c  nd^^ 


246 

inmeiMos  espacios  de  la  eternidad ,  en  la  siumsion  del 
entendimiento  humano  á  la  f6  divina ,  y  en  la  noble  y 
generosa  galantería  de  los  siglos  medios ;  de  suerte  que 
el  mayor  ó  menor  entusiasmo  religioso  ó  caballeresco 


puede  verla  aín  amarla  >  y  sosncchar  aun  rfímolamciilc  que  puede  ser 
uconstanle.  El  Tctrarca  de  Caldoroii  no  Kcrá  enhorabuena  el  mismo  Ifc- 
rodes  de  la  Palestina ;  Hcrá  hí  se  quiere,  un  español  puesto  en  igual  oi 
circunstancias  ¿aquellas  en  que  la  historia  nos  le  pinta.  Calderón  not 
presenta  en  él  un  personaje  histórico,  pero  revestido  de  un  carácter 

fTiofundamonte  ideal  y  n<icion2iI  en  la  espresion  de  sus  sentimientos 
ntimos  ó  individuales.  ¿  Quién  desconocerá  en  el  héroe,  ú  el  tirano  de 
Jerusaleu,  los  vestigios  do  la  sangro  áralKí,  y  las  reconcentradas  y 
furiosas  pasiones  que  se  albergan  en  el  conizon  de  los  habitantes  del  Afrí" 
ca^  que  tantos  siglos  dominaron  en  Rspcifia? 

Aparece  llerodes  en  la  escena  ciegamente  enamorado  de  su  esposa! 
para  él  no  hay  en  la  naturaleza  otro  placer  que  esceda  al  de  amar* 
sino  el  de  ser  corres|K)ndido:  naiia  h  turba  ni  u)  distrae  do  su  ])asiún, 
los  anuncios  siniestros  que  le  cercan  solo  sirven  para  prop^jrcionarie 
medio  de  manifestar  su  ternura  á  Mariene.  ¡Feliz  mientras  aun  ignore 
que  alberga  escondido  en  su  corazón  el  monstruo  impío  que  ha  dó  de* 
Torar  sus  dichas,  y  clavar  el  agudo  acero  en  el  seno  inocente  do  su 
amada!  Cuando  los  furiosos  vient/)s  aprisionados  en  hórridas  cavernas, 
dejan  la  mar  en  dulce  y  apacible  calma,  el  novicio  navegante  duerme 
tramiuílo  y  sin  recelo  de  las  crueles  tempestades;  mas  si  desencalle' 
hado  el  rudo  Aquilón  se  precipita  sobre  los  procelosos  mares,  si  rotos 
los  mástiles  y  perdido  el  timón,  sirve  la  nave  de  juguete  á  las  furíosM 
olas,  entonces  el  descuidado  pasajero  despierta  uespavorído  de  su  le- 
^8^1  para  conocer  su  horrible  situación ,  y  para  saborear  penosa- 
mente la  muerte  que  le  amaga.  Tal  parece  llerodes  á  la  vista  del  ee» 
pectador ,  reposando  en  (4  regazo  halagüeño  do  su  querida  y  en  la 
confianxa  de  su  amor,  sin  sospechar  apenas  (|ue  pueda  albergarse  ett 
su  alma  apasionada  el  crudo  afecto  de  los  celos:  pero  al  ver  realizados 
en  parte  los  presagios  funestos  uue  antea  despreciaba,  al  mirarM  pri- 
sionero do  Augusto,  y  condenado  á morir,  cuando  llega  á  temer  qae 
un  poderoso  rival  disputándole  el  corazón  de  su  amada  ,  consiga  aosso 
ser  correspondido;  entonces  se  aliandona  to<Ío  á  las  roedoras  sospechas, 
entonces  fas  psiones  se  desencadenan  en  su  pecho ,  entonces  se  en- 
ciendo una  obstinada  lucha  entre  el  amor  propio ,  el  honor  y  el  carillo, 
y  entonces,  en  An,  conoce  losesoesos  á  que  pueden  ios  rabiosos  celes 
conducirle.  ¿  Y  el  hombre  que  pocos  momentos  antes  hubiera  sacrifi- 
cado su  existencia  por  libertar  de  una  leve  molestia  al  objeto  de  m 
amor,  es  el  mismo  que  ahora  inexorable  le  destina  una  muerte  horro- 
resa  y  saiwnenta?  Luchan  en  su  pecho  el  amor  y  los  celos,  la  lucha 
es  obstinada  y  profundamente  interior,  el  alma  es  el  campo  de  batalla^ 
y  allí,  allí  y  no  en  otra  parto  es  donde  el  espectador  busca  y  encueh- 
M  4/  dmdiibBÚo  Herodesa  Amniitie  del  oliioto  de  su  carífio  y  de  coi 


947 

que  pretende  inspir«ir,  6  de  que  se  halla  inspirado  el  poe- 
ta, es  el  iiuico  limite  qne  éste  impone  á  sus  Audaces  me- 
táforas, y  á  sus  grandes  y  suldimos   pensamientos. 

»  Délo  dicho  se  infiere  IVirilmente  ser  imposible  en- 
cerrar la   comedia  6  drama   román! ico   en  cuadros  eir- 
cnnscritos   en  las  tres  unidades:  lo  primero    porque  los 
caracteres  individuales  no  son  abstracciones,  ni  resultado 
de  una  sola   pasión ,  vicio  6  virtud,   sino  el  conjunto  de 
machasque  mutuamente  se  modifican.  Lo  sef^undo  por- 
que el  desenvolvimiento   graduado  de  los  afectos  du  un 
individuo,  no  puede  con  verosimilitud  verificarse  en  el 
corto  término  de  21  horas  ;  y  lo  tercero,  porque  el  re- 
trato del  hombre   nunca  se  deducirá  de  un  solo  acto  6 
eircanstancia  de  su  vida.  También  seria  invcrosimil  en 
este  género  el  que  variando,  como  varían  á  cada  paso  lasi 
ntaaciones  y  modo  de  existir  del  hombre  individual,  y 
poniéndole  en  contacto  con  personajes  de  diversos  princi- 
pios, educación  y  carácter,  secsplicasen  todos  déla  misma 

Mas,  destronado «  próximo  á  subir  á  un  cndiilso.  H  Tclrarca  es  un 
MTOc  sobrehumano;  y  tal  aparecería  simpre,  m  las  pasiunrs  (|uo  do- 
▼oran  y  despedazan  sus  eritrañaH,  no  diesen  A  conocer  (pie  es  hombro 
¡pero  que  hombre!  ¡Cuan  sublime  é  idenl  os  la  Vi^presion  de  sus  pen** 
lanientos!  ¡Cuan  noble  y  espiritual  la  do  dus  arectos!  No  es  su  i)on('i 
oayor  el  contemplar  ú  Marieno  on  otros  brazos ;  ¡uto  no  puede  so- 
portar la  idea  do  ser  olvidado  y  al)orrecido.  A  tal  estremo  le  reduce 
tite  pensamiento,  (pie  ya  nada  le  miporta  su  existoncia  ni  la  de  mi  cs« 
poia;  y  en  tan  dura  situación  solo  atiende  á  (pie  ésUi  i^vore  In  inano 
de  diwdo  parte  el  golpe  quo  b  destina,  para  no  ser  odiado  de  ella  ni 
ttnaolo  momento  de  su  vida.  YA  amor  es  para  el  Telrarea  una  |)as¡(m 
Mafma,  y  por  lo  tanto  cree  que  es  tan  eterno  como  ella. 
«En  el  teatro  clásico  se   hubieran  puesto  en  relacicjn  la  nmyor 

Se  áe  los  hermosas  escei  tas  Imolivmlas  por  las  situaciones  de  esta 
edia;  pero  como  en  el  riomántico  todo  debe  ser  acción  y  desen- 
rhniento,  el  espectador  solo  se  iiileresa  por  Heredes,  a  él  ve  en 
Mas  partos,  á  él  escucha  sus  mas  Íntimos  s(mtimientos,  el  mismo 
^  quien  retrata  los  com  l)ates  de  su  alma ,  y  él  en  íin ,  el  (lue  lo 
Cpnfla  y  manifiesta  los  á\  ¿ores  y  amarguras  que  abriga  su  inflama- 
do corazón.  Con  tal  interés  ,  ¿hahni  un  sdIo  hombre,  (^ue'  se  hallo  en 
estado  do  re(>arar  si  'Ja  o  «cena  es  siempre  la  misma,  o  si  la  acción 
Mbe  «n  uno  ó  muohosdiat  i?  El  que  sea  c<ipaz  do  repararlo,  seria  muy 
á propósito  para  calcular  1  a  cuadratura  del  círculo;  pero  no  para  sen* 
ttr  y  juzgar  ol  mérito  do   la  vordadcTa  poesía,» 


248 

manera  qae  el  protagonista ,  ó  que  éste  sostuyicse  siem- 
pre igual  tono  de  espresion  cuando  hablase  con  un  rey  ó 
con  un  doméstico,  con  un  sabio  ó  con  un  ignorante.  Por 
esta  causa  ,  y  para  conservar  la  yerosimilitud  propia  del 
género,  el  poeta  presta  á  los  interlocutores  el  lenguaje 
adecuado  á  las  circunstancias «  carácter  y  situación  de 
cada  uno,  yaliéndose  á  yeces  de  esta  diversidad  de  tonos 
para  formar  el  contraste  entre  la  idealidad  poética  y  U 
verdad  prosaica.  De  aqui  procede  que  los  modos  de  es- 
presion trágico ,  lírico,  bucólico,  satírico  y  cómico,  se 
[hallan  admitidos  y  amalgamados  en  el  drama  romántico». 
Indispensable  hemos  juzgado  detenernos  en  este  dis- 
curso ,  no  solo  para  dar  á  conocer  la  importancia  y  pro- 
fundidad de  las  ideas  que  encierra ,  sino  porque  no  siendo 
aquellas  bastante  conocidas  ,  ni  hallándose ,  por  decirlo 
asi,  divulgadas,  en  la  época  en  que  publicó  su  discurso 
el  señor  Duran ,  tanto  la  forma  y  manera  con  que  espone 
sus  doctrinas  literarias  ,  como  el  efecto  que  produjo  su 
escrito»  apoyado  con  sus  vehementes  escitaciones ,  y 
con  las  luminosas  conversaciones  que  sobre  la  misma  ma- 
teria mantuvo  con  sus  amigos ,  que  eran  á  la  sazón  y  son 
todavía  todos  los  literatos  y  personas  instruidas  de  esta 
capital ,  constituyen  un  título  de  gloria  para  el  humanista 
cuya  biografía  trazamos  ,  y  presentan  el  aspecto  que  le 
da  mas  importancia  en  nuestra  revolución  literaria ,  y 
en  las  mejoras  del  teatro  nacional.  Las  doctrinas  que 
propalaba  el  señor  Duran ,  no  eran  nuevas  absolutamen- 
te entre  nosotros :  el  hombre  á  quien ,  según  dice  en  SQ 
mismo  discurso ,  cree  tan  capaz  de  tratar  dignamente 
esta  materia  y  á  cuya  amistad  conñesa  deber  toda  su  edu^ 
cacion  literaria  ,  se  las  babia  esplicado  y  enseñado  ;  pero 
el  señor  Duran  movido  de  su  celo  por  nuestra  gloria  lite- 
raria ,  quiso  darles  publicidad ,  y  contribuir  á  que  se 
difundiesen ,  y  á  su  triunfo  con  la  eficacia  y  el  calor  de 
su  carácter :  mostró  la  senda  que  debian  seguir  nuestros 
ingenios ;  la  señaló  como  con  el  dedo ,  y  la  rodeó  de  toda 
la  luz  que  podian  aquellos  necesitar.  Su  sabio  maestro 
esplicando  en  el  Ateneo  de  Madrid  la  índole  y  naturaleza 


249 

de  la  litcralara  clásica  j  de  la  romántica ,  no  hizo  mas 
gue  rf producir  las  ideas  capitales  que  sobre  esta  materia 
conlenia  el  discurso  del  señor  Duran  ,  cuya  leclura  reco- 
mendó con  encarecimiento  á  su  auditorio.  El  mismo  sa- 
bio profesor  ,  en  un  periódico  nue  se  puldicaha  en  el 
año  ne  28,  caüGcaeste  discurso  ae  «opúsculo  lleno  do 
ideas  nuevas  y  luminosas.»  La  gloria  pues,  de  haber  pro-, 
pagado  esta  buena  semilla,  no  podrá  disputarse  al  señor 
Daran«  ni  tampoco  la  de  que  su  feliz  estrella  la  haya  he- 
cho fructificar  en  este  suelo  privilegiado.  Kl  fué  el  prime- 
roque  la  esparció,  y  los  frutos  que  ha  producido  aumen- 
tan cada  dia  la  gloria  de  nuestra  literatura  y  de  la  escena 
patria . 

No  contento  con  esto  y  trabajando  con  infatigable  ar- 
dur  en  la  empresa  de  poner  al  alcance  de  todos  los  te- 
soros de  nuestra  literatura  ,  dio  á  luz  á  fines  del  año  28 
el  Romancero  de  romances  moriscos  ,  compuesto  de  todos 
los  de  esta  clase ,  que  contiene  el  Romancero  general, 
impreso  en  1614.  Eran  ya  rarísimos  en  aquel  tiempo  los 
ejemplares  de  los  romanceros  españoles ,  por  la  grande 
esportacion  que  tanto  de  ellos  cuanto  de  todos  nuestros 
buenos  poetas  habían  hecho  en  1808  los  ingleses ,  fran- 
ceses y  alemanes.  Era  preciso  pues  hacer  nuevas  edicio- 
nes de  aquellos  romanceros  ,  pues  si  no ,  como  decia 
el  mismo  señor  Duran,  tendríamos  «que  acudir  á  las  bi- 
bliotecas cstranjeras  para  estudiar  las  obras  que  nos  per- 
tenecen.» £1  proyecto  del  Sr.  Duran  se  cstendia  á  publi- 
car la  colección  de  nuestros  romances,  no  como  se  hÍ2o 
en  los  siglos  ^^I  y  XYII,  sin  orden  ni  clasificación,  sino 
dividida  en  los  diu^rentes  géneros  á  que  pertenecen.  El 
fiomoncero  de  romances  moriscos  era  el  primer  tomo  de 
la  mencionada  colección  ,  en  el  cual  solo  se  publicaron 
los  romances  moriscos»  (y  aun  no  todos)  y  algunos  satí- 
ricos y  festivos,  escritos  por  Góngora  contra  este  género 
ie  literatura. 

El  romance  es  una  clase  de  poesia ,  que  no  es  fácil 
comparar  á  ninguna  de  las  que  se  cultivan  en  las  dife- 
Tenteslenipuas  de  Europa.  Es  tan  esclusivamente español , 


250 

3iie  hasta  su  consonancia  m/^irica  se  desconoce  en  los 
emás  idiomas  ;  y  para  sentirla  es  necesario  6  haber  na- 
cido en  España,  ?)  haber  permanecido  mucho  tiempo  en 
ella  ,  familiarizándose  con  nuestras  canciones  populares 
y  la  versificación  teatral.  El  asonante  es  indigeno  de 
nuestra  península,  y  aun  no  se  ha  aclimatado  en  ningu- 
na otra  lengua.  Tuvo  su  origen  ,  según  parece ,  en  el 
siglo  XVI.  En  nuestros  romances  y  comenias  se  usa  el 
verso  de  ocho  silabas  que  es  mas  antiguo  que  el  asonan- 
te ;  ya  sea  ei  hemistiquio  de  los  versos  árabes  de  diez 
y  seis  silabas,  ya  de  los  exámetros  ,  semi-bárbaro»  de  los 
poemas  del  Cid  y  Alejandro,  pertenecientes  á  los  si- 
glos XII  y  XIII,  este  metro  se  encuentra  en  otros  idio^ 
mas ,  mas  no  con  tanta  frecuencia  ,  ni  destinado  á  los 
mismos  usos. 

El  romance  es  ,  propiamente  hablando ,  la  poesía  po- 
pular de  los  españoles ,  porque  su  metro  y  consonancia 
son  los  mas  fáciles ,  y  los  que  con  mas  frecuencia  ocur- 
ren en  nuestra  prosa.  Por  consiguiente ,  en  este  género 
se  renuncia  á  los  adornos  pomposos  y  sublimes  de  la  peo  • 
sla ;  y  su  mérito  consiste  en  espresar  de  una  manera  sen- 
cilla y  fácil ,  ya  los  objetos,  ya  los  sentimientos.  No  es 
esto  decir  que  no  puede  elevar  algo  mas  su  tono  ,  v  lie- 


uv;  la  YurBiiiuai^iUU  y  iiiu!»  f    vil  iiuvsiru   suuiíi  ,   laiiias  |yv— 

drá  espresar  bien  los  movimientos  mas  enérgicos  y  su- 
blimes de  la  poesía  ,  porque  carece  de  censuras ;  y  seria 
muy  poco  cuerdo  el  poeta  español,  que  teniendo  ásn 
disjposicion  el  variado  y  flexible  endecasílabo ,  quisiese 
sujetar  el  desorden  é  impetuosidad  de  la  poesía  Ifríca  al 
movimiento  fácil  y  agradable  ,  pero  monótono  del  ter- 
so de  ocho  sílabas.  El  romance  cantó  las  batallas »  las 
victorias ,  los  amores  ,  los  celos ;  pero  en  un  tono  mas 
suave  y  menos  arrebatado  que  el  de  la  lira.  Siempre  con- 
servó el  sello  de  su  origen  popular ;  tuvo  mas  gallardía 
qué  corrección  ;  mas  facilidad  y  gracia  que  movimiento 
y  fuévza;  mas  ingenio  y  donaire  que  grande  clocaencia. 


Afganos  poetas  han  hecho  onsiiyos  para  vfr  toda  la  Tucr- 
u  y  elevación  do  í\\\ü  ora  rapaz  esto  );6iioro  :  los  rosul* 
ttdos  han  sido  foliros  :  pudiéramos  citar  nlf^iinoH  roman- 
ces magnilicofl ,  que  so  acercan  ,  en  cuanto  os  posihio,  al 
tono  Úrico ,  poro  que  no  llegan  nunca  á  alcanxar  su  des- 
orden y  su  arrehato. 

Entre  los  romances  españoles  ocupan  un  lugar  d¡«- 
linguido  los  moriscos ,  llamados  asi ,  no  porque  sean  tra- 
ducciones de  las  canciones  úralH's,  como  algunos  han 
creído  ,  ni  porque  en  ellos  se  describan  las  batallas  y  h)s 
imores  de  los  sarracenos ,  sino  porcpie  se  disfraxan  bajo 
iombros  ,  trajes  y  costumbres  de  los  moros ,  ]M*rsona jes, 
desafios  y  amores  castellanos.  Nuestros  poetas  dol  si* 
gloXVI,  imitando  á  Virailío  ,  encubrían  con  nombres 
putoriles,  historias  yerdaaenis  de  sn  tiem|)0,  y  las  Kglo- 

K)  de  Garcilaso  ,  el  Pastor  de  tWdn  ,  las  Dianas  de  (iil 
lo  y  de  Montomayor  ,  y  otras  composiciones  bucóli- 
cas de  aquella  era,  prueban  la  propensión  de  nuestros 
Ctai  á  celebrar  con  nond)n«8  fingidos  6  sus  amores ,  6 
de  sas  amigos  y  Mecenas.  Ksta  propensión  di6  origen 
ti  Tomauce  morisco  que  fue  una  máscara  tomada  de  una 
Bidón  ingeniosa,  valiente,  enamorada,  y  de  costumbres 

Ctticas^  como  que  era  idólatra  del  valor  y  del  amor. 
s  no  80  observa  tan  fielmente  el  disfrac ,  que  alguna 
vet  M  so  conoxea  el  origen  español  y  cristiano  de  los 
pmoilajcs,  como  podrá  notar  cuolquiera  que  lea  con 
atahcion  tales  romances. 

Aunque  los  mas  sobresalientes  do  estos  eran  ya  bas- 
tíate conocidos  por  hallarse  insertos  en  la  colección  de 
Femandei ,  y  en  la  del  Sr.  Quintana ,  ni  todos  los  ro* 
«Maoet  iuenos  se  insertaron  en  estas  colecciones ,  por* 
^  el  objeto  do  ellas  era  mas  general ,  ni  deja  de  haber 
•tm  en  los  mas  inferiores  pasajes  dignos  de  conservarse. 
«Hemos  creido,  dice  el  Sr.  Duran  en  el  prólogo  ,  qi^e 
til  estos  (los  moriscos)  como  los  históricos,  deben  inser* 
tirse  todos,  pues  forman  respectivamente  una  historia 
ds  iu  tradiciones  y  fábulas  populares ,  v  si  carecen  del 
«Mto  literario ,  suficiente  para  servir  ae  modelo^  etu  vH 


253 

género  ,  tienen  á  lo  tnenoi  el  dé  recordar  nuestras  glo- 
rias ,  pintar  nuestras  costumbres  antiguas ,  y  el  de  pres- 
tar materiales  y  asuntos  para  que  los  modernos  se  ejer- 
citen en  esta  clase  de  literatura.»  El  romance  de  las  Qtie- 
rellas  del  rey  de  Granada  por  la  pérdida  de  i4 í^ma,  tiene 
ya  una  celebridad  europea  por  haber  merecido  que  le  tra- 
dujese lord  Byron.  Este  es  quizá  el  único  romance  mo-> 
risco,  del  cual  se  puede  creer  con  algún  fundamento  que 
su  original  es  árabe.  Parece  ,  respecto  de  los  romances 
satíricos  ^  que  Góngora  logró  con  ellos  lo  que  se.propo- 
nia ,  pues  desde  que  los  publicó  dejó  de  cultivarse  este 
género  de  poesía  ;  á  lo  menos  son  muy  pocos  los  que  se 
escribieron  después ,  y  la  moda  de  los  romances  pastori  • 
les  sucedió  á  la  de  los  moriscos. 

A  mediados  del  año  30  publicó  el  Sr.  Duran  el  Ro^ 
mancero  de  romances  doctrinales  ,  amatorios,  festivos^  jo^ 
cosos ,  satíricos  y  burlescos,  sacados  de  varias  coleccion^i 
generales ,  y  de  las  obras  de  diversos  poetas  de  los  sü 
glps  XY ,  xVI  y  XYII.  Esta  colección  está  sacada  nq 
solo  del  Romancero  general  sino  de  otras  varias  coleccio-^ 
Des  y  de  las  obras  de  nuestros  buenos  poetas.  Tiene  máf 
mentó  que  \i  anterior  de  romanceé  moriscos ,  por  ol  {mí* 
probo  trabajo  que  tuvo  el  Sr.  Duran  en  escoger »  entff 
muchas  compilaciones  y  otras  particulares ,  la  multitdl 
áe  piezas  que  la  componen  ,  y  por  el  mayor  placer  qM 
escita  su  lectura  ,  con  la  variedad  ,  y  aun  puede  decinf 
con  la  escelcncia  de  un  sinnúmero  de  sus  versos.  Si  be^ 
llisimos  son  los  moriscos  por  sus  galanas  descripciones» 

Cr  la  cortesanía  y  valor  caballerescos  que  retratan ,  pot 
\,  acciones,  trajes  y  divisas  que  pintan ,  por  el  vigor  dé 
su  estilo  9  y  digámoslo  así ,  por  la  frondosidad  de  su  dio* 
cion  ,  los  que  comprende  esta  segunda  colección  ,  intef 
resan  mas  todavía  por  la  variedad  que  presentan ,  puet.'i 
la  severidad  de  las  composiciones  morales ,  sucede  praÑ^ 
to  la  ternura  y  delicadeza  de  las  amorosas  ,  la  amooidAá 

Ír  gracia  nativa  de  las  pastoriles,  el  chiste  v  desenfado  áí^ 
as  villanescas,  el  donaire  y  sal  urbana  de  lasfestitaá^' 
)a  malicia  y  agudeza  de  las  satíricas,  y  tautiui  otras^pre»* 


255 

das  de  ana  poesía  tan  libre  y  yaríada  en  los  ornatos  dé 
sos  diferentes  especies. 

Esta  variedad  interesa  y  asrada  tanto  mas  cuanto 
que  los  romances  moriscos,  limitados  por  su  argumento 
¿batallas  y  desaños,  á  torneos  y  cabalgatas,  á  empre* 
sas  y  plumajes,  y  al  amor  pendenciero  de  la  caballería, 
deben  cansar  al  nn,  como  cansaron  á  los  poetas  de  aquel 
tiempo: 

Tanta  Zayda  y  Adalifa, 

Tanta  Draguta  y  Daraja, 

Tanto  alquicel  y  marlota, 

Tanto  almaizar  y  almalafa.» 

En  este  apreciable  romancero  se  hallan  entre  otros 
muchos ,  muy  bien  escogidos ,  y  que  acreditan  la  inteli- 
gencia y  gusto  del  colector  ,  los  célebres  y  sabidos  ro- 
mances:  Presta  la  venda  que  tienes ;  La  niña ,  imagen  de 
mor;  Mariana ,  Francisca  y  Paula;  Si  tú  vieras,  aldea-- 
na;  El  tronco  de  ovas  vestido;  S  rvia  en  Oran  al  rey;  En-' 
tre  los  sueltos  caballos;  Guarda  corderos,  zagala;  En  un 
jQsioral  albergue ;  Parióme  adrede  mi  madre  ,  y  Una  in- 
crédula de  años:  abundan  en  lú  los  tiernos  y  candidos 
versos  de  Lope,  los  ricos  y  galanos  en  este  género  del 
iacomparahle  Góngora,  y  los  chistosos  y  picantes  do 
Qaetedo. 

Ko  contento  el  Sr.  Duran  con  el  cúmulo  y  variedad 
de  riquezas  que  presentó  al  publico  en  esta  colección, 
afiadiópara  darle  mayor  interés  y  variedad,  algunas  com- 
posiciones de  distinto  género ,  como  las  odas  á  la  ¿arqui- 
lla, las  redondillas  de  Baltasar  del  Alcázar,  y  aun  las 
cintilenas  propias  y  traducidas  de  Villegas,  que  son  en- 
teramente del  Anacreóntico. 

Tanto  este  romancero  como  el  anterior  de  los  romances 
moriscos,  acopian  un  tesoro  de  bellezas  poéticas.  Esta 
ttnpresa  era  no  solo  literaria,  sino  ademas  patriótica ,  por* 
fttedaba  á  luz  los  ricos  mineros  de  nuestra  antigua  poe- 
^>  cine  ya  principiaban  ¿.desaparecer  por  la  estraccion 
^nabian:  sufrido.  En  los  cancioneros  y  romances  aiv-* 


954 

ligaos  f  no  solo  se  enoiientran  abundantes  bdleías ,  sino 
los  primeros  acentos  conocidos ,  los  sacesiyos  proffussos'y 
y  la  perfección  de  nna  poesia  enteramente  original  y  es- 
pañola. Estos  archivos  de  nuestra  literatura,  táuricos 
de  noticias  como  de  preciosidades  poéticas,  quisa  habrian- 
yenido  á  perderse  sin  el  estudio  y  laboriosidad  del  señor 
Duran,  sin  su  constancia,  y. sin  el  afán  que  ha  empleado 
toda  su  yida  en  reunir  los  manuscritos  mas  raros  y  las 
obras  mas  estimables  de  nuestra  literatura.  £1  gran  mé- 
rito de  los  romances  que  ha  publicado  este  humanista, 
consiste  en  la  rareza  y  buen  escogimiento  de  ellos  ,  y  en 
la  importancia  ya  literaria ,  ya  histórica  de  los  que  ha  pu- 
blicado:  si  hay  entre  ellos  algunos  medianos,  ó  si  se 
quiere ,  débiles  é  incorrectos  ,  no  por  eso  dejan  de  ser 
monumentos  de  nuestra  ilustración ,  ni  útiles  todos,  pues 
muestran  los  adelantos  sucesivos  de  la  poesia  ,  los  pro- 
gresos de  la  versificación  y  lenguaje ,  las  frases  propias 
nativas  del  habla  española ,  las  libertades  que  se  toma- 
an  aquellos  poetas  ,  en  la  formación  y  figura  de  las  pa- 
labras ,  en  la  sintaxis  y  hasta  en  la  colocación  del  acento, 
la  tradición ,  las  costumbres  ,  las  aficiones  y  el  gusto  po- 
pular. Esta  colección ,  ademas  de  agradar  á  los  meros 
aficionados  ,  fue  sobremanera  estimada  de  los  humanis- 
tas ,  de  los  filósofos  y  de  los  eruditos  que  aspiran  á  co- 
nocer la  historia  de  las  artes  y  á  estudiarlas  fundamen- 
talmente para  su  instrucción.  De  esta  empresa  nadie  en  - 
capaz  sino  el  Sr.  Duran ,  no  solo  por  su  inteligencia  f 
afición  á  nuestra  antigua  literatura  ,  sino  por  las  precio- 
sas colecciones  que  posee. 

También  publicó  en  seguida  el  Cancionero  y  Romtm^ 
cero  de  coplas  y  canciones  de  arte  menor,  letras,  roñan- 
ees  cortos  y  glosas  anteriores  al  siglo  XVIII  pertene 
cientes  á  los  géneros  doctrinal ,  amatorio ,  jocoso  ,  sati^ 
rico,  etc.  Esta  colección  es  interesante  y  preciosa  ,  por* 
uc  desde  la  cántica  de  Serrana ,  del  maligno  arcipreste 
eHita ,  hasta  la  flor  del  Zurguen  del  tierno  Melendec,  «I 
género  de  los  yersos  de  arte  menor,  ha  sido  el  deleite  J 
recreo  de  las  musas  castellanas.  Estas  composiciones  í¡a0 


i 


1 


9111 

tí|i|i  tenido  la  loharbia  ^e  lu^ifir  i  la  d¡ffiii4a4 
I'»  poeden  considerarse»  geoeralBÍeiite  habijiDdo, 
-,Vl  poesia  popular  de  nuestra  nacioi^.  Hay  en  elU 
Í,4naTÍdad  do  afectos  y  una  errando  rianeza  de  fiu|- 
•j  si  tal  Tez  las  yicia  el  mal  gusto  del  poeta,  naa- 
m  4(00  á  lo  menos  en  el  pensamiento  principal  no 
lipibra  la  nativa  sencillez  de  su  oríj^en.  Una  espre- 
■ifial ,  un  proverbio  común ,  una  unágen  cámpes- 
.risnefia  suelen  ser  el  fundamento,  de  estas  poesías 
ras  :  las  ideas  asociadas  se  loman  casi  siempre  de 
li' fuentes,  rios,  y  demás  objetos  agradables,  con 
I  Mturaleza  embellece  las  ilusiones  del  anu^r.  Los 
i4e  composición  son  fáciles ,  la  yersificacion  ¿6ida, 
Iflos  sencillos.  Si  hay  algo  que  censurar  en  algunas 
n^  composiciones ,  es  la  afectación  de  ingenio ,  qi&a 
01$  fines  del  si^lo  XYIII  el  pecado  original  de  uues- 
iMratura.  Las  piezas  satíricas ,  entre  las  cuales  so» 
í|B  las  de  GÓDgora  y  Quevedo,  participan  de  los  yi- 
p,  estos  dos  célebres  poetas ;  pero  poseen  en  sumo 
jfL  malignidad ,  que  parece  ser  el  principal  mérito 
[fiero.  Tal  vez  degenera  en  grosería,  aunque  nunca 
ifplente  como  la  de  Horacio  y  Juvenal ;  bien  que 
!^  se  elevan  las  letrillas  ni  á  la  delicadeza  del  pri«- 
^'BÍ  á  la  vehemencia  del  segundo. 
pque  hemos  dicho  que  esta  clase  de  composiciones 
1^  no  afectan  la  dignidad  clásica,  debemos  hacer 
leepcion  respecto  de  algunas  ^ue  la  merecen ,  como 
«mplo,  las  del  bachiller  Francisco  de  la  Torre ,  mu« 
nioimas ,  y  sobre  todas  la  célebre  canción  á  ¿raid- 
.Gil  Polo ,  que  en  concepto  de  doctos  humanistas, 
ledo  el  saber  de  la  poesia  griega.  Hay  en  esta  colee- 
flITis  bellas  composicioues  de  don  Garlos  de  Gueva- 
Cttrónimp  de  Lomas  y  Gautoral,  do  Cristóbal  Suarec 

Kroa ,  de  Montalvo ,  de  Barahona  de  Soto ,  de  Fer- 
Roias>  de  Quevedo  y  Góngora,  de  Juan  de  Ti- 
lii;  de  Gregorio  Silvestre ,  de  don  Diego  Hurtado 
Moza  y  muchas  anónimas.  Entre  las  coomosiciones 
Élprntoy  yarias ,  que  tmwidQ  al  pcinMílQ  W||ixo 


256 

sentimental ,  acaban  en  pensamientos  satíricos  y  no  espe- 
rados. La  letrilla:  vuela  pensamiento  y  diles,  manifiesta 
las  inquietudes  celosas  de  un  ausente  en  las  primeras  co- 

Sílas ,  y  lo  demás  de  ella  es  una  sátira  contra  los  soldados 
ianfarroncs,  los  poetas,  los  músicos,  los  lindos,  y  otras 
gentes  peores.  De  esto  se  hallan  otros  varios  ejemplos  en 
Góngora.  Hay  también  en  esta  colección  algunas  décimas 
y  quintilla,  disparatadas  de  Juan  de  la  Encina,  su  primer 
padre  conocido ,  cu  cuyo  género  estrafalario  se  distin- 
guió después  el  buen  Iriarte. 

No  solo  en  las  advertencias  ó  prólogos  de  estas  diferen- 
tes colecciones,  sino  en  varios  análisis  aue  preceden  i 
diferentes  comedias  antiguas  que  ha  publicado  el  selior 
Duran,  en  distintas  colecciones  que  ha  emprendido ,  ha 
manifestado  y  acreditado  su  imparcialidad,  exactitnd  de 
juicio  y  delicado  gusto ,  por  manera  que  no  solo  ha  desen- 
terrado nuestras  riquezas  poéticas,  sino  que  ha  sabida 
apreciar  su  mérito  y  darnos  á  conocer  sus  bellezas  con 
mucha  filosofía.  Según  el  juicio  de  este  humanista,  las 
coplas  del  siglo  \Y  adolecen  de  afectación  y  metafísica,  y 
en  las  de  los  siglos  posteriores  se  nota  ya  el  espíritu  de 
la  buena  poesía  que  se  introdujo  en  Kspaña  con  la  imita- 
ción y  lectura  de  los  poetas  griegos,  latinos  é  italianos. 
Atribuye  en  parte  aquellos  defectos  á  la  ferocidad  del 
siglode  Juan  11,  en  el  cual  los  sentimientos  dulces  eran 
violentos  en  corazones  altivos ,  siempre  inclinados  á  la  lid  . 
y  á  las  discordias  civiles.  Ks  notable  el  juicio  que  forma 
el  señor  Duran  de  la  influencia  que  tuvo  Garcilaso  en  It 
mejora  de  la  poesía  castellana ,  y  de  los  progresos  que  i6 
advirtieron  después,  aun  en  los  géneros  populares  de  ro- 
mances, coplas  y  letrillas.  Todas  las  ideas,  todas  las  ob- 
servaciones de  este  humanista  ülósofo,  suministran  ma- 
cha luz  para  la  historia  de  nuestra  literatura.  Bajo  este 
aspecto ,  son  de  sumo  interés  los  muchos  artículos  qne 
ha  inserto  en  diarios  y  revist^as,  y  los  discursos  prelimi- 
nares y  prólogos  que  anteceden  á  todas  las  colecciones 
que  ha  pubiieado. 

Para  completar  la  de  romances ,  dio  á  luz  el  señor  Dih 


'■    '.-^ 


357 

flB  60  1832  el  Somkneéfii  ie  romiiiiriif  ettftan¿re««o«  ^  Ai j- 
tíneoi\  anleriorcs  al  lí;^lo  XVUTv  <|ug  contiene  fos  de 
Amor*  los  de  la  Tabla  Redonda,  los  de  Carloma^rno  y  los 
doce  Pares,  los  de  Bernardo*  del  Carpió,  dol  Cid  Cam- 
peador, de  los  infantes  dé'Larn,  ctc.'Kste  Romancero,  que 
coDSta  de  dos  volúmenes»  está  sacado  de  los  lihrns  si- 
nienles:  1.°  Cancionero  general  recopilado ,  por  F(M*nan- 
do  deL  Castillo.   Edición  gAtlrn  en   folio.    Vnlenoia   del 
Gd,   1511,  2.**  Cancionero  de  romances  en  que  están  re- 
copilados la  mayor  parte  de  Ion  rntnances  castellano  <  que 
mta  agora  se  han  compuesto.  li\,^  Amhefos  1555. — Los 
iomaaces  contenidos  en'osle   roinnnccro  rnrn  y  npre- 
dable,  nunca  bstavieron  impresos  ni  manuscritos,  hasta 
que  el  editor  los  recogi6  do  boca  dt*  las  gentes  que  los 
conservaban  por  tradición.  Ks  lamM.Mi  la  primera  colcc- 
tioo  do  romances  populares,  \mos  \o^  pocos  que  hav  en 
hs  canciones  generales ,  son  do  potólas  del  siglo  Xv^ 
coando  los  de  aquel  conservan  vestigios  de  ser  muclio 
mas  antiguos.  3.^  Floresta  de  varios  ronianrrs  sacados  de 
lai  kisíorias  antiguas  de  los  hechos  famosos  dé  los  doce  Pa- 
res de  Francia,  agora  nuevamente  corregidos  por  Damián 
López  de  Torlajada.  16."  Valencia ,  sin  año  ;  pero  pare- 
ce edición  de  unes  del  sigloWll,  xS  prinripiosdel  XVIII. 
«Este  libro  contiene  muchos  romances  de  los  qnn  hay 
enelGani^ionero  de  romaneos |  pero  con  Icocion  rnas  mo- 
derna» y  rcforhiados  en  el*  lenguaje  y  terminación  de  las 
palabras,'  de  tal  manera,  que  desapareceria  casi  todo  ves- 
tigio de  antigüedad  ,  si  no  conservasen  siempre  el  giro 
de  la  frase  y  de  la  narración  antigua.  1.*  Silva  de  r  .ríos 
romances  :  agora  de  nuevo  recopilados  los  mejores  roman- 
ces de  las  tres  libros  de  Silva  j  y  añndidos  los  de  In  Liga. 
Bn  esta  úUima  impresión  van  añadidos  el  de^la  muerte  del 
re¡i  Felipe  II ,  etc.  16.*  Barcelona  ,  11)í>6.  5.«  Romances 
nuevamente  sacad6s^de  historias  antiguas  de  la  Crónica  de 
España,  por  Lorenzo  de  Sepfilveda,  vecino   de  S  villa. 
Van  añadidos  de  muchos  nunca  vistos ,  compuestos  por  un 
caballero  cesáreo  ,  úuyo  nombre  se  guarda  para  mayores 
eo$a$.  16/"  Ambares,  1M6.— De  este  libró  solo  «e  Vau 

17 


tomado  lo«  rwüne^i  imu  preciiof  pf ra .  Uenir  Amnoik 
huecos  Qil  las  respectiyái  historia»  /  puei  ademas  m  ler 
muy  roaíós  cooaíaerado»  poéücameqie  i  carecen  de  inte-r 
res  para  la  historia  del  arte.  6.^  f'lor  ^  varios  y  nueva 
románcete  primerQ  y  segunda  parte ,  ahora  nuevamente  re- 
copiladot  y  me$ios  en  irden  por  Andrés  de  yillalta«  ne^ 
tural  de  Valencia.  Áñadióie  ahora  nuevaff^ente  la  tercft9 
parte  por  Felipe  Mcy,  mercader  de  lihrot.  16.^  Yaleii^ 
cia  ,  1593. — La  primera  parte  de  estQ  lihro  con  la  se^fr* 
da  que  rccopiii^  Pedro  Moncayo  (vid'  num.  6.^) ,  se  ha-^ 
lian  reimpresas  casi  á  la  letra  en  U  primara  y  segonda 
parte  del  Romancero  general.  A|gunQ4  de  t^  tercera  par^ 
recopilada  por  Mey  »  se  hallan  íncliudoii  en  la  córrespon^ 
diente  del  mismo.  7.^  RomanoerQ  fj^eneral  in  que  ee'emi^ 
tienen  todos  los  romances  qu4  andan  irppi^fisos,  efií.  iMU* 
dridy  1604.  8.^  Jdem ,  idem^  ahorq  nuevatf^nte  añadid^ 
y  enmendado  por  Pedro  Flores.  4.^  Bl^dri^»  1&M.«*"Í^ 
una  reimpresión  del  anterior  de  \()0\.  Q.^  Segunda  irar^ 
del  Romancero  general  y  Fhr  ^e  iiV^rs'a  poesia  recopiláis 
por  Miguel  de  MíidrigaK  4.»  Valladolid ;  1605.  10.  JÍ^ 
mancero  i  historia  del  muu  valeroso  caballero  el  Cid  Jtítt 
Diax  de  Vivar ,  en  lenguaje  antiguo,  recopilado  por  Jaaa 
de  Escobar,  16.^  Cádiz,  1702. — La  primera  euicion  da 
esto  Roiviancero  se  hizo  en  12.^  Lisboa,  1615 ;  despveí 
se  han  hecho  varias  reimpresiones  tanto  en  EspaSa,  cpino 
en  Francia,  Inglaterra  y  Alemania.  En  esta  última  se  pn^ 
blicó  una  muy  añadida  por  don  Juan  Muller,  12.^  Frank- 
fort,  1829.  11.  Una  colección  de  romances  españoles  ff 
copilados  y  arreglados  por  Ch.  B.  Depping,  12.**  AltdW* 
burg ,  1817 ,  12.''  Floresta  de  rimas  antiguas  ^asteltan^ 
ordenada  por  don  Juan  Nicolás  Bohl  de  Faber,  j^,  Jaraál 
Academia  española ,  tomo  primero ,  8.^  marca   mayori 
Ilamburgo,  1821. — Consta  esta  preciosa  colección  it 
tres  volúmenes  bien  impresos  y  con  mucho  esmero.  Gen- 
tiene  lo  mas  raro  y  selecto  de  nuestra  poesia ,  y  lo  mal 
á  propósito  para  la  historia  del  arte.  Los  eruditos  y  sábiai 
españoles   no  podrán  menos  de  admirar  y  apreciar  4 
dístingui4fl  oíánio  de  un  estraig[ero  i^e  ha  reui|Up  ijuif 


S59 

nmltitad  de  obru  raras  7  hecho  de  ellas  an  uso  tan  noble* 
como  es  Iiaber  dado  á  conocer  nuestra  literatura  antigua 
i  los  estraños  7  aun  á  los  propios,  que  acaso  ignoraban  la 
existencia  do  tanta  riqueza  conio  ha  descubierto. 

Precede  á  esta  última  colección  un  esceloute  discurso 
en  que  su  autor  se  propone  examinar  el  origen  y  anti- 
.  güedad  de  nuestros  romances ,  manifestando  al  mismo 
tiempo  su  opinión  acerca  de  los  libros  de  Caballería ,  de 
donde  algunos  de  aquellos  han  tomado  su  peculiar  carác- 
ter. Juzga  como  muy  probable  que  el  romance  antiguo, 
castellano  haya  sido  la  primitiva  combinación  mótrica 
adoptada  por  nuestros  antepasados,  para  conservar  la 
memoria  ae  sus  sentimientos;  sus  fastos,  sus  fábulas,  y  de 
IQ  modo  social  de  existir.  Este  discurso  es  esccieute  y 
digno  de  ser  estudiado «  porque  está  lleno  de  observacio- 
}nes  preciosas,  de  datos  importantes,  y  de  conjeturas  es* 
Risitas:  merece  ser  calificado  como  una  página  importan- 
te de  nuestra  historia  literaria.  Después  de  tratar  el  señor 
Doran  ampliamente  los  dos  puntos  que  hemos  indicado» 
se  contrae  á  la  última  colección  de  romances ,  y  da  una 
idea  de  ella  en  los  términos  siguientes: 

«La  colección  de  romances  caballerescos  é  históricos 
ipe  ahora  publico  está  dividida  en  las  siguientes  clases: 

1.*    En  C4aballercscos varios  y  de  amor. 

2.*     En  Romances  de  la  Tabla  Redonda  y  de  Amadis. 

3.*    En  los  de  los  Doce  Pares  y  Bernardo  del  Carpió. 

i.*  En  los  propiamente  históricos. 
«Los  de  la  1.*  división  participan  mas  ó  menos  del 
caiictcr  de  todas  las  otras :  en  la  2.*  se  perciben  harto 
Úen,las  cualidades  de  los  originales  de  donde  se  han  for* 
lÁdOy  y  ei)  la  3/  qiae  viene  y  procede  de  la  crónica  latí 
na  del  modge  Turpin  (1]  se  descubre  el  espíritu  religios. 
y  grave  que  de  ella  tomaron  estas  iieciones,  con  la  exa- 

£  ración  gigantesca  de  un  Roldan ,  solo  comparable  á  la 
Bernardo  del  Carpió.  Pero  donde  descuella  y  se  osten^ 


U)    l^pco  .yént^osp  ea  d  cambio  que  bago  del  Amadií  por  la  crónica 


28» 

tá  más  nuestro  carácter  nácioMl,  es  eii  Ío^  dé  la  coarta 
división  tomados  del  cancionero  de  Romances,  (1]  donde 
él  rey  Rodrigo,  el  Cid,  Gonzalo  Gustiós  de  Lara,  sos  siete 
hijo»,  Ruy  Yelazquez,  etc.  son  propiamente  caballeros  es- 
pañoles qne  lucnan  á  brazo  partido  contra  el  dominio 
masulman  en  un  p^is  determinado,  y  tienen  las  ideas,  los 
trajes  y  las  costumbres  de  su  misma  nación,  tales  como 
entonces  eran. 

«Gomo  dichos  romances  fueron  conservados  oralmen- 
te hasta  mediados  del  siglo  XYI,  y  provienen  de  épocas  n^oj 
anteriores ,  domina  en  ellos  cierta  difusión  y  rigidez  & 
estilo,  y  cierto  amaneramiento  é  inconexión  de  frases, 
con  la  costumbre  de  repetirse  en  unos  versos  y  aon  tro- 
zos enteros  de  otros  que  les  quita  todo  mérito  como  bue- 
na y  perfecta  poesía ;  pero  les  presta  un  indecible  interés 
como  monumentos  históricos  de  nuestras  tradiciones,  de 
nuestra  lengua  y  cultura ,  y  al  mismo  tiempo  nos  conser- 
van vestigios  de  los  usos,  costumbres  y  formas  ideales  que 
prestaba  el  vulgo  á  sus  héroes. 

«Una  observación  notable  ocurre  acerca  de  esta  últi- 
ma clase  de  romances,  y  es  que  aunque  predominan  en 
ellos  las  ideas  caballerescas,  carecen  del  color  niaravillo- 
so  que  caracteriza  los  poemas  franceses  é  italianos  de  igual 
género.  Ni  Fadas,  ni  Genios,  ni  Encantadores,  ni  ficción 
alguna  árabe  sc^  encuentra  en  aquellos,  y  sin  embargo 
del  trato  intimo  que  teniamos  con  los  moros  la  parte  que 
constituye  lo  maravilloso  es  allí  puramente  cristiana.  Tal 
era  el  cdio  con  que  los  españoles  mirábamos  la  fé  deiaues*: 
tros  enemigos,  que  ni  aun  en  pocsia  podíamos  soporltf> 
sus  ficciones,  que  detestábamos  como  obras  del  diablo.  • 
Nuestros  héroes  son  por  ésta  causa  en  los.roníanceiB  ao- 


(2)  Todo  d  contenido  del  párrafo  á  que  esta  nota  pertépeeer|!  se  re* 
iierc  á  las  composiciones  entresacadas  del  caucionero  de  lai  Floresta,  Vj 
de  la  Silva  do  romances.  Las  que  he  tomndo  del  Cancionero '  généfil 
pertenecen  al  siglo  XIV  y  XV,  y  las  que  del  romancero  al  X\l  y  al  XVD 
Algunas  he  insertado  del  Cancionero  de  Scpulvcda,  serviles  imitacio- 
nes del  mal  e<llió  dé  1Ó6^ romances  antiguos;  pero  son  pdcas  y  uuioa'^ 
mente  para  llenar  algún  vacio  que  otras  dejaban.  '"^ 


S6t 

tígfM  hombrts-estraprdinarios  y  faertes  su0  armas  de  fino 
j  acerado  tepiple,  y  sus  caballos  de  noble  raía,  pero  na 
como  en  los;libros  y  poemas  caballerescos,  cncanlados 
niíadados.  Apenas  se  encuentran  en  aquellos  alguna  otra 
reminiscencia  de  semejantes  fábulas,  y  por  esto  son 
mas  bien  narraciones  sencillas  y  áridas  de  hechos,  que 
carecen  del  brillo  de  una  imaginación  verdaderamente 
poética. 

«Hasta  fines  del  siglo  XYI  no  adquirióla  poesía  caste- 
llana aquella  rica  inventiva ,  aquella  gala  y  soltura,  aque- 
ILiS  formas  libresy  fáciles,  aqu^l  lujo  de  colorido  y  do  es- 
tilo» y  aquellos  dotes  que  tanto  la  ensalzaron  en  Europa, 
7  que  ahora  empiezan  de  nuevo  á  apreciarse  y  á  admi--! 
rarse.  ,  i 

,.  «Los  estranjeros  que  estudiando  nuestra  literatura 
confunden  ¿pocas  y  circun^anci;)Svban  anticipado  qI  tiem- 
po de  Tiueslro  verdadero  ro^nticisino ,  atribuyendo  á  pjr 
tlps  anteriores  lo  que  spIo.sQ.y/Qriricó  desde  fHics  del  XVI 
a  mediados  del  XYII.  En  esta  intermedio,  y  no  ^ntes,  se 
€(impl6tó  el  amalgama  v  fusión  de  las  partes  .beterogéi^eas 
i|ae  constituyen  todo  eí  brillp., ¡riqueza »  armonía  y  origi^ 
aalidad  de  nuestra  bella  liter]^t^r/l.  Entonces  se  compuso 
la  mayor  y  meior  parte  de  losfpmapces  del  Cid  y^los  :Mo- 
riscos  (1)  donde  nuestros- bpefyo^  PAetas  vertieron.  írau-r 
diiea  de  imaginficion  y.iant^pía,. probando. ^1  mismo. tji^pi-r 
po.np  ignorar  el  aKp  de;  desjcrfl^ir  fuerte  y  vjg^^sameii^. 
ja.ios  caracteres^,  ya  ús  co^ufpbres.  Ép  fas  poesías  .antar 
rióres  á  esta  época  se  hftlIa.tDÍ  vez  .algun  v^^ügio  de  Ifl 
poj^  árabe,  mas  bien  por  su  te^iadencia  me|finc6l¡ca  ^, 
amorosa^  que  por  el  lujo  de  ijoaág^iies  y  del^ PQlorido  (2) . 


.^s' 


I    Í..)fíil/  ' 


(O  Hay  con  lodo,  algunos  aiiv  a&oímidcu  al  siglo  XV.  y  otros 
tf  IVT..  Tales  son  los  Fronterizos,  h'si'irütfiaAoR  por  serla»  c'.iiK:iones 
donde  los  caatellauos-celcbraban  Isa  Ci^rrorías  quo  naciait  «ti  las  fi'ontei'aB 
de  k)B  moros. 

(2)  «Mas  resulta  cata,  opiniou  comparando  cst^^s  romances  con  los 
de  Lope.  Gókigora.  ú  dtroá  podas  iJfi  jQij^iglosXVl  y  XVII.  Véanselos 
da  fontefridLu  FonU[i:tda,=iYo  fiíijrá  ]W;'fra  3toraina.-Que  por  ^ía- 


^Voectosidero  áLope,  GfmgónL'i  IhifcMlétiipórliíém 

como  los  primeros  qae  comprendieron  él  ^efftmo  dé  lá 

poesia  castellana,  t  que  abandonando  la  Smitaéióh  dé |M. 

inódelos  latinos  é  italianos  ,  estaMecieron  .  él  Terda.den) 

roitiantkismo  español ,  tanto  en  h  llrictt'  co>iiio  eñ  bi  Arif*^ 

inátícá.  Asi  reuniéronlos  elementos  de  lapoesfo  popidar; 

y  crearon  un  sistema  nuevo,  compuesto  c^n  he  0rnl'átfi¡& 

imaginación  árabe,  con  la  seutimcntal  j  vehemente  '"^í 

sion  de  los  escandinavos .  ^on  la  aventárosla'  j  ^lant^ 

cabalterosidad  de  los  normandos ,  con  los  profundos  pen-? 

samientos  del  dogma  .j  mdval  cristiana,  y  en  fitt,  con  et 

esfNfritu  noble,  guerrero  , generoso  y  grave  de  sa  nacibH: 

Bajo  el  poderoso  influjo  de  tan   grandes  ingenios;  loí 

versos  cortos  adquirieron  toda  la  flexibilidad  y  dplíiBH 

que  los  distingue ,  y  él  romance  octosHábo  la  perfecf^OB 

que  le  hace  apto  para  éspreákír  digna  y  conyenienténuWÚ 

toda  clase  de  pensamienlpsy  y  para  adaptarse  a  todo^éfíc^ 

de  tonos ,  desde  el  mas  trivial  al  mas  sublime.;  Hast^LCM 

y  üónf&ríí ,  los  poetas  doéto's  y  eruditos ,  mas  que  ^¡üp^ 

nates ,  apetMk  descendían  'cfóm  d^ssdeii  á  la  poesía  déf  iii# 

bk),  V  la  abandóna^tl  á'los'que  por  dicterio  JtattíaUi 

ing;enios  legos.  Los  poeM' de' la  escuela  docta,  antíerim^ 

al  siglo  XYIy  se  propüsiéhin^r' modelos  ^sclusíroi  iM 

Prótenzales,  «1  Datite  yulPétfarca;  y  coíttó  tóddfttbi 

hnftadoi'to  ^strecháfoé  f.  aiMÁiadái-oh  stt  s  Ihíentos  «n^M 

grandes  i^rfgfírfalcfs  mtóiéÚián  álá  'Visfh.  Por  éson^tA 

p«é)9ía  déti9Íglo'XTíi6<tIMre  Ib  ^áádiosMád' dt^' ft' dÜ 

Dente  ,  fiíia  délioltdeza  de  la  defl  Petrarca;  pétbM0^ 

({ufte  abtfiida  en  sulHézas  meüafiáicas;  envlüiií^Üi 

gcAaúteriB-ttüe  se  opone  é  fA'  enérgica,  nalufal'  y'^ífliflltt 

espresion  ae  las  pasiones.  Posteriormente,  desde  el  siglo 

XVI  alXYlI,  Boscan,  Garcilaso,  Herrera^  Rioja  «.L^oOf 

Villegas  y  los  Argénéolais!,  dieron  un  grande  unpídsoi  kl 

- — < -^ —  ■     ■    '     ■  ■   ^ 

triihiles  amalüríos  ele.  Estas  cancioncillas  en  romances  p'aiiicalaniMlb. 
te  ilai  dos  primeras,  se  hallan  Ifénas  de  una  tendencia  dulce,  melfneiif, 
lica  y  grave,  que  descubro  biáí  á  hs  claras  su  analogía  dja isént^^'^ — 
tos  con  los  pocos  moriscos  aue  en  la  lÜUtoria  d$  los  ArabcM  ^ 
4¿  ba  tradüMo  el  sabio,  tiodesió  "i  aüilalile  don  Jes6  Antonio  O 


eáeoela  docta »  t  ta  perfeccionaron  aclimatando  en  Espa-* 
la,  adem|8  de  109  italianos,  otros  niodc1o«<  mas  suMimos« 
Horacio  y  Virgilio  vinieron  á  habitar  nuestro  Parnaso 
con  Anacreonte,  y  casi  lo  limpiaron  de  las  sutilezas  coq 
que  le  mancillaron  los  poetas  de  la  corto  de  Juan  II.  Asi, 
modiCcada  y  ensalzada  la  escuela  imitadora ,  supera  á  la 
orignal  en  artificio,  buen  gusto,  estilo,  cultura  v  iiloso- 
lia;  pero  la  cede  en  estro,  nacionalidad,  riqueza  de  imá- 

5 enes  •  abundancia  de  Fantasía ,  y  sobre  todo  en  las  galas 
e  una  invención  inagotable. 

»  Cuantos  hechos  y  raciocinios  contiene  este  articulo* 
me  obligan  á  presumir:  1.^  que  los  primitivos  ensayos 
de  la  poesía  castellana  vulgar ,  debieron  ser  los  roman- 
ces: 2.°  que  á  ellos  debemos  principalmente  la  conser- 
vación de  las  tradiciones  populares,  revestidas  con  el  tipo 
7  carácter  nacional;  3.^  que  nos  marcan  los  diversos 
|[rado8  de  cultura  y  modificaciones,  que  según  los  tiempo! 
ésperimenlaba  la  sociedad ;  y  4.®  que  hasta  fines  del  si* 
glo  XIV  la  poesia  del  pueblo ,  y  por  consiguiente  el  ro- 
ibancf ,  iio  formaron  un  sistema  completo  y  uniforme, 
capai  de  llamar  la  atención  de  los  subios  para  adoptarlo  6 
combatirle. 

»  Fácil  es  aue  yó  me  equivoque  en  cuanto  llevo  espre- 
me ;  pero  á  lo  menos  me  lisongeo  de  haber  tratado  ta 
mfeleria  con  alguna  novedad ,  y  de  haber  promovido  cues- 
tildes  importanles  ,  aue  otros  pías  sabios  resolverán  me- 
jor si  Quieren  6  nucaon.  Si  esto  consif^o,  me  doy  por 
^tisfeono  dei  trapajo  empleado  en  coleccionar  los  Ro- 
^áüiceroa  que  tie  publicado ,  y  que  presento  en  parte  co- 
no miodelo&^e  buena  poesía,  y  en  parte  como  un  medio 
flosoGco  de  adquirir  con  su  estudio  muchos  conocimien- 
tos acerca  del  carácter  físico  y  moral  que  constituyó  en 
«isotros  la  civilización  de  la  edad  media.» 

El  nhisfno.i^eqsámicnto  litf^ario  que  se  nroponiji  el 
leior  Dürim  en  la  pttblica<)ióñ  de  estas  preciosas  6  im* 
portantes  co\eccionei| ,  el  pensamiento  de  dar  á  conocer 
m  i^menea.  de.,/ip|i¡i^Ua  popula  pativa,  ló  eslcndió  al 
teatro  nadonál.  Ya  desde  sus  pinmeros  afios  se  habi^ooi- 


S64 

pado  cu  ir  8aces¡?.aincnte  reuniendo  ana  cpleccion  de 
nuestras  comedias  aiitigUcis ,  que-  ha  llegado  á  ser  quizá 
la  mas  rica  que  se  conoce  en  España.  Auxiliado  en  esta 
empresa  de  su  ¡nlcligcncia  y  de  su  respetable  Fortuna,  ha 
conseguido  llegar  á  poseer  las  principales  ediciones  de 
muchas  comedias,  y  no  pocos  originales  autógrafos.  El 
señor  Duran  sabe  la  hisloria  de  cada  comedía,  y  tiene 
noticia  de  las  ediciones  que  dn  ellas  se  han  hecho.  Esta 
rica  colección  la  franquea  generosamente  á  sus  amigos, 
y  á  las  personas  que  han  deseado  consultarla:  la  ha  fran- 
queado lambien  á  las  em[u*csas  que  se  han  propuesto  pu- 
blicar algunas  secciones  de  nuestro  teatro  antiguo.  El  se- 
ñor Duran  ha  auxiliado  constantemente  todas  las  empresas 
de  este  (genero  ,  y  para  algunas  ha  suministrado  sus  co- 
piosas noticias ,  como  asimismo  juicios  críticos  de  algunas 
comedias «  y  apuntes  biográficos  de  nuestros  dramáticos. 
Deseando  en  1834  emprender  la  publicación  de  .dramas 
del  antiguo  teatro  español «  principió  por  el  maestro  Tirso 
de  Molina,  del  que  publicó  en  tres  entregas,  la  Pruden^ 
cia  en  la  mujer  ^  Palabras  y  plumas  ^  y  el  Pretendiente  al 
revés.  La  edición  se  suspendió,  sin  duda  por  falta  de  sus-^ 
critores;  pero  las  tres  comedias  publicadas  en  laoficiiiií 
de  Aguado,  tanto  por  su  esmerada  corrección,'  cuanto' 
por  su  lujo  tipográfico  ,  son  de  lo  mas  bello  ^ue  jamás 
se  ha  pumicado  en  España.  ¡Dolor  es  que  nq  haVa  podido 
proseguirse  este  insigne  ihoniin^ento  que  1e¥ánta1)a  el  Ae^ 
ñor  Duran  á  la  gloria  de  nuestros  poetas  dramáticos  !  Si-^' 
guen  á  cada  una  de' estas  cooncdias  úiuis  obiíervaci6n|ñr 
críticas,  en  que  manifiesta  el  señor  Duran  la  ¿elicadm 
de  su  ingenio,  y  que  dan  á  eonocer  lasbelle¡^as  y  deféctoi' 
de  cada  comedia.  Precederá  esta  colección  unóS  apuiiles 
biográficos  sobre  el  maestro  Tirio,  en  que  sé  caracteriza 
el  niArito  de  este,  y  se  da  not,ícia  de  sus  obrá^  tanto  im^ 
presas  como  inéditas.  Nuestros,  lectores  se  c^mplaceráv 
en  ver  de  qu6  manera  califica  eí  señoír  Duran  él  mérito 
de  este  insigne  dramático:  '«  Ya  á  Uñes  del  siglo  XV ,  di- 
ce ,  y  á  losprinciñiosdé  niiestlri^ '  featro  ,  el  'presbitcrb 
Torres  Navarro  haniá  tiatláÜó  1a'liÍ|odil  'oijiginal  aiie'áif  dtf 


a(  drama,  e^ñol  en  el  XYIl.  Los  pobres  y  tristes  ensayos 
foe  aíranos  eruditos  intentaron  para  aclimatar  las  for- 
m$  ffriegns  y  Iat¡n«i8  en  nu'^stra  escena  ,  asi  como  tam- 
k'en  las  rudas  producciones  de  Lope  do  Rueda ,  Timone- 
lá y  otros,  desaparecieron  como  el  humo  ante  el  talento 
leí  fecundo  Lope  de  Vega,  apoyado  en  nuestro  gusto  pe- 
a|fíar,  imitado  después  por  toda  la  Europa.  Tirso  siguió 
este  mismo  camino;  y  asi  como  sus  antecesores  y  mnes- 
Iros,  jamás  so  propuso  do  antemano  un  fín  moral  directo 
jánico  en  ninguna  de  sus  comedias.  Cada  una  do  ellas  es 
ana  novela  decostumbres,  de  donde  puede  diulucirse  una  6 
mas  máximas  morales,  al  modo  que  de  cunlquirra  poema 
Nedo  formarseuna  alegoría,  aunque  el  autor  no  se  la  haya 
propuesto.  Por  consecuencia  del  genero  (|ue  adoptó ,  no 

Srofundiza  una  cierta  y  determinada  pnsion,  ó  un  virio 
dios  que  suelen  dominar  el  corazón  humano;  (1)  pero 
Considerando  al  hombre  en  concreto,  le  maneja,  le  con- 
duce y  le  penetra  ha^'^t^  lo  Intimo  del  alma  para  encontrar 
éa  ella  las  r.'iircs  dr  s'.^  virios  y  las  causas  de  sus  acrio- 
aeSf  mirñd.Ts  l)njo  •*!  })anto  de  vista  que  presentaba,  y  en 

Iáeiniljiaii  ^>'.(l' r>  ..<•::( •^U•  InA  preocupaciones  y  el  modo 
á existencia  social  do  su  siglo  y  de  supais.  dada  persona* 
fode  sus  dramas  participa  del  carácter  general  de  la  na- 
mi,  j  Kone  la  identidad  propia  que  resulta  de  la  com* 

ShíMcioQ  y  fuerza  do  las  pasiones  que  le  presta  y  do  laá 
paciones  en  quo  le  pone.  No  es  fácil  adivinar  bajo 
iU  aspecto  ó  prevención  contemplaba  Tirso  los  hombres 
y  |üs  mojéres:,  quizá  el  punto  desde  donde  los  observaba 
éiní'kqa^l  donde  se  descubre  demasiado  el  corazón  huma* 
Éiii  y  én  que  el  barniz  necesario  para  e|  trato  social  sé 
dis^inéc.0  ;  ó  quizá  las  personas  que  habitnalmente  trata- 
MlVAo Mrieñicbiáh  á  las  clases  mas  moralizadas  de. la  átr- 
éSsdád.Lb  cierto  es  que  los  liombres  do  T'irto  son  siem- 
AniAlinMós^y  débiles,  y  juguete  del  bello  sexo,  eti  tatito 

-Sli:-.s-      .:  •..    J;-.-.  '    .       '        '  '  '  '. 

■^..^^——1     I      if  .11.        .  ■   ■  ■  .  ■  I  ■ .  I.    I         .1.        I     ■  ■  ■■ 

hTJT      .  !.;•.  ■    liíT     ^^  ■■■';■  -^     ~i 

lili  Eüla  "llBiíctiittiCpwiau  k  nucstrfi9:dra<imtiCoii  anteriiipc»  al)  itglo 
Xyu  iieuealsuuaD  cttceiicioncs,  do  quo  hc  jiahJ/irá  8Í  coDVj^i^ip  cua^P 
«Ma  át  UuiB  de  Alarooo ,  Morolo ,  Hojai( ,  Castro  y  Loñé. 


5!B6 

me  caracteriza  lasmujefés  como  resueltas,  intrigantes  y 
fogosas  en  lodas  las  pasiones  que  se  fundan  en  el  orgullo 
y  la  vanidad.  Parece  á  primera  \isla  que  su  intento  ha 
sido  contrastar  la  frialdad  é  irresolución  de  los  uno?  coii 
la  yehemencía,  cón^Uncia  y  aun  obstinación  que  atribuya 
á  las  otras  en  el  arle  de  seguir  de  una  intriga ,  9\jx  perder- 
nar  medio  alguno,  por  impropio  que  sea.  En  esto  estriba 
mas  que  en  nada. el  carácter  de  las  invenciones  de  Tirsojí 
y  tanto ,  que  no  solo  se  halla  este  tipo  en  sus  comedias 
de  costmbres ,  sino  también  en  las  heroicas.  Un  protago- 
nista tímido «  irresoluto,  tibiamente  enamorado  ó  ciega- 
mente sumiso  á  los  caprichos  de  una  dama,  de  quien  por 
vanidad  y  á  pesar  suyo  es  amado,  es  casi  siempre  el  héroe 
de  los  dramas  de  Tirso.  La  intriga  en  ellos  se  reduce  ge- 
neralmente á  los  obstáculos  que  varias  damas  oponen  á 
las  deseos; jde  la  principal,  la  cual  vence  ó  triunfa  por 
Odas  astuta,  mas  ardiente  ó  mas  picada  que  sus  rivales. 
«Gustaba  mucho  Tirso  de  colocar  en  las  mas  altas  ca- 
jegoria*)  de  la  sociedad  las  figuras  ó  personajes  principa- 
les que  ponia  en  escena.  Principes  y  duques  cstranjeros 
gue  compiten  con  aventureros  españoles  para  quedar  ven* 
pi4.os;  princesas ,  duquesas  y  damas;  pero  en  quienes 
¡^domina  mas  bien  el  influjo  del  sexpjy  la  vanidad ,  qiuf 
I  consideraciones  del  rango,  consütuycn.geqeralqieiH 
.Jps  principales  interlocutores  de  Tirsa,  Nopocaa.el 
¿áffichósq  poeta  se  complace  en  disfrazarlos  con  trqfoa 
cifuupestrcs  y  en  prestarles  el  maligno  lenguaje  que^poit 
j(pi|reiite  sencillez  caracteriza  entre  los  aldeanos  aqaeilb. 
I^pi^cie  de  recelo  y  desconfianza  que  les  inspira  la  genie^ 
cprtesana.  4  y  del  cual  se  valen  para  engañar  más  á  atf  ftU 
.yo  i  jos  que  se  fian  de  apariencias.  Esta  clase  4f^  i^^S^i 
.escénico  la  madeja  Tirsp  tan  mara?illosamettte,c|de  h^ft^ 
^abora, ninguno  le.  ha^iguaUdo.  Causa  sorpresa  yei;  ^npp 
produce  tales  contraste»,  y  el  efecto  que  causa  la  malig- 
nidad y  la  ironía  mas  esquisita ,  espresada ~b~ajó  las  apa- 
riencias de  sencillez  bucóliea  que  el  autor  sabe  remedar 
con  inimitable  talento. 

»Lom'  graciosos  ó  personajes  jocosos,  ¿Ustuuuíoi  éa 


■aestro'ttafro  para  escitar  la  risa,  t evitar  qac  el  li- 
díenlo bajo  cni^it  di  rectamente  solirc  los  piTSonajes  no- 
bles, los  toma  Tiri>n  rasi  siempre  ilo  las  clases  ríislicas, 
j  trasportando  Ins  ¡mliviituos  di;  ollas  dcs<Ie  el  cviiipo  i  U 
drte,  pone  cd  conlnsle  sus  hñ1>itus  y  costumbres  anlo- 
liores,  con  las  nuevas  qu«  ulist-rvan  y  quieren  adquirir. 
De  aquf  resuihn  rsrrnas  Kumaiiienle  ^raciosaj  que  regó- 
lijan  al  público  ,  y  liaceu  reir  aun  á  los  mas  severos  pre- 
ceptistas que  llcvnn  al  tciitro  úniíuu  resuelto  de  silbar  toda 
falta  de  lo  que  ellos  entienden  csclusivamcnic  por  con-- 
Teniencías  y  rerosimilítud.  Los  graciosos  de  Tirso  casi 
nunca  son  groseros,  y  la  risa  á  que  provocan  proviene 
h  los  contrastes  ó  de  las  aplicaciones  malignas  qiic  el  pú- 
Uicohacc  de  las  sales  y  equívocos  que  el  autor  pone  ca 
n  boca. 

»Este  poeta  sobresale  cslraordinariamchtc^fin  la  nar^ 
tacion  mujr  dramállca  de  algunos  cuentos  agudos,  festi- 
vos ó  satíricos  y  epigramáticos  qúoinlroJuco  con  opor^ 
tnaidaden  sus  comedias.  ¡Qu¿  graciosidad  de  estilo!  iqui 
íeDCilleí  tan  maligna  y  delicada  so  halla  en  ellos!  ¡Qué 
nodo  tan  oportuno  de  atacar  los  vicios  de  la  sociedad,  y 
de  cad.i  estado  jiartieular  que  la  compone ,  so  encuentra 
tn  estas  cortas  narraciones!  til  Bócacio,  ni  La-Fontaioa, 
íiÁrlosto,  ni' el  mismo  Moliere  han  pido  superiores  « 
tTrSo  cu  esta  clase  do  mérito.  Sobre  ello  llamíircmos  If 
ilen'cinii  de  los  Itulores  cuaiiilo  lo  rip/imusoportano.  ,. 
))Dcl  CíirácliT  iiKtri'iuIo  iinr  cj-Il'  iliislre  pofi^  en  SUS 
totaodias  (kr'iúlii^M  ,  ]i,ifiii:¡n|UL  las  lior<>ipas  j,  devotas, 
fcl  niisini»  f,'('iip.r()  ili>  niaiias  \'ilo  siiles,  lá  tnísma  facíli- 
4iJ  de  diálogo','  v  sutirc  luilii  ^•l  'misino  lipo  de  caracté- 
tes  se  encu^intra  éii  unas  y  ólM^,  E»  luí  heroicas,  como 
fci  las  dfe  intriga  (S  costurñ¿r,iís  i^Íí>'4  uda '^a  energía  de 
pá'rté  de  las  miúen's ,  y  la  drlílfíilXil  .  I»  sumisión  y  la  ti- 
miilez ,  son  'é\  (ííílihlivo  ilc'  ló's  lioniiiri'^.  Así  es,  que  los 
asuntos  tiistóricos  (|iie  ¡min.'  oii  osci'iia,  siempre  los  escoge 
áonde  bálfa'  caractÍTes  de  rsla  clase ,  como  se  Ycrifica  ea 
tat  dráóias  de  La  mujer,  jue  mtxnd(i  en  casa ,  de  La  prudfln-: 
^■w  la  nti^et',  de  Xa  rep&bhca  a}  revét,  y  en  ollo%  -smw»  . 


168 

aPern  lo  que  admira  mu,  atendiendo  i  la.ejiw  ds 

talento  decidor,  gaÜrico  y  epigramático  que  diitiogue  i 
Tirso ,  y  á  que  la  costumbre  y  sus  triunfos  dcbieroo  en- 
cadenarle ,  ea  el  que  cuando  co  sua  composiciones  aérías 
toma  la  trompa  ¿pica  ó  Ib  lirica  ,  se  levanta  sobre  las  nu- 
bes ,  desde  donde  la  hace  resonar  coa  dignidad,  robnsr 
tez  ,  nervio  y  entusiasmo.  Su  icnguaje  y  estilo  signea 
como  |K)r  encanto  la  elevación  de  sus  pensamÍAntos,  j  eo^ 
tonccs  desaparece  de  la  escena  el  maligno  Tirso  para  conr 
vertirse  en  un  poeta  bcróico  y  sublime. 

■  Entro  los  dramas  de  aaunloti.rcliijíaBos  merece  una 
atención  muv  grande,  por  ser  eminentemente  romántico 
él  que  escribió  con  el  título  de  El  condenado  por  detcoiv- 
fiado :  de  k\  que  se  hará  á  su  tiempo  un  dcli;nido  anúlisis. 

sLbb  buenas  dotes  que  disliiiguen  á  Tirso,  ya  como 
poeta,  ya  comodramútico,  c^iigiitlon  en  su  estilo  natural, 
«n  su  audíTcia  y  oportunidail  para  el  manejo  del  idiomsi 
en  BU  versiScBcion  armoniosa  y  abundante,  en  su  rique;Ea 
de  rimas,  en  su  caudaloso  y  rápido  diálogOi  en  su  mudu 
travieso  (:  ingenioso  de  contrastar  las  idea»  ,  en  sus  sales 

Sicantcs  y  epigramáticas  ;  y  en  On,  üu  svi.espresioD  llcm 
D  gracia,  soltura  y  amcpidad.' 
«Losvirios  de  que  áddieco  principal  mente,  •  conj^í^lfln 
enlaíaverosimíütiid  y  pobreza  de  sus  inveiicioúeni  ofi  )jf 
mala  economía  que  usa  para  desenvolver  sus  fábulaf ,  en 
la  monotonía  de  los  caract^rits  qiii;  pinta,  en  lademajlja-  • 
da  confianza  que  tiene  en  lá  ít  de  los  cspcctadore&,.  y  en 
los  propios  miiidtíis  y  rcc'ufküs  que  le  aYe,núiJán,  j  ''P'th 
mente  ;  en'qáe  sa^-riHca  fel'  llncoro  de  la  il|'c«na  al  ^IMN 
de  lucirse  en  el  diálogo ,  .'y  a\  de  propi^-ctpharsfi  ocáa^ 
nes  de  (gracejar  ,  acaso  cón'deinasiaila  mfcrt^Ü.*  "^  I' 
Después  detljilit-r  cafkclcHicadn  af  seilor  puráo  ámn 
humanista  y  como  critico,' V/doSpuc^  dehfbcr  «apufll^ 
los  servicios  que  ba  prestada  á  'nu<;ntra  lileralura,  stfw-; 
nistrando  al  mismo  tiempo  dalos  importantes  y  observa- 
ciones esquisílas  para  la  historia  de  ella  ,,.na'p«4!BÍ!nof) 
dejar  de  mencionar  on  etté  lugar  alguno^  d^'siip  VK^ 
Uw.;  eblraios  mochoa  j^isl^ít  ^baii49^t  iWf'  H'-fflft 


en  varias  ¿pocas  y  en  diferentes  periódicas  y 
reviiUas.  En  la  de  Madrid  se  encuentra  en  el  tomo  2.^  de 
la  segunda  serie,  un  articulo  suyo  con  este  epígrafe:  Poé^ 
iw  popular.  Drama  noveleteo  :  Lope  de  Vega.  En  la  co- 
lección de  las  comedias  de  Tirso,  que  recientemente  se  ha 
tnblicado  bajo  la  dirección  del  señor  Hartzcnbusch  ,  se 
alia  nn  discurso  preliminar  que  precede  á  la  comedia 
intitulada:  El  condenado  por  desconfiado^  y  cuyo  di$-> 
curso  es  uno  do  los  mas  notables  que  se  deben  i  la  pluma 
del  sefior  Duran.  También  es  obra  suva  la  introducción 
qac  se  halla  al  frente  de  la  colección  de  saínetes  de  don 
Ramón  de  la  Cruz,  y  que  es  un  cuadro  bieve,  conciso  y 
bien  pensado  del  estado  y  progresos  de  la  literatura  es- 
pañola en  el  siglo  XVIII.  Estos  tres  escritos  son  escelen-* 
te^,  profundos  é  instructivos,  y  están  llenos  de  la  mases- 
^QÍsita  erudición  literaria.  De  ellos  debemos  hacer  espe« 
cial  mención  por  su  imnortancia  y  porque  en  los  mismos 
estiende  y  omplía  mas  el  señor  Duran  muchas  de  las  ideas 
quo  on  otros  anteriores  no  podia  hacer  mas  que  indicar 

En  la  espresada  Hev'sia  de  Madrid  publicó   tam  bien 
un  interesante  articulo  sobre  un  mosaico  en  relieve,  que 
sehallóen  Madrid  y  que  representa  á  Hércules  y  las  Hes- 
péridos.  Entre  los  muchos  artículos  que  ha  punlicado  en 
diferentes  periódicos,  se  dislinguo  el  que  escribió  sobre 
dos  comedias  de  don  Eugenio  de  tapia,  el  de  La  corte  del 
Buen  Retiro f  por  don  Patricio  de  la  Escosura,  y  el  de  Fer^ 
undoel  Emplazado,  por  el  señor  Bretón  de  los  Herreros. 
Para  la  colección  de  comedias  que  por  los  años  de  27  y  28 
se  publicó  en  Aladrid  por  los  señores  Garcia  Suelto ,  Go- 
rostiza  y  otros,  escribió  varios  análisis ,  entre  otros  el 
déla  comediado  Lope  de  Vega  intitulada:  Los  tnilagroi  del 
itipreeiOf  y  el  de  la  de  Zamora,  que  se  llama  el  Convidado 
Í9  piedra. 

Ahora  nos  falta  considerarle  como  poeta.  El  señor 
Wan  ha  hecho  versos  y  muy  buenos^  pero  no  tantos  co« 
^  debia  esperarse  de  su  ingenio.— > Los  ha  hecbp  casi 
*ifiinpreff  ó  impulsado  por  sus  amigost  6  oscilado  ^tB\%\iti 


KCimtediidi 


itediidento  qae  venciese  la  natnral  pereza  mp  ha  te- 
nido siempre  park  esta  grata  ocupación.  El  IkomKre  m^  ht 
sido  lan  Ubonoso  para  el  estudio,  j  qae  se  ha  complacidc 
en  profundizar  las  cuestiones  mas  delicadas  de  lileratnn 
y  de  critica^  ha  sido  siempre  perezoso  para  el  canto.  Qul 
tk  sus  padecimientos  han  disipado  demasiado  pronto  iai 
ilusiones  de  su  juyenlud,  y  lo  han  hecho  buscar  en  el  cal 
tivo  de  las  letras  el  camino  de  las  investigaciones  filosófi- 
cas en  las  que  su  ingenio  profundo  y  su  ca*ráetcr  pensado] 
hallarían  una  ocupación  mas  grata  y  mas  capaz  de  absor 
ber  sus  facultades.  Por  esto  aunque  el  señor  Duirán  hav 
escrito  no  pocas  composiciones  poéticas,  corto  es  el  no- 
viero de  las  que  ha  dado  i  luz.  Al  casamiento  del  re] 
Fernando^  con  motii)o  de  la  iucenion  que  ofrecía  á  ette  fs 
regia  consorte.  A  la  reina N.  S,  por  la  salud  recuperada  á 
nnesüró' amado  monarca,  y  en  celebridad  de  sus  héne fieos  Í9 
crétosj'j  unastrobas  al  feliz  retorno  á  España  deS.  M.t 
tcina  madreen  tt  año  anterior,  ha  publicado  el  señor  Dtf 
ran  diferentes  composiciones,  todas  en  antiga  parla  coste 
Haná^  que  fueron  y  son  muy  estimados  y  aplaudidos,  qa< 
se  insertaron  en  casi  todos  los  periódicos,  y  de  los  qucs( 
hicieron  lujosas  ediciones,  una  deellas  en  bellos caractéreí 
góticos.  Todos  estos  cantos  colocan  al  poeta  á  una  misau 
altura,  y  acreditan  su  feliz  ingenio  y  hermosas  facultades 
Presentaremos  de  ellos  algunas  muestras  á  nuestros  lee- 
tores:  del  segundo  canto  copiaremos  aquellas  estro^ 
que  mas  nos  han  agradado. 

Comienza  el  trovador  sufebla  con  amos  nuessos  son" 
ñores  los  reyes. 

Mánnificos  reyes,  muy  grandes  sennorbs, 
.  •        A  q^Oiénes  somisso  el  orbe  6  inclina, 
Fernando  potente ,  fermóssa  Grislina, 
Que  Me  las  Espannas  sois  dominadores; 
Aun  otra  vegada  en  trovas  mayores 
Et  antiga  parla  sonando  mi  lira , 
Eá  toSí  adelino,  et  Codqo  n'  inspira 
" '  Oít  d^  mi  labro  losdinnos  loores. 


m 


Fidacia  mé  tennoAeT^f  at^olrida 
Sin  caita,  sin  menfftta  la  íqi  aíevinanxt ; 
Respira  la  tierra  plasccncia  et  bonanza 
Et  ya  reverdesce  la  planta  adormida: 
Apuesta  1*  aurora ,  con  risos  convida 
Al  abril  que  allega  otonno  abondosso, 
Et  de  los  JBorbones  el  árbol  frondosso 
Ostenta  en  los  aires  sa  c'opa  florida. 


Aquí  fabla  el  trovador  con  nuessa  sennora  la  reina. 

Feroz  et  Sannosso  privónos  el  Fado 
De  yer  aCrescidas  una'  et  dos  vegadas 
Del  tálamo  réffio  las  prendas  amadas 
Qa^  omilde  quisiera  el  pueblo  acuitado: 
Empero,  Cristina,  á  tos  reservado 
Está  de  la  patria  ser  iris  de  paz, 
Prestante  folganza ,  plascencia  etsolat 
Tan  largo  6  sabrosso  como  es  desseado.  * 

Noble  intercessora  sed  al  ruesso  esposso, 
Plannir  non  aquexe  d'  hoy  mas  nucsso  suelo, 
Fuyan  de  la  Patria  contristura  et  duelo. 
¿Qué  negarvos  puede  un' rey  tan  piadosso? 
Min  acaso  espera,  qqal  padre  amorosso, 
Sinon  suplicanza  qué  tos  le  faredes, 
Sinon  el  tessoro  que  le  presentedcs 
Del  muy  casto  lecho  reimevó  dicbosso. 


Torna  et  autor  su  fabla  al  iM>béraiio  reye. 

Ilustre  don  reye,  d'  amorposseida 
Mi  citara  ,d^  oro  et  non  d'  interessc, 
Recabdó  al  destino  que  clara  ficiesse 
De  tu  dta  Progenie  la  Miétte^  abieodBd«i 


Mostróme  nna  iftUni  Jbsuu 
Qu*  á  las  alias  nabés  sú  cima  li¿Yándo  • 
Iba  el  cielo  6  tierra  de.  frutos  colmando, . 
Et  daba  á  los  ornes  abrigo  é  guiauda. 

Gracia  tennan  todos,  sennór;  el  sagrado 
Fruto  d'  ímenco  cuando  abra  los  o¡o6 
Et  veDoa  á  la  vida,  non  falle  ya  enojos  ^ 
Nin  mire  con  plantos  el  regno  turbado; 
Al  muy  blando  ruego  et  mu  Y  regalado' 
Que  faceros  quiera  amante  r  espossa  .  . 
Prestó  grato  oido  con  alma  piadossa, 
Et  de  beniciones  vereisvos  colmado.    .       . 


Moratin  fue  quizá  el  primero  que  se  ensayó  en  esta 
imitaciones ,  qiíe  ofrecen  al  mismo  tiempo  la  aoble  difi* 
cuitad  de  los  conceptos  y  de  las  palabras.  En  ambos  es- 
iremos  se  ha  mostrado  siempre  igualmente  aventajado  e 
señor  Duran.  La  singular  facilidad  con  que  imita  a  núes 
iros  antiguos  poetas  en  todos  sus  géneros  es  muy  propi 
de  una  persona  que  tanto  los  ba  estudiado,  qiie'  tan  biei 
los  conoce,  y  que  ha  hecho  suyos  sus  palabras ,  sus  giro 
de  cspresion ,  el  enlace  de  sus  ideas,  y  la  manera  de  des- 
leír los  pensamientos.  Las  imitaciones  del  señor  Duran 
no  solo  Igualan  sino  qne  esceden  á  sus  modelos.  Pan 
muestra  también  de  la  felicidad  con  que  maneja  el  leo- 
guaje  de  otra  época,  siéndote  familiares  todas  fas  f^rma 
y  todos  los  tonos  de  la  buena  poesía,  ¡oscrtaremoslnteffn 
una  linda  composición' que  insertó  en  la  it^tsto  cíe  «a- 
drid. 

Imitación  de  la  poesiaj  coplas  del  siglo 


No  paedo  YÍvir  ús  ti, 
Ni  puedo  vivir  contigo: 
;  Soy  d^  mi  mismo  enemigo, 
'.Dénéndame  Kóf  de  ni. 

La.iRMAcui.tiiya;m#.ii|f4ay    .  ,  i ,.., 

y  mátame  tu  presencia^ 


9nB 


« 

No  hay  remedio  á  Ul  dolencia 

Qoe  á  mi  me  hiere  j  nultraU. 

y  pues  no  flfo  ña  ti« 
Ymaáro  estando,  contigo; 
Yo  ^o  soy  mi  enemigo, 
De6éndame  Diogide  mi. 

Qaejándoipe  bailar  éapera 
Bémedio  i  tanto  dolor; 
Pero  cuando  hablarte  qviéro 
Dnéleme  con  mas  rigor , 
'  Dicha  ya  ño  hay  para  mi*; 
Pues  siendo  yo  el  enemigo , 
Qne  á  mt  mismo  me  castigo» 
Defiéndame  Dios  tie  mh  . 

Llorar  qniero  y  no  concede 
El  dolor  salida  hl  llanto,  > 

Que  on  dolor  que  duele  tanto 
Ningún  alifio  hallar  puede. 

Yo  el  mi  corazón  te  di. 
Sin  ti  padece  y  contigo , 

Y  como  en  nacía  te  obligo,  .... 
Defiéndame  Dios  de  tt. 

Si  soy  confiado. muero , 
Mátame  deseoofiañEa» 

Y  huye  de  mí  la  esperanza , . 
Gomo  ignorpi  lo  que  quiero. 

Desde  el  punto  .qñoie  vi 
Me  haUé,.y  elcaMiloes  te8t¡gó«. 
Sin  saber  si  estoy  conmigo   . 
Sin  Diosj  sin^tigo^y  sin  mi.* 

Tengo,  helado :  el  corazón 
Que  á  la  par  se  abrasa  en  fuego;    i 
La  pasión  me  tiene  dego : 
,  hmo  y  buyoilh  razón. 
¥  tan  wadichado  fui, 
Tan  de  mi  propio. enemigo; 
Qoe  de  inl  míamo maldigü; 
Defié^idime  IUos.de  mi»  ,r^  i  / 


i-i  ■ .    ■■      '        ■     '■ 


jt* 


kvá  sedieato  te  Mira 
El  ean«  que  rabioio  amere  v 

Y  coanlo  al  agua  nuMi  qpiere 
Mas  del  agua  se  retim. 

También  me  sace4e  á  nf 
Cuando  estoy  sin  tf  é  voniige; 

Y  mies  yo  soy  mi  eneé%o, 
Defiéndame  Dios  de  Éii. 

Las  trovas  á  k  reina  dofia  IbrU  Cristina  dé  Boi 
por  haber  recobrado  la  salnd  «n  angosto  esposo»  j  ei 
lebridad  de  sus  benéficos  decrttest  no  pueden  ser 
hermosas,  ni  estar  escritas i  con  nuyor  cakHr.  Yéai 

Ia6  manera*  daranta^la  enfermidad  éA  rey«  entrega 
su  augusta  esposa  el  cetro  rehl  ura  que  gdhien 
reino,  y  en  ^ué  términos •  maainesla  aqnelly  se 
sus  generosas  intonciones-  4  los  prudentos  Tarones 
tienen  el  honor  de  rodeada* 


E  asióse  del  cetro  sefial  de  poder, 
E  dióle  i  k  regna  deán  eerasotti 
E  dixok  entonce? — «T6  ddMBsde  ser 
»Sokz  é  pkscencia  de  nwssa  nascioo. 

)»En  tanto  qn*  ^  tie|o  mm  toma  salad 
»E1  bien  de  la  I»ti4a  to  fio,  t*  entreso^ 
» Manda ,  rige, «impera ,  et  sea  f  irtui 
» Iris  de  concordia ,.  de  paz ,  ét  sosieío. 

»  Yeri  que  su  estrella  Inzeientá  1*  hmAídí 
»  Ansi  el  castollano  leal>  siempre  fiel,  .  <  * 
»  A  ser  Tenturoio  Mr  vos ,  mi  CRIS'flNikt 
» Mientras  brille  A  astro  deanessa  iSABELj 

» Por  lembras  Csstiella  también  file  re^lai 
)»E  un  mundo  adquirimos  allá  "en  Oecideiito; 
•Granada  por  femhm  se  TM.eonqneriday-.  • 
»Por  fombras  troinimos  del  iMro=>raUeÁ(éi 

aArsgon •  Nararraanit'  s'  alkiiittnNii 
aS  á  CailMU  dtotmU  tMt\A  t^  toal 


»Dc  r  aürojí  corona  que  rtóií  (innc  Inal. 

»D'  alcuAa  áe  RKyIÍS  la  muy  liéblii  raml'/ 
» Venida  ÜM  tronco  dé  un  fmMt  lORBON; 
•Per  fcmbraa  al  cetro  CaátiMia  la  lUifin; 
*E  a  fembras  se  dolió  la  re^l  siicceiliidn. 

«Ansí  todo  ol  tiempo  c[ne  viifga  doliente 
•Falle  eii  vos,  CRISTINA  »  bienaventuranza 
^Kl  tlegno  ,  et  m*  aclaíno  piadoso,  liemente, 
i»Mc  dando  en  I*  esnossa  sincera  loanza. 

•Si  eiiipert)  á  ini  vida  destino  fatal 
»La  (lama  aimgatu^  con  que  brilla  agora, 
*St*redes  del  pueblo  sohiissi)  leal, 
»Plasc¡eiite  conhorte ,  el  fiel  guardadora. 

»Por  vos  coronada  de  nuessos  inavorcs 
»En  el  r6g¡¿  trono .  verase  ISABP3L, 
«La  prenda  inocente  de  nuessos  amores, 
uSin  iiiengná,  ^  ceAiila  del  sacro  laurel. a 

A  tal  fallid  el  llEYÍ!,  et  luz  de  con!;uelo, 
U  paz  ,  r  alegranza  su  pecho  baflaron. 
Contento  divino  dec¡end<^  del  cielo, 
E  todas  dolonciaa  d'  aüi  ■'  a|Mirtaron. 

Respira  la  patria ;  ja  1*  aura  d*  aiaor, 
latiendo  sUs  alas,  circunda  la  tierra. 
Ya  pálidos  fuyen  crueza  k  rigor; 
Kt  trúecanse  paces  anuncios  de  guerra. 

La  madre  del  puyblo  lirestáiido  obediencia 
Al  r6gio  querer^,  tremola  la  palma 
D' aquel  don  «nvino  do  santa  clemencia, 
Que  penas  guaresce  remedió  del  afnlia. 

Ki  non',  non  cceades  fatiga  perdona, 
C*  al  punto  8*  allega  prudtMites  varonas, 
K*  ansí  les  dirige  la  noble  mátr^Via 
Con  voz  fa1a|ueña  niales  raifo'nes. 

«Dot  1(HiHnu  «iueitó.»  del  siempre  ptádoso, 
^Oid,  ricos  bóiiies';  oid  inis  leales, 


''Uid  de  m|1(itMy  e),miiY  generoso' 
^Oeoreloqüo  Hua  )o»  omi  b  wüTói. 


976 

Ji^brase  á  Minenra  el  templo 'cerrado, 
» Perezca  ignorancia,  que  thanFe  el  saber» 
»  Resuenen  los  ecos  d*  Apolo  sagrado, 
»E  tomen  sublimes  de  nuevo  a  nascer . 

»  Vuelva  el  infelice  al  pie  de  los  lares, 
x>L*  espossa  é  los  fijos  contemple  anheloso,  . 
dE  i  quien  de  la  patria  separan  los  mares 
ji  Fallar  pueda  en  ella  V  ansiado  reposo. 

dE  si  á  pesar  mió  ,  d^  esta  bien  andanza 
y>  Alguno  mezquino  disfrutar  non  puede, 
«De  verse  en  mejora  la  dulce  esperanza 
dEu  su  desventura  al  menos  le  quede. 

» Maguer  que  lexano  ,  su  triste  gemir 
»Será  respondido  de  mi  corazón, 
dE  acaso  en  un  tiempo  podrá  conseguir 
»Del  REYE  á  mi  ruego  feliz  compasión. 

»En  tanto  ,  qu'  espere  fallar  el  solaz, 
»  Ga  ya  me  preparo  á  enjugar  su  lloro, 
»Et  ya  le  conduce  al  templo  de  paz 
»La  mano  piadosa  del  dueño  qu  adoro.» 

De  las  trovas  al  enlace  del  rey  Fernando  con  la 
doña  María  Cristina  ^e  Borbon ,  nos  han  parecido 
nificas  las  tres  estrofas  siguientes,  en  que  despi 
anunciar  el  rey  á  sus  pueblos  su  proyectaao  enlace 
de  el  poeta  lo  que  sigue: 

Dijo,  6  por  los  aires  un  astro  radiante 
Paresció  encendido ,  é  su  luz  divina 
La  imagen  claresce  de  nuessa  CRISTINA, 
Celestial  espossa  del  Rey  mas  amante. 

Cadenas  de  rosas  cercan  al  instante 
El  preciado  cuello  d'  aquesta  Deidad^ 
E  llena  de  gloría  é  de  Magestad, 
Su  talle  donoso  nos  muestra  triunfante. 

Sus  labios  rientcs  cual  corales  rojos, 
Nacaradas  perlas  á  veces  ostentan: 
Sus  tersas  mejillas  las  rosas  afrentan, 
Y  del  Sol  paresce  la  luz  de  sus  ojos. 


,277 

¡Qaé  de  comzones  no  f aeran  despojos 
De  tanta  lindeza ,  de  tanto  esplendor, 
t        Si  non  el  respeto  tnyiera  el  arnor^ 
/        Que  tímido  anuyenta  de  si  los  antojos! 
Alli  en  sa  regazo ,  presciado  tessoro, 
¿«os  opimos  frutos  derrama  Amaltea; 
Lsí  dñe  corona ,  su  sien  fermosea 
Allí  de  las  Musas  el  celeste  coro. 

Allí  el  desvalido  enjuga  su  lloro, 
BIl,  no  ayentprado  falla  la  piedad, 
B  allí  se  adunan  gloria  6  Magestad, 
Bpio ,'  gentileza ,  donaire  é  decoro. 

I'^s  trobas  al  retorno  de  la  reina  madre  son  singálaf 
^>  P^Tque  revisten  de  formas  y  lenguaje  antiguo  los 
eosaKx^ientos  mas  felices  y  oportunos.  Sirvan  de  muestra 
is  dos  estrofas  siguientes: 

• 

Si  algunos  menguados  de  seso  podieron 
^'  tantos  favores  non  ser  gradescidos, 
I^o  vaessas  virtudes  están  ya  vencidos,  * 

B  affora  se  penan  del  mal  que  ficiéron. 
Si  de  tierra  estraña  á  la  fin  vinieron, 
"    Fué  porque  placástes  las  iras  ^el  Rey, 
Bl  porque  de  libres  fecistes  la^  Ley 
Que  allá  en  3us  pasiones presciar  non  sopieron. 
•    ,  •••»••      ■■■■• 

Oid^  pues,  señora,  del  pueblo  el  clamor^ 
Oid  cual  deplora  el  prístino  agravio, 
'.^  como  aterndiendo  está  desse  labio  /  ^ 

La  voz  de  clemencia  que  acalla  el  rigor. 

E  vos,  noble  dueña,  de  España  dulzor, 
Afable  é  piadosa  quitades  cuidados, 
^  ya  los  agravios  están  olvidados 
laguer  que  causaran  espanto  y  horror. 

^^  diferentes  dialios  de  la  opinión  conservadiora  >  ha 


escrito  el  seflipr  Pai^n  ar](icii]os  pqltticos  siii  aer.Tedaetoi 
de  ninguno.  Éilpecialinepte.ea  U  Abeja ^\qaB.ÍKké  ¿Irpri' 
mor  periódico  que  proo^ul^ó  las  .ideas  4e  un  progrcapo  1» 

Jal  y  pacifico,  combado  la  impaciencia  d^  Ips  qpe  imprii- 
eniemente  nos  larrasMrab&n  á  (os  escesos  de  ^lla  reyolii* 
cion  innecesaria ,  .  cpmpromeiiéndo  á  un  .misfño  Uf  mp 
los  Verdaderos  progresos  de  la  libertad  y  Us  rfe|ofniai 
útiles.  El  señor  Duran  no  ba  estado  liupca  reñido  coi 
aquel  progreso ,  queJnlro4uciflo  en  los  bi^ñtps  j  costum- 
bres del  pueblo,  hace  íno^iQ^iblje  llanto Jj^s  j^c^pqoni^^^ 
el  despotismo.  Todp^  ai^. artículos .poljt^os.refl|d  e 
mas  ferviente  amor  á,lal(iber^4 1  y  nA^ó^ip  inyeqirfFl® 
los  escesos  revolucionarios.  Si  condena  com'b  moralist 


de  t<Kbs  los  partidos  políticos',  y  con  ifmjgojB.pei^f  ona}c¡f  fj 
todos  ,  está  reputado  por  hombre  íe  opiniones  conserva 

doras  y  temp^dM.  .1^  juzgado  wpíPÍP  9»e4?.Fj!?í»n  ** 
partido  moderado  jejÉjl/i  q&  nrpjjeMx  por  ef-  9Jb^ipo  }efS* 
purgando  las  garantías  ppU^cas  pe  fas  ^eyisa  ap^rqnicai 
afirmando  con  aquejas  la  libertaa. civil ,  cpnserv^ñfo  U 
yentajas  adquirijaaa  aunque  procedan  de  .la  re^pliicron , 
legitimando  en  fin  losintereaes  creados,  no  por  i¡atfiw 
reacciones,  ni  por  restitucipnes »  sino  pórjuisfas  coVqpeo 
sacion^.  A  ifidemnizacipnes. 

Después  de  los  acontecimientos  de  setiembre  fué  sal 

Scnso  porla,Jíuntade.Glpbierno  de  Jdadrid,  de  i^- destín 
e  primer  bibíiotocuirio  dé.la.oacipna).;  y  pósteripirnieiii 
la  Regencia  pro^iaiopal  lo  ^Qclaró  cesante.  Á  principia 
del  año  anteripr  .fué  repuesto  en  el  espresado  destina 
que  continúa  airF.iQO^o*  pon  asiduidad  y  con  provecho  ¿ 
las  letras,  fis  indiyi4w¿''ÍtM>norario  de  la  Academi|i  greco 
latina  Matritense,  y.coarla:fnisoia  cajjdaddela  |le^  Aci 
demia  Española ,  e»  la.qii^  ba  t^s^inpeiUdo  yjuripa.lrab0 
jes,  que  la  misma  Academia  le  ba  confiiido.  Én  el  aC 
de  38  se  dignó  S.  M!.  agraciarle  espontáneamente  coa 
CCPiz  aopffriHMMr^i?! A  4ei  Ja  /  &«a^  i^jáen  ei|pa(^  * 


579 

Ih  ID,  de  lá  que  mn  no  ha  tomado  potatioi 
Mteiaido  aa  IralMijo  histérico  acerca  del  arto  d 
M  Bipaia  desde  sos  orígenes  hasU  mediados  del  siglo 
XVni,  y  nna  biMiografia  mny  completo  de  los  dramas 
CModílos.  También  Uene  ya  preparada  para  la  prensa 
k  legenda  edición  *  muy  aumentooa »  de  los  Romance*- 
iHf  j  nn  Cancionero  con  observaciones  criticas  é  kiste- 
iku  sobra  estarLiae  de  Utorainra  popular. 


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i, 


DON  JOSÉ  MUSSO  Y  VALIÉNtE. 


U  na  yida  entera  consagrada  á  las  letras  y  al  servicia 
I  pais,  un  celo  tan  ardiente  como  ilnsti'ado  por  su  fo- 
(Bto  y  prosperidad,  él  acertado  desempefio  de  cargos 
portantes  en  la  administración  páblica  ,  y  los  trabajos! 
itttificos  dirigidos  áilustrar  las  épocas  ttiais  interesan- 
1  de  nuestra  nistoriá,  y  á  promover  y  propagar  todo 
■ero  de  estudios  útiles  ;  bien  merecen  un  lugar  en  la 
ititud  y  en  la  memoria  de  sus  conciudadanos  • 
La  amistad  y  el  ainor  filial  ban  pagado  ya  á  este  hom-^ 
a  distinguido  el  tributo  que  le  era  debido ,  publicando 
ft  uoticia  circunstanciada  d^  su  proveobosa  vida  y  de 
B  tareas  literarias.  La  amistad  también  y  la  justicia  de- 
án colocar  su  nombre  en  esta  Galería^  aunqae  uiia  plu- 
i  mas  elegante  y  un  juicio  mas  profundo  debiesen  tra- 
r,aik  cuadro  en  oue  dificilmente  podrían -reemplazarse 
iñsgos  que  há  dictado  una  imagimicion^fecunoa^esaV- 
la  por  el  sentimiento  j  el  dolor. 


282 

Jamás  concederemos  qae  tengan  el  prívilegip  escla- 
siYO  de  interesar  la  'atención  pública  aqaeílos  hombres 
que  han  presidido  á  grandes  y  estraordinarios  aconteci- 
mientos ;  que  ban  influido  en  la  paz  y  en  la  guerra ;  que 
han  dirigido  la  gobernación  de  su  pais  ,  y  marcado  con 
el  sello  de  sus  opiniones  propias  la  dirección  de  los  ne- 
gocios públicos,  que  han  gozado  la  privanza  de  los  sobe- 
ranos ,  y  hecho  triunfar  su  política  en  los  parlamentos 
por  el  poder  irceiistíble  de  su  elocíuencia  y  de  son  talen- 
tos 9  6  que  han  mandado,  en  fin,  grandes  ejércitos,  6  eje- 
cutado dificiles  y  arriesgadas  operaciones ,  ó  dado  bata- 
llas sangrientas.  Antes  por  el  contrario,  estos  hechos  im« 
portantes  y  ruidosos ,  inspiran  desde  luego  preyenciones, 
que  las  pasiones  arraigan  ,  y  que  el  escritor  dificilmente 
consigue  desvanecer ;  porque  se  examinan  y  consideran 
por  los  diversos  aspectos  que  presentan ,  resaltando  de 
estos  mismos  aun  con  la  mejor  buena  fé ,  y  sin  ninguna 
mezcla  de  intereses,  esa  diferencia  de  juicios,  esa  contra- 
dicción de  opiniones,  que  hasta  cierto  punto  llega  á  ha- 
cer dudosas  las  mas  elevadas  reputaciones  ,  y  que  por  lo 
menos  rebaja  el  entusiasmo  páblico  y  prepara  la  indife- 
rencia y  el  olvido.  No  suceoe  esto  con  aquellas  exíaltn- 
Qj^s  pdiií^afi  i^ jtfiBiaoilUdaa,  4edicadat  i  las gtoíoaas  oon- 
Quietas  de  JU'(JatAÍig«»n(M,  que  sin  estruendo  .y  lal  vtt 
4esde  una  condJAion  modesta,  estiendeftilos; beneficiases 
la  ciiiliíacíon,  hoairiAia  su  patria,  y  aseguran  áBOsnooH 
brea  la  ÍAi|iointalida4.  Es  preciso  desengaOarse  ;  no  idai' 
^Sjla  los  caraos  públicos  I  ni  se  confiere  por  elfiiv<Mr'«  wi 
se  asegura  n^reál  orden.  LhGuindeForáBtiroi  enaaluÉií 
á  alffunos; {^ero.eUiempoharái  todos  jostscia,  y  mñdft*. 
naniduiá  unos  alQlvi4p9  llevhrá  hasta  lasiúllidoas  genem- 
cÍQnea:]í:bará  .repetir  con  teneracioo  los  nombcea  Aé  ksi 
que  ha4l'i4«slradD  á  sus  semejantes^  y  deloe-bnohecho-vi 
ftade^la  humanidad. 
^  iU|ián¡mela  opioito>en  juzgar  á  estos  hombre»^  sm  wai^ 
ritOinp  es  disputado,  j  sa  memoria  se  perpelAa  en  los 
mMonaientos  qae  levantaron;  en  las  obras  'p4blic«a:qos 
piMM^vierQn,  én- los  (beneficios  i[ue  sedelmroii  4«iilnH 


..(*.     -'I    '    I   .   .     !  ■  .    .      -«.11 


bvctoD  T  celo,  T  en  las  oliras  de  ingenio  epa  que  sn  pa^ 

Iríkllí'glóMa.'  £ii'éhte' Utiñt^  se'éijfAfa  Íh'-9Mé  Mtfsstt' 
^VaB^ole  ,  cn;a  lÜogi'iff^  Vamos  ét  estender;  pi^ra'  Aij^lt) 
ellflgaf  áae  de  jnstimle  corresponde  én  <está  1?ttIÍTial  '' 
nació  en  LorcA  a  25  Sé  dlnemlfe  de  1785.  Tútron 
íV  pdres  ,  Son  José  JUaHa  IHásüo  y  'Aleara  acrrqtl^i'if' 
JoOt  Joaquina' PereV  Valicnie  yB^it;  Irija  itíiw  eétiíÁ 
I  lie  Casa  Valiente.  LosIlAbitos  y'  el  ejembfo  dé  mis  pa'fl^b 
le  prepararon  para  recitir  uoá  cdúciácíon  ésniéradil',  f' 

[ira  que  con  el  tiempo  frücliGcasen  éti  il  todo  género  W) 
uenís  scni'illas.  Después  de  haber  fécibi^o  en"I*  ütíH 
paterna  ráinsIruccToli  primaria  ,  en  U 'qnelyá  ^éMe  UÜ^ 
ío'mostrA  sus  buenas  disposiciones  ,  'j  la  'leiilip!a)iia''y' 
íalinra  de  su  carácíef.  pftsó  á  cmprttidei' sm  éttjiífOí;' 
como  alumno  iiilefno ,  al  seminario  dc^^R^afelirtrfitr  S^. 
lan  Fernando  de  AVápieS,  fin  dos  aÍti)s'(rpreiíffií('íá'leM' 
gda jalina  j  ías  bu'máhi'l.ides ,  Ilasla  éf^puW^é  'l^eteMü 
tiirse  en  exámenes  pú'b'licos,' celebrados  eÜ^wb  ^miiftí- 
río;  y'de  dis'tiiigüí'rse  cti  ellos  (ittr  ki  '/mtrttchitíñéiitíá'f: 
Éoble  despefo .ll  iálit  ác  esíé  é'ütítítééitíátsbtó- eh  ÍWÍto 
ie  17*J8 ,  sus  padres  i,que  no  queiiaja  abandonarle'  Ji'ldll 
[•eligros  de  la.  cú'rteí  y  qoc  cüioííbah  irhas 'déra éfluc^ion 
■uúral  que  de  ta  cicnlidc),  1c  éncoméridtirón  sn  díréecíba 
At.  Chevali^r  ,  Uno  de  aquellos  clérigo^' tjne'  se  acogié^' 
no  á  E^áíía'én  la  revolución  francesa,  y'qtfe  oainositiñr^ 

E y  mentor  le  eoscfló  dírercnles  ramos,  j  le  acotnpitbí— 
n  á  todas  partes/y  eíi  especial  á  lá's  clases  p&fcNñls'dé 
ilDsoriá  do  saii  Isidro  ,  y  dé  matemáticas  enlsücádeinlaí 
dé'ún  Fernando.  Eá'  todos  loá  estudios  Se  distingiitll','  Vi 
por  sus  privilegiadas  disposiciones  ,  já  por  so  amícseioa 
constante,  y  ya  por  la  bueha  dirección  qneballia  tenido 
psde  sns  primeros  aúos.  Tambíí^n  descqbríó  desd4  'stt 
Primera  juvt:ntud  una  iiobfc  emulación',  y  un  deseo'tÜ^ 
Mmente  dé  sobresalir  cníi'e  sus  compañeros  ,■  J  dü  obté'-' 
"ir  los  honores  y  premios  de  los  certámenes.  Se  bíio  tao- 
ItMe  en  los  juegos  de  la  infancia,  hasta  eTcstr^tnó  dtl  9is^ 

^Oguirse  por  su  carácter  bullicioso  T  por  sos  traTétant. 

Iñ  ¿g'las,  qaeiéráü  eTékto  ñk  áitü  tiltigtiui'iÍTBÚ,  réü^H* 


984 

no  se  disünguia  la  menor  sefial  de  estúpido  atolondra 
miento ,  tampoco  se  descubría  el  menor  deseo  de  hace 
mal ,  ni  sombra  siquiera  de  mala  índole.  En  meiüQ  de  s 
afición  i  los  juegos  propios  de  su  edad,  eran  estraordi 
nanos  sus  progresos  en  todo .  aquello  á  que  se  aplicaba, 
en  particular  en  las  matemáticas.  El  estudio  de  estas,  qa 
emprendió  con  ardor  ,  y  a  que  tuvo  siempre  una  predi 
lección  especial ,  contrínuyó  poderosamente  á  que  su  ra 
zon  se  desarrollase  desde  muy  temprano ,  y  á  qu^  con  < 
tiempo  adquiriese  aquella  fuerza  de  raciocinio ,  a^uell 
seguridad  de  juicio,  aquella  exactitud  de  raciocinio  e 
qne  siempre  se  distinguió ,  que  le  acompañó  en  todas  so 
inyestiffaciones,  y  que  formó  el  principal  y  caracteristi 
co  atrinuto  de  sus  escritos.  No  se  contentó  en  adquirí 
las  nociones  elementales  de  las  matemáticas  puras,  sin 

Jue  Ueffó  á  familiarizarse  con  los  cálculos  mas  complica 
os  de  la  álgebra  superior  y  de  la  mecánica  6  hidrauíii^ 
acerca  de  este  último  ramo  disertó  en  unos  exámenes  p£ 
bucos,  y  en  ellos  dio  muestras  señaladas  de  sus  adelanto 
poco  comunes. 

Después  de  concluir  estos  estudios ,  y  de  restituirse 
la  casa  de  sus  padres ,  que  á  la  sazón  se  nallaban  en  Lor 
ca ,  no  abandonó  el  cultiyo  de  las  letras,  y, antes  bie 
continuó ,  estendió  y  perfeccionó  sus  estudios  privada 
mente  con  el  mismo  a£an  y  perseverancia.  Su  instruccioii 
su  carácter  y  las  demás  prendas  personales  que  le  adorní 
ban ,  le  adquirieron  muv  en  breve  la  estimación  genera 
en  aquella  ciudad.  Parecía  (|ue  la  ProYidciicia  lo  reserví 
ba  para  mas  útiles  y  slonosas  empresas.  Guando  pe 
abril  de  1802  reventó  el  pantano  de  Puentes ,  que  arrai 
tro  consiffo  sillares ,  escombros ,  barrenes  y  hasta  pefiai 
eos,  arruinando  calles  enteras  del  pueblo,  distante  de  > 
tres  leguas ,  estuvo  con  su  padre  tres  horas  antes ,  y  pe 
el  mismo  punto  por  donde  rompiícron  las  aguas ,  recoi 
riendo  y  examinando  aquel  inmenso  depósito  de  aguaf . 
En  aquel  tiempo  se  preparaba  para  España  una  noí 
va  ¿poca  .  fecunda  en  acontocimientos  eslraordinarios  i 
á^  rece$  desastrosos.  «Con  indignación ,  dice  61  en  n 


98S 

upantes,  supimos  en  Lorca  la  causa  del  Escorial,  con 
linqnietnid  la  entrada  de  las  tropas  francesas ,  con  entn^ 
inasmo  los  moTimientos  de  Aranjnez  •  con  sorpresa  el 
i  cautiverio  de  la  familia  Real ,  con  dolor  el  2  de  Mayo, 
icoh  recelo  el  lerantamiento  de  Gariajena.  Siguióle  Lor- 
>ca,  7  en  los  primeros  momentos  de  efervescencia  popo- 
»lár  estuvieron  en  riesgo  las  vidas  de  varios  comerciantes 
«franceses  que  alli  estaban  avecindados.  Interpúsose  mi 
ipadre ,  j  con  su  influencia ,  ayudada  de  la  de  otras  per- 
isonas  respetables ,  les  salvó  la  vida.i»  No  necesitamos 
atendernos  en  traiar  el  cuadro  de  una  época  bastante  co- 
nocida de  muchos  todavia  como  testigos  presenciales  de 
aquellos  grandes  sucesos,  de  otros  por  narraciones  y  tra-« 
diciones  mas  Ó  menos  fieles  y  apasionadas.  Hay  una  cosa 
foe  sobresale  entro  todos  los  caracteres  de  aquella  época, 

Les  el  entusiasmo  patriótico,  el  espíritu  de  unión  de  ta- 
is los  españoles ,  el  amor  do  la  libertad  y  de  la  indepen- 
dencia nacional.  Musso,  ni  por  la  hidalguía  de  sus  senti- 
mientos ,  ni  por  su  educación ,  ni  por  la  distinguida  clase 
i  que  pertenecía ,  ni  por  su  ilustración  superior ,  podia 
permanecer  estrafio  al  curso  de  los  acontecimientos  ni 
al  movimiento  verdaderamente  nacional.  Se  alistó  en  las 
filas  de  los  que  se  armaban  para  vengar  el  insulto  que 
habia  recibido  Espafta  ,  y  desde  luego  fué  nombrado  ca- 
pitán. 

Guando  en  el  afio  de  1810  invadieron  los  enemigos  las 
Andalucías,  mandaba  el  general  Freiré  los  restos  del 
ajérdto  del  centro ,  y  amenazado  el  general  español  por 
h  división  de  Sebastiani »  tuvo  que  retirarse  á  Orihuela. 
Un  cuerpo  de  tropas  francesas  avanzó  desde  Granada  ,  y 
otro  se  airigió  soore  Lorca  por  Yelez  v  Lumbreras.  En- 
tonces emigraron  las  principales  familias  de  aquella  ciu- 
dad ,  y  Musso  se  dirigió  á  Murcia  con  la  saya ,  de  donde 
tuvieron  que  salir  al  aproximarse  el  enemigo. 

Por  este  tiempo  contrajo  matrimonio  con  una  seftorita 
de  aquella  ciudad,  y  que  se  distinguía  por  su  ilustre  cuna, 
J  por  las  prendas  que  la  adornaban.  Aunque  se  nos  acuse 
üe  proUgidad,  y  aunque  sea  una  circunstancia. que  se 


2¿a 

¡poce  den^sia^Q  coo¡  la  .Ti4a  .pr^fadn^  i^C)  .V9$PQMif  a<^ 
jar  de  es^mpai*  á  es^e  propósito  sus  propias  ai^Vi;a¿»^pQr 

.(iuanto  dan  eaU^iipa  ¿^ea  com{ilqÍ9..(tp,auJpaole  X^?.  la 
tferpiüraide.fu  ^íma.  |if Tepíiapatt . yó  «  ^Üpé  ^  p^c  tl(4^ '^ÍmiÍ  la 

.^posei^B  de  la  que  aogiaib^,  .jki^%^4p.Íifi<^  de- 

^ajlnmeneme.  Su  fierinosura  na^ia  batagado  mis.  i]j{p¿t  n 
«diUzura  y  amabilidad  cautivaironim  forazqu.  Miijer  éa- 

.!> seraje  trabajadora,  recogida  j  caljf4/l»  ejcpp^i^ic^.ei^lgi 
i>gastos,  pariutiva  coi^  loa  pcjbreft,  aonesta  eo  ^u^  cpirtuói- 
jibres,  religiosa  en, los  scntimieutoá  ^  firu/denie  coa,  Iq9 
«deinaB,  disc;reta  .para^  llevarme  el  £faio  sío  adularme  .ai 
>>con(radec¡i*i»e ,  me  ^ó  mas  de  uoa  yez»  Sjefior ,  oc^ion 

^ para. cono^r  Jj^  yerdad  de  ius  paUbi;a9,  esto  ep,  Óuéli 
»ui  casa  y  las  riquezas  las  dan  ^os  padrea,  lú  sqio  das  £i 
omujer  prudente.==Su  compañía  ha  hecho  las  delicias  Í» 
i>nii  vida»»  .  ... 

Las  cirpunstancdas  ;  la  distinguida  reputación  .que  ja 
se  habia  grang^do-,.  no  pudieroii  m^nqs  de  llamarje  ájk 
yida  pública.  Cln  Jlfurcia  ^  habia  ^tablecido^  epoda, en 
la& demás  proy^^das,  una  Jiinta.provincial  para  atender  |1 
armamento  gener^U  Y  al  gobierno  j  detensa  del.p^p. 
Juzgando  esta  que  debía  seguir  al  ejércitqt  pasó  con  el 

.  cuartel  igeneral  ¿.Aliciente»  cqando  las  tropas  francjBSU 
invadieron  la  provincia.  Gomo  era  natural,  y  aun  si  se 
quiere  forzoso ,  S0  hn|)o  de  formar  una  nueva  Junta  paite 
atender  al  gobierno  de  una  provincia  que»  cualquierf^jqi^ 

•  fuese  el  motivo,  ó  pretexto,. habia  sido  abandonada. por  §a 
Junta  Y  autoridades.  Resultando  diferencias,  v.  pugna  tih 
tre  ambas  juntas,  con  peligro  ^d  ór4eD  público  yf^rg^ 

.  ció  de.  ia  causa  qacional,  .encargó  la  Regencii^  al,  gei)f|- 
ral  Blake  que  adoptase  1^  prpvid^ncias  omrUinas  pm 
el  objeto  de.c;almar  }{i, ^ffurvesqcnda  d^  iq|^. ánimp^;  T 
de  cortar,  aquellas  dísensipnes.  La  prcividepc^a,  de  WW* 
genaral.se  redujo,  como  parecia  lo. mai$  acertado,. á^disol- 

vYor,  ambas  junta^,  j  á  disponer  que  loa  el^tqFO^^e  Ip* 
dÍMitados.á  G^r^f^  so  risuniese/^  otri^  yejí^  >:^Mgio^:ViH 
cmm  para*  aun'  iHDPy^  ilunja,^  Go^vei^dos  tas;,)^ 
oouwnf  uo  Yocal  por  cada  partido «  nombran  í  Husm 


.1.  '        í  .  .,.■■■'        ',U-         ...  I" 


987 

Cv  el  át'Lorci»  ouiiukapeMuí  cMtaha  95'tiM.  Eita  fbé 
prineri  f  huís  lisonjera,  priiebe  que  reoibió  de  sai  edn- 
MÉeátnoi  t  que  sin  aiiia«  eomo  generalmente  sq  decía, 
bilMiUenB  nombrado  dipnladb  á  Cortea,  si  hubiese  te-* 
BÍáD  edad  eompeiente ,  asi  como  tenia  una  capoidad  re- 
sstincidst  j  la  coufianta  desns  paisanos.  Exento  Ifusao  de 
lada  ambición «  y  modeslo  por  carácter,  se  negaba  á  admi- 
tir nn  cargo*  qne  consideraba  como  superior  á  sos  fuerias 
jt..como  un  honor  inmerecido.  Pero  consideraciones  de 
talo  genero  debieron  ceder  ante  la  ocasión  de  sacrificarse 

Csu  patria*  ó  de  aalvarla  del  peligro  que  la  amenaiaba. 
miaoUa  gravedad  de  bs  circunstancias  ,  y  hi  situación 
ringnlar  y  critica  en  que  á  la  aazon  se  encontraba  el  rei- 
■Oi  debieron  exaltar  la  imaginación  de  un  jóvin,  que  auw- 
fw  modesto  *  no  era  insensible  á  la  gloria.  En  esta  Jun- 
to .tnvo  su  primera  escuela  en  la  práctica  do  los  negocios 
fÜilicos  T  y  en  ella  manifestó  muy  desde  luego  las  oalida- 
issde  mando,  oue  naturalmente  le  distinguian.  Acccsi* 
Uét  sendilo  y  llano  con  toda  clase  de  personas»  asiduo 
ytonstante  en  el  trabajo «  concillando  la  firmeza  con  k 
pradencia,  apreciando  con  exactitud  de  juicio  las  circuna- 
üncias  y  los  nombres  que  en  ellas  influían,  franco  y  con*- 
fOiador  con  sus  compañeros,  y  conduciéndose  siempre  por 

Cincipios  y  sentimientos  da  amor  al  pais  y  de  respeto  á 
justicias  ganó  mucho  en  reputación  y  en  crédito ,  des- 
SHjpeftando  un  cargo ,  qne  las  circunstancias  hacia  n  en 
«tremo  difloil  y  comprometido ,  y  en  el  (|ue  para  hacer 
áfam  bien  y  para  prestar  algunos  serviaos ,  había  qub 
tniper  inonmerdiles dificultades.  Veasnos loque  61  nm^ 
W  escrihia  en  su  diario  acerca  de  su  conducta  en  la  ion* 
úw  «Bn  ellft,  dice,  por  lo  qne  á  mi  tocaba  ,  me  había  prd  « 
impuesto  fawoeroiempre  lo  mejor*  obran  «en  jfusticia,  preferir 
lil'bien  general  at  narticular.  Pero  sería  delirio  y  orgullp 
«qae  mo  preoílise  de  haberlo  ejecutado  asi  siempre >,  por 
Mismo  no  recuerdo  algo  de  que  me  remuerda  la  coo^ 
iMsÍNieíaífi*  tBn  corta  esteosion  de  terreqo  babian  dotiiO" 
iMf  pitaiyf  M4e('U)do  arrégladasi  eaaidilsfiknbn^f^^ 
tmintenidaa  itopu,  }o»  Ataquei  de  ejérdios  uum^TO^M  ^ 


S88 

^agnierrídosi  mandados  por  los  mejores  capitanei  que  en 
» Europa  se  conocian.  Era  menester  para  ello  que  el  pab 
«diese  gente*  armas,  bagajes,  yi Veres,  todo  sin  ocmtar 
x>mas.que  con  sus  escasos  recursos :  era  menester  qóe  oía 
»7  otíra  Vez  se  comenzase  de  nuevo,  y  que  ai  desaliento  de 
»nna  y  otra  derrota  se  acudiese^con  proyidendas  no  me» 
»nos  enérgicas  que  prontas;  y  que  sofocando  á  veces  las 
9  anejas,  se  encendiesen  los  pechos,  el  ardor  bélico,  coa»* 
Dflo  por  repetidos  descalabros  estaba  á  punto  de  estinguir* 

»se.  No  bastaban  para  tanto  fuerzas  liumanas Hizese 

B  cuanto  pudo  sugerir  el  patriotismo  y  aun  la  necesidad.i 
.-—La  Junta  de  Murd»  acordó  renovarse  en  su  tercera 
parte  :  sorteada  esta,  fué  Musso  uno  de  los  que  debieran 
salir ;  pero  no  habiendo  perdido  la  confianza  de  loa  elec- 
tores ;  yoIyíó  á  ser  elegido.  Su  repugnancia  en  admitir 
por  segunda  vez  este  encargo  fué  tanto  mayor  cuanto  que 
ya  conocia  las  dificultades,  hasta  cierto  punto  insnpa^ 
rabies ,  con  que  era  preciso  luchar ,  y  que  lleyaban  con-  ' ; 
sigo  la  falta  de  concierto  y  armonía  entre  los  diversos  po*  - 
deres  que  las  circunstancias  y  un  gobierno  nuevo  haoiaB 
creado  ,  y  que  aumentaban  todavía  la  situación  mateaal 
del  reino.  Pero  también  esta  vez  lo  imperioso.de  las  cir- 
cunstancias ,  y  la  idea  misma  del  peligro  que  amagaba,  la 
hicieron  bajar  la  cabeza,  y  ceder  á  la  obligación  que  la 
imponian  su  patriotismo  y  su  honor.  Ocupado  en  las  co- 
misiones mas  difíciles  y  arriesgadas,  ilustrando  laa  mátir  . 
rías  mas  delicadas ,  y  estendiendo  los  escritos  de  oiajer 
importancia,  tuvo  que  trasladarse  la  Junta  á  Jumilla«  par 
haberse  declarado  «n  Murcia  la  fiebre  amarilla.  Introii 
cido  el  contagio  en  Jumilla ,  y  en  la  casa  misma  del  pr»- 
sidente  de  la  Junta  ,  tuvo  este  que  trasladarse  á  una 


de  campo ,  y  para  -sustituirle  fué  nombrado  Muaso.  Ka 
momentos  de  tanto  peligro  y  de  tanta  constemacioD.  la 
provincia  entera ,  como  por  un  sentimiento  nativo  da 
propia  conservación,  puso  al  frente  de  ella,  y  eacargásn 
salvación  á  un  joven ,  qne  á  pesar  de  sus  pocos  afioa*  €PK 
dkjeto.dé  un  aprecio  general,  y  que  hahia  dado  mneatias 
4e  poseer  la  firmeza,  la  actividad  y  el  acierto  que.  rjsqasr 


p  -1. 


289 

rian  anal  circanatancias  tan  criticas  como  estraordina- 
lilÉ.  Hasta  cáreeia  la  janta  de  lugar  en  qne  fijar  su  reai- 
dbncia  :  trató  de  dirigirse  á  Yillena ,  pero  los  vecinos  de 
éste  paeblo  se  negaron  á  recibirla.  Faltaban  ylyores,  y  no 
Kabia  de  dónde  sacarlos.  A  cuanto  reclamaba  la  situación 
dé  los  pileblós ,  j  los  males  que  por  tod«is  partes ,  y  de 
todo  género  los  afligían,  á  todo  acudió  la  actividad  y  pre-^ 
Tision  del  ióyen  presidente  :  los  males,  que  eran  inevita- 
bles ,  se  disnúnnian  al  menos  con  las  acertadas  disposi- 
dories  de  Musso ,  que  en  aquella  ocasión  proporcionó  á 
los  infelices  pueblos  do  aquella  provincia ,  afligidos  á  un 
mismo  tiempo  por  el  doble  azote  de  la  guerra  y  de  la  pes- 
te ,  todos  los  auxilios ,  todos  los  recursos  ,  todos  los  be- 
neficios'que  las  circunstancias  permitían. 

El  vecino  reino  de  Valencia  era  teatro  de  la  guerra: 
j^ida  la  batalla  deí  Sagunto,  se  encerró  filake  en  la  ca- 
ntal ,  á  que  puso  sitio  Sucbct ,  destacando  columnas  en 
oferentes  direcciones  que  hostilizasen  el  pais.  Freiré,  que 
,  Baadaba  una  división  del  tercer  ejército ,  caminaba  á 
ttffchas  forzadas  hacia  Valencia,  acosado  por  las  fuerzas 
fM  mandaba  Marmont.  Después  de  facilitar  la  Junta ,  en 
mipais  agotado,  viveres,  bagajes  y  dinero  para  socorrer 
i  nuestras  tropas,  sale  Musso  con  su  familia,  desdo  Ye- 
da,  donde  se  bailaba  la  Junta,  á  la  sierra  de  Carche.  A 
pocos  minutos  de  su  salida  ,  entran  los  franceses  en  Ye- 
da  ,  y  destacan  una  partida  en  persecución  de  las  famí- 
Has  emigradas ,  y  en  particular  de  Musso ,  do  quicu  sin 
duda  tenian  noticia,  ya  como  presidente  de  la  Junta,  ó  ya 
como  persona  de  influio  y  ascendiente  en  aquelU  provin- 
cia, y  capaz  de  contribuir  poderosamente  á  la  resistencia 
fw  se  lesoponia.  Quizá  debió  su  salvación,  asi  como  enan- 
te personas  le  acompañaban,  á  un  aldeano  que  por  guia 
Uefába  la  partida  destacada  en  persecución  de  los  eiuigra- 
Am,  y  que  la  condujo  á  otro  pueblo,  dando  l.ugar  á  estos 
para' que  se  pusiesen  en  segundad.  La  Junta,  que  cuntí- 
naba  preaiaiendo  Musso  ,  vagaba  errante  por  los  para- 
jes aaas  apartados  y  fragosos  :  «mas  no  por  eso,  dice  este 
lea  sos  naemorias »'  imaginó  entregarse  á  los  ejército»  dfi 

-"■•-■         .     19     .•      .  . . 


•  í  1  ■  I 


290 

»  Napoleón,  áttn  en  el  áltiinb  estremo :  antes  Ineny  fakán- 
»dole  ya  tierra  á  donde  refugiarse,  consaltó  al  supremo 
)iGrobierno,  manifestando  su  resolución  de  no  desamparar 
•jamás  la  causa  de  la  patria;  y  la  Regencia,  alabando  sa 
^patriotismo,  le  dijo  :  que  ngui9$e  en  tal  eetremo  la  emr» 
ule  del  ejireito  eepañol  mae  cercano.» 

Después  que  los  enemigos  eyacuaron  a  Murcia »  y  de 
haber  sufrido  Musso  una  grare  enfermedad,  solicitó  fm, 
se  le  exonerase  del  cargo  que  desempeñaba ,  porque^  si. 
salud  necesitaba  de  la  tranquilidad  doméstica.  Pero  ni  la 
Junta,  ni  las  Cortes,  á  quienes  dirigió  sus  instancias,  per- 
mitieron que  abandonase  los  negocios  de  su  prorineia  na 
eminente  patriota,  que  á  su  amor  al  pais,  y  a  su  celo  por 
las  cosas  pdblicas,  reunia  Lis  raras  dotes  de  consejo,  y  da 
actiyidad  y  acierto  en  la  ejecución  de  lo  acordaoOb  Sob 
pudo  conseguir  aue  se  le  diese  una  licencia  temporal  psfa 
pasar  á  su  casa  a  restablecer  su  salud. 

Gomo  el  estudio  era  su  único  recreo,  recurrió  á  él  su 
el  ocio  aue  le  proporcionaba  su  casa.  Una  razón  ejerdtfr* 
da  en  el  cálculo  y  en  el  análisis,  una  disposición  espeeiM 
para  los  estudios  profundos  y  para  la  meditación,  y  unos 
sentimientos  morales,  naturalmente  yivos ,  y  desarrolla-^ 
dos  por  la  educación  y  por  buenos  ejemplos ,  debiav 
conducirle  al  estudio  de  la  moral  cristiana  y  de  la  relh» 
gion.  En  su  juventud,  cuando  apenas  había  cumplido  SS 
afios,  edad  que  muchos  jóvenes  ocupan  en  la  disipación  y 
en  los  vicios ,  estudiaba  profundamente  las  Escritans 
Santas,  penetrando  su  sentido  segunlos  mejores  intérprof 
tes  y  santos  Padres.  Este  estudio  en  que  se  ejercitó  toda 
su  vida,  ilustró  su  entendimiento,  engrandeció  su  almai 
purificó  sus  afectos,  y  le  hizo  adquirir  aquel  tacto  interisT 
con  que  distinguió  siempre  la  verdad  de  los  errores f  h 
belleza  de  la  deformidad  y  del  desorden.  Este  estudio  for- 
maba sus  delicias ,  salisíacia  toda  la  cstension  de  sus  Ch 
cultades,  y  perfeccionaba  sus  mas  ocultos  senümienloi 
Sin  mas  auxilios  que  su  estudio  privado ,  y  una  leeMí 
rasta  j  constante  t  llegó  á  familiariaarse  en  laspeineipa» 
J0$  cuectioi^eñ  tnolóf^icas  ^  «i^  Vo%  sicQUtecimientoa  mas  no* 


taUn  dalü  hjatoni^Qcleaiás^ica.  Por  aquel  tiempo^  y  como 
frpto.  de  sm  médiUciones,  escribió,  aii  tratadílo  que  iiití- 
tpló:  RBflexione$  sobre  la  naturaleza  y  úliímo  fin  del  honi^ 
Irt.  Estas  graves  ocupaciones  eran  alternadas  con  el  os- 
todio  de  nuestra  lengua,  que  hacia  sobre  los  hablistas  riár 
seos.  No  se  ocultaba  á  su  pcuctraciou  el  intimo  enlacé 

Se  tiene  el  arte  de  pensar  con  el  de  hablar.  Según  decia, 
sirvió  maravillosamente  el  teatro  de  la  elocuencia  os- 
ela  de  Capmany.  No  se  contentaba  con  una  continua 
ira  de  Mariana,  de  los  dos  Luises*  de  Corvantes,  de 
Ssivedra,  Mendoza,  Goloma  y  otros,  sino auc  los  analji- 
ld»ay  caracterizaba,  copiando,  y  procuranuo  retener  en 
k  memoria  las  frases  mas  oportunas,  los  periodps  ma5  es- 
cogidos, los  trozos  mas  selectos  de  dichos  nulores.  Ilabién- 
me  hecho  propios,  y  digámoslo  así,  asimilado  sus  pala- 
ígUt  sus  ffiros,  sus  maneras  de  decir,  y  el  ónleu  y  coor- 
inacion  de  sus  pensamientos,  se  entretenía  en  imitarlos, 
flDsiguiendo  que  llegasen  á  serle  familiares  la  flexibili- 
M  de  uno,  el  nervio  ó  robustez  de  otro,  la  propiedad  ide 
k frase  de  este ,  y  el  estilo  conciso  6  ingenioso  de  este. 
Asesta  manera,  y  quizá  sin  advertirlo,  se  llegó  á  formar 
impropio,  que  participaba  hasta  cierto  punto,  y  según 
Imaturaleza  del  asunto  lo  Taquería ,  de  las  calidades  y 
Hnctérea  de  todos.  Sin  embargo,  c^n  un  sello  propio  se 
tiitinguirán  siempre  todos  los  escritos  de  Musso;  consiste 
MpieleD  la  naturalidad,  en  laiacilidad,  en  la  os|M)ntanei- 
'  M;  iodo  lo  demás  son  atributos  con  que  el  escritor  en- 
líqnece ,  según  su  imaginaciop ,  la  obra  que  ha  concebido 
yiOSliresado  con  sus  caracteres  nativos.  También  al  nijs- 
ü» tiempo  se  formaba  y  se  desarrollaba  su  gusto,  que 
nhivaba  con  el  estudio  de  nuci^tros  bueuus  poetas. 
■ .  Eatas  gratas  ocupaciones  fueron  algún  tanto  interruiu- 
Masi  bibiendo  vuelto  á  deseihpcñar  las  larcas  de  la 
iinla.  Habiendo  mediado  serias  y  acsngradables  cpiücstar 
tipiles  entre  esta  corporación  y  el  general  .Klio ,  que  a  lá 
MifOB mandaba  el  ejercito,  tuvo  Musso  ocasión  de  acref» 
4hai;  b  ealegreza  de  su  carácter,  8()stenicn(lo  |a  autoridad 
i»<litluiit?t.QQmrAlas  lioleijfK^ias.  do.aqqp)  ^ej^^ríU,  %- 


S92 

cargado  con  otro  vocal  de  jocnpar  los  bienes,  efeetos  y  pa- 
peles del  tribunal  de  la  inquisición »  que  acababa  de  es- 
tinguirse  por  resolución  de  las  Cortes,  lo  hizo  de  modo 
que  concilló  la  justa  ejecución  de  su  encargo  con  las  aten- 
ciones debidas  á  los  desposeidos :  de  este  modo,  j  con  d 
acierto  y  tino  con  que  desempefió  esta  delicada  comisión, 
aseguró  el  aprecio  de  los  hombres  de  todas  opiniooei. 
Tratándose  apoco  de  elegir  diputados  á  Córtese  indiyiduoi 
de  la  diputación  provincial,  instáronlo  con  el  mayor  ea- 
pefio  sus  amigos  para  que  admitiese  el  cargo  de  represeiH 
tar  á  su  provincia  en  las  Cortes  del  reino:  lo  rehusé,  dice 
él,  porque  creía  que  necesitaba  de  estudio  preparatorio 
para  desempeñarla  bien.  A  pesar  de  su  resistencia  obtafO 
un  considerable  número  de  votos. 

Separado  de  todo  car^o  público  ni  permaneció  ocioio, 
ni  pudo  ser  indiferente  al  bien  de  su  país.  El  desempefió 
de  diferentes  encargos  que  le  confiaron  las  autorioadef 

{)rincipales  y  municipales,  y  el  cultivo  continuo  de  hf 
etras,  formaban  toda  su   ocupación,  y  absorbían  todii 
sus  facultades.  Siempre  sediento  de  saber,  emprendió 
entonces  el  estudio  del  griego,  en  que  llegó  á  merecer  ol .  h 
concepto  de  un  hábil  helenista.  No  contento  con  conocí-  P 
mientos  vulgares  y  superficiales  en  legislación ,  política, 
administración  y  gobierno ,  extendió  y  perfeccionó  mi 
ideas  en  estos  diferentes  ramos,  procurando  que  en  d 
camino  de  sus  progresos  le  precediese  la  antorcha  de  b 
historia.  Por  eso  los  conocimientos  que  adquirió  en  eitai 
ciencias  eran  sólidos  y  practicables,  y  no  consistían ei 
vanas  é  irrealizables  teorías ,  que  han  podido  deslnndinr 
á  algunos  filósofos ,  y  á  no  poca  parte  del  vulgo.  La  Us*  ** 
toria  era  la  fuente  de  donde  sacó  sus  conocimientoi  el    ] 
las  ciencias  morales  y  políticas.  No  negaremos  sin  em-   j 
bargo  (fue  el  estudio  del  hombre  en  sus  relaciones  fisicil   1 
y.  morales  le  sirvió  de  un  auxiliar  poderoso. 
'    En  la  terrible  reacción  política  qac  sucedió  á  la  vuelta 
del  rey  de  su  cautiverio  en  Francia,  cuando  ios  odios,  el 
espíritu  do  venganza  y  todas  las  pasiones  se  desencadeu^ 
ron,  MussOf  respetado  por  su  mérito  y  por  su  'rirtad  hasta 


393 

de  los  mismos  perseguidores,  nada  tuvo  que  (emor,  y 
00Bserv6  todo  A  ascendiente  que  le  daban  su  natriolísmo 
y  sus  servicios.  Los  i)erstíguidos  poUlicos  hallaron  on  t\ 
in  escudo  do  defensa.  Su  carácter  no  lo  pcriuilia  periua- 
Bscer  indiferente  cuando  sus  paisanos ,  las  personas  mas 
mpetables  de  Lorca,  y  sus  mas  íntimos  amigos  sufrian 
■olestias  y  vejaciones.  No  se  contentó  con  recurrir  á  las 
Ntoridades  de  aauella  provincia ,  sino  que  clam6  al  go- 
liemo  para  que  la  justicia  fuese  respetada  y  la  inocencia 
lidíese  respirar  tranquila  y  segura. 

Alejado  de  los  negocios  públicos  en  aquella  ópoca  ca- 
hulosa,  y  retirado  á  su  casa,  continuó  sus  estudios, 
i|licándosc  muv  especialmente  á  la  historia  universal, 
fit  ya  antes  le  Labia  suministrado  tanta  lur.  para  las  cíon- 
Oii  morales  v  poUticas.  Esto  mismo  le  hizo  comprender 
ft  importancia,  y  lo  empeñó  á  proseguir  con  afán  el  es- 
tadio de  la  historia.  En  este  procedía  no  ya  como  una 
liraona  curiosa  que  trata  de  conocer  una  serie  de  hechos 
(Btro  si  desligados,  y  que  solo  interesan  por  la  singula- 
ridad do  ellos  Y  por  la  época  remola  o.n  que  ocurrieron, 
iao  como  un  filósofo  profundo  jiue  observa  atentamente 
d  enlace  intimo  do  todos  ellos ,  y  que  en  la  marcha  pro- 

Cesiva  de  los  acoutecimíeutos  v¿  trazada  la  historia  de 
humanidad  j  do  la  civili/acion,  en  cuyas  páginas  ad- 
OUiere  útiles  ¿  ¡luportantos  lecciones.  Desgracias  dom^s- 
hcat  vinieron  á  mtorrumpirle  en  estas  pacilicns  ociipa- 
doaei.  Su  cscolenle  padre  acababa  de  fallecer.  Escribió 
Ua  relación  de  esta  desgracia ,  que  hemos  oido  celebrar 
•QÍiá  como  el  mejor  escrito  que  salió  de  sú  pluma.  Con- 
daye  con  las  siguientes  palauras ,  sacadas  de  su  diario, 
duriesi  4  de  lulio  de  1815,  á  las  once  y  cuarto  de  la 
IMfiana  espiró  el  autor  de  mi  vida,  D.  Jos6.  María  Musso  y 
Alborque^que,  á  los  54  años  cumplidos  de  su  edad:  buen 
ttposo,  buen  padre,  buen  ciudadano,  buen  caballero;  es- 
timado de  todos,  idolatrado  de  los  suyos;  de  alma  piadosa, 
da  corazón  benéfico,  temeroso  do  su  Dios,  observador  de 
la  lev  divina,  celoso  do  la  religión  católica,  que  con  sin- 
.  Mrioad  profesaba. 


994 

Guando  el  tiempo  mitiró  su  dolor,  sus  estudios ,  e 
gobierno  de  su  casa  y  la  educación  de  sus  hijos,  formaroi 
toda  su  ocupación.  Ésta  última  fué  obra  su  ja  esclnsÍTa- 
mente,  pues  por  sí  mismo  les  enseñó  los  rudimentos  <k 
nuestra  religión,  las  primeras  letras  y  aquellas  nocionei 
acomodadas  á  su  edad,  que  los  preparaba^  para  otro  gé- 
nero de  estudios.  Según  esprcsion  feliz  de  un  escnlor 
dikÍDguido,  siendo  maestro  de  .sus  hijos,  daba  la  TÍda  w- 
telectual  á  los  que  habia  engendrado  para  la  material.^ 
recreaba  algunos  ratos  haciendo  Versos,  que  cny.íid>a  i  b 
JIfinefW,  periódico  que  á  la  sázon.públicBbá  stt  amigo  Oli* 
TC.  'j^us  composiciones  poéticas!  .unas  originales.,  f  etrtf 
traducidas  de  Tos  antiguosVtaO  cát(;dan  dé  gusto  ni  dé  hi 
dotes  dci  lenguaje ;  peróies^fáltába  aquel  cstrcf  poétlljOt 
aquella  secreta  inspiración,'  aquel  fiicgo  divino  qué  reti^ 
te  todos  los  objetos  con  los  colores  mügicQsde  lapqkáit. 
'El  juicio  dé  SÍusso  no  se  engañaba  ni  aun  p^ra  juzgarffli 
producciones  ]>ropiás.  De  sus  ensayos  sacó'dproyechó  ik 
conocer. que  carecía  de  genio  poético'.' Asf  iD'dieé  éltMi 
su  noble  ;sinceri(lad:  ((ticii)pó.péfdidorppi^ueIafnatiiFl- 
Icza  le  ¿ábia.  licgádo  e\  numéiÍ\póklco.)).N(>'e6 'bMH 

3' üer  hombres  dotados  de  rmáginacibn  ,  de  ¿iebi^ibilidad] 
e  invención  carezcan  del  don  especial  dela.poeshí.'Gar 
yantcfs  era  escelente  pdeta  cuando  escribía  eii'ipf osa»  mien- 
tras que  sus  versos  carecían  generalmente  de  p^féltif  ] 
^  eran  puramente^  una  nrqsá  rím^ida.  Lá  dificultad  qué^ 
.  "algunos  tiene  la  y ersificacLon,  teniétídola  y  tñuy  g¥iiDÍli 

f^ara  aconíodar  Sius  pensamientos,  propios  ^  vehéüiéDiter  j 
Q^^es  muchas  yeces  á  una  medida  determinada ,'  jf'jÍ!' 
gámoslo  asi,  á  un  padrón  especial,  no  les  permite  eM- 
servar  en  ^is  espresiones  aquel  calor  de.  sentimiento 
'  aqnef  brillo  de  imaginación,  que  se  disipan  en  ihédio^< 
un  trabajo  minucioso  y  prolijo.'  HtissO  póaeis^'  las  ciftfr 
dades  de  poeta,  pero  le  Tallaba  él^on  de  la  fcrsificaddA 
íal  ycz  co^  máv^^r  ejercicio  y  cóñ  un  trabajó  inal  ta* 


995 

oomonicado  á  sus  versos  los  afectos  de  que  rebosAa  su 
iha.  Ht^  ese  caso  no  podiaa  menos  de  ser  lánguidos  y 
ÍHos,  como  una  obra  de  estudio  y  de  paciencia.  Asi  lo  son 
en  efecto;  pero  no  debió  desanimarse  tan  pronto ,  y  un 
kombre  tan  entendido  en  las  teorías  artísticas  i  pudo  ad- 
vertir que  en  la  pintura  so  requiero  maneiar  diestra  y  ia- 
dhdente  el  dibujo  y  los  colores  antes  ae  comunicar  á 
ÉB  cuadros  la  espresion,  la  animación,  la  vida  y. la  póc- 
ela que  bace  la  admiración  de  las  obras  maestras  del  arte, 
iim  todo,  no  fueron  infructuosos  para  Musso  sus  ensayos 
ilbéticos,  porque  lo  adiestraron  en  el  manejo  del  idioma, 
ftiidole  á  conocer  todos  sus  recursos.  Y  si  no  bizo  ea  la 
ioesla  grandes  progresos,  los  bizo  y  muy  señalados  en  la 
trilica  literaria.  Gomo  prueba  de  sus  adelantos  en  esta 
|Me,  podemos  citar  el  análisis  de  la  Merope  del  marqués 
Ibffei,  un  articulo  acerca  de  Anacreontc,  en  el  que  exa- 
''Éhó  prolijamente  sus  composiciones ,  y  otro  sobre  ■  los 
^ftigmentos  que  se  conseryan  de  la  poetisa  Safo. 

Después  de  los  sucesos  ocurridos  á  princi|)ios  de  1820, 
y  jurada  por  el  rey  Fernando  la  Constitución  de  1812»  la 
rad  Acaaemía  española  que  anualmente  publica  un  pro- 
|rama  dé  premios  de  elocuencia  y  pocsia ,  que  tanto  se  afa- 
Wi  én  los  progresos  de  nuestra  lengua  y  literatura ,  y  que 
tñta  parte  ba  tomado  siempre  en  los  acontecimientos  fáus- 
,lQBpara  nuestra  monarquía,  publicó  aquel  año  asuntos 
Ifwoffos  á  las  circunstancias.  Él  de  prosa  era  un  discurso 
ntnlatorio  á  Fernando  VU  por  baber  jurado  la  Goostitu- 
CIMI,  en  el  cual  se  comparasen  los  nrincipios  del  gobierno 
ilterior  por  los  del  nuevamente  aaoptaoo.  Al  leer  este 
Wmcio  se  sintió  Musso  animado ;  estendió  su  escrito ;  lo 
Kwintó  sin  ser  conocido  do  ningún  individuo  de  la  Aca- 
demia, y  tuvo  la  satisfacción  de  obtener  el  premio,  v  con 
il  las  palmas  del  triunfo  académico.  Este  discurso  fué  el 
|iimer  escrito  que  se  publicó  bajo  su  nombre;  y  por 
«fcrto  era  digno  de  él ,  por  la  pureza  y  coreccion  de  su 
fttte,  por  la  dignidad  oratoria  de  su  estilo,  y  por  la  rique- 
M  ytiGTedad  de  sus  pensamientos. 
'  jtoconociendo  en  su  ilustración  las  yentajas  y  la  escc- 


296 

lencia.del  régimen  representativo)  y  profesando  idei 
rerdaderamente  liberales,  fué  uno  délos  primeros  que  c 
aquella  época  corrieron  á  albtarse  en  las  filas  de  la  Mili 
cia  Nacional.  Nombrado  á  poco  primer  alcalde  constilv 
cional  le  proporcionó  este  cargo  amarguras  y  persecncifl 
nes:  tuyo  que  abandonar  su  paisy  refugiarse  á  la  jplu 
de  Gibraltar.  Su  causa  fuédefendida  en  las  Cortes  del  reí 
no  por  boca  de  don  Agustín  Arguelles. 

A  pesar  de  los  disgustos  y  del  desasosiego  que  ntti- 
ralmente  debieron  acompañarle  en  su  emigración,  sedv- 
traia  en  sus  ocios  estudiando  la  lengua  y  literatura  lügb* 
sa,  y  fueron  tales  sus  progresos  que  llegó  á  hablar  confr 
cíliaad  aquel  idioma  y  á  escribirle  con  propiedad  y  am 
elqgatlcia:  en  inglés  esten.dió  unas  observaciones  sobre  e 
teatro  de  aquella  nación  comparado  con  el  nuestrq.  Itaan* 
sencia  de  su  patria ,  de  su  esposa  é  hijos,  y  las  atenduQW 
que  recibía  en  aquella  plaza  de  toda  clase  de  per^fvpi 
exaltaron  su  fantasía  y  la  inspiraron  sentidos  versos  ei 

3ue  lamentaba  los  males  de  su  patria  y  consolaba  desde'Si 
estierro  á  su  amante  esposa.  -       ^ 

Los  acontecimientos  de  1823  le  permitieron  restituir 
se  al  seno  de  su  familia.  Su  conducta  en  aquella  0Ga9Mi| 
fué  la  que  correspondía  á  su  probidad  y  ásu  honor.  Ya 
mos  lo  que  acerca  de  ella  dice  él  mismo:  «En  tal  sibil 
cion  ¿qué  deberla  yo  hacer?  La  persecución  que  acabib 
de  sufrir,  me  daba  gran  realce  á  los  ojos  de  los  quelfe 
vaban  la  voz ,  y  sin  dificultad  podía  aprovechar  la  ocáfb 
de  ocupar  en  mi  pais  un  lugar  distinguido.  Mas  para  di 
era  necesario  que  participase  de  la  efervescencia  genen 
que  hiciese  del  absolutista,  y  aun  del  mojigato:  que  di* 
mase  noche  y  dia  contra  los  novadores,  y  que  lejp*.^ 
perdonar  á  mis  enemigos,  ,me  encarnizase  hasta  coutl^'k 
sospechosos.  Tal  modo  de  proceder  repugnaba  ciertaiM 
te  no  menos  á  mis  principios ,  que  á  mi  carácter ;  p4f 
que  ¿cómo  obrar  contra  lo  mismo  que  yo  babia  hecDp 
alabado ,  y  contra  lo  que  en  mi  juicio ,  reducido  í  sos  ju 
tos  limites  no  solo  no  tenia  nada  de  reprensiblcif  sU 
que  también  era  lo  mas  conveniente  á  la  nación?  T0| 


997 

ft  mia  no  qneria  aparecer  campeón  de  un  orden  de  co- 
ns  qae  siempre  me  había  repugnado  y  rcpi\gnaba  toda- 
TÍa  mas  á  mi  conciencia  ensañarme  con  persona  alguna)) 
^La  situación  de  los  ánimos  en  la  ciudad  do  Lorca  y  en 
toda  aquella  prorincia,  la  ediícacion  do  sus  hijos  y  su  in- 
cÜDacion  á  las  letras,  lo  decidieron  á  trasladarse  con  su 
&miiia  á  la  corte. 

En  esta  se  ocupaba  casi  esclusivamente  en  tareas  lite- 
rarias ;  tradujo  en  verso  una  comedia  de  Torencio ;  escri- 
bió interesantes  observaciones  sobre  algunas  piezas  de  los 
teatros  de  Calderón ,  Lope  de  Vega  y  Cervantes ,  y  sobre 
la  famosa  Celestina,  estractó  el  itinerario  de  Laborde,  y 
niTiaje  pintoresco;  hizo  también  estractos  y  apuntes  de 
la  Historia  do  Espafia,  por  Mariana,  de  la  de  los  árabes, 

Sr Conde,  y  de  casi  todos  los  cronistas  6  historiador ^^s. 
propuso  escribir  la  historia  de  la  guerra  de  la  Inde- 
pendencia ;  pero  habiendo  solicitado  del  gobierno  que  se 
16  facilitasen  los  documentos  que  existen  en  los  archivos 
J  secretarías ,  su  solicitud  fué  denegada  desdeñosamente 

Sr  Calomarde.  Sus  estudiosprofanos  no  le  hacían  aban- 
nar  el  profundo  y  sublime  de  la  religión.  Consta  por 
Ms  apuntes  que  soíamento  de  seffuido  levó  once  veces  el 
Tiejo  Testamento,  y  el  Nuevo  diez  y  ocho.  Esta  lectura 
fue  hacia  con  detenimiento  y  meditación ,  lo  conducía  á 
confrontar  testos  y  versiones,  á  formar  tablas  cronoló- 
pcas,  y  a  añadir  cuantas  ilustraciones  pudiesen  darle 
vna  acertada  y  piadosa  inteligencia  de  los  sagrados  libros. 
hn  muestra  del  espíritu  que  lo  animaba  en  estas  lectu- 
na,  y  de  su  sólida  piedad ,  veamos  lo  que  dice  á  este 

C paito:  «¡Y  cuan  poco,  oh  Dios  mío,  cuan  poco  me 
aprovechado  de  tu  divina  palabra!  Dame,  Señor,  que 
(&nuende  lo  pasado»  dame  que  me  recree  y  fortalezca 
€on  tus  santas  Escrituras,  sean  mi  pasto  común  ;  y  dán- 
dome tú,  oh  Dios  mío ,.  tu  divina  luz  para  entenderlas 
^  la  manera  que  las  entiende  tu  iglesia ,  haz  que  la  me- 
diUcion  de  las  eternas  verdades  produzca  eu  mi  corazón 
^pioBOs  frutos  de  justicia  que  aparezcan  ep  todas  mis 
obru,  en  toda  mi  coAductia.)» 


398 

Aprovechando  en  aqoella  época  la  feliz  proporcio 
que  ofrece  la  capital,  emprendió  con  ardor,  y.nrorigai 
constantemente  el  estudio  de  las  ciencias  naturales ,  asifl 
tiendo  diariamente  y  por  varios  años  consécutiyos  i  le 
clases  de  mineralogía ,  anatomía  comparada  ,  zoologi; 
botánica ,  agricultura  y  química.  En  la  primera  de  aqa< 
lias  ciencias  oyó  por  tres  años  las  esplicaciones  delilnsti 

Srofesor  don  Donato  Garcia ,  cuyas  esplicaciones  escribí 
íariamcnte.  En  la  clase  de  química,  que  entonces  des- 
empeñaba el  dignísimo  pron^sor  don  Antonio  Moreno, 
resolvió  los  problemas  que  este  le  señaló,  y  escribió  imi 
disertación  sobre  las  presiones  y  temperaturas  de  los  ^ 
ses.  Goiicnrria  á  todas  estas  clases,  no  como  oyente,  smo 
como  alumno  matriculado,  y  con  un  deseo  de  adelantar, 
y  un  afán,  cual  si  de  cada  uno  de  estos  ramos  hiciese  A 
única  y  esclusiva  carrera ,  y  cual  en  cada  uñó  de  elkM 
pretendiese  conquistar  un  título  de  gloria.  Asi  es,  que  al 

"concluir  cualquiera  de  estos  cursos  pudiera  considerár- 
sele como  un  profesor  aventajado.  A  pesar  de  su  edad,  de 
iú  categoría  literaria  ,  y  de  sus  honores  académicos,  no 
tuvo  iüconveniente,  como  alumno  de  la  escuela  de  hoíir 
nica ,  en  presentarse  á  optar  al  premio  ofrecido  por  opo- 
sición >  al  finalizar  el  clirso,  á  quien  mejor  desempefiue 

'  el  programa  ipropuesto,  y  que  consistía  en  la  cuestionsi* 
guíente:  «¿El  conocimiento  de  la  fecundidad  de  las  plv 
tas  es  necesario  en  botánica ,  y  hasta  qué  punto  interetf 
al  que  estudia  la  ciencia?»  Ganó  el  premio  ofrecido, qn^ 
era  un  ejemplar  maffnificameíite  encuadernado  de  los 
Icones  plantarum  de  Gabanilles. 

Muchas  academias  y  sociedades  literarias  del  reiib  lo 
abrieron  sus  puertas.  Entró  primero  en  la  de  la  Historiii 
á  instancias  ael  sabio  obispo  don  José  Sabáu ,  y  á  ell* 
concurrió  constantemente ,  tomando  parte  en  sus  tareaSf 
evacuando  las  comisiones,  informes,  y  demás  trabajos  ^0 
sé  le  encomendaron,  y  cooperando  con  suslüóes,  constf 
especial  solicitud  ,  y  con  su  vasta  erudición  á  losobjJBtotf 
dé  ésta  sabia  corporación.  Entró  ,  con  arregló  á  los  éltft' 

'  tutos  f  en  Ui  clase'  de  honorario ;  pero  desnuc»,  en  yirtni 


i .  - . 


399 

jb  UUL  erudita  dMertacion  que  presentó  sobre  ciertas 
msmpciones  romanas  de  Lorca  y  Murcia ,  pasó  i  la  clase 
de  sapemumerario.  En  su  toma  de  posesión  leyó  un  es- 
celente  discurso,  en  que  con  la  profundidad  de  conoci- 
mientos.y  elegancia  de  estilo  que  acostumbraba «  demos- 
tró que  tífiuestra  nación  solo  Aafcía  sido  (eli%  cwindo  $1 
pkiemo  kabia  reunido  el  viqory  la  prudencia ,  necesarios 
nd  que  manda.r^  Trabajó  aespues  en  el  arreglo  del  mo- 
letario  ,  y  presentó  diversas  inscripciones  y  antigüeda- 
des. Pero  el  trabajo  mas  importante  y  que  inmortalizará 
IB  nombre  en  los  anales  de  la  Academia ,  es  «la  ilustra- 
don  de  la  crónica  del  reinado  de  D.  Fernando  IV ,  que 
M  le  encomendó ;  y  sobre  el  cual,  y  especialmenlo  sobre 
>li  Regencia  de  su  ilustre  madre  doña  Maria  la  Grande, 
princesa  acaso  la  mas  eselarecida  que  ha  ocupado  el.^ólio 
iiütellano,  ..escribió  difefrentcs  disertaciones,  que  .squ 
*aa  tesoro  inapreciable.  Trabajo  acaso  el  mas  importante 

£e  salió  de  su   pluma  ,  porque  mas  que  ningún  otro 
muestra  al  razonador  profundo,  al  parrador  fácil  y  ele- 
'gañte,  y  da  á  coaócer  cuánto  ba;  perdido  la  literatura 
Bicional  conunhombre  que  tanto  bubiera  podido  real- 
mlá.  Materiales  lerau  estos  preparatorios  para  la  bisto- 
>'JÍa:.de  layidadeiabuella  insigne  beroiua,  á  quien  parecía 
ilanuido  á  vengar  uel  agravio  de  los  siglos,  y  de  la  ingra- 
'titttd  de  sü  nation.»    (1) — Algunas  de  estas  disertaciones 
'i^leyó  á  la  Academia,  le  valieron  que  ésta  le  nombrase 
i&fividao  de  número. — Lugar  es  este  de  citar  un  pasaje 
M  discurso  leido  en  28  de  noviembre  de  1834  á  \^  real 
icademia  de  la.  Historia  por  su  director  el  escelentisimo 
leftoir  don  Martin  Fernandez  de  Mavarrete.  Véase  la  idea 
"tpieidaba  una  persona  tan  competente  en  la  materia,  délos 
üabajos  que  desempeñaba  Musso  ,y  que  antesbemos  men- 
^^tioBado.  «La  Crónica^  dice,  del  rey  Ü.  Fernando  IVno  iia 
"ilAdido  tener  eneste  periodo  tan  conocidos  adclantamieñ- 
^■toi,  porque  la  situación  en  que  «e.ba  encontrado  el  Sr  •:  don 


■1  ■ 


.    (il  b.'^^niítfn  de  la'Puéntc  -y  Apésechea :  mem^»  biogi^fiba-del 
'8t:Q.dlfilFaih¡fio-»VaUeiibB;í     i'.  ■  •  f 


500 

JoséMossOy  á  quien  la  Academia  encargó  la  coordioacioE 
de  los  muchos  materiales,  docameDÍos  y  noiasquese  habían 
reunido  para  ilustrarla ,  y  sus  asiduas  ocupaciones  come 
gobcrnaoor  civil  de  la  provincia  de  Murcia  ,  no  le  hai 

Eermitido  avanzar  en  este  trabajo  como  deseaba.  Sin  em" 
argo,  después  de  coordinar  y  repasar  de  nuevo  la  colec- 
ción diplomática  y  las  demás  noticias  y  apuntamien- 
tos que.  se  le  enviaron  ,  ha  anotando  la.  Crániea 
aclarando  algunos  pasajes  de  ella,  ó  deshaciendo  se 
equivocaciones  por  los  mismos  documentos  que  la  h% 
de  acompañar :  ha  ordenado  estos  cronológicameai 
con  los  epígrafes  que  se  echaban  de  menos :  ha  fov 
mado  el  Índice  de  todos  con  la  especificación  debida  , 
una  tabla  cronológica  de  los  acontecimientos  de  aquell 
época.  Preparado  asi  se  promete  el  sefior  Mosso  concloír 

{pronto  su  trabajo,  como  lo  debemos  esperar  de  su  vasli 
nstrüccion,  de  su  activo  celo  por  corresponder  á  la  con- 
fianza de  la  Academia.  Esta  entretanto  ha  procurado  re- 
coger los  sellos  que  se  usaron  en  aquel  reinado  para  qos 
se  ffraben  asi  como  los  fac-similes  de  las  firmas  del  rej 
y  de  otros  personajes ,  y  de  algún  documento  notablsi 
para  qnc ,  como  se  ha  hecho  en  la  erónica  de  don  Enñr 
que  IV ^  sirvan  estos  adornos  para  satisfacer  la  curiosidil 
y  para  manifestar  el  estado  de  la  paleografía  cspafiola  sa 
estos' diferentes  periodos  de  nuestra  historia.»  En  la 
junta  de  27  de  noviembre  de  1840  dijo  el  mismo  seto' 
don  Martin  Fernandez  Navarrete:  « Los  trabajos ,  el  sf' 
reglo  y  las  confrontaciones  de  las  crónicas  de  los  reytf 
don  Fernando  lY  y  don  Euríaue  IV ,  cuya  continaacidB, 
según  mi  propuesta ,  ocupó  ios  primeros  meses  de  esto 
trienio,  tuvieron  que  suspenderse  por  la  falta  de  4m 
eompafferos  nuestros ;  pues  el  fallecimiento  del  seflor  din 
José  Musso  á  mediados  del  año  de  1838 ,  y  la  auseMÍA 
del  seflor  Lista  ,  que  foé  elegido  para  la  plaza  dé  direelpr 
del  colegio  de  Ilumanidades  do  Cádiz,  privaron  i  Ih 
respectivas  comisiones  de  la  Academia  de  tan  laboriosos 
j  útiles  cooperadores ,  sin  ser  j^osible  reemplazarlos  poi 
Mbon.  El  sefior  Musso  babia  leído  en  las  álliiiuis  jniiUi 


301    ' 

afneuiitiót  Tarusobtervaciones  critioM  lobre  lot  acon- 
tecimientos qae  refiere  la  crónica  antiraa  de  Fernando  IV 
en  los.  primeros  aftos  de  su  reinado ,  bajo  U  regencia  de 
VOL  esdarecida  madre  dofia  Maria  la  Grande ;  aquella  he- 
roína de  qnien  decía  el  padre  Flores  que  so  neeitahan 
wmckoi  planoi  «o/o  para  apuntar  loi  proezoi  de  $$ta  gran 
mujer,  única  en  eui  triunfoe ;  por  lo  que  no  es  estraAo  que 
el  sefior  Musso ,  siendo  su  aamirador  se  propusiese  oar 

noticia  ibas  {amplia  do  sus  hechos.  » De  propósito 

bemos  copiado  los  pasajes  siguientes  para  que  se  vea  la 
importaiíicia  que  dábala  Academia  déla  Historia  á  los  tra- 


mas  aventajado  desempeño  de  ellos  ;  y  que  por  último,  ya 
se  hallaban  terminados,  cuando  la  Academia  se  ocupaba 
en  su  lectura  y  eximen.  Esto  basta  para  la  satisfacción  de 
noestros  lectores ,  y  de  todos  los  amantes  de  nuestra  his- 
toria. Ahora  podemos  aftadir ,  para  que  aquella  sea  mas 
enmplida,  que  siguen  el  testimonio  de  una  persona  fide- 
digna ,  la  Academia  se  propone  publicar  aquellos  y  otros 
trabajos  del  señor  Musso ,  en  el  primer  tomo  que  vea  la 
hii  publica  de  sus  importantes  y  eruditas  memorias. 

A  mediados  de  1827 ,  y  á  propuesta  do  los  scftores  Fer- 
undez  de  Na V arrete  v  González  Garbajal,  tuvo  entrada  en 
U  Academia  espafiola  en  la  clase  do  honorario.  Cuando 
tomó  posesión,  le^ó  un  discurso  $ohre  la  influencia  del 
eeráeíer  de  la$  nacionee  en  la  formación  de  la$  lenguas ,  y 
di  «iiof  011  los  que  las  hablan.  A  pocos  meses  ascendió  á  la 
dase  de  supernumerario ,  y  á  mediados  del  año  de  30 

CIÓ  á  la  de  individuo  de  número.  En  esta  Academia  tra- 
jo con  su  acostumbrado  celo ,  coadyuvando  á  la  recti- 
ficación del  diccionario,  en  que  se  ocupa  incesantemente 
aquella  sabia  corporación  ,  y  en  cuya  obra  tuyo  á^su  car- 
go la  corrección  de  todos  los  artículos  pertenecientes  á 
denda»  naturales:  pertenecía  ademas  á  varias  comisiones, 
y  en  purticolar  á  la  que  trabajaba  en  la  formación  de  una 
gramática  de  nvnstra  lengua. 


30« 

Eft  el  afio  de  39^  ó:  30  ja  ealiudií  las  fmonéi'polftír 
cáfl ,  y  habiendo  Uendo  á  nbticla  del  rey  y  de  aa  ihiatra-' 
do,  celoso  y  honradtsimo  ministro  de  Hacienda  el  mérito 
eminente  y  la  superior  capacidad  del  sefior  Mosao,  qui* 
Aetütií  utilizar'  \éB  talentos  é  instrucción  de  este  en  ya^- 
rios  puestos  superiores  de  la  administración,  y  aun  iMffa 
anal  se  le  llegó  a  estender  el  nombramiento,  todo  siñ  la 
mas  pequeña  gestión  ni  aun  noticia  del  agraciado,  qoe  ni 
de  aquel  ni  de  ningún  gobierno  solicitó  nunca  para  ú 
empleo  alguno.  Maa  no  falta  quien  en  este  último  caso 
túnese  medios  y  poder  para  que  returiese  un  nombra- 
miento, que  estalm  ya  autorizado  con  la  firma  del  rey. 
Este,  que  cbnócta  y  apreciaba  el  mérito  de  Mnsso,  lo  re- 
cibía siempre  con  señaladas  muestras  de  distinción  y  be- 
nevolencia ,  cuando  se  le  presentaba  con  alguna  comisión 
de  las  corporaciones  literarias  y  cientificas  á  que  perte-; 
necia.  Repetidas  veces  lo  invitó  el  inonarca  á  que  pidie- 
se algún  destino  ó  condecoración;  mas  solo  admitió  al^ 
gunas  gracias  en  favor  de  sus  hijos.  |Al  nacimiento  de 
nuestra  actual  reina ,  le  concedió  su  augusto  padre  la 
llave  de  gentil-hombre  de  su  cámara  con  entrada. 

Habiendo  comprado  el  rey  Fernando  los  manuscritos 
originales  de  las  obras  del  célebre  poeta  don  Leaqdro 
Fernandez  de  Moratin ,  encargó  á  la  Academia  de  la 
Historia  que  dirigiese  la  lujosa  edición  que  de  ella  se 
hizo,  á  espensas  de  S.  M.  en  la  oficina  de  don  Eusébio 
de  Aguado.  La  Academia  encomendó  este  trabajo  á  los 
señores  Musso  y  Miñano,  y  al  primero  especialmente  Ja 
formación  de  una  noticia  biográfica  del  autor,  que  se  iasH 
primió  al  frente  de  sus  obras.  Guando  tuvo  concluida  la 
noticia  biográfica ,  la  presentó  al  rey «  á  nombre  de  If 
Academia,  para  su  aprobación.  También  solicitó  y  obtii«* 
vo  audiencia  de  S.  M.  con  motivo  de  haber  concebido  el 
proyecto  de  que  se  estableciese  un  Museo  donde  se  reoo* 
giesen  y  custodiasen  los  monumentos  de  la  antigüedad^ 

3ue  ya  entonces  principiaban  á  desaparecer '  entro  nos- 
tros.  Este  pensamiento  fué  bien  acogidopor  iBli)ey ,  y 
flffirec^ó  nmníovmí^  favorable  de ta  AciKdeiiMa'dii3a..Biaf* 


: »  «•_'•  •  / 


IBM  no  taro  la  suerte  de  llef^.  á  realiiár«e, 
eeloi.6  rirátidad  de  hombres  aae  se  «proyechaban  de*  so 
Doder  para  frustrur  los  mas  útiles  pensamientos  aue  no 
nesea  de  sus  amiaros  y  parciales:  se  elosió  el  celo  del 
Mfior  Musso,  j  se  dejó  para  mas  adelante  la  ejecución  de 
m  proyecto, 

Por  aquel  tiempo  se  orffanizó  de  nuevo  la  Academia 
lilina  Matritense,  y  tomó  el  nombre  de  grccolatina,  por^ 
ne i  instancias  de  Musso,  individuo  de  ella»  se  esten- 
«6  el  objeto  de  aquel  cuerpo  al  cultivo  de  la  lengua  grie- 
gi.  Guando  se  instaló  esta  Academia ,  con  arreglo  á  sus 
suevas  bases,  leyó  Husso  un  discursito  en  gnego  que 
ifiiella  corporación  mandó  traducir  en  latin  y  castella- 
10.  Amante  de  todo  género  de  estudios ,  celoso  coopera- 
farde  todas  las  empresas  literarias,  y  protector  solicito 
de  todos  los  proyectos  útiles,  y  que  se  encaminaban 
il  bien  y  prosperidad  del  pais,  mucbas  Academias  y 
Mdedades  económicas ,  cienlificas  y  literarias,  lo  nom* 
braron  individuo  de  ellas;  las  económicas  de  Murcia, 
Taiencia  y  Jerez  de  la  Frontera  le  enviaron  sus  diplo- 
BU  de  socio  :  la  primera  le  nombró  ademas  por  su  di- 
vector. 

Su  gusto  nativo,  la  afición  con  que  habia  cultivado  la 
loetia  Y  la  música  habiendo  en  esta  última  dado  prue- 
Mi  de  haber  adelantado  no  poco  en  la  composición,  el 
tnlo  con  amigos  inteligentes  y  con  artistas  distinguidos,  y 
por  61timo  los  grandes  monumentos  que  presenta  la  capi- 
bldeEspafia  en  todo  género  de  obras,  acabaron  do  desar- 
nllar  el  gusto  de  Musso  ,  estendiéndolo  á  la  pintura,  á  la 
ttcaltura,  á  la  arquitectura  y  á  todas  las  artes  en  general. 
Bl  gran  monumento  del  Escorial,  cuando  lo  examinó  por 
primera  vez,  absorbió  su  imaginación  por  no  pocos  días, 
J  le  inspiró  importantes  y  profundas  observaciones,  que 
flltendió  por  su  mano  y  que  se  conservan  entre  sus  ma- 
.niscritos.  Dirigido  en  el  estudio  de  las  artes  y  en  la  his- 
toria de  sus  progresos  por  sus  sabios  amigos  los  señorea 
donjuán  Agustin  Gean  jSermudez  y  d9n  Jopédel^ia.^razp, 
pintor  de  pandara,  no  podi^  menqs  de  adelauUt  coix«\^<^- 


304 

r;gJ^leinente,  j  á  un  mismo  tiempo  tanto  en  la  adquisición 
4é  noticias  importantes  y  cariosas ,  cnanto' en  óhsérrar 
ciones  delicadas  y  filosóficas ,  y  en  la  mejora  y  perfección 
del  gusto.  Algunos  años  antes  de  su  fallecimiento  estaba 
ya  reputado  como  uno  de  los  mas  sabios  é  inteligentes  en 
materias  artísticas ,  no  solo  como  conocedor  del  m&ríto 
de  las  obras ,  sino  como  persona  instruida  en  las  teorías 
'artísticas  y  en  los  acontecimientos  mas  interesantes  de 
su  historia.  Jntroducida  la  litografia  en  Espafia  por  el  cek 
del  señor  Madrazo,  y  después  de  felices  ensayos,  acpme* 
tió  la  grandiosa  empresa  de  publicar  litografiada  la  mag- 
nifica colección  de  cuadros  del  Museo,  que  debia  apare- 
cer acompañada  con  testos  relativos  á  los  autores  y  al 
Í'uicio  de  las  obras.  Encomendado  este  trabajo  al  sefior 
]lean  como  á  hombro  doctísimo  en  la  materia,  no  podo    t 
continuarlo  por  haber  enfermado  al  llegar  al  cuader** 
no  12; pero  designó  á  su  amigo  Musso.  como  el  masca-    i 
paz  de  sustituirle  en  su  encargo.  Desde  entonces  qaed6   | 
a  su  cuidado  esta  obra  respecto  de  la  cual  basta  decir    | 
que  no  se  ha  echado  de  menos  respecto  de  ella  al  hoin-    a 
bre  sabio  que  fue  su  antecesor.  Los  artículos  que  escri-    j 
bió  para  la  colección  indicada,  y  que  aparecen  con  safir-    ! 
ma,  son  un  modelo  en  su  género,  no  solo  por  las  formas    | 
propias  del  lenguaje ,  por  la  variedad,  gracia  y  elegancia 
del  estilo,  cuanto  por  la  delicadeza  de  gusto  y.  severidal 
de  juicio  con  que  se  caracterizan  las  obras.  Estos  ártica-    I 
los  elevaron  mas  todavía  la  reputación  de  Musso,  y  k    \ 
abrieron  las  puertas  déla  Academia  de  san  Fernando»  en    "* 
la  que  fué  admitido  en  1830  en  clase  de  honorario.  En 
vista  del  concepto  que  generalmente  merecía,  se  le  enco- 
mendó también  por  el  Excmo.  señor  duque  de  Hijar,  di- 
rector del  Museo  del  Prado ,  la  formación  délos  catálogos 
de  los  cuadros  que  hay  en  aquel  establecimiento  pertene^  . 
cientes  á  las  escuelas  flamenca  y  holandesa,  los  de  la  sala 
reservada,  y  el  de  la  escultura.  Los  formó  en  efecto,  do 
acuerdo  con  su  amigo  Madrazo,  y  comprendía  en  brevéi 
palabras  una  noticia  de  los  autores  ^  y  un  jiücio  acabado 
jjpreciso  délas  obras. 


Kot  de48aO  saVaxtadó  á  Loma  con  sn  f«- 

EiB  asf  lo  exigiaH  tos  intereses  de  esta  y  el  go- 
BKt  c&sa,  de  que  siempre  fué  muy  cuidadoso. 
roeva  situación  lo  mismoque  en  todas,  lo  acoro- 
el  oaUivo  de  lus  tetras  y  sus  empresas  cicutili- 

cou  mas  6do  y  traDquílídad  prosiguió  trába- 
los encargos  y  comisioDes  que  le  liabian  coafia- 
>rporacioacs  literarias  áque  pcrteocüa.  I'ara  la 
a  de  sus  hijos  escribió  varios  tratados  elemea- 
re  diferentes  ciencias,  de  que  hay  muy  poco  ori- 
nacstro  país,  y  que  tan  útiles  podríau  sor  á  la 
on  pública  dando  uniformidad  a  los  estudios ,  y 

estos  hasta  los  últimos  adelantos  de  la  ciencia. 
CD  variedad  de  metros  el  Ayax  do  Sófocles,  ilas- 
y  comentándole  con  varios  g^<neros  de  notas.  Coa 
lemias  y  con  sus  muchos  amigos  mantuvo  una 
ndencia  literaria,  auc prueba  la  variedad  yesten- 
08  conocimientos.  Infatigable  en  el  tmbajo  exa— 
f  estudiaba  detenidamente  cuantas  obras  caian 
lanQS:  pai'.^  hacer  mas  provechosa  su  continua 
Bstractaba  y  hacia  apuntes  de  cuanto  leia ,  faa- 
ihre  todo  un  juicio  propio.  Lo  mismo  que  Jove- 
vaba  un  diario  prolijo  en  que  se  daba  a  si  mismo 
c  cuanto  hacía,  de  cuanto  veía,  de  cuanto  oia  y 
mismo  csplica  las  utilidades  que  sacaba  de  este 
y  añade  por  último:  «Otra  utilidad ,  y  no  pcque- 
icarrca  osla  costumbre,  la  de  poner  un  mas 
ep  lo  que  ve,  oye  olee,  por  el  que  tiene  de 
3 ,  y  acostumbrarse  asi  k  lijar  la  atención  y 
mirado  en  sus  propias  acciones,  supuesto  que 
.  ha  de  poner  por  escrito. u  Empezóeslo  diario  el 
7,  y  le  prosiguió  sin  interrupción  hasta  su  úl- 
itxaaAaá. 

ido  en  1831  subió  al  poder  D.  Javier  de  Burgos, 
ego  con  una  actividad  estraordinaria  y  con  una 
OD  administrativa  de  que  no  so  habia  dado  ejem- 
[gobierno  de  España  ,  princípid  á  plantear  y  or- 
Bi^lléiíe  JélFomento  general  del  t^íuq  w^ 


sé  le  babia  confiado ,  y  á  qpie  no  Jft  luMn  ékéb  kuÉla 
tonces  el  impulso  qne  reqneria  el  pensamieiitú  dé  m 
creación.  Su  primer  paso,  despaes  de  preparar  gran  ná- 
mero  de  leyes ,  encaminadas  á  impeoir  abasos  de  todo 
género,  y  á  promover  la  pública  prosperidad,  faé  la  ins- 
titución de  subdelegaciones  provinciales ,  que  encomendó 
á  personas  escogidas  por  sn  celo  y  capacidad ,  que  ftt<H 
sen  como  los  cooperadores  y  agentes  de  la  mu  reforma 
administrativa  que  meditaba.  En  un  solo  dia ,  y  en  un 
solo  decreto  aparecieron  en  la  Gaceta  los  nombres  de  to- 
dos los  subdelegados ;  y  la  opinión  pública  acogió  con 
entusiasmo  estos  nombramientos  como  dictados  por  iu 
espíritu  de  ilustrado  patriotismo  y  de  amor  al  pais.  CniOr- 
to  la  fortuna,  el  arraigo,  los  conocimientos  espedakiy 
locales ,  la  reputación  ,  el  saber ,  la  esperiencia ,  la  po»   ^ 
sicion  social  y  los  servicios  podian  contribuir  al  mas  el-  :m 
bal  desempetio  de  las  magistraturas  aue  acababan  de  ^ 
crearse,  otro  tanto  comprendía  la  lista  ae  los  subdeleM^  ^ 
dos  de  fomento  que  el  Sr.  Burgos  presentó  á  la  aprODfr-  a 
cion  de  S.  M •  la  Beina  Gobernadora  del  reino.  No  K  ,  ^ 
contentó  el  sabio  y  natriota  ministro  con  reuniílos  i  tlH  {^ 
dos  cik  su  se<»rétana  para  que  en  su  presencia  pfesU-  ^ 
sen  el  correspondiente  juramento ,  y  para  darles  Ijer-  '^ 
balmente,  en  hombre  de  S.  M.,  las  instrucciones"^  y 
requería  un  encargo  tan  nuevo  entonces  y  delicado  í  fi^  ^ 
no  que  estendió  una  instrucción  que  les  sirviese  It  ^ 

Íuia ,  y  cuya  instrucción  es  un  monumento  de  Mr  \ 
uria  y  elocuencia  que  asegurará  para  siempre  la  ¡gliH  |^ 
na  de  su  autor.  No  necesitamos  dar  una  idea  de  dlái  i^ 
hiendo  tan  conocida  del  público  en  las  numerosas  edicio^  ^ 
ñés ,  y  una  de  ellas  estereotípica ,  que  de  dicba  indroo^  4 
cibn  se  han  hecho.  Con  todo ,  nos  conviene  observar  qii0  i 
siendo  tantas  y  tan  varias  las  atribuciones  de  los  snbdeie'  % 
^ádos  como  que  se  estendian  á  la  protección  de  todos  loi  i 
intereses  legítimos  ,  á  promover  toda  clase  de  beneficiost  % 
y  á  destruir  todo  género  de  abusos ,  ni^  estaban  ni  podiaff  | 
estar  determinadas  y  precisas  las  que  abrá^íaban  .tedoi)  | 
lo»  objetos  relativos  al  fomento  y  prosperidad  del  reinos  g 


507 

VigW  JbMU>«iwtP':fimto  «medflMl  k  h  iliistracion  de  los 
jul^alawdoi  MDwrwder  y  fecundar  Ub  idea9  del  minia- 
Ir»  ^«elufauL  espudido  ea  la  instr acción  citada :  maa  era 
mU  an  resáimn  de  laa  doclrinaa  «dminisiraUvas  del  aa- 
Uo  minialro ,  que  un  regUmenio  circunsUnciado  y  pro- 
Mje  de  laa  aUibucionea  oficialet  de  laa  autoridades  nuc-* 
laoieiite  creadUf  tanto  con  relación  al  gobierno  supre- 
«0  cono  con  relación  á  las  demaa  autoridades  con  quie- 
nes kabiin  de  estaren  un  inmediato  roce :  no  comprendía 
4klia  instrucción »  como  hasta  su  mismo  titulo  indicaba» 
la  nuavo  plan  de  administración »  aino  que  se  proponía 
ítteaBiente  diririr  á  estos  primeros  agentes  del  gonier^ 
le  en  la  misión  de  fomento  y  de  beneficencia  que  so  con* 
liba  i  su  celo  y  á  su  patriotiamo.  Apenas  podrá  citarse 
la  ramo  ni  un  objeto  importante  y  c»paz  de  influir  en  la 
Bioaperidad  piU)Ucii  i  qüt  no  se  tuviese  presente  al  re- 
miar  aipella  inatcuccion ;  los  p6sitos ,  la  ganadería ,  Ja 
fialriboeion  de  las  aguas  pitra  el  riego ,  el  aprovecha- 
miento de  terrenos  incultos  6  baldíos  ,  los  acotaqiien- 
loa  ó  cerramientos»  la  conaernü^cion  de  lo]s  arbola- 
dea  I  d  disfrute  do  los  pastos,  el  cultivo  de  la  seda ,  U- 
aea  y  cáftsmos;  la  protección  de  la  industria  y  de  la  mi- 
nería I  la  organizaaon  de  los  ayuntaoucntos ,  la  sanidad 
iWica,  la  policía  urbana,  la  instrucción  pública,  las 
saciedades  económicas ,  los  hospicios ,  hoapitalcs  y  de-> 
^  a -establecimientos  de  beneficencia  ;  las  cárceles ,  pre- 
'y  demás  establecimientos  de  corrección  ,  los  ca- 
y  canales »  las  bibliotecas  públicas ,  museos  ,  tea- 
kM.,  «apectácttlos ,  caza  y  pesca  de  rios  y  ls\gos,  divbdon 
tcmloríal  y  estadística ;  en  fin ,  cuanto  puede  sugerir  un 
MiidiQ  profundo  de  las  necesidades  públicas  y  de  la  si- 
Iwoion  especial  de  nuestro  pais ,  todo  se  tuvo  presepte 
«taste  escrito  inmortal.  Sin  embargo ,  en  todo  ¿1  se  de^ 
jin  loa  medios  de  ejecución  i  la  capacidad  y  á  los  V^len^ 
lia.de  los  subdelegados,  que  dcbian  obrar  según  las  cir«> 
Cfnatanciaa,  aegun  cugiesen  el  estado. do  Ips  pueblos  y 
inp  oeoeaidi^Aa »  y  aj^gua  .i^consejasen  la  priidoncia  ]|:'  J|^ 

«mf WMWM  kgewrfji  4d.jm9. ;  ^p  .jp/í^fiAxtA^  j\  W^W 


30S 

bienio  sino,  lo  qae  ihanOabáh  6  ^luBiáli  'Uñí&j^iké 
reales  ordénes  y  las' instr  acciones '"especules^ 
diendo  dictar  réglaá  para  la'  ejectícion  de  todas  éMfts  ata^ 
posiciones.  Fnerá  dé  estas  átríbacióhés-,  -todas  las'deilito 

3ae  se  reférian  á  proinóyer  esté '6  él  ótrpi'ariio  de'i»^ 
ustria  ,  á  proporcionar  recursos  pata  einprehderóbríi 
públicas,  para  establecer  fabricas,  para  abrir  MiefM 
caminos,  para  establecer  escáelas,  y  para  atainmr'plir 
tO|das  partes  el  eispiríta  vivificador  dé  la  industria;  Mi  fé^ 
qüerian  todo  el  saber,  todo  él  celo,  y  todo  el  amor '4^ 
gloria  que  el  Sr.  Burgos  buscó  en  los  dignos  subdélegKi* 
dos  míe  presentó  a  la  a'probácion  de  S.  DI.  Musso  ertfHM 
de  ellos:  él  conocimiento  que  tenia  de 'su  protincia,^ 
crédito. y  prestigio  de  que  en  ella  gozaba;  el  astíéndimíMi 
qué  en  la  misina  leudaban  su  fortuna  y  refoCionefir'ii#ii 
cíales ,  y  sil  vasta  instrucción' administrativa  ,  asi'etW 
mo  sus  prendas  personales,  lo  llamabati  á  déseiiq^i^ 
un  puesto  que  nadie  bábriá  ocupado'  mas  digniameiitti 
que  él.  ■    .•  .,ií.. 

iPará  comprender  el  espiritu  que  lo  animaba  ál  Untíár 
posesión  del  gobierno' de\ aquella  provincia,  y  los  prta^ 
ceñios  que  dirigieron  su  conducta  como  jefe  de  lá^áé^ 
íninistradon ;  veamos  de  qué  manera  se  esplica  en  lai<0lK^ 
cülar  que  espidió  en  25'  de  eneró  d^  1834  á'  todos  lóBfillíf 
blqs  dé  aquella  provincia :  este  docum'éiMO  bonW'lNif 
tatito  más  su  memoria ,'  cdanto  mas  distantes  nos 'haHl^ 
mos  de' la  época  en  qué  se  publicó:  es  al  msmo'.ticttfis 
un  tesúúicn  de  sus  opiniones  y  de  sus  sentiroietii0tt>M 
k  énocá  a  que  se  refiere  ,  y  de  que  ciertamente  no  iWi 
mbttvo  para  variar.  Dice  asi :  '".  •■■   '^'n  •  t 

' '-  «Habiendo  tomado  poscsioil  del  destino  qué  S-  M.  la 
H^ina  Gobernadora  se  na  dignado  conferiroAéí  de  btíbA^ 
fóffajdo 'pi;iúciipal  de  Fomento  de  esta  provincia  ,  1o"]^Hl^ 
ci|o  ^.Y.  S.  ^árá  áu  ifñtéligerícia  V  electa ^e^nv^taMmi 
wi^e'es'á  la^  Verdad  el  car^o  fiado  á  mis  flá'cas>  fuehiH) 
Y  tal,  que  desconfiando  de  mis  tortas  luces','  no  íüólo  eHittW 
ftuy  lejos  d¡e'k9ltcitark',  sino  qué  vacilé  éá>«^lÉÜIilPle  W¿ 
itftfMiáb  de  que  tío 'ludria' «éMiÁ|féiUri«(Aiili^^ 


HirO:OT4^Máto. que S.  WLéMÍl^ kadécrétedo , pdñuadida 
06  qae  a  lo  menos  por  mi  lealtad  á  su  esceisa  'Hija  la 
B«na  DMitiaiÉeñdra  áoAa  Isabel  11,  á  cayo.irooo  mo 
laian  la!  comcienda,  el  honor  y  la  gratUod «  en  lugar  dé 
Qfooér.  el  menor  estorbo  i  sus  benéficas  mitas  .en.  fiaTor 
m  la  nación*  aplicaría  todos  mu  esfuerzos  para  Uofarla 
aáelanlev  proonriuré.  siiplíenflo  cqú  mi  celo  la  falta  de  ca- 
|acidad:,traba}ar. incesantemente  para. que  en  esta  parte 
■i  queden  fcoairadaB  su  espéranias.  ... 
•  iBSegacidad.de  personas. y  bienes:  prosperidad  del 
HieUo8spafiol::lié.iaaoi.lós  unes  aue  se  ha  propiíeate» 
Oé  M.  en.la  ^rea^km  oe  estaa  «obdelegiu^iones. 
'.  -  j-A/qoellaes  objeto,  de  la  policía  temible  para  los  ma* 
loa,  protectora  da  I  los  buenos.  Mas  como  os  impósible> 
peoleger  aín  qne  sé  «onsolide  el  poder  de  quiea  protejet . 
áfanüré  como  jni,principál  obligación  nrocurar  qoe.jamáai 
sa'fiülG  por  nadie  ¿L^faLfidelidad  que  toaoa  debemos  á  nne»%. 
lmSimiiana.:jpslO¡|r  pjursuadidode  á.  1^¡  hajbi tantea 
afeunaní  iguale!  séníwientes,  y: espero  ^lie.  f adadia  átte-^. 
éáará  mas  y  mis  ^  .Aue  siil  re^r?a  Jil  resUnclcioiii  áknna- 
Sitan. siempre  .rea«MÍttos  i  sostenerla ,  y  á  morir»  8Í.£iiirei 
Meiprio  oara'ijne.  nadie  arrebate  dcisus  sienos  la  eore»^'. 
■i-qoe  le  oan  laa  leyes « la  .costumbre,  y  Ja  YOluñtad  del 
asffor  Bey  padre  D.  FernaAdo  YUi^.Si  por  casualidad  bu^' 
lilre:touTÍa  algún  iluso  que  ponga  én  otra  parte  ana* 
4aoB^  aepa  que;  n/D  se  le  pierdede.  vista,  *y.  que.  unido,  esr^í 
taduLinente  cdli  cuantos  .ejercen  cargo  6  autor  idad aupe-' 
ifaír  en.estiiiterri torio,  le  daré  á  entender  que  en  Eipafia  taai 
ki]rotro.inon4i'ca4}ue  Isabel  li.  Masía  adhesión,  ala  mis»* 
asno  se  prueba  amo  obedeclQndo  á  su  augusta .ma!dre. : 
har. tanto.,  nopwdo  menos  de  decir  qué  jiamás  tetidné  el 
iünér.di¿inDlo  COA  quipn  de  alg^nfi. macera  tjcale de  en-** 
iMecer  la  «yecMPHin  do. sus  providencias,  6  dp  olMuerse^ 
ifUas;,  A  de.  eludirlas.  Él  gobierno  de  la  Regenta  .del  j 
rttno  es  fu^ie  y  ¡xigorosp ,  y  sa))rá  visucer  todo  género  • 
de  estorbos ,  porque  sienta  sus  derechos  sobre  las  basea 
ilultqraU^s,- del  ^4^n  y  déla  juaticia;  y  coquip  eldosór- 
,iw ^MTfirda^o  úeMto,  y/1a  acepji^íoi»  d^ |k^^t^%% 


510 

ana  naldad,  tiiiboi  dáboí  qñéán^^ti.ieÉlititm^é^Mmm 
tito-édtlo;  '■-(»  •-'» 

.  )i  De  esta  manera  jpiodremos  lograr  lót  biaaM'^pie-tnili 
éé  dispensamoa  la  aábia  t  liberal  mano  de  lá  aafioni  Bmm 
Gobernadora»  Levantar  la  agricaltnra  de^aa  abátiwiWÉfj 
já  aumentando  el  riego  de  loa  campótt'ifi|>imejovaiidd  ttk 
eulÜTO^  3^a  suprimiendo  trabas  t  Tejiciones)  ímatUm 
la  industria  con  la  ereaeion  de  jEMbricas  w^ii^  ^'^U^ 
ren  nuestras  primeras  materiaa  f  facilitar  d  oénieMM|*p« 
medios  de  buenos  caminos,  y  con  el'lbDMbto«dj»Ui  e 
tracción  marítima^  ayudados  por  la  nattiralen^e  fsli 
mente  ha  puesto  eo  nueitra  costaél  ■m¡I#v  paértof.  ^Éro^ 
mover  la  instrucción  pública  por  mpoio  ido-'M^«íeMuiy 
coImíob,  y  por  cuantos  medios  mu  pbsililei«^afií-dfste»i 
rar  la  ignorancia ,  madre  de  la  barbarie  y 'ongiBntdo'aui^ 
generó  ip  males':  socorrer  al  iniaerdila/ayiidar^al  inda» 
gente  9  aliviar  al  enfermo  en  estábleaftnáealoa  oportoilaw 
en  euma,  adoptar  todas  las  disposiejo^ea^que  contriboyM 
á  la  felicidad  púMicB,  desdé  el  remedié  de  la  maa  vgnte 


neoeaidad/  basta  el  cuidado  de  proporcionar  al 
fatigado  de  las  personas  dedicadas  if  ocupacioMO  "átilüi 
boaesto  desahogo  en  los  espectáculos  y  diversiones  pábü* 
caa^  haciendo  que  sean  dignos  de  genfeatívilizadatiyieen 
los  puntos  en  que  debemos  poner  nuestra  atencio»áií 
ofrecen  grandes  dificultades  V  todas  laaTéUce  la  TdlMÜá 
firme  de  hacer  el  bien  cuando  los  interesados  en  gonv^de 
lasTentajas  cooperan  á  su  fogro.  Yo  me  lisonjeo  >d»>ifiü 
haUaré  ^sta  cooperación  pronta  en  los  ayuntamiénAoed»la 
provindia,  que  conociendo  mas-  de  cerca  el  estado- de  W 
pudrfos ,  pueden  por  lo  mismo  p  roponer  ée  UH 'moda- 
seguro  lo  que  cada  uno  necesrie  para  su' /mejora  y  i 
lantomiento.  A  mí  me  hallatáu  dispuesto  á  todas  horas 
pwa  oirlos ,  y  deben  estar  se-güros  de  que  no  me  'hifsii 
piropuesta  alguna  que  no  tome  en  consideración v  7^^ 
DO*  trate  de  dar  salida  sin  ¿dicciones  ni  denVoMs  v«hBS«- 
tanas. 

» Todavía  quedarían  inútiles  el  celó  y  la  eAeadn 
dé  lo§  ajnntattámttn  y  7  el  nüb  sin  utfa  «ondidfcw  fáf» 


5Ji 

«HdftflpQ  lot gcnenuoa  Matunienjúa.  de  S,  M.  la  Reina 
6oberu4ort.  w^jo  de  todos:  el  olvido  do  lo  pa3a&. 
^■M  d  lnff|W  de  los  partidos  j:  de  las  deaomínacíones 
«ioMU,  de  lof  reaentimioDtos  y  de  las  vengamos,  Ten 
•Uuto  00  deba  baber  mas  que  cs^Aoles  vasallos  fieles 
4i  Iwbel  II,  súbdiUx  obedientes  do  MarLa  Cristina.* 

Ipinediataaiente  prioúpió  i  ociuarsp  en  objetos  de 
^flidad  pública  ^  de  fomento.  El  importante  canal  de 
M«iMr,qae  bacía  aislos  estaba  proyectado  para  aumen- 
te'el  riego  da  mucna  parto  do  aquella  provincia,  tafi 
Wjeto  de  su  especial  solicitud  ;  y  desde  mego  su  prinjier 
wad»  fae  pedir  informa  acerca  del  eslack  en  qu^  »e 
hlUaba  este  provecto.  Una  jonta  creada  de  real  ¿r|éii 

EialU  provincia  ,  y  quo  tenia  el  encargo  de  tomar 
proTideacias  en  üsvor  de  la  bucrla  ,  se  balúa  con- 
lo  diai}elt|i  desde  que  se  GStabJccifron  las  subdcle 
iWioBes  d»  jEnneoto;  pero  no  habiendo  term¡nai|b  >u 
BÚuQOt  f  Mnaidercodo  el  nuevo  subdelegado  oue  se- 
Wij  útil  que  U  terminase  ,  la  rc&tablcciÓ  v  la  puso 
~  la  presidaiui*  del  corregidor.  I.a  villa  de  Cieía  .so- 
ba mercado  franco ,  y  en  ol  subdelegado  >f usso  cn- 
MtM  todo  el  i^yo  que  necesilaba.  liuscaudo  tas  luces 
f.i^  cspariencia  dónde  quiera  quo  se  encontraban,  y  con 
#fil^^eto  de  fomentar  J  comercio  do  aquella  noblsi^on, 
KuiA  na  su  despacho  á  varios  comerciantes  ao  los  |nas 
Meditados  de  la  misma,  y  con  su  acuerdo  tom&  díspo- 
ifcJÜonB  para  establecer  eu  la  capital  de  aquella  provip-  • 
.ti  wu  juntado «omcrcio.  Birigiendo  tambicB  (¡^  at^<- 
4ni  i  U  mejora  de  loscamiaos,  oficia  al  admiuistrsdor  de 
Mi  tus ,  como  ecoplcsdo  que  debía  tener  conocimientos 
HB^fltOB  ;  BecuroB  de  «líos ,  á  fin  do  que  le  informase 
Harta  del  estado  «o  que  se  bailaban ,  tanto  «quellos  ú>- 
<•  los  paanles  ,  y  le  diese  su  opinión  sobre  los  medios 
tU  mejorarlos.  Para  la  estadística  do  la  provincia  se  pro- 
IjM  principiar  por  la  capital,  de  forma  que  las  opera- 
■laiM  que  al  efecto  se  ejecutasen  en  ella,  sirviesen  de 
■odelo  para  los  demás  piaeblos  de  dicba  provincia.  En 
•HU  it  aspóutos  do  Lort^i^e.exJ^  mucbas  imiiot- 


513 

tantes  reformas ,  no  qoiso  poner  ;niíí|púui  en-  qeciulión 
hasta  informarse  de  todas  las  que  necesitaba  ,  para  pro- 
ceder con  acierto  ;  pero  desde  luego  acudió  á  remediar 
la  necesidad  mas  perentoria,  haciendo  trasladar  aquel  es- 
tablecimiento á  un  local  mas  estenso  y  diáfano ,  sHuadó, 
como  convenía,  en  un  paraje  mas  escüsado.  La -misma 
conducta  siguió  respecto  de  las  cárceles:  hizo  desde  lúe» 
([O  en  ellas  aquellas  mejoras  mas  imperiosamente  reela- 
mjadas  7  que  estaban  en  el  circulo  de  sus  atribuciones;  y 
eiicargo  al  ayuntamiento  le  propusiese  arbitrios  con  que 
poder  atender  con  seguridad  á  la  -  manutención  de  los 
]^esos  confiada  hasta  entonces  á  la  caridad  pública.  IMs- 
puso  las  reparaciones  necesarias  para  mantener  en  el  me- 
jor estado  el  riego  de  la  huerta ,  y  para  dar  salida  á  Itti 
aguas  estancadas;  y  dio  las  órdenes  conyenientes  pai^ 
la  presentación  de  títulos  y  mercedes  con  respecto  á  hM 
molinos  y  artefactos  que  hay  en  dicha  huerta  ,  con  el  fih 
de  corregir  grandes  abusos  que  escitaban  el  clamor  in- 
cesante de  los  labradores :  inyita  ademas  al  ayuntamieóMo 
de  la  capital  para  que  le  dé  su  dictamen  acerca  de  las 
obras  necesarias  en  la  huerta  ,  y  le  proponga  arbitrios 
para  su  ejecución.  Dos  fábricas  de  seda  que  hubo  en 
aquella  ciudad^  y  que  se  encontraban  cerradas ,  se  prcK 
puso  restablecerlas ,  y  para  ello  empleó  todos  los  medios 

r\  pudo  sujerirle  su  celo ;  los  pósitos,  la  cria  del  gana- 
caballar,  las  minas  de  carbón  de  piedra,  los  propios  y 
las  escuelas  de  instrucción  plrimaria  ocupan  la  atencüm 
del  subdelegado  de  Murcia  desde  el  momento  de  su  lle- 
gada ;  pero  procediendo  con  circunspección  y  prudéñcü» 
se  propuso  no  corregir  males  ni  introducir  mejoras  9"^ 
adquirir  antes  un  conocimiento  profundo  de  la  naturale- 
za del  mal  y  de  la  eficacia  del  remedio  que  se  propoma 
aplicarle.  Atendiendo  al  mantenimiento  y  eonseryadon 
del  orden  público,  procedió  con  la  mayor  actiyidad  en- la 
formación  y  organización  de  la  que  entonces  se  llamaba 
miicia  Nacional.  Antes  de  esto  ,  y  con  la  conyenienle 
oportunidad ,  recogió  las  armas  de  manos  de  laS' perso- 
nas sospechosas ;  y  con  fim^eza  supo  corregir  alguMs 


BMflds  oírijgpÁiádofi  de  nñ  celó  maT  entendió)  j  'esee8ÍT(i¡i 
f.del  etpfntn  de'exaltáéión. 

JÜganOs  facciosos  intentaron  sublevar  la  huerta  déla 
Madde  Lorca,  y  toda  aquella  provincia.  Un  tal  Brón-^ 
Uv  teniente  de  infantería,  desertado  de  Ceuta  ,'  h^ia 
ÉÚo  recorriendo  las  cercanías  de  aquella  ciudad  para 
iiéer  prosélitos.  Alarmados  lo6  vecinos  de  Ceuta,  saiie- 
tt  contra  los  facciosos  varios  paisanos,  y  consiguieron 
Mbenderá  tresde  ellos,  habiéndose  después  presentando 
no ,  que  se  acogieron  al  indulto,  y  huyendo  los  démas 

Í'-'Ia- activa  persecución  qué  cspenmentaban  por  parte 
Isa  mUícianos  urbanos,  paisanos  armados  y  carabine* 
iK'de  costas  y  fronteras.  Los  cuatro  milicianos  urbano^ 
ÉÉr  se  distinguieron  en  la  aprehensión  de  los  facciosos» 
npn  recomendados  por  Musso  á  la  munificencia  d[^ 
V*n. ,  habietido  ffratincado  de  su  bolsillo  al  que  habiá 
^Aburado  al  cabecilla  principal ,  y  que  se  había  distin- 
(uo  por  su  decisión  y  valentía.  ['[ 

'  '  A  su  instancia  y  con  su  protección  se  plantaron  6Í8 
UNdes,  de  los  cuales  habla  500  pies  de  moreras.  Para 
Amo  de  un  paseo  se  plantaron  1200  árboles ,  sin  con- 
Kr  otros  arbustos  y  flores.  La  amcultura  por  todas  par-^ 
kl  principió  &  animarse  ,  y  desde  luego  se  notaron  pro-^ 

Eos  conocidos.  Se  multiplicaron  las  palmas,  y  éstraor^ 
riaménte  tas  patatas  :'para  mejorar  la  calidiad  de  es- 
te iltimas,  repartió  Musso  al|[unas  que  desde  la  corte 
hlabia  enviado  su  amig^  y  maestro  don  Antonio  San- 
Uo  Arias.  Introdujo  el  arroz  de  secano  ,  y  ensató  el 
eihivo  del  Uno  de  Flande^  y  Se  otbd  ^eiüillas  .y  plantas 
ofiticas ,  que'  le  proporcionaron  ¿I  imsibb.  Ariaá  y .  don 
há  Mariano  Yallejo ,  tainbicfD  JnÜmb  ámSgó  suyo :  hizo 
dopta^  trillos  mas  perfectos  que  lo^  comunes;  huó  trae^ 
dmdo  de  Herrarte,  y  bajo  su'diireccioá  sé  practicarojí 
Mtyos  para  la  aclimatación  del  tabaco:  Para  atender  ál 
■tt  pronto  despacho  de  los  negocios  municipales  ^  dis*- 
|Mo  aumentar  el  número  de  regidolres ;  y  en  nb  ,  i  todo 
Hen&ei  subdelegado  Mnitíri  óóii'tlna  áfcUridád  j  uú 
«do, -que  loé  -pfivéblos  de  8ti* j^íféfÜííSkxt^  1  «^- 


«alzaban,  j  qae  lejnefeeieroB  lottestimQiu^:0|uUMmr 
jetói  del  aprecio  j  confianza  del  gobierno.  .  ' 
.  Parece  qoe  aquella  provincia  estaba  deiUli«d&  i  Hr 
afligida  con  todo  género  de  males.  El  cólera  fV!9ftii  «9 
elU  ^  >  en  algunos  de  sas  pueblos  cansó  eitra^*  nu 
tfáepPTia»  TÍctimaspor  el  temor  j  sobcesalto  con  qne 
ae.iilarmába  el  vecindario.  Con  este  motivo  las  provideoi- 
dks  del  sabdeleeado  contribajeron  hast^  donde  era  po- 
aSile  i  disminuir  las  comecnencias  de  aqnel  axote ,  pn^ 
Cilrabdo  por  medio  de  disposiciones  eBéreicas  ,  que  a  los 
épfermos  no  faltase  los  auxilios  de  la  raecuclna.  v  qne  do 
escaseasen  los  mantenimientos  públicos ,  con  perjuicio  Je 
los  pueblos  ,  de  los  labradores  y  traginantos.  No  ueodo 
aquella  enfermedad  de  las  que  se  propagan  por  m^ 
íeti  contado  ,  como  parece  se  ha  observado  ja,  lo  i^H 
cónvenieate  j  lo  qae  la  esperíencia  abona  ,  es  do  afiígír 
todavía  mas  a  los  pueblos  con  las  molestias  y  vejacioncf 
oñe  causan  la  policía  tarntaria  y  la  paraÜEacion  de  la  ú|- 
4patria  y  del  comercio.  Esta  idea  fué  U  que  diri(pó  h 
conducta  del  subdelegado  Musso. 

"En  ninguna  ocasión  se  distinguíeroa  mas  ni  bríUaroí 
enniayor  grado  sus  coalidades  personales,  que  en  el  go- 
bierno de  ana  provincia.  Garlaffena.  era  victima  de  las  pi' 
siones  políticas  y  del  espirita  de  turbuleoioia :  en  Lorc 
la  administración  de  justicia  no  gozaba  del  crédito  y  joi- 
ticia  que  necesitaba;  la  capital  de  la  provincia  esperí' 
ineotó  sacesivamente  trastornos,  desórdenes  y  torbuleU' 
■fiias.  BIu  en  todas  partes  se  hacia  sentir  U  autoridad  del 
subdelegado  Uusaq:  en  la  primera  de  aquellas  ciudades 
concilio  los  ániíDos  divididos ;,  en  la  segunda  reslahleci6 
en  todo  sti  .vigor  la  ^aunistracíon  de  |B8ticia  ,  y  en  1> 
capital  acreditó  su  serenidad  y  valor  cívico  en  laborn>- 
rbsa  innndacbq  que  sn£ri6 ,  y  que  estuvo  i  punto  de  ir- 
rancar,  s)i  puente ;  !•  acreditó  tanünen  enfrenando  lu 
IWiiones  popolareB.,  j  conteniendo  á  Los  enemigos  del  so- 
segó páblico  en  la  noche  memorable  del  3  de  majo 
de  ISSSi  El  intoid^iitf  primoro ,  y  deqp&es  el  «bii^ 


r  5IB 

BWMntd  6»fa>  mIo  y  rf^snnnado ;  tuiMó  ni  pneblo, 
nioéniÍMaln  de  Ri»pii)iihrff«,  y  enn  el  ascendiente 
fb*  ni  rejiiitiKiinti ,  V  <^un  U  coDÜanza  «inn  iiun(- 
Mosta»  a^aiiiiistrndns,  íünipó  el  lumullo  ,  mIi^ 
Me  los  acoint'tldns,  l<is  hixn  conducir  faertí  4« 
aTon  la  niiyor  s^^uridnd  ,  y  convirtió  lai  nm»^ 
H*  tiro*  en  «pUiisoR  v  («n  (tmnostracionos  do  tan*- 

|SA5  tr%t>  Uamsdo  á  gabnritar  la  prAvlncia  éri  Ae* 
fBJproMHdDreH  de  «st«  htbian  solicitado  d«l  go- 
I^B  enviMe  á  f^btfrnaría  un  j«fa  de  m6rít»  ,  y 
V<AaMaTi}lver  bus  inmensoit  recursos.  Desde  Iua* 
Alomo  fijó  la  TÍsta  en  Musso,  dieienda  el  minís- 
gprocHradoros :  tYo  prometo  á  Vds.  «I  mejof 
■pr  civil  que  hay  en  España. ■  Musito  no  neerii- 
■tr  la  suerte  precaria  de  un  emplejido  ea  fispaflAi 
bkacc  m  aflos  i  una  existencia  inMablf  y  vaga- 
fhim  el  desfo  de  corresponder  á  U  ilimitada  mbi- 
■  gobierno ,  y  de  servir  enn  ^oria  k  su  pnis,  ti» 
timi  ac)>ptap  et  nuevo  cergtt,  y  a  trasladarse  por 
|Brllta>  En  el  mismo  día  que  llegó  lotaé  posesión 
llffnftcivil.  Trntó  de  informitrstf  de  los  nocextdn- 
■f  revincia ,  de  su  sitnacton  especial .  y  del  esta- 
(lopjnion.  Sus  pensemienlos  eran  srandes:  na  «elo, 
Élad  j  na  tino  los  tenia  ya  acreditados  lo  isismo 
Msla  capacidad  y  su  intelieencia  ndmintstrallvB. 
■t  A  muy  poco  le  permitieron  realiiar  las  CÍT-' 
fití.  Un  alzamiento,  que  eslaltó  primero  en  Zb- 
JlBarcelona ,  y  que  después  fuA  seennda^o  Hace 
jflB  cBii  por  todas  las  lernas  provinciüs,  amenazaba 
iMBrio  que  presidia  el  conde  de  Torcno.  KcviHa  y 

C  provincias  del  Mediodía  ,  no  tardaron  en  s«'^ 
pulso  ^neral.  Kl  principe  do  An(;lona,  que  í 
MiMSompeílaba  la  capitanía  ^ueral,  hizo  dimisión 
■«.  Mbsso  trataba  de  hacer  lo'mistno,  pomo  »o- 
M  tB'O^iencia  de  las  juntas  revoiocioitarias', 
■■«■tfgtW  f  (as  iferson»  mas  iufiu^li»  &«  'Mfi»^ 


516 

cipitál  lo  dércaMn  -x  rcogiéeon  jfaAjtmtivmmti  -jatm 
pdéato  r  réj^reséntándole  M»  m»hsj^:  ■in¿hftrJban.!Ü 
aquélla  capital,  si^tabá.U]^rimeta.antMñd«d;difliiqpi^^ 
eii  Aquellos  críticos  momento^i; saüvase -  de:Joa<ilé0ai¿ii 
deja  aniürquia  aquella 'herniosa  ciiidad.  MnaabiC^Uáí» 
JUá  instancias  ido  nonrados  seyillaqos  ^  y.  á  lo  ijnfifládú 
taba  su  patHotismo  y  la  entereza  de  suieitfácter^AnBftii 
neaió  én  el  sobiemo  dé  Seyilla »  háiia-  que  instalada/Ua 
junta  de  gobierno ,  y  afianzada  la  tranquilidad  p6Mifla| 
rerildó  Ids. últimas  instrucéipnes  dd.nM^ribnndo  gaMn»- 
ie.  Con  ellas  etí*la  mano;  pues  s6  insertaron  en;la;G0iadli| 
ae  jure isetitó  á  la  Junta ,  ante  la  cu#l  manifestó  ipfdéi^ii 
el.  cargo  que  habia  desempeñado.  En  rano  algjuii^  j&jb 
TÍdnos,  mas  acidorfidos  que  prudentjBSt  se.^opUiierMiuf 
fllj^  49térmittacion  9  inyitándoie  á.  que  continuase  efe  ai 
destino,  no  como  gobernador  ciyil  en uondir^  de.lajririji 
lUi'f  sino  por  la  aclamación  del  pueblo.  A  estp:  s0  oeg^M  ^ 
enteióeza ,  añadiendo  que  habia  entrado.en  Iji  JuntauM , 
A^^l  par'áctcír,  t  que lo.qveen  cualquier. ciodadananlá 
dhéj[«fer,  cuando  mas  un  estra^ío  de  cqIo;  'en  étmStii 
jaria  dé  ]ser  una  traición ;  y  <cmi  ^uidre ,  añadjió »  Miül 
PiaÉió'para  traidor^)»  Y  c<wo  insistiesen  euqqeseíMwni. 
Ta96  aquel  doti^e  caráctéx;   «nadie  pu^éde  aeryir  '.átjM 
amo^;»  contesitó.  De  esta  espresion  se  abusó  maliciojifc!^ 
mente  dándole  publicidad  en  un  manifestó  de .  la  JiMpM , 
JLos;amigos  de  Musso  tuvieron  motivo  para;  ieiiiéP  pM 
su  seguridad:,  y  acudieron  á  su  defensa ;  pero  eji  WMIil 
pueblo  de  Sevilla  reppetó  siempre  al  virtuoso  jefe  \fm 
en  otras  circunstancias  habría  podido  labrar  hf^ÜMli 
de  aqu^.provincia.  ..ffi 

.  '  Itestituido: Musso  á  la^^rte,  y  habiéndose  pr)Q>ei>iilt 
al  moevB  ministerio',  recibió  de  este  esprjesippea  jpMipii 
Tocasdf^. su  aprobación  por  su  conducta,  y  aeQaJMll. 
jpruebas  deiaprecip  y  de  confianza.  Prueba  de  esto .feíidj| 
nombran^ento  que  ^n  él  hicieron  para  el  gobierj^g^fíiil 
de  YaleiMua,  aunque  en  comisión ,  y  retejiendo  ¿1  lAfBfr 
^r^;fi^'ieat44e  las  rabones  que  alegó,  elmuuftemi^; 
aístió,  de  su  empeOp;:  y:  Mussft»  cpiitinigió  Tiyie^o  fin  IMt 


517 

Mt  iresl^jtrid6;á:k  eondleioii .  de  ^artiisttlir.  Sa  Mmo 
teénlflia  déscmso  despdcft  dé  la  agitación  y  de  lastem- 
M^es  qoe  había  padecido ;  y  en  la  córte\  alejado  de 
lof  iri^gocios  DÚblicos ,  rodeado  de  antisnos  amigos,  y  en 
d  comercio  ae  las  letras ,  hubo  de  hallar  el  reposo  que 
necesitaba.  Aunque  alejado  do  las  cosas  públicas,  y  sin 
hákbr  Vuelto  á  desempeñarningun  empleo  del  gobierno, 
ée  tddos  los  ministerios  obtuvo  encargos  y  comisiones 
qne-descmpefió  desinteresadamente,  y  sin  mas  objeto  que 
ef  de  servir  á  su  patria.  Demasiado  ilustrado,  y  demasía- 
de  noble  én  sus  sentimientos  para  no  mostrarse  superior 
i  las  miserables  pasiones  politices  que  nos  dividen,  jamás 
firticipó  del  espíritu  egoísta  y  esclusivo  de  los  partidos, 
ni  dejó  de  mirar  los  negocios  públicos  con  el  justo  interés 
que  corresponde  .á  unnuen  ciudadano ,  ni  de  seguir  en 
Mdás  épocas  la  linea  que  le  trazaban  sus  deberes :  estos 
se  los  dictaba  el  bien  de  su  país  y  no  el  interés  y  el  bíeu^ 
le  I  ningún  partido:  tal  cosa  es  buena  y  provechosa  para 
tf  ^^éAi;  pues  la  celebro  y  aplaudo,  aunque  no  sea  obra 
dermis  ainigos;  á  esto  poaia  reducirse  la  moral  política 
le  Mnsflo. 

En  esta  época  se  ocupaba  como  siempre  en  sus  acos* 
honibradas  tareas  literarias,  asistiendo  constantemente  á 
aS'MIídeadas  lo  mismo  que  al  Ateneo  y  al  Liceo ,  de  los 
jBttdlls  féé  uno  de  sus  fundadores,  mereciendo  ser  nom- 
bMle-bibliotedario  del  primero.  No  nos  es  fácil  dar  una 
wHioia  exacta  de  todos  sus  escritos ,  pues  sin  dar  su 
noBlire  y  por  complacer  á  sus  amigos  los  enviaba  gcne- 
lesnnente  á  las  revistas  y  domas  periódicos ,  y  aun  para 
obras  de  mayor  importancia.  La  Academia  de  ciencias 
Murales,  que  por  aquel  tíouqio  se  fundó  en  esta  corte, 
le  apresuró  á  incorporarlo  en  su  seno,  primero  comoin- 
fividno, honorario  y  después  como  do  número.  En  esta 
Aeadeona  y  para  la  sección  de  las  ciencias  ilsico-mate— 
laiticsis,  presetató  dos  memorias ,  la  una  sobre  el  movi- 
ttíeiito  de  las  aguas  con  aplicación  á  los  riegos,  y  la  otra 
eoB' motivo  de  una  observación  hecha  en  el  periódico  es- 
littiijen),  (iotitttlado  9\¡míitutOf  que  dando  cuenUi^b  W 


m 

de  leüeiobreide  1837,  fe^ic^.fpeSir  W»  Hain|ltM>j¿i¡i 
la  demostración  general  de  fui  taoremade  JfrriinM 
relativo  i  una  propiedad  curiosa  de  los  nánieros  ijn|if^ 
reí»  que  consiste  en  que  si  la  serie  de  dichos  páiaarosj 
divide  en  grupos  de  1»  2»  3,  4  cifras,  la  suma  de  kM.4 
cada  tino  sucesivamente  va  representando  la  de  los  a^ 
meros  naturales:  esta  memoria  presentaba  la  demostriKW 
de  esla  curiosa  propiedad ,  aeduciendo  de  elía  c•BS^ 
cuencas  tan  importantes;  trascendentales,  que  diCnm 
tes  profesores  de  matemáticas  le  invitaron  á  qoe  ooiliki 
nuase  esplotando  una  mina  que  tal  vez  daría  por  'tfl^ 
tado  una  teoría  nueva  é  importaatisima  eA  la  ^aenc}a.  Kl 
la  sección  de  ciencia  antropológicas  leyó  im  4ÍbcPW>  |D- 
iMre  la  certidumbre  histórica.  Este  tcalHljo  fué  imo.deJIll 
últimos  en  que  se  ocupó:  tantp  por  e#tiO,  corno  por  U  ^ 
Yodad  del  asunto,  y  por  la  lógica  y  lu^idsK  qou  qiwi  lo  4i| 
empefia^  creemos  que  agradará  á  mpiesIrQs  JeptoTM^I 
le  áemos  una  idea  de  61,  y  al  mi^W  tiempo  mía  nwisiitp 
del  estilo  de  Musso.  Este  escrito,  aunque  interesa^ 
instructivo  en  estremo,  tiene  en  cuanto  á  las  fooMP  h 
la  elocución  y  á  la  coordinación  de  sus  penssmiei|tjí|  b 
caracteres  que  corresponden  á  una  ¡f^nwria  amjfjfi 
por  consiguiente,  no  se  busque  en  61  U  pompa  daM^W 
el  aparato  de  dicción,  que  corresponde  kloa  iÍBpmt 
acadómioos,  pero  sin  embargo,  y  á  pesar  de  qúñ  estaní 
niorta  se  escribió  para  ser  leida  en  una  reunión  pciqp 
de  dicha  sección,  se  distingue  por  la  facilidad  y  lajpi 
macioneon  que  el  escritor  llevaba  basta  el  conciciipMlrt 
el  ánimo  de  sus  lectores.  Principia  desde  luego  asenlMf^ 
y  esplicando  su  proposición. 

Veamos  de  qué  manera  lo  hace: 

«¿Qué  requisitos ,  qué  condiciones  exi^iremo9  fPR 
tener  por  cierto  indubitable  un  hecho  sucedido  siglaiM 
les  que  naciésemos?  Hé  aqui  la  cuestión  fue  á  cada  MI 
teísmos  que  resolver  cuando  leemos  la  historia.  MwW 
nos  la  eoriosidady  el  interés »  nnestro  propio  nproveiÁl 
aá9»lo  á  descorrer  el  velo  ^ew  que  el  tieoipp  pressul 


actiUi  á  Aoéittoi  ojos  el  puUOf  j  no  podieiido  anéigtur 
ho  por  tettimomo  ajeno  lo  qae  acaeció  mientras  nos- 
stros  estábamos  en  el  abismo  de  la  nada,  al  advertir 
cointos  errores  han  desfigurado  la  verdad,  cuántas  fibu- 
hi  se  han  querido  vender  como  acaecimientos  positivos, 
ndUmos,  y  ansiosos  de  conocer  todo  lo  que  en  la  tierra 
fne  habitamos  presenciaron  las  antiguas  generaciones, 
IOS  preguntamos  á  nosotros  mismos:  ¿Es  cierto ,  puedo 
creerlo?  De  este  embarazo  ciertamente  no  saldremos,  si 
pcNr  falta  de  eximen  y  reflexión,  ó  adoptamos  índistinta- 
Hiente  cuanto  vemos  escrito ,  ó  indiscretamente  desecha- 
ms  cuanto  llega  á  nuestra  noticia:  uno  y  otro  prueba 
ligereía,  flojedad  y  poco  dbcernimiento. 

«Hay  j  pues,  un  medio  de  proceder  con  acierto ,  y  Ae 
tfvitar  el  riesffo  de  errar  para  poder  con  seguridad ,  ó  bor- 
ñr  de  entre  Tos  sucesos  humanos  lo  que  el  vulgo  se  figu- 
it  exento  de  la  mas  mínima  duda ,  o  afirmar  sin  reparo 
Itchos  que  en  vano  querría  negar  el  espíritu  de  partido, 
i  fl  ciego  pirronismo.  Llegaremos  en  verdad  á  descubrir- 
fe  y  á  estanlecer  reglas  fijas  sobre  la  materia ,  si  atenta- 
isente  reflexionamos  sobre  la  cuestión ,  y  analizándola  es- 
Jnqpulosamente  indagamos  lo  que  se  requiere  para  satis- 
vuer  i  todas  sus  condiciones ,  ó  como  {K)drán  estas  cum- 
iSrse. 

«Entre  todos  los  caminos  que  acaso  se  ofrezcan ,  el 
mu  ftcil  y  espedito  es  simplificarla :  y  mirándola  como 
reraltado  ae  otras  que  deben  precederla,  aplicarnos  a  des- 
entrafiar  ante  todo  las  que  presenten  el  caso  con  la  ma~ 

S  sencillez.  Asi  qué,  acjando  por  ahora  separada  la  que 
principio  á  nuestro  discurso ,  trataremos  en  este  mo^ 
mentó  de  investigar  que  condiciones  debe  de  haber  para 
que  no  dudemos  de  un  Jbiecho  que  nosotros  mismos  baya- 
nos presenciado.  Ridicula  parecerá  la  pregunta  á  primera 
Tiita,  porque  ¿cómo  dudar  délo  que  yo  mismo  he  visto 
i4ido?  Con  todo  eso,  si  nos  detenemos  un  poco,  adver- 
tiremos que  tal  vez  ocurran  circunstancias  que  aun  de  lo 
vusmo  que  pasa  en  nuestra  presencia  no  nos  permitan  afir** 
íuur  6  negar  cosa  alguna.  Gomo  un  hecfao'áe  los  cpft^hsy^ 


3^ 

mal^nalei.  y.cpmUe.por.  ^Cjqfim 
cu^po^  rajetQsál  euq:^n  de-losjieDUdos/habnnm 
iiífénr  que  do  parte  nuestra  es  foríoso  que  estos  selis- 
lien  despejados  porque  de  lo  contrario  no  recibirian  la 
impresión. clara  7  manifiesta  «  que  debe  certificarlos  de  lá 
existeQpa  del  hecho,  Es  neceeiario  ademas  que  estemos  á 
competente  distancia ,  6  no  tan.  lejos  que  por  débilitvse 
la  impresión  no  la  percibamos  bien ,  y  la  idea  que  de  fl 
íoiixaeipos  sea  obscura  ó  confusa.  Es  preciso  en  fin  qne 
pongamos. la  atención  en  el  acto,  porque  cuando  álslñui 
preocupa  otra  especia,  la  que  entonces  le  transmiten  lof 
sentidos  no  tiene  valor  s^lguno ,  6  es  como  si  no  fuese.  Mal 
^91  xu^nto  al  hecho  mismo  es  patente  que  debe  tener 
cierta'  duración ,  y  pasar  de  modo  que  nadaembaraze  sa 
ac^cion  sobre  los  sentidos,  ó  que  si  fuere  instantáneo  1  ^ 
alguñ  estorbo  le  impidiese  obrar  sóbrelos  mismos,  pAH 
áúzca  en  el  objeto  á  que  se  refiere  un  estado  diverso  ¿t 
anterior  para  que  de  esta  suerte  la  comparación  de  amM 
estados  nos  conduces  á  la  evidencia  de  que  en  el  hedtf  • 
no  hubo  por  mi  parte  ilusión  6  engaño.  Por  tal  razón  lo  | 
que  acaeciere  delante  de  mi  en  medio  de  la  obscnrídalf 
si  deja  rastro  que  se  conozca  á  la  luz  del  dia ,  será  para  lA 
no  menos  cierto  que  lo  que  notare  cuando  el  sol  eSlása 
medio  de  su  carrera.  Cumpliéndose, pues,  todas  estas  coi- 
didoñcs ,  estaré  cierto ,  no  me  quedará  duda  ninguna  de 
qué  el  hecho  presenciado  es  enteramente  verdadero.'  '" 
«Pasemos  adelante,  y  consideremos  ahora  de  qué  mé^ 
ñera  ííegaré  yo  á  saber  con  certeza  lo  que  no  preséncSá^^ 
y  solo  me  consta  por  testimonio  do  otra  persona.  Paradlo 
reflexionaré  primero  sobre  las  calidades  indispensabléi^tKi 
han  de  acompañar ,  á  mí  deposición  para  informar  i  ottO 
de  lo  que  ocurrió  en  mi  presencia .  La  primera  es  la  ds 
c[ue  yo  proceda  en  ella  por  acción  deliberada ,  6  estandOi 
'  como  se  suele  decir ,  eniní  sano  juicio/ como  qnieraflTBé 
si  á  vc(^.es  espresiones  inadvertidas,  palabras  pronnfknr 
daf  en  sáefios,  ó  en  un  delirio,  descubren  la  Terdad'ib 
^""^'ia  ^saf.90  JO  sino  la  naturaleza  habla  eiitonoes;'t 


pil^klaiiltfMM  piür  el  teiliMMto  M  kidhhi  cono 
nMO  de  sa  i'Tohintad.  Dichoi  que  tmiltl  Koa  puion, 

E  produce  el  mecanisino  ú  organiíacioft  léica»  efec- 
caiúaniaierial  j  eslerna;  quíia  deben  repatme  como 
eei  sin  sentido,  ruido  quo  hiere  nuestros  oídos,  sin  que 
pdfiqoe  idea  ninguna,  ú  operación  del  alou  ooe  descubre 
foe  en  ella  está  grabado.  Menester  es  también  que  ni 
.violencia  ni  otra  causa  alguna  obligue  al  quo  babU  á 
■llar  la  yerdad ;  y  si  yo  quiero  positivamente  que  el 
KO.sepa  lo  que  yo  yí  ú  oí,  acbcré  decirselo  con  claridad 
de  modo  quo  en  cuanto  esté  de  mi  parte  llegue  a  formar 
I  suceso  la  misma  idea  que  de  61  tengo.  Entonces  lo  re- 
liré»  y  suponiendo  que  lo  digo  á  persona  atenta ,  y  que 
■Dce  el  significado  de  mis  palabras,  quedará  esta  plena- 
ente  enterada  del  hecho  tal  como  jo  lo  estoy ,  salvo  la 
¡fresion  física  que  cuando  sucedió  hubo  de  causar  en 
is  sentidos.  Esto  supuesto,  de  aqui  deduciremos  el  jui- 
e  que  deberé  formar  de  lo  que  otro  me  diga  como  testi- 

I  de  Tista. 

'  El  estado  en  que  se  encuentre  me  dará  á  entender  si 

II  de  su  razón  al  hablar ,  6  si  la  tiene  perturbada  por 
Éfarmedad ,  pasión  6  cualquiera  otra  causa  que  influya 
a  la  organización  física.  Y  su  narración  me  indicará  si 
lindo  ocurrió  el  hecho  se  verificaron  las  circunstan- 
iMque  arriba  espuse.  Ciertamente,  como  lo  que  no  se 
HKUiió  bien  es  imposible  que  se  esplique  bien  ,  si  adk 
rierto  que  se  me  cuenta  un  suceso  de  un  modo  vago, 
advto  ,  oscuro,  confuso,  juzgaré  que  el  testigo  no  sa- 
na ponto  fiio  lo  que  pasó  ,  y  comprenderé  únicamente 

Cn  sucedido  algo  de  que  él  me  quiere  dar  razón, 
si  observo  que  con  serenidad  ,  con  detención  ,  con 
i^ificacion  me  refiero  alguna  cosa,  conoceré  al  instan- 
i  fae  no  se  ha  engaftado  en  lo  que  está  contando.  Pero 
.hitará  de  engafiarme  á  mi?  Esto  debe  no  menos  aye-* 
ilnarse. 

a  Observaremos  acerca  de  este  punto,  que  baslan- 
e  h  yerdad  del  snceso  y  el  deseo  natural  de  comani- 
V  i  otro  mieitvos  jpeDsami^QtOi  para  mmwBM  k  ^í^tkt 


im  hacho »  ea  neeéiMirio  ún  mótiyo  partiealar  pata  ^Mff^ 
lo*  La  accioD  ,  pues,  del  tesligo  falso  no  solo  es  delibe- 
rada porque  habla  á  sabiendas,  sino  también  porqae  trae 
el  iiriffon  de  si  mismo  ó  de  quien  le  indujo  á  meniirv  no 
de  objelo  eslorno,  y  como  todo  acto  humano  se  hace  con 
algiin  fin  determinado.  Es  menester  por  tanto  que  haja 
cierto  plan  ,  cierto  designio  de  conseguir  alguna  venta- 
ja •  ó  de  evitar  algún  daño  ;  y  asi  cuando  esto  no  apare« 
ce  ,  daré  un  prudente  asenso  á  lo  que  oiga  de  persona 
desconocida;  prudente  digo,  porque  pudiera  haber  causa 
que  yo  ignorase  para  que  se  me  ocultase  la  yerdad.  Por 
la  misma  razón ,  esto  es ,  por  obrar  siempre  con  igoii 
circunspección  ,  no  lo  negara,  del  todo,  aunque  vea  que 
el  hecho  favorece  á  quien  le  dice  ,  porque  esta  sola  cir- 
cunstancia no  arguye  falsedad.  En  uno  y  otro  caso  ei 
i^speclo  del  que  hable  y  su  modo  de  narrar ,  servirán 
de  indicios  á  cualquiera  que  tenga  mediana  perspicacii 
para  inferir  á  qu¿  lado  deberá  inclinar  la  balanza.  Cuas- 
do  al  testigo  que  nos  reliere  un  hecho  se  opone  otro  que 
Ip  desmiente,  forzoso  es  que  uíio  de  ellos  hable  en  fabo. 
Quieren  algunos  que  entonces  quedo  el  ánimo  del  oyenla 
en  perfecta  duda,  y  asi  seria  en  el  supuesto  de  no  mer»" 
ccr  mas  fé  (sea  la  causa  que  quiera)  el  uno  que  el  otro. 
Pero  como  esto  es  moialmenle  imposible,  la  compara- 
ción de  ambos  testimonios  circuns|>ecla  y  detenida,  guia- 
rá para  conocer  quién  es  en  aquel  caso  precisamente  el 
digno  de  crédito. 

)>Mas  si  dcticubriéndose  un  motivo  para  fingir,  cour 
laac  otro  que  destruya  sus  cfertos  ,  habrenios  de  repulsr 
el  primero  <:onio  nulo  ,  y  entonces  no  le  habrá  para  ds-* 
dar  del  hecho.  En  (in ,  si  le  hubiese  tal  que  debiera  hmk 
ver  al  testigo  á  decir  lo  contrario  do  lo  que  espone,  taO' 
dremos  por  cierta  su  narración  ,  porque  nadie  obra  por 
caprieho  contra  su  propio  interés,  á  no  haber  perdidbb 
cabeza;  y  de  aquí  la  máxima  del  Derecho:  confesión é$ 
pQírt0  retda  de  prueba. 

^  y^Uablaiulo  en  general,  no  es  tan  difícil  oomo  á  príh» 
mfn  irJ4U.l0>Areem>.«veTÍeiiar  la  certom  é  UÍmAfA  d» 


■  ím^f  orí  M  woAr%  al  faceto  mboM ,  «ra  á  la  p 

aa  que  lo  coenU^  Porque  en  aquel  caso  es  necesario  que 
todas  laa  circunstaiicias  cooperon  á  que  so  verifique  ,  y 
asi  «I  que  finja  debo  tenor  habilidad  para  coordinar  con 
Sttmo  cuidado  todas  sus  |Kirtes.  Luego  si  aquellas  fueren 
coolradíclorias ,  si  lo  que  establece  Li  una  se  destruyo 

5or  la  otra ,  el  hecho  diremos  que  es  falso,  y  al  que  lo 
iga  no  daremos  crédito  alguno. 

Demás  de  eso  es  conveniente,  ó  por  mejor  decir» 
fcbe  mirarse  como  muy  conducente  para  saber  lo  acao- 
cido ,  que  se  haga  memoria  del  lugar  y  tiempo  en  que 
tucedió  ;  porque  como  una  mentira  esencialmente  con- 
tradice á  la  realidad  de  las  cosas,  si  en  aquel  lugar  y  en 
aquel  tiemi)0  ocurrió  algo  que  directamente  se  oponga  á 
loque  se  supone  haberse  verificado,  claro  está  que  esto 
último  será  pura  ficción. 

» Considérese  también  que  no  hay  hecho,  por  aislado 
que  sea  ,  que  no  reconozca  una  causa ,  y  apenas  lo  haj 
que  no  produzca  algún  efecto  ;  y  que  cuanto  mas  impor- 
tante fuere,  tanto  mas  ha  de  enlazarse  con  otros  diferen- 
tes. Véase,  pues,  olro  medio  de  indagar  U  verdad,  par-^ 
tiendo  de  uno  ya  cono<*¡do ,  y  que  tenga  conexión  con  el 
que  nuevamente  llegue  á  nuestros  oidos ,  6  dependa  de 
Uen  alguna  manera.  Ksto  asimismo  dá  lugar  á  una  re- 
hxion  que  no  debe  omilirse  ,  á  saber  :  que  atendido  el 
hUcc  mutuo  de  los  sucesos,  valdrá  tanto  que  noa  ccr<* 
(¡oremos  de  uno  de  ellos  como  de  olro  producido  por 
aqoel,  ó  que  suponga  su  existencia,  cuidando  empero  de 
ao  proceder  ligeramente  para  no  atribuir  á  cada  uno  mas 
<ia  lo  quc^.  esencialmenle  lleve  en  si  incluido.  Uno  ó  dos 
ejemplos  aclararán  la  idea.  Si  yo  paso  por  un  lugar  mon- 
lioso,  y  advierto  en  él  capas  de  conchas  y  oíros  des|K>« 
jos  de  mariscos,  ¿no  sacaré,  que  aquel  suelo  ha  estado 
cubierto  por  las  aguas  anles  de  ahora  ?  Si  el  lugar  está 
toertOt  pero  ofrece  á  mi  visla  ruinas  de  casas,  no  com- 
prendero  auo  en  algún  tiempo  estuvo  poblado?  Si  me 
consta  evidonleinento  auo  cuando  yo  nací  regia  á  la  na- 
éon-  naigobiorne  monarguíoo.iiereditariO|  ao  i^ti  ^«i 


914 

mi  evidente  ^ae  Ul  género  de  gobierno  fe  introdaj6  en 
Eiptfia  antes  qne  yo  viniese  u  mundo?  Inútil  ee  acu- 
mular ejemplos  cuando  todo  el  mundo  los  hallará  á  ca- 
da paso  ;  pero  no  lo  es  llamar  la  atención  sobre  que  la 
mayor  parte  de  nuestros  conocimientos  son  de  esta  na* 
turaleza,  ó  de  hechos  deducidos  de  otros  hechos.  Cien- 
cias enteras  hay  que  se  fundan  sobre  esta  basa :  tal  es 
la  geología.» 

Véase  con  qué  admirable  profundidad «  y  al  mismo 
tiempo  con  qué  sencillez  y  claridad ,  esplica  los  funda- 
mentos de  la  tradición. 

•La  facultad ,  pues ,  de  comunicar  á  los  demás  nues- 
tros pensamientos  es  el  medio  que  nos  dá  el  Autor  de  la 
naturaleza  para  que  recibamos  nolicia  aun  de  lo  que  pasa 
á  gran  distancia ,  cslrccháiidosc  asi  los  vínculos  de  la  so- 
ciedad para  la  que,  según  su  mente,  hemos  venido  al  mun- 
do. Mas  procediendo  con  el  órdeii  que  hasta  aquí ,  de  Iss 
segundas  narraciones,  ó  de  las  que, hacen  sobre  cualquier 
acontecimiento  los  que  las  oyeron  á  los  verdaderos  tesli- 

Sos  ,  pasaremos  á  observar  lo  concerniente  á  la  publiei-> 
ad  y  notoriedad  de  los  hechos.  Desde  luego  ,  para  eviur 
equivocaciones  advertiremos  que  hecho  publico  y  notorio 
en  la  acepción  que  le  damos,  es. hecho  que  de  una  ü  otra 
manera  ha  llegado  á  oidos  de  gran  número  de  gentes»  J 

Eor  aquí  se  entenderá  aue  no  es  incompatible  el  que  se 
aya  uivulgado  con  la  circunstancia  de  que  haya  sucedi- 
do en  secreto ,  ó  á  presencia  de  poquísimas  personas.  La 
cualidad  de  que  la  hayáo  presenciado  muchas  mas,.faci« 
litará  su  examen ;  mas  en  cuanto  á  la  verdad,  de  todoi 
modos  queda  intacta  6  es  la  misma ,  porque  no  la  corn-* 
tituye  nuestro  asenso  ,  sino  la  precisa  condición  de  que 
baya  sucedido;  esto  es,  una  condición  que  no  está  de  nuH 
ñera  ninguna  en  nuestra  mano.  Sentado  esto  »  becho  di- 
vulgado donde  se  dice  que  poco  antes  aconteció ,  y  qM 
6  no  se  contradice  ó  esperimenta  aquellas  contradiccionei 
que  ya  indicamos,  de  unas  no  probar  en  contra,  y  d» 
otras  probar  en  favor ,  seguramente  es  cierto.  Porqo» 

WMndo  lá  eipMÍ«  le  bu  propalado»  y  ai^  de  bocit  et 


kci  t  no  ha  d«  faltar  á  lo  menos  uno  qno  la  desmienta 
IB  tirminos  positivos  si  fuere  falsa.  Y  en  yerdad»  si  lo 
qoese  cuenta  fuese  de  alguna  trascendencia,  y  particu- 
larmente si  ofende  al  interés  de  alguno ,  foriosamente  so 
krantará  uno  6  mas  para  oponerse  A  su  propagación ,  j 
d  modo  con  que  lo  hagan  acreditará  lo  que  en  realidad 
knbiere. 

lOtra  reflexión  debemos  hacer  no  monos  útil.  Espar- 
cida la  noticia ,  generalmente  han  de  hallarse  entre  los 
ríe  las  supieren  personas  de  las  que  se  reputan  gravu 
de  autoridad  »  porque  gocen  el  concepto  de  no  creer 
lu[eramentc  cuanto  oven.  Si ,  pues ,  estas  la  tienen  por 
cierta  y  la  admiten  ,  nien  p^cde  descansarse  en  su  jui- 
cio y  afirmar  el  hecho ,  considerando  que  el  examen  de 
nestra  parte  no  nos  ha  de  conducir  mas  allá  del  punto 
iq[ae  varones  cuerdos  y  circunspectos  hayan  llevado  el 
nyo.  Asi  so  ahorra  trabajo  en  la  investigación ,  y  se  lo- 
gra mas  pronto  lo  que  se  pretende ;  pero  es  preciso  evi- 
tir  dos  escollos ;  uno  de  tener  por  público  y  notorio  lo 
fkt  casualmente  supieron  los  primeros  que  hablaron  con 
aoaotros  del  particular ,  ó  lo  que  solo  anda  por  figones  y 
libernas ;  otro  de  distinguir  con  el  aventajado  concepto 
hiuecei  morahi^  si  se  permite  esta  denominación  ,  á 
foienes  por  cierto  no  lo  merezcan  ;  antes  bien  en  otras 
ocasiones  se  hayan  acreditado  de  ligeros  6  crédulos ,  6 
d  contrario ,  de  necios  v  obstinados  contra  la  verdad. 
Okrando  con  esta  cautela  estamos  seguros  de  acertar» 
]  nos  convenceremos  de  que  nos  es  concedido  en  hechos 
ne  ocurrieron  lejos  de  nosotros  aspirar  á  la  misma  cer- 
tidumbre que  si  hubieran  pasado  á  nuestra  vista. 

»H¿  aqui  también  el  medio  por  donde  la  noticia  de  los 
kcbos  so  trasmite  de  unas  á  otras  generaciones ,  6  el  ci- 
ttiento  en  que  estriba  la  tradición.  Ciertamente  la  gene- 
Yicion  contemporánea  ,  sabedora  del  acontecimiento »  le 
lomunica  á  la  inmediata,  esta  á  la  que  sigue,  y  asi  suce- 
rivimente.  Sobre  ello  es  bueno  notar  que  la  sucesión  de 
Im  generaciones  no  se  parece  á  una  sarta  de  perlas,  don- 
M  cida  una  solo  toca  en  un  punto  i  la  ooQtigiia«  sino 


390 

bien  á  nna  cadena»  donde  los  eslabones  estin  metidod 
unos  en  otros,  6  enlazados  con  los  inmediatos.  Asi  oue, 
la  generación  que  nació,  ú  obtuvo  el  uso  de  la  razón  des- 
pués del  hecho,  incorporada  con  la  que  le  presenció,  es- 
tá durante  mucho  tiempo  oyendo  repetir  la  narración  de 
él,  y  cuando  viene  la  siguiente,  todavía  la  alcanzan  mu- 
chos de  la  primera  ,  sin  que  deje  de  haber  algunos  qué 
toquen  á  la  cuarta.  Por  csla  razón  se  forma  una  cadena 
de  testimonios,  que  dejan  el  hecho  fuera  de  toda  duda,  J 
como  el  interés  en  oponerse  á  lo  cierto  vá  disminuyendo 
con  el  tiempo,  la  verdad,  lejos  de  debilitarse,  seapdra 
mas  y  mas,  adquiere  mas  fuerza ,  y  escepto  aquellos  qué 
no  nacieron  para  pensar,  á  todos  subyuga. 

»  Lo  que  acabamos  de  decir  suministra  el  medio  de  có* 
nocer  si  lo  que  se  cuenla  de  nmchos  aüos  ó  siglos  mere* 
ce  crédito  ;  ó  aclarando  la  cuestión,  los  caracteres  que  bá 
de  mostrar  la  tradición  para  ser  creida.  Lo  primero  es  dt 
advertir,  que  pues  el  hecho  pasa  ante  todo  de  los  testigoi 
presenciales  á  los  de  oidas,  y  de  unos  y  otros  al  páblieoi 
y  luego  por  la  generación  presente  á  la  venidera,  á  las  Te  i 
nideras  en  orden  sucesivo ,  si  la  tradición  .aparece  inier-r 
rumpida,  ó  se  le  puede  racionalmente  señalar  prindpio 
posterior  ¿  la  fecha  del  acontecimiento ,  no  llevará  cotisip» 
go  este  sello  que  certifica  de  la  verdad  del  mismo.  Debe# 
pues,  ser  constante,  y  subir  hasta  el  suceso  que  cuenta^ 

»Por  otra  parte,  si  el  hecho  es  importante,  cunde  áñ 
upos  en  otros ,  y  se  esparce  hasta  muy  lejos.  Asi  se  í^mb* 
gura  mas  y  mas  su  certeza,  pues  la  gran  distancia  enir# 
las  gentes  que  le  refieren ,  imposibilita  que  se  pongas 
de  acuerdo ;  de  donde  se  infiere  que  lo  <|[ue  tradiciopftlt 
mente  se  oiga  en  puntos  remotos  unos  de  otros ,  tiene 
fundamento  cierto.  ; 

» Por  último,  asi  como  la  ficción  se  reviste  dejaotaj 
^versas  formas,  asi  tataibien  la  verdad  nunca  ostenta  HkH 
^ue  una  cara ;  porque  el  bocho  sucedido  en  lugar  i  «9 
úemno,  con  circunstancias  determinadas,  es  tmposibto 
qué  haya  sucedido  en  lugar,  en  tiempo,  con  circunalaBl- 
^ciü  •diíereatei.  Lutigo  «i  todos  le  cuenUa  de  la  'propia 


miierat  «eri  cierto ;  t  aqni  es  conyeniente  llamar  la  aten- 
cíoD  sobre  lo  que  en  la  materia  dojainos  dicho  «  á  8«iber: 
que  esla  conroriindad  do  narraciones  os  indisponsable  en 
lo  sustancial ,  mas  do  cd  particularidades  ó  cosas  acciden- 
tales. 

» Apurada  la  verdad,  vá  pasando  con  la  narración  el 
asenso  general  sin  diliculLid  alguna  de  padrea  á  hijos.  Al 
llegar  á  esto  punto  ,  luuorlos  \a  los  que  presenciaron  el 
kcho «  y  aun  los  que  de  su  boon  le  oyeron ,  es  oscusado 
olro  exáineu.  No  aíiv  por  esto  que  no  quedo  lugar  para 
ÍQvesligar  ó  discurrir,  sino  solo  que  únicamente  podrá 
liicerse  respecto  de  lo  que  nos  haya  trdsmilido  la  anligüe»- 
lUd ,  careciendo  de  fueria  los  argumentos  que  se  opon«- 

{in,  fundados  ou  lueras  conjeturas  ó  en  suposiciones  ar- 
ilrarias.  Cieriamenle  por  mas  que  uno  se  divierta  cu 
fingir  uuevas  circunstancias  ,  nuevo  modo  con  que  baya 
poaido  suceder  uniíeobo,  no  pasará  todo  de  una  novela; 
DO  constando  nada  do  ello  do  parte  de  los  que  supieron  á 
íoodo  lo  ocurrido,  y  únicos  á  quienes  es  lícito  preguntar 
para  hacer  la  averiguación.  A  este  eatado  de  cosas  llaman 
algunos  freecnpciott^  tomando  el  liooibro  del  derecho  ^ne 
la  aplica  á ^diverso  objeto,  puesto  que  no  deja  de  tener  con 
este  analogía.  La  preat'.Hpcion,  pues«  esla  sanción  quo  dá 
el  tiempo  á  la  verdad  do  un  acaecimiento. 

»  Aunque  el  testimonio  verbal  os  requisito  indispensar 
Ue  en  la  tradición,  hay  cosas  sin  emlwrgo  que  la  asega-^ 
ua  mas,  y  le  dan  nueva  fuerza.  Aule  ellas  hablaremos, 
aole  todo,  do  los  monuiuentos,  verdaderas  memorias  que 
de  continuo  recuerdan  el  suceso  á  cuantos  los  miran,  re 
aovando  á  su  vista  algunas  circunstancias  de  aquello  mia- 
AM>  que  se  reGere.  iiO  primero  que  para  esto  sirvo  os  el 
Jugar  ó  paraje  dónde  aconteció  lo  que  dio  materia  á  la 
tradición  ;  porque  la  vi.Ua  de  aquel  monte  ,  de  aquel  va- 
|le,  de  aquel  lioaque,  de  aquel  rio,  trae  consigo  el  recuer- 
do do  tal  4  tiül  JiazaAa  ú  ocurrencia  ;  y'  claro  es  quo  uno 
^  los  caracteres  del  hecho  cierto,  es  quo  convenga  e'xkc- 
bmente  con  las  circunstancias  del  lugar»  A  la  misma  ck- 
•«i^roCwiremos.d;  sepulcro  d«l  ffifm^í^^jf^  ido  quien:  le  ^n- 


tE98 

le,  Ms'fflhajas,  sus  anoas  (ai  fué  gMrraro),  loa  iBatfiíiMíh 
toa  con  que  ae  ejecutó  alguna  acción  y  otraa  coaaa  aeme- 
jantes. 

•Pero  todavía  son  mas  e6caces  los  que  de  propósito 
ae  erigen  con  este  fin ,  porque  ademas  de  que  por  ellos 
oonsta  la  intención  de  comunicar  el  bechó  a  la  posteri- 
dad, y  de  que  siendo  público  el  monumento ,  no  cabe  en 
él  error  6  engaño ;  como  también  ha  de  ser  conforme  á 
los  usos ,  progreso,  etc. ,  del  pueblo  y  tiempo  en  que  se 
levanta ,  su  aspecto  solo  confirmará  el  testimonio  de  las 
generaciones  sucesivas.  Ei^  la  infancia  de  las  sociedades 
el  nombre  impuesto  á  una  persona  6  cosa,  un  montón  de 
piedras  ó  una  sola,  la  escavacion  de  un  poso  hacian  el  ofi- 
cio que  después  hicieron  las  pirámides ,  los  muros ,  las 
columnas «  los  arcos ,  los  edificios,  con  tan  varias  formal 
y  caracteres ,  que  apenas  echamos  sobre  ellos  los  ojcSf 
sin  vacilar  aseguramos  ser  de  tiempos  remotos,  orienta- 
les, egipcios,  griegosj  romanos,  árabes,  góticos,  moder-  j 
nos.  Es  inútil  enumerar  prolijamente  las  diversas  em-  : 
des  de  monumentos  que  en  diferentes  tiempos  se  han 
construido;  basta  mencionarlos  In  general,  para  compren- 
der el  auxilio  que  dan  cuando  se  quiere  perpetuar  la 
memoria  de  acontecimientos  notables. 

•  El  mismo  efecto  producen  las  costumbres  introdiH 
cidas  por  ellos.  Un  cantar  inventado  con  aquel  motivo, 
una  fiesta ,  una  ceremonia ,  una  reunión ,  un  traje,  indi- 
can precisamente  un  origen  6  una  cosa  ^ue  interesa  á  to« 
dos  en  alguna  manera.  Por  tanto,  si  coinciden  el  princi- 
pio de  la  costumbre  y  de  la  época  del  hecho ,  este  segura- 
mente es  cierto;  porque  una  mentira  no  muévelos  ánimos 
de  muchos  hasta  el  punto  de  convenir  en  hacer  unaú  otra 
gestión  en  su  obsequio ,  ó  para  no  olvidarlo.  Es  necesa- 
rio que  la  causa  que  los  determina  obre  en  ellos  natural- 
mente ,  y  por  lo  mismo  no  puede  ser  otra  que  una  cosa 
real  y  positiva.  Mas  conviene  observar  cuidadosamente 
si  la  costumbre  es  contemporánea ;  porque  si  fuere  pos- 
"lerior ,  solo  prueba  que  cuando  s^  introdujo  se  tenis 
aquello  por  oierto»  pero  no  lo  que  f^se.  En  suma,  ht- 


SÉ9 

ek  cierto  <(m  hiere  la  imi|[ÍAtGÍdii  de  los  eontempará- 
MI,  ficilmeole  produce  ana  costumbre ;  hecho  que  solo 
S|«i  contar ,  j  cuya  yerdad  no  resulta  probada »  deja  al 
Éuno  indiferente  y  no  te  induce  á  nada. 

nAun  mas  poderosas  que  monumentos  y  costumbres 
m  las  instituciones.  Para  estas  es  absolutamente  preciso 
fM  la  sociedad  entera  sufra  alguna  alteración;  y  para  que 
n  altere  se  necesitan  no  uno ,  sino  varios  hechos ,  fre- 
sientes «  trascendentales »  de  tal  yerdad  que  no  dejen 
hpar  á  la  duda.  Solo  asi  serán  creídos  con  tal  convencí* 
■wnto  T  persuasión»  que  cambien  resoluciones,  formas» 
asiot  públicos  ,  usos  ,  costumbres ,  método  de  vida.  In-* 
dhase  el  hombre  á  hacer  lo  que  una  yez  aprendió ,  y  á 
fie  desde  la  niftez  está  acostumbrado  como  es  fácil  de* 
Mstrar.  ¿Qué  diremos,  pues,  si  lo  vemos  mudar  de 
imbo ,  omitir  lo  que  hasta  allí  ha  hecho,  separarse  de 
lo  que  lo  aficionaba ,  adoptar  lo  contrario ,  seguirlo ,  em- 
prender carrera  diversa  ae  la  comenzada?  Qué  causa  gra- 
Ts ,  poderosa ,  irresistible  le  impele  á  mudanza  tan  estra- 
ordinaria  :  no  lo  hará  en  verdad  por  capricho ,  ni  porque 
de  repente  haya  variado  de  inclinación :  de  fuera ,  no  de 
ú  propio  le  habrá  venido  el  impulso ,  pero  impulso  que 
ascesariamento  ha  sufrido  su  naturaleza.  Y  como  aqui  se 
Irala  de  «jue  no  uno  sino  muchos  ofrecen  este  fenómeno, 
h  nueva  institución  demuestra  con  evidencia  la  verdad 
M  hecho  que  la  motivó.  Y  si  aquella  en  su  origen  cxí- 

te  discusión  y  ezámen ,  este  quedará  mas  claro  que  la 
del  dia.  ¿Qué  será  si. mueve  a  la  sociedad  á  hacer  al* 
Coa  sacrificios  ,  y  con  todo  eso  la  adopta ,  y  aun  la  de- 
de  con  tesón? 
»Mas  para  que  se  vea  cuan  importante  es  el  punto 

K  ahora  tocamos,  pongamos  en  61  do  nuevo  la  atención, 
i  institución  es  un  hecho  que  supone  otro ,  á  sabor; 
ai  origen ;  y  su  origen  un  hecho  uuo  asimismo  supone 
otro,  á  saber  :  su  causa.  Asi  de  un  hecho  que  presencia* 
Bos,  pasamos  al  que  lo  dio  principio,  y  de  este  al  que  le 

Kino.  Por  otra  parte ,  la  institución  lleva  un  fin ,  ó  se 
mee  para  conMigair  un  efecto  t  y  como  el  efecto  ha 


S30 

de  ser  proporcional  á  la  causa,  de  laqui  podemos  igual- 
mente  subir  á  esta.  Seguros  estaraos  entonces  de  no  ha* 
llar  por  fruto  de  nuestras  investigaciones  ,  si  no  cambia* 
mos  ó  confundimos  el  raciocinio,  una  quimera;  porque 
ilusiones  y  fantasmas  no  dan  á  luz  realidades.  ¿Uu¿  jm- 
cío  ,  pues  ,  formaremos  de  la  acción  que  aquí  ejerce  la 
verdad  sobre  los  individuos?  Por  cierto  que  para  conven- 
cerlos es  necesario  que  muestre  los  caracteres  de  la  cer- 
teza ó  de  la  evidencia  que  desvanecen  todo  géuero  de 
iluda  ;  mas  para  inducirlos  á  ejecutar  una  ú  otra  gestión, 
es  preciso  ademas,  que  les  descubra  una  relación  inme- 
diata con  sus  personas,  la  cual  será  tanto  mayor,  cuanto 
mas  repetidos  ó  continuos  actos  exija  de  fiarle  de  elleK 
en  suma  ,  es  menester  que  obre  no  solo  sobre  el  enteS' 
dimiento,  si^o  también  sobre  la  voluntad.  Podría  suoer 
der  que  el  hombre,  ó  iluso  ó  engañado,  obrase  creyeodl 
que  ha  de  obtener  una  ventaja ;  ñero  el  desengaño  le  abri^ 
jálos  ojos.  Podría  suceder  también,  qm^  para  lograr  u 
objeto  se  tome  un  pretesto;  pero  siempre  quedará  en  pie 
la  verdadera  causa,  y  á  ella  deben  atribuirse  las  resulUit 
En  fin,  repilo,  debe  indicar  el  principio;  el  blanco  de 
las  acciones  ha  de  corresponder  á  lo  que  desde  luego  di6 
al  ánimo  la  dirección  conveniente.  Dedúcese  de  lodichoi 
uc  constando  una  institución,  la  misma  indicará  dedóa* 
e  ha  venido  :  el  talento  estará  en  examinarla, 

»  Kste  examen  bien  hecho  suministrará  muchas  refle- 
jLÍones  muy  útiles  para  la  averiguación  de  los  suceíoi; 
pero  como  esto  nos  apartaría  mucho  de  nuestro  propóeí- 
to ,  basta  lo  que  hemos  apuntado  para  conocimiento  áe 
quien  lo  leyere.») 

lün  la  última  época  que  residió  Musso  en  Madrid»  tu- 
vimos ocasión  de  tratarle  mas ,  con  motivo  de  haberle 
regalado  un  ejemplar  de  la  segunda  edición  de  las  poe- 
sías de  nuestro  amigo  don  Alberto  Lista.  Todavía  recuer- 
do, que  hablándome  de  estas  poesías,  de  las  que  era  miif 
apasionado,  no  solo  porque  se  adaptaban  á  suguslo.poér 
tico»  sino  también  por  la  tierna  amistad  que  profesalba  á 
80  autor  » las  llam^  el  último  neo  de  h  Musa  dikeúw*  i 


j 


3St 

MlrpopÓBitOt  le  o(  con  rooch<i  ((n»tó  ImbUr  ¿e  litera-* 
Oft»  j  IQVC  ocAsion  d<^  admirar  la  MmsatoK  do  sus  opi- 
KMies»  j  el  delicado  guslo  ron  que  sabia  jiizj^nr  las  obras 
•éticas.  Entonces  se  hablaba  tiNlavia  de  romanticismo  y 
tinct«mo,  de  que  alp^iinos  anos  anles  habían  disputado 
M  calor  los  lileratos  do  esla  corle ,  v  acerca  de  lo  cual 
ibabía  discutido  iarpinonte,  se^un  creemos rec4)rdar  en 
Disección  del  Ateneo.  Ku  esta  inaleria,  como  en  todas, 
lOptniou  de  lilusso  era  templada  }  distaba  igualmente 
tíos  dos  estreñios  viciosos,  y  de  todo  espíritu  csclusivo 
de  exageración.  Kn  su  coiu*epto  era  chUico  todo  lo 
neoo,  es  decir,  todo  lo  (|ue  satisiaciendo  su  objeto  cum* 
Bdamento  {mdia  scr\ir  de  modelo  á  las  demás  obras  de 
llenero.  En  la  poesía  distinguía  aquellas  reglas  inva- 
¡liles t  tomadas  de  la  misma  naturaleza,  do  aquellas 
IrM accidentales  y  variables,  según  la  dilercncia  de  los 
empos,  de  las  lenguas,  de  las  ideas  dominantes,  etc; 
m  primeras,  dictadas  por  la  sana  razón,  y  aceptadas  por 
I  consentimiento  unánime  de  todos  los  grandes  |ioetas, 
D  podían  desecharse  ni  producir  monstruos  que  acre- 
illiileu  la  perversión  del  gusto.  No  existe  ningún  arte 
¡árcelas,  y  el  abandono  absoluto  de  ellas  solo  puede 
agéndrar  delirios.  La  misma  fantasía,  guiada  por  el  ins- 
¡Alo  de  lo  bello  y  acostumbrada  al  yugo  suave  do  la  ra- 
M«  observa  naturalmente  las  reglas  sin  níngim  esfuerzo, 
'  sin  que  la  contengan  ni  compriman  en  su  libro  curso, 
bmero  escribió  un  esrelente  poema  épico  antes  de  quo 
eeuseñasen  los  preceptos  de  esto  g^^nero.  La  naturaleza 
fia  inspiración  han  guiado  siempre  á  los  primeros  artis- 
ii;  las  reglas  han  venido  después,  es  decir,  que  las  mis* 
■as  obras  las  han  dictado :  por  consi{;ui(  nte ,  no  es  posi* 
Ue  sustraerse  á  su  imperio  sin  renunciar  á  la  naturaleza 
J  i  la  razón ,  que  han  sorvído  de  guia  en  las  obras  inmor- 
liles  que  so  consideran  como  modelos.  Mas  las  otras  ro-» 
ghi  accidentales,  dictadas  por  el  gusto  particular  6  por 
cireaBstancias  locales,  están  espuestas  á  las  >icisitudGS 
le  las  mismas  circunstancias  que  las  han  producido.  Vm^ 
ém  TÍellurae  ain  iooonyeiiieute  euando  ceu  k  nMn  i^oft 


S59 

lus  introdujo  I  y  cuando  kiiieTai  cifeimitanriafi  vfMo 
gusto  par iicnlar,  nuevo  giro  de  ideas  permiten  haoeno,  y 
aun  obligan  á  ello.  Bajo  este  punto  de  yista  ,  MuMO  eia 
romántico,  y  consideraba  el  romanticismo  como  la  verda- 
dera literatura  moderna,  y  como  llamado  á  satisfacer  lis 
necesidades  literarias  de  la  actual  civilización;  Pero  á  sa 
razón  y  á  su  gusto  repugnaban  las  exageraciones  á  qos 
esto  daba  lugar.  Los  espectáculos  dramáticos  reducidos  i 
cuadros  inconexos ,  la  decencia  y  la  moral  holladas  ei 
las  descripciones  de  amores  adúlteros ,  y  en  la  represea- 
tacion  de  malvados  que  se  esfuerza  el  autor  en  hacer  in- 
teresantes ;  el  propósito  de  disculpar  los  mas  horrendo! 
crímenes ,  ya  con  la  energía  de  los  sentimientos  que  imr 
pelen  á  cometerlos ,  ya  con  el  fatalismo  de  las  circuoi* 
tancias;  el  lenguaje  osado  y  furibundo «  y  la  naturalesif 
en  fin ,  sacada  de  su  quicio.  Por  fortuna  esta  moda  no  H 
arraiffó  en  nuestro  país ,  ni  se  arraigará  en  ninguna  par* 
ie  á  donde  no  le  haya  precedido  la  corrupción  del  guilf 
y  de  la  moral ,  porque  ambas  cosas  y  hasta  la  raion  is 
menester  que  se  corrompa  para  complacerse  en  eseemí 
patibularias ,  y  en  las  que  no  pueden  menos  de  ofender  i 
la  virtud  y  al  pudor.  En  las  materias  literarias  acredita^ 
ba  también  Musso  su  profunda  erudición  y  su  vasta  ks^ 
tura ,  no  pudiendo  menos  de  admirar  el  fino  tacto  y  A 
delicado  gusto  con  que  juzgaba  todo  género  de  ooM 
artísticas. 

Habia  emprendido  6  proyectaba  tres  obras  de  iomt 
importancia ,  siendo  necesario  que  para  ello  venciesA 
sus  amigos  su  natural  modestia  y  la  desconfianza  quo 
tenia  de  sus  fuerzas.  Era  la  primera  un  curso  completo 
do  religión ,  escrito  bajo  un  plan  vasto  y  nuevo ,  y  en  sT  1 
que  se  demostrase  la  verdad  y  divinidad,  de  nuestra  reli-  j 

Íion.  Era  la  segunda  una  historia  de  España ,  que  los  PP« 
escolapios  le  instaban  á  que  escribiese ,  y  en  la  que  no 
solo  se  describiesen ,  sj  no  que  se  juzgasen  los  acoated* 
mientes ,  y  con  filosofía  se  descubriese  el  intimo  enlace 
de  todos  ellos  y  las  causas  que  los  hubiesen  prodocidd: 
do  esta  obra  carecemoi  por  desgracia ,  y  aki  ella  paeli 


3SS 

Mne  úüt  nos  falta  la  mejor  j  mas  profechosa  parte  de 
Mtestra  histeria :  i  esta  obra  deberla  haberse  unido,  aun- 
fM  en  compendio ,  la  historia  do  nuestras  artes  y  litera- 
ttn.  Se  reaucía  la  tercera  i  la  historia  de  doña  María  la 
Grande ,  de  que  eran  trabajos  preparatorios  las  apunta- 
danés  y  disertaciones  que  trabajó  para  la  crónica  de  don 
Femando  IV.  So  prononia  trabajar  con  tesón  en  estos 
proyectos  en  el  retiro  ao  su  casa  de  Lorca,  á  donde  pon- 
aba  trasladarse,  y  cuyo  viaic  tenia  suspendido  hasta  eTa<-* 
coar  una  comisión  que  el  gobierno  lo  había  encomendadot 
J  que  era  relativa  a  un  informe  que  dcbia  dar,  en  unión 
con  otras  personas  ,  acerca  del  instituto  do  las  Escuelas 
Fias.  Pero  su  última  enfermedad  vino  á  sosnrcnderic  en 
■ediodo  sus  útiles  tareas  literarias.  Hemos  dicho  mal  sor^ 
mnderle^  porque  siempre  había  meditado  en  ella,  porque 
a  proporción  que  adelantaba  en  edad  y  maduraba  su  jui- 
do ,  so  hacian  mas  vivos  sus  sentimientos  religiosos  ,  j 

rque  una  vida  arreglada  y  empleada  en  la  práctica  de 
virtud  es  la  mejor  preparación  para  la  muerte.  Un 
ataque  repentino  á  la  orina ,  que  al  principio  so  cfoyó 
dn  consecuencia ,  y  que  después  agravándose  lo  produjo 
iatensos  dolores  y  puso  término  á  una  existencia  tan  hon- 
rosa. Yió  acercarse  su  fin  con  serenidad  y  con  trun- 
foilidad  de  ánimo,  y  antes  bien  en  sus  últimos  momentos 
hblaba  familiarmente  de  la  muerte ,  sosteniéndolo  y  ani- 
«indolola  esperanza  do  una  felicidad  eterna.  £1  mismo 
J  eon  empeño  solicitó  que  so  le  administrasen  los  San- 
toa  Sacramentos  ,  que  no  pareció  ni  prudente  ni  justo 
üUtarle.  Los  recibió  con  tan  viva  fé ,  con  tal  conjunción 
7  fervor  ,   que  edificaba  á  todos  los  circunstantes.  Des- 

Cis  do  haber  tenido  un  alivio  momentáneo  >  el  31  de  ju- 
do 838 ,  espiró  rodeado  de  su  confesor  ,  que  lo  asistía , 
ovarios  PP. Escolapios,  cío  muchos  v  escelcntes  amigos. 
Hoce  minutos  antes  encargó  á  su  confesor  que  recomen- 
dase á  sus  hijos  la  observancia  do  nuestra  santa  religión  y 
d  culto  á  Maria  Santísima ,  que  bajo  la  advocación  do  la 
Encarnación  se  venera  en  su  santuario  de  Muía.  Su  muerte 

hi  tü  YwM  U  de  OH  jnatOi  cuyo  espíritu  fM^^^i^  ^^u 


5W 

Ut  miseriaü^  de  eit«,yidiu  se  eiicamliui  plá^AavAPte  é  •% 
patrU  celestial.  Ea  su  testameato  dülspuso  qae  se.  d¡e-« 

sen  gracias  en  su  nombro  á  los  amigos  que  en  m^  411um 
enfermedad  lo  habían  acompañado  y  asistido.   Su4  r^stof 
mortales  fueron  conducidos  al  cementerio  de  la  puertí 
de  Toledo,  donde  se  hallan  depositados.  El  padre  Ramoa  ' 
Yaile  del  Corazón  de  Jesús  ,  profesor  de  retórica  eo  d| 
seminario  de  Escuelas  Pias  de  san  Antonio  Abad,  dicii 
ln  inscripción  latina  que  se  grabó  sobre  la  losa  de  su  «9* 
pulcro ;  dice  asi : 

HlG  JAGET 

Josephus  Musso  et  Valiente, 

eliocrocencis, 
dulce  patriffi  decus  et  amor,  ; 

sapientise  yirtutis  alumnus, 
cui  mores  aurci,  memoria  tenax, 

mens  diyinior  et  Índoles 
faustis  natrita  sub  auspiciis 

calasanctiorum. 
Datas  terris  coelesti  muñere 
honestam  duxit  per  omnia  vitam, 
pro  aris  et  focis  tulit  multa 

tentavit  plura. 
Linguarum  philologi,  mathematici, 

philosoü  theologi  etiam, 
quin  omnium  pene  disciplinarum  academici 
dignum  coluere  sodalem, 
suspexcre  magistrum, 
magnus  magna  scripsit 

majora  parabat. 
Parentem  abslulil  atra  dies, 
et  funere  mcrsit  acerbo  Matriti 
pridie  kal.  aug.  an.  MDCCCX\XVm,  aetat.  LU, 
doleut  tanta  jactura  liller^, 

luget  patria, 
acerbus  paren tat  orbata  pietas. 


J   L 


Aanf^wp  d9B  Jos^  MusW;X  Valiente,;  P«ftw4  ¿♦.i^ 


y  ée  li  i^iMud »  Aotado  de  bella»  edtlvmbres ,  te-t 
Mmoria ,  índole  felii  y  saperíer  tálenlo  i  sábiimeDle 
'  ido  ee  lea  eacaeUs  Gialaaaedas.  Dado  á  la  tierra  por- 
kseeion  oeleUial,  aa  yida  no  amancilló  nvtieá  la  pin 
le  la  TÍrtud.  Sapo  sacriiicartié  ñor  la  religión  y  la 
,  y  nada  bastó  á  a«  celo.  Los  filólo|to8,  mateñáticoa, 
>tog09  también,  y  Ita  Academias  casi  todas  se  bon- 
Veii  con  SQ  nombre » y  respetaron  la  anperioridad  de 
Éíluees.  Dejó  bellos  escritos  su  bello  infsnio ,  y  medi- 
Atf  obras  de  mas  alta  importancia ;  pero  desgraciada- 
tile  nos  lo  arrebató  «na  mneite  prematora ,  y  deseen* 
Ü  al  senulcro  en  Madrid  el  31  de  jorio  de  1838,  á  los 
lyioa  oe  su  edad.  Con  tan  sensible  pérdida  lloran  las 
Iraa,  se  enluta  la  patria ,  gimen  en  amargo  daelo  la 
■hlad  y  amor  filial. 

^'  Veamos  el  jiñcie  ene  acercado  Mnsso  reasmne  nn  es- 
lllir ,  (1)  que  tan  intiaaamente  lo  trató,  y  que  tantas  cir- 
•Ütancias  reonia,  pava  poder  apreciar  exactamente  sit 
Ürilb.  «Tal  e8>  en  sama,  dice  la  historia  del  seior  don 
Ni  Masso  y  YaKente,  hombre  estraordinario  por  sa  ta- 
Alo,  por  su  prodigiosa  memoria,  por  su  vasta  erudición, 
k*  so  esouisito  gastó,  'oa  quien  asi  Cábian  las  Terdades 
Himes  ae  la  religión, las  abstracciones  de  tas  ciencias' 
saetas,  la  severidad  de  los  estudios  históricos,  como  los 
acantos  de  las  artes,  la  chispa  do  la  imaginación  mas 
rulante,  de  trato  afable ,  que  lo  mismo  atraía  la  grave- 
U  del  anciano ,  ^uela  inconsiderada  netulancia  del  jó- 
n;  que  bajo  el  esteriov  4b  una  raion  iria,  de  una  con- 
ersacion  que  sasonabau. los  chistes  y  las  broqias,  ocul- 
iba  un  alma  de  fucgo^  uii  corazón  proFundam  ate  sonsi- 
le,  que  muY  pocos  supieron  comprender;  llamado  por 
isstension  ae  sus  conocimientos  «.por  la  fuerta  de  sus 
dantos,  á  ocupar  los  mas  altos  destinos  de  la  nación, 
bogaba  por  modestia  ó  por  humildad  este  impulso  den- 

d)  ifeiaehsa,  Memoria  duda. 


3». 

bode  li;  T«foii'ñiigiilir  ^  no  lapiepiNi  eoM^imdkr  ki 
que  ei^e.iiofolros  am; ejercido  el  pi^er,  camdo  lepra- 
gunUban,  ¿ijué  destino  quería?  iiiNtn§uno:  contestaba  fl; 
porgue  nada  valgOf  ni  ie  nad^  «oyjcopai.»  Cwüquieraf  ha* 
biera  contestado  el  que  .le  conociese,  porque  no  hábil 
sacrificio  para  él,  cuando  se  le  exigia  en  nombre  de  la 
patria»  Y  porque  á  sus  talentos  sobraba  flexibilidad  pira 
sobresalir  en  el  que  se  le  bubiese  confiado.  Sea  ejemplo 
de  lo  primero  que  babiéndosele  significado  poco  tiemps 
antes  de  su  bllecimiento,  que  pensaban  ponerle  al  firenle 
de  la  instrucción  pública  en  el  Consejo  oue  con  este  titi* 
lo  se  pensaba  crear,  se  escusó  pretestando  que  nada  soUi, 
quemngun  tUulo  tenia  para  tanto  honor;  becho  que  pare- 
cerá increíble. á  quien  no  le  conociese  muy  á  iondo.  Hé 
aqui  el  secreto  de  que  bombre  tan  eminente  nunca  subie- 
se al  poder,  ni  ocupase  puestos  capaces  de.  haber  desea- 
bierto  todos  sus  recursos.  En  época  y  en  pais  en  que  tab 
cada  cual  por  lo  que  suena,  y  suena  á  medida  de  lo  oü 
habla,  y  hace  hablar  de  si  á  los  demás,  ¿cómo  habia  de  ha- 
cerse lugar  quién  solo  trataba  de  encubrir  su  mérito,' 
desvanecer  la  idea  que  de  él  hubiesen  formado  sus  eoBr 
ciudadanos?» 

El  señor  Bermudez  de  Castro  lloró  la  pérdida  de  ü 
amigo  en  magníficos  y  sentidos  Tersos.  Insertaremos  iM 
mas  notables  estrofas. 


Padezca  el  cuerpo  en  dolorosa  calma 
Si  un  cuerpo  amigo  espira ; 
Pero  alégrese  el  akna  si  otra  alma 
Ya  en  libertad  espira. 


Ti 


o. 


¡Oh  lá,  que  agora  soUlaná  y  triste 
,  Te  inclinas  al  etnbate  de  la  snerte* 
\^  Como  la  yedra  •si  en  la  tierra  inerte 
Cayó  el  tronco  del  olmo  protector! 
Tá  9  cayo  acento  en  ffinebres  solloios, 
Al  firmamento ,  timido ,  se  exhala 
Mientras  la  ardiente  lágrima  reabala 
For  tn  semblante  que  enlutó  el  dolor. 

.  ■        ...'■... 

Gime '{ infditrui  súplica  egoista ' 
Do  quier  en  Taño  con  dolor  rettimha; 
Duerme  tu  padre,  el  saeBo  de  la  tumba; 
Yiie  otra  rida  de  Tentara  ya.' 
TuTOz,  qae  arrastra  el  Tiento  en  sa  carrera» 
No  conmucTe  la  bÓTeda.  ondeante» 
Donde  puso  en  oolninMS  de  ñamante. 
Su  trono ,  entre  relámpagos,  JehoTá. 


.  ■  I 


Mira  del  áibol, arrancar  las  hojas  / 
El  Tiento  del  otoilQ  seo9>}  firla* 

Y  arrebatarlas  pm  rabiosOrlirioF  .  • . .  i     n 

Y  rcTolcarlas ,  rechinando a^uti.  ;  i-  .!<  ' 
Vendrá  la  primi^yera^soguirMlda'':'*  (  " 
La  rama  ciü>rirá  desnuda alK^rAfi  •( .    >• 

Con  hojas  y  con  floresiiviasf  tá  llovA    »^^!H¡    i 
Porque  no  hay  primaTeOL  paira  ti. 


!•;  {I .  !.!,..  1. r.'í 


59a 


«Subo! »  gritóle  Dios:  a  triste  es  et  mundo; 
vPurisinia  mi  bóveda  y  serena; 
vSube ,  que  entre  tos  labios,  solo  arena 
»Los  frutos  de  la  tierra  dejarán.» 
Obedeció ;  ¡  no  llores  .1  en  el  cielo, 
Gomo  nubes  de  mística  pureza 
Las  palmas  que.  coronan  su  cabeza 
Ante  tus  bellos  ojos  brillará^.  . 


Ahora  empieza  otra  vida;  ya  su  planta 
No  estampa  en  polvo  sus  mezquinas  huellas ; 
En  sus  ojos  la  luz  de  mil  estrellas 
Refleja  su  suavísimo  esplendor. 
¡  Y  cuando  el  ángel  de  la  ié  su  alma  ' 
Lleva  en  sus*  almas  de  esmeralda  y  oro^ 
Interrumpen  su  cántico  sonoro 
Tus  gemidos ,  tu  llanto,  ta  dolor. 


'i       i    >  .    < 


El  te  aguarda  en  el  coro  de  querube» 
Que  entre  abrojos  la  vida  atraresaron; 
Que  en  los  lazos  del  mondd  te  'agitaron; 
Gomo  el  delfin  etf  la  flotante  red.     *  ' 
Y  cuando  cabva'eou'áimargaespftttná 
Lahiel,elborded«#c)tli¿^fMéf,    "  '    ^ 

Te  lanzará  ánáMtimofMíb;  '"^  "<»•  '  ''  *    ''    * 
Para  apagar  tu  dévonuilé'téd'.  ' ' 


I  I,'  *..'.•  I 


3^ 


¡Llora !  que  pronto  dota  ardiente  pecho 
Se  calmarán  los  rápidos  váiyenes, 

Y  la  negra  corona  de  tus  sienes 
Sus  punzantes  espinas  perderá. 
No  borrará  su  imagen  tu  memoria; 
Mas  su  recuerdo  plácido  »  postrero, 
Como  el  rayo  del  tímido  lucero 

En  tu  vida  infelii  reflejará. 

¡  Libre  está  ya!  su  espíritu  al  dejarla, 
Secó  de  su  existencia  la  corriente, 
Que  como  el  manto  del  centauro  ardiente, 
Sus  desmayadas  fuerias  agobiól 
I  Llora,  llora,  mujer  1  para  ti  fueron 
Sus  pensamientos  últimos  del  mundo» 

Y  en  el  ruego  postrer  del  moribundo, 
Tu  nombro ,  melancólico  sonó. 

Oirás  siempre  sus  ecos :  en  las  auras. 
Del  anchó  bosque  en  los  suspiros  fagos. 
En  el  murmullo  de  los  tristes  lagos 
Escucharás  su  acento  paternal. 

Y  cuando  el  suefiode  tus  ojos  huya, 
Una  mirada  hasta  tu  frente  bella 

« 

Bajará  sobre  el  rayo  de  una  estrella 
Para  ser  en  el  mundo  tu  fanal. 

FIN  DBI.  TOMO  VU. 


^  V 


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''I 

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I 


I.. 


galería 

bE    ESPAÑOLES    CELEBRES 

4 
BIOORAFIAS  Y  BBTBATOS 

cuidos,  vib  Vob  foWuoL.  Mi  Voft  «nMi%»  v%  W% UItm 

wmn  D.  MicomsDBi  PAsvom  buji 


T«HO  ¥1U. 


MAURID. 

uUi  li  CamUi.  Dúii.  8  j  35. 


^ 


% 


'    I 


DOM  CABliOÜ  IiATOBBG< 


an  adelantada  ya  la  publicación  de  esta  GaUria^  y 
lo  ella  verdaderamente  un  bosquejo  igualmente  de- 
ido  que  filosófico  de  la  historia  moderna,  no  podría* 
dejar  de  presentar  á  nuestros  lectores,  para  cern- 
ir aquel,  enlaparte  relativa  á  la  escena  nacional, 
liografía  de  un  actor  tan  entendido  en  el  arte  que 
Tesa,  como  aplaudido  en  los  teatros  de  la  corte  y  en 
ide  las  principales  capitales  del  reino;  de  un  hombre 
á  la  circunstancia  de  haberse  formado  por  sí  solo  y 
estudio  privado^  reúne  el  doble  mérito  de  haber  en- 
lo  á  muchos ,  y  de  estar  enseñando  todavía  *  como 
isor  de  declamación  en  el  Conservatorio,  lo  mismo 
ejercita  con  tan  singular  aceptación  y  con  tan  repe* 
r^plausos  en  los  teatros  de  la  capital.  El  mismo  que 
Klas  reglas  da  también  el  ejemplo.  Por  consiguientef 
iireglas,  que  mejor  llamaríamos  consejos,  llevan  en  sí 
Biayor  prueba  y  toda  la  autoridad  que  merecen,  por- 
B  no  se  la  da.e$ta,, ]a  opinión  aislada  de  ningui^  artista 
4e  ningún  e$critor,  sino  d  gusto  de  aquella  potcvou 


4 

escogida é  ilustrada  del  p6blico,  qae  habitualmenle asiste 
en  nuestro  pais  alas  representaciones  teatr.iles.  No  quie- 
re decir  esto ,  que  el  actor  de  quien  habLirnos  haya  se- 
guido ciegamente  el  rumbo  que  pudiera  trazarle  el  gusto 
menos  depurado  de  otras  épocas  anteriores ,  ni  tampoco 
que  pretendiese  imponer  al  público  el  yugo  de  un  goito 
que  no  se  conformase  con  el  carácter,  con  los  sentimien- 
tos ¿  instintos  nacionales.  Antes  al  contrario,  siguiendo, 
este  actor  sus  inspiraciones  propias  y  el  camino  que  le 
trazaba  la  naturaleza,  á  la  que  continuamente  consultaba 

Eor  medio  de  una  obseryacion  constante  é  ilustrada,  N 
aliaba  siempre  dispuesto  á  someter  sus  ensayos  al  juicio 
del  público ,  con  quien  en  cierto  modo  debia  trausigirt 
tratándose  de  un  arte  como  la  representación  teatral,  que 
es  de  agrado  y  de  placer.  Por  lo  dicho,  y  por  la  época  en. 
<|uc  por  primera  yez  se  presentó  en  lá  escena  de  Madril- 
el  señor  Latorrc,  se  conocerá  desde  luego  el  interés  y  b 
importancia  que  deben  tener  en   su  biografía  los  pof* 
menores  de  su  yida  artistica,  en  que  se  espongan  los  mi^ 
dios  que  empleó  y  la  dirección  que  siguió  para  formarw 
en  el  arte  de  la  declamación,  las  diBcuitades  que  yendíf 
los  estudios  que  hizo,  el  sistema  aue  adoptó ,  el  métolíj 
con  que  estudia  y  ensaya  los  papeles  de  importancia 
desempeña,  y  los  esfuerzos  que  ha  empleado  para  redi 
el  arte  de  la  representación  teatral  á  un  sistema  com| 
to,  y  á  principios  fijos  y  seguros.  Este  estudio  non 
á  conocer  naturalmente  los  progresos  del  gusto  gei 
en  el  arte  de  la  declamación ,  asi  como  las  mejoras  00, 
tanto  en  la  corte  cuanto  en  las  capitales  de  las  proyiddM^ 
se  han  introducido  en  las  representaciones  teatraleOv^ 
que  en  una  parte  muy  principal  son  debidas  á  lainÚíi 
gencia  y  esfuerzos  de  nuestro  actor.  ■'.'^ 

La  -civilización  y  las  costumbres  de  nuestro  siglo  íi^ 
podrían  permitir  que  un  escritor,  con  el  designio  de  ré^ 
tratar  al  hombre  najo  todos  sus  aspectos ,  preteüdielfl 
alzar  una  par:te  del  velo  que  oculta  los  accidentee  de  tÉ 
yida  privada,  ñi  que  pretendiese  trasladar  á  sus  leet(ffi# 
mJ  sagrado  del  hogar  doix^stico.  Hoy  solo  es  lícito  ~ 


5 

cribir,  y  mucho  mts  rcspoclo  do  las  personas  que  viven, 
su  vida  públicav  dando  á  conocer  el  influjo  que  han  ejer- 
cido, ya  en  los  acontecimientos  politicos,  ya  en  la  litera- 
tura,  ya  en  las  artes.  Pero  como  el  honu)re  no  es  mas 
que  uno,  sus  ideas»  sus  sentimientos  y  sus  mas  ocultas 
ibcciones  se  revelan  en  los  hechos  públicos,  en  sus  opi- 
niones políticas  y  en  las  obras  que  producen.  Si  esto  se 
observa  en  general ,  tiene  una  esplicacion  mas  especial 
con  respecto  á  los  artistas  dramáticos ,  que  dtoben  todas 
lus  ventajas,  y  el  elevado  puesto  que  han  llegado  á  al- 
canzar en  la  escena ,  a  su  esquisita  sensibilidad ,  á  la  bri- 
llantez de  su  imaginación,  al  fuego  de  su  entusiasmo,  y 
í  la  inspiración  de  su  genio.  Del  actor  de  teatro  nuede 
decirse  con  propiedad  que  no  tiene  secretos  para  el  pú- 
blico, pues  lo  ofrece  y  representa  en  una  serio  de  obras  dif 
versas  todos  los  arcanos  ao  su  corazón:  no  tiene  el  escri- 
tor que  empeñarse  en  reunir  episodios  do  su  vida  priva- 
da, ni  incidentes  que  satisfagan  la  curiosidad  quo  inspira 
la  celebridad  de  un  hombre  tan  conocido  del  público,  pues 
il  propio,  y  casi  diariamente,  sabe  retratarse  á  si  mismo, 
cuando  espresa  tanto  los  sentimientos  cuanto  las  escenas 
Bas ocultas  del  hombre  interior.  Do  esta  manera,  carac- 
Wriíandoal  actor,  se  caracteriza  al  hombre. 

No  por  eso  sin  embargo  dejaremos  de  apuntar  algu- 
Us  circunstancias,  que  ademas  de  ser  propias  de  este  gé- 
nero de  escritos,  no  podrán  menos  de  interesar  á  nues- 
tros lectores,  ademas  de  convenir  igualmente  á  nuestro 
fropósito.  Nació  don  Garlos  Latorre  en  la  ciudad  de  To- 
fo a  2  de  noviembre  de  1799.  Fueron  sus  padres  don 
Antonio  Gómez  de  Latorre  y  doña  Catalina  Gucrroro  y 
Uarc.igo.  Su  padre  siguió  la  carrera  de  la  Hacienda  uú- 
blica,  y  desempeñaba  á  la  sazón  en  aquella  ciudad  el- 
destino' do  contador  de  rentas,  habiendo  despules  pasado 
á  desempeñar  en  propiedad  sucesivamente  las  intenden- 
cias do  A^sturias  y  de  Zamora.  En  rasa  de  sus  padres  re- 
cibió don.  Carlos  la  primera  educación,  en  la  que  pusie- 
Ton  aquellos  todo  el  esmero  que  evigia  su  posición  so- 
cial. Antes  de  salir  de  la  infancia»  fue  aduüüdoewU  c.;y^ 


de  pajes  del  rey  en  tiempo  de  José  Napoleón.  Esta  can 
de  educación ,  que  siempre  habia  estado  en  un  pie  bri- 
llante ,  lo  estaba  entonces  mucho  mas ,  porque  merecía 
una  protección  especial  de  José  I  y  de  su  gobierno. 
Ademas  de  enseñarse  en  ella  las  matemáticas,  la  ffeogra- 
fia,  la  historia,  las  humanidadcsy  las  principales  leDgtui 
antiguas  y  modernas,  so  instruia  á  los  alumnos  en  til 
artes  y  habilidades  propias  de  un  caballero,  como  el  di- 
bujo, la  música,  la  equitación,  la  esgrima,  etc.  En  eiti 
casa  fue  educado  un  hijo  del  general  Hugo ,  llamado  Vis- 
tor, que  hoy  ha  adquirido  un  nombre  célebre  en  su  pa- 
tria y  en  toda  Europa .  Latorre  siguió  los  estudios  de 
aquella  casa  con  todo  el  ardor  de  su  carácter,  descubrieo- 
do  en  todos  ellos  unas  felices  disposiciones,  y  manifei- 
tando  una  inclinación  especial  á  las  artes  y  á  la  poeáfa. 
Sin  embargo ,  aunque  se  complacía  mucho  en  la  Jectan 
de  los  poetas^  recitando  y  conservando  de  memoria  ni 
mas  bellos  trozos ,  jamás  se  ensayó  en  la  composicioii 
ya  fuese  por  falta  de  osadía,  ó  ya  porque  en  las  escndlf 
de  poética  no  se  acostumbraba  entonces,  ni  aun  creamtf 
que  se  acostumbre  al  presente,  empeñar  á  los  discípnbl 
en  ejercicios  prácticos.  Dejó  esta  casa  á  la  retirada  ae  lü 
tropas  francesas,  y  pasó  á  Francia  en  compañía  de  supih 
drc,  obligado  á  emigrar  por  consecuencia  de  las  circnni* 
tancias  politicas.  Después  que  su  padre  fijó  su  residencilf 
se  dedicó  don  Garlos  á  proseguir  y  perfeccionar  sus  th 
tudios ,  Y  muy  particularmente  á  mejorar  la  escritura  J 
pronunciación  francesa ,  que  llegó  á  adquirir  con  la  ei- 
traordinaria  perfección,  de  que  en  adelante  daremos  ua 
prueba  irrecusable.  Uno  de  los  estudios  que  practicó,  coi- 
sistia  en  concurrir  frecuentemente  á  oir  los  discorsQl 
que  so  pronunciaban  en  público,  tanto  en  los  tempblf 
cuanto  en  ios  tribunales  y  en  las  cámaras:  de  esta  mane* 
ra  acostumbraba  su  oido  á  la  mas  perfecta  pronunciacio9f 
y  al  mismo  tiempo ,  como  era  consiguiente,  adqnina  d 
gusto  en  la  declamación.  Según  requería  su  edad  y  M 
afición  á  la  poesía,  le  merecían  los  teatros  del  país»  y  ao- 
bre  iodo  elllamado  loalro  íroLUcés^  ana  especial  predi*» 


7 

Moii.  No  86  contentaba  con  frecaontarlos ,  sino  oue 
aiemas  tomaba  de  memoria  y  recitaba  en  su  cuarto  ios 
tmoi  mas  selectos  de  aquellas  mismas  tragedias  que  ha- 
lii  Yisto  representar.  Siguiendo  cie|(amente  el  instinto 
Ugusto,  sin  mas  imnulso  que  su  aGcion  á  la  poesía »  sin 
llio  designio  que  el  ae  perleccionar  su  pronunciación  en 
ll  idioma  de  aquel  pais,  iba  formando  y  mejorando,  sin  ad- 
latirlo,  su  gusto  en  la  declamación  teatral,  y  las  prime* 
Hl  nociones  do  este  arte  encantador.  (Cuan  lejos  estaba 
^lonces  de  imaginar  que  algún  dia  lo  habia  do  ejercitar 
ll  su  patria,  y  que  en  61  habia  de  fundar  un  titulo  á  la 
lakbridad  y  á  la  gloria! 

Ni  su  amor  ala  lengua  y  literatura  de  su  patria,  ni  los 
iQliseios  de  su  buen  padre,  le  permitieron  olvidar  la  Icc- 
In  de  nuestros  buenos  poetas ,  alternándola  con  la  de  los 
Horitores  y  poetas  fanccses.  Destinado  á  la  carrera  mili- 
br  desde  que  entró  en  la  casa  de  pajes ,  quiso  su  padre 

Eeen  Francia  sirviese  al  imperio  en  la  Guardia,  como 
mejor  escuela  en  que  pudiera  aprender  la  ciencia  mi- 
Itar.  £1  joven  Latorre  amaba  con  ardor  esta  carrera ,  y 
lm>  do  entusiasmo  quiso  ponerse  al  lado  de  aquellos  va- 
Ivites ,  que  habian  llenado  el  mundo  con  la  gloria  de  sus 
Mfuresas.  Aun  todavía,  y  después  de  muchos  aQos ,  no 
piMÍe  recordar  sin  conmoverse  unos  batallones  á  los  que 
II  gloria  de  haber  pertenecido.  El  mismo  señor  Latorre, 
i^en  hemos  tcniao  el  gusto  de  conocer  y  tratar  hace 
■Mho  tiempo,  se  extasiaba,  hablándonos  el  año  de  ¿3  por 
háiridas  llanuras  de  la  Mancha,  do  los  movimientos  y 

Codes  operaciones  do  la  Guardia  imperial ,  asi  como 
valor  Y  entusiasmo  de  los  bizarros  soletados  que  la  com- 
Mian.  liisuelto  aquel  ejército  después  de  la  restauración 
liiloa  Borbones,  toIvíó  don  Carlos  al  lado  de  su  padre, 
iMinuando  en  sus  pacíficos  entretenimientos ,  hasta  que 
ialSiü  volvieron  aitü)os  á  Espíala ,  lijando  su  residencia 
íaMadrid*  Tanto  en  aquella  ¿poca ,  como  eu  las  posterio- 
itii  vivió  don  Carlos  alejado  en  cierto  modo  de  las  cosas 
IMÜtieas,  porque  ni  su  carácter «  ni  su  educación,  ni  su 
'^^~  á  la  independencia  personal,  ni  su  ánivoo  qiauV«>  ^^ 


8 

toda  ambición  y  de  toda  mira  de  eiiffrandecinúento  propin 
lo  impulsaban  á  tomar  una  parte  mmedíata  j  actiya  m 
las  luchas  enconadas  de  los  partidos.  Amando  sin  embir» 
go  con  ^nceridad  6  ilustración  la  libertad  de  su  patriif 
corrió  á  tomar  un  fusil  en  la  Milicia  Nacional  de  Madrid; 
j  siguió  sus  banderas,  sin  abandonarlas  jamás ,  hasta  li 
isla  gaditana »  donde ,  por  consecuencia  de  los  aconteci- 
mientos entonces  ocurridos ,  fueron  enteramente  disnel- 
to  aquellos  cuerpos.  Trató  entonces  de  Yolyer  á  Madrid,} 
quiso  ser  de  los  primeros ,  conociendo  muy  bien  la  irrif^ 
tacion  de  las  pasiones,  de  las  que  habia  de  ser  mayor  y 
mas  grande  el  desenfreno,  después  que  el  rey  Feraand» 
y  su  comitiva  hubiesen  atravesado  los  pueblos  del  tránsi- 
tos hasta  la  capital.  No  hemos  sabido  nunca  de  qué  medi0 
se  valió  para  proporcionarse  un  pasaporte ,  en  que  no  M 
hacia  mención  de  haber  sido  Miliciano  Nacional  de  Ma- 
drid, y  en  el  que  se  anadia  la  circunstancia  de  ser  ri  iiH 
teresado ,  fabricante  de  medias ,  que  pasaba  á  Burgos.  Ifo 
se  contentó  con  esto ,  sino  que  al  mismo  tiempo  se  viili^ 
del  traje  correspondiente,  con  un  mal  pantalón  azul, un» 
chaqueta  del  mismo  color ,  sin  pañuelo  al  cuello ,  en  pieM] 
ñas,  y  con  alpargates,  llevando  al  hombro  un  palo,  en  qM 
iba  atravesado  un  lio  de  ropa ;  de  esta  manera  le  conocí-* 
mos  y  hablamos  por  primera  vez  á  la  salida  de  Córdobl» 
y  podemos  asegurar ,  según  después  hemos  reflexionadOr 
que  jamas  el  señor  Latorre ,  á  pesar  del  mucho  estadio 
que  ha  hecho  posteriormente,  ha  desempeñado  ningún  pa- 
pel con  la  naturalidad,  con  la  verdad,  con  la  propiedad 
que  representó  entonces  el  de  fabricante  de  medias.  Via- 
jando á  pie ,  confundido  entre  la  multitud  de  desgracia* 
dos  que  volvian  á  sus  hogares ,  comiendo  en  una  esqoiía 
de  una  mesa ,  y  echándose  á  descansar  en  un  rincón  de 
las  posadas,  no  era  fácil  reconocer  bajo  el  traje  y  los  mo- 
dales con  que  se  disfrazaba ,  á  una  persona  de  tan  esquí* 
sita  educación.  El  que  escribe  estas  lineas  fué  por  algu- 
nos dias  uno  de  los  engañados,  hasta  que  al  cabo  advirtió 
en  su  conversación  la  cultura  propia  de  un  caballero. 
Aunque  con  algunas  personas,  durante  el  viaje ,  se  íraiK 


o 

■MM I  j«mái  en  las  ocasiones  criticas  y  en  los  machos 
urterrogaiorios  qae  safrió  en  casi  todos  los  pueblos  del 
bnlaaito  faltó  á  las  condiciones  qae  exigía  el  personaje  qae 
Mpresentaba.  Precavido  y  sagai,  le  bastó  una  mirada 
pira  conocer  el  estado  de  exaltación  en  que  se  hallaba 
Ma  gran  parte  del  vecindario  de  Córdoba.  Era  dia  do 
im  Rafael,  patrón  de  aquella  ciudad;  y  con  motivo  de  la 
hrtividad  de  aquel  dia ,  las  calles  y  las  plazas  estaban  lie- 
ias  de  gente :  turbas  de  paisanos  armados  capitaneadas 
pN*  frailes  dctenian  6  interrogaban  y  examinaban  los  pa- 
Hiportes  de  los  viajeros  en  cualesquiera  calle  ó  plaza  que 
ki encontrasen:  jamás  podremos  olvidar  las  cintas  blan- 
Dis  con  el  lema  de:  Morir  0$  ley  ^  por  la  Inqui$icion  y  el 
Ki¥,  que  era  el  distintivo  de  las  turbas  y  sus  caudillos, 
lilas  amenazas  ¿  insultos  que  dirigían  á  los  que  recono- 
Bian  en  traje  de  viajeros.  Latorre  salió  bien  do  mañana  de 
l|Bella  ciudad  9  en  la  que  no  quiso  descansar.  De  esta  ma« 
Mn  selibró  de  muchos  entorpecimientos  y  aun  peligros, 
li  Tembleque  fué  mas  prolijo  el  reconocimiento  do  los 
l|iDpajcs;  y  un  oficial,  en  calidad  de  comandante  de  las 
tasas,  fué  examinando  los  pasaportes  de  todos  los  via- 
|ÍÉüs,  é  interrogando  á  cada  uno  en  particular  sobro  su 
rittej  circunstancias  y  motivo  (le  su  viaje.  Nuestro  fabri- 
knte  de  medias  se  mantuvo  en  sus  trece,  y  tan  sereno, 
te  tranquilo  y  con  tal  al^andono ,  que  el  bueno  del  co- 
iandante,  que  á  los  poces  días  lo  encontró  en  la  Puerta 
USol,  no  pudo  menos  de  decirle:  «caballero.... me  pa- 
üeia Yd.  dispense.... es  Yd.  un  vivo  retrato  de  un 

fc\eaníe  de  medias ,  á  quien  hace  pocos  días  he  visto  y 
ado  en  la  Mancha. »  En  Yal<lepeñas  se  forinó  un  de- 
)hi(o  general  de  todos  los  procedentes  de  Andalucía.  Por 
ti  comisario  general  de  policía,  llamado  Giménez,  hom~ 
bsde  estatura  semicolosal,  con  pies,  manos  y  facciones 
^respondientes,  se  examinaban  escrupulosamente  los 

Ciportes  de  todos  los  viajeros ,  y  solo  se  daba  el  pase  á 
que,  después  de  un  prolijo  interrogatorio,  no  se  les 
liKiibria  patente  sucia.  Las  contestaciones  que  dio  en  es- 
^'  bterrogatorio  nuestro  fabricanie  de  medios  lu^t^\i 


10 

obra  maestra  >  por  su  naturalidad  y  por  sa  oportimidaii' 
por  la  yiyeza  con  que  se  daban,  y  basta  por  el  acento | 
tono  de  yoz  de  la  persona  que  hablaba,  y  por  el  aipciM^j 
y  continente ,  y  por  la  actitud  y  moyimientos  de  la  oi^ 
ma :  el  efecto  fué  estraordinario  y  la  ilusión  completa,  l| 
tal  maneta ,  que  sin  dificultad  yisó  el  comisario  JíhmÍmI 
el  pasaporte  del  señor  Latorre.  De  todos  los  comproní^ 
sos ,  que  en  aquel  yiaje  eran  frecuentísimos,  salia  el  nuM 
mo  con  igual  felicidad ,  sin  que  nadie  pudiese  ni  remolM 
mente  sospechar  la  clase  á  que  pertenecía,  y  sin  que  k| 
preguntas  mas  estudiadas  y  capciosas  fuesen  capaces  h 
sorprenderle.  Pocas  leguas  antes  de  llegar  á  J^adrii^ 
desapareció,  y  á  pocos  dias  tuyimos  el  gusto  de  eneoft^ 
trar  y  reconocer  en  la  calle ,  no  sin  dificultad,  al  an  ' 
fabricante  de  medias  >  conyertido  en  uno  de  los  pri 
elegantes  de  Madrid. 

Ya  hemos  dicho  que  el  señor  Latorre  no  mo 
yocacioná  los  destinos  públicos:  tampoco  en  aquella  é| 
le  hubiera  sido  posible  obtener  ninguno.Tanto  esto,  c 
tola  delicada  consideración  de  no  ser  srayoso  á  su  pa< 
que  á  pesar  de  su  mérito  y  servicios,  y  de  sus  muchos 
gos,  se  encontraba  á  ía  sazón  sin  destino,  le  hicieron 
sar  en  fijar  su  suerte  de  una  manera  estable  é  ind 
diente.  Después  de  haberlo  pensado  por  algún  tiempOf 
impulsado  por  su  afición  al  teatro,  se  decidió  á  seguir 
carrera.  Es  de  advertir  aquí,  que  aunque  conocía  muy 
fondo  las  mejores  tragedias  francesas  y  nuestras  mejom 
comedias;  aunque  recitaba  con  inteligencia  y  gusto  IVi 
mas  escelentes  trozos  de  unas  y  de  otras ,  jamás,  ni  i^, 
entre  aficiofiados ,  habia  ejecutado  ninguna  pieza  detá*^ 
tro,  hasta  que  por  primera  vez  se  presentó  en  el  t^^* 
del  Príncipe  en  21  de  febrero  de  824,  á  representar  Pj 
papel  de  Ótelo  en  la  tragedia  de  este  nombre ,  tra| 
que  desde  la  muerte  de  Maique:^  no  se  habia  puesto 
escena,  que  era  una  de  las  que  mas  repitió  y  en  que  n 
entusiastas  aplausos  obtuvo  aquel  gran  actor;  y  quiíí  Ji^ 
que  por  su  originalidad  y  carácter,  y  hasta  por  el  apárala 
y  lujo  de  la  escena  habia  dejado  mas  profundos  recuef*^ 


11 

I  en  los  espectadores  madrileflos :  los  baenos  aficiona- 
I  de  la  corte  se  esforzaban  por  imitar  á  Maiqoez  en  las 
í  interesantes  escenas  de  esta  tragedia :  era  pues  muy 
¡groso  ponerse  en  lucha  con  tales  recuerdos ;  y  era 
mas  muy  difícil  elevarse  á igual  altura,  siguiendo  un 
ibo  trazado  por  inspiraciones  propias ,  y  después  de 
>nocido  en  aquella  tragedia  el  gusto  del  público.  La* 
'e  no  alcanzó  á  Maiqucz,  ó  á  lo  menos  no  pudo  ycrlo 
»ajar  en  edad  en  que  fuese  capaz  de  aprovecharse  de 
lecciones.  Ademas,  el  sistema  de  Latorre,  fundado  en 
tenta  observación  de  la  naturaleza,  para  corregirla, 
orarla  y  ennoblecerla,  no  consentía  imitar  ciegamen- 
ningun  otro  actor:  de  algunos  que  vio  en  su  prime- 
ayentud^  tanto  en  España  cuanto  en  Francia  particu- 
oente,  se  aprovechó,  pero  no  para  remedarlos  ser- 
iente>  cosa  que  no  es  propia  de  un  artista  entendido, 
I  para  imitar  á  la  naturaleza  de  la  misma  manera  que 
s,  siguiendo  la  misma  dirección,  y  fundando  sus  es- 
anzas  en  sus  facultades  y  en  su  inspiración.  Este  mis- 
sistema,  que  casi  por  instinto  se  habia  formado  el  se- 
Latorre ,  antes  que  pudiese  darse  una  razón  comple- 
te él  9  le  hizo  también  no  imitar  servilmente  á  los 
ndes  actores  franceses  que  habia  visto  trabajar:  ad- 
"aba  en  la  representación  de  las  tragedias  francesas 
esfuerzos  y  el  talento  de  aquellos,  y  sus  raras  dotes; 
o  haciendo  abstracción  de  las  diferencias  del  gusto 
ional,  y  de  lo  que  exigía  la  naturaleza  de  la  lengua  y 
la  prosodia,  no  podia  menos  de  observar  que  detrás  de 
actor,  por  eminente  que  fuese,  habia  una  cosa  mas 
Da  todavía  de  observación  y  de  estudio :  esta  cosa  era 
^rsonaje  histórico  que  el  actor  se  encargaba  de  re- 
sentar,  si  el  pintor  lo  representaba  por  medio  de  los 
)res,  si  el  escultor  por  medio  de  las  formas;  si  el 
ta  por  medio  de^  las  palabras  que  ponia  en  su  bo- 
de las  situaciones  en  que  lo  colocaba,  y  de  los  he- 
8  en  que  le  hacia  tomar  parte ,  al  actor  le  estaba  en- 
lendado  prestarle  vez,  movimiento,  vida,  afectos,  pa- 
les 9  para  producir  una  ilusión  completa  en  eV  ámmo 


12 

de  los  espectadores:  este  era  el  único  medio  que  pedia 
emplear  para  estudiar  á  la  naturaleza,  y  este  es  el  único 
que  es  propio  de  artistas.  Aunque  el  señor  LatorrereoH 
noció  este  como  el  principio  capital  de  sus  sistema;  aun- 
que el  éxito  de  su  primera  representación  no  pudo  ser 
mas  lisonjero  bajo  todos  aspectos,  y  en  tal  manera  qoa 
no  tuvo  motivo  para  abandonar  la  senda  quehabia  segui- 
do, ni  para  desanimarse  en  su  primer  ensayo;  con  io- 
do, sus  primeras  representaciones  dieron  ocasión  i 
que  se  discurriese  y  disputase  en  el  público,  y  especial* 
mente  entre  los  aficionados  al  teatro,  sobre  la  novedad  de 
gusto  que  parecía  pretender  introducir  el  señor  Latorre. 
Quién  suponía  un  crimen  separarse  en  un  acento,  en  el 
menor  gesto  de  las  formas  y  maneras  de  Maiquez;  qaién 
censuraba  la  exageración  de  una  nueva  escuela  que  califi' 
caba  de  absolutamente  francesa:  nuestro  nuevo  actor  oia 
todas  estas  opiniones,  las  comparaba  entre  sí,  examinaba 
lo  que  pudiese  haber  de  fundado  en  cada  una  de  ellas,  J 
consultaba  mas  todavía  que  el  juicio  de  los  inteligentes  el 
efecto  teatral ,  es  decir,  el  sentimiento  del  público ,  que 
en  último  resultado  decide  en  materias  de  gusto,  de  lo* 
das  las  opiniones  y  de  todos  los  sistemas.  Desde  entonces 
principió  á  contraer  el  hábito  de  fijar  su  atención,  tanto 
en  las  tablas  cuanto  entre  bastidores,  mas  á  la  escena  ano 
acababa  de  representar,  queá  la  que  ejecutaba  ó  debía 
ejecutar.  Esto  lo  ha  hecho  en  toda  su  carrera,  y  es. una 
de  las  circunstancias  á  que  debe  en  gran  prte  sus  pro- 
gresos, y  muchos  de  los  lisonjerostestimonios  que  hame* 
recido  del  entusiasmo  público. 

Pero  después  de  estudiar  y  comprender  el  carácter 
de  un  personaje  histórico,  según  y  de  la  manera  que  se 
hallaba  modificado  por  el  argumento  del  drama ,  por  U 
situación  en  que  le  colocaba  el  poeta,  y  por  las  pasiones  J 
sentimientos  que  le  atribula;  ¿de  qué  medios  se  valia  el 
señor  Latorre  para  elevarse  á  la  altura  del  personaje  his- 
tórico que  pretendía  representar?  De  uno  bastante  inge- 
nioso, y  que  en  efecto  no  podia  dejar  de  darle  ün  feliz  re^ 
multado.  Es  observación  que  le  hemos  oido,  y  que  Dohfi* 


<5 

AMM  podido  oWidar.  So  decía  asi  mismo:  «en  tal  situa- 
ción, ¿deque  manera  pensaría,  sentiría  y  me  espresaria 
70? Pues  bien,  voy  á  representar  tal  panel  como  si  real 
j  Yerdaderamentc  me  encontrase  yo  en  la  misma  situa- 
ción que  el  personaje  á  quien  voy  á  representar,  es  decir « 
loque  vulgarmente  so  llama  poseerse  del  napel.  ¿Basta 
«ito?  ¿IIabr6  conseguido  de  esta  manera  el  ODJeto  que  mo 
propongo?  No,  porque  entre  las  ideas;  los  sentimientos 
jlas  calidades,  no  tanto  hist6ricas,  cuanto  las  que  le 
ilribuve  el  genio  del  poeta ,  que  no  podrá  menos  de 
ennobíecer  y  engrandecer  hasta  el  ultimo  punto  al  hérocde 
mcomposirion,  hay  una  distancia  inmensa.  Y  ¿qu6  mo- 
to emplearé  para  salvar  esta  distancia?  El  do  modificar, 
kista  donde  alcancen  mis  facultades  y  mis  fuerzas,  mis 
ifeclos,  mis  emociones,  y  todos  los  fenómenos  de  la  ima- 
ginación y  de  la  sensibilidad,  de  tal  manera,  que  me  acer- 
Ioe  yo  en  lo  posible  á  representar  á  OresteSy  á  Edipo,  á 
Jejandro,  de  la  manera  que  el  poefa'io  representa  en  sa 
irama :  si  el  personaje  que  éste  crea  es  en  cierto  modo 
ideal,  también  serán  ideales  los  sentimientos  y  las  pasio- 
les  que  yo  le  atribuyo:  pues  este  es  el  idealismo  del  arto 
le  la  declamación,  como  lo  hay  en  la  poesía,  en  la  pin- 
tora y  en  todas  las  artes  de  imitación.  ¿Qué  camino  se- 
jpiiré  para  elevar  mis  diversas  facultades  de  tal  manera, 
^e  correspondan  á  la  creación  del  poeta?  ¿De  qiió  mane- 
Ttmi  acción,  mi  gesto,  mi  acento,  mis  actitudes  y  mis 
iiferentes  emociones  se  elevarán  hasta  el  grado  que  ha 
llegado  el  poeta  en  su  tragedia?  La  historia,  el  estudio 
lelas  pasiones,  el  del  pensamiento  del  poeta,  mi  imagi- 
Ucíon  propia,  y  los  movimientos  de  mi  sensibilidad,  son 
los  que  únicamente  pueden  dirigirme.»  Esto  pensamien- 
to del  señor  Latorre  es  tan  exacto  como  fecundo;  y  61 
ioto  basta  para  dirigir  en  sus  estudios  á  un  actor,  que  so 

nionga  adelantar  en  su  carrera.  Desde  luego  se  nota 
^  ifcrencia  capital  que  hay  en  las  artes,  entre  copiar  6 
imitar,  y  so  da  a  conocer  el  idealismo  en  la  declamación, 
t  U  manera  del  quo  se  observa  en  las  obras  de  otras  ar- 
tes. En  esta  parte  el  actor  sigue  las  hueWa^  df!\  i^^Vb.^ 


14 

para  dar  á  su  composición  vida  y  colorido ,  y  para  com 
pletar  su  pensamiento:  el  uno  llega  hasta  donde  alcanzai 
su  pensamiento  y  los  recursos  de  sL  arte:  el  otro,  es  de- 
cir^ el  actor,  emplea  estos  mismos  medios,  y  ademas  $m 
facultades  físicas  para  que  el  efecto  y  la  ilusión  sean  conH 
pletos.  ¡Cuántas  dificultades  tiene  que  vencer  el  actor! 
¡Con  cuántos  obstáculos  ha  de  luchar!  El  actor  de  m 
cuadro  combina  detenidamente  el  asunto  de  aquel;  lo  di- 
seña 9  le  da  colorido ,  examina  comparativamente  todas 
sus  partes,  observa  la  armonía  de  ellas  y  el  efecto  gene* 
ral  de  su  composición ;  que  puede  corregir  á  su  sabor. 
Un  poeta  toma  el  argumento  ae  su  tragedia  ó  de  m  dra- 
ma, de  la  historia,  de  las  antiguas  crónicas,  ó  déla  socie- 
dad; lo  escoge  según  su  afición  y  su  gusto,  elige  el  punió 
de  vista  que  mas  le  agrada,  y  las  situaciones  que  mas  n 
conforman  con  sus  propias  iaeas,  pudiendo  corregir  tranr 
quilamente  su  obra,  y  oir  acerca  de  ella  el  consejo  dei^ 
apasionado  de  los  inteligentes.  Pero  el  actor  de  teatro 
tiene  que  comprender  un  pensamiento  ajeno ,  á  veéei 

Srofundo:  tiene  que  aceptar  un  asunto,  que  no  ha  elegi- 
0,  tiene  que  representar  caracteres ,  sentimientos,  pt-* 
siones  que  no  son  suyas,  y  que  tal  vez  están  en  contri* 
dicción  con  ellos;  y  tiene  en  fin  que  caracterizar  por  me* 
dio  de  sus  facultades  físicas,  personajes  que  existen  en  ll 
naturaleza  de  la  manera  que  el  poeta  los  representa.  Vi 
es  estraño,  pues ,  que  sean  en  todos  los  países  muy  po- 
cos y  aun  raros  los  grandes  actores  trágicos;  porque  ade* 
mas  ae  las  dotes  que  requiere  este  género,  y  de  las  siogor 
lares  facultades  que  exige,  se  necesita  para  su  cabal  &lr 
empeño  un  estudio  y  una  penetración  que  no  es  fácil  ro* 
umr.  No  es  esto  decir  que  en  los  demás  caracteres,  coÍMi 
en  los  que  se  ofrecen  en  las  comedias  de  costumbres  «n* 
haya  también  idealismo;  pero  en  su  representación  si' 
se  hallan  estos  sujetos  á  las  condiciones  precisas  de  loi 
caracteres  históricos,  ni  requieren,  tan  grande  estenaioB 
de  facultades  físicas  y  morales ,  ademas  de  que  la  natnri' 
leza  y  la  observación  suministran  por  si  solas  maclioi 
auxilios  al  actor.  En  los  caracteres  históricos  hay  qo* 


15 

•iá|  la  áltiirt  de  la  historia  y  dé  lainfmdoii  del 
imetando  las  oonTeaciones  teatailes »  j  al  mismo 
ÜMideas  y  senlimieiitos  generales.  Aonque  estra- 
HBle  de  la  declamación^  no  podemos  dejar  de  con- 
ümmente,  qae  con  mayor  facilidad  comprende* 
ím  representamos  el  tipo  de  un  Áva/to  y  de  una 
Éif  ^pe  él  de  un  Cid  ónn  Edipo. 
¡Meion  de  estas  doctrinas,  ^ne  eran  coma  las  prí- 
Mis  de  su  sistema»  fae  la  ejecución  de  las  trage«- 
m  desempeñó  á  su  aparición  en  el  teatro  del  Princi- 
Iria  haber»  si  se  quiere»  indicios  de  una  nueva  es- 
'  de  un  nueyo  sistema  en  la  ejecución  del  OMo^ 
»y  otras  9  pero  es  indudable  míe  el  aetm  halló  el 
le  herir  la  fibra  de  sus  espectadores .  y  de  produ- 
grande  efecto  teatral.  Eñ  la  escena  quinta  de  la 
a,  oye  Ótelo  en  silencio  loe  baldones  que  le  prodiga 
lioso  senador  Odalberto»  que  le  acusa  de  haber  se- 
«rtificiosamente  el  corazón  de  su  hija  Edelmira» 
^  último  se  manifiesta  admirado  de  que  su  hiiá 
i  prendado  de  un  monstruo  como  Ótelo.  Mas  sm 
Ipuel  silencio  de  éste»  su  continente,  sus  miradas 
ai  color  de  su  rostro »  y  harta  su  actitud^  espresan 
mas  pasiones  que  rápidamente  se  suceden »  y  que 
dentro  de  su  pecho.  A  la  nobleza  de  un  Táñente 
a  que  se  le  acuse  de  haber  ganado  por  ardides  y 
fios  odiosos  el  corazón  de  la  mujer  á  qiüen  adora: 
)e  hubiera  rechazado  el  menor  insulto  con  indig- 
» oye  ahora  sumiso  y  confundido  los  improperios 
ftrige  el  padre  de  Edelmira.  El  corazón  de  Ótelo 
ido  por  un  anxNr  feliz»  y  embriagado  en  su  propia 


16 

pelida,  sacó  el  seffor  Latorre  todo  el  partido  que  po 
esperarse.  Sa  tono  de  yoz,  aanque  siempre  apasiona 
se  muestra  templado  y  pausado  cuando  pnncipiaá  haU 
cuando  dirige  sus  ruegos  al  padre  de  su  amada,  se  i 
oir  afectuoso  y  tierno ,  después  amoroso,  después  lei 
ble  á  la  gloria,  y  por  último  con  el  orgullo  de  unco 
rero  que  desprecia  la  muerte  en  el  estrépito  y  conrai 
de  los  combates.  No  hemos  podido  olvidar  el  efecto  \ 
hicieron,  en  boca  del  señor  Latorre,  estas  palabras: 

No...  señor...  no  me  atrevo  á  responderos; 
conozco  la  razón,  la  siento  y  callo; 
tenéis  derecho  para  confunairme... 
Pero  ya  que  me  habíais  perdonado 
mi  nacimiento  y  patria,  al  concederme 
vuestra  dulce  amistad...  señor...  dignaos 
de  mirar  mi  pesar,  y  no  la  pena 
que  en  este  aia  sin  querer  os  causo. 
Él  cielo  puso  dentro  de  mi  pecho 
un  corazón  sensible  al  dulce  halago 
del  amor.,   este  solo  es  mi  delito... 
Si  á  mi  elección,  señor,  hubiera  estado, 
en  Venecia  naciera...  no  en  )a  Libia; 
y  no  penséis  que  el  hado  tan  contrario, 
puso  mi  cuna  entre  sangrientas  fieras: 
¿es  un  baldón  el  nombre  de  africano?.  •• 
El  color  de  mi  rostro  me  ha  impedido 
el  probar  el  esfuerzo  de  mi  brazo?*. • 
Llámanme  el  moro;  y  para  mi  este  nombre 
lejos  de  .vituperio  es  un  aplauso: 
puede  que  pase  á  los  remotos  siglos, 
y  la  posteridad  sabrá  apreciarlo: 
solo  cifré  mi  nombre  en  los  trofeos; 

rero  el  amor  cruel  ya  me  ha  enseñado 
desdeñar  la  gloria  de  las  armas; 
y  mi  triunfo  mayor,  mi  mayor  lauro 
será,  si,  conocida  mi  inocencia, 
esa  terrible  cólera  desarmo:  '*^ 


.\ 


17 

á  costa  de  mi  sangre  ver  quisiera 
>ticstro  furor  (raiiquilo  y  aplac.ido. 
Si  carezco  de  nobles  ascendientes... 
si  olyid6  los  deberes  sacrosantos 
(te  un  amigo...  contad  las  cicatrices, 
que  hicieron  en  nú  cuerpo  horrible  estrago. 
Considerad ,  que  salgo  do  un  combate, 
considerad,  que  vos  me  habéis  amado... 
y  en  Cn...  tened  presento  que  este  moro 
su  sangre  prodigó  por  libertaros. 

Cualquiera  conocerá  que  el  efecto  do  estas  palabras 
Bopodia  atribuirse  nunca  ni  en  ninguna  ocasión  al  des- 
udado poeta.  Si  se  leyese  sin  los  recuerdos  que  ha  de- 
jado su  ejecución ,  tal  vex  escitaria  la  risa.  Hemos  visto 
^ebas  de  lo  fácilmente  (lue  se  prestan  al  ridiculo. 

En  la  escena  primera  ael  acto  cuarto,  en  la  quinta  del 
lusmo  y  en  la  escena  última  do  la  tragedia,  di6  muestras 
d señor  Latorre  desde  su  primera  representación,  de  sus 
{rindes  facultades  y  del  especial  estudio  que  habia  he- 
dió, tanto  en  la  manera  de  modular  la  voz  y  entonarla, 
Mianto  en  comprender  y  espresar  todas  las  pasiones  que 
mcesivamente  aominaban  al  personaje  que  represenlaLa, 
f  el  combate  y  la  lucha  de  aquellas.  £n  la  primera  de  las 
ttcenas  citadas  retrató  con  singular  verdad  los  celos  de 
()telo  y  su  furor,  que  admirablemente  caracterizó  pro- 
>^tmcíando  estas  palabras  tan  conocidas: 

Si  Edolmira  me  hiciese  el  menosprecio 
de  entregar  la  diadema  á  mi  contrario... 
Infeliz!... Infeliz!. «.mas  le  valiera 
perecer  en  los  climas  africanos 
al  furor  de  los  tigres  y  leones, 
y  que  su  cuerpo  vil ,  hecho  pedazos, 
y  destrozados  sus  sangrientos  miembros 
de  carniyoros  monstruos  fuese  pasto. . . 
que ,  si  son  verdaderas  tus  palanras, 
caer  por  su  desgracia  entro  mis  manos. 

loUO  VJII.  1 


18 

Las  actitudes  y  todo  el  fuego  escéuieo  con  que  kohh 
pañ6  estas  palabras ,  que  nada  tenían  de  afectado ,  ni  de 
exagerado^  ni  de  amanerado,  coniribaian  á  hacer  mas  pro- 
funda impresión  en  el  ánimo  de  los  espectadores.  Los  le- 
los ,  y  la  desesperación  y  el  furor ,  los  elevó  á  mayor  gra- 
do el  actor  9  al  decir  á  Pésaro  que  le  acababa  de  entregar 
la  diadema  y  el  billete ,  que  supone  haber  hallado  en  el 
cadáver  del  rival  de  Otélo : 

Mira:  ves  el  papel?  ves  la  diadema? 
pues  yo  quiero  empaparlos,  sumergirlos 
en  la  sangre  infeliz  y  detestable, 
en  esa  sangre  impura  que  abomino. 
Pésaro ,  ven :  en  dónde  está  ese  monstruo  ? 
llévame ,  llévame  al  horrible  sitio 
en  que  su  infame  cuerpo  ensangrentado 
pueda  yo  contemplar  con  regocijo. 
Concibes  mi  placer,  cuando  yo  vea 
sobre  el  cadáver  pálido  marchito, 
de  ese  rival  traidor ,  de  ese  tirano , 
el  cuerpo  de  su  amante  reunido? 
cuando  sobre  sus  miembros  palpitantes 
el  pecho  la  traspase  este  cuchillo?... 
Otélo  qué  haces?... barbar  o,  detente. 
Qué  ceguedad  perturba  tu  juicio?. .. 
De  una  débil  mujer  nunca  la  muerte 
el  valor  de  tu  brazo  ha  deslucido. 
Siento  que  mi  furor  se  ha  refrenado 
por  el  esceso  del  ultraje  mismo... 
recuerdo  las  palabras  que  su  padre 
al  despedirse ,  con  furor ,  me  dijo: 
«Ha  engañado  á  su  padre,  no  es  estrafio 
que  con  el  tiempo  engañe  á  su  marido. » 

Las  pocas  palabras  que  pronuncia  Ótelo  en  la  ¿Itii» 
escena  hacen  comprender  muv  bien  su  situación  borriUt» 
Guarda  silencio  en  casi  toda  ella  >  j  este  silencio  estApi'* 
espresa  mas  que  las  palabras  el  infierno  que  lleva  dtfitro 


19 

k  n  pecho.  Calla  •  porquo  no  hay  palabras  que  baslen 
ivamarcioitaa  ailuacionea  estremaoas  y  horrorosas.  Es- 
ti  weiicio  es  el  que  se  naai.n  elocueote ,  porque  él  solo 
Mesa  mas  que  las  palabras.  En  este  caso  al  actor ,  si- 
¡■bndo  á  la  naturaleía ,  no  le  queda  otro  recurso  que  la 
pMiealacion ,  la  conlraccion  de  todos  sus  miembros,  Ioa 
kofimientos  convulsivos.  En  estos  casos  también ,  no  hay 

Si  diferencias  accidentales  dcpaises  ni  de  escuelas:  no 
y  mas  que  una  sola  esprosion  y  un  solo  lenguaje ;  el  de 
tsaturalozA,  que  hace  sentir  igualmente  su  voz  en  el 
Muruon  de  todos  los  hombres. 

Nuestras  observaciones  acerca  de  la  ejecución  de  la 
ngedia  ,  y  especialmente  de  la  que  acabamos  de  men* 
iisDar,  que  fue  la  primera  que  desempefió  el  sefior  La- 
wre ,  se  comprueban  por  lo  que  dice  este  mismo  en  up 
Mérito  bastante  notable »  que  di6  á  luí  en  1839 ,  v  que 
mninarcmos  en  adelanto.  «El  conocimiento  de  la  bisto- 
(is,  dice,  es  indispensable  al  actor  trágico ;  por  ¿I  se  fa- 
niliarizará  con  los  héroes  que  tiene  que  retratar  en  la 
ísoena»  conocerá  los  trajes  que  usaban,  sus  ademanes, 
^gestos*  y  todo  lo  que  pueae  contribuir  al  complemen- 
lode  la  ilusión.  El  actor  destinado  solo  á  la  ejecución  do 
apeles  de  una  esfera  inferior,  (cómicos)  no  necesita 
ioaocimícntos  tan  exactos,  porque  sus  modelos  los  en- 
sasoüra  en  la  sociedad  que  frecuenta  todos  los  dias»  y  en 
iija  linea  so  halla;  es  decir,  que  este  tiene  ejemplos  vi- 
les, cuando  el  otro  los  tiene  que  buscar  en  crónicas  y  li- 
^,  de  cuya  exactitud  se  puede  muchas  veces  descon- 
hr.  Y  en  efecto ,  ¿quién  puede  asegurar  que  un  joven 
lia  los  conocimientos  previos  que  este  arte  reclama,  no 
QSisidere  á  Aquilea,  César,  Velayo,  Pixarro,  abrumado  do 
elidas ,  condecoraciones  y  bordados?  Aquiles  y  PeUyo 
bsron  valientes  guerreros ,  valientes  guerreros  existen 
^inoostros  dias ;  retratándolos  copiaré  á  los  anteriores: 
Mis  podria  muy  bien  ser  la  reflexión  de  los- jóvenes  de 

SI  se  trata,  como  ha  sido  huta  hace  muy  poco  tiempo 
is  nmohos  actores  que  han  merecido  celebridad  hasta 
^  nestrof  diaa.  Evitemos  pues,  en  cuanto  posible  %«%> 


20 

Mmejanles  absurdo».  Trabajo  ha  coatado  en  nnastrotei' 
tro  de  Madrid  desterrar  abusos  y  rancias  costumbres  tía 
arraigadas  como  los  cimientos  del  edificio;  perocíertoM 
que  desde  el  año  1826  se  verificaron  ciertas  rcfonnu 
con  mucho  gusto  del  público,  y  doloroso  es  confcsarkf 
con  mucha  oposición  por  parte  de  los  actores. 

i>La  naturalidad  en  la  aicciont  ademanes  y  gesto  eilí 
muy  recomendada  por  todos  los  maestros;  pero  no  la  na*- 
turalidad  del  actor  N.,  sino  la  del  personaje  que  repra* 
senta.  El  actor  debe  ceñirse  siempre  al  papel,  v  nunca  el 
papel  al  actor.  La  naturalci^  debe  ser  el  moaelo  que  M 
proponga  imitar  siempre  el  actor,  y  por  consiguiente,  el 
objeto  constante  de  sus  esludios.  Los  brillantes  coloreí 
de  la  poesía,  sirven  tan  solo  para  dar  mas  grandeza  y  ma* 
gestad  á  la  hermosura  do  la  naturaleza.  Sabido  es  que  ea 
la  sociedad  los  s/sres  poseídos  de  grandes  pasiones ,  mh 
brecargados  de  dolores,  ó  violentamente  agitados  por 
grandes  intereses  políticos,  usan,  es  cierto,  un  lengiujl 
mas  elevado ,  mas  ideal ;  pero  este  lenguaje  es  asimifflH 
el  de  la  naturaleza.  Es,  pues,  esta  naturaleza  noble»  ani- 
mada, engrandecida,  pero  sencilla  al  mismo  tiempo,  el  o^ 
jeto  único  y  constante  del  estudio  del  actor,  porque  9 
evidente  que  las  espresiones  mas  sublimes  son  tamUai 
las  mas  sencillas. 

» Muchos  creen  nue  la  tragedia  no  es  natural»  que  M 
un  género  exagera<io ;  esta  idea  se  ha  repetido  sin  re- 
flexión, se  h(i  propagado,  y  ha  concluido  por  establecerle 
como  una  verdad.  Los  que  ocupados  de  otros  cuidadoi 
no  han  hecho  un  estudio  profundo  de  las  pasiones,  jwtr 
gan  tan  ligeramente;  y  ademas,  los  autores  y  actores  me- 
dianos, que  no  han  concedido  á  su  arte  todo  el  estoA^ 
necesario,  no  han  contribuido  poco  á  mantener  este  error; 
y  ciertnmenle,  ni  el  modo  de  escribir  de  los  unos,  ni  el 
modo  de  ejecutar  las  obras  dramáticas  de  los  otros,  h* 
sido  muy  á  propósito  para  desvanecer  tan  falsa  idea«  Exf 
mínese,  pues,  la  mayor  parte  de  los  personajes  poUtictf 
ó  apasionados  de  nuestros  grandes  poetas:  examínele ^ 
JP/itpo  dfí  don  Franctsc/O  Martínez  de  la  Rosa,  y  se  veri 


91 

foe  en  sus  mejores  escenas  el  lenguaje  mas  sencillo  y 
aatoral  es  la  espresion  engrandecida,  pero  exacta  de  la 
Mturaleza  misma,  y  que,  sin  ol  adorno  de  la  poesía ,  el 
üismo  Edipo  no  hubiera  hublado  de  otra  manera. 

dLo  mismo  sucede  con  los  actores,  que  conservan  aun 
en  nuestra  memoria  an  buen  recuerdo.  Tan  solo  por  la 
iel imitación  de  la  verdad,  han  conseguido  oscilar  en  el 
ÍBimo  de  esta  nación  ilustrada  una  veneración  merecida. 
De  suerte  que  las  obras  buenas  de  nuestros  autores,  v  el 
talento  de  nuestros  buenos  adores,  aunque  pocos,  bastan 
para  probar  de  una  manera  incontestable  que  In  tragedia 
10  está  tan  lejos  de  la  naturaleaa  como  se  piensa,  y  que 
tan  solo  las  medianias  han  podido  dar  algún  peso  á  la 
opinión  contraria.  La  verdad  en  todos  los  artes  >  y  prin- 
cipalmente en  este,  es  lo  mas  difícil  de  conseguir.  Un  bá- 
hil  escultor  encuentra  en  un  troio  de  mármol  una  her- 
inosa  estatua,  pero  esta  facultad  no  esta  concedida  ú  lodos 
lea  escultores:  lo  mismo  sucede  i  los  artistas  dramáticos; 
poeos  son  los  aue  han  pintado  cxaclamente  la  verdad, 
liochos  los  que  han  quedado  en  el  rango  do  medianias^  j 
Mr  lo  tanto  estos  últimos  en  mayor  numero ,  han  hecho 
lej  y  establecido  con  el  tiempo,  como  solo  modelo,  las 
mu  imitaciones  de  su  debilidad.  Nunca  me  cansaré  de 
Vtpetirlo  ,  la  verdad  no  es  mas  que  una ,  y  para  probarlo 
IM  atreveré  i  hacer  una  reflexión.  Un  duque  y  un  zapa- 
tero, tan  opuestos  en  su  lenguaje ,  se  servirán  muy  &  me- 
mdo  en  las  grandes  agitaciones  del  alma ,  de  las  mismas 
palabras;  el  uno  olvida  sus  maneras  sociales,  el  otro  deja 
aiis  formas  vulgares;  el  uno  desciende  á  la  naturalc/a,  ol 
Otro  sube  á  ella;  los  dos  se  despojan  del  artificio  que  los 
tobre,  viniendo  á  ser  tan  solo  y  verdaderamente  hom- 
Wes.  Los  acentos  del  uno  y  del  otro  serán  los  mismos, 
M  el  osceso  de  las  mismas  pasiones  ó  dolores, 

^Supongamos  á  una  madre  clavando  sus  miradas  en 
la  cuna  vacia  de  un  hijo  querido  que  acaba  de  perder  sus 
"Miones  tendrán  el  sello  de  la  estupido/  ,  algunas  lágri- 
asurcarán  sus  meiillas;  do  cuando  en  cuando  algún 
Vrito  desgarrador,  algún  suspiro  convulsivo  %^\t\viv  ^^ 


32 

su  boca ;  on  eslas  sefiales  m  conocerá  a  la  Aoupátk 
madre,  ya  sea  uaa  duquesa  ó  va  una  mujer  -oel  pae 
blo,  francesa  ó  española;  porque  la  yerdad  j  la  naturuen 
es  una. 

» Supongamos  igualmente  á  un  hombre  del  pneUoy 
á  un  hombre  de  alto  rango,  los  dos  poseídos  de  un  via* 
lento  acceso  de  celos  ó  de  venganza,  estos  dos  hombm 
tan  distintos  por  sus  costumbres,  serán  iguales  por  ü 
frenesí.  En  su  furor  ofrecerán  la  misnuespresion,  ssi 
miradas,  sus  facciones,  sus  gestos,  tus  actitudes,  sos  mo-  j 
yimientos  tomarán  igualmente  un  carácter  terrible,  graa- 
de ,  solemne,  digno  del  pincel  de  un  pintor  y  del  estndií 
de  un  actor;  y  tal  vez  el  delirio  de  la  pasión,  inspirará á 
uno  y  á  otro  una  de  aquellas  palabras  sublimes,  digon 
de  ser  recogidas  por  un  poeta. 

»Los  grandes  movimientos  del  alma  elevan  al  hombre 
á  una  naturaleza  ideal,  cualquiera  que  sea  la  clase  en  fM 
la  mente  le  haya  colocado ,  y  el  país  en  que  el  délo  b 
haya  hecho  nacer. 

»No  por  eso  deben  buscarse  los  modelos  de  esta  Vk» 
turaleza  en  las  clases  humildes  de  la  sociedad;  porqaett 
seguro  que  ni  el  pintor,  el  poeta  y  el  actor  elegirán  put 

Íintar  la  cólera  de  Aquilea,  al  manólo  pellizcando  sos  b* 
ios  agitados  por  una  sonrisa  sardónica  y  convulsivi» 
murmurando  entre  dientes,  afectando  una  tranqoilidil 
engañadora, el  por  vida  de,.,  preferirán  modelos  masn^ 
bles  y  elevados ,  tratando  de  prestar  á  las  ficciones  é 
la  escena  la  perfección  en  cierto  modo  de  la  res* 
lidad, 

«Para  conseguir  este  objeto  es  necesario  ({ue  el  adflr 
haya  recibido  de  la  naturaleza  una  estraordinaria  $efnir 
bilidad^  y  una  profunda  inteligencia.  Porque,  en  efeclai 
la  impresión  que  los/actorea  producen  en  la  escena  no  fli 
sino  el  resultado  de  la  unión  de  estas  dos  facultades  eseí' 
ciaics.  Scffun  mi  opinión,  la  sensibilidad  no  es  tan  iol^ 
esta  facultad  que  tiene  el  actor  de  conmoverse  fádlmo^lii  ^ 
de  agitarse  hasta  el  punto  de  dar  á  sus  facciones  y  sobi 
^odo  á  su  voz,  la  espresion  y  el  acento  del  dolor  que  dflt* 


23 

C'  rU  la  ninipatia  del  corazón ,  y  provoca  las  lagriman  de 
quo  le  escuchan:  entiendo  ademas  el  efecto  que  pro- 
ducen, y  tiene  su  oriffen  en  la  imaginación ,  pero  no  una 
inagínacion  que  consista  en  recordar  objetos  que  se  pa- 
reican  á   los  presentes,  no;  esto  es  tan  solo  memoria: 
qaiero  una  imaginación  creadora,  activa,  poderosa,  que 
mina  en  un  solo  objeto   ficticio,  las   cualidades  de  mu- 
chos objetos  reales;  una  imaginación  que  asocie  el  actor 
alas  inspiraciones  del  poeta;  que  le  trasporte  á  tiempos 
qae  ya  pasaron,  que  lo  haga  asistir  á  la  yida  de  persona- 
je! históricos,  A  a  la  de  seres  apasionados  creados  por  el 
fenio,  que  le  muestro  como  por  magia  su  físonomia,  su 
«itatura  heroica,  su  lenguaje,  sus  costumbres,  todos  los 
matices  do  su  carácter ,  todos  los  movimientos  de  su  alma, 
J  hasta  sus  singularidades.  Llamo  también  ten¿ibil%dad 
«ita  factiltad  de  exaltación  que  agita  al  actor,  que  se  apo- 
dan de  sus  sentidos ,  conmueve  hasta  su  alma  y  le  colo- 
ca en  las  situaciones  mas  trágicas ,  en  las  pasiones  mas 
terribles  como  si  fueran  las  suvas  pronias. 

» La  inUligencia  sigue  á  la  sensmlidad  y  obra  des- 

CBB ;  juzga  4as  impresiones  que  la  sensibilidad  nos  causa ; 
escoffo,  las  ordena  y  las  somete  á  su  cálculo.  Si  I» 
UmibUiaad  suministra  los  objetos,  la  inteligencia  los 
BOne  en  obra.  Nos  ayuda  á  dirigir  el  empleo  de  nuestras 
knrzas  físicas  6  intelectuales,  á  juzgar  la  semejanza  > 
Uion  que  existe  entre  las  palabras  del  poeta,  v  la  sitiia- 
vion  ó  el  carácter  de  los  personajes,  á  añadir  a  veces  los 
■Balices  que  les  faltan,  ó  que  los  versos  no  han  podido 
esplicar ;  ó  á  completar  i)or  íin,  su  espresion  con  el  geslc» 
J  la  iisonomia . 

»EI  actor  capaz  de  lo  que  acabamos  de  decir,  ha  debi- 
do recibir  de  la  naturaleza  una  organización  particular, 
PN  la  iemihilidad ,  esta  propiedad  de  nuestro  ser,  todos 
poseemos  en  mayor  6  menor  grado  de  inte.nsidad.  Pero 
mel  hombre  destinado  á  pintar  las  pasiones  en  sus  ma- 
yores escesos,  á  reproducir  todas  sus  violencias,  y  pateii- 
tertodoBU  delirio,  esta«rn.s(7u7tV/Mrf  debe  tenor  una  furr- 
^  macho  mas  enérgica ;  y  como  todas  nuoslrsH  Mx'unwi^ 


1 


tienen  iiiia  rclacioD  tan  intiiua  cüd  nuc»troa  nerviosi  tí 
necesario  (lue  el  sistema  nervioso  del  actor  sea  tan  movi- 
Me  y  i'úcii  de  inipresionarsc ,  que  se  conmueva  á  las  ídi- 
piraciones  del  |>oeta  tan  (acilmentc  como  el  arpa  cuanJo 
el  viento  la  acaricia.  lie  otro  modo,  sucederá  loqueea 
varías  0(*.as¡ones  se  ha  visto.  3Iuchos  jóvenes  en  sus  pri- 
meras roprcsciitaciones  han  tenido  un  ¿xito  brillanle  e» 
cierto  modo  merecido,  y  sin  embargo  no  han  respondido, 
ilespucs  á  las  esperan/ns  que  hicieron  concebir  en  el 
principio  de  su  carrera.  Esto  puede  consistir  en  que  b 
emoción  inseparable  de  su  primera  presentación  al  pú- 
blico, puso  sus  nervios  en  un  estado  de  susceptibilidad  y 
ngitacion,  muy  á  propósito  para  colocarle  fácilmente  en 
la  situación  mas  apasionada;  pero  después  familiarizado! 
con  el  público,  y  libres  ya  do  aquella  emoción  penosa» 
pero  saludable,  quedaron  en  el  rango  do  las  media- 
nías. 

»  Vemos  á  menudo  personas  que  tienen  quo  recurrir 
i\  bebidas  espirituosas  para  adquirir  el  grado  de  valor  ^ 
necesitan  para  concluir  tal  ó  cual  acción.  Esto  consiile 
en  que  su  naturaleza  tímida  ó  perezo.sa  estimulada  por 
este  medio,  adquiere  una  exaltación  falsa,  que  puede  sor 
plir  por  algunos  momentos  á  la  verdadera  exaltación  dd 
alma.  ¿»o  vemos  todos  los  dias,  aun  entre  los  convida* 
dos  mas  hóbrios  y  frugales,  mus  locuacidad  y  viveza  des* 
pues  del  festín  á  que  han  asistido,  que  antea  de  darle  - 
principio?  Convengamos,  pues,  entonces,  que  esto  con* 
siste  en  la  conmoción  nerviosa  producida  por  los  placereí 
de  la  mesa.  Por  lo  tanto,  si  el  actor  no  está  dotado  de  i 
una  sensibilidad ,  á  lo  menos  igual  á  la  de  sus  mas  sea-  . 
sibles  oyentes,  nunca  podrá  conmoverlos  sino  dóbilmenle ; 
por  el  esceso  de  esta  cualidad  conseguirá  producir  pro- 
fundas  impresiones  y  agitar  el  alma  mas  fría.  ¿La  fuerza 
que  suspende,  no  debe  ser  mayor  que  la  que  so  pretende 
rlevar?  Entonces,  esta  facultad  en  el  actor  debe  ser,  no 
diré  mayor,  ni  mas  fuerte  que  en  el  poeta  que  ha  conce- 
bido los  movimientos  del  alma ,  y  reproducídolos  en  et 
teatro,  pero  si  mas  viva,  mas  rápida  y  mas  poderosa  eo 


9S 

i^fjpiMi.  £1  poeU  j  el  pintor  pueden  esperar  para 
lAirómnUr  el  momianlo  de  la  inapiracion;  pero  el  ac- 
';Ja  debo  tener  á  su  mando  y  voluntad,  para  que  sea 
Npú  y  viva »  7  entonces  la  iemibilidad  tiene  que  ser 
ifrabundantc.  Ademas,  es  preciso  que  su  infeligf  neta 
k  siempre  en  vela ;  obrando  de  concierto  con  la  «fiiti- 
#¿«  para  coordinar  los  movimientos  y  los  efectos, 
4  00  puedo  borrar  como  el  pintor  6  el  poeta,  lo  que 
I  vez  haya  hecho. 

i^Sin  la  iemibilidad  y  la  inteligencia  no  hay  actor;  de 
Mluraleza  ha  de  rccilúr  sus  principales  dotes,  como 
Igura ,  la  voz ,  la  eemibilidad «  el  juicio  y  la  pureza ;  y 
¿udio  de  los  maestros,  la  práctica  del  teatro»  el  ira- 
1^.  y   la    reflexión    pueden  perfeccionar   los    dichos 

Bt. 

ijüe  dos  personas  destinadas  al  teatro ,  una  dotada  do 
mMilidadqne  queda  definida  arriba,  v  la  otra  de  una 
fiyida  ivteligeneiat  preferiré  sin  duda  la  primera.  Co- 
eiri  errores ;  pero  su  iemibilidad  le  inspirará  aquellos 
rfanientos  sublimes  que  conmueven  al  espectador ,  y 
IP  su  corazón  de  éxtasis  y  arrobamiento;  mientras  que 
ipi|a/t jencta ,  hará  á  la  otra  fríamente  prudente  y 
^ca.  La  primera  sobrepujará  nuestra  idea ;  la  se- 
f^  no  hará  mas  que  completarla ;  el  actor  inspirado 
paoverá  nuestra  alma  ;  el  actor  intcliffente  no  satisfa- 
lis  que  nuestro  talento »  dejándole  bastante  imperio 
ijiug^'*'® »  mientras  que  el  otro  asociándonos  á  las 
IWMies  que  ha  sentido «  no  nos  deja  siquiera  esa  facul-» 
ras  inspiraciones  suplirán  á  la  inteliaeneia^  pero  las 
Jbinaciones  no  suplirán  nunca  sino  débilmente  á  los 
IM  de  la  inspiración. 

«fBl  actor  que  posea  estas  dos  cualidades ,  será  per- 
kh.  En  sus  estudios ,  ensayará  su  alma  en  el  sentí- 

Rde  las  emociones »  su  voz  en  los  acentos  propios 
toacion  que  tiene  que  pintar.  Ya  al  teatro  no  so- 
|i  iigeeatar  estos  ensayos »  sino  i  entrejrarse  i  todos 
«Jvipaliis  espontáneos   que  su  iemibuiiai  le    su- 


I 

1 


26 

«Entonces,  para  que  sas  inspiracionca  no  ae  pieriiBr 
recurre  á  su  memoria,  recuerda  aus  enionaGÍcoet ,  ka 
acentos  de  su  voz,  la  cspresion  de  su  fisonomía ,  el  grado    j 
de  abandono  á  que  se  ha  entregado,  en  fin,   todo  lo  qoe 
en   un  momento   de  exaltación  ha  podido  contribair  í     ; 
producir  el  efecto.  Su  inteligencia  luego  somete  á  su  re- 
visión todos  estos  medios ,  los  analiza ,  los  fija  en  so  me» 
moria  y  los  conserva,  para  reproducirlos  en  ¡as  sígoieniei 
representaciones.  Tan  fugitivas  son  estas  impresioDetf 
que  convendría  ú  menudo  repetir  al  volver  al  bastidor  k 
escena  que  se  acaba  de  ejecutar,  mas  bien  que  la  qae  le 
sigue.  Con  este  método  de  trabajo ,  la  inteligencia  reane 
y  puede  conservar  todo  lo  que  la  senñhilidad  ha  inspirado 
al  actor,  y  solo  nsí  podrá  éste,  al  cabo  de  mucho  tiempOi 
(porque  se  necesita  mucho),  ofrecer  al  público  obras,  coo 
corta  diferencia  ,  perfectamente  ejecutadas  en  todas  sus 
partes.  Este  ha  sido  el  camino  seguido  por  los  grandes 
actores,  y  este  deberá  ser  el  que  sigan  los  jóvenes  que  te 
dediquen  al  teatro. 

»La  $en$ibilidad  y  la  inteliaencia  son,  pues,  las  dos 
principales  facultades  necesarias  al  actor.  Necesita  ade- 
mas de  la  memoria,  que  es  su  indispensable  inatmmento, 
una  figura  y  unas  facciones  adecuadas  á  los  papeles  qne 
esté  destinado  á  representar;  necesita  una  voz  fuerte f 
poderosa,  pero  de  fácil  modulación.  Escuso  deeir,  qoe 
una  buena  educación,  el  conocimiento  de  las  costumbres 
de  los  pueblos,  el  carácter  particular  de  los  personajes 
históricos,  y  el  dibujo  pueden  ayudar  y  fortificar  los  do- 
tes de  la  naturaleza.» 

Gomo  que  el  Ótelo  fue  el  primer  ensayo  del.  sefior  Lt- 
torre,  cada  noche,  de  las  muchas  que  se  repitió,  hizo  el 
nuevo  actor  diferentes  alteraciones ,  según  que  el  efecto 
teatral  y  sus  inspiraciones  propias  le  sugerían  medios  de 
asegurarse  mas  del  agrado  del  público.  En  junio  de' aquel 
afio,  representó  en  el  mismo  teatro  del  Pnncipey  el  Of 
ear^^  tragedia  traducida  y  acomodada  á  nuestro  teatro  fOf 
un  insigne  literatOi  y  que  por  la  disposición  dé  sus  esce^ 
naa,  por  la  combinación  ae  sus  incidentes ,  por  el  ooi^ 


Imlede  pasionei  que  reina  en  toda  elU«  j  por  U  hermosura 
'krillantei  de  sa  versificaeion,  facilita  en  gran  manera  la 
bradel  actor  promoviendo  suentOBÍasmo  y  BuminÍBtrando 
n  imaginación  medios  de  interpretar  dignamente  el  pa- 
b1  que  te  le  encomienda.  Aun  recordamos  el  efecto  que 
10  en  nosotros  la  representación  do  esta  tragedia,  y 
I  el  numeroso  público  que  concurrió  al  teatro  en  las 
Isrentes  noches  que*  se  repitió.  ¡Con  qué  noble  arro- 
ada  ofrece  Osear  á  Malyina  en  la  escena  segunda  del 
gando  acto ,  libertar  al  hijo  de  su  amada!  La  voz ,  el 
eato,  el  brillo  do  sus  ojos»  sus  movimientos  y  acción, 
lo  espresaba  en  el  seüor  Latorre  la  felicidad  de  un 
lor  correspondido ,  y  la  exaltación  de  los  mas  generosos 
Btimientos. 

Si  le  verás.  (Dice)  Los  grillos  que  le  oprimen 

Sabré  despeaasar.  Aunque  el  espacio 

Inmenso  de  los  mares  lo  impidiera; 

Auni^ue  el  vil  Esvaran  por  estorbarlo 
.    Opusiese  el  poder  del  mundo  todo. 
.    Yo  solo»  no  lo  dudes,  contra  cuantos 

Ejércitos  armase»  ni  un  momento 
,    Pudiera  vacilar.  Mas  no»  tu  mano 

Incita  mi  valor»  ni  asi  pretendo 
. ,  Tu  amor  comprometer.  El  grito  santo 

De  la  piedad  me  mueve:  y  si  mi  vida 
*,  A  la  defensa  de  FilUn  consasro» 
•  Por  cualquier  infeliz  la  prodigara 

Que  se  acogiese  á  mi  favor  y  amparo. 

En  la  misma  escena  espresaba  la  embriaguez  y  los 
«portes  del  amor  al  decir: 

Óyeme:  vo  te  adoro;  mas  un  fuego 
Gomparaiole  al  volcan  en  que  me  abraso 
.    Beldad  ninguna  le  encendió»  ninguna. 
Eternamente  disfrutar  tu  lado; 
Vivir  contigo;  respirar  tu  aliento; 


28 

« 

Ser  de  la  envidia  anirersal  el  blatica* 

A  ti  enlazarme  en  delicioso  yugo, 

Ks  mi  solo  anhelar .  Que  tus  encantos 

Yea>  que  ausente  de  tus  ojos  llore,  p 

No  te  apartes  de  mí:  y  este  tirano  '* 

Deseo  ocupa  el  pensamiento  mió 

Donde  quiera  auc  estoy.  Los  dulces  lauros 

De  la  Tictoria,  las  mayores  dichas 

Que  á  los  mortales  alcanzar  es  dado, 

Como  la  niebla  al  sol  desaparecen 

Si  con  esta  ventura  las  compara. 

Los  nobles  ejercicios  que  algún  dia 

Delicias  fueron  de  mis  verdes  años , 

No  alivian  mi  dolor,  ni  de  las  armas 

Al  belicoso  estruendo  me  arrebato. 

No  solo  pronunciaba  estas  palabras  el  señor  Latorre 
con  la  voz  v  con  el  acento  propios  de  un  hombre  satisfe*  , 
cho  de  su  felicidad ,  sino  también  con  la  dulzura  y  snavi- 
dad  del  amor,  y  con  aquel  íntimo  abandono  v  con  aqoellt 
espansion  que  corresponde  á  un  hombre ,  dominado  por 
una  sola  pasión.  Hay  en  esta  tragedia  una  escena,  qa0 
vulgarmente  se  conoce  por  la  del  desafio  de  Osear  y  é» 
Dermidio.  Al  encontrarse  los  dos  amigos,  se  abrazan,  10 
esplican,  y  Osear  solo  re  en  Dermidio  al  afortunado  f»' 
poso  de  su  amada,  al  que  le  arrebata  su  felicidad.  Dermi' 
dio  en  su  angustiosa  situación,  entre  la  amistad  y  los  ce^  \ 
los,  su  corazón  se  desahoga  en  lágrimas,  y  Osear  qae  b 
mira  le  dice: 

^Lloras?  En  esta 
Terrible  situación  no  llanto ,  sangre  i 

Debe  solo  correr.  : 

Guando  empuñan  las  espadas ,  Dermidio  quiere  >  «Dtei 
de  acometer  á  su  rival ,  abrazar  por  la  última  vez  i  ^ 
amigo.  Se  abrazan ,  y  entonces  Osear  en  quien  lá  amisU' 
ba  taianfado  de  lodos  sus  afectos,  dice: 


99 

¿Y  quién  ahora 
El  bárbaro  será  que  al  otro  hiera? 

El  diferente  concepto  de  estas  dos  espresiones ;  el  fu* 
ror  reconcentrado  de  la  primera,  y  el  triunfo  completo  de 
li  imistad  de  la  segunda ,  los  espresaba  el  señor  Latorre 
soDel  carácter  propio  que  á  cada  una  de  ellas  corrcspon- 
lia.  En  la  primera  su  actitud,  el  movimiento  do  sus  ma- 
los y  sus  miradas  fijas,  mareaban  admirablemente  el  fu- 
"or  y  la  sed  de  sangre  que  animaba  á  Osear:  la  palabra 
üngre  la  pronunció  con  tal  tono  de  voz ;  y  hiriendo  tan 
lotabicmente  la  primera  silaba ,  que  parecía  que  la  yen- 
[iDza  le  apagaba  la  voz,  y  le  secaba  las  fauces.  En  la  se- 
[Qpda,  espresaba  el  triunfo  de  la  amistad  con  una  voz 
morosa  y  aun  dulce,  con  una  enajenación ,  con  un  no- 
le  movimiento  de  cabeza ,  que  marcaba  admirablemente 
1  triunfo  de  la  amistad  sobre  el  rencor  y  los  celos.  Baste 
Mr, que  en  esta  tragedia,  el  señor  Latorre,  no  solo 
omprendió  todo  el  pensamiento  del  poeta ,  sino  que  so 
lavo  á  la  altura  de  éste. 

La  alta  estatura  del  señor  Latorre ,  su  noble  continen- 
Ijel  natural  desembarazo  de  todos  sus  movimientos,  la 
Aostez  y  rotundidad  de  su  voz,  la  yibracion  y  flexibili- 
•dde  esta,  la  espresion  de  sus  ojos,  la  animada  gesti- 
dación  de  su  semblante,  y  la  facilidad  con  que  parece 
06  toda  su  organización  obedece  dócilmente  á  sus  na- 
inles  emociones  y  á  las  inspiraciones  de  su  genio ,  son 
ircunstancias  que  no  podian  menos  de  producir  un  gran 
ctor,  especialmente  en  el  género  trágico.  Ha  conocido  y 
itadiado  sus  facultades,  y  ha  procurado  mejorarlas  y 
alzarlas  hasta  el  punto  de  que  eran  capaces.  Los  dones 
pte  recibió  de  la  naturaleza ,  los  ha  acrecentado  con  el 
tlndio.  El  señor  Latorre  es  una  prueba  de  lo  aue  puede 
lieer  el  arte;  esto  es,  corregir,  mejorar,  perteccionar; 
>Mno  puede  dar  facultades  ni  dotes  naturales,  al  que 
^>nce  de  ellas. 

Con  desden  ó  tibieza  fué  recibido  en  general  por  los 
^^tores  de  los  dos  teatros.  Sia  embargo»  don  Ra{ae\  Y«c%x^ 


30 

hombre  honrado  y  actor  eulendido;  Caprara,  actor  de 
mucho  mérito ;  don  Antonio  Guzman ;  en  qaien  se  repaeo 
las  mas  raras  cualidades  que  constituyen  á  un  gran  actor, 

Í  otros  varios  sugetos  apreciables,  distinguieron  al  sefior 
atorre  con  su  amistad ,  y  reconocieron  su  inteligencia  j 
sus  talentos.  Todo  lo  demás  que  hoy  se  conoce  con  el  nom- 
bre de  medianías,  y  singularmente  los  que  á  su  escaso  i 
ningún  mérito,  anadian  la  circunstancia  de  carecer  de 
docilidad  para  aprender,  no  podian,  sin  disgusto  y  enojo, 
mirar  la  entrada  en  el  teatro,  de  un  actor,  que,  por  su 
instrucción  y  su  conocimiento  en  el  arte ,  debía  contribuir 
tan  poderosamente  á  la  reforma  de  las  representaciones 
teatrales. 

•  El  estado  en  que  se  hallaban  entonces  los  coliseos  de 
la  capital  que  servían  de  norma  á  los  de  las  provincias» 
maniTestaba  bastante  atraso  y  aun  incuria.  Siendo  taa 
reducido  el  local  de  ambos ,  siendo  casi  la  única  diversioa 
de  la  capital ,  humillados  los  actores  y  las  compañías,  W 
la  tutela  en  que  se  hallaban  de  la  autoridad ,  por  la  arbi- 
trariedad con  que  eran  tratados ,  y  por  la  falta  de  consi- 
deración con  que  se  les  miraba  por  aquella ,  no  era  de 
estrañar  que  esta  profesión  careciese  de  todo  estimulo,  J 
que  en  los  teatros,  se  atendiese  mas  bien  al  interés  de  iú 
compañías  y  de  los  actores,  que  especialmente  en  la  cor-, 
te  tenían  la  empresa  de  ellos.  ¿Quién  obligaba  á  estos  k  ; 
hacer  sacrificios  sin  duda  superiores  al  producto  que  j¡nr.  • 
diera  suministrarles  un  local  reducido?  ¿Cómo  podia  un- 

Sonérseles  las  obligaciones  que  requería  el  buen  servicio 
e  la  escena ,  cuando  la  empresa  se  hallaba  casi  8Íem[pe 
agoviada  bajo  el  peso  de  las  cargas  que  sobre  si  teniit 
¿Qué  motivo  de  interés  estimularía  a  esta  á  introducir 
mejoras  costosas,  que  aunque  estuviesen  á  su  alcance,  no 
podían  proporcionarle  ma vores  ventajas  de  las  que  le  ase- 
guraban los  privilegios  de  que  gozaban?  Es  indodddft 
que  no  el  atraso ,  como  pudiera  suponerse ,  sino  la  vicio- 
sa organización  de  las  empresas ,  era  la  causa  prindpil 
del  estado  en  que  se  encontraban  los  teatros  de  la  ciffiiul* 
En  ellos,  prescindiendo  de  la  mezquindad  del  local»  i^ 


51 

m  completa  falU  de  adorno  en  lo  interior  del  edificio, 
bstadc  comodidíid  en  las  localidades,  no  se  hallaba  ni 
ropiedad  en  la  decoración  y  aparato  de  la  escena ,  ni  en 
Mtrajes,  ni  en  todo  lo  demás  que  reclamaba  la  ilustración 
A  publico  de  Madrid.  A  esto  se  añade,  que  los  cómicos* 
mte  por  lo  regular  de  mucho  amor  propio ,  no  se  pres- 
iban  iácilmente  á  corregirse  de  los  resabios  que  auren- 
iiD  de  sus  maestros ,  ó  que  la  falta  de  gusto  les  había  he- 
ko  contraer :  unos  atronaban  al  público  con  sus  gritos. 
Iros  movian  sus  brazos  como  un  maniquí ;  aauellos  se 
ician  notables  por  sus  movimientos  acompásanos ,  y  por 
u  pasos  á  la  prusiana ,  estos  por  su  esprcsion  afectada 
amanerada  :•  todo  esto^  en  que  deben  hacerse  muy  hon- 
Has  distinciones ,  especialmente  respecto  de  los  teatros 
) Madrid,  daba  á  conocer  que  el  arle  de  la  representa- 
aa,  asi  como  el  buen  gusto  en  esta  parte,  no  habian 
idbido  todavfa  las  mejoras  que  reclamaban  la  cultura  y 
vilizacion  del  siglo.  Si  esto  necesitase  de  pruebas  sien- 
í  nn  hecho  tan  reciente,  la  hallaríamos  documentada  en 
la  Ifemona  publicada  por  el  ayuntamiento  de  Madrid; 
I  la  que  se  dice  que  «las  sucesivas  modificaciones  y  no- 
rias mejoras  introducidas  en  la  escena ,  en  el  orden  re- 
llar que  los  progresos  han  hecho  necesarias,  fueron 
roa  tantos  motivos  de  mayores  gastos  que  antes  no  exis- 
n;  tales  como  el  mayor  número  de  partes  en  las  com- 
lias  de  verso,  el  aumento  de  trajes  v  decoraciones  pre- 
••  7  consiguientes  al  estado  actual  del  teatro. »  Pues 
estas  modificaciones  y  mejoras  tuvo  que  introducir  el 
Ütamiento  de  Madrid ,  si  tuvo  que  hacer  considerables 
Moa  para  el  aumento  de  trajes  y  decoraciones,  ¿cuánto 
hria  que  hacer  diez  años  antes,  cuando  se  presentó  en 
tetro  por  primera  vez  el  señor  Latorre? 
ícw  aquel  tiempo  tomó  la  empresa  de  los  teatros  don 
M  Cirimaldi,  hombre  de  claro  entendimiento ,  de  ins- 
INÍoo  no  vulgar,  é  inteligentisimo  en  el  arte  y  práctica 
k Ja  representación  teatral.  Gomo  empresario ,  era  due- 
^  le  los  recursos  que  pudieran  aplicarse  á  la  reforma 
I  los  teatros ,  y  tenia  entera  libertad  pata  hactttVo*  C«^ 


52 

mo  persona  de  tanto  gusto  é  ¡nteligeocia  en  el  arle,  efi 
al  mismo  tiempo  el  verdadero  director  de  los  teatroi  j 
de  la  escena.  Los  cómicos,  de  escaso  mérito  aunque  lasli- 
roados  en  su  amor  propio  por  la  superioridad  de  Gríuial- 
di;  que  tampoco  reunia  á  su  talento  la  modestia  y  el  arU 
necesario  para  no  irritar  la  delicadeza  de  los  demás,  se 
prestaban  aunque  con  dificultad,  á  lo  que  les  cnscfiaba  jf 
correjzia  en  los  ensayos^  que  tuvimos  el  gusto  de  presei- 
ciar  algunas  veces^  y  en  ellos  ocasiones  repetidas  de  id* 
mirar  la  capacidad  y  conocimientos  del  seilor  Grimaldi. 
Este  en  Madrid,  Sevilla ,  y  aun  creemos  que  en  algunis 
otras  capitales,  esparció  las  semillas  del  buen  gusto^  ea* 
sayando  á  cada  cómico  su  papel ,  y  haciendo  al  mismo 
tiempo^  que  los  ensayos  generales  que  él  mismo  dirigía, 
se  hiciesen  con  todo  rigor  y  escrupulosidad,  y  de  la  mis- 
ma manera  que  se  habian  de  ejecutar  las  representacio- 
nes publicas.  Su  esposa,  Doña  Concepción  Rodriqnez,  ot 
la  que  aprovechó  sus  singulares  disposiciones  para  for- 
mar en  poco  tiempo  una  actriz  de  estraordinario  mérito, 
era  una  muestra  del  que  distingnia  al  hombre  qoe  coi 
tanto  acierto  é  inteligencia  dirigió  varias  compañías.  Al- 
gunos actores,  con  todo,  no  podían  tolerar  que  se  bi 
obligase  á  un  estudio  asiduo,  á  asistir  puntualmeato 
á  los  ensayos,  á  repetir  estos  muchas  veces,  i  ojo-* 
cutarlos  con  toda  propiedad,  y  á  vestirse  con  la  qiie  ro^ 
clamaba  el  decoro  del  público.  En  alguna  capital  de  pr<H 
vincia,  no  bastaron  para  esto  los  medios  regulares,  y 
fue  preciso  ejecutar  los  ensayos  entre  alguaciles. 

En  esta  obra  difícil  y  trabajosa,  tuvo  el  señor  Gri* 
maldi  un  celoso  y  ardiente  cooperador  en  nuestro  Buef* 
actor,  que  con  la  suavidad  de  su  carácter,  con  la  urbaai* 
dad  de  sus  modales,  y  con  la  singular  aceptación  qoe  ei 
el  público  habia  merecido,  obligaba  á  los  actores  deesca^ 
so  mérito  y  de  poco  celo,  á  imitar  su  ejemplo  de  regolarf* 
dad  y  de  decoro,  prestándose  dócilmente  á  cuanto  axigi* 
el  arte,  y  el  mejor  servicio  de  la  escena. 

Los  actores  del  teatro  del  Principe ,  i  cuyo  cargo  i^ 
¿aliaba  entonces  la  empresa,  quisieron  contratarla,  ei 


illa  de  las  renlajas  que  les  hablan  proporcionado  laa  pri- 
leni  representaciones  del  scAor  Latorre  y  del  singular 
rédito  aue  á  esta  habían  mcrocido.  Pero  aquella  em- 
resa  solo  pudo  ofrecerle  una  recompensa  muy  módica, 
16  de  ningún  modo  bastaba  á  sufragar  los  crecidos  gas- 
fl  que  hacia;  para  vestirse  con  la  propiedad  y  aun  lujo, 
16 acostumbraba  hacerlo.  Tuvo,  pues,  que  acontar  un 
irtido  ventajosoque  lo  hicieron  para  el  teatro  de  Grana- 
1,  á  donde  pasó  el  afio  de  25,  y  donde  ejecutó  el  Pela- 
*tl0$  hijos  de  EdipOy  el  Cid,  la  Jayra  y  todas  las  trage-* 
IB  que  se  hallaban  entonces  en  el  repertorio  de  nuestros 
itros.  La  primera ,  con  que  se  díó  a  conocer  en  aquella 
lita  capital  produjo  un  eiecto  imposible  de  describir.  Al 
irecer  en  la  escena  fue  saludado  con  los  mas  entusias- 

I  aplausos.  IVlayo  se  presenta  en  medio  de  los  auyos, 
16  se  hallaban  desanimados  con  su  ausencia,  y  mucho 
aSy  creyendo  haberlo  perdido  para  siempre.  Las  primc- 

II  palabras  que  pronunció  son  las  siguientes:  - 

Ahí  si  bastantes  á  salvarla  fuesen 

La  constancia,  el  ardor,  el  noble  celo, 

Firme  aun  se  viera  Veremundo,  y  dando 

Envidia  con  su  gloria  al  universo 

Nuestras  fatigas,  el  valor  ¡lustre 

Do  los  que  el  nombre  godo  sostuvieron» 

Hacer  pedaxos  el  infausto  yugo 

Pudieran  va  que  la  sujeta  el  cuello. 

Mas  vano  ha  sido  nuestro  afán,  y  en  vano 

Por  el  nombre  de  Dios  lidiado  habemos; 

El  retiró  su  omnipotente  escudo 
•    Y  coronar  no  quiso  nuestro  aliento. 

Vednos  pues  en  los  términos  de  España» 
'    Prófugos,  solos,  deplorable  resto 
-'  'i  De  los  pocos  valientes  que  mostraron 
<•  A  toda  prueba  el  generoso  pecho. 
■  La  guerra  en  su  furor  devoró  á  todos, 
'"'  -Yo  los  vi  perecer.  (Oh  cotnpaflérosl 

Que  en  ol  eenp  de  Dios^  yá  dqioensaiAlo ' 
Tomo  yui.  3 


'II II 


34 

De  vuestro  alio  valor  gozáis  el  premio. 
Mis  "votos  recibid  y  mi  esperanza, 
Yongue  yo  vuestra  muerte » y  muera  luego. 

Manifestándose  elancíano  Veremando  iuclinadoi< 

der  á  la  fuerza,  y  creyendo  inútiles  la  resistencia  y  el ' 

lor  concluye  diciendo: 

No  hay  ya  España,  no  boy  ya  patria. 
A  estas  palabras,  arrebatado  Polayo «  v  lleno  sii.i 

razón  de  los  mas  grandes  sentimientos  de  patrioüi 

dice: 

.  ¡No  hay  ya  patria! 
¿Y  vos  me  lo  decis?...  Sin  duda  el  hielo 
De  vuestra  anciana  edad  que  ya  os  abate 
Inspira  esos  humildes  seiiiímienlos, 
Y  os  hace  hablar  cual  los  cobardes  hablan. 
.  ¡No hay  patria!...  Para  aquellos  que  él  sosiego 
Compran  con  servidumbre  y  con  oprobios, 
Para  los  que  en  su  infame  abatimiento 
Mas  vilmente  á  los  árabe$  la  venden 
Que  los  que  en  Guadalete  se  rindieron. 
¡No  hay  patria,  Yeremundo!  ¿Ñola  lleva 
Todo  buen  español  dentro  en  su  pecho? 
Ella  en  el  mió  sin  cesar  respira; 
La  augusta  religión  de  mis  abuelos, 
Sus  costumbres ,  su  hablar,  sus  santas  leyes 
Tienen  aqui  un  altar  >  que  enoiagun  tiempo  ' 
Profanado  será. 

El  señor  Latorre  supo  eapresar  en  loa  ^dds  irot0»^ 
acabamos  de  copiar,  lUjsaergia  de  ha  afeicigis  q«e>é0ci 
ran,  el  fuego  del  pafiriotísfcno,  la  evitación  dje!  to  i 
nobles  y  generosos  acütimientos.  Suvofii  pctrecia  üdfr 
corazón ,  su  arrebato  .y  au  noble  «nttisiasBiQ  esteiMtf  p 
feclamente  marcados  ;en  la  viveaa.de  M  adifn9luw,:a 
brillo  inefable  de  sp9  egps;  tod»  esto  era.  noUeijr.eldM 
sin  ipe  tuviese 'nadffrde^vulgsr.;  El  PWayo.y  taVQ  W  < 
ocasión  un  di|;nQÍn|j6rptete,  qiae  Bapo4Íl6varse:ála 


bradc  un  gran  poo(n«  y  dol  personaje  liislóricn,  res- 

tiQrador  de  nuestra  monarqiiin. 

No  neeesitamos  examinar  una  por  una  todas  Ins  gran- 
des situaeioncs,  todas  las  pasiones,  todos  los  caracKTes 
«pe  el  señor  Latorre  ha  sabitlo  espresar  en  Ins  principa- 
les piezas  dramáticas  nue  ha  desiMopeñado.  ICsta  tarea  se-> 
rii  larga  v  prolija,  y  a  nuestros  leclores  puede  escusarse 
cnando,  de  la  manera  que  ha  estado  á  nuestro  alcance, 
ks hemos  ya  dado  una  idea,  aunque  sumaría  de  las  fa- 
cultades naturales  de  este  u;ran  actor,  de  los  principios 
Rrtislicos  que  lo  han  dírigiao,  y  de  algunos  nieaios  qu  ha 
empleado  para  estudiar  con  provecho:  de  esto  último  ha- 
blaremos todavSa  mas  particularmente. 

Cuando  tiene  que  trabajar  en  alguna  tragedia,  drama 
5  comedia  de  importancia,  estudia  el  carácter  del  perso- 
naje que  debe  representar ,  no  solo  en  si  propio ,  sino 
también  con  relación  al  drama:  si  se  tratado  una  tragedia 
5  drama  histórico,  estudia  en  la  historia  6  en  crónicas ,  el 
carácter  especial  del  pueblo  á  que  se  refiere  la  obra  del 

Kta,  y  muy  particularmente  todas  las^ircunstancias  de 
^  jpoca:  de  esta  manera,  consigue  formar  idea  de  la  fiso- 
nomía propia  del  pueblo  que  pretende  conocer,  y  encuen- 
tra recursos  en  su  imaginación  para  dar  su  verdadero  co- 
lorido al  personaje  que  se  encarga  de  representar.  Estu- 
dia su  papel  bien,  de  memoria,  y  lo  medita  escena  por 
tecna,  cláusula  por  cláusula,  y  aun  palabra  por  palabra. 
En  esto  coincide  con  una  máxima  de  Taima ,  que  consi- 
deraba que  »cada  escena  tiene  un  fin,  y  cada  periodo  una 
intención  principal.»  Aunque  en  esta  parte  conviene 
^tar  una  prolijidad  y  una  niqíiedad.ridículas,  con  todo, 
conviene  no  perder  do  vista  que  en  las  grandes  pasiones 
ajinando  el  corazón  so  siente  inflamado,  la  ipísma  yiveza 
tahi  afectos,  hace  pasar  rápidamcdté:  y  con  una  movi- 
tiiad  estraordinaria  de  unos  á  otros.  No  es  difícil  obser- 
^esto.  ¿En  qu6  consiste  que  las  personas  apasionadas  y 
^  se  producen  con  calor,  liablin  y  accionan  con  todk 
^nipidez  y  toda  la  yiycza  quó  sicnlcñ?  En  estos  casos  la 
^«lon  y  la  palabra  corresponded' lá*  la  Viveza  y  e.ti(^tft\^  Ac 


40 

g6  todaí  Mii-  f uersai  y  lodos  los  recursos  dq  sa\geiiio; 
7  que  carncterízó  los  furores  de  Edipo  de-miiMiifl 
eslraordÍDanOy  y  según  exige  estt  adiqirabU  .trigei^fi 
también  la  representó  en  Madrid.  Hallándose,  eo,  esta  Or 
pital  en  el  afio  32,  fué  nombrado  por  el  Rej  Fernando, 
maestro  de  declamación  del  Conservatorio,  tuyo  caigf 
obtuvo  sin  pretenderlo,  ni  hacerse  por  su  parte  la aseiiqi 
gestión.  Contkinando  después  en  la  corte  t  según  rt^qner 
ría  el  desempefio  de  su  nuevo  encargo ,  pasó  m  v^flMf 
á  Zaragosa^  Valencia  y  otras  cápüaies  de  pTovincia>  ap 
las  que  fué  admirado  y  aplaudido ,  obteniendo  al  misaf 
tiempo  f  crecidas  sumas  en  recompensa  >  de  su.  Ira- 
baja.  .,  '  ,.  •  " 
En  el  afio  de  38  pasó  i  Paria ,  contratado  para  traílwjlV 
en  uno  de  aquellos  teatros  ^  á  cnyo  efecto  le  nabia  eicc^ 
M.Paul  Fouchet,  empresario  j  director  del  mismo.  DeMf 
ejecutar  en  francés  la  tragedia  en  cinco  actos  intilniail 
don  Sebatixan  de  Portugal  y  el  Bamleí  de  ShaketpmKik 
Iraducido  por  M,  Duwally.  Por  circunstancias  indepen- 
dientes de  su  voluntad ,  y  que  consistieron  en  haber  qos^ 
brado  la  empresa  del  teatro  de  la  puerta  Sainl-lf  artio  j } 
babexsc  quemado  otro  de  aquella  papital,  no  tuvo  ofeirlf 
su  contrata.  Los  mas  distinguidos  actores  de  París  lo  rísi* 
taron,  dispensándole  todo  género  de  obse(]uios  y  distin- 
ciones ;  lo  mismo  hicieron  otros  varios  artistas ,  literalif 
y  personas  notables  de  aquella  capital.  Fué  presentsdodi 
ministro  de  lo  Interior ,  que  era  á  la  sazón  el  conde  d| 
Montalivet ,  y  al  jefe  de  sección  M.  León  Gavet ,  de  quis* 
nes  mereció  las  mayores  muestras  de  consideración  y  ds 
aprecio.  Estando  para  concluir  el  plazo  de  su  licencist 
tuvo  que  volverse  á  Madrid,  donde  le  esperaban  amargpi 
disgustos.  Su  padre,  á  quien  tiernamente  amaba,  munói 
poro  tiempo;  su  esposa,,  á  quien  habia  elegido  por  vm 
verdadera  inclinación ,  á  quien  amaba  entrafiablemealfi 
y  que  hacia  toda  la  felicidad  de  su  vida ,  falleció  tanlte 
en  seguida:  estas'  penas,  que  desgarraron  cruelmenIeM 
corazón ,  y  que  alteraron  gravemente  su  salud ,  llenarse 
su  ánimo  de  disgusto,  y  no  le  pcrniiliorou  en  mas  de  i^ 


iloi  Disar  \u  labial.  Algún  Unto  recobrado  de  una  enfei^ 
mIm,  pero  lin  hallar  todayia  su  eapiritn  toda  la  tranquil 
Uid  que  neceñiaba,  para  volver  á  sus  tareas  ordinarias» 
fNieñia^  sin  embargo,  en  la  ensefianza  de  la  declamación 
del  Conservatorio.  Por  esto  tiempo,  es  decir,  en  el  aflo 
k  39  estondió  y  publicó  unas  breves  nociones  acerca  del 
tfte  de  la  declamación ,  de  las  que  hemos  presentado  ya 
Ha  mneatra  i  nuestros  lectores  en  la  parto  relativa  á  las 
cfatunslancias  y  cualidades  que  eiige  la  tragedia  en  el 
Miar.  El  objeto  de  esto  escelente  escrito ,  que  está  lleno 
le  filosofía,  y  muestra  un  profundo  conocimiento  del  arle, 
ti  proporcional  á  los  jóvenes  que  siguen  la  carrera  de  la 
telsmacion,  una  guia  segura,   un  auxilio  en  sus  prime- 
isi  pasos,  suministrándoles  las  ideas  fundamentales  del 
ote.  Consisten  estas,  en  la  manera  de  modificar  y  variar 
Hlono  de  voz,  en  la  espresion  mas  propia  y  noble  de  las 
Wiones ,  en  hacer  ver  nasta  dónde  llega  el  poder  é  in- 
li!Jo dolarte,  en  dar  á  conocer  las  cualidades  naturales 
^  este  requiere ,  y  el  diferente  grado  que  de  las  mismaa 
nige,  ya  el  género  trágico,  ya  el  cómico.  La  cuestión  re- 
llÜva  a  las  dotes  y  estudios  que  requiere  cada  uno  de  es- 
tes dos  géneros,  la  trata  y  resuelve  el  señor  Latorre  con 
h  auyor  profundidady  do  una  manera  perspicua  y  lu- 
^Bosa.  Lo  que  también  dice  acerca  de  la  manera  de  to- 
nar aliento ,  de  economizarlo,  y  de  producir  la  voz  en  sus 
'ibrentes  entonaciones  y  acentos,  reasume  cuantas  re- 
lias y  consejos  puede  dar  el  arto  en  esta  materia.  Ambos 
vigmentos  son  magníficos ,  y  dan  una  idea ,  tanto  de  los 
Cocimientos  del  señor  Latorro,  cuanto  de  la  manera 
dígante  con  que  espresa  sus  pensamientos. 

•Sin  tratar  de  probar,  dice,  cuál  os  mas  difícil  do 
ventar,  si  la  tragedia  ó  la  comedia,  diré  que  para  llegar 
■  h  perfección  en  el  uno  ó  en  el  otro  género,  se  necesita 
POiser  las  mismas  facultades  morales  y  físicas;  solo  auo 
^  el  actor  trágico  deben  ser  mas  poderosas.  La  «enjtot- 
"^  y  la  exaltación  en  el  actor  cárnico  no  necesitan  la 
^inaa  energía,  porque  la  imaginación  tiene  menos  quo 
^ju*,  porque  los  objetos  que  representa  los  ve  todvi^ 


42 

-Tos  dia§,  porqne  participa  de  algiih  módoi  de  la- Vidlf  '^ 
lofl  originales  que  retrata^  j  porque,  «on  eórta  dKeMida. 
aus  fancionea  estaii'  reducidas  á'  fintñv  caprieho8>6  írtf' 
euleces,  pasiones  tomadas  en  una  eafisrliv  qwe§'tú*;'W 
la  misma  del  actor ,  y.  por  consíraicnte  mas  modéMdill 

3nc  las  que  pertenecen  al  dominio  de  la  tfa>gedia«*filj 
igámosloasi,  la  propia  naturaleza- idel  actor  ^  qaehaMi 
j  obra  en  sus  imitaciones;  mientras  que  el  actor  trigM 
necesita  salir  del  circulo  fin  qué  vire,  para  elevaiM'a  ^b 
altura  on  que  el  f;enio  del  poeta  ha  colocado  V  meilMl 
con  formas  ideales,  los  seres  codcebidos  en  su  •idea'i'6  qÁ 
la  historia  le -suministra 'engrandecidos  tft'por  éHii,'«7 

Iior  la  larga  distancia  del  tiempo;  Necesita,  pues«  taor 
ervar  á'éstosWM  6  personajes  en  sus  grandea  pfop^ 
eiones,  pero  al  mismo  tiempo,  someter  su  lenguaje élt[« 
Tado  á  uñ  acento  natural,  á  una  espresion  sencilla  y  |é^ 
dadcra,  y  esta  unión  de  nobleaía  sin- hincha sion,  de-?flf4 
dad  sin  trivialidad  »  es  el  mas  peligroso  escollo  del  acJHif 
trágico.  • 

}»Se  me  dirá  que  un  actor  trágico  tiene  maa  Hbertsl^ 
latitud  en  la  elección  de  medios  para  ofrecer  al  jaios 
diel  ji6blico  caracteres  cuyo  tipo  no  existo  eu  la  sociH^ 
dad ,  mientras  que  el  público  puede  juzgar  fácilmi^lM^f.íi 
la  copia  que  el  actor  cómico  le  presenta  es  ^^onfetiné'il 
original  que  á>  menudo  tiene  á  su  vista :  respoiidert'  Mi 
en  todo  tiempo  ha  habido  pasioínes ;  la  sociedad  padM 
debilitar  su  énefgia,  mas  no  por  eso  dejar  dcexistirÁI 
el  alma,  y  cada  espectador  puede  juzgar  muy  bien  pol^iil 
misino.  La  parte  ilustrada  aél- publico  es  laqueíormalli 
opinión  y  hace  la  reputación*  del  actor;  y  como'á'eNi 
parte  ilustrada  le*  es  familiar  la  historia ,  puedb  J^^ 
coa  acierto  si  es  liel  la  imitación  do  los  caracteres  bisUk 
ricos  que  el  actor  representa.  La  movilidad'cn'  las  w 
ciónes,  la  espresion  de  la  fisonoiñia  debe  ser-mas-  flsiM 
7 pronunciácfa >  lavoz  mas  llena,  mas  sonora;  Aiás oi^ 
4uada  en  el  actor  trágico,  que  necesita  emplear'. ()dv 
biiiaciones,  y  una  fuerza  mas  que  común  para  'ejécttfif 
los  papeles  éa  que  el  autor  ha  reunido  en  un  cirei^ld  ^ 


45 

inchd»  en  el' espacio  dé  dos  horas,  tcidos  los  moviinícntos', 
lodas  las  sensaciones  que  pueden  agilar  á  un  fér  opasío- 
sido  en  el  largo  ürecho  de  su  vida.  No  por  esto  diré  que 
a»8Db  necesarias  las  niismns  cunlidadcs,  aunque  de  un 
Mea  inforior,  al  actor  trágiM),  como  al  actor  cómico,  j 
fn^  el  uno  j  el  otro  deben  iniciarse  en  los  nistepibs  de  la 
pks¡on,en  sus  inclinaciones,  deliilidudes  y  caprichos.  Pero 
CÍerU>  es  que  cuantos  aciones  conucos  liau  intentado  cal-- 
ano  el  coturno,  y  subir  á  la  altura  de  la  tragedia ,  han 
iofrido  un  triste  desengaño;  mientras  que  el  actor  irágicb 

!tte  ha  querido  descender  y  ensayarse  en  la  comedia, 
isftadidó  siempre  una  hoja  do  laurel  i  su  corona. 
i^Cousiderando  cuantas  enalidades  neccMla  tener  el 
sdor  ttiVgico,  cuántos  dones  debe  recibir  do  la  nalurale-- 
«bno  podemos  estrañar  la  escasea  de  buenos  adores.  i>e 
Isiquo  se  dedican  ácsla  larga  y  espinosa  carrem;  und 
liue  talento  y  su  alma  es  de  hielo;  el  que  tiene  sensibili^ 
didno  tiene  inteligencia,  el  que  posee  estas  dos  cualida- 
<bs  osen  grado  tan  d^diil,  que  es  como  si  no  las  poseyera, 
6lu  vicia  y  adultera  por  la  perniciosa  manía  de  imitar  A 
llffun  actor  contomporánoo,  que  nmchas  veces  sin  razón 
ojeabliiudir  eii  el  teatro.  Uigo  pcmiciafita  manfa^  porque 
Mleoefeclo  de  imitación  es  muy  difícil  de  corregir  des- 
pues,  porque  tal  movimiento,  tal  gesto  6  tal  mirada  na-^ 
tttral  en  un  actor ,  es  falso  y  malo  en  otro;  por  eso  Shaks- 
paire  en  el  torcer  acto  do  su  Hamiet,  hace  decir  en« 
tn  los  conseios  que  dá  á  los  adores  que  han  venido  á  su 
pikcio  para  distriierle:  «No  lo  olvidéis  nunca ;  observar  y 
copiar  á  la  naturaleza  es  vuestro  único  deber,  el  arte  no 
Minas  que.  su  espejo.  Llenareis  do  alegría  á  un  patio  ne- 
cio ultrajando  la  verdad;  este  triunfo  es  muy  fácil;  pero 
Atareis  al  hombre  juicioso,  cuya  aprobación  es  preleri* 
Uoá  un  patio  entero.  Me  acuerdo  do  haber  visto  algunos 
ictorcs  aplaudidos  con  entusiasmo,  y  ni  en  su  porte,  ni 
osiu  vojs,  ni  en  su  gesto,  tenian  nada  de  un  cristiano, 
'can  pagano,  ni  de  un  hombre.  Al  verlos  en  el  teatro 
i|ltanie  y  rugir  descabelladamente  no  podia ,  no  los  po- 
^  creer  formados  por  la  naturaleza;  me  pareciau  \\vxi& 


44 

bien  la  obra  da  vb  torpe  aprendií:  tan  mal  imitaban  al 
bombre.»  En  este  defecto  incurrirá  el  jéren  actor  íftm 
tenga,  vuelvo  á  repetirlo,  tan  perniciosa  man<a.  Se  aaoeia 
á  la»  inspiraciones  de  otro,  su  espresioa  será  d^l ,  i»^ 
cierta ,  sm  color ;  hablará  alto ,  bajo,  con  YÍTeía  y  con 
lentitud ,  tan  pronto  de  un  modo  como  de  otro;  y  siempre 
á  la  ventura;  su  voz  aunque  sonora,  quedará  seca  y  ári- 
da, sin  espresion  para  pintar  las  pasiones,  poroue  el  oa- 
razón  no  las  ha  sentido  y  solo  obra  por  imitación;  lien* 
rá,  j  no  hará  llorar;  se  conmoverá ,  y  no  conmoverá  i 
nadie. 

»  El  actor  tiene  que  consagrar  un  eran  cuidado  al  fHh 
nocimienlo  de  su  voz ,  debe  estudiarla  como  un  instru- 
mento >  domar  su  dureza  ó  enriquecerla  con*los  aceatoi 
de  la  pasión,  y  hacerla  obediente  y  pronta  á  las  mas  deli- 
cadas inflexiones  del  sentimiento.  Conocer  sus  cualidián 
y  defectos,  pasar  lijeramente  sobre  sus  cuerda»  ingrilüi 
y  hacer  solo  vibrar  las  armoniosas;  porque  tal  es  el  pote 
de  una  voz  sensible  concedida  por  la  naturaleza  ó  adqjiiirir 
da  por  el  arte»  que  puede  conmover  hasta  á  los  esbraDjefoi 
que  no  comprendan  el  idioma. 

»La  juventud  cree  á  menudo  saVvar  las  dificúltate 
del  arte  entregándose  á  movimientos  violentos  y  esfiísr- 
zos  en  la  voz.;  pero  tengan  presente  que  la  monotonía  si 
el  uso  de  la  fuerza  de  la  voz  es  insoportable,  que  es  ae 
cesarío  hablar  la  tragedia  y  no  gritarla,  que  una  espb- 
sion  continua  causa  sin  conmover;  que  el  empleo  de  sfH 
esplosioii  debe  ser  raro  é  inesperado,  y  que  ae  otro  mar 
do  lo  que  se  consiga  será  fastidiar  al  espectador  con  Wi 
continuos  gritoa  del  actor;  que  se  olvidará  al  persam^Jf 
á  sus  desgracias,  para  acordarse  tan  solo  del  canaaoc» 
del  artista;  por  lo  tanto  es  preciso  ocultar  siempre  alpk* 
blico  el  4ltimo  término  de  los  esfuerzos  del  actor»  ap^ 
rentando  hasta  en  las  escenas  mas  viólenlas  todo  ei  f^ 
der  de  sus  facultades*  Cuidará  de  que  la  respiración  ^ 
sea  muy  fuerte  ni  prolongada,  porque  el  tomar  alíenla  f 
una  especie  de  descanso,  una  susi)cns¡on,  que  aunqne  ■" 
gera,  enfría  el  movimiento  y  destruye  •iiqccbariaineiU 


45 

80  efecto,  porqiTc  psroce  i|iic  íA  almd  participa  de  osta 
«iMpenaion  6  descanso.  Para  evitar  esto,  para  evitar  so- 
bre todo  cierto  quejido ,  cierto  esterior  insufrible  que 
líganos  actores  tienen  en  el  teatro,  la  esporioncia  ha  su- 
nuQÍstrado  un  medio  que  debe  practicarse ;  el  actor  debe 
tomar  respiración  ante»  que  su  pulmón  esté  enteramente 
TaciOy  y  que  la  necesidad  ó  el  cansancio  le  obliguen  ¿as- 
pirar una  grande  cantidad  de  aire  á  la  vez.  Es  preciso 
(pie  aspire  poco  y  á  menudo ,  ^  sobre  todo  antes  de  que 
se  agote^  Una  ligera  respiración  basta  si  es  frecuente; 
pero  en  este  caso  cuide  mucho  el  que  no  sea  notada ,  por- 

2U0  si  no  los  versos  parecerían  cortados,  la  dicción  seria 
risa,  penosa  é  incoherente:  delante  de  las  vocales,  j  prin- 
cipalmente de  la  a,  de  la  o  y  de  la  ees  cuando  se  puede  ocuU 
lar  al  espectador  el  artificio.  Confieso  que  se  necesita  mu- 
cha costumbre  y  ejercicio  para  familiarizarse  con  esta  ope- 
ración mecánica.  Ademas  la  frecuencia  de  estas  respiracio- 
nes depende  de  lama  jor  ó  menor  fuerza  de  cada  inoividuo. 
»  Los  actores  que  no  han  sabido  emplear  este  medio 

Cra  conservar  su  voz  en  un  grado  de  tuerza  suficiente, 
n  recurrido  á  otro  que  les  ba  hecho  caer  en  un  lazo 
muy  peligroso:  han  querido  suplir  con  el  acento  del  llan- 
to y  con  una  aparente  opresión  del  corazón,  que  parece 
justificar  hasta  cierto  punto  las  frecuentes  y  fuertes  res- 
piraciones, la  falta  que  de  otro  modo  no  podian  corregir, 
iíd  reparar  que  por  este  procedimiento  prestaban  á  su 
dicción  un  tono  piafiidor,  un  acento  llorón  queá  menudo 
destruye  la  intención  del  poeta  y  que  acaba  por  ser  insu- 
irible«  Las  lágrimas  no  denen  prodigarse,  pereque  su  efec- 
ta  se  destruye ;  empleándolas  con  economía  y  juicio  con- 
aioyorán ,  teniendo  cuidado  de  servirse  en  este  caso  de 
hi  cuerdas  mediiu  de  la  voz  y  nunca  de  las  altai^  porque 
el  llanto  elevando  la  yoz  deja  de  enternecer,  y  sus  tonos 
•on agudos,  comunes  y  poco  comunicativos.  En  un  tooo 
Me¿ío  es  en  el  que  las  lágrimas  son  nobles,  tiernas  y  pro- 
tundas,  y  cuando  la  voz  encuentra  con  facilidad  acentos 
.  patiticos  y  dolorosos ,  que  van  derechos  al  corazón ,  y 
V^u  llorar  al  espectador.» 


4« 

Es  singular  el  enlace  que  se  observa  entre  todas  Iss 
partes  de  csle  escrito,  entre  todos  los  punios  que  godh 
prende,  ontre  todas  las  máximas  aue establece.  Todo-M 
deduce  natural  y  liSgicamente  de  un  principio  fecnndisi- 
mo  que  consiste  en  la  observación  é  imitación  de  la  n- 
turaleza:  este  principio  es  común  á  todas  las  bellas  artesi 
y  no  podia  dejar  de  tener  aplicación  al  arte  encantador 
de  la  declamación,  como  que  este  se  propone  por  prÍDci- 
pal  objeto,  como  aquellas ,  el  placer,  y  como  que  partid 
cipa  hasta  cierto  punto  de  la  naturaleza,  de  las  yentajis 
y  de  los  medios  que  emplean  las  bellas  artes,  que  se  asfh 
cian  á  la  declamación  para  proporcionar  á  los  espectado- 
res la  mayor  copia  de  goces.  Mucho  tiene  adelantado  et 
señor  Latorre  eu  la  gran  obra  que  medita  hace  tiempo, 
de  reducir  á  un  tratado  completó  y  metódico ,  con  prin- 
cipios fijos,  y  bajo  un  sistema  bien  combinado,  el  arte  dé 
la  declamación.  Las  observaciones  periódicas,  de  quetaft^ 
to  partido  puede  sacar  un  actor,  y  que  lo  es  indispenn^ 
ble  conocer  á  fondo,  merecen  un  capitulo  estenso  en  A 
tratado  que  medita.  La  fisiología  de  las  pasiones  mereei 
ser  tratada  con  detenimiento  y  atención.  Una  obra  de  H* . 
ta  clase ,  dtebia  ir  enriquecida  con  láminas  que  represen- 
tasen el  traje,  las  armas,  muebles  y  demás,  relatiTóiá 
las  ¿pocas  mas  importantes  de  la  historia.  ¿No  bayobnl 
de  esta  clase,  destinadas  á  los  pintores  de  teatro,  y  cnlii 
que  se  halla  cuanto  puede  desearse ,  acerca  de  los  mono-* 
mentos  de  la  antigüedad,  vistas  de  plazas  publicad  y  otiraif 
escenas  relativas  á  los  usos  y  costumbres  de  los  {kuebkM^ 
de  la  antigüedad?  Pues  ¿por  qué  no  se  habla  de  trabaw^ 
una  obra ,  en  que  hallasefi  los  que  siguen  la  carrera  M 
teatro  los  conocimiientos  y  los  auxilios  que  hoy*,  eá 
nuestro  pBÍ«,  solo  pueden  Adquirirse  á  c6sta  de  un  ImpriH  : 
bo  trabajo  y  deunalatga  e^erieneia?  Todas  las  uouiiíl'. 
que  pudieran  serles  útiles  y  aún  necesarias  respectó  4i;^ 
los  usos  y  costumbres,  tanto  de  los  pueblos  de  la  atttif|fl^^: 
dad,  cuanto  de  otras  épocas  y  paises,  con  el  caráclelr  j 
fisonomía  especial  de  cada  uno,  podría  ser  objeto  de  i^ 
j^unos  capítulos  en  la  obra  a  que  aludimos.  Kadie  tncjv 


47 

fue  el  ^ñor  Latorre  conoce  cuánto  necesitan  los  actores 
aaeomolas  diferentes  partes,  aue  debe  abrazar  un  trnla- 
liio  completo  de  su  arle.  Sus  talentos,  sus  felices  disposi- 
dones  y  su  ilustrada  esperiencia  le  han  enseñado  ya  mu- 
cho. Lo  que  falta  para  su  obra  'Cs  trabajo  de  combinación  • 
f  de  redacción. 

Los  males  de  todo  género  que  afligían  al  señor  Lator- 
re, los  mitigó  el  tiempo  algún  tanto;  y  ya  por  esto,  ya 
Mr  la  necesidad  que  tenia  su  espíritu  de  una  ocupación 
|ae  diese  nuevo  giro  á  sus  facultades,  volvió  á  tomar 
tfte  en  las  tareas  dramáticas  del  teatro  de  la  Cruz ,  don- 
le,  como  director  de  la  escena,  estrenó  durante  los  años 
ll.y  42  un  considerable  número  de  nuevos  dramas.  En 
illos  trabajó  frecuentemente  el  señor  Latorro,  distin-^ 
piiéndose  en  todos,  y  haciéndose  admirar  en  aquellos  que 
m  el  mérito  de  la  composición  le  permitían  desplegar 
m  fuerzas  y  los  recursos  de  su  imaginación.  Mucho 
^'éramos  estendernos «  si  hubiésemos  de  hacer  esprosa 
Mttcion  de  las  calificaciones  honrosas,  de  los  justos  clo- 
ibs  que  en  esta  época  le  han  prodigado  los  diarios  de 
tolos  matices,  y  las  Revistas  mas  acreditadas.  No  pode- 
■os,  sin  embargo,  dejar  de  hacer  mención  del  efecto  que 
pisdajo  en  el  teatro  la  representación  dio  la  Segunda 
mu  del  Zapatero  y  el  Rey ,  El  puñal  del  Godo  y  Sancho 
Smia,  obras  magnificas  úél  señor  Zorrilla :  en  otros  dra- 
Bis  dé  importancia  y  en  comedias  de  diversos  géneros 
aáveció  siempre  una  aceptación  singular:  de  los  papeles 
|ae  siempre  ha  representado',  ha  sacado  todo  el  partido 

S  permitían ,  caracterijíando.  con  verdad  y  con  propio-, 
al  personaje  de  que  se  habia  encargado,  porque  aun- 
qoe  el  estadio ,  los  talentos  y  las  facultades  naturales  del 
Mor  Latorre  le  den  «na  grande  ventaja  para  el  género 
Ugico ,  j  aunque  este  le  permita  desarrollar  todas  sus 
ms  dé  actor ,  y  todo  su  conociniiento  en  el  arte ,  sin  em- . 
kgo ,  con  la  misma  ventaja  y  con  el  mismo  lucimícafoL 
^Mnipeia'y  caracteriza  los  papeles  de  :otro' género :  esto 
hilna  muestra  de  la. flexibilidad  de  su  talento  y  de  su. 
"^UroceioD  artística.  A  veccs^  de  un  carácter  vago  y  po^ 


4g 

co  marcado,  de  ua  papol  deslucido  saca  un  partido  q 
no  podo  presumir  el  poeta ,  ó  que  nadie  hubiera  afirii 
do  al  leer  la  pieza.  Recordamos  en  este  momeóte.  ^ 
cuando  en  1812  hizo  el  Angelo,  tirano  de  Padua»  dijo 
amigo  nuestro ,  persona  muy  entendida  en  la  materUi 
un  periódico  bastante  importante  y  acreditado «  que 
seftor  Latorre  hizo  todo  lo  que  puede  hacer  un  bueni 
tor ,  dar  á  su  papel  la  importancia  y  el  realce  que  no 
sabido  darle  Víctor  Hugo . »  Este  juicio,  á  nuestro  pn 
cer  es  exactísimo,  y  de  él  resulta  el  mas  cumplido  do 
que  puede  hacerse  de  un  actor.  La  opinión  que  hoi 
mencionado  tiene  tanto  mayor  mérito ,  cuanto  que  A 
critor  á  quien  aludimos .  recordaba  y  citaba  el  signo 
yerso  de  un  célebre  poeta: 

En  mala  situación  no  hay  actor  bueno. 

Asi  es  que  dejando  á  un  lado  las  respectivas  difisn 
cias  literarias,  con  igual  lucimiento  desempeña  el  U 
y  el  Otear  ^  que  desempeftaria  en  un  saínete  de  doil 
loon  de  la  Cruz  el  papel  de  alcalde  de  monterilia  6 
fiel  de  fechos.  Para  los  dramas  de  costumbres,  para 
comedias  cuyo  argumento  está  tomado  de  situacionoi 
la  sociedad  actual,  reúne  todas  las  vetitajas  que  ledu 
esquisitos  modales,  la  gracia  de  sus  manerao  y  loa 
cho  que  ha  obserrado  la  escogida  sociedad  que  siM| 
ha  cultivado.  Con  frac,  pantalón  y.  sombrero  redoo 
pocos  actores  se  presentan  en  las  tablas  con  mayor  o 
gancia  ni  con  mas  noble  desembarazo :  los  raantas-j 
bastón  y  el  lente ,  suministran  en  algunos  papeles  aloii 
Latorre  el  mas  gracioso  juego  escénico.  NopodeaMS< 
jar  de  hacer  particular  mención  del  singular  mérilo  ( 

Juo  desempeüó,  entre  otras  piezas  que  no  recordamoSi 
litantropo  ,  el  casamieaio  iin  amor ,  la  doña  MenekL^ 
seftor  Hartzenbusch,  el  don  Álfon$o  el  Cáelo  del  misfll 
Jforiiio  Fallero. 

Las  contínoaa  tafeas  del  seftor  Latorre ,  y  loo  dí^ 
tos  qiie  han  amargado  su  existencia,  le  produjeron i^ 
afio  de  43  una  ateccion ,  que  los  médicos  gradoaroi 


49 

Íralnaonar,  aconsojándolo  quo  liicicsn  un  vi.ijií  con  el  ob- 
elo He  reslalilocrr  su  salud.  Kli^¡6  á  Kdicrlonn,  donde  so 
iaIIó  cunndo  ocurrieron  \oi\  aconlecimitMilos  de  aquella 
épocn«'que  no  son  de  osle  lu«¡:ar.  Kl  señor  Lalorre  porma- 
Beci6  en  In  misma  ciudad  hasla  no\ieinhrede  aquel  año 
aleji'idoi  e.<MMO  NÍeiiipre,  de  los  ino\¡inieiilos|iolUii'os,  y  en 
Un  lodo  estrn.lo  á  <'iiiiiilo  i\\\\  pasaba  :  se  eiieonlralM  en  In 
plnxa  ruando  se.  verilicó  el  lan  célebre  bombardeo,  y  no 
jb*c;y6  neecNaiio  salir  de  ella,  ni  rcru(ii[iarse  al  cuartel  ge-* 
Heral  de  Sarria ,  ni  acogerse  á  niugiin  buque  eslran- 
jwo. 

' '  Cuando  volvió  i  M.idrlii ,  el  señor  Lonibia,  empresario 
^  la  Orux,  le  ofreció  esh»  lealro  en  los  lérminos  txua  de- 
licados V  Raíanles,  é  in>ió!e  para  que  lomase  parte  en  los 
Uinhajt»!^  do  ai|uell'i  ctunpañía.  1^1  señor  LaUu're  acepló  las 
•liitns  (derlas  (íi;  ai|uel ,  j/  desde  entonces  trabaja  en  el  ei-» 
iíiií  lealro. 

;ifi  .Daremos  una  ¡lea  del  método  que  si^ueen  las  leccio- 
iie»  que  da  en  el  Conservatorio.  l)i*sdc  lut^go  quisiera  en 
4QS  alumnos  el  señor  La  torre  que  lle^asi:n  á  l.t  edad  en 
,flqe  pudioHcn  haber  adquirido  los  conocimientos  propios 
ifll)  luia  (buena  educación ,   j  en  especial  )  con  esteubion 
:loi.de  iMsloria  y  poesía,  y  en   cuja  edad  no  necesitase  do 
•üantoH  (lip^rboles  y  UnU»H  euibo/os  para  esplicarlrs  la  na- 
»lurale/a  y  UhonQuiia  de  Lis  pasiones.  La  edad  de  sus  alum- 
nos de  and)os  sexos  ,  pone  muchas  veces  al  señor  Lator— 
tfo  AUi  un  verUjid(4'!p  .j^ujiillicto ,  en  <|ue  los   respetos  quo 
';p)i}rcco  la  tierna, juventud  v  la  inocencia  se  hallan  en  pug- 
JMt.con.  la  necesidad. de  hacerse  entender.  Mu  estos  casos 
rrourre.al  medio  de  olVeérr  él  mismo  el  ejemplo,  sin  es- 
i'plici'ir  la  doctrina  que  ,  le  sirve  de  ^uia.  La   lisura  no   es 
lÜtulifurenle  c:\  un  actor  de  teatro:  no  es  esto  decir   que 
iforxos.'in)ente  \\i\yn  de  ser  un  Narciso,  sino  que  en  su  li- 
{urn,  adeíoás  de  ser  proporcionada  y  venlajosn,  hasta  la 
iiUobleiía ,  e  buen  parecer,   v  las  calidades  es|)eciale5  que 
'^'quilTeel  Usilro.  Nosotros  nunca  Iumuos  eslado  de  acuer- 
^ocon  la  opinión  de   nu  hombre  iiileli|;ente.  á   quien  va 
kcnios, citado ,  v  quo  creo  que  lu  estatura  y  la  vo7.  soiv 
loiio  vjii.  A 


5S5 

porque  e«  su  concepto.,  {ñcndo  ¿cc/ai^ar  hohlai 
fasis,  la  dtclaitnacion  ^créi  It  niciuern  de  hablar 
80  habla.  Pero,  á  nuestro  modo  de  ver,  la  declái 
aloja  tünto  de  la  manera  ordinaria  y  común  di 
cuanto  se  acerca  á  la  música,  sin  p.mb.irgo  de  < 
el  qué  h/ibla  cuanto  el  (\uíí  declama,  ambos  estí- 
menos sujetos  ü  las  leyes  de  la  armonía;  ¿no  n< 
desentonado  un  sonlo  hasta  en  la  ronversaoioii 
miliar?  Ademas,  el  orador  que  habla  en  público 
lor  que.  representa.cn  el  teéUro,  y  que  ambos  ti 
cesidad  de  levantar  ja  voz  pava-  .hacerse  entcn 
hablar  .en  mucbíts  oca^ipnes  con  calor,  para  esp 
pasiones  y  marear  en  muchos  casos,  luda  lá  fui'i 
coticeptus.y  las;palabras,  i.u)  pueden  menos  de  e 
con  ^/)/ci;{iV;^Un(iiue  seapliquq  aj^unas  veces  est; 
tanto  eo  1^  literalv^rACi/^intoen  la  idocuc.ion  pul 
4aráiCn.lendeJC.el:  tQj)0  aréQis»idi^.'C;i^{\ger«ida,  I 
perQ  esio  ho  ^s,]'^  ^^'pcioa.nafuraí  de;lá.pali 

,  Enseíja  elscrior^L^tQrrq^  si^s  discípulos  9 

j^on  economía, *y  JMÍq^o,,^l  ?í)plÍ9  ^^^  las  'vs^iii 

..pbserva,  y  coa  .;|)iM(jiiii.jr>>7(^n«,..quc;pueda,h9J)e.|; . 

,  dikiórpsacn.cmeil^s  l^r¡mas:H'fin..no(|va^..  ul^^i . 

,defl;d«.iigraciyis,^(d¡cf)  qt^v'  Í^I^tTÍJo  V^^VOi^rb^'/f" 
en  las, situaciones  m^^s  solejfq^^(;\npii(e  Aijjf^posas 

:iiue¿ftros!iuj!)S>se  sccau,,  Y»¡iig|j^a.l^g>l¡fi)jjj.  los  l\y 
pftr«(;eique.  lí)da^  e4e«.))ajq  nu^Mr/)  Kpffzwp^  ix}/^ 

.  aljvr^Mí:QUJ>¡L»ílja.^ojp.un.  velo., solo  pron^juji-i, 
»hoítpd#,,|>^3iS>^aj^;.  siiijvíilra^  jiwJ  i^rl¡í:i¡iL/t}!¿)i,*i 

:  í»í^lü:^aVy/fl■,ítl:^lí^^l*^íl?fAP<!íi.i^  j>«r:^..f^  qf 

•Á9  ¿luna  pp¡>««ía>Í9^oiilcíUi^Mí^ 

r, nt«iiluMni\jr;íf1rfíí;ira^/>.:i?lr.;f í*!^;  lir«»4iUj'!^  Sfí]^i 
-•ifuca  *)ttr#iMs(iiicr4í¡qu(ií  il:í  )!.Tnio/lje..i}Íh(^a  y,pni 

trico  y    pniuudo    Ae  ^w  Ci^s^i\^JOtí^^\v^\\  v.o  te 


55 

■  ■ 

ra  csplicar.sus  padecimicutos,    ni  lágrimas  para  ali- 
arlos.» 

Acerca  de  la  acción  en  general ,  uc  las  pausas  y  de  16 
le  se  llama  acción  muda«  puede  reasumirse  la  doclrina 
leda  á   sus  alumnos  en  los  sigulenies  párrafos  del -ya  ' 
CDcionado  escrito.  «La  misma  justa  cconomia,  dice,  se 
comiénda  en  los  ademanes  y  gestos,  ó  iñas  bien  dicho 
la  acción  ;  esta  parte  del  arle  se  considera  como  esen- 
il,  porque  la  acción  es  en  cierto  modo   un  lenguaje ;  la 
oiuiion  de  esla   destruyela   nobleza  del  personaje,  tía 
eciso  que  sea  natural;  no  el  producto  de  un  esfuerzo 
ludiado,  sino  el  sencillo  resuKado'de  la  costumbre.  No 
necesita  crecer  ni  hinchar  la  voz  para 'dar  una  órJcb: 
»do  es  que  el  poderoso  no  emplea  esfuerzos  pflra  ha- 
rse  obedecer;  en   su   clas<r  todas   sus  palabras  tienen  ^ 
so.  todos  sus  movimientos  autoridad.  La  iñleli<jcnóia  ' 
be  rc^glar  el  movimiento  rá|>ido  ó  lento  de  la  dicción,  '- 
|;tin  la  situación  ,  6  cortarlo  con  pausai  estudisrda&VHa^;* 
jcanstancias  en  que  el  hoYnbre  necesitBírecogci^]S<f,'dÍgfM: ' 
¿lo  asi ,  antes  de  cOnfiür  á  la  palabra  lo  que  siente  f$Ü  ' 
na  6  lo  que  su  pensamiento  ie  ^aj:;ilrre:  Bs  tíecesarlo*, 
e  el  actor,  en  este  caso,  aparente  meditar  antes  de  har^  . 
b",  que  por  medio  de  pauséis,  parezca  tomarse  ticm'pb 
n  arreglar  en  su  Imaginación  lo  que  va  á  decir;  pero 
preciso  que  mientr^fs  tanto  su  fisonomía^  supla  en  estas  ' 
tensiones  de  la  palabra^;  que  en  se  actitud ,  sus  fac^ 
itoes  indii]uen  que  en  aqueillos  knomcntos'de  silencio  an' 
iifr  está  fuertemente  oetipada;  de  lo  contrario  estó&^in-  • 
Kalos  en  la  dicción  serian  rasgos  frios  y  sin  calor; 
ribuidos  mas  bien  á  una  distracción  de  la -memoria,  qué 
Otha  operación  del  pensamiento.  Hay  ademas  situacio'hes 
i  violentas   que  se  descubren  por  una  acción  ó  liioyi- 
fenlo,  sin  espresarla  lícita  combiüetcion  de  las  palabras 

íVen.  precedidas  por  él  geéto',  la  mirada  6  la.  ifedon. 


54 

Jae  llamamos  aecton  muda «  parte  esencial  del  arto  j  imi] 
íficil  de  conseguir  y  de  adecuar;  por  ella  el  actor  ia¿ 
prime  á  su  dicción  verdad  j  naturalidad  alejando  toA 
recuerdo  de  que  sea  una  cosa  estudiada  j  repetida.  Otra 
situaciones  hay  sin  embargo  en  las  que  el  personaje  ar 
rastrado  por  la  violencia  del  sentimiento  halla  inmediata 
mente  todas  laa  palabras  que  necesita.  Entonces  su  dio 
cion  tiene  que  ser  rápida ,  porque  las  palabras  llegan  í 
sus  labios  con  la  misma  prontitud  que  las  ideas  i  sa  p09- 
Sarniento  y  la  emoción  á  su  alma. 

)>FálUime  hacer  una  observación  que  puede  ^er  4! 
algún  provecho.  El  actor  no  está  solo  oeslinado  ¿  ejectt 
tar  papeles  análogos  á  su  carácter.  En  su  carrera»  se  hi 
liara  á  menudo  precisado  á  retratar  pasiones*  cuyo  tip 
no  esté  en  su  naturaleza.  Pero  como  entre  las  pasioms 
desordenadas  que  degradan  al  hombre,  existe  sienmre  iÁ 
gun  pimüQ  de  semejanza  con  las  vivas  y  puras  que  fe  ñ\^ 
vaa  y  engrandecen,  puede  entonces  juzgar  por  analogtt 
Un»  noble  emulación  le  dará  á  conocer  la  envidií^,  | 
justo  resentimiento  de  una  ofensa,  le  mostrará  desde  It 
JOS  el  aborrecimiento  y  la  venganza ;  la  prudencia  j  | 
caoiel^j  9I  disimulo  v  la  astucia.  Los  deseos ,  los  UNrmeR 
tos  y  los  inquietos  celos  en  el  amor ,  hacen  concebir  to4 
su  irenesi  y  todos  sus  crímenes.  Por  medio  de  estas  coí^ 
binacioo^  y  semejanzas,  que  son  el  resultado  de  nn  tni! 
bajp  rápido,  de  la  iemibiUdmi  unida  á  la  inUiigenett 
trabajo  necesario  al  poeta  y  al  actor ,  se  losran  pintM 
aun  sin  conocerlas,  las  negras  inclinaciones,  lascnlpaUi 
pasiones  de  almas  corrompidas  y  viciosas.» 

En  el  estudióle  la  v¿>z,  esplica  á  sus  alumnos  el  seia 
Latorre ,  la  manera  de  emitirla  y  todo  el  mecanismo  4 
ella ,  haciéndoles  conocer  las  cuerdas  medias  de  la  to| 
que  es  el  punto  conocido  de  donde  debe  partir  el  que  ha 
bla ,  ya  para  subirla ,  ya  para  bajarla ;  esto  se  entie^Jl 
sin  perjuicio  de  que  cuando  un  actor  dirija  su  voz  en  ai' 
guqimonólogo  al  público,  deba  espresarse  en  todo  eí  Ik 
00  ¿0  ju  VOI9  fijando  lu  atenciwi  CA  que  esta  Sfia  d^!^ ; 
Mteadidií  em  las  estrem\d»&M  ^\a  wwocmsmík*.  W  fo 


55 

nedia  tiene  la  ventaja  de  qne  facilita  la  aspiración ,  j 
bce  mas  cómoda  y  espcdita  la  pronunciación.  Llevando 
siempre  á  la  naturaleza  por  guia,  nos  enseña  esta  á  cs- 

tresar  la  agilacíon  amorosa  por  medio  do  una  voz  Irému- 
u  Todas  las  demás  pasiones  modifican  la  voz  de  diversa 
ntanera;  esto  debe  observar  el  actor,  y,  de  ello  puede  sa- 
car mucbo  partido  para  caracterizar  aquellas,  y  conmo- 
verá los  espectadores.  Escusado  es  decir,  después  do  lo 
qaeal  principio  hemos  manifestado,  que  en  esto,  como 
en  todo,  se  na  de  imitar  á  la  naturaleza,  mejorándola, 
corrigiéndola ,  perfeccionándola  ,  ennobleciéndola  :  en 
eito  consiste  él  idealismo;  y  en  esto  se  distingue  el  ver- 
ladero  artista  del  que  copia  ó  remeda  servilmente  á  la 
aaturaleza. 

Tiene  la  buena  idea  el  señor  Latorre  de  no  reducir 
te  enseñanza  á  esplicaciones  abstractas^  que  en  toda  la 
estension  que  pudieran  darse,  quizá  no  se  acomodarian  á 
la  inteligencia  ae  todos  sus  oyentes.  Al  contrario  proce^ 
^  pues,  csplicándoles  el  modo  de  espresar  ó  caracterizar 
VQi  situación  determinada,  ó  una  espresion,  vierte  en- 
tonces con  mucha  oportunidad  y  para  mayor  claridad 
■adoctrina  en  qoe  sé  tunda  la  esplicacion  que  les  dá.  De 
este  modo ,  mezclando  á  un  mismo  tiempo  el  ejemplo^ 
con  la  doctrina,  enseña  i  buscar  la  razón  de  esta  en  sus 
verdaderas  fuentes ,  que  son  la  imitación  artística  y  la 
^rvacion. 

No  terminaremos  estos  apuntes ,  sin  hacernos  cargo 
de  la  opinión  de  algunos  aficionados  al  teatro ,  que  supo- 
^  fue  en  el  dia  no  hay  cómicos  que  ejecuten ,  con  el  lu- 
amento  que  se  hacia  en  otro  tiempo ,  nuestras  antiguas 
Remedias ,  y  particularmente  las  que  se  llaman  de  capa  y 
^if^.  Pero  á  nuestro  juicio»  este  es  un  error.  Nuestras 
jBtigoas  comedias  tienen  entre  otras  circunstancias ,  la 
jiaer  la  pintura  mas  fiel  de  nuestras  antiguas  costumbres; 
de  (al  manera,  que  aun  sin  contar  con  el  ausilioque  pue- 
den prestar  á  un  actor  celoso  y  aplicado  nuestras  histo- 
^a  y  nuestras  crónicas ,  se  encuentran  eu  las  mVstEv;)^^  \^ 
V  Mb  retrstsdos  Io§  caractére$  j  tan  Wu  ^^j^v^)^^-*. 


56 

tos  estos,  que  sintnnchocstudiosfí comprenden, y  sínfíirán' 
des  esfuerzos  de  infi^cMiio  pued(Mi   reprcs(Mitarse  sus  mal 
imporlanlcs  pcrsonajos.  Tan  cicrlo  es  cslo  que  hemos 
alcanzado  adores,  de  fanía  en  esle  género,  que  ennucs- 
tro  juicio,  dehieron  loda  elb  al  buen  timbre  de  su  voz  y 
á  la  entonación  con   que  rocilaban  sus  herniosos'  versos. 
Fuera  de  esto,  que  hoy  forma  los  primeros  rudimenloí 
del  arte  de  la  declamación,  cuando  se  ha  tratado  dcalgu* 
Da  situación  verdaderamente  teatral ,  han  podido  notarlas 
personas  de  un  gusto  delicado,  que  no  es  lo  mismo  reci- 
tar versos,  que  representar  un  importante  papel  de  tea- 
tro. Sirva  de  ejemplo  la  comedia  del   maestro  Tirso  á« 
Molina  ,  intitulada  El  convidado  do  Piedra.  Habiendo  don 
Juan  Tenorio  muerto  á  don  Gonzalo  deUlloa,  comenda- 
dor de  Calatrava,  huyó  á  Lebrija;  pero,  creyendo  des- 
pués hallarse  mas  segviro  en  Sevilla ,  vuelve  á  esta  ciudadi 
Ítoma  iglesia  por  la  noche,  en   la   del  convento  de  san 
rancisco :  vio  allí  el  magnifico  sepulcro  erigido  á  don   ^ 
Gonzalo,  con  su  estatua  de  piedra  encima,  y  la  inscrip' 
cion  siguiente : 

i 

«Aquí  aguarda  del  señor 

El  mas  leal  caballero 

La  venganza  de  un  traidor.» 

El  desalmado  don  Juan  lee  esto  mote,  llama  ié^ 
CrODzalo  buen  viejo  y  barbas  de  piedra^  se  ríe  de  la  vt?^ 
ganza  que  podrá  tomar,  y  al  despedirse  le  convida  á  ^^^ 
nar  aauella  noche  en  su  casa^  pues  ya  entrada  aquella*  ^ 
retiraba  á  una  casa  que  tenia  tomada  en  una  calle  asco^^ 
da.  No  faltó  en  efecto  el  convidado  de  piedra.  Apenas  ^ 
había  don  Juan  sentado  á  la  mesa ,  llaman  á  la  puerta.  G^ 
talinon ,  su  criado  vá  ú  abrir,  y  vuelve  aterrado  sin ip 
der  dar  razón  de  lo  que  habia  visto.  Don  Juan ,  hombí 
de  corazón  sereno  y  osado ,  se  dirige  á  la  puerta  y  dic 

¿Quién  vá? 
£áMTÁTÜÁ\     Soyyb.  -     «  «^ -.-í-mu  •- 


k.. 


67 

D»  Juan*         ¿Qii¡6n  sois  vos? 

La  Estatua.     Soy  oI  rahallrn»  honrndo 

{)\w.  á  ctMinr  iiíis  roiividiulo. 
I^«  JvAX.  Cena  lial)r¿'i  (tara  loi»  dos. 

Don  Juan  manda  qiir  aron|iiou  tina  silla  al  convidado» 
ic  han*  |d.-i((),  roña  v\  mismo,  hoho,  lo  convida  á  Urher, 
lo  proponía  si  (|UÍ(M'«>  qnc  canten  durante  la  cena;  )'  nía-- 
nifesl/indidc  el  convidad(»  deseos  dctinodar  sido  con  (d,  haco 

Juilar  la  mesa,  cierra  lapnerla,  v  Iratándole  conu)  á  alnia 
H  olro  mundo,  le  |»rep;nnla  si  liene  necesidad  de  sufra- 
gi^Ks.   Don  (¡4)n/alo  le  pile  i|ue  vava  á  cenar  con  (A  á  su 
s<^|>ulcro  la  noche  sijjuiente,  v  dou  Juan  se  lo  promele.  Lt 
<^s({Uua  se   relira;  y  s(do  después  (|ue  Im  desaparecido  su 
'    «^"iilrario,  sienle  a(|uel  estremecimien'o,  y  algunos  lali- 
yos  de  la  conciencia.  IVtíí  proulo  vuelvo  en  si  resuello 
^ciMuplir  su  promesa,  ^(loriándose  anlicipadamenle  en  \^ 
fopiUacion  <|U0  va  á  ad(|U¡r¡r  de  valeroso,  cuiindo    sfi  di- 
vulgue tan  eslraordinario  suceso.  Acude  en  efeclo  á  \f 
<^Ua  i  la  hora  señalada,  «pío  era  la  do  las  diez  de  la  noche; 
Jj^   don  (lonxalo  le.  esperaba.  La   mesa   es  un  nlaud,  tó^ 
*>rvi(MUes  es(]uelelos  enlutados,  las  viandas  vihorasy  ala- 
ci'auos,  el  vino  hiél  y  vinagre,  la  música  recuerdos  Iro- 
í^^iMulos  de   la  inexorable  justicia  de  Dios.    Al  fin  don 
(^^^u/alo  pido  la  mano  ú  dou  Juau,  <|ue  siento  ahrasarso 
P^'^rella  todo  el  interior  de  su  cuerno.   Sin  embarco,  su 
^"Iropidez  no  se  desmiente,  tira  de  la  doga,  )  st)lodnffol- 
P^'-'^al  aire,  hasta  «pie  fallándole  el  aliento  cao  sin  vlJa'á 
*os  pios  (lo  su  enemigo:  y  ahora  proguntnmos,  para  cá- 
raoiorizar  biená  este  personaje,  para  expresar  su  serenidad 
"^áiiinu),  su  valor,  el  profundo  desprecio  con  que  ve  la 
^^*i)K;in/a  que  lo  amenaza,   los  primeros  lalidps  de  una 
*^"'>cioucia  eiiipodernida,  y  la  lucha  interior,  y  los  esfuer- 
f^**  3*  lí^  a{X¡tacion,  que  l\\  lin.le  hacen  perder  nd  aliento, 
¿*>'ista  la  jocilai ion  material  de  tiüos  v,ersos  soupros  y  ar- 
?^'*¡«sos?  La  rcprosenUicion  do  esilns  escenas  .¿no  se  ha- 
^  ^ujota  á  las  mismas  coudicioi){)'s  d.e  esludro,  (^uo  la  do 
^^  P<irsüuajes  íri^rif-^f/í  ^c  ^5  iip|>^^  (^Uk\.^tbál'\^' 


I 


58 

dos  los  progresos  que  entre  nosotros  han  becbo  elifte  c 
la  declamación  j  el  gasto,  ¿no  tendrán  aplicación  cuand 
se  trata  de  representar  una  creación  fantástica  tan  magni 
fica?  ¿No  se  necesitará  un  conocimiento  profundo  defci 
razón  bumano,  j  de  sus  mas  ocultos  resortes «  para  ea 
presar  la  lucha  de  un  corazón  dominado  por  las  pasiom 
mas  desenfrenadas  contra  el  poder  invisible  del  cidc 
Ademas,  la  esperiencia  diaria  habla  á  favor  de  nnestr 
opinión  9  pues  representándose  en  los  teatros  algunas  f» 
ten  nuestras  antiguas  comedias ,  nadie  podrá  dejar  A 
confesar  que  se  ejecutan  con  el  major  lucimiento  f] 
ine  los  papeles  mas  importantes,  en  los  diversos  génertt 
e  todas  ellas,  se  desempeñan  con  igual  mérito  por  lo  ma- 
llos en  la  recitación  de  los  trozos  líricos  en  que  abundaí 
las  comedias  de  nuestro  antiguo  teatro ,  y  con  una  e» 
Iraordinaria  superioridad  cuando  se  representan  sito* 
dones  teatrales  y  se  espresan  pasiones. 

Teniendo  á  mano  otra  comedia  de  Tirso  intitoladi 
Pruehoi  de  amor  y  amiitad^  y  abriéndola  á  la  aventad 
noi  encontramos  un  razonamiento  de  don  Grao  en  f* 
Contesta  al  ¿onde  de  Barcelona,  que  para  probarle 

Éroniete  sü  priTanta  si  abandona  á  su  amigo.  Don  Gri 
I  dice: 

Sf  otro  que  vuestra  alteza  me  dijera 
Semejantes  razones. . . 

CófDB.    Estáis  loco? 

GiAO.      La  espada ,  no  la  lengua  respondiera 
Ofendido  de  yer  tenerme  en  poco. 
La  envidia  en  los  palacios  lisonjerat 
Que  lealtades  destierra  poco  á  poco. 
Os  dirá  por  mentir  con  lengua  sabia 
Quo  don  Guillen  me  ofende  y  que  os  agratia* 
A  Estela  quise  cuando  no  sabía 
Ct^e  don  Guillen  la  amaba ;  pero  luego 
Aquel  dia  mismo  (¿qué  digo  aquel  diaT 
Aquel  instante]  mi  amoroso  fuego 


.  Affoi  m  la  amitU^t  si  en  gaitos  ciego, 
l>eiemÍMirai6  el  peclio;  y  si  Urdára 
El  alma  por  sacarle  me  sacara. 

Oe  estas  chas  se  in(lere«  que  los  mismos  actores  en 
iiiienes  se  reconoce  tanto  mérito  en  los  dramas  moder- 
108  7  en  1m  tragedias  para  espresar  toda  la  vehemencia 
le  las  pasiones  j  los  afectos  mas  delicados^  no  podrán  de- 
ir  de  tener  una  gran  ventaja  para  representar,  como  en 
I  fragmento  que  acabamos  de  copiar,  el  noble  orgullo  de 
naballero  j  todo  el  heroísmo  de  la  amistad.  Ahora, 
I  se  tratara  de  recitar  un  fragmento  Úrico,  unas  octavas 
íWBL  soneto  descriptivo  como  este  del  divino  Sanchei  en 
acomedía,  la  Guarda  euidado$a. 

Ficiles  aguas  de  este  manso  rio  ^ 

Que  por  su  margen  desigual  torcida 
Lleváis  vuestra  corriente  recogida 
Al  valle  melancólico  y  sombrío: 
Olas  cobardes*  que  os  detiene  el  brio 
Arena  á  vuestra  costa  humedecida; 
Y  de  la  opuesta  pefia  endurecida 
Blandas  mojáis  el  pie  de  algas  vestido 
Por  qué  estáis  murmurindome,  si  digo 
Que  ne  de  elegir  sin  orden  ni  discurso 
Al  duefio  ingrato  de  mi  vida  triste? 
Torcida  ó  no,  su  condición  la  sigo. 
Como  seguís  vosotras  vuestro  curso: 
Que  fuerza  natural  mal  se  resiste. 

ntoncestodo  se  reduce  á  recitar  con  buena  entonación 

ido,  unos  hermosos  versos  como  pudiera  hacerlo 

ursona  míe  leyese  bien  ,  y  que  solo  se  propusiese 

*  el  mérito  de  la  composición  poética,  y  la  armonía 

versos:  pero  esto  no  es  declamar:  el  teatro  pide 


esta  primavera  ha  esperímentado  el  sefiot\A\otm 
^rmeisd  sgudíumé,  de  la  aiie  ifartOMAmMbt 


se  ha  salvado..  En  breve  so  ha  restablecido,  y  lyi  podid* 
volver  á  sils  t'arca$  ordinnrins.  Sus  numerosos  ainigos,  ^ 
todo  el  público  de  Madrid,' han  manifestado  en  esta  oca 
sion,  de  un  modo  general  6  iñ^qufvocb,  el  vivo  inleré 
que  les  inspiraba  un  actor  de  tanto  mérito,  v  un  caballo 
ró  de  tan  recomendables  jpreudas. ' 

Anata. 


I  ■ 


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I  -,".■  ;      .  olí.)      1  i/»  .i^.-">  ..  ;.•  .*        ...     I  ÍkI    * 


EL  SXC3X0.  Sa.  D.  JUAN  N2Ca310  QAUsaQ.  .', 


íJ;iío  flrts  con<'<'pt">9  dclw'lcohsiilcr.ircl'esri'ítrtr  iHÍjfrí- 
ft>  ñ  liis  nulón-s  «If  ñola ,  AanViiuf  sii  trnliiijñ  tilv^i'^irlf  ^'c'a 

ctimplolo;  Vtt''rr()lr.-- ■'■■—■■■" ■■■■-■  ■-■■  -->■■.■■.'.  ■'l(i''A"J*íu.' 

írf'sriiKliliics   COIIlli 


.  me  jii¿iiu'í'«iíTiV"iift(!ii«, 

i;t:'ifiIsmA',  Ch'Kií  uiffil'prf- 

■'...:'  &  V.lfJí  rfní 'nWÍ  Siií), 

-:  Mrili  lii!i'iiSlllKHÍl!lV;4n 

i/oni'^'illi'foiAu'iiiVií'ftjs.tüh- 

,    ,    _  ,  iiAliStaiVíi.  /tuf  i-H'rUh'it 

-.li¡'>,lir,„,^    ,;     '  ,,lhl,,í;Í!i'ii,.ilc.WpiWUIM«Mr 

|íU>l, I  .:        :  ,,'V¡iV(l"6lil|.W>«io««>Wi6ltólBtli- 

^#« '9  yiK-  !ó>  i.óV:l;is  sftH'i'iilíó'IM  Vsrflilíri'i'  (ífctjlií^óV'lbs 


•ejan  ef  d  que  mai  atracÜTO  ofirece  á  IoIm.«|  AfU^ 
tamatal  alcance  de  todos  y  elqoo  ñor  cooáiriolin 
eoD  mas  irresislible  fuena'las  pnorias  do  lottstetM* 
f  encías  j  de  todos  los  corazones. 

Pero  la  poética  oo  puede  ejercer  esa  inl 
de  derecho  le  corres|»onde ,  ni  ser  mas  qoe  nn  f^kAít 
nato,  i  meno»  de  accnlar  francamente  las  coodkisMlik 
cas  qoe  pueden  dársela ,  j  que  en  noestro  loncspti  ttH*  Cóe 
docen  á  una  s«iU ,  á  salMrr,  harer§€  inteliffiUé  é  Uém^hí  C|. 
que  los  acentos  del  (Kieía  despierten  un  eco  en  fagatanll  C^ 
sus  lerinres,  es  preciso  que  sean  fieles  i  lérpreleí  4s  Hfr  I  ||i 
timientos  que  tollos  puedan  apreciar;  de  otra  a*aHs|M^Ltt 
rán  desapercibidos  como  aquella  roa  del  ¿üMrlslsfi 
habla  la  Escritura  ,  6  como  esos  va^s  mmores  dd  vMl 
j  de  las  ainuas  que  tal  vez  nos^  recrean  el  oído,  pciafK 
como  nada  nos  dicen  i  la  ¡nteligencu,  pronto  acaltafll 
molestarnos  ó  por  adormeccruos.  Lo  mismo  pueda  éA^ 
se  cuando  no  ja  los  penumientos  mismos,  aino  an  — 
sion  es  la  oue  no  csti  al  alcance  do  todos.  ¿Qné 
entonces?  Un  cansado  y  monótono  mido  que  neo 
mente  acaba  por  producir  uno  de  los  efectos  arribí|^ 
chos*  No  queremos  por  eao  que  la  pofsla  haya  de 

firse  únicamente  al  vulgo  como  pudieran  deducir  de  i 

tras  palabras  una  crítica  muy  material  6  mqy  de  mah  |i 
solp  si  que«  (tal  es  al  menos  nuestra  intima  conTiccion  Api- 
dada  en  innumerables  ejemplos  que  pudiéramoa  citar)  sob 
sí  que  siempre  que  la  |ioesia  se  encierre  en  esa  espede  ^ 
Sancia  iunclorum  vedada  á  los  profanos  que  lo  aepnaii{^ 
alf  unoa  eiagerados  id6latra|i  do  su  culto ;  sicaspre  que  si 
dcsdehe  de  emplear  la  lengua  común  formáodóáe  y  cilli- 
yando  exclusivamente  una  suya  propia ;  siempre qne  alan- 
te el  tono  y  la  forma  de  vna  alta  eiudícion  milolé¿cii 
histórica,  ó  de  cualquiera  otra  especio,  perder^  toda  o'li 
ñayor  parte  de  su  legitima  influencia  fqbre  la  soeiadif 
En  nuestra  bumildu  opinión,  ésto  sucedió  k  la  poésta  CH 

Í afluía,  dc^9  priilcipiosdel  si^lo  XVII  basta  finos  del  ILVIV* 
[asta  aquella  primci  a  ^pocat  influyó  altamente  áohMIli 
cosiiMi^bres  pQf  medio  4^1  leálro ,  el  (^ncito  Wfj^^  fjt' 


5 

Mientras  agradó,  mientras  inter«s<l  en  U 
al  vivo  los  caracteres  y  los  seDiímienlos  m^ 
lajó  de  alguD  modo  sobre  la  sociedad ;  fué, 
:e  ahora,  un  verdadero  poder  del  Estado: 
itó  formas  extrañas,  pintó  caracléros  exlraAos, 
\  extraños 4  y  basta  empleó  casi  un  lenguaje 
lo  algunos  la  comprendieron  y  pasó  por  con- 
m:o  menos  que  desapercibida.  Lo  mismo  es 
punto  aplicable  á  todos  los  demás  géneros  de 
lor  qué  no  hornos  de  decirlo  todo f  ¿Por  qué 
3  decir  á  todos  los  demás  géneros  de  Hienaturefi 
ir  Gn  en  el  horizonte  literario  una  época  mas 

poesia  castellana.  Moratin  el  padre  y  el  hijo» 
jienfuegos  abrieron  la  marcha  por  ia  nueva 
idio  de  los  aplausos  generdtes;  por  ella  los  si- 
I  singular  fortuna  algunos  de  nuestros  céle- 

contempctráneos ,  v  entre  ellos ,  en  primera 
es  objeto  de  estos  breves  apuntes  biográficos, 
á  seguirle  rápidamente  en  todas  las  diferentes 
:arrera  literaria,  asi  como  en  el  sucesivo  des- 
,  privilegiada  inteligencia;  refiriendo  también 
principales  sucesos  de  su  vida. 
a  Nicasio  Gallego  ^  uno  de  nuestros  mas  célo- 
el  dia,  y  el  aue  pasa  generalmente  por  ser  el 
nodclo  para  los  jóvenes  que  se  dedican  al  cut- 
sas,  nació  en  Zamora  14  do  diciembre  del  aflo 
ado  sus  padres  don  Felipe  Gallego»  y  dofia 
ernandcz  del  Crespo.  Su  fami  ia  aunque  antl- 
Jla  ciudad  tuvo  su  origen  en  la  villii  de  Si- 
le  ya  en  el  siglo  XV  gozaba  lodos  los  privile- 
lalguia.'^l] 

su  imtria  sus  primeros  estudios  fon  la  buena 
liarse  por  entonces  regentando  la  cátedra  je 

:Mion  del  rey  don  Enrique  IV  en  favor  de  Juan  v  Lope  Ca- 
le la  Imitad  y  arrojo  con  que  soslufiíTOO  la  voz  ael  monar- 
eudieudo  lu  villude  Simancas  contra  la  Tuerza  de  los  srandrí 
cercaron  y  conibaiieron  por  espacio  de  dof  mewi:  diéks  tde* 
tiiBÍiffltt$de  Jtf  vjÜA, 


9 

aojan  ei  el  que  mas  atracÚTO  ofrece  á  todos  t  el  •!  «p 
ta  mas  al  alcance  de  todos  y  el  que  por  consiguiente 
con  mas  irresistible  fuerza  las  puerUs  de  todas  las  in 
geocias  j  de  todos  los  corazones. 

Pero  la  poética  no  puede  ejercer  esa  influeneii 
de  derecho  le  corresponde,  ni  sor  masque  un  estéri 
nato,  á  menos  de  aceplar  francamente  las  condicionei 
cas  que  pueden  dársela ,  y  aue  en  nuestro  concepto  i 
ducen  á  una  soU «  á  saber  •  kacern  inteligible  á  iodae^ 
que  los  acentos  del  poeta  despierten  un  eco  en  las  alo 
sus  lectores*  es  preciso  aue  sean  fieles  i  térpretes  de 
timientos  que  todos  pueaan  apreciar;  de  otra  suerte 
ran  desapercibidos  como  aquella  ros  del  deeierio  di 
habla  la  Escritura ,  6  como  esos  vagos  rumores  del  v 
y  de  Ia4  aguas  que  tal  vez  nos  recrean  el  oído,  pero 
como  n^dá  nos  dicen  á  la  inteligencia,  pronto  acahfi 
molestarnos  ó  por  adormecernos.  Lo  mismo  puede  d 
se  cuando,  no  ja  los  penMiniehtos  mismos,  sino  su  f^ 
sion  es  la  que  no  esti  al  alcance  de  todos.  ¿Qué  n 
entonces?  (Jn  cinsado  j  monótono  mido  que  neceÉ 
mente  acaba  por  producir  uno  de  los  efectos  arril 
ehos.  Nq  qucrf^mos  por  ^  que  la  j>o^sia  baya  de 

g*  *we  únicameple  al  vulgo  cooio  pudieran  deducir  de  i 
s  palabra!  una  crítica  muy  material  ó  muy  de  ma! 
solo  si  que»  (tal  es  al  menos  nuestra  intima  convicckMfi 
dada  en  innuiperabíes  ejemplos  que  pudiéramos  citar 
si  que  siempre  que  la  fioesia  se  encierre  en  esa  espedí 
Swcta  iancloru/n  vedada  á  los  profanos  que  le  acoñ 
algunos  exagerados  idólatra^  de  su  culto  ¡siempre  ó* 
desdefte  de  eniplear  la  lengua,  oomqn  (prmándose  j  < 


excdenciii.  Mientras  agració»  mientras  inter«s<l  en  U 
«I  pintando  al  vivo  los  caracteres  y  los  seDiimíenlos  nt^ 
dooales ,  influyó  de  algún  modo  sobre  la  sociedad;  fué, 
como  se  dice  ahora ,  un  verdadero  poder  del  Estado: 
coando  adoptó  formas  extrañas,  pintó  caracléros  extraAos, 
leDlimicntos  extraños «  y  basta  empleó  casi  un  lenguaje 
extraño ,  solo  algunos  la  comprendieron  y  pasó  por  con- 
liguiente  poco  menos  que  desapercibida.  Lo  mismo  es 
iuista  cierto  punto  aplicable  á  todos  los  demás  géneros  de 
poesía.  ¿Y  por  qué  no  bemos  de  decirlo  todo f  ¿Por  qué 
DO  hemos  de  decir  i  todos  lo$  dema$  gineroi  de  litmatura^ 
Rayó  por  Gn  en  el  borizonte  literario  una  época  mas 
feliz  para  la  poesía  castellana.  Moratin  el  padre  y  el  hijo» 
Meicndez ,  Cienfuegos  abrieron  la  marcha  por  ka  nueva 
lenda  en  medio  de  los  aplausos  generdtcs ;  por  ella  los  si- 

Sieron  con  singular  fortuna  algunos  de  nuestros  céle- 
J8  poetas  contempciráneos ,  y  entre  ellos,  en  primera 
linea,  el  que  es  objeto  de  estos  breves  apuntes  biográficos. 
Vamos  puesá  seguirle  rápidamente  en  todas  las  diferentes 
fises  de  su  carrera  literaria,  asi  como  en  el  sucesivo  des- 
arrollo de  su  privilegiada  inteligencia;  refiriendo  también 
it  paso  los  principales  sucesos  de  su  vida. 

Don  Juan  Nicasio  Gallego ,  uno  de  nuestros  mas  céle- 
bre poetas  del  dia,  y  el  aue  pasa  generalmente  por  ser  el 
Dtas  seguro  modelo  para  los  jóvenes  que  se  dedican  al  cul- 
to de  las  musas,  nació  en  Zamora  14  do  diciembre  del  aflo 
'el777,  siendo  sus  |»adres  don  Felipe  Gallego»  y  dofia 
Francisca  Hernández  del  Crespo.  Su  fami  ia  aunque  anti- 
gua en  aquella  ciudad  tuvo  su  origen  en  la  vilU  de  Si- 
i  niAncas  donde  ya  en  el  siglo  XV  gozaba  todos  los  privile- 
I  '  giosde  la  hidalguía  .'^1] 

Hizo  en  su  |mtr¡a  sus  primeros  estudios  fon  la  buena 
,    suerte  de  hallarse  por  entonces  regentando  la  cátedra  d(e 


.  (1)  Foe  concesión  del  rey  don  Enrique  IV  eq  fayor  de  Juan  v  Lope  Ca- 
"^go  en  jireniio  de  la  loaltad  y  arrojo  con  que  sosluficron  la  voz  ael  monar- 
^^B  4465,.  dcfcudiviido  la  villa  de  Siinanias  contra  la  Tuerza  de  lot  srandrí 
'tMidot  qué  la  cercaron  y  comhalieron  por  espacio  de  doi  meict:  diént  ade* 
i^M  por  armas  las  mismas  de  la  villst 


4      • 

latinidad ,  en  la  clnsñ  dé  marores,  un  tal  Pólacz,  Itucn  piro* 
(esor  y  humanista.  A' La  edad  do  13  uMs  Fué  á  Salamanca 
á  emprender  su  cnrrora  de  filosofía  v  dorochos  civil  y  ca- 
nónico, que  concluyó. on  180Í).  Cuando  lle^ró  h  la  uuivor— 
sidad  souiíha  con  Horacio  v  Vir'^ili),  rpcilnb:i  de  memoria 
ar^os  trozos  de  sus  ohr.is  v  soÑ|MM*halKt  ;i¡)eiMS  (|uehulHe!(e 
¿'Ira  poesía  en  el  mumlo  <|ue  l.i  ilc,  los  :ititi<;nos  romanos. 
A'  a<|uolla    educación  alta  ¡nonio   clásica  doko  el  soOor 
Gailogo.osa  delicadeza  ysej^uridad  de  j^uslo  <|ue  forma  el 
principal  encanlo    de  sus  obras:  amamantado,  d¡<]^ámosfo 
asi',  a  los  sanos  y  r'obuiios  pochos  de  la  nnli|^ií(Mlad,  nin- 
gún dañado  hun^or,iiinp;'un  virus  malérKro,  pudo  liltráre" 
sos"  venas,   l^a  holloza   íilolo  de  los  críiníles  maestros,  re 
cinio.  de  61  desde  sus   primeros  onsa^os   un  culto  fxiclu 


siyo.  Kñ  csle  punto,  fuerza  es  reconocerlo,  los  porlns  n-r- 
cidos  á  linos  del  pasado' si [i^lo  lievau  una  inmi»ns¿r  vent^^ 
a  los  (lúe  forman  O'irle  de  la  juventud  der'dia,  venida  «I 


'lyg(j|Síríf;de  oído  díilicado  y  'seiisilrle 'á    b- «ahnuniii  d<í '^ 

"bijeiVaS'fcVsificaci(Vfí''fíi^'íigriió'1a  fie  los  poelas-modernosíc 

TíTe^cür'Kl  ''áalamadfiTííaa , /i(lesins  y  -Mv^ií.n Jez  ,  al  segi|«' 

do  dp  los  cuales  traló  v  almiró  dvísjyfies'en-  Za»i«ra-<k»MO^ 

Í'  "sluví)' tó'iilín?tdiy'tídH  í.íF{j;t'tém¡)orada.  No  es  pues  de  cX' 
raiVat'/|U'e  en'  cúííWtoiíénsíi^os  hacia  |iroi'iirase  imitar  á**^ 
modelo,   á  quien  con   razón  mir.ihau  sus  coiil<Mnj>oriiii<^^^^    j 
cómo  al  pronaga^ior  (Kil  buen   gusto  y  regenerador  ác  1^ 
poesía  castellana. 

pe,  sus.  numerosas  composiciones    do   aqu^ll.i  íj'^í* 
son  muy  pocas  las  que  se  haa  conserva  Jo;  ja  bc.i  efecto  u*^ 


s 


lOKkiJkstíat  ya  de  liatoral  indolncia  de  oaráct«rt  el 
9^allego  es  nao  de  los  poetas  qae  menos  imporunoia  dan 
i  BUS  propias  producciones*  al  paso  que  no  hay  uno  que 
ñas  se  interese  por  las  de  los  demás.  Hecho  es  estaque  no 
podríamos  callar  sin  injustícis,  porque  honra  sobremane^ 
ra  al  personaje  do  quien  escribimos.  El  señor  Uallego  es 
el  protector  nato,  el  amigo  do  conCania  de  todos  los  jóye^ 
nes  que  aspiran  al  glorioso  Cimbre  de  poetas:  él  los  acon^ 
seja,  los  ánima»  les  corrige  sus  obras,  y  á  todas  horas  esl- 
ían abiertas  su  puerta  y  su  benevolencia  para  cuantos  de 
buena  fe  van  á  reclamar  el  auxilio  de  sus  luces «  y  larga 
práctica  del  arte.  Si  nos  fuera  licito  penetrar  en  el  san^ 
tuario  do  la  vida  privada,  referiríamos  sobre  este  punto 
anécdotas  muy  curiosas  y  sumamente  lisonjeras  para  el 
sed&or  Gallego.  (lOmo  quiera  quo  sea,  y  tómese  esto  por 
un  elogio  6  por  censura  (por  elogio  lo  tomamos  nosotroa) 
esto  poeta  es  uno  do  los  pocos ,  'poquísimos,  en  EspaOa  y 
fuera  de  ella,  quo  nunca  han  hecho  mercancía  de  las  lo- 
isnas  flores  de  su  imaginación;  la  única  colección  de  ver- 
sos suyos»   harto  diminuta  por  cierto,  quo  anda  impresa 
7  venal  no  la  ha  publicado  61,  un  apasionado  suyo:  el 
iQilogrado  poeta  cubano Uoredia,  (1)  sino  nos  engañamos» 

Juoni  siquiera  lo  conoció  personalmente,  fue  quien  la 
«  i6á  luK  cu  Filadellia,  y  por  esa  colección  sin  embargo» 
i^unque  tan  incorrecta  y  desigual  como  es  consiguiente 
atendido  el  modo  como  so  publicó»  sin  anuencia  ni  aun 
noticia  del  autor,  es  conocidlsiiuo  y  aun  celebro  en  toda 
América  el  señor  Gallego,  á  punto  de  haber  formado  es- 
cuela. 

En  esta  colección ,  que  por  desgracia  no  tenemos  á  la 
^'sta,  recordamos  haber  leido  unas  felicísimas  imitaciones 
^6  Osian,  de  que  no  creemos  quo  el  mismo  señor  Gallego 
conserve  copia :  tal  os  su  descuido  en  esto  punto.  Gomo 
)'^  hemos  dicho,  este  poeta  pasa  generalmente»  lo  mismo 
^u  América  que  eu  España »  por  ser  entre  los  maestros 


(1)   No  M  ma  otro  ksbnsoro  lUmndo  M  UoilOi 

Tojip  17//; 


jMdeñMM  ti  «MeUtaiAk  mioko  en  foeila  ^  y  li  hénot  A» 
OMAnifestar  francanente  nuestra  opinioii  es  esta  materia, 
eTÍtando  coiQ(Mira6ÍoneB  odiosas ,  aireiáos  que  en  general 
.QjDgiíui  poeta  antiguo  ni  moderno  ha  logrado  combinar 
.mas.  sabia  j  felizmente  nae  el  que  nos  ocupa  la  valentia  en 
«los  pensamientos  y  en  la  expresión  con  la  regularidad  y 
pureza  délas  formas.  Este  es  en  nuestro  concepto  el  ca« 
rácter  distintifo  de  sus  producciones.  Nada  es  mas  (liciL 
que  obtener  una  gran  regularidad  en  la  expresión  cuando» 
los  pensamientos  son  vulgares  y  rastreros ;  tampoco  ea 
gran  mérito  ó  por  lo  menos  tampoco  es  licito  en  manera 
alguna  soltar  las  alas  á  la  imaginación  rompiendo  todaa 
Jas  saludables  trabas  de  la  gramática  y  del  Código  uniyer— 
sal  del  buen  gusto;  pero  decir  bien  coscu  buenas  es  mérito 
tanto  mas  grande  cuanto  es  mas  raro  y  en  que  no  creemof 
que  ningún  poeta  aventaje  al  scftor  Gallego.  Grandílo^ 
cuente  j  pomposo  sin  degenerar  nunca  en  hinchado,  si 
lenguaje  tiene  para  nosotros  una  seducción  irresistibls^ 
porque  los  españoles  somos  tal  vez  el  pueblo  que  mas  se 

Saga  de  los  sonidos  llenos  y  armoniosos, 'á  punto  de  sasrí- 
car  con  ft*ecuencia  demasiado  al  eucaníto:  de  los  oidoi. 
jSus  pensamientos  ostentan  una  valentía  y  una  robostsf 
dantescas^  y  si  este  poeta  se  hubiera  consagrado  á  caoUr 
asuntos  verdaderamente  nacionales,  puede    aseguram 

Íue  su  celebridad  seria  inmensa.  Véase  por  ejemplo  m 
llegía  al  Dos  de  Mayo>  y  sobretodo  a(^ucl  admirable  fiod 
capaz  de  electrizar  á  los  oyentes  mas  fríos.  Otra  compoiH 
cion  de  este  autor  en  el  mismo  género  hemos  logrado  a^ 
quirir,  y  á  f c  que  no  por  ser  desconocida  cede  á  aqoeUl 
en  nervio  y  fuego ;  tal  es  la  canción  patriótica  que  com- 

Suso  con  ocasión  de  las  honras  celebradas  en  Cádiz  el  9¡o 
e  1812  por  las  victimes  de  Mayo.  Juzgue  de  ella  el  k^ 
tor  por  estas  dos  primeras  estrofas. 

En  esto  infausto  día , 
Recuerdo  á  tanto  agravio  , 
Suspiros  brote  el  labio 

Venganza  «I  corazón» 


Y  soImuí  nueslros  ayei 
Dol  céfiro  en  las  alas, 
Al  silbo  de  las  balas 

Y  al  trueno  del  cafion. 

Miradnos,  sacros  manes. 
Gemir  en  triste  coro 
La  faz  bañada  en  lloro 

Y  el  alma  en  odio  y  hiél. 
Mas  sangre  en  vez  de  llanto 
Se  os  debo  por  tributo  . 

Y  en  vez  do  adelfa  y  luto 
Trofeos  y  laurel. 

el  mismo  tono  continúa  toda  la  compoñcimk 
MIS  años  después  de  concluir  sus  eatudiosi  de  lomar 
idos  do  licenciado  y  doctor  v  do  recibirlas  sagra- 
lenes,  vino  el  señor  Gallegoa  j^Iadrid,  donde  cono- 
ios  señores  Quintana  v  Gionfuegos,  hijos  ambos  de 
i  universidad,  especialmente,  al  primero,  toú  ouien 
e  .le  han  unido  vincules  de  la  mas  cordial  estima- 
!n  mayo  de  1805  hizo  oposición  á  una  capettaaía  de 
do  S.  M. ,  que  en  aquel  tiempo  se  conferían  del 

modo  que  las  prebendas  de  oficio  de  las  iglesias 
des,  y  en  octubre  le  nombró  el  rey  directop  ecle-« 
í  de  sus  caballeros  pajes,  empleo  que  sirvió  iiasta 
ada  de  los  franceses  en  Madrid.  Con  esta  ocasión 
emos  pasar  por  alto  una  circunstancia  muy  hoaroaa 

Sersonaje  ue  quien  vamos  escribiendo,  y  es  que 
leros  que  fueron  sus  discípulos  en  aquella  real 
Igunos  de  los  cuales  tendrían  ciertamente  uua  satis- 
i  en  corroborar  nuestro  testimonio,  si  fuera,  nece^ 
como  los  señores  duque  de  la  Roca,  niarqués  de 
»res,  general  Azpiroz ,  don  Joaquín  Esquerra»  Ins* 
general  de  minas,  etc.,  etc.,  le  conservan  el  mas 
loso  cariño  y  lo  han  dado  siempre  muestras  de  filial 
sion  y  aprecio.  Tampoco  debemos  omitir,  ya  que 

tocado  este  punto,  bacer  mencioa  d»  dtací^  w^m»** 


8 

tancia  igualmcnle  honrosa  para  nae^ro  personaje, 
]as  largas  amistades  honran  mucho  cñ  cuanto  pr 
que  so  tiene  un  carúcler  digno  de  merecerlas  y  caí 
conservarlas.  En  este  caso  c^tát  como  la  que  masj 
de  pública  notoriedad  uno  al  sefior  Gallego  con  el 
lentísimo  señor  duque  de  Frías,  tan  reputado  por  si 
nocimientos  políticos  y  literarios,  y  sobre  lodo  por  s 
rias  obras  poéticas  muy  estimadas  de  los  inlo.ligentc 
ció  esta  amistad  con  ocasión  de  sor  rl  padre  del 
Uallego  administrador  del  condado  de  A  Iva  de  i^istc 
pió  de  los  duques  de  Frias,  cuando  llevaba  su  actuí 
seedor  el  titulo  de  condo  de  llaro,  que  es  el  de  los  i 
génitos  de  aquella  ilustre  casa.  La  conformidad  a 
tos,  de  ideas  y  de  estudios  elevó  al  punto  de  una  i 
dera  fratetmid^d  las  relaciones  de  entrambos ,  edil 
deapocS'  si»  intermisión  por  espacio  do.  40  añof},  ton 
stempro  Itfaf-sido  su  pensamiento  publicor  en  un  yé 
las  poedias  do  los  dos,  pensamiento  que  no  se  ha  lié 
rbaHBár>,"á^Consecaencia  de  la  repugnancfa  que  l¡ 
aollof  (MIego  á  dar  ú  Inz  sus  versos' en  la  odadmad 
liabi6ndolo  hecho  en  la  juventud.  Pero  volvamos  án 
Mrraciéiii 

'  £q  el  intervalo  trascurrido  desde  el- a Ao  1805 1 
cmpexó  el  señor  Ciallego  á  darse  á  conocer  como 
con  varias  composiciones  ligeras  quo  se  insorlaron 
]M8ri¿dic08  de  aquel  tiempo  y  otras  que  corrieron  d< 
mn  mamo  «ntre  los  aficionados  y  de  que  no  srn  mucí 
iigofveía  l^moa logrado  proporcionarnos  copia.  Ya' 
'inos  =dic(i9,  el  Beilor(fallego  haccá  sus  composición^ 
tieas^fa  vt](¡Qsticia  de  tenerlas  en  poca  estima ,  scf 
Tnonte  áibs  que  giran  sobre  asuntos  que  ól  califica  ( 
-votos, í^mo  sí  los  talentos  del  templo  del  suyo  no 
«en  '«tcar  partido  de  todos  y  darles  bastante  ni 
pam  hai0orlos  interesantes.  De  esa  particular  disp 
híc  sü  ánimo  ha  resultado  para  el  autor  de  estos  a 
^una  diliesltad  suma  en  adíiuirir  los  datos  necesario 
ie«9n]pleUi*i'esta  biografía  con  noticias  do  compoi 
fm*  M  soAor  Oftllego*)  ^l  cabo,  i  fuerza  do  k 


'9 

Atenido. algunas  I  y  francamente  cree  haber  hecho  en 
un  sonricio  á  las  letras,  poniéndose  así  en  ooasion  iti 
i  conocer  joyas  escondidas  qae  tal  vez ,  atendida  hi 
fieencia  con  que  las  mira  sa  autor,  hubieran  podido 
irá  perderse. 

ünlas  composiciones  del  scxlor  Galleg[o,  anteriores  al 
de  180S,  se  ccliiin  de  vor,  es  cierto,  la  iinitaciun,  las 
las,  el  sello,  en  uan  palabra,  de  nuestros  poetas  d-;  los 
is  XVI  y  XVII,  pero  todo  esto  rae/ciado  con  una  va  - 
a  do  entonación ,  una  f]i;ala  y  novodad  de  exnrosiou 
aderamentc  originales.  Varias  son  las  composiciones 
s  de  aquella  ópoca  que  tenemos  á  la  vista,  y  el  simIop 
CffO  nos  perdonará  si  no  podemos  resistir  á  la  tenla- 
00  insertar  aquí  en  comprobación  de  lo  que  vamos 
indo,  algunos  fragmentos  deaqaoUos  amables  desv.i- 
do  su  juventud.  Si  quiere  apartar  la  consideración 
an  momento  de  que  son  sayos,  oiertamente  los  acó- 
,  ton  benigna  sonrisa.  Veamos  estas  estrofas  de  su 
posición  titulada:  El  vaíioinio^  dirigida  en  18U0  á 
lia. 

Pronta  á  dejar  la  hética  ribera 

que  ya  en  ardor  baüaba  el  blondo  cstio, 

un  ;ay!  lanzó  la  madre  primavera» 

un  ¡av!  envuelto  en  Aoros  y  rocío. 
Del  llanto  del  abril  nació  la  rosa; 

de  la  espuma  del  mar  Venus  divina ; 

de  aquel  dulce  suspiro  Lesbia  hermosa, 

mas  bella  que  la  rosa  y  que  Ciprina.  ^ 
Nació  y  del  alba  anticipó  el  saludo 

la  turba  alada,  al  rayo  do  la.ltina» 

al  par  que  asidas  en  airosOiUudo   •.. 

las  gracias  vuelan  á  mecer  su  cuna. 
Amor  las  palmas  de  placer  liatia-  ' 

cuando  los  tiernos  párpados  alzaba, 

y  al  ver  la  nueva  luz  nao  afrenta  al  dia, 

ciego  á  sus  pies  depositó  la  aljaba^  •■  t 
Esta  abundancia  de  iináffenes,  on^tUe^paf^de  frescura  i( 


I 


40 

eas  7  gntiidiéMs  como  en  la  oda  k  la  defensa  ñé 
Aires,  de  que  luego  hablaremos,  son  otro  de  los 
res  distiniíYOs  de  nuestro  poeta.  Veamos  ahora  ol 
posieíoD  en  un  género  distinto,  tan  bella  y  delicad 
nos  atrevemos  á  extractarla.  Pertenece  a  una  épo 
poco  postei;ior  al  año  1806: 


m    «Vl^f       %t.  I 


AXAGREOÑTIGA. 

Guando  la  hermosa  Venus 
Dejó  los  Giprios  mares, 
Brilló  la  luz  del  dia 
Mas  pura  y  rutilante. 

Entonces  de  las  flores 
Nació  el  olorsüaye, 
La  pompa  de  las  selvas, 
El  aura  de  los  valles. 

'  Entonces  aprendieron 
A  modular  las  aves, 
Y  el  plácido  murmullo 
Las  fuentes  y  raudales. 

¡  Guán  bella  resplandece 
La  Diosa!  ¡Guán  fragantes 
Donde  sus  ojos  fija 
Nardos  y  rosas  nacen! 

Ufona  se  recrea 
Giprina  al  contemplarse, 
Baiando  la  sonrisa 
Sus  labios  celestiales. 

Al  amorróse  fuego 
Que  en  sus  miradas  arde 
£1  universo  todo 
'ISte  anima' y  se  complace. 


■  I 
1  .  « 


Ut 

ÍQné  hechicero  conlraala 
^onoan  lu  rixoi  de  of^    ^ 

Que  cl  ccfiríllo  balel 

Jugando  rodeabaV 
Su  carro  de  córalos 
Amona  y  placcrea, 
La  riaa  y  el  donaire. 

Abrió  el  cicclao  Olimpo 
Sus  naerlas  de  diamante, 

Y  t>\  coro  de  loa  Dioaw 
A  recibirla  tale. 

Estaba  Citeréa 
Sin  velo  que  ocaltaia 
Do  la  admirada  turba 
Sus  formal  virgioaUa: 

Y  al  ver  que  aailaHÜraa 

Y  la  belleía  aplaadeo 
Dol  pecho  alauf  trino 
Del  delicado  Ulle. 

Bajó  los  lindos  ojos 
En  actitud  cobarde. 

Y  el  fuego  de  sos  libio*  ..-.  . 
Enrojeció  cl  aembltnle. 

De  oste  adeoian  de  Venas 

Nació  el  PDBOB  amable. 

Dando  i  sQ  tet  de  áHití 

Espléndido  rokicé.  " 

Pudor  ,  pudor  ¿ítído 

Dell  fnocebcia  esmalte,  '     ' 

¡Qao  sracias,  qué  embelesos  ' 

Te  donen  las  beldades!  ' 
N  tros  signíentos  botlisimoi  aoíliptos,  de  diallntos 
M,  que  nortonocon  casi  á  la  Whiiid  época,  conñr- 
1  to  que  aojamos  dicho  acerca,  de  I»  cstrcitiadn  Cor- 
ia, guato  delicado,  eotonaci^on  Niempro  pa¿licn  j 
uoia  de  tmágeneB  qne  cimiitriiau  íi  las  compoii- 
idtMtt  autor.  ■'  ■■"■  ■   , 


it 


(1806) 

Id,  mis  suspiros,  id  sobre  el  ligero 
Plácido  ambiente  que  el  abril  derrama; 
Id  á  los  campos  fértiles  do  brama 
En  ancho  cauce  el  orgulloso  Duero: 

Id  de  Gorina  al  pié  sin  que  el  severo 
Ceño  temáis  del  cano  Guadarrama, 
Pues  el  ardor  yolcánico  os  inflama, 
Qae  en  mí  encendió  la  hermosa  por  quien  macro. 

Saludadla  por  mi;  su  alegre  dia 
Gozad  ufanos,  y  el  cruel  tormento 
Recordadle  del  triste  que  os  enyia: 

Y  en  pago  me  traed  del  mal  que  siento 
Un  ¡ay!  que  exhale  á  la  memoria  mia 
Empapado  en  el  ámbar  de  su  aliento, 

A  MI  VUELTA  A  ZAMORA  EN  1807. 


Cargado  de  mortal  melancolía. 
De  angustia  el  pecho  y  de  memorias  lleno. 
Otra  vez  torno  á  vuestro  dulce  seno, 
Gainpos  alegres  de  la  patria  mia. 

;Guán  otros,  ¡ayl  os  vio  mi  fantasía. 
Guando  de  pena  y  de  temor  ajeno 
En  mí  fijaba  su  mirar  sereno 
Laínfiel  nermosa  que  me  amaba  un  dia! 

Tú  que  en  tiempo  mejor  fuiste  testigo 
De  mi  ventura  al  rayo  de  la  aurora, 
Sélo  de  mi  dolor,  Gesped  amigo; 

Pues  sien  mi  corazón  que  sangre  llora, 
Esperanzas  y  amor  llevé  conmigo, 
Desengaitos  y  amor  te  traigo  ahora# 


ii 


¿Rio,  d6  está  de  Lasóla  divina 
Masa  que  un  tiempo  suspiraba  amores  t 
La  que  tu  yerde  sien  ciftó  de  flores 

Y  paró  la  corriente  cristalina? 

A  tu  mareen  la  alondra  matutina 
Modula  al  son  del  agua  sus  lodres, 

Y  el  dulce  lamentar  de  do$pa$tore$ 
Bcsucna  grato  en  la  imperial  colina. 

'    Zagales  de  Aranjuez,  que  en  lastimera 
Toz  recordáis  su  muerte  cada  dia. 
Vosotros  los  de  Tajo  ensuriheraf 

Dejad ,  ¡ayl-que  la  humilde  musa  mia 
Dé  mirtos  á  su  citara  ligera 

Y  tierno  llanto  á  su  ceniza  fria. 

iú  tenemos  noticia  de  que  estas  composiciones ,  ni 
I  muchas  suyas  que  hemos  logrado  recoger  manuscri- 
Uegaran  á  imprimirse.  El  Memorial  literario  insertó 
endechas  suyas  á  la  ausencia  de  Gorina  que  empe- 
a:  ' 

Pobre  lira  mia 

3ae  entre  verba  y  flores 
ulce  son  de  amores 
modulaste  un  dia. 

Risueña  corriente 
que  en  silencio  yagas 
al  jazmin  halagas     ■ 
ía  candida  frente,  etc. 
loe  parecen  calcadas  sobre  lus  de  Figueroa  i  pues  en 
Há  época  todavía  no  osaba  el  señor  CSillego,  sino  muy 
tez  apartarse  de  la  pauta  steñalada  por  los  maestros 
lestro  Parnaso;  asi  es  que  en  medio  ae  las  apreeiables 
\  que  brillan  en  esta  composición  y  en  otras  que  pu- 
por  entonces «  no  cotisitftliA'^flMtti^  fbéÍPtetftnte  U 
Mi  piíblica.  A  la  teitet»  ijIédif^pttliílMr  uMli»|U^ 


i 


14 

tola  al  Excmo.  señor  conde  de  Bar  o,  hoy  ánqae  de  Fría       s» 
animándole  al  ejercicio  y  buen  uso  de  la  poesUSf  que  ei 
pieza: 

Aquí  do  vuelto  á  los  maternos  brazos 

vivo  felice,  y  del  tropel  de  afane» 

en  que  la  corte  bulliciosa  hierye 

descansa  el  corazón... 
Está  en  versos  sueltos  y  es  una  de  las  buenas  de 
autor.  Pero  la  primera  con  que  se  acreditó  el  señor  Gt 
llego  de  buen  poeta  y  con  que  ganó  una  verdadera  noi 
bradía ,  fue  la  que  escribió  para  celebrar  la  defensa 
Buenos  Aires  contra  los  ingleses  en  1807.  Ya  aquí  nohi 
imitaciones  ni  reminiscencias  frecuentes,  pero  el  gusto  i 
todavia  el  mismo.  Por  ser  muy  poco  conocida  esta  coi 
posición,  creemos  que  el  lector  nos  agradecerá  que  laii 
sertemos  aqoi  integra: 

A  LA  DEFENSA  DE  BUENOS  AIRES. 


Oda. 


T6  de  virtudes  mil ,  de  ilustres  hechos 
Fecundo  manantial  á  quien  consagran 
Su  vida  alegres  los  heroicos  pechos; 
Patria,  deidad  augusta. 
Mi  numen  es  tu  amor.  Su  hermoso  fuego, 
Que  aun  hoy  las  piedras  de  Sagunto  inflama; 
El  que  arrojó  la  chispa  abrasadora, 
Balaon  y  estrago  de  la  gente  mora, 
Que  aun  brilla  desde  el  cántabro  hasta  Alhama , 
Da  que  pase  á  mi  voz:  sublime  el  eco 
Del  elér  yago  los  espacios  llene 
Sos  glorias  celebrando, 
Y  atrás  el  mar  Atlántico  dejando 
Hasta  al  remoto  Patagón  resuene. 

OeaUi  M  lijos  las  britanas  proras 

YImi  «1  iatti  fidfiM  tsooilNcadi 


«I 

Sq8  coftM  invadir,  y  ftirttmide 

AI  hijo  de  Albion ,  quo  fatigado 

Ha  con  so  audacia,  y  su  soberbia  al  mundo» 

Cual  lobo  hambriento  en  indefenso  aprisco» 

Entrar,  correr,  talar.  Monteyideo, 

Que  ya  amarrado  á  su  cadena  gime 

Con  espanto  en  sus  muros  orgulloso 

Ye  tremolar  su  pabellón,  ansiando 

Lanzar  del  cuello  el  yugo  que  le  oprimei 

Mientras  la  rienda  á  su  ambición  soltando 

£1  anglo  codicioso 

La  rica  población  (1)  domar  anhela» 

Que  de  Solis  el  rio 

En  su  ribera  occidental  retrata, 

Cuando  á  la  mar  con  noble  sefiorío 

Rinde  anchuroso  su  raudal  de  plata. 

¡Cuan  presta  tOh  Dios!  la  ejecucum  corona 
Las  empresas  ieí  úiall  El  anglo  altivo 
Tiempo  ni  afán  perdona. 
Yése  en  la  playa  las  inmensas  naves, 
Presurosa  ocupar  la  Uleffia  gente 
De  muertes  mil  cargada» 

Y  en  pos  hender  la  rápida  corriente. 
Ya  la  soberbia  armada , 

Batiendo  el  viento  la  ondeante  lona» 
Yuela,  se  acerca  y  &  la  corva  orilla 
Saltan  las  tropas.  Ostentoso  brilla 
El  padre  de  la  luz ,  y  á  loa  reflejos 
Con  que  los  altos  capiteles  dora» 
La  sed  de  su  ambición  la  faz  colora 
Del  ávido  insular.  Asi  de  lejos 
Mira  el  tigre  feroz  la  ansiada  presa» 

Y  con  sangrientos  ojosla  devora. 

Alzase  en  tanto  cual  matrona  augusta , 


16 

De  una  alta  sierra  en  la  fragosa  cumbro» 
La  América  del  Sur:  vésc  cercada 
De  súbito  esplendor  de  viva  lumbre, 

Y  en  noble  ceño  y  magcstad  bañada. 
No  ya  frivolas  plumas, 

Sino  bruílído  yelmo  rutilante  , 

Ornan  su  rostro  fi^ro: 

Al  lado  luce  ponderoso  escudo, 

Y  en  vez  del  nacha  tosca,  ó  dardo  rudo» 
Arde  en  su  diestra  refulgente  acero. 

La  vista  fija  en  la  ciudad ;  y  entonces 
Golpe  terrible  en  el  broquel  sonante 
Da  con  el  pomo,  y  al  fragor  de  guerra 
Con  que  herido  el  metal  gime  y  restalla, 
Retiembla  la  alta  sierra 

Y  el  ronco  hervir  de  los  volcanes  calla. 

cEspafioles!  clamó:  Cuando  atrevido 
»  Arrasar  vuestros  lares  amenaza 
»E1  opresor  del  mar,  á  quien  estrecho 
»  Viene  el  orbe,  ¿será  que  en  blando  lodio 
•  Descuidados  yazgáis,  ó  en  torpe  olvido? 
>0  acaso  echándola  la  ignominia  el  sello, 
» Daréis  al  yngo  el  indomado  ruello? 
»¿D6  mb  Incas  están?  ¿A  d6nde  es  ido 
>E1  imperio  del  Cuzco?  ¿Quién  brioso 
»  Domeñó  su  poder?  ¿No  fue  trofeo 
>Del  castellano  esfuerzo  poderoso? 
»¿Y  hora  vosotros,  sucesión  valiente 
»De  Pizarro  y  Almagro,  envilecidos 
»  Ante  el  tirano  doblareis  la  frente? 
» ¿Cederá  el  español?  Ob!  ¡Nunca  sea 
»Qiie  América  infeliz  con  viles  yerros 
» Al  carro  de  su  triunfo  atar  se  Vea! 


^Xo»  jamás  se  verá;  que  en  noble  sata 
^^Miolnlamarse  va  los  fuertes  peebotf 


»D6  la  patria  á  t¿toi>*C«fpm'éciÍiictqi  i^í  ¡^ 

>Y  á  eeiiiifWy  pMfo'redacidos'     «  r.o  . 

»  Templos  y  torr^  >  robusto!  ischofi 

»  Primero  que  réüdidot^ 

» El, mundo  os  rea  al  ambicioso  istéfio*     . 

»Ni  la  dudad  al  enemigo,  abierta 

»Sin  reforzado  adarve  y  bastiones, 

»El  brío  arredre  del  heroico  empeño. 

»  Guando  la  fama  aligera  os  aclame 

»  Por  remotas  rejones, 

)» Ñwera.INomancia  occideiital  la  llamo, 

»Mostrando  á  las  atónitas  nacioneSt 

))Qae  uo  hay  mas  firmes  moros 

»  Que  un  ánimo  constante  y  pechos  durós.a 

Dijo,  y  cual  seo;fe.enla  cstaciondéTauro  ' 
De  volador  enjambre  numeroso  •  -   ; 

£1  sordo  susurrar ,  asi  iüccsante 
Bélico  afan  en  la  ciudad  se  escucha »    . 
Que  sin  que  el  fuego  del  BretOtí  la  é^áÜt^  '  ' , 
Se  apresta  osada  k  lá  tremenda  lucha. 
Ya  doce  mil  guerreros  ... 
De  mortíferos  bronces  precedidos 
A  las  débiles  puertas  se  abalanzan, 

Y  los  limpios  aceros       '       ,,  / 

Del  rayo  brillan  de  iTitan  heridos:  " 
Ya  sus  columnas  en  las  anchas  calles  ' 
Intrépidas  se  lanzan: 

Por  montes  y  por  yalles  \     '     '  , 

Del  militar  clamor  retumba  el  eco,  , ' 

Y  el  trémulo  bátfr  del  parche  hueco. 

Trábase  ya  la  dei^igual  pelea, 

Y  del  fiero  enemigo  el  paso  ataja 
Furioso  el  español;  cruza  silbando  . 
£1  plomo;  inexorable  se  recrea 

Sus  YÍclimas  la. Parca  contemplando:/     

GrecQ  la  coqfusion^  al  cielo  subo  v. 


IB 

^  Él  hamndetáo^éii  pamrosa  nufae; 

'^  Y  al  bronco  estruendo  del  cañen  bvitano 

Que  maerUft  mU.  y  destrucción  yemiU, 

Impávido  el  esfuerzo  castellano 

Lluvias  arroja  de  letal  metralla. 

No  hay  ceder:,  no  hay  ciar.  De  nuevo  estalla 

Retumbante  el  metal  del  anglo  fiero 

Que  el  horizonte  atruena ; 

Mas  el  valiente  ibero 

Ni  el  ruido  escucha,  ni  al  estrago  atiende, 

Que  en  ^Imas  grandes^  que  el  honor  enciende, 

Mas  alto  el  grito  de  la  patria  suena. 

Suena,  y.  el  pecho  del  esclayo  inflama^ 

Y  es  un  guerrero  ya:  los  moradores 
Invictos  héroes  soo.  ¡Cuál  multiplican 
La  ciega  rabia  y  Bélicos  clamores 

Las  artes  de  dañarl  Inmensas  trabes, 

Y  lumbre  y  peñas  por  los  aires  bajan 
Sobre  el  mísero  inglésj  profundo  foso 

Y  alta  trinchera  su  furor  atajan, 
El  en  tanto  animoso 

Redobla  el  fuego  y  el  tesón,  y  truenan 
En  contra  suya  horrísonos  cañones 
Ríos  de  sangre  de  Albion  yér tiendo. 
Desplómanse  los  fuertes  torreones 
Con  roncos  estallidos: 

Y  al  espantoso  estruendo 

Con  que  los  altos  techos  se  derrumban 
Se  oyen  gemir  los  yientos  comprimidos, 

Y  hasta  en  láis  cuevas  de  los  Andes  zumban. 

Tiende  la  noche  el  pavoroso  velo 
Cubriendo  tanto  horror.  Dó  quier  se  escacha 
Del  triste  isleño  el  lúgubre  gemido, 
Que  con  la  muerte  irrevocable  lucha. 
Su  caudillo  infeliz   (1)  que  estremecido 

(i)    Wilhelokc. 


^ 


El  fiera  etflrago  Mire  tilúoUftA  nira. 

De  su  doHuda  blieste 

Los  restos  junta,  y  pálido  suapira. 

Al  fin  yertiendo  su  esplendor  celestA 

La  nacarada  aurora 

Su  vista  aparta  de' la  korrible  escena. 

¡Cuál  de  pavor  se  llena 

£1  britano  adalid!  Allí  en  confuso 

Tropel  de  sus  soldados. 

Rotas  armas  y  cuerpos  hacinados 

Contempla,  y  se  horroriza: 

Y  el  abatido  ardor  buscando  en  vano 
De  su  altiveza  brava, 

£1  pelo  se  le  eriza, 

Desampara  el  bastón  la  yerta  mano 

Y  un  espanto  glacial  sus  miembros  traba» 

América  triunfó.  ¿No  veis  óuál  brilla 
Tremolado  en  su  diestra  el  estandarte 
De  las  excelsas  torres  de  Castilla? 
Ve  él  pueblo  valeroso 
Sitiado  al  sitiador;  del  fiero  Marte 
Depone  el  rayo,  y  al  Olimpo  eleva 
Clamor  de  triunfo<en  himno  placentero. 
Muéstrase  entonces  el  caudillo  ibero  (1) 
Al  britano,  que  atóiiite  enmudece, 

Y  de  la  salva  América  las  playas 
Dejar  le  ordena :  el  anglo  le  obedece : 
A  las  naves  temblando 

Los  restos  suben  del  vencido  bando; 

Y  cual  suele  medrosa 

La  garza  huir  del  sacre  furibundo , 
Asi  la  escuadra  huyendo  presurosa 
Surca  asombrada  el  piélago  profundo. 


II)  .'ímmf 


1. 


90 

Lauros >  palmas  traed,  y  ornad»  ibérosy 
La  frente  al  vencedor.  De  la  yictoria 
En  alas  yuele  tan  brillante  hazaña 
AI  templo  de  la  Gloria: 
Feliz  anuncio  sea 
De  nuevos  timbres  al  blasón  de  España» 

Y  en  letras  do  oro  en  su  padrón  se  lea. 

Y  vosotros  del  Tajo 

Canoros  cisnes,  cuya  voz  divina, 
Guando  en  ardor  patriótico  se  enciende, 
El  blandió  son  del  agua  cristalina 

Y  el  coro  de  sus  Náyades  suspende; 
Vuestra  lira  sonora, 

De  la  rama  inmortal  dispensadora, 
Al  ciclo  alzando  tan  heroico  brio 
Las  altas  glorias  de  la  Iberia  cante, 

Y  en  sus  alas  levante 

Vuestro  armónico  acento  el  rudo  mió. 

¡  Qué  de  hermosas  imágenes!  qué  entonación  tan  varo- 
nil  y  bien  sostenida !  parece  que  está  uno  leyendo  á  Herre- 
ra en  sus  buenas  estrofas,  porque  obsérvese  que  todavía  do 
se  aparta  el  autor  enteramente  aquí  del  rumbo  clasico:  es- 
ta ,  transformación  en  su  gusto  no  debia  ser  producto  ea 
nuestro  poeta  do  la  imitación  ni  del  estudio,  sino  de  la 
necesidad  en  cierto  modo ,  es^  decir ,  debia  ser  espooli' 
nea,  involuntaria,  irresistible.  Un  gran  desastre  nacional, 
uno  de  aquellos  terribles  acontecimientos  que  agitana  to- 
do un  pueblo,  que  hieren  profundamente  todas  las  fibras  del 
dolor ,  de  la  ira ,  de  la  indignación ,  fue  lo  que  imprimió 
en  el  alma  del  señor  Gallego  el  gran  sacudimiento  á  que 
debe  nuestra  literatura  una  de  las  mas  bellas  y  originales 
composiciones  modernas :  su  admirable  cleffia  al  Doi  i^ 
Mayo.  Excusado  es  detenernos  á  hablar  de  ella,  pues  no 
hay  quien  no  la  conozca.  Bástenos  decir  quo  esta  elegía 
sigue  un  rumbo  enteramente  nuevo  y  que  no  es  fácil  de 
encontrar  su  tipo  en  la  poesía  clásica  latina  ni  espaSola* 

FálUile  la  templanza  eu  Vok  ^aVouacion,  rccomeodadap^d 


21 

flieo  Fniieéf  jpropii » tegon  los  preceptitUSt  del  abatf- 
leoto  qno  ocasionan  el  dolor  y  el  infortunio :  el  dolor 
citado  por  la  ira  debió  dar »  y  dio  en  efecto  á  esta  com- 
«icion  layeliemencia  de  una  oda,  j  hay  trozos  dramáticos 
I  que  tal  Tez  no  se  hallará  ejemplo  en  la  antigua  litera* 
ra.  ¿En  qué  se  parece  esta  elesia  á  las  de  Ovidio  y  Tíbulo, 
I  qué  á  las  de  Herrera  t  Melendez? 

Poco  después  que  la  elegia  al  Da$  de  Mayo  compuso  y 
icitó  nuestro  poeta  en  la  Academia  de  San  Fernando  (en 
stiembre  de  I0O8)  la  Oda  á  la  influencia  del  entueiaemo 
úUieo  en  las  arta,  la  cual  se  imprimió  llena  de  erratas 
ocos  años  ha  en  las  ifemortof  de  dicho  cuerpo.  Acerca 
e  esta  composición  hace  las  siguientes  curiosas  reflexio- 
«s  el  autor  de  una  noticia  biográfica  del  señor  Gallego, 
p»  se  insertó  en  el  tomo  1.^  del  Artista^  y  de  la  que  he- 
aoi  tomado  algunos  datos  interesantes  para  la  que  ahora 
Mcribimos. 

«También  puede  decirse  que  esta  oda  no  sale  del  cír- 
cdo  clásico  tanto  en  el  fondo  como  en  las  formas ,  ni 
^hubiera  sido  fácil  tratándose  de  elogiar  las  artes  del 
iiiefio,  en  que  hasta  ahora  (dejando  aparte  la  arquitectu- 
ti), si  ha  tenido  algún  lugar  el  romanticismo,  ha  sido 
como  moda ,  no  como  género.  La  arquitectura  llamada 
giMica,  tiene  en  si  misma  verdadera  belleza,  graveSad, 
Mdia,  y  otras  dotes ,  que  elevan  la  imaginación  y  satis- 
besnal  entendimiento:  asi  es 'que  forma  una  parte  prin- 
ti|¡alÍ8Íma  del  género  romántico ,  como  propia  de  los  si- 
nos medios  que  son  el  campo  de  sus  glorias.  Pero  en  la- 
paUíray  en  la  estatuaria  históricas  no  cabe  romanticismo: 
los  cuadros  y  las  estatuas  de  aquella  era  son  rudas,  grose- 
hísy  tales  que  apenas  dan  idea  de  la  figura  humana,  testi- 
Bbndo  únicamente  la  impericia  y  barbarie  de  \ps  que  las 
Secutaron.  Asi  para  encontrar  los  prodigios  de  estas  dos 
Mies,  hay  que  acudir  á  la  Grecia  antigua  y  dar  después 
Ha  salto  hasta  los  tiempos  de  Yinciydc  Miguel  Ángel. 
^moso  pues  era  que  aquella  oda  no  traspasase  los  limites 
(iisicos.» 

Al  ToWer  los  franceses  á  Madrid ,  cap\Uiie%dL<^%  \ot 

ToMD  rm,  6 


93 

NamleoD,  tomó  el  señor  Gallego  el  camino  de  Sevilla  j 
friendo  al  fobiérno  legitimo  y  pasando  de  afH  á  Caí 
doodeic  oíanluvo  hasta  la  yuelta  de  este  á  la  caidUl 
E«paíU.  Antes  había  obtenido  una  prebenda  de  Huvi 
j  itt  primera  regencia  lo  nombró  para  la  dignidad  de  d 
Ira  do  la  isla  de  Santo  Domingo,  de  que  no  llegó  i  toi 
poaasioR.  En  tan  considerable  periodo  de  tiompo  w 
oyeron  los  acentos  de  su  musa ,  sino  en  alguna  caoc 
patriótica.,  como  la  ya  cilada ,  ú  otras  composicionei  li 
ffas»  «aire  las  cuales  es  notable  el  siguiente  soneto  át 
WeUiof  ion  con  motivo  de  la  toma  de  Badajoz  en  1812 

A  par  del  grito  unirersal  que  llena 
De  gozo  y  gratitud  la  esfera  hispana, 
Y  del  manso,  y  ya  libre,  Guadiana 
Al  caudaloso  Támesís  resuena; 

Tu  gloria,  oh  Conde,  á  la  región  serena 
De  la  inmortalidad  sube,  y  ufana 
So  goza  en  ella  la  nación  britana; 
Tiembla  y  se  humilla  el  vándalo  del  Sena. 

Sigue;  y  despierte  el  adormido  polo  (1) 
Al  golpe  do  tu  espada :  en  la  pelea 
Te  envidie  Marte  y  te  corone  Apolo : 

Y  si  al  triple  pendón  que  al  aire  ondat 
Osa  Alecto  amagar,  tu  nombre  solo 
Prenda  de  unión ,  como  de  triunfo,  sea. 

No  es  de  extrañar  que  por  entonces  escribiese  poH 
pílor  Gallego:  sin  duda  las  graves  discusiones  de  lai  0 
tes»  deque  fué  diputado  por  espacio  de  tres  afioa,  abi 
vieron  su  atenrion,  como  era  justo.  Aquella  primera  V 
tinM  parada  de  nuestro  poeta  en  el  campo  de  la  poliM 
finé  fatal  bajo  dos  conceptos;  impidiéndole  dedicarse  I 
letrasen  la  edad  mas  á  propósito  para  cultivarlas  con  api 
90j  y  suscitándole  una  persecución  que  ha   durado  m 

(i)    Alude  al  emperador  Alejandro ,  que  no  IiostilizalM  4 
peleen. 


9S 

kace  10  muchos  años.  Esto  nos  recuerda  una  circuuaUDcia 
cariosa.  En  su  citada  Oda  á  la  infíuencia  del  eníuiiatm^ 
vihlieo  en  las  artes,  el  poct.!  figurándose  ver  en  el  museo 
h imagen  del  Rey,  libre  de  su  caulivcrio  y  triunfante  de 
iaenem^<;o^  decia  en  la  última  estrofa,  que  es  por  cierto 
Tuia  de  l?s  mas  bellas  de  toda  la  composición  : 

Hechicera  ilusión !  tan  bello  dia 
Será  que  luzca  al  horizonte  ibero? 
Si :  no  dudéis :  lo  decretó  el  destino. 
El  español  guerrero 
Romperá,  Rey  amado,  tus  prisiones, 

Y  enemigos  pendones 
Tenderá  por  alfombras  al  camino. 
Nuevo  Tito  serás:  benigno  ol  cielo 
En  júbilo  tornando  los  clamores 
Con  que  la  patria  fiel  por  ti  suspira , 
Mis  ojos  te  verán ;  faustos  loores 
Dar¿  á  tu  nombre.... y  romperé  mi  lira. 

Cumplióse  felizmente  este  vaticinio,  volvió  triunfan- 
te S.  M.;  pero  el  cantor  profético  se  bailó  sepultado  en 
itnacárcel,  en  virtud  de  una  de  sus  primeras  resolucio- 
i^es.  Incluso  en  la  persecución  promovida  contra  varios 
<liputados  de  las  Cortos  de  Cádiz,  fue  continado  por  cua- 
tro años,  después  de  18  meses  de  prisión,  á  Id  cartuja  do 
lerez,  doade  quedó  consignada  la  residencia  en  ella  dol 
ilustre  poeta,  en  esta  hermosa  octava  que  dejó  escrita  en 
d  mirador  de  la  misma  en  181tí: 

«Condujo  aqui  por  tórminos  extraños 
A  un  misero  mortal  suerte  voltaria, 
Después  que  consumió  sus  verdes  afios 
En  triste  vida  turbulenta  y  vaiia: 
Enseñáronle  insignes  desengaños 
A  no  esquivar  la  celda  solitaria, 

Y  á  desdeñar  el  tráfago  importuno 

El  santo  ejemplo  de  la  grey  de  Bruno»» 


94 

**'  En  la  cartuja  de  Jerez  cayó  el  seffor  GaHego  enfenao 
fie  tercianas,  á  qae  es  muy  expuesta  la  permanencueo 
aquel  moaasterio,  por  lo  cual  á  petición  suya  se  le  tras- 
ladó en  setiembre  de  1816  al  llamado  de  la  Lux,  jonto  i 
Moguer,  y  pocos  meses  después  al  convento  deLoretoead 
ajarafe  de  Sevilla ,  á  dos  leguas  de  esta  ciudad. 

Cuatro  años  duró  la  reclusión  de  nuestro  poeta  en  es- 
tos monasterios ,  y  cierto  es  de  lamentar  que  no  em- 
please tan  targos  solaces  en  llevar  á  cabo  alguna  grande 
obra  literaria.  Tal  vez  un  poema  nacional,  de  que  care- 
cemos con  niengua  de  nuestra  literatura  y  que  nadie  coa 
mas  probabilidades  de  buen  éxito  que  él  podria  acometer; 
pero  no  nos  dejemos  llevar  de  la  peligrosa  manía  de  ju- 
gar á  los  hombres  por  lo  que  dejan  de  hacer,  sino  por  lo 
que  hacen.  Veamos  pues  lo  que  hizo  entonces  el  señor 
Gallego.  Solo  dos  composiciones  de  alguna  extensión  fa^ 
ron  el  fruto  de  un  ocio  tan  prolongado,  la  elegía  ala  mn^r- 
ie  de  la  reina  Lahel  y  la  que  antes  escribió  á  la  del  diufif 
de  Fernandina.  La  primera  anda  impresa ,  la  scgnoib 
no;  por  eso  nos  ocuparemos  menos  en  aquella. 

£1  carácter  enteramente  diverso  de  estas  dos  compo- 
siciones prueba  el  influjo  que  ejercen  en  el  ánimo  y  <A 
la  fantasía  de  un  escritor  las  circunstancias  exteriores 
que  le  rodean.  La  elegía  á  la  reina  Isabel,  concebida  ea 
las  amenas  llanuras  del  ajarafe  de  Sevilla,  á  las  márgeaes 
délos  arroyos  que  serpentean  entre  sus  viñas,  olivares J 
huertos,  es  puramente  clásica;  está  escrita  en  tercetos,  000* 
binacion  métrica  la  mas  sujeta  y  compasada  de  nuestra 
poesía:  la  versificación  es  fluida,  sonora,  fácil,  sin  lame" 
ñor  irregularidad  en  sus  cortes  ni  en  sus  giros:  el  tonoei 
melancólico,  tierno,  templado^  nunca  vehemente  nifagt* 
so.  Es ,  en  suma,  una  elegía  por  el  estilo  de  las  denatt* 
tros  buenos  poetas  del  siglo  XYI.  Publicóse  en  A^ 
de  1819,  en  el  cual,  aunque  un  poco  moderado  el  espin* 
la  de  persecución  del  de  14,  no  perniitió  aun  aquel  g^ 
Memo  á  sus  víctimas  el  triste  alivio  del  ruego.  La  imp*" 
cable  censura  suprimió  los  tercetos  siguientes  i  ea  f^ 
liaUando  con  la  malograda  Reina,  se  decia: 


«5 

.    De  ti  esperalm  al  fin  delofp^joi 
T  acerbos  males  que  discordia  hnmira 
Sembró  con  larga  mano  entre  tosliijos. 
.  No  pocos,  ¡ají  no  pocos  en  oscura 
Ptision  al  deudo  t  la  amistad  cerrada, 
Redoblan  hoj  su  llanto  de  amargura. 

Otros  gimiendo  por  su  patria  amada* 
El  agua  I^ben  de  extranjeros  rios 
Mil  reces  con  sus  lágrimas  mezclada. 
Mas  si  oye  el  cielo  los  sollozos  mios»  etc. 

«{jando  que  el  lector  haga  las  amargas  reflexiones  á 
la  margen  un  hecho  tan  neciamente  cruel ,  pasare- 
I  hablar  de  la  elegía  á  la  muerte  del  duque  oe  Fer- 
ina, hijo  de  losSres.  marqueses  deYillaf ranea.  Com- 
a  en  los  silenciosos  claustros  do  la  cartuja  de  Jerez, 
riberas  del  solitario  Guadalete,  de  infaustos  recuer- 
BUtre  los  melancólicos  cantos  de  los  hijos  de  san  Bm- 
)  sigue  un  rumbo  muy  direrso.  Hay  en  ella  de« 
ia,  bóvedas  góticas,  ecos  de  campanas ,  Ini  de  luna, 
profundo  y  seyero,  trozos  dramáticos,  irregulari- 
le  estrofas/  de  cortes  y  de  rimas,  algo  de  aquel  des- 
I  aemi-frenético  en  los  sentimientos,  en  la  frase  y  en 
aigenes,  tan  peculiar  de  la  escuela  moderna,  muchas 
I  de  las  dotes  y  adornos  Migaio$  de  la  poesía  que 
ffiormente  se  conoció  con  el  nombre  de  romántica. 
I  e|ta  composición  es  tan  poco  conocida,  y  amos  á  in- 
rb  aquí,  igualmente  que  la  otra  composición  al  mis- 
BUttto  que  escribió  Moratin  el  hijo ,  a  fin  de  que  co- 
dolas  el  lector ,  juzgue  á  primera  yista  del  diferente 
lo  que  pueden  sacar  de  un  mismo  asunto ,  conside- 
ola  bajo  distintos  aspectos ,  dos  ingenios  de  primer 
■•  Ambas  comjiosiciones  estaban  destinadas  á  formar 
I  de  una  especie  de  Corona  /tfnf iré  á  la  memoria  del 
frado  duque,  pensamiento  qUe  no  se  lleyó  á  efecto,  y 


i^1b|fÍt»ll90MifVM0«lllf.  ^ 


'»  *•?.  •i"\»*m>^> 


S8 

*'  * 

Con  pasadas  memorias  deraiioOf 
Cual  con  suefío  fugaz^  si  en  solo  un  ponto 
Tanta  esperanza  en  flor  marchita  veo 
Al  rado  soplo  de  áspera  fortuna! 
Tá  que  mi  llanto  yes,  pálida  luna, 
T6  que  el  usado  giro  terminando 
^       Una  vez  y  otras  dos ,  al  ió?en  viste 
Entre  las  garras  del  dolor  luchando, 
Que  al  fin  con  rabia  inusitada  y  fiera 
Fundió  sus  huesos,  como  el  sol  la  cera, 
Al  contemplar  que  ni  un  momento  aplaca 
Su  cólera  inclemente. 
Entre  el  negro  crespón  de  nube  opaca 
De  horror  velaste  la  argentada  frente» 

¿Y  quién  en  tanto  al  afligido  padre 
Dar  consuelo  sabrá?  ¿Quién  la  agonía 
Pintar  al  vivo  de  la  tierna  madre 
Qíie  junto  al  hijo  exánime  gemial 
«;Ay  tristel  prorumpia: 
»D6nde  mis  dulces  ilusiones  fueron 
»Para  nunca  tornar?  ¿El  rico  estado, 
»Los  tesoros,  ni  el  arte  qué  valieron? 
» ¡Quién  me  dijera»  oh  nifio  desgraeiado, 
»Que  para  verte  en  tan  atroces  penas 
nEl  ser  te  di,  te  alimenté  á  mi  pecho! 
ji¿A  quién  ¡ay!  al  morir  le  falta  un  lecho? 
jiEl  mendigo  infelice 
«Hállalo  un  pobre  paja  6  suelo  frió, 
»¡  Y  el  cielo  se  lo  niega  al  hijo  miot  (1)» 

Dice :  y  alzando  al  lastimado  acento 
Su  voz  el  dnane  y  lánguida  cabeza 
En  que  el  sello  ae  muerte 

(1)  El  duque  pasó  la  enfermedad  y  murió  sentado  en  una  üt¡^ 
raque  la  angustia  j  la  fiítiga  no  le  permitieron  estar  «eoitaOo  un  s<^ 
pbaío» 


QnbadpattálMiylAiBilteBin»'    * 
«No  9Ú  «1  dolw  rendida 
iQaeriis,  dijo,  tefiora^  de  etta  nierto 
» Perder  conmigo  tan  preciosa  Tida. 
bEsos  nifios  mind  qoé  en  tomo  Uoran 
»Y  tiernamente  os  ataian: 
^También  los  inocentes  madre  os  llaman 
%Y  Vuestro  afecto  y  protección  imnloran.» 
No  dijo  mas:  laniandoun  tajt  proíondo 
Qne  recorrió  los  altos  artesones, 
Selló  la  Parca  el  labio  moribundo 
T  al  alma  abrió  lu  fúlgidas  regiones. 

'  Yióse  al  letal  gemido. 
Cual  bella  palma  qne  derriba  el  rayo. 
Bajar  enTUelta  en  súbito  desmayo 
La  triste  madre  al  alfombrado  snelo. 
No  tornes  á  Tirir,  que  angustia  y  duelo 
Te  aguarda  solo  jf  etemal  quebranto, 
Desmelada  ipujerl  Mas  ¡ay!  que  en  tanto 
YuelTe  á  la  vida:  inmóriles  los  o|[os. 
Con  voz  quebrada,  sin  acción,  sin  llanto. 
Llama  al  bijo  infeliz  que  no  responde :    , 
Alzase  y  azorada. 

La  trenza  al  aire  por  los  bombros  suelta. 
Yaga  en  su  busca  sin  nárar  por  donde : 
De  su  prole  ans ostiada 
Qne  sus  pasos  detiene  y  la  rodea  t 
No  oye  la  toz  ouerida. 
Ni  Te  la  luz  febea. 

Que  en  un  mar  de  tinieblu  sumergida 
Sin élse  juzga,  y  desamada  y  sola, 

{Musa,  no  mas!  Las  nubes  arrebola 
Ya  el  alba  sofiolienta,  á  mis  mejillas 
Las  ligrimas  se  agolpan »  y  embargada 
Mi  lengua  de  dolor  repugna  él  caii|f : 
Cesai  j  en  raudo  rutb^ 


Del  HtDianarei  loñt,  ^  -    - - 

Y  ea  la  timba  sai^rada  "      ' 

DepoD  la  adelfa  qoe  tu  alen  adona. 

Sí  allí  por  dicha  á  la  matrona  fatllÉM 

El  bíio  caro  deiuaadando  al  délo; 

Díte*  y  á  ioi  pesares 

Dar  logrará  ta  toz  dulce  conanelo. 

Que  va  eefiido  de  inmortal  corooá 

En  el  empíreo  coro 

Himnos  de  gloria  Tentaroso  entona 

Al  Dios  ommpotente  en  arpa  de  oto. 

«  •       •   • 
La  de  Moratin « tal  cual  se  halla  entre  anl  poeaíia  lie 
aSf  es  la  siguiente: 

ODA. 


No  siempre  de  las  nubes  abundante 

'     Liaría  bafia  los  prados,    . 
Ni  siempre  altera  el  piélago  sonádte 
Bói^s',  ni  mueve  los  robustos  piócM 
Sobré  tos  montes  de  Hrene  beUdos. 

A  los  acerbos  días 
Otros  siguen  de  paz ;  la  luz  de  Apolo 

'  Cede  á  las  sombras  frias, 
Al  mal  sucede  el  bien:  y  en  ésto  solo 

Los  aciertos  di  TÍ  nos 
El  hombre  ye  de  aquélla  mano  etern|i| 

Que  en  orden,  admirtíbfe, 
Todolo  mÁda  j  iodo  to  gobierna. 


Y  tú ,  rendida  á  la  aflicción  j  el  llanto^ 
¿Duraf  píiUrisen  luto  míscrableí 
Sensible  *madré,' enamorada  esposa.?  /. 

inib^éo  tu  peclio  tanto 
La  perMü  cruel ,  qttf  á  lÜ  precioiA  ; 
VíctiniA  poY  \a  mueTÍt  ttt^V^ivúk »" 


I    -« 


Otra  Afiadir  intéMest 
¿Y'noaorá  qiio  do  lü  ruofro  Instada  * 
La  prenda  que  Ilev6  lereslídiTa? 
No ,  que  la  escondo  en  el  sepulcro  Crio. 

Esta  TÍda  fugax  no  toda  es  taya: 

Es  de  uu  esposo »  que  ol  afán  qae  sientes 

Sufre  y  el  caso  implo 
Que  de  su  luen  lo  priva  y  ni  esperaata : 

Es  de  tu  prole  hernioM » 

Quo  mitigar  intenta 
Con  oficioso  amor  tu  amargo  lloro, 
Si  tanto  premio  aa  fatiga  alcanta. 

Sube  doliente  á  las  techumbres  de  oro 
El  gemido  materno 

Y  en  la  acallada  noche  se  acrecienta. 
La  indócil  fantasía 
Te  muestra  al  hijo  tierno , 

Como  á  tu  lado  le  admiraste  «n  dia» 
Sensible  i  la  amistad  y  al  heredado 
Honor ;  modesto  en  su  moral  aostara; 
Al  ruego  de  los  miseros  piadoso; 
Dü  obediencia  filial,  do  amor  fraterno» 

De  viKud  verdadera    • 
Ejemplo  no  común.  Negó  al  reposo 

Las  fugitivas  horas, 

Y  al  estudio  las  dio:  sofrió  oonstante 
Lastras  de  la 'suerte, 

Cuando  no  usada  á  tolerarcadena,   . 
La  patria  aleó  sus  cruces  vencederas. 

Oh!  si  en  edad  mas  fuerte 
So  hubiose  visto;  y  del  arnés  armaéo 

En  la sangrientaarena-; 

Oh !  cómo  hubiera  dado 
Castigo é la  solierliia eMfiaftti"'  '-*  f['.  '^^  'y\^s^t. 


A  so  nación  Itorelest ' 
Gloría  á  su  estirpe,  y  á  su  rey  Tenganxa. 

Tanto  anunciaba  el  ánimo  robusto* 
Con  que  en  el  lecho  de  dolor  postrado 
Le  Tiste  padecer  ansias  crueles ; 

Guando  inútil  el  arte 
Cedió  y  confuso,  y  le  cubrió  funesta 
Sombra  de  muerte  en  torno.  El  arco  duro 
Armó  la  inexorable,  al  tiro  presta, 
Y  por  el  yiento  resonando  parte 
La  nunca  incierta  yira. 
Él ,  de  yalor ,  de  alta  esperanza  lleno , 
Preciando  en  nada  el  mando  que  abandona. 

Reclinado  en  el  seno 
De  la  inefable  religión,  espira. 
Ya  no  es  mortal ;  entre  los  suyos  yiye; 

Espléndida  corona 

Le  circunda  la  frente. 
El  premio  de  sus  méritos  recibe 
Ante  el  solio  del  Padre  omnipotente, 
*De  espíritus  angélicos  cercado. 
Que  difunden  fragancias  y  armonia 
Por  el  inmenso  Olimpo,  luminoso. 
Debajo  de  sus  pies  parece  oscuro 
El  gran  planeta  que  preside  al  dia. 

Vé  el  giro  dilatado 
Que  dan  los  orbes  por  el  éter  puro , 
En  rápidos  ó  tardos  movimientos; 
Verá  los  siglos  sucederse  lentos; 

Y  él ,  en  quietud  segura, 

Gozará  yenturoso 
Del  sumo  bien  que  para  siempre  dora. 

Si  nos  es  licito  exponer  nuestra  humilde  opiaion  sohf^ 
«mbas  composiciones,  diremos  qtie,  fiendo  aany  bdlis 
)U0  j  otra»  U  segunda  ftVB^  wibit^ 


m  pan  de  aer  ona  boeiui  ioátidM  ét  Blririo^  al 
fM  li  primera,  maa sentida,  aai  fintmrmM , yenai- 
m  la  espresion,  y  no  menos  correcta  qne  aooelia,  lié* 
idas  las  condiciones  que  constitnjen  una  buena  ele^ 
Bodema. 

in  el  conrento  de  Loreto  subsistió  el  sefior  Gallego 
I  que  en  m«rso  de  1820  adoptó  J  joro  el  rej  la  Gons* 
ion  de  Cádis  ,  en  ipe  se  dio  línertad  i  los  confi- 
•  por  haber  intenrenido  en  la  formación  aqael  celebro 
omento.  En  abril  de  dicho  afio  riño  i  Madrid;  y  después 
aber  sido  repuesto  en  sa  plata  de  la  casa  de  caballeros 
ilenombróá.  M.  arcediano  mayor  de  Valencia,  digni- 
rae  disfrutó  y  poseyó  hasta  losprimeros  meses  del  afio 
t,  en  que  yuclto  el  rey  de  Csdis,  se  le  despojó  db  ella 
ana  real  órdon,  fundada  en  el  decreto  aue  declaró 
'  cuanto  habla  hecho  S.  M.  desde  el  7  ue  marzo  de 
)  en  adelanto.  Reclamó  una  y  muchas  Teces  de  este 
ojo,  de  que  no  había  idea  ni  ejemplo  en  la  iglesia  es- 
lía, por  ser  contrario  á  la  disciplina  y  leyes  eclesiis- 
i;  pero  lejos  de  ser  oido , ,  sufrió  una  nue?a  persecu- 
por  el  M.  R.  arxobispo  do  Valencia  don  Simón  Lo-- 
qne  le  echó  de  la  ciudad  y  quiso  obligarle  á  Tolrer  á 
ntigua  prebenda  de  Murcia.  Resuelto  el  seffor  Galle- 
i  sostener  su  derecho ,  prefirió  trasladarse  á  Barcelo* 
Mjo  la  salvaguardia  de  la  guarnición  francesa  que  oco- 
i  aquella  plaza»  hasta  que  tres  afios  después  (18S7)  le 
garon  k  dejar  aquel  asilo  y  emigrar  á  Francia  la  Tuel- 
B  los  franceses  i  su  pais  y  el  nombramiento  del  conde 
Ispafia  para  capitán  general  de  Gatalnfla.  La  siguiente 
cdota  dará  idea  del  mezquino  espíritu  de  persecución 
uniella  época  contra  los  hombres  de  mérito ,  por  la 
.  circunstancia  de  tenerle ,  pues  luego  yeremos  cuan 
inte  estaba  el  señor  Gallego  de  halarse  granjeado  la 
padeció  yarios  años,  por  la  exaltación  de  sus  opi* 


Eecorriendo  un  dia  la  Gaceta  de  Madrid ,  yióse  en  ella 
Wrido  i  una  roción  de  Cmadix ,  burla  necia  que  quiso 
Mis  Galomarde,  pero  sin  tener  'bastante  impudmoisL 


9i 

||Ar{L  MBiunícar  el  Doutbraraiento  al  agraciado:  éste  liji 
el  aiiuDcio  coD  el  desprecio  que  merecía ,  y  la  cosa  te  qve^ 
dó  asi.  Hemos  dicho  que  el  si*uor  Gallego  no  se  ntrajo  por 
su  culpa  ni  por  su  iiiipnideiicia  a<|U('.lla  auímosidad»  deque 
debia  recibir  pruebas  menos  ¡norciles  aunque  igualmeaU 
sidicuittfr  y  cu  efrxto  US  de  nolar  que  su  conducir  «« los  •: 
cíqco  ofios  de  residencia  en  su  arcedianalo  fué  tan  circuoi- 
pacta  Y  contraria  á  las  demasías  del  partido  dominante,  que 
padeció  por  el  nuevas  persecuciones  y  hasta  una  scycri 
amonestación  de  parte  del  ministro  de  Gracia  y  Justicia 
doo.Fclipc  bonifacio  Navarro,  quien  de  real  orden  le  tratA 
de  iervil  y  lo  amenazó  con  toda  su  indignación  si  coati"* 
nnaba  desacredilando  las  inslilwioncM  que  felizmente  na* 
rigen f  decia  la  real  orden;  suerte  inevilable  de  cnaoioc 
obran  y  piensan  con  moderación  y  cordura  en  tiempos  r^ 
vueltos  en  que  predominan  ideas  y  pasiones  exaltadaf  •  ^ 

Cuatro  meses  solos  pasó  en  el  mediodía  de  la  Fran^^* 
al  lado  de  sus  Íntimos  amigos  los  duques  de  Trias,  que   C^ 
lizmente  se  hallaban  en  Monlpcller,  adonde  hablan  id^* 
tratar  de  la  curación  de  su  hija  la  actual  duquesa  de  U^^ 
da,  y  en  verdad  que  hubiera  prolongado  allí  su  resider^^l* 
á  no  haberle  obligado  á  volver  á  España  el  deseo  de  a^^^ 
Tar  lajusta  prclension  de  su  arccdianato  y  el  de  no  scr^  ^^' 
voso  á  sus  buenos  amigos.  Üurante  su  residencia  en  "¡Ac^  ^ 
peller  se  acordó  de  (|ue  el  celebre  restaurador  del  b^^° 

fisto  en  la  poesía  castellana,  don  Juan  Melendez  Yalc^^> 
quien  en  su  primera  juventud  habla  merecido  parti^U" 
lar-es  distinciones  y  afecto,  había  fallecido  en  aquella  &  ¡^ 
dad,  emigrado  también  como  otros  ilustres  españoles  ^^^ 
han  dejado  sus  huesos  en  la  tierra  extranjera  por  efecto  ^^ 
las  vanas  vicisitudes  de  nu(;slros  infelices  tiempos.  DespUCí 
de  muchas  diligencias  pudo  averiguar  la  casa  y  el  dia  de  sa 
fallecimiento,  pero  no  el  sitio  en  que  se  hallaban  sus  ce- 
DÍzaSy  porque  su  viuda  las  hi/o  enterrar  da ndestinameot^ 
y  por  via  de  depósito  en  una  quinta  con  la  mira  de  tracriai 
aKspaAa  en  tiempo  oportuno,  i'^sta  noticia,  debida  á  una 
jindana  en  cuya  casa  falleció  Melendez,  aguijoneó  mas  aa 
jgrifllidftdy  y  al  cabo  pudo  saber  que  de  la  quinta  b»tí^ 


lo  trasladado  ^l  cadivor  á  la  parroquia  4ñ  la  aldea  de 
mtferrier»  que  rogebuba  ua  rcUgiqao  cspafiolt  amigo 
I  poeta.  Hizo  en  compañia  dcloK  duques  un  viajo  &  dicha 
Íea«  yaill  supieron  qne  el  pobre  religioso,  anciappja  y 
li  alelado,  habia  puesto  furlivamenle  de  nochi^y  ayuda- 
aoló  de  un  sacristán  du  loda  8U  confianza,  en  un  rincón 
M  miserable  iglesia*  delta  jo  de  uii  uiontóa  dtv  piedras 
arca  que  contenía  los  huesos  de  Mejendez.  temeroso  de 
S  ao  acscubriera  que  estaban  alli.  en  vez  de  estar  en  #1 
naoterio  como  previenen  las  le]fes. 
Bteaolvierou  entonces  trasladarlo»  a  Montpeller  t  previo 
rpiao  del  gobierno,  v  obtenido  este,  fueron  llevados'tn 
IMmioD  hasta  el  arranal  donde  se  hallaba  |Mira  reeibirloa 
cabildo  eclesiástico ,  que  los  condujo  á  la  iglesia  de  4oa 
initeñtes  Azules^  donde  se  celebró  el  funeral,  y  de  alli  al 
menterio.  llizose  todo  á  espensas  del  duque,  como  tam- 
ap  tin  sepulcro  digno,  cubierto  r^n  una  gran  losa  de  hiárr 
il- blanco,  después  de  comprar  el  terreno  á  p^rpttuidad, 
fffgm  alli  se  dice.  En  la  losa  se  esculpieron  el  epitafio  j 
Bikoa  latinos  que  compuso  el  sefior  Gallego ,  y  son  los 
griíeotes: 

D.  o.  M. 

lOAlflUia.     MKLKNUKZ.     VALDIS. 
UlürAZÜI.  POKTAK.  CLASlJiSlMI. 
AN.  MlUTXWIl.   niB.    XXIV.    MAU* 

iio>srBi.ii.  s:  BiTo.  bxtikcti. 

MOBTALK^.  KXVVIAS. 

ría.  UKDBcm.  an.  spat.  inubcorb.  sbpultas. 

AC.    OBI.IVIONI.  VKRB.  TAAUITAS. 

IN.  HUNC.  DltiMORKM.  MUUIM, 

BBlüARDlNrS.  FKHNANDK/.  DK.  VKtASGO. 

Di;X.   IlK.  FllIAS. 

BT.  JOAMNKS.  NICA8IUH.  <¡ALLF.GO. 

AllCUIUlAGONUS.  VALKNTINUH. 

NON.  8IC(.I»,  OCULIS. 

TRAIS^FKUK^nAS    CURaUHIIY. 

R.  I.  P.  A. 

Los  yersos  son  estos: 

iederant  duloi  GhAritea  arguta  9AtiUo 


«6 

FiíUila ,  Toleanun  litora  frtcti  ifc^« 
Digna  Syracosb  calaoio ,  citharáqiié  Propéitf ,' 

Dam  repetit  mcBStus  carmina  blanda  Tagas« 
Te  f  Lede  t  qui  nireis  lambis  felicior  andia 

Hunc  tumulnm ,  serrea  pignora  cara  rogat. 

En  la  Gaeeta  del  11  de  setiembre  de  1835  el  iábi^ 
don  AU>erto  Lista ,  refiriendo  incidentalmente  ettoi  Mi'^ 
cesos  en  un  excelente  articulo  sobre  Lope  de  Vega «  ieK 
pues  de  pagar  un  justo  tributo  de  elogios  al  celo  de  io# 
aeftores  duque  de  Frias  y  don  Juan  Micasio  Gallego»  f 
de  copiar  la  inscripción  y  los  dísticos  citados,  pone  al  fw 
Ja  traauccion  de  aquella  y  de  estos,  que  nos  limitaremos 
á  trascribir  aquí,  por  no  creer  posible  mejorarla. 
.  Dice  asi  la  inscripción : 

«A  Dios  óptimo  máximo.  Bernardino  Fernandex  ét 
Yelasco ,  dnque  de  Frías,  y  Juan  Nicasio  Crallego ,  área* 
diano  de  Valencia ,  cuidaron ,  no  sin  lásrimas,  de  que  loi 
restos  mortales  de  Juan  Melendez  Yaldés,  eseUurecidiii* 
mo  poeta  espafiol,  que  murió  repentinaiofiente  en  Moat- 
peller  el  24  de  mayo  de  1817,  sepultados  indecoroii^ 
mente  por  espacio  de  11  afios,  y  casi  entregados  al  olfi*- 
do,  fuesen  trasladados  á  este  mas  digno  monaaeoto* 
Descanse  en  paz.  Amen.» 

El  sentido  de  los  versos  es  el  siguiente : 

«Aquel,  que  á  su  Batilo  concedieran 
Las  gracias,  caramillo  sonoroso, 
Roto  en  la  playa  de  los  Volcas  (1)  yace. 

Mientras  repite  el  Tajo  entristecido 
Sus  blandos  versos,  dignos  de  la  avena 
Sicula  y  de  la  lira  de  Propercio ; 

Te  ruega,  oh  Ledo  (2),  á  i\,  pues  mas  (elice 


(i)  Nombre  que  tenían  antiguamente  los  habitantes  de  la  pif^ 
litoral  del  Languedoc. 

(8)  Ledusy  nombre  antiguo  del  pequeño  rio  que  pasa  Jl0l0' 
MooáipeUen  Hoy  se  llama  Le9. 


57 

Bailas  con  frbMai  ondfis  esta  tumlia  t 
Que  tan  qui>ridas  prendas  le  oonlerves.^ 


/' 


Entre  estos  y  aquella  ostah  rr«prosontadas  tn  el  mo- 
mento una  lira  con  otros  emblemas  de  la  poesía,  j  un 
*amillo  roto. 

'YtesUluíilo  el  seAor  Gatlogo  i  Barcelona  en  abril 
léiS  por  las  causas  nnc'llejamos  referidas,  y  porque 
ijb^a  que  se  iba  teoipi.ihdo  el  espíritu  perseguidor  ,  el 
gonle  de  la  Audiencia  don  Yiclor  José  de  OAate,  sin 
:>Hyo  arlffnño  v  por  pura  malevolencia  le  obligó  i  salir 
(lá'clútrid.  Alindóle  pasaporte  para  la  de  Valencia, 
lijdc*  antes  restdia,  creyendo,  qiie  allí  seria  masoncarni- 
ttamonlc*  ycjádo  y  perseguido;  pero  no  fue  asi,  pues 
dérlo  ya  íM  aráobísno  don  Simón  López  ,  nada  turo  que 
inbt  del  cab¡ld6*  ni  del  pudilo  valenciano,  de  quienes 
1  tbdo  liempd  recibió'  dislinguidas  pruebas  de  estima--' 
oqV aprecio.  \c.icció  poco  después  el  fallecimiento  de 
.Véiiiá  [Amalia  ,  nara  cuyas  exequias ,  que  cort  gran 
^ji^  yMcbrdhm  los  caballeros  maestrantes,  hizo  por 
>|^i^¿b  de 'estos  dos  esceleutos  octavas  que  se  pusieron 
^i  sobro  1,^  piíorta  do  la  iglesia,  y  otra  en  el  catafalco, 
'  pffnieraL  Hecis\  asi : 

'  «Tu  pit^blo,  Amalia ,  qué  al  Eterno  implora 

-BaflAndoHsl  mármol  de  omi  túmbí  fria  , 

Mea  que  tu  sueiMo  el  infortunio  llora 

Dé!V|uren^^nti^  el  cetro  dividia: 

Módifrra  'emperó*su  itüiccion «  SoAora . 
"  Dulce  érsfférai^za  dé  ofroeerto  un  día  ¿ 
'"''j^  tu  iH^Míca  piedad  digno  tributo»    <•' 

Por  piír¿  altar,  adoración  por  luto.» 

La  segunda  era  esta : 

«Yadc,  ¡oh  dolor  I  en  la  mansión  oscura 
La  que  vimos  ayer  reina  de  EspaAa, 
Que  no  03.  contra  la  muerto  mas  segura 
Morada  excelsa  que  infolif  cobilli.  •" 
Tomo  vm  1 


> 
I 


^        -S^X^^' 


i9 

Naocio  veraz  do  siglos  de  f  entura. 
La  flor  de  gentileza  y  hermosura, 
Que  la  bella  Parténope  os  en? ¡a. 

Nunca  el  vivo  placer ,  Fernando  augusto « 
Que  en  vuestra  frente  generosa  brilla , 
Altere  de  Fortuna  el  cctlo  adusto: 

Y  á  tan  plácida  unión  deba  GastHla 
Un  príncipe  feliz ,  clemente  ,  justo, 
A  quien  doblen  dos  mundos  la  rodilla.* 

Al  leer  al  pie  de  esto  soneto  el  nombro  del  autor,  pre- 
|[ttntó  el  rey  qué  suerte  lo  habia  cabido,  y  enterado  d« 
sus  contratiempos  y  de  la  ojeriza  que ,  sm  saberse  por 
qué,  ie  tenia  el  ministro,  mandó  á  éste  que  le  hiciese  dar 
pasaporte  para  Madrid,  y  tratase  do  reparar  las  vejacio- 
nes ao  que  tan  justamente  se  lamentaba.  Ya  desdo  enton- 
ces todo  mudó  de  aspecto.  Vino  el  señor  Galleso  i  Ma- 
drid en  tnayo  de  1830,  se  presentó  á  S.  M.  y  á  Galomar- 
de ,  y  éste  le  hizo  mil  promesas  en  tono  tan  cordial  y 
amistoso,  que  no  pudo  quedarle  duda  de  que  trataba  do 
adormecerle  hasta  hallar  ocasión  de  armarle  una  zanca-- 
dilla  y  hacerle  añicos.  Por  un  feliz  acaso  supo  á  los  po- 
cos dia^  que  no  eran  vanos  sus  temores.  Llamó  Galomar* 
de  al  subaelcgado  principal  de  policía»  y  convino  con  ¿1 
en  fraguar  uu  expediente ,  en  que  apareciendo  nuestro 
poeta  como  un  hombre  revolucionario  y  peligroso  ,  lo 
presentase  al  rey ,  y  diese  al  traste  con  sus  prevencio-^ 
nes  favorables  á  su  persona :  para  ello  previno  aquel  jo- 
fe  á  uno  de  sus  satélites  asalariados  que  forjase  y  le 
remitiese  un  parte  de  su  entrada  en  Madrid ,  pintándole 
-con  los  mas  negros  colores ,  sin  detenerse  en  recargar  el 
tiuadro  con  cuantas  calumnias  le  sugiriese  su  imagina- 
ción. Gomo  no  es  posible  dar  idea  de  este  originallsimo 
documento ,  cuya  comunicación  hemos  debido  á  la  bue- 
na amistad  del  señor  Gallego ,  sino  estampándolo  literal- 
mente, séanos  permitido  copiarlo  aqui,  a  6n  de  que  se- 
pan los  apasionados  a  aquella  época  de  qué  modo  so 
jugaba  con  la  suerte  y  la  lionra  de  los  hombres  de  bien , 


í       40 

¡    T  qa¿  especie  de  ñ\\f¡eX(i%  se  empleaban  en  tales  iramojfti. 
Dice  asi: 

9íuy  importante. 

«Tengo  cnteixHdo  que  se  halla  en  esta  corle  el  famoso  denu^ 
cracio  don  IN icario  Gallego ,  diputado  á  Cortes  por  Zamora  en  el 
afio  13  y  poslcrío#tnenle  en  los  arios  21,  etc.  (1),  á  este  señor  sa- 
cerdote le  llamnlian  el  padre  ríe  la  Coiistitiirlon  porque  fue  uno  da 
los  indivifluo»  que  la  rompiisíeron,  posterior  al  ano  ií  icdcster-' 
rd  S.  M.  &  la  Cartuja  del  Paular ;  y  habiendo  sido  uno  de  los 
emigrados  á  Inslatnrra ,  tengo  enteiirlido  es  tamliíen  uno  de  los 
diputados  nroscriplos  por  el  rey  N.  S.:  es  intimo  relacionado  ron 

.  Beltran  de  Lis ;  y  su  hijo  don  Luis  parece  venia  á  reunirse  á  éste  por 
bailarse  de  acuerdo  pai-a  llevar  á  erecto  la  revolución  y  sulilrvor  sus 
•  partidarios:  tanihirn  parece  sor  que  están  en  comunicación  con  el 
fizconde  de  las  llucrpas  p;ira  el  dicho  efecto;  por  lo  que  tengo  me- 
dio averiguado  que  los  dichos  ptTlcnecen  al  movimiento  revolucio» 

.    nnrio  que  tenian  tr.'tm'-ido  cu  la  llahana  (y  que  oportunamente  se  ha 

L    descubierto),  el  ru;d  parece  ser  9ci  esteudia  hasta  nuestra   corle. 

f  Todo  esto  lo  hace  nvihle  la  multitud  de  acaecunieutos  políticos  que 
seloc^n,  y  prc('i-<amciiic  en  el  mismo  tiempo  en  (pie  don  Luis  Bel- 
tran de  Lis  vino  de  Francia,  don  Mrasio  Oarcf^o  de  Inglaterra  y  el 
Tizcondc  de  las  Huertas  díf  la  Coruna.  TamMeii  se  halla' en  esta  fcor- 
te  el  famoso  Hcy  de  Valladolii) ,  y  el  terrible  Álcenla,  comerciaole  de 
Salamanca:  estos  dos  úllii.iris  se  reúnen  mucho  con  otros,  y  sus 
confercnf*ias  las  tienen  en  el  (M).ser\alurio  del  Rúen  Retiro.  Lo  que 
pongo  en  coHoi'ímicnlo  de  V.  S.  para  'os  efectos  con\enientes.s=s 
Madrid  1.^  de  junio  de  IHJü.^Sr.  subdelegado  principal  de  po- 
lleíá.w*** 

Sobre  cstn  asquerosa  dolar'ion,  coya  peregrina  orlo- 
grafía  hornos  consorvatln  religiosamente,  recayeron  va- 
rias providencias.  En  primor  iofinr  se  destinó  un  cor- 
chete de  policía  á  que  vigilai^e  lodos  los  pasos  del  seftor 
Gallego  desde  la  madrugada  hasta  las  doce  de  la  noche, 
y  diese  parle  de  todos  ellos,  de  sus  acciones,  visitas,  su- 
gelos  que  trataba ,  etc.  ,  etc.  Fin  so{pindo  lugar  se  pidie- 
ron informes  de  sus  ideas  y  comlucta  á  ciertas  personas 
destinadas  ¿darlos  malos  de  lodo  el  mundo,  y  acemas  de 


(I)    INi  ei  scñoi'  Gallego  fue  diputado  en  las  Corles  de  13,  Si»  etc., 
,nl  estuvo  en  el  Paubr,  ni  emigro  ú  Ir^^lat crin,  ni  conocía  á  don 
Luis  Bcllr'in  de  Lis,  ni  ¿'1  vizconde  de  las  üuertas,  etc.,  etc.,  etc 
Ts'Jo  esto  lo  rabian  muy  bien  lof  r»nado;e«  del  enredo. 


♦í 

• 

%aUt  á  Us  auloridades  eciesiáslicas  do  Valencia .  Murcia 

tGuadix,  al  comandante  general  do  Zamora  y  al  jefe  de 
I  voluntarios  realistas  de  la  misma  ciudad.  Los  prime- 
ros vinieron,  como  se  sabia  que  habian  de  venir  ,  llenos 
de  calumnias  }  acusaciones  voluntarias,  en  especial  el 
del  famoso  agonizante  Fr.  José  María  Diaz  v  Jiménez, 
quien  dijo  entre  otras  lindezas  que  creia  haon  visto  $1 
nombre  ael  señor  Gallt'go  en  la  segunda  lista  de  los  maso-* 
nes]  qui*  pretendió  sostener  la  legitimidad  del  arcedianalo 
mayor  de  Valencia  contra  la  voluntad  del  prelado,  que 
justamente  le  negó  la  colación  canónica,  y  que  habia  t>rr- 
§0$  compuestos  por  él  en  sentido  impio\  intputacioncs  fal- 
tiaimas  todas  ellas  ,  y  de  las  cuales  no  daba  mas  prueba 
que  su  dicho.  Do  los  informes  pedidos  ¿  personas  impar- 
dales,  vinieron  algunos  favoiaules,  y  principalmente  el 
del  provisor  de  Valencia,  que  era  el  mas  iniporlaiito, 
por  ser  aquella  ciudad  el  punto  donde* residió  sirviendo 
SU  prebenda  desde  el  año  2Ü  al  21.  lün  él  se  hacia  un 
elogio  de  su  conducta  política  v  cristiana  ,  \  de  la  ojeriza 
do  la  gente  exaltada  que  eu  los  periiSdieos  íe  ti  ató  }*  per- 
siguió como  servil,  Olnvs  informes  ó  no  llegaron ,  ó  eruu 
insignificantes,  üe  tod.)s  estos  papeles  se  bi/o  el  expurgo 
acostumbrado,  se  arrinconaron  los  ra\orables,  y  solóse 
agregaron  al  expediente  los  demás,  con  el  ün  de  |kresen-* 
tarlosal  lie)  y  dar  con  ellos  al  señor  («allego  el  golpe  da 
gracia,  como  infaliblemente  hubiera  sucedido  ^i  la  Pro- 
videncia no  hubiera  tomado  á  su  cargo  frustrar  los  pla-> 
ncs  inicuos  de  sus  calumniadores,  ú  pesar  de  estar  fra- 
uados  en  las  tinieblas.  Sucedió  que  entre  los  empleados 
e  la  subdelegacion  de  poliria  habia  uno  que  condolido 
del  infeliz  tan  lorpemenle  calumniado  ,  dio  cuenta  de  la 
trama  al  amigo  de  e4e,  el  general  Martínez  de  San  Mar« 
tin»  á  quien,  por  haber  sido  su  jefe  en  ¿poca  anterior, 
conservaba  afectuoso  respeto.  Kl  general  no  solo  advirtió 
u  au  ilustre  amigo  que  un  agente  de  policía  vigilaba  nu 

Ksos  sin  perderle  de  vista,  sino  que  en  prueba  de  ello 
,  I  efirió  algunos  de  los  partes  que  aquel  dabBi  \u^^^  V%^ 
Bocliea,  contaodo  menudamenie  sui  o(HíTiiaotie>  ^\xt^.^V'« 


8 


43 

^I  dia ;  pero  es  el  caso  que  en  los  tales  partes  no  hab&i 
iraa  palabra  de  verdad  ni  podía  haberla ,  segon  laego  te- 
remos.  Como  por  otra  parte  no  era  posible  dudar  de  la 
e3cactiiad  de  la  noticia ,  discurrió-  el  sefior  Gallego  qoe 
el  satélite  ,  en  yez  de  seguirle  á  él,  sin  duda  segoia  i 
otro  sugelo ,  sin  que  pudieran  atribuirse  sus  partes  á  la 
intención  de  inculparle  con  noticias  falsas»  por  ser  todas 
ellas  de  cosas  indiferentes  y  muchas  favorables  al  vigilado» 
En  efecto  pronto  averiguó  que  el  perseguido  no  era  el  bi- 
bliotecario del  señor  duque  de  Frias  (bajo  cuyo  titulo  ha- 
bitaba en  su  casa  el  señor  Gallego) ,  sino  el   archivero» 
hombre  de  bien,  realista  y  de  buenas  costumbres;  equi- 
vocación de  comedia  en  que  incurrió  el  subdelegado  al 
hacer  el  encargo  al  pobre  corchete.  Con  esta  seguridad 
dejaron  el  señor  Gallego  y  su  amigo  correr  algunos 
días»  discurriendo  entretanto  sobre  los  medios  de  frus- 
trar aquella  trama  clandestina;  pero  habiendo  entendido 
el  general  por  el  conducto  consabido  que  en  el  último 
parte  se  daba  cuenta  de  que  el  vigilado  llevó  de  la  mano 
a  la  escuela  á  un  niño  que  le  llamaba  pa^lr^ »  parecióles 
que  la  broma  iba  ya  haciéndose  demasiado  seria ,  y  que 
ya  era  urgente  echar  mano  de  una  contramina  que  dcsni- 
ciese  aquella  tramoya.  Consideró  el  señor  Gallego  que  lo 
mejor  seria  hacer  que  llegase  á  noticia  del  Bey  lo  que  pa- 
saba »  y  al  efecto  se  lo  refirió  todo  circunstanciadamente 
al  señor  don  Juan  Miguel  de  Grijalva,  su  amigo,  y  gran 
favorecedor  de  cuantos  en  las  diversas  épocas  hablan  sido 
objeto  de  persecuciones  injustas.  Enterado  S.  M.  dijo  i 
Calomarde  en  el  primer  despacho:  «¿Con  que  después  de 
» haber  quitado  á  Gallego  sus  prebendas  tratáis  ahora  de 
«privarle  de  la  plaza  de  bibliotecario  que   le  ha  dado 
»Frias ,  y  queréis  echarle  de  Madrid ,  siendo  yo  quien 
»le  mandó  dar  el  pasaporte  para  que  viniese?  Y  es  el  ca* 
)»80  que  es  tal  vuestra  majadería ,  que  en  vez  de  vigilarte 
x>á  él,  vigiláis  al  archivero  del  duque!  Tan  malos  soisco^ 
j»mo  tontos.  Hacedme  el  favor  de  cesar  en  semejantes 
«manejos.»  Con  este  tapaboca  enmudeció  el  ministroi^* 
^QObgrdó  el  subdelegado  ,  ^  ^^^^xAv^  ^tí  ^l  archivo  lospa^ 


dM¿  dtt  tbs  tlem[Mit  Kivízo  ^  o)^^  pasasen  á 

ik^áéX  interesado,  ^  áeii  los  -Ótfbtefya como an  co- 
\iiéaaíñon\o  déidque  soVíhs  kómArBi.  Algunas  reces 
&  visto  cara  á  cara  co  a  varios  de  sos  calumniadores,, 
le  han  vendido  ámisli  id  y  basta  cariño^  j  sin  embar- 
lá  tenido  la  gcnerosi  daa  icjé  tío  darse  por  entendido 
ellos,  resistiéndola  t  eotacion  de  darles  en  rostro  con 
informes  de  'su  letra;  y  pullo. 

^Qué  mucho  que  en  i  titdió  de  estos  continuos  cuida- 
y  sinsabores ,  dé  esta  Imeljqitina  persecución  de  todos 
nstantes ,  no  tuviese  el  séfior  Gallego  tiempo  ni  hu~ 
para  cultivar  stis  o&  dptidpMis  favoritas?  Asf  fue  que 
oda  csla  6poca  cóftipí  olso  íüiify  pocos  versos;  su  suerte 
basta  poco  lisonjera  {MÍ  ]^rtiiitirle entregarse  á  duU 
pasatiempos.  '     - 

Insistía  entretanto  el  ieflor  Gallego  en  sus  solicitudes, 
ya  respecto  al  arce»  jianato,  porque  cóniignadas  sus 
las  por  via  de  congrua^  sustentación  al  H.  R.  arzobis-- 
le  Méjico  el  señor  P'^onle,  era  muy  diíicil  conseguirlo, 
I  de  otra  prebenda  qno,  aunque  (le  menos  categoría  y 
lucios,  le  pusics^^  en  estado  de  no  depender  de  sus 
gos.  A  pesar  de  la  buena  voluntad  del  Bey,  necesitaba 
a  cooperación  cfica  z-  de  quien  pudiese  neutralizar  con 
nflujo  la  malquerencia  de  Galomarde ,  y  le  halló  en  el 
^r  Gríjalva,  á  quien  visitaba  con  frecuencia.  Con  esta 
sion  vamos  á  referir  un  incidente  en  que  se  verá  c6- 
por  secunda  vez'vino  te'poesiaen  auxilio  de  su  hijo 
nilcclo.  Los  sonetos  so»  de -buen  agüero  para  nuestro 
tá.  Llegado  el  10  de  ocklvbrede  1830  se  hizo  páblico 
Madrid  que  lá  reina  estaba  de  parto,  y  déselo  qI  se- 
Gallego ,  conio  todos,  de  saber  el  result'ádó'  en  que 
interesada  estaba  h  «ación  entera,  entró'  en >el  cuarto 
señor  &rijalva ,  que  le  refirió  la  situación  átiígustiosft 
Bey  viendo  cuánto  se  dilataba  el  ansiado  alumbra- 
^Qlo  de  su  augusta  espossf ;  añadiendo  que  iba  á  acom- 
ia y  á  «nimar  á  S.  M.,  pero  que  le  esperase  álti,  pues. 
^  pronto  la  vuelta.  Viéndose  el  señor  Gallego  «i^o^  ^«^ 


i4 

entretovu  en  escribir  en  «in  «^neto  baaloncioM  AMoattm 
Señora  t^  implorando  tu  auxilio  m  aquel  iraiico*:  dt  que 
ialió  felizmente  la  reina  pocaí  horas  oeapucs.  El  ioneto 
qne  el  scfior  Grijalva  llevó  ]f  lejfó  al  Rey,  era  el  tiguientek 

«Dulce  consuelo  del  linaje  humano. 
Madre  excelsa  do  Dios,  sacra  Lucina,. 
Humillado  a  tus  pies  la  frente  inclina 
Con  ardiente  fervor  el  pueblo  hispano» 

Si  nunca  vierte  lágrimas  en  vano 
El  que  so  acoge  á  tu  bondad  divina; 
Vuelve»  SeAora,  al  lecho  de  Cristina 
Los  bellos  ojos ,  la  piadosa  mano. 

Muévate  de  Fernando  la  agonfa^ 
Que  en  zozobra  cruel  pregunta,  espera, 
Vacila,  temo,  alienta,  dosconiia. 

De  su  penar  los  plazos  acelera 
Y  antes  que  su  fultfor  esconda  el  dia 
Agite  el  viento  la  feliz  bandera  (1).a 

Dos  meses  después ,  S.  M.  conGrió  al  poeta  tina  ca- 
nongía  de  Sevilla,  á  donde  se  dispuso  á  partir  inmedijila- 
mente.  Tal  vez  este  soneto  tenaria  algún  influjo  en  el 
ánimo  del  Rey,  v  en  realidad  merecía  tenerle,  pues  cier- 
tamente no  pue(fc  darse  composición  mas  lin<la ,  mas  cor- 
recta, ni  mas  sentida:  es  uno  de  aquellos  sonetos  tan  aca- 
bados que  valen  por  muchas  composiciones-  largas.  Tan 
aficionado  debió  quedarle  el  RoT,  que  cuando  fue  el  sefior 
Gallego  á  despedirse  de  ¿I,  lo  insinuó  que  hiciese  alguna 
composición  al  nacimiento  de  la  princesa  doüa  María  Isa* 
bel  que  desemp<!tló  en  hreve  tiempo  con  raro  acierto,  j 
se  imprimió  cuando  ya  estaba  el  autor  en  su  iglesia  di 
Sevilla,  en  .diciembre  de  1830.  Esta  oda  es  sin  duda  ona 
de  las  mas  brillantes  composiciones  del  seftor  Gallego:  do 


^•mmma^-^^' 


(1)  Estaba  anunciafTo  qtíc  nnor  bandera  pólonadii  sobré  t\  frMlon 
de  palacio»  anandartn  al  público  el  nacimiento  de  on  principe  é 
firíiiceJMí.  >  '..-'■.  W|  .      ' 


45 

fi^ego  ni  lai  :K«l«ntia  4^  las  cwij^ricionet  de  |V 
1,'pero  hay  en  dU  nn  plan  tan'bíon  distribuido» 
macion  tan  grave «  una  ?ersi6cacioQ  tan  fluida  y 
,  unas  imágenes  tan  nuevas  y  sencillas  \  y  en 
encanto  tal «  qiie  no  puedo  leerse  una  vei  sin 
¡r  leerla  otra  y  otras «  y  sin  que  involuntarianicnte 
m  i  después  de  leida ,  á  la  memoria ,  algunos  de 
^s.  Empieza  con  un  monólogo  del  rey  en  que  pin- 
inidad  do  las  regias  pompas  en  sentidas  razones»  y 
Mite  tono  de  GlosóGca  melancolía: 

^  Tal  es  de  los  monarcas  el  destino 

r"  e  fascinada  envidia 
ambición  de  los.  hombres  insensatos. 
Jtík\  qué  vale,  oh  dosel,  que  al  vulgo  hechices» 
hasta  el  don  celestial  de  hacer  felices 
acibara  el  temor  de  hacer  ingratos? 

Iftgo  lamenta  la  amargura  do  su  soledad ,  tanto  mas 

sa  para  él  cuanto  mas  triste  contrasto  forma  con  el 

Í9  inquieta  y  plácida  alegría  que  bulle  en  la  eetanr- 

de  iu$  earoi  hermanos  á  quienes  da  la  suerte  be- 

In  prole  hermosa  descendencia  larga.» 

inque  por  estar  impresa  y  ser  muy  conocida  esta 
•icion,  no  nos  detendremos  mucho  en  ella,  diñcil- 
rpedriamos  resistir  á  la  tentación  de  copiar  esta  de- 
estrofa, aunque  no  sea  mas  que  á  causa  del  lindl- 
idro  que  presentan  los  tres  últimos  Tersos.  Esta 
ladera  poesía ,  la  que  ofrece  imágenes  i  los  sen- 
conmueve  el  corazón:  lo  derois  no  es  masqua 

^lo  es  dichoso  un  Rey »  cuando  depuesta 

purpura  enojosa  . 

'  II  le  ofrece  la  filial  ternura » 

.eon  su  cara  esposa 

•as  amables  hijos  circQjjidfdpi  ^  ^^,    ... |. 


46 

de  inocente  placer  el  taso  apara. 
Mas  ¡  ajr !  que  no  fae  dado 
gozar  tan  alto  bien  al  alma  mia. 
]  Oh  caántas ,  cuántas  veces 
soñó  rni  fantasía 

Ycrlos  correr  con  planta  yacilante 
por  los  jardines  de  Aranjuez  floridos ; 
en  puro  estanque  á  los  dorados  peces 
con  el  sabroso  cebo  seducidos 
á  su  mano  atraer;  sobre  una  rosa 
sorprender  la  yersátil  mariposa ; 
6  ya  afectando  varonil  talante, 
de  caña  armados  ó  sarmiento  rudo 
honrarme  graves  con  marcial  saludo.» 

Todavia  es  acaso  de  mas  mérito ,  por  la  diGcnltad  ven* 
cida  de  csprcsar  poéticamente  cosas  difíciles  de  decir»  al    j 
siguiente  pasaje.  Besa  Fernando  por  primera  vez  el  tier- 
no fruto  de  su  amor  y  luego 

«Al  dulce  beso 

con  otros  mil  le  acarició  Cbistiica^ 

Íue  lánguida  mirada 
e  vanagloria  y  regocijo  llena 
echó  á  su  esposo,  y  luego 
su  prenda  idolatrada 
se  paró  á  contemplar  con  faz  serena. 
I  Con  qué  blanda  emoción,  con  qué  embelesa 
los  rasgos  examina 

de  aquel  gracioso,  angélico  semblante! 
Sus  facciones  no  vé,  las  adivina 
con  maternal  penetración ,  en  ellas 
la  copia  hallando  de  sus  formas  bellas: 
y  en  medio  al  gozo  que  su  pecho  siente, 
el  muerto  brillo  de  sus  labios  rojos 
y  una  cuajada  lágrima  en  sus  ojos 
reliquias  son  de  su  penar  reciente. 

»Tal  suele  en  (jtiAdftrrama 


i 


47 

fUligiiiOBa  teiiftpettad  fermané 
eñ  leca  itirde  ael  ardiente  estío. 
Yése  la  parda  nabe  desplegarse 
tendiendo  el  manto  lóbrego  y  sombrío» 
y  en  ráfagas  sin  fln  de  Ti?a  lumbre 
el  rayo  serpear ,  crugir  el  trueno » 
hasta  que  abierto  el  seno 
rompe  sañuda  en  túrbidos  raudales » 
que  piedras,  troncos ,  miosos  arrebatan 
con  Ímpetu  feroz...  En  breve  empero 
la  nube  pasa,  j  por  el  bosque  verde 
el  sol  esparce  su  esplendor  primero, 
8Ín  que  otro  indicio  apenas  la  recuerde 
que  en  las  tranquilas  hojas  suspendida 
gota  brillante  en  perla  convertida.» 

En  este  mismo  afío  de  18?0  tuvo  entrada  el  señor  Ga- 
^  en  la  real  Academia  Española »  cuyo  digno  secreta- 
I  pcrp6tuo  es  en  la  actualidad.  Ya  en  el  año  de  1814 
Ka  sido  nombrado  académico  do  honor  de  la  de  Nobles 
Íes  de  S.  Fernando,  cargo  gratuito  que  ha  servido  con 
eelo  propio  de  un  inteligente  consumado ,  siendo  en  el 
I  consiliario  do  la  misma. 

Presidió  en  Sevilla  su  prebenda  el  señor  Gallego  hasta 
lyo  de  1833,  en  que  volvió  á  Midrid  á  disfrutar  las 
aciones,  y  cuando  en  setiembre  so  disponía  á  resti* 
rae  á  su  iglesia  le  retrajo  do  hacerlo  la  aparición  del 
lera  morbo  en  aquella  ciu  lad.  Precisado  á  mantenerse 
Madrid,  obtuvo  de  S.  M.  el  nombramiento  de  con- 
}t  del  tribunal  del  ExLCUsado,  vacante  por  muerte  de 
n  Bernardo  del  Rio;  y  algún  tiempo  después,  por  as- 
mo de  don  Francisco  Ranero  á  la  colectoria  general  de 
tpolios,  una  nlaza  supernumeraria  de  la  Rota  de  laNun- 
ttura  apostólica,  de  cuyo  tribunal  era  auditor  honora- 
(^  desde  el  aílo  de  1820.  Al  ejercicio  de  la  judicatura 
slesiástica  en  ambos  tribunales  se  ha  agregado  desde  en-; 
lices  acá «  el  desempeño  incesante  de  varias  comisione» 
anímente  literarias  >  pues  es  de  advertir ,  if  \o  ««h^oA 


48 

por  el  mismo  interesado,  quien  á  nadie  lo  ocnhtj 
mal  resultado  que  patenli/ó  la  eipcricncia  de  las 
que  miró  en  otro  tiempo  como  aiiomas  inconei 
sus  diez  y  ocho  meses  de  pribion  y  cuatro  años  do  i 
ro  engendraron  en  ¿I  tal  aveision  á  las  cucslioncf 
terias  políticas ,  que  hizo  firme  propósito  de  no  i 
tomar  parle  en  ellas  en  tiempo  alguno,  y  lo  ha  cu 
Asi  no  lia  aceptado  otros  encargos  que  los  liten 
excepción  de  los  ñocos  meses  que  desempeñó  la 
de  algunos  periódicos  en  1834,  comisión  que  le< 
lisimos  ratos,  y  le  confirmó  en  su  resolución  p 
Los  pocos  artículos  que  ha  escrito  en  la  Revista 
drid ,  y  son  las  únicas  producciones  su^as  en  pr 
llevan  su  nombre,  han  sido  siempre  literarios 
menor  tendencia  ni  alusión  á  otras  materias.  Por 
casas  muestras  no  podemos  juzgar  al  señor  Galle( 
prosador,  bastándonos  decir  que  hay  en  aquellos i 
suma  corrección  y  un  estilo  notable  por  su  sen 
falta  absoluta  de  pretensiones. 

Entre  las  comisiones  literarias  de  que  arrilu 
hecho  mención,  fueron  las  principales  la  do  foi 
plan  general  de  estudios,  junto  con  los  señores  < 
na.  La  Canal  y  Liñan,  que  presentaron  concluido  c 
meses;  la  plaza  de  número  de  director  de  estudios, 
se  restableció  la  dirección  en  1835,  de  que  fue  ei< 
durante  el  ministerio  de  don  Joaquín  Mart«i  Lope 
dando  por  real  orden  posterior  en  clase  de  jubilado  ti 
las  prerogalivas  y  honores  de  la  misma;  la  presideoí 
comisión  de  examen  de  libros  de  enseñ;inza,  y  últin 
una  plaza  en  el  Consejo  de  instrucción  pública,  que 
mente  desempeña  juntamente  con  la  presidcuci 
Junta  de  estudios  (le  la  Trinidad.  Por  haber  sido| 
tos  todos  los  cargos  y  comisiones  indicadas  í  e% 
del  de  conjuez  del  Kxcusado,  que  tuvo  en  otro 
una  corta  asignación  y  \a  no  la  tiene ,  S.  'Sí.  M 
remunerar  sus  servicios*  en  1844  con  la  gran  c 
Isabel  la  Católica ,  de  cuya  orden  era  conieodadoi 

•ido3i. 


49 

'al  ha  sido  la  vida  niiblica  y  literaria  del  sefior  don 
Nicasii»  Gallü|^r),  vida  honrosa  bajo  ambos  concop- 
ie  lo  ha  acus^ido  de  indolente,  se  le  hu  tichatlo  de 
1bcundo,4|)i^ra  sin  que  sen  nuestro  ániín )  descar<^.ir*- 
teramente  de  loda  culpa  rtn  estos  puntos,  creemos 
^tc  es  el  caso  de  rocord.ir  la  tan  snbida  máxima  do 
18  obras  dj  la  intcli^^cncia  no  so  miden  por  la  enn^ 
sino  por  la  calidwl.  Las  del  sjülor  G:ill(*|^o  son  poco 
irosas  en  efecto  ,  liunque  no  tanto  como  genoraU 
B  se  creo;  miA  tnmhiiMi  eu  cambio  sn  acercan  ma- 
no á  la  pcrrcccion.  Ya  hemos  insertado  en  esta  bio- 
i  alp^unos  sonetos  stiyos  que  jiistÜican  este  efor^io; 
ieii  le  juslilica  el  si^^uientc  que  escribid  con  motivo 
Mislacion  de  los  rentos  de  don  l'edro  Calderón  da 
rea  al  cementerio  de  Sun  Nicjiús: 

«Gloria  y  delicia  de  los  patrios  lares  t 
Buen  CaldiTonl  de  tu  fecunda  vena 
El  copioso  raudal  el  orbe  llena 
Venciendo  espacios  y  cruzando  mares. 

Difunden  hoy  tus  dramas  á  millares 
Las  prensas  de  Lcipsiclc;  los  oye  Vícna, 
Y  hasta  en  las  playas  bálticas  resueoa 
El  cisne  del  modesto  Manzanares. 

¡Olí  hispana  juventud  1  Si  al  arduo  cmpeff» 
De  hollar  del  Pindó  la  sublime  altura 
No  te  alentare  porvenir  risueño , 

Esa  pompa ,  ese  mármol  te  asegura 
Con  muda  voz  que  si  la  vida  ti  iueHo 
Siglos  de  siglos  ol  rcnoiAbre  dura.»     . 

lie  ningún  poeta  antiguo  ni  moderno  conocemos  com- 
Clones  mas  correctai ,  prescindiendo  de  otros  méritos 
nios  cuales  no  es  tau  fácil  ni  tan  licita  la  compara- 
k*  Hemos  dicho  que  no  son  tan  escasas  como  común- 
^teso  creo  las  composiciones  del  señor  Gallego,  y  en 
^á  muchos  sorprenderá  oirnos  decir  quo  nosotros 
">BM>i  reunido  suyas  eu  soGicieDtq  número  ^art  (ot- 


5a 

mar  un  yolámeii  no,  pioqaefio.  Tandiiea'  aorpr^iiden 
me  este  po^ta  hd^  cnltivado  coa  inuy  baea  éxito  gene 
de  poesía  disíintos  de  la  oda ,  la  elegia  y  el  drama ,  úi 
eos  eo  que  es  conocido  ,  en  el  primero ,  por; sus  odoi 
Voi  de  Mayo^  al  nacimiento  de  la  Reina  j.  alguna  otra; 
el  segundo,  por  sus  elegías  á  la.  muerto  do  Ya  reina  d( 
Isabel ,  á  la  de  la  duquesa  de  Frias,  iñsisrta  eu  la  Con 
fúnebre  ( y  de  la  que ,  por  ser  tan  conocida  y  univeí 
mente  celebrada,  conceptuamos  escusado  decir  cosa  al 
na)  y  en  el  tercero,  por  su  tan. célebre  Osear.  ¿Qué 
n^KS  de  decir  también  de  este,  cuando  no.  hay  jó?ep 
dían^mcnte  lilcrato  aue  no  Unga  en  la  niemoria  algí 
4í^  sjus  magníficos  versos?  Muy  pocos  saben  por  ejem| 
que.l^a  compuesto  fábulas  tau  lindas  como  U  fiiguieate:* 

EL  PADRE  Y  SUS  DOS  HIJOS. 


APÓLOGO. 


%  * 


«Del  opaco  diciembre  en  noeíie 
un  padre  con  sus  hijos  en  voi  aldta 
al  calor  de  la  humilde  chimenea 
*  ''  lá%  perezosas  toras  difertia. 
A  su  itfd<i  el  menor  se  entretenía 
de  naipes  fabricando  un  edificio 
con  meS'Cuidado  y  atención  severa  ^ 
que  el  famoso  Ribera 
trazando  el  phñ'del  madrileflb  hospicio^ 
£1  mayor  repasaba 
." »     ('{toes  ya  cfl'^la  edad  de  la  razón  rayaba) 
'  ' ' '  útá  mugrienta  Ustoria , 
' ' '  depositó  de  cuentos  y  dislates , 
'■   'Sti  lengua  atormenlando  y  su  memoria 
'.  ■  '^n  nombres  mil  de  reyes  y  magnalei. 

'Mas  juicioso  notando 
^  '' que  tmos  llamaba  et  libro  fimdadorai 


» 

j  otroi  eonquiítadífrtil 

jCuát  01 ,  dijo  il  papá ,  la  difonodiT 

Aqui  llegiihan,  cuando  . 
con  fi;I¡i  inocencia 
<u  travieso  hcrmanito 

3ufi  acababa  gozoso 
e  coronar  su  alcázar  ostentoso, 
saltftba  de  nlcgria  j  dalia  un  grite. 
i  í     GolóríoQ  ct  miij'or  M  aliit  víoUalo. 
t  ■  'il  ycrsu  ínUcrruinpido  <  ,  f 

j^dó  un  8(>lo  revea  «rrojia.4Wiento 
n.    et  faltoia  pulido, 
n-'  'dcjaedo  ni  [wttro  nina  tH  dPKonnuqlo. 
n>'<  de  vicr  su  amadit  fábrica  Bft  ol  sucio. 

£1  padcc  cnloncrs  con  amorío  dijo:  ,.,  -  ,  ,; 

«La  rcsputtsla  mrjar  esU.  e»  la  inaqo :     ,  .  ., 

»et  faniíador  Av  iiiipiirius  os  liA  hi<raiju;iQ,   , 

»y  lú  el  congi4|i(it((4r   ¿  Lt»  cnliendvs t  ^^^t\ 

Acaso  sorprendiera  Inmbicn  á  los  quo  solo  conocen  á 

siro  pocln  por  las  pocas  obras  suyas  que  andan  im- 

las.  qUQ  Inya  condenado  á  la  oscuridad  una  composi- 

I  tan  graciosa  como  la  siguiente,  y  do  un  género  tan 

into  del  quo  le  ba  dado  U  ■ulubnilád  do  quo  distraía: 

di  H,oíji  DE;.ttóNTisco.  ■..;'.. 


qoe,nUí(  WíHUfü'aj^t'.,:  I,.     .■.,•,■'■    ■ 
.idóíi^(|n,de  iJ^lvo  m%viA  I.,.,..,  „;.,^ 

Lcj^osdcl  iinUím;afli<>  .       ., 

we,flT";a|tí?,cl  p¡()f-io  cruel,,  ;- 

desdo  el  vallo  á  ^i  calina  ,, 

del  «Tenal  al  vargeJ,,          ., ,  ■   ■,'.,.j 


53 

reugnada  por  laber 
que  ni  suspiíM  ni  niegot 
han  de  templar  sa  altirez. 

Hija  de  un  pobre  lenlisco « 
Toy  á  donde  van  también 
la  presunción  de  la  rosa, 
la  soberbia  del  laurel.» 


Si  el  señor  Gallego  hubiera  qneritlo  deJicaneal 
ñero  festivo,  es  seguro  que  en  él  hubiera  dejado  e^ 
lentes  modelos,  como  lo  e»  su  epístola  en  tercetos, 
tenemos  á  la  vista,  dirigida  á  algunos  jóvenes  ptietass 
gos  suyos  qufe  habiéndole  convidado  á  una  comida  e 
dia  de  su  santo,  á  que  no  le  fue  posible  asistir,  le  e» 
bicron  entre  todos  una  epístola  dándole  los  dias. 
.unque  esta  composición  no  pasa  de  ser  un  jugot 
desconozco  que  ya  va  siendo  pesado  este  eicrito 
o  resistir  el  deseo  de  trasladarla. 


•  ll    :     ■     , 

a  m    -  ■ 

(ISlW-UCISlttlIE  DE  1940.)!   C;^  1^'  ' 

Roca,  Vega  «Bretón,  Díaz,  Bornea, 
Recibí  vuestro  mélril^o  billete 
De  prisa  escrito  on  reunión  pimplea. 

Donde  á  favor  del  dulce  pajarete 
Y  al  rclintin  de  la  espumante  copa 
.    Ensartabais  tercetos  siete  á  siete. 

¡Triste  de  a'^fif'que  ¿oiideniadó  á  sopa 
Seráfica  y  al  ué<tjñ-'de  lasfiidtit<á,^-l 
Solo  puede  sii^fr  Fóc^odo  e^téfl^'^^ó 

Tuve  en  xéHUA  estittuRi^  Vfe.HrojüS^ntes 
De  acrecentáis Tifiíoble  cómpdñT^"*^ 
Mas  la  lluvia,  'sij^EW;.cav6á  torrente^» 

Y  fuerza  fué  del  nutaiicio  día"  '"  ' 
Entre  memorias  trilles  y  coúíüikü ."  ' 
Pasar 'mIo  hiafdtfvsctura  y  fria"  ' 


c     • 


1. 


55 

Hát  inflf  aun  las  nesaa  oue  lu  Masai. 

Por  in2|^*c[tle  á\  escribir' Ircmnla  manó' ' 
Tracé'  en  lüj^ar  de  1<^trás  semifasa^: 

X  i\o  k6  que  invicto  el  juicio  sano       ' 
El  cjü'é  inTcntó  disuelta  en  agua  pura 
La  inspiración  do  Apolo  soberano. 

Sube  un  pobrete  cebando  la  asadura 
El  l^ndo  arriba ,  ansioso  de  entusiasmo. 
Sudando  cl  quilo  por  ganar  la  altura. 

¿Y  no  será  rechifla  y  aun  sarcasmo 
QuQ  el  Dios  le  ofrezca  uu  vaso  de  Hipocrene 
'^IQüéle  corte  el  sudor  y  le  dé  un  pasmo: 

Mejor  quizá  con  la  razón  se  aviolitf"'. '-- ' 
'De  aquella  chusma  el  delirar  eterno  '^ 
Que  con  brujas  y  espectros  se  entretiene,' 

Y  atormentada  de  furor  interno* ' 
Desdeñando  el  favor  del  sacro  monte  (1) 
Su  aciaga  inspiración  pide  a|  infierno. 

Mas  yo  me  atengo  al  padre  Aiiacrconté, 
Viejo  t,tíno  y  maulon  que  lo  entendía 
Mas  qiiU  el  t^^lntor  de  Gama,  ó  Rodonionte. 

Y  con  brindis  de  Chipre  y  Malvasia    ' 
De  las  muchachas  jónicas  cercado 

,    Cajentaba  >u  dulce  poesía. 

'  Théndido  sobró  el  césped  de  un  coTIádó 
' ' ''  l'Hxánja  sicii  de  pámpanos  corona 
'*«   m 'la 'botella  ó  el  porrón  al  lado: 
■n  •»    'jvHi  >5tis  cdnlós  báquicos  entona, 
^  '^Á'cfiío,  cxiáVnioscas  á  la  miel,  acude    ' ' 
^  "'plííiáí  ñlnfes  la  turba  juguetona. 
'  '' '  "^\ia  que  el  beso  6  el  pellizco  elude  * 
'*""  V'sóVda  á  los  halagos  de  áu  Musa 
'*  '**Dc  ^atraviesos  brazos  se  sacude/       '  " 
I  ''•  "  D)í^pbmendo  el  rabel  6  cornamusa,  .'  ■ 

"•'"*^*róma  ol  porrón  el  viejo  marrullero 
Y  con  un  par  de  sorbos  la  engatusa. 


<  • : 


í'^Ptfí'tapücrtd  jut  óHQsatro  monte  qo  m  ^jle  GW^<^¿,v^ 

VOMO   VIH.  '"  *  '  ^ 


^^Un  9¿bk  ODiiura  OS  fópsii^ 
Seguid  del  tejo  Anficreon  láVtiilefíff 
En  prez  y  gloria  di^l  Parnaso. ibarp^ 

Y  aunque  no  os  acaloren  nin£aa  bellas  y 
Mas  castos ,  si  bien  jóvenes ,  que  e|  yiejo » 
Yibrad  el  plectro  y  destripad  botellas ; 

Que  al  aulce  influjo  del  licor  añejo 
Correrán  vuestros  versos,  como  riqs, 
Sembrados  de  agudezas  y  nraccjo. 

Entanto  yo  sinjuventud,  sin  bríos ^. 
¡Qué  gracias  ¡  Pesia  tal!  queréis  quepi^Ripre 
En  estps  metros  lánguidos  y  firios , '. 

Si  a  mas  del  cierzo  que  corrió  en  setiembre  (1) 
Contra  mi  buen  humor  veis  conjurados 
Él  hielo  de  mi  edad  ^  el  de  diciembre? 

Solo  á  vosotros ,  jóvenes  amado;»,,  ,  ^. . . 
Es)[)eranza  y  honor  ue  las  Españas,   , ,  ., 
De.Ciptip  y  de  Liéo  acariciados,  , 

Os  toca  difundir  por  las  exi^apaí^ 
El  nombre  de  la  patria  que  os'adoiiya; 
Mientras  envuelta  en  polvo  y  télarajta^ 
Descansa  en  un  rincón  mi  ppbre  lira.; 


lO^ 


Un  alemán,  M.  Hubber,  que  ha  dado  poticia  de  los 
autores  que  actualmenie  escnben  versos  ea  JEspafia,  bi 
dicho  que  el  seífor  Gallego  es  iin  mero  ipaít^d^r^®  ^^^' 
tros  poetas  del  siglo  Xyi;.no  lo  creemo^^; .pero  no  es 
este  tampoco .  el  majjror  desatino  que .  ha  r^^r^lo  dicho 
M.  Hubber ,  cuyas  biografías  de  nuestros  e^/c^ij^res  con- 
temporáneos están  atestadas  de  especiotas  f^p§ardas  y  ca- 
lumniosas ;  ño  parece  sino  que  para  redactar  jalgonas  do 
ellas,  no  por  boca,  si, no  con  pluma  de  ^ánap,  .(Kilo  ha  te- 
nido á  la  vista  libelos  infamatorios.  Limitaadi^nos  al  per^ 
sonaje  que  ek  objeto  de  estos  apuntes,  pfegjoi^tareffioi: 


(h    £1  del  glorioso  pTonumamLento^  ej^fú  fív^  el  auM(AÑ<9i'' 
MDiMd  dé  iras  loflobtífeoi.  i 


£ 


¡i  qaé  ae  parecen  foi  ^des  á  lof  4rti$  ;  «1  W^mmif^ 
la  Reina  k  Us  conctonei  it  Hitrera  j  de  Fr.  luif  Üf 
Lfionl  ¿En  qué  sus  elegías  al  Doi  de  Mayoj  k  la  Muerü 
de  la  duque$a  de  Frta#«  á  las  delmiimo  líertetei  y  suf 
contemporáueos?  Ni  en  el  plan,  ni  en  el  estilo,  ni  el  en 
orden  de  las  ideas  se  parccep;  solo  tal  yez  en  la  pureza  del 
lenguaje  y  en  la  pomposa  inagcstad  de  la  entonación.  Not 
el  señor  Gallego  no  es  un  poeta  del  siglo  XVI,  aunauf 
con  frecuencia  los  recuerdan  sus  yersos ;  el  sefior  Oallc* 
go ,  como  todos  los  hombres  de  al^uu  vabr  literario ,  ti^ 
ne  un  carácter  suyo  propio  y  participa  de  la  Índole  gene- 
ral de  su  siglo.  Oigamos  las  juiciosas  reflexiones  que  ba-^ 
ce  sobre  esto  el  autor  ya  citado  de  la  sucinta  biografiá 
de  nuestro  personaje ,  que  se  insertó  en  el  Arti^ía.  Oesr 

Saes  do  citar  una  estrofa  de  su  qlegia  á  la  piucrte  dcil 
uque  de  Fernandioa ,  discurre  sobre  ella  y  sobre  el  CA7 
rácter  peculiar  del  ingenio  de  este  poeta :  la  estrofa  qué 
da  ocasión  á  sua  reflexiones  ca  la  que  eippieza :         , 

1 

«Yiérase  á  aquel  gemido 

jicual  bolla  palma  que  derriba  el  rayo-u.» 


.1 


y  concluye  con  estos  versos:  ..  .  j 

«que  en  un  mar  de  tinieblas  sumergida        ' ' 
»sm  61  se  juzga  y  desamada  y  sola.» 

Luego  prosigue:  «Este  desorden,  este  desfüyLll(b«.lt 
desinencia  nnal  del  último  verso  de  la  estrofa^  ei^.^óé  ii» 
advierte  la  estudiada  intoncion  d^  ex^Tesar  mejor  el  a}^ 

tmüento  y  soledad  do  aquella  madre ,  pudieran  bac^ 
nen  papel  en  una  composición  del  quevo  géneroL,  ,paef9 
aunque  pese  oirlo  al  autor  de  esta  elegía,  huele  i  ronj^^r 
tica  desde  el  primer  verso  hasta  el  último.. 

oMucho  pudiera  añadir  examim^odo  .tas  pocaa  obras 


ftf» 


lÚí^WBiiá^U  pkrá^^^^^^  íreanéidó;  no  ¿  ehr^ 

íj^at  ñi  á  críticafe'  las  ]^6ésíasí  del  señoir  Gallego,  siiio  i 
iniítiifcsfoT  qae  sitr  quererlo ,  y  acaso  sin  advertirlo,  signe 
tío  muy  de  lejos  la  corriente  del  romanticismo,  qne  re- 
prue1)ay  mira  fcoAi.o  una.*  lastimosa  corrupción  del  bnen 
gil^io.  Nó  és  él  sold  ciertamente:  el  ilustre  autor  del  Pe-- 
layo ,  tragedia  en  alto  grado  clásica ,  lo  es  también  del 
Panteón  del  Esbórialy  Wlla  composición ,  pero  de  un  gé- 
ñerbuuevo  7  sin  nombre  conocido  en  la  escuela  anti-' 
gtij ;  obra  romántica ,  si  las  hay,  y  lo  que  es  más ,  com— 

tltleílta  en  uii  tiempo  en  que  todavía  estaba  por  invcntaf 
á  iiéñbminacíon  del  gtisto  á  que  sin  dnda  pertenece.  ¿Y 
¿otilóse  explican  tales  fenómenos?  Del  mismo  modo  que 
él'  éultéi^Aismo  de  qtre  están  contaminadas  muchas  obras 
¿éi'Qáevedo  y  Lope  dk'Ycga,  quienéá'cn  otras  variaü 
hafAát^  hecho  Inás  dé' xii^á  vez  irrisiodde  aquel  eslrafalarítf 
^Móy  dé  sus  séciíáttes.  fisto  cob3Ísftc  eti  que  todos  los 
hombres,  ínas  d'tnldnó^,  reciben  por  necesidad  la  ib- 
fluencia  de  las  ideas  de  su  tiempo.  Cada  uno  pertenece  á 
.su  siglo,  participa  del  gusto' ¿«oiinai^tev  q&e  cunde  hasta 
rpor  el  aire*  qne  -80' respira^  y  adopta  sin  geñtir  parte  de 
sus  mantas  y  extravagancias  por  ridiculas  que  sean  á  los 
ojos  de  la  raion  imparcial,  conío  süéédb'Cóiá'  las  nlódásr 
que  repugnand.Q  al  principÍQ,,  acabáis  por  agradar  á  sus 
mismos  censo^s.Ét  mayor  9^  delá  literatara 

.ánglesa,  que  dé  ciiarehlá  aífós  acá  ^  há  difundido  en  Es- 
paña ,  y,  sobre  todo  el  ^ust9  alepian  que ,  aunque  por  d 

» éWtíttó^o  puro  8é  trád^  haif  pror 

páffM^ViCelbccidéhté'Vlle  EtirOpaf  íá's  obras  de  Schilld*, 
Kdtz^büé;  íiodtfac  y  t)trós ,  ha  abi^to  ^n  duda  este' nue- 
Hn&'^l^iiuibó'á  las  ideasf y  máximas  literarias  (^ue  dirigéhi 

Má'Üéhei^árrdaá  de'  m  escritbreis  del  dta ,  y  de  cuyas  olM^ 

:  StHb'M'^poslIeiídad  será  en  último  resultado  juez  im{^a^ 
y  cpmpelente.»    **■  *  ''*■ 

aiirpi^j^tctTiifdáréfftfe'siesta  noticia  biográBca  sin  insistir 
^V'ü)i''Vjabihentí[V«ík  la  especie' que  apuntamos  al  pripdP 

Wd^;'y ^uk  tiritó  hofa^aalpérsonaje  de  quien  escribiAóM. 

m'mltt  OMléf^^á^s  \\^  to\iQoA.t^V^v\dia ;  jáiniíf  W 


HPftleada  na  ingenio  on  ialiriiar  da  palabra  ui  por.  eacri* 
^twa9  compafieros  de  profesión;  al  conirario,  para  lodoi 
laaido  na  amigo ,  mas  queun  amigo;  para  unos  ua  herma- 
10  f  para  otros  un  padre.  La  dulzura  y  sinceridad  de  su 
i^ácter ,  &u  reputación  de  excelcnlo  critico ,  le  han  gran- 
eado haco  mucno  tiempo  una  especie,  de  judicatura  litera-, 
ía  que  todos  respetan  y  quo  solicitan  haala  los  mas  díscolos, 
ius  fallos ,  dictados  siempre  por  la  mas  recia  intención 
mida  á  un  gusto  esquisilo,  forman  autoridad  entre  los 
lombres  mas  eminentes.  Muchas  veces  los  señores  Quin- 
ana,  Martinezdc  la  Kosa,  el  duque  de  Rivas,  el  rondo 
le  Toreno  le  han  sometido  sus  obras ,  honrosa  confianza 

Iue  él  hj  pagado»  exponiéndoles  concienzudamente  su 
ictámen,  prononiéndoles  enmiendas,  y  castando  en  ellas 
\l  tiempo  y  la  intensa  aplicación  que  pudii'ra  emplear  en 
rebajos  propios.  El  mismo  Arriaza  ^  que  jamás  oía  con- 
iejos  donadío,  adoptó  mas  de  una  voz  las  correcciones 
le  nuestro  critico,  l^os  que  tienen  como  nosotros  la  hon- 
a  de  visitar  familiarmente  al  seflor  Gallego ,  habrán  vis- 
o  siempre  cubierta  su  mesa  de  o6ra«  que  juzgar ,  de  ver- 
laderos  memoriales  en  quo  se  le  piden  correcciones,  de 
oas  mamotretos  en  fin ,  muchos  de  personas  desconoci- 
laa»  que  la  mesa  do  un  ministro.  Esta  voluntaria  magis- 
ratura  le  ocupa  muchas  horas  al  dia ,  poro  le  produce  el 
>lacer  do  contribuir  á  que  desaparezcan  los  lunares  aue 
leilucen  las  obras  de  mérito  que  se  le  confian.  Muchos 
Mrimores  que  celebramos  en  otros  poetas ,  son  obra  suya^ 
>o  esta  verdad  ofrece  un  ejemplo  insigne  la  inffoniosa 
átira  titulada  Proclama  de  un  toUeron,  Su  autor ,  vargas 
^nce,  era  también  como  Arriaza  poco  dócil  á  la  crí- 
ica «  y  harto  se  resiento  de  ello  la  primera  edición  do  su 
iUda  obrita ;  sin  embargo ,  el  señor  Gallego  logró  con- 
vencerle de  los  varios  y  notables  defectos  que  la  afecta- 
Htn;  y  como  lo  faltaso  tiempo  al  autor  para  corregirla, 
ligó  a  su  amigo  quo  hiciera  lasenmienaas,  y  reimpri- 
niese  enmendada  su  sátira.  Cumplió  éste  puntualmente  su 
encargo ,  y  on  el  prólogo  de  la  segunda  edición ,  hecha 
NI  y«lcnci{i  en  ISSO»  deapu^»  d«  U  iii«wV«  ^\  i^Nm\ 


9ff 

atrlbnjó  á  éile  \in  correcciones  que  exdiMiyameiite  ertn 
obra  rayat  Mas  pudiéramos  añadir,  pero  baste  lodiclio 
parra  probar  que  en  el  señor  don  Juan  Nicasio  Gallego 
yt$\e  tanto  por  lo  menos ,  y  merece  en  verdad  tanto  apre- 
cio j  consideración  el  hombre  privado  como  el  célebre 
poeta. 


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m  illarquM  Vtu&o  nt  Íponte)o0« 


AA  apreciar  debidamente  los  esfuercosy  el  eelo  deeier*- 
liombres ,  que  han  estado  al  frente  del  gobierno  econó- 

>  délos  pueblos ,  es  preciso  considerar  por  un  moraeii^ 
10  solo  tos  abusos  y  los  vicios  perjudiciales  introdact- 
en  aquel ,  sino  hasta  el  aspecto  material  de  las  ciada- 
mas  populosas.  No  es  necesario  que  nos  remontemos 
t>ca  muy  distante;  pues  en  tiempos  que  los  presentes 
os  alcanzado,  y  aun  bastante  recientes,  la  instmecion 
l)eneficcncia  publicas  se  hallaba*)  en  un  completo  aban- 
íf  i  pesar  de  que  la  caridad  ¿  ilustración  de  nuestros 
ores  habian  dotado  estos  objetos  con  pingües  rentas, 
istado  de  la  mendiguez  era  tal,  que  hizo  lerantar  el 

>  á  ilustres  patriotas,  formando  la  descripción  de  las 
nmbres  y  hábitos  de  los  mendigos,  el  fondo  y  el  argn- 
to  de  algunos  romances  célebres.  Aquellas  reírlas  de 
Ja  mas  necesarias  para  la  comodidad  y  salubridad  deil 
idario ,  no  eran  conocidas  ni  aun  en  muchas  de  naes- 
iprandes  capitales.  El  empedrado  en  todas  ella?  le  en-^ 
raban  en  un  oslado  de  incuria  ,  entregado  eonlpleta-^ 
;é  á  la  voluntad  y  discreción  del  diputado  á  qalefi,  se^ 
^áctjca  de  los  ayuntamientos  perpétaps,  sétóAláW 
|ilCiír|r6  qae  daba  origina  liknltitiid(ib<ftttbf¿4ii^ 


to  mas  fscAüdAkisos.  r naalo  mayoreí  oan  h  negBgeiicia 
T  abandono  ron  qne  §e  hacia  este  serricio.  Las  aceras  em- 
I>aldo$ada$  era  cosa  absolatamenle  desconocida «  y  ana 
rairadji  con  al¿rjna  prevención,  con  molivo  de  haber  ociit« 
rido  desAtios  entre  caballeros  que  las  dispalaban,}  de 
haber  dado  labrar  i  la  formación  de  una  pragmática.  Del 
alumbrado  solo  diremos,  usando  de  la  espresion  feliide 
un  escritor .  que  estaba  reducido  á  lo  meramente  necesa- 
rio para  distingnir  la  oscuridad.  £1  establecimiento  de  los 
serenos  solo  era  conocido  en  alguna  ciudad  mercantil,  ha- 
llándose limitado  en  la  corte  t  otras  capitales  de  proTin- 
cia,  á  un  solo  guarda  que  recorría  de  noche  las  caliesen 
que  los  comerciantes  tenian  establecidos  sus  almacenes. 
Las  fuentes  públicns  erin  muchas  de  ellas  muestras  del 
frusto  depravado  de  los  artiBces  que  las  construyeron,  J 
de  las  personas  que  dispusieron  y  dirigieron  tales  obru; 
y  en  ellas  al  mismo  tiempo  que  se  habia  descuidado  com- 
pletamente la  belleza  de  las  formas  y  la  elegancia  de  lai 
proporciones ,  se  habia  descuidado  también  el  abundante 
sorlido  de  las  acuAS«  la  comodidad  del  Tccindario  t  délos 
transeúntes,  y  el  orden  que  debia  establecerse  éntrelos 
aguadores  públicos.  Los  mercados  se  hallaban cntcramealf 
abandonados  á  la  soberana  roluntad  de  los  Tendedores» 
quo  se  colocaban  en  los  parajes  que  mejor  les  parecía,  ha* 
hiendo  en  muchas  ciudades  tantos  mercados  ciuntaseraa 
las  plazuelas  y  prajes  mas  frecuentados:  asi  sucedía  ei^ 
pecialmente  en  Madrid,  donde  todo  el  rigor  de  los  anlK- 
|{oos  corregidores  no  habia  podido  chitar  el  desorden»  h 
incomodidad » la  falta  de  decencia ,  la  mala  distribución  de 
los  puestos  y  el  aspecto  miserable  y  desaseado  de  estos. 
Parecerá  increíble  ia  resistencia  que  oponían  este  desorden 
y  este  abuso;  pero  bastará  decir  de  que  recientemente) 
siendo  corregidor  de  Madrid  el  difunto  don  ladeo  Ignacio 
Gil,  necesitó  ésie  toda  la  firmeza  de  su  carácter ,  y  contar 
antescAiQ  la  voluntad  espresa  del  monarca»  para  hacer  iras- 
Jadar^  en  presencia  suya  y  por  medio  de  operarios  que  tí 
lUWQ.miBdaba,  los  cajones  que  se  hallaban  cdpcaáoscí 
II  RW  w  ^Vi  U^,  \i%^o  ^r«ba  U  di6c^ltad  de  tod*  rt- 


i 

fonna  od  esU  parle,  «nsi  como  hemos  indicado,  aunque  li- 
giamente, la  necesidad  perentoria  de  ella. 

Los  ayantamicntos  perp6(uos ,  á  quienes  estaban  con- 
fiadas muchas  de  las  atribuciones  relativas  á  la  policia  ur-> 
baña,, comprendiendo  esta  la  de  las  plazas  y  mercados,  la 
uQipicza  de  las  callos ,  el  alumbrado  ae  las  mismas  y  la  bue- 
M  calidad  de  los  articules  del  consumo  público ;  los  ayun- 
temíontos  perpetuos  que  recaudaban  los  cuantiosos  arbi- 
trios destinados  ú  estos  objetos,  dirigian  los  diversos  ra- 
bos confiados  á  su  cuidado  con  arreglo  a  reglAnienlos  yor- 
denanzas  antiquísimas ,  en  su  mayor  parte  raidos  en  desu- 
do, y  en  la  restante,  inconvenientes  y  desacomodados  a 
la  situación  de  los  pueblos.  Kl  mal  no  consistía  solo  en  los 
tbiisos  que  el  tiempo ,  los  hombres  y  la  falta  de  celo  ha- 
l)ian  introducido,  sino  también  en  las  reglas  incongruen- 
iis  y  absurdas  que  dirigían  todas  las  partes  de  la  antigua 
administración  nmnicipal.  Por  eso  se  clamaba  hace  mucho 
tiempo  por  la  revisión  y  reforma  de  las  ordenanzas  mu- 
nicipales ,  y  por  la  corrección  ó  nueva  formación  de  todos 
iquellos  reglamentos,  que  exigiesen  los  diversos  ramos 
del  servicio  público,  dentro  del  circulo  de  las  atribuciones 
municipales.  En  la  (poca  del  año  de  20  al  23  trabajaron 
so  poco  muchas  diputaciones  provinciales  en  estos  obje- 
tos, y  en  proponer  al  gobierno  lo  que  pudiera  necesitar 
de  la  apronacion  de  éste. 

Madrid  ha  servido  siempre  i  todas  las  ciudades  y  pue- 
lilos  del  reino  de  modelo  en  cuanto  ¿  policía  y  gobierno ; 

J^  por  el  estado  en  que  ambos  objetos  se  han  encontrado  en 
á  tapital ,  puede  inferirse  el  que  tendrían  generalmente 
en  las  demás  grandes  poblaciones  del  reino ;  debiendo  úni- 
eamente  hacerse  escepcion  de  algunas,  aunque  muy  ¡Kicas, 
en  que  el  gusto  de  sus  naturales,  y  la  ilustración  y  volun- 
tad ümnimoda  de  sus  gobernadores  políticos  y  militares, 
Sttpiian  los  defectos  de  los  reglamentos,  6 impedían  con  Re- 
moza todo  género  de  abusos ,  sabiendo  rechazar  cuanta  re* 
siétencia  opusiesen  el  egoísmo ,  el  espíritu  de  rutina  y  la 
bslolidei!.  En  este  caso  se  halliibau  B^trcelona ,  Cfidiz  i  ílh 
liga  Jf  alguna  otrt  plm,  


Por  lo  dicho  pnede  formarse  una  idea,  aunqaeligerif  del 
aipecto  general  aue  ofrecería  Madrid  cuando  tan  acerta- 
damente fué  noiBorado  corregidor  de  ella  el  Marqués  Viu- 
do de  Pontejos,  en  cuja  biografía  vamos  á ocuparnos,  dan- 
do de  este  caballero  las  noticias  mas  importantes ,  j  de  su 
administración  y  de  los  proyectos  que  planteó  y  llevó  á 
cabo,  todas  las  que  pueden  dar  una  idea  de  su  mérito  j 
hacer  conocer  su  importancia. 

Don  Joaquín  Vizcaíno  nació  en  la  Coruña  el  21  de 
agosto  de  1790.  Fueron  sus  padres  don  Vicente  Vizcaíno 
Pérez ,  del  Consejo  de  S.  M.  y  su  fiscal  en  la  Real  Audien- 
cia de  la  Gorufia ;  y  doña  María  Antonia  Martínez  Moles 
Valdemoros.  Después  de  haber  recibido  en  la  casa  de  sos 
padres  la  educación  propia  de  una  persona  culta  y  de  un 
caballero,  fué  dedicado  á  la  carrera  militar,  que  siguió 
por  sus  grados  sucesivos  hasta  Uegar  al  de  capitán  de  ca- 
Balleria.  Su  origen  ¡lustre  le  facilitó  recibirse  de  caballero 
en  la  Orden  de  Santiago ,  con  que  fué  agraciado  por  S.  M. 
Dotado  de  un  ingenio  claro,  de  una  gallarda  uffura,  de 
singular  espresion  en  su  semblante  y  de  los  modales  mai 
distinguidos  y  elegantes ,  se  hacia  estimar  por  un  don  es- 
pecial ,  de  cuantas  personas  le  trataban ,  y  era  uno  de  los 
jóvenes  que  ocupaban  un  lugar  mas  distinguido  en  las  prior 
cipales  sociedades  de  la  corte,  á  donde  una  casualidad  ó  las 
obligaciones  del  servicio  lo  condujeron  en  1817.  Por  aquel 
tiempo  contra! jo  matrimonio  con  la  Excma.  señora  doña 
Blariana  de  Pontejos  y  Sandoval ,  marquesa  de  Casa  Pon» 
tejos  y  condesa  de  h  Ventosa ;  y  con  este  motivo  abando- 
nó la  carrera  militar,  retirándose  en  la  clase  de  capitanda 
caballería. 

A  los  27  años  de  su  edad ,  poseedor  de  muy  pingües 
rentas,  con  todas  las  prendas  personales  que  á  tantos  sir- 
ven de  estimulo  para  la  disipación  y  los  placeres «  y  ea 
una  situación  opulenta  y  feliz  que  embriaga  y  corrompe 
á  no  pocos,  se  dedicó  el  joven  don  Joaquín  Vizcaíno  i 
perfeccionar  su  educación,  á  cultivar  su  espirita  coala  lee- 
tura  ;¡r  ol  estadio,  y  á  dilatar  U  esfera  de  sas  ideas  y  d0  m 
BBpenencití  cop  los  viajes.  El  objeto  de  esto«  fué  m  iü* 


I 


tracción,  7  el  proTccho  cpie  de  dios  sacA,  correnpondift 
en  fcrto  &  8us  «losóos.  Miontras  qiio  en  Pnrls ,  on  Londres 
en  otras  cnpitnlos  buscan  algunos  jóvonos  los  goco^  de 
a  vida,  y  una  ¡nstruorion  escasa  y  siiporlicial,  adquiriendo 
al  misino  tiempo  hábitos  y  costumbres  estrañas,  que  les 
hace  después  mirar  con  desden  las  cosas  do  su  patria;  Viz- 
caíno estudiaba  en  ellas  los  progresos  de  la  civilización  y 
el  rcfínamiento  de  la  industria  y  do  las  artes,  fijando,  como 
buen  patricio ,  mas  particularmente  su  atención  en  todos 
aquellos  objetos  que  pudieran  tener  aplicación  en  su  pais, 

Jque  fuesen  acomodados  á  su  situación  y  á  sus  necesida- 
es.  Este  tino  particular  del  joven  Vizcaíno ,  no  la  permi- 
tió que  su  espiritn  divagase,  y  contrayéndolo  á  lo  rerda- 
deramente  útil ,  y  á  lo  que  era  positivo  y  aplicable,  lehiio 
adquirir  conocimientos  de  la  misma  Índole,  que  sa  catego*- 
rfa  social  y  los  importantes  puestos  que  después  desempe- 
116,  le  permitieron  poder  aplicar  en  beneficio  de  su  pais  7  de 
sus  conciudadanos.  Ya  puede  suponerse  que  no  se  conten- 
taría con  tomar  una  idea  superficial  délos  adelantos  de  todo 
fféncro ,  que  se  presentaban  á  su  vista  en  los  países  estran- 

¡eres ,  sino  que  los  estudiaba  detenidamente ,  informán- 
lose  de  su  procedimiento  y  mecanismo ,  de  sus  ventajas» 
de  su  utilidad  práctica  v  do  los  ensayos  sucesivamente  ve- 
rificados hasta  llegar  al  grado  de  perfección  en  que  se  en- 
contraban. Oía  y  comparaba  los  informes  que  le  sumiuis- 
traban  los  artistas  y  personas  inteligentes  en  diferentes  ra- 
mos, á  quienes  frecuentemente  trataba.  En  sus  viajes,  se 
¡reponía  á  un  mismo  tiempo  su  instrucción  y  el  servicio 
e  su  pais. 

Se  bailaba  en  esta  corte  nuestro  marqués ,  cuando  los 
acontecimientos  políticos  del  año  de  20  vinieron  á  sor- 
prenderle. Si  era  grande  el  interés  que  le  inspiraban  el 
romento  y  prosperidad  de  su  patria ,  grande  era  también 
el  qnc  debieron  inspirarlo  unos  sucesos  que  preparaban 
y  anunciaban  á  Espaila  una  época  de  felicidad  y  de  ven- 
tara. El  sefior  de  Pontcjos  profesaba  ideas  liberales ,  no 
íb  el  sentido  vulaar  de  esta  espresion,  sino  en  el  qñe  de-» 
Ikn  darle  los  nobles  sentimieQtoi  y  ú  UtMltntlMteAaiBik 


dÍ8tin|^do  patricio.  Por  carácter  y  por  educación,  era 
enemigo  de  todo  esceso»  de  todo  desorden ,  [de  toda  licen- 
cia popular ,  pero  aborrecía  de  la  misma  manera  los  es- 
cesos  del  poder ,  la  arbitrariedad  de  los  gobernantes,  y 
el  desprecio  de  las  leyes.  Hombre  de  orden ,  como  bacn 
militar,  amaba  con  ardor,  por^ii  exaltado  patriotismo^ 
la  libcrlad  de  so  patria,  inseparable  del  orden  público  y 
de  la  obediencia  á  las  leyes,  y  precursora  de  su  felicidad. 
Aunque  no  obtuvo  en  aquella  época  ningún  cargo  pi^Jyli- 
co,  porque  su  amor  á  la  independencia  personal  los  había 
mirado  todos  con  cierta  repugnancia,  fue  de  los  primeros 

Jue  corrieron  á  alistarse  en  la  Milicia  Niicional  de  Ha- 
rid  en  el  arma  de  caballería:  su  inteligencia  y  práctica 
en  esta  y  el  sinffular  aprecio  de  sus  conciudadanos  y  de 
sus  compañeros  le  elevaron  á  la  clase  de  comandante  de 
uno  de  los  escuadrones  de  esta  capital,  y  en  cuyo  mando 
se  distinguió  por  conciliarse  á  un  mismo  tiempo  el  res- 

Íeto  y  el  aprecio  de  sus  subordinados.  Pocos  militares 
an  manifestado  en  los  mandos  de  la  Milicia  Nacional, 
la  habilidad  y  el  tino  que  manifestó  Pontejos.  Sabia  man- 
dar y  sabía  hacerse  obedecer ;  pero  sabia  también  ha- 
cer agradable  la  obediencia,  y  acompañar  la  forma  del 
mando  con  las  condiciones  propias  de  éste ,  en  un  insti- 
tuto en  que  se  manda  á  personas  de  todas  clases  j^  catego- 
rías, que  solo  están  obligadas  á  la  obediencia  mientras  M 
hallan  en  las  filas,  y  que  ni  en  estas  dejan  de  ser  todoi 
compañeros  y  conciudadanos.  El  reglamento  de  aquel 
tiempo  reasumía  los  términos  y  formas  del  mando  en  lis 
siguientes  palabras:  como  ciudadano  que  manda  á  ciudn-^ 
danos.  En  cuantas  ocasiones  lo  exigió  el  orden  público  j 
la  defensa  de  las  instituciones  nacionales,  se  halló  áPoa-< 
tejosal frente  de  su  escuadrón. 

Aunque  no  había  servido  ningún  destino  público,  m¡ 
contraído  por  consiguiente  ningún  compromiso  persoaal., 
con  todo,  la  circunstancia  de  babcr  sido  jefe  en  la  Mili-* 
fia  Nacional  t  no  podía  menos  de  inspirar  recelos  y  d|nr¡ 
COAÍianxa  á  un  gonierno  reaccionario  y  por  consigimvle, 

mpiüVh  JM9  pw  wto  CMantP  por^^u^  jao  pffdr«w.ifKfit 


nos  de  deuígradarle  y  llenarle  de  disgusto  los  desárde^ 
nes  j  atentados  qne  acompafiaron  ú  la  reacción ,  determi- 
nó ausentarse  do  España  y  por  algnn  tiempo  viajó  por 
Francia  é  Inglaterra  ,  continuando  siempre  sus  mismos 
estudios,  y  animado  del  mismo  espíritu  de  indagación 
quo  habia  manifestado  en  sus  primeros  viajes.  Cuando  el 
gobierno  de  España,  por  una  necesidad  imprescindible, 
se  hizo  mas  templado  y  pudo  adquirir  la  fuerza  nece* 
saria  para  contener  los  cscosos  de  su  parcialidad,  el  se«t 
ñor  de  Pontejos ,  que  amaba  con  ardor  a  su  pais,  pudo 
volver  á  esta  corte,  donde  continuó  ocupándose  en  em-> 
pVesas  útiles  y  en  el  fomento  do  las  artes  é  industria. 
Admitido  poco  después  ú  instancia  do  varios  amigos  su-* 
vos  en  la  Sociedad  Económica  Matrilense,  desplegó  en  el 
pmo  do  esta  útilísima  y  patriótica  corporación  los  senti- 
ttiantos  que  lo  animaban  por  la  lehcidad  del  país.  En 
todos  los  proyectos,  en  todos  los  planes  de  esta  Sociedad 
Idttaaba  una  parte  activa  y  el  mas  vivo  interés:  en  todos 
Tos  establecimientos  que  de  ella  dependen ,  se  proponía 
introducir  las  mejorns  qne  sns  viajes  le  hablan  dado  á 
cinaocerj  y  que  algunos  de  aquellos  necesitaban.  Tenia 
utúl  idea  particular  acerca  do  las  necesidades  de  la  indus-*- 
Tria  en  nuestro  pais:  estaba  persuadido  de  que  aunque 
Iodos  los  ramos  de  ella  debiesen  estar  exentos  do  emba*^ 
iftikos  y  de  trabas  que  impidiesen  su  fomento  y  progreso^ 
iün  emnargo  algunos  de  ellos ,  es  decir,  los  quo  eslnvJe-*- 
^n  destinados  á  satisfacer  las  primeras  necesidades ,  loa 

Silo  se  hallasen  naturalmente  favorecidos  pr  circunstan*- 
as  especiales ,  los  que  fuesen  susccntlbles  do  mejoras  y 
de  perfección  sin  necesitar  para  ello  ae  ningún  privilegio 
^i  ao  ninguna  protección  del  gobierno,  esos  mismos  do- 
blan encontrar  en  este,  y  en  las  corporaciones  patriótica! 
y  en  los  particulares  benéficos ,  los  medios  y  recursos  do 
qne  hubiesen  menester :   en  suma ,  miraba  con  mas  sin- 

Sular  predilección  la  industria  que  se  ocupaba  en  la  pro* 
acción  do  objetos  comunes,  y  si  se  quiero  groseros, 
|ue  la  que  por  medio  de  una  rara  habilidad  y  do  esfuevu 
di  individuales,  prodnce  objetos  que  til  (u^&eu  Qom>:v^ 


t 


9 

tDir  UDtfoeiitesv^anederiaaezaealai  circamtAiieUi 
da  nnestro  pais  t  ni  pueden  tuUar  la  puerta  abierta  en 
los  mercadog  estranjerpi.  Una  fábrica  ae  lienzo  caaero, 
de  esteras,  de  calzado ,  de  knantas  de  todo  género»  y  da 
becerrillos ,  eran  en  su  coccepto  mas  dignas  de  proteo- 
^on»  que  las  de  ricos  tapices  y  de  porcelanas,  objetos 
estos  últimos,  que  no  son  de  un  uso  general,  que  supo- 
nen un  gran  adelanto  en  la  química  aplicada  á  las  artes, 
y  respecto  de  los  cuales  hallaríamos  eu  los  mercados  es- 
tranjcros,  rivales  con  quienes  no  sería  posible  competir. 
Esta  era  la  doctrina  que  eu  esta  parte  profesaba  el  señor 
de  Pontejos,  y  la  que  dirigía  su  conducta  tanto  en  la  So- 
ciedad de  Amigos  del  Pais,  cuanto  en  otras  corporacioaei 
á  que  perteneció. 

En  la  escuela  de  i^ordo-mudos,  que  se  halla  á  cargo 
y  dirección  de  dicha  sociedad,  no  pudo  nunca  aprobar  el 
señor  de  Pontejos  qne.á  los  alumnos  de  aquella,  se  les 
diese  una  educación  no  conforme  con  su  clase  ni  acomo- 
dada á  su  suerte  fulii^ra.  Para  ello  quería  que  el  estable- 
^pimiento  no  se  bailase  montado  icon  lujo  respectivamente, 
ni  que  hubiese  en  (A  tantos  credos,  ni  que  fuese  iaÜe- 
£fiidp  el  tiempo  do  Ja  instruc(;ion ,  ni  que  se  acostombra- 
49.  á  aquellos  al  regalo,  ni  que  se  les  ocupase  esclusíva- 
mémieen  un  solo,  género  de  industria,  esto  es  en  la  ti- 
pográfica, mant^nieido  para  filio  una  imprenta  á  la  cual 
^•gobierno  ha  íjui^ipislcado  todos  los  enseres  y  útiles  nt- 
icarios,  y  en  cuya  imprenta  no  es  posible  cóncíliaf  lo 
que  requierei  la  ooseAanssa  do  los  sordo-mudos  apreodi- 
ceSy  Oon  la  utilidad  inmediata  y  material  del  cstableci- 
(ildeDto;.por  manera,  que  si  se  pretende  aumentar  los  pro- 
ihictos'de  la  imprenta^  no  [mede  esto  conseguirle  sino 
descuidando, la  iCaseAíanza  de  los  alumnos^  y  haciendp  os 
mal  uso  de  los  enseres  que  el  gobierno  generosamente  ha 
facilitado:  bajo  el  protesto  de  que  se  favorece  á  un  esta' 
.blecimiento  de  beneíicencía ,  se  adquieren  obras  que  de 
.ninguu  modo  contrUiu ven  á  mejorar  ni  á  perfeccionar  b 
instrucción  artística  de  los  infelices  sordo-mudos,  cuja 
^Aseibiftfa  seria  mas  completa  y  se  veriüc&ria  natas  ,pipA- 


9 

■ 

tó,  ti  M  énrluett  á  alganas  de  las  baenas  imprentas  de 
esta  capital»  donde  podrían  aprender  el  arte  con  toda 
perfección.  Pero  ¿por  qa£  han  de  ser  todos  impresores? 
¿No  habría  algunos  que  pudiesen  instruirse  en  otros  ra- 
mos de  industria  6  en  algunas  artes?  Ks  preciso  confesar 
de  que  ni  se  tiene  presente  el  interés  gonóral  de  la  in- 
dustria, ni  el  que  reclama  la  suerte  de  estos  desgraciados. 
El  marqués  de  Pontojos  estudió  á  fondo  este  estableci- 
miento, quería  corregir  los  defectos  de  que  adolecen  su 
orffanizacion  y  administración;  pero  su  celo  halló  obsta* 
culos  insuperables  en  el  csptritu  de  rutina  ó  en  los  inte- 
reses personales:  contra  estos  se  estrellan  en  nuestro 
pais  los  mejores  proyectos  y  los  pensamientos  masútiles, 
sus  esfuerzos  solo  le  ynlieron  disgustos  y  sinsabores.  Sin 
embargo ,  á  su  actividad,  á  sus  humos  deseos  y  á  su  ilus- 
tración reconocida ,  todos  hacían  justicia ,  y  la  Sociedad 
económica  le  hizo  también  la  que  mcrccia  nombrándole 

Sor  su  director ,  cuyo  cargo  desempeñó  con  satisfacción 
e  todos  sus  individuos. 
No  habia  un  proyecto  útil  ó  de  beneficencia  que  no 

fudiese  contar  con  la  cooperación  de  nuestro  marqués, 
'ormada  en  esta  corte  una  sociedad  para  mejorarla  eduj- 
'cacion  del  pueblo,  fue  uno  de  sus  fundadores  y  de  los. que 
'con  mas  afán  trabajaron  en  su  establcdmiento ;  fue  uho 
délos  que  con  mas  calor  promovieron  esta  feliz  idea;  Táh 
uno  délos  que  mas  contribuyeron  á  que  las  personas  mas 
distinguidas  de  la  capital  y  las  de  todas  clases,  favoreqié-- 
sen  los  objetos  de  esta  sociedad,  con  suscriciones.  En 
prueba  de  esto  bastará  decir  qii.í  según  acui^do  de  dichfi 
sociedad  se  dio  á  una  de  las  primeras  escuelas  quQ  sp 
fundaron  el  hombre  de  PonUjoí,  para  perpetuar  la'  li^e^ 
moría  de  este  insigne  patricio,  y  con  ella  la  gratitud  de 
'sui  conciudadanos.  Lu  época  Wias  notable  ertla  vida  del 
señor  de  Ponlejos  fue  aquella,  en  que  sin  pretenderlo  ni 
solicitarlo,  fue  llamado  á  ejercer  el  cargo  Ue  corregidor 
de  Madrid.  Las  circunstancias  eran  entonces  difíciles,  y 
leguramente  en  su  elección  no  se  tuvo  ^rcseul^  ^Vtik 
'  i&ea  J|ae  háe  hallar  una  pert óna  que  goxa&e  Aft  Vbl  '  «ín¿- 


• 

paacioa piíhUca*  ;  delprntigio  neuutío úmm^ « 
pktiuáKCp  j  macho  mas  cuando  los  ánimoii  te  díiIiÍo  ^- 
.itados,  j  d  deaconteiito  y  el  disgusto  domina.  Clnyfvda^ 
que  no  pudo  hacerse  una  elección  mas  aceriad^i.,  V^Vl^^ 
esürafio  cotonees  el  marqués  á  las  parcialidades  qqe  ^iii- 
cipiaban  á  dividir  al  gran  partido  liberal»  qÍD¿unoera 
mas  digno  que  el  de  reunir  en  si  la  confianza  delgolii^r- 
no  y  de  sos  administrados:  ninguno  tampoco  podía  pooio 
corregidor  de  Madrid ,.  confiar  mas  en  su  popo1ai;¡dad[« 
que  el  hombre  á  quien  siempre  se  habia  yisto  ocupado  e^ 
objetos  de  utilidad  pública,  y  en  proteger  y  fonientar  á 
Jas  clases  industriosas. 

La  mendicidad  fue  uno  de  los  objetos  que  llamaron 
jcon  preferencia  la  atención  del  ilustrado  corregidor.  Des- 
de luego,  para  cstinguir  esta  plaga,  y  este  germen  fe- 
cando  de  holgazanería  y  de  vicios  f  y  con  el  designio  de 
recoger  á  los  mendigos  para  hacer  de  ellos  ciqdailaiios 
.i^tiles  y  quitar  de  la  vista  del  público  el  espectáculo  |re^ 
pugnante  de  la  miseria  y  los  andrajos «  sé  pronuso  tom/H' 
^P^r  base  de  su  obra  alguno  de  los  establecimientos  de 
caridad,  quq  hay  en  esta  corte,  y  que  ampliado  t  csI^ID- 
diáo  conforme  á  las  necesidades  presentes  J  i^v^  td^r 
]lfuitos  introducidos  en  esta  clase  de  establecipiioht(>s»  no 
^(Uvieae  tos  inconvenientes  y  dispendios  de  .una  nneñ 
/updacfon.  No  faltan  por  cierto  en  Madrid. <|s.fa^lecimi^ 
los  Áe  beneficencia,  debidos  al  espíritu  religioso  dc).p^^ 
Vosn^ayores;  pero  es  innegable  que  losmasiseba1Iai^)Bf|l^fHi 
justado  de  lamentable  penuria,  y  que  su  adm¡nUtráGÍO|Piy 
reglamentos  se  encuentran  muy  lejos  de  correspon4ér  i 
las  necesidades  del  día.  Ya  se  deja  entender  que  b  vo- 
luntad de  los  fundadores,  el  espíritu  do  rutena  y  los  iola^ 
reses  privados,  opondrían  una  tenaz  resistencia  ili^obn 
rque  proyectaba  el  señor  de  Pontcjos.  Bien  conoció  esiOf 
j  desde  lucffo,  aunque  examinó  el  objeto,  estado  econó- 
.mico  y  localidad  de  cada  uno  de  los  establoeiimentosds 
caridad  de  Madrid,  pensó  en  dar  á  la  casa  de  bencGc^*" 
^cia,  conocida  con  el  nombre  de  Hospicio  de  Sanfern^B- 
jfp^ .  íoda  U  estonsiou  q¡üLe  XQO^Uj&tía.  su  ob^etoi  yl|i  qi{ '  '^^ 


11 

'4ú  ri  htíú  wbhhíitíúénlñ  MpáclólA,  yt  introdociettdo  en 
M  •dminbtracioQ  el  orden  y  método  conTenientei ,  y 
^acomodando  el  iilan  del  establecimiento  y  sus  roglai  á  lo 

aie  requería  el  nuevo  proyecto.  Parece  que  siendo  el 
os|i¡cio  fandacion  real ,  y  hallándoso  por  conriguiente 
bajo  la  dependencia  inmoaitita  del  gobierno,  seria  á  este 
fácil»  acceaiendo  á  las  instancias  de  la  primera  autoridad 
local  do  Madrid ,  introducir  en  este  cstahlccimiento  las 
mejoras  de  que  era  susceptible,  y  quo  lo  h¡cit*sen  acomo- 
dado al  bcnálico  objeto  que  se  hubia  propuesto  el  señor 
de  Pontejos.  Pero  las  dilicullailcs  que  li.illA,  Iv  hicieron 
abandonar  esta  idea,  aunque  por  cierto  ningún  otro  esta- 
blecimiento tenia  tanta  analogía  con  el  que  proyectaba 
el  corregidor.  Kl  Hospicio  recibo  pobres  de  amí)os  se- 
X0S9  destinándolos  á  diferentes  ocupaciones,  enseñándo- 
les oficio  en  las  diferentes  fábricas  que  en  el  mismo  lo- 
cal hay  do  tejidos  de  lana,  lienzos,  puntos,  bordados» 
hilados  y  otras:  ¿  los  muchachos  se  les  da  educación  y  en- 
acña  un  oficio,  y  á  los  ancianos  ó  imposibilitados  se  les 
cuida  con  esmero  y  caridad.  Siendo  el  objeto  de  la  funda- 
ción, el  socorro  de  la  humanidad  en  las  dos  taporas  de  la 
vida  en  quo  es  mayor  el  número  de  las  necesidades,  esto 
é%,  en  la  infancia  y  en  la  ancianidad,  fácil  es  comprender 
que  ni  los  ancianos  ni  los  muchachos  pueden  ocuparse  en 
trabajos  muy  prolijos,  que  necesiten  un  largo  aprendí- 
fajo  y  quo  ^fuesen  productivos  al  establecimiento.  Por 
consiguiente,  algunas  industrias  ha  sido  preciso  abando- 
narlas á  poco  tiempo,  después  de  haber  hecho  considera- 
bles gastos  en  montar  máquinas ,  comprar  útiles  y  her- 
ramientas, disponer  los  talleres  y  acopiar  primeras  ma- 
terias: esta  suerte  han  tenido  los  fábricas  de  paños,  man- 
'  tones  de  señoras  llamados  de  Vicuña,  los  almlvares  y 
otras ;  debiendo  advertirse  quo  los  mantones  eran  esce^ 
lentes  y  muy  buscados,  y  que  como  género  de  comodidad 
y  do  abrigo ,  la  moda  de  ellos  se  hubiera  perpetuado. 
'  Respecto  do  los  almi vares,  nunca  tuvieron  aceptación, 
porqao  la  limpieza  do  manos  de  loa  hospicianos  no  lo% 
'  fceottiendaba.  Las  labofM  pues  d«  este' <^«ln\AiM\n£L«v^^ 
Tova  MU.  S\ 


4íu  sido  ««mp^e  to8$M  7  ff^miíifVSP^WgkítA 
mismo  tiempo  para  iacilitv  el  aespfxnq  d^  ^fa^  i  MpÑ^ 
derlas  á  bajos  precios,  con  lo  que  se. ha  coDSegviMo  j^  n^ 
mismo  tiempo  perjudicar  quiza  á  otros  estab^dj^ei^tf^ 
de  particulares,  y  no  obtener  de  ellas  la  casa  la  ntilioiid 

Sue  debia.  Todo  esto ,  que  era  una  consecuencia  forióa* 
e  la  fundación  y  del  reglamento  de  ella ,  servia  á  sa  jun- 
ta directiva  y  protectora ,  y  á  los  empleados  de  la  niiiin^ 
como  un  medio  de  resistencia  para  oponerse  al  proyecto 
del  señor  de  Pontejos ,  á  quien  pretendian  demostrar  IO0 
inconvenientes  y  diücullades  que  impedian  la  realittdon 
de  cada  una  de  Ids  mejoras  que  se  proponía  introducir  ea 
el  Hospicio.  Ai  interés  personal ,.  bastante  favorecido  con 
exenciones  y  privilegios,  se  anadian  las  circonstanciii 
de  no  hallarse  el  Hospicio  bajo  la  inmediata  dependen- 
cia del  ayuntamiento  de  Madrid  ó  su  corregidor  y  de'qne 
las  facultades  de  este  destino  no  eran  entonces  tan  am- 
plias y  espedilas  como  necesitaba  la  empresa  que  proyec- 
taba Pon  tejos. 

Constante  éste  en  su  propósito ,  y  no  desalentado  por 
loa  obstáculos  que  le  ofrecían  en  sus  primeros  pasos  A 
egoísmo,  se  propuso  fundar  un  establecimiento  con  airs' 
glo  al  plan  que  había  concebido.  Ya  esto  le  fué  aias  ficü 
contando  eon  la  cooperación  del  avuntamíento  de  Mi- 
drid,  y  de  las  personas  mas  ilustradasiy  respetables  dc^lt 
capital.  El  gobierno  no  podia  dejar  de  deferir  á  una  p/o* 
puesta  tan  útil ,  y  que  aunque  contaba  con  algunos  loesr* 
ros  de  su  parte,  fundaba  principalmente  sus  esperum* 
en  el  producto  de  las  suscriciones  voluntarias,  en  el  ^ 
los  trabajos  c  industria  de  los  acogidos,  y  en  las  donacio- 
nes que  so  hiciesen  al  establecimiento. 

En  el  aiio  4e  1834  llevó. á. electo  el  marqués  vil^    i 
de  Pontejos  su  proyecto  de  fundar  un  Hospicio  bien 
lado,  quie  desde  luego  tomó  el  nombre  de  Á$ilo  de 
iieidaí  de  ian  Bernardino,  por  hallarse  establecí^  e» 
•ol  convento  de  este  nombre.  Desde  luego  se  adnáii9;  os 
ésto  ostablectoaiento  á  cuantas  personas  se  pres^iÍM^ 
FoittotariiiMiiidV  ]p«c^  «^)a  d^OB  pennanefiy.  Mpif'^ 


giendp  pobres,  lleyasen  siete  años  de  residencia  en  Ma- 
Aft3 ,  y  los  úifios  qae  tnyiesen  seis  afios  eumplidos  de 
edad.  Desde  luc^  se  mandó  recoger  en  esto  estableci>- 
Auento  á  todos  los  mendigos  de  cualquiera  edad  y  sexo» 
asi  forasteros  como  naturales  6  vccmos  de  Madrid,  i 
goienes  se  encontrase  pidiendo  limosna  por  las  callos  6 
casas.  Esto  se  llevó  á  efcctu  en  nmy  pocos  dias,  cosa  que 
nunca  habia  hecho  el  Hospicio,  á  pesar  de  las  continuas 
T cuantiosas  limosnas  que  recibía,  de  la  protección  qno 
merecia  de  los  reyes  y  del  gobierno ,  y  de  las  exenciones 
y  pi¿\ilegios  de  que  gozaba. 

A  la  entrada  de  un  mendigo  en  el  establecimiento, 
debe  depositar  el  dinero,  alhajas,  navajas  ú  otros  ins- 
tmmentos ,  conservándose  el  dinero  en  la  caja  de  ahor- 
ros, como  primera  partida  de  la  cuenta  del  fondo  de  re« 
serva ,  que  á  cada  uno  deberá  entregarse  á  su  salida  del 
establecimiento.  Hay  unas  brigadas  do  depósito,  donde 
permanecen  los  forasteros  hasta  percibir  sus  pasaportes, 
y  los  que  deben  permanecer  en  el  establecimiento  hasta 
sa  clasificación.  Los  mendigos  forasteros  son  socorridos 
Un  el  establecimiento  hasta  que  se  les  entrega  el  pasa- 
porte para  que  pasen  á  los  pueblos  de  su  naturaleza:  tan- 
to en  este  caso ,  como  cuanao  se  presentan  con  pasapor-» 
teSt  son  socorridos  con  la  ración  de  pan  dd  día  en  que 
salen.  No  podrán  salir  del  eslableciinienlo  si  no  mando 

Erneben  tener  oGcio  ó  modo  de  vivir  que  les  proporcione 
i  snbsistcncia  sin  mendigar,  ó  cuando  sean  menores  de 
edad,  cuyos  padres,  familias  ó  tutores  tengan  con  que 
mantenerlos,  obligándose  bajo  su  responsabilidad  á  cui- 
dar de  que  no  vuelvan  á  mendigar. 

Los  individuos  acogidos  á  esle  eslableeimiento  se  ha- 
llan divididos  en  cuatro  sórios,  que  son:  de  hombres,  mu- 
jeres, niños  y  niñas.  Kslas  s6ries  s^*  siibdividen  en  bri- 
Sadas,  y  estas  en  es(Miadras,  compuesta  cada  una  de  diei 
quince  personas.  Cada  brigada  tiíMio  un  jefe  y  los  ca- 
bos necesarios:  para  las  escuadras  de  mujeres  hay  cola- 
doras. Los  jefes  de  brigadas  y  cabos  son  escogidos  entre 
"fes  de  mejor  conducta  y  aplicación,  y  los  primeevo%tsAjnk 


¿M  curtoi  &rios.  Después  de  ser  clasificados,  ee  decir, 
deatioados  k  la  brigada  i{ue  les  corresponda ,  se  lea  eorU 
el  peio^  7  se  les  ooíiga  á  lavarse  todo  el  cuerpo ,  para  lo 
cual  hav  bafios  á  propósito :  son  reconocidos  por  el  mé* 
dieo  del  establecimiento,  por  si  padeciesen  alguna  enfer*- 
medad  contagiosa»  en  cajo  caso  serán  trasladados  al  hos- 
pital. El  estanlecimiento  les  da  un  traje  uniforme  y  una 
libreU  en  que  se  anotan  las  prendas  de  vestuario  que  re* 
ciben  j  la  cuenta  de  cada  individuo:  todos  llevan  ostensi- 
blemente el  numero  de  la  serie  á  que  pertenecen. 

Hacen    tres  comidas  al  dia ;  las  horas  del  almuerzo 
j  la  cena  según  las  estaciones,  y  la  comida  á  las  doce  y 
media.  Después  de  comer  y  cenar  dicen  una  oración  degriH 
eijf  •  Se  levantan  al  amanecer:  se  les  da  media  hora  para 
recoger  las  camas ,  lavarse ,  peinarse ,  vestirse »  y  pasar 
lista  iior  brigadas  en  sus  respectivos  aposentos:  en  segoi' 
da  almuerzan ,  6  inmediatamente  entran  en  el  trabajo,  que 
dejan  á  las  doce.  A  esta  hora  les  pasa  lista  el  inspector, 
y  después  de  comer  descansan  hasta  las  tres,  que  vuelrea 
al  traoajo.  Desde  que  cesa  este  hasta  la  hora  de  cenarse 
les  ocupa  en  lecturas ,  ejercicios  piadosos  ó  lecciones  par* 
ticulares.  Alas  nueve  se  pasa  lista  por  brigadas  en  los  rei- 

Sectivos  aposentos,  se  hacen  las  camas  y  se  acuestan.  Lof 
ias  festivos  se  reúnen  por  brigadas  para  oir  misa.  Cott' 
cluida  esta  hay  una  plática  ó  sermón  doctrinal ,  ocupándo- 
se.hasta  las  diez  en  la  enseñanza  de  la  religión  cristiaaa. 
En  seguida  se  pasa  por  el  inspector  lista  general  i  y  se  patt 
revista  de  camas,  ropas  y  demás  prendas  y  efectos:  concloh 
da  la  revista  descansan  hasta  la  hora  de  comer. — ^Por  la 
tarde  queda  abierta  la  iglesia  para  los  individuos  qae  de^ 
aeen  orar.— -Cuando  ci  tiempo  y  las  atenciones  de  la  caía 
lo  permiten,  salen  los  pobres  á  dar  un  paseo  reunidos  por 
clases ,  y  acompaftados  de  sus  respectivos  jefes.  Despoai 
del  paseo  se  ocupan  en  lecturas  ó  ejercicios  piadosos* 

Los  nifios  se  levantan  algo  mas  tarde.  Al  primer  redo- 
lile  de  tambor,  deben  levantarse  y  vestirse  con  silencio: 
si  iepináú  y  doblar  catla  uuo  %\k  ^ua.v.  al  tercero ,  fonaar^ 


■e«l|wdte«itM  fiará  UsreYutasaae  debea  paiar  los  je- 
fes de  las  Mgadaí ,  iiupeccioiíaDao  laa  camu  ijaa  enea 
mal  dobladas ,  las  prendu  de  estas  y  vestidos  rolos  j  fid«- 
tas  de  aseo,  ele:  al  coarto,  so  dice  la  oración  de  la  maBa* 
na ,  que  recita  en  alta  voz  su  director  ó  personas  que  le 
sustituye ,  y  que  los  demás  deben  oir  en  silencio  forma- 
dos en  pie ,  al  frente  de  sus  respectivas  camas ,  y  con  U 
cabeza  descubierta;  y  al  quinto,  bajan  al  patio  para  la- 
varse la  cara  y  las  manos  y  peinarse.  Después  de  almor- 
zar van  á  la  escuela  para  asistir  hasta  las  nueve  á  las  lec- 
ciones de  leer  y  escribir:  á  esta  hora  se  toca  el  tamborpara 
que  los  jóvenes  destinados  á  los  talleres  salgan  para  sua 
respectivos  locales.  A  las  doce  el  tambor  los  llama  á  la  es- 
cuela, á  reunirse  con  los  demás  y  pasar  la  lista ,  que  debe 
Iirccedcr  á  la  comida.  Después  vuelven  á  la  escuela,  y  á 
os  talleres  los  destinados  á  ellos,  según  la  estación.  Des- 
pués de  salir  de  la  escuela  descansan  hasta  la  hora  de  ce- 
naren verano,  y  en  invierno  continúan  sus  lecciones.  Des- 
pués de  cenar  indica  un  redoble  que  cada  uno  ocupe  su- 
puesto, formado  al  pie  de  la  cama:  otro  que  hagan  osla: 
el  tercero,  la  oración ,  que  deberá  decirse  como  por  la  ma- 
ñana: el  cuarto,  acostarse,  y  el  quinto t  silencio,  que  no 
debe  ser  interrumpido  en  toda  la  noche. 

En  el  comedor ,  en  la  escuela ,  y  generalmente  siem-« 

ire  que  pasan  de  un  local  á  otro ,  deben  entrar  formados 

e  dos  en  dos  por  brigadas,  y  en  silencio ,  con  sns  respee- 

vos  jefes  i  la  cabeza.  Los  dormitorios  están  alumbrados 

irante  toda  la  noche,  y  uno  de  losbrigadas,  encargado 

\  la  observancia  del  orden  y  del  silencio ,  debe  mantener- 

en  pie  hasta  una  hora  después  de  acostados  los  deroas. 

Las  niñas  se  levantan  á  las  mismas  horas  que  los  nifios, 

)lan  inmediatamente  después  sus  camas ;  y  en  seguida 

Wvao,  peinany  asean  bajo  la  vigilancia  de  su  directora, 

>n  asistencia  do  sus  celadoras.  Pasan  revista  lo  mismo 

los  niños ,  y  oyen  de  la  misma  manera  la  oración  que 

la  la  directora.  Concluido  el  almuerzo,  van  á  dar  un 

o  por  la  huerta  para  evitar  las  consecuencias  de  nna 

demasiado  sedentaria,  esceptoa<|aettuq^«|!^!^it:^ 


...  *^  .• 

^^oas  por  tárno  ¿  la  limpieza  y  asco  de  los  dohdtorto 

Í7  otrias  lacnaA  c<)iis¡^ru¡<*i:i'.\s.  De  ocho  á  diez  se  ocupan  c 
as  lecciones  (le  Icrr  "  :  sv::li»¡r,  y  de  diez  á  docCj  en  1 
labores  propi^is  dr  .sh^iL'm».  Antís  j  dr!)pu<*s  do  comer  líe— 
ncQ  recreo;  y  ¡tor  In  («irdi'  se  (!ru|»nii  en  In  misma  fomna 

Íue  por  la  KiailMiia.  D^'^lr  (jüi'  al/¿ui  laslnhorcs,  hasla  la 
ora  de  C(*niir,  se  ihiricnn  por  la  huidla,  ó  se  cntretiencii 
en  juc{;os  aní'ílo(r(js  á  sri  (mI.mI  ,  ni  su  dcpartamcnlo.  En  Lo- 
dos los  arlos  se  las  oI)li^a  a  guardar  silencio,  y  á  hablar 
cutre  ellas  en  lodas  otrasiones ,  v\\  voz  l)aja. 

Nln(;uii<)  esUi  dispensado  de  trabajar,  á  no  ser  por  en* 
fermedad,  óiinjiediment)  reconocido  por  el  médico  del  es- 
tablee! Uiíen  lo;  e.n  eii)oraso  pasará  á  la  brigada  de  in6t¡' 
les,  <|ue  s(m  de.slinados  á  alguna  ocupación  análoga ám 
éslado  físico. 

Cada  cual  será  d(;slinado  al  oficio,  á  que  selc  conii* 
dere  mas  á  propósito,  habiendo  al  efecto,  y  con  la  Un 
de  generalizar  varios  ramos  de  industria,  el  mayor  núme- 
ro posible,  de  talleres,  debiendo  ser  preferidos  los  deifr 

efU- 

.  propordoBi' 

do  á  su  aptitud  y  uplicacion,  de  cuyo  importe  no  se  leí 
éñtrcgcá  semanalmcnte  masque  una  suma  que  no  esco- 
da dé  dos  reales,  abonándoles  el  resto  en  la  libreta  ip^ 
caria  acogido  tendrá ,  con  el  objeto  do  formar  á  cada  W 
uoi  foñdó  do  reserva  para  cuando  salga  del  estábl^mi^ 
to:  los  empleados  en  la  candela  y  las  mujeres  destiiu^ 
i  las  costuras  y  otras  labores  productivas,  devcDganá^ 
su  libreta  la  cuarta  parte  del  producto  que  •obtengáis.  Loi 
destinados  á  acompañar  los  funerales,  cuando  se  solicitot 
que  serán  los  mas  aseados  y  de  mejor  conducta,  devengí' 
rán  el  10  por  100  de  la  limosna  que  por  este  acto  recibí  el 
establecimiento^  abonándoseles  esta  suma  en  su  libreU* 
Cuando  un  acogido  sale  á  trabajar  como  pcon  por  cuento 
dealgunjtarticalar,  debe  dar  este  á  beneficio  ie\éÉM¿A' 
niiéatd'lá  cáátidad  diaria  c((xei  !a  ^%^!\^^<^X^üii^nfl^ 


17 

^%iiti  áeogiiMi  8é  «MreéaiVi  ti  fondo  da  reierta  que  á  m 
hytsr  resulte «  i  ras  ]>trféAle8  hAsta  el  seftando  grado  in-r 
closive ,  siendo  tiohres,  y  en  caso  contrario  quedará- á  be- 
neficio del  Qstabíecimionio.  La»grAlificacionosqiie8ocon-4 
<!ediA  á  los  hortelanos,  inoxo  de  parte,  ordenanzas,  lavan- 
lleras  Y  otros ,  no  deben  osreder  de  dos  rs.  por  semana»' 
para  mrelar  la  suiiía  f(ue  cada  pobre  tenp:a  á  su  disposi* 
cioh,  y  evitar  el  mal  nso  de  mayores  cantidades.  Los  uíAos 
80n destinados  á  oficios,  conformes  en  lo  po*$ililo  ú  su  in- 
Clina(;ion  y  profesión  de  sus  padres,  procurando  difun* 
¿irehtre ellos losconocimientos industriales,  vclamorá  las 
lurtes.  Para  estimular  k  los  nifios  destinados  á  aprender  oii- 
tío,  ^le  por  su  aplicación  se  hagan  acreedores  á  una  re* 
compensa ,  se  los  abonará  la  cantidad scu)nnal  que  se  crea 
justa,  próvios  los  informes dehnaestro  del  taller  y  del  ad- 
ministrador. Cuando  los  niAos  hayan  llegado  á  aprender 
al  oficio  i  que  se  han  dedicado,  serán  examinados  |H>r  tres 
niaestros^y  hallándolos  aptos  ]uira  ejercerlo  como  oficia- 
les» se  les  expedirá  un  certiñcado  que  lo  acredite,  dnhien* 
<l6ébnfinuar  Iraluijando  en  el  establecimiento  on  añd  des- 
paeÉ  dé  haberío  obtenido.  Conchudo  oslo  tiempo ,  sé  en- 
ttt^  el  establecftniento  do  buscarles  cohM*.aüion  en  losta- 
HiM  de  la  capital,  6  fuera  de  ella.  Kl  importe  del  fondo 
da  reserva  qué  hubiesen  adquirido  hasta  aquel  tiempo,  se 
Ahpléaí  en  utilei  de  su  oficio,  ú  otros  efectos  que  se  1-es 
^iJIrégan  al  salir  dM  establecimiento.  Para  gi'neralixar  mas 
^aprendizaje  dé  diferentes  oficios,  se  permite  á  los  arte^ 
lános  do  Madrid  que  elijan  aprendices  entre  los  nifios  del  es- 
fibleeimiento,  con  arreglo  á  condiciones  bien  entendidas  y 
j^romaa  detalescasos.  También  se  permite  que  salgan  para 
letvir  dentro  do  Madrid  como  criadas  6  niñeras  á  los  in- 
dividuos de  ambos  st^xos,  á  elección  de  las  pers(mas  que 
lo'^liciten,  siendo  personas  de  arraigo ,  y  que  responuan 
del  individuo  que  se  llcveií  i  su  casa ,  del  traje  y  de  la  ter- 
cera ¡parte  del  salario,  qne  será  para  el  establecimiento, 
cuidando  de  que  las  dos  terceras  partes  restantes  seenmieen 
en  la  reposición  de  los  trajes,  y  en  objetos  do  utilidad 
dd  acogido:  por  reg'Ta  general  no  so  pernúVQ  ^^^Vift^jbr 


18 

Bcs  ie  empleea  tnú  fervick»  de  koaihreft  wIm,  i  m  mt 
i|oo  por  su  boen  comporUmicBlo  y  coadncU  arcMhda» 
sean  dignas  de  esta  concesión.  El  admfaiistnidor  y  iino* 
íoT  de  nifios  deben  visitar  mensulmenle  á  los  jÓTenoi  ont 
batan  salido  del  esUblecimientooomo  oficiaks.  pan  celar 
soDresu  condacta  y  aplicación»  y,  sí  necesario loeae»  do» 
terminar  su  vnelU  al  eslablecimiento.  Los  mismos  caUU- 
rán  igualmente  de  los  jóvenes  que  estón  aprendiendo  ofi- 
cio fuera  del  establecimiento ,  y  de  los  bombres ,  mojevas» 
niños  V  niñas  empleados  en  la  capital,  para  consenrar  so- 
bre ellos  una  inspección  continua  y  juagar  de  sa  condacta. 

El  capitulo  5.*  del  reglamento  trata  dd  servicio  intor: 
rior  y  esterior,  que  se  arreglará  por  el  inspector  con  fUS 
ayudantes. 

Para  el  aseo  y  salubridad,  tanto  de  todas  las  estancwf 
y  oficinas  del  edificio,  cuanto  de  las  personas,  ae  eatablisr 
ren  en  el  capitulo  %.°  reglas  muy  oien  entendidas,  cvjl 
observancia  se  vigila  escrupulosamente  por  los  jeíés  4s 
brigada,  cabos  6  inspector. 

La  instrucción  de  los  niños  tiene  por  prineipiil  oÚftr 
to  el  desarrollo  de  sos  CM^ultades  (¡sicas  é  intoiaQ|«a|(N^ 
inculcándoles  al  mismo  tiempo ,  por  medio  de  lecten 
escogidas,  reglas  de  buena  conducta  y  amor  al  tn^Sj/h 
En  las  horas  de  recreo  se  les  proporcionan  juegos  (ñfl^ 
násttcos  para  ejercitar  sus  fuerzas.  Los  pifies  ealanpflr 
didos  en  dos  clases,  á  saber :  superior  6  inferior.  lA.ffir 
mera  se  compone  de  todos  aquellos  ^ue.á  su  entrad^/* 
el  establecimiento  saben  leer  y  escribir:  la  segupdil.rljb 
todos  los  que  no  se  hallan  en  este  caso.  La  enaoAáni(a  ^ 
se  dá  á  esta  última  clase  comprende  la  lectura,  escnlpni 
primeras  reglas  de  aritmética  y  doctrina  cristiana .JJili 
clase  superior  se  perfecciona  lo  que  los  alumnos  If^ 
aprendido  en  la  inferior,  y  se  les  enseñan  unos  íigVW 
rudimentos  de  la  aramática  castellana  ,  los  elementos  di 
geometría ,  y  el  dibujo  lineal  aplicado  á  las  arles  y  éír 
cios.  Las  lecciones  de  b  clase  inferior  son  dtaríaSi  y  Jf* 
do  la  superior  tres  veces  á  lo  menos  en  la  senoQS.  tf 
caéit  d^Bf  H  escolien  \iara  anudantes  |M|uellos  ,^  lÍP 


i9 

dittia|iieDpor  m  apUeacion  y  progresos.  El  paso  de  la 
claae  inferior  i  la  superior,  y  la  elección  de  ayudantes^ 
80n  el  premio  de  la  aplicación  y  buena  conducta.  I^  obe- 
diencia es  la  primera  obligación  que  se  impone  á  los  ni- 
fios.  De  los  progresos  que  hagan  dará  el  director  cuenta 
todos  los  mcseSi  haciendo  especial  mención  de  aquellos  á 
quienes  deba  ampliárseles  la  instrucción  por  observarse 
en  olios  disposiciones  particulares.  Vara  Tomentarla  emu- 
lación entre  los  alumnos,  hay  exámenes  cada  seis  meses, 
y  i  los  mas  sobresalientes  se  distribuyen  premios,  que 
consisten  en  medallas  ú  otros  objetos.  A  estos  exámenes 
asisten  todos  los  acogidos  al  establecimiento.  Las  mismas 
reglas  se  aplican  á  la  educación  é  instrucción  de  las  ni- 
ñas, con  las  modificaciones  que  exige  su  sexo.  Cuantos 
adultos  do  ambos  sc\os  soliciten  asistir  á  cualquiera  de 
bs  clases  que  haya  en  el  establecimiento,  serán  admi- 
tidos. 

Las  penas  y  recompensas  que  establece  el  capitulo  8.° 
previenen  cuantas  faltas  y  delitos  pueden  cometerse  por 
loi  acogidos  en  contravención  á  lo  que  previene  el  re- 
glamento. Las  primeras  se  varían  en  muchos  grados,  en 
^proporción  á  tas  faltas  que  pueden  cometerse:  todas  en 
l^ncral  son  suaves  y  templadas,  y  están  marcadas  con  un 
adió  de  humanidad:  no  se  quiere  afligir  sino  corregir; 
mnguna  es  aflictiva,  y  en  su  mayor  parto  consisten  en 
privación  de  recreo  y  salida,  en  encierro  de  varias .  cla- 

S¡  «n  recargo  de  servicio,  en  privación  de  sueldo  t  ó  qn 
"dida  de  destino  retribuido :  como  la  escala  do  las  fsi- 
li.  tiene  que  ser  muy  prolongada  forzosamente  en. un 
ilablecimicnto  de  esta  clase,  por  lo  mismo  las  penas  dp- 
U^  Tañarse  en  igual  proporción.  Las  recompensas  ooñsis- 
9  principalmente  en  mención  honorífica  delante  de  to- 
^^Jas  brisadas,  en  permiso  para  salir  del  establecimicfi- 
I  en  destinos  menos  penosos,  cu  ascensos  y  en  gratifi- 
uóncs  pecunia  rias. 

^ara  la  buena  administración  del  establecimiento, 
a  8U  cuenta  y  razón,  para  el  cuidado  de  los  ñiflas  y 
^  tiiAas,  y  iv  Is»  rona>  y  enseres  ^t  \a  ^Bi^,^  Vw..^^ 


lláii,  nn  medico  y  un  {iractlcahtc  >  Étíñ  loa  prétíÜM  imi'- 
rieados  sabaltcrnos ,  cujas  rcipcctÍTas  atribaeloaéá  ke 
aetallan  en  el  rcglamcntu.  estando  toda^  en  la  tfaáa  pnú. 
fecta  consonancia. 

Los  domingos  se  p(^r^]ife  á  las  faáillías  de  los  aéogi- 
lios  que  loK  vCBíi  en  el  paraje  destinado  á  este  objetó',  j 
á  presencia  del  portero  (i  de  otra  persona,  con  ODJftfo'Je 
impedir  desórdenes,  7  de  <|iie  reciban  efectos  6  Tfreret 
perjudícialcí  á  su  Satud,  A  que  contravengan  á  lo  qaedi»- 
pono  el  reglamento.  El  admihlsiradof  puede  bajo  sa  ret' 
pontabilldad,  modificar  estas  medidas  en  favor  de  los  que 
por  BU  condacta    mcrcüran  una  esecncion.  Una  rét  ti 
inéi  pueden  salir  )os  acogidos  á  ver  a  sos  familias,  de- 
Ménao  estar  en  el  establecimiento  antes  de  anpchecer;T 
sentando  el  portero  la  hora  ¿que   cada  uno' sé  preSeñU- 
Mo  puede  ninguno  ¡lernoctar  fuera   del  eslablecimieilll) 
sin  permiso  déla  autoridad  protectora. 
' '  El  nniformb  de  lós  hombres  ctftisístc  en  cháqnétt  j 
riánUfon  de  baño  nardd  cóú  botóbit/s  btancoi.tida  elbóp- 
'fee  dtjléstábledtíiiéntd,  6  narifalondé  fleiiitf  en  V¿mé, 
'ibñwlr¿ro  ion  étiiobibre  del  ¿stablccimieutb  V  ii6tUVo 
Jb'la  íirie;  hliikf  j  cintiirnn.  Las  mtiiétes  USari  tÑl,ji|- 
ftób  j  sajra  de  tnt&itnetia,  ton  escudo  al  brazci  Utráftnó, 
qoí  ét)nljene'eI'¿áómbredoleilábI¿cimi6ótóy  (t'atttt- 
tÓ'dé  U  sirié,  tnijia'flaefo  al  cnello,  otro  en  la  cabezi ; 
üá  délaiit^I,  ta  irOpa  tntiírlor  dé  todos  es  decente  ;  \i  M- 
ttAlit.  Lod  níllbí  llenen  la  tíiismá  ropa  que  lo^  tioi^brts 
'  IfiébbB  él  iatñhíéttí  ;  j  las  nifíai  ígúules  [irendaS  ^Ue  Ui 
fdiljerés.  Lá^cáíAís  son  cúmodas.^csla'u  decentesjtKl- 
dál,  babféhdo  en  ¿AdÜ  btígáda  UD  espfjo;  para  cada  coi-    1 
ti'Ó'ipérdobai'ún' j)lÜÍb  de  manos,  j  ¡jara  cada  índÍTldDu 

S  peine  j  on  cepillo.  El  almuerzo  consiste  en  un  coir- 
ón dé  pan  éK  una  s<Sna  bíervondimcnlada;  en  la  comi- 
da se  loa  ai  un  potaje  de  nienettraü  y  pétalas,  condiin^Á'     ¡ 
'  ^dó  ton  cabciíaB  de  carnero  ó  grasa  de  animales;  i  uoi 
lito  d^^a:  en  la  cena  Sé  les  dá  también  líri  pot«>  '«     I 
IpmMntf  J  pátaU,  conJ&OAttaAá  ^qu  aceite;  y  aimK-     I 


91 

(eron  de  pan.  Se  yarta  do  potajes;  y  en  ciertas  fcsÜTidá- 
dos  notables  so  dan  comidas  ostraordinarias. 

A  muy  poco  de  hal)erso  fundado  este  establecimiento 
8C  conocieron  los  relices  resultados  que  producía:  desde 
luejjo  desapareció  líi  mendigue/.  Así  lo  reconoció  el  ve- 
cinoario  de  !\Indr¡d,  que  cooperó  á  esta  gran  obra  \\ot 
medio  de  una  susc.ricion ,  que  escedia  á  las  esperanzas 
del  ilustre  fundador. 

El  fisUo  de  mendicidad  de  san  Urrnardino^  ha  sido  y 
es  uno  de  U.s  establecimientos  notables  de  la  capital ,  que 
los  forasteros  y  estranjeros  han  visitado  con  curiosidad, 
y  han  celebrado  con  entusiasmo.  VA  señor  Mesonero  Ro- 
mano, persona  tan  entendida  en  esta  y  otras  muchas  ma- 
terias, se  esplicaba  acerca  de  este  establecimiento,  á  los 
pocos  meses  de  su  fundación,  en  los  términos  siguientéí: 
«Por  fortuna  llegó  el  momento  en  que  no  satisfecha  la 
autoridad  con  reconocer  estas  verdades ,  y  á  pesar  de  ios 
graves  obstáculos  que  se  oponiau  á  su  remedio ,  dio  t\ 
primer  paso  haciendo  recoger  en  el  convento  de  sañBer- 
nardino  á  todos  los  pordioseros,  proporcionándoles  én 
dicho  asilo  ocupación  y  subsistencia ,  y  prohibiendo  é&- 

Í tesamente  la  vagancia  por  las  calles.  Mfíiy  pocos  meses 
leva  de  existencia  este  benélico  instituto,  y  ya  el  pueblo 
de  Madrid  reconoce  unánimemente  sus  escelentes  restrl- 
tados.  El  paso  mas  importante  está  dado  va ;  ios  inconve- 
nientes que  la  ignorancia  6  la  mala  fe  quieren  oponer  se- 
rán vencidos ;  los  sacrificios  de  la  candad  bien  dirigida 
bastarán  muy  luego  á  la  completa  perfección  dé  aquella 
obra,  y  el  celo  del  seilor  corregidor  actual  tan  demostra- 
do en  esta  ocasión ,  sabrá  dar  al  benéfico  entusiasmo  del 
pueblo  la  dirección  conveniente.» 

A  pesar  de  las  calamidades  y  penuria  de  ios  tiempos, 
-j  de  la  movilidad  del  vecindario  en  una  corte,  la  suscrip- 
ción se  ha  mantenido  por' Wcho  tiempo,  y  sesan  noticias 
aun  continúa  en  un  estado  regular.  En  díciemnrede  1841 
lo  visitó  el  seftor  ministro  de  la  Grobernacion,  acompa- 
ftádOi  entre  otras  personas,  del  sefior  don  P&lilo  Msy&V^v- 
tKi»  Un  iniéMgMte  ea '  toaos  los  tamos  d«  luiltxjmjQfa  ^ 


i 


beneficencia  p^Iica.  Este  seffor  cfktadió  j  publicó  á  niiij 
pocos  días  el  resuUado  de  aquella  tísíU,  j  del  asilo  w 
san  Bernardino  dice:  «Creación  de  nnestros  dias ,  debida 
origiDalmentc  al  celo  de  la  Suprema  junla  de  Caridadane 
entonces cxislia,  y  á  la  actividad  y  los  esfuerzos  dcnn  Le- 
néfico patriota,  cuya  pérdida  lamentamos,  está  ahora  tamr 
bícn  csclusivamcnte  al  cuidado  del  ayuntamiento  por  me- 
dio de  su  comisión  de  BencGccncia,  y  sostenida  por  los  fon- 
dos destinados  á  esta ,  co;i  el  auxilio  de  las  suscriciones 
voluntarias,  que   ascienden  aproximadamente  á  13,000 
reales  mensuales;  nadie  ignora  el  objeto  de  esta  instila- 
ción ,  y  que  es  uno  de  los  mas  importantes  progresos  so- 
ciales de  nuestra  época.  Sobre  una  base  cstrecba  y  mez- 
quina,  aunque  en  terreno  espacioso  ,  se  lia  tratado  de 
proporcionar  habitación,  oGcinas,  etc.,  necesarias  para 
un  establecimiento  de  esta  clase.  Ha  sido  preciso  edificar 
aumentar  considerablemente  el  edificio;  y  sin  embargo . 
a  estrechez  de  las  habitaciones,  talleres  y  otras  oficinas, 
está  á  la  vista  con   todos  sus  inconvenientes.  Por  otra 
parte,  lo  que  se  ha  construido,  nuevamente  tiene  por  lo 
menos  la  apariencia  de  provisional.  Para  recorrer  y  cxa- 
minar  detenidamente  todo  lo  que  se  contiene  en  aqoel 
vasto  establecimiento,  fue  preciso  al  sefior  ministro  em- 
plear no  poco  tiempo. 

;»Lp  examinó  en  efecto,  comenzando  por  lo  relativo 
á  administración,  cuenta  y  razón,  y  servicio  personal; 
no  tuvo  que  desaprobar  cosa  alguna  inpiportante.  Hay 
solo  cinco  empleados  con  sueldo  fijo ,  y  entre  estos  10 
cuentan  q1  maestro  de  los  niños  y  el  director  de  talleres. 
También'  esta  circunstancia  es  un  adelantamiento  mo- 
derno, fecundo  en  resultados  útiles.  Yió  S.  E.  comer 
primero  á  los  nifios,  y  después  á  los  jóvenes  adaltosy 
ancianos  de  unoV  otro  sexo,  con  la  separación  conve^ 
niente.la  calidaa  y  cantidad  dealimentos,  reducidos  esto^ 
ásopa  y  menestra  de  garbanzos  y  patatas,  otra  menestra 3^ 
pan  porla  noche,  y  sopa  por  la  mañana,  pareció  suficiente? 
y  ¿juzgar  por  los  rostros,  señal  inequívoca  de  la  naturales' 
/¿r  ^  al)iui(l9i)C|ia  de  aL(\ue\\Q^.^t;g>x<cA^  ^^urar9o  qué  no  1^ 


ú 

l^ákimipl;  t  fáé  igiitl  ¿Attétfo  At  ntfiM  dé  ló  k|t«rilw  |^ 
nái  «éombdido  de  la  t^oblációfl  no  préMtitariA  uii  aspeen 
tó  dé  sanidad  tan  general  como  presentan  los  qne  etis«i 
icñ  en  san  Bernardino.  No  dejan  de  notarse  defectos  é 
incoDYcnientcs  qac  toda  la  energía  y  esfuerzos  de  los  in**- 
divídaos  de  ajrunlamiento ,  y  el  celo  de  los  empleados  no 
pueden  remediar  enteramente,  aunque  cu  gran  parte  ios 
hayan  disminuido. 

n  Faltan  ropas,  y  especialmente  faltan  ropas  y  camas 
para  los  individuos  recien  entrados,  ó  que  existen  provi- 
sionalmente  en  los  depósitos.  Sobro  todo  debe  resultar 
perjuicio  para  la  moral  particular  do  los  individuos  re* 
cogidos  allí,  y  para  la  pública»  por  la  difícil,  sino  imposi- 
ble» separación  completa  de  sexos ,  atendida  entre  otras 
cosas  la  necesidad  de  salir  unos  y  otros  para  diferentes 
servicios,  la  sUuacion  local  del  establecimiento  y  la  espe* 
cié  de  gentes  reunida  alli.  Sabemos  que  se  ha  corregido 
este  vicio  considerablemente ;  pero  dudamos  que  se  haya 
estirpado,  y  que  pueda  evitarse  del  todo.  Sin  embargo^ 
en  el  estado  en  que  se  halla  aquel  establecimiento,  pue- 
de decirse  que  llena  sustancialmcnte  el  objeto  á  que  esti 
destinado,  merced  á  la  asidua  vigilancia  y  á  los  servi- 
cios de  la  corporación  6  individuos  que  lo  tienen  á  su  cui- 
dado. 

)>EI  régimen  administrativo  y  gubernativo,  al  cargo 
del  teniente  coronel  don  Ángel  de  Montoya,  se  acerca  ea 
cnanto  puede  ser  al  arreglo  militar,  distribución  en  bri- 
gadas, estados  do  fuerza,  ctc.^ctc. ;   todo  conforme  al 
arreglo  dicho,  sin  que  en  ello  veamos  perjuicio  alga- 
<^o.  La  fuerza  total,  ó  sea  el  número  de  pobres  exis- 
tentes actualmente  en  aquel  Hospicio,  asciende  á  1123.» 
£1  crédito  y  fama  que  á  poco  de  establecido  llegó  á 
^ener  el  asilo  de  san  Bernardino^  se  estendió  muv  enbr^- 
á  todas  las  provincias  del  reino,  donde  los  gobernad<K- 
civiles  y  las  corporaciones  populares  quisieron  tener 
Copias  de  sus  estatutos  ó  reglamento  para  que  les  sirviese 
^«  modelo.  A  este  fin  lo  imprimió  el  señor  de  Pontejos, 
^iinque  siempre  con  el  carácter  de  proNimoiiaV^Y^i»^'^ 


u 

yfoyaelob  perbedon  de  ^m  era  c«p«x.  1h$ffuuiusfm^ 

te,  euB  qoe  impreso  el  expresado  regUmento ,  es  muidbn 
reriiiaie  y  aue  no  se  halla ,  paes  parece  qoe  se  ignora  el 
paraje  donde  se  halla  depositada  la  edición. 

Kn  diferentes  ocasiones  se  ha  proyectado ,  entreoirás 
BMJoras  que  pudiera  recibir  el  a$ilo  de  tan  Bernariimo^ 
agregarle  una  enfermería  ó  asilo  para  ándanos  valeUidi* 
narios  6impedidí)s,  yprincípalmente  sn  trasladen  en  par- 
te 6  en  el  todo  al  hospicto  general ,  donde  también  se  agre- 
gasen otros  establecimientos  análogos.  Este  pensamienlo 
nos  parece  escelcnte  y  feliz,  porque  ademas  de  las  raso- 
oes  de  conveniencia  y  de  economía  que  asi  lo  aconsqaní 
se  CiciUtaria  en  este  vasto  establecimiento  la  introdnceiei 
de  aquellas  mejoras  que  boy  son  conocidas  en  los  estaÚa- 
cimientos  estranjeros  de  igual  género.  Pero  como  antei 
hemos  indicado  el  interés  personal  y  d  egoísmo^  tan  ha^ 
hiles  en  los  medios  do  asegurar  su  provecho ,  no  dejarís 
de  oponer  obstácoios  capaces  de  entibiar  la  solidtod  del 
goluerno,  y  el  celo  do  la  corporación  municipal.  De  todof 
modos  la  gloria  de  haber  sido  el  primero  que  planteó  y  fiuH 
dó  en  Madrid  un  establecimiento  de  beneficencia,  en  qnsif 
recogieron  todos  los  mendigos^  con  provecho  de  estos  yda 
la  moral  núblíra ,  nadie  podrá  disputársela  al  ilustre  nstf^ 

3ues  Viudo  do  Poiitojos,  cuyo  nombre  se  conservará  nni- 
o  á  las  niojoras  mas  importantes  quo  en  diferentes  n* 
moa  del  servicio  público  llevó  á  efecto  en  el  corto  espa- 
cio de  su  correKÍnruinto:  oíros  muchos  proyectos  prepa- 
raba; [>oro  le  faltó  el  tieiii|io,  corno  por  desgracia  sucede 
frecuentemente  entre  nosotros  á  los  hombres  de  masiloi* 
tracion  y  mas  celo. 

Una  do  las  circunstancias  que  mas  acreditan  la  acU** 
vidad  y  ürnie  decisión  que  dislinguicín  ni  señor  de  Pon*- 
tajos,  es  la  sin^^ular  y  rara  en  Kspana  do  que  teniéndole 
fecha  do 3  de  agosto  de  IH'M  la  Iteul  orden  de  la  croacioa 
del  asilo  de  san  Ueriiardino,  ú  poco  mas  de  un  mes  eaír 
pesó  á  recibirsu  cuuipliniienlo ;  y  el  M  de  setiembrecs- 
Iraroa  lo$  mendigos  cu  el  nuevo  establecimiento. 


en  naestro  país ,  despaes  que  m^  nan  ITeTado  á  cfbo  gravh 
461  empresas,  quo  el  pcnsamiooto  de  fi^edar  ua  nueTO 
iiospicio  para  recoger  a  lodos  loa  mondisos  era  anti|^o, 
que  lo  ideó  ú  proyectó  tal  ó  cual  corregidor ,  que  coope-; 
t6  esta  junta  ó  aquella  corporación;  pero  es  indudable 
que  sin  la  energia  del  señor  marques ,  no  se  hubieran  alla- 
nado los  muchos  obstáculos  que  se  oponían  á  esta  fun* 
dación,  y  que  sin  su  celo,  solicitud  y  esfuerzos,  no  «4 
habría  llevado  á  cabo.  La  justicia  y  la  gratitud  han  colcH 
cado  su  busto  bajo  un  templete  que  se  halla  en  la  huerta 
de  donde  le  arrancaron  nuestras  miserias  políticas. — ^En 
las  oficinas  del  establecimiento  se  conserva  un  Álbum,  quf 
se  presenta  á  los  visitantes  para  quo  escriban  alli  algu^ 
pensamieu^p  ú  observación  como  memoria  suya. 

Otro  de  los  proyectos  que  promovió  y  realizó  fue  el 
de  la  Caja  de  Ahorros.  Ya  tiacia  tiempo  que  las  personas 
ilustradas  y  benóficas  echaban  de  menos  en  nuestro  paif 
esta  clase  de  establecimientos  quo  tanto  influjo  tienen  en 
el  espíritu  de  economía  y  de  moralidad,  y  c|ue  tan  grandes 
yentajas  producen,  la  miseria  general  hacia  cada  vez  mas 
necesarios  estos  establecimientos.  Varios  escritores  ha- 
bían Uesado  á  formar  sobre  este  punto  una  opinión  gene- 
ral, esplicandola  organizazion  y  resultados.  El  gobier- 
no habia  mandado  su  establecimiento.  LasSocieda^s  Eco- 
nómicas de  Madrid  y  de  Cádiz  habian  anunciado  prembs 
al  autor  de  la  mejor  Memoria  sobre  este  inioortante  asun- 
to, que  en  ambas  Sociedades  obtuvo  don  Francisco  Que-^ 
vedo  y  san  Cristóbal. En  Jerez  de  la  Frontera,  el  instrui- 
do y  laborioso  marques  de  Vil  lacréeos  trató  de  realizar 
este  pensamiento ,  y  aun  parece  que  lo  llevó  ¿efecto.  Poro 
siempre  y  en  todas  partes  se  hania  tropezado  con  el  in^ 
conveniente  de  no  hallar  empleo  bastante  productivo  para 
los  capitales  recibidos  en  la  Caja,  por  consiguiente  con 
la  imposibilidad  de  poder  asegurar  ú  los  deponentes  el 
pago  de  sus  réditos.  Para  allanar  esta  dificultad  capital, 
se  concibió  la  idea,  única  posible  en  nuestro  actual  estado, 
de  combinar  las  operaciones  de  la  Caja  con  Us  dftV  iíwM 


t  •  ■  •         ■  1  . 

lia  Piiáái.  MMéetúÁéhíú  MAAtr6b|e6  qoc  «Unlt  dito  ¿é 
un  Bijglo  de  existencia ,  y  de  nn  crédito  nadca  deiineiityo. 
Al  efecto,  se  dispuso  que  tas  peqüeflas  samas  recibidas 
en  la  Caja  pasasen  al  Monte ,  ganando  nn  interés  de  5 

tor  100 ,  para  qao  las  colocase  en  préstamos  particulares 
ajo  la  garantía  de  las  alhajas  de  major  valor  que  conserra 
en  depósito.  De  esta  manera,  se  asegura  la  Caja  de  Akof' 
roi  el  empleo  hasta  la  mas  minima  suma,  se  asegura  tam- 
bién su  posesión  sin  existir  en  Caja,  y  se  asegura  bajo  la 
Sarantia  del  crédito  del  Monte  de  Piedad,  y  do  las  alhajas 
epositadasen  él.  Como  era  preciso,  al  mismo  tiempo  ó 
antes,  fue  autorizada  de  real  orden  la  junta  administra- 
tiva del  Monte ,  y  á  solicitud  suya  para  p«>der  exigir,  en 
los  préstamos  q 'JO  verificase,  el  interésanual  de  5  por  100, 
como  igualmente  para  recibir  con  este  objeto  dinero  i 
préstamos  bajo  su  propia  responsabilidad,  y  sin  que  el  in- 
terés que  abonase  fuese  mayor  del  que  exigiese  por  lof 
empeAos. 

El  seíTor  marqués  Viudo  de  Pontejos,  en  los  pocoi 
dias  que  dosempefíñ  el  cargo  do  jefe  político  de  esta  pro- 
vincia, reali/6  este  benéfico  pensamiento,  debiéndoseáni 
celo,  á  su  ilustración  y  á  su  amor  al  bien  público,  que  el 
gobierno  fijase  la  atención  en  un  asunto  tan  digno.  Li 
reina  (jrobernadora  tuvo  á  bien  nombrarle  para  primer 
director  de  In  Caja  de  Ahorros ,  pero  habiendo  cesado  es 
el  desempeño  de  la  jefatura  política ,  ces6  también  en  ef* 
te  encargo:  muchas  de  las  personas  que  rcconncisn  lu 
recomendables  Circunstancias  del  marqués,  juzgaban  íd- 
dispcnsable  su  presencia  en  la  Junta  de  la  Caja^  y  mani- 
festaron deseos  de  (|uc  se  remediase  este  inconveniente: 
el  gobierno  lo  reconocía  así ,  y  en  adelante  fue  nombrado 
con  satisfacción  del  público.  La  Cuja  de  Ahorroeeñ  uno  i^ 
los  mayores  servicios  que  le  debe  el  vecindario  de  Ms" 
dr  id . 

No  podemos  dejar  sin  embargo  de  hacer  mención  le 
otros  varios  que  prestó,  durante  su  corregimiento,  ji^ 
las  principales  mejoras  que  introdujo.  Una  de  eljas  loe 
1m  naem  numeración  de  U«  ^%t^s  >[  la  variación  en  lo* 


Áombres  ae  álgwas  calles.  Bespiecto  délo  primero  se  ob-. 
sérTába  que  estando  aquella  hecha  por  manzanas ,  resaU 
Jtabji  que  no  pocas  \eces  habia  en  una  misma  calle  tres  j 
cuatro  números  ¡guales,  produciendo  esto »  especiaim^n* 
te  á  Iqs  forasteros ,  la  confusión  que  es  consiffuient^.;  y 
ademas  siendo  tan  pec|ueños  y  tan  poco  claros  Tos  náioi^ 
ros»  que  se  hallaban  pintados  en  azúlelos,  en  muchas  ca- 
sas borrados  por  la  pintura  de  las  fachadas,  ó  con  gran 
deterioro  por  el  transcurso  del  tiempo:  se  aumfi^tabí^ 
también  la  repetición  de  un  mismo  numero,  cuando  de 
una  casA  se  hacían  dos  ó  tres,  asi  como  en  el  caso  conirii- 
rio,  resultaban  vacíos  en  la  numeración.  Era  esta  eq  fittr. 
tremo  viciosísima,  y  realmente  no  se  observaba  en  elU  el 
menor  sistema ,  ni  llenaba  en  manera  algupa  su  objeto^ 
Para  remediar  esto  se  pronuso  nuestro  marqués  establece^ 
una  nueva  numeración,  onteniendo  para  ello  la  auU)í;if%ii 
ciób  del  gobierno.  Las  bases  en  que  ^ste  proyectó  se¡ 
fundaba  consistían  principalmente  en  hacer  la  numjBrA- 
cion  por  calles,  suponiendo .  la  entrada  en'  estas  como  4 
se  partiese  desde  la  puerta  del  Sol,  y  cqlocandó  los  part^ 
k  la  derecha  y  los  impares  á  la  izquierda ;  en  comor^nder 
los  templos  y  toda  clase  de  ediGcios  públicos,  dando  á^^ 
tos,' Id  misqo  que  ¿las  casas  particulares,  cuando  dahaqi 
i -diferentes  calles  ó  estaban  en  esquinas ,  las  diferenti^ 
numeraciones  correspondientes  á  las  calles  á  que  caian 
sus  puertas  ó  algunos  de  sus  costados;  y  en  colocar  unas 
lápidas  proporcionadas,  que  contuviesen  los  números 
bastante  ostensibles ,  tanto  por  su  lamafio,  cuanto  por  su 
formación  y  color :  para  esto  se  hicieron  los  números  de 
plomo,  incrustado  en  la  piedra  de  las  lápidas;  cuyo  mé- 
todo reunía  todas  las  ventajas  posibles,  y  en  particular  la 
de  resistir  á  la  intemperie.  Tanto  el  señor  de  PonteioSi 
como  una  comisión  de  personas  inteligentes  que  nonmró 
para  dirigir  inmediatamente  esta  operación  delicada  y 
Oírblija  tuvieron  presente  todos  los  casos  que  en  su  ejecu- 
ción pudieran  ocurrir ;  y  sobre  todo  pusieron  el  mayor 
cuidado  en  conservar  la  numeración  &nti%u«i  Wv»l  ^^ 
esVutíésé  coJocaáa  tódñ  la  nueva ,  j  basU  «vae  %^  V\\A^ia 
Tomo  vm^  \0 


formado  en  el  a;|[aptamiento 
que  jñidléí'éW  oturfir    "--^^^ 

anotase  la  Corresponde ^^^,^.^  ^^^^.^^.^^  ^^..^^j 

la  ntieva.  No' necesitamos  encarecerla  importamiilKfe 
este  última  trabajo ,  que  hoy  existe  ctí  poder  dé:jdbd  An- 
tonio' Natarrete,  que  lo  formó  con  toda  la  intengenciá  ; 
eSrtícfrÜ  de  una'  persona  de  tantos  conocimientos»  eií  tna- 
telrlas' i^elatrvasr  al  gobierno  económico  de  lospueblof. 
"  -En'CuaY^to  á  los  nombres  de  las  calles^  era  repi- 
nante tos  de  muchas,  entre  los  cuáles  los  habla  esttáTi- 
(jantes  y  ridiculos.  En  esta  parte  procedió  nuestro  ¿ur- 
ques con  notable  prudencia ,  respetándolos  hábitos  iate- 
terados/y  alterando  únicamente  los  nombres  masédlrii- 
éóSy  groseros  para  reemplazarlos  cqn  otros  que  recor- 
dh'bán,  ya  acontecimientos  importantesy  faüstds  de nÁes- 
tira  é)[)oca ,  yá  los  nombres  dé  nuestros  grandes  gúefié^ 
r¿!^  y  escritores.  Las  lápidas  dé  Us  calles  se  consiroyetbii 
grandes,  'y  los  nombres  de  ellas  cotí  caracteres  claros  J 
perceptibles:  para  mayor  compdidsíd  se  repitieron  ademas 
^el  principio  y'Bn  de  la  callé',  y  en  cada  esquina  de  em- 
bocadura. Cuando  se  llevó  á  efecto  esta  reforma,  setííW- 
pl)sz6  el  nombre  agreste  de  Correto^,'  con  que  se  di^tta- 
guia  una  de  las  calles  mas  frecuentadas  dé  la  capitiili 
toh  el  de  Pontc/oí,  para  perpetuar  dé  esta  manctf.d 
Éoükb^é  y  la  memoria  del  ccloso'éór'rcgidor  qtié  la  hibii 
pfoifriovido  y  llevado  á  cabo.    ' 

El  alumbrado  antiguo  de  Madrid  era  tan  malo»  ¿pé-* 
sar  del  número  de  4770  farofés,  que  casi  nodia  décinen 
^uc  la  capital  estaba  sin  alumbrar. Consistía  esto  príúH- 
palincnte  en  la  mala  construcción  de  los  faroles,  eü  la 
mala  distribución  de  estos,  y  en  la  escasa  luz  que  pres* 
taban,  habiendo  adornas  en  este  servicio  mucha  fanáde 
celo  y  no  pocos  abusos.  Para  remediar  esto,  se  quiso  en- 
sayar con  un  motivó  solemne,  el  alumbrado  Je  gas,  que 
cualquiera  que  fuese  el  resultado  dé  la  prueba  reSpecM 
del  coste  y  demás,  en  cuanto  al  alumbrado  nada  dejó  qfl6 
desear:  la  direrencia  que  presentaba  respecto  délantigóó 
era  Jnmensa :  en  cualauiera  de  las  calles  alumbradái  — 


fi9 

jjUtii  vMftdo  M  podía  MI  cuidfvifr  pariye  l^r  d»  noche 
pak  ctrU.  Animado  con  esta  prueba  al  aynntanúanto  dp 
Ibdrid,  pensó  en  estender  este  método  á  toda  la  poblaciofi 
j  aun  parece  que  para  ello  se  decidió  á  proponer  una 
«inpresa,  y  á  celebrar  al  efecto  una  contrata.  Ks  induda- 
ble que  esta  no  ha  tenido  efecto»  y  segün  hemos  oido  i 
pesonas  instruidas  en  estoa  negocios ,  consiste  principal- 
Ifiante  en  que  el  coste  del  gas  eaccde  considcrablemeiile 
4^1  que  produce  el  alumbrado  de  aceite.  Estando  distapi- 
Um  nuestras  miuas  de  carbón  de  tierra  f  y  siendo  muycoa*- 
to#a  su  conducción^  no  habia  otro  medio  de  obtener  ^1 

£s  que  esiraerlo  del  aceite  :  pero  con  la  misma  oanti- 
d  de  este  se  podía  pronorcionar  mejor  alumbradp, 
4)iorrándose  los  considerables  gastos  de  gasómetros,  con- 
¿p^tos ,  faroles ,  empleados  y  elaboración.  Aunque  en 
Itondrés  y  en  muchas  poblaciones  da  Inglaterra  se  balU 
(latablecido,  esto  so  debe  i  la  abundancia  de  carbón  die 
tierra^  que  tanto  impulso  ha  dado  en  aquel  paia  i  ioim 
Ipa  ramos  de  industria.  Mas  en  Paría  ha  sido  escesiyo  $u 
Mlio»  y  por  eso  se  ha  limitado  á  algunos  tránsitos  y  pa- 
^ea  concurridos.  Por  esta  misma  razón  se  abandonó  «in 
Ifadrid  como  irrt  alizablc  el  alumlM*ad([^  de  gas ,  siendo 
n^eeaario  mejorar  el  que  habia,  por  otros  medios.  Segpn 
UM^  memoria  que  publicó  el  ayuntaraiisoto  d^  Madrid» 
cedió  el  alumbrado  de  gas  á  una  uniprosa ,  que  no  pudo 
foalizar  este  proyecto  por  los  inconvenientes  y  gastos 
H^B  ofrecMi ,  aiepdo  necesario  por  consiguiente  que  la 
tnrporacion  municipal  peaBase  en  otro  <cmepos  onstoao, 
sí  lio  mas  lucido.»  Fue  este  pensamiento  reali^cable y  no^ 
ailiyOft  otra  de  Us  mejoras  que  debió  Madrid  á  la  ilna- 
tracioQ  y  actividad  del  seilorde  Ponl^jos»  oue  lo  ejecutó 
dúraato  su  corrcgimieulo,  y  que  supo  oonciliar  la  emcou^ 
9Ía  oon  todas  las  ventajas  que  permite  el  alumbr|idi9i  de 
Meiba.  Se  mejoró  la  construcción  de  los  farolost  haciéat- 
iolos  de  reverbero;  se  dio  i  aquellos  una  mejor  diatrib^H 
aJon,y  ^  procuró  que  la  lúa  fuese  uuisclara,yque4&l  sec- 
TieioaelÚGiese  cm  mas  puntualidad*  Desde  entoacnaiaun- 
i|jt0  ol  Alumbrado  de  Madrid  AO  se  kaUe  eu  %i^MX.q;|NAf^ 


50 

de  perfección  deotras.capitales  tampoco  podrit  nadie  (¡ae- 
jarse  con  fundamento,  porqne  al  menos  satisface  á  lo  qae 
requiere  la  comodidad  del  vecindario. 

No  trabajó  poco  el  señor   de  Pontejos  en  la  mejora 
del  empedrado  que  se  hallaba  en  un  estado  deplorable  de 
abandono,  y  en  proporción  con   el  que  presentaba  el 
alumbrado  público.  No  tenia  la  solidez  necesaria  para  re- 
sistir el  tránsito  de  carruajes,  y  al  mismo  tiempo  tenia 
el  inconveniente  de  cortar  el  calzado  con  los  filos  do  las 
piedras,  que  se  arrancan  ó  cortan  de  las  canteras.  Ade- 
mas de  esto ,  era  necesario  estarlo  reponiendo  continaa'- 
mente,  porque  no  se  preparaba  debidamente  el  terreno 
al  asentar  las  piedras,  ni  se  unían  estas  entre  si  lo  bastan- 
te; y  este  trabajo  continuo  no  podia  menos  de  ser  costo- 
so, ofreciendo  por  otra  parte  el  declive  que  se  daba  á  las 
aguas  háci.i  el  medio  de  la  calle,  que  en  las  corrientes  se 
formasen  lodazales,  sobre  todo  en  aquellos  parajes,  como 
sucedía  en  la  puerta  del  Sol  y  en  otros,  en  que  por  ha- 
llarse el  piso  mas  lyajo  desaguaban  las  calles  adyacentes 
en  tiempo  de  lluvias.  Varios  proyectos  meditaba  sobre 
este  ramo  el  señor  de  Pontejos,  según  lo  que  habia'ob- 
servado  en  las  mas  opulentas  capitales  de  Europa;  y  pría- 
cipió  por  ens.iyar  en  la  calle  de  Carretas  un  nuevo  méto- 
do de  empedrado,  que  anadia  la  circunstancia  de  pre- 
sentar una  forma  convexa  con  vertientes  á  los  dos  lados. 
La  mejora  del  empedrado  se  estendió  sucesivamente  á 
toda  la  capital,  conciliando  en  lo  posible  la  solidez  con  la 
suavidad.  A  esta  obra  se  añadió  la  de  las  aceras  anchiif 
un  poco  elevadas  sobre  el  empedrado,  con  algún  declive 
para  que  las  aguas  no  se  estanquen  en  elLis  y  corran  i  las 
Yertientes  do  la  calle,  y  con  la  solidez  suficieatc  para  qoe 
no  exijan  frecuentes  reparaciones:  estas  dos  reformas  se 
realizaron  en  breve,  y  la  de  las  aceras  nada  por  cierto  de- 
ja que  desear.  También  durante  el  corregimiento  del  es- 
Iiresado  marqués  se  ensayó  el  medio  de  que  las  aguas  de 
os  tejados  no  se  yertíesen  por  medio  de  canalones  que 
arrojaban  las  aguas  sobre  las  aceras,  sino  por  conductos 
cahteñoi  éo  la  nusma  (ábnedi'.  te  coU)c6  tma  loe  delaale 


51 

del  reloj  de  la  puerta  del  SoU  para  qae  los  transeúntes 
viesen  de  noche  la  hora ;  v  en  un  punto  de  los  mas  cén- 
tricos de  la  capilaU  entre  la  calle  Mayor  y  la  del  Arenal, 
hizo  construir  una  pequeña  y  elegante  habitación,  con 
dos  pasadizos  á  los  lados  para  comodidatl  de!  publico,  de- 
cencia y  asco  do  los  portales.  La  mayor  pruena  que  pue- 
de darse  de  la  utilidad  y  ventajas  de  cuantas  obras  eje- 
cutó consiste  en  que  todas  ellas  se  conservan,  á  pesar  de 
las  di6cultades  y  vicisitudes  de  la  época. 

Hace  mucho  tiempo  que  se  ha  pensado  en  remediav 
la  escasez  aguas  de  de  Madrid ,  como  cosa  «que  reclamaa 
nuestros  contornos  áridos  y  descarnados,  nuestro  clima 
destemplado  por  la  rigidez  de  los  vientos,  y  por  el  ardor  * 
no  mitigado  del  sol,  nuestra  industria  alejada  de  la  capi- 
tal, principalmente  por  esta  causa,  nuestras  costumbres 
no  modiiicadas  con  los  placeres  del  campo,  nuestra  salud 
amenazada  por  la  falta  de  limpieza,  nuestro  alimento  en 
fin,  dificultado  cada  dia  mas  por  aquella  escasez  (1).»  Som- 
bre esta  materia  se  ha  meditado  mucho,  se  ha  proyectado 
mas,  se  han  pedido  informes  á  sociedades  y  corporacio- 
nes científicas,  y  a  personas  inteligentes  en  la  materia» 
De  vez  en  cuando,  y  especialmente  en  los  veranos,  que 
suelen  ser  mas  escasos  de  aguas,  se  renueva,  á  lo  menos 
en  la  imaginación  de  algunas  personas,  este  proyecto^ 
que  necesita  como  todos  para  su  ejecución,  de  recur« 
sos  y  de  una  voluntad  firme  y  decidida.  El  señor  don  Fer- 
nando VII,  por  su  decrete  de  8  de  marzo  de  1829,  auto- 
rizó al  ayuntamiento  para  realizar  el  que  fuese  mas  ven- 
tajoso para  la  conducción  de  aguas  á  Afadrid.  Posterior-* 
mente  la  reina  Gobernadora  espidió  un  decreto  con  el 
mismo  fin.  Por  aquel  tiempo  se  hallaba  al  frente  del 
ayuntamiento  de  Madrid,  como  corregidor  de  esta  villa» 
el  señor  de  Pontejos  que,  según  decia  di^ha  corporación 
en  una  Memoria  posteriormente  publicada  y  que  ya  he» 
mos  citado^  ocupaba  especialmente  su  atención  en  el  ao- 


^W^—  ll.l      !■         lili         I       II  I  I    — — 1*1^ 


(I).  Metoneiü  RoiiuuKM!,  Ksoaal  de  Madrid. 


meóte  dé  aguas;  «meditamde  la  anbid^  de  1^  ^lie  Éttél 
en  la  foenté  de  san  Antonio  de  la  Florida,  cbñoáU  Wk 
el  nombre  de  los  Once  caftos.»  Se  adelantó  úb  po€6  flifli 
Ia  realización  de  este  proyecto,  pues  penetrados^  taüté  iJ| 
aytintamiento,  cuanto  su  celoso  corregidor,  de  la  toMefr* 
te  necesidad  de  aumentar  las  aguas  de  Madrid,  püim^ 
ron  el  programa  de  condiciones  para  los  contratistas  Otf 
aspirasen  a  tomar  de  su  cuenta  dicha  obra,  Bjando  ^1  w- 
mino  de  seis  meses  para  la  admisión  de  pft>posielQ|^* 
El  objeto  del  programa  se  redncia  por  entonces  i  pnn 
pdfciónar  aguas  potables  en  cantidad  po^  lo  meñoi  k 
MO  rs.,  que  el  ayuntamiento  «e  obligaba  i  conmratl 
empresario,  dejando  á  éste  la  libre  facultad  de  rradéf  I 
los  particulares  el  esceso  de  aguas  que  pudiese  prMlo^ 
donarse.  Aunque  el  coste  de  esta  obra  sea  grande,  mi 
deben  considerarse  los  beneficios  inmensos  que  prodod* 
rfa,  teniendo  al  mismo  tiempo  presente  que  para  taioMllí' 
tar  escasamente  6  consenrar  al  menos  ef  miserable  ni* 
dál  de  sus  aguas ,  se  re  precisado  Madrid  á  empleaf  coü- 
taniemente  grandes  sumas,  que  multiplicadas  étiáé  ^ 
se  empezó  i  pensar  en  proyectos,  hubieransido  nvátm^ 
(es  para  realizar  los  mas  gigantescos.» 

CoiAó  la  actiridad  de  nuestro  corregidor  nada  dM^ 
duba,  Como  suimaginacion  se  hallaba  esclusiTamentesclH 
pada  por  todo  género  de  proyectos  útiles  y  benéCM} 
como  era  esta  tan  fértil  en  recursos  y  medios  de  ejaflf^ 
cion,  meditaba  y  preparaba  otros  muchos  proyectos:  itr 
tre  Tarios  podemos  citar  el  de  trasladare!  mercado  daB 
plalfuela  de  san  Miguel  á  la  plaza  Mayor ,  donde  se  M* 
pbnia  establecer  un  mercado  general:  al  efecto  ae  fltK 
titt  concurso  para  que  los  arquitectos  presentasen  la  10 
^  planta  de  este  mercado,  que  desdcYue^  hnbieri  jM^ 
IWitfeiiado  la  comodidad  á  los  compradores  de  baMr' 
fMttrtí» pteto  todos  los  articules  abundantes.  ^  Mk^ 
cMlt^nOr  Pbntefos  ver  el  estado  en  que  se  hmabu  ^ 
nmreiáo§  de  Madrid,  que  un  escritor  díslingoido,  áeaif 

etenoi citado t^vi^  de  U  manera  siguiente:  «oj^ 
wlítn  (pie  €vRn  Vñ^t^t^iB^  c Amd|jMí^  4.  Mv^ 


_  ,  „^,, ;*!„. 

uKíertos  y  cerra  Jos ,  con  ta  dbtactóii  de  agua  corrcsjpo^ 
.leQic  para  su  e\acia  limpioxa  y  policia.  Np.  hay  peraona 
ácional  que  no  se  duela  del  inmundo  espvlctáculQ  que 
frecen  nuestras  plazuelas,  cuhíerlas  do  mafo^  lingíaaos 
{onde  se  confunden  los  couieslibles  de  todas  las  clase;/!  J 
lé  todas  las  fechas.  Si  á  la  hediondez  del  suelo  doRídiQ  &0 
irrojan  indislinlamente  los  desperdicios,  produciencfo.SU 
lescomposicion  miasmas  infectos  y  pestiíenteSi  i^e¡  agrega 
la  vocería  insoportable,  la  grosería  jí  escándalo  cbn.qut; 
aé  proilucen  ñor  lo  regular,  vendedoras  y  vendedorca  j  la 
obstrucción  oel  paso  público,  las  rijias,  la  incomodidad^, j 
hasta  el  bochorno  que  aconinaftan  al  comprador,  sp  ccn)gi,i' 
redo  ver  la  necesitad  de  supstituir  mercados  cubiertos  jf 
teiitilados,  donde  por  medio  do  una  rigorosa  policía,  so 
ODide  al  tiempo  que  de  la  salubridad  de  la  población  v 
9>iiservac¡on  de  los  comestible^ «  de  la  comodidad ,  del 
vden  y  de  la  moral  pública.»  El  corregidor  Pontojos  hi? 
^  cuantos  esfuerzos  estaban  á  su  ulcance ,  cuautps  If 
^jrnitia  el  circulo  de  sus  atribuciones  para  mejorar  ú 
Pecto  de  los  mercados,  su  distrií)uc|oo  y  policía.  £n  eatJ0 
-Oto  hizo  cuanto  le  permitió  el  tiempo,  y  ¿(ó.cl  pfimer 
^ulso  á  una  obra  en  que  después  se  ha  adelantaao  bas- 
|t.e,  aunque  todavía  diste  no  pocp  del  grado  de  porfcc- 
^«H  á  que  debe  llegarse.  Para  dar  en  e>te  luga.i;i,aoá 
^^stra  de  las  escelentes  ideas  del  seQor  de  PontcÍK^  so- 
>  establecimientos  de  beneficencia  y  organización  de 
industria,  no  podemos  dejar  de  insertar  un  breve  es- 
^5^  que  publicó  en  julio  de  1839',  en  uno  de  los  maa 
*!l^ciables  periódicos  de  esta  capital,  sobre  asociaciones 
^^  casos  de  enfermedad:  este  escrito  da  á  conocer  i^ 
I^JKHo  tiempo,  uno  de  los  muchos  provectos  quo  des^b^ 
^i^over,  v  que  tenia  meditados,  aunque  las  c|^(^^9¿- 
^iai  no  le  permitiesen  realizarlos  desde  luego  por'ai 
SÁip,  asi  como  la  solidez  de  su  juicio,  el  cncaaeDft:.T^ 
^vito  lógico  de  sus  ideas,  el  celo  y  el  intimo  conve.nci^ 
^vito  que  lo  animaba ,  y  que  se  espresan  cqi'  un  f 8|ti!o 

M  biMí  püDueo  r  pot  uaor  de  la  mimuaAKlL*  '^  t» 


34 

ÍK>r  bacer  uoa  vana  ostentación  de  ta  capacidad  y  boen 
ecir. 

»E1  atender  ala  humanidad  doliente,  dice,  no  dejándola 
en  abandono ,  y  procarar  por  todos  los  medios  su  cuidado 
y  asistencia ,  reclama  el  conato  y  el  celo  del  gobierno; 
pero  por  desgracia  los  adoptados  basta  el  dia  no  ban  cor- 
respondido eGcazmente  á  procurar  este  bien ,  y  á  con- 
seguir todo  lo  que  debia  esperarse. 

»  El  establecimiento  de  grandes  bospitales  ^  la  funda- 
ción de  bermandades  de  muchas  clases  para  socorrer  al 
ébferíno  necesitado,  asociaciones  diversas  para  asistirloSf 
donatifos  cuantiosos  afectos  á  este  piadoso  objeto ,  nada 
bu  sido  suGciente  para  atajar  los  males  consiguientes  bajo 
•1  sistema  y  modo  con  que  fueron  creados.  El  celo  de  los 
unos  y  la  generosidad  de  los  otros ,  no  han  reportado  las 
utilidades  y  ventajas  que  se  propusieran. 

» Estas  corporaciones  filantrópicas,  cuando  no  tienen 
masestimulo  los  que  las  dirigen  y  constituyen  queel  hiende 
ta  humanidad,  caminan  en  decadencia  á  medida  que  se  ale- 
ja la  época  del  celoso  fundador ,  pues  para  su  conservación 
se  necesita  un  genio  particular  y  constante. 

9 Recórranse  estos  establecimientos,  y  se  verá  quela 
mayor  parte  fie  ellos  vienen  á  ser,  después  de  algún  tiem- 
po, el  monopolio  de  un  dependiente  hábil,  y  los  miembros 
subalternos  y  instrumentos  ciegos  para  dar  la  autorización 
á  lás'éuentas  exageradas  de  aquel. 

»EI  número  grande  de  enfermos  que  suelen  reunirse 
complica  también:  por  una  parte  impide  su  mejor  asisten- 
cia y  aseo,  y  por  otra  dá  lugar  á  mayores  dilapidaciones. 

»Esto  hace  mirar  con  cierta  prevención  á  estos  esta* 
blecimientos ,  y  que  las  personas  que  tienen  necesidad  de 
SU'  auxilio  rehuyan  el  amjpararse  ae  ¿1 ,  y  solo  en  un  caso 
ettremo  acuden  k  este  reiugio  . 

>jSí  los  diversos  gremios  y  oficios  consultasen  su  ver- 
dadero interés,  encontrarían  remedio  para  evitar  esU 
trance  y  losrrarian  ser  mejor  asistidos  en  sus  dolencias. 

»Ia>s  fabricantes^  maestros  y  demás  personas  que  enn 
tOéMB  Migan  nAmero  de  ohtéróé^  no  ban  reflmioBMohaik 


55 

I  giié  punto  están  interesados  en  la  consenracion  de  la  sa- 
ld  de  sus  dependientes. 

»Estos  inielices ,  descosos  de  no  perder  su  jornal ,  se 
insten  cuanto  pueden  por  no  retirarse  del  trabajo,  y  solo 
»  hacen  cuando  la  gravedad  del  mal  les  pbliga.  Indispo- 
cienes  que  atendidas  á  tiempo  serian  de  poca  considera- 
íoo  y  de  poco  momento,  vienen  á  hacerse  graves  cuando 
)descindan. 

9  El  fabricante  pierde  mas  tiempo  con  los  beneficios 
ae  le  deja  el  obrero  y  este  vé  consumir  sus  cortos  ahor- 
38  en  la  enfermedad ,  y  lo  que  es  mas  común ,  tener  que 
mpeñarse  para  atender  á  su  cura. 

9  La  falta  de  medios  trae  consigo  un  facultativo  poco 
iteligente  y  cuidadoso,  el  refraso  en  la  convalecencia  por 
ifr  malos  alimentos  y  peores  medicinas,  si  no  precipita 
opella  para  ganar  el  sustento  de  su  familia ,  poniénaose 
1  trabajo  sin  eslar  reslablecido,  y  esto  suele  causar  una 
ecaida  de  peores  consecuencias  que  la  enfermedad. 

»En  igual  caso,  los  mismos  Jaños sufren  las  dem^scla* 
68  de  artesanos,  jornaleros  y  gentes  poco  acomodadas. 
'  vEsto  ocasiona  al  fin  mayor  número  en  los  hospitales, 
das  gasto  en  estos ,  mayor  pérdida  de  trabajo  en  perjuicio 
le  la  riqueza  pública ,  mas  familias  arruinadas,  aumen- 
ándose  la  mendicidad ,  y  por  último  mas  mortandad  á 
auaa  del  poco  cuidado  y  medios  para  restablecerse. 

)»Lo  que  conviene,  lo  que  importa  á  los  intereses  Co- 
ranes es  constituirse  de  un  modo,  que  el  móvil  hacia  el 
lien  de  los  enfermos,  se  halle  siempre  en  la  misma  activi- 
lád  que  le  impela  el  propio,  y  no  solo  úncelo  filantrópi- 
j^que  se  enfria  y  rebaja  con  el  tiempo,  como  queda  dicno 

»Las  asociaciones  entre  los  obreros,  artesanos,  etc 
Mita  socorrerse  mutuamente,  y  en  estas  desgracias ,  pue- 
leo  tener  un  efecto  mucho  mas  eficaz  y  duradero. 

"  flReúnansc  pues  los  obreros  de  una  fábrica,  fijen  en- 
1^  8i  la  cantidad  semanal  que  deben  de  separar  para  mé- 
lico ,  botica ,  asistencia  y  demás  atenciones  que  necesite 
d  enfermó. 
^    «fóruMé  utk  juate  alndo  con  él  ttAdv^ó  ;.i  1m^i^¿)id^ 


preed-en  tener  una  8  mas  perdonas  qoé  le  entapen  Aé 
los  socorros  que  deban  darse  y  se  verá  que  con  método  y 
b«en  Arden  los  enfermos  tendrán  buenos  facultativos  que 
los  cuiden,  medicinas  como  conviene,  y  una  asistencia 
mas  esmerada  estando  en  el  seno  de  so  familia ;  y  si  ñola 
tiéúen,  por  personas  que  lo  hagan  por  oGcio. 

»Sos  familias,  compañeros,  amigos,  todos  los  socios 
en  fin ,  estaa  interesados  en  su  pronto  restablecimiento,  to- 
dos son  ffsk!alcá  para  observar  si  los  asisten  como  es  debi* 
do.  Bste  celo  y  esta  vigilancia  es  siempre  la  misma^  coma 
deilc  el  dia  en  que  se  formó  la  asociación. 

o  El  propietario  de  la  fábrica  está  igualmente  intere- 
sado y  por  lo  tanto  debe  contribuir  por  su  parte  con  una 
cantidad  determinada.  La  fábrica  es  la  madre  de  los  obre- 
ros; estos  cuidan  de  su  conservación  y  mejora:  ella  debe 
procurar  por  su  vida:  ambos  están  interesados  igualmen- 
te en  cooperar  á  su  existencia. 

»  Ya  queda  indicado  el  método  aplicable  para  los  ope- 
rarios de  fábricas.  Él  mismo  pueden  adoptar  los  tallereí 
partícuhrcs ,  ya  reuniéndose  en  masa ,  ya  por  clases  de 
oficios. 

»  Siguiendo  el  mismo  orden  los  jornaleros  y  demás  cla- 
ses pobres  bien  pronto  se  convencerían  de  esta  ventajii 
y  la  procurarían  ya  entre  si,  ya  asociándose  á  los  otros  para 
disfrutarla. 

•  Estas  asociaciones  darían  á  los  médicos  v  boticarios 
una  asignación  segura  y  conocida ,  y  los  enfermos  de  la 
sociedad  al  conseguir  su  restablecimiento,  no  tendrían  la, 
pena  de  ver  tanta  miseria  en  la  familia,  ni  menoscabados 
sus  muebles  y  herramientas. 

«Generalizado  este  espíritu  de  asociación  para  socor* 
rer  en  los  domicilios  a  losque  tuviesen  familia,  y  éñ  ^'- 

fútales  particulares  á  los  que  no  la  tuviesen,  los  hospital 
es  pAblieos  se  verían  muy  descargados ,  y  los  énfermoi 
qué' acudiesen  á  ellos  podian  estar  mejor  cuidados. 

»üh  sin  número  de  reflexiones  podian  añadir9e  para 
probar  e9ta.imDomntc.  medida  «a^.^produciriAfé^ 


«MkMrlOft  i  t»(h>8  I09  qneeftUn  tú  pfomrcion  dé  promó- 
Vh>  ci  A6  ciperar  M  ocuparan  en  realizarla. 

s»Mo  eaperén  los  fabricante^  ^  demás  interesados,  que 
%  autoridades  lo  promuevan ,  ni  estas  esperen  tampoco 
Htae  aquellos  empiecen:  unos  y  otros  están  obligados  á 
'ronrarto:  los  unos  por  sus  intereses,  los  otros  por  deber 
I  átt  destino. 

n  Los  ricos  propietarios ,  el  comercio .  la  sociedad  en- 
ifa,  debe  ayudar  por  unanimidad,  por  interés  común; 
íjtti  á  medida  que  se  cierren  las  puertas  á  la  miseria  par- 
calar,  so  abren  las  de  la  riqueza  pública.» 

Olro  escrito  que  publicó  por  aquel  mismo  tiempo  el 
sftor  marquós,  con  el  titulo  00  Mejorai  en  la  polieta  ie 
tf  ciudades ,  prueba  ¿i  un  mismo  tiempo  su  inteligencia 
U  faiaterlas  económicas  j  de  gobierno,  su  vehemente  do« 
K>  de  mejorar  el  aspecto  de  nuestras  ciudades,  y  el  plan 
kjó  íA  cual  ao  proponia  ejecutar  sus  pensamientos.  El 
icrito  que  hemos  citado  dice  asi: 

«Las  capitales  de  provincia  son  los  pueblos  que  do- 
sá  empezar  todas  las  mejoras  posibles,  sirviendo  demo- 
9k>  &  los  demás,  para  que  á  su  ejemplo  adopten  y  em* 
mdan  las  que  sean  aplicables  á  cada  uno.  En  ellas  de-  * 
tti  tener  principio  las  reformas  do  policía  urbana ,  las 
mis  de  utilidad  y  salubridad  publica,  y  cuantas  so  con- 

Slüen  necesarias  por  una  autoridad  celosa  (^  intcll- 
lo. 

»  Para  emprender  con  acierto  las  mas  do  élIaSf  es  in- 
iipensable  la  formación  de  planos  topográücos  quo  ar- 
Meonn  conocimiento  exacto  del  terreno  en  general « del 
m  ocupan  las  calles,  ediGcios  particulares  y  públicoá: 
tié  dan  üná  noticia  exacta  do  las  desigualdades  que  pre- 
enta  el  terreno  que  encierra  el  perímetro  de  la  ciudad, 
flp  dMaéAnóúcs  é  inclinaciones  de  todaí^  lái  calles »  con- 
IlifanMRon  Ak  eita^,  con  detalles  claros  y  mimiclosos:  áttíi 
Mrquen  Gnalmente  la  situación  díalas  mentes,  dirección 
itlM  ^ul^ductos*  alcantarillas,  etc.,  con  el  diámetro  de 
BWri  títbaddad  émln  otpik. 


58 

pam  proyectar  con  acierto  y  ejecutar  con, plan,  orden  y 
economía  las  mejoras  que  se  emprendan.  En  todas  las  oh 
pítales  se  paga  ud  arquitecto  de  tiempo  inmemorial i  (pe 
podía  y  debía  ejecutar  estos  trabajos. 

»SorpreDde  ciertamente  ver  la  mayor  parte  dalas 
grandes  poblaciones  de  España,  siu  este  indispensable  do* 
cumento.  De  aquí  es  fácil  inferir  que  practicadas  lasoLns 
sin  este  preliminar,  salgan  con  mil  defectos. 

)>Toaas  las  clases  del  Estado  en  particular,  procnran 
tener  un  exacto  conocimiento  de  la  profesión  ó  método 
de  TÍda  á  que  se  dedican. 

»  Un  comerciante  cuida  de  tener  su  índice  con  factu- 
ras de  los  géneros  que  encierra  su  almacén. 

»EI  propietario  tiene  las  escrituras  que  le  señalan  los 
pies  de  terreno  que  ocupan,  y  los  inventarios  que  i  jaa 
otros  pormenores^  y  el  estado  de  sus  Gncas. 
^  »E1  labrador  sabe  el  número  de  yuntas  de  qaees 
dueño,  la  edad,  valor  y  calidad  de  su  ganado,  los  aperos 
que  tiene  para  su  labranza,  las  tierras  que  cultiva,  y  sos 
producciones,  el  grano  que  encierran  sus  paneras,  y  ea 
fin,  todo  lo  preciso  para  conocer  su  verdadera  riqueza. 

»  El  banquero  bace  sus  arqueos,  para  saber  los  fordos 
que  posee  en  su  caja,  ya  en  metálico,  ya  en  papel  ne^ro* 
ciable.  Lleva  una  noticia  exacta  del  que  corre  en  circula- 
ción, y  los  puntos  y  manos  en  que  se  halla. 

»Los  grandes  propietarios  tienen  sus  catastros,  oue 
les  indican  la  procedencia  y  valor  de  sus  rentas,  y  las  lin- 
cas que  á  ellas  están  afectadas. 

»E1  dueño  de  un  buque  calcula  y  sabe  exactamenti^  las 
toneladas  que  puede  cargar,  la  tripulación  que  necesita, 
las  brazas  que  cala,  las  propiedades,  estado  de  su  jarcia, 
velamen,  etc. 

.  »En  fin,  todas  las  clases  de  la  sociedad 'cuidan  de  co- 
nocer lo  que  poseen ,  lo  que  perciben,  con  1q  que  cneolas» 
y  de  lo  que  pueden  disponer. 

]i>Pero  los  administradores  de  los  pueblos  de  EspaSa, 
los  avuntamientos,  que  son  los  responsables  de  la  ícUcídid 
j.órúen  ie  ras  cametido^  teoibeii  este  eargo  sjuí  odaoo- 


89 

intento  de  lo  que  administran,  ^  con  la  misma  informa- 
Udadpasai  sus  sucesores.  De  ningún  archivo  puede  sa- 
^T^e  un  documento  que  determine  con  exactitud  ePpe- 
rfnietro  del  pueblo,  la  clase  de  edificios  que  posee,  las 
dilles  que  le  cruzan  ,  el  valor  de  los  terrenos,  la  direo- 
Clon  de  las  alcantarillas  y  acueductos.  Todo  pasa  por  tra- 
diciones, á  las  veces  corrompidas,  nada  tiene  regla  (¡ja; 
los  fontaneros  y  poceros  son  los  únicos  que  por  rutma 
conocen  donde  están  las  arcas  de  agua%  por  dónde  van 
hi  cañerías,  y  la  profundidad  en  que  se  hallan  colocadas, 
pero  sin  distinguir,  ni  poder  dar  una  idea  positiva  y  exac- 
ta Del  mismo  modo ,  los  últimos  son  los  dueños  del  se- 
creto para  saber  por  dónde  pasan  las  alcantarillas  de  aguas 
tocias,  el  paraje  en  que  se  encuentran  los  pozos,  y  su 
invfundidad,  pero  por  el  mismo  orden  que  los  primeros 
iía  formar  ni  guardar  medidas  de  los  unos,  y  la  capacidad 
de  los  otros. 

»Tal  desorden  da  pábulo  á  millares  de  abusos.  Estos 
rtnios  de  la  administración  local  están  á  discreción  de  es- 
ios  hombres;  ellos  proyectan  y  ellos  deciden  las  obras  qu^ 
lel  en  hacerse;  fundadas  6  infundadas;  no  es  fácil  censu- 
"arlas,  pues  nadie  tiene  los  conociisiientos- á  propósito. 
jO  DO  son  indispensables,  no  pueden  detenerse;  ellos  pré- 
entan  la  gravedad  del  daüo ,  y  á  su  dicho  hay  que  ate- 
leise. 

«Conviene  abrir  una  comutiicacion,  nadie  sé  atreve  á 
Dt^nlarlo,  porque  no  sabe  qué  edificios  so  tienen  que 
travesar ,  y  qué  perjuicios  habría  que  satisfacer.* 

»Se  \e  una  callo  pendiente^  qué  reclama  disminuir  su 
;of  sta,  papara  ha^'.crla  mas  transitaíble  para  los  carruajes, 
^a  también  para  que  sea  menos  penosa  y  molesta'^  los  de 
ipie. 

«Nada  puede  hacerse  sinincoñhreniiéil'tosj  jpbr  desco- 
MMer  los  niveles  déla  población,-  y  isi  laÉl  alca'ntarillas  y 
icneductos  lo  impiden. 

»  Todos  estos  obstáculos  y  muchos  mas  dependen  die  ta 
illa  de  planos  bien  detallados. 

vLa  aatoridad  debe  botirenícerae  d^  Vo '\kfií^t\MLVt 


40 

Sie  et  fonpftrlos^  7  que  sin  ello«  99  pued^  jmprfudmc 
racomípieUy  m  oeterminarse  el  plan  mOdeniQqiif  di«- 
ba  adoptarse  en  mejora  de  ios  pueblos.  Coolia&ail  ediA- 
candóse  casas,  y  seles  da  una  línea  defecluosa,  que  em- 
peora la  nivelación  Y  alineación  de  la  calle. 

»  Téngase  enlencíido  que  muchos  arauilectos  ller an  vo 
interés  material  en  conservar  este  desorden.  Uo  plano  hito 
trazado  y  en  el  que  se  fijase  la  noeva  linea  de  la  callfi 
marcarla  el  parji^c  donde  debiera  levantarse  mna  qiSHii 
entonces  el  arquitecto  no  tenia  el  derecho  ó  la  vefíiaja  & 
decidir  á  su  arbitrio  en  obsequio  del  proníetfiriOi  coyas 
intereses  no  están  siempre  ligados  con  los  aeí  comqp. 

»Dejo  á  un  lado  los  pleitos  que  ocasionan  cstM  arbi- 
trariedades, la  autoridad  que  ejercen  los  arquitectóisolire 
los  propietarios  que  no  se  sujetan  á  susexigeupas»  lapni- 
lizacionque  por  uno  y  otro  concepto  le  nota  en  lai  ooint* 
que  mucnas  veces  se  quedan  á  medio  hacer ^  por  eiUs 
competencias,  arruinando  una  familia,  desügarando  7 
embarazando  una  calle;  con  los  materiales,  por  ata*  #9* 
teros. 

»  Por  todo  lo  dicho,  y  mas  que  e^  obaeqqip  de  la  bn- 
redad  se  omite,  se  ve  la  necesidad  é  importancia  de  leriHi- 
t|ff  planos  en  todas  las  poblaciones,  y  con  parUcpb|iJW 
en  las  principales. 

»Lós  ayuntamientos  están  interesados  mas  inmediltlr 
mente,  y  los  pueblo»  por  comodidad  propia  dabenfoope- 
nir  si  fuese  necesario,  á  remover  los  obstáculos  qn  |it- 
dieran  oponerse. 

xEJfjtos  trabajos  son  mas  penosos  que  dUfif  ¡les,  y  por 
tanto,  no  faltan  personas  que  puedan  practicarlos. 

»l„aqperacion  debe  einpefar  por  levantar  di^nel^ 
tal  como  se  halla,  en  la  'mayor  escala  posible,  estenj^ 
do)ie  haf la  Iqs  arrabales. 

0  Ei|  seguíga  deben  marcf  r^e  las  dinaen9Íones  da  |a^ 
das  las  calles,  en  largo,  ancho  y  ónauío^ídades;  el  MrfwW 
|ro  dplas  plazas  y  manzanas:  la  dirQCciQO  de  todof  j^acne- 
ductos,  alcantarillas  públicas  y  particuíiires:  Uf  |KMiJ 
9(ia  4im0P0Íones;  los  ¡^Uos  y  cojrraies:  j  ^  S¡p^9  \tQo  lo 


^ 


41 

e  e^  pecesario  para  preaeptar  pn  ^^AHQfffffijjffT^f  e«Mo 


•  i. 


»Para  abraxat*  estos  detalles «.ae  harán  ac^ci^Mies^attc 
tracen  las  inclinaciones  de  las  calles^  ia  de  las  cañerUa  j 
demás  desagües,  la  profundidad  á  que  van  unas  y  o|faii> 
liando  al  mismo  tiempo  noticia  del  estado  de  las  póvadaa^ 
para  juzgar  de  su  resistencia;  si  las  cañerías  son  d^  lmyo> 

Ííqjno  6  jferro  colado;  por  último,  debe  ser  este  trablrio 
inj  detenido  y  minucioso  para  poder  ompreodcyr  ina 
obras  con  tino. 

^  Ȇna  vez  lotantados  los  planos  del  pueblo  de|  modo 
^e  queda  dicho,  so  procederá  a  formar  los  traaos  de  las 
ttejoras,  marcando  con  lineas  de  un  color  distinlOt  todofe 
'  '  proyectos  de  plazas ,  plazuelas»  direccio|i  tie  l^a  f^ 
,.  etc. 

'  »En  el  plano  se  señalará  con  letraa  iniciales  é  con'  la 
■ota  aue  se  convenga»  la  naturalejcá  de  U  coustruodíMa  dU 
^j3(¡licio,  sí  es  de  piedra,  ladrillo  4  otra  m<iterii;el  quomh- 
TQ  de  pisos;  si  está  cubierto  con  tpja,  pizarra^  etc»,  el  ea^ 
t^do  en  aue  se  encuentre,  y  todo  lo  que.CQQC|eriia  i  4mw 
Ift  an  valor  aproximacjo. 

»Practicadoesta  liempre  que  bajfa  de  eqtpreDderatjidi- 

1^1  onra  nueva,  se  dará  conocimiento  al  propij^rio  dt 

linea  que  dcbp  guardar,  qjuodando  bajo  la  rea|MHkaabi<^ 

^dafl  del  arquitecto  de  la  ^iud|id  su  cixactQ.cumpUniienlbi 

lo  aajse  couspguirá  mejorar  iM  |K>bliK)ioafM*,  y  aigiiMé»» 

constantemente  oí  plan  trazado.  $in  mudadaris  oa{rfi4» 

^s,  se  realizarán  (as.mejoraajQiAesAdeseaQ.j^:  •  , 

¿4^  diferqncia  de  oiunionea  polUicKae  do  tenia  para  el 

Eq^^  do  Ponlejos  la  signi&eaoioo.qao  pr^ra  otros  boin*«> 
i:  no  suponía  una  completa  separación;' «t  Ua  quefmh- 
ba  so  l^aUttbaa  acompañadas  de  iin.e#piritu  escliisiVo  jr 
qáozquino.  Como  bijas  oel  convenrimiebto  *  pvt>duie(é  df 
su  razón ,  eran  tan  ilustradas  túmú  tolerante».  Lab  <uM«- 
típoea  de  int^ress  pe«itivo  y  mathr^l «  las  de  fomealé  pü- 
' WPP  y  beneGeeneui  •  y  las  de  todo  género  de  meibraa  y  áp 
▼eJCfiadero  jircfraip  aociál,  iMreoiaii  au  oredueoeataLs  s^ 
fiqjunia^amv  no  pibula  iaeeaeait»  k  tí^uta  ^  Wiiil^(A9ui>»- 


44 

fpi,  7  dejando  en  Madrid  y  en  toda  Espafia  n 
memoria  por  su  ilástrado  celo,  por  su  ardiente 
bien  público ,  y  por  haber  consagrado  desinterés 
la  mayor  parte  de  su  yida  al  bien  de  siu  «onci 
jf  á  la  felicidad  de  su  patria. 


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oMPRKNDEiftA  está  biogvaífiá  ünk  iboiíeiái 'Séf'tddas  M 
bbras  j  escritos  de  este  eminente  Uterato;.-anafnarra^ÍQn 
dé  149  tareas  literarias ,  en  queha  émpleádo^na  Vtda:dila* 
fafda  y  de  incesante  trabajo ;  j  los  pormebaréc  óif  s  inte^ 
taútesde  ella,  que  tengan  relación  coorlciitíáválinra  óoop 
las  ciencias.'  "■■    •"■••;■:;'»:/)"  *.'■■': 

Nació  en  Tríana,  arrabal  de  Seidihr,:  €0*1115  ét  octch- 
bre  de  1775.  Sns  padres  correspondían  á  la  ndsstria  oor- 
nocida  en  aquella  ciudad  con  el  nombre  ^cl  avté  de  Ja 
jleda:  tenían  una*  pequefia  fábrica  de  dntorfa,  én  la  que 
don  Alberto  se  nó  precisada  á  trabajar  cfn  sus  primeros 
iiftós,  para  poder  continuár-isug  estudio».  Sus  padres  eráu 
honradísimos,  t  aliado  de'élioi  adquirió  su  lujó  los  há- 
bitos de  frugalidad  y  de  moderación,  qué  siempre  hacoD- 
aerr^do.'' 
J  En  la  universidad  de  aqueRá'  ciudad  siguió  fes  curaos 
^efilosofia,  teoiogia^y  'cánones,  habiéndose^  sradiiÉiQ  d^ 
baehilter  evlav.  dof  jMÚqpn»  Amltadet  SIpimUsMacDM^ 


te  estúdiiTinateináficas  etilos  estudibft'détrSoci^ad  Eco- 
'iiómica  de  Amigos  del  Pais ,  habiendo  sido  discipolo  de 
don  Pedro  Hcnry,  profesor  de  singular  mérito.  De  su 
aprovechamiento  en  todos  los  ramos  ,  cuyo  estadio  eoH 
prendió,  debe  decirse,  que  fué  estraordinario  j  muj  sa- 

Serior  á  lo  que  podía  esperarse  de  su  edad.  Ejemplo  rar» 
e  precocidad ,  á  los  trece  anos  ganaba   su  subsistencia 
dando  lecciones  de  matemáticas^  y  era  ya  el  apoyo  de  so 
familia.  A  los  15  años   fue  nombrado  profesor  de  mate- 
máticas en  los   esludios  de  dicha  Sociedad,  y  á  los  20  lo 
fue  por  el  .rey  para  una  cátedjTfi  de  la  misma   facultad  en 
el  cole]^ió^'d«' náutica  de  san  Termo,  en  la  misma  ciodad 
de  Sevilla.  En  1803  obtuvo  por  oposición  una  cátedra  de 
filosofía  en  el  colegio  de  ,san  Isidoro  de   dicha  ciudad: 
en  806  sirvió  la  cátedra  de  humanidades,  fundada  por  li 
Sociedad  Sevillana  de  Amigos  del  Pais:  y  en  1807  foe 
nombrado  para  la  cátedra  de  retórica  y  poética  de  la  uoi- 
Tersidad.  Tres  ó  cuatro  de  estas  cátedras  dcsempeiSó  por 
mucho  tiempo  simultáneamente,  no  faltándole  tiempo  pa- 
ra dar  lecciones  de  todos  estos  ramos  en  su  casa  y  fuera  ¿0 

tila ;  también  enseñaba  á  los  compañeros  de  iu  juveotini 

lalg^naa  de.cstai  facultades  que  ignoraban. 

Los  jnegofl  de  su  infancia  eran  literario».  VivOtile' 

-gre  y  jovial-^  dotado  dfi  una  singular  memoria ,  y  d^  W'  I 
perior  inteligenciA,  se -divertía  <ron  los  amigos  de  m  L 
edad  en  representar  las  comedias  de  Calderón,  de  Lope 
y  do  nuestro»  mejorea  ingcnior. -todavía  conserva  en  so 

-memoria  loa  pásajoa  mas  notables  de  muchisiipas  de  ellas: 
y  repite  á  propósito  los  cuentos,  comparaciones  y  cbiittf 

3ue  contienen.  Sin  embargo,  el  primer  objeto  de  su  aT" 
iente  aplicación  fueron  las  matemáticas ,  este  estudiólo 
-hizo  verdaderamente  en  la  infancia:  parece  que  la  initír 

Í^encia  fue  la  primera  doie  de  espíritu  que  descubrió.  £> 
os  primeros  años  de  su  juventud ,  asociado  con  amigo* 
une  cultivaban  la  bella  literatura,  y  en  especial  la  poeM» 
•^lesplegó  uña  singular  afición  á  estos  estodioSj  desoiArieB' 
do  al  misma  tiempo  una  iacilidad  de  eapr8sion«  ana  ti'' 
vTaxA  deiimagínatu)!!  >  win  ««ogúnU  seosUMiidiMli  y  >* 


firego  qm  desdo  luego  reíaltan  en  sas  primeria  composb- 
e  iones. 

En  otra  de  lis  biogriifias  quo  oonlponen  esta  galería, 
lemos  dado  una  ligera  idea  del  origen  y  procreaos  do  Is 
Academia  de  letras  humanas  fundada  en  Sevilla  por  fa- 
rios  jóvenes  estudiosos,  quo  después  han  llegado  á  ser  cé- 
Icbros  en  las  letras.  El  señor  Lista  fue  uno  do  los  prime- 
ros asociados ,  de  los  mas  laboriosos-,  do  los  que  mas  so 
iisiinguicron,  de  los  que  mas  reputación  llegaron  á  ad- 
quirir en  adelanto.  Las  primeras  nociones  de  bella  litera- 
tura j  de  gusto  las  recibió  de  su  amigo  don  Alanuel  Maria 
do  Arjnna ,  que  antes  habia  fundado  una  Academia, 
eoQ  cl  titulo  de  Horadaría ;  porque  la  obra  do  testo  que 
I:)  csplicabn,  ora  el  arto  poética  do  Horacio.  En  la  do  le- 
tras humanas  desempeñó  varios- cargos,  sostenía  frecuen- 
temente conferencias  verbales  sobre  puntos  literarios  y 
de  crítica,  csplicó  uno  ó  dos  cursos  completos  do  huma- 
Dídades,  y  leyó  gran  número  do  discursos,  Memorias  y 
composiciones  poiíuioas,  machas  do  las  cuales  se  impri- 
mieron por  aquel  tiempo  en  un  periódico  intitulado  Cor- 
reo  Literario,  que  daba  á  luz  en  aquella  ciudad  ol  literato 
don  Faustino  Matute  y  Gaviria.  Entre  varios  certámenes 
uno  do  ellos,  y  el  mas  notable  por  la  importancia  de  las 
obras  que  se  exigían,  fue  el  que  anunció  aquella  Acade- 
mia, y  que  se  celebró  en  1.°  do  diciembre  de  1799.  So 
ofrecía  un  ojempliir  lindamente  encuadernado  del  Quijo- 
te cu  seis  tomos,  al   autor  que   mejor  dcsemncnase  un 
Eocma  6pico  en  cien  octavas,  sobre  la  raida  del  primer 
onibre,  con  el  titulo  do  La  inocencia  jindvhi,  Al  que  me- 
reciese el   acésit,  so  le  ofrecía  en  premio  la  Eneida  de 
Virgilio,  traducida  por  Hcrnancbiy.  de  Velasco,  en  dos  tó- 
alos en  8.^  El  señor  Lista  presentó  con  este  objeto  un  poe- 
ma cu  üu  solo  canto,  que  mereció  el  accésit:  no  so  ha  im- 
preso nunca  ,  porque  el  autor  lo  habrá  considerado  como 
un  ensayo,  y  porque  juzgándolo  con  su  escesiva  modes* 
lia,  lo  habrá  reputado  como. poco  digno  de  la  luz. pública. 
€on  todo,  para  dar  una  maestra  de  los  primeros  ensayos 
del  señor  Ustarqoe  dos  Ñrira  como  térviiiw)  d«  wtii^^^^- 


cioq  m  el  jindo:  que  deraaen  hagmü  ÁmMnpn 

£'  oblicadas ,  no  podemoi  dejar  de  copiar  i  continiUK 
18  tres  prioieraf  octayas  qiie  airven  de  inirodaecioi 
uno  de  lof  mas  bellos  firagmentoa  ^  poema.  Priac 
eaUaai: 

Yo  canto  la  funesta  inobediencia 
del  padre  de  los  hombres ,  qae  entregada 
4ejó  el  mondo  j  su  triste  descendencia 
i  (a.  implacable  muerte,  j  al  pecado: 
Desterrada  lá  candida  inocencia 
diré  también,  del  sucio  desdichado» 
.  la  cólera  irritada  del  Eterno. 
-■    7-  el  TengatÍTO  triunfo  del  Ayemo. 

Espíritu  diyino,  que  al  doliente 
Profeta,  contra  el  pueblo  endureddc^ 
desatestes  el  labio  balbuciente 
en  f ue^o  celestial  enardecido , 
iu  me  inspira:  no  ja  la  impura  iuent^ 
lusco,  ni  eL  Helicón  enyileddo: 
^ue  en  mas  sagrado  ardor  el  pecho  siente^ 

inflamarse  á  la  llama  de  txi  aliento. 

.»  >      •        .■...■•', 

Y  de  él  arrebatado  a  la  alta  cima 
^e  la  Santa  Sion  mi  voz  sonora 
"■■  ,   rerelará  desde  el  helado  clima  • 

.   .      basta  el  ardiente  reino  de.  la  Aurorai     - 
Ya  el  soberano  espirito  me  anima 
mientras  del  ciclo  la  piedad  implora 
el  mísero  mortal ,  bañado  en  llanta 
á  turbar  las  moradas  del  espanto. 

De  la  mansión  deliciosa,  del  Edén  hace  la  belU¿ 
pintura  que  sigue: 

A;!  quién  dará  suspiros  á  mi  pecho, 
'  quién  á  mis  ojos  lladtei'én  abundancia 
para  cantar  en  lágriiMs  deshecho, 
^     oh  laiiíU  EAen  vV^  &e\\t\t^«^  ^\V»»(9itli  ^^^ 


Mi  xott  k  onyo.son  ámbito  estrecho 
faé  el  orbe,  no  ya  en  dulce  consonancia» 
masen  {gemido  ronco,  la  memoria 
renovará  do  tu  perdida  gloria. 

En  todo  el  universo  la  natura 
con  no  altorniU)  brillo  rolucia» 

Jde  graciosof^  dones  la  faz  pura, 
e  la  felice  (ierra  euríquccia: 
el  regalado  fruto,  y  mies  m.idura 
en  sazón:  grntn,  pródiga,  ofrecía: 
y  el  hombro  hallaba  en  su  fecundo  gremio 
á  un  plácido  trabajo  dulce  premio. 

El  Sol,  monarca  del  brillante  cielo 
de  la  luz  clara  padre  rcfulgcníe» 
aun  no  giraba  con  torcido  vuelo 
del  Capricornio  helado  al  Cancro  ardiente: 
ni  el  Can  entonces  con  fogoso  anhelo 
lanzaba  estivos  rayos  inclemente, 
que  los  céfiros  Maudps  ahuyoiiUsen, 
y  las  nacientes  Cores  abrasasen. 

Nunca  &  ilustrar  el  Escorpión  lejano 
al  contrapuesto  polo  se  acercaba, 

Ír  á  ocultar  su  esplendor  en  el  mar  Gana 
a  encendida  cuadriga  apresuraba: 
el  árbol,  del  sabroso  fruto,  ufano/ 
no  el  inclemente  biolo  rocptnba: 
ni  de  los  Prados  el  verdor  natío 
con  torpes  pies  holló  el  invierno  frió. 

Mas  por  el  medio  cielo  la  carrera, 
del  astro  luminoso  señalada, 
brilló  su  luz  en  la  estendida  esfera 
hasta  los  firmes  polos  derramada: 
de  rosM  siempre  el  albA  placentera 
sembró  del  ^ies  ru^9  j(a  morfid^^ ', 


l    -.o 


j  siempre  al  Sol,  dejandd  el  inür  MMtty,^ 
Dacér  el  orbe  yió  de  an  mñáio  leno. 

Y  asi  con  igual  let  al  fuego  interno 
que  en  raudo  movimiento  anima  al  mondo, 
fá  baja  tierra  desde  el  giro  elerno 

Íenetró,  y  el  Oeéano  profundo. 
11  templado  alimento  en  jugo  tierno 
al  fértil  suelo  dio  su  ardor  profundo: 
j  el  alma  primavera  por  el  viento 
Siempre  esparció  su  aelicioso  «liento. 

Guando  la  negra  noche  el  manto  oscuro^ 
lendia  por  los  orbes  silenciosa^ 
no  aprisionada  en  su  letargo  duro* 
el  triste  mundo  misero  reposa: 
antes  en  sueño  fácil  y  seguro, 
gozó  el  viviente  la  quietud  dichosa, 
mientras  brillaba  en  plácidas  centellar 
el  trémolo  esplendor,  de  las  estrellas: 

Nace  después  la  rutilante  auk^ra* 
trayendo  el  nuevo  dia  en  sus  albores»^ 
y  los.  puros  aljófares  que  llora 
vierte  en  el  seno  á  las  dormidas  flores:- 
despierta  el  ave,  y  con  su  voz  canora 
saluda  los  primeros  esplendores; 
y  todo  el  universo  en  mudo  canto 
entona  á  su  Criador  el  himno  santo., 

Asi  grato  placer  no  interrumpido 

Í^ozó  la  tierra:  el  Hacedor  donoso 
as  obras  de  su  mano  complacido 
mira  y  las  dásu  auxilio  poderoso: 
mas  de  cuantos  vergeles  ha  esparcido'.  ' 

4el  orbe  ea  eVredulo  ^^^d»io>v  " 


Mn  fljfpíira  de  la  grorifl  cra^ 
formar  de  Edén  el  bello'Piuruid* 

Resorte  en  él  la  eaudalosa  fuente* 

2ae  sumida  otra  Tex  en  honda  cnefr' 
todas  las  regiones  su  corriente 
el  dulce  riego  y  la  abundancia  lloTar 
en  él  también  sus  ramos,  eminente 
el  árbol  santo  de  la  TÍda  eleya: 
j  al  cuerpo  que  cansado  desfallece»- 
recobrado  yigor  su  firuto- ofrece. 

El  hombre,  mientras  lleca  el  esperado^ 
trono  á  ocupar  en  el  Emnireo*  cielo» 
fué  por  la  mano  inmensa  destinado 
para  labrar  su  floreciente  suelo:- 
en  él  mira  obediente  á  su  mandado 
cuanto  circunda  el  estrellado  Telo: 
dol  mundo  el  homenaje  en  él  recibe> 
7  á  la  natura  leyes  le  prescribe. 

El  soberbio  león  que  la  montaffa* 
estremeció  con  su  rugido  fiero, 
"viene  á  sus  pies,  depuesta  ya  la  safia, 
humilde  en  pos  del  candido  cordero:^ 
deja  á  su  yoz  el  tigre  la  campafia, . 
y  enfrena  el  ave  su  yolar  ligero; 
f  el  monarca  del  piélatfO  i  su  mando»! 
os  Tados  espumososvYá  cortando. 


i 


Bajo  sus  pies-  de  tierna  y  firesca  rosa> 

súbito  matizado  el  suelo  mira» 
'  y  del  aura  que  liba  ragarosa 

sus  hojas  el  olor  grato  respira :  \, 

inclina  el  árbol  la  cerTix  firondosa 

y  sacudida  al  aire  en  tomo  girat 
."  para  que  tronque  de  su  finito  opimoi  ^ 

tv  ti  Olas  pintado  6  jnai^iérttt  fMÍpft»  \ .«;, .     .n*<  ;^ .  n 


Uai  sobre  los  demás  mi  copa  imdMrfa 

rey  de  todo  el  vergel,  ele?a  ufiuio  , 

el  tronco,  cuya  fruta  defendía 

ioprema  ley  jquitar  al  labio  humaiior 

bumilde  ei  boüoíibre  asi  reconoció 

de  sa  Dios  el  imperio  soberano; 

á  este  precjo>  Seüor,  de  cnanto  encierra    , 

el  alto  cieú>.9  y  la  profanda  tierra. 

De  lirio  yirginal  la  sien  ceñida 
y  alba  azucena ,  la  inocencia  pura 
de  la  región  dichosa  desprendida 
muestra  al  hombre  su  angélica  hermosora:; 
en  celeMiales  lazos  á  él  unida 
la  feliz  tierra  domi.n6  segura; 
su  amable  mando  con  sagrado  acento 
canta  el  coro  del  alto  Firmamento. 

Con  día  descendió  su  dulce  hermana 
la  dulce  paz ,  y  al  orbe  amaneciendo 
brilló  entre  hermosas  nubes  de  oro  y  grana,^ 
blanda  quietud  su  oliva  proipetif  pdo: 
¡ah!  no  temido  de  la  trompa  insana 
entonces  era  el  pavoroso  estruendo 
ni  que  fueran  los  Campos  florecidos 
de  humana  sangre  alguna  ve^  teíiidosl 

Dedicado  al  estado  eclesiástico  desde  sus  primieros  afios» 
los  deberes  que  este  le  imponia*  y  sus  incesantesi  tareai 
literarias  ocupabau  csclusivameote  toda  su  atención.  Ha- 
biéndose ordenado  á  titulo  de  una  capellanía  de  muy  cor- 
ta renta,  libraba  su  subsistencia  y  la  de  safamilia  sobre 
la  renta  de  algunas  de  las  cátedras  que  desempeñaba  >  7 
sobre  los  productos  de  la  enseñanza.  Vivía  con  comodi- 
dad  y  desahogo^  y  tuvo  medios  de  adquirir  una  copiosa  J 
selecta  biblioteca.  La  afición  á  los  libros  ha  sido  siempf^ 
en  el  señor  Lista  una  verdadera  pasión-.  Ami|ba  el  trato  J 
/a  conversación  de  tut^ atai^o^'t  i  <^\»qa% acompañaba  ea 


9 

^l  estudio ,  dirigiendo  mútaimente  unos  las  composición 
nos  de  dtros ,  con  quienes  hablaba  de  Uteraiora ,  j  con 
quienes  goiaba  de  los  mas  puros  6  inocentes  placeres.  La 
amistad  que  entonces  contrajo  con  algunos  jótenesiqua' 
eran  sus  compañeros  de  estudio,  la  ha  conservado  toda  sm 
vida ,  y  respecto  do  varios ,  los  ha  amado  hasta  mas  all¿ 
4el  sepulcro.  La  inocencia  do  sus  costumbres,  la  viveía 
de  su  fé ,  y  la  exaltación  de  sus  sentimientos  religiosos ,  le 
inspiraron  en  su  primera  juventud  la  mayor  parto  do  las 
poesías  que  escribió  sobre  asuntos  sagrados. 

En  estas  dulces  y  útiles  ocupaciones  le  sorprendió  el 
alzamiento  de  las  provincias  del  reino  en  1808.  Entonces 
su  actividad  encontró  nuevo  pábulo  en  las  circunstancias 
políticas,  á  que  ni  su  patriotismo,  ni  su  reputación  le 

Eermitian  mostrarse  indiferente.  Por  aquel  tiempo  pub- 
licó cl  Espectador  Sevillano,  escelento  periódico  de  poli-» 
tica  y  de  literatura ,  en  que  por  primera  vez  principiaron 
á  propagarse  las  nociones  do  una  justa  y  prudente  liber- 
tad en  el,  que,  también  por  primera  vez,  so  habló  de 
Cortes,  como  una  áncora  de  salvación  en  las  grandes  crisis, 
de  nuestra  nación:  se  recordó  la  prácticay  formulado  ollas, 
sus  prcrogativas  6  historia ;  y  so  apeló  á  su  convocación^^ 
como  al  único  medio  de  salvación  en  la  deshecha  borrasca ' 
que  amenazaba  k  la  nación.  Guando  el  Semanario  Palrtii^ 
lico,  que  principió  á  publicarse  en  Madrid  por  el  señor 
don  Manuel  Josó  Quintana  y  otros,  continuó  dándose  á 
luz  en  Sevilla,  se  asociaron  á  su  redacción  los  señores 
Blanco  y  lista,  que  escribieron  algunos  articules  hasta 
que  pasó  la  redacción  de  aquel  periódico,  iDn  su  tercera  épo-* 
ca ,  á  Cádiz.  Guando  so  trasladó  á  Sevilla  la  Junta  Gon« 
tral ,  ocurrió  la  muerto  de  su  presidente  el  conde  do  FIo- 
ridablanca.  Gon  este  motivo  le  encomendó  la  Junta  el  olo-' 
gio  de  su  presidiante,  por  conducto  del  señor  Jovellanos. 
Este  trabajo  lo  desempeñó  el  señor  Lista  á  satisfacción  de' 
la  Junta  y  de  aquel  ilustre  individuo  de  elb,  quien  asi  so 
lo  manifestó:  todavía  se  busca  con  interés  un  escrito ,  que 
^  de  los  mejores  que  ha  producido  la  pluma  del  autor.  : 
>  Oeapadas  Isa  Andalucías  por  las  Itopis  it^ii^^v%  ^  V^ 


mismo  tfue  todo  el  reino vjtugó  el  sellor  Lista  que  la  sai^- 
Tacion  de  nuestra  patria  no  pedia  depender  aisladamente' 
de  una  resistencia,  que  solo  sirviese  para  agravar  toda-- 
yia  mas  los  males  y  desastres  inherentes  á  una  inyasion 
estranjera.  No  es  esto  decir  que  desaprobase  la  resisten-^ 
cía,  sino  que  la  queria  prudente  y  no  desesperada;  que* 
m>  la  quena  tal,  que  convirtiese  al  pais  en  un  montón  de 
escombros,  y  que  por  salvar  á  España,  arruinase  todos  sus- 
pueblos  y  sacrificase  á  todos  sus  moradores:  la  queria  or- 
denada y. con  sistema,  y  fundada  en  la  conveniencia  de 
los  pueblos;  la  queria  de  tal  manera,- que  hermanase  lo 
que  exigía  el  decoro  nacional  y  un  patriotismo  ilustrado, 
con  lo  que  reclamaba  al  mismo  tiempo  el  bien  material  é- 
inmediato  de  los  mismos  pueblos.  Permaneció  en  Sevilla  á 
la  entrada  de  las  tropas  invasoras,  pues  ni  su  estado  le  per- 
mitía correrá  los  combates,  ni  su  estado  tampoco  le  obliga- 
ba á  seguir  al  gobierno  á  la  isla  Gaditana,  cosa  que  le  bu-- 
hieran  impedido  su  módica  fortuna  y  la  profesión  á  que 
debia  su  subsistencia.  No  creemos  que  la  «aligación  de 
seguir  al  gobierno  supremo  puede  estenderse  mas  que  á 
los  empicados  de  la  administración  superior,  á  quienes  se 
les  mandase  espresamente.  El  señor  Lista,  comounecle^- 
siástico  particular,  como  un  profesor  público,  se  mantu- 
vo en  el  pueblo  donde  ejercía  su  ministerio.  Su  misma 
celebridad  no  le  permitió  vivir  en  la  oscuridad.  Los  ge- 
nerales franceses  quisieron  conocerle,  y  si  no  era  posme 
co  tan  críticas  circunstancias  negarse  á  las*insinuaciones 
de  los  que  pudieran  imponer  su  voluntad  C(Hno  una  ley 
imperiosa,  tampoco  dejaron  de  tener  efecto  en  el  ánimo 
del  señor  Lista  las  persuasiones  de  sus  amigos,  que  le 
hacian  ver  la  necesidad  de  someterse  á  la  fuerza.  Admi- 
tió, pucsr  sin  serle  posible  escusarlo,  nn  cargo*  nominal 
y  honorífico,. que  casi  estaba  reducido  á  traducir  los  par- 
tes oficiales  de  los  generales  franceses,  y  otros  doeomeo-* 
tos  que  se  insertaban  en  un  periódico  oficial.  Mucho  me* 
nos  podia  negarse  á  las  muestras  do  estimación  y  aprecio 
que  recibia  de  los  mariscales  y  generales  franceses,  qii9 
facían  justicia  á  su  mferko^  >}  ^ua  le  manifestahao/nn*^ 


:nngiílarooiisideracioii.  ElfaTor  que  le  dispensaban  no  lo 
tuvo  ocioso  f  pues  incesantemente  lo  empleaba  en  obacy- 

*:quio  de  sus  discípulos  j. amigos,  y  de  cuantas  personas  se 
acogían  á  su  protección.  Kn  esta  época  do  su  vida  tuvo 

•ocasiones  de  hacer  mucho  bien,  y  lo  hizo  en  efecto.  Ma- 
chos años  después  les  recordaba  en  París  <il  señor  Lista  j 
aun  amigo  suyo,  el  mariscal  Soult,  las  muchas  gracias 

•  que  por  su  mediación  habia  concedido,  sin  que  en  su  in- 
'terior  diese  gran  crédito  á  las  razones  y  motivos  en  que 

se  fundaban  para  solicitarlas.    . 

Bastó  lo  dicho  para  que  en  1813  tuviese  que  abando- 
.nar  á  su  patria  y  emigrar  á  Francia,  siguiendo  los  ejép- 
•citos  de  Napoleón.  Tuvo  también  que  dejar  abandonada 
.  au  familia ,  de  la  que  era  un  verdadero  padrcí  desapare- 
ciendo en  aquel  torbellino  la  pequeña  fortuna  que  con  su 
.industria  y  moderación  habia  sabido  formarse.  Mientras 
viajaba  desde  Sevilla  á  Francia,!  atravesando  toda  España 
j  rodeado  de  continuas  molestias  y  de  peligros ,  estUaiaba 

•  como  si  esa  fuera  su  profesión ;  el  movimiento  de  los  di- 
ferentes cuerpos  del  ejército  francés  y  el  plan  de  la  reti- 
rada, levendo  por  los  caminos  y  en  las  posadas  por  terce- 
ra vez  fa  historia  do  España  por  el  P.  Mariana. 

Cuando  Ios-emigrados  españoles  entraron  en  Francia, 
:  se  distribuyeron  en  grupos  6  fracciones,  cada  una  do  las 
cuales  nombró  un  jefe  que  hiciese  cabeza.  Gambronero 
.fue  jefe  de  una  de  estas  fracciones:  también  lo  fue  Gq- 
rostiza  (don  Pedro  Ángel),  y  también  el  señor  Lista.  Es- 
.tos  diferentes  grupos  seguian  rumbos  diferentes  para  es- 
tablecer su  residencia.  Pero  como  entonces  entodos  los 
.departamentos  de  la  Francia  se  acababan  de  nombrar  au- 
-  toridades  adictas  á  los  Borbones,  y  conocidas  generalmen- 

•  le  por  la  exaltación  de  sus  opiniones,  y  como  los  emigra- 
dos españoles  estaban  reputados  por  partidarios  de  Napo- 
león, eran  por  consiguiente  mal  acogidos,  sino  de  los  pue- 

:blos  de  aquella  nación  hosditalaria,  al  menos  de  las  auto- 
ridades que  se  hallaban  al  frente  de  los  departamentos. 
•£l  señor  Lista,  á  pie  y  seguido  de  los  suyos,  atravesó  mu- 
^clioa  departamentos  de  Francia  i  án  qú^xeu  xi^vnf^x^V^  ^- 


112  '  • 

«itediosen  los  prefectos  á  peñnitirles  fijtr  sQ'  teti4eneia. 
Él  cansancio  y  las  fatif^as  de  los  viajes,  j  las.pcnalidadet 
ijr  privaciones  consiguientes,  redujeron  a  los  que  segirian 
al  señor  Lista  á  la  mayor  desesperación.  Un  ouispo  fran- 
cés á  quien  aquel  se  presentó,  lo  invitó  á  qne  so  separase 
do  los  suyos  y  so  quedase  en  su  diócesis:  á  esto  se  -negó 

'icón  resolución,  no  queriendo  separarse  de  sus  compañe- 
ros de  desgracia,  y  do  los  qui»  en  él  haliían  depositado  su 

'eoníianza,  mientras  durasen  aquellos  días  de  infortunio  y 
de  adversidad.  No  permitiéndoseles  fijar  su  residencia  en 
ninguna  parte,  so  dirigió  el  señor  Lista  al  prefecto  en 
una  capital  de  departamento,  y  con  energía  y  con  calor 
le  rogó  que  antes  de  hacerlos  salir  de  su  departamento, 
loshicieso  fusilar  á  todos  en  el  glásisdo  la  plaza,  pues  se 
bailaban  rendidos  de  fatiga,  y  sin  medios  ni  recursos  de 
ningún  género  para  proseguir  la  peregrinación  á  que  se 

>  les  condenaba.  A  poco-  hubo  de  variar  la  conducta  de  hs 

'  autoridades,  en  vista  dplas  instrucciones  querocibieron  de 
la  corte.  Se  les  permitió,  pucs,^  fijar  su  residencia ,  pero 
por  algún  tiempo  no  fueron  socorridos.  El  señor  Lista, 
nombre  de  singular  actividad  y  de  resoluciones  prontas, 
organizó  una  Academia  de  varias  facultades,  y  conooido 

-  én  breve  de  las  personas  mas  distinguidas  déla  población 
en  que  primero  se  estableció,  tuvo  muchas  lecciones  de 

-idioma  español,  de  humanidades,  de  matemáticas  é  histo- 
ria: también  enseñaba  á  muchos  de  sus  compañeros  de 

-  emigración  que  querían  emplear  útilmento  el  tiempo,  es- 
tableciendo especialmente  para  muchos  do  estos  una 
Academia  do  idioma  francés.  A.  muy  poco  trempo,  las  lec- 

-  ciones  que  adquirió  el  señor  Lista ,  le  suministraban  so- 
bradamente para  su  decente  subsistencia,  y  para  socorrer 
generosamente  á  sus  compañeros  de  desgracia,  á  quienes 
^iró  siempre  conao  á  hermanos,  tratándolos  con  el  afecto 
'y  la  franqueza  de  tal. 

Uno  de  sus  primeros  cuidados  al  entrar  en*  Francia 
fue  saber  el  punto  donde  se  hallaba  don  Juan  Melendez 
Yaldés;  á  quien  pasó  á  visitar  á  Tolosa  ó  Burdeos.  El  se- 

"  ñot  Lista  úú  ha  podido  oW\&ax  iqmli\cí  U«  honv  de  con- 


is 

^rsadoa  qüd  pasó  con  amiél  indigno  poeta,  de  quien  ad^ 
mira  siempre  los  profonoos  conocimientos  qno  poseia  en 
la  literatura  I  j  las  delicadas  observaciones  que  le  habia 
sugerido  su  larga  cspericncia  en  todo  género  de  compo- 
siciones poéticas.  A  poco  tiempo  le  dirigió  el  señor  Lista 
una  magnifica  composición,  que  se  halla  entre  sus  poesías, 
con  otra ,  llena  de  ternura  y  do  dolor ,  en  que  lloró  su 
muerte. 

Un  prelado  eclesiástico  le  nombró  para  el  curato  dé 
nna  pequeña  aldea ,  v  lo  desempeñó  por  algún  tiempo, 
llenando  muy  cumplidamente  todas  las  funciones  del  mi- 
nisterio parroquial;  predicó  también  repetidas  reces, 
aunque  no  pronuncia  el  francés  de  una  manera  ayentaja- 
da.  Pero  dejó  este  cargo  para  que  recayese,  como  en 
efecto  recayo,  en  un  compatriota  suyo,  y  aun  creemos  que 
de  la  misma  ciudad  de  Sevilla» 

En  1817  se  restituyó  á  su  patria,  fijando  su  residen- 
cia ya  en  la  ciudad  de  Pamplona ,  donde  dio  lecciones  á 
los  jóvenes  mas  distinguidos  de  aquella  ciudad,  distin-» 

S alendóse  entre  estos  él  actual  hnron  ¿e  Bígüczall ,  ya  en 
ilbao>  donde  obtuvo  por  oposición  la  cátedra  de  mate- 
máticas, establecida  por  el  Conrado  do  aquella  plaza^ 
Para  esta  escuela  escribió  unos  breves  tratado!!  de  algu- 
nos ramos  de  las  matemáticas.  Ademas  de  las  lecciones 
que  daba  en  su  clase  pública,  las  daba  privadamente  en 
su  casa,  y  ya  de  algunos  ramos  do  las  matemáticas  quo 
no  entraban  en  el  plan  de  estadit)s  de  aquella  escuela,  ya 
de  literatura ,  historia  y  otras  ciencias.  De  esta  manera 

Í tareco  que  su  destino  lo  conduela  á  ir  esparciendo  por 
iferentes  capitales,  semillas  dé  buen  gusto  literario  y  do 
la  mas  sólida  instrucción.  En  todas  partes  era  considerado 

Í  obsequiado  por  las  familias  niiis  cfíslinguidas,  y  rodca- 
0  do  la  juventud  estudiosa,  'ü^'b  ({Uf;  lia  inspirado  siem- 
pre tanta  veneración  por  sil  va'il'o^  'saber  ,■  cuanto  carifio 
'  por  la  amabilidad  y  dulzura  dd  sujiraráctcr. 

Las  instancias  de  sus  amigóST,*- el  deseo  do  abrazar  á 
muchos  do  ellos,  después  de  una' larga  anuencia,  y  las 
Ventajas  que  proporciona  la  cArfo  i|láKa  m  \iie&iV^>o\j^x%8^ 


u 

:tios,  lo  impulsaron  á  ttiasladarse  ¿  ella  en  1820 «  deiipnet 
-de  haberse  promulgado  la  Constitución  de  1820.  Conti- 
nuó^ como  en  todas  partes,  ocupándose  en  la  enseñanza, 
tomando  ademas  parte  en  la  redacción  de  El  Imparcial  j 
de  El  Censor.  En  este  último  escribió  mientras  duró  aquel 
periódico,  que  dejó  de  publicarse  cuando  ocurrieron  los 
.memorables  acontecimientos  del  7  de  julio;  y  en  el  que 
se  propuso,  de  acuerdo  con  los  otros  dos  colaboradores, 
que  lo  eran  sus  amigos  don  Jo.sé  Heriñosilla  y  don  Sebas- 
tian de  Miñano ,  propagar  las  buenas  doctrinas  políticas, 
formar  una  opinión  ilustrada  y  fuerte,  apoyar  las  refor- 
mas útiles  y  convenientes,  que  la  situación  del  pais  re- 
clamaba, y  contener  con  firmeza  el  espíritu  de  exagera- 
ción, haciendo  cruda  guerra  á  los  proyectos  y  tentativas 
desorganizadoras  y  anárquicas.  Este  periódico  fue  el  ver- 
dadero fundador  en  España  de  la  .escuela  moderada;  en- 
tendida esta  palabra  en  •su  natural  y  legitima  acepción,  es 
.  decir,  escuela  que  profesa  principios ,  máximas  y  doctrí- 
.  ñas ,  que  ademas  de  estar  fundadas  en  la  prudencia  y  en 
.la  conveniencia^  se  hallan  igualmente  distantes  de  dos  en- 
tremos opuestos  y;  viciosos*  Este  periódico ,  .que  todavía 
se  lee  con  interés,  y  ^Ut^.^e  busca  y  se  desea  adquirir,  for* 
.  ma  en  17  tomos  en. 8.^,  la  mas  preciosa  colección  de 
opúsculos  políticos,  económicos  y  literarios:  en  ella  se 
examinaron  profundamente  con  erudición,  con  lógica  v 
elocuencia,  las  mas  interesantes  cuestiones. que  en  aquella 
época  se  agitaron,  como  la  estincion  de  monacales,  la  su- 
presión, del  instituto  de  la  Compañía  de  Jesús,  la  ley  ^e 
vinculaciones  y  mayorazgos  y  otras.  Todos  los. artícnlps 
de.Jiteralura  dramática  son  del  señor  Lista  y  lo  mismo  los 
mas  de  critica  literai:i,¿/yj  muchos  relaiiivos  á  cuestiones 
políticas.  Aunque  en  mogun  articulo  .de  ^sta  colección 

Eeriódica  está  firmadQ  ^qr  su. autor,  contraía  ptictica 
üY.vígente;»  según  la  cual  se  firma  el  articulo  toas  f^^ig- 
nihcante  con  el  nombr^  y  todos  los  apellidos  de  su  autor, 
sin  embargo  los  del  f^ño^. Lista  se  distinguen  desde  Iuíe!^ 
por  las. cualidades  de  su  estilo,  en  lo  gcnecal  mas  corta- 
Jio  ^.el.de  I^iñano^t  ^j  de  mas  tarieaad  y  |trm9^^^ 


15 

didft  HéraionUá,  laniMáo  ftl  miimo  tienq^  nits  inima^ 
doQ  7  colorido  qae  elée  ambos.  Entre  int  artíeoloi  po«-. 
Utieof  f  son  los  mas  notables  en  nuestro  concepto ,  d  que 
tiene  por  epígrafe:  «Origen»  projpresos  y  estado  actnal  del 
sistema  representatiro  en  las  naciónos  europeas» »  el  que 
trata  de  la  revolución  de  Ñapóles ,  el  que  esplica  lo  que 
era  el  Consejo  de  Estado  en  la  Constitución  de  1812,  el 
que  trata  de  Us  antiguas  repúblicas ,  el  del  espiritu  de 
partido,  el  de  la  armonía  de  los  poderes  constitucionales, 
el  de  la  autoridad  del  pueblo  en  el  sistema  constitucio- 
nal ,  j  el  de  la  omnipotencia  parlamentaria.  El  primero 
es  un  magnifico  discurso ,  en  que ,  después  de  (razar  con 
mncba  filosoña  y  con  una  bermosa  elocución ,  los  bechos 
mas  notables  que  forman  la  historia  del  régimen  repre- 
sentativo, llegando  á  formar  el  cuadro  que  presentaba  en 
aquella  sazón,  concluye  diciendo:   «Tal  pa  sido  el  origen 
y  progresos  del  sistema  representativo.  Conocido  en  sus 
principios  con  los  nombres  modestos,  por  no  decir  bu- 
mildes ,  de  tercer  eetaído ,  cámara  baja^  procuradores  de  ¡as 
ciudades  de  voío  en  Cortes^  sin  verdadera  autoridad  legis-- 
lativa,  con  muy  poca  inOuencia  en  la  administración,  me- 
ro instrumento  puesto  en  mano  de  los  reyes  para  abatir  el 
feudalismo,  y  cuando  ya  la  autoridad  ministerial  se  creyó 
suficientemente  arraigada,  suprimido  en  unas  naciones  y 
olvidado  en  otras,  ha  llegado  a  ser  en  nuestros  tiempos, 
gracias  á  los  progresos  de  la  civilización  y  de  las  luces,  la 
primer  rueda  de  la  máquina  política,  el  órgano  de  la  so- 
beranía nacional,  y  el  arbitro  de  los  destinos  futuros  del 
universo. 

»¿Qué  es  lo  que  falta  pues  para  la  renovación  política 
de  la  Europa?  Solo  la  buena  féen  los  depositarios  del  po- 
der ejecutivo  y  conservador  (1).  Constantemente  clamare- 


(1)    Los  publicistas  de  nuestros  dias  colocan  el  poder  conservador 
en  aquellas  ciases  ó  magistraturas^  cuya  obligación  es  contener  por 
una  parte  la  autoridad  popular,  que  siempre  tiende  á  la  democracia, 
y  por  otra  el  poder  ministerial,  propenso'aldespotismo.  £Vy^^<tt  ^^t^ 
senrador  existe  de  hecho  en /as  ciases  superiores  de  \a  %otVft<k«!\  ^  i\«^ 

Tomo  vm.  \^ 


li 

naiá.loi]eÍMile  los  paeÜoütc  •hi>initB<i  ;Írrt«MÍiÉn¿yt 
eB^ejecidaa:  no  queráis  gobernar  |foi  ptefogativat/cuyo» 
titoio» ha  anticuado  el  indomable  espiritn  del  siglo.  Seci- 
biA  de  Tuostrsft  naciones  un;  Ululo  nftas* sólido  y  maf  glo* 
rioso:  sed  el  centro  del  poder,  los  moderadores  de  toda 
kadmini&traeion:  sed  los  dadores  déla  pai^  de  la  eoneorw 
día  y  de  la  feticidad.  La  adulación  mata,  5  el  amorre 
los  pueblos  hace  vivir  en  los  siglos  mas  remotos.» 

)» Diremos  á  los  ministros  de  la  religión:  «sed  ángeles 
de  paz,  anunciad  las  verdades  eternas,  fundad  en  las  aU 
mas  el  reino  puramente  espiritual  de  Jesucristo  y  abando- 
nad el  cuidado  de  los  negocios  temporales  á  quienes  la 
Providencia  divina  y  la  razón  humana  los  confian  de  de* 
recbo...  No  atraigáis  sobre  vosotros  la  terrible  aeriaiimH 
cion  de  turbar  en  nombre  del  ciclo  la  tranquilidad  de  la 
tierra,  por  mezquinos  y  sórdidos  intereses.» 

» Diremos  tatnbicn  á  las  clases  superiores  de  la  sacíe^ 
dad:  «no  existen  ya  cartas  privilegiadas:  las  virtudes  y 
los  talentos  son  los  únicos  títulos  de  superioridad  quesa- 
fre  la  actual  generación.  Sed  hermanos  de  vuestros  coa- 
ciudadanos:  sed  dignos  de  su  confianza:  servid  á  la  pa« 
tria 9  y  obtendréis  la  gloria  de  conservarla,  muy  sape** 
ríor  á  las  distinciones  de  la  yanidad  y  al  orgullo  de  las 
genealogías.» 

9  En  fin,  nos  parece  una  verdad  indudable  que  va 
novarse  la iaz de  la  Europa:  el  deseo  universal,  los 
nocimientos  políticos  diseminados  por  todas  las  nacioBCS 
lo  aseguran.  ¿Qué  valdrán  contra  esta  masa  defmria  do* 
ral,  los   débiles  esfuerzos  del  corto  número  que  goia  i 

cuales  son  igualmente  funestos  el  poder  arbitrario  y  la  anarquía ,  por- 
que el  lu;^ar  que  ocupaa  las  somete  mas  inmediatainente  ¿la  ia^ 
iluen:-ia  y  animadversión  del  ministerio  ó  de  la  demagogia.  La  mayor 
parle  de  las  constituciones  colocan  de  derecho  el  poder  coDserwor 
en  una  segunda  cámara  ó  en  un  Senado.  La  astuta  combinación  de 
las  constituciones  consular  é  imperial,  que  sometían  el  Beoadoal  jefe 
de  la  nación,  y  la  nación  al  Senado^  hizo  que  este  fuese  conocido  coa 
el  nombre  de  Senado  Conservador  de  Bonaparte. 

C^ota  del  articulo^ 


ir 

cotia  dala  conranidad?  La iuiica carrera  glorióla  y  sagí^- 
ra  qae  lea  queda ,  es  ponerse  al  frente  de  la  revoicicion, 
dirigirla  pacificamente  evitando  las  convulsiones,  y.sobre 
todo  la  sangro.  Guando  á  los  pueblos  no  se  les  concede 
Toluntariamente  la  justicia  que  piden,  la  arrancan  coa 
TÍolencia.  La  táclica  de  las  revoluciones  está  ya  niuv  per» 
feccionada,  y  no  hay  mas  medios  do  evitarlas  que  la  justw 
cia  y  la  moderación.  Diremos  que  esperamos  que  el  lorrir 
ble  ejemplo  de  la  Francia  sea  útil  á  la  presente  geno-» 
ración. 

)>LaEspafia,  sometida,  después  de  la  desagraciada  lucha 
de  los  comuneros,  al  despotismo  ministerial  é  inquisito- 
rial; la  España,  cuyos  progresos  en  las  artes  y  ciencias,  se- 
Saladamente  en  la  del  gobierno,  han  sido  tan  lentos  aun 
en  nuestros  dias,  conservó  sin  embargo  á  pesar  de  tan-^ 
los  obstáculos,  el  germen  do  la  libertad  primitiva  en  la 
probidad  y  constancia  que  han  caracterizado  en  todos  tiem- 
pos á  sus  habitantes.  Un  sentimiento  profundo  de  indig- 
nación le  arrancó  el  ffrito  de  guerra  en  18Ü8:  la  rcilexíoa 
de  los  males  que  sufría  durante  aquella  lid  devastadora « 
y  de  los  quetemia  en  lo  sucesivo,  le  hizo  conocer  cuál 
era  la  fuente  de  sus  infortunios;  y  determinó  cegarla 

Cira  siempre,  elevando  un  nuevo  edificio  social  sobre 
abases  de  lalibertad  y  de  la  representación,  lutereseí 
privados  reunidos  á  preocupaciones  envejecidas,  sus- 
pendieron durante  seis  años  la  marcha  de  los  princi[»ioa 
tutelares:  mas  no  retroceden  los  españoles,  cuando  una 
vez  han  recorrido  la  senda  del  bien.  Ua  salido  de  entre  sus 
ruinas ,  mas  hermoso  y  brillante  que  nunca ,  el  gobier- 
no nacional:  las  grandes  ideas  están  bajo  la  salvaguardia 
de  una  gran  nación,  que  reúne  en  supremo  grado  la  intre- 
pidez y  la  prudencia ,  la  moderación  y  la  constancia,  y  su 
triunfo  es  indefectible.  £1  poder  legislativo  ha  sido  de- 
vuelto á  la  representación :  el  poder  conservador  estriba 
en  la  sanción  de  las  leyes^  atribuida  al  monarca,  en.  el 
voto  consultivo  del  Consejo  de  Estado  >  elegido  por  el 
rey  á  propuesta  de  las  Cortes,  entre  los  hombrea  tí^\ 

ImieiDéñVoa  da  la  jiacioo,  j  princi|^akDL«ak)t  «a  <^  ^^r^*» 


18 

rácter  religioso  y  cnerdo  de  los  eiadedtiios  éipiBoles-' 

«Para  ileDar  las  esperanzas  de  la  actual  época,  cojob 
eamplimiento  inmortalizará  á  la  Espafia  y  á  sos  repre — 
sentantes,  ademas  de  las  luces  y  conocimientos  pecnliare^ 
á nuestro  suelo,  es  necesario  la  espcriencia  de  los  ejem — 
píos  tomados  de  las  naciones  estranjeras.  Sus  aciertos, sus 
errores  mismos  nos  serán  útiles;  y  tanto  mas,  cuanto  lan 
análisis  política  que  hagamos  de  unos  y  de  otros  será  impar— 
eial,  porque  se  versará  sobre  países  distantes,  y  sobre  in — 
t^resesaj^nos.  Un  estudio  de  esta  especie  que  podría  lia — 
marse  estudio  filosófico  de  la  historia  de  la  edad  présenle,^ 
es  de  la  mayor  importancia  para  un  pueblo  que  quieren 
consolidar  su  libertad.  Ademas,  los  deseos  de  los  gober- 
nados, ya  mas  ya  menos  comprimidos  por  el  poder  y  la  as — 
lucia  de  los  gobernantes,  forman  un  cuadro  moral  y  po — 
Htico  sumamente  interesante  p?ra  el  filósofo. 

»Esta  razón  nos  ha  movido  á  insertar  en  nuestro  pe- 
riódico, como  lo  haremos  en  los  números  sucesivos,  no 
solo  las  combinaciones  legislativas  que  en  los  demás  paí- 
ses aceleran  ó  atrasan  la  marcha  de  los  gobiernos  repre- 
sentativos ,  sino  también  la  análisis  de  las  obras  que  se 
publiquen  sobre  política,  impugnando  los  principios  con- 
trarios ya  al  orden,  ya  á  la  libertad,  y  elogiando  y  reco- 
mendando las  ideas  favorables  á  la  prosperidad  de  lis 
naciones.  Seriamos  muy  dichosos  si  en  los  juicios  y  cen- 
suras que  hagamos,  estuviéramos  tan  seguros  de  lai 
fuerzas  de  nuestro  ingenio,  como  lo  estamos  de  la  rectitud 
de  nuestras  intenciones.» 

En  el  cscclentc  articulo  que  ya  hemos  citado,  acerr 
de  la  revolución  de  Ñapóles,  son  notables  los  dos  pasaj 
siguientes: 

aEl  impulso  comunicado  ú  (oda  Europa  por  la  revo^ 
cion  francesa  en  su  larga  y  dosgracinda  c;irrora,  ha  acf 
rado  la  marcha  vencedora  de  la  opinión  pública;  y  Ib 
prueba  ineluctablemente  la  nnalogia  de  este  impulso 
el  espíritu  del  siglo,  es  que  ni  la  tiranta  que  soced 
Francia  A  las  convulsiones  an¿írqu¡cas,  ni  el  odio  un 

—  «/luella  t\raiii;\  m\yvtU  «ítvVc;^  V^  w^cion 'fin» 


19 

iiutniíDento  de  sns  conquistas,  han  podido  retardar  el 

Wanfo  de  los  principios  libornlos.» 

Hablando  dcspuos  del  sinp^iiliir  fonóniono  de  que  en  las 
^'evoluciones  do  Kspañc^  y  Ñapólos,  en  el  afto  de  20,  haya 
^Cimacio  l?t  inicialiva  la  fuerza  armada,  dice: 

alül  militar,  somelido  necesariamente,  aun  en  las  re- 
r^TÍiblicas  nips  libros,  á  una  disciplina  despólicn,  hi  sido 
'airado  como  polijrroso  pnra  la  linortad  de  las  naciones. 
Oe  aquí,  la  impaciencia  con  que  las  leves  le  quitaban  Us 
^Tmas,  y  le  restituían  á  Ia  clase  de  ciudadano,  apenas 
besaba  el  pelij^ro  ó  la  empresa  que  había  dado  motivo  al 
armamento;  de  aquí  también  la  repuprnancia  de  los  pue- 
blos amantes  de  su  libertad  á  alistarse  bajo  las  banderas, 
y  í  someterse  al  mando  de  los  que  no  pudiendo  saciar  su 
ambicien  como  mafi[istrados,  querían  saciarla  como  gené- 
ralos. Cuando  Roma  se  vio  precisada  por  la  estonsion  del 
Imperio  y  do  la  dilatación  de  sus  fronteras,  á  tener  gran- 
les  ejércitos  permanentes,  los  procónsules  pensaron  en 
si  supremo  mando  por  la  renalidad  de  los  soldadcs,  que 
fa  no  se  miraban  como  ciudadanos  do  Roma,  sino  como 
túbdilos  de  Mario  ó  Sila,  de  Pompejo  6  do  César;  y  con 
as  mismas  armas  que  la  república  les  habia  confiado 
k*8trozaron  su  seno  Las  nac¡(uif  s  modernas,  que  han  go- 
sado  ot  réfi^imen  representativo,  hdn  clamado  siempre  por 
a  disminución  do  la  fuerza  armada;  ella  destruyó  en  Sue* 
na  el  régimen  constitticional  en  el  último  tercio  del  siglo 
Misado:  ella  afirmóel  despotismo  en  K^pafta,  \ustria  yPru* 
lia;  ella  sost^icne  en  la  p^ran  Bretaña  la  oligarquía  minis- 
terial que  amenaza  las  libertados  de  la  nación.  ¿Qué  mas? 
Las  mismas  tropas,  criadas  por  decirlo  asi,  á  los  pechos 
lo  la  libertad  en  las  revoluciones  de  Inglalcrra  y  de  Fran- 
cia t  osas  mismas  protegieron  las  tiránicas  dictaduras  de 
Cromwel  y  Napoleón. 

» ¿Quien  ha  alterado  el  espiritu  do  la  profesión  mili* 
lar?  ¿Ks  menos  severo  su  régimen?  ¿Se  ha  relajado  su 
disciplina?  ¿La  sumisión  á  sus  jefes  es  menos  obligatoria? 
No.  Se  han  instruido :  j  cuando  las  luces  han  penetradt 
meeta  dase,  suroergioa baMa  nueMroft V\«iii^^^Vi^N% 


30 

AortDeiak  tan  fayorable  áloatiranotí  m  ha  atacado  y  tmi* 

cido  al  poder  arbitrario  en  sus  últimos  atrincheramieDiM. 
Los  mismos  que  á  la  voz  de  sus  jefes  volara  o  á  defenderla 
pairía  coiilra  la  invasión  cstranjera,  y  derramaran  toda 
su  sangre  en  las  fronteras  de  su  pais,  han  desoldó  el  ffrito 
del  despotismo,  y  han  cedido  al  irresistible  clamor  de  la 
opinión  pública.  Se  avergüenzan  ya  los  militares  de  ser 
iuslrumcuLos  de  la  opresión  de  su  patria:  no  quieren  ser 
verdugos  de  sus  hermanos,  no  quieren  ser  los  muda» 
asalariados  de  un  gran  visir.  Ya  se  admiran  eo  esta  pre- 
ciosa clase  de  ciudadanos,  ademas  de  la  intrepidez  y  el 
pundonor  que  siempre  la  ha  caracterizado,  la  verdamn 
virtud  patriótica,  dirigida  por  las  ideas  políticas  del  si- 
glo. En  fin,  la  fuerza  armada  es  ya  el  ejército  de  la  M* 
cion.yy 

Ya  que  hornos  hablado  de  sus  estudios  poéticos  y  de 
haberse  dedicado  desde  sus  primeros  auos ,  entre  otroi 
ramos,  á  la  enseñanza  de  la  literatura,  y  después  de  haber 
presentado  á  nuestros  lectores  algunas  muestrasde  losar- 
itículos  que  escribió  en  El  Centor^  debemos  decir  algo  ds 
sus  poesías ,  aunque  ligeramente  por  ser  tan  conocidas  y 
taa:unánime  la  opinión  de  los  inteligentes  acerca  del  sin- 
gular mérito  de  cílas.  En  1822  las  publicó  por  primen 
<V6Z,  y  en  1837  hizo  una  segunda  edición,  en  la  que  afa- 
dio  muchas  composiciones  hechas  ó  corregidas  desde  qui 
•  dio  á  luz  á  la  primera.  E^ta  fue  recibida  del  público  coa 
estraorüiuaria  aceptación  y  con  entusiasmo:  de  todos  bi 
periútiicos  de  aquel  tiempo  merecieron  las  poesías  delse^ 
ñor  LiMa  los  mayores  encomios:  los  jóvenes  literatos  J 
las  |»erbOiias  de  gustólas  leian  con  ansia  y  repetían  átrnt- 
mo  ia  mnckos  trozos  de  ellas.  A  poco  tiempo  de  publica- 
-idas,  se  hicieron  en  cierto  modo  populares  entre  las  per*- 
sonab  cultas  y  de  guslo  poético:  la  música  prestó  susar- 
iiuniiosos  tonos  á  ulffunas  de  sus  letrillas  é  idilios;  redes- 
..lemiMite  «I  alcnun  don  Fernando  José  Wolfíha  ptiblíealo 
'  éft  do$<  tomos  una  fioresia  de  rimat  ca$Ullama$  üie  La- 
;  san  basta  juueslros  días,  incluyendo  en  ella  la»  de  k»  al' 
.  ;(0fes  vmeilM  I  s  4«ii&j»akfaA.ieaiu  obraa  ua  míÍím 


SI 

jMfgráSca  da  alloteon  m  jaioio  critico  lobre  et  mtrito 
década  autor;  y  del  señor  Lista  dice  lo  siguiente:  «Sus 
poesías  BOU  cmsi  loilas  del  gé^erp  Úrico,  que  es  el  único  á 
i|ue  se  ha  dedicado;  y  masón  ellas  se  Im  señalado  tanto, 
que  se  le  debe  colocar  entre  los  primeros  poetas  moder- 
nos de  aquel  género,  no  solo  de  España ,  sino  de  £uropa. 
fiase  #  pues,  formado  con  el  estudio  de  los  poetas  clásicos 
jdia  la  antigüeclad  y  los  castellíino9  del  siglo  de  oro,  y  es 
quizá  entre  los  poertas  españolea  el  que  há  sabido  reunir 
ifion  el  mejor  ¿xito  la  precisión,  claridad  y  elegancia  de 

&  clásicos  antiguos,  con  el  encanto,  halago  y  riqueza  de 
castellanos  y  la  profundidad  metafísica  do  los  modera 
JMS.  Sirvan  de  prueba  sus  írdducciifnei ,  mejor  diremos, 
MU^  imitacioneé  de  Horacio^  escritas  con  tanta  maostriai 
qae  el  misiuo  .poeta  romano  no  hubiera  podido  decirlo 
^Qa^or,  á  haberse  valido  de  la  habla  castellana:  sus  poeria$ 
^gradq$9  compuestas  en  el  espíritu  de  aq\iel  cristianismo 
— ^^áptko,  an  quq  los  castellanos  .bao  aventajado  ú  todas 
\dfinjis  naciones  de  Europa;  ^u^ lirictuprofanas,  llenas 
,.  jpaUiolismo.y  vuelo,  por  las  que  ha  veriGcado  lo  que 
je  61  babia  dicho  so  célebre  uiaesJlro  Molendp^.eM- oslas 

Slfíobras: en <ion»Alber(o  de  Lisift;VeQj.enncida  la  mtuad'el 
\nÍHO  ¡terrera:  &hs  poerifts  fÜQ$6fiiíat^  en  que  no  se  sabe 
if|((6  admirar;  m^as»  si  la  apacibilid^d.  Je  los  sentimientos  ó 
lía  humanidad^  nobleza  y  elevación  ^u  las  miras  ó  la  pe^- 
iiyii;GÍoa  del  estilo,  y  la  versíücacioi^ ;  en  fín  ,  sus  poesías 
üff^roeae  yy  ajia^reóniicai^iní  ^ue  sÁno  se  iguala  9\  áiUck- 
tirfíO  Ba^tilot  á.  Ip  meuos  no  (;edei>:  uiiiguix^  de  4$iianto9, 

2tre  susdetuas  con^patrxotas,  hau. pulido  el  blando, laúd 
AnacreoMle.o   .  .......  .       .  , 

.  Xa  primera  edición  de.  susi.i)0(Viías  la  djedicó  el  señor 
í^iata  á  su  amigo.  4on  Jpsé^María  Ulanco, ,  .qvie  se  hallaba 
Miai^nt^  dOiS»  pal|rÍA,,y.U  .de4i<'*fi(t<)ria¡  está  reducida  á  un 
||^||lÍ6^i;)()0  soneto :  ií;of>sarv.9  esl^eii.la  segunda .  edición, 
^f(^,^d(4M¥iip4^lQg<>,i^A;ftue^dMApi]C8.de  dar  gracias  ^1 
l^bliooppr.  la  Uvoral|le.acog¡ilajqu^^l^a. dispensado  á. sus 
^fc.^SRÍW  l^AfiriQCigipíi  WQU4B*^  qi?Cíí^  M  *l¡rigidp, 


22 

ja.  En  Imeii  hora  dne  el  fteSor  Lista  haya  eitadiaday  he^ 
cho  suyo  el  estilo  de  Rioja,  que  el  seftor  Quintana  carac- 
teriza con  mucha  propiedad ,  do  culto  siempre  sin  afee* 
tacíon,  de  elegante  sin  nimiedad,  de  grandioso  sin  hin- 
chazón ,  y  de  adornado  y  rico  sin  ostentación  ni  aparato. 
Pero  en  el  gran  námero  do  sus  composiciones  ha  mos- 
trado una  grande  flexibilidad  de  ingenio,  recorriendo  con 
igual  facilidad  y  maestría  todas  las  cuerdas  de  la  lira.  Sin 
embarazarle  en  nada  las  dificultades  de  la  versificación  y 
de  la  rima,  ha  sabido^  comunicar  k  sus  versos  la  nobleza 
y  elevación  de  Herrera  en  el  estilo,  y  la  suavididy  finan 
de  Melcndez  en  las  descripciones  y  en  los  sentimientiM. 
Ha  ejercitado  con  estraordinarío  éxito  todos  los  genera 
de  la  lírica,  y  con  facilidad  admirable,  con  calor,  con 
pasión  ha  espresado  toda  clase  de  sentimientos  sin  que  le 
embarazasen  los  grillos  de  la  rima.  Su  genio  recibe  todas 
las  formas:  con  razón  lo  llamaba  un  joven  poeta  un  Pro- 
feo  de  la  lira:  ora  es  un  pastorcillo  lleno  de  temara,  qoe 
presenta  á  su  Elisa  un  ramo  de  tulipanes*  y  ora  el  qué 
anima  al  combate  á  los  guerreros  sus  conciudadanos,  A 
que  reprende  á  los  hombres  y  corrige  sus  flaquezas,  el 
que  canta  los  purísimos  placeres  de  la  amistad  y  las  deli- 
cias del  amor  divino,  el  qui)  sube  al  trono  del  Eterno  y 
canta  los  himnos  gloriosos  que  llenan  las  ánimas  aublinwi 
de  melancólica  grandeza. 

Un  amigo  nuestro,  que  hoy  ocupa  un  puesto  impor- 
tantísimo en  el  Estado,  y  que  siempre  lo  ha  ocupado  may 
distinguido  en  la  literatura,  se  espresaba  de  la  manera 
'  siguiente,  al  anunciar  en  1837,  en  un  periódico  de  loi 
mas  acreditados,  la  segunda  edición  de  las  poesías  del  se- 
ftor Lista:  «Al  público  que  tanto  conoce  ya,  y  tan  justa- 
mente aprecia  las  obras  de  este  insigne  literato,  y  enñ- 
nente  poeta  espafiol,  ¿qué  pudiéramos  decirle  por  nuesln 
parte  para  recomendarle  la  lectura  de  una  colección  de 
poesías  tan  preciosas?  Ocioso  fuera  detenemos  macho  ei 
elogiar  las  producciones,  sabidas  de  memoria  por  tantóli 
de  una  persona  á  quien  el  mundo  literario  ha  calificado 
jf  eoino  uno  de  tos  padrea  d«  U  Ifriea'nibdÉniá  oip^ 


or  ks  Mías  y  gtraades  creatíoiiet  da  su  gmio,  y  por  la 
brt  lu  de  la  ontefiania  que  ha  difandido,  cual  no  otro, 
B  la  juventud  de  toda  la  Península.  S(:  cato  honroso  t(-* 
ilOf  tan  dulce  á  su  corazón »  y  que  acaso  él  estima  como 
I  de  BU  mayor  gloria ,  le  os  debido  en  rigorosa  justicia: 
penas  hay  iótou  do  los  aoe  hacen  buenos  versos  en  Kspa« 
a«  que  no  fe  aclame  su  aircctor  y  su  maestro.  Kl  señor 
Í8la»como  poeta  y  como  preceptor,  es  uno  de  los  mejores 
mamentosde  nuestra  patria...»  «La  comprensión  y  flc\i- 
ilidad  de  su  genio  ha  abarcado  desdo  los  sublimes  miste- 
ios  de  la  religión  hasta  losjuegos  mas  sencillos  del  amor; 
•ro  aun  en  estos  juegos  no  es  un  poeta  que  muestra  solo 
Bikabilidad»  sino  un  hombro  que  siente  y  que  sufre.»  ' 
...  T<Hloa  los  humanistas  han  reconocido  la  dificultad  da 
.eaempeflar  bien  los  asuntos  religiosos  en  poesía,  por  ra* 
onea  que  no  son  de  nuestro  propósito.  En  la  colección  do 
la  poesías  del  señor  Lista,  son  las  sagradas  las  mas  nota- 
(leSt  no  solo  por  la  belleía  de  su  dicción  y  por  las  gra- 
tas de  su  estilo ,  sino  también  y  inuy  especialmente  por 
a  particular  entonac¡on,*por8U  colorido  propio,  y  por  la 
ucion  con  que  canta  el  poela><  y  que  comnnica  á  enan- 
os le  escuchan  ..Entre  todas  ellas  se  distingue  la  primera 
le  la  colección ,  que  en  concepto  de  los  inteligentes  es 
ipabienuna  do  las.  primeras  del  Parnaso  español  en  este 
jénnro.  Compuesta  á  la  mueríe  efe  Júiut^  penetra  á  los 
MtosdUds.  los  mismos  sentimientos  que  inspirara  al  poe- 
s-la  profunda  contemplación'  de  aquel  santo  misteno  y 
ie  aquel  doloroao  sacriGciOr  Nos  atrevemos  á  asegurar 
[ae  esta  composición  durará  lo  que  dur$  el  habla  eaiUlla' 
MI.  Si  nuestros  elogies  pareciesen  exafforados  6  parcia- 
est  diganosi  lodo  hombre  sénsiLle  y  religioso  que  la  haya 
^isto,  si  se  ha  ooátentadd  con  leerla  una  yes. 
¿Y  eres  tú  el  qus' velando 
la  cscelsa  magostad  en  nube  ardiente*  ■ 
fulminaste  en  SináT  y  él  impio  bsndo,- 
que  eleva  contra  ti  la  osada  Irentei 
'11  **H  '  Mt  ^  que  ovó  medikü»  • 
Mip,  n>d««taMyad'sslMsiteihH|ob^ 


L«  natural  y  fnerto  osMraposiebNida  1m  Mob  ai  eiti 
entrada ,  y  la  proftindidad  del  seniiniiento  que  lolMCigt 
al  poeta,  anuncian  la  grandeza  del  espectácolo  que  M 
ofrece  á  sua  ojost  y  que  conmueve  so  corazón.  Peroel  dp« 
lor  que  aquel  eapcrimenta  necesita  de  una  leye  tregua,  j 
la  halla  en  la  conformidad  religioaai  tan  felízmeDté  espre* 
-aada  en  cstoa  veraos; 


I  • 


Asi  el  amor  lo  ordena. 

Amor,  mas  poderoso  que  la  muerte»    - 

Y  amplificada  después  en  los  bellisímoi  de  la  H^ 
trofa  siguiente ,  en  loa  cuales  el  poeta  manifieata  tidH 
Uen  su  admiración  respetuosa  por  los  deéretoe  íNdrnoi 
del  Altísimo: 

lOh  victima  preciosa, . 
ante  siglos  de  siglos  degolladal 

Aun  no  «huyentó  larnoone pavorosa    

;    por  vez  prinaeraelalba  naeáradaf         i' 
.        y  iióeli»  del  «mor  tiemor 
I  moríale  en  ios  decretos  del  Eterno. 

^1  ■   •  l'r|    .  .'li  .'        »*•'..  ,1  :  .11  « 

<;.''  iQuó  valentio  de  esphrésioD0n?loS''db9'priiMimtsr^ 
aoel  iqnériqbeza.dépoesiaenlosqnosigueotí '>  •«'•  ^' 

•  Mas  es  forzoso  volver  al  dolor  que  no  hk^piM»'!!^ 
tiparse^cn  elelmadoL  contemplador  >  poeta  v^y'^^felrlK' 
él.  derecha  porfá»avgustÍMÍa  peiiif!iiiiela=i9prini4i  i'' '!''''   ' 

<lUa-.orai abandonado'-;  ?    i:.-  !  >  ^•.-'r<',:'!:  i'' 

,  -I.    i  Mjf  pendes-sobre  él  Gróigirtáry^ül'cielb^''n' 

alzas  KÍipiendo  eKrAalro  lihtlaiaíAec-    "'  "^   ^ 
cubre  tus  belloÉoiósinoi;tiil<vela,  ' '  *' . 
y  su  |«feieiAÍBg«Íra  r.--;  -.'-:  i.í 

en  arpefcgoi bosyiió ¡das  lavída. 

.'.ifi'i'ii  .  !i    ■■)  :.l  i?    -f':t  •    . ;  ,  I  «.rn» 


U 


Es  admirable  esta  suavidM  deieoleoido  eéi-OTepsiS' 

el  Salrador  MtfkAjMMLteiM»  de  ^mtñmú  \V^ 


■feaitria!  iq^édellcaden  de  tiineelt  Et  In^CMllMé  ter  íih 
KÜMrente  á  los  tiernos  sentimientos  que  insi&in.  Véase 
n  legoida  al  poeta  corriendo  al  llanto  y  i  la  oMtempIéH 
Son  mas  tierna,  cómo  se  exhala  al  ver  el  espectáculo  de 
[eras  en  la  Grux. 

¿Quién  abrió  los  raudales 
de  esas  sangrientas  Ilaiffas,  amor  míe? 
;quién  cubrió  tus  mejillas  celestiales  ** 

de  horror  y  palidez?  ¿Cuál  brazo  impfo 
á  tu  frente  divina 
cifió  corona  de  punzante  espina? 

No  hallamos  palabras  sufioientes  para  elogiar  debida- 
mente osla  eatroU:  para  darlas  á  conocer «  no  bastaría 
compararla  con  la  esprcsion  del  sentimiento  de  una  ma- 
dre que  contempla  muerto  al  hijo  de  sus  entraffat;  Toda- 
vft  son  mayores  ta  suavidad  y  delicadeza  de  eüos .  dee 


reraoi: 


Ya  de  la  muerte  la  tiniebla  vaga 
por  el  semblante  de  Jesfra  doliente. 

El  poeta  vuelvo  á  considerar  humilde  y  religiosameB'i 
la  el  anblimo  misterio  de  la  redención  del  linaje  hamanoJ 
Toda  la  pieza  se  compone  de  mutuos  embales  entre  ^el 
iolor  y  la  consideración  cristiana,  y  cada  voz  «fno  M^e«« 
senta  uno  de  estos  cstimnlos,  aparece  con  mat  fueraa  -f 
DOvedad.  ¡Qué  erando  os  la  idoa  encerrada  en  los  ouairo 
últimos  versos  de  la  estrofa  8.*  donde  se  dice  que  solo  la 
sangí  e  del  Cordero  podría  aplacar  la  cólera  divinal  El 
último  de  ellos  ha  parecido  débil  y  forzado  a  loa  que  no 
han  comprendido  su  artiiicio.  Cii  versificador  tan  diestro 
como  el  señor  Lista,  fácilmente  habría  podido  recpnstruir- 
lo  y  mejorarlo:  cuando  no  lo  lia  hecho »  creemos  que  ha 

Íuerido  que  la  estructura  material  de  esto  v.^rso  y  su 
ilU  de  armenia  esprese  toda  la  /íiersa  del' sentimiento  \ 
«Mtai'l»  aéUliáid  dal'ditftíniMvi; '  o^      :'.V  v'^  «a;\ 


96 

Este  mmro  giro  qae  taa  natoralmente  toma  el  fMta, 
le  sirTe  para  llevar  á  su  debido  término  la  composición. 
Ya  contemplando  la  agonía  de  Jesús,  y  la  estiocion  si- 
multánea de  la  cólera  divina:  y  cuando  el  ángel  de  la 
muerte  está  para  recoger  el  úllimo  suspiro  del  bom- 
bre-Dios,  el  poeta  concluye  su  canto  con  la  estrofa  qae 
sigue,  en  la  cual  se  hallan  comprendidos  todos  los  sen- 
timientos que  bao  conmovido  su  corazón  en  el  discurso 
de  él. 

Basga  tu  seno,  ¡ob  tierral 
rompe,  ¡ob  templo!  tu  velo.  Moribundo 
yace  el  Criador...  mas  la  maldad  aterra, 
y  un  grito  de  furor  lanza  el  profundo: 
'  maere!..  Gemid,  humanos, 
'todos  en  él  pusisteis  vuestras  manos. 

£1  Senumario  Pintoreteo  decía  que  en  estos  magestno^ 
sos  y  sublimes  versos ,  es  otro  Fr.  Luis  de  León  el  qoe 
canta  la  muerte  de  Jesús.  No  podemos  hablar  por  falta  de 
espacio  de  todas  las  poesías  sagradas  que  comprende  la 
colección,  aunque  todas  tienen  muchas  bellezas  que  ad^ 
mirar.  La  oda  a  la  Concepción  de  nuestra  Señora  consta  de 
400  versos,  que  forman  un  verdadero  poema,  lleno  de  las 
mayores  bellezas »  de  imágenes  grandiosas ,  y  de  inagota- 
bl6  riqueza  de  dicción  y  de  estilo.  £1  plan  está  tomada 
según  encargó  al  autor  la  Academia  Sevillana,  en  el  aflD 
de  ISOOt  del  capítulo  12  del  Apocalipsis.  £1  argumento  el 
bastante  delicado  y  espinoso;  pero  no  ha  habido  dificultar 
des  que  no  haya  sabido  yencer  el  talento  del  poeta. 

Al  rey  que  en  medio  el  lago  tenebroso 
ya  en  cadenas  de  fuego  ^me  atado 
al  trono  adusto  que  erigió  el  delito: 
deshecha  la  corona,  el  cetro  odioso 

Í'ace  aparte  arrojado; 
os  ásperos  clamores 
íef'oz  repitCi  etc. 

JEito  es  digno  deNVs^p^)^\alN«L4aG«dbi<li.píii»' 


57 

6  lá'  gaerra  en  la  Eneida.  La  deacripción  deia  salida 
atañas  es  de  un  tono  sublime:  no  podemos  dejar  de 
arla. 

Ya  la  funesta  puerta  se  estremece 

J  estalla  fragorosa:  entro  humo  y  trueno 
ragon  sañudo  por  la  dura  escama 
vertiendo  sangro  y  roja  luz,  parece: 
prcfiados  de  yeneno 
siete  cuellos  enhiesta; 
arde  ceñida  do  insaciable  llama 
cada  ominosa  cresta; 
y  de  diez  negras  astas  coronado 
aterra  al  hombre  atónito  y  postrado. 

Rompe  del  negro  lago:  contra  el  cielo 
vibra  el  niónnlruo  feroz  la  cola  ardiente, 
y  en  pos  teñidas  de  horrorosa  lumbre 
estrellas  mil  y  mil  arroja  al  suelo. 
Asi  rugiendo  herviento 
incendio  proceloso 
rompe  del  Etna  la  abrasada  cumbre; 
y  entre  el  humo  nubloso 
globos  de  fuogo  pulido  desgaja 
y  de  ardido  alquitrán  los  mares  cuaja. 

So  podemos  tampoco  dejar  de  mencionar  el  religio- 
Qtusiasmo  do  la  magnifica  obra  á  la  profesión  do  aoña 
ia  Fernanda  Blanco,  y  la  ineomparanle  ternura  de  la 
¡ente «  dedicada  á  la  profesión  do  otra  religiosa ,  en  la 
ha  imitado  tan  perfectamente  el  poeta  el  estilo  de  san 
I  de  la  Cruz,  ó  el  Cántico  de  los  Cánticos,  que  es  el 
Udero  modelo  de  ambos:  tampoco  nos  detendremos 
i  profunda  oda  á  la  Providencia,  ni  en  la  dirigida  á 
io  en  la  muerte  de  su  hija,  llena  de  acción,  y  de  todos 
movimientos  que  pueden  imprimir  á  un  corazón  señ- 
)  ol  dolor  pntornnl  por  una  parle  ,  y  por  otra  la  reli- 
y  la  filosofía.  Todas  las  composiciones  rcU^o%bL%  &s\ 
>r  Lista^  y  en  particular  lá  prrméta  k  \i  muet\A  ^^  it^ 


9» 

•4%l»i«Uqrtmptf*  dar  i.«Diioc«rMeitrmrdiiiim 
,   tfoiDaes  M  eitas,  tai  que  (tnat  atención  noi  motee 

aon  Im  nIosAficas ,  j  entre  ellas  damos  la  preferencia  i 
oda  .1  la  Benefieencia,  en  la  cual  hace  sentir  el  poeta  de  I 
manera  mas  viva  v  desusada  la  dulzura  y  los  encantos  4  ^ 
la  virtud ,  madre  de  todas  las  virtudes,  uay  pensamientoa 
tan  originales  en  esta  oda,  sentimientos  tan  tiernos,  y  un 
entusiasmo  tan  puro,  que  no  puede  quien  la  lea  dejar  de 
gozarse  en  ser  nombre.  El  principio  de  la  composición  es 
hasta  cierto  punto  suave  y  templado ;  mas  ya  desde  la  se- 
gunda estro^  el  poeta  descoge  sus  alas  y  se  lanza  al  es- 
pacio para  derramar  con  profusión  el  tesoro  que  guardi 
en  su  alma.  Dirigiéndose  al  amor  cieffo,  á  qaien  no  qaiV 
re  ya  cantar,  poscido  como  se  halla  del  amor  de  la  hama- 
nidad,  esclama  asi: 

Dulce  ilnsion,  aunque  gozosa,  yanai 
que  Tó  mejor  robaste  de  mi  vida, 
buve  veloz,  como  la  luna  herida 
del  triunfante  esplendor  de  la  mafiana. 

Estos  magníficos  versos  sirven  de  preámbulo  i  la  Id* 
vocación  que  el  poeta  hace  á  la  misma  Beneficencia,  á  U 
cual  saluda  de  esta  esquisita  manera: 

Salve,  luz  celestial;  fuego  escondido 
que  en  este  yerto  corazón  dormías, 
í^aTve;  disipa  con  tus  llamas  pías 
la  ciega  oscuridad  de  mi  sentido. 

El  pensamiento  que  en  este  lugar  solo  índica  el  poeU* 
bonsiderando  á  la  Beneficencia  como  dormida  en  su  tf^ 
Hzon,.  se  convertirá  después  en  un  sentimiento  vivo,eB 
cuya  eq)resion  nos  mostrará  hasta  los  últimos  senos  de  ^ 
alma.  Ya  at  fin  de  la  oda,  en  la  estrofa  24,  vuelve  i  ub* 
dar  áfa  Beneficencia  en  estos  términos: 

Salve,  keriüoia  ^íiVnA»  LCómo,  ai  dabii 


» 


'>    I    .     • 


¿cómo  en  mi  ma^  iíq  iFifOf  Jiy^U 
la  fuerza  celcstUl  qu9  1«  impirabaa? 

a  sé  cuál  ea  la  fq^u.U 

e  ac|uel  yago  llorar  que  la  teronra 
veriió  ¿  mi  rostro  aruienie: 
ya  conozco  del  bien  la  emocioE  piirai 
que  el  misero  gemido 
tal  vez  me  sorprendió  dal  dea^alido. 


i 


To  caben  mas  afectos  en  un  alma  tierna,  ni  mas  idea- 
.  ta  la  etpreaioa  do  un  sentimiento. 

hn  g[a8to  notaríamos  otras  muchas  bellezas  de  esta 
I  oda,  que  contiene  28  estancias  de  á  10  versos;  pero 
bndo  posible»  nos  limitaremos  á  sefialar  dos  estrofas» 
» j  la  ultima,  ambas  notabilísimas  por  la  novedad  del 
wüento,  j  la  estraordinaria  felicidad  de  la  espresion. 
m  15  solicita  el  poeta  que  el  amor  se  convierta  en 
ladt  y  dirigiéndose  á  aquel,  le  dice: 

Las  dulces  flechas  orie  te  di6  natura 
para  esparcir  del  ser  la  llama  ardiente, 
templa,  ¡ok  amor!  en  la  sagrada  fuente 
de  la  amistad  ínestinguible  y  pura: 
y  el  amante  enlazado 
á  la  gentil  beldad  que  lo  enamora» 
en  lágrimas  bañado 
esclame  al  despuntar  de  cada  aurora: 
«¡destino  venturoso 
el  de  hacerte  feliz  siendo  dichoso!» 

fia  fin  la  última  estrofa,  es  inapreciable  por  el  partído 
Ka  sabido  sacar  el  poeta  para  una  de  bs  comparación 
nas  nueras  y  felices,  do  la  seociUisiuia  oaanto  vulgar 
aoion  de  sacar  lumbre  del  pedernaL  Esta  estrofa  aeria 
teolíe  para  calificar  el  g;enio  4fi.  ua  comyoaitoc^  SMt 


• 


•       »  ■  ■    I  ■  ■    .  •        ■  \  . 


3ft 

Aii  del  eUM  idl  deMfiUtf  Miib^ '  ' 
en  tímida  centella  trtsfomiaad, 
entre  sas  densas  láminas  trabado' 
encierra  el  pedernal  inerte  j  dnro. 
.  Mas  si  actiyo  el  acero 
fuerza  á  mostrársela  encubierta  llama  y 
con  impeta  libero 
sobre  el  pábulo  breve  se  derrama, 
7  crece,  7  es  hoguera 
que  al  Alpe  y  á  Pirene  consumiera. 

Entre  las  piezas  clasificadas  por  el  sefior  l^istabajoe^ 
titulo  de  Líricas  Profanas f  las  hay,  como  en  todos  los  fk^ 
ñeros  que  ha  cultivado,  de  un  mérito  sobresaliente;  Ul 
mayor  parte  son  conocidas  del  público,  y  este  acaso  coft^ 
vendrá  con  nosotros  en  considerar  al  Himno  del  desgré^ 
ciaioy  como  uno  de  los  modelos  mas  perfectos  de  la  boao^ 
poesía  sentimental  que  tenemos  en  castellano.  Abunda  esa 
pensamientos  fuertes  que  agovian  la  imaginación,  y  e* 
sentimientos  ora  vivos,  ora  patéticos  que  alternadamente 
hieren  el  alma  ó  la  deshacen  con  tierna  compasión.  Toda 
¡a  pieza  es  trágica;  el  final  es  una  verdadera  catástrofe. 

Ven,  dice  el  poeta  al  suefiot 
ven ,  termina  la  mísera  querella 
de  un  pecho  acongojado 
¡imagen  de  la  muertel  después  do  ella 
eres  el  bien  mayor  del  desgraciado. 

En  las  poesías  amorosas  ha  sabido  fijar  el  interés  4110 
esta  pasión  debo  inspirar  en  el  alma  de  un  ilustrado  poeti? 
y  la  decencia  y  decoro  con  que  debe  trasmitirse  á  oidof 
estrafios,  al  publico  y  á  la  posteridad  los  afectos  mas  tier^ 
nos  y  arcanos  del  corazón :  todas  ellas  se  distinguen  jfi^ 
el  carácter  sentimental.  El  amor  en  su  lira  no  es  un  pafS* 
tiempo,  un  devaneo;  'sino  un  goce  vivo,  ó  un  tormeoi^ 
dnro;  no  es  una  mariposa,  sino  una  potencia  armá3ii;.|!fj 
juega  ni  se  chancea  con  (¡\\  cc^\\%\&»c^^%Iq<  ^ion  como  w 


SI 

negocio  tirio  y  grave»  que  Jibsorbe  todaí  sus  facultades^ 
<iue  interesa  su  razón;  como  una  especie  de  adoración  y 
^e  culto,  como  el  amor  de  los  antiguos  españoles,  apreu- 
^^do  á  sentir  en  Calderón,  «lutor  favorito  del  señor  Lista 
d^^sde  su  tierna  juventud,  y  cujo  estilo  bá  imitado  tan  fe^ 
'lamente  en  una  de  sus  mas  lindas  composiciones. 

¿Y  qué  diremos  de  los  romances?  En  ellos  hay  macha 
variedad,  porque  aqui  todo  abunda;  y  exigirían  callos  solo 
u^    largo  examen.   Contentémonos  con  observar  que  el 
peseta  ha  sabido  darles,  en  todos  sus  géneros,  el  toco  con- 
teniente después  do  evitados  los  defectos  que  se  notan  en 
Jos  escogidos  do  Góngora  y  Quovedo,  y  en  otros  moder- 
^os.  Sobresale  particularmente  en  el  interés  y  belleza  de 
las   descripciones,  en  el  escogimiento  de  la  dicción  y  en 
1a  soltura  y  naturalidad:  en  esto  último  compite,  con  los 
mejores  modelos.  El  dirigido  á  Eutitnio  en  la  mueríe  d$ 
M  n%adre^  es  uno  do  los  que  hay  mas  bien  hechos  en  cas- 
tellano. Largo  seria  el  análisis  que  de  él  hiciésemos  para 
^scubrír  todo  su  artificio  y  sus  bellezas.  El  trozo  que 
^tx&ienza:   «Este  solitario  asilo,»    y  acaba,  «condenó  la 
M^rte  injusta»  compite  con  el  famosísimo  trozo  del  de 
^gélica  y  Medoro,  aunque  es  diverso  el  asunto  de  los 
^  romances.  Hasta<el  asonante  en  ua  escogido  por  el 
^tttor,  añade  un  mérito  singular  á  la  composición,  no  solo 
<>f  la  escasez  de  palabras  en  esta  terminación ,  sino  por 
1  sonido  del   mismo  asonante,  que  es  mas  á   propósito 
^ra  los  objetos  lúgubres.  En  este  romance,  como  on 
dos  los  demás,  la  versificación  del  señor  Lista  y  el  es- 
^  son  de  Gróngora,  á  quien  consideramos  como  el  últi- 
^término  de  lo  bello,  en  materia  de  romances.  En  el 
)  ya  hemos  citado ,  dirigido  á  Eutitnio^  se  lee  el  si- 
ente epitafio,  que  el  poeta  coloca  sobre  el  sepulcro  de 
tiadre  de  su  amigo  Gorostiza. 

• 
A  la  mejor  de  las  madres 

de  un  fiel  hijo  In  ternura. 

n  el  que  la  nnlurale/a  habla,  y  quizá  con  mas  sen- 

nto  k  inlcros  que  imi  oI  ' 

"di}  MU.  YS 


52     • 

Formoti  pecoríg  cnstot,  fornuMbir  ip§B. 

No  podemos  dejar  de  dar  algunas  maestras  de  este^^« 

nero. 

Solo  la  virtud  ignora  - 
los  horrores  de  la  tumba» 
y  en  el  naufragio  del  mondo 
sobrenadará  segura. 

*     A  Dios,  adorada*  ingrata^ 
quédate  con  tus  desdenes 

que  ya  el  pecho  resistencia 

para  sufrirlos  no  tiene. 

Dos  años  há  que  te  adoro» 
desde  aquella  noche  aleve 
que  entre  fuesos  y  alegrías 
me  diste  heriaa  de  muerte. 

'  En  los  idilios  se  ve  transformarse  nuestro  poeta  9* 
zagal  culto,  llorando  las  esquiveces  de  su  amada,  6  ecb* 
brando  sus  risas  y  sus  encantos,  6  ensalzando  con  r4iti<i* 
zampona  los  placeres  de  la  naturaleza.  {Qué  yariedad  ka 
hermosal  Estos  son  los  cantares  de  la  inocencia  «y  pofsi* 
de  corazón,  que  debieron  caracterizar  al  hombre  en  0 
primeros  días,  cuando  aun  no  se  le  habia  hecho  esellV*^ 
del  delito:  estos  ios  que  hicieron  famosos  los  nonakisAl 
Úrico  de  Teyo,  de  Teócrito  y  Bion ,  y  al  dulcísimo  Vt' 
gilio.  Después  de  Melendez,  puede  decirse,  ^ue  en  W^ 
solo  se  encuentra  la  lírica  de  canto.  tQué  ternura  Y  ÉÉIr 
cibilidad-enel281  ^^ 

Estos  son  ^los  preciosos  momentos 
que  concede  la  suerte  á  un  amantel 

¡Qué  es  verle  transformado  en  Anacreonte,  euiff 
las  gracias  de  su  jardinera,  y  rivalizar  hasta  eoa  las  ^ 
tM$  que  riegal 


55 

• 

]Ay  Ifirtilt!  ¿Un  solo 
piedad  merecen  ellas? 

L  Al  mirar  una  rosa ,  le  parece  que  s^  amada  pier- 
Aril  de  su  belleza,  y  con  mehncóhca  sencilleí  t§-- 
» 

No  yes  aquella  rosa 

que  con  beldad  lozana 

el  lindo  seno  ofrece 

al  céfiro  del  alba? 

Pues  aun  no  bien  las  sombras 
del  alto  monte  caigan, 
cuando  su  pompa  hermosa 
mustia  Teras  y  ajada. 

No  pierdas,  no ,  Mirtila, 
tu  plácida  mafiana: 
la  más  brillante  rosa 
al  otro  Sol  no  alcanza. 

ik^  la  imitación  tiene  el  seff ór  Lista  igual  talento  quf 
las  composiciones  originales.  Estas  dos  especies  de 
x>  que  rara  vez  se  hallan  unidas  en  una  sola  persona, ' 
tme  ¿1  de  un  modo  admirable.  Son  muchisimas  las 
iones  de  su  genio ,  y  al  mismo  tiempo  siempre  que 
lifnlado  imitar  6  traducir  obras  ajenas ,  por  diverso 
íkya  sido  el  carácter  de  ellas  y  de  sus  autores,  lo  ha 
k  tearaviliosamente ,  transformándose  todo  en  el  au- 
ne ha  imitado  6  traducido.  Sorprende  la  flexibilidad 
S'  énio  al  verle  imitar  tan  felizmente  ¿  Calderón  co- 
lorado; pero  al  leer  las  traducciones  que  de  esta 
dio,  al  leer  la  de  lá  oda  en  loor  de  Dru$o ,  no  pode- 
nenos  de  sentir  que  no  haya  dedicado  algunos  de  los 
'nüe  le  han  dejaao  tiempo  para  otras  composiciones, 
1108  una  traducción  completa  de  las  odas  del  Utvc<^ 
k.Eata  obra, desempefiada porel Jieftot ÍA>iiL%\uib«l% 
ID  íúoBumenio  eterht  de  gforia'pára  nuMVtiL  Y\i«%?^ 


54 

tura.  Otra  empresa  más  vasta,  yque  nps  hace  mas  falta, 
cual  es  la  traducción  de  la  Eneida,  hubiera  sido  muy 
digna  de  sus  grandes  facultades  y  de  su  genio.  Nadie  hu- 
biera podido  llevarla  á  cabo  como  él,  después  de  las  mues- 
tras de  habilidad  y  maestría  que  nos  ha  dado.  Su  coraron 
tiene  mucha  analogía  «con  el  de  Virgilio:  su  pluma  hace 
los  versos  con  la  facilidad  de  Ovidio. 

De  las  composiciones  añadidas  en  la  segunda  edición, 
no  podemos  dejar  de  observar  que  no  son  todas  ellas  me- 
jores que  las  publicadas  anteriormente,  y  para  ello  en- 
contramos dos  razones  muy  poderosas:  1/  que  es  difícil 
que  se  aventajen  á  las  antiguas  que  hemos  notado,  yá 
otras  de  ellas ,  cuya  mención  no  ha  cabido  en  este  articu- 
lo :  2.*  que  los  obietos  que  se  han  presentado  á  la  fanU- 
sia  ^el  autor  desde  1822  hasta  hoy,  son  menos  poéticos 
que  los  que  halagaron  su  ánimo  y  exaltaron  su  mente  en 
.a  primer  época  de  su  vida,  en  cuyo  tiempo  baria  tal  m 
a  mayor  parte  de  las  composiciones  antes  publicadas. Sia 
'embargo,  hay  algunas  que  las  igualan ,  y  nos  complace- 
mos en  citar  el  soneto  á  don  José  do  Musso  y  Yalientef 
por  lo  gracioso  y  tierno  de  su  conclusión;  la  oda  á  una 
ieñora  no  conocida  del  autor  sino  por  la  noticia  de  s^i  W" 
hades ,  cuyo  asunto  es  el  mas  original  que  pueda  hallarle, 
y  el  mas  ideal,  y  está  desempeñado  con  singular  maeslrii 
de  pincel;  y  por  dltimo,  para  no  detenernos  mas,  la  odi; 
en  el  dia  de  S.  M.  la  reina  nuestra  señora,  en  la  ciulf 
aunque  es  una  pieza  muy  ligera,  hay  al  fin  dos  soberbiof 
cuartetos,  que  tienen  cuanta  lozanía  poética  pueda  pedir" 
se  á  la  composición  mas  acabada.  Esta  oda  la  compuso  d 
seftor  Lisia  en  un  cuarto  de  hora  á  todo  correr  de  pluioif 
por  complacer  á  un  amigo  que  con  urgencia  se  la  habit 
pedido  para  insertarla  en  un  periódico.  Se  halla  impretf 
en  la  2.*  edición  tal  como  la  compuso  el  autor.  Tambiei 
debemos  hacer  especial  mención  de  la  oda  á  la  viütofi^ 
de  Bailen,  que  improvisó  el  autor  en  presencia  de  ntjo* 
amigos,  al  oír  el  repique  con  que  se  celebraba  en  Sevilh 
Bquel  triunfo.  Sabemos  que  esto  no  debe  ser  un  moti^^^ 
do  celebridad  en  \aft  ci^t^i^  m^%\!v^^%  ^^  literarias;  p^n 


35 

permítasenos  admirar  la  natural  facilidad  del  poeta ,  su 
ibundaiicia  de  ideas,  y  la  singular  maestría  con  que  ma- 
neja todas  las  formas  del  lenguaje  poético. 

La  publicación  de  sus  poesías  en  1822 ,  las  que  elogia- 
ron cpn  entusiasmo  lodos  los  periódicos  de  aquel  tiempo, 
SD8  escritos,  y  sus  esplicaciones  de  literatura  en  el  Ateneo 
le  Madrid  á  que  fue  convidado  por  aquella  sociedad,  cle- 
raron  al  mas  alto  grado  la  reputación  literaria  del  señor 
Lista.  Su  casa  era  frecuentada  de  las  personas  mas  dis- 
Líoffuidas  do  la  corte,  de  todos  los  literatos  de  la  capital, 
f  ao  los  jÓTcnes  estudiosos  que  buscaban  su  dirección  y 
snseñanza.  Por  aquella  época,  el  año  1821,  fundó  un  co- 
!egio*que  se  estableció  en  la  calle  de  san  Mateo,  de  que 
lomó  su  denominación.  En  este  colegio,  desempeñaba  el 
lefior  Lista  varias  cátedras ,  y  principalmente  las  de  bu- 
nanidades,  matemáticas  y  geografía;  ademas  de  estar  á 
iQ  cargo  la  dirección  general  de  los  estudios.  Para  facili- 
ar  la  enseñanza  en  este  colegio ,  formo  para  él  un  tráta- 
lo de  matemáticas,  que  consta  de  cinco  tomos  en  dos 
volúmenes,  á  cuyo  tratado  faltaba  únicamente  el  tomo  re- 
Rlivo  á  la  mecánica,  que  ya  tiene  concluido  el  señor  Lis- 
a,  y  que  probablemente  no  tardará  en  ver  la  luz  pública. 
También  tormo  una  colección  en- dos  tomos  8.^  de  trozos 
iscogidos  de  nuestros  mejores  prosistas  y  poetas  que  pu- 
liese servir  de  testo  de  lectura,  é  igualmente  para  tor- 
nar el  gusto  de  los  jóvenes  que  estudiasen  las  humanída- 
les,  y  que  en  aquellos  fragmentos  podrían  conocer  el  ca- 
rácter propio  de  nuestros  poetas  y  escritores  clásicos, 
wr  tnañera  que  esta  sola  obra  tenia  tres  objetos ;  la  lee-? 
tara,  el  análisis  gramatical,  y  el  literario.  Ha  tenido  y, 
áene  tal  aceptación,  que  ha  sido  adoptado  en  muchos  co- 
léjaos de  instrucción  secundaria ,' como  obra  única  en 
m  clase  por  el  conocimiento  con  que  está  formada. 

Después  de  establecerse  en  Madrid  en  1823'  el  go- 
Inerno  de  la  Regencia,  y  do  la  entrada  de  las  tropa^  fran- 
Mas,  continuó  el  señor  Lista  ocupado  en  las  tareas  de 
*b  colegio,  y  en  la  enseñanza  que  sumitistrabaensu-pro-; 
fú  casa  áf gran  númerode  discípulóBV  en  e^las  late«&  «inr> 


36 

pleaba  todas  lai  horas  de  la  maff ana  y  de  la  noch*.  Mo- 
chos pudiéramos  citar  de  diferentes  edades  y  de  difersas 
carreras :  entre  ellos  recordamos  en  este  momento  los 
nombres  de  don  José  Manuel  de  Arjona*  antigao  camarii- 
tai  de  Castilla;  4on  Facundo  Infante,  el  brigadier  León  y 
Nafarrete,  don  José  lEspronceda,  don  Ventura  deláY^ 

Ía ,  don  Alejandro  Mon,  el  marqués  de  la  Roca ,  el  doqw 
e  Osuna  difunto,  el  actual  conde  de  Altamira ,  el  conls 
de  Pino-Hermoso  y  otros. 

Desde  que  deió  de  salir  el  Censor ^  no  yoItíó  á  escribir 
para  el  público  el  seftor  Lista,  que  continuó  esclusiTames- 
te  dedicado  á  la  enaefianza.  Pero  algún  tiempo  despoei 
de  la  Yuelta  del  rey  de  Cádiz ,  y  cuaodo  ya  parecian  Ui 

Eislones  algún  tanto  calmadas,  molestó  la  pohcia  s|l  sefior 
jsU  con  motivo  de  tener  academia  en  su  casa,  sin  lieea^ 
da  de  la  autoridad ,  ni  permiso  de  la  Inspección  generil 
de  Estudios.  Estas  molestias ,  aue  realmente  le  prodoóft 
el  espíritu  de  partido ,  le  enojaron  estraordinariameali 
coqso.és  propio  de  una  persona,  amiga  de  una  justa  y  rir 
cional^  independencia ;  y  que  no  gusta  de  negocios  qoi  lo 
distraigan  de  sus  tareas  ordinarias.  A  pesar  de  que  ttík 
en  aquel  tiempo^  como  casi  siempre ,  amicos  y  aiscipuh» 
en  iniportantes  puestos  del  Estado,  no  pudieron  estoseri* 
tar  las  molestias  y  los  tiros  insidiosos  de  que  era  obsetofll 
iíiistre  profesor.  Tanto  por  esto,  cuanto  porque  aa  ¿^ 
gio  habm  merecido  la  ¿escQufianza  del  gobierno ,  repir 
tardólo  conto  foco  de  ideas  liberales,  Y  por  conaiguieita 
ha)>ia  sido  estinguido,  se  deteruánó  á  dejar  su  paia,  tem* 
ladándose  á  Francia  y  fijando  su  residencia  en  Bé]r#9l* 
Allí  se  ociyó  en  principiar  ¿  escribir  su  Historia  Uoíffl^ 
aal,  que  por  causas  independientes  de  la  voluntad  delWr 
cntor,  no  acabó  de  publicarse  hasta  el  afio  fle  37  4^- 
Consta  de  30  toqios  en  S.""  con  un  Atlas  de  la  flialiBril 
antigua.  Ánnime  forman  la  base  de  esta  obra,  h  Historia 
antigua  y  del  Bajo  Imperio,  del  conde  de  Segur,  sift  «0^ 
JMirgo,  el  traductor,  bajo  m.  plan  uniforme  y  W^M^ 
iqtrodnjo  en  el  t^  de  i^quel  autor  las  alteraóoMII 
e(||¡q^é)BCiQppes  'que  juagó  Q^yeniontes,  y  la  eitÓP^  *'**' 


37 

to  en  necesario  pra  formar  un  compendio,  en  cierto 
modo  elemental*  de  Historia  universal,  que  concluía  con 
1«  Historia  de  España,  que  forma  los  cuatro  últimos  to- 
mos de  la  obra.  El  largo  tiempo  que  ha  tardado  este  en 
publicarse,  j  el  subido  precio  cnque  Gjó  la  suscricion  su 
editor,  asi  como  cl  poco  mérito  de  la  edición ,  disgusta- 
ron ¿  muchos  suscritores  v  retrajeron  á  no  pocas  perso- 
nas; pero  después  que  toda  ella  se  halla  venal,  se  busca 
con  el  mavor  interés,  como  obra  única  en  nuestro  pais, 
qne  tiene  la  singularidad  de  dar  una  noticia  exacta  de  los 
acontecimientos ,  abundando  igualmente  en  hechos  que  en 
filosofía. 

En  el  afio  de  28,  principió  á  publicar  la  Gaceta  de 
Bmyona  ,  en  que  insertó  escelenles  artículos  de  literatu- 
ra y  de  critica,  con  algunos,  aunque  pocos,  de  política, 
pomo  que  estaba  destinado  este  periódico  para  ser  intro- 
ducido en  España,  j  á  influir,  en  la  manera  posible,  en  la 
dirección  y  espíritu  del  gobierno.  Su  objeto  principal  era 

C>mover  los  nüenos  estudios ,  los  conocimientos  útiles,  y 
progresos  industriales:  este  era  el  medio  de  sacar  par- 
tido de  las  circunstancias  de  aquella  época ,  pues  tem- 
Índo  Y  mejorando  el  espíritu  del  gobierno,  y  cooperan- 
á  tono  género  de  medidas  útiles  y  de  fomento  público, 
iO  hacia  inmediatamente  el  bien  de  los  pueblos,  y  se  pre- 
paraba el  camino  á  otras  reformas  mas  lentas,  pero  de 
resultados  seguros.  La  prudencia  y  la  situación  de  Espa- 
la aconsejaban  esta  conducta,  que  nadie  podrá  condenar, 
j  qae  en  su  objeto  es  altamente  patriótica  y  en  estremo 
plausible.  El  prospecto  de. este  periódico,  está  concebido 
con  la  reserva  que  la  época  aconsejaba.  Pero  su  objeto 
próximo ,  y  su  espíritu  se  descubren  en  las  siguientes 
eUasulas:  «Entre  estas  noticias  se  dará  un  lugar  distin- 
fuido  á  las  que  tengan  relación  con  los  progresos  do  la 
eíBonomia ;  porque  están  convencidos  (los  redactores  de 
aquel  periódico)  que  la  prosperidad  de  las  naciones  sede- 
lie  solo  al  fomento  de  las  ciencias ,  k  industria  y  la  pro- 
ducción...»  «El  origen  de  sus  desgracias  está  consignado 
Wan  historia.  La  nación  española ,  rica  ^t  «avoaXA^ 


38  '  . 

abandonó  este  manantial  perenne  de  prosperidad ,  por  la 
factoría  de  sus  Américas,  cuyos  productos,  aunque  gran- 
des» no  provenian  de  un  venero  permanente,  como  la 
industria  propia  y  el  comercio  directo.  La  nación  equ- 
fióla  guerrera  por  necesidad ,  y  altiva  por  la  elevación  de 
sus  sentimientos,  nunca  ha  siao  estimulada  al  trabajo.  La 
nación  española,  ingeniosa  por  naturaleza,  ha  descuidado 
los  estudios  útiles,  por  el  giro  que  su  precaria  fortuna  y 
una  reunión  de  circunstancias,  han  dado  durante  tres  si- 
glos á  la  educación...»  «Una  sabia  administración  que 
remueva  los  obstáculos  y  abra  los  caminos  de  la  indiu- 
tria,  la- paz  interior  que  la  fomenta,  la  instrucción  qoe 
ilustra  y  dirige,  son  la  curación  radical  de  esta  dolencia 
inveterada,  que  ya  no  puede,  como  hasta  aqui^  atenoarse 
con  paliativos.» 

Sin  embargo  de  la  circunspección  y  reserva  con  qoe 
se  redactaba  este  periódico,  á  pesar  de  que  casi  esclusi- 
vamente  se  trataba  en  él  de  materias  literarias  y  científi- 
cas, y  de  aquellas  cuestiones  de  nulidad  pública  y  de  me- 
joras materiales ;  aunque  parecía  consagrado  al  fomento 
7  prosperidad  de  los  pueblos ,  usando  de  bastante  cautda 
en  las  noticias  políticas  que  insertaba,  la  circunstancia  de 
haber  referido  detalladamente  los  acontecimientos  de  la 
revolución  francesa  de  1830,  que  el  señor  Lista  mncbo 
tiempo  antes  habia  anunciado  á  sus  amigos  de  Madrid, 
invitándolos  al  mismo  tiempo  á  que  aconsejasen  á  aqiid 
gobierno  otra  marcha  mas  acertada,  bastó  para  que  el  mi- 
nistro  Galomarde ,  por  medio  de  un  decreto  'ex  abruDÍ9f 
prohibiese  la  introducción  en  el  reino  de  aquel  periódi- 
co, lo  que  equivalía  á  la  supresión  de  él.  Entonces,  varias 


Estafe 

circunstancias  de  entonces ,  el  efecto  que  produgeron  ea 
nuestro  pais  y  en  el  gobierno  de  aquella  época  los  acon- 
tecimientos de  Paris^  y  la  necesidad  de  reformas  cada  ves 
mas  imperiosa,  contribuyeron  á  que  el  espíritu  y  la  t^- 
deneiíL  de  este  periódico  fuesen  me^or  marcaba  y  mti 


59 

* 

oonocidos.  Los  paeblos  de  Espafia  miraron  este  periódico 
como  destínado  a  preparar  la  opinión  y  á  disponer  el  ter- 
reno para  plantear  las  medidas  ae  todo  género,  que  exigía 
h  situación  y  la  necesidad  de  evitar  la  tormenta  que  ame- 
naiaba:  por  eso  fue  favorecido  con  numerosas  suscricio- 
nos»  contándose  mucho  mas  de  6000  á  los  pocos  dias  de 
80  publicación.  El  prospecto  de  este  periódico,  que  es- 
cribió el  señor  Lista,  reasume  el  plan  que  se  proponían 
seguir  sus  redactores ,  y  el  espíritu  de  que  se  hallaban 
animados.  Veamos  las  cláusulas  mas  notables  de  él:  «En 
cnanto  al  colorido  que«ha  de  tener  este  periódicOi  podrá 
conocerse  por  la  siguiente  profesión  de  fe  política  que  sus 
redactores  hacen  en  solas  dos  palabras:  somos  españoles. 
dEu  el  dia,  por  desgracia,  hay  algunos  que  quieren 
introducir  la  moda  de  no  serlo:  adoptan  uno  de  esos  nom- 
bres funestos  que  no  deben  repetirse,  porque  solo  el  pro- 
nunciarlos exaspera  los  animóse  incita  á  los  furores,  á 
las  persecuciones  y  i  las  matanzas.  Bajo  esos  nombres 
infandos ,  titules  de  gloría  y  justificación  de  los  actos  mas 
inmorales  para  los  unos,  titules  de  aborrecimiento  j 
proscripción  para  los  otros,  desaparece  y  se  abisma  el 
Aorobre  de  español;  que  sin  ofender  á  las  demás  naciones 
nodemos  decir  que  á  ningún  otro  cede  en  gloría  y  espíen- 
«MP;  ya  se  abran  los  fastos  antiguos  de  nuestra  historia, 
ya  se  examine  la  conducta  de  la  España  en  lasúltimas  con- 
mociones que  han  alterado  la  faz  del  mundo  politice..,» 
«AI  mismo  tiempo  se  espondrá  con  toda  imparcialidad  é 
independencia  la  opinión  de  los  redactores  y  de  sus  cor- 
responsales sobre  las  cuestiones  de  administración  inte- 
rior del  reino:  las  mas  importantes  de  todas  para  un  pais 
que  está  en  el  camino  de  las  reformas  bajo  un  gobierno 
reparador,  y  que  solo  quiere  y  desea  sanar  las  llagas  que 
le  nan  causado  guerras  funestas  aunque  gloriosas ,  revo^ 
luiciones  inesperadas,  y  sobre  todo ,  sus  pocos  progresos 
en  las  artes  de  producción.  Porque  no  se  crea  que  los  re- 
dactores de  este  periódico  pertenecen  á  aquel  partido  que 
por  interés  ó  preocupación  pretende  parar  la  marcha  del 
eaplritn  humano,  y  aun  hacerla  retrogtadaXf  «1  «et  — ^'^^ 


40 

se,á  los  sígloi  de  barbarie.  Por  el  contrario  eatan  iitinia- 
mente  cony^ncidos  de  qne  la  nación  espafiota  no  noede 
ser  feliz  sin  estas  tres  cosas:  gobierno  legítimo  y  fwrU^ 
toda  ía  franquicia  posible  para  la  induitriaf  é  instruecum 
progresiva  en  las  ciencias  naturales  y  las  artes  átües  d 
hombre,  que  de  ellas  se  derivan.» 

Aunque  también  eran  grandes  la ,  circunspedon  y  li 
mafia  con  que  se  redactaba  este  periódico,  contó  pocos  me- 
ses de  existencia.  Los  censores  recibieron  órdenes  scTe- 
ras  del  gobierno,  y  consiguiente  á  ellas,  ponian  dificulta- 
des y  embarazos  a  la  mayor  parte  de  los  artículos  políli- 
eos  y  económicos,  suprimiendo  las  cláusulas  de  ellos ipie 
no  les  parecían  convenientes.  Al  fin,  cuando  se  disiparoa 
los  temores  que  inspiró  lá  revolución  de  Julio,  y  el  go- 
bierno de  entonces  se  creyó  bastante  asegurado  con  lis 
providencias  rigorosas  que  adoptó,  consiguió  Galomarde 
que  se  suprimiese  aquel  periódico,  que  protegía  uno  de 
sus  colegas:  el  espíritu  de  desconfianza  llegó  basta  el  osr 
tremo  de  recogerse  por  la  autoridad  la  lista  de  los  suseri- 
tores,  sin  duda  para  conocer  á  estos  y^  violarlos.  El  sellor 
lista,  i  pesar  de  escribir  en  este  periódico  y  do  dirigirlo, 
se  mantuvo  en  Francia.  Guando  cesó,  y  quedó  desemba- 
razado de  toda  obligación,  pasó  á  Paris^  donde  residió  al- 
ffun  tiempo,  habiendo  desde  allí  pasado  á  Londres  conjd 
único  objeto  de  dar  un  abrazo  á  su  antiguo  amigo  y  coifr* 
paffero  de  estudios  don  José  María  Blanco.  Este  rttidií 
en  Oxford,  y  desde  allí  pasó  á  Londres  para  recibir  i  Lii- 
ta:  la  emoción  de  los  dos  amigos  al  abrazarse  fue  tal,  tpt 
por  un  rato  no  pudieron  articular  palabra:  después  de  pa- 
sar juntos  15  días,  se  despidieron  para  siempre. 

oe  restituía  á  Espafia  en  1833,  y  se  ocupaba  en  el  la- 
zareto de  Irun,  establecido  por  la  aparición  del  cólera  en 
Francia,  en  la  traducción  del  Segur,  cuando  recibi6  el 
nombramiento  de  director  de  la  redacción  de  la  Gaceta  4$ 
Madrid  i  cuyo  nombramiento  propuso  á  S.  M.  el  digniá- 
mo  ministro  de  Fomento,  conae  de  Ofalia,  justo  aprecia* 
dpr  del  mérito. 

Apenas  llegó  á  Madrid,  principió  ¿  desempefiar  el  efirr 


41 

bwb  It  húAíL  conferido.  En  época  tan  reciente,  no 
tamoa  ser  proliios.  Sos  arlicnloa  son  batíante  cono- 
j  tan  apreciados  como  merecen. .Los  que  escribió 
I  de  la  sacesíon  á  la  corona,  y  en  defensa  de  la  legi- 
id  de  la  reina  nuestra  señora  doña  Isabel  II,  son  ad- 
íes* por  su  lógica,  por  su  profaodidad  t  por  sn  elo* 
¡a4  IKó  el  señor  Lista  tal  grado  de  claridad  y  de  fuer- 
os demostraciones  en  las  contestaciones  que  dirigió  á 
M  periódicos  estranjeros  de  aquel  tiempo  y  á  los  folie- 
e  se  publicaron  contra  los  derechos  de  S.  M.  la  reina 
tdnjo'á  sus  autores  al  silencio.  El  méri to de  estos  arti- 
BO  depende  de  las  circunstancias,  y  por  su  erudición 
siempre  Icidos  con  placer.  Tanto  bajo  aquel  minis- 
que  presidía  el  señor  Cea  Bermudez,  cuanto  en  Km 
iguieron,  se  condujo  con  el  celo,  con  la  fidelidad  y 
i  dolidadeza  aue  correspondía  á  un  buen  funciona- 
1  gobierno.  No  cscribia,  sino  cuando  se  loencarga- 
IM  señores  ministros ;  y  en  este  caso  se  limitaba  sn 
áeiUnder  y  redactar  los  pensamientos  que  le  dictaban 
palabra  ó  por  escrito.  La  naturaleza  del  periódico  ofi- 
tada  esto  natural,  y  en  cierto  modo  hasta  tradicional. 
Uculos  defondo,  han  ido  siempre  en  pruebas  ala  cor- 
mdcl  ministro  que  los  encomendaba,  el  cual  afia- 
ioprimia,  alteraba  ó  corregía  lo  que  tenia  por  cooyc- 
0,  como  que  se  trata  de  un  escrito  del  gobierno  y  no 
Bgun  escritor  en  particular.  Hay  persona  curiosa  que 
rta  en  su  poder  documentos  irrefragables  de  esto. 
dos  los  ministros,  á  quienes  tuvo  que  tratar  por  ra- 
b  su  destino,  recibió  singulares  muestras  de  confian- 
a  consideración  y  de  deferencia.  Mendizabal  le  pro- 
%  todo  género  de  atenciones ,  y  don  Joaquín  Maria 
I  le  manifestó  un  singular  aprecio»  defiriendo  siem- 
.  enante  lo  proponía  respecto  de  los  negocios  interio- 
personales  de  la  redacción  de  la  Gaceta.  El  señor 
no  disimulaba  sus  opiniones  aunque  fuesen  contra- 
\  las  del  gobierno»  y  contrarias  á  las  que  preyalecie- 
pero  como  era  conocida  su  sinceridad  y  buena  fe, 
í  M  le  impulsaba  ningmi  interés  perannaU  i  tA.^ 


43 

ofeqdia  ni  irritaba  su  cootradiccion,  y  de  cuantas  perso- 
nas tenian  con  61  relaciones  de  ofició^  era  estimado  y  res- 
Setado.  Se  ha  prei^endido  por  algunos  que  en  los  articnloi 
e  la  Gaceta  correspondientes  á  diferentes  épocas  polítí- 
casj  habia  alguna  diversidad  ú  oposición  de  doctrinas  y 
principios  políticos;  pero  basta  recorrerlos;  para  cono- 
cer el  error  de  los  que  hayan  propalado  una  vulgaridad  de 
tal  naturaleza,  sin  reflexionar  que  las  máximas  y  príod- 

{ños  de  gobierno  siempre  son  unos  mismos,  ni  que  la  po- 
émica  que  yersa  sobre  el  sistema  del  gabinete  y  las  peno- 
nas  que  dirigen  los  negocios  públicos,  no  ocupan  gene- 
ralmente las  columnas  del  periódico  oficial.  ¿Porqué^  hm 
dicho  algunos,  el  señor  Lista,  hombre  tan  independieDte 
por  su  carácter,  y  que  por  los  medios  honrosos  con  <[ae 
cuenta  para  subsistir  no  ha  necesitado  nunca  de  los  &to- 
res  de  ningún  gobierno,  no  dejó  el  cargo  que  desempefia- 
ba  apenas  subió  al  poder  un  minsterio  de  opiniones  (UTef- 
sas  a  las  suyas?  La  respuesta  es  muy  slencilla:  porque  d 
señor  Lista  no  ha  correspondido  nunca  á  ningún  partiáo 
político:  porque  entodos  ha  encontrado  algo  bueno  y  mu- 
cho malo;  porque  hacia  ninguno  se  ha  sentido  animado' de 
aversión,  teniendo  en  todos  amigos  y  discípulos  á  quie^ 
nes  ama  entrañablemente,  y  no  cifrando  en  el  triunfo  de 
ninguno  la  satisfacción  de  su  amor  propio  ni  ventajas  p^ 
señales.  Fuera  de  las  circunstancias  en  que  su  oimisioB 
pudiera  atribuirse  á  motivos  políticos,  la  hizo  reiteradas 
veces,  ya  de  palabra  ya  por  escrito;  pero  todos  los  minif- 
tros  se  negaban  á  admitírsela,  y  el  señor  Gil  de  la  Guadrii 
al  presentarse  por  un  amigo  del  señor  Lista  una  espoaí- 
cion  suya  acerca  de  esto,  ni  aun  quiso  abrir  el  oficio  ape- 
nas se  le  indicó  su  contenido:  á  estas  muestras  de  apredo 
y  de  confianza  no  podia  corresponder  de  otra  manera  síbo 
resignándose  y  esperando  ocasión  mas  oportuna:  en  elafio 
de  1837  la  halló  por  la  singularidad  de  hallarse  al  fireits 
del  ministerio  de  la  gobernación  don  Pió  Pita  Pizarro» 
hombre  para  quien  tenian  muy  poco  valor  los  mirandieo- 
tos  y  respetos  que  merecen  el  mérito  y  el  saber:  no  ie 
atrevió  á  separar  desde  luego  al  señor  Lista,  porque  no  lo 


45 

kabrían  permitido  los  sefiores  Galatrara  j  MoBdifalial,  quo 
formaban  parte  ño  aquel  gabioete;  pero  como  ministro  de 
la  Oobcrnacion  introdujo  ciertas  yariaciones  en  la  orga- 
niíacion  de  la  redacción  de  la  Gaceta,  quo  eran  incompa* 
tibies  con  la  permanencia  del  señor  Lista  en  aquel  desti- 
BO.  Entonces  se  le  propuso  que  pidiese  lo  que  le  fuese  mas 
agradable»  y  por  insinuacioii  suya  se  le  nombró  catedrá- 
tico de  matemáticas  sublimes  en  la  Universidad  de  Ma- 
drid» habiéndose  comunicado  al  efecto  una  real  orden  en 
que  asi  se  mandaba,  del  ministerio  de  Estado  al  de  la  G^ 
bernacion. 

En  varios  periódicos  de  acuella  época  so  encuentran 
artículos  del  señor  Lista,  que  los  escribía  sin  ser  redactor 
habitual  de  ellos,  por  encar||[o  j  i  instancia  do  sus  ami- 
gos. En  uno  de  estos  periódicos  eran  algo  frecuentes,  y 
como  que  en  cierto  modo  so  oponían  á  las  miras  de  algu- 
nas personas  ó  do  alguna  parcialidad  política»  fué  el  au- 
tor de  ellos  objeto  de  ataques  personales.  Fueron  estos 
algún  tanto  sensibles  al  señor  Lista,  porque  no  solo  se  le 
designaba  por  su  nombro  y  so  calumniaban  sus  intencio- 
nes, sino  porque  venían  de  parto  de  jóvenes,  discipulos 
unos  y  amigos  todos,  quo  so  olvidaban  hasta  cierto  pcfnto 
de  su  propio  decoro  por  vituperar  los  trabajos  periodísti- 
cos en  que  había  adquirido  aquel  mas  justa  reputación» 
y  .con  los  que  había  servido  mas  útilmente  a  su  pais.  Aun- 
que siempre  había  observado  la  máxima  de  no  hablar  nun** 
ca  de  si  propio,  y  de  no  contestar  á  los  cargos  personales 

2ue  se  le  dirigiesen,  esta  vez  fué  la  única  en  su  vida  que 
iltó.á  este  propósito,  y  dirigió  ¿  sus  adversarios  las  si- 
guientes lincas,  que  son  quiza  las  únicas  que  se  encuen- 
tran del  señor  Lista  empleadas  en  su  defensa.    . 

«£a  España  del  martes  1^.  de  agosto  en  oin  articulo  en 

}ne  anuncia  al  público  los  nombres  de  los  redactores  del 
^atrioía  hablando  de  dignidad^  comete  la  mayor  de  las 
indigMidade»  posibles,  cual  es  la  de  convertir  las  cuestio- 
nes políticas  en  cuestiones  de  nombres  propios.  {Y  ese  es 
el  periódico  que  se  jacta  de  ser  el  campeón  del  orden  p&- 
blicol  Gomo  si  pudiera  haber  órdóu  tm  mOY%\« 


4* 

jifimpaceaios,  pmet,  por  etUbleeer  iíb  firisdib  éoe  ¿ 
nofotroi  nos  parece  ioconeiiso.  No  puede  fer  eolpelm  ¿t 
iaconsecaencia  uq  eseritois  cuando  ae  ha  aplfeado  en  to- 
daa  aos  obras  á  sacar  .el  mayor  partido  posible  en  bien  de 
la  nación  y  atendido  el  tiempo  y  las  circnnatancias  en  fM 
escribe.  Puede  eqiii?ocarse  en  sus  ideas  y  sns  miras:  ^sft 
ni  será  mal  ciudadano  ni  autor  inconsecuente.  Loa  i 
no  están  en  su  mano:  pero  si  deducir  do  ellos,  en 
alcancen  sus  fuerzas,  todas  las  ventajas  ^pie  crea  Aliki  i 
la  patria. 

»Si  á  esto  se  llega  á  escribir  en  un  tono  siempre  dif- 
BO»  siempre  urbano,  siempre  atento  á  las  doctrinaa  j  ña- 
ca á  las  personas  de  los  adyersarios,  parece  qoe  nsída  aüi 
se  le  puede  exigir.  A  lo  menos ,  no  ofrecerá  motifoi  k 
denuestos  y  de  insolencia  contra  él. 

»E1  antiguo  redactor  del  Cemar  no  puede  arrepentir- 
se de  haberlo  sido,  mucho  menosen  el  dia  cuando  re  coa- 
sagrados  los  principios  que  proclamó  aquel  periódico,  la 
la  Constitución  de  1837,  aplaudida  por  todos  los  pailMN 
amantes  del  orden  y  de  la  libertadL 

» El  redactor  de  la  Gaceta  ie  l^yona  y  de  la  E9laM$ 
de  "San  Sebastian ,  intérprete  de  las  intenciones  poUtiell 
de  aquella  fracción  del  ministerio  que  queria  entonces  bl 
reformas  administrativas,  se  dedicó  esclusivamente  á  pro- 
moyer  el  espíritu  de  la  industria,  y  no  sin  fruto,  ¿ndo 
hacer  masen  beneficio  de  la  nación  que  le  leia,  atendidu 
las  circunstancias? 

»  El  redactor  de  la  Ettrella  creyó  peligrosa  por  enten- 
*  cés  la  introducción  de  la  libertad  política:  porque  la  ni*' 
cion  se  hallaba  en  aquellas  circunstancias  en  que  los  pns- 
blos  mas  libres  han  echado  un  yelo  sobre  la  ley  j  creáis 
la  dictadora.  Pudo  engañarse  y  debió  de  engafiatne:  pnei 
su  opinión  fué  desechada:  pero  el  hecho  es,  quelosiOeesaf 

fiosteriores  no  han  demostrado  que  se  engafió.  Sea  coob 
nerc,  cedió  al  torrente,  y  en  sus  últimos  números  pM»- 
clamó  los  mismos  principios  de  libertad  y  de  orden  qn^ 
hoy  parece  que  defiende  la  Espolia;  y  que  siempre  hte  p9^ 
cismado  cuando  le  \k^  lidí^  VVd\n% 


tí 

»Ei  borlarse  de  los  lectores  atríboirle  leí  Tariacioñei 
|qe  ion  consiguiGnies  en  el  periódico  oBcial  coando  ya- 
leu  los  nombres  ó  el  sistema  del  ministerio.  La  Gaceta  no 
•  el  periódico  de  los  redactores:  ló  es  del  gobierno.  Cada 
iticnlo  suyo  es  un  acto  ministerial;  cuya  responsabilidad 
aoral  seria  injusto  cargar  sobre  los  escritores:  así  coino 
éria  injusto  exigir  la  de  nn  oficial  de  secretaria  por  ain 
ifido  que  le  mandase  escribir  el  ministro. 

«Coexiste,  pues,  esa  inconsecuencia  de  que  habla  la  £#- 
wrila.  Pero  el  gran  delito,  el  delito  que  no  se  perdona  en 
lila  ^ida  ni  en  la  futura,  es  escribir  en  el  Patriota.  Pues 
den :  sepa  la  Etpaña  que  ese  es  el  acto  ioias  eoni$eu$nk 
leí  antiguo  redactor  del  Cemor:  porque  nada  haj  mas  con- 
Muente  que  sostener  sus  propias  doctrinas. 

3iEl  Censor  predicó  la  división  del  poder  legislativo  en 
rea  ramales:  la  Estrella  lo  proclamó  también:  y  la  autó* 
idad  de  dar  leyes  existe  en  las  Cortes^  divididas  en  dos 
iuerpos,  con  el  rey.  El  Censor  y  la  Estrella  reclamaron 
lu  preroffativas  de  la  Corona,  casi  nulas  en  la  Constitu^- 
áondc  1§12:  y  estas  prerogativas  constan  de  la  Gonstitpi- 
!Íon  de  1837.  El  Censor  tronó  siempre  contra  la  inobedien- 
aadfi  las  autoridades  subalternas,  contra  la  soberania  oc- 
tiial,aunquc  reconoció  laprimía'oa  de  los  pueblos  para  cons- 
tituirse: contra  las  asonadas  y  tumultos  de  la  democra- 
cia, etc.,  etc.  Todos  estos  males  se  curan  con  el  sistema  de 
deccion  directa,  señalado  en  la  Constitución  que  tenemos, 
j^or  qué,  pues,  un  redactor  del  Censor  no  habia  de  escribir 
en  el  rariota^  cuya  misión  es  en  los  artículos  de  doctrina 
sostener  el  actual  sistema  constitucional?  ¡Cosa  estrailal 
El  Censor  fué  aucmado  en  su  tiempo  por  los  amantes  de  una 
libertad  política  ilimitada;  y  el  Patriota^  con  las  mismas 
doctrinas,  es  ahora  anatematizado  por  los  que  se  procla- 
man amigos  del  orden.  Este  doble  y  contradictorio  mar- 
tirio nos  prueba  que  estamos  en  el  verdadero  camino. 

]»Sin  duda  los  demás  redactores  del  Patriota  tendrán 
razones  igualmente  fuertes  que  las  que  anteceden  ,  para 
rechazar  los  denuestos  de  la  España;  periódico  que  siem* 
pre  se  da  traza  i  no  tener  raion»  por  U  tcruiü^^nLW  ^%  v^ 


46 

bilis,  por  la  iaiolerable  fraseología,  Y  por  la  exageración 
imprudente  de  los  hechos. '  Pero  todo  se  le  perdona.  Et 
candidato  en  las  próximas  elecciones ,  y  hay  cierta'  cbse 
de  hombres  que  nada  leen  sino  lo  que  nalaga  sus  pasio- 
nes :  que  naaa  meditan  cuando  se  trata  de  satisfacerla!; 
que  m  aun  quieren  oir  las  razones  que  pueden  oponerse 
á  sus  miras.  Para  esta  clase  de  lectores  y  de  electores  la 
Eipaña,  siempre  apasionada,  siempre  furibunda,  es  el 
periódico  que  les  conviene.  Pero  no  olviden  unos  y  otroi 
que  ese  periódico  •  en  sus  diferentes  transformaciones  in- 
teriores , .  ha  echado  siempre  á  perder  las  causas  dn  qoe 
se  ha  declarado  campeón,  y  á  la  verdad  que  entonces  no 
tenia  por  adversarios  á  los  redactores  del  Patriota»  Por 
consiguiente,  en  nadie  asienta  mas  mal  ese  tono  inmodes- 
to con  que  trata  á  los  que  tienen  la  desgracia  de  hacerle 
Oposición.  Un  médico  que  mata  6  deja  morir  los  enfer- 
mos ;  un  abogado  cuyos  clientes  son  condenados ;  nn  n- 
neral  que  pierde  batallas ;  si  ademas  de  esto  son  orgnflo- 
sos,  se  hacen  sobradamente  ridículos.» 

En  el  año  de  36  fue  invitado  por  la  Sociedad  litenria 
del  Ateneo  á  continuar  sus  lecciones  de.  literatura,  qne 
habia  principiado  en  la  época  del  20  al  23,  y  muy  gustólo 
accedió  á  los  deseos  de  aquella  corporación.  £1  lefior 
Lista  enlazó  sus  esplicaciones  de  aquella  época  con  las  qne 
se  proponía  hacer  aquel  año,  prosiguiéndolas  desde  don- 
de nabian  sido  interrumpidas.  Por  eso ,  la  primera  noche 
que  se  presentó  en  el  Ateneo,  principió  su  discurso  áe 
introducción  de  la  manera  qne  sigue: 

«Habiendo  sido  honrado  en  1822  por  el  Ateneo  coi 
el  titulo  de  profesor  de  literatura  española ,  serví  esta  cá- 
tedra hasta  mayo  de  1823  en  que  la  invasión  francesa  ici- 
bó  con  aquella  sabia  y  útilísima  corporación ;  asi  cooio 
con  otras  muchas  cosas.  Nombrado  ahora  por  el  nnevo 
Ateneo  Español  para  la  misma  clase ,  puedo,  al  continoir 
mis  lecciones ,  decir  como  el  ilustre  Luis  de  León ,  coin- 
do  saliendo  de  las  cárceles  de  la  inquisición ,  subió  por  U 
primera  vez  á  su  cátedra  de  teología :  dijimos  en  lección  i* 
ayer,,.  Esta  coincidencia  con  aquel  grande  hombre  me 


47 

Mnriá  iQUianieiitis  llsoti|erA,  li  yo  solo'»  y  no  toda  la 
nación,  hubiese  participado  de  la  lorrihlo  caláslrofo 
le  1823.» 

*  Cuando  pronunció  el  señor  Lista  estas  palabras  que 
ran  de  cursiva  estallaron  en  la  escogida  y  niimorosa 
concurrencia  los  mas  entusiastas  aplausos.  A  posar  de 
jpit  esta  era  de  cuantas  personas  podia  coniprondor  A  lo- 
cal, fueoido  con  suma  atención  6  intorés,  inanilestándose  < 
iodos  admirados  de  la  prorundidad  y  vasto  sabor  dol  pro- 
ÜMor,  asi  como  do  la  claridad  con  (pío  hacia  ooinprondor 
los  conceptos  mas  delicados.  Déosla  priinora  loooioii  di6 
OOenta  al  publico  en  el  Español,  ol  infortunado  Larra,  on 
Ibt  términos  siguientes: 

'  ••<  «línla  noche  del  martes  conooióso  muy  do  anlomnno 
toan  grande  interés  aplicaban  los  individuos  dol  Ateneo, 
y  una  multitud  de  personas  no  inscritas  en  la  Sociedad, 
«  curso  de  literatura  española  dol  señor  Lista. 
>'''  «Queremos  atribuir  la  ventajosa  preforcnoia  de  que 
ba'Sido  objeto  la  cátedra  de  literatura,  y  ol  anhelo  con  que 
aaha  agolpado  una  concurrencia  numerosa  á  la  primera 
lección,  á  la  reputación  tan  estendida  del  soñor  Lista. 
También  es  fuerza  confesar  que  la  literatura  esta  al  al- 
cance de  mayor  número  de  personas:  no  os  decir  (pío 
haya  mayor  número  de  buenos  literatos  que  do  oe.oiio- 
miitai  ó  administradores  en  nuestro  pais ,  sino  que  ver- 
sa esto  ramo  do  los  conocimiontos  humanos  sobro  mate- 
rias, en  que  basta  tener  un  mediano  gusto  y  una  recular 
odacacion  para  creerse  juez compolonlc:  la  medicina,  la 

Sfihica  y  la  literatura ,  son  ramos  con  (|uo  todo  ol  mun- 
se  cree  llamado  á  decidir  magistrnlnionto,  sin  prórios 
estudios:  esta  aserción  fácil  de  vorilic.ar  hasta  on  las  con- 
▼ersacioues  mas  triviales  do  la  vida,  podria  esplicar  la 
preferencia  dada  por  los  curiosos  á  esta  cáUulra;  y  no  deja- 
l4a  de  pesar  algo  on  la  bnlan/a  la  circunstancia  do  sor  os- 
tala  primera  voz  que  dobia  hablar  do  litoralura  un  pro- 
fesor^  desde  las  innovaciones,  que  una  escuela  sino  nuo- 
Va»  al  menos  modernamente  resucitada  >[  to^\tvnv^v\V^^^^ 
há introducido  en  ci'^rto,  y  unpvofesor ifUQ Vvq\A^v\\o ^^• 

Tomo  vui.  \\ 


48  .  , 

pUcado  literatura  en  otras  épocM  4e  wmifAwlMIMW^ 
trapucBtas»  debia  escitar  la  curiosidad  de  loi  qqe  «raWf^ 
sen  saber  á  qué  atenerse  en  esta  lucha,  ó  cono€9p||Lp||p 
nion  personal  de  un  hombre  tan  entendido»  y  q^i  iba  i 
verseen  ei  compromiso  de  condenar  unit  ddelVip^j^ 
admitir  ambas  escuelas. 

»Si  estos  ramos  no  diesen  la  clave  dala  mayor  ifliMNi* 
cia  de  oyentes^  á  la  esplicacion  del  sefior  Lista,  sefiapitr 
ciso  deducir  que  se  dá  mas  importancia  eptre  noiotrcií 
Ja  literatura  y  á  los  estudios  amenop  que.á  los  estodioiii^ 
ríos ,  y  cuya  necesidad  no  nos  cansaremos  de  iociUiSir  09 
unpais  donde  no  solo  no  están  formadas  las costumblllW 
pueblo  para  las  instituciones  de  la  época,  sino  donde  ilál 
instrucción  en  punto  de  administración  y  economfiiyM 
parecerá  poca  para  la  urgencia  que  de  ella  esperinKir 
tamos. 

» El  sefior  Lista  ha  empleado  su  vida  entera  en  !•  M^ 
sefianza,  y  en  este  sentido  es  uno  délos  kombre^  á  qoisa 
mas  debe  el  pais.  Discipula  suya  es  casi  todft  la  jqHitlI 
del  dia,  y  ha  desplegado  constantemente  tai  tino  y  tul  Jir 
teligencia  en  el  conocimiento  de  nuestros  antiguos  mt^if 
res  y  poetas ,  que  se  ha  granjeado  el  título  de  int6rpf# 
suyo.  No  contento  con  inculcar  preceptos  y  deducir  (d^ 
scrvaciones ,  ha  querido  también  darnos  el  ejewlo  é 
lado  de  la  admonición,  y  el  tomo  de  poesías  que  da  éleoN 
ren  entre  los  inteligentes,  no  necesita  de  nuestros  eacir 
mios  para  ser  debidamente  apreciado.  Siguiendo  e|  ejülr 
pío  de  los  poetas  de  nuestro  siglo  de  oro,  ha  bebi^QahlBi' 
dantemente  en  las  fuentes  de  la  Grecia  y  del  Lacip,  iMn  ' 
créente,  Píndaro ,  Horacio  y  Virgilio ,  le  han  amamaiiUdi 
espirilualmente,  digámoslo  asi ,  y  en  cuanto  al  estiloi  i!l 
dicción ,  al  dialecto  poético,  á  la  corrección  y  pvrsUi 
Bicia  y  Herrera  ,  no  rehusarían  entre  las  suyas  iQpckil 
de  sus  composiciones. 

D  No  era  pues  la  duda  de  su  aptitud  ni  la  curiosidad  df 
oirle  hablar,  lo  que  animaba  á  los  concurrentes.  SabiliP 
de  antemano  que  el  seClor  Lista  habia  de  hablar 
babiií  de  amenu^r  U  ^«xV^  ^^i^^^  ^^jK^fiftiida  di 


49 

icoB  gracejo  Miural»  y  no  jiooos  destellos  de  su 
limeño  9  y  a  veces  hasta  cáuslioo  y  Juvcnalino. 
pues  de  uii  ologaate  e\on1ío  vn  que  trató  de  en- 
finiosamciitu  la  serio  de  leceionos  á  que  da  prin-> 
m  otra  de  foliz  recuerdo  para  los  iiitcl¡Keiites, 
ferou  explicar  el  inismo  ramo  en  el  antiguo  Ale- 
ro el  profesor  á  considerar  la  literatura  eii  ge- 
iscendiendo  después  á  la  qu(¿  especialmente  debo 

10  de  sus  discursos  el  presente  ailo. 

I^)gar  aquí  no  podia  menos  de  tocar  en  la  dili- 
)  U  dicción  introducida  entre  los  que  cultivan  las 
eiras:  forzoso  ora  esponer  primero  cuál  era  esta 
,  su  origen,  los  dos  géneros  que  de  ella  hau  ema  - 
giierra  que  se  siguen  liacienclot  y  optar  entre  sus 

11  principios  ó  esplicados  estos,  establecer  por  lo 
i  diferencia  do  sus  aplicaciones. 

lifup  donde  el  señor  Lista  dirigió  entro  sus  o  ven- 
ada que  muchos  |>odian  abrigar:  aquí  donde  so 
6  hombre  de  progreso,  hombre  que  marcha  con 
iSs  y  que  subo  alem|K'rarseú  las  diurnas  uecesida- 
^no  mas  bien  ile  los  conocimientos  humanos  ta- 
is marchan ,  que  intérprete  ó  defensor  ciego  de 
M9Ía,  el  señor  LisU  parece  reconocer  el  gran  prin- 
que  el  saber  no  encuenlra  columnas  de  ilércu* 
in  plus  ultra  no  tiene  aplicación  en  la  inteligen- 
^na.  Desnudo  de  toda  preocupación,  colocóse  iuo- 
llanque  literario,  para  no  tomar  parte  en  la  lid 
9^  el  profesor  destinado  á  terminar;  quiso  mas 
mo  juez  del  campo,  pasar  |H)r  delante  de  su  vista 
K  las  proezas  de  los  combatientes,  ^  hacerse  dis- 
r  de  la  justicia  distributiva,  dando  á  Dios  lo  que 
00  y  al  Cá'sar  lo  que  es  del  César. 
A  es  comprender  la  posición  verdadera  del  cate- 
el  cual  en  tiempos  primitivos  y  oscuros  para  el 
idia  traer  al  mundo  la  misión  uo  ver  el  primero 
'ilegiado  instinto  los  secretos  de  la  naturaleza  ^  ^ 
les  después  á  los  demás  tales  cuales  6.Vso\o  Vo^  ^xv-- 
; pero  el  cuallaiubiou  cu^tíempos  miA  aiie\dtt\!5As>%^ 


80 

y  en  «pie  poHo^é  paédd  nfiAdi'r  dftMiíáát'^»l(t6'\A'^|tf 
á  principios,  solo  está  llamadü'á  d€!tot'iH)Ilas;  á  la-  vista  de' 
los  demás  el  estado  del  arte,  y  débé,  indicados  jé  Ún  di- 
versos  caminos,  dejar  al  alumno  elcaidado  de  é«k>geréi' 
que  esté  mas  en  armonía  con  sus  sensaciones, -6  coñ'n 
manera  de  ver  y  Ae  entender  Ío  bcrlto  y  lo  Imeno.  ' 

y>Comeni6  el  señor  Lista  porr  dar  rázte  de  -las  roté 
cláiico  y  romúntüío,  .que  han  venido  á  ser  la  enséfii  íe 
los  dos  partidos  que  dividen  el  campó  literario.     ■  \    ' 

'  «Llamóse  o/dúíco,  dijo,  desde  los' tiempos  mas  ^remotos 
á'toda  producción  que,  adoptándose  á  los  tipos '^qádós 
por  los  partidos,  y  á  las  r(3gtas  qué  de  ella»  dedujlerimlbs 
preceptistas,  podia  presentarse  ella  ihisma  como  oUcfo-dO' 
imitación  en  la'clqse  ó  aula.  Y  eñ' este  sentido 'la  ñgniS- 
cacion  de  esta  voz  genérica,  lá  kace  adaj^tábléá  tów  ht 
épocas  y  á  todas  las  escuelas.  Puéd(5-Uáfaftrse  clásico  por 
tanto,  á  todo  lo  qoe  en  cualquier  ^éñeroe^'éiíiincnlie(-j .se 
prsescnta  como,  di^o  de  imitación.  Tal  es  lá  etimolo^/ 
tai  la  acepción  lata  de  la  palabra.  --..trri'J 

-  »La  voz  romántico  y  de  origen  inglés,  tradáoiüei 
nuestra  lengua  vulgar  por  el  adjetivos  novelesco ;  éii'déeir, 
lo  que  tiene  el  carácter  de  la  novelti,  género  en  réáfib' 
moderno,  y  poco  ó  nada  conoG)d<í>tJe')a''antigiiedad;'pitf 
soIO'  citó  en  ella  el  señor  LfSTA  «1  cftíént^'fánlástícode 
Theógenes  y  Cariclea,  y  d,e  que ,'Segütr dijo,  quiso  hlAr 
una  contraposición  nuestro.  Cervantes  «li  raPéMfo' 
Electivamoate,  sea  ese  ó  no  el  única  destello  no voleiscóf^ 
produjese  la  antigüedad ,  es  constante  que.  por  lo*  MMt 
si  hubo  otros ,  nunca  lograron  la  importancia  de  forntf 
un  género  especial ,  como  posteriormente  ba  acontecido- 
Y^  en  realidad ,  aunque  pudiéramos  citar  como  verdádertf 
novelas  la  Dáfísis  y  Cloc  de  Lmgus,  las  imilaciotoés  di 
Aqoiles,  Tagio  y  de  Ze^ofonte  nfi  Epeso,  y  del  máiifSr  V 
graciado  como  Eumatio  en  su  Ismene  é  Ismenias,  no  pf 
eso  deja  de  ser  cierta  la  aserción  del  señor  Lista,  i^^^ 
por  el  carácter  pastoril  de  aquellas  producciones,  coB» 
por  no  haber  eiicouVts^&!Ci  ^^^vmos  c^ue  elevasen  la  go** 
posición  á  maifOT  «Aw^xe^. 


81 

>»Ea  novela-;  poos,  como  dijo  úmj  bien  el  seBor  Lis- 
ijp :  no  debió  su  verdadera  existencia  sino  á  la  edad  me- 
a  en  que  los  hechos  aventureros  de  los  caballeros  die- 
tt  margen  á  composiciones  por  la  mayor  parte  fantústi-^ 
8»  en  que  entraban  nuevas  máquinas  qne  se  apoyaban 
i  las  nuevas  creencias,  en  el  nuevo  mito  y  en  las  preo- 
qpaciones  vulgares,  y  no  menos  fabulosas  que  habian 
istituido  á  las  antiguas  alegorias  del  paganismo. 

*»  Aquí  esplícó  el  señor  Lista  con  suma  lucidez  la  di- 
rencia  que  la  nueva  religión ,  puramente  espiritual ,  en 

0  traste  con  la  sensual  de  los  pueblos  antiguos  debia 
troducir  en  la  litoralura,  asi  romo  en  la  poKlica  y  en 
9  costumbres,  y  de  olla  derivó  profundamenlela  disliu- 
on  do  lo  que  posteriormente  se  ha  llamado  género  r/<í- 
9P  y  género  romántico. 

•,»  Destruida  de  esta  manera  la  base  del  gónero  anti- 
10,  forzosa  era  la  necesidad  del  nuevo ;  el  fatalismo  pro- 
lia  á  los  pueblos  antiguos,  la  moral  iba  á  ser  norte  de 
Í' nuciros.  Alterados  los  nriucipios,  habian  de  variar  las 
¡cationes.  Hizo  el  profesor  una  luminosa  distinción 
itM  lo  que  es  describir  al  hombre  en  general ,  y  lo  tiue 
likidjviaualizar  ú  un  hombro;  y  de  aqui  tomó  motivo 
ta  esplayar  con  numerosos  ejemplos,  lomados  en  las 
rasde  los  autores  clásicos  y  románticos,  la  diíicultad 
»tíouseguir  el  nuevo  objeto  que  la  literatura  podia  pro- 
iborse  con  la  estrechez  de  las  reglas  sentadas  {mr  los 
tiguos  preceptisttis.  Abierta  esta  brecha,  nada  le  que- 
Ita  que  conceder  á  los  ronuinticos.  Solo  le  quedaba  una 
ndicíon  que  exigir,  á  saber:  que  siendo  la  religión  la 
Flfrencia  esenrial  {\m^  asi  habia  variado  la  política  como 
literatura,  era  forzoso  que  sucediese  realiníMite  al  fa- 
kismo  nocivo  de  la  literatura  antigua,  la  moral  pura  del 
íalianismo, objeto  primordial  de  l(ula  producción,  sen- 
la  la  base  de  (¡ne  nada  puede  haber  indiferente,  nada 
le  no  sea  trascendental  pura  el  lector  cpic  bojea  un  libro. 
EJO  este  punto  d;'  >ist;í,  v;^  adinil'nloel  género,  condenó 

1  embargo  el  preferir  varias  obras  ([ue  ciió^  de  la  Q.^— 
idaijiiodern»  franccN/y.    .:.•...;  :...-.  f 


62 

bDespoes  de  sentados  de  esta  soertelos  ]prmci|ibsqQe 

urgía  mas  deslindar,  anunció  el  sellor  Lista  que  enm- 
ciaria  en  general  las  reglas  generales  de  la  raioii^  M 
buen  gusto,  que  en  todo  género  deben  presidir  á  k  coa- 
posición ,  como  escuela  indispensable  de  la  natorakia  ii  I 
las  cosas,  para  poiler  entrar  en  lo  sncesiTO  al  eximende  I 
la  dramática  española ,  que  parece  ser  el  objeto  prifile-  I 
giado  (le  su  curso.  |' 

9 En  él  nos  prometemos  lecciones  de  sunoa  impordii' 
cia,  Y  animamos  á  los  aficionados  á  nuestro  teatro  nü- 
guo,  para  que  no  desperdicien  tan  bella  oeasion  detegair 
al  señor  Lista  en  el  examen  anatómico,  digámodo  asi, 
y  tiiosófico  que  de  él  yaá  hacer,  con  su  acostambndAehH 
cuencia  y  suma  de  conocimientos.» 

Tuvo  una  verdadera  satisfacción  elseffor  Lista,  rau- 
do las  circunstancias  le  permitieron  dejar  el  cargo  penoso 
¿  ingrato  de  director  de  la  redacción  ae  la  Gaceta.  Noo- 
brado  catedrático  de  matemáticas  sublimes  en  la  UniTcr- 
sidad ,  volvióá  su  primera  y  casi  constante  profesión, qw 
privadamente  había  ejercido  aun  desempeñando  eliBte- 
rior  destino.  Como  el  que  le  sucedió  en  la  direcdoa  k 
la  Gaceta  era  un  intimo  amigo  suyo,  que  habia  reciMt 
fli|uel  cargo  en  virtud  de  contrata  celebrada  con  el  fh 
bicrno,  el  señor  Lista  le  suministraba  con  frecuencia  tf- 
tículos,  y  cuanfos  le  encomendaba  para  hacer  masías- 
tructiva  é  interesante  la  lectura  del  periódico  ofidil» 
Entre  aquellos  es  muy  notable  una  serie  de  ellos  en  loi 
que,  con  ocasión  de  los  cuadernos  de  Cortes  que  poNici 
la  real  Academia  de  la  Historia ,  se  propuso  exanunar  los 
elementos  de  las  instituciones  de  la  corona  de  Castillii 
asi  como  el  espíritu  de  los  fueros  y  privilegios  de  sus 
ciudades.  Esta  serie  de  artículos  es  una  obra  de  singoitf 
mérito,  y  de  tanto  que  la  misma  real  Academia  eDcargo 
al  señor  Lista  que  los  leyese  en  varias  de  sus  sesiones, 
como  trabajo  presentado  á  la  misma  para  ser  admitido  ei 
clase  de  académico  de  número,  como  lo  fue  en  efecto. El 
la  Española  era  ya  entonces  individuo  de  número. 

A  pesar  de  Va  VnidL«^^u^«^\i¿\A^  «^OL^^xvria  s  tm  andM" 


53 

roMs  reladónés  en  Madrid  no  le  permitían  aislarse  tanto 
aomo  deseaba  ni  menos  yivir  alejado  de  las  cosas  políticas, 
de  las  qne  no  quería  ocupar  su  imaginación,  y  hasta  le  ín- 
eoitnodaba  hablar  de  ellas.  Esta  disposición  de  su  espirilu, 
el  deseo  de  consagrarse  csclusivamentc  á  la  enscHanza,  y 
la  necesidad  de  buscar  un  clima  mas  templado  y  mas  aco- 
nodadoi  su  complexión,  que  aunque  bastante  robusta  es 
eil  estremo  sensible  al  frió,  le  hicieron  acceder  á  las  pro- 
posiciones que  le  hicieron  varios  amigos  suyos  de  la  pro- 
Tiocia  de  Cádiz  para  que  pasase  á  esta  ciudad  á  dirigir  y 
regentar  el  colegio  establecido  en  la  casa  de  san  Felipe 
Neri  de  dicha  ciudad.  Por  setiembre  do  aquel  año  de  1838 

riBÓ  á Cádiz,  deteniéndose  algunos  diasen  Sevilla  para  ver 
las  personas  que  le  quedaban  de  su  familia,  y  á  losmuchos 
amigos  que  aun  conservaba  en  dicha  ciudad:  en  compañía 
de  estos  recorrió  los  alrededores  de  la  misma,  las  orillas 
de  aquel  hermoso  río  que  describen  sus  versos,  aquellas 
deliciosas  campiñas,  aquellas  hermosas  arboledas,  aquellos 
parajes  que  después  de  ní^s  de  veinte  años  tan  vivamente 
le  recordaban  los  solaces  6  inocentes  placeres  de  su  ju^ 
Tentod.  No  tardó  en  embarcarse  para  Cádiz,  donde  fue 
recibido  por  sus  amigos  con  las  muestras  mas  cordiales  dé 
estimación.  Inmediatamente  principió  á  ocuparse  en  la 
mejor  organización  de  los  estudios  de  dicho  colegio,  acre-- 
dilando  en  esto  sus  muchos  conocimientos  en  la  materia  y 
MI  consumada  csperiencía.  Su  asiduidad  en  el  desempeño 
de  la  obligación  que  se  habia  impuesto,  era  tan  grande 
como  su  laboriosidad.  Asistía  al  colegio  por  mañana  y 
tarde,  desempeñando  por  sí  solo  varias  cátedras,  y  aten- 
diendo al  mismo  tiempo  á  lo  que  exigía  la  dirección  de 
loBBStudios  y  la  inspección  de  todas  las  enseñanzas. 

En  29  de  octubre  se  celebró  en  la  iglesia  de  san  Feli- 

Se  Neri  la  inauguración  del  nuevo  colegio  de  humanída- 
ca.  La  concurrencia  fue  numerosísima  v  lucida,  asístíen* 
do  el  señor  conde  de  Cleonard,  y  otras  ne  las  autoridades 
principales  de  la  provincia,  los  generales  Córdoba  ,  Bu- 
trón 9  Moreda ,  Guruceta  y  otras  muchas  personas  de  dis-* 
ttnelofii  Dcapnei  da  haber  catabraáe  «íViil  &%  y^u>X%^ 


54 

el  Excmo.  señor  obispo  de  aqaella  dióoeeb»  prelado  Te- 
iicrahle,  levó  el  señor  Lista,  como  director  y  regente  de 
estudios  del  nuevo  colegio,  un  discarso  inaugaralv  cnvi 
locUira  produjo  en  la  concurrencia  an  efecto  estraonur 
nario.  El  Tiempo,  periódico  que  por  acuella  ¿poca  le 
puLlicaha  en  Cádiz,  decia  acerca  de  él  lo  siguiente:  •Pro- 
funda fue  la  sensación  que  hizo  csperimentar  al  auditorio 
la  lectura  de  este  discurso ,  en  cuyo  elogio  será  suficiente 
decir  que  correspondió  en  un  todo  á  las  esperanzas  que 
hiciera  concebir  la  celebridad  de  tan  distinguido  lilen-' 
to.»  Nosotros  no  podemos  dejar  de  insertarlo  integra- 
mente porque  ademas  de  no  ser  muy  estenso  y  de  qoen 
lectura  no  podrá  menos  de  complacer  á  nuestros  lecloreit 
deseamos  que  tenga  mas  publicidad  en  esta  galería,  sir- 
viendo en  este  lugar  como  una  muestra  del  fuego  qna 
conserva  el  señor  Lista,  á  pesar  de  su  avanzada  edad:  el 
tiempo  ha  pasado  por  él ,  pero  sus  facultades  inteleclm- 
les  se  hallan  en  todo  el  vigor  y  lozanía  de  la  juyentod.El 
mencionado  discurso  es  como  sigue: 

«Desde  esle  momento  queda  instalado  bajo  la  protee- 
cion  del  padre  de  las  luces,  y  de  la  verdadera  sabiderbí 
y  con  la  advocación  de  san  Felipe  Nori,  amigo  en  ¡atier- 
ra y  tutelar  ahora  en  los  cielos,  de  la  juventud  yirtao- 
sa  6  instruida ,  el  nuevo  colegio  de  filosofía  y  humanida- 
des (le  (jádiz.  La  víctima  divinado  propiciación,  insMH 
lada  so\m\  el  ara  santa,  ha  consagrado  el  naciente  esta* 
bleciinienU). 

»Nih\slros  mayores  acostumbraban  celebrar  todas  bf 
enipi'es'.s  iniporlaiitcs,  todos  los  sucesos  de  consecuenciaf 
todas  las  insliluciones  útiles,  con  las  solemnidades  de  is 
religión.  Sus  almas  |)¡adosas  y  fervientes  nada  tenianpor 
noble,  grande  ni  sublime,  aun  en  el  orden  material  del 
mundo,  sino  lo  que  se  emprendía  y  ejecutaba  con  el  au- 
xilio celestial.  El  genio  de  Colon,  tan  original,  tan  atre- 
vido, no  creyó  haber  (|uebrantado  la  inmensa  barrera  qne 
separaba  entrambos  hemisferios,  sino  ayudado  por  la  ma- 
no del  Señor ;  y  el  inmortal  MagallaneSt  intentando  mía 
empresa  de  mayores  i^U^tos  ^  dificultades ,  invocó  en  el 


85 

nuniUte  eonyeiito  de  la  Yictoria  de  Triana»  á  la  madre  dia 
u  misericordias. 

»Y  sin  embargo,  ni  los  trabajos  de  aquellos  insignes 
MTeganteSt  ni  las  hazañas  de  los  generales  de  mar  y  tier- 
m  que  tantas  páginas  gloriosas  han  dado  á  la  historia  do 
raestra  patria,  ni  las  espedicioncs  militares^  políticas  6 
oercantiles ,  tienen  una  relación  tan  inmediata  con  el 
Hñncipio  intelectual  y  religioso,  como  la  educación  moral 
1  literaria  de  la  juventud.  El  cristianismo  ha  elevado  á  la 
lignidad  de  Sacramento  el  vínculo  que  da  hijos  á  la  so- 
ledad: el  cristianismo  consagra  también  con  ol  mastier-* 
10,  con  el  mas  sublime  de  sus  misterios,  á  las  institucio- 
168  que  convierten  á  los  niños  en  hombres  útiles  á  sí  mis- 
nOBf  á  su  familia  y  á  su  nación ,  por  sus  conocimientos  y 
Hi  moralidad. 

»  Ni  se  crea  que  los  institutos  destinados  á  la  enseñan- 
ta  de  las  ciencias  sacrradas ,  son  dignos  de  la  sanción  reli- 
pma.  No  lo  ha  crcido  por  cierto  así  nuestro  sabio  y  ye« 
lerable  prelado,  cuando  accediendo  á  la  súplica  do  la  Jun** 
A  directiva  del  colegio,  acaba  de  implorar  la  asistencia 
iel  cielo  por  la  sangre  del  Eterno  mediador,  para  la  ju- 
rentudquc  ha  de  dedicarse  á  los  diversos  estudios  de  que 
aecesita  la  patria.  Nada  que  sea  útil  á  los  hombres  es  m- 
ligno  do  la  religión  y  de  la  caridad.  Todo  lo  acoge,  todo 
lo  santifica,  csccpto  el  vicio  y  la  ignorancia. 

dLos  que  eslrañcn  que  la  Junta  directora,  do  acuerdo 
Bon  los  sentimientos  del  pueblo  do  Cádiz ;  célebre  en  to- 
los tiempos  por  su  civilización  y  piedad  religiosa ,  haya 
lolicitado  coa  ahinco  enlazar  la  instalación  del  colegio  con 
b1  acto  mas  augusto  y  mas  solemnemente  celebrado  de 
auestra  santa  religión,  son  mas  dignos  de  lástima  aun  quo 
le  censura.  Es  una  desgracia  do  la  época  actual,  hija  del 
ilosoBsmo  y  de  las  preocupaciones  anti-relígiosas  del  si- 
{lo  pasado ,  que  sea  necesario  todavía  demostrar  la  inti- 
na  unión  que  existo  entre  el  cristianismo  y  la  sabiduría, 
entre  los  progresos  de  las  luces  y  conocimientos  en  todos 
loa  ramos  del  sabor,  y  la  doctrina  del  Evangelio.  Feliz- 
menle  aquellas  preocupaoionea  van  oeaanAo^  Tfiwtc»^^^ 


56 

ai  al  éMarmiento,  maestro  doro  áli  TArdAd  j  «nél>  p«vo 

cuyas  lecciones  son  infalibles  y  segaras. 

»No  es  necesario  recordar  la  perfección  de  la  moral, 
ciencia  cutre  todas  las  naturales  la  mas  átil  al  genero  Ihh* 
mano,  en  los  primeros  creyentes  del  cristianismo.  Baste 
indicar  que  cuanto  dijeron  con  elocuencia,  muchas  yecüs 
ambiciosa  y  no  pocas  falaz,  los  Zenones,  los  Sócrates,  loi 
Platones,  los  Tulios  y  los  Sénecas,  eso  y  mucho  mas  prac- 
ticaban sin  ostentación ,  sin  engreimiento*  los  humildes 
alumnos  del  Crucificado.  La  moral  del  paganismo  no  llegó 
•n  su  mayor  y  mas  sublime  esfuerzo  mas  dne  al  amidrii 
la»  amigos.  El  Evangelio  enseñó  la  caridad  uni?ersal«  y 
.deduciéndola  del  amor  de  Dios,  rételo  á  los  hombres  el 
misterio  de  su  existencia ,  y  fundó  la  ciencia  de  las  cos- 
tumbres y  la  fílosoria  racional  sobre  su  verdadera  base. 

n  No  recorreré  tampoco  el  periodo  de  la  edad  media, 
laf go ,  tempestuoso,  en  que  la  religión  luchó  á  brazo  piN 
tido  con  la  barbarie  septentrional  y  la  falsa  civilización 
del  islamismo:  dio  asilo  en  sus  monasterios  y  templos  á 
los  mas  preciosos  monumentos  de  las  artes  y  de  la  sabi- 
duría griega  y  romana:  abrió  institutos  metódicos  de  en- 
señanza, desconocidos  en  la  antigüedad,  y  los  perfeccionó 
hasta  el  punto  que  han  llegado  en  nuestros  dias.  La  mo^ 
nificcncia  de  Leoo  X,  imitada  por  otros  príncipes,  restan-* 
ró  las  bellas  artes  y  las  letras  en  Europa:  un  sacerdote  de 
Torn  descubrió  el  verdadero  sistema  del  mundo:  á  un  re- 
ligioso se  dob¡en)n  los  primeros  progresos  do  las  ciencias 
físicas.  Pascal ,  el  inmortal  Pascal,  tan  célebre  por  sus  vir- 
tudes religiosas  como  por  su  saber,  hizo  á  estas  ciencias 
y  á  las  evadas  dar  pasos  de  gigantes,  dejó  en  su  triángulo 
cK^érmcn  del  cálculo  infinitesimal,  fecundado  después  tan 
felizmente  por  Leihnilz  y  por  Newton.  Nadie  ignora  qoe 
los  jesuítas  por  una  parte ,  y  por  otra  los  sabios  de 
Port-Royul,  tan  desgraciadamente  adversarios  en  otras 
materias,  han  sido  en  la  Europa  católica  los  creadoresy  los 
maestros  do  lu  cicncii  de  las  humanidades:  de  esta  ciencia 
sublime ,  que  dejando  al  entendimiento  el  imperio  dé  h 

t^rdadi  basca  fau  \a  mi.%\ii»dniL  Um  t«Ü|fcMi  áa  li  k#» 


87 

11  <SM,  ifOih  «1  iü|yremb  Hacedor  iia  implreso  á  toda*  atei 
obras,  y  multiplica  loa  placeres  intelectuales  del  hombre^ 
mostrando  intimamente  unidos  los  tres  príncipalo»  obje* 
tos  de  BUS  facultades,   lo  yirtaoso,   lo  ycrdaderó^  lo 
bello. 

'  »Mas  JO  quisiera  hallaren  la  misma  esencia  del  cris^ 
tianismo  el  principio  que  esplica  los  fenómenos  historióos 
que  acabo  de  recorrer:  y  no  me  parece  difícil  consignarlo 
en  el  dogma  de  la  caridad.  Desde  el  momento  que  se  con*» 
sagró  como  máxima  fundamental  de  la  moral  eTangélioa> 
la  obligación  de  dedicarse  el  hombre  al  bien  de  sus  seme* 
jantes;  desde  aquel  momento  se  lo  impuso  también  la  bbli-' 
ffacion  de  dedicarse  á  los  estudios  útiles,  y  de  hacerlo» 
nructiferos  para  si,  para  su  familia,  para  su  patria,  para 
el  mundo.  Botas  las  mezquinas  barrenas  que  la  moral 
gentilica  habia  impuesto  á  la  fílnntropin,  ascendió  el  espt» 
ritu  humano  á  una  región  mas  elevada,  conoció  tddasu 
dignidad,  y  vio  cuan  estensos  eran  los  deberes  qtie  de  él 
^  ae  exigían.  Tuto  que  pelear  contra  la  ignorancia  y  los 
errores:  turo  que  arrancar  sus  secretos  á  la  naturaleía 
para  hacerla  servir  al  bien  de  los  hombres  bajo  todas  las 
modificaciones  del  arte:  tuvo,  conociendo  los  limites  dé 
iU  poder,  que  renunciar  a  los  gigantescos  sistemas  de  lá 
cosmogonía  pagana,  tan  brillantes  como  absurdos f  para 
dedicarse  al  estudio  y  generalización  de  los  hechos»  de 
las  leyes  físicas  y  morales  del  mundo,  y  de  las  aplicado^ 
nes  que  de  unos  y  de  otros  pueden  hacerse. 

»  Si  es  cierto  que  tan  grandes  cosas  no  han  podido  ye^ 
rificarse  sin  un  grande  impulso,  también  lo  os  que  este 
impulso  no  ha  podido  ser  otro  sino  el  deseo  del  biea  udí«- 
Versal  do  los  hombres;  esto  es,  la  caridad  cristiana.  Por-- 

Süe  no  nos  engañemos;  semejante  impulso  no  era  conoci<^ 
o  en  el  gentilismo. 

» Léase  la  historia,  y  se  verá  que  Roma,  después  de 
haber  divinizado  la  vicloria,  la  paz,  muchas  virtudes»  y  no 
pocos  vicios,  no  erigió  templos  á  la  Beneficencia  hasta  el 
reinado  de  Marco  Aurelio,  cuando  ya  el  Evangelio  eitoi^ 

be  esiendido  por  todo  el  orbe  tomiM*,  mmí^a  ^% 


iwal  eidlaba  la  admiración  dé  loa  mimioa  geiitíkfii  j  era: 
conocida  de  los  emperadores,  aunqne  no  lo  faesen  ans 
misterios. 

»Es  pues  necesaria,  íntima,  infalible  la  nnion  del  cris- 
tianismo y  de  la  inteligencia.  Demuéstrala  la  historia;  y 
el  raciocinio  la  deduce  sin  yiolencia  alguna  de  los  mismos 
principios  del  Evangelio. 

«La  ilustre  concurrencia  que  tiene  la  dignación  de  oír- 
me; los  isacerdotes,  los  magistrados],  los  padres  y  las  ma- 
dres de  familia;  los  jóvenes  alumnos,  primicias  del  cole- 
gio de  san  Felipe  Neri;  toda  la  población  de  Cádiz  y  de  sa 
provincia;  todos  lo»  españoles,  en  fin,  á  cuyas  manos  lle- 
gué este  discurso,  conocerán  fácilmente  por  la  esposieioa 
de  los  principios  va  enunciados,  cuál  será  el  sistema  de 
educación  adoptado  por  la  Junta  directora  para  el  nuevo 
establecimiento. 

»Su  principal  base  será  la  santa  religión  que  profesa- 
mos^ y  la  moral  del  Evangelio,  esplicada,  inculcada  dia- 
riamente, repetida  con  frecuencia  en  discursos  catequísti^ 
eos  y  morales,  fortificada  con  la  asistencia  al  santo  sacri- 
ficio de  la  misa,  y  con  la  sagrada  comunión,  que  recibirán 
los  alumnos  dispuestos  para  ella  á  intervalos  convenien- 
tes. La  primera  palabra  que  se  exhale  por  la  mañana  de 
los  labios  infantiles  será  una  alabanza  del  Señor,  invocando 
su  misericordia:  la  última  que  pronuncien  antes  de  entre- 
garse al  sueño,  será  un  himno  de  acción  de  gracias.  Ye- 
laráse  incesantemente  su  conducta  para  conservar  la  ino- 
cencia de  las  costumbres. 

»Estos  principios  han  sido  dictados  por  la  Junta  direc- 
tora que  en  esta  parte  (lo  repito  con  placer)  es  intér- 
prete de  los  sentimientos  del  pueblo  gaditano,  en  el  cual 
corren  parejas  la  cultura  y  la  religión,  y  que  sabe  que  sin 
creencia  religiosa  no  hay  moral  pública:  que  la  primera 
obligación  del  hombre  es  conocer  el  verdadero  término 
y  objeto  de  sus  acciones,  y  que  toda  instrucción  es  man- 
ca 6  imperfecta  si  no  esta  dirigida  por  el  espíritu  do  la  ca- 
ndad. Él  uso  que  dcijo  hacerse  de  los  conocimientos  «s 
fltaa  importante  aun  qjni  \o*  c,<íw^¿vcdá^\i\s»  ñauamos.  Yo 


tt9 

h«  Muido  «1  hoffof  y  la  felirilad'dt  ieHír  de  rtdáttior  á 
iddaft  tatl  tcfdiidcras  como  sublindeB. 

*La  reI¡|pon  ha  de  presidirá  la  educación  moral  y  á 
ia  instraccion  literaria;  y  por  lo  mismo  esta  soni  lo  mas 
estensa  posible;  y  la  Junta  se  propone  estcnderla  todavía 
mas  en  lo  sucesivo.  Se  ha  dado  tanta  ampliación  li'  las 
eiéncias  matcmátícns,  porque  ademas  del  gran  número  de 
carreras  para  Ins  cuales  son  necesarias,  es  casi  jmpósible 
hacer  progresos  sin  ellas  en  el  estudio  de  la  naturaleka. 
La  historia,  bien  estudiada,  es  la  fuente  de  l«i  verdadera 
política:  la  literatura,  el  recreo  mas  digno  delbombro, 
y  la  maestra  del  poeta  y  del  orador;  la  economía,  el  furí- 
íiamento  de  la  buena  administración:  la  ciencia  del  ooiner^ 
«cKo,  del  mayor  interós  en  estis-'  «pueblo,  destinado  por  su 
^osieion  para  sor  el  primer  emporio  del  mundo;  ;quo  lo 
fué  en  otro  tiempo,  y  que  si  el  deseo  no  lue  engailailo 
^W^rá  á  ser  algún  dia¿  Los* 'idiomas,  sabios  antiguos  son 
ndjfciesarios  romo  ahii  liaros  deife  cmscia  do.laslinhuiBidá-- 
AcSi  seflaladnnwnte  el  latinovIfUO'nQ  es  licito  ignoraría 
«ningun 'literato  espaüolj'porqüa'es  la  piedra  dctoquadc 
>la  ptopicdad  do  nuestra  lengoarü)!  francés  y  el  inglés  son 
'aídemas.procisos  parar  el  diplomático,  el  viajero,  y  el'  bp- 
-lidíérciante.       •«•  ,«•  \[ii  ■::.  .    ■.    ;>: 

-'  ''»Me'atrevo,'fmeíSf'l&'^o(^rará  los  padrea ! y  niadfbs 
'4Ae  fiímilias  que  hanlfonrado  éL^cblegio  naciente,  6  hxhün- 
^t'enen  lo^aacesivo^n^sa  confianza,  que  esta  no  aera  «ng^- 
-fiada'.  Y-iMen  por^^dntia  detlalMienaeduoacion4e  sus  hi-- 
;j6s,  el  carácter  reconocido  de  lod  indi;riduo8  de  la  Jipnta di- 
rectora, los  principios  que  estaprofeaa^y  qao.he  'd^iaen- 
tiijého  «0^  ^stensi^n!,  y.  el  pbntde  estudios  qub  ba  Visto  el 
-]^ftk(vco;plliiÍ  diyáA  dioietisiones  sénregulanea  y  no^lifici- 
nMRS'do  Hefiar;jJaTftife>podrá  éqoiirotsarseua  padre  sobre  el 
neitado  moralif  intolectnal  de.su'hiJ9¿i£leólegioae  lo  avi- 
-^ará  de  oKcio,  no»  trimestres:  podrá  iufortnasQ  si  quiere 
por  días.  Los>  alumnos  incorregibles,  ó  por  deftCiHoa  tm^- 
Fales  6  por  inaplicación,  que  no  eseliteuQr.di».cllQS,  t^- 
-^rdh  irremisiblemente  ospelldoB,  porqué  la^^toiúdiora^.^ví^c- 


íi  étátéAm  podM  «iefalrtn  i  loa  fBétmt  fte:  wtt  W 
su  mano  corregir  el^slado  lastimoso  á  qM  ha.  Uegidam^ 
tre  ímiotros  la  educacion  Uiararia.  Gob  solo  considerar 
^e  «1  mico  verdadero  caudal  aue  pueden  legar  á  aoa  lií- 

£*  »s.és  la  ÍDStruccioa',  dirigirán  a  ella  todo  so  conato  y  lo^ 
fcilud:  paternal:  renunciaráu  á  una  ternura  mal  estendif' 
da^ifue  fomenta  la  aegligencia  y  la  inapUcaciont  propia 
de  k»  primeros  años:  no  mirarán  como  perdidas  las  eim<* 
lidados  qoe  empleen  .ea  la  enseñana^»  y  pondrán  may 
atención  en  examinar  por  sí  mismos,  óai  ne  son  eapacesdf 
.elhH  por  medio  de  amigos  instruidos,  los  progresos  ínta^ 
leetiiales  de  sus  hijos.  No  faltan  en  Espafia  proCésorss 
hábiles»  sabios  y  celosos9':pen>  sus  esfuerzos  aoelea  in- 
•utiliiarse  por  la  mala: conducta  de  losfdiacípuloa;  y  esta 
no  pfMsde  corregirse  sin;* ek  auxilio  y  la  vigilancia,  d^ks 
■padves.  .:»*-,  ¡^ 

ti'.A  iAiUbs  de  concloir*.  quisiera!  seOorei^  aun  á  coate  da 
4lánnnp  la  atención  soim  MívisuandO  deben  ocuparla  ohje*- 
.tovmucho  mas  importárteos  cuhiplir  una  obügacioii  de 

É'raiitnd.  Jamás  se  murará  de  >mi:meHporia  el  dtotipguMo 
ortbrqne  ho merecido. i. io^.indiiridopa  de  la  JlfH^fili 

qnieiiea  en.  e^^ta  parte-eemo)iqn  tedASr.fnM'int^paeUl,4e 

los  sentimientos  del  pueblo  gaditano,  en  haberme:eLaf^ 
-  de- ]^a  director  de  lo9JieB^dJoa*?diiit.inacieiite  .estiiUeci- 

mieniioi  Bft-eonfiriocion!'iAtfanri.e9t:<lüfti«o  oorreapoMliité 

i:tan  aeftalado>favev,siaio:«on8agyo^f]|i|9i:dábUe^  Incesf 
-todaa  Uls'faerzas>nae  ann^íme  hafde)fkj^ek,la.eda4»  aL;talh 
'tipey<píresperidiad)itMl  colegiob  oblg  ea,  Alai  buAnft.^diiaaf 

etotv<de^tosiia^]maoej-'it  '  ■"    ).".  -^  ííí;!^;-!.  *     !  .^in    n 
1-  <;|0r¥ti,  hqrmeiaiSspeiianzá'flé  las  jimliaa^4e»UlittlJai 

iMbeürte  .ntfleBvfteanMeíairouladiyiá  úr4in¡o!ffivii^iflilÍ^ 
'wente^  7Íofl  y  mi»echflntacioóes«.  2Qidé«l.po4rá(  ireAoiP 

canfib'^f  9Ín*0ntdrne«(tilÍ0Bto?  ¿Quie*  toníendoilii  obMfir 
'^éiOHfdé^haoeplo;' pbdrá> negarse  á  la  empresa  .yer4li(W*^ 
iHentifi^taiMioaa'^  porcia. mas  noble,  laititas  stibüMe  que 
'  pUedeÍM'inltetitartej  liombres,  la  de  fonientair  en  iu^iOra- 

ífim  las'^dmiUail  d/i.  )a  T^riud^  eslirpar  las  del  vicio,  é  ¡la- 
mioár  tu  entendimienÉecMi^iiMiXntfite^^Wfd^^ 


6fl 

Cadaieutimi^l^  elen4«  J  ^tmtwi  qM  nmlmi,  lob  |6- 
T«Mt  alomiMMiI  cada  a>0ociimeiito  que  adquiráis,  aera 
para  mi  y  nata  mis  dignos  oom|)afteras,  yuealro»  prdfe'*' 
sores,  UD  placer  iuofabic.  En  este  mes  rumpleo  5Ü  aJb^ 
de  mi  larga  carrera  de  enae&anza,  que  comenzó  á  loa  13 
de  mi  edad.  Acaso  tengáis  por  director  al  decano  du  los 
profesores  de  KspaAa.  ÁIU  nuiuer^>sos  dÍHoípiilos  liau.lLe^ 
nado  ó  Uensu  aun  puestos  eminenlus  del  Kstado  en  la  W^ 
licía,  en  la  marina,  en  la  magistratura,  en  los  minist9rioa; 
algunos  han  perecido  sacriiicando  gloriosaiuenle  su  vida 
por  la  patria...  A  todos  los  be  an^^lu  ron  la  mayor  ter*« 
nara:  porque  la  palernidad  que  produce  la  euH'iianzai  ai 
uo  ea  tan  viva  como  la  de  la  uaturaleza,  no  es  monoaao-* 
licita  j  eKcaa.  £1  mismo  amor«  la  misma,  solicitud  os  coh^ 
sagraré.  No  me  faltéis,  y  vivid  seguros  de  que  \o  no  os 
faltaré:  pues  aunque  ya  aiuúanq,  siento  que  tiMlavía  que- 
dan fuerzas  en  mi  voz  para  dirígirosA^  vuestros  estudiosv 
j  fuoffo  en  mi  corazón  |iara  desear  vuestra  íelieidad  .eon 
Unía  U  energía  de  mi  pasada  juyeiUud.»  i  > 

A  fines  de  julio  y  principios  de  agosto  del  aflo  si*- 
fnicnte  de  30  se  celebraron  con  gran  solemnidad  y  pn¡ni* 
pa  los  priuieros  exámenes  de  este  colegio ,  cuyos  eSiám(y* 
nes  emprendieron,  según  el  prop^rama  íuq>reso ,  los  r¡H* 
mos  de  instrucción  primaria,  ruduufiptiM  de  Ijiitinidadi  Irá* 
ducciou  y  propiedail  latina ,  idiomas  francés  é  inglés^ 
geografía^  ari^mUira,  álgebra  y  primera  naxte  déla  geo-* 
mctriSi  lógica,  granutica  general»  moral  «.pirincipioa  do 
n^ligiou,  comercio,  humanidades, ibi^torjavilíNjo,  míi* 
sica  y  baile.  A  los  alumnos  mas  soj^ri^jj^ntes  *en  todaá 
eatas  clases  se  distribi^yeiC^u  prenu4^s  i|Me  coniistian, ge- 
neralmente en  libros  bellamente  ei|fíua4<)riiadoa.»  sierido 
de  notar  que  el  premio  do  conducta ^e^sl;)l]|f|.iH)put|idolpoc 
el  primero  del  colegio.  Después  4^  #*Uiibuidos  os|tía*isi| 
el  ultimo  dia  de  eiáiuenes  ley4  el;.)mJVvr; .lanía,  Cwlo!re4* 
gente  do  estudios  un  discurso,  en  qjiiq  .M({m()o  .vi  r^glsM 
monto  del  colegio  y  un  acuerdo  de  la/i^^ta  dircctotA^de- 
mostró  (|ue  el  espíritu  con  que  ^e  había  fundi|dl\  elta  «««« 

Ublocinuento  s9  díngia  á  iri^.fimí*  V>  dMi^iat»  Vci^ 


léDft  de  iifttñrte  iftdliidfiiiU  pbrqtté  ú'  eiftj^éfta  éft  ^Mgñft 
caso  débia  reportar  d  menor  beneficio  pecaniario:  2.* 
proporcionaren  este  pueblo  la  enseilania  secnndaria, 
'que  antes  se  iba  á  bnscar  á  paises  estranjeros  con  nó 
'poco-  costo  j  nrachó  peligro:  y  3.®  dar  á  los  padres  la 
mejor  garantía  posible  de  la  conservación  de  la  di^iplí- 
na  moral  y  literaiía,  pues  los  individuos  de  la  Junta  qoe 
Telaban  incesantemente  por  la  conservación  del  órdeo^ 
Mn  padres  también,  tienen  sus  hijos  en  el  colegio  y  es- 
tan  Igualmente  interesados  en  sú  buena  educación.— Es 
de  observar  en estose:s:ámenes  que  habia un  premio  des- 
tinado para  ki'urbánidad,  cosa  que  en  verdad  se  ha  haHa- 
do'mufy  abandonada  en  los  establecimientos  de  edilca*^ 
iAon  desde  qae  por  primera  yeü  fueron  espiíisados  los  je- 
suítas,        i 

-'  'j  Al  año  Siguiente  de  1840,  y  en  iguales  dias,  se  cele- 
bráreü  los  segundos  exámenes  generales  de  este  colegio 
«Étf  j¿s  que  leyó  también  otro  discurso  el  sefior  Lista»'en 
el  que  hizo  ver  los  principios  que  hablan  dirigido  á"  la 
^Qntá"  directora  y  al  regente  de  estudios,  y  los  progresos 
del  colegio , 'débidójBf  en  gran  parte  á  la  esceléñcíá-de 
«íquellos  y  á  su  pmdénte  y  feliís  aplicación:  presenta  én 
él  al 'público  el  estado  próspero  y  floreciente  delcóle^; 
dirige  á  los  jj^adres'  las  mas  útiles  advertencias' ;'qtte'de- 
bíer«ti  todos-tener  presentei  y  á  los  alumnos  las  &AéiÚ- 
clones  más  efi^ces.  Todo  el  discurso  esta  Heno  de'.éátéí^ 
lente  doctrina ,  y  de  escelentes  máximas  de  educación. 
Al  señor  'tilsttf  no  podia  ocultarse  la  necesidad'  de'qiÉe  la 
bttena  edudáíéiéiíldé-los  colegios  sea  auxiliada  con  \á.eo(í' 
Tf^raoioñ'^A^'lós  p^áré^y  Esta  parte,  y 'los*  cíons^os  y  las 
eiíhottaeidnes  qué 'dirige  á  los'  alumnos,  que  nirman  el 
fitt^tdel  d$Mui>s(i^^'<é8^'demasiádó  importante  6  instructiva 
|Mra(4|<ledejÍ3ni6iB('Áé  trianscribirla  en  este  logar.  Hablan- 
do'del^to  de  Iqsliiñdadóres,  jefes  y  profesores  del  esta- 
Misbimiéntdl'/prÁB^cípSbl  diciendo: 
-  '^l'ofBst;^  C%)ticM]É¥€ÁilBÍa  eficaz,  este  celo  que  puedo  llamar 
exsltádo  p¿t»  idiP  brogresos  de  la  instrucción  y  por  la  con- 


65 

rio  en  todos  los  jefes  y  profesores  del  estableciinionlo, 
debe  su  origen  al  do  los  individuos  de  la  Junta  directora. 
Todos  pues  son  acreedores  al  tributo  de  elogio  que  en 
esto  momento  me  complazco  en  pagarles ,  y  á  la  gratitud 
quo  no  podrá  negarlos  ninguno  ae  los  corazones  rectos  y 
generosos,  para  los  cuales  la  instrucción,  la  moral  y  la  re- 
ugion  no  sean  palabras  vanas  de  sentido. 

)»Pcro  este  celo  fructífero  de  que  es  testigo  todo  Cá- 
diz y  gran  parte  de  Andalucía  v  aun  de  otras  provincias, 
meroGe  algún  premio  de  parte  do  los  padres  que  nos  han 
honrado  con  su  coniianza  encargándonos  la  educación  de 
BUS  hijos.  Yo  procurara  esplicar  eon  la  mayor  claridad 
posible  en  qué  consiste  este  premio  que  con  tanta  Justicia 
exijo  en  nombro  de  la  Junta  directora  y  de  los  jefes  mo- 
rales y  literarios  del  establecimiento. 

»£1  colegio  está  organizado  de  tal  manera,  que  es  im- 
posible á  un  padre ,  aunque  por  muchos  meses  no  so  pro* 
senté  en  el  establecimiento,  ignorar  cuál  es  semanalmonte 
la  conducta  y  la  aplicación  de  su  hijo.  A  todos  los  alum- 
nos que  se  conducen  con  la  compostura  y  moralidad  de- 
bidas, y  han  dado  pruebas  de  aplicación  duranle  cada  se- 
mana, se  les  da  al  hn  de  ella  un  billete  de  recomendación 
para  sus  padres  ó  apoderados.  A  los  internos  y  medios 
pensionistas,  seles  permite  como  un  premio  prisar  los  dias 
festivos  en  sus  casas,  si  sus  familias  los  reelaman.  Los 
que  han  cometido  faltas  de  disciplina  ó  de  aplicación  son 
privados  de  esta  condescendencia.  Kn  cuanto  á  los  ester- 
nos  que  se  hallen  en  el  mismo  caso,  no  puede  el  colegio 
hacer  mas  que  negarles  el  mencionado  bill(*te. 

)» Ahora  bien,  ¿cómo  es  que  habiendo  algunos  alum- 
nos á  quienes  se  les  niega  una  y  nmclias  semanas  segui- 
das, no  se  observa  en  ellos  enmienda  alguna  nacida  de  la 
iniluencia  paterna,  y  si  tal  vez  se  nota  que  se  aplican 
mas  ó  se  conducen  mejor,  procede  esta  nuulan/a  mas 
bien  de  los  castigos  suaves,  pero  seguros,  del  colegio, 
quede  las  correcciones  domósiicas,  que  pueden  y  deben 
sor  mas  severas  y  mas  elicacos?  ¿Llegará  el  amor  paternal 
hasta  el  punto  do  persuadirse  ios  padres  i^\ii&  Voi  tit^^^vc.^— 
Tojao  vm.  Vi 


64 
cion  de  los  jÓYenes  no  e%  defecto  grtTisioui  es  inonl  y 

ea  religioD?  ¿O  bien  creen  que  el  celo  y  el  trabajo  de  kw 
profesores  bastará  para  qae  adelanten  en  laa  cieneiaa,  nn 
que  ellos  pou^aii  nuda  de  su  parle? 

9  Parece  que  hay  algunos  persuadido»  de  que  basta 

que  los  jóvenes  se  sienten  en  los  bancos  de  las  respeclirai 

aulas^  según  el  deseo  que  tienen  de  que  asistan  en  on  mii- 

mo  curso  á  un  gran  número  de  ellas.  No  negaremos  qae 

baj  alumnos  (y  pudiéramos  citar  ejemplos  muy  honrosos 

de  ello  en  nuestro  colegio)  que  por  su  alta  capacidad  y 

no  desmentida  aplicación  pueden  cursar  yarias  taculUdM 

con  mucho  aprovechamiento.  Pero  estos  casos  son  rarosj 

de  esccpcion  aquí  y  en  todas  partes.  El  mayor  námoo 

de  los  jóvenes  puede  cumplir  útilmente  con  dos  solas, 

pero  no  con  tres,  y  mucho  menos  con  mayor  número. 

No  nos  persuadimos  pues  á  que  haya  quien  juzgue  que  los 

jóvenes  pueden  saber  sin  trabajar.  Mas  probable  y  yero* 

símil  nos  parece  que  no   se  da  grande  importancia  por 

algunos  á  que  aprovechen  ó  no  en  sus  estudios,  á  que  se 

acostumbren  ó  no  á  cumplir  los  deberes  que  se  les  hsii 

impuesto. 

»£ste  es  gravísimo  error  y  en  el  dia  mas  que  nimea, 
porque  no  libertarán  al  ignorante  de  ser  ludibrio  j  beb 
de  la  sociedad,  ni  el  distinguido  nacimiento  ni  la»  riqa^ 
las  heredadas.  Es  falso  que  el  siglo  actual  sea  siglo  po«- 
iiyo.  Nunca  se  han  apreciado  mas  los  conocimientos  y  It 
inteligencia ,  nunca  se  ha  mirado  con  mas  desprecio  la 
ignorancia.  Asi  como  el  grande  número  de  hipócritas  es 
'  un  pais  prueba  que  allí  es  verdaderamente  apreciada  li 
virtud,  así  el  gran  número  de  p(*dantes,  que  son  los  hipó- 
critas del  saber,  prueba  el  alto  grado  de  estimación  qne 
se  tributa  á  la  sabiduría.  Mas  al  pedantismo  se  le  quita  Is 
máscara  fácilmente,  y  se  entrega  á  la  risa  pública ;  y  casi 
siempre  procede  de  estudios  hechos  sin  orden ,  método 
ni  aplicación.  No  hay  remedio,  alumnos  mios.  El  joven 
desaplicado,  ó  ha  de  hacer  en  la  sociedad  el  papel  osctro 
y  despreciable  de  un  ignorante,  ó  el  ridículo  y  mas  des- 
jireciabie  todayia  de  uik  ^edMk\A  «\i&doso.  No  o»  enpiSf 


ni  Tuestro  talento,  ni  el  genio  de  quetanflratoitamenAeas 
crcoís  quizá  dotndos,  porque  á  vuestra  edad  el  genio,  si  \e 
tenéis ,  es  solamente  uu  germen,  y  no  hay  otro  medio  de 
desenvolverlo,  romo  á  los  domas  talentos  naturales  dd 
hombre,  sino  el  trabajo  y  la  aplicación.  Nada  puede  su 
plir  la  falta  de  buenos  y  sólidos  estudios. 

ttPero  yo  quiero  deducir  la  necesidad  de  laaplicacioD 
de  otro  principio  mas  alto.  Ks  menester  que  los  alunads 
y  sus  padres  sopan  que  es  una  culpa  gravísima,  moral  y 
religiosa,  la  inaplicación.  Porque  siendo  el  cuidado  de 
sus  estudios  casi  el  único  deber  que  en  su  tierna  edad  les 
han  impuesto  sus  padres,  si  faltan  á  él  incurren  en  todas 
las  penas  que  la  ley  divina  ba  señalado  á  los  que  mirmí 
con  negligencia  el  cumplimiento  de  sus  obligaciones. 
Kinguna  disculpa  tienen  ni  ante  Dios  ni  ante  los  hombres. 
Sus  afios  no  son  muchos:  pero  son  los  bastantes  para  sen- 
tir y  comprender  el  deber  moral  v  religioso  de  obedeotf* 
á  sus  padres;  y  los  de  edad  6  inteligencia  mas  adelantada 
no  pueden  ignorar  la  obligación  que  se  les  ha  impwsk) 
de  perfeccionar  su  entendimiento  y  de  hacerse  útiles  «por 
meaio  de  las  luces  que  adquieran,  cuando  no  á  sí  mismos 
ó  á  sus  familias  por  ser  opulentas,  á  sus  semejantes  j.á 
su  patria.  £1  que  no  cultiva  por  medio  del  estudio  el  ti^ 
lento  que  ha  recibido,  enlierra  en  uu  estercolero  el  don 
mas  precioso  del  cielo.  Si,  en  un  estercolero,  el  de  los  vi- 
cios, porque  no  puede  tener  otro  lin  el  joven  que  mi- 
rando con  negligencia  é  inaplicación  los  estudios,  se  en- 
trega á  una  culpable  ociosidad,  (^uanto  mayor  sea  su  ca- 
pacidad intelectual ,  tanto  mas  funesto  será  el  uso  que 
naga  de  ella  si  no  Ja  aplica  al  verdadero  objeto  para  que 
sola  concedió  el  Altísimo,  estoes,  parala  adquisición 
de  conocimientos  útiles,  que  son  el  cimiento  de  la  vir- 
tud, porque  no  la  hay  en  el  que  ignora  lo  necesario  par^ 
llenar  los  deberes  de  su  estado. 

»  Yo  quisiera  que  estas  verdades  tan  evidentes  como 
reconocidas,  hicieran  en  los  padres  la  impresiouque  ellas 
merecen.  El  buen  si'utido  común  basta  para  que  el  sim- 
ple menestral*  el  fabricante ,  el  comerclauXft  i  icrai^s^^ 


66 

hombre «  en  fin ,  qae  aplica  sü  hijo  á  los  negodos  4e  tsa 

casa ,  y  lo  asocia  á  su  profesión,  no  permita  qae  el  jóyen 
los  mire  con  desaplicación  y  negligencia.  Pues  el  mismo 
cuidado  deben  tener  con  el  que  dedican  á  la  carrera  de 
los  estudios,  ya  sea  para  dirigirlos  después  á  profesiones 
literarias,  militares  ó  mercantiles,  ya  sea  solamente  para 
que  adquieran  la  ilustración  propia  de  la  época  en  qae 
TÍyimos,  y  no  hagan  un  papel  inútil  y  ridiculo  en  la  9(h 
ciedad. 

)) Imploramos  pues  como  un  premio  concedido  á  los 
afanes  y  sacrificios  de  la  Junta  directiya  de  este  colegio, 
la  cooperación  actiya  de  los  padres  de  sus  alcmnos.  Nin- 
guno de  ellos  podrá  quejarse  de  haberle  faltado  noticias 
exactas  de  la  disposición ,  aplicación  y  aproyechamíenfo 
de  sus  hijos.  Al  nn  de  todos  los  trimestres  se  les  remiten 
de  oficio  por  la  regencia  de  estudios  de  mi  cargo ;  ademas 
de  que  siempre  estoy  dispuesto  á  darlas  yerbalmente,con 
«umo  placer  mió ,  cuando  sean  gloriosas  para  los  alum- 
nos; con  sumo  pesar  cuando  sean  infaustas ;  pero  siem- 
pre con  la  mas  exacta  yeracidad. 

»  Mas  aun  sin  estas  noticias ,  debe  ser  suficiente  para 
alarmar  á  un  padre  al  yer  que  su  hijo  carece  del  billete 
hebdomadario  de  recomendación;  porque  esta  falta  debe 

S robarle  que  su  aplicación  ó  su  conducta  no  son  las  qne 
ebieran,  ni  las  que  el  mismo  padre  desearía.  Este  es  el 
caso  de  corregirle :  y  ¡cuántos  medios  tiene  un  padre  en 
sus  manos  para  contribuir  eficazmente  á  la  enmienda! 
Aquel,  á  quien  fuese  necesario  enumerárselos,  seria 
inútil ;  porque  la  necesidad  misma  de  la  esplicacion  pro- 
baría que  no  saben  hacer  uso  de  ellos.  Solo  advertiré 
que  los  premios  y  castigos  dados  por  un  padre ,  tienen  tal 
eficacia  concedida  por  Dios  á  la  primera  magistratura 
de  Ja  naturaleza,  que  en  yano  pueden  competir  los  qa<^ 
se  distribuyan  por  manos  que  no  sean  las  naturales.  Ja- 
más miraré  como  útil  ni  conyeniente ,  sino  antes  bien 
como  pernicioso  y  funesto,  el  castigo  corporal  no  im^ 
puesto  por  un  padre.  Entonces  aflige,  pero  no  envilece- 
Tampoco  creo  que  ^c^\)^  ms^t%^  ^^w  ít<^cuencía,  ni  aun 


or  los  mismos  padres^  de  este  medio  de  corrección;  mas 
o  puede  negarse  que  tal  vez  es  necesario  para  reprimir 
i  inmoralidad  :  y  una  desaplicación  constante  y  siste— 
lática ;  un  desobedecimiento  continuo  á  los  preceptos  y 
oluntad  de  los  padres  en  negocio  tan  importante,  ¿no  es 
na  inmoralidad  gr¿ivis¡ma? 

»¿Qué  pido  yo?  ¿qué  pide  la  Junta  directora?  ¿qué 
¡den  los  jetes  y  profesores  del  establecimiento,  sino  que 
oncurramos  todos,  los  padres  y  nosotros,  á  la  grande 
bra  de  hermosear  con  virtudes  y  conocimientos  útiles 
ita  brillante  juventud,  que  no  puede  mirarse  sin  enter- 
ecimiento ,  que  es  la  esperanza  de  las  familias  y  de  la 
atria?  El  interés  es  el  mismo ;  el  deber  también:  pero 
ste  es  mas  estrecho ,  y  aquel  mas  vehemente  en  los  pa« 
res. 

»En  efecto,  nosotros  habremos  cumplido  nuestra 
bligacion,  cuando  agotados  todos  los  medios  de  dulzura 
severidad  que  están  á  nuestro  alcance  avisamos ,  por  los 
ledios  indicados  arriba,  que  un  joven  resiste  á  cuantos 
rbitrios  nos  ha  sugeridfo  la  prudencia  y  la  solicitud» 
robada  en  tantos  otros  como  se  han  aprovechado  de  nues- 
ras  correcciones  y  consejos.  Alguno  podrá  preguntarno's 
or  qué  no  hemos  dado  mas  vigor,  que  el  que  tiene  el  re- 
;lamento,  á  la  sanción  penal  del  colegio.  Ya  hemos  res- 
tendido  á  esta  objeción.  La  vara  puesta  en  la  mano  dil 
mire  no  envilece:  en  otras  si:  y  no  queremos  privarnos 
M  medio  mas  activo  de  influir  en  los  corazones  juveniles, 
{He  es  el  pundonor. 

j» Pues  bien:  donde  concluye  nuestra  obligación,  co^ 
loienza  la  de  los  padres.  Ellos  verán  si  les  acomoda  reci- 
Mr  en  su  casa  un  hijo  acostumbrado  á  la  negligencia  y 
divido  do  sus  deberes,  cuando  pudieran  haberlo  impedid- 
lo cooperando  eficazmente  por  su  parte  á  la  corrección 
leí  alumno. 

» Nuestro  interés  es  la  gloria  y  el  placer  que  resulta 
e  haber  hecho  un  bien  inestimable  á  los  alumnos  que  se 
P^ovechende  nuestras  lecciones.  Grande  es^Terdaderar^ 
^uj;^  «s^e  ipteré.^;  m^  f¡r^^Í9  ^uiijá  ^o\\í  ^^^  WW^^^ 


68 

1«9  almas  vulgares  carcomidas  por  la  codicia  6 1á  wbsiuh 
lidad.  Pero,  ¿qué  comparación  admite,  á  lo  menos  en  la 
parte  afectiva,  con  aquel  inefable  deseo  del  bien  de  sos 
hijos,  que  ha  grabado  la  naturaleza  en  los  corazones  de 
los  padres?  ¿Qué  complacencia  puede  compararse  i  la  da 
sus  almas  cuando  ven  que  su  hijo  amado  ha  correspondi- 
do dignamente  á  su  solicitud  y  á  sus  sacrificios,  j  se  ha 
preparado  para  ilustrar  algún  dia  su  nombre,  sa  fiunilia 
y  su  patria? 

»Debo  confesar  en  honor  de  los  alumnos  del  colegio, 
que  no  hay  entre  ellos  ninguno  al  cual  se  le  pueda  mirar 
como  incorregible,  y  que  hay  muy  pocos  que  necesiten 
de  las  precauciones  arriba  mencionadas.  Pero  estos  de- 
berán mirar  cómo  se  conducen  en  el  curso  venidero.  La 
Junta  directora  está  resuelta  á  cumplir  con  respecto  i 
ellos ,  sino  se  enmiendan ,  lo  dispuesto  en  el  reglamento, 
j  á  impedir,  enviándolos  á  sus  casas ,  que  infesten  con  so 
inaplicación  á  los  demás ;  porque  á  veces  un  peqoefio 
fermento  corrompe  toda  la  masa. 

»Pero  estas  reflexiones  no  hablan  con  vosotros,  ¡oh 
verdaderos  alumnos  del  colegio  de  san  Felipe!  que  aca- 
báis de  recibir  las  palmas  debidas  á  vuestra  aplicacioB: 
ni  con  los  que,  si  no  las  veis  también  en  vuestras  manos, 
es  por  no  haberlo  permitido  el  número  de  discípulos  da 
Vuestras  respectivas  clases;  mas  no  porque  las  habéis 
desmerecido.  La  Junta  directora  ha  aumentado  el  núme- 
ro de  los  premios;  mas  esto  no  ha  sido  bastante  para  to- 
dos. No  importa.  Vuestros  padres  sabrán  que  habéis  cor- 
respondido á  su  solicitud,  y  cumplido  sus  preceptos. 
Este  debe  ser  el  premio  mas  «lulce  para  vuestro  corazón. 

»Añadid  á  él  la  gratitud  de  la  Junta  directora,  la  de 
vuestros  profesores  y  la  raía.  Continuad  redoblando  vues- 
tro celo  y  aplicación  en  los  esludios.  Ya  sabéis  que  este 
es  el  único  medio  de  distinción  que  aquí  podéis  obtener; 
mas  aunque  todos  sois  igualinenli^  amados,  la  justicia  exi- 
ge que  lio  se  confunda  el  cuidado  y  la  inaplicación,  el 
fició  y  la  virtud.  Llegará  un  dia,  y  no  está'  lejos ,  para 
ttlefrM  dé  t^st^ros ,  ^tk  f\\i^  A  k^\^^^l<;í  ^^'í?^'-  íw  a»*  /•" 


69 

para  mí  haber  estudiado  en  el  colegio  de  San  Felipe; 
el  inaplicado :  razón  tenia  nuestro  regente  de  estudios  en 
$Ui  consejos  y  reprensiones, y^ 

Este  colegio  fue  objeto  de  los  tiros  de  la  envidia  y  del 
espíritu  de  partido:  su  mísina  prosperidad  irritaba  mas 
á  sus  enemigos  que  trataron  de  destruirlo  por  cuantos 
medios  podían  discurrir;  entre  otros  se  intentó  quitarle 
el  local  donde  se  hallaba  y  aun  continúa  establecido,  v 
fe  dirigió  una  esposicion  á  la  superioridad,  en  cuya  es^ 
posición  se  bacian  al  colegio  las  acusaciones  mas  necias 
y  calumniosas.  El  señor  Lista  publicó  un  escrito  con  el 
título  de  «Apología  del  colegio  oe  san  Felipe  Meri,  contra 
las  inculpaciones  de  sus  adversarios,»  con  el  que  consi- 
guió reprimir  la  osadía  de  los  enemigos  del  colegio ,  á 
fos  que  redujo  al  silencio,  porque  demostró  lo  absurdo  de 
los  cargos  y  la  ignorancia  con  que  se  proponían.  Véase 
deque  manera  contesta  á  los  dos  principales  cargos. 

tJEn  el  colegio  no  se  enseñan  ideas  de  libertadl  En  el 
colegio  no  se  dan  tratados  de  política,  porque  no  es  esa 
asignatura  propia  de  los  colegios  de  segunda  enseñanza: 

{ero  se  inspiran  sentimientos  de  justicia  é  igualdad;  en 
1  es  mas  estimado  el  gratuito  aplicado  y  de  buena  con- 
ductay  que  el  rico  flojo  é  inmoral.  Se  inspira  el  amor  de 
Jas  Tirtudes  benéficas  y  sublimes  en  las  clases  de  ética, 
religión,  humanidades  ó  historia.  En  esta  última  se  en- 
salzan hasta  lo  sumo  los  prodigios  de  valor  que  inspiró  el 
patriotismo  á  los  Milciades,  los  Aristides  y  Camilos.  Dí- 
ganlo sino  las  personas  de  lucra  del  colegio  que  asisten 
con  beneplácito  de  sus  jefes  á  esta  ciase:  p<>rque,  por  de- 
cirlo de  paso,  ese  establecimiento,  retrógrado  y  jesuitico, 
jamás  ha  negado  eii  ninguna  época  la  entrada  á  los  que 
quieran  examinarlo  y  juzgarlo  de  cerca:  tan  cierto  es 
que  en  ninguu  caso  ha  temido  ni  teme  la  vista  del  pú- 
blico. Volvamos  á  nuestro  asunto.  ¿Creen  los  acusadores 
Iue  unos  jóvenes,  educador  en  el  conocimiento  y  amor 
e  la  justicia ,  de  la  igualdad ,  de  la  beneficencia ,  de  las 
acciones  grandes  y  sublimes,  están  mal  preparados  para  la 
libertad  cuando  sean  capaces  de  conocerlal  V\ia%  ^uV»^"».*- 


70 

ees ,  ¿qué  entienden  nuestros  detractores  por  lü 

y)En  el  colegio  no  $fí  enseñan  ideoi  de  progreso!  jcómo 
así?  las  malemálieas  y  la  física  cspcrimcntal  ¿no  se  ense- 
ñan sef^un  ci  oslado  actual  de  estas  ciencias?  ¿hay  algo 
mas  nuevo,  mas  luminoso  en  lógica,  que  las  ideas  de  Hoc- 
ke  y  de  (^ondillac,  modificadas  por  Laroraiguiere?  ¿Qoé 
pedís?  El  progreso  político.  ¿Y  (|ué  entienden  los  alnmnos 
de  política?  ¿Queréis  que  os  demos  un  Sydney  de  di»  y 
siete  aiíos  y  un  Graco  de  quince?  ¿No  conocéis  que  esta 
es  una  ciencia  vasta,  difícil,  y  que  después  de  haberla  es- 
tudiado en  los  libros,  no  se  ha  hecho  nada,  si  no  se  consul- 
tan las  lecciones  del  mundo  y  de  la  esperiencia? 

»Lo  mas  ridiculo  de  toda  la  acusación  es  el  temor  hi- 

fiócrita  que  se  manifiesta  por  la  causa  déla  libertad  ját 
a  independencia  nacional.  Estas  no  se  pierden  nunca  sino 
por  los  disparates  de  los  que  se  creen  destinados  esclosi- 
vamente  á  defenderlas.  Pero  no  afectéis  ese  temor.  Loi 
alumnos,  á  quienes  se  enseña  á  amar  la  patria  por  con- 
Ticcíon  y  senlimiento;  la  religión  sin  fanatismo  ni  into- 
lerancia, y  la  igualdad  y  la  virtud  por  hábito,  no  faltarán 
á  ninguna  de  las  obligaciones  que  les  imponga  la  Nación, 
y  serán  sus  mas  adictos  6  ilustrados  defensores.» 

Al  mismo  tiempo  (|ue  tan  asiduamente  trabajaba  el 
señor  Lista  en  el  colegio  de  (Vuliz,  ocupaba  algunos  mo- 
mentos, como  por  descanso  y  recreo,  en  escribir  una  lar* 
ga  serie  de  artículos  literarios,  que  aparecieron  succsi- 
vaniente  en  el  periódico  intitulado  El  Tiempo,  de  donde 
se  transcribían  en  otros  varios  de  la  capital  y  partica- 
larmente  en  la  (rdc^^a ,  donde  se  hallan  todos.  En  estos 
artículos,  de  los  cuales  decía  un  diario  de  aquel  tiempo 
que  eran  como  un  vergel  florido  en  el  desierto  árido  de 
nuestra  literatura,  examinó  el  autor  los  principios  decsta, 
y  sus  mas  principales  cuestiones,  juzgando  y  caracteri- 
zando nuestros  mas  célebres  dramáticos,  y  dando  á  cono- 
cer las  obras  mas  notables  que  por  aquel  tiempo  veían  h 
luz  ipública.  Entre  ellos  se  distinguen  los  relativos  al  ro- 
manticismo, al  estilo  poético,  á  la  influencia  del  gobier- 
no en  Ja  literatura,  &  V^  ^^V  c,T\ii\tUt!iUtao  en  la  misma » J 


71 

i  h  Tersificacion  castellana.  Los  articulos  qne  trataban  de 
esta  última  materia  fueron,  en  la  parte  relativa  n  los  en-* 
decasílabos,  impugnados  con  alguna  descortesia  por  un  li- 
terato de  esta  corle,  amigo  del  señor  Lista,  y  este  le  dio 
inmediatamente  una  severa  y  decorosa  contestación  en  tres 
artículos,  en  los  que  esfuerza  sus  opiniones,  los  comprueba 
con  mas  ejemplos  y  observaciones,  y  dá  á  la  materia  toda  la 
ilustración  de  que  es  capaz.  El  articulo  que  trata  do  la  in- 
fluencia del  cristianismo  en  la  literatura,  di6  ocasión  auna 
controversia,  y  á  un  hecho,  que  no  corresponde  al  nvimc- 
rédelos  que  nos  hemos  propuesto  omitir,  porque  ni  nues- 
tra educación  nos  permito  vituperar  innecesariamente  á 
personas  respetables,  ni  la  Biografía  del  señor  Lista  es  lu- 

Era  propósito  para  ello:  para  dará  conocer  el  m{'r¡to  do 
te,  no  necesitamos  rebajar  el  de  nadie.  El  articulo  que 
bemos  mencionado  fué  impugnado  con  breves ,  aunque 
maliciosas  rabones,  por  un  clérigo  metodista,  que  llegó  á 
Cádiz  con  objeto  de  establecer  una  enseñanza  pública,  lo 
que  no  pudo  tener  efecto.  Kl  señor  Lista  le  contestó  con 
estension  y  por  partes,  admitiendo  la  especie  do  reto  aue 
se  le  hacia;  y  fué  tal  el  efecto  que  hicieron  estos  articulos 
tanto  en  el  impugnador  cuanto  en  el  público ,  que  cuan* 
do  iba  á  publicarse  el  4."  ó  5^. ,  recurrió  aquel  al  medio 
de  sorprender  en  la  calle  al  muchacho  que  lo  llevaba  á  la 
impronta,  ganándolo  con  algunas  monedas  para  conse- 
gnir  quo  so  lo  diese.  Guando  esto  so  descubrió ,  no  quiso 
el  señor  Lista  volver  á  escribirlo ,  resultando  un  vacio 
•n  esta  serie  do  articulos. 

Concluido  el  tiempo  de  su  compromiso  en  el  coló- 
lo de  Cádiz,  tuvo  motivos  para  no  continuar  dirigién- 
olo,  y  pasó  á  Sevilla,  su  patria,  donde  fijó  su  residen- 
cia. Fué  recibido  en  aquella  ciudad  como  en  triunfo, 
por  sus  numerosos  amigos  y  por  la  juventud  amanto  do 
as  letras:  á  dos  leguas  de  la  misma  salieron  á  recibirlo 
muchas  personas.  A  poco  de  haber  I  legado  á  aquella  capi- 
Ul,  se  estableció  en  ella  un  colegio,  d<3  quo  se  le  nombró 
director,  y  en  el  cual  esplicó  un  curso  de  Literatura  ó 
Qistoria,  El  gobierno  lo  nombró  cfitodrálico  ^f^  iw^V^toAc^ 


i 

ci 

1K> 

las 


7S 

ticas  sublimes  en  amiella  UniTersidad  con  el  ioaUapsr^ 
tonal  de  20  mil  reates.  Al  acto  de  tomar  posesioo  de  la 
cátedra  que  se  le  había  conferido ,  aiistieron  machos  doc- 
tores j  otras  personas  distinguidas.  Algún  tiempo  des 
pnes  solicitó  de  S.  M.  aquella  Universidad  literaria  U 
gracia  de  poder  conferirle  el  grado  de  doctor  en  Teokn 
gía  y  Filosofía,  cuyo  acto  tuvo  lugar  con  toda  pompa»  aiii' 
tiendo  á  él  una  numerosísima  concurrencia:  esta  cereoMH 
nia  fué  un  verdadero  triunfo  del  talento  y  del  saber,} 
un  titulo  de  noble  orgullo  para  Sevilla.  Continua  eneíu 
ciudad ,  estimado  y  respetado  de  todos ,  trabajando  iiH 
cansablemente  en  el  desempeño  de  su  cátedra ,  en  la  en* 
señanza,  en  su  estudio  nunca  interrumpido.  A  pesar  de 
su  avanzada  edad ,  goza  de  una  salud  robusta,  de  un  áú" 
mo  sereno^  y  de  gran  vigor  en  sos  facultades  intelectua- 
les. Parece  que  el  tiempo  conservando  su  preciosa  eú- 
teneia,  perfecciona  cada]  vez  y  engrandece  las  dotes  de  IB 
espirítu.  Dios  quiera  que  sea  por  largos  años!... 


mam 


D.  WARTAirO  JOSÉ  DS  ZiAABA. 


EiL  éxito  que  las  obras  do  Fígaro  tuvieron  en  el  teatro 
í  6n  la  prensa  periódica ,  contribuyeron  poderosamente  á 
W  á  su  nombre  la  celebridad  que  ha  llegado  á  alcanf ar, 
f  con  la  que  no  podrá  quizá  compararse  la  de  ninguno  de 
loB  escritores  modernos.  Su  tin  desgraciado  ha  aumentado 
el  interés  que  inspiran  sus  obras  y  la  memoria  de  su  ma-- 
logrado  autor.  A  pesar  de  su  breve  existencia,  alcanzó  por 
'a  grandc/a  de  su  ingenio  la  gloria  que  cuesta  a  mucnos 
||CCritores  esfuerzos  estraordinarios  y  prolongadas  vigilias. 
ith  embargo,  los  escritos  de  Figaro  en  los  diversos  géne« 
^s  que  cultivó,  nos  descubren  de  lo  que  era  capaz  un 
^«n  cuyo  ingenio  se  elevó  en  pocos  afíosá  tal  altura.  Fi- 
K^'^,  á  pesar  de  su  juventud,  tuvo  una  felicidad  que  al- 
^2an  muy  pocos  j?)venes ;  la  de  conocer  la  nataraleíaé 
^  ^le  de  su  talento ,  la  fuerza  de  sus  facultades  intelee*- 
^  les,  sus  inclinaciones  naturales,  y  su  verdadera yoca- 
^%.  Este  secreto  suele  sor  impenetrable  para  muchos,  y 
^  ^  todavía  en  la  primera  juvenhid  en  que  nuestra  vida 
-^  toda  ella  rodeada  de  ilusiones,  y  en  que  estas  no  nos 
'^  cniten  que  nos  conozcamos  á  nosotros  mismos.  Bste 
t^Mno  de  la  raion  no  paede  exigirte  emU  tAiM&L  teXtt 


pasiones.  Pero  Ff garó  por  efecto  de  la  precocidad  de  la 
ingenio ,  y  por  la  fuerza  y  elevación  de  este  que  no  al- 
canzaban á  perturbar  ni  la  vehemencia  de  su  carácterni 
el  fuego  en  que  ardia  su  corazón,  penetró  el  secreto  de 
sus  fuerzas ,  y  supo  aprovecharse  de  él ,  descabrió  en 
si  mismo  una  rica  vena  y  supo  esplotarla,  conoció  los  ri- 
cos dones  que  habia  recibido  de  la  naturaleza  y  se  empe- 
ñó en  utilizarlos,  dirigiéndolos  por  el  camino  donde  lo 
esperaban  la  reputación  y  la  gloria.  Este  fué  en  nuestro 
concepto  el  gran  mérito  de  Figaro,  como  que  á  él  debió 
su  celebridad  y  sus  triunfos.  ¿Cómo  no  habia  de  obtener 
estos,  cuando  emprendió  por  instinto  propio  la  carrera 
á  que  le  llamaban  la  índole  de  su  ingenio,  su  carácterob- 
servador  y  las  dotes  especiales  de  su  elocución? 

La  avidez  con  que  se  recibían  del  públieo  sus  escritos 

Ícon  que  se  leían  sus  artículos  satíricos,  tanto  decostnm- 
res  cuanto  políticos ,  llenaban  de  tal  entusiasmo  á  los ' 
lectores  é  inspiraban  tal  interés  hacia  su  autor ,  que  to- 
dos deseaban  conocer  las  particularidades  de  su  vida,  las 
vicisitudes  de  estay  su  carácter.  Esto  aconsejaría  satisfa- 
cer de  alguna  manera  la  curiosidad  de  los  apasionados  á 
las  obras  de  Fígaro.  Pero  no  es  ese  el  objeto  que  prind- 

f  talmente  nos  proponemos  en  la  biografía  que  ocupará  un 
ugar  entre  los  personajes  que  componen  esta  Galería: 
otro  mas  importante  para  nuestra  literatura  es  el  que  di- 
rige nuestra  pluma,  sin  omitir  tampoco  cuanto  contribu- 
ya á  formar  una  idea  del  malogrado  Figaro.  Emprende- 
mos hacer  un  estudio  de  sus  obras ,  caracterizándolas  en 
sus  diversos  géneros,  y  esplicando  el  mérito  especial  que 
le  distinguía  como  escritor  periodista.  Esto  último,  qoe 
es  á  lo  que  debió  una  gran  parte  de  su  popularidad ,  lo 
distingue  de  un  modo  notable  y  estraordinario  entre  to« 
dos  sus  contemporáneos  y  mucho  mas  en  una  época  en 
(|ue  puede  decirse  que  no  habia  modelos  que  imitar  de 
literatura  periódica^  y  tnucho  mas  todavía  en  un  género 
de  que  puede  decirse  que  Fígaro  fué  entre  nosotios  el 
creador. 

pon  ACaríano  loafe  dteLaxt^  u>s\(^  ^u  esta  corte  á  M 


5 

de  mano  de  1809.  Su  infancia  no  ofrece  nada  notable 
como  sucede  ordinariamente  con  casi  todos  los  hombres. 
Se  crió  al  lado  de  su  abuelo  paterno,  iiol  administrador 
de  la  casa  déla  Moneda  de  esta  corte.  Su  educación  re- 
ligiosa suministró  la  primera  ocasión  en  que  dio  á  co- 
nocer sus  dotes  intelectuales,  pues  el  catecismo  de  la  doc- 
trina lo  aprendió  tan  pronto  y  con  tal  facilidad,  que  desdo 
luego  llamó  esto  la  atención  de  las  personas  encargadas 
de  Larra. 

Guando  las  tropas  francesas  evacuaron  la  Peninsula, 
8U  padre*  médico  de  primera  clase  en  el  ejército  imperial, 
hubo  de  seguirlas  á  Francia,  llevando  consi«i[o  á  su  hijo. 
Apenas  llegó  á  dicho  pais,  puso  á  aquel  en  un  colegio, 
donde  permaneció  hasta  el  año  de  1817,  en  que  volvió 
á  España  con  su   padre.   Sugeto  distinguido  éste  en  su 

Srofesion  y  de  conocimientos  mas  que  regulares ,  consi- 
eró  á  su  hijo  en  el  caso ,  sin  embargo  de  sus  pocos  años, 
de  darle  una  educación  mas  seria,  sirviéndole  de  guia  en 
el  estudio  délas  ciencias  naturales;  conforme  en  estas  dos 
cosas,  á  su  ai¡civ)n  especial  y  á  la  esperiencia  que  su  edad 
j  su  profesión  le  habian  suministrado.  Según  dice  un 
escritor  aventajado,  y  bastante  instruido  en  las  particu- 
laridades de  la  vida  de  Larra,  aprovechaba  éste  cuantas 
ideas  le  comunicaban,  no  dejando  malograr  el  fruto  de 
la  esmerada  enseñanza  que  se  le  daba.  Sus  progresos 
eran  rápidos,  y  su  constante  aplicación  no  tenia  en  ellos 
menos  parte  que  su  natural  talento.  Pocas  voces  se  re- 
unen  por  desgracia  de  la  juventud  estas  dos  circunstan- 
cias, á  que  se  deben  siempre  los  adelantos  cstraordina- 
rios.  El  afán  que  mostraba  por  el  estudio  era  tan  grande 

3ue  odiaba  toda  clase  de  juei;os:  los  libros  eraii  su  única 
iversion,  y  rara  vez  dejaba  do  derramar  lágrimas  cuan- 
do se  le  obligaba  á  abandonarlos  para  que  so  recogiese 
por  la  noche. 

Educado  en  Francia  desde  sus  mas  tiernos  años,  cuan- 
do apenas  habia  cumplido  los  nueve,  se  encontraba  en  el 
caso  de  poderse  decir  de  él  que  casi  no  sabia  hablar  en 
español  esplicándose  con  mas  facilidad  en  itMicfe^^  \Ss)i?^^^ 


A 
diría  entonces  <|ae  aquel  niño  que  tan  torpemmÉete 
plicaba  en  el  idioma  de  sa  patria ,  había  do  aer  en  ade- 
lante uno  de  los  escritores  que  mas  se  aventajasen  per  U 
pureza  y  gracia  con  que  lo  manejaba,  y  el  que  oíaa  guer- 
ra hiciese  á  los  malos  Iradixlores  y  á  los  infelices  escrito- 
res que  en  su  tiempo  lo  desfiguraban  y   destrozabn? 
Como  de  61  puede  decirse  que  en  la  edad  que  hemos  men- 
cionado aprendió  anles  la  gramática  que  el  uso  de  noei- 
tra  lengua,  por  eso  la  regla,  contra  lo  que  comunoesta 
se  observa ,  precedió  ú  lapráclica,  y  esta  por  consigaien- 
te  debió  ser  regular,  corréela,  acomodada  á   los  precep- 
tos y  ex^euta  de  los  vicios  que  acompañan  al  uso  ?algsr. 
Los  preceptos  gramaticales  íueron  la   luz  que  lo  gui6  en 
el  estudio  de  nuestros  escritores  clásicos.  Y  teniendo  que 
recurrir  á  estos  para  aprender  su.  lengua  natiyay  para 
ejercitarse  en  el  análisis  gramatical,   se   empapaba  il 
misino  tiempo  en  las  buenas  formas  de  elocución  casleilt- 
na,  haciendo  propias  y  digámoslo  asi  asimilando  las  gracias 
deeslilo  y  la  variedad  de  formas  de  nuestros  buenos  salo- 
res.  Larra  y  sus  maestros  creian  que  de  esta  manera  tolo 
se  aprendía   la  gramática  y  á  hablar  correctamente,  f 

Íuizá  no  echarían  de  ver  que  un  ingenio  tan  ayentaiado 
brmaha  ul  mismo  tiempo  su  gusto  y  se  hacia  escnlor. 
¿Por  qué  una  de  las  dotes  que  mas  distinguen  los  eicii- 
tos  de  Larra  tanto  en  prosa  como  en  verso,  es  la  bcílidad 
con  que  manejaba  el  idioma ,  y  con  que  disponía  de  todas 
las  formas  de  buena  elocución  que  leerán  tan  familiareí? 
Porque  de  6:  puede  decirse  que  se  le  ensenó  á  bailar  coa 
grillos,  para  que  después  sin  ellos  conservase  la  exacti-» 
tud  de  las  roglasy  auquiríese  una  estraordinaria  fiíríUdad 
en  todos  los  pasos  y  movimientos. 

Para  corrcg.r  este  defecto,  originado  de  la  circaos- 
€Ía  de  haber  pasado  en  su  infancia  cinco  años  en  un  cole- 
gio del  pais  >ecino,  hizo  su  padre  que  entrase  en  el  Jas- 
titulo  de  san  Antonio  Abad  de  esta  corle ,  en  el  caal  se 
perfeccionó  en  el  idioma  castellano,  estudiando  ademas 
la  literatura  latina  con  toda  la  profundidad  que  permitía 
W  edad ,  y  cou  Va  btu^nai  \Six^v:\na  de  unos  padres  que 


5 

m  dMngaidá  j  justa  r«pitadon  han  mantenido  Biempre 
«n  la  educación  moral  y  literaria.  Los  adelantos  de  Lar- 
ra fueron  siempre  rápidos  y  constantes:  su  aplicación  al 
estudio  siempre  fué  la  misma.  En  esta  edad  es  todavía 
mas  singular  el  aborrecimiento  con  que  miraba  los  juegos 
lie  la  infancia.  Sin  embargo^  debe  hacerse  una  sola  es- 
eepcion  respecto  de  un  juego  que  no  es  de  niños  sino  de 
hombres.  En  algunos  ratos  de  ocio  se  complacía  en  ju- 
gar al  ajedrez  con  su  intimo  amigo  el  conde  de  Boble8« 
Iie  simpatizaba  con  él  en  gustos  j  en  inclinaciones, 
unque  niño,  sus  aficiones,  su  conducta  y  su  carácter 
«ran  de  hombre.  Nunca  dio  motivo  para  aue  le  castiga- 
•en.  Era  juicioso  y  pacifico;  y  el  escritor  lestivo  que  con 
el  látigo  de  Juvenal  en  la  mano  habia  de  zaherir  tan  era» 
damente  los  vicios  de  la  sociedad  en  que  vivia,  no  era  in- 
quieto ni  enredador  como  los  demás  muchachos.  No  deja 
ae  ser  raro  que  el  joven  que  después  se  hizo  tan  célebre 
por  la  viveza  y  travesura  de  su  ingenio,  se  distinguie- 
se en  su  colegio  por  su  juicio  y  compostura ,  y  por 
no  incurrir  en  las  travesuras  tan  propias  de  la  edad. 

Salló  de  este  colegio  para  reunirse  con  su  padre  qne 
á  la  sazón  se  hallaba  de  médico  en  Corella ,  del  reino  de 
Navarra.  Kn  casa  de  su  padre  continuó  la  misma  vida 
aplicada  y  laboriosa  que  en  su  infancia.  Especialmente  el 
rigoroso  invierno  de  8'i2  á  8:23  lo  empleó  en  traducir  del 
francos  la  Iliada  de  ilomeio  y  el  Mentor  de  la  juventud> 
eacribiendo  ademas  originalmente  una  gramática  de  la 
lengua  castellana.  Cuando  se  ocupaba  en  estos  trabajos 
solo  tenia  13  años  de  edad.  Solo  los  ruegos  de  su  madre 
le  obligaban  en  las  noches  de  invierno  á  que  después  de 
ma  hora  bastante  avanzada  se  retirase  á  descansar. 

Ya  se  hallaba  en  el  caso  de  seguir  carrera,  y  su  pa- 
dre lo  invitaba  á  ello.  Al  efecto  volvió  á  Madrid  donde 
estudió  matemáticas  y  aprendió  las  lenguas  griega,  ita- 
liana é  inglesa ,  pasando  después  íx  Valladolid  en  cuya 
universidad  principió  á  estudiar  filosofía  con  el  objeto  de 
aegnir  la  carrera  de  leyes ,  cj^ue  fué  la  que  prefirió  entre 
la»  pooaa  á  que  entonces  podía  aspirar  ua  )¡b'^«i^«lflüi9iK^ 


du^ilmente  penetrarían  la  delicada  y  punzantAioálltenii 

a9kSaf&ettíiip9«l.át  «iPgílllM  Q0PMHMCI  jkinlÍB 
IVoiM^  U^Ate^^Á  ftwM  w  liv^lMilNiíiilligiiiiA- 


«Rila^icoirqákfá  dé^pttéü'VJoíilriíjd  ít&ati4ki<ñato:>'«MII  «M 
ariÉainflíojpim  t^(&  ÉA^iá(jliera''pé¿8as«!M  «ábáttd 
-oávIflQÍfitiMv'wi'paés  ^^h&ber  pensada  Ú|[W»9ÍPtt&^ 

qqM  «ultítár  cttfta  tte  ttiátlJla  Kterftttra  7'>e««fuA^^ 

i&úíiidHB  ppttaeroii  efiMi|f<Mi  fiiijrail  oflá'^da  sbbrci'^k^vfAí^ 

XfciáMdli!I>i  Sl)toiia«fl'FetMn;tok  Várala;  Wi  tMé4b9Mai^ 
éMk^^l^h^efM'^Mríl^ ;'i^é^^Bi  José  Matí^liil - <2W1iléW^^ 
-UMolíiilkp«i(der  i^  y^ñMi  'Qpétecidoa  iaosigáífiéaotey  t»  fÁ^ 

jMlt  maU^mj^réf^M^  Aligar  w  tí^oAüt&lIúW 
-^inritfJ  4Ísl0i|>«8Ciitiia'^ii  einbiÉrgoideÁnliyAiap^sW 
-li«W>ÍBBp<Micí(mes  ;>^<lé  próporcloQai^b'i  W^'^Oim 

aq;üáMí"W»  WÉ^nmév^'k  1íbu(>  letilid  y  á  las'mrtO! 
-^«tíiMP'M^«lj^]iélM40'^K''yitr6^^  era  (él '4«^><lfilsr 


aMI0Ítitttt!;fr*nÉdriaiidffl«ofbpaii«'é6l<Sr/i^^ 
la&nittiM  m  tos'^kflo»  de  3]><|á(:3ík'' Gilátf^ 
cégta4^Sofia  MaVia^firiétito  deMtí^^  <%1 '^jl;^ieHi»*>flé 

i4e«4«<iéfil0raiedad:ví:4ial  proridefttiirs  'éábltfs^  y '^Mcka 
oqoA^cKetíy^  pfeQetoir«iitée^{raütuA  ü  fd(áys<to§  Mj^ffffib 
ey(|MiéaUMí&  sÚB^ift^iHsoBJepaB'^espev^ñyas^.  P(trf ádCAl 
mleupo;»  etf;ago»l^déi  1832,  emp^lA^n«!'4i<^ÚlfK^ 
-^uM'fbHelM'aatiñco»  bajo  «I  Mmhtb  ié\  Siü^iilé^Wk 
^íímkF9P#  ¿^^AfUftjftiio.ifin  éflUcoleefSoD  'dé'ój^ádciilSa 
i^ec«09iUiidyfM)il^mri0ftV^AramUikos»yifilMóM(^sr 
f^kio§  t<rfb0  tltoS'  de  uüa^  iniínera:  ettpiMTti'tíAMitatiAúte'y'^ 
un  estilo  delicado  y  fesÜTO,  se  iaU^YM-  loí^  •  bt)tíidl'*ae 
-iiote^tfi^o^  lM¿t4ciositttrodabidos<éiíéM8fi«»^^tei^ 

Tomo  nn.  i<^  . 


«o 


ítem  jnmMwaatt*. 'Genvpacidos  sin  dada  de  esia  inipoliHUiH 
-Hi'ivwttad ,'  paestoi  qae  los  mismos  hepcios  ñt  «er*,  üí'lAs 
oaMamos  en  léev^  ni  nos  molestamoB  én  esoribir  W'éité 
iiawBais'eii  ^tie  ▼ivimos'.»  -i-":--'  lí .  ■  ..  r'¡  f  .cíiicmM 
ñ^stímfoh  felkidiid  de  haber  penetrada  la  iHiutiÁdádf''M 
ifvmder-ydel  saber-U  •     -  >.:-.-:(  'i»   -^ 

3Juoi».aM¿  .iy»^^y»V  .■■.'■.■  -  .  .',.  '.  .•».»ív  •'■'.••■  /'  .'■•':!';=';=: 

otM.-ju!;  j>iJ'..fv-.-..  .  .^  •'.  .  u  •;-*.»•*/*'/■•*• /tJ 

-il  cf.iñ'iad'afiades-jiue  ño  paede«ser'dé  Yjemajáalfjbiia 
elá^faliraiados  con-vespecto  áilosé^deínás;  t«f  éh^ér.  ^^1V 
ififbait  seoenoc^^  ni  se  desea  niebha  de  ménost-'ásS^iAé^. 
I»ek4iifi:va  atrasado  ^  >óreer  qpe  ya  adelaíotáEdo;  ^¿^VS 
eftíri  mrlpiUo  de  los  bombres  qoe  nos  pone^  á('«¿Aos'^ihii 
TeB^pi  en  loa  ojos  para  qoe  no  yeamwÁi  ééfáíAwí*¡0k 
de^eyamos,  y  te  citaré  á  esle  propósito' 'el  iMiKPde'idtt 
baena: vieja  ipe  «n  im  pueblo »  que  ilO'iquiero  ttbáttuW^ 
iltk/há  de.tYf¥ir  todavia:,  la  cuafc  viejos  er«  die'^éií^Wtat 
leídas  de  loéJugafes^iestaba  sosciita  i'|a;'6iH^ta  f  kPttP 
iM'daileerrjiemprerdésde  la  real:órdén^há8(»i€Íüdihib 
mrtido-'Mucanteif  jde'degaido'7  Bin>pisar  tunMiá^otrr  HéP 
húmr  j^mero  dadorfiuder.lái  anterior.- «Yeé^-etca^  ^M^ 
yinía  f.  leia  Jai  írieia)^  uso-del  páás)  y  tatt  derfpticití'  j'fiHi 
übaorpa»  qnebabíéodose ido atrasandóieúla'leiílttrafW^ 
U|abit'eÍ4uato'3$Kfqae  fué  cuando  yo  la  oónoci,  'MÜtf' 
QfaÉceüaajdel  afiQ:23 ,  y  qad^ mas ;  hube  de  ir  un  'dia^ili''' 
8Ít^Uy»y  pregontíñdola  qüégolieyas-tetiia^  al  eiftráí^en 
sttiQíiai^»  no pndOi dejarme  concluir ;  antes  «rrajJhiAiitt'' 
eninuSi.,blMos  con  d  mayor  alWozo  y  aoUando  hi^eé^' 
ta  que  en  la  mano  á  la  sazón  tenia:  aAy,  señor  de.mí'rf^- 
ma;.0ie  goitaba  eon  Yoa  mal  artícnlada  y  abogada:  eS  Uh 
gnmatsy;soUoiQlv  UJQS  de  su  contento :  ;ay ,  serop  ia' 
ni  aiiüa I  | BenditO'Sea  Dios  1  que  ya  yienen  Ím  fiíneen^ 
aéÉ\f)'fqpe  dentro  de  poco  nos  han  de-quitar  esa  plein- 
.  GnÉstaitucJon ,  que  no  es  mas  que  un  desorden  y  una  anar»- 
ifsíiknP  .Y  saltaba  d«  gora^y  daba  pafanadaa  repetídtf;^' 


tf 

Mshm  rnüoM^n  m  ekí€iamáo ';  y  ^é  ianrtb  da  *ir  «trai»* 
y  como  adelantado ,  siempre  que  nada  veamos  ni  qaé^ 
amos  Ver  por  delante  de  nosotros. 
:  » Mas  te  dijera ,  Andrés ,  en  el  partionlar  si  mas  t^h^ 
ontad  tuviese  yo  de  meterme  en  mayores  honduras,  emN* 
lero  solo  me  limitaré  á  decirte  para  concluir »  que  no  sá-*. 
»emos  lo  que  tenemos  con  nuestra  feliz  ignoraneisil' 
lorque  el  rano  deseo  de  saber  induce  i  los  hombres  á  la  • 
oberbia,  que  os  uno  de  los  siete  pecados  mortales,  por-' 
iliplano  resbaladizo  de  nuestro  amor  propio;  de  este  feoi* 
tocado^  nació,  como  sabes,  en  otros  tiempos  la  ruina  de - 
tabel ,  con  el  castigo  de  los  hombre»  y  la  confusión  ihii 
as  lenguas ,  y  la  caida  asimismo  de  aquellos  fieros  Ti- 
anes.,  gigantazos  descomunales  que  por  igual  (jQberbia 
scalaron  también  el  cielo ;  sea  esto  dicho  para  confun- 
lir  la  historia  sagrada  con  la  profana  ^  que  es  otra  ven- 
aj»  de  qué  gozamos  los  ignorantes,  qve  todo  lo;  hace- 
nos  igual.  i  '  ( 

»üe  que  podrás  inferir ,  Andrés «  cmn  dañoso  es  el 
aber,  y  qué  verdad  es  todo  cuanto  arriba  ite  llevo  dicho 
cerca  do  las  ventajas  que  en  esta  conio  én  ofratt cosas,  á 
08  demás  hombres 'llevamos  los  batuecoa,i.óQánte  debe 
egocijarnosi  la  preposición  cierta  de  que 

En  este  pais  no  se  leo  porque  no  seesoribo',  y  ^o  se 

escribe  porque  no  se  lee; 
[ue quiere  detír,  ety  conclusión,  que  aquí  no. se  lee  ni  se 
MBcnne ;  y  cuánto  tenemos  por  fin<  que  agradecer  al  «ielo 
[ue  por  tan  raro  y  desusado  canlino  nos  guiat -i  •  nuestro 
)ien  y  eterno  descanso  >  el  cual  deseo  para  ¿todoa^  los  ba- 
litantes de  este  incultísimo  pais  de  las  Batbecaii  ^itp  que 
uvinKaaladioha  de  nacer  ,  donde  tenemos,  lar  gloria  de 
rivir  ,  V  eUicL  cual  tendremos*  la  paciencia  de  morir.» 

Toaos  los  demás  opúsonlos  que  tomprende .  la  colee- 
ion  de  números  de  EÍpobrecito  hablador j  son  igualmen- 
te interesantes  é  instructivos.:.:  hajo:este  últimos  aspecto 
son  notables  lo  quei  tienen  pfr  objeto  deacribiC'  el  e«lt^^ 
de  nuestro»;  toatrosi,  éíinimt  ké  f!efonn«i^^oi%mX%^  ^^ 


de  U  €4rlo  i  ^y»  ea  la  06gaD9a  ñlicuKM  los  mtlot 
Tersos  de  circunslaocias^,  Ea  eglas*  dos  compotioioMt 
aeMditftal  poeta  ndiMlo  mgemo  satirlco»  sino  ademas  la 
DMiestria  f  s*»i;ular  faeiUdad  con  que  manejaba  el  idiooM 

ÍhfcTersi-licax^ioii.  E^a  facilidad  y  este  manejo  del  ano  y 
ilaolra  son  UiiU>  mas  singulares  cuanto  que  en  ellas  se 
iflátan,  acas<»  con  domaáiada  fidelidad,  á  nuestros  mejores 
nñú^icoB ,  á  loa  qué  coa  raaon  son  tenidos  por  modeles. 
Betpecto  de  la^primera^  veamos  de  oué  manera  esgrima 
stt  pkaoaa  coaira  algunos  escándalos  de  los  qae  tan  am»- 
üMO  por  desgracia  nos  ofrece  la  o6rte. 

«¿Qníéa  ¡es  aquel  que  ayer  ana  bccho  «a  taño, 
foto  paseaba  V  andrajoso  el  Prado 
y  hoT  Bo  salada  en  zancos  á  nidfuoo?  '  '* 

¡  Pardiez  4pie  a6  qnien  és  1  un  nombrf  honrado 
que  dd  prisa  y  corriendo,  con  la  moza 
se  eaaáJdei.aa  seftor  eücopeUdo. 

▲  qiiien  «n  Tez  de  darle  una  oonm 
ao  destinoie  dieron,  y  se  mama 
doe  mil:' duros!,,  y  gajes,  t  carroza. 

Y  el  muy  destiargonzaoo  aé  no»  Ikma 

Sadre'Játaa  hijo  qise:  aaeí6  á  sais  meses 
e  haber  casado  con  la  honestan  dama. 

Liegayibábialo  de  honor-;  conloa  Meaesea 
ae  dicamapareatado  y  los^Qoinoocea, 
y  segando:  de  oasd  de  mavqneoeá. 

Soy-  aü  boqibre  de  honor  r  diráta  4  i^oeeá, 
qae  eatá'dé  Tanidad  qbei  ya 'retisaata 
et; aiuy'..;..  mas tú^yav  Andrés v bien- leeoaoeiii 

¿Ves  aqael  otro  quesea  laadé  se  oateata    ' 
eon  lentes  y  cadenas  y  trailla 
dattalgos  por> detrás,  palco ,  y  la  reata 

Imita'de  aa>reJ9  caasatido  maravilla? 
poes  ese- debe  dl/Mc iqqeileva; piiast» 
j  %if  Jsfcfo- todo  4aRk  ui^'^a  «ata'  villar     • 

11^  db^iÍMltealb^dÉAa&;\a.tiaaa^^^ 


•  •; 


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«    i  ' 


el  mSk. 


It 


Y  al  pasoj|i0#á  la  oámétittil  ^Nlori    \i 
pQt)BKiNfá  •e'BHiérn.datipterMaf  ■-      -^  ^ 
ese  pasea.lttira'^  ebpcMju;  '    •  '•  < » 

Porque  él  oondaigii  eaMrv  J  aaoqoS' it|«s4i4cia 
coa  su  yítít  «1  ótfáeal^iEAsoWRite         '^' ' '' i ' 
do  las  lQ]rM<ét'liiffbif  t  latjii^ieia.-:'i  '!:{'' -'( 

QuiéQ  es.aqii(ilkHqé0aiidaleAlwM.^aM  '' 
rilTMtmhi  ét  eaeijéi  y  diaiáaBieaVi'  : ' 
que  parece  aiilUíaa dM OnMÉq?    •'  ^  ' ', 

Esa  es  moia  dapranáas  reivmatea;-  -•  -  >' 
UQ  ínleadiiubi ,,  aunfééíla'  v6$:eoUefar  ' '  "  ^ 
sostiene  á  la  aMldítil  jmt^ 'amaitBi.,  ' »  - 

Su  nritdro  iao  b  adiaptaai  kldípndav  C 
▼iejavfíiiltácWij  oób  «Mliao  i  ii'tiifaii|« 
precio  veiviiájBil'doiktcnyi  f  ^Úaai'a. 


.,-.,...■.»    ' 


I Y  es  poBÍbieiL'iqa&lMraorl  ¡M  har  qiAn 
por  libiraalUs  i  fattes..;:ji  i^pis  «  arUf«»  - 
ni  hay  galera  f^iOladrid  qi|e  la^recUae?^*" 

Y  no  quiera /A«dr<iaw'^a6-b«Maii('  franja 
el  latino »  tendidos  eh  k  oloéca  -  '      !•  mI.; 
que  á  SodQoahL-  j  4^^siaira«obfccípujaY>  v* 

Pues  ttoJádMe  Aai]MJ«ra  j'ojpapa:        '  ¿i^  -  • 
TüjMhqjú  «oii'aBht^  tabaadorá  .  > :  • ' 
¿  querrás  qjHífOivo'  apUqo»  nii  iriaeii  f  « 

QuiéA ¡as iaqualia. earañ  fiaa  «aaioórtt  •  <•:  '>i'<< 
con  el  gesto  mirbdo  ,'^r|IiHO  el  poU«    »^>i*' 
ceñido  el  ttiUe  7.  idenf^asíido  aeioraS'.  <>'  - 

coniidfMi«irfdlidp-»^bj^  / 

gayado  de  coioivaaift»paJU]0b(%i  I:)  :;)  >  >'míiim'Vi 
En  afeiteaMumaito  »;*%«|Mi4kii)Utaiii^t)i!  Ib  <^ 


lo  anjMMofiriÑtaMs  f MiiiA^^ 


u 

huye  conmigo^^  iipdréatj  antes;iioff  yanlot     r  "> 
que  tragué* tanl».«rineii  el  Goák^  •  ^  «i  i    7 

¿  Qué  har«moapori>acá'  loBioue  igntroBos  v 
el  fraude ,  y  la  lisoiq»^  y.tla  mentiray :  • '  - 
n¡'iJi4oftkpiQTpor:orguUane  i(dufamios?    '  :  ?     ' 

Tibrar  no  sé  partí  aiuJar  kni  lira^i . 
ni  aguantar  atipe  nunca  biíaoifllacioBei;-  • 
la  -^Qtí '  f  ntonees  de  >mi  kiño  espira.  ^  ^  ? 

¿  Qué  suerte  haré. yd  aqui  con  mis  ñngloiiei 

Ío  que  el  humo,  jamás  tCM  á*  ninguno  '  i 

el  incienso  Tertido  ei^.mis  borrones? 

Yo  queno.tengo  el  diálogo  oportuno 
de  Inarco , .  nisuisal  para  la>  éadoñ^ 
lú  el  aurai  injüita  y  popular  Ae  a^no  ?     • 

Auaque  haga  una  comedia  mal»  ó  bu^na 
si  no  entiendo  del  teatiío  las  intrigaár      '      : 
f^  n  I  li !  l¿iciniindoi  á .  pública  lar.  saldr^  pAvéna  ?      < 

Si  nO' tengo  allá  dentroun  par  dé  amigas, 
y  novadnlo.al  cortejo  queilai  paga;  '■'■: 
rjattcAu  demisiconfedias  eneAiigas. '     ;   > 

¿Ete  de  alabar  ¿un  neoio  ^ei se  traga 
como  agua  la  abdianzanoiadquiridai  '•  ■ 
aunque  el  papel  destroce  6  lo  deshaiga? 

¿O  he  de  sufrir»  .eo*fin,  cdando  ai* 
mi  coniediaíénriquexcf  él  esaenario , 
que  mil  reales  me  den?^  NOy-nor  ni  rida.  ' 

Pido  limosna  aoaso,  ó  peiraalariO''' 
coplero  Éúj  dé  esiféina  iior^Tentará?     '  « '■■' 
¿yiosQ^hltideprodueimiieielinoénsamo,'  ; 

Y  el  quemarme  las<eejás?¡^QaákMsúrál  ' 
cómanse  con  el  rMio^eÉeifinero  -^  •  (  - 
ó  al  hospíMilofdéft'psira  otaaouva/-''''  1'  :> 

¡  No^y..in|te  I  mttoái^'en^lilstiáÑ^ 
estado  el leatro  esta!  Dimé^^  kn^Táten  >*>  *  ■  * 
s^jnantienencon  wrsoe^  majadeiso?   ^ ' ' 

¿O  no  hay  maáqae  mreir  ¡seis  diqptriUi, 


i5 

tan  ficU  M  coMWilMifidlilMwl)»  »)<■  ■ 

Í"        I  f  f  f  r 

•  .  .--.--•  V';*  ¿'''J' •"■.''.■■.'■.  V  .•••.■=••  I  ■%*  •   •   •    I 

De  la  segunda  aártira  eBiiotaMe<  cil  firagmeñto  rigviente: 
«¡  YoUi'átf»!  que  el  úéjmi»  «»•  wrégrftio  I 
lo  oíste,  Andrés?  ño  exige  el  ntiqadero  ■ 
que  las  gratíás  le  cante  mi  mezquino? 
Pues  esto  i-  cada  )liint6  ñas  ceHero 

re  un  destino  ito  cmcuentrá  el  pobre  yate , 
que  un  bolsón  henchido  de  dmero. 

Pídenos  versos  otro  mas  orate 
porque  se  casa.  ¡Pícara  deoMincia! 
mala  mujer  le  bóstigue  y  le  maltrate. 

¿Y  Tersos  Ta  i  ^buscar?  Busque  paciencia 
pues  bien  la  ha  menester  aquell>olonio 
que  se  pone  en  tan  dura  penitencia. 

Pues  otro  que  andará  por  esos  trigos 
envuelto  eñ  paiRo  negro  riolitario, 
no  pedirá  consuelo  á  sus  amigos ; 

Vendrá  á  pedirme  un  canto-  ftinerario 

B)rque  ha  enriudado  de  su  casta  esposa, 
e  elogias  se  deje  el  perdulario. 

«Ay ,  que  me  fue  tan  bueña ,  tan  liftaosa  1»  — - 
Embustero  I.Ponsofiá  tan  nociva      « 
guarde  encerrada  la  indeniente  losa. 

Yaya;:  entiérrela  presto ;  no  reviva 
y  descanse  del  susto  el  marídalo. 
Mas  si  tanto  la  quiso  cuando  vívaí 

Galle  y  llore  en  silencio  su  ponUb; 
que  mas  dice  una  lágrima  abrasada 
que  no  el  yerto  poema  de  un  pelmaio. 

¿Yo  á*  todo  ho'do  hacer  v«tsoa?  ¡Quél  Templada 
habrá  de  e8tai\'.mi  alma  á  todati  horas, 
y  á  todo  comoRcera  preparada?    ^ 

Pues  deja,  que  ya  atruenan  las  lODoraa 
campanasty-cafiones.  Por  ventura'    >  '        ^ 
pubucar  fiestas •  hay?  Ifieni . hú  canoraa    •      '"- 

Liras<aejleiiqde»,  i^Qrj^'él4i«niio*aif«EtV<. 
versosJiajB  eaJai  prtKnaigfaMiíaiiw»'     * 


renos  romite  ^4Mlífc4MÍl0fnMit  «.o  Vn¿í  uaí 
.  .  .Xad.resplwi4oT4e.ÍAiiíin9er<HfIiacfcpi«,  . . 
f> :í^(4XlAfillllbilillk»«Mb»»fK)li^^  r!  .a 

nos  dasbmdwftiOii  vMlüaM  iImi)«i|iímío7  • 

Y  noMite^Mp^KoSiSlegirtehriA  .-«-ñ.  .;! 

ni  es  la  fipyMlo|l^«lft^tw<M  f  ^<Hi^^     «'.I  irro 
si  el  yate  M>.itiiniioiÁb;Algfii(lbÍ4i^';  t,í>'^  .-  ^*\ 

en  papeles. ftratMi  yieiBMXMÍ$9i:..  ' i  \  ir-    •::   «i 
las  lisonjas  del 'ft^ra. 90^^.  .:'      non- '-Vi     . 
Gomo  sueleiiílh>mr39aAtoSi||ipttdM    '  t'vr  ;? 
Gonclaida.hi  (JohccKSivia « M  «lelÁtMl  '!'>•:.-- 

Ni  te  e4Máoft/A*drte>  nikAi9ili}itv  • !  i-.-  . 
ni  al  yiento  TileWai  ^ara  Ii9Iíp.1a  proaii.     -i,      .1 
no  han  deyafeito'lasra^Mffs  tujrAfk-'r!''' ' 

Que  habrá  qétia  laf  go  i%'Opimmi  I»  lOir^  .  .¡ . 
si  no  ha(^s  de^jij^^ebe  Ái^^mMlMft''  ■    •. 
un  himno  por  41^  MOHOS  cónmJiMí,;      .-.h. .' 

Salga  di  iPJroMKMS  figunl^  botaima^:!  .¿íji  ¡íh| 
Y  la  España,  eaoNiálpgo  terdMda  ! .    <l 

Uoovomk  .TÍHa  MaMttiaMi         .  *  :)) 

Y  aparezca  q1  dUiwpo rekMbrafdoqri  •'  ■' ■ 
y  hablen  Mevo*ri#  1  «M^itelr y  IfJMratii : 

qne  es  coatibwica  ñste#  f.  todo-cl'  baádpi :    / 
De  la  usada^^kígórioa  jMterra,  i'ii;  -.fi.-  .:  >  / 

mas  qne  á  todatiioalODga  bien  mbüdoi   -       :.'. 

esa  canalla ;idMiúra  j<piÍoterrai    vi  i 
Mas  oye ,  cnÉa  ya  iutbáeÉBMroiditi  ^  1       • . 

el  rumor  jfeM'vpnasiiiMíéiii^UÉraír  i:»  .^n  ^np 

Ji¿rtitfna>rf-,4néiC8fioiÍ9MiBteaí(BMH»  sf^  yr.lMl 
el  yate  empezará  toaárcifmiifaoeiM»  ^  •  *  «hio?  •:  7 

Y  acaso  entnoooMáfartUí  ÁaWnc^  ir-'^  -^ko 
#aítvó<dblélCMtMiakráJfciralo^^^'iíl  *^.:^¡iif'rt] 

(•dft|Mdbafiriai^|ra¡4ri(^^ 


T»l¥iir  Larrt  fmáldém^.y  dél  aettcfalMllMifitlóiiriri' 
h»  esprcnaba ,  él  ai^sia  misma  6611  gú%nb  lélM  sui'tti 
oftIoB  I T  la  celél)ri(Iad  qoe  dieron  «toi  i  íú  antóf  '|  fléS^ 
DsbríaB  la  intoncioTí  dé  a^elloar'oMrífos  y  IM  d^heÚdM^ 
bao  á  la  aiiiinadversipu  de  lof  goUMroMiWs.  El  ptA^t  éM^ 
»od4  era  ií:i  «íiii\vTiMrv;í¿Hnllado  y  receloso,  jf  lA  mas 
toitti  ila^»  III.  A  ii  it  ffxiiÉ  d?  dAbte  sentido  por  timfdii 
smS^iSift  ;j»i.í  fiiiMc ,  le  eiiojnha  y  atat^maba.  ffo  tarda!-'* 
oa  por  consiguiente  en  stiscitanQ  dbstácnlo^  á  la  públi-:-' 
moitm  del  Pakrectto  HMáiúr,  pnéü  h  ceúsnra  ie  hMé 
wá  flft  easo  de  redoblar  su  rlgilancla  r  satígór ,  en  tiilfai 
b  que  á  pesar  do  la  saspicfei{lk  bn(i]^&  de  dlüs  funciones  ^ 
\»  sos  cíen  ojos,  todatfa  se  burlaba  dé*  dtá  la -malicláf  déf 
iMritor,  {Cuánto  se  irritañan  lo^  célArstífes  al  ser  repf eV^ 
tidosj  por  el  gobierno  por  habérseles  ffé^tzado  sin  kotf^t^ 
Maa,  éspresionss  en  las  cine  déápüés  reeoioeian  ttká 
'erdadera  intención  política !  Larra  en  est^a  ocasiop  tftk  bú 
■gepiosisimo  contrabandista  t^e"  liitk*ódAi¿iá  gétferos 
Mkftbidos  en  presentía  de  lós  mUpiás  gUattfas»  qm  Aó 
¡pMeliuban  los  medios  habiKsfmos  <hief' el  éierhet  em-^ 
ileabá.  Bu  yista  dé  esfo ,  los  censores  'irtd'MArbü  mdsfráit» 
w  cada  res  mas  rigurosos:  las  mtitlIadUlnet  ftieroti  cMil 
dia  en  aumento:  á  duras  ponas  y  solo  á  fuerza  de  gVMdiéü 
aMMfie»,  pudieron  «farse  i  lurlos  úHfmó^  ftAmerós  dql 
VMra^íVo  Hablado/,  btesláW  «on  et  14  s^  áñdd^ítf  ]^1^ 
tnk  ar  p&blito'  la  mhertX  ddt  baí^hHleíir.  Lárta;  fcaYisMo  ié 
«Moolratfto,  ct)nlo  dechiVlidn'tlMi't^áfed  M  floldaf  fáttéH,' 
iMIerf^rmptó  su  mAli(^ioti  «tf  UáMto  dé  f  8B3  XTéámlo^  ffél 
Mtí^m  BÚmeM  [mittílado:  miérte  iaPmMIo  Biütinfh^^ 
en  qué  términos  se  despide  el  bachiller  estandcí  próÜhSV 
á-flim4r:  ■  •  '•■•;•  '      ■'■'"'''    " 

^Hijósnrio»,  dij6  éta  TAzOdén  ffi;éftte'a«U  áprer  ádllá 
MM*>^ramdVhlMMiirii^ 


19 

^n  U;^ye  Tirio0  modos  de  pensar,  y  ^Tiera  mas  siünaftki- 
gar  me  diera  la  muerte,  qaejme  sieotoitqaiy  ipie  me  adie- 
ta ea  la  misma  garganta.  Ni  menos  qoiero  oae  sedigaM 
murió  sin  decir  oste  ni  moste  qoien  sob  ae  liablarTÍn6, 
qw  esto  fuera  mengua. 

.  x>En  cuanto  á  bienes»  harto  sabéis»  queridos  miosy 
que  nada  tengo  que  dejar  sino  el  mundo  en  que  he  yí?h 
do,  y  ese  bien  su>e  Dios  que  no  le  dejo  yo ,  si  no  que  laa 
le  hacen  dejar  mal  que  me  pese.  Ni  necesito  "hacer  bu^h 
guna  declaración  de  pobre,  porque  bien  público,  y  lelo-^ 
rio  es  que  he  sido  poeta,  que  me  dedique  desde: ctúqülS' 
i  las  letras  en  este  pais ,  que  ^e  sido  hombre  de  bien  j 
de  honor,  que  no  ne  sido  intrigante  ni  adulador ^  uydi 
anduye  nunca  en  empréstitos  ajenos  y  ganancias  profias,. 
ni  tuye  mujer  bonita ^  ni  hija  que  lo  pareciese,  m  tio 
obispo,  ni  padre  coyachuelo.  Así  que,  4pQr  dónde  he áft 
ser  rico? 

»Dejo  pues  lo  poco  que  se  halla,  si  se  halla  algo,fin 
misas'ipor  mi  ánima ,  porque  no  ?las  tengo  todas  '•ew^míf. 
go;  y  SI  se  quejase  mi  nijo  que  le  dejo  por  .ello  W'  Me 
poco,  que  le  quedaría ,  que  tenga  paciencia ,  am  prJMMVS 
son  mis  gustos  que  sus  necesidades,  y  mi  auma  que-,  m 
cuerpo.  ,  ■  i.. 

» Declaro  y  confieso  en  la  hora  de  mi  muer  te,  y  cono 
sí  me  iballase  en  ella.,  que  tengo  miedo  y  que  de  mieda 
ipuero ;  lo^ual  no  me  QfL  yer^enza ,  asi  como  hay  otrai 
CQsas  que  tampoco  se  lardan  a  otros;  antes  me  da .  mndbaí 
penvy  .^s^y  muy  arrepentido  dé  no  .halarlo  tenido-  m' 
poco  antes.  {Gómp  ha  de  ^erl  Todo  npfie  puede  haecri 
lin tiempo.     -  .:/■-..         .  ].'.,'         -,..,.    ..i 

)»Item  mas:  en  consideración  á  que  conozco  iMidM 

personas  que  están  buenas  y  gordas  y  Ml^n  establecidas, 

que  se  han  retractado  desua  opiniones  ófeqpr^onéasi«»i 

,^pre  que  han  creido  jerles/cpn.y)BnieQté|j6  .yj^jur  mft/í  A 

.  caso ,:  en  considéíraqicaii  á  .e^tp ,  me,  r^tm^  W  «^.dp 

^..tOjdoloq^i^  he  di<;ho^  sino  tamlñendeJp.qfie,^Jl¡e(dir 


actar  cuándo  j  cómo  me  acomodare,  ri  tiVo ,  j  ait  M*^' 
fVaiñéate  lúistá  el  ¡Bü  dé  loa  siglos ;  porque  esta  es  mi 
füláiíktadv  fén  cosas  decadj^  uno  nadie  tiene  qaé  mfíi^ 
cburse ;  siempre  tuve  mis  opiniones  como  mis  vestidos »  y 
CÉflá  diá'me  pase  uno ,'  en  16  cnal  latuecol  hay  que  nada 


habérselo  lláinado;  sieiidó  esta^  una  de  las  piHP 
tíSftns  cbsás  de  qülá'  ¿iíé  retracto,  y  á|niíidec{6ndoles  sin 
éiplMlrM  la  bdhdad  íñIU  'Me  falin  Ufeyadó  ésta  Impertineñv 
diimfS;-  •  •  ■  '■■'''■■''  ■'/;'■•  •  "^  ~--"' 
'"'ti  Ahrepiéntotn'é'  én  lá  fio¡ra  fte  la  tnueMe ,  7  me  pein^- 
dlrlo  poquilto  que  étt'éiía'tidálié  'ttbidoi  p^rqtfe  no  me 
lúi*WTÍaó  sino  de  dogal,  y  bago  tó(o  de  nó  vblyer  á  sa- 
j^coia  de  pHoYéctio,  sine  esta  me  ^cá  con  bien  la  Di-*' 
tMá  Mafféstad;  7  si  hubiese  de  resucitar*,  coVáo  ya  por  su 
Kn'ú'^&r  en  óchkiotlésiiér  h* visto,  lo  bual  sita  embar^ 
no  creo  que  se  suarda  para  pecadores  como  yo ,  jlrometb' 
tt.ii^'^fAVfii'  «teimró  áMo  ti^^  dan- 

''V  i¿Eú  t^uántb  i  mi  amigó ,  qde  dice  Ib  es  /'Andrés  Nl^ 
pttiAsA,  qdé  no  firme  (^n  'miá^  disposiciones  téstamenta- 
f^ ,  -aunque  fáeré  de  ellas  testi^ ,  siü/embargo  de  <mé 
ya  yéo  que  no  estir  presente.'  Intoto  coiñ  todo  en  lo  oi* 
cbo,  porque  be  conocido  testigos  ausentes.  Si  da  cuenta 
aFptmlieo  de  mi  fallecimientOf  como  éVde  esperat;,'qiie  nó' 
fiMie  tampoco.  Y  esto  lo  dispotigo  asi  porque  no  pareí-^ 
éá  borla  6  chacota  mi  muerte  6  mi  arrepentimiento' 
d'Vé'el  público  malicioso  que  cohélüye  con  b.  dé^ 
Nipamás.  ■'  -    '- \" 

«Mándele  que  me  agradezca  esta  satiaCaccion  que  Sif 
mi  voluntad  le  doy,  puesto  que  pudiéVá 'excusármela ;  á 
muchos  conozco  yo  que  cuando  mandan  no  dari  nunca  sá-; 
tfafeiddónes,  y  tengo  para  mí  que  ño  van  descaminados.' 

á^Itejtn' mas:  digo  que  hay  amigos  en  el  muido  (ji. 


respetable,  y  demás  zarandajas ,^peae  él  SA  coenúllp* 


PSf.afl ..«í-,      ... 

f.Wfíi>P*'ií?°.el'PHPf',»i|it(™-u'>.v^    i  ..   .,  ...,¡,■1 

,,j,>nei^;;,declj(rojque  ^_  yece?  ^,  djgho  J(^   cp^JfSjj^ 

de  cualqincr   manera  que  se  digan  es  Cdmo  si  no!^,^ 
iffíD.  flty,  cflBfs  ™íi()r}ime^  ff(Hfiikijs<l>líáj.»il. 

nunca  ^nn'ina^,  fli,i[ienfg^¡ppro),.jp;9f^  ípklos  qtae;j^j 

t^ndi»}senJo  ^iie  dujero  dec^  jcj»  e|^::(  (^mó.  Jia.J^  nf^ 
.^Bpra  tstd);  nmj,',^^|pi^fa^  gw9i4gí^eí-infi ,  4,  ttf^mt 


fvta»^  que  %  ^aeaq,jcj(lieA__,, 
iron  nflnea.^,ji^ep,nO  M  'of,ft 

.??.?í  fWriiíJWlíS'lIf'ftififlRiB  SP*M»t™!ftí9S,.|«lilll' 

de  algunos  países  nunca  puede  salir  nada  nuetao..^^,  n 

■  «"?  ■SteSS'ÍWSíH*  **"*?  .SUpc»,  WOnif  a  U.Jlitf 


«IÍNP'V  mi  .eOrwitM'Qll »  IM  MDMmillMi  Wll:  iqtMI.  loé :  ipiito 

JSfHhVHiif^  tAfQá9iti4í(ikmdniUf^^iinm^4ei,má3íi^kmm 

4ij||Ml»liAal^Íii.i  1  impttrfAlmenii:  deiJttioikÉtiieln^  -ai 
f^^müáám  íIm  ^iiciriiiM  (üftliüeaiifiailii  püMipa^lpiKd  )á\  \m» 
foikkm  iiWM  4wlnml  »teaB»  dospupii to  ftfiÁadéBl»appai{ 

Ak-IPiíiiMívad^f  g«i||M^ii)Pcati.iAOt:Mtiki&      U.idótofmí 
iWm  itaüloiiiPft-gtbelnilaraitailaA  ^m  — tM»fla<mp™nf 
JltJmhlii  hlipkiii«Qfedo.j^a.cÍ»di«iicub^adc^alrMliaan 
jBtoldftdtf  i)bi«tod<»  49lo|B(lui  iCáffidiiiUI  l^fpiniÉp  otaaaM 
jilf)ÍmiiieiM.p«tD  «e9iwt«ae«l6  pbn«l>canBft«lé:laiiMU 
ÜMM^li  die^ilill)Aiiévmi(lBa8CjetilieBBtp0|  ditudaiujp^iro- 
4llg|All|«staf  f«r|jB>clli  ba  cUaMiifillrÁiidoiailnMi  ^mh 
JM|illbxÍ9iAtiaidra'>s6ol€(dird:ioáídai  wwiadquifwiai ' 
áip^vaÚwii|ttd«:.J^Í0aiiÉaAte  4ris-adaotióiBaftpkni 
%|giMdiUP;ia»id(aaaid¿aAa»ooalcitrii^ 
Ml^lU«fteaitOi»q|(iap(ictd0A  alipÁíalBtiEJyléník  («iÉá» 

J^tquQidolkaigioiSJilii  al  piUafi  qubáéiMaitf ti  aatarqn 
diflMMiftfea'.iAai  ai|*al  tka^ 

Ds  JPaapjÜaa.qna  FfenMhaattqj6ii^-4iyulcra'jikiiaaiatMl> 
<it(t|iwiiafeh»ci¿iá  ibHbiMJíptfmai^tsádV  tar  »|>ud»  ittla¿w 
da  aer  d6btk.ltaiyiartaidrf4iH<a«ia:Hiad entpncifcíiágia yy 


jñctaiá'ConBÍderabarf  Mtences  ¿  t>.'ClMo»cóttiO'cd'4Ékl 

repnMoUote  de  ella*:  lo»  amigos  delftUl^rtadf^IMfM^ 

liín  ta'eoüfiadaiiienie«VTesti£laeÍBftietiWdel  dMtaÉÜ^ 

iMpU  j'segiMli  i¿8  peapsÉiiejitOft  qae-WBÍcitieidbini  ktfáMíM^ 

teii  eipedfidas  por*  S¿  If .  la  >  fteitia  -,  ditfnte'  Icis'  diiiWt 

WMidMre á»s\késhO§Os  7  pof* la '^Éfeirmeifad «deréMMi^ 

ffli6  <el  fobiér no  4«l  ve; .  €íialqiiiMPá>  Me  •  If oése^  *  íél^itMll 

«-.«quel  jistdiía/f  iconiiderádo  eft'  aMtracto  /^tíoi^^Mill 

Mfgarsei'qiie  cón^^ficacioa  á  las  eiiiel&fltoUíttiol«ftM|iH|li 

sa»f(rodlatn6 V  téai^vel  graodiñmo  ineoiiTMdéMM^MI 

•ar  musticaÚe'pcN^iié  no.  eontaba  cson  el  apO|f  ¿^'ddlMl|Nr 

Boldé  lwt^ostp»itLddg,^ae  eatoncé»  ae  fth  ' 

po^faaiabiitthmif  tiempocáreoia  da  la  fti«^ac<ttife«iftf;j 

.Mi|ñral'qaa'kalHar.menester  paraxfi^fW  «nipartido'  iNI¡|M 

r  ét  'paa|i  ^>ti!lani^r.  dé  i  kis<  preteñsíoiflia  «neonlr«Jb6^dÑtA 

ipledé'  badán roroda-igiiérra;:  fue  [iiiiíi  |ii  ow  Iwüi  üiáiínl 

ifliporió'dé  laa  cKreuasUooiaa.^.'qaeaeMq  9é'''tMAá4th 

Ipnadoj^^Dordeflcxmoci^  eliia8tii»ifliKnral|r#<^to]¿fcllMl 

praáidia -el  gabinete'^:  aeoÉsejaadp^ á  Si^if ííMmí  pmtí 

ttttDilo  qÉe aquel  bombré^e  estát^oíM  ^^bdláy  iMitlWltt 

Uaaaari  á  aaai  penona:d€!  oiUras  idan^'y  <de  pQto'^iMl||Ml 

-oi^ntoñeea  lie  wrpseniójea  la  esoeoa  poMlicá*  P^lMíi^ 

aiam  Ülartinex!4e>lá  Kosa.,  que  m  iiiq[d}^a  aosplMl 


aa(akivrton «  y  cata  notioia  recibió  '-en  im  'baile*.  %é^ 
sifliario  hfio  «oáoebirla»  maf-üaoáférayieapqirMiai^fii 
adi>aiHneBiai^oa.á^pk>ooiidia6  conies  maaete^i'^ae'^ÍNI^ 
dábap.él  EatatHio.AeaL  Aiúea  7:alg«a  titaapo'diiMü 
do'^tabUoada  efltoicoaÉnm4iafreÚaaMJ  a^iédrll 

cepaoca.  Pero:  de.  hiacbq)  guaba  de  al¿ÍiibaíJl8iaillMV^fil^ 
óei  los  teemané  se*  aioatrakan  jiiaa  kfKtúaboÉ^  iháUM^ 
elegido  para  estas  comisiones  personas  de  ilasÍtUul>| 
bii0Bf..ctitéirio^  íT  porgué í para .'díTÍgiJEÍ  yijMátttl^ák  fi 
iCMdactá.,.4eaiJhaDÍaida^o  .el  gobiatnb  ¿laa  t  iáairaMM* 
iCPQTtwentea.qpeilaa  .csreiiiistaínciasivai|iiBiiaíiil  '¿  i:^''^ 
oi'  <íSdr.aqffi|[  líf^pfo  6  piK»>aBtWf>fniielpÍB0*4fÍlÍ^  I 


33 

irso  por  D.  Joaé  Maria  Carnerero  las  Carias  españoloM^ 
le'á  poco  se  convirtieron  en  el  periódico  diario  que 
linó  el  nombre  de  Revista  Española,  Las  materias  po- 
icas se  trataban  con  mucha  circunspección  y  miramion- 
I /'procurándose  amenizar  los  diarios  con  artículos  li- 
ranos  do  teatro  y  do  costumbres.  Un  hombro  tan  in- 
ligonte  como  era  C.irnerero  para  la  dirección  y  con- 
ecion  de  un  periódico ,  no  podia  desconocer  cuan  útil 
i  seria  en  su  periódico  la  cooperación  do  Larra ,  de 
Elíen  era  amigo  hacia  ya  tiempo  ,  y  á  quien  celebraba 
Araordinariamente;  Aun  antes  de  nabo»  muerto  el  P(h 
iiciio  Hablador^  fue  invitado  ^Larra  á  tomar  parle  en  la 
^ccion  de  la  Revista  Española ,  en  la  que  principió 
liétaribir  algún  tiempo  después.  Gomo  acabase  de  esta- 
éé-i  la  sazón  la  insurrección  de  Vitoria  escribió  un 
rdciilo  con  el  epígrafe  do  Nadie  pase  sin  hablar  al  por^ 
\ré\  que  fue  el  primero  qnc  escribió  para  la  Revista »  j 
se  fue  en  estremo  celebrado ,  mereeiondo  tina  estraor- 
UáMa  aceptación  y  entusiasmo.  Tanto  por  ser  el  primero 
ÜtSíAo  pior  ser  de  un  género  especial ,  no  podemos  dejar 
jt'iúsertarlo ,  eomo  que  en  61  desplegó  el  joven  Larra 
Ülk  la  originalidad  de  su  estilo ,  y  toda  la  gracia  de  sus 
lufei.  Por  ¿1  puede  formarse  idea  del  carácter  y  mérito 
Bitas  demás ,  y  en  particular  de  los  dos  que  escribió  en 
Mida  con  los  títulos  do  Planta  nueva  ó  d  faccioso^  y 
^unta  fie  Castell  6  Branco.  El  que  primero  hemos  ci- 
i9b*  es  el  siguiente : 


•I  • 


ni--- 


tVADltf  PASB  Sllf  HABLAR  AL  P0RT|£R0. 


5''         LOS  VIAJEROS  EN  VITORIA. 


«•  • 


if'^  i  Por  qué  no  ha  de  tener  Espailii  su  portero,  cuando 
U  Vay  casa  medianamente  grande  que  nó  tenga  el  suyo? 
Sn  Francia  eran  antiguamente  los  suizos  los  que  &ct  ^vk- 
^rfjnlMiii  do  ehta  conaiaion  f  en  Espafta  pate^^  f\^^\^\^- 


Si 
mao  sobre  si  líganos  Tluaíiu».  T  eCMtttuunla,  ft  na- 
die ba  de  pasar  hasta  bablar  con  el  portero,  ^coándo 
pasarán  tos  de  allende  si  se  han  de  enteiider  con  ni 
TÜcaino?  El  hecho  es  qne  desde  Paria  i  Bladrid  no  laUi 
ant^s  mas  inconTemente  qué  vencer  qne  365  l&pw, 
las  landas  de  Burdeos ,  y  el  registro  de  U  puerta  iá 
Foencarral.  Pero  hele  aqai  qne  una  mafiana  ae  len»- 
tan  nnoB  cuantos  alaveses  (Dios  los  perdone]  con  hamor 
de  discurrir  ,  caen  en  la  cuenta  de  ^e  están  en  la  mi- 
tad del  camino  de  Paris  á  Madrid,  como  n  düÉramof 
estorbando ,  j  h¿te  qne  eaclaman: — pues  ané  íio  na;  mu 
que  yenir  ;  pasar?  Nadis  paie  mk  Ao&tar  al  porívo. 
De  entonces  acá  cada  alavés  de  aquellos  ea  un  portcroi 
;  Vitoria  es  un  cucnrucho  tambado  en  nudio  del  cant- 
node  Francia :  todo  el  qne  viene  entra  ,  pero  hacia  k, 
parte  de  acá  está  el  fondo  del  cocuracho  j  faena  el 
romperle  para  pasar.  ,     , 

Pero  no  ocnpemos  á  nuestros  lectores  con  initilai 
digresiones.  Anunedó  en  Vitoria  j  eo  AUva  uno  de  bi 
primeros  días  del  corriente,  j  amanecía  poco  mas  ó  me- 
nos como  en  los  demás  países  det  maiido>  ei  decir,  cnie 
se  empezaba  á  ver  claro,  digámoslo  asi  por  aqaellit 
provincias,  cuando  ana  nubedÜa  de  ligero  poLvo  aoBi* 
dó  en  la  carrera  de  Franda  la  precipilada  eanetkM 
álgnn  earmaje ,  procedoite  de  la  Tedna  nación.  Dw 
importantes  viajeros,  francés  el  ano ,  eapaBid  el  oM^ 
envDelto  este  en  su  capa  y  aqael  en  sa  capote,  tsbb 
dentro.  El  primero  hacia  castillos  en  Espafia,  et  segODJs 
los  hacia  en  el  rife ,  po^e  venían  echando  ciuBtas  acer- 
ca deldia  j  hora  en  que  dehian llegar  ala  villa  de]b-< 
dridj  leal  j  coronada  (soa  ficho  coo  permiso  «leí  padn 
Vaca).  Llegó  el  veloz  carnaje  á  ks  puerta*  de  Vtw^ 
T  una  voz  estentórea  Ae  estas  que  salen  de  on  cnerpo 
Men  nutrido,  intióió  la  orden  de  detenerse  á  losilnM 
Viajeros.  — jHohil  ¡ebl  dijo  la  roí,  nadie  pase.— ¡ffr- 
die  pasel  repitió  el  español.— ¿50»  ¡adlronMl  diio  el  iñii> 
céi.— no  sefior ,  lewuQ  el  esQafiol  asomindoia;  ntñáik 
aduana.  Ven  i,cittK\  ^  t%  «j^asa^ñ^v^ada  ttcaado 


S5 

á  cabera  del  enUpolTado  carraaje »  echó  la  vista  sobre  un 
xnrpulento  religioso ,  que  era  el  que  toda  aquella  bulla 
ototia?  Dudoso  todavía  el  viajero  csteudia  la  vista  por  el 
lórizonto  por  ver  si  descubria  alguno  del  resguardo; 
lenro  solo  vió  otro  padre  al  lado  y  otro  mas  allá »  y  cioDto 
nai,  repartidos  aqui  y  alli  como  los  árboles  de  un  pasao. 
*I  Santo  Dios  I  .esclamó :  i  Cochero !  este  hombro  ha  equi- 
tkcado  el  camino ;  ¿  nos  ha  traído  Y.  al  yermo  ó  á  Es* 
lila?—  Seflor,  dijo  el  cochero,  si  Álava  está  en  Espa- 
\áf  en  Espafia  dcncmos  estar.  —Yaya»  poca  conversa-» 
yktf  dijo  el  padre  >  cansado  ya  do  admiraciones  y  asom* 
Ma  f  conmigo  es  con  quien  se  las  ha  de  haber  Yd.| 
iSor  viajero.— ¿Con  Yd.  padre?  ¿Y  qué  puedo  tenor  quo 
amdarme  su  reverencia?  Mire  quo  yo  ven^o  confosado 
Mide  Bayona ,  y  de  allá  aqui  maldito  si  tuvimos  ocasión 
Itf  pecar ,  ni  aun  venialmento ,  como  no  sea  pecado  viajar 
íat  estas  tierras.— Galle,  dijo  el  nadro,  y  mejor  para  su 

Ifta.  En  nombre  del  Padrc>  y  dd  Hijo — Ay  Dios 

Éú,  esclamó  el  viajero,  erizados  los  cabellos;  que  han 
HHo  en  este  pueblo  que  traemos  los  malos  y  nos  con- 
HlMii.— Y  del  Espíritu  Santo ,  prosiguió  el  padre ,  apeen* 
1^ hablaremos. — Aquí  empezaron  á  aparecerse  algunos 
Uldaos,  y  alborotados  con  un  Garlos  v  cada  uno  en  el 
Olnbrero  por  escarapela.  • 

'  IVada  entendia  el  francés  á  todo  esto  del  diálogo;  pero 
liÉ  pre^mia  que  podia  ser  negocio  de  puertas.  Apea-* 
ÜÉhét  pues,  y  no  bien  hubo  visto  el  francés  á  los  padres 
iterrogadores . — ¡  Gáspita !  dijo  en  su  lengua ,  que  no  s6 
fino  lo  dijo,  ly  qué  uniformo  tan  incómodo  traen  en 
Sgbáfla  las  ffentes  del  resguardo ,  y  qué  sanos  están  y  que 
ini  portaos  I  Nunca  hubiera  hanlado  en  su  lengua  el 
obre  francés. — ¡Contrabando!  clamó  el  uno;  ¡contra- 
uido !  clamó  otro ,  y  contrabando  fue  repitiéndose  da 
jui  en  fila.  Bien  como  cuando  cae  una  gota  do  agua  en  el 
ébite  hirviendo  de  una  sartén  puesta  á  la  lumbre ,  álzase 
IBtfmdo  hervidor,  y  bulle,  y  salta,  y  levanta  llama ^  i[ 
Blui  j  chisporrotea f  j  cae  en  el  hogar,  ^^  iSV^otoVal \b^ 
WB[}í¡re,  f$ Alera  h  cernía,  espelúznase  e\  %a\o\tLm^«^ 


diato  qne  descansando  junto  al  rescoldo  dormía,  qnémaiH 
80  los  chicos  y  la  casa  es  un  infierno:  así  s«  alborotó,  j 

Jaeuió,  y  espeluznó,  y  chilló  la  retahila  de  aquel  resguar- 
0  de  nueva  especie ,  compuesto  de  facciosos  y  de  padres 
al  caer  enlre  ellos  la  primera  palabra  francesa  del  eslnA- 
jero  desdichado. — Mejor  es  ahorcarle,  decía  uno,  y  ser- 
via el  español  al  francés  de  truchimán. — ¿Cómo  ha  de 
ser  mejor?  esclamaba  el  infeliz. — Conforme,  repoú 
uno,  veremos. —  ¿Qué  hemos  de  ver,  clamaba  otra  voit 
sino  que  es  francés?  Calmóse  en  fin  la  zalagarda;  metié- 
ronlos con  los  equipajes  en  una  casa ,  y  el  espafiol  creía 
que  soñaba,  y  que  luchaba  con  una  de  aquellas  pesaililiai 
en  que  uno  se  figura  haber  caldo  en  pod!er  de  osos,  óea 
el  país  de  los  caballos,  ó  Honinhoins ,  como  Gulliver. 

Figúrese  el  lector  una  sala  llena  de  cofres  y  maleüi^ 
provisiones  de  comer  ,  barriles  do  escabeche  y  boteOtf 
repartidas  aqui  y  alli ,  como  suelen  verse  en  las  maestras 
de  las  lonjas  de  ultramarinos.  lYa  se  vé,  era  la  intendca- 
cial  Dos  monacillos  hacían  en  la  antesala,  con  dos  velan- 
laríos  facciosos ,  el  servicio  que  suelen  hacer  los  portera 
de  estrado  en  ciertas  casas ,  y  un  robusto  sacristán,  que 
debía  ser  el  portero  de  golpe ,  los  introdujo.  Varios  car- 
listas y  padres  registraban  alli  las  maletas ,  que  no  pin- 
cía  sino  que  buscaban  pecados  por  entre  los  pliegnei  k 
las  camisas ,  y  otros  varios  viajeros,  tan  asombrados  toao 
los  nuestros,  se  hacían  cruces  como  si  yieran  al  di^ 
Allá  en  un  bufete,  un  padrc'mas  reverendo  que  los  deatf 
comenzó  á  interrogar  á  los  recién  nacidos. 

— ¿Quién  es  Vil?  le  dijo  al  francés,  y  el  francés  calla- 
do, porque  no  entendía.  Pidiósele  entonces  el  pasaporte. 
— ¡  Pues !  francés ,  dijo  el  padre.  ¿Quién  ha  daooefte 
pasaporte  ? 

— S.  M.  Luis  Felipe ,  rey  de  los  franceses. 

— -¿Quién  es  ese  rey?  Nosotros  no  conocemos  i  h 
Francia  ni  á  ese  D.  Luis.  Por  consiguiente »  este  papel 
no  vale;  ¡Mire  Vd.,  añadió  entre  dientes,  si  no  habrá  al- 
gún sacerdolc  eu  Vcido  Patt«  (^uc  pueda  dar  un  pasapor- 
tdf  y  no  que  nos  N\eti^u  ^cyt^^^ti  ^^Y^i^x^^^ ! 


27 

• 

— ¿A  qué  vicno  Vd? 

^— A  estudiar  esto  hermoso  pais,  contestó  ol  francés 
M>n  aquella  afabilidad  tan  natural  en  el  que  está  debajo. 
,  — ¿A  estudiar?  ¿eh?  Apunte  Vd. ,  secretario:  estas  gen- 
es' vienen  á  estudiar:  me  parece  que  los  enviaremos  al 
libunal  de  Logroño. 

■  —¿Qué  trae  Vd,  en  la  maleta?  Libros...  pues...  JJe- 
JUrcAe»  fiir. . .  al  sur  icht  Fj^ie  Recherches  será  alffun 
ator  de  máxima:  algún  hcrejote.  Vayan  los  libros  a  la 
Dupbre.  ¿Qué  mas?  ¡Ah!  una  partida  de  relojes;  á 
tlr...  London...  esc  será  el  nombro  del  autor.  ¿Qué  es 
alo? 
'^^  — Relojes  para  un  amigo  que  tengo  en  Madrid. 

—Da  comiso 9  dijo  el  padre,  y  al  decir  de  comiso^ 
ada  .circunstante  cogió  un  reloj ,  y  metiósele  en  la  fal- 
rfqúera.  Es  fama  que  hubo  quien  adelantó  la  hora  del 
Myo  para  que  llegase  mas  pronto  la  del  refectorio. 
^!'— Pero,  señor»  dijo  el  francés,  yo  no  los  traía  para 

Irittod 

L*:'..^Pacs  nosotros  los  tomamos  para  nosotros. 

^— ¿Está  prohibido  en  España  el  saber  la  hora  que  es? 
VMnntó  el  trances  al  español. 

í*'— Calle,  dijo  el  padre ,  si  no  quiere  que  se  le  «or- 
Km»  7  aqui  le  echó  la  bendición  por  si  acaso.  Aturdí-» 
Df^sUlm  el  francés,  y  mas  aturdido  el  español. 
-'  Habíanle  entre  tanto  desbalijado  á  este  dos  do  los 
laciosos  que  con  los  padres  estaban ,  hasta  del  bolsillo, 
aÉ  mas  do  tres  mil  reales  que  en  él  traia. 
-  •  —Y  Vd.  señor  de  acá,  lo  preguntaron  de  allí  á  poco» 
^6  es?  quién  es? 

!:  -^Soy  español  y  me  llamo  D.  Juan  Fernandez. 
—Para  servir  a  Dios,  dijo  el  padre. 

—Y  á  S.  M.  la  reina  nuestra  señora,  añadió  muy 
mnplacido  y  satisfecho  el  español. 
'  -— ]il  /o  cárcel  \  gritó  una  voi,  \á  la  earcell  gríta- 
la roil. 
-^Pero  señor,  ¿por  qué? 
^No  sabe  Vd.  señor  revolucionario  qa^  aif^OLV^^^V^^ 


S8 
mas  reina  qae  el  sefior  D.  Garlos  Y ,  ^e  feUxmente  fph 
biema  h  monarquía  sin  oposición  üil^puiat 

—•¡Áh!  yo  no  sabia..... 

—Pues  sépalo  y  confiéselo»  y..... 

— Sé  y  confieso,  y dijo  él  amedrantado  dandi 

diente  con  diente, 

-^Y  qué  pasaporte  trae?  También  francés Be- 

Siare  Yd. ,  padre  secretario^  que  estos  pasaportes  tneaii 
echa  del  año  1833. 

¡  Qué  de  prisa  han  TÍYÍdo  estas  gentes! 

—¿Pues  no  es  el  affo  en  que  estamos?  Peai  i  mi,  d|j« 
Fernandez  i  que  estaba  ya  á  punto  de  volverse  loco. 

«^En  Vitoria  y  dijo  enfadado  el  padre,  dando  uw- 
razo  en  la  mesa,  estamos  en  el  affo  1,°  de  la  cristianaad, 
y  cniilado  con  pasarme  de  aquí. 

•^¡  Santo  Dios  I  en  el  año  1  .^  de  la  cristiandad.  ¿Goi 
que  todavía  no  hemos  nacido  ninguno  do  los  une  Sfá 
estamos?  esclamó  para  sí  el  español.  ¡Pues  vive  nm  que 
esto  va  largo  1  Aqui  se  acabó  de  convencer,  asi  eoM  i 
francés,  de  que  se  habia  vuelto  loco,  y  andaba  jHjfiílff 
sn  juicio  á  todos  los  santos  del  Paraisa. ' 

— Tuvieron  su  club  secreto  los  fiícciosos  y  los  padni^ 
y  decidiéronse  a  dejar  pasar  los  viajeros  f  no  dice  lakii- 
toiJa  por  qué,  pero  se  susurra  ^e  hnbo  qoien  dijOifM 
si  bien  ellos  no  recónodan  á  Luis  Felipe,  ni  le  ncoao- 
OiTian  jatyiáA»  podia  ocurrir  que  quisiera .  Luis  Itfpe 
vetiir  á  rflidoi¥»fi^lQs  á  ellos ,  y  por  quitarse  de  endoili 
molestia  de  eaía  wüa,  dijeron  que  pasasen»  mas  no  M 
sos  pasaj^tNrtff»,:qfte  eran  niilqs  evidentemente  por  las  n* 
zones  dichas. 

BíjptMifMB,  el  que  hacia  cabeza  aui  tenerla:  la- 
puesto  que  Yds.  van  i  la  vüla  revQluQÍQmma  dfi  Hadñ'i 
la  'ouai:  H  .ha  snblevadía  contra  Álava ,  Tayan  en-tes 
hora,  y  cárguenlo  sobre  su  concienoa.  £1  godiieiM^ 
esta:f rato Asoion  no  auiere  detener  á  nadie,  yenp^ks da- 
remos pasaportes  validos;  estendióseles  en  HgfákM 
pasaporte  en  la  forma  siguiente; 


I 


39 

t 

AÑO  PBEMERO  DE  LA  CRISTIANDAD. 

Nos  ¥t.  Pedro  Jiménez  yaca.=Goncedo  libro  y  se- 
nro  pasaporte  á  D.  Joan  Fernandez,  do  profesión  cató- 
neo,  apostólico  7  romano ,  qae  pasa  i  la  villa  rcvolacio- 
aaria  de  Madrid  á  diligencias  propias;  deja  asegurada  sn 
conducta  de  catolicismo. 

— To,  además»  que  soy  padre  intendente,  habili- 
tado ñor  la  junta  suprema  de  Vitoria,  en  non^re 
de  S.  If  •  el  emperador  Garlos  Y  y  el  padre  administra^ 
dor  de  correos  que  está  abi  aguardando  el  correo  de 
lUdrid  para  despacbarlo  á  su  modo,  y  el  padre  capitán 
dd  reguardo,  y  el  padre  gobierno  que  está  allí  dur- 
miendo en  aquel  rincón ,  por  quitarnos  de  quebraderos 
de  cabeza  con  la  Francia ,  quedamos  fiadores  do  la  con- 
ducta de  catolicismo  de  Yds. ,  y  como  no  somos  capaces 
de  robar  á  nadie » tome  Yd.,  Sr.  Fernandez »  sus  tres  mil 
reales  en  esas  doce  onzas  de  oro ,  que  es  cuenta  cabal ,  y 
le  las  dio  el  padre  efectivamente. 

Tomó  Fernandez  tas  doce  onzas ,  y  no  estrafió  que  en 
un  pais  donde  cada  1833  afioa  no  bacen  mas  que  uno, 
4oce  onzas  bagan  tres  mil  reales. 

Dicho  esto ,  y  hecha  la  despedida  del  padre  prior  y 
del  desgobernador  gobierno  que  dormía ,  llegó  ui  maía 
de  Francia ,  y  en  espulgar  la  pública  correspondencia ,  y 
en  hacernos  el  favor  do  leer  por  nosotros  nuestras  cartas, 
quedaba  aquella  nación  poderosa  y  monástica  ocupada  á 
la  salida  de  entrambos  viajeros ,  que  hacia  Madrid  se 
Tenían,  no  acabando  de  comprender  si  estaban  real  y 
electivamente  en  este  mundo ,  ó  si  babian  muerto  en  la 
última  posada  sin  haberlo  echado  de  ver ;  que  asi  lo  conr^* 
taron  en  llegando  á  la  revolucionaria  villa  de  Madrid, 

affadiendo  que  por  alli  nadie  pasa  tin  hablar  al  por  Uro. i^ 
En  otros  varios  artículos  de  este  género  trazó  Larra 

los  cuadros  mas  característicos  del  nando  rebelde.  La 

pdlitica  M  para  este  escritor  un  minantial  tv^p&áo^^  ^^ 


50 

que  espiólo  arliculos  ingeniosisimos,  en  qne  con  nna 

f;rac¡a  inimitable  aalirizaha  las  irregularidades  y  anoma- 
ías  de  la  época.  Gomo  nn  hecho  coalijuiera  tuviese  algan 
aspecto  ridiculo,  Larra  sabia  encontrarlo',  sacando  de  ¿I 
todo  el  partido  que  podia  imaginarse.  Su  ingenio  le  hada 
notar  los  contrastes  mas  singulares  y  estraños,  descubrir 
las  relaciones  mas  profundas ,  y  hallar  los  pensamientof 
mas  nuevos  y  originales.  La  viveza 'y  animación  de  sa 
frase  ,  la  corrección  ^  pureza  de  su  lenguaje ,  y  hi 
gracias  todas  de  su  estilo ,  aumentaron  el  interés  de  los 
asuntos  que  trataba.  Con  razón  se  ha  dicho  que  ná£t 
llegó  á  Larra  en  el  arte  de  decir  lo  que  quería  y  topio 
quería :  tampoco  le  igualaba  nadie  en  acomodar  la  eáps- 
sion  á  la  indolc  de  las  ideas  que  se  proponía  espresir; 
tampoco  lo  igualaba  nadie  en  la  sal  vcrdadetamenl^(i€it 
delicada  y  de  buen  tono.  Su  sátira  no  era  cáustica;  jii 
á  alguno  hería,  no  era  por  la  fuerza  del  golpe  que  le 
descargaba ,  sino  por  la  profunda  risa  de  que  lo  hada 
objeto.  Hombre  ae  principios  Ajos  y  de  talento  .pro- 
fundo, satirizaba  lo  qne  era  digno  de  censura,  refiniíH; 
dose  siempre  ¿  un  sistema  moral  y  político.  En  esto 
príncipnimcnto  se  distinguía  un  filósofo  como  Larra',  de 
un  vano  burlador.  Sus  asuntos  eran  siempre  muy  biei 
escogidos;  y  en  ellos  se  proponía  la  defensa  de  laiusúcit 

Í  de  los  grandes  intereses  nacionales,  el  sostemoúeato 
e  algún  principio  ó  la  proclamación  de  una  verdad  des- 
conocida. Independiente  por  carácter  y  por  la.  fuerza  de 
su  ingenio ,  jamás  sometió  este  á  las  miras  ni  exigencias 
de  nin^n  partido :  de  todos,  era  celebrado  y  aplandido, 

Sero  nin^no  lo  contaba  entre  sus  afiliados,  m  podia  ser 
e  otra  manera:  conocia  bastante^  á  pesar  de  su  modes- 
tia, su  mérito  propio  para  humillarse  hasta  el  estremo  de 
oue  se  le  confundiese  entre  la  multitud  de  los  que  Indian 
desesperadamente,  no  por  el  triunfo  de  una  doctrina,  sino 
por*  la  obtención  de  un  empleo.  Satisfecho  con  su  mane' 
ra  de  vivir ,  y  conociendo  la  gloría  que  resulta  á  nn 
hombre  de  vivir  á  espcnsas  de  su  industria  propia  y  de 
ra  ^lento  y  e\  Tn\«m^  c^w^  ^f;^Qx\itk^^3C(iQu(e  hwia  ronnn- 


31 

I 

ciado  cl  empleo  por  amor  á  la  vida  independiente,  jamás 
80  arrastró  por  ei  fango  do  las  pasiones  ni  so  acomodó  á 
seguir  servilmente  la  senda  que  le  trazaba  el  espirita  de 
partido. 

Como  en  el  fondo  de  los  artículos  satirices  do  Larra 
existía  una  gran  fuerza  de  yerdad,  de  razón  y  de  justi- 
cia ,  y  como  el  escritor  liabia  procurado  siempre  conte-^ 
nerse  dentro  de  los  limites  que  la  prudencia  prescribe» 
distinguiendo  la  sátira  del  sarcasmo  y  de  la  diatribaí , 
desde  luego  puede  pronosticarse  que  sus  articules  satirio 
eos ,  de  que  va  se  nan  liecbo  dos  ediciones  después  do 
haberse  publicado  en  los  periódicos,  pasarán  á  la  poste- 
ridad, y  que  no  tendrán  la  onmcra  existencia  de  las  obraá 
de  circunstancias.  El  arte  con  que  están  escritos  so  es- 
tiende  á  tantos  objetos,  que  puedo  decirse  que  on  ellos, 
en  Tez  do  necesitarse  on  algún  tiempo  el  conocimiento 
de  las  circunstancias,  para  su  mas  cabal  inteligencia, 
pueden  los  mismos  dar  á  conocer  las  mismas  circuns- 
tancias de  la  manera  mas  cabal  y  completa. 

Para  prueba  de  muchas  do  las  circunstancias  que  aca- 
bamos de  apuntar,  no  podemos  menos  de  copiar  otro 
articulo  suyo ,  en  estremo  notable  por  la  severidad  de 
las  máximas  y  la  profundidad  de  los  pensamientos ,  cuyo 
Ululo  es 

EL  día  de  difuntos  DE  1836. 

FlGABO  BM  EL  CBMENTISRIO. 

Beatí  qui  moriuntur  in  Domino. 

«En  atención  á  que  no  tengo  gran  memoria ,  cir- 
cunstancia que  no  deja  de  contribuir  á  esta  especie  do 
felicidad  que  dentro  <le  mi  mismo  me  he  forniado  ,  no 
tengo  muy  presento  on  qu6  articulo  escribí  (on  los 
tiempos  en  que  yo  escribia) ,  que  vivia  en  un  perpetuo 
asonibro  de  cuantas  cosas  á  mi  vista  so  presentaban. 
Pudiera  suceder  también  mío  no  hubiera  escrito  tal  co^ok 
en  ninguna  parto;  cuestión  pn  vetAc^  lyivx  ^^*^\^-> 


33 

IDOS  á  on  lado  por  harto  poeo  in^orUBte  ta  época»  «i 
qae  nadie  parece  acordarte  de  lo  que  ha  dicho,  ú  de  b 

3ae  otros  han  hecho.  Pero  soponieiido  qne  aat  ÜBeaej  hoj 
ia  de  difuntos  de  1836,  declaro  que  si  (al  diíe,  m  copw 
si  nada  háblese  dicho  j  porque  ea  la  actnalidad  nuldilo 
si  me  asombro  de  cosa  alguna.  He  tuto  tanto...  tanto... 
tanto...  como  dice  alguien  en  el  Califa.  Lo  que  si  m 
sucede  es  no  comprender  claramente  todo  lo  qne  ? eOj  j 
así  es  que  al  amanecer  un  dia  de  difuntos  i  no  me  aaoodn 
precisamente  qne  ha  ja  tantas  gentes  qne  Tiran ;  meéis 
me»  sí  f  que  no  lo  comprendo. 

En  esta  duda  estaba  deliciosamente  entrotenido  si 
dia  de  los  Santos,  j  fundado  en  el  anticuo  refrán  que  dfos: 
fiaíe  en  la  Virgen  y  no  eorrae  (refranjcnyo  origen  no  ss 
concibe  en  un  pais  tan  eminentemente  cristiano  como  si 
nuestro),  encomendábame  i  todos  ellos  con  Unto  e^e- 
ransa,  que  no  tardó  en  cubrir  mi  frente  una  nábe  déme- 
lancolía ,  pero  de  aquellas  melancolías  de  que  solo  ue  li- 
beral español  en  estas  circunstancias  puede  fornur  ua 
idea  aproximada.  Quiero  dar  una  idea  de  este  melanco- 
lía :  un  hombre  c|ue  cree  en  la  amistod  y  llega  i  rerU 
por  dentro ;  un  inesperto  que  se  ha  enamorado  de  ua 
mujer ;  un  heredero  cuyo  tio  indiano  muere  sin  testar; 
un  tenedor  de  bonos  de  cortes;  una  yiudaaue  tíeneasig- 
nada  pensión  sobre  el  tesoro  espafiol ;  un  dipntedo  elegi- 
do en  las  penúltimas  elecciones ;  un  militer  qne  ha  pcT" 
dido  una  pierna  por  el  Estatuto ,  y  se  ha  quedado  fia 
piorna  y  sin  Estatuto;  un  grande  que  fué  liberal  y  se  hi 
quedado  solo  liberal  por  ser  précer;  un  general  constitu- 
cional que  persigue  a   Gómez  ,   imagen  fiel  del  hombre 
corriendo  siempre  tras  la  felicidad  sin  encontrarla  ennio- 
guna  parte;  un  redactor  del  Uundo  en  la  cárcel  en  W- 
tud  do  la  libertad  do  imprenta ;  un  ministro  de  fiípabí 
un  rey,  on  fin,  constitucional,  son  todos  seres  alegreí  T 
ulliciosos,  comparada  su  melancolía  con  aquella  qne  i 
mí  me  acosaba ,  que  me  oprimía  y  me  abromaba  en  d 
momento  de  que  voy  hablando. 

YQlyí«me  y  me  rexoUU  en  un  fiUon  de  eetos  fuaf^ 


í 


\ 


53 

reeen  eamu,  lepiilcro  de  todas  mig  meditacionei ;  y 
me  daba  palmadas  en  k  frente,  como  |  si  faese  mi  mal 
mal  de  casado;  ora  sepoltaba  mis  manos  en  mis  faltrique- 
ras» á  guisa  do  buscar  mi  dinero ,  como  si  mis  bltriqae-> 
ra«  fuesen  el  pueblo  espaffol ,  y  mis  dedos  otros  tantos 

Sobiernos;  ora  alzaba  la  tísU  al  cielo  como  si  en  calidad 
e  liberal  no  me  auedase  mas  esperanza  que  en  él;  ora  la 
bajaba  avergoniaao  como  quien  yéun  faccioso  mas»  cuan- 
do un  sonido  lúgubre  j  monólonOt  semejante  al  ruido  de 
loa  partes,  tino  á  sacudir  mi  monótona  existencia. 

I  Dia  de  difuntos  1  esclamé ;  y  el  bronce  herido  que 
anunciaba  con  lamentable  clamor  la  ausencia  eterna  de 
los  que  ban  sido,  parecía  vibrar  mas  lúgubre  que  niogun 
afiOf  como  si  presagiase  su  propia  muerte.  Ellas  también, 
las  campanas ,  han  alcanzado  su  última  hora,  y  sus  tris- 
tes acentos  son  el  estertor  del  moribundo :  ellas  van  tam- 
bién i  manos  de  la  libertad  que  todo  lo  vivifica,  y  ellas 
serán  las  únicas  en  Espafia,  ¡santo  Dios!  que  morirán  col- 
gadas. (Y  hay  justicia  divinal 

La  melancolía  llegó  entonces  á  su  término;  por  una 
reacción  natural  cuando  so  ha  agotado  una  situación, 
ocurrióme  de  pronto  que  la  molancolÍR¡csla  cosa  mas  ale- 
gro del  mundo  para  los  que  la  ven,  y  la  idea  de  servir  yo 
entero  de  diversión...  fuera,  csclamé,  fuera;  como  si  es- 
tufiese  viendo  representar  á  uu  actor  cspaílol ;  fuera, 
como  si  oyese  hablar  á  un  orador  en  las  cortes,  y  arróje- 
me á  la  calle,  ñero  en  realidad  con  la  misma  calma  y 
despacio  como  si  tratase  de  cortar  la  retirada  á  Gómez. 
Dirigianse  las  gentes  por  las  calles  en  gran  número 

Ir  larga  procesión ,  serpenteando  do  unas  en  otras^como 
argas  culebras  de  infinitos  colores :  \  al  cementerio ,  al 
cementerio  1 1 !  ¡Y  para  eso  sallan  do  los  puertas  do  Ma- 
drid! 

Yamos  claros  >  dije  yo  para  mt,  ¿en  dónde  está  el  ce- 
menterio? ¿fuera  ó  dentro?  Un  vértigo  espantoso  se  apo- 
deró de  mi  y  comencé  á  ver  .claro.  El  cementerio  está 
dentro  de  Madrid.  Madrid  es  el  cementerio.  Pero  vasto 
^menteriOt  donde  cada  casa  es  el  QÍoUq  ^%  ut^ 


36 

U  eaiU  i€  Pa$iM,  ü  edU  Jk  U  Mmimm.  Büh  w 

son  lepalcrof .  S^^n  osarios  *  donde  mexcladot  ;  rerwl- 
tos  duermen  el  comercio,  la  industria ,  la  bvena  ft,  d  ne- 
gocio. 

Sombras  Tenerables ,  ;ltfsU  el  Talle  de  Josa&t!— 
Correoi.  \Áquí  yace  la  mbariinaciom  miUtarl 

Una  figura  de  yeso ,  sobre  el  Tasto  sepulcro,  poma  ct 
dedo  en  la  boca;  en  la  otra  mano  ona  especie  de  gerogK- 
fico  hablaba  por  ella.  Una  discinUna  rota. 

Puerta  del  Sol.  La  Paerta  del  Sol ;  esta  no  ea  sepulcro 
sino  de  mentiras. 

La  ItoUü.  Aquí  yace  el  eréiito  eMaOM.  Semejante  i 
las  pirámides  de  Egipto,  me  pregunté:  ¡es  posible  qne  se 
haya  erigido  este  edificio  solo  para  enterraren  él  una  cosí 
tan  nequcfial 

La  imprenta  Nacional.  Al  rcTés  qne  la  poerla  dd 
Sol.  Este  es  el  sepulcro  de  la  Terdad.  Única  tamba  de 
nuestro  pais ,  donqe  i  uso  de  Francia  Tienen  los  concnr* 
rentes  á  echar  flores. 

La  Victoria.  Esa  yace  nara  nosotros  en  toda  Eapafia. 
Aqui  no  habia  epitafio,  no nabia. monumento. Un peqnsfio 
letrero  que  el  mas  ciego  podia  leer  decia  solo:  ¡  EtU  ter^ 
reno  le  na  comprado  á  perpetuidad ,  para  su  eepuliurü,  h 
junta  de  enajenación  de  eonventosl 

¡Mis  carnes  se  estremecieron  1 1  Lo  que  ts  de  ayer  á 
hoy  1  Irá  ¿irá  otro  tanto  de  hoy  á  mañana? 

Lot  teatrot.  Aquí  repotan  loe  ingenioe  españolee.  Ni 
una  flor,  ni  un  recuerdo^  ni  una  inscripción. 

El   Malón  de  Córtei.  Fué  casa  del  Espíritu  Santo; 

fiero  ya  el  Espíritu  Santo  no  baja  al  mundo  en  lenguas  de 
uogo. 

Aqni  yace  el  Eitaíuto. 
vivió  y  murió  en  un  minuto^ 

Soa  ñor  muchos  afios,  affadi,  qne  al  será:  esto  debió  da 
sor  raquítico,  según  lo  poco  que  títíó. 

XI  Eetamenio  de  pr6cere%«  kí^V  ^tl  fW^doei^.  Casa 


liogular.  ¡Y  no  hiy  an  misterio  que  dirija  las  cosas  del 
aundo ,  no  hay  una  inteligencia  previsora ,  inesplicable! 
!«oa  proceres  y  su  sepulcro  en  el  Roliro. 

Él  sabio  en  su  retiro  y  \ Ulano  en  su  rincón. 

Pero  va  ano(*hecia;  ^  también  era  hora  do  retiro  para 
oí.  Tendí  una  última  ojeada  sobre  el  vasto  cementerio. 
yiitk  á  muerte  próxima.  Los  perros  ladraban  con  aquel 
,l|Ilido  prolongado ,  intérprete  do  su  instinto  agorero;  el 
(fán  coloso,  la  inmensa  capital  toda  ella»  se  removía  como 
in  moribundo  que  tantea  la  ropa :  entonces  no  vi  mas 
[ae  un  gran  sepulcro»  una  inmensa  lápida  se  disponía  á 
cubrirle  como  una  ancha  tumba. 

No  había  aquí  yace  todavía ;  el  escultor  no  quería 
oentir ,  pero  los  uombres  del  difunto  saltaban  á  la  vista 
r  estaban  delineados, 

I  Fuera,  esclamó ,  la  horrible  pesadilla ,  fuera  !  i  Li-- 
terlad  1  \  Constitución !  ¡  Tres  voces !  ¡  Opinión  nacional ! 
Emigración !  |  Vergüenza  1  ;  Discordia  1  Todas  estas  pa- 
aJuras  parecían  repetirme  á  un  tiempo  los  últimos  ecos 
Ipi  clamor  general  de  las  campanas  oel  día  de  difuntos 
le  1836. 

Una  nube  sombría  lo  envolvió  todo.  Era  la  noche.  El 
rio  de  la  noche  helaba  mis  venas.  Quiso  salir  violen- 
imente  del  horrible  cementerio.  Quise  refu|[iarme  en  mi 
irq|iio  corazón ,  lleno  no  ha  mucho  de  vida ,  de  ila- 
ionea  *  da  deseos. 

¡Santo  cielo  1  También  otro  cementerio.  Mi  corazón 
lO  ea  mas  que  otro  sepulcro.  ¿Qué  dice?  Leamos.  ¿Quién 
A  muerto  en  éP  ;  Espantoso  letrero  I  \Áqul  yace  la  ei- 
«rolua  I ! 

C'^Uencio,  silencio!» 
mayor  parte  do  los  artículos  políticos  de  Larra  fue<- 
OB  escritos  durante  la  época  que  precedió  á  la  proclama- 
ion  de  la  Constitución  de  1812.  Por  consiguiente  partí- 
ipaban  de  aquel  espíritu  que  entonces  dominaba  á  todos 
M  pueblos  do  Espafia  contra  aquella  lev  •  que  á  los  ojos 
#1  gran  partido  liberal  adoleoia  de  dos  aefectoi  oa^U»k^%^ 
rae  coDsisüaii  eo  proceder  escluaitamenle  deVVxotí!^  ^  "^-^ 


38 

diendo  bajo  este  aspecto  ser  considerada  como  uoi  con- 
cesión humillante ,  j  en  no  tener  una'  latitad  correspon- 
diente ¿  los  principios  liberales.  Participando  los  aftica- 
los  de  Larra  de  esta  tendencia  general ,  contribojó  tam- 
bién esta  circunstancia  á  aue  fuesen  Icidos  con  entasias- 
tno,  j  á  que  adquiriesen,  lo  mismo  que  el  autor,  nna  ást- 
guiar  popularidad.  Casi  todos  estos  articulos  faeron  pa- 
blicados  en  la  Revista  Eipafíolaf  periódico  que  ja  hemoi 
citado ,  donde  los  firmó  con  el  nombre  de  Figaro.  Gomo 
ademas  del  enojo  y  tendencia  de  los  pueblos,  que  erai 
contrarios  á  la  ley  política  entonces  tigente ,  se  afiadian 
las  circunstancias  del  desacierto  con  que  se  promoyianhi 
operaciones  de  la  guerra,  y  la  tenai  resistencia  que  le 
oponia  á  cuanto  se  encaminase  á  estender  los  derechos  dd 
pueblo  y  las  garantías  constitucionales ,  hasta  el  puto 
que  costó  una  revolución  el  nombre  de  Nacional  dado  í 
la  Milicia ,  Larra  tenia  una  abundante  mina  que  e^lotar 

})ara  su  genio  satírico.  Eco  de  las  legitimas  pretenaiones  dd 
iberalismo  (dice  un  escritor  distinguido,  de  quien  he- 
mos tomado  muchos  datos  para  esta  bionafia),  no  pierde 
ocasión  de  escitar  en  ellos  al  gobierno  a  qoe  se  mnesife 
menos  enemigo  de  las  reformas  por  aquel  deseadas,  y 
mas  cuidadoso  de  contener  los  progresos  de  h  ftecioo 
carlista,  cuyas  fuerzas  iban  en  constante  aumento.  Los 
artículos ,  por  ejemplo ,  de  Ventaja  de  ¡a$  eoioé  á  wuék 
hacer ,  las  varias  Cartat  de  Figaro ,  la  eueitíon  Iraifahn^ 
te  ^  y  la  alabanza  ó  que  me  prohiban  oaCe,   ofreei9i.*ims 

{trucha  de  sus  sentimientos  en  esta  parte.  Los  censores  y 
a  censura ,  asuntos  sobre  aue  el  poder  no  qoeria  tedcr 
absolutamente  nada,  no  dejan  sobretodo  tm  momenlo 
de  ser  el  punto  de  mira  de  sus  ataques. 

Ademas  de  los  articulos  de  este  género,  escribid etroi 
sobre  critica  literaria ,  literatura  dramática  y  costnñibra: 
estos  últimos,  entre  los  cuales  se  distinguen  los  ¡qué tienes 

{íOT  título  La  vida  de  Madrid,  la  Diligencia  ,  el  ¡héo  y 
os  calaveras^  contribuyeron  mucho  á  su  celebridad,  pees 
en  ellos  acreditó,  tanto  el  interés  que  sabia  comnnaotf  i 
sos  cuadros  ,  cuanto  U^  observaciones  profundas  ooñ  qoe 


aiSm  dfVKiqJM^ilo  f q^crii»  de  las  .coij^i^j,  (^finuMlo  asi, 
SD  «l^fritQ.  Lm  j^rücoiloi  de  literaliin  j  dramáUca  Iko.sa 
liimUainju,c<wsura  detallada  j  prolija,  sino  que  sei^.- 
moDtan  i  laa  bueDay  teorías  del  arte,  aue  sabe  osponer  j 
aplicar  felizmeDle.  La  critica  coasla  ao  dos  partes,  ana 
de  tas  cuales  da  &  cono^r  loi  defectos  do  las  obr^,  q;ie 
ez-amitia,;  j  la  otra  iodíca  las  mejoras  que  padiera  reci- 
bir, lai. nievas  bellexaa.fqe.padieraD  realzar  su  mérito 
j  ta  brillo.  Para  lo  primero  lia^ta,el  conocimiento  del 
arte  j  UD  gusto  oj/crcitado:  para,Io.scgua[lo  se  requiere 
geoio  crevíor,  iQena  iaVeatiTa,  imasinauioa  brillaate,  j 
todat  lufjlemas  Cualidades  que  exige  la  composición.  Es- 
tw  dcaí  partes  oomp'reiiden  los,  artículos  lib^^arios  do  Lar- 
ra» ^ne  bajo  este  concepto  deben  ser  mirados  como 
opúsculos  instructivos  ,  cujo  mérito  ao  depende  de  las 
Girf^n^tancias  en  que  se  escribieron,  ni  se  limita  al  ob- 
jeto.íniit^ato,  de  ellos,  sino  que  esplicando  las  mejores  f 
BU^'wnaa  doctnnaá  literarias ,  se  leerán  siempre  con  i^ti- 
U4«d}  con  nKicor.  Lot  principios  literarios  do  Larra  erap 
anilQfnis  á  los  <.\\ie  profesaba  su  política.  Siu  defconoc«'r 
«1  EOÉnlo  de  la  literatura  clásica,  j  aborreciendo  la  exage  - 
roción  de  algunos  poeias  románticos  de  la  vecina  Francia, 
se  mostraba  inclinado  á  aquellas  formas  qué  Fuesen  oías 
&iyorables  á  la  inspiración ,  que  no  esclavizasen  el  j^eoió,' . 
j  que  se  encaminasen  á  reslaürar  mejorada  nuMtra'Ute- 
ri^^if  nacional:  ftie'pues  apóstol  del  romanticismo  bien 
eniendido ,  coino  lo  era  de  las  reformas  constitucionales. 
Por  eso  dccjs:  «ese  clamor  de  libertad  de  imt>renU',"lan 
continuo,  lan  incesante, 'tan  justo,  pifM^  tener  dos  prin- 
qoios;:  pu^  considerarse  como  ún  derecho  fner'áraento 
pMÍ¡|^Íco  reclamado  por  un  puetíló  victima,  Me | Iiíacé''el 
ulU^  é/ifúerio  para  romperla  cadena;  T  pUM<tr  ¿¿iíai- 
¿fTiin¿  umbien-comó  un  AfgaYio  oiéramento  lltefarib, 
éx^dó  por  un  pueblo  ansioso'  de  ilnttrádoo.  En  4l' Affii 
iQér  caso  es  la  imprenta  el-lfaluarte  de  la  libertad' ciraí' 
en' el  segundo  el  paladión  ü  toi  conocimientos' hdtnaaiM.» 
Con  razón  observa  él  escritbi''á  quien  já'biíitiótf  ¡íiKádo'^ 
qoe'cstas  palab^ab'' badcD  f«r  d  ptoniífigí' «A&wiib  tl^ 
Tomo  na.  ''     ^■¡■■—"yS'''"" 


4o 

1m  oím  de  MtHUo  fcttor  t^ataba'trifM'll'  1 
la  pofitica ,  j  U  ouícáa  li^ral  j  AiiAáirtki 
gniÍTa  gae  ambu  i  dw  debían  iegnir.  Bar  peMgww*»» 
lodoa  loa  articnloa  de  Larra  godtmiíu  «te  lit  Bundi  ti|»- 
d«beia  final ,  asi  como  n  distfngaen  «a  todot  b  ndMNr 
imparcialidad  da  joido  » la  AÍsmKlftd.  7  lú  «BMMt.|ri- 
óis  de  estilo.  Figaro  no  se  déubinit«  ndiulr  ÍA  witm, 
yi  tenga  ^ne  apreciar  el  carabitefí'  de  un '  ffÓBÜMy  6  il 
ulento  de  na  poeta ,  6  «T  geiüo  ife  ttn  arflibi-:  ttHHTilM 
ni  el  buen  gasto  le  abandonan  an  momantti. 

Escribid  ana  nórela  con  el  titiilt>'de  M  pf»H^é 
DM  Mnrifiu  9t  Dotítntt.  El  selotíliilb'dBdUrliaflltilkH- 
tante  sn  argomenlo  bistórlco,  tonuddr  &F  r«idiBÍo  ¿^ 
aquel  monarca  de  Castilla  ^  ;  del  áéM^ii&Ab  VUtStM.9 
asuDto  había  sido  mny  bien  estudiado  por  el  escritor, 
q^ué  ademas  de  comuuicar  á  sa  oarracioa  todo  el  interés 
tl'e  qae  es  capaz  ua  argumento  tan  bieQ'  escogido  j  ít 
l&ülo  efecto ,  lo  ha  exoroado  con  todas  las  circunstaodn 
locales  que  pueden  dar  á  conocer  al  lector  las  cottumbreí 
y' hábitos  de  aquel  reinado,  ^  fomentar  SQ  ilasioo  hastiel 
punto  de  sentirse  trasladado  á  los  tiempos  á  que  se  refie- 
re el  escritor,  presenciando  aquel  los  acontecimieotu 
qué  este  describe ,  y  asistiendo  á  las  escenas  en  que  co- 
loca los  personajes  de  su  novela.  Todo  el  fondo  de  erii 
es  verdaderamente  romántico  ,  porque  de  este  espirita 
se  Iviilan  animados  los  desgraciados  amantes  de  aipieUir 
y  porque  se  describen  costumbres^  caraclértes  j  rugM 
caballerosos  propios  de  aquel  siglo  eseociaimeata  román* 
tico,  Ün  esta  obra  tüvp  la  gloria  Larra  de  Seguir  el  ca- 
Dpiuo  trazado  por  Walter  :>colt ,  y  de  colocarse  al  Il^D 
de  este  gr^d  novelista :  siguió  si(s  huellas ,  como  las  si|a« 
un  houü^re  de  g^uiu,  pudieudo  decirse  que  Larra  ba  ndo 
^ife  cqire  nosotros  el  introductor  de  la  novela  histórica,  eo 
^f,4>b  hasta  ahora  le  ha  aventajado  ut  aun  se  le  ba  acer- 
cado, íüa  ella  puede  decirse  que  vemos  un  cuadro  fiel 
de  las  costUfnbres  de  aquella  ¿poca.  Para  proe^  de  etU 
^mjnoa,  una  cl^tlaa  g^arlea  mas  bien  nintadas  de  él.  «Ha- 


jw^ 


^4l 

|«do  ua  cawbo , }  ñaaaowDe  eqMmu^o  deLpiiáo4:»num8; 
^  .él  debían  sentarse  los  }iieces  del  eampp.  iMa«M  ^rrOp- 
madio  de  ano  de  los  iades  un  bfdconciUo  •  4e.;nUdera, 
ferrado  de  paffo  color  de  grana/bprdadOide.arQ,., debía 
ffffír  para  ¿1  re^  y  m  eoMítiYa.  Al  uno  ;  otmiMo  del 
lialencree  doa garitas,  semejaotes  i  las.i|ne  ^e .cPDfbugfiui 
f^a  el  2Ka  para  loa  centinelas,  eiUban4¿itina4M.ptnaiido8 
JMNcnbres  qpe  debían  dar  desde  dlaa  lanzas,  j.arxnas  nue- 
ras á  los  combatientes ,  en  el  caso  de  reíDQtf»er  las  snjas 
iW  los  prímerpa  encuentros  sin  acahsrse  el  qoelo. 

J  i^ededor  del  palenque ,  y  donde  babían  dejstfo 
para  ello  las  boeas-calles,  nabian  aniñíado  loa  Jmh 
l^íjlíuites  carros  y  earretaa  para  Ter  mas/céoiodaiiiente  el 
Irémendo  combate.  Coronaba  .ya  la  .concurrencia  los  pm- 
}§  wn  ^os  de  la  plaza ,  y  .empujábanse  las  gentes  Mas 
9ti¡as  en.  loa  mai  bajos  para  ¡aleaniar  poesto^  coando 
íM  Ñi|&o  y  sa  compafiero.   . 

^.^  ;4,i»"  ♦••••■ ' .¿'i   *•»•'.*. 

,..:  ,9j|U)ababaA  de  enbrar  e£eetiunfi|te.iétf..^l:faleiifÉe 
4io$  ktmupetenos  annnoíando  con  ffanrans.aoiilldp  jsl  nnn- 
f^dode  beeremonia  del  combate.  Venia  détráade  Jas 
nn  rey  de  armu  y  dos&rantes.  Sisgirian  nU- 
eon  jnstmmentoa  músicos ,  j  taños  «liifiitvós 
joatieia  asidor:  dea  ndarios  para  IMimoalaf  t  dkr 
Jb  As  M  q«e  aeaeciesei  Wa  dos  jneciss  del  lomifo  ieta|(i* 
¡hkipWPÁ  A*v  q¡aé  fnerón  el  muy:  hfieÉ  lOpadeaJ sMe  Oon 
Rui  Lopea  DáYaloy  9  jr^el  juicioso  W^onMndidocii  sanas 
,]^ Jatrai-D.  Pedro  IiOpez  de  Ayála.  Detns  leí  jnstidia  ma- 
jcr  iUego  bopez  de  Stáftiga «  TMtidA  como  ilasodemaa  »de 
mffL  'j.Cfntnonia;»  cerraba  la  eomiÜTi.  Siibi6  toda  Jillea- 
3aÍso seyéstído  depafio  negro »  en  el  cual  se  colocó ^ sa- 
4pan  la  piieemlnenaa  de  .puestea  debida  al  emplost  de  qada 
«PAf  I  <«Q  ^lle  se.agrearon  dos  persevéÉtfmtesw  £nlfé  >«a 
Jijñílin  rn  ni  .balooiieMlo  6  asimdor :  6.  A;  i  ncoinpáliado 
^ihm  fiiieo  Ahensanal  i  dd  aeittbispo  de  'Tbbdp^  de  ta 
jggíifesor  Asi  ilóan  iEniñipeí yi  ]  ét^  («ttriat  digpiiisda»  dib 
,|aly»guMtM.J^ssiii4»ites  ai&aidaiaÉ  «ftv¿Ala.-:.^vv>.\ 


I4S 

-"  <  4Fwi?iJfei<m-fci>  Jurtes  Ift  linde  gente  de  amu 

^«pie'litegiinse  el campoí,  j  faeron trteinta  baenoi eseude- 

-  t09't6fci  inas 'ballesteros  7  pimieros;  de  los  cuales  coloci- 

Tonsii  unos  en  ala  bajo  el  balcóncillb  de  S.  A.  y  otros  en 

'  yairios  puntos  estremos  de  la  liza. 

= -'<)iEnChV  en  seguida-  on  eclesiástico ,  7  dirigiéndose  ba- 
da el  estremo  «n  frente  de  los  jueces»  idíonde  habían  he- 
cho levantar  estos  ;un  altar  con  preciosas  reliquias  7  rieof 
ornamentos ,  7  en  el  cual  debía  celebrarse' elisanto  sacri- 
ficio de  tamisa. 

^Enfrente  del  balconcillo  de  S.  A,  habíanse  letantado 
bastante  apartados  entre  sí »  dos  pequellOs  cadalsos  de 
tablazón  rereitidos  de  pafios  negros  Donados  de  oro:  has- 
ta el  uno  entró  conducida  7  custodiada  por  cuatro  arehe- 
TOS  una  mujer  jóren  cubierta  de  un  Telo  negro  qoa  U 
tapaba  toda :  ocultaba  su  blanca  espalda  7  torneada  gar- 
ganta su  cabellera  brillante  como  el  ébano.  No  en  71 
aquella  perfecta  hermosora  fresca  7  lozana  que  liabiadis- 
lumbrado  tantas  reces  la  corte  de  D.  Enrique  el  DoHente. 
Su  rostro  pálido  ^  prolongado  por  la  continua  aíUeeioB; 
sus  ojos  hundidos  7  rodeados  de  un  cerco  oscuro;  sa 
frente  mancillada  por  la  adusta  mano  del  ddior ;  su  nano 
descamada  7  trémula ;  «u  paso  vacilante  7  sus  ardientai 
lágrimas  manifestaban  cuan  mude  era  su  pesar.  Segafc- 
la  al  lado,  vestido  de  gala,  el  najeciUo  Jaime,  que  detw 
llorar  á  su  prima  lloraba  también,  7  que  la:dirigfai  de 
•cuando  én  cuando  palabras  de  consuelo,  de  las  cuíwsns 
eran  contestadaii  unas ,  7  otras  ni  siquiera  óidaa.  • 

'  »Hasta  el'i>tro  cadalso  6  tablado  entró^^d  itasbe 
'.tonde de  Gangas  de  Tinco,  ricamente  vestido ,  alfil  U 
cabeza  7  arrogante  el  paso.  Llevaba  rico  jobeo  de  raso 
negro  colombino,  calzas  justas,  un  bohemio  de  pala 
.faegro  guarnecido  del  mismo  color ;  manga  larga  7  an- 
gosta i  con  capilla  de  buitrón ;  una  jaqoeta  de  nk  raca- 
mada  de  oro  le  cubria  apenas  el  jobon ;  cinta  taSÜenads 
de  que  pendía  una  rica  limosnera ;  lapatos  de  seda  oegies 
abiertos  j  acuchillados  t  un  cmnison  ridnisimo  déllo- 
Jiada  lalnrado  W  toVV\i!  «Aímm  ^"^w^sa  T^toobraiv t  ^ 


45' 

ri^prfíifiio' <soU«r  de  pledntr.y.  oio,.4e;(|ae.pfHi4wiJ|!i>Mi 
Su  Mifftiel  de  este  precicigo  metal ,  dealpHdbrebi^i^il^sq.t. 
peobo  il  lado  de  la  cfiu  rok  de  Galatcfiva{„El  joi^to  ' 
06  la  orden  eBcima  cempUboa  m  iM8pifi<iO  aicr^o.  :,  , 

.  »  Precedíanle  faraetes  lovoe^  «u  ¿it4Ík4lüír^i'<^:4!> 
eicado.  de  ana  armai,  y  la  ealdm  de  ñco^Wivae¿  j  lei 
Mgnian  eicaderoa,  donceles»  pajea, :Mballecpi  Jcginü-.. 
lea  hoinea  de  au  caaa,  Taaalloa  aajoa » yeati^jpdifa,!^ 
eeremoBia  y  paz  como  au  aefi^rw  .  '  :         .r  i  *  i  \\: 

.  ».Un  alto ;  crucifijo  de  .plaU- reflejaba  loa  rgjiyqa  d|^ 
mI  já  igual  diatanda  de  uno  y  otro  cfiaalao.en  frente  mis-. 
mOi-del  balconcillo  de  $.  A.,  y  detrás  de  .^'a^  Teie,. 
sentado  aobre:  un  banco  jponiigiio  ya  al.palenqiie,  i^ ' 
liombre :  vestido  con  un  4iapotopide<.aeda  encfF.>^<^  .;|,^ 
csbitoRta  la  cabeía  de  una  ||iyrn  de  lo  misqio.  |li(i|.  tajo  ,ii,j 
su' lado  y  una  afilada  cucbílla  declaraban  aun;i^AQS  q^e„ 
de  lejoa  le  yeiau,  qup  i^ra,  jklateo  Sai^cheii.  Tjerd^go' 


dOfS.  A.  I  pronto  á  ejecuta/T;  á  aquel, d^  loa  ^»  |yip 
raedase  por  el. combate  conyenpdp  ^./le  calumpctdor  ó! 
«reo.  "'..!». 

,{.«D¡spi«esta  ya  If.liaa  cfa  estd  fprini^;jl[9e  liejqos  pro- 
cwNdo  describir. 4odQ  lo  mas  fielmente  .q,ue  jQ(4f..Da.  sido 
posible,  mandaron  los  jueces  al  rey  de  armas  y  i  lo#  4a-. 
ijputea  dae.ana,gri4fi.6,;prego^f  ri^uQfiwdq.el  coinl^te' 
«0  iba  á  Teri^rse  en  coii9riubacion,de)l  juíciO|deI^ippi^ 
X^lAade  otras,  primas ,  y  mandacbn, Comparecer;  ifjji^, 
pWtea^ó  i  sus  qfonpeones.         ,   ü  ..  ,    >.i 

,  nTXPnsen^Kwien  se((nida  á.la.p^cr^.  del  .pa^nqú^.^i^í. 
calNdlerOf  slaMa  U  fisera»  qpeiMPA.recQnq^H^ 
el Jiidalffl,Hernan  Pflreí  de  ViMp:  segpM  ¿W  mk 
coa  las  libreas  de.YiUcina,  VeYaQd9.c^  uqip  h,  4anz4  y., el 
otrPfipn  caballo  de  reape)bi;i..,]^epia  gi^netQ  en  pin,  soberbió 
adazan  encubertado  con  paramentos  negros  que  le  lleijfr 
^pPt  hasta  los  oorvfíjones  9  ,con.  cpftapi^a  de  martas  y^ce- 
bjrilinas,  y- bordados  de  muy  gruesoa  rollos  de  argentería 
¿manera \de^  chaperías  de  celada,  y  pyr  Qiifi8.a  las.  arijias 
dflitK Enrique  de  Vülena/  Traia,  Jiiflan  Eeftej;j!i»,vdfi^ 


Ai 

üfUk  tf  íttótevtito  Mso  pito  dé  aedliíaf  rMttt  hdBnh 
do '," T«rde lirbeádb edn  háñ uxader Imwito'aeéitiiiii ttBai 
bélloUdo  asul ,  éalkái  áe  mía  itaUanai ,  anft  eaperan 
alta  do  j^ábY,  y  fMpufdaí  de  redóte  ttaUMUüi:  Uotim  9Ú 
ai^esM  dtf  pfértltf i  Y  braMlei^con  iMmoia  mMíbücía. 
Só(  rdsfra  éMÍ  ¿I  imito  «(iii4  éftiaÜa  eH  MíáttMcébu  Mr 
la  jMí^A  attéMm  da  aíi  arrM.  Enoeadidó'  eoina  k 
lutfbMvlkdráha:  rayóé  de  soi  ojog,  f  parada  inedia  aoa' 
la  yjsta  el  espacio  del  nafeMie  ;  eomo'ri  vlMfera  éatrtaii 
á  mí'cÓWíX'y  ñ'á eorajr. Treí  Tnelba ^ÓéH dmMor'ooa 
gr^ciar  y'í^iiftiléA ,'  aaludaiido'.i  eadaTMiía  él-  y  ül  ei- 
báffo  al  miraffor  de  S.  A/  y  ri  eond¿' iítt  gemir ,  dirfu' 
giiéttdo  ehÍ]^éM:  una  mirüdá  dbdcipi^eéio  ^  ét  frr,  iMti- 
mleiütdá'ótie  liTe  cbnfatildiañ  en  h  Mp#eik>tt'' Aa  «a  ieii>- 
bfánte/pSeia  lá  víctiin|r'iihMlf  de  ia  prt»pÍÉr  iMoáf 
genetosidád.  '■ 

n'msente  r^  en  la  lita  él  défensoí*  del  acusado,  rl^. 

IltlHorÜi  toa  faraptes  ppr  ptí^f^  al  fcaihpéon  del  acdlft- 
8r  por  tres  yeüéf'ctoiéKatlYai;  el  énA-  AÓ  psredeliii 
comenzó  el  fGcio  de  la  mira. 

)»Co^dttida  élrta\  réc^uMéfoii  üfrfáeffo  al  áMSldor; 
igtt^l  dfettdó  stMedlj)'  m  piaitáfab  A  MgMdo  t  MrMV 
prfefffítí:  '•  V--/--.  "■■■  ^    -■■■•  •••■•• 

'>^rá  alü^'  de  'eUrando  eYi  énánA^  les  ej6if  al  eWoi 
no  jiepodiá  dMiW¿fuir  lA  W  daba  g^biaii^ 
de  ra'  cátApeón;  qne  á\á  i^fnjfüna  manét^a  HuMéra  entéMief 
deseado  yer  allí,  ó  sí  lloraba  j^Já'  pVbbaMer'tatfelirte  d0l 
dWicéi.  Sfti  éreer  éii  ffslíl  Aéótáó  opiíc^f  «dtf ^Mbdlero 
tan  ffíéttéiróiio  y  etíaMtti'add' ttadieiíe  dejarla  éfi'taír  éMupKo 
tráiite  desfíMárád'á,  dqtfdé' V  i^üchilfic.  dd  Wrdago  €h 
]^ér/|ba  BU'  caneráy  s!  jti'  cismpéon  no  yenlá? 

-T»  Dos  largas  horas  pasaron  eú  iítk  etaei  eipee- 
tatiya.»  ^^    ' 

1  .ff  l^*^*^"  tradujo  Ldrra  varios  dornas  frafrcéiéi,  eoa 
el  tftdlo  de  Rohpío  Üylíofi,  />.  Jfion  Íí  AtfMlrifi,  ühi^ 
ja/19,  Fétift^  ParHrá  tiempo,  y  Tu  anfor  ó  lámertr. 
bjfo  una  bella  (mits^^lon  del  d/amá  frtotfétf  íntítiiMo: 


iBCiat  7  Mcna  u  teruon  on  vn  esuiQ.  am 
¡rennitancias  j  fobremaneva  Mnante,  n 


4B 

riiUó  VD  dMÉka  wigbMÜ.'fmi  <A  t^tplo'/la  Macioi,  quo 
li  npreienUdó  j  m  kn  rf pfiti4oDAiu||ias  va^Qi  con  os- 
irdlnaria  aMptaciM;iE!«i  tpdqi  lor4vimaa  iRf  Irada  jo 
teteobren  las  dalat-qw  h  diitiiB^[oipi|«  mMumo «demás 
MNBsodadMialígMto  de  ^ofstta  ascpHianm»  .«I^M  inteli- 

{MIW  A  las 
espectft  :del 

Ewiof,  III  titula. acdo^jla  ^a  una  idea  de  su  arrapenlo 
lilArioo  •  sacadoids  laa  mmm  ft^iites  .de  4»wi^  tomA 
aranto  de.  eiL' Mf da;  (tltadiera  preeñe  doe  ,uia.  oculto 
Alai  presentimiento  avrastrabf  ÁiX|4Tt  a  estqdiar  y  á 
HMtrarseí  de  una  eatastüofe  4M.  pareoia  imparar  7 
mciarle  h  qtté  el.destim»  le  veeenrabaj  r.^  > . 
.  Bn  el  dramaido  Meotai  ia|sr«^Mp  aoaMtir  desar- 
Uar  los  sentiniflnftbafffie  le  nspuri^  elanÍQtOt  sin  sur 
larse«  como  él  i9Í8eMi.eoAfi«sa«;ijdP9iNfta  escuela  lite- 
fb.  Desembarasadd'dtfitoda  treb|»,(idlijpprfCQmguiento 
suda  sneka^  loMentoientos  y4.UisimiSiqqe,i]¡B8pec- 
ramente  le  sugiemB:Stt»i«a9»M{e»)j|íW  pasb^es.  Ya- 
meebeaaaMdrari»  Mtte  aMreedaSi;M^i.;al.. sello  de 
itaslasmo  que  te(paiid«i<ANlNmicsjrle«!i«i  jóifeiliebrasa- 
I  por  el  aoMT.  fiinra.de«)DlefspVilai|sasí^iiaeigiiiMito,  en 
m  EMrÉ  declaré  á  su  nadre  eJl»mar^«ie^lu.pre«Asr7 
rtadls  de  Haeiai  1^ hahiaa  tnijinidoM./i.. 

tPeidófaWssellovt,si:Uy.amtqaefMuiea    .i 
presente  aquel  apérjelí  la  meAoilia  n 
^en  vano  locha  po*jJioreaM<dd  peekemiK 
la  eepelSKái«|efiedeiliVprnk#^fiieaiii 
encontrteWlftfa^épiainreluwia .  '        • 
cuandoi^lhiÉile  pildi»sMeimi^flfa>nuitGa  .1  a 
pensé  que^elfde^ioi  ansM  se^dUioaria* 
Mira  mi  aMnhdftt(dál{il  ja|[aete.  ». 

.de una  pastoé/tlranavinestinguiible^  : 
j  tá  mismo  diria  ai  rerme  puedo  ^ 
al  jug^MlrfAe  dal  queiAuacát^fBÍee'il 
M  eUrnalea'fliMilat^uMl-'iii  m\  ^\v 


I  » 'I 

■  '!•      Mi 


48 

Mas  plazo»  me  jf$iW  Hoj  iai«  nnm¡Sú.fé 
Elvira.    ¿Qué  tMiclif »  mnti^  JM  . 
Ñuño.  ••=--;  • :  .!   :VUm,  fitaipttitf 

Piensas  <{ae  aanqn^^p^r w  wii«plMa  elíflaiHN 

ese  tan  tibio  amaiito  .|Mi»emiQ: 

Iddiéndome  tu  mano  m0  ^eci^n 
os  teSol)fli4dCreao,  la  palabra 
qiwditsdUMinf  mente  plfidaija,: 
7  en  la  bftialliiá  hoDQP^MQptfiil^ 
En  fin  ,ipft jkf  nna  Tca  •  tíjfi ,/e9.{bnHiO 
decirlo  todo  a^oí.  iQ«64eLMe  enliM 
descaheHtdbesyeras?  El  m^preh» 
qoién  es,  y  cnálei  timbiefc  iffiíb  khüataf 


M 


•■  ti 


!^•^    i 


le  ilustran  A.  Mi- ojea? 
Eltiea.  YjB^mi^ 

nadyseSor^firiiitíMe?-     i,  .  -  •    - 
Ñuño.        v.  •. -f.:^ 'lMa«fflii4iñM0i  -  .' 

son  los  suyos,  Elvira?  fi^toilslra^  •: 


j     .     Mi-illi    '• 


y  no  íúmHíB&Éitíeib  de  armas  ó  soldado?      ..../.>. 
MaItrava¡lMtó.8Íniple,avHtntimMf  :< 

Eltiju.    Eso  nol-^  no  «splacaiíBUMáv  JMMI ' 
me  llana«i'aii.eeMaB,  m  cnoj^ida  . .. 
Yer6  jamás  tan  placida  esperanza!    ;  •  . « i  >  >.  i . . 
Pero  alineDOi  aad  joa^Ki  4ui  virtodéi  •  « ^ 

su inirenio.  sai  valor.  *M. altos  hachos 


I  •  li    '  ■ 


no  derareoids^  ietar  9  ^dónde  etffttdndbas 
que  á'Mbuií*  seSgualen^  i6  ^are^G^  .;<: 
De  clima  eit  cBida ,  rof ,  dbf  gmté  atuttwto-  •  * 
buscádlosqiui.to'ifltttanflriiuMaiitftOfifi'i  iíJui!Í:- 
Su  ardimiratotVos  mf§íAa  úmítr^bilmf ' '•  !3^ 
ha  un  affo  pMottaa^én'Taffderiilu'  '  -  .  . 
Iospreniid04eitor«éicWiifaataBdoyV*4,  ...  úU, 
cuando  lel  m  doftBnfíaiyefcMaotiáaiiti  ««n  i"- 
celeháaiía'dél  pdadpét  «Utobni  « rj,;t.rj     .^-n-'^^^ 

¿Quién  suMmavihizanopar^larMiTCnl'''  ^r.i 

««er  •lUlUUT^ibQatak\ittPA^'v^^^^^  4ilí.^..  • 


t47 

tameraria  impraihládH;  iOábiariil  -  ^ 

BuscáramtfB  Ir  étíohá'y  éícMtMito' 
del  cortesano  ebtirbei^^'sepáinfdoa   'í 


f .    • '  •  « 


'  'iqéH  MiestM  patrio  hogar.  Tú,  Elyira,  entoncea      '' 
frfalu  con  ttt  Miz  osposa;!"'  "  ''i^'     >^  <   ' 


•  I' 

,.;!é  '    I-     :     V" 


•■t 
'•  i 


ospoaa'i 
del  mondo  retirada  gouriaa^-')' 
,  de  ese  implacfablé'áittor/'  '*:•'*>'  **'  -)>-  - 

▼IBA.  '  Ah/|Adlfe'BI]Ol 

lüo.    Ora  yo  enyuéllo  en'  bandoá'f'distiirbioa^ 
do  quiera  qu¿'liM  tpaírte'  de'  IHIMMi  «I  « * 
alli  el  'péGjipró.  lí  id4aB  ayer  ilejilriit  ¡lil  'i 
ese  mozd'itilell2f''4[lié^l|e*<enamoiía^  ^i^^  *•  (-íii  •  ' 
pudiera  ser  tttieMlodees  FerMn«#eM'>    ' '^ 
«1  pactct'Me  «ifienut  «ia»'en  yano-p    .^"  'f '; ;' 
en  yano  le  esperastes,  y  erib'Bhiva 
es  fuerza  dar  tu»  Inano'  al  noble  esposo ,        *   'kú\ 

6  al  rencor  esponernos^ y^'á>lá'ira  "•*  -   .  i ''  * 

7  á  la  YéttgáñKtfi^tmlf de  un  poderoso.  ' 
El  mismo  aqui'to^dijii.*..    ¡'-  '• 

Si  yo  imphidentfei^fiif:,  4iiliartó  confiada  v)  ^ 

eMilIttroi  MO^'ttuv^iyiy*  impósiblb'p  <  -       .  *  ..yj  1 
me  fuera  no^Albrw:  nías  nMjpromeaaiiii;'' 
sabré cumpli^K.i      .;.   •  1  ■;  "    .       Im\\\  .  •. 

turbaday'^iiA^aiiorv  Ttcllentav  fri») ,  •»!riM>«iii  ut 

te  arrastraBá'for  pieria'  el  iflifale  UdaiKbt '  >  ¡ 
Tatt^lRHllGdB  Miwgiwih  poTTaBliíralio  cmíl-i    j 
ilnátil  espemniatdfo:  enísa íenbJDíp  ;í<»ll)t;  v-.i  '. 
aeldcs§^»éinD')i]«iÉate»^.«n/ttaAerá         i.-' 
mil  trazas  hnritiváiMitafofendeffMB^  oil&  iii!*  m) 
¿Dó  su  pod^iDtfia&nitfaliíaisii^iditHnuí   ?<' 
si  po  «JomNiibaBáíiiaaipíafittDiidb  fuekaaboi;'. 
:.viBA.    Basta »  ■efiorf#«bl  Ibj^Miiiiylá&iiefadri.i;'*  i 
.  alegre  fa2t'4¿teoalav6ii(^«>BNi||Sii)íHj,¡)io<i  ^/.íi. 
Tan  soltiWsmoaiQKpUftai^itVM  paM«i''iii0.v 
el  agiudo  espiritaii«al  i^tffdof  «I  ilva««  -wM 


1  ■  ■    ■ 


5»f 

con  ellos  il^t^iHHf^mní^.^^^^v^  :.  iy.r' 

con  ellos  á  nd  fin  mf|uref;ifúit|Ui.r   .!  ..  .  ,  . 

No  mas  rcbpwya*  fl^A^  «|íiWdalfo.r; . 
hoylaninjer,||iw<i#.,„  ,.,,;-    y,;" 

Elvira.  .  i:h¡J:-- '.faflfffL'.:;;.  -      .     r.    . 

NüÑO.  í>i:-í-..||'>!Qffílí«í'  r..  . 

mi  eterna  «mMlcimUi-r  'nn  ,    -¡<         !       *  * ' 

de  Fernán  Penec  sertii!!'    •.> . .. '.}    -  ,. 

NüSo.  .  .^w  iilf»  JIM'  'Voejmiiw  bsaioii 

de  tü  padre  vdlie.wq  te  «iba  y  tapei^opa. 
Ni  que  otra  cAia'lticievaf.fc.ldia  nrnt^ .«;, 
qne  mejor  t^ertntnieaeJílPov.Teiitvril    Vj. 
pasar  en  llanto  eterno  t!0soWiiiB 
tn  jnrentnd sWillaateij  jamTichitudaf    <..  i 
en  triste  ridbatfmDtoio:9iMAergi4*.  -.  .^  ^  i  -• 
por  desprafiee  ael  fiílM  qoe^ite  olfid 
¿Merece  m;  nmtí  iágrúi^  ,eMfi»oble 
cnya  yirtnd  enMfaMs  f  |^ege|Nia« .  '»m  :•  i  >  ^ ,:  • 
que  al  jmn^MAto.fáltaj ásiiidaioBui?^  .,irr  >;'{ 

Elvíba.    Piedad  de «sW' por *niopl..    .     r;  i  •    ( 

NüÑo.  ■••frii  'i'.''.-.-i  .1  'YiAi^eáhfAarot  •. . 

Guando  tu  propi4-|iftdre.yiiirCsrt«Qa^ « f. . . .. ,  ^ 
le  inmolabas  {ay  tisblelnasiMuí:  .  v  ;. ,  (V'<  i^'. 
que  en  Galatrava^ieetsol^iliieQii  otc%| !  ^  :>f  ^ 
ya  eaisáof ese  pérfida Maciital.      .-o-cij  /nuj-.    .<ñ/ 

Elvira.     {Fmni&tL)»^  .;.  s    iTüsln^ír  nv» 

Casado?  Xh(i\^3ma^'rMauij^&9toW<kkAh-n  fí'f 

Nuxo.    Nadie  lorSgtaotertá  él  pakuáo^f jbs»7  nh  n^'  ? 

Elvira.  'tU'Mfe.  -r;  V  r.'uffirf  ífir  ,'i,»f\\i  íni  ^ Máiljl im 
T  posible  «orií.'Mafi fa]rt  oné'iAadbf?!  -tU  ">  'i!!!»' 
ni  qutrtpinfebáiniíyürqw  r|<r.'(  ifi 

Si  no  fuete •  /v cfriadv'  tif!ir ■  pudiera  *  ':  "t;").!  vi 
lejos  de  Elyita  hDah»?  Es  eíerto^írY  aftoir.r  J 
tus  juramentof  sM^itu  amor  erdientéT-    .«•  " 
otra  mujerl  aklBrtttO)  padrenüo^-  'i  • 

mis  bodas  dis^^oned?^  a  vuestra  hija'  • 
no  tan  soW^viMsdiüfcrit^i^taa^^^G^ift^       :vvv -^^if* 


.1/ 


Bi 

y  aun  alegre  veréis.  Ahí  Fementídálj^'i  i»i 

Ya  quiero  á  Ferban' Pérery  ya  lé  adoro. 

Presto,  corred,  bnscadle,  referidle  ^ 

mi  despecho,  sefior,  ywta  mudanza; 

que  su  esposa  seré,  que  ya  el  contrato' ' 

puede  cerrarse  al  punto,  Incgo^  ahora*., 
üfío.     Hija  querídal 
LViRA.  ¡Oh  cuáuto'tarda,  cuánto 

El  instante  feliz  de  la  venf  anial 
!s  mjugu  fa  lágriw^a$  rápidaminte  afectando  iermidad.) 
uSo.    Si,  si,  cálmate,  Elyirá,  que  ninguno 

los  surcos  do  tus  lágrimas  conozca. 

T&  á  la  Yida  me  vuelTesy-hija  mia; 

corro  i  anunciarle  tav  alegres  «uevas 

al  hidalgo;  tú  en  tanto.«.   '  c»  h!  .:; 
LViRA .  A  mi  cuidado 

dejad  vos  lo  demaa,  y  i  Ini  déseoi ) 

que  á  vuestra  welta  pnottto  ikácia  el  sagrado 

altar  70  volaré  del;  himeneO;i.  •    • 

■ 

Las  dos  escenas  siguientes'  son  de  un  mérito  estupor- 
nario  y  de  sinffular  interés^  ^  En ;  los  pensamientos  hay 
opiedad  y  veroad ;  pero  ño  podemos  aplaudir  de  la 
lama  manera ;  bajo  el  1  aspecto  moral ',  algunas  de  sus 
binus. 

aciAS.    Dónde  corres,  Elvira?  T4  has  de  oirme. 
.viBA.    Cielos,  qué  haré?    '• 
iOáíi.    (AJñtmáúla.)     '-.  Detento;  huyes  en  vano, 
.vuu.    Ayi  aqui-tü,  Madas?  (Infelicel 

Jué  iba  á  decir?)— Dios  miol  Dadme  amparo, 
adme  fuerza  y  virtudl — Sefior,  qué  os  trae? 
Cómo  entrasteis  aqui?  Volved  los  pasos 
donde  á  una  esposa  no  ultrajéis;  que  i^ra 
vuestra  osadia  ofende  mi  recato. 
IlCUS.    No  soy  yo ,.  biep  lo  sé^  no,  el  venturoso 
que  á  esto  punto  esperasas  én  tus  brazos. 

HíiA b«0fr M64ijpdKiitao AAMiMtÉBbl    «^^ * 


motcoblirá ;1a  hermosa.  qae.idoUtnt?. .  .  -    . 
Me  amas?  Vetí. 

Elvira.  To  eso  he  dicho?  Que  os  imaU 

solo  os  quise  decir ,  mas  no  qae.os  amo. 

Macias.    No:  tus  ojos,  tu  llanto,  tus  acentos, 
tu  agitación,  tu  fuego, ^n  que  me  abraso, 
dicen  al  corazón  que  tus  palabras 
mienten  ahora;  si,  bien  mió,  huyamos. 
Todo  lo  :<)lyido  ya.  Pruébame  huyendo 
que  no  fué  liviandad  el  dar  .tu  mano. 

Elyira.    Dónde  me  arrastras?  ... 

Macias.        .  .^  Ten;  á  ser  dichosa. 

En  qué  parie  del  mundo  tía  de  faltamos 
un  albergue,  mi  bien?  Rompe,  aniquila 
esos,:qfie  contrajiste,  horriUe^  lazos. 
Los  amantes  son  solo  los  esposos, 
su  lazo  es  el  amor:  cuál  hay  mas  santo? 
Su  templo  el  universo :  donde  quiera 
el  Dios  loifrjove  que  los  ha  ju^do. 
Si  en  las  ciudades  nOn  si  entre  losjiombr^i 
ni  fé ,  ni  abrigo,  ni  eq^^anza  hallamos,    . 
las  fieras  en  los  bosques  una  cueva 
cederán  al  amor.  Elias  acaso . 
no  amAU  también  ?  Huyamos ;  qué  otro  asilo 
pretendes  mas  seguro  que  mis  brazo#? 
Los  tuyos  bastaránme;  y  si  en.  la  tierra 
asilo  no  enciontrambs ,  juntoa  aqabp^  . 
moriremos  de  amor.  Quién  mas.^i^^qso 
que  aquel  que  amando  TÍye  y  muere  anpjját 

Elvira.    Qué  delirio  espantoso ,.  qué  impofib^ 
imagináis,  señor?  Doy  que  encontraniOA 
ese  asilo  escondido :.  ¿Está  la  d^cl^i 
dónde  el  honoir  no  está?  Cuál  deiq^ol4a4ox  . 
podrá  oculljf-me^  j¿í'pfl)pia?       ,^  „.,.  ,,..  . 

MECÍAS.  •..         PvrfJl»!.:*;  í.    I 

Elvira.    Jurjl^.s^r  de^ptro  4|iefio  y  al  Irecato     ., ai. 
y  á  mi  nonibre .iwí^wn  y.  ^j  fyk»,  le,4«lm. .  i 

•ufnr  wtt,auí^^^  s«ft  WfT^  j,iW.I|^       ». 


ii' 


B5 

•1  tálamo  regar ;  si  no  dichosa, 
lionrada  moriré ;  pues  quiso  el  hado 
que  vuestra  nunca  fuese ;  por  ventura 
nodrán  vuestros  delirios  contrastarlo? 
Ved  ese  llanto  amargo  y  doloroso 
ved  si  os  amé «  señor ,  y  ú  aun  os  amo 
mas  que  á  mi  propia  vida;  con  violencia, 
verdad  es«  y  con  fraude  me  casaron; 

Sero  casada  estoy ;  ya  no  hay  remedio, 
i  escuchara  mi  amor «  vos  en  mi  dailo 
á  demostrarme  fuerais  el  primero. 
Vuestro  [aprecio  merezca,  va  que  en  vano 
mereci  vuestro  amor.  Si  anorrecido 
ese  esposo  fatal  me  debe  tanto, 
¿qué  nicicra  si  con  vos,  por  dicha  mia, 
me  hubiera  unido  en  insuluble  laio? 

eiAS.    No;  tú  no  me  amas,  no,  ni  tú  me  amaste 
nunca,  jamás  I  Mentidos  son  y  vanos 
los  indicios;  tus  ojos,  tus  acentos 
y  tus  mismas  miradas  me  engañaron. 
Tú  en  ser  do  otro  consientes,  y  á  Maciaa 
tranquila  lo  propones?  Tú  en  sus  brazos? 
Tú,  Elvira,  y  cuando  lloren  sangre  y  fuego 
mis  abrasados  ojos ,  :ahl  gozando 
otro  estará  de  tu  beldad  I  Y  entonces 
tú  gozarás  también ,  y  con  halaras 
á  los  halagos  suyos  respondiendolll... 
Imposible  1  jamás  I  No,  yo  no  alcanzo 
á  sufrir  tanto  horror.  Yo,  yo  he  de  verlo? 
Primero  he  de  morir  ó  he  de  estorbarlo. 
Mil  rayos  antes!  1 1... 

IBA.  Cielos! 

;u8.  Qué  es  la  vida? 

nn  tormento  insufrible,  si  á  tu  lado 
no  he  de  pasarla  ya.  Muerte  I  Yenganzat 
Dónde  el  cobarde  eslá?  dónde?  villano! 
Me  ofendo  y  vive?  Fernán  Pereil 

íhk.  Ci\W\ 

bMo  vm.  \9 


56 

' '  Qué  intentas,  imprudente?  Demasiado 
le  traerá  mi  desdwhfc.-         :../--'  t  - . 

Magias.  :í  Y  quié?  En  Iwen  hora 

venga  y  traiga  su  acero,-  yenga  armado: 
Aquí  el  duelo  será.  Por  qué  á  mafiana 
remitirlo?  L& entiendo;  sí;  temblando 
de  mi  espada ,  quiere  antes  ser  dichoso. 
Lo  esperas,  Fernán  Pérez?  Insensato! 
No ,  no  la  estrecharás  mientras  mí  sangre 
hierva  en  mi  corazón.  Ábrate  paso      -"' 
por  medio  do  él  tu  espada.  Este  el  camino 
es  al  bien  celestial  que  me  has  robado.  ' 
No  hay  otro!  Y  ella  es  tuya?  Corre,  TíMlk% 
Mira  que  es  mia  ahora  y  que  te  agnárdol 
Fernán  Pérez!     [Saca  la  espada.) 

ELvmA.  Silencio  1  qué  pretendes? 

Le  turba  su  pasión.  Tente.  Arrojado, 
dónde  corres  así?  Dámé  esa  espada. 

Magias.     Huye,  oh  tú^  esposa  de  otro!  Si:  bmeaBdo 
voy  mi  muerte:  tú  misma  la  deseas 
sin  miedo  ni  rubor ,  idolatrarlo 
después  de  ella  podrás.  Toma  ése  acero. 
[Elvira  coge  la  espada.) 
La  .ridá  arráncame ,  pues  me  has  quitado 
lo  que  era  para  mi  mas  que  mi  vi¿, 
mas  que  mi  propio  honor.  ¡  Desventuradol 

A  las  obras  y  escritos  que  hemos  citado  de  Larn»  ^ 
reducen  principalmente  las  que  aseguraron  su  reprii- 
cion  y  su  ceílebridad.  En  el  mundo  y  en  la  repfibQct  ¿0 
las  letras  todo  parece  que  le  sonreía :  los  amigos  le  rih 
deaban  y  le  prodigaban  todo  género  de  atenciones  T Jb 
muestras  mas  distinguidas  de  afecto:  el  actual  lúrúOt 
rendon,  que  á  la  sazón  era  ministro  de  Inglaterhi  »!• 
corte  de  España ,  se  complacía  en  tenerle  i  míaioti 
todas  las  brillantes  funciones  que  acostumbraba  ^  ct 
¡ra  casa:  el  seüot  dxvopí^  d^  Riyas  fué stf  padr&iodeiofc 


57 

¡efioMS  Hartinez  de  la  Rosa ,  conde  de  Toreno  y  go- 
I  Castaños  lo  distinguiaii  sobremanera:  S.  M.  la 
Bi  Cristina  deseó  conocerle ,  y  al  efecto  le  fué  pre- 
sido por  su  mayordomo  mayor  el  conde  de  Torrejon. 
escritos  eran  leídos  con  entusiasmo;  sus  versos 
adidos  en  la  escena.  ¿Qu6  faltaba  á  su  gloria?  Mas 
embargo.  Larra  no  era  feliz ;  su  carácter  y  sus  pa- 
es  le  hacian  imposible  el  sosiego  y  la  tranquilidad  de 
spiritu ;  «asado  de  muy  joven  no  fué  feliz  en  su  ma- 
ionio;  un  amor  criminal  le  liizo  olvidar  los  deberes 
Mposo  y  de  padre.  Esta  conducta  no  podia  merecer 
probación  de  una  persona  de  tan  profundo  juicio.  En 
tradiccion  consigo  mismo,  buscó  en  la  confusión  del 
n  mundo  un  lenitivo  que  suavizase  las  heridas  de  su 
ázon.  En  este  camino  solo  encontró  un  fln  horroroso, 
carácter  era  duro,  desigual  y  poco  sufrido  en  lo  in- 
or  de  su  casa ,  aunque  en  la  sociedad  desplegase  los 
lales  mas  distinguidos.  Esto  demostraba  una  lucha 
amizada  entre  su  razón  y  sus  pasiones.  El  escritor 
hacia  reir  á  toda  España ,  no  encontraba  nada  que 
alzase  la  amargura  que  devoraba  su  corazón.  El  mismo 
manifestó  asi,  hablando  de  los  escritores  satíricos, 
escritor  satijpico ,  decia ,  es  por  lo  común  como  la 
I»  un  cuerpo  opaco  destinado  á  dar  luz,  y  acaso  el 
BO  de  quien  con  ra/or)  puede  decirse  que  da  lo  que 
le*  Ese  mismo  don  de  la  naturaleza  de  ver  las  cosas 
s  cuales  son  y  de  notar  en  ellas  antes  el  lado  feo  que 
ermoso,  suele  ser  su  tormento.  Llamante  la  atención 
ol «  mas  sus  manchas  que  su  luz ,  y  sus  ojos ,  verda- 
M  microscopios ,  le  hacen  notar  la  fealdad  de  los  poros 

Serados,  y  las  desigualdades  de  la  tez  en  una  Venus» 
e  no  ven  los  demás  sino  la  proporción  de  las  fun- 
íes  y  la  palidez  de  los  contornos;  vé  detrás  de  la  ac- 
i  aparentemente  generosa  ,  el  móvil  mezt;uiuo  que  la 

luce;  y  eso  llaman  sin  embargo  ser  feliz! »  y  ci- 

16  después  los  ejemplos  de  Moliere  v  de  Moratin, 
lia:  «Y  si  nos  fuera  licito^  en  fin,  nombrarnoí»  al  lado 
jm  A\t08  mj>delos ,  si  nos  fuera  licito  siquiera  adyu4v- 


58 

carnos  el  titulo  de  escritores  satíricos,  conresariamoi in- 
genuamente que  solo  en  momentos  de  tristeza  nos  es  dado 
aspirar  á  divertir  á  los  demás.» 

Fígaro  conocia  la  triste  situación  en  que  se  hallaba 
su  ánimo  ,  y  buscó  alguna  distracción  en  los  Tiajes,  y 
por  paises  estranjeros.  Desde  Madrid  se  dirigió  á  Eibre- 
madura ,  á  causa  de  la  guerra  civil  que  ardía  en  las  pro- 
vincias Vascongadas ,  ^  al  pasar  por  aquella  visito  lii 
ruinas  romanas  de  Mérida ,  que  describió  en  dos  de  Wk 
artículos.  Desde  Extremadura  pasó  á  Lisboa,  y  de  allií 
Londres  y  á  París:  en  todas  estas  capitales  fue  muy  inea 
acogido  y  obsequiado  de  los  sabios  y  literalos  esiranjeroi 
que  le  conocían  de  nombre.  En  París,  el  barón  Tailor  le 
acompañó  á  las  reuniones  y  á  los  establecimientos  digooi 
de  ser  visitados  por  todo  viajero  ,  y  le  hizo  tomar  ptrte 
en  una  obra  que  entonces  se  publicaba  allí ,  intitolalt 
nescripcion  de  la  Península.  Al  fin ,  no  pudiendo  mu 
tiempo  vivir  fuera  de  su  patria ,  se  decidió  á  volver  i  £§• 
paña  á  fines  de  1835  ,  después  de  diez  meses  de  auseodi. 
A  su  llegada  tomó  parte  en  la  redacción  del  E$pañoL  Su 
artículos  conservaban  la  ligereza,  la  amenidad  v  la  grada 
que  los  hacían  leer  con  tanto  gusto.  A  estas  circuostafr- 
cias  se  anadia  la  de  que  su  viaje  había  contribuido  á  ma- 
durar su  talento  ,  y  á  hacerle  adquirir  una  solidez  y  oi 
aplomo  de  que  tal  vez  carecían  antes.  Según  observacioi 
de  persona  inteligente,  los  pensamientos  de  sus  escritoi, 
el  tono  general  de  ellos  y  hasta  las  formas  de  su  estilo 
sufrieron  grandes  é  impoi tantea  modificaciones.  En  Mi 
ideas  se  esperimentó  una  variación  sustancial.  El  tradne* 
tor  de  Las  palabras  de  un  creyente  de  Lammennais ,  T  al 
escritor  que  en  el  prólogo  que  precede  á  esta  obra  había 
vertido  doctrinas  democráticas,  se  decidió  por  el  bando 
conservador.  Esto  no  significará  ma^í  que  falta  de  prio- 
cipios  políticos ;  asi  sucede  cuando  las  opiniones  se  for- 
man bajo  el  influjo  de  circunstancias  momentáneas  y  ac- 
cidentares, cuando  las  antipatías  personales  ,  ios  reseati' 
mientos  del  amor  propio  ó  las  pasiones  fornaan  los  jan 
eioi  que  solo  debe  dlcUt  U  tazón  tranquila.  Larra  eslaki 


89 

I 

condenado  á  mío  sus  pasiones,  naturalmente  exaltadas  y 
rebementcs»  aobloson  alterar  las  tuienns  ideas  y  los  bue- 
nos sei'timiontos  que  le  liabinn  inspirado  en  su  educación. 
Dominada  su  ra/on  por  aquellas  y  sin  olra  guia ,  debia 
iuedar  abandonado  á  la  incertidumnre  y  á  las  vicisitudes 
Se  los  acontecimientos ,  y  no  le  queifaba  otro  recurso 
ttas  que  el  error,  tanto  en  política  como  en  moral. 

Larra  habia  esper  i  mentado  inconsecuencias  de  la  per- 
íoca que  le  habia  inspirado  su  criminal  pasión  ;  quiso 
Ata  romper  unos  la/os  también  doblemente  criminales: 
a  inquietud  y  agitación  que  en  su  ánimo  padecía  Larra* 
a  aumentaban  por  instantes.  Un  escritor  a  quien  repeti- 
laa  Teces  hemos  citado,  asegura  qne  entonces  cuantos 
rataban  á  aquel,  pudieron  en  kl  observar  el  desorden  de 
08  ideas ,  la  incoherencia  de  sus  acciones ,  y  el  desvario 
:e  SQS  sentimientos.  Parece  que  ni  en  estos  ni  en  sus 
roencias  encontraba  Larra  un  asilo  seguro  que  lo  pusio- 
a  á  cubierto  de  la  tempestad  que  lo  amenazaba;  sin  nin* 
|an  consuelo  dentro  de  si  mismo,  los  tormentos  que  pa- 
locia  y  que  desgarraban  su  coraion  no  podían  menos 
lo  hacerle  odiosa  la  vida.  Había  llegado  á  perder  toda  es- 
lerania,  según  se  csnresaba  en  algunos  de  sus  articules: 
a  duda,  el  recelo  y  la  desconfianza  habían  empo/.oñado 
lU  existencia  ;  todas  sus  ideas  estaban  cubiertas  con'  el 
rolo  de  una  negra  melancolía  ,  y  parece  que  se  compla- 
na en  la  idea  de  la  muerte.  Kn  el  articulo  consagrado  á 
a  memoria  del  malogrado  conde  de  Campo  Alange,  de-* 
*ia  quince  días  antes  de  su  catástrofe,  con  una  espresion 
rerdaderamcnte  lúgubre :  «Ha  muerto  el  ¡6vcn  noble  y 
^oneroso,  y  ha  muerto  creyendo:  la  suerte  ha  sido  injusta 
son  nosotros,  con  nosotros  cruel;  con  lA  misericordiosa! 
Sn  la  vida  lo  esperaba  el  desengaño!  la  fortuna  le  ha 
>frecido  antes  la  muerte!  Kso  es  morir  viviendo  todavia; 

r^o  ¡  >y!  de  los  que  le  lloran,  que  entre  ellos  hay  muchos 
quienes  no  es  dado  elegir  ,  y  que  entre  la  muerte  y 
al  desengaño  tienen  antes  que  pasar  por  este  que  por 
aquella  ,  que  esos  viven  muertos  y  le  envidian.» 

Para  recobrar  el  corazón  de  su  amc^da  <\\u^x^  V^^^t  ^^^ 


60 

ella  una  entrevista.  Sus  esfaerzQS  no  pudieron  consegoi^^ 

Íae  aquella  variase  la  firme  resolución  que  habia  forma--^ 
o.  Lo  que  suponía  efecto  de  indiferencia  6  desvio,  acar*^ 
bó  de  exaltarle  hasta  el  último  grado.  Era  la  noche  del  1^ 
de  febrero  de  1837 ,  cuando  después  de  baber  dejado  al 
habitación  la  señora  á  quien  amaba,  y  á  muy  pocos  nú- 
ñutos ,  cuando  la  familia  de  Larra  oyó  un  gran  raido 

Íue  al  principio  les  pareció  la  caida  de  un  gran  mueble: 
espues  de  largo  rato  entraron  accidentalmente  ea  ni 
habitación ,  y  vieron  con  horror  que  con  una  nistola  se 
habia  quitado  la  vida  delante  del  espejo!!!  Se  hallaba teih 
dido  é  inundado  dé  sangre !  Una  de  sus  pequeñas  Uias 
fae  la  primera  á  quien  se  ofreció  este  espectáculo !  Tai 
fue  el  trágico  fin  de  este  célebre  escritor ,  cuyas  agodeuf 
y  cuyos  chistes  formaban  las  delicias  de  sus  contemporá- 
neos. Sus  restos  mortales  fueron  con  pompa  conducito 
á  la  mansión  de  los  muertos :  sobre  su  tumba  resoniroi 
los  doloridos  acentos  de  las  musas  españolas.  Postenor* 
mente  fue  su  cadáver  trasladado  á  otro  cemeaterío,  dofr- 
de  reposa  al  lado  del  gran  Calderón.  El  festivo  Larra to^ 
minó  SQ  existencia  á  ios  28  años  de  su  edad. 


■  '   ■  *  I        lili"    lí 


•  ■ 


DON  FÉLIX  TORRES  AMAT, 


*'  ■         ..    'I 


•     • 


MPOSi  trazar  los  principales  rasgos  que  constituyela 
Uj^fia  de  un  varón  eminente  por  su  piedad  y  virtu^ 
bpor  su  vasto  saber,  por  su  profunda  ciencia ,  y  ipor 
MÍnerEos  que  ha  empleado  couio  prelado  de  la  Iglesia 
)Í6a  ^a  la  mejora  de  los  estudios  eclesiásticos  y-  da 
watanibrtís  públicas,  para  la  reforma  general  del  cle^ 
gF'para  la  stotificacion  de  los  fieles. encomendados  á 
oídado  pastoral. 

/Ikdemas  de  los  .importantes  escritos  que  se  deben  ala 
wincansable  del  señor  Torres  y  Ámat,  las  circansr- 
{as  de  haber  sido  individuo  de  la  Junta  eclesiástica 
da  en  el  año  de  34  para  la  reforma  del  clero  secular, 
Mrteriormente  de  otra  que  tenia  por  objeto  proponer 
obíenio  las  bases  que  debian  dirigirlo  para  restable- 
los  relaciones  con  la  Santa  Sedo;  de  babor  sido  se- 
N?  del  reino  cunado  en  el  alto  cuerpo  colegislador  se 
.tratado  importantes  cuestiones,  y  entre  ellas  la  de 
eioQ  del  culto  y  clero,  enajenación  de  los  bienes  de 
^jurisdicción  eclesiástica;  y  por  último,  haber  go* 
ímo.  la  diócesis  de  Astorga  en  tiempos  difwiles  para 
fiado  y. para  la. Iglesia,  hacen  de  la  biografía  de  este 
life^pselado  un^  de  las  páginas. mas  iiiieresant^a  db 
itra  historia  contemporánea.  Por  eaoseWvQJLV^^^^^ 


con  razón,  aquella  como  may  digna  de  ocupar  un  faigir 
en  la  presente  Galería. 

Nació  el  señor  don  Félix  en  el  pueblo  de  Sallent,  obit- 
pado  de  Yich,  en  6  de  asosto  de  1772.  A  loa  12  afioik 
enviaron  sus  padres  á  la  universidad  de  Alcalá  de  He- 
nares, donde  estudió  las  lenguas  griega,  hebrea,  árabe  y 
otras.  Después  de  concluir  estos  estudios ,  pasó  á  Tam- 

Sona,  donde  siguió  los  cu'sos  de  filosofía,  y  principió  loi 
e  teología,  que  después  concluyó  en  Madrid.  Siguió  ade- 
mas los  estudios  de  instituciones  canónicas,  discipliBa 
eclesiástica  y  demás  que  constituyen  un  buen  canoniíla, 
y  se  graduó  de  doctor  en  la  universidad  de  Cenreca.  Ea 
el  seminario  de  reales  estudios  de  Tarragona,  de  qw  faé 
rector,  enseñó  filosofía ,  teología  y  Sagrada  Escritora, 
siendo  el  primero  que  enseñó  en  aquel  colegio  tanto  ciU 
como  las  matemáticas.  Nombrado  en  1805  canónigo  del 
real  sitio  de  San  Ildefonso  por  encargo  espreso  de  S.  VL 
don  Carlos  lY ,  emprendió  la  versión  de  la  Biblia.  Esda- 

Sida  aquella  colegiata  el  año  de  10,  pasó  á  Madrid,  doa- 
desempeñó  por  dos  años  la  cátedra  de  retórica  de  leí 
estudios  aeSan  Isidro.  Guando  enjuliode  1814  volvió! 
España  el  señor  don  Fernando  Vil ,  le  mandó  que  conti- 
nuase la  traducción  de  la  Biblia,  y  habiendo  manifestado 
deseo  de  trasladarse  á  Cataluña,  donde  esperalia  ¡teaer 
mas  sosiego  y  el  auxilio  de  sus  libros^  le  agració  S.  M. 
con  la  diffuidad  de  sacrista  de  la  santa  iglesia  de  Barce- 
lona, en  la  que  pr^^dicó  en  1817  un  sermón  acerca  déla 
»az ,  que  ya  entonces  amasaba  alterarse  y  cuyo  seraioa 
íi6  impreso  á  [instancias  del  general  Castaños,  que  á  U 
sazón  uesempeñaba  la  capitanía  general  del  Principado. 
Cuando  en  el  año  de  20  ocurrieron  los  sucesos  ana 
alteraron  la  faz  de  las  cosas  públicas,  y  el  sistema  y  pna- 
cipiosde  nuestro  gobierno,  la  ciudadde  Barcelona  le nooH 
hrb  individuo  de  la  junta  de  gobierno ,  que  entonces  ü 


i 


loa  dos  meses  fué  instalada.  Poco  después  fué  nombrado 


lividuodela  junta  de  censara  de  libros,  y  habiendo 
ho  renuncia  de  la  mitra  de  Barcelona  el  obispo  do 
lel la  diócesis,  los  señores  cardenal  Borbon ,  general 
latios,  el  antiguo  ministro  don  Pedro  Geballos  y  otros' 
laejeros  de  Estado,  le  propusieron  para  el  obispado 
Barcelona:  el  cabildo  ademas  le  envió  los  poderes  ha-  - 
ndole  las  mayores  instancias  para  que  se  hiciese  car* 
iel  gobierno  de  la  diócesis.  Pero  el  señor  Torres  Amat 
quería  nada  que  lo  distrayese  de  la  versión  de  la  Bi- 
át  oue  formaba  su  ocupación  esclusiva,  y  que  absor- 
ilooa  su  atención.  En  1822  vino  á  esta  corte  con  el 
l|iAo  de  entenderse  con  los  censores  nombrados  en  1817 
m  examinar  su  versión  de  la  Biblia;  hasta  el  año  de  1826 
imaneció  en  Madrid ,  habiendo  regresado  á  Barcelona 
ÍMpues  de  haber  acabado  de  hacerse,  la  primera  edición 
laa^nella  obra.  En  1830  volvió  i  Madrid  para  ocuparse 
M  la  segunda  edición  que  por  orden  de  S.  M.  hizo  bajo 
I  direccii»n  y  censura  del  eminentísimo  señor  cardenal 
Dgoanzo.  Para  dar  una  idea  de  la  historia  de  las  dos  edi- 
ioiiea  de  la  traducción  de  la  Biblia,  principiaremos  por 
Merlar  un  escelente  articulo  que  algún  tiempo  después 
nb  ico  el  Amigo  de  la  religión ,  periódico  que  se  publica 
I  Paris,  y  que  es  una  de  las  revistas  religiosas  mas  acrc- 
Itdas,  Forma  un  juicio  muy  exacto  del  mérito  de  la 
iraion  del  señor  Amat ,  y  da  noticias  muy  importantes 
crea  de  dichas  dos  ediciones;  dice  asi: 

«Presentamos  los  pormenores  que  se  refieren  á  la  Bi- 
ta española  del  R.  obispo  de  Astorga,  como  habiamos 
recido  en  7  de  mayo  último.  Son  tan  raras  las  ooisio-, 
m  me  se  nos  ofrecen  de  hablar  de  lo  que  se  refiere  á  la 
JMia  de  España,  nos  hallamos  ademas  tan  mal  informa- 
•  de  lo  que  ocurre  en  este  pais  en  materia  de  religión, 
10  publicamos  con  placer  las  noticias  que  nos  han  sido 
aerosamente  comunicadas  acerca  de  los  trabajos  de 
la  clase  de  un  prelado  español. 

»Don  Félix  Torres  Amat,  actual  obispo  de  Astorga, 
dedicó  desde  su  infancia  al  estudio  de  las  lenguas  gríe- 
,  hebreai  caldea  y  siriaca»  asi  corneal  de  la  ir«bi|¡i^  f\^ 


íí 


4.. 

desatender  el  de  algunas  otras  yiyas,  que  habla  con  nma 
facilidad.  Dotado  de  feliz  memoria  j  distinguido  taleaUn, 
emprendió,  después  de  haber  concluido  sus  largos  estndioi 
teológicos  y  canónicos,  en  que  obtuyo  todos  los  gnikft, 
al  estudio  de  la  Sagrada  Escritura  con  tal  ardor,  qnelai 
instancias  de  muchos  prelados  españoles  le  decidieroai 
emprender  una  traducción  de  la  Biblia,  no  obstante  fue 
circulaba  en  España  con  general  aceptación  la  del  ^ 
dre  Scio. 

dEI  patriarca  délas  Indias,  inquisidor  general»  elle*-, 
ñor  de  Arce  y  el  arzobispo  de  Palmira,  tio  del  oUspo  de 
Astorga,  que  habia  hablado  á  Carlos  lY  acerca  déla  neee- 
•idad  que  tenia  el  pueblo  español  de  una  uueya  tradso- 
cion  de  la  Biblia ,  presentaron  á  S.  M.  al  señor  doiiF4* 
lix  Torres  Amat  como  persona  capaz  de  Ueyar  i  cabo 
aquella  empresa,  el  cual  por  insinuación  del  M.  B.  ar- 
zobispo de  Tarragona,  el  piadoso  é  ilustrado  Arroañaclii 
habia  traducido  ya  parte  de  los  profetas,  algunos  salnw 
y  yarios  capítulos  de  los  mas  difíciles  de  U  SagradaEscrir 
tura,  cuando  desempeñaba  en  aquel  seminario  concüiert 
la  cátedra  de  esta  ciencia. 

))Empezó  su  trabajo  en  1808,  sin  que  la  inyaaioa  de 
las  tropas  del  usurpador  de  España ,  ni  los  trastornos  <pe 
trae  consigo  una  guerra  hubiesen  podido  distraerle  de 
su  laboriosidad,  y  en  1822,  en  el  retiro  del  conyentode 
padres  franciscanos  de  Sampedor  de  Cataluña ,  Uiyo  el 
placer  el  señor  Amat  de  yer  concluida  su  obra. 

»Una  orden  de  S.  M.  habia  puesto  á  su  dispoiieiflÉ 
todos  los  archivos  y  bibliotecas  del  reino.  Timido.porca*- 
rácter,  y  considerando  que  su  trabajo  no  bastaría  ICMS 
á  conciliarse  los  sufragios  de  los  inteligentes,  se  manttfe 
indeciso  por  mucho  tiempo  acerca  de  su  pubUcacioi: 
hasta  que  una  orden  de  S.  M.  vino  á  desterrar  aos  ei- 
crúpulos ,  y  la  traducción  fué  impresa  á  espensas  dd  fe- 
bierno,  después  de  una  rigurosa  reyision  ywificada  t^r 
órdea  delB.  obispo  coadjutor  de  Toledo  resideateea  V- 
drid.  don  I^uis  López  Castillo.,» ,    i. 

)»£1  autor,  \ue^o  c^a^^  V\t^  ^w^\¿l^  Vi.\m!^tesioD9  f^ 


Sresuró  á  ofrecer  á  S.  S.  un  ejemplar  de  sa  obra,  va- 
ndosc  para  su  remisión  del  Emino.  señor  cardenal  y 
WQcio  apostólico;  y  la  satisfacción  del  sabio  Ama!  llegó 
á  BU  cohno  ciiaiulo  por  el  secretario  de  Estado  de  la  corte 
deRoma,  el  Eninio.  señor  cardenal  Soniaglia,  supo  que 
su  Santidad  se  había  dignado  aceptar  su  presente.  El  Papa 
wl^allaba  enfermo  entonces. 

» Fernando  Vil  dio  orden  á  su  ministro  Galomarde 

Kft  que  manifestase  en  su  nombre  al  señor  don  Fólix 
^  fres  la  satisfacción  que  le  babia  cabido  al  saber  que  la 
BiUia  estaba  impresa. 

»Mas  todo  lo  dicho  no  bastaba  para  satisfacer  al  sabio 
doctor :  ast  que  se  dirigió  á  todos  los  prelados  del  reino 

ajándoles  se  dignasen  examinar  su  trabajo,  mauifestán- 
o  después  su  particular  concepto.  Por  las  contestado- 
068  délos  RH.  obispos  supo  el  autor  que  SS..  11.  habían 
IWomendado  su  obra  á  los  curas  y  eclesiásücos  de  sijia 
diócesis.  Los  Mmmos.  señores  cardenales  Sentmanat» 
Inguanzo,  Cienfuegos,  el  patriarca  de  las  Indias,  seis  ar- 
lobispos  y  cuarenta  y  un  obispos  le  dirigieron  sus  felici- 
taciones por  el  acierto  de  su  traducción,  y  por  el  bien 
Bspirituat  que  su  lectura  deberia  producir  en  España. 

»Decian  algunos  qut  se  echaban  de  menos  algunas  no- 
M8  para  aclarar  ciertos  testos  oscuros.  Pretendían  otros 
gae  osta  traducción  no  era  muj'  ortodoxa  ,',puesto  que  las 
iociedadcs  bíblicas  le  prodigaban  sus  clugios;  pero  el  SC7 
EÍpr  Torres  Amat  se  habia  puesto  á  cubierto  de  tal  re- 
Briminacion,  habiendo  rogado  muy  de  antemano  á  la 
Boogregacion  del  liulice  se  dignase  decretar  el  examen 
desu  Biblia,  protestándole  su  disposición  á  corregir  cual- 
gnier  defecto  que  pudiese  haberse  escapado  á  su  inteli-r 
gjBncia  y  resultase  contrario  á  la  doctrina  de  la  Iglesia.  A 
principios  de  1825  tuvo  el  sabio  traductor  el  consuelo  díe 
llj>er  por  el  secretario  del  nuncio  de  S.  S.  en  España^ 
gae  su  Biblia  se  estaba  revisando  de  orden  superior ,  y 
pie  el  cardenal  Gregorio  era  el  presidente  de  la  comisión 
iMmlMrada  al  intento.  £1  señor  Torres  Aout.  escribid  al 
BKuneDto  i  3ü  BauM.  uuuúfestandoiQ  loi  ^vtm  &MKM  ^ 


6 

disposición  en  que  se  hallaba  de  corregir  todo  cuanto  la. 
congregación  conceptuase  á  propósito  y  justo,  mififfiM  fo-' 
ioslo»  prelado»  de  E»paña,  decía  en  su  escrito,  lanMai^ 
gallado  conforme-  El  cardenal  Gregorio  le  contestó  en  28 
ve  febrero  de  1826  que  su  carta  habia  sido  presentada  a 
la  congregación. 

«Finalmente,  en  noviembre  de  182?,  el  Emmo.  sefior 
cardenal  y  nuncio  de  S.  S.  en  España,  el  señor  de  Tiberi 
le  dio  conocimiento  del  resultado  del  examen  conchiido 
por  la  congregación  del  índice^  que  consist  a  en  dos  ob- 
servaciones que  podrían  tener  presentes  en  la  senada 
edición.  La  primera  que  añada  alguna»  nota$\  y  hamea- 
do  rogado  al  nuncio  le  designase  los  parajes  de  la  tradoe- 
cion  que  mas  necesiten  ser  aclarados,  le  contestó  el  pre- 
lado: Vd,  mi»mo  debe  eleairlo».  La  segunda  observados 
espresaba  solamente  el  deseo  que  tenia  la  congregadon 
del  índice  de  que,  en  caso  de  veiifícarse  la  segunda  edi- 
ción ,  espresasc  el  autor  en  el  prefacio  la  dUcrecion  con 
que  los  fíeles  deben  leer  la  Biblia  en  lengua  vulgar;  T  . 
que  demostrase  que  esta  lectura  no  es  necesaria  a  cada 
cristiano  en  particular.  Lo  cual  fué  cumplido  en  la  se- 
gunda edición  de  1834. 

» Fernando  Vn  manifestó  al  traductor,  en  decreto  de 
28  de  abril  de  1829^  su  complacencia  por  la  tradaedoa 
de  la  Biblia^  y  le  ordenó  procediese  á  ordenar  bajo  el 
cuidado  y  censura  del  cardenal  arzobispo  de  Toledo.  B 
sefior  Torres  Amat  habia  tomado  ya  sus  aisposicionea  para 
su  segunda  edición  en  Barcelona ,  y  habia  obtenido  taoi* 
bien  Tas  licencias  necesarias  del  limo,  señor  obispo  de 
aquella  diócesis;  pero  deseando  dar  un  nuevo  testimonio 
de  sumisión  al  soberano,  prescindió  de  su  gusto  y  prepa* 
rativos  por  conformarse  á  los  deseos  de  S.  M.,  y  laes- 

Sresada  edición  se  hizo  en  Madrid  bajo  la  vista  del  caf-- 
anal  Inguanzo,  que  antes  habia  hecho  examinarla  UUis 
tor  un  teólogo  muy  versado  en  las  lenguüs  griegas," he* 
rea  y  árabe,  y  por  otros:  de  modo  que  la  Biblia  iA 
R.  obispo  de  Astorga  goza  en  el  dia  do  publicidad  sin  ht- 
her  snirido  una  etvuivetida  de  como  salió  de  m  pluma. 


ü  espafioles  la  han  acogido  con  placer,  y  iodos  los  Bre- 
|06  las  recomiendan  á  sus  curas.  £1  cardenal  de  ¿re- 
írlo tenia  razón  de  decir  al  conde  de  Sobradiel:  «La 
bUa  del  scAor  Torres  Amat  hace  honor  á  Espafia:  cuan- 
I  Vd.  le  vea  dígaselo  Yd.  asi  de  mi  parle.» 

»  Tal  es  la  historia  de  la  Biblia  del  sabio  aclual  obispo 
p  ALSlorga ,  cuja  obra  propagan  en  Espafia  los  meló- 
ktas  después  de  haberla  desfigurado. 

» El  señor  obispo  de  Aslorga  publicó  una  pastoral  al 
bImo  y  fieles  de  su  diócesis  en  18  de  mayo  último. 
«YleiHio»  dice  en  ella ,  que  cunde  cada  dia  mas  entre  el 
fVMblo  la  lectura  de  la  Biblia  en  espafiol,  v  que  en  las 
tfidones  estranjcras »  )'  hasta  en  las  que  se  han  hecho  en 
Barcelona  y  otros  puntos ,  se  han  suprimido  los  libros  de 
Voblis,  de  Judit,  la  Sabiduría,  el  Edenart,  Barach  y 
hl  Macabeos ,  ha  crcido  de  su  deber  recordar  a  todos  que 
Ift  Jg'esia  prohibe  con  justicia  la  lectura  de  tales  Bi- 
^s.»  Reclama  en  seguida  contra  el  sistema  de  algunos 
^108»  pero  impios  en  el  fondo,  ^ue  pretenden  formar 
'^  Iglesia  humana»  como  si  la  divina,  fundada  por  Jesu^ 
^to,  no  fuese  suficiente.  S.  I.  había  ya  comnatido  su 

Ciuncion  en  la  pastoral  de  11  de  setiembre  anterior, 
ste  en  su  propósito  en  la  ultima,  lamentándose  del 
dKuo  con  que  se  introducen  del  estranjero,  y  aun  se  pu- 
ttcan  en  España,  no  solo  Biblias  en  castellano  y  sin  notas, 
^  los  libros  mas  imnios  j  obscenos.  Este  diluvio  acar- 
Piara  la  disolución  de  los  estados  monárquicos  y  republi- 
)#D0S.  La  religión  de  Jesucristo  abraza  todas  las  nacio- 
lef  t  sin  que  les  ha  ja  prescrito  ninguna  forma  determi- 
pdt  de  gobierno;  pero  los  malos  libros,  ahogando  en 
M  corazones  las  semillas  de  la  religión ,  precipitan  á  la 
¡arepa  a  pasos  agigantados  á  confundirse  en  la  barba- 
iet  81  el  cielo  no  se  apiada  de  nosotros.» 

«Unidad  firme  en  la  fe,  libertad  en  las  opiniones, 
n  separarse  no  obstante  de  la  religión  católica  y  caridad 
«ogélica  en  todo  lo  demás ,  tal  debe  ser  la  divisa  del 
iitiano  en  concepto  del  obispo  de  Astorga;  en  cuya 
iMMtraoion  raciocina  desde  luego  con  docVdti%»  \kt^^ 


pit 
ha! 


I 


8 

ias  para  tocar  el  corazón  de  los  fieles.  Clon  este  moÜTO 
bla  de  la  corrección  fraternal  y  de  las  precauciones 
co^  qne  debe  empicarse.  La  privación  de  sepaltnra  ecle* 
siásticá  y  cscomunion  que  pueden  fnlminarse  á  nn  feli- 
grés ,  considera  cl  prelado  que  son  casos  espinosos  pan 
un  pastor,  y  en  su  dictamen  deben  eludirse  tan  esUreioMM 
correctivos  con  el  celo  y  la  prudencia.  Espera  que  loi 
ue  desconocen  la  religión  en  el  dia ,  y  que  no  compres- 
en  los  beneficios  del  sacerdocio^  saldrán  de  sos  pre- 
ocupaciones cuando  la  negra  tempestad  de  la  revoImoB 
se  ¿abrá  disipado :  verán  entonces  todo  lo  que  hace  na 
buen  sacerdote  en  su  parroquia.  Allí  es  donde  debe  lé- 
gnirsele  y  observársele,  esto  es,  asistiendo  al  menesteMO 
y  consolando  al  desgraciado.  Este  mismo  cura  es  pobre  j 
no  se  queja.  Si  todos  no  son  así,  ¿no  tienen  la  culpa,  bajo 
muchos  aspectos ,  esas  gentes  que  se  llaman  del  gran 
mundo,  quienes  procurando  su  corrupción,  declarándole 
enemigos  del  clero,  lo  exasperan,  lo  infaman,  y  le  ins- 
piran sentimientos  opuestos  á  la  caridad  de  su  estado? 

»EI  prelado  quiere  que  se  tributen  alabanzas  al  Todo- 
poderoso por  haber  puesto  al  pueblo  español,  y  sobretodo 
a  su  clero,  en  el  crisol  dé  la  tribulación.  Dice  que  el  pidre 
de  la  discordia  se  place  en  turbar  tas  conciencias,  sem- 
brando dudas  sobre  la  validez  de  la  bula  de  la  santa  Cra- 
zada ,  cuyo  comisario  general  ha  mandado  circular  coi 
la  autorización  de  la  silla  apostólica.  Cualquiera  otrabolt 
es  inválida^  y  su  circulación  es  una  invasión  á  laaatori' 
dad  episcopal. 

»EI  señor  obispo  se  felicita  por  otra  parte  de  los  felices 
resultados  de  las  instrucciones  familiares  hechas  por  los 
curas  en  conformidad  al  catecismo  de  Trente.  Dirige  á  su 
clero  estas  palabras  de  san  Pablo :  Atiende  Ubi  et  doctrino. 
Las  reflexiones  y  los  consejos  del  piadoso  obispo  aonii- 
cian  tanto  celo  y  prudencia  como  caridad.  Se  lameotade 
que  sus  años  y  posición  le  priven  de  visitar  las  parro- 

3uias,  como  habia  empezado  á  verificar  á  los  dos  meses 
e  haber  tomado  posesión  de  su  silla.  Cree  que  Dios  Tol- 
Ycrá  á  la  paz  á  su  pueblo  luego  que  lo  haya  purificado. 


9 

««Tales  sentimientos  y  tal  doctrina  hacen  honor  aVcelo 
j  ptodad  del  respetable  obispo. 

^  '  »En  un  comunicado  inserto  en  la  Gaceta  de  Madrid^ 
lémitido  desde  Lisboa^  y  suscrito  por  una  persona  que 
ié iiititolaba  el  Amigo  de  la  verdad,  se  dice  que  para  la 
biipfesion  do  la  Biblia  traducida  se  enviaron  desde  el 
IBDndado  de  Yorck  en  Inglaterra  crecidas  sumas  al  sefior 
Torres  Amat ,  que  le  fueron  pagadas  de  orden  del  comu- 
nicante por  unos  banqueros  de  Madrid.  El  redactor  de 
Ift  Gaceta  de  Madrid ,  k  quien  se  dirigió  el  mencionado 
ttamunicado,  se  apresuró  á  insertarlo  en  dicho  periódico, 
dindo  sobre  su  contenido  las  esplicacionos  siguientes,  á 
\tA  que  nada  tuvo  que  replicar  el  Amigo  de  la  verdad. 
'<  »En  vista  de  este  comunicado  juzgamos  que  no  será 
Ibera  de  propósito  el  enterar  á  nuestros  lectores  de  las 
razones  que  tuvimos  para  decir  en  nuestro  número  1832 
^e  el  limo,  señor  obispo  de  Astorga  publicó  á  sus  es- 
'ipensas  la  versión  de  la  santa  Biblia  impresa  en  Madrid 
«ü  1823. 

» Tenemos  por  cierto  que  habiéndose  estendido  en 
este  año  y  en  el  de  1824  la  fama  de  dicha  obra  entre  los 
j^testantes  ingleses,  por  medio  del  anuncio  que  de  ella 
Ée  dio  en  la  Gaceta,  y  los  elogios  de  algunos  emigrados 
españoles,  muchos  de  ellos  protestantes  del  condado  de 
Yock  ,  y  un  considerable  número  de  comerciantes  ingle- 
ses y  españoles  ,  establecidos  en  otros  puntos  de  la  isla, 
ée  suscribieron  á  la  versión  del  señor  Torres  Amat ,  con 
lo  cual  prosperó  la  edición  hasta  el  punto  de  venderse  á 
un  precio  tan  moderado,  que  ru6  ja  entonces  el  libro 
mas  barato  que  se  vendia  en  España. 

» Sabemos  ademas  que  para  costear  aquella  edición 
bastaban  1500  suscritores ,  y  que  las  suscriciones  de  In- 

5 latera  no  pasaron  de  unas  300;  es  pues  evidente  que 
an  en  el  caso  de  suponer  que  la  versión  se  imprimió, 
Üo  á  espensas  de  su  autor,  sino  á espensas  de  los  suscri- 
tores á  ella,  lo  que  no  está  admitido  en  el  coinun  len- 
Kaje  ,  no  fueron  los  protestantes  del  condado  de  Yorck 
i  que  principalmente  concurrieron  á  dicho  fin,  como 


10 

parece  indicarlo  el  Amigo  de  la  verdad  *  didenéo  q|iie  m 
costeó  el  señor  Amat  la  obra ,  porque  le  fueran  remtUúi 
crecida»  »umas  de$de  Inglatera  para  tan  laudable  objelo.Y 
repetimos  que  estas  crecidas  sumas  fueron  el  prodoeto 
de  las  suscriciones  recogidas  en  el  condado  de  Vorck. 

» Terminaremos  este  asunto  recordando  á  los  ledom 
lo  que  espone  el  mismo  señor  Amat  en  una  de  sus  P»»- 
torales ,  que  habiéndole  ofrecido  algunas  sociedades  as- 
iranjeras  el  costear  la  edición  $i  euprimia  iodae  loe  nele», 
no  quiso  acceder  á  tal  proposición  por  varias  ranM 

Jue  respetaron  los  sabios  protestantes  Ch...  y  L...  Y  ala* 
iremos  que  la  circunstancia  de  ser  amigo  suyo  el  prioa- 
ro«  hizo  que  el  ilustre  prelado  no  declamase  abiertamaale 
contra  las  Biblias  españolas  sin  notas ,  coya  corrupcioi 
se  atribuye  á  los  memnonitas. 

»Eslo  sabemos  relativamente  á  la  versión  del  seiior 
Amat ;  de  lo  cual  resulta  claramente  que  en  la  edicioi 
de  la  Biblia  ilustrada  con  notas,  no  tiene  la  menor  psrlé 
sociedad  bíblica  ninguna ;  que  los  señores  protestanlas 
del  condado  de  Yorck  han  contribuido  como  iodos  los 
demás  suscritores  á  la  propagación  de  esle  precioso  Uhnit 

Íque  al  crecido  número  de  sus  suscriciones,  que  taalo 
onor  hacen  á  los  protestantes  ingleses,  se  debe  en  gfiB 
parto  el  venderse  desde  entonces  tan  barata  la  Biblia  es- 
pañola y  el  haber  distribuido  su  autor  mas  de  150  ejeiD- 
piares  gratis  en  eslos  años  últimos,  haciendo  asi  una  ver- 
dadera limosna  espiritual^  aun  cuando  las  300  suscricioDes 
de  Inglaterra  no  fuesen  necesarias  para  imprimirla.! 

Hay  otras  circunstancias  interesantes  por  demás,  qns 
demuestran  las  diGcultadcs  que  halló  el  señor  Amat  pira 
hacer  las  dos  ediciones  de  su  Biblia  traducida ,  los  medios 
que  se  empleaban  para  impedir  su  publicación ,  y  las 
ideas  de  los  que  contrariaban  esta  empresa ,  que  en  con- 
cept)  de  estranjcros  ilustres,  jueces  competentes  en  h 
materia,  tanto  honor  hace  a  la  nación,  como  acabamos  da 
ver  en  el  escrito  que  hemos  reproducido.  En  abril  da 
1823  princinió  á  imprimirse  el  Muevo  Testamento.  Coaii' 
do  por  octubre  de  a(\\x^V  titko  nc^Vn\(^  ^\  t«^  de  Gádíxv  tafO 


11 

a  honra  de  presontarlc  d  tomo  primero  <fe  au  tradaccioiiv 
antregando  ademas  tros  ojomplarcs  al  scflor  nancío,  que  i 
la  aazon  era  el  cardenal  jfiisliiiiani;  de  los  cuales  uno  de- 
bía dirigir  á  Su  Saiitidail. 

Olro  iba  destinado  pnra  el  espresado  Sr.  nuncio,  j 
)1  tercero  para  su  secretario  Cadolino.  Era  este  un  joven 
iaatanle  introducido  en  In  corte ,  que  morccia  toda  la 
M>nfianza  del  duque  del  Infantado,  que  no  carecía  deba- 
HÜdiid  para  dirigir  una  intriga ,  y  que  no  reparaba  en 
nedios  cuando  se  trataba  de  servir  los  intereses  de  au 
:6rte,  para  lo  cual  anheliiba  las  ocasiones  do  contraer 
néritos.  Un  ailo  antes  habia  propuesto  con  afectado  can- 
tor al  Sr.  Torres  Amat  que  presentase  á  S.  S.  el  manus- 
srito  de  su  traducción.  No  convino  en  esto  aquel  sabio, 
emiendo  con  b.stantc  fundamento  que  el  objeto  de  este 
MjBO  fuese  impedir  la  [tubiicacinn  de  aquella,  rebatiendo 
ndeRr^idamente  el  manuscrito.  Con  el  mismo  Fin  no  dejó 
jildolino  de  emplear  otros  medios,  y  al  efecto,  y  apenas 
upo  el  buen  6xito  del  piimer  tomo  ,  que  aseguró  desde 
liego  á  la  obra  mas  de  niil  suscritorcs ,  escribió  á  Roma 
f  consiguió  aue  el  cardenal  secretario  de  Estado  J.  So« 
naglia,  escrioiese  al  Sr.  Torres  Amat,  de  orden  de  S.  S. 
nandándolc  (pnecipirmis)  que  presentase  al  nuncio  de 
Madrid  todo  lo  (¡ue  faltaba  imprimir  de  la  versión  de  la 
Kblia,  para  que  fuese  examinado,  y  obtuviese  la  corres- 
H>ndiente  licencia  antes  de  su  impresión  Iba  á  princi* 
liarse  la  del  tomo  quinto  ,  que  es  el  de  los  Profetas,  y  ya 
i.  S.  seis  meses  antes  habia  mandado  al  nuncio  que  en 
tu  nombre  diese  las  gracias  al  traductor  por  el  ejemplar 
leí  tomo  priuutro  impreso  en  el  año  anterior,  y  que  el 
lantiflimo  adre  Phabia  recibido  con  benevolencia,  como 
ina  muestra  del  respeto  filial  y  do  la  intima  adhesión  del 
ir.  Torres  Amat.  Tuvo  este  mocha  complacencia  en  in* 
«rtar  la  carta  indicada  en  el  tomo  segundo  del  Antiguo 
restamento.La  publicación  de  esta  carta  exasperó estraor- 
linjiriamcntc  al  secretario  Cadolino,  que  habla  concebido 
El  idea  do  que  en  Roma  se  entretuviese  el  examen  de  los 
omos»  qne  habia  enviado  anteriormente,  (lCiXIMaAq \% 
Tosfo  VíJh  Vi 


15   . 

versión  de  demasiado  libni  y.  falta  de  notas  ^  V  Ae  ((def$ii- 
dciraba  demasiado  en  los  prólogos  la  neúesiaad  de  ía  íec- 
tura  para  todos  ¡os  fieks. 

Apenas  el  Sr.  Torres  Amat  recibió  la  orden  que  he- 
ñios indicado,  pasó  á  ver  al  Sr.  nuncio  ,  á  quien  ya  he- 
ñios nombrado  ,  persona  do  nobles  y  honradisimos  senti- 
mientos, á  quien  manifestóla  sorpresa  que  le  causaba d 
mándalo  pontificio,  que  como  comi  ionado  de  S.  Jf.  de- 
bí^ ante  todo  darle  cuenta  y  trasladarle  la  carta,  qiae  de 
orden  de  S.  S.  se  le  habla  dirigido  desde  Roma  poroiHH 
dpcto  del  espresado  Sr.  nuncio:  añadió  que  según  le  ka* 
bi^  manifestado  el  Sr.  Puig  ,  decano  del  Consejo  de  Cai- 
tílla,  no  podia  pedir  licencia  á  nadie  fuera  del  reino  pan 
imprimir  su  Biblia  traducida,  sino  solamente  al  ordinario 
eclesiástico  ,  y  que  obtenida  la  de  éste  debia  solicitar  U 
4el  rey.  No  se  ocultó  á  la  prudencia  del  Sr.  Nuncio  qae 
si  el  Sr.  Torres  Amat  daba  algún  conocimiento  al  golNe^ 
DQ  de  la  orden  de  Roma,  podrían  suscitarse  conlestaciih 
nes  dosagradabl  s  en  el  Consejo  de  Castilla ,  como  san- 
dio cuando  el  espresado  P.  Scio  imprimió  su  versión,  sn 
mas  licencia;,  por  orden  del  rey ,  que  la  de  la  int|uisÍGÍ<w 

Íorestoel  P.  Scio  no  dirigió  ninguu  ejemplar  allanto 
^adre,  como  aparece  del  breve  que  rccÍD¡ó  á  consecoei' 
cia  de  haberle  enviado  un  ejemplar  de  la  segunda  edido^ 
cuyo  breve  se  halla  impreso  al  principio  de  ella. 

£1  ««ecretario  Cadolíno  hizo  que  el  nuncio  oficiase  al 
redactor  de  la  Gaceta,  que  entonces  era  D.  JoséDoazo, 
con  el  objeto^de  que  manifestase  en  el  periódico  oficial, 
que  en  la  carta  de  gracias  que  se  habia  escrito  al  Sr.  Tor- 
res Amat  en  nombre  de  S.  S.  ,  y  que  se  habia  publicado 
en  la  misma  Gaceta,  no  se  espresaba  que  ol  Papa  sebo- 
biese  complaoido  con  la  traducción  de  la  Biblia.  Se  iwS- 
caba  al  redactor  de  la  Gaceta  la  necesidad  de  desbacerh 
equivocación  que  pudiera  sugerir  la  carta  j  las  espresio- 
nes d.^  gratitud  del  traductor.  Fueron  y  vinieron  oficios; 
Cadolino  fue  en  persona  ú  hablar  al  redactor  de  la  Gac^  I 
táf  á  quien  estrechó  por  cuantos  medios  pp  Ja  joferiA  Ij 
lu  decidido  em^^&o.lL^^\x*s^\A<;^^^^T«Du«zocoiiMCÍ^  1^ 


15 

constancia  de  no  poder  insertar  la  nota  que  se  le  presen- 
taba sin  permiso  osproso  do  la  socrotnria  de  Estado,  cuyo 
mayor  examinaba  y  aprobaba  manto  etttoncesse  insería* 
ba  en  el  periódico  do!  |robierno,  se  ofreríiS  el  espresado 
Cadolino  á  allanar  oslo  paso,  como  persona  de  tanto  in- 
flujo en  la  misma  secretaria  v  con  el  ministro  de  Estado, 
duque  del  Infantado;  pero  la  maña,  honradez  y  iirmeía 
del  barón  de  Oastiol,  (|ue  á  la  sazón  era  mayor  de  la  se- 
cretaria, desbarataron  esta  intriga  ,  haciendo  que  pasa- 
sen al  Consejo  de  Castilla  los  oficios  del  nuncio  y  el  arti- 
culo de  la  (jacet.i  á  que  estos  se  referían.  El  Consejo, 
ante  quien  el  nuncio  no  se  presentó  en  justicia,  sepultó 
el  espediente,  quedando  el  Sr.  Torres  A  mal  libre  do  la 
obligación  de  defenderse  :  sin  embarco  de  esto,  y  llevan- 
do 8U  delicadeza  hasta  el  estreñí » ,  presentó  al  Consejo 
UD  escrito  en  defensa  de  su  conducta,  á  cuyo  escrito  na- 
diie  hul)o  que  se  atreviese  á  contestar. 

Irritado  con  esto  Cadolino,  y  mas  todavia  con  la  ma- 
or  aceptación  que  cada  dia  iba  adquiriendo  la  versión 
el  Sr.  Amat,  discurrió  otro  medio  para  impedir  su  cir- 
culación ,  cuyo  me  io  consistía  en  valerse  de  los  obispos 
de  España,  evlioriándolos  para  qjese  manifestasen  contra- 
rios á  la  Biblia  traducida  por  el  Sr.  Torres  Amat,  y  apro- 
Tcchando  la  ocasión  de  dirigirles  una  circuí  ir  i^  que  so 
les  prevenía  la  prohibición  (|ue  acababa  de  publicarse  en 
liorna  de  la  ley  Ajoraría  de  JoveIl..nos  y  de  la  Teología  do 
León ,  recomendándoles  al  mismo  tiempo  que  protegiesen 
ana  cuesta  que  tenia  por  obieto  reedificar  una  iglesia  en 
Italia;  después  de  firmadas  las  circulares  por  el  dr.  nun- 
cio,  y  puestas  las  cubiertas,  se  entretuvo  Cadolino  en 
ir  abriendo  los  pliegos  con  el  auxilio  de  un  amanuensjS 
para  poner  en  cada  una  <le  aquellas  una  postdata  relativa 
a  la  obra  que  nos  ocupa.  Esta  operación  la  presenció  un 
lUgcto  de  la  grande/a,  que  por  acaso  se  hallaba  presen- 
te» y  que  se  enteró  de  ella. 

A  pocos  días ,  como  no  podía  menos  de  suceder  ,  re- 
cibió el  Sr.  Torres  Amat  carta  de  un  prelado,  j  suce&i- 
TAmente  do  otros  ykríos  que  le  manifoslabau  \^  v^t\«t«^^ 


í 


14 

que  les  habia  cansado  la  posdata  de  qoe  jra  se  ha  hecho 
mención.  Ücsdc  luego  los  obispos  conocieron  que  este 
paso  debe  ia  S(^r  una  intri;2:.i  de  los  que  no  gustaban  i^ue 
se  leyese  la  Biblia  en  l(*n^iin  vulgar.  Se  suponía  adciiuis 
que  el  Sr.  Torres  Amal  iiabia  dicho  ya  en  el  anuncio  de 
la  Gaceta  ,  ya  en  algún  tomo  de  su  versión,  que  5.  S. 
habia  aprobado  nú  versión  de  la  Híblia.  Lo  mas  cierto  era 
que  algunos  pretendían  dar  á  la  earla  pontilieia  el  sentido 
mas  contrario  á  su  espíritu  y  iri  s  absurdo  ,  dando  á  en- 
tender que  babia  sido  desnpr(»bada  por  S.  S. ,  cosa  que  no 
tenia  el  menor  fundamento.  Kl  traductor  de  la  Biblia  lu- 
bia  procedido  con  tanto  candor  y  sana  intención,  qne 
•n  cada  tomo  suplicaba  á  los  lectores  que  le  advirtiesen 
cna^esíiuiera  fallas  que  encontrasen. 

En  vis  a  de  las  cartas  cjue  recibió  el  Sr.  Torres  Amit 
se  presentó  al  Sr.  nuncio,  cardenal  Justiniani,  á  quien 
halló  con  el  lomo  de  las  notas  entre  sus  manos.  Después 
de  recibir  afectuosamente  ni  traductor  ,  le  dice  : 

—-¡Oh!  Ya  estará  Vd.  descansado  y  lleno  de  satislic- 
cion^  pues  terminó  su  gran  obra. 

— Señor,  le  contestó  el  Sr.  Torres  Amat;  estoy  Heno 
de  amargura ,  y  vengo  á  saber  de  Y.  Eminencia  la  causa. 

— ¿Pues  quíí  hay? 

— Dígnese  V.  Eminencia  escuchar  lo  que  me  escribe 
un  Sr.  ouispo. 

Después  que  oyó  la  carta  ,  dijo  ron  tono  resuello: 

— Eso  es  fingido  ,  yo  no  he  escrito  tal  cosa.  Aprecio 
mucho  á  V.  y  le  he  signilicado  varias  veces  el  gusto  con 

2ue  leo  su  versión:  ahora  mismo  leía  la  nota  lelativa  á 
racia ,  en  la  que  admirnlia  cómo  se  libra  Vd.  de  los  psr* 
tidos  de  esí'uela  ,  y  lo  celebraba  mucho.  ;Gómo  bibia 
de  haber  puesto  yo  tal  posdata! 

Como  el  Sr.  Amat  le  signilicase  que  lo  mismo  le  co- 
municaban otros  varios  prehnlos,  añadió: 

— Aseguro  á  Vd.  hajo  mi  palabra  de  honor,  que  no 
he  firmado  tal  posdata. 

El  Sr.  Amat  creyó  prudente  y  delicado  no  insislirinis 
ea  este  particular.  La  irritación  y  el  enojo  de  Cadolino 


15 

serinn  grandes  si  el  Sr.  nuncio  lo  reconvino  »  como  era 
consiguiente;  pero  disimuló. 

No  delKMuos  pasar  en  silencio  olra  tentativa  que  este 
secretario  einpleí)  alp;unos  días  antes ,  y  en  la  que  se  acre- 
díf  1  su  caráeter  y  el  espírilu  que  lo  animaba.  Cuando  el 
Sr.  Torres  Amal  le  presi  nt6  el  lomo  noveno,  que  contiene 
las  notas,  lo  ahra/.ó  a(|ucl ,  -o  Ixvsó  y  prorumpitS  en  mil 
alaban/as  diri^^idas  al  Ir.uluclor  ,  eonelujendo  con  decir: 

—  Ahora  deben  darlo  á  Vd.  un  buen  obispado! 

— Sr.  1).  Ij^nacio  ,  rc|)Uso  el  Sr.  Torres  Amat ,  á  Vd. 
y  al  Sr.  nuncio  les  consta  (|Ui'  no  deseo  ser  obispo,  y  que 
loe  considero  felix  siendo  sacrista  de  Barcelona  ;  lo  qijie 
deseo  es  que  Vd.  me  conserve  su  apreciable  amislad,  y 
me  comunique  cuanto  sepa  para  mejorar  la  versión  en  la 
legunda  edición  que  lue^o  habré  de  hacer;  ¿  igualmente 
Ifiis  advertencias  que  ha^aa  áltennos  sabios  de  Roma. 

Ya  se  marchaba  el  Sr.  Amat,  cuando  Gadolino  lo 
llamó  diciéndole: 

—  £q  un  momento  pondrá  Vd.  una  iirma  en  la  prí- 
nicra  plana  del  espediente  de  la  censura  que  mandó  ha- 
cer el  Sr.  nuncio  ,  y  (jue  tanto  honra  á  Vd.  ,  porque 
los  censores  elogian  nuicho  la  \ersic)n.  Ahí  están  la>  cua- 
tro líneas  en  que  pide  Vd.  á  S.  Kminencia  la  licenciA, 
y  en  seguida  la  censura,  etc.  Ponp;.»  Vd.  Félix  Torres 
Amatj  y  su  rúbrica  nada  mas:  y  por  este  correo  enviaré 

.á  Boma  este  espediente. 

— Sr.  D.  I«>nacio,  ¿(|né  me  dice  Vd.?  contestó  el  so- 
ffor  Torres  AumI  ;  ¿,  no  qiiedé  con  S.  Kminencia  en  que 
la  censura  era  confidencial  y  solo  con  el  objeto  de  cum- 
plir la  orden  del  c.^rilenal  s.cretario  de  lüstado  ,  en  que 
80  inc  manda  pedir  la  licenci  i  y  oblene;  la  aprobación 
del  nu'H'io  de  S.  S  ?  ¿No  he  dicho  á  Vd.  que  el  decano 
del  Consejo  de  (iaslilla  me  ha  manifestado  que  faltaría 

Í^o  gravement  -  á  las  leyes  del  reino  si  pidiese  bajo  mí 
irtna  una  licencia  formal  ,  después  d  *.  la  que  me  con- 
cedió el  cardenal  ai/ob¡  po  de  Toledo  ,  en  virtud  de  la 
real  comisión  de  censura  que  se  creó  en  18i7  y  \iQ«tiQH 
rkytmetite  de  la  junta  diocesana  de  ift^'^*! 


16 

A  estas  palabras  no  pudo  disimular  sa  enojo  Gadoll- 
no,  y  volvió  las  espaldas  al  Sr.  Torres  Amat ,  diriéndole: 

— Ahora  veo  que  realmente  no  es  Vd.  afecto  al  ro- 
mano Ponlífice  como  ya  me  habían  dicho. 

A  esto  contestó  elSr.  Amat  con  firmeza:  ^ 

— Lo  soy  tanto  ó  mas  que  Vd. ;  peni  al  mismo  tiem- 
po que  crisliano  soy  español ,  y  cuando  tuve  la  dicha  de 
ser  católico f  apostólico  ,  romano,  no  quedé  libre  deU 
obligación  de  observar  las  leyes  de  España. 

El  Sr.  Amat  se  retiró  entonces  sin  hablar  mas  pala- 
bra. Se  presume  que  desconfiado  de  poder  enviar  este 
espediente  á  Roma,  que  en  verdad  era  un  nuevo  avance 
de  su  autoridad ,  preparó  el  medio  de  la  posdata  de  que 
ya  hemos  hablado.  Tanto  esta  como  la  circular  qoele 

Srecedia^  era  justo  motivo,  en  concepto  le  los  consejeros 
e  Castilla  Puig ,  Hcvia  y  Torres  Cónsul ,  para  que  Does- 
tro  gobierno  reconviniese  enérgicamente  al  nuncio  de 
S.  S.  Se  cree  también  que  en  vista  de  esto  procuró  Ca- 
dolino  que  se  pasase  en  Roma  la  traducción  del  Sr.  Amat 
al  examen  de  la  congregación  del  índice^  que  ^d  la  me- 
nor noticia  del  traductor,  declaró  que  era  corriente ^ ha- 
ciendo solo  tres  advertencias  por  si  llegaba  el  caso  de 
que  se  reimprimiese. 

Ya  se  ven  los  embarazos  que  se  oponían  á  la  publi- 
cación de  esta  obra ,  y  los  disgustos  causados  al  sabio  y 
virtuoso  tniductor.  Con  razón  le  escribía  su  venerable 
tio,  el  arzobispp  de  Palmira:  a  Harto  trabajo  tendrás  pd 
acabar  de  imprimir  tu  Biblia. d  También  Cadolino  per- 
siguió á  este  sabio  prelado  por  medio  de  un  espediente 
escandaloso  que  le  suscitó^  y  cu^o  espedi  nte,  por  amor 
á  la  iglesia  de  Roma  no  se  ha  impreso,  pue<  daria  so- 
brado motivo  para  que  los  protestantes,  cismáticos 6 im- 
{ios  censurasen  duramente  la  conducta  de  aquella  corte, 
as  persecuciones  que  Cadolino  suscitó  al  señor  arzo- 
bispo, llenaron  de  amargura  el  corazón  de  este,  como 
se  insinúa  en  la  historia  de  su  vida,  y  lo  ocasionaroD  Ia 
muerte. 

Habiendo  pasado  i^omakCsiioUnovCoiitinaó  baciei- 


df  crii4?  {[uerra  á  la  Biblia  traducida.  El  spñor  inii^aaiir- 
ib's  Quispo  ¿c  Zamora,  h.ibiá  aniíAictó'  á1  'seflbr  Tórifes 
Amat  á  qiie'coiiliiuiaso  sus  Irabnjos  biblici  s.  Poro  noiñí- 
prado  csic  dospuo»  arzobispo  de  Ttdodo,  y  clovado  á'ía 
dignidad  cardonalicia,  bi/o  cuan  o  pudo  para  que  no  so 
yfjnpcaso  la  2."  o  .icion.  A  pesar  de  bi  órdeu  del  rey» 
DÍrocuró  nombrar  un  nuevo  eensor,  á  quien  se  previno 
por  el  señor  Corlina  que  no  se  apresurase  á  despachar 

!f^,  lomo  que  se  le  habia  pasado.  Por  manera  que  proycc- 
tfindose  la  2.*  edición  en  el  año  de  30,  se  halfuba  parada 
L  impresión  en  el  de  <?.'),  por  baber  nombrado  el  arzióí- 
ispo  \  guan/o  oíros  nu(*vos  censores,  que  eran  un  padre 
fí  Porlacieli  y  un  canónigo  de  To  edo,  K  quienes  se  pá- 
«fJtHiá  los  lomos  iiu.'  aprobaba  el  primer  censor,  el  saDJo 
padre  Vera,  bábil  profesor  de  hebreo,  griego  y  árabe, 
ujrinconado  y  oscurecido  por  liberal  ó  janscoisla.  tin 
looO  fué  nombrado  con  muebo  secrelo  pa:a  el  encardo 
^  encaminar  y  censurar  la  traducción  de  la  Biblia.  Por 
^s  instancias  que  hizo  ni  señor  ar/obispo  Inguanzo  el 
jypQor  Torres  Amal,  jamás  quiso  decir  aquel  quién  era  bl 
Ninsor.  El  traductor  deseaba  saberlo,  para  promover  el 
ibqpacho  de  la  censura ,  y  para  facilitar  las  dílicullad'cs 
le  esla,  manifestaniio  al  censor  que  pasaría  y  se  soni^- 
ériá  por  todas  las  correceiones  que  hiciese  en  la  prime- 
j|..ediGÍon.  Como  manifestase  esto  por  escrito  el  Iradub- 

J>r  al^fior  arzobispo ,  le  dijo ;  «¿y  quién  sabe  si  pondrá 
giin  disparale?» 

.  — Señor,  le  repciso  el  traductor,  la  Biblia  mía  hace 
éis  años  que  corre  por  España.  En  ese  cuad  rno  están  las 
ifurlas  de  70  prelados  ,  que  le  dan  la  presunción  de  que 
10  hay  en  ella  errores,  ni  sapos  ni  culebias.  Si  en  ^la 
!/ edición  se  introd'üce  alguno,  no  será  mia  la  culpa, 
Ifio  de  los  nuevos  cc^nsores  que  V.  Enuna.  ha  escog^ido. 
.  Bastó  eslo  para  ccmocer  que  la  traducción  de  la  BiuUa 
lO  merecía  ya  la  protección  del  cardenal  arzobispo. 

Supo  el  señor  To.rres  Amal  que  en  la  tertulia  del  cí- 
qjaao  do  cámara  Tu.rlán,  uno  .4c  ^^^  palaciegos  de  aauel 
9lÍl^.i;S9  jl^hia  diclio  que  en^UAConye^to  le  a^o^tUbw 


18 

la^  cuentas  al  tradactor  de  la  Biblia «  por  quien  saina  mas 
que  61  de  griego  y  de  hebreo,  y  aue  no  se  haría  la  2.^  edi- 
ción, pues  según  decian  aun  sobraba  la  del  P.  Scio.  Cod 
este  dalo  y  deseando  saler  quién  era  el  censor,  pues 
entonces  lo  ignoraba,  principió  el  señor  Torres  Aniat  í 
terifícar  las  fnas  activas  diligencias,  habiéndolo  deseo- 
bierlo  á  muy  poco  tiempo,  pues  la  circunstancia  de  saber 
griego  y  hebreo  no  era  á  propósito  para  comprender  i 
mucnos  regularen  y  pro  lucir  confusión.  Habiéndosele  £• 
rígido  á  la  Yicloria ,  y  encaminádole  el  portero  i  la  cel- 
da del  P.  Vera,  se  presentó  á  su  vista  un  anciano  alti^ 
seco  ,  de  mal  semblante  y  de  peor  humor  entonces,  que 
con  unas  disformes  antiparras  se  hallaba  absorto  en  w 
lectura.  Casi  sin  levantar  la  cabeza,  preguntó  al  tradoe- 
tor  lo  que  quería. 

— Me  han  dicho  que  Y.  R.  tenia  el  encargo  de  cea- 
iurar  la  2.*  edición  de  la  Biblia  de  Torres  Amat. 

— Pues  yo  le  digo  á  Yd.  que  no,  y  que  estoy  yi 
cansado  de  trabajar  de  balde.  Todos  esos  tomos  que 
te  Yd.  (dijo  señalando  un  montón  de  libros)  me  ha  ea- 
TÍado  el  Cons  jo,  y  á  fé  mia  que  ni  un  maravedí  me  dan 
para  chocolate;  y  tras  eso  cargar  con  la  resi)onsabilidid 
j  aguantar  que  todos  los  dias  me  estén  apremiando  pan 
que  despache  las  obras.  Con  que  ya  he  respondido  al 
ieAor  obispo  cardenal  que  no  puedo  encargarme  decea- 

surar  la  Biblia  del  señor  Amal ¿Pero  qué,  es  Vd. ea- 

cargado  de  dicho  señor? 

— Soy  el  mismo ,  le  contestó  el  traductor ,  scih 
riéndose. 

— ¡Ola!  ¿Es  Yd.  el  señor  Amat?  pues  la  ciri 
de  Yd.  me  hace  mud.ir  de  opinión ;  y  abriendo  un  pliegtt 
cerrado  que  tenía  delante,  le  dijo:  ya  no  envío  estares- 

tuesta ,  que  leyó  al  traductor,  y  en  el  acto  mismo  tomó 
i  pluma  y  estendió  otra  contestación  ,  en  que  decía, 
que  aunque  ocupado  procuraría  dar  su  dictamen,  paea 
ya  conocía  dicha  versión  desde  que  se  publicó. 

£1  censor  y  el  traductor  quedaron  amigos,  j  eite 
aatorJxó  al  primAti^  ^^t^  ^<6  aileraae  cuanto  le  par»- 


19 

dase.  Sintió  el  arzobispo  que  el  traductor  hubicso  avo- 
riguado  quiA'i  ora  el  oiMiüor,  aunqiK^  cclobrA  ol  medio 
de  que  so  hahia  valido.  Desdo  entonros  peiis6  su  se- 
cretario Cortina  on  nombrar  im  sof^undo  censor  con  el 
objeto  de  ontorpooor  la  segunda  edición :  asi  lo  hizo  «  y 

Ecrnianeci6  aquella  p.irada  hasta  el  año  de  \HX\,  Ha- 
iendo  ñor  este  tiomno  pasado  á  Madrid  el  traductor, 
filé  un  nia  á  visitar  al  IV  Rarha,  nuevo  censor,  á  quien 
dijo  que  tanto  ol  señor  (irijalva  cuanto  el  rey,  &  quien 
acababa  «te  ver  para  darlo  gracias  por  haberle  luimbrado 
obispo  de  Astorga «  le  hahian  preguntado  por  la  Kihiia  en- 
cargándole S.  M.  que  tormii'ase  la  sogunua  edición  autos 
de  trasladarse  «í  su  diócesis: —  Con  que,  P.  maestro, 
afladió  el  traductor,  ¿Vd.  hace  medio  año  que  tiene  á 
oensurar  el  tomo  de  los  Sahnos  sapienciales  j  Job? 
Vea  Vd.  do  despachirle:  de  lo  contrario  ,  dijo  so  írióii- 
dosc,  acndiró  al  Consejo  alegando  que  Vd.   me  lince 


— Jesús!  respondió  el  !Vf.  Barba,  ;al  Consejo  para 
cosas  de  la  Biblia! 

— Padre,  no  se  trata  de  la  inteligencia  de  la  Bibliai 
aiiio  de  que  Vd.  tiene  el  encargo  secreto  de  no  despachar 
It  censura. 

Entonces,  ol  general  de  la  orden,  hombre  sensato 

Ínnda  fanMico^  dijo  al  traductor:  «Señor  Amat,  dentro 
e  ocho  dias  envié  Vd  por  el  lomo,  que  ostarA  despa- 
chado y  bien.» —  A  los  quince  din«  fue  el  impresor  &  la 
aecrelarla  del  arzobispado  yj  lo  entregaron  el  tomo  con 
!a  licencia.  Continuó  haciéndose  la  impresión;  y  algunos 
dias  después  el  traductor  dijo  al  secretario  ilel  arzobispo, 
en  ocasión  do  hallarsi'  (*sto  entornu)  en  Toledo:  «Amigo, 
ya  no  necesito  la  licencia  de  Vds. ,  imprimirá  hasta  las 
isartas  á  los  obispos,  inclusas  las  de  S.  Kmma. ,  aunquo 
Vds.  no  quieran  permitírmelo.»  Ks  una  prueba  del  em* 
lieño  del  partiilo  jesuítico  el  que  al  sabor  el  P.  Barba 
¡no  el  traductor  h.ibia  s  do  electo  obispo  de  Aslnrga, 
aé  á  vor  al  cardonal  Tiberi ,  que  habla  sucedido  en  la 
iliuuiiaiura  al  cardenal  Justíniauíi  paradecíff\«i^i^^«^ 


.9P 

hostigado  i)pr  el  traductor  de  la  Biblia  para  qae  a^nn 
base  la  vcriloni  y  que  recelaba  Jo  olía. 

*  — ((Yai:iósV  ¿y  qué  ba  hallado  Yd.  de  malo?  le  dijo  el 
señor  Tíbcri. —  ÍIc  visto  en  el  prologo,  le  coiilcst6,  qne 
el  señor  Amat  no  reconoce  la  Vulgala  Lalina  lor  auiéo- 
tica,  como  manda  la  Iglesia,  sino  que  dice  solo  queesU 
en  lugar  de  la  auténtica, 

— Pues  eso  es  lo  que  deOnió  el  Concilio  de  Trento, 
respondió  el  señor  Nuncio;  ¿y  qu¿  otra  cosa  ha  noU^ 
do  Yd.  en  la  versión? 

— También  he  visto  que  cuenta  como  Tersiculo  46 
los  Salmos  el  Ululo  de  ellos,  y  sobre  todo,  señor,  el  tra* 
ductor  tiene  fama  de  ser  jansenista ,  como  los  can^nifios 
de  San  Isidro,  y  sospecho  que  hay  algún  veneno  en  muciiai 
palabras  que  son  hi  breas,  ó  árabes,  ó  griegas,  que  jp 
lio  entiendo. 

--¡Oh  padre!  esclamó  el  nuncio  riéndose,  poco  di- 
fiará el  veneno  aunque  le  haya,  cuando  no  se  enúepit 
lo  que  se  dice.» 

Después  de  otras  sandeces  por  el  mismo  estilo,  deír 
pidió  el  nuncio  al  P.  Barba,  el  cual,  sin  haber  .ccnsa^ 
rado  ningún  tomo,  fué  á  pedir  un  ejemplar ,  y  se  le  dii 
en  venganza  cristiana  del  mal  que  había  hecho. 

Según  se  supo  por  conducto  fidedigno,  el  señor  In* 
guanzo  dejó  de  proteger  la  traducción  de  la  Biblia ,  deide 
que  de  Roma  se  le  hizo  saber  que  no  agradaba  la  publi- 
cación de  esta  obra.  ^1  señor  nuncio  Yíberi  hizo  sieía- 
pre  justicia  al  traductor,  y  prolcgia  su  empresa,  con- 
tribuyendo por  su  parte  á  allanar  los  obstáculos  y  dii- 
cultades  maliciosas  que  á  ella  se  oponían.  No  quería  oír 
hablar  do  Gadolino;  y  en  una  de  las  cartas  que  escriU6 
al  traductor^  hablando  de  estos  negocios,  le  decia:  la 
ju$ticia  (s'á  de  pm  te  de  Vd,  Cslas  mismas  intrigas  }  el 
espediente  promovido  contra  las  obras  del  señor  ario- 
hispo  de  Paimira,  hicieron  que  el  cardenal  Tiberi,  y  n 
sucesor  señor  Amat,  se  avergpzascn  de  oir  hablar  de  lot 
manejos  del  jó\  en  Gadolino. 
.  liben  llegit^  ^^  ^^  ^  teaJtar  coa  amiatoia  cor^úlh 


91 

dad  al  sefior Torres  Amat. — «Padro  Félix,  le  docia  ud  dia, 
es  Yd.  demasiado  franco  para  o\  nunuln:  á  mi  ya  ino 
gQSla  eso,  j  quo  no  ronunoie  Yil.  ol  ohispailo. 

•—«Caro  patrono,  lo  oonlosl6  ol  scMlor  Torres  Amat, 
y.  Emma.  será  Pupa,  si  los  gobiernos  reprcsontalivoa 
triunfan.  No  se  olviílo  VJ.  de  corregir  los  muchos  abusos 
q[uc  la  Curia  romana  ha  introducido  entre  nosotros. 

—  «¡Oh!  Rrivone  de  Feiixl  Vd.  nos  quiere  quitar  el 
pan.  Y  por  qu^? 

—  «¿Nodaoios  nosotros  áYdms.  millones  con  las  Bulas? 

—  «Pero  ¿y  por  qu>  Vdms.  y  todos  los  romanos  no  se 
•aprovechan  de  ese  íesoro'!»  —  Al  oir  esto  di6  una  palma- 
da en  la  espalda  al  S(»ñor  Torres  Amat,  y  í<e  Oi*h6  á  leir. 

A  su  sucesor,  el  nuncio  Amat,  le  dijo:  «el  electo  de 
Aalorga  merece  una  mitra  mejor  que  nosotros.»  Do  vuelta 
I' Roma,  y  al  dar  cuenta  según  costumbre  del  estado  en 
q[ac  dejaba  los  negocios  de  RspaAa,  le  interrumpid  iiA 
cardenal,  dici6ndole:  eSe  conoce  que  V.  Knuna.  ha  bebu 
do  en  las  aguas  turbias  del  Manzanares.»  «Beatísimo  Pa- 
dre,  resnondió  Tiberi,  las  aguas  turbias  son  las  ttel  Ti- 
Ifer:  las  del  Man/añares  son  pocas,  pero  cristalinas. ^) — A 
poco,  y  según  recordamos  haber  oido,  á  los  ocho  dias, 
ato  le  comunicó  orden  para  (|ue  pasase  ¿  servir  su  obis- 

Kdo  de  Yessy ,  donde  el  aburrunienlo  que  le  causó  su 
Acracia,  le  quitó  la  vida  á  poco  tiempo.  Algunos  diaa 
antes  de  morir ,  escribió  al  señor  Torres  ¿Vmat:  icCaro 
Velix,  ha  sido  Vd.  mal  proí'ela:  estoy'  en  este  retiro;  á 
lÍ¡os«  acuérdese  de  rogar  al  Señor  por  su  amigo.» 

Lo  11  le  hasta  ahora  llev.imos  dicho  acerca  do  la  Biblia 
traduciíla  por  el  señor  Torres  Amat,  v  especialmente  en 
lo  q  '0  se  refiere  á  las  dilieultades  maliciosas  que  se  opii-- 
vieron  á  la  publicación  de  esta  obra,  sugiere  naturalmente 
la  idea  de  pregun  ar,  ¿en  qu6  consiste  que  la  traducciofi 
de  la  Biblia  en  lengua  vulgar  ha  sido  mi  ada  por  la  Igld- 
áia  católica  y  por  algunos  escritores  eclesiásticos,  cumo 
dlligna  de  inspirar  algún  recelo,  v  peligrosa?  Las  razones 
en  que  se  fundan  son  muy  sencillas,  y  no  las  desconocen 
ba  personas  tersadas  en  estas  materias.  «En  Im  tkw^^ 


22 

antiguos,  en  que  el  común  de  los  fieles  ,  como  decía  el 
inmortal  Fenelon,  era  sencillo,  dócil  y  adicto  á  las  ins- 
trucciones de  sus  pastores,  les  confiaba  el  testo  sagrado, 
porque  se  les  veia  sólidamente  instruidos  y  prcparidos 
para  leerle  con  fruto;  mas  en  estos  últimos  tiempos,  en 
que  se  ve  que  son  presuntuosos,  críticos*  indóciles  y  que 
buscan  en  Ins  Escrituras  motivos  de  escandalizarse  contra 
ellas,  para  arrojarse  en  la  irreligión,  y  hacen  servir  la 
Escritura  conlra  sus  pastores  para  sacudir  el  yugo  déla 
Iglesia ,  se  vio  esta  obligada  á  prohibir  á  tales  personas 
una  lectura  tan  saludable  en  sí  misma,  pero  tan  peligrott 
en  el  uso  (lue  muchos  dn  los  legos  hacían  de  «.'lia.» 

(1)  aLa  misma  Iglesia,  aun  ahora,  tiene  justamente 
mandado  que  los  fieles  en  general  no  loan  sin  licencia  de 
sus  prelados  las  versiones  vulgares  de  la  Escritura  Sagrada 
que  no  tengan  algunas  notas  para  la  inteligencia  de  li- 
rias palabras  ó  espresiones,  que  si  bien  sean  claras  es 
ius  lenguas  originales  h(*brea  y  griega ,  es  también  cierto 
que  por  la  diversa  índole  de  las  modernas ,  no  puedes 
traducirse  á  ellas  clara  y  exactamente,  quedando  algunif 
ininteligibles,  y  á  voces  equívocas,  ó  poco  decorosas^  dei- 
pues  de  latinizadas;  y  así  no  eran  por  ciorto  necesarias 
ningunas  notas  en  los  remotos  si  los  é  idiomas  orientales 
en  que  se  escribieron  los  libros  de  la  Biblia.  Ademas  da 
que  la  respetuosa  devoción  con  que  eran  escuchados  Moi- 
sés y  los  profetas  en  la  antigua  ley,  y  nuestro  divino  Maes- 
tro Jesucristo  y  sus  apóstoirs  en  la  nueva  y  la  viva  fi 
con  que  leían  los  santos  libros,  hacia  que  los  fieles  venera- 
sen humildemente  algunas  espresiones  prof¿tiras  6  subli- 
mes que  no  podian  comprender,  y  así  es  que  respetaban 
hasta  la  obscuridad  de  algunas  parábolas  o  enigmas  con 
que  Dios  les  hablaba.  El  mismo  divino  Maestro  las  eapli- 
caba  á  su  tiempo  á  las  turbas  que  acudían  á  escuchar  sos 
pláticas  de  celestial  y  sublime  doctrina.  Kn  su  tierna  des- 
pedida, antes  de  morir,  les  decía  á  sus  apóstoles  y  diaci- 

•  -■  m  .  m^  m     •   •  -  — 

I 

(1) .  £scclente  uvIú'aüo  ui«crlo  en  la  Gaceta  de  k  de  maye  de  1  W> 
Aeasume  cuanto  pvie&«i  diedx«ft  «.uNa^  \tí^\^\\í. 


25 

dIo^:  «Aún  tengo  otras  muchas  cosas  que  deciros ;  mas 
6r  Áftora  no  podéis  comprenderlas :  cuando  venga  el 
ipfrilu  de  veraad  os  enseñará  todas  las  verdades,»  esto 
I,  las  necesarias  para  la  saU ación  eterna. 

dIIücc  pocos  años  sapímo»  que  el  sabio  ministro  pro- 
istantc  francés  Mr.  L.  y  el  Itdo.  C^.,  de  gran  crédilo  en 
iglalcrra,  respetaron  las  razones  por  las  que  el  nuevo 
«ductor  espaAol  se  negó  en  1808  á  hacer  una  edición 
h  BQ  versión  castellana  para  las  Américas,  despojada  de 
idas  las  notas  y  del  testo  de  la  Válgala,  que  se  le  pidió 
B[  parle  de  una  sociedad  estraujera  que  ofrecía  eos* 
«rio. 

»  A  la  verdad,  ¿quión  podrá  desconocer^  por  poco  que 
I  reflexione,  que  machas  espresiones  y  palabras  que  se 
rónunci«ron  hace  miles  de  años  por  los  escritores  sagra^ 
bs,  ora  reyes  y  magnates,  ora  sencillos  pastores  6  pie* 
ejos,  en  el  lenguaje  poético  6  familiar  de  la  Judea,  Si- 
la «  Egipto,  Arabia,  Idumea,  Grecia  y  otras  naciones 
tiéntales,  si  ahora  se  Icen  tradueidas  servilmente  ó  á  la 
aira  9  como  se  observa  en  las  versiones  castellanas  de 
tféatros  judios  españoles,  quién  no  ve,  ó  que  suenan  mal, 
ño  se  entienden,  ó  se  entienden  malamente?  ¿Y  cuántas 
eces  ni  el  mas  hcibil  traductor  hallará  voces  en  su  nativo 
iionta  para  espresar  bien  la  exacta  y  genuina  significa- 
íqii  de  ciertas  frases  ó  palabras  ,  aun  en  nuestra  rica  y 
Irandiosa  lengua  castellana,  de  la  cual  decía  el  célebre 
eólogo  y  gran  maestro  de  ella  ,  el  venerable  fray  Luis  de 
■éón ,  que  no  se  conoce  otra  que  tenga  tanta  consonancia 
tn  la  hebrea? 

9  Ahora ,  pues ,  ¿de  qué  provendrá  esa  casi  manta  de 
iO  admitir  en  la  Biblia  ni  la  mas  minima  nota,  aunque 
olo  sea  de  una  ó  de  dos  palabras ,  ó  intercaladas  con  el 
salo  en  letra  diferente ,  ó  bien  puestas  al  pié  de  la  página 
on  el  solo  racional  designio  de  manifestar  el  sentido  en 
¡lie  el  común  de  los  santos  padre^  y  espositores  sagrados 
iárn  entendido  siempre  desde  los  siglos  primeros  el  testo 
arigioal  hebreo  ó  griego,  cuando  el  mismo  san  Geró» 
liinOy  principe  de  Iqs  tri^ductores,  confiesa  c^ue  no  nudo 


24 

nlganas  veces  ponerle  claramente  tradacido  en  la  Fulgoía 
oh  penuriam  latini  termonigl  ¿Podrá  tacharse  de  maliciólo 
el  que  sospeche  que  quieran  ahora  algunos ,  so  color  de 
respeto  á  los  testos  anliguosó  á  la  versión  latina  YulgaUi, 
que  queden  las  versiones  en  las  lenguas  de  ledas  las  na- 
ciones del  orbe,  susceptibles  de  toda  suerte  de  seotidoi 
literales  ó  místicos  y  figurados,  al  arbitrio  de  cualquier 
lector,  de  modo  que  den  causa  ú  origen  á  mil  absurdos 
ó  heregias?  ¿Será  el  deseo  de  quo  se  mire  la  sagrada  Bi^ 
blia  como  se  miran  los  antiguos  escritos  de  llom<ro, 
Gonfucio,  0.>ian  y  otros  autores  de  aquellos  antiquísimos 
tiempos?...  Digámoslo  claramente:  ¿Se  querrá  que  loi 

Eueblos  y  naciones  no  miren  ni  respeten  como  divinas  y 
ajadas  del  cielo  las  sublimes  verdades  y  las  máximas  mo- 
rales y  emioentemente  sociales  que  contiene  la  fiiblia,  y 
que  de  esta  manera  se  acostumbren  á  escuchar  las  lalacei 
y  malignas  interpretaciones  que  ya  desde  antes  de  Jeio- 
cristo  hacian  de  varios  pasajes  de  las  santas  Escriluraii 
los  hipócritas ,  escrilms  y  fariseos,  y  los  saduccos«  roalO' 
rialistasy  carnales?  No  en  vano  decia  ya  nuestro  divino 
Maestro  Jesucristo:  «¿Habéis  oido  decir  que  se  ha  eme* 
ñadoá  vuestros  pasados:  tendrásodioá  tus  enemigos,  etc.. 
Después  de  esta  vida  los  hombres  se  casarán «  y  procrei- 
rán  hijos,  etc.,  A  todos  los  estranjeros  ó  que  no  sean  in- 
dios les  prestareis  con  usura,»  etc..  Estas  j  otras  fal- 
sas doctrinas  ó  traducciones  de  los  hombres,  ¿iicaso  lO 
nacieron  de  la  mala  y  depravada  inteligencia  Je  las  Es- 
crituras, y  no  las  renalió  Jesucristo  en  varias  ocasiones? 
«Pero  yo  os  digo:  amarás  á  tus  enemigos,  ctc..«Despnes 
do  la  resurrección  >  ni  los  hombres  tomarán  mujeres^  ni 
las  mujeres  hombres...  sino  que  vivirán  como  los  ánge- 
les en  el  cielo,  etc.,  etc.» 

»  Y  en  vista  de  lo  dicho,  ¿será  conveniente  aue  el  rudo 

?^  sencillo  fiel,  la. mujer  ignorante,  el  ióven  imocrbejean 
a  santa  Biblia  sin  nota  alguna,  y  se  deje  á  su  d¿bil  ínlo- 
ligencia  la  signilicacion  de  varias  csnrosiones  metafóri- 
cas» 6  palabras  alegóricas,  que  pudieron  ser  claras  en 
loM  países  ¡y  tiempos  ^u  i\u^  ^  ^\^x\bU.tQu  ^  (jero  ion  nt* 


Biiiníét^te  obscuras  dospács  de  miles  do  siglos  y  en  ótrái 
fon  csl rañas  rogionos?  Poro  ¿y  c^mo  es  qiio  no  se  leen 
ffcñornlinonle,  ni  aun  |)or  los  sabios  y  eruditos,  Insobriig 
de  líonuTO,  Platón,  Aristóteles,  etc.,  en  sus  testos  ori- 
ginales y  sin  notas;  y  al  contrario  ,  todas  estas  obras» 
preciosos  manantiales  de  nuestras  cieneins,  se  imprinien 
siempre  aconipañadas  de  es(|uisitos  comenlarios  ,  que 
aclaran  á  los  lectores  los  pasajes  difíciles  de  enlender, 
esplicando  la  diversiilad  de  frases,  metáforas,  usos  y 
costumbres  deseono;  idas  en  nuestros  paises  k  idiomas? 
Aun  los  escritos  menos  antigno^,  como  los  de  Tácito,  Ter- 
tuliano, etc.,  ¿no  necesitan  de  notas  para  su  inteligen- 
cia? Abrase  la  Kiblia ,  y  en  cual(inier  páji^ina  se  encon- 
trarán pasajes  que  no  entenderá  quien  no  tenga  el  auxilio 
de  algunas  notas  6  advertencia.  Y  por  eso  Yo  taire  y  otros 
impíos  se  valian  de  la  obscuridad  de  varios  lugares  de  la 
Vulgata  latina  para  corromper  su  genuino  sentido.  Ri- 
diculizaba aquel  filósofo  la  moral  del  Evangelio,  alegan- 
do que  san  Pablo  decía  fí.  Cor.  X.  21),  (¡ue  habíamos 
¿e  procurarnos  los  bienes  de  los  otros  ^  no  los  que  ya  teñe" 
nws :  ncmo  quod  siunn  cst  (¡lurraí  sed  qH(P.  sunt  alterius. 
En  este  pavsaio  con  solo  advertir  que  en  el  original  griego 
so  usa  el  verlo  (dreteo) ,  que'signiüca^no  solamente  biu-^ 
car,  sino  también  cuidar^  procurar,  ocuparse  ,  se  ve  que 
la  verdadera  traducción  6  sentido  del  apóstol ,  es  que  na-- 
die  busque  su  propia  íaíis facción  ó  eonvcnicnria,  sino  el 
bien  del  prójimo:  que  es  la  misma  máxima  que  dio  eu 
8U  cari  I  (i  los  filipenses^  cap.  2.",  Y*  4.**,  donde  la  Vul- 
gata  tradujo  non  quw  sua  sunt  singuli  considerantes ,  sed 
en  quce  aliorum:  ^atendiendo  cada  cual  no  solamente  al 
bien  de  si  mismo ^  sino  á  lo  que  redundí  en  bien  del  próji-- 
fno.9  A  deshacer  tales  interpretaciones  malignas  do  Tos 
enemigos  de  la  religión  se  dirigen  casi  todas  las  notas  que 
pusieron  en  sus  versiones  de  la  Biblia  ios  traductores  do 
ella. 

»>Es,  pues,  muy  conveniente,  y  aun  necesario  en  es- 
tos tiempos  iuciilcar  de  nuevo  al  pueblo  español  el  ^un-« 
lüal  camplimieuto  de  las  leyes  civiles  ^  cd«¿\k%>[v:»^% » ^% 


Srohiben  la  introdoccion  t  yenta  y  lectara  de  eia  umcbír 
umbre  de  ediciones  de  la  Biblia  en  castellano,  jotras 
lenguas  que  se  han  hecho  y  están  haciendo,  aun  de  aque- 
llas que  tlevan  al  frente  los  respetables  nombres  de  nues- 
tros reverendos  obispos  el  P.  Scio  y  el  señor  Torres  Amat, 
si  no  se  han  reimpeso  en  España,  y  con  arreglo  á  las 
leyes  de  la  Iglesia  y  del  reino,  que  exigen  que  las  tradvc^ 
dones  tengan  la  aprobación  del  ordinario  eclesiásUco, 
yayan  acompañadas  con  ñolas  sacadas  de  los  santos  pa- 
dres y  autores  católicos,  y  estén  ademas  impresas,  como 
los  otros  libros  castellanos  ó  españoles,  dentro  del  reino 
y  no  fuera.» 

Tanto  la  Iglesia  latina  cuanto  la  griega  y  rusa  están  con- 
formes en  que  los  prelados  eclesiásticos  velen  con  singular 
celo  y  cuidado  para  que  no  se  corrompa  el  testo  de  la  san- 
ta Escritura  en  impresiones  erróneas  ni  en  traducciones 
absurdas  hechas  en  lenguas  vulgares.  Tanto  esto  cuanto 
el  deseo  de  mantener  la  unidad  de  la  fé,  ha  hecho  mirar 
con  cierta  prevención  las  traducciones  de  la  Biblia.  Se  ba 
temido ,  y  hasta  cierto  punto  con  razón ,  que  la  material 
alteración  de  las  palabras,  cunndo  se  traslada  este  libro 
de  una  lengua  á  otra ,  es  decir  ,  de  una  lengua  antigua  á 
una  moderna,  se  alterasen  también  las  ideas:  debe  te- 
nerse presente  que'pocas  veces  las  palabras  que  se  repu- 
tan por  equivalentes  en  diversos  idiomas  >  tienen  exacta- 
mente una  misma  significación.  Sin  embargo,  como  el 
cristianismo  no  teme  la  luz  ni  la  discusión  ,  y  como  en 
conveniente  propagar  y  difundir  tanto  la  moral  cristiana 
como  los  sentimientos  piadosos  que  escitan  los  libros  sa- 
grados, han  creido  varones  sabios  y  virtuosos,  y  aun  la 
misma  Iglesia ,  que  eran  útiles  las  traducciones  de  la  sa- 
grada Escritura  en  lenguas  vulgares,  con  tal  que  fuesen 
acompañadas  de  notas  y  comentarios  que  auxiliasen  la 
inteligencia  individual,  para  que  diese  á  las  sagradas  le- 
tras la  misma  inteligencia  que  le  da  la  Iglesia.  El  primer 
paso  debia  ser  el  de  fijar  un  testo  reconocido  :  este  lo 
tenemos,  desde  el  siglo  VI  en  toda  la  Iglesia  de  occi- 
depte  en  la  Biblia  coivc^ida  \{or  la  Vulgaia.  En  tiempo 


de  loi  apóitolei  le  hacia  ]fa  mucho  oto  da  una  Iradoe- 
cioii  ^cga  del  antiguo  TesUmcnto  i  que  legun  toda  apa*^ 
riencia  era  lo  de  los  70,  ejecutada  por  Ptolomeo  Filadel'-* 
lo  II,  265  años  nnles  de  Jesucristo.  De  esta  se  hicieron 
traducciones  latinas  en  gran  número,  y  que  por  consi- 
guiente discordaban  entre  si :  la  mas  acreditada  fué  la 
conocida  con  el  nombre  de  ytrno  itala  vulgata  communtM 
veiu8j  y  que  compriMidia  tanto  el  antiguo  cuanto  el  nue- 
yo  Testamento,  lista  traducción  fué  refundida  en  tina 
nueva  y  comparada  con  el  testo  primitivo  por  san  Geró- 
nimo, en  virtud  del  encargo  que  por  su  erudición  le  con- 
firió el  papa  Dámaso.  Tal  es  el  origen  de  la  Vulgata^  re-« 
conocida  en  la  iglesia  católica,  y  cuyo  testo  ha  seguido 
exacta  y  escrupulosamente  el  señor  Torres  Amat,  aña- 
diéndole copiosísimas  notas  para  aclarar  el  sentido  de  los 
pasajes  oscuros  6  diñciles,  y  para  darle  el  mismo  que  la 
Iglesia  católica  leda.  De  esta  manera,  y  por  medio  do  tan 
eruditas  y  escelentcs  notas,  se  evitan  todos  los  abusos 
que  pudiera  producir  la  lectura  de  la  Bil>lia  en  personas 
indoctas,  y  se  satisface  el  ansia  y  curiosidad  de  los  fieles, 
anminislrándolcK  una  lectura  tan  provechosa  y  santa.  La 
iglesia  quiere  que  se  lean  las  Santas  Escrituras;  pero  que 
esto  se  haga  con  preparación,  y  teniendo  por  guia  el  es- 
píritu y  la  inteligencia  de  la  misma  iglesia.  Esta  no  per- 
mite interpretar  las  sagradas  letras  de  manera  que  la  ra- 
son  individual  se  sustituya  y  reemplace  al  sentido  que  loa 
atribuye  la  iglesia.  La  propagación  y  constante  lectura  de 
los  libros  santos  deben  producir  escelentes  resultados  mo- 
rales en  todas  las  clases  de  la  sociedad.  Y  siendo  el  objeto 
de  la  propagación  de  las  máxioias  evangélicas  la  difusión 
de  la  moral  cristiana  y  los  principios  y  doctrinas  del  ca- 
tolicismo, las  notas,  como  la  iglesia  tiene  establecido,  son 
indispensables  en  cuanto  no  permiten  á  la  razón  privada 

Juc  arbitrariamente  interpreta  la  divina  palabra.  Quien 
ude  de  los  eslravios  á  que  puede  arrastrar  en  esta  mate- 
ria la  razón  individual,  que  lije  por  un  momento  la  consi- 
deración en  el  estado  (|ue  proseutau  eu  Inglaterra  la  mul- 
titud do  sectas  religiosas. 

Tomo  VIH*  ^V 


ciloiBbniéodMBorTolfMAnMtAi  t9MpmúH$ 
Fernando  para  el  obispado  de  Aatorga,  y  detpnee  ie  ha- 
bérsele espedido  las  correspondientes  bulas  y  de  haber 
sido  consagrado,  se  dodic6  con  estraordinario  celo  y  coa 
incansable  afán  á  sus  larcas  pastorales.  Conviene adtertir 
que  Fernando  VU  le  eligió  para  dicha  diócesis  por  impulso 

Eropio  y  no  qu  riendo  nombrar  á  ninguno  de  los  que  se 
aliaban  comprendidos  en  la  terna  que  la  Cámara  le  habia 
presentado  al  cfeclo.  En  mayo  de  1834  pasó  á  Astorga  y 
principió  á  trabajar  en  los  negocios  de  su  diócesis.  Pero 
á  los  pucos  meses  se  yió  obligado  á  volver  á  la  corte  coi 
motivode  haber  sido  nombrado  individuo  déla  junta  ecle- 
siástica encargada  del  arreglo  del  culto  y  clero.  Loa  tra* 
bajos  de  esta  junta  son  bien  conocidos,  pues  el  resultado 
de  ellos  ha  visto  la  luz  pública:  sin  embargo,  como  á  pe« 
sar  de  no  haber  transcurrido  mucho  tiempo  por  la  rapi' 
dez  con  que  han  marchado  los  aconlecimientos  nos  bs-* 
llamos  en  cierto  modo  tan  distantes  de  aquellas  idass, 
oreemos  conveniente  insertar  en  este  lugar  las  bases  que 
para  el  arreglo  del  clero  propuso  á  S.  M.  la  espresadi 
junta.  Tuvo  en  estos  trabajos  tanta  parte  el  señor  Torreí 
Amat,  que  no  podemos  dejar  de  considerar  en  lo  general 
las  opiniones  de  la  junta  como  las  mismas  que  profesa- 
ba,  respecto  de  las  materias  do  que  se  trataba  >  el  lioso, 
tefior  obispo  de  Astorga.  Las  bases  citadas  son  las  si- 
guientes: 

Base  primera. 

El  clero  espafiol  constará: 

1.^    De  MM.  RR.  arzobispos  y  RR.  obispos. 

2.^  De  cabildos  en  las  iglesias  metropolitanas»  cate* 
drales  y  colegiatas. 

3.®  De  arciprestes  ó  vicarios  foráneos  en  loa  partidos 
de  cada  diócesis. 

4.^  De  párrocos  y  demás  eclesiásticos  necesarios part 
el  culto  y  servicio  espiritual  de  los  fieles. 

5.^    De  monges  dedicados  á  la  vida  contemplativa. 

6.^    De  meudic«Liiie&  redares,  cuasi  regulares»  é 


í¡iii9ierio  pastoral,  de  la  enseñanza  primaría  ó  déla  boir 
ÜaUdad. 

Basb  segunda. 

En  todas  las  diócesis  habrá  seminarios  coneiliaret . 

Basb  teegera. 

Subsistirán  las  actuales  sillas  metropolitanas  y  tam- 
leu  las  episcopales:  un  reglamento  particular  dcoMrcará 
I  territorio  de  cada  una,  el  que  se  agregará  el  qua  oor- 
Q^pondc  a  las  órdenes  y  demás  exentos^  que  CQ  mentir  ^e 
I  janta,  deben  restituirse  á  la  jurisdicción  ordinaria. 

Base  cuarta. 

$e  crearán  nuevas  sillas  episcopales,  una  para  laa  pro- 
iücias  Vascongadas,  otra  en  la  provincia  de  Ciudad-Real, 
Ira  en  la  de  Albacete,  otra  en  san  Felipe  de  JátívA  (^n 
L  solo  caso  de  no  poderse  trasladar  á  Alicante  la  silla  de 
Irihuela)  y  otra   en  Madrid. 

Base  QnjiTA. 

Al  oUspo  de  Madrid  se  agregará  el  titulo  honorífico 
e  patriarca  de  las  Indias. 

Base  sesta. 

En  las  sillas  de  cada  arzobispado  ú  obispado  habrá  un 
abildo,  que  constará  de  un  presidente,  de  12  á  24  ^anó- 
igos,  según  las  particulares  circunstancias  de  cada  igle- 
\di,  y  ademas  de  10  á  2Ü  sacerdotes  asistentes.  Continua- 
in  como  basta  ahora  aquellos  en  que  sea  menor  el  nú- 
lero  de  canónigos  y  beneficiados  de  cualquiera  denoiñí- 
ación.  Un  regUmento  particular  prescribirá  la  organí- 
Acion  de  los  cabildos. 

BaSB  SBPTIHA. 

JLespecto  de  las  iglesias  colegiatas  «  el  gobierno  d^ter- 
¿qará  ln  coni^eryacion  de  aquellas  que  por  ^|;^r  9%líl^ 


|plut0i  da  frovteoiá  ijai  no  tengan  eatedrale»,  6por  (Nrái 
fodefosas  consideraciones  se  estimen  convenientes;  pe- 
ro coa  el  cargo  de  desempeñar  las  obligaciones  parro- 
Iaiales.  Ea  uq  reglamento  particular  se  (¡jará  el  modo 
e  ejercer  la  cura  de  almas  en  estas  iglesias  y  el  número 
y  obligaciones  de  sas  individuos. 

Base  octava. 

Toda  población  ha  de  tener  un  pastor  de  fija  residen- 
cia, bien  sea  párroco,  ó  como  teniente,  á  no  ser  que  la 
proximidad  de  dos  poblaciones  y  su  comunicación  siem- 
pre espedita  permita  considerarlas  como  una  sola  para  el 
paito  espiritual. 

El  maximun  de  cada  feligresía  en  las  ciudades  ó  pue- 
blos numerosos  será  el  de  1200  á  1500  vecinos. 

El  mínimum  de  tenientes  ó  coadjutores  del  párroco, 
en  dichas  ciudades  ó  pueblos  numerosos,  será  el  de  uno 
por  cada  100  á  150  vecinos. 

Base  novena. 

En  cada  arzobispado  ú  obispado  se  creará  una  jaoU 
diocesana  compuesta: 

1.^    Del  prelado  ó  de  la  persona  en  quien  sustitaja 
sns  veces. 

2.^    De  un  representante  del  cabildo. 

3.^    De  otro  por  los  párrocos. 

4.^    De  otro  por  el  clero  restante  de  la  diócesis. 

5.^  De  un  vocal  que  nombrará  el  gobierno. 
La  junta  auxiliará  desde  luego  al  prelado  en  los  tra- 
bajos que  exija  la  plantificación  del  plan  de  arreglo,  caan- 
do  ha^a  obtenido  ya  la  aprobación  competente,  y  en  lo 
sucesivo  entenderá  en  la  recaudación  y  distribución  de 
rentas,  con  arreglo  á  las  bases  que  establecerá  un  regla- 
mento particular. 

Base  décima; 

Cnando  las  circunstancias  lo  permitan  se  establece- 
nán  cuatro  lenánm^i  cttAxoles;  uno  para  las  GastiUu  j 


SI 

Mino  de  León;  otro  pan  Ui  Andahictii,  reino  de  Mnr« 
ciaé  islas  Canarias;  otro  paralas  prorinciasdo  la  corona 
de  Aragón  y  Baleares ;  y  otro  para  las  provincias  del  nor- 
te do  la  Península.  En  ellos  se  establecerán  ensefianias 
do  las  lenguas  griega  y  hebrea,  antigüedades  eclesiitti* 
cas,  disciplina,  etc. 

Base  undécima. 

En  el  distrito  de  cada  partido  habrá  un  arcipreste 
nombrado,  de  entre  los  párrocos  del  mismo,  por  el  prela« 
do,  á  quien  servirá  de  coadjutor  bajo  las  reglas  que  fija- 
rá un  reglamento  particular. 

Base  duodécima. 

En  cuanto  ú  institutos  monásticos,  se  observarán  laa 
reglas  siguientes: 

1.^  Se  suprimirán  desde  luego  todos  los  monastcrioi 
que  no  lleguen  á  doce  individuos,  cuyas  dos  terceras  par- 
tes por  lo  menos  sean  de  eoro.  Kn  las  poblaciones  donde 
haya  mas  de  un  monasterio  de  un  mismo  instituto  se  re- 
ducirán á  uno  solo. 

2.^  Va\  lo  sucí  sivo  se  continuará  la  supresión  de  loa 
monasterios  según  se  vayan  reduciendo  á  menos  de  doce 
los  individuos  de  coro  ciuc  los  habitan,  hasta  que  queda 
fija  la  cuarta  parle  de  dichos  monasterios  en  cada  uno  da 
los  institutos  respectivos. 

3.^  La  traslación  de  los  monges  so  hará  de  las  casai 
que  se  supriman  á  las  mas  inmediatas  y  anchurosas  que  se 
conserven.  V  si  las  rentas  del  monasterio  á  donde  so  lea 
destinen  no  bastasen  para  la  frugal  subsistencia  de  los  nue- 
vos agregados,  de  las  lincas  del  monasterio  suprimido  aa 
aplicarán  las  necesarias  para  ello. 

4.^  Según  se  vaya  planteando  la  reforma  pasarán  á 
aer  puramente  seculares  todas  las  parroquias  c^ue  están 
agrcgad^is  á  los  monasterios  6  en  su  dependencia ,  y  aa 
ajpliGarán  á  laa  mismas  los  derechos  que  najo  aata  conai** 
daradon  iet  hayan  pertonacido* 


En  cnanto  í  mendicantes  se  obscnrarán  las  sigmeftttt 

rcgtas: 

1.^  Ningún  convento  podrá  tener  en  lo  succsíyo  me- 
nos de  doce  individuos  profesos,  de  los  cuales  dos  terce- 
ras partes  han  de;  ser  de  coro,  suprimiéndose  desde  luego 
los  que  no  lle^^ucn  á  este  número.  Si  circunstancias  par* 
ticulares  de  publica  utilidad  reclamasen  la  conservación 
de  alguno  (|ueno  ten^i^a  dicho  númcrOt  se  completará  con 
individuos  de  otros  del  mismo  instituto. 

Entre  los  conventos  que  han  de  permanecer  le  dará 
la  preferencia  para  este  objeto,  en  igualdad  de  circoiii* 
iancias,  á  los  colegios  regulares  de  misioneros,  porra 
mucha  importancia,  seftaladamento  en  las  posesiones  de 
Ultramar. 

2.*  En  un  mismo  pueblo  no  podrá  haber  dos  casas  de 
un  mismo  instituto,  salvo  algún  caso  de  conocida  utilidad 
pública  en  pueblos  de  80,000  ó  mas  almas,  y  hasta  el 
arreglo  dermilivo  de  las  parroquias. 

3.*  Todo  convento  de  mendicantes  se  considerari 
auxiliar  de  los  prelados  diocesanos,  y  dependerá  de  lu  ju- 
risdicción, en  cuanlo  para  ello  fuere  menester. 

4.*  Quedando  los  regularos  bajo  la  consideracioo  de 
auxiliares,  las  parroquias  que  eslen  anejas  en  bqí  eon- 
ventos  ó  en  sus  dependencias  pasarán  á  ser  seculares  coa 
todas  las  consideraciones  que  najo  este  respecto  les  kan 
correspondido. 

Basb  dbcimacuárt a  . 


Las  alteraciones  que  produjere  este  plan  en  lo 
tiro  al  clero  secular,  se  entienden  sin  perjuicio  dé  kM 
actuales  poseedores. 

Base  decimaquinta. 

■ 

Los  individuos  de  los  conventos  que  se  saprinMm  ü 
trasladarán  á  las  casas  mas  inmediatas  y  anchurosas  dll 
miimo  instituto  que  so  conserven ,  á  las  qse  so  agit- 
garíñ  los  bienes  m^^^YA^s  i^  vMsoMbXM  «qm  p 


S5 

ím  para  la  decente  tnbsiatenGia  de  loa  que  se  eita- 

Ueican  en  ellas,  decoro  del  callo,  etc. 

Base  üegimasesta. 

Se  conservarán  con  destino  á  la  enscñanxa  primaria 
y  de  humanidades,  bajo  el  plan  que  el  gobierno  aproba- 
re ,  las  casas  de  clérigos  regulares  de  las  Kscuclas  tías, 
las  cuales  quedan  oscepluadas  do  lo  prescrito  en  la  re- 
gla 1.*  de  la  base  13.* 

Base  nBCiMASEPTiMA. 

La  junta  indicará  al  gobierno  nara  cada  una  de  las 
operaciones  que  abraza  este  plan  ,  la  concurrencia  de  la 
•uioridad  eclesiástica  que  fuere  necesaria,  según  la  na* 
tnraleza  de  la  cosa  ,  ó  según  aconseje  la  prudencia. 

Kntre  otros  trabajos  de  esta  junta,  debe  hacerse  es- 
presa mención  de  una  esposicíon  que  dirigió  á  S.  M.  con 
motivo  de  haberse  mandado  espedir  pasaporte  á  los  reli- 

Siosos  de  esta  capital,  designándoles  los  pueblos  en  que 
obian  fijar  su  residencia  *.  la  junta  eclesiástica  no  pudo 
menos  de  suplicar  á  S.  M.  en  favor  de  los  religiosos  es« 
claustrados ,  á  fin  de  que  se  dejase  á  cada  uno  la  libertad 
de  fijar  su  residencia  en  el  punto  que  eligiese.  También 
eatendió  la  misma  junta  un  plan  de  estudio  para  los  se- 
minarios conciliares  6  institutos  religiosos ,  un  regla- 
mento sobro  circunscripción  do  diócesis,  otro  sobre  igle- 
sias colegiatas,  y  otros  varios  sobre  arciprestazgos,  igle- 
sias parroquiales  y  juntas  diocesanas,  habiendo  procurado 
rennirdatos  para  resolver  con  todo  conocimiento  cuantas 
cuestiones  se  habiaii  encomendado  á  su  celo  y  sabiduría. 
£1  espirita  que  animaba  á  esla  junta,  sehallareasumidoen 
las  siguientes  palabras:  «V.  M.  quiere  que  los  españoles 
todos  reciban  abundante  paslo  espiritual  v  que  haya  el 
DÚmero  conveniente  de  ministros  dotados  sin  superfluidad 
ni  mezquindad,  como  deseaba  S.  Ambrosio  ,  y  con  esto 
Y.  M.  quiero  lo  que  la  iglesia  ha  querido  siempre  ,  pues 
qae  en  sus  concilios  generales ,  con  inclusión  del  último 
Tridentino ,  en  muchos  nacionales  y  provincialea  ^  %xsl 


Tanas  cotistiiaciones  apostólicas  se  halla  constantanente 

dispuesto  que  se  proporcione  el  número  de  eclesiásticos 
á  las  necesidades  espirituales  de  los  fieles ,  seryicio  del 
culto  publico  y  rentas  de  las  iglesias.  Sin  embargo,  por 
muchas  causas  que  es  escusado  referir  ,  y  que  vienen  de 
ordinario  con  las  vicisitudes  de  los  tiempos  ,  se  introdn- 
jeron  varios  abusos  en  este  punto  interesante  ,  y  nuestra 
España  se  resintió  también  de  ellos  ,  habiéndose  aumen- 
tado el  clero  secular  y  regular ,  en  términos  que  se  pro- 
yectaron ó  acordaron  desde  el  siglo  XVII  las  medidas  mas 
propias  para  contenerlos. 

dEI  mal  no  obstante  quedó  sin  remedio ,  y  á  pesar  del 
celo  con  que  los  gloriosos  abuelos  de  Y.  M.  lo  han  soli- 
citado de  la  Silla  Apostólica  ,  de  que  se  hace  mérito  en 
los  concordatos  de  los  años  de  1737  y  53  ,  y  de  las  opor- 
tunas providencias  que  contienen  sus  leyes  insertas  en  la 
Novísima  Recopilación,  aun  subsisten  bastantes  reliquias 
de  tan  añeja  y  grave  enfermedad  ,  que  Y.  M.  por  su  real 
decreto  trata  de  desterrar. 

»La  junta  no  puede  dejar  de  decir  á  Y.  M.,  con  Be- 
nedicto XIY  ,  que  sus  religiosas  intenciones  y  las  de  la 
junta  tendrán  por  contrarios  á  los  interesados  en  los  abu- 
sos autorizados  con  solo  el  tiempo  y  con  un  perniciosa 
costumbre.  Se  dirán  unos  movidos  de  un  celo  que  sega- 
ramente  no  es  según  la  ciencia,  y  animados  otros  de  una 
piedad  que  debe  llamarse  falsa,  porque  la  verdadera  no  se 
aparta  jamas  de  las  leyes  eclesiásticas.  A  unos  y  á  otros 
se  les  podrá  decir  con  la  autoridad  de  los  Concilios  y  de 
los  Papas  y  Santos  Padres ,  « que  no  es  el  número  de 
.  ministros  ,  sino  su  calidad  ,  la  que  hace  la  alegría,  y  el 
esplendor  de  ia  iglesia.» 

»Part¡endo  la  junta  de  este  principio  ,  y  uniendo  sus 
deseos  á  los  de  S.  M.  de  que  haya  el  número  de  eclesiás- 
ticos, que  por  sú  buena  disposición  ,  litcralura  ,  virtud 
7  laboriosidad  pueda  hacer  el  bien  espiritual  y  aun  el 
temporal  de  todos  los  fieles  de  la  monarquía ,  ha  medi- 
tado las  bases  que  tiene  el  honor  de  presentar  al  fiu  de 
fstt  e^MMicion. 


3S 

)»Mas  como  estas  bases,  si  no  vün  precedidas  de  las  ra- 
lOnos  que  las  apoyan ,  podrinn  no  olVocor  una  cabal  idea 
do  lo  quo  son  i»n  sí  ,  y  do  los  saludaMos  rosiillados  que 
deollas  puodepronuMorso  la  nr.rion,  \  .  M.  pernútirá  que 
la  junta  las  dosíMivuolva  v  juslirM|iio. 

»La  última  hase  rospiMa  ron  la  iiins  i^rofunda  vene— 
wcion  los  dorochos  rospoclivos  do  Ins  auloridados  que 
b»n  de  intervenir  en  la  aprobación  do  oslo  plan.  Conoco 
la  junta  cuánta  odiosidad  suolou  traor  oonsij^o  las  impor- 
tunas cuestionos  quo  puodon  susoilarso  acorra  do  lo  quo 
ácada  una  porlonooe.  No  ij^nora  quo  rooorrioiulo  princi- 

£  ios  genéralos ,  mas  ó  monos  oonmmnenlo  admilidos,  los 
illos  sobro  estos  derocbos  varian  oslrafiamonte  según  la 
Tariedad  inoonoobiblo  do  las  opiniones  (pío  los  bombres 
bm  abra/ado.  Consultados  losboobos  qiio  on  diversos  si— 

Ílos  y  aun  on  uno  mismo  so  iíos  prosontim,  :ío  os  menor 
i  vaiiodad  quo  so  olVoro.  rtooodor  tüspulaiiilo  on  nego- 
cios de  tanta  gravedad  ,  os  r.o  Hogar  jamas  al  cabo  de  la 
discusión,  inutili/ar  los  mas  aooitaJ.ti:.  provoolns,  y  dejar 
las  cosas  en  peor  estado  quo  ol  (|uo  lonian.  La  jmita  quie- 
re que  la  buona  fó  y  un  piadoso  dosoo  do  lo  mas  conve- 
niente á  la  gloria  do  Dios  y  al  bien  espiritual  y  temporal 
de  la  nación  sean  los  resortes  (|uo  por  todas  partes  obren 
en  esto  inlcresanlo  negocio.  Y  obligada  á  decir  su  sentir, 
en  lo  que  forma  ol  objeto  de  esta  última  baso,  no  se  de- 
tiene en  anunciar  francamente  que  V.  M.  dob »  recurrir 
¿la  Santa  Sede,  interesándola  nuiy  vivamente  para  quo, 
autorizando  alguna  persona  de  su  conlian/a  para  todo  lo 
necesario  ú  la  realización  de  este  plan,  proceda  á  ella  jun- 
tamente con  la  persona  ó  personas  que  V.  Al.  tenga  á  bien 
dcsi^narporsu  paite.  Una  autorización  semejante  cortaria 
todas  las  dificultades:  la  unión  do  ambas  autoridades  ecle- 
siástica y  civil  do^vaneceria.  las  disputas:  los  prelados  espa- 
ñoles Y  el  cloro  entero  so  allanarian  á  todo  con  facilidad,  y 
b1  pueblo  sencillo  rospetnria  como  es  debido  las  dis[>osicio- 
aes  que  se  tomasen.  La  autorización  de  que  habla  la  junta 
iebe  ser  cstensiva  a<lemas  á  los  reglamentos  que  muy 
luego  tendrá  el  honor  do  presentar,  y  sin  loscuia^U^^^VA^ 


56 

bases  no  ofrecerían  toda  U  ventaja  me  de  las  tmasjf 

rectas  intenciones  de  la  junta  podría  esperar  T.  E 
Adoptada  esta  idea,  la  junta  cree  allanado  el  camiiiopm 
todo  el  arreglo  del  clero  secular  y  regalar  de  Espaiif  J 
esta  nación  católica  esperimentará  muy  saludables  mili- 
tados. 

))No  por  esto  pretende  la  junta  disminuir  ea  lo  h 
mínimo  las  prcrogativas  del  trono  de  Y .  Mi ,  de  ((ae  ki 
usado  con  repetición  sus  augustos  predecesores.  T.l. 
las  ha  ejercido  mas  de  una  vez,  desde  que  la  nacionticM 
la  dicha  de  ser  regida  por  su  ilustrado  y  benéfico  goimf' 
no.  En  las  cosas  que  claramente  son  de  la  competeidi 
de  la  autoridad  real ,  la  junla  no  es  tan  temeraria  fK 
ose  proponer  límites.  V.  M.  ejerce  el  glorioso  títnlofc 
protectora  de  la  iglcs  a  y  de  sus  cánones  ,  y  decongeni- 
dora  fiel  de  los  derechos  de  sus  pueblos.  Lo  que  la  j«b 
propone  únicamente  se  dirige  á  los  puntos  que  laad*! 
disciplina  t;ene  reservaiios  á  la  Santa  Sede  ,  ó  á  aqoela 
sobre  los  cuales  suelen  suscitarse  disputas.  £1  pateful 
corazón  del  romano  Pontífice  desea  el  mayor  neo  * 
esta  nación  generosa ,  que  tantos  tesmonios  le  tiene  Mi 
de  firme  adhesión  y  de  un  amor  filial ;  y  no  es  creibkf* 
cuando  S.  S.  se  ha  prestado  francamente  k  otras  nadoit* 
para  sus  arreglos  eclesiásticos,  solo  la  española  quede prifi* 
da  de  sus  benéficas  concesiones  especialmente,  siendocoii 
son  tan  fundadas  y  necesarias  las  medidas  que  V.  M.'c^ 
tomar  con  este  objeto;  y  todo  muy  conforme  con  lo ^* 
el  sabio  Pontífice  Benedicto  XIV  prometió  en  ralmibi^ 
bre  el  coücordalo  que  con  S.  S.  celebró  nuestra  cW 
Unidas  ambas  autoridades  eclesiástica  y  civil ,  y  dirígü^ 
dosc  á  un  mismo  fin ,  todo  se  arreglará  admiraUensí^ 

))Mas  si  V  M.  propende  á  que  la  junta  examiaí'' 
tcnidamente  y  proponga  los  puntos  particulares  Mf^ 
entienda  ser  absolutamente  necesaria,  según  ladiicip* 
actual  de  nuestra  iglesia  ,  la  autorización  de  la  SaataS** 
de  para  llevar  á  cabo  las  alteracionea  íodiGadas  aa  ^ 
bases  tomará  sobre  si  este  nuevo  trabajo ,  aiufie  pf[ 
auadida  de  que  no  será  el  imdio  maui  oportiatéi^'' 


57 

dfiíeos  de  y.  M.  se  vean  eumpKdos.  Entretanto,  suspen- 
fcaqui  por  ahora  su  discurso  ,  preparándose  para  estén- 
der  los  particulares  reglamentos  que  tiene  ofrecidos  á 
S.M.,  y  después  las  preces  que  ,  según  el  sistema  que 
r.  M.  adopte,  convendrá  dirigir  al  primado  de  la  uni- 
rersal  iglesia.» 

El  cardenal  Tiberi  convonin  tanti>  04>n  las  ideas  de  la 
Dnta^  que  eran  Ins  mismas  del  señor  obispo  de  Astorga, 
quien  trataba  con  la  mas  intima  confíanza ,  que  desdo 
lego  aseguró  á  este  que  cuando  llegase  á  Komu  baria 
er  á  S.  S.  la  necesidad  dr  proteger  los  proyectos  de  la 
imtn,  encaminados  á  voriíicar  unn  pronta  reforma  del 
lero  antes  que  las  cortes  se  ocupasen  en  estos  negocios. 
*ero  sin  duda  lo  quo  eii  este  sentido  espuso  el  espresado 
urdenal  en  la  ocasión  solemne  que  }a  hemos  indicado, 
ii5  que  fuese  mal  mirado  en  la  corle  pontificia,  decía- 
ida  va  contra  los  derechos  do  nuestra  reina  doña  Isa<- 
id  II  y  á  favor  de  las  pretensiones  de  don  Cirios. 
'  Por  este  tiempo  tuvo  el  seftor  obispo  de  Astorga  la 
higular  satisfacción  de  recibir  carta  de  su  digno  discípulo 
protegido  don  Siribaldo  Mas,  que  de  Arden  del  gobierno 
bjaba  por  Oriente »  donde  creemos  (|ue  todavia  reside, 
Mque  con  carácter  público.  La  carta  que  hemos  ci- 
láo  conlione  entre  otros  particulares  interesantes  lo  si* 
!«Í6Qto : 

Gran  Cairo  14  de  dicienhbre  de  4836. 

Mi  amado  maestro,  etc.: Desde  Reiruto  pasA  á  Pataqui, 
lilfepo,  Hama ,  Honi ,  Palmira ,  Tribus  de  los  Árabes  del 
lémrtode  Bagdad,  Damasco,  liaalbek,  Beiral,  Tiro,  Si- 
|Mi>  Áttty  Nazaret,  Naplusa ,  Sihnm,  Jerusaiem ,  Betlem, 
m  Juan,  Bamá,  Jafá,  (íaia,  Cnaris  y  Cairo.  He  pasado 
iMhas  incomodidades,  de  las  cuales  la  menor  ha  sido 
¡amir  infinitas  noches  al  campo  raso,  bajo  mi  pequefia 
iMda.  Sin  embargo,  ne  me  arrepiento,  porque  el  viajo 
é  Siria  y  Palestina  es  sumamente  inter«sant(>,  y  pocos 
m  M  iMjan  heclM  tan  mtero  como  yo.  En  Ihiimira 
4MI  «1  «aiM  é%  uM  ü^rUa  tt^M  «Mina  '>«^tim 


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itsi 

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58 

Pocas  minas  qne  la  vista  admira 

Asilo  de  infelices  mahometanos. 
Hallé,  y  no  mas,  al  visitar  Palmira; 
¿Quién  oh  fortuna ,  en  pos  de  ti  suspira? 
¡Oh  tiempo ,  quién  se  libra  de  tus  manos! 
Aquel  que  con  su  libro  [Volney) 
A  esle  claro  lugar  dio  mas  renombre 
La  deuda  ya  pagó  del  hombre. 
•     Aquel  virtuoso  sabio  [Amat ,  arzobispo  de  Palmxrü] 
Que  el  titulo  llevó  de  estos  despojos 
También  cerró  los  ojosj 
Aun  vive  por  mi  suerte 
El  que  heredó  la  miel  de  su  almo  labio: 
¡Oh  cielos!  ¡Que  no  vea  yo  su  muerte!!... 

El  señor  de  Mas  y  los  señores  López  de  Córdoba,  i¿- 
nistro  de  S.  M.  en  Constantinopla,  y  don  Ensebio  Maní 
del  Valle,  catedrático  de  esta  universidad  literaria,  é in- 
dividuo de  la  academia  española,  son  los  discípulos  á  quie- 
nes mas  ama,  y  con  solicitud  y  cariño  paternal.  DcLopet 
de  Córdoba  conserva  un  retrato  en  miniatura  que  tiene 
colocado  delante  de  la  mesa  de  su  despacho :  hace  poco 
tiempo  que  ha  recibido  de  él  una  Biblia  en  hebreo  codIi 
traducción  castellana  en  caracteres  hebraicos.  Valle  lo 
acompaña  frecuentemente,  y  le  endulza  las  amarguras 
que  deben  producirle  los  desengaños  que  eu  su  dilatada 
vida  ha  esperimentado. 

Disuelta  la  junta  eclesiástica  á  principios  de  1837,  se 
volvió  el  señor  Torres  Amat  á  su  diócesis ,  ocupándose 
esclusivamente  en  la  provisión  de  curatos,  en  introducir 
no  pocas  mejoras  en  el  seminario  conciliar  de  Aslorga.  f 
en  proveer  á  todas  las  necesidades  de  su  obispado.  Nom* 
brado  senador  por  Barcelona ,  volvió  á  Madrid  en  no- 
viembre de  aquel  año;  en  el  Senado  fué  nombrado  síenH 
pre  presidente  de  una  de  las  cinco  secciones  en  que  se  di- 
vidia  aquel  cuerpo,  y  para  varias  comisiones  importanlei. 
Su  avanzada  edad  y  sus  achaques  le  impedían  kMu  «• 
alta  voz;  pero  no  por  eso  dejó  de  tooiar  parte  ~ 


a  utaeno  loperior  á  sas  faculudes  físicas  cuando  se 
ató' de  cuestiones  relativas  ú  la  Iglesia  y  al  estado  cclc'^ 
ástico.  Guando  se  discutía  el  proyecto  relativo  á  la  do^ 
icion  del  culto  y  clero,  <lec¡a  entre  otras  cosas:  «La  rc- 
Dlncion,  semejante  á  una  impeluosa  inundación,  que 
TAsa  cuanto  había  de  prove<*lioso  en  el  campo  de  la 
Icsia,  y  que  servia  jpara  alimentar  á  los  que  cultivaban 

campo  del  Señor,  solo  ha  dejado  los  zarzales  y  male- 
ta. Pocos  colonos  vendrán  á  trabajar  en  este  campo, 
lies  muy  feraz,  ahora  estéril.  Los  jóvenes  de  talento, 
•8  hijos  de  familias  distiiíguidas  y  que  hayan  recibido 
na  buena  edui'.ac¡on,  no  se  dedicarán  á  la  carrera  ecle- 
ástica,  que  solo  seguirán  los  que  por  falta  de  medios  ó 
)  talento  no  puedan  emprender  otra.  Solo  los  pobres 
iryirán  á  la  iglesia.  El  párroco  que  llegue  en  su  vejez 
la  renta  de  9000  rs. ,  podrá  decir  que  habrá  llegado  al 
nnino  de  su  carrera:  un  portero  de  secretaría  tiene  106 
¡000  rs.  sin  necesidad  de  seguir  una  carrera  literaria!)) 

» La  superstición  y  la  impiedad  están  siempre  pug- 
nado contra  el  Evangelio,  es  decir,  contra  la  Iglesia  de 
sucristo,  sociedad  que  su  divino  fundador  estableció 
ra  hacer  á  los  hombres  eternamente  felices  en  !:i  otra 
da,  pero  de  modo  que  comiencen  á  serlo  ya  en  esta, 
mo  observó  el  célebre  filósofo  y  político  Montesquieu. 

Eucblo  espafiol  no  solo  es  católico,  sino  ademas,  espe- 
nente  adicto  á  S.  S.  el  supremo  vicario  de  Jesucristo. 
8  virtudes  de  Gregorio  XVI  le  harán  siempre  atender 
aa  representaciones  que  le  dirija  el  gobierno  de  S.  M., 
sacindíendo  de  la  nueva  forma  de  gobierno  que  feliz- 
iOic  se  halla  establecida.» 

)i)La  sólida  ilustración  y  religiosidad  del  Senado  mo 
sen  confiar  que  no  aprobará  el  proyecto  de  ley  sobre 
LaGÍon  del  culto  y  clero  y  enagenacion  de  las  propie- 
les de  la  iglesia.  Como  prelado  de  esta,  y  como  espa- 
1  católico,  apostólico  romano  y  amante  de  la  Consti- 
¿on  que  he  jurado  observar  y  defender,  me  opongo  y 
otéalo  contra  dicho  proyecto  de  ley ,  porque  en  61  se 
ipoja  al  clero  de  la  propiedad  de  sus  bienes  ^  y  se  ^«r« 


40 

rian  muchos  pontos  de  doctrina  ocMéitMItf  M»  fWHi 
de  acuerdo  con  la  suprema  autoridad  de  la  igleMifl  v^k^ 
pendienlc  de  la  civil  en  lo  que  toca  aí  dogma  y  i  jas  poik 
tos  de  disciplina  conexos  intimamente  con  aquel.» 

»£n  el  proyecto  de  ley  de  dotación  del  culto  j  ckni 
se  supone  despojada  la  iglesia  de  sus  propiedades,  €8}ii 
dueños  son  corporaciones  esenciales  á  la  religioUfflB 
no  pueden  suprimirse.  Asi  lo  juzgan  las  naciones  osltii 
de  todo  el  mundo,  y  cnlre  ellas  la  misma  Francia,  (jV 
Yuclye  ya  á  proteger  las  propiedades  ,  que  [su  iglesia  H 
otra  vez  adquiriendo.  Miro  como  supéruuoel  probar  f9B 
es  contra  la  Constitución  el  despojar  al  clero  de  sus  pC9- 
piedadcs ,  porque  creo  que  la  cosa  es  evidente.  Los  VHr 
mos  señores  de  la  comisión  no  podrán  menos  de  teoMf 
que  al  culto  y  clero  le  suceda  lo  que  á  los  regulares } 
religiosas ,  cuyo  lastimoso  estado  conmueve  hasta  i  ki 
que'han  sido  causa  de  él.  Señores^  el  maUrio/úms, (la- 
mentado por  la  impiedad  y  la  superstición ,  va  desmen- 
lizando  las  naciones.  Los  sabios  de  la  antigüedad  dejaros 
demostrada  la  necesidad  de  la  religión ,  j  España ,  eo  tpa 
por  especial  [providencia  de  Dios  domina  la  única  Vfl^ 
dadera  sin  mezcla  de  otros  cultos  ,  ¿quitará  los  bieueiá 
sus  ministros?  ¿Y  á  los  maestros  y  celadores  de  la  moral 
de  los  pueblos ,  á  los  protectores  de  los  pobres  j  opriflú- 
dos,  los  hará  dependientes  de  un  alcalde?» 

Guando  se  discutía  el  proyecto  relativo  á  ¡urisdiccil- 
nes  en  que  se  trataba  de  la  eclesiástica,  dijo:  •Dmm 
consignar  boy  en  breves  palabras  las  ideas  queooola 
mayor  franqueza  he  emitido  entre  mis  dignos  compafterü 
desde  la  instalación  del  Senado,  ya  en  las  secciones,  ja 
en  conversaciones  particulares,  independiente  sieiD|ffa 
de  los  gobiernos  en  materia  de  opiniones,  be  sidodwa 
mis  primeros  anos  liberal  v  legalmentc  progresista.  Ha- 
cha esta  salvedad,  me  declaro  en  contra  de  este  proveció 
de  ley ,  como  me  declaré  contra  el  de  enagenacion  os  ka 
bienes  del  clero  secular. 

«Nuestras  relaciones  con  Boma  son  de  la  mayor  ii^ 
portancia,  no  solamente  atendida  la  parte  relifiíM  fP 


41 

tul»  iatevesa  á  k  Moion  etpafloU,  «HUBeaUmeote  cat^ 
l(ia>  ano  Umbien  la  política.  Hace  tres  afios  que  el  go- 
Veroo  formó  una  comisión  de  siete  individuos,  cuatro 
di  ellos  ex-ministros  do  Estado  y  Gracia  y  Justicia,  para 
nuninar  nuestras  relaciones  con  la  Santa  Sede.  Mi  voto 
fcé  entonces  y  será  ahora ,  que  debia  España  ceñirse  á 
llfrar  de  S.  S.  que  nos  concediese  aquellas  gracias  que 
)l  ha  concedido  á  la  Iglesia  de  Francia,  de  Italia  y  de 
Otras  naciones  católicas.  Señores:  tengo  portan  falso  (juc 
li  potestad  eclosiáslica  pueda  arreglar  los  puntos  de  dis- 
QÍ|íUna  eslerior  sin  contar  con  la  civil ,  como  el  que  esta 
píeda  hacerlo  sin  contar  con  aquella.  En  los  concilios  ge- 
Urales  y  particulares,  especialmente  de  España^  se  ve 
coa  eyidencin  esta  verdad.  En  ellos  so  declaraban  por  solo 
kn  obispos  las  cosas  de  fé ;  pero  en  las  de  disciplina  in- 
lirveniau  los  reyes.  En  muchos  puntos  de  nuestra  disci- 
|IÍDa  eclesiástica  se  necesita  reforma ,  como  en  el  de  ju-> 
ndicciones,  dispensas  y  varias  reservas  pontificias.  Basta 
Mordar  lo  que  pasó  en  el  Concilio  de  Trento ,  y  lo  que 
bspues  han  dicho  los  mas  subios  obispos.  Pero  ¿qué  in- 
lonvenienle  hay  en  que  nuestro  ffobierno  se  ponga  antes 
le  acuerdo  con  los  obispos  del  reino  y  con  S.  S.7» 

Prolijo  seria  hacer  mención  de  las  esposicioncs  que 
1  señor  Torres  Amat  ha  dirigido  en  diferentes  circnns* 
ilicias  á  S.  M.  y  á  su  gobierno,  con  objeto  de  promover 
il  bien  de  la  iglesia  y  del  estado  eclesiástico  ,  asi  como 
M  esfuerzos  con  que  en  el  gobierno  de  su  diócesis  ha 
nbajado  para  la  mejora  de  las  costumbres  ,  para  la 
BSiruccion  del  clero ,  y  para  el  mejor  arreglo  de  loa 
legocios  eclesiásticos.  En  abril  de  1839  dirigía  una 
everente  esposicion  á  S.  M.,  haciendo  ver  que  eran 
irepetidas  y  bien  notorias  las  pruebas  de  fidelidad  y  de 
esignacion  que  está  dando  el  clero  español  en  medio  de 
OS  padecimientos  por  la  causa  del  trono  de  vuestra  es- 
•IsaHija,  nuestra  augusta  soberana  doña  Isabel  II.  Pero 
e  percibe  en  mi  diócesis,  decia,  y  creo  que  en  todas  las 
(•mas  del  reino,  un  sordo  y  violento  murmullo  de  los 
VMblos  contra  el  abandono  en  que  queda  en  este  afta 


(1839)  1a  BubsiiteAcia  de  los  ministroB  de  te  reU|ioB  j 
de  su  culto ;  ruido  tempestuoso ,  Sefiora  i  presagio  m 
cierto  de  una  inminento  y  desecha  borrasca.  Añádase  i 
esto  la  tan  chocante  y  escandalosa  circulación  y  venta  Je 
los  libros  mas  impios  y  obscenos  que  están  prohibidos ci 
Francia,  Alemania,  Italia  y  demás  naciones  civiliíadat 
Todo  lo  cual  hace  creer  al  pueblo  que  va  á  destroini 
nuestra  santa  re!i<^ion  en  España.  Ol'enderia  ,  Señora,  h 
ilustrada  política  y  sólida  piedad  de  Y.  M.,  si  después  Ji 
lo  dicho  me  detuviera  en  suplicarle  cncarecidamcDte  le 
digne  emplear  todo  el  lleno  de  su  regia  autoridad  psi 
remediar  pronto  tan  graves  daños ,  y  precaver  su  fooei- 
tisimo  resultado.»  Siendo  ministro  de  Gracia  y  Justiciad 
señor  Arrazola ,  hizo  las  mayores  gestiones,  ya  de  pab- 
bra  ya  por  escrito ,  á  fin  de  que  se  despachasen  lastÑaai 
que  habia  dirigido  al  ministerio  para  la  provisión  de  bi 
curatos  de  su  diócesis.  Tuvo  el  mayor  empeño  en  doür 
de  buenos  párrocos  todas  las  iglesias  de  ella,  caliGcaiA 
del  modo  conveniente  la  capacidad  y  buenas  costumbrtl 
de  los  aspirantes.  Respecto  de  los  curatos  de  presenli- 
cion  laical ,  decia  al  señor  ministro  de  Gracia  v  Juslicií 
))si  no  se  hace  caso  de  mi  larga  representación  sobre  !>»•• 
veer  estos  curatos  en  la  misma  forma  que  se  proveen  te 
del  real  patronato,  representación  que  se  halle  bien  bxf 
dada,  sejíun  me  manifoslaroa  respetables  magistrados,  • 
seré  yo  el  obispo  que  ad:i:i(a  párrocos  indignos  en  mi  4^ 
cesis,  por  mas  recursos  <le  Tuerza  que  hag¡n  duques  y 
poderosos:  así  es  que  no  lie  contestado  á  sus  cartas^ 
nombramiculos  de  curas  á  varios  grandes,  ni  queriíi 
nombrar  por  ecónomos  á  sus  presentados.  El  juslífif 
en  procesos  ias  malas  costumbres  públicas,  escasiimp*" 
sible.  Ten^o  07  años,  y  ya  de  nada  necesito  para  mí.» 

Otra  de  las  reformas  que  primero  emprendió  en  si'j 
diócesis  ¡fue,  como  ya  hemos  apuntado,  la  del  seiuiurilj 
conciliar  de  Astorga ,  em|>leando  el  10  por  100  dd  tch 
nomato  en  formar  un  capital  para  becas  de  ostudiaUi 
pobres,  temiendo  que  podía  quedar  indotado  el  seM»* 
rio  con  la  abolición  de  los  diezmos,  en  que  se  fondabn 


45 

Dvmtas,  Para  ello  abolió  d  deitino  de  ecánamo  que  era 
I  Blejor  qae  proreia  el  obumo. 

En  1838  oizo  la  visita  ad  Umina  y  dirigió  á  S.  S.  el 
liado  de  su  diócesis ,  acompañado  de  UDa  larga  carta  al 
wdenal  Gregorio ,  quien  la  leyó  con  gusto  manifestando 
D.  Salvador  Borrell ,  que  contestarla  al  señor  obispo 
I  Aatorga.  Varias  veces  le  repitió  lo  mismo  al  entre- 
urle  aquel  las  pastorales  de  dicho  señor  obispo ,  y  es- 
Mdalmente  la  relativa  á  la  versión  de  la  Biblia  sin  notas: 
Hso  antes  de  morir  volvió  á  decir  lo  mismo  el  espresa- 
I  cardenal,  pero  pasó  á  mejor  vida  sin  hacerlo.  Muerto 
regrorio »  se  ha  manifestado  al  señor  Torres  Amat  que 
I  espere  respuesta  á  su  visita  ad  Umina.. 

En  marzo  de  839  fué  nombrado  por  S.  M.  para  una 
imisíon  que  debia  examinar  y  proponer  lo  conveniente 
)«rca  del  estado  de  nuestras  relaciones  con  la  corte  de 
orna*  No  tenemos  noticia  de  los  trabajos  de  esta  co- 
lisión, que  quizá  por  las  circunstancias  políticas  que 
ispues  sobrevinieron  hayan  quedado  paralizados,  si  es 
le  se  emprendieron  algunos  trabajos.  En  agosto  de  1840 
Liigió  su  voz  pastoral  á  sus  diocesanos.  Veamos  de  qué 
tnera  los  exhorta: 

«Terminada  ya ,  amados  diocesanos ,  la  atroz  y  fra- 
icida  guerra  que  ha  ocasionado  á  nuestra  cara  patria 
defensa  del  trono  de  la  augusta  hija  y  heredera  de  la 
kroua  del  difunto  monarca,  la  angelical  Isabel  II,  es  una 
ligación  nuestra  elevar  al  ciclo  ardientes  votos  y  ac- 
ones de  gracias  al  Dios  padre  de  las  misericordias ,  y 
itor  de  todo  bien,  por  haberse  dignado  apiadarse  de 
íaotros,  y  para  que  se  digno  derramar  >  especialmente 
I  estos  dias,  abundantes  auxilios  de  su  divina  gracia 
^bre  todos  los  españoles,  á  fin  de  que  sin  embargo  de  la 
iVersidad  de  opiniones  en  todos  los  partidos^  reine  en 
5^  aquella  máxima  cristiana  y  eminentemente  social: 
Htdad  perfecta  en  las  verdades  de  la  f¿  católica :  Liber" 
d  prudente  en  las  meras  opiniones  particulares,  y  Ca« 
dad  fraternal  y  unión  mutua  en  Jesucristo ,  en  todas 
a  eoaas.  Nadie  puede  ser  reprendido  si  en  las  ca<b^^o- 
Tomo  ym.  VSl 


4* 

oes  hainaqM,  oscura»  wi  sien^grf.  ^.  i.i|iterroi)Mihtev|yi 
no  concieraen  á  la  salad  eterna  >  cada  cual  abuáig^  en  i| 
é^níiry  según  la  regla  del  apóstol  San  Pablo ,  aka^uiia 
la  opinión  que  le  parezca  mas  verdadera,  coa  tal  q|BM(k 
discrepancia  de  los  enlendimíentos  no  produzca  la  dis- 
cordia de  las  volunlaJes,  rompiendo  el  dulce  viacojbdB. 
la  carídiiil.  Y  cierlamimle  seria  uua  gravíjíima  iq.ivil 
hecha  á  las  verdades  que  Dios  nos  ha  revelado,  el  igoft*. 
lar  con  la  certeza  de  estas  los  pensamientos  siempre  tí- 
midos 6  incicrlos  de  los  hombres,  pretendiendo  w- 
tivar  la  razón  no  menos  en  obsequio  de  estas  que  ik. 
aquellas.  Mas  aun  cuando  alguno  de  nuestros  hecmiioi 
caiga  desgraciadamente  en  la  impiedad  u  otro  delito,  ih 
hemos  amonestarle,  como  nos  ensena  el  apóstol,  con  vf¡^ 
ritu  de  mansedumbre  (Gal.  VI.  1) ;  Y  hasta  los  qne  ú» 
tamente  contradicen  á  la  verdad,  debemos  reprendflikl 
con  modesta  dulzura,  por  si  quizá  Dios  ios  trae  ápíljr 
tencia  para  que  la  conozcan,  y  se  desenreden  d^  b| 
lazos  del  diablo  que  los  tiene  presos  á  su  arbilú 
{II.  Timot.  II.  25.) 

»La  paz  de  Jesucristo,  nnestro  amantísimo  ^ikk 
abunde  cada  dia  mas  en  vuestros  corazones;  ponjue 


ella  seréis  felices  cuanto  cabe  en  este  mundo,  y  goa* 
reis  después  de  una  caridad  eterna.  Esta  paz  divina ah 
que  ardientemente  os  deseamos ,  amados  hijos  nueiMi 

Íen  nombro  y  con  la  divina  autoridad  del  mismo  SeW 
esucristo.  Supremo  Paslor  de  la  Iglesia,  os  enviaiMll 
bendición  del  Padre  y  del  Hijo  y  del  Espíritu  Sanio.' 

Es  digno  de  ser  leido  el  arreglo  que  según  la  nii0¡l 
pastoral  introdujo  el  señor  obispo  en  el  espresado  N^ 
nario,  asi  como  las  economías  que  estableció  en  loicAr! 
cursos  y  provisión  de  curatos.  aCIros  anos  há»  diceiffj 
se  ocupó  por  la  fuerza  militar  y  se  transformó  en  >l|j 
casa  fuerte  el  seminario  episcopal  de  Astorga,  qiiaM| 
que  llegamos  á  esa  diócesis,  habia  sido  uno  de  k»  p* 
meros  objetos  de  nuestro  celo.  El  inminente  pelfS'^^ 
que  se  halló  la  ciudad  en  agosto  de  1836  de  ser  ínTivy 
por  las  trop9L&  enemigas  que  entraron  en  I^eoot 


4tf 

qe  w  fortificara  dicho  seminario,  Gracias  á  Dios  ao 
larOD  aquellos  tiempos  de  tribulacíou ;  y  el  digno 
10.  señor  capitán  general  de  Cuslillu  la  Vieja ,  aten- 
ido a  imeslros  julios  clainuros,  dio  Orden  al  cuinau- 
te  militar  de  la  provincia  para  que  ñus  devolviese  el 
icio»  con  la  pre\eiirioii  do  qno  por  ahora  se  conserv- 
en el  misino  oslado  en  que  se  liullan  sus  obras  de 
ificacion»  hasta  que  el  gobierno  superior  resuelva 
pueden  ja  deshacerse  como  innecesarias.  Posierior- 
ite  S.  M.  se  dignó  mandar  por  real  orden  de  2G  de 
¡1  de  este  año,  que  nos  conmnicó  el  Excuso,  señor  mi- 
ro de  Gracia  y  Justicia,  lo  mismo  que  inlerinanuuite 
insiera  el  E\cmo.  señor  capitán  general. 
sEn  estos  años  de  estar  cerrado  el  seminario  sola*- 
lie  hemos  podido,  con  el  corto  auxilio  suministrado 
la  Junta  diocesana,  sostener  á  los  catedráticos,  al 
i^ptor  de  gramática  latina  ^  á  su  ajudante^  con  una 
Jica  dotación  para  que  continuasen  abiertas  las  cute- 
I  en  distintos  locales  de  la  ciudad,  j  ganasen  los  es- 
ires  cursos  literarios;  y  ahora,  á  pesar  de  nuestros 
smentcs  deseos,  todavía  es  imposible  restablecerle 
le  luego  como  estaba  antes.  La  pérdiila  de  sus  rentas 
le  ha  reducido  á  la  nulidad,  y  presenta  en  el  dia  el 
Sncólico  aspecto  de  un  solitarii>  albergue,  ese  her- 
O  edificio,  poco  hace  florido  plantel  de  jóvenes  des- 
ios  para  el  servicio  de  la  Iglesia  y  del  Estado.  Muchos 
inaristas  y  estudiantes  pobres  (|ne  niantenia  queda- 
hace  tres  años  sin  alimentos  ni  habitación;  y  varios 
tenido  que  abandonar  los  estudios  j'  tomar  otra  car- 
6  mendigar  un  escaso  sustento  de  las  almas  piado- 
Solamente  á  algunos  pocos  que  estaban  ja  muy  ade- 
idos  hemos  podido  darles  una  limosna  para  concluir 
BStudioSj  y  poder  salir  al  concurso  á  curatos,  en  el 
han  obteniílo  su  colocación.  A  lodos  estos  bene- 
itos  seminaristas  (|U:^  mantenía  el  establecimiento  y 
Redado  sin  alimentos,  les  habíamos  adjudicado  las 
a  en  méritos  de  su  oposición  á  ellas,  y  así  eran  entre 
Morrea  eslndiau tes ,  los  de  mas  talento,  aplicación  j 


46 
buenas  cottombreí .«-«Para  alimentar  i  major  nfunciolB  I 
jóvenes  se  habían  dÍTÍdido  alganas  becas  en  dos  nitali 
siempre  qae  algnnos  pobres  hallaban  arbitrios  parapinr 
media  pensión.  Todo  este  bien  ha  desaprecido ,  t  queb 
sin  este  consuelo  muchas  familias  de  honrados  labraiiH 
res.  Pero  confiamos  en  Dios  que  pronto  se  proTeerik 
un  modo  estable  á  la  decorosa  dotación  del  culto  y  den; 
y  por  necesaria  consecuencia  á  la  absolutamente  infr 
pensable  para  mantener  el  número  de  alumnos  que  exifi ' 
la  sucesiva  provisión  de  cerca  de  mil  parroquias  ^  \ 
cuenta  esa  vasta  diócesis.  No  habiendo  en  ella  mas  origei 
de  riqueza  que  la  agricultura  y  un  pequeño  comercio  i| 
industria  9  son  pocas  las  familias  que  pueden  costetfhj 
larga  carrera  eclesiástica  á  los  hijos  que  se  inclÍDa  i ! 
ella,  y  por  eso  hemos  resuelto  abrir  otra  vez  pan  i\ 
público  ese  seminario  que  se  nos  acaba  de  devoher.    ' 
»Mas  hasta  que  esté  suficientemente  dotado,  iakh\ 
mente  podemos  por  ahora  ofrecer  á  nuestros  amata 
diocesanos  que  costeando  el  seminario  la  escasa  dali- 
cion  de  las  cátedras,  y  demás  gastos  que  acarrea  el  afl^  I 
tenimiento  de  una  casa  de  educación,  podrán  eaTnri] 
61  sus  hijos  como  lo  hacían  anteriormente ;  y  aan  Mpein 

E adres  que  no  puedan  pagar  la  antigua  pensión,  pottl 
acerlo  dando  solamente  tres  y  medio  reales  diarioilM 
rante  el  curso ,  anticipados  por  meses.  ¡Ojalá  qae  es*] 
antes  pueda  volver  el  seminario  á  mantener  el  coaiM 
rabie  número  de  pobres  estudiantes  que  tanto  huM^ 
han  dado ,  y  que  con  tanto  fruto  están  dirigiendo  oad^] 
simas  parroquias  de  esa  diócesis,  y  son  el  cOBwbTl 
edificación  de  los  pueblos!  J 

» Desde  1.^  de  setiembre  se  recibirán  en  noesbiiH 
cretaria  memoriales  para  ser  admitidos  en  el  seiiliBiAl 
teólogos,  filósofos  y  gramáticos,  siendo  prefinidas  1^4 
clases  según  el  orden  espresado ,  hasta  conmlelfl'^Q 
ahora  el  número  de  treinta ,  advirtiendo  qne  u  ayHJg 
de  él  y  de  sus  cátedras  de  filosofía  y  ciencias  sekflMU 
se  verificará  el  dia  1.^  de  octubre  próximo ,  y  fi(¿9 
la  adnusion^  ré^eu  interior  j  educadoii  Mil  J  01 


4ú 


47 

|flM.  é  iDBtniccioii  cientffiea  de  los  alumnos ,  ademas  de 
B  ántignas  reglas  qae  permitan  obsenrar  las  actaales  cir- 
llistancias ,  regirán  las  siguientes : 
1.^  «Para  el  inmediato  gobierno  del  seminario ,  en  jo 
letorato  nos  conservamos  por  ahora »  habrá  un  director 
mrdote^  y  un  yice-director  que  hará  también  de  ma-- 
irdomo »  sin  mas  obvenciones  por  de  pronto  que  los  ali- 
fñtos ,  en  cantidad  "algo  mayor  que  la  de  los  seminaris- 
I  y  adornas  un  portero^  un  cocinero  con  su  ayudantet 
los  ó  mas  fámulos  para  servir  la  comida  de  todos  en  el 
klBCtorio ,  cuidar  del  aseo  y  limpieza  do  la  casa ,  y  asis- 
ral  que  estuviese  enfermo,  á  quien  visitarán  canñosa- 
ttto  varias  veces  al  dia  el  director  y  vice-director ,  ce- 
ndo  que  nada  le  falte ,  y  avisando  á  los  padres  6  fami«- 
^  si  el  mal  se  agravare. 

S.^  »  Los  alimentos  que  se  darán  á  todos  los  semina- 
HUs  serán  los  siguientes :  por  la  mañana  un  cuarterón 
)  nan  ó  sopa  abundante  por  almuerzo:  al  medio  dia  sopa 
pbien  en  abundancia »  con  un  cocido  de  media  libra  de 
ne  y  dos  onzas  de  tocino  con  los  garbanzos  y  pan  cor» 

Bondiente:  y  paraconar^  ensalada  y  guisado  de  carne 
cálao»  huevos,  etc. ,  todo  de  buena  calidad,  bien  con- 
tentado ,  y  en  una  olla  común  para  los  superiores  y 
bgiales.  Los  domas  gastos  de  cocina,  luces,  fuego, 
■a  y  conservación  del  edificio  correrán  por  cuenta 
I  seminario.  Y  como  esto  no  se  propone  reportar  nin- 
p  .lucro,  y  si  .repartir  entre  algunos  estudiantes  pobres 
l.sobras  que  pueda  haber ,  se  ha  calculado  que  para  to- 
I  esto  bastará  que  contribuya  cada  seminarista  por  ahora 
n  los  tres  reales  y  modio  diarios,  según  se  ha  dicho, 
lando  por  consiguiente  de  contribuir  en  tiempo  de  las 
oaciones  de  verano ,  aquellos  que  por  sus  cortas  facul- 
les  vayan  á  pasarlas  en  sus  casas.  Luego  que  cobre  el 
tlrinario  la  necesaria  dotación ,  se  les  rebajará  aun  la 
Mion  seQaladaá  aquellos  seminaristas  que  sean  mas 
g^ores  á  ello  por  so  aplicación »  buena  conducta  y 

Mor  «soásea  d«  sus  fatmliaSi  Atendidas  las  cireuní^ 


4lB 


gira  que  TÍstan  el  traje  de  semitiarista ;  ttít6  iámt 
ner  iodos  un  capote  ó  capa  para  ir  al  ania  6  pannbi 
paseo.  La  asistencia  de  médico,  cirujano  y  totklCl^ 
rerá  por  ahora  á  cuenta  del  enfermo.  ■  l^ 

3.*  ))Los  pobres  csludiunles  que  por  oposidwnto'lj|^ 


A  a' 

kVBt 


para  volver  a^ 

Be  atenderá  según  lo  permilan  los  fondos  que  se..^    _ 

carán  á  eslc  en  la  dotación  del  culto  y  clero,  |J> 

4.*  ))EI  porlero  vigilará  mucho  para  que  no  ^Wfl^ 

el  seminario  ninp^una  persona  á  tratar  con  los  se"^™* 

iso  pe 
rector  ;  pero  ni  estos  podrá 


tas  sin 


minano  ninp^una  persona  a  iraiur  con  ios  ^"|7"ri|| 

in  previo  y  espreso  permiso  del  director  6  YÍ»**|^ 

>«;v%or ;  pero  ni  eslos  podrán  darle  para  entrar  "'■ffljuj 

mujer  sin  preceder  licencia  nuestra  6  del  gobcmador«>lj 

diócesis ,  que  solamente  se  concederá  á  las  madres  i  pl^ 


fl 


rientas  de  edad  madura  cuando  estuviere  enfermo  ^^|||' 
minarista.  " 

5.*  ))EI  director  no  nos  propondrá  ningún  j6vcli|J 
ser  seminarista,  sin  tomar  antes  informes  rcscnpj 
acerca  de  su  índole ,  costumbres  y  disposición  pflTlP 
letras,  cuyo  espediente  nos  presentará  para decretirOII 
su  admisión^  incluso  siempre  el  testimonio  del  pMP 
respectivo ;  pero  luego  que  observare  en  cualaaieral* 
no  cualidades  que  puedan  perjudicar  á  los  aemaifiJI 
dará  parte  de  ello,  y  con  nuestra  anuencia,  avisará i* 

[ladres  ó  personas  que  pidieron  su  admisión  para  qni* 
o  lleven  otra  vez  á  su  casa  ;  puesto  que  no  es  el  •¿Df* 
rio  casa  de  corrección  de  díscolos ,  sino  de  cdacad*" 
instrucción  de  jóvenes  morigerados.  Y  para  evilír  IH 
perjuicios  que  se  silguen  á  los  escolares,  asi  cnsoB** 
trijccion  como  en  su  moral  de  esíar  muchos  dias  sin  W" 
clon  6  aula,  no  habrá  mas  vacaciones  durante  cl  cW» 
que  en  los  dias  de  liesta  entera. 

()."  »  Aunqne  á  los  padres  que  no  puedan  coslcaf  to* 
dos  los  meses  del  afio  los  tres  reales  y  medio  diarioi  * 
loa  permitirá  po;-  a.'iora  d  auc  pasen  stts  hijoi  el  fttJJ 


49 

I  jpobres»  solo  íe  les  permitirá  á  estos  estar 
lers  con  sns  familias  tros  semanas.  Los  meses 
3S  emplearán  dcspacs  del  repaso  en  el  estudio 
ano  y  rúbricas,  en  el  de  la  historia  universal» 
lar  (le  España  «  elementos  de  agricultura  por 
LO  de  Arias,  y  demns  conocimientos  propios  de 
s  para  utilidad  de  los  fieles,  como  las  lecciones 

para  labradores  y  artesanos  ,  y  el  Srmana^ 
ti,  de  que  repartiremos  gratis  algunos  ejempla- 
lio  de  nuestros  arciprestes.  Tenemos  el  con- 
)or  podido  asegurar  para  muchos  años  en  ade- 
ribucion  anual  de  premios  que  se  ha  empezn- 
ir,  y  en  lo  sucesivo  se  distribuirán  piinlica- 
a  de  la  apertura  de  las  aulas  después  de  la 
igural.  A  este  ñn  hemos  dado  ya  al  semina- 
n  porción  de  ejemplares  de  nuestra  versión 
)  la  sagrada  Biblia;  de  la  Historia  Eclesiástica 
QO  Sr.  arzobispo  Amat ,  con  algunos  cursos 
üa  ;  del  Diseno  de  la  Iglesia  en  lalin  y  en  cas- 
los  preciosas  obritas  Felicidad  de  la  muirte 
egula  fidei  del  sabio  jesuíta  Veronio;  Pláticas 
I  panegíricos  del  limo.  Sr.  Climet,  etc.,  y  cou- 
r  distribuir  algunos  premios  en  dinero  para 
imbien  de  socorro  á  los  pobres  escolares  que 
de  los  demás  por  su  ejemplar  conducta  y  ma- 
)d.  Nos  gozamos  ya  en  la  esperanza  de  que 
e  jóvenes  formará  algún  dia  un  fuerte  escua- 
énsa  de  la  religión  y  buenas  costumbres  de 
cbsanos ,  y  nos  prometemos  que  cooperando 
á  la  relicidad  temporal  de  sus  amados  feligrc- 
I  los  empleados  puestos  y  pagados  por  el  go~ 
movidos  solamente  del  espirito  de  la  caridad 

via  de  una  útil  diversión  6  descanso  de  sus 
dios  sagrados ,  harán  enmudecer  á  los  ene- 
!Stra  santa  religión  ,  á  la  cual  pretenden  es- 
8U  fria ,  estéril  y  mentida  lilantropia  ,  que  si 
C8  provechosa  á  la  humanidad,  ei  poraóo  ie 

apai^iinéiá  del  aiH»»  rAUgiMo  «  «ttliaft^W 


50 

gálica  9  ocultando  la  vanidad ,  orgullo  6  egoiamo 
que  muevo  á  ciertos  actos  de  beneficencia  pagana  6  m-*"'^ 
tiK  I  Oh,  si  pudiéramos  ver  á  todos  nuestros  coopendon^tf 
penetrados  de  este  vivo  deseo  del  bienestar  temporal  1^^ 
sus  feligreses !  ¡  Con  cuánta  mayor  docilidad  escucharia^ff 
estos ,  y  cómo  no  dejarian  nunca  de  adorar  y  practícir"^ 
las  Tcrdadcs  sublimes  y  consoladoras  máximas  de  nneitn^ 
santa  religión  ,  predicadas  por  su  pastor  ,  su  padre  y  n^ 
verdadero  amigo ,  que  comparte  con  ellos  sus  gozos  ]^ 
sus  penas  por  pequeñas  que  sean!  La  predicación  desde  dfl 
pulpito  ó  el  altar  ha  de  ir  siempre  acompañada  con  la  ' 
nuen  ejemplo  de  vida.  Releed  muchas  veces,  amados  c< 
pcradorcs  nuestros  en  el  ministerio  apostólico  las  tiemiii— ' 
mas  cartas  del  apóstol  S.  Juan ,  y  llenaos  del  espirílu  da^ 
caridad  que  rebosan  todas  sus  palanras  para  imitar  el  bUo- 
do  y  amoroso  lenguaje  con  que  instruid  y  amonestaba  t 
los  fieles  de  Efeso  y  demás  iglesias:  leed  las  de  los  otroi^ 
apóstoles  del  Señor  ,  y  sobre  todo  las  Ilomilias  ó  cooTer* 
saciones  que  se  digno  tener  con  los  hombres,  aun  coalo 
pecadores ,  el  Verbo  de  Dios  encarnado ,  y  se  nos  refie- 
ren en  los  santos  Evangelios. 

«Vamos  también  á  participaros,  amados  fieles ,  algu- 
nas otras  providencias  que  hemos  tomado  para  el  bieods 
esa  diócesis.  Arreglado  lo  concerniente  al  seminario  epis- 
copal ,  de  cuyo  buen  régimen  y  enseñanza  depende  qis 
haya  párrocos  virtuosos  6  instruidos  en  toda  la  diócesiii 
considerábamos  con  dolor  que  no  habian  podido  tener 
efecto  las  enérgicas  y  respetuosas  representaciones  ov 
de  viva  voz  y  por  escrito  habíamos  tenido  el  honor  de  M- 
cer  á  nuestra  augusta  y  religiosa  reina  Gobernadora,  so- 
bre la  pobreza  en  que  habia  quedado  el  clero  y  especial- 
mente los  párrocos;  de  los  cuales,  sogun  hicimos  pre-; 
senté  á  S.  M. ,  recibian  el  grano  para  la  sementera ciÁ 
todos  los  pobres  labradores  del  obispado,  6  bien  de  li* 
mosna ,  ó  nien  por  préstamo  gracioso  ,  cuando  dcspoes 
ban  tenido  que  Ir  á  comprarle  tal  vez  á  los  mismos  arreo- 
dádoi^eidé  lofldüeatiioii  quo  stí  los  lUvarúñ  lejos  dal  ftiitUp* 
V  ^«fldo  4tté  ha  «i  li  éa^rai^  ^í  kti¿íá  úmiá 


51 

medio ,  á  pesar  de  la  ternura  y  sentimientos  generosos 
n  que  S.  M.  se  dignó  escuchar  nuestras  súplicas,  cre- 
ndo  por  otra  parte  que  después  del  memorable  conve- 
E>  de  Vcrgara  ya  el  estado  politico  de  las  cosas  permi- 
i  pasar  á  la  provisión  de  doscientos  ó  mas  curatos  ya- 
ntes, sin  que  nada  obstara  por  parte  del  gobierno  de 

M. ,  al  cual  participamos  nuestra  resolución ,  dctcrmi- 
Lmos  convocar  á  concurso  para  curatos  en  los  días  6,  7 
8  de  noviembre  último ^  dejando  esprcsamentc  mas  de  la 
itad  de  ellos  para  llamar  á  segundo  concurso  cuando 
'  viese  el  feliz  éxito  del  primero  y  se  hubiese  desvanecido 
iteramcntela  timidez  que  nos  inspiraban  algunos  que 
dan  con  menos  conGanza  la  próxima  pacificación .  do 
lestra  patria.  Fue  luego  muy  viva  la  satisfacción  general 
»D  que  se  vieron  nombrados  por  S.  M.  todos  los  propues- 
>  en  primer  lugar  de  las  ternas ,  y  mas  todavía  el  que  vi- 
ese también  aprobada  la  erección  de  nuevos  curatos,  que 
^  gasto  ninguno  de  los  pueblos  decretamos  por  medio  de 
'pediente  formado  en  nuestra  secretaria  de  Cámara ,  oido 
^"Uiiero  el  dictamen  de  la  Diputación  provincial  y  do  la 
^i^ta  diocesana,  y  antes  de  estos  el  de  los  pueblos  inte- 
'>ados  y  de  varios  párrocos  respetables  y  conocedores  del 
^i>«  Ya«  gracias  á  Dios,  aldeas  que  distaban  una  ó  dos 
S^as  y  aun  mas  de  la  parroquia  6  iglesia  matriz,  gozan 
;!  gran  consuelo  y  utilidad  de  tener  cada  una  su  propio 
^«^oco. 

^  Informados  desdo  que  llegamos  á  la  diócesis  de  los 
'^Biderables  gastos  que  en  cada  concurso  y  provisión  de 
T^tos  se  ocasionaban  á  los  nombrados,  creímos  de  jus- 
'^^  ,  atendida  la  pérdida  de  los  diezmos ,  disminuir  cuan- 

<^os  fuese  posible  dichos  gastos ,  á  cuyo  fin  circulamos 
^^  todos  los  arciprestazgos  y  fijamos  en  la  puerta  de 
^^aira  secretaría  el  aviso  de  que  atendida  la  enorme  baja 
^  los  réditos  de  los. curatos,  y  mientras  arreglábamos 
^tuitivamente  este  punto  ,  pagasen  los  provistos  una 
^^or  cantidad  de  lo  que  hasta  éntofai^és  se  uabia  enigidoi 

^Q  lueto  vimoi  tota  tniíclio  folatoif  loi  Uthtfi  ikhmi 


59 

S.  M.  por  parte  de  su  gobierno  eli  loÉ  pl^iA  ^eie'ch^bá 

antes  á  los  agraciados ;  con  ellas  se  disminny6  casi  en  xak 
mitad  ó  mas  lo  que  dcbian  satisfacer  para  poder  entratM 
posesión,  y  algunos  párrocos  nos  hicieron  desptiefl  obierTtf 
que  en  la  provisión  de  los  curatos  del  último  concurso  M 
les  habian  ahorrado  mas  de  50,000  rs.  Pero  desde  enton- 
ces conocimos  que  para  dar  estabilidad  á  semejante  refor- 
ma ,  era  conveniente  ponerla  en  noticia  del  gODictnopan 
que  la  protegiese.  En  seguida ,  conforme  á  lo  ofrecido  ea 
nuestra  anterior  circular  sobre  arreglo  de  derechos  en  ios 
concursos ,  hornos  decretado  las  siguientes  disposiciones: 

1.*  ((El  pago  de  80  rs.  al  provisor  por  dar  la  institu- 
ción canónica  de  cada  curato ,  que  en  el  último  concorso 
rebajamos  iM)  rs.  queda  estinguida  del  todo ;  y  aun  cuan- 
do no  pueda  dar  alguna  vez  la  colación  el  prelado,  la  dará 
siempre  gratis  el  provisor  ó  el  gobernador  eclesiástico,  en 
caso  de  lial>erle  ,  por  ser  esto  mas  conforme  al  cspirítn 
de  la  Iglesia  y  disposiciones  canónicas  en  el  concilio  de 
Trento. 

2.*  »Por  la  misma  razón  el  pago  que  se  hacia  pof  los 
electos  ])árrocos,  á  los  examinadores  sinodales,  á  su  pre< 
sidcnte  y  al  secretario  del  concurso ,  aucda  enteramente 
abolido :  el  prelado  sabrá  manifestar  ae  otra  manera  el 
aprecio  que  hace  de  los  servicios  prestados  por  dichos 
señores  á  la  diócesis. 

3/  »Los  120  rs.  que  se  satisfacían  por  cada  páfrooo 
al  notario  de  la  Curia ,  por  el  testimonio  del  titulo  de  co- 
lación y  profesión  de  fé  (que  podría  despacharse  tamUen 
por  nuestra  secretaria  de  Cámara),  asi  como  los  80  rs.  al 
procurador  por  las  diligencias  de  la  firma  al  concut^en 
nombre  del  opositor  y  avisar  á  6ste  lo  que  ocurra  (lo 
cual  podria  hacer  el  mismo  opositor  ó  algún  amigo  6  en- 
cargado suyo),  (juedan  reducidos  á  60  rs.  para  el  nota- 
rio y  40  para  el  procurador ,  cuya  diminución  se  tom- 
pensa  con  no  proveerse  las  notarlas  y  procuras  vacantes, 
según  lo  que  al  llegar  á  esa  diócesis  nos  pidieron  los  no- 
tarios y  procuradores  de  la  Curia ,  alegando  el  núoierft 

«NjrfVoqa«lubVtLd^dL\«%,^^«ssaftid«^  ' 


85 

dando  con  mettos  ocupación  |K)r  efecto  del  nnevo  sistema 
de  gobierno  ea  España :  motivo  poderoso  ñor  el  cual  nos 
proponemos  no  nombrar  mas  empicados  do  estas  clases 
que  los  absolutamente  precisos  sin  ningún  desembolso  do 
su  parte  ,  y  sin  mas  consideración  que  la  de  su  probidad, 
méritos  y  aptitud. 

4.*  »E1  religioso  6  importante  acto  de  la  colación  ó 
institución  canónica  de  cuaI(|uior  prebenda ,  curato  ó 
titulo  eclesiástico,  se  bará  en  adelante  por  nos  ó  por  el 
gobernador  eclesiástico  ó  provisor;  no  como  hasta  ¿iliora 
se  hacia  en  la  Curia  ó  pro\  ¡soralo ,  sino  en  nuestro  ora- 
torio, con  la  solemnidad  con  que  lo  hemos  practicado  al 
instituir  los  ochenta  y  ocho  párrocos  provistos  del  último 
Concurso:  coinenzáncíose  esle  respetable  acto  con  el  ju- 
ramento á  la  Reina  y  á  la  Constitución,  según  lo  prescrito 
por  la  ley ;  después  el  de  obc<Hencia  al  prelado  :  en  se- 

Suida  la  fórmula  de  In  institiUMon  canónica  c  imposición 
el  bonete,  etc.;  luego  la  profesión  de  la  f6;  y  al  fín 
quedando  solos  con  el  prelado,  les  hará  éste  una  exhor- 
tación relativa  al  cumplimiento  de  las  obligaciones  de  un 
párroco  en  la  parle  religiosa  y  moral,  y  también  en  la 

Íolítica  ó  civil  que  tenga  especial  relación  con  aquellas, 
iculcándoics  mucho   el  atiende    tihi  et  doctrinoí ,   del 
apóstol  san  Pablo. 

5.*  »  Desde  el  principio  de  nuestro  ministerio  episco- 
!  rebajamos  en  una  mitad  los  derechos  de  la  secretaria 
e  Cámara ;  ahora  tenemos  el  placer  de  abolirlos  cntera- 
tnonle,  y  reducirlos  al  pago  del  gasto  material  de  papel 
é  impresión  hasta  que  aun  este  so.  pueda  quitar  y  ser  ri- 

Surosaincnle  gralia  todo  lo  (|ue  se  despache  en  ella.  Cuan- 
o  se  arregle,  deiinitivainente  la  dotación  del  culto  y  cle- 
ro, se  proveerá  á  los  gastos  que  ocasionan  á  los  arcipres- 
tes ó  vicarios  foráneos ,  las  comunicaciones  de  oficio, 
éirculacion  de  órdenes,  etc. 

6.*  «Nuestro  provisor  nos  dará  parte  de  todo  litigio 
i|ao  se  instalare  en  la  Curia,  para  probar,  antes  que  se 
haga  gastd  ninguno ,  por  nos  miamo  caando  convontfa  ó 


r. 


54 

como  acabamos  de  lograrla  en  el  pleito  qne  hahiaiMtift- 
rado  el  ayuntamiento  de  Baillo,  anejo  de  GorDontot 
contra  su  párroco,  el  arcipreste  de  Cabrera  aJU.  Ca 
obispo ,  mas  que  con  procesos,  debe  obrar  con  la^edcr" 
tacion  y  los  consejos ,  con  las  ingeniosas  maneras  qoe 
dicta  la  caridad  cristiana ,  que  es  eminentemente  sooil 
y  benéGca  ,  según  nos  esplica  el  apóstol  san  PaUo 
(I.  Cor.  XIII.)  De  la  palabra  de  Dios ,  decia  un  sabio  pre 
lado  y  no  hay  apelación ;  y  en  las  sagradas  Escrituras  k 
nos  ensefia  á  cada  paso ,  que  antes  de  pleitear  debemos 
apurar  todos  los  medios  de  conciliación  con  nuestroi 
hermanos. 

7/  x>Preyeniraos  á  los  párrocos  y  ;demas  sacerdotes, 
que  aunque  por  ahora  sigan  los  arcedianos  con  el  |Qom- 
bramiento  de  arciprestes  de  la  diócesis ,  los  cuales  son 
nuestros  vicarios  foráneos ,  no  deben  reconocer  por  tales 
sino  á  aquellos  que  se  nombren  con  nuestra  espresa  apro- 
bación ;  la  cual  concederemos  ó  negaremos  según  nos  lo 
prescriba  el  bien  de  los  fieles,  atendidos  los  informes 
que  tengamos  de  las  calidades  morales,  científicas  y  civi- 
les de  los  electos,  que  tanta  parte  tienen  en  el  acierto  de 
nuestro  régimen  episcopal. 

8.*  9  Volverán  á  enseñarse  las  rúbricas  y  ceremonias 
de  la  Iglesia  y  el  canto  llano  en  nuestro  seminario;  i 
cuyo  fin  el  maestro  de  ceremonias  de  la  dignidad  epis- 
copal ,  al  cual  encargamos  la  publicación  y  composición 
del  Dietario  del  rezo  canónico ,  arreglará  una  lección  se- 
manal, que  dictará  y  esplicará  el  sáiíado  á  todos  los  one 
estudian  las  ciencias  eclesiásticas,  después  de  salir  de  las 
aulas  los  escolares. 

9«*  »  Anunciamos  y  repetimos  á  nuestros  amados  dio- 
cesanos qae  cooperamos  con  singular  placer  á  que  en  los 
pueblos  se  establezca  6  mejore  la  enseñanza  de  las  pri- 
™^'lii  **  y  principales  reglas  de  aritmética ,  dando  la 
posible  estension  á  la  educación  religiosa.  En  estos  mis- 
SSTm  i!L^''*^™«*  *«  formalizar  la  cfeccion  de  dos  da 
EÍmmSu^^I  ^^^  «a  Mociüoi  i  otra  m  d  látttttarío  dé 


55 

nediatamente  ún  duda  aipellos  distritoi  de  la  dióeesú. 
El  aingalar  beneficio  de  la  primera  escuela  es  debido  á 
I^Uustrada  piedad  del  digno  hijo  de  Mocejos ,  barrio  de 
^nza,  partido  jadicial  de  Yiana,  en  Galicia,  el  agnsti- 
^\auo  P.  Herrero,  cura  párroco  de  Capis,  en  las  islas 
'ilipinas,  el  cual  al  leer  en  las  santas  Escrituras  el  espe- 
cial amor  con  que  Jesucristo  acariciaba  los  niños ,  resol- 
"^ió  enviar  al  prelado  do  su  pais  nativo  cl  fruto  de  su  útil 
diversión  de  criar  tortugas  en  cl  estanque  de  su  casa- 
parroquial,  y  yender  las  conchas  á  los  chinos.  Todavía 
osla  viva  en  nuestro  corazón  la  grata  impresión  que  nos 
causó  la  carta  en  que  nos  esplicaba  su  benélico  y  patrió- 
tico proyecto,  dejando  á  nuestra  voluntad  el  designar 
algunos  sufragios  por  su  alma. 

10  » Encargamos  á  los  ]|>árrocos  y  ecónomos,  y  es- 
pecialmente á  nuestros  vicarios  foráneos  los  arciprestes, 
que  nos  avisen  de  cualquier  abuso  que  observen  en  las 
funciones  religiosas  de  las  parroquias ;  porque  si  nunca 
deben  tolerarse ,  mucho  menos  ahora  en  que  la  impiedad 
toma  do  ahí  pretesto  para  atacar  y  ridiculizar,  hasta 
en  los  pueblos  y  aldeas  mas  pequeñas,  aun  aquellas  prác- 
ticas ó  funciones  públicas  do  sólida,  bien  que  sencilla 
piedad  cristiana ,  heredadas  por  tradición  de  sus  mayores: 
ejercicios  devotos  que  los  párrocos  deben  procurar  que 
80  conserven ,  librándolos  de  cualquier  abuso  que  el 
tiempo  haya  introducido ,  y  procurando  restablecer  la 
limosna  ó  socorro  que  antiguamente  solia  distribuidle  en 
las  fiestas  populares  entre  los  mas  pobres  y  desvalidos  de 
la  parroquia ,  hermosísimo  acto  de  caridad  frateréal ,  y 
prueba  muy  elocuente  de  la  santidad  de  nuestra  benéfica 
religión.)) 

Ademas  de  la  traducción  de  la  Biblia ,  ha  esc^Hto  el 
señor  Torres  Amat  las  Memorias  para  un  Diccionai^O  cri- 
tico do  escritores  catalanes:  en  el  prólogo  de  esta  obra, 
y  en  varios  artículos ,  se  manifiestan  sus  opiniones  y  se 
dan  noticias  de  su  vida.  Ha  publicado  también  variaa  pas- 
torales y  sermones:  el  Arte  do  viyir  en  paz,  un^  tomo 
en  12.*;  Crónica  de  Cataluña  por  el  Dr.  Pujades,  3  to- 


S6 

m08  en  1.''  mayor;  yida  del  sefior  Amat,  ariobiipi  út 
Palnüra ,  y  un  apéndice  á  la  misma,  compueato  de  aoUi 

y  opúscnlos ,  2  lomos  en  4.^ ;  Felicidad  de  la  mnerUcrii- 
tiana,  1  ionio  en  8.°  Ha  eslendido  ademas  varios  escritM 
para  las  Acudcmius  de  la  Lengua  y  de  Historia,  delasipie 
es  individuo  de  numero,  lo  mismo  que  de  la  Greco-Latina, 
la  de  san  Isidro,  la  de  Geografía  de  París  y  otras  mochu. 
Ha  estendido  varias  inscripciones,  y  compuesto  algimai 
odas  en  griego  y  hebreo.  Ha  recibido  diplomas  de  muchai 
sociedades  y  academias  eslranjeras. 

Para  dar  una  muestra  del  estilo  del  sefior  Torreí 
Amat ,  baslará  copiar  de  la  vida  del  arzobispo  de  Palinin 
la  dedicatoria  que  dirige  á  su  digno  tio,  la  introduccioDi 
y  el  retralo  que  traza  de  este  virtuoso  y  sabio  preladOt 
retrato  dig[io  de  Tácito. 

A.  LA  TIERNA  V  GRATA  MEMORIA  DEL  IlMO.  SEÑOR  DOK  Fl- 

L1X  Amat  ,  arzobispo  de  Palmira. 

Subiste  ¡oh  alma  grande!  á  la  regía  y  sublime  rnaor 
sion  de  la'  paz  y  caridad ,  donde  contemplas  ya  de  lleno  j 
sin  celajes  la  santa  Verdad  ,  por  la  que  tanto  suspiraste. 
Mil  lazos  del  mas  puro  y  acendrado  amor  me  unieron  i 
tí  sesenta  años  hace:  lazos  que  siento  estrecharse  cada 
dia  mas   después  de  tu  feliz  traslación  á  esa  morada 
eterna.  ¡Sabio  y  amantisimo  mentor  mió!  Nunca  he  oW 
vidado  que  te  debo  á  tí  las  máximas  de  aquella  filosofía 
divina  que  en  seña  al  hombre  el  maravilloso  secreto  de 
vivir  feih  aun  on  medio  de  las  revoluciones  y  trastornos 
de  esta  vida.  Deseoso,  ahora  mas  que  nunca ^  de  que  tan 
precioso   secreto  le  conozcan 'todos  los  mortales,  estás 
mirando  con  phicer  el  que  yo  procure  por  medio  de 
tus  escritos  hacerle  penetrar  hasta  el  humilde  y  lóbrego 
recinto  do  yace  el  mas  miserable  entre  ellos»  y  espero 
que  la  historia  de  tu  vida^  justo  tributo  de  mi  ardiente 
gratitud,  niover¿i  á  los  lectores  á  buscar  en  nuestra  di- 
vina ]r  consolado!  a  religión  el  verdadero  talismán  ó  arte 
celestial  de  sacar  la  felicidad  de  las  entrafias  mismas  de 
la  desgracia. 


«7 

.liEn  el  sagrado  libro  del  Eclesiáutico  (c.  XXXIX)  se 
imieoda  como  uaa  ocupacioa  luay  loable  el  recoger 
Í9Cumentos  y  esplicaciones  útiles  qui  nos  han  dejado 
Hsrones  célebres.  La  bislorla  de  los  hombres  que  se 

distinguido  por  su  sabiduría  ó  su  virtud  ilustra 
ilfo  eoteadimieato ,  al  mismo  tiempo  que  iafbma 
itra  YoluQtad  á  seguir  su  ejemplo.  El  mas  bello  elo- 
aae.  puede  hacerse  de  uq  varoa  esclarecido,  es  el 
licar  una  historia  de  su  vida  que  represente  como 
lel  retrato  hasU  sus  menores  acciones  y  revele  sus 

ocaltas  virtudes.  El  verdadero  mérito  es  aquel  que 
le  sufrir  el  examen  y  juicio  imparcial  de  la  historia; 
Us  virtudes  de  la  vida  privada  oo  afianzan  la  reputa* 
i  que  se  ha  adquirido  á  I09  ojos  de  sus  contomporá- 
9v  ilusos  muchas  veces  ó  engañados,  tarde  ó  temprano 
I  la  ilusión ,  la  máscara  cae  y  el  héroe  se  desvanece, 
letrada  de  estas  verdades  la  real  Academia  de  la  His* 
ia,  encarga  siempre  á  alguno  el  recoger  datos  para 
ribir  la  vida  de  aquellos  célebres  académicos  que  han 
ado  á  la  región  de  la  eternidad.  El  haberme  honrado 
i  este  encargo ,  cuyo  desempeño  miro  como  un  deber 
>9  y  también  el  natural  deseo  de  espresar  en  algún  modo 
tierna  y  justa  gratitud  dando  á  conocer  mas  el  mérito 
I  varón  sabio  á  quien  debo  toda  mi  educación,  y  que 
r  espacio  de  cuaretita  años  ha  sido  mi  segundo  padre, 

Erimer  amigó,  y  el  mentor  de  todos  mis  estudios, 
ace  tomar  la  pluma  para  escribir  la  vida  de  un  ilus- 
)  prelado ,  llamado  ya  por  muchos  el  Bossuet  de  la  Igle- 
i  ae  España ,  muy  conocido  entre  nosotros  y  entre  otras 
dones  por  s)is  producciones  literarias  á  favor  de  la  re- 
;ion  y  para  la  felicidad  de  los  pueblos ;  la  vida  del 
no.  señor  don  Félix  Amat ,  arzobispo  que  fué  de  Pal- 
ira  ,  .^bad  de  san  Ildefonso  y  confesor  del  augusto  mo- 
nea el  señor  don  Garlos  lY ,  durante  los  diez  y  siete  me- 
8  últimos  de  su  reinado. 

»Pero  antea  debo  decir  los  medios  y  auxilios  qjue  he 


S8 

tenido  para  formarla,  á  fin  que  por  la  solidez  y  antenlid* 
dad  de  108  datos  en  qae  se  apoya  pueda  merecer  h  cod— 
fianza  y  autoridad  que  reclama  toda  historia:  ya  que  no 
me  es  dado  el  saber  presentarla  con  aquel  estilo  grsTe  á 
la  par  que  culto  y  ameno  que  tanto  contribuye  i  realur 
las  acciones  de  los  varones  célebres,  y  al  placer  con  que 
se  leen  sus  vidas. 

»Hc  sido  testigo  de  vista  de  las  acciones  del  limo , 
sefior  Amat  por  espacio  de  treinta  y  seis  afíos,  desde  ane 
cumplí  los  catorce  do  edad  en  que  se  encargó  de  mi  eoa^ 
cacion,  hasta  el  afio  1822.  Y  en  los  siete  que  viví  fuen 
de  su  casa,  esto  es,  en  el  de  1801,  y  después'  desde  1816 
á  1820,  y  últimamente  desde  setiembre  de  1822  al  no- 
viembre de  1824,  en  que  murió,  aun  en  estos  intcruloi 
pasé  muchos  meses  en  su  compañía ,  y  en  los  demás  re- 
cibía carta  suya  todos  los  correos.  Fui  su  amanucase  do- 
rante muchos  años ;  y  las  circunstancias  de  ser  su  so- 
brino y  ahijado,  me  han  proporcionado  exacta  noticia  de 
los  sucesos  de  su  vida,  y  hasta  de  las  acciones  mas  inte- 
riores de  su  vida  privada.  Quedan  en  mi  poder  todos  sos 
manuscritos ,  y  ue  ellos  he  sacado  gran  parte  de  las  k* 
chas  cronológicas  y  algunas  noticias  do  su  vida ,  que  tal 
vez  no  conservaba  ya  con  exactitud  en  mi  memoria.  De 
estos  manuscritos  y  de  sus  cartas ,  aun  las  familiares  qoe 
escribía  ó  dictaba  en  pocos  minutos,  y  también  de  sos 
obras  impresas  me  valdré  á  cada  paso  para  presentará 
mis  lectores  una  viva  imagen  de  su  grande  alma,  hacien- 
do conocer  su  carácter  peculiar  y  sus  opiniones  con  sos 
mismas  palabras,  ó  las  producciones  de  su  mente.  Y  como 
apenas  hubo  en  España ,  en  su  tiempo,  sabio  alguno  que 
no  tuviera  con  él  amistad  ó  relaciones  literarias,  podréy 
sin  desviarme  del  objeto  principal,  adornar  y  ameniurla 
vida  dcrarzobispo  de  Palmira,  con  varias  noticias  biográ- 
íicas  de  otros  sabios  españoles  contemporáneos  sujos,  J 
anudará  conocer  no  pocos  cuya  memoria,  muy  digna  déla 

Eostcridad,  queda  solamente  en  preciosos  escritos,  quepro- 
ablemcnte  no  verán  nunca  la  luz  pública,  ó  á  lo  mas  den- 
tro de  la  pequeña  esfera  de  cuatro  modestos  amigos ,  qoe 


S9 
líos  Tivea  y  moriráa -desconocidos  y  arrinconados. 

Retrato  del  abzobispo  de  Palmira. 

'eo  haber  descrito  en  esta  historia  los  principales 
y  virtudes  del  limo,  señor  Amat,  hombre  de  bien 
¡rechas ,  justo  en  el  riguroso  sentido  de  esta  pala- 
mpasivo,  misericordioso ,  desinteresado  y  amiga- 
Leda  bien  probado  su  ardiente  amor  ú  la  verdad  y 
inuo  afán  para  conocerla^  su  celoaposlólico  en  dé- 
la Iglesia  contra  todos  sus  enemigos,  su  moderación 
s  las  cosas,  y  una  sinceridad  á  toda  prueba.  Ho 
rerque  tratando  con  los  libros  conservó  siempre 
ra  sencillez,  que  suele  perderse  fácilmente  tratan- 
úko  con  los  hombres,  y  que  la  tuvo  siempre  exenta 
sUa  secatura  ó  desabrido  encogimiento  que  suele 

en  los  que  llevan  una  vida  afilosofada.  Aunque 
en  la  corte  y  vivió  en  palacio,  nunca  fué  cortesa- 
irendió  aquel  forzoso  disimulo ,  que  tanto  repugna 
3  á  un  corazón  sano  y  recto.  liemos  visto  que  con 
lición  apacible  y  mansa,  unida  á  su  gran  talento 
*,  se  granjeó  la  amistad  de  cuantos  llegaron  á 
;  al  paso  que  con  su  rectitud  y  celo  por  la  vcr- 
sgustó  á  algunos  pocos  que  no  pudieron  sufrir 
ue  brilla  en  sus  escritos,  sin  embargo  de  estar 
o  con  el  velo  de  la  discreción  y  modestia.  Se  ha 
observar  que  su  celo  fuerte  y  vigoroso  contra  el 
el  vicio  ^  era  sumamente  indulgente  con  las  per- 
y  lo  fué  casi  con  esceso  en  algunas  ocasiones  en 

debió  haberse  fiado  de  ciertos  sugetos:  amaba 
lente  al  prójimo ,  y  este  amor  hacia  que  tardase 
en  sospechar  mal  de  nadie.  Se  han  dado  muestras 
itos  de  sus  escritos ,  en  que  se  ve  que  el  método, 
lad,  la  erudición  y  la  solidez  forman  el  carácter 
leí  señor  Amat ;  que  casi  todos  son  didácticos ,  y 
lados  al  talento  y  capacidad  de  cualesquiera  Iccto- 
n  de  los  pocos  instruidos.  Y  asi  es  que  una  de  las 
des  que  el  sabio  arzobispo  de  Tarragona ,  señor 
i,  alababa  mas  en  los  escritos  del  señor  Amat,  es, 

O  vm.  ^'5 


! 


60 

que  á  pesar  de  sa  eteyado  talento  y  pronta  penetneioflr 
se  acomodaba  al  todo  de  los  lectores  en  general ,  desceiH 
diendo  y  parándose  en  unos  pormenores  de  que  sneleí 
desentenderse  con  perjuicio  de  la  claridad  los  grandes  in- 
genios. Jamás  se  sirvió  de  las  palabras  sino  para  espresir 
bien  claramonle  sus  ideas;  nunca  para  oslentar  parücalar 
conocimiento  de  la  lengua,   6  causar  un  mero  j  estéril 

I)lacer.  Hay  cierto  lujo  de  elegancia  ó  de  espíritu  que  et 
a  república  de  las  letras,  como  alguna  yez  sucede  en h 
civil ,  es  una  señal  de  indigencia  ó  escasez.  Los  mismo» 
estrados  de  sus  escritos  demuestran  que  muy  ajenóle 
todo  resentimiento  y  de  toda  pasión  ó  espíritu  de  parti- 
do, procuró  huir  siempre  de  todos  los  estreAaos,  consDf- 
yando  una  suma  imparcialidad ,  y  un  estilo  ajeno  detodi 
agrura^  sin  usar  jamás  de  espresion  alguna  duraóít- 
juriosa.  Sus  obras  manifiestan  la  estcnsion  y  la  profundi- 
dad de  sus  conocimientos  en  materias  las  mas  diversM. 
En  sus  sermones  y  escritos  parece  un  padre  de  la  Igle- 
sia, y  en  la  santa  austeridad  de  su  vida  un  modelo  de  ca- 
ridad cristiana.  Nacido  en  una  villa  de  Cataluña,  de  una 
familia  poco  esplendorosa,  le  coloca  su  mérito  en  el 
palacio  del  augusto  monarca  de  las  Españas^  y  vive  sil 
orgullo  al  lado  de  los  grandes  y  magnates  de  la  córto^e^ 
timado  y  respetado  de  lodos.  Pontífice  ilustrado,  ciada- 
dano  celoso,  vasallo  fiel,  pesa  con  mano  firme  en  josla 
balanza  los  derechos  de  las  dos  potestades  civil  y  eclesiás- 
tica; y  las  une  sin  confundirlas  entre  sí.  Mas  hábil  de- 
fensor de  Roma  que  muchos  de  los  que  tanto  se  glorian 
de  serlo,  presenta  á  sus  lectores  asegurada  la  grandeza 
y   supremacía  de  la  Silla  apostólica  por  derecho  divino, 
sobre  cimientos  sólidos  é  incontrastables;  dando  á  su  au- 
toridad la  plenitud  y  los  límites  que  la  Iglesia  ha  mani- 
festado en  sus  cánones.    Combate   victoriosamente  los 
enemigos  del  primado  pontificio  de   Boma,  sin  denostar 
ni  agriar  á  los  protestantes.  Descubriendo  claramente  a 
los  teólogos  menos  instruidos  la  firme  é  indeslracliblc 
barrera  que  separa  al  Sacerdocio  del  Imperio ,  contiene 
al  mismo  tiempo  el  indiscreto  celo  con  que  so  color  de 


61 

iefcnder  las  regaHai  hacen  salir  los  falsos  políticos  la 
lOtestad  real  fuera  de  sus  justas  atribuciones.  Su  yida 
>6LI]ca  presenta  yerdaderamente  un  carácter  grande  j 
lOble;  y  su  vida  priyada  las  costumbres  mas  sencillas  j 
lodeslas.  Mientras  le  queda  un  aliento  de  yida ,  le  con- 
Kff ra  al  apoyo  y  defensa  de  la  Iglesia ;  por  la  cual  tra- 
ajó  mas  de  medio  siglo.  Yió  con  amargo  dolor  formarse 
randes  tempestades,  y  hasta  sus  últimos  dias  previo  que 
B  formarían  otras,  y  murió  fijando  sus  ojos  enternecidos 

0  la  Iglesia  de  España ,  de  la  cual  habia  merecido  bien 

1  titulo  de  defensor.  A  pesar  de  su  gran  saber  y  yirtu- 
Íes  cristianas  y  civiles,  no  pudo  evitar  el  que  en  medio 
ie  las  dos  terribles  revoluciones  que  han  deyastado  la  Es- 
Mj&a  desde  el  año  8  de  ste  siglo,  levantasen  la  voz  con- 
fi  alguno  de  sus  escritos,  ciertos  espíritus,  siempre  dis- 
Hieslos  á  alborotarse  contra  todo  lo  que  puede  obstar  á 
lus  intenses  y  deseos  de  dominar.  Pero  la  memoria  do 
a  sólida  y  modesta  sabiduría  y  amables  virtudes  del  ilus- 
risimo  señor  don  Félix  Amat,  pasarán  de  una  á  otra 
jeneracion,  y  su  ejemplar  yida  y  luminosos  escritos  ser- 
irán  siempre  de  honor  á  la  religión  ,  de  modelo  á  sus 
DÍnistros,  de  escclente  defensa  de  la  Iglesia  y  del  mas 
oro  amor  á  la  Patria.» 

El  señor  obispo  de  Astorga  ha  sido  agraciado  por 
.  M.  con  las  grandes  cruces  de  Isabel  la  Católica  y  Car- 
is III;  y  en  estos  últimos  dias  ha  merecido  la  alta  dis- 
acion  de  ser  nombrado  Senador  del  reino.  Su  edad 
panzada,  sus  padecimientos  fisicos,  y  sobre  todo  la  fla- 
aeza  de  su  cabeza,  efecto  de  sus  profundos  estudios,  lo 
apiden  toda  ocupación  grave,  y  aun  la  lectura.  Sin  em- 
irgo,  no  le  falta  la  memoria,  y  su  conversación  es  siem-* 
^agradable  6  instructiva.  La  bondad  de  su  carácter,  y 
ansedumbre  verdaderamente  evangélica,  h^cen  intere- 
Dtc  aquella,  y  comunican  á  sus  palabras  un  singular 
ractivo.  ¡Quiera  el  ciclo  conseryar  todavía  su  yida  por 
rpos  años  para  satisfacción  y  consuelo  de  sus  muchos 
Higos! 

Fin  pel  tomo  vui. 


galería 


lE    ESPAÑOLES     CELEBRES 


^<í}'S^mBSS^Wi£ikíS^<I>S 


BI06BAFIAS  T  RETRATOS 

.oOlos  Vos  i^tT^iMx^eft  dÁ&VKu^iiÁ^os  de  tiue&Vxos  d\as  tv.  la^ 
t\euc\a*,  e\i  Vo,  yoU\m«l  ,  wv  Vas  CLTrna*  ,%\\  Vív%  VdTcvf 

•^  «^  Vas  QLTtes 

9m¡BJkUQIáílDJl8 

»OK    B*    SíICOllIEDEft    PA9T«B  DÍAZ 

7  SD»  7aiA3ir(DSS(D(S)  !B>B  OÁSUDBVjflÜi. 


T03«0    ÜK. 


MAUIilI».     / 

esu  y  librería  de  ^a  S<&St£^<B2<Z>  a3<!>2SS9  bditob, 

calle  áe  Carretas,  núm.  27. 


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galería 

DE    ESPAÑOLES     CELEBRES 

6  « 

BIOGBAFIAS  T  RETRATOS 

c\tuc\a%,  5\i  Vo,  i(o\.\\m«l  .  eu  Vas  cinva*  ,^\\  Va%  VtVta* 

\^  eu  W  QLTtes 

POR  ^  D.   SíICOllIEDEft    PASTOR  DÍAS 


Tomo  IIK.. 


■ 

loprenta  y  librería  de  2>a  S<&SY£^<BS<Z>  a3<!>2SS9  bditob< 

calle  de  Carretas,  núm.  27. 

1946. 


xuíi.imiiLwtjíhU! ;  «G[x*aon;:i. 


•fFÍ^*«FftP?"!^?^^^^f!ffi'^^-"'*'^"^^Í^F""?f^-"^!'Wr^P»?"P"*'ft?" 


VILLACAMPA 


JLIoN  PkDRO  YlLLAGAMPA,  MaZA  DE  LiZANA, 

caballero  gran  cruz  de  la  Orden  nacional  de  San 
Fernando  y  de  la  militar  de  San  Hermenegildo, 
caballero  de  la  Venera  coronada  de  la  de  San  Femando 
con  arreglo  al  decreto  de  las  Cortee  de  3  de  setiembre 
ife  1811,  benemérito  de  la  Patria  en  grado  heroico  y 
eminente,  condecorado  con  varias  cruces  de  distinción 
por  acciones  de  guerra^  teniente  general  de  losejirci* 
tos  nacionales j  Senador  del  reino ^  etc. ,  etc. «  etc., 
nació  de  padres  nobles  en  el  pueblo  do  Laguarta, 

SroYincia  de  Huesca,  en  el  reino  de  Aragón,  el  día  10 
cr  mayo  del  año  de  1776.  Hijo  de  don  Domingo  y 
de  DOÑA  Francisca  PRHiRr,  fue  creciendo  con  la 
Tomo  ix.  1 


2 

edad  en  fuerzas,  en  yalor  y  en  energía,  hasta  el 
punto  de  hacerse  respetar  ya  desde  muy  jóren  de 
todos  sus  iguales.  Acariciado  con  los  mas  paternales 
cariños,  cursó  filosofía  para  dar  principio  á  una 
carrera  que  no  estaba  en  armonia  con  el  carácter 
de  este  hombre  ilustre ,  porque  habiendo  estallado 
la  revolución  de  Fraucia,  un  instinto  conservador 
y  de  orden  fue  su  primer  móvil  para  elegir  otra 
muy  diferenle ,  que  tantos  dias  de  gloria  faabia  de 
dar  á  la  nación  española.  Decidióse  pues  por  la  de 
las  armas,  comunicó  este  pensamiento  á  sus  idola* 
trados  padres ;  pero  estos  eooservaban  amargos  re- 
cuerdos :  sus  ascendientes  habían  abrazado  la  causa 
de  l'i  casa  de  Austria,  habian  sufrido  mucho,  es- 
patriaciones ,  secuestros ,  pérdida  de  honoríficos  tí- 
tulos, de  toda  su  fortuna,  desengaños,  etc.,  vinco- 
lando  de  este  modo  en  el  general  que  nos  ocupa  una 
suerte  casi  igual  á  la  de  sus  nobles  antecesores.  Asi 
es  que  don  Domingo,  su  padre,  refiriendo  á  su  hijo 
estos  antecedentes  en  la  última  y  dolorosa  entre- 
vista que  tuvo  con  él ,  le  esplicó  todos  los  azares  do 
un  militar,  todas  sus  vicisitudes,  y  el  término  de 
una  carrera  laureada  no  pocas  veces  con  la  mas  es- 
pantosa ingratitud  por  parte  de  aquellos  mismos, 
en  cuyo  favor  se  ha  consagrado  hasta  la  existencia. 
Tan  sentimentales  palabras,  dirigidas  desde  lo  msi 
profundo  de  su  corazón ,  envolvían  mna  profecía  que 
se  cumplió  en  la  persona  del  general  Víliacampa, 
pues  si  bien  es  verdad  que  apenas  se  encontrará  otro 
mas  antiguo  y  de  mas  eminentes  servicios ,  también 
lo  es  que  habrá  muy  pocos  que  hayan  sufrido  tanto. 
Cárceles,  destierros,  proscripcíunes  y  una  larga 
espatríacion  vinieron  á  la  vez  á  abrumar  an  corazón 
leal,  no  desmentido  por  ninguno  de  los  actos  de  so 
vida. 


3 

Nada  le  arredró  de  todo  cuanto  leoÍAO  de  som- 
brio  las  palabras  del  que  le  dio  el  s¿r,  y  en  1.®  de 
octubre  de  1793  entró  á  servir  voluntariapiente  en 
el  segundo  batallón  de  voluntarios  de  Aragón»  y 
en  15  de  marzo  del  94  en  la  clase  de  cadete,  mediante 
el  beneplácito  de  sus  padres,  concedido  por  estOf« 
luego  que  vieron  su  irrevocable  resolución. 

Dio  principio  pues  á  su  carrera  en  la  guerra  coa* 
ira  la  república  francesa,  habiendo  pasado  desda 
luego  á  reforzar  las  alturas  del  puerto  de  Viella 
en  21  de  junio  del  94.  Desde  este  aia  se  ofreció  to- 
luntariamento  á  hacer  el  servicio  en  la  partida  da 
descubridores  que  operaba  en  una  línea  mas  avan- 
zada que  la  de  todo  el  ejército »  quien  descansaba  en 
la  vigilancia  de  aquellos,  habiendo  permanecido 
constantemente  hasta  el  28  de  octubre  del  propio 
ailo.  En  los  varios  encuentros  con  los  enemigos «  y 
especialmento  en  los  ataques  de  13  de  julio  y  4  d¿ 
setiembre»  su  valor  personal  y  sus  buenas  dis- 
posiciones ,  le  prepararon  el  primer  escalón  de  su 
carrera.  Nombrado  segundo  subteniente  en  30  da 
enero  del  95>  subió  en  el  mes  de  mayo  á  las  altura^ 
de  Ríos  para  mandar  á  los  descubridores,  sus  va- 
lientes compañeros.  La  sorpresa  hecha  el  27  de  ju- 
lio de  una  avanzada  enemiga  que  puso  en  dispersión^ 
aunque  con  solo  la  pérdida  de  tres  enemigos  muer- 
tos y  un  prisionero ,  fue  el  primer  tejstimonio  que 
como  jefe  dio  de  sus  relevantes  cualidades  militares: 
permaneció  en  este  servicio  hasta  el  2  de  agosto. 

Concluida  la  guerra  contra  la  república  u'anceaa. 
y  dado  muestras  de  su  singular  destreza,  pasó  al 
campo  de  Gíbraltar  con  su  batallón,  y  fué  destinado 
para  la  persecución  de  contrabandistas  y  malhecho- 
res, por  cuya  actividad  y  ventajosos  resultados,  me- 
reció el  grado  de  teniente  de  infantería  el  dia  19  de 


i 


coBtrt 

js  suegg*  xs»  -  :axnr*»ie  ^  R-rre^aiiii  «rricio 
e   íítira»  Tf^fr  »   1  Tiaza  ie  «xfDiriíczr ,  donde 

r't  I-    ^f     *^  «^  lesino  ;Kn  luriexvír  as  ma- 

-rst-iias    »    '^•«raii.   m  «i  ^mur.   y  so  debemos 
•HT  J  rr  :e--:r»  nsrr  iuisüm*  toe  ^«BinJka  su  ¡nde- 
rjiti    r^v.-    Se»  "«e  numuM  su-ricjr  ^^ne  el  tíln- 
.^¿«    "sui'aií^     -^v^rr  rmiiait  te  :Mn3oes .  moñ- 
udo ^or»^  12  ^wr-Wf  !:iiia:l4f  ;  .r:!«  ^o^o  el  aparato 
J^  .r*:-    x-«is  ce    iM-ri   7  imi  aiaa«:a   se  haüahí 
f    rjL  -15^  w^  TaoM     laixEiaa  l^  ¿naja .  sítoadi 
.   STT    ;s^    »•    ?-5unaa  ^    i  rr«  o  caatro  de 
U1&  i*^  ?M  ímjs  Ksmsi  A^  js  «ton .  empreode 
-«  »«rr •»  1  X  snesa  ¿s  «l  lurtiiia ,  compuesta  de 
A^e  iWE-^^rra.     «  ai&^aacs  »l••^.  Sa*«  i   |a  paerU 
3e  1  ,r^«!^^  i  mims   s  rí?H¿f:w«  af  ¿mtño  de  ella, 
--%i*»ao  iue    ?rt   V.    r7ni>iij:¿f  kaadoleros;  pero 
>i.  <  itiíiisx  remi'i    laiiia  :•»»  Ifef  palabras  de  so 
r-^I^.    ít'-ssflOTiiur    «j  if  repente «  dispara  od 
rfiMv:t>nj  r  ^Il••xri^-^raft  i  VJucanpa.  el  coalaino 
t^t'  -;«.'!  lox.  ir  ii*4itr  t  rjorir  s&9i  i wento  de  CTasioB, 
^«w-iktao  :3K  n  í!  mami»  wftaate  del  disparo  j 
«  nr  :^  niK«i«BSs  iü  Oia¿uiiia  •  pero  llegó  á  qae^ 
ww-t:  uu:&  í  mmua  ¿¡«cm  ie  sa  casaca.  Todafii 
«uiu   ztii  iismiuaüu  ;i«Á*  y  »?  aies  distancia  que  la 
{iiv    tiMtA  j«    miint  Je  «a  «a»pela,  traspasó  de 
ni    )« ::^  :s  -niiitu  ¿srrKia  ¿A  Modolero,  el  cual 
i:^i7>   itf  ^.-«luirsif  j  ir^v^fsJdo  COQ  dos  armas  de 
uv*v^    e  r'iswr/  ^««^aui¿i  ^ej,  kailindose  Villacaa- 
MI  M  ^  im^v  («f  ¡i  ra^na  perfilado ,  y  cargudo 


5 

sa  escopeta,  hasta  que  por  último  le  hirió  nueva- 
mcnle  en  el  hombro,  de  cuyas  resultas  tuvo  que 
rendirse  el  (]ue  con  sus  escesos  y  crueldades  haoia 
esparcido  el  terror  en  aquel  pais.  Este  acto  heroico, 
este  combate  cuerpo  á  cuerpo  y  á  quema-ropa  le 
Talió  el  justo  y  bien  merecido  grado  de  capitán  el 
dia  6  de  diciembre  de  1800,  y  Ghafandin  dejó  de 
existir  á  los  pocos  dias  en  un  cadalso. 

Ocurrida  la  guerra  contra  los  portugueses,  se 
mumentó  mas  y  mas  su  nombradU  en  la  acción  del 
Talle  de  Montcrey ,  acaecida  el  dia  9  de  junio  de  1801, 
€n  la  que  fueron  rechazados  los  enemigos  en  nu- 
mero de  tres  mil  hombres  de  infantería  y  caballería, 
por  solos  trescientos  de  que  se  componía  enton- 
ces la  fuerza  de  su  batallón.  Después  de  varios 
y  gloriosos  encuentros,  y  finalizada  la  guerra ,  pasó 
de  guarnición  á  Zaragoza ,  de  aqui  á  Barcelona  y 
luego  á  Donia,  donde  se  embarcó  en  febrero  de  1805 
para  las  islas  de  Mallorca  y  Menorca ,  con  motivo 
de  haber  declarado  los  ingleses  la  guerra  á  España. 
En  esta  época  no  fueron  desatendidos  sus  servicios, 
V  ascendió  hasta  sestundo  ayudante  el  29  de  abril 
áeSOl.  . 

Una  nueva  era  de  fatigas  y  de  glorias  se  prepa- 
raba á  este  valiente  militar  con  motivo  de  la  guerra 
contra  los  franceses ,  en  la  que  dio  repetidas  prue- 
bas de  desinterés,  de  valor,  de  subordinación  como 
subalterno,  de  inflexibilidad  como  jefe,  y  de. su  es- 
pecial táctica ,  tan  funesta  para  los  enemigos  de 
nuestra  independencia  nacional. 

Habiendo  desembarcado  en  julio  del  ano  8  en 
los  Alfaques  de  Tortosa ,  pasó  al  socorro  de  Zara- 
goza ,  entrando  en  esta  siempre  heroica  capital  con 
un  convoy  el  7  de  agosto,  de  cuyas  resultas  los  ene- 
migos se  vieron  precisados  á  levantar  el  primer  si- 


I 

6 
tio.  Con  este  motivo  salió  con  sñ  batallón  peni- 
goiendo  al  enemigo  hasta  los  campos  de  Alfaro«  en 
COJO  punto  tuvo  uii  pequeño  encuentro  con  los  fran- 
ceses  el  27  del  propio  mes ,  habiéndose  retirado  i 
Zaragoza.  Ascendido  á  sargento  mayor  el  6  de  se- 
tiembre ,  organizó  el  primero  y  segundo  batallón 
con  los  tercios  de  Huesca. El  15 del  propio  mes  pasó 
á  las  Ginco-Villas  ,  y  después  á  Navarra  con  la  van- 
gu.irdla  del  ejército  de  Aragón  :  se  encontró  el  22 
del  mismo  en  la  acción  de  Sangüesa  ,  el  27  en  la  de 
la  vilU  de  Sos ,  donde  fueron  rechazados  los  ene- 
migos :  el  24  de  octubre  en  la  gloriosa  acción  de 
Aynar  y  alturas  de  Olaza,  y  el  23  de  noviembre  en 
la  batalla  de  Tudcla  ,  habiendo  merecido  por  siis  re- 
petidas muestras  de  valor  el  grado  de  teniente  co- 
ronel el  20  de  setiembre  del  año  8. 

Puesto  á  la  cabeza  del  primer  batallón  de  vo- 
luntarios de  Huesca  como  único  jefe,  hizo  un  re- 
conocimiento hasta  las  Casetas,  camino  que  conduce 
de  Zaragoza  á  Alagon ,  cuyo  punto  se  hallaba  oca- 
pado  por  los  enemigos. 

Si  hasta  entonces  habían  sido  señalados  sus  ser- 
vicios, lo  fueron  con  mas  ventaja  desde  el  momento 
en  que,  disponiendo  como  jefe,  de  un  batallón^  pe- 
dia maniobrar  libremente  y  dar  á  conocer  su  peri- 
cia militar  y  su  incesante  entusiasmo  por  la  inde- 
pendencia de  España.  Así  es  que  en  el  segundo  sitio 
de  Zaragoza,  y  según  la  hoja  de  servicios  que  he- 
mos tenido  á  la  vista  ,  este  infatigable  militar  ao 
tuvo  un  momento  de  descanso  ,  consagrando  dia  y 
noche  su  existencia  por  la  salvación  de  agüella 
valiente  capital.  Sus  repetidas  salidas  al  trente 
del  batallón  ,  sus  frecuentes  sorpresas  hechas  al 
enemigo ,  á  quien  inquietaba  sin  cesar ,  impidién* 
dolé  los  rápidos  progresos  de   su  conq[QÍ8U ,  fo 


rigorosa  resistencia  para  evitar  los  contfnaos  asal- 
tos que  la  capital  sufrió ,  disputando  palmo  i 
palmo  el  terreno  ,  sufriendo  todas  las  penurias  con- 
siguientes á  un  sitio  tan  espantoso  ,  los  azares  im- 
previstos ocasionados  por  los  morteros  del  enemigo, 
por  las  bombas  y  granadas  ,  cuyo  estruendo  ,  cuyos 
resultados  afligian  el  corazón  de  aquellos  habitantes, 
solo  esto  podia  formar  el  complemento  de  las  glo- 
rías del  general  Yillacampa,  tan  sereno  aun  en  me- 
dio del  mas  inminente  riesgo  de  su  vida,  como  impá- 
vido á  la  presencia  de  los  mas  formidables  enemigos. 
H¿  aqui  un  breve  cstracto  de  los  servicios  pres- 
tados durante  los  sitios.  Después  de  haber  regresado 
del  reconocimiento  hecho  en  las  Casetas ,  desalojó  , 
el  18  de  diciembre  á  !os  franceses  de  los  olivares 
inmediatos  á  la  Gasa-b*anca  y  monte  de  Torrero,  cu- 
o  punto  vinieron  á  reconocer.  El  20  del  mismo  sa- 
ió  de  avanzada  á  la  titulada  Horca  de  los  granaderos 
á  la  cabeza  de  su  batallón  ,  y  el  21  le  atacó  el  ene- 
migo en  esta  misma  posición  y  en  los  campos  inme- 
diatos al  arrabal  de  Zaragoza,  donde  contuvo  cerca 
de  una  hora  á  toda  la  división  de  Mortier ,  dispu- 
tando y  defendiendo  el  terreno  desde  3an  Gregorio 
hasta  el  puente  del  arrabal ,  habiéndose  retirado  á 
las  obras  csteriores  de  la  fortificación  de  la  plaza, 
donde  permaneció ,  sin  separarse  un  momento  del 
cuerpo  que  mandaba  :  saliendo  después  al  anoche- 
cer ,  persiguió  al  enemigo  en  su  retirada  hasta  la 
casa  dexampo  llamada  la  torre  del  Arzobispo  ,  ha- 
biendo regresado  á  dichas  obras  esteriores  á  las 
ocho  de  la  noche.  Cerrada  la  comunicación  de  la 

{daza  el  23  ,  permaneció  constantemente  en  su  de- 
énsa,  y  durante  este  segundo  sitio  fué^comisíonado 
por  el  general  en  jefe  el  dia  25  á  reconocer  el  cam- 
po ocupado  por  los  enemigos  á  las  InmediacioMs  de 


i 


9 
craz  concedida  á  los  defensores  de  aquella  siempre 
heroica  capital  en  el  primero  y  segundo  sitio,  por 
diploma  de  4  de  noviembre  de  1814  y  otro  de  5  de 
marzo  de  1821. 

Habiendo  logrado  fugane  al  trayés  de  mil  peli- 
gros» y  enfermo  como  estaba ,  se  presentó  al  Exce- 
lentísimo señor  don  Joaquin  Blake  ,  el  cual^  cono- 
ciendo el  mérito  de  Yillacampa,  le  nombró  vocal  de 
la  junta  militar  establecida  en  Tortosa  ,  y  ascendió 
á  mariscal  de  campo  en  9  de  marzo  de  809.  Fué  tal 
la  confianza  que  inspiró ,  que  el  2  de  agosto  de  este 
año  se  le  dio  orden  por  dicho  Blake,  para  que  pasando 
al  bajo  Aragón ,  y  reuniendo  todas  las  fuerzas  posi- 
bles de  los  partidos  de  Galatayud ,  TeriiéU  Albatra- 
cin  Y  Señorío  de  Molina,  formase  con  ellas  una 
división  con  el  titulo  de  izquierda  de  Aragón  9  á  fin 
de  hostilizar  al  enemigo  en  aquel  pais.  Aunque  al 
principio  solo  pudo  reunir  unos  setecientos  infantes 
de  los  cuerpos  de  Cariñena,  Princesa  y  milicias  de 
Soria  ,  la  mayor  parte  sin  armas ,  no  obstante  los 
escasos  recursos  de  toda  clase,  y  á  pesar  de  la  cons- 
tante persecución  de  los  franceses  ,  que  en  gruesos 
batallones  le  seguían  de  continuo,  para  frustrar  su 
importante  misión  ,  nada  le  arredró :  su  constancia 
fué  tal ,  que  venciendo  casi  insuperables  obstácu- 
los ,  logró  por  fin  organizar  su  división ,  estrayen- 
do armas  ^  monturas  y  todo  lo  demás  necesario  del 
poder  del  enemigo  ,  y  haciéndola  subir  hasta  el  nú- 
mero de  4,000  infantes  y  300  caballos  ,  con  que  se 
hallaba  á  fines  de  agosto  de  1810.  Siempre  será  ad- 
mirable en  este  dignísimo  militar  el  haber  organiza- 
do un  cuerpo  respetable  con  solo  los  recursos  que  se 
proporcionaba ,  hostilizando  al  enemigo  que  le  per- 
seguia ,  y  sin  vejar  á  los  pueblos  con  exLacciones 
para  el  equipo  de  sus  valientes  soldados.  Puesto  á  la 


10 
cabeza  de  $n  difision  ,  se  sabe ,  y  es  ma j  notorio, 
que  prescindiendo  de  mil  encuentros,  concurríó  i 
17  acciones  y  reconocimientos  con  el  mejor  éiHo, 
inspirando  la  mayor  confianza  á  sas  jefes,  y  no 
menos  terror  á  sus  contrarios.  Asi  es,  que  el  15 y 
26  de  agosto  de  1809 ,  se  halló  en  las  ocurridas  en 
el  puente  de  la  Condesa  sobre  el  Frasno ,  habiendo 
hecho  en  la  última  65  prisioneros  de  todas  clases. 
El  12  de  octubre  en  las  inmediaciones  de  Blanca. 
El  25  del  mismo  en  Nuestra  Señora  del  Tremedal. 
El  16  de  febrero  de  1810  sobre  el  pueblo  de  Villel. 
El  18  de  marzo  en  Teruel,  de  cuya  guarnición 
cogió  60  prisioneros ,  y  después  de  una  fuerte  re- 
sistencia en  los  muros  y  puertas  de  la  ciudad ,  la 
obli^ró  á  encerrarse  en  el  fuerte,  que  sitió  por  cua- 
tro dias,  con  mucha  pérdida  del  enemigo.  El  mismo 
dia ,  con  noticia  que  tuvo  de  los  socorros  que  alli  se 
dirigían  ,  salió  al  encuentro  de  los  enemigos ,  á 
quienes  halló  en  la  Tenta  de  Malamadera ,  inmedia- 
ciones del  pueblo  de  Cande,  á  los  que  tomó  dos 
piezas  de  artillería  con  su  correspondiente  tren, 
tres  cajas  de  cartuchería ,  un  convoy  considerable, 
y  250  prisioneros.  El  11  del  mismo,  en  el  pueblo 
de  Albentosa,  cayó  sobre  la  retaguardia  del  ejér- 
cito  de  Súchel,  que  sitiaba  a  Valencia ,  habiéndole 
tomado  cuatro  piezas  de  artillería  y  260  prisione- 
ros de  todas  clases,  y  obligándole  á  que  leTantase 
el  sitio ,  y  i  que  con  la  mayor  rapidez  retrocedie- 
se á  Teruel  en  socorro  de  la  guarnición  que  tenia 
sitiada. 

A  consecuencia  de  estas  acciones ,  y  en  rista  de 
que  el  gobierno  no  las  premiaba,  la  Junta-congreso 
suprenia  de  Valencia  le  regaló  un  sable  de  honor 
^n  la  inscripción  siguiente.  €Alinmarial  D.  Peirp 
YiUaeampm,  ineliio  eaudillo  d$  Aragón.  Luí  t«feii- 


11 

danos.  Loor  y  eterna  gloria  al  fue^  te^  y  premio  derio 
á  9u  virtud  guerrera.  » 

El  13  do  mayo  so  halló  on  el  puerto  del  Frasno» 
donde  tomó  á  los  enemigos  todo  su  convoy ,  redu- 
ciendo á  25  ó  30  hombres  que  pudieron  escapar,  el 
náibero  de  800  que  lo  escoltaban,  siendo  la  mayor 
parte  muertos,  y  prisioneros  los  restantes.  El  14 
del  mismo  en  Daroc^ ,  do  cuya  ciudad  los  desalo- 
jó ,  causándoles  una  considerable  pérdida  entre 
muerlos  y  prisioneros.  El  16  en  las  inmediacio- 
nes  de  Cariñena ,  dejando  muertos  en  el  campo 
de  batalla  200  infantes  y  300  coraceros.  El  6  de  sep- 
tiembre en  Andorra,  donde  hizo  210  prisioneros, 
tomó  el  convoy  y  ocho  mil  cabezas  de  ganado,  de- 
jándolos 130  muertos  on  el  campo  de  batalla.  El  11 
de  noriemhro  en  Fuen-Santa ,  inmediaciones  de 
Villel ,  habiendo  muerto  mas  de  mil  enemigos.  En 
31  de  enero  de  1811  ,  en  la  acción  dada  sobre 
Checa.  El  23  de  marzo  en  el  puente  do  Aunen 
sobre  el  Tajo,  que  estando  fortificado » le  tomó  por 
asalto,  después  do  cuatro  horas  de  una  obstinada 
resistencia,  hecha  por  300  hombres,  que  quedaron 
muertos  y  prisioneros. 

Posteriormente ,  y  siempre  infatigable  por  el 
triunfo  do  las  armas  españolas,  se  batió  el  12  de 
octubre  del  ano  11  en  Vcnaguacil,  reino  de  Valencia, 
habiéndose  encontrado  el  25  del  propio  mes  en  la 
acción  general ,  dada  para  socorrer  el  fuerte  de 
Sagunto ,  y  en  la  del  26  de  diciembre  en  la  linea 
esterior  de  aquella  capital ,  la  cual  fué  forzada  últi- 
mamente por  la  escesiva  superioridad  del  enemigo. 
Después  de  esto  desgraciado  acontecimiento ,  en 
virtud  del  cual  fué  prisionero  en  esta  ciudad  el  ge- 
neral en  jefe  del  segundo  y  tercer  ejército,  don  Joa- 
quín Blake ,  se  encargó  del  mando  en  jefe  don  Pedro 


12 
Yillacampa  como  mas  antigao,  que  deftempefió  hasta 
el  15  de  marzo  del  propio  año.  Durante  aquella 
época  logró  sorprender  y  hacer  prisioneros,  el  8  de 
marzo  de  1812  en  el  pueblo  de  Campillo,  110  fran- 
ceses de  que  constaba  su  guarnición.  El  22  áe\  mismo 
practicó  otra  sorpresa  de  400  hombres  que  había  en 
la  villa  de  Ateca  ,  de  los  cuales  se  salvaron  moj 
pocos.  El  28  del  mismo  en  el  pueblo  de  Pozondon, 
consiguió  también  sorprender  600 ,  sin  que  nin- 
guno pudiera  salvarse ,  habiendo  pefdido  ademas 
el  convoy  que  conduelan.  El  mismo  dia  se  dirigió 
á  Monterde ,  en  donde  atacó  v  desalojó  á  igual  nú- 
mero de  enemig  >s ,  causándoles  la  pérdida  de  5 
muertos  y  28  prisioneros ,  y  cogiéndoles  otro  con- 
voy. Las  dificultades  para  conducir  estos  prisioneros 
á  las  plazas  de  Alicante  y  Cartagena,  por  tener  los 
enemigos  ocupada  toda  la  provincia  de  Cuenca,  le 
obliffó  á  verificar  cierto  movimiento  para  conseguir 
8U  objeto  y  cubrir  la  marcha.  Descubierta  esta  por  el 
general  Darmañac,  gobernador  de  Cuenca,  atacó  éste 
á  Yillacampa  el  6  de  abril,  con  fuerzas  muy  superio- 
res de  infantería  y  caballería  y  4  piezas  de  artillería, 
en  el  pueblo  de  Yillalva  y  sus  alturas;  y  á  pesar  de 
su  superioridad,  lo  rechazó  por  dos  veces  y  escar- 
mentó con  una  considerable  pérdida ,  siendo  may 
corta  la  que  sufrieron  las  tropas  españolas »  y  lo- 
grando por  fin  poner  en  salvo  los  prisioneros >  des- 
pués de  haber  obligado  á  Darmañac  á  replegarse  y 
retirarse  á  Cuenca.  En  los  dias  13  y  14  de  julio,  y 
pueblos  de  Dumeño  y  Chelva,  reino  de  Yalencia, 
sostuvo  dos  acciones  con  notables  ventajas  sobre  el 
enemigo. 

Recibida  la  orden  del  general  en  jefe  para  pasar 
con  la  división  de  su  mando  á  las  inmediaciones  de 
Reqnena »  salió  de  Ateca  el  15  de  agosto  de  1813,  y 


13 
llegó  el  22  á  Landete,  desdo  cuyo  puato»  habiendo 
tenido  noticia  qae  la  gaarnicion  de  Cuenca ,  reunida 
á  la  columna  del  general  de  brigada,  barón  de  Mon- 
poi ,  se  retiraba  á  la  parle  de  Madrid ,  marchando 
para  Requena  j  con  dirección  á  Valencia ,  hizo  el 
general  Villacampa  movimiento  para  salirle  al  en-* 
cuentro»  que  creyó  realizarlo  el  23;  pero  aquel  ge^. 
neral  quiso  ocultar  su  dirección  por  medio  de  una 
contramarcha  rápida,  que  verificó  la  misma  noche: 
dos  carreteras  distintas  facilitaban  su  paso  para  Re- 
quena,  lo  que  obligó  á  la  división  á  manchar  y  con- 
tramarchar  todo  aquel  dia  v  el  siguiente;  pero  siendo 
esta  infatigable ,  legró  el  25  del  propio  mes  interpo- 
nerse entre  Utiel  y  Cándete  y  salir  al  encuentro  de 
aquella  columna ,  compuesta  de  1,600  infantes  de 
linea,  de  una  compañía  de  jurados',  y  150  caballos 
del  4.*  de  húsares,  y  de  dos  cañones  de  campaña. 
Habiéndola  atacado  don  Pedro  Villacampa  con  1,500 
infantes  y  130  caballo^,  la  batió,  destruyó  y  persi- 
guió hasta  las  inmediaciones  de  Requena ,  á  donde 
pudieron  llegar  los  enemigos,  mediante  un  vivo  fue- 
go  de  su  infantería ,  y  de  una  contramarcha  en  des* 
orden  por  el  flanco  derecho  de  las  tropas  españolas; 
pero  dejando  el  campo  cubierto  de  cadáveres ,  y 
retirando  multitud  de  heridos,  de  los  cuales  174  dé 
mas  gravedad  dejaron  en  el  fuerte  de  Requena,  ha- 
biendo entrado  el  enemigo  también  aquella  misma 
noche  otra  porción  de  heridos  en  la  iglesia  de  RuñoK 
Esta  admirable  y  feliz  jornada  coronó  de  gloria  á 
don  Pedro  Villacampa,  pues  la  pérdida  del  enemigo 
escedió  á  la  mitad  ae  su  fuerza ,  hizo  ademas  120 
prisioneros,  y  se  apoderó  de  dos  cañones  de  campa- 
ña, siete  carros  y  cajas  de  municiones,  todos  sus 
equipajes,  gran  porción  de  acémilas,  ganados,  mo- 
chilas, fusiles,  y  cogido  varios  españoles  jurados» 


14 

sin  mas  pérdida  por  parte  de  la  diyision  de  Villa- 
campa ,  que  2  capitanes ,  2  sargentos  y  30  cabo»  y 
soldados  muertos;  4  capitanes,  4  subalternos  ▼  123 
tambores 9  cabos  y  soldados  heridos;  15  caballos 
muertos  y  4  heridos :  todo  esto  después  de  cuatro 
horas  de  una  acción  muy  reñida ,  y  no  obslaiile  U 
superioridad  del  enemigo.  Otros  muchos  triunfos 
vinieron  en  aquel  año  á  realzar  la  pericia  de  este 
acreditado  general,  á  quien  por  la  acción  anterior, 
y  por  real  cédula  de  15  de  mayo  de  1813,  se  con- 
decoró con  la  Venera  coromada  de  la  militar  Ordea 
de  San  Fernando,  y  antigüedad  de  6  de  mano  del 
propio  año,  siendo  de  advertir  que  fué  el  primer 
español  que  mereció  esta  distinción,  precedido  el 
juicio  contradictorio. 

Habiendo  concluido  ol  año  12  con  las  gloriosas 
acciones  de  Vivel  en  22  de  noviembre ,  y  con  la  de 
la  Almunia  en  25  de  diciembre ,  continuó  prestando 
siempre  los  mismos  servicios  en  los  prinieros  meses 
del  año  13,  habiéndose  hallado,  en  la  acción  de 
Cherta  el  14  de  agosto  ,  y  desde  este  mes  hasta  6o 
de  noviembre  en  el  bloqueo  de  Tortosa ,  durante  el 
cual  tuvo  varios  encuentros  parciales:  la  noche  del 

16  del  mismo  mes,  ocupó  á  los  enemigos  SSOcaheias 
de  ganado  lanar,  únicas  que  tenian  para  el  sumi- 
nistro de  los  enfermos,  y  que  apacentaban  bajo  tiro 
de  cañón  del  fuerte  de  la  Tenaza,  entre  este  vel 
Coll  del  Alba,  de  donde  se  estrajo  la  naafiana'del 

17  sin  pérdida  alguna  por  parte  de  las  armas  espa* 
ñolas.  En  premio  de  tan  singulares  haiaflas,  fué 
nombrado  teniente  general en21  de  febrerode  18l4i 
habiendo  sido  en  este  año  gobernador  de  Madrid  j 
capiían  general  de  Castilla  la  Nueva. 

Hasta  aquí  sus  gloriosos  triunfos  por  la  iode- 
pendencia  naeional ,  por  su  rey  y  por  la  libertad  if 


15 

los  espaftoles;  pero  estaba  u  reservados  dias  amar- 

{rosy  oías  de  crueles  desengaños  á  este  heroico  mí- 
itar  f  como  acootece  comunmente  á  los  que  por 
tan  caros  objetos  derraman  su  sangre  y  consagran 
hasta  su  propia  vida.  Restablecido  el  rev  Fernan- 
do VII  en  su  trono,  y  abolida  la  Constitución  de 
1812,  bien  podia  el  general  Yillacampa  confiar  en 
sus  repetidos  sacrificios,  y  vivir  tranquilo,  sin  sos- 
pechad en  manera  alguna  que  ningún  funesto  acon- 
tecimiento podría  sobrevenirle  por  su  anterior  con- 
ducta.. Habiase  decidido  en  el  siglo  pasado  por  la 
earrera  de  las  armas,  por  amor  á  su  nación  y  á  sus 
reyes:  habla  dado  pruebas  de  su  valor :  organizó  su 
división ,  vejando  todo  lo  menos  posible  á  los  pue«- 
blos  :  fué  inflexible  en  el  mando  ,  temible  de  sus 
enemigos ,  querido  y  respetado  de  todos,  desinte- 
resado hasta  el  punto  de  no  cuidarse  jamás  de  sa 
sueldo»  y  repartirlo  no  pocas  voces  en  los  hospita- 
les entre  los  desgraciados,  heridos  en  el  campo  de 
batalla ;  en  una  palabra  •  haciendo  abnegación  ab- 
soluta de  si  mismo,  solo  se  acordaba  de  los  demás: 
reconcentraba  sus  miras  en  la  independencia  na- 
cional y  en  el  restablecimiento  de  su  rey.  Todo  esto 
«le  preparaba  con  justicia  dias  de  gloria  y  bendición. 
Mas  no  sucedió  asi:  cambiaron  los  tiempos,  y  su 
suerte  fué  pronto  bien  contraria.  La  envidia  y  la 
emulación  de  algunos  hombres  sin  pudor ,  y  desti- 
tuidos de  todo  mérito,  pusieron  en  juego  todos  los 
resortes  que  creyeron  necesarios  para  eclipsar  las 

5 lorias  del  general  Yillacampa »  hacerlo  desmerecer 
e  la  gracia  del  rey ,  y  llenar  sus  posteriores  dias 
de  aflicción  y  de  amargura.  Informes  detestables  y 
parciales,  calumnias,  imposturas  y  todo  género  de 
maldades ,  hicieron  cambiar  bien  pronto  el  destino 
justamente  merecido  de  tan  ilustre  general ,  siendo 


16 
sa  primera  desgracia  la  formación  de  una  injiuta 
causa. 

Tuto  noticia  el  gobierno  en  6  de  innio  de 
1814  de  haberse  dado  una  comida  á  mediados  del 
mes  de  diciembre  de  1813  en  el  café  llamado  de 
Lorencini,  sito  en  la  Puerta  del  Sol ,  á  la  que  con- 
currieron como  unos  25  personajes ,  la  cual  habia 
durado  desde  las  tres  de  la  tarde  nasta  el  anochecer, 
y  sido  celebrada  con  yarios  brindis  y  yiTas  á  la 
Constitución :  se  dijo  ,  que  habiéndose  dado  prin- 
cipio á  la  comida  ,  se  supo  que  el  dia  anterior 
habia  llegado  á  esta  corte  el  general Yillacampa, 
que  habiéndose  diputado  dos  sugetos  para  que  fue- 
sen i  su  alojamiento  con  el  objeto  ae  convidarla 
á  comer,  se  escusó  con  que  sus  ocupaciones  no  se 
lo  permitian ,  ofreciéndoles  ir  á  los  postres ;  y  que 
efectivamente  fué  en  compañía  de  un  oficial  despnes 
de  haber  tomado  el  café:  que  habló  con  todos »  y 
estuvo  con  ellos  como  un  cuarto  de  hora ,  en  coyo 
tiempo  el  conde  de  Toreno  tomó  una  copa  de  licor, 
y  brindó  por  la  salud  del  general  Villacampa  y  por 
los  dias  de  gloria  que  habia  dado  á  la  nación ,  el  cual 
fué  contestado  con  otro  por  el  propio  general ,  di- 
ciendo: para  que  pronto  tengamos  el  gasto  de  ver 
en  España  á  nuestro  amado  rey  Fernando  Vil ;  y  que 
después  de  esto  se  marchó. 

Este  parte,  que  no  suponía  delito  alguno  en 
los  concurrentes  al  café  de  Lorencini  ,  aunqoe 
hubiesen  sido  ciertos  los  vivas  á  la  Constitucioo, 
pues  se  rcferia  á  una  época  en  que  se  hallaba  fi- 
gente  ,  mucho  menos  en  el  general  Villacampa, 

3ue  la  casualidad  quiso  llegase  á  esta  corte  ea  el 
ia  anterior  á  la  comida ,  á  quien  solo  se  le  alriboia 
haber  asistido  después,  y  hablado  en  términos  los 
mas  inocentes ;  este  parte ,  repetimos ,  faé  el  orifH 


17 

de  la  injusta  causa  que  se  formó  al  general  Villa** 
campa,  y  por  la  cual  se  yió  sumido  en  un  calabozo 
de  esta  corte ,  y  después  de  haber  rendido  diferentes 
declaraciones  acerca  del  objeto  de  la  reunión  del 
café  de  Lorencini ,  se  le  tomó  la  siguiente  confesión 
con  cargos,  cuya  copia  hemos  creido  oportuno  trans- 
cribir, para  que  todos  vean  si  el  general  Yillacampa 
mancillo  su  conducta  con  la  mas  leve  culpa. 

OONPBSION    CON  CARGOS    DBL  EXCELENTÍSIMO    SBÑOH 

DON   PEDRO  VILLAGAMPA. 

«En  la  villa  de  Madrid,  á  cuatro  de  abril  de  mil 
ochocientos  quince :  en  cumplimiento  de  lo  mandado 
por  los  señores  de  la  comisión  do  causas  de  Estado 
en  el  decreto  anterior,  el  sefíor  comisionado  don 
Antonio  Ruiz  de  Alcalá ,  asistido  de  mi  el  presente 
escribano,  pasó  al  fuerte  del  cuartel  do  Guardias  de 
la  persona  del  Rey ,  y  constituido  en  la  sala  del  juz- 
gado» hizo  comparecer  ante  si  ul  Evcmo.  Sr.  don 
Pedro  Yillacampa,  teniente  general  do  los  reales 
ejércitos ,  á  efecto  de  recibirlo  su  confesión ,  el  cual 
prestó  su  palabra  de  honor  de  decir  verdad  en  cuanto 
supiere  y  fuere  preguntado,  bajo  la  cual,  á  las  pre- 
guntas, cargos  y  reconvenciones  que  se  le  hicieron 
contestó  lo  siguiente : 

» Confiese  como  es  cierto  que  tiene  dadas  en  esta 
cuusa  otras  declaraciones,  y  si  so  afirma  y  ratifica 
en  su  contenido  ó  tiene  algo  que  añadir  ó  nuitar, 
dijo:  Que  es  cierto  tiene  dada  una  certificación  en 
Zaragoza  y  dos  declaraciones  en  esta  corto,  que  pi- 
dió se  le  leyesen ,  y  habiéndolo  ejecutado  ú  la  letra 
de  las  que  obran  á  los  folios  once,  veinte  y  cinco 
yuelto  al  treinta  v  siete  vuelto,  y  la  aue  principia 
folio  sesenta  y  siete  también  vuelto  de  este  rollo; 
Tomo  ix.    ^  2 


18 
eiilorado  de  su  contenido ,  dijo :  Ser  lo  mismo  <1M 
tiene  certificado  y  declarado ,  en  lo  que  se  afinaé  J 
ratificó  de  nuevo,  sin  tener  que  añadir,  quitar  ni 
enmendar  cosa  alguna,  reconociendo,  como  Wú- 
noció  por  suyas,  de  su  puño  y  letra»  las  firnuí  y 
rúbricas  puestas  al  pié  y  margen  de  dichas  certifica- 
ciones y  declaraciones. 

Se  le  hace  cargo  de  haber  concurrido  á  los  pel- 
tres de  la  comida  que  se  dio  en  el  café  de  Lorencioi, 
en  donde  se  profirieron  espresiones  indirectas  6  es- 
candalosas contra  la  religión  y  el  rey,  y  á  que  coa* 
curricron  personas  de  diferentes  clases,  como  titn- 
los,  magistrados,  cómicos  y  artesanos,  lo  cual  di 
idea  de  que  trataban  de  fomentar  el  espíritu  di 
igualdad  y  republicanismo.  Dijo:  que  es  falso  d 
cargo  que  se  le  hace,  por  cuanto  no  hubo  mas  eofll 
asunto  que  lo  que  tiene  declarado ,  á  lo  que  se  rs* 
mite ,  añadiendo  que  no  conoció  á  nadie  de  los  po- 
cos que  habia  en  la  casa  de  que  habla  en  su  ciudí 
declaración. 

»  Reconvenido  v^mo  niega  el  cargo  cuando  resuiU 
de  las  declaraciones  de  los  testigos ,  que  efeC' 
tivamonte  asistió  á  los  postres  y  se  profirieron  lis 
mencionadas  espresiones:  Dijo:  que  niega  la  recoi- 
vención  que  se  le  hace,  y  pide,  que  antes  de  (aliarse 
la  causa  se  le  caree  con  dichos  testigos  para  conven- 
cerlos de  falsarios  y  de  gente  sin  religión. 

hSe  le  hace  cargo  de  la  orden  que  dio  á  la  piau 
de  Madrid  el  dia  cuatro  de  enero  de  mil  oehociento 
catorce ,  en  la  cual  se  arengó  á  los  soldados  i  finv 
de  la  soberanía  del.  pueblo,  que  era  contra  la  éá 
señor  don  Fernando  Vil,  y  se  les  exhortó  á  deba* 
dcr  la  libertad  é  independencia  y  la  Constitucioii 
hasta  el  estremo  de  decir,  que  el  osado  que  se  ib** 
viera  ú  ollar  tan  sagrados  nombres,  espiraría  al  A 


19 
de  sus  f  ceros:  Dijo  :  que  el  cargo  que  nt  le  hace  lia 
lo  ei  por  dos  razones,  primera,  porque  era  el  len- 

Soaje  que  se  usaba  en  el  día ,  que  es  eu  el  que  se 
ebe  hablar  coa  los  soldados ,  el  misaio  en  que  les 
habló  el  Excmo.  Sr.  conde  de  Abisbal,  siendo  Re* 
gente  del  reino  en  la  Isla  de  León  coando  se  juró  la 
Constitución,  anulada  posteriormente  por  S.  M. ,  y 
sin  embargo  lejos  de  habérsele  consiaerado  como 
delincuente,  ba  merecido  el  aprecio  y  estimación  del 
sefior  don  Fernando  YU,  y  que  se  lo  premie  con  la 
capitanía  general  de  los  cuatro  reinos  do  Andalucía . 
Lo  mismo  que  puede  decirse  del  señor  don  Joaquín 
Morguera,  que  siendo  presidente  de  la  Regencia 
eiUiortó  á  todos  los  españoles ,  no  solo  á  observar 
la  Constitución,  sino  que  ademas  les  mandó,  á  nom- 
bre del  sefior  don  Fernando  VII«  que  persiguieran  á 
los  que  se  opusiesen  á  las  nuevas  instituciones,  como 
se  lee  en  la  proclama  que  en  Toinle  y  tres  de  enero 
de  mil  ochocientos  doce  publicó  á  nombre  de  la  Re- 
gencia del  reino,  como  tal  presidente  entonces,  en 
la  que  entre  otras  espresiones  que  pueden  ponerse 
en  cotejo  con  las  proferidas  por  el  confesante ,  se 
leen  las  siguientes:  «Y  progresivamente  habéis  ido 
» mejorando  vuestras  instituciones  basta  reunir  las 
» Cortes,  establecer  un  gobierno  sobre  las  bases  de 
» la  mas  rigurosa  legitimidad ,  y  ordenar  por  medio 
»de  vuestros  representanles  la  Constitución  que  ha 
)>de  llevaros  á  la  prosperidad  y  grandeza  de  que 
)>sois  tan  dignos;  es  preciso  vencer  todos  los  obsta- 
n  culos  que  entorpecen  todas  las  disposiciones  de  la 
«autoridad,  y  sostener  la  dignidad  del  gobierno  con 
»la  magestad  correspondiente  al  pueblo ,  para  quien 
»ba  sido  constituido.  ¿Quién  se  resolverá  contra  la 
Dautoridad  le)(Uima  emanada  del  congreso  nacional? 
wLos  españoles  desean  que  se  consolido  el  gobierno 


20 

»y  se  establezca  el  orden,  que  solo  podrá  renacer 
9 por  medio  de  un  sistema  constitucional,  dictado 
jipor  los  representantes  de  la  nación:  desean  que  el 
9 gobierno,  penetrado  de  sus  enormes  obügacionei, 
•emplee  todo  su  celo  en  aniquilar  las  legiones  ene- 
0 migas,  y  en  afirmar  las  constituciones  de  la  monar- 
j»quía:  vosotros  perseguiréis  á  los  enemigos  domes- 
»ticos  que  intenten  producir  la  desunión  6  destruir 
»las  generosas  instituciones  que  \a  están  decreta- 
j»das.»  Y  con  todo ,  tampoco  se  le  na  hecho  por  esto, 
ni  hay  motivo  para  hacerle  el  menor  cargo ,  yién- 
dose  en  la  actualidad  premiado  por  S.  M.  con  el  ho- 
norífico empleo  de  consejero  de  Indias»  con  la  con- 
fianza que  ha  merecido  de  sentenciar  las  causas  de 
esta  naturaleza.  Segunda,  porqué  en  el  cargo  solo 
se  hace  mérito  de  algunas  espresiones  eniresacadjs 
do  la  citada  orden  y  no  de  toda  ella,  en  curo  gene- 
ral contesto  se  descubre  bien  claramente  el  amor  á 
nuestro  soberano  el  señor  don  Fernando  YII ,  pues 
ra  se  dice  al  prinri;*io,  que  el  tirano  de  la  Europa 
aludiendoá  Napoleón;  cometió  la  inaudita  Telonlade 
arrancar  de  nuestro  seno  á  un  rey  legitimo  y  deseado; 
y  mas  adelante  se  añado  que  las  miras  eran  cimentar 
del  modo  mas  sólido  la  conservación  de  nuestra  sa- 
grada religión  y  trono  del  señor  don  Fernando  VIIi 
di*,  suerte  que  estas  espresiones  destruyen  cualquiera 
sinicbtra  interpretación  que  quiera  darse  á  las  otra» 
que  contiene  el  cargo ;  ademas,  de  que  estendido  el 
borrador  por  el  secretario  de  la  capitanía  general,  y 
leido  con  rapidez  por  el  señor  confesante,  no  hizo 
reparo  alguno  en  el  todo  de  su  contesto ,  habiendo 
visto  repetidos  los  dulces  nombres  de  Religión,  Rey 
V  Patria ,  ni  las  muchas  ocupaciones  de  sa  destino 
le  permitinn  detenerse  ú  examinar  y  corregir  cláu- 
sulas ú  que  no  le  orurria  pudiesen  darse  mal  sentido. 


} 


21 
u  Conñeie  cuál  es  la  tiranía  á  que  alude  la  mencío'- 
natlu  orden  cuando  dice:  «y  sea  cual  fuero  la  más- 
cara  con  que  se  disfrace  la  tiranía,  nuestras  invictas 
armas  estén  prontas  á  descubrirla.»  Dijo:  que  la  ti- 
ranía de  que  habla  es  la  do  Napoleón ,  como  ja  lo 
manifiesta  en  el  principio  de  la  orden,  lo  cual,  así 
como  en  el  año  de  ochocientos  ocho  se  disfrazó  con 
la  máscara  de  alianza,  podría  lomar  otros  diferentes 
disfraces. 

»Se  le  hace  cargo  de  haber  admitido  la  oforln  que 
le  hicieron  los  editores  del  periódico  titulado  el  /ca- 
dacior  general  de  España^  de  hacer  donativo  de  un 
número  suficiente  de  ejemplares  de  su  periódico 
|Mira  que  se  distribuyera  diariamente  uno  á  cada 
compañía  de  los  cuerpos  de  la  guarnición,  con  el  fin 
de  que  se  leyera  á  sus  individuos.  Dijo:  que  estraña 
infinito  el  señor  confesante,  se  le  baga  cargo  de  un 
hecho  que  no  es  delito  ni  puede  serlo,  mediante  no 
estar  prohibido  por  ninguna  lev  el  admitir  un  dona- 
tivo generoso  y  voluntario,  asi  como  admitió  todos 
los  deroas  que  se  le  hicieron  para  vestir  los  cuerpos 
do  infantería  que  componiaa  la  guarnición  de  esta 
plazu. 

^Reconvenido  con  que  el  cargo  no  consiste  preci- 
samente en  la  admisión  del  donativo ^  sino  en  la  clase 
de  los  papeles  oue  solian  contener  doctrinas  contra- 
rias i  fus  derecnos  y  soberanía  del  rey  nuestro  señor 
don  Fernando  VII,  y  subversivas  del  gobierno  ino* 
nárguico  del  rey,  como  también  invectivas  morda- 
ces e  injuriosas  al  clero,  nobleza  y  personas  consti- 
tuidas en  dignidad,  lo  cual  no  era  conveniente  y  sí 
pernicioso  que  lo  leyese  el  soldado:  Dijox  que  ignora 
que  cl  periódico  tuviese  las  doctrinas  que  cita  la  re-« 
convención  por  no  haberlo  leido  jamás,  que  solo 
sabia  era  un  periódico  permitido  por  el  gobierno ,  y 


k 


29 

veia  comprarlo  y  leerlo  en  las  calles,  librerías  j 
puestos  públicos,  por  toda  clase  de  personas  iodis- 
tintamente,  y  se  llevaba  á  los  tribunales,  secretarias 
y  otros  establecimientos,  no  pudiéndose  imaginar 
que  solo  estuviese  prohibido  para  el  soldado ,  lo  que 
estaba  permitido  á  todo  el  resto  de  la  nación.  Ade- 
mas sabia  el  señor  confesante  que  en  todos  los  pe- 
riódicos se  insertaban  las  noticias  de  los  ejércitos, 
particularmente  los  sucesos  favorables  de  nuestras 
armas.  Deseaba  que  el  soldado  los  leyese  y  se  ente- 
rase de  ellos,  porque  nada  le  anima  ni  entusiasma 
tanto  como  las  glorias  y  triunfos  de  sus  compañeros 
de  armas;  y  como  la  tropa  carecía  de  medios  para 
comprar  un  papel,  celebró  de  que  le  hiciesen  aque- 
lla oferta. 

»  Se  le  hace  cargo  de  haber  mandado  formar  la  tro- 
pa de  infantería  y  caballería  de  la  guarnición  en  la 
calle  de  Alcalá  con  armas  y  municiones  el  día  diez  y 
siete  de  febrero  del  año  próximo  pasado,  con  el  figu- 
rado pretesto  de  pasar  revista,  siendo  su  Terdadero 
objeto  el  de  coartar  la  libertad  de  los  buenos  dipata- 
dos  que  intentaban  quitar  la  última  Regotícia  y  soste- 
ner á  esta  con  la  fuerza,  en  cuyo  caso  se  espera  que 
así  lo  confiese.  Dijo:  que  niega  el  cargo  y  estrafia 
que  se  le  haga  de  un  hecho ,  por  el  cual  cree  mere- 
cer la  aceptación  de  todas  las  personas  sensatas,  me- 
diante que  el  verdadero  objeto  de  la  formación  de 
la  tropa  el  citado  día  diez  y  siete ,  no  fue  ni  pudo  lar 
por  ningún  motivo  el  que  se  le  atribuye  injosU' 
mente ,  sino  el  de  contener  cualquier  alboroto  qae 
se  suscitase  y  que  se  temía,  según  los  repelidos  avi- 
sos que  le  habían  dado  diferentes  personas,  y  evilir 
de  este  modo  la  efusión  de  sangre  que  amenaiahk 
según  lodo  mas  individualmente  lo  tiene  numifeala'a 
en  su  decUraclon  ^  á  la  que  se  remito ,   aJadieafci 


23 
que  lodo  lo  hizo  con  conocimiento  y  aprobación  del 
gtibierno,  como  resulta  de  los  oficios  qug  tiene  re- 
conocidos en  su  dicha  declaración ,  siendo  co^n  sen- 
tada sin  dispula ,  el  que  un  militar  no  es  responsable 
do  lo  que  hace  con  autoridad  y  aprobación  superior. 
Entre  otras  pruebas  que  se  pueden  dar  de  míe  su 
objeto  no  era  el  de  coarlnr  la  libertad  de  los  míenos 
diputados,  lo  es  la  distancia  que  media  desde  la  calle 
de  Alcalá  hasta  los  (iaños  del  Peral ,  donde  se  cele*- 
braban  las  sesiones  do  las  Cortes ,  á  las  cuales  ni  á 
sus  inmediaciones  no  envió  partida  alguna  de  tropa; 
de  snerte  que  la  sesión  so  cclobraria  como  en  todos 
los  demás  dias:   por  último,  no  pudiéndose  yot  la 
intención  do  los  hombres ,  ni  deducirse  sino  por  los 
hechos  y  resultados  posteriores ,  no  habiendo  tenido 
ninguno  dicha  formación,  mas  que  conservar  la  tran- 
quilidad pública,  tampoco  hay  méritos  para  atribuir 
ni  señor  confesante  otra  intoncinn  ni  objeto,  que- 
dando todavia  mas  manifiesto  dicho  objeto,  dirigido 
á  la  conservación  del  orden  con  las  dos  órdenes  de 
la  Regencia  que  le  habian  sido  comunicadas  por  el 
ministro  do  la  Guerra  con  fecha  veinte  ydos  de  enero 
y  doce  de  febrero  del  aflo  próximo  pasado,  en  las 
que  so  lo  encargó  tomase  providencias  para  contenor 
cualquiera  desorden  y  mantener  la  tranquilidad  que 
parecía  amenazada,-  y  los  originales  de  las  citadas 
órdenes  deben  existir  en  la  capitanía  ffeneral. 

«Reconvenido:  con  que  resulta  del  dicho  de  cuatro 
señores  informantes,  que  la  formación  de  la  tropa 
el  dia  diez  y  siete  do  lebrero  fue  para  sostener  el 
gobierno  que  entonces  habia,  y  que  con  aquella 
amenaza  disfrazada  favoreció  el  designio  de  los  inte- 
resados en  que  no  se  mudase  la  Regencia,  á  lo  que 
contribuyó  también  un  pliego  que  el  señor  conie- 
santc  remitió  al  Congreso ,  para  que  ocupase  la  aten- 


24 

cion  de  aquel  dia ,  y  no  se  diese  cuenta  de  la  propo- 
sición que  intentaba  hacer  el  señor  don  Bernaréo 
Mozo  Rosales ,  de  que  se  nombrase  por  Regenta  del 
reino  á  la  señora  infanta  doña  Carlota  Joaquina  de 
Borbon:  Dijo :  que  niega  la  reconyencion  que  se  le 
hace,  y  que  sean  quienes  fuesen  los  señores  infor- 
mantes que  semejantes  especies  han  declarado,  do 
puede  menos  de  manifestar  la  falsedad  y  ligereza  con 
que  han  procedido  en  atribuir  al  señor  confesante  ut- 
tenciones  y  objeto  que  jamás  tuyo  ni  podía  pasársele 
por  la  cabeza,,  pues  no  era  dable  de  que  adiyinase  b 
intención  del  señor  Mozo  Rosales ,  cuyo  nombre  oye 
ahora  por  la  primera  yez.  Que  la  remesa  del  pliego  al 
Congreso  en  el  citado  dia  diez  y  siete  la  verificó  solo 
con  el  objeto  de  yindicar  su  opinión  y  buen  nombre, 
que  habian  sido  ultrajados  enormemente  por  el  her- 
mano de  don  Juan  Garrido,  atribuyéndole  que  ha- 
bia  infringido  la  Constitución ,  que  entonces  se  te- 
nia por  delito  graye ,  y  que  era  un  déspota ,  por  lo 
cual  pedia  se  le  suspendiese  de  su  empleo.  También 
prueba  lo  dicho  la  conducta  que  obscryó  el  señor 
confesante  en  acudir  primero  á  la  Regencia  el  dia 
diez  y  seis  en  solicitud  de  que  se  sirviera  hacer  pre- 
sente á  las  Cortes  al  siguiente  dia ,  que  habia  proce- 
dido al  arresto  del  presbítero  González  y  del  escri- 
bano Garrido  en  virtud  de  su  orden ,  ó  que  le  per- 
mitiese dirigirse  en  derechura  al  Congreso:  qae  ea 
el  propio  dia  diez  y  seis  se  le  contestó  por  el  minis- 
tro de  la  Guerra ,  que  la  Regencia  le  permitía  acudir 
á  esponer  á  las  Cortes  de  palabra  ó  por  eacrílo 
cuanto  estimase  conveniente  á  su  vindicación^  y  ea 
virtud  de  este  permiso  acudió  con  efecto  al  otrodií 
por  medio  del  pliego  á  que  se  ha  querido  dar  tai 
diferente  significado ,  con  la  mayor  arbitrariedad  j 
sin  mas  fundamento  que  su  capricho  y  mala  ft. 


25 

«>5e  h  hace  cargo  de  haber  remitido  á  los  editores 
del  periódico  titulado  El  Univenal ,  las  cinco  copias 
contormes  de  los  papeles  que  mediaron  en  el  asunto 
de  la  prisión  de  Garrido,  en  ios  cuales  se  contienen 
espresiones  muy  exaltadas ,  que  dadas  á  luz  por 
medio  de  la  prensa ,  contribuía  á  fomentar  el  espí- 
ritu de  partido  ,  lo  que  era  perjudicial  en  aquellas 
circunstancias  en  que  como  gonernador  de  la  plaza 
debia  contribuir  á  sosegar  ,  y  reunir  los  ánimos  de 
sus  habitantes :  Dijo.:  que  no  creyó  pudiese  con- 
tribuir á  turbar  el  sosiego  ni  á  fomentar  el  espíritu 
de  partido  la  publicación  de  los  citados  papeles  el 
que  no  se  proponía  otra  cosa  que  vindicar  ,  como 
ya  tiene  dicho ,  su  opinión  ,  y  que  viera  todo  el 
mando  que  no  babia  sido  déspota  en  ejecutar  el  ar- 
resto de  Garrido  y  González ,  sino  que  lo  habia  eje- 
cutado por  disposición  del  gobierno,  no  quedándole 
mas  recurso  que  la  publicidad  por  medio  de  la  im- 
prenta, para  qu:)  asi  como  todos  habían  visto  los 
impresos  en  que  el  hermano  de  Garrido  injuriaba 
al  señor  confesante  ,  viesen  de  la  misma  suerte  la 
impostura  ,  y  que  sí  hay  alguna  espresion  exaltada, 
DO  debe  cslrañarse  ,  viéndose  ultrajado  su  honor  y 
concepto  con  tanta  impostura,  malicia  y  falsedad. 

a  Se  le  hace  cargo  de  la  espresion  que  contiene  el 
papel  del  número  cinco,  en  que  dice  lo  siguiente: 
«Derramaré  mi  sangre  por  la  conservación  oe  nues- 
tro código  ,  y  empaparé  sus  hojas  en  la  de  los  que, 
escudados  con  él,  tratan  de  rasgarlo.»  En  cuya  frase 
dio  á  entender  que  se  hallaba  resuelto  á  sostener  con 
la  fuerza  la  Constitución  que  quitaba  la  soberanía 
del  rey  nueslro  señor.  Dijo :  Que  dicha  frase  era 
consiguiente  al  juramento  que  tenia  prestado  ,  y  se 
le  exigió  á  nombre  del  señor  don  Fernando  Yll  de 
guardar  y  hacer  guardar  la  Constitución  ,  y  á  lo  que 


26 

1»reyiene  el  articulo  5.®,  titulo  17  •  tratado  2/  de 
as  Ordenanzas  generales  del  ejército  ,  en  el  qoe  te 
dice:  «Que  el  mas  grave  cargo  que  se  puede  hacer 
á  cualquier  olicial »  y  muy  particularmente  á  loi 
jefes  »  es  el  no  haber  dado  cumplimiento  á  las  órde- 
nes de  sus  respectivos  superiores  ,  j  que  se  casti- 
gará severamente  al  que  contraviniere.  »  El  señor 
confesante  no  quería  contravenir  á  las  órdenes  del 
gobierno ,  comunicadas  por  el  ministerio  de  la 
Guerra ,  que  era  su  respectivo  superior  ,  ni  faltar  á 
la  Ordenanza  ,  que  manda  no  se  coniravenga.  Que 
todo  militar  tiene  obligación  de  esponér  su  vida  f 
derramar  su  sangre  en  cumplimiento  de  lo  que  se  Te 
manda  ,  sin  pararse  á  examinar  si  está  bien  ó  mai 
mandado  ,  porque  la  Ordenanza  les  previene  que 
deben  obedecer  ciegamente  ,  y  esta  es  la  razón  por 
qué  sentó  la  espresion  que  contiene  el  cargo  ,  y  no 
porque  intentara  valerse  d&la  fuerza  en  olru  sentido. 
Últimamente ,  ignoraba  que  la  Constitución  fuese 
contraria  á  la  soberanía  del  rey  nuestro  señor  ,  por 
no  estar  versado  en  estas  materias  «  siendo  su  pro- 
fesión puramente  militar,  dedicado  esclusivamentr 
en  todo  el  tiempo  de  la  revolución  á  hacer  la  guern 
contra  los  franceses  en  defensa  de  su  rey  y  de  su  pa- 
tria, ni  menos  podría  presumirse  que  fuese  con- 
traria á  la  soberanía  de  S.  M.,  viendo  que  todos  los 
tribunales  ,  corporaciones  y  personas  de  todas  ge- 
rarquías  desde  el  último  alcalde  ordinario  de  los 
pueblos  pequeños  hasta  el  presidente  de  la  Begen- 
cia  ,  guardaban  y  hacían  guardar  la  Gonslitucioa,  j 
los  mas  felicitaron  á  las  Cortes  por  haberla  sancio- 
nado, incluyendo  en  este  número,  entre  otros,  if 
que  al  presente  no  hace  memoria,  al  sefiorfiscaíde 
la  comisión,  que  ha  de  juzgar  su  causa,  sin  embargo 
de  ser  inteligente  en  materias  de  derecho,  como^ 


9? 

04  un  lotrado»  cosa  quo  no  hizo  el  sefior  confeftanto, 
puos  no  so  cnconirarA  ninguna  felicitación  suya  á  las 
Corles  por  la  Constitución  ,  ni  ¡lor  otro  alguno  de 
los  decretos  que  sancionaron. 

»Se  le  hace  cargo  do  haber  ejercido  las  funciones 

1*udiciales  en  la  formación  del  sumario  al  presbítero 
Ion  José  Gonxalcx  ,  y  del  escribano  don  Juan  Gar- 
rido ,  cu  un  tiempo  en  quo  le  estaba  prohibido  por 
las  leyes  que  a  la  sazón  reglan.  Dijo  :  Que  no  ejer- 
ció las  funciones  judiciales,  según  tiene  manifestado 
en  su  Altima  declaración  ;  y  estraña  quo  so  le  haga 
cargo  do  haber  inlVingido  ía  Constilucion  y  leyes 
quo  reglan  en  el  tiempo  del  gobierno  do  las  Ciórtes, 
al  mismo  tiempo  que  so  le  acaba  do  hacer  porque  las 
guardaba  y  hacia  guardar,  en  lo  quo  se  advierte  una 
manifiesta  contradicción,  nacida  no  quo  so  busca  de- 
lito donde  no  le  hay  ,  ó  una  decidida  personalidad 
contra  ol  scAor  confesanle. 

»Sele  hace  cargo  de  haber  entendido  en  dicha 
sumaria ,  A  sean  diligencias,  como  las  llama  el  sefior 
confesnnte  .  en  que  el  presbítero  González  manifes- 
tó voluntariamente  lo  que  contieno  su  declaración, 
cuando  consta  ntie  fue  conducido  por  fuerza  y  con- 
tra su  voluntad  á  presencia  del  mismo  seííor  con 
fosante,  quien  le  amenazó  con  cólera  que  lo  bajaría 
al  cuerpo  de  guardia,  si  no  le  dccia  de  dónde  sacaba 
el  dinei*o  para  pagar  á  los  quo  debian  acudir  á  las 
Cortes  á  imponer  silencio*  Dijo:  Quo  niega  el  cargo 
en  los  t6rininosen  quo  está  concebido  ,  y  se  remito 
en  todo  á  lo  qtic  tieno  declarado  sobro  esto  particu- 
lar, que  es  la  verdad  del  hecho. 

»5f  le  hace  cargo  de  babor  atropellado  á  un  sacer- 
dote ,  precisándole  á  declarar,  sin  tomar  antes  la  re- 
ñía do  su  superior,  lo  que  no  nudo  negar,  como  ni 
tampoco  ignorar  que  gozaba  del  fuero  eclosiéstico,  y 


28 

no  estaba  sujeto  á  la  jurisdicción  del  señor  coofe- 
sante.  Dijo:  Que  niega  la  tropelía  de  que  habla  el 
cargo,  y  en  cuanto  á  no  haber  tomado  la  venia  del 
superior  eclesiástico ,  se  remite  á  lo  que  tiene  de- 
clarado. 

»Y  aunque  se  le  hicieron  otros  cargos  y  reeon- 
yenciones  ,  nada  mas  pudo  adelantarse  ,  por  lo  cual 
el  señor  comisionado  suspendió  la  continuación  de 
ésta  confesión  ,  sin  perjuicio  de  continuarla  cuando 
conviniese ,  asegurando  el  señor  confesante  qae 
cuanto  tiene  contestado  es  la  verdad  bajo  su  palabra 
de  honor,  en  todo  lo  cual  se  afirmó,  ratificó,  ru- 
bricó las  hojas  de  esta  su  confesión ,  la  que  firmó 
coii  el  señor  comisionado,  leida  que  le  fué,  de  todo 
lo  cual  yo  el  escribano  doy  fé.  =-  Licenciado  ,  Al- 
calá. =  Pedro  Yillacampa.=  Ante  mi,  Raimundo  de 
Galvez  Caballero.» 

Injustos  ,  á  la  par  de  intempestivos  ,  eran  todos 
estos  cargos  hechos  á  un  general,  á  quien  no  se  le 
podía  culpar  en  manera  alguna,  ni  de  perjuro  ni  de 
inconsecuente  á  sus  invariables  principios.  Bien  per- 
suadido estaba  el  rey  Fernando  YII  de  las  virtudes 
de  este  hombre  singular  ,  cuando  el  27  de  julio 
de  1815  se  presentó  en  el  convento  de  San  Juan 
de  Dios,  donde  á  la  sazón  se  hallaba  preso,  don  José 
Alfaro  ,  sumiller  de  cortina  y  canónigo  de  la  santa 
iglesia  de  Cuenca  ,  diciéndole  que  iba  de  orden  de 
S.  M.,  con  quien  habia  hablado  largamente  el  dia 
anterior  sobre  sus  relevantes  servicios ,   j  con  la 
especial  misión  de  que  hiciese  una  solicitad  reve- 
rente al  rey ,  manifestándole  por  ella  que  moIo  de- 
$eaha  volver  á  su  re/ 1  gracia ,  pero  sin  pedirle  jus* 
ti  ta,  bajo  la  seguridad  de  que  S,  M.  lo  pondriaen 
el  mismo  dia  en  libertad,  confiriéndole  al  siguienU 
una  capitanía  general  ^  ó  el  mejor  gohiémo.  EfecU" 


29 
vtmeBte,  al  siguiente  dia  el  seffor  Alfaro  paso  en 
manos  de  S.  M.  una  esposicion ,  en  la  que  don  Pe* 
dro  Yillacampa  ,  como  teniente  general  «  entre 
otras  cosas  le  decia:  «No  se  encuentra  con  talento 
suficiente  para  desarrollar  las  ideas  de  los  partidos 
que  por  desgracia  quisieron  hacer  ridicula  la  mas 
heroica  de  las  defensas,  pero  si  dirá  que  la  divergen- 
cia de  opiniones  parecía  atraia  por  momentos  una 
revolución  sanguinaria :  el  ojo  pref isor  y  el  politice 
solo  encontraba  la  unión  en  Y.  R.  M. ,  pero  Y.  M. 
ausente  ,  el  iris  no  anarecia  ,  la  borrasca  amenaza- 
ba,  y  á  los  encárganos  públicos  tocaba  contenerla: 
tal  era  la  situación  política  de  la  corte  cuando  se  le 
entreffó  el  mando  de  ella ,  y  separó  de  la  2.*  divi- 
sión del  2.®  ejército  aue  por  espacio  de  cuatro  afios 
y  medio  estaba  manejando,  gozoso  por  los  dins  de 
gloria  que  tuvo  con  ella  ,  y  en  donde  ignorando  los 
partidos,  solo  respiraba  unión  y  sinceros  deseos  de 
combatir  con  los  enemigos  de  la  nación  y  de  Y.  M.: 
en  tal  estado ,  su  primera  operación  en  Madrid  fué 
indicar  á  los  jefes  militares  la  neutralidad  que  de* 
bian  conservar  ,  la  subordinación  que  imprimieron 
i  sus  subditos ,  y  la  prontitud  con  que  era  necesario 
estar  para  la  ejecución  de  las  órdenes  que  mantu- 
viesen la  tranquilidad  pública.  Militar  desde  la  in- 
fancia el  esponente  ,  sin  otros  estudios  legales  que 
los  de  su  carrera  ,  jamás  se  metió  á  investigar  si  los 
gobernantes  estaban  ó  no  bien  constituidos:  man- 
daban la  nación  en  nombre  de  Y.  M. ,  era  un  go- 
bierno reconocido  ,  á  él  debia  obedecer ,  como  lo 
hacia  ;  y  lo  demás  no  era  de  su  incumbencia :  rei- 
naba en  su  corazón  como  en  el  de  todo  buen  espa- 
ñol los  deseos  del  regreso  de  Y.  M. ,  pero  en  el  ín- 
terin este  se  verificaba » todo  era  menos  inalo  que 
una  anarquía :  con  ella  hubiera  venido  la  guerra  ci« 


30 
vil  y  la  disolución  del  estado :  los  nu>dos  de  preca- 
verla eran  va  ame&azar  á  un  partido ,  ja  á  otro : 
jamás  decidirse ,  Y  siempre  mantenerse  escudado 
con  las  órdenes  del  gobierno,  y  en  un  equilibrio  tan 
firme  y  dudoso,  que  si  aun  en  el  dia  se  pregunta  á  los 
de  la  oposición  de  cuál  era  el  esponente  ,  ninguno 
dirá  que  del  suyo  :  con  todos  hablaba,  con  todos  se 
trataba ,  y  nadie  se  atreverá  á  asegurar  que  tenia 
las  bayonetas  en  su  apoyo  :  dábanle  parte  que  unos 
querían  armarse  con  el  Congreso  contra  los  otros« 
al  momento  lo  avisaba  al  gobierno  ,  y  con  su  apro- 
bación, so  pretesto  de  revista,  pénela  tropa  sobre 
las  armas,  é  ignorantes  de  que  su  verdadero  objeto 
era  solo  la  tranquilidad  púmica,  temen  todos  que 
fuese  contra  ellos ,  y  nadie  la  perturbaba ,  como 
sucedió  el  17  de  febrero  del  año  próximo  pasado: 
evitar  toda  conmoción  popular  eran  sus  fines  :  siem- 
pre en  convulsión  ,  y  siempre  estaba  en  sobresalto, 
cuando  por  primera  vez  se  presentó  ea  esta  corte  el 
duque  de  San  Carlos:  el  desagrado  que  causó  so 
mensaje  lo  dice  el  decreto  de  12  del  mismo  febrero; 
pero  el  esponente,  sin  miedo  á  lo  que  le  hubiese 
resultado  ae  saberse ,  no  ve  en  el  duque  otra  cosa 
que  un  enviado  de  su  amado  rey:  va  á  su  casa  ,  j  le 
suplica  que  ofrezca  á  L.  P.  de  Y.  M.  su  inutilioad, 
su  mando  ,  y  cuanto  de  él  dependa.  Dígnese  Y.  M. 
reflexionar  este  paso  ,  dado  en  aquella  época ,  é  in* 
fiera  si  el  corazón  de  Yillacampa  estaba  ó  uo  decifido 

Eor  la  adhesión  de  Y.  B.  M.  :  tranquilo  con  la  sala- 
ra que  le  dio  el  duque  de  hacerlo  á  Y .  M. ,  jamás 
se  vio  mas  placentero  ,  tanto  por  haber  tenido  la 
ocasión  de  anticiparse  por  su  conducto  á  rendir  el 
debido  homenaje  á  Y.  M.  ,  cuanto  porque  con  ib 
próximo  arribo  calmarían  las  agitaciones  »  j  cesa- 
rían los  apuros  en  que  se  hallaba  ;  llega  en  efecto ri 


31 
niomento  deseado;  sábese  en  Madrid  ol  28  de  mano 
que  y.  M.  habia  llegado  á  Gerona  :  pido  licencia  al 
instante  para  salirle  á  recibir,  se  le  concede,  ajus- 
ta un  coche  del  dueño  del  Saladero  para  marchar 
ol  5  de  abril ,  y  el  4  por  la  noche  se  halla  con  orden 
de  la  ex-Regencía  para  detenerse ,  á  protesto  de 
disponer,  como  gobernador  de  Madrid,  lo  necesa- 
rio para  la  solemnidad  do  la  entrada  de  Y.  M. :  no 
era  esta  la  verdadera  causa  ,  éralo,  si,  que  recela- 
ban en  una  revolución  ;  y  teniendo  conBania  en  un 
jefe  de  tesón ,  no  quisieron  desprenderse  de  él, 
ocultando  á  V.  M.  el  verdadero  motivo,  por  evitarle 
el  pesar:  insiste  en  que  se  le  permita  salir :  se  le' 
nieffa ,  y  subsiste  en  su  vigor  la  orden  del  4  de 
abril,  manifestándole  que  se  habia  puesto  en  co- 
Dpcimiento  de  Y.  M. ,  cuyo  original  existirá  en  la 
sei^retaria  de  la  Guerra.  Hasta  el  mismo  gobierno 
ignoraba  las  intenciones  de  Y.  M. :  aseguraban  pe- 
riódicos que  Y.  M.  quería  Constitución ,  otros  lo 
indicaban ,  pero  ninguno  (por  lo  menos  de  los  que 
llegaron  á  noticia  del  capónente)  decia  lo  contrario. 
Cualquier  jefe  menos  leal ,  ó  menos  decidido ,  cu- 
bierto con  la  orden  que  lo  detenia  ,  y  faltándole  las 
de  Y.  M.f  se  hubiera  manifestado  en  espera;  pero 
el  esponente,  constante  en  sus  principios,  solicita  y 
obtiene  orden  para  que  en  su  nombre  salga  el  ca- 
pitán don  José  González ,  sugeto  de  su  confianza ,  á 
tributar  á  Y.  M.  los  homenajes  que  le  eran  debidos, 
i  manifestarle  su  sincera  adhesión  y  amor  á  su  real 
Persona  ,  y  que  siempre  le  hallaría  pronto  á  cuanto 
pudiera  contribuir  á  la  resignada  observancia  de  su 
real  voluntad :  con  el  mismo  lo  avisó  al  general  don 
José  Palafox  en  carta  confidencial  ,  á  quien  dirígia 
un  caballo  para  ponerlo  á  L.  P.  de  Y.  M.  como  tes- 
timonio irrevocable  del  roas  puro  afecto,  La  pri"« 


32 

mera  esplosion  pública  faé  el  Jaramento  del  -general 
Elio,  hecha  en  Valencia  el  15  de  abril:  el  5 deUó 
salir  el  esponente ,  y  por  habérsele  hecho  detener, 
salió  el  16  el  capilan  González  ;  !cod  qae  aanqae  no 
se  hiciese  mención  de  la  anterioridad  con  que  sedes- 
cubrió  al  duque  de  San  Garlos ,  no  fue  aquella  es- 
plosión  la  que  dirigió  sus  operaciones  ,  sino  el  im- 
pulso simultáneo  de  su  lealtad  ,  antelado  al  de  otro 
ningún  jefe.  Lleffó  el  conde  del  Montijo  á  Madrid, 
y  éste  puede  decir  cómo  encontró  al  esponente :  en 
tal  estado  vuelve  á  instar  á  la  ex-Regencia  paraqoe 
le  permita  salir  ,  se  le  niega ,  y  asi  lo  avisa  al  dnqae 
de  San  Garlos  para  que  lo  eleve  á  noticia  de  V.  M., 
á  quien  por  el  mismo  conducto  dirigió  en  papel  se- 

E arado  una  esposición  de  sus  sinceros  sentimientos: 
ien  hubiera  partido  sin  licencia»  pero  vacilaba  ei 
el  gran  compromiso  de  que  si  por  su  ausencia  habii 
una  conmoción  popular,  se  le  haría  responsable,  aoi 
porV.  M.  mismo,  de  haber  abandonado  una  plaia 
que  tenia  jurada  ,  y  emprendido  (militarmente  ha- 
blando)» una  verdadera  aesercion  :  en  tal  situación, 
instruido  el  general  Elio  de  que  los  deseos  del  eswH 
nente  eran  de  tener  y  obedecer  órdenes  de  Y.  H*} 
le  hace  sabedor  de  sus  reales  intenciones ;  y  contra 
el  torrente  de  los  que  mandaban  se  apresuró  á  besar 
U  mano  á  V.  M. ,  cuya  dicha  tuvo  en  el  Pedernoso. 
>iSi  estos  hechos  tan  marcados,  positivos  y  pnH 
hados ,  tienen  la  desgracia  de  que  hasta  ahora  se  le» 
haya  dado  otro  sentido  diferente  ,  se  lisonjea  cjoe 
V.  M. ,  enterado  de  ellos  por  esta  sencilla  y  genuuu 
esposición ,  se  penetrará  de  que  no  hay  mérito  para 
atribuirle  otra  intención  ni  objeto  que  el  de  procu- 
rar conservar  la  tranquilidad  pública  que  le  estaba 
confiada ,  y  una  puntual  obediencia  al  gobierno  que 
reconocía  la  nación ,  cuyas  órdenes,  que  espedía  en 


33 
aonibre  de  Y.  M. ,  eran  respetadas  por  todas  las 
áaloridades,  etc. ,  etc.» 

Entregada  esta  esposicion ,  sn  fecba  28  de  julio 
de  1815,  por  el  sefior  Alfaro,  la  leyó  detenidamente 
el  rey  9  y  á  su  conclusión  le  dijo  estas  terminantes 
palabras:  tiEito  no  ei  lo  que  yo  le  ke  tnandado^  que  se 
quede  en  la  ortt/on.»  Asi  sucedió  efectivamente:  ni 
le  yalieron  las  protestas  de  adhesión  á  su  real  per- 
sona, ni  el  modo  de  justificarse,  tan  franco ,  como 
fundado  en  los  principios  de  obediencia  á  todo  go- 
bierno constituido.  Estaba  decretada  ya  la  desgra*^ 
ciada  suerte  de  este  general ,  á  pesar  ¿%  no  resultar 
cargo  alguno  en  la  causa  ,  ni  haber  lastimado  en 
ningún  sentido  la  magestad  de  un  rey,  por  cuya 
orden  habia  hecho  la  anterior  esposicion.  Por  de- 
creto de  15  de  diciembre  de  1S15  se  mandó  que  el 
teniente  general  don  Pedro  Yillacampa  pasase  por 
ocbo  afios  al  castillo  de  Monjuí  de  Barcelona ,  y 
que  se  le  recogiesen  sus  despachos,  lanzando  de  esto 
modo  contra  él  toda  la  indignación  de  un  rey,  cuyos 
motivos  solo  esplican  las  circunstancias  de  aquella 
época,  y  la  tendencia  de  una  política  inesperada. 
Gomunitiósele  la  real  resolución  á  las  doce  de  la 
noche  del  16,  y  á  la  una  de  la  mañana  del  17  ya 
iba  marchando  escoltado  al  castillo;  siendo  de  adver- 
tir que  á  muy  pqpo  tiempo  se  le  exigieron  10,000 
reales  vellón  por  el  plus  que  señalaron  á  la  escolta, 
coste  del  coche  donde  lo  condujeron ,  y  costas  de  la 
cansa. 

El  que  tuvo  valor  y  serenidad  para  arrostrar 
tantos  combates  contra  un  enemigo  tan  formidable, 
debió  también  no  sucumbir  hasta  el  punto  de  pedir 

Sor  gracia  lo  que  de  rigorosa  justicia  le  correspon- 
ia.  El  que  fuó  inflexible  en  el  mando  en  circunstan- 
cias favorables,  debió  manifestarse  igualmente  rc^ 
Tomo  ix.  \\ 


34 
signado  y  tranquilo  en  la  adversidad.  S«  coneieseia 
estaba  libre ;  y  escudado  por  la  protección  diviu, 
podía  desafiar  á  todo  el  poder  humano  con  todas  sus 
consecuencias.  Bajo  la  salTaguardía  de  estas  consi- 
deraciones permanecia  tranquilo  en  la  cima  de  aquer 
lia  montaña ,  en  medio ,  y  rodeado  de  murallas  y 
cañones  como  si  fuera  el  mas  formidable  enemíao 
de  su  rey  y  de  su  nación :  así  parece  lo  persuadía 
la  real  orden  de  10  de  enero  de  1816 ,  comunicada 
al  gobernador  de  Monjuí,  para  que  sin  annencia 
de  éste,  y  sin  un  escrupuloso  examen,  nadie  pudiera 
visitar  á  don  Pedro  Yillacampa ,  nadie  le  pudien 
escribir,  á  nadie  pudiera  hacerlo  tan  ilustre  general. 
Para  que  nada  faltase ,  hasta  le  cupo  la  desgracia  de 
perder  su  padre  durante  este  destierro ,  sin  haber 
tenido  el  consuelo  de  decirlo  su  último  adiós.  Pero 
no  paró  en  esto:  la  fatalidad  quiso  envolverlo  en  la 
conspiración  del  infortunado  Laci ,  no  con  datos  de 
ninguna  clase ,  pues  enemigo  siempre  de  conspirar 
contra  un  gobierno  constituido ,  jamás  meditó  tales 
medios  para  mejorar  su  suerte ;  sino  por  sugestiono 
y  supercherías  del  gobernador  de  la  cindadela,  donde 
á  la  sazón  se  hallaba  preso,  y  que  apoyadas  en  b 
opinión  é  influencia  que  tenia  en  toda  la  España,  i 
principalmente  en  Cataluña  y  Aragón,  le  hicieron 
'«parecer  como  un  cómplice.  Sabeijios  poütivamente 
que  si  el  general  Castaños  tomó  en  cuenta  estos  pre- 
cedentes, y  en  su  consecuencia  sufrió  toda  especir 
de  vejaciones,  después  tuvo  la  mayor  complacencia 
al  ver  que  el  general  Yillacampa  no  era  un  reo  de 
Estado ,  sino  un  hombre  calumniado  con  la  mafor 
injusticia. 

La  Constitución  del  año  12,  proclamada  y  joradi 
por  el  rey  el  año  ¿O ,  alivió  la  suerte  de  este  dei- 
graciado  general.  El  pueblo  y  guarnición  de  Bu«e- 


3o 
kma  lo  proclamaron  camtaa  general  de  aquel  ejér- 
cito j  provincia «  dándole  repelidas  muestras  del 
singular  afecto  aue  le  profesaban  y  del  profondo 
sentimiento  que  les  había  causado  su  prisión.  Sola 
su  presencia  evitó  la  efusión  de  sangre  en  aquella 
capital.  Este  acto  popular  fué  aprobado  por  el  ffo- 
bierno  ,  y  el  rey  constitucional ,  por  real  orden  de  4 
de  abril  de  1820,  le  distinguió,  eligiéndole  por  uno 
de  «US  ocho  ayudantes  de  campo»  que  tuvo  á  bien 
nombrar  como  jefe  supremo  del  ejército. 

Fué  tal  el  comportamiento  de  este  general  en 
aquel  Principado ,  que  so  le  nombró  capitán  general 
del  reino  de  Granada ,  donde  permaneció  desde  22 
de  febrero  del  ano  22  hasta  26  de  abril  del  23 »  en 
que  fué  nombrado  general  en  jefe  del  ejército  de 
reserva,  formado  uu  los  distritos  militares  9.^  v  10.**, 
con  el  mando  de  los  demás  de  su  demarcación »  y 
del  gobierno  polilico  de  este  último  distrito,  cuyo 
cargo  desempeñó  desde  26  de  abril  del  23  basta  29 
de  junio,  habiendo  permanecido,  abolida  que  fué  la 
Constitución,  sin  mando  alguno  hasta  el  28  de  fe-, 
brero  del  24  en  varios  puntos  de  la  costa  de  España, 
con  pasaportes  que  le  espidieron  el  general  del  ter- 
cer ejército  de  operaciones  don  José  de  Zayas  y  cl 
brigadier  don  José  Taberner,  capitán  general  inte- 
rino de  Mallorca, 

Su  conducta  en  esta  época  constitucional  era, 
cual  (iebia  prometerse  de  un  hombre  de  principios 
lijos,  de  un  carácter  tan  honrado  como  inflexiole, 
de  una  fidelidad  á  toda  prueba ,  y  constante  en  sus 
juramentos.  Asi  es  que  el  gobierno  de  aquella  época, 
apreciando  las  inimitables  cualidades  de  este  general, 
le  nombró ,  por  real  cédula  de  17  de  noviembre  de 
1820,  caballero  de  la  real  y  militar  Orden  de  San 
Hermenegildo ,  babii^ndo  sido  condecorado  también 


36 
por  otra  real  cédala  de  28  de  abril  de  1821 ,  coa  h 

Í[ran  cruz  de  la  militar  Orden  de  San  Fernando,  coa 
a  antigüedad  de  2  de  octubre  de  1815. 

No  omitiremos  una  prueba  bien  palpable  de  la 
entereza  de  este  general,  que  tanto  le  distingaió  des- 
de que  emprendió  la  carrera  de  las  armas.  Hállio- 
dose  Fernando  Vil  en  Sevilla  en  su  tránsito  para 
Cádiz,  y  en  los  últimos  dias  de  la  ConstilucíoD, 
Ilam6  S.  M.  al  general  Villacampa  á  su  real  alcázar, 
y  hallándose  solos,  le  dijo:  fiVillacampa ,  tehemanr 
dado  llamar  para  decirte  que  te  doy  palabra  de  haorte 
el  hombre  mat  feliz  de  la  nación  con  tal  que  kaga»  lo 
que  yo  te  diga, »  Habiéndole  repetido  esto  mismo  por 
dos  veces.  Pero  Yillacampa ,  que  ha  sabido  siempre 
conciliar  el  respeto  debido  á  la  magostad  con  su  bi- 
dalgo  modo  de  pensar,  le  respondió  en  estos  térmi* 
nos :  «  ¿  Qué  me  puede  mandar  V.  M,  que  yo  no  kagat 
(Jomo  caballero ,  eomo  español  y  como  general  en  jefe^ 
tengo  obligación  de  hacerlo^  y  e$toy  pronto  á  $aerifiear 
mi  existencia  en  sen  icio  de  la  nación  y  de  V.M,;  PEao 

II A    DR    SER  CON  TAL  QUK    V.    M.    NO  BXliA   DE   MÍ 
FALTAR  AL  JURAMENTO  QVE  TENGO  PRESTADO.)»  Fácil 

es  deducir  el  objeto  de  tal  llamamiento,  cuando  oida 
esta  contestación  por  el  rey,  le  volvió  la  espalda  sin 
decirle  una  palabra,  introduciéndose  en  su  cuarto, 
y  dejando  solo  al  general  que  con  tanta  nobleza  habia 
«abido  contestar  á  las  promesas  hechas  por  un  rey. 
Este  hecho  es  muy  notorio ,  y  le  granjeó  en  aquella 
época  el  concepto  de  un  hombre  &rme  y  consecuente 
en  sumo  grado,  enlre  todos  los  que  tuvieron  oca- 
sión de  cerciorarse  de  él.  Así  se  esplicaba  el  ffeneral 
Villacampa  siempre  que  se  le  precisaba  á  hablar^  y 
asi  contestab:!  al  primor  jefe  del  Estado,  bien  con- 
vencido de  que  este  es  el  verdadero  idioma  para  los 
reyes  y  los  gobiernos.  Otros  muchos  ejemplos  de 


37 
eiiter<^za  y  de  su  lenguaje  fraoco  j  leal  pudieran  ci- 
tarse en  obsequio  de  eslo  militar  honrado,  honor  y 
gloria  de  los  españoles :  pero  en  cambio  referircmoV 
MUS  nuevas  desgracias,  después  de  abolida  la  Cons- 
titución, del  afio  12  en  1823. 

Precisado' á  emigrar  como  otros  tantos  benemé- 
ritos españoles,  y  repugnando  S'empre  hasta  el  asilo 
de  las  naciones ,  contra  las  cuales  habia  hecho  la 
guerra,  se  embarcó  el  2  de  fpbrero  de  1824  en  el 
puerto  de  Palma  á  bordo  del  bergantín  sardo  El 
Africano,  su  capitán  Benedicto  Bolo ,  que  navegaba 
con  bandera  inglesa,  habiendo  llegado  al  puerlo  de 
Barcelona  el  5  por  la  mañana,  y  á  Marsella  el  1 1 ,  donde 
ae  le  hizo  pasar  cuarentena  basta  el  27,  en  cuyo  dia 
se  le  dio  práctica ,  y  permaneció  hasta  el  16  de  mar- 
10.  En  este  dia  se  hizo  á  la  vela  para  la  isla  de  Malta: 
llegó  el  22  á  las  once  de  la  noche,  y  puesto  ya  al 
abrigo  de  sus  perseguidores ,  permaneció  tranquilo 
on  esta  isla  hasta  el  13  de  marzo  del  año  28,  en  que 
86  embarcó  para  Túnez ,  á  bordo  de.  la  bombarda  Li 
Paminonda^  de  bandera  sarda ,  su  capitán  Paséale 
yignal¡,.á  donde,  después  de  varias  averias,  inci- 
denlcsy  contratiempos  imprevistos,  llegó  el  28  del 

fropio  mes  de  marzo ,  donde  permaneció  hasta  el 
2  de  febrero  del  33,  habiendo  merecido,  tanto  de 
los  muchos  españoles  que  se  hallaban  en  aquella  ciu- 
dad ,  como  de  sus  autoridades ,  las  mayores  demos- 
traciones de  aprecio  y  respetuoso  afecto. 

Por  último,  no  pasaremos  en  silencio,  como, 
prueba  de  la  gran  fibra  de  este  general,  dos  inciden- 
tes muy  notables :  el  primero  ocurrido  en  el  puerto 
de  Barcelona,  y  el  segundo  en  Marsella.  HaLiendo 
llegado  al  primer  punto,  y  con  dirección  o  Malta ,  el 
barón  de  Eróles,  capitán  general  del  Principado  el 
año  24,  envió  á  la  embarcación  donde  se  hallaba,  al 


38 
ayudante  del  puerto  don  Jaime  Mat,  á  qnien  el 
general  habia  Mlvado  en  el  afio  20  de  ana  foneilt 
aGusacion ,  intentada  contra  él  por  lot  malricaladoi 
de  Barcelona  y  Barceloneta.  Pidióle  en  nombre  del 
barón  de  Eróles  el  pasaporte ,  bajo  especiales  pre- 
testos  qne  envolvían  el  designio  de  arrestar  al  gene- 
ral ,  no  obstante  navegaba  con  bandera  inglesa. 
Aunque  podía  recelar  en  aquellas  circunstancias  i 
vista  de  una  pretensión  tan  intempestiva ,  no  tuvo 
inconveniente  de  entregárselo  bajo  palabra  de  ho- 
nor, que  Mas  le  ofreció  de  devolvérselo  á  pocas  boras: 
su  corazón  noble  no  le  permitió  coiiieter  la  vileza 
de  sospechar  perfidia  alguna  por  parte  de  un  capital 
general.  LueffO  que  tuvo  en  su  poder  el  pasaporte 

Jla  patente  del  capitán  del  barco ,  del  cual  se  apo- 
eró  también  con  engaño  ,  intimó  el  arresto  al 
general  y  al  capitán  ,  y  ordenó  la  detención ;  pw> 
merced  á  las  contestaciones  que  se  le  dieron  por 
uno  y  otro  viajero,  y  especialmente  por  las  con- 
testaciones enérgicas  del  general  y  reflexiones  del 
capitán  del  puerto  que  se  hallaba  presente ,  se  de- 
volvió uno  y  otro  documento ,  después  de  haber 
trascurrido  cerca  de  tres  horas,  viniendo  al  efecto 
el  ayudante  Mas  al  barco  en  forma  de  parlamento; 
pues  es  de  advertir ,  qne  tanto  el  general  como 
el  capitán  y  toda  la  tripulación  ,  se  iiabian  pre- 
venido para  resistir  tan  infame  perfidia ,  aun  i  cos- 
ta de  la  vida,  decididos  á  perderla  antes  que  su- 
cumbir á  tan  inesperado  cngafio.  Es  singular  tam- 
bién el  hecho  ocurrido  en  Marsella  con  el  prefecto. 
Examinado  por  éste  el  pasaporte  del  general ,  le  ma- 
nifestó la  necesidad  de  presentarlo  en  Parts,  con  el 
objeto  sin  duda  de  detener  á  don  Pelro  Villacampa 
en  el  reino  de  Francia,  y  bajo  la  inspección  de  aquel 
gobierno;  pero  contestó  desde  luego:  que  m  ámim» 


39 
«rn  jNMor  á  todo  trance  á  la  i$Ía  de  Malta^  y  de  ningún 
modo  quedane  en  una  nación ,  contra  la  cual  habia 
hecho  la  guerra ,  y  eetaha  todavía  diepuesto  á  hacerla, 
cicmpre  que  $e  freuntaee  la  ocasión.  Fué  tan  solemne 
el  acento  de  estas  palabras ,  que  el  prefecto  desistió 
de  su  propósito,  y  devoWieodo  el  pasaporte  al  geno* 
ral,  le  alargó  la  mano,  y  le  díó  las  mayores  pruebas 
de  aprecio ,  en  vista  de  su  singular  y  hscomcndable 
carácter  (tan  exacto  como  los  franceses  lo  habían 
hecho  en  su  historia,  según  manifestó  uno  de  los 
que  estaban  presentes). 

Ansioso  por  volver  á  su  patria ,  salió  de  Túnez 
el  12  de  febrero  de  1833,  cuando  las  circunstancias 
de  esta  época  le  ofrecian  en  ella  un  seguro  asilo  y 
uu  término  á  sus  padecimientos,  por  efecto  de  la 
amnbtia  en  que  fué  comprendido  por  real  orden  de 
16  de  junio  del  33,  mandando  fuese  reintegrado  en 
todos  sus  distintivos  y  fueros  militares  que  obtenia 
en  7  de  marzo  de  1820.  Dirigióse  pues  á  Mabon,  á 
donde  llegó  el  8  de  marzo ,  á  bordo  del  bergantín 
sardo  El  Solé ,  su  capitán  Gíuseppe  Belia:  perma- 
neció en  este  punto  basta  el  3  de  noviembre  de  1835, 
y  de  aqui  pasó  á  Palma  de  Mallorca,  para  donde  habia 
pedido  su  cuartel.  En  este  último  año,  y  el  dia  4  de 
junio,  se  le  agració  con  la  gran  cruz  y  placa  de  San 
Hermenegildo ,  habiendo  desempeñado  hasta  el  oc- 
tubre del  mismo  en  comisión  el  mando  militar  y  poli- 
tico  do  la  isla  de  Menorca ,  y  la  subdelegacion  de  po- 
licía de  la  misma,  con  aprobación  de  S.  M.  de  18  de 
enero  de  1834.  Hasta  el  1 6  de  abril  del  38  estuvo 
de  cuartel  en  las  Islas  Baleares ,  por  real  órdeu  de  3 
de  abril  de  1834.  Sus  servicios  fueron  tales  ,  y  tan 
satisfactorios  al  pais,  y  aun  al  mismo  gobierno,  que 
por  real  orden  de  3  de  abril  del  38  fué  nombrado 
capitán  general  de  Mallorca ,  cuyo  cargo  desempeñó 


40 
haftla  el  20*  de  febrero  del  39 ,  habiendo  sido  desti- 
nado al  día  siguieole  de  cuarlel  en  las  mismas  islas, 
hasta  fin  de  setiembre  del  43  que  le  fué  trasladado 
á  Valencia.  El  30  de  marzo  del  44  salió  de  esta  ca- 
pital con  dirección  á  Aragón ,  para  donde  pidió  sa 
traslación ,  y  llegó  á  Zaragoza  el  6  de  abril ,  doode 
tiene  su  domicilio. 

Los  méritos  y  servicios  de  este  ilustre  general 
inspiraban  tanta  confianza ,  que  fué  nombrado  sena- 
dor por  la  provincia  de  Huesca  en  3  de  octubre  del 
4á,  y  en  24  de  setiembre  del  44,  á  cuyas  dos  legis- 
laturas asistió  con  la  asiduidad  y  eficacia  que  exigía 
tan  importante  misión.  Últimamente  fué  nombrado 
por  S.  M.  senador  del  reino  en  15  de  agosto  del  15» 
y  tomó  asiento  en  el  senado.  Su  instinto  conserva- 
dor y  de  orden,  la  justicia,  la  paz  y  prosperidad  de 
España  han  sido  el  lema  de  su  conducta. 

Tal  es  la  vida  militar,  polilica  y  parlamentaria 
del  Kxcmo.  Señor  don  Pedro  Yillacampa,  cuya  es- 
tremada modestia  apenas  nos  ha  permitido  traslucir 
la  tercera  parte  de  los  mas  bellos  y  heroicos  rasgos 
de  su  brillante  y  especial  carácter.  Como  militar, 
abarca  dos  siglos  de  guerra  contra  las  mas  fuer* 
tes  potencias:  su  administración  no  ha  dejado  ea 
los  pueblos  aquellas  profundas  cicatrices  que  or- 
dinariamente se  causan  en  medio  del  estrepitoso 
ruido  de  las  armas:  nadie  elevó  una  queja:  el  pais 
por  donde  pasaba  lo  recibía  con  aclamaciones  de 
alegría  por  su  templanza  y  generoso  modo  de  pro- 
ceder: nasta  los  enemigos,  que  tanto  le  tcmianea 
los  combates ,  lo  admiraban  después  de  rendidos  ; 
hechos  prisioneros.  Mil  veces  se  le  oia  decir  á  sos 
victoriosos  soldados  con  sentido  y  religioso  acento: 
Son  hermanoH,  eh  preciso  que  lo$  irateU  como  UJ», 
para  que  no  desmerezca  vuestro  valor.  Como  honbiv 


41 

páblico,  solo  basta  ojear  todos  sus  actos  para  per- 
suadirse do  la  perseverancia  de  sus  principios,  de 
sus  juramentos.  Pocos  hombres  abrumados  en  un 
calabozo  hubieran  desdeñado  las  promesas  de  un  rey: 
pocos  ó  ninguno  en  el  alcázar  de  Sevilla,  y  en  los 
últimos  momentos  de  una  terrrible  crisis,  hubieran 
manifestado  tanto  desprendimiento  cuando  todo  un 
rey  le  ofrecía  ser  el  mas  feliz  de  la  na' ion.  Son  estos 
como  otros  tantos  puntos  de  visla ,  desde  donde  se 
descubre  un  corazón  ,  casi  de  distinta  .  naturaleza 
que  los  demás.  De  aquí  es,  que  don  Pedro  Villa- 
campa  ha  podido  ser  desgraciado  en  sus  emigracio- 
nes, podrá  vivir  pobre  y  morir  pobre  como  se  le  ha 
oido  repetir  muchas  veces  ;  pero  descenderá  al  se- 
pulcro cargado  de  honores  y  distinciones ,  y  su  ma- 
yor galariion,  su  mayor  gloria,  serán  haber  ofrecido 
como  en  holocausto  casi  toda  su  vida»  al  bien  de  su 
idolatrada  palrin  ,  y  haber  dejado  en  sus  descendien- 
tes, por  una  tradición  de  muchos  siglos,  yinculados 
el  honor  y  la  nobleza.  Cumpliéronse  los  vaticinios 
de  su  padre.  ¡Dios  lo  proteja! 


mmmmmmamBammmmmmsKfi 


»•  AI^R«iAIVDRO  OI.I  VAIV 


CiL  talento,  los  conocimientos  científicos  y  politices, 

¡los  servicios  que  h»  prestado  con  ellos  á  su  pais« 
an  granjeado  á  don  Alejandro  Olivan  un  renombre 
merecido:  como  escritor,  sus  producciones  han  sido 
notables  y  estimadas  por  la  profundidad  de  ¡dcns 
que  revelan  ,  y  por  el  método  en  que  están  espues- 
IBS :  como  diputado  su  voz  ha  sido  siempre  escu-* 
ckada  con  atención  en  ol  Parlamento ;  su  voto  do 
mucho  peso  en  todas  las  cuestiones  y  en  algunas  de- 
cisivo ;  como  hombre  de  gobiomo  y  de  administra- 
ción 9  su  opinión  ha  sido  muchas  veces  consultada 
y  con  buen  éxito  seguida.  De. grande  aptitud  v  apli* 
cacion  para  el  trabajo  ,  de  juicio  recto  y  sólido ,  su 


46 
español »  cuanto  que  todaria  necefitábamos,  por  de- 
cirlo asi ,  andadores  para  caminar  por  la  senda  déla 
libertad.  El  respeto  á  la  ley  consignado  ,  como  ao 
podía  menos  de  estarlo  en  aquella  Constitacion ,  no 
ie  bailaba  sin  embargo  suficientemente  nrantido 
por  sus  disposiciones ;  ni  la  marcha  del  gobierno  no- 
dia  ser  con  ella  desembarazada  y  franca  en  la  estera 
couTcniente»  ni  estaba   tan  protegida  la  sociedad 
contra  los  cscesos  revolucionarios  como  lo  estaba 
contra  los  cscesos  del  poder.  Estas  ideas  se  des- 
prenden de  los  artículos  insertos  en  los  periOdicM 
citados.  La  Autora  de  ^á|>aña  publicó  por  suplemento 
en  25  de  mayo  de  1820  un  remitido  del  sefiorOliváo, 
firmado  con  el  título  de  un  Ciudadano  imparcialt  ei 
que  se  inculcaba  la  necesidad  de  sostener  al  gobier- 
no y  darle  fuerza  y  prestigio  en  aquellas  circuni- 
tancias,  para  que  pudiera  hacer  cumplir  las  leyes  j 
evitar  la  anarquía.  El  señor  Olivan  resistía  ya  en* 
tonccs  ,  como  ha  resistido  siempre  ,  todas  las  inno* 
vacioncs  que  no  se  hicieran  por  el  camino  legal; 
sostenía  que  hasta  la  reunión  de  las  Cortes  nada  de- 
bía innovarse ,    y   anatematizaba  las  reuniones  de 
patriotas  ,  celebradas  con  objeto  de  derribar  al  mi* 
nisterio  ¿  imponer  al  jefe  del  estado  la  voluntad  de 
una  asamblea  tumultuosa.  En  este  mismo  artícalo 
observaba  el  señor  Olivan ,  con  bastante  gracia»  qne 
como  para  ser  patriotas  no  necesitaban  aquellos  á 
quienes  aludia  estar  enterados  de  lo  que  previene  la 
Constitución  ,  era  preciso  tomarse  el  trabajo  de  de- 
mostrarles que  desconocían  totalmente  aquel  código 
ó  prolendian  ser  superiores  á  él ,  erigiéndose  en  go- 
bernantes y  legisladores.  La  demostración  era  clara» 
pues  que  por  un  artículo  declaraba  la  Gonstitucioa 
que  para  hacer  efectiva  la  responsabilidad  de  los  se* 
prelarios  del  Despacho  debían  primero  las  Cortes  de- 


45 
Después  de  haber  desempefiado  á  satisfacción  de 
sus  jefes  varías  comisiones  ael  servicio,  fue  elegido 
en  1816  por  el  cuerpo  de  ariilleria  para  estudiar 
Hsica  y  química  en  el  precioso  gabinete  establecido 
por  el  infante  don  Antonio  en  el  real  Palacio  ,  y  ob- 
teniendo el  primer  premio  en  los  exámenes  de  quí- 
mica ,  se  mostró  digno  del  honor  que  aquel  cuerpo 
le  babia  dispensado.  Hasta  1820  continuó  con  apro- 
vechamiento sus  estudios  científicos^:  en  aauella  fe- 
cha, estando  destinado  en  el  ministerio  déla  Guerra 
como  oficial  facultativo ,  fue  nombrado  archivero 
general  del  mismo  ministerio  ,  y  después,  en  1822, 
secretario  de  S.  M.  con  ejercicio  de  decretos,  que- 
dando retirado  del  servicio. 
*     Por  aquel  tiempo  se  dio  á  conocer  en  la  cátedra 
de  agricultura  del  jardin  botánico  con  una  memoria 
sobre  prados  artificiales,  uue  llamó  sobremanera  la 
atención  y  le  valió  los  aplausos  de  los  inteligentes. 
No  era  este  el  primer  escrito  del  sefior  Olivan;  des- 
de el  año  de  1816  en  adelante  había  presentado  va- 
rios trabajos  estimables  á  la  Sociedad  Económica  de 
Madrid ,  en  que  mostró  su  talento  de  observación  y 
los  pro.^resos  que  habia  hecho  en  el  estudio.  Las 
ideas  de  la  época  debian  también  ejercer  la  influen- 
cia natural  en  su  ánimo  ;  escribió  en  los  periódicos: 
la  Aurora  de  España^  el  Universal  y  el  Comtítucional 
publicaron  sus  mas  notables»  artículos;  sin  embargo. 
no  se  manifestó  tan  fogoso  partidario  de  la  Consti- 
tución de  1812,  como  era  antagonista  decidido  del 
gobierno  absoluto;  no  era  el  sistema  representativo, 
tal  como  le  habia  establecido  aquella  Constitución» 
ol  que  don  Alejandro  Olivan  comprendía  como  pro- 
pio para  hacer  la  felicidad  y  satisfacer  las  necesida- 
des de  Espafia ;  el  código  de  1812  era  demasiado 
democrático  ,  y  tanto  mas  peligroso  para  el  pueblo 


48 
división  que  se  babia  introdacido  entre  los  liberales» 
fomentada  en  ocasiones  por  los  ministrps ,  qae  eo 
yez  de  procurar  atraerse  á  los  partidos ,  destituiao 
de  sus  empleos  á  hombres  beneméritos ,  tan  solo  por 
sus  opiniones  anteriores ,  y  que  en  lugar  de  ser  fieles 
guardadores  de  las  prerogativas  que  la  Constitución 
concedía  á  la  corona ,  ofrecían  empleos  á  los  orado- 
res de  la  Fontana,  para  que  obligasen  al  rey»  por 
medio  de  una  asonada ,  á  sancionar  leyes  que  había 
desechado;  censuró  la  precipitación  con  que,  no 
obstante  la  adopción  de  algunas  disposiciones  acer- 
tadas, habían  procedido  las  Cortes  en  sus  tareas  le- 
gislativas, queriendo  plantear  en  poco  tiempo  loque 
solo  podia  ser  obra  de  muchos  años.  Pasando  des- 
pués á  hablar  de  la  actitud  de  Francia  y  de  los  mo- 
narcas del  Norte  con  respecto  á  España,  que  ale- 
gaban que  no  podían  reconocer  por  válida  y  leffitima 
la  consecuencia  de  una  sublevación  militar,  admitió 
la  exactitud  del  principio,  pero  rechazó  su  aplica- 
ción á  la  nación  española,  porque  «la  inmensa  ma* 
yoria  de  la  nación  aceptó  voluntariamente  la  ma- 
danza  de  1820,  y  las  naciones  nunca  son  rebeldes;» 
atribuyó  los  males  del  pais  y  el  estado  de  anarquía 
en  que  se  encontraba,  á  las  intrigas  de  Francia,  cojo 
oro  fomentaba  las  facciones ,  y  cuyas  tropas  amena- 
zaban invadir  la  Península ;  á  las  frecuentes  irrup- 
ciones hechas  por  el  poder  legislativo  en  el  ejecu- 
tivo, destruyendo  el  equilibrio  de  los  poderes  pú- 
blicos ;  á  la  falta  de  recursos  pecuniarios ,  cojo 
déficit  se  había  suplido  con  empréstitos  ruinosos;  á 
las  intempestivas  nmdanzas  hechas  en  la  hacieoda 
pública;  en  fin,  á  las  aplicaciones estrayagantes que 
en  las  tribunas  populares  se  hicieron  de  las  doctri- 
nas constitucionales ,  y  al  desenfreno  de  la  prensa. 
Examinando  en  seguida  con  delicadeza  suma  la  coB' 


49 
ducta  del  rey ,  encareció  la  gran  virtud  ó  la  dema* 
:siada  estolidei  que  un  hombre  que  habia  nacido  para 
reinar  y  sido  educado  entre  cortesanos  aduladores , 
necesitaba  para  desprenderse  de  una  parte  muy  con- 
siderable de  su  autoridad  y  sufrir  con  paciencia  los 
sonroips ,  las  contradicciones ,  los  desaires  de  toda 
especie  de  aquellos  mismos  que  le  hablan  jurado 
respeto  y  fidelidad ;  sentó  la  doctrina  de  que  un  mo- 
narca constitucional  no  tiene  mas  obligación  que  la 
de  desear  el  bien ,  siendo  de  los  ministros  la  obliga- 
ción de  acertar ;  Y  probó  por, último,  que  la  con- 
ducta particular  ae  Fernando  Vil,  habia  influido  muy 
poco  ó  nada  en  la  dirección  que  hablan  tomado  los 
negocios  públicos  de  tres  afios  á  aquella  parte. 

Hecha  la  historia  fiel  y  exacta  de  los  aconteci- 
mientos de  aquella  ¿poca ,  acompañada  de  conside- 
raciones oportunas  y  de  sabias  reflexiones ;  censu- 
*  rada  la  conducta  del  gabinete  que  entonces  dirigía 
los  negocios  públicos ,  el  cual  se  habia  apresurado 
á  contestar  á  las  notas  de  las  potencias  estranjeras* 
^in  tener  preparado  un  ejército  que  apoyase  la  res- 
puesta dennitiva  ,  y  contando  con  abandonar  la  ca- 
pital al  primer  amago  de  invasión  por  la  frontera ; 
manifestado  el  error  de  las  Cortes,  donde  se  habia 
tratado  de  la  necesidad  de  abandonar  á  Madrid,  co- 
mo si  fuese  de  la  cosa  mas  indiferente ;  y  señalada 
la  existencia  de  un  partido  que  en  medio  de  las  pa- 
siones y  del  desorden  no  habia  deseado  mas  qu^  la 
libertad  racional  y  la  observancia  de  la  Constitución, 
pasó  el  autor  del  folleto  á  tratar  de  los  medios  que 
debian  adoptarse  e:i  aquellas  circunstancias.  Desde 
luego  estableció,  que  si  en  el  año  de  1820  se  hubie- 
sen hecho  en  la  Constitución  las  reformas  que  la 
sana  razón  y  la  espcricncia  indicaban,  las  potencias 
estranjeras  no  habrían  mostrado  la  oposición  pública 
Tomo  ix,  4 


50 
j  secreta  de  qae  Eipafia  iba  á  ser  ▼fctima ;  después 
espuso  la  teoría  del  equilibrio  de  los  poderes  pubti- 
eos ,  y  demostró  que  entre  el  óuerpo  deliberante  j 
el  cuerpo  ejecutivo  debia  haber  otro  que  moderase 
la  acción  de  ambos,  para  aue  el  mas  débil  nó  que- 
dase á  discreción  del  mas  lucrtc ;  y  por  último ,  ha- 
ciéndose cargo  de  las  notas  de  los  embajadores «  del 
ultimátum  de  Francia  y  de  la  mediación  ofrecida 
por  Inglaterra,  trazó  con  mucho  acierto  la  Huea de 
conducta  que  debia  haberse  seguido  y  seguirse  si 
era  tiempo ;  rebatió  victoriosamente  los  argumentos 
en  que  se  apoyaban  los  partidarios  del  viaje  del  rey 
á  Sevilla,  y  ridiculizó  la  fórmula  diplomática  que 
solo  se  componía  de  las  palabras  :  tonstUtéciún  6 
muerte ,  palacras  que  se  proclamaban  en  et  momento 
de  prepararse  para  la  fuga. 

Tal  es  el  folleto  que  publicó  en  aquella  época  el 
señor  Olivan,  cuyas  doctrinas ,  si  se  hubieran  se- 
guido á  tiempo,  habrían  evitado  muchos  males  á 
España.  El  anónimo  que  guardaba  y  las  verdades 
que  contenia,  hicieron  que  se  atribuyese  á diferen- 
tes personajes  de  la  época ;  y  á  pesar  de  estar  es- 
crito con  la  mayor  moderación  y  templanza,  el  mis* 
mo  gobierno,  que  había  desencadenado  las  pasiones 
populares  y  que  toleraba  el  abuso  de  la  prensa ,  lo 
sujotó  á  formación  de  cansa,   como  subversivo  en 

Íirmior  grado.  Sufrió  también  el  folleto  las  mas  vio- 
entas  impugnaciones  de  los  periódicos,  que  sedes- 
hicieron  en  invectivas  contra  los  que  suponían  sus 
autores,  de  tal  modo  que  el  señor  Olivan  juzgó  ne- 
cesario salir  á  la  defensu  de  su  escrito,  el  cual  por 
otra  parte  habia  merecido  muy  buena  acogida  de  la 
generalidad  de  los  hombres  pensadores.  Hlzolo  asi 
en  un  segundo  folleto ,  en  que  contestando  á  los  ar- 
gumentos (|uc  80  lo  presentaban,  desenvolvió  en  \Q* 


51 
dai  ras  oonsecuoncias  las  ideas  emitidas  en  el  pri- 
mefo* 

Los  sucesos  vinieron  á  confirmar  todns  las  pre- 
dicciones del  sefior  Oliyin  *  y  á  la  invasión  francesa, 
Sarcialmente  combatida  por  algunos  hechos  aislados 
e  heroísmo  j  fuertemente  apoyada  por  la  intriga, 
la  corrupción  y  la  perfidia ,  sucedió  la  espantosa 
reacción  de  1823,  en  que  fueron  perseguidos  indis- 
tintamente cuantos  se  nabian  titulado  nberalcs ,  ya 
por  so  incsperiencia  hubiesen  abusado  do  la  libertad, 
ja  se  hubiesen  constantemente  opuesto  á  salir  de  sus 
justos  limites.  Los  mismos  que  al  principio  do  aquel 
afio  habian  calificado  do  subversivo  el  folleto  del 
sefior  Olivan,  lloraron  después  su  ceguedad  lejos 
de  su  patria ,  y  cunndo  en  el  afio  do  1837  muchos  do 
ellos  fueron  llamados  á  formar  una  nueva  Constitu- 
ción, so  aprovecharon  de  la  cspcrioocia  amarga 
do  18^3,  ¿  nicioron  precisamente  las  mismas  refor- 
mas en  el  código  de  1812,  que  hnbia  reclamado  el 
sefior  Olivan ,  que  eiigian  la  razón  y  los  adelantos 
del  siglo,  y  que  habian  podido  en  otro  tiempo  las 

potencias  cstranjeras 

Al  ver  cómo  so  entronizaban  en  Espafia  el  ter- 
rorismo y  las  proscripciones  en  masa ,  todos  los  li- 
berales de  todas  opiniones  que  tenian  Intereses  que 
salvar  se  cspatriarun  vulutitariamcntc,  como  se  ha- 
bian  espatriado  los  individuos  del  íiltiino  nünistorio  . 
consljlucional  v  los  mas  compromotidos.  El  señor 
Olivan  so  hallana  en  París  en  1824:  voin  el  estado 
do  España,  Inmcntalm  los  escesos  del  desnolisino, 
como  nabia  lamentado  antes  los  escesos  do  la  liber- 
tad, y  para  contribuir  por  su  partea  destruirlos, 
salió  en  defensa  de  las  doctrinas  moderadas  contra 
los  absolutistas,  así  como  en  el  año  anterior  las  ha- 
bía defendido  contra  los  liberales  oxaltados.  Eu  t81'V 


52 

publicó  UQ  folleto :  en  t824  creyó  necesario  publicar 
una  obra ,  que  tituló :  Ensayo  imparcial  iobre  el  ga^ 
hierno  del  rey  D.  Fernando  VII;  en  1823  no  tenia  ne- 
cesidad de  estenderse  en  multitud  de  consideraciones 
para  probar  la  necesidad  de  reformar  la  Constitu- 
ción; escribía  en  Madrid «  usaba  de  la  libertad  de 
*tnprenta,  se  dirigía  á  hombres ,  aunque  obcecados, 
iapaces  de  conocer  desde  luego  el  peligro  que  cor- 
rían las  instituciones  representativas ;  no  necesitaba 
por  otra  parle  convencer  de  esta  verdad  sino  á  los 
cspafioles:  en  1824  escribía  en  Paris «  dirigía  su 
obra  al  rey  Fernando  y  á  las  potencias  estranjeras, 
principalmente  á  la  nación  francesa ;  deseaba  inte- 
resar á  uno  y  á  otras  en  el  establecimiento  de  un 
gobierno  representativo  en  España ,  y  se  proponía 
rectificar  la  errada  opinión  que  sobre  el  carácter  de 
los  españoles  y  sobre  la  situación  de  este  pais  se 
había  formado  en  el  estranjero :  su  obra  deoia  ser 
por  consiguiente  mas  larga ,  debía  entfar  en  consi- 
deraciones mas  profundas.  El  Ensayo  ifnparcial so- 
bre tí  gobierno  del  rey  don  Fernando  F/J,  hace  honor 
á  los  conocimientos  históricos,  políticos  y  adminis- 
trativos del  señor  Olivan,  y  demuestra  sobre  todo 
un  sincero  amor  á  su  patria,  y  un  deseo  ardiente  de 
procurar  su  felicidad  por  los  medios  que  están  á  so 
alcance. 

Dividió  el  señor  Olivan  su  obra  en  tres  épocas, 
la  primera  desde  el  advenimiento  al  trono  de  Fer- 
nando YH  hasta  1814;  la  segunda  desde  1814  haiU 
1820,  y  la  tercera  desde  1820  á  1824.  En  la  pri- 
mera época  encareció  los  bienes  que  había  traíd¿i 
España  la  din¿)sl¡a  de  los  Borbones,  á  quienes  M 
debía  Li  curaeiou  de  los  males  causados  por  loi  de- 


sastrosos reinados  de  la  casa  de  Austria  Y  por  li 
guerra  de  suoesioii ;  ponderó  los  perjuicios  que  tt- 


53 
sultnban  á  la  nación  de  encontrarse  cl  poder  en  ma- 
nos (le  favoritos,  y  trazó  con  ligeros  rasgos  el  carác- 
ter del  rey  Fernando  al  subir  al  trono.  La  educación 
de  Fernando  Vil,  según  el  señor  Olivan,  habla  sido  • 
esmerada,  y  su  enlondimicnto  cultivado  con  los  ele- 
mentos necesarios  de  las  ciencias  para  gobernar  una 
nación  grande  ¡  pero  viéndose  rodeado  desde  su  ni- 
ñez de  espías  y  enemigos,  llegó  á  contraer  cierta 
suspicacia  y  désconfíanza,  que  después  formaron 
parte  habitual  de  su  carácter.  En  esta  primera  sec- 
ción de  su  obra  se  estiende  también  el  señor  Oliváa 
en  demostrar,  que  en  1808  no  abandonó  e!  rey  á  la 
nación ,  que  se  vio  arrancado  de  ella  por  la  perfidia; 

Ípor  consiguiente  que  no  podia  pretenderse  que  las 
órtes  congregadas  en  la  isla  de  León  hubieran  es- 
tado facultadas  para  elegir  otro  rey. 

En  la  segunaa  época ,  tratando  de  los  sucesos  que 
siguieron  á  la  libertad  del  rey  en  1814,  examinó  (a 
cuestión  de  si  las  Cortes  podían  pretender  con  de- 
recho que  Fernando  YII  jurase  la  Constitución  del 
año  de  1812.  El  rey  no  habia  contribuido  á  formar 
aquella  Constitución:  apenas  enlró  en  España,  el 
pueblo  derribó  todas. las  lápidas  constitucionales,  lo 
que  probaba  que  la  opinión  general  era  contraria  á 
la  Constitución;  de  todas  partes  se  dirigieron  al  rey 
infinidad  de  representaciones  pidiendo  que  la  anu- 
lase ;  el  decreto  de  2  de  febrero ,  en  que  las  Cortes 
trazaron  al  monarca  el  itinerario  que  debia  seguir 
hasta  presentarse  á  jurar  la  Constitución,  debió  dis- 
gustar á  Fernando  YII  y  predisponerle  en  favor  de 
los  anticonstitucionales.  Tales  son  las  razones  que 
adujo  el  señor  Olivan  para  disculpar  ¿  Fernando  Yll 
de  haber  anulado  la  Constitución.  En  su  concepto  la* 
conducta  que  debian  haber  seguido  las  Cortes  en- 
tonces, era  la  de  haber  enterado  al  rey  de  las  cir- 


5* 

cunstancias  qae  habían  precedido  á  sa  convocatom 

y  celebración ,  presentándole  la  Constitución  for- 
mada y  pidiéndole  se  dignase  aprobar  los  actos  de 
gobierno  ejercidos  en  su  ausencia»  y  aceptar  el 
nuevo  código  6  modificarlo  del  modo  mas  conve- 
niente. Después,  proponiéndose  el  autor  del E mayo 
esplicar  el  camino  que  dcb'ó  seguir  Fernando  Yllf 
se  remontó  al  origen  de  los  inveterados  males  de  la 
monarquía^  habló  de  las  causas  á  que  los  hablan 
atribuido  varios  escritores,  y  dijo  que  eran  mas  bien 
efectos  que  causas,  pues  todos  procedían  de  la  falta 
absoluta  de  buen  gobierno  y  de  buenas  leyes  cons- 
titutivas ,  falta  CUYO  origen  debia  buscarse  en  el  ré- 
gimen mismo  ó  sislcmá  de  gobierno.  Para  ilustrar 
esta  materia  trazó  un  bosquejo  del  gobierno  español 
desde  el  principio  de  la  monarquía ,  en  el  cual  se 
advierte  el  gran  fruto  con  que  habia  estudiado  la   . 
historia  de  nuestra  nación.  La  monarquía  electiva 
de  los  godos ,  dice  el  señor  Olivan ,  se  gobernaba 
por  la  tradición,  hasta  que  en  el  año6á7  el  rey 
Eurico,  con  acuerdo  de  los  magnates,  hizo  una  re- 
copilación de  leyes  para  poner  en  armonia  las  cos- 
tumbres de  los  godos  con  los  códigos  romanos,  por 
los  cuales  continuaban  rigiéndose  los  españoles;  de 
estas  leyes  y  de  las  que  hicieron  después  los  revés 
se  compuso  el  Fuero- Juzgo ^  hasta  que  en  el  sigloXIU 
publicó  don  Alonso  las  Partidas :  después  de  haber 
abrazado  Recaredo  la  religión  cristiana,  adquirieron 

Sran  importancia  los  prelados  y  el  clero ,  y  se  cele- 
raron  los  concilios;  la  autoridad  de  estos  sin  em- 
bargo no  era  tan  grande  como  se  suponía ,  y  alga- 
nos  reyes  dejaron  de  seguir  su  opinión,  lo  que 
prueba  que  los  concilios  no  tenian  mas  que  voto  con- 
sultivo: asi  el  gobierno  godo  fué  monárquico  poro, 
aunque  templado  por  la  influencia  de  los  grandes  y 


65 
de  los  concilios,  y  por  la  faerzá  ie  la  opinión.  Des- 
pués de  la  invasión  de  los  sarracenos  se  refugiaron 
con  don  Pelajo  á  las  montañas  de  Asturias  los  anti- 
guos usos  y  costumbres  ,  y  se  mantuvieron  en  vigor 
el  Fuero-Juxgo  y  demás  leyes;  volviendo  á  reunirse 
los  concilios  de  prelados  y  grandes,  que  ron  el 
tiempo  variaron  de  nombre  y  fueron  conocidos  ron 
el  de  Curias  ó  Corla.  Las  mismas  razones  que  obli- 
garon á  los  godos  i  apoyarse  en  la  autoridad  de  los 
concilios,  indujeron  á  los  reyes  de  Castilla  y  León 
á  escudarse  con  las  Cortes,  porque  las  leyes  dicta- 
das con  su  acuerdo  ó  consejo  debian  tener  mas  fuerza 
.  y  prestigio.  El  de  aquellas  asambleas  se  fué  aumen- 
.  I&ndo ;  desde  el  siglo  XII  empezaron  ¿  asistir  á  ellas, 
ademas  de  los  prelados  y  grandes,  los  procuradores 
de  algunas  ciudades;  después,  habiendo  cobrado 
fuerzas  la  monarquía  con  la  reunión  de  las  coronas 
de  Castilla  y  León,  las  Cortes  se  dividieron  en  tres 
brazos,  clero,  nobleza  y  pueblo.  Estos  fueron  sus 
mejores  tiempos.  En  1492  comenzaron  los  infantes, 
grandes  y  prelados  á  perder  la  prerogativa  de  asistir 
á  los  consejos  del  rey,  y  desde  1539  dejaron  de  asis- 
tir ú  las  Cortes  que  desde  el  tiempo  de  Recaredo  ha- 
blan ellos  esclusivamcnte  formado.  Las  ciudades  de 
voto  en  cortes,  que  oran  mas  de  ciento,  fueron  re- 
ducidas á  diez  y  siete,  que  enviaron  sus  procurado- 
res á  las  célebres  Cortes  de  Toledo  en  1480:  á  Us  de 
Toro  en  1505  solo  concurrieron  diez  y  ocho  ciuda- 
des, inclusa  Granada,  y  habiéndose  mas  tarde  con- 
cedido voto  á  Galicia,  formaron  un  total  de  diez  y 
nueve.  Organizóse  un  nuevo  consejo,  á  quien  no 
solóse  concedieron  facultades  consultivas,  sino  que 
se  le  encargó  el  despacho  y  resolución  de  la  mayor 
'  parte  de  los  negocios  de  gobierno. 

Esta  es  en  resumen  la  historia  que  hace  el  sefior 


56 
Olivan  de  los  primeros  tiempoi  de  la  monarqnia,  y 
del  progreso  y  decadencia  de  las  Cortes :  á  las  inno- 
vaciones que  se  hicieron  á  últimos  del  siglo  XY  y 
principios  del  XYI  atribuye  la  decadencia  que  poco 
después  empezó  á  esperimentarse  en  la  monarqnia: 
el  aeseo  que  tuvieron  los  monarcas  de  poner  i  raya 
á  la  nobleza,  les  hizo  aboliría  demasiado,  la  sepa- 
raron absolutamente  de  las  asambleas,  y  asi  las  de- 
liberaciones de  estas,  no  teniendo  aquel  carácter  de 
autoridad  y  respeto  que  antes  espresaban  ,  se  hicie- 
ron de  menos  peso  á  los  ojos  de  los  reyes:  en  lagar 
de  luces  y  consejo  solo  llegaron  á  exigir  de  las  Cor- 
tes servicios  y  auxilios  pecuniarios.  Los  reinados  de 
Juan  II  V  Enrique  lY  y  el  haber  puesto  el  Consejo 
de  Castilla  la  mano  en  materia  de  Cortes ,  bastaron 
para  dejarlas  aniquiladas. 

Continuando  el  señor  Olivan  su  tarea  de  seña- 
lar  la  causa  de  los  males  de  la  nación  para  indicar 
el  camino  que  debía  haber  seguido  Fernando  YII 
en  1814,  atacó  la  monstruosa  organización  del 
Consejo  de  Castilla  que  gozaba  las  facultades  de 
aconsejar  ,  juzgar  y  hacer  leyes  ;  hizo  la  historia  de 
este  Consejo  ,  manifestando  cómo  se  fueron  intro- 
duciendo en  él  los  togados  hasta  quedar  de  ellos  es- 
clusivamente  compuesto ;  pintó  con  vivos  colores  el 
desarreglo  y  la  paralización  de  los  negocios  y  de  todo 
proyecto ,  aun  el  mas  insigniGcante  de  mejora ,  qoe 
siguieron  á  la  aglomeración  de  facultades  en  na  solo 
cuerpo ,  que  no  tenia  ni  podia  tener  la  ilustración 
necesaria  para  ejercerlas  todas  en  bien  de  la  nación. 
Bosqaeiado  asi  el  cuadro  do  los  males  que  esperi- 
mentaba  la  monarquía  ;  señaladas  sus  causas  prin- 
cipales ,  y  como  la  primera  de  ellas  la  absurda  orga- 
nización del  Consejo  de  Castilla,  y  esplicada  la  parte 
que  tuvieron  las  Cortes  en  los  negocios  del  reino» 


57 

5 asó  el  autor  á  tratar  del  decreto  de  4  de  mayo 
c  1814 ,  en  que  el  rey  abolió  la  Constitución  for- 
mada en  su  ausencia.  Éste  decreto  ,  según  el  señor 
Olivan  ,  si  se  hubiera  llevado  á  cabo  ,  era  en  reali- 
dad adecuado  para  aquella  época  ,  y  contcnia  los 
elementos  capaces  do  hacer  la  felicidad  de  la  nación. 
En  efecto  ,  en  él  protestaba  el  rey  de  su  aborreci- 
miento al  despotismo ,  prometía  reunir  los  procu- 
radores de  España  é  Indias  en  Cortos  tan  pronto 
como  restablecido  el  orden  le  fuese  posible ,  y  de- 
claraba que  la  libertad  individual  quedaría  asegu- 
rada por  medio  de  leyes  ,  que  afianzando  el  orden, 
dejasen  á  todos  la  saludable  libertad  que  distingue  á 
un  gobierno  moderado  de  un  gobierno  despótico; 
que  de  esa  libertad  gozarian  también  todos  para  co- 
municar sus  pensamientos  por  medio  de  la  imprenta 
dentro  de  los  limites  prescritos  por  la  razón  ;  que 
se  separaría  la  tesorería  de  In  Real  Casa  de  la  teso- 
rería del  Estado ;  y  por  último  ,  que  las  leyes  que 
hubiesen  de  servir  de  norma  á  los  espaAotcs,  serian 
establecidas  en  lo  sucesivo  por  acuerdo  de  las  Cor- 
tes. El  sefior  Olivan  compara  aquel  decreto  con  el 
que  dio  LuisXYIlI  en  Saint-Ouon,  con  la  diferen- 
cia de  que  el  uno  se  llevó  á  efecto  y  el  otro  fué  una 
letra  muerta.  El  monarca  español ,  joven  é  inesper- 
to,  en  un  mando  difícil  y  espinoso  ,  y  falto  de  con- 
sejeros á  propósito  para  guiarle  ,  que  descendiendo 
durante  seis  aiHos  desde  el  mas  alto  punto  de  presti- 
gio y  adoración  hasta  inspirar  una  tibieza  ,  que  casi 
rayaba  en  indiferencia,  al  paso  que  el  francés,  alec- 
cionado con  veinte  y  cuatro  aftos  de  revolución  y 
cuatro  meses  de  1815  ,  hubiera  sabido  ú  fuerza  de 
penetración  y  acierto  ,  por  medio  de  un  régimen 
constitucional  bien  calculado ,  hacerse  auerer  del 
pueblo  y  del  ejército  y  aumentar  de  graclo  en  gra- 


58 
do  las  faerzas  y  la  gloría  de  sa  nación «  eclipsada 
momentáDcamente  por  la  suerte  adversa  de  las 
armas. 

Entrando  en  consideraciones  sobre  los  niol¡TOS 
que  impidieron  la  ejecución  del  decreto  de  4  de  ma- 
yo ,  recordó  el  autor  qiie  el  10  de  agoslo  del  mismo 
año  de  18t4  pasó  el  rey  una  orden  al  Consejo  de  Cas- 
tilla ,  en  que  después  de  manifestar  que  parecía  ha- 
ber llegado  el  caso  de  tratar  de  la  cjccocion  deaqoel 
decreto,  mandaba  que  el  Consejo  le  consultase  sobre 
la  convocación  de  Cortes.  «El  Consejo  •  anadia  el 
señor  Olivan  ,  tardó  mas  de  cinco  años  en  redactar 
su  informe ,  y  sabe  Dios  cuánto  hubiera  tardado,  á 
no  haber  sido  eslinguido  en  el  año  de  1820.  ¿Cómo 
se  habla  de  apresurar  el  Consejo  á  reunir  un  Con- 

f[reso  ,  donde  precisamente  habia  de  tratarse  dere- 
ormar  abusos ,  y  uno  de  ellos  el  mismo  Consejo, 
como  el  mas  funesto  y  trascendental  ?  »  Pasó  des- 

Imcs  á  tratar  de  los  diferentes  ministerios  que  go* 
remaron  en  aquel  período,  y  fué  señalando  los 
desaciertos  que  cometieron  ;  clamó  contra  la  cama- 
rilla ,  compuesta  de  personas  desconocidas  y  de  baja 
esfera,  y  puso  de  manifiesto  los  males  que  causaban 
los  aconsejantes  clandestinos.  Estos  en  su  concepto 
aceleraron  la  caida  del  gobierno  absoluto.  Salvó  sin 
embargo  en  este  punto  las  intenciones  del  rey ;  mas 
con  tan  profunda  convicción  censuraba  los  manejos 
ocultos  de  la  camarilla,  que  juzgó  que  suEmafo 
habría  hecho  uno  de  los  mayores  bienes  posibles  al 
estado  ,  si  llegando  á  manos  del  rey  pudiese  inspi- 
rarle todo  el  norror  que  merecían  los  aconsejantes 
secretos.  Aqui  de  nuevo  trató  el  señor  Olivan  del 
carácter  de  Fernando  VII ;  elogió  sus  cualidades 
personales ;  dijo  que  le  adornaban  muchas  prendas 
recomendables  y  acomodadas  para  el  mando ;  pero 


59 
indicó  que  la  suspicacia  y  la  desconfiauía  que  for- 
maban parte  de  su  carácter  eran  un  ligero  pafio  que 
ileslustraba  su  brillo.  Después  consideró  los  aconte- 
cimientos que  prepararon  la  revolución  do  1820. 
La  marcha  del  gobierno  y  la  falta  de  recursos  del 
erario ,  fué  estinguicndo  el  entusiasmo  por  Fer- 
nando 9  y  el  partido  terrorista  que  le  rodeaba  le  hizo 
cobrar  odio  i  cuanto  se  pareciese  ú  Constitución  ,  y 
desechar  la  propuesta  del  emperador  do  Rusia ,  que 
le  aconsejaba  que  otorgase  al  pueblo  una  carta,  anti- 
cipándose asi  á  los  movimientos  de  los  descontentos, 
¡f  poniendo  un  dique  á  la  revolución.  Al  .hablar  de 
a  sublevación  militar  de  Las  Cabezas,  dijo  que  no 
disculpaba  las  insurrecciones  militares ;  pero  que  era 
un  error  creer  que  á  no  haber  sido  por  ella ,  fas  co- 
fas habrían  seguido  en  el  mismo  estado.  La  revolu- 
ción estaba  hecha  en  todos  los  ánimos;  los  males 
públicos  y  los  vicios  del  sistema  anterior  hacian  tan 
indispensable  una  mutación  ,  que  el  único  medio  de 
evitarla  ,  según  el  autor,  era  anticiparse  el  rey  á 
poner  en  alanta  el  consejo  del  emperador  de  Rusia, 
que  por  cierto  en  materia  de  Constitución  no  podia 
ser  sospechoso  para  Fernando  Vil.  Por  lo  demás»  las 
mismas  tropas  sublevadas  mantuvieron  el  orden  en 
tbdas  partes  ,  6  hicieron  que  no  se  cometiese  nin- 
gún esceso^  lo  que,  según  el  autor,  consistía  en  que 
el  movimiento  de  1820  fué  dirigido  y  ejecutado  por 
oCciales  y  empleados  ,  mientras  que  en  la  reacción 
de  1823  se  dio  rienda  suelta  á  la  clase  ín6ma  ;  ro- 
sultando  de  aqui  que  lo  que  en  la  una  fué  concierto 
y  moderación,  fué  en  la  otra  escesos  y  venganza. 

La  última  época  de  las  tres  en  que  dividió  el  se- 
ffor  Olivan  su  Ensayo^  comprende  el  periodo  cons- 
titucional. El  autor  refiere  en  elfa  cómo  fué  recibida 
al  fin  con  entusiasmo  la  misma  Constitución ,  que  al 


60 
principio  contaba  con  pocas  simpatías  ,  t  en  el  aí&o 
de  1814  con  casi  ningona;  cómo  pedia  haocrse  apro- 
vechado aqaella  acción  tan  propicia  para  introducir 
en  el  código  de  1812  las  modÍDcaciones  qae  la  sau 
razón  y  la  esperiencia  de  otros  países  reclamabiii 
cómo  por  los  escesos  de  los  liberales  exaltados  Ikgi 
¿entronizarse  lá  anarquía  «  que  sirvió  de  pretestoí 
la  intervención  esiranjera  de  1823 ;  sobre  este  pooli 
se  esiienile  en  consideraciones ,  y  hablando  de  hs 
manifiestos  contrariosjdados  por  el  rey,  el  ano  eaK 
de  setiembre  y  el  otro  en  1.®  de  octubre  del  mim 
año,  atribovc  la  conducta  de  Fernando  Vllá  laque 
habian  teniao  con  aquel  monarca  los  constitucioni- 
les  exaltados.  Vitupera  después  los  desórdenes  á  qv 
se  entregaron  los  realistas ,   la  guerra  á  maertf  i 

3uc  declararon  á  cuanto  llevaba  el  sello  de  la  noie- 
ad  ,   las  medidas  de  rigor  y  las  proscripciones  ei 
masa  que  decretaron  :  recorre  la  historia  de  los  ni- 
nisterios  que  se  sucedieron  en  el  poder  basta  la  fe- 
cha en  que  escribía  ;  truena  contra  el  desorden  Jr 
la  administración  ,  contra  el  fanatismo  y  la  empko- 
mania  ,  y  establece  esta  proporción ,  que  no  dejab 
de  ser  oportuna  y  original :  el  estado  de  Espaia 
en  1817  es  al  de  1819,   como  el  de  1819  esii 
de  1824,  de  donde  deducía  que  siendo  la  situacitf 
de  España  peor  en  1824  que  en  1819  ,  eran  enloa- 
ces  insuficientes  los  brazos  y  las  palancas  que  an 
en  1819  no  pudieron  sostener  al  gobierno.  Dirigiéi- 
dose  luego  á  Fernando Mly  intenta  prevenirle  cootn 
los  que  le  procuraban  persuadir  de  que  la  nacioi 
no  queria  otra  cosa  que  su  gobierno  absoluto;  k 
aconseja  que  desconfié  de  este  nuevo  género  de  ad^ 
lacion,  y  le  trae  á  la  memoria  que  esos  mi|moip■^ 
blos  no  dispararon  un  solo  tiro  en  so  defensa  es'' 
año  de  1820 ;  que  al  salir  de  Madrid  en  oirrf 


61 
de  1823  vcaaudó  ya  estaba  mu^  próxima  la  entrada 
de  los  franceses ,  nadie  se  mo?i6  para  libertarle  de 
la  escasa  escolta  que  le  acoinpafiaba  ;  por  último, 
que  si  los  pueblos  se  alzaron  contra  la  Constitución 
en  1823  fué  en  fuerza  de  •  vejámenes  ,  insultos  ó 
resentimientos  particulares. 

Terminada  esta  reseña  histórica ,  que  el  señpr 
Olivan  juzgó  necesaria  para  preparar  el  convenció, 
miento  y  dirigir  el  ánimo  de  los  lectores  hacia  el  fin 
qiie  en  su  obra  se  proponía ,  pasó  á  tratar  del  go- 
bierno monárquico  que  con  venia  entonces  á  España. 
Para  esto  examinó  las  diversas  formas  de  gobierno; 
sentó  que  era  preciso  poner  cortapisas  á  la  autori- 
dad real  para  que  pudiese  hacer  el  bien  de  los  pue- 
blos :  en  cuanto  á  la  naturaleza  de  estas ,  como  en 
unos  puntos  la  valla  ha  sido  tan  débil  que  la  han 
atravesado  los  reyes  cuando  han  querido,  y  en  otros 
tan  fuerte ,  que  parapetados  en  ella  los  pueblos,  han 
acabado  con  los  reyes;  indicó  que  dcbia  buscarse  un 
término  medio  ;  citó  el  ejemplo  de  la  Constitución 
inglesa,  ejemplo  seguido  por  Luis  XYIII  en  la 
Constitución  francesa  ,  y  propuso  para  España  una 
Constitución  parecida  á  esta  ultima  ,  acomodándola 
á  las  circunstancias  de  los  pueblos.  Indicado  así  su 
pensamiento  i  se  esforzó  en  demostrar  que  solo  el 
gobierno  templado  y  representativo  era  el  que  podia 
sacar  á  España  del  estado  en  que  se  encontraba :  si 
el  gobierno  f.  anees  habia  de  disminuir  gasjlos  su- 
perfinos y  retirar  de  España  á  sus  tropas ,  era  pre- 
ciso ,  en  concepto  del  autor ,  que  el  gobierno  espa- 
ñol se  pusiese  en  estado  de  caminar  por  sí ,  lo  cual 
no  podía  hacerse  sin  la  fusión  de  los  partidos  ,  ni 
esta  sin  un  gobierno  representativo.  El  decoro  mis- 
mo de  la  nación  francesa,  observó  el  señor  Olivan, 
estaba  comprometido  en  que  se  tomase  en  España 


62 
un  temperamento  cóneiliador ;  las  ofertas  hedui  por 
el  ^uque  de  Angulema  ,  las  capitalacioncs  formali- 
zadas en  su  nombre,  todas  se  airigían  á  restablecer 
la  concordia ,  de  modo  que  de  seguirse  un  sisteni 
contrario,  quedaría  desairado  el  heredero  del  trsao 
de  Francia:  el  gobierno  francés  debia  servir  dé  me- 
diador entre  el  rey  de  Espafia  v  sos  pueblos ,  asi 
como  había  servido  de  tal  entre  los  partidos  ;  el  go- 
bierno francés  no  había  intervenido  en  Espafta  como 
instrumento  de  un  partido,  sino  como  conciliador  de 
los  intereses  de  ambos:  el  gobierno  francés  debia 
saber  que  no  podria  cobrar  ninguna  indemnineios 
de  España ,  ni  aun  los  34  millones  de  francos  qoe  ja 
le  estaban  reconocidos,  mientras  no  so  establecieie 
en  este  pais  un  gobierno  representativo  que  arre- 
glase entre  otros  ramos  el  de  Hacienda  ,  ó  bien  ae 
alzase  con  todas  sus  rentas,  lo  cual  no  era  confonne 
al  derecho  de  gentes,  ni  honroso  p:ira  la  nacios 
francesa. 

Probado  ya  que  era  indispensable  y  urgente  es- 
tablecer el  gobierno  representativo  en  la  nación  es- 
pa lióla  ,  pasó  el  autor  á  indicar  el  mejor  medio  de 
que  en  su  concepto  debia  echarse  mano  para  rea- 
lizarlo. Recordó  el  decreto  de  4  de  mayo  de  1811: 
<rla  magostad  real,  dijo,  estaba  comprometida  en  lle- 
varlo á  cabo;  pero  el  cumplimiento  de  la  real  pala- 
bra solo  podia  asegurarse  por  medio  de  una  Cons- 
titución. Esta  Constitución,  que  debia  estar  fondada 
en  bases  esencialmente  monárquicas^  debia  plan- 
tearse desde  luego  por  via  de  ensayo,  convocándose 
Cortes  generales ,  no  como  on  tiempo  de  su  deca- 
dencia, sino  como  en  sus  mejores  tiempos «  eom- 
puestas  de  los  tres  brazos  ó  estamentos ,  y  encarga- 
das de  examinar  la  nueva  Constitución,  presentando 
fil  rey  sus  observaciones ,  y  zanjando  todas  las  difi- 


) 


63 
eoludes ,  porque  el  rey  no  podia  hacer  mudanza  en 
las  leyes  nindamcnlaleí  5in  permiso  de  las  Cortes, 
Después  el  tehor  Olivan  terminaba  su  obra  con  al-* 
gunas  reflexiones  sobre  Hacienda  y  crédito  público, 
eii  que  se  lamentaba  de  la  falta  de  buenos  ministros 
de  aquel  ramo  en  España,  censuraba  que  se  arreba- 
tasen sus  propiedades  á  los  compradores  de  bienes 
iincionales,  y  aconsejaba  que  se  los  mantuviese  en 
el  goce  de  ellas. 

Hemos  hecho  un  an&lisis  bastante  estenso  de 
esta  obra  ,  porque  era  el  mejor  medio  de  dar  a  co- 
nocer perfectamente*  su  importancia  y  su  alto  fin  po- 
lítico. En  ella  se  advierte,  ademas  de  la  profundi- 
dad de  ^  los  conocimientos  y  de  la  solidez  de  los 
raciocinios  en  general ,  el  esfuerzo  constante  y  sos- 
tenido para  procurar  ú  España  las  ventajas  de  un 
gobierno  constitucional ,  por  los  únicos  medios  de 
roue  entonces  era  posible  echar  mano  ,  interesando  i 
Fernando  Yll  y  al  gobierno  francés  en  el  cambio 
politico  porque  abogaba  ;  procurando  despertar  en 
el  primero  el  interés  do  su  conservación  y  del  man- 
tenimiento de  su  autoridad  ,  y  en  el  segundo  el  de 
su  influencia  y  aun  él  de  su  codicia.  A  este  grande 
objeto  debió  subordinar  el  señor  Olivan  todas  sus 
ronsideraciones  y  dirigir  todos  sus  argumentos,  y 
ante  ól  desaparecer  por  consiguiento.  los  lunares  que 
algunos  lectores  escrupulosos  podrían  encontrar  en 
su  obra.  Sí  en  efecto  recarga  con  demasiadas  som- 
bras el  cuadro  de  los  escesos  de  la  libertad  ,  debe 
tenerse  presente  que  cuando  trataba  de  convencer  á 
la  santa  Alianza  y  á  un  rey  absoluto  del  camino  que 
debia  seguirse  ,  no  podia  ni  debia  pintar  con  risue- 
ños colores  hechos  que  por  una  parte  no  eran  de- 
fendibles ,  que  por  otra  nabian  dado  motivo  á  la  in- 
vasión ,  y  contra  los  cuales  S0  lanisabafi  cf^^a  di^ 


64 
furiosos  anatemas :  si  al  examinar  algunos  de  los 
actos  de  Fernando  YII  flaquea  un  poco  sn  I6gici, 
debe  también  tenerse  en  cuenta  que  el  señor  Olivan, 
al  dirigir  sus  esfuerzos  al  logro  del  gran  fin  qóe  se 
habia  propuesto  ,  debió  sentir  lo  que  decía ,  pero  m 
debia  decir  todo  lo  que  sentia ;  pues  lo  que  callabí, 
lejos  de  ser  necesario  habria  sido  perjudicial.  Por 
lo  demas^  el  gran  mérito  de  la  obra  fué  reconocido 
en  todas  partes:  los  periódicos  franceses  de  la  époa 
hablaron  de  ella  con  encomio;  entre  ellos  la  Quoti- 
dienne  hizo  grandes  elogios  de  la  cordura  é  impar- 
cialidad del  autor,  y  del  espíritu  constante  de  mode- 
ración que  dominaba  en  su  Ensayo.  También  el  rer 
Fernando  YII,  en  los  últimos  años  de  su  yida»  tavó 
constantemente  á  su  lado  esta  obra  »  que  por  órdei 
suya  trajo  de  París  el  antiguo  tesorero  general  don 
Julián  Aquilino  Pérez  ,  á  quien  dio  este  encargo 
S.  M.  la  reina  Cristina;  y  no  solo  el  rey  la  leia  i 
menudo,  sino  que  declaró  varias  Teces  que  nadie  le 
habia  conocido  como  el  autor  (le  aquel  escrito,  que 
nadie  habia  sabido  decirle  la  verdad  como  él,  ni  le 
habia  dado  mejores  consejos.  Sin  enibargo^  cuando 
murió  Fernando  YII ,  el  nombre^  que  según  aquel 
monarca  tan  bien  le  habia  descrito,  y  tan  bacaos 
consejos  le  habia  dado  ,  se  bailaba  al  otro  lado  de  los 
mares ,  y  pocos  años  ante$  habia  sufrido  por  su 
Ensayo  imparcial  los  honores  de  la  persecución. 

En  efecto,  á  últimos  del  año  de  1824  se  trasladó 
el  señor  Olivan  á  España ,  con  el  objeto  de  ver  á  sa 
familia  que  se  hallaba  en  Huesca.  Alli  fué  preso  j 
sumariado  como  autor  de  la  citada  obra »  examinada 
ya  por  una  junta  de  clérigos,  especie  de  inquisición, 
que  lu  calincó  como  mas  le  plugo.  Después  de  coa- 
tro  meses  de  cárcel,  sin  que  se  le  tomase  declara- 
pión,  ni  se  le  enterase  del  molivo  de  sii  arresto,  se 


65 
dirigió  el  sefior  Olirán  al  miniítro  de  Estado  rn  una 
representación  respetuosa  t  pero  enérgica ,  en  qué 
se  quejaba  amargamente  del  atropello  que  con  su 
persona  so  cometía  por  suponerle  autor  de  un  libro 
en  que  se  defendía  la  conducta  del  rey »  y  que  aun 
cuando  ñiese  condenable  •  habiendo  sido  publicado 
en  el  estranjero  no  estaba  sujeto  á  las  lejos  de  Es- 

Safia,  y  en  todo  caso  solo  podía  castigarse  al  intro- 
uctor.  Al  cabo  de  aquel  tiempo  fué  trasladado  á 
Zaragoza,  donde  se  le  amplió  la  prisión  á  la  ciudad 

Eor  espacio  de  quince  meses.  Los  papeles  franceses 
ablaron  de  su  prisión,  y  la  censuraron  mucho,  elo- 
giando la  conducta  del  scflor  Olivan,  y  lo  que  es  mas, 
elogiándola  sin  incurrir  en  los  errores  que  en  todos 
tiempos  han  cometido  frecuentemente  los  periódicos 
de  Francia  al  tratar  de  las  cosas  do  Espafla.  Algunos 
de  estos  errores  habían  sido  en  1824  de  tanta  monts, 
ue  el  scflor  Olivan  se  había  visto  obligado  á  recti- 
carlos;  uno  de  ellos  fué  decir  que  el  autor  del 
l:n$ayo  escribía  como  redactor  en  la  Gaceta  de  Ma- 
drid. Kl  sefior  Olivan  creyó  que  dcbia  desmentir 
oslo  aserto,  y  para  ello  diriffió  un  comunicado  al 
On'/Iamme,  que  fué  el  periódico  donde  halló  estam- 
pada la  falsa  noticia. 

Por  fin ,  al  cabo  de  los  quince  meses  se  sobreseyó 
en  su  causa ,  y  so  le  consideró  como  capitán  de  ar- 
tíllcria  indeiinido,  hasta  que  en  1828  pidió  y  le  fué 
concedida  su  licencia  absoluta.  Durante  su  perma- 
iienein  en  Zaragoza  se  ocupó  en  renovar  y  perfec- 
cionar los  estudios  clásicos  ,  y  se  ejercitó  en  los 
idiomas  orientales,  particularmente  en  el  griego,  en 
el  cual  hizo  algunas  composiciones  que  merecieron 
la  aprobación  de  grandes  literatos  nacionales  y  es- 
tranjeros.  (iOnipuso  también  en  castellano,  pero  mas 
como  distracción  y  recreo  que  como  ocupación  sería; 
Tomo  ix.  5 


í 


66 
asi  es  qu^  de  «os  composiciones  popps  fueron  U$  qae 
destinó  á  ver  U  luz  pública.  Muchas  de  ellas  no  ca- 
receu  de  mérito:  hay  facilidad  y  ligereza  en  el  verso, 
y  originalidad  eu  algunas  ideas :  falta  sin  embargo 
mucha  parte  de  aquel  entusiasmo  poético «  que  no 
podia  teoer  yn  hombre  de  carácter  juicioso  y  razo- 
nador 9  y  i|ue  babia  hecho  un  profundo  estudio  de 
las  matemáticas  y  de  la  química ,  cienciast  especial- 
mente la  primera »  que  están  refiidas  con  el  entusias- 
mo. Y  (lunque  el  señor  Olivan  habia  estudiado  tam- 
bién con  fruto  los  autores  griegos  y  latinos»  y  se 
habia  formado  un  entilo  siencillo  y  llano,  este  c9i¡lo, 
ue  én  la  prosa  cautiva  y  embelesa «  no  es  tan  propio 
el  verso ,  y  menos  de  la  poesía  moderna  castellana. 


i 


Pero  otras  ocupaciones  mas  á  propósito  para  su  ge- 
nio industrial»  calculador,  debian  desviar  al  señor 
Olivan  del  camino  del  Parnaso. 

A  fines  de  1828  pasó  á  la  Habana ,  donde  el  Con- 
fiado le  comisionó  para  recorrer  las  Antillas  ingle- 
sas y  la  Europa  en  busca  de  los  mejores  medios  de 
fabricación  del  azúcar  t  encargándole  ademas  que 
tomase  algunas  noticias  aqerca  del  establecimieoto 
de  un  pontón  de  vapor  para  la  limpia  del  poerio. 
pozos  artesianos,  alumbrado  de  gas»  caminos  comu- 
nes y  de  hierro,  y  cría  de  ganados.  Eniprendió  el 
señor  Olivan  su  viaje ,  y  después  de  haber  visitadla 
la  Jamaica  y  otras  posesiones  inglesas,  pasó  á  Euro- 
pa ,  y  recorrió  la  Inglaterra ,  la  Holanda ,  Bélgica ) 
Francia;  examinó  las  principales  fábricas;  visitó a< 
ilustre  barón  de  Humboldt ;  conferenció  con  los  cé- 
lebres químicos  franceses  Gay-Lussac  y  Barruel. } 
con  muchos  ingenieros  y  fabricantes  distinguido»: 
discutió  con  ellos  los  medios  mejores  de  dar  cum- 
plimiento á  su  misión ;  asistió  por  sí  mismo  á  lo^ 
ensayos  de  los  diversos  trenes  de  elaboración,  j  uü- 


67 
tizando  sus  conocimientos  en.  la  mecánica  ;  en  la 
química»  desechó  unos,  propuso  la  mejora  de  otros» 
y  al  fin  consiguió  la  construcción  de  uno»  con  el  cual 
volvió  á  la  Habana  en  1831 ,  y  que  sin  embargo  no 
se  generalizó»  á. pesar  de  sus  ventajas  evidentes» 
porque  necesitaba  mayores  cuidados  y  esmero  qUQ 
los  a  que  se  bailaban  acostumbrados  los  cubfinos. 
Acerca  de  este  nuevo  tren  de  elaboración ,  y  comu- 
nicando los  datos  que  pudo  adquirir  sobre  loa  demás 
£  untos  que  se  le  nabian  encargado »  presentó  nna 
[emoria  al  Consulado »  en  que  esplicaba  las  razones 
que  le  habiao  movido  á  adoptar  aquel  tren»  y  pejia 
se  descendiese  á  la  práctica  para  hacer  ver  sus  ven- 
tajas, dar  todas  las  csplícaciones  necesarias  y  resol- 
ver las  dudas  que  se  le  propusieran.  En  esta  Men^oria 
bay  observaciones  muy  acertadas,  que  muestran  el 
aprovechamiento  con  que  babia  estudiado  el  sefior 
Oliváu  las  ciencias  que  mas  auxilio  prestan  á  la  in- 
dustria. Es  ademas  tan  notable  por  sus  resultados  y 
Eor  hu  sencillez  la  cuenta  que  presentó  de  los  gastos 
ecbos  en  sus  viajes  ^  que  merece  trasladarse  aquí 
como  modelo  de  cuentas  de  esta  especie*  asi  en  punto 
á  claridad  como  en  punto  a  la  economía ;  pues  apa- 
rece de  ella  que  ffastó  muy  poco  mas  de  la  ter^ 
cera  parte  de  los  íondos  que  se  le  suministraron  al 
efecto. 

<iY.  E.,  dice,  se  sirvió  poner  á  mí  disposición  en 
»2G  de  junio  un  crédito  de  20,000  pesos  fuertes,  á 
»cargo  de  D.  Garlos  Drake»  y  en  su  ausencia,  de  los 
)>Sres.  Ilomby  de  Liverpool.  La  confianza  con  que  me 
p  distinguía  el  real  Consulado,  y  los  esfuerzos  que  ba- 
)>bia  necesitado  hacer  para  procurarse  aquella  suma, 
»  me  sirvieron  de  nuevo  estimulo  para  corresponder 
»por  mi  parte,  manejando  sus  intereses  con  tan  rí- 
))gida  y  escrupulosa  economía,  como  espero  harán 


6g 
ver  lof  resaludos. — Con  efecto «  solo  he  dispuesto 
de  1,500  libras  esterlinas  (7,500  pesos  fuertes^ ,  ; 
de  ellas  ¥0j  á  dar  caenta  á  Y.  E. ,  habiendo  que- 
dado intacto  lo  restante  del  crédito.  Con  so  importe, 
ooe  hice  pasar  de  casa  de  los  señores  Hombj  á  la 
oe  los  sefiores  Chan^itean ,  hermanos  j  compaftia. 
de  París,  pagaron  estos  sefiores  los  trenes  v  efectos 

5  parte  de  los  trasportes ,  quedando  un  sobrante 
e  5,621  francos  8  céntimos ,  según  aparece  de  su 
cuenta ,  que  original  tengo  el  honor  de  acompaftar 
i  esta  esposicion.  Aquel  sobrante  lo  hice  venir  á 
poder  de  don  Juan  Bautista  de  Arrignnaga,  del 
comercio  de  Burdeos ,  quien  con  él  pagó  el  resto 
de  los  trasportes  desde  París,  los  derechos  de  es- 
tracción ,  el  seguro  de  mar  y  otros  gastos ,  según 
su  cuenta  original ,  que  igualmente  acompaño;  j 
el  sobrante  final  de  3,223  francos  30  céntimos  me 
lo  entregó  en  una  letra  de  cambio  de  614  pesos 
5  rs.  fuertes,  á  ocho  días  vista,  j  cargo  de  don  J.  J. 
Zaugronix ,  de  la  Habana.  Esta  letra,  va  aceptada, 
me  apresuro  á  ponerla  asimismo  en  manos  de  V.  E. 
para  quedarme  completamente  tranauilo;  debien.in 
únicamente  hacerle  la  observación  de  que  los  fieles 
de  mar,  importantes  420  pesos  fuertes,  han  de 
pagarse  en  esta  plaza  según  costumbre.* 

Desde  el  año  de  183 1  permaneció  el  sefior  Olilán 
n  la  Habana  hasta  1834.  Aquel  hermoso  clima  \t 
ttspiró  algunas  composiciones  poéticas,  de  las  cririft^ 
se  puede  decir  lo  dicho  va  acerca  de  las  cooipos  cío 
nes  hechas  en  Zaragoza,  con  tanta  mas  razón,  cnanto 
que  el  sefior  Olivan  acababa  de  recorrer  lj  Earupa 
CB  busca  de  los  mejores  trenes  de  elaboración  del 
ai&car»  v  habia  estado  dos  años  discutiendo  las  ven- 
tajas délos  trenes  de  vapor,  de  los  trenes  á  fuego 
é^muio ,  de  las  hormas   v    alambiques  :   h» 


69 
dios  do  combinar  ol  tren  de  calderas  j  los  mejores 
procedimientos  para  perfeccionar  la  paraa. 

En  el  año  18o4  creyó  qoe  era  ocasión  de  reare* 
sar  á  España ,  y  habiéndolo  puesto  por  obra »  llegó 
á  Madria  en  9  de  agosto  del  mismo  año.  Inmediata- 
mente se  le  nombró  por  el  ministerio  de  la  Gober- 
nación para  la  Comisión  central  de  instrucción  pri- 
maria, y  por  el  de  la  Guerra  para  la  qoe  debia 
entender  en  la  revisión  de  las  Ornenanzas  militares. 
Por  los  servicios  contraidos  en  esta  última  t  le  ccmh 
cedió  el  gobierno  la  cruz  pensionada  de  Garlos  III. 
Entonces  llegó  otra  vez  para  el  señor  Olivan  la  oca- 
sión de  ocuparse  de  la  política;  su  esperiencia,  el 
acierto  con  que  en  otra  época  habla  juzgado  de  los 
sucesos  y  de  los  hombres»  daban  mucho  peso  á  su 
opinión*  y  sus  artículos  fueron  notables  por  la  fuerza 
de  lógica,  por  el  método  con  que  estaban  espnestas 
las  razones  y  por  la  sencillez  de  su  estilo,  que  re- 
velaba el  detenido  estudio  que  babia  hecho  el  seBor 
Olivún  de  los  autores  griegos  y  latinos.  Escribió, 
pues,  en  el  periódico  titulado £a  Aieja^  que  redac- 
taban también  los  acñores  Pachaco,  Pérez  Hernán- 
dez j  Quinto ,  defendiendo  en  él  las  doctrinas  del 
tartido  moderado,  que  han  sido  las  de  toda  su  vida, 
asta  que  habiendo  pasado  la  propiedad  del  perió- 
dico i  otras  manos ,  dejó  de  tomar  parte  en  su  re- 
dacción por  conservar  su  independencia. 

Aqui  empieza  la  vida  parlamentaria  del  señor 
Olivan.  En  1836,  á  la  disolución  de  las  Cortes  por 
el  ministerio  Mendizabal ,  fué  nombrado  procurador 
por  la  provincia  de  Huesca.  El  Estamento  le  distin- 
guió desde  luego  eligiéndole  para  la  Comisión  de 
contestación  al  discurso  de  la  Corona  •  y  el  señor 
Olivan  se  distinguió  después  como  orador  y  como 
hombre  de  parlament04  Su  disourso  mas  notable  en 


72 
la  España  dársela.  Pero  las  islas  de  Caha  ;  Paerlo 
Rico,  añadió  el  orador,  si  do  paedeo  euuBcipne, 
pueden  perderse  á  ejemplo  de  la  de  Santo  Doaúago. 
j  esto  es  lo  qae  debe  evitarse  por  medio  de  lefcs 
polílicas  especiales.  Concluyó  despees  el  Sr.  Olim 
su  discurso,  que  fué  escnchdido  coo  la  mas  profcoda 
ateacioo ,  proponiendo  que  se  coarlasea  en  tiempos 
normales  las  atribuciones  á  los  capitanes  ^nerales, 
dejándoles  las  facultades  estraordinarias  solo  pan 
cuando  sobreviniesen  circunstancias  igaalmenle  es- 
traordinarias; que  la  autoridad  estuviese  asistida  ¿e 
una  junta  departamental  ó  gran  diputación  provin- 
cial ,  á  la  manera  de  las  asambleas  coloniales  de  los 
ingleses ;  v  que  después  de  planteado  un  régimea 
especial  para  aquellas  posesiones,  dejasen  de  venir 
sus  diputados,  por  ser  ja  inútil  so  presencia  en  las 
Curtes. 

Poco  tiempo  antes  del  dia  en  qne  el  señor  Olivan 
pronunció  este  discurso*  con  motivo  de  la  caeslioa 
que  entonces  se  suscitó  acerca  de  intervención  ó 
cooperación  estranjera ,  habiéndose  propuesto  c! 
señor  Mendiiabal  reformar  el  fíabinete,  le  llamó 
pira  ofrecerle  el  ministerio  de  Estado,  oferta  qoe 
rehusó  por  no  considerarse  en  posición  para  admi- 
tirla; poro  al  encargarse  de  los  negocios  el  gabinete 
presidido  por  el  señor  Isturiz ,  el  duque  de  Rivas  le 
ofreció  la  subsecretaría  del  ministerio  de  la  Gober- 
nación •  quo  admiliú  v  desempeñó  hasta  los  sucesos 
de  la  Granja  en  agosto  del  mismo  año  de  1836.  i 
consecuencia  de  estos  sucesos  emigró  ▼  marchó  a 
París.  Entonces  los  carlistas  procuraban  aprovechar^ 
se  de  las  circunstancias  políticas  de  la  nación  para 
encaminarlas  al  triunfo  de  sn  cansa ,  y  mientras  el 
ieC»  de  facción  Gómez  recorría  las  provincias  t^t 
S*P'^  Hn  mantener  vivo  en  ellas  el  espíritu  del 


73 
carlismo ,  en  el  eslranjero  se  empezaba  á  agitar  la 
idea  (le  un  arreglo  entre  ambas  partes  beligerantes, 
dando  demasiada  importancia  á  la  cuestión  dinástica 

Ípoca  á  la  cuestión  de  principios.  Una  persona  tn- 
uyente  de  Pau  creyó  entonces  que  su  influjo  podría 
estenderse  hasta  el  señor  Olivan,  para  que  por  su 
medio  el  partido  moderado  aceptase  las  bases  de  un 
convenio  con  los  defensores  de  don  Garlos:  sabedor 
de  esto  el  señor  Olivan ,  no  queriendo  dar  lugar  a 
que  se  dijese  que  los  moderados  resentidos  se  habian 
unido  con  los  carlistas,  se  apresuró  á  presentarse  al 
YÍce<-cónsul  español  en  Oleron ,  juró  en  sus  manos 
la  Constitución  de  1812  y  después  se  embarcó  para 
la  Habana. 

Entretanto  en  la  Península  se  reunieron  las  Core- 
tes constituyentes  y  decretaron  la  Constitución  que 
juró  S.  M.  la  lleina  Gobernadora  en  1837.  Convo- 
cadas en  seguida  las  Cortes  ordinarias,  el  Sr.  Olivan 
se  encontró  de  nuevo  nombrado  diputado  por  la 
provincia  de  Huesca ,  y  regresó  á  Madrid  á  desem- 
peñar su  encargo.  Se  habian  verificado  ya  la  espedi- 
cion  de  don  Garlos  y  los  sucesos  de  Aravaca,  y  el 
vacilante  ministerio  Bardaji  había  recorrido  la  ma- 
yor parte  de  su  carrera.  Creyendo  no  obstante  aquel 
ministerio  que  podría  continuar  al  frente  de  los 
negocios  con  algunas  modificaciones  qn  el  personal, 
envió  á  preguntar  al  señor  Olivan  si  se  prestaría 
gustoso  á  entrar  en  una  recomposición :  el  Sr.  Olivan 
rehusó  de  nuevo  formar  parte  del  sabinete ,  y  le 
dio  á  entender  que  su  misión  estaba  terminada. 
Acababa  entonces  de  llegar  de  la  isla  de  Cuba ;  habia 
examinado  sus  necesidades  y  presenciado  los  actos 
de  su  gobernador  el  general  Tacón  ¡decidido  á  poner 
cuanto  estuviese  de  su  parte  para  el  remedio  de  los 
males  de  su  país ,  con  el  cual  le  unían  tantas  sim- 


74 

paítías ,  86  pfopQSO  denunciar  lo9  abasoa  que  en  H 
se  cometían «  en  cuya  empresa  le  auxilió  con  macho 
celo  el  señor  Benafides,  y  aproy echando  la  ocksíob 
de  discutirse  en  el  Congreso  la  contestación  al  met* 
^raje  de  la  corona ,  pronunció  en  9  de  diciembre  na 
discurso  que  llamó  en  alto  grado  la  atención ,  y  qné 
tuyo  por  consecuencia  la  separación  del  capitán  ge- 
neral de  la  isla  de  Cuba.  La  inmensa  mayoría  de  las 
poblacionesL  de  Ultramar,  dijo  el  señor  Olivan,  min 
eomo  un  bien  la  decisión  de  que  sean  gobernada 
aquellas  posesiones  por  leyes  especiales;  pero  la 
espectatiya  de  esas  leyes  debia  haber  sido  satisfecha 
en  el  plato  mas  corto ,  y  ya  que  no  lo  ha  sido ,  es 

[preciso  apresurarse  á  satisfacerla ,  porque  no  ^  ha^ 
lan  bien  con  la  sitaacion  actual.  Censuró  después 
el  carácter  inflexible  y  duro  del  general  Tacoo, 
anunciando  que  no  era  á  propósito  para  mandar  en 
tiempos  normales  y  de  paz ;  que  se  coadncia  como 
jefe  de  un  partido,  después  de  haber  desunido  i  los 
que  antes  eran  hermanos ;  y  que  él  mismo  habla 
manifestado  que  no  entendia  de  mandar  de  otra  ma- 
ñera, y  que  al  gobierno  supremo  tocaba  relevarle 
cuando  ya  no  le  creyese  útil.  Este,  añadió  el  orador, 
es  un  cargo  al  gobierno  por  no  haberle  separado  ya 
cuando  tiene  hecha  diferentes  yeces  su  dimisioB. 
Pidió  por  último  el  señor  OK? án  que  se  nombrase 
una  comisión,  compuesta  de  europeos  y  americanos, 
para  proponer  las  leyes  especiales  que  habían  de 
regir  á  las  provincias  de  Ultramar ;  pero  que  esta 
comisión  no  fuese  nombrada  por  el  capitán  general 
de  la  isla  de  Cuba,  sino  por  el  gobierno  mismo;  y 
concluyó  anunciando  que  con  una  buena  adminis- 
tración los  sobrantes  de  la  isla  de  Cuba  bastariaa 
para  satisfacer  los  intereses  de  un  edapréatíto  capar 
de  terminar  la  guerra  ciyiL 


75 
Este  foé  uno  de  los  discHrsos  mas  notables  que 
el  señor  Olifún  pronunció  en  aquella  legislatura. 
Por  entonces,  después  de  la  retirada  del  ministerio 
Bardaji,  á  que  sucedió  el  presidido  por  el  conde  dé 
Ofalia,  el  marquós  de  Someruclos,  ministro  de  la 
Gobernación,  le  brindó  con  la  subsecretaría  del  mis* 
mo  ramo :  el  señor  Oliran  la  aceptó  y  la  desempeñó 
hasta  pocos  dias  antes  de  la  caída  de  aquel  gabinete» 
en  que  hiio  dimisión  de  su  destino ;  los  motivos  que 
le  impulsaron  á  presentarla  pertenecen  mas  bien  que 
á  la  biografía  del  señor  Olivan  á  la  de  otro  personaje 
de  elef ada  categoría ;  baste  decir  que  no  fueron  de 
modo  alguno  deshonrosos  para  el  dimisionario. 

Desempeñó  el  señor  Olivan  el  cnrgo  de  diputado» 
j  continuó  distinguiéndose  en  la  legislatura  de  1838; 
pero  donde  mas  brilló ,  como  hombre  de  gobiernOi 
y  donde  empozó  á  darse  á  conocer  como  hombre  de 
administración,  fué  en  la  de  1840.  Nombrado  pre- 
sidente de  la  comisión  que  entendía  en  el  proyecto 
de  ley  de  Ayuntamientos,  sostuvo  con  felicidad  y 
acierto  su  dictamen ,  y  defendió  con  la  claridad  y 
lucidez  que  siempre  le  han  distinguido  en  sus  pero- 
raciones ,  los  sanos  principios  y  las  buenas  teorías 
de  gobierno.  Cuatro  fueron  los  discursos  mas  nota- 
bles que  pronunció  en  la  discusión  de  la  ley  de  ayun- 
tamientos. Fué  el  primero  al  tratarse  de  la  enmienda 
del  señor  Arguelles,  que  proponía  que  fuesen  f;>- 
cuiivofi  los  acuerdos  de  los  ayuntamientos  en  las  co- 
sas que  la  ley  declarase  corresponderles ,  después  de 
oido  el  jefe  poUiico.  Al  imputfnar  el  señor  Olivan 
esta  enmienda,  espuso  de  la  manera  mas  sencilla  é 
inteligible  los  principios  de  la  comisión  en  materia 
de  ayuntamientos.  «Si  se  quiere,  dijo»  que  los  ayun- 
tamientos puedan  ejercer  las  facultades  que  les  son 
propias »  que  son  suyas  esclusivamente »  sia  autori- 


76 
zaciott  previa ,  la  comisión  está  perfectamente  it 
acuerdo  con  esta  doctrina ;  pero  si  se  quiere  qne  Is- 
das  las  atribuciones  de  los  ayuntamientos  bajan  de 
ser  privativas  suyas  *  entonces  la  comisión  nopnede 
convenir  en  ello,  porque  nos  conduciría  á  la  omnir 
potencia  municipal ,  que  es  la  tiranía  en  los  pnebloi 
y  la  anarquía  en  el  estado.  «Después  de  esta  esplici- 
cion»  el  señor  Olivan,  como  tan  fuerte  en  materii 
de  lenguaje,  rechazóla  palabra  ejecutivo  ^  qne  ao 
espresaba  la  idea  que  babia  querido  significar  el  le- 
fior  Arguelles ,  la  cual  habría  estado  mejor  presen- 
tada usando  de  la  palabra  ejecutorio.  Efectivamente, 
ejecutivo  es  lo  que  no  admite  demora  ni  dilacioo 
alguna ,  y  ejecutorio  es  lo  que  cansa  estado ,  lo  qoe 
tiene  derecho  á  ser  puesto  en  ejecución;  asi  ai 
acuerdo  puede  ser  ejecutorío  sin  ser  ejecutivo.  Ca- 
lificó después  el  orador  de  absurda  la  pretensión  de 
que  los  jefes  políticos  fuesen  consultores  de  los  ayna- 
tamientos ,  como  hablan  de  serlo*  si  admitida  la  eo- 
mienda  del  señor  Arguelles  se  daba  á  estos  el  de* 
recho  de  adherirse  ó  no  al  dictamen  de  aquellas 
autoridades.  Por  último,  haciéndose  cargo  de  los 
puntos  mas  culminantes  del  discurso  que  babia  pro- 
nunciado en  apoyo  de  su  enmienda  el  célebre  orador 
de  la  oposición,  puso  en  su  lugar  varios  hechos,  ; 
rectificó  algunos  errores  que  había  cometido  el  se- 
ñor Arguelles  al  hablar  de  la  ley  francesa  de  atribo- 
dones  municipales. 

Otros  tres  discursos  mas  pronunció  el  señor 
Olivan  en  esta  cuestión ,  el  uno  impugnando  la  en- 
mienda del  señor  Lasagra ,  qoe  proponía  qne  loi 
presupuestos  municipales  pasasen  á  la  aprobación  de 
las  diputaciones  en  vez  de  «pasar  i  la  de  loa  jefes  po- 
líticos ,  y  los  otros  contestando  al  señor  Sancho  y  al 
señor  Cortina^  el  cual»  en  una  peroración  qnedori 


78 
cursos,  creia  el  sefior  Olivan  ^ue  era  llegado  el  caso 
de  dejar  á  un  lado  las  discusiones  políticas  y  oca- 
parse  de  cuestiones  de  material  é  inmediata  utilidad 

Eara  el  pais,  de  mejorar  el  crédito^  de  arreglar  b 
acienda ,  desobstruir  las  fuentes  de  la  riqueza  pn* 
blica,  y  desatar  las  trabas  que  se  oponían  al  desar- 
rollo de  la  industria.  Por  carácter,  por  inclinación, 
por  convencimiento,  era  mas  afícioDado  á  tratar  de 
esta  clase  de  negocios ,  que  á  sostener  ó  combalir 
principios  aue  ninguna  aplicación  podrían  tener, 
desde  que  el  código  de  1837  había  empezado  á  regir 
en  la  monarquía.  Dedicóse  pues  al  estudio  do  la  ad- 
ministración ;  leyó  y  examinó  los  mejores  autores 
que  han  escrito  sobre  esta  ciencia ,  comparando  sus 
teorías  entre  sí  y  las  circunstancias  de  las  diversas 
naciones  con  las  en  que  se  hallaba  España;  meditó 
sobre  las  diversas  cuestiones  que  de  algún  tiempo  i 
esta  parte  agitan  ai  mundo  industrial ,  y  logré  por 
fin  adquirir  un  caudal  de  conocimientos,  envidiable 
en  este  pais,  donde  tan  potos  se  hau  dedicado  á  esta 
clase  de  estudios.  Aprovechando  el  momento  de  la 
discusión  de  presupuestos,  desenvolvió  en  un  esteoso 
discurso  las  teorías  sobre  crédito ;  censuró  los  me- 
dios que  se  habian  adoptado  en  1834  para  elevarlo. 
y  la  medida  de  permitir  que  se  pagasen  los  tres  dé- 
cimos del  valor  de  los  bienes  nacionales  con  papel 
de  la  deuda  sin  interés,  porque  esto  había  sido  im- 
pedir la  nmorlizacion  de  la  deuda  consolidada.  So 
opinión  era,  que  si  se  arreglaban  y  mejoraban  bs 
rentas  públicas ,  todavía  podrían  encontrarse  recur- 
sos para  hacer  frente  á  nuestras  necesidades;  quf 
si  el  dinero  de  los  contribuyentes  no  alcanzaba  i 
todo,  era  porque  no  llegaba  sin  escesivas  mernus 
donde  debía  llegar ,  ni  se  distribuía  como  se  debia 
distribuir ;  que  era  preciso  arreglar  el  sistema  (ri- 


79 
buUriot  Unto  mas  cnanto  que  algonas  contríbocio-^ 
nes,  como  las  rentas  provinciales,  y  principalmente 
la  de  la  alcabala,  eran  ya  un  anacronismo,  y  debían 
baber desaparecido  de  los  ojos  de  los  contribuyentes; 
por  último,  (jae  las  rentas  públicas  debian  dar  ma-^ 
yores  rendimientos  si  se  administraban  bien.  Ana- 
tematixó  las  contratas,  aunque  reconociendo  que 
verificada  la  primera  todas  las  demás. babian  sido 
consecuencia  de  ella,  y  anunció  la  imprescindible 
necesidad  de  salir  de  una  yez  do  semejantes  oper|^*r 
ciones.  Pasó  después  á  examinar  los  medios  que  de* 
berian  adoptarse  para  sacar  al  crédito  y  á  la  bacienda 
del  estado  precario  en  que  se  bailaban,  sin  necesi- 
dad de  imponer  nuevas  contribuciones,  cuyo  cobro 
en  todo  caso  consideraba  imposible.  Para  salir  de 
esas  contratas,  creía  necesario  el  señor  Olivan  con- 
traer un  empréstito ;  pero  como  para  realizarlo  de- 
bia  empezarse  por  pagar  una  anualidad  á  los  acree- 
dores del  Estado,  era  preciso  que  el  empréstito  fuese 
grandeá  fin  de  poder  recoger  las  libranzas  que  tenían 
en  garantía  los  contratistas,  y  reservar  alguna  canti- 
dad para  cubrir  el  déficit  que  resultase  en  algunas 
rentas  en  los  primeros  tiempos  de  su  refornia.  Otra 
consideraba  necesaria  el  señor  diván  para  realizar 
este  empréstito,  y  era  inspirar  confianza  á  los  capi- 
talistas estranjeros,  los  cuales  no  desconfiaban  pre- 
cisamente de  nuestros  recursos,  sino  de  que  tuvié- 
ramos bombres  capaces  de  aprovecharlos ;  para 
inspirar  esta  confianza  proponía ,  que  si  los  gastos 
ascendían ,  por  ejemplo ,  á  mil  millones ,  y  los  in- 
gresos solo  importaban  setecientos,  se  biciese  de 
aquellos  un  rigoroso  prora tco,  asignando  á  cada 
partida  del  presupuesto  de  gastos  solamente  los  siete 
décimos  de  la  cantidad  que  le  estuviese  señalada, 
con  el  objeto  de  nivelar  ambos  presupuestos  í  ó  si 


80 
para  algunos  gastos  privilegiados  se  necesitaban  ocho 
décimos,  rebajar  á  seis  décimos  otros  menos  impor- 
tantes. De  este  modo  creía  el  señor  Olivan  que  in- 
troducido el  orden  en  la  administración ,  se  aumen- 
taria  considerablemente  el  crédito ,  v  se  podría  rea- 
lizar un  empréstito  con  que  cubrir  las  oDligaciones 
que  pesaban  sobre  la  hacienda  y  emprender  sobre 
seguro  las  necesarias  reformas,  sin  necesidad  de 
apelar  al  bolsillo  de  los  contribuyentes.  Tal  vez  sus 
ideas  se  hubieran  ya  adoptado,  como  indudablemente 
habrán  de  adoptarse  con  el  tiempo,  si  nuevas  revo- 
luciones y  trastornos  no  hubieran  impedido  desde 
entonces  la  consolidación  de  un  gobierno  capaz  de 
llevarlas  á  cabo. 

Sobrevino  la  revolución  de  setiembre  de  1840, 
y  el  señor  Olivan  ,  á  pesar  de  su  carácter  inofensi- 
vo ,  fué  uno  de  los  diputados  desterrados  por  la 
Junta ,  habiendo  debido  á  la  casualidad  de  no  haber 
seguido  la  ruta  que  se  le  tf  nia  marcada ,  la  fortuna 
de  libertarse  de  ser  asesinado  por  gente  fanática  que 
le  esperaba  en  c!  camino.  Calmada  la  efervescencia 
volvió  a  Madrid  ,  señalándose  á  poco  tiempo  con  ua 
articulo  que  escribió  para  la  Enciclopedia  ,  con  el 

título    de   LA    ADMINISTRACIÓN  PUBLICA  CON  RBLACI05 

A  ESPAÑA,  y  que  llamó  sobre  manera  la  atención, 
Este  articulo  se  imprimió  después  por  separado, 
formando  un  tomo  de  doscientas  pásrinas  ,  que  su 
autor  dividió  en  capítulos  con  las  snbaivisiones  cor- 
respondientes para  facilitar  su  inteligencia  y  pro- 
ducir mayor  efecto  en  la  lectura.  Gomo  destinado 
Sara  un  articulo  de  una  obra  que  en  este  caso  po- 
ría  llamarse  periódico  ,  no  es  este  un  tratado  com- 
pleto de  administración  ,  ni  las  cuestiones  adminii* 
trativas  están  ventiladascoh  laestension  quereqaierr 
la  importancia  de  muchas  de  ellas  y  pero  están  eo 


84 
él  fijados  los  principios  de  la  buena  adminiatracioo, 
apuntados  sus  mas  capitales  fundamentos  9  y  sofia- 
lada  la  resolución  de  los  diversos  problemas,  abrien-r 
do  una  senda  para  que  los  que  quieran  hacer  un  pro^ 
fundo  estudio  de  la  ciencia  tengan  un  guia  seffuro, 
que  al  mismo  tiempo  sirre  para  disipar  las  du&s«  .j 
hacer  conocer  los  buenos  principios  á  aquellos  que 
no  deseen  dedicarse  con  tanto  empefio  á  este  estu- 
dio. Asi  como  hemos  dado  idea  de  los  escritos  del 
señor  Olivan  en  la  parte  política  para  hacer  com* 

Srender  mejor  sus  opiniones,  del  mismo  modo,  para 
ar  á  conocer  sus  teorías  administrativas ,  espon* 
dremos  brevemente  el  plan  y  desempefio  de  su 
obra . 

Se  halla  esta  dividida  en  seis  capítulos.  En  el 
capitulo  primero  <la  el  señor  Olivan  una  idea  sene- 
raí  de  la  administración;  prueba  con  bastante .jEuerza 
de  lógica  que  la  administración  pública  debe  estar 
centralizada  ;  pero  que  es  vicioso  el  estremo  de 
Centralización  aue  corresponde  á  los  gobiernos  ab- 
solutos» asi  como  el  estremo  de  descentralización, 
que  lis. propio  de  las  repúblicas  federales^  «M>ntra  las 
.que  alegan  en  favor  de  esta  última  el  ejemplo  de 
Inglaterra  y  los  Estados-Unidos,  dice  que  han  con- 
fundido la  fuerza  de  la  autoridad  con  la  fuerza  de  la 
opinión  pública.  En  efecto  ,  en  los  Estados-Unidos 
la  administración  existe  en  cada  localidad ;  pero 
también  reside  alli  lo  esencial  del  poder,  y  el  día  en 
que  la  unión  haya  do  haiver  alarde  de  una.  fuerza 
grande  para  sostener  sus  interésese  su  honor,  esa 
fuerza  no,  será  efecto  de  la  administración,  sino  de 
la  opinión  pública ,  que  concurre  á  influir  en  los 
negocios,  y  cuyo  intérprete  es  el  gobierno.  En  In- 
glaterra, donde  las  instituciones  provienen  mas  bien 
de  las  costumbres  y  de  la  tradición  que  de  las  leyes, 

TOMO  IX,  O 


la  gran  fMna  venda  también  a»  #1  aaplriitt  pékKco 
y  ■•  ea  la  adimnialraciott.  La  adodoiatraeiM  Me 
ealar  aiampre  en  amaaia  aon  la  CoMtiuiaiaii  M 
pala» 

En  el  capitulo  ■agnlido  aiamiiia  loa  diversos  ob- 
jetea  á  qae  eatieode  ta^  ioflaancia»  ó  sMia  bien  ^ae 
eatán  eargo  de  la  administración,  como  la  eonserfi 
clon  del  orden ,  las  mejoras  materialea ,  la  edacs* 
cion  pública  y  la  estadística  general.  Se  conserva  el 
orden  en  lo  esterior  por  medio  de  Inalados  y  con  lis 
tropas  de  mar  y  tierra ;  para  la  eonaervacion  del 
orden  interior  y  la  represión  de  loa  delitoa  privados 
airve  la  fueria  de  seguridad  p&blioa ,  genurmerh 
6  escopeteros ,  y  la  guardia  cívica  ó  nacional ,  <|oe 
debe  componerse  de  ciudadanos  realmenle  intere- 
sadoa  en  mantener  la  tranquilidad  y  btten  orden. 
CiOrrespOnde  á  la  administración  inatroir  y  utiliiar 
todas  estas  foerias ;  el  seftor  Olivan  aoonaeja  qae 
en  tiempo  de  pae  so  ocupe  el  eiército  en  construir 
oAminos  y  otras  obras  pábHcas,  a  fin  de  Aoe  cese  de 
ser  una  carga  pesadísima  para  loa  pueblos ,  6  il 
■Qienos  que  se  dé  á  los  soldados  inslraecion  ,  que  sr 
les  haga  adquirir  nociones  útiles  que  lea  aprovechen 
cnando  llegue  el  caso  de  regresar  á  ana  bogares.  La 
conservación  del  orden  supone  la  haoiMda:  el  seftor 
Olivan  sostiene  que  las  oontribueionea  qae  formen 
las  rentas  públicas  deben  ser  generales;  que  no  ad- 
mitan escepcion  ,  proporcionadas ,  ealo  ea ,  reparti- 
das á  los  iadividuos  según  sus  haberea ,  necesarias; 
que  no  graven  mas  que  lo  preciso  para  cubrir  b$ 
obligaciones  del  Estado,  y  sencilla  a,  qne  cuesten 
poco  de  recaudar  :  la  administración  también  debe 
estudiar  la  materia  imponible  ,  la  nalaraleía  de  los 
impuestos,  y  su  influencia  sobre  la  propiedad.  Por 
último  ,  como  otro  elemento  de  conservación,  pfo- 


83 
pone  el  Mfior  Olivan  la  policía  do  togaridad  ,  filiH> 
dándose  en  quf  la  administración  no  solo  debe  caá- 
ligar  los  delitos  ,  sino  reprimirlos;  no  solo  tiene  el 
encargo  de  conservar  la  sociedad,  sino  de  mejorarla» 
En  cuanto  i  las  mejoras  materiales^  incumbe  i  la 
administración  cuanto  se  refiere  al  fomento  de  la  ri- 
queza pública ;  los  establecimientos  industriales  ó  de 
beneficencia  deben  estar  bajo  la  insneccion  de  la  ad^ 
ministracion,^los  bosques  del Estaao  deben  cuidar* 
sC'por  un  régimen  especial.  Aquí  toca  el  señor  Oli- 
van una  cuestión  importante  ,  la  cuestión  de  pro-^ 
dnccionj  de  organización  del  trabajo  en  la  industria 
fabril.  La^escesiva  producción  es  también  un  mal; 
para  evitarle  cree  el  autor  del  tratado  que  deben 

Íonerse  restricciones  á  la  absoluta  libertad  de  la  fa- 
ricacion  ,  fijando  las  boras  de  trabajo  y  adop- 
tando otros  correctivos  para  cortar  abusos ,  procu*- 
rando  evitar  conflictos  entre  los  empresarios  y  los 
obreros,  tratando  de  inspirar  á  aquellos  sentimien- 
tos humanos  para  con  sus  operarios ;  proporcionará 
ést(>s  cajas  de  ahorros  ,  de  socorros  mutuos,  mon- 
tes de  piedad  y  asilos  donde  recogerlos  en  caso  de 
desgracia.  En  cuanto  á  la  educación  p&blica  y  á  la 
estadística  general ,  el  autor  encarece  la  necesidad 
de  vigilar  la  una  y  formar  con  el  posible  esmero  la 
olra. 

En  el  capitulo  tercero  trata  de  la  organización 
administrativa.  Esta  supone  la  división  del  territo- 
rio en  concejos  ó  pueblos,  provincias  y  centro  ad- 
ministrativo :  aun  entre  los  concejos  y  las  provin- 
cias indica  el  señor  Olivan  la  necesidaa,  reconocida 
también  por  el  gobierno,  de  establecer  distritos  para 
facilitar  el  servicio  público ,  que  es  el  fundamento 
de  la  organización  administrativa.  Aqui  estableced 
autor  ia  diferencia  que  existe  entre  lo  contencioso 


84 
judicuil  T  lo  coDtencioto  «dministratiTO :  los  trihi- 
nales  ordinarios  te  rigen  por  las  leyes ;  los  triboM- 
les  «dmiDistralivos  resoelTeii  acerca  de  las  dif|M^ 
sidones  qae  emanan  solamente  de  la  coroaa ,  y  qoe 
esta  por  si  misma  paede  derogar  ó  modificar,  fia 
cree  sin.  embargo  el  sefior  Olivan  que  á  los  trilla- 
nales  administrstivos  corresponde  imponer  castigos, 
sino  mny  peqnefios  y  en  casos  determinados ;  t 
piensa  qne  las  cuestiones  de  competencia  entre  onos 

¡f  otros  deben  ser  dirimidas  por  el  reT.  Al  hablar  de 
a  administración  suprema,  reconoce  la  necesidad  de 
establecer  un  cuerpo  superior  consaltiTO  al  lado  del 

{gobierno,  y  otro  consejo  parecido  á  aquel  al  lado  de 
os  jefes  políticos.  Estos  ,  en  concepto  del  sefior  Oli- 
va n  ,  no  deberían  entenderse  solamente  con  el  mi- 
nisterio de  la  Gobernación ,  sino  directamente  con 
cada  uno  de  los  ministerios,  según  correspondiesen 
á  uno  ó  A  otro  las  medidas  que  estoTÍesen  encarga- 
dos de  llevar  á  cabo,  ó  cuya  ejecución  propusierao. 
En  cuanto  á  la  administración  local  que  está  en  \os 
pueblos,  piensa  el  autor  nue  el  encargado  de  la  ad- 
ministración y  el  encargado  de  la  municipalidad  de- 
ben ser  una  misma  persona ;  mas  como  el  gobierno 
debe  tener  en  cada  pueblo  un  agente  nombrado  por 
i'^l ,  cree  que  pueden  concillarse  estos  estremos  eli- 
giendo  el  pueblo  los  concejales ,  y  de  entre  ello« 
nombrando  el  gobierno  el  alcalde. 

El  capítulo  cuarto  comprende  la  acción  admi- 
nistrativa. Esta  acción  no  consiste  precisamente 
en  aplicar  las  reglas  á  los  hechos  comunes,  sino  en 
prevecr  los  acontecimientos,  en  destruir  los  abuios 
y  satisfacerlas  necesidades  de  la  sociedad.  Estable- 
ce después  la  diferencia  que  hay  entre  la  acción  ju- 
dicial Y  la  acción  administrativa  activa  y  conteucio- 
sa ;  indica  el  auxilio  que  prestan  las  leyes  á  la  sd^^ 


85 
tninistracion,  estableciendo  sanción  penal  á  los 

(^lamentos  formados  por  ésta ,  y  dándole  el  carácter 
ato  y  discrecional  que  dentro  de  ciertos  limites  le 
correspondo  ;  examina  lo  qae  dice  relación  con  la 
acción  provincial  f  en  que  se  comprenden  los  debe- 
res administrativos  del  jefe  político  y  del  consejo  de 
provincia ,  y  lo  que  respecta  á  la  acción  municipal 
en  que  se  trata  de  las  obligaciones  del  alcalde  y  del 
ayuntamiento.  •  > 

Establecidos  los  principios  fundamentales  de  la 
ciencia  de  la  administración ,  trata  el  sefior  Olivan 
en  el  capitulo  quinto  de  las  reformas  administra- 
tivas que  deben  bacerse  en  Espafia ,  haciendo  las 
oportunas  aplicaciones  de  los  principios  sentados 
anteriormente  ,  examinando  los  sistemas  presenta- 
dos antes  y  después  de  la  revolución  de  Setiembre, 
y  dando  la  preferencia  á  los  primeros  como  mas 
conformes  con  los  fundamentos  de  una  buena  admi- 
nistración. 

En  fin ,  en  el  capitulo  sesto  da  noticia  de  los 
escritos  que  han  visto  la  luz  pública  relatiyos  á  esta 
ciencia ;  elogia  el  establecimiento  de  una  cátedra 
de  administración ,  y  escita  á  los  inteligentes  para 
que  se  apresuren  á  difundir  en  sus  escritos  las  no- 
rioncs  administrativas. 

Poco  tiempo  después  de  escrito  este  tratado,  se 
verificó  la  jornada  de  Torrejon  de  Ardoz,  cuya  des- 
cricion  hizo  el  sefior  Olivan  en  un  folleto ,  á  que 
acompafió  el  plano  del  terreno  en  que  tuvo  lugar 
aquel  suceso  que  cambió  la  faz  de  los  negocios  pú- 
blicos. Se  convocaron  Cortes,  que  declararon  ma- 
yor de  edad  á  S.  M. ,  y  después  de  los  aconteci- 
mientos que  motivaron  la  caida  del  ministerio 
Olózaga ,  y  de  la  dimisión  do  su  sucesor  el  ministe- 
rio González  Brabo ,  que  se  propaso  gobernar  al 


86 
país  por  medio  de  decreios ,  lomó  lai  riendas  del 
gobierno  el  gabioele  Narvaei ,  el  caal  se  aauci& 
como  un  gabinete  de  esiricla  legalidad  v  decidido  i 
marchar  por  la  linea  constitucional ,  sia  separarse 
de  ella  un  ápice.  Para  esto  crejró  necesario  reCarmar 
la  Consiitucion  existente  ,  que  en  su  concepto  •  por 
haber  aido  infringida  diferentes  veces ,  no  tenia 
el  suficiente  prestigio,  y  sustituirla  con  otra  que 
diese  mas  roDuslez  y  consistencia  al  poder  real. 
A  este  fin  volvió  á  reunir  los  cuerpos  colegislado- 
res ,  y  entonces  fué  otra  vez  elegido  diputado  por 
Huesca  el  señor  Olivan,  para  la  legislatura  de  lAU. 
Ha  sido  esta  legislatura  una  de  las  mas  importantes 
de  que  harán  mención  nuestros  anales  pariamen* 
tarios:  en  ella  se  ha  modiBcado  la  Constitución 
de  1837  «  y  establecido  otra  en  que  se  da  mas  es- 
tension  á  las  facultades  de  la  corona  ;  se  ha  decre* 
tado  la  devolución  al  clero  de  los  bienes  no  vendi- 
dos y  que  un  tiempo  fueron  suyos ;  se  ha  concedido 
una  autorización  al  gobierno  para  el  arreglo  de  la 
deuda  pública ;  se  ha  aprobado  el  plan  propuesto  por 
el  ministro  de  Hacienda  sefior  Mon ,  para  el  esta- 
blecimiento del  sistema  tributario,  y  se  han  dictado 
otras  disposiciones  también  de  grave  trascendencia. 
El  señor  Olivan  ,  como  uno  de  loa  hombres  mas  no- 
lables  de  la  Cámara  popular  ,  no  podia  dejar  de  to- 
mar parte  on  el  mayor  número  de  las  cuestiones  á 
que  dieron  lugar  todas  estas  leyes;  una  hay  sin  em- 
bargo ,  y  es  la  do  devolución  de  bienes  al  cloro «  eo 
cuya  discusión  no  tomó  la  palabra  •  .y  á  cuyas  vota- 
ciones no  asistió.  A  ¡uzgar  por  los  antecedentes  y 
Cor  las  teorías  administrativas  del  señor  Oüván,  ds- 
ió  ser  opuesto  á  la  medida  de  la  devolución «  como 
que  tieude  á  la  amortización  eclesiástica ;  pero  sí 
hubiera  presenpiado  los  debates  acaso  habria  votado 


8T 
MU  el  fohiemo :  U  ettetiion  •#  pretentaka  Mra  al 


jfor  númerd  da  diputado»  como  OMaüon  da  coii^ 
veni^oeia ,  coma  un  aacrlBcio  qua  debia  haceraa 
para  obiaoer  mayorea  veuiajast  j  juagando  h  frUri^ 
ora  diaculpable  el  apartarao  por  aquella  toi  de  loa 
buoDoa  prieeipioa  do  admioiairaaioo.  Si  kahiera  po^ 
dido  preveerae  que  arae  iufuodadaa  laa  aeguridadoo 
qoa  daba  el  anioiaiarío  acerca  de  laa  coDaeeoeoeiaa 
iomedíalaa  y  favorablas  para  el  afiaosainieolo  de  los 
inlereaea  oreados  que  dobian  aeguirae  de  la  medida, 
oa  seguro  que  uU  no  babría  aido  aprobada  por  el 
Congreso 

Eli  cuanto  i  la  reforiM  conalitiioional  t  aoaao  al 
ol  seSor  Olivan  hubiese  ealado  al  frente  del  gobiernov 
no  la  habría  propuaato;  pero  una  toi  propueata ,  la 
admitió,  porque  de^le  loego  la  Gonatitucion  modi- 
ficada esUba  maa  acorde  eoo  ana  principioa  que  el 
Código  de  1837.  Aprobó,  pues,  con  au  Yoto  todas 
laa  reformas  que  se  hicieron ;  no  tomó  ain  embargo 
una  parte  principal  en  la  diacuaíon,  y  aolo  baUó 
doa  vocea  para  proponer  dos  enmiendas,  la  ona  re-- 
lativa  á  la  variación  del  epígrafe  apoder  judieiúl  en 
admíní^raeiaH  déja$ii(M%*  y  la  otra  para  introdo* 
cir  oa  el  articulo  que  trataba  de  ajontamientoat  la 
idea  de  que  los  alcaldes  no  formaban  parte  de  estas 
corporadones  para  los  efectos  de  la  elección.  En 
apoyo  de  la  primera  soatovo  el  aeilor  Olivan,  que  ai 
bien  on  la  aplicación  de  laa  ieyea  los  tribunalea  de 
justicia  eran  independientes ,  no  conatituian  lo  que 
ae  llama  poder,  pori^ue  ni  tenían  la  iniciativa  como 
los  demaa  poderes,  ni  contñbuian  i  la  formación  de 
las  leyes.  La  serauda  la  fundó  en  laa  dudaa  que  se 
babian  originado  en  la  discnaion  sobre  la  lev  de 
ayuntamientos  del  aOo  1840 ,  acerca  de  ai  loa  aloaU 
des  eran  ó  no  elegiblea  por  loe  vecinoa  aegnn  In 


1 


88 

Constitución ,  j  en  la  necesidad  de  quitar  todo  mo- 
tivo de  interpretación  infundada.  Ambas  enmiendts 
faeron  aceptadas  por  el  Congreso,  y  los  artículos 
fueron  refornnados  en  el  sentido  que  deseaba  el  se- 
Aor  Olivan.  En  la  supresión  del  jurado  ▼  en  \w 
deoias  puntos  praves  de  la  reforma ,  el  diputado  pnr 
Huesca  votó  con  la  mavoria ,  si  bien  no  prestó  á  las 
opiniones  de  aquella  el  poderoso  auxilio  de  su  pala- 
bra. Kl  sefior  Olivan  estaba  convencido  de  que  la 
Constitución  debia  modiBcarseen  el  sentido  que  pe- 
dia el  ministerio :  'hizo  bien  en  votar  U  reforma;  nos 
parece  sin  embargo  que  su  convicción  era  errada. 
Sin  creer  perfecta  la  Constitución  de  1837.  juzgamos 

ue  el  ministerio  que  no  pudiese  gobernar  con  ella. 

o  podria  gol>croar  con  otra.  El  que  hubiese  sido 
antes  infringida  no  probaba  nuda  contra  ella;  con- 
tra quien  probaba  en  todo  caso  era  contra  los  in- 
fractores :  para  que  este  arirumento  probase  al|ro 
era  necesario  demostrar  primero  que  los  itobiernos 
que  la  habian  inflingido  no  habian  podido  pasar 
por  otro  punto:  esto  se  dijo;  pero  no  llegó  á  de- 
mostrarse. 

En  la  discusión  relativa  al  proyecto  de  autnri- 
zAcion  al  gobierno  para  el  arreglo  de  la  deuda  pú- 
blica ,  V  en  la  que  versó  sobre  el  proyecto  de  un 
nuevo  sistema  tributario,  tomo  el  sefior  O-iván  una 

Iiartc  mas  activn ,  debiendo  sostener  el  dictamen  de 
a  comisión  que  entendió  en  estos  dos  proyectos,  y 
de  que  el  diputado  por  Huesca  era  individuo.  Acerca 
del  arreglo  do  la  deuda ,  la  cuestión  estiba  reducida 
á  un  voto  de  confianza ;  los  que  tenían  confianza  en 
el  gabinete  le  dieron  su  voto,  y  el  sofior  Olivan  fué 
un'«  de  ellos.  Sostuvo  ademas,  siendo  consecuente 
^n  sus  doctrina*}»  la  necesidad  de  cumplir  con  los 
•  acreedores  y  entrar  de  una  ver  en  el  camino  de  la 


I  i 


80 
regularidad  y  de  la  buena  administración  t  para  lo 
cual  el  primer  paso  que  debia  darse  era  arreglar  de- 
6niti¥amente  j  liquidar  los  créditos  que  aparecieseu 
contra  el  Estado. 

No  estuvo  tan  felix  el  ilustre  diputado  en  el  apo- 
yo que  dio  al  nuevo  sistema  tributario:  verdad  es 
que  una  vez  aprobados  1,200  millones  de  gastos,  si 
se  quería  una  nivelación  con  los  ingresos,  como  de- 
lúa  quererse  para  introducir  desde  luego  el  orden 
en  la  administración,  debian  procurarse  otros  1,SMH) 
millones  de  ingresos  por  los  mejores  medios ;  verdad 
es  también  que  no  habiendo  mas  medios  que  aumen- 
tar el  crédito  y  contraer  un  empréstito,  ó  imponer 
nuevas  contriouciones.  y  siendo  el  primero  por  ei 
momento  imposible,  necesariamente  habia  de  ape-* 
larse  al  segundo ;  pero  partiendo  del  principio  de 
la  nivelación  de  los  gastos  con  los  ingresos ,  en  vez 
de  elevar  estos  hasta  la  altura  de  los  primeros,  de- 
berían haberse  rebajado  aquellos  hasta  poner  nive- 
ladas ambas  partidas ;  y  esta  era  la  ocasión  de  haber 
aplicado  la  leoria  auo  con  tanta  lucidez  y  copia  de 
razones  desenvolvió  el  mismo  sefior  Olivan  en  la 
legislatura  de  1840 ,  proponiendo  que  si  los  gastos 
eran  1,200  millones  y  los  ingresos  ascendían  solo  á 
800 ,  se  rebajase  cada  partida  del  presupuesto  de 
gastos  hasta  quedar  reducida  á  las  8/12.  Desde  luego 
no  habría  sido  necesario  hacer  tan  consideral^e  re- 
baja ,  combinando  esta  medida  con  otras  que  se  in- 
dicaron en  la  discusión ,  y  que  visiblemente  tendían 
i  mejorar  el  estado  de  las  rentas,  y  hacer  que  estas 
diesen  mavores  rendimientos.  El  sefior  Olivan  tuvo 
entonces  demasiada  fé  en  lo  que  proponía  el  ministro 
de  Hacienda ,  y  deseoso  del  bien ,  abrazó  el  primer 
medio  que  i  su  vista  se  presentaba  como  mas  sen- 
cillo para  conseguirlo,  creyendo  sinceramente  en 


00 
los  cálealot  del  saflor  Mon ,  y  deseonBMdo  de  m 
propio  criterio  ^  cuándo  el  que  te  hallaba  en  sitiu- 
cion  de  poseer  mejores  datos  para  juagar  con  acierto, 
sostenía  to  fácil  y  hacedero  de  su  sistema.  Otrsi 
consideraciones  ademas  de  estas ,  movieron  sin  dada 
al  señor  Olivan  para  ponerse  de  parte  del  nnevosis^ 
tema  tríbatario;  considerado  en  su  conjunto  el  íhh 
porte  de  las  nuevas  contribuciones ,  y  de  las  qae 
sustituían  i  las  antiguas ,  no  era  lan  esorbitaate 
como  á  primera  vista  parece ;  bien  repartido  prime* 
ro  entre  los  diversos  ramos  de  la  riqueía  imponible, 
7  después  entre  las  diferentes  pi^vincias,  según  loi 
datos  estadísticos  que  pudieran  hallarse  nuis  exactos, 
tal  vez  podría  cobrarse  con  no  muoho  gravamen  de 
los  pueblos:  la  cuestión  por  otra  parte  era  cnestioi 
de  gabinete ;  este  en  aquella  época  merecía  toda  h 
confianza  de  las  Cortes;  los  peligros  de  una  crisis 
ministerial  eran  graves ,  j  no  siendo  absolutamente 
imposible  plantear  el  sistema  de  nivelar  los  ingresos 
con  los  gastos  por  un  aumento  bien  calculado  de  las 
contribuciones ,  todavía  no  dejaba  de  fundarse  es 
buenas  razones  el  voto  de  los  que  apoyaron  en  aque- 
lla ocasión  al  ministerio,  si  DÍen  no  eran  estas,  á 
nuestro  modo  de  ver ,  tan  indestruotibles  como  las 
que  antes  hemos  apuntado. 

En  la  misma  legislatura  tomó  parte  también  el 
sefior  Olivan  en  otras  dos  cuestiones  importantes, 
la  una  relativa  á  la  conversión  en  tituloa  del  3  por 
100  de  los  créditos  procedentes  de  con  tratos «  y  h 
otra  concerniente  al  proyecto  de  ley  penal  del  trá- 
fico de  negros.  Gomo  individuo  de  la  coausion ,  ea 
la  primera  sostuvo  con  sólidos  argumentos  que  de- 
bía aprobarse  la  conversión ;  esta  por  otra  parle 
había  sido  una  medida  de  necesidad  que  el  rabíemo 
había  tenido  que  adoptar  para  poder  vivir,  digáaaos- 


91 
lo  así ,  y  reparar  oq  algUD  modo  los  efecto»  de  la 
desastrosa  adminUlracioo  del  sefior  Carrasco.  Al 
tratarse  de  la  ley  sobre  la  represión  del  tráfico  de 
negros,  pronunció  un  discurso  en  favor  de  ella,  y 
demostró  con  escelentes  razones  y  con  el  ejemplo  de 
tos  Estados-Unidos,  que  abolido  el  tráfico ,  la  raza 
negra  de  las  Anlillas  puede  no  solo  conservarse  tino 
aumentarse ,  y  que  por  consiguiente ,  lejos  de  «er 
an  mal  esta  abolición « será  un  bien  para  las  provin- 
cias de  Ultramar,  donde  al  mismo  tiempo  debia  fo- 
mentarse la  población  blanca. 

Otra  de  las  leyes  que  se  hicieron  en  la  legislatura 
de  1844  faé  la  que  autoriza  al  gobierno  para  orga* 
nizar  las  leyes  de  ayuntamientos,  diputaciones,  con- 
sejos de  provincia  y  Consejo  supremo  de  adminis- 
tración. Esta  autorización  se  votó  en  el  Congreso 
Eor  unanimidad,  y  terminada  la  legislatura ,  el  go« 
ieroo  ha  empezado  últimamente  ú  poner  en  planta 
la  ley  que  establece  el  Consejo  real,  ó  sea  cuerpo 
8U(>erior  administrativo,  y  los  consejos  de  provincia. 
El  señor  Olivan,  que  tiene  conocimientos  especiales 
en  esta  materia,  que  acerca  de  ella  ha  escrito  con 
tanto  acierto ,  y  qué  ha  sabido  adquirirse  una  posi- 
ción respetable  por  sus  luces  y  por  su  honradez,  no 
debia  ser  olvidado  al  hacer  dos  nombramientos  para 
el  Consejo  superior  consultivo.  Efectivamente  ha 
sido  elegido  consejero,  aunque  sin  solicitarlo,  ni 
dar  paso  alguno  para  obtenerlo,  á  propuesta  del  mi- 
nistro de  la  Gobernación  ^efior  Pidal. 

De  lo  dicho  resulta ,  que  puede  ser  considerado 
el  señor  Olivan  bajo  cuatro  principales  aspectos: 
como  político,  como  literato,  como  hombre  de  ad- 
minislracion  y  como  industrial. 

Bajo  el  aspecto  político,  sus  doctrinas,  que  nunca 
han  variado  >  han  sido  las  que  proclama  el  partido 


d2 

moderado;  se  ha  distinguido,  sosteniendo  estos  priih 
cipios ,  primero  en  los  periódicos  de  la  segandt 
época  constitucional ,  y  en  los  folletos  que  publieó 
por  aquel  tiempo  ,  dando  pruebas  de  una  previsioo 
y  de  una  profundidad  de  ideas  que  pocos  mostraron 
en  aquellas  circunstancias;  después  en  la  obra  que 
publicó  en  París  con  el  titulo  de  Eusato  impabcul 

SOBU   EL  GOBIEENO   DEL    BET    DON    FeBNAUDO  Vil, 

en  la  cual  se  propuso  un  fin  altamente  patriótico,  y 
por  cuya  publicación  sufrió  quince  meses  de  arresto; 
después  en  los  periódicos  de  esta  última  época;  y  por 
último,  en  el  Congreso,  donde  logró  adquirir  ana 
alta  reputación  de  hombre  de  gobierno  y  hombre  de 
parlamento.  El  sefior  Oliyán,  para  formar  sus  cod- 
vsccioncs  políticas,  no  se  ha  atenido  solamente  á  las 
teorías ;  ha  descendido  á  la  práctica ,  ha  examinado 
la  posibilidad  de  ponerlas  en  ejecución,  ha  meditado 
sobre  las  circunstancias  del  pais.  En  sus  yiajes  ha 
tenido  ocasión  de  examinar  de  cerca  lo  que  en  sos 
lecturas  habia  aprendido,  y  su  talento  observador 
ha  deducido  las  consecuencias  naturales  de  los  he- 
chos ,  con  relación  á  los  paises  que  ha  ?ísto ,  j  con 
relación  á  Espafia.  Habiendo  residido  mucho  tiempo 
en  nuestras  colonias,  está  enterado  á  fondo  de  sos 
necesidades,  y  ha  meditado  sobre  los  medios  de  sa- 
tisfacerlas :  así  los  discursos  que  en  el  Congreso  ha 
tenido  ocasión  de  pronunciar  sobre  esta  materia,  bao 
obtenido  un  general  asentimiento.  En  medio  de  lo 
arraigadas  que  están  en  su  ánimo  las  convicciones 
políticas,  ha  sido  siempre  tolerante  con  los  hombres 
de  opuestas  creencias;  de  carácter  independiente,  ha 
seguido  en  todas  ocasiones  la  linea  de  conducta  qae 
le  dictaba  su  conciencia,  sin  ceder  á  sugestiones  del 
poder,  ni  de  los  partidos,  que  no  estuviesen  de 
acuerdo  con  sus  ideas ,  y  no  necesitando  tampoco  de 


93 
los  partidos  ni  del  poder  para  proveer  á  $q  tobsit- 
toncia  9  se  ha  yisio  al  abrigo  de  toda  leniacion  que 
tendiese  á  hacerle  aparecer  como  poco  firme  en  sos 
creencias  políticas. 

Como  literato,  si  bien  en  la  bella  literatura  no 
ha  dado  de  si  brillantes  muestras ,  no  por  eso  deja 
de  tener  una  instrucción  vasta  y  cscoffida:  sn  estilo 
es  correcto,  sencillo  y  claro ,  cualidades,  especial- 
mente la  primera ,  que  no  son  muy  comunes  entre 
nuestros  literatos  modernos,  sin  que  por  eso  deje  de 
haber  honrosas  escepciones.  Conoce  perfectamente 
la  Índole  de  nuestro  idioma ,  y  ha  hecho  un  detenido 
estudio  de  las  lenguas  latina  y  griega ;  está,  perfecta- 
mente instruido  en  la  literatura  espafiola  y  estrein-^ 
jera;  en  una  palabra,  el  señor  Olivan  no  es  un  genio; 
pero  es  un  hombro  de  talento  y  de  instrucción ;  en 
cambio  hay  muchos  que,  sin  tener  instrucción  ni 
talento,  pasan  por  genios,  porque  poseen  lo  que  el 
señor  Olivan  no  tiene  en  el  grado  que  se  requiere 
para  sobresalir  en  la  bella  literatura,  á  saber:  \  i  veza 
de  imaginación. 

Como  hombre  de  administración ,  sus  teorías  son 
las  de  todos  los  hombres  iutelif^entes  sin  distinción 
de  partidos.  El  señor  Olivan  tiene  sin  embargo  la 
ventaja  de  haberlas  espuesto  en  artículos  y  en  es- 
critos con  aquella  claridad  y  aquel  método  que  dis- 
tinguen todas  sus  obras ,  y  de  haberlas  sostenido  en 
el  Parlamento  con  toda  la  fuerza  de  raciocinio ,  y 
con  aquella  argumentación  robusta  que  tienen  los 
discursos  desnudos  de  hipérboles ,  y  que  se  dirigen 
ú  la  razón  y  no  á  la  fantasia.  Sus  peroraciones  en  la 
legislatura  do  1840  sobre  presupuestos  y  sobre  eré* 
dito,  podrían  formar  un  tratado  muy  apreciable  de 
la  ciencia  administrativa.  En  la  legislatura  de  1844 
todavía  defendió  los  mismos  principios,  si  bien  no 


i 


M 

tuvo  en  naestro  concepto  la  fortaai  de  éeáum  de 
ellos  acerlaiat  conseeaenciat.  Sa  «rtíealo  de  la  Bih 
eMopediá  sobre  la  ADMiinsTRAGioii  fAblica  oes 
RELACIÓN  Á  España  y  es  una  obra  bastante  por  si  sola 
para  granjear  á  no  hombre  la  reputación  de  enten- 
dido en  materias  de  administración.  El  señor  Olivas 
ha  hecho  ademas  un  grande  estudio  de  esta  cien- 
cia 9  no  solamente  en  los  libros ,  sino  en  U  práctica; 
porque  en  efecto ,  una  de  las  primeras  condicio- 
nes que  debe  tener  toda  teoría  es «  que  sea  apli- 
cable ,  y  que  lo  sea  al  pais  en  donde  debe  hacerse  la 
aplicación. 

Gomo  industrial,  su  genio  laborioso,  y  sobre 
todo  sus  estudios  en  las  ciencias  matemáticas  v  fisi- 
cas,  le  han  proporcionado  ocasión  de  tomar  parte 
en  muchas  empresas,  algunas  coronadas  con  boeo 
éxito :  la  Compañía  general  de  seguros  j  otras  le 
cuentan  entre  sus  principales  socios,  y  por  regla 
general  no  se  forma  en  España  una  asociación  de 
alguna  importancia  industrial  én  que  no  se  le  invite 
á  tomar  parte ,  ó  para  la  cual  no  se  consulte  su  opi- 
nión. Sus  viajes  le  han  proporcionado  también  la 
ocasión  de  examinar  el  estado  de  la  industria  en  los 
países  cstranjeros  mas  adelantados  que  el  nues- 
tro ;  ha  visto  cnanto  estaba  por  hacer  todavía  en 
España  en  este  punto ,  y  cuántas  riquezas  no  es- 
plotadas  encierra  nuestro  suelo  ,  y  cuan  grande 
impulso  puede  dar  á  la  industria  el  espíritu  de  aso- 
ciación. 

Por  último,  como  particular,  su  carácter  franco 

:  honrado ,  no  falto  sin  embargo  de  energía ,  le  ha 
echo  estimar  de  la  mayor  parte  de  los  que  le  cono- 
cen ,  y  respetar  de  los  pocos  á  quienes  no  ha  inspi- 
rado aprecio.  Las  cualidades  que  le  adornan  no 
honran  solo  á  su  partido,  honran  también  al  pais,  y 


85 

run  dia  llega  Espaffa  á  entrar  en  las  verdaderas 
iciones  del  gobierno  representativo « lodos  los 
dos  bascarán  el  apojo  ael  seftor  Olivan  en  los 
destinos  de  la  nación «  como  ano  do  los  bom- 
qae  mas  útiles  pueden  ser  á  su  patria. 


^ 


* 


D.  MANUEL  PÉREZ  HERNÁNDEZ. 


Íjn  tiempos  de  revolacion  y  de  gaerra  civil  son 
contadas  las  reputaciones  que  se  libran  de  la  saña 
de  los  partidos ,  son  muy  pocos  los  hombres  cuya 
honra  no  ha  sufrido  algún  ataque  de  parte  de  sus 
enemigos  políticos.  Vuelta  la  sociedad  á  su  orden 
natural,  la  historia  imparcial  hace  justicia  á  todos; 
pero  no  logra  sino  con  gran  trabajo  desarraigar  las 
preocupaciones  y  desvanecer  la  calumnia,  que  con 
dificultad  suelta  su  presa  cuando  se  ha  cebado  en 
algún  nombre.  Los  partidos  se  subdividen  con  el 
tiempo ,  y  no  es  menor  el  odio  que  al  fin  llegan  á 
abrigar  los  disidentes  de  un  bando  contra  sus  ante- 
riores amigos ,  que  el  que  alimentaron  contra  sus 
Tomo  ix.  7 


98 
mas  antiguos  adyersarios ;  resaltando  de  aqni ,  qae 
los  ^Ipes  de  los  unos  destruyen  lo  que  ba  dejado 
en  pié  la  ira  de  los  otros.  En  estas  circunstancias  es 
dificfil  la  tarea  del  que  se  encarga  de  liacer  la  histo- 
ria de  alguno  de  esos  hombres ,  que  habiendo  figu- 
rado en  uno  ú  otro  bando  al  frente  de  nuestras  re- 
Yoluciones  ó  de  nuestras  reacciones »  han  servido 
siempre  de  blanco  á  los  tiros  de  ^us  contrarios ;  pero 
por  esta  misma  razón  es  tanto  mas  fácil  escribir  la  de 
aquellos  que,  ó  no  se  han  distinguido  basta  el  punto 
de  atraer  las  miradas  de  los  envidiosos  y  maldicieo- 
tes  y  también  de  los  rígidos  censores ,  6  pertenecen 
al  número  de  los  privilegiados ,  de  que  hemos  ha- 
blado al  principio ,  á  la  clase  de  aquellos  cuya  Cama 
ha  sido  de  todos  respetada.  Los  elogios  dados  á  los 
hombres  de  esta  última  clase  no  pueden  ser  tacha- 
dos de  parciales;  están  justificados  en  el  mero  hecho 
de  haber  salido  ilesa  su  reputación  del  naufragio 
donde  tantos  otros  han  perecido ,  ó  quedado  mal  pa- 
rados. El  partido  contrario  á  sus  ideas  les  rechaza 
como  poco  á  propósito  para  dirigir  los  destinos  de 
la  nación  ó  influir  en  su  gobierno ;  pero  no  les  puede 
negar  la  hoors^dez,  la  probida4  poUiica,  la  firmen 
e^  sus  opiniones,  la  sinceridad  en  sus  deseos,  la 
buen^  fé  en  sus  convicciones  y  en  sus  obras.  Esto 
svicede  coa  don  Manuel  Pérez  Hernández. 

Don  Manuel  Pérez  Hernández  nación  en  Mérida  en 
8  de  febrero  de  1803 »  y  regibíó.  su  educación  en 
Salanunca ,  habiendo  eojiprendido  en  1817  la  car- 
rera de  las  leyes,  que  concluyó  en  1823.  En  1S30 
acogió  con  entusiasmo  el  cambio  político  que  se  ve- 
rificó en  aquella  época,  fué  iadividuo  déla  Sociedad 
patriótica,  y  pronunció  el  discurso  inaugural  el  día 
en  que  se  instaló.  Las  sociedades  patriótica^  entoacei 
reuniau  en  su  seno  cuantos  jóvenes  habia  de  arre- 


99 
balada  imaginación  y  acalorado  liberalismo,  ibr* 
mando  estos  do  tal  modo  la  mayoría ,  que  apenas 

Suede  decirse  que  encontraban  oposición  las  ideas 
e  libertad  mas  exageradas.  No  era  estraño ;  por  una 
parte  acababa  la  nación  de  sacudir  el  yugo  que  había 
llevado  con  impaciencia  por  seis  años »  de  recobrar 
anos  derechos  que  habia  conc^uistado  a  costa  de  sus 
tesoros'  y  su  sangre ,  y  que  la  ingratitud  le  habia  ar* 
rebatado  cuando  mas  asegurados  los  creia ;  ast  la 
manifestación  do  «us  sentimientos  debia  ser  igual  á 
la  violencia  con  que  hablan  estado  comprimidos : 
por  otra  parte «  éramos  nuevos  en  la  carrera  de  la 
libertad ,  y  todavía  los  desengaños  y  la  esperiencia 
no  hablan  amaestrado  á  los  españoles  lo  suficiente 

Era  hacerles  huir  de  las  exageraciones «  que  aca-^ 
n  por  perder  las  mejores  causas.  Después  el  tiem- 
5o ,  la  desgracia ,  las  costosas  esperiencias  han  mo^ 
ificado  muchas  ideas,  han  reducido  á  su  justo  valor 
muchas  otras,  han  hecho  abandonar  algunas  por  la 
generalidad ,  y  ahora  se  encuentran  en  las  filas  del 
partido  moderado  muchos  que  entonces,  jóvenes  en- 
tusiastas y  hombres  de  buena  fé,  se  dejaron  llevar 
de  ilusiones  irrealizables. 

No  se  crea  sin  embargo  que  faltaban  en  aquella 
época  hombres  que  previesen  á  lo  que  podría  con- 
ducir la  exageración  de  ideas,  y  que  clamaran  contra 
ella  en  sus  peroraciones,  y  do  este  número  fué  don 
Manuel  Pérez  Hernández,  que  liberal  por  convic- 
ción Y  no  por  el  atractivo  de  la  novedad ,  joven  en- 
tusiasta, pero  no  arrebatado,  conoció  con  tiempo 
lo  que  muchos,  muy  dignos  también  y  muy  ilustra- 
dos, no  conocieron  sino  algunos  años  mas  tarde. 
Disgustado ,  pues ,  de  esta  exageración  de  ideas ,  se 
separó  de  la  sociedad  patriótica  en  1822 ;  pero  de- 
masiado conocido  en  salamanca  por  sus  opiniones 


100 
liberales  t  tuyo  qne  abandonar  aquella  universidad 
imando  llegó  la  reacción  Yiolenta  de  1823,  pues  sa- 
lado es  nae  en  las  reaccioneé  políticas,  lo  mismo  son 
perseguidos  los  encarnizados  enemigos  que  los  mas 
tibios,  y  aun  estos  lo  suelen  ser  con  preferencia, 
porque  presentan  un  sistema  realizable  y  por  tanto 
capaz  de  alejar  para  siempre  del  poder  á  los  reac- 
cionarios ,  mientras  el  sistema  de  los  otros ,  siendo 
imposible ,  trae  por  consecuencia  la  dominación  del 
partido  opuesto.  D.  Manuel  Pérez  Hernández  se  tío, 
pues,  obligado  á  pasar  á  Sevilla  á  continuar  sos  es- 
tudios ,  donde  se  recibió  de  abogado  en  1825,  y  don- 
de, incorporado  en  el  colegio,  ejerció  la  profesión 
con  bastan  te.  crédito  hasta  mediados  de  1828.  Molí- 
f  os  de  familia  le  hicieron  trasladarse  á  Ecija ,  donde 
se  estableció  y  permaneció  hasta  abril  de  1835.  En 
aquella  época  se  habian^  verificado  sucesos  impor- 
tantes para  nuestra  patria:  la  amnistía,'  la  muerte 
del  rey  Fernando ,  la  proclamación  de  la  reina  Isabel 
y  de  la  regencia  de  su  augusta  madre;  la  jura  del 
Estatuto  real ,  la  reunión  de  las  Cortes  con  arreglo 
á  esta  ley,  la  creación  de  la  Milicia  Urbana.  El  nuevo 
orden  de  cosas  exigía  para  su  afianzamiento  una  ya- 
riacion  en  la  legislación  existente  en  cuanto  pudiera 
oponerse  al  sistema  qne  se  acababa  de  inaugurar. 
Alteróse  pues  la  organización  de  los  ayuntamientos, 
dióseles  nueva  forma ,  y  don  Manuel  Pérez  HernaiH 
dez ,  que  ya  era  conocido  en  Ecija  por  su  amor  á  la 
libertad  hermanada  con  el  orden  público,  no  menos 

3ue  por  su  capacidad  é  instrucción ,  fué  elegido  sín- 
ico de  aquella  municipalidad,  y  desempeñó  este 
destino  hasta  su  venida  á  Madrid  en  mayo  de  1835. 
Dos  meses  después  se  daba  á  conocer  como  escritor 
público  por  sus  artículos  insertos  en  la  Abeja  ^  pe- 
riódico que  entonces  se  publicaba  con  bastante  aoep- 


101 

iacion  y  que  sostenía  las  doctrinas  de  una  libertad 
prudente  y  moderada ,  tan  enemiga  de  los  horrores 
del  despotismo ,  como  de  los  escesos  de  la  anarquía. 
Redactaban  á  la  sazón  aquel  periódico  los  señores 
don  Joaquín  Francisco  Pacheco,  don  Alejandro  Oli- 
van ,  don  Javier  de  Quinto  y  don  José  de  la  Pefia  y 
Aguayo ;  pero  estos  distinguidos  escritores  abando- 
naron á  poco  tiempo  la  redacción ,  y  el  señor  Pérez 
Hernández  quedó  con  el  señor  Pacheco  casi  esclusi- 
yamente  encargado  de  ella  durante  las  revueltas  de 
aquella  época. 

Acababan  de  verificarse  entonces  horribles  ase- 
sinatos y  escesos  de  toda  especie,  cometidos  bajo  la 
máscara  de  patriotismo  y  de  amor  á  la  libertad  por 
turbas  de  malvados,  sin  otros  principios  que  los  del 
robo  y  el  saqueo.  En  Zaragoza «  bajo  pretesto  de 
proclamar  la  Constitución  se  hablan  incendiado  al- 
gunos conventos  y  asesinado  á  los  religiosos^;  en 
Murcia  y  Málaga  babia  corrido  la  sangre  de  las  au- 
toridades ,  y  ya  en  el  año  anterior  Madrid  habia  pre- 
senciado asombrada  la  invasión  de  los  conventos  y 
las  terribles  catástrofes  del  17  de  julio.  La  guerra 
por  otra  parte  ardia  con  violencia  en  las  provincias 
del  Norte .  y  amenazaba  propagar  su  intensidad  á 
los  inmediatos  y  aun  á  lo  interior  del  reino.  Tanto 
para  atajar  el  uno  como  el  otro  de  estos  males,  era 
necesario  adoptar  una  política  firme  y  vigorosa  que 
impusiera  y  aterrara,  asi  á  los  facciosos  como  á  los 
anarquistas ;  el  señor  Pérez  Hernández  lo  aconsejó 
en  sus  artículos ,  insistiendo  empero  en  que  las  me- 
didas que  se  adoptaran  no  traspasasen  los  límites  de 
la  legalidad  >  porque  en  efecto  sin  salirse  de  la  ley 
era  posible  abandonar  la  política  contemporizadora 
y  meticulosa  que  hasta  entonces  se  habia  seguido ,  y 
que  siendo  efecto  del  deseo  del  bien ,  era  tenida  por 


102 
cobardía  entre  los  enemigos  declarados  de  las  íbsIh 
tuciones  y  también  entre  los  amigos  del  desórdei. 
El  ministerio  del  señor  conde  de  Toreno »  que  i  li 
sazón  regia  los  negocios  públicos «  lo  reconoció  asi, 
y  en  una  exposición  que  elevó  á  S.  M^  propuso  li 
adopción  de  yarias  disposiciones  que  tendian  i  dar 
mayor  fuerza  al  gobierno  para  contener  la  anaranU; 
mandábase  por  ellas  promover  el  alistamiento  de  la 
Milicia  Urbana  y  espulsar  de  sus  filas  á  los  que  no 
ofreciesen  garantías  para  desempeñar  el  objeto  de 
tan  importante  institución;  disponíase  el  estableci- 
miento de  comisiones  militares  en  los  puntos  donde 
bubiese  amagos  de  desorden ;  se  conminaba  con  pe- 
nas n  los  oficiales  del  ejército  que  no  hallándose  *eD 
comisión  del  servicio  no  se  presentasen  inoaediata- 
mente  en  sus  cuerpos ,  y  á  los  empleados  que  infrie- 
giendo  sus  deberes  tomasen  parte  en  algún  motín  ó 
fuesen  individuos  de  alguna  sociedad  secreta;  y  per 
último ,  reconociendo  el  gobierno  que  el  medio  mas 
eficaz«para  consolidar  las  instituciones  era  interesar 
en  su  sostenimiento  á  los  pueblos,  dispensándoles 
todos  los  beneficios  posibles,  prometía  á  los  libera- 
les prudentes  bien  meditadas  reformas,   y  anun- 
ciaba que  estaba  preparando  su  ejecución. 

Así  pues  el  gobierno  reconoció  que  la  polítirs 
que  entonces  convenía  seguir  era  una  polUica  da 
energía  y  firmeza  dentro  del  círculo  legal ,  y  de  pru- 
dentes reformas  que  aliviasen  al  pueblo  de  las  car- 
gas que  le  impusiera  una  viciosa  administración  por 
espacio  de  muchos  siglos.  Con  esta  política  de  ener- 
gía y  firmeza  no  eran  temibles  los  facciosos ,  y  me- 
nos aún  los  revolucionarios ;  pero  desgraciadameale 
esta  política  no  se  siguió  por  mucho  tiempo ,  ó  por 
mejor  decir ,  no  se  dio  en  ella  mas  que  el  primer 
•paso ;  y  si  los  redactores  de  la  Abeja  habían  procla* 


loa 

mado  tina  verdad  eTidenie  al  decir  que  la  Espaia 
era  diCcil  de  gobernar «  pero  todatia  mas  dSfieil  de 
revoiucioDar ,  do  se  olvidaron  de  reoonocer^  aunque 
IM  de  un  modo  tan  espUciio,  oiro  no  menos  palpable^ 
á  saber:  que  podria  llegar  el  tiempo  eú  que  esta 
nada*  fuese  mas  fácil  de  revolueiondr  que  de  go- 
bernar, si  no  se  continuaba  eláislMBa  yigoroso  que 
parecía  dispuesto  á  seguir  el  ministerio ,  si  no  ae 
trataba  de  concluir  de  una  vea  con  la  facción  que 
asolaba  las  provincias  del  Norte,  de  contener  en  las 
demás  con  mano  fuerte  loa  desórdenes >  de  castigar-* 
los  donde  una  vez  estallasen ,  y  de  llevar  adelante 
las  reformas  proyectadas  para  quitar  á  aquellos  todo 
pretesto. 

Esta  doctrina ,  que  consiatia  en  huir  igualmente 
de  ambos  estremos,  en  aceptar  las  reformas,  pero 
querer  que  se  hicieran  en  tiempo  oportuno»  en 
censurar  todos  los  desmanes  que  trataban  de  cubrirse 
lyijo  ia  capa  de  libertad,  en  rechazor  cuanto  tendiese 
á  entronizar  el  despotismo,  es  la  que  sostenía  con 
convicción  y  con  celo  el  señor  Fcrez  Hernández  en 
la  Abeja,  La  oposición  de  entonces  queria  avanzar 
con  paso  rápido  en  la  reforma  política;  el  sefior 
Pérez  Hernández  sostenía  que  antes  de  dar  un  paso 
debia  examinarse  el  terreno  sobre  que  se  iba  á  sen- 
tar el  pié  para  no  esponerse  á  caer  en  el  abismo ;  la 
oposición  deseaba  <|ue  caminasen  de  frente  la  guerra 
y  la  política ,  y  que  la^  una  ayudase  á  la  otra ;  el  se-* 
ñor  Pérez  Hernández  creia  que  debían  en.  efecto  an» 
ailiarse  mutuamente,  pero  si  pedia  una  guerra  vi-» 
gorosa  y  firme ,  exigía  una  politioa  prudente  y  pre^ 
yísora  ,  no  exagerada  y  peligrosa ;  la  oposioion 
pretendía  que  se  persigiñese  á  todos  los  carlistas,  ya 
se  hallasen  cun  las  armas  en  la  meno  ó  auxiliando 
de  cualquier  modo  á  los  rebeldes «  ya  permanecida- 


104 
sen  pasivos  espectadores  de  la  lacha ;  el  señor  Pérez 
Hernández  negaba  á  un  gobierno  juslo  la  facaltad 
de  perseguir  tan  solo  por  opiniones ,  y  de  molestar 
á  los  que  obedecían  las  leyes  y  no  tomaban  parte  en 
la  contienda. 

Pero  abandonado  el  sistema  de  vigor  y  fortaleza 
en  que  como  hemos  dicho  no  se  había  dado  mas  qoe 
el  primer  paso;  olvidados  é  impunes  los  crímenes  que 
en  las  jírincipales  capitales  se  habían  cometido ;  y 
unido  esto  á  los  ocultos  manejos ,  ya  de  los  carlis- 
tas que  pugnaban  por  desacreditar  el  sistema  repre- 
sentativo ,  hacienao  que  los  liberales  exaltados  se 
lanzasen  á  cometer  desórdenes ,  ya  de  los  revolucio- 
narios que  querían  precipitar  la  marcha  de  los  su- 
cesos y  levantar  una  oarrera  de  cadáveres  entre  unas 
y  otras  doctrinas  ,  ya  de  una  mano  estranjera  ene- 
miga de  nuestra  prosperidad  ,  volvieron  á  conmo- 
verse las  principales  capitales,  y  comenzó  en  Barce- 
lona la  serie  de  asesinatos ,  incendios  y  motines  qi)e 
han  hecho  después  tristemente  célebre  aquella  ciu- 
dad en  la  historia  de  estos  últimos  tiempos.  En  25 
y  26  de  junio  se  incendiaron  en  la  capital  del  Prin- 
cipado varios  conventos»  y  fueron  asesinados  ma- 
chos religiosos  ;  en  5  de  agosto  se  fusilaron  en  Va- 
lencia ,  sin  forma  de  proceso,  algunos  facciosos  qoe 
hablan  sido  aprehendidos  con  las  armas  en  la  mano; 
en  la  misma  noche  de  aquel  dia  uua  turba  de  asesi- 
nos entraba  en  Barcelona  en  la  habitación  del  gene- 
ral Bassa  ,  le  quitaba  la  vida  á  puñaladas ,  y  arras- 
traba por  las  calles  su  cadáver  mutilado  ,  mientras 
otros  con  la  tea  en  la  mano  recorrían  la  población  y 
reducían  á  cenizas  hermosas  fábricas  de  particula- 
res y  costosos  edificios  públicos.  Entre  tanto  una 
espedicíon  carlista ,  penetrando  por  la  provincia  de 
Huesca »  sembraba  por  do  quiera  el  luto  y  la  coas* 


105 

ternacion.  En  estas  circunstancias  los  amigos  del 

Sobierno ,  los  hombres  aae  como  don  Manuel  Pérez 
[ernandez  veiau  con  dolor  tales  desmanes »  y  que 
interesados  en  el  triunfo  de  la  libertad  mas  que  en 
la  satisfacción  de  su  amor  propio  ,  la  veian  peligrar 
7  próxima  á  morir  en  manos  ae  los  que  se  titulaban 
sus  mas  ardientes  defensores»  aconsejaron  al  go- 
bierno que  avanzase  un  paso  mas ,  que  satisficiese 
en  lo  que  era  justo,  y  que  ya  había  llegado  á  ser 
oportuno  el  deseo  de  pueblo  ,  suprimiendo  las  ór- 
denes regulares ,  contra  las  cuales  mas  particular- 
mente se  habia  dirigido  la  saña  popular,  y  reunien- 
do las  Corles  á  fin  de  cobrar  con  su  apoyo  nuevas 
fuerzas  para  hacer  frente  á  las  dificultades  y  peli- 
gros que  le  rodeaban.  Son  notables,  por  los  buenos 
principios  que  contienen  ,  por  la  modestia  y  verda- 
dero patriotismo  que  en  ellos  resplandecen  ,  los  ar- 
tículos que  en  aquella  ocasión  escribió  el  señor  Pé- 
rez Hernández  ,  ya  designando  al  gabinete  la  mar- 
cha que  debía  seguir  para  evitar  los  escollos  que  se 
presentaban  á  su  paso ,  ya  combatiendo  las  exage- 
radas exigencias  de  los  que  en  su  ceguedad  preten- 
dian  que  contra  ellos  se  estrellase  ,  ya  en  fin  acon- 
sojanao  al  gabinete  que  cediese  en  parte  para  no 
perderlo  todo ,  y  procurando  contener  en  lo  posible 
el  ímpetu  revolucionario,  para  que  no  corriese  des- 
bocado á  sepultarse  61  mismo  y  sepultar  á  la  patria 
en  el  abismo. 

Los  desórdenes  que  habian  empezado  dirigiendo 
su  furor  contra  los  frailes  y  los  conventos ,  Tolvie- 
ron  en  breve  sus  tiros  contra  el  gobierno,  y  demos- 
traron  que  sus  promovedores  se  proponían  objetos 
mas  altos ,  llevaban  miras  mas  estensas.  Después  de 
los  motines  y  asesinatos,  vinieron  los  pronuncia- 
mientos ;  se  formaron  juntas  en  varias  provinciasi 


•  "l 

106 
que  levantaron  diferentes  banderas ,  y  solo  coBTe- 
nian  en  la  coman  resistencia  al  gobierno.  S.  M.  la 
reina  gobernadora  espidió  en  4  de  setiembre  nn  ma^ 
nifiesto,  declarando  la  marcba  política  que  estaba  re- 
suelta á  seguir,  y  anulando  cuanto  se  hiciere  por  lai 
juntas;  pero  el  mal  ejemplo  cundia  «  j  el  temor  de 
eafusar  mayores  desgracias  movió  á  S.  M.  i  usar  de  sa 
real  prerogativa,  y  admitir  la  dimisión  del  ministerio 
á  los  diez  dias  de  haberse  publicado  el  manifiesto. 
Entró  en  14  de  setiembre  á  dirigir  los  negocios 
públicos  el  señor  Mendizabal  ,  que  comenzó  su  ad- 
ministración proclamando  la  conciliación  de  todos 
los  liberales ,  y  la  unión  de  sus  esfuerzos  para  veo- 
cer  al  enemigo  común,  que  con  nuestras  divisiones 
ganaba  inmenso  terreno.  Mediante  esta  conciliadoa, 
el  señor  Mendizabal  se  proponía  la  pronta  termina- 
ción de  la  guerra  civil  y  la  marcha  lenta,  pero  pro- 
gresiva ,  ordenada  y  suave ,  pero  cierta  y  segura  de 
la  libertad.  Semejante  programa  era  deslumbrador, 
tanto  mas,  cuanto  que  era  el  primero  de  los  pro- 
gramas en  aquella  nueva  época  de  gobierno  repre- 
sentativo :  todos  los  liberales  le  acogieron,  unos  ooa 
mas,  otros  con  menos  entusiasmo;  las  juntas  que  se 
habían  formado  en  diversas  provincias  fueron  disol- 
yiéndose  unas  tras  cHras ,  no  sin  haber  cada  una  eb- 
vado  una  esposicion  á  S.M.  esponiendo  los  que  cla- 
maban deseos  de  sus  comitentes  ,  y  que  si  en  alga- 
nos  puntos  efectivamente  lo  eran ,  en  muchos  no 
podia  decirse  otro  tanto.  En  estas  esposiciones  se 
pedia  por  unas  juntas  el  restablecimiento  de  la  Gon^ 
titucion  del  año  12  ,  por  otras  una  nueva  Consti- 
tución ,  por   otras  la   reforma   del  Estatuto.  Ba 
aquella  ocasión  el  señor  Pérez  Hernández,  como  pe- 
riodista V  como  liberal  moderado ,  siguió  el  camino 
que  debui  seguir  ;  habia  adoptado  el  progf  ^ait  del 


107 
señor  Mendiiabal ,  que  por  otra  parte  estaba  muy 
eu  sos  ideas  ,  pues  siempre  babia  inculcado  en  sus 
artículos  la  necesidad  de  terminar  ptontamente  la 
guerra  ,  y  de  que  la  marcha  de  la  libertad  fuese 
cierta  y  segura  ,  pero  suave  y  lenta  >  sin  conmocio- 
nes ni  revoluciones  ;  babia  aceptado,  decimos ,  esto 
programa  i  y  en  tal  situación  lo  que  convenia  mas 
al  pats  «  y  lo  mas  lógico  y  consecuente  con  las  ideas 
del  sefior  Pérez  Hernández ,  y  con  las  manifestadas 
en  el  programa  mismo,  era  optar  por  la  reforma 
del  Estatuto  ,  y  reunir  las  Cortes  al  efecto.  Esta  fué 
también  la  opinión  del  gabinete. 

Tropezóse  sin  embargo  con  una  dificultad:  cre- 
yóse que  para  la  refornuí  del  Estatuto  debian  con- 
Tocarse  Cortes  constituyentes;  y  al  mismo  tiempo  la 
ley  electoral  que  entonces  existia  4)0  era  considerada 
suficiente  para  satisfacer  las  nuevas  necesidades; 
para  vencer  este  obstáculo  el  ministerio  convocó  los 
Estamentos  anteriores  á  fin  de  que  reformasen  la  ley 
de  elecciones ,  proponiéndose  reunir  las  Cortes 
constituyentes  para  la  nueva  ley  electoral  que  aque- 
llos aprobasen.  Entre  tanto  el  señor  Mendizabal  de- 
cretó la  quinta  de  cien  mil  hombres  y  la  requisición 
de  caballos  ,  procuró  escitar  el  entusiasmo  ,  y  obtu- 
vo cuantiosos  donativos  para  sufragar  los  gastos  de 
la  guerra.  Reuniéronse  las  Cortes:  los  liberales  exal- 
tados, no  satisfechos  con  ninguna  concesión,  y  cou^ 
tinuando  siempre  en  sus  exigencias  ,  pedían  que  se 
juzgase  á  los  individuos  del  anterior  gabinete:  el 
señor  Pérez  Hernández  sostuvo  que  proclamado  el 
olvido  de  lo  pasado  no  debia  entrarse  en  discusiones 
que  pudieran  despertar  el  mal  apagado  encono  de 
los  partidos «  y  como  no  podia  condenarse  al  ante- 
rior ministerio  sin  oir  sus  disculpas ,  volverían  á  sus- 
citarse en  el  debate  cuestiones  que  con  venia  tener 


108 
apartadas  si  se  quería  nna  conciliación  rerdaden: 
los  exaltados  sin  ¡embargo  no  se  daban  por  conten- 
tos ,  7  mas  ministeriales  que  los  ministros  mismos, 
creyeron  rer  una  oposición  sistemática  en  lo  qne  al 

Sriñcipio  solo  era  una  oposición  á  ciertas  medidas 
e  orden  secundario,  si  bien  después  llejróá  coa- 
vertirse  la  oposición  marcada  cuando  el  gabinete  se 
fué  separando  mas  j  mas  de  la  marcha  que  se  había 
trazado  9  y  enajenándose  las  Toluntades  de  los  libe- 
rnles  moderados  que  habían  aceptado  sa  programa, 
si  no  con  entusiasmo,  al  menos  con  buena  fé  j  sin- 
ceridad. .Vquellas  Cortes  fueron  no  obstante  las  qne 
dieron  el  famoso  Toto  de  confianza  al  señor  Mendi- 
zabal ,  el  cual  en  cambio  las  disolvió  á  los  pocos 
dias  por  h.iber  perdido  la  mayoría  en  la  folacionde 
un  articulo  de  la  ley  electoral*  t  las  disolvió  sin 
atender  á  que  de  este  modo  dilatalta  indefinidamen- 
te el  cumplimiento  de  su  promesa  ,  pues  aplazaba 
para  otras  Cortes ,  de  cuya  mayoría  no  sabía  el  es- 
píritu ,  la  formación  de  la  ley  eiecloral  que  había 
de  servir  de  b:ise  á  la  elección  de  Cortes  constita- 
yentes;  y  las  dis^ilvíópor  ronsisrniente.  desati^ndien- 
do  la  soirunda  parte  de  su  programa  que  hablaba  df 
la  marcha  suave  y  lent;i.  pen)  segura,  de  la  libertad. 
Su  desgracia  hizo  que  tnmporo  cumpliese  la  primera 
parte,  y  que  en  su  mano  se  disipasen  como  el  humn 
los  elementos  de  fuerza  y  de  vigor  que  sapo  rea- 
nir.  Si  en  vez  de  disolver  aquellas  t'.órtes  el  seflor 
Mendizabal.  hubiera  dejado  el  puesto  á  otros  que 
continuasen  lo  que  con  tjn  buenos  aaspici«)s  había 
comenzado  .  habría  sido  acreedor  á  la  gratitud  na- 
cional. Pero  no  lo  hizo  asi .  y  desde  aquel  momenlo 
empezé  á  hacerse  mas  profunda  la  divisioa  que  de»* 
graciadamente  evstia  entre  los  liberales  de  ano  y 
«en»  oaatii.  Nuevos  desórdenes  en  Barcelona  rínie- 


109 
roná  complicar  y  hacer  mas  embarazosa  la  situación 
de  UD  gabinete ,  que  siendo  hasta  cierto  punto 
producto  de  un  desorden,  no  podia  tener  la  fuerza 
suficiente  para  reprimir  la  anarquía.  Reunidas  las 
nuevas  Cortes  ,  tratóse  de  reconstituir  el  gabinete, 
agregando  á  61  algunos  individuos  de  la  mayoría  ;  y 
aunque  ésta  en  la  contestación  al  discurso  de  la  Co- 
rona se  habia  manifestado  favorable  al  ministerio, 
sus  principales  miembros  se  negaron  obstinada^ 
mente  á  tomar  parte  en  un  sistema  de  gobierno,  que 
habia  escitado  gran  descontento.  Entonces  S.  M.  la 
reina  Gobernadora  eligió  sus  consejeros  entre  los 
individuos  de  la  minoría ,  cuidando  de  fijar  su  elec- 
ción en  aquellos  hombres  que  mas  podían  simboli- 
zar la  unión  de  ambos  partidos  liberales ,  que  menos 
EMÜan  escitar  la  antipatía  de  unos  v  otros.  El  señor 
turiz ,  que  habia  sido  presidente  del  Estamento  de 
procuradores ,  y  que  si  bien  era  hombre  de  órdén 
y  de  gobierno  se  habia  mostrado  siempre  liberal  de- 
cidido y  tan  exaltado ,  fué  nombrado  presidente  del 
nuevo,  ministerio.  Este  nombramiento  disgustó  á 
la  mayoría  del  Estamento  y  á  los  hombres  de  doc- 
trinas exageradas :  hablábase  de  falta  de  respeto  á 
las  prácticas  parlamentarias ,  desaire  á  la  Cámara 
popular  ,  y  hasta  de  responsabilidad  de  la  persona 
que  eiercia  el  poder  supremo  ;  lo  único  de  que  no 
se  hanlaba  era  de  que  existía  en  el  Estatuto ,  asi 
como  existe  y  ha  existido  en  todas  las  Constitucio- 
nes, un  arliculo  que  da  al  rey  la  facultad  de  nombrar 
y  separar  libremente  sus  ministros ;  el  señor  Pérez 
Hernández  se  puso  ,  como  debía  ,  de  parte  del  artí- 
'  culo  constílucional  y  conlra  los  defensores  intere- 
sados y  violentos  de  unas  prácticas  que  en  España 
no  existían ,  que  en  nuestra  opinión  no  son  tan 
respetables  como  muchos  creen ,  y  sobre  todo  que 


lio 

deben  posponerte  á  k  ol»ftenr»icia  de  b  Gemli- 
toeion ;  porque  claro  es  que  lo  qne  es  ley,  y  ley 
cierta  y  escnia,  no  debe  desatenderse  pac¿  s^nir 
nna  doctrina  qne  solo  se  funda  en  una  práctica,  ea 
una  costumbre  de  poca  segura  aplicacioB  en  na- 
chos casos. 

En  aquellas  circunstancias,  habiendo  cambiado 
de  propiedad  La  Abeja  ,  el  señor  Pérez  Hernández, 
no  queriendo  prestarse  á  hacer  nn  sacriScio  ver- 
gonzoso de  su  independencia  4  se  separó  de  la  redac- 
ción ,  y  en  unión  con  ios  sefiores  nebeco  y  Giro- 
nella ,  fundó  un  nueyo  periódico  con  el  titulo  de 
La  Ley.  Por  aquel  tiempo  también  tosió  parte  el 
señor  Pérez  Hernández  en  la  redacción  del  Boletín 
de  Jurisprudencia ,  publicación  notable  en  qoe  es- 
cribían el  señor  Pacheco  y  el  señor  Brabo  Morillo, 
y  que  después  se  continuó  con  el  lítulcí  de  CránicM 
jurídica ,  hasta  que  en  1837  hubo  de  suspenderse 
por  el  mal  estado  de  las  comunicaciones. 

Llamado  al  ministerio  el  señor  Istarb,  se  vieroa 
en  el  Estamento  popular  por  primera  vei  escesos 
deplorables  de  falta  de  cordura  j  moderación ;  é 
iniríngiendo  los  trámites  que  el  reglamento  teaii 
señalados  para  toda  clase  de  proposicione» ,  se  pre- 
sentó ,  discutió  y  aprobó  en  el  acto  nna  qoe  tenis 
f^or  objeto  declarar  queel  nuevo  ministerio  noposeia 
a  confianza  del  Estamento ;  proposición  que ,  como 
todas  las  de  so  clase ,  siempre  nos  ha  parecido  ó 
degradante  de  la  magestad  real  ó  ridícola,  porque, 
ó  quiere  decir:  « nosotros  tratamos  de  imponer  ti 
rey  nuestra  voluntad  en  el  nombramiento  del  mi- . 
nisterio  á  pesar  de  cuanto  diga  la  Constitocion ;  ó' 
quiere  significar  una  cosa  qne  ya  el  rey  debe  saber 
cuando  elige  sus  consejeros  responsables  de  entre 
fá  minoría.  Todo  ministerio  qne  en  este  caso  se  ha- 


111 

lie  «  aunque  esté  iligpueslo  á  renunciar ,  debe  en 
nuealro  concepto  disolTer  iaa  Cortea*  porque  lo  con- 
trario seria  permitir  que  se  atacase  á  las  prerogali*- 
yas  del  trono,  de  que  se  ka  constituido  guardador  y 
defensor.  Asi  lo  comprendió  el  gabinete  Isturii,  y 
al  dia  siguiente  de  las  escenas  i  que  hemos  beeko 
referencia ,  se  presentó  en  el  Estamento  con  el  de- 
creto de  disolución. 

Las  Cortes  que  acababan  de  disolverse,  en  el 
corto  tiempo  de  su  existencia  hablan  hecho  una  ley 
electoral  que  consignaba  el  principio  de  la  elección 
directa  ;  por  este  nuevo  método  debían  elegirse  los 
nuevos  Estamentos ,  los  cuales  estaban  llamados  á 
reformar  el  Estatuto  real,  código  que  ya  nadie  res- 
petaba desde  el  momento  en  que  se  habia  anunciado 
por  el  gobierno  mismo  su  reforma.  Esta  era  por  lo 
tanto  urgetKe ,  no  siéndolo  menos  la  terminación 
de  la  guerra ,  que  devoraba  todos  los  recursos  do  la 
nación ,  é  iba  tomando  un  incremento  alarmante. 
El  ministerio  se  dedicó  á  preparar  los  trabajos  para 
la  nueva  ley  fundamental  que  debia  establecerse  ,  y 
á  fin  de  poner  término  breve  á  la  guerra,  se  decidió 
á  pedir  la  intervención  al  gobierno  francés.  Muchas 
esperanzas  debió  tener  el  señor  Isturiz  de  conseguir 
su  objeto  cuando  se  atrevió  á  formular  su  petición 
en  términos  claros ;  pero  olvidó  que  esta  clase  de 
reclamaciones  no  se  hacen  sino  cuando  hay  seguri- 
dad de  conseguir  que  sean  atendidas «  porque  no 
siéndolo,  dejan  en  mal  lugar  al  gobierno  y  á  la  na- 
ción que  representa.  Ademas  todavía  no  se  hablan 
agotado  nuestros  medios  tanto  que  tuviésemos  que 
echar  mano  de  ese  recurso  estremo  :  fuera  de  las 
Provincias  Vascongadas ,  no  poseía  la  facción  una 
sola  población  de  importancia,  y  aun  en  aquellas 
provincias  las  capitales  estaban  en  poder  de  nuestras 


lia 

tropas.  Verdad  es  ^ne  loa  liberalea  te  fciBahai  dU 
"▼ididos ,  qae  eaU  dinsion  iba  haciéadoae  cada  db 
mas  profanda;  pero  también  desde  la*  muerte  de 
Zumalacárregoi,  del  único  bombre  qae  ai  babícn 
TÍTÍdo  podría  baber  becbo  peticrar  A  trena  de 
Isabel  n  ▼  las  insliinciones  con  iS  miatadas  ;  balía 
penetrado  la  división  en  las  filas  cartislaa«  d&ñm 
qne  apenas  se  notaba  en  a<|nella  época ,  pero  qm  no 

Ceso  babia  de  producir  efectos  nieaot  asfnrat 
jo  qae  la  facción  pndiese  tener  na  aimnlacni  de 
gobierno  ,  ;  el  pretendiente  la  sombre  de  ■■  traes. 
En  efecto ,  no  porque  la  emriencia  lo  ha  ja  hecho 
después  palpable  »  dejaba  de  ser  entoaees 'caerte  ; 
de  estar  al  alcance  de  todos,  que  loa  partidos  caaelo 
se  sienten  poderosos  se  dividen ,  j  se  dÍTidee  nece- 
sariamente por  mas  esfuerzos  eoe  hagaja  sos  ieC» 
para  conservarioa  unidas.  Xo  había  coocloido  daAs 
de  1836 ,  T  va  los  rascoegadoe  drriroihie  cae  é 
nombre  dei^pWelfres á los  que  no  haJiíiao 
«os  provincias. 

De  todos  modos  la  iatenreocioo  fee 
el  cobiemo  conoció,  á  costa  de  este  desaire, 
vcocer  a  los  Cwrciosos  v  i  l'.'s  anarqi 
confiar  sino  en  $o<  propias  fiaenas. 
Henundez  abocoentoaces  por  nna  \ 
ee$iaii  con  ei  nombre  de 
%a.  que  no^enia  i  fcr  otn   esaqoeb 
ce  e¿  sencido  qe<f  ei  sohiemo  j  les 
daban  a  esta  pabbn  :  porque  en  < 
iotemeRcion  qae  «e  fedáa  auj.  iirtervf 
Awte  .  que  coo»K»tier^  en  ••olrar  (ne 
mMSIro  terrilorio  .  e  impopemoi»  a 
«I  gehiereo  7  el  ñtema  qoe  moe  I» 
■no  inCenrencsoe  redmndn  á  ai 

¿la  ihccsao.  «aaetkfa  b  cent .  el 


113 
liaoDJeiba,  no  sin  fundamenio ,  de  poder  tener  i  ra-> 
ya  á  los  BDarquiatas. 

ConUnnaban  estos  entre  tanto  ana  planea  de  tras* 
torno:  los  ejemploa  anteriores  de  las  jnntaa  y  pro- 
nandamientos  no  se  habían  perdido:  el  ensayo  habia 
aalido  demasiado  bien  para  que  dejara  de  repetirse 
á  la  primera  ocasión :  Málaga  se  pronunció  el  20  de 
muyo  9  tomando  los  alborotadores  por  protesto  la 
disolución  do  las  Cortes ;  se  formó  su  indispensable 
junta,  pcr;>  ésla  á  los  dos  dias,  no  habiendo  recibido 
noticia  do  qiio  ninguna  otra  población  de  Espada 
ae  hubiese  sublevado «  dio  las  gracias  al  pueblo  en 
una  alocución  ,  y  so  despidió  hasta  otra  vei.  El  go« 
bierno  mostró  entonces  un  poco  do  energía  separan- 
do á  algunas  autoridades.  Fijaban  entonces  la  aten- 
ción de  todos  las  elecciones ,  en  las  que  los  liberalea 
amigos  del  orden  llevaban  la  mejor  parte  :  sin  em-^ 
bargo,  los  exaltados  tenian  esperanza  de  triunfar  en 
ellas,  y  suspendieron  por  entonces  toda  hostilidad 
facciosa ,  sin  perjuicio  do  apelar  á  la  úUima  raiio,  si 
quedaban  vencidos  sus  candidatos.  Pero  conocido  el 
resultado  de  las  elecciones ,  apareció  de  nuevo  la 
junta  de  Málaga,  y  se  dio  el  grito  de  insurrección 
en  Cádiz ,  Zaragoza ,  Granada  y  otras  poblaciones. 
S.  M.  la  reina  gobernadora  espidió  en  4  de  agosto 
un  manifiesto  en  los  mismos  términos  que  el  del  año 
anterior  ;  el  ministerio  se  mostró  enérgico  para 
con  tenor  la  insuireccion;  la  guardia  nacional  de  Ma- 
drid ,  que  quiso  secundar  el  movimiento ,  fué  di- 
suelta ,  y  el  gobierno  habría  logrado  por  primera 
yez  un  triunfo  glorioso  sobro  los  amotinados ,  sin  el 
drama  que  comenzó  en  la  Granja  con  un  desacato 
al  trono ,  y  acabó  en  Madrid  con  el  asesinato  del  ca-^ 
.pitan  general. 

En  aquellas  circunstancias  era  imposible  conlt^ 
Tomo  ix,  K 


114 

nBtr  eteríbiasdo  en  ob  sMÜdo  de  éréea  j  ét  ver- 
dadera libertad :  el  periódico  La  Lm/  hmho  mcs  de 
cesar  en  aa  pabUcacUHi.  Cabnada  un  tanto  uiefer- 
▼eaeencia «  el  leftor  Pérez  Hernandei  coaaemó  eo 
aeliembre  de  1836  á  eacribir  en  el  FipmñúL  HaaU 
aquella  fecha  no  te  babia  dado  á  conocer  em  Madrid 
el  sefior  Pérez  Hernández  en  su  profesión  de  abe- 
gado,  á  pesar  de  que  se  incorpora  al  colegio  en  1835. 
Dio  por  primera  ¥ez  mueslras  de  aus  dotes  orato- 
rias, T  de  su  lógica  argunienUcion ,  defendiendD 
ante  el  jurado  un  articulo  del  periódico  El  Mmmiéf 
en  que  se  censuraba  fucrtemenlc  la  insorreccioa  de 
la  Granja ,  j  ante  los  tribunales  ordinarios  con  la 
defensa  de  don  Joaquín  Fernandez  Cortina ,  boj  vi- 
cario eclesiástico  de  Madrid  ,  en  la  célebre  causa 
formada  sobre  circulación  de  una  bula  de  la  sagrada 
Penitenciaría.  Esta  defensa  valió  al  señor  Pérez  Her- 
nández grande  j  merecida  reputación  como  letrado 
y  como  orador. 

Por  consecuencia  de  la  insurrección  de  la  Granja. 
babia  vuelto  á  ocupar  el  ministerio  de  Hacienda  ei 
señor  Mendizabal  bajo  U  presidencia  del  señor  Ca- 
latrava,  y  teniendo  por  colegas  á  loa  señores  López, 
Landero ,  Gil  de  la  Cuadra  y  Kodil.  Gran  parte  de 
los  hombres  notables  pertenecientes  al  partido  mo- 
derado, creyendo  en  peligro  sus  propiedades  ó  sus 
personas  con  el  triunfo  de  la  revolución »  abandona- 
ron so  patria  y  emigraron  al  estranjero,  unos  casi 
desesperanzados  de  que  en  España  volviesen  á  do- 
minar las  ideas  de  orden «  oíros  no  queriendo  pre- 
senciar los  desaciertos  y  violencias  que  proeiaa 
iban  á  cometerse.  Esta  emigración  llamó  la  atención 
del  nnero  gabinete  ,  que  pretendió  atajarla  con  una 
medida  injusta  á  todas  luces,  roirolucioDaria  en  sur 
mo  grado ,  y  para  cuya  adopción  eTÍdeutemente  no 


115 
tenia  ficolUdos ;  i  saber ,  el  secuestro  de  los  bienes 
de  loa  emifcrados.  El  seBor  Pcrea  Hernatadez  reda*^ 
mó  en  El  Eipañol  contra  una  infracción  tan  noto- 
ria de  las  leyes ,  y  combatió  la  medida  con  toda  la 
onorgía  que  da  la  defensa  de  una  buena  causa ,  si 
bien  con  toda  la  témplame  que  dominaba  en  sus  es<« 
crieos.  No  eran  en  efecto  medidas  de  esta  dase  las 

3ue  habian  do  atraer  á  los  descontentos ,  sino  medic- 
as de  reparación  que  hiciesen  distinguir  los  actos 
de  un  frobicrno  regular  y  establecido «  de  los  actos 
de  una  junta  revolucionaria. 

Reunidas  las  Cortes  constituyentes  t  so  trató  de 
formar  una  nuera  Constitución;  pero  entretanto, 
se  quiso  atender  á  las  demás  necesidades  y  procurar 
la  pronta  torminacion  de  la  guerra ,  llevando  al 
mismo  tiempo  adelante  la  revorucion.  Los  redacto- 
res del  Eipañol  so  opusieron  con  lirmeía  á  todas  las 
medidas  que  tendían  á  desencadenar  las  pasiones 
populares,  y  atraer  ú  la  causa  do  la  libertad  mas 
enemigos  de  los  que  ya  tenia :  sus  escritos  no  fueron 
completamente  perdidos,  pues  tuvieron  la  gloria  de 
conseguir  que  no  pasasen  los  tribunales  revolucio- 
narios que  por  entonces  se  pretendió  establecer.  Ncí 
obstante,  parece  que  el  sellor  Mendizabal  no  podía 
gobernar  sin  fncnllades  estráordinarias  y  votos  de 
con6anza ;  el  campo  de  la  legalidad  le  parecía  tal  vez 
un  poco  estrecho,  y  no  podía  moverse  en  él  con 
soltura  y  desembarazo:  hizo,  pues^  quo  las  Cortes 
concedieran  al  luinisterio  las  facultados  mas  amplias 
para  disponer  á  su  voluntad  de  los  recursos  do  la 
nación ,  de  los  bienes  y  personas  do  los  ciudadanos, 
y  en  uso  de  estas  facultades  so  trató  en  Consejo  de 
ministros  la  cuestión  de  si  convendría  al  bien  de  la 
patria  y  a  la  salvación  de  las  instituciones  destorrar 
i  Filipinas  al  ^efior  Pcreis  Hernández  y  sus  dos  coin« 


116 
pafieros  de  redacción :  esta  medida  no  llegó'á  decre* 
tarte  sin  embargo,  por  haberla  impugnado  el  mismo 
seí&or  Mendizabal. 

En  junio  de  1837  el  sefior  Pérez  Hernández  y 
sns  colegas  del  F#piiffo{ ,  fundaron  el  periódico  JLa 
España.  Acababa  entonces  de  promulgarse  la  nueva 
Constitución:  los  redactores  de  /a  España ^  sin  ha- 
ber estado  conformes  cuando  su  discusión  con  todas 
sus  bases  y  preceptos ,  habían  defendido  la  mavor 
parte  de  sus  doctrinas,  porque  }'n  entonces  habia 
empczndo  á  formarse  contra  el  ministerio  y  contra 
los  principios  que  representaba  un  partido  y  una 
oposición  todavía  mas  exagerados.  Los  escritores  de 
La  España  aceptaron,  pues,  la  Constitución  de  1837 
en  su  totalidad  como  una  obra  infinitamente  supe- 
rior iá  la  Constitución  de  1812  á  que  reemplazaba; 
y  no  viendo  ni  queriendo  en  las  Constituciones  sino 
medios  de  gobierno ;  y  parcciéndoics  ridiculas  las 
teorías  y  las  aversiones ,  fundadas  solo  en  persona- 
lidades y  en  orígenes ,  su  adhesión  á  la  nueva  ley 
fué  tan  franca  y  completa  como  pudo  serlo  la  de  los 
mismos  cuyas  teorías  satisfacía,  ó  cuyos  deseos  y 
proyectos  de  organización  política  completamente 
llenaba. 

Pero  entretanto  la  guerra  üc  habia  estendído  a 
provincias  que  hasta  entonces  se  habían  visto  libros 
de  este  azote.  Ya  en  el  año  anterior,  apenas  resta- 
blecida la  Constitución  de  1812,  el  jefe  carlista 
Gómez  había  penetrado  en  Castilla,  y  después  do 
haber  derrotado  en  Jadrnque  á  los  mismos  soldados 

3ue  proclamaron  aquel  Código  en  la  Granja,  man- 
ados por  el  brigadier  don  Narciso  López,  á  quien 
sus  mismas  tropas  obligaron  á  acometer  al  enemigo 
en  posición  desventajosa  y  con  fuerzas  infinitamente 
menores ,  se  habia  estendido  por  las  provincias  da 


117 
Andalncla,  asolando  caanlq  encontraba  al  paso,  j 
detenidos  solamente  sus  progresos  en  dos  acciones 
de  mas  gloria  para  nuestras  armas  que  resultados 
ventajosos  para  nuestra  causa.  En  el  año  de  1837« 
mientras  las  Cortes  disculian  gravemente  la  mayor 
ó  menor  latitud  que  habia  de  darse  á  nuestros  de- 
rechos políticos,  so  resolvía  en  los  consojoi  de  don 
Garlos  apoderarse  de  la  capital  de  España  por  medio 
de  un  atrevido  (To.lpe  de  mano.  Al  efecto  so  dispuso 
que  por  tres  puntos  diferente^»  cayesen  soliro  Madrid 
las  nierxas  facciosas,  en  tres  diversos  cuerpos  de 
tropas:  uno  al  mando  de  Zariátcgui,  otro  al  de  Ca- 
brera, y  otro  al  del  mismo  don  Garlos.  El  primero 
debia  marchar  con  toda  diligencia  hacia  CasliUa,  y 
evitando  todo  oério  combate,  apoderarse  do  Segovia 
á  cualquier  costa ,  y  esperar  allí  á  que  las  otras  dos 
divisiones  hubiesen  llegado^  á  cierta  distancia  do  Ia 
Górte  para  atacarla  á  un  tiempo  por  distintos  punios. 
Zariátegui  pasó  el  Ebro,  y  llegó  sin  disparar  un  tiro 
hasta  los  coofino.'i  de  la  provincia  do  Segovia;  en 
ellos  io  detuvo  quince  dias,  haciendo  marchas  de 
solo  Ires  ó  cuatro  leguas,  tanto  para  dar  descanso 
i  sus  tropas  como  para  dar  tiempo  á  que  la  división 
tie  don  Giirlos  v  la  de  Cabrera  llegasen  a  distancia 
conveniente.  Cuando  creyó  que  debiau  estar  próxi- 
mas, se  presentó  sobre  Segovia,  defendida  solo  |)or 
vlUO  nacionales  mal  armados  y  peor  municionados, 
cuyo  valor  suplió  la  fulla  de  recursos,  esperanzados 
on  ver  llegar  de  un  momento  á  otro  los  socoiros  de 
tropa  y  pertrechos  de  guerra  que  repelidas  veces 
les  prometiera  el  ministerio.  Mas  como  estos  no 
llegasen,  yol  gabinete  Mendixabal  les  dejase  aban- 
donados á  sus  propias  fuerzas,  la  ciudad  fu6  lomada 
por  asalto  después  de  cinco  horas  de  obstinada  de- 
fensa, y  el  castillo  capituló  á  las  veinte  y  cuatro  ho- 


118 
ras.  La  noticia  de  la  toma  de  SegOTia  áifiíadió  la 
alarma  en  la  capital,  mucho  mai  cuando  al  cabo  da 
ocho  diaa  Zariáteguit  que  creia  haber  dado  ya  baf*- 
tanto  tiempo  á  Cabrera  y  á  don  Carlos  |Mini  TerUmr 
su  marcha,  pasó  el  puerto  y  llegó  hasta  la  TÍsta  de 
Madrid.  Declaróse  esta  capital  en  estado  de  sitio «  y 
habiéndose  puesto  bajo  la  autoridad  de  los  consejos 
de  guerra  la  publicación  de  especies  6  lioticias  que 
pudieran  desalentar  al  público,  el  sefior  Peres  Her- 
nández y  sus  colegas  de  La  España  temieron  con 
fundamento  que  sus  artículos  mal  interpretados  les 
pusiesen  á  merced  de  un  fiscal  militar,  y  lea  oca- 
sionasen alguna  inmerecida  persecución.  Se  limita* 
ron  t  pues ,  á  referir  simplemente  los  hechos  mas 
notorios,  y  de  los  cuales  ya  tenia  el  público  cono- 
cimiento, sin  acompafiarlos  con  ningún  comentario. 
La  declaración  de  estado  de  sitio  y  las  medidas  qoe 
con  este  motivo  se  habían  decretado «  llamaron  la 
atención  de  las  Cortes,  y  las  espiicaciones  que  el 
señor  Galatrava  se  vio  obligado  á  dar,  desvirtoaroo 
aquel  decreto,  de  modo  que  ya  no  era  temible  que 
se  aplicase  á  ningún  escritor,  aunque  abusase  de  Is 
imprenta  ,  y  mucho  menos  cuando,  como  el  seftor 
Pérez  Hernández ,  se  contuviese  dentro  de  los  lími- 
tes de  la  mas  estricta  legalidad.  Sin  embargo,  como 
en  el  momento  en  que  la  legalidad  constitucional 
obtenía  este  triunfo  sobre  los  actos  poco  meditados 
del  ministerio,  los  facciosos  avanzaban  desde  Seto- 
via ,  pasaban  el  puerto  y  so  estendian  por  la  finda 
meridional  de  la  sierra ,  la  nobleza  y  el  verdadero 

Gtriotismo  del  sefior  Pérez  Hernández  j  sas  colegai, 
I  impidieron  hacer  en  semejantes  circunstancias 
la  oposición  al  gabinete  f  pues  no  era  ocasión  de 
disputar  sí  no  de  obrar,  cuando  desde  Madrid  K 
veían  las  hogueras  del  campo  enemigo. 


119 
Al  pricner  amago  de  peligro  el  general  Eaparlero 
se  dirigió  á  marchas  forzadas  sobre  U  Corle ,  j  i 
pesar  oe  las  amonesUciones  del  general  Scoano*  uuo 
salió  á  su  encuentro  para  aconsejarle  que  no  entrara 
en  Madrid  con  sus  tropas «  hiso  quo  estas  desfilasen 
bajo  los  balco.ncs  do  S.  M.  Apenas  llegado  el  gene- 
ral Espartera ,  entró  en  conferencias  con  el  minis- 
terio, y  comenzaron  á  esparcirse  rumores  do  la  di- 
misión de  sos  individuos.  Después  acontecieron  los 
sucesos  de  Ara?aca«  que  ocas'ooaron  la  caiila  del 
gabinete  9  y  dieron  por  resultado  otro  mas  conforme 
con  las  ideas  del  partido  moderado ;  pero  el  señor 
Pérez  Hernández ,  hombre  de  pura  legalidad,  clamó 
contra  aquellos  sucesos,  y  predijo  lo  que  después 
había  de  suceder,  que  sembrada  la  mala  semilla  en 
el  ejército  no  tardaría  en  dar  sus  frutos.  Entonces 
se  vieron  también  conliriuados  por  el  general  Espar- 
tero los  fundamentos  de  la  oposicicn  ouo  el  seAor 
Pérez  Hernández  y  sus  compañeros  habían  hecho  al 
ministerio  Mondízabal.  El  general  Seoane«  apoyando 
una  proposición  presentada  á  las  Cortes  para  quo  el 
ministerio  so  presentase  á  dar  cuenta  do  Jos  aconte- 
cimientos de  Aravaca,  so  dejó  llpvar  de  su  genio 
violento,  y  anatematizando  c«ii  furor  aquellos  suce- 
sos, proiirió  contra  los  ofieÍAles  quo  habían  hecho 
su  dimisión  y  contra  Espart4iro  algunas  espresíones, 
á  que  ésto  creyó  deber  couiestar.  Uizolo  asi  en  un 
comunicado  que  dirigió  á  Jm  Eépaüa^  en  el  cual 
describía  la  situación  en  que  había  tenido  al  ejército 
el  ministerio  Mendízabal.  A  los  pocos  días  de  en- 
cargarse del  mando  el  general  Espartero ,  habla 
tenido  que  acudir  á  la  dcfea-^a  de  Bilbao ;  y  falto 
completamente  do  recursos*  se  había  vi&to  obligado 
Á  mandar  á  Logroño  un  correo  de  gabinete  para  que 
de  su  casa  le  enviasen  dinero:  habíase  hallado  sin 


liO 

fepaeslos  deriTeresy  con  U  tropa  demuda  ca  mt£o 
iú  ¡DTierno:  algunos  cuerpos  de  ejército  habisB 
hecho  la  campafia  con  d  pantalón  de  Tenso:  laUu 
de  calzado  se  había  estendído  hasU  la  ofiriilidai- 
esta  carencia  de  objetos  indispensables  pan  ■■  ejer- 
cito •  había  llenado  de  enfermos  ios  hospilales^  j  wt 
habían  hallado  sin  canus ,  sin  £acnltatinn,  j  na 
Hwdíciiias.  Tales  eran  los  cargos  qoe  hacia  d  general 
Espartero  i  la  administración  del  seíor  Mcndiíahal 
en  1837 ,  cargos  qoe  en  sn  concepto  discnipahan  d 
esceso  de  los  oficiales  qoe  habían  dado  sa  dimisiea 
en  Arafaca ,  en  cnjos  sucesos  por  lo  drmii  ncgahí 
haber  tenido  b  menor  participación. 

De  todos  bmmIos  se  encargó  un  nnewo  minirteno 
de  dirigir  los  negocios  públicos,  j  ism  nombraaBÍen- 
to  presidió  la  idea  qoe  los  redactores  de  Im  Etpmk 
bahía  a  apuntado  al  hablar  de  los  medios  mas  coa- 
docentes  de  resolfer  aquella  crisb  ministerial ,  á 
saber:  que  no  se  echase  mano  de  nii^^nno  de  los 
antiguos  ministros,  siró  qoe  se  eligieien  hombm 
nncTOS  qoe  no  inspirasen  á  las  masas  liberales  aia- 
tznm  género  de  desconfianza.  Resuelta  la  crisis  mi- 
nisterial ,  Espartero  sa¿ió  en  persecucitm  de  la  be- 
cion  de  Zariátegm  que  amenazaba  i  ¥aliadolid.  l^ 
circunstancias  de  la  guem,  j  los  encuentros  qa<í 
habían  tenido  que  sostener  con  nncslras  tropas,  iif 
posibilitaron  á don  Carlos  ;  Cabren  la  Uc^áU 
TÍsta  de  Madrid  en  ocasión  oportam  pon  mtcnlar 
el  meditado  golpe  de  mano :  asi  es,  qoe  canudo  ea 
setiembre  se  presentaron  á  las  poertas  de  la  capital. 
hosliiKados  por  fuerzas  superiores,  j  privados  del 
auEuEo  con  que  contaban,  hubieron  de  retroceder, 
ae  dirigieron  i  unirse  á  lariátegua,  qoe  ocnpak 
la  sacón  b  sieíra  de  Burgos,  j  reeoeria  loa  pinar» 
dt  Soria»  Espartero  les  persiguió  en  aqvel  lemas 


i 


121 

escabroso,  v  les  arrojó  de  él,  obligándoles  á  pasar 
el  Ebro  é  internarse  en  las  provincias.  Entonces 
volvió  á  reinar  la  tranquilidad  en  lo  interior  del 

tais,  y  los  partidos,  que  momentáneamente  se  ba-- 
lian  unido  en  los  instantes  de  peligro,  volvieron  á 
hacerse  la  guerra  con  mayor  encarnizamiento.  Las 
Cortes  constituyentes,  después  de  terminada  su  mi* 
sion ,  hablan  decidido  continuar  legislando  hasta  la 
reunión  de  otras  nuevas  que  se  convocaron :  el  sefior 
Pérez  Hernández  clamó  contra  esta  ilegalidad,  asi 
como  contra  todas  las  medidas  de  esta  naturaleza  que 
entonces  se  decretaron ,  y  fiel  á  las  doctrinas  de  su 
partido,  y  á  la  sinceridad  con  que  habia  acogido  la 
nueva  Constitución  ,  la  defendió  contra  los  ataques 
de  los  mismos  que  la  formaron ,  y  do  los  que  mas 
contribuyeron  á  su  establecimiento. 

En  el  año  siguiente  sucedió  al  ministerio  aue 
habia  reoin|ilazado  al  de  Mendizabal ,  el  presidido 
por  el  conde  de  Ofaiia ,  el  cual  logró  reunir  una  ma- 
yoría en  las  Cortes,  y  comenzó  á  marchar  con  algún 
mas  desembarazo  que  sus  predecesores.  El  señor 
Pérez  Hernández  defendió  con  convicción  los  actos 
de  la  política  general  de  aquel  gabinete  contra  toda 
clase  do  enemigos,  hasta  que  en  1839  habiendo 
S.  M.  usado  de  su  real  nrerogaliva  ,  y  nombrado 
nuevos  consejeros,  los  redactores  de  La  España,  no 
aprobando  la  marcha  del  nuevo  ministerio,  y  cre- 
yendo peligroso  para  el  pais  hacer  la  oposición ,  su- 
primieron el  periódico. 

Dedicóse  entonces  el  señor  Pérez  Hernández  con 
mas  asiduidad  ú  su  profesión  de  abogado,  y  en  ella 
logró  adquirir  el  renombre  de  que  hoy  goza,  hacién- 
dose notabb^  en  los  tribunales  por  su  facilidad  de 
elocución,  unida  á  una  fuerza  natural  de  raciocinio. 
Pero  en  1839  hubo  de  volver  á  la  vida  pública  ,  por 


124 

nizacion  del  pais,  seguía  Espartero  su  marcha  trian* 
fal  por  Catalana ,  tomaba  á  Berga  y  cooclaia  de 
pacificar  al  territorio  español.  Parecía  ,  pues,  que 
ya  nada  se  oponia  á  que  entrásemos  de  lleno  en  las 
condiciones  del  gobierno  representativo;  sinem- 
bargOj  no  fué  asi.  Existia  en  el  Congreso  ona  mino- 
ría progresista  bastante  numerosa ,  bien  organizada, 
y  pordccír-io  asi,  disciplinada  cual  nunca  se  había 
visto  en  España :  esta  minoría  se  propuso  retardar 
lo  posible  la  formación  de  las  leyes  orgánicas,  es- 
perando sin  duda  que  el  tiempo  y  los  acontecimien- 
tos les  conducirían  al  poder,  donde  seria  mas  fácil 
destruir  la  obra  de  un  ministerio  que  la  de  anas 
Cortes  autorizadas  con  la  sanción  de  S.  M.  Temeroso 
el  gabinete  de  retard.ir  la  promulgación  de  anas  le* 
yes,  que   se   habian  hecho  de  necesidad  urgente, 

3UÍS0  poner  desde  luego  en  p-anta  la  que  le  pareció 
e  mas  importancia,  y  á  e^te  fin  presentó  al  Con- 
greso el  proyecto  de  ley  de  Ayuntamientos,  pidiendo 
autorización  para  mandarlo  ejecutar  como  ley.  La 
minoría  se  apntvechó  de  la  circunstancia  de  haberse 
llevado  al  Congreso  el  proyecto  sobre  que  habia  do 
recaer  la 'autorización ,  y  se  propuso  enmendarlo: 
cada  diputado  progresista  presentó  una  ó  mas  en- 
miendas ,  y  en  apojo  de  cada  una  de  ellas  pronan- 
ciaba  un  d.iscurso  que  duraba  una  sesión  entera;  de 
modo  que  se  tardó  en  discutir  la  autorización  para 
plantearla  ley  de  Ayuntamientos,  un  tiempo  in- 
finitamente mayor  del  que  se  habría  invertidoes 
la  discusión  de  la  misma  ley.  Pero  al  fia  la  tic- 
tica  de  los  progresistas  quedó  desbaratada  ante  b 
firme  voluntad  de  la  mayoría,  y  la  ley  de  Ayun- 
tamientos, después  de  aprobada  por  los  dos  cncr- 
pos  colegisladorcs,  fué  elevada  á  la  sanción  de  S-  M. 
No  es  de  este  lugar  examinar  los  acontccimienlas 


125 
que  prepararon  el  proaunciamiento  de  Setiembre, 
ni  las  circunstancias  que  lo  originaron.  Diremos 
solamente  que  aquel  suceso  hizo  retirar  do  la  vida 
pública  á  muchos  que  hasta  entonces  hablan  tenido 
ié  en  la  fortuna  do  la  nación,  y  creían  que  podría 
organizarse  om  breve,  y  ocasionó  una  Segunda  emi- 
{¿r.tcion  de  hombres  notables  del  partido  moderado, 
todavía  mas  numerosa  que  la  de  1836.  El  señor  Pé- 
rez Hernández  no  emigró ,  pero  fué  desterrado  de  la 
corte  en  8  de  octubre  por  la  Junta  de  Madrid ,  que 
le  crcia  redactor  del  Española,  sin  embargo  de  saber 
todo  el  mundo  quchabia  dejado  do  serlo  desde  mu- 
cho tiempo. 

Desde  aquel  momento  el  señor  Pérez  Hernández » 
retirado  absolutamente  de  la  política,  solo  pensó  en 
(*l  desempeño  de  su  profesión:  varias  veces  sus  amí-* 
{IOS  le  propusieron  después  incluirle  en  candidatu- 
ras ,  pero  en  vano,  porque  tenia  resuello  no  volver 
A  figurar  en  la  vida  pública.  No  pudo  sin  embargo 
oscurecerse  tanto  como  deseaba:  sus  escritos  no  es- 
taban olvid^ulos,  y  sus  triunfos  en  el  foro  recorda- 
ban su  nombre  á  los  que  pudieran  olvidarle.  Cita- 
remos entre  otros  el  que  obtuvo  en  la  causa  formada 
contra  don  Francisco  García  Hidalgo.  El  señor  Gar- 
cía Hidalgo  habia  sido  intendente  de  Almería,  y  en 
v\  año  41  se  lo  formó  causa  por  sus  actos  como  tal 
¿autoridad  en  aquel  punto.  El  iiscal  del  tribunal  su- 
jiremo ,  donde  se  vio  el  proceso ,  pedia  nada  menos 
^|ue  la  imposición  de  la  pena  de  ocho  años  de  pre- 
sidio; pero  el  señor  Pérez  Hernández  puso  tan  en 
eslavo  los  hechos  sobre  que  versaba  la  acusación ,  se 
*^^ali6  de  tales  argumentos  y  abogó  por  su  defendido 
-^litx  tal  olocuencií^,  que  consiguió  se  le  absolviera 
MJkMx  pur  sus  mismos  enemigos  políticos,  En  el  mis- 
/Mío  de  1841  biiso  el  señor  Peres  Hornandey  la 


J 


126 
defensa  de  uno  de  los  procesados  por  el  consejo  de 
guerra  que  se  formó  i  consecuencia  de  ios  sucesos 
de  octubre.  Sabidos  son  de  todos  aquellos  desgra* 
ciados  acontecimientos,  su  origen  y  tendencias*  y 
d  funesto  desenlace  que  tuvieron:  se  ha  dicho  por 
algunos  que  el  señor  Pérez  Hcrnandes  fué  buscado 
para  hacer  la  defensa  del  ilustre  general  Lcoo,  t 
que  rehusó  encargarse  de  ella.  Debemos  desmentir 
esta  especie  que  ha  corrido  sin  ol  menor  TÍsodc 
fundamento;  por  el  contrario,  el  señor  Peres  Her- 
nández se  ofreció  á  defender  al  brigadier  Quiroga } 
Frías,  de  quien  era  amigo  particular;  poro  este  te- 
nia ya  recomendado  el  escrito  de  defensa  i  don  Joa- 
uin  María  López.  Entonces  ol  señor  Pérez  Heroan- 
ez  se  encargó  de  defender  al  conde  do  Bequena. 
Esta  defensa  es  una  de  las  mejor  oscritos  quo  se  pre- 
sentaron al  consejo  de  guerra.  El  conde  de  Beqaena 
había  estado  en  palacio  la  noche  del  7  de  octubre  y 
fugádose  después  con  el  desdichado  brigadier  Qoi- 
roga :  ambos  fueron  aprehendidos  en  ArnTara  j  prr- 
scntados  en  Madrid  á  disposición  del  consejo  de 
guerra.  El  fiscal  pedia  contra  el  defendido  del  seQor 
Pérez  Hernández  la  pena  de  seis  años  de  reclusión, 
y  el  consejo  se  la  impuso  en  efecto;  pero  es  de  ad- 
vertir que  en  aquella  causa  el  consejo  agravó  en 
cuanto  al  brigadier  Quiroga  la  pena  p/dida  por  el 
fiscal ,  y  mandó  fusilar  aquel  á  pesar  de  que  éste  solo 
pedía  contra  él  diez  años  de  encierro.  Ks  por  tanlo 
de  presumir  que  ú  no  haber  sido  tan  buena  la  de- 
fensa (sin  que  por  esto  digamos  que  las  demás  no  lo 
fueran)  el  consejo  hubiera  agravado  igualmente  la 
pena  pedida  por  el  fiscal  contra  el  condo  de  Reqae- 
na.  Los  indicios  que  resultaban  en  lu  causa  contra 
esto  último  eran,  según  el  fiscal ;  1,®  haberse  hallado 
en  palacio  dMe  Idí  ocho  <)<?  h  noche  del  7  hasta  h% 


127 

cualro  de  la  mafiana  del  8:  2.®  baborae  escondido  y 
fugado  con  el  brigadier  Quiro^a.  «Si  el  conde  de  Be» 
quena ,  dccia  el  fiscal ,  no  lema  complicidad ,  debió 
presentarse  al  jefe  do  las  primeras  tropas  leales  oue 
encontrasCf  y  manifestarle  el  motivo  do  hallarse  allit 
ó  en  otro  caso  haberlo  hecho  al  tutor  do  S.  M*  y  no 
haberse  ocultado.»  El  defensor  llamó  la  atención 
primero  sobre  un  vicio  esencial  de  quo  adolecían  las 
actuaciones  9  y  oue  no  estaba  subsanado  á  posar  de 
haberlo  advertido  el  auditor;  tal  era  el  haberse  exi- 
gido al  conde  do  Requena  en  su  declaración  inda- 
gatoria y  confesión  con  cargos  juramento»  contra 
lo  ordenado  por  punto  general  cu  la  Constitución 
de  1812,  vigente  todavía  en  esta  parte;  y  añadió, 
que  si  en  toda  causa  produciría  nulidad  según  las 
leyes  semejante  defecto,  con  mucha  mayor  razón 
debia  y  no  podía  menos  de  producirla  en  una,  cuyo 
resultado  por  lo  tocante  al  conde  de  Requena  de- 
pendía de  los  actos  mismos  en  que  aparccia  dicho 
defecto  cometido.  Pasando  luego  á  ocuparse  del 
punto  principal ,  el  señor  Pérez  Hernández  estable- 
ció desde  luego  una  verdad,  á  saber:  (|uo  al  cunde 
do  Requena  no  se  le  acusaba  de  cómplice  en  la  in- 
surrección de  octubre  porque  hubiese  pruebas  lega- 
les do  que  mondara  ni  sedujera  tropas  ó  tomara  una 
parte  aciíva  mas  ó  menos  directa  ¿  importante  en 
aquel  dep'orable  suceso ,  sino  porque  estuvo  alli  du- 
rante el  lance,  y  después  so  fugó  de  un  modo  que 
habia  parecido  sospechoso:  recordó  después  los  hon- 
rosos antecedentes  del  acusado,  que  habia  comba- 
tido en  defensa  de  la  nación  y  del  trono  legitimo  en 
la  ultima  guerra ;  y  hacióndose  cargo  en  seguida  de 
ios  indicios  sobre  quo  descansaba  la  acusación^  ca- 
¡ilicó  (le  levísimas  v  casi  insignificantes  las  sospe- 
rhns  (|ue  se  inlenlaban  deducir  de  aquellos  hechos, 


138 
Indicó  cuan  posible  era,  y  aun  fácil,  que  muchas  per- 
sonas «  y  con  especialidad  las  que  se  hallaban  en  lu 
particulares  circunstancias  de  pertenecer  á  la  real 
servidumbre  y  estar  obligadas  por  lo  tanto  á  acudir 
alli  en  caso  de  alarma ,  cual  acontecia  al  conde  de 
Requena,  lo  hicieran  con  la  mejor  intención  y  sil 
la  menor  idea  de  asociarse  ó  coadyuvar  á  los  inte»- 
tos  de  las  tropas  que  habían  penetrado  en  el  real  al- 
cázar; observó  que  habia  en  efecto  una  orden  qin 
previí^nc  á  los  gentiles- hombres  presentarse  en  u- 
lacio  en  caso  de  cualquier  alarma ;  y  dedujo  deaqoi, 
como  logalmente  debia  deducirse,  que  el  conde  Je 
Requena  fu6  al  teatro  de  los  sucesos  en  la  noche  del 
7  de  octubre,  no  voluntariamente,  sino  forzado  por 
su  deber  y  por  un  deber  tan  imperioso  como  iiM^ 
clínable.  Partiendo  de  este  supuesto,  sentó  el  seior 
Pérez  Hernández  que  no  podia  castigarse  al  acusada 
por  este  motivo,  pues  fuera  del  aigravio  que  de  ib 
resultas  padeceria  la  justicia  >  se  daria  ó  podría  dane 
margen  á  que  en  lances  semejantes  se  rclrajeni 
servidores  fíeles,  pero  poco  arrojados  ó  no  mayes- 
pertos,  de  acudir  con  presteza  al  sitio  donde  sa  obli- 
gación les  llamase,  por  el  temor  de  ver  despuesi- 
niestramente  interpretadas  sus  intenciones. 

Después  de  deshacer  tan  completa  mente  cov 
acaba  de  verse  este  cargo,  pasó  el  señor  Pérez Hfl^ 
nandez  á  hablar  de  las  declaraciones  de  los  lestifUii 
observó  que  de  los  quince  examinados  en  el  prooeÁ 
entre  los  cuales  se  encontraban  diez  que  se  hallahí 
con  Ins  fuerzas  sublevadas,  los  dos  jefes  de  losJi' 
bardcros,  y  un  alabardero  y  un  nacional  que  dd^ 
ol  principio  estuvieron  prisioneros  en  mediodeip 
lias  fuerzas,  ninguno  decia  (|iie  el  conde ddrl 
quena  hubiese  tomado  parte  ni  mezcládose  cobi^ 
mrTe^m,  >j  «\j*e  todos  por  el  coi>irar¡Q  asegonli 


129 

3ue  nada  presenciaron  ni  escacharon  que  pudiera 
árselo  á  entender  6  sospechar ;  de  lodo  lo  cual  de- 
dujo el  defensor  que  el  conde  de  Requena  no  se  ha- 
bía unido  á  los  siibleyados,  esforzando  este  argii- 
menlo  con  la  consideración  de  que  un  jÓTcn  militar 
de  21  años,  que  habia  mostraao  intrepidez  en  las 
batallas ,  y  que  se  presentó  en  Palacio  la  noche  del  7 
sin  uniforme  y  sin  armas,  y  en  Tez  de  tomarlas  allí 

Í  ponerse  al  lado  de  los  combatientes»  se  paseó em» 
ozado  en  su  capa  mientras  peleaban  con  denuedo  y 
hasta  con  desesperación  dentro  de  aquel  recinto  y 
en  sus  cercanías  las  fuerzas  beligerantes,  no  era 
ciertamente  un  conspirador  que  acudió  al  sitio  de 
la  lucha  arrastrado  por  un  juramento  sacrilego,  ni 
un  sedicioso  que  se  habia  unido,  siquiera  casual  é 
imprevistamente  á  los  sublevados^  «Por  lo  mismo, 
anadia  el  defensor,  que  el  joven  conde.de  Bequena 
entró  desprevenido  en  Palacio ,  cogiéndole  de  sor- 
presa cuanto  allí  veía  y  observaba,  debió  ser  mayor 
el  aturdimiento  y  horror  que  en  él  produjese,  y  á 
medida  que  se  le  iban  frustrando  las  tentativas  de 
evasión ,  que  se  le  cerraban  los  caminos  para  con- 
seguirla, debió,  y  no  pudo  menos,  de  aumentarse 
su  deseo  de  lograrla,  y  también  debieron,  y  no  po* 
dieron  menos,  de  crecer  su  horror  v  su  aturdimiento. 
Apenas  hubo  salido  de  Palacio  su  imaginación  le  re* 
presentó  forzosamente  nuevos  y  grandes  peligros. 
Eslaba  inocente  y  no  debía  temer,  es  verdad,  las 
resultas  de  un  juicio ;  pero  habia  visto  que  las  tro- 
pas colocadas  al  rededor  del  recinto  donde  habia 
pasado  la  mayor  parte  do  la  noche,  rechazaban  á  ba- 
lazos á  los  que  de  allí  salían,  fueran  paisanos  ó  mi- 
lilares,  y  llevaran  ó  no  llevaran  armas,  porque  ni  la 
oscuridad  ni  las  demás  circunstancias  del  momento 
permitían  que  se  entrase  en  ese  examen.  ¿Y  no  po- 
ToMO  IX.  9 


130 
dÍA  recelar  racionalmente  por  su  vida  ri  llegabi  i 
ponerse  al  alcance  de  alguno  de  aquellos  destaca- 
mentos? ¿Era  escbdo  soficiente  contra  las  balas  ea 
semejante  ocasión  el  testimonio  interior  de  sa  con- 
ciencia? De  cierto  no  lo  era,  y  nada  tiene  por  lo 
tanto  de  estrafio  bajo  este  aspecto  qae  le  pareciese 
mas  propio  para  asegurar  su  existencia  j  saiyarse 
por  el  pronto  del  aprieto,  el  medio  qae  prefirió, 
ocultándose  en  el  serón  que  bubo  de  proporcionarle 
la  generosa  acogida  de  los  carreteros.» 

Después  de  haber  esplicado  de  un  modo  tan  claro 
y  concluyente  el  aerando  indicio  que  resaltaba  con- 
tra el  acusado,  á  saber,  el  de  la  fuga ,  el  aefior  Pe- 
rez  Hernández  reasumió  las  razones  de  sa  defeon 
en  el  siguiente  párrafo : 

«En  resumen,  Excmo.  Sr. ,  el  conde  de  Requeai 
acudió  á  Palacio  en  la  nocbe  del  7  llamado  por  sa 
deber,  ignorante  de  cuanto  allí  pasaba,  y  ajeno  de 
toda  idea  dé  conspiración  y  rebelión  contra  el  go- 
bierno establecido :  acudió  sin  armas  y  en  traje  de 
paisano ,  y  estuvo  paseándose  embozado  en  su  capa, 
mientras  los  sublevados  se  batian  encarnizadamente: 
desde  el  momento  en  que  yió  interceptado  el  paso 
para  presentarse  á  S.  M.  quiso,  é  intentó,  salir  de 
alli ,  por  no  dar  lugar  á  que  se  le  creyese  cómplice 
del  atentado.  Con  este  solo  objeto  y  el  de  salvar  sa 
yida  de  los  riesgos  que  la  amenazaban,  se  evadió  en 
el  momento  y  de  la  manera  que  le  fuó  posible.  Si  en 
ello  cometió  alguna  falta  cúlpese  á  la  irreflexioo, 
propia  de  su  edad ,  y  al  aturdimiento  y  horror,  na- 
turales en  aquellas  circunstancias.  Esa  falta,  que 
según  la  conclusión  fiscal  se*  reduce  en  último  re- 
sultado ,  á  no  haberse  presentado,  en  lugar  de  huir, 
al  iefe  de  las  primeras  tropas  fieles  que  encontrare 
ó  al  tutor  de  d«  M.  i  no  debiera »  en  sentir  del  qni 


habla,  estorbarla  absólaciontque  procede  de  rigo- 
rosa justicia  siempre  que  no  aparece  proliado  el  de- 
lito que  al  acusado  se  imputa:  pero  en  todo  erento, 
quedará  mas  que  suGcientemente  purgada  con  algu- 
nos meses  de  arresto ,  unidos  á  ios  padecimientos 
ya  sufridos ,  que  no  son  pocos  ni  pequeños,  á  pesar 
de  que  sea  cortó  el  tiempo  que  llevase  de  duración. )> 
Es  imposible  presentar  mas  claramente  las  ^  ra^ 
zones  que  pueden  alegarse  en  favor  de  un  acu- 
sado ,  ni  destruir  con  mayor  fuerza  de  lógica  los  in- 
dicios que  aparecen  contra  él.  Son  también  dignos 
de  notarse  particularmente  el  orden  y  método  con 
que  están  presentados  los  argumentos,  la  lógica  de 
las  deducciones  y  la  templanza  y  dignidad  del  len- 
guaje. 

Desde  el  año  de  1841  hasta  1843  el  señor  Pérez 
Hernández  se  mantuvo  retirado  absolutamente  de  la 
política ;  y  los  acontecimientos  qué  en  aquella  épo- 
ca se  sucedieron  con  tan  estraordinaria  rapidez, 
no  fueron  bastantes  á  retraerle  de  su  propósito. 
En  1843,  á  consecuencia  del  alzamiento  de  junio  y 
de  la  entrada  del  general  Narvaez  en  Madrid  des- 
pués de  la  jornada  de  Torrejon  de  Ardoz ,  se  disol- 
vió el  ayuntamiento  de  esta  corte,  y  el  gobierno 
provisional  nombró  al  señor  Pérez  Hernández  sín- 
dico de  la  nueva  municipalidad.  Bien  hubiera  que- 
rido el  señor  Pérez  Hernández  que  el  gobierno  pro- 
visional no  se  hubiese  acordado  de  las  circunstan- 
cias que  le  recomendaban  para  desempeñar  el  cargo 
?¡ue  se  le  confirió ;  pero  fueron  vanos  todos  sus  es- 
uerzos  para  que  se  le  admitiese  la  dimisión  que 
presentó ,  v  hubo  de  servir  aquel  destino  hasta  di- 
ciembre del  mismo  año.  Por  el  mismo  tiempo  fué 
nombrado  individuo  de  la  comisión  de  códigos ,  de 
la  que  todavía  forma  parte »  asignándosele  el  suelda 

\ 


k 


ét  60.000  n.,  ^ae  renmaé. 


biofrafia  

Hemandei/  consideráidole  bajo  los  tres  díivem» 

eorrespondea 


Mades  me  ba  eitado  revestido  ea  s«  carrera 
pública.  CoflMi  Derioditla ,  ea  frimer  higar,  bo  se 
ae|iar6  Banca  ét  la  teoda  ét  Ul  lefalklad,  dialiD- 
fa¡¿odoae  por  la  oíoderacMMi  qoe  ^«*fVa!«a  en  mu 
escritoa,  por  lo  profíiodo  de  sos  oooTicciones «  y  por 
el  cdo  con  que  aooBiejó  lo  qne  creía  mas  conve- 
Biente  al  bm  del  país,  j  descebando  sngestiones 
inleresadas  7  proporciones  qne  tendían  á  nsenosca- 
bar  so  independencia:  como  diimtado,  voló  en  todaí 
ocañones  con  arreglo  i  b  qne  le  dicUba  sn  concien- 
cía;  fiel  á  las  doctrinas  qne  profesa,  jaaiás  las  cbaa- 
donó  en  las  Tolaciones  en  qne  estaba  internando  n 
triunfo  j  sn  crédito,  annqne  se  aepamae  de  la  mi- 
joria  de  m  partido  en  algnnos  pontos  qne  no  ae  10- 
zallan  con  la  politica  nneral ;  como  eminente  joris- 
consnllo  7  como  oradbr  se  ba  distingoido ,  por  n 
elocnencia  j  por  sn  ilnstradon ,  siguiondo*  aáempR 
la  miiinis  de  defender  al  qne  tiene  raxon  en  I» 
canam  driles  y  al  qne  le  bnsca  en  loa  procesos  cri- 
minales. Bajo  todos  tres  conceptos  j  como  particu- 
lar,  ba  merecido  aiempre  el  aprecio  de  loo  boakei 
honrados  de  lodos  los  partidos. 


7.|-:yiA.|,ACAlRlR!KGa.',l  . 


i;i7 

mis  Zumalacárrcgai  45  aíloH,  no  dol>ia 
^atncion  sino  á  las  caalidailcs  rci|ae- 
i|'l«r  un  baen  coroDel  de  un  regimiento: 
'ftMüon  los  acontecí  míenlos  políticos  an— 
D  á  8u  actividad,  i  so  acreditado  va— 
1  ciencia,  brindándolo  mas  famosa  nom- 

tncipios  de  octubre  sonaba  el  i;rito  de  rebc' 

'  runos  puntos  de  Castilla  la  Vieja ,  en  las 

i  Vascongiidas  y  en  Navarra ,    contando 

tgo  con  un  ejército,  si  se  atiende  á  la  fuerza 

s dividido  en  grupos  y  partidas,  fallo 

B  y  municiones  ,  y  aun  no  sujeto  por  los 

de  la  disciplina ,  se  dispersaba  y  huía  a 

kcia  del  mas  insignificante  choque.   Uon 

■drun  liabia  sublevado  á  los  realistas  de 

L  dirigiéndose  en  seguida  á  Nuvarra  con 

Ireclutar  mas  fuerzas  ;  el  general  don  An- 

■I,  virey  interino  de  Navarra  ,  puso  su  ca- 

tei-.io,  enviando  al  brigudit-r  Lorenzo  coii 

■lircs  para  que  castigase  so  imdacia.  Deci— 

■S.intos  ít  esperarle  en  la  villa  de  AriTos;  lo 

^on  sus  tropas  nu  bion  había  comenzado  ci 

ké  conducido  á  Pamplona   y  fusilado  el 

(clubre.  Sucedióle  en  el  mando  Iturraldc, 

"^  á  la  montaña  para  orf^anizar  las  escasas 

■  hnhíaa  quedado ,  sumidas  en  el  mas 

ionto.  Ya  tocaba  la  rebelión  en  su 

;  Vitoria  y  Bilbao ,  donde  hahia  sido 

'retcndicnte,  habían  jn recibido  dcn- 

is  á  las  tropas  de  la  reina,  maudadas 

^nrsGcId,  militar  de  escetentes  prcn- 

ilo  hubiera  alcanzado  entonces  alfran^ 

Tra  civil  Bucumbia  en  Bus  principioáf 

icia  lo  dispaio  de  obvj|  '  ' ' 


ibvjM||Mira  U» 


134 
de  cooyeniencia  ni  de  poUiica  á  que  se  le  considere, 
según  la  justicia  lo  exige  ,  como  el  mas  hábil  capitán 
entre  todos  los  que  en  la  última  guerra  se  han  dis- 
tinguido en  los  dos  opuestos  bandos.  Ninguno  ha 
desplegado  ese  prodigioso  talento  organizador ,  por 
el  cual  pudo  reunir  numerosas  y  ordenadas  fuerzas» 
viéndose  unas  veces  perseguido  y  acosado,  en  la  ne- 
cesidad de   combatir  otras ,   y  en   circunstancias 
azarosas  siempre.  Ninguno  le  ha   aventajado  en  la 
táctica  ,  en  la  oportunidad  de  los  movimientos  ,  en 
la  prontitud  de  las  operaciones  ,  en  lo  bien  combi- 
nado de  las  sorpresas  ,  en  lo  ordenado  de  las  retira- 
das. Algupos  han  gozado  de  igual  prestigio  entre 
sus  tropas  ,  ninguno  le  ha  merecido  en  tan  alto  gra- 
do. Severo  contra  toda  falta  de  sus  subordinados,  va 
fuera  leve  ó  grave  ,  solia  ser  parco  y  equitativo  en 
las  recompensas.  Estas  cualidades  ,  hoy  reconocidas 
por  todos,  tienen  que  servir  de  norma  para  trazar 
con  exactitud  el  bosquejo  de  su  vida. 

Don  Tomás  Zumalacárregui  nació  en  Ormaste- 
gui ,  provincia  de  Guipúzcoa»  el  dia  29  de  setiem- 
bre de  1788.  Hijo  de  padres  pobres,  apenas  resonó 
por  todos  los  ángulos  de  la  monarquía  el  heroico  grito 
de  independencia^  lanzado  contra  el  dominador  de 
Europa  ,  entró  á  servir  en  clase  de  cadete  á  las  ór 
denes  del  ilustre  don  Francisco  Espoz  y  Mina.  A  sns 
felices  disposiciones  para  la  milicia  ,  al  fervor  con 
que  defendía  aquella  noble  cansa  ,  á  su  bravura  en 
los  combateis  ,  debió  á  su  jefe  ser  nombrado  capi- 
tán, habiendo  pasado  en  poco  tiempo  por  todos  los 
grados  inferirres.  Capitán  er?  al  volver  Fernando 
de  su  cautiverio  :  de  capitán  estuvo  los  seis  años  en 
que  puso  de  manifiesto  el  Monarca  español  su  in- 
gratitud á  los  sacrificios  hechos  por  so^  subditos 
para  devolverle  una  corona  ,  que  no  merecia,  pues 


136 
It  había  renunciaclo  :  capitán  le  halló  el  alzamiento 
que  prodojo  la  proclamación  del  código  de  1812  ,  j 
y  solo  en  1822,  cuando  se  leyantaron  fuerzas  para 
revestir  de  nuevo  con  el  mando  absoluto  á  nn  rey, 
que  había  quebrantado  sus  palabras  á  la  faz  del 
mundo  ,  le  hizo  Qnesada  comandante  del  tercer 
batallón  de  Navarra.  Dos  años  después  de  la  omi^ 
nosa  reacción ,  cuyos  males  deploramos  todavía, 
Zumalacárregui  mandó  en  clase  de  teniente  coro- 
nel un  regimiento  de  infantería  ligera ;  luego  el 
tercer  regimiento  de  línea ;  en  él  ascendió  á  coronel 
efectivo ,  y  obtuvo^en  fin  el  mando  del  regimiento 
de  Estromadura.  Desde  sus  primeros  pasos  en  la 
carrera  de  las  armas  habia  sonresálido  por  su  valor 
á  toda  prueba,  observando  de  cerca  al  ejército  fran- 
cés que  en  1823  invadiera  nuestro  territorio ;  se 
impuso  en  todos  los  secretos  de  la  táctica  ,  en*  cuyo 
arle  no  conocía  rivales  :  por  eso  le  bacía  pasar  su-^ 
cesivamente  de  uno  á  otro  cuerpo ,  organizando- 
Jos  todos  con  admirable  presteza  é  inteligencia 
suma.  Corría  el  año  de  1832,  y  se  hallaba  Zu* 
malacárregui  en  el  Ferrol,  cuando  fué  relevado  del 
mando  de  su  regimiento  por  el  brigadier  Geballos 
Escalera.  Vivamente  herido  con  aquella  separación 
inesperada  ,  vino  á  la  corte ,  y  á  pesar  de  sns  vivas 
diligencias  no  alcanzó  ser  repuesto  en  el  mando,  por 
lo  c^ue  se  retiró  á  la  ciudad  de  Pamplona  con  su  fa- 
milia. Háse  dicho  generalmente  que  Zumalacárregui 
no  era  del  todo  estraño  á  los  principio»  liberales ,  y 
que  si  lidió  en  el  bando  del  absolutismo-,  lo  hizo 
resentido  por  la  aspereza  con  que  le  trató  Quesada, 
inspector  general  de  infantería.  Sin  que  nosotros 
decidamos  sobre  estos  dos  puntos ,  nos  parece  inr 
dudable  que  Zumalacárregui  no  erft  fanático ,  aun 
cuando  sus  ideas  no  se  aviniesen  ca>ií^A!^%  VapeisníSM 


136 
de  los  gobiernos  represeniativos :  la  circansianda 
de  haber  solicitado  con  ahinco  que  se  le  devolviera 
el  mando  de  su  regimiento  «  nos  hace  presumir  que 
su  corazón  palpitaba  de  lealtad  hacia  la  reina  doña 
Isabel  II.  De  no  ser  asi,  hubiera  devorado  en  silen- 
cio su  amargura,  mientras  llegase  una  ocasión  pro- 
picia de  satisfacer  su  venganza ;  ocasión  que  no  po- 
día mostrarse  muy  lejana,  si  se  atiende  á  que  por 
entonces  se  agravaban  de  dia  en  dia  los  achaques 
del  último  monarca  ,  bebia  ya  don  Garlos  las  agnas 
de  estrnfios  ríos  «  y  la  nación  estaba  abocada  á  los 
peligros  y  contratiempos  de  una  prolongada  mino- 
ría. Nada  dicen  en  contra  de  nuestro  dictamen  los 
antecedentes  de  Zumalacárregui :  si  en  1823  6gura- 
ba  su  nombre  entre  los  que  se  denominaban  faccio- 
sos 9  hacia  armas  contra  un  sistema  ,  no  contra  ana 
dinastía,  y  no  podia  ser  acusado  de  desleal,  porque 
á  lu  revolución  no  se  manifestase  adicto.  Repuesto 
en  1832  en  el  mando  de  su  regimiento  ,  no  se  hu- 
biera apartado  de  la  buena  causa  sin  incurrir  en  la 
nota  de  traidor,  ingrato  y  perjuro;  su  carácter  rí- 
gido y  pundonoroso  se  oponia^sin  duda  á  la  traición 
y  á  la  perfidia.  Antes  de  abrazar  la  causa  de  don 
Carlos  nubiera  hecho  renuncia  del  mando  ;  y  pues 
trabajaba  porque  se  ledevohiera,  nos  inclinamos 
á  creer  en  la  rectitud  de  siis  intenciones ,  mucho 
mas  cuando  no  seria  el  único  personaje  que  ha  li- 
diado en  favor  del  Pretendiente,  ya  por  satisfacer 
odios  personales ,  ya  por  librarse  de  Us  persecucio- 
nes qne  sufrian  en  el  boffar  doméstico  sin  que  diera 
motivo  á  ellas.  A  falta  de  datos  tenemos  necesidad 
de  apoyarnos  en  conjeturas,  autorizados  con  ejem- 
plos análogos  al  del  personaje  que  nos  ocupa. 

Hasta  el  29  de  setiembre  de  1833  ,  dia  en  qae 
Fernando  WV  «i^^s^süba.^  ^\\x%\  ^qs^vc^  ^  y  cum- 


137 
plia  don  Tomás  Zomalacárrcgui  45  afios,  no  dcbia 
éste  su  reputación  sino  á  las  cualidades  reque- 
ridas para  ser  un  buen  coronel  de  un  regimiento  : 
abrian  á  la  sazón  los  acontecimientos  políticos  an- 
cho campo  á  su  actividad,  á  su  acreditado  va- 
lor y  á  su  ciencia ,  brindándole  mas  famosa  nom- 
bradía« 

A  principios  de  octubre  sonaba  el  grito  de  rebe- 
lión en  algunos  puntos  de  Castilla  la  Vieja ,  en  las 
provincias  Vascongadas  y  en  Navarra,  contando 
desde  luego  con  un  ejército,  si  se  atiende  á  la  fuerza, 
numérica ;  mas  dividido  en  grupos  y  partidas ,  falto 
de  víveres  y  municiones ,  y  aun  no  sujeto  por  los 
vínculos  de  la  disciplina ,  se  dispersaoa  y  huia  á 
consecuencia  del  mas  insignificante  choque.  Don 
Santos  Ladrón  habia  sublevado  á  los  realistas  de 
Logroño ,  dirigiéndose  en  seguida  á  Navarra  con 
ánimo  de  reclutar  mas  fuerzas  :  el  general  don  An- 
tonio Sola,  virey  interino  do  Navarra  ,  puso  su  ca- 
beza á  precio,  enviando  al  brigadier  Lorenzo  con 
1500  hombres  para  que  castigase  su  audacia.  Deci- 
dióse don  Santos  á  esperarle  en  la  villa  de  Arcos;  le 
abandonaron  sus  tropas  no  bien  habia  comenzado  el 
tiroteo.  Fué  conducido  á  Pamplona  y  fusilado  el 
dia  15  de  octubre.  Sucedióle  en  el  mando  Iturralde, 

Juien  se  retiró  á  la  montaña  para  organizar  la^  escasas 
uerzas  que  le  habían  quedado ,  sumidas  en  el  mas 
profundo  desaliento.  Ya  tocaba  la  rebelión  en  su 
postrera  agonia ;  Vitoria  y  Bilbao ,  donde  habia  sido 
proclamado  el  Pretendiente,  habian  ya  recibido  den- 
tro de  sus  muros  á  las  tropas  de  la  reina,  mandadas 
por  el  general  Sarsfield ,  militar  de  escelentcs  pren- 
das:  si  su  ejército  hubiera  alcanzado  entonces  algún 
refuerzo,  la  guerra  civil  sucumbía  en  sus  principios; 
mas  la  Providencia  lo  dispuso  d«  oVto  m^^^^vt^W- 


138 
talidad  de  España  f  j  de  repente  oobraron  ánimo  los 
carlistas  dispersos  y  abatidos  eon  la  adquisición  de 
un  solo  hombre  ,  que  ingresó  en  sas  filas,  sin  nías 
distintivos  que  nna  boina  y  unas  alpargatas.  De  esta 
manera  se  presentó  Zumalacárregai  á  los  subleva- 
dos en  el  Talle  de  Araquil  el  dia  30  de  octubre,  ha- 
biendo logrado  burlar  la  vigilancia  de  los  qne  le 
observaban  en  la  noche  del  29.  Poco  influjo  podia 
ejercer  sobre  el  decaimiento  de  la  facción  ia  repu- 
tación de  que  gozaba  Zumalacárregui  como  hábil 
táctico  y  oficial  de  inteligencia ;  mas  hubo  de  fas- 
cinarles la  intima  confianza  con  que  se  ofreció  á 
dirigirles  en  circunstancias  azarosas ,  y  poco  ade- 
cuadas para  ambicionar  el  mando  por  la  terrible 
responsabilidad  que  llevaba  consigo.  Tuvo  sin  em- 
barco que  vencer  inconvenientes  á  consecuencia  de 
la  rivalidad  de  Iturralde ,  quien  reclamaba  el  man- 
do por  haber  sido  el  primero  que  proclamó  en  Na- 
varra al  Pretendiente ,  de  quien  tenia  el  despacho 
de  jefe.  Zumalacárregui  por  su  superioridad  ejer- 
cía ya  gran  prestigio  entre  los  suyos ,  cuando  sa 
competidor  envió  dos  compañías  para  que  le  arres- 
tasen :  salió  á  su  encuentro  Zumaiacárregi,  y  como 
sí  aquella  fuerza  viniera  á  incorporársele  ,  tuvo  la 
suQcíente  serenidad  y  bastante  temple  de  alma  para 
intimarle  que  retrocedieran  y  trajesen  arrestado  á 
Iturralde  ,  siendo  al  instante  obedecido  ;  tan  pode- 
roso es  el  ascendiente  del  genio  en  todas  las  situa- 
ciones de  la  vida.  Conducido  Iturralde  á  so  presen- 
cia le  nombró  su  segundo  ,  declarándole  iqoe  con- 
servaría  el  mando  en  jefe  hasta  que  se  presentase 
Eraso,  refugiado  á  la  sazón  en  Francia.  Podía 
creerse  que  esta  promesa  no  fuese  mas  que  un  pro- 
testo ,  no  narecieado  probable  el  regreso  del  que 
realmente  nabia  dado  el  primer  grito  en  fttve»  de 


139 
don  Garlos  :  mas  cuando  llegó  á  realizarse,  fiel  Zur- 
malacárregui  á  su  promesa ,  brindó  con  el  m^ndo 
á  Eraso  ,  y  esta  conducta  noble  y  equitativa  conso- 
lidó su  autoridad  entre  los  jefes  carlistas. 

Desprovisto  de,  recursos,  hubo  de  internarse  en 
lo  mas  escarpado  de  las  montañas  para  organizar 
alli  sus  fuerzas  :  e3citaba  el  valor  de  sus  subordina- 
dos con  su  arrojo  en  sorpresas  y  emboscadas»  no  to- 
mando la  ofensiva  en  ningún  encuentro  ni  escara- 
muza sin  la  seguridad  de  salir  victorioso:  acostum- 
brábales á  sobrellevar  con  gusto  las  fatigas  de 
penosas  marchas  y  contramarchas,  en  las  que  solian 
verle  á  pie  á  la  cabeza  de  su  estado  mayor  ,  alen- 
tando con  su  ejemplo  á  los  mas  débiles  y  flacos  de 
ánimo.  No  conlribuia  poco  á  la  rapidez  de  sus  ope- 
raciones el  equipo  y  armamento  que  habia  adopta- 
do para  sus  gentes  ;  y  consistia  en  patalon,  capote, 
boina ,  canana,  morral  y  fusil,  lo  cual  les  daba  gran 
Ycnlaja  sobre  las  tropas  de  la  reina  ps^^a  burlar  su 
diligencia  en  perseguirles.  Bien  contrapesaban  las 
dificultades  nacidas  de  la  escasez  de  dinero,  víveres 
y  municiones  ,  las  simpatías  de  los  naturales  del 
país ,  todos  adictos  á  Zumalacárregui  y  á  los  suyos. 
Dividió  éste  sus  fuerzas  por  batallones,  al  mando  de 
coroneles  ,  formando  de  este  modo  guerrillas  que 
pudieran  acometer  al  enemigo  en  determinadas  oca- 
siones ;  y  publicó  un  bando  de  bloqueo  para  todas 
las  plazas  y  puntos  fortificados  por  las  tropas  de  la 
reina.  A  consecuencia  de  esta  medida  creó  un  cuer- 
po de  aduaneros ,  formado  en  su  mayor  parte  de 
contrabandistas  del  Pirineo ,  distribuyéndolos  en 
partidas  de  40  ó  50  hombres  á  las  órdenes  de  los 
mas  osados  y  mas  conocedores  del  terreno  en  que 
hablan  de  prestar  sus  ser <f icios.  Asi  consiguió  Zu- 
malacárregui cercenar  los  víveres  ^  \\iV.^tT>\\£i^^ 


140 

las  comunicaciones  de  sus  enemigos ,  hostigándoles 
á  corta  distancia  de  las  poblaciones ,  si  de  ellas  sa- 
lia  algún  destacamento. 

Sard?field  habia  sido  revelado  por  Qaesada:  éste 
quiso  hacerse  dueño  del  valle  de  Araquíl,  y  al  efec- 
tOy  después  de  pernoctar  en  Olozagoitia,  se  presentó 
en  AIsusáa,  aldea  situada. á  la  derecha  del  camino 
de  Yitoria  á  Pamplona  ;  á  su  espalda  se  alza  una  co- 
lina,  y  de  allí  parte  un  enmarañado  bosque  que  se 
dilata  algunas  leguas :  este  era  el  punto  donde  se 
hallaba  Zumalacárregui  con  once  batallones  y  tres 
escuadrones  ,  y  desde  donde  rompió  las  hostilidades 
contra  Quesada.  Menospreciando  éste  á  su  enemi- 
go, le  dirigió  un  pliego,  cuyo  sobre  decia:  fiAljefe 
de  bandidos  ,  )>  intimándole  que  depusiera  las  armas 
á  fin  de  evitar  la  efusión  de  sangre:  el  jefe  carlista 
lo  devolvió  sin  abrirlo.  Quesada  esquivó  el  combate 
contentándose  con  situar  sus  tropas  en  posesión  mas 
elevada.  Zumalacárregui,  queriéndose  aprovechar 
de  la  escesiva  superioridad  numérica  de  sus  fuer- 
zas, hizo  un  hábil  movimiento  de  flanco,  á  fin  de 
acometer  por  la  espalda  la  posición  de  su  enemigo, 
de  que  se  apoderó  después  de  tres  obstinados  ata- 
ques en  que  las  tropas  de  la  reina  mostraron  admi- 
rable serenidad ,  conservándola  hasta  en  la  retirada. 
Sin  duda  Zumalacárregui  hubiera  vencido  en  aquel 
encuentro ,  sin  la  oportuna  llegada  de  Jáuregoi  con 
mas  de  mil  hombres:  hizo  no  obstante  algunos  pri- 
sioneros, con  los  que  se  mostró  cruel  y  hasta  im- 
placable ,  cediendo  á  los  instintos  de  su  carácter 
adusto  y  propenso  á  la  cólera;  todos  los  oficiales 
fueron  pasados  por  las  armas,  contándose  entre 
ellos  don  Leopoldo  Odonell ,  atacado  durante  la  üo- 
cion  de  un  accidente ,  y  don  Rafael  Glavijo,  ya  mo- 
ribundo de  sus  heridas;  igual  desgracia  tuvieroa 


141 
veinte  y  ocho  soldados  que  se  negaron  á  engrosar 
las  filas  rebeldes:  no  imitaron  sus  compafteros  tan 
heroica  conducta ,  mas  ¿  la  primera  ocasión  se  fu- 
garon á  sus  antiguas  banderas. 

Ocurrió  otra  acción  no  menos  refiida  cerca  de 
Dos-Hermanas,  cuya  posición  ocupaba  ya  Zuma- 
lacárrcgui  cuando  Qucsada  y  Lorenzo  se  dirigían 
á  la  Borunda.  Se  hizo  general  el  combate  de  árbol 
en  árbol ,  de  pefia  en  peña  sobre  terreno  de  los  mas 
escabrosos;  Lorenzo,  haciendo  prodigios  de  valor, 
logró  apoderarse  de  la  posición  que  ocupaba  Zuma- 
lacárregui :  tuvieron  los  carlistas  trescientos  hom- 
bres fuera  de  combate  y  algunos  mas  los  cristinos. 
Consistía  la  táctica  de  aquel  en  situarse  en  esce- 
lentes  posiciones  y  hostigar  á  las  tropas  leales, 
diezmándololes  sus  fuerzas,  mientras  los  suyos  cre- 
cían en  número,  se  sujetaban  al  vínculo  de  la  dis- 
ciplina, y  se  acostumbraban  al  fuego.  Por  eso  suce- 
dÍA  con  frecuencia  que  los  cristinos  se  hacian  due- 
ños del  campo  de  batalla ,  sufriendo  pérdidas  mas 
considerables  que  las  de  los  que  se  retiraban  ante 
sus  bayonetas  por  quebradas* y  vericuetos,  para  em- 
prender al  dia  siguiente  otra  maniobra  de  la  misma 
clase.  Este  plan  estratégico  ya  lo  habia  ensayado 
Mina  con  buen  éxito  en  la  guerra  de  la  indepen- 
dencia ,  y  peleando  á  sus  órdenes  Zumalacárregui 
habia  tenido  ocasión  de  estudiarle  sobre  el  terreno  • 

Si  infundía  ánimo  la  presencia  de  don  Garlos 
entre  sus  secuaces,  prodújoles  desaliento  la  llegada 
del  general  Rodil  al  ejército  del  norte  con  nume- 
rosas y  lucidas  tropas.Y  por  desgracia  las  vio  mer- 
madas y  casi  desechas  á  tos  pocos  meses .  ni  podia 
esperarse  otra  cosa  de  lo  desacertado  de  sus  opera- 
ciones. Sin  mas  cualidades  que  una  tenacidad  sin 
límites  y  una  inclinación  insliliva.  k  dfixtvocAx  %w^- 


142 

gre,  dirigió  Rodil  todos  sos  conatos  á  persiBgair  sin 
tregua  ni  descanso  por  una  parte  ál  Pretendiente  y 
por  otra  á  Zumalacárregni,  logrando  solo  obligar- 
les á  penosas  marchas  por  veredas  y  montes:  sace- 
dia  á  menudo  que  al  cabo  de  veinte  horas  de  fatiga 
se  encontraban  los  facciosos  en  el  mismo  ponto  de 
donde  habian  partido  el  dia  antes.  En  sama ,  todo 
se  redujo  á  que  el  jefe  carlista  se  viera  en  la  preci- 
sión de  desplegar  sus  prodigiosos  recursos  de  acti- 
vidad y  de  estrategia ,  sin  alterar  en  un  ápice  su 
plan  de  campaña.  Así  pudo  sorprender  al  barón  de 
Garondelet ,  primero  en  las  peñas  de  san  Fausto  y 
después  en  Yiana^  cayendo  sobre  sus  fuerzas, 
mientras  las  creia  acosadas  por  Rodil ,  general  en 
jefe.  Bien  sabidas  son  las  consecuencias  de  estos 
dos  desgraciados  sucesos.  En  las  peñas  de  san  Faus- 
to fué  rota  -y  desecha  una  columna  de  seiscientos 
hombres ,  cayeron  prisioneros  varios  oficiales  dis- 
tinguidos, y  entre  ellos  el  conde  de'Yiamanuel ,  á 
quien  Zomalacárregui  prodigó  toda  especie  de  con- 
sideraciones hasta  el  estremo  de  quererle  salvar 
la  vida;  masía  Providencia  dispuso  que  el  hombre 
implacable,  solo  una  vez  moviao  de  clemencia,  no 

Cudiese  ejercerla  ,  por  hallarse  en  frente  de  otro 
ombre  no  menos  cruel  y  sanguinario.  Zamalacár- 
regui  propuso  á  Rodil  canjear  al  conde  de  Yíama- 
nuel  por  un  oficial  y  algunos  soldados  que  habia 
perdido  dias  antes.  Respondió  Rodil  que  los  pri- 
sioneros rebeldes  habian  sido  fusilados,  lo  caal 
equivalia  á  sentenciar  á  muerte  al  malogrado  conde. 
Aún  tentó  en  su  favor  Zumalacárrgui  el  postrer 
esfuerzo  retardando  el  suplicio  hasta  implorar  la 
clemencia  de  su  amo :  este  dijo  sin  demora  qne  si 
eran  pasados  por  las  armas  oficiales  subalternos,  no 
habia  raron  wv  vc\oV.vho  ^%ttsi  perdonar  i  un  grandí 


143 
de  Espafia.  Viamanuel  murió  fusilado ;  sentenciá- 
ronle tres  corazones  de  tigre :  la  imparcialidad  nos 
impulsa  á  aue  acriminemos  con  mas  amargara  en 
este  caso  al  general  de  las  tropas  leales.  En  Yiana 
penetraron  los  facciosos  haciendo  gran  número  de 
muertos  entre  ochocientos  infantes,  y  dos  escuadro- 
nes de  cazadores  de  la  Guardia,  al  mando  del  ines- 
perto  jefe  antes  citado,  siendo  este  el  primer  en- 
cuentro en  que  la  caballería  de  Zumalacárregui  dio 
señales  de  hallarse  organizada  ,  merced  á  la  inteli- 
gencia del  bizarro  don  Garlos Odonel I,  tristemente 
comprometido  por  la  causa  de  don  Garlos.  No  pa- 
raron aquí  nuestras  desgracias  durante  el  mando 
de  Rodil ;  perdimos  un  gran  convoy  cerca  de  Ge-^ 
nicero ,  cayendo  en  poder  del  enemigo  cien  hom- 
bres y  dos  mil  fusiles  ;  y  ocurrió  ademas  el  lamen- 
table suceso  de  alegría ,  luego  que  Zumalacárregui 
hubo  repasado  el  Ebro ,  sin  que  de  ello  tuvieran 
noticia  en  Vitoria.  Presentóse  de  improviso  en  la 
llanura  de  Salvatierra  antes  de  amanecer  con  cinco 
batallones  y  tres  escuadrones :  Iturralde  con  seis 
de  los  primeros  debía  colocarse  entre  Vitoria  y  las 
fuerzas  del  general  Osma:  suponía  muv  bien  Zuma- 
lacárregui que  siendo  escasa  la  guarnición  de  Sal-^ 
vatierra  para  aventurarse  á  salir  de  sus  n^uros,  acu- 
dirían en  su  socorro  las  tropas  situadas  en  Alegría» 
llenas  de  con6anza  por  no  sospechar  que  tendrían 
que  habérselas  con  el  grueso  de  las  fuerzas  faccio- 
sas. Ya  era  de  día  claro  cuando  Zumalacárregui 
mandó  hacer  al  aire  dos  descargas  cerradas,  y  con- 
siguió por  este  medio  lo  que  se  proponía  Osma «  y 
destacó  al  brigadier  0-Doile  con  tres  mil  hombres, 
dos  piezas  de  lomo  y  unos  cien  caballos  para  auxi- 
liar al  gobernador  de  Salvatierra,  á  quien  creia  ata** 
cado»  Zumalacárregui  con  sui  batallonea  fotinaás^t 


144 

ea  la  llanura  se  adelantaba  hacia  el  enemigo  lenti- 
meate  y  en  ademan  resuelto.  Sorprendido  y  turba- 
do O'Doile  con  tan  repentina  aparición  de  fuerzas» 
sospechó  algún  lazo;  mas  sin  desmayar  por  eso  de- 
cidió á  aguardar  á  pie  firme  á  los  carlistas  ,  situán- 
dose en  una  colina  cercana  á  Arieta.  Cuando  calculó 
Zumalacárregui  que  Iturraldc podia  caer  porreta- 
guardia  sobre  O-Doile,  recorrió  las  filas,  entusias- 
mando con  su  voz  enérgica  al  soldado^  y  con  marcial 
continente»  furioso  Ímpetu  y  espantosa  gritería  se 
arrojó  con  sus  batallones  al  cámbate»  acometiendo 
á  los  cristinos  con  mas  furia  cuando  divisó  á  Itur- 
ralde  por  retaguardia.  Acosado  0-Doile  por  todos 
lados  se  esforzaba  por  ordenar  sus  fuerzas  que  li- 
diaban con  el  mayor  denuedo  en  situación  tan  de- 
sesperada »  cuando  le  mataron  el  caballo  y  cayó  pri- 
sionero. Prolongóse  la  lucha  hasta  bien  entrada  la 
noche»  sin  que  los  carlistas  diesen  cuartel;  solo  al- 
gunos de  los  nuestros  pudieron  salvarse  amparados 
por  las  sombras:  durante  la  acción  se  habian  refu- 
giado quinientos  hombres  en  Arieta,  haciéndose 
fuertes  en  las  casas  del  pueblo :  al  fin  hubieron  de 
rendirse  después  de  dos  dias  de  sitio,  habiendo 
muerto  muchos  por  la  absoluta  carencia  de  comes- 
tibles. 0-Doile  »  su  hermano»  un  capitán  y  trece 
oficiales ,  fueron  inicuamente  fusilados  sobre  el 
campo  de  batalla,  en  el  día  que  siguió  asa  infausta 
derrota.  Tristísimos  fueron  sus  resultados  r  cuando 
de  ella  tuvo  conocimiento  el  general  Osina,  supuso 
que  fuese  mas  considerable  el  número  de  soldados 
que  se  habian  refugiado  en  Arieta»  y  quiso  auxi- 
liarles con  cuatro  mil  hombres  y  cuatro  piezas  de 
artillería.  Este  laudable  esfuerzo  no  fue  coronado 
por  la  victoria:  después  de  un  furioso  choque,  tuvo 
que  retirarse  Osma  con  pérdida  de  muchos  prisio- 


146 
ñeros.  .Otra  vez  sintió  Zumalacárregni  palpitar  su 
corazón  á  impulsos  de  la  clemencia »  y  otra  vez  le 
condujo  este  generoso  sentimiento  ¿ser  mas  cruel 
que  nunca.  Mandó  aquel  día  que  se  diera  cuartel  á 
los  soldados  de  la  heina ,  y  como  siempre  hablan 
sido  sus  órdenes  obedecidas.  Iban  á  retaguardia  de 
las  dos  divisiones  de  Zumalacárregni  quinientos  pri- 
sioneros, y  detrás  de  estos  ciento  ochenta  mas,  co-* 
gidos  casi  á  las  puertas  de  Vitoria ,  y  escoltados  por 
un  capitán  y  treinta  hombres:  dos  de  aquellos  se 
hablan  escapado  i  ^  el  capitán  dio  parte  á  Zumala- 
cárregni sonre  la  imposibilidad  de  suardar  tantos 
Erisioneros  con  tan  poca  gente:  «Átelos  Yd.»  reci- 
ió  por  respuesta.  Repuso  el  capitán  que  no  habia 
encontrado  cuerdas,  porque  todos  los  babilantes  ha- 
blan abandonado  sus  aldeas.  aPues  que  los  fusile» 
pronunció  con  criminal  sangre  iria  el  jefe  de  los 
facciosos.  Y  sus  palabras  fueron  un  mandato,  y  el 
mandato  tuvo  cumplimiento  ,  y  las  victimas  fueron 
inmoladas  á  los  pies  de  los  caballos  á  tiros  ,  bayo- 
netazos y  lanzadas.  Se  erizan  los  cabellos  al  referir 
semejante  acto  de  barbarie:  han  transcurrido  ya 
muchos  años  desde  que  fué  consumado ,  y  todavía 
se  inflaman  las  venas  de  coraje ,  y  pronuncian  los 
labios  un  terrible  anatema  sobre  las  cabezas  de  tan 
impíos  verdugos. 

A  poco  tiempo  se  renovaron  estas  horribles 
escenas,  propias  solo  en  nuestros  dias  de  una  horda 
de  beduinos.  No  hay  quien  no  recuerde  la  heroica 
defensa  de  los  nacionales  deYiliáfrancar  refusiados 
en  la  torre ,  incendiada  por  los  facciosos  ,  se  batían 
á  muerte  y  crecían  las  llamas  en  torno  suyo  y  les 
ahogaba  el  humo  y  no  tenían  esperanzas  de  socorro. 
Pasadas  muchas  horas  en  tan  desesperada  Jucha ,  en 
tan  penosa  agonía  ^  preguntó  el  comandante  de  na- 

TOUOIX,  i^ 


146 
dónales  si  alcanzarían  cuartel  de  sus  enemigos:  es- 
tos se  lo  concedían  solo  á  las  mineres  ;  y  los  sitia- 
dos sin  mas  amparo  qne  el  de  la  té  cristiana,  paten- 
te ya  su  heroísmo  á  los  ojos  del  mandó,  leyantaron 
los  suyos  al  cielo  ,  y  abandonaron  la  torre  sin  otra 
promesa  que  la  de  obtener  los  consuelos  religiosos 
antes  de  ser  conducidos  á  la  muerte.  En  suma» 
mientras  el  ejército  del  norte  estuvo  á  las  órdenes 
del  general  Rodil ,  solo  esperimentó  Zumalacárre- 
guí  dos  reveses  de  consideración ,  en  cambio  de  di- 
Tersos  triunfos.  Se  le  frustró  la  tentatifa  que  hixo 

Eara  apoderarse  de  Echarri-Aranaz ,  aun  cuando  se 
aliaba  en  inteligencia  con  dos  oficiales  de  los  qae 
guarnecían  aquel  punto,  y  perdió,  la  acrion  de 
Mendaza ,  en  que  el  general  Córdoba  dio  señales  de 
la  pericia  que ,  en  mas  espacioso  campo  y  en  mayor 
escala ,  desplegó  mas  tarde.  Puede  decirse  que  en 
el  puente  de  Arquijas  lidiaron  todos  con  empeño,  y 
sin  embargo  quedó  indecisa  la  YÍctoria. 

Por  esta  época  finalizaba  con  el  año  de  1834,  y 
el  mando  del  general  Rodil,  que  había  entrado  cin- 
co meses  antes  en  las  Provincias  publicando  pom- 
posas alocuciones  ,  que  por  los  muchos  elementos 
con  que  contaba,  y  por  la  superioridad  de  sos 
fuerzas ,  no^  tenían  visos  de  faniarronadas ,  y  salía 
de  allí  desacreditado  y  puesto  en  caricatura.  Su  su- 
cesor infundía  grandes  esperanzas  á  ios  defensores 
de  la  buena  causa:  natural  del  pais,  y  habiendo  allí 
adquirido  los  primeros  títulos  de  su  fama  miliUr, 
podia  ejercer  grande  influencia  entre  sus  paisanos, 
atrayéndoles  á  las  filas  de  las  tropas  leales ,  6  des- 
concertar sus  planes  hostiles ,  por  conocer  el  terre- 
no palmo  á  palmo  y  ser  práctico  en  aquel  género 
de  guerra  ,  si  desoían  su  voz  amistosa  y  coiigÍ- 
liadera,  Sia  m%  ^«^ILcafiiones  han  promiileilÜa'ji 


147 
üMstrot  leeiorM  el  iwnibre  del  general  Mina. 
A  poco  de  tomar  el  mando  este  yaron  ilustre, 
to?o  lagar  el  sangriento  combate  de  Segurd»  en  qne 
los  esfuerzos  y  reiterados  ataques  de  tas  trq^s  que 
mandaba  el  general  Carratalá ,  siendo  sus  segundos 
Janre^  j  Espartero ,  se  estrellaron  ante  la  firmeza 

L decisión  de  los  guias ,  hábilmente  colocados  por 
imalacárregoi  detrás  de  las  tapias »  que  señalan 
en  su  estenso  ?alle  las  demarcaciones  en  que  pas*- 
tan  los  ganados  de  cada  uno  de  los  propietarios  de 
h  comarca^  En  esta  jornada  ^  que  tuvo  logar  el  2 
de  enero  de  1835,  Ueyaron  la  mejor  parte  los  cap- 
listas  ,  ñ  bien  sufrieron  considerable  pérdida  de 
muertos  y  heridos.  Siguió  después  la  acción  de  Or- 
biso,  en  que  no  .fueron  completamente  derrotados 
lee  carlistas  por  los  generales  G6rd<d>a  y  Oráa  #  por 
la  previsión  con  que  Zumalacárregui  había  escalo- 
iiado  dos  batallonea  sobre  el  monte  de  San  Vicente 
para  proteger  la  retirada  en  caso  de  derrota.  Ni 
aun  después  de  este  desastre  dejó  de  hostigar  á  las 
tropas  de  la  reina ,  estorbándoles  la  conducción  de 
convoyes ,  y  no  dándoles  esjgacio  para  que  se  cre- 
yesen nunca  seguras.  En  la  imposibilidad  de  atacar 
nin|[un  punto  fortificado  por  falta  de  artilleria ,  co- 
misionó Zumalacárregui  al  comandante  del  arma 
don  Tomás  Reina  para  que  eligiera  el  punto  que 
juzgase  mas  á  propósito,  y  velara  por  la  fun«- 
dicion  de  algún  mortero ;  á  costa  de  muchos  afanes 
logró  tener  dos  de  á  siete  pulgadas  y  otros  dos  de 
i  trece  t  los  cuales  se  estrenaron  contra  Elizondo, 
bloqueado  por  Sagastibelza.  En  el  vigoroeo  ataque 
que  dio  el  general  Lorenzo  sobre  el  puente  de  iur- 

JuijaSt  solo  la  presencia  de  Zumalacárregui  al  frente 
e  su  batallón  de  guias  pudo  contener  el  impetuoso 
empuje  de.lao  tvopai-ée  ta  reÍMU  Mientiaael  gene* 


% 


148 
ral  Mina  ocupa  el  Bafltaht  aprotechó  el  jefe  carliiU 
esta  cojantura  para  atacar  el  fuerte,  de  ios  Arcos, 
j  después  de  contÍDuas  embestidas  y  de  conslroir 
baterías  á  tiro  de  pistola  ,  como  no  cediese  la  bra- 
vura de  los  sitiados ,  acudió  al  bárbaro  espediente 
de  amontonar  combustibles  en  torno  de  la  fortaleza: 
afortunadamente  pudo  evadirse  la  guarnición  en 
las  altas  horas  de  la  noche  á  favor  de  una  violenta 
borrasca.  Quedaron  alii  abandonados  algunos  en- 
fermos y  heridos  ,  entre  ellos  un  coronel  y  seis  ofi- 
ciales que  fueron  socorridoi;  y  amparados,  por  el 
jefe  carlista.  • 

Por  entonces  practicaba  Mina  en  el  Bastan  di- 
ligentes pesquisas  á  fin  de  descubrir  los  cañones 
e&condiiios  por  los  facciosos  ,  y  costó  la  vida  á  ma- 
chos paisanos  su  obstinación  en  guardar  silencio. 
Zumaiacárregui  se  hizo  dueño  del  lüerte  de  los  Ar- 
cos ,  tratando  con  dulzura  á  los  heridos  allí  -abando* 
nados  contra  su  costumbre.  £1  dia  9  de  marzo  su- 
frieron ios  carlistas  en  Lárraga  un  considerable  des- 
calabro: vencieron  en  Elzaburuy  en  Echurri-Araoaz, 
punto  de  que  so  hicieron  dueños.  A  la  sazón  lomó 
don  Carlos  Odonell  el  mando  de  la  caballería  cur- 
lista,  de  liendo  su  escelente  organización  á  tan  acre- 
ditado jt  fe. 

Mo  habiendo  mejorado  el  aspecto  de  la  gnerra 
con  el  mando  de  Mina,  fué  nombrado  don  Gerónimo 
■  Valdés  por  segunda  vez  general  en  jefe.  A  los  pocos 
dias  de  su  llegada  al  ejército  ocurrió  el  desastre  de 
las  Amescuas.  Por  este  tiempo  se  adoptó  por  los 
dos  partidos  beligerantes  el  tratado  de  lord  filUot, 
reducido  á  respetar  las  vidas  de  los  prisioneros. 

Hizo  Zumaiacárregui  una  tentativa  sobre  Imr- 
zun:  Iriarte  fué  derrotado  enGarnica:  evacuaroo 
las  tropat de  lareina á Maestüi fisteUii  j  Sl^yll^e^ 


II» 

ra:  intentó  el  jefe  cárlUta  vina  sorpresa  en  las  altu- 
ras del  Perdón:  se  aproximaron  los  escuadrones  car- 
listas á  Pamplona :  alK  murió  D.  Garlos  Odonell,  su 
jefe:  posesionáronse  de  Estella  los  carlistas:  Espar- 
tero faé  sorprendido  y  derrotado  eñ  Descarga:  rin- 
dióse Yillafranca  y  fue  evacuado  Tolosa. 

Zamalacérregui  proyectaba  caer  con  todas  sus 
faerzas  sobre  la  capital  de  Álava ,  y  obligar  al  ene« 
migo  á  una  acción  campal ,  para  después  (calcalan- 
do  triunfar)  emprender  mas  estendidas  operaciones. 

Pero  un  obstáculo  inmenso  impedia  á  los*  carlis- 
tas qae  diesen  á  estas  toda  la  latitud  que  apetecían: 
la  falta  absoluta  de  dinero.  Tan  poderoso  entorpeci- 
miento les  hizo  volver  los  ojos  hacia  Bilbao,  el  in- 
currir en  la  falta  gravísima  que  cometieron  al  sitiar 
esta  rica  población  en  vez  do  continuar  sus  progre- 
sos, aprovechándose  de  la  influencia  que  sus  armas 
tenian  entonces  sobre  un  enemigo  desmoralizado 
con  sus  reveses  y  desastres.  Don  Garlos  anunció  que 
no  solo  no  tenia  caudales  para  pagar  á  su  ejército 
unaparte  de  sus  atrasos,  sino  que  ni  aún  esperaba 
recibirlos,  y  que  la  posesión  de  Bilbao,  ciudad  co- 
merciante y  rica ,  le  pondria  en  el  caso  de  remediar 
á  lo  menos  las  necesidades  mas  perentorias  de  sus 
tropas.  Zumalacárregui  se  opuso  a  este  designio  con 
todas  sus  fuerzas.  «Para  poder  tomar  á  Bilbao,  dijo, 
se  necesitan  algunos  dias;  y  encnentro  que  seria 
mas  conveniente  tomar  antes  á  Vitoria,  y  pasar 
después  el  Ebro  ,  aprovechándonos  del  decaimiento 
de  ánimo  en  que  se  hallaba  el  ejército  cristino.> 
Afiadió ,  que  cuanto  mas  se  estendiesen  las  tropas 
carlistas  por  el  territorio  feraz  é  intacto  de  las  Gas- 
tillas  ,  acercándose  al  término  de  todos  sus  propósi- 
los  y  anhelos ,  tanto  mas  fácil  seria  sacar  recursos. 
Tales  erup  el  lenguaje  y  la  opinión  de  ZamaUcir- 


18D 

regtti.  Per»  la  «teMec «  6  mailiieQ  It  rfbtohita  fklte 
ie  metélieo ,  traui  Un  aatustiaeles  loa  eftpfritat  de 
loa  cóbsejétoa  dé  don  Gáf  lot ,  (fie  pei%ialiOToii  con 
el  mayor  empefio  en  acóntejarie  hm»  y  maa  la  tema 
de  Bilbao »  fué  hecha  á  KnnálaeiiTCgQi  It  cneation 
signiente  :  «¿Se  pnedb  tonur  á  Bilbao  T-Si t  contes- 
té el  nneral^  pero  eata  operación  nos  ooaaiooará 
la  pérdida  dé  inocbos  hombrea  »  y  aobre  todo  la  da 
un  tiempo  precioaiaimo.» 

Inicioaa  fué  sil  reapoeata)  ánnqne  no  penaóqna 
en  Bilbao  hallaría  an  aepnlero.  Finatoientev  preva- 
leció el  dictamen  de  loa  maa ,  eon  harta  desgracia 
do  an  caoaa  «  y  fné  decidido  que  ae  emprenderla  el 
aitio  de  la  plaea  »  haata  cayaa  inafiediaeronea  mandó 
el  general  llerar  artillería ,  diaponiendo  qne  desde 
luego  ae  coloeaaen  en  batería  nn  callón  de  á  diex  j 
ocho  y  dos  morteroa. 

Entretanto  marchó  aobre  Oehandiano  con  tres 
batallones.  Este  ]^tinto  fortificado  tenia  trearientos 
ochenta  hombrea  del  regimiento  provincial  de  Se- 
Tilla  de  guarnición^  y  era  an  gobernador  el  coronel 
del  phopio  cuerpo  manquea  m  S.  Gil ,  que  halna 
por  ai  mismo  aumehtado  lai  obras  de  defenaa.  Este 
se  negó  á  entregar  la  plaza  á  lá  primera  intimación 
que  ae  le  hito,  y  en  conaecuencia  comenzaron  los 
oiaparoa  dé  nueatra  artillería.  Todo  el  caaerío  esta- 
ba aspi llorado  s  pero  el  principal  punto  dé  defensa 
conaistia  en  la  idesia  rodeada  de  tamborea  y  prote- 
gióla con  empalizada  y  foso.  Nnestroa  ftiegoa  co- 
menzaron á  las  ocho  de  la  mafiana ,  deatmyeado 
algunas  casas «  y  la  guarnición  misma  incendió  las 
que  estaban  maa  inmediatas  a  la  igleaia.  Nuestros 
aoldadoa  penetraron  en  laa  calles,  y  ae  batieron  con 
loa  crístinos  de  caaa  en  caaa  y  palmo  á  paUno*  laa*. 
zándose  unos  i  otroa  granadas  do  nairio ;  poro  é  k 


151 
una  de  la  tarde  ya  todoa  loa  ailiadoa  ae  habían  yisto 
prcciaadoa  i  refugiarae  á  la  iglesia  ó  á  aua  dofonsaa 
adherentoa.  Cuarenta  y  tres  oombas  cayeron  don- 
tro  de  eato  edificio  lleno  do  gente  ,  y  la  ¿Itiina  mató 
á  dos  hombres  6  hirió  k  muchos.  Viendo  los  cerca- 
dos que  habia  de  seguir  boliendo  el  mortero  su 
menoscabado  boluarte,  desplegaron  una  bandera 
blanca.  Fué  hecha  prisionera  do  guerra  la  guarni-^ 
cion  ,  y  ademas  la  mósica  deijregimionto  provincial 
de  Sevilla  ;  apoderándonos  de  una  grande  cantidad 
de  viveros  y  munioionos,  y' de  quinientos  fusiles  in- 
gleses nuevos.  La  música  ,  que  t^a  muy  buena,  fué 
para  nosotros  una  escelente  adquisición ,  porque 
no  teníamos  ninguna  ;  pero  en  cuanto  sabiendo  Zu- 
malacárrcgui  que  eran  nocosarios  cajones  y  acómi"- 
las  para  llevarla  ,  lu  envió  al  cuartel  real.  • 

Lo  interior  de  la  iglesia  ofrecía  un  espcctirulo 
superior  á  toda  descripción.  En  medio  do  un  caos 
de  morriones  ,  arnnas  »  capotes  ,  uniformes,  casullas 
y  adornos  de  iglesia,  de  bancos,  losas  6  imAgenos 
rotas  ,  removido  todo  el  pavimento  con  sus  losas  se- 
pulcrales se  veiun  cadáveres  mutilados  usurpando 
sepulturas  que  no  fueran  para  darles  cabida  practi- 
cadas, y  también  aparecían  esparcidos  los  huesos  y 
esqueletos  que  antes  las  ocupaban. 

Al  dia  siguiente  por  la  madrugada  so  dirigió 
Zumalacárregiá  h  Ourango  ,  y  desde  alli^  ¿  Bilbao, 
hasta  donde  nos  habia  precedido  la  artillería.  La 
toma  de  Ochandiano  fué  su  última  hazaña.  La  muer- 
te iba  ya  en  muy  breve  término  i  arrancar  do  en- 
tre sus  manos  victoriosas  el  fruto  de  tantos  hechos 

de  armas. 

Hubiera  sido  muy  dificil  atacar  á  Bilbao  ,  defen- 
dido por  treinta  piezas  de  artillería  ,  limitándose  á 
*  atacar  loa  fuertes  aislados  que  la  protegían ,  ado- 


1S3 

mas  de  I09  redactes  y  fosos  que  la  rodeaban  por 
toda  sa  estension  ,  do  Dallándonos  nosotros  con  sa- 
ficieiite  artilleria  de  batir.  Era  macho  mas  fácil  dar 
el  asalto  y  eotrar  eD  la  poblacioD  sacrificando  gente, 
y  este  faé  el  designio  del  general  carlista. 

A  la  orilla  del  rio  hay  ana  altara  peqaeffa  que 
domina  la  plaza  del  hospital.  En  este  paraje  elerado 
y  muy  próximo  ya  á  las  obras  de  defensa ,  sitoamos 
nosotros  tres  morteros  ,  y  ademas  nuestras  dos  pie- 
zas de  á  diez  y  ocho  en  batería. 

El  batallón  de  guias  faé  colocado  en  la  iglesia 

Í  altara  de  Begofia  ,  ana  de  las  principales  de  BU- 
ao ,  á  pesar  ae  hallarse  fuera  de  sn  recinto  ;  y  á 
la  espalda  de  este  edificio  se  estableció  nuestro 
almacén  de  sitio. 

Practicáronse  dos  troneras  en  el  muro  de  un 

S alacio  que  hay  á  la  izquierda  de  la  iglesia  ,  y  era 
c  solidísima  construcción ,  y  fueroo  en  ellas  colo- 
cados dos  cañones.  Después  de  contiouados  disparos 
se  logró  abrir  brecha ,  y  el  general  quiso  que  la 
suerte  determinase  cuáles  habian  de  ser  las  compa- 
ñías que  diesen  el  asalto  ,  y  tocó  taa  espuesto  como 
honroso  lote  á  las  dos  primeras  del  batallón  de  gnias, 
las  cuales  debian  marchar  á  la  cabeza  de  los  batallo- 
nes. Zumalacárregai  dijo  que  mandaría  dar  ana  oaa 
de  oro  á  cada  uno  de  los  cien  primeros  que  entra- 
sen en  la  plaza ,  y  que  se  asegurarla  la  subsistencia 
de  las  familias  de  los  que  muriesen  ;  finalmente, 
prometió  al  ejército  seis  horas  de  saqueo  después  4e 
tomada  la  plaza.  Bespondieron  inmeusas  aclamacio- 
nes ,  y  todos  pidieron  ser  conducidos  al  asalto.  Pero 
en  aquel  momento  nos  hallábamos  sin  mamcionoi» 
y  disminuidos  en  consecuencia  nuestros  faegos ;  si 
enemigo  se  aprovechó  de  este  respiro  para  tapar  h 
brecha  !^^ti^^\aLT!Gk»c^ft«  1^1  general  se  yio^  precisado  I 


153 
retardar  el  asalto  haita  la  noche  8i(|^iente«  y  modan-- 
do  gD9  primeras  disposiciones ,  mandó  colocar  ana 
batería  a  la  izquierda  de  la  iglesia  de  Begofia  ,  y  se 
decidió  á  batir  en  brecha  el  moro  oue  mediaba  en- 
tre los  fuertes  por  aquella  parle ,  nien  persuadido 
de  que  estos  no  podrían  daltarle  con  sus  fuegos  des- 
de el  momento  en  que  se  diese  el  asalto. 

Desde  el  palacio  que  está  junto  á  Begoffa  so 
domina  perfectamente  con  la  vista  ,  no  solo  á  Bil- 
bao ,  sino  á  las  cercanías.  Situado  este  edificio  á 
cien  varas  de  distancia  de  las  fortificaciones  do  la 
plaza ,  era  blanco  constante  de  todos  sus  disparos; 
y  tenia  ya  destruidas  todas  las  maderas  y  hierros 
de  sus  ventanas.  En  la  mañana  del  mismo  día  en 

Jue  se  esperaba  la  llegada  de  las  municiones  para 
ar  después  el  asalto  ,  Zumalacárregui ,  llevado  do 
su  costumbre  de  examinarlo  todo  por  sí  mismo, 
vino  á  asomarse  ,  con  el  anteojo  en  la  mano,  á  una 
ventana  de  este  palacio ,  á  pesar  de  las  advertencias 
y  súplicas  de  sus  oficiales  de  E.  M.  En  cuanto  le 
apercibieron  los  sitiados ,  le  saludaron  con  menu- 
deados tiros  de  fusil.  Y  como  todo  en  él  anuncia- 
ba un  oficial  general ,  cuantos  soldados  había  en  las 
baterías  inmediatas,  dispararon  sobre  él  á  la  vez. 
Una  bala  de  esta  descarga  ,  dando  en  uno  de  los 
hierros  de  la. ventana  ,  hirió  al  general  de  rechazo 
en  la  parte  superior  del  muslo  ;  y  le  fracturó  el  pe- 
roné ,  causando  apenas  lesión  en  el  hueso  principal, 
como  suele  suceder  con  los  tiros  que  han  perdido  su 
primera  fuerza  ;  quedóse  internada  en  las  carnes. 

Hallándome  yo  en  Zornoza,  recibí  orden  de 
trasladarme  al  cuartel  general ,  y  después  do  haber 
andado  mas  de  media  legua  ,  supe  que  el  objeto  de 
la  llamada  era  que  sirviese  de  intérprete  con  el  ciru- 
jano en  jefe  ])1«  Bar|[es8 1  poriysi^  e\  ^u^iWoíiíív^ 


154 

iido  herido.  MmémiUM  (leAiies  ale  aneontré  eonZtt- 
malacirregai  Ue?ado  por  mee  soldadot  ea  mu  ca- 
milla. Parecia  iofirir  maélios  dolores ,  pero  habhba 
sin  dificaltad,  y  chapaba  de  eoando  eo  coándosa 
cigarro.  El  profesor  Burgesa  no  habia  podido  aún 
examioar  la  herida  por  haberse  hallado  disiaDte, 
pero  uno  de  los  cirojanos  españoles  qae  Teaian  allí 
dijo  que  no  era  graye.  Lo  que  nías  le  impacienUba 
y  contrariaba  al  general  era  la  precisión  en  que  le 
yeia  de  separarse  del  ejército ,  y  el  no  poder  dirigir 
por  si  mismo  las  operaciones  del  silio.  La  noticia  de 
sn  herida  se  habia  esparcido  ya  por  todas  partes  con 
la  prontitud  de  un  relámpago.  Durante  su  trariacion 
concurría  á  la  Carretera  porción  de  aldeanos  y  sol- 
dados. En  el  camino  solo  tomó  dos  jicaras  de  choco- 
late, porque  los  médicos  no  le  permitieron  tomar 
otra  cosa. 

Como  era  necesario  tener  las  mayores  precau- 
ciones para  que  el  movimiento  no  le  incomodase, 
era  ya  casi  de  noche  caando  llegamos  á  Durango. 
Teníase  ya  preparada  para  recibirle  nna  de  las  me- 
jores casas  de  la  población,  situada  en  frente  deh 
que  ocupaba  don  Garlos ,  y  los  ministros  aguarda- 
ban alli  su  llegada.  Zumalacárregui  üo  se  habia  nao- 
ca  manifestado  muy  afectuoso  con  los  que  estaban  i 
la  inmediación  del  principé ,  y  los  cecibi6  hrosct- 
meñte ;  cuando  vinieron  á  preguntarle  si  padeeii, 
l^s  contestó  con  sequedad :  «  ¿  Piensan  ustedes  qie 
me  hará  mucho  provecho  el  tener  la  pierna  atrave- 
sada de  un  balazo  ?» 

Examinada  su  herida  apareció  esta  ser  como  jt 
la  he  detallado  ;  el  general  tenia  entonces  na  paeo 
de  calentura  ,  que  se  le  fué  aumentando  dnraala  lo 
demás  de  la  noche.  Las  primeras  palabras  aae  dijt 
fUMido  «e  m^xcbuQa  los  cortesanoa  fttiaroa  saltf: 


U5 

«^  me  hnbieraB  déjalo  obrar  per  ná  mitnio  dea 
mesea  maa « poco  me  importaría  que  mi  herida  faese 
grave  6  leve.»  AsitUanle  el  cirujano  dd  E.  M •  (que 
se  habia  desertado  semanas  antes  de  las  tropas  de 
la  reina  »  y  en  quien  tenia  su  mayor  confianza)  un 
médico  de  cámara  y  Mr.  Burgess.  Los  dos  primeros 
opinaron  que  la  herida  era.  tan  levé  ^  aue  antes  de 
un  mes  podria  montar  el  general  á  caballo  ;  el  últi- 
mo daba  á  su  curación  aun  mas  breve  término,  y  de« 
cia  que  dentro  de  tres  semanas  podria  volver  á  tomar 
el  mando  y  restituirse  á  su  acostumbrada  actividad» 
tan  preciosa  para  los  intereses  de  don  Garlos, 
Mr.  Burgess  quería  que  se  procediese  inmediatamen* 
te  á  la  estraccion  de  la  bala ,  pero  los  otros  dos  se 
opusieron  á  este  dictamen ,  y  no  quisieron  que  se 
levantase  el  primer  aparato  hasta  la  mañana  del  dia 
siguiente;  y  entonces  le  aplicaron  en  la  heridaí  tam- 
bién contra  la  opinión  de  Burgess »  un  cabeial  empa- 
pado en  bálsamosamaritano,  meiela  de  aceite  y  vino. 

En  aquel  mismo  dia  vino  el  mismo  don  Garlos  á 
visitar  é  Zumalacirrcgui ,  y  tuvieron  una  larga  con« 
versación.  La  entrevista  fué  de  las  mas  tiernas  ;  el 
principe  estaba  con  las  lágrimas  en  los  ojos ;  el  ge-^ 
neral  estaba  pálido  y  fatigado  porque  habia  dormido 
muy  poco  ;  pero  sin  embargo ,  leyó  y  firmó  muthas 
órdenes.  Me  mandó  decir  á  Mr.  Burgess  que  como 
su  herida  era  leve  ,  y  ya  tenia  de  cabecera  un  médi- 
co de  cámara,  podia  volverse  al  puente  nuevo  (nues- 
tro hospital  de  sangre  en  el  sitio  de  Bilbao) ,  porque 
allí  seria  muy  útil  lu  asistencia  á  los  heridos  del 
ejército  >  y  á  mi  me  dijo  que  marchase  á  reunirme 
con  el  general  Eraso ,  que  interinamente  tenia  el 
mando  en  jefe. 

Llevaron  después  á  Zumalacárregui  en  una  \ií^ 
ro  é  Sefura  9  j  desf uei  é  Ge|;ama  I  haáéo^^^  ^tm 


1S6 

por  U  aldea  ie  Ormjrtegni,  logar  de  m  nacimien- 
to. Mario  el  día  onceno  después  de  recibida  sn  he- 
rida. Sas  últimos  delirios  eran  batallas  j  trianfos. 

La  cansa  carlista  ,  con  la  muerte  de  Zumalacir- 
regui ,  quedaba  como  la  nave  sin  mástil  ni  timoD, 
batida  por  las  olas.  Este  bombre  ,  cuando  se  presen- 
tó á  los  carlistas  «  no  halló  mas  que  un  pufiado  de 
montañeses  sin  aspecto  militar,  y  ahora  al  morir 
legó  á  su  príncipe  veinte  y  ocho  mil  infantes  y  ocho- 
cientos ginetes,  todos  perfectamente  organizados  j 
montados,  reinte  y  ocho  piezas  de  artillería  en  boen 
uso  y  doce  mil  fósiles  en  almacén  ,  todo  conquistado 
con  su  espada  y  con  el  auxilio  de  los  valerosos  mon- 
tafíeses.  Guando  volví  al  puente  nuevo  conocí  al 
instante  la  languidez  ,  tanto  de  las  operaciones  del 
sitio  como  de  los  espiritas.  ZumalacArregui  solo  con 
dos  cafíones  y  dos  morteros  había  abierto  brecha  al 
segundo  dia  de  establecido ,  'y  ahora  ni  aun  con  la 
llegada  de  mas  artillería  se  babia  podido  obtener 
igual  ventaja.  El  general  conde  de  Mirasol ,  gober* 
nador  de  la  plaza ,  apenas  supo  la  herida  de  Zumala- 
cárregui,  anunció  su  muerte  á  la  gaarnicion,  caan- 
do  nosotros  estábamos  oun  'ajenos  do  temérnosla. 
Los  gritos  de  los  soldados  de  la  reina  nos  anunciaron 
cuánto  gozo  les  había  dado  esta  noticia.  «Os  hemos 
muerto  á  vuestro  bárbaro  jefe ,  ya  no  le  tenéis.» 
Los  nuestros  contestaban  con  tiros  á  aquellos  de- 
nuestos ;  mas  fácil  fué  conocer  que  desde  aquel  mo- 
mento se  reanimaron  el  valor  y  la  eliergia  de  los 
enemigos.  Recompusieron  y  aun  aumentaron  sos 
fortiGcaciones ,  hicieron  dos  salidas,  y  dispararon 
sobre  nuestras  baterías  con  desusado  vigor,  desmcín- 
tando  dos  de  nuestras  piezas  de  grueso  calibre.  Pero 
fueron  rechazados  en  una  de  sus  salidas  con  muerte 
de  algunos ,  "^  <íl!^  ^ti  ^y^Vvql  4.^  marina  llamado 


167 
O^briea.  Inmediatamente  qaé  dejó  el  mando  Zama*^ 
lacárreguí ,  y  á  pesar  de  las  reflexiones  de  Eraso,  se 
abandono  el  proyecto  de  asaltar  la  plaza ,  habiendo 
llegado  á  persuadir  á  don  Garlos  que  seria  muy  re- 
prensible entregar  á  Bilbao  á  los  horrores  de  la 
guerra.  Diiéronle  que  muchos  de  aquellos  habitan- 
tes  eran  adictos  á  su  causa ,  y  que  serian  tan  Tictí- 
mas  de  la  furia  del  soldado  como  los  que  no  lo  eran. 
Zumalacárregui  previendo  que  por  asalto  solo  con-* 
Tenia  tomar  la  plaza ,  no  habia  hecho  traer  mas  que 
^n  número  pequeño  de  municiones»  y  hubo  que  per^* 
der  ui)  tiempo  precioso  en  esperar  la  venida  de  otra 
cantidad  mayor.  Al  paso  que  la  noticia  prematura 
do  la  muerte  de  Zumalacárregui  habia  reanimado  á 
los  enemigos,  también  habia  llegado  ¿  persuadirles 
que  los  carlistas  sin  aquel  jefe  serian  fácilmente 
vencidos.  £raso ,  doliente  ya  del  mal  que  le  condujo 
á  la  tumba ,  seguia  dirigiendo  el  sitio ,  y  tenia  tam- 
bién que  oponerse  á  los  esfuerzos  vigorosos  de  £s« 
partero  y  de  Latre ,  para  levantarlo  por  la  parte 
de  Portugalete.  Mientras  tanto  cundió  por  las  tro- 
pas la  noticia  de  la  muerte  del  general ,  y  produjo 
en  ellas  tal  irritación »  que  si  se  hubiera  sabido  sa- 
car provecho  de  aquel  furor  momentáneo»  Bilbao 
hubiera  caido  infaliblemente  en  nuestras  manos  an- 
tes de  la  llegada  de  las  columnas  enemigas,  que  des« 
pues  nos  obligaron  á  levantar  el  sitio.  Nuestro  pri- 
mer descalabro  comenzaba  ya  después  que  aquel 
guerrero  habia  ya  dejado  de  existir. 

Yo  oi  después  á  un  criado  que  le  habia  asistido 
durante  toda  su  enfermedad,  y  me  dijo  que  su  amo» 
.á  pesar  de  la  calentura,  se  habia  ocupado  constante- 
mente de  asuntos  del  ejército.  Los  cirujanos  se  de- 
terminaron por  último  á  extraerle  la  bala  :  pero 

como  esta  se  hubiese  con  el  tiempo  Internado  mas 


158 

en  ks  eames,  el  paciente  liabit  tenido  que  tafrir 
mucho  durante  la  operación »  cuyo  resultado  feé 
deplorable.  El  ffeneral  murió  delirando,  como  he 
dicho  9  j  lleno  de  ide^s  belicosas.  Su  cuerpo  encer- 
rado en  una  caja  de  plomo  recibió  sepultura  en  la 
igletta  de  Gegapia ,  pequeia  aldea  situada  á  orillas 
del  Orio»  en  donde  ei^halóel  último  suspiro.  Una 
liare  del  ataúd  fué  enriada  á  don  Carlos  y  otra  á 
su  obra.  Dejó  toda  su  fortuna ,  que  consistía  en  ca- 
torce onzas  de  oro,  á  sus  criados  y  asistentes.  En 
cuanto  á  su  mujer,  solo  le  legó  el  agradecimiento  de ' 
su  príncipe. 


asaipCB«ipf9aiHissBBmsaaatta^BM9*9^ 


A.nda]acía9  ese  encantado  pais,  ceñido  de  sier- 
ras y  de  mares ,  j  en  cu;o  centro  se  aspira  nna  at- 
mósfera pura  y  balsámica  9  y  crecen  umbrp9a3  flo- 
restas mecidas  por  re()ri^erante9  auras,  j  ¡[irán  ame- 
mos ríos  que  con  su  jugo  yÍYÍfiqador  áoi^inan  la 
pompa  de  sus  fértiles  riben^^  y  brílln  espléndida 
y  radiante  la  aureola  del  astro  del  dia ,  ti  Sendo  con 

f)reQÍ09os  esmaltes  la  cprola  de  las  tiernas  Qores ,  y 
a  pluma  de  las  gayas  ayes,  es  sin  duda  el  jardin 
de  Espafia ,  como  es  Italia  el  jardin  de  Europa,  como 
es  América  el  jardin  del  mundo.  Hizole  el  Artífice 
Supremo  rico  de  yegetacion ,  yañado  de  productos , 
y  aoundante  de  delicias.  Por  gozarlas  el  hombre  fijó ' 
8ú  morada  én  tan  pintoresco  recinto ;  y  cada       '  ~ 


160 
que  por  él  transitara »  cada  raza  'que  allí  tttvo  do- 
minio ,  formuló  en  insignes  monumentos  el  espirito 
de  su  época  ,  como  espresion  de  su  gloria  ,  como 
emblema  de  su  prosperidad ,  como  símbolo  de  su 
poderío.  Roma  abrió  enlre  sus  ciudades  |  espacio- 
sas carreteras,  y  levantó  sobre  sus  ríos  cotosaies 
puentes:  regaláronle  los  adalides  del  Alcorán  mez- 

Íuitascomola  de  Córdoba,  y  Alhambras  como  la 
e  Granada,  y  Alcázares  como  el  de  Sevilla  ;  y  el 
cristianismo  en  su  ardiente  fé  le  consagró  esas  góti- 
cas catedrales,  esas  inmensas  basílicas,  donde  vienen 
á  rendir  un  tributo  de  admiración  y  de  asombro 
gentes  oriundas  de  apartados  climas,  y  de  donde  se 
postran,  cediendo  á  irresistible  impulso,  hombres 
que  siguen  distintas  sectas.  Pais  que  reúne  por  for- 
tuna todos  los  prodigios  de  la  naturaleza  y  todas  las 
maravillas  del  arte,  no  puede  menos  de  ser  florida 
cuna  de  amores ,  inagotable  manantial  de  poesía, 
soberana  mansión  del  genio.  Por  eso  son  tantos  los 
naturales  de  Andalucía  que  se  lanzan  al  templo  de 
la  gloria  por  la  difícil  senda  de  las  artes  y  de  la 
literatura :  por  eso  Rioja ,  Alonso  Gano  y  Murillo 
aumentan  de  dia  en  dia  su  lucida  cohorte  con  aque- 
llos de  sus  privilegiados  compatriotas  á  quienes  cupo 
parte  de  su  inapreciable  herencia. 

Guéntase  en  este  número  D.  Tomás  Bodriguei 
Rubí,  quien  abrió  los  ojos  á  la  luz  del  mando  el  dia 
21  de  diciembre  de  1817  en  esa  ciudad  que  baña 
sus  desnudos  pies  en  el  Mediterráneo ,  y  cuyas  al- 
tas cúpulas  se  retratan  en  el  risueño  cristal  del  Goa- 
dalorce. 

Hubo  un  tiempo  venturoso  en  que  nnncíá  se  po- 
ma el  sol  en  los  dominios  españoles  s  regíanlos  á  la 
sazón  justos  reyes,  bajo  la  inspiración  de  sabios 
C90sej«roi;  rara  veZ:  »e  alt^ri^  on  ^1  seno  dt  la 


161 

monarquía  el  público  sosiego,  y  era  envidiable  en  sa 
consecuencia  la  paz  de  las  familias.  Cada  padre  con- 
sultaba ó  iba  labrando  la  vocación  de  sus  hijos  ,  y 
una  vez  conocida  les  guiaba  por  la  senda  del  estu- 
dio al  silencio  del  claustro,  ó  al  bulliciq  de  las  ar- 
mas, ó  á  la  vetusta  mesa  de  una  oficina:  may  es- 
caso favor  debia  alcanzar  en  la  corte  para  no  con- 
seguirles una  capellania,  ó  unos  cordones  de  cadete, 
ó  una  beca  en  un  colegio ,  ó  un  nombramiento  de 
meritorio.  De  todas  maneras,  ^  semejanza  del  ar- 
tista que,  sujeto  á  regias  fijas  ¿  inalterables,  maneja 
el  buril  y  el  mazo  hasta  que  transforma  el  rudo  már- 
mol en  la  imagen ,  cuyo  modelo  concibió  en  sa 
mente;  asi  el  padre  de  familia,  sin  miedo  á  trastor- 
nos públicos  que  interrumpiesen  su  obra,  amoldaba 
á  sus  tiernos  infantes  para  el  objeto  que  se  propo- 
n¡a>  hasta  verlos  canónigos;  capitanes  ó  magistrados. 
Este  inmutable  orden  de  cosas  terminó  con  el  rei- 
nado del  penúltimo  monarca;  y  desde  entonces  el 
destino  de  la  juventud  está  á  merced  de  las  revolu- 
ciones y  reacciones  que  á  cortos  intervalos  se  suce- 
den: muchos  son  los  padres  que  en  tan  aciago  pe- 
riodo no  pueden  velar  sobre  sus  hijos  por  verse  im- 
pelidos mal  de  su  grado  á  la  liza  de  las  discordias,  y 
envueltos  en  el  turbión  de  las  persecuciones :  no 
pocos  jóvenes  se  cuentan  en  el  día  que  sin  otro  au- 
xilio que  su  ardiente  entusiasmo  han  conseguido 
elevarse  á  estraordinaria  altura  en  la  república  de 
las  letras  ,  después  de  caminar  un  año  y  otro  á 
través  de  difíciles  y  enmarañados  senderos.  Solo 
con  la  amplificación  de  ideas  que  nos  han  servido 
de  preámbulo,  trazaremos  la  biografía  de  don  To- 
más Rodrigucz  Rubí ,  cuya  reputación  literaria  ad- 
quiere cada  día  mas  timbres  y  se  remonta  á  mas  en- 
cumbradas esferas. 

Tomo  ix.  11 


162 

Gozosos  fueron  en  Málaga  los  primeros  afios  de 
su  nifiez ,  de  esa  edad  bienhadada  en  qae  todo  nos 
brinda  placer  y  armonía  ,  y  en  que  enjuga  el  mas 
amargo  lloro  la  caricia  de  una  madre.  Pasó  Bubi  el 
afio  de  1822  á  Granada,  donde  adquirió  los  primeros 
rudimentos  de  su  educación  bajo  la  dirección  del 
sefior  D.  Miguel  Urbina,  sugelo  de  escelente  mérito 
para  la  ensefianza :  asistió  después  al  célebre  colegio 
de  Santiago  hasta  1827,  época  en  que  su  familia 
mudó  de  residencia  por  causas  que  apuntaremos  li- 
geramente. 

De  1820  á  1823  desempeñó  el  padre  de  Bubi  la 
contaduría  del  crédito  público,  y  fué  comandante  de 
artillería  de  la  Milicia  Nacional  de  Málaga.  Perse- 
guido y  encarcelado  después  de  restablecido  el  go* 
bierno  absoluto,  se  le  abrió  proceso  por  sus  opinio- 
nes liberales,  y  atendidas  las  circunstancias,  habría 
de  ser  el  fallo  del  tribunal  de  fatal  agüero.  Merced 
á  la  solicitud  y  eficacia  de  sus  numerosas  amistades 
logró  escaparse  de  la  torre  dé  Tirilo,  librándose  de. 
este  modo  de  la  infausta  suerte  qiie  cupo  á  los  com- 
plicados en  la  causa  á  que  aludimos.  Atravesó  en 
pocas  huras  la  distancia  que  media  de  Málaga  á  Gra- 
nada, y  antes  de  que  tuviese  espacio  de  abrazar  i 
su  esposa  y  á  su  hijo,  invadió  la  polilla  su  morada, 
y  no  sin  grave  peligro  se  fugó  de  nuevo  saltando  las 
tapias  de  un  huerto  y  ocultándose  en  la  casa  conti- 
gua hasta  que  se  tras!adó  á  Jaén  ;  superando  toda 
clase  de  obstáculos  la  constante,  la  decidida  y  la  no- 
ble protección  que  le  dispensara  don  Juan  Bautista 
Erro,  intimo  amigo  suyo,  aunque  de' opuesto  bando. 

Siguió  Bubi  sus  estudios  en  la  colegial  de  Jaén, 

Serfeccionándose  en  la  lengua  latina,  y  distinguién- 
oseen  los  exámenes  p&blicos,  tanto  por  su  aplica- 
eiout  como  por  la  prontitud  y  desembaraio  con  (tas 


163 
satisfacía  las  cuestiones  j  recitaba  los  discursos:  la 
sociedad  de  Amigos  del  país  le  admitió  en  su  seno 

Eor  especial  recompensa,  y  recibió  plácemes  y  en— 
orabuenas  de  todas  las  autoridades.  En  Jaén  adqui- 
rió ademas  principios  de  matemáticas ,  de  francés 
y  de  dibujo. 

Infatigable  el  señor  Erro  en  amparar  á  su  amigo, 
se  afanaba  porque  tuvieran  alivio  sus  escaseces ,  y 
término  sus  zozobras:  al  Gn  pudo  conciliar  todos, 
los  estremos  proporcionándole  un  destino  con  visos 
de  destierro ,  alcanzándole  una  gracia  con  aparien- 
cias de  castigo.  Nombrado  el  padre  de  Rubí  admi- 
nistrador de  rentas  de  Melílla  en  1829,  se  encaminó 
á  Málaga  con  su  esposa  y  su  bijo,  y  se  biio  á  la  vela 
á  principios  de  1830.  Combatido  el  barco  por  recios 
vendábales  y  por  agitadas  olas,  rudos  azares  pade- 
cieron los  viajeros  en  tan  corta  travesía;  azares  que 
contribuyeron  en  gran  manera  á  que  Rubí  perdiera 
á  su  padre,  ja  achacoso,  pocos  dias  después  de  pisar 
el  suelo  africano.  Sin  el  auxilio  de  los  principales- 
funcionarios  de  Melilla,  la  viuda  y  el  huérfano  hu- 
bieran devorado  su  honda  pena  en  el  mas  triste  aban- 
dono. Pero  la  tristeza  no  echa  raices  en  un  corazón 
de  trece  años;  ningún  tranóe  déla  vida»  por  doloroso 
que  sea,  desvanece  los  áureos  ensueños,  ni  enturbia 
los  primeros  albores  juveniles.  Dulces  memorias  con- 
serva Rubí  de  aquel  solitario  peñón,  que  separa  fuerte 
muro  de  la  gente  mora. 

En  setiembre  de  1830  regresó  Rubí  á  Malaga» 
donde  permaneciera  el  tiempo  bastante  para  ser 
triste  testigo  de  una  de  las  mas  crueles  escenas  de  la 
historia  contemporánea ,  escena  que  añadió  al  largo 
catálogo  de  nuestros  mártires  los  nombres  de  Torri- 
jos,  Flores,  Calderón,  Golfin  y  sus  compañeros  sin 
ventnra«  Iba  despejándose  el  horizonte  político  y  es^ 


164 
taba  próximo  á  hundirse  el  ministro  que  cerró  las 
universidades^,  cuando  yino  Rubi  á  la  corte  de  las 
Bspañas.  Habíale  precedido  su  sefiofta  madre  en  so* 
licitud  de  su  yiadedad,  qae  ya  conseguida,  ni  aun  les 
suministraba  para  el  necesario  sustento.  A  fin  de  su- 
plir esta  falta  asistió  Rubi  en  clase  de  escribiente  i 
varias  dependencias  particulares ,  siendo  estimado 
en  todas  ellas  por  su  escelente  conducta,  su  asidui- 
dad al  trabajo  y  la  elegante  forma  de  su  letra.  Algo 
.mejoró  sa  situación  con  obtener  por  antiguas  rela- 
ciones de  familia  una  plaza  de  oficial  en  el  archiTO 
del  señor  conde  de  Montijo, 

Hasta  aquí  ninguno  hubiera  augurado  á  la  per- 
sona que  es  objeto  de  estos  apuntes  otro  poryeoir 
que  el  reservado  á  las  medianias,  recomendables  por 
su  honradez  y  buenas  costumbres :  en  su  niñez  se 
habia  distinguido  por  su  travesura  y  por  su  despejo; 

{'oven  ya  ,  poseia  una  imaginación  clara ,  sin  que  la 
veneficiasen  prolijos  estudios  con  so  sagrado  cultivo. 
Mas  como  acontece  dé  continuo,  el  desarrollo  in- 
telectual siguió  la  huella  de  la  revolución  política, 
abriendo  á  la  juventud  vasta  y  honrosa  palestra; 
desde  entonces  le  acosó  á  Rubi  el  deseo  de  figurar 
entre  el  námero  de  sus  paladines.  Pocos  son  los  jó- 
yenes  á  quienes  acometiera  á  la  sazón  la  fiebre  de 
escribir ,  que  no  consagraran  sus  versos  a  algan 
adalid  que  volvia  de  Tierra-Santa ,  y  divisaba  á  lo 
lejos  y  á  través  de  las  sombras  de  la  noche  un  alme- 
nado castillo,  resplandeciente  de  luces  »  y  envuelto 
entre  el  vaporoso  celaje  de  los  festines,   y  cayas 
puertas  se  abrían  al  rudo  golpe  de  su  lanza.  Tal  en 
asimismo  el  asunto  del  primer  escrito  i  que  fB6 
Rubí  el  nombre  de  composición  poética  ,  si  bien  es 
realidad  hasta  carecían  de  medida  sus  mal  llamadei 
versos.  Ya  se  habia  abierto  el  Liceo  Matritense ,  y 


165 
este  era  un  poderoso  estímulo  para  el  noyel  poeta, 

Juien  consagraba  todas  sas  horas  de  ocio  á  la  lectura 
e  la  historia ,  y  al  estudio  de  los  escelentes  modelos 
del  teatro  antiguo.  Alguna  poesia  de  menos  incor- 
rección que  la  primera ,  publicó  en  un  periódico, 
titulado  La$  Musas  ^  á  cuyos  redactores  les  oprimía 
de  tal  modo  el  yértigo  de  la  rima ,  que  hasta  los 
anuncios  los  ponian  en  verso.  Por  fortuna  de  las  le- 
tras ,   aquel  periódico  murió  de  consunción  á  los 
pocos  meses  de  ver  la  luz  pública.  Sin  desistir  Rubí 
de  su  tarea  ni  decaer  de  ánimo ,  escribió  para  el  No 
me  olvides  otra  poesia ,  que  tituló  la  Inspiración ,  j 
era  solo  notable  por  la  exactitud  con  que  retrataba 
su  anhelo  de  escribir,  y  la  dificultad  de  espresar  en 
sus  versos  lo  que  su  corazón  sentia ;  y  aun  recor- 
damos que  la  estrofa  en  que  desenvolvia  esta  idea, 
era  de  pésimo  gusto :  se  opuso  amistosamente  el 
señor  Salas  y  Quiroga  á  insertar  la  Inspiración  en 
su  periódico;  en  nada  menoscabó  este  contratiempo 
la  invencible  decisión  del  que  la  habia  sufrido  ,  sin 
murmurar  la  mas  leve  queja.  En  pocos  meses  hizo 
grandes  adelantos  ,  como  lo  indica  una  composición 
escrita  con  bastante  soltura  y  no  poco  ingenio ,  y 
titulada  El  Espejo ;  su  escesiva  timidez  no  le  con- 
sintió leeila  en  el  Liceo  ,  por  mas  instancias  que  le 
hacian  sus  íntimos  amigos  6  inseparables  compañe- 
ros. Mientras  esto  sucedía,   se  daba  nueva  forma  al 
Instituto  literario,  que  habia  empezado  con  tan 
buenos  auspicios,  y  ha  venido  á  convertirse  en  un 
teatro  casero,  ya  caduco  ,  á  fuerza  de   decadente. 
Según  el  reglamento  que  entonces  se  formó  ,  tenia 
que  pasar  por  el  crisol  de  una  junta  calificadora 
algún  artículo,  obra  ó  poesia  de  todo  el  que  aspi- 
rase á  figurar  como  socio  facultativo  en  la  seccioof,^ 
literaria.  Recatándose  Rubí  de  sus  mas  aUeg< 


166 
entregó  al  señor  Yillalia,  presidente  de  la  mencio- 
nada junta  t  una  poesía  ,  con  el  título  de  El  Águila; 
Jal  someterte  á  tan  rigorosa  prueba  ,  lo  bizo  coa 
ébil  esperanza  de  buen  éxito.  Aquella  poesía  era 
regular  en  sus  formas ,  fádl  en  sus  yersos ,  correcta 
en  su  estilo ;  pero  sus  descoloridas  imágenes  y  la 
languidez  de  su  entonación ,  se  armonizabsgn  mal  con 
lo  eleyado  del  asunto.  Leída  esta  poesia  en  la  junta 
calificadora 9  hubo  empate  en  la  notación,  resol- 
viéndose  en  su  consecuencia  que  el  interesado  pre- 
sentase otra  composición  ,  para  optar  al  título  de 
socio  facultatiyo ;  y  tal  era  la  desconfianza  de  Rubí, 
que  tuvo  por  insigne  triunfo  aquel  dudoso  resul- 
tado. Cada  vez  mas  firme  en  su  empeño »  bosquejó 
una  leyenda  sobre  Un  recuerdo  de  ¡a  Álhamhra  ;  y 
su  ameno  giro ,  y  la  fluidez  de  su  lenguaje ,  le  va- 
lieron al  fin  la  distinción  apetecida. 

Ya  socio  del  Liceo ,  se  hizo  todavía  mas  estu- 
dioso» aunque  no  menos  tímido;  la  mente  del  joven 
andaluz  retrocedió  á  los  primeros  años  de  su  infan- 
cia ,  y  vio  en  confusión  las  bromas  y  serenatas  de 
los  majos  de  su  tierra,  y  el  salero  de  las  mujeres 
del  Mediodía ,  y  sus  amores  y  aventuras  ;  y  oyó  el 
seductor  gracejo  de  sus  pláticas,  y  el  imponderable 
hechizo  de  sus  cantares ,  y  la  chistosa  fanfarria  de 
sus  riñas.  Fecundo  manantial  de  inspiraciones  era 
este  para  la  lozana  fantasía  del  que  con  avidez  las 
buscaba  en  todas,  partes.  Rubí  salió  airoso  de  esta 
tentativa,  y!cantó,  con  la  maestría  de  un  poeta ,  lo 

Jue  habia  observado  con  la  indiferencia  de  un  niño. 
U  jaque  de  Andafucía ,  y  Votos  y  Juramentos  ,  son 
poesías ,  .que  leídas  con  general  aplauso  en  el  Liceo, 
y  publicadas  en  los  periódicos  de  literatura,  forman, 
con  La  venia  del  jaco ,  La  aventura  nocturna ,  y 
Qmem  mal  anda ,  mal  acaba ,  las  preciosas  páginas 


167 
de  on  libro »  sin  rival  en  sn  cénero ,  y  cuya  popa- 
larídad  ha  trascendido  mas  allá  4c  los  mares. 

Cada  vez  mas  perseverante  y  animado  nuestro 
poeta  ^  fijó  sus  ojos  en  el  teatro  ,  y  acaso  columbró 
en  lontananza  y  como  en  suefios  el  laurel  de  los 
triunfos  escénicos,  y  en  alas  de  su  noble  ambición 
se  lanzó  á  tan  difícil  camino  ,  y  escribió  su  primera 
comedia  en  e!  año  1839.  Dirigían  entonces  la  única 
empresa  teatral  de  Madrid  los  señores  Lombia  y 
García  Luna ;  laudables  esfuerzos  hizo  el  señor  Al- 
verá  porque  se  representase  la  ob^a  del  nuevo  in- 
genio ;  mas  no  lo  consiguió  tal  vez  por  causas  inde- 
pendientes de   la    voluntad  4^  todos.    Si   mal   no 
recordamos  ,   Rubi   fué    presentado  por  el  señor 
González  Bravo  al  señor  Romea  en  el  salón  del  Li- 
ceo ,  la  misma  noche  en  que  se  dio  allí  una  función 
ábeneficio  del  distinguido  artista  D.  Antonio  Cs" 
quivel ,  ciego  en  aquella  época.  El  actor  le  prome- 
tió al  poeta  representar  su  comedía ;  poco  tardó  en 
cumplirle  su  palabra;  se  puso  en  escena  en  el  tea- 
tro del  Príncipe ,   Del  mal  el  menos ;  el  público  lo 
aplaudió  con  entusiasmo,  y  Rubi  fue  llamado  á  las 
tablas.  Desde  entonces  ha  tenido  una  serie  no  inter- 
rumpida de  triunfos,  con  las  comedias  Toros  y  Ca- 
ñas ;  Quien  mas  pone ,  'pierde  mas ;  la  Fortuna  en  la 
prisión  ;  el  Rigor  de  las  desdichas  ;   Castillos  en  el 
aire  ;  el  Cortijo  del  Cristo  ;  el  Diablo  Cojuelo  ;  las 
Ventas  de  Cárdenas ,  y  Detrás  de  la  Cruz ,  el  Diablo. 
De  todas  sus  producciones  ,  solo  han  sido  recibidas 
con  alguna  frialdad ,  La  Bruja  de  Lanjaron^  y  Cch-. 
sada ,  Virgen  y  Mártir  ;  frialdad,  por  la  que  le  da- 
mos el  parabién,  si  ha  influido  algo  en  la  composi- 
ción de  La  Rueda  de  la  Fortuna  ,  de  esa  escelente 
comedia  que  acaba  de  representarse  diez  y  ocho  no- 
ches consecutivas  entre  ru  idosos  aplausos  ,  y  que  le 


16» 

Ib  Tafido  la  cruz  soprnnmiena  de  Cirios  III ,  en 
jofllo  preaúo  de  sos  niérítas  literarios. 

No  es  Robí  menos  recomendable  como  poeta, 
^ae  como  hombre  prirado;  amante  de  sa  familia  j 
carídoflo  para  sos  amigos,  le  profesan  íntimo  afecto 
cuantos  le  conocen:  la  franqueza  de  sa  carácter  solo 
poede  ponerse  en  parangón  con  la  sencillez  de  sa 
trato.  Entre  las  distingnidas  caalidades  que  le  ador- 
nan ,  se  cuenta  nna  qne  da  mas  y  mas  realce  á  su 
bien  merecida  reputación,  7  es  ,  sa  proverbial  mo- 
destia. Ha  llegado  al  eminente  puesto  que  ocupa  á 
fuerza  de  estudio  7  de  persererancia ;  constante- 
mente ba  ido  en  sus  obras  de  menos  á  mas  ;  si  al- 
cuna  Tez  se  le  ba  yisto  decaer  en  la  escena  ^  ha  sido 
a  semejanza  del  águila  que  recoge  sus  alas  ,  7  des- 
ciende un  instante  para  tomar  mas  alto  yaelo.  A6a 
se  halb  en  la  flor  de  so  juventud ;  la  fecundidad  de 
su  ingenio  es  prodigiosa ;  tan  escelso  brilla  en  el  gé- 
nero lírico ,  como  en  el  de  costumbres ,  como  en  la 
alta  comedia ;  de  esperar  es  que  á  medida  que  trans- 
curran los  años,  dote  á  la  literatura  con  nueyos  te- 
soros ,  conquiste  nueyos  títulos  á  su  fama ,  7  yea 
trazada  la  historia  de  su  yida  7  de  sus  obras  por 
pluma "tnas  hábil  7  ejercitada  que  la  mia. 


■  I 


JtJl ijo  de  padres  nobles,  modestos  de  fortuna,  y 
rígidos  de  costumbres,  yió  la  luz  del  mundo  don 
Manuel  Godoy  y  AUarez  de  Faria ,  en  la  capital  do 
Extremadura  el  dia  12  de  mayo  de  1767.  Pasó  allí  la 
infancia  y  los  primeros  anos  juveniles,  dedicándose 
á  las  humanidades,  á  las  matemáticas  y  á  la  filosofía 
en  sus  horas  de  estudio,  á  la  equitación  y  á  la  es- 
grima en  sus  ocios.  Yino  á  Madrid  en  1784,  año  del 
nacimiento  del  ultimo  Fernando,  y  entró  al  servi- 
cio del  buen  Garlos  III  en  el  cuerpo  de  Guardias  de 
su  real  Persona.  Nada  tenia  de  vulgar  la  instrucción 
del  joven  guardia,  ni  de  desventajoso  su  talento, 

f)ormas  que  se  haya  dicho  en  contrario:  podía,  pües^ 
ograr  medro  en  alguna  carrera  del  Estado ,  ya  que 


170 
á  la  sazón  se  consideraba  aquel  cuerpo  como  el  plan- 
tel de  todas^  saliendo  de  allí  canónigos,  consejeros, 
intendentes ,  corregidores  y  hasta  cartujos:  coando 
menos,  por  rigurosa  antigüedad ,  sin  otros  méritos 
ni  favores,  hubiera  llegado  á  figurar  en  la  mas  alta 
clase  de  la  milicia.  Cultivando  la  amistad  de  dos  ca- 
maradas  franceses  y  de  algunos  padres  del  Espirita 
Santo,  adquiría  mas  caudal  de  conocimientos  y  se 
familiarizaba  con  varios  idiomas:  rara  yez  concurría 
á  las  públicas  diversiones,  y  tenia  el  juego  por 
muerte  y  sepultura  del  tiempo.  Yivia,  pues,  como 
en  soledad  oscura  el  joven  guardia,  que  algo  mas 
tarde  debja  eclipsar  á  todas  las  notabilidades  aristo- 
cráticas de  la  capital  de  un  dilatado  reino  con  el  bri- 
llo de  sus  espléndidos  festines.  Por  entonces  sus  es- 
casos medios  de  fortuna  no  le  permitían  alternar  en 
prodigalidad  y  lujo  con  la  mayor  parte  de  sus  her- 
manos de  armas,  hijos  de  opulentas  familias  espa- 
ñolas, francesas,  flamencas  y  americanas,  y  así  se 
retraía  de  frecuentar  las  altas  sociedades ,  á  donde 
podrían  abrirle  desembarazado  camino  lo  ilustre  de 
su  alcurnia,  su  profesión  honrosa,  y  masque  todo,  su 
gentil  presencia,  rostro  agraciado  y  airoso  porte.  Goo 
su  corto  sueldo  y  unas  asistencias  proporcionadas  i 
la  no  abundante  hacienda  de  su  paarc ,  si  atendía  á 
sus  mas  perentorias  necesidades,  distaba  mucho  de 
alcanzar  una  existencia  cómoda  y  holgada. 

Llegamos  á  la  época  de  su  encumbramiento:  pa- 
semos por  ella  con  la  rapidez  que  caracteriza  el  trán- 
sito de  don  Manuel  Godoy  desde  el  cuartel  de  Guar- 
dias ul  Consejo,  ^  á  la  grandeza  de  España,  y  á  la 
primera  secretaria  del  Despacho. 

Habíanle  precedido  en  aquel  puesto  dos  perso- 
nas de  ilustre  renombre,  y  ambos  de  edad  avan- 
zada :  ano  de  ellos  tímido,  irresoluto»  imp&TÜfó  e| 


171 

otro  y  tenaz  en  sus  resoluciones.  Garlos  lY,  de  na- 
tural bondadoso  y  apacible,  celoso  por  la  tranquili- 
dad y  ventura  de  sus  pueblos,  no  se  avenia  con 
Floridablanca,  porque  sus  vacilaciones  y  perpleji- 
dades paralizaban  el  curso  de  los  negocios:  Aran  da 
no  le  agradaba,  porque  sus  consejos  tenian  mucho 
de  mandatos,  y  mucho  de  obstinación  y  porGa  las 
razones  con  que  apoyaba  sus  medidas  de  gobierno. 
Quiso,  pues,  investir  con  su  confianza  á  un  hom- 
bre que  comunicase  impulso. á  la  máquina  guber- 
nativa, consultando  su  voluntad  suprema,  capaz 
de  plegarse  á  la  persuasión  que  fascina,  á  lá  modes- 
tia que  discute  ,  no  á  la  rigidez  que  nunca  cede, 
ni  á  severas  condiciones ,  que  por  carácter  de  dis- 

Íruntiva^  enojan  ó  avasallan;  y  para  realizar  sus  sa-. 
udables  fines,  hizo  que  recayese  la  elección  en  don 
Manuel  Godoy,  ya  duaue  de  Alcudia. 

Gorria  á  la  sazón  el  15  de  noviembre  de  1792: 
hallábase  la  nación  española  frente  á  frente  de  la  na- 
ción francesa,  donde  desbordándose  el  torrente  re- 
volucionario acababa  de  arrancar  de  raiz  en  suim* 
Setnoso  curso  y  después  de  rudas  acometidas  el  trono' 
e  los  Glodoveos  y  Garlo-Magnos  ;  se  hablan  hecho 
ya  en  la  Gonver  cion  nacional  di  versas  mociones  para 
someter  á  juicio  al  que  lo  ocupaba,  mientras  alli 
teníamos  pendiente  un  tratado  de  neutralidad  y  de- 
sarme. Mucho  riesgo  había  para  España  de  venir  á 
las  manos  con  la  nueva  república ,  engreída  de  re- 
sullas de  sus  triunfos  sobre  ej  'rcitos  poderosos  en 
las  fronteras  del  Norte;  y  suficiente  motivo  habiaen 
esto  para  que  se  arredrase  un  joven  no  esperimen- 
tado  y  puesto  al  frente  do  una  monarquía,  cuyo 
ejército  apenas  ascendia  á  treinta  y  seis  mil  hom- 
bres, y  coya  riqueza,  siendo  mucha,  estaba  mal  re- 
partiaa«  Favorecíale,  no  obstante,  la  fé  y  patrio- 


172 

tismode  los  pueblos,  el  profundo  respeto  de  todos 
los  españoles  á  la  religión  de  sus  antepasados,  j  sa 
espíritu  de  independencia,  que  á  tanta  altura  les  co- 
loca en  los  anales  de  las  naciones.  En  tan  difíciles 
circunstancias  >  con  tales  elementos  9   ambicioso  de 

Í loria  j  opulento  de  esperanza,  se  aventuró  el  duque 
e  Alcudia  á  las  regiones  del  mando. 

Sus  primeros  actos  politicos  conservan  entre  si 
tan  íntima  trabazón  j  eslabonado  enlace,  que  sin 
prescindir  de  lo  que  la  claridad  exige,  pueden  ser 
analizados  en  conjunto.  Figura  en  primer  término 
la  mediación  que  por  su  consejo  interpuso  Carlos  lY 
en  favor  de  Luis  XYI ,  j  á  nombre  de  la  nación  es- 
pañola. Fué  un  pensamiento  de  los  que  mas  honran 
Í  ennoblecen  al  que  tiene  la  dicha  de  concebirlos, 
ara  darlo  cima  no  perdonó  afanes  ni  solicitudes, 
ya  abriendo  á  nuestro  agente  en  París  un  crédito 
sin  tasa  ,  ya  comunicándole  instrucciones  basta  para 
consentir  en  la  abdicación  del  infeliz  monarca  pri- 
sionero en  el  Temple ,  y  dar  rehenes  que  asegurasen 
el  cumplimiento  de  su  palabra,  ya  remitiendo  junta- 
mente con  la  mediación  la  minuta  del  tratado,  ya  en 
fin ,  procurando  interesar  á  la  Gran-Cretafia  para 
que  cooperase  al  buen  éxito  de  tan  ilustre  y  honrosa 
empresa.  Ni  hubo  amenazas  imprudentes,  ni  se  puso 
en  compromiso  la  diffnidad  de  la  corona  de  España: 
concilláronse  tan  hábilmente  todos  los  estremos  en 
combinación  con  las  circunstancias  de  la  época»  quo 
si  la  mediación  no  se  admitia,  todo  el  baldón  y  toda 
la  afrenta  se  volyian  contra  aquellos  bomi)res  de 
sangre,  terror  de  Francia,  y  escándalo  de  Europa;  y 
si  la  catástrofe  se  consumaba,  venia  á  ser  indispen- 
sable la  guerra ,  aun  no  interponiéndose  mediación 
alguna.  De  consiguiente,  lo  que  se  dejaba  ala 
eventualidad  de  las  cosas,  podía  ser  favoraible  al  lo- 


173 

gro  de  tan  magnánimos  deseos :  previsto  estaba  el 
gTO  adverso  qae  podía  tomar  aquel  negocio;  equi- 
yalia  á  un  juego  en  que  siendo  la  pérdida  segura,  no 
se  desperdiciana  ninguna  de  las  probabilidades  de 
ganancia.  Desoida  fué  la  mediación  de  Garlos  lY,  y 
LuisXYI,  jefe  de  su  augusta  familia,  cambió  la 
corona  de  rey  por  la  de  mártir  el  21  de  enero  del 
siguiente  año. 

Viene  en  pos  la  guerra  con  Francia  sostenida  en 
tres  campañas  con  desigual  fortuna,  si  bien  siempre 
con  honra  y  con  denuedo.  Al  grito  de  guerra  res- 
pondieron los  españoles  con  himnos  de  entusiasmo,  y 
en  el  discurso  de  pocos  dias  se  llenaban  las  filas  de 
voluntarios  y  rebosaban  las  arcas  del  tesoro  de  do-> 
nativos ,  allí  amontonados  por  lodos ,  sin  distinción 
de  clases,  desde  el  posesor  de  pingües  rentas  hasta 
el  andrajoso  pordiosero ;  muestra  inequívoca  de 
lo  popular  de  aquella  guerra.  A  fines  de  la  primera 
campaña  poseíamos  en  el  Rosellon«  á  lo  largo  de 
las  orillas  del  Tech,  todas  las  fortalezas  que  forman 
la  llave  de  la  parte  oriental  del  Pirineo ,  mientras 
retrocedían  al  Rbin  las  tropas  de  Austria,  y  se  re- 
fugiaban los  prusianos  bajo  el  cañón  de  Maguncia. 
Al  terminar  el  año  de  1794,  sin  quedar  tan  mal 
parados,  sufrimos  desastres  análogos  á  los  que  ca- 
yeron sobre  las  potencias  del  Norte,  con  la  pérdida 
de  Fuenterrabía,  San  Sebastian,  Tolosa  y  el  castillo 
de  Flgueras,  correspondiéndonos  la  gloria  de  haber 
sido  los  últimos  de  los  adversarios  de  Francia  en 
evacuar  su  territorio  con  la  rendición  del  fuerte  de 
Bcllegarde  á  los  tres  meses  de  rigoroso  asedio. 
Corta  fué  la  tercera  oampaña^  y  en  ella  se  lidiaba 
por  ambas  partes  con  bravura,  aunque  sin  encarni- 
zamiento :  teatro  especial  de  tan  caballerosa  lucha 
fué  el  punto  de  Bascara,  ganado  y  perdido  repelidas 


174 

veces  por  unos  y  por  otros.  Solo  dejamos  de  poseer 
entonces  el  pocrio  de  Rosas:  del  lado  de  las  proyin- 
cías  Vascongadas,  inútiles  fueron  los  afanes  de  los 
franceses  dirigidos  á  caer  sobre  Pamplona  y  á  pa- 
sar el  Ebro.  Asi  las  cosas,  vibraron  por  todo  el  ám- 
bito de  España  rumores  de   paz  con   las   primeras 
brisas  de  la  primavera.  Desmembrada  ya  la  coali- 
ción ,  diversas  naciones  habian  reconocido  la  Repú- 
blica francesa:  alli  habian  ya  sucumbido  en  la  jor- 
nada de  9  de  thermidor  Robespierre  y  sus  parciales; 
y  la  paz  que  nos   proponía  el  nuevo  gobierno  debía 
aceptarse  en   términos  honrosos;  esponiéndonos  de 
lo  contrario  á  quedar  solos  en  la  lucha,  ó  á  empe- 
llarnos en  porfiadas  lides  á  fin  de  que  Francia  devol- 
viera sus  conquistas  al  imperio  de  Austria.  Firmóse, 
pues,  la  paz  en  Basiléa  con  fecha  2*2  de  julio  de  1795; 
merced  á  ella  recobramos  todos  los  puntos  ocupa- 
dos en  España  por  los  franceses,  sin  mas  condición 
que  la  de  cederles  la  parte  española  de    la  isla  de 
Santo  Domingo,  donde  las  turbulencias  se  aumenta- 
ban de  dia  en  dia,  hallándose  de  continuo  en  víspe- 
ras de  sublevarse,  y  ocasionándonos  enormes  dis- 
pendios en  vez  de  producirnos  ventajas;  aquel  ter- 
ritorio ,  como  dice  un  historiador  célenre »  no  era  ya 
de  nadie.  Hizose  de  consiguiente  la  paz  en  tiempo 
oportuno  y  como  corresponda  al  honor  nacional, de 
que  siempre  se  mostró  dgnó  órgano  el  duqoe  de 
Alcudia. 

No  se  avino  la  Gran  Bretaña  con  tan  cuerda  po- 
lítica ,  y  atenta  siempre  á  los  intereses  de  la  snjai 
perseguía  nuestro  pabellón  en  los  mares,  deseriteo^ 
diéndose  de  ia  íé  de  los  tratados  y  de  la  justicia  de 
nuestras  reclamaciones ,  hasta  que  se  hizo  indispen- 
sable un  rompimiento.  De  aquí  el  tratado  déSanII^ 
defoQSOí  pot  el  cMivl  Q^aedó  establecida  comunidad  ft 


175 
intereses  eiiiré  la  república  francesa  y  la  nación  es- 
pañola solo  respecto  á  las  hostilidades  coritralaGran 
Bretaña:  de  actui  la  ¿aerra  marítima  en  (jae  nuestra 
armada  adquirió  tan  inditas  glorias  asi  en  la  prós- 
pera como  en  la  adversa  fortuna ;  asi  en  Puerto- 
Rico  y  en  las  islas  canarias  donde  perdió  Nelson  un 
brazo,  como  en  él  Cabo  de  San  Vicente,  donde  por 
descuido  ó  fatalidad  del  jefe  de  nuestra  escuadra, 
perdimos  seis  naves. 

Realizados  los  proyectos  del  duque  de  Alcudia^ 
después  de  salir  airoso  en  la  guerra  contra  Francia, 
acariciado  con  el  suave  soplo  del  aura  popular,  y 
universalmente  aplaudido  de  resultas  de  la  paz  de 
Basilea,  titulo  de  su  principado,  instó  una  vez  y 
otra  é  Garlos  lY  á  fin  de  que  le  admitiese  la  dimisión 
de  su  cargo.  Rehusábalo  el  buen  monarca,  y  por  un 
error  de  cálculo  se  propuso  formar  un  parapeto  de 
gracias  y  mercedes  en  rededor  de^su  primer  minis- 
tro, imaginando  que  en  ellas  hablan  de  embotarse 
los  tiros  de  los  que  empezaban  á  mirarle  con  ene- 
mistad y  encono.  Por  eso  le  nombró  principe  de  la 
Paz,  y  coronel  general  de  las  Guardias  Suizas ,  ha- 
ciéndole cesión  perpetua  é  irrevocable  del  Soto  de  Ro- 
ma, y  enlazándole  á  su  egregia  familia.  Por  último,  en 
28  de  marzo  de  1798  accedió  Garlos lY  á  las  reitera- 
das súplicas  de  su  valido,  el  cual  ya  se  había  asociado 
en  el  ministerio  á  Saavedra  y  al  ilustre  Jovellanos. 

Por  í!0  interrumpir  el  hilo  de  nuestra  narración 
hemos  omitido  hablar  de  la  desgracia  del  conde  de 
Aranda,  sobre  la  qíie  tantas  fáoulassehan  escrito. 
Tuvo  su  origen  en  una  sesión  del  Gonsejo  celebrada 
á  fines  de  la  campaña  de  1793,  en  que  tan  ínclitos 
laureles  ciñeron  la  heroica  frente  de  nuestras  tro- 
pas. Insistía  el  conde  de  Aranda  en  la  injusticia  de 
aquella  guerra,  opinión  que  no  prevalecía  en  el  Gon-« 


176 

sejo:  replicaba  el  duque  de  la  Alcudia  á  las  razones 
del  conde,  y  natural  parecía  que  se  engriese  algún 
tanto,  viéndolas  inequívocas  muestras  de  asenti- 
miento con  que  el  buen  Garlos  IV  acompañaba  las 
frases  de  su  primer  ministro.  Luego  que  hubo  ter- 
minado, dirigió  el  rey  al  anciano  conde  una  de  esas 
miradas  mas  elocuentes  que  un  discurso,  creyén- 
dole persuadido,  como  S.  M.  G.  lo  estaba,  de  la  jus- 
ticia de  la  guerra  contra  la  República,  y  de  lo  im- 
posible de  replicar  victoriosamente:  comprendióla 
Aranda ,  y  con  áspero  estilo,  con  menos  templanza 
y  con  espresiones  mas  adustas  de  lo  que  es  pre- 
ciso emplear,  dirigiéiidose  al  soberano  de  dos  mon- 
dos^ dijo :  «que  tenia  por  inútil  toda  especie  de  ar- 
))gumentos,  aun  cuando  le  seria  fácil  responderá 
))las  razones  no  tan  sólidas  como  agradables  ,  pre- 
»  sentadas  en  favor  de  la  guerra.»  Del  choque  de  las 
pasiones,  que  afean  el  curso  dedos  opuestas  edades, 
provino  un  acto  de  justicia  por  parte  de  la  corona: 
el  amor  propio  ofendido  del  anciano  conde  por  el 
halagado  orgullo  del  ióven  duque,  trajo  en  pos  la 
frase  de:  «Gon  mi  padfre  fuiste  terco  y  atrevido,  pero 
^  nunca  llegaste  hasta  insultarle  en  su  Consejo:»  frase 
precursora  del  destierro  del  antiguo  ministro  ala 
Alhambra.  Y  en  verdad  no  era  aquella  la  vez  primera 
que  aparecian  encontrados  en  opiniones  el  conde 
de  Aranda  y  el  duque  de  Alcudia;  pues  cuando  éste 
propuso  la  mediación  en  favor  de  Luis  XVI,  aquel 
no  la  aprobaba  por  las  consecuencias  de  una  nega- 
tiva: entonces  luchaban  dos  ideas  contrarias,  pero 
ambas  de  origen  noble,  pues  si  honra  sobremanera 
á  la  juventud  el  ímpetu  de  sentimientos  generosos, 
mucho  autoriza  á  la  ancianidad  la  madurez  del  ra- 
ciocinio: en  la  mocedad  todo  es  corazón ,  como  es  en 
la  vejez  todo  cabeza* 


177 
Lejos  de  los  iiegoeios  el  prircipe  de  la  Paz  por 
largos  meses  ,  no  se  liabia  enajenado  el  particolar 
aprecio  con  que  galardonaba  Carlos  IV  sa  lealtad 
nunca  desmentida.  Ocasiont'ibale  disgusto  ver  6  sus 
sucesores  desviarse  en  algunos  puntos  de  la  línea  de 
conducta  seguida  durante  su  ministerio,  al  paso  que 
le  servia  de  satisfacción  notar,  cómo  en  lo  concer- 
niente á  relaciones  estra^jeras  se  atenían  al  rumbo 
por  su  previsión  trazado.  Sin  nue  influyese  en  la 
marcha  de  la  política ,  otros  homores  en  las  esferas 
del  mando  saftcionaban  de  una  manera  espKcita  to- 
dos sus  actos  en  la  parte  en  que  la  maledicencia  ó  la 
envidia  imaginaron  fundamento  de  acriminación  <S 
de  censura.  Harto  bien  se  descubre  en  la  discordan- 
cia de  pareceres  de  unos  mismos  adversarios  que 
de  ruines  pasiones  provenían  aquellos  ataques,  ridí- 
culos como  intempestivos,  débiles  como  vagos  é  in- 
ciertos ,  pues  no  so  concibe  de  qué  modo  pudo  co- 
meter una  falta  el  duque  de  Alcudia  blandiendo  las 
armas  con  universal  aplauso  do  sus  compatriotas ,  é 
incurrir  en  un  yerro  deponiéndolas  con  gloria  y  al 
rompns  de  las  entusiastas  y  unánimes  aclamaciones 
de  los  pueblos. 

Al  cabo  do  a'gnn  tiempo  tornó  á  ingerirse  el 
príncipe  de  la  Paz  en  los  negocios  del  Estado,  ya  por 
via  de  mediación,  ya  por  via  de  consulta.  Por  via  de 
mediación  obtuvo  que  fuese  revocada  la  orden  espe- 
dida al  nuncio  de  la  Sania  Sede  para  que  saliera  del 
reino  en  determinados  dias,  á  consecuencia  de  sus 
acres  reclamaciones,  cuando  el  espíritu  de  escuela 
quiso  convertir  en  ley  vigente  una  medida  transito- 
ria, por  laque  se  restablecieron  algunas  prácticas  de 
la  antigua  disciplina,  ínterin  se  nombraba  sucesor  á 
Pío  VI.  Por  via  de  consulta  hubo  de  redactar  un  in- 
formot  en  que  se  traslucía  su  esmerado  celo  por  los 
Tomo  ix.  •  12 


178 
inlereses    nacionales»  con   motivo  de  la  cesión  d« 
^r^^  ducado  de  Toscana »  erigido  en   reino  para  un 
iqfanie  de  Castilla,  propuesta  por  el   general  Booa- 
parte  en  cambio  de  la  Luisiana.  Por  vía  de  media- 
ción apartó  Carlos  lY  del  propósito  de  enviar  á  Boma 
los  obispos  y  eclesiásticos  designados  coaio  innoya- 
dores,  y  de  separar  de  sus  empleos  á  todos  los  se- 
glares comprometidos  en  aquellas  disputas:  solo  con 
ia  recepción  de  la  bula  publicada  en  la    capital  del 
mundo  cristiano  á  28  de  agosto  de  1774,  aplacó  el 
principe  de  la  Paz  el  justo  enojo  del  Sumo  Pontífice 
y  del  rey  de  España ,  libertando  á  prelados  ilustres 
y  á  virtuosos  sacerdotes  de  las  cavilosas  pesquisas  de 
la  curia  romana ,  y  conservando  á  empleados  bene- 
méritos el  goce  de  sus  destinos.  Por  via  de  consalta, 
y  cuando  PoKugal  era  un  obstáculo  para  la  paz  de 
Europa ,  pro|mso  que  España  interviniera  corea  de 
aquella  corte,  siendo  la  Francia  auxiliar  suya;  y  si 
á  pesar  de   nuestros  buenos  oficios  no  cerraba  sus 
puertos  á  Inglaterra,  invadiriaipos  su  territorio,  sin 
gravar  á  los  pueblos ,    ni  acudir  á  empréstitos  omi- 
nosos ,  por  bailarse  directamente    interesados  los 
cabildos  en  aprontar  los  recursos  pecaniarios,  indis- 
pensables para  dar  cima  á  tamaña  empresa.  Convino 
Carlos  IV  en  aquel  proyecto,  encargando  de  su  de- 
cucion  al  príncipe  ae  la  Paz,  como  predilecto  depo- 
sitario de  su  real  confianza. 

Fuera  fatigoso  eñ  demasía  ,  al  par  que  inútil  de 
todo  punto,  detallar  uno  por  uno  los  sucesos  acaeci- 
dos de  1801  á  1808,  desde  la  campaña  de  Portugal, 
en  que  alcanzaron  las  tropas  españolas  brillantes  y* 
rápidos  triunfos  á  Jas  órdenes  del  valido  del  monarca, 
basta  su  caída  en  uno  de  los  sitios  reates.  Nadie  if- 
ñora  sus  ruidosos  sucesos,  y  á  nuestro  pronómo 
solo  cuiD][^Vc  ab^tCAX  en  (lobo  su  espíritu  y  la 


179 

clon  respectiva  de  las  persogas  que  en  ellos  intervi- 
niet*aii,  Irazaiido  con  mas  vivos  colores  la  figura  del 
principe  de  la  Paz,  en  esc  cuadro  de  composición  di- 
ticil  Y  complicada. 

Había  tendido  Bonaparte  sobre  su  bufete  el  mapa 
de  Europa,  transformándole  en  tablero  de  ajedrec 
j  dividiendo  sus  naciones  en  otras  tantas  casillas: 
movia  A  su  antojo  las  pie/as,  y  las  divisiones  que  hoy 
le  proporcionaban  medios  para  sus  combinaciones» 
servían  mañana  de  blanco»  sus  irresistibles  ataques: 
no  de  otro  modo  podía  ser  arbitro  de  la  diplomacia 
del  continente:  solo  estrechando  de  continuo  á  al- 
guna potencia  le  era   dado  prolongar  el  éxito  de 
•aquella  partida,  en  que  se  atravesaban  ricos  impe- 
rios*. También  le  estaba  reservada  alli  á  España  su  cor- 
respondiente casilla,  y  por  su  colocación  parecía  á  pro- 
pósito para  combinar  el  juego  de  una  manera  venta- 
josa, mientras  no  le  lleg«-)ra  el  turnode  estaren  jaque* 

Al  frente  del  gobierno,  con  un  carácter  indefini- 
ble y  en  posición  cscéntrica,  se  hallaba  el  principe  de 
la  Paz  por  aquellos  días :  no  manejaba  á  su  albedrio 
los  negocios:  caía  sobre  su  cabeza  toda  la  responsabi- 
lidad de  los  sucesos:  siempre  en  lucha  con  elementos 
contrarios,  en  medio  de  terribles  escpllos,  y  fuerte- 
mente asido  al  timón,  dirigía  la  nave  del  Estado  con 
vacilante  curso  para  enderezarla  á  seguro  puerto. 

Muy  distantes  nosotros  de  convenir  con  los  que 
suponen  al  principe  de  la  Paz  notable  por  su  in- 
dolencia y  por  su  ignorancia:  persuadidos  de  que  es- 
cedia  en  solicitad  y  en  talento  á  casi  «todos  sus  su- 
cesores en  el  mando  hasta  la  época  presente;  si  nos 
viéramos  en  el  compromiso  de  establecer  un  paralelo 
•entre  su  capacidad  j  la  del  hombre  do  las  batallas^ 
nos  limitaríamos  á  comparar  un  grano  de  arena  con 
la  prodigiosa  cordiUera  de  los  Andes. 


480 
Scnüidas  oslas  premisas ,  natural  parece  que  iio 
llovára  Espíiña  la  mayor  parte  en  sus  negociaciones 
il  i  ploma  ti  cas  con  el  emperador  de  los  franceses.  A 
menudo,  cuando  este  explica  un  deseo,  se  niega  ;i 
cumplirlo  el  generalísimo  de  los  ejércitos  españoles: 
se  opone  asimismo  otras  veces  á  lo  que  exige  aquella 
voluntad  de  hierro:  cede  cuando  conjetura  que  pue- 
(le  hacerlo  sin  ('esdoro:  si  vibra  en  sus  oidos  la 
umeiiazá  se  apresta  á  la  lucha  con  singular  dcniíede. 
Ñapo  eon  sabe  dorar  las  exigencias  con  el  barniz 
del  ruego,  que  nunca  envilece  <il  poderoso:  conoce 
el  flaco  de  la  cérte  de  España^  y  la  adormece  cou 
halagüeñas  contem|)laciones:  hábil  en  aprovecharse 
del  entusiasmo  producido  aquende  el  Plrifieo  por  la 
relación  desús  hazañas,  y  del  prestigio  de  aquel 
entusiasmo  engendro,  no  perdona  manera  de  enla- 
zar con  mas  estrechos  vincn'os  el  destino  de  nues- 
tra monarquía  á  la  del  imperio ,  que  ianda  bajo  su 
formidable  planta.  Envuelto  el  príncipe  de  la  Pai 
en  tan  entretejidas  redes,  si  consigue  romper  su 
menuda  malla  á  impulsos  de  acrisolado  patriotismo, 
se  enreda  en  nuevos  lazos,  porque  estallan  discordias 
intestinas  hasta  en  el  recinto  del  alcázar  regio;  y  si  so- 
licita con  vÍYas4nstancias  su  retiro,  para  gemir  á  so- 
las el  infortunio  de  su  priiria.,  ya  que  se  rehusa  el 
único  medio  que  á  la  salvación  abre  camino,  su 
entrañable  adhesión  á  Carlos  lY,  su  gratitud  y  leal- 
tad de  sentimientos,  le  amarran  irrevocablemente 
al  pie  del  trono  de  Castilla. 

Árida  senda  de  abrojos  cruzaba  el  principo  de 
•  la  Paz  en  los  últimos  años  de  su  preponderancia.  Na- 
poleón se  habia  escedido  con  sus  exigencias  hasta  el 
estremo  de  ser  preciso  que  España  lanzara  sobre  él 
sus  huestes  y. volviera  por  su  decoro,  ó  sucumbiera 
K^on  gloria.  Carlos  IV  quería  ¿todo  trance  .conservar 


tsr 

la  paz  á  sus  pueblos.  Detrás  del  prnc^pe  de  Astu- 
rias se  habiaii  hecho  fuertes  los  enemigos  del  prin- 
cipe de  la  Paz,  ya  numerosos  por  entonces.  Asi  se 
explica  la  famosa  proclama  del  6  de  octubre  de  1806 
llamatido  á  los  españoles  á  las  armas;  y  la  felicita- 
ción dirigida  á  los  pocos  dias  al  emperador  de  los 
franceses  por  sus  pasmosos  triunfos;  y  los  sucesos 
del  Escoria!,  sobre  los  que  no  diremos  una  soIh 
palabra,  porque  á  toda  costa  querríamos  borrar  dr 
nuestros  anales  tan  escandalosas  escenas. 

'  Desde  el  ir\^tante  en  que  el  principe  de  la  Vnz, 
convencido  de  que  li  hidniguia  castellana  lidiaría 
siempre  de  ut«a  manera  desventajosa  con  el  artificio- 
4Íel  emperador  de  los  franceses,  quiso  con  gran  cor- 
dura demandarle  cuenta  de  sus  desafueros  en  los 
<'ampos  de  batalla:  desde  el  dia  en  que  no  pudo  in- 
<-Iinar  el  ánimo  del  venerable  monarca  español  á  se- 
;,^uir  su  juicioso  consejo,  ninguna  parle  debia  haber 
lomado  en  los  negocios  públicos:  victima  de  la  leal- 
tad hizo  á  su  soberano  un  sacrificio  costoso,  por  el 
cual  ha  recogido  larga  cosecha  de  amarguras.  Aquel, 
preludio  de  la  heroica  lucha  do  la  independencia 
hubiera  precavido  acaso  grandes  trastornos,  si  bien 
la  ocasión  era  prematura ,  porque  pocos  penetr^^ban 
entonces  que  los  designios  de  Napoleón  propendían  á. 
extinguir  do  ios  solios  de  Europa  la  antigua  raza 
de  los  Borbones.  * 

Y  aqui  conviene  mencionar  un  hecho  de  suma 
importancia.  Mientras  vivia  la  esposa  del  príncipe 
de  Asturias,  tos  enemigos  del  principe  de  la  Paz  se 
mostraban  propicios  á  la  Inglaterra,  y  eo  que  Nh- 
poleon  no  había  ostentado  hasta  enlonces  designios 
hostiles  contra  España.  Viudo  el  principe  de  Astu- 
I  ¡as,  los  enemigos  del  príncipe  do  la  Paz  hacian  d<*> 
pender   el  triunfo  de  su  causa  del   matrimonio  del 


182 
heredero  da  la  corui  a  coa  uaít  priuccsa  de  [a  fami- 
lia  del  emperador  de  los  franceses,  y  eso  cuando 
éste  había  ya  usado  con  nuestra  corte  el  len{;uaje 
déla  amciiaxa.  Si  esto  no  bascase  para  deoioslrar 
t|ue  en  lo»  cavernosos  manejos  de  aquella  falange 
no  se  tenia  por  norte  el  bien  de  la  nación  española, 
lo  confirmaría  el  deshonroso  pape)  que  hicieron  sus 
jefes  y  directores,  mientras  que  ios  nijos  de  España 
se  batían  á  muerte  con  las  legiones  imperiales  en 
hs  gargantas  del  Bruch  en  las  llanuras  de  Bailen,  j 
tras  las  débiles  tapias  de  Zaragoza  y  de  Gerona. 

En  el  tratado  de  Fontainebleau ,  al  cual  hubo  de 
someterse  España  como  una  necesidad  imprescindi- 
ble según  el  estado  á  que  habían  llegado  los  nega- 
dos, se  le  brifidaba  al  príncipe  de  la  Paz  con  la  so- 
beranía de  los  Algarbcs.  Después  de  creer  nosotros 
uc  nada  hubiera  perdido  España  con  la  realización 
e  semejante  proyecto  ,  todavía  nos  parece  absurdo 
i[ue  elpríncipe  de  la  Paz  tuviese  íé  en  las  promesas  del 
«fue  tant.'is  veces  las  había  quebrantado,  é  inverosi- 
m¡l  .que  ambicionase  aquel  trono.  Sin  faltar  á  la 
dignidad  de  la  historia,  no  se  p*uedc  admitir  ni  por 
on  sola  momento  la  especie  de  que  el  principe  de  1 1 
Paz  abrigase  el  pensamiento  tan  ruin  como  irrea- 
lizable  de  usurpar  al  principe  de  Asturias  sus  legí- 
timos derechos.  Había,  si,  querido  completar  sitins- 
tniccion,  solicitando  del  buen  Garlos  Iv  le  permi- 
tiese viajar  por  Europa,  y  oponiéndose  á  su  tempra- 
no matiímonio,  que  destruía  para  siempre  tan  bien 
meditados  planes:  esto  hubo  de  dar  margen  á  qae 
sus  enemigos  forjaran  contra  su  persona  armaü  de 
tan  mal  temple. 

A  consecuencia  del  tratado  de  Fontainebleau 
cruzaban  el  Yidasoa  ej]§rcitos  franceses  á  principios 
de  1808:  en  vez  de  marchar  via  recta  á  Portugal, 


j 


183 

se  hariaii  iliiorio»  con  malas  striet^  <1d  nuc*h(raH  plazaí^ 
y  rAHtillos:  ovidentemenle  so  iban  á  urrojnr  la» 
iíguihift  del  imperio  sobro  el  león  do  Espafta.  Mas 
previsor  que  nadie  el  prineino  de  la  Paz»  queria 
aminornr  el  peligro,  y  combinaba  la  traslación  de 
la  corte,  (i  |.i  isla  Gaditana  con  sustituir  al  ffobierno 
de  los  vire^es  en  América  el  de  los  infantes  de  Espa- 
ña, autorizándolos  el  titulo  de  príncipe»  regente».  Un 
motin,  que  sea  dicho  de  paso,  abona  otros  muchoH< 
motines  de  ¿pocas  posteriores,  contra  los  cuales, 
truenan  de  continuo  en  la  tribuna  nuestros  legis- 
ladores y  ministros,  vino  á  dar  al  traste  con  aquel 
excelente  proyecto  y  á  arrancar  la  corona  de  las 
venerables  sienes  de  un  anciano. 

( Congojosa  fii6  la  situación  de  don  Manuel  Go- 
doy  por  espacio  de  treinta  y  seis  largas  horas,  desde 
la  noche  del  17  de  marzo 'hasta  la  mañana  del  19, 
en  que  descubriéndose  i  un  artillero  al  descender 
del  desván  en  que  se  hallaba  escondido,  y  no  entre 
un  rollo  de  esteras  como  hasta  la  saciedad  se  ha 
propalado,  aquel  saltó  á  la  escalera  y  pronunció  el 
nombre  de  Godoy  con  voz  pasmada.  Entonces  el  que 
dos  dias  antes  pudo  causar  la  ruina  de  sus  enemi- 
gos, bajó  á  sus  desmantelados  aposentos  y  observó 
entre  los  que  los  poblaban  toda  clase  de  impresio- 
nes :  en  una  el  reepeto ,  la  ofuBcncion  en  otro»  ,  la 
rnemi»tad  en  foco» ,  la  vomva»ion  en  mw  ho» ,  la  tn- 
decieion  en  toao».  Acaso  hania  recursos  todavía  para 
libertar  al  desventurado  Godoy  del  Turor  de  la  |)le- 
be  ;  pero  cundía  por  fuera  la  noticia  de  haber  sido 
encontrado ,  y  se  agolpaba  la  muchedumbre  á  bs 
puertas  de  su  casa,  pidiendo  su  muerte  con  desafo- 
rados y  soeces  gritos.  Un  piquete  de  Guardias  de 
ilorps,  entre  los  cuales  contana  (io(l(»y  poros  ami- 
gos ,  si  bien  todos  eran  generosos  como  cumplidos 


184 

caballero»,  le  Kbró  de  sogora  luucrle,  fornuimiAfc 
moralla  i;oh  mis  hidalgos  pccboc.  Á  pe^r  de  lo**  es- 
fuerzos de  aquellos  iloslres  milkares,  fué  muchas 
▼cees  malí ratado  el  infeliz  á  quien  protegian,  reci- 
hiendo  una  iielígrusa  herida  sobre  el  ojo  derecho  de 
resultas  de  una  pedrada.  Por  fin,  asido  á  losaizones 
de  las  silla»  de  los  caballos  pudo  llegar  al  cuarlcl 
de  Guardias  ;  allí  sa  primer  conato  fue  aplacar  la 
calentura  de  la  bcd,  la  peor  de  todas»  la  wuu  aguda, 
la  wuis  punzante;  $fd  que  no  deutiha  al  ma»  encami- 
sado de  síu  enemigos. 

Sabemos  de  boca  de  uno  de  los  caballeros  guar- 
dias que  en  tan  aciago  dia  custodiaban  á  Godo?, 
postrado  en  triste  lecho,  que  al  percibir  las  vocfs 
del  tumulto  suscitado  por  la  tarde  9  so  prctesto  do 
haber  aparecido  junto  al  cuartel  de  Guardias  un 
coche  de  colleras,  preguntó  sin  alterarse  : — *'*¿qué 
gritan  esas  gentes?» — Aclaman  á  Femando  Vli«  le 
contestó  Ci  centin'^'a,  ocultándole  prudente  que  con 
ta*es  %ivas  se  mezclaban  mueras  á  su  persona. — ' 
* 'Mucho  le  dure — repuso  Godoj,  y  desde  entonces  no 
voIyíó  á  desp  egar  sus  labios.»  Mucho  le  dure;  frase 
elocuente  v  en  exiremo  conceptuosa ;  si  se  referia 
á  las  circunstancias  del  momento,  acusaba  de  ilusos 
á  los  que  presumían  ,  y  por  desgracia  no  eran  po- 
cos ,  que  ascendido  al  trono  Fernando  Vil,  gozaría 
pacificamente  de  su  adquisición,  irregular  por  lo 
prematura  y  por  los  abominables  alborotos  que  la 
acompañaron  ,  á  la  vista  del  emperador  de  los  fran- 
ceses: si  se  referia  á  lo  futuro,  si  indicaba  que  aquel 
monarca  tan  deseado  habría  de  enajenarse  muY 
pronto  el  cariño  de  sus  poeb.os ,  no  bien  gobernase 
á  sus  anchuras,  aquella  frase  t«  nia  mucho  de  pro- 
fecia. 

Kcstablecido  Godov  <Je  su  herida  v  trasladado  al 


185 
castillo  de  VillaviciosB  ,  donde  ni  aan  tuvo  ropa 
para  mudarse,  pisó  á  Gnes  de  abril  el  pais  extran- 
jero, en  que  poco  después  se  hizo  aquel  juego  de 
cubiletes  con  la  corona  de  dos  mundos:  farsa  indig- 
na del  capitán  orlado  con  la  aureola  de  las  Pirámi- 
des y  de  Marengo,  y  contra  la  que  nada  pudo  el 
que  babia  dejado  de  ser  generalísimo  y  almirante  de 
España. 

Inmensa  sórie  de  pesares  le  babia  reservado  el 
cielo.  Condenado  ante  todo  i  ser  espectador  pasivo 
de  los  triunfos  de  sus  compatriotas,  tenia  el  des- 
consuelo de  no  ser  partícipe  de  sus  peligros  y  <}e  sus 
laureles.  Desventurado  peregrino,  seguia  después 
por  estraños  países  la  huella  de  sus  reyes  y  seño- 
res, que  partían  con  su  leal  y  constante  amigo  el 
amargo  pan  del  destierro.  Mustio  y  dolorido  asistía 
mas  tarde  al  lecho  de  muerte  de  los  que  le  colma- 
ran de  distinciones  ,  y  gomia  sobre  sus  tumbas  ar- 
rastrado por  la  Providencia  á  la  vejez  y  al  desam- 
paro. Mucho  le  engrandece  y  le  sublima  á  nuestros 
ojos  ese  cruel  martirio,  que  ha  sobrellevado  con  la 
lieróica  resignación  de  un  grande  hombre:  mil  ve- 
ces mas  que  lo  ilustre  de  su  cuna  y  que  los  títulos 
debidos  á  la  munificencia  de  sus  reyes,  le  ensalz» 
sin  duda  esa  pobreza  honorítica  v  santa  en  que  le  ha 
sumido  un  ailo  y  otro  la  ignominiosa  ingratitud  de 
los  hombres  ,  y  la  probervíal  honradez  del  que, 
dueño  de  fabulosos  caudales  ,  se  había  afincado  en 
su  querida  Espafva  sin  poner  á  salvo  un  solo  real  en 
los  Bancos  de  Europa  ;  conducta  doblemente  digna 
de  encomio  por  la  triste  circunstancia  de  contar 
bien  pocos  imitadores.  De  seguro  se  requiere  gran^ 
de  elevación  de  espíritu  para  sobrevivir  á  tan  ater- 
radoras y  prolijas  vicisitudes,  zumbando  siempre 
en  torno  del  pobre  emigrado  el  penetrantet^ullído 


186 
lie  la  calumnia  ,  y  permaneciendo  mudo  como  lo^ 
sepulcros  de  sus  bienhechores,  á  quienes  babia  he- 
cho solemne  promesa  de  no  dar  á  luz  sus  memorias 
hasta  un  plazo  indefinido  ,  antes  di>l  cual  pareci«i 
nalural  que  le  sorprendiese  su  hora  postrera. 

Habiluados  desde  la  mas  tierna  infancia  á  oir  de 
boca  de  nuestros  padres  cuan  apacibles  y  venturo- 
sos se  deslizaban  los  días  del  reinado  de  Garlos  IV, 
é  inclinándonos  después  un  irresistible  instinto  al 
estudio  de  la  historia ,  averiguamos  con  efecto  que 
á  la  sazón  no  se  hallaba  devorado  el  pais  por  la  car- 
coma de  los  partidos  políticos  ó  banderías  ,  causa 
única  de  los  duelos  y  quebrantos  posteriores:  babia 
pureza  en  el  manejo  de  los  fondos  públicos  y  se  cu- 
brían con  escrupulosa  religiosidad  todas  las  necesi- 
dades del  Estado  :  aun  no  se  pensaba  en  ensayar  el 
inicuo  sistema  ,  después  en  tanta  boga,  de  estable- 
cer leyes  excepcionales:  se  desconocía  la  san»  dr 
las  persecuciones  en  masa  y  en  detalle,  contra  las 
personas  y  contra  los  partidos:  nadie  era  juzgada 
sino  por  sus  naturales  jueces :  muchos  españoles 
vivían  entonces  lejos  del  suelo  patrio ,  no  en  ver- 
dad I  orosos  y  proscriptos  ,  sino  ocupados  en  viajes 
cieiitílicos,  ó  llevando  con  Balmis  por  toda  la  re- 
dondez del  globo  el  benéfico  invento  de  la  vacuna: 
si  ocurría  algún  desorden  dentro  de  la  monarquía, 
al  punto  brotaban  de  los  augustos  labios  del  rey  pa- 
labras de  per  ion  y  de  clemencia :  se  introducían 
mejoras  en  todos  los  ramos  del  •gobierno,  y  en  b 
elección  de  individuos  para  el  desempeño  de  los 
cargos  públicos  se  tenia  el  mérito  por  la  mas  aten- 
dible de  las  recomendaciones  en  todas  las  carreras: 
nunca  gozó  de  tanto  influjo  como  entonces  la  aris- 
tocracia del  talento :  jamás  se  dispensó  tan  franco  y 
liberal  patrocinio  á  las  ciencias  y  á  las  artes.  De 


187 
ello  dan  tesiiiDoiilfolas  lexcelentes  y  numerosas  obras 
publicadas  y  el  largo  catálogo  de  hombres  ilustres* 
<]ue  fueron  hotira  y  prez  de  aquella  época  y  vivea 
4!n  la  fBcmoria  &e  todos  los  españoles.  Dicese  por 
tilgunos  ,  i|ue  lan  insignes  varones  se  babian  forma- 
do en  Ya  escuela  del  anterior  reinado :  en  nuestro 
sentir,  el  t)iie  derrama  la  simiente  y  el  que  la  cul*- 
ti  va  afanoso  para  que  no  se  malogre  el  fruto  ,  al- 
canzan igtiales  merecimientos.  Hay  mas:  si  aquella» 
fúlgidas  lumbreras  de  la  ilustración  babian  adquiri- 
do sü  brillo  durante  el  paternal  reinado  de  Gar- 
los III>  sin  incurrir  en  una  conlraüccion  enormCt 
no  se  puede  desconocer  que  tantas  celebridades  como 
resplandecieron  en  las  Corles  de  G-^diz  ,  y  en  las 
campadas  de  la  independencia  ,  v  en  las  cátedras  de 
las  universidades  y  cole«:ios  donde  se  ha  prolongado 
su  próvida  enseñanza  hasta  ahora ,  bebieron  en  las 
fuentes  de  la  sabiduría  mientras  ocupaba  el  trono  de 
España  Carlos  lY.  Tupida  venda  cubre  los  ojos  del 
que  no  comprenda  cuánta  razón  les  asiste  á  nuestros 
padres  para  recordar  aquellos  tiempos  como  la  mi'- 
moria  de  un  bien  perdido. 

Causábanos  estrañeza  ver  confirmado  en  las  his- 
torias todo  lo  que  habíamos  oido  de  sus  respetables 
labios  con  infantil  embeleso,  mientras  á  renglón 
seguido  atribuian  todos  los  desastres  de  España  á 
don  Manuel  Godoy,  que  casi  sin  intermisión  habia 
gobernado  sus  destinos  todo  el  tiempo  que  ciñera  la 
corona  aquel  monarca ,  cuyo  reinado  les  inspiraba 
tan  sinceros  encomios  ;  y  fluctuábamos  entre  dudas 
y  perplejidades  sin  hallar  de  pronto  solución  al  en- 
marañado problema,  cuya  fórmula  es  la  siguiente: 
(*  A  Carlos  IV  somos  deudores  de  sabias  reformas  y 
de  copiosos  beneficios.  Godoy  ,  su  valido,  es  el 
único  autor  de  nuestros  males.»  Sin  embargo  ,  este 


188 
«»robleinff  se  resuelve  de  uua  manera  muy  seiicilln, 
i^romoviciido  el  principe  de  la  Paz  sin  tregua  >  sin 
descanso  la  reforma  de  los  abusos  y  el  nrogreso  de 
las  luces  ,  mostrándose  siempre  propicio  á  brindar 
protección  á  todo  el  aue  se  distinguid  en  las  artes  y 
eo  la  literatura ,  en  la  industria  ^  en  el  comercio, 
repognándolc  la  aspereza  del  castigo  hasta  para  sos 
mas  sañudos  adversarios  ,  tenia  contra  si  el  origen 
de  su  encumbramiento.  Celoso  por  el  honor  nacio- 
nal, ▼  en  perpetua  lucha  con  las  e&igencras  dfl  em- 
perador de  los  franceses,  se  vino  encima  de  España 
el  nublado  de  sus  numerosas  falanges  ,  y  natural- 
mente habia  de  conjurarse  la  opinión  púnliea  ceñ- 
irá el  que  se  hallaba  á  la  cabeza  del  territorio  inva- 
dido :  y  el  crédito  del  principe  de  h  Pa/.  sucumbía 
de  esle  modo  al  terrible  peso  de  las  circunstancias 
En  suma ,  si  la  flaqueza  humana  no  se  albergase 
bajóla  púrpura  de  los  revés;  si  la  revolución  fran- 
cesa no  hubiese  abortado  de  sus  ruinas  un  gigante 
ue  estremecía  á  la  Europa  solo  con  un  movimienlo 
e  sus  ojos ,  Gódoy  seria  colocado  por  yeto  unáni- 
me en  primera  linea  éntrelos  ministros  españoles. 

Ya  encanecido  y  tembloroso  por  los  años  j  por 
las  desgracias,  ha  publicado  sus  interesantes. naemo- 
rias  uleal  á  su  palabra,  aun  nos  serian  desconocidas 
si  Fernando  Vil  no  reposase  en  el  regio  panteón  de 
sus  progenitores.  Antes  de  su  lectura  tentamos  for- 
mado el  juicio  que  hemos  estampado  sobre  la  época 
de  su  gobierno:  de  todos  modos  hubiéramos  con- 
súltalo á  menudo  ei  testo  de  sus  memorias  por  la 
copia  de  datos  y  documentos  que  las  sirven  de  base, 
porque  nadie  ha  desmentido  los  hechos  que  allí  se 
consignan,  y  porque  la  voz  de  un  anciano  que  as- 
pira solo  á  restaurar  su  honra  y  el  lustre  de  su  pa- 
tria, á  la  hora  en  que  se  balancea  su  débil  cuerpo 


3 


180 

«1  borde  del  sepulcro,  es  para  nosotros  evangélica 
y  sublime.  De  no  haber  comprandido  asi  al  princi- 
pe de  la  Paz «  desentrañando  la  verdad  histórica  de 
la  urdimbre  de  calumnias  en  que  se  ha  envuelto  sn 
nombre ,  nada  hubiéramos  escrito  de  su  persona  por 
no  acibarar  con  mas  veneno  las  últimas  horas  de 
su  existpnria ,  por  no  lastimar  su  oído  con  nuevas 
«icusacioiK^!*. 

Cuando  las  generaciones  venideras  lean  en  las 
crónicas  el  desastroso  fin  de  don  Alvaro  de  Luna, 
decretado  por  don  Juan  II ,  que  con  sus  esp-óndi- 
das  mercedes  acaso  no  había  llegado  á  equilibrar 
los  eminentes  servicios  de  aquel  gran  maestre  do 
Santiago,  v  Jo  comparen  con  ese  entrañable  cariño 
de  Carlos  ÍV  destronado  A  su  antiguo  gcneraüsimo 
y  almirante,  culpándose  á  si  propio  del  infortunio 
de  aquel  á  quien  babia  levantado  de  la  nada,  encon- 
trarán sin  durla  asunto  de  serias  meditaciones  en  un 
«ejemplo  á  que  en  vano  buscarían  equivalente  en 
tas  historias. 

Diversas  veces  han  insertado  los  periódicos  de  la 
t^órle  la  noticia  de  que  al  príncipe  de  la  Paz  se  le  ha- 
bian  devuelto  sus  bienes;  y  todos  lo  han  leido,  no 
«olo  sin  estrañeza,  sino  con  el  sentimiento  satisfacto- 
rio que  escita  1a  anulación  de  una  medida  arbitraria. 
Hasta  se  ha  llegado  á  anunciar  su  Tenida á  Mdidrid,  y 
muchos acuiiian  al  sitio  donde  se  suponía  que  moraba, 
ansioso  de  verle,  ¿  impelidos  por  una  curiosidad 
análoga  á  la  que  anima  al  viajero  en  presencia  de 
un  monumento  sobre  cuyos  escombros  estudia  los 
misterios  de  antiguas  edades.  En  muchas  ocasiones 
se  ha  mandado  activar  el  proceso  abierto  al  principe 
de  la  Paz  en  la  primavera  de  1808  con  el  embargo 
de  sus  propiedades:  nunca  se  ha  podido  avanzar  un 
paso  en  ese  incalificable  espediente :  por  último,  en 


r 


190 
1810  ha  iec}»rjt¿o  el  Tribu»»!  supremo  que  no  balb 
méritos  niéalos^  ni  manera  hábil  de  comuníearim- 

Ealsosá  tan  eslrepitosa  causa:  procedía,  pues»  el  so- 
resemíento;  j  si  aun  no  se  ba  fallado,  es  de  espe- 
rar c|ae  )a  flor  y  nata  de  la  magistratura  española 
enmiende  en  fin  tamaña  injusticia.  Entonces  dK>a  Ma- 
nuel Godoy»  AWarez  de  Faria,  dejaría  de  deber  su 
sustento  á  la  limosna  que  con  benévola  manóle  repar- 
te Luis  Felipe;  vendría  á  morir  en  el  seno  de  su  que- 
rida patria,  por  ta  que  suspira  muy  cerca  de  diez  lus- 
tros; y  ios  contemporáneos  de  esta  medida  repara- 
dora saludarian  en  señal  de  respeto  las  canas  del  des- 
valido anciano,  asi  como  los  contemporáneos  desa 
poderlo  hacian  profundas  reverencias  delante  de  las 
cruces  de  sus  bandas,  y  de  los  bordados  de  sus  uni- 
formes en  solicitud  de  mercedes. 


Fin  be  la  primera  serie. 


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