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60001 3759V
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GALERIH
DE ESPAÑOLES CELEBRES
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POR D. ]¥icojviedí:s pastor riab
T 3D. !P1t^.l^sHrtcn8<o<o sido oÁsnsDauvAS.
Tomo Vil.
RAIIRIU.
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EL GENEML -MARUtO.
Kjí. tiemposoTo que tí hgn i la reflexión, qoe caV-
nu Ui pasiones , que disipa el espíritu de partidlo , j qná
hace Tariar el curss de. los intereses personales', es «1
ámco que puede ^cer ju^^cia i los honüires , qne l|a-
bieado representado an papel importante én, nñcstrá
gwrra civil, han sido necesariamente objetó díBacoM'-
cioMs apasionadas y de vituperios ¡nmerecidiú. Én lol
tiempos presentes , en qne puede decirse qne los acon^
tedmientos como qne se oiultiplicau y se agolpan unos
sobre otros , i^l transcarso de pocos años nos suministra
U esperien(V4 .de muchos, produciendo un cambio cTec^
üvo, tanto en la opinión general como en l<is pasionM
políticas. De aqn'i los progresos de la razón púUica; de
aquí la laciÜdad con que el púbUco, juez inapehbt'e ,'s^
prestaá oír todff l4i.p,r^iebaf .que se aduci^n ántó in^tH-
liecbós sobre los cuales bft ie prononciar su fallo : de
aquí los triunfos de la justicia, que en un momento des-
vanecen las mas arraigadas prevepciones , conTÍrtiendo
las preocupaciones vulgares , en otro tiempo ínveDcibles,
en una cabal apreciación ¿e¡ los hechos , de las circuns-
tancias , de las personas. Ni la malignidad , ni los odios
políticos pueden influir en el fallo definitivo de la opi-
nión pi^^il&^^Mr^iíHi co^jllff^^taiL'ínBtaiflé estra-
Tiarla, no pueden impedir que'cornja una sentencia, que
quizá ha sido pronunciadn'jin baitáute conocimiento de
causa.
De la injusticia de los contemporáneos solo apelaban
«n otro tiempo á la posteridad j á la historia , aquellos
cu^OB nomhres se hallaban asociados á grandes acontecí -
mientos, ó que hablan tomado sobre si la responsabilidad
de actos importantisimos. Hoy se consigue justicia de
los mismos contemporáneos , y tal vez en vida del mis-
mo acusado , el entusiasmo popular se disipa tan pronto
como la indignación; y la calma permite juzgar los he-
chos y á las personas sin prevenciones de ninguna es-
¡lecie.
, Todos loBbomWee que durante la guerra civij scban
3islingaid(j én lino y otro'lta'ndo, ha^'slUd já gcncrnl-
tnenic'apfecindos en su justo Valor , y su^^á^tos cSplica-
íos , J su sistema y plan conuircndidos. Sc'o 'MarOto, el
újlímu general en j<'ie denlas fíicrzas carlist'ás|'e1'qnc coo-
peró poí su parte á la terminación de una guerra civil de
siete años, el que contuvo la cfusidn de satigté éspailola,
j el que nos di6 la paz hermosa dfe Vcrgar», es todavía
objeto de las acusaciones de al^uütís ; acníK¿Ióftes gne
eligen, pafa ser debidamente aJireciadaS',' '<(úe con im-
parv)^ti<lad y sin pisiotí dJa nthgongéncro'deiñbs á cono-
cerlos aconlccímientos slUgulai^esá ^de sft teflereb aque-
ni^'.coino asimismo cuantos 'teiígan rclatípti' con este
wApnalci'y sirvan parÁ dará^aiastros lectdKstin^ idea
sihnpía 'de su carácter.' ^ '' ' , ' '" ' ' ■
, fí Éjogr'áfla del geheral'Ma'rólo es 'de saifíá 'iitapof-
Cues , al hombre qao llegó i tér el áriiitro 4el ejército
j corte de D. GárioSt y los eitraordinarios sucesos ocur-
ridos durante el mando de ésto » que terminsrou ron la
paz y abrazo de Yergara. Sin uiiifi^un sentimiento de
amistad ni de odio , sin roas interés que el del esc.lArcci*
miento de los hechos y la mas justa cilíGcacion de este
personaje B'namos i coordinar las noticias que acerea do
él hemos podido adquirir de personas fuleaignas , emi-
tiendo en algunas ocasiones nuestro juicio , fundado en
los hechos mejor comprobados » .y apoyado con el dicta-
men de personas que han presenciaao los actos mas im-
portantes de su irida.
Nació D. Rafael Maroto en la ciudad do Lorca el 18
de octubre de 1780. Fueron sus padres U. Rafael y Doña
Margarita Isem « natural esta ae Barcelona y aquel do
Zamoríi. Su piíibre y abuelo fueron militares , cqya rarr-
rera prineipiairon en la clase de cadetes. Ku esta clase
entró á seryir D. Rafael , y obtuvo los ascensos sucosi^.
vos hasta el empleo de coronel , que le fué coiiferido elr«
afio de 13, dándosele ol mando del regimiento, de Tala-
vera. En la guci;ra do Portugal y de . Inglaterra (año
de 1800) se hallaba en el departamento del Ferrol, cuan-* .
do desembarcaron los ingleses en las alturas de la 'Gra-
na,, y asistió con su compañía en. primera Unes á las
acciones del 2p. y 26 de agosto , por. Ip que fue condeco-
rado con un ^cudp; de honor. ContióuiSk .en aquel depar-
tamento agregado á la marina , habiendo sido á poco
destinado á la Habana, para dondo se epabarcó. en la fra-
gata ííeáta^ y regresando de «quelW i4a á poco tiempo
scincpcporó i su regimiento^ tln )a. guerra de. la Inde-
pendencia no se separó un momento, dq su^i iilas.».tiy en
ellas se distinguió siempre , por su pcrici«i militar y por-
su arrojo. En el sitio deiValencia se eucontr^ én la.de- 1
fensa de la batería d^ S^nta Catalina y torreado. Cuavl0|..
mereciendo. q|ie ff le reoonociese coino benemérito. de lai
patrlfi. En )oS: sitios dq ^ragoza estuvo haciendo ser vi*-. :
cío {i^er9,y,4^plr(>ide la^la^i^ ^ y. Sje distingiuió singular* ■-
mea^ iffi 4 r^cto dul riJar , /«^ Ja« baterieo^ d» ^ % &^^ a
6
yFjperia Qáeiiiadá,'y'en'l«8 Tenerlas /|iaMeado'rÍBCÍbide
un» herida de bala ¿e fnsih Hccbo prifiíoiiero de gnen*a
se Algo , y tanto- por esto como por sn^s anteriores servi-
cioa , se le concedió nn escudo de distinción , declarán-
dosele al mismo tiempo benemérito de la patria en grado
heroico y eminente.
Acreditado por el valor oue demostró en las mnchas
acciones de guerra en que se nalló , fue proiúerfido el afio
de 13 al mando del regimiento de T;ilaTera, euyo regi-
miento fue después destinado á la reconquista oél remo
de Chile , hallándose en la accioii de ft^ticayna , en la que
mandó Maroto la tercera división , siendo uno de los pri-
meros que sufrió el fuego enemigo , y contribuyendo con
sus acertadas disposiciones y t»n sus hábiles maniobras á
que la plaza fuese tomada por asalto^ Habiendo pasado
ala capital 9 fue comisionado por 'el'^güílMerno de aquel
reino para verificar la jura del rey y la total padflftacion
de 4idio vireinato. Después se le encargó' el mando de
una división que pasó al Perú, ^habiendo desempefiado
posteriormente la mayoría general de aquel ejército , y
regresado á Chile : todos estos mandos los desempefió cou'
el earáeter de brigadier, cuyo empleo habia obtenido
en 1^4.
En la inacción á oue por algún tiempo redujo á Ma-
roto el olvido del capitán general de aquel reino, miraba*
con dolor las desgracias que sobrevenían á Chile, y lamen-
taba en su retiro males que no podia remediar. Nuestro
ejército constaba de 9317 hombres , y esta foerza no es-
taba toda ella concentrada y en disposición de 'ohrflt ■
sobre el enemigo , por cualquier piarte que acodiétiéfáeV'^
sino que se hallaba distribuida en punto^ mny'diversqyl
Íen parajes muy distantes. San Martin ifae acaudillaba
s fuerzas de los insurgentes , mostró Mometer pof tre^
puntos diversos i y con este artificio logró entretener al
capitán general. El insurgente Manuel Rc^diAgnez pene^
trando en la viUa de Melipilla, y Bellota bajnenda cor-
rerías por laS eercatifas de Curíeó ^ contribüj^^on á ilés^
lumbrar al capiUn generd , y al obfeto ^tfs^étt M {ílan
7
se hid)üf fM|>plMto San: Martin. Un caetpo de 200 hMn-
bres ^c se dirigió hacia la parlo do Aconcagua , sor-
Írendió na neqnefio destacamento enemigo cerca del va-
e de Oapallata , y le hizo de 5 a 7 hombres prisioneros;
5 ero cargando después esta columna fuerzas superiores
el enemigo , tuyo aquella que retirarse dóspuos de u n
bien mantenida tiroteo , quedando toda la tropa en ^a
espresada TÜlá ¿e Aconcagua » y pasando á la capital el
jete que la mandaba. Guando se meditaba reforzar los
puntos que ocupaban nuestras tropas, sornroiiilcn los
enemigos un destacamento nuestro cómo de 89 hombros,
Ícaen al mismo tiempo en di' valle de Putendc) , orupáí^-
0 á Tillavieja. Este suceso causó gralA confusión on la
e;if\la\ , considerándose ya perdido aaüel destacamento y
lo mismo lá división principal, de lli que no so tonia la
menor noticia , y que se consideraba prisionera ó cort'á*
da. El capitán general convoca junta de jefes, entre los
que concurrió Maroto. En ella manifestó el capitán ge-
neral, según SU' equivocada persuasión , que el enemigo
con fuerza de 7,000 hombres atacaba por tros divorsos
E juntos. Maroto , caminando bajo el supuesto indicado,
ae de dictamen de desamparar la capital , replegándose
sobre Maule, y llevándose toda la artillería, pertrechos y
_ _^^ ^ cajas públicas y á cuantas per
s. El objeto que se proponía Al
Valparaisó , y dé allí al puerto
Eano para conservar aquelías provincias , evitar los pe-
iros que amienazaban , y ponerse en actitud de volver
sobre los enemigos. Para ei caso en que no $fi adoptase
este pensamiento , propuso que sin perdida de tiempo se
reuniesen todas las fuerzas, á fin dé[ impedir su ruina y
la pérdida de todo el. téiup. Adhirieron al primer pensa-
miento de Maroto vatios de los jefes quQConcurricron 'á
la junta, y entre ellos el presidente ; quedó acordada la
retirada. Pei^o á la úiafíána siguiente 'híibia variado ya de
opinión el capitán general , que no se resolvia ú abando-
nar la capital , inciuíi&ndose mas bien á la idea dé reüm^
^'^■'láí ftierzaS^:*^ eojí Me ña espidió l&s 6r Jeuéfe ^^^^
8
que desde los diversos puntos ^ue pcfup^lKW^ ^ !^^^
replegando sobré la capital.
La opinión de Maroto e.staba. j(uAdada:,^a )a p^^^
de nuestra división » en el plan qú,e los enetnígos se h&-
bian propuej^ÍQ ¿é atacar por tres puntos, y en la fuer,-
za de "^^yQOO'hómb^re? que 4 estos se suponía. Pero Manoto
'propuso Ta retirada á las provincias de^ ji^^oncepcioh r 1^
niendo presente q\íe nuestras tropas sQ.£aUában disper-
sas', qne se encontraban situadas en púuiós dictantes y
diversos ,' que erái difícil reunirías coa oportunidad, que
debian estar, fatigadas, que el enemigo amed^izaba, y
sobre todo^ que hallápdoi^éTas fuerzas- de éste en la parte
del norte y las nuestras dispersas por las del sur, podrían
irse reuniendo al cuerpo principal , contando ademas
,con 800 bbmbrés que se hallaban eñ Concepción, con d
mucho paisanaje que habria de seguir á nuestras tropas
ní^r su amdí*.á la cáii'sá de la metrópoli, y con lasinu-
chas veqtaias locales y los muchos recwsos qué nrésen-
taÜan aquellos puntos para rehacerse y vplver sobre los
enemigos. Maróto tenia presente qué juna voz perdidas
nuestras fuerzas seria muy difícil reponerlas.
La división que se süponia completamente pjerdida y
derrotada nó lo estaba en efecto: había padeciapmuQjio;
los soldados se liallaban rendidos de fatiga*; había perdí-
do las cureñas y municiones ; pefb nix caído en poder de
los enemigos , ni había jl^nido el finque se suponía. £n
este estado y después dé examinadas las circunstancias
en una junta de todas las autoridades y corporacio-
nes'de la capital, dispuso él capitán gene^ral que al día
siguiente saliese Maroto con un refuerzo .a tomar pose-
sión de la fuerza que se hallaba en Ghacábúco , prome-
tiéndole que le seguirían ooho pi|^ás de arüUeria, algu-
nos húsares de caballería y la deinas tropa que fuese lle-
^ÍL_j. ^ 1 í»-:! ^ ' Maroto á lá! ^ 1- ---t-
)rincipió i
llegan á'|i
Ento que ocupaba la división : inmediatamente toiña
iroto los informas convenientes, y adq^ére las Qotidia;»
9
oportnnas sabré todo ; f avelrii^ con legaridad la fuer-
za enemiga , su situación y designios. Pasó toda la noche
en adquirir los datos que oran indispensables para, des-
empefiar el mando que se le habia encargado. Las tropas
que estaban á sus órdenes eran 883 hombres , de cujo
número habia destacados 200 en la cima de la cuesta
para proteger á toda costa aquél punto interesante. Al
amanecer reconoce Maroto aquella posición , se informa
de los moviioientos que el día anterior habia ejecutado
el enemigo : dá orden al jefe de aauel destacamento para
que los sostenga á todo trance^ hajo suimas estrecha res-
ponsabilidad , y podiendo solo, verificar su retirada al
verse con el tercio de la gente ; vuelve inmediatamente
aV campamento , manda tocar á orden general , y previo*
ne que las tropas se dispongan para una revista de aiw
<zus , j que los jefes le presenten una noticia exacla de
U fuerza , del estado, del armamento y demás. En jMgui*
da da jparte id ffcneral de su llegada 4 y le insta nara que
le envíe la artillería y la demás fuerza que le haoia ofre*
cido. AponivB acababa de .escribir el parto » cuando rec^
be uno del comandante del destacamento de la cima de
la cuesta , concebido en estos términos : « Tenemos al
enemigo muy próximo en número do 500 á 600 hombres
entre caballerLs 6 infantería y los que amenazan por dos
f»untos« y dentro de pocos* momentos romperemos, el
üego.» Al punto le ordena que cumpla puntualmente lo
que le habia prevenido t pues que inmediatamente se la
reforzaría^ En el acto dispone Maroto. oue se .forme la
división , y ordena que la caballería se afielanto, á sosten
ner el destacamento piieotras .61 Uegaba con el resto dft
Ja fuerza. En el principio.4 bilda^ de la cuesta so eucueni
tra la caballería ^u las dos comppftias que for4QUiJ)aa at
destacamento*. ApcniAa recibe Maroto parte do esto, ordo-?
na al jefe de aquella <aue sostenga las dos compañías fiu
su retirada, y que tocU.la fuerza se replegué ^n buc%
orden hacia el punto que 61 ocupaba ; así lo venían n^
rificando forxadcis pQH^ el enemigo. Al acercarsp/toda la
fueria diapope qu«j9» d(v cawp^M pasea i aü t^*^
10
pQCáiyod éderpoi,' T> (prnla cabadUrfá fióüteiiga i toda
«osía el cattino reaL ^Forzando con la saya los enemigos
k¿' dos alas dé la miestra^ manda Maroto qne ée reple-
gué mas la diTÍsion sobre el centro qne ocnpaba Talave-
«rav apoyado con dos cañoncitos de a 4', única artillería
2ae tenia , y que eolocó en^la posición mas yentajosa.
.OS' enemigos continuaban atánzando ; pero fueron con-
tenidos por el fuego de ^fion, y obligados á retirarse
por dos yeee» en bastante desorden. Un gt^so;de^<)aba-
llería que cayó sobre . nuestra derecha ^ nee- ^üyentado
con pérdida considerable : la izquiei'^ki de 4dd i^netn)^
filé atacada TÍgorosamente por u^^^toitipallfá^b'kti^eh
Tbs. Ya creia Maroto» segura la yictoifia ^ tanto por 'la pév^
úíáa. que sufría el enemigo ^ cuanto por et entusiasiíiío
de nuestras tropas, cuando observó una dispersión geile-
ral del regimiento de Ghiloé^ que no pudieron contener
Ibs esfuerzos y el sable de Maroto y sus ayudantes. La
«abalteria y el regimiento de Talayera & qcdlélieft babia
máhdado cargar' len M k«etk«da al enemigo ,'nO plídieron
lÁeerlo ^ pues 'hiendo élstéla fuga ^nuestra derecha,
acomete con -fuerza» mpeA&re» por el' ala izquierda y
centro , sin que fuese posíblié evitar una desgrada. Unas
compañías que ocupaban una* altura respetable fueron in-
útiles; apenas hicieron fuegO y se desnandamn. La ca-
balieria en número importante se salvó huyendo rápida-
mente ; él regimiento de Talayera y una pfarté del de' Chi'^
lee fueron envueltos por la cabaHeria eneiniga. Cuando
ya no quedaba' otro recurso fue Maroto el Utíiao que se
salvó, y eso lo debió á los efi^érzos de su dable. No qne^
dkndo á su eisrpalijüsi niii^ún séldadO'i soto'y herido, se dí-
rigié bácia la capital. A d<^ ó tires leguas de esta encuén--
i^ael refuerzo' eme '^e le enviaba , sin dudc^ áf éO^secúeá-
cia de loir diferentes partes que Süi^é^SvMnente habia iSó
áírigíendo al capitán general , áffinde'qile con arreglo
á> to i^rcuBst^ncias p^idiese iadóptar tas- providencias
qtte eslimasooportunas. > > í- < ; *
•' *>fel jefe ifoft mandabi^el refuerzo qM^ióonsistiá'en un
esMadl^on de ^oÚMÜierta ^ iMiee deippiegftr éi^'Oráes de M^
talla '^ra contdil^i^ al 'eitamigo en caso qne amenaniN^
la fapital. Habiendo dado parlo Maroto al jpreneral del
punto que ocnpaban y de la situación en que so hallaban,
fe contesta que se mantenga en la misma posición , pues
se dirifna con el resto del ejército á incorporarse con él/
LlcgA la noche , y pas6 Marolo á ocupar mejores puntos
para atender á toldos los caminos que se dirigian á la f a--
pital , colocó avantadas y distribuyó su fuerza según con-^
venia á su objeto y á la naturaleza del terreno. A la me^-
dia noche recibe orden del capitán general para ^ue de-'
jando la gente en loa puntos noe ocupaba , pasase solo
á unirse con 6K Marcha inmeaiataimnte Vno logra en-
contrarlo hasta muy cerca do la (ñudad. Enterado aquel
\«t« &e \odo lo ocurrido , preyiene á Maroto que lo sigif '
para convocar ma junta y acordat «n ella lo que con-
Yenia Aacer. En esta junta rernó una gran yaríedad de!
dictámenes y la mayo)r confusión. Ya se opinaba por la*
retirada á Ibiule» ya á Valparaiso; unas yecos se pensa-
ba en defenderse en la capital y otras Terificarlo en el
castillo ó fuerte de Santa Lucia ; y aun sé trató también
de atacar al dia siguiente al enemíg<o. Todo presentaba ;
dificultades. Eii concepto de Maroto esto último era lo
mas conyeniente. Pero por una parte nuestra foerza era
inferior en número , constando solo de dos escuadrones
Y un batallón que acababa de llegar fatigadisinio después
cíe una dilatada mai^ha , y muy desmembrado en su fuer*
za; y por otra la áé los enemn^os ascendía á 1800 infan-^
fes y 800 caballos , habiendo delnüMtrado sus motimien-
tos j maniobras que no eran tropas yisoñas. Ocupar eí
castillo de Santa Lnelií era uO medio foneMb qué^lisegu-^'
raba la ruínade íos que en 61 se oncerrÁran , {luesade-*^
mas de hallarse muy atrasada é imperfecta su fortifica^ '
don , earecia de comestibles y agutida , sin haber tam«-
poco medios espeditos de rcunirlos. Iguales 6 mayores
eran los inconvenientes que ofrecía la defehsa de la ca-
Eital • ya por no haberse adoptado al cfeoto medidas con
I oportuna antidpa'eion , ya porque siendo una ciudad
abierta » no había úmtpúife pura^Urlá ^ de foirum cor-
13
tadoriui y otros géneros de defensa. La rf tiraba. 4 Maule
presentaba la gran dificultad de que una diyisíqB, enemdr:.
ga podía enyofyer nuestras tropas , y mas, cuando eá las
poblaciones del sur se habían internado 9 según se decía,
yarias guerrillas en grueso número. Ningún arbitrio se
presentaba mas espcdito que. la retirada á Yalparaiso,
donde habia nueye Duques en que podían salyarse el resto
del ejército , la» autoridades > las personas . mas respeta-
bles y campiH>metidas déJa ciudad, los caudales públi-
cos;, y.^s pertrechos y municúnies de guerra; ; y des-
emÜarcar en "{alcaguano para ocupar la prpñncía de
Concepción, AdoptMio ;e8te pensamiento»' y. d^pues de
dar ^l generat las órdenes, oportunas naya sUj ejecución, .
^ Kiedio jiieH mayorr desiírden y contusión / y -cuando i
laa dos de la man wa fpontaba á caballo para dii:igirse al '
puerto , encarga el.mindo á Maroto,, y? le epicfiniepd^ el
embarque dé Us' tropas y la ejew^ipp 4is;lodo.la:díi4^
puesto. Le preyiene que ciaye la.artUleri^ü» J:V^^ se di-
rija á. Concepción. Alguna caballería : tenia ef^npaprgo de
sostener, la; retirada. Él c^apitan general se dirigía á la
costa de I San Antonio, temiendo que los. fínf}fnigoS( hu-
biesen cortado el camino de Valparaíso ,. y ju^n4o in-^
teresante la conservación de su persona , y, que,. tenía la
obligación de no abandonar el reino. .
Las dífic)aUade9 que ofrecía el encargo aufi había, r^-
eU^i^P Maroto son cono^das, pues; i|0 poqüa» acredítari
oficial y documentalnȣtnte di^ encargo ; y ademas corr
respondía, el mando i, JArreali Ái;idíencia,j,á otro jeie mi-
litar,., A pesai^.dejtpdo^ cAnpi^ltando úni^affl^Pti^ '^^ ^^^^
ticas ^DCWistaP^^as en que ía ^pjUl W.bjdlahai» ^splo, .
sin ii^V'SOl^ado- ni oficial que, le acompaflase},r.r^corrí6.}á.
ciudad para yer de: reunir á los soldadqa y .^oÁfifles que,
encontrase. Con algunos de catoll^M y i^pmrar^pa }^S^$
se dirige al pmrto ,scon el fin -de poder realizar ;su comer
tido. Aj^as. llega., .dispone la. ejecución 4q lo acordado^ .
y. en pnmer Jqgarel embarque de laa jIjrQpas: Conyen-r..
cido de que .asquel punto . no preseiUa^ ! por la; iMirte^^
de tierra . ningui^a defiwsa^ y ^ fiw el eif ífá^a ae loa
nattirdeft Ao'AüMj^vrftbt la ¿uyor eonflania, (Dnir^re-!
eiudirtiies pi^'eTÍtár^(B'ÍÍM<boqae8 9e amen i hréla
aiit^ de TetififAntof el eitalMitaé^ y para <|uc 1m prisiiH
ncrós ifae sé báUtfbao á' hbtio de la mgat» Vicidna fue*»
ien custodiádb's ; vigilados para ' evitar ¿(ue estallase en-
tre ellos la iftstítrréccion que se susurraba , y qno podría
encontrar titta'Ocasioh'faTeraMIs'eo la isonfusion de aque-
llos inoincnt6fií.'''E8table)ee'' dOB' partidas* en losr pafajot
convenientca, tma con el objeto d€Í'i«f:onocer las tropas
quQ se dirigiesen al puerto, y la olra'para recibir y con^
tener a las ^üé llégaseta á aquel punto, haíccrlas (orinar
y entrar en 6rden , para evitar estragos^ impedir esee<^
sos, -j TeriScár el embarque cod' todo. arreglo y con«<
netlo. "Reinaba én aquel puerto el mas espantoso des-
orden , T babia principiado el saqueo 4e muchas casasj
Para eritar erto dispóM Marotoque se reúna un cuor^
po de Tecinos hfMÉiifdos y otro déOnilicias ; pero esto fue
imposible Mrqtie nó sé encontraba á quien mandar, ni
qoieñ obédeoéfteJ A ün ofioial Aie preciso dar la copii-J
sionde qo0 clfíia^*!* artíllei^ia con. unos clavos que sq
encontraron 'eáél'icuilrto del gobernador del puerUK En
este estado % despaes de haber tomado Maroto por su:
parte cuanta^* Iptreyendones dictaban- ian-cstraorcunaríás
rircunstancñiB »' c^^tido eii cuatro dias coA sus noches ni
habia dornfid6 ni tomado 4knento , ski' {.apenas bajai^
del caballó'deMe que salió ditia ^pital vto ^ingiA ábor^
do de la fragálá 'Breraita' pifa 4ar 'algún alivio á sus rea^
dídas fuei^eaBS'pahiclOttietteriioabuqués-vi disponer sii
tecesaría i>etihrMc)eAf ;* riÁrcttiMti los boles^y idnchas que
debían ém*pt¿!il*sH éki A 'ermbaiiqtte''de' las: tropas. Al .dia
sigiiiefite^ habiéttdo sábttia! Itfarotoi jqueii séiencotitraba
allí el brigadier 1>. ftfaiauel' Olagútv iVUiH'Mnas abtiguo
!ac ¿1 en gnidilacibn ,.4e'einTeUó.<eUmanída^oOis«nreirlo
ordenanza v ycontinaé^v sin embargo,.. trabajaadoi i Taa
órdenes do este jefe en cu<iiito requería U^. Situación en
3ue todos WsbaWaban. Principia el embarque oeia no pocO
esárdcn. D^' uno de los ci^lUloft en que sin duda ^ quedó
algün cafiioM p&r ááviTr ^>i9V^'Á'faicaAÍ¡AegO*MAiM
1«
aé dicBd'^lla babia totaná^b parte en la ininrreecion , y
por ciíahtó mirabkn aqáeV^ñcesó como el anuncio' de los
norror'ca de tmá' gucrfa civil qne amenazaba á áqndl yasr
to continente] Las coásecuencias de aonel acontecimb^htp
podríni haber tíiéé fatales y lanientables , pué^ los piro-
moV¿abres de lainsuriréócioiicobtaban' con 'estender des-
dfc'a({ael^ villa el fuego de la discordia <dvil,. inflamando
Ik* liiñilidlata provincia de CharcaiB.- Los j¿fes réYólacio-*
Üiirlbij.((fi¿^n( al jefe superior político ,'i¡[tte lo era el se-
Bór Mhróto/j qué. á :1a sazón se bailaba 'én uno- de los
pñebloi do la frcrhtera: Apenástcícibd élté i»fic¡o, recorre-
todos los puntos en quelite hallaban dóstaéadas su^ tropas;
thhhe 300 hombres',' pásá'ála capital J donde dispono lo
i^nvcnicnte para h seguridad de ésta ^ de toda la pro-
yincia , y puesto á fa cabeza did aquella escasa' faerza , so
dirige A marchas^ forzadas' M)bre la* plazaí insuvradcionada
Íué ^ hallaba defewáida por mas de 500 combatientes.
!1 resultado ftie , 'que los jefes de la inkurrecdotí' y toda
h g;uarhicion quedároii'bdchos'prisioneroé ^ y^elnilrden y
Ila'tráhquilidad y la autótiritid'del gobierno inwdardn'com-'
hldáiMente restablecido ji. Llegó tanoportuitarmente Maro-»
V^cin la fuerza de su mando*, gue salvó los caudales p6-¿'
ÍAictsfs qüe-sé lletetbán Ids' insurgentes 'ffl cerro de Pilima.'
ta placincacioñr* d^ Potosí- «seguró la tratiaüilidad do todo
el interior del 'Perú /y en espeoial la dé la provincia de-
Gblegdi^iitiBi:' Estos servicios y los- que prestó en 823 al lado
i)iíl -ttn'srüo virey , en- |a eampafta de agosto y setiembre»
totJtribüyciido a los triunfos obtenidos , no quedaron sin
recompone por partS' de|' gobierno; ^poes fue ascendido*
á mariscal de campo. Con el carácter deial, pasó por ór^
ñtín^ del virey i la provincia de VaAo ,vdo la que fue non»^*
bradri comandante general , y en cuyo cargo manifestó el
niismci cíbIo y el mismo acierto qtioeii Ipsqub anterior-
mente habia desempoAado. Amante del rey ,'y entusiasta
SOr'la causa de la metrópoli, no concurrió á la desgrdcia
éías armtts españolas en Quinua, el-.O.'dle diciembre «
dé ISSil^ni se adhirió á la capitulación én quo.ae revo^ -.
il6¿iéí iH'tndepeDdeBoía dql Par&; . ü j^; • 'h n . i<!
17
Ya M aroto no podía permanecer en aauel país , j i
principios del año 25 se embarcó en una trágala france-
sa, y desembarcó en Burdeos. Habiéndose urescnlado cu
esta córie á S. M. se le concedió su cuartel ¡para Valla-
dolid. En 1.^ de setiembre del mismo aflo, pasó deórdea
del gobierno al Principado de Asturias á restablecer el
orden que las pasiones políticas habían alterado. Después
(le haber estado de cuartel algún tiempo en Pamplona,
se le llamó á la corte el año 29 , donde fue nombrado y
desempeñó la presidencia de la comisión militar que ea
aquel tiempo se estableció. A poco se le destinó á la co«
mandancia general de Toledo « cuyo cargo desempeñó
hasta el año de 1832, en que los amigos que tenia en la
c{)TVe conociendo su capacidad y disposiciones « asi como
sus opiniones monárauícas , le escribieron instándole i
que hiciese dimisión ae aquel cargo y se vínica á Ma-
drid. Asi lo hizo Maroto; y á pocos dias de haber llegado
á esta corte fue presentado en una reunión numerosa
de los jefes del bando carlista , que á la sazón pi;etendiaK
favorecido en cierto modo con la enfermedad del rej
Fernando , apoderarse del cobicrno supremo , introdu-
ciendo en este á D. Carlos aurante la enfermedad de sa
hermano , y preparando ál mismo tiempo los medios de
asegurar, ya sea por la sorpresa , ya por la fuerza, la
corona de España en las sienes de aquel príncipe. El par-
tido carlista ^consideraba llegada una ocasión propicia para
la realización de sus planes ; planes que principiaron á
prepararse desde que el rey Fernando regresó de Cádiz £
Afaurid en octubre de 1823, acerca de los cuales hizo en
aquel tiempo la policía importantes descubrimientos de'
que se dio conocimiento á S. M. , y que produjeron la
insurrección qne estalló y fue severamente castigada en
Guadalajara.
Acerca de esta reunión ó junta directiva , ha mani-
festado el goi[ieral Maroto á varios amigos suyos , con la
noble franqueza que le caracteriza, que en la sesión única
á que asistió solo se trató de distribuir entre los concur-*
rentes condecoraciones ^ honores y grandes cruces, como
2
18
igualmente de los altos earéps qué cada uno de ellos ha-
bía de desempeñar. Este acnaq^e es muy común en nues-
tro país , siendo condición forzosa de todas las reuniones
ffue tienen- bn objeto político. Este egoísmo y esta falta
de abnegación, disgustó y aun ^nojó al general Maroto,
Sae desde aquel día se mantuyo á cierta distancia de aque-
os negocios sin tomar en ellos parte.
No por esto dejó de comprendérsela en la causa que
fDJr* aquel tiempo se formó á los condes de N'^sri y del
rado : jf aunque resultó sin duda su inculpabilidad por
el")iecho dé haber sido puesto en libertad sin imponér-
mete ninguna pena ni apercibimiento, no por eso dejó
áe sufrir las molestias dé una larga prisión. Apenas
se yió en libertad , cuando 'á pocos días supo por varios
mnigos qu^ se trataba de aducirlo otra vez á prisión, y
aún que "eÁaba ya acordada. Entonces precipitadamente
Jf disfrazado salió de esta corte , dirigiéndose é Anda-
ncia , áésde donde consiguió penetrar eñ . tí plaza de
Gibraliai'r
Las sospechas y aun persecuciones de que eí señor
Maroto. era objeto no se mudaban , según creemos ., en
nipgun acto suyo, ni en niñ^na tentativa & que 'coope-
rase, i^no en las opiniones que con mas ó menos funda-
mento, se le atribuían, y en la persuasion.de que su acti-
vidad y la energía de su carácter asi como su valor y es-
periencia militar, no'pódian meüos de séjr tnuy Útifcs al
partido á que se le consideraba afiliado. Etscí^or Maroto,
si üo nos engañan las noticias qu.e tenemos de su catácter
T opiniones, es un hombre sinceramente' 'monárquico,
pero no tanto por consecuencia dé las ideas ifdé baya re-
cibido en sus primeros años y por los hábitos de su pro-
fesión , cuanto por odio á loS escesos révólncionaríos , y
{)or un amor, si se quiere^ exaltado al orden.) á lá Icga-
idad y á la justicia. Quizá no se háHariá entonces en el
caso de poder formar un juicio cabal acerca de la cucslion
dinástica; pero le bastó comprender que' D. Garlos era el
representante de la antigua monarquía española para
cerrar los ojos á toda otra consideración , y deíd'e luego
19
decidirse pqr su caiwi» y correr i ofrecerle su aspada y
su sangre.
Por eso 9 apenas se yió salvo en Gibraltart se enca-r
minó desde aquella plaza al inmediato reino de Porlugtl,
donde á U sazón ge nallaba D. Garlos. Fue de los priipe-r
ros militare3 que se le presentaron y recoQocieron, I^o ji^
separó de su lado mientras permaneció en aquel rcíiM).
AJli las circunstancias no le permitían prestarle granck^
servicios , porque no era aquel pais donde debi^ defen-
derse su causa. A su lado se encontró cuando Bodil)^
perseguía tan de cerca , hasta el estremo de tener q^^
abandonar sus coches Y equipajes. Una noche, la masiM^
nosa que ha sufrido Maroto en toda su vida , ^itravesm»
una montaSa fragosísima con D. Carlos, su familia v toda
SQ comitiva : iban conducidos por un guia , de pi^ va fidS-
iidad llegó á sospechar Maroto , adyirtijendo jque iQf 1|^
vaba á encontrarse con las avanzadas de Rodil. Entonce^»
indignado y no pudiendo contener la impetiiosidad de iyu
carácter» prorumpió en una de aquellas interjeccioiju^
españolas • auc algunos Uaipan adjetivos de fuerzq s la os-
curidad de la noche no permitió que Maroto ohservitae
en U. Carlos otra cosa mas que el silencio ; p^]ro jfX q^
dia y en algunos de los siguientes pudo advertir ú eupjo
de aquel principe , qi^ie no quiso ni hablarla ni piíraqe
por algún tiempo.
Siguió á D. Garlos i Inglaterra ; y poco tí^po des-
pués de haberse éste presentado en las provilicias Vas-
congadas atravesando la Francia , disfrazado y burlando
la vigilancia de su activa policia, ya Maroto se edpQ[^it|rfN
ha i su lado y seguia su cuartel real. Exento de ambi-
ción , lleno de entusiasmo por la cajusa de P. G^rli^^
amante de la gloria militar , y habiendo llegado ya c^
al último escalón de su carrera, nada deseaba tanto C0190
prestar servicios y emplear su espada en obsequio de Ja
causa que habia anrazado con todo el ^rdor de su car^
ter. Por eso la ociosidad en que lo mantoniaa P. Garlos
y sus conseieros le era enojosa, pareciéndole indecoroso
para un nulUar representar eo una guerra el papel de
20
cortesano , confundido entre la numerosa comitiva que
seguia á D. Garlos. Asi se lo significó á éste mas de una
vez , manifestándole que deseaba su permiso para retirar-
se á Francia 9 si no se le consideraba útil. Guando Eraso
{)or muerte de Zumalacárregui fue á tomar el mando de
as tropas que sitiaban á Bilbao , mandó D. Garlos que
Maroto le acompañase ; y éste sin reparar en la superior
categoría militar de que se hallaba revestido, pues en no-
viembre de 1833 habia sido nombrado teniente general,
se prestó gustoso á batirse á las órdenes de aquel , que en
todo obrs^ba de acuerdo con Maroto, sosteniendo ambos
enérgicals contestaciones con los cónsules estranjeros re-
ndentes en la plaza , que frecuentemente salían de esta y
jasaban á su campamento: esto se les prohibió; pero fue-
, ron considerados y atendidos en cuanto á proveerles de
'los artículos que necesitaban para su subsistencia ; y el
mismo Maroto les envió en diferentes ocasiones algunas
provisiones de su tienda. El sitio de Bilbao se levantó á
poco , y esta fue una de las primeras disposiciones que
íómó D. Garlos después que publicó su alocución de 4 de
julio de 1835 , y tomó el mando de sus tropas , habiendo
'tdombrado á González Moreno por su jefe de estado raa-
*'yor. Las tropas se retiraron á Orozco , . el jefe que las
' mandaba , Eraso , pasó á desempeñar la comandancia ge-
neral de Navarra , y Maroto volvió á incordiarse al
'cuartel téalv Hallándose éste en Zúñiga , propuso Moreno
' á D. Garlos la separación de Maroto del mando que habia
obtenido , y su nombramiento para la comandancia ge-
neral de Vizcaya.
Aquí conviene observar qne el nombramiento de Mo-
' reno , objeto de una general antipatía , y á quien parece
' que por todas partes perseguía una sonara fatal , habia
producido un singular disgusto, tanto en las tropas como
en todas las demás clases. Deseando acreditarse con he-
chos de armas , se mostraba celoso y aun enemigo de to-
dos aquellos á quienes favorecían sus prendas militares ó
su fortuna. La derrota qne sufrieron en Mendigorría las
armsia de D. Garios , tanto éste como Moreno, las atri-
21
bajeron en su parte principal á Eraso, que no se presen-
tó en la acción con las fuerzas de su mando. Orgulloso
con los conocimientos é instrucción militar con que le su*
ponen personas para nosotros del mayor crédito , y que
se han hallado en el caso de poder juzgar de las calida-
des de aquel iefe , no podia tolerar con indulgencia que
sus providencias y sus planes fuesen el blanco de la cen-
sura pública, y en especial de los generales y principales
jefes del ejército carlista. Tenia la desgracia como dice un
testigo que nos merece la mayor fé (1) «de que su perso-
i»na y operaciones cayeron en tal descrédito, que todos le
» criticaban y desapronaban cuanto pensaba y ejecutaba.»
Maroto era uno de los que mas auramente censuraban
STis opetaciones y sus planes ; lo hacia con toda la yehe-
mcocia de su carácter, y por la intima convicción en que
se hallaba del desacierto de aquellos, y de que arrastra-
ban á su ruina la causa que deiendia. El punto capital en
que principalmente discordaban estos dos jefes , consistía
en las espediciones. Ya fuese esta idea de Moreno, ya se
resignase k su ejecución , el hecho es que cooperó á ellas,
5 que mandó alguna. Estas espediciones en el concepto
e los que opinaban por ellas , tenian el objeto de aae^
lantar la guerra , organizando las facciones indisciplina-
das que vagaban por algunas provincias , reanimando en
todas el espíritu de sus partiaarios , aliviando á las pro-
vincias sublevadas de las cargas que las agobiaban, y ha-
ciendo que las fuerzas de la reina se dividiesen y des-
membrasen en pequeños cuerpos que nunca pudiesen
abrumar y sofocar a las fuerzas carlistas en las ventajo-
sas posiciones que ocupasen. Maroto por el contrario,
abundaba en razones favorables al sistema opuesto. Con-
sideraba á las provincias Vascongadas y á Navarra como
el principal foco de la insurrección carlista, como la base
(I) D. José Manuel de Arízaga en su Memoria militar y política so-
bre id guerra de Navarra , etc. En varios lugares de esta biografía nos
referimos al teslimonio de una persona tan autorizada , y que exiVoi
principales hechos que jvüero, hasta ahora no ha sido desmenU&o.
de lódas las operaciones militares , ^ como lo qtte daba
faábulo á la gnerra y la caracterizaba. Creia, y hasta cier-
to punto con razón , qae el tiempo estaba de su parte , y
l^üeria deber á éste lo que tal vez no podría proporcio-
narle la sangre inútilmente yertida. Quería que las ftter-
tas carlistas compuestas en su mayor parte de naturales
de aquellas provincias, se mantuviesen ala defensiva, en
\k que tanto sus posiciones naturales como todas las de-
^s circunstancias locales, les daban una ventaja inmen-
sa , pudiendo sin aventurar nada y sin esperimcntar nin-
em revés que abatiese el espíritu de. los soldados caríis-
s y entibiase el ardor de sus partidarios en dicbas
Írovincias , entretener un ejército de la Reina de 90 á
00,000 hombres. La inacción á que este sistema redu-
ciría á las tropas de la Reina, fomentaría su indisciplina, y
daría lugar á que la opinión pública y la prensa acusasen
á sus generales y los comprometiesen á empresas arríes-
gadas é imprudentes. Este sistema era de lentitud ; pero
no era caro , porque en él no se podia derramar mucha
sangre , y prometía ademas un éxito , sino seguro , al
metios bien calculado. Maroto conocia el espiritu gene-
ral de las provincias , porque en casi todos los pueblos
de éiláis tenia confidentes , y sabia cuanto se hablaba y
cuánto se pensaba en todas partes. Observaba cuidadosa-
mente todas las fases de nuestra revolución , y las vicisi-
tudes y progresos de los partidos. Si el peligro común
liabia de unir á estos , la actitud tranquila y al parecer
'indolente de las fuerzas carlistas, debia dar lugar á que
la discordia y la revolución se encrudeciesen y ensan-
S rentasen. La esperiencia nos ha demostrado la exactitud
e esta idea, pues desde el restablecimiento de la paz,
. Iba sido mayor la irritación y encono de nuestros parti-
daríos políticos. Partiendo Maroto y Moreno de sistemas
7 planes opuestos, en nada podían convenir: no convi-
niendo en nada , no podia estar el uno á las órdenes del
otro , pues esto solo serviría para exaltar mas sus áni-
mos j aumentar la discordia en el ejército. D. Carlos,
seg^an sa carácter j na sistema > quería contemporízar
23
con el nno t coq el otro ; con Moreno , porqne mereeift
toda sn confianza , cOn Maroto, porque tenia una alta idea
de sü arrojo y osadia, y poraue lo consideraba como une
de los jefes mas adictos y leales á su persona, y que mas
servicios habian prestado á la causa de la monarquía. Lle^
nos los pueblos de las muchas personas que seguian al
caartel real , no faltaban algunas que se entretuviesen en
referir á uno de estos jefes ó á sus amigos , cuanto decia
ó mormuraba el otro ó sus parciales ; y de esta manera
se aumentaba al mismo tiempo la enemistad y encono
de los dos » y nacia la discordia ea aauel ejército. Estas
riyalidades dieron lugar á que D. Garlos ó Moreno sepa-
rasen i Maroto del cuartel real y le encargasen la coman-
dancia general de Vizcaya.
En esta hizo servicios Maroto , y contrajo tal mérito
para con los suyos, y adquirió de tal modo el prestigio
ae los pueblos y el amor acl soldado , que no hay persona
de los que fueron testigos ó tuvieron un conocimiento in-
mediato da aquellos hechos , que no se crea en el deber
de reconocerlos y confesarlos. El crédilo de Maroto subió
á muy alto punto en aquellas provincias desde que prin-
cipió á desempeñar la comandancia ffcncral de Vizcaya.
Por sí mismo, y haciendo de comandante de instrucción,
enseñaba á los soldados , y en poco tiempo dio la mejor
organización y disciplina á las fuerzas de su mando. Se
interesaba con D. Carlos y su gobierno para que fuesen
socorridos aquellos: se ganaba su corazón, y el afecto
de cuantos jefes y oficiales se hallaban á sus órdenes. To-
dos, tanto los pueblos de Vizcaya, como las tropas car-
listas de aquel señorío , admiraban la actividad y energía
de Maroto < y en especial los jefes del ejército, recono-
cían sus conocimientos militares , y el natural ascendien-
te que le daban, tanto su carácter, cuanto sus dotes de
mando. Trabajaba con entusiasmo en el bloqueo de la
plaza de Bilbao :. se proponía per este medio que aquella
le rindiese : tenia en esto tal seguridad , que no vacilaba
en decir á D. Garlos que asi sucedería efectivamente si se
(c remitían varias />ia7^5 <Je artillería y algún retuetio»
S4
Dando la mayor importancia, y con jnsta razón, á la ocu-
pación de aquella plaza , se j^rometia con airona pequeña
nierza que se situase conyenientemente en las esceientes
Íosidones que rodean y dominan por la parte de tierra á
ilbao , contener el ejercito de la Reina que intentase pe-
netrar en aquellaplaza, confiando al mismo tiemoo en que
mientras mayor fuese la guarnición de ella, y el n6mero
de personas alli refugiadas, mas pronto la nabia de re-
ducir á la necesidad estrema de rendirse., Pero Moreno,
en vez de enviarle la artillería que con tanto afán pedia,
dispuso rápidamente desde Navarra un movimiento sobre
Vizcaya , que ejecutó llevando consigo á D. Garlos; y lle-
gando a Durango con la vanguardia , dejó á aquel con su
cuartel real en Ochandiano aquella noche. Esta operación
llenó de furor á Maroto y á los jefes que acompañaban á
Moreno «que ya le odiaban y públicamente vituperaban
su conducta.» (i)
Aquella madrugada se trasladó Maroto á Ga^dácano,
y á las 9 de la mafiana entró D. Garlos en Durango , y
oyó las quejas que le dio Moreno contra Maroto : poco
después emprendió el jefe de Estado mayor la marcha
sobre Galdácano, haciendo alto con sus tropas en el ca-
mino real, y á un tiro de pistola de la casa llamada
Urgoiti en donde se encontrana Maroto. Aquella tarde
envió éste con uno de sus ayudantes un pliego á D. Gar-
los , concebido en términos bastante duros y acalorados,
Y -en que se deprimía á Moreno , á quien se acusaba de
ineptitud. D. Garlos, por medio de su asesor general
Anzaga , hizo conocer a Maroto el disgusto que le cau-
saban su insubordinación y los acontecimientos ocurri-
dos, «porque aun cuando le hubiesen asistido razones ó
motivos de queja contra Moreno, estas debia haberlas
sofocado hasta nacérselas á él presentes, y pedidolc las
hubiese remediado.» Mandó también D. Carlos á su ase-
sor general que afiadiese á Maroto, «que si bien no po-
(1) Memoria eitada.
» 25
dria nunca olvidar sai sacrificioa y padecimientos por sa
causa , tampoco podría permitir me lo que le había con-
quistado Zumalacárregui a costa de tanta sangre y do tra-
bajos, fuese perdido por las disensiones y falta de uni-
dad en los jefes que le habian sustituido.» ¿Y quién de-
ciaesto? D. Garlos, que según el testimonio de personas
bien informadas de los pensamientos é intrigas de m
cuartel real , se hallaba disgustado del carácter y ente-
reza de Zumalacárregui , y celoso del prestigio que me-
recia en aauellas provincias y del ascendiente que tenia
en el ejército, meditando con sus mas íntimos conseje-
ros el medio mas seguro y prudente de separarlo del
mando , sin que escitase las murmuraciones de nadie.
Znma\acárreffui había tenido graves disgustos y acalora-
das contestaciones con D. Carlos , hasta el cstremo de
liacer por dos veces dimisión; pues aquel caudillo no
solo se oponía á los proyectos y planes de los palaciegos
que rodeaban á D. Cfárlos, sino que le enojaban y exas-
peraban las murmuraciones de que era objeto , y las re-
criminaciones que le hacía h camarilla de aquel. Los
consejeros Íntimos de D. Garlos desde la seguridad del
cuartel real impelían á Zumalacárregui por medio de
aquel á que emprendiese operaciones contrarias á sus
convicciones , y que como sugeridas por gente que no
conocia la guerra , eran generalmente desacertadas, y
traian por consecuencia el derramamiento inútil de san-
gre y el descrédito de las armas carlistas. Zumalacárre-
gui, aunque veneraba profundamente i D. Garlos, estu-
vo constantemente en oposición con su camarilla , la que
ya al Gn con habilidad y mafia había conseguido que
aquel llegase á desconfiar de su bizarro caudillo. Si Zu-
malacárregui no hubiese sucumbido por efecto de una
bala de fusil, la intriga del cuartel real lo hubiera derri-
bado. ¿ Qué le importaba á esta el mérito de aquel , ni
sus inmensos servicios , con tal de poder saciar sus san-
tos furores en (quien no so prestaba á ser un instrumen-
to dócil de sus proyectos y de sus miras ?
Arizaga instruyó á Maroto de cuanto D. Garlos le ha-
26
bia manifestado. Dirigiéndose aqael hacia Galdácano, en-
contró á Maroto ceróa del üuente de Airrigorriaga , en él
camino real , y en el estrecho que este forma para entrar
en el puente nuevo. Maroto estaba rodeado de un ftiégo
horroroso , porque aquella jornada fue una dé las mas
sangrientas de la guerra ; pues no solo/ se^n testigos
Sresenciales , se disputó el puente con un yigor e^traor-
inario y una obstinación nunca vista , sino que también
se disputó con heroico valor el terreno palmo á {balado.
La acción duró desde las seis de la mafíana hasta las ocho
de la noche.
Por consecuencia de la conferencia que tuvo Arizága
con Maroto , se dirigieron ambos al cuartel real de clon
Carlos que habia bajado á Galdácano. D. Carlos no pu-
do menos , después de una tan señalada victoria , de re-
cibir con benignidad á su caudillo , asegurándole que ol'
vidaria todo lo pasado. Habiendo encargado el príncipe
á su asesor real que trabajase para !la reconciliación de
Maroto y Moreno, se manifestó el primero muy dispues-
to á ello , y encargó al auditor general viese á Morepo
para decirle que estaba dispuesto á ofrecerlo su amistad,
que no pasaba personalmente á ejecutarlo al pueblo de
aldácano, donde se hallaba, por la situación militar
que exigia su persona en aquel punto ; pero que si bajaba
Íor la tarde á reconocer la linca avanzada, satisfaría su
eseo , y conferenciarían de buena f6. (1) Ya se ve que
Maroto por su parte no podia hacer mas; en obsequio de
la causa de D. Garlos sacrificaba su amor propio y se
adelantaba a ofrecer á Moreno su amistad y su mano.
Pero este hombre , orgulloso 6 implacable , ni aun quiso
oir siquiera al auditor general, sospechando que el objeto
de la conversación podia ser relativo á la persona de
Maroto. Ciego en sus odios, dirigió á D. Garlos un parte
detallado de la acción de Arrigorriaga^ á la que habia
sido estraño, y en cuyo parte mostraba la parcialidad y
la injusticia de recomendar a los oficiales que habian es-
(i). Arísaga, MeflMho citada.
y
uAoiWL lado I omitiendo toft que le kAbkii hallado i la
inmediadon de Marofo. Este , por n parle, y dcsenlen-
diéndoM del condacto del jefe de Estado mayor i diríf[i6
otro absolutamente diverso. En este eato era muy de te«
mer la separación de Maroto de la oomandancia general
de Tiseáya , por^e Moreno , que poseía el coraton de
D. Cáriot , no dejaba á éste de la mano, llevándolo siem-
pre consigo. Ta se deja conocer que por consecuencia
ae los partea dados acerca de la acción de Arrígorriaga,
li rivalidad de los dos jefes se habia de introducir en oí
S'ército propagando en ¿1 un germen de discordia. Al fin
. Garlos abandonó el mando del ejército, llamando k st
I Moreno para separarle del cargo que antes desempe-
bba: también Maroto fue separado del mando que ejer-
cía : cada uno de estos dos jefes quedó en situación di->
versa ; porque á Moreno le sorprendió y resintió viva-
mente una separación que no sospechaba ; mientras que
Maroto recibió con serenidad su separación , que además
de injusta 6 inmerecida , estaba sooradamente compen-
sada , ya con los servicios y la gloria que acababa de ad-
quirir, ya con las alabanzas que los pueblos y el ejerci-
tóle triontaban. Una desgracia común abatió á Moreno
y pudo engreír á Maroto. Confinado éste á Tolosa , se
quejó del desaire que se le habia hecho, y haciendo ge-
neral el conocimiento de los partes dados sobre la ac-
ción de Arrigorriaga , dio á conocer do qué parte está-
bala justicia. Guando Moreno estendió un parte tan par-
dal de aquella acción , no le permitió ver su rencor la
prenda que soltaba: Maroto supo aprovecharse de ella, y
Ía desde entonces perdió aquel todo concepto, manifcstán-
ose como jefe que desconocía el mérito y que no sabia
hacer , por miserables pasiones , justicia á los servicios.
Habiéndose establecido D. Garlos en Tolosa se le pre-
sentó Maroto , á quien reprendió severamente, dicién-
dole: «¡Te acordarás de lo de Durangol»; pero antes
de concluir la conferencia se hallaba tan variado el áni-
mo de aquel principe que le prodigó mil lisonjas, y aun
k abrazo. Al di^ agaieate pre$ettto Maroto una instan-
98
cia á D. Cirios, en U qae aeoBabt de falso el parle de
Moreno acerca de la acción de Arrigorriaga , t de in-
justas las propuestas , y en que solicitaba se abriese un
juicio para averiguar cuál de los dos partes referia la
rerdad de los heckos, sujetándose él á la pena á que fue-
se acreedor si resultaba ser el sujo inexacto. Ésta re-
presentación de Maroto se pasó á informe del auditor ge-
neral del ejército. Este magistrado , antes de evacuar
su dictamen se presentó á D. Carlos , á quien hizo muy
prudentes y juiciosas observaciones. En vista de ellas
acordó que se archivase la instancia de Maroto , y que
se tuviese presente en otra ocasión. Mas adelante* y con
motivo de haberse presentado en el cuyrtel real D. Ce-
cilio Corpear , hábil en el manejo de la intriga , hombre
astuto y sagaz , y mas mañero que instruido diplomáti-
co; trabajó éste con buen suceso en la reconciliación de
Maroto y Moreno , aue se verificó de un modo solemue
y público , reuniénaose en un convite que dio Maroto
en su casa á Corpar , Moreno y Arizaga. Ya Moreno se
prestó á esta reconciliación , entusiasmado con los planes
y pomposos proyectos de Corpar , y cediendo tal vez á la
influencia de éste con quien tenia antigua amistad. Don
Carlos convidó á comer al dia siguiente á los dos recon-
ciliados.
Hallándose el cuartel real en Oñate , dispuso D. Car-
Ios que Maroto , que alli se encontraba, volviese á To-
losa. Desde aquí con permiso de aquel pasó á Durango
donde se hallaba el cuartel real , para tratar con D. Car-
los acerca de ofrecimientos pecuniarios de que estaba en-
cargado un comerciante llamado el barón de Habcrt. A
poco, V después de nombrado Erro ministro universal,
se estableció una junta consultiva de guerra , y Maroto
y Moreno fueron nombrados individuos de ella.
Uno de los primeros pensamientos de Erro fue nom-
brar á Maroto comandante general de las tropas carlistas
en Cataluña, y 1er ofreció dinero y fusiles con que po-
der organizar los somatenes catalanes. Maroto manifestó
tanto a D. G&rlos como á Erro , que él nunca haria la
29
I •
gnem como jefe de bandidos « y qae necesitaba contar
con armas y recursos. Con las mayores segoridades le
ofrecieron uno y otro , afiadiéndole el segundo qae in-
mediatamente le enviaría de tres á cuatro milloneSy y que
en las costas de Cataluña iban á desembarcar consiae-
rable número de fusiles. La idea de organizar los soma-
tenes de Cataluña bacia tiempo que estaba fija ea la mente
délos consejeros de D. Carlos. Guergué fue destinado á
este seryicio con un cuerpo espedicionario de navarros;
pero este jefe, cuya conducta no es del caso calificar
abora , no habia sanido corresponder á las intenciones de
D. Carlos 9 y tuvo que volver á Navarra , dejando sem-
brada la discordia entre los jefes y soldados catalanes , y
trajeiido sas navarros en el mayor estado de desaliento
y miseria. , después de dejar muchos rezagados y aban-
donados por los caminos. La vuelta de los miserables
restos de esta espedicion sugirió el pensamiento de en-
riar áMaróto á tomar el mando de las bandais carlistas
de Gataluila.
Pasó este general á Frantía , y desde allí se introdu-
jo en el antiguo Principado , donde fue recibido con es-
traordinario júbilo por los jefes y tropas carlistas. Todos
k reconocieron y se sometieron dócilmente á sus órde-
nes. Les prohibió severamente que exigiesen ninguna
contribución de los pueblos , ni que los gravasen ni mo-
destasen en manera alguna , ofreciendo á todos que se-
rian atendidos religiosamente en -skis 'haberes » contando
con los recursos que D: Carlos y su gobierno le habian
prometido. En seguida se ocupó en organizar y discipli-
nar batallones i' instruyendo por si mismo á los diversos
pelotones , granjeándose- por su actividad , por su celo y
por su desinterés el «fecto de los soldados y de todos los
jefes y oficiales; y reanicñando en todos los pueblos que
ocupaban las bandas caríistas el entusiasmo de sus parti-
darios. Diariamente se engrosaban aquellas , y la guerra
de Cataluña habría- tiomado un aspecto bien diferente en
faTor de la causa de D. Carlos , si Erro hubiera pun-
tualmente cumplido cuanto ofreció í üaroto á su despe^
í.
30
dida* Pülafoii dias y dias^ y ip dinerp ni armas llegaban:
Marbid dirigió las maa eficaces ; enérgicas reclamaciones
3ue Bjingun éxito produjeron. Al fin , los jefes y oficiales
el ejército le hieíeroo prc^c^pte al estado de miseria en
que M hallaban y la. imposibilidad de cumplir las órde-
nes que les tenia dadas. Entonces Maroto y apremiado
'por-oiréunstañcias estremas é imperiosas, no quiso toda-
ryia permitir que se hicié^n exacciones violentas v arbi-
trarias: quiso que lo que las circunstancias exigían, se
hidése al meüois , con orden y con equidad : se dirigió á
las personas mas acaudaladas de los pueblos que la fac-
ción dominaba , y les hi^e yeír la necesidad estrema en
que se hallaban las fuerzas de isu mando, demostrándo-
les ál mismo tiempo que le. era forzoso p^clamar sus au-
silioB^.si babia de conservar la digcápUvia 4e.s^s tropas,
éompórometióndosB á responder de ia/i, cantidades que
e iámidistrasen. De' esta manera mantuvo por algún
tieibpo el orden y la disciplipa en aquellas ; p^o al fin
tuvo que abandonarlas porque se encontraba en la im-
Í posibilidad de cumplir lo quei^abia ofrecido* JNi aque-
les pueblos , ni los caudillos del^jór^o» satifiechos con
su mando y dirección, querían que ^: reparase de ellos,
como se lo hiciero» presente « instándole »reit#radamen-
te para que no iosabandona^r Sstas instancias lisonje-
ras para iíaroto y y en las ^ue vejia una muestra 4el
aprecio de los carlistas deiC^ktakida ,1^ obligaron^ á. Me-
cerles que volverla ir. tomar «A mando de aquellap tropas
si el gODicmo de D« Garlos l^ facilitaba Lpi» recursos que
le eran indispensables para promover. 1^ guerra en aquel
Principado. Los princ^^es caudillos que tan subordi-
nados se le babian manifestaclo , y entre ellos Xrístany,
fueron acompañando á Maffoto ha¿ta la frontera de Fran-
cia, donde se separaron de él con señales de ternura. De
la frontera se dirigió á Burdeos, desde donde escribió al
gobierno de D. Carlos , anunciándole que pasaba á las
Provincias á informarle de su conducta , y darle verbal-
mente instrucciones acerca del resultado de la comisión
fue 30 le había conferido.
SI
. A esto M le coiit6«(6 me ne pmase adelante , y se le
mandó formar cansa , tanto para ayeriguar la conducta
que habia observado en CÁtalufia , cuanto respecto de los '
hecbos á oue anteriormente babia dado luffar en las Pro-
Tincias, y acerca dq los cuales babia archivados algunos
papeles t cárta^. Itfaroto permaneció en Burdeos; y en-
tretanto loa muchos amigos y apasionados que tenia en
el ejército y en el cuartel real , y particularmente La-
Tandero , á la sazón i;ninistro de Hacienda , y que lo ba-
bia acompaflado en su espcdicion á Cataluña , y sido tes-
tico de todas sus operaciones , de su^ trabajos y de su
ceto , previtiieh)n ravorablemcnto el ánimo de D. Garlos
^ desvanecieron su desconfianza y sus recelos , clamando
todos normue Haroto (uese llamado para ponerse al frente
del ejercuoT Hasta los consejeros intimes de D. Garlos,
j los que antes se habian mostrado contraríos á aquel
general^ deseaban y solicitaban su llamamiento. En elec-
to , Maroto era el único hombre que podia encargarse
del mando del ejército , reorsanizarlo , reprimir la es-
traordiviaria licencia de los soldados , contener con mano
fuerte la aJ9d;>icioa de algnnos caudillos y la división y la
discordia que reinaba por todas partes en las tropas car-
listas, siendo el cuartel general y el real de D. Carlos un
hervidero de miserable^ y bajas intrigas.
No trazaremos et 'cfuadro que presentaba el ejército
carlista y el gobierno de D. Éárlos desde la muerte de
Zumalacarregui , (Tue era el brazo derecho , ó mejor di-
cho , el alma de ella. Desencadenadas todas las pasiones^
y en particular fa insaciable ambición , que el carácter
uidbmaUe de aquel tenia comprimidas , si la facción oh-*
tuvo algunos triunfos por el valor de aquellos naturales,
la insurrección no adelantó un paso, ni adquirió ventajas
importantes y positivas. Ni la rortuna coronó los esfuer-
zos de loa sucesores de aquel caudillo. El mando de Mo-
reno fue siempre deteátaao ; siendo sus planes objeto de
perpetuas muriüui'abiones. £guia , aubque dotado de ca-»
{acidad, y de conóckniéiitos , aunque estimado por \«l
ranqueza y Reatad dé sa carácter, ni tenili todwi lu cm?-
y
52
lidade& que el mando de aqoellas hoestea requería » ni
tuvo nunca ascendiente sobre I). Carlos y ni supo repri-
mir las intrigas de su camarilja. Guergué, que precedió
áMarotp, era hombre desacreditado , incapaz de man*
dar fuerzas de alguna consideración , aborrecido por sus
escesos y demasías , y de pasiones bajas y rencorosas.
El ejército se hallaba en el mayor graao de indisciplina:
la autoridad de D. Garlos era desacatada :. todas las per-
sonas distinguidas por sus servicios > por su lealtad , y
basta por su educación y nobleza de sentimientos y aca-
baban de ser reemplazados en los diferentes mandos del
ejército y de los distritos por hombres furiosos, verda-
deros energámenos , ignorantes , groseros » fanáticos y
perseguidores. Esta gente , de miserable estraccion , y
verdadera hei.de la sociedad, tuvo bastante hal^ilidad para
rodear á D. Carlos, para ganar su confianza^ aparen-
tando un realismo hipócrita, y una devoción mentida;
y para apoderarse del mando d.e las fuerzas carlistas y
do los infelices pueblos aue ocupaban. Algunos de estos
hombres no eran tan ansolutamente estupidos que no
^ asombrasen ele su misma obra, y qi^e juzgando impo-
sible toda reconciliación pon los jefes de crédito y pres-
tigio , á quienes habían perseguido j ienian presos, no
fijasen su atención eo el'unicp gue podut: salvarlos de la
ruina que los amenazaba « uniéndose por el momento á
los que pcdian y clamaban porque se llamase á Maroto,
que perma necia, len Burdeos , en calidad de confinado ó
relegado. En vista de esto D. Garlos le escribió, llamán-
dole con instancias. Maroto se escusó porque conocía
perfectamente la situación del ejército carlista, y las in-
trigas de la pequeña corte de su principe. Volvió éste á
escribirle con mayor encarecimiento, y aun le envió una
persona encargada de manifestarle verbalniente la criti-
ca situación en que tanto él como su gobierno y ejército
se encontraban. En este caso Maroto juzgó que debia de-
jar á un lado todo género de consideraciones , obede-
ciendo solo la voz de su principe, y no negándole el au-
xilio de su espada que reclamaba* rara frustrar la vigi^
33
linda de In policía francesa y de los aduaneros » Uito quo
atravessr la f rqotora disfrazado y i pie « andando do csU
manera mas do Ycinto lea uas , por jun terreno escabroso,
y prcsenUndosoáD* Garlos estropeado, rendido dp fatiga
} sin roas ropa que la puesta. Lo recibió con hasiaato
placer j agasaio , manilcstándole quo cifraba en él toda
su esperanza : ic mandó que permaneciese á su lado, j
quo juguicse su cuartel real. De esta manera pasó Maro-
lo unos cuantos djss , sin que ni por D, Cirios ni por
sus consejeros se Iq manifestase el objeto con que bal>ia
sido llamado. Yacilalm aquel en conferirlo el mando df
sus tropas , porque desde Portugal abrigaba algunas pre«
vonciones contra este general , á <|uien miraba , como
&\cc un escritor á quien Ya hemos citado, con encubierta
iulcndon. Coa Haroto oió á conocer D. Carlos mas que
en ninguna otra circunstancia la ^i^rresolucion de su ca-
rácler » 7 al mismo tiempo sus contradicciones 6 incon-
sccucnaas , pues h posar de que en algunas ocasiones
se manifestaba enojado con 61 y aun severo , en otras se
le mostraba contiauo liusla el último estremo y deferente,
atendiendo á sus reclamaciones con una liberalidad de
ue nunca babia usado , ni aun con sus mas adictos y
á^oritos.
Tanto la situación de indisciplina en que el e¡(*rcito
rarlista so encontraba , cuanto la actitud que tomo el de
Espartero , reuniendo fuerzas sobre Logroño , condu-
ciendo aprestos i Puente la Reina , y amagando caer
sobre Estella , acalmron de decidir el ánimo vacilante y
siempre receloso de I). Curios , y nombró por jefe de
estado mayor al general Maroto , á quien concedió fa-
cultades ilimitadas para obrar y determinar iM)r s( con
arreglo á los casos y circunstancias. El primer cuidado
de Maroto fue la organización de los batallones. Para
cllu pasó una revista , y se quedó asombrado de las con-
siderables bajas quo observó en el ejiTcito , mayores de
lo que 80 babia figurado y de lo que le habían infor-
mauo. Ksto se remedió en parte algunos dias después,
pues con el prestigio de este gifiycrnl renació en breNe
5
i
la cóti^hQzá y áé Atíi^ el almtnliiMiM^ VdlTÍj|!iiáo á las
lilas los ihnchÓB solaados que las habían abandonado,
dañsados déitaovimicntós ináüles j dé empresas desas-
trdéai f, siii l^csoltado. El íkñtísí renació bor todas par-
t^i^'d^ii lá disciplina, y lá seguridad indíridual quedó
aflkbíáda. Con actividad estráordinaría fortificó varios
Iurittís , one cubrieron la ciudad de fistcllá , á cuya po-
tación di6 Ordenéis severas pata replégai* toda clase de
subsistencias , cortando las aguas , v con otras disposi-
feiones defetísivás , alentó eiespítitti público, ya casi
exánime y dispuesto á sucñpibir. Miai'oto sé proponía
restablecer completamente la diséiplina del ej6rcitb que
bandaba , y asegurarse de la eonfianza del soldado antes
de emprender ninguna operación : sei proj)0hia teparar
los desastres del eJércSto que estaba cási en derrota, y no
acometer al enemigo sino con probabilidades de t^btener
ventajas efectivas. Esté era el plan que en aqujellas cir-
cunstancias se habia propuesto, y que lé aconsejaba man-
tenerse á la defensiva en las esceientes posiciones que su
ejército ocupaba. Ya que Espartero nó sopo ó no pudo
aprovecharse de la situación material y moral en que se
hallaba el ejército carlista, quiso Maroto prevenirse para
en adelante , necesitando restablecer con triunfos el áni*
mo abatido del soldado , y asegurar cada vez mas la con-
fianza que su nombramiento habia inspirado tanto en el
ejército cuanto en el ¡iaia.
Conviene advertir en este lagar que los consejeros Ín-
timos de D. Carlos, entre quienes llevaba la voz el mi-
nistro Arias Tejeiro, ya por el carácter furioso de ellos,
ya porque ignorantes en el arle de la guerra no cono-
cían otro ifíodio de hacerla que el de las matanzas y el
derramamiento de sangre; ya por asegurarse mas en la
confianza de D. Garlos , ó ya por áltimo, por acreditar
de alguna manera su funesta nominación, naíbian estado
siempre empeñados, y mucho mas desde que tomó el man-
do Maroto, en que se acometiese á las tropas de la Rci-
taa. D. Carlos participaba también de esta opinión que
}e bMau inspirado , y se mostraba muy decidido por ella
.,»»
,»!4do itajpr ^gejuUsp Jíslii p.;njani)f|ilp (le (ílo., cj^nlo
,^i;fuu n'ajvf ,+^-v— r-'fi"-'' i-vr-','"jhTfY r" fr-"«- >-W*trf"
MT? ^rf.^'ío g^par|o,j jitraerliv^ ¡^ k-'^^m, Ffj^í)6
,,?! íiüiíisV-p *.f)i?f íftiqíro una (;Mrts^íí^<)i;pc,fl aiar^í ^n
íi jfeoei^al M^WpV*. t*^ cflfíreepdftiltiicip po ,taf,# .«n ir-
ritar á^í^te .Mllimo.jiiirqwí.^iiílía,, con larp«,,cttf|,ji-
ripraflcta, sp , le ,í|ftlJ(iR .coiisf joj ^ttnlrarios á Sl^, ^"^n^f-
ÍPníí^íe' qtte í|, pabia de ser «¡ipuíwPle, J,g/fíi,pp|iíí^ii
llenos, lie traer fmieslüs resUíl^Jpü.íi su (fflli^J ¡if'^lí il
^•■no (jeJ?ip,9 sos^iecbalia Mscplo „ j, ^ stff l^^^f¿sfí,i^J^^,
"-'" -" "" WnHWnJlSiflftWJ V)''<íWH!»i'"" *'
9"''
.menos, liu liati iu..La,i.^ .tai^^^ija,^ a.* ,^™( ^i^jl^ /■>
,iwsmo (jeJ?ip,9 sos^iecbalia Mscplo „ j, ^ sjfl J[4pda^(;f(^,
,|ll(eÍ¿i||¿fei(LC()ji|)i;m|j)firi»iriálHlM>W Igff-Ammi-
■f™ .WiWf
.Ji¡l,((Érqit^,TVi-ira."— i-nir-pmriT'mTin .., ,
m*i»nii> 4i! U',Riai)»,,ail>s¿^S.,flj(#,n,^r ^ —
aliucÍTO'd«I«í,.*»W. j!,»IMlW'»|l'y='W,W
clseno le J»,fiO#5?»,í, WüflM!
ilicndo y pi;"
luo el verdadero (PQl),\u de li^s, (ip u'K^S fifUfa^
d(ncla que se ,rwí°p™,i/ v.J cM'l if tlM'iH' ,ltS.»l . . - .
■lfj«aii^Hl9>jD.,SeJ|íatlai|. Jíi,.}(l tectM» /.pílSlOB *•
Wje/e» JpSswlffi.»» ■.ÍWMMfflftf #!..»írFiW; jftV'-
otra Jué, smQ,,^a caiiaa.de lififeCjSJ^p di;¡^w4P4.(fVer-
^icn , VUUreal,,a Villaííi„)^i .^yra; líe jtab^r pidp jircso
eniúüiga, 2ari«teRUÍ. j ,cpii4tcido cpp eiWí^iM fl %rte
. de JtrciBieaa ; fli^l arrestíi de ElÍP pp el,^ P''^l"''Jj > ■**'
de FerpanJo CalíítjSas ep .é cantillo d<f jGu^^ft .v ;.4« .ha-
ber sido sstre4ad(|.5P ¡ipiírviyt)/t.o'Sfin.()n¡(K(ri()^ ge-
. Mr«l.B;guw?„:fpíís,l^ll)f), suii(4Ul!lía8P|! fücspdfqB-
teato cou que su prisipti se ciiculiricse , crap Kc^meolA
dói, y I¿'«ótidémii8tt W ffi téíícii pÉlrá^picÉ^r'i FfdnbM á
ddWtaHMiinitev ^teMliHÍ(9¿^^^ tijoWlMr á !Négri se^
gitniibjéfeddéMtaabmkVW. • '' ^ '
ISt^ééiMim ddU OiflHIvy ^ahitít^tabá ti^a diH sn deil^'
crédito, el odio del ejército j <el despreció! de los Mleblols;
YeaiáM'cOtt^ 't^rttÁKós lé pi^ d sérKot AA±ttf¡^, k
qúSéíi túu tépÁSátm beoofós- citado , yñt qniw lienióir
ad<^tadó*-i«nks- opiniorós. «Gotí setáéjánte ccMidabfa;
dicéf,' lo» iñAtf acreditados 6 í ñflti^efttes jefes del éjét'dtó
sepérsüadiait'qae los odios del principe eran éternps, y'
qne el' tria'irfo dé Sa cansa biabiade proporcionarles per-
secuciones si^ liioaítes' df jsde el m amento tíne susdei^echos
no lüeséiél'dispñtádos. ' ¿a obcecuóion dé don Gátlos no
pütede txiftnpip^nder^, iA mébos c álificar^, portftié la opi-
nióU'VíMitá^eí pais/ cbma> lá dé 1 ejército, ^ hMü pre-
nu1if¿aM}l> (MCrgicattié ñtiá Cciátra su gobifelfiío^ y falto dé*
apd^ós m'^Máetoitóu , nó p6dÍB\ jsosteíiferlié contra súü:
enctamffO^j Creían' s»in' dudar los • tjonfecjértfs: del pritidpé*
bi^ii tunando 86 ^n atacado .s ^ í üis iñtérel^es ñ&ii't^MiiV
no-«iiti4cett^jS4íi'déi^écbos con m le I09 teyfe? sé creétt ttf^
yesridbb pafi^'subytibkr á s óik gbl i^fñádos. Sin justicia ti^'
bayjifeirecho'ílffutooí.i^ '.' ■; ; * ,
}ra-^
a-
<l»idé'
3í
JMi Umúui ufl^vm imalucioa» se varia íatuio # UhmtU
por lí mianQt y á locar un castigo ejomplar . «¿Ta alra^
laris á kac6rlo?.%i.. wotfisló dw Cirios.-^ cSeüAr» ra-r
plicó MaralOt ñ V. M. no %ñ digna adoptar niagana re--
lolocioB» 70 en aa nombrct y como general cin jcíc de an
ejército , nueoiraa merezjca su real coniianza , me nvtk
preciado á conaervar la disciplina del ej6rcilo« y á Iult
cenne reapeiar como previene la orden^nxa.» — Estaapar
labru de Maroio« que sin duda don Carlos repitió á sos
consejeros y fisvoritos » enconaron mas contra aquel Iqs
inimoe de eatoa, y exaltaron mas su fur^r, y los ompeA6
á conspirar contra la vida do este general , y á trabajar
con mafin y Mr medio de artificiosas inurigas» para pro-
indr nna auDlevacion en el ejército contra el general que
lo mandaka. Meroto, que tenia numerosos confidentes en
todas parles» sabia cuanto »fi tramaba» los pasos y ma^uir
aacionea de los conjurados* los medios do que se vahan,
las asecbantts que ponian á su vida, cómo sembraban la
discordia en el ^ército , minando su disciplina : sabia
cnanto se hablaba, trataba y resolvía, en los consejos de
ion Carica* pues uno de los asistentes era persona de su
confianaa, y le participaba cusnto se proyectaba. Una no-
che, y con prete&to de hacer una visita á don Juan Eche-
varría, que habitaba un cuarto en la misma casa do don
Carlea , los sorprendió i todos reunidos ; entrando con Ja
mayor serenidad en la hat^itacion en c|ue ¿e hallaban , y
haciendo que todos quedasc^u sorprendidos y mMdados da
color. El mismo don (iüírlos , ya abiertamente prqtegia a
los eoemigds'de Maj(otx>; uno de ellos, Sanas, á quien Mal-
roto habia tratado de aryest^^, |lo. acggíó di^n Carlos eu au
cuartel real, y enau. mism^ ^sajPH* jf ppr Jas.4;alle# delpae-
Mo, donde aqud.saliaiUaba e^tablec^^dq, sq|ir,4^^^
lante deMarotocón oí mayor. 4íejH>arq.y¡aifn,lo:ÁnsuUa-
ha. Otro de «Uosü fiaroia « jr«A:.orrÁa IpSidif^^r.^P^ dc^ta-
saaientoa, eaforzándpso .^W «gausir ..ep. ppi^ci.d»^ ^lon
Carlos á k>aie;iia(da )lQS..flHenpo!s».4 Po 4ArqMA>»<^í«!»bI<%va*-
ae» cQQtwillimt^ l^»q|iyij|9ni«c|iaah«|-,49 4^9rÍQPR* ^^ V^^
4i
4 mmwñ MHnfto^Mpraimt&tteBiUbiifelta^^
k •ArtédeLóbdrM, lóftfCiiitopcMfmiáeseré^
£rUimenU>t ni semariUeo á susintereiei., tii €0C41nní
It coDiideradon ptf^Uot^ qdo tántO' infloU w Iflr de mi
SOf^cautay.cajracnrciutttaiicia se Uliat)íá MpUMdaá
troto el lord inglés], ém óon liii rícó biwtaifurOi. Uoh
kJM de aquella nacion^jle halüaé yisitado é» SallliaUenra^
7 ao dejó de hacer presóte ¿don Garlos la grai^t'^D^
de aa jefe de* estado mkybr» resjpbdo de fesarÜMlMllM
ieade el enariel reaLse dirigianrá .UsferiódÍMajotaMt
jeiM por S1U nías eacaraiiims eneniiff^
^ De propósitb: hemos querido trasladar liUUtinmad^há
aiúeriores páfrKfostde lá Memoria del sefior .Añasga^ eft
Se. da cuenta 'de la confereátAa áiitie ellos ^mísmatséiréU
ren. £1 sefior Arizaga^ae conocía y ppdia a^NKpíisr la
S'inion del ejército y de sos mas principales jefes* ¡f dia«t
giiidos oficiales, j que para la confianza ¥ an^istad^coá
£e trataba ¿Maroto, deoia conocer lamima. la eneeaía
su carácter y la firmesa de sns resoluciones; -€QnlMe4-
faba como muy crüieoi aquellas circuásianciai, ^y 'taTeif
que de una r^sotudon ooalquiéra, séguu sos i^úamaspaA
labras^, le iba á don Garlos la corona que pretendía, fot
eso le dio tan* oportunos y prudentes cénsejosf instindole
á que adoptase aifuellas resoluditees. t|ue podían' ser ea^
mees de e^tar lainñna que 'amenasalia á Imcmtut ¿arliaUu
Vidrias audiencias suoesiyas. tuvo Arikaga fcon . dfiía (¡arlos
aeeroa de cum^o Maroto le kiabia epcargado^ Lalcoéstek^
tacion de aquel se redujo á decirle:-^«Te eocav^óiififas
i^Maroto oUe^pondnfe: remeBifi)<ánsnS' jusUs-^j^f<que
tenca connatiza ennüi y dcwÉáfctemniis yPsrpdeÉriiaaj»
Di Sebastian!, lel i fiadre- •Git#BJ '^ •él'padHi«:fiil<^' jeánitUí -db
tanta piedad'COBao'dé«Kñi^';>áabirai'|ie';la9ísdi^ y otros
hombres (dé juieid y{6aids^aS('faeimMstroidoib>éettodo
Mr el tnismo addftor ^gm$psk\}* iMsdini le* < faábia encangqdip
jfaiioto;;Bero'todoiftié»iaÉtUi} Obwi-iteébs'sogetósiidpuq»
ma k gravedad de las circunstancias y glí<wásthl»apá4'
4((
Útio^. Irre^hto y prnilániíiie d«i don Glrloi , foéMpát ié
snpeiwlMf adoptando las proridendaí Tigorosas ijuc 'tkh
qiMrfatt. Estas ^tiones, que no produjeron el resüKádé
(pie Hárot0 jr sos amigos deseaban , pmeban qae se ifUe-^'
ria erftar tiiia catástrofe « j que se deseaba que la atitori-' '
dad dé dbii Cirios obrase, antes que la fuerza, antes que
la fteceáidád de defenderse y antes que se llegase á un tía- '
tretho peligroso ^ funesto. En esta parte , puede dceirsA-
que nada i6' (nnitió , y que siendo tan imperiosas y apre-^
miántéslás dreunstancias, k opinión del ejercito, la de
los pfitttipftfes jefes de 61 , la de casi toda la oficialidad,
It de Ibs hóUftrés honrados j de juicio de aquellos pue-^
Uos y del cuartel real , era la misma oue la del general
en]efe,c6mo lo persuaden, tanto los liechos anteriores* *
como los qae después ocurrieron. Maroto prestó su au«
toriiñá á 10 que era la dninion general del ejército j de
los pueblos, y á una medida de miración.
El descrédito de los Consejeros habia llegado á su
colmo: eran detestados do [los generfeiles , jefes , prelados
eclesüsticos , y de toda la geiite de aquel pait. Cansado
este de tantqsifffos de guierra \y de verter inútilmente la
sangre de sus Kjós y de arrtrinar su fortuna , ¿cómo ha-
bia de sufrir con paciencia que los recursos que i costa
de tantos sacriftctos suministraba , se invcrtiescn eh las
comodidades y el regalo de un sifenulacro de corte , y en
satisfacer la,iiYáncb de loé malvados que rddoalmn á don
Gáriosr 7 ternlali i^üri mismo tiempo subyugadas su razotí
y sii voniñfád? En vista de la apatfa del principe , y ere-
¡yéndose amenazároslos amigos de Maroto, contra los Cúa-
es se asestaba el pU{\al de m asesinos , y obscrvfinddsd
qde ét la manera mas escandalosa se promovía una itf ^ut^' ■
reccioá en el ejército, todas las personas mas influentes
en este y en eipais, y cuantas médban k Maróto , cla^^
maban porque marchase sobre Mcnai^tel real é hiciese ufi^
escamn^to en lób antores ^ pi^movédores de la (fes-
mlibn. Mhrptó tfóílso oír lá^ppinion de'los jefes de Ibé
fíMrpQís, éft prerséttdiÉ db lo3 cuales rept-¿dtl]o • eV MA^
44
doie adoptado^ por jentone#p ninguiía refoloclon tfrmi-«.
nante» partió Maroto con Uía tropas de 'su mando eii di*
r/Bccioná Navarra.; Alojado el cuartel general en A^^tia,
recibió Maroto una orden» preyiniéndole que dp^.Cárlof
deseaba tuviese efecto la revista que aquel l^bia solici-
tado, á fin de que el principe se enterase del bue9 estado
y disciplina de los cuerpos. El movimiento que habia em-
prendido el cuartel real en dirección de Ofiate, bizo ^o^
pechar á los amigos de Maroto, que el objeto de este via-
je no fuese otro, que el de pasar á Navarra para (realizar ■
con los jefes que allí se encontraban, y que qran enemir
gos de Maroto, alguna intriga que tuviese por .|Obj[eto Jat
mina de sus contrarios. Cada vez se iban ei^ttecnando
mas las distancias, y era mas inmine^te, un .rpmpi-f|
miento.
A la hora sefialada, se hallaban formados tos cuerpos
Sara la revista en el camino, real de Yergara á Mondragon.
[o poco hizo esperar á las tropas don Uárlos que recorrió
la línea sin haberles hablado una palabra.
En Yergara reiteró Maroto á don Garlos sus conti-
nuas instancias, á fin de que adoptase alguna resolución
le pusiese término á los , males que eaperimentaban.
imo aquel nada resolviese, Maroto no. pudo contenerse,
y le dijo: «Sefior, la irresolución V. M. en estaparte, com^-
promete la autoridad que en mí ha depositado: y si Y. M.
no castiga á los generales y empleados que trabajan se-
diciosamente contra mi honor y contra.ini .vida, me va á
poner en el preciso caso de fusilarlos.» Á 1q caa\ le re-
Slícó don Garlos: «¿Y qué, lo harás?» Maroto le respon-
ió: «Sí, seftor, lo haré aunque Y. M. después tendrá el
disgusto de mandar separar mi cabeza de los hppibros;
pero yo lo haré.x> aNoIo harás», le replicó don Ciarlos. A.
pesar del tono severo coQ que.peie^plicó, aquel mismo dia
convidó á comer á MarQto.
Pasó éste á Plasencia, desde donde se dirisieroná
Azcoitia, habiénd|(ijBe .aloj.a4o :á distancia 4e meaia hqra.
4el j^blp, en «il colegio de san Ignacio de^toyoU, AJUlJij
que
Con
45
btn ¿on el Vf Aré Cfl. Detdeaqoélpiiiitopisó Maroto con
ras tropaA áTolosa « donde comuionó onciatcs que con
partidas sueltas se dirigiesen á Arribas, yillafcaly Zu«-
iñarraga» y prendiesen al general Sanz, i su hermano don
Fibrendo, oficialdela secretaria de Guerra, yá don Luis
' Ib'áñez, de la misma secretaria. Ál dia siguiente, se puso
en marcha el cuartel general para Navarra, incorporán*
dosele en el camino la escolta auc conducía preso al ge-
neral Sanz, y mandando durante el mismo al intendente
Uriz^elo siguiese. Iban, pñes, en clase de arresta-
dos, con el cuartel general, este intendente y el ge-
neral Sanz.
Trosigoiendo su marcha hacia fistella, llegó Maroto i
ti\K ciudad en la tarde del 17 de febrero del afto 39. El
'pueblo se hallaba casi desierto, pues algunos rumores ha-
bian anunciado dias antes que uebian ocurrir alli graves
sucesos. Maroto entró seguido de una pequeña escolta:
pasó por el alojamiento del general García, que se hallaba
al balcón con muchos oficiales , y varios de sus amigos:
Maroto se quedó mirándolos, esperando que lo saludasen;
pero no habiéndolo hecho, y si prorumpioo en insultantes
risotadas, prosiguió aquel su camino por delante del bal-
cón con la. mayor serenidad. Á poco de haber llegado á su
alejamiento, se recibieron noticias de que amenazaba una
scmcion. T¿\ gobernador de la plaza, don Blas Marta Rollo,
el coronel don Joaquin Llorens, varios eclesiásticos y otras
muchas personas, nadan revelaciones importantes sobre
' hechos sediciosos y alarmantes que por, todas partes se
' notaba; mas todavia Maroto, nada ejecutivo habia re^
' suelto ni deteriEninado , y quizá sus providencias no hu-
" hieran sido tan violentas, si el general García ' no hubiese
intenladé íáúr de la ciudad con un disfraz, qbé tnanífol-
taba éX iéíAót' de que sé Hallaba póscido , y ho hubiesen
desaparecido' db Estettá ál propio tiempo el cura Dayegiii
y otróls ' eclesi&sticos ; empleados v ^cfes militares del
!a JDflcdon di don W'l^fft,i?W.^«W?*Í^W^^
.este.pada opildaba ni rf)9!i))T,ia-P Jul°^''^ ^'^^ J}?9»^,^f^
I7.sc reuDÍeroneD el .alójaatieQto de MarotiQ loa ooo^ra-
Icí; cpiidé de'Negrí J ¿pn Melchor Silveslre, j;.d audí-
tór/g'^neraL Morolo les hizo presenta las tranus ^a.efe
urdían para éonlaminar j (^rr,9mpcr al ejército , jf para
{iroducir una iosurreccÍQa fp aúe perccíeseit los m?s Ica-
és <lcreDsgres de la causa canuta. Los docú.iQcnlvs con
que V^olo apo^ó eslo,, j cl jn'qdcptp de H^Wr siao djs-
tépido y w-reslado en la puerta «o sao itfjcolas 'f;l g«oé-
ral Garpia , qiie intentaba salir d^la plaza díi^f'O'sdo de
eíAcsiasticd, acabó de convencer á todos que hp uabia otro
i»<;dio :de salvar de sa ruina la causa de don Carlos . de
¡cpri|pryaf- V disciplina del ej^nfij,»,, jr de ^í'^y.ftr, Ia?yidai
do los mas dis^nguídós jefe? y oficíale^ ,dp é/^,^)ie adop^r
inc4|da) '¿lípaces J vigorosas, que íu^sop <:n|fij(;é^ pe con-
.t<;ocr el espijri.lii de sedición que cundid y {nácnazabapor
todas |pa;'t(;s: tiOS hechos de que se cony.(;uc)éroíi )oé ge-
nerales y el añdttpr, reuni4os co la habitación de Marolo,
los llenaron ^e indignación j de a^qibro , y les hjcíeron
conocer ^ue si^.^ una resolución .fluierte y <^fl¿fgíca era
capaz 4^ »«lva|r .ro ippmein^os tap prWoBTa causa ile don
parios, aái coáo á sa ej^rqiio'de desastres siii ciento ^ de
su ruina.' Todos calificaron «los hccti^sd? alliii)><;nle cri-
miniil^s. y cstñvitafiro^ con. Marpto callos lórriMÓ^ males
en.qú» SQ voi^n (inv.vieltós , y en la pccesidud de ocurrir
al ri;medio, salvando la cAUíta realista de su [impm ruina.»
Marolo híilija ¡i anles oido á [os jefes dü los cocrpüs : la
^r,iv(ida^ 1)1^ la» circMO^tf^^Wt que no ,p<;rijiitiffi un
i|i;iün:n^nl,0;(ij; (iregua; cl pretender (;,^]Ír,dÍ!f'"8^fldo de la
i^og.qi^ifa^ cr^c^n$l4llG¡as i^pcriosameateireólanvibjín,
Voiió é^ (;fPf|L,0,^lpdM ao hallaba apocada cpntbclaB las.ror-
malid^d^^ í^ifÁif. ju^i^Q. verbaf. A(|uella notjhe , ^por 6rdcD
tflbt por bH-anoM, bt géiénlil Sknc^ BtMb^ 6ii«rgiié
^ Gamkma, y el iáteodéiite Urizk El |[eiiertl /eo jefe , á
Mbitllo, y flegnido de un ayodaniei. recorrió las calles de
la dudáov ▼ reconoció loa pneatoa miliiarea , j el amib-
Deoer del día aigiiienU) entraren on áifüelle varios baüK-
llenes. El' laditor general , que aquella naflOiana ae ore-
sentó á Marolo,^ le aaeguró que aprabí^ au determina-
cíMv 7 le «rmanifealó su acuerdo ton la ejecución de la
sentencia,; (loa iusilaniienjiós) creji&ealar en las «atribu-
ciones del ^aeñl poderlos mandar, ¡v neceaarios para
salfar la 'Oiiiiua de don Cérloa.» iNo oculta el auditor ge-
neral «que cuando los terribles adtoa ae habían lloYam á
efecto , } ettaude eu fueifia de sai loonvienraacionea con el
generil*liaroto y otras personas, Uegó á oenrencerae
Slltica j Boralmente del fio á que cteninában los fusila^-
I, lo§ medios alevosos de que se tallan, y el horrible
iifSfflo que abrían k la causa realisla, y á susdefentores^
tprobó en su opinión la resoludon del general MarotOi y
tree el auditor general que en au caso hubiera tenido la
misma firmeía m eapiritu para lleyarla á cabo.» Nosotros
oa Que el a
bien comprendemos que el auditor, en un juicio en cierto
modo Tcraal, y coando no ae babian seguido puntual-
mente las fórmulas de un juicio escrito, no podia tener
en él ningunia partioiparcion. Mo carece de razón el au-
ditor cuando considera aquellos actos como golpes de Es-
tado, indispensables para combatir las sediciones. Nos-
otros los consideramos tacdneu; ^ como actos de defansa
propia, y eondowtos de uu gcoersA cñ jefe, que hallán-
dose en presencia de tropas eneqrigás está obligado, bajo
Sü responsabilidad; á mantenet^Japisoiplina de su ejér-
cito. I a antes hkbitinocurriidoicaBeik'de pedición:.. la que
amagaba podrid habef -müifihrdo'el'éjéBcUo carliata j ht^
ehocorrer'ail-oyaa'de'Mwgrcl/ * i iommI . . .,. •
En la mallália disMO'dió'ltfaiiQloiiaiaiproclanaa al ejér-
cito y al pitia whffÁ 'feí' suceeos oeürrides la noche ante-
rior, en qué reéordába ú- at^féélpiB dcAcresi y lé recomen-
daba la mas serena dlseipliMf iaqupUiínobhe recibió ui^a
Men eni|(to s»fe jiiiw^iA yito ifa^ it¿de osisti^
iiálMla aprobacioii^di DJ€árloi, pbro ya eatt ófdea !!«•
jgó tarde, y nanea haBrU' podido iáipedir 'que ia dolerini<p*
naeióh de Maroto fuete llerada a efecto. El paia y el
erjército api obaron anáxiimemente un acto de insigne j na*
ticiay una reaoloeion' salvadora. Los YÍcarios de Lecum-
berri t de Abarzusa de mucho influjo entre loa navarros;
los jefes de los cnerpcis y otras muchas personas distin-
guidaSy rodearon á Maroto, y lo escitaban á que coatí*
Aoasé-en el camino* de seyeri&id que habia emprendido.
'No solo eran aprobados aquellos actos, isino quei- mili tarea
y paisanos, todos unánimeméntó clonaban por ' que se
•repitiesémeii el cuartel real. . . ' : . ,i > . .
Desde Estella se encaminó Marola por Tolosa aj. cuar*
tel real, fin Atondo se le presentó el comandiuite del
fuerte de las Dos Hermanas, y le entregó el decreto im<»
preso que se le habia comunicado poi' . ostraordinarío, y
en el que se declaraba traidor á MaroU). Este decreto,
que^ arranearon á'ÍD.' Garlos sus consejeros Íntimos y que
prueba hasta qué' estremo llegaba la demencia de esta
gente, se circuló oon profueion á todos los jefes,, coman*
dantos genéralos, destacamentos y puestos militares, y
por nadie fué obedecido: antes al contrario, todoslos ge-
nerales y jefes de los cuerpos, so ofrocian á las órdenes
de Maroto, quien en presencia do un guardia . que habia
sido conductor de los impresos, y de Tas órdenes dirigír-
das á todos los cuerpos «. para, que negasen su 4)bediencia
á Maroto, y obedeciesen las óraenes del sepeiral Yillareal,
leyó Maroto. por si nriamo áiSu división íd(d4Cir4)U>.4ue he-
mos. «Mueiónado^ f n^pues de leen lestes aftadío' con voz
firmcy serena estas ipaJabras.* j(cSeAon»3i ya saben vds. la
vplttátaddel.rey^ •¥»«ardiO'alcuArtolí.real. Incapaz de
edmpro^uler•£lla4ie^enlloLVióndolo cm la ruina que se
labra contra mi honor y exítteiMia, dejo á todos libres en
iu voluntad para <lncef( lo qtie;gusten. » Estas breves pa-
labras llenaion-dé entiuiasmo i toda la. di visión, que con-
lesió á ellas con- loa> repiBti^ gritos de \Yivael rey!
.\míM il general Uarqíqkipmérañ l^ íraidoresl La orden
fdel>^ Garlof'Bb'ifufobedi^idiipor nadie:, todos los cuer-
49
pos rigniero^ á 'itatottfi' porque aprobaban la sentencia
ejecutada, j eatabati unidos con éste en ideas y senti-
mientos.
Desde el camiofo liñattdó Maroto al conde de Nogri que
86 adelantase al euartd rea^ para instruir á D. (isrlos do
euanto había. ocurridOtt'hrolestándole al mismo tiempo la
somísíon y irespetó con que estaba dispuesto á recibir
sus órdenes. Mienti^as diescansaban las tropas de Maroto
en Arríbaa» se lefpresontó un ayudante del general Ur-
bistondo, participándole^ que éste habia recibido órdenes
terminantes para imjpédir i toda costa su entrada en To-
losa y la de ana tropas. Contestó que estaba resuelto á
preseularse á D. Garlos aquella misma noche, para ante
^ínsúfieiar sa honOi* ultrajado, y que se hallaba decidi-
do á vencer ¿natqtiier obstáculo que se le opusiese. Tres
ca»Tto3 de lejpia antes de Ileffar á Tolosa las Ironas de Ma-
fOto>' se les preaentil^iin batallón con sus guerrillas en ac^
títud de dispotarles el paso. Urbistondose adelantó á Ma-
roto fon qiuen babló algunos momentos, habiéndose des-
pués retirado el batallón que defendía á Tolosa, donde
entró Maroto '&>lás 9 de la noche. El cuartel real se ha-
bia trasladado desde Yergara á Villnfranca. Aun anlos de
presentarse en atfoel Maroto, dirigió una csposicion á Don
Carlos, llena de la mas profunda sumisión , asegurándole
MI fidelidad, protestándole su obediencia ú las órdenes
({Qe emanasen directamente de su volunlad^ y rogándole
que le permitiese justificar su conducta, hsta esposi-
cíon fueron encargados de presentarla á D. Carlos el con-
de de Negriy el auditor general, que iban también pro-
vistos de una lista que comprcndia las personas perjudi-
ciales ala cansa de aquel, y cuya lista se formó por las
ÍDdicacíones que hizo el banm de los Valles, ayudante do
campo de D. Carlos, que habia llegado al cuartel general
para enterarse de su situación. Los comisionados se diri-
gieron á Yillafr anca, dónde tuvieron una entrevista con
D. Carlos, á quien informaron circunstanciadamente de
cnanlo ocorriá y de la opinión del ejército y de iasnrot-
vinciak;de úníMitt/iuíeFA'Mjnarúá su «gitaeion y aoWe^
4
52
que so hallaban en desgracia j por eHas habían sido per-
seguidos, puesen conversaciones amistosas hábian llega-
do á ponerse de acuerdo los hombres de mas juicio é ilus-
tración de aquel partido. Cuantos se habían adherido á la
causa de D. G&rlos por un amor ilustrado á la monarquía
ó. por odio á U revolución, y no por fanatismo político ó
religioso, } por adhesión á la persona de aquel principe,
llegaron á conocer, en vista do reiteradas pruebaí, que
sus esfuerzos serian de todo punto infructuosusl y desea-
ron ardientemente asegurar a bu nais un gobierno ilustra-
do y fuerte, que hiciese justicia a todos, que reprimiese
lasuatiiones desordenadas, j que promoviese la felicidad
de la patria. A estas ideas se mostraban el ejército y los
pueblos favorables, y aun mas todavia, pues con alegría
y «ntuslamo se comunicaban los rumores de transacción
y de paz. Es un hecho innegable que el pais estaba- can-
sado de guerra, y que ni participaba delás pasiones, ni
do la ambición personal, ni del fanatismo de los que se
proponían vencer ó morir. Las miras, la tendencia, y has-
ta la conducta pública del bando apostólico, sus furores,
su espíritu de persecución, su intolerancia,' y la exagera-
ción de sus doctrinas, no podían meri^cer la aprobación
de hombres ilustrados , de nouor y de éducacipa, qiio no
podrían permitir que sus sacriñcios y susangro a^úíríbu-
vcsen idar el gobierno de su p^iis á unos hbihbrcs fre-
'néticos, capaces solo de producir el descrédito ,y'lá rui-
i^a de su patria. £1 partido qiie so puede cBÜfiííar de rea-
lista moderado 6dcverdaderaiiiciitercál¡sta, disüuguién
'doto del apostólico, conoció desde luego ú sus contrarios
y'Ics hacia justicia. Este partido moderado, que no era
sÁíiguinario ni enemigo de su patria, autoría' lapa/'; y co-
mo pnrtidu en el que generalmente linliia conviifCiones
tiolílíiuts y fe trib^rquica , se Mcomodaba fácilmente y de
inen grado ú las solas Condit:i()ncg que c\.i^]i\ U mon^i'-
quía CKpaüota, scgiitl 'áW'antiguas leyes, sus uh»¿y cos-
tumbres; comd partido ílustr.'ido. no dcsdeilolwi" las mo-
'<tiricacion<<s'T¿EÍtibas qué reclamaba c| espfrilii ¡íi^né'ral
'tfów^/ó, j'/íí ai'ilobidía dio'lm tiempos y 'circuttsiancias
53
este era partido rerdaderameote conseryador. En él k-
Man encontrado apoyo las proposiciones presentadas al
teniente general condq de Harispcen 1835, las tenUti-
?as promovidas después de la muerte de Zumalacárregui
Sr el conde de Torcnó , la empresa de Muilagorri en
38, 7 otras negociaciones posteriores. El mismo apojo
prestó á laa gestiones que prosiguió Maroto, y de tal
manera , qiie éste no era mas aue el representante de es-
te partido, hallándose autorizado por el puesto que oca-
pana,; por la ilimitada confianza que al ejército ma-
recia.
Maroto conocía que ademas de transigir con los inte-
reses personales y con los de las provincias Vascongadas
\(» puntos mas importantes y graves en la tiansacciou
eran \os relativos á la familia de D. Garlos, ó lo que pue-
de decirse, cuestión dinástica, y á las instituciones públi-
css, 6 cuestión política. Penetrado Maroto de toda la gra-
vedad de estas dos cuestiones, conoció que no podian re*
solverse por los generales en jefe de los dos ejércitos be-
ligerantes; y se resolvió á buscar para su resolución el
apoyo délas potencias estran jeras. Parece aue habiéndo-
se presentado en el cuartel general de D. darlos dos co-
misionados del gobierno inglés, les hizo Maroto alguna
indicación acercado un acomodamiento ó transacción ga-
rantida por la Inglaterra. También envió á París con el
objeto do hablar al mariscal Sout, á su ayudante Doufort,
el que le trajo la contestación de que la Francia apoyaría
su proyecto, siempre que en él estuviesen de acuerdo,
ademas del general Espartero, el conde de España, que
mandaba á la sazón las facciones catalanas, yCaorera que
mandaba las de Aragón. Ya se ve que esta contestación
equivalía á una negativa; porque realmente establecía una
condición imposible. De esta manera, perdió Maroto mu-
dias de sus esperanzas. Con todo, no acobardado por es-
tas contrariedades, se propuso tentar otros medios, pues
los pasos que se' hablan aaelantado, el descrédito del fl[o-
bierno deD.^^Carlos, y la división que crecia mascada aia,
j los deseos unánimes de los mas distinguidos caadiltoii&4l
56
las inmonsas ventajas de su posición para, aceptar las c^m^
diciones de Maroio cualesquiera que fuesen.
«El 25 tuvieron los dos generales su primera entre-
vista en un monasterio entre Equeta y Durango^ y allí
hizo conocer Espartero al jefe carlista que no le era ya
dado volver á reunirse con don Garlos, que se hallaba á
la sazón en Alsama en la inmediata proximidad de los
rebeldes de Vera, quienes hablan balado á Ulzama. Lo
primero de que se trató entre ambos jefes fue la cuestión
de fueros ; pero aunque el carlista exigia su reconoci-
miento liso y llano , y tenia Espartero amplios poderes
firmados por todos los ministros para garantizarlos «ne-
góse sin embarffo este general á concederlos , y concretó-
se tan solo á ofrecer que los recomendaría á las Górtest
diciendo que no sería él quien infringiese la Gonstitucion
del Estado, obrando mas latamente. Ñ# pudiendo Maroto-
conseguir que cediese algún tanto de su empeño^ íote-
rumpio las negociaciones. Envió al mismo tiempoinUii^
oficial á don Garlos para manifestarle que si seguían des-
unidos nada podrían intentar contra el enemigo común,
en vez de que puestos de acuerdo mutuamente , les se-
ria fácil reunir en Tolosa las dos fracciones del ejército,,
y presentarse ante él con fuerzas bastante considerables,
después de lo cual seria el rey arbitro de la suerte de
Maroto. Declaró también á todos sus oficiales que era im-
posible el aceptar las proposiciones de Espartero , y to^
mó posición entre Azpeitia y Azcoitia, con lo cual que-
dó del todo libre el camino carretero de Bilbao á Yergara,
y pudo entrar Espartero el mismo dia 25 en esta última
población.» (1).
Espartero presentó á Maroto las proposiciones siguien-
tes: 1.^ reconocimiento de don Garlos como infante de
España: 2.^ recomendación de los fuieros, y 3.* recono—
(i) Historia politiza de la España moderna por el señor de Márliáili
Esta meye historia contiene pormenores muy curiosos é interesantes , y en
lit jMfté.qoe de ella copiamM no lia sido desmentida — Se piblico en
&7
comento át lot grados j condeeorteíooes del ejército
carlista. Estas nroposiciones las comunicó Marolo á don
Carlos por conducto de su ministro de la guerra , Monte-
negro; y al mismo tiempo mandó imprimir la carta míe
escribió al espresado Montenegro, para hacer asi publi-
car las condiciones que el general de U Reina le propo
nia. Estas proposiciones fueron may bien recibidas, y
adquirieron gran popularidad. « Importa muchisimo fijar
h atención en esas proposiciones publicadas por Maroto,
pues qae encierran en si la llave de todo aquel suceso:
en primer lagar dieron á conocer al ejercito y á los ha-
bitantes coales fuesen las condiciones bajo que podian
esperar la paz , y estas condiciones eran do tal naturale-
u, que contentaban á todos: asi es que el general Ma-
rolo recibió al momento de todos los generales y jefes del
ejército plenos poderes para negociar. Prestaron este
aseotímiento , que ha publicado él posteriormente , los
lenerales Simón Torro , Urbistondo , Goiri , Castor An-
oechagn, é Iturriaga: los brigadieres Itnrbe y Soroa,y los
comandantes de los nueve batallones de Vizcaya , cuatro
de Castilla y siete do Guipúzcoa. » (1)
«Desde aquol punto claro es que todas las tropas de
Maroto estaban do acuerdo con el. En segundo lugar»
conservábanse en aquellas proposiciones los derechos de
D. Carlos como infante, lo que probaba la insistencia de
Maroto á favor del principo. En torcer lugar oran ollas
una satisfacción á cuantos alzaban el grito de : muera la
Irotcíon, y juraban oponerse á todo arreglo, mientras no
conociesen las condiciones de la paz, y por fin probaban
que la unión oficial entre Maroto y D. Garlos imponía
toilavia á Espartero ciertas condiciones para con el
principe.»
Aqui conviene de paso observar dos cosas : 1.* que
acosado Maroto por sus enemigos, ya de abandonar al-
gunos puntos fortificados, ya de proseguir con tibieza. 6
(1) HUV»ria citada.
68
de tenpr )páralúftdt8 las dperaciofliet militaf el » tdtnaiido
de aquif reteáio loa miamoa para aaponerleque obraba de
acuerdo con el caudillo de la Reina, escribió á D. Garlos
en solicitud de que convocase una junta de generales pre^
sidida por el miimo príncipéf y en la que se examinase y
censurase el plan de sus operaciones. Espuso este, Maro-
to, en presencia de la junta reunida en Zornoza,y su plan
mereció la aprobación de todos los ffeneralcs conyocados,
robusteciendo mas su sistema con Tas opiniones emitidas
por los espresados generales; y 2.^ que el principal agen-
te de lá negociación entablada con lord Jon*Hay, fué
D. Simón Lalorre, que hacia dos afios tenia relaciones
con este cstranjero, y que las había cultivado con el cb-
jeto de aprovecharlas para la pacificación de las Provin-
cias, y poner término á la guerra. Hastaeste hecho prue-
ba, como antes hemos manifestado y se deduce de otros
muchos, que Maroto prosiguió y llevó á cabo estas nego-
ciaciones se^n el espíritu y los deseos de sus amigos, los
principales jefes del ejército, y en representación de es-
tos y ce la opinión de que participaba.
Ya hemos visto que el haber participado D. Garlos
á los emigrados en Francia las proposiciones hechas á
lord Joo4iay, aumentó la irritación de estos y la divi-
sión y produjo la insurrección del S.^ batalllon navarro'
D. Garlos pareci a destinado .por la Providencia para per-
derse por si propio y perder i cuantos túvicton la ce-
guedad de seguirle. Pero ahora ásuindcoii^on, ásn ir-
resolución, ala debilidad de su carácter, aftadió un he-
cho que no menos puede calificarse que de imprudente, y
que hieo todavía mas ventajosa la posición de Espartero,
^reduciendo i Maroto á la estremidad y al conflicto de es-
coger entre su ruina propia y la de todos sus amigos , ó
precipitar las negociaciones jpendientes, iMlizando de
cualquier modo y bajo cualquier término la tranMcükm
proyectada^ El general Espartero remitió i Maroto un
periódico de la corte que creemos fuese la Gaceta de
madridf en que se insertaban las cartas que Marco del
Pont á nombre de D. Carlos, había dirigido á Cabrera, y
k contestíic^oü dé éste: las cotnuiíicatiófies que lé dirígta
también AriáS Tejeiro coii otras rarlás cartas de Raim-
feí de la Pisciúa, escritas también á nombre de D. Gar-
los. Si U lectura de estas cartas hizo conocer á Maroto
(rae ja no pedia tener la menor confianza en D. Garlos,
lleno de ira y de indignación á <;tiantos se hallaban en el
coartel general, t á cuantos tuvieron conocimiento de
eflas. En el cuartel real se celebró una junta presidida por
D. Cirios, nen la cual se le hicieron mterpelaciones por
stUs ministros, y se le dieron quejas; y puede asegurarse
qaeD. Carlos oyó reeonyenciones muy agrias que le di-
rigieron sus ministros y consejeros de estado, por la con-
ducta poco noble y franca que observaba.» D. Garlos se-
Sm SQ costumbre, negó; y á Marco del Pont, le suce-
6 lo nd&nd: pero |la certeza de los documentos quedó
comprobada, ueffando al último punto la irritación de
los enemigos de la camarilla de D. Gái'lóá: conocieron
estds que se les preparaba un lazo, y que la revolución
qne alimentaba y fomentaba el mismo principe, amena-
zaba sus vidas, su deshonra, 6 el verse algún dia estre-
chados por los corifeos^ que apoyados por D. Garlos es-
taban sedientos de sangre, y deseosos de ejecutar sus
venganzas, que á haber sido satisfechas, hubieran pro-
porcionado con la ruina de la causa, otros males de in-
calculable gravedad. (1) Al efecto de es\as cartas seafíadió
una proclama de Balmaseda, que escitaba á los soldados á
la insurrección contra Maroto: los folletos alarmantes é
incendiarios que se introducían por la frontera de Fran-
cia con el objeto de poner al país eh completa rebellón
contra él mismo Maroto; y las intrigas y gestiones que
practicaban algunos para instirreccionar las tropas y pre-
parar una catástrofe. Hasta el mismo D. Garlos manifestó
deseos y conatos de que volviesen á ejercer el poder los
mismos que tantos males le hablan causado. Toma la re-
solución de llamar áD. Juan Echevarría, que se hallaba
uL
(1) Ariiaga, Memom citada.
60
en Bayona, y á quien nombró jefe de las c.aatrO| Prpyin-^
cias. Apenas Echevarría llegó a Lesaca, publicó una alo-:
cucion, en la que llamaba bajo sus órdenes á iodo elejér-
cito« Ya el 5*® de Navarra que habla abandonado á Zariá-
tegui su jefe, gritaba: Jfu^railfaro/o: mueran los traidores.
Estos hechos ya no permitían á nadie dudar que D. Gar-
los, y solo D. Garlos, era la única causa de la discordia
que reinaba, y de la ruina próxima é inevitable que ame-
nazaba. Los pueblos y el ejército anhelaban por la paz,
y llegaron á ver en D. Garlos un obstáculo para esta: Ma-
roto no omitió ningún medio para que D. Garlos adopta-
se la conducta que las circunstancias requerían, para que
se pusiese á la cabeza del ejército, ó diese el mandó do
este á su sobrino D. Sebastian, ofreciéndose Maroto á
retirarse á Francia, apenas se calmase la agitación, se
restableciese el sosiego, y se disipasen las voces de paz.
El convenio ó transacción ajustada no satisfacía entera-
mente las ideas de Maroto, que por lo mismo se mostra-
bo remiso y tibio en concluirlo. Pero las circunstancias
eran tales y tan graves, que ya ni podia escusarse ni di-
latarse por mas tiempo. D. Garlos se hallaba en Santiste-
ban, y su cuartel real presentaba el aspecto de un verda-
dero caos, murmurando unos contra otros, exagerándo-
se siniestramente hasta los sucesos mas indiferentes, in-
troducido el desconcierto en todos los ánimos^ y el des-
orden en todos los negocios, dominando el miedo y el
espanto, y presagiándose por todos los hombres de ra-
zón una catástrofe sangrienta y un fin aciago y ruinoso.
Nadie se consideraba seguro; el arzobispo de Cuba. Ra-
mírez de la Piscina, Erro, y otras varias personas, bus-
caron un asilo junto á la persona de D. Garlos: en la li-
nea de Andaoin se temia que los batallones guipuzcoa-
nos fusilasen á varias personas, y amenazaron con enviar
un batallón que hiciese lo mismo en Tolosa con otras di-
ferentes personas á quienes se acusaba de traidores. En
este caso ya no quedaba á Maroto arbitrio ni elección:
su conducta estaba determinada no por su voluntad y sus
ideas , sino por circunstancias imperiosas. Se temia que
61
Zariátegot, y Madrazo que habian mandado el 5.^ bata
Don navarro, y que procuraban insurreccionar las tro-
pas, se adelantasen i ycriiicar con estas una transacción
que tenían preparada, y que pudiera haber hecho derra-
mar mucha sangre. Ni aun la elección de tiempo estaba
al arbitrio de Maroto.
Salió de Elorrio don Garlos para revistar las tropas sin
que de ello tuviese Maroto otra noticia que la orden de
reunir sus soldados. Los generales que rodenban á éste
jquc le hicieron presente la confianza que dchia tener
en SQS sul>orditiados , le dieron cuantas seguridades po-
día desear. Afirman algunos que Iturbe , jefe del bata-
Woü de Guipúzcoa, lo propuso que se apoderase de la
persona de don Garlos, á lo que contestó Maroto — i seria
una felonia 1 —Presentóse jpucs con don Garlos al frente
desús tropas: el Pretendiente dirigió algunas frases á
los batallones castellanos > y uno solo, el «5."^, le contestó
con el grito de ¡Viva el rey ; los demás solo gritaron ¡ Viva
nueftro general en jefe! A estas voces cscla9ió"don Garlos:
no hay mas general en jefe ¡ que yo ! — y oslas palabras solo
sirvieron para redoblar los vivas á Maroto. Se dirigió
on seguida á los nuipuzcoaiios en quienes . mas conha-
ba , les habló con tuerza y energía , recordándoles sus
triunfos, su fidelidad, sus juramentos, y como nadie le
contestase, esclanió: ¿nadie me qyel — «No entienden á
y i M^ pues solo entienden el vascuence, le dijo Lardiza-
bal que se hallaba á su lado : entonces dijjoja ¿té aue les
tradujese sus palaliras, lo que redujo'Lardízabal'á |os si-
Eiienlcs términos lacónicos: mutsKácKos^ fjútnoracj e$ie
mbre pregunta. $i anheláis la paz ó la guerra ; conte$U$d^
le. [La paz! la paz II i. fue el grito que resonó por tbdíis
partes.'Al'óir don Garlos estas voces, y conociendo por
ellas éi espíritu do sus tropas , volvió las riencias á su ca-
.bailo, Y st^ dirigió á galope y sin decnr una palabra ba-
tía ViliafrAnca. ,
Parece quíq lodos los acónteciniicnlós se complicaban
cada vez mas,' y se baci^n mas graves con el soleóle-
ié de impeáirqbé Máróto obtuvieate' éii fávóf do don CAx-
62
losj j de los pEtndpÍM pocqne habUn eombatído su
partiasrioB , Us Tcntajas qoe deseifaa. A pesar de one lai
negociacioDes podían coDsíderarse como rotas, declaró
Espartero, conociendo ta situación en qae se hallaban
don Carlos j su ejétcito , que j» nade podía esüpolar
en favor del [iretendíenle. Pidió Maroto nna sospenñon
de hostilidades , que le fue negada, mientras no empe-
zase por reconocer el gobierno constitucional de la Kei-
na. Ya Espartero se mostraba mas vencedor que nego-
oador , Y i Maroto no le quedaba otro medio que firmar
el tratado que Espartero le presentase. [A tu estremo
hablan venido las cosas 1 j T tanto habla variado en pocos
días , por la discordia intestina qne lo devoraba , fs si-
tuadou del ejército carlista ! Las dilaciones de Maroto,
esas .contradicciones aparentes, y esa Tacilacion de qne
algunos , con poco conocimienlo , le acnsan , ge espijcan
mujr fácilmente por el propósito de mejorar la posi-
ción de la corte de don Carlas y de su ejército para
begociar con Ventaja ; pero los acontecimientos se preci-
pitaban con furia , y á manera de un torrente , que arras-
tra nías prontj6 á las personas que se proponen resistirle.
Látorre, qne tiabia promovido las negociacioues y que
anhelaba realizar él convcníoó transacción, r«h tbda la
vehemencia de su carácter , dirigió un parlamentario al
¿eperail Espartero con el fin de ajustar la paz , á la que
sé hallaba dispuesto con los ocho batallones vizcaint» qoe
itaandiiba.' Espartero le ofreció las mismas coiídií^íoaes
'que ya bahía ófret^ido ú Marolo , y que aun eran sobr»-
do latas , si' se considera la posición respecüva de )os d?a
Ejércelos beligerantes. Maroto d^dó por algún liemró
"adherirse á estas condicíoÜGS , por cuanto en ellas inoviií
''bástante asegurados los fueros de las provincias Vascon-
gadas. No file oteo el objeto de la conferencia que (li^
vú Maroto en Abadiano con Espartero , y en cuya ¡cob-
fercncia nada se acordó , por cnantd según observó el
general de la Bcina, la concesión délos fueros de-
pendía déla aprobación de las Cortes. Descontentos se
s^^aroD los dos generales, decididc^ á continoar caja
63
uaopttT m fttcte |lim «|MvráCMAéii fltn ^gor y «Morgia.
i. pesar dfi lof ftabgrot penonaleí qm rodeaban á
Hututa, y de la situación es trema en que ie liallaba, to^
diTÍa no podia resolverse á aceptar unas propo&iciottes^
en i|ae nada ae ofrecía respecto de los fueros de las Pro^
TUMOas t liada respecto de la familia de don Carlos , nada
respecto de las instituciones políticas del pais. Maroto no
edhalia de-vf r que ya kibia pasado el tiempo de las no*<
pciadon^i que ya er^n ^resistibles el ascendiente do
Esparien) ^ de sa eÁérciio « i quienes recibían en los pee-
Uos ooD aeSaUs de júbilo y entusiasmo como á prenuM
sores de la pl^s tsa deseada. Los sucesos habían traido «
Hxroto al trance doloroso, y cruel para.su carácter, de
icfi|^ condiciones que pudieran traducirse como una
veidatoa camtnlacion. Al fin , Latorro , en Ttrtud de lo
retadUo por ios ¿efes de los batallones carlistas que au«>
(orizavoe á Marola psra bacer un tratado de pai, se avistó
cae Espartero I )( convino con éste en que los 21 bata»
Uoees V la caballería' que se hallaba á las inmediatas or-
denes de Marola.,, perteneeientesá las divisiones viicai-
ea, gwpucoaiMt y eaaiellana, depondrían las armas , re-
<»e¿iendo á la reiita:deAa Isabel )I, la regencia de su
aufustá' eaadre^ v la GonslitiAcion de 1837^ haciendo en**
trfiga de Ja arUllería , almacenes , y puntos fortificados
que ocupaban. Sin embargo, todavía el 30 d(Bagofto, y
caanéel^>{ilrMro padfr á Tergara , no haUó las éropaa car-
Uslasqne ueUaB¿e¿ljr6gae lasalrriias,habiénddeBsaniCQstafr
doperaeeíilieeiiifi Mseótei qilB .los batallenes de su eund^
se AH[ii>^^'^^Wi'^^''^9^^^^^i™'®^^^ las. Cortes no
reQoee€áesete.ÍQS?fi«teoti&.lQaProtrin£Íafll*Marotoen este
satedo^^ieaidfestó aUiMnlnel inglés WiUé^^qÉe desde Iqer-
go se acogía al pabellón inglés, y LallDtnfe.- salió. á hacer
elúUUoeiesfuevsofpaanf idaeidir á^los jetea ide- los batallo-
nes» «eiiÉei|Biendb Iraertá' estes á Yecgaija. «Creyendo qué
los coAdM^MnlMQÍa donde estaba don Cáalps.ae desban*-
d«ren 4 batallones .goipaiceanos^ que a) sriiode ii^teioi
la pcue I coffñevon j á rnuotrae con su féi^PM Maroto. Pa-
vaembat dedefádiri/ioa ao^fadoai^arlistas dijo fi^tte^
64
ro á Maroto <rae los reuniese á todos; piié¥ 61 se 'éticap^
gaba de decidirlos. Apems: lavo delante de si todas las
tropas, se adelantó <solo con ^Maroto, y les arengé con
energía , abrazando á sa general , y diciéndoles : — < ¿ Qne-
reis yiyir todos como emanóles , bajo una misma ense-
na? \ ahi tenéis hermanos que os aguardan ; corred á abra-
zarlos, como' yo abrazo á yuestro general !I» Estas pala-
bras fueron acogidas con gritos de alegría y con un en-
tusiasmo inesplicable : entonces Espartero , sacando la es-
padamandó formar pabellones, y romper filas, y los dos
ejéreitx>s se mezclaron y confundieron , y los soldados y
oficiales de uno y otro se abrazaron conio hermanos , y
lloraban de alborozo.
i • Nada diremos de los acontecimientos -qUé siguieron á
este aeíto memorable, y que pusieron término' á nuestra
guerra civil; porque esto no cumple á nuéfstro proípósito
ademas de hanernos propuesto no juzg^u? de sticésós que
no tengan una íntima relación con el', personaje cuya
biografia vamos á concluir ; ni 'meiiíoS"'entreteneirnoi( in-
útilmente en calificar el carácter y la conducta del prín-
cipe, que á los respetos que nos merece]^!* pert^Mcer A
la familia real de España, es aun todavía mas respetable
á nuestros ojos," por sus desgracias y por el destierro que
sufre , y venerable por la resignación noble y berrea
con que soporta la adversidad. . ' ; '
-Maroto en i^guida se 'trasladó* á Madrid, dondefue-
acógido por SS.^ MM; y AA. por el gobierno y por las
pérsonas^más jüatingmdas áe» la GórtÍB , en los términos
maslisoiDfjerois.^.iA):Jó&pocos dÍ8;s(dei¿i|i'Hegada se dig-
nó Sí: M.icofikiíederie.éL titulo dclcottde de Gasa-Maroto,
y plasa eh etlcihUnal supremo detGfutora y Marina; que
c^ntibúa desempeñando. - < );!';m.;;í -. .
• 'Juzgando un d^ersuyoí interponer su 'mediación en
favor de los comprendidos en elconvenib denominado de
Yergara, dirigió al gobierno diferentes reclamaciones, ya
de palabra ^i ya por escrito. Desatendidas y aun desdeña*-
das estas per el gobierno del'&qgente,' tavo con- éite sé-^
rias contes|acioned; ^pie lo 'pusieron ev^oasó de inter^
«5
mmpir con él mismo todo lanero de relaciones. Despnes
de cumplir las obligaciones de su destino, yiye en eima-
2r aislamiento j retiro, dedicado esclusiyamente al cui-
do j educación de sus hijos. Se ha ocupado en el arre-
glo de sos papeles , y tiene escrita una memoria de los
acontecimientos de la guerra ciril, durante la época que
mandó el ejército carlista. Esta memoria á la que acom-
pallan muchos é importantes documentos , suministrará
mncha luí sobre hechos no bastante conocidos, y le asegu-
rará la justicia de sus contemporáneos. A pesar de su
edad ayanzada , y de lo quebrantada que se halla su sa*
bd, por consecuencia de haber sido enyenenado duran-
te la guerra ; á pesar de las amarguras que han debido
BTodudr en su espíritu los desengaños costosos que ha
debido adquirir , y las ingratitudes que ha debido esperi-
meoCar, eonserya todayia el yigor de alma y de cuerpo
que siempre le ha distinguido , reuniéndose en su carác-
ter, en su trato y en sus modales , la cultura y amenidad
de nn hombre de mundo , la elegancia de un caballero » y
la firanqueza de un soldado.
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• I»
•:• -.1
JOSÉ GáRCIA LUNA.
in es don José Garefa Luna?.
» los mas hábiles y eelébradof aetoret é$ Ist
iramáticoB de Madrid, qée en los teatros de
pítales de proyincia há oonsegoláp tamUen no
plauso. '*
\ teatros hay en Madrid y en las proyinciaf , y
B representen; y autores ha dehaner por coq-
Ke escriban los dramas qne én aquellos teatros
>s actores se han de representar?
la es la pregunta, hermano lector; y én glunde
■pone el haber de responder i ella sin ffrayá«
Mtra conciencia , que la tenemos melosa y
xa mas que la de una monja recoleta ; mas
b nuestro objeto no es el escribir aquí una £-
erudita sobre el estado actual iel arte dramá^
•Ira Espaüa (disertseioa que podriamm;preMUí-
üiseisjbal.. diez¡obU. cuatro UneudApaiAfi^
68
suspensivos, y muchisimos otros de admiración ; y darla
adornada (1) con una viñeta de Ortega que representase
un sepulcro cubierto por un sauce; puesto que nuestro
objeto no es ese, volvemos á decir, sino el de bosquejar
la vida y milagros escénicos del Sr . GarcíaLuna, todavía
nos lleva nuestra bondad natural á satisfacer, aunque de
paso, la maligna curiosidad del preguntante, diciendo
cuatro palabras acerca del asunto, que sirvan como de in-
troducción al de este artículo biográfico.
Teaírés, los hay de cierto en la coronada villa de Ma-
drid, y en algunos otros pueblos de España. Damos acá
ese nombre por tácita convención á unas casas grandes (ó
por mejor decir chicas) fabricadas sin plan ni concierto,
á empujones, retazos y remiendos, por diferentes alba^ni-
les, á quienes la clemente longanimidad de la Academia
de nobles artes ha ido concediendo en la sucesión de los
siglos el titulo . de arquitectos.
Tal es la regla general con escasísimas escep- '
clones.
En el interior del lóbrego y sucio laberinto que en-
cierra el mal perjeñado edificio, se alza un á modo de
cadalso á que llamamos escenario, de mal concjprladas
tablas construido: a4^rn^pie;:|^re) {{(^o j cMtff^bos
lados sendos Uenzos malí pintarraJA^os» cujf^.o^eUl es
Iiisobaj:; el)fitr^$a*en (iijie se halt# eotre po^ptros ejl^wt^da.
^ pi/Qitqra ^Pl^rspectiva. .. ' :
Tal es la regla general con escs^sjwMis esoep^
clones..
. ..Frontero i ac^ael tablada hav u^n grande espacio tra-
i^do sin la: m^ mínima culp^ ae intoncion gaoDOM^ica;
allí es donde en desiguales é inmundo^ nichos,. yi^A cier-
tas fUas 4^ ijpalos asfieatQs, $e acomo4¿^u, ó B|aB-!)kien se
iiMX)mqdaa los. espectadores: de estos los ^ay qoo no ven
afinque oyen, los hay que no oyen aunque ven; los hay
que nada alcanza^ á ver ni pir absolutamente (]e estos
(i) No he áe ietit »MM¿fa((a;a\Hi(\\!A tsü» tm^llunea*
Alelen salir mejor librados) [vero todos ellos en cambio
sienleíi mny bien el frió del invierno y el calor del yera-
no, recrean su olfato con exhalaciones de materias cuyo
nombre solo mancharía este papel en que vamos escri-
biendo, y llevan de vuelta á sus casas polvo y aceite, mu*
gre t pintara, cal y otras suciedades, por valor á lo me-
nos doble dd dinero que les costaron sus billetes.
Tal es la regla general con escasísimas escep-
ciones.
Paes en esos teatros mal construidos, mal dispuestos,
mal alhajados, mal abrigados, mal ventilados, mal limpios,
mal alambrados, mal decorados, mal servidos, mal diri-
gios, mal administrados, y malisimamente con-
corrido», es donde se han de representar las producciones
k nuestros ingenios, por escasas compañías dt muy po-
cos hábiles actores, entre los'cuales se columbran rart
nantes in gurgite vasto^ algunos tolerables, muy pocos
bnenosj y ninguno (por desgracia de nuestra época y
efecto natnral de varias causas) q|ue el título merezca de
eminente, al punto que se le granjearon un Maiquez, un
Taima, y un Garrick.
De este lastimoso estado de nuestros teatros, en cuya
pintura , por mas que á algunos escueza, no hay asomo
ae exageración, pudieran señalarse varias causas; perode
todas ellas la verdadera, la fundamental, la prineipe,
es Ya estoy viendo en el aire de satisfacción de mi
lector qne piensa haberme adivinado.
— Pues no: Seguramente que sé á donde vá Vd. á
parar.
— Siendo así, veamos: que quiero hacer esperiencia
de su penetración y perspicacia. ¿Qué es lo que yo iba á
decir?
— IbaVd á decir que la causa primera déla decadencia
de nuestros teatros es el lamentable abandono en que los
tiene el gobierno.
— Pues amigo, la ha errado vuesa merced de medio
i medio. No soy yode aquello^ que usan como arbitrio mas
cómodo el de acbacar todo lo malo al gobierno; e\ a\x^-
70
•o de las ptgtt qae derengan los empleados y el de las
Ilayias que aguarda el labrador para la sementera; las al-
teraciones frecuentes de la tranquilidad pública, y las de
la temperatura atmosférica. Si el pan sube, el gobierno
tiene la culpa; si los fondos bajan, el gobierno tiene la cul-
pa; si se cayó mi casa , si me salió mal una empresa, si
escribí un mal libro y no se vende, si mi hijo salió quinto,
si á mi hermana la robó un amante, si se murió mi sue-
gro de repente, el gobierno tiene la culpa. — No» mil re-
ces no: los que hasta aquí han dirigido en diferentes épo-
cas los negocios públicos no han dado ciertamente prue-
bas de una estraordinaria habilidad; pero cuando esto se
afirma con solo el objeto de acriminar á tal ó cual minis-
terio; ¿se han pesado bien los obstáculos que á los gober-
nadores oponen siempre los gobernados? — En punto á
teatros, que es ahora el de nuestra meditación, cierto que
el gobierno los tiene olvidados, que no les concede aque-
lla protección directa é indirecta que convendría á su res-
tauración; pero aun cuando asi no fuera, aun cuando hu-
biese estimulo y recompensas para los autores (1) premios
para los actores, auxilios pecunaríos para las empresas
teatrales, de todo esto no vendría á resultar mas que una
especie de teatro ficticio, artificial y fantasmagórico, se-
mejante á aquellos jardines que en los marmóreos sa-
lones de un palacio hacen florecer, con una apariencia de
bien imitada lozanía, el carpintero, el florista, el tallista y
el pintor.
No : el principal protector del teatro , y el principal
culpable del mal estado del nuestro , no es, vuélvelo á de-
cir , el gobierno, sino el pobligo. — A este se ha de acu-
sar ; á su ignorancia , á su mal gusto , á su escasa civili-
zación , al estado de semibarbarie en que le han sumido
la guerra civil , la guerra cstranjera y otras cien causas
(i) No ei recompeoia para un autor dramático una cinta en el ojal
de que no laca honra ni provecho; no os efltimdlo un destino cuyaB pros&ícas
funciones, para las cunloi no es tal tez apto, le alejan del teatro.
71
de enaineracioD krga y enfadosa, y que sobre todo no%on
de esle lugar. ..; • i
¿Qu6 puedo hacerse -por el teatro en un país, cuyos
habitantes no se conmueven ni con los rasgos nías CviKcos
del in|[cnio , ni con la mas tierna esprcsiou de . los afec-
tos , ni por la pintura mas viva do las pasiones , ui aua
con los mas suLlimes acentos de la encantadora poesfa « j
al mismo tiempo se ciitasian, se exaltan, se agitan, y nror
rumpen en frenéticos aplausos , poroue una saltatriz Lato
con estupenda agilidad las panlorrillas, ó so mantiene lar-
go tiempo en una ridicula actitud de difícil equilibrio?
Cómo ¡Bretón de los Herreros con mil y quinientos
Tersos llenos de facilidad y gracia » sazonados do sal áli*
ca,y rebosando ingenio por todas partos, apenas logra
llenar cuatro ó seis veces el teatro , v una insípida panlo*-
mimatal como el Lago de las Hadoi ae disparatado argu-
Jueotoy nada sorprendente ejecución, está siendo el otuij-
¿e/eso del publico madrilefio naco mas de un aflq!— -Elnio-
jor actor ao las compañías de verso, despides de estudiar
con atención filosófica y observación profunda el carácter
del personaje que le está encom^ndaclq, no v6 prepiiad^
su acierto eq las tablas sino con tal cual .widftOosfi
palmada ; y las lascivas contorsiones de una bailarina , «6
la fnerza áe pufios do un danzan to, que sostiene a su.pa^
reja en un grupo, ó la pasea.cn volandas por todo.ejl.eat
cenario , so saludan con triple salva, de aplausos poff ,eae
vulffo ignorante, en cuyas filas contamos mucha g(}nl;8 d^
corbata de raso y guantes amarillosl — ¿Tiono de es^Vo Ja
culpa el gobierno? — Seguramente que no : la culpa es del
atraso de nuestras ideas. El espectáculo que solo rocrea
los sentidos, es propio do salváies ó dcniílos , y no pue«>
de divertir largo tiempo á homnres de* Juicio sólido, de
razón formada , y que saben gozar de los placeres del esf;
plritu. . .
En horabuena que el teatro de la Academia real d^
música ofrezca al público de la. .capital mas civilizada .del
mundo esa clase de espectáculos ; pero ¿qué comparación
hay entre París y Madrid ep este i^ pa otros puntoa?*r*
I i • •
'V
MI
AUi la marayillosa perfección de las decoracSAfñei , qtie
njrli'^ii <eS último grado del poder del arle , el lujo y pro-
piedáfi de Ion trajes , la brillantez de los acompafiamien-
tos V nameitostsimás comparsas , el ingenioso ñtecanistño
i^ u ma({üinaría , la estremada habilidad de los actores
¿n el'baile y en lá ttoimíca , aaüélta sobérf>ía j numerosa
rtK^nésta tan artísticamente dirigida , y hasta la belleza y
l6ÍKiatb dé la sala , todo i todo aplica y disctdpa el fayor
de qjEie goza el espectáculo. Ademas , al público de París
le es licitó ete entfetétiimléiito^ cómo léés licito á uta bom-
hit As ocupíádbnes gratén el entretenerse aljguna Tez en
d jaégo de naipes ú otro pasatiempo frivolo ; pero iíeria
y^t^iíáible si de esto hiciera su ocupación mas favorita.
EB(il¡TarettDS esta comparación.
1S I parisiense qtte v^sté una 6 dos Veces á núó de esos
Si^ándés 'bailes jpáñtomiiliicos, atraído por aquel cbiíjüilto
é nWavlHas de que acá estainós teuy lejos, no puede
Wir treüsádo de:fiívol!dád'ni d^mal 'gusto , porque almis-
ifló tíomño Acüdé con mtayór átihelo , aplaude mas y eón
iibé^'Wádo las obfás'dramáticáf y superfeeta'décttéion.
gl'^tj)^ qñeba McKtt ficds'á tos Scribe, lo» DüUlis, ló's
ng^, y mrós'cién éscritóirei( ifaraidiidcos; 'et.püebTo e%
dóttdé h tmtt/fbñicMn dé Un btteñ drama Veditúá de^de doi
lAíta dn'átro/tiei^, óého 6 diek mil duros ; él l^éllo'^n
'Attndé la' j^htfesloiri de actor dramático és honrosa y hl-
ttdXíH f- y cioildnfce cóüeno ércjercicío de otras artes á hii
irt^úeüas'y Ha gloría ; el pueMo en donde cada uñó dé
m gfeñbrüs lUér^rrios tiene, por decirlo asi, stt culto , ítúi
Mmstrbs y M$ séttaHos, ucencia tiene para maóténér
teilés "l^atitomimico^ dignos de su refinada cultura ; pero
^e hMinállisi imitaieióíiéií esciten asi nuésüro entusiáámó,
qtte Cbn siis '^llósy stñs saltos vfjhfan litios bailarínes
franceses á arrancarnos las pesetas y Tos aplausos que és^
feMiihalnos á ios' )>uénos actores ; qbe llene bien yóces el
féatro £iá linda Véatrix con suit piMétáf.mletrtrasel Edtpo
f*Lá üiltei'iilkño tb coú^ghb; séia docenas de sofiólifiMir
tOñ'^éilpéliU&ólr^^.iltíé ÜttmMñ'Éé'pirfhtttí'ixn éitpeéi&eá-
ío tan costoso § cuando Vega y Bretón de los Herreros
75
nren de su sneldo , Escosura no ha podido hacerse ja-
mas la coarta levita , Hartzcmbiisch , Bubi y Gil y Zarate
andan á pie por esos lodos , Zorrilla saca su último duro
el dia de S. silvestre , y la mayor parte de los actores de
naestros teatros no se pueden quilar el hambre á bofeto-
nes.... ¡Oh! eso es escandaloso , es horrible; y prueba
evidentemente que si en España el teatro está en deca-
dencia, es porque no puede , porque no debe estar flore-
ciente: tal os la necesaria consecuencia de nuestra escast-
flimicultara, y de nuestra civilización tan lastimosamente
itraiada.
Mucho mas diríamos sobre asunto que tan inmediata
3 e&canuente influye (según nuestra opinión) en el bien
estar, moral 6 alo menos de los pueblos; pero basta lo
indicacfo para que el lector colija qu6 g6nero de estimu-*-
ias se presentan en España al infeliz que por vocación
irresistible abraza la carrera de autor 6 de actor dramá-
tico; vocación ayo ioy actor» de mártir es esa; resolución
bélgica la del ciue se presenta al páblico español diciendo
muy comparable á la de aquellos ilustres defensores de la
ft que en tiempo de la persecución se presentaban á los
gobernadores ffentiles diciendo: «Yo soy crxstiano.y>
Esta consideración preliminar nos pondrá en estado
de apreciar debidamente todo él mérito del actor celoso
y distinguido cuya vida intentamos bosquejar.
Don José Garda Luna es de familia ue actores: cuén-
tanse en ella entre sus ascendientes algunos nombres
ya célebres y muy apreciados del público. Nació en Ma-
drid á 21 de octubre de 1798. Su padre Francisco Tor-
res Garcia, si no era actor consumado, por lo menos
habia sabido adquirir cierta reputación y gran número de
apasionados , por la gracia con que cantaba nuestras más
populares tonadillas : su madre fue como actriz mucho
mas famosa, y apenas habrá quien no haya leido úoido cío—
gios de la c^ebre Andrea Luna , y de sus grandes dispo-
ñciones para la tragedia. — Pero )a reputación mejor y
mas geitei'áltúáeiltié ektilblecida enti'e los mdividuos dee^Vxi
notable famOJa, fue la de la ponderaáa. y celebradifiiim^
74
RiUi Luna , hermana de la anteriormente citada , y de
otra tercera llamada Josefa , que igualmente que las otras
dos, 8Ígui6 la carrera del teatro.
Es cosa muy de notar la diferencia que ha habido en-
tre la suerte de la tia y del sobrino; ambos han llegado
al templo de la Fama por muy distintos caminos. Ella,
dedicada por su padre (actor menos que medianp ) al ejer-
cicio de su profesión, entró en ella con visible Repugnan-
cia , y jamás pudo vencer esta aversión en todo el discurso
de su vida. Dícese que una violenta pasión de ánimo la
agitaba interiormente , y siguió atormentándola hasta el
fin de su existencia , haciendo que su carácter degene-
rase en tétrico , y apartándola del trato del mundo y basta
de su familia. Pero aquel alma apasionada era del temple
de queban de ser las de los buenos actores destinados á es^
presar todos los afectos que conmueven el corazón hmoa*
noy le dominan. Para conseguirlo, para hacer sentir al es^
pectador , es necesario que el actor mismo sienta , y que
sienta con una sensibilidad esauisita; es decir, quie com-
prenda y distinga todos los infinitos matices de las pasio^
nes , que resultan muy diversamente modificados en la
combinación de los caracteres; y después de compren-
derlos, alcance taml>ien mas por instinto del corazón que
por esfuerzo del entendimiento ni resultado del estudio,
la mas acertada manera de espresarlos. Por eso hay acto-
res (aunque pocos) que saben conmover al espectador con
una palanra , con una silaba , con una esclamacion , con
un suspiro , con un gesto imperceptible : de este número
eralaictto Lunat y tales sus disposiciones naturales, que
á pesar de la ya indicada repugnancia, y de su melancolía
y tedio habituales , una vez puesta en escena , y frecuen-
temente apoderándose de ella una fiebre que fe causaba
la misma violencia que tenia que hacerse , llegaba á po-
seerse de su papel en términos de arrebatar y suspender
el ánimo del mas frió espectador.
Su sobrino D. José , al contrario; todo ha sido siem-
pre afición , todo celo , todo estudio , todo amor apasio-
nado de su arte. Esta ha sido su cualidad eminente y dia-
75
tintiya , si bien no ha dejado do recoger como herencia
de tales progenitores ciertas dotes naturales muy estima-
bles, y entre ellas esa misma sensibilidad, que como de-
jamos dicho es la base y fundamento de todas las demás.
Decíamos que esa grande afición al tcalro, es la
fuente casi única de todos sus aciertos y de los adelantos
hechos en su carrera, porque Icios de babor sido educado
espresamente para la escena y dirigido á ella por la segu-
ra ffuia y prudente consejo de sus parientes , su madre
Andrea Luna le apartó desde luego ao aquella senda, que
ella contemplaba toda erizada de abrojos y punzantes es-
pinas.— Cierto que no habria razón para decir que absolu-
tamente se ensañase ; pero ademas de que no era la ce-
lebrada actriz laque mas descontenta podía mostrarse de
m wofesion, ¿cuál es aquella carrera ó arte de que no
finada decirse otro tanto hoy , como se podia decir tam-
ieo en aquella época, y en otra mas remota, y se dirá
todavia en adelante?
— La yerdad es que entro nosotros los españoles es acha-
que harto común el hallarse cada cual descontento de su
estado, y el no dirigir á los hijos por el mismo camino
en que tanto socorro podrían prestarles y tanto podrían
hacerles adelantar, las luces deia particular esperiencia
hecha por los padres , y los jalones puestos por sus pro-
pios desengaños. Llévanos sobre todo nuestro natural or-
gullo á desdeñar la profesión , que ejercemos y á criar á
nuestros hijos para otra mas noble y elevada ; Y como á
estarazon se añade el mezquino resultado que olrecen la
mayor parte de las carreras, artes y oficios, todos se con-
vierten hacia unas pocas que son las solas seguras, lu-
crativas ó brillantes. De aqui nace ese afán por los em-
pleos donde se entra sin probar aptitud , se devenga el
mismo sueldo trabajando poco y mal, aue haciendo larga
V provechosa tarea , y se goza en la sociedad de cierto cre-
uito y consideración que trae consigo el titulo ; de aqui
esa afición á la carrera militar para la cual se cree vul-
((ármente que no se necesitan mas dotes que sumisión á
08 superiores, tiranta para con los inferiores, arrogancia
76
pant'con el paisano, escasa instrucción, conducta poco
arreglada, y gran disposición para andar por cualquier
cosa á latigazos ; de aquí, también, esa plaga de aboga-
dos que nos inunda; porque á la sombra de un título de
licenciado en leyes, se aspira á colocaciones que lison-
jean el orgullo y la ambición délos parientes. A esas tres
carreras está acudiendo en tropel la juventud española
hace larguísimos años ; gracias á sus privilegios, y ¿ los
de los institutos monásticos aue también sustraían gran
número de jóvenes á las proiesiones útiles, las artes, las
ciencias, el comercio, la agricultura, apenas tenian quien
te dedicase á ellos.
Contagiada pues de la preocupación común la fami^
fia de García Luna en vez de cultivar sus buenas disposi-
-eiones para la escena , le apartó del teatro haciéndole
■eguir otros estudios , ¿Quién sabe á qué ^rado de per-
fección hubiera podido llegar si no se hubieran asi ma-
logrado sus años juveniles?
En 18 1 5 alcanzó al fin un empleo en el ramo de lo-
terías que desempeñó cerca de ocho años ; pero entre
tanto no pudiendo irse á la mano en su afición al arte
^dramática , se incorporó sucesivamente en varias compa-
ñías de teatros caseros. El primero en que ensayó sus
fuerzas estaba situado en la plazuela de la Paja , y el úl-
timo en que ya adquirió gran reputación fue el que habia
establecido por los años de 1820 y 21, en la casa que hoy
es Biblioteca Nacional en la plaza de Oriente.— Tenia
este teatro ya cierta importancia, tanto por las personas
distinguidas que formaban la compañía , cuanto por el
lujo ue decoraciones y trajes, la mayor perfección que
ae procuraba en las representaciones , y lo numeroso y
escogido de la concurrencia. Todavía recordamos nos-
otros haber Tisto allí al señor García Luna representar con
grande aplauso el Munu^a en la tragedia de Pelayo; y
aunque nuestra edad entonces no era todavía capaz de
boéna critica , personas de mayor madurez y juicio nos
•haii asegurado que ya -descubria muy buenos dotes de
actor en aquella y otras piezas.
77
En estos ensayos de aficionado principiante se echa-
ba de Ter fácilmente quo á quien Be había profiiÉcstO!-
por modelo García Luna ora al famoso Maiqudi¿ Em
efecto, mientras aquella antorcha de nuestra escena brilló
en el coKsco del Príncipe , el jAven Luna apenas dnj6
una noche de ir á admirarle con aquella ansiosa avr«
dez propia de la inclinación que le arrastraba hacia ti
teatro. i;
A riesgo de importunar á nuestros lectores, no pode-»>
mos menos de insistir todavía en qAo nuuto. ¿Puede darse
cosa mas absurda que contrariar así las inclinaciones de'
los jóvenes, eii vez de estudiarlas para hacer el mejor y-
mas útil empleo posible de sus disposiciones naturales?*^
Proverbial es y sabido de todos el sistema de los jesuilaa.
fpie aplican á cada individuo k aquella ocupación óejer--
cício en que mas habilidad muestra: déla sama ó reanioB
de tantos hombres especialmente hábiles, idóneo$eii n^
mos especiales , riesiiHa un coiqanto, una corporacioB'
idónea y hábil para todo, y que no emprende cosa qae'
no Heve á cabo-, siempre con buen éxito y notable per-
fección. Desde las obras de mano mas minuciosas ▼ pro«
lijas, hasta los cambios poéticos en el i^^bíerno de los Es^*
fados ; desde los escritos mas profundos sobre lodos lo»
ramos grandes y pequeños del saber humano, hasta lal
civilización, catequizacion y conquista de los pnebloa
que habitan las regiones mas apartadas del globo ; todo,
todo lo han sabido hacer bien los jesuitas, sin que la
causa primordial do tales prodigios' sea otra , queta de s»^
ber dedicar á cada hombre á' aquel género de Isstudios
para que es mas apto. — jY por qué' no siguen ese ejea»««
pío los gobiernos , y las familias? Oosnlo mas próspcrree y
potentes no serian así los Estados I — Pero hacer clérigo
al hombre quo tal vez muestra disposición para la mari-
na, militar al que tiene decidida afición por las oieneias
naturales, empleado en rentas al joven que descubre una
feliz organización para las bellas artes, ¿no es empefiarse
en que todo so haga mal y do mala manera?— No sabemos
de país alguno cuyo gobierno se halle todavía poseído de
.78 ...-,•• •
esta idea, ni conocemos otro que mas que el de Espafi^
esté distante de ella. ;
Un abultado libro pudiéramos llenar con casos no-
tables de hombres, á quienes. hemos conocido colocados,
por decirlo asi fuera de su si lio, descomponiendo !a má-
qlHna so<^ial;. pero en materia de artes es en la que 6 son.
mas numerosos, ó mas visibles esos ejemplares. En Ma-
drid* existen hoy dia dos sugetos de estremada habilidad
en elidibujo caligráGco y de adorno; pues el uno de ellos
eslbotioar^o, y leí otro vive obscurecido en una oficina
cobrando irregularmente un encaso sueldo: pues á pesar
do que tanto para el gobierno como para varios princi-
pes, proceres y particulares acaudalados^ han trabajado
uno.: y otro obras de grandísimo mérito, á nadie le ha».
oculTido la idea de ponerlos en posición tal que no tu—,
viesen que. defraudar á su arle, en que son escelen-
tes, el tiempo que: hoy malgastan en otras forzosas
tareaa. ; . .
Para el teatro debieran asimismo elegirse y buscarse
por medios mas ó menos directos los jóvenes adornados
de las cualidades que la escena exige, y educarse espresa-
mente para e^ta carrera. La creación de conservatorios
tiene eate objeto, mas no creemos que se cumpla con él
debidanfiente. En España fundó uno modernamente la ma ^
uOibeqéfica que tantas semillas de ilustración ha querido
«ipajrp.ir en nuestro suelo: ideas. mezquinas de mal enten-
dida ;(ic(Oiiomía. maliograjrppi «ste feliz pensamiento, y boy
esta ¡institución qu^e: 'todavía se distingue con el augusto
nofli^e, de Gri^tiuaai eisti reducido k tan exiguas propor-
cione^ ^'que no produce, sino escasos y mal sazonados
frutos. ...
Sí utia enseñanza A^ t^l naturaleza hubiera existido
eoando.se criaba Gárcia I^una, y sus padres hubieran es—
lado rodeados de estipdulos que los moviesen á dirigir al
hijo por esa carrera, con mayor facilidad y prontitud hu-
biera subido los escalones que le han conducido á la al-
tura en que hoy se halU, si, pero fatigado de los obstá-
culos que ha tenido que vencer para subirlos , á punto de
79
habernos indicado qno el próximo año cómico seri pro*-
bablcmentc el úllimo de su carrera escénica.
El empezar de ella fué, pnes, de esto modo. El aflo
de 1823 siguió al gobierno áíiádiz, siendo empleado y mi*
liciano nacional de Madrid. Restablecido el poder abso-^
luto quedó Luna en desgracia como tantos otros, v fae
desterrado á Villa viciosa con rigorosa prohibición dv. en-
trar en la córtt^. Un dia que se paseaba solo y meditabun-^'
do haciendo reflexiones sobre las estrañas vicisitudes d^
su suerte» el coadro desús apuros ]f estrechez se presen*
t6 á su imaginación mas horrible que nunca : tenia ja
por entonces nna familia á quien como todo hombre de
tomón bueno y sonriblo amaba entraftablemente ; reíala
espuesta á perecer, y la conciencia de hombre honrado
lejfrílaba que el primero de nuestros deberes es subre-
Dir con un trabajo honesto á nuestra propia 'subsistencia
yi la de nuestros hijos.
Trabajar! SI; pero ¿és tan fácil eso como parecef
muy sencillo es hallar ocupación; ocupación lucrativa, ese
eiotro punto (1); En aquellos momentos do aflicción
y desconsuelo fué cuando, como añ^ rayo de luz ccIcstiaT;
tomo una'ífrBpiracion divina, se ofreció este pensamienU
to al'áninio contristado del padre de familias, del emplea^
úo destituido y sin auxilio : « ¿ Por qui no he de ¿alir yo
'«? kattirTíi ¿INÍotte he sentido siempre animado.de esta
irtesUtibto vocación , llama incstinguible que ardo siem-
pre mas 'ó -menos oculta en el alma de todo el que nació
aHista? ¿'No han sido actores mis padres, no lo fué mi
abáeloT ¿Noha sido siempre el teatro mi principal á6cioiil
toda nUl dtBiiciá? Guando' alternando coki las ocupación^
difi ni desGno el estudio somero y mal dirigido de algti-
í»-»
(4) Tenfmos nosotros la idea (y aquí la homet do encajar venga ó no
tenga á pelo) que lat loye» do Vagos son ¡niuslas y hasta Uránicas cuando
no se kMu diitruido antes todos los obstáculos qno se opunen al anheló del
liombrc labonrao, y todos loa rstimulos do la holganza y la perexa. fij
hombro. auQCji trabaja sin tu por qué y un pnra que; en Espafta no oiii»
ten ni esa causa ni eso objeto , y por eso los españoles somos los mas insignes
bolguanes de toda Europa, después de ios turcos.
80
noi papeles difíciles, me he resaelto á desempeffarlos en
l4^U;o» prli4:ulares;, .¿i>o jb^ recib¡4o mil iincí;^^ ^
mostraciones, de .aiprolMu:^on ba^ta de 1^ personas d^.qfM
\nielígencÍA j mejor gusto2 ¿Pues por qju& no Í\e 4p hür
cer por jprofesioii y por esia^o, con tpoa la fuerzn 4^i9Ü
yoluntad y de mi enU)ndimien¡to , lo que basta ajqi^ b^
jK^lo como, por p^saEti^mpo j distracción ?
Estas reflexiones j otras muchas tuvieron por re^qjiffrr
4p la resolución positiva y terminante de hacerse actolr; y
l^p jnas tarde que el 15 de enero de. 1824 verificó Gairjíl
Luna su primara salida ^n el teatro del Principe cpn ^
incomparable dnmi^, de García del Castamr. £n s|i r^
ÍfeseptAcioa prQ/cQ]:6 conservar to^as las tradiciones 4f
(aiquezLy y.iá pf^fiyur 4^ esti^or^^staa iip^uy pre^e^s U>4^;^
^ ¿inemorÍA 4^ mud&os espectadores,^ el pidb(ícQ le Jjlj^ir
mó á la escena y. :le saludó co|i xivisiouks aplausos»
Ya entQnciss sfir creyó actor : aquella primera j TidtAr
riosa prueba le llenó de celo y de ^^usis^mo, y i^caf^ó df
arraigar en s\k alma ^pasio^ada aquel amor aj ¡tj^ qué
nuoc^ después aci se ha dfísopqiUid^. - > , :
P^repia natural q\\^ el buen éxito de esta renresejuUUT
dopOL hubiese empegado j^I^naá cultivar ^Igéaerot^en
óoe; ya tenia tales.' priendas de seguro aciertoi; p^ro. vm
filé asi, pues que en seguida se presentó coaoj^to pi^pj^
enteramente distinto en la comedia de Goiroatiza, Ja^tilr
«nieta ^ra todos. Hízolo, según al mi^mo inAoretady^
emps oido decir, por consejo de.qns^ persona 4<^gmi^
inteligencia , y que es voto 4^ ni^Vieho peso eu.)U matf^
lia, esto es, de don Juan Q riiiialdi , ms^icigí de i|oiü:d0
n]^eatras mejores actrices modwnas 4oSa Goi\cepoion:Rft«-
^iguez , cuya retirada del teatxo siempre laineqtinráii ^loi
apas^oi^dos al artq. Mucha parLa de sus veqtaja3 49bj|^
la señora Rodríguez á las indicaciones de su esposo , j
asi podría parecer que. García Luna hizo muy oien en
seguir con docilidad el dictamen de Grimaldi , probando á
brillar en la comedia de costumbres modernas , en yez
de dedicarse esclusivamente al drama antiffuo.— -'Mas en
nuestra opinión , aquel consejo no debió de ser enlera"*-
9it
peste. deñntereMo. GnoMiUI erti luiíaionemprfí^íir.
director áA teatro del Principe, y Tiendo cuánto cficarti
leaban los buenos actores, formaría iouizá el proyccU^.dé,
ntilizar el talen^ , y sobre todo el celo de García Liiaá»'
aplicándole i diferentes géneros. La prueba le salió per-
fectamente, pues viendo el buen éxito de la Indulgeneiaf,
desde luego calificó al nuevo actor como primero , y le
ajustó en clase de tal para aq|uel teatro. En él siguió des-
empeñando las principales piezas del Repertorio do Alai-,
qaez, siempre con grande aceptación, pero mas espe^-
cialmente en el Ótelo , la Numancia , Rey valiente y j^sti'^
ciero, y e\ Pastelero de Madrigal. — ^En esta última sobre
todo remedaba tan al.yivo la manera de Maiquez que ea.
lUM de los ensayos, cierta actriz contemporánea de aquel
no podo menos de adivinar cual e|*a el original de la imi-
ticion que procuraba Luna, y así se lo declaró , lastimáiH
(bsede que persona de tan buenas disposiciones, y que.
con tal atención habia estudiado á su modelo, no hu))ie--^
le tnJ)ájado á su lado y bajo su dirección.
Esta es la anécdota , tal cual por buen conducto nos
ha ñda referida ; mas por nuestra parte creemos deber,
rectificar dos equivocaciones. La primera es la que, pue--'
de haber padecido. el señor Luna, mientras haya querido
imitar á Maiquez , porque esa imitación de las actitudes,
los modales, las entonaciones, etc.^ degenera siempre, en,
remedo indefectiblemente , y el remedo en las artes es.
tan mal medio de adelantar , como bueno es la iipila-,
don directa y acertada. Lo que hay que imitar s>n los
grandes maestros es su modo de estudiar la naturaleza,
y de seguir, por decirlo asi sus pasos. No siendo posiblO:
que dos homores espresen de la misma manera el,iuismo,
afecto , porque tal es la prodigiosa diversidad de nues^
tra organización , la acción ó cspresion calcada sobre el
mas perfecto modelo, resultará ridicula en la copia. £s— ,
to adivinó el genio del gran Maiquez en su viaje i Fran-.
eia : no vino de allá imitando á Talma^ como vulgák'mcu'-'
te se cree^ no : lo que aprendió do Taima fue la direc-
ción que daba á su estudio , imitando la naturaleza. Pero
6
MáKjttéil MbÜ ff MbtftiW Í0 Mti» ^(^púfflk fñdlilftldWV
de M tálébto cónSM; áHKi Mtés de haber iáo a liarle;
áqiid viaje no á\b pót principal fríilo un cambio de esti'*
ItfiSh el actor, slnt> mudanias muj suitaitdalcá 6 impor^
taüteB én ,U dispoBiCion; del teatro, organización de laa
ootitpaflíai , prolijidad y rigor de los eosajos, niodo de
repartir -y eatodiar loa paflefes ,7 otro sin n&mero de re-
formad Aiie á Maiqdei^Jogirieróii la observación y esitt*-
dio dé los teatros frafaccscs , los cuales eran entonces,
§tílk^ ahora, j serán probablemente siempre, los primeros
del, mundo.
Que el señor Garcia Luna hubi^ hecho ¿randisimdi
iáelantos siendo dirigido por Maiáúez , és otra cosa á
BliestrQ ehtendef básI^Me problemíática. Maiquet no én-^
tetidia una palabra 'dé teoria iíi db' arte , todo eit él era
ius^raeion A instinto , y por oónitoéuencia tto sabia ense^
mtm»J9imM mMMVLj\fm m*vi\M\w vi«^ £r«^> »^w^«\^hi \jík v& WPiiiuit«w«^ y u^ji ^^
todas SUS esplicaciones estaban reducidas á decir ,'leiígua
¿1 Sentido de su btien gusto se lo dictaba : <ccso está mab-
6 aeao'está bien.» -^Semejante sistema no puede miirai's^
eonió ensefianza de gran provecho. Los actores que \&^
oíesen bien algunos papeles al lado del maestro, éeñan
éotDfo aquellos cantantes poco Tersados en la teoria de la
fliásica , á los Cuales llaman los italianos oreehianti ,■ por-
que todo lo aprenden al oido , sin poder estudiar por st
mismos tres compases. (1)
Volviendo á nuestro Luna, advertiremos que de está
doctrina que dejamos sentada acerca de los peligros dé
una imitación demasiado servil , debió de penetrarse ü
(l) Lo ^tle aqUI sucínta^níe apuntoiUos aéorca (!<; Ulaí^ucz lo
dibemos en ¿rui parle á niformes v relación dé naestro utí¿b
don Joséide la ReyJUa, que á mas de haber al«;aiieado ti^dovfa ¿r»«ai
busuos JÁsiT^t^ ai eminüfite ^ctor , lia rocctgido con íublii^aUe diii-
gencia.cuokiia» noticias le l)a Rido posible haber Robre ku vida y car*
rera, Ibfmdndo con élLsrs una Interesante y cstcusa Lki^grafla que á
iUmm da abo/A dsfie á<s hallarse eu prensa. • • . ii •
i!
83
mismo mny luego, pues pronto se apartó, do aquella sen-
djt, y se formó un estilo ptuuiliar y proiiio.
Siguiendo el ya citado (■rimaldi en la buena opiutou
que de este actor toiiia , (Miando tradujo y puso on esce-
na el drama sentimental titulado ia lluérfaua dr Uruae^
loi, que hizo ra Madrid ^r^nde efertt) , ij sis |ia ropotido
]i\fiDÍdad de veces, le deslinó «le|dc lue^o el |wipel de Wal-,
fer; panel que pu<)de decirse croado |u>r Luna, y con
resultano muy M\t.
En 1826 pasó á f^^rraar parle de la couipafiia del tea-
tro de la Cruz. Pertenecía al mismo tiempo áella (larre-
tero, actor justamente estimado del púhüco ; mas á pesar
detener que luchar con esta-comp4)teri:iaf continuó Ciar-
eULxuia recibiendo aplausos, y adquiriendo major re-
potarioa cada dia. .
L/egó asi al afio de 18'i9, y viéndose con algunos ahor-
ros, fruto de sus economías, si^ lo. avivó el deseo de rea-
lizar un proyecto, que de mucho tiempo atrás tenia for-
mado : hacer el mismo viaje que Mai(|uez , y con igual
objeto ver y observaí; los teñiros do París , estuilíar á
los actores de mas uonibradia, pra hacer á su vuelta
aplicacioQ racional do lo bueno (|uo allí aprendiesi\
I Y hay tanto que aprender I Ku materia de teatros,
sobre todo ; no bablo de actores, ni de repvesenUriones*
dramáticaB, quien no haya -esludo on París. Allí la co-
media antigua, allí la comedía, moderna de. costumbres,
alU el drama histórico, el sentimental ^l^^s piiKecitas li-
geras de bajo cómico, y hasln la pantomima y la farsa,
se llevan & un grado de perfección admir^ikble y descimo-
cido en todos los demás teatros. Si en la tragedia na son
tan cseelentcs , ó no nos lo parecen i \<>^ eslranjcros
que heoMM llevado allá un gusto ya formadp eu et»e.. gé-
nero puramente convencional, no se orea por eso (¡ue
carecen absolutamente de actores trágicos « y á falta d&.
otros, bastaría sola para sostonor ol cródito nacional la
célebre israelita quo nace pocos años apareció como un
meteoro grillante , 3Iadcmoisel,lc Hachcl , á (piieu Uen^ios ,
tenido el guita d^ s4mirar oa (44}^ i^s. priucipalo» pieii^^
84
del teatro de Yoltaíre^ de Gofaeille y de Racine, juzgán-
dola » 8i no perfecta , como lo han proclamado panegiris-
tas entusiastas , muy cerca á lo menos de merecer ese
dictado.
Fue , pues , á París García Luna , 7 quedó asombra-
do de la diferencia de aquellos teatros con los nuestros.
Vio que allí son una yerdadera necesidad para el pueblo^
un alimento del espíritu que se busca con tanto afán có«
mo el pan cotidiano que es alimento del cuerpo. Vio á
un gobierno ilustrado auxiliando con mano franca á los
teatros principales , y poniendo al frente de ellos comi-^
sariofl inspectores que ios dirijan eq mayor pro del arte. -
Yió á unas cámaras , que aunque compuestas en su ma-
yor parte de nobles nueros y de nuevos propietarios , in«* '
diñados por naturaleza, por instinto y por costumbre á .
las eoonomias, al paso que castigan con minuciosa escru-
pulosidad el presupuesto del Estado, rotan propicios las
enormes sumas destinadas á la »uhvencion (que asi la lia-'
man) de los teatros. El gobierno conoce que el teatro es
un lugar de honesto pasatiempo ; que entretiene proyé^
chosamente al pueblo y le distrae de otras perniciosns di- -
yersiones , tales como el juego y la embriaguez ; qua
recrea apaciblemente el ánimo, aguza el ingenio, con-
mneye el corazón, ejercita la sensibilidad, adorna el en-
tendimiento , y pule las costumbres , dando lecciones
también de buen lenguaje, de moral, de historia y de-
conocimiento del mundo y de los hombres. — Las cama—
ras por su parte están muy bien penetradas de que el di-
nero empleado en sostener el teatro y fomentarle, se de-
be considerar como un gasto seguramente reproductiyo.
La afluencia de estranjeros que siempre hay en Pa-
rís, so debe en gran parte á la belleza de sus espectácu-
los , y todo buen estadista sabe lo mucho que gana un
pais en ser frecuentado por los estranjeros. (1) Ademas
(1) Solo nosotros los independientes españoles seguimos en es*
túpsrit elilustrado sistema chino. Patriota hay por acá quefquisie-'
r^hfimitir hatta el ehlo una marolla it bronce mbtt lasi crestas- de
85
¿quién puede calcular las artes accesorias que viven dal
teatro , y la muchedumbre do familias que con sus pro-
ductos se sosiicnen mas ó menos directamente? Si en Es-
pafia se publicase la estadística de este ramo en solo la
ciadad de París , se tendria por fabulosa : tal es el pro*-
digioso número de autores, editores, impresores, libre-
ros , actores , figurantes , comparsas , empicados , mah-
quim'stas, sastres, peluqueros, modistas, guanteros, la-
pateros, armeros, mercaderes de muebles j de telas,
pintores, pintadores^ compositores, músicos, cantantes,
instrumentistas, copistas, faroleros, cobradores, acomo-
dadores y toda clase de sirvientes, y por último hasta los
oflaudidores fchaqueurfj que también reciben su salario,
iodo esto produce q\ lujo , la grande escala con que alli
están establecidos los espectáculos , dando margen á un
«o flamero de oficios y profesiones que entre nosotros
se arrastran indigentes , ó son de todo punto descono*
cidos.
Todo lo vio y notó García Luna , fijando principal-
mente BU atención en la elevación de ideas , propia de
verdaderos artistas, de los cómicos francesi'S. En el amor
á 80 arte, en el estudio^ en la manera de profesarle, son
allí casi todos lo que aquí son algunos, harto pocos. Una
instrucción muy variada , modales cultos , trato de gen-
tes, conocimiento del mundo, observación atenta, pro-
funda, sagaz, filosófica, de todas las clases que componen
aquella complexa y multiforme sociedaa. Así lograb
aquella naturalidad tan desembarazada , aquella propie-
dad tan estremada en su acción y ademanes ; siendo allí
mucho mas difícil figurarse que el actor que se está vien-
do no es soldado, lacayo, duque, rey, mercader viejo
los Pirineos , y que nuestras costas fuesen totalmente inaccesibles;
que mira con sobre-cejo ul que habla inglés ó franc($s . y que si fUc-
ra gobierno mandaría poner trampas y lazos para los esti'anjeros co-
mo se ponen para los lobos, zorras y garduñas. Grande y scmi-bur-
bara es la aversión de los ingleses á todo lo estranjero , pero no lle-
ga á la nuestra ni eu mucbof
84
del teatro de Yoltaíre^ de Goi'Eieille y de Raciae, joxc
dola, si no perfecta, como lo han proclamado paneír
tas entusiastas , muy cerca á lo menos de merecei
dictado.
Fue , pues , á París García Luna , y quedó asoi-
do de la diferencia de aquellos teatros con los nue».
Yió que allí son una verdadera necesidad para el pu
un alimento del espíritu que se busca con tanto af^^..
mo el pan cotidiano que es alimento del cuerpo. .^^
un gobierno ilustrado auxiliando con mano francr
teatros principales, y poniendo al frente de ello&
sarios inspectores que ios dirijan en mayor pro d . .^
Yió á unas cámaras , que aunque compuestas en "*'
yor parte de nobles Hueros y de nuevos propietai ^
diñados por naturaleza, por instinto y por cost. . *^
las eoonomias, al paso que castigan con mínucioi*.|;'^>
pulosidad el presupuesto del Estado , votan prOi '^ o»
enormes sumas destinadas á la subvención (que ; '^ <
man) de los teatros. El gobierno conoce que el _
un lugar de honesto pasatiempo ; que entretiei 'Wq^
chosamente al pueblo y le distrae de otras pern: '-%;. ^
versiones, tales como el juego y la embriag ^^^m,^
recrea apaciblemente el ánimo, aguza el ingc^^'n^^
mueve el corazón, ejercita la sensibilidad, adtí^'';j|,/
tendimiento , y pule las costumbres, dando H^ .
también de bueú lenguaje , de moral , de hú^ «c,^
conocimiento del mundo y de los hombres.—^ ^
ras por su parte están muy bien penetradas d^^ "
ñero empleado en sostener el teatro y fomenfV:^
be considerar como un gasto seguramente re'*"*
La afluencia de estranjeros que siempre »
rís , se debe en gran parte á la belleza de sn \
los , y todo buen estadista sabe lo mucho •
pais en ser frecuentado por los estranjeros.
(1) Solo nosotros los independientes españoles :
ta parte el ilustrado sistema chino. Patriota hay poi
r¿f UrfiiU^r bastíi el cielo una muralla de bronce sob
•.,,»
tii m-m n»- 9 que
h airmfc». ; |W aMw tMi Im
■y qm lankin RcaUa M Mhrlo,
laja . I* ni ■ lii nnb <w ^«a aJIl
«^eetácnfa» . diada alllaii i |M
j fnUaáiaa aM «aira aaMiInt
«y ¿loa de u4d punte ditraaa^
tfiareia Laoa , Bjinda priaKkd-
li alcTacion de ideu, araw d«
Jh cdoiioM fniieaMw. Ea mmm
B^ ao la mapcf » da prrfMwdn. awa
idaonalgoDoi, berta fa««.iW
a y modaleí ailia«« (aela de «ea-
íHida, obKrTjcMiBaleMe..ffi«-
'm rieiH aar enayaam
mríadad. jiaí íw((m*
gp ave <) aclori|aK k*:4au i
«6
l^^iefttadiante calmra', ((fue lo'^ft áqní elhacehrse'lailúgiim
"4el personaje fin^jldo que se representa tan impropia,
-t<>rpe y desatinadamenlc.
^ • Los actores franceses acogieron al aeñoít 6arcia Luqa
con cordialidad , ^bei^evolenda y finura de aTiisias » y
-dé li^aoceses, que do hay sobre la tierra pnebb* Hias ur-
Ho^aAoy'á^^asajador para con los cstranjerosi Queriendo
d^ple üri^lestimohio público de .su aprecio, los soeioi i|fí
'i^ito francés que asi se llaman, honráadose por pririlo-
'gíb toii e! iiimú' dKi'CÓmicúiordinaries iilwey , le diri-
-gíéTOtf ut)a atenta 'carta-(l)iáqi]e eliseñpr Luna contettó
'*eoíf'ólifepor el mismo cstóta/ í - • « -
-<*' ■ t^avcítiecido ^si ya con la entrada fraftcaá aquel te»«-
Hifo reduplicó su ahínco encl estudio de-tan buenos mó-
ldelos, fijándose mas principalmente- en obiservar á Perlet
'y 8amson. Este último es sin disputa uno de los actores
mtfs' distinguidos de París pana el género cómico , y que
reúne á su talento natural el mas profundo cstu£o de
i^ii arte." Es: dilioil concebir no habiendo visto otra cosa
>jué la ác^ciou grotdsca y'caríealci ooino ídicen los italia<"
^6ím\ de 4iuesfiroS'graciosovv^ bifaciUdadiCon-que .9am-
iOñ édttjta fo i|ilá de^su auditorio solamente con los im«r
peiic^tibles'tnoíiimientQSideda fispnoaiiai Su voz es agria,
ganjgask y desapacible, pbroidci tal -siu^ivto la. maneja, y
4ati partido 'sabe sacar de'SUB'variadbsáoflcxioñeBv qua lá
haodiPervir^ppdeFOéamente'áJod efcolóaiitUc vp^m'e pnH>
livc^r:, y/á .^es.ila: palabra! ibns insinificante arranpa
p€)ir:-<s«i iMto^aciotí estieflilnsad? oai^cápttás^i.Samsba es
Cambien literato y poeta láramátLco^ y sd^dioeque ba' aidt>
maestro ir direqtor «do lá tvágieaijBaeá^L' ■'■■.'•''
. G¿^<ua Luna. que prof esb,. como queda diohe» oaes**
tros mismos principios en punto á la diferencia que hay
(1) Aunque los periódicos publicaron osas cartas', al Irgrcsó del
Interesado, iponiamos aqni la de los* cómicos fránteséíl, cotno ixtt tes-
timonio de la Iiíidr£\ y co: Icsia dé aquellos arlistás y al mrsrho-tfém*
po como un documniiio lionorifu'ó pai:a«l señor García Luiia. Dice
asi tal ctial la linU.imos traducida en tín períddico de Madrid :
Comedia francesa. — Junta administrativa ele. " * ' •
87
entre b imiUcÍQi y el remeció» tomó dq tuf modelof
aquello que crejó ad.-intable ¿ lfk.o#fi:aii« 0{lpaO(>|«« y i
' Ms üuaUtUdua pernonalv^» : y hÍ|^Íi)iu|(» ei^Uk noruM > or-
ludió ios .|Hi^lc>Ci^racU|rÍ)iiÍoaH 4^^ Mi, U^, 4l iV^Wo»
ltfl<4Wife'A /iiirAfro y ()Of9l0(irpHi Mii^^nph^ y mí miifir, y
otros varios.;..; . , •.. t . .
Ui^rtii6^»r últíiM i Madrid mw]u> antes de |o quo
m d(*sei> y aliríuu al un^^düoili) Ifuliioran rQusouUdQ , ai
plr^s raaoi)ti4 da Qiuypr poiio mo Im liuJiíiMeii bevlM>yiiiro««
uirar U vuolM i» »u |>alr¡a«
Modo VU i|U0.ae./tt|^^us«4UwH) on PtiUeiool //i^n U»njM%
dcauía 4a'cltiii VA^uUipa d^i.UuVoK*^! y Uaiii6 « (afirola l«a^
i^i^i^va que. W'.fji^ni^Aitf^'iii* Muioa ceo la iviufMiAia d«
Wir«aW^iUuÍ!#.lpMtaM4W>i)liiPiiN-dí^ ^rotaKoniaU. £1
n> futtd<> .^lA aoMiplaMÍ4f»-y<f<ii«t^Je M()ibr4^ ipdtíi»Ur^ lio^
Horario ,d^ il^.^AP¥i»¡Mto /oii el «sojM^ri^HlQri» de Afar>a£ríftt
tina. Jml^ ce^Mmpenia Ím^ eaM i>o tAp moJo de M «iiArilo»
fiilio UMil>Í4i(iifde. iiMicfii:aa iioeprMsiw. ]f: porU^nVM tuvo
pnq^e a» grpaaA¡««iM|uel üoauíuK e«» eM^etauxA»
.. J)on J[aA<t^mGapaaf!i^jf P^ UinUí» i^t<»rr4sera|i Ipaniaea^
Úmeiiiir/»j[)M^adi,M)v vwi<iiV(ÍAilMlWrae aml)^.w{ir«t
flHw» UH¡^^(i#n)ÍA tuuA.iliriii^ip. yi#0u»r«^ í^^hqm la c^h
inania 4e J^atüH 4(fí\ptlU^^^MH'mitfirpir0e^ disoordta.
cuyo ¿xllo fu6 uiu compitió y laii á salísfacri^ ^ la aMn
gtt^)4 pi?p(e^W:Mei»tAl|l|MfMMelMk»ilka fipfMtrJ)ad<»ae del
wiWi,flV#'<?re4MM HBtíi»A)|fliw^*ftra ftüMf^rMr^ ei» prort
pía(|pjÍAl7MAeati;(^{aMpvr»)H9ierarJM, ..i i^ /
Desde esta ¿poc4i eu adelante fu6 creciend > )a rppUtaT
ciflH d^Li.^f^^f iÁ^'^dl '^'^I^^M^HIIíaM^ fW '^ creación de
m.imf^\wiiin.rif>'ÁÍvqíii cj^/rf drwa.de leateümla, ca-
WÍq IM)r el4vwf*íí.di^ ftÍFíw; el Je ttui Guqiez de Silya en
el llernanit de Víctor lingo, tradnccioii da D. Eugenio
d4:.Ucboa¿,o)^Á^,li* l^oilaii üíua i\\\ (Júi los II, de I>* An-
touia üil y ,?¿r>Us,.y el.ckvl):. «nríípifl en Ziofla Ke/ía rfa
. Vpr úilMil^Qt .«liivwfiflvlQre .U*wrfe,;4e- tiarcial^uaj, a«
88
§tindéVRátún^ do Scribe, qae tradujo Larra con ti titolo
de El'úrledec&nijnrar.
Uno de nuestros mejores autores dramiticiM , c|ueetf
al misimo t¡em][^o por rara coincidencia , critiqo juicioso
j discreto, dice las siguientes palalnras en el periMico ti-^
tulado El Entreacto de 28 de abril de 1839:
' ..i.'. «El afamado artista francés M.Samson ea quien
dcscmpéfía en Paris el papel del conde de Rantzau, y allí
se Iq vi6 representar nuestro actor D. José García Luna.'
Los que hayan tenido ocasión de ver la mejor comedia dé
Scribe en la capital de la Francia y en el teatro de Ma«
drid, habrán obserrado cuánto se aproximan, cómo coin^
ciden ambos actores en el modo de espresar los rasgos
generales y carácter isticos del personaje que'iroitan, y dé
3ué ftianera se separan también en aquellos pormenoreí
eaecion y entonación que pertetlccea al gusto pat^'^-^
lar dé eada pais, á las inflexiones de st» lenguaje, y 'á loé
medios fisicos con que cuenta el artista, 'A'slsépiíede y éé
debe ittjtar á un actor: lo demás es reimodar,'t quien re ¿
meda afea-, ridiculiza, 6 se bace ridículo: El papel' dH
conde de «Rantzatt es uñó* de aquellos en - qM. mas Ivtte la
habilidad idel sefior Gkl^iaLÚM,' y'poi^ Mta rácoii M M
figura en el retrato tqpae. répiirtínfios á 'ñueetros sOscriltfU
res con este número, vestido eoin el -tiraje qubusa'para'iffM
presentarle.» ' ' '» ; • ' '
Nos*' oomplacettios infltiito en ver eoñfirAiíada nncf8«
tra eritíeaí 'p6r lafde tUHi pértioVia de tanto conocifeiii^ntd
del teatro, y degusto taúejésr^iladoicóilió' el señor Hai^tU
leebbusch^ ■■'• •' ■" ' ■ ''" ■ • -^ . . ' .-.'*:
" ' Diremos entre par^tesia que^l retrato á qtio''S(é iW
de y qdé tefaTi\&-EVBinretíctf>, eSlá bastante bien éjectl^
tado. y' representa rniíy al viro á Gárcia'Lnfifa eiisüfiao^
nomla y ademan.
El arte de con$ptrar se i»sin'n6 en (íI (rOlUeo déla (3ruí
el 17d«^chero delft^JS. Todoít fos p^rfAdiros hirleróH
Í grandes elogios de Éfu ejvcuciot) cMi'genér.íl, y en partiKif^
hr de^^e^tro Ga)rciá Liína'. TAílefniía Eipaflóla, upo de
los aiiifibli'qüe m<;J<M^c^eroián kt'lBirKica por aqtiél tiempdi
M espreíalMi de eite modo en su número del 25 del
mismo mee hablando de la primera representación de esUi
comedia.
.... «Por iortana se ha reunido también en ella la perfec«
don de la ejecución, perfección á nuestro entender deseo*
nocida en nuestra escena (IW que rccomicndaaltamentela
diliracia é ilustración del dvcctor de ella» . . • • (Sigue tra-
tsndoea particular de cada sctor, y luego afiade :).... «Pero
(|aien se na formado uns reputación verdadera* una cele*
kridad dramática» es el actor (¿arcia Luna, enol dificilpa^
peldeBertraUdde Rantiau. Es imposible conc|}bir con mas
verdad U ingeniosa sutileaa, la atinada malicia, la sangre
liria, la apatente j desesperante serenidad del (Arofunda
tif\«aátioo ; ea imposible dar mas espresion á sus pala«-
ms, BMa penetración á sus miradas, más estudio asna
fastos 7 moYimiiNitos, No, el mismo SamsoPv la primer
repMacion'del teatro francés, á quien hemos tenido ni
Gato del iver estrenar este papel el año' pasado , no lo
Ta á tikia verdad superior :..cpn esto- hemos hecho toda
el-elof ¡o que pmede hacerse del sefior García Luna » ■
.. Coa perdón del crítico^ nosotros, que también hemos
teftido ¡d^nstat de ver carias Y4^ces Itertrétid éí Raion len
el teatro iraMte» creemos mas acertado el juicio arriba
ciludo.dtí aeflWi. Harttenbu'scii.^-^No hay comparación
posiUn .entre Samson y Gsr^cia Luna, sinp en ciertos raa«i
gof .g^iierales:>jo demás el.uno lo ejecuta á la ospafiéla,
detro.sifoe.el.gnstof ranees,, cada ^%$l saetí partido de
sus propiaa facultades, y mi^guiia supera al .otro. ]^ste
tenemos nosotros por mayoc y nia^ justo elogio del lugélé
de nueatrai historia. ':..•»
Sír jen apoQfO de nuestms'elogips quisiéramos preaéMar
iníay<Hr, .numero de testiiuo«áos de personas autoriradas^
(ácil nod seria documiDUtar, por decirlo asi , estataotiScia
hiográficfi cíon varias cartas dirigidas al softor trardaiLunii
felicitándole por el buen > desempeílo de YialridSipapeles;'
90
dion át lafá >d(r4ó1í'dOs btiidré^ ;fa citAdiM , Ibb éeHores élM
que de Riyas, y D. Mariano Roca de Togores, ett qtté M
muéstruvi ' i^'ttttáiiléiito* %afísÍB6(jhdd de te i|[fa^te 'froe ^ste
aoU)r^itttÍ9 dr^lmeti é:rita'd«t i/i Alvaro fá^mñhMé^
' Mutilada seft^lá ctiáttto {>adieftá- 4eelf«i éti klffbmM
del ibérito AHiiilióó deOarciáLntitt, ^'é9itfakifi4^nU 6d^
MRJha duiattinet^s hubíerfo p^odtlci46 tM Mld «d él RtttMjjl
¥«qd^ot^tt()s-^qttel áed^ éil^eimibnlo <pié>iimtd> farafoMl
gfor iIm; «(Í]^^ -dift^»íti<^é» cfd hdmhfiA ^dcí^ttltiié^ ^Ih
TactiDir dfe éd(iÍHítt. Et^^éVitteÁdd M< iéfürrfcii iilélts
av(M ií<lit» ^tebáaf'fetí ná^át^áfúio de áu pr^ésknf) -^ nM
ha¿o<!pOf lo qtié t»üdiérfi(ttiod llatnair él daho' 4eí«M««-^cA
qa^itiod^'iifieüdd á sus ádelatífos' y fm^]é9upermmA94
únmi^ fibriel^tnáyof hi9«re de M proféK$iott sefli icapáif df
IiAcei-'oi tiíton0t»'ka(5Hficio> nlmtété él^dIcMk)d««rtkMt)
d1 qne-^ti ttetnbre sto' GfliQ éotif elogia, til qtra>á hib ditaMl
fea pfsÉBeuiado ptir^lifiíbdéló.ti >ida dd Gareíi Ltthá#
por el eotlii'álpio , ófr^é i^M^o^^ ptMltii 'ike^'^ek^
efioni^lb-mf^ óUrte élteénúlta bá iiido éfn'éi^ iMfpi^iér á
tcrdr (Aase de «Atfas egéíátáft é dé iftíét*A!Í> ii^(Mmitli<W>íOt^
takiemo§ etttfjsiotí^ un' ^jefftttto-á«i tos fta«rV*}MI»teBl' '>) I »
n- En 183» s^ bálkbr la^ «¿clifáMá' llr afiéim klkdNMY
enn t«ti McAs l5b etetticAiléá'fiífo (pl« ift^SdlBlatsU^
deiár^e Idcórf» podld <!¿fitMP,t y lo» ÉÚ(5^di'd«4iq;(l0it|
eiit()h-eSAt4é ié á(t*et4é á*^^ímc6rse pcit^á bAc(»ñr>o«f|f9
escándalo de que el primer teatro d^ V^tM'Íd(Pl«>«Aftb
gnkúfkíá9to ^:fté«(M^«^ty t«M<de|K)^taft -drattrtt)ckA''p#ifn
tádb94e»:lo« mtsdié^ Atfmphat^ ^ tttltífito. (ÍFtmfo'LHtt#'l
qaiíiiié^aqiA3l^tr dóiidttfdoi p2Mtl<$^'teatit)É^ 4é wiMwiá
ceu' prM(WibiMé^ veilCajosas; ño -ptido' ^ifr ^ifibHm> p6s^
poner al interés privado, el deseo que eficaznifiJQtC.l9.piilXr
zaba de evitar tamaSo desdoro i la capital de la mpnw—
rfaíá; y ábMáóúáúAoló Yodo / se dedicó e8¿f^ÍLt§Ji^l!4ff,4t
alfatifif 1m bbiticn16»qaé se presentablin para tan arries-
Ella «inprMfi. Heuilió ra segaida á los actores qne se ha-
ban en Madrid sin ajuste, y les d¡A parle dr sn proycrlo
de formar una coinpAAia para el Fríncipt'. Olonráronle
todos, pero no dejaron nuirhos do hacerle presente qno
semejante conipafíia dificilmonle podría atrn(*r las mira-
das del páblico fallando en ella parles lan prineipnlcs
como los soAnres U. Julián Jtomea , 1) ('.arlos Latorre,
D. Antonio de (iamian, y la siempro aplaudida dona Ma-
tilde Diei. «S¿ muy bion, contestó nuestro Luna, síeni-
preel primero á reconocer ol mérilo de loa demás, y
rieroprc inaccesible A las bajas anfresliones de In entidia,
míe esos actores que ustedes me nombran son imponibles
Ae Templaxar ; pero sé lambien que habiendo entre nofl-
otroB decisión y celo, eligiendo funciones de cayo des-
empeño podamos responder, y aplicándonos á llevarlas al
{rraoo do perfección posible^ |Midemois contar coii .rer e4>-
roñados nuestros esfuerzos.» — Estas y otras reflexiones
semejantes arribaron de decidir á sus compaAeros, y de-
positando todos en ét su coníianza^ pudo llevar á cabo
García Ltina su proyecto, poniendo para ello en juepub
cuantos resortes ie proporcionaron sus buenos fimigos' y
numerosas rcbciones, y arrostrando disgustosiy sinsabo-
res do todo fi^nero. El éxito correspondió al iin á tamos
afanes: abrióse el teatro el 39 de Abril, y desde aquel día
hasta la terminacíion del año cómico, ni. un solo i desaire
Sufrió del póblico la iníprovisada compañía. Lejos de eso
hubo funciones quelinvioron un éiitb- brillantlBÍuio,iy la
ináyor nroélM os U qoe arrojan», ios guarismos, siempre
imparcfalleSv'tfoir'lM cuentas -dbiln; empresa hemos visto
acreditado que las entradas^ ascendieroiiá mas do milloii
y medio de realeSfi ■ • : .«• - 1 i. ; ' .
Respecto á'nuestro Luna« das psteKas que inas aplausos
le yalieron fueron* las :4e Hl médico y la kuérfana.^^Ei
eofsdé D. Julian.'^Sl ^apatfroy^ ^tí^rey, primera parte^-^.
y otras yarias.- • ■■ " ••■•»;:.■ ■ • . '•■
' Mas no pOdiásn tialod dejar de resentirse de la coñii»
ntaá faena á -que^Je oUigab¿tfa difeodoiik de la coiB^ft\SL^
92
de la empresa; enfermó en efecto, y los médicos le orde-
naron que renunciase á un género de yida qae le propOF
cionaba no solo trabajo con exceso, sino amargos disgaft
tos. Entonces fué cuando se decidió á admitir las propo-
siciones que se le hicieron para Barcelona, y por despedid
ejecutó El campanero de san Pablo: en esta represen-
tación le dio el público madrileño las mas inequívoca
pruebas del aprecio en que siempre le ha tenido, yie
toreándole repetidas veces, y arrojándole varias corona
que le llenaron de intima satisfacción y regocijo.
No seguiremos paso á paso al señor García Luna ei
el resto de su carrera escénica, porque nuestra relacÍM
fjecaria de monótona: en la capital de Cataluña recibid
as mismas pruebas de aprecio .que tan repetidamente i
habla dado el público de Madrid, las mismas de que hai
;.sidó también testigos los teatros de Sevilla, Cádiz y Yar*
lencia. Esta reputación constante y sólidamente establer
cida por la continuada serie de tantos años, demuestra ei
nuestro -sentir, incontestablemente , que el mérito atrir
buido á un actor dramático es real y positivo. Se vé cor
.frecuencia que el público llevado del atractivo de la no-
.vedad,' aplaude con entusiasmo á tal ó cual actor que.a^
presenta por primera yez con ciertas apariencias de feli-r
:ces diaposiciones; pero desmentidas estas en las represeor
;tiacione8 sucesivas, á destruido el casual efecto de la prir
mera im{üresion , ó llamada la atención báciia otro objetd
^por él instable capricho de la moda , el aplauso se torM
An friaUad, y la frialdad quizá en desvío y disfavor é^,
dairado^ Con García Luna- no ha sucedido, aada de eMo;
jamás ha-récibido del públíeo, ni duraatecciones ni e^pdaxtr
gos. desengaños; Coandoren la reproducción de las bellas
obras de nuestro teatro antiguo ha tenido que luchar con
las dificultades que ofrecen paractéres y acciones que no
son de nuestra época ai de nuestras costumbres, 9Íen»r
pre ha salido victorío^y'aun en* el tiempo en que omqmi
arriba dijimos estaban todavía recientes los recuerdps y
la' tradiccion del célebre Maiquez. Invadió después ln es-^
ffioa.ijqpadola el deaeo&)énado»,roaiáatic»si)(|04 j. fWP9lgf^
9HÍ
Lvtt lejo» de Tolferle h aipaMat m apoderó) de nit mas
descabellados dramas sin que por eso naufragara su re«»!i
putacion.
Las disputas lilcrarias á que dio lugar la irrupción de
esta nueira doctrina, sobreestar ya decididas por la recta
razón en pro de la bondad 'relativa de cada escuela,
sin que á favor de su bandera pasen las exageraciones
ridiculas de unos, ni las insípidas frialdades de otros, no
son propias de esta biografía. Sin embargo, no podemos .
menos de indicar aquí, porque asi cumple á nuestro pro-
pósito, que no hay tal identidad, como algunos quieren .
suponer, entre el drama de Calderón ó de los demás au^ ■.
lores que á su lado pueden clnsiiicarse , y el moderno
iM\o-^ma francés á la Víctor Hugo. Si entro unos y
otros bay el punto de comparación de que no se sujetaron >
i /as uDidades clásicas, ni se acordaron de los preceptos «
aristotélicos para maldita de Dios la cosa , hay también la
enorme diferencia de que el amor y el honor caballerea- .
eos fueron casi los únicos resortes de los unos , al paso
que los otros se dedicaron á conmover al espectador con
la representación de los mas horrendos crímenes, y á pre- .
sentar en la escena todos los linajes de muertes, cono^;
cidos desde la sutil ponzoña del vino de Siracusa, hasta el
hacha con que segó la garganta de Catalina lioward su
amante verdugo.
Estas diferencias son á nuestro parecer sobradamente
esenciales para juzgar del mérito y estudio de un actor,
que como García Luna sabe granjearse aplausos en loa»
papeles de García del Castañar y del Padre Frailan DiaXf
eüRey valiente y justiciero: no menos que en el Walter
de JLa Huérfana de Bruselas.
Al lado do tan opuestos caracteres , y del de Bertrand
de RaníxaUf que no tiene con los antedichos el menor punto
de contacto, le vemos ejecutar piececitas cómicas por el
estilo de Retascon^ Mi iio el jar abado ^ El dia mas felist'
de la vida f y Trapisondas vor bondad — y siempre con ge-
neral aplauso, siempre aojando al público enteramente
eomj^cido.
■ Ki¿Se dirJ» tal res que eio b^s Ueü es debido á 1a brir
Uanteai'^ke los papeles mismos qoe ha desempeñado?
— No, porque en primer lugar, no hay papel baeO
que nOi pueda echar á pearder untador maloy y ademas
nadie ignora la docilidad con "que García Luna se ha. pres-
tado siempre á desempeñar papeles secundarios que otros
actores desdeñan con altaneriaif y que asi h» oontriboido
machas vecesal buen^xito de dramas, que ó no le hubieran
tenido repartidos de otra manera, ó acaso no se hubieras
{podido representar absolutamente. Mas de cuatro actones
Oiban quedado obligados por esta condescendencia » en
estremo meritoria, para quien conoce un poco las quisv
qoiliai ^7 nvaiidades de entre bastidores.
' No concluiremos esta noticia biográfica sin hacer meat
cioni^e otras honras coa qu&Jia sido {distinguido el se-
ñor-García Luha. Mas de una vez el gobierno se ha i^r-
lido de sus conocimientos paca mfovfaies y comisiones re*:
latidos al arreglo ó mejor dirección de nuestros teatros:
comisiones cay a existencia nababrian sospechado la ma-
yor parte de nuestros lectores, yiendo lo abandonado .que
este ramo continúa-^ y continuará sin duda por mucha
tiempa. Pero es' sabido que eu España nombramiento de
domisiofi de arreglo , y perpetuación del desarreglo, soa
sinónimos, i
La Sociedad Arqueológica matritense y general de £s«
paña y sUs colonias, también > ha honrado ai. señor Garcia
Lona, nombrándole individuo- de su seno en representa"
oicm de los artistas actores, cuando falleció D. Pedro Gon-
zález Mate.
• . Por último, D. José García Luna, que como artista S0
ha formado una reputación en España, como hombre prir
iada ha merecido también el aprecio general, y adquiri-
do gran número de amigos entre los cuales se cuentan
personas muy distinguidas. Autores y actores^ literatos y
criticos, personajes de la coree, individuos de. la grandeza
y de la clase medía; de todos hay en el largo catálogo de
sus apasionados y favprecedores: qae tal es el buen cofrrr
cejf>to que le han granjeado su mérito artistici», aua jk^
95
tildes priradas, sa honradez 7 buena conducta, y aquel
trato afable , ingenuo y franco que descubre un cora-
zón sencillo, ajeno ala influencia de la vanidad y del
orgullo.
Guando escribimos estas lineas, está preparando su
YÍa]e para Seyilla, en cuyo teatro se propone concluir con
sola esta temporada una larga carrera en que ya ha pisa-
do bastantes abrojos para fatigarle de ella , y cogido tam-
bién bastantes flores y laureles conque tejerse la inmarce-
iíble corona del aplauso público, noble objeto de la am-
bición de todo artista.
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., ■.■r.}bh.'.: :''. >. Mbw-'^l* fi;Mlf' - ¡oi v; ^. ■,-
La biogtaiía de esto [tcrsouajc , ^or su amor al retiro
Mía oscuridad, no Lanpoapcido comp, debiera serlo,
>í?ece el major ¡iilefés y, un (ibjüto d^ estudio , ya por
* severidad desús costunajir):^ , ya por la'diversidád de
»Docimteulos. qu« cültjy^ ,.y y^, en fin, por la impor-
Ancia de los principios y doctniías que sustenlS, tanto
m púatos litecaríos , coinorf^ii.iQa^lcrias políticas y adoií-
lislrutiv^s. Se liace májy^.^aquella import^tiicia cuando
lespue&deka^erpasadflsú primera juv%p^üd'en el culto
ifl l&s mus^^ (;plre las pías gratas ilusiones , j i?.n el
trato ial^OiyaipGUO (le los'ámrcos do toJa su vida; des-
|ines de^iuireccr su ^ói^bi^e en{a hermosa Sevilla , aso-
lado al oeJps r,e^tfti|radi;íi'es de la boena píje'sía , y de
ffiio gétiero de. literatura en aquella ciudad, S'e té \ó sc-
Ifñr, finia invasioa de la.p^uipsillapor las Iropas fran-
«HM».;,Í4 íoho[tiLCl?; qUe cpejó ,l^«JÍ£i,dá póí: tina necesidad
•Bffiíisütíe^o j,por;el ij(í^¿jyjiiísai(í 4¿íjpítis¿: siendo ,4es-
98
Eaes en los dias de la desgracia y de la proscripción sa-
io y elocuente defensor de sus compañeros de infortu-
nio , y habiendo conseguido la dificil gloria de que sus
poderosas palabras fijasen las ideas de algunos, ó pro-
dujesen un cambio en la opinión de otros, con tal de que
todos se hallasen dotados de honradez é ilustración.
Si aquellas circunstancias no despiertan ya sentimien-
tos de odio y de rencor sino en el corazón de algunos
hombres , aunque bien pocos 9 en quienes son inestingui-
bles las pasiones que engendra el ciego espíritu de par-
tido , y que fomentan la envidia literaria , y la superio-
ridad del mérito y de la yirtud; si aquella primera ludii
de partidos , si aquella primera persecución carece yt
para muchos de interés , porque desgraciadamente se han
sustituido con otras y otras muchas, que agitan cada yez
mas la sociedad española ; no puede menos de ser en es*
tremo importante cuanto se refiera al influjo que tuyo,
y cooperación que prestó al sistema de gobierno adop^
tado á la muerte del augusto padre de nuestra Reina;
cooperación é influjo debidos á la amistad y confianza
con que le honraba el eminente hombre de estado , ^e
en sitüIsicion.W céltica y dificil tenia cni' sild itiÁ^os há-
biles y róbü^taá* lás riendks^dél gobieriÍ6^;'oeo]^erá¿iqáé
influjo qué '¿rjéstadol^ p6t" htf intimo conVcíficimieúlx^^'j
por un acénuradó l^átlriotisiUíd', ir (jüe' siendo* una' fscuii-
eüencia de lás'opinióiíé^^^áe háBian ftisfpií^ká^ al-Sr; (Rui-
noso costosas esperriéíicias , áníai^gog desen^fios y^j^ró-
(undas meditaciones, se ed^ifcaii' por doctritos y razona
que los hechos posteriores hátk acreditado cada yez mas*
|iero que hasta ahora no han^i^db debidan&é^te' esptaestMi
I Jorqué el furor de los partidos" jr la confusa 'gritería^
ás.pasiones cerraban los oídos á la yoz süáyé'^ la raxon.
' Ta desde luego se descubre .'^é en estos ligaros apun-
tes, dictados por la amistad y él reconocimiento, y'á cu^a
rei^áccipn jpre^idén la mas iínpalrcial justicia^y ^ juioio
mas séyiérb y deberá encontrarse algo mas que la histfiria
de los pensamientos aislados - de un profundo publid^,
¿fe un 4sciHór éorrecto'y éliéü^fé , de un. emiiteirte pcie-
99
la. Las opiniones del Sr. Reinóse » en las dos épocas que
dejamos indicadas , han sido unas , fundadas en Jos prin-
cipios mas inconcusos de la filosofía , robustecidos por
las lecciones de la historia y por la autoridad de los mas
ÜQstrcs escritores ; otras « confirmadas por hechos suco-
sitos j por nna espcriencia dolorosa , mostrando ser el
tirmino do la reacción , tanto mas segura cuanto mas len-
ta, que se realiza en el seno de una sociedad tan con-
turbada. En unas y otras, grandes intereses, clases nu-
aerosas , instintos profundos t hábitos arraigados y en-
vejecidos han dado boga y celebridad á unas doctrinas,
Chan adoptado y profesado los hombres mas distinguí-
de la Europa culta.
Hace ya algunos ailos que la narración de los estu-
iasñ del Sr. Reinoso , el atan continuo con que bebía en
lu/oeates de la literatura griega y latina, y el esmero
de fQ locución , tanto prosaica como poética , habría
ofrecido una verdadera singularidad , si se comparaban
eitas circanstancias con las- que nos presentan los hom-*
brts que han hecho su educación literaria en los prime-
fas iftos del presento siglo. En nuestra edad hemos asis-
tido al funeral de una lilwátura y al nacimiento do otra,
foe ni en el fondo- ni en lA esprésion guardan entre ú
■oflha analogia. Este etipeotáculó es por cierto curioso é
iftieresante, ' porque no solo nos presenta nna dirérsidád
marcada eafNla-filosofiá, «&' el lenguaje, y en dplan J
enractarade latobrus, sfaio que hasta de orrersá litakíe-
la so hacen |io;t-hM eAridtosde literatura de como se ha«
nm en el vltiMo tercio del slgto'-atiterior ; de diters£
manara le estudian tambieki"h6y los' prihctMOf y reglas
M arle , y loa modelos que" M ^it>éiieido' él jy^éttinr ^ dua
isBorlalea' autores. Esta diferAttiaUVi cWñioléHliii no pue«<
de menos de .dar jfttertil Ms pórméínorés- qué* eotopren-^
den^eatoa apuniél ,• aeerén de fes esttkdios tiUicos del se^
ier BeiMso> de las doctrináis de «h escuela litérarid»
iae practica como éseritor>y <noetd^ y qtte ' éMefió desde
u citedra como profesor de numanidam't J tlblá Aca-
dmiay en q^tmdMéií Ms «(Aíijiádierw'de étf jut^luA,
m
ÍVi,y4^ oqn Qitoft tAUJla i^rlei^onL: )sL r Qiltabl^cuoieMd del ¡güsit ;
tOiftifc l*,UürtrAc|fi^ ¿Qfi^pítal do; A,pdalu4j(a , y ctt .lá form^-H:
ci^QP 4<^li:|^aiJ[)6tCi^lan,(|UjK.()ii ndo. de.lq^iiutaircj», que«^<
i\^^i]ra ed^id l^n ^riYi^ dQ>mode;lo!&,.l)«,obtcmdoTa^lQrl
riát^^qup 1a,)ba][9i^ fij^guiíd^» ,tQs inge9Í08 mas, ^bresaUien^;
tp?'ijj^^'4fl.q^<^b^l[^.sídí(>,ii;Ql(;brf^dade.iodoiJiw sal^ios por
s]](,miiceí pQéybi;^,. j,jK)r,lA.d^UcAdc;Ea,y.eaco0ÍmíeQto déi
Al mas intimo de suB awgo^ti á .quian amaba. don)
cariño mas (juc de hcnpQuiH^ ^^ 30 bnbia encomendado por*
los depositarios de su última . voluntad , la narración fiel
y ^cab^s^ de una vida tan útil y laboriosa. <Nadio mas á
propósito que aquel ilustre escritor qiie narticipaba de-
tpdQs, si;^f ipens^poiifmtpsri yicqnquieo consijkaba todos sus
pr^yecuís .literarios para darnos á conocer/Ja. historia de
¿Vquellof» y para c^iracteri^nr^el mérito, de áusiobras. Este
tpa^f^Q nada babria. dejad<^ quei desear; y. hubiera sido
^iilfitraió de Alejandro; .Ufazado por. la mano del .grande
Apelésv!Pero después de ;haber. trascurrida jnas de 4oe>
añp^i^e la u^uorrtQ det!Si?»i]^einoso , aUn^ao- ló permite!
el|Í9lo^ji.quQ,el,tiempp.yi \a edad agravan eada dia.yoo»»:
tr^r.svi.es|MriMi parq. cpordinar becbos^iy (recordar ciiH
q)^n^|fgDü9Í9i^.quQ lle^affWltm Q0rpzoü.do!amatgura y.die»r»
S9li9^9Q«.. Up jóvé^, ;tani!^ilp,iü^lkídta.i^i()iii2oi elegante.
^>?¥^í4Í^^JlH PVW4i6^Wlílfirt^o<j /espemri»;.|íieto qaoi.aó>
¥tif9flk 9odi&4ogf7p^.(basift(|al^M,^ .giHtvkOS'ycoidadoa.ip
P9C W^m^fW^AÜ^^ ««t)QA<^ JR^mMaseifen esieicaiidi
^r»iVííW*í»nH?W^^fíl98iíi«rt í^flwr«ftiíl0ÍH')te*4r«raA
tg«#PtfvflB¿Mtft»íflMliñ^^ ,, ftwnUf i su memo^
WiXf!pH^^lV'íW^'i»P SRiíttftirtfvJíí w*rta .do^tó-ijarti*
I 'ntijfl/'.'V HualíaÜ'jdftnu-atirt's' ¡i li'ná íWiTí^sIrn'cÍY
I"en.il(jtt4:ln ViiifáH^nn cl'w^.mliri; Ai^V'hoLV ntlr dó
b'ttilfc. 'píffrón' S ^íis'hljos' nhji iti'p^'iifRV'iíádiiríítii ; '> el
D::FMix'si'¿áT6'<lós'dtf hlñtj fá rárrcrn Av li)'s t'sfildiits, "¡iof
wsfcBws'aísrJítsítitíhos'tftíiJ iípS'di- >ílii'v liíi-'gp aniilii'lh-
W':is)'tDUó'cr'kl,'ldrl'|irlvMlstl<<tl'|>«r'tli'<!llAI>ciniip!iWl-
rtl»VOlvdro.ciak a» L*'cil'c-y«S)iitu!lS'.fli''WrW's|l(,MM
«n «Mi^nilíiUais 'aiftU: ■ílúi'fnii ^iW v'oMMh.l W'KK'
Mcwaia/irií'síioii Hív n..r«riwii'':w'ftAicliiii''Jí
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láUt ^'M .TYiíMáMo Wrnto : p<
SM ; y iiar sU Míid + rímniíM''*'
Hblado Ijdll ciiilsliUn'dél gnstri V'^tmWii ;illMtiK,cíí3
«írimaH» 'S 'Itó dtfii Wlgtifií'MH',itI^ Idf »ViiV)l*»,l
Ik^M'nMBÍltl'ch' áltlicillli AdoW Un 'iliá|;fflliiis MmV,'
nUtbi'i'tlo'tiblllil'II^Jkrilc'Wilial' diln jlárr^" (f lilo l«í
■atores de pura l^itinidad, que i'n.stis iininl'i'Aa atliV.I^^-
Ma jmhísW>h tWi MAiibft/raaMo Am^MWtucnus Vsf eU
KM dcVaillU XVI..EIIMi'tilfAi^a!l'lril(lfás, óUo Á'lw-'
düilniíeliilS'yücM l?n'lá^;hdvaá de'di'^rii'^M <ia<:U péfnii-'
titMitt^ tltH-Hfi'QKiYtVSlWiHíiri^ifé^Klüdlh, <^ie linciljí'sm'
MiloíTila'i JUiJcandH '«Ifl* rfbrío J sóljí; oSíe és(ud¡<j'
á'^le bfa^aof^ii tin 'f^tlb n^tíciitfl , iíjiib seVvl.i,,'s1n'
eiíWfíii'.'a* pttJjiW tirtiipo twrí drt^hlWuW'i: pílte'iiltá|-''
no t^alo, pora formarlo Srtci*!iíViirti{'htp'.' nBráreytStíirfí-"
hy nníjoriirld : l« (liifla hiAUIadn de ,M¿uHW dr iís 'Muí-,
GicTOí deiHiíVfHlilad.'^bnUil); 'A1lki't*t.iífi"0íjM'
■rii RoMíli y I>¡ Jínf'MaflnBlkiiHÍ. í'ai^irflcC ílfr
oltoilmes adí^ahthdóS'í'n' lA chrVira'dc tas l^fras Utíiirá^''
MsVfbiiio I).' Matoél MaKii lih'ArJoiiá. Víia atóslalríiÜ'-
Üma y »irtP(*F« '; uftis' fnlsniHa ñii'liuaj'íoiii'a , j lii 'a^ut-nl-'
dadilelrntn ípteA'rtisi tfidoS dhtinfebiii', dattá riia^ í/iHi""
i*« t «IBWIi»»'; y liíkiá- líiisi ««MlyípHfíMisáS lis
plitKM dü «l«i('j»Wn*, *>K(«»i)i HWÍl'ÍlWAl''t4i4"tifS'
102
diente de la sabiduría y de la gloria literaria. Áqnl se iMh ■
liaban concentrados todos los goces del joven neinosot ■
despnes de cumplir con nn religioso respeto las obliga* i
clones de su estado, y de atender con particular prae- i
rencia á los estudios que debian servirle como de prepa^ ^
ración para el santo ministerio á que aspiraba. Gomo al ^
cidtivo de las letras humanas , que tanto recrean y do-* i,
minan la imaginación lozana de los jóvenes, y la coma- |
nicaciop y comercio literario que lo ejstrecfaiaban con sos ^
amigos y compañeros de estudios » formaban todos su |
Iilacores y sus únicas delicias , corrían sus dias tranqQH |.
os y serenos , desarrollándose su imaginación al mis- |
mo tiempo que su gusto literario » formándose su ra* |
zon exenta de la tiranía de las pasiones perniciosas^ ^
contrayendo los hábitos de las costumbres inocentii y .
puras , que son propias del estado eclesiástico ; y fomeo- ]
tando dentro de su corazón un amor instintivo á la be- ,
lleza moral y á los placeres intelectuales , que constituían :
el principio de su delicado ffusto , de la fuerza superior o
de su razón , y^ de la severioad de costumbres que man <
ttivo toda su vida. .'
Para dar una idea detallada de la educación literaria .
del Sr. Reinoso, y de la dirección y sistema que -siguió
en sus estudios, asi como de la parto tan principal que
tuvo en el restablecimiento del buen gusto en Sevilla, ,,
nos detendremos algún tanto á trazar, aunque ligeramen*
te, el cuadro auo presentaba aquella opulenta ciudad, ,
cuando á fines del siglo XVIII so realizaba en ella la re- ,
novación de los buenos estudios. ;
. La Academia de buenat letras establecida en esta ciU"* !
dad, y consagrada principalmente á investigaciones re- ,
lativas á las antigüedades de nuestro pais, tuvo escaso 6
ningún influjo en la restauración literaria do esta época.
Mayor lo tuvieron las tertulias del Asistente D.Pablo Ola-
vide , y del célebre P. tiil de los clérigos menores; pero
no pasaron estas de dar un impulso aislado á la propaga-
ción de las letras, que no obtuvo resultados positivos, y
g^W^nppoiih tampoco obtenerlos en la mejora áb U Uí¡^
103
«toa hispalense : porqoo en la del segundo, solo se dis-
nisba sobre puntos históricos y materias científicas y de
fudicion , mas por complacer la vanidad de los concur-
eües t 7 tener ocasión de admirar algunos la singular
NBoria del espresado padre, que por proponerse un fin
Isvadoy trascendental. Este era el que animaba á los con-
vrentes á la tertulia de Olayide , á la que asistían los
onhres mas doctos de Soyilla , contándose entre ellos el
mire loyellanos, á la sazón ministro de aquella Audien-
ia¡ pero los esfuerzos de estos para corregir el teatro,
■a era su primor objeto, no produjeron grandes resul-
lios ; pues aquel carecía de genio , y su gusto no era
mj seguro , como puede conocerse por su traducción
lakFeJra de Racine; y el Delincuente honrado ^ ^ue es-
aihi6 en aquella ciudad Joye^lanos no tuyo un éxito ca-
Pr de desarmar á los críticos c^ue ridiculizaban las obras
toen gusto. La caida estrepitosa de Olayide aterró á
míos participaban de sus iueas en todos los géneros, y
I cansa ae la reforma literaria pareció perdida para siem-
re; pero quedaron sin embargo algunas reliquias , mas
ien en la {Murte de erudición y filosofía que en la de ora-
Sfia y poética, y mucho menos en la filosofía do estas
ríes , desconocida absolutamente por entonces en Se-
üla.
Poco tiempo después fundaron en la misma ciudad
ma academia D. Manuel María de Arjona y D. Justino
latuto y Gayiria. De estos dos jóvenes, dice un sabio es-
¡ritor qiue los conocía muy á fondo , y que se hallaba en
1 caso de poder apreciar exactamente su respectivo mé-
ilo, cqnecl primero era hombre de cstraordinario talento
I quien eran familiares todas las formas de buena poesía,
r que se hallaba dotado de inteligencia y facilidad para
os estudios de humanidades y de erudición ; » y del se-
sudo que «sobresalía mas cu los conociniieiifos de his^
oría literaria , y de los escritores del ^iglo XYI.» Estos
nerón los fundadores de la Academia , á que so dio el
ipmbre de Horacioíia , porque su objeto se dirigía á in-
arpretar 2 esplicar el arle poética de iforacio i ^ a\ anSir
103
diente de la sabidnria y de la gloria literiuria. A^ se har-
Uaban concentrados todos los goces del joven Reinoso»
después de cumplir con un religioso respeto las obliga-
ciones de su estado , y de atender con particular preie*
rencia á los estudios que debian servirle como de prepa-
ración para el santo ministerio á que aspiraba. Gomo al
cultiyo de las letras humanas , que tanto recrean y do-
minan la imaginación lozana de los jóvenes, y la comur-
nicaciop y comercio literario aue lo estrechaban con sni
amigos y copipafieros de estudios , formaban todos soa
{ilaceres y sus únicas delicias , corrían sus dias tranqot^
os y seriónos , desarrollándose su imaginación al mis-^
mo tiempo que su gusto literario , formándose su ra-t
zon exenta de la tiranía de las pasiones perniciosaii
contrayendo los hábitos de las costumbres inocente j
puras 9 que son propias del estado eclesiástico ; y fomen-
tando dentro de su corazón un amor instintivo á la be-
lleza moral y á los placeres intelectuales, que constitiñaa
el principio de su delicado ffusto , de la fuerza superior
de su razón j y de la severidad de costumbres que man •
tuvo toda su vida.
Para dar una idea detallada de la educación literaria
del Sr. Reinóse, y de la dirección y sistema que -siguió
en sus estudios, asi como de la parte tan principal que
tuvo en el restablecimiento del buen gusto en SeviUay
nos detendremos algún tanto á trazar, aunque ligeramen^
te, el cuadro aue presentaba aquella opulenta ciudad»
cuando á fines del siglp XYIII se realizaba en ella la r^«
novación de los buenos estudios.
. La Academia de buenas letras establecida en esta ciu-
dad, y consagrada principalmente á investigaciones re-
lativas á las antigüedades de nuestro pais , tuvo escaso ó
ningún influjo en la restauración literaria de esta época.
Mayor lo tuvieron las tertulias del Asistente D.Pablo 01a-
vide , y del célebre P. Gil de los clérigos menores; pcw>
no pasaron estas de dar un impulso aislado á la propaga-
ción de las letras, que no obtuvo resultados positivos, y
gj^ijg j^dia. tamypoco obtenerlos en la n^^^ db la ÜIIb^
loa
ratora hispalense: porjpie en la del segundo, solo se
(MiUlMk sobre pontos históricos y msterias científicas y de
aradidon » mas por complacer la vanidad de los concur-
reotes » y tener ocasión de admirar algunos la singular
mesBoria del espresado padre, que por proponerse un fin
defsdoy trascendental. Este era el que animaba á los con-*
correntes á la tertulia de Olavide , á la que asistían los
hombres mas doctos de Sevilla , contándose entre ellos el
¡lustre loyellanos, á la sazón ministro de aquella Audien-
cia; paro los esfuerzos de estos nara corregir el teatro,
que ora sa primer objeto, no proaujeron grandes resul-
tados ; paes aquel carecía do genio, y su gusto no era
mnt se^^ro « como puede conocerse por su traducción
AslaFtcfra de Bacine; y el Delincuente honrado ^ que es*
caribióen aquella ciudad Jove^bnos no tuvo un éxito ca-
fr da desarmar á los críticos c^ue ridiculizaban las obras
buen gusto. La caida estrepitosa de Olavide atorró á
cuantos participaban do sus iaoas en todos los géneros, y
h cansa ae la reforma literaria pareció perdida para siem-
pre; pero quedaron sin embargo algunas reliquias, mas
Lien en la parte de erudición y filosofía aue en la do ora-
toria y poética , y mucho menos eo la filosofía de estas
artes , aesconocida absolutamento por entonces en Se-
▼iUa.
Poco tiempo después fundaron en la nüsma ciudad
una academia D. Manuel Maria de Arjona y D. Justino
Matuto y Gaviria. De estos dos jóvenes, dice un sabio es-
critor que los conocía muy á tondo , y que se hallaba en
el caso do poder apreciar exactameuto su respectivo mé-
rito, tqueei primero era hombro de estraordinarió talento
á quien eran familiares todqs las formas de buena poesfa,
Ír que se hallaba dotado de inteligeocia y facilidad para
os estudios do humanidades y de erudición p) y del se-
gando que «sobresalía mas en los conociinierífos de his^
toria literaria , y do los escritores del piglo XVf .» Estos
fueron los fundadores do la Academia , á que so dió el
nombre de Soracia»ia , porque su objeto se dirigía ií iií*
terpretar ^esplicar ei arte ppética de Ijoracio i \ .^V anSir
li^ís ^e lof 'j^od'eVóis jiw ños 'ha .dejado aotiéfitAtetib *p&á^ <
tai I^cro iiñ» ci^^ aislada y^ p^miA, éíVqinJl**'!
3ue la ¿aci^n n(^ sié eleyál»ah a los.p^ ñlóMñtú^'
e ia literatura V tib pódia tener lUflüjó eil Tá 'éstirpácíMi
¿¿í mal '"--^'■'- '^- '*^^ -^^•^--"•^■-^-^- '-^ ^^-J^
Por
contrá^lps AóraótWo^ empléáíjan la iiirba'd^ sü^ \(iú(féití^^
teíady^-^V^^^^ .' '" "; ';■ ''^' ' '^ "'^ ■••>-'!
'l,'Doii.íeuk %^ tiéihoso'/amáütc áiétítetc'*&e'lA^ lé*^'
tras y^de la Wform estadios» tfábik'tbtñadó'ütllt'
¿arte. n^úy activa ^e^ los irabajós 'de la* Aeádémia'de Biiél^^
neis í^fras y Ae ía'ÉofaciQm.. Ya hemb^ iio:tádo lífe 'ét^^
caspsi^esuitfdps dé éstos, qiié tampoco Íiabt'at\']iródt^itl'
do celebridad y "^Wía para síus fundadores '6 ][)rt)trftlVé^
dor^s.. Pero como alguno^ jóvenes de inn^ldn* taíéntó;, del
profunda inistruccion , y do celo ardiente jiót la feitM^
ración del gü^to, entre los cuales era contado/ littiésUlQf
D. Feíix , hubiesen observado y estudiado los deféictdrf
de que adjblecierón aquellas sociedades Iiterái*¡ás^, prbyéiM
táron corregirlos, aprovechándose dé la é$^clr¡en(:Sá ijüe
habia^ adquirido en los pnsayós anteriores', y ct^eatoñ'M
Acádtmia particular de letras humanas , qxiií 'i pidióos áflól
{logó; á tener nombradia y fama , y que njó los caracfélfM
y el gus(<^.¿c' la verdadera escuela Sevillana. Establecida
aqucTia ép 1793, fue el Sr. Rcirioso su primei* pr^^
sident'é, ^ como la persona que primero hapia concebí*
do el ,pénsámiento de su erección, y uno de los mié
coa mas celo y a/an hábian trabajadfo para realiüarW.
^Tómbradó desnucs secretario perpetuo^ fue sicmp^
mientras, duró la academia el resorte principal y el aí*-
má de ellai t^ara dar una idea acabada de su historia,
de las tareas en que se ocupaban sus acad^miéos, do
los progresos de la misma y de sus adelantos, asi cen
mo del plan de sus trabajos , y de los principios y me-
dios coa que el Sr. Bcinoso completó y perfeccionó
su gusto esquisito y su educación literaria, trastírf-
Iflremoa a cóntinúacibu '16 que dice acerca ^é ésta
1061
• ' ü^n «i|s-|^'ÍDqiploi se compuso oasl eftclusiva/Dfien tq ik ■ .
CQDiaptoO'9ii">tool¿KÍds asi no.os td«. eslrafiar que.culi:^;^
iMipriaierdb diáerladonoft ^ue Be Uy«roii. ant ella , hmUori. 1
M dfTiuMi ffeláiivMi¿ • Ul JiisUNria:.6Ql0&iá^iqa . Xiuóbicn. pfi ,,
incluyó bajo el titulo do Letras Humanas , A lo raenog.poii7 ,
ligoái tiempov'la**ffeo^|'itfía. Y .la •hUtoriar.iiy.awi Quire las
esplicaoioneB fcáiíéiiiioagy.ác ^ue.JiablAfomoi después» ,
w 001116' 4al- jiros la geografía antigua. Pero estas aborrarr^i
cienes ddl 'espititu' y car4cier de una academia de UUA14-, ,
nkMea , feídoittas <oe (que durarou poce, .contribuMiA 4 i
•UMoiar 'el •caudelide» erudición » .que iau noceaario C9,
|»a «1 ' poeta y ti orador : "y siempvo. la oratoria y. . 1() ,
jnksia fleinirároii'oomo el -objeto priacipaL de 3U.ius-,.
INBIo j ■ I ' • 1 : 1 1 f I ' I *' I 1 ' ■ I ■
• I »
» La riqueza de conocimicntoa que ppseiaa loa primfiT|
laS' aoadéiaaiooa eonsiqtia: í.^ en una flOBajideta ioteligen--
eüde la lenffttHf latina'^ de sus esoritores clásicos; y.aua,
hubo individuos que^iguieron corrosnondcncia. cpistoligr.
sn este > idioma, digna de ponerse aliado. 4e las de Yivea
yMur^tid: 2.^ los principios de £dl<(rica>4eQuinliUauQ»
eifilicadoS'.porel V. Colonia: &.v los principios doPo6Lica
dcLuzan, que, como es notorioi eoiuautóá Aristóteles, y A
Uoraclo¿'4.^la lectura doGranada^ León* Herrera y de-
teas cUsieosdol siglo XYI, ya bastante conocidos por Iau
ediciones nuevas que do elfos se hicicroa en el rcinadp
de Garlos IH por el Parnaso ospaiiol do Sedaño, y por U
odkion, mejor entendida que la de esto úUiuio literato,
:uc cstoba publicando á la ssKon D^ Uamon Fcrnauílczi
1.^ la . lectura di^l primor tomo de las Poeíias de Melcn*:
■4er, en las cuales descubrieron los j^Wenes académicos
los centell&s del genio aue niiimárn ú los Horacios, Tíbu^
bsy Herreras: 0.^ y último, un estudio profundo y uo
interrumpido del idioma patrio. Este se debió al celo del
<■'«..
I » ■ ■ » I —^-
• 1: . . 'i •■ ■ . . • y' •
'^(4) -blíAWiFíb'^M. ¿ '"• '' '•' 'í' 'íHíi'nn.iM ..i,-,.
106'
iecr6tario perpetua de la Academia, que no oea6 de*' iiitpi«
rar á los demás la necesidad de conocer bien el ibisinh-
mento de que se valen la elocuencia y la poéifa para pro-
ducir sus efectos. Eran bien conocidos loa mejores poe-
tas italianos. Con este caudal comenzó la Academia: sus
adquisiciones posteriores son debidas áeitoi prin-
cipios.
»La compoúcion de este cuerpo fué muy sencilla y
exenta de toda presunción. Un secretario perpetuo, que
filé siempi^e el alma dé la Academia, y un presidente y
un censor anuales, nombrados por todos los individuos,
fueMú sus únicas líiagistraturas. El destino de censor
se suprimió, cuando creciendo escesiyamente el número
de obras presentadas, no se creyó oportuno gravar á un
solo individuo con el trabajo de ' censurarlas todas.' La
censura de cada obra se Jüo por comisión al académica
que nombraba el presidente.
» La lectura de las obras que se presentaban á la Aca-
demia, la desús censuras, y las discusiones permitidas
entre el autor y el censor, llenaban parte de las sesiones,
que eran dos por semana, de á hora cada una. Otra parte
se ocupaba en la esplicacion de la retórica y de la poética
Íen la lectura, con observaciones, de obras clásicas. Hn-
o también certámenes y premios.
» Detengámonos un poco en esta primera edad de la
academia, y reconoceremos el buen instinto que desde el
principio la guió. Nunca se miró en ello como una obli-
gación de sus individuos hacer composiciones poéticas;
presentábanlas los que querían, y si no nos engaña nues-
tra memoria, en los primeros años sato fueron dos: uno
de ellos don José Roldan, cura después de san Marcos de
Jerez , y últimamente de san Andrés de Serilla , robado
antes de tiempo por la muerte á las letras, á los estudios
eclesiásticos en que sobresalió, á la amistad y á la virtud.
Solo eran obligatorios los discursos y disertaciones en
prosa sobre asuntos de humanidades, que se fijaron en el
número de dos al año para cada individuo.
jfEsla economía era escelente y amuicjlaba ya fi reco-
107
aociimeiito ée nn gran prineipio; á saber , ^e pora^ $er
foeta no u iufi€i$nt9 W Imen guito iin el gemo; principio
qne arrojaba del Parnaso la turba petulante de loa cople-
ros, que careciendo por lo común de ambas cualidades,
M metían i yersificar. Reconocióse, pues , que no debía
exigirse el genio i quien no lo hubiese recibido de la na*
taraleía: reconocióse también que el estudio no podía
darlo , y se miró como objeto primario de la Acaaemia
propagar las nociones del buen gusto; porque estas no-
ciones inipiden los estrayios del genio poético en los que
k> tienen« y al que no enseñan á juzgar sanamente de las
producciones ajenas : cosa necesaria á todo hombre que
pertenezca á la sociedad culta , principalmente en las car-
Wis literarias. Por otra parte, nadie está obligado á ha-
cer Tersos; pero todos los que poseen cierto grado de cul*
tan , deben escribir con puresa , corrección y lógica ; y
para acostumbrar á esto á Itís académicos , eran muy a
vopósito los discursos y disertaciones sobre materias de
literatura*
»Los que conocen el íntimo enlace que tiene el arte de
pensar con el de espresar convenientemente los pensa-
mientos, se conyencerán de la utilidad de aquellos traba*
jos, en los cuales se aprendía prácticamente á coordinar
las ideas, y á describirlas en un lenguaje correcto, do
modo que produjesen el mejor efecto posible. Perfeccio-
nábase en gran manera esta instrucción por medio de la
censura, que siempre fué severa, pero acre, ni una sola
Tez: sea dicho en elogio de aquel cuerpo, donde nunca se
conoció ni la mosquina rivalidad, ni la presunción ambi-
ciosa, ni el deseo de la celebridad propia á costado la hu-
millación ajena. La única pasión dominante en todos sus
individuos era la de propagar el buen gusto y los verda-
deros principios literarios.
V A esto contribuían principalmente las esplicacione*
hechas por individuos de nombramiento acaaémico. Un
curso era de los principios de la oratoria, para cuyo tes-
to se tomó Quintiliano, y otro de poética. GomplQ\&b%A%
esta iaetTMCiM coa eiesHiáio j 4náU8Íe it loi fikO^M^
Bi¿n' B& "diábtttathbitétí pbf tá*Ac«í!didtñi{il SeWiar deiHpii^^im»
la-áttAíiáifála 'eittdentfe^rtrtradé'ftoííili: ' '' '^ » *" '»'»l' ^^-^''^
la"<cf¿n'¿iá'^dii' W btfdát^dttAé», '(5dtreftáo§'cAiwha'»disd«ii
dbtidjp tel'gptfitó^sé ftállálMitíM'j^emi^tdói'vetiidtos^ima
»afr Áe t&nt^s^táMílbiH áifét0ilntfrt^,*habi€8eft,^in<>m^
Kia ^üef MribttébJ'áK^^'düb b¿eco^'de8«bsMitiado<feoq
cdldal'éfúarj^Má: Eéi i^
iiHaf€fÉ' ítté^k^iáon ptdgfefáOb ()üe hizo' eniMadrid MÍW4
na Ktei>átttr&('étilk últUnhide^&a ld«l^trIo!KVBI.'»io)TMj
' 'x'LWadihíiJdidbii d^'tmetbn IddiriduM, qnK^kabiaiiüiM
lldó yh dkiftielkiíéf déf etif SÉirtéü úé la^ universidad;' 7' qM
pertetf«eian ' á diféf étttes pirofMf oneg HttirafriBiv ' ^MmenUi^
el ettttdal de* idéaft 'y ^¿Mtíiuiiáitoá' de la Acddenkia 7 |Hif^
fkcfénó iDB <tttié' ^a jp^eia. 'Ew^etaro» á éstbcHalrffé íeti' isHfi
los caracteres de la poesia indesa, cuyo idioma 'líabiáü
atgiáaoa acadéiriibosV ^'lósf'd&iáUtaliaiM'r^tttvq' térfarino
de oompat* ácibülHéiliriáV t' "Bé t)tioftltidÍ2óIináB en la > cien^
ciuldd las'htíttiiiniid^d^s.' Al 'fin fueren eonocidM ylisidáf
kis>'¿fbrdi8r de Btíiitéfalt^De'1ai'Mta$ árteiíi^téacidü$''úufi
dismó tíríneipiti; ladel' Pi' André 'BÓbMusf helloij cítrbs esJ
critos nloisiófícób áeef daf de la Eteictiencia yla Poest^. >E^
toneles eiiipez6,"ip^d«c}rto aM;* lésisgundái edad>di0Í4fl
Acadetniáv potíifac'ttt' ''no y^ian' ¿üs individuos qnei^^er»
snfii^ettte '¿^ttyceríibs'prleeeto^ ái^o 'se Heg»^
ba á loB principiK)^ btt 'qiie eistaban' f andadas ; ' V' cenno > to
hififforia' prestaba én gifatipárCelós ntatieríalesdeesteniM^
▼O' eítttdio',' «e dedicara' á' ella con afdbr'."' i." •»• • ''Hííh
' ' if>De eM ptó^tcüúíÁviy noraide qtile hbbd'enMglmddeí
de contemplar las bellas letra», rem)lt¿'c|n^-sé«ig^effaao'>á>
íog'dós enwor de bmóWa' y 'poética' ((üé^e basten sncc-
diüa con^lÍBintenié^té desde Ta ehetím Akí Ik Acadetiívra^'
otro de pfineipi^s^igknérdles'iet 'lrt4én'^u$to, cW-el cxtíA'W
espfieieil)an (bí ^atáetdres* dió' la bel4ét;a/d(^l gtnidrde^lrt
ina
Jm difeféntaia» tod rospécid di (^usto do lai'divorsas nfi<ui
áanhSf ftoéaiÁázá por la dlrorsitlad de sus ideas habi-
tuales y 4e sos sentimientos caracicríslicos; del estilo, do
sos diversas elosos, y del leugaaje, cuya disliiioioiidolcs*
lik> so llegó á apurar on la academia mas lilosóíicaineiv*-*
te que h|ij«moe. visto eb uinguu- oicritor do humaui-^
dades*- -I 11.
' »'Bsla ooleocioo (la de las mejores conipqsidioncsquo
eiialÍMi ' ' oa el archivo.) prpdujo escelonto efecto ei^lai
clase ilustrada do la sociedad; porque fué la> primera«l
desde el siglo -dé .Rioja, eQ.quese haoia observada el to-
no de la buena poesia.
» Esceptuadas algunas anacreónticas , una elegía á la
saerle de Fomer, que acaeció por entonces, y una epís-
tola, las composiciones pertenecían al género lírico grave
iSFsro. Muchos do los asuntos eran religiosos, corrospon-
dnnles &la nrofesion de sus autores, y al carácter (¡ue
tuvo la Acaaemia desde su creación ; algunos literarios;
oíros filosóficos.
ttPoro concediendo ano fal^o en las' composiciones de
aquella ooleccion la maaurez de una razón perfeccionada,
no se puede negar que se encuentran en ellas las formas
propiae del artet armonia sostenida, escogimiento de pan
labras, pensamientos bien elegidos, aunque no fuesen muy
originales, y preisentados bajó la forma de imágenes; era
todojo que so^odia exigiry y mu de lo que se podia esr
perap, de udos jóvenes que ,se hablan, formado á si misn^o^
y que comeniaban entoncesba>canrera« Estaban en el buen
eani»noM^tt>'era loesenqiali:!^ perfección debifl> sei^obni
dei tiempo. '■'<!"'''' ■ ■ .¡..iii'i' . . •:
' vHiiOBe ma t erdadera.i!flEyolu'(lion en al gusto y cñ; las
ideas de la sociedad culta de Sevilla acerca de .ks ibeUkis
kttaSi'Loáique' las cültitabán . aceptasoñ el sisteióhi«quo
lesipri^settiéfdá^Aoademia. Los-quesentian.en su pacto la
HáoMf^áepivafaanrat lauro deU pdosia, imitaroniei^lonOfLja
armonía y* «l-.f^iro de lasdelacoleocion^ Ai<lóstfidieAk>s
TÍUaddoos(T)iá¡ las detestables' décimas .subeilienDniccuaftfr
^fmitiiinMiúíif^ se oaatiíbK^,^.6^^\^^
qne'si3t''i'sicnit)rc el recuerdo mas agradable 'de' los qoe
' gozar¿Ti de ella Él tiempo 'que atraparte de la j^yenUid
- einpléa gó'néralmente en satisfacer pasiones nocifais 6> v%-
*'imrá\&É\ 6 éfnando mejoi*v en etitrctenimientospelighi-
'^ sos , sfQ'distyibaia por los académicos en el cnmpuinieiilo
*'élacto'dé^ ^s deberes; en el estudio'^ en la pcrfeceion
' de ispa^ñieligéncfá , en la propagación de las buenas idttlis
*' literarias J w losconocimientos que^poseian^-y en «cbI-
üyaf el sentimiento isagrádo de* la amistad, >nunbá'i»fts
' fií^nofé' que cuando se ^poya eu la oorreispoiidenéia oSmlj^-
*/fica^;Re5pil'abán , pofrdeoirlcí asi ; en laatm^feral^deila
*' hélleitl iaéüly que conocían po^ los- módelps- que ptiecil-
l^b¿ri'yépl*óducir'en sus cantos: y asi sqs $eiisa€¡<Míes
teórálésTeran dulces y severas al mismo tiempo :^ y. sas
ideas religioiÉis participaban de aquella poegia sublime,
que há descrito aespues Gfaáteatibnand, y que ellos mis^
mos sentían , como lo prueba el gi^an vmñero de compo-
sicioiies sagradas que escribieron. Séanos lícito hacer
pendón de nuestro amigo D. Francisco Nuñex , yaidi-
' fu^to,, en quien España 'üubíefA'^ tenido el Pindaro del
" (jristrani'stno , si su genio sublimé' y v^etai^nte hubieíe
!»odidó sujeitarse al fastidioso'^' pero iiect^saHoy trabajo de
á' corteccipn. ■^'- •»• ■•;• ■" '>• • •". '■•' ■ •^:-;
' i> No habia $e.creto ¿(Igunó entre loto 'aoadémibos 9- j
' ésto: ¿ta tan asi, quélos^aspirantes á tttf^nfiísmo ^emio
' en los déVtáihpnes soliálifif'ttWunicarsé^^AosiCoq^
Íauti ih^icai* algühaá coH'écdQn^^'f^pcMaáléSicfaíieUm-
ajo'do^^ adveiisáíío? No^'stíébridcfaíl pDÍMidos ; laí»divoír-
Sbnc^á'en alfftinas ojfiniibn^ j^tiéiriar^ riO'd^strdialfpor
écirlo asi', la tnridáHífle éreSádá litéi^áí^; Consultábanse
^'tiilbis k'om»4h'^xíí'^Uf^^\^^^ ti^abájtiNiJen
; 'iéll^s cóniío si fttfeb'éVsdíyá^ ^f^riás' N«K%ftbia sentimiento
de alaria individual \ ésfáise j^l^OtSur^-s^emípre refundir
etíTa de l!si Afeádémiá /^ todoá' lynlitnfVá^io^ánterés coiao
' el mismo áutoi^ én que §a <:^étofkosicí(i^ ^firese Iftimas per-
fecta t)osible. ' ■»' 'f'- • ^ "•■ 'y ^b iir :. ' ».,' .
^fLos />riucipios mordéjf^y 4^igioso!$(^^lqs aoailéiHi-
1<8
c(M , los preserviban de toda calnmoia : la superioridad
de tu inteligencia llegó á ser generalmente reconocida'»
y dominaron la sociedad lilcraria. £1 coW^rúmo ácai^i
porque si tal vez aparecía alguna composición de su cor
secha, ó era recibida con silbidos , ó condenada al des-
f precio y al olvido. Los individuos mas sobresalientes de
a Academia 9 eran mirados con grande aprecio; y Gap-p
manjr, que ya tenia un nombre célebre en la literatural
DO se desdeñó en un viaje que hizo á Sevilla por estos
tiempos, de asistir á sus sesiones.
»Llcgó en fin la época mas brillante de la Academia.
Trasladada al colegio mayor de Santa Maria de Jesús de
Sevilla» participaba en cierta manera del carácter pu-
blico de este cuerpo , y pudo celebrar sesiones á que se
coüvidaban los sugetos de la ciudad que mas se distín-
gQiaaeu la literatura, para la adjudicación de los pre-^
míos en sus certámenes. Ya las empresas eran mas ar-
duas, j se desempcAaban con mas acierto. Pero enton-
ces empezó á conocerse el mal de que estaba amenazada
vqae acabó conella. Acaso su mismo mérito fue la causa
de su ruina.
»La mayor parte de los académicos que fundaron
jsste cuerpo y lo llevaron al grado de esplendor que tuvo
últimamente , eran jóvenes que con el tiempo habrían de
teaer obligaciones domésticas ó públicas que desempc-
fiar. Este tiempo llegó sin haberse previsto ; porque en
la época del fervor nada se veía sino el obuUo principal
del establecimiento. Algunos académicos salieron acomo-
dados para fuera de Sevilla : otros lo fueron en esta ciu-
dad » j casi todos los que formaban , por decirlo asi, el
núcleo principal, contrajeron obligaciones harto severas
é importantes para que tuescn compatibles con la conti-
nuación de las tarcas anteriores , y mucho nienos con la
solicitud continua y casi esclusiva por la prosperidad
del cuerpo.
» Murió: pero murió como cae la flor, dejando el fru-
to que le sobrevive. Cesaron las sesiones académicas;
pero el miamo espíritu que habla animado a sus indivi-
ití&áipiiñó k todas pactes , á donde la suerte t 1m reyo»
lUdonés del siffio los arrojaron. En ninguna fortúM, eú
níngil^ná situación social abjuraron el culto de las musasi
que bál>{a sido la deliciosa ocupación de su juventud....»
......Cuando por el plan de estudios de 1807 se iú-*
Irodujo en las universidades el estudio de lar retórica y
bMlas letras » sirvieron sucesivamente esta cátedra én H
de Sevilla dos miembros de la Academia de letta's-fatrfafa^
ñas. Parece que el hado de esta corporación Ha sido aun
después de muerta propagar los principiors del húétí gus-
tó durafite la \ida de sus individuos , (}tl(iháT)r d^aáé
eSpBi'cidá's sus doctrinas por medio de la criseftanza ; 'if^
pbbll¿a,'yá privada, en Andalucía , en la corte, ^fhi
pf^óViú'cias del Norte, en Francia, y hasta cñ 'lartlstttt
In^iétéi'ra.' Tan portentosos son los efectos del éiKihdaftM
mb juvenil cuando está dirigido por un senfimientc^tiífi
yittaoso como el amor de las ciencias' y déla' clvitiieá-^
don. ^ .
»líi queremos atribuir solamente á ellbs los ddelan;^
tamienlos que se han hecho en la ciencia <le las' híuMánf-^
dadés. No: ías obras de btros literatos insignes, t délas
corporaciones sabias de la capital, han conlríbnido p(^
derosamente á perfeccionar estos' estudios. iVñrd' nadie
apilará á la Academia de letras humanas de Sevilla la
ffloriá de haber cultivado un terreno donde era tbajorlit
malezáí, con menos recursos y cóñ igual trúibM
¿a historia de los trabajos , estudios y progt-esos de
esta Academia, comprende la del sefior Beiboso' en ttf
juvontúd ; por eso nos heinos detenido en eUaV y Aos ha'
páfecidoconveniente , v que no desagrüidará' á nue^ti'o^
lectores tomarla de un ilustre escritor, que era tino dé
los fundadores de aquella sociedad literaria , y qtfe tahtá
parte tuvo en sus tareas y adelantamientos. Pero lasum^
modestia .d^ aqael sabio al trazar el cuadro dé las vicisi-
tpdcs'de la Academia sevillana, y. de la importante coope*
lición que prestaron sus individuos, apenas le permite
hablar dé su pérsoiiá \ ni apenas hace íúebcioñddíd jparte»
m
tan pfituAfÚ que. taVd ^m aquella (gloriosa emjpf esa nae^
tro Reinoso. l>eciinM florioBa ) porque obturo un éxito
feliz el noble pi^|)6sito < ¿e la roforma litereiri¿(, porque
realizó on Sevilla la Mstauraci^m 4el buen gnMo, y por
que destrajó los restos que aun se abitaban del ignorante
é insulso rop/crttmo. Cábalntente aquellos dos hombrea
{oeroa loa que trabajaron' en esta obra con ni:is constante
eelo, y con mas ptx)yeclios()S rosuüados , tanto pnr sus
obres/ ya en verso Ja fn ¡wosa , como por las buenas so-
millas que esparcieron, y riuiioespnree todavía por nne-
dio de la enscfianatá. Pero"\Uieuao el señor neinoso,
cuando se estendió el escrito , dri que hemos trasladado
los mas importantes- párrafos, creerla sin duda su autor
forun sentimiento de delicadeza, de que ya escasean los
(jcnplos en larepúblira di* la$< letras; que los elop^ios,
ninqoe justos y merecidos Iributndos á un compañero de
ntadios, y aí amigo quemni tiernahiente amaba; podinn
coBsidefarse -como propios; y lastimar en cierto modo la
Bodestia. verdadera 'dé' ambosV' Por lo mismo debemos
tAadir á la quete^tta de lo^ lafitoriores fraji^mentos, que
tdcmas de liílfcWr' Hdo el seilor Reinoso el primero que
tencibió el petl^amientb de la ereCvíOn doia Academia,
y el que mas se t^mpeñó en ren)i/at1o, tn'ibajó constante^
meite y ct>n singular celo'y .bbin*iosidad incansable eo
hs tareas propias de aqacrcú(''jr{jfó. En él Iej6 prah nú-
mero de discursos, y no poK'í^' chtií posiciones poéticas;
alg:nnas de las' cuales tuVieron Tugar en la CofécaOfi[ dé
foerías eféogidas , de que' pHblicó la Acadiifuii^i el to^no
primero pat*ic ébntestíir digtíhífíenle á las dletracciohesi dcí
»M a-dvcrsarios: también hemos loido varias en el Cóireo
titerario de Sevilfn , que daba.á In2'j)'or aquel tiempo «1
académico 1). Justino Matutea tlavrria. ' ' '
Éntrelos tlrabajos que. en la Acatti^ihta descmpeflió el
seftor Relnoso ,' fñifareinós siempre coAio los mas útiles,
y trascendentales: 1." la cíJpIíciiHort' qué hizo Varias te**
cé^ de todas \ái partes'de uu Vnrso completo de huma-
nidades. Para éslcl se. creyó obligado á tuicdjtár profun*^
116
acompafi^ndo á este estudio el enánaen y an&li^s de loa
modelos : asi iba acopiando matefialesf preciosos , y pre-?
parándose con un trabdjo impipbo y asiduo para ias o^
plicacionessubsiguíenU's/y para up curso de litoralura
de que ya entonces trazaba los primeros rasgos. 2.^ m^
ber inculcado en varios discursos y en conferencias verr
bales la necesidad de conocer y estudiar á fondo y consr
taptemcnte el idioma patrio , como instrumento que se
emplea en las obras literarias , y que deben manejar. con
superior inteligencia y coii; desembarazo los pradpres y
poetas. Este estudio, era el primer paso para llegar pqr
medio de la atenta lectura de nuestros buenos poetas,. y
prosistas á la mejora y perfección del estilo poético. Pe
este gusto por la buena elocución poética, participaban
todos, los literatos sevillaiios; y asi es , que el objeto de
la Academia fue resucitar la antigua escuela de los Her-r
reras, Iliojas y Jáurcguis , de la que tomó su carácter,
especial y su tipo pripcipal. Aunque estudiasen otros
poetas como Garcilaso, los Arg^eUsolas, Lcon, y defnasir
preferían aquellos porque juzgaban qu^ su elocución fink
mas correcta , mas severa, y. sobre, todo mas.lírica. Pufii^
esta afición especial, á la buena elocución poética, dij^
ocasión á muchas conversaciones y conferencias., en tr^
los literatos sevillanos. El, señor Keinoso, en quien pi^-f
diau compararse el sentimiento del gusto con su'f^mor.á
.las investigaciones filosóficas, fue el que mas estudió y
nseditó este punto, y consiguió llegar ú esplicar y caraC'^
ierizar/dc uu modo completo lanto el estilo en general, y
en sus. diferentes clases, como el ciue se denomina estilo
poético. Hemos visto, aunque no leido , el discurso que
fobre esta materb escribió el señor Iteínoso: está trata-
do con toda estension y detenimiento , y podria llenar
este trifbajo un tomó eri cuarto bien abultado. Pero si hc-^
moa tenido la liatisfaccion de oir de boca del señor Reí--
noso las ideas capitales de su discurso. . \
Si los trabajos que hemos apuntado fueron de impor-'
t^pcía lilerarija , otros contribuyeron mas directar¿íente
117
debemos hacer sinf^itar mención de los cuatro c ertüme-
nes en que obtuvo el primer premio: en uno fue rsle
adjudicado á un discurso $ohrr las musas del atraso de la
elocuenna en España \ en oiro se adjudicó i una oda. .4/
Ser Supremo contra los ifnphs que niegan su r.ristencia;
fn otro á un Elogio de Pelayo ; y en olro por iillimo á un
poema ípico en dos cantos, intitulado: La inoren ia per^
rfíf/n, que en el año de ISOI pnhlicó el aulor en una edi-
ción del mayor lujo , y que sali<S do Ins prensan de la an-
ticua imprenta Real , adornada con una delicadisima es-
tampa« obra de uno de nuestros primeros fj^mlmdores.
Aunque este poema fne la única composición en el g^n<*-
To fpíco que se presentó en la Academia , aunque la
itofnda y aceptación en aquella salda corpi>racion fne tal
qno ol autor en una advertencia que precede a su |)Of ma,
iice con su natural franqueza , que cuando lo leyó «cre-
Tósin duda que las musas hahian ya dado á su dVbil in-
genio todo el premio de ploria que era capax de recibir.»
jamás habría pensado en imprimirle , y hubiera quedado
sepaltado entre ios papeles de la Academia, & no haber
aparecido impreso furlivamenle , y cu una edición pla-
irada de errores, estropeada y desliji^urada hasta el estre-
mo. Otro poema sobre el nusino asunto , que es la caída
del primer hombre, presentó y leyó en competencia uno
de nuestros mas grandes y cóíebres ¡metas qnc mereció
el accésit , y del que poseemos una copia. El premio de
la Academia adjudicado en 8 do diciemnre de 1799, c<)n-
sistia no en coronas de flores , no en una rosa do oro,
sino en un ejemplar (|ue hoy se halla en nuestro poder»
de la edición del Quijote con láminas, en Iti.'', h<*cha
en 1797 en la imprenta Real.
Acerca de esta composición poética, uno de losasuh-
tos mas arduos que se desonipeñaron en la Academia,
una de las obras núis acabadas, y que obtuvieron mayor
triunfo aceren de este poema , en «pie campea la bri-
llante imaginación de que estaba dotado ol sohor Keino«^
80, y el escogimiento de »u dicción poélicA « no cteMCiatfMk
podor háilMT úa áüJo mMf'MMoriMad&f oi un .]|i^ ^^^^
i9Ó
»Hora se pierde entre Ja pompa umbría,
» Ya mengua el disco trémulo, ya crece,
)) Ya en destellos se parte y desparece:
»Así de Eva la mente yaga incierta,
» Ya se alienta , ya teme , etc,
)>Puede también citarse como un modelo de estilo gra*
»cioso y fácil esta octava del canto 1.^
^ »En tanto la orejuela en la llanura
» Al verse que de presto goza vida
» Celebra á par del lobo su ventura
)> Y á triscar con halagos le convida:
»Tal vez mirando acaso hacia la altnra,
»Yé las aves vagar embebecida,
»Y á sus cantares de ella no sabidos
» Respondo simplecilla con balidos.
)>Y como muestra de la misma facilidad , pero de un
»e8tilo mas grandioso y mas lleno estas dos del canto 2.^
»En medio el Paraíso su guirnalda
» Sobre palma y ciprés coposo estiende
» Árbol nello que en ramos dé esmeralda
x> Lucientes pomas de carmin suspende.
» Árbol funesto, á cuya umbrosa espalda
)> Blandida al aire su guadaña tiende
» La. hambrienta parca ,. por fatal tributo
»De quien gustara el delicioso fruto.
» Llega debajo el árbol, cuando presta
» Horrenda sierpe de la hojosa cima
^Súbito, se desrolla, y vibra enhiesta
D La aguda lengua que Satán anima:
»Plega en arcos la espalda, la alta cresta
» Sobre la inmensa mole se sublima;
»Eva á su vista pavorida huyera
»Si Um» la inoeeacia oonodieta.
»K.stc rasgo último es sobremanera ingenioso y deif-
icado. Nos sería fácil aumentar las rilai; pero el poema
sos tan corto , y hay en él tantas señales de talento , que
»soria preciso copiarlo casi entero si hubiésemos de in-
»8ortar en este articulo todas las cosas aprcciables quo
» contiene.
«Mas este mismo reconocimiento que hacemos del sin-
*(rular talento del autor, y del mérito de su obra ; no»
))autoríza á manifestar con sinceridad y franqueza lo quo
»no nos ha parecido que corresponde ni á uno ni á otro,
»Ya á primera vista el asunto no se presta mucho, en
>nuestro sentir, á la imaginación del poeta. Ilu maestro
>del arte ha dicho que los misterios de la religi<m cris*
ítiana eran poco susceptibles de los ornatos poéticos; y
»enefecto, si se considera que para tratar bien en un asun-
Wo es preciso dominarle mucho, y que l.i fantasia le alte-
>roy modiíiqucá su arbitrio, díuidole un ser nuevoynuc-
»vos aspectos, se verá que no cabiendo esta licencia en
•objetos que es fuerxa adorar con terror y respetar en
•silencio, el talento poético debe por precisión manifes*
»tars4»en ellos desnudo de invención, tímido en los planes,
•y triste y pobre en el ornato. Millón, se nos dirá , ha
•hecho un poema épico del per.ulo original : pero si la
•imaginc'irion vordaneramento sublime de aquel grah poe-
»ta, pudo esparcir en algunos trozos de 8U(»bra bellezas
))que serán eternas; por otra parle su asunto ¡\\o le ha
'obligado en el resto a presentarse menos como un poeta,
»émalo do Homero, que como un catedrático esplícando
alecciones de teología?
))Otra cosa quo se hace notar en el noemila español,
»ps quo la seducción no está preparada con el Artificio
«correspondiente. La serpienteen Millim llama la atención
»de Eva , no por su terribilidad, sino ñor lo bello y vis-
•loso de sus formas y do sus colores: la atención s(i con-
»vicrtc luego en maravilla al oiría articular palabras; |y
•qué palabrasi Eva on ellas es la soberana del universo,
>la imagen mas noble del Criador, diana de mandar á los
»iDgelea/j de que lo§ d¡o§e§ la Jigu diipaUndoieeVhotLOt
»d6«brYÍrla¿eóiiio es que habla? se pregimU Eva; y el ten-
x>iador responde que el fruto delicioso de un ¿rlK>l le b^
)» dado la palabra, y una ioteligencia divina. Admirada y
«llena de curiosidad quiere ver aquella milagrofta planMi,
»y se deja guiar por la serpiente alsitioen donde está. A
»su vista reconocen que aquel es el árbol prohibiBo y
»resÍ8te á la tentación: pero las sugestiones pérfidas del se-
» ductor, el aspecto detestable que da á la prohibicioii 9 la
>> vista hermosa del árbol, el aroma que despide el fraw
»to, todo parece que naturalmente la conduce á vaci-"
»lar y á caer.
• • «>Este pasaje 9 uno de los que hacen mas honor al ivtr
» genio y árie de Mílton, era un buen modelo para íml-r
»4ar8e, noen toda su ostensión, sino acomodado á la^ di^
»measiones que el poeta espadol ha dado á su obra. En
»esta última la serpiente es horrible , no vistosa: sus pa«
» labras en vez de ser de insinuación y artificio , son de
» blasfemia y de indignación , y es claro que este lenguaje
«en vez de persuadir áEva, debia al contrario repui^^aar*
)»la y horrorizarla.
pEn cuanto á la ejecución, aun cuando s^un va he^^
«mosmíinifestado es acreedor el autor á grandes eLogios*
»nos parece en primer lugar que el sistema de lenguaje
» adoptado por él es demasiado atrevido. Las voces -enafl^
wtes^ podrecida 9 nudo, (por desnudo] frutecida, lasa, pa^
9vorida y alguna otra tan nuera ús^olvidada como ellas» no
V ofrecen en su uso aquella razón de necetsidad óde.^oer*-
Dgía con que se disculpen ó se autarioeil. IgualliieoUl
aparecen viciosos por la frase estos versos.
. . \e . «Y eWa enpaga
»Los lleva á su regazo y los halaga,
• •••.•.••.•••••#•#••
í> Salen ¡ayl la mansión de la alegría
» Donde jiiifeUce yo I nacer debia.
)> )fo8 parece que el uso cmnon de los antorea y de kt
195
ipresion de U prrposkiofn dr cu el penúltimo y^rso «s
«opuesta á nuestra sintaxis. Kslo último os tan ropara-
»l)Ie, que mas bion nos inolinnnios á rrocrlo jorro do
»iuipront«i. que di.^trarrion (S rrnr ilol escritor.
I »E» liUitiiua iainbie.u que sionilo el autor generahnen-
I »le tan sonoro > numeroso on sus versos, lia\a dejado
*por corregir algunos ¡i quienes hace desagradables la
)»írecuenc¡a de sinalefas dnras j difíciles: tales por ejem-
»plo fion o»tos Meados de las primeras octava»:
» Cantaste de Jeov¿ (i su pueblo nuiado...
«Turbado psrnchnrrf ('/mentido Apolo
Airado sacudid el rajo primero
»Y oíros de la niimiaí clase esparcidos acá y nlli en el
•poema que dismiíuuyen «Igun tanto el placer de su I<h>
•tura, j uo pueden euconirarse sin ceño on medio de los
ft demás.
«CiOmo no dudamos que el señor Reinóse tendrá
loeasion de volver á iniprimir su obra, esperamos que
»entottcc8 baga desaparecer ertOH lunares, siempre reiui-
> rabies en uu poema de tan corta extensión, j no correa -
» pendientes al gustoy talento distinguido que en ¿Isema*
iuifiesUn.)»
Este juicio» aunque en estremo lisonjero, pues en H
%t reconocen el mijito singular del poema , y las emi-
nentes cualidades del poeta, uo deja con todo de ser so-
Tero: bien es verdad que los prínc¡|Hile8 defectos que se
notan proceden ó de la naturaleza del argumento , ó de la
doctrina y sistema del autor acerca del lenguaje poéti-
co. Reinoso escribió una breve carta A los editores del
periódico , auo ya antes hemos mencionado , dándoles
Iftaeias poi^ los estrnordinarios elogios que habían prodi-
(tdo á su obra, y protestando que no intentaría «nunqa
entrar en contienda sobre las virtudes 6 vicios do sus
venof.» Observa sin embarco* un yerro, que so deslifó
mh ct^ ^wiirrió d^oripñú^y que mttM «B^
i34
á página 11 donde debe leerse 7o« 'njf^^, éít Mto
verso.
No el valor aproveha que les rige.
Acerca de la omisión de la preposición de en este otro
verso. ■
Salen ¡ay! la mansión de la alegría.
Manifestó el señor Reinoso, que no era equivocacioA
de imprenta, ''qne de semejantes supresiones están lle-
nos los padres de la lengua,» y que confesaría francA*
mente su error, si se le mostrase la especial aversión de
nuestra sintaxis figurada á la licencia de que htüm
usado. ...
Una contestación mas amplia y completa, y encami-
nada principalmente á aclarar ciertos puntos interesante!
á la poesía , dio á la censura el señor don José Mariá
Blanco. Bien quisiéramos insertar á la letra tan esceleotl
escrito; pero por no alargar demasiado esta biograafí,n(M
limitamos á éstractar lo que con mas inmediatamente M
refiere al poema del señor Reinoso. De esta manera ve^
rán nuestros lectores acerca de esta obra la opinión de
dos eminentes literatos ; debiendo observar que aiubof
convienen en el singular mérito de aquella, y en los justoí
elogios que su autor merece. El señor Blanco no pude
menos de mostrarse reconocido á la lisonjera censura de
señor Quintana. *'La tierna amistad, dice, que me um
desde mis primeros aíios al autor del poema , me haoi
tomar tanta parte feñ sus elogios, quenada me pnedi
halagar tanto como verlos prodigar en favor suyo por nnc
de los literatos de la nación , que sabe hablar en la mate-
ria con mas acierto.» .El primer objeto de la contestadoi
•es impugnar con la mejor buena fe y con suma urbanidac
Id que dijo el señor Quintana acerca de que el asunto de
poema no se prestaba mucho á la imaginación del poeta
y de que, según una máxima de Boileau, los misterios d(
ia religión cristiana eran poco susceptibles de los oraaloi
poéúcoss Aunque el señor Blanco creía eme el|MqeÍB"
m
éiciio del poeta franoAi 8^ refiera mas bipa el jonal uso
de las verdades religiosas en la poesía ópioa y á la mezcla
indocento de los misterios (*oii la fábula , <|ue no á la
aplicacioii do los ornatos poiMicos á los asuntos sagrados,
hace ver con todo que estos son un n.ananlial lecundísi-
mo (le bolle/as poéticas: y por medio de una serie de re-
flexiüDOS sugeridas p4)r los príncipes del arte , v por la
economía du nuestras sensuciones* llega á establecer su
opinión, que se reasume en los términos siguientes: « Si,
como no puede negarse, la religión presenta objeti»s que
tieuou intiuitos enlaces, }'a con el interés mas general y
eulendido de los pueblos, cuul es su creencia: ya con las
máximas sublimes de la moral universal; si en ella so
biUan objetos consoladores, cuadros sublimes y terribles:
al &n si muchos asuntos religiosos pueden dar lugar i
las mas bellas pinturas de la naturaleía, ¿iK)r qué' liemos
Af privar á la poesiade este cam|)o aun no muy cultivado,
y que en todas las creencias y naciones le ba , pertene-
ridü?»
No puede mepos de principiar el seffor Blanco por
una observación luu^ ju:»la, y que consiste en que si el
poema está, según la censura, lleno de bellezas, admi-
tiendo la opinión de la esterilidad del asunto , deberá in-
ferirse (|ue todas estas son debidas á la brillante imagina-
ción del poeta.
Para nacer ver que por estériles que aparezcan algu-
nos asuntos religiosos, aun los teológicos y abstractos,
son siempre susceptibles de las galas poéticas, ya p(»r los
pensamientos que se les asocien, ya por tos aspectos bajo
ios cuales se presente, se vale do un eiemplo t(»ma<lo del
nusnio poema de la Inocencia. Los h(»mnres, dice, después
del primer pecado fueron auxiliados con la gracia divina
que habían desmerecido, en presencia de los méritos fu-
turos de Cristo, lié aqui el tono que dá el autor del poe^
nía á este pensamiento del todo teológico.
» Ven, ó Jesús 1 Ya el triste del tesoro
31 Do tu paiiioo recibo 8U cousuolOi
^Cnal atiles de Mter ita rayos do «ro
)>Et Bol despunta en el tosado cielo.»
r t
<r¡Qn6 giro tan apartado de la escnela! ¡Qaé cotbparaf
cion lan brillante y exacta! ¡Qué diccíotí tan bella y ai*^
cogidal Véase como pueden espresarse en poesía atltf
las verdades mas abstractas por nna pluma diestra.»
Entrando á analizar aunque ligeramente , el poeinft,'
¿ice acerca del interés que el poeta faa sabido dar al asniH
X6\ (rrrimérámetite » la atciotí gira siempre el origen del
tos males de '1^ hum^midad, t)bjcto síicmprd int^resantej
átiti'pat-á'tois ]nícblos que líO ttcan bailarle en el vMMtí
dclpoéMa. Los persona jtis^ isóYi un Dios que acaba deeiM
Á ihtríidó, una maltitud de c^rittis' llenos de poder '^
(!néYí(ig6s del Ser Suprcñio-, y últimamente, los dos pri-
ftieros padres del género humanó. El lugar de la esceiul
és él oi%é ybcien formado. ¡Qué de objetos subíiulélt
lOúédé büttez^ás de tin generó "¿lun no conocido! Entré
atreyidamente.cn este campo el .poeta que haya recibMtf
d^'la Wál\iVat6%a'el doh dó óantar cosas grandes: apenas
liayá añttnéiádó el objeto de su canto ^ cuándo t^ itfspirii^
rá ún silenció religioso y Uña melancolía' sublime en loi
qtielé'esóuchéñ decir:
j - •
* . ■ ■ f
«Y en las regiones, do el primer vivicnt)^
»Moró apenas en cándidaínocencía
.'' ' »Mi voz repito á la futura gente ^'
))E1 precio de su altiva inobediencia.»
. y Virgilio, y na
tpraleza de los asuntos', que sádléñ' ofrecer ncllczd's Inde^
S endientes del genio de los qU^'irabajah On éllósi ÍQÓ du-
a asegurar que la sola ésporfcífcíh del asunto de lá Ino-
cencia interesia mas vivamente > pues al oir hablar del
Srimer vírieútc , de las regiones dó moró ápjbnág 'en cán-
ida ÍAOceaciai^Véirqúe (il poeta b6*fcaita'sól61para los
m
miáspéi/^li^ M la tmgliMiiitoiií le Im éM aifM
Irt dogiM fl(iiid«nieiilal de rti tMtorfAfo *
rM IMdOf«iMIO «fttá'iréiMMdS lt>Md«MMi
Ult^&meta^ éíiSé: mútiM bMMikitpáñé Ul
que MpoAiá segtRf , |Níf« ^« «HM tefMl^
iñá A^Ift'IMtáciM de livMlrM ftimeim fi^
áttiáímeéf el sellbi^ SeínoM? Yá üo fMlA
Ijftévlté^ de hk fié^edad, ffíté és M ítíhf^ dé niM
*Íkmp^«ildo toUerflt íftmé& leg«ir éS j^ióMIl llM
oHdettAioáíe^ A^I'^oÁiitáf M ^ l(^ l^áftíflM:
H8á«-dtf iHAtef'ffe^Méb éMI mtéhk «fáíÜ Il4
ipcion, que por niMMé'IMidllf JSM
reducida con igual efecto; atendido todo esto,
noetft ww i^átéce Más d]|tfb'^8(r éfcjrío que de
m U ^MÉrá ^ liaé«f d^i'iltf^ WiÜMémi. Se rió
ȇ.ceder ilfiKMl'ArMM^ el
. 3^HñS Itttoariy ^fft ' wMf MMAM^y ' lGMMe¿ La sef*
ÍJwespantM^'j lüMá'' 9»féh tmMétfmÉ atraer:
'.>Si tetttA^lá Méténih ' totkfoiMÍ •' ^ ' ' - ^ r *
.«
I liastaf á" sáffM* 'f^I 'fiítfcMi' if^fM A) dW^uiSM 6p#MMfi
MlHalé del pbéthá.U iáWe^J«««éM« álá^M^ye-
, értBAcidtf'pty la ctfftüjaad mte^lléfiréi^Ml'é^
o» /r ) V . - I i: . J^^ií Oí < JJIU 'í»;!i .':*»:. I í »J. .()
iiB*Hf lo ehnreVé "Y tfchaín}hi jrlñ wlálréjtp''
' D^pnes de esta copia del córazoo^de EWf ¿tédná
qué DO está preparada la seducción? ¿Qoé necesita eili ^
mujer indecisa y titubeante, si no un impulso fuerte que ^
la (letermiue? En esto — lo diré sin reparo— me pareceía* ^
peTior Bucstro autor. Milton presenta una es^eena terrible
con un colorido risueño y aun algo impropio. Las Usdih ^
jeras palabras del tentador en el poema inglés mueve0.1k '
Yanidad de Eva ; en el español irritan su orgullo, intcjíj»* ^
•an su razón. ¿No son estos móviles mas dignos qu^ la m
pasión pueril de la vanidad? Y si hay algo que pae^a diir )^
culpar caida tan grosera en un racional, no será tiflMh ^
ceso el querer usar de su razón. La seducción ^19!^ ^
por Milton convendría mas á una mujer despuqs-df^lfllí m
Íañq de la primer madre; pero á ésta le está, mejor C04 itf
éralas palabras capciosas. \\ . ■ i, m
¿Do está esa libertad? ¿el albedrio
j»Dó.está do que os gloriáis? esclavos YÍle#«
» Esclavos os llamad , ó el señorío .
»Ck>brad que en vanóos dieron : ó serviles ,
» Subditos sed , ó dioses: os lo fio.
))Lo seréis: elegid. A las gentiles
D Ofertas Eva por el fruto arde,
» Y quiere de ser libre hacer alarde.
(( Estos últimos versos encierran toda la defensa del
pasaje , y manifiestan la maestría de su autor. »
Acerca del lenguaje del poema dice : ** Seis voces qae,
so citan, y alguna otra, ó aunque sean otras tantas nue«
vaso desusadas, esparcidas en ochocientos versos, no.
bastan para dar un tono general y un carácter tan notable,
á su lenguaje , que merezca el nombre de sistema dema--
¿iado atrevido, Por cualquier parte que se abra el poema,
se hallarán seguidas diez ó doce octavas, en que acaso
no se tropiece con una sola voz, ni un solo giro, que no
pueda usarse aun en la prosa. Sirvan de prueba los dos
razonamientos primeros y los últimos del poema, que uni-
dos componen mas de veinticuatro octavas 1 en tas que do
,r.J
m
s
.In
^
*)!»
e
••'•'I
e
199
HMlan otras voces dignas de nota, que do y natura^ de
Ib cuales no hay versista infeliz que no use. Quítenselas
leí, y quítense igualmente esas pocas sembradas por el
Mema» y se hallará que la locución no ha mudado de tono,
ípira usar de la voz con que se ha censurado, no lia va--
riidodc sísteoia. Sin duda pues, la nobleza que se halla
en Ja dicción de la Inocencia^ nace de fuente mas fecun-
da. El samo escogimiento délas voces, la maestria y frau-
IMiacon que maneja el idioma , y sobre todo cierta pom-
jk característica del lenguaje del autor aun en la prosa,
rae no decae jamás , dan á sus versos esta magostad de so*
niOf que parece pende do.alguuas palabras, y pude de
lajuion de . iodas. »
-.Respccio.de las voces censuradas, enantei,\6 no es an*
tiaiida 6 uo debe serlo porque no hay otra que signifique
clliempo poto Aapasado, siendo ademas de oso Brecuentí-
mm en el habla comná; lato se nsaescribiendoi como hace
KsleBdez, y hablando^ oemose acostumbra entre persona»
edtas: pódreeida ep de muy agraciada formación, aun no
ba caído enijesuaov .y es necesaria paraevitar voces baj^
üomQpodridm y corronptfia: frutecida ^ aunque paren»
noeTa» es de muyerótioaformaeion, y también necesaria,
porque fructífero jfruohuno significan lo qoe tiene la
wlud de producir nruio, j frutecido supone la. produe- •
cien 9 y pinta al árbol lleno de sus frutos: mida j'fmúmi**
ia no pueden decirse olvidadas» cuando Jaa kan «sado
MUendez y otros vario» poetas; aquel diee: • .
' ■ ' ■
«lo divina.
líNuda verdad en su pureza ostenta
.9 Al pavorido suelo »
. La construcción en paga está usada en toda su propia-
itíi , pue» asi lo están las palabras que la componen ; es
Utnral y ordinaria , lo mismo que en retribución , en
füardeUf en recompensa. La omisión de la preposición de
ea el penálümo verso no se opone á nuestra sintaxis figo-
ndaí porque no Ja repugaa ¿i genio de k lenguai ^t«>
9
150
t¡nn no ^ oedn dar logar á dada ni oscuridad, j porqae
I;» auU/n/^n f;»mU>ní» (X>rno Herrera y Villariaosa. Con-
f.lfjjr<! AricM-znio el fteüor Blanco haciendo ver qae los ver-
fH)n que en la centrara wi uotau couio de sonido desagra—
dable, loa rápidos v lánguidos, el que.se cita coa razón
r.rmio duro, eootrílmyen, juslaineute con los auavísímoi
y fionoros, á formar la armonía general de la ^ersificackiOf
y & espresor el iDOvimicnto que conviene JR'la idea oue
fte fiigniiica : loa supaestos defectos de armonía son arüfr-
r.ioM del lenguaje para hacer mas viva la impresión que la.
pretende escilar.
Después de haber referido ios estudias del ifeior Bei«|
nciK», su educación científica y literaria-, y ilos eavMtiveS''
de Hu guaio poético que sobresalen en 'noa poesías, dés^
pues de haber informado á nueaUoos lectorta de la únicas*
y «aolusiri ucupadon de su juventud , ooe llenaba, tediki
su Qoraxon y absorbía toda su* imaginaaiony. ya es tícv^-
podi) hablAr de las obligaciones que su esUdo teimboHÍa^''.
do sua deberes sacerdotales , y m los que de él exigía Á
car|^- sagriido oue obtuvo. Hemos- indicado 4ue yaialgiiut
iMon individuos de la Acadenua de Lelias ■ Hiujistmí TsaaT'
acntsarso' el término de esta 9> porque se acercaba la épt^'
ca on quo loa jóvenes, que tomaban mas parte en sus tft<«;
rmisi y mío hasta entonces habían correspondió álaidasé
d<%i«etís^a(nMsv tuviesen que dedicarsev ya conefaddosleé'
oaHHÜBiidil su camn. a las obligadones do su estado 4
pn^fosion • 6 q«^ olluviesen colocación fuera do afvdk
ciudad. \M sucedió gonoralmente. y para el señor Reino-
so llo^^ oMe plato : cuando en 2o Se junio de ISÚl ganó
por o|H^siciou ol cnrato do ka panroquia de Sama Cruz. £n«
loncos . s<>g\m oscrihia tU'^puos en el prologo de ia /iio-
.v«ic«ii ^^md J«K abandono gusti^samento aquellos estudios,
lí «1 culuvo de la |^oe»ui que habían formado las ^^Mriri
^ su ju«i»ulud . para cargar exclusivamente aokn sí «1
nesi« adorable do ki« debores santos de su ministerio. Ss
\^Mk sus |irimon>« a<k>s eran sus costumbres imeyw
siUm. «i adolaniaudo en edads<»hahuadiMarToibdocB s«
41MWU» ks WKimiiiunw idi|;wiMt y su amor o ia
181
iádj á la devoción, estos sentimientos adquirieron mayor
meremento, y aun exallarion, cuando fu6 ordenado" de
sacerdote, y cuando oI)Uiy(» A curato di^ Santa Cruz. Por
este tiempo según hemos oído al mismo, estaba sometido
áladirecion espiritual del presbítero don Teodomiro !p-
nado Diaz de la Vega , prepósito del oratorio de san Fe-
upe Neri, en quien competían el talento y la iustmccion
con su fervor ardiente y con su unción en el pulpito , y
cuya memoria será eterna en la ciudad de Sevilla. Con-
sagrado al mipísterio parroquial era un sacerdote , según
focumentos que tenemos á la vista, y la voz pública en
aquella ciudad , que edilicaba con su ejemplo, asistiendo
todos los dias at Confesonario , visitando los enfermos de
«:parroquia, dirigiendo en la iglesia ejercicios espiritua-
ks, predicando todas las semanas del año, y con mas fre*
CMncia eii la cuaresma. El ceto estraordinarfo con que
áesempefiaba los deberes de su ministerio, lo hizo distm-
guirse en el soeerror de los menesterosos , cityt> número
ertt bastante consideralile'en suparroquüa. Recaudando li-
moBuas y baciiBBdo'pMtufe» poi' si misrmo i las puertas d«
sviglesa', padD dar uisistefncia á muchoffeiifennoi, socor-
rer el hamm/y vestir b deshüdeit de algunos de íus f^
K^réses': battaridó' fféddrsoS' sUf ardiente caridad para* dar
afauMtfto cotf tácioiies de arroz , en la carestia de 1804,
á 374 neCésfitftdoni' Para dar mas estabilidad y perma-
nemia er ^sKMídfi'O' de* kjs' menesterosos , realizó en aquel
alio, edil «probado» del M. R. Arzobispo , coadioinistn*-
dor de aqtfeHa dSóee^», el proyecto de erigir una Junt»
de caridad , que se ocupare en la recaudación de limos-
nas y en la* ma* acéirttidlif "distribución de ellas: para esta
hmta formó unos estatutos , que merecieron' igualmente
la aprobación de aquel prelado , y que Rieron presentados
Íredomeúdados como modeló á los demás curas por don
oaquiA MariaSotelo, oidor de «l«ella Audiencia , y
encargado por el* Real Acuerdo de propagiír en aiquellá
ciudad semejantes establecimientos que por sus felices ré^
snltadM haKau llegado A obtftter'ttiucho crédito en la car
pital ért reifltti F&rmedh de íaií ulílfeitaa ftmdacw» , «
152
estableció en su parroqaia la hospitalidad domiciliaria,
se proporcionaba lactancia y escuela á los niños desvali-
dos» y se socorría todo género de necesidades. En su mis-
ma casa estableció una sala de vacunación pública y gra-
tuita 9 donde se administraba con las formalidades pre-
venidas en la real cédula de 1805, logrando generalizarla
en aquel gran pueblo ; en el que antes se habia malogra*
do semejante empresa, y que igualmente se propagase á
otros de la provincia.
Estas eran las ocupaciones á que esclusivamente es-
taba dedicado este párroco ejemplar , sin curarse apenas
de negocios políticos, ni tomar parte en las murniuracior
nes contra el gobierno y la corte , que á^ la sazón forma-
ban el fondo de todas las conversaciones. En el retiro de
su habitación , y entre los pocos amigos que trataba , la-
mentaba los males de su patria ; pero sin haber meditadp.
bastante el orígen de ellos , ni menps el remedio que Us-
circunstancias aconsejaban para su curación ; sin predi-i
lección por ningún género ae ideas y por ningún sistemaj
político. Conocía 9 lo mismo que/sus ainigps, la necesi?r
dad de una reforma radical en nuestras le^fes , y en los
diferentes y multiplicados ramos de U a^mmisiracion púr
blica : conocía los abusos.de aquella époq^, ¿jorque salt*-
ban á los ojos de todos ; pero ni su im^igi^acion, distr^
da en objetos bien diversos, los abaripabii, jtQdos en su to*„
talidad, m tampoco sehabí^ detenido á examinarla apli-
cación que pom*ia hacerse ; en el senüdo d9 la ^reforn^ic,
de las teorías sociales que se proclamaba desde la veci-
na Francia en el delirio furíosp de su revolución. Alga-
nos libros y folletos , que por una rara casualidad llega-
ban á sus manos , y que versaban sobre materias poUti-
cas ; algunos periódicos franceses , que salvando la vigi-
lancia del gobierno penetraban en el reino , y leyó en
Sevilla . el sefior Reíjuoso ; y últimamente los escasos y*
amafiados detalles que comprendía la Gacela de Madrid.
acerca de los aconteicímientos de la revol^ion franccisa j.
de las complicaciones y pejl^os que amasaban á «¡oestro
gobifruQ jA imestro p$á». t no {^w^^ ^j^r de .4e^l!e^
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(ar y ocnpar íq atención asi como la do algunos hombres,
crae si por su estado, por estar dedicados á estudios bien
(fiversos , y por hallarse exentos de toda ambición , eran
estraDJcros á las cuestiones políticas , no podian ser indi-
ferentes á los males que amenazaban su pais y la inde-
pendencia do su patria. Do esto número fu6 el señor Rci-
noso. De muy pocos años cuando estalló la revolución
francesa , subyugadas después sus pasiones y su imagi»
nación por su amor á las letras humanas , las que lo hi-
cieron pasar distraído y como embebecido los primeros
años de su juventud , ni los libros do los filósoíos fran-
ceses, ni las pomposas arengas de sus célebres oradores
pidieron exaltar un alma, dominada entonces por la sua-
ndad del canto y por los placeres de la armonia. Lláma-
la i otros objetos bien diversos su atención esclnsiva , y
ái interesarse vitamontc en los negocios públicos , d6*
Ules y muy pasajeras hubieran de ser las ilusiones que
escitára en su ánimo aquella revolución , y muy en bre-
te disipadas completamente por la caída ael trono y por
el reinado de la guillotina. h\ espectáculo de los críme-
nes revolucionarios y el imperio ael terror hirieron fuer^
temente su corazón , dotado do ternura y de amor á la
JQstida , y lo hicieron estremecerse de horror. En una
edad mas adelantada, y ya bastante formada su razón, las
escenas sangrientas quo se representaban en la nación
Tecina chocaban con todos los h¿U)itos de su educación,
con la rectitud do su juicio , y con la indolo de los estu-
dios que cultivaba ; y exaltaron su imaginación ardien-
te, y le inspiraron un odio vehemente á los desórdenes
reyolucionarios y al despotismo bárbaro del populacho.
Estos sentimientos participaban en ¿1 de la fuerza y ener-
l^a de su temperamento , y contribuyeron mucho á de-
tcnninar y fijar sus ideas en adelante : estos milsmos sen-
timientos , y su amor al orden y á la humanidad , lo hi-
cieron mirar con desaprobación y disgusto los escesos y
crímenes, los asesinatos y arrastramientos , que á la in-
Tasion do las tropas francesas cometieron en varias cá-
ptales áeEspaifá, sopreteato de defender dereclbo^ V&-
dtímps y ftantoB^ ja hombres perrersos qiie formabaa
la h^z del pueblo, ya los intrigantes que dominaban y eik
trayiabaa las buenas intenciones de aquellas juntas yer^
daderamente tumultuarias.
Esta es en compendio la historia de los pensamientos
del señor Reinoso respecto de las ideas que prepararon
la rerc^ttcion francesa , y que después ésta proclamó eu
pteMucia de la Europa asombrada ; respecto de la sitúa*
cion material de Espafia , cuando la iAvadieroa las buei»-
tes de Napoleoa. Por lo demás , la perfidia de éste , y el
orgullo y arrogancia de los generales que conducían sos
tropas 9 no podían •dejar de exaltar á un hombre, que do*-
tado de sentímieaios de justticia y de nacionalidad » sen-
tía latir en du pecho un corazón español y era rehemetir
te y eMltado en el amor á sq patria, Pero miraba eoft
enojo, que tan hermosa causa, como la que había proda^-
cido el luuamiento oacionAl , fuese mandbada con críane^
nes y con sangre ; crímenes que detestaba » como antes
había detesitado los que en el reino yecíno se com^eroft
en nombre de una libertad insenaatti y de la soberanía
del populacho.
Al acercarse las tropas francesas á la hermosa capital
de Andalucía, la línea de conducta que debía seguir d
benemérito y celoso párroco de santa Cruz, se hallaba
trazada con arreglo á lo que exigían los deberes de sa
ministerio y el bien de sus feligreses. Aunque sus ideas
y sus intereses le hubiesen aconsejado otra dirección y
otro rumbo , él nunca habría seguido sino el que le dic-
taba su conciencia y le aconsejaban sus obligaci<mes sa«
gradas. Varios de sus mas íntimos amigos habían toman-
do parte en algunos periódicos politices, qué á la sazón
y muy oportunamente se publicaban con designio de in-
flamar el ánimo de los españoles , de cooperar al alza-
miento general do las provincias , de formar y dirigir la
opinión , de ilustrar y dar fuerza al gobierno nacional,
y de contribuir con sus luces á las reformas que se pre-
paraban y á la defensa de la independencia española. Rei-
núgop nmqoe aplaudía taa aobles y generosos pensaamir
(os I no se asoció «í estas patrióticas tarcas, en que tanta
reputación adquirían sus ani¡|;os los sonoros Lista y lUan<-
co, que trabajaron en el Espectador irvillano y en el ¿>f-
manario patriótico^ en cuyo iiltiino pcriódiro taniMon es-
cribía el señor Quintana. Cada ve/, inas abstraído Reíno-
tt, y mas distanto del torI>cüino de la ópoca , se conso-
laba de las calamidades públicas, que tanto le afli^nan,
eon el estadio y el retiro, y con el celo , cada vei mas
tfUao, en el cumplimiento de sus deberes parroquiales.
La entrada de las tropas francesas en Sevilla no inter-
nmipió sos tareas pastorales , de que por largo tiempo
16 ban coiiservado gratos recuerdos en su feligresía. El
crédito do sus virtudes y de su saber no lo permitieron
livir oscurecido 9 cuando los invasores, justo es confe-
larlo , se mostraban justos apreciadores del mérito. En
Seínoso « i pesar de sos reiteradas repulsas» quiso el go-
láemo intruso premiar el celo y la caridad evangélica de
tan benemérito v virtuoso párroco, y en 1811 fué nom-
brado canónigo ae la santa iglesia Catedral , de cuya pie-
xa eclesiástica no quiso tomar posesión, habiendo renun-
tí&do en aquel mismo año el curato do santa Cruz.
Al año siguiente de 1812 sufrió Sevilla una de las
calamidades mas horrorosas que pueden afligir á una po-
Uidon; una hambre espantosa, que duró la primavera
y verano de aquel año, y qne era consecuencia de la es-
casex ycarestia de cereales. Era lamentable el espectácu-
lo que ofrocia aquella ciudad , en la que llegó á pagarse
á 36 rs. la hogaza do pan de tres libras , y á 600 rs. la
faaega de trigo. Los jornaleros y artesanos >se alimenta-
ban escasamente y de alimentos mal sanos* ; vimos por
nuestros mismos ojos que los pobres sé disputaban los
tronchos y los desperdicios que se hallaban por las. callos
y plazas entre la basura : ¡ cuántas infelices mujeres se
encontraban desfallecidas , tendidas por el suelo y en los
portales , y entro sus brazos una tierna criatura , que se-
cas las fuentes do su alimento, desgarraba el corazoü con
su tierno llanto ! Las enfermedades y la mortandad eran
consiguientes, y todo concorría a que aqueliii dVi4dA
156
ofreciese nn aspecto general de lato y desolación. Esta
triste y dolorosa situación ofreció á muchas personas la
ocasión de acreditar su caridad. Distinguiéronse mi inti-
mo amigo D. Vicente José Yasquez, después conde de
Guadalate , que daba en su casa una ración abundante de
arroz y pan á cuantas mujeres se hallaban criando y las
solicitaban ; y D. Félix José Reinoso , que con estraor-
dinario celo promovió el establecimiento de hospitales de
desfallecidos , en los que se daba asistencia y manteni-
miento í mas de 700 moribundos recogidos por las casas
y por las calles , en las que habian muerto anteriormente
muchos sobre la basura y el estiércol. Esta obra de insig-
ne piedad mereció al señor Reinoso singulares elostos
del R. Obi^o Gobernador del Arzobispado , y una leli-
citacion del cabildo eclesiástico de aouclla ciudad.
Aunque estas obras tan meritorias y plausibles ocupa-
ban toda la atención del Sr. Reinoso y aunque jamás se
presentó á las autoridades francesas , debiendo únicameiH
te al crédito de sus virtudes y áef su saber las piezas ecle^
siásticas que obtuvo, con todo-bastó esta última circuns-
tancia para que la ignorancia y la malignidad lo conside-
rase como afrancesado ^ es decir , comoamigo de la usur^
pacion francesa , y merecedor de la odiosidad y de las
persecuciones con que el vulgo , ;euandó las tropas de
Napoleón evacuaron nuestro- territorio , afligia á hom-
bres inocentes , que en lo general-acababan de prestar se-
ñalados servicios al pais y á sus compatriotas. Parece que
el Srr Reinoso fue atropellado en la calle pocos dias des-
pués de la. entrada en Sevilla de. las ttopas españolas , y
aun conducido á una prisión « de la que salió á poco tiemi-
po>k.por' no haber méritos suficientes para hacerle ningún
cargo fundado , en vista de las diligencias que se practi-
caron* '
¿l^ero cuál foe y en qué consistió el afrancesamiento
de Reinoso? En haber admitido , siendo cura antiguo» y
distinguido por sus virtudes y literatura , una canongia
en el cabildo de la santa iglesia catedral de Sevilla , y en
JhaJberse conducido , en la época de la invasión , como nn
«57
fleerdote ejemplar , como xm párroco celoso y de ardien-
te caridad. Templadas las pasiones muy poco después de
h entrada de las tropas españolas , continuó viviendo
tranquilamente en la misma ciudad el Sr. Reinoso , sin
qoe nadie le incomodase ni molestase, respetado por su
ribidad y talentos, amado de sus numerosos amigos y
las personas mas distinguidas ¿ ilustradas de aquella
capital.
I Cuántos errores, cuántas preocupaciones, y cuántos
mies produce en tiempos revueltos la invención infausta
difDna palabra , laniada por la maledicencia en medio do
h locha de las pasiones desenfrenadas ! La palabra afran-
$mdo 9 que espresaria una calificación inocente y aun li-
Mqnra en tiempos tranquilos , que por si tienf^ siempre
VI wntido vago é indeterminado , en la época en que se
ftn en uso llevaba consiffo la odiosidad y el encono que
Mtiiralmente debian insjiírar los invasores. Estas dispo-
■dones ; ó mejor dicho, este fanatismo del vulgo igno-
rule 9 supieron esplotarle los hombres ambiciosos , que
úñ mas méritos ni servicios que su decantado é ilusorio
patriotismo , anhelan arrebatar los puestos públicos, lan-
lando de ellos antes por medio de las persecuciones y de
las proscripciones políticas , á los que los obtenian , ó
merecían por su capacidad. Si algunas personas han ca-
lificado varias revueltas posteriores de luchas de empleos,
nunca ha sido mas merecida esta calificación que cuan-
do se prctendia inhabilitar para los destinos públicos á
cuantos en la época de la invasión ¡francesa los habian
desempeñado en los diferentes ramos de la administra-
don , y en casi todo el reino.
Estos son únicamente los conocidos con el nombre de
afrancesados; y ya desde luego se conocerá que ninguno
de estos pudo cooperar en lo mas mínimo al funesto tra-
tado de Fontainebleau , por el cual , bajo protesto de ocu-
Er el reino de Portugal, fueron abiertas á los ejércitos
mceses las puertas de la península ; que ninguno au-
lilió ni facilitó á estos la ocupación de nuestras plazas
fiíertes y de la cMpiuJ; j que ninguno tuyo relacionen
clandestinas con Napoleón para serrirle en los medim ^
engañosos y pérfidos que empleó para conducir á Bayo- i¿
na la familia real de España , obligando á los indiridote^
de ella á que le cediesen la corona, y reteniéndolos ei-
Francia en una ye^dadera cautividad. No tenemos notirj
cia de que áiúngun español se haya acusado por nii
no de estos hechos , ni creemos que por ellos nii
haya sido sospechoso siquiera de traición , porque
guno tampoco llamó á los franceses , ni les entregó
plazas 9 ni les abrió las puertas del reino , ni aconsejó
renuncias y ni ayudó á Napoleón en sus proyecto* i
ciosos. Si ^9íSo algunos se hubiesen hallado en este
merecerían con razón, el nombre, no de afrancesadiMf
no de enemigos de su patria y de verdaderos traidores*
Los afrancesados , en el sentido que se dá á esta
labra» son los empleados de todas clases y categorías^
continuaron desempeñando sus destinos en las pi
cias y ciudades ocupadas por las tropas invasoras;^ 6
fueron nombrados por el gobierno intruso. De aquí
sultán dos .cuestiones que son capitales en esta mati
primera , en los pueblos ocupados por el ejérdto ii
sor , ¿ debió cesar toda administración de justicia ,
gobierno civil, toda cuenta y razón en el repartimii
1^ recaudación de las Contribuciones y en la exaooMli
e los suministros de toda especie aue continuamente pe- 1
dian los vencedores? Segunda, ¿debieron ser frAoceieii
ó españoles? No son estas de dificil resolución , siendo
muy naturales y obvias las reflexiones que sugieren, bi j
razones en que ;Se funda el juicio de toda persona sentt-
ta , y los principios de derecho público y de administit-
cion en que este juicio se apoya. En esta materia esttf
de acuerdo la justicia , y el interés y conveniencia de ki
pueblos.
No debemos desconocer el mérito contraído por los
empleados , que por medio de riesgos y peligros , aban-
donando su casa, familia é interés, y haciendo señalados
sacrificios , siguieron al gobierno á Cádiz , ó se presen'
taroa en aquella plaza. Pero no podrá menos de conft^
i
159
Mr toda persona imparcial y desapasionada , qne entre
Uer hecho costosos sacrílicios y haber sido , romo aU
gUDS han sapucsto , traidor y (Icslcal á su patria , hay
DU distancia inmensa. En buen hora que no se hubiese
iido nn premio estraordinario al empleado que se quedó
Mtre los enemigos ; pero nunca debió tratársele ni cas-
Bginele como criminal , por solo el hecho de haber con-
nnido en su empleo : y ya que esto no le diese ningún
faccho á recompensas particulares , ouc á lo menos no
lacirTiese de obstáculo para ser atenuido según su ca-
(MÍdad y sa mérito. Nadie habría juzgado estraño ni re-
pinante que no se conservase en sus destinos á los nuc-
VMente nombrados por el gobierno intruso ; pero debió
OMinarse la conducta de ' estos y de los antiguos , y á
las fns se hubiesen portado con honradez , que no hu-
ÜMi salido de la esfera de sus atribuciones , que no hu-
lÉien abasado de las facultades que les daba su destino,
Uiió siquiera tenérseles en cuenta el haber sido hombres
la fcien cuando pudieron impunemente no serlo ; y á los
pe hidiiesen vejado arbitrariamente á sus couciudada-
Mt, 6 hubiesen robado, ó producido males inneccsa*
rioiv— porque hay algunos que son inseparables del esta-
la de conquista* y que es preciso sufrir para evitar uia-
pres males — á estos , si buho algunos , debió separar-
sales de sus destinos, y formárseles causa para imponer-
las la pena que correspondiese con arreglo á las leyes.
Pero confundir en una proscripción general á los que se
iullasen en este último caso , con un eclesiástico , por
ejemplo , como Reinoso , que continuó en su cargo pas-
toral , que nunca debió abandonar , y que por sus vir-
tades y mérito literario obtuvo del intruso el premio )'
Moenso rcGfular de una prebenda ; es el cstremo de la in-
justicia y el último térmmo á que puede conducir la de-
pravación de las pasiones.
Si los empleados en la administración general no tu-
pieron, ni pudieron tenor parle alguna en la con(|uisla;
IOS atribuciones 9 según su naturaleza, y sin traspasar
d circulo de e\ia$, se encaminaban á establecer órd^u ^
i
Í40
concierto en todos los ramos del senricio público» á dü^. ;'
minuir los males inseparables de una invasión estran* '
á proporcionar al pais y á sus moradores los bene
e nna administración necesariamente protectora. En
circunstancias en qne se hallaban estos empleados,
do de ellos decirse, mejor que de ningunos otros,
seryian antes al pais y al pueblo , que al gobierno in
so , que los había nombrado , ó que los mantenia en
destinos. Porque, dígase lo que se quiera, sus funcioi
se dirigían al nien del pais , y en muchos casos , y (
pecialmente en la esfera de la administración super^
á asegurarle beneficios trascendentales y permaná
¿Qué otra era la ocupación de los consejeros de E6ta<
Sie la de trabajar én los códigos , el sistema de reí
plan de instrucción pública , el arreglo del clero
cular , el fomento de la agricultura y artes , la conit
cion de caminos, canales , y puentes, etc., etc. ? ¿
otra latarea de los jueces y magistrados, que la de a'
nistr^o* justicia , reprimiendo los delitos comunes, y p
tegiendo los intereses y las personas de sus conciada
nos ? ¿En qué otra cosa se empleaba el celo , y el pati
tismo bien entendido de los llamados prefectos , que
ser los padres y protectores de las proyincias que ad
nistraban , oponiéndose con yalor heroico á las injuj
exacciones y á la rapacidad de los mariscales , genera^
les, intendentes y ordenadores franceses, queriendo
bien ser depuestos , que consentir en una injusticia , 9^^
entrar á la parte de un robo , y de cuyas virtudes te^'^l
nemos un insigne modelo en un dignísimo representatttos-
de Granada , qucí' en estos momentos ocupa un asiento';
en el palacio de Oriente? Y por último , ¿qué otrofo» '
el afán continuo del Sr. Rcinoso y de otros venerables
sacerdotes, que el contribuir al alivio y consuelo de loa
desgraciados , disminuyendo , en cuanto sus fuerzas al-
canzaban, las calamidades públicas, y ejerciendo con ce-
lo y caridad ardiente los deberes de su santo ministerio?
Escusado parece que nos ocupemos en justificar It
conducta que en esta parte observó el varón ominen-»
141
B I caya biografia nos ocupa , dospues que (A mismo la
leCeodió , dclcudicudo á sus compañeros do desgracia en
M obra inmorlal, y después que el ¿xito de esta ha sido
ftli y tan poderoso su influjo cu la oi>iniou, que puede
hdrse que ilustró ó formó la de todos los hombres dís-
litos y desapasionados. Pero como quizá muchos de los
|Mlean estas lineas, no ha^an leido la citada obra, ni
pytello se despierte su curiosidad, por juzgarla con
||BTOcaGÍou obra de circunstancias , he creido que era
Ma lagar oportuno de apuntar, en defensa del Sr. Hci-
Wd, algunas de las consideraciones que después do mu-
Bh| aftos aun recordamos haber leido en su Examen.
, sin embargo , de dejar esta materia no podemos
kde observar: 1.^ Que los llamados afranceiodoi
Mtmon nunca amigos del gobierno intruso. Creyendo
JNfíiUe la dominación francesa , miraban con disgusto
• resistencia que arruinara las poblaciones, y preton-*
Sm que bajo la diestra onmipotento del emperador do
li| Jrancesos , se realizasen las reformas políticas y ad-
liustrativas que anhelaban los hombres ilustrados; por-
(Ubiyo-eate concepto los afrancesados fueron, según
m flKTÍioa y las opiniones que manifestaron en los puos-
II ¡mblicos que desempefiaron , los primeros amigos do
i/ivfbrma y los. primeros, liberales de España. 2.*» Ni
jMo partido, ni como opinión existen ya tales afrance-
líos , sino en la cabeza de un ente ridiculo , de un es-
Uno maligno , enemigo de la virtud y del mérito , y
M sn nulidad devorada de^ envidia contra toda suprcma-
ik Uteraria , que respecto do él es toda la república de
m letras. Cuando las tropas francesas evacuaron la Pe-
üüula , los que se refugiaron á Francia no conscr va->
Ma ni podian conservar otro vinculo que el sagrado do
ll desgracia: los anteriores vínculos no eran do opinión,
pnes no profesaban ninguna propia y esclusiva , sino de
arcanstancias imprescindibles para todos , y respecto do
lis mas absolutamente independientes de su voluntad.
Acerca de las acusaciones que se hacian á los espa-
Ues qua se habían sometido m yugo de la dominación
144
forme sobre la ley aararia ; y es la de haber sometida A
idioma castellano á íormas que le eran nuevas y descoiUK
cidas*
» Mas, e^ta gloria literaria que reunida á la eseelencia
de los principios y á la energía de la lógica » colocará el
Examen entre los libros clásicos , debe ceder á otra maa
dulce y mas digna de los sentimientos generosos delaori^
tor , cual es la de haber abierto un asilo á las yictimiiis
futuras de las revoluciones de los imperios. Su libro SM;
rá mirado jpor la posteridad como el código , sancionid0¿¡
por la justicia y la humanidad , para proteger ai desvM
lido disidente contra el furor de los perseguidores dogiiit
matices. Deseamos ^e el público contemple el Exámitllí
bajo este aspecto útilísimo , que aniquilará para aiempNK
la intolerancia de los partidos.» * t^p
' Al año siguiente al en que volvió á Espafia Avdfji
Fernando, apareció '&,la luz pública» ó ioipreiilk on Fffawp
cia (1) lái obra de que tratamos, llevando ppr titulo ;• Exééi
■ . r ■.■■ .-J'Jaí
..■ :;■■■ . r VIOI^
(1) Giuiotlo en lUi4^rcgC4MÍ de «u cau^ivqúo á iütpaSael ref D. teh
nando VlLftq oital)«i iiiiprímiepdo cu SavíUu, cq Jíí) imprcDU de lüdalgridB
übrá dftl teAfvr neiiíóib : ilia ^tíi' sazón imyroM ya la mítaif do olla, coa^r
ta diferoncio. La perMwueioR iini^io sniicitu ruiitnr lihcralcs j'nttarí(
l)ajo cuyaMltiiuo coiice|»io iwUwa coaudemdo el ref Árido lefltfr RéÍBMÍ^«y!
la sopro'sion de la iiiicrUiddi; iioi^reiit^i , que.íuú conRucaeiióa del práMN
dccrfíto (Ift Fernando Vil , óbliguruii al autur y al imprcsur k ifiulilíur MM
lorndamento toda la-pnrtn irirpmA, rüscrv&iidoxn íinicamhntó el' auloruR
piieguR de capiiloa y. el manuicrilo. — Parado» loe primeros furqne de la fS^
scxuúpB, y traoqiulizado d sejkoi- Jlcino^, no penliendO la etparailrte -eeiip
otro| muciiüK di; que el rey Fcruando adoptase una marciía uenoe éétroM^
y miis chaciliadora y tolrranU; , conrormc iiarncia requerir su propio imy
r(!S, i)oiriHni<!Ó »u pensamiento y ni estado (le su ohra , qiie de ningufia in^
ñera |»odia ya imprimirse en Sevilla , n un aini^o y condiscipulo soyo , M;
emigrado de EspaAa al tiempo lie la ovucuarion déla Península Mf lailií''
p.'is de Napoleón, habia rcgreü^idu á Madrid entro la comitiva ¿1 rev fth^
uando. Este sugeto (1). J. V.) amigo del impresor v.n esta corto D. N. de&f.
escribi/» ol autor , dieiéndole nn^ remitiese el original jiara tentar sí habi|
algún medio de oliUtoor en Madrid la linmeía para la impresión, y m^
zarla. Vino elW;iivamenle el original, y fué |iuesto en roanos del nfariál
impresor para que discurriera lo que pudiera hacerse para llevar á cabo li
jiuLlicacion. La parte impresa en Nivilla, que eran 15 pliegos oa 4.% eiia"
145
Im dtliío» de tnJideUdad á la patria , %mputado$ A
Mm iomeíidoi bajo la dominación france$a^ tu\o
I ipe debía esperarse, pues mereció unánimes
andada j Tariada, imprimidos ncriodoi y pnrraroi.j suslitiiido
I atroi. 1^1 aulor , qao diirunl^ la aui^nria del rty Fernando , ?
prnamiendo un raiuhio tau nolalile de conus , que le volviera a
M dejaba de bnoer inciilpurionei severas á la familia real por el
Cilpable abandono de sus dtTcrbos v de las obligarioncg que le
li Dación , para deducir la ne residan , el derecho y la libertad en
■dÍTÍduon quedaron , cuando aquella dinaslin falló, de elegir y
i al gobierno y á los orincipios que li^ nluguiesen. Traló de disi-
triar loda csla' parle do inculpaciones i la misma dinastía ya res-
M el trono, conservando por lo demás las doctrinas emitidas en
n« en la cual , á pesar de aquellas variaciones y correcciones, no
nlnmbrarse , á quienes la lean atentamente , pasajes é ideas con-
■^ael capiíal prmcipio , sobre el cual esencialmente estriba toda
inpresor conoció, vista la marcha adoptada por el gobierno del rey
^ flue seria temerosa , y aun arriesgada , la tentativa de obtener el
ir la via regular para la impresión. Mas considerando el mérito
, DO quiso privar del gusto de que la viese á su amigo el seftor
I Cabrera , conocedor y aficionado á esta clase de producciones.
M acuerdo del amigo y encarj^ado del sefior Reinuso , verificó,
m grata sorpresa v emoción al inteligente , virtuoso y benf'mériio
rara, que se deridio á procurar que la viesi* el dutjiie'de S;in (^ír-
•aton ministro de Estado, con quien tenia antiguas relación.**
, para ver si á favor de las doctrinas de este libro, y obteniendo
ooiducto la licencia nara (^ue se imprimiese y circulase , le oro-
iplar la acritud é intolerancia que aquel gobierno ¡ partido aes-
Eo esta sazón , el duque de San («arlos , por sns ideas y temple
, fué repenlinumente separado de los negocios , y tiHlo tomó un
H riguroso y perseguidor , tocando también á pocos días una no
arle en las persecuciones al modesto y virtuosísimo seAor Cabrera.
1 esperanza de poder imprimir y publicar la obra en EspaAa , ñero
le eficazmente que uo se peruiese para la socie<lad , se pensó en
M persona de toda confianza á Francia , á donde la llevó el ca-
Sai Isidro 1). N. Imprimióse por primera vez ya entrado el aflo
61 Auch , tal como fué el original desde Madrid. Pero á la se-
noB, hecha en Burdeos , ya con conocimiento del autor , hizo al-
lisndas y aftadió algunas notas , entre ellas la importante en im-
de la Tetyria dv las Cortes del canónigo Marina. La única
quien el seftor Ueinoso leyó el manuscrito de sn obra , antes de
I tj con quien tuvo acerca de ella varias conferencias, fué ni inti-
I al ^. D. Pablo Pérez Seoane , ilustre jurisconsulto de Sevilla»
'fíve todavía.
10
146
elogios de todos los sabios , y hasta de los mismos, tajas.
opiniones ó preocupaciones se censuraban \igorosameiH
le. Con ansia se buscaban en España los ejemplares de *
esta obra; y tanto por lo que se buscaban, como por la
dificultad de introducirlos en el reino, se vendían á muy
subido precio , habiéndose pagado algunos ejemplares á
mas de mil reales cada uno. Escascando ya los de la se-
gunda edición , habia corregido escrupulosamente uno
de ellos , ú fin de que sirviese de original para la edición
de todas sus obras , que proyectaba publicar, y en cuyo
trabajo se ocupaba <;uaudo le sorprendió la muerte.
Ya se ha indicado y puede afirmarse perentoriamente,
que esta obra no ha sido impugnada por nadie. Hemos
qido hablar de un escrito que estendíó con este objeto el
antiguo consejero de Estado D. Juan Bautista Erro; perO'
no podemos hablar de un escrito que no se ha publicado,
que tampoco hemos leido, y acerca del cual no tenemos ,
una seguridad completa de que haya existido ; pues no
recordamos haber oido afirmar á nadie que lo haya visto
ó leido. No merece el nombre de impugnación, ni ann
siquiera el honor de ser citado , un folletito miserable y
vergonzante , que inoportuna y tardíamente apareció en
1837 , y que «in duda la envidia literaria dictó á un ver-'
ista cesáreo (1) que ni aun se atrevió á publicarle bajo su
snombre.
No debemos dejar de hacer mención , antes de con-
(i) Consta que este folíelo fue obra de D. Juan Bautista Arriaza, qu
pretendió zaherir la obra, después de babersc publicado dos ediciencs, j
cuando p nadie se acordaba de afrancesados, ni participaba de los intere-
ses y pasiones de sus perseguidores. Kslas circuuslancias, unidas á la de ka«
liarse por aquel tiempo en esta curte el señor lUinoso , morcciendo la con-
lianza del gobierno, y el respeto y cstiinacion de las personas mas distingaidis
de la misma , dan un derecno para atribuir eslu publicación á motivos poco
nobles. — El noibbre de poeta Cesáreo se lo data un amigo nuestro al se-
ftor Arriaza , por su aücipn á cantaír para los oidos reales. — Respecto del '
folleto, que aun se baila venal á 2 rs. en la librería de Burgos , gakría de ;
Sai Felipe, nos bastaría por toda respuesta, que las personas curioiai la
lyeseii: el juicio de estas romprohoria nuestras calíricaeiüncs.
*'i
147
^lair esta maloria , de las ¡iijustAs cláusula» qtir acarra
M ixámen estampa en su Historia de la giic'Ya y revolu^
lían de Eipaña el sofíor conde de Toreno (1). Las rláu-
«das á que nos referimos, y en las que por cierto no se
vaeba el juicio que en ellas se emite , ni espresa 6ste el
nlor como suyo propio, sino.mas bien del vulpo, debie-
ran suponerse bastante compensadas con rec<»norerse si
■ismo tiempo el distinpruido mérito del autor , y de una
dva «en realidad notable por su esco^^ida erudición y mu*
¡ka doctrina,» y en que se abof^a en favor do los desgra-
nados de todos los partidos. Sí el nombre del historiador
base menos cólebre , y si las cláusulas que hemos copía-
la no apareciesen en una obra tan imnortante y estima -
hy que su mismo autor no dudó calilicar en pleno par-
Wnento , de monumento li*vautado á la gloria nacional.
Naos detendríamos en contestar siquiera cuatro pala-*
Ina á unos carf2[os tan vulgares y superficiales.
Si bien el autor del Examen censura algunas deter «
■iaacioncs de las Cortes , y combate las opiniones de
(1) «Vn literato dittinguido y Tnron aprrrinMo piiMiró nn Fronrin aDut
iWb en defensa de los ronipromotidos rou el intruso , & riiyo linndo pertcne-
M, una obra muy estimada dv ios shvos , y en reolidod notable ñor su eseo-
|Ua erudición y mnclia doctrina. Láslíma ha sido so muestro en ella sa nntor
lu apasionado y parcial; pero ul paso qucT uiallruta ¿ las («órti>s, y censura
trámente á muchos desús diputados, encomia á Fernando altamente, ca-
índole hasta de celestint. Y no se crea perdió el desliz dd tiempo en
|ie M «scríbió la obra ; porque si bien suena liaberse concluido esta al toI-
W aqnel monarca á pisar nuestro snelo , su pnblicariun no so voriflcó hasta
lu anoi después , cuando serenado el ánimo podría el autor, encerrando en
ai pecho anteriores quejas, haber dejado en paz ó los caídos, ya que qui-
tim prodigar lisonjas é incienso á un rey que , restablecido en el solio, no
Ua mdício de sor agradecido con los leales , ni generoso con los eslrnvia-
iNé infieles. El libro que nos ocupa, hultieru quizá entonces gozado de mas
i^aito entre todos los partidos, como que abogaba m favor de la desgracia,
|aa 16 hubiera tuchailo do ser un nuevo tejido de consecuencias erróneas,
arikM y sofislicamenle sacadas de principios del derecho de gentes , sól'Nloa-
<iaí, paro no aplioables á la guerra y acontecimientos de Espafta.» Hieto--
fia del tevantoinienlo t guerra 'y revolución dfi Ktpaña , por eL
«Wirfe de Toreno, ttmio, 5. •*, pá^, f//.T.
i48
algunos diputados, no lo hace con la aspereza que aupo* ,
ne el citado conde : lo hace con energía y con calor^ coa ,
el que se espresa un hombre que defiende la causa de la |
humanidad y de la justicia , y que aboga por millares da ^
desgraciados^ perseguidos por el fanatismo político «por ,
preocupaciones y por pasiones. Su lenguaje dista mucho .
de ser apasionado, ni puede calificarse de parcial, por* ' \
3ue pretenda mover (1) al mismo tiempo, en favor de h
esgracia , y de los proscritos de todos los partidos , A
animo de un rey , que cualesquiera que fuesen sus seo*
timientos , interesaba al bien y felicidad del pais, que al
volver á pisar el "territorio español y después de una lin-
cha desastrosa , desoyese los consejos interesados de la
adulación , y abriese solo su corazón á las inspiraciones
de la demencia, de la justicia , del olvido generoso délo
pasado , . v del consuelo de innumerables infelices. Si d
señor Remoso suponía en el pecho del monarca español
sentimientos nobles , magnánimos y generosos que sus
enemigos le niegan , pudieron estos haber observado qoa
quizá el autor del Examen , como profundo maestro en
el arte de escribir, empleó un hábil recurso oratorio que
podría consistir en pintar el ánimo y los pensamientos
€pmo no eran para enseñarle como dcbian ser. Con este
i^oble fin emplea el escritor cuantos medios pudo suge-
rirle su talento , hablando al rey en nombre de la huma-
nidad, de la gloria , y hasta de la misma patria, á quien*
anima V person¡fit^a, y en cuya boca pone las últimas y
magnincas palabras con que termina el Examen. Ea tan-
to mas injusta y vituperaole la acusación del señor conde
de Toreno , cuanto que los elevados pensamientos que se
(i^ Ofeodertanos el boea jaiciodo las personas ¡lostradas qoe leaa etto
Mérito, «i «os «copásemos en demostrar la verdadera acepción del adjelift
celestial aplicado al rey Fernando.— Es un error decir qio la obra te in-
primió dos aftos después de la yncUa del rey, pnes lo fue en 1815, y ea «1
aileríor y á la entrada de las tropas cspaflolas ya se estaba imprimiendo ea
Sefilla , como hemoo dicho. — No hay ea la obra el menor pretesto para de*
eir que en illa se turba la pax de los caídos, cuando realmente se defieadl
la caiM de lodos.
149
tBÜCen en la peroracioa final de dicha obra , y los e afuer-»
m qoe se hacen para inspirar en el coraion del monarca
mtimienloa de gralilad a todos los cspaAolos y de gene -
lesidad con todos los desgraciados , no podían menos de
ser favorables á todos los partidos proscritos , y por con-
signiente al bando á que el miimo itüor conde perieneeim.
fin no molestar á mis lectores con las muchas conside-
liciones á que dan losar los muchos y notables errores,
qae contiene el párrafo á que nos roterimos« j que an*
tes hemos copiado, nos bastará trasladar también los úl-
tinos párrafos de la conclusión del Examen. Estoy seguro
de que no habrá lector discreto y sensato que no advierta
ficiimente el verdadero valor y la verdadera inteligencia
iftUs lisonjoi y de los ineientoi, que un hombre de tanto
taleaío conio el sefíor conde no ha querido sin duda apro«^
d» V reconocer. Dicen asi :
Aíns ;ahl en pos de esa borarsca deshecha de las pa^
Miet« aparece ya el iris de la serenidad. Albricias., es-
pañoles perseguidos. £1 celestial Femando, delicias y
votos de la nación , pisa las lindes do la Peninsnlaen eale
UenaTenturado momento. Al asomar por nuestro horí-*
loate ha difundido consuelos y esperanzas sobro los infe*
liees que buscaron un asila en la tempestad. Su presencia
•(Mciblo desterrará los enconos, y derramará en nuestro,
fatigado suelo el espíritu de unión y do amor , asi como,
el sol plácido de abril disipa las nieblas ásperas del in*--
▼ierno, y regala con el soplo dulcísimo y vivificante del
céfiro la tierra desolada por Los fieros embates del aquilón.
» lOb Feraandol t& siempre hubieras puesto el tér«-
mine i mi enfadosa tarea, en aquel ser que k ballaso
b Tenturosa noticia de tu advenimiento ; poraue no
á mi débil pluma , sino á tu voz benéfica y poderosa,
es dado hacer el contento v la dicha de los miserables ,
He tenido que luchar coa nombres enfurecidos y obsti-
nados; pero tuya ha de ser únicamente la victoria, t Afor-
tunado yol que dejo á loa tristes , cuando ceso de nablar .
en su causa , tan augusta patrono , tan nuevos y glorio^
sos auspicios de felicidad.
i»¿Qué'pnc(lo yo decirte t oh Fernando? A ti debe
solo hablarte tu corazón. ¿Pudieran adulterar tus boadi-
dosos sentimientos aduladores y folletistas, que/olfi-
dandolos principios de religión y humanidad, ctamma
frenéticos por patíbulos, para ostentar celo por tu per-
sona? |DeslcalosI que asi conspiráis á manchar el timbré
mas esclarecido del rey. Fernando sabe que al templo dé
la ^lor¡a no se subo por persecuciones. ¿Qué son para w
fama vuestros votos ruines, desaprobados del mnnde^
Un grau monarca , no ha de ceñir su opinión á ciroula!
tan mezquino : debe mirar al universo ; debo estender IK
vista á la posteridad.
»¿Guáies subditos se hallaron jamás en posiciontai
deleznable, en situación tan ocasionada para vacibrr
como los españoles, sin gobierno , sin libertad » sin ümN
zas , sin esperanza? ¿Qué monarca en el mundo eataili
en ocasión igual' do hacer gracias, si na^a tuviese dejm^
ticia la reparación de tantas miserias? En sus propios i»^
fortunios ha aprendido á lastimarse de los infelices: haji;
la diestra del conquistador ha sentido el peso de esa nii^'
ma fuerza , y esperimentado la necesidad de sucumbir.'
Sentado en un trono rescatado con la sangre de sus vasa^
líos., ¿podría no compadecer la desgracia *de innumerai*
bles de ellos , nacida de su desgracia propia? Después di-
tan prolijo y amargo llanto, ¿aún babria que derramar
nuevas lágrimas? ¿Habría esposas ^desoladas , nifios des-*
amparados, familias desvalidas, que clamasen por sol
maridos desterrados , por sus padres encarcelados , por
el sustento perdido? ¿Que turbasen con aves de dolor el
gozo general por la restitución de Fernando, salud y ale*
![ria de los españoles? ¿Pudiera llamarse feliz esta grai
ámilia , sembrada por todas partes de millares de acfr*
venturados?
»La madre patria , sentada sobro un montón de rainal
y cadáveres, fresca todavía la sangre que tiñe su vestid
. aura , pide el remedio y la conservación de todos sus hL«»
jos. Y «¡oh , Fernando! (esclama con voz enferma y dfií-
»bilitada por las desgracias) tú solo puedes cerrar mis
151
lUigas, dilaceradas por la discordia. ¿Quióii , sino tú,
•pudiera imponer silencio eterno á las pasiones irritadas,
17 recordar á los hombres que si forman un solo pueblo,
laolo es para amarse y auxiliarse rccípnicamcnte? ¡Que
ítD voz soberana , de que están pendientes los destinos
íde dos mundos, señale el principio de la reconciliación,
»4b la bienaventuranza, del júbilo universal y sempiterno!
iLa fortuna nada te ha dado mas ilustre , que el trono de
ana nación grande v poderosa : tus vir ludes nada te han
'adquirido mas lisonjeroquc el .imor de todos los pueblos:
IBS desgracias nada te ofrecen mas glorioso que el honor
divino do dispens<ir á todos el consuelo y la salvación.
•Los cspaúoles han dado un ejemplo de constancia alas ge-
linraciones futuras : á ti toca dejarles un modelo do l)c-
üaicencia. ¡Oh Fernando , el mejor de los reyes! nin-
Mb principe te ha igualado en la dedicación y en lossá-
tafi6cios de sus subditos: ¡que ningún príncipe se glorie
it escederte en generosidad!»
/ No se necesita ser muy lince para conocer el sentido
lü'. estas palabras, de esta brillante peroración con que
Mrmina la obra del Examen. Si Fernando hubiese pres-
íSú oidos á la voz de la clemencia y á los consejos de
íná sabia política , si hubiese dirigido su conducta según
disentimientos nobles y elevados que el autor de aque-
ta obra se empeña en inspirarlo , suponiendo que son los
[oe dominan su corazón, habría justificado los lisonieros
Íttetos con que se le califica , y se habria hecho digno
1 ellos : en otro caso , las palabras que acabamos de co-
E\ se convertían en una anfiarga invectiva , por cuanto
ian sido desatendidas la justicia y la política, espucs-
üfi tan felizmente , y engañadas las esperanzas de to-
fos los hombres honrados y do innumerables desgra
Ciados.
Voi hemos detenido algún tanto para dar una idea,
Mfnqúc no muy estensa y ¿ktallada , de las dos mas nota-
b|^ é importantes obras que publicó el señor Reindso, y
l{iie bastan para conocer su estilo, tanto en verso como
en prosa , y las singulares dotes que le adornaban, ya co-
132
mo poeta, ya como orador. Los pormenores relativos á
sus obras, y la noticia circunstanciada de ellas es todo b
que puede ofrecer interés en una vida consagrada entera-
mente al estudio y á la beneGcencia. Ni vicisitudes es-
traordinarias , ni acontecimientos singulares, ni proyec-
tos ambiciosos fatigaban su ánimo , ni le privaban de la
tranquilidad y de la paz que requiere el cultivo de las le*
tras. Su correspondencia con los amigos ausentes, versaba
ordinariamente sobre materias literarias; y su trato y re-
laciones, mientras permaneció en Sevilla, estaban limita-
dos á un corto número de hombres doctos, dejóvenes<
instruidos que le rodeaban, y de los mas distinguidos ar-
tistas, que abundaban en aquella capital.
' En esta contrajo intimas relaciones con D. Manuel
López Gepero , cura que fué del sagrario de aquella santa
iglesia, y actualmente Dean de la misma, y con D. Juau
Agustín Gean Bermudez. £1 primero es persona de suoul
afición é inteligencia en las obras artísticas, especialmente,
de pintura, de las que poseia en aquella época una esco-
gida colección: el segundo es muv conocido entre los sá-»
bios y entre los artistas , como el hombre mas instruido-
de España en la historia de las artes, uno de los que me^
jor conocían las teorias filosóficas de estas, y de losju£cea.
mas competentes de sus obras. El trato de estas dos per-»
sonas, el ^nsto instilivo del señor Reinoso, y los esce^
lentes modelos que ofreció Sevilla por aquel tiempo, dea-<^
arrollaron su gusto, lo estimularon á deaicarse con ardoc
al estudio de las artes y de SiU historia, y á conservar toda
su vMa esta constante afición. Por eso bcnia todo, su re-
creo en el trato y conversación de los. artistas,, maute-.
niendo relaciones en esta corte con varios de los ma&difr^
tinguidos de ella, señaladamente con D. José de Madrazo^
pintor de cámara, y con su paisano Gutiérrez. A sures-
potable amigo Gean lo visitaba casi diariamente; y cuando
espiró , Reinoso se hallaba sentado á la cabecera de ^
cama, Algunos dias después espresó su dolor en hermo-^
sos versos, que se publicaron en el periódico intitqlado
Estafeta de ^añ Sebastian.
153
Adomu ém qne en %n conTemeion m manifestaban
tos profandoi conocimiontos en estas materias, los dio á
conocer sobradamente cuando espHcaba en su cátedra do
humanidades, y antes en la Academia de letras humanas,
las teorías del gusto, do la belleza, de la sublimidad j del
estilo, de las que hacia aplicaciones á todas las artes,
comprendiendo también á todas en sus profundas consi-
deraciones, y notando entre ellas los puntos mas delicados
de semejanzas y de diferencias, según su objeto , su ín-
dole, 6 el instrumento y los medios que cada una emplea-
ba. Ha acreditado asimismo sus conocimientos artísticos
en Tarios escritos publicados, siendo entre estos notables,
el articulo que escribió, á instancias de varios de sus ami«
|oi, para la Reri$ta de Madrid^ y en el que se dan á co-
aocer los caracteres de la escuela española de pintura, y
efestilo y gusto particular de lasde Sevilla, Madrid y Va
leocia; ^1] y otro que insertó en 1827, en la Gaceta de
Madrid^ siendo redactor principal de ella, y en el cual
le haee una descripción artística y análisis del cscelente
gmpo, scmicolosal, ejecutado por el primer escultor de
cámara D. José Alvarez, y que representa un acta heroico
de amor filial, yeriiicado en el sitio de Zaragoza. (2) Bas-
(1) D.José Madcazo, y otro dUtinguido artii^ta, amigo tuyo, se re-
nieron ena noche para tener el gusto de loor juntos el articulo que hemos ci-
tado, ene sabían era del 8r. Reiuoso, aunque al pie de ¿1 se veian ios ini-
rkles U. N. S. A. pesacdo esto, fue dest'uhieito el autor, como el único qué
Sodia tratar aquella materia coa k ijiteligcuciu , profundidad,, precisión jf
emas dotes de estilo con que aqiiollt) hacia. Estas circunstancias ri'conoc -
ron y admiraron aqtiellos aos artistas , confesando que en la lectura del mei*
Clonado artkulo hauian pasado un rato delicioso.
(2) Lleno áü entusiasmo el Sr. Alvarez al leer el articulo de la Gaceta
en que con tanto talento y con tanta intiTi^eucia del arte se iuzgaba su obra,
penetrando el pensamiento que hnbin presidido y oooinpaftado á su ejecución,
i*0Bcibiéel proyecto de formar el busto del 8r. Reinoso. Por mas instancias
f- le le híxo , le nevó este constantemente ; y como entre otras razones mani*
leitue qne no podía permitir que en su obsequio emplease el Sr. Alvares
lanío tiempo y trabajo como requería un busto en mármol, tuvo al ñn que
ceder á una transacción , permitiendo que el Sr. Gutiérrez sacase al óleo un
retrato suyo, que por muerte del Sr. Reinoso se halla hoy en poder de su al-
barea é intimo amigo el Excino. Sr. D. Juua GuaU)erto González.
154
tarian estos dos escritos para justificar cuanto en esta
parte pudiéramos decir en elogio del sugeto , cuya bio-
grafía trazamos.
A su llegada á la corte, no se contentó con rer j exa-
minar las obras artísticas y los magnificos monumentos
de ella , sino que los esludió detenidamente y con avidez.
Guando sus ocupaciones se lo permitieron, pasó á Toledo,
• y al Escorial , y durante su permanencia en estos dos
puntos se ocupó algunos ratos en estender las obserra-
ciones propias que se le ocurrían en presencia de los mo*
numentos que contemplaba. No hemos visto este manus-
crito, de que nos dio noticia el señor Reinosa á la vuelta
de su segundo viaje, añadiendo, según recordamos, que
de su letra, que era bien menuda , y en estremo metida,
habia Ueqado como unos cinco pliegos de papel.
Después que lastropasfrancesasevacuaron la península»,
continuó viviendo en Sevilla en el mayor retiro y oscuri-
dad. No teniendo ningún cargo público , las letras eran
atf única ocupación y recreo. Esta época de los aeífr
aílos fué una de las mas desgraciadas para nuestro amigo
j para nosotros de las mas felices, pues tuvimos en ella
el placer de visitarle y tratarle , y de oír sos lecciones em
la cátedra de Humanidades, que restableció la Sociedad
Económica para que la desempeñase el señor Reinoso, á
quien por aclamación nombró, á fines de 1815. En la
apertura del primer curso, y habiendo concurrido á este
acto una diputación de la Sociedad, y varias personas
distinguidas de aquella ciudad, leyó un discurso ae intro-
ducción á la enseñanza, sobre h influenza de l(U belloi'
letras en la mejora del entendimiento y rectificación de lat^
pasiones, A pesar de lo mucho que los oyentes esperabaa
del profesor^ este discurso cscedió sus esperanzas. Nada
diremos de él, pues se baila impreso en Sevilla, y ya he-
mos dado á conocer bastante los caracteres generales da
sus escritos. Aunque su l^.ctura duró mas de una hora^
el interés que escitaron las primeras cláusulas se elevaba
sucesivamente á mayor altura, manifestándose enalgunos
inomentos un verdadero entusiasmo, señaladamentecuaoda
153
i la condoskm del diicuno dirigió una brillante pcrora->
cion i sus nuevos alumnos. La Sociedad Económica lo
mandó imprimir á sus espeusas. En estos escritos acadé-
micos, en qne por una parte se exige la profundidad de
los argumentos, y por otra la nobleza y majestad de las
sentencias, y la lozanía y galas do la imaginación, es en
los que mas cspecialmcMito se distinguen el gusto del so-
ñor Reinóse, los caracteres propios de su locución , y las
disposiciones y dotes que constituían su talento como
escritor.
¿Qué diremos de los dos cursos on que esplicó litera-
tura, hasta la primera de 1820'? Parcos deberíamos ser,
€uando sus lecciones de humanidades no se hallan impre-
sas, á pesar de que se conservan entre sus paneles habien-
do recibido quizá la última mano, y estando preparado
el manuscrito para la prensa; y cuando fuimos muy pocos
h» qne en aquella é[>0€a tuvimos el placer de oir sus es-
plicaciones verbales, ya (lorque entonces todo el movi-
miento literario estaba casi limitado á las carreras esco-
lásticas, ya porque todavía en aqncl tiempo no se conocía
bastante la utilidad é importancia de aquel estudio, re-
Stado por algunos ociosos, para quien no descubría vena
poeta, 6 que podría suplirse con un libreto de retórica
para loa que siguiesen otras carreras, y que por lo mis-
mo le considerarían como el último de los accesorios.
Pero ya que no podemos justificar nuestros asertos
oon la misma obra por no hallarse improsa , y que por lo
mismo nuestro juicio podria reputarse como exagerado,
é hijo de la pasión ó del entusiasmo, faltaríamos sin em-
bargo á la justicia, sí dejásemos do manifestar que desde
Aristóteles acá no se ha publicado un curso de literatura
mas completo, en que se dé mas amplitud d todas las ma-
terias que debe comprender, y en que se desenvuelvan y
esplíqucn los principios de aquella con igual talento y
profundidad, con igual erudición, con igual orden di-
dáctico, con igual precisión de ideas y exactitud do
juicio.
Ni de esta obra , ni de las csplicaciones verbales en
■s
156
que se comentaba y ampliaba, puede decirse qao care-
cían de novedad: antes por el contrario la hay, no solo en
la combinación de las iaeas, y en la forma de la espresion,
sino también , y muy parlicularmeBíe en la esposicion de
los principios generales de las bellas artes y letras. Las
leorias de estas llenaban el primor año del curso, y com-
tirendian un tratado amplio y completo de la filosofia de
as bellas artes en general y de la literatura en partícolar.
Pero habiendo formado el señor Retnoso el proyecto de
aplicar las doctrinas ideológicas y las formas analiticM
2ue le había sugerido el estudio profundo de las obrasi de
¡ondillac, Desttut-Tracy* Gabanis y Laromiffuicrc; y ha-
biendo meditado detenidamente este pensamiento, y con-
sultádolo con su amigó D. Alberto Lista , quien le biza
muy juiciosas observaciones acerca de la insuficiencia d»
las teorías de los tres primeros, para comprenderla índole
y generación de todas nuestras ideas y sensaciones, y cs-
Elicar todos los fenómenos de nuestra inteligencia, y so«
re todo las simpatías y afecciones morales, así como loft
sentimientos religiosos , tan naturales , tan espontáneos é
íntimos en el corazón humano; fundó sobre ba«es tan s6«
lidas el análisis de las facultades de nuestro espíritu, en
cuanto producen y crean las obras artísticas, coma
el genio, el ingenio, y la imaginación; el del instinto na-
tural, perfeccionado por la educación y el estudio, qoe
se denomina gusto, y que sin impedirlos vuelos de la ima-
ginación, ni poner tranas á los arrebatos del genio, pre «>
serva á ambos de sus e&travios y monstruosidades; y el
de la belleza y la sublimidad, cuyas ideas abslractas^rc»-.
sumen todos los medios do escitar la emoción viva del pl»-
c^r, empleando para ella los instrumentos de que so valea
)as, bellas artes y letras^
Nuevas por consiguienle debSan ser unas.teorías, que»
i juicio de Us persouas que las oyero» espUcar en 1q$;
dos cursos que mediaron desde el año de 15 al do 20, y.
de las que las han leido en los manuscritos del autor, (1).
^1 " ■ ■ ■ ■
(I) Gl Sr. Riinoso facilitaba á lut discijHilos sns Uccione» escriUspac^
k
157
Mdiái han ñdo etpiíesUi eon tanta profandidad y filoso-
na, jamas se han apoyado en principios tan seffuros ¿ ¡n-
ooncusoSf jamas se han presentado con tanto rigor annlí-
ticOv T jamas se ha hecho una aplicación roas feliz de las
doctrinas ideológicas n las materias nrlislicas y de litera-
tura, y 7a so deja conocer la luz que derramarían estas
tsplicaciones , no ya sobre el análisis gramatical de las
obras de elocuencia y poesia, y el de las bellezas y defec-
tos de aquellas, sino para resolver todas las cuestiones
que en general se agiten sobre asuntos.de gusto y de
belleza, y para el análisis de bs obras artísticas do todo
género.
Tan familiarizado el señor Reinoso con las materias
irttsticafi y literarias, que habían formado el estudio de
toia sn vida, y conociendo de todas las bellas artes sus
Rflu y ieorias, y hasta su tecnología, hacia aplicaciones
Jii una, ya á otra indistintamente, tomando ejemplos de
(odas, y haciendo notar de paso los puntos en que con-
veaian ó so diferenciaban , según su objeto ó la diversi-
dad de sus medios. La utilidad y el interés de las esplica-
ciones del primer afio de este •curso de humanidades, eran
comunes á todos los artistas, y tenían consigo la circuns-
taaeia singular de que ni hasta entonces , ni después,
UQDca en nuestro país han formado parte de las asigna-
turas de ninguna academia de artes, ni de ninguna uni-
versidad ó colegio. Asi es, que como no se han estudiado
los principios en que se fundan las reglas del buen gusto,
no se ha «conocido la importancia de estas, so han despre-»
ciado, y se ha tomado por única guia una imitación ciega
y servil, que no deja libertad al genio para remontarse
mas allá del modelo, de quien indistintamente se han co«
|oe lat copiacen. De esta manera so propagaron por aquel tiempo los copias,
y poco después aparecieron algunas imprecas en ana do las repúblicas de
Améñca. Las principales lecciones del primer a&o las refundió después y las
rHaii^tde anevo, haoicndose ocupado aesde entonces en mejorar y corregir
loéo el carso, qoe estaba dclerminadua imprimir con todas sus demás obtai.
i:ík
piadn, digúmcslo Ast, bcUczat mal reproducidas y defec-
to! (leKOiiocidoM.
íamwo oI único objeto de sus lecciones era la instmc-
rion de sus alumnos, y como en la enseñanza de la litera-
tura no b«-iKta comprender bien las esplicaciones del pro-
fesar, sino que ademas os necesario , tratándose de artes
3UC onscAan á hacer algo, ó mejor dicho, á evitar los
efectos en c^ue pudiera incurriese , un ejercicio conti-
nuo, que facilite la ejecución, y asegure el acierto, daba
i la práctica mas preferencia de la que se acostumbra en
en ol dia en las cátedras de retórica y poética. No se pro-
ponía que todos sus alumnos hahiande formarse forzosa-
mente poetas ú oradores : |)ero sí que todos esplicasen
con claridad, orden, precisión y propiedad los pensa-
mientos que su inteligencia les ofreciese, y con nobleza '
6 interés los afectos que agitasen su alma , evitando el
desaliAo é incorrección de las frascas. Las disposiciones
naturales que eiigen la elocuencia ó la poesía, ¿cómo se
revelan mejor que por la practica? Esta es otra ventaja
de los trabajos en que eiercitaba á sus discípulos el se-
Aor lleínoso. No eran de obligación las composiciones
poéticas: poro á los que tenían afición y talento pra ellas
los invitaba y aun les daba asunto para formarlas, corrí*
giéudolas él despnes . y haciendo sobre ellas obserTacio-
ues muv útiles para sus autores: otras veces eneomen—
daba á íi>s mismos la traducción en verso de algún fra^
mentó de Virgilio. Horacio, u otro pt^eta de la antigüe-
dad, ó de alguno de los e\iranjeros de la edad moderna.
Los trabajiv» que generalmente encargaba, a>nsist¡an en
diseí taciones sobre los objcliv» de la ensefljinxa» ea ser—
luones, en acusaciones fiscales y defensas : de esta ma—
ñera se Aseguraban en la inieligeucia de las materias que
se hAbiJín esplicado. y se ejercitaban en estender sus ideas
pi>r escrito, y en las formas propias de los diverso» gé-
nt*ros de elocuencia. También se inrupaban los mismos
dtoK'ipnlosett aualírar iH>r es^-rito. va uuaoda de IIoracio«
va un libro de U FneiJa de Virgilio, o va uoa comedia
tt rnwslro leatn» antiguo. I n dia de la semana se emplea*
1;>9
bA ea pregUDtar acerca do cuauto se habia csplicado oii
los anteriores; y las preguntas no oran aisladas jcontrai*
dasá una sola idea, sino que se esteuiiiaiiá una doctrina
complela* á una teoría integra, que suministrando asunto
para un raionamiento detenido, acostumbrase á k)s alum-
nos a espresar ordenadamente sus pensamiiMitos por me-
dio de la palabra , y á hablar en público sin inrorreccíon
; desaliño.
Unidas tan luminosas esplicaciones á ejercicios lan
biea entendidos, y amluis cosas al justo prestigio del pro-
tesor , al interés que cscitaban sus lecciones, y al mode-
lo viro que en ellas ofrecian , no |M>dia menos esta felii
rtiuiion do circunstancias de contribuir poderosamonto á
U mejor instrucción y adelantamientos de los alumnos, á
tiketir cada vez mas la reputación y nombradla del señor
ReÍMso , y á que su clase fuese concurrida de las nerso-
Msmas diKtas en todas carreras, y do los mas distingui-
dos estranjeros quo llegaban á Sevilla.
A pesar do que el ejercicio de la enseñanza era tan
igradaulc al señor Reinoso , y decente la dotación que
por su cátedra disfrutaba , no pudo continuar aqnc*
lia, cuando terminó el año escolástico de 1820. Aunquo
la asignación que gozaba, se abonaba de una suscricion
voluntaria que la Sociedad Económica habia abierto entro
sos individuos y algunas personas distinguidas de aque-
lla capital , no dejaron de ocurrir algunos desfalcos por
abuso de las manos sul>alternas encargadas de su recau-
dación. Por esto vivió con bastante estrechez el señor
Rainoso todo el tiempo que sirvió esta cátedra , que de-
Sndiendo únicamente do la voluntad do la Si>cicdad , y
una suscricion , ya muy disminuida con b ausencia
de muchas personas , por consecuencia do los aconteci-
mientos quo acababan de ocurrir , era por lo mismo un
destino, si grato y glorioso para el quo lo desempeñaba,
inseguro y precario al mismo tiempo, y de muy noca os-
tahiUdAd. £n vista do esto , y teniendo el señor lleinoso
por aquel tiempo varios amigos y apasionados en la dipu--
tAcion |irovincial de Cádiz % accedió á sus instancias y
1()()
admitió el encargo que lo propusieron de deaempefiar loa
trabajos que le encomenaase aquella, asignándole por
ello una muy decente dotación, que le proporcionaba so-
bradamente con que atender á sus limitadas necesidades.
Muy sensible fué esta determinación del señor Reinoso
á los numerosos amigos y discípulos que dejaba en Sen-
Ha, y en especial á la Sociedad Económica. Con este mo-
tivo , representó esta á S. M. , por medio de la de la
corte , que entonces estaba considerada como central
respecto de las de todo el reino , rogándole que se dig-
nase aprobar los medios que proponia , con el fin de que
continuase aquel desempeñando la cátedra de humanida-
des. Aunque muy apoyada esta solicitud por la Sociedad
Matritense, que manitestaba hallarse «muy enterada de
las prendas singulares que adornaban á D. Félix Reino—
ao, y de los servicios eminentes que habia hecho en lo-»
dos tiempos al Estado , » no tuvo aquella efecto , ni aun
parece recayó sobro ella ninguna resolución, ya por fal-
ta de persona que la agitase , ya por las circunstancias
estraordinarias de la épora.
Cuando á principios de aquel año, y después de pro-
clamada la Constitución en todas las provincias del rei-
no, entró en Sevilla , como en triunfo , D. Rafael del
Riego , que venia de la frontera de Portugal , á donde
corría precipitadamente á refugiarse, visitó á muy poooa
días de su llegada al señor Reinoso , por la reputacioa
de su saber , y por la especie de homenaje que en aque-
llos momentos se prestaba á la instrucción y al tálenlo:
Sarecia que , terminada una ópoca triste de arbitraríe—
ad é ignorancia • debía inaugurarse otra nueva y faiía-
ta • en que apareciesen hermanadas la libertad y la sabi-
duría. Riego trató á Reinoso, y quedó sinceramenle
prendado de su rectitud y buena té , y de la templanxa y
sensatei de sus ideas. Le llevó , para que la examinase j
corrigiese , una narración de los sucesos que le habiaa
ocurrido eu el alzamiento de la Isla y espedicion , que
parece babia redactado su ayudante D. Evarislo San Mi-
guel, escritor entonces muy visoflo. En las primeras elec-
161
cknies para Dipatados í Corles , quo se yerificaron aquel
iflo , formó Riego el mavor empeño on quo hc nombra-
se á Reinoso por la provmcia de Sevilla. IIuIh) de coiuu-
niear este pensamiento, para realizarle, con algunas per-
sonas que se esforzaron eu hacerle variar de propósito,
Iintanao á Reiuoso en folletos, hojas volantes y artículos
e periódioos, como un hombre peligroso, tanto porque
IOS ideas eran contrarias al sistema de gobierno que se
establecía en aquella ley fundamental , juzgando que es-
ta eiigia una inmediata y esencial reforma , cuanto «por
(pe su elocuencia seria capaz de inclinar en este sentido
b balanza del congreso,» (1) contra loque opinaban los
imuites fanáticos do la Constitución neta. Estos medios,
nu\ue sugeridos por la mala f¿ y por un ciego espirito
ie pvtido, que muy luego principió á manifestarse, na-
ii leoian de calumniosos i>or cierto , y fueron muy sufi-
mates para que variase ae pensamiento Riego , hombre
^U Gou esceso , sin conocuuiento del mundo ni de los
hombres , y sin las luces necesarias para conocer los ar-
tificios de la intriga.
Reinoso, que en nuiteria de opiniones no conocíala re-
serva ni el disimulo, so habia espucado siiempre en ua sen-
tido desiavorablo al Código de Cádiz , y mucho mas en
aqueUos dias, quo con motivo de su reciente promulga-
ción, era asunto general de todas las conversaciones. Juz-
gaba monstruosos el método de elecciones y el sistema de
administración que en aquel so establecen, asi como que
era imposible de sostenerse por mucho tiempo en ningún
país del mundo un sistema político , en que se crea un
trono sin defensa ni escudo , y delante de él una cámara
popular , sin ningún freno que sea capaz de contenerla
en fus estravios. Fundado en argumentos muy sólidos, y
en autoridades muy respetables , estaba persuadido Rei-
noso , según publicó en un escrito , quo este sistema lle-
(1) Ueconlamoi haber laido ostas mi«naK )>alalirM en uno d6 Ion dia-
rioi o impreaos, qse par aquel üempo se publicaron en ^viUa. .
11
Turin nii iMifllipiior país naturalmente al defipotiamo ó á
U Aiiarniiln. Koliro vario» do Hus artfculos se le oenrrian
|tnniianiirntofi dniíttKM)» , Hingularmente acerca del dogma j
lio la MilH^rnniíi <lnl pueblo ; y mas de una vez nos £iio '
rnir ron motivo do la ndorarion que entonces se prestaba
rn OAni todaa Iah riudado» , hasta por las mismas aatori- ^
dndnn . ñ Un láitiiUii mandada» lijar en la principal plaia
dr ondrt noblnnon : > do las ospresioues hiperbólicas que
umIuiu al|cunoii OMTitoros } diaristas , como entre otras, f
lUuiAr A U («onatituoion ol tagrado y Mcrosanto Código, ^
M torminar la prima vora de tH20 pasó á Cádiz, do»-^
dn» lo o»poralmn »uk amigo». } los trabajos que debia e»- '
o^Miiondarlo la dinutari^in nnn inoial. Vcogido en aquella ^
ouUa oiudad i^m la bonovolonoia jt Aprecio que eran coft- V
«iguíonlo» A yu oolobridad tan nH'rccida. se dedicó deaáa^^
luoiix^ A la!& I\h»im.« pr^t|úas do mi oncarfo. ¿^So creerá qMd^
Hi(^iiH¥K% «p c^Mi9«^nlaria ctm do^^mp^'Aar é&le según 9mr
lmií»« . ciiUri^udo ul «oj eon U$ foruus de una heraMa?
iKkemñ^m orv^r^ pertiivHi««s en et\)iKinuii \ admiaislii-l'
ouvn *" No |vrtuUMii cMo uí b cstreuiada deíícadeja defls.^
\NirAs'9^r « III «« aiiH«r a U pedíev^ii^ ea u^ genero di ;^
fMmílHM^, «I 9« «WJKW4II «eneral a u^ia cia^ de c
üM^NMwt l\yr k;^ mvmiio Cue crta ui ^fO<a ea que
iMKii et A^9iMi^N4ls« ie ia v^kh!rK».Mi quie hub^ii ci ^ .
<^a ei ecrtuníbv» iiK^N«Mftie . etMOMWi^. prvHCu«4^. <«Mke tí^ ^
«Am k^ qt/ii^ ^íwyrewifcA . Jk »» iaárnfaBiw. « naaluiJm- ii¡
«AfA ralla»» i^i»^ lie«e» {K*r cJSk^ e¿ 9^0» aM¿ 5 fcia
lA^i tf^H^M^tft « iSft MKl«M^;¡nlCu^tt ^.eourcaí. irc nHiMk
^imNfet w«ui^ái^>rct<%ii « «tt ^oJmm^ «¡lEscm/ . :hi dimana a-*
%VM9lC(MMr >ta t&Wlf«m/ UKU.^^ ^ su. vX'tM -JIM ^l ímé M
««HiW^ 11^ iif* tnaooicj* «f 9rvif«frvi«/iiarY#a jíí lAOfíiíaaif
IMIM «•% «1*»^ muifr^ip^ ^ t jitf icuMvvv 3U. amana ctftt
fcw4ar fisir «ir ^ümsi: 4it«i(«iiiiNM^ ^^ ^vu 4Imi« «aMitts^
i
165
ates. 'A la aparidon da cada obra de Reinoso,
bitfi ras amigos, Henos de novedad y sorpresa,
reyelaban j descubrían eu él nociones y conoci-
^ de que ni siquiera la menor idea tenían que po-
£ 'filien pudiera comprender que el eminente poc-
bia cantado el pecado del primer hooibre , ha-
i^s de elevarse á tanta altura en las discusiones
jd brecho público y do la ciencia administrativa?
•eria fácil ni aun posible dar una notipia eomple*
i trabajos que en esta época desempeñó el señor
: con sobradas razones debemos atribuirle los
Citantes y trascendentales que publicó aquella
i provincial , los que vcrsabau sobre espedien-
nrales, y cuantos eran relativas á e^taoistica, fo-
insiruccion pública : dcbennos también atribuirle
pon de los esceleiites manifieistos « csposicidnes,
¡t é informes que en aquel tiempo se publicaron
re dp la espresada diputación provincjat » y que
^ luego descubrían la pluma quQ so había ¿oeu-
t .eatenderlos. Pero sin embargo debemos bacer
.Biencion , por su importancia y mérito, y por la
*; :aceptácion que merecieron de los escritos si-
i: ,. ■ .:
Iffo de ordenoñxof muniiíUHÜeé , €Ír^%álaéo for la
^ de la prin>incia de Cádití , á (^ íi^yiumialnientos
l¿>(o.---C(Mu4821.— Gomo el QM^go coiBstitu-
A a^o 12 encargaba á los ayuntanuejilJbojs U /9r-
^ las 0f4enanta8 municipales. del, pf^blo^ 4;rejó
moa de, Gááiz que» para que itui^es^ complimif^-
^l^posicion, era útil y acertados J V^m propio de
(oéiou, circular no. un proyecto, «co^ümo!, ^sino, mía
^. pidigo mumcipaL Eu él Qstán designados J.de-
\p^ los principios en todos los ramos de poui^ía ;
(Mpie cada pueblo» ,al formar sUa <tfdeDfinzaii,. ba-
lero ^M todo el trabajo , y Bolp k.MUAbf^ estáblé-
ifvaria<í;ioues que exigiaii las cijren^ta^cias d^.qa-
p^,, s^prib^r los artlqulos i||útili9s,p4ra,,alguap6>
r ki ^aeUifi necesidades lúc$let 4 los alimQi V¿-
i64
■
troducidos exigiesen.» -Pero sin embargo , está foniil^
con tanto conocimiento de las cireanstancias locales
todos los pneblosde aquella provincia , que, aunque
bria artículos que suprimir , dificilmente ocurriria el
so'de tener que afiadir ninguno : puede decirse que eB^^
inodelo todo estaba previsto y prevenido.
Las atribuciones de la policía municipal se refii
según este modelo , á cinco objetos principales , que
el orden » la seguridad , la comodidad , el ornato j
recreo y la educación primaria. £1 principio general'
domina en todos sus artículos » es el siguiente : di¡i
cada ciudadano en enUra libertad de hacer lo que ai
excepto aquellae acciones que ceden en daño de otro ó i
tociedad entera.
El título que trata de la policía de orden , está
dido en dos secciones. La primera trata del domicilio'
los ciudadanos , y la segunda de su conducta. En
al domicilio , establece las reglas que han de gu
para que la autoridad municipal conozca con exactiL
estado de la población : en cuanto á la conducta , i¿'
signan los casos en que los oficiales del ayuntamiento íf
ben intervenir en las acciones de los ciudadanos » y'l
modo con que deben hacerlo. ' "*%
La policía de seguridad se divide naturalmente M
licía de seguridad personal , y de seguridad de los
La primera sé subdivide en alimenticia, de salubridad'^
- protección. En la segunda se prescriben los abastos j
'posturas, y en la tercera se establece pena pecuniaria
tra lol^ que se niegan á socorrer á los qfue imploran
xilib , cuando han podido hacerlo sin manifiestb péüMb'
de su vida. En cuanto á la seguridad de los bienMVis
examinan con mucho tino y análisis los diversos 'casos
en que se suele ofehder la propiedad , y so sefialan iMs
penas correspondientes á cada uno. Esta secdon ; dirt^
Sida á infundir en los ciudadanos un gran respeté ÍA
erecho sagrado de la propiedad , es quizá la parte mé^
jor trabajada del modelo. Uno de sus artículos impoiito
mtüUi al que hiriere 6 matare fñn uecsesldad á vn' amad
165
iomí^stiro , en liíj^rar Je pro}^i/|?<^d ó arriendo de su duc-
ÍDi Nosotros qiQ8Í¿ran\ws t|a* lainhieii se impusiese pe-
'M.al que hiriere ó ma'.arc ai vinÍMal Joniéslico » aunque
Mi propio, sin mas objftjio que el do satisfacer su bárba*
la crueldad. El gran filósqfo y publicihla lUínili&in diro,
me Ja iaipiedad con los. animales, y i^uu la cobtumbre de
iBSimir , solo por ejercitarj las fuerzas los seres inani-
Viflos , habitúa al hombre á derramar la sangre de sus
«iBBejantes.
:* M fia del. modelo se añade un sumario de las razones
lnotivos de las leyes que ^ proponen s al frente de es*-
tbipiyario se halla el análisis de la distribución que se
f'k.láeho de la poUcift monicipal. Antecede á todo el re-
^to un titulo, llamado Aegr/íK genoralñi» En ellas se
.^,Jos los ciudadano^ el derecho de oponerse á la ten-
14íli'4'eiecimioi| de un delito v de asegurar al que se le
, MVeche de algún crin^en t conducirle ante la autoridad,
7 ^.exigir la concurrencia y. ayuda de los demás para
'lM9uacGÍpoes. Se seOalá el magistrado , ante qmen de-
imbiácene las dequncias i las ^rsonas que pueden ha -
ttriMy y lak facultad qae. se. concede- ala autoridad para
i^ojÁuir 6 aumentar la muHa dentro de ciertos limites.
raq Ifia artículos .loa^ iqti^resMies y almismo tiempo mas
a^oa de este títulpí iSOA JooiXidativQsá la.respousabili-
ffí^fidiaria ; lUmas^iasi^a^quegravita sobre las per-
nal, á.cuyo. cargo .eAtó/et-queiba bocho el daño, por el
ciá\.f«^ j^Done la pensil. iHatnos ^cho- que estos artículos
na inícTOS » ^q pctrqufi.la o^tfria en que se versan no
í
¡ kja,4Í4K^tj9nída en e^nifiid^^^ipñ por los legbladoresi aun
[ Iside eí tien^po.deiios. ai^tigHop egipcios, sino porque no
^ukegios %i]^ fie, baya nmtoa trazado con igual tino y li-
1 ]^Usa4o. es. de^irinajiadie la .pureza y demás dotes
^Ijíppguaje^ i^wquif le que mas recomienda esta obra^
son los escelei^tfi^ nrincipiQs :de administración munici-^
pal en ;qp|9. ^-ifuQd^ti .y el scYoro análisis y la maestría
coQ .que(ei|lin trilladas .¡fit^meltaci (odAs las cuestiones
166
Ánahi de la diputación pvovineial de Cádi%. No se
limita, esta obra á dar noticia circunstanciada de los 2162
espedientes que despachó aquella Corporación en el afio
primero de su instalación, y en las noventa sesiones^ que
con arreglo á la Constitución, correspondían á, aquel pla-
zo. La parte mas principal 6 incesante de ella se póa-
pa en examinar los obstáculo^ que embarazaban y^ reCár,^
daban la formación de la estadística » y en Kácér nalpablé
la inhabilitación en que se hallaban , y aun se halMii^ td^'''
davia , las diputaciones provinciales para ¿brar el Mlent ile
los pueblos. Aunque estaa Alemas reflexiones se refi^^tf '
al esUdq de ntilltfftd á que las dcj'6 reduéitfás el déeréU'^'
de las Cortes de &3 do junib de 181», Md^ylá subíl}sWi/|^
aun después de In ley áo H'de febfe^ de 1821) , itítIcAíétf'j
de los inconvenientes y maiet) de que sel 'quejaba ladipii^''^
tacion de Cádiz , y acerca díS los ctialeS' i^iiministratl Mff^
Anales observaciones mity interesantes. '■;?<*
Plan del eemo de la provincia déCAdiXi dispuéeioptil^^
D. Fílix Jo^ Reinoéó, y puMicado pih'' la dipuilicdm'pi^^
vinciál para la formación' de eitadéé'd^ los püehtoe dé'ep^
distrito. Esta obra , impresa en un t<)nio eii foliiD niay^r/',*;
comprende la csposiciofi del flfán , lína ínsthliccioñ pAIrí'^
formar los estados ,' un iptei*f¿igatoÍHo pata Ilustración dé'*
estos y '16imodelos do los ifristtic^. Et })rimen). es para tíñ"|
padrón nominal : elsegand<^, lidá plenritiUá de la^ rélátíb^
nes vecinales para el-padroíi i '.<^l tc«rGeiiD> estadb'genef j|iF '
de la poblacioi^; que (5ónticné do& tablas» priitieAaV'cátá^^'
log» de personas , di vididb p<)f naturalezas , edades, clá^^"
2>cs , sexos y estados ; y segunda, ^üm^Tió por faMiBa|í;/
comnnidadesi k individuoi^': eleusaitó , estado ^ádüal deí'
vectnda^rio por las épocas de la vldlf ': quiiitb; c^adó pr^- '
líiico : sesto, id. morboso, que contiene tres tablas, ^li-
mera., de los enfermos do todas clases Y dotencíals tfil'tal
época- -datennifiada ; segunda, dé la» pli^rsoiiias qtíc 'k(tn:
padecido la viruela , vacilnadj^s y qnc^ ffO bah')>ftdt«cido'li('
vimela , ni est^n vacunadas ; y tercera , de las peráonas'
que no ban pasada la fieb^ amatillei : sétimo, estado éco^
Aómíco ; octavo» id. doctrinal^ que comprende cóatíro ta^'- !
167
h¡M$ f prímora , inatítiitOB de ensoflanza ; segunda , mnte-
riis do onseñania ; torcera , ostablecimíontog .iii!iil¡Ares
de la coücfianza; v cuan», onsoi\an/,i de las inujeros : no-
veno« estado ecfesíáslico , uuo so rodurc á cuntro ta-
blas; priuiera* eclesiásticos distrihuidos por Ardonos ; se-
gunda , odosiásticos sücularrs distribuidos por iglesias v
Biinislerioa ; tercera « n^gulares distribuidos por prolV^
sienes ; y cuarta , religiosas : d6cimo , estado iM>Htico,
ipc oomprende tres tablas , priniora , clasificación de los
yarones aptos para diputados á («Artes , de provincia 6
ÍB4jÍTÍduos de ayuntatuiento ; si^gunda , clasiUcacion para
daervicio del oiArcito periuanentc > de la milicia activa^
jlarcera, clasificación para la niíficia nacional : und¿-
I» estado alímeuticio» distribuido en dos tablas, pri-
1, abastos; seguuda, consumo en 1822 : duodóruno,
filio douiiciliar : decimotercio , estado alternativo de
k foblacion en los cinco afios últimos , que contic-
le do8 tablas; uriroera , año de 1818; segunda, ra-
na de los ejipósitos desde principio de 1818 hasta fin
di 1882 : decimocuarto , estado mortuorio de los cinco
•ños últimos eu que no se ha padecido la fiebre amarilla,
ni otra epidemia mortal , y <|ue comprende dos tablas;
primera, distribución de los fallecidos por sus edades;
le^nda . distribución |)or los meses del afío : décimo,
quinto , estado epidemial : y décimosesto , estado his-
¿rico.
Esto breve resiunen puede dar una ligera idea de la
obra y del plan de ella, rara conocerla bien , para com-
preeuder los multiplicados detalles y pormenores á que se
cstieude, y la admirable coordinación y clasificación de
todos los hechos y circunstancias , de que se hace carso,
e» necesario estudiarla atentamente : solo asi so podrá
apreciar un trabajo de uu género nuevo entre nosotros, y
para el cual, como dice el autor en la esnosicion, no tu*
vo ninguna guia : solo asi se reconocerá todo el mérito
da una obra , <|ue supone una meditación profundísima,
} un afán improbo para trazar un plan tan rasto y bien
ordenado i acerca ctcl cual puode caffi decirse con sejgpi-
m
ridad , quo nada se ha omitido , y que cada cosa , á pe-
sar (la ser tantas las que comprende , se halla colocada
en su verdadero lugar. Esta obra sola bastaría para fan-
cl'jr l.'i ri'[)Utacion mas distinguida de cualquier sabio ad-
ministrador o.n todo pais en que se reconociese la im-
porianciy y dificultad de estos trabajos , y se hiciese ju^
ticia al mérito de tos ([ue se dedican á ellos , á pesar de
su aridez.
líanifieiío de la Diputación provincial de Cádiz á loi
pueblos de bu distrito y á toda España. Una proclama» náa
alocución no tienen en nuestro tiempo^ ni suelen tenéis'
en ninguno mas que un interés de circunstancias , V bajo-
otro aspecto un interés de partido. Pero lo que acabáiUlM.
de citarle leerá siempre con placer, porque loS %scel6ll^'
tes principios en que se funda las doctrinas que en ella sé'
proclaman, y la pureza y hermosura de su lenguaje» b;
colocan en la esfera de aquellos monumentos, que sobren
tí ven con gloria á las circunstancias y á los partidos.'
Casi todos los periódicos de aquel tiempo io insertaron,
y uno lo calificó de «documento acaso el mas importante,
el mas. veraz , el mas útil y el mas bien escrito de cuail-^
tos se han dado á luz desde nuestra regeneración polf-^
tica.» Se dio á este escrito toda la importancia que me^
recia, y como era consíguienjle fue impugnado con ardor
Ír violencia por algunos de los periódicos que apojában
os desórdenes, como los que ocurrían en aquel tiem¡^
en la ciudad do Cádiz y en otras varias del reino. El ca-
rácter principal que distingue á este manifiesto consiste
en la firmeza y valor con que se combaten los proyectos
anárquicos, las predicaciones revolucionarias , y el estra-
vio de ideas que en aquella época llevaron la libertad al
bordo del precipicio en que se arruinó. Los enemigos que
Reihoso tenia en Cádiz, que eran los promovedores de
desórdenes; y. los que miraban con encono el prestigio de
que gozaba en aquella ciudad, y la ilimitada confianza que
merecía de la Diputación provmcial y de todas las auto-
ridades, redoblaron sus tiros con mayor fiereza , y íe per-
siguieron hasta el estremo de verse en la necesidad de
169
refagíarse á Jaree, fiara eyitAr lo6 poligros que mnonaza-
ban su existencia. Kl Biaiiirioslo auquirió por esto mayor
celebridad, y ademas por la circunstancia ile qur \iiríaa
Diputaciones provincialrs publicaron otroii, adhirióudoso
á los principios que vn aquel si* proclamaban ; y porque-
56 aseguró entonces y despuc¿^ hemos sabido con certeza^
({ue mereció del rey los mas enCfU*ecidos elogios.
En aquella ¿poca ^ y deseando á pesar de sus muchas*
ocapadones trabajar constantemente en bien de su pais,
principió á eslander con oportunidad las observaci<mei
m le flügeria la lectura del Proyecto de Código penal.
Per» e(!^Ddó de f er á poco que le ofrecía este materia
|«a:iui'VÓliUMn muy abultado, y deseando que sus npa^
m fodiAan ténerbe presente cuando se discutiera el esp-
irado proyecto , se limitó á publicar lo que con aquel
ítalo llevaba escrito acerca de los primeros capítulos del
mfseta y del estilo general de él. De este abultado fo*
líelo bastará decir, que contiene las ideas mas luminosas
7 lis doetrinas mas sólidas acerca de nuestra legislación
peaal, espresadis con la lógica admirable y la precisión de
estilo que distinguen, como en otra parte hemos observa--
A>, todos los escritos del autor.
Gomo la exaltación de las pasiones , el furor revolu-
donarlo y las crueles persecuciones de que era objeto
el sefior Reinóse , obligaron á óstc & irasladarse á Jerez,
donde en el seno de la amistad descansó do. sus intensos
tribajofl y de las amarguras de su espilriiLu, allí permaue»
CIÓ aun después de. haber ocupado las tropas francesas la
plaza de Cádiz.. No teniendo .ya «m esta ningún objeto,
continuó en Jereii» viviendo eu^4)inípajUa Uelos horma**
nos de su amigo Cepero,. hasta que ya i^ mediados del afio
de 1824, y calmadosialffun tanto los SHUomas de la reac*
cion,tpasó á Sevilla , donde se aloió en ca^a de su amigo.
düu Rodrigo Sanjurjo , que ocupaba una casa en el real
alcázar. Allí misino habitaba el Asistente, que era á lasa-
zou de aquella ciudad, don José Manuel de Ariona , con
quien hacia muchos años le unia la mas estrecha y afec-
tuosa amistad. Muy ocupado Arjona cp las vsaUs oXs^tVr
170
dones de los varios destinos y comisiones qne con tanto
celo y capacidad desempeñaba , qniso tener el placer de
que todos los dias le acompañase en sn mesa Reinoso. Se
ocapó éste en aquella éponca en desempeñar düerentes
tral^aíos que sobre fomento público y mejoras le enco-
mendó su ami^o el Asistente , y en dar á los bijos de éste
lecciones de literatura. A fines del año de 25 vino á esta
oárte, á instancia de sus amigos Miñano y Lisia, cada
uno de los cuates pretendía llerárselo; á sa Gasa« Prefirió
la del último, yendo á comer froenentemente á casa de
Mifiano y á la desu antiguo amigo et fiscal dá Indias don
luán Gualberto Gonzales. Desembarazado délas prime^
ras visitas y do los primeros o^quios aoe le hioieron.
muchos amigos, se dedicó á ver y estudiarlos monoineB-
tos artísticos de Madrid, los establecimientos , palacios y
preciosidades que contiene , haciendo en virtud- de ' un:
examen tan inteligente , las mas interesantes obserra-^
dones»
En 15 de enero de 1827 fue nombrado redactor pri-
mero de la Gaceta. (1) Vacilando el ministerio de entoa-,
ees entre la opinión templada de los hombres moderados
Ílas pretensiones esclusi vas del partido apostólico, no
abíendo todavía estrechado Salmón sus relaciones polí-
ticas con Galomardc , solía por aquel ministerio atenoerse
el mérito y la capaícidad. La reputación del señor Reino-
so lo dio á conocer de los personas mas distinguidas de la
corte, que se oomplacian en su trato, distinguiéndose eur
tre los quemasile apreciaron los señores Gríjalva y Caá-
taffo$. Estas* Apotras personas, y en especial Miñano, hu-r
bienon do informar at ministro de Estado. Salmón délas
parCicnlai^s ciroakistancia^ y eminente saber de nuestro
Reiiloso ; y d^sK^aAdo aquél aprovechar una ocasión de
recompensar tos servicios y premiar la vasta instrucción
(i) A lioiQibircK 4le sénv^jaiite inérita se ooiileiia en tiempo dol al»olu-
tisiu/o.el carj^u (lo. redactor primero de la Gacela , ú lu que so califica de
insulsa á t^ighificatUe por los c[u& uo copocca su importancia, ni los
pmmos étéfms fío contiene/
171
de éste, le ofreció un destino, muj honroso entonces , y
que no ascntabii mal & un literato de celebridad. Por es-
tas circunstancias 1q aceptó contento y satisfecho, dcseni
peffándole como era de esperar de su talento y de surelo,
ganándose el afecto y la amistad de sus compnfloros , y el
concepto mas elevado de 1o$ ministros y del rey.
Lob que juzgan que todo el mérito de la redacción de
nn, periódico insiste en ésos artículos q[uo llaman de;
ftmaó^ reducidos á una fraseología vulgar, á una depL)^'
maciondo mal gusto.; que carecen, do principios, de unij-
dad en sus doctrinas, taltos de ideas v de estilo, y hasta .,
le ha forrvfa^ propias de esitn especio de controversias po^' '
liticás ; np póilrán siquiera sospechar qiie en la Gaceta de
Madrid^ i^n h rehmth Gaceta i que miran con afectado
ieil(;n^ que en^la Gnceta que se publicaba bajo el gq^-
kerno do Calomardc, y cuando tifo exi^tia linertad ie
úopircnta, se encuentren artícenlos sobre fomento y pros-
peridad pública, solité estadística, ciencias, literalura,
Grilica y bellas artes, cpieselé'e^ráncoii placer y admifa'cion^
CQ^ndo cajiriadás la¿ pasíonéV^de la época, y desvajieci^a^ ;
lasprreocupaciones políticas y Htorariiis que fa dominan, se
haga justa apreciación del tnférilo de los.oscritus, sin de-
jarse arrastrar por las pn^vencionrs ¡nsensaüís de la épo-
ca en que aparecieron, ni del periódico que los con-
tieno.. I '
Los articnlos de Rein^so qne acerca de las iiiatcrias.
mcncionaaas ioas IlamartYp la atención, fueron los relativos
ábéllas artes y á estadística. Estos tenian, entreoirás cir-
cunstancias que Ips recomendaban, el mérito ;de la nove- ,
dad; pues ni eran entonces, ni áon ahora muy coniunes
los'jtiicios apalitici^s de Ins ó^i^as arlislicas, desempcflajos
coñfilosoRaV 7 con conocimiento délas reglas del irusto y
delabcUezi^^ ^ ál mismo tíenipo no se hanian publicad(> [
nunca en nuestro idioma escritos razonados, profundos
)de utilidad práctica solare datos estadisliros, siendo con-
tadas las personas que entre nosotros tenían en 'aquel
tiempo idea 4o ins aplicaciqñe? que de estos pc^dian na^ ,,
179
S odian dar lagar. La importancia de los hechos clasirica* .
osqne nos ofrece la estadistica no se limita á satisfacer
una estéril curiosidad, no se limita á la utilidad inmedia-
ta que aauellos pueden prestar á la administración pú-
blica , á la industria general y al comercio: detrás de los
Í guarismos se encuentran consideraciones profundas ^ue .
orman la mas segura comprobación de los principips
económicos, yeq |(eneral de los que sirren de funda- .
mentó' á las ciencias morales y ppUticfis. Admira todo el
partido que sacaba el sefior Reinosó de unasnotas que por ,
orden del gobierno pasaban l^s administradores de cor-
reos ala redacción déla Gaeetaf y que se reducian á es-
presar los precios de los principales artículos del consn-;
mo general , como trigo , aceite, cebada , vino, algarrcH- .
ba, etc. Creemos hacer un obsequio á nuestros lectores. ;
invitándolos á leer los artículos que desde elafio de 27 al, ,;
de 30 escribió en la Gaceta el. señor. RoiuQSO,. y que no,,.:
son tan conocidos como deberían scrlp.
Guando fue nombrado príj^er redactor, nq era por , i
esó'jjDfé de la redaqcjüQ]^ de lafi^o^eia: par^ este x^rgo', coa.,.,
el titiúo dé. director; fueuon^radopor clmismo tiempo el.,
sabio don Tomás González,, archivero que fuedeSim^nca^. . «
Creemos deber atribuir esto, ya 4^ no inspirar, confianza el r.
señor Beinosoá Galomarde, alma de.i^qfiel ministerio, y .'
al partido apostólico, ya para que no fuese repárame, y.,
objeto de. censura^ que se pusiese al frente del periódico
oficial á'uiq hombre, cuyas opiniones no disimuladas, erf^,^.
contrarias. í los principales actos 4b aquel gohier;ip , . qp^ ; ;
se debian al, influjo, preponderante las mas veces, de Ca-
lomardé. Así fue que* ai^nqua- salió. 4ef la dirección el ^s^, , [
presado ,séi1ip|r ^onzalez» no Wi^pmbradp director .qla^Hw^ .
ñorReinósóf sino el padre .Jimjsnez, d9l,.,órd(e9,.4e'lo&f..
agonizantejs, muy conocidp.en lax^órtey persotia uwifier'.-i
rec^^ala confianza ¡le aquel ministro, por cuya inaicaciop,j
fue noD^brado.
^ Habiéndose negado el señor Reiuq^ á las insinuacio^l •
ncs jc(ue^e le..faiJÍ9fCf0|;i por, e} .dirj^ctor de la fíaUkt 4ai^...
175
cias, ya para quo apoyase y elogiase un decreto del go-
bierno, que era relativo á los españoles que se hallaban
emigrados en países estranjeros , no pudo menos oslo de
producirUcl enojo de Calomarde, ^ de aumentar elodio
qno le profesaba la facción aposíólicn. Ya desde entonces
los comiiancros del señor Keinoso en la redacción de la
tiaetta prcveveron que no seria larga su permanencia
en aquel dcstmo: desdo entonces se principió á intrigar
para su separación. No ofrecif^ulose nmgun otro pretes-
to, se creyó hallar uno á propósito en la circunstanciado
Íie algún tiempo antes había sido nombrado el señor
cinoso por el ministerio de Hacienda individuo do una
comisión de estadística , que se acribaba de crear: en esto
M fundó la real orden do su separación , espedida en 31
k marzo de 1830, por la cual fuc^ «eximido de la comi-
sión de la redacción de la /rrirr/a, en atención á hallarse
destinado por el ministerio de Hacienda en una comisión
(¡ue ademas de procurarle una muy regular subsistencia,
le ocupal)a demasiado para que pudiese dedicarse esclu-
ávanaentet eonu) debiera^ á proporcionar trabajos para el
referido periódico.»
Separado Reinoso de la redacción de la (¡aceta , y ha-
biendo recaído en 61 poco después el cargo de presidente
do la ospresada Junta ó comisión de estadística, dbpuso
el local para la oficina quo era indispensable plantear, y
tropuso al gobierno la plantilla y organización de aquo-
a. Aunque hizo esta y otras nn)puestas, sogun le oimoa
repotídas veces, con 4U designio de preparar los trabajos
preliminares para realizar el obieto de su encargo , no
fmdo conseguir que se le facilitasen los medios abso-
utamente necesarios. No bastaban á superar estas di-
ficultades la firmeza k ilustrado jiatriotismo del digno mi-
nistro de Hacienda don Luis López Ballesteros , que ha-
bla creado la mencionada comisión , y que mostraba el
mas vivo inter6s porque se emprendiese y llevase á cabo
la importante obra que le habia encomendado. Los prin-
cipales y mas graves obstáculos dependieron de la iudisr*
p¿i8able cooperación que ¡)ará la misma se TeqoL^m ^t
174
parte de los demás ministerios, v en especial del de Gra-
cia y Justicia, del qoé depenffian en aquel tiempo los
ayuntamientos y la policia. Con todo, ef celó y la' deli-
cadeza de Reinoso no le permitían estar , digámoslo asi,
con los brazos cruzados, y desempeñó Jíos trabajos qiie
podiá ejecutar por -si solo, ó con el auxilio de los demás
individuos de la comisión , y que debían servir conio de
cimiento para, la formación de la estadisticaa Se distingue
eütrc todos ellos por su mérito é importancia la Ihstruc"
don para formar el censo general de la población. Mo
hemos visto este escrito; pero nos lo han elogiado estráor-
dinariamente dos amigos nuestros, que lo leyeron en las
oficinas del mlnislerio de la Gobernación, asegurándonos
los mismos que les sirvió de guia y de modelo para los
proyectos 6 instrucciones que esleudieroñ después, coimo
oficiales de aquel ministerio, ó como individuos de la
comisión de estadística, que se agregó á dicha secretaria ,
bajo el ministerio de don Pió Vita, ó de don Diego Gron-
zalez Alonso.
Se ocupó además ftei'tíóso lodo él tiempo que cstUTO
& l^u cargo la ya citada comisionen evacuar los informes
y dictámenes que el gobierno le pidió sobre puntos cbn-
iCernieñtes á aquel ramo, y en cstender varias memorias
áüe le éácargó el ministró de Hacienda acerca de objetos
fififiortantes , tanto relativos á política, como á fomento,
admihi^rátioii y Hacienda. No podemos dar una noticia
ittditidüat ác todos estos escritos: algunos ile ellos de que
circulaban copias misteriosamente por aquélla ópócá , ios
oímos leer entonces, y nos [Carecieron dignos de la pliiiña
que los habia estcndido, y del reconociniieñto dé todos
los españoles, á quienes no haya hecho ingratos y ciegos
el esmritü me¿(Jüino y ésclüsivó dé partido.
Propenso sieinpre Reinoso ¿ complacer á sus amigos
no nos seria fácil en esté momento citar siquiera iodos loa
escritos que trabajó, ya por satisfacer á tas instancias
de aquellos , ó yá para muchas átktoridades , y para- íás
corporacioties a qué cotrespondia. Solo recóraamos oiia
felicitación que escribió para la Sóciedadi Económica dé
Í76
Sevilla 9 7 que esta dirigió al rey con motivo del Decreto
qoe espioió elaSo de 20 para la convocación de Cortes;
ana defensa de un regidor del ayuntamiento constitución
iil de Jerezde la Frontera, llamado Jimcruncz, á quien se
le fiurmó causa después do la reacción de 1823 , por el
tolo hecho de haber desemoeftado aquel cargo: una
refNresentacion ¿ nombre de los compradores de bienes
ueionales > desatendidos injustamente , y muchos do ellos
irroinados por consecuencia de los decretos reacciona-
dos espedidos después que el rey volvió de Cádiz en octu-
bre de aquel afio : una oda magnifica en loor de las bellas
artes , hecha para la distribución do pre mios de la real
icademia de san Fernando; y nmchosyoscelentes artículos
fft escribió para los periódicos tí aceta de Bayona y Ei-
^sía de «an Seba»iian. En el primero de estos mantuvo
M polémica muy empeñada sobre diversas cuestiones
Alógicas, y en particular sobre la frase: uno qíie otro;
] lobre el uso respectivo de los artículos lo y le: en los
Irticulos que escrinió sobre este último punto*^ impugnaba
Iiopinion que habia manifestado su amigo don José Gómez
brmosilla en su Arte de hablar en prosa y verso , acerca
dalos espresados artículos. En el segundo de aquellos
periódicos publicó un largo articulo con ocasión de anun-
ciar la uueva edición que en 1830 hizo el señor Quin-
tua de su colección de poesías selectas castellanas , que
nachos años antes habia publicado por la primera vez,
i pesar de que liaco trece años que leímos eate articulo,
fie ocupará mas de dos pliegos do impresión , no hemos
podido olvidar el singular tino y esquisito gusto con que
le juzga á nuestros poetas clásicos, la oportunidad con
<||ie todo está en ¿1 traído y enlazado ; y el talento con
fue se espone una nueva doctrina , que hace distinguir
p^ectamentc el adjetivo del epíteto» También se nos ha
negnrado, y su lectura no nos lo permite dudar , que
fiKribió á instancias de su amigo don Sebastian de SU-
fiMio el articulo Sevilla para el Diccionario geográfico
Mtadiid'co que publicó aquel.
A petar do que Beinoso estaba dotado de unoi Círai--
176
jplexion sana y robusta , con todo un estudio urolonffado
é intenso durante toda su vida, el esceso del trabajo
mental , la vida sedentaria , y las largas vigilias oue te-
nia de costumbre , no pudieron menos de . afectar su
salud ; produciéndole en 1832 una grave congestión ce-
rebral. No bien hubo aliviádose , y aun antes de salir -de
su alcoba cuando ya se ocupaba en el ceremonial y prác-
ticas relativas á la proclamación v jura de la princesa de
Asturias^ cuyo trabajo se le había encargado algún tiem-
po antes por el gobierno para que lo desempefiase en
unión con don Tomas González. Sobre este punto se ce-
lebró un consejo cstraordinario de ministros al que
fueron convocados varios individuos de los tribunales
' supremos y consejos , é igualmente el señor Reinóse,
cuya opinión fué oída con respeto y deferencia.
Desde la enfermedad del rey y durante los dias que
su augusta esposa desempeñó el gobierno de estos rei-
nos , despachando en nombre de aquel todos los negocios
del Estado , manifestó Reinóse entre sus amigos el inte-
rés mas vivo y la adhesión mas intima por la persona y
derechos ala corona de la augusta Niña, primogénita
de Fernando , y por los que las leyes del reino , y poco
después la última voluntad del rey conferian á la esp-
celsa señora , que tan alta capacidad y tan elevados pen-
samientos dio á conocer desde que tomó en sus manos
las riendas del Estado. Con todo debemos confesar que
no todas las resoluciones del ministerio , llamado de la
Granja, merecieron la aprobación de Reinoso » y que
muchas de ellas las conceptuó inoportunas , imprudenr-
tes é impremeditadas. Ajeno de nuestro propósito el exa-
minar y calificar los actos y las tendencias de aquel mi-
nisterio , no nos ocuparemos en consideraciones que nos
estraviarian demasiado , bastándonos decir que de él, por
ligereza y precipitación , y por falta de sistema y de un
profundo pensamiento de gobierno, partió el primer im-
pulso que alarmó la nación , y que preparó la resistencia
que esperimentó después el primer ministerio de la reina
goberaadoreif que presidia D. Francisco de Cea Bermudec.
, ' ■■■ ■■ 177
üiJJgkmos.aBos antes haluá Reinoso conocido y tratado
Me eaBladrid, de qnien, como justo apreciador de
i irirtad y del talento , había merecido el major apro-
ÍAviT.las prndiMis mas señaladas de amistad y confiania.
■Ñboo llegó á esta corte el señor Cea , procedente de
¡Mies» dbodo se hallaba, como ministro plenipotenciar-
io de España , y viniendo, a encargarse del ministerio
kSüHloi para el ci|ld -habia: sido nombrado, Beinoso
teo.á TÍsitarle ; y mi Aquella «ñoca bs virtudes priva-'
W3f.p4bUeas de estos dos hombres, su acendraao pa--
IMamOi Éd amor Jd trono y su adhesión ¿ los dere-
tliique . tenia para suceder cu la corana la augusta
¡njiíiifi d'r AMurías» estrecharon mas sus relaciones , y
Í¡|M)M;á Reinoso á ver al ministro: casi diariamente,
N^e' así se lo rogaba.cón instancias , y <i estender y
Éttar ,:Yarios es^ri^squo le .eucomendói Mo creemos
•seeto rebajar el m^VitOi de tbn eminente: hombro de
ll^; la .reputación! y. la ftlorja de estos no so .vincula
ikelegábcML y «gsttaiKfiafdftsniplúma^iSÍ no en lasahi^
itaif pro&mdidad:db. sus! pensAmibnlos / y -en Is habíli*.
laMHid)(f. rpersevoránma:C«ii que proniue^ten y facilitan ,
ífApiÁÍoD.JBl (aJ^UHn4«Q:MWs4rtinittiÍ9lm> eVhom .'
I qne conoce lo que es mandar en grande i^tjsabs mny:
injiue QQ 4>nfide descenderá muchos, dp.talli^s ,-y quo
Mhi6M$r|03 faT/absjos »:para:4ar. á ciatos esotitos el real-
yfli brillo que muchas vooesihan monestcT en deter-
Mjlili cirtailstáiicias, netesitsi valerse de hombres espo-
léjS ó de éscntoré¿ distinguidos. Ni creeinos ofender
láJBÓr >Cea ' diciei^lo ,:: según llenemos entendido : que
eomplacia', y ,que manifestaba d mayor itítcrés en
bkur coa el señor Reibosó sdbro los casas iii^Sffraves
libertantes que ocurrían en el gobierno , oyendo con
SJtR y' deferencia sus consejos y observaciones. El se-
r^lea* sabe muy bien quo un ministro , amante de su
iiy de la ff loria , debe, hasta en el círculo de sus reía-
qabs privadas , rodearse de las mayores luces , y oír los
Moejos de íaa. personas mas ilustradas , para formar una
pnion cabal en materias tan grayes j complicadas c^mo
1Í2
178
son todaslas que scre6crcn al gobierno dclEstado. Al se-
ñor Cea no podría ocaltarjsé el saber profundo, la drcáns-
pcccion , la exactitud de juicio, t los dotes propios pm
dar un buen consejo, que adomanan al señor Reinoso ; ]
como írerdadéro patriota, y 'hombre consagrado al servU
cío do su país, no podía ni debía desdeñar ; por una pre^
sunoion ntnperable, cuantos medios fuesen capáoevic
asegurar el acierto en sus reducciones. ^
Hallándose á la sazou desempeñando el ministerio di
Gracia y Justicia su amigo don Juan Gualberto Goma*^
lez (1] , propuso este al rey para una plaza de IfinislN
del tribunal do la Rota al señor Reinase. Nadie pbM
calificar esta elección de injusta ó inmerecida , ni uádUi
tampoco podría juzgar que fuese un don del favor '6;il
la ambtaa. Poco tiempo después obtuvo la digmdad-tt
Dean de la santa iglesia metropolitana de yalencia. ^n
todavía costumbre en aquel tiepipo^ que la escasa dóÉ^
cíon de los ministros de la Rota se sáplíese con la reül
de alguna canongia ó pieiá ecle8Íá$tica; que sirfiese-MMÍ
ignáhr la dotación de^ es^tofr con el «adido que disfriitoki
los individuos de lols demás tribunales sdpreibos. EttMJ
por impulso apropio le dió la cráz de comendador dev
orden' americana' de Isabel la' Qatóliea (S) libre' de' piÍM^
bas y de lodo gasto. : '»t
''f y ^ >■ • ■ -. ' ' .i'
(4) Esto tnihiur» tfiguimmo, roo(Íéld (l<^ la mab' r¡g<jro8»'J[iiiCíf ba<Mfi
srspropuio pura lit-iiruvíiiM (iodestluff y cüi^s de. tocki^Hchuii éiendil
roas rccoincD4iicioni||ue Li dd uicrilo..QÍn üonoper.fil i>f<|reiaaai^a^(¡ff
nal, faroa cftcláróctuo por su virtud y sahidiiriá, ai al 8«fiúr TurEAi) ¡ Aúit
pura dos mitras: vacantes. 'Aa]ffiinv)urUhi|0'j)ol»ni-'({ue sel*; piwnfÍ'^€IU
rorte , lo dotó de sp bolsillo , liadcadule ,mver á su pais. I*io'qiorii qislt
destinos públicos sirviesen para fuadaí; patrimonios para su familia, yjtt
amigos. Pocos iiniladurcs ha tenido! . .. .>
(2) El rey tenia la mas alta idea del señor Iléínoso. Cuando imprimió \
sus espeusas , en la oficina de don Eusebío A^udo, las obras uft Man
tin , ieonvió un ojemplar , lo mismo que á los Uterutos mas distingaidoaé
la corte y de las provincias. Esta condecoración , que tndavia en aqiclla ¿pfl
ca servia de premio á un hombre eminente por sus senicit»! y sus letras, i
llegar al termino de una larpfa carrera, se ha dado despncs.... átodlve
mundo!.... basta por un voto en las oleocioaei de Diputadoii •'.-■'
179
Roíqoso no era do aquellos hombros que hacen uu
mÍ8b||*¡o do la amistad de un poderoso, y que por un prin-
cipio do ogoismo se niegan á emplear su Tavor en obse-
quio de sus amigos y át las personas |)or quien se inte*-
resan. Amíjgo do Cea, de Gualberlo González, j de Bar*
ffos, obtuvo de ellos honrosas colocacioues pjira personas
de reconocido mérito y para jóvenes que por su instruc-
ción y talento hacen hoy honor á su patria. Para el Nos*
tor de nuestros literatos» y quizá' el mas eminento de to-
dos, consiguió del señor T^ea, y bastando una ligera indi-
cación» la secretaria déla internretacion de lenguas, cuyo
destino sabia que era agradable á aquel, aunque ni si-
lera babiá manifestado desearlo. Tio era necesario en
vúchAs ocasieiies molestarle , le bastaba saber lo que sua
ibigps anhelaban , lo que pudiera convenirles 6 lo quo
Í'iUBticia morecian, para intciresarse oflcazmento en
logro de sus pretcnsiones. Parecía un verdadero agen-
té dé sus amigos « púe¿ en el afecto que les profesaba no
reconocia limites, fisto era una consecuencia natural de
1^ Índole y sentimientos; dotado dé' una sensibilidad es-
misita coftivadá toda su vida con el estudio de las artes
jdíe la literatura, y nunca en ningún period(^ estraviada
q embotada coto el vicio , er^ necesario que buscaste ná-
Bi^Q tiallándoso aií;Íadó y siii familia en la boneficencu v
en laí amistad. En' ((!iáta llegaba hasta ser débil y purria I,
pijos hallaba siempre disculpa para las faltas y errores da
nis ámtgos ; y desmentía su juicio severo cuando se tra-
taba ie 8US obras y escritos. Tomaba tanto interés y tan-
mos citar algunas obras , tanto en verso, como en prosa,
qne deben casi todo su mérito á esta iiltimn lima.
Sus estrechas relaciones con el seflor Cea , las opinio*
nes quo reconocían en él todos sus amigos respecto de la
situación en quo se hallaba el reino á m muerte del rey
Fcrnaudoy y mas que todo la redacción misma del niemo^
rabie ¿(écreto de 4 de octubre do 1833 , lo sunoniau v
180
con sobrada razón, intimamente adherido á los principios
de un sistema de gobierno que consideraba dirigioo á
evitar los males y desastres de una revolución espantosa,
y á promover la prosperidad del pais. Deseando por 16
mismo dar á conocer franca y esplicitamente las opiniones
de nuestro don Félix , s¿anos permitido aventurar algu-
nas reflexiones sobre el mencionado decreto, en el que á
la verdad se hallan consignadas las doctrinas políticas de
aquel, respecto de la situación y de la época que ya deja-
mos indicadas.
Dándole la denominación de despotismo ilustrado al sis-
tema que después de la muc^rte del rey estableció 6 fijó
el señor Cea , se ha creído hacer una gran cosa , empe*
fiándose en cubrirle de ridiculo y en concitar contra él
las pasiones populares. Estas son casi las únicas armas con
que por aquel tíemiio fué combatido, pues ni se discutió
entonces su legitimidad, ni su intrínseca escelencia, ni
su oportunidad.
El principal mérito de este sistema consiste en que
no es una innovación , una creación de la cabeza de un
hombre de estado : no se ensaya en él una nueva teoriaj
cuyos resultados sean desconocidos ó aventurados, antes
por el contrario reunía desde luego la doble ventaja dé
evitar innovaciones peligrosas, ya probadas con frutos
amargos y muy costosas esperiencias de que se conser*
vahan funestos recuerdos , y de ofrecer en diversos y di*
latados períodos de nuestra historia épocas de glona^ y
de prosperidad, de poder militar y político, de influen-
cia diplomática, y de adelanto y ae verdadero progreso
en el camino de la riqueza pública, de las mejoras, y do
la civilización general. £1 sistema estaba abonadct por
nuestra historia ; por consiguiente no era una teoría que
pudiera decirse inaplicable: no podia decirse perfecta,
porque ninguna institución humana lo es, ni tampoco
exenta de abusos: pero era incuestionable que el pais y
la civilización le debían inmensos beneíicios, y en los úl-
timos reinados considerables adelantos. Los elementos de
agüe) 5Í8iomsí eran todavía , y aun lo serán por mucho
181
tiempo, conformes á nuestros hábitos y rostambres. y
por 10 mismo pueden considenirse como osoncialos do
nuestra constitución, y constitutivos do. la sociedad es-
pafiola.
La primera dificultad que ruab^uíer otro sistema pre-
sentaba consistía en su legalidad. Desdo los tiempos de
Pelayo ia monarquía española ha sido pura , os docir , que
el trono ha sido el origen y la fuente de toda legislación.
En vano el erudito Marina en su Teoría de la» Córicit des-
mintió los principios que ól misino habla sentado oii su
eneayo histórieo sobre la antltjua legislación de León y Cas-
tilla. El titulo de Señor natural dado á nuestros reyes;
los privilegios y fueros concedidos por ellos á los nobles
Íi las ciudades y villas ; el nombramiento radicad«) en
corona de los condes , merinos y adelantados , oficiales
toperiores para el gobierno civil y militar: el titulo mis-
mo de peticiones , que tenían las propuestas de las Cortos,
praeban hasta la evidencia que sogun el espíritu y el te-
nor de nuestras leyes y costumbres fuiulamentales , el
supremo poder lesislativo residia en el monarca. Pero
no puede sin emnarso decirse <|ue nuestra monarquía
facse despótica: de ninguna manera. r4ontra los abusos
T arbitrariedades del poder se reconocían en España ga-
rantías de tres clases: religiosas, morales y civiles. Las
garantías religiosas , reconocidas y apreciadas por iMon-
tesquieu , son tan fuertes y eficaces , como que esliendon
sus raices hasta el coraion del hombre : este efecto pro-
digioso se debe á los puros y sublimes sentimientos que
U religión inspira , y a la santidad de sus máximas y pre-
ceptos. En una nación como España , eminentemente ca-
tólica, debía ser muy poderoso el influjo de la religión y
del clero; y éste, depositario de la doctrina de aquella,
y representante de sus intereses , no podía aprobar en el
gobierno y en la sociedad civil aquellos actos y aquellos
principios , que fuesen contrarios & la puro/a de las doc-
trinas que dentro de su seno proclamaba. Kl clero no po-
día dejar de condenar todo abuso de autoridad y todo
<^eso de gobierno , cuando la religión enseña á los %tMi«
182
des déla tierra qae sus actos seráá juzgados, qáe AAen
gobernar no para su satisfacción propia , sino para la ^-
licidadde los pueblos, y que ée les pedirá estrecha cííen-
ta del bien que hayan omitido y ael mal que no hayan
evitado. Por eso en tiempo de Felipe lí , uno de los mo-
narcas que se reputan por más ansolutos , como en iin
serinon predicado en su presencia, dijese el orador que
«los reyes tenian poder absoluto sobre las personas de
sus vasallos y sobre sus bienes» fueron estas palabras de-
latadas á la Inquisición, la que , ademas de Otras peniten-
cias , condenó al predicador á que en el mismo lugar j
públicamente se retractase con todas las ceremonias de
auto iuridico , y leyes en papel , conforme se le habia oiv
denado por el tribunal , en que se encontraba la cláusnk
siguiente : ((Por que , señores , los reyes no tienen vau
Soder sobre sus vasallos, del aue les permite el derecko
ivino y humano ; y no por su libre y absoluta voluntad,»
Las garantías morales son comunes á todos los pueblos
civilizados, y su poder y su fuerza son taüto mayores, cuan-
tas mayores sean las virtudes públicas, como el amor á ia
iñdepéndeiácia nacional, el patríotiskñoy el respeto á laí
leyes y á las instituciones dé su páis. §e esponen á áná
prueba muy peligrosa , y hasta compromete su existencia
misma , los gobiernos que por medió de sus actos chocan y
ofenden los hábitos y costumbres de un pueblo y los sen-
timientos nacionales. Si en estos y en las ideas tiene nñ
influjo directo la civilización, ¿no habrá de alcanzar y¡
aun dominar esta en su tendencia general lo mismo á los
S[obiernos que á todas las clases de la sociedad? ¿Puede
ácilmente desconocer el gobierno de un pais ilustrado el
homenaje que merece la verdadera opinión pública? La
hidalguía del carácter español , la nobleza de sus senti-
mientos , y la honradez y buena di castellana^ que ha lle-
gado á ser proverbial en Europa, son una garantía dé qué
en su gobierno habrían dé prevalecer siempre estos mis-
mos sentimientos, que forman el distintivo dé su naciona-
lidad. Las garantías civiles consistían, ó mas bien, esta-
¿aa represcatadás por dos mslVlúdóTies ^ <\ue nó eran po •
183
VGctiS, porqae no tenían parte, erecta en el poder su-
yremo, pero que servian para poner á óste justos limites
j restricciones racionales, que evitaban sus estravíos, sin
IMnoscabar en un ápice las atribuciones propias de su
dignidad. 1/ El Consejo del principe so componía de los
mndes de la Corte , de los condes y de los prolados en
ioi primeros tiempos de la monarquía, á los cuales se agre-
gpoa después los procuradores de las ciudades. Estos
omsejeros, solo por serlo, dcbian tener grande influen -
di en la deliberación de la ley: ademas, eran muy po-
too80s« y no era seguro para los reyes contrariar su
Unlantad; en fin , las leyes se promulgaban en dicho Con*
•ejOy único medio conocido entonces de que llegasen con
9M brevedad á noticia de todos ; y de aqui ha procedido
lldlenominacion do leye$ jmblicadat en Cortes. Todas estas
4nwistancias coartaban en el hecho la autoridad sobera-
4^ reconocida en el rey por el derecho. 2.* Los subsidios
Ikín votados por las Clórtes. En aquellos siglos jamas se
Heonoció al rey como arbitro de los bienes de sus vasa-
ll(i, ni se tuvo por ley, como se tiene en el. día en Fran»
di, Inglaterra y otros países, la concesión de impuestos.
Ho se daba al dinero tanta importancia. ¿Qué sucedía
fml Que las Cortes, dando con una mano Jos fondos
«Mésanos para las urgencias del Estado , pedían con la
sin leyes, iíieroa» reforma de abusos, satisfacción de
liravios, etc. Y clarees que pocas veces estaría en el ar-
bitrio de los reyes dejar oe conceder lo que se les supli-
cabs.por medio de dones que les eran necesarios.. De
upa procedió que á pesar de la suprema autoridad legisla*
tira ael monarca , tenia la nación suficientes garantías de
libertad política, si es cierto, como dice Frankiin, que
ei líbrs todo pueblo que tiene en tu mano los cordones de su
Mis. Reliquia de este antiguo fuero era la diputación de
los reinos, á la que hasta en nuestros días se han con«H
altado y comunicado los reglamentos de contribu-
ciones.
,n Según lo que hemos dicho acerca de la índole y natu^
raleza de nuestri? monarquía , ea innegable que Vas conct-
184
t ■ , "
iioneB , porque so clamaba hipócrítamcnto poco después
de la mnertc del rey, que la proclamación ae leyes nue^
Tas , que creascm nueyos poderes políticos , desconocidos,
tanto en su esencia como en su forma , en nuestra le^ps-
lacion no podían monos de hacer tina alteración risible
en nuestras leyes fundamentales, no ya poniendo nuevos
límites, sino menoscabando y poniendo trabas á la dig-
nidad real , y enajenando sus mas esenciales y naturam
atribuciones. Esto solo puede hacerse de tres maneras:
1 •* ¡)or el rey , otnrganao una nueva lev A carta como
hizo en Francia Luis VIII : 2.* por la nación; representa-
da por medio de los diputados 6 procuradores del reino:
ó 3.* por un acuerdo entre el monarca y la nación. Pues
ahora bien , tanto pam otorgar , como para aceptar , y
convenir en cosa que menguase ó alterase las condiciones
de la suprema dignidad, seria muy dudoso y cuestionable
si alcanzaba las facultades de una depositaría temporal de
la autoridad real. Si se niega al monarca alterar las leyes
fundamentales de un pais ; ¿se consideraría aatorizada
para hafcerlo á quien temporalmente ejercia esta dignidad
durante la menor edad de una niña? Si el tutor debe cui-
dar de los bienes del menor , y entregarlos á ¿ste , cumpli-
da que sea la tutela, sin mengua ni menoscabo, ¿podrá
quien administra la regia autoridad, durante una mino-
ria , y en virtud de un testamenta ó de la ley , enajenar
Er su sola voluntad parte del depósito sagrado que se le
confiado, devolviendo en su día un cetro quebrantado
y'iina corona falta de sus joyas?
Esta fué la primera dificultad que se quiso salvar al es-
tablecerel sistema que aparece en el decrete de 4 de octu-
bre; la cuestión de legalidad. Vero ademas se fundaba el
espresado decreto en razones poderosas, incontestables, de
provechosa esperíencía, d» profunda política, de conve-
niencia general. Desde luego ya se hallaban calmadas
eompletntneute las pasiones polUicas; y (^1 gobierno del '
rey, tal cual habia sido, babia dispensado al pais sobra-
dos beneficios para justificar ó suiniíiislrar siquiera pre-
testo ¡Kira desear un cambio político. La esporiencía de
:ii
185
los áo$ ensayos nntcrioros no habi.i sido ponlida , ni pasó
qnc aquellos habían dejado (ras s( funestos recuerdos , j
producido saludables desengaños. Tendrían cíertns doc-
trinas en abstracto todo el mérito que se quiera v quo
no negamos en esle momento : pero er» innegable que
los dos ensayos que se habían practicado habían sido mu-
lo(|[rados y muy costosos : de a(|uí se inliere <|ue el buen
sentido de los espafloles , ]f loque se dice masa nacionaU
no podía ser favorable á innovaciones , que si tenían al-
gún apoyo en las opiniones , tenían en contra los mas
grandes y legítimos mtercses.
Es preciso recordar la situación singular, critica, an-
gustiosa en que se hallaba el reino á la muerte de Fer-
nando. Kl bando carlista, que desde 18'24 se había mos-
trado disgustado del rey , n (¡uien no podía dirigir es-
clnsiramente y dgminar, que pretendía ser mas realista
qnc aquel: que en secreto, y con incansable perseverau-
€ia trabajaba para realizar siis planes en ocasión propicia
quo había levantado el estandarte de la insurrección
contra el monarca legitimo en (luadalajara prinu*ro, y
después en 1827 en CataluAa; el bando carlista en fin,
cuyas maquinaciones y tentativas , según rumores auto-
rizados por sus amigos, desaprobada hipAcritamente el
mismo don Carlos , negándose á prestarles su apoyo y
sanción , durante la vida de m hermano . daba nuu»stras
demasiado claras de que solo esperaba que Fernando cer-
rase los ojos para entrar en cruna lucha contra los dere-
chos legítimos de la hija del Monarca difunto , procla-
mando á don Carlos , no por amor á la legitimidad , que
no se hallaba del lado de éste, no por amor á la digninad
real, que con hechos notables liabian muchas veces
desmentido , sino por considerar k aquel infeliz prin-
cipe, por su ignorancia y fanatismo, como un instru-
mento dócil para In reali/acíon de sus planes teocráticos:
vque resistiese y cerrase la puerta para siempre á toda
idea de fomento , á toda reforma , á toda mejora , á todo
progreso en la senda do la cívili/acion. Y en este caso,
i aconsejaba la prudencia (¡uc se menosenbaso o I (lodcr,
1S8
paciones de partido, solo se habian fijado en el bien j.
felicidad de su patria , y en lo que reclamaba una situa-
ción singular y gravísima. La senda de la libertad políti-
ca , en que ya dos veces habíamos penetrado , solo nos
ofrecía ensayos malogrados. Algunos han atribuido esta
circunstancia desgraciada á diterentes causas ; pero es
incuestionable que la verdadera y única se encuentra en
las instituciones mismas , y en las condiciones que deter-
minan la situación especial del pueblo español. En escri-
tos publicados en todas épocas por los liberales da doc*
trinas más exageradas, y particularmente durante la
emigración de los diez años , hallamos espontáneasjv fran-.
cas manifestaciones , en que se reconoce que la EspafiSt'
como dicen los mismos , no se encuentra preparada paraj
la libertad. En este punto convienen todos ios matice^'
de la opionion liberal. La verdad arranca esta confesión'
hasta de los hombres mas preocupados. La distribución'
de la propiedad y de la riqueza, la moralidad y la civili-!
zacion son condiciones esenciales de la libertad, que eiot'
nuestro pais desgraciadamente no ofrecen todavía resnl-'
tados tan ventajosos , que permitan sin peligro la inter-'
vención 6 influencia del pueblo en las cosas públicas y
en el gobierno , y que asegure los beneficios de la liber-'
tad y del orden , estrechamente ligados entre sí , sobre
los mtereses generales del pais. Por esto han sido para
España siempre los frutos de la libertad amargos y cos-
tosos, sin poder hasta ahora asimilarlos en su propia
naturaleza.
A preparar este camino , para poder después andarlo
con seguridad y confianza, se dirigía el decreto de 4 de
octubre por medio de las reformas administrativas y eco-
nómicas que explícitamente anunciaba. De esta manersi
y tranquilamente se habría realizado la revolución de las
ideas y la de los intereses que alterando las condiciones
de la sociedad española , hubiera exigido naturalmente,
como un progreso verdadero y bien entendido , un cambio
político, verificado sin trastornos y sin ruina de ningún
7>oder , y que apoyándose sobre un cimiento sólido , hO'-
L
ll
I
I
1
189
tiera sido tan estable y pcrinanento como deben ser las
leyes fundamentales de ana nación .
Era el sistema que examinamos de verdadera mode-
ración , y el único que podia cou propiedad merecer csle
nombre ; porque al mismo tiempo que era de conserva-
ción y de progreso, distaba igualmente del apostolicis-
IDO furibundo v de los excesos revolucionarios : asi es que
coa razón debía considerarse como un sistema de justo
medio ^ entre dosestremos viciosos^ fatales: sistema que
no menoscabando el [K>dcr del gobierno , le dejaba loda la
Iberia que necesitaba para liaccr el bien de los pueblos,
} para realizar las. grandes reformas y mejoras que aquel
preparaba V que el nais habia menester; y que no ad-
miüendo el yugo de las facciones y colocando al gobierno
ll frente , no de ninguna de ellas , sino de la nación en-
tera, designaba á éste su verdadero lugar, desde donde,
no hallándose sometido á las exigencias do los partidos^
ni teniendo que apreciar sus intereses mezquinos y egoís-
tas, solo debería atended á los generales y bien entendí-*
los del país, y al bien y felicidad de la patria.
No podemos terminar esta digresión , que daria ma-
teria para algunos volúmenes , sin dolemos amargamente
de que en las ¿pocas sucesivas y bajo otro régimen polir
tico, cuando tanto se ha gritado aindepeíidencia nocto-
naU es cuando por preocupaciones políticas ó por una
deplorable fatalidad hemos adoptado un sistema , que se-
parándonos naturalmente de nuestras aUaii/as naturales,
estrecha por necesidad nuestras relaciones con Francia 6
hglaterra, comprometiendo hasta el último estremo
itucBtros intereses industriales y mercantiles , y conslitu-
}Woiios aquellas potencias bajo su tutela vergonzosa.
£» menester ser francos , el régimen liberal ha sido y será
Mempre fatalísimo bajo el aspecto de nuestras relaciones
diplomáticas ; él nos aleja de las que pudiéramos polili-.
<^oiCDle mantener cou potencias, que no son nuestras ri-
vales en industria y comercio , y con quienes no medía
i^inguiia oposición do intereses; él no nos pernute adoptar
uu sistema de neutralidad, que según opinión de i^<^tbOUQk%
ilastrsdas e; el aac meior consalta nuestros intereses j
ñtiestra independencia , él nos produjo una invasíoD es-
tranjera en 1823 ; y él en fín , durante nuestra prolonga-
da guerra civil, ha constituido á la infeliz EspaSa en pa-
lén(}iié abierto ,' en que dos naciones males, utilizando
la ceguedad y pasiones de nuestros partidos , y fsmpIeáiD^
dolos villanamente como instrumentos de sus miras , hao
lachado en favor de sus intereses, y por doaÜDarnos cad^
una esclusivamente. Quien todavía dade de esto ,' refle-
xioné que no hemos podido mantener la guerra civiti
vencer á don Gárlo^, y plantear las nuevas instituclonet
sin él apoyo y los recursos de Inglaterra y Francia.
Estas doctrinas que íntimamente profesaba nuestro*
don Félix lo hicieron estrafio á la lucha de partidos , quA
principió desdé que se alzó la tribuna en las nrimeru
Cortes del Ettalutoy turo lugar lá publicacioii de díáriói
políticos, pqsde que apareció está ley política le anUDCÍ|^
Riuy corta vida: asi nos lo manifestó al actual biblíolep'
cáho dé S. lA. don Miguel Salva y al que escribe es^s
llrieas. Entre las muchas o^spvaciones que le oí acerca
de aquella ley, recuerdo do$ que indicaban los priucipatés
portillos, digániuslu asi, por dándola revolución nabia
de penetrar: 1." Dejar al Estamento do proparadóres U
aprol)<tcion de los dodercs de los individuos' noi^Lbrv
dos, contra ló tme. parece ^ctar hasta lá razón y' u
5 radica de nuestras Górte^. Si son diputados de las do-
ades que van á tratar con el rey do cuanto interesa al
hicn y felicidad de la inonárqúiB, y á solicitar y prócorar
cuanto coitveiiga al alivio y buen régimen de los pueblos,
parece natural que sus poderes sean examinados por la
persona augusta con qúuinhan de tratar, y á quien debe
competir por consiguiente ta aprobación de aquellos , que
se reduce álá ejccucioude una ley política: esto di¿ oca-
sión á las trampa» leíale», que abrieron las puertas del Eft-
tamento , y organizaron y acaudillaron la oposición , w>-
metiéndo una ley , que alguno calificó de ftexible , á las
pridicás parlamentarias de otros paises, sin reparar qué
no enut acomodabas í naesU-o gobierno , j que desyirtua'-
iMín 811 natanleía : 2.^ El derecho de petición que se de-
daraba á las G6rtes, no se fijaba con precisión. Según
el aentido literal del articulo del Estatuios parece c(ue
ambos Estamentos, los dos brazos que coustituian lo qne
se llama Cortes', ejerciesen este derecho simultáneamente
en tada caso , pasándose al efecto las peticiones do un
cuerpo al examen y aprobación del otro : pero no sé en-
tendió asi, sin que por el ministerio se hiciere la menor
reclamación y protesta , y cada estamento hizo por su
parte las peticiones que tuvo por conteniente ; muy pocas
en verdad el de Proceres , pero cerca át noventa el de
procuradoi'es ,' dirigidas Casi todas á trastornar el sistema
político etttonceá existente y el de nuestras rentas' públi-
cas ; impdiendó- de esta manera el páis , y coii discursos
acUorádos y con la proclamación de doétriñás anárqui-
cas hacia el precipiaó de una revolución.
Disgusitaao Heiupso del giro que sucesivamente iban
tomaüdé laü cósate pÁblitas después de la insurrccciotí do
Usinrbtiflídlas bajo el ministeno del conde de Toreno,
se áülába taoias'éti su trato, viviendo Icios del centro dé
U cUfñtal en laf plazuela de Puerta ¿errada, y 'salien-
do poiBO^^de éucasa, y mucho menos de lo que con venia
i'iültaladVDédittádo cóáel mayor celo ai cumplimiento de
sos déteres en el tribimal de la Rota , desdé qn'é fa6 agra-
ciado'eón plaza^n''¿l; los negocios de este le oeupaDan
con preferencia estudiándolos detx^nidamcnte. Lo aékpaü
ddtifeímpd'Io dedicaba al estudio y á la lectura ala cbr-
recdott de sus obras, singularmente de su curso de Hili-
manidadeü , que dejó comente para la prensa en una edi-
cimí' completa de sus obras, que tenia proyectada, para
Irettal délo nuevamente corregidos el Examen de los oe/t-
Coi it infidelidai\t y su poema de la inocefwia perdida.
Timbien se ocupo por este tiempo en óstendcr un larso
y bien úieditádo informe que le pidió el ministerio dé la
Gobemacióü, ^n tiempo que presidia el gabinete el señor
Pérez de Castro , sobre los medios de fomentar la Impren-
ta Héal qué ya' desde entonces se hajilaba casi en rui-
na. Ño hemos leido este informe ; pero habiéndonos hecho
192
el seffoT Reiooso una completa relación de ¿1 , y siendo- *
una materia que hemos tenido motivo de meditar , en-,
contramos aquel escrito con la solidez y mérito que de-
bia esperarse. Lástima ha sido que este trabajo haya quor-
dado enterrado en un expediente, y que de ¿1 no so naya,
sacado ningún fruto. Algún tiempo antes, y siendo nu-:
nistro de Hacienda su antiguo amigo el señor MpUt.
escribió é hizo publicar cn^la Gaceta, que entonces se rer.
dactaba por un^ empresa particular , una serio de artiga-
los sobre la prestación decimal , que se distinguen siur >
gfdarmpnte por la copia de buenos datos, estadísticos ». y,
por la lógica irresistinlc con que se combatía el pro^e^to,
?ie sobre esta materia presentó á la sazón el ministerip ,'
la aprobación de las Cortes. Posteriormente, y tenieq^Q:;
presente cuanto se habla dicho en las mismas acerca- dfr.
tan vasta cuestión , estendió un escrito, un qué la trata y
examina íundamcntalmQnte, considerándola b^jo jLodopi.siia;
aspectos y relaciones, y analizando los dlscui^sos que^ent
esta discusión pronunciaron los mas distiqguidos orado- . .
res de los dos cuerpos de. nuestro pacíamento. Qpmo era;
preciso, se ocupa no poco en el discurdo qfie spbj^e estei.
Íbnto pronuncio oo el Congreso su discípulo don; Jáaoiiél .
prtina. «Este escrito formina un volumen en i.^.basl^HT:.
te abultado ; y lo dejó sú autor corriente, ps^ra la preiiai^jc j
aunjpúeslQ en limpio en su Píiayor parte* ^^,,-, -
f fia útiles para la religión y para cl estado eran ..las*,
oc^upaciones de nuestro don Fdix en los últimos añps d^ .
su vida. Durante ella nadie pudo escederle en entusiasmo.,
por ! las letras y por las arles. Si su alma delicada y gene-*
rosa era sensible á la gloria literaria, pura y pacihca; fi]^.'
mo eiran sus sentimientos, nunca aspiró á vanas y piíer
ríles distinciones. Taulo por esto , cuanto por su escasa
fortuna, no aspiró ul doctorado en su Juveutud. Si como.-
eclesiástico obtuvo licencias rcmoias de celebrar, profUr.
car y confesar, tanto á personas seglares, cuanto á reli-
giosas .de todos fueros cu las diócesis de Scvífla, Cádiz y
ÁJcála la Real , dqta uuc fué examinador sinojdal; ai ob-
iuróticehcia dé leer libros prohibidos, y tuyo ingreso en
193
Tanas Academias y sociedades literarias como en la de
Buenas letras de Sevilla cu las Económicas de la misma
ciudad , Cádiz y Córdoba , y en la general de ciencias y
artes de esta última , lodo lo debió á su rcpulacion , y á
su fama. El duque de san Garlos, padre del actual , con
quien comió un dia en casa de un amigo de los dos « le
manifestó deseos de que entrase , como era tan justo y te-
nia tan merecidd , en la Academia Española que á la
sazón presidia el Duque , y aun le exigió el memorial do
estilo, que á pocos dias le devolvió por que no bastaba sin
duda todo su influjo á vencer la oposición que habia pro-
movido un poeta y un enemigo de los afrancesados. Por
esto no ocupó Re^noso una silla en la Academia, cosa
fue ciertamente le hubiera sido agradable, y á cuyo cuer-
po habría dado honor; y auxiliado útilmente en sus
trabajos.
No era de aquellos hombres don Félix que se mantie-
nen de ilusiones, ni que se aduermen en sueños dorados.
En vista del giro que desde 1834 iban tomando nuestros
negocios públicos , desconfiaba mucho de que los males
de nuestra patria no fuesen prolongados, y difícil y tar-
día la terminación de ellos, y lo mismo la vuelta á un or-
den estable y legal. Llegó á perder toda esperanza des-
1»Qes de los acontecimientos de la Granja. Por eso aunque
os de Setiembre le afectaron vivamente , y le causaron
singular desconsuelo y aun abatimiento « no le produjeron
la menor estrañeza; porque en su concepto al punto que
iiabía llegado la revolución nada habia que eslrañar.
Separado i>or la Junta revolucionaria de Madrid de su
plaza de la Rota , y cerrado este tribunal después estre-
pilosamente i>or disposición del (lobierno, la perspectiva
que al pais se ofrecia, y á la que m su juicio á t\ propio
amenazaba, bailándose en una edad avanzada, y aun algo
achacoso, no pudieron menos de llenar su espíritu de
amargura. Los consuclus de sus amigos, Y.los sinceros
ofrcGUi^ientos de los señorías don Juan (lualtterto (jon/a*
lez y don Manuel IVrez Seoaue , lo enterueciau\ y le!
hacían asomársele hs hgrhmíi i los oíos ; peto í\o Ví^A^-^
13
194
' ban á desimpresionar su espirita con esceso 'abatido , y
ítias .¿e l'o que podía cr'etérsé de la entereza y energía 4p
•su carácter. Deió de coiit^orrir , como antes tenia de cos-
tumbre , todos los domingos á casa de su amigo don Juan
Gualberto, donde comia en la agradable y amena com-
Í)añia de este hombre tan instruido , á quien amaba
raternalmcnte , y de varios jóvenes de talento y capaci-
dad. La conversación en estas reuniones era , como la
época parecía ci^ígir, muchas veces de materias politicas,
pero las mas de literatura , y servian para distraer su
espíritu y darle fuerzas. * Por eso cuando le falló este
inocente esparcimiento , porque los sucesos poli tipos de
aquel tiempo dispersaron á casi todos los concurrentes ,
sus disgustos y desabrimiento se aumentaron , y los acha-
ques propios de la edad alteraron visiblemente su salad
Y sé agravaron, ^o debemos emitir aquí, que apenas se
instaló el Gobierno provisional, su amigo don José Ma-
nuel Quintana hizo las mas interesadas y eficaces gestio-
nes para conseguir la reposición del señor Reinoso ; y la
habría en efecto conseguido ,á no mediar entonces graves
diferencias . con el encargado de la Nunciatura^ que im-
Sedian en concepto de aquel Gobierno el rcslablecímiento
el tribunal de la Rota. También el caballero Asthon,
ministro plenipotenciario de Inglaterra , interesado por
varios amigos, habló al señor Ferrer, ministro de Estado,
en favor de nuestro don Félix. Todas estas instancias
eran promovidas dor sus amigos, que se prometían dis-
traer su imaginación y evitar isu aburrimiento , volvién-
dole a sus ocupaciones ordinarias, que al mismo tiempo
tranquilizasen su espíritu respecto del porvenir.
una imaginación ardiente, y una cabeza tan trabaja-'
da con estudios inteniso'¿ durante toda su vida, no podían
dejar ^de abrumar sus fuerzas, y de producirle los males
consigliientes , que hacían mas graves la incertidumbre
de su fortuna y las calamidades del país, de cuya salva-
ción desesperó siempre. En diferentes épocas había pade-
cido congestiones cerebrales, que cedieron por dicha
fácilmente 4 beneficio de las sáhgrías. En el invierpo de
J.-
195
1841 sentía una pesadez ffeneral $ que le agoyyiba eape**
cialménte la cabeza. ÁtrM^ujéndolo a la vida sedentaria
ffoe hacia , traló , por coñisejo de sus amigos y de su mé,-
oico, de hacer algún ejercicio; en uno ao los pocos ¿ias
?ae salló á pasear , acompaftado del scñor,^ M cpendez
Iñesta, abogado de este Colegio, tuvo éste que sostener-
le ti subir la escalera de su casa para que no cayese. Saa-
jprado inmediatamente por disposición de su fipicultatívo y
amigo el señor Hurtado de Mendoza , se recobró algpn
tanto, y aun pudo levantarse. Con todo, el mal fio faiimia
desaparecido, y los síntomas alarmantes se renovaban.
Se repitieron las sangrías y las sanguijuelas por consejo
del doctor don Mateó Seoane , que se asoció al sefior
Hurtado ; pero aunque le aliviaban , el mal no cedia. Sos
amigos y discípulos los señores Bravo Murillo , Huet»
Galuirdo, Scoane (don- Manuel), don Juan Gualberto,
vsu sobrino don Ambrosio, el marqués dp la Roca,
Montes de Oca , y Montero con o^ros muchos que no
recordamos en esto momento, lo asistían en su .enferme-
dad , habiendo dos siempre á la cabecera de la cama,
tanto de dia como de noche , renovándose de día cada
cuatro horas. Varias señoras asistían por. mañana v tarde
á casa del enfermo , como tan vivamente interesadas por
su salud. La casa á ninguna liora se desocupaba de gentes;
] entre los que mas repqtian sus vislMis recordamos los
nombres de los señores don Juan Nicasio Gallego y don
lavier Isturiz. Agravándose la enfermedad, fuó necesa-
rio suministrarle los sacramentos , que recibió con fervor
sacerdotal. Hizo testamento, dejando por herederos de
cuanto tenia á sus criados , menos de las pinturas y de su
escclente biblioteca, , que dispuso fuesen distribuidas en-
tre sos amigos por sus albaccas Scoane , González y Bra-
To Murillo. Durante su enfermedad, no perdió un mo-
mento la rectitud de su juicio, ni so le echaron de menos
las ocurrencias singulares y chistosas, propias de su ca-
rácter festivo. No se le advirtió ninguna muestra de
verdadero delirio , aunque en un momento de letargo ó
ensueño pronunciare los nombres de ((KspaTleTO«...\o^
196
progresistas.» ^Hubo varías juntas de facultativosv y én la
i&liima convinieron todos en que el enfermo se hallaba
amenazado de una muerte próxima. Aunque con la ca-
beza abrumada por la ¿táyeaad del mal , que coifsistia
\éti un ataque ccrebralV^ los ojos cerrados constante-
mente , habló con acuerdo y concierto hasta el momento
dé espirar^ el 27 de abril por la noche á los 69 años de
edad ; hallándose á los dos lados de su lecho sus amigos
Mónles de Oca, Calleja, que lo' habia confesado. Al dia
'siguiente su cadáver fué embalsamado, á espensas del
■éeñóv Seoane, por los facultativos Sánchez, iToca y Llet-
get, y revestido con las vestiduras'^ sacerdotales. Aquelía
noche fué depositado en la parroquia de sari Andrés,
■donde al otro dia, con asistencia de sus numerosos ami-
'gos y de las personas mas distinguidas de la Corte, se ce-
lebro con toda poinpa y solemnidad el oficio de difunto:
concluido éste fué conducido el cadáver^ con acoínpáña-
-miento de todos siis ainigos y apasionados, al campo san-
to de s^aft Isidro, y encerrado en ün nicho, que se encuen-
'Ira en élsegundo patio á la izquierda. Mas de dos años
■han pasado desde que acaeció la muerte de Reinoso; y
'MIS' amigos y discípulos, y los jóvenes á quienes dirigía
en su»estudió9, yla^ muchas personas quede él recibieron
favores y benéfacios., no ie olvidan un instante y lo re-
fíuerdan 'con un dolor entrañable y sincero. Desde aquella
fecha,' la tarde vispera del dia de difuntos se encuentran
-en el camino de san Isidro algunos de sus amigos , que
"residen en la capital , y que van á ofrecer sus sufragios
delante de la tumba de su amigo , y á gozar de los con-
suelos, que la religión ofrece á las almas sensibles en la
melaACoiica contemplación de las verdades eternas.
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ic^OD avenUjadeiis ifigenips,^' quienes Vp^^rift debe
tos y mejoras que opupflfíffl^^epipiie qp Jqg^ dfen
f^entre las' buenas .i;elQrQ^s. $«ta ^iwH» es laj^
ina , que si no tiene, en 1a,g^rai^quh| sociftlel rav^^
b le'perlenecc , debera03i/?tí|p(ír4.i; que.laipte¡>t«#*lln
or. .taqto, .tiempo; anMa(Jl4>, y qej^i^ii la iK$paAa fué-
N^jbfÜlQs. tiempos^ del. concfp ^ J^lalípot. .Gratide es:
inrti que nos iq(i^\ cuan^ cin la bipgl>a@¿:que.déar:
tfDfifi^,(ia: a^unJari/iO' .cordf ^'«.,p(\demaSi(ribi|ti|r: 4I
áyaronV. objeto de ^slé tiU]9aiJAfir^r,ab^^
le. merlán su constancia,, y noxKja.d^syíif^tA
feintai T^uos de Yaiyene&,{)o\it^s,^ d^>g|]K(tr^ ísaftr
^^^deindecisioú j, YJÍQli^tasahevacj^QC)9 §ti'iel.sÍH
*^«Wer«o , bfhifta ;jBa&lfldf>.JÍa imf^^i W^ii-ífeA»^
198 '
legislación médica bastante atrasada ya en el siglo XVIU,
y poco conforme con lo que las necesidades de la época
y el quebranto fatal de algunas universidades exigían. Por
tradición conservaban las escuelas médicas españolas el
puritanismo médico en que babian vivido; aislándose
Eoco á poco de la ciruiia , dejándola huérfana en 1748,
asta el estremo de obligar á Virsili á solicitar del rey
Fernando ,y{ la creación del colegió de drujia médica cíe
Cádiz , al que siguieron el de Barcelona y Madrict , para
volver á la ciencia los destellos que mas tarde con nuevas
transformaciones en su organización tan brillantes resul-
tados ha producido. Desde el sido XYIII fechan las graiH
des disputas sobre la unión de la ciencia médica, que por
fortuna nadie pone en duda ; y solo intereses encontrados
5 privilegios particulares , pudieron retardar lo que boy
ia vemos con todo su poder v uniformidad en todas las
naciones. Vivíamos bajo el influjo literario de reinos mas
poderosos que se elevaron sobre las ruinas de nuestras
rencillas. Débil el gobierno español, eclipsado por &
brillo de nuestros vecinos, no podíamos sostener lacom-
Setencia ; pero hacíamos esfuerzos de imitación hasta
onde akBfifzaba el ingenio y 'posibilidad dé af^ücaéion.
Apenas rayuba'nna'ÉiGJctVa, ahsióftbs acudfüh 'áHéüiWjjl
^dres aoonieiandd al poder, quien si archivaba eVt&ik
^'era ftft íalta d^ ocasión para á'pllcaflis/' Asi ségií^'^
nuMJ páwli'pa^' alas naciones e'stránjerátf más aVeíltlIr
jadai' etl^ irn^ ciencias , cuy o jirogt'eso intelectual 'bHllsf jktí
por el íküíúisto de rayMque salen de su focA/»' quó' jdüót'II
nrtemrdtfd jdé cMdá ttfib aifdadc^: . <: > ^p "i
' Todaé'láis iiatión'és resolvíah el gran pfbblc^a ^
«n ¿pknÓB írtMñissi dado , y la nul^stra déBc^'aresceleii^
tÜiUdO ««ñ0r D. Fédro Gástélló el haberit^ lltfvadó á í^
di nfta éafae^a taW segúhi , que slti diíicuUad 1éf' ITatiiií^
rMidtM{MAadÍoii dónde d6Mcaii«ará por tiiUdiUI^ altos tMá
Téktim. HfúéÉtfú'téiAÜaádt atiñquc más rrióOc^o , ieñ
igual á BúUtnés y Fmreroy, Frank *f <^á\Ieliíit\'bbmo
Virgili lo fue á la Peyrokie en Eraticia; y -£r|iimift7h» eU
AÚ0tríM. No brillará tauestro tonietnf^rántsh'tíáfé&TéiÑi^
los
I
ttUo^ StKaal ó Brounmis; porque recogido su cntendi-
miento para alcanzar la reforma que liabiu de señalar
nueva ¿poca en España, no tenia el tiempo necesaria
ra dcaícarse al estudio esclusí\ ámenle : cuando ademas
los servicios de Cámara, las contiimas guerras y el des-^
empeño do la cátedra de obstectrícia , en la que ha kri-«-
Ilaao como diremos, le aleaban complotamente de la»
teorías médicas que solas pueden constituir el genio.
Siendo muy escasos los trabajos literarios , raras las
ubiicaciones módicas que formen ¿poc^i eii este siglo, no
ay los suficientes elementos para entretener á los lecto«*
res 9 acostumbrados á contemplar IjA.vjda do ios hombros
políticos que tantos y tan abundantes lod prestan, atendí-.
«AS las iumeusas vicisitudes que nos hanagobiado. lluér-<
Cmas las ciencias, muda la imprenta original, escaso su
movimiento literario, apenas cautiva la atención alguna
Sie otra idea original ; quo^nas bien asi se llama, por ser
tono diverso y nueva la forma ci)n que so anuncian,
(pe por añadir una solución satisfactoria á las graves
cuestiones que forman el fond^ c^mun del saber de ui épo-
ca , donde s(^ iigit{in sin cesar las que nacioron con Hipó--
orates , Aristóteles ó Plinio.
Objeto de censura , do diatrivas y enemistades han
sido algunas medidas adoptadas por el señor Gastelló;
pero el tiempo i)o podrá m^os de colocarle en ol lugar
(|pe. perece su, bju^Uf entendida reforma. Cuando c(^|le. el
rencor , cuando ús malas pasiones ahoguen su voz, cu^^v-
do los partidos,. círculos y. {pandillas mueran en su origea
para rejuvenecerse. con nuevos afiliados , y los intereses
bcales llegiien á ser dominados por el gobierno centr^U
entonces , y solo entoneles no negarán los antagonisUukol
luenipñatcnso que.su providencia y suscoqsejosiian trair-
ioiílsi literatura ^ipdíqi, Nq si) perderá ya.la uuidad^ no.
Tsdlarácl conjunto v en es^ foco de luz donde brillan
lilgunos ingenios , hallará m^s- tarde la goneracÁo^ (tit|ur4
coa poc9s esfuerzos v ligero trabajo el origen dtí 1a nuer^
va era para;}^ Tnodiqna.espaAolAM«-; < - .> i-i i> • «iiii-il
No hallamos reunidos ahora los hombres quo pudie-*
200
ran formar cuerpo de doctrina > y aunque poseemos un
gran número , viven los unos apartados , nial compren-
didos los otros , algunos calumniados , varios ignorados; ^
y solo brillan á los ojos del hombre generoso é iroparcial
que busca con anhelado afán el saber y la virtud do quie-.
ra que se hallan ; y contempla con amargura que nunca
llega el momento para las ciencias , que no pueden vivir
sin apartar de su campo la funesta política que todo lo
trastorna , sin encontrar posible contra-veneno para tan
malhadada- furia.
Afortuiiadamente él hombre de quien nos ocupamos
no tiene cainpp político. Su ciencia es y será siempre ne-
cesaria : y si bien los modernos acontecimientos rebaja-
ron mucho su influencia para el arreglo de la enseñanza»
f»oco hubiera podido mejorar en la época presente; porque
as oscilaciones en el gobierno debilitan las providencias
mejor dictadas, el pobre estado déla nación no podia
acreditar las reformas que necesitaban grandes dispen-
dios , y como época de disensiones salieron á la palestra
antiguas y modernas ideas, sostenidas con -mas ó menos' '
crédito por distintas pandillas que acaríciabanápüestos in-
tereses de localidad. Ademas , que con algunas modifica-'
clones en los detalles déla enseñanza del' reglamento
de 27 , podian hacerse las reformas ' necesaríai^ pai^a la
época prcáente.
Don Pedro Gastelló y Ginesta , nació en lá villa de'
Guisóña, provincia de Lérida, en 4 de marzo de 1770: V'
atmque los conocimientos de primera é^tí(i&ición que ala
^dria adquirir, no serian estremadamerite selectos; sus
padres , que atendían con esmero la educación , no des-
cuidaron se instruyese en las humanidades , que forman
el elemento primero de una enseñanza que desea perfecr^.
cionarse con nuevoü y mas estensos adelantos. Tomó Ib'
necesario para comprender la lengua francesa , y podet
satisfacer una de las condiciones que mas tarde le seríkn
indispensables. En estos estudios aprovechó bien el tiem*
DO Gastelló y salió discípulo aventajado para penetrarcoá'
fruto en el difícil campo de la filosofía ; tanto mas» cuanto
II
201
el método de enseñanza en aquellos tiempos difícuIlalKi
demasiado lo que ya de su\o necesitaba (grandes esfuer—
zos de ingenio, v constante aplicación. Partió al poco
tiempo á la universidad de Cervera que jvo/alia de justa
reputación , y cursó la filosofía tan necesaria para empren-
der cualquiera ciencia que pide a cada instante avuda á
la nzon. No vaciló en la elección de carrera su familia:
y romo el joven se sentia inclinado al pensamiento quo
ieÍDd¡caron, partió pcira Barcelona con el objeto do cur^
sar lo que entonces se llamaba cirujia niédica, Admitido
alumno interno en el colegio , estudió con notable apro-
rechamiento y contento de sus maestros , ocupando uu
lugar aventajado cu la opinión cienUíica de sus condis-
cipnlos.
Su instrucción se distinc^uia mas por la práctica es-
merada que había podido adquirir como interno en el co-
legio ; y esta cualidad de su primera educación médica
ha seguido siempre en la parte cientdica, superando á
los demás. Obtenido el titulo , pasó al pueblo de su na— ,
turaleza , donde probablemente hubiera vi\ido siempre,
si el destino que lleva al punto desig:nado por la Provi— ,
déncia á los mortales, no le hubiera arrancado de su país
natal paní conducirle al t6rmin9 de tan afanosa carrera.
Conocían su benemórilo catedrálico ü. Domingo Vidal, y
su tio materno el sabio D. Agustin Ginesta, que las dis-
posiciones del joven alumno le haciair apto para brillar
como profesor en mas halagüeño campo ; y resueltos síi
vencerla voluritad del joven, formiaron empeño en ar— .
ranearle déla r(»tirAda villa de Guisona. Ko sii^ trabajo
consiguicroD.su deseo;' porquefluctuaba eñ el ¿nijmo
del joven cifrtjaiib módico fá dudosa suerte , el. inciertio
IKjrvenir de su nueva carrera V:¿on'lá" oouGanza ciega eii.
a prosperidad entonces presente" ¡Cuan cierto es que
nadfie puede confiar hacer mañana lo que hoy tiene peu—
sado! Preguntad á cada uno , qu6 pide en los primeros
[msos de su aislado porvenir. Los que abran el corazón á.
a verdad , tal vez estarán admirados de hallarse eu si-
tuación contraria y superior á'la ^ue pudieron imi^in^c .
202
en momentos de fantástica ilusión. Otros á su vez yoWe-
rán la memoria á tiempos que pasaron , para dulcificar
los pesares que los aquejan con el dulce recuerdo de fe-
licidad que cesó.
Partió al fin , á los veinte y seis años de edad el joven
profesor, obediente á tan'yiyas instancias; j dejando su
villa natal , tomó destino en el regimiento de caballería
de Alcántara , á la sazón de guarnición en el Puerto de
Santa Maria , año de 1796. IHuéva ciudad, clima distin-
tó , costumbres diversas y lenguaje tan bello , llamaron
la atención de nuestro Cfastelló y procuró servir su desr
tino con la exactitud y vivo deseo que llevan consigo los
primeros albores de la carrera. En el regimiento era es-
timado de todos por sü honradez y firmeza , por su ins-
trucción y juicio práctico , sirviendo cerca de cuatro años
con los mejores auspicios, En la ciudad gozaba de gran
crédito , y la población solicitaba con frecuencia sus ser-
vicios, que prestaba Gastelló con exactitud. Asi pasó el
principio de sus penosas tareas > que se dulcificaron con
el influjo de su tio , quien á vista de tan ventajosos an^.
técedentes , pudo conseguir en 1799 fuese nombrado ca-;
tedrático sustituto del nuevo colegio de cirujia de Santí»-
go. Gomó no se babia dado principio á la enseñanza en
aquel colegio , y el deseó de Gastelíó se inclinaba Üácia
su pais, consiguió que su ¡nombramiento se trasladase con
destino al colegio de Barcelona. No pudo dar pruebas bri-
llantes en aquella ciudad, porqué en 1801 se le nono}^
cirujanQ de la real familia y catedlrático sustituto del q(H
legio de San Garlos de esta corte. \
Ya estaba Gastelló en la corte: la movilidad i^oütínua
dé su suerte, siempre venturosa, debia dcsarrolíac facul-
tades adormecidas , designios ño meditados; y la nueva
posición pedia un nuevo ser, una nueva vida que alejase
la duda en sus designios, la indecisión en sus filies. ¿P;^'-
saria Gastelló en su porvenir? Llegado á. la Qjórte^jdQoje
tanto fluctúa la suerte humana ¿seria iQ^ias yepturpso?.^]SÍQ
es dado a todos Iqs individuos cópocer su vojcacionVM^l>
panto üe vista a que d^ben dirigir sus conatos; pero la
203
protección de un lio querido allanaba fácilmente las di-
ncaltades apartando la posibilidad do un porvenir descon-
solador. Luchaba en aqael tiempo la unidad cientifica que
habiau deslrmdo el concilio Lateranente según unos, el de
Tmrs según otros. La Francia imitaba á la Italia, y nos-
otros recibianxos inspiraciones de allende los Pirineos,
Venci6 en 1799 la reunión del ejercicio médico y quirúr-
gico, para ser revocada en 1801 y dictar algunas orde-
oanzas qiié se perfeccionaban como ordenanzas quírúrgi*
cas en 1804, reformando las que con igual objeto se pu-^
blicaron en 1795. Pero aprovechando tan oportuna oca-
sión Castelló, obtuvo el título de médico, ciue le colocó en '
h ventajosa posición que tinto deseaba. Hasta 1808 pasa
nñ periodo que fundó la reputación práctica que tantos
bienes ha producido. No faltaban entonces ilustres médi-
cos á la corté española. Florecian con brilló reputaciones
con estudios ad/Jüíridos en nuestras escuelas, y algunos
otros que hablan recibido nuevo bautismo en las dé
iTó^fpe/hVr Páris j Londren. £a Academia médica Matri-*
tense réunia en su seno los médicos y naturalistas mas
eminentes. Con ellos conversaba á todas horas , y quien
recibía á cada instante lecciones que portenccian á tantas
y tan yariadás escuelas , no podía menos de formar un
caudal utilfsijino ^ de brillantes resultados para la prác-
tica; aprovechando con eclecticismo racional las leccio-
nes de sus a^iigos. Hubo sin embargo en la medicina una
especialidad en que su reputación eclipsaba á los demás.
-Al lado de su tio el célebre Ginest¿t^, catedrático entonces
de obstetricia, el sustituto debia llegar en poco tiempo á
cíer la primera autoridad en tan impok*tante ramo. Por
desgracia no contaba entonces la España grandes especiad
liiAás én la tocología. Abandonada la práctica á comadresí
y barberos, mal podian llustk'arse las grandes cuestiones
dé tan (fifícil arte:' y uña persona que como Gastélló re-
cibía tan útiles lecciones , debia necesariamente ocupar
Iironto un' lugar distinguido entre los primeros tocok-
ogistas. Tal . tez si el caminó no se hubiera pres^tado
tan fácil; 'si el téf réiio húbiéi'a' ofrecido adalides C|ñ^ conv-
^U4
batir, la victoria mas difícil entonces, disputado el campo
palmo á palmo, tendríamos algunos trabajos inpportantes
que ahora nos sirvieran de modelo. Esta Falta de comba-
tientes lia sido una de las mas funestas causas para la li-
teratura médica española, que ha carecido por machos
años de médicos escritores , por absorber el tiempo la.
práctica civil, único campo donde combatían. Asi puede
decirse con razón que nuestros padres médicos han ca-
llado cosas admirables, ó cuando mas, las sabemos poji".
tradición que no legitimaria tal vez el autor.
Estalló en el año de 1808 la funesta guerra que da^
bia trastornar los pensamientos y deseos de todos; cai;--
sando incertidumbre en el ánimo del mas esforzado Taren
{:, tristes presentimientos en el menos reflexivo. Se trata*
ia de combatir al guerrero del siglo. $us águilas vence-:
doras cien veces venían á despertar el sañudo león espa-
ñol quodormia desde la época de San Quintin v Pfivia. Itlal
podían banderas, apenas sangrientas, y soldados biso(loa«
pelear con tan aguerridos granaderos. El corazón é'spaftoj
podía hacer esfuerzos;.^! raciocinio vencía laintencÍQU. To^
dos olvidaron sus oci^acioncs;, nadie pensó mas^que CQ,lfi^
defensa; jf los rñc;dicos y cirujanos españoles, cada cúaise-i!
gun jsuposlcdon v obligaciones, buscaron asüo entr^ las
armas ó eo pueblos, rctirádQs del yugo {raneen. Nucatino.
GásteHó h^bi^i logrado muestras de aprecio delinfprtuna¡d(f¡
rey D- : I^í'^Iqs vt;' el ; PWclirQ . 3'e Madrid apreciaba ama
conocimientp&i/iV el!gpi)|en)o d^ no descuidó ks
ocasione^. qiV^ vinieron ^á^.;par\p para distinguirle j Ha7.
marleXjf^ji^ervició. t^^V'.a/^V,"y varias VCce^i'CQi)^
los pfofcsofcs jestríiñfí;;o^, que acompañabán.el: cj^i^ciu^
invasor; ^ ¡í^i^^ 1/|'s acaloradas disputas [q\ie tódávia so^^
frecpcptes) acerca de la medicina, el díscípulq jíé'i|^
aveii.táj'pilos maestros defendió con ca|Qr y brillante r¿-,.
suUa^o, cuanto pertenecía á la me.dicina efS^>aft(^l^i pocp'
apreciada y menos ppnocida por n\i(iStrGis . vep/pos. No,
vaciló su .españolismo ^¿ pesar de tan freci^eút'es iaviti^f
cíohes: y fiel como tactos otros á su cjucrida Pi^tria, sali^
^?'>M;í9..t^;^rt« «*!>andQ¿anap>,ciu44^ s^^
305
glorían y rico porvenir, para buscar asilo seguro y silen-
cioso, que mitigase el dolor de perder la, posición adqui-
rida con tan lisonjera fortnna. ' '. '
ParUó disfrazado y como criJido de un amigo su^o: y
reunido á su querida familia en la dudad de \Tcali, pasTl
i Cuenca y Cataluña, para recordar tal vez que sus [irime-
ros estudios cii Karcelona le dieron porúnicn ambición la
Tilla de Guiziona que dejó con l«i esperanza de menos in-
grato porvenir; y apenas complacido y deslumbrada su
mente con la esperanza déla n'gia confianza, perdía en
un momento tan grata ilusión. ¡Qui6n sabe si entonces
le pareció mas feliz el que heredó su villa natal! No tardó
mucho cii embarcarse para Mallorca, donde permaneció
kasta la conclusión de la guerra , proporcionándole re-
cursos en aquel pais la reputación que había conseguido
en Madrid.
Vuelto á Madrid en 1814 ocupó felizmente su antigua
tasicion, v teniendo la desgracia de pei^der á su venéra-
le (io el noctor Ginesta, asrundió, conVo asi parecía na-
tural, á catedrático de número, para desempeñar la ense-
usanza vacante que pertenecia a ohstftricia , enfermedades
de mujeres y niños, y afectos sifilíticos.
La nueva posición de catedrático lijó su imaginación
por algún tiempo, dedicándose al mairisterio con el es-
mero y constancia que pedia tan díncn cargo. Para una
Íersona mcUos ilustrada, hubiera pesado el nue\ocargo
asta cl eslremo de concentrar toda la atención posible si
babia de salir airoso en el sagrado ministerio de la en-
señanza; Gastelló, conocedor práctico de todo lo concer-
niente á sus obligaciones, t'enció pronto y sin distracción
de otros asuntos la pesada carga qtló la ciencia había de-
jado caer sobre sus hombros. Uesempeñó su cátedra con
'aplauso, dando á sus lecciones el tino práctico y la con-
cisión que tan estensds materias exigían. Kocopilaba con
acierto lo mas esenciíA páralos discip'ulos, y procuraba
rivalizar cti tan espinosa carrera con los mas distinguidos.
Fallaban entonces^ é'n cl antiguo colegio de San Carlos, que
lenia por cátedras los lóbregos sótanos de\ Uosm\.;x\ , ^^'^
906
de clínica doqde ptoder. .ensanchar la esfera de los coaod*
. míenlos médicos tájri indispensables para la completa es-
aeñanza; y en tal abandono no podia orillar el catedrático
encargado de tan árida enseñanza como la obstetricia téO"
rica. En esta posición venció con aplausp de siís discí-
pulos las dificultades que se presentaban á cada pato,
siendo en España el representante legítimo de su espe-
cialidad y adonde acudían en consulta para todos los ca-
sos graves de la corte. En 1824, ¿poca funesta en que loi
odios y enemistades engendrados por la guerra civilsaliaa
á plaza á cada instante, nadie podia estar tranquilo ; on
ligero tinte de liberalismo que encontrase la democracia
autómata de aquellos tiempos én cualquier español, bai-
laba para motivar una destitución. La intolerancia y fa*
natismo de tan dolorosos meses igualaban á todos los der
J rendientes del gobierno; y mal podían Víctor Saez y sos
anáticos colegas entender de achaques de enseñanza. La
desquiciada administración pública no podia menos de al-
canzar en su desorden á la (lesventuraaa medicina; j coa
auxilio de pérfidas sugestiones de algunos enemigos, se
destituyó en masa á todos los catedráticos del colegio T
del real estudio de medicina clínica. La calumnia atacóla
persona de D. Pedro Castelló, y baio el falaz preteslode
su reprensible conducta moral y política, y de las perni-
ciosas doctrinas que enseñaba á los discípulos, sufrió como
todos tan tiránica disposición el 18 de marzo de 1824.
Gran sensación produjo en el pueblo de Madrid la me-
dida atroz que dejaba huérfana la enseñanza en el tem-
plo de Esculapio. oJuraruní ínter se bárbaros n$can
mediciriam.)) Los alumnos lloraban por sus maestros, y
el pueblo de Madrid apreciaba y distinguía cual nunca á
los catedráticos destituidos. Lección terrible que no po-
dían evitar los gobernantes con lodo su tiránico poder.
La opinión pública los compudecia como víctimas inocen-
Ics del delirio furioso de la reacción.
La Providencia en sus altos destinos, velando siempre
por el estudio de la naturaleza enferma, preparaba el dea-
/flgravio de la cruel ofei|sa, haciendo al señor Gi^s-'
9
%0l
t^ó el instmmentp de tan saludable y justa rcpa-
rtWóií. •
. La corona española, que al pasar por cien genoracio-
hm no babia sufrido nunca la mirada altiva de nadie , se
bailaba á principios del siglo en las sienes del bondadoso
wj D. Carlos iV.
La Toluntad soberana de Bonaparte y sus impacientes
designios, meditaban la usurpación; y solo lo atrevido de
k empresa bacia vacilar al invencible guerrero.
La profunda aversión del rey á los negocios públicos,
y la sagacidad de su esposa, babian colocado el cetro,
emblema del poder, bajóla voluntad y privanza de D. Ma-
inl GodoY, quien regia la nave del Estado con omnímodo
ililer. El lujo oriental, su fabulosa magnificencia, el va-
.whje que todos le rendian y el voluptuoso deseo que
■ iUolo motivaba, introdujeron la discordia en el alcázar
m1, colocando frente i frente al príncipe beredero y al
¿Torito. En aquellos disturbios las afecciones del padre
lecoDsaj^raban al privado contra el corazón del hijo; ven*
dendo el ánimo del monarca, mas la fuer/a de la costum-
kc que el instinto de la naturaleza. Con tan terribles
^emplos y tan crueles disturbios, crecia irascible el ca-
ncter del principe aherrojado por las circunstancias;
hsta que las vicisitudes de la vida colocaron en su frente
h corona y poder tan rudamente combatidas.
El joven rey, que anhelaba con ansia absoluta volun-
tai> destruyó las influencias que querían intervenir en su
gobierno quedando la nación despojada de las formas que
u refolucioii dinástica babia creado. Fué preciso domi-
nar desde 1814 con algunos disturbios que exasperaron
sa genio , y crueles providencias que le bacian zozobrar;
iui^ta que nuevos sucesos en 1820 sujetaron su voluntad
soberana. Tres aclos de continuos embates y revolución
entre las necesidades del pueblo y la voluntad del rey, ba<^
einaron en su organización elementos que debian alterar
su salud. Venció por último con ayuda del pacto de fa-
milia; para volver otra vez á dominar bajo la fanática y
terrible influencia de la restauración que sellaba $us qlc-
sos .
tos con Secretos del rey, cpíéñno podía firmar sin faneil
5 cruel indecisión. ¿Convida tan azarosa en la moral pe
ia yiyir tranquila su parte material? Hay una época en 1
vida á propósito para manifestar padecimientos que Tire
recónditos y en germen en el interior de la organixa
cion. Las terribles agitaciones de la mente alimentan <
temperamento 6 idiosincrasia, creando elementos que tí
yen cu continua oscilación ; hasta que llegada la caliiíil
el movimiento continuo de la vida los fija sacándolos
llor. No de otro modo el infeliz náufrago combate la leo
pestad venciendo el terrible furor de las olas para sentir
se enfermo cuando ya en salvo no puede sostener él coé^
po sin la enervación que perdia. El temperamento, ci
rácter , educación, vida reparadora y vida moral del He
y las nrob-abilidades de alguna calma política, alterara
su salud ; señalándose la gota con alguna seriedad doíl
principios de 1824 para estallar de una manera grafi
sima á fines del mismo año.
Gastelló, que gozaba de gran concepto entre las deoMj
personas realas, y habian utilizado sus conocimientos prip
ci pálmente para asistir á los partos de las Infantas, er
deseado con ansia para ver al Rey. Inútiles fueron cuw
tos esfuerzos se imaginaron para vencer la repugnanot
del enfermo. La misma Reina no pudo alcanzar accedió
se á tan cariñosos desvelos. El monarca tenia una ide
poco lisonjera del señor Castclló, y no era fácil aparta
de su mente lo que, le habian hecho concebir.
Atacado desgraciadamente la noche del 1." de febre
ro con mayor violencia de gota anómala en el vientre ;
pecho , con ansiedad y sofocación inminente ; é instand
vivamente la Reina, accedió por fin á que se le llamase
cómo se verificó apresuradamente á ia una de la madni
ÍVada. Sorprendió á Gastelló la llamada porque no iéú
a menor noticia de los pasos que se daban. Acudió á pi
lacio y conferenciando oon'los (lemas médicos de cámar
c[uedó encargado deja asistencia del Rey. -
■ ' Gran compromiso* arrostraba el talento práctico d
fióiSor Co^telló. La enfermedad terrible que Icuia á la vi
-^
» f; ií; 3llW
4á, jflárjala i mH yariada» formas , á combinarse con an
gran* numero de afccTÍoneSf compuesta de tan diversos
elementos, con aradó's'do importancia y urgencia respec^
li^as:,. iu»<se prestaba ficílmente ú satisfacer la razón pa-
la oa&aoar oldesoo y onc^nUrar fácil solución terapéutica.
Px» «li contrurio •; todo)) los métodos de raciocinar, su9
friikipaiefi regla» y* los iiivarialiles dogmas de la ciencia
Moeshaniftvudar |>ara resolver tan difícil problema. Con-
tra un ataque regular y fuerzas del enfermo en buen el-
tido ^ sin qub tomen parte intensa las afecciones -elemeu-
tiles; que* le.' dompoiien, basta un- método natural poco ac-
|¡lBty»ijegmriol; sabio cons'ejó de Baglivio : iffinúfrr vie^
lircr meJicus, Pero cuando los ataques son irregulares,
ttftiidó-»DÍsc puede calcular la dnracion, y en los cuales
lo -se puede reconocer relativamente á la totolidad del-
ÉUpe, isiadiot se^Kirados do crudeza y cocción, Ibs mo-
limientos naturales son ¡Nupioteutes para alcanzar una ter-
ttoaciorí , \ por cons¡g«íienle los métodos naturales inad^
ÉbibkHS*: eii f)rüciso Uegat'MjIos empíricos perturbadores 6'
MpeolficoS' que combataa directamente } sin conmoción'
tliqládo gotoso y sus complicaciones. Kl Key haibia pa-^
s^oi|poi estos' dos caminosv para llegar al tercero, en el''
«lenIgQta sp transporta bácia las visceras, y constituje
lilgsfei :fl^¿(ima/ri do Musgravc. Uu accidente tan urgente'*
6fi noy fw^igroso y c^>ge socorros prontos V sagaces:'
Quien vence con resultado tan numerosos elementos; ;
<Idie adquirir renombre; práctico : y como no puede dnr-
^ Qd'tratanilonto (]r(«n(>ra( aplicable á todos los casos, hay
<>steUpcido el nrincipío>«do qne- cada caso presenta un pro>-
l^^ma parlicuW cuya solución exige toda la stigacidady
^oÍDnide que^el médvco es capaz.» i^astellótuvo el ta-
<4éft>de «Tonccr ul< enemigo saliendo coniplelamentc vic- '
lorieso «después de una asistencia de veinte y cuatro dias
ypmnnnpcicndo al lado del f^ey de dia y de noche hasta
, queiSt^A^ljestuvo fnerade peligro. El' agradecido monar-
ca I)(iiii^:diéi su memoria las malas impresiones, y dijo ni
vjto^rahioJábcXor erque 44»f>puo^ d(' ))ies á él le debía la
Yida.i)
14
210
Este es el origen del justo favor que ha' gozado Cas-
tpUó ,. empleado después fiiku la cordura y moderapMn de
que hay pocos ejemplos ; utilizándole en su mayor parta
para gran beneficio de U noble medicina. . i!'
.n salidamente posesionado del favor del monarca, su
Erij^a^r cuidado fué aprovechar tan venturosa ocaiiton en
eneíicio de sus compaü^os depuestos. Hubo algos mi*
nistro consejero que indiciiba al señor Gastelló ptdiéia
solo .para ¿1 y su hijo ; pero contestó prontamente ífm
su.hijp seguiría la suerte de los demás. <
., Tan noble proceder fué recibido con universal aplaiH
so : y la poesía proscrita y enmudecida entonces halló
ocasión propicia para mostrar sus ricas galas y floridoa
pensamientos. ■'■'■■:.
^. Celebraba el poeta entre otras cosas la virtud de Ja
medicina* y nombraba á los catedráticos de Madrid ^-ea^
cepto al benemérito v malogrado Mosácula, que no hflÉi
sido repuesto por hallarse. impjMffificado basta en torcena
in^ta^cia.. Presentada al Rey la- oiMociposicioá y leída por
S. Ál. / 4ió motivo á Gastellóipara llanur la atendon éA
spber^no acerca de la persona que faltaba en lista y n^
cordariQue no era completo el beneficio. Al momeotOpreM*
g^nló el Rey quién era y por qué causa faltaba, respoiip-
di^dq.CastellÓ!, citando al señor Mosácula, que se-hallari'
b^lVopurificado, y cuyo talento era .una de las joyas da
^.^pseúanza. «Pues entonces yo le purifico y que sea re^
pjiesto , » dijo el Rey. • ^
- Con esta última providencia quedó la escuela de Ha*-
drid con el cuerpo de catedráticos que tenia, y recobra-*
do el brillo y. esplendor tan necesarios en una corpora*
cion cienti&ca encargada de tan. alto ministerio.
Gantiouiíba Gastelló aprovechando el favor que gosfr-
ba en beneficio de otras muchas personas , procaraado'
sobre todo neutralizar los efectos de la persecucien poU^'
tica que sufrían algunos médicos , acusados de pertene-
cer á sociedades secretas , ó de tener parte en conspira-
ciones descubiertas y severamente castigadas, libranaolisi
la profesión del terrible yugo de la reacción. Obtuvo por
.911
■ »
ultimo una real orden para que se alzase á los alumnos
y profesores que habían pertenecido á la Milicia nacional,
la prohibición de continuar la carrera y hacer oposici^
nes á las plazas Tacantes de la facultad ; cujo ejemplo ra-
cional y decoroso abrió la puerta á otras carreras para
conseguir iguales bencGcios.
El hombre que abrigaba en su cabeza ideas l^n eleva-
das acerca del respeto que merece el profesorado ; que
consideraba i la enseñanza fuera de los reveses de la po-
lítica j de su maléfica influencia, no podia menos do con-
cebir algún pensamiento para el porvenir ¿c6mo no ha
dé merecer las mas altas consideraciones el hombre que
ilanado en sus estudios , no descansa noche y día para
llegar á conseguir un lugar distinguido entre los miem-
bros de la universidad , que vela con esmero y cuidado
Sara difundir los conocimientos entre los ióvenesqueJban
e formar la sabiduría del Estado? Esas altas capacidades
que desean el honor de servir al público, superior á cual-
niier otro por tener bajo su vigilancia y cuidado el go-
merno de la ciencia, deben respetara hasta en la liber-
tad de sus actos , sin poner cortapisas á su ingenio , cen-
sura á su ilustración. Solo así podrán vivir en la atmós-
fera de las inspiraciones, donde la libre respiración osla
Eimera condición de las grandes ideas. Para que los ta-
ctos se presten á difundir lo que han aprendido, es ne-
cesario, ja que abandonan la especulación de las empre-
sas particulares , rodearles de la seguridad en la retribu-
ción j y de la seducción que lleva consigo la estabilidad y
consideración de la universidad. Solo asi podrán satisfacer
la noble ambición de sus esclarecidos talentos.
Andaba el tiempo y con él crccia el aprecio que había
conquistado nuestro Gastelló. Libre ya la nación de la fe-
rocidad de los primeros tiempos de la reacción , crejó
prudente ensayar las ideas de reforma que por tanto t¡em->
po habian agitado las escuelas médicas. Renacía tan l>e-
lUidea á cada instante en su mente, v estaba resuelto ¿
poner en juego todo su poder. Tres puntos llamaban su
atención : la enseñanza médica , el ejercicio de la prof«-
»aí2
^ióh' y el bienestar de lo¿' profesores. 'La empresa era
atrevida, las rivalidades $rfandos, los ¡intereses de. lócalír
dad poderosos ; pero no vaciló su convn'cion ante tama-
flos obstáculos. Ki fü^obierno era la espresion de una vo-
luntad, y esta se inclinaba propiciamente á complacer los
deseos del reformador. Kra por consiguiente cuestión de
tiempo teniendo de su parte la oportunidad.
Siendo la educación pública el mayor interés de una
nación civilizada y el mas apetecido ohjclo de la arnbicioo
de un partido 6 de un (i^()))¡(.|*iio, no podía desaprobar
Galomarde lo que podia darle glofta. Agitada tan íj^raiiáé
cuestión en Europa, casi todas las nacione'í^ con ligeras
diferencias babian conseguido la unión de dos miembros
de an mismo cuerpo (pie no pueden vivir separados. aOm-r
nes tnedicinaí parles ilu connrxm surtí ul tx tolo separari
non possint , sed ah eo nomcn Iraluint h.qúo plurimumpe^
tunt,y> Cels. , de Medicina lib. 8.
Las facultades de Pavía , Vadua , Prapja y el colcfpo
de Perfección de Tlorencia : las universidades de Heidel-
berg, Gotinga, Berlin, Viena, Haden, Municb y Bonna;
lásde Londres , Edimburgo y Dulilin , todas gozaban de
una enseñanza mas 6 menos eslensa de medicina y ciru-
jía. La Francia sobre lodo poseía sus tres facultades, Pa-
rís , Strasburgo y Monlpeller (pie comunicaban á nues-
tra España el gran moviniicmto científico (pie se señalaba
en todas las escuelas de Europa. Flotaba entre tanto la
medicina española entre los colegios \ univeríiidadesi
apartada de la unidad científica tan necesaria para su pro-
greso intelectual.
En vano los ensayos d(;l último siglo, lo.s traba j oí? in-
cefWint(»s de varias comisiones, entre iA\:\< la de 1822, ha-
bían hecho patente^s las ventajas. El inlei^s particübiry el
dcalflfunas bn^alidades l.ichaban (O.i ronslnncia hasta ven-
cer 4 los reformadores. La líU'.íi'rina universitaria había;
abandonado ia (•iriíjía ohiilando los ¡lombres dc'ChírriT'
1K>', Montaña, l)a/u-(!hacon , Di,:/., FríigOí.o, Arccís, At-
caráz ymil otros í|uc dieion iustrí! y grandeza á Sus'i^
ninIflM, Piir otra |»arlf' los "o! -^iios^le Wndrid Cadtis V
3Ni
Karcoloii:! no so rontontabnii ron ol ostrcrlio rainpo (|uc
los señalaban sus orclnian/.is , \ st* t'viraliniilalian vi\ la
práiiii'a los (lisoÍMnlos ruii il¡s|>;il.i.s v r¡\.iii(latl('s (|iio nton-
guaban ol clororo \ <l¡«rnnl.ul «K» la .-¡oiu'ia. Kl mñlivü pu-
ro con ^«1 onli4o«;i:i inro:n:'!-M)>iltK' , rnninalia por iiiia
sciula tino aponas no. lia i<>íuu\m*, \ a fiUT/a ilo apartar
las iiulo/as ({.lo á ri<la ¡:>l:uilo (UMihaNan á u ra/on la
vonliul <[uo solo pi*,'ia al;';'.:i/ u* ov analvíjíia. i 11 vi ru juno
latino líriínlloso i-on si; or^i.oiicisnio, n'Millailo ilo su ma-
terial onsofiao/a , ¡n\a(l¡a ol lor;\Mio prol'.uio tío la palo-
logia inlorna «¡liO pi>!o oonoriiiiicníos \ nióloilos tilosólicos
Jo quo rarocia para poilor do^cuhrir la \onla(l on nio-
dicina. l-lran dos olonu utos separados (pío podian unión,
si la oionoia laódioa IiaUia do roiMoor oon al^nn brillo
pira podor rooobrar la gloria do sus si[;ios ¡>asados. Kran
dos hornianos nxii^ >o podian auxilio á oada inslanto ; (|ao
no podian oaríuuar un sti'.o paso soparados ; v á (|uiencs
nuuitenia on pkM*[>ólua jíui^rra ol inlorós nio/quino, nuilí-
lando on parlo oxtorna ó inlorna oonio si fuoson dos sív
res dislinlos, la !)olla ur.idad do la organización humana. .
Vi\ nuinionlodo oonsidoraoioií sobro lan lorribloanar-
qaia debia sol¡rii,-:r pronlo nMuodio : n oualtpiiora on mo-
mentos lan oportunos Imbiora acomotido i^ual omprosa..,
Era prooiso dar á la nu'dioina ¡a unidad «pío conslitu-
jc su j;ranilo/.a v su hiiníanitario ptulor; dojando al oa-
ricUT, inolinaoion j. voluntad do oada uno la parcialidad
quo (piisioro abrazar on su ojercicio.
Abraza por último la roli)n .:i nuostro('aslolló,,.rtív¡-
^iikIocou una comisión U)\< Iraltajos do 1S:22, modifican- .
Jólos sogun orovoron oon\on¡onlo ; j dando pin* rosuUa- ,
íí>ol famoso lioglanunto do I8:ü7 ipu* comprendo las par-
les siguionlós: '
1.* Dos olasos do profosorvs, l;m distantes la una do.:
otra, que nunca pmlior.in confundirso, j oon atribu -. .
í'iones ó inslrncclon distintas. La |)nmora (¡amada médicva-
cirujano,* representábalas necesidades do la ciencia V\>
llenaba los grandes deslinos; la secunda ciinj^tiotísaa—,
¡/'■arforcí. oran los ayadantos de ^a Í iridia eu ^vv fiWVii \('j{3{^^\
8
\
214
Sueña y partos , librando á la medicina de la parte que
cprime su orgullo.
2.^ Repartió la enseñanza en los tres colegiosde Bar-
celona , Cádiz y Madrid , dejando las universidades en
ie en la parte médica , por la terrible oposición que ha-
ló basta en el gobierno que se opuso á tal medida.
3.^ Un número de catedráticos posible, atendido el
escesivo de escuelas ; y oposiciones rigurosas para llegar
á tan alta consideración.
La primera parte es todayiala necesjdad actual, aun-
que no sea la perfección : y si el escesiyo número de
sangradores abruma la profesión, cúlpese á los que
han abusado , no poniendo coto al intolerable esceso de
alumnos cirujanos que han ingresado sin necesidad en
los colegios , y no al legislador. Si el decreto de 1842 se
hubiera dado en 1835 , nuestra situación seria mas bo-
nancible. Si la enseñanza médica se hubiera (en la mis-
ma época ) abolido en las universidades , pues no había
otro remedio , también seríamos mas considerados todos.
Y no se di^a por esto que atacamos la cuna de las glorias
médicas del siglo XYI y XYII , no : porqué asi como es
racional que las Cortes se reúnan en Monzón porque alIl
tuvieron su época gloriosa , tampoco lo es que la noiedi-
cina vaya á vivir á Cervera ó Toledo, teniendo Madrid
y Barcelona que llena mejor su misión. Y prueba de lo
racional de aquella división de dos clases de profesores
cs> que las comisiones que han entendido mas tarde en
reformas , han seguido el mismo camino , sin mas dife-
rencia , que la de estender la enseñanza para los prime-
ros con un titulo mas pomposo, y hacer lo misnoo con
los segundos , que tal vez no produzca tan útiles resul-
tados como deseamos. La segunda parte que comprende
la distribución de la enseñanza no nos parece tan acerta-
da. En aquellos tiempos tal vez con un colegio en Zara-
goza , otro en Valladolid ó Burgos , el tercero en Sevilla
y el cuarto en Madrid , hubiera podido alcanzarse la su-
presión de las demás enseñanzas médicas en las univer-
sidMdeSf ¿acíendo sobre lodo á estos coleaos facultades,
215
6i tdadott rott la nniTenidad de la capital donde tenían
sa asiento, aunque gobernados con reglamentos sop^ira-
dos. Ealo dejaba en pió el sistema univorsitnrio y distri-
baia las localidades mas cómodamtMite para la península
y total de aspirantes á la carrera módiea ; porque no ha-
llamos racional ni posible con vida tranquila , una facnl-
tad en el centro de la monarquía , y dos mas en dos ca-
pitales colocadas en cslrcmos opuestos de la Península.
El tercer estremo no admitía mejora entonces en el
número; menos por tanto en el si^ema de oposición de
que somoa idólatras hasta el fanatismo : máxime en un-
paia donde ilustres profesores retirados en su hogar do-*
méstico , no pueden brillar sin esta condición desarro*
Hada con justicia , decoro , dignidad y noble emulación
Tiene inconvenientes qnc engendra el padrinazgo ; pero
es superior á todos los métodos , y solo combatido por
los que esperan medrar con intrigas y pnitecciou. Tan
mageatuoao campo da la victoria siempre al mejor adalid,
coronando la frente del vencedor que brilla á mayor al-
tara en laa distintas formas y cualidades indispensables
aara el profesorado. Si el jurado no hace justicia, el pú*
dUgo imparcial recompensa su mérito con las sentidas
manifestaciones que no olvida nunca en los momentos
da terrible prueba para el opositor.
Aaf dio cima á su primera obra Gastelló , luchando
Dodie gr día con lo envejecido del mal que pedia tiempo**
pvt alcanzar una reforma completa y radical ; con la
locreiUe contrariedad do propios y estraños, «si en el
gobienio como en corporaciones A individuos hasta he- .
nafidadoa ; con los apuros del erario, que se aumentaban
d tañer que borrar del reglamento el artículo $upretion
i^la enseñanza médica en iat uuiveriidadet , artículo quo
nutrió guiado del espíritu de moderación y condescenden-
cia propias de su carácter, mal tenido y de func4o resul-^
lAdo por cierto. Mas el gobierno asi lo quería; y eon^^'
dboió el fatal golpe que vemos sufrir ahora á la profli^.
útm uiTadida por un número' crecidísimo de nrofesores^^
qaa por fortuna he principiado en parte á remca\at«e. ILw
ál6
vano se lia criticado la reforma cu aqiK^I tiempo y des-
pués, llaináDdola moxquina ^f |K)bre, eéiflpBradkucon lo
existente en otros países , iulriisa , usimp^idora y mil
otros denuestos sin sentido común ; a\uu reflejan y refle-
faban mas pasiones, intereses y i^nibicion^s personales,
que juicio, razón y amor ú la pviofosion y sus; profesores.
Él tiempo por fortuna ha recompensado con su impar-
cial aprobación la bondad y justicia de la medida en ge-
neral.
No bastaba á Castelló el decreto-ley por entóneos,
cuando la capital de la monarquía recibifi 4su un local po^
brc y miseraule á ios catedráticas y sus^iftcipulos. La
noble medicina carecía del humilile albergue qutí se coiw'
cedo al mas desdichado concejo. OcupiJ)a por- desgracia'
los modestos y oscuros sótanos del hos[úlal!, donde ml<
podía brillar U ciencia cuando no íes iluminaba el sol.'
Preciso fue olevar un templo á la enseñanza^ T este cr>
el principal y mas grande beneficio de su proieo(!Íon. - '
Justo será consagrar algunas iinebs .para '[wobar cpiei'
nadie mas digno de ocupar un temfdo quei^ la ciencia '
que cura alguna vez , alivia muchas , y oonsuela siompra»:
al pobre desvalido. . '*)-• 'I
Investiga el médico con anhelado afán las ooDdicion0g>>
del hombre vivo para alcanzar algún día lo reaiiy posÍM'
tivo de su existencia. UeSde la molécula impei^ccptibl6''
que sorprendo en su retirada función material hnsU el
aura sunlime qu^ anima sn iuleligencia , .iudo«8V|)atrí^"
monío de su solicito y cMinstanle esludiovJSo le basia.UeK
gar al infinito, y levanta su mirada |mra penetT^k* dal '
principio ví^aí su recóndita morada , su .li'y , su r^etró'yü
voluntad : llegando así á conocer las fuer/as nidícftles de''
la vida 9 y aprovechar oou fruto los medios poderosos dcl-
arte. Con la observación y. blosófico dogma d&ABacon^
nunciado por UipócrateSr* conoce la i: ipotencia de la^'
naturaleza al fin. Contempla cuún cerca está>la nadaidé'
nU sublimo ci^cion ,< y cuan tri^tcr^s la humarrídoijqito'
.orguUosa con su perfección orgáivka, se ciH»'mas ftieri|''
e y poderosa que el res4o jdo loa «loros , y no p¡cnsa>qtr0
ál7
l.t porri^rtilúlúlnd rs una rondicion provisa do su cu;i^^
lAnl<* enrermiiHiirl. Anido con ansia á iHMÜr socorro ijii
rien^ifl qiio roti!<t»tva,^a dí'spcclio de la Icrrihio \v\ í\í\]ií:
wMwthWth qiu' liendra la dostniccion. ' ' ;,
DoKirosn roiidirion humana: :::;: tú qnc pides ru ía
umarirura m* la vida remedio á la medicina , idhcr^a eu,
un |)alaei(» al (d)jeto Ai^wo \ santi» de ian alta m¡>¡oii.
Se overon ios elamorcs ; \ el rej qne ^eia ¿H^r es-,
periencia propia el humanitario poder del arte s bii mez-
quina vivienda deetetA la lieeneia para la eo.fv^itrucciuiUt
del Puntuoso rdílirio qne hará hou'ór á la memoria .del
augusto rtUMiarra prolcclor de las eieiieias médicas. KI
pensainieiilt) 'í^Ta nnligno^ las'reales concesiones exi^ilian^^
|K»ro las oont^jitacioile»,átferc;\dos '/oposición , etc., ijUi^,
M\ cosliiif*fe' ^n nuestro p:us, y la fidta de medios ¡íi»-,
pidieron su realización ; hasta mié la noluntad firme y
dmdida de Fernando Vil, venció poV iñspirac¡<fn de (las-
iHM todos los ohstáetllhs , no siii poner ii pruel)a la la^ •
boriosidad , constancia ^¡ Robles deseos del protegido i|ue.
ühtuvo Ires reales órdenes para el mismo onjelt» , recha-
zando en \(i última toda rerlamacion en contra. ,
Fue concedida 1:^ craí'ia en lá de majo de I83l, deti- '
linnndo'hl objeto el terreno del hospital de la Pasión.
Solo un' hombt*e:que poraha dé tan' elevado favor y
MI áttímo eAfor/ado podían \encer tantos obstáculos, su- .
|)OMr lanías' difrenUades coiVio brotaban á su alrededoj|j.,|
l'oplin , í^e ha llevado A cabo , y falla poco para su^coij- .
ilnsion i^ie pide alimonas reformaren la distribuciim.
Ahora cuando el discípulo penótni por primi^ra Ve¿j,
pn el nuevo templo de lísculapio , admira la ma^e.b¡iu4 .
M edilieio , su i¡:randeza v duración. Hecibe en su scuu..
la ilnslrarión y decot'Q (pu» necesita'; 'respeta la dipcipU-..
na tascóla stíea ,' porque la moráda'iniunde.. veu\Tacioijj. ^
cov^trmpla ron orpnllo los veirtie y dos si»jfos ílid teinm^.,
de Cor, sus dri^irnias shntoí», la VeríoniVle uistoria que lu^ : ^
t^mtiene , su nerpétna dnrarit»ri: v animado de taiviKi-
humes ideas; ne tan oli;vad6^'|)ensanriQntus como b('utau.^
do ká palabras qpc cscíñcha , del tÑtJKl^^.? i^'^^^^^^ ^^^
3i8
h$ circunda , y de los gloriosos ejemplos que recuerda
á cada paso , se prepara lentamente para pedir á la his-
toria un lugar honroso al lado de los Lagunas , Merca-
dos, Valles, Piqueres y Morejones , brillantes antorchas
de la ciencia , y muertos ilustres de la escala descenden-
te de nuestro saber.
Solo en tan regia estancia podrá el diácipulo escuchar
atento las bellezas de la medicina , su alta estirpe , su
noble ministerio y sagradas obligaciones. Bebiendo en
tan cristalinas aguas, nunca se enturbiará su mente pros-
tituyendo en el ejercicio tan humanitaria misión.
La educación que conduce al hombre al término de
su desarrollo , es la higiene aplicada á la dirección do
nuestras facultades y funciones durante el curso de U
edad ascendente de la yida.
(Loor eterno al yenerable Gastell6 cuya memoria
será perpetuada en el gran anfiteatro , con la inscripcioB
latina que el tiempo no borrará!
Tuyo el placer Gastelló de lleyar á cabo su empresa
sin tener la pretensión de creerla completa, y con la es-
peranza de perfeccionarla sucesiyamente yenciendo poco
a poco los ODstácnlos que la embarazaban. Tenia proyec-
tadas yarias mejoras, entre otras la de nombrar comisio-
nes de profesores escoñdos y conyenientemente dotados
para recorrer los establecimientos de aguas minerales, y,
nacer en ellos exactas aniJisis químicas que formasen un-
curso completo , útil para la enseñanza y gobierno de
los profesores ; destinar algunos á la traducción esmera-
da oe obras clásicas estranjeras, que diesen á conocer el
carácter y espíritu filosófico de la medicina de aquellos
paitfeís. Para esta empresa tenia ya prometidos los tondos
necesarios , (adelantándose por muchos años en idea, tan
útil á lo oue ahora intenta la Academia de Pari^ con el
titulo de medeeint voyageurs)^ pensando también en me*
jurar el local del colegio de Barcelona.
No podia y orificar se la refcMrma sin alterar intereaei.:
y dereoio^ admuridos ; jfiofo Gastelló en este punto fine
Uinmirkéo f qué nldie pudra «faueíjarse de falta de consi-
919
•
dertcion y miramiento : habiendo respetado á todo el
mundo bajo un régimen absoluto , con la mesura y dig-
nidad que no superara ningún gobierno liberal, üfl res-
peto llegó hasta el estremo de dejar con todo el sueldo i
ios auc quedaban cesantes, pagando religiosamente sus
consignaciones mientras de ¿I ha dependido.
El ejercicio de la profesión no podia menos de ganar
en consideración con tales medidas ; y observando que
la medicina castrense necesitaba salir de tan angustioso
estado, intentó mejorar su posición. Nadie ignora la re-
Sugnancia de los militares cuando se trata de dar consi-
eracion y sueldos regulares á los facultativos del ejér-
cito : obrando así en contra de sus verdaderos intere-
ses. Porque solo siguiendo el ejemplo de Felipe II v Na-
poleón podrán renacer en el ejército verdaderos aiscí-
Eilos de Daza-Ghacon , y nobles imitadores de Larrey,
ibes y Desegnettes. Guando la profesión vea en el ejér-
cito español recompensas, títulos de Barón y estatuas
que perpetúen la memoria de las grandes cualidades y
arriesgadas empresas de los que han honrado la medicina
y cirujía castrense , entonces la noble emulación llamará
a sos puertas y no serán necesarias reales órdenes para
llenar las plazas. A pesar de tantos obstáculos pudo pa-
sar el reglamento del (Mército , publicado en lo29 , que
por desgracia cayó en 1836 para trastornar los bienes que
a<(ael había producido , sin esperanza de fácil remedio.
Los directores de baños gozaron de gran beneficio
l)ajo la dirección de Gaslelló : porque las oposiciones que
wi seguridad al destino y el sueldo a^ignados constitu-
yen una con las garantías y consideraciones que merece
tan interesante ramo; poco protegido en la actualidad con
la interinidad de muchos de sus directores. Kl reglamen-
to de entonres está vigente , y no sabemos por qué no se
Ueva á efecto lo que en él se dispone.
El reglamento de academias disponía en su capitu-
lo 18 algunas medidas respecto á la provisión de partidos
cacantes para arreglarlos mas tarde todos » y mejorar la
^erte de sus profesores. Pero rudamente comWudaA ^^\
"120
los ayunlamienlos y algunos míídicos han caducado com-
ptefamciitü. Aforlunaílamcnle vemos (»n la última ley so-
bre nyuTilamieiilos ocasión de mejor.ir la lrist<» posición
Aví los médicos de partido , y el ínatituto médico d" emú-
lw:ion se ocupa en la actualidad de presentar al gobierno
las bases.
Solo el favor, honradez , perseverancia y firmeza de.
<:arácler de tan ilustre varón pudieron mantener la de-
cisión que necesitaba para tan vastas empresas.
Andaban los años y con ellos crecian alj^íinas indis-
posiciones d(* su salud. Cayó gravemente enfermo en
Barcelona el juo de 18'J8; y como las p(írsonas reales le
daban publica y privadamente las mayores pruebas de
aprecio y estimación, fue honrado varias veces con visi-
tas de SS. MM. , mientras |)ermaneri6 en la ciudad, y
mas tarde cuando se trasladó á una de las torres de su
florida campiña.' En el Pardo imitaron tan bondadosa
atención en circunstancias análogas: y era tal la c/>nfian-
za qoc inspiraba, sobre todo á la virtuosa reina Amalia,
que gráTemcnte enferma en Aran juez oyó decir al Rey
h^ber apedreado el pueblo de Madrid los balcones de la
ca.4íi'de (^astelló ; y queriendo borrar de su memoria tan
bfirbara impresión, le manifestó delante de muchas pdN
sonaf» de distinción lo satisfecha que se hallaba de su
celo 6 inteligencia , diciéndole por último con sn bondad
y casi llorando: «Cáistclló, cuídate , que de tu salud de-
pende la mra.»
La íiviníi Providencia conservaba sus dias para dar .
el primer "paso en favor déla corona de nuestra adorada
reiriÁ Doña Isabel II. Un tomo en folio no seria bastante
parh discutir y razonar el gran servicio que prestó Cas-
teffó'én la Granja el año de 18:}2.
Atdcado el rey d'c la gota en el pecho repentinamen-
le'ponicnrtola' vida de S. M. al borde dW sepulcro, poi»-*
maneció cuarenta y siete dias (Jon sus noches sin sepa-
rarse del lado del angusto enfermo: ayudado noblemente ;
«m tan arriesgado trance por los demás médicos de Cá-' '
luara''^ y «por, otros 'que flicron llalnadós/
Al cabo (le olios tuvo la dicha do confírinar ku tino
práctiro ^ ronsl.'inlr dr.s>olo; riiipleaiido t(M!¿i clasK*. du
rciiiodios , al^lllu)s de ellos á dcspoclio «le la adulnrioii
¿ iiimuTrsia i|uc drscaha mi fuiírsta iiiucitc.
(Ion tan f^raudioso vv\o y srvrra icniplau/a de áninu»
salvó una vida , dt* la cnal rslalia juMidionUí la .suerte do
la corona \ el lueiieslar de un f,'ran pneldo. Xai lo roeo*
iim'ió la nación celelirando todos el mérito, ini|)ortaacia
Y porvenir de tan {;lorios;i jornada.
Nunca se horrará de la iniaf^inacíou de las |KTsonaH
entendidas en asuntos de Kstatli» , cuánto inl1u>ó vii luí»
de«stinos de la suerte futura aquel prodigio de la uumIí-
ciña, aquidla \ida artilicial c.tuiservaila en tan a|iuraiia
trance, continuada <Íes|)ues con el csukto }' cui<ladii ilol
representante de Msculapio, (|ue m' acercaba en a<^uelloH
momentos á la divinidad |»ara vislumbrar Kiis.iutei^jlos, y
separar la rnierte cercana ptu* momentos, un&ena/^indo.
envolvernos en terribles escenas t|ue uecehilabaa tiejnp<>.
para ser eoujuradas.
(ion ra/.on puede decirse que la mano del veuerubUv
Castelló (*s el priuu*r eslabón de la cadena que mas tar-
de rt>n heroicos sucesos habian de consolitlar la corona
ni la se<;u!:da Isahel. Por Um seualadtis servicios si) cmK
cedieroii á los médicos algunas gracias, siendo las de.
Castrlló las siguientes. Una pensión de ü,t)(H) reales para
d()s (le sus hijos menores. La gran cruz de Isabid la (ia-
tólira por parecer á ciertas personas demasiado li'i.gran
crux (le darlos III (pie hahia» mandado SS, «MU. Sin en-
foiUrar en el Sr. Ciaslelh) uh c.uhallero exigiuile que hi-»
^'>('se valer su inlliijo para 0!spcUc la volunl.id del mo-rr
u^rca, Por scrviciits anteriores se le concedió ea I8*i0
'3 (TU/. |)ensioiiada de Carlos III.
has pensiones raducaron con la lev d«' prestí pU(.\s las
u(- IS.')') que abolla las <|ue no luesen por servicios Iuh,
^noK ai listado ; v no parece t.d la salvac.ioa il* la vida,
^1*1 re V hajo ei iniíiijo de !a medicina. Iiéa(pií iiha prue-
"!> (le la nec(\sidad (le hallar siempre en Jas C,()rLi> rcpfe.-.
^'lilailas todas las elases de la sociedad: no «dvidaria líi
939
medicina pedir para alguno de sns ilnstres miembros nno
de los muchos tUolos ()ue se prodigan á los que acuchi-
llan toda su vida á la pobre humanidad.
Cuando los augustos padres de la reina doña Maris
Cristina estuvieron en Madrid, concedieron á Gastelló la
oruc do Constantino de Ñapóles. Mas tarde murió el rey,
JIos nuevos sucesos alejaron á Castelló de la escena m¿-
Icaadministrativa, conservando sin embargo su influencü
eomo médico de Cámara , v ayudando con sus utilisimoi
consejos para ( oder alcanzar satisfactoriamente el desar-
rollo de la augusta descendiente , llevado á cabo feliz-
mente.
Al dejar completamente en 1836 la parte que el go-
bierno lo habia conferido en la Dirección de Estumoi
el 11 de junio do 1835 , no habia olvidado su idea favo-
rita ; y remitió i la misma Dirección una memoria qoe
no ba6ia podido leer por impedirlo su salud y el servi-
cio que prestó entonces en los sitios reales. Allí se coo-
síf^nau las reformas que exigian nuevamente los regla-
mentos de la ciencia de cumr; bien persuadido que la
importancia de un código médico para la ensedaoza , j
otro para el ejercicio de la medicina bien dirigidos, ha-
rían mas bien á la ciencia qoe cien afios de imprenta. E^
eHa acompaAa un trabajo sobre el servicio do sanidad
militar contra lo dispuesto por Mendizabal . que despojé
á lo» ttiédicos^'írujanos de las plazas ganadas por opo-
siciou . y ttu presitpueslo comprobando las veutajas <bl
reglamento de 18á9.
Asi concluye la vida científica del E.\cn:o. Sr. Don
Plídro Castellón primer BiédicO"CÍrujaai> de SS. >Df . Re-
lirado en su estancia hace algunos Jilos . ha visto pasar
loo graves sucesos que nos han agitado con lenribie cruel-
dad. El amor de su tuiuíKa y la brillante pusiciou que
sus hijoa habían adquirido satist^acia su vejez. H¿is el ler-
ribie destino ha querido acibarar (os altiiuos iias del
aactauo venerable . no alcanzando su eioucia a poner coto
i golpts tan crueles. El primor hijo , hoiiri v pr:.v. do la
awüciua espailoia . médk^o de Cáman . boiiemorilo ca-
iadrático y célebre por la eradicion , diitingoido mérito
j íiDoe modales « sacnmbió el «fio 42 en Barcelona. Sa
legando hijo, catedrático de jnrispmdencia y tan claro
eatendimiento como severa y modesta virtad marió el
lio 43. Solo una cristiana razoo , y el hábito de conti-
anas resignaciones , han podido en su ancianidad sobre-
Datar golpes tan rodos , repetidos en tan corto espacio,
robándole la dulce esperanza de hallar en sus sucesores
foien defienda la nobleza de sus acciones , los grandes
beneficios j glorioso ponrenir que ha sefialado á la medi-
cina. Pero no , yencral^e anciano: no faltan hijos de tu
escuela que derraman alguna lágrima por ti, y recordarán
eon yalentia los seryicios que tan carifiosamente has pres-
tado á la medicina patria. En su noble corazón hallará
aempre eco tu glorioso nombre , que nos guiará en la
lenda dificil que emprendimos.
Entre tanto , olvida á los que recuerdan con malicia
los errores quo hayas podido cometer , y de que ningún
nortal está exento. Prudente en la prosperidad como en
la adversa fortuna , has sabido conservar tu puesto , ais-
lado Y modesto en medio del bullicio y pompa de la corte
lin abatirte la ingratitud de muchos y la mflexibilidad
leí destino. Quiera el cielo prolongar tus dias hasta que
leas afianzados los sucesos que ha creado tu entendimien-
to y conservado tu acierto , cariño y noble intención. Y
i la sombra de tus venerables canas halle el amor de los
Ujoi que te restan consuelo á las grandes afliccionest
fíe por desgracia la triste memoria solo olvidará en la
tom&i.
Da. Calvo y Martoi.
«'ti:
i.*í;-.ii! ciúillllii/.iii , .Titi'jüiü'lf) 11»" ■«» ■••••i'ii •» / «j-ii
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DON AGUSTÍN DURAN.
A or el estudio tan profundo que ha hecho desde
sus primeros años de las Humanidades , por la filosofía
<^Q que ha tratado las mns difíciles cuestiones de litera-
tura y de crilica , y por el ioflujo que ha ejercido en el
nueyo rumbo que ha seguido el drama español , no puc-
hen jcjar de ser importantes y al mismo tiempo instruc-
^¡vaslas noticias que demos de los estudios y escritos del
sefior Duran , así como interesar á nuestros lectores las
í^e conciernan al carácter y demás circunstancias de
^n escritor tan conocido y tan justamente apreciado.
Nació en Madrid en la última década del siglo ante-
rior. Fueron sus padres don Francisco Duran , médico de
'a real familia, natural déla Puebla del Maestre, obis-
pado de Badajoz, y doña Antonia de Vicente Yañez. Su
Nre ei^ no solo un hombro profundo en su profesión,
^ino que además estaba versado en otras yarias ciencias:
^ hallaba dotado 4e ctáro entendioiioiito > de exa^^V^
15
226
juicio , y de una cabeza perfectamente organiíáda. Ape-
nas (eniA don Aguslin 4 años , cuando falleció su madre
en la llor do su juventud. Hallándose enfermo casi desde
su naciinienlo de la plaga cruel tan común en el clima
de Madrid y que acelera tanto el desarrollo de la inteli-
gencia como debilita las fuerzas físicas, fué confiado el
cuidado de su persona y asistencia á un lio suyo, y á una
buena señqi^ que le sirvió de madre tierna y cariñosa.
Esta fué la que plantó en su corazón las primeras semillas
de los sentimientos morales y religiosos, que tan arrai-
gados se han mostrado después en el señor Duran. Ha
confesado siempre francamente, que estas primeras ideas
concebidas en ia infancia contribuyeron á templar las
impresiones que produjo en su alma la fdosofia del siglo
XVHI , asi co!no esta lilosofia le impidió que aquellas
primitivas ideas llegasen á fanatizarle.
A la inteligencia y cuidados de su sabio padre puede
decirse que debió la vida. Guando volvió al seno de sa
familia , conoció aquel los graves progresos que habia
becho en su hijo la fatal enfermedad, y lo necesario que
era darle una educación física que fuese capaz de ir su-
cesivamente desarrollando sus fuerzas. Para eso se pro-
puso acostumbrarle al ejercicio y á la fatiga. Acompañá-
bale en sus juegos, procuraba templar sus dolores, y al
mismo tiempo alimentaba su espíritu con el estudio y coa
la lectura.
En mayo de 1801 pasó á estudiar al Seminario de
Yergara , mas con el objeto de mudar de clima que coa
el de adclanlir eu sus estudios Con todo, en este semi-
nario estudió latinidad y humanidades , y adelantó no poco
en la biología y en los elementos del cálculo y de la geo-
metría. Aunque la mayor parte del tiempo que estuvo en
este seminario lo pasó en la enfermería , no por eso de-
jaba los libros, y era la lectura su único consuelo. En-
tonces, y alternando con libros de devoción, principiaron
por la primera vez á recrear su imaginación las novelas
antiguas, las comedias de Calderony Moroto, los roman-
ces de io» doce Pares , los Atoriscos, los 4^1 Cid j otros
927
onchcMU Su ioitginacioii se cxtlUba €K>u frecuencia, y
«obelaba por ser ó predicador ó caballero andante Al
cabo de 3 años toIvió á los brazos de su padro , dospues
de haber olvidado ellalio y las inalemáticas; pero llena su
cabeza de ideas heterogéneas, de prevenciones inlinilas;
su corazón de buenos y nobles senúinientos, v su ima-
gbacioD en estremo exaltada. Su padre so dcJicó ¿. cor-
regir los yicios de su educación moral 6 intelectual . Co-
nociendo que su alma se hallaba apocada por el miodo
de los difuntos y do las apariciones , le hizo asistir á va-
rias disecciones anatómicas, consi)(uiendo al, tin queso
{amiliarizaso con los cadáveres. Fu6 su padre el que
acompañándole en sus primeras leclums, y por medio
declaras, exactas y breves esplicaciones, lo suministró
desde luego las ideas de lo bello y de lo bueno, ense-
fiáodole á discernir el grano de la cizaña. A ello contri-
boyó no poco su asistencia á la casa y tertulia de don
Manuel José Quintana , cuya amistad empezó á gozar el
señor Duran desde sus mas tiernos años, y de cuyas
observaciones y consejos sacó mucho fruto. Oia con la
mayor atención las conversaciones científicas y literarias
^oe se agitaban entre los concurrentes á esta tertulia.
En la universidad de Sevilla siguió los cursos de fi-
losofia y de leyes, que concluyó en 1817, habiendo re-
cibido los correspondientes grados académicos, y desem-
l^do con lucimiento tanto estos como los demás actos
literarios. En aquel año fué nombrado por S. M. para
imtbeca de colegial mayor en el de Cuenca en Salaman-
eiqoe renunció después. En el mismo año se recibió de
^bagado en la Ghancilleria dc.Valladolid
Habiendo vuelto al lado de su padre lo creyó ésto en
diiposícioa de emprender estudios mas sériosi;. y en po-r
COI meses se halló en estado .Ae entender, á Virgilio y á
Horado « y de leer y comprender mueha parte- de los
libros de Glairant y Lacroix: estos estudios los amplia
<ifipiie3 bajo la dii'eocioQ ; de su escelente y sabio. amigo
^u Alberto Usti^, euyos .numerosos discípulos ianto se^
2^
muchos afios á esta parte ha habido úñt época en qnip no
se cuente en el ministerio algún discípulo suyo ; en el
actual podemos citar al señor ministro de Hacienda. En
los pocos mese» que recibió el señor Duran las lecciones
del señor Lista se perfeccionó en las humanidades, con-
trayendo una yehemente afición á las buenas letras , y
hallándose en disposición de hacer mayores progresos
en las matemáticas. « No puedo sin gratitud recordar,
nos ha dicho el señor Duran muchas yeces, aquellas horas
que pasaba á mi lado con inmensa paciencia, esperando
^ue el dolor diese treguas para la enseñanza : á veces sa
conversación era el único consuelo que tenia , cuando
el cirujano salia harto de sajarme y martirizarme. x> Sí-
guió el señor Duran la carrera de leyes sin especial afi-
ción , y- solo por obedecer á sn padre. No sucedió así con
los estudios que emprendió privadamente. Leyó y es-
tudió en compañía de éste las obras filosóficas de Aris-
tóteles, despojadas por la csplicacion del mismo de las
sutilezas escolásticas: juntos estudiaron también á Loc-^
que, Condillac y Destlut-Tracy , á Descartes, Leibñitz y
Platón; y juntos leyeron varias obras teológicas. Dé esta
manera adquirió su inteligencia bastante desarrollo para
poder después comprender fácilmente las obras metafísi-
cas de Kant y sus discípulos , de Bader y los escoceses.-
Su padre lo enseñó después los elementos de Química , FV
sica, Historia Natural, etc. , esplicándole los diversos
sistemas^ principios y fundamentos de dichas ciencias.
Hasta aquí llegó la educación de su padre y do sus maes-
tros; en adelante ya trabajó por su cuenta. Entonces
principió á manifestarse en 61 su afición á las ' disca-^
siones : la facilidad que llegó i adquirir en la indaecion
Ír deducción de las ideas, establecidos los principioa-, foé
a causadé sus adelantos , y del susto que ha tenido siem-
re por las investigaciones profundas. La economía pso-
itica y la historia las estudió el señor Duran con espe-
cial predilección , y siguiendo en ambas un boen cami-
no. Hizo un estudio serio :de la literatura franceM, j
por ua momeuto se dbtra}o 4e • su emor á^ la eupaft^ j
g
999
filé todo un clásico , y renegó de Lope do Vega , do Cal-
derón y doMbrcto. liemos oído al señor Duran confesar
francamente que estelo hizo mas por vergücn/.a que por
sentimiento ó convicción.
Puesto al frente de su casa y bastante restablecido
de su enfermedad , se ocupaba constantemente en cul-
tivar varios ramos del saber , siguiendo la marcha y
£ regresos de ellos, y particularmente en la política y
[literatura. Desde entonces sucesivamente ha ido for-
mándose una escclente biblioteca de libros raros , pre-
ciosos y escogidos : en estos y en su rica colección de
comedias ha gastado una suma muy considerable.
En el año de 1821 fue nombrailo oficial de la Direc-
ción general de Estudios , liabienilo ascendido con pos-
terioridad á la clase de primero : en este ramo hizo es-
peciales é importantes trabajos, y continuó en este des-
tino hasta la entrada de las tropas francesas en 1823,
desde cuya 6poca no obtuvo empleo alguno hasta el do
1834 , en que fue nombrado secretario de la inspeecicm
de improntas y librerías del reino, y poco después híblio-
tecario primero y decano de la biblioteca nacional.
Según las ideas y sentimientos que en su educación
se había formado, el señor Duran ha proiesado y profe-
sa ideas liberales y populares. Sus opiniones son verda-
deramente templadas , amando siempre las reformas pa-
cíficas , hijas del tiempo y la ilustración , y reprobando
los medios revolucionarios que retardan los progresos de
la humanidad^ lia solido decir á sus amigos , que el inar-
ürio.de los que defienden una idea es el triunfo do ella;
¡tanto detesta los medios violentos qne ensalzan á los
perseguidos y arruinan á los perseguidores!
Aunque el señor Duran ha trabajado mucho en la li-
teratura , ha escrito relativamente poco. Si en todos sus
escritos y en las demás obras que ha publicado, ha pres-
tado importantes servicios á las letras, mayores han sido
los que le debe la juventud estudiosa , á la que siempre
ha auxiliado con sus consejos: algunos de los poetas dra-
máticoi quo hoy so distinguen , deben no poco á sus es*^
• » .:■ • . ; I . " ■ i *
critos y oltservaciones. Tanto estas como' áqneMóB, JKtr
W lógica , por su lucidez y claridad , por so estilo sen-
cillo á veces, Giras enérgico, y siempre conrenieDle,
han contribuid') cGcazmenlc á quilar al iusenio preocD-
paciones } triljs inúliles, sin emanciparlo empero de
aquellas reglas cáhias j libiiralcs que moderan los estra-
vlós de la imaginación , sin cortarle á esta las alas con
que se eleva. En lodos sus discursos , folletos j artículos
se descubre claramente tanto la naturaleza de sa estadio
favorito , como el objeto literario que en todos ellos se
ba propuesto.
Para calificar la importancia literaria del sefior Du-
ran , hay que considerarle bajo tres diferentes puntos de
vista: comí) humanista, como critico, y como poeta. Aaa-
que bajo este último concepto sea tan distinguido, como
en adelante espUcaremos, no puede negarse que bajólos
dos primeros es en estremo notable , ya pOr el corto ná-
ímero de los que hoy cultivan aquellos ramos, ya pgr los
frutos tan preciosos que han producido sus escritos j lis
cbnrci'cncias literarias que ha tenido constantemente cpp
todos los j6venes literatos. El señor Duran ha sido y es
entusiasta de la juventud briósay llena de ingenio, que
IiiM cnn^liiuve la gloria dé nuestra literatiira. Amigo dé
cllii , IimU.iji'i on afán en' allanarle los obstáculos que la
"cfiílua <iji'Piii¡i ;i sus generosos esfuerzos, en mostrarle
'lus rícii^ iiiiiKTOs de nuestra poesia nacional, ron ofré^
ci'rlo- [lias ipie n-glas y preceptos , módulos wie aproré^
.cb-i'-. , ■ ■ í ■ . ■■■■
£,[ discurso que publico en 1828, jó^ré, el inttujo jue
ha ie'nidb Ja 'tíííuo moderna eñ Iq _.dacadencia del teoftro
Qfiliguo espmol, y lobreplmoaQ conque debe ttr eorutde''
rado fárajusgar convenifníetnenle de (u tnirito peiuliar,
llamó cspcGÍál mente la atencióo de los literatos y de los
poetas hacia nuestro Icatrq antiguo , y hacia las impor-
tantes y profunílas cóniitjeracioncs que abraza dicho dis^
ciirso. Este trabajo , por la inlpligcncia con que está des-
eiiipeiiado,;.,porDi.épa:p^'táóoportuaa en que se publicó,
^por la auio^ioa^ que le' prestaba el DamJbre del autOTt
9?;f
tanteriá'dóM UnoMro teatro niitiffiío , no podia monos
df ejercer un influjo podoroso en Ia liternSiir.i «Iram.íii-
f«. Asi STioediAen rfeoto, y puede decirse que promovió,
faciliuS y preparé la revolución literaria ^erÜieadn en los
años poslerioyes.
En el discurso que hemos inoncíonndo, vindici el se-
fior Duran á nuestro teatro de las injustas reusur.is v de
lo5 sarcasmos de que ha sido hlanco ; da á ( onnror las
bellezas inimitnhlesque encierran las rreaeionrs dniin;a¡.
cas del siglo Wll, y eonihate la demasiada ialiiud que sp
hadado A varias resalas del teatro llaui.ido rlásiro, apli
candólas para juzpr del mérito peculiar al a^Miero ro-
mántico , que por lo común no puede admitirlas, tanto
por ser distinto el orí^^en desús creaciones, como por
ser diferente el mundo ideal en que las forma, ]^ el modo
cóñ quo considera los objetos, 'fres cosas deinuestra el
sefior Duran en este discurso: Primera, que el drauía
antiguo espnílol es por su oripren y por el modo de con-
siderar al nomhre , distinto del que imita al griego: se-
(Tonda , que esta diferencia los constituye dos géneros
div4>rsos entn* st, los cuales no admiten del todo iguales
rffflas ni formas en su esnresion: y tercera, que siendo
fl drama español mas euunentemeute poético que el cla-
sico, debe regularse por reglas y licencias nías distintas
de la verosimilitud prosaica , que aquellas que ¡rara el
Ciro se hallan establecidas.
Según la máxima capital que se establece en este dis-
curso, el teatro en cada pais debe ser la e^jir^ainn idval
fiel modo de rer^ *<*w/ír, jfiztjar y rxiftir de *us Imhitaii^
le». Por consiguiente , si entre nosotros se l*orm6 el ca-
ricter nacional de la me/cla exacta del tie los pueblos del
Norte y de los del Driente , nuestra poesta, y en espe-
cial la dramática, es un amalgama, basta cierto punto
lAodiRcado , de la de a(|uellos pueblos, y singularmente
de la de los Acabes (|ue «lominaroii nuestro suelo , y que
introdujeron en /*l el saber, los hiibitos, las rosliimbres,
Y el lujo que habian aportado del t árlente; Sin suriiues-
trá pb^sta táit eut:ta y flioM!)(iea como la ¿éloaVr^ncoaos,
352
es macho mas rica , brillante y fluida ; y sim^r laa aQ«>
daz y exa^rcrada como la de los árabes, es mas Terosímil
y razonable. Por eso dic^ con mucha razón el señor Du-
ran : <(Si acaso alguna yez sucediese que nuestro modo
de existir social, nuestros hábitos y costumbres y nues-
tro modo peculiar de sentir , se ideiitificase con el ca-
i*ácter de los franceses , entonces seriamos también en el
teatro tan clásicos como ellos, y el gustó público, mas
bien que los preceptos , obligaría á los autores dramáti-
cos á seguir este impulso.))
Veamos la pintura tan exacta y tan animada que hace
el señor Duran del estado de nuestra literatura dramática
en el siglo XYI. «El espíritu de novedad, dice, y la ad-
miración servil de cuanto nos venia de Francia, forma-
ron una muchedumbre de pedantes , que sin entender á
los Mentíanos y Luzanes , y sin la instrucción ni sensibi-
lidad necesarias para discernir el mérito de los Cornei-
llcs y Hacines , se creiao dignos de obtener la magistra-
tura del Parnaso, por la única y sola razón de que en
nombre de Aristóteles y Boileau , cuyas obras acaso ja-
más leyeron , se atrevían á detestar de los dramas de Lope
y Calderón. Esta plaga de críticos , justamente llamados
{plicistas , menospreciando la originalidad caraoleristica,
a rica y armoniosa lengua, y la sublime poesía de nues^
tros antiguos poetas , infestó el Parnaso dramático espa-
ñol , y llenó el teatro de toda cuanta escoria , acomodada
á las tres unidades, se ha visto dominar en él durante
casi un siglo. Los necios é insensibles partidarios de la
nueva critica , prevenidos siempre de la regla y compás
estranjero , y parapetados con una fria ¿ indigesta eru-
dición , acudían á los coliseos , no á prestarse á los dul-
ces ó terribles movimientos que. debían producir, ^n el
alma las creaciones de nuestros grandes ingenios , sino
solo á examinar si cabían ó no en las mezqumas reglas á
que pretendían deber reducirse. Asi fueron al fin pros-
critos de la llamada buena sociedad, los nombres famosos
de Lope t Tirso » Moreto, eic, antes tan admirados j con
razón «plaodidos. Con tales medios lograron el yergoa-
233
zoso tríanfo de sofocar la genial belleza de nuestra dra-
mática ; y de tal suerte , ijue desde entonces no ha yuclto
la España á producir ninprnna de aquellas suMimrs crea*
cioues , tantas tcccs envidiadas y admiradas por los pue-
blos cultos. En vano se buscará en nuestro teatro inoder-
Ao aquel lujo de imaginación , aquella rica y hermosa
poesía* que en el antip;uo encanta deliciosaroonte el alma;
en vano aquel movimiento 6 interés nacional que se co-
municaba á los espectadores como un fuego eléctrico , y
en vano aquellas ilusiones del entusiasmo que producían
los mas indecibles placeres en cuantos hombres amaban á
su Dios , á su rey, ú su patria y á sus damas: pero en
cambio tenemos en las obras de los críticos novadores
mucha razón puesta en rimas , muchos dicilogos sin ac-
ción y sin vivacidad , mucha ^loral pedantesca; y en fin,
mucha ¿ insufrible prosa , á veces mas inverosímil que
las exageradas invenciones de la fantasia.»
«Aunque los sabios y literatos amantes de nuestro an-
tiguo drama no opusieran un dique suficiente a contener
la inundación de los novadores, la generalidad del pú-
blico, dirigida por sus propias impresiones y por el inti-
mo sentimiento de sus goces, llenaba los coliseos cuando
vria en la escena á Lope, Tirso, Calderón y Morqto; y tal
vez sus detractores salían del teatro tan conmovidos como
avergonzados de haber participado del entusiasmo gene-
nl, contra las ordenanzas de Aristóteles y del espíritu de
partido. ¿Y cómo esplicaban estos hombres la contradic-
cioQ entre su modo de juzgar y las emociones profundas,
y los indecibles placeres que causaba en su alma la re-
presentación de nuestros antiguos dramas? Muy fácilmen-
te: lo atribuían á varios rasgos y bellezas casuales, que so
bailaban en ellos. ¡Qué ceguedad! apenas se encontrará
QQO entre tantos, que no escitc y sostenga el interés y
cariosidad del espectador desde la primera escena hasta
el último verso. No contento el partido literario anti-na-
cional, con haber fallado á su propia conciencia en el
modo do juzgar nuestro antiguo drama, llevó su obstina-
eion hasta el punto de olvidar en sus raciocinios los más
• f
234,
sencillos elementos de la buena lógica, atreyiénaose i
promulgar que el teatro antiguo español era esencialmen-
te malo ; y dejando traslucir entre sus sofismas y rodeos,
.que la única razón donde apoyaban tan aventurado aserto
no era otra cosa que la de no avenirse con las formas del
clásico ó francés, por mas que se empeñaban en atormen-
.tarlo sobre el lecho de Procustcr. El .drama español (di-
cen) es malo porque no es lo mismo ni sigue la marcha
del clásico, que está demostrado ser buci?o: tal es el in-
sxacto y falso raciocinio en que se fundaron los críticos deJ
«iglo XVIII y los del XIX., para inlenlar sustituir entre
nosotros la imitaciou de la escena francesa y proscribir
la originalidad de la nuestra, aun antes de haber exami-
nado las causas del gusto nacional, ni las de los efectos
admirables producidos en el corazón humano por los me-
dios dramáticos que usaban los antiguos poetas españo-
les. Si imparcialmente y de buena fé hubieran meditado
la cuestión, ¡con cuánta facilidad debieron advertir que
el teatro espa.ñol tanto por la esencia de las cosas en que
funda sus creaciones , como por el modo que tiene de
considerar los objetos dramáticos, es muy diverso del
francés ó clásico! De verdad tan clara y. luminosa pudie-
ron de(Li;icir: 1.® que cada uno de estos teatros conslílu-
ye de por sí un genero diferente, no solo en su origen y
objeto, si no tamuien por haber sido creador para nacio-
nes de distinto genio y carácter; y 2.^ que por lo m:smo
no era posible tuviesen iguales formas, ni reglas idénti-
cas en su coniposiciou y espresion.. Por no haber mirado
.las. cosas ¿ajo esl^ aspcclp;, incurrieron en un error no
solo los x^óiulrarios de. nuestros .dramas, sino también sqs
defensores. No atreviéndose estos ó no sabiendo contra,-
.restar la ine^^aqta aplicación que aquellos hacian delprín-
, cipio de ias uuíÍÍ'hIcs, y no querieudo cor.fesar palaaina-
.. mentó ser inaplic^^ihíe. al .género adoptado en España , se
contentaron con presentar en su defensa tal cual comeaia
de las que con m^s ó meuo^ e\actitud.se aproximan á las
.clásicas, a^Cfgurando que. ppdri.ap competir en regutaridad
coD las del mismo Sófocles , á poco que se tratase de cor-
I
235
re^Vla^. Una' ¿efensa tan fatsw como contraria al vcrda-
daro aspeólo <le la cuoslioii, (mi vo/. Ji» doslriiir ol sistema
del parlído opiioslo, ronfirmaba m.is v mas sus opiíuones
arhílrarias ; \n\vs alrinrliera«Io ou la ioiirosioii í|iu» stí lo
bariii Ac la noiosidul lio las iros uiiitlaJos para ronsti-
tuir la pcrltícrioii lU las coinposít ioiirs «Iraináliras, se
burl.iha do los inúlilos (^sfíior/os niipliMclos por los ro-
fuixiiMoros ni ro<lu(ir imoslras aiiti;;iias piezas al priiuú-
ío olásioo (lo Arislótolos v Hoiloau. Nada do oslo hii-
iora siioodi(¡o« si ad^pláiuloso por ludos la distiiu'ion do
dos géneros draináliros diversos ontro si, raparos caila
uno de su respoolivo inórilo j hollozas, so luihioso vislo
que eran propios para insjMraron oloora/on liuinaiio iodo
finieres v eiiLiisiasiiioposiMo, aiintpio \al¡óiid(»se do for-
mas y medios airerontes. ¡Parooe iiiosplioaldo el que no se
haya adoplado esta idea foli/ y eonoili.ulora por amhos
partidos, ouando el universo onlero conspira á sugerirla!
¡Por ventura los jardines ouidadosainenle udornadüs pro-
ducen el mismo interés, y agradan ron medios y formas
idéntieas, á las que presenta la inoulla naturaleza obser-
vada desde las altas cumbres del Aponino? ¿I.t)s trabajos
mas csiuerados del arte so prosnntarian niojor á las crea-
ciones de la iinag¡n¿icion, A ser¿in mas grandiosas nuc
ks obras de la Oninipulencia? Si los jardines cullivaaos
con esmero balajj[an los sentidos, inspirando ideas de or-
den, sinietria y gusto, el espectáculo agreste de la ruda
y magnifica naturaleza arroua el alma y la eleva á los es-
pacios de liji creación. Los primeros como producto del
arle pueblen bailarse bajo el imperio déla ra/on, del aná-
lisis \ de la verosimilitud prosaica; mas el último nuo
6sla Dccbura de un poder supremo é incomprensiblo,
¿quién se atreverá a buscarle Inora del seno de la ines-
crutable Providencia, que la copserva entre sus mas es-
cogidas dotes? ¿y habrá quién pretenda todavía que jdc-
In^mos renunciar á los senlinüei^io^ inspirados por esos
sublimes y magníficos cuadros , por do ser posiulo com-
prender su estructura, y por no poder. rcduo[r)os lúca-
cerrarlos en los limites del arte de la jardinería? Nd> %^^
956
cornos de los placeres me procora el arte: pero nunca
abandonemos los incraoles goces que proporcionan las
obras directas de la creación : abramos nuestra alma alas
emociones que inspiran, aun cuando no podamos anali-
zarlas: sintamos aunque las reglas lo contradigan: pues
al fin las sensaciones son hechas, y las reglas son abstrac-
ciones ó teorías que pueden ser mal aplicadas ó in-
exactas.»
Además del agrado que causará á nuestros lectores,
juzgamos conveniente, para dar una idea cabal de este
importante discurso, que tal influjo ha ejercido en nues-
tra revolución literaria, copiar un fragmento, en que
esplica el autor , no solo el sentido de las palabras
cléutico y romántico , y su diferencia verdadera y esen-
cial, sino también , como es consiguiente., la que media
entre la literatura griega y romana , y la de la Europa
en los siglos medios. De esta manera eleva el autor la
cuestiona su mayor altura, y merece fijar la atención
del historiador y del filósofo. Conviene observar que el
señor Duran ha sido entre nosotros el primero que por
medio de la prensa trató esta importante cuestión litera-
ria. Veamos de qué manera lo hace :
«La organi%a<;ion social, dice, adoptada por la Euro-
pa en los siglos medios ó caballerosos , los nuevos hábitos
y costumbres adquiridos con ella por los pueblos, y
sobre todo la universalidad de la religión cristiana descu-
brieron al hombre un inmenso tesoro de' ideas hasl^
entonces desconocido, dieroq nueva dirección al pensa-
miento , y abrieron á la imaginación un dilatado campo
para las" creaciones poclicas , fundadas en el espiritaali^^
rao. Al desplomarse enteramente los antiguos gobiernos,
arrastraron Iras sí y sepultaron bajo sus ruinas hasta la
' memoria de lo que lueron. La adoración de lanaluralcza
personificada, fué justamente proscrita como idolairla,
y los dioses del paganismo fueron mirados por los cris-
tianos como formas de que se vestía el espíritu rebelde
para la {lerdicion del género humano : asi pues la Tcogo-
' nia j BÍitologia de aquellos pueblos so tío deBpojaoa y
257^
iéÉiníá éé ÍBM ifuiionefl conque cAnÜTaba el coraion del
hombre , el caal empezó á mirarlas bajo el horroroso
aipecto de la mentira y falsedad. Igual suerte tuvo la
historia que la antigua religión (1), pereciendo con ella
hasta los recuerdos y reliquias de los |]:oI)iernos republi-
canos ; siendo consecuencia de esta catástrofe, el que las
existencias sociales tomasen otro giro, y se separasen en
gran manera del todo homogónoo, que constituía la esencia
de las sociedades fundadas sohre tcorins republicanas
6 sobre instituciones procedentes de ellas. De aqui re-
soltó que á los goces y ocupación de tomar mas ó me-*
nos parte en la dirección del Kstado, substituyeron los
homorcs placeres mas tranquilos 6 individuales, que
nroporciona el régimen monárquico en el nuevo ór~
flen social , y acostumbrados á tan dulce y pacifico g6-
nero de vida, empezaron á dar mas importancia á sa
existencia como inuividnos , dedicando en pro de la yida
doméstica todos los cuidados y el tiempo que antes es-
ctosiyamcntc empleaban en asistir á la tribuna , y en fa-
Tor de la causa pública.
»A este modo de regeneración social contribuyó
sobretodo el espíritu del cristianismo; es decir, el de la
religión divina, que desprendiendo al hombre de los
intereses terrenales, le eleva á su Criador, y le enno-
blece sobre todos los seres creados. El hijo del Omnipo ;
tente humanado, padeciendo y muriendo por su criatura
es el espectáculo mas grandioso, tierno 6 interesante de
amor que se presentó jamás al universo ; y el hombre re-
dimido del pecado no pudo ya menos de engrandecer
sus pensamientos con la esperanza de una vida inmortal;
pues la sangre del Hijo del Eterno no hubiera regado la
(l) El no haberse aun doscubicrlo el arlo de imprimir , la dificultad
ife proporcionarso los manuscritos , y sobre todo el poco número do
P^raonu que supiosiMi leer, fueron las causas del olvido en que pacieron
largo* siglos las obras do los anlií^uos.á lo cual también contribuyó
&o poco el horror que so teuia por los líelos á cuanto tenia conoxiou
Wü la idolatría.
938
tierra por menos precio que por el rescate de 9a propia
semejanza.
» ¡Qué imaginación, aun la mas perspicaz 9 podrá
abarcar la inmensa distancia que media enlre las creacio-
nes po¿licas inspiradas por lan sublime creencia , y aque-
llas á que se presta la mitología gentílica ? En esta lodo
se personifica y maleraliza, en qucUa todo es espi*
ritual ¿ indefinible : en la una todo se ve y es pal-
pable , y en la otra todo es fé é idealidad : allí la ¿er-r
mosura, la guerra y la ciencia eran entes personificados,
y aqui cuantos bienes y males reinan en el universo , son
distribuidos por una sabia providencia para provecho de
los hombres. Bajo el imperio de un dogma tan elevado
Í magnifico , las relaciones de individuo á individuo* y
asta las mismas pasiones , participan en su espresion del
carácter profundo y religioso que inspira la caridad cris-
tiana ; por eso aun el amor humano es tan delicado en-
tre nosotros , que se asemeja á una especie de culto»
donde se exige el sacrificicio de los placeres físicos del
amante en obsequio del decoro y pureza del objeta
amado.
»La espiritualidad religiosa, y el carácter caballero-
so de los conquistadores del imperio de Occidente , sua-
vizando las costumbres y leyes antiguas, constituyeron
las sociedades de tal modo, que desde entonces fue im-
posible no reconocer en el bello sexo un influjo que
jamás habia obtenido entre los pueblos antiguos. Pre-
valecida la mujer de todas cuantas gracias y dulzura la
dotó naturaleza , llegó á ser la piedra fnndaniental déla
felicidad doméstica, único fina que aspiraba el ciudada-
no desde que la monarquía tomó á su cargo el régiinea
Í gobierno de la sociedad. Compañera, y lío esclava del
ombre, participaba igualmente que él de los bienes y
males, de los placeres y de las penas.
» Constituida la civilización en bases tan diversas de
las antiguas, era preciso que apareciese un vasto campo
de ideas, sensaciones y sentimientos tan nuevos como
ella misma. El dogma del libre albedrio dio á la molfjtt
359
nnt fltndoa tan positiva y enórgica , como débil y vaga
era la que prcsontnba la idolntrin ; y as( d hombre se
líió obligado á luchar á brazo partido contra bs pasiones,
los vicios y aun contra los malos pensamientos; pues
Scrsuadído de su libertad , no podia hallar ja la disculpa
icsus evSlravíos en el inexorable fatalismo.
» Considerándose el cristiano como peregrino en la
tierra * desaparecen ante sus ojos los intereses munda-
nos , y solo lija sus miradas en el término de su viaje,
Que debe ser el de su eterna salvación ó condenación.
Ln cualquiera de estas circunstancias, su creencia divi-
na io persuade á tener siempre en menos los bienes y
males de sentido, comparados con los esperilunles que
haodc servirle en la otra vida de premio 6 de castigo de
sos acciones en esta. La privación de Dios, la roedora
envidia, (1) el inútil rcmordimíenlo, la imposibilidad de
amar, y la precisión de aborrecer, atormentarán ei
alma del reprobo iuriniiamente mas que todos los males
corporales : la caridad ardiente y deliciosa , i^\ divino
amor y la contemplación del Todopoderoso en su gloria
} magesiad , serán el mas apetecible premio del justo,
j le anegarán en un mar inelable de placeres y delicias
espirituales.
• Tan divina, tan noble y tan hermosa creencia , arran-
cando al mortal del nmndo perecedero, le sublimó á las
regiones de la inmaterialidad y del intinito, y abriéndole
su amoroso seno le hi/o hallar en la inspiración religiosa
el tipo de lo bello ideal , que antes de conocerla solo po-
día buscar en la alegoría de la naturaleza. Ya el aliento
íatidico se remonta y sostiene en un universo tan distan-
ta de los sentidos, que en vano preleuderia el hombre
(i ) Santa Torosa de Jesús dijo liol espíritu rebelde , intentando
Joiidorar su dosfiínoia: « ¡Dosvontur.idacrintura quono puodeaninr»>!
tuanta vordati rospiía este diclio sublimo y místico , [inspirado por una
•rdicMle y fcíj^osa caridad ¡ Qnó disfíiacia podrá compararse con la de
ansiar ¡aicligüiilo que no puede amar y siempre c«ta devorado por hi
«aiidia?
240
concebir su existencia, sino por el sentimiento instintiTO
de ella , por la fé diyina y por la revelación.
»E1 trastorno cansado en las ideas por el sistema po-
lítico y religioso , fue y debió ser trascendental á todos
los ramos de poesía , pues esta no es otra cosa que d
modo ideal de espresar los sentimientos bumanos. (1)
■"-1- r-M n I I I - - I ■ I I g
(1] Y la Francia, se dirá , no ha esperimentado iguales vicisitudes
políticas y religiosas en los siglos medios que el resto de la Europa, y
no por eso se ha resistido ála aclimatación del género clásico, ni ha
tolerado el romántico? La historia deberá resolver esta cuestión, y
dirá que habiéndose formado la escena francesa desde casi la mitad
del siglo XVII ála del XVIII, cuando aquel pais babia modificado eu gran
manera la existencia social proveniente de los «iglos medios , ne es es-
trafio que la literatwa participase de las alteraciones del carácter nacio-
nal. En efecto, en la citada época fué la Francia teatro de unamultibid
de guerras civiles y revoluciones que separando al pueblo de la obe-
diencia pasiva (elemento esencial en las monar^ías absolutas), le
acostumbraron á la discusión de los asuntos políticos y religiosos de-
jándole una parte mas ó menos activa en el gobierno y eu el manejo
del Estado. Asi fue la nación acostumbrándose, en medio de la monar-
C[uía, á cierta libertad semi republicana, que permitía ó toleraJja álos
individuos de ella la censura y discusión de todas las opiniones. In-
troducido ya y generalizado el espíritu de análisis , que es tan favón-
ble á las ciencias de hecho como perjudicial á las de imaginación y sen-
timiento íntimo, el pueblo francos se separó cada dia mas cfel espirita
monárquico y del entusiasmo religioso y caballeresco de los siglos he-
roicos de la edad media. El estudio de la historia y literatura griega y
romana, influyó mucho en estas modificaciones soicales, pues habién-
dose generalizado , se difundieron tanto las ideas y notici:ís acerca de
los usos y costumbres de sus antiguas repúblicas , que apenas habia
un francés regularmente educado, que no se preciase de conocer me-
jor la vida de un Bruto ó de un Casio , que la de Duglesclin y la del
caballero Bayardo. De todas estas causas reunidas resultó que el pue-
blo francés se dirigió á una existencia social diversa de las demás na-
ciones europeas , donde las vicisitudes políticas habian seguido otro
rumbo. En tal situación se hallaba la Francia cuando Corneilie y Haci-
ne formaron su teatro acomodándose al nuevo carácter adquirido por
su nación ; y estos dos grandes hombres auníjue cortesanos de Luis XIV
Y sinceramente religiosos, como poetas y literatos pertenecían á los
siglos de Atenas y de Roma. El mal ya estaba hecho á la monarquía,
y en los rienados posteriores creció con tanta rapidez , que las ideas
republicanas y antireligiosas cundieron desde las mas altas hasta las
mas ínfimas clases, y los escritores, siguiendo el primer impulso, llega-
ron á convertir el teatro en una tribuna de arengas y máximas políti-
cas , preparando asi la catástrofe espantosa y sangrienta, que estallo poco
después y Uenó de luto y amargura á los pueblos y á los reyes. Suoe-
941
Trinsformado ya el hombre de republicano en monár-
qaico, y do gentil en cristiano, era consiguiente que la
esprosion de la espiritualidad sucediese á la de la sime-
tría y armonía personificadas: aquella debiapor precisión
ser mas vaga é indefinible ; pero mas profunda que esta*
pues so funda en existencias que no obran inmediata ni
dk» á dicha ópoca la de Bonapnrto y á esta la roslaunc¡(»Ti dol trono;
pero una y otia so han visto forzadas úconHorvar mas ú menos las for-
niAs representativas, y á tolerar muchos de los intereses ereados |)orIa8
evolución. Ks pues faeil inferir délo dielio que si el teatro francés no
ha sido nunca romántico , es iMmpic nació en é|K)CHs v circunstancia»
raque ya la nación no lo era tanq)oeo, ) hahia penlido el carácter re-
ligioso y calmlleresco que tuvo cuando entusiasmada oialos c^mtos do
sus tnwatlores , y leia ansiosamente las crcMiicHsde los Aniadises, Es-
plnndianes y cali^dleros de Feho.
Nada de lo smMHlido en Francia pasó en ICsiKiña. Ueductda por Fer-
nando el (Católico á una utonarquia sólida y compacta , este gran rey
supo C4>n mcíiios políticos y religiosas, sofocar el germen de la refomm
protestante, y lihrará sus siiNlitos y Tasadlos de las atroces discordias
civik»s, que ásoianuí é inundaron de sangre á todo el resto de la Ku-
ro|)a. Después de él, Carlos V y Felipe II completaron la obra. \ su-
jrtmdo el vnu> á l\ulilla y el otro ál4anu7.a» ahogaron casi enteramen-
te las formas reprtvscnlatívas , y eonsolidamn la monanpiía absoluta,
l^le tal momento , el espafiol privado de toda (Iíscuaíou política y
religiosa, seviii libre ilel germen de las discordias, y conser\a aun la
opinión monánpiica y cristiana que le di>t¡n|;^uiaen los siglos XVI y XVI.
Kilo es tan cierto . tpie á |HMar de las liUunas vicisitudes a|>enas se
hallará un individuo entre el pueblo. español á tpiien no se le presento
U ívIm de la república como la de un niónstruo cuya existencia no
puedo concebir, pues tampoco cree (pie haya un gobierno sin rey
donde s# viva en pax y quietud. Kstamos los es|Ku*ioles con la imagí*
nación Duiy cercanos á la contpiista de (iranada. para haber olvidado
)o(i nobles Vecuenh'S de los caballeros árabes, y los cristianos que pe-
leando en el campo del honor , se disputaban el prt^mio en generosidad,
cortosia y amores. ¿ V pt)rqnü no ha de ser asi? ¿\\k ventura la ima-
gen del asesino de ("és^ir, será mas grata, mas noble y mas hcnuosa
que la del Maestre de Santiago batallando en defensa do la inocente y
ealumniada esposa de Hoahdil, rey de (iranada? Por mi Dion: ;M)r
"** ^^ífy y P^^ "** r/fimn, es aun la diUsa del noble castellano, y
f^>brc ella han pirado todas las creaciones poéticas donde brilla el ge-
nio nacional , ikvsde principios a Unes del siglo XVII. Si los estranjeros
nos llevan algxiuas ventajas en iivlustria, podemos nosotros gloriarnos
alo menos dé conservar todo el entusiasmo patriótico y religioso, quo
no pudo hollar impuiUMuento el que ilomino á la Kuropa entera , y en-
vweceriMW de ctínsorvnr ileso y lleno de honor el lema quo wwdU-
Un^: Por mi Dios^ fiormi rey, y por mi dama.
24S
directamente en los mentido» , ni puede ler cénoebiida por
la razón humana sin los auxilios de la fe , por lo cual e«
imposible espresarla fija y constantemente en ningún idio*
ma. De esta imposibilidad emanan , y ella es la razón de
las metáforas atrevidas , de las comparaciones remotas y
de las analogías impercc[itibles con que se reviste y ador-
na la pocsia de los siglos medios , y á las que los insen-
sibles críticos llaman á veces sin razón , falta de gusto y
de verosimilitud. No pensarían asi, si hubieran adverti-
do que en todas las lenguas del mundo cuando se carece
de medios para espresar cierta clase de ideas poco cono-
cidas, ó por su esencia inanalizables, hay que recurrirá
las metáforas y á las comparaciones para esniicarlas. Pnei
si esto acaece , aun cuando sean materiales los objetos
que se quieren espresar, ¿qu¿ será cuando se hayan de
reducir á la palabra y á la frase las ideas de cosas que
no existen en el mundo visible y que están fuera de lof
límites á donde los sentidos pueden alcanzarse? La mi-
.1
i
prosaica , pues
en el conjunto de las perfecciones materiales de la nata-
raleza : pero como entre los cristianos todo es sentimieo-
to íntimo, todo concii*ncia y todo fé, la espresion de la
belleza los arrebata al universo de las idealidades, el coil
no puede ser definido ni analizado con los cortos medios
que presta la humana razón ¿Y cómo á tal modo de exi^ s
tir, siempre intimo, sublime y poético, se le aplicaráo J
las mismas y reducidas formas que usaron los poetas de ^ -|
Atenas , para manifestar sus ideas?
En esta manera de ver las cosas y de considerar el
universo , eleva la literatura romántica el magnifico mo*
numento de sus creaciones. El objeto que el poeta se
propone describir en ellas no es ciertamente al hombre
abstracto y esterior , es si al individual 6 interior: (1) ea
i
una
(l) Taiiibitín el poeta romántico suelo projMjncrKc piutar un »ígk>^
mn/ichn CíUera, prcüentaiido un protagonmta ideal ó histórico, al
»
945
« repliogaes y en el mas oculto secreto de la cohcien-
1, es donde busca el mérito y motifo 4c iay acciones;
aes aunque oslas apnrozcau buenas , podrán no obslanto
ir oficiosas , y aun criminalos , si la voluntad del bien y
\ gracia divina no linn presidido á ellas.
« Al contrario en In literatura clásica; se mira al
anbre por sus arlos csteriorcs solamente, y sus vlrtu-
eiy vicios se consideran en abstracto, prescindiendo
ienprc del sugeto á quien se aplican ; por lo cual el pro-
igonÍHia de ellas carece de toda individualidad que le
iracterice y dislinga esencialmente de los demás hombres
ominados de cierta y determinada prisión : asi es que
I avaro, el mimtitropo y el hipócrita del teatro clásico,
inaden muy bien reputarse como si fuesen la avaricia,
I misanlroi>ia y la hipocresía personificadas. Resulta
mea do esta tóoría , que como el poeta clásico trata solo
»8us fábulas de describir caracteres generales, se pro-
XHíe y tiende siempre á un lin moral, lijo y determinado;
M tanto que el romántico mira este Altimo punto romo
ncesorio ; pues pretendiendo únicamente la formación
f retrato de earactóres individuales, la moralidad mas ó
BMiQS vaga <pie se deduxca do sus invenciones, debe
multar de los actos singulares ejecutados pol* los pcrso-
Bijes que intervienen en ellas.
«Habiéndose descrito las bases diversas sobre que so
hadan la literatura clásica y romántica , y estando cxa-
nioadas las diferencias esenciales de la poesía dramátic4i,
i que cada una da origen, parece que ya deberemos con
■••
Cttalalríluiyo y ro.isto, uoilt' un \ icio úuua virtud aiilaUa, kíiio doto*
ib aquellas pasionos . hábitos y nutíinubros (|ur luiodoii (Mr.'irt(TÍ/.ar
llvfMHM ó nación quf trata (lo rolratar. Ksto lu lian \\ov\w i\»i tinloM
IDMlms autores (lr.un.it íO'OAroaiprL'tn a los siglos y ooittiMnbroM do Va-
paria,|)artí(MilarMUMilr imi las oonuMÜas do capa y espada. Dospurs do
RÓnom y liati admirado la Kuropa _ ^
ri» de<cnvolvórM(* rn olio discurso , dondo 8o deuiucalrca lus pro^r^íM*
^Im hecho el romauticlsmo en eJ sig¡ío XX,
244> ,
yenir en qae una y otra de por si constituyen un género '
particular , tanto considerándolas en sus formas como
en su esencia. No resta pues ya mas que reasumir cuan-
to va dicho 9 repitiendo : que el teatro clásico procede
del sistema social y religioso de los antiguos griegos y
romanos , y qu^ su objeto está reducido á la descrip-
ción del hombre esterior, y á la pintura en abstracto de'
las virtudes y de los vicios. Este género toma su idea-
lidad en el conjunto de lo bello visible , y en la personi-
ficación de los atributos de la naturaleza , presentándolo
todo en cuadros, que con facilidad pueden limitarse á una .
verosimilitud muy próxima á la verdad prosaica.
También recordaremos haber dicho que el teatro
romántico procede de las costumbres caballerosas adop^
tadas en la nueva civilización de los siglos medios , de
sus tradiciones históricas ó fabulosas, y de la espiritua-
lidad del cristianismo ; así es que aunque los protago-
nistas en esta clase de composiciones se hayan tomado
de la historia y mitología antigua , aparecen siempre en
la escena moderna revestidos del tipo original y caracte-.
ristico de los tiempos heroicos de la caballería , ó del he-
roísmo religioso que inspira el Evangelio. El objeto y fin.
que se | reponen los poetas románticos , no es la descrip-
ción del hombre esterior y abstracto, ni de los vicios y
virtudes aisladas en cuya pintura se prescinde de los ac-
cidentes y asociaciones que modifican los caracteres ; es
sí, el ¿e retratar al hombre individual, dominado con
mas ó menos vehemencia de las pasiones, vicios ó virtu-.
des de que es capaz el corazón humano ; es en fin, el
de formar la historia del hombre interior considerado
como individuo , en cuya conciencia intima ha de pene-
trarse para juzgar del motivo y mérito de sus accio-
nes , (1) y cuya verdad histórica ó ideal se desenvuelve
(l) La metafísica de las pasiones y los monólogos largos son por
está cansa indispensables al género romáotíco , pues sin ellos no podriaa
ni retratarse los sentimientos íntimos del alma y de la conciencia , dí
¿Tadnarse la marcha imperceptible de los movimientos que á cada paso
245
haciéndole obrar ou muchas ó en todas las circunsCAncias
de su vida.
» Bíepotiremos (inalinonte que l.i suhlinoé idoal belle-
za de este último género se alimenta y sostiene en los
modifican ni hombre imiívidiinl. Kii v\ pñHM'or!,isíro(l(>iHlcnoKrnrrrsil.i
marcar las iliforcncias osrtiri.'iios qur (iistiii.üurn l.i in(l¡vítlti;ili(l;i(l de
una núsiua pasión aplicada á personas distitit.-is . el espectador pn'vee al
catástrofe, y no exige ni espera fcrandes emociones , ni combate al^^unn
profundamente interior basta el desenlace déla pü-^za. el cual severiH-
ca regularmente i>or un arrebato de pasión. Orosman, por ejemplo, es en
la Jaira el hombre zeloso;ócasi una personilicacion de lo» celos , redu-
cidos en su esnresion á los actos estemos con tpi(« se maniliestan en la
(generalidad de los hombres cuando se bailan (toseidos de este afecto en el
seiUido trágico; asi es el (|ue no tiene tpn' hacer ninguna de ntpie-
Ilas contidencí.'us de íntima conciencia, que solo se comunican al nú-
Uico sunoniendo que el protagiHiísta habla consigo mismo. Un cuauro
Concebido y ejecutado bajo estos principios es muy fi'ud reducirlo A.
las reglas de las unidades; ¿ pero suctHlería lo nusmo' si tomásemos por
«jemplo el Tetrarca de Jerusalen,de Calderón, v quisiésemos encerrar
Cita hermosa creación romáutica en los límites cíe una tragedia clásica?
El resultado seria entonces presentar una fria ó insulta Mariene como la
, que tienen los franceses en su leiilro.
Si consideramos bien las cosas ; ((uó diferencia tan grande no del>c
existir para la espresion do sus respectivos sentimientos entre Orosman
y d Telrarca ! El uno todo clásico , representa los afectos celosos , como
pasioQ inherente ai Qoraz(m humano , esnresándolos con acciones que en
ifnial caso y situación harían todos los nombres. Kl otro los reconcentra
dentro de su alma, y retrata los tonnentos y C4)mbates que la despc-
'^n interiormente/ no solo como perteneciente á la especie humana,
únocomo cierto y determinado individuo de ella. T(m1os los homl)res
celosos se reconocerán en Orosman ; solo el Tetrarca puede sentir,
«>lHar y pensar como el Tetrarca.
Para sospechar Orosman do la (Idelidnd de su querida, es preciso quo
^ia le inspire desconfianza con sus acciones inocentes, es verdad, |)ero
avocas que pudo liaber evitado. Jaira , sin dejar de ser Jaira , pltidia
^oquílizar á su amante , mientras Mariene sin dejar de ser hermosa
oiujcr, amante . virtuosa y amada, no ))odia librarse de los C(*los de su
«poso. Jaira motiva Uis sospechas del suyo formando una intriga clan-
<ie8tina semeiante á las de amor ; y con decir una sola palabra puedo
acabar con ellas ; al contrarío , Mariene es inocente no solo d los ojos
<lel espectador, sino á los del mismo Hnrodes; y la ocasión do los zelos d^
^^ diesffraciado, uo debe buscarse fuera de él mismo ; porqaoresidc en el
centro de su alma, circula por sus venas , y en (In, estriba en cuanto
constituye su esencia moral. Así para decidirla catástrofe en esta sublimo
^odia , no es necesario que Mariene aparezca criminal á los oJo« de v»>i
'tpóioi bástale á éste saber que os luiyar , que es hermosnv 4^c nd^^
246
inmeiMos espacios de la eternidad , en la siumsion del
entendimiento humano á la f6 divina , y en la noble y
generosa galantería de los siglos medios ; de suerte que
el mayor ó menor entusiasmo religioso ó caballeresco
puede verla aín amarla > y sosncchar aun rfímolamciilc que puede ser
uconstanle. El Tctrarca de Caldoroii no Kcrá enhorabuena el mismo Ifc-
rodes de la Palestina ; Hcrá hí se quiere, un español puesto en igual oi
circunstancias ¿aquellas en que la historia nos le pinta. Calderón not
presenta en él un personaje histórico, pero revestido de un carácter
fTiofundamonte ideal y n<icion2iI en la espresion de sus sentimientos
ntimos ó individuales. ¿ Quién desconocerá en el héroe, ú el tirano de
Jerusaleu, los vestigios do la sangro áralKí, y las reconcentradas y
furiosas pasiones que se albergan en el conizon de los habitantes del Afrí"
ca^ que tantos siglos dominaron en Rspcifia?
Aparece llerodes en la escena ciegamente enamorado de su esposa!
para él no hay en la naturaleza otro placer que esceda al de amar*
sino el de ser corres|K)ndido: naiia h turba ni u) distrae do su ])asiún,
los anuncios siniestros que le cercan solo sirven para prop^jrcionarie
medio de manifestar su ternura á Mariene. ¡Feliz mientras aun ignore
que alberga escondido en su corazón el monstruo impío que ha dó de*
Torar sus dichas, y clavar el agudo acero en el seno inocente do su
amada! Cuando los furiosos vient/)s aprisionados en hórridas cavernas,
dejan la mar en dulce y apacible calma, el novicio navegante duerme
tramiuílo y sin recelo de las crueles tempestades; mas si desencalle'
hado el rudo Aquilón se precipita sobre los procelosos mares, si rotos
los mástiles y perdido el timón, sirve la nave de juguete á las furíosM
olas, entonces el descuidado pasajero despierta uespavorído de su le-
^8^1 para conocer su horrible situación , y para saborear penosa-
mente la muerte que le amaga. Tal parece llerodes á la vista del ee»
pectador , reposando en (4 regazo halagüeño do su querida y en la
confianxa de su amor, sin sospechar apenas (|ue pueda albergarse ett
su alma apasionada el crudo afecto de los celos: pero al ver realizados
en parte los presagios funestos uue antea despreciaba, al mirarM pri-
sionero do Augusto, y condenado á morir, cuando llega á temer qae
un poderoso rival disputándole el corazón de su amada , consiga aosso
ser correspondido; entonces se aliandona to<Ío á las roedoras sospechas,
entonces fas psiones se desencadenan en su pecho , entonces se en-
ciendo una obstinada lucha entre el amor propio , el honor y el carillo,
y entonces, en An, conoce losesoesos á que pueden ios rabiosos celes
conducirle. ¿ Y el hombre que pocos momentos antes hubiera sacrifi-
cado su existencia por libertar de una leve molestia al objeto de m
amor, es el mismo que ahora inexorable le destina una muerte horro-
resa y saiwnenta? Luchan en su pecho el amor y los celos, la lucha
es obstinada y profundamente interior, el alma es el campo de batalla^
y allí, allí y no en otra parto es donde el espectador busca y encueh-
M 4/ dmdiibBÚo Herodesa Amniitie del oliioto de su carífio y de coi
947
que pretende inspir«ir, 6 de que se halla inspirado el poe-
ta, es el iiuico limite qne éste impone á sus Audaces me-
táforas, y á sus grandes y suldimos pensamientos.
» Délo dicho se infiere IVirilmente ser imposible en-
cerrar la comedia 6 drama román! ico en cuadros eir-
cnnscritos en las tres unidades: lo primero porque los
caracteres individuales no son abstracciones, ni resultado
de una sola pasión , vicio 6 virtud, sino el conjunto de
machasque mutuamente se modifican. Lo sef^undo por-
que el desenvolvimiento graduado de los afectos du un
individuo, no puede con verosimilitud verificarse en el
corto término de 21 horas ; y lo tercero, porque el re-
trato del hombre nunca se deducirá de un solo acto 6
eircanstancia de su vida. También seria invcrosimil en
este género el que variando, como varían á cada paso lasi
ntaaciones y modo de existir del hombre individual, y
poniéndole en contacto con personajes de diversos princi-
pios, educación y carácter, secsplicasen todos déla misma
Mas, destronado « próximo á subir á un cndiilso. H Tclrarca es un
MTOc sobrehumano; y tal aparecería simpre, m las pasiunrs (|uo do-
▼oran y despedazan sus eritrañaH, no diesen A conocer (pie es hombro
¡pero que hombre! ¡Cuan sublime é idenl os la Vi^presion de sus pen**
lanientos! ¡Cuan noble y espiritual la do dus arectos! No es su i)on('i
oayor el contemplar ú Marieno on otros brazos ; ¡uto no puede so-
portar la idea do ser olvidado y al)orrecido. A tal estremo le reduce
tite pensamiento, (pie ya nada le miporta su existoncia ni la de mi cs«
poia; y en tan dura situación solo atiende á (pie ésUi i^vore In inano
de diwdo parte el golpe quo b destina, para no ser odiado de ella ni
ttnaolo momento de su vida. YA amor es para el Telrarea una |)as¡(m
Mafma, y por lo tanto cree que es tan eterno como ella.
«En el teatro clásico se hubieran puesto en relacicjn la nmyor
Se áe los hermosas escei tas Imolivmlas por las situaciones de esta
edia; pero como en el riomántico todo debe ser acción y desen-
rhniento, el espectador solo se iiileresa por Heredes, a él ve en
Mas partos, á él escucha sus mas Íntimos s(mtimientos, el mismo
^ quien retrata los com l)ates de su alma , y él en íin , el (lue lo
Cpnfla y manifiesta los á\ ¿ores y amarguras que abriga su inflama-
do corazón. Con tal interés , ¿hahni un sdIo hombre, (^ue' se hallo en
estado do re(>arar si 'Ja o «cena es siempre la misma, o si la acción
Mbe «n uno ó muohosdiat i? El que sea c<ipaz do repararlo, seria muy
á propósito para calcular 1 a cuadratura del círculo; pero no para sen*
ttr y juzgar ol mérito do la vordadcTa poesía,»
248
manera qae el protagonista , ó que éste sostuyicse siem-
pre igual tono de espresion cuando hablase con un rey ó
con un doméstico, con un sabio ó con un ignorante. Por
esta causa , y para conservar la yerosimilitud propia del
género, el poeta presta á los interlocutores el lenguaje
adecuado á las circunstancias « carácter y situación de
cada uno, yaliéndose á yeces de esta diversidad de tonos
para formar el contraste entre la idealidad poética y U
verdad prosaica. De aqui procede que los modos de es-
presion trágico , lírico, bucólico, satírico y cómico, se
[hallan admitidos y amalgamados en el drama romántico».
Indispensable hemos juzgado detenernos en este dis-
curso , no solo para dar á conocer la importancia y pro-
fundidad de las ideas que encierra , sino porque no siendo
aquellas bastante conocidas , ni hallándose , por decirlo
asi, divulgadas, en la época en que publicó su discurso
el señor Duran , tanto la forma y manera con que espone
sus doctrinas literarias , como el efecto que produjo su
escrito» apoyado con sus vehementes escitaciones , y
con las luminosas conversaciones que sobre la misma ma-
teria mantuvo con sus amigos , que eran á la sazón y son
todavía todos los literatos y personas instruidas de esta
capital , constituyen un título de gloria para el humanista
cuya biografía trazamos , y presentan el aspecto que le
da mas importancia en nuestra revolución literaria , y
en las mejoras del teatro nacional. Las doctrinas que
propalaba el señor Duran , no eran nuevas absolutamen-
te entre nosotros : el hombre á quien , según dice en SQ
mismo discurso , cree tan capaz de tratar dignamente
esta materia y á cuya amistad conñesa deber toda su edu^
cacion literaria , se las babia esplicado y enseñado ; pero
el señor Duran movido de su celo por nuestra gloria lite-
raria , quiso darles publicidad , y contribuir á que se
difundiesen , y á su triunfo con la eficacia y el calor de
su carácter : mostró la senda que debian seguir nuestros
ingenios ; la señaló como con el dedo , y la rodeó de toda
la luz que podian aquellos necesitar. Su sabio maestro
esplicando en el Ateneo de Madrid la índole y naturaleza
249
de la litcralara clásica j de la romántica , no hizo mas
gue rf producir las ideas capitales que sobre esta materia
conlenia el discurso del señor Duran , cuya leclura reco-
mendó con encarecimiento á su auditorio. El mismo sa-
bio profesor , en un periódico nue se puldicaha en el
año ne 28, caüGcaeste discurso ae «opúsculo lleno do
ideas nuevas y luminosas.» La gloria pues, de haber pro-,
pagado esta buena semilla, no podrá disputarse al señor
Daran« ni tampoco la de que su feliz estrella la haya he-
cho fructificar en este suelo privilegiado. Kl fué el prime-
roque la esparció, y los frutos que ha producido aumen-
tan cada dia la gloria de nuestra literatura y de la escena
patria .
No contento con esto y trabajando con infatigable ar-
dur en la empresa de poner al alcance de todos los te-
soros de nuestra literatura , dio á luz á fines del año 28
el Romancero de romances moriscos , compuesto de todos
los de esta clase , que contiene el Romancero general,
impreso en 1614. Eran ya rarísimos en aquel tiempo los
ejemplares de los romanceros españoles , por la grande
esportacion que tanto de ellos cuanto de todos nuestros
buenos poetas habían hecho en 1808 los ingleses , fran-
ceses y alemanes. Era preciso pues hacer nuevas edicio-
nes de aquellos romanceros , pues si no , como decia
el mismo señor Duran, tendríamos «que acudir á las bi-
bliotecas cstranjeras para estudiar las obras que nos per-
tenecen.» £1 proyecto del Sr. Duran se cstendia á publi-
car la colección de nuestros romances, no como se hÍ2o
en los siglos ^^I y XYII, sin orden ni clasificación, sino
dividida en los diu^rentes géneros á que pertenecen. El
fiomoncero de romances moriscos era el primer tomo de
la mencionada colección , en el cual solo se publicaron
los romances moriscos» (y aun no todos) y algunos satí-
ricos y festivos, escritos por Góngora contra este género
ie literatura.
El romance es una clase de poesia , que no es fácil
comparar á ninguna de las que se cultivan en las dife-
Tenteslenipuas de Europa. Es tan esclusivamente español ,
250
3iie hasta su consonancia m/^irica se desconoce en los
emás idiomas ; y para sentirla es necesario 6 haber na-
cido en España, ?) haber permanecido mucho tiempo en
ella , familiarizándose con nuestras canciones populares
y la versificación teatral. El asonante es indigeno de
nuestra península, y aun no se ha aclimatado en ningu-
na otra lengua. Tuvo su origen , según parece , en el
siglo XVI. En nuestros romances y comenias se usa el
verso de ocho silabas que es mas antiguo que el asonan-
te ; ya sea ei hemistiquio de los versos árabes de diez
y seis silabas, ya de los exámetros , semi-bárbaro» de los
poemas del Cid y Alejandro, pertenecientes á los si-
glos XII y XIII, este metro se encuentra en otros idio^
mas , mas no con tanta frecuencia , ni destinado á los
mismos usos.
El romance es , propiamente hablando , la poesía po-
pular de los españoles , porque su metro y consonancia
son los mas fáciles , y los que con mas frecuencia ocur-
ren en nuestra prosa. Por consiguiente , en este género
se renuncia á los adornos pomposos y sublimes de la peo •
sla ; y su mérito consiste en espresar de una manera sen-
cilla y fácil , ya los objetos, ya los sentimientos. No es
esto decir que no puede elevar algo mas su tono , v lie-
uv; la YurBiiiuai^iUU y iiiu!» f vil iiuvsiru suuiíi , laiiias |yv—
drá espresar bien los movimientos mas enérgicos y su-
blimes de la poesía , porque carece de censuras ; y seria
muy poco cuerdo el poeta español, que teniendo ásn
disjposicion el variado y flexible endecasílabo , quisiese
sujetar el desorden é impetuosidad de la poesía Ifríca al
movimiento fácil y agradable , pero monótono del ter-
so de ocho sílabas. El romance cantó las batallas » las
victorias , los amores , los celos ; pero en un tono mas
suave y menos arrebatado que el de la lira. Siempre con-
servó el sello de su origen popular ; tuvo mas gallardía
qué corrección ; mas facilidad y gracia que movimiento
y fuévza; mas ingenio y donaire que grande clocaencia.
Afganos poetas han hecho onsiiyos para vfr toda la Tucr-
u y elevación do í\\\ü ora rapaz esto );6iioro : los rosul*
ttdos han sido foliros : pudiéramos citar nlf^iinoH roman-
ces magnilicofl , que so acercan , en cuanto os posihio, al
tono Úrico , poro que no llegan nunca á alcanxar su des-
orden y su arrehato.
Entre los romances españoles ocupan un lugar d¡«-
linguido los moriscos , llamados asi , no porque sean tra-
ducciones de las canciones úralH's, como algunos han
creído , ni porque en ellos se describan las batallas y h)s
imores de los sarracenos , sino porcpie se disfraxan bajo
iombros , trajes y costumbres de los moros , ]M*rsona jes,
desafios y amores castellanos. Nuestros poetas dol si*
gloXVI, imitando á Virailío , encubrían con nombres
putoriles, historias yerdaaenis de sn tiem|)0, y las Kglo-
K) de Garcilaso , el Pastor de tWdn , las Dianas de (iil
lo y de Montomayor , y otras composiciones bucóli-
cas de aquella era, prueban la propensión de nuestros
Ctai á celebrar con nond)n«8 fingidos 6 sus amores , 6
de sas amigos y Mecenas. Ksta propensión di6 origen
ti Tomauce morisco que fue una máscara tomada de una
Bidón ingeniosa, valiente, enamorada, y de costumbres
Ctticas^ como que era idólatra del valor y del amor.
s no 80 observa tan fielmente el disfrac , que alguna
vet M so conoxea el origen español y cristiano de los
pmoilajcs, como podrá notar cuolquiera que lea con
atahcion tales romances.
Aunque los mas sobresalientes do estos eran ya bas-
tíate conocidos por hallarse insertos en la colección de
Femandei , y en la del Sr. Quintana , ni todos los ro*
«Maoet iuenos se insertaron en estas colecciones , por*
^ el objeto do ellas era mas general , ni deja de haber
•tm en los mas inferiores pasajes dignos de conservarse.
«Hemos creido, dice el Sr. Duran en el prólogo , qi^e
til estos (los moriscos) como los históricos, deben inser*
tirse todos, pues forman respectivamente una historia
ds iu tradiciones y fábulas populares , v si carecen del
«Mto literario , suficiente para servir ae modelo^ etu vH
253
género , tienen á lo tnenoi el dé recordar nuestras glo-
rias , pintar nuestras costumbres antiguas , y el de pres-
tar materiales y asuntos para que los modernos se ejer-
citen en esta clase de literatura.» El romance de las Qtie-
rellas del rey de Granada por la pérdida de i4 í^ma, tiene
ya una celebridad europea por haber merecido que le tra-
dujese lord Byron. Este es quizá el único romance mo->
risco, del cual se puede creer con algún fundamento que
su original es árabe. Parece , respecto de los romances
satíricos ^ que Góngora logró con ellos lo que se.propo-
nia , pues desde que los publicó dejó de cultivarse este
género de poesía ; á lo menos son muy pocos los que se
escribieron después , y la moda de los romances pastori •
les sucedió á la de los moriscos.
A mediados del año 30 publicó el Sr. Duran el Ro^
mancero de romances doctrinales , amatorios, festivos^ jo^
cosos , satíricos y burlescos, sacados de varias coleccion^i
generales , y de las obras de diversos poetas de los sü
glps XY , xVI y XYII. Esta colección está sacada nq
solo del Romancero general sino de otras varias coleccio-^
Des y de las obras de nuestros buenos poetas. Tiene máf
mentó que \i anterior de romanceé moriscos , por ol {mí*
probo trabajo que tuvo el Sr. Duran en escoger » entff
muchas compilaciones y otras particulares , la multitdl
áe piezas que la componen , y por el mayor placer qM
escita su lectura , con la variedad , y aun puede decinf
con la escelcncia de un sinnúmero de sus versos. Si be^
llisimos son los moriscos por sus galanas descripciones»
Cr la cortesanía y valor caballerescos que retratan , pot
\, acciones, trajes y divisas que pintan , por el vigor dé
su estilo 9 y digámoslo así , por la frondosidad de su dio*
cion , los que comprende esta segunda colección , intef
resan mas todavía por la variedad que presentan , puet.'i
la severidad de las composiciones morales , sucede praÑ^
to la ternura y delicadeza de las amorosas , la amooidAá
Ír gracia nativa de las pastoriles, el chiste v desenfado áí^
as villanescas, el donaire y sal urbana de lasfestitaá^'
)a malicia y agudeza de las satíricas, y tautiui otras^pre»*
255
das de ana poesía tan libre y yaríada en los ornatos dé
sos diferentes especies.
Esta variedad interesa y asrada tanto mas cuanto
que los romances moriscos, limitados por su argumento
¿batallas y desaños, á torneos y cabalgatas, á empre*
sas y plumajes, y al amor pendenciero de la caballería,
deben cansar al nn, como cansaron á los poetas de aquel
tiempo:
Tanta Zayda y Adalifa,
Tanta Draguta y Daraja,
Tanto alquicel y marlota,
Tanto almaizar y almalafa.»
En este apreciable romancero se hallan entre otros
muchos , muy bien escogidos , y que acreditan la inteli-
gencia y gusto del colector , los célebres y sabidos ro-
mances: Presta la venda que tienes ; La niña , imagen de
mor; Mariana , Francisca y Paula; Si tú vieras, aldea--
na; El tronco de ovas vestido; S rvia en Oran al rey; En-'
tre los sueltos caballos; Guarda corderos, zagala; En un
jQsioral albergue ; Parióme adrede mi madre , y Una in-
crédula de años: abundan en lú los tiernos y candidos
versos de Lope, los ricos y galanos en este género del
iacomparahle Góngora, y los chistosos y picantes do
Qaetedo.
Ko contento el Sr. Duran con el cúmulo y variedad
de riquezas que presentó al publico en esta colección,
afiadiópara darle mayor interés y variedad, algunas com-
posiciones de distinto género , como las odas á la ¿arqui-
lla, las redondillas de Baltasar del Alcázar, y aun las
cintilenas propias y traducidas de Villegas, que son en-
teramente del Anacreóntico.
Tanto este romancero como el anterior de los romances
moriscos, acopian un tesoro de bellezas poéticas. Esta
ttnpresa era no solo literaria, sino ademas patriótica , por*
fttedaba á luz los ricos mineros de nuestra antigua poe-
^> cine ya principiaban ¿.desaparecer por la estraccion
^nabian: sufrido. En los cancioneros y romances aiv-*
954
ligaos f no solo se enoiientran abundantes bdleías , sino
los primeros acentos conocidos , los sacesiyos proffussos'y
y la perfección de nna poesia enteramente original y es-
pañola. Estos archivos de nuestra literatura, táuricos
de noticias como de preciosidades poéticas, quisa habrian-
yenido á perderse sin el estudio y laboriosidad del señor
Duran, sin su constancia, y. sin el afán que ha empleado
toda su yida en reunir los manuscritos mas raros y las
obras mas estimables de nuestra literatura. £1 gran mé-
rito de los romances que ha publicado este humanista,
consiste en la rareza y buen escogimiento de ellos , y en
la importancia ya literaria , ya histórica de los que ha pu-
blicado: si hay entre ellos algunos medianos, ó si se
quiere , débiles é incorrectos , no por eso dejan de ser
monumentos de nuestra ilustración , ni útiles todos, pues
muestran los adelantos sucesivos de la poesia , los pro-
gresos de la versificación y lenguaje , las frases propias
nativas del habla española , las libertades que se toma-
an aquellos poetas , en la formación y figura de las pa-
labras , en la sintaxis y hasta en la colocación del acento,
la tradición , las costumbres , las aficiones y el gusto po-
pular. Esta colección , ademas de agradar á los meros
aficionados , fue sobremanera estimada de los humanis-
tas , de los filósofos y de los eruditos que aspiran á co-
nocer la historia de las artes y á estudiarlas fundamen-
talmente para su instrucción. De esta empresa nadie en -
capaz sino el Sr. Duran , no solo por su inteligencia f
afición á nuestra antigua literatura , sino por las precio-
sas colecciones que posee.
También publicó en seguida el Cancionero y Romtm^
cero de coplas y canciones de arte menor, letras, roñan-
ees cortos y glosas anteriores al siglo XVIII pertene
cientes á los géneros doctrinal , amatorio , jocoso , sati^
rico, etc. Esta colección es interesante y preciosa , por*
uc desde la cántica de Serrana , del maligno arcipreste
eHita , hasta la flor del Zurguen del tierno Melendec, «I
género de los yersos de arte menor, ha sido el deleite J
recreo de las musas castellanas. Estas composiciones í¡a0
i
1
9111
tí|i|i tenido la loharbia ^e lu^ifir i la d¡ffiii4a4
I'» poeden considerarse» geoeralBÍeiite habijiDdo,
-,Vl poesia popular de nuestra nacioi^. Hay en elU
Í,4naTÍdad do afectos y una errando rianeza de fiu|-
•j si tal Tez las yicia el mal gusto del poeta, naa-
m 4(00 á lo menos en el pensamiento principal no
lipibra la nativa sencillez de su oríj^en. Una espre-
■ifial , un proverbio común , una unágen cámpes-
.risnefia suelen ser el fundamento, de estas poesías
ras : las ideas asociadas se loman casi siempre de
li' fuentes, rios, y demás objetos agradables, con
I Mturaleza embellece las ilusiones del anu^r. Los
i4e composición son fáciles , la yersificacion ¿6ida,
Iflos sencillos. Si hay algo que censurar en algunas
n^ composiciones , es la afectación de ingenio , qi&a
01$ fines del si^lo XYIII el pecado original de uues-
iMratura. Las piezas satíricas , entre las cuales so»
í|B las de GÓDgora y Quevedo, participan de los yi-
p, estos dos célebres poetas ; pero poseen en sumo
jfL malignidad , que parece ser el principal mérito
[fiero. Tal vez degenera en grosería, aunque nunca
ifplente como la de Horacio y Juvenal ; bien que
!^ se elevan las letrillas ni á la delicadeza del pri«-
^'BÍ á la vehemencia del segundo.
pque hemos dicho que esta clase de composiciones
1^ no afectan la dignidad clásica, debemos hacer
leepcion respecto de algunas ^ue la merecen , como
«mplo, las del bachiller Francisco de la Torre , mu«
nioimas , y sobre todas la célebre canción á ¿raid-
.Gil Polo , que en concepto de doctos humanistas,
ledo el saber de la poesia griega. Hay en esta colee-
flITis bellas composicioues de don Garlos de Gueva-
Cttrónimp de Lomas y Gautoral, do Cristóbal Suarec
Kroa , de Montalvo , de Barahona de Soto , de Fer-
Roias> de Quevedo y Góngora, de Juan de Ti-
lii; de Gregorio Silvestre , de don Diego Hurtado
Moza y muchas anónimas. Entre las coomosiciones
Élprntoy yarias , que tmwidQ al pcinMílQ W||ixo
256
sentimental , acaban en pensamientos satíricos y no espe-
rados. La letrilla: vuela pensamiento y diles, manifiesta
las inquietudes celosas de un ausente en las primeras co-
Sílas , y lo demás de ella es una sátira contra los soldados
ianfarroncs, los poetas, los músicos, los lindos, y otras
gentes peores. De esto se hallan otros varios ejemplos en
Góngora. Hay también en esta colección algunas décimas
y quintilla, disparatadas de Juan de la Encina, su primer
padre conocido , cu cuyo género estrafalario se distin-
guió después el buen Iriarte.
No solo en las advertencias ó prólogos de estas diferen-
tes colecciones, sino en varios análisis aue preceden i
diferentes comedias antiguas que ha publicado el selior
Duran, en distintas colecciones que ha emprendido , ha
manifestado y acreditado su imparcialidad, exactitnd de
juicio y delicado gusto , por manera que no solo ha desen-
terrado nuestras riquezas poéticas, sino que ha sabida
apreciar su mérito y darnos á conocer sus bellezas con
mucha filosofía. Según el juicio de este humanista, las
coplas del siglo \Y adolecen de afectación y metafísica, y
en las de los siglos posteriores se nota ya el espíritu de
la buena poesía que se introdujo en Kspaña con la imita-
ción y lectura de los poetas griegos, latinos é italianos.
Atribuye en parte aquellos defectos á la ferocidad del
siglode Juan 11, en el cual los sentimientos dulces eran
violentos en corazones altivos , siempre inclinados á la lid .
y á las discordias civiles. Ks notable el juicio que forma
el señor Duran de la influencia que tuvo Garcilaso en It
mejora de la poesía castellana , y de los progresos que i6
advirtieron después, aun en los géneros populares de ro-
mances, coplas y letrillas. Todas las ideas, todas las ob-
servaciones de este humanista ülósofo, suministran ma-
cha luz para la historia de nuestra literatura. Bajo este
aspecto , son de sumo interés los muchos artículos qne
ha inserto en diarios y revist^as, y los discursos prelimi-
nares y prólogos que anteceden á todas las colecciones
que ha pubiieado.
Para completar la de romances , dio á luz el señor Dih
'■ '.-^
357
flB 60 1832 el Somkneéfii ie romiiiiriif ettftan¿re««o« ^ Ai j-
tíneoi\ anleriorcs al lí;^lo XVUTv <|ug contiene fos de
Amor* los de la Tabla Redonda, los de Carloma^rno y los
doce Pares, los de Bernardo* del Carpió, dol Cid Cam-
peador, de los infantes dé'Larn, ctc.'Kste Romancero, que
coDSta de dos volúmenes» está sacado de los lihrns si-
nienles: 1.° Cancionero general recopilado , por F(M*nan-
do deL Castillo. Edición gAtlrn en folio. Vnlenoia del
Gd, 1511, 2.** Cancionero de romances en que están re-
copilados la mayor parte de Ion rntnances castellano < que
mta agora se han compuesto. li\,^ Amhefos 1555. — Los
iomaaces contenidos en'osle roinnnccro rnrn y npre-
dable, nunca bstavieron impresos ni manuscritos, hasta
que el editor los recogi6 do boca dt* las gentes que los
conservaban por tradición. Ks lamM.Mi la primera colcc-
tioo do romances populares, \mos \o^ pocos que hav en
hs canciones generales , son do potólas del siglo Xv^
coando los de aquel conservan vestigios de ser muclio
mas antiguos. 3.^ Floresta de varios ronianrrs sacados de
lai kisíorias antiguas de los hechos famosos dé los doce Pa-
res de Francia, agora nuevamente corregidos por Damián
López de Torlajada. 16." Valencia , sin año ; pero pare-
ce edición de unes del sigloWll, xS prinripiosdel XVIII.
«Este libro contiene muchos romances de los qnn hay
enelGani^ionero de romaneos | pero con Icocion rnas mo-
derna» y rcforhiados en el* lenguaje y terminación de las
palabras,' de tal manera, que desapareceria casi todo ves-
tigio de antigüedad , si no conservasen siempre el giro
de la frase y de la narración antigua. 1.* Silva de r .ríos
romances : agora de nuevo recopilados los mejores roman-
ces de las tres libros de Silva j y añndidos los de In Liga.
Bn esta úUima impresión van añadidos el de^la muerte del
re¡i Felipe II , etc. 16.* Barcelona , 11)í>6. 5.« Romances
nuevamente sacad6s^de historias antiguas de la Crónica de
España, por Lorenzo de Sepfilveda, vecino de S villa.
Van añadidos de muchos nunca vistos , compuestos por un
caballero cesáreo , úuyo nombre se guarda para mayores
eo$a$. 16/" Ambares, 1M6.— De este libró solo «e Vau
17
tomado lo« rwüne^i imu preciiof pf ra . Uenir Amnoik
huecos Qil las respectiyái historia» / puei ademas m ler
muy roaíós cooaíaerado» poéücameqie i carecen de inte-r
res para la historia del arte. 6.^ f'lor ^ varios y nueva
románcete primerQ y segunda parte , ahora nuevamente re-
copiladot y me$ios en irden por Andrés de yillalta« ne^
tural de Valencia. Áñadióie ahora nuevaff^ente la tercft9
parte por Felipe Mcy, mercader de lihrot. 16.^ Yaleii^
cia , 1593. — La primera parte de estQ lihro con la se^fr*
da que rccopiii^ Pedro Moncayo (vid' num. 6.^) , se ha-^
lian reimpresas casi á la letra en U primara y segonda
parte del Romancero general. A|gunQ4 de t^ tercera par^
recopilada por Mey » se hallan íncliudoii en la córrespon^
diente del mismo. 7.^ RomanoerQ fj^eneral in que ee'emi^
tienen todos los romances qu4 andan irppi^fisos, efií. iMU*
dridy 1604. 8.^ Jdem , idem^ ahorq nuevatf^nte añadid^
y enmendado por Pedro Flores. 4.^ Bl^dri^» 1&M.«*"Í^
una reimpresión del anterior de \()0\. Q.^ Segunda irar^
del Romancero general y Fhr ^e iiV^rs'a poesia recopiláis
por Miguel de MíidrigaK 4.» Valladolid ; 1605. 10. JÍ^
mancero i historia del muu valeroso caballero el Cid Jtítt
Diax de Vivar , en lenguaje antiguo, recopilado por Jaaa
de Escobar, 16.^ Cádiz, 1702. — La primera euicion da
esto Roiviancero se hizo en 12.^ Lisboa, 1615 ; despveí
se han hecho varias reimpresiones tanto en EspaSa, cpino
en Francia, Inglaterra y Alemania. En esta última se pn^
blicó una muy añadida por don Juan Muller, 12.^ Frank-
fort, 1829. 11. Una colección de romances españoles ff
copilados y arreglados por Ch. B. Depping, 12.** AltdW*
burg , 1817 , 12.'' Floresta de rimas antiguas ^asteltan^
ordenada por don Juan Nicolás Bohl de Faber, j^, Jaraál
Academia española , tomo primero , 8.^ marca mayori
Ilamburgo, 1821. — Consta esta preciosa colección it
tres volúmenes bien impresos y con mucho esmero. Gen-
tiene lo mas raro y selecto de nuestra poesia , y lo mal
á propósito para la historia del arte. Los eruditos y sábiai
españoles no podrán menos de admirar y apreciar 4
dístingui4fl oíánio de un estraig[ero i^e ha reui|Up ijuif
S59
nmltitad de obru raras 7 hecho de ellas an uso tan noble*
como es Iiaber dado á conocer nuestra literatura antigua
i los estraños 7 aun á los propios, que acaso ignoraban la
existencia do tanta riqueza conio ha descubierto.
Precede á esta última colección un esceloute discurso
en que su autor se propone examinar el origen y anti-
. güedad de nuestros romances , manifestando al mismo
tiempo su opinión acerca de los libros de Caballería , de
donde algunos de aquellos han tomado su peculiar carác-
ter. Juzga como muy probable que el romance antiguo,
castellano haya sido la primitiva combinación mótrica
adoptada por nuestros antepasados, para conservar la
memoria ae sus sentimientos; sus fastos, sus fábulas, y de
IQ modo social de existir. Este discurso es esccieute y
digno de ser estudiado « porque está lleno de observacio-
}nes preciosas, de datos importantes, y de conjeturas es*
Risitas: merece ser calificado como una página importan-
te de nuestra historia literaria. Después de tratar el señor
Doran ampliamente los dos puntos que hemos indicado»
se contrae á la última colección de romances , y da una
idea de ella en los términos siguientes:
«La colección de romances caballerescos é históricos
ipe ahora publico está dividida en las siguientes clases:
1.* En C4aballercscos varios y de amor.
2.* En Romances de la Tabla Redonda y de Amadis.
3.* En los de los Doce Pares y Bernardo del Carpió.
i.* En los propiamente históricos.
«Los de la 1.* división participan mas ó menos del
caiictcr de todas las otras : en la 2.* se perciben harto
Úen,las cualidades de los originales de donde se han for*
lÁdOy y ei) la 3/ qiae viene y procede de la crónica latí
na del modge Turpin (1] se descubre el espíritu religios.
y grave que de ella tomaron estas iieciones, con la exa-
£ ración gigantesca de un Roldan , solo comparable á la
Bernardo del Carpió. Pero donde descuella y se osten^
U) l^pco .yént^osp ea d cambio que bago del Amadií por la crónica
28»
tá más nuestro carácter nácioMl, es eii Ío^ dé la coarta
división tomados del cancionero de Romances, (1] donde
él rey Rodrigo, el Cid, Gonzalo Gustiós de Lara, sos siete
hijo», Ruy Yelazquez, etc. son propiamente caballeros es-
pañoles qne lucnan á brazo partido contra el dominio
masulman en un p^is determinado, y tienen las ideas, los
trajes y las costumbres de su misma nación, tales como
entonces eran.
«Gomo dichos romances fueron conservados oralmen-
te hasta mediados del siglo XYI, y provienen de épocas n^oj
anteriores , domina en ellos cierta difusión y rigidez &
estilo, y cierto amaneramiento é inconexión de frases,
con la costumbre de repetirse en unos versos y aon tro-
zos enteros de otros que les quita todo mérito como bue-
na y perfecta poesía ; pero les presta un indecible interés
como monumentos históricos de nuestras tradiciones, de
nuestra lengua y cultura , y al mismo tiempo nos conser-
van vestigios de los usos, costumbres y formas ideales que
prestaba el vulgo á sus héroes.
«Una observación notable ocurre acerca de esta últi-
ma clase de romances, y es que aunque predominan en
ellos las ideas caballerescas, carecen del color niaravillo-
so que caracteriza los poemas franceses é italianos de igual
género. Ni Fadas, ni Genios, ni Encantadores, ni ficción
alguna árabe sc^ encuentra en aquellos, y sin embargo
del trato intimo que teniamos con los moros la parte que
constituye lo maravilloso es allí puramente cristiana. Tal
era el cdio con que los españoles mirábamos la fé deiaues*:
tros enemigos, que ni aun en pocsia podíamos soporltf>
sus ficciones, que detestábamos como obras del diablo. •
Nuestros héroes son por ésta causa en los.roníanceiB ao-
(2) Todo d contenido del párrafo á que esta nota pertépeeer|! se re*
iierc á las composiciones entresacadas del caucionero de lai Floresta, Vj
de la Silva do romances. Las que he tomndo del Cancionero ' généfil
pertenecen al siglo XIV y XV, y las que del romancero al X\l y al XVD
Algunas he insertado del Cancionero de Scpulvcda, serviles imitacio-
nes del mal e<llió dé 1Ó6^ romances antiguos; pero son pdcas y uuioa'^
mente para llenar algún vacio que otras dejaban. '"^
S6t
tígfM hombrts-estraprdinarios y faertes su0 armas de fino
j acerado tepiple, y sus caballos de noble raía, pero na
como en los;libros y poemas caballerescos, cncanlados
niíadados. Apenas se encuentran en aquellos alguna otra
reminiscencia de semejantes fábulas, y por esto son
mas bien narraciones sencillas y áridas de hechos, que
carecen del brillo de una imaginación verdaderamente
poética.
«Hasta fines del siglo XYI no adquirióla poesía caste-
llana aquella rica inventiva , aquella gala y soltura, aque-
ILiS formas libresy fáciles, aqu^l lujo de colorido y do es-
tilo» y aquellos dotes que tanto la ensalzaron en Europa,
7 que ahora empiezan de nuevo á apreciarse y á admi--!
rarse. , i
,. «Los estranjeros que estudiando nuestra literatura
confunden ¿pocas y circun^anci;)Svban anticipado qI tiem-
po de Tiueslro verdadero ro^nticisino , atribuyendo á pjr
tlps anteriores lo que spIo.sQ.y/Qriricó desde fHics del XVI
a mediados del XYII. En esta intermedio, y no ^ntes, se
€(impl6tó el amalgama v fusión de las partes .beterogéi^eas
i|ae constituyen todo eí brillp., ¡riqueza » armonía y origi^
aalidad de nuestra bella liter]^t^r/l. Entonces se compuso
la mayor y meior parte de losfpmapces del Cid y^los :Mo-
riscos (1) donde nuestros- bpefyo^ PAetas vertieron. írau-r
diiea de imaginficion y.iant^pía,. probando. ^1 mismo. tji^pi-r
po.np ignorar el aKp de; desjcrfl^ir fuerte y vjg^^sameii^.
ja.ios caracteres^, ya ús co^ufpbres. Ép fas poesías .antar
rióres á esta época se hftlIa.tDÍ vez .algun v^^ügio de Ifl
poj^ árabe, mas bien por su te^iadencia me|finc6l¡ca ^,
amorosa^ que por el lujo de ijoaág^iies y del^ PQlorido (2) .
.^s'
I Í..)fíil/ '
(O Hay con lodo, algunos aiiv a&oímidcu al siglo XV. y otros
tf IVT.. Tales son los Fronterizos, h'si'irütfiaAoR por serla» c'.iiK:iones
donde los caatellauos-celcbraban Isa Ci^rrorías quo naciait «ti las fi'ontei'aB
de k)B moros.
(2) «Mas resulta cata, opiniou comparando cst^^s romances con los
de Lope. Gókigora. ú dtroá podas iJfi jQij^iglosXVl y XVII. Véanselos
da fontefridLu FonU[i:tda,=iYo fiíijrá ]W;'fra 3toraina.-Que por ^ía-
^Voectosidero áLope, GfmgónL'i IhifcMlétiipórliíém
como los primeros qae comprendieron él ^efftmo dé lá
poesia castellana, t que abandonando la Smitaéióh dé |M.
inódelos latinos é italianos , estaMecieron . él Terda.den)
roitiantkismo español , tanto en h llrictt' co>iiio eñ bi Arif*^
inátícá. Asi reuniéronlos elementos de lapoesfo popidar;
y crearon un sistema nuevo, compuesto c^n he 0rnl'átfi¡&
imaginación árabe, con la seutimcntal j vehemente '"^í
sion de los escandinavos . ^on la aventárosla' j ^lant^
cabalterosidad de los normandos , con los profundos pen-?
samientos del dogma .j mdval cristiana, y en fitt, con et
esfNfritu noble, guerrero , generoso y grave de sa nacibH:
Bajo el poderoso influjo de tan grandes ingenios; loí
versos cortos adquirieron toda la flexibilidad y dplíiBH
que los distingue , y él romance octosHábo la perfecf^OB
que le hace apto para éspreákír digna y conyenienténuWÚ
toda clase de pensamienlpsy y para adaptarse a todo^éfíc^
de tonos , desde el mas trivial al mas sublime.; Hast^LCM
y üónf&ríí , los poetas doéto's y eruditos , mas que ^¡üp^
nates , apetMk descendían 'cfóm d^ssdeii á la poesía déf iii#
bk), V la abandóna^tl á'los'que por dicterio JtattíaUi
ing;enios legos. Los poeM' de' la escuela docta, antíerim^
al siglo XYIy se propüsiéhin^r' modelos ^sclusíroi iM
Prótenzales, «1 Datite yulPétfarca; y coíttó tóddfttbi
hnftadoi'to ^strecháfoé f. aiMÁiadái-oh stt s Ihíentos «n^M
grandes i^rfgfírfalcfs mtóiéÚián álá 'Visfh. Por éson^tA
p«é)9ía déti9Íglo'XTíi6<tIMre Ib ^áádiosMád' dt^' ft' dÜ
Dente , fiíia délioltdeza de la defl Petrarca; pétbM0^
({ufte abtfiida en sulHézas meüafiáicas; envlüiií^Üi
gcAaúteriB-ttüe se opone é fA' enérgica, nalufal' y'^ífliflltt
espresion ae las pasiones. Posteriormente, desde el siglo
XVI alXYlI, Boscan, Garcilaso, Herrera^ Rioja «.L^oOf
Villegas y los Argénéolais!, dieron un grande unpídsoi kl
- — < -^ — ■ ■ ' ■ ■ ^
triihiles amalüríos ele. Estas cancioncillas en romances p'aiiicalaniMlb.
te ilai dos primeras, se hallan Ifénas de una tendencia dulce, melfneiif,
lica y grave, que descubro biáí á hs claras su analogía dja isént^^'^ —
tos con los pocos moriscos aue en la lÜUtoria d$ los ArabcM ^
4¿ ba tradüMo el sabio, tiodesió "i aüilalile don Jes6 Antonio O
eáeoela docta » t ta perfeccionaron aclimatando en Espa-*
la, adem|8 de 109 italianos, otros niodc1o«< mas suMimos«
Horacio y Virgilio vinieron á habitar nuestro Parnaso
con Anacreonte, y casi lo limpiaron de las sutilezas coq
que le mancillaron los poetas de la corto de Juan II. Asi,
modiCcada y ensalzada la escuela imitadora , supera á la
orignal en artificio, buen gusto, estilo, cultura v iiloso-
lia; pero la cede en estro, nacionalidad, riqueza de imá-
5 enes • abundancia de Fantasía , y sobre todo en las galas
e una invención inagotable.
» Cuantos hechos y raciocinios contiene este articulo*
me obligan á presumir: 1.^ que los primitivos ensayos
de la poesía castellana vulgar , debieron ser los roman-
ces: 2.° que á ellos debemos principalmente la conser-
vación de las tradiciones populares, revestidas con el tipo
7 carácter nacional; 3.^ que nos marcan los diversos
|[rado8 de cultura y modificaciones, que según los tiempo!
ésperimenlaba la sociedad ; y 4.® que hasta fines del si*
glo XIV la poesia del pueblo , y por consiguiente el ro-
ibancf , iio formaron un sistema completo y uniforme,
capai de llamar la atención de los subios para adoptarlo 6
combatirle.
» Fácil es aue yó me equivoque en cuanto llevo espre-
me ; pero á lo menos me lisongeo de haber tratado ta
mfeleria con alguna novedad , y de haber promovido cues-
tildes importanles , aue otros pías sabios resolverán me-
jor si Quieren 6 nucaon. Si esto consif^o, me doy por
^tisfeono dei trapajo empleado en coleccionar los Ro-
^áüiceroa que tie publicado , y que presento en parte co-
no miodelo&^e buena poesía, y en parte como un medio
flosoGco de adquirir con su estudio muchos conocimien-
tos acerca del carácter físico y moral que constituyó en
«isotros la civilización de la edad media.»
El nhisfno.i^eqsámicnto litf^ario que se nroponiji el
leior Dürim en la pttblica<)ióñ de estas preciosas 6 im*
portantes co\eccionei| , el pensamiento de dar á conocer
m i^menea. de.,/ip|i¡i^Ua popula pativa, ló eslcndió al
teatro nadonál. Ya desde sus pinmeros afios se habi^ooi-
S64
pado cu ir 8aces¡?.aincnte reuniendo ana cpleccion de
nuestras comedias aiitigUcis , que- ha llegado á ser quizá
la mas rica que se conoce en España. Auxiliado en esta
empresa de su ¡nlcligcncia y de su respetable Fortuna, ha
conseguido llegar á poseer las principales ediciones de
muchas comedias, y no pocos originales autógrafos. El
señor Duran sabe la hisloria de cada comedía, y tiene
noticia de las ediciones que dn ellas se han hecho. Esta
rica colección la franquea generosamente á sus amigos,
y á las personas que han deseado consultarla: la ha fran-
queado lambien á las em[u*csas que se han propuesto pu-
blicar algunas secciones de nuestro teatro antiguo. El se-
ñor Duran ha auxiliado constantemente todas las empresas
de este (genero , y para algunas ha suministrado sus co-
piosas noticias , como asimismo juicios críticos de algunas
comedias « y apuntes biográficos de nuestros dramáticos.
Deseando en 1834 emprender la publicación de .dramas
del antiguo teatro español « principió por el maestro Tirso
de Molina, del que publicó en tres entregas, la Pruden^
cia en la mujer ^ Palabras y plumas ^ y el Pretendiente al
revés. La edición se suspendió, sin duda por falta de sus-^
critores; pero las tres comedias publicadas en laoficiiiií
de Aguado, tanto por su esmerada corrección,' cuanto'
por su lujo tipográfico , son de lo mas bello ^ue jamás
se ha pumicado en España. ¡Dolor es que nq haVa podido
proseguirse este insigne ihoniin^ento que 1e¥ánta1)a el Ae^
ñor Duran á la gloria de nuestros poetas dramáticos ! Si-^'
guen á cada una de' estas cooncdias úiuis obiíervaci6n|ñr
críticas, en que manifiesta el señor Duran la ¿elicadm
de su ingenio, y que dan á eonocer lasbelle¡^as y deféctoi'
de cada comedia. Precederá esta colección unóS apuiiles
biográficos sobre el maestro Tirio, en que sé caracteriza
el niArito de este, y se da not,ícia de sus obrá^ tanto im^
presas como inéditas. Nuestros, lectores se c^mplaceráv
en ver de qu6 manera califica eí señoír Duran él mérito
de este insigne dramático: '« Ya á Uñes del siglo XV , di-
ce , y á losprinciñiosdé niiestlri^ ' featro , el 'presbitcrb
Torres Navarro haniá tiatláÜó 1a'liÍ|odil 'oijiginal aiie'áif dtf
a( drama, e^ñol en el XYIl. Los pobres y tristes ensayos
foe aíranos eruditos intentaron para aclimatar las for-
m$ ffriegns y Iat¡n«i8 en nu'^stra escena , asi como tam-
k'en las rudas producciones de Lope do Rueda , Timone-
lá y otros, desaparecieron como el humo ante el talento
leí fecundo Lope de Vega, apoyado en nuestro gusto pe-
a|fíar, imitado después por toda la Europa. Tirso siguió
este mismo camino; y asi como sus antecesores y mnes-
Iros, jamás so propuso do antemano un fín moral directo
jánico en ninguna de sus comedias. Cada una do ellas es
ana novela decostumbres, de donde puede diulucirse una 6
mas máximas morales, al modo que de cunlquirra poema
Nedo formarseuna alegoría, aunque el autor no se la haya
propuesto. Por consecuencia del genero (|ue adoptó , no
Srofundiza una cierta y determinada pnsion, ó un virio
dios que suelen dominar el corazón humano; (1) pero
Considerando al hombre en concreto, le maneja, le con-
duce y le penetra ha^'^t^ lo Intimo del alma para encontrar
éa ella las r.'iircs dr s'.^ virios y las causas de sus acrio-
aeSf mirñd.Ts l)njo •*! })anto de vista que presentaba, y en
Iáeiniljiaii ^>'.(l' r> ..<•::( •^U• InA preocupaciones y el modo
á existencia social do su siglo y de supais. dada persona*
fode sus dramas participa del carácter general de la na-
mi, j Kone la identidad propia que resulta de la com*
ShíMcioQ y fuerza do las pasiones que le presta y do laá
paciones en quo le pone. No es fácil adivinar bajo
iU aspecto ó prevención contemplaba Tirso los hombres
y |üs mojéres:, quizá el punto desde donde los observaba
éiní'kqa^l donde se descubre demasiado el corazón huma*
Éiii y én que el barniz necesario para e| trato social sé
dis^inéc.0 ; ó quizá las personas que habitnalmente trata-
MlVAo Mrieñicbiáh á las clases mas moralizadas de. la átr-
éSsdád.Lb cierto es que los liombres do T'irto son siem-
AniAlinMós^y débiles, y juguete del bello sexo, eti tatito
-Sli:-.s- .: •.. J;-.-. ' . ' ' ' ' '.
■^..^^——1 I if .11. . ■ ■ ■ . ■ I ■ . I. I .1. I ■ ■ ■■
hTJT . !.;•. ■ liíT ^^ ■■■';■ -^ ~i
lili Eüla "llBiíctiittiCpwiau k nucstrfi9:dra<imtiCoii anteriiipc» al) itglo
Xyu iieuealsuuaD cttceiicioncs, do quo hc jiahJ/irá 8Í coDVj^i^ip cua^P
«Ma át UuiB de Alarooo , Morolo , Hojai( , Castro y Loñé.
5!B6
me caracteriza lasmujefés como resueltas, intrigantes y
fogosas en lodas las pasiones que se fundan en el orgullo
y la vanidad. Parece á primera \isla que su intento ha
sido contrastar la frialdad é irresolución de los uno? coii
la yehemencía, cón^Uncia y aun obstinación que atribuya
á las otras en el arle de seguir de una intriga , 9\jx perder-
nar medio alguno, por impropio que sea. En esto estriba
mas que en nada. el carácter de las invenciones de Tirsojí
y tanto , que no solo se halla este tipo en sus comedias
de costmbres , sino también en las heroicas. Un protago-
nista tímido « irresoluto, tibiamente enamorado ó ciega-
mente sumiso á los caprichos de una dama, de quien por
vanidad y á pesar suyo es amado, es casi siempre el héroe
de los dramas de Tirso. La intriga en ellos se reduce ge-
neralmente á los obstáculos que varias damas oponen á
las deseos; jde la principal, la cual vence ó triunfa por
Odas astuta, mas ardiente ó mas picada que sus rivales.
«Gustaba mucho Tirso de colocar en las mas altas ca-
jegoria*) de la sociedad las figuras ó personajes principa-
les que ponia en escena. Principes y duques cstranjeros
gue compiten con aventureros españoles para quedar ven*
pi4.os; princesas , duquesas y damas; pero en quienes
¡^domina mas bien el influjo del sexpjy la vanidad , qiuf
I consideraciones del rango, consütuycn.geqeralqieiH
.Jps principales interlocutores de Tirsa, Nopocaa.el
¿áffichósq poeta se complace en disfrazarlos con trqfoa
cifuupestrcs y en prestarles el maligno lenguaje que^poit
j(pi|reiite sencillez caracteriza entre los aldeanos aqaeilb.
I^pi^cie de recelo y desconfianza que les inspira la genie^
cprtesana. 4 y del cual se valen para engañar más á atf ftU
.yo i jos que se fian de apariencias. Esta clase 4f^ i^^S^i
.escénico la madeja Tirsp tan mara?illosamettte,c|de h^ft^
^abora, ninguno le. ha^iguaUdo. Causa sorpresa yei; ^npp
produce tales contraste», y el efecto que causa la malig-
nidad y la ironía mas esquisita , espresada ~b~ajó las apa-
riencias de sencillez bucóliea que el autor sabe remedar
con inimitable talento.
»Lom' graciosos ó personajes jocosos, ¿Ustuuuíoi éa
■aestro'ttafro para escitar la risa, t evitar qac el li-
díenlo bajo cni^it di rectamente solirc los piTSonajes no-
bles, los toma Tiri>n rasi siempre ilo las clases ríislicas,
j trasportando Ins ¡mliviituos di; ollas dcs<Ie el cviiipo i U
drte, pone cd conlnsle sus hñ1>itus y costumbres anlo-
liores, con las nuevas qu« ulist-rvan y quieren adquirir.
De aquf resuihn rsrrnas Kumaiiienle ^raciosaj que regó-
lijan al público , y liaceu reir aun á los mas severos pre-
ceptistas que llcvnn al tciitro úniíuu resuelto de silbar toda
falta de lo que ellos entienden csclusivamcnic por con--
Teniencías y rerosimilítud. Los graciosos de Tirso casi
nunca son groseros, y la risa á que provocan proviene
h los contrastes ó de las aplicaciones malignas qiic el pú-
Uicohacc de las sales y equívocos que el autor pone ca
n boca.
»Este poeta sobresale cslraordinariamchtc^fin la nar^
tacion mujr dramállca de algunos cuentos agudos, festi-
vos ó satíricos y epigramáticos qúoinlroJuco con opor^
tnaidaden sus comedias. ¡Qu¿ graciosidad de estilo! iqui
íeDCilleí tan maligna y delicada so halla en ellos! ¡Qué
nodo tan oportuno de atacar los vicios de la sociedad, y
de cad.i estado jiartieular que la compone , so encuentra
tn estas cortas narraciones! til Bócacio, ni La-Fontaioa,
íiÁrlosto, ni' el mismo Moliere han pido superiores «
tTrSo cu esta clase do mérito. Sobre ello llamíircmos If
ilen'cinii de los Itulores cuaiiilo lo rip/imusoportano. ,.
))Dcl CíirácliT iiKtri'iuIo iinr cj-Il' iliislre pofi^ en SUS
totaodias (kr'iúlii^M , ]i,ifiii:¡n|UL las lior<>ipas j, devotas,
fcl niisini» f,'('iip.r() ili> niaiias \'ilo siiles, lá tnísma facíli-
4iJ de diálogo',' v sutirc luilii ^•l 'misino lipo de caracté-
tes se encu^intra éii unas y ólM^, E» luí heroicas, como
fci las dfe intriga (S costurñ¿r,iís i^Íí>'4 uda '^a energía de
pá'rté de las miúen's , y la drlílfíilXil . I» sumisión y la ti-
miilez , son 'é\ (ííílihlivo ilc' ló's lioniiiri'^. Así es, que los
asuntos tiistóricos (|iie ¡min.' oii osci'iia, siempre los escoge
áonde bálfa' caractÍTes de rsla clase , como se Ycrifica ea
tat dráóias de La mujer, jue mtxnd(i en casa , de La prudfln-:
^■w la nti^et', de Xa rep&bhca a} revét, y en ollo% -smw» .
168
aPern lo que admira mu, atendiendo i la.ejiw ds
talento decidor, gaÜrico y epigramático que diitiogue i
Tirso , y á que la costumbre y sus triunfos dcbieroo en-
cadenarle , ea el que cuando co sua composiciones aérías
toma la trompa ¿pica ó Ib lirica , se levanta sobre las nu-
bes , desde donde la hace resonar coa dignidad, robnsr
tez , nervio y entusiasmo. Su icnguaje y estilo signea
como |K)r encanto la elevación de sus pensamÍAntos, j eo^
tonccs desaparece de la escena el maligno Tirso para conr
vertirse en un poeta bcróico y sublime.
■ Entro los dramas de aaunloti.rcliijíaBos merece una
atención muv grande, por ser eminentemente romántico
él que escribió con el título de El condenado por detcoiv-
fiado : de k\ que se hará á su tiempo un dcli;nido anúlisis.
sLbb buenas dotes que disliiiguen á Tirso, ya como
poeta, ya comodramútico, c^iigiitlon en su estilo natural,
«n su audíTcia y oportunidail para el manejo del idiomsi
en BU versiScBcion armoniosa y abundante, en su rique;Ea
de rimas, en su caudaloso y rápido diálogOi en su mudu
travieso (: ingenioso de contrastar las idea» , en sus sales
Sicantcs y epigramáticas ; y en On, üu svi.espresioD llcm
D gracia, soltura y amcpidad.'
«Losvirios de que áddieco principal mente, • conj^í^lfln
enlaíaverosimíütiid y pobreza de sus inveiicioúeni ofi )jf
mala economía que usa para desenvolver sus fábulaf , en
la monotonía de los caract^rits qiii; pinta, en lademajlja- •
da confianza que tiene en lá ít de los cspcctadore&,. y en
los propios miiidtíis y rcc'ufküs que le aYe,núiJán, j ''P'th
mente ; en'qáe sa^-riHca fel' llncoro de la il|'c«na al ^IMN
de lucirse en el diálogo , .'y a\ de propi^-ctpharsfi ocáa^
nes de (gracejar , acaso cón'deinasiaila mfcrt^Ü.* "^ I'
Después detljilit-r cafkclcHicadn af seilor puráo ámn
humanista y como critico,' V/doSpuc^ dehfbcr «apufll^
los servicios que ba prestada á 'nu<;ntra lileralura, stfw-;
nistrando al mismo tiempo dalos importantes y observa-
ciones esquisílas para la historia de ella ,,.na'p«4!BÍ!nof)
dejar de mencionar on etté lugar alguno^ d^'siip VK^
Uw.; eblraios mochoa j^isl^ít ^baii49^t iWf' H'-fflft
en varias ¿pocas y en diferentes periódicas y
reviiUas. En la de Madrid se encuentra en el tomo 2.^ de
la segunda serie, un articulo suyo con este epígrafe: Poé^
iw popular. Drama noveleteo : Lope de Vega. En la co-
lección de las comedias de Tirso, que recientemente se ha
tnblicado bajo la dirección del señor Hartzcnbusch , se
alia nn discurso preliminar que precede á la comedia
intitulada: El condenado por desconfiado^ y cuyo di$->
curso es uno do los mas notables que se deben i la pluma
del sefior Duran. También es obra suva la introducción
qac se halla al frente de la colección de saínetes de don
Ramón de la Cruz, y que es un cuadro bieve, conciso y
bien pensado del estado y progresos de la literatura es-
pañola en el siglo XVIII. Estos tres escritos son escelen-*
te^, profundos é instructivos, y están llenos de la mases-
^QÍsita erudición literaria. De ellos debemos hacer espe«
cial mención por su imnortancia y porque en los mismos
estiende y omplía mas el señor Duran muchas de las ideas
quo on otros anteriores no podia hacer mas que indicar
En la espresada Hev'sia de Madrid publicó tam bien
un interesante articulo sobre un mosaico en relieve, que
sehallóen Madrid y que representa á Hércules y las Hes-
péridos. Entre los muchos artículos que ha punlicado en
diferentes periódicos, se dislinguo el que escribió sobre
dos comedias de don Eugenio de tapia, el de La corte del
Buen Retiro f por don Patricio de la Escosura, y el de Fer^
undoel Emplazado, por el señor Bretón de los Herreros.
Para la colección de comedias que por los años de 27 y 28
se publicó en Aladrid por los señores Garcia Suelto , Go-
rostiza y otros, escribió varios análisis , entre otros el
déla comediado Lope de Vega intitulada: Los tnilagroi del
itipreeiOf y el de la de Zamora, que se llama el Convidado
Í9 piedra.
Ahora nos falta considerarle como poeta. El señor
Wan ha hecho versos y muy buenos^ pero no tantos co«
^ debia esperarse de su ingenio.— > Los ha hecbp casi
*ifiinpreff ó impulsado por sus amigost 6 oscilado ^tB\%\iti
KCimtediidi
itediidento qae venciese la natnral pereza mp ha te-
nido siempre park esta grata ocupación. El IkomKre m^ ht
sido lan Ubonoso para el estudio, j qae se ha complacidc
en profundizar las cuestiones mas delicadas de lileratnn
y de critica^ ha sido siempre perezoso para el canto. Qul
tk sus padecimientos han disipado demasiado pronto iai
ilusiones de su juyenlud, y lo han hecho buscar en el cal
tivo de las letras el camino de las investigaciones filosófi-
cas en las que su ingenio profundo y su ca*ráetcr pensado]
hallarían una ocupación mas grata y mas capaz de absor
ber sus facultades. Por esto aunque el señor Duirán hav
escrito no pocas composiciones poéticas, corto es el no-
viero de las que ha dado i luz. Al casamiento del re]
Fernando^ con motii)o de la iucenion que ofrecía á ette fs
regia consorte. A la reina N. S, por la salud recuperada á
nnesüró' amado monarca, y en celebridad de sus héne fieos Í9
crétosj'j unastrobas al feliz retorno á España deS. M.t
tcina madreen tt año anterior, ha publicado el señor Dtf
ran diferentes composiciones, todas en antiga parla coste
Haná^ que fueron y son muy estimados y aplaudidos, qa<
se insertaron en casi todos los periódicos, y de los qucs(
hicieron lujosas ediciones, una deellas en bellos caractéreí
góticos. Todos estos cantos colocan al poeta á una misau
altura, y acreditan su feliz ingenio y hermosas facultades
Presentaremos de ellos algunas muestras á nuestros lee-
tores: del segundo canto copiaremos aquellas estro^
que mas nos han agradado.
Comienza el trovador sufebla con amos nuessos son"
ñores los reyes.
Mánnificos reyes, muy grandes sennorbs,
. • A q^Oiénes somisso el orbe 6 inclina,
Fernando potente , fermóssa Grislina,
Que Me las Espannas sois dominadores;
Aun otra vegada en trovas mayores
Et antiga parla sonando mi lira ,
Eá toSí adelino, et Codqo n' inspira
" ' Oít d^ mi labro losdinnos loores.
m
Fidacia mé tennoAeT^f at^olrida
Sin caita, sin menfftta la íqi aíevinanxt ;
Respira la tierra plasccncia et bonanza
Et ya reverdesce la planta adormida:
Apuesta 1* aurora , con risos convida
Al abril que allega otonno abondosso,
Et de los JBorbones el árbol frondosso
Ostenta en los aires sa c'opa florida.
Aquí fabla el trovador con nuessa sennora la reina.
Feroz et Sannosso privónos el Fado
De yer aCrescidas una' et dos vegadas
Del tálamo réffio las prendas amadas
Qa^ omilde quisiera el pueblo acuitado:
Empero, Cristina, á tos reservado
Está de la patria ser iris de paz,
Prestante folganza , plascencia etsolat
Tan largo 6 sabrosso como es desseado. *
Noble intercessora sed al ruesso esposso,
Plannir non aquexe d' hoy mas nucsso suelo,
Fuyan de la Patria contristura et duelo.
¿Qué negarvos puede un' rey tan piadosso?
Min acaso espera, qqal padre amorosso,
Sinon suplicanza qué tos le faredes,
Sinon el tessoro que le presentedcs
Del muy casto lecho reimevó dicbosso.
Torna et autor su fabla al iM>béraiio reye.
Ilustre don reye, d' amorposseida
Mi citara ,d^ oro et non d' interessc,
Recabdó al destino que clara ficiesse
De tu dta Progenie la Miétte^ abieodBd«i
Mostróme nna iftUni Jbsuu
Qu* á las alias nabés sú cima li¿Yándo •
Iba el cielo 6 tierra de. frutos colmando, .
Et daba á los ornes abrigo é guiauda.
Gracia tennan todos, sennór; el sagrado
Fruto d' ímenco cuando abra los o¡o6
Et veDoa á la vida, non falle ya enojos ^
Nin mire con plantos el regno turbado;
Al muy blando ruego et mu Y regalado'
Que faceros quiera amante r espossa . .
Prestó grato oido con alma piadossa,
Et de beniciones vereisvos colmado. . .
Moratin fue quizá el primero que se ensayó en esta
imitaciones , qiíe ofrecen al mismo tiempo la aoble difi*
cuitad de los conceptos y de las palabras. En ambos es-
iremos se ha mostrado siempre igualmente aventajado e
señor Duran. La singular facilidad con que imita a núes
iros antiguos poetas en todos sus géneros es muy propi
de una persona que tanto los ba estudiado, qiie' tan biei
los conoce, y que ha hecho suyos sus palabras , sus giro
de cspresion , el enlace de sus ideas, y la manera de des-
leír los pensamientos. Las imitaciones del señor Duran
no solo Igualan sino qne esceden á sus modelos. Pan
muestra también de la felicidad con que maneja el leo-
guaje de otra época, siéndote familiares todas fas f^rma
y todos los tonos de la buena poesía, ¡oscrtaremoslnteffn
una linda composición' que insertó en la it^tsto cíe «a-
drid.
Imitación de la poesiaj coplas del siglo
No paedo YÍvir ús ti,
Ni puedo vivir contigo:
; Soy d^ mi mismo enemigo,
'.Dénéndame Kóf de ni.
La.iRMAcui.tiiya;m#.ii|f4ay . , i ,..,
y mátame tu presencia^
9nB
«
No hay remedio á Ul dolencia
Qoe á mi me hiere j nultraU.
y pues no flfo ña ti«
Ymaáro estando, contigo;
Yo ^o soy mi enemigo,
De6éndame Diogide mi.
Qaejándoipe bailar éapera
Bémedio i tanto dolor;
Pero cuando hablarte qviéro
Dnéleme con mas rigor ,
' Dicha ya ño hay para mi*;
Pues siendo yo el enemigo ,
Qne á mt mismo me castigo»
Defiéndame Dios tie mh .
Llorar qniero y no concede
El dolor salida hl llanto, >
Que on dolor que duele tanto
Ningún alifio hallar puede.
Yo el mi corazón te di.
Sin ti padece y contigo ,
Y como en nacía te obligo, ....
Defiéndame Dios de tt.
Si soy confiado. muero ,
Mátame deseoofiañEa»
Y huye de mí la esperanza , .
Gomo ignorpi lo que quiero.
Desde el punto .qñoie vi
Me haUé,.y elcaMiloes te8t¡gó«.
Sin saber si estoy conmigo .
Sin Diosj sin^tigo^y sin mi.*
Tengo, helado : el corazón
Que á la par se abrasa en fuego; i
La pasión me tiene dego :
, hmo y buyoilh razón.
¥ tan wadichado fui,
Tan de mi propio. enemigo;
Qoe de inl míamo maldigü;
Defié^idime IUos.de mi» ,r^ i /
i-i ■ . ■■ ' ■ '■
jt*
kvá sedieato te Mira
El ean« que rabioio amere v
Y coanlo al agua nuMi qpiere
Mas del agua se retim.
También me sace4e á nf
Cuando estoy sin tf é voniige;
Y mies yo soy mi eneé%o,
Defiéndame Dios de Éii.
Las trovas á k reina dofia IbrU Cristina dé Boi
por haber recobrado la salnd «n angosto esposo» j ei
lebridad de sus benéficos decrttest no pueden ser
hermosas, ni estar escritas i con nuyor cakHr. Yéai
Ia6 manera* daranta^la enfermidad éA rey« entrega
su augusta esposa el cetro rehl ura que gdhien
reino, y en ^ué términos • maainesla aqnelly se
sus generosas intonciones- 4 los prudentos Tarones
tienen el honor de rodeada*
E asióse del cetro sefial de poder,
E dióle i k regna deán eerasotti
E dixok entonce? — «T6 ddMBsde ser
»Sokz é pkscencia de nwssa nascioo.
)»En tanto qn* ^ tie|o mm toma salad
»E1 bien de la I»ti4a to fio, t* entreso^
» Manda , rige, «impera , et sea f irtui
» Iris de concordia ,. de paz , ét sosieío.
» Yeri que su estrella Inzeientá 1* hmAídí
» Ansi el castollano leal> siempre fiel, . < *
» A ser Tenturoio Mr vos , mi CRIS'flNikt
» Mientras brille A astro deanessa iSABELj
» Por lembras Csstiella también file re^lai
)»E un mundo adquirimos allá "en Oecideiito;
•Granada por femhm se TM.eonqneriday-. •
»Por fombras troinimos del iMro=>raUeÁ(éi
aArsgon • Nararraanit' s' alkiiittnNii
aS á CailMU dtotmU tMt\A t^ toal
»Dc r aürojí corona que rtóií (innc Inal.
»D' alcuAa áe RKyIÍS la muy liéblii raml'/
» Venida ÜM tronco dé un fmMt lORBON;
•Per fcmbraa al cetro CaátiMia la lUifin;
*E a fembras se dolió la re^l siicceiliidn.
«Ansí todo ol tiempo c[ne viifga doliente
•Falle eii vos, CRISTINA » bienaventuranza
^Kl tlegno , et m* aclaíno piadoso, liemente,
i»Mc dando en I* esnossa sincera loanza.
•Si eiiipert) á ini vida destino fatal
»La (lama aimgatu^ con que brilla agora,
*St*redes del pueblo sohiissi) leal,
»Plasc¡eiite conhorte , el fiel guardadora.
»Por vos coronada de nuessos inavorcs
»En el r6g¡¿ trono . verase ISABP3L,
«La prenda inocente de nuessos amores,
uSin iiiengná, ^ ceAiila del sacro laurel. a
A tal fallid el llEYÍ!, et luz de con!;uelo,
U paz , r alegranza su pecho baflaron.
Contento divino dec¡end<^ del cielo,
E todas dolonciaa d' aüi ■' a|Mirtaron.
Respira la patria ; ja 1* aura d* aiaor,
latiendo sUs alas, circunda la tierra.
Ya pálidos fuyen crueza k rigor;
Kt trúecanse paces anuncios de guerra.
La madre del puyblo lirestáiido obediencia
Al r6gio querer^, tremola la palma
D' aquel don «nvino do santa clemencia,
Que penas guaresce remedió del afnlia.
Ki non', non cceades fatiga perdona,
C* al punto 8* allega prudtMites varonas,
K* ansí les dirige la noble mátr^Via
Con voz fa1a|ueña niales raifo'nes.
«Dot 1(HiHnu «iueitó.» del siempre ptádoso,
^Oid, ricos bóiiies'; oid inis leales,
''Uid de m|1(itMy e),miiY generoso'
^Oeoreloqüo Hua )o» omi b wüTói.
976
Ji^brase á Minenra el templo 'cerrado,
» Perezca ignorancia, que thanFe el saber»
» Resuenen los ecos d* Apolo sagrado,
»E tomen sublimes de nuevo a nascer .
» Vuelva el infelice al pie de los lares,
x>L* espossa é los fijos contemple anheloso, .
dE i quien de la patria separan los mares
ji Fallar pueda en ella V ansiado reposo.
dE si á pesar mió , d^ esta bien andanza
y> Alguno mezquino disfrutar non puede,
«De verse en mejora la dulce esperanza
dEu su desventura al menos le quede.
» Maguer que lexano , su triste gemir
»Será respondido de mi corazón,
dE acaso en un tiempo podrá conseguir
»Del REYE á mi ruego feliz compasión.
»En tanto , qu' espere fallar el solaz,
» Ga ya me preparo á enjugar su lloro,
»Et ya le conduce al templo de paz
»La mano piadosa del dueño qu adoro.»
De las trovas al enlace del rey Fernando con la
doña María Cristina ^e Borbon , nos han parecido
nificas las tres estrofas siguientes, en que despi
anunciar el rey á sus pueblos su proyectaao enlace
de el poeta lo que sigue:
Dijo, 6 por los aires un astro radiante
Paresció encendido , é su luz divina
La imagen claresce de nuessa CRISTINA,
Celestial espossa del Rey mas amante.
Cadenas de rosas cercan al instante
El preciado cuello d' aquesta Deidad^
E llena de gloría é de Magestad,
Su talle donoso nos muestra triunfante.
Sus labios rientcs cual corales rojos,
Nacaradas perlas á veces ostentan:
Sus tersas mejillas las rosas afrentan,
Y del Sol paresce la luz de sus ojos.
,277
¡Qaé de comzones no f aeran despojos
De tanta lindeza , de tanto esplendor,
t Si non el respeto tnyiera el arnor^
/ Que tímido anuyenta de si los antojos!
Alli en sa regazo , presciado tessoro,
¿«os opimos frutos derrama Amaltea;
Lsí dñe corona , su sien fermosea
Allí de las Musas el celeste coro.
Allí el desvalido enjuga su lloro,
BIl, no ayentprado falla la piedad,
B allí se adunan gloria 6 Magestad,
Bpio ,' gentileza , donaire é decoro.
I'^s trobas al retorno de la reina madre son singálaf
^> P^Tque revisten de formas y lenguaje antiguo los
eosaKx^ientos mas felices y oportunos. Sirvan de muestra
is dos estrofas siguientes:
•
Si algunos menguados de seso podieron
^' tantos favores non ser gradescidos,
I^o vaessas virtudes están ya vencidos, *
B affora se penan del mal que ficiéron.
Si de tierra estraña á la fin vinieron,
" Fué porque placástes las iras ^el Rey,
Bl porque de libres fecistes la^ Ley
Que allá en 3us pasiones presciar non sopieron.
• , •••»•• ■■■■•
Oid^ pues, señora, del pueblo el clamor^
Oid cual deplora el prístino agravio,
'.^ como aterndiendo está desse labio / ^
La voz de clemencia que acalla el rigor.
E vos, noble dueña, de España dulzor,
Afable é piadosa quitades cuidados,
^ ya los agravios están olvidados
laguer que causaran espanto y horror.
^^ diferentes dialios de la opinión conservadiora > ha
escrito el seflipr Pai^n ar](icii]os pqltticos siii aer.Tedaetoi
de ninguno. Éilpecialinepte.ea U Abeja ^\qaB.ÍKké ¿Irpri'
mor periódico que proo^ul^ó las .ideas 4e un progrcapo 1»
Jal y pacifico, combado la impaciencia d^ Ips qpe imprii-
eniemente nos larrasMrab&n á (os escesos de ^lla reyolii*
cion innecesaria , . cpmpromeiiéndo á un .misfño Uf mp
los Verdaderos progresos de la libertad y Us rfe|ofniai
útiles. El señor Duran no ba estado liupca reñido coi
aquel progreso , queJnlro4uciflo en los bi^ñtps j costum-
bres del pueblo, hace íno^iQ^iblje llanto Jj^s j^c^pqoni^^^
el despotismo. Todp^ ai^. artículos .poljt^os.refl|d e
mas ferviente amor á,lal(iber^4 1 y nA^ó^ip inyeqirfFl®
los escesos revolucionarios. Si condena com'b moralist
de t<Kbs los partidos políticos', y con ifmjgojB.pei^f ona}c¡f fj
todos , está reputado por hombre íe opiniones conserva
doras y temp^dM. .1^ juzgado wpíPÍP 9»e4?.Fj!?í»n **
partido moderado jejÉjl/i q& nrpjjeMx por ef- 9Jb^ipo }efS*
purgando las garantías ppU^cas pe fas ^eyisa ap^rqnicai
afirmando con aquejas la libertaa. civil , cpnserv^ñfo U
yentajas adquirijaaa aunque procedan de .la re^pliicron ,
legitimando en fin losintereaes creados, no por i¡atfiw
reacciones, ni por restitucipnes » sino pórjuisfas coVqpeo
sacion^. A ifidemnizacipnes.
Después de los acontecimientos de setiembre fué sal
Scnso porla,Jíuntade.Glpbierno de Jdadrid, de i^- destín
e primer bibíiotocuirio dé.la.oacipna).; y pósteripirnieiii
la Regencia pro^iaiopal lo ^Qclaró cesante. Á principia
del año anteripr .fué repuesto en el espresado destina
que continúa airF.iQO^o* pon asiduidad y con provecho ¿
las letras, fis indiyi4w¿''ÍtM>norario de la Academi|i greco
latina Matritense, y.coarla:fnisoia cajjdaddela |le^ Aci
demia Española , e» la.qii^ ba t^s^inpeiUdo yjuripa.lrab0
jes, que la misma Academia le ba confiiido. Én el aC
de 38 se dignó S. M!. agraciarle espontáneamente coa
CCPiz aopffriHMMr^i?! A 4ei Ja / &«a^ i^jáen ei|pa(^ *
579
Ih ID, de lá que mn no ha tomado potatioi
Mteiaido aa IralMijo histérico acerca del arto d
M Bipaia desde sos orígenes hasU mediados del siglo
XVni, y nna biMiografia mny completo de los dramas
CModílos. También Uene ya preparada para la prensa
k legenda edición * muy aumentooa » de los Romance*-
iHf j nn Cancionero con observaciones criticas é kiste-
iku sobra estarLiae de Utorainra popular.
r ,\, .it».. -
■ I til '♦ * ' 1 ■■• ' ■ ^ ■ . * '
. . • ) » » 1 ^ •
.»>.•-
t .■
i
i,
DON JOSÉ MUSSO Y VALIÉNtE.
U na yida entera consagrada á las letras y al servicia
I pais, un celo tan ardiente como ilnsti'ado por su fo-
(Bto y prosperidad, él acertado desempefio de cargos
portantes en la administración páblica , y los trabajos!
itttificos dirigidos áilustrar las épocas ttiais interesan-
1 de nuestra nistoriá, y á promover y propagar todo
■ero de estudios útiles ; bien merecen un lugar en la
ititud y en la memoria de sus conciudadanos •
La amistad y el ainor filial ban pagado ya á este hom-^
a distinguido el tributo que le era debido , publicando
ft uoticia circunstanciada d^ su proveobosa vida y de
B tareas literarias. La amistad también y la justicia de-
án colocar su nombre en esta Galería^ aunqae uiia plu-
i mas elegante y un juicio mas profundo debiesen tra-
r,aik cuadro en oue dificilmente podrían -reemplazarse
iñsgos que há dictado una imagimicion^fecunoa^esaV-
la por el sentimiento j el dolor.
282
Jamás concederemos qae tengan el prívilegip escla-
siYO de interesar la 'atención pública aqaeílos hombres
que han presidido á grandes y estraordinarios aconteci-
mientos ; que ban influido en la paz y en la guerra ; que
han dirigido la gobernación de su pais , y marcado con
el sello de sus opiniones propias la dirección de los ne-
gocios públicos, que han gozado la privanza de los sobe-
ranos , y hecho triunfar su política en los parlamentos
por el poder irceiistíble de su elocíuencia y de son talen-
tos 9 6 que han mandado, en fin, grandes ejércitos, 6 eje-
cutado dificiles y arriesgadas operaciones , ó dado bata-
llas sangrientas. Antes por el contrario, estos hechos im«
portantes y ruidosos , inspiran desde luego preyenciones,
que las pasiones arraigan , y que el escritor dificilmente
consigue desvanecer ; porque se examinan y consideran
por los diversos aspectos que presentan , resaltando de
estos mismos aun con la mejor buena fé , y sin ninguna
mezcla de intereses, esa diferencia de juicios, esa contra-
dicción de opiniones, que hasta cierto punto llega á ha-
cer dudosas las mas elevadas reputaciones , y que por lo
menos rebaja el entusiasmo páblico y prepara la indife-
rencia y el olvido. No suceoe esto con aquellas exíaltn-
Qj^s pdiií^afi i^ jtfiBiaoilUdaa, 4edicadat i las gtoíoaas oon-
Quietas de JU'(JatAÍig«»n(M, que sin estruendo .y lal vtt
4esde una condJAion modesta, estiendeftilos; beneficiases
la ciiiliíacíon, hoairiAia su patria, y aseguran áBOsnooH
brea la ÍAi|iointalida4. Es preciso desengaOarse ; no idai'
^Sjla los caraos públicos I ni se confiere por elfiiv<Mr'« wi
se asegura n^reál orden. LhGuindeForáBtiroi enaaluÉií
á alffunos; {^ero.eUiempoharái todos jostscia, y mñdft*.
naniduiá unos alQlvi4p9 llevhrá hasta lasiúllidoas genem-
cÍQnea:]í:bará .repetir con teneracioo los nombcea Aé ksi
que ha4l'i4«slradD á sus semejantes^ y deloe-bnohecho-vi
ftade^la humanidad.
^ iU|ián¡mela opioito>en juzgar á estos hombre»^ sm wai^
ritOinp es disputado, j sa memoria se perpelAa en los
mMonaientos qae levantaron; en las obras 'p4blic«a:qos
piMM^vierQn, én- los (beneficios i[ue sedelmroii 4«iilnH
..(*. -'I ' I . . ! ■ . . -«.11
bvctoD T celo, T en las oliras de ingenio epa que sn pa^
Iríkllí'glóMa.' £ii'éhte' Utiñt^ se'éijfAfa Íh'-9Mé Mtfsstt'
^VaB^ole , cn;a lÜogi'iff^ Vamos ét estender; pi^ra' Aij^lt)
ellflgaf áae de jnstimle corresponde én <está 1?ttIÍTial ''
nació en LorcA a 25 Sé dlnemlfe de 1785. Tútron
íV pdres , Son José JUaHa IHásüo y 'Aleara acrrqtl^i'if'
JoOt Joaquina' PereV Valicnie yB^it; Irija itíiw eétiíÁ
I lie Casa Valiente. LosIlAbitos y' el ejembfo dé mis pa'fl^b
le prepararon para recitir uoá cdúciácíon ésniéradil', f'
[ira que con el tiempo frücliGcasen éti il todo género W)
uenís scni'illas. Después de haber fécibi^o en"I* ütíH
paterna ráinsIruccToli primaria , en U 'qnelyá ^éMe UÜ^
ío'mostrA sus buenas disposiciones , 'j la 'leiilip!a)iia''y'
íalinra de su carácíef. pftsó á cmprttidei' sm éttjiífOí;'
como alumno iiilefno , al seminario dc^^R^afelirtrfitr S^.
lan Fernando de AVápieS, fin dos aÍti)s'(rpreiíffií('íá'leM'
gda jalina j ías bu'máhi'l.ides , Ilasla éf^puW^é 'l^eteMü
tiirse en exámenes pú'b'licos,' celebrados eÜ^wb ^miiftí-
río; y'de dis'tiiigüí'rse cti ellos (ittr ki '/mtrttchitíñéiitíá'f:
Éoble despefo .ll iálit ác esíé é'ütítítééitíátsbtó- eh ÍWÍto
ie 17*J8 , sus padres i,que no queiiaja abandonarle' Ji'ldll
[•eligros de la. cú'rteí y qoc cüioííbah irhas 'déra éfluc^ion
■uúral que de ta cicnlidc), 1c éncoméridtirón sn díréecíba
At. Chevali^r , Uno de aquellos clérigo^' tjne' se acogié^'
no á E^áíía'én la revolución francesa, y'qtfe oainositiñr^
E y mentor le eoscfló dírercnles ramos, j le acotnpitbí—
n á todas partes/y eíi especial á lá's clases p&fcNñls'dé
ilDsoriá do saii Isidro , y dé matemáticas enlsücádeinlaí
dé'ún Fernando. Eá' todos loá estudios Se distingiitll',' Vi
por sus privilegiadas disposiciones , já por so amícseioa
constante, y ya por la bueha dirección qneballia tenido
psde sns primeros aúos. Tambíí^n descqbríó desd4 'stt
Primera juvt:ntud una iiobfc emulación', y un deseo'tÜ^
Mmente dé sobresalir cníi'e sus compañeros ,■ J dü obté'-'
"ir los honores y premios de los certámenes. Se bíio tao-
ItMe en los juegos de la infancia, hasta eTcstr^tnó dtl 9is^
^Oguirse por su carácter bullicioso T por sos traTétant.
Iñ ¿g'las, qaeiéráü eTékto ñk áitü tiltigtiui'iÍTBÚ, réü^H*
984
no se disünguia la menor sefial de estúpido atolondra
miento , tampoco se descubría el menor deseo de hace
mal , ni sombra siquiera de mala índole. En meiüQ de s
afición i los juegos propios de su edad, eran estraordi
nanos sus progresos en todo . aquello á que se aplicaba,
en particular en las matemáticas. El estudio de estas, qa
emprendió con ardor , y a que tuvo siempre una predi
lección especial , contrínuyó poderosamente á que su ra
zon se desarrollase desde muy temprano , y á qu^ con <
tiempo adquiriese aquella fuerza de raciocinio , a^uell
seguridad de juicio, aquella exactitud de raciocinio e
qne siempre se distinguió , que le acompañó en todas so
inyestiffaciones, y que formó el principal y caracteristi
co atrinuto de sus escritos. No se contentó en adquirí
las nociones elementales de las matemáticas puras, sin
Jue Ueffó á familiarizarse con los cálculos mas complica
os de la álgebra superior y de la mecánica 6 hidrauíii^
acerca de este último ramo disertó en unos exámenes p£
bucos, y en ellos dio muestras señaladas de sus adelanto
poco comunes.
Después de concluir estos estudios , y de restituirse
la casa de sus padres , que á la sazón se nallaban en Lor
ca , no abandonó el cultiyo de las letras, y, antes bie
continuó , estendió y perfeccionó sus estudios privada
mente con el mismo a£an y perseverancia. Su instruccioii
su carácter y las demás prendas personales que le adorní
ban , le adquirieron muv en breve la estimación genera
en aquella ciudad. Parecía (|ue la ProYidciicia lo reserví
ba para mas útiles y slonosas empresas. Guando pe
abril de 1802 reventó el pantano de Puentes , que arrai
tro consiffo sillares , escombros , barrenes y hasta pefiai
eos, arruinando calles enteras del pueblo, distante de >
tres leguas , estuvo con su padre tres horas antes , y pe
el mismo punto por donde rompiícron las aguas , recoi
riendo y examinando aquel inmenso depósito de aguaf .
En aquel tiempo se preparaba para España una noí
va ¿poca . fecunda en acontocimientos eslraordinarios i
á^ rece$ desastrosos. «Con indignación , dice 61 en n
98S
upantes, supimos en Lorca la causa del Escorial, con
linqnietnid la entrada de las tropas francesas , con entn^
inasmo los moTimientos de Aranjnez • con sorpresa el
i cautiverio de la familia Real , con dolor el 2 de Mayo,
icoh recelo el lerantamiento de Gariajena. Siguióle Lor-
>ca, 7 en los primeros momentos de efervescencia popo-
»lár estuvieron en riesgo las vidas de varios comerciantes
«franceses que alli estaban avecindados. Interpúsose mi
ipadre , j con su influencia , ayudada de la de otras per-
isonas respetables , les salvó la vida.i» No necesitamos
atendernos en traiar el cuadro de una época bastante co-
nocida de muchos todavia como testigos presenciales de
aquellos grandes sucesos, de otros por narraciones y tra-«
diciones mas Ó menos fieles y apasionadas. Hay una cosa
foe sobresale entro todos los caracteres de aquella época,
Les el entusiasmo patriótico, el espíritu de unión de ta-
is los españoles , el amor do la libertad y de la indepen-
dencia nacional. Musso, ni por la hidalguía de sus senti-
mientos , ni por su educación , ni por la distinguida clase
i que pertenecía , ni por su ilustración superior , podia
permanecer estrafio al curso de los acontecimientos ni
al movimiento verdaderamente nacional. Se alistó en las
filas de los que se armaban para vengar el insulto que
habia recibido Espafta , y desde luego fué nombrado ca-
pitán.
Guando en el afio de 1810 invadieron los enemigos las
Andalucías, mandaba el general Freiré los restos del
ajérdto del centro , y amenazado el general español por
h división de Sebastiani » tuvo que retirarse á Orihuela.
Un cuerpo de tropas francesas avanzó desde Granada , y
otro se airigió soore Lorca por Yelez v Lumbreras. En-
tonces emigraron las principales familias de aquella ciu-
dad , y Musso se dirigió á Murcia con la saya , de donde
tuvieron que salir al aproximarse el enemigo.
Por este tiempo contrajo matrimonio con una seftorita
de aquella ciudad, y que se distinguía por su ilustre cuna,
J por las prendas que la adornaban. Aunque se nos acuse
üe proUgidad, y aunque sea una circunstancia. que se
2¿a
¡poce den^sia^Q coo¡ la .Ti4a .pr^fadn^ i^C) .V9$PQMif a<^
jar de es^mpai* á es^e propósito sus propias ai^Vi;a¿»^pQr
.(iuanto dan eaU^iipa ¿^ea com{ilqÍ9..(tp,auJpaole X^?. la
tferpiüraide.fu ^íma. |if Tepíiapatt . yó « ^Üpé ^ p^c tl(4^ '^ÍmiÍ la
.^posei^B de la que aogiaib^, .jki^%^4p.Íifi<^ de-
^ajlnmeneme. Su fierinosura na^ia batagado mis. i]j{p¿t n
«diUzura y amabilidad cautivaironim forazqu. Miijer éa-
.!> seraje trabajadora, recogida j caljf4/l» ejcpp^i^ic^.ei^lgi
i>gastos, pariutiva coi^ loa pcjbreft, aonesta eo ^u^ cpirtuói-
jibres, religiosa en, los scntimieutoá ^ firu/denie coa, Iq9
«deinaB, disc;reta .para^ llevarme el £faio sío adularme .ai
>>con(radec¡i*i»e , me ^ó mas de uoa yez» Sjefior , oc^ion
^ para. cono^r Jj^ yerdad de ius paUbi;a9, esto ep, Óuéli
»ui casa y las riquezas las dan ^os padrea, lú sqio das £i
omujer prudente.==Su compañía ha hecho las delicias Í»
i>nii vida»» . ...
Las cirpunstancdas ; la distinguida reputación .que ja
se habia grang^do-,. no pudieroii m^nqs de llamarje ájk
yida pública. Cln Jlfurcia ^ habia ^tablecido^ epoda, en
la& demás proy^^das, una Jiinta.provincial para atender |1
armamento gener^U Y al gobierno j detensa del.p^p.
Juzgando esta que debía seguir al ejércitqt pasó con el
. cuartel igeneral ¿.Aliciente» cqando las tropas francjBSU
invadieron la provincia. Gomo era natural, y aun si se
quiere forzoso , S0 hn|)o de formar una nueva Junta paite
atender al gobierno de una provincia que» cualquierf^jqi^
• fuese el motivo, ó pretexto,. habia sido abandonada. por §a
Junta Y autoridades. Resultando diferencias, v. pugna tih
tre ambas juntas, con peligro ^d ór4eD público yf^rg^
. ció de. ia causa qacional, .encargó la Regencii^ al, gei)f|-
ral Blake que adoptase 1^ prpvid^ncias omrUinas pm
el objeto de.c;almar }{i, ^ffurvesqcnda d^ iq|^. ánimp^; T
de cortar, aquellas dísensipnes. La prcividepc^a, de WW*
genaral.se redujo, como parecia lo. mai$ acertado,. á^disol-
vYor, ambas junta^, j á disponer que loa el^tqFO^^e Ip*
dÍMitados.á G^r^f^ so risuniese/^ otri^ yejí^ >:^Mgio^:ViH
cmm para* aun' iHDPy^ ilunja,^ Go^vei^dos tas;,)^
oouwnf uo Yocal por cada partido « nombran í Husm
.1. ' í . .,.■■■' ',U- ... I"
987
Cv el át'Lorci» ouiiukapeMuí cMtaha 95'tiM. Eita fbé
prineri f huís lisonjera, priiebe que reoibió de sai edn-
MÉeátnoi t que sin aiiia« eomo generalmente sq decía,
bilMiUenB nombrado dipnladb á Cortea, si hubiese te-*
BÍáD edad eompeiente , asi como tenia una capoidad re-
sstincidst j la coufianta desns paisanos. Exento Ifusao de
lada ambición « y modeslo por carácter, se negaba á admi-
tir nn cargo* qne consideraba como superior á sos fuerias
jt..como un honor inmerecido. Pero consideraciones de
talo genero debieron ceder ante la ocasión de sacrificarse
Csu patria* ó de aalvarla del peligro que la amenaiaba.
miaoUa gravedad de bs circunstancias , y hi situación
ringnlar y critica en que á la aazon se encontraba el rei-
■Oi debieron exaltar la imaginación de un jóvin, que auw-
fw modesto * no era insensible á la gloria. En esta Jun-
to .tnvo su primera escuela en la práctica do los negocios
fÜilicos T y en ella manifestó muy desde luego las oalida-
issde mando, oue naturalmente le distinguian. Acccsi*
Uét sendilo y llano con toda clase de personas» asiduo
ytonstante en el trabajo « concillando la firmeza con k
pradencia, apreciando con exactitud de juicio las circuna-
üncias y los nombres que en ellas influían, franco y con*-
fOiador con sus compañeros, y conduciéndose siempre por
Cincipios y sentimientos da amor al pais y de respeto á
justicias ganó mucho en reputación y en crédito , des-
SHjpeftando un cargo , qne las circunstancias hacia n en
«tremo difloil y comprometido , y en el (|ue para hacer
áfam bien y para prestar algunos serviaos , había qub
tniper inonmerdiles dificultades. Veasnos loque 61 nm^
W escrihia en su diario acerca de su conducta en la ion*
úw «Bn ellft, dice, por lo qne á mi tocaba , me había prd «
impuesto fawoeroiempre lo mejor* obran «en jfusticia, preferir
lil'bien general at narticular. Pero sería delirio y orgullp
«qae mo preoílise de haberlo ejecutado asi siempre >, por
Mismo no recuerdo algo de que me remuerda la coo^
iMsÍNieíaífi* tBn corta esteosion de terreqo babian dotiiO"
iMf pitaiyf M4e('U)do arrégladasi eaaidilsfiknbn^f^^
tmintenidaa itopu, }o» Ataquei de ejérdios uum^TO^M ^
S88
^agnierrídosi mandados por los mejores capitanei que en
» Europa se conocian. Era menester para ello que el pab
«diese gente* armas, bagajes, yi Veres, todo sin ocmtar
x>mas.que con sus escasos recursos : era menester qóe oía
»7 otíra Vez se comenzase de nuevo, y que ai desaliento de
»nna y otra derrota se acudiese^con proyidendas no me»
»nos enérgicas que prontas; y que sofocando á veces las
9 anejas, se encendiesen los pechos, el ardor bélico, coa»*
Dflo por repetidos descalabros estaba á punto de estinguir*
»se. No bastaban para tanto fuerzas liumanas Hizese
B cuanto pudo sugerir el patriotismo y aun la necesidad.i
.-—La Junta de Murd» acordó renovarse en su tercera
parte : sorteada esta, fué Musso uno de los que debieran
salir ; pero no habiendo perdido la confianza de loa elec-
tores ; yoIyíó á ser elegido. Su repugnancia en admitir
por segunda vez este encargo fué tanto mayor cuanto que
ya conocia las dificultades, hasta cierto punto insnpa^
rabies , con que era preciso luchar , y que lleyaban con- ' ;
sigo la falta de concierto y armonía entre los diversos po* -
deres que las circunstancias y un gobierno nuevo haoiaB
creado , y que aumentaban todavía la situación mateaal
del reino. Pero también esta vez lo imperioso.de las cir-
cunstancias , y la idea misma del peligro que amagaba, la
hicieron bajar la cabeza, y ceder á la obligación que la
imponian su patriotismo y su honor. Ocupado en las co-
misiones mas difíciles y arriesgadas, ilustrando laa mátir .
rías mas delicadas , y estendiendo los escritos de oiajer
importancia, tuvo que trasladarse la Junta á Jumilla« par
haberse declarado «n Murcia la fiebre amarilla. Introii
cido el contagio en Jumilla , y en la casa misma del pr»-
sidente de la Junta , tuvo este que trasladarse á una
de campo , y para -sustituirle fué nombrado Muaso. Ka
momentos de tanto peligro y de tanta constemacioD. la
provincia entera , como por un sentimiento nativo da
propia conservación, puso al frente de ella, y eacargásn
salvación á un joven , qne á pesar de sus pocos afioa* €PK
dkjeto.dé un aprecio general, y que hahia dado mneatias
4e poseer la firmeza, la actividad y el acierto que. rjsqasr
p -1.
289
rian anal circanatancias tan criticas como estraordina-
lilÉ. Hasta cáreeia la janta de lugar en qne fijar su reai-
dbncia : trató de dirigirse á Yillena , pero los vecinos de
éste paeblo se negaron á recibirla. Faltaban ylyores, y no
Kabia de dónde sacarlos. A cuanto reclamaba la situación
dé los pileblós , j los males que por tod«is partes , y de
todo género los afligían, á todo acudió la actividad y pre-^
Tision del ióyen presidente : los males, que eran inevita-
bles , se disnúnnian al menos con las acertadas disposi-
dories de Musso , que en aquella ocasión proporcionó á
los infelices pueblos do aquella provincia , afligidos á un
mismo tiempo por el doble azote de la guerra y de la pes-
te , todos los auxilios , todos los recursos , todos los be-
neficios'que las circunstancias permitían.
El vecino reino de Valencia era teatro de la guerra:
j^ida la batalla deí Sagunto, se encerró filake en la ca-
ntal , á que puso sitio Sucbct , destacando columnas en
oferentes direcciones que hostilizasen el pais. Freiré, que
, Baadaba una división del tercer ejército , caminaba á
ttffchas forzadas hacia Valencia, acosado por las fuerzas
fM mandaba Marmont. Después de facilitar la Junta , en
mipais agotado, viveres, bagajes y dinero para socorrer
i nuestras tropas, sale Musso con su familia, desdo Ye-
da, donde se bailaba la Junta, á la sierra de Carche. A
pocos minutos de su salida , entran los franceses en Ye-
da , y destacan una partida en persecución de las famí-
Has emigradas , y en particular de Musso , do quicu sin
duda tenian noticia, ya como presidente de la Junta, ó ya
como persona de influio y ascendiente en aquelU provin-
cia, y capaz de contribuir poderosamente á la resistencia
fw se lesoponia. Quizá debió su salvación, asi como enan-
te personas le acompañaban, á un aldeano que por guia
Uefába la partida destacada en persecución de los eiuigra-
Am, y que la condujo á otro pueblo, dando l.ugar á estos
para' que se pusiesen en segundad. La Junta, que cuntí-
naba preaiaiendo Musso , vagaba errante por los para-
jes aaas apartados y fragosos : «mas no por eso, dice este
lea sos naemorias »' imaginó entregarse á los ejército» dfi
-"■•-■ . 19 .• . . .
• í 1 ■ I
290
» Napoleón, áttn en el áltiinb estremo : antes Ineny fakán-
»dole ya tierra á donde refugiarse, consaltó al supremo
)iGrobierno, manifestando su resolución de no desamparar
•jamás la causa de la patria; y la Regencia, alabando sa
^patriotismo, le dijo : que ngui9$e en tal eetremo la emr»
ule del ejireito eepañol mae cercano.»
Después que los enemigos eyacuaron a Murcia » y de
haber sufrido Musso una grare enfermedad, solicitó fm,
se le exonerase del cargo que desempeñaba , porque^ si.
salud necesitaba de la tranquilidad doméstica. Pero ni la
Junta, ni las Cortes, á quienes dirigió sus instancias, per-
mitieron que abandonase los negocios de su prorineia na
eminente patriota, que á su amor al pais, y a su celo por
las cosas pdblicas, reunia Lis raras dotes de consejo, y da
actiyidad y acierto en la ejecución de lo acordaoOb Sob
pudo conseguir aue se le diese una licencia temporal psfa
pasar á su casa a restablecer su salud.
Gomo el estudio era su único recreo, recurrió á él su
el ocio aue le proporcionaba su casa. Una razón ejerdtfr*
da en el cálculo y en el análisis, una disposición espeeiM
para los estudios profundos y para la meditación, y unos
sentimientos morales, naturalmente yivos , y desarrolla-^
dos por la educación y por buenos ejemplos , debiav
conducirle al estudio de la moral cristiana y de la relh»
gion. En su juventud, cuando apenas había cumplido SS
afios, edad que muchos jóvenes ocupan en la disipación y
en los vicios , estudiaba profundamente las Escritans
Santas, penetrando su sentido segunlos mejores intérprof
tes y santos Padres. Este estudio en que se ejercitó toda
su vida, ilustró su entendimiento, engrandeció su almai
purificó sus afectos, y le hizo adquirir aquel tacto interisT
con que distinguió siempre la verdad de los errores f h
belleza de la deformidad y del desorden. Este estudio for-
maba sus delicias , salisíacia toda la cstension de sus Ch
cultades, y perfeccionaba sus mas ocultos senümienloi
Sin mas auxilios que su estudio privado , y una leeMí
rasta j constante t llegó á familiariaarse en laspeineipa»
J0$ cuectioi^eñ tnolóf^icas ^ «i^ Vo% sicQUtecimientoa mas no*
taUn dalü hjatoni^Qcleaiás^ica. Por aquel tiempo^ y como
frpto. de sm médiUciones, escribió, aii tratadílo que iiití-
tpló: RBflexione$ sobre la naturaleza y úliímo fin del honi^
Irt. Estas graves ocupaciones eran alternadas con el os-
todio de nuestra lengua, que hacia sobre los hablistas riár
seos. No se ocultaba á su pcuctraciou el intimo enlacé
Se tiene el arte de pensar con el de hablar. Según decia,
sirvió maravillosamente el teatro de la elocuencia os-
ela de Capmany. No se contentaba con una continua
ira de Mariana, de los dos Luises* de Corvantes, de
Ssivedra, Mendoza, Goloma y otros, sino auc los analji-
ld»ay caracterizaba, copiando, y procuranuo retener en
k memoria las frases mas oportunas, los periodps ma5 es-
cogidos, los trozos mas selectos de dichos nulores. Ilabién-
me hecho propios, y digámoslo así, asimilado sus pala-
ígUt sus ffiros, sus maneras de decir, y el ónleu y coor-
inacion de sus pensamientos, se entretenía en imitarlos,
flDsiguiendo que llegasen á serle familiares la flexibili-
M de uno, el nervio ó robustez de otro, la propiedad ide
k frase de este , y el estilo conciso 6 ingenioso de este.
Asesta manera, y quizá sin advertirlo, se llegó á formar
impropio, que participaba hasta cierto punto, y según
Imaturaleza del asunto lo Taquería , de las calidades y
Hnctérea de todos. Sin embargo, c^n un sello propio se
tiitinguirán siempre todos los escritos de Musso; consiste
MpieleD la naturalidad, en laiacilidad, en la os|M)ntanei-
' M; iodo lo demás son atributos con que el escritor en-
líqnece , según su imaginaciop , la obra que ha concebido
yiOSliresado con sus caracteres nativos. También al nijs-
ü» tiempo se formaba y se desarrollaba su gusto, que
nhivaba con el estudio de nuci^tros bueuus poetas.
■ . Eatas gratas ocupaciones fueron algún tanto interruiu-
Masi bibiendo vuelto á deseihpcñar las larcas de la
iinla. Habiendo mediado serias y acsngradables cpiücstar
tipiles entre esta corporación y el general .Klio , que a lá
MifOB mandaba el ejercito, tuvo Musso ocasión de acref»
4hai; b ealegreza de su carácter, 8()stenicn(lo |a autoridad
i»<litluiit?t.QQmrAlas lioleijfK^ias. do.aqqp) ^ej^^ríU, %-
S92
cargado con otro vocal de jocnpar los bienes, efeetos y pa-
peles del tribunal de la inquisición » que acababa de es-
tinguirse por resolución de las Cortes, lo hizo de modo
que concilló la justa ejecución de su encargo con las aten-
ciones debidas á los desposeidos : de este modo, j con d
acierto y tino con que desempefió esta delicada comisión,
aseguró el aprecio de los hombres de todas opiniooei.
Tratándose apoco de elegir diputados á Córtese indiyiduoi
de la diputación provincial, instáronlo con el mayor ea-
pefio sus amigos para que admitiese el cargo de represeiH
tar á su provincia en las Cortes del reino: lo rehusé, dice
él, porque creía que necesitaba de estudio preparatorio
para desempeñarla bien. A pesar de su resistencia obtafO
un considerable número de votos.
Separado de todo car^o público ni permaneció ocioio,
ni pudo ser indiferente al bien de su país. El desempefió
de diferentes encargos que le confiaron las autorioadef
{)rincipales y municipales, y el cultivo continuo de hf
etras, formaban toda su ocupación, y absorbían todii
sus facultades. Siempre sediento de saber, emprendió
entonces el estudio del griego, en que llegó á merecer ol . h
concepto de un hábil helenista. No contento con conocí- P
mientos vulgares y superficiales en legislación , política,
administración y gobierno , extendió y perfeccionó mi
ideas en estos diferentes ramos, procurando que en d
camino de sus progresos le precediese la antorcha de b
historia. Por eso los conocimientos que adquirió en eitai
ciencias eran sólidos y practicables, y no consistían ei
vanas é irrealizables teorías , que han podido deslnndinr
á algunos filósofos , y á no poca parte del vulgo. La Us* **
toria era la fuente de donde sacó sus conocimientoi el ]
las ciencias morales y políticas. No negaremos sin em- j
bargo (fue el estudio del hombre en sus relaciones fisicil 1
y. morales le sirvió de un auxiliar poderoso.
' En la terrible reacción política qac sucedió á la vuelta
del rey de su cautiverio en Francia, cuando ios odios, el
espíritu do venganza y todas las pasiones se desencadeu^
ron, MussOf respetado por su mérito y por su 'rirtad hasta
393
de los mismos perseguidores, nada tuvo que (emor, y
00Bserv6 todo A ascendiente que le daban su natriolísmo
y sus servicios. Los i)erstíguidos poUlicos hallaron on t\
in escudo do defensa. Su carácter no lo pcriuilia periua-
Bscer indiferente cuando sus paisanos , las personas mas
mpetables de Lorca, y sus mas íntimos amigos sufrian
■olestias y vejaciones. No se contentó con recurrir á las
Ntoridades de aauella provincia , sino que clam6 al go-
liemo para que la justicia fuese respetada y la inocencia
lidíese respirar tranquila y segura.
Alejado de los negocios públicos en aquella ópoca ca-
hulosa, y retirado á su casa, continuó sus estudios,
i|licándosc muv especialmente á la historia universal,
fit ya antes le Labia suministrado tanta lur. para las cíon-
Oii morales v poUticas. Esto mismo le hizo comprender
ft importancia, y lo empeñó á proseguir con afán el es-
tadio de la historia. En este procedía no ya como una
liraona curiosa que trata de conocer una serie de hechos
(Btro si desligados, y que solo interesan por la singula-
ridad do ellos Y por la época remola o.n que ocurrieron,
iao como un filósofo profundo jiue observa atentamente
d enlace intimo do todos ellos , y que en la marcha pro-
Cesiva de los acoutecimíeutos v¿ trazada la historia de
humanidad j do la civili/acion, en cuyas páginas ad-
OUiere útiles ¿ ¡luportantos lecciones. Desgracias dom^s-
hcat vinieron á mtorrumpirle en estas pacilicns ociipa-
doaei. Su cscolenle padre acababa de fallecer. Escribió
Ua relación de esta desgracia , que hemos oido celebrar
•QÍiá como el mejor escrito que salió de sú pluma. Con-
daye con las siguientes palauras , sacadas de su diario,
duriesi 4 de lulio de 1815, á las once y cuarto de la
IMfiana espiró el autor de mi vida, D. Jos6. María Musso y
Alborque^que, á los 54 años cumplidos de su edad: buen
ttposo, buen padre, buen ciudadano, buen caballero; es-
timado de todos, idolatrado de los suyos; de alma piadosa,
da corazón benéfico, temeroso do su Dios, observador de
la lev divina, celoso do la religión católica, que con sin-
. Mrioad profesaba.
994
Guando el tiempo mitiró su dolor, sus estudios , e
gobierno de su casa y la educación de sus hijos, formaroi
toda su ocupación. Ésta última fué obra su ja esclnsÍTa-
mente, pues por sí mismo les enseñó los rudimentos <k
nuestra religión, las primeras letras y aquellas nocionei
acomodadas á su edad, que los preparaba^ para otro gé-
nero de estudios. Según esprcsion feliz de un escnlor
dikÍDguido, siendo maestro de .sus hijos, daba la TÍda w-
telectual á los que habia engendrado para la material.^
recreaba algunos ratos haciendo Versos, que cny.íid>a i b
JIfinefW, periódico que á la sázon.públicBbá stt amigo Oli*
TC. 'j^us composiciones poéticas! .unas originales., f etrtf
traducidas de Tos antiguosVtaO cát(;dan dé gusto ni dé hi
dotes dci lenguaje ; peróies^fáltába aquel cstrcf poétlljOt
aquella secreta inspiración,' aquel fiicgo divino qué reti^
te todos los objetos con los colores mügicQsde lapqkáit.
'El juicio dé SÍusso no se engañaba ni aun p^ra juzgarffli
producciones ]>ropiás. De sus ensayos sacó'dproyechó ik
conocer. que carecía de genio poético'.' Asf iD'dieé éltMi
su noble ;sinceri(lad: ((ticii)pó.péfdidorppi^ueIafnatiiFl-
Icza le ¿ábia. licgádo e\ numéiÍ\póklco.)).N(>'e6 'bMH
3' üer hombres dotados de rmáginacibn , de ¿iebi^ibilidad]
e invención carezcan del don especial dela.poeshí.'Gar
yantcfs era escelente pdeta cuando escribía eii'ipf osa» mien-
tras que sus versos carecían generalmente de p^féltif ]
^ eran puramente^ una nrqsá rím^ida. Lá dificultad qué^
. "algunos tiene la y ersificacLon, teniétídola y tñuy g¥iiDÍli
f^ara aconíodar Sius pensamientos, propios ^ vehéüiéDiter j
Q^^es muchas yeces á una medida determinada ,' jf'jÍ!'
gámoslo asi, á un padrón especial, no les permite eM-
servar en ^is espresiones aquel calor de. sentimiento
' aqnef brillo de imaginación, que se disipan en ihédio^<
un trabajo minucioso y prolijo.' HtissO póaeis^' las ciftfr
dades de poeta, pero le Tallaba él^on de la fcrsificaddA
íal ycz co^ máv^^r ejercicio y cóñ un trabajó inal ta*
995
oomonicado á sus versos los afectos de que rebosAa su
iha. Ht^ ese caso no podiaa menos de ser lánguidos y
ÍHos, como una obra de estudio y de paciencia. Asi lo son
en efecto; pero no debió desanimarse tan pronto , y un
kombre tan entendido en las teorías artísticas i pudo ad-
vertir que en la pintura so requiero maneiar diestra y ia-
dhdente el dibujo y los colores antes ae comunicar á
ÉB cuadros la espresion, la animación, la vida y. la póc-
ela que bace la admiración de las obras maestras del arte,
iim todo, no fueron infructuosos para Musso sus ensayos
ilbéticos, porque lo adiestraron en el manejo del idioma,
ftiidole á conocer todos sus recursos. Y si no bizo ea la
ioesla grandes progresos, los bizo y muy señalados en la
trilica literaria. Gomo prueba de sus adelantos en esta
|Me, podemos citar el análisis de la Merope del marqués
Ibffei, un articulo acerca de Anacreontc, en el que exa-
''Éhó prolijamente sus composiciones , y otro sobre ■ los
^ftigmentos que se conseryan de la poetisa Safo.
Después de los sucesos ocurridos á princi|)ios de 1820,
y jurada por el rey Fernando la Constitución de 1812» la
rad Acaaemía española que anualmente publica un pro-
|rama dé premios de elocuencia y pocsia , que tanto se afa-
Wi én los progresos de nuestra lengua y literatura , y que
tñta parte ba tomado siempre en los acontecimientos fáus-
,lQBpara nuestra monarquía, publicó aquel año asuntos
Ifwoffos á las circunstancias. Él de prosa era un discurso
ntnlatorio á Fernando VU por baber jurado la Goostitu-
CIMI, en el cual se comparasen los nrincipios del gobierno
ilterior por los del nuevamente aaoptaoo. Al leer este
Wmcio se sintió Musso animado ; estendió su escrito ; lo
Kwintó sin ser conocido do ningún individuo de la Aca-
demia, y tuvo la satisfacción de obtener el premio, v con
il las palmas del triunfo académico. Este discurso fué el
|iimer escrito que se publicó bajo su nombre; y por
«fcrto era digno de él , por la pureza y coreccion de su
fttte, por la dignidad oratoria de su estilo, y por la rique-
M ytiGTedad de sus pensamientos.
' jtoconociendo en su ilustración las yentajas y la escc-
296
lencia.del régimen representativo) y profesando idei
rerdaderamente liberales, fué uno délos primeros que c
aquella época corrieron á albtarse en las filas de la Mili
cia Nacional. Nombrado á poco primer alcalde constilv
cional le proporcionó este cargo amarguras y persecncifl
nes: tuyo que abandonar su paisy refugiarse á la jplu
de Gibraltar. Su causa fuédefendida en las Cortes del reí
no por boca de don Agustín Arguelles.
A pesar de los disgustos y del desasosiego que ntti-
ralmente debieron acompañarle en su emigración, sedv-
traia en sus ocios estudiando la lengua y literatura lügb*
sa, y fueron tales sus progresos que llegó á hablar confr
cíliaad aquel idioma y á escribirle con propiedad y am
elqgatlcia: en inglés esten.dió unas observaciones sobre e
teatro de aquella nación comparado con el nuestrq. Itaan*
sencia de su patria , de su esposa é hijos, y las atenduQW
que recibía en aquella plaza de toda clase de per^fvpi
exaltaron su fantasía y la inspiraron sentidos versos ei
3ue lamentaba los males de su patria y consolaba desde'Si
estierro á su amante esposa. - ^
Los acontecimientos de 1823 le permitieron restituir
se al seno de su familia. Su conducta en aquella 0Ga9Mi|
fué la que correspondía á su probidad y ásu honor. Ya
mos lo que acerca de ella dice él mismo: «En tal sibil
cion ¿qué deberla yo hacer? La persecución que acabib
de sufrir, me daba gran realce á los ojos de los quelfe
vaban la voz , y sin dificultad podía aprovechar la ocáfb
de ocupar en mi pais un lugar distinguido. Mas para di
era necesario que participase de la efervescencia genen
que hiciese del absolutista, y aun del mojigato: que di*
mase noche y dia contra los novadores, y que lejp*.^
perdonar á mis enemigos, ,me encarnizase hasta coutl^'k
sospechosos. Tal modo de proceder repugnaba ciertaiM
te no menos á mis principios , que á mi carácter ; p4f
que ¿cómo obrar contra lo mismo que yo babia hecDp
alabado , y contra lo que en mi juicio , reducido í sos ju
tos limites no solo no tenia nada de reprensiblcif sU
que también era lo mas conveniente á la nación? T0|
997
ft mia no qneria aparecer campeón de un orden de co-
ns qae siempre me había repugnado y rcpi\gnaba toda-
TÍa mas á mi conciencia ensañarme con persona alguna))
^La situación de los ánimos en la ciudad do Lorca y en
toda aquella prorincia, la ediícacion do sus hijos y su in-
cÜDacion á las letras, lo decidieron á trasladarse con su
&miiia á la corte.
En esta se ocupaba casi esclusivamente en tareas lite-
rarias ; tradujo en verso una comedia de Torencio ; escri-
bió interesantes observaciones sobre algunas piezas de los
teatros de Calderón , Lope de Vega y Cervantes , y sobre
la famosa Celestina, estractó el itinerario de Laborde, y
niTiaje pintoresco; hizo también estractos y apuntes de
la Historia do Espafia, por Mariana, de la de los árabes,
Sr Conde, y de casi todos los cronistas 6 historiador ^^s.
propuso escribir la historia de la guerra de la Inde-
pendencia ; pero habiendo solicitado del gobierno que se
16 facilitasen los documentos que existen en los archivos
J secretarías , su solicitud fué denegada desdeñosamente
Sr Calomarde. Sus estudiosprofanos no le hacían aban-
nar el profundo y sublime de la religión. Consta por
Ms apuntes que soíamento de seffuido levó once veces el
Tiejo Testamento, y el Nuevo diez y ocho. Esta lectura
fue hacia con detenimiento y meditación , lo conducía á
confrontar testos y versiones, á formar tablas cronoló-
pcas, y a añadir cuantas ilustraciones pudiesen darle
vna acertada y piadosa inteligencia de los sagrados libros.
hn muestra del espíritu que lo animaba en estas lectu-
na, y de su sólida piedad , veamos lo que dice á este
C paito: «¡Y cuan poco, oh Dios mío, cuan poco me
aprovechado de tu divina palabra! Dame, Señor, que
(&nuende lo pasado» dame que me recree y fortalezca
€on tus santas Escrituras, sean mi pasto común ; y dán-
dome tú, oh Dios mío ,. tu divina luz para entenderlas
^ la manera que las entiende tu iglesia , haz que la me-
diUcion de las eternas verdades produzca eu mi corazón
^pioBOs frutos de justicia que aparezcan ep todas mis
obru, en toda mi coAductia.)»
398
Aprovechando en aqoella época la feliz proporcio
que ofrece la capital, emprendió con ardor, y.nrorigai
constantemente el estudio de las ciencias naturales , asifl
tiendo diariamente y por varios años consécutiyos i le
clases de mineralogía , anatomía comparada , zoologi;
botánica , agricultura y química. En la primera de aqa<
lias ciencias oyó por tres años las esplicaciones delilnsti
Srofesor don Donato Garcia , cuyas esplicaciones escribí
íariamcnte. En la clase de química, que entonces des-
empeñaba el dignísimo pron^sor don Antonio Moreno,
resolvió los problemas que este le señaló, y escribió imi
disertación sobre las presiones y temperaturas de los ^
ses. Goiicnrria á todas estas clases, no como oyente, smo
como alumno matriculado, y con un deseo de adelantar,
y un afán, cual si de cada uno de estos ramos hiciese A
única y esclusiva carrera , y cual en cada uñó de elkM
pretendiese conquistar un título de gloria. Asi es, que al
"concluir cualquiera de estos cursos pudiera considerár-
sele como un profesor aventajado. A pesar de su edad, de
iú categoría literaria , y de sus honores académicos, no
tuvo iüconveniente, como alumno de la escuela de hoíir
nica , en presentarse á optar al premio ofrecido por opo-
sición > al finalizar el clirso, á quien mejor desempefiue
' el programa ipropuesto, y que consistía en la cuestionsi*
guíente: «¿El conocimiento de la fecundidad de las plv
tas es necesario en botánica , y hasta qué punto interetf
al que estudia la ciencia?» Ganó el premio ofrecido, qn^
era un ejemplar maffnificameíite encuadernado de los
Icones plantarum de Gabanilles.
Muchas academias y sociedades literarias del reiib lo
abrieron sus puertas. Entró primero en la de la Historiii
á instancias ael sabio obispo don José Sabáu , y á ell*
concurrió constantemente , tomando parte en sus tareaSf
evacuando las comisiones, informes, y demás trabajos ^0
sé le encomendaron, y cooperando con suslüóes, constf
especial solicitud , y con su vasta erudición á losobjJBtotf
dé ésta sabia corporación. Entró , con arregló á los éltft'
' tutos f en Ui clase' de honorario ; pero desnuc», en yirtni
i . - .
399
jb UUL erudita dMertacion que presentó sobre ciertas
msmpciones romanas de Lorca y Murcia , pasó i la clase
de sapemumerario. En su toma de posesión leyó un es-
celente discurso, en que con la profundidad de conoci-
mientos.y elegancia de estilo que acostumbraba « demos-
tró que tífiuestra nación solo Aafcía sido (eli% cwindo $1
pkiemo kabia reunido el viqory la prudencia , necesarios
nd que manda.r^ Trabajó aespues en el arreglo del mo-
letario , y presentó diversas inscripciones y antigüeda-
des. Pero el trabajo mas importante y que inmortalizará
IB nombre en los anales de la Academia , es «la ilustra-
don de la crónica del reinado de D. Fernando IV , que
M le encomendó ; y sobre el cual, y especialmenlo sobre
>li Regencia de su ilustre madre doña Maria la Grande,
princesa acaso la mas eselarecida que ha ocupado el.^ólio
iiütellano, ..escribió difefrentcs disertaciones, que .squ
*aa tesoro inapreciable. Trabajo acaso el mas importante
£e salió de su pluma , porque mas que ningún otro
muestra al razonador profundo, al parrador fácil y ele-
'gañte, y da á coaócer cuánto ba; perdido la literatura
Bicional conunhombre que tanto bubiera podido real-
mlá. Materiales lerau estos preparatorios para la bisto-
>'JÍa:.de layidadeiabuella insigne beroiua, á quien parecía
ilanuido á vengar uel agravio de los siglos, y de la ingra-
'titttd de sü nation.» (1) — Algunas de estas disertaciones
'i^leyó á la Academia, le valieron que ésta le nombrase
i&fividao de número. — Lugar es este de citar un pasaje
M discurso leido en 28 de noviembre de 1834 á \^ real
icademia de la. Historia por su director el escelentisimo
leftoir don Martin Fernandez de Mavarrete. Véase la idea
"tpieidaba una persona tan competente en la materia, délos
üabajos que desempeñaba Musso ,y que antesbemos men-
^^tioBado. «La Crónica^ dice, del rey Ü. Fernando IVno iia
"ilAdido tener eneste periodo tan conocidos adclantamieñ-
^■toi, porque la situación en que «e.ba encontrado el Sr •: don
■1 ■
. (il b.'^^niítfn de la'Puéntc -y Apésechea : mem^» biogi^fiba-del
'8t:Q.dlfilFaih¡fio-»VaUeiibB;í i'. ■ • f
500
JoséMossOy á quien la Academia encargó la coordioacioE
de los muchos materiales, docameDÍos y noiasquese habían
reunido para ilustrarla , y sus asiduas ocupaciones come
gobcrnaoor civil de la provincia de Murcia , no le hai
Eermitido avanzar en este trabajo como deseaba. Sin em"
argo, después de coordinar y repasar de nuevo la colec-
ción diplomática y las demás noticias y apuntamien-
tos que. se le enviaron , ha anotando la. Crániea
aclarando algunos pasajes de ella, ó deshaciendo se
equivocaciones por los mismos documentos que la h%
de acompañar : ha ordenado estos cronológicameai
con los epígrafes que se echaban de menos : ha fov
mado el Índice de todos con la especificación debida ,
una tabla cronológica de los acontecimientos de aquell
época. Preparado asi se promete el sefior Mosso concloír
{pronto su trabajo, como lo debemos esperar de su vasli
nstrüccion, de su activo celo por corresponder á la con-
fianza de la Academia. Esta entretanto ha procurado re-
coger los sellos que se usaron en aquel reinado para qos
se ffraben asi como los fac-similes de las firmas del rej
y de otros personajes , y de algún documento notablsi
para qnc , como se ha hecho en la erónica de don Enñr
que IV ^ sirvan estos adornos para satisfacer la curiosidil
y para manifestar el estado de la paleografía cspafiola sa
estos' diferentes periodos de nuestra historia.» En la
junta de 27 de noviembre de 1840 dijo el mismo seto'
don Martin Fernandez Navarrete: « Los trabajos , el sf'
reglo y las confrontaciones de las crónicas de los reytf
don Fernando lY y don Euríaue IV , cuya continaacidB,
según mi propuesta , ocupó ios primeros meses de esto
trienio, tuvieron que suspenderse por la falta de 4m
eompafferos nuestros ; pues el fallecimiento del seflor din
José Musso á mediados del año de 1838 , y la auseMÍA
del seflor Lista , que foé elegido para la plaza dé direelpr
del colegio de Ilumanidades do Cádiz, privaron i Ih
respectivas comisiones de la Academia de tan laboriosos
j útiles cooperadores , sin ser j^osible reemplazarlos poi
Mbon. El sefior Musso babia leído en las álliiiuis jniiUi
301 '
afneuiitiót Tarusobtervaciones critioM lobre lot acon-
tecimientos qae refiere la crónica antiraa de Fernando IV
en los. primeros aftos de su reinado , bajo U regencia de
VOL esdarecida madre dofia Maria la Grande ; aquella he-
roína de qnien decía el padre Flores que so neeitahan
wmckoi planoi «o/o para apuntar loi proezoi de $$ta gran
mujer, única en eui triunfoe ; por lo que no es estraAo que
el sefior Musso , siendo su aamirador se propusiese oar
noticia ibas {amplia do sus hechos. » De propósito
bemos copiado los pasajes siguientes para que se vea la
importaiíicia que dábala Academia déla Historia á los tra-
mas aventajado desempeño de ellos ; y que por último, ya
se hallaban terminados, cuando la Academia se ocupaba
en su lectura y eximen. Esto basta para la satisfacción de
noestros lectores , y de todos los amantes de nuestra his-
toria. Ahora podemos aftadir , para que aquella sea mas
enmplida, que siguen el testimonio de una persona fide-
digna , la Academia se propone publicar aquellos y otros
trabajos del señor Musso , en el primer tomo que vea la
hii publica de sus importantes y eruditas memorias.
A mediados de 1827 , y á propuesta do los scftores Fer-
undez de Na V arrete v González Garbajal, tuvo entrada en
U Academia espafiola en la clase do honorario. Cuando
tomó posesión, le^ó un discurso $ohre la influencia del
eeráeíer de la$ nacionee en la formación de la$ lenguas , y
di «iiof 011 los que las hablan. A pocos meses ascendió á la
dase de supernumerario , y á mediados del año de 30
CIÓ á la de individuo de número. En esta Academia tra-
jo con su acostumbrado celo , coadyuvando á la recti-
ficación del diccionario, en que se ocupa incesantemente
aquella sabia corporación , y en cuya obra tuyo á^su car-
go la corrección de todos los artículos pertenecientes á
denda» naturales: pertenecía ademas á varias comisiones,
y en purticolar á la que trabajaba en la formación de una
gramática de nvnstra lengua.
30«
Eft el afio de 39^ ó: 30 ja ealiudií las fmonéi'polftír
cáfl , y habiendo Uendo á nbticla del rey y de aa ihiatra-'
do, celoso y honradtsimo ministro de Hacienda el mérito
eminente y la superior capacidad del sefior Mosao, qui*
Aetütií utilizar' \éB talentos é instrucción de este en ya^-
rios puestos superiores de la administración, y aun iMffa
anal se le llegó a estender el nombramiento, todo siñ la
mas pequeña gestión ni aun noticia del agraciado, qoe ni
de aquel ni de ningún gobierno solicitó nunca para ú
empleo alguno. Maa no falta quien en este último caso
túnese medios y poder para que returiese un nombra-
miento, que estalm ya autorizado con la firma del rey.
Este, que cbnócta y apreciaba el mérito de Mnsso, lo re-
cibía siempre con señaladas muestras de distinción y be-
nevolencia , cuando se le presentaba con alguna comisión
de las corporaciones literarias y cientificas á que perte-;
necia. Repetidas veces lo invitó el inonarca á que pidie-
se algún destino ó condecoración; mas solo admitió al^
gunas gracias en favor de sus hijos. |Al nacimiento de
nuestra actual reina , le concedió su augusto padre la
llave de gentil-hombre de su cámara con entrada.
Habiendo comprado el rey Fernando los manuscritos
originales de las obras del célebre poeta don Leaqdro
Fernandez de Moratin , encargó á la Academia de la
Historia que dirigiese la lujosa edición que de ella se
hizo, á espensas de S. M. en la oficina de don Eusébio
de Aguado. La Academia encomendó este trabajo á los
señores Musso y Miñano, y al primero especialmente Ja
formación de una noticia biográfica del autor, que se iasH
primió al frente de sus obras. Guando tuvo concluida la
noticia biográfica , la presentó al rey « á nombre de If
Academia, para su aprobación. También solicitó y obtii«*
vo audiencia de S. M. con motivo de haber concebido el
proyecto de que se estableciese un Museo donde se reoo*
giesen y custodiasen los monumentos de la antigüedad^
3ue ya entonces principiaban á desaparecer ' entro nos-
tros. Este pensamiento fué bien acogidopor iBli)ey , y
flffirec^ó nmníovmí^ favorable de ta AciKdeiiMa'dii3a..Biaf*
: » «•_'• • /
IBM no taro la suerte de llef^. á realiiár«e,
eeloi.6 rirátidad de hombres aae se «proyechaban de* so
Doder para frustrur los mas útiles pensamientos aue no
nesea de sus amiaros y parciales: se elosió el celo del
Mfior Musso, j se dejó para mas adelante la ejecución de
m proyecto,
Por aquel tiempo se orffanizó de nuevo la Academia
lilina Matritense, y tomó el nombre de grccolatina, por^
ne i instancias de Musso, individuo de ella» se esten-
«6 el objeto de aquel cuerpo al cultivo de la lengua grie-
gi. Guando se instaló esta Academia , con arreglo á sus
suevas bases, leyó Husso un discursito en gnego que
ifiiella corporación mandó traducir en latin y castella-
10. Amante de todo género de estudios , celoso coopera-
farde todas las empresas literarias, y protector solicito
de todos los proyectos útiles, y que se encaminaban
il bien y prosperidad del pais, mucbas Academias y
Mdedades económicas , cienlificas y literarias, lo nom*
braron individuo de ellas; las económicas de Murcia,
Taiencia y Jerez de la Frontera le enviaron sus diplo-
BU de socio : la primera le nombró ademas por su di-
vector.
Su gusto nativo, la afición con que habia cultivado la
loetia Y la música habiendo en esta última dado prue-
Mi de haber adelantado no poco en la composición, el
tnlo con amigos inteligentes y con artistas distinguidos, y
por 61timo los grandes monumentos que presenta la capi-
bldeEspafia en todo género de obras, acabaron do desar-
nllar el gusto de Musso , estendiéndolo á la pintura, á la
ttcaltura, á la arquitectura y á todas las artes en general.
Bl gran monumento del Escorial, cuando lo examinó por
primera vez, absorbió su imaginación por no pocos días,
J le inspiró importantes y profundas observaciones, que
flltendió por su mano y que se conservan entre sus ma-
.niscritos. Dirigido en el estudio de las artes y en la his-
toria de sus progresos por sus sabios amigos los señorea
donjuán Agustin Gean jSermudez y d9n Jopédel^ia.^razp,
pintor de pandara, no podi^ menqs de adelauUt coix«\^<^-
304
r;gJ^leinente, j á un mismo tiempo tanto en la adquisición
4é noticias importantes y cariosas , cnanto' en óhsérrar
ciones delicadas y filosóficas , y en la mejora y perfección
del gusto. Algunos años antes de su fallecimiento estaba
ya reputado como uno de los mas sabios é inteligentes en
materias artísticas , no solo como conocedor del m&ríto
de las obras , sino como persona instruida en las teorías
'artísticas y en los acontecimientos mas interesantes de
su historia. Jntroducida la litografia en Espafia por el cek
del señor Madrazo, y después de felices ensayos, acpme*
tió la grandiosa empresa de publicar litografiada la mag-
nifica colección de cuadros del Museo, que debia apare-
cer acompañada con testos relativos á los autores y al
Í'uicio de las obras. Encomendado este trabajo al sefior
]lean como á hombro doctísimo en la materia, no podo t
continuarlo por haber enfermado al llegar al cuader**
no 12; pero designó á su amigo Musso. como el masca- i
paz de sustituirle en su encargo. Desde entonces qaed6 |
a su cuidado esta obra respecto de la cual basta decir |
que no se ha echado de menos respecto de ella al hoin- a
bre sabio que fue su antecesor. Los artículos que escri- j
bió para la colección indicada, y que aparecen con safir- !
ma, son un modelo en su género, no solo por las formas |
propias del lenguaje , por la variedad, gracia y elegancia
del estilo, cuanto por la delicadeza de gusto y. severidal
de juicio con que se caracterizan las obras. Estos ártica- I
los elevaron mas todavía la reputación de Musso, y k \
abrieron las puertas déla Academia de san Fernando» en "*
la que fué admitido en 1830 en clase de honorario. En
vista del concepto que generalmente merecía, se le enco-
mendó también por el Excmo. señor duque de Hijar, di-
rector del Museo del Prado , la formación délos catálogos
de los cuadros que hay en aquel establecimiento pertene^ .
cientes á las escuelas flamenca y holandesa, los de la sala
reservada, y el de la escultura. Los formó en efecto, do
acuerdo con su amigo Madrazo, y comprendía en brevéi
palabras una noticia de los autores ^ y un jiücio acabado
jjpreciso délas obras.
Kot de48aO saVaxtadó á Loma con sn f«-
EiB asf lo exigiaH tos intereses de esta y el go-
BKt c&sa, de que siempre fué muy cuidadoso.
roeva situación lo mismoque en todas, lo acoro-
el oaUivo de lus tetras y sus empresas cicutili-
cou mas 6do y traDquílídad prosiguió trába-
los encargos y comisioDes que le liabian coafia-
>rporacioacs literarias áque pcrteocüa. I'ara la
a de sus hijos escribió varios tratados elemea-
re diferentes ciencias, de que hay muy poco ori-
nacstro país, y que tan útiles podríau sor á la
on pública dando uniformidad a los estudios , y
estos hasta los últimos adelantos de la ciencia.
CD variedad de metros el Ayax do Sófocles, ilas-
y comentándole con varios g^<neros de notas. Coa
lemias y con sus muchos amigos mantuvo una
ndencia literaria, auc prueba la variedad yesten-
08 conocimientos. Infatigable en el tmbajo exa—
f estudiaba detenidamente cuantas obras caian
lanQS: pai'.^ hacer mas provechosa su continua
Bstractaba y hacia apuntes de cuanto leia , faa-
ihre todo un juicio propio. Lo mismo que Jove-
vaba un diario prolijo en que se daba a si mismo
c cuanto hacía, de cuanto veía, de cuanto oia y
mismo csplica las utilidades que sacaba de este
y añade por último: «Otra utilidad , y no pcque-
icarrca osla costumbre, la de poner un mas
ep lo que ve, oye olee, por el que tiene de
3 , y acostumbrarse asi k lijar la atención y
mirado en sus propias acciones, supuesto que
. ha de poner por escrito. u Empezóeslo diario el
7, y le prosiguió sin interrupción hasta su úl-
itxaaAaá.
ido en 1831 subió al poder D. Javier de Burgos,
ego con una actividad estraordinaria y con una
OD administrativa de que no so habia dado ejem-
[gobierno de España , princípid á plantear y or-
Bi^lléiíe JélFomento general del t^íuq w^
sé le babia confiado , y á qpie no Jft luMn ékéb kuÉla
tonces el impulso qne reqneria el pensamieiitú dé m
creación. Su primer paso, despaes de preparar gran ná-
mero de leyes , encaminadas á impeoir abasos de todo
género, y á promover la pública prosperidad, faé la ins-
titución de subdelegaciones provinciales , que encomendó
á personas escogidas por sn celo y capacidad , que ftt<H
sen como los cooperadores y agentes de la mu reforma
administrativa que meditaba. En un solo dia , y en un
solo decreto aparecieron en la Gaceta los nombres de to-
dos los subdelegados ; y la opinión pública acogió con
entusiasmo estos nombramientos como dictados por iu
espíritu de ilustrado patriotismo y de amor al pais. CniOr-
to la fortuna, el arraigo, los conocimientos espedakiy
locales , la reputación , el saber , la esperiencia , la po» ^
sicion social y los servicios podian contribuir al mas el- :m
bal desempetio de las magistraturas aue acababan de ^
crearse, otro tanto comprendía la lista ae los subdeleM^ ^
dos de fomento que el Sr. Burgos presentó á la aprODfr- a
cion de S. M • la Beina Gobernadora del reino. No K , ^
contentó el sabio y natriota ministro con reuniílos i tlH {^
dos cik su se<»rétana para que en su presencia pfesU- ^
sen el correspondiente juramento , y para darles Ijer- '^
balmente, en hombre de S. M., las instrucciones"^ y
requería un encargo tan nuevo entonces y delicado í fi^ ^
no que estendió una instrucción que les sirviese It ^
Íuia , y cuya instrucción es un monumento de Mr \
uria y elocuencia que asegurará para siempre la ¡gliH |^
na de su autor. No necesitamos dar una idea de dlái i^
hiendo tan conocida del público en las numerosas edicio^ ^
ñés , y una de ellas estereotípica , que de dicba indroo^ 4
cibn se han hecho. Con todo , nos conviene observar qii0 i
siendo tantas y tan varias las atribuciones de los snbdeie' %
^ádos como que se estendian á la protección de todos loi i
intereses legítimos , á promover toda clase de beneficiost %
y á destruir todo género de abusos , ni^ estaban ni podiaff |
estar determinadas y precisas las que abrá^íaban .tedoi) |
lo» objetos relativos al fomento y prosperidad del reinos g
507
VigW JbMU>«iwtP':fimto «medflMl k h iliistracion de los
jul^alawdoi MDwrwder y fecundar Ub idea9 del minia-
Ir» ^«elufauL espudido ea la instr acción citada : maa era
mU an resáimn de laa doclrinaa «dminisiraUvas del aa-
Uo minialro , que un regUmenio circunsUnciado y pro-
Mje de laa aUibucionea oficialet de laa autoridades nuc-*
laoieiite creadUf tanto con relación al gobierno supre-
«0 cono con relación á las demaa autoridades con quie-
nes kabiin de estaren un inmediato roce : no comprendía
4klia instrucción » como hasta su mismo titulo indicaba»
la nuavo plan de administración » aino que se proponía
ítteaBiente diririr á estos primeros agentes del gonier^
le en la misión de fomento y de beneficencia que so con*
liba i su celo y á su patriotiamo. Apenas podrá citarse
la ramo ni un objeto importante y c»paz de influir en la
Bioaperidad piU)Ucii i qüt no se tuviese presente al re-
miar aipella inatcuccion ; los p6sitos , la ganadería , Ja
fialriboeion de las aguas pitra el riego , el aprovecha-
miento de terrenos incultos 6 baldíos , los acotaqiien-
loa ó cerramientos» la conaernü^cion de lo]s arbola-
dea I d disfrute do los pastos, el cultivo de la seda , U-
aea y cáftsmos; la protección de la industria y de la mi-
nería I la organizaaon de los ayuntaoucntos , la sanidad
iWica, la policía urbana, la instrucción pública, las
saciedades económicas , los hospicios , hoapitalcs y de->
^ a -establecimientos de beneficencia ; las cárceles , pre-
'y demás establecimientos de corrección , los ca-
y canales » las bibliotecas públicas , museos , tea-
kM., «apectácttlos , caza y pesca de rios y ls\gos, divbdon
tcmloríal y estadística ; en fin , cuanto puede sugerir un
MiidiQ profundo de las necesidades públicas y de la si-
Iwoion especial de nuestro pais , todo se tuvo presepte
«taste escrito inmortal. Sin embargo , en todo ¿1 se de^
jin loa medios de ejecución i la capacidad y á los V^len^
lia.de los subdelegados, que dcbian obrar según las cir«>
Cfnatanciaa, aegun cugiesen el estado. do Ips pueblos y
inp oeoeaidi^Aa » y aj^gua .i^consejasen la priidoncia ]|:' J|^
«mf WMWM kgewrfji 4d.jm9. ; ^p .jp/í^fiAxtA^ j\ W^W
30S
bienio sino, lo qae ihanOabáh 6 ^luBiáli 'Uñí&j^iké
reales ordénes y las' instr acciones '"especules^
diendo dictar réglaá para la' ejectícion de todas éMfts ata^
posiciones. Fnerá dé estas átríbacióhés-, -todas las'deilito
3ae se reférian á proinóyer esté '6 él ótrpi'ariio de'i»^
ustria , á proporcionar recursos pata einprehderóbríi
públicas, para establecer fabricas, para abrir MiefM
caminos, para establecer escáelas, y para atainmr'plir
tO|das partes el eispiríta vivificador dé la industria; Mi fé^
qüerian todo el saber, todo él celo, y todo el amor '4^
gloria que el Sr. Burgos buscó en los dignos subdélegKi*
dos míe presentó a la a'probácion de S. DI. Musso ertfHM
de ellos: él conocimiento que tenia de 'su protincia,^
crédito. y prestigio de que en ella gozaba; el astíéndimíMi
qué en la misina leudaban su fortuna y refoCionefir'ii#ii
cíales , y sil vasta instrucción' administrativa , asi'etW
mo sus prendas personales, lo llamabati á déseiiq^i^
un puesto que nadie bábriá ocupado' mas digniameiitti
que él. ■ .• .,ií..
iPará comprender el espiritu que lo animaba ál Untíár
posesión del gobierno' de\ aquella provincia, y los prta^
ceñios que dirigieron su conducta como jefe de lá^áé^
íninistradon ; veamos de qué manera se esplica en lai<0lK^
cülar que espidió en 25' de eneró d^ 1834 á' todos lóBfillíf
blqs dé aquella provincia : este docum'éiMO bonW'lNif
tatito más su memoria ,' cdanto mas distantes nos 'haHl^
mos de' la época en qué se publicó: es al msmo'.ticttfis
un tesúúicn de sus opiniones y de sus sentiroietii0tt>M
k énocá a que se refiere , y de que ciertamente no iWi
mbttvo para variar. Dice asi : '". •■■ '^'n • t
' '- «Habiendo tomado poscsioil del destino qué S- M. la
H^ina Gobernadora se na dignado conferiroAéí de btíbA^
fóffajdo 'pi;iúciipal de Fomento de esta provincia , 1o"]^Hl^
ci|o ^.Y. S. ^árá áu ifñtéligerícia V electa ^e^nv^taMmi
wi^e'es'á la^ Verdad el car^o fiado á mis flá'cas> fuehiH)
Y tal, que desconfiando de mis tortas luces',' no íüólo eHittW
ftuy lejos d¡e'k9ltcitark', sino qué vacilé éá>«^lÉÜIilPle W¿
itftfMiáb de que tío 'ludria' «éMiÁ|féiUri«(Aiili^^
HirO:OT4^Máto. que S. WLéMÍl^ kadécrétedo , pdñuadida
06 qae a lo menos por mi lealtad á su esceisa 'Hija la
B«na DMitiaiÉeñdra áoAa Isabel 11, á cayo.irooo mo
laian la! comcienda, el honor y la gratUod « en lugar dé
Qfooér. el menor estorbo i sus benéficas mitas .en. fiaTor
m la nación* aplicaría todos mu esfuerzos para Uofarla
aáelanlev proonriuré. siiplíenflo cqú mi celo la falta de ca-
|acidad:,traba}ar. incesantemente para. que en esta parte
■i queden fcoairadaB su espéranias. ...
• iBSegacidad.de personas. y bienes: prosperidad del
HieUo8spafiol::lié.iaaoi.lós unes aue se ha propiíeate»
Oé M. en.la ^rea^km oe estaa «obdelegiu^iones.
'. - j-A/qoellaes objeto, de la policía temible para los ma*
loa, protectora da I los buenos. Mas como os impósible>
peoleger aín qne sé «onsolide el poder de quiea protejet .
áfanüré como jni,principál obligación nrocurar qoe.jamáai
sa'fiülG por nadie ¿L^faLfidelidad que toaoa debemos á nne»%.
lmSimiiana.:jpslO¡|r pjursuadidode á. 1^¡ hajbi tantea
afeunaní iguale! séníwientes, y: espero ^lie. f adadia átte-^.
éáará mas y mis ^ .Aue siil re^r?a Jil resUnclcioiii áknna-
Sitan. siempre .rea«MÍttos i sostenerla , y á morir» 8Í.£iiirei
Meiprio oara'ijne. nadie arrebate dcisus sienos la eore»^'.
■i-qoe le oan laa leyes « la .costumbre, y Ja YOluñtad del
asffor Bey padre D. FernaAdo YUi^.Si por casualidad bu^'
lilre:touTÍa algún iluso que ponga én otra parte ana*
4aoB^ aepa que; n/D se le pierdede. vista, *y. que. unido, esr^í
taduLinente cdli cuantos .ejercen cargo 6 autor idad aupe-'
ifaír en.estiiiterri torio, le daré á entender que en Eipafia taai
ki]rotro.inon4i'ca4}ue Isabel li. Masía adhesión, ala mis»*
asno se prueba amo obedeclQndo á su augusta .ma!dre. :
har. tanto., nopwdo menos de decir qué jiamás tetidné el
iünér.di¿inDlo COA quipn de alg^nfi. macera tjcale de en-**
iMecer la «yecMPHin do. sus providencias, 6 dp olMuerse^
ifUas;, A de. eludirlas. Él gobierno de la Regenta .del j
rttno es fu^ie y ¡xigorosp , y sa))rá visucer todo género •
de estorbos , porque sienta sus derechos sobre las basea
ilultqraU^s,- del ^4^n y déla juaticia; y coquip eldosór-
,iw ^MTfirda^o úeMto, y/1a acepji^íoi» d^ |k^^t^%%
510
ana naldad, tiiiboi dáboí qñéán^^ti.ieÉlititm^é^Mmm
tito-édtlo; '■-(» •-'»
. )i De esta manera jpiodremos lograr lót biaaM'^pie-tnili
éé dispensamoa la aábia t liberal mano de lá aafioni Bmm
Gobernadora» Levantar la agricaltnra de^aa abátiwiWÉfj
já aumentando el riego de loa campótt'ifi|>imejovaiidd ttk
eulÜTO^ 3^a suprimiendo trabas t Tejiciones) ímatUm
la industria con la ereaeion de jEMbricas w^ii^ ^'^U^
ren nuestras primeras materiaa f facilitar d oénieMM|*p«
medios de buenos caminos, y con el'lbDMbto«dj»Ui e
tracción marítima^ ayudados por la nattiralen^e fsli
mente ha puesto eo nueitra costaél ■m¡I#v paértof. ^Éro^
mover la instrucción pública por mpoio ido-'M^«íeMuiy
coImíob, y por cuantos medios mu pbsililei«^afií-dfste»i
rar la ignorancia , madre de la barbarie y 'ongiBntdo'aui^
generó ip males': socorrer al iniaerdila/ayiidar^al inda»
gente 9 aliviar al enfermo en estábleaftnáealoa oportoilaw
en euma, adoptar todas las disposiejo^ea^que contriboyM
á la felicidad púMicB, desdé el remedié de la maa vgnte
neoeaidad/ basta el cuidado de proporcionar al
fatigado de las personas dedicadas if ocupacioMO "átilüi
boaesto desahogo en los espectáculos y diversiones pábü*
caa^ haciendo que sean dignos de genfeatívilizadatiyieen
los puntos en que debemos poner nuestra atencio»áií
ofrecen grandes dificultades V todas laaTéUce la TdlMÜá
firme de hacer el bien cuando los interesados en gonv^de
lasTentajas cooperan á su fogro. Yo me lisonjeo >d»>ifiü
haUaré ^sta cooperación pronta en los ayuntamiénAoed»la
provindia, que conociendo mas- de cerca el estado- de W
pudrfos , pueden por lo mismo p roponer ée UH 'moda-
seguro lo que cada uno necesrie para su' /mejora y i
lantomiento. A mí me hallatáu dispuesto á todas horas
pwa oirlos , y deben estar se-güros de que no me 'hifsii
piropuesta alguna que no tome en consideración v 7^^
DO* trate de dar salida sin ¿dicciones ni denVoMs v«hBS«-
tanas.
» Todavía quedarían inútiles el celó y la eAeadn
dé lo§ ajnntattámttn y 7 el nüb sin utfa «ondidfcw fáf»
5Ji
«HdftflpQ lot gcnenuoa Matunienjúa. de S, M. la Reina
6oberu4ort. w^jo de todos: el olvido do lo pa3a&.
^■M d lnff|W de los partidos j: de las deaomínacíones
«ioMU, de lof reaentimioDtos y de las vengamos, Ten
•Uuto 00 deba baber mas que cs^Aoles vasallos fieles
4i Iwbel II, súbdiUx obedientes do MarLa Cristina.*
Ipinediataaiente prioúpió i ociuarsp en objetos de
^flidad pública ^ de fomento. El importante canal de
M«iMr,qae bacía aislos estaba proyectado para aumen-
te'el riego da mucna parto do aquella provincia, tafi
Wjeto de su especial solicitud ; y desde mego su prinjier
wad» fae pedir informa acerca del eslack en qu^ »e
hlUaba este provecto. Una jonta creada de real ¿r|éii
EialU provincia , y quo tenia el encargo de tomar
proTideacias en üsvor de la bucrla , se balúa con-
lo diai}elt|i desde que se GStabJccifron las subdcle
iWioBes d» jEnneoto; pero no habiendo term¡nai|b >u
BÚuQOt f Mnaidercodo el nuevo subdelegado oue se-
Wij útil que U terminase , la rc&tablcciÓ v la puso
~ la presidaiui* del corregidor. I.a villa de Cieía .so-
ba mercado franco , y en ol subdelegado >f usso cn-
MtM todo el i^yo que necesilaba. liuscaudo tas luces
f.i^ cspariencia dónde quiera quo se encontraban, y con
#fil^^eto de fomentar J comercio do aquella noblsi^on,
KuiA na su despacho á varios comerciantes ao los |nas
Meditados de la misma, y con su acuerdo tom& díspo-
ifcJÜonB para establecer eu la capital de aquella provip- •
.ti wu juntado «omcrcio. Birigiendo tambicB (¡^ at^<-
4ni i U mejora de loscamiaos, oficia al admiuistrsdor de
Mi tus , como ecoplcsdo que debía tener conocimientos
HB^fltOB ; BecuroB de «líos , á fin do que le informase
Harta del estado «o que se bailaban , tanto «quellos ú>-
<• los paanles , y le diese su opinión sobre los medios
tU mejorarlos. Para la estadística do la provincia se pro-
IjM principiar por la capital, de forma que las opera-
■laiM que al efecto se ejecutasen en ella, sirviesen de
■odelo para los demás piaeblos de dicba provincia. En
•HU it aspóutos do Lort^i^e.exJ^ mucbas imiiot-
513
tantes reformas , no qoiso poner ;niíí|púui en- qeciulión
hasta informarse de todas las que necesitaba , para pro-
ceder con acierto ; pero desde luego acudió á remediar
la necesidad mas perentoria, haciendo trasladar aquel es-
tablecimiento á un local mas estenso y diáfano , sHuadó,
como convenía, en un paraje mas escüsado. La -misma
conducta siguió respecto de las cárceles: hizo desde lúe»
([O en ellas aquellas mejoras mas imperiosamente reela-
mjadas 7 que estaban en el circulo de sus atribuciones; y
eiicargo al ayuntamiento le propusiese arbitrios con que
poder atender con seguridad á la - manutención de los
]^esos confiada hasta entonces á la caridad pública. IMs-
puso las reparaciones necesarias para mantener en el me-
jor estado el riego de la huerta , y para dar salida á Itti
aguas estancadas; y dio las órdenes conyenientes pai^
la presentación de títulos y mercedes con respecto á hM
molinos y artefactos que hay en dicha huerta , con el fih
de corregir grandes abusos que escitaban el clamor in-
cesante de los labradores : inyita ademas al ayuntamieóMo
de la capital para que le dé su dictamen acerca de las
obras necesarias en la huerta , y le proponga arbitrios
para su ejecución. Dos fábricas de seda que hubo en
aquella ciudad^ y que se encontraban cerradas , se prcK
puso restablecerlas , y para ello empleó todos los medios
r\ pudo sujerirle su celo ; los pósitos, la cria del gana-
caballar, las minas de carbón de piedra, los propios y
las escuelas de instrucción plrimaria ocupan la atencüm
del subdelegado de Murcia desde el momento de su lle-
gada ; pero procediendo con circunspección y prudéñcü»
se propuso no corregir males ni introducir mejoras 9"^
adquirir antes un conocimiento profundo de la naturale-
za del mal y de la eficacia del remedio que se propoma
aplicarle. Atendiendo al mantenimiento y eonseryadon
del orden público, procedió con la mayor actiyidad en- la
formación y organización de la que entonces se llamaba
miicia Nacional. Antes de esto , y con la conyenienle
oportunidad , recogió las armas de manos de laS' perso-
nas sospechosas ; y con fim^eza supo corregir alguMs
BMflds oírijgpÁiádofi de nñ celó maT entendió) j 'esee8ÍT(i¡i
f.del etpfntn de'exaltáéión.
JÜganOs facciosos intentaron sublevar la huerta déla
Madde Lorca, y toda aquella provincia. Un tal Brón-^
Uv teniente de infantería, desertado de Ceuta ,' h^ia
ÉÚo recorriendo las cercanías de aquella ciudad para
iiéer prosélitos. Alarmados lo6 vecinos de Ceuta, saiie-
tt contra los facciosos varios paisanos, y consiguieron
Mbenderá tresde ellos, habiéndose después presentando
no , que se acogieron al indulto, y huyendo los démas
Í'-'Ia- activa persecución qué cspenmentaban por parte
Isa mUícianos urbanos, paisanos armados y carabine*
iK'de costas y fronteras. Los cuatro milicianos urbano^
ÉÉr se distinguieron en la aprehensión de los facciosos»
npn recomendados por Musso á la munificencia d[^
V*n. , habietido ffratincado de su bolsillo al que habiá
^Aburado al cabecilla principal , y que se había distin-
(uo por su decisión y valentía. ['[
' ' A su instancia y con su protección se plantaron 6Í8
UNdes, de los cuales habla 500 pies de moreras. Para
Amo de un paseo se plantaron 1200 árboles , sin con-
Kr otros arbustos y flores. La amcultura por todas par-^
kl principió & animarse , y desde luego se notaron pro-^
Eos conocidos. Se multiplicaron las palmas, y éstraor^
riaménte tas patatas :'para mejorar la calidiad de es-
te iltimas, repartió Musso al|[unas que desde la corte
hlabia enviado su amig^ y maestro don Antonio San-
Uo Arias. Introdujo el arroz de secano , y ensató el
eihivo del Uno de Flande^ y Se otbd ^eiüillas .y plantas
ofiticas , que' le proporcionaron ¿I imsibb. Ariaá y . don
há Mariano Yallejo , tainbicfD JnÜmb ámSgó suyo : hizo
dopta^ trillos mas perfectos que lo^ comunes; huó trae^
dmdo de Herrarte, y bajo su'diireccioá sé practicarojí
Mtyos para la aclimatación del tabaco: Para atender ál
■tt pronto despacho de los negocios municipales ^ dis*-
|Mo aumentar el número de regidolres ; y en nb , i todo
Hen&ei subdelegado Mnitíri óóii'tlna áfcUridád j uú
«do, -que loé -pfivéblos de 8ti* j^íféfÜííSkxt^ 1 «^-
«alzaban, j qae lejnefeeieroB lottestimQiu^:0|uUMmr
jetói del aprecio j confianza del gobierno. . '
. Parece qoe aquella provincia estaba deiUli«d& i Hr
afligida con todo género de males. El cólera fV!9ftii «9
elU ^ > en algunos de sas pueblos cansó eitra^* nu
tfáepPTia» TÍctimaspor el temor j sobcesalto con qne
ae.iilarmába el vecindario. Con este motivo las provideoi-
dks del sabdeleeado contribajeron hast^ donde era po-
aSile i disminuir las comecnencias de aqnel axote , pn^
Cilrabdo por medio de disposiciones eBéreicas , que a los
épfermos no faltase los auxilios de la raecuclna. v qne do
escaseasen los mantenimientos públicos , con perjuicio Je
los pueblos , de los labradores y traginantos. No ueodo
aquella enfermedad de las que se propagan por m^
íeti contado , como parece se ha observado ja, lo i^H
cónvenieate j lo qae la esperíencia abona , es do afiígír
todavía mas a los pueblos con las molestias y vejacioncf
oñe causan la policía tarntaria y la paraÜEacion de la ú|-
4patria y del comercio. Esta idea fué U que diri(pó h
conducta del subdelegado Musso.
"En ninguna ocasión se distinguíeroa mas ni bríUaroí
enniayor grado sus coalidades personales, que en el go-
bierno de ana provincia. Garlaffena. era victima de las pi'
siones políticas y del espirita de turbuleoioia : en Lorc
la administración de justicia no gozaba del crédito y joi-
ticia que necesitaba; la capital de la provincia esperí'
ineotó sacesivamente trastornos, desórdenes y torbuleU'
■fiias. BIu en todas partes se hacia sentir U autoridad del
subdelegado Uusaq: en la primera de aquellas ciudades
concilio los ániíDos divididos ;, en la segunda reslahleci6
en todo sti .vigor la ^aunistracíon de |B8ticia , y en 1>
capital acreditó su serenidad y valor cívico en laborn>-
rbsa innndacbq que sn£ri6 , y que estuvo i punto de ir-
rancar, s)i puente ; !• acreditó tanünen enfrenando lu
IWiiones popolareB., j conteniendo á Los enemigos del so-
segó páblico en la noche memorable del 3 de majo
de ISSSi El intoid^iitf primoro , y deqp&es el «bii^
r 5IB
BWMntd 6»fa> mIo y rf^snnnado ; tuiMó ni pneblo,
nioéniÍMaln de Ri»pii)iihrff«, y enn el ascendiente
fb* ni rejiiitiKiinti , V <^un U coDÜanza «inn iiun(-
Mosta» a^aiiiiistrndns, íünipó el lumullo , mIi^
Me los acoint'tldns, l<is hixn conducir faertí 4«
aTon la niiyor s^^uridnd , y convirtió lai nm»^
H* tiro* en «pUiisoR v («n (tmnostracionos do tan*-
|SA5 tr%t> Uamsdo á gabnritar la prAvlncia éri Ae*
fBJproMHdDreH de «st« htbian solicitado d«l go-
I^B enviMe á f^btfrnaría un j«fa de m6rít» , y
V<AaMaTi}lver bus inmensoit recursos. Desde Iua*
Alomo fijó la TÍsta en Musso, dieienda el minís-
gprocHradoros : tYo prometo á Vds. «I mejof
■pr civil que hay en España. ■ Musito no neerii-
■tr la suerte precaria de un emplejido ea fispaflAi
bkacc m aflos i una existencia inMablf y vaga-
fhim el desfo de corresponder á U ilimitada mbi-
■ gobierno , y de servir enn ^oria k su pnis, ti»
timi ac)>ptap et nuevo cergtt, y a trasladarse por
|Brllta> En el mismo día que llegó lotaé posesión
llffnftcivil. Trntó de informitrstf de los nocextdn-
■f revincia , de su sitnacton especial . y del esta-
(lopjnion. Sus pensemienlos eran srandes: na «elo,
Élad j na tino los tenia ya acreditados lo isismo
Msla capacidad y su intelieencia ndmintstrallvB.
■t A muy poco le permitieron realiiar las CÍT-'
fití. Un alzamiento, que eslaltó primero en Zb-
JlBarcelona , y que después fuA seennda^o Hace
jflB cBii por todas las lernas provinciüs, amenazaba
iMBrio que presidia el conde de Torcno. KcviHa y
C provincias del Mediodía , no tardaron en s«'^
pulso ^neral. Kl principe do An(;lona, que í
MiMSompeílaba la capitanía ^ueral, hizo dimisión
■«. Mbsso trataba de hacer lo'mistno, pomo »o-
M tB'O^iencia de las juntas revoiocioitarias',
■■«■tfgtW f (as iferson» mas iufiu^li» &« 'Mfi»^
516
cipitál lo dércaMn -x rcogiéeon jfaAjtmtivmmti -jatm
pdéato r réj^reséntándole M» m»hsj^: ■in¿hftrJban.!Ü
aquélla capital, si^tabá.U]^rimeta.antMñd«d;difliiqpi^^
eii Aquellos críticos momento^i; saüvase - de:Joa<ilé0ai¿ii
deja aniürquia aquella 'herniosa ciiidad. MnaabiC^Uáí»
JUá instancias ido nonrados seyillaqos ^ y. á lo ijnfifládú
taba su patHotismo y la entereza de suieitfácter^AnBftii
neaió én el sobiemo dé Seyilla » háiia- que instalada/Ua
junta de gobierno , y afianzada la tranquilidad p6Mifla|
rerildó Ids. últimas instrucéipnes dd.nM^ribnndo gaMn»-
ie. Con ellas etí*la mano; pues s6 insertaron en;la;G0iadli|
ae jure isetitó á la Junta , ante la cu#l manifestó ipfdéi^ii
el. cargo que habia desempeñado. En rano algjuii^ j&jb
TÍdnos, mas acidorfidos que prudentjBSt se.^opUiierMiuf
fllj^ 49térmittacion 9 inyitándoie á. que continuase efe ai
destino, no como gobernador ciyil en uondir^ de.lajririji
lUi'f sino por la aclamación del pueblo. A estp: s0 oeg^M ^
enteióeza , añadiendo que habia entrado.en Iji JuntauM ,
A^^l par'áctcír, t que lo.qveen cualquier. ciodadananlá
dhéj[«fer, cuando mas un estra^ío de cqIo; 'en étmStii
jaria dé ]ser una traición ; y <cmi ^uidre , añadjió » Miül
PiaÉió'para traidor^)» Y c<wo insistiesen euqqeseíMwni.
Ta96 aquel doti^e caráctéx; «nadie pu^éde aeryir '.átjM
amo^;» contesitó. De esta espresion se abusó maliciojifc!^
mente dándole publicidad en un manifestó de . la JiMpM ,
JLos;amigos de Musso tuvieron motivo para; ieiiiéP pM
su seguridad:, y acudieron á su defensa ; pero eji WMIil
pueblo de Sevilla reppetó siempre al virtuoso jefe \fm
en otras circunstancias habría podido labrar hf^ÜMli
de aqu^.provincia. ..ffi
. ' Itestituido: Musso á la^^rte, y habiéndose pr)Q>ei>iilt
al moevB ministerio', recibió de este esprjesippea jpMipii
Tocasdf^. su aprobación por su conducta, y aeQaJMll.
jpruebas deiaprecip y de confianza. Prueba de esto .feíidj|
nombran^ento que ^n él hicieron para el gobierj^g^fíiil
de YaleiMua, aunque en comisión , y retejiendo ¿1 lAfBfr
^r^;fi^'ieat44e las rabones que alegó, elmuuftemi^;
aístió, de su empeOp;: y: Mussft» cpiitinigió Tiyie^o fin IMt
517
Mt iresl^jtrid6;á:k eondleioii . de ^artiisttlir. Sa Mmo
teénlflia déscmso despdcft dé la agitación y de lastem-
M^es qoe había padecido ; y en la córte\ alejado de
lof iri^gocios DÚblicos , rodeado de antisnos amigos, y en
d comercio ae las letras , hubo de hallar el reposo que
necesitaba. Aunque alejado do las cosas públicas, y sin
hákbr Vuelto á desempeñarningun empleo del gobierno,
ée tddos los ministerios obtuvo encargos y comisiones
qne-descmpefió desinteresadamente, y sin mas objeto que
ef de servir á su patria. Demasiado ilustrado, y demasía-
de noble én sus sentimientos para no mostrarse superior
i las miserables pasiones politices que nos dividen, jamás
firticipó del espíritu egoísta y esclusivo de los partidos,
ni dejó de mirar los negocios públicos con el justo interés
que corresponde .á unnuen ciudadano , ni de seguir en
Mdás épocas la linea que le trazaban sus deberes : estos
se los dictaba el bien de su país y no el interés y el bíeu^
le I ningún partido: tal cosa es buena y provechosa para
tf ^^éAi; pues la celebro y aplaudo, aunque no sea obra
dermis ainigos; á esto poaia reducirse la moral política
le Mnsflo.
En esta época se ocupaba como siempre en sus acos*
honibradas tareas literarias, asistiendo constantemente á
aS'MIídeadas lo mismo que al Ateneo y al Liceo , de los
jBttdlls féé uno de sus fundadores, mereciendo ser nom-
bMle-bibliotedario del primero. No nos es fácil dar una
wHioia exacta de todos sus escritos , pues sin dar su
noBlire y por complacer á sus amigos los enviaba gcne-
lesnnente á las revistas y domas periódicos , y aun para
obras de mayor importancia. La Academia de ciencias
Murales, que por aquel tíouqio se fundó en esta corte,
le apresuró á incorporarlo en su seno, primero comoin-
fividno, honorario y después como do número. En esta
Aeadeona y para la sección de las ciencias ilsico-mate—
laiticsis, presetató dos memorias , la una sobre el movi-
ttíeiito de las aguas con aplicación á los riegos, y la otra
eoB' motivo de una observación hecha en el periódico es-
littiijen), (iotitttlado 9\¡míitutOf que dando cuenUi^b W
m
de leüeiobreide 1837, fe^ic^.fpeSir W» Hain|ltM>j¿i¡i
la demostración general de fui taoremade JfrriinM
relativo i una propiedad curiosa de los nánieros ijn|if^
reí» que consiste en que si la serie de dichos páiaarosj
divide en grupos de 1» 2» 3, 4 cifras, la suma de kM.4
cada tino sucesivamente va representando la de los a^
meros naturales: esta memoria presentaba la demostriKW
de esla curiosa propiedad , aeduciendo de elía c•BS^
cuencas tan importantes; trascendentales, que diCnm
tes profesores de matemáticas le invitaron á qoe ooiliki
nuase esplotando una mina que tal vez daría por 'tfl^
tado una teoría nueva é importaatisima eA la ^aenc}a. Kl
la sección de ciencia antropológicas leyó im 4ÍbcPW> |D-
iMre la certidumbre histórica. Este tcalHljo fué imo.deJIll
últimos en que se ocupó: tantp por e#tiO, corno por U ^
Yodad del asunto, y por la lógica y lu^idsK qou qiwi lo 4i|
empefia^ creemos que agradará á mpiesIrQs JeptoTM^I
le áemos una idea de 61, y al mi^W tiempo mía nwisiitp
del estilo de Musso. Este escrito, aunque interesa^
instructivo en estremo, tiene en cuanto á las fooMP h
la elocución y á la coordinación de sus penssmiei|tjí| b
caracteres que corresponden á una ¡f^nwria amjfjfi
por consiguiente, no se busque en 61 U pompa daM^W
el aparato de dicción, que corresponde kloa iÍBpmt
acadómioos, pero sin embargo, y á pesar de qúñ estaní
niorta se escribió para ser leida en una reunión pciqp
de dicha sección, se distingue por la facilidad y lajpi
macioneon que el escritor llevaba basta el conciciipMlrt
el ánimo de sus lectores. Principia desde luego asenlMf^
y esplicando su proposición.
Veamos de qué manera lo hace:
«¿Qué requisitos , qué condiciones exi^iremo9 fPR
tener por cierto indubitable un hecho sucedido siglaiM
les que naciésemos? Hé aqui la cuestión fue á cada MI
teísmos que resolver cuando leemos la historia. MwW
nos la eoriosidady el interés » nnestro propio nproveiÁl
aá9»lo á descorrer el velo ^ew que el tieoipp pressul
actiUi á Aoéittoi ojos el puUOf j no podieiido anéigtur
ho por tettimomo ajeno lo qae acaeció mientras nos-
stros estábamos en el abismo de la nada, al advertir
cointos errores han desfigurado la verdad, cuántas fibu-
hi se han querido vender como acaecimientos positivos,
ndUmos, y ansiosos de conocer todo lo que en la tierra
fne habitamos presenciaron las antiguas generaciones,
IOS preguntamos á nosotros mismos: ¿Es cierto , puedo
creerlo? De este embarazo ciertamente no saldremos, si
pcNr falta de eximen y reflexión, ó adoptamos índistinta-
Hiente cuanto vemos escrito , ó indiscretamente desecha-
ms cuanto llega á nuestra noticia: uno y otro prueba
ligereía, flojedad y poco dbcernimiento.
«Hay j pues, un medio de proceder con acierto , y Ae
tfvitar el riesffo de errar para poder con seguridad , ó bor-
ñr de entre Tos sucesos humanos lo que el vulgo se figu-
it exento de la mas mínima duda , o afirmar sin reparo
Itchos que en vano querría negar el espíritu de partido,
i fl ciego pirronismo. Llegaremos en verdad á descubrir-
fe y á estanlecer reglas fijas sobre la materia , si atenta-
isente reflexionamos sobre la cuestión , y analizándola es-
Jnqpulosamente indagamos lo que se requiere para satis-
vuer i todas sus condiciones , ó como {K)drán estas cum-
iSrse.
«Entre todos los caminos que acaso se ofrezcan , el
mu ftcil y espedito es simplificarla : y mirándola como
reraltado ae otras que deben precederla, aplicarnos a des-
entrafiar ante todo las que presenten el caso con la ma~
S sencillez. Asi qué, acjando por ahora separada la que
principio á nuestro discurso , trataremos en este mo^
mentó de investigar que condiciones debe de haber para
que no dudemos de un Jbiecho que nosotros mismos baya-
nos presenciado. Ridicula parecerá la pregunta á primera
Tiita, porque ¿cómo dudar délo que yo mismo he visto
i4ido? Con todo eso, si nos detenemos un poco, adver-
tiremos que tal vez ocurran circunstancias que aun de lo
vusmo que pasa en nuestra presencia no nos permitan afir**
íuur 6 negar cosa alguna. Gomo un hecfao'áe los cpft^hsy^
3^
mal^nalei. y.cpmUe.por. ^Cjqfim
cu^po^ rajetQsál euq:^n de-losjieDUdos/habnnm
iiífénr que do parte nuestra es foríoso que estos selis-
lien despejados porque de lo contrario no recibirian la
impresión. clara 7 manifiesta « que debe certificarlos de lá
existeQpa del hecho, Es neceeiario ademas que estemos á
competente distancia , 6 no tan. lejos que por débilitvse
la impresión no la percibamos bien , y la idea que de fl
íoiixaeipos sea obscura ó confusa. Es preciso en fin qne
pongamos. la atención en el acto, porque cuando álslñui
preocupa otra especia, la que entonces le transmiten lof
sentidos no tiene valor s^lguno , 6 es como si no fuese. Mal
^91 xu^nto al hecho mismo es patente que debe tener
cierta' duración , y pasar de modo que nadaembaraze sa
ac^cion sobre los sentidos, ó que si fuere instantáneo 1 ^
alguñ estorbo le impidiese obrar sóbrelos mismos, pAH
áúzca en el objeto á que se refiere un estado diverso ¿t
anterior para que de esta suerte la comparación de amM
estados nos conduces á la evidencia de que en el hedtf •
no hubo por mi parte ilusión 6 engaño. Por tal razón lo |
que acaeciere delante de mi en medio de la obscnrídalf
si deja rastro que se conozca á la luz del dia , será para lA
no menos cierto que lo que notare cuando el sol eSlása
medio de su carrera. Cumpliéndose, pues, todas estas coi-
didoñcs , estaré cierto , no me quedará duda ninguna de
qué el hecho presenciado es enteramente verdadero.' '"
«Pasemos adelante, y consideremos ahora de qué mé^
ñera ííegaré yo á saber con certeza lo que no preséncSá^^
y solo me consta por testimonio do otra persona. Paradlo
reflexionaré primero sobre las calidades indispensabléi^tKi
han de acompañar , á mí deposición para informar i ottO
de lo que ocurrió en mi presencia . La primera es la ds
c[ue yo proceda en ella por acción deliberada , 6 estandOi
' como se suele decir , eniní sano juicio/ como qnieraflTBé
si á vc(^.es espresiones inadvertidas, palabras pronnfknr
daf en sáefios, ó en un delirio, descubren la Terdad'ib
^""^'ia ^saf.90 JO sino la naturaleza habla eiitonoes;'t
pil^klaiiltfMM piür el teiliMMto M kidhhi cono
nMO de sa i'Tohintad. Dichoi que tmiltl Koa puion,
E produce el mecanisino ú organiíacioft léica» efec-
caiúaniaierial j eslerna; quíia deben repatme como
eei sin sentido, ruido quo hiere nuestros oídos, sin que
pdfiqoe idea ninguna, ú operación del alou ooe descubre
foe en ella está grabado. Menester es también que ni
.violencia ni otra causa alguna obligue al quo babU á
■llar la yerdad ; y si yo quiero positivamente que el
KO.sepa lo que yo yí ú oí, acbcré decirselo con claridad
de modo quo en cuanto esté de mi parte llegue a formar
I suceso la misma idea que de 61 tengo. Entonces lo re-
liré» y suponiendo que lo digo á persona atenta , y que
■Dce el significado de mis palabras, quedará esta plena-
ente enterada del hecho tal como jo lo estoy , salvo la
¡fresion física que cuando sucedió hubo de causar en
is sentidos. Esto supuesto, de aqui deduciremos el jui-
e que deberé formar de lo que otro me diga como testi-
I de Tista.
' El estado en que se encuentre me dará á entender si
II de su razón al hablar , 6 si la tiene perturbada por
Éfarmedad , pasión 6 cualquiera otra causa que influya
a la organización física. Y su narración me indicará si
lindo ocurrió el hecho se verificaron las circunstan-
iMque arriba espuse. Ciertamente, como lo que no se
HKUiió bien es imposible que se esplique bien , si adk
rierto que se me cuenta un suceso de un modo vago,
advto , oscuro, confuso, juzgaré que el testigo no sa-
na ponto fiio lo que pasó , y comprenderé únicamente
Cn sucedido algo de que él me quiere dar razón,
si observo que con serenidad , con detención , con
i^ificacion me refiero alguna cosa, conoceré al instan-
i fae no se ha engaftado en lo que está contando. Pero
.hitará de engafiarme á mi? Esto debe no menos aye-*
ilnarse.
a Observaremos acerca de este punto, que baslan-
e h yerdad del snceso y el deseo natural de comani-
V i otro mieitvos jpeDsami^QtOi para mmwBM k ^í^tkt
im hacho » ea neeéiMirio ún mótiyo partiealar pata ^Mff^
lo* La accioD , pues, del tesligo falso no solo es delibe-
rada porque habla á sabiendas, sino también porqae trae
el iiriffon de si mismo ó de quien le indujo á meniirv no
de objelo eslorno, y como todo acto humano se hace con
algiin fin determinado. Es menester por tanto que haja
cierto plan , cierto designio de conseguir alguna venta-
ja • ó de evitar algún daño ; y asi cuando esto no apare«
ce , daré un prudente asenso á lo que oiga de persona
desconocida; prudente digo, porque pudiera haber causa
que yo ignorase para que se me ocultase la yerdad. Por
la misma razón , esto es , por obrar siempre con igoii
circunspección , no lo negara, del todo, aunque vea que
el hecho favorece á quien le dice , porque esta sola cir-
cunstancia no arguye falsedad. En uno y otro caso ei
i^speclo del que hable y su modo de narrar , servirán
de indicios á cualquiera que tenga mediana perspicacii
para inferir á qu¿ lado deberá inclinar la balanza. Cuas-
do al testigo que nos reliere un hecho se opone otro que
Ip desmiente, forzoso es que uíio de ellos hable en fabo.
Quieren algunos que entonces quedo el ánimo del oyenla
en perfecta duda, y asi seria en el supuesto de no mer»"
ccr mas fé (sea la causa que quiera) el uno que el otro.
Pero como esto es moialmenle imposible, la compara-
ción de ambos testimonios circuns|>ecla y detenida, guia-
rá para conocer quién es en aquel caso precisamente el
digno de crédito.
)>Mas si dcticubriéndose un motivo para fingir, cour
laac otro que destruya sus cfertos , habrenios de repulsr
el primero <:onio nulo , y entonces no le habrá para ds-*
dar del hecho. En (in , si le hubiese tal que debiera hmk
ver al testigo á decir lo contrario do lo que espone, taO'
dremos por cierta su narración , porque nadie obra por
caprieho contra su propio interés, á no haber perdidbb
cabeza; y de aquí la máxima del Derecho: confesión é$
pQírt0 retda de prueba.
^ y^Uablaiulo en general, no es tan difícil oomo á príh»
mfn irJ4U.l0>Areem>.«veTÍeiiar la certom é UÍmAfA d»
■ ím^f orí M woAr% al faceto mboM , «ra á la p
aa que lo coenU^ Porque en aquel caso es necesario que
todas laa circunstaiicias cooperon á que so verifique , y
asi «I que finja debo tenor habilidad para coordinar con
Sttmo cuidado todas sus |Kirtes. Luego si aquellas fueren
coolradíclorias , si lo que establece Li una se destruyo
5or la otra , el hecho diremos que es falso, y al que lo
iga no daremos crédito alguno.
Demás de eso es conveniente, ó por mejor decir»
fcbe mirarse como muy conducente para saber lo acao-
cido , que se haga memoria del lugar y tiempo en que
tucedió ; porque como una mentira esencialmente con-
tradice á la realidad de las cosas, si en aquel lugar y en
aquel tiemi)0 ocurrió algo que directamente se oponga á
loque se supone haberse verificado, claro está que esto
último será pura ficción.
» Considérese también que no hay hecho, por aislado
que sea , que no reconozca una causa , y apenas lo haj
que no produzca algún efecto ; y que cuanto mas impor-
tante fuere, tanto mas ha de enlazarse con otros diferen-
tes. Véase, pues, olro medio de indagar U verdad, par-^
tiendo de uno ya cono<*¡do , y que tenga conexión con el
que nuevamente llegue á nuestros oidos , 6 dependa de
Uen alguna manera. Ksto asimismo dá lugar á una re-
hxion que no debe omilirse , á saber : que atendido el
hUcc mutuo de los sucesos, valdrá tanto que noa ccr<*
(¡oremos de uno de ellos como de olro producido por
aqoel, ó que suponga su existencia, cuidando empero de
ao proceder ligeramente para no atribuir á cada uno mas
<ia lo quc^. esencialmenle lleve en si incluido. Uno ó dos
ejemplos aclararán la idea. Si yo paso por un lugar mon-
lioso, y advierto en él capas de conchas y oíros des|K>«
jos de mariscos, ¿no sacaré, que aquel suelo ha estado
cubierto por las aguas anles de ahora ? Si el lugar está
toertOt pero ofrece á mi visla ruinas de casas, no com-
prendero auo en algún tiempo estuvo poblado? Si me
consta evidonleinento auo cuando yo nací regia á la na-
éon- naigobiorne monarguíoo.iiereditariO| ao i^ti ^«i
914
mi evidente ^ae Ul género de gobierno fe introdaj6 en
Eiptfia antes qne yo viniese u mundo? Inútil ee acu-
mular ejemplos cuando todo el mundo los hallará á ca-
da paso ; pero no lo es llamar la atención sobre que la
mayor parte de nuestros conocimientos son de esta na*
turaleza, ó de hechos deducidos de otros hechos. Cien-
cias enteras hay que se fundan sobre esta basa : tal es
la geología.»
Véase con qué admirable profundidad « y al mismo
tiempo con qué sencillez y claridad , esplica los funda-
mentos de la tradición.
•La facultad , pues , de comunicar á los demás nues-
tros pensamientos es el medio que nos dá el Autor de la
naturaleza para que recibamos nolicia aun de lo que pasa
á gran distancia , cslrccháiidosc asi los vínculos de la so-
ciedad para la que, según su mente, hemos venido al mun-
do. Mas procediendo con el órdeii que hasta aquí , de Iss
segundas narraciones, ó de las que, hacen sobre cualquier
acontecimiento los que las oyeron á los verdaderos tesli-
Sos , pasaremos á observar lo concerniente á la publiei->
ad y notoriedad de los hechos. Desde luego , para eviur
equivocaciones advertiremos que hecho publico y notorio
en la acepción que le damos, es. hecho que de una ü otra
manera ha llegado á oidos de gran número de gentes» J
Eor aquí se entenderá aue no es incompatible el que se
aya uivulgado con la circunstancia de que haya sucedi-
do en secreto , ó á presencia de poquísimas personas. La
cualidad de que la hayáo presenciado muchas mas,.faci«
litará su examen ; mas en cuanto á la verdad, de todoi
modos queda intacta 6 es la misma , porque no la corn-*
tituye nuestro asenso , sino la precisa condición de que
baya sucedido; esto es, una condición que no está de nuH
ñera ninguna en nuestra mano. Sentado esto » becho di-
vulgado donde se dice que poco antes aconteció , y qM
6 no se contradice ó esperimenta aquellas contradiccionei
que ya indicamos, de unas no probar en contra, y d»
otras probar en favor , seguramente es cierto. Porqo»
WMndo lá eipMÍ« le bu propalado» y ai^ de bocit et
kci t no ha d« faltar á lo menos uno qno la desmienta
IB tirminos positivos si fuere falsa. Y en yerdad» si lo
qoese cuenta fuese de alguna trascendencia, y particu-
larmente si ofende al interés de alguno , foriosamente so
krantará uno 6 mas para oponerse A su propagación , j
d modo con que lo hagan acreditará lo que en realidad
knbiere.
lOtra reflexión debemos hacer no monos útil. Espar-
cida la noticia , generalmente han de hallarse entre los
ríe las supieren personas de las que se reputan gravu
de autoridad » porque gocen el concepto de no creer
lu[eramentc cuanto oven. Si , pues , estas la tienen por
cierta y la admiten , nien p^cde descansarse en su jui-
cio y afirmar el hecho , considerando que el examen de
nestra parte no nos ha de conducir mas allá del punto
iq[ae varones cuerdos y circunspectos hayan llevado el
nyo. Asi so ahorra trabajo en la investigación , y se lo-
gra mas pronto lo que se pretende ; pero es preciso evi-
tir dos escollos ; uno de tener por público y notorio lo
fkt casualmente supieron los primeros que hablaron con
aoaotros del particular , ó lo que solo anda por figones y
libernas ; otro de distinguir con el aventajado concepto
hiuecei morahi^ si se permite esta denominación , á
foienes por cierto no lo merezcan ; antes bien en otras
ocasiones se hayan acreditado de ligeros 6 crédulos , 6
d contrario , de necios v obstinados contra la verdad.
Okrando con esta cautela estamos seguros de acertar»
] nos convenceremos de que nos es concedido en hechos
ne ocurrieron lejos de nosotros aspirar á la misma cer-
tidumbre que si hubieran pasado á nuestra vista.
»H¿ aqui también el medio por donde la noticia de los
kcbos so trasmite de unas á otras generaciones , 6 el ci-
ttiento en que estriba la tradición. Ciertamente la gene-
Yicion contemporánea , sabedora del acontecimiento » le
lomunica á la inmediata, esta á la que sigue, y asi suce-
rivimente. Sobre ello es bueno notar que la sucesión de
Im generaciones no se parece á una sarta de perlas, don-
M cida una solo toca en un punto i la ooQtigiia« sino
390
bien á nna cadena» donde los eslabones estin metidod
unos en otros, 6 enlazados con los inmediatos. Asi oue,
la generación que nació, ú obtuvo el uso de la razón des-
pués del hecho, incorporada con la que le presenció, es-
tá durante mucho tiempo oyendo repetir la narración de
él, y cuando viene la siguiente, todavía la alcanzan mu-
chos de la primera , sin que deje de haber algunos qué
toquen á la cuarta. Por csla razón se forma una cadena
de testimonios, que dejan el hecho fuera de toda duda, J
como el interés en oponerse á lo cierto vá disminuyendo
con el tiempo, la verdad, lejos de debilitarse, seapdra
mas y mas, adquiere mas fuerza , y escepto aquellos qué
no nacieron para pensar, á todos subyuga.
» Lo que acabamos de decir suministra el medio de có*
nocer si lo que se cuenla de nmchos aüos ó siglos mere*
ce crédito ; ó aclarando la cuestión, los caracteres que bá
de mostrar la tradición para ser creida. Lo primero es dt
advertir, que pues el hecho pasa ante todo de los testigoi
presenciales á los de oidas, y de unos y otros al páblieoi
y luego por la generación presente á la venidera, á las Te i
nideras en orden sucesivo , si la tradición .aparece inier-r
rumpida, ó se le puede racionalmente señalar prindpio
posterior ¿ la fecha del acontecimiento , no llevará cotisip»
go este sello que certifica de la verdad del mismo. Debe#
pues, ser constante, y subir hasta el suceso que cuenta^
»Por otra parte, si el hecho es importante, cunde áñ
upos en otros , y se esparce hasta muy lejos. Asi se í^mb*
gura mas y mas su certeza, pues la gran distancia enir#
las gentes que le refieren , imposibilita que se pongas
de acuerdo ; de donde se infiere que lo <|[ue tradiciopftlt
mente se oiga en puntos remotos unos de otros , tiene
fundamento cierto. ;
» Por último, asi como la ficción se reviste dejaotaj
^versas formas, asi tataibien la verdad nunca ostenta HkH
^ue una cara ; porque el bocho sucedido en lugar i «9
úemno, con circunstancias determinadas, es tmposibto
qué haya sucedido en lugar, en tiempo, con circunalaBl-
^ciü •diíereatei. Lutigo «i todos le cuenUa de la 'propia
miierat «eri cierto ; t aqni es conyeniente llamar la aten-
cíoD sobre lo que en la materia dojainos dicho « á 8«iber:
que esla conroriindad do narraciones os indisponsable en
lo sustancial , mas do cd particularidades ó cosas acciden-
tales.
» Apurada la verdad, vá pasando con la narración el
asenso general sin diliculLid alguna de padrea á hijos. Al
llegar á esto punto , luuorlos \a los que presenciaron el
kcho « y aun los que de su boon le oyeron , es oscusado
olro exáineu. No aíiv por esto que no quedo lugar para
ÍQvesligar ó discurrir, sino solo que únicamente podrá
liicerse respecto de lo que nos haya trdsmilido la anligüe»-
lUd , careciendo de fueria los argumentos que se opon«-
{in, fundados ou lueras conjeturas ó en suposiciones ar-
ilrarias. Cieriamenle por mas que uno se divierta cu
fingir uuevas circunstancias , nuevo modo con que baya
poaido suceder uniíeobo, no pasará todo de una novela;
DO constando nada do ello do parte de los que supieron á
íoodo lo ocurrido, y únicos á quienes es lícito preguntar
para hacer la averiguación. A este eatado de cosas llaman
algunos freecnpciott^ tomando el liooibro del derecho ^ne
la aplica á ^diverso objeto, puesto que no deja de tener con
este analogía. La preat'.Hpcion, pues« esla sanción quo dá
el tiempo á la verdad do un acaecimiento.
» Aunque el testimonio verbal os requisito indispensar
Ue en la tradición, hay cosas sin emlwrgo que la asega-^
ua mas, y le dan nueva fuerza. Aule ellas hablaremos,
aole todo, do los monuiuentos, verdaderas memorias que
de continuo recuerdan el suceso á cuantos los miran, re
aovando á su vista algunas circunstancias de aquello mia-
AM> que se reGere. iiO primero que para esto sirvo os el
Jugar ó paraje dónde aconteció lo que dio materia á la
tradición ; porque la vi.Ua de aquel monte , de aquel va-
|le, de aquel lioaque, de aquel rio, trae consigo el recuer-
do do tal 4 tiül JiazaAa ú ocurrencia ; y' claro es quo uno
^ los caracteres del hecho cierto, es quo convenga e'xkc-
bmente con las circunstancias del lugar» A la misma ck-
•«i^roCwiremos.d; sepulcro d«l ffifm^í^^jf^ ido quien: le ^n-
tE98
le, Ms'fflhajas, sus anoas (ai fué gMrraro), loa iBatfiíiMíh
toa con que ae ejecutó alguna acción y otraa coaaa aeme-
jantes.
•Pero todavía son mas e6caces los que de propósito
ae erigen con este fin , porque ademas de que por ellos
oonsta la intención de comunicar el bechó a la posteri-
dad, y de que siendo público el monumento , no cabe en
él error 6 engaño ; como también ha de ser conforme á
los usos , progreso, etc. , del pueblo y tiempo en que se
levanta , su aspecto solo confirmará el testimonio de las
generaciones sucesivas. Ei^ la infancia de las sociedades
el nombre impuesto á una persona 6 cosa, un montón de
piedras ó una sola, la escavacion de un poso hacian el ofi-
cio que después hicieron las pirámides , los muros , las
columnas « los arcos , los edificios, con tan varias formal
y caracteres , que apenas echamos sobre ellos los ojcSf
sin vacilar aseguramos ser de tiempos remotos, orienta-
les, egipcios, griegosj romanos, árabes, góticos, moder- j
nos. Es inútil enumerar prolijamente las diversas em- :
des de monumentos que en diferentes tiempos se han
construido; basta mencionarlos In general, para compren-
der el auxilio que dan cuando se quiere perpetuar la
memoria de acontecimientos notables.
• El mismo efecto producen las costumbres introdiH
cidas por ellos. Un cantar inventado con aquel motivo,
una fiesta , una ceremonia , una reunión , un traje, indi-
can precisamente un origen 6 una cosa ^ue interesa á to«
dos en alguna manera. Por tanto, si coinciden el princi-
pio de la costumbre y de la época del hecho , este segura-
mente es cierto; porque una mentira no muévelos ánimos
de muchos hasta el punto de convenir en hacer unaú otra
gestión en su obsequio , ó para no olvidarlo. Es necesa-
rio que la causa que los determina obre en ellos natural-
mente , y por lo mismo no puede ser otra que una cosa
real y positiva. Mas conviene observar cuidadosamente
si la costumbre es contemporánea ; porque si fuere pos-
"lerior , solo prueba que cuando s^ introdujo se tenis
aquello por oierto» pero no lo que f^se. En suma, ht-
SÉ9
ek cierto <(m hiere la imi|[ÍAtGÍdii de los eontempará-
MI, ficilmeole produce ana costumbre ; hecho que solo
S|«i contar , j cuya yerdad no resulta probada » deja al
Éuno indiferente y no te induce á nada.
nAun mas poderosas que monumentos y costumbres
m las instituciones. Para estas es absolutamente preciso
fM la sociedad entera sufra alguna alteración; y para que
n altere se necesitan no uno , sino varios hechos , fre-
sientes « trascendentales » de tal yerdad que no dejen
hpar á la duda. Solo asi serán creídos con tal convencí*
■wnto T persuasión» que cambien resoluciones, formas»
asiot públicos , usos , costumbres , método de vida. In-*
dhase el hombre á hacer lo que una yez aprendió , y á
fie desde la niftez está acostumbrado como es fácil de*
Mstrar. ¿Qué diremos, pues, si lo vemos mudar de
imbo , omitir lo que hasta allí ha hecho, separarse de
lo que lo aficionaba , adoptar lo contrario , seguirlo , em-
prender carrera diversa ae la comenzada? Qué causa gra-
Ts , poderosa , irresistible le impele á mudanza tan estra-
ordinaria : no lo hará en verdad por capricho , ni porque
de repente haya variado de inclinación : de fuera , no de
ú propio le habrá venido el impulso , pero impulso que
ascesariamento ha sufrido su naturaleza. Y como aqui se
Irala de «jue no uno sino muchos ofrecen este fenómeno,
h nueva institución demuestra con evidencia la verdad
M hecho que la motivó. Y si aquella en su origen cxí-
te discusión y ezámen , este quedará mas claro que la
del dia. ¿Qué será si. mueve a la sociedad á hacer al*
Coa sacrificios , y con todo eso la adopta , y aun la de-
de con tesón?
»Mas para que se vea cuan importante es el punto
K ahora tocamos, pongamos en 61 do nuevo la atención,
i institución es un hecho que supone otro , á sabor;
ai origen ; y su origen un hecho uuo asimismo supone
otro, á saber : su causa. Asi de un hecho que presencia*
Bos, pasamos al que lo dio principio, y de este al que le
Kino. Por otra parte , la institución lleva un fin , ó se
mee para conMigair un efecto t y como el efecto ha
S30
de ser proporcional á la causa, de laqui podemos igual-
mente subir á esta. Seguros estaraos entonces de no ha*
llar por fruto de nuestras investigaciones , si no cambia*
mos ó confundimos el raciocinio, una quimera; porque
ilusiones y fantasmas no dan á luz realidades. ¿Uu¿ jm-
cío , pues , formaremos de la acción que aquí ejerce la
verdad sobre los individuos? Por cierto que para conven-
cerlos es necesario que muestre los caracteres de la cer-
teza ó de la evidencia que desvanecen todo géuero de
iluda ; mas para inducirlos á ejecutar una ú otra gestión,
es preciso ademas, que les descubra una relación inme-
diata con sus personas, la cual será tanto mayor, cuanto
mas repetidos ó continuos actos exija de fiarle de elleK
en suma , es menester que obre no solo sobre el enteS'
dimiento, si^o también sobre la voluntad. Podría suoer
der que el hombre, ó iluso ó engañado, obrase creyeodl
que ha de obtener una ventaja ; ñero el desengaño le abri^
jálos ojos. Podría suceder también, qm^ para lograr u
objeto se tome un pretesto; pero siempre quedará en pie
la verdadera causa, y á ella deben atribuirse las resulUit
En fin, repilo, debe indicar el principio; el blanco de
las acciones ha de corresponder á lo que desde luego di6
al ánimo la dirección conveniente. Dedúcese de lodichoi
uc constando una institución, la misma indicará dedóa*
e ha venido : el talento estará en examinarla,
» Kste examen bien hecho suministrará muchas refle-
jLÍones muy útiles para la averiguación de los suceíoi;
pero como esto nos apartaría mucho de nuestro propóeí-
to , basta lo que hemos apuntado para conocimiento áe
quien lo leyere.»)
lün la última época que residió Musso en Madrid» tu-
vimos ocasión de tratarle mas , con motivo de haberle
regalado un ejemplar de la segunda edición de las poe-
sías de nuestro amigo don Alberto Lista. Todavía recuer-
do, que hablándome de estas poesías, de las que era miif
apasionado, no solo porque se adaptaban á suguslo.poér
tico» sino también por la tierna amistad que profesalba á
80 autor » las llam^ el último neo de h Musa dikeúw* i
j
3St
MlrpopÓBitOt le o( con rooch<i ((n»tó ImbUr ¿e litera-*
Oft» j IQVC ocAsion d<^ admirar la MmsatoK do sus opi-
KMies» j el delicado guslo ron que sabia jiizj^nr las obras
•éticas. Entonces se hablaba tiNlavia de romanticismo y
tinct«mo, de que alp^iinos anos anles habían disputado
M calor los lileratos do esla corle , v acerca de lo cual
ibabía discutido iarpinonte, se^un creemos rec4)rdar en
Disección del Ateneo. Ku esta inaleria, como en todas,
lOptniou de lilusso era templada } distaba igualmente
tíos dos estreñios viciosos, y de todo espíritu csclusivo
de exageración. Kn su coiu*epto era chUico todo lo
neoo, es decir, todo lo (|ue satisiaciendo su objeto cum*
Bdamento {mdia scr\ir de modelo á las demás obras de
llenero. En la poesía distinguía aquellas reglas inva-
¡liles t tomadas de la misma naturaleza, do aquellas
IrM accidentales y variables, según la dilercncia de los
empos, de las lenguas, de las ideas dominantes, etc;
m primeras, dictadas por la sana razón, y aceptadas por
I consentimiento unánime de todos los grandes |ioetas,
D podían desecharse ni producir monstruos que acre-
illiileu la perversión del gusto. No existe ningún arte
¡árcelas, y el abandono absoluto de ellas solo puede
agéndrar delirios. La misma fantasía, guiada por el ins-
¡Alo de lo bello y acostumbrada al yugo suave do la ra-
M« observa naturalmente las reglas sin níngim esfuerzo,
' sin que la contengan ni compriman en su libro curso,
bmero escribió un esrelente poema épico antes de quo
eeuseñasen los preceptos de esto g^^nero. La naturaleza
fia inspiración han guiado siempre á los primeros artis-
ii; las reglas han venido después, es decir, que las mis*
■as obras las han dictado : por consi{;ui( nte , no es posi*
Ue sustraerse á su imperio sin renunciar á la naturaleza
J i la razón , que han sorvído de guia en las obras inmor-
liles que so consideran como modelos. Mas las otras ro-»
ghi accidentales, dictadas por el gusto particular 6 por
cireaBstancias locales, están espuestas á las >icisitudGS
le las mismas circunstancias que las han producido. Vm^
ém TÍellurae ain iooonyeiiieute euando ceu k nMn i^oft
S59
lus introdujo I y cuando kiiieTai cifeimitanriafi vfMo
gusto par iicnlar, nuevo giro de ideas permiten haoeno, y
aun obligan á ello. Bajo este punto de yista , MuMO eia
romántico, y consideraba el romanticismo como la verda-
dera literatura moderna, y como llamado á satisfacer lis
necesidades literarias de la actual civilización; Pero á sa
razón y á su gusto repugnaban las exageraciones á qos
esto daba lugar. Los espectáculos dramáticos reducidos i
cuadros inconexos , la decencia y la moral holladas ei
las descripciones de amores adúlteros , y en la represea-
tacion de malvados que se esfuerza el autor en hacer in-
teresantes ; el propósito de disculpar los mas horrendo!
crímenes , ya con la energía de los sentimientos que imr
pelen á cometerlos , ya con el fatalismo de las circuoi*
tancias; el lenguaje osado y furibundo « y la naturalesif
en fin , sacada de su quicio. Por fortuna esta moda no H
arraiffó en nuestro país , ni se arraigará en ninguna par*
ie á donde no le haya precedido la corrupción del guilf
y de la moral , porque ambas cosas y hasta la raion is
menester que se corrompa para complacerse en eseemí
patibularias , y en las que no pueden menos de ofender i
la virtud y al pudor. En las materias literarias acredita^
ba también Musso su profunda erudición y su vasta ks^
tura , no pudiendo menos de admirar el fino tacto y A
delicado gusto con que juzgaba todo género de ooM
artísticas.
Habia emprendido 6 proyectaba tres obras de iomt
importancia , siendo necesario que para ello venciesA
sus amigos su natural modestia y la desconfianza quo
tenia de sus fuerzas. Era la primera un curso completo
do religión , escrito bajo un plan vasto y nuevo , y en sT 1
que se demostrase la verdad y divinidad, de nuestra reli- j
Íion. Era la segunda una historia de España , que los PP«
escolapios le instaban á que escribiese , y en la que no
solo se describiesen , sj no que se juzgasen los acoated*
mientes , y con filosofía se descubriese el intimo enlace
de todos ellos y las causas que los hubiesen prodocidd:
do esta obra carecemoi por desgracia , y aki ella paeli
3SS
Mne úüt nos falta la mejor j mas profechosa parte de
Mtestra histeria : i esta obra deberla haberse unido, aun-
fM en compendio , la historia do nuestras artes y litera-
ttn. Se reaucía la tercera i la historia de doña María la
Grande , de que eran trabajos preparatorios las apunta-
danés y disertaciones que trabajó para la crónica de don
Femando IV. So prononia trabajar con tesón en estos
proyectos en el retiro ao su casa de Lorca, á donde pon-
aba trasladarse, y cuyo viaic tenia suspendido hasta eTa<-*
coar una comisión que el gobierno lo había encomendadot
J que era relativa a un informe que dcbia dar, en unión
con otras personas , acerca del instituto do las Escuelas
Fias. Pero su última enfermedad vino á sosnrcnderic en
■ediodo sus útiles tareas literarias. Hemos dicho mal sor^
mnderle^ porque siempre había meditado en ella, porque
a proporción que adelantaba en edad y maduraba su jui-
do , so hacian mas vivos sus sentimientos religiosos , j
rque una vida arreglada y empleada en la práctica de
virtud es la mejor preparación para la muerte. Un
ataque repentino á la orina , que al principio so cfoyó
dn consecuencia , y que después agravándose lo produjo
iatensos dolores y puso término á una existencia tan hon-
rosa. Yió acercarse su fin con serenidad y con trun-
foilidad de ánimo, y antes bien en sus últimos momentos
hblaba familiarmente de la muerte , sosteniéndolo y ani-
«indolola esperanza do una felicidad eterna. £1 mismo
J eon empeño solicitó que so le administrasen los San-
toa Sacramentos , que no pareció ni prudente ni justo
üUtarle. Los recibió con tan viva fé , con tal conjunción
7 fervor , que edificaba á todos los circunstantes. Des-
Cis do haber tenido un alivio momentáneo > el 31 de ju-
do 838 , espiró rodeado de su confesor , que lo asistía ,
ovarios PP. Escolapios, cío muchos v escelcntes amigos.
Hoce minutos antes encargó á su confesor que recomen-
dase á sus hijos la observancia do nuestra santa religión y
d culto á Maria Santísima , que bajo la advocación do la
Encarnación se venera en su santuario de Muía. Su muerte
hi tü YwM U de OH jnatOi cuyo espíritu fM^^^i^ ^^u
5W
Ut miseriaü^ de eit«,yidiu se eiicamliui plá^AavAPte é •%
patrU celestial. Ea su testameato dülspuso qae se. d¡e-«
sen gracias en su nombro á los amigos que en m^ 411um
enfermedad lo habían acompañado y asistido. Su4 r^stof
mortales fueron conducidos al cementerio de la puertí
de Toledo, donde se hallan depositados. El padre Ramoa '
Yaile del Corazón de Jesús , profesor de retórica eo d|
seminario de Escuelas Pias de san Antonio Abad, dicii
ln inscripción latina que se grabó sobre la losa de su «9*
pulcro ; dice asi :
HlG JAGET
Josephus Musso et Valiente,
eliocrocencis,
dulce patriffi decus et amor, ;
sapientise yirtutis alumnus,
cui mores aurci, memoria tenax,
mens diyinior et Índoles
faustis natrita sub auspiciis
calasanctiorum.
Datas terris coelesti muñere
honestam duxit per omnia vitam,
pro aris et focis tulit multa
tentavit plura.
Linguarum philologi, mathematici,
philosoü theologi etiam,
quin omnium pene disciplinarum academici
dignum coluere sodalem,
suspexcre magistrum,
magnus magna scripsit
majora parabat.
Parentem abslulil atra dies,
et funere mcrsit acerbo Matriti
pridie kal. aug. an. MDCCCX\XVm, aetat. LU,
doleut tanta jactura liller^,
luget patria,
acerbus paren tat orbata pietas.
J L
Aanf^wp d9B Jos^ MusW;X Valiente,; P«ftw4 ¿♦.i^
y ée li i^iMud » Aotado de bella» edtlvmbres , te-t
Mmoria , índole felii y saperíer tálenlo i sábiimeDle
' ido ee lea eacaeUs Gialaaaedas. Dado á la tierra por-
kseeion oeleUial, aa yida no amancilló nvtieá la pin
le la TÍrtud. Sapo sacriiicartié ñor la religión y la
, y nada bastó á a« celo. Los filólo|to8, mateñáticoa,
>tog09 también, y Ita Academias casi todas se bon-
Veii con SQ nombre » y respetaron la anperioridad de
Éíluees. Dejó bellos escritos su bello infsnio , y medi-
Atf obras de mas alta importancia ; pero desgraciada-
tile nos lo arrebató «na mneite prematora , y deseen*
Ü al senulcro en Madrid el 31 de jorio de 1838, á los
lyioa oe su edad. Con tan sensible pérdida lloran las
Iraa, se enluta la patria , gimen en amargo daelo la
■hlad y amor filial.
^' Veamos el jiñcie ene acercado Mnsso reasmne nn es-
lllir , (1) que tan intiaaamente lo trató, y que tantas cir-
•Ütancias reonia, pava poder apreciar exactamente sit
Ürilb. «Tal e8> en sama, dice la historia del seior don
Ni Masso y YaKente, hombre estraordinario por sa ta-
Alo, por su prodigiosa memoria, por su vasta erudición,
k* so esouisito gastó, 'oa quien asi Cábian las Terdades
Himes ae la religión, las abstracciones de tas ciencias'
saetas, la severidad de los estudios históricos, como los
acantos de las artes, la chispa do la imaginación mas
rulante, de trato afable , que lo mismo atraía la grave-
U del anciano , ^uela inconsiderada netulancia del jó-
n; que bajo el esteriov 4b una raion iria, de una con-
ersacion que sasonabau. los chistes y las broqias, ocul-
iba un alma de fucgo^ uii corazón proFundam ate sonsi-
le, que muY pocos supieron comprender; llamado por
isstension ae sus conocimientos «.por la fuerta de sus
dantos, á ocupar los mas altos destinos de la nación,
bogaba por modestia ó por humildad este impulso den-
d) ifeiaehsa, Memoria duda.
3».
bode li; T«foii'ñiigiilir ^ no lapiepiNi eoM^imdkr ki
que ei^e.iiofolros am; ejercido el pi^er, camdo lepra-
gunUban, ¿ijué destino quería? iiiNtn§uno: contestaba fl;
porgue nada valgOf ni ie nad^ «oyjcopai.» Cwüquieraf ha*
biera contestado el que .le conociese, porque no hábil
sacrificio para él, cuando se le exigia en nombre de la
patria» Y porque á sus talentos sobraba flexibilidad pira
sobresalir en el que se le bubiese confiado. Sea ejemplo
de lo primero que babiéndosele significado poco tiemps
antes de su bllecimiento, que pensaban ponerle al firenle
de la instrucción pública en el Consejo oue con este titi*
lo se pensaba crear, se escusó pretestando que nada soUi,
quemngun tUulo tenia para tanto honor; becho que pare-
cerá increíble. á quien no le conociese muy á iondo. Hé
aqui el secreto de que bombre tan eminente nunca subie-
se al poder, ni ocupase puestos capaces de. haber desea-
bierto todos sus recursos. En época y en pais en que tab
cada cual por lo que suena, y suena á medida de lo oü
habla, y hace hablar de si á los demás, ¿cómo habia de ha-
cerse lugar quién solo trataba de encubrir su mérito,'
desvanecer la idea que de él hubiesen formado sus eoBr
ciudadanos?»
El señor Bermudez de Castro lloró la pérdida de ü
amigo en magníficos y sentidos Tersos. Insertaremos iM
mas notables estrofas.
Padezca el cuerpo en dolorosa calma
Si un cuerpo amigo espira ;
Pero alégrese el akna si otra alma
Ya en libertad espira.
Ti
o.
¡Oh lá, que agora soUlaná y triste
, Te inclinas al etnbate de la snerte*
\^ Como la yedra •si en la tierra inerte
Cayó el tronco del olmo protector!
Tá 9 cayo acento en ffinebres solloios,
Al firmamento , timido , se exhala
Mientras la ardiente lágrima reabala
For tn semblante que enlutó el dolor.
. ■ ...'■...
Gime '{ infditrui súplica egoista '
Do quier en Taño con dolor rettimha;
Duerme tu padre, el saeBo de la tumba;
Yiie otra rida de Tentara ya.'
TuTOz, qae arrastra el Tiento en sa carrera»
No conmucTe la bÓTeda. ondeante»
Donde puso en oolninMS de ñamante.
Su trono , entre relámpagos, JehoTá.
. ■ I
Mira del áibol, arrancar las hojas /
El Tiento del otoilQ seo9>} firla*
Y arrebatarlas pm rabiosOrlirioF . • . . i n
Y rcTolcarlas , rechinando a^uti. ; i- .!< '
Vendrá la primi^yera^soguirMlda'':'* ( "
La rama ciü>rirá desnuda alK^rAfi •( . >•
Con hojas y con floresiiviasf tá llovA »^^!H¡ i
Porque no hay primaTeOL paira ti.
!•; {I . !.!,.. 1. r.'í
59a
«Subo! » gritóle Dios: a triste es et mundo;
vPurisinia mi bóveda y serena;
vSube , que entre tos labios, solo arena
»Los frutos de la tierra dejarán.»
Obedeció ; ¡ no llores .1 en el cielo,
Gomo nubes de mística pureza
Las palmas que. coronan su cabeza
Ante tus bellos ojos brillará^. .
Ahora empieza otra vida; ya su planta
No estampa en polvo sus mezquinas huellas ;
En sus ojos la luz de mil estrellas
Refleja su suavísimo esplendor.
¡ Y cuando el ángel de la ié su alma '
Lleva en sus* almas de esmeralda y oro^
Interrumpen su cántico sonoro
Tus gemidos , tu llanto, ta dolor.
'i i > . <
El te aguarda en el coro de querube»
Que entre abrojos la vida atraresaron;
Que en los lazos del mondd te 'agitaron;
Gomo el delfin etf la flotante red. * '
Y cuando cabva'eou'áimargaespftttná
Lahiel,elborded«#c)tli¿^fMéf, " ' ^
Te lanzará ánáMtimofMíb; '"^ "<»• ' '' * '' *
Para apagar tu dévonuilé'téd'. ' '
I I,' *..'.• I
3^
¡Llora ! que pronto dota ardiente pecho
Se calmarán los rápidos váiyenes,
Y la negra corona de tus sienes
Sus punzantes espinas perderá.
No borrará su imagen tu memoria;
Mas su recuerdo plácido » postrero,
Como el rayo del tímido lucero
En tu vida infelii reflejará.
¡ Libre está ya! su espíritu al dejarla,
Secó de su existencia la corriente,
Que como el manto del centauro ardiente,
Sus desmayadas fuerias agobiól
I Llora, llora, mujer 1 para ti fueron
Sus pensamientos últimos del mundo»
Y en el ruego postrer del moribundo,
Tu nombro , melancólico sonó.
Oirás siempre sus ecos : en las auras.
Del anchó bosque en los suspiros fagos.
En el murmullo de los tristes lagos
Escucharás su acento paternal.
Y cuando el suefiode tus ojos huya,
Una mirada hasta tu frente bella
«
Bajará sobre el rayo de una estrella
Para ser en el mundo tu fanal.
FIN DBI. TOMO VU.
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bE ESPAÑOLES CELEBRES
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BIOORAFIAS Y BBTBATOS
cuidos, vib Vob foWuoL. Mi Voft «nMi%» v% W% UItm
wmn D. MicomsDBi PAsvom buji
T«HO ¥1U.
MAURID.
uUi li CamUi. Dúii. 8 j 35.
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DOM CABliOÜ IiATOBBG<
an adelantada ya la publicación de esta GaUria^ y
lo ella verdaderamente un bosquejo igualmente de-
ido que filosófico de la historia moderna, no podría*
dejar de presentar á nuestros lectores, para cern-
ir aquel, enlaparte relativa á la escena nacional,
liografía de un actor tan entendido en el arte que
Tesa, como aplaudido en los teatros de la corte y en
ide las principales capitales del reino; de un hombre
á la circunstancia de haberse formado por sí solo y
estudio privado^ reúne el doble mérito de haber en-
lo á muchos , y de estar enseñando todavía * como
isor de declamación en el Conservatorio, lo mismo
ejercita con tan singular aceptación y con tan repe*
r^plausos en los teatros de la capital. El mismo que
Klas reglas da también el ejemplo. Por consiguientef
iireglas, que mejor llamaríamos consejos, llevan en sí
Biayor prueba y toda la autoridad que merecen, por-
B no se la da.e$ta,, ]a opinión aislada de ningui^ artista
4e ningún e$critor, sino d gusto de aquella potcvou
4
escogida é ilustrada del p6blico, qae habitualmenle asiste
en nuestro pais alas representaciones teatr.iles. No quie-
re decir esto , que el actor de quien habLirnos haya se-
guido ciegamente el rumbo que pudiera trazarle el gusto
menos depurado de otras épocas anteriores , ni tampoco
que pretendiese imponer al público el yugo de un goito
que no se conformase con el carácter, con los sentimien-
tos ¿ instintos nacionales. Antes al contrario, siguiendo,
este actor sus inspiraciones propias y el camino que le
trazaba la naturaleza, á la que continuamente consultaba
Eor medio de una obseryacion constante é ilustrada, N
aliaba siempre dispuesto á someter sus ensayos al juicio
del público , con quien en cierto modo debia trausigirt
tratándose de un arte como la representación teatral, que
es de agrado y de placer. Por lo dicho, y por la época en.
<|uc por primera yez se presentó en lá escena de Madril-
el señor Latorrc, se conocerá desde luego el interés y b
importancia que deben tener en su biografía los pof*
menores de su yida artistica, en que se espongan los mi^
dios que empleó y la dirección que siguió para formarw
en el arte de la declamación, las diBcuitades que yendíf
los estudios que hizo, el sistema aue adoptó , el métolíj
con que estudia y ensaya los papeles de importancia
desempeña, y los esfuerzos que ha empleado para redi
el arte de la representación teatral á un sistema com|
to, y á principios fijos y seguros. Este estudio non
á conocer naturalmente los progresos del gusto gei
en el arte de la declamación , asi como las mejoras 00,
tanto en la corte cuanto en las capitales de las proyiddM^
se han introducido en las representaciones teatraleOv^
que en una parte muy principal son debidas á lainÚíi
gencia y esfuerzos de nuestro actor. ■'.'^
La -civilización y las costumbres de nuestro siglo íi^
podrían permitir que un escritor, con el designio de ré^
tratar al hombre najo todos sus aspectos , preteüdielfl
alzar una par:te del velo que oculta los accidentee de tÉ
yida privada, ñi que pretendiese trasladar á sus leet(ffi#
mJ sagrado del hogar doix^stico. Hoy solo es lícito ~
5
cribir, y mucho mts rcspoclo do las personas que viven,
su vida públicav dando á conocer el influjo que han ejer-
cido, ya en los acontecimientos politicos, ya en la litera-
tura, ya en las artes. Pero como el honu)re no es mas
que uno, sus ideas» sus sentimientos y sus mas ocultas
ibcciones se revelan en los hechos públicos, en sus opi-
niones políticas y en las obras que producen. Si esto se
observa en general , tiene una esplicacion mas especial
con respecto á los artistas dramáticos , que dtoben todas
lus ventajas, y el elevado puesto que han llegado á al-
canzar en la escena , a su esquisita sensibilidad , á la bri-
llantez de su imaginación, al fuego de su entusiasmo, y
í la inspiración de su genio. Del actor de teatro nuede
decirse con propiedad que no tiene secretos para el pú-
blico, pues lo ofrece y representa en una serio de obras dif
versas todos los arcanos ao su corazón: no tiene el escri-
tor que empeñarse en reunir episodios do su vida priva-
da, ni incidentes que satisfagan la curiosidad quo inspira
la celebridad de un hombre tan conocido del público, pues
il propio, y casi diariamente, sabe retratarse á si mismo,
cuando espresa tanto los sentimientos cuanto las escenas
Bas ocultas del hombre interior. Do esta manera, carac-
Wriíandoal actor, se caracteriza al hombre.
No por eso sin embargo dejaremos de apuntar algu-
Us circunstancias, que ademas de ser propias de este gé-
nero de escritos, no podrán menos de interesar á nues-
tros lectores, ademas de convenir igualmente á nuestro
fropósito. Nació don Garlos Latorre en la ciudad de To-
fo a 2 de noviembre de 1799. Fueron sus padres don
Antonio Gómez de Latorre y doña Catalina Gucrroro y
Uarc.igo. Su padre siguió la carrera de la Hacienda uú-
blica, y desempeñaba á la sazón en aquella ciudad el-
destino' do contador de rentas, habiendo despules pasado
á desempeñar en propiedad sucesivamente las intenden-
cias do A^sturias y de Zamora. En rasa de sus padres re-
cibió don. Carlos la primera educación, en la que pusie-
Ton aquellos todo el esmero que evigia su posición so-
cial. Antes de salir de la infancia» fue aduüüdoewU c.;y^
de pajes del rey en tiempo de José Napoleón. Esta can
de educación , que siempre habia estado en un pie bri-
llante , lo estaba entonces mucho mas , porque merecía
una protección especial de José I y de su gobierno.
Ademas de enseñarse en ella las matemáticas, la ffeogra-
fia, la historia, las humanidadcsy las principales leDgtui
antiguas y modernas, so instruia á los alumnos en til
artes y habilidades propias de un caballero, como el di-
bujo, la música, la equitación, la esgrima, etc. En eiti
casa fue educado un hijo del general Hugo , llamado Vis-
tor, que hoy ha adquirido un nombre célebre en su pa-
tria y en toda Europa . Latorre siguió los estudios de
aquella casa con todo el ardor de su carácter, descubrieo-
do en todos ellos unas felices disposiciones, y manifei-
tando una inclinación especial á las artes y á la poeáfa.
Sin embargo , aunque se complacía mucho en la Jectan
de los poetas^ recitando y conservando de memoria ni
mas bellos trozos , jamás se ensayó en la composicioii
ya fuese por falta de osadía, ó ya porque en las escndlf
de poética no se acostumbraba entonces, ni aun creamtf
que se acostumbre al presente, empeñar á los discípnbl
en ejercicios prácticos. Dejó esta casa á la retirada ae lü
tropas francesas, y pasó á Francia en compañía de supih
drc, obligado á emigrar por consecuencia de las circnni*
tancias politicas. Después que su padre fijó su residencilf
se dedicó don Garlos á proseguir y perfeccionar sus th
tudios , Y muy particularmente á mejorar la escritura J
pronunciación francesa , que llegó á adquirir con la ei-
traordinaria perfección, de que en adelante daremos ua
prueba irrecusable. Uno de los estudios que practicó, coi-
sistia en concurrir frecuentemente á oir los discorsQl
que so pronunciaban en público, tanto en los tempblf
cuanto en ios tribunales y en las cámaras: de esta mane*
ra acostumbraba su oido á la mas perfecta pronunciacio9f
y al mismo tiempo , como era consiguiente, adqnina d
gusto en la declamación. Según requería su edad y M
afición á la poesía, le merecían los teatros del país» y ao-
bre iodo elllamado loalro íroLUcés^ ana especial predi*»
7
Moii. No 86 contentaba con frecaontarlos , sino oue
aiemas tomaba de memoria y recitaba en su cuarto ios
tmoi mas selectos de aquellas mismas tragedias que ha-
lii Yisto representar. Siguiendo cie|(amente el instinto
Ugusto, sin mas imnulso que su aGcion á la poesía » sin
llio designio que el ae perleccionar su pronunciación en
ll idioma de aquel pais, iba formando y mejorando, sin ad-
latirlo, su gusto en la declamación teatral, y las prime*
Hl nociones do este arte encantador. (Cuan lejos estaba
^lonces de imaginar que algún dia lo habia do ejercitar
ll su patria, y que en 61 habia de fundar un titulo á la
lakbridad y á la gloria!
Ni su amor ala lengua y literatura de su patria, ni los
iQliseios de su buen padre, le permitieron olvidar la Icc-
In de nuestros buenos poetas , alternándola con la de los
Horitores y poetas fanccses. Destinado á la carrera mili-
br desde que entró en la casa de pajes , quiso su padre
Eeen Francia sirviese al imperio en la Guardia, como
mejor escuela en que pudiera aprender la ciencia mi-
Itar. £1 joven Latorre amaba con ardor esta carrera , y
lm> do entusiasmo quiso ponerse al lado de aquellos va-
Ivites , que habian llenado el mundo con la gloria de sus
Mfuresas. Aun todavía, y después de muchos aQos , no
piMÍe recordar sin conmoverse unos batallones á los que
II gloria de haber pertenecido. El mismo señor Latorre,
i^en hemos tcniao el gusto de conocer y tratar hace
■Mho tiempo, se extasiaba, hablándonos el año de ¿3 por
háiridas llanuras de la Mancha, do los movimientos y
Codes operaciones do la Guardia imperial , asi como
valor Y entusiasmo de los bizarros soletados que la com-
Mian. liisuelto aquel ejército después de la restauración
liiloa Borbones, toIvíó don Carlos al lado de su padre,
iMinuando en sus pacíficos entretenimientos , hasta que
ialSiü volvieron aitü)os á Espíala , lijando su residencia
íaMadrid* Tanto en aquella ¿poca , como eu las posterio-
itii vivió don Carlos alejado en cierto modo de las cosas
IMÜtieas, porque ni su carácter « ni su educación, ni su
'^^~ á la independencia personal, ni su ánivoo qiauV«> ^^
8
toda ambición y de toda mira de eiiffrandecinúento propin
lo impulsaban á tomar una parte mmedíata j actiya m
las luchas enconadas de los partidos. Amando sin embir»
go con ^nceridad 6 ilustración la libertad de su patriif
corrió á tomar un fusil en la Milicia Nacional de Madrid;
j siguió sus banderas, sin abandonarlas jamás , hasta li
isla gaditana » donde , por consecuencia de los aconteci-
mientos entonces ocurridos , fueron enteramente disnel-
to aquellos cuerpos. Trató entonces de Yolyer á Madrid,}
quiso ser de los primeros , conociendo muy bien la irrif^
tacion de las pasiones, de las que habia de ser mayor y
mas grande el desenfreno, después que el rey Feraand»
y su comitiva hubiesen atravesado los pueblos del tránsi-
tos hasta la capital. No hemos sabido nunca de qué medi0
se valió para proporcionarse un pasaporte , en que no M
hacia mención de haber sido Miliciano Nacional de Ma-
drid, y en el que se anadia la circunstancia de ser ri iiH
teresado , fabricante de medias , que pasaba á Burgos. Ifo
se contentó con esto , sino que al mismo tiempo se viili^
del traje correspondiente, con un mal pantalón azul, un»
chaqueta del mismo color , sin pañuelo al cuello , en pieM]
ñas, y con alpargates, llevando al hombro un palo, en qM
iba atravesado un lio de ropa ; de esta manera le conocí-*
mos y hablamos por primera vez á la salida de Córdobl»
y podemos asegurar , según después hemos reflexionadOr
que jamas el señor Latorre , á pesar del mucho estadio
que ha hecho posteriormente, ha desempeñado ningún pa-
pel con la naturalidad, con la verdad, con la propiedad
que representó entonces el de fabricante de medias. Via-
jando á pie , confundido entre la multitud de desgracia*
dos que volvian á sus hogares , comiendo en una esqoiía
de una mesa , y echándose á descansar en un rincón de
las posadas, no era fácil reconocer bajo el traje y los mo-
dales con que se disfrazaba , á una persona de tan esquí*
sita educación. El que escribe estas lineas fué por algu-
nos dias uno de los engañados, hasta que al cabo advirtió
en su conversación la cultura propia de un caballero.
Aunque con algunas personas, durante el viaje , se íraiK
o
■MM I j«mái en las ocasiones criticas y en los machos
urterrogaiorios qae safrió en casi todos los pueblos del
bnlaaito faltó á las condiciones qae exigía el personaje qae
Mpresentaba. Precavido y sagai, le bastó una mirada
pira conocer el estado de exaltación en que se hallaba
Ma gran parte del vecindario de Córdoba. Era dia do
im Rafael, patrón de aquella ciudad; y con motivo de la
hrtividad de aquel dia , las calles y las plazas estaban lie-
ias de gente : turbas de paisanos armados capitaneadas
pN* frailes dctenian 6 interrogaban y examinaban los pa-
Hiportes de los viajeros en cualesquiera calle ó plaza que
ki encontrasen: jamás podremos olvidar las cintas blan-
Dis con el lema de: Morir 0$ ley ^ por la Inqui$icion y el
Ki¥, que era el distintivo de las turbas y sus caudillos,
lilas amenazas ¿ insultos que dirigían á los que recono-
Bian en traje de viajeros. Latorre salió bien do mañana de
l|Bella ciudad 9 en la que no quiso descansar. De esta ma«
Mn selibró de muchos entorpecimientos y aun peligros,
li Tembleque fué mas prolijo el reconocimiento do los
l|iDpajcs; y un oficial, en calidad de comandante de las
tasas, fué examinando los pasaportes de todos los via-
|ÍÉüs, é interrogando á cada uno en particular sobro su
rittej circunstancias y motivo (le su viaje. Nuestro fabri-
knte de medias se mantuvo en sus trece, y tan sereno,
te tranquilo y con tal al^andono , que el bueno del co-
iandante, que á los poces días lo encontró en la Puerta
USol, no pudo menos de decirle: «caballero.... me pa-
üeia Yd. dispense.... es Yd. un vivo retrato de un
fc\eaníe de medias , á quien hace pocos días he visto y
ado en la Mancha. » En Yal<lepeñas se forinó un de-
)hi(o general de todos los procedentes de Andalucía. Por
ti comisario general de policía, llamado Giménez, hom~
bsde estatura semicolosal, con pies, manos y facciones
^respondientes, se examinaban escrupulosamente los
Ciportes de todos los viajeros , y solo se daba el pase á
que, después de un prolijo interrogatorio, no se les
liKiibria patente sucia. Las contestaciones que dio en es-
^' bterrogatorio nuestro fabricanie de medios lu^t^\i
10
obra maestra > por su naturalidad y por sa oportimidaii'
por la yiyeza con que se daban, y basta por el acento |
tono de yoz de la persona que hablaba, y por el aipciM^j
y continente , y por la actitud y moyimientos de la oi^
ma : el efecto fué estraordinario y la ilusión completa, l|
tal maneta , que sin dificultad yisó el comisario JíhmÍmI
el pasaporte del señor Latorre. De todos los comproní^
sos , que en aquel yiaje eran frecuentísimos, salia el nuM
mo con igual felicidad , sin que nadie pudiese ni remolM
mente sospechar la clase á que pertenecía, y sin que k|
preguntas mas estudiadas y capciosas fuesen capaces h
sorprenderle. Pocas leguas antes de llegar á J^adrii^
desapareció, y á pocos dias tuyimos el gusto de eneoft^
trar y reconocer en la calle , no sin dificultad, al an '
fabricante de medias > conyertido en uno de los pri
elegantes de Madrid.
Ya hemos dicho que el señor Latorre no mo
yocacioná los destinos públicos: tampoco en aquella é|
le hubiera sido posible obtener ninguno.Tanto esto, c
tola delicada consideración de no ser srayoso á su pa<
que á pesar de su mérito y servicios, y de sus muchos
gos, se encontraba á ía sazón sin destino, le hicieron
sar en fijar su suerte de una manera estable é ind
diente. Después de haberlo pensado por algún tiempOf
impulsado por su afición al teatro, se decidió á seguir
carrera. Es de advertir aquí, que aunque conocía muy
fondo las mejores tragedias francesas y nuestras mejom
comedias; aunque recitaba con inteligencia y gusto IVi
mas escelentes trozos de unas y de otras , jamás, ni i^,
entre aficiofiados , habia ejecutado ninguna pieza detá*^
tro, hasta que por primera vez se presentó en el t^^*
del Príncipe en 21 de febrero de 824, á representar Pj
papel de Ótelo en la tragedia de este nombre , tra|
que desde la muerte de Maique:^ no se habia puesto
escena, que era una de las que mas repitió y en que n
entusiastas aplausos obtuvo aquel gran actor; y quiíí Ji^
que por su originalidad y carácter, y hasta por el apárala
y lujo de la escena habia dejado mas profundos recuef*^
11
I en los espectadores madrileflos : los baenos aficiona-
I de la corte se esforzaban por imitar á Maiqoez en las
í interesantes escenas de esta tragedia : era pues muy
¡groso ponerse en lucha con tales recuerdos ; y era
mas muy difícil elevarse á igual altura, siguiendo un
ibo trazado por inspiraciones propias , y después de
>nocido en aquella tragedia el gusto del público. La*
'e no alcanzó á Maiqucz, ó á lo menos no pudo ycrlo
»ajar en edad en que fuese capaz de aprovecharse de
lecciones. Ademas, el sistema de Latorre, fundado en
tenta observación de la naturaleza, para corregirla,
orarla y ennoblecerla, no consentía imitar ciegamen-
ningun otro actor: de algunos que vio en su prime-
ayentud^ tanto en España cuanto en Francia particu-
oente, se aprovechó, pero no para remedarlos ser-
iente> cosa que no es propia de un artista entendido,
I para imitar á la naturaleza de la misma manera que
s, siguiendo la misma dirección, y fundando sus es-
anzas en sus facultades y en su inspiración. Este mis-
sistema, que casi por instinto se habia formado el se-
Latorre , antes que pudiese darse una razón comple-
te él 9 le hizo también no imitar servilmente á los
ndes actores franceses que habia visto trabajar: ad-
"aba en la representación de las tragedias francesas
esfuerzos y el talento de aquellos, y sus raras dotes;
o haciendo abstracción de las diferencias del gusto
ional, y de lo que exigía la naturaleza de la lengua y
la prosodia, no podia menos de observar que detrás de
actor, por eminente que fuese, habia una cosa mas
Da todavía de observación y de estudio : esta cosa era
^rsonaje histórico que el actor se encargaba de re-
sentar, si el pintor lo representaba por medio de los
)res, si el escultor por medio de las formas; si el
ta por medio de^ las palabras que ponia en su bo-
de las situaciones en que lo colocaba, y de los he-
8 en que le hacia tomar parte , al actor le estaba en-
lendado prestarle vez, movimiento, vida, afectos, pa-
les 9 para producir una ilusión completa en eV ámmo
12
de los espectadores: este era el único medio que pedia
emplear para estudiar á la naturaleza, y este es el único
que es propio de artistas. Aunque el señor LatorrereoH
noció este como el principio capital de sus sistema; aun-
que el éxito de su primera representación no pudo ser
mas lisonjero bajo todos aspectos, y en tal manera qoa
no tuvo motivo para abandonar la senda quehabia segui-
do, ni para desanimarse en su primer ensayo; con io-
do, sus primeras representaciones dieron ocasión i
que se discurriese y disputase en el público, y especial*
mente entre los aficionados al teatro, sobre la novedad de
gusto que parecía pretender introducir el señor Latorre.
Quién suponía un crimen separarse en un acento, en el
menor gesto de las formas y maneras de Maiquez; qaién
censuraba la exageración de una nueva escuela que califi'
caba de absolutamente francesa: nuestro nuevo actor oia
todas estas opiniones, las comparaba entre sí, examinaba
lo que pudiese haber de fundado en cada una de ellas, J
consultaba mas todavía que el juicio de los inteligentes el
efecto teatral , es decir, el sentimiento del público , que
en último resultado decide en materias de gusto, de lo*
das las opiniones y de todos los sistemas. Desde entonces
principió á contraer el hábito de fijar su atención, tanto
en las tablas cuanto entre bastidores, mas á la escena ano
acababa de representar, queá la que ejecutaba ó debía
ejecutar. Esto lo ha hecho en toda su carrera, y es. una
de las circunstancias á que debe en gran prte sus pro-
gresos, y muchos de los lisonjerostestimonios que hame*
recido del entusiasmo público.
Pero después de estudiar y comprender el carácter
de un personaje histórico, según y de la manera que se
hallaba modificado por el argumento del drama , por U
situación en que le colocaba el poeta, y por las pasiones J
sentimientos que le atribula; ¿de qué medios se valia el
señor Latorre para elevarse á la altura del personaje his-
tórico que pretendía representar? De uno bastante inge-
nioso, y que en efecto no podia dejar de darle ün feliz re^
multado. Es observación que le hemos oido, y que Dohfi*
<5
AMM podido oWidar. So decía asi mismo: «en tal situa-
ción, ¿deque manera pensaría, sentiría y me espresaria
70? Pues bien, voy á representar tal panel como si real
j Yerdaderamentc me encontrase yo en la misma situa-
ción que el personaje á quien voy á representar, es decir «
loque vulgarmente so llama poseerse del napel. ¿Basta
«ito? ¿IIabr6 conseguido de esta manera el ODJeto que mo
propongo? No, porque entre las ideas; los sentimientos
jlas calidades, no tanto hist6ricas, cuanto las que le
ilribuve el genio del poeta , que no podrá menos de
ennobíecer y engrandecer hasta el ultimo punto al hérocde
mcomposirion, hay una distancia inmensa. Y ¿qu6 mo-
to emplearé para salvar esta distancia? El do modificar,
kista donde alcancen mis facultades y mis fuerzas, mis
ifeclos, mis emociones, y todos los fenómenos de la ima-
ginación y de la sensibilidad, de tal manera, que me acer-
Ioe yo en lo posible á representar á OresteSy á Edipo, á
Jejandro, de la manera que el poefa'io representa en sa
irama : si el personaje que éste crea es en cierto modo
ideal, también serán ideales los sentimientos y las pasio-
les que yo le atribuyo: pues este es el idealismo del arto
le la declamación, como lo hay en la poesía, en la pin-
tora y en todas las artes de imitación. ¿Qué camino se-
jpiiré para elevar mis diversas facultades de tal manera,
^e correspondan á la creación del poeta? ¿De qiió mane-
Ttmi acción, mi gesto, mi acento, mis actitudes y mis
iiferentes emociones se elevarán hasta el grado que ha
llegado el poeta en su tragedia? La historia, el estudio
lelas pasiones, el del pensamiento del poeta, mi imagi-
Ucíon propia, y los movimientos de mi sensibilidad, son
los que únicamente pueden dirigirme.» Esto pensamien-
to del señor Latorre es tan exacto como fecundo; y 61
ioto basta para dirigir en sus estudios á un actor, que so
nionga adelantar en su carrera. Desde luego se nota
^ ifcrencia capital que hay en las artes, entre copiar 6
imitar, y so da a conocer el idealismo en la declamación,
t U manera del quo se observa en las obras de otras ar-
tes. En esta parte el actor sigue las hueWa^ df!\ i^^Vb.^
14
para dar á su composición vida y colorido , y para com
pletar su pensamiento: el uno llega hasta donde alcanzai
su pensamiento y los recursos de sL arte: el otro, es de-
cir^ el actor, emplea estos mismos medios, y ademas $m
facultades físicas para que el efecto y la ilusión sean conH
pletos. ¡Cuántas dificultades tiene que vencer el actor!
¡Con cuántos obstáculos ha de luchar! El actor de m
cuadro combina detenidamente el asunto de aquel; lo di-
seña 9 le da colorido , examina comparativamente todas
sus partes, observa la armonía de ellas y el efecto gene*
ral de su composición ; que puede corregir á su sabor.
Un poeta toma el argumento ae su tragedia ó de m dra-
ma, de la historia, de las antiguas crónicas, ó déla socie-
dad; lo escoge según su afición y su gusto, elige el punió
de vista que mas le agrada, y las situaciones que mas n
conforman con sus propias iaeas, pudiendo corregir tranr
quilamente su obra, y oir acerca de ella el consejo dei^
apasionado de los inteligentes. Pero el actor de teatro
tiene que comprender un pensamiento ajeno , á veéei
Srofundo: tiene que aceptar un asunto, que no ha elegi-
0, tiene que representar caracteres , sentimientos, pt-*
siones que no son suyas, y que tal vez están en contri*
dicción con ellos; y tiene en fin que caracterizar por me*
dio de sus facultades físicas, personajes que existen en ll
naturaleza de la manera que el poeta los representa. Vi
es estraño, pues , que sean en todos los países muy po-
cos y aun raros los grandes actores trágicos; porque ade*
mas ae las dotes que requiere este género, y de las siogor
lares facultades que exige, se necesita para su cabal &lr
empeño un estudio y una penetración que no es fácil ro*
umr. No es esto decir que en los demás caracteres, coÍMi
en los que se ofrecen en las comedias de costumbres «n*
haya también idealismo; pero en su representación si'
se hallan estos sujetos á las condiciones precisas de loi
caracteres históricos, ni requieren, tan grande estenaioB
de facultades físicas y morales , ademas de que la natnri'
leza y la observación suministran por si solas maclioi
auxilios al actor. En los caracteres históricos hay qo*
15
•iá| la áltiirt de la historia y dé lainfmdoii del
imetando las oonTeaciones teatailes » j al mismo
ÜMideas y senlimieiitos generales. Aonque estra-
HBle de la declamación^ no podemos dejar de con-
ümmente, qae con mayor facilidad comprende*
ím representamos el tipo de un Áva/to y de una
Éif ^pe él de un Cid ónn Edipo.
¡Meion de estas doctrinas, ^ne eran coma las prí-
Mis de su sistema» fae la ejecución de las trage«-
m desempeñó á su aparición en el teatro del Princi-
Iria haber» si se quiere» indicios de una nueva es-
' de un nueyo sistema en la ejecución del OMo^
»y otras 9 pero es indudable míe el aetm halló el
le herir la fibra de sus espectadores . y de produ-
grande efecto teatral. Eñ la escena quinta de la
a, oye Ótelo en silencio loe baldones que le prodiga
lioso senador Odalberto» que le acusa de haber se-
«rtificiosamente el corazón de su hija Edelmira»
^ último se manifiesta admirado de que su hiiá
i prendado de un monstruo como Ótelo. Mas sm
Ipuel silencio de éste» su continente, sus miradas
ai color de su rostro » y harta su actitud^ espresan
mas pasiones que rápidamente se suceden » y que
dentro de su pecho. A la nobleza de un Táñente
a que se le acuse de haber ganado por ardides y
fios odiosos el corazón de la mujer á qiüen adora:
)e hubiera rechazado el menor insulto con indig-
» oye ahora sumiso y confundido los improperios
ftrige el padre de Edelmira. El corazón de Ótelo
ido por un anxNr feliz» y embriagado en su propia
16
pelida, sacó el seffor Latorre todo el partido que po
esperarse. Sa tono de yoz, aanque siempre apasiona
se muestra templado y pausado cuando pnncipiaá haU
cuando dirige sus ruegos al padre de su amada, se i
oir afectuoso y tierno , después amoroso, después lei
ble á la gloria, y por último con el orgullo de unco
rero que desprecia la muerte en el estrépito y conrai
de los combates. No hemos podido olvidar el efecto \
hicieron, en boca del señor Latorre, estas palabras:
No... señor... no me atrevo á responderos;
conozco la razón, la siento y callo;
tenéis derecho para confunairme...
Pero ya que me habíais perdonado
mi nacimiento y patria, al concederme
vuestra dulce amistad... señor... dignaos
de mirar mi pesar, y no la pena
que en este aia sin querer os causo.
Él cielo puso dentro de mi pecho
un corazón sensible al dulce halago
del amor., este solo es mi delito...
Si á mi elección, señor, hubiera estado,
en Venecia naciera... no en )a Libia;
y no penséis que el hado tan contrario,
puso mi cuna entre sangrientas fieras:
¿es un baldón el nombre de africano?. ••
El color de mi rostro me ha impedido
el probar el esfuerzo de mi brazo?*. •
Llámanme el moro; y para mi este nombre
lejos de .vituperio es un aplauso:
puede que pase á los remotos siglos,
y la posteridad sabrá apreciarlo:
solo cifré mi nombre en los trofeos;
rero el amor cruel ya me ha enseñado
desdeñar la gloria de las armas;
y mi triunfo mayor, mi mayor lauro
será, si, conocida mi inocencia,
esa terrible cólera desarmo: '*^
.\
17
á costa de mi sangre ver quisiera
>ticstro furor (raiiquilo y aplac.ido.
Si carezco de nobles ascendientes...
si olyid6 los deberes sacrosantos
(te un amigo... contad las cicatrices,
que hicieron en nú cuerpo horrible estrago.
Considerad , que salgo do un combate,
considerad, que vos me habéis amado...
y en Cn... tened presento que este moro
su sangre prodigó por libertaros.
Cualquiera conocerá que el efecto do estas palabras
Bopodia atribuirse nunca ni en ninguna ocasión al des-
udado poeta. Si se leyese sin los recuerdos que ha de-
jado su ejecución , tal vex escitaria la risa. Hemos visto
^ebas de lo fácilmente (lue se prestan al ridiculo.
En la escena primera ael acto cuarto, en la quinta del
lusmo y en la escena última do la tragedia, di6 muestras
d señor Latorre desde su primera representación, de sus
{rindes facultades y del especial estudio que habia he-
dió, tanto en la manera de modular la voz y entonarla,
Mianto en comprender y espresar todas las pasiones que
mcesivamente aominaban al personaje que represenlaLa,
f el combate y la lucha de aquellas. £n la primera de las
ttcenas citadas retrató con singular verdad los celos de
()telo y su furor, que admirablemente caracterizó pro-
>^tmcíando estas palabras tan conocidas:
Si Edolmira me hiciese el menosprecio
de entregar la diadema á mi contrario...
Infeliz!... Infeliz!. «.mas le valiera
perecer en los climas africanos
al furor de los tigres y leones,
y que su cuerpo vil , hecho pedazos,
y destrozados sus sangrientos miembros
de carniyoros monstruos fuese pasto. . .
que , si son verdaderas tus palanras,
caer por su desgracia entro mis manos.
loUO VJII. 1
18
Las actitudes y todo el fuego escéuieo con que kohh
pañ6 estas palabras , que nada tenían de afectado , ni de
exagerado^ ni de amanerado, coniribaian á hacer mas pro-
funda impresión en el ánimo de los espectadores. Los le-
los , y la desesperación y el furor , los elevó á mayor gra-
do el actor 9 al decir á Pésaro que le acababa de entregar
la diadema y el billete , que supone haber hallado en el
cadáver del rival de Otélo :
Mira: ves el papel? ves la diadema?
pues yo quiero empaparlos, sumergirlos
en la sangre infeliz y detestable,
en esa sangre impura que abomino.
Pésaro , ven : en dónde está ese monstruo ?
llévame , llévame al horrible sitio
en que su infame cuerpo ensangrentado
pueda yo contemplar con regocijo.
Concibes mi placer, cuando yo vea
sobre el cadáver pálido marchito,
de ese rival traidor , de ese tirano ,
el cuerpo de su amante reunido?
cuando sobre sus miembros palpitantes
el pecho la traspase este cuchillo?...
Otélo qué haces?... barbar o, detente.
Qué ceguedad perturba tu juicio?. ..
De una débil mujer nunca la muerte
el valor de tu brazo ha deslucido.
Siento que mi furor se ha refrenado
por el esceso del ultraje mismo...
recuerdo las palabras que su padre
al despedirse , con furor , me dijo:
«Ha engañado á su padre, no es estrafio
que con el tiempo engañe á su marido. »
Las pocas palabras que pronuncia Ótelo en la ¿Itii»
escena hacen comprender muv bien su situación borriUt»
Guarda silencio en casi toda ella > j este silencio estApi'*
espresa mas que las palabras el infierno que lleva dtfitro
19
k n pecho. Calla • porquo no hay palabras que baslen
ivamarcioitaa ailuacionea estremaoas y horrorosas. Es-
ti weiicio es el que se naai.n elocueote , porque él solo
Mesa mas que las palabras. En este caso al actor , si-
¡■bndo á la naturaleía , no le queda otro recurso que la
pMiealacion , la conlraccion de todos sus miembros, Ioa
kofimientos convulsivos. En estos casos también , no hay
Si diferencias accidentales dcpaises ni de escuelas: no
y mas que una sola esprosion y un solo lenguaje ; el de
tsaturalozA, que hace sentir igualmente su voz en el
Muruon de todos los hombres.
Nuestras observaciones acerca de la ejecución de la
ngedia , y especialmente de la que acabamos de men*
iisDar, que fue la primera que desempefió el sefior La-
wre , se comprueban por lo que dice este mismo en up
Mérito bastante notable » que di6 á luí en 1839 , v que
mninarcmos en adelanto. «El conocimiento de la bisto-
(is, dice, es indispensable al actor trágico ; por ¿I se fa-
niliarizará con los héroes que tiene que retratar en la
ísoena» conocerá los trajes que usaban, sus ademanes,
^gestos* y todo lo que pueae contribuir al complemen-
lode la ilusión. El actor destinado solo á la ejecución do
apeles de una esfera inferior, (cómicos) no necesita
ioaocimícntos tan exactos, porque sus modelos los en-
sasoüra en la sociedad que frecuenta todos los dias» y en
iija linea so halla; es decir, que este tiene ejemplos vi-
les, cuando el otro los tiene que buscar en crónicas y li-
^, de cuya exactitud se puede muchas veces descon-
hr. Y en efecto , ¿quién puede asegurar que un joven
lia los conocimientos previos que este arte reclama, no
QSisidere á Aquilea, César, Velayo, Pixarro, abrumado do
elidas , condecoraciones y bordados? Aquiles y PeUyo
bsron valientes guerreros , valientes guerreros existen
^inoostros dias ; retratándolos copiaré á los anteriores:
Mis podria muy bien ser la reflexión de los- jóvenes de
SI se trata, como ha sido huta hace muy poco tiempo
is nmohos actores que han merecido celebridad hasta
^ nestrof diaa. Evitemos pues, en cuanto posible %«%>
20
Mmejanles absurdo». Trabajo ha coatado en nnastrotei'
tro de Madrid desterrar abusos y rancias costumbres tía
arraigadas como los cimientos del edificio; perocíertoM
que desde el año 1826 se verificaron ciertas rcfonnu
con mucho gusto del público, y doloroso es confcsarkf
con mucha oposición por parte de los actores.
i>La naturalidad en la aicciont ademanes y gesto eilí
muy recomendada por todos los maestros; pero no la na*-
turalidad del actor N., sino la del personaje que repra*
senta. El actor debe ceñirse siempre al papel, v nunca el
papel al actor. La naturalci^ debe ser el moaelo que M
proponga imitar siempre el actor, y por consiguiente, el
objeto constante de sus esludios. Los brillantes coloreí
de la poesía, sirven tan solo para dar mas grandeza y ma*
gestad á la hermosura do la naturaleza. Sabido es que ea
la sociedad los s/sres poseídos de grandes pasiones , mh
brecargados de dolores, ó violentamente agitados por
grandes intereses políticos, usan, es cierto, un lengiujl
mas elevado , mas ideal ; pero este lenguaje es asimifflH
el de la naturaleza. Es, pues, esta naturaleza noble» ani-
mada, engrandecida, pero sencilla al mismo tiempo, el o^
jeto único y constante del estudio del actor, porque 9
evidente que las espresiones mas sublimes son tamUai
las mas sencillas.
» Muchos creen nue la tragedia no es natural» que M
un género exagera<io ; esta idea se ha repetido sin re-
flexión, se h(i propagado, y ha concluido por establecerle
como una verdad. Los que ocupados de otros cuidadoi
no han hecho un estudio profundo de las pasiones, jwtr
gan tan ligeramente; y ademas, los autores y actores me-
dianos, que no han concedido á su arte todo el estoA^
necesario, no han contribuido poco á mantener este error;
y ciertnmenle, ni el modo de escribir de los unos, ni el
modo de ejecutar las obras dramáticas de los otros, h*
sido muy á propósito para desvanecer tan falsa idea« Exf
mínese, pues, la mayor parte de los personajes poUtictf
ó apasionados de nuestros grandes poetas: examínele ^
JP/itpo dfí don Franctsc/O Martínez de la Rosa, y se veri
91
foe en sus mejores escenas el lenguaje mas sencillo y
aatoral es la espresion engrandecida, pero exacta de la
Mturaleza misma, y que, sin ol adorno de la poesía , el
üismo Edipo no hubiera hublado de otra manera.
dLo mismo sucede con los actores, que conservan aun
en nuestra memoria an buen recuerdo. Tan solo por la
iel imitación de la verdad, han conseguido oscilar en el
ÍBimo de esta nación ilustrada una veneración merecida.
De suerte que las obras buenas de nuestros autores, v el
talento de nuestros buenos adores, aunque pocos, bastan
para probar de una manera incontestable que In tragedia
10 está tan lejos de la naturaleaa como se piensa, y que
tan solo las medianias han podido dar algún peso á la
opinión contraria. La verdad en todos los artes > y prin-
cipalmente en este, es lo mas difícil de conseguir. Un bá-
hil escultor encuentra en un troio de mármol una her-
inosa estatua, pero esta facultad no esta concedida ú lodos
lea escultores: lo mismo sucede i los artistas dramáticos;
poeos son los aue han pintado cxaclamente la verdad,
liochos los que han quedado en el rango do medianias^ j
Mr lo tanto estos últimos en mayor numero , han hecho
lej y establecido con el tiempo, como solo modelo, las
mu imitaciones de su debilidad. Nunca me cansaré de
Vtpetirlo , la verdad no es mas que una , y para probarlo
IM atreveré i hacer una reflexión. Un duque y un zapa-
tero, tan opuestos en su lenguaje , se servirán muy & me-
mdo en las grandes agitaciones del alma , de las mismas
palabras; el uno olvida sus maneras sociales, el otro deja
aiis formas vulgares; el uno desciende á la naturalc/a, ol
Otro sube á ella; los dos se despojan del artificio que los
tobre, viniendo á ser tan solo y verdaderamente hom-
Wes. Los acentos del uno y del otro serán los mismos,
M el osceso de las mismas pasiones ó dolores,
^Supongamos á una madre clavando sus miradas en
la cuna vacia de un hijo querido que acaba de perder sus
"Miones tendrán el sello de la estupido/ , algunas lágri-
asurcarán sus meiillas; do cuando en cuando algún
Vrito desgarrador, algún suspiro convulsivo %^\t\viv ^^
32
su boca ; on eslas sefiales m conocerá a la Aoupátk
madre, ya sea uaa duquesa ó va una mujer -oel pae
blo, francesa ó española; porque la yerdad j la naturuen
es una.
» Supongamos igualmente á un hombre del pneUoy
á un hombre de alto rango, los dos poseídos de un via*
lento acceso de celos ó de venganza, estos dos hombm
tan distintos por sus costumbres, serán iguales por ü
frenesí. En su furor ofrecerán la misnuespresion, ssi
miradas, sus facciones, sus gestos, tus actitudes, sos mo- j
yimientos tomarán igualmente un carácter terrible, graa-
de , solemne, digno del pincel de un pintor y del estndií
de un actor; y tal vez el delirio de la pasión, inspirará á
uno y á otro una de aquellas palabras sublimes, digon
de ser recogidas por un poeta.
»Los grandes movimientos del alma elevan al hombre
á una naturaleza ideal, cualquiera que sea la clase en fM
la mente le haya colocado , y el país en que el délo b
haya hecho nacer.
»No por eso deben buscarse los modelos de esta Vk»
turaleza en las clases humildes de la sociedad; porqaett
seguro que ni el pintor, el poeta y el actor elegirán put
Íintar la cólera de Aquilea, al manólo pellizcando sos b*
ios agitados por una sonrisa sardónica y convulsivi»
murmurando entre dientes, afectando una tranqoilidil
engañadora, el por vida de,., preferirán modelos masn^
bles y elevados , tratando de prestar á las ficciones é
la escena la perfección en cierto modo de la res*
lidad,
«Para conseguir este objeto es necesario ({ue el adflr
haya recibido de la naturaleza una estraordinaria $efnir
bilidad^ y una profunda inteligencia. Porque, en efeclai
la impresión que los/actorea producen en la escena no fli
sino el resultado de la unión de estas dos facultades eseí'
ciaics. Scffun mi opinión, la sensibilidad no es tan iol^
esta facultad que tiene el actor de conmoverse fádlmo^lii ^
de agitarse hasta el punto de dar á sus facciones y sobi
^odo á su voz, la espresion y el acento del dolor que dflt*
23
C' rU la ninipatia del corazón , y provoca las lagriman de
quo le escuchan: entiendo ademas el efecto que pro-
ducen, y tiene su oriffen en la imaginación , pero no una
inagínacion que consista en recordar objetos que se pa-
reican á los presentes, no; esto es tan solo memoria:
qaiero una imaginación creadora, activa, poderosa, que
mina en un solo objeto ficticio, las cualidades de mu-
chos objetos reales; una imaginación que asocie el actor
alas inspiraciones del poeta; que le trasporte á tiempos
qae ya pasaron, que lo haga asistir á la yida de persona-
je! históricos, A a la de seres apasionados creados por el
fenio, que le muestro como por magia su físonomia, su
«itatura heroica, su lenguaje, sus costumbres, todos los
matices do su carácter , todos los movimientos de su alma,
J hasta sus singularidades. Llamo también ten¿ibil%dad
«ita factiltad de exaltación que agita al actor, que se apo-
dan de sus sentidos , conmueve hasta su alma y le colo-
ca en las situaciones mas trágicas , en las pasiones mas
terribles como si fueran las suvas pronias.
» La inUligencia sigue á la sensmlidad y obra des-
CBB ; juzga 4as impresiones que la sensibilidad nos causa ;
escoffo, las ordena y las somete á su cálculo. Si I»
UmibUiaad suministra los objetos, la inteligencia los
BOne en obra. Nos ayuda á dirigir el empleo de nuestras
knrzas físicas 6 intelectuales, á juzgar la semejanza >
Uion que existe entre las palabras del poeta, v la sitiia-
vion ó el carácter de los personajes, á añadir a veces los
■Balices que les faltan, ó que los versos no han podido
esplicar ; ó á completar i)or íin, su espresion con el geslc»
J la iisonomia .
»EI actor capaz de lo que acabamos de decir, ha debi-
do recibir de la naturaleza una organización particular,
PN la iemihilidad , esta propiedad de nuestro ser, todos
poseemos en mayor 6 menor grado de inte.nsidad. Pero
mel hombre destinado á pintar las pasiones en sus ma-
yores escesos, á reproducir todas sus violencias, y pateii-
tertodoBU delirio, esta«rn.s(7u7tV/Mrf debe tenor una furr-
^ macho mas enérgica ; y como todas nuoslrsH Mx'unwi^
1
tienen iiiia rclacioD tan intiiua cüd nuc»troa nerviosi tí
necesario (lue el sistema nervioso del actor sea tan movi-
Me y i'úcii de inipresionarsc , que se conmueva á las ídi-
piraciones del |>oeta tan (acilmentc como el arpa cuanJo
el viento la acaricia. lie otro modo, sucederá loqueea
varías 0(*.as¡ones se ha visto. 3Iuchos jóvenes en sus pri-
meras roprcsciitaciones han tenido un ¿xito brillanle e»
cierto modo merecido, y sin embargo no han respondido,
ilespucs á las esperan/ns que hicieron concebir en el
principio de su carrera. Esto puede consistir en que b
emoción inseparable de su primera presentación al pú-
blico, puso sus nervios en un estado de susceptibilidad y
ngitacion, muy á propósito para colocarle fácilmente en
la situación mas apasionada; pero después familiarizado!
con el público, y libres ya do aquella emoción penosa»
pero saludable, quedaron en el rango do las media-
nías.
» Vemos á menudo personas que tienen quo recurrir
i\ bebidas espirituosas para adquirir el grado de valor ^
necesitan para concluir tal ó cual acción. Esto consiile
en que su naturaleza tímida ó perezo.sa estimulada por
este medio, adquiere una exaltación falsa, que puede sor
plir por algunos momentos á la verdadera exaltación dd
alma. ¿»o vemos todos los dias, aun entre los convida*
dos mas hóbrios y frugales, mus locuacidad y viveza des*
pues del festín á que han asistido, que antea de darle -
principio? Convengamos, pues, entonces, que esto con*
siste en la conmoción nerviosa producida por los placereí
de la mesa. Por lo tanto, si el actor no está dotado de i
una sensibilidad , á lo menos igual á la de sus mas sea- .
sibles oyentes, nunca podrá conmoverlos sino dóbilmenle ;
por el esceso de esta cualidad conseguirá producir pro-
fundas impresiones y agitar el alma mas fría. ¿La fuerza
que suspende, no debe ser mayor que la que so pretende
rlevar? Entonces, esta facultad en el actor debe ser, no
diré mayor, ni mas fuerte que en el poeta que ha conce-
bido los movimientos del alma , y reproducídolos en et
teatro, pero si mas viva, mas rápida y mas poderosa eo
9S
i^fjpiMi. £1 poeU j el pintor pueden esperar para
lAirómnUr el momianlo de la inapiracion; pero el ac-
';Ja debo tener á su mando y voluntad, para que sea
Npú y viva » 7 entonces la iemibilidad tiene que ser
ifrabundantc. Ademas, es preciso que su infeligf neta
k siempre en vela ; obrando de concierto con la «fiiti-
#¿« para coordinar los movimientos y los efectos,
4 00 puedo borrar como el pintor 6 el poeta, lo que
I vez haya hecho.
i^Sin la iemibilidad y la inteligencia no hay actor; de
Mluraleza ha de rccilúr sus principales dotes, como
Igura , la voz , la eemibilidad « el juicio y la pureza ; y
¿udio de los maestros, la práctica del teatro» el ira-
1^. y la reflexión pueden perfeccionar los dichos
Bt.
ijüe dos personas destinadas al teatro , una dotada do
mMilidadqne queda definida arriba, v la otra de una
fiyida ivteligeneiat preferiré sin duda la primera. Co-
eiri errores ; pero su iemibilidad le inspirará aquellos
rfanientos sublimes que conmueven al espectador , y
IP su corazón de éxtasis y arrobamiento; mientras que
ipi|a/t jencta , hará á la otra fríamente prudente y
^ca. La primera sobrepujará nuestra idea ; la se-
f^ no hará mas que completarla ; el actor inspirado
paoverá nuestra alma ; el actor intcliffente no satisfa-
lis que nuestro talento » dejándole bastante imperio
ijiug^'*'® » mientras que el otro asociándonos á las
IWMies que ha sentido « no nos deja siquiera esa facul-»
ras inspiraciones suplirán á la inteliaeneia^ pero las
Jbinaciones no suplirán nunca sino débilmente á los
IM de la inspiración.
«fBl actor que posea estas dos cualidades , será per-
kh. En sus estudios , ensayará su alma en el sentí-
Rde las emociones » su voz en los acentos propios
toacion que tiene que pintar. Ya al teatro no so-
|i iigeeatar estos ensayos » sino i entrejrarse i todos
«Jvipaliis espontáneos que su iemibuiiai le su-
I
1
26
«Entonces, para que sas inspiracionca no ae pieriiBr
recurre á su memoria, recuerda aus enionaGÍcoet , ka
acentos de su voz, la cspresion de su fisonomía , el grado j
de abandono á que se ha entregado, en fin, todo lo qoe
en un momento de exaltación ha podido contribair í ;
producir el efecto. Su inteligencia luego somete á su re-
visión todos estos medios , los analiza , los fija en so me»
moria y los conserva, para reproducirlos en ¡as sígoieniei
representaciones. Tan fugitivas son estas impresioDetf
que convendría ú menudo repetir al volver al bastidor k
escena que se acaba de ejecutar, mas bien que la qae le
sigue. Con este método de trabajo , la inteligencia reane
y puede conservar todo lo que la senñhilidad ha inspirado
al actor, y solo nsí podrá éste, al cabo de mucho tiempOi
(porque se necesita mucho), ofrecer al público obras, coo
corta diferencia , perfectamente ejecutadas en todas sus
partes. Este ha sido el camino seguido por los grandes
actores, y este deberá ser el que sigan los jóvenes que te
dediquen al teatro.
»La $en$ibilidad y la inteliaencia son, pues, las dos
principales facultades necesarias al actor. Necesita ade-
mas de la memoria, que es su indispensable inatmmento,
una figura y unas facciones adecuadas á los papeles qne
esté destinado á representar; necesita una voz fuerte f
poderosa, pero de fácil modulación. Escuso deeir, qoe
una buena educación, el conocimiento de las costumbres
de los pueblos, el carácter particular de los personajes
históricos, y el dibujo pueden ayudar y fortificar los do-
tes de la naturaleza.»
Gomo que el Ótelo fue el primer ensayo del. sefior Lt-
torre, cada noche, de las muchas que se repitió, hizo el
nuevo actor diferentes alteraciones , según que el efecto
teatral y sus inspiraciones propias le sugerían medios de
asegurarse mas del agrado del público. En junio de' aquel
afio, representó en el mismo teatro del Pnncipey el Of
ear^^ tragedia traducida y acomodada á nuestro teatro fOf
un insigne literatOi y que por la disposición dé sus esce^
naa, por la combinación ae sus incidentes , por el ooi^
Imlede pasionei que reina en toda elU« j por U hermosura
'krillantei de sa versificaeion, facilita en gran manera la
bradel actor promoviendo suentOBÍasmo y BuminÍBtrando
n imaginación medios de interpretar dignamente el pa-
b1 que te le encomienda. Aun recordamos el efecto que
10 en nosotros la representación do esta tragedia, y
I el numeroso público que concurrió al teatro en las
Isrentes noches que* se repitió. ¡Con qué noble arro-
ada ofrece Osear á Malyina en la escena segunda del
gando acto , libertar al hijo de su amada! La voz , el
eato, el brillo do sus ojos» sus movimientos y acción,
lo espresaba en el seüor Latorre la felicidad de un
lor correspondido , y la exaltación de los mas generosos
Btimientos.
Si le verás. (Dice) Los grillos que le oprimen
Sabré despeaasar. Aunque el espacio
Inmenso de los mares lo impidiera;
Auni^ue el vil Esvaran por estorbarlo
. Opusiese el poder del mundo todo.
. Yo solo» no lo dudes, contra cuantos
Ejércitos armase» ni un momento
, Pudiera vacilar. Mas no» tu mano
Incita mi valor» ni asi pretendo
. , Tu amor comprometer. El grito santo
De la piedad me mueve: y si mi vida
*, A la defensa de FilUn consasro»
• Por cualquier infeliz la prodigara
Que se acogiese á mi favor y amparo.
En la misma escena espresaba la embriaguez y los
«portes del amor al decir:
Óyeme: vo te adoro; mas un fuego
Gomparaiole al volcan en que me abraso
. Beldad ninguna le encendió» ninguna.
Eternamente disfrutar tu lado;
Vivir contigo; respirar tu aliento;
28
«
Ser de la envidia anirersal el blatica*
A ti enlazarme en delicioso yugo,
Ks mi solo anhelar . Que tus encantos
Yea> que ausente de tus ojos llore, p
No te apartes de mí: y este tirano '*
Deseo ocupa el pensamiento mió
Donde quiera auc estoy. Los dulces lauros
De la Tictoria, las mayores dichas
Que á los mortales alcanzar es dado,
Como la niebla al sol desaparecen
Si con esta ventura las compara.
Los nobles ejercicios que algún dia
Delicias fueron de mis verdes años ,
No alivian mi dolor, ni de las armas
Al belicoso estruendo me arrebato.
No solo pronunciaba estas palabras el señor Latorre
con la voz v con el acento propios de un hombre satisfe* ,
cho de su felicidad , sino también con la dulzura y snavi-
dad del amor, y con aquel íntimo abandono v con aqoellt
espansion que corresponde á un hombre , dominado por
una sola pasión. Hay en esta tragedia una escena, qa0
vulgarmente se conoce por la del desafio de Osear y é»
Dermidio. Al encontrarse los dos amigos, se abrazan, 10
esplican, y Osear solo re en Dermidio al afortunado f»'
poso de su amada, al que le arrebata su felicidad. Dermi'
dio en su angustiosa situación, entre la amistad y los ce^ \
los, su corazón se desahoga en lágrimas, y Osear qae b
mira le dice:
^Lloras? En esta
Terrible situación no llanto , sangre i
Debe solo correr. :
Guando empuñan las espadas , Dermidio quiere > «Dtei
de acometer á su rival , abrazar por la última vez i ^
amigo. Se abrazan , y entonces Osear en quien lá amisU'
ba taianfado de lodos sus afectos, dice:
99
¿Y quién ahora
El bárbaro será que al otro hiera?
El diferente concepto de estas dos espresiones ; el fu*
ror reconcentrado de la primera, y el triunfo completo de
li imistad de la segunda , los espresaba el señor Latorre
soDel carácter propio que á cada una de ellas corrcspon-
lia. En la primera su actitud, el movimiento do sus ma-
los y sus miradas fijas, mareaban admirablemente el fu-
"or y la sed de sangre que animaba á Osear: la palabra
üngre la pronunció con tal tono de voz ; y hiriendo tan
lotabicmente la primera silaba , que parecía que la yen-
[iDza le apagaba la voz, y le secaba las fauces. En la se-
[Qpda, espresaba el triunfo de la amistad con una voz
morosa y aun dulce, con una enajenación , con un no-
le movimiento de cabeza , que marcaba admirablemente
1 triunfo de la amistad sobre el rencor y los celos. Baste
Mr, que en esta tragedia, el señor Latorre, no solo
omprendió todo el pensamiento del poeta , sino que so
lavo á la altura de éste.
La alta estatura del señor Latorre , su noble continen-
Ijel natural desembarazo de todos sus movimientos, la
Aostez y rotundidad de su voz, la yibracion y flexibili-
•dde esta, la espresion de sus ojos, la animada gesti-
dación de su semblante, y la facilidad con que parece
06 toda su organización obedece dócilmente á sus na-
inles emociones y á las inspiraciones de su genio , son
ircunstancias que no podian menos de producir un gran
ctor, especialmente en el género trágico. Ha conocido y
itadiado sus facultades, y ha procurado mejorarlas y
alzarlas hasta el punto de que eran capaces. Los dones
pte recibió de la naturaleza , los ha acrecentado con el
tlndio. El señor Latorre es una prueba de lo aue puede
lieer el arte; esto es, corregir, mejorar, perteccionar;
>Mno puede dar facultades ni dotes naturales, al que
^>nce de ellas.
Con desden ó tibieza fué recibido en general por los
^^tores de los dos teatros. Sia embargo» don Ra{ae\ Y«c%x^
30
hombre honrado y actor eulendido; Caprara, actor de
mucho mérito ; don Antonio Guzman ; en qaien se repaeo
las mas raras cualidades que constituyen á un gran actor,
Í otros varios sugetos apreciables, distinguieron al sefior
atorre con su amistad , y reconocieron su inteligencia j
sus talentos. Todo lo demás que hoy se conoce con el nom-
bre de medianías, y singularmente los que á su escaso i
ningún mérito, anadian la circunstancia de carecer de
docilidad para aprender, no podian, sin disgusto y enojo,
mirar la entrada en el teatro, de un actor, que, por su
instrucción y su conocimiento en el arte , debía contribuir
tan poderosamente á la reforma de las representaciones
teatrales.
• El estado en que se hallaban entonces los coliseos de
la capital que servían de norma á los de las provincias»
maniTestaba bastante atraso y aun incuria. Siendo taa
reducido el local de ambos , siendo casi la única diversioa
de la capital , humillados los actores y las compañías, W
la tutela en que se hallaban de la autoridad , por la arbi-
trariedad con que eran tratados , y por la falta de consi-
deración con que se les miraba por aquella , no era de
estrañar que esta profesión careciese de todo estimulo, J
que en los teatros, se atendiese mas bien al interés de iú
compañías y de los actores, que especialmente en la cor-,
te tenían la empresa de ellos. ¿Quién obligaba á estos k ;
hacer sacrificios sin duda superiores al producto que j¡nr. •
diera suministrarles un local reducido? ¿Cómo podia un-
Sonérseles las obligaciones que requería el buen servicio
e la escena , cuando la empresa se hallaba casi 8Íem[pe
agoviada bajo el peso de las cargas que sobre si teniit
¿Qué motivo de interés estimularía a esta á introducir
mejoras costosas, que aunque estuviesen á su alcance, no
podían proporcionarle ma vores ventajas de las que le ase-
guraban los privilegios de que gozaban? Es indodddft
que no el atraso , como pudiera suponerse , sino la vicio-
sa organización de las empresas , era la causa prindpil
del estado en que se encontraban los teatros de la ciffiiul*
En ellos, prescindiendo de la mezquindad del local» i^
51
m completa falU de adorno en lo interior del edificio,
bstadc comodidíid en las localidades, no se hallaba ni
ropiedad en la decoración y aparato de la escena , ni en
Mtrajes, ni en todo lo demás que reclamaba la ilustración
A publico de Madrid. A esto se añade, que los cómicos*
mte por lo regular de mucho amor propio , no se pres-
iban iácilmente á corregirse de los resabios que auren-
iiD de sus maestros , ó que la falta de gusto les había he-
ko contraer : unos atronaban al público con sus gritos.
Iros movian sus brazos como un maniquí ; aauellos se
ician notables por sus movimientos acompásanos , y por
u pasos á la prusiana , estos por su esprcsion afectada
amanerada :• todo esto^ en que deben hacerse muy hon-
Has distinciones , especialmente respecto de los teatros
) Madrid, daba á conocer que el arle de la representa-
aa, asi como el buen gusto en esta parte, no habian
idbido todavfa las mejoras que reclamaban la cultura y
vilizacion del siglo. Si esto necesitase de pruebas sien-
í nn hecho tan reciente, la hallaríamos documentada en
la Ifemona publicada por el ayuntamiento de Madrid;
I la que se dice que «las sucesivas modificaciones y no-
rias mejoras introducidas en la escena , en el orden re-
llar que los progresos han hecho necesarias, fueron
roa tantos motivos de mayores gastos que antes no exis-
n; tales como el mayor número de partes en las com-
lias de verso, el aumento de trajes v decoraciones pre-
•• 7 consiguientes al estado actual del teatro. » Pues
estas modificaciones y mejoras tuvo que introducir el
Ütamiento de Madrid , si tuvo que hacer considerables
Moa para el aumento de trajes y decoraciones, ¿cuánto
hria que hacer diez años antes, cuando se presentó en
tetro por primera vez el señor Latorre?
ícw aquel tiempo tomó la empresa de los teatros don
M Cirimaldi, hombre de claro entendimiento , de ins-
INÍoo no vulgar, é inteligentisimo en el arte y práctica
k Ja representación teatral. Gomo empresario , era due-
^ le los recursos que pudieran aplicarse á la reforma
I los teatros , y tenia entera libertad pata hactttVo* C«^
52
mo persona de tanto gusto é ¡nteligeocia en el arle, efi
al mismo tiempo el verdadero director de los teatroi j
de la escena. Los cómicos, de escaso mérito aunque lasli-
roados en su amor propio por la superioridad de Gríuial-
di; que tampoco reunia á su talento la modestia y el arU
necesario para no irritar la delicadeza de los demás, se
prestaban aunque con dificultad, á lo que les cnscfiaba jf
correjzia en los ensayos^ que tuvimos el gusto de presei-
ciar algunas veces^ y en ellos ocasiones repetidas de id*
mirar la capacidad y conocimientos del seilor Grimaldi.
Este en Madrid, Sevilla , y aun creemos que en algunis
otras capitales, esparció las semillas del buen gusto^ ea*
sayando á cada cómico su papel , y haciendo al mismo
tiempo^ que los ensayos generales que él mismo dirigía,
se hiciesen con todo rigor y escrupulosidad, y de la mis-
ma manera que se habian de ejecutar las representacio-
nes publicas. Su esposa, Doña Concepción Rodriqnez, ot
la que aprovechó sus singulares disposiciones para for-
mar en poco tiempo una actriz de estraordinario mérito,
era una muestra del que distingnia al hombre qoe coi
tanto acierto é inteligencia dirigió varias compañías. Al-
gunos actores, con todo, no podían tolerar que se bi
obligase á un estudio asiduo, á asistir puntualmeato
á los ensayos, á repetir estos muchas veces, i ojo-*
cutarlos con toda propiedad, y á vestirse con la qiie ro^
clamaba el decoro del público. En alguna capital de pr<H
vincia, no bastaron para esto los medios regulares, y
fue preciso ejecutar los ensayos entre alguaciles.
En esta obra difícil y trabajosa, tuvo el señor Gri*
maldi un celoso y ardiente cooperador en nuestro Buef*
actor, que con la suavidad de su carácter, con la urbaai*
dad de sus modales, y con la singular aceptación qoe ei
el público habia merecido, obligaba á los actores deesca^
so mérito y de poco celo, á imitar su ejemplo de regolarf*
dad y de decoro, prestándose dócilmente á cuanto axigi*
el arte, y el mejor servicio de la escena.
Los actores del teatro del Principe , i cuyo cargo i^
¿aliaba entonces la empresa, quisieron contratarla, ei
illa de las renlajas que les hablan proporcionado laa pri-
leni representaciones del scAor Latorre y del singular
rédito aue á esta habían mcrocido. Pero aquella em-
resa solo pudo ofrecerle una recompensa muy módica,
16 de ningún modo bastaba á sufragar los crecidos gas-
fl que hacia; para vestirse con la propiedad y aun lujo,
16 acostumbraba hacerlo. Tuvo, pues, que acontar un
irtido ventajosoque lo hicieron para el teatro de Grana-
1, á donde pasó el afio de 25, y donde ejecutó el Pela-
*tl0$ hijos de EdipOy el Cid, la Jayra y todas las trage-*
IB que se hallaban entonces en el repertorio de nuestros
itros. La primera , con que se díó a conocer en aquella
lita capital produjo un eiecto imposible de describir. Al
irecer en la escena fue saludado con los mas entusias-
I aplausos. IVlayo se presenta en medio de los auyos,
16 se hallaban desanimados con su ausencia, y mucho
aSy creyendo haberlo perdido para siempre. Las primc-
II palabras que pronunció son las siguientes: -
Ahí si bastantes á salvarla fuesen
La constancia, el ardor, el noble celo,
Firme aun se viera Veremundo, y dando
Envidia con su gloria al universo
Nuestras fatigas, el valor ¡lustre
Do los que el nombre godo sostuvieron»
Hacer pedaxos el infausto yugo
Pudieran va que la sujeta el cuello.
Mas vano ha sido nuestro afán, y en vano
Por el nombre de Dios lidiado habemos;
El retiró su omnipotente escudo
• Y coronar no quiso nuestro aliento.
Vednos pues en los términos de España»
' Prófugos, solos, deplorable resto
-' 'i De los pocos valientes que mostraron
<• A toda prueba el generoso pecho.
■ La guerra en su furor devoró á todos,
'"' -Yo los vi perecer. (Oh cotnpaflérosl
Que en ol eenp de Dios^ yá dqioensaiAlo '
Tomo yui. 3
'II II
34
De vuestro alio valor gozáis el premio.
Mis "votos recibid y mi esperanza,
Yongue yo vuestra muerte » y muera luego.
Manifestándose elancíano Veremando iuclinadoi<
der á la fuerza, y creyendo inútiles la resistencia y el '
lor concluye diciendo:
No hay ya España, no boy ya patria.
A estas palabras, arrebatado Polayo « v lleno sii.i
razón de los mas grandes sentimientos de patrioüi
dice:
. ¡No hay ya patria!
¿Y vos me lo decis?... Sin duda el hielo
De vuestra anciana edad que ya os abate
Inspira esos humildes seiiiímienlos,
Y os hace hablar cual los cobardes hablan.
. ¡No hay patria!... Para aquellos que él sosiego
Compran con servidumbre y con oprobios,
Para los que en su infame abatimiento
Mas vilmente á los árabe$ la venden
Que los que en Guadalete se rindieron.
¡No hay patria, Yeremundo! ¿Ñola lleva
Todo buen español dentro en su pecho?
Ella en el mió sin cesar respira;
La augusta religión de mis abuelos,
Sus costumbres , su hablar, sus santas leyes
Tienen aqui un altar > que enoiagun tiempo '
Profanado será.
El señor Latorre supo eapresar en loa ^dds irot0»^
acabamos de copiar, lUjsaergia de ha afeicigis q«e>é0ci
ran, el fuego del pafiriotísfcno, la evitación dje! to i
nobles y generosos acütimientos. Suvofii pctrecia üdfr
corazón , su arrebato .y au noble «nttisiasBiQ esteiMtf p
feclamente marcados ;en la viveaa.de M adifn9luw,:a
brillo inefable de sp9 egps; tod» esto era. noUeijr.eldM
sin ipe tuviese 'nadffrde^vulgsr.; El PWayo.y taVQ W <
ocasión un di|;nQÍn|j6rptete, qiae Bapo4Íl6varse:ála
bradc un gran poo(n« y dol personaje liislóricn, res-
tiQrador de nuestra monarqiiin.
No neeesitamos examinar una por una todas Ins gran-
des situaeioncs, todas las pasiones, todos los caracKTes
«pe el señor Latorre ha sabitlo espresar en Ins principa-
les piezas dramáticas nue ha desiMopeñado. ICsta tarea se->
rii larga v prolija, y a nuestros leclores puede escusarse
cnando, de la manera que ha estado á nuestro alcance,
ks hemos ya dado una idea, aunque sumaría de las fa-
cultades naturales de este u;ran actor, de los principios
Rrtislicos que lo han dírigiao, y de algunos nieaios qu ha
empleado para estudiar con provecho: de esto último ha-
blaremos todavSa mas particularmente.
Cuando tiene que trabajar en alguna tragedia, drama
5 comedia de importancia, estudia el carácter del perso-
naje que debe representar , no solo en si propio , sino
también con relación al drama: si se tratado una tragedia
5 drama histórico, estudia en la historia 6 en crónicas , el
carácter especial del pueblo á que se refiere la obra del
Kta, y muy particularmente todas las^ircunstancias de
^ jpoca: de esta manera, consigue formar idea de la fiso-
nomía propia del pueblo que pretende conocer, y encuen-
tra recursos en su imaginación para dar su verdadero co-
lorido al personaje que se encarga de representar. Estu-
dia su papel bien, de memoria, y lo medita escena por
tecna, cláusula por cláusula, y aun palabra por palabra.
En esto coincide con una máxima de Taima , que consi-
deraba que »cada escena tiene un fin, y cada periodo una
intención principal.» Aunque en esta parte conviene
^tar una prolijidad y una niqíiedad.ridículas, con todo,
conviene no perder do vista que en las grandes pasiones
ajinando el corazón so siente inflamado, la ipísma yiveza
tahi afectos, hace pasar rápidamcdté: y con una movi-
tiiad estraordinaria de unos á otros. No es difícil obser-
^esto. ¿En qu6 consiste que las personas apasionadas y
^ se producen con calor, liablin y accionan con todk
^nipidez y toda la yiycza quó sicnlcñ? En estos casos la
^«lon y la palabra corresponded' lá* la Viveza y e.ti(^tft\^ Ac
40
g6 todaí Mii- f uersai y lodos los recursos dq sa\geiiio;
7 que carncterízó los furores de Edipo de-miiMiifl
eslraordÍDanOy y según exige estt adiqirabU .trigei^fi
también la representó en Madrid. Hallándose, eo, esta Or
pital en el afio 32, fué nombrado por el Rej Fernando,
maestro de declamación del Conservatorio, tuyo caigf
obtuvo sin pretenderlo, ni hacerse por su parte la aseiiqi
gestión. Contkinando después en la corte t según rt^qner
ría el desempefio de su nuevo encargo , pasó m v^flMf
á Zaragosa^ Valencia y otras cápüaies de pTovincia> ap
las que fué admirado y aplaudido , obteniendo al misaf
tiempo f crecidas sumas en recompensa > de su. Ira-
baja. ., ' ,. • "
En el afio de 38 pasó i Paria , contratado para traílwjlV
en uno de aquellos teatros ^ á cnyo efecto le nabia eicc^
M.Paul Fouchet, empresario j director del mismo. DeMf
ejecutar en francés la tragedia en cinco actos intilniail
don Sebatixan de Portugal y el Bamleí de ShaketpmKik
Iraducido por M, Duwally. Por circunstancias indepen-
dientes de su voluntad , y que consistieron en haber qos^
brado la empresa del teatro de la puerta Sainl-lf artio j }
babexsc quemado otro de aquella papital, no tuvo ofeirlf
su contrata. Los mas distinguidos actores de París lo rísi*
taron, dispensándole todo género de obse(]uios y distin-
ciones ; lo mismo hicieron otros varios artistas , literalif
y personas notables de aquella capital. Fué presentsdodi
ministro de lo Interior , que era á la sazón el conde d|
Montalivet , y al jefe de sección M. León Gavet , de quis*
nes mereció las mayores muestras de consideración y ds
aprecio. Estando para concluir el plazo de su licencist
tuvo que volverse á Madrid, donde le esperaban amargpi
disgustos. Su padre, á quien tiernamente amaba, munói
poro tiempo; su esposa,, á quien habia elegido por vm
verdadera inclinación , á quien amaba entrafiablemealfi
y que hacia toda la felicidad de su vida , falleció tanlte
en seguida: estas' penas, que desgarraron cruelmenIeM
corazón , y que alteraron gravemente su salud , llenarse
su ánimo de disgusto, y no le pcrniiliorou en mas de i^
iloi Disar \u labial. Algún Unto recobrado de una enfei^
mIm, pero lin hallar todayia su eapiritn toda la tranquil
Uid que neceñiaba, para volver á sus tareas ordinarias»
fNieñia^ sin embargo, en la ensefianza de la declamación
del Conservatorio. Por esto tiempo, es decir, en el aflo
k 39 estondió y publicó unas breves nociones acerca del
tfte de la declamación , de las que hemos presentado ya
Ha mneatra i nuestros lectores en la parto relativa á las
cfatunslancias y cualidades que eiige la tragedia en el
Miar. El objeto de esto escelente escrito , que está lleno
le filosofía, y muestra un profundo conocimiento del arle,
ti proporcional á los jóvenes que siguen la carrera de la
telsmacion, una guia segura, un auxilio en sus prime-
isi pasos, suministrándoles las ideas fundamentales del
ote. Consisten estas, en la manera de modificar y variar
Hlono de voz, en la espresion mas propia y noble de las
Wiones , en hacer ver nasta dónde llega el poder é in-
li!Jo dolarte, en dar á conocer las cualidades naturales
^ este requiere , y el diferente grado que de las mismaa
nige, ya el género trágico, ya el cómico. La cuestión re-
llÜva a las dotes y estudios que requiere cada uno de es-
tes dos géneros, la trata y resuelve el señor Latorre con
h auyor profundidady do una manera perspicua y lu-
^Bosa. Lo que también dice acerca de la manera de to-
nar aliento , de economizarlo, y de producir la voz en sus
'ibrentes entonaciones y acentos, reasume cuantas re-
lias y consejos puede dar el arto en esta materia. Ambos
vigmentos son magníficos , y dan una idea , tanto de los
Cocimientos del señor Latorro, cuanto de la manera
dígante con que espresa sus pensamientos.
•Sin tratar de probar, dice, cuál os mas difícil do
ventar, si la tragedia ó la comedia, diré que para llegar
■ h perfección en el uno ó en el otro género, se necesita
POiser las mismas facultades morales y físicas; solo auo
^ el actor trágico deben ser mas poderosas. La «enjtot-
"^ y la exaltación en el actor cárnico no necesitan la
^inaa energía, porque la imaginación tiene menos quo
^ju*, porque los objetos que representa los ve todvi^
42
-Tos dia§, porqne participa de algiih módoi de la- Vidlf '^
lofl originales que retrata^ j porque, «on eórta dKeMida.
aus fancionea estaii' reducidas á' fintñv caprieho8>6 írtf'
euleces, pasiones tomadas en una eafisrliv qwe§'tú*;'W
la misma del actor , y. por consíraicnte mas modéMdill
3nc las que pertenecen al dominio de la tfa>gedia«*filj
igámosloasi, la propia naturaleza- idel actor ^ qaehaMi
j obra en sus imitaciones; mientras que el actor trigM
necesita salir del circulo fin qué vire, para elevaiM'a ^b
altura on que el f;enio del poeta ha colocado V meilMl
con formas ideales, los seres codcebidos en su •idea'i'6 qÁ
la historia le -suministra 'engrandecidos tft'por éHii,'«7
Iior la larga distancia del tiempo; Necesita, pues« taor
ervar á'éstosWM 6 personajes en sus grandea pfop^
eiones, pero al mismo tiempo, someter su lenguaje élt[«
Tado á uñ acento natural, á una espresion sencilla y |é^
dadcra, y esta unión de nobleaía sin- hincha sion, de-?flf4
dad sin trivialidad » es el mas peligroso escollo del acJHif
trágico. •
}»Se me dirá que un actor trágico tiene maa Hbertsl^
latitud en la elección de medios para ofrecer al jaios
diel ji6blico caracteres cuyo tipo no existo eu la sociH^
dad , mientras que el público puede juzgar fácilmi^lM^f.íi
la copia que el actor cómico le presenta es ^^onfetiné'il
original que á> menudo tiene á su vista : respoiidert' Mi
en todo tiempo ha habido pasioínes ; la sociedad padM
debilitar su énefgia, mas no por eso dejar dcexistirÁI
el alma, y cada espectador puede juzgar muy bien pol^iil
misino. La parte ilustrada aél- publico es laqueíormalli
opinión y hace la reputación* del actor; y como'á'eNi
parte ilustrada le* es familiar la historia , puedb J^^
coa acierto si es liel la imitación do los caracteres bisUk
ricos que el actor representa. La movilidad'cn' las w
ciónes, la espresion de la fisonoiñia debe ser-mas- flsiM
7 pronunciácfa > lavoz mas llena, mas sonora; Aiás oi^
4uada en el actor trágico, que necesita emplear'. ()dv
biiiaciones, y una fuerza mas que común para 'ejécttfif
los papeles éa que el autor ha reunido en un cirei^ld ^
45
inchd» en el' espacio dé dos horas, tcidos los moviinícntos',
lodas las sensaciones que pueden agilar á un fér opasío-
sido en el largo ürecho de su vida. No por esto diré que
a»8Db necesarias las niismns cunlidadcs, aunque de un
Mea inforior, al actor trágiM), como al actor cómico, j
fn^ el uno j el otro deben iniciarse en los nistepibs de la
pks¡on,en sus inclinaciones, deliilidudes y caprichos. Pero
CÍerU> es que cuantos aciones conucos liau intentado cal--
ano el coturno, y subir á la altura de la tragedia , han
iofrido un triste desengaño; mientras que el actor irágicb
!tte ha querido descender y ensayarse en la comedia,
isftadidó siempre una hoja do laurel i su corona.
i^Cousiderando cuantas enalidades neccMla tener el
sdor ttiVgico, cuántos dones debe recibir do la nalurale--
«bno podemos estrañar la escasea de buenos adores. i>e
Isiquo se dedican ácsla larga y espinosa carrem; und
liue talento y su alma es de hielo; el que tiene sensibili^
didno tiene inteligencia, el que posee estas dos cualida-
<bs osen grado tan d^diil, que es como si no las poseyera,
6lu vicia y adultera por la perniciosa manía de imitar A
llffun actor contomporánoo, que nmchas veces sin razón
ojeabliiudir eii el teatro. Uigo pcmiciafita manfa^ porque
Mleoefeclo de imitación es muy difícil de corregir des-
pues, porque tal movimiento, tal gesto 6 tal mirada na-^
tttral en un actor , es falso y malo en otro; por eso Shaks-
paire en el torcer acto do su Hamiet, hace decir en«
tn los conseios que dá á los adores que han venido á su
pikcio para distriierle: «No lo olvidéis nunca ; observar y
copiar á la naturaleza es vuestro único deber, el arte no
Minas que. su espejo. Llenareis do alegría á un patio ne-
cio ultrajando la verdad; este triunfo es muy fácil; pero
Atareis al hombre juicioso, cuya aprobación es preleri*
Uoá un patio entero. Me acuerdo do haber visto algunos
ictorcs aplaudidos con entusiasmo, y ni en su porte, ni
osiu vojs, ni en su gesto, tenian nada de un cristiano,
'can pagano, ni de un hombre. Al verlos en el teatro
i|ltanie y rugir descabelladamente no podia , no los po-
^ creer formados por la naturaleza; me pareciau \\vxi&
44
bien la obra da vb torpe aprendií: tan mal imitaban al
bombre.» En este defecto incurrirá el jéren actor íftm
tenga, vuelvo á repetirlo, tan perniciosa man<a. Se aaoeia
á la» inspiraciones de otro, su espresioa será d^l , i»^
cierta , sm color ; hablará alto , bajo, con YÍTeía y con
lentitud , tan pronto de un modo como de otro; y siempre
á la ventura; su voz aunque sonora, quedará seca y ári-
da, sin espresion para pintar las pasiones, poroue el oa-
razón no las ha sentido y solo obra por imitación; lien*
rá, j no hará llorar; se conmoverá , y no conmoverá i
nadie.
» El actor tiene que consagrar un eran cuidado al fHh
nocimienlo de su voz , debe estudiarla como un instru-
mento > domar su dureza ó enriquecerla con*los aceatoi
de la pasión, y hacerla obediente y pronta á las mas deli-
cadas inflexiones del sentimiento. Conocer sus cualidián
y defectos, pasar lijeramente sobre sus cuerda» ingrilüi
y hacer solo vibrar las armoniosas; porque tal es el pote
de una voz sensible concedida por la naturaleza ó adqjiiirir
da por el arte» que puede conmover hasta á los esbraDjefoi
que no comprendan el idioma.
»La juventud cree á menudo saVvar las dificúltate
del arte entregándose á movimientos violentos y esfiísr-
zos en la voz.; pero tengan presente que la monotonía si
el uso de la fuerza de la voz es insoportable, que es ae
cesarío hablar la tragedia y no gritarla, que una espb-
sion continua causa sin conmover; que el empleo de sfH
esplosioii debe ser raro é inesperado, y que ae otro mar
do lo que se consiga será fastidiar al espectador con Wi
continuos gritoa del actor; que se olvidará al persam^Jf
á sus desgracias, para acordarse tan solo del canaaoc»
del artista; por lo tanto es preciso ocultar siempre alpk*
blico el 4ltimo término de los esfuerzos del actor» ap^
rentando hasta en las escenas mas viólenlas todo ei f^
der de sus facultades* Cuidará de que la respiración ^
sea muy fuerte ni prolongada, porque el tomar alíenla f
una especie de descanso, una susi)cns¡on, que aunqne ■"
gera, enfría el movimiento y destruye •iiqccbariaineiU
45
80 efecto, porqiTc psroce i|iic íA almd participa de osta
«iMpenaion 6 descanso. Para evitar esto, para evitar so-
bre todo cierto quejido , cierto esterior insufrible que
líganos actores tienen en el teatro, la esporioncia ha su-
nuQÍstrado un medio que debe practicarse ; el actor debe
tomar respiración ante» que su pulmón esté enteramente
TaciOy y que la necesidad ó el cansancio le obliguen ¿as-
pirar una grande cantidad de aire á la vez. Es preciso
(pie aspire poco y á menudo , ^ sobre todo antes de que
se agote^ Una ligera respiración basta si es frecuente;
pero en este caso cuide mucho el que no sea notada , por-
2U0 si no los versos parecerían cortados, la dicción seria
risa, penosa é incoherente: delante de las vocales, j prin-
cipalmente de la a, de la o y de la ees cuando se puede ocuU
lar al espectador el artificio. Confieso que se necesita mu-
cha costumbre y ejercicio para familiarizarse con esta ope-
ración mecánica. Ademas la frecuencia de estas respiracio-
nes depende de lama jor ó menor fuerza de cada inoividuo.
» Los actores que no han sabido emplear este medio
Cra conservar su voz en un grado de tuerza suficiente,
n recurrido á otro que les ba hecho caer en un lazo
muy peligroso: han querido suplir con el acento del llan-
to y con una aparente opresión del corazón, que parece
justificar hasta cierto punto las frecuentes y fuertes res-
piraciones, la falta que de otro modo no podian corregir,
iíd reparar que por este procedimiento prestaban á su
dicción un tono piafiidor, un acento llorón queá menudo
destruye la intención del poeta y que acaba por ser insu-
irible« Las lágrimas no denen prodigarse, pereque su efec-
ta se destruye ; empleándolas con economía y juicio con-
aioyorán , teniendo cuidado de servirse en este caso de
hi cuerdas mediiu de la voz y nunca de las altai^ porque
el llanto elevando la yoz deja de enternecer, y sus tonos
•on agudos, comunes y poco comunicativos. En un tooo
Me¿ío es en el que las lágrimas son nobles, tiernas y pro-
tundas, y cuando la voz encuentra con facilidad acentos
. patiticos y dolorosos , que van derechos al corazón , y
V^u llorar al espectador.»
4«
Es singular el enlace que se observa entre todas Iss
partes de csle escrito, entre todos los punios que godh
prende, ontre todas las máximas aue establece. Todo-M
deduce natural y liSgicamente de un principio fecnndisi-
mo que consiste en la observación é imitación de la n-
turaleza: este principio es común á todas las bellas artesi
y no podia dejar de tener aplicación al arte encantador
de la declamación, como que este se propone por prÍDci-
pal objeto, como aquellas , el placer, y como que partid
cipa hasta cierto punto de la naturaleza, de las yentajis
y de los medios que emplean las bellas artes, que se asfh
cian á la declamación para proporcionar á los espectado-
res la mayor copia de goces. Mucho tiene adelantado et
señor Latorre eu la gran obra que medita hace tiempo,
de reducir á un tratado completó y metódico , con prin-
cipios fijos, y bajo un sistema bien combinado, el arte dé
la declamación. Las observaciones periódicas, de quetaft^
to partido puede sacar un actor, y que lo es indispenn^
ble conocer á fondo, merecen un capitulo estenso en A
tratado que medita. La fisiología de las pasiones mereei
ser tratada con detenimiento y atención. Una obra de H* .
ta clase , dtebia ir enriquecida con láminas que represen-
tasen el traje, las armas, muebles y demás, relatiTóiá
las ¿pocas mas importantes de la historia. ¿No bayobnl
de esta clase, destinadas á los pintores de teatro, y cnlii
que se halla cuanto puede desearse , acerca de los mono-*
mentos de la antigüedad, vistas de plazas publicad y otiraif
escenas relativas á los usos y costumbres de los {kuebkM^
de la antigüedad? Pues ¿por qué no se habla de trabaw^
una obra , en que hallasefi los que siguen la carrera M
teatro los conocimiientos y los auxilios que hoy*, eá
nuestro pBÍ«, solo pueden Adquirirse á c6sta de un ImpriH :
bo trabajo y deunalatga e^erieneia? Todas las uouiiíl'.
que pudieran serles útiles y aún necesarias respectó 4i;^
los usos y costumbres, tanto de los pueblos de la atttif|fl^^:
dad, cuanto de otras épocas y paises, con el caráclelr j
fisonomía especial de cada uno, podría ser objeto de i^
j^unos capítulos en la obra a que aludimos. Kadie tncjv
47
fue el ^ñor Latorre conoce cuánto necesitan los actores
aaeomolas diferentes partes, aue debe abrazar un trnla-
liio completo de su arle. Sus talentos, sus felices disposi-
dones y su ilustrada esperiencia le han enseñado ya mu-
cho. Lo que falta para su obra 'Cs trabajo de combinación •
f de redacción.
Los males de todo género que afligían al señor Lator-
re, los mitigó el tiempo algún tanto; y ya por esto, ya
Mr la necesidad que tenia su espíritu de una ocupación
|ae diese nuevo giro á sus facultades, volvió á tomar
tfte en las tareas dramáticas del teatro de la Cruz , don-
le, como director de la escena, estrenó durante los años
ll.y 42 un considerable número de nuevos dramas. En
illos trabajó frecuentemente el señor Latorro, distin-^
piiéndose en todos, y haciéndose admirar en aquellos que
m el mérito de la composición le permitían desplegar
m fuerzas y los recursos de su imaginación. Mucho
^'éramos estendernos « si hubiésemos de hacer esprosa
Mttcion de las calificaciones honrosas, de los justos clo-
ibs que en esta época le han prodigado los diarios de
tolos matices, y las Revistas mas acreditadas. No pode-
■os, sin embargo, dejar de hacer mención del efecto que
pisdajo en el teatro la representación dio la Segunda
mu del Zapatero y el Rey , El puñal del Godo y Sancho
Smia, obras magnificas úél señor Zorrilla : en otros dra-
Bis dé importancia y en comedias de diversos géneros
aáveció siempre una aceptación singular: de los papeles
|ae siempre ha representado', ha sacado todo el partido
S permitían , caracterijíando. con verdad y con propio-,
al personaje de que se habia encargado, porque aun-
qoe el estadio , los talentos y las facultades naturales del
Mor Latorre le den «na grande ventaja para el género
Ugico , j aunque este le permita desarrollar todas sus
ms dé actor , y todo su conociniiento en el arte , sin em- .
kgo , con la misma ventaja y con el mismo lucimícafoL
^Mnipeia'y caracteriza los papeles de :otro' género : esto
hilna muestra de la. flexibilidad de su talento y de su.
"^UroceioD artística. A veccs^ de un carácter vago y po^
4g
co marcado, de ua papol deslucido saca un partido q
no podo presumir el poeta , ó que nadie hubiera afirii
do al leer la pieza. Recordamos en este momeóte. ^
cuando en 1812 hizo el Angelo, tirano de Padua» dijo
amigo nuestro , persona muy entendida en la materUi
un periódico bastante importante y acreditado « que
seftor Latorre hizo todo lo que puede hacer un bueni
tor , dar á su papel la importancia y el realce que no
sabido darle Víctor Hugo . » Este juicio, á nuestro pn
cer es exactísimo, y de él resulta el mas cumplido do
que puede hacerse de un actor. La opinión que hoi
mencionado tiene tanto mayor mérito , cuanto que A
critor á quien aludimos . recordaba y citaba el signo
yerso de un célebre poeta:
En mala situación no hay actor bueno.
Asi es que dejando á un lado las respectivas difisn
cias literarias, con igual lucimiento desempeña el U
y el Otear ^ que desempeftaria en un saínete de doil
loon de la Cruz el papel de alcalde de monterilia 6
fiel de fechos. Para los dramas de costumbres, para
comedias cuyo argumento está tomado de situacionoi
la sociedad actual, reúne todas las vetitajas que ledu
esquisitos modales, la gracia de sus manerao y loa
cho que ha obserrado la escogida sociedad que siM|
ha cultivado. Con frac, pantalón y. sombrero redoo
pocos actores se presentan en las tablas con mayor o
gancia ni con mas noble desembarazo : los raantas-j
bastón y el lente , suministran en algunos papeles aloii
Latorre el mas gracioso juego escénico. NopodeaMS<
jar de hacer particular mención del singular mérilo (
Juo desempeüó, entre otras piezas que no recordamoSi
litantropo , el casamieaio iin amor , la doña MenekL^
seftor Hartzenbusch, el don Álfon$o el Cáelo del misfll
Jforiiio Fallero.
Las contínoaa tafeas del seftor Latorre , y loo dí^
tos qiie han amargado su existencia, le produjeron i^
afio de 43 una ateccion , que los médicos gradoaroi
49
Íralnaonar, aconsojándolo quo liicicsn un vi.ijií con el ob-
elo He reslalilocrr su salud. Kli^¡6 á Kdicrlonn, donde so
iaIIó cunndo ocurrieron \oi\ aconlecimitMilos de aquella
épocn«'que no son de osle lu«¡:ar. Kl señor Lalorre porma-
Beci6 en In misma ciudad hasla no\ieinhrede aquel año
aleji'idoi e.<MMO NÍeiiipre, de los ino\¡inieiilos|iolUii'os, y en
Un lodo estrn.lo á <'iiiiiilo i\\\\ pasaba : se eiieonlralM en In
plnxa ruando se. verilicó el lan célebre bombardeo, y no
jb*c;y6 neecNaiio salir de ella, ni rcru(ii[iarse al cuartel ge-*
Heral de Sarria , ni acogerse á niugiin buque eslran-
jwo.
' ' Cuando volvió i M.idrlii , el señor Lonibia, empresario
^ la Orux, le ofreció esh» lealro en los lérminos txua de-
licados V Raíanles, é in>ió!e para que lomase parte en los
Uinhajt»!^ do ai|uell'i ctunpañía. 1^1 señor LaUu're acepló las
•liitns (derlas (íi; ai|uel , j/ desde entonces trabaja en el ei-»
iíiií lealro.
;ifi .Daremos una ¡lea del método que si^ueen las leccio-
iie» que da en el Conservatorio. l)i*sdc lut^go quisiera en
4QS alumnos el señor La torre que lle^asi:n á l.t edad en
,flqe pudioHcn haber adquirido los conocimientos propios
ifll) luia (buena educación , j en especial ) con esteubion
:loi.de iMsloria y poesía, y en cuja edad no necesitase do
•üantoH (lip^rboles y UnU»H euibo/os para esplicarlrs la na-
»lurale/a y UhonQuiia de Lis pasiones. La edad de sus alum-
nos de and)os sexos , pone muchas veces al señor Lator—
tfo AUi un verUjid(4'!p .j^ujiillicto , en <|ue los respetos quo
';p)i}rcco la tierna, juventud v la inocencia se hallan en pug-
JMt.con. la necesidad. de hacerse entender. Mu estos casos
rrourre.al medio de olVeérr él mismo el ejemplo, sin es-
i'plici'ir la doctrina que , le sirve de ^uia. La lisura no es
lÜtulifurenle c:\ un actor de teatro: no es esto decir que
iforxos.'in)ente \\i\yn de ser un Narciso, sino que en su li-
{urn, adeíoás de ser proporcionada y venlajosn, hasta la
iiUobleiía , e buen parecer, v las calidades es|)eciale5 que
'^'quilTeel Usilro. Nosotros nunca Iumuos eslado de acuer-
^ocon la opinión de nu hombre iiileli|;ente. á quien va
kcnios, citado , v quo creo que lu estatura y la vo7. soiv
loiio vjii. A
5S5
porque e« su concepto., {ñcndo ¿cc/ai^ar hohlai
fasis, la dtclaitnacion ^créi It niciuern de hablar
80 habla. Pero, á nuestro modo de ver, la declái
aloja tünto de la manera ordinaria y común di
cuanto se acerca á la música, sin p.mb.irgo de <
el qué h/ibla cuanto el (\uíí declama, ambos estí-
menos sujetos ü las leyes de la armonía; ¿no n<
desentonado un sonlo hasta en la ronversaoioii
miliar? Ademas, el orador que habla en público
lor que. representa.cn el teéUro, y que ambos ti
cesidad de levantar ja voz pava- .hacerse entcn
hablar .en mucbíts oca^ipnes con calor, para esp
pasiones y marear en muchos casos, luda lá fui'i
coticeptus.y las;palabras, i.u) pueden menos de e
con ^/)/ci;{iV;^Un(iiue seapliquq aj^unas veces est;
tanto eo 1^ literalv^rACi/^intoen la idocuc.ion pul
4aráiCn.lendeJC.el: tQj)0 aréQis»idi^.'C;i^{\ger«ida, I
perQ esio ho ^s,]'^ ^^'pcioa.nafuraí de;lá.pali
, Enseíja elscrior^L^tQrrq^ si^s discípulos 9
j^on economía, *y JMÍq^o,,^l ?í)plÍ9 ^^^ las 'vs^iii
..pbserva, y coa .;|)iM(jiiii.jr>>7(^n«,..quc;pueda,h9J)e.|; .
, dikiórpsacn.cmeil^s l^r¡mas:H'fin..no(|va^.. ul^^i .
,defl;d«.iigraciyis,^(d¡cf) qt^v' Í^I^tTÍJo V^^VOi^rb^'/f"
en las, situaciones m^^s solejfq^^(;\npii(e Aijjf^posas
:iiue¿ftros!iuj!)S>se sccau,, Y»¡iig|j^a.l^g>l¡fi)jjj. los l\y
pftr«(;eique. lí)da^ e4e«.))ajq nu^Mr/) Kpffzwp^ ix}/^
. aljvr^Mí:QUJ>¡L»ílja.^ojp.un. velo., solo pron^juji-i,
»hoítpd#,,|>^3iS>^aj^;. siiijvíilra^ jiwJ i^rl¡í:i¡iL/t}!¿)i,*i
: í»í^lü:^aVy/fl■,ítl:^lí^^l*^íl?fAP<!íi.i^ j>«r:^..f^ qf
•Á9 ¿luna pp¡>««ía>Í9^oiilcíUi^Mí^
r, nt«iiluMni\jr;íf1rfíí;ira^/>.:i?lr.;f í*!^; lir«»4iUj'!^ Sfí]^i
-•ifuca *)ttr#iMs(iiicr4í¡qu(ií il:í )!.Tnio/lje..i}Íh(^a y,pni
trico y pniuudo Ae ^w Ci^s^i\^JOtí^^\v^\\ v.o te
55
■ ■
ra csplicar.sus padecimicutos, ni lágrimas para ali-
arlos.»
Acerca de la acción en general , uc las pausas y de 16
le se llama acción muda« puede reasumirse la doclrina
leda á sus alumnos en los sigulenies párrafos del -ya '
CDcionado escrito. «La misma justa cconomia, dice, se
comiénda en los ademanes y gestos, ó iñas bien dicho
la acción ; esta parte del arle se considera como esen-
il, porque la acción es en cierto modo un lenguaje ; la
oiuiion de esla destruyela nobleza del personaje, tía
eciso que sea natural; no el producto de un esfuerzo
ludiado, sino el sencillo resuKado'de la costumbre. No
necesita crecer ni hinchar la voz para 'dar una órJcb:
»do es que el poderoso no emplea esfuerzos pflra ha-
rse obedecer; en su clas<r todas sus palabras tienen ^
so. todos sus movimientos autoridad. La iñleli<jcnóia '
be rc^glar el movimiento rá|>ido ó lento de la dicción, '-
|;tin la situación , 6 cortarlo con pausai estudisrda&VHa^;*
jcanstancias en que el hoYnbre necesitBírecogci^]S<f,'dÍgfM: '
¿lo asi , antes de cOnfiür á la palabra lo que siente f$Ü '
na 6 lo que su pensamiento ie ^aj:;ilrre: Bs tíecesarlo*,
e el actor, en este caso, aparente meditar antes de har^ .
b", que por medio de pauséis, parezca tomarse ticm'pb
n arreglar en su Imaginación lo que va á decir; pero
preciso que mientr^fs tanto su fisonomía^ supla en estas '
tensiones de la palabra^; que en se actitud , sus fac^
itoes indii]uen que en aqueillos knomcntos'de silencio an'
iifr está fuertemente oetipada; de lo contrario estó&^in- •
Kalos en la dicción serian rasgos frios y sin calor;
ribuidos mas bien á una distracción de la -memoria, qué
Otha operación del pensamiento. Hay ademas situacio'hes
i violentas que se descubren por una acción ó liioyi-
fenlo, sin espresarla lícita combiüetcion de las palabras
íVen. precedidas por él geéto', la mirada 6 la. ifedon.
54
Jae llamamos aecton muda « parte esencial del arto j imi]
íficil de conseguir y de adecuar; por ella el actor ia¿
prime á su dicción verdad j naturalidad alejando toA
recuerdo de que sea una cosa estudiada j repetida. Otra
situaciones hay sin embargo en las que el personaje ar
rastrado por la violencia del sentimiento halla inmediata
mente todas laa palabras que necesita. Entonces su dio
cion tiene que ser rápida , porque las palabras llegan í
sus labios con la misma prontitud que las ideas i sa p09-
Sarniento y la emoción á su alma.
)>FálUime hacer una observación que puede ^er 4!
algún provecho. El actor no está solo oeslinado ¿ ejectt
tar papeles análogos á su carácter. En su carrera» se hi
liara á menudo precisado á retratar pasiones* cuyo tip
no esté en su naturaleza. Pero como entre las pasioms
desordenadas que degradan al hombre, existe sienmre iÁ
gun pimüQ de semejanza con las vivas y puras que fe ñ\^
vaa y engrandecen, puede entonces juzgar por analogtt
Un» noble emulación le dará á conocer la envidií^, |
justo resentimiento de una ofensa, le mostrará desde It
JOS el aborrecimiento y la venganza ; la prudencia j |
caoiel^j 9I disimulo v la astucia. Los deseos , los UNrmeR
tos y los inquietos celos en el amor , hacen concebir to4
su irenesi y todos sus crímenes. Por medio de estas coí^
binacioo^ y semejanzas, que son el resultado de nn tni!
bajp rápido, de la iemibiUdmi unida á la inUiigenett
trabajo necesario al poeta y al actor , se losran pintM
aun sin conocerlas, las negras inclinaciones, lascnlpaUi
pasiones de almas corrompidas y viciosas.»
En el estudióle la v¿>z, esplica á sus alumnos el seia
Latorre , la manera de emitirla y todo el mecanismo 4
ella , haciéndoles conocer las cuerdas medias de la to|
que es el punto conocido de donde debe partir el que ha
bla , ya para subirla , ya para bajarla ; esto se entie^Jl
sin perjuicio de que cuando un actor dirija su voz en ai'
guqimonólogo al público, deba espresarse en todo eí Ik
00 ¿0 ju VOI9 fijando lu atenciwi CA que esta Sfia d^!^ ;
Mteadidií em las estrem\d»&M ^\a wwocmsmík*. W fo
55
nedia tiene la ventaja de qne facilita la aspiración , j
bce mas cómoda y espcdita la pronunciación. Llevando
siempre á la naturaleza por guia, nos enseña esta á cs-
tresar la agilacíon amorosa por medio do una voz Irému-
u Todas las demás pasiones modifican la voz de diversa
ntanera; esto debe observar el actor, y, de ello puede sa-
car mucbo partido para caracterizar aquellas, y conmo-
verá los espectadores. Escusado es decir, después do lo
qaeal principio hemos manifestado, que en esto, como
en todo, se na de imitar á la naturaleza, mejorándola,
corrigiéndola , perfeccionándola , ennobleciéndola : en
eito consiste él idealismo; y en esto se distingue el ver-
ladero artista del que copia ó remeda servilmente á la
aaturaleza.
Tiene la buena idea el señor Latorre de no reducir
te enseñanza á esplicaciones abstractas^ que en toda la
estension que pudieran darse, quizá no se acomodarian á
la inteligencia ae todos sus oyentes. Al contrario proce^
^ pues, csplicándoles el modo de espresar ó caracterizar
VQi situación determinada, ó una espresion, vierte en-
tonces con mucha oportunidad y para mayor claridad
■adoctrina en qoe sé tunda la esplicacion que les dá. De
este modo , mezclando á un mismo tiempo el ejemplo^
con la doctrina, enseña i buscar la razón de esta en sus
verdaderas fuentes , que son la imitación artística y la
^rvacion.
No terminaremos estos apuntes , sin hacernos cargo
de la opinión de algunos aficionados al teatro , que supo-
^ fue en el dia no hay cómicos que ejecuten , con el lu-
amento que se hacia en otro tiempo , nuestras antiguas
Remedias , y particularmente las que se llaman de capa y
^if^. Pero á nuestro juicio» este es un error. Nuestras
jBtigoas comedias tienen entre otras circunstancias , la
jiaer la pintura mas fiel de nuestras antiguas costumbres;
de (al manera, que aun sin contar con el ausilioque pue-
den prestar á un actor celoso y aplicado nuestras histo-
^a y nuestras crónicas , se encuentran eu las mVstEv;)^^ \^
V Mb retrstsdos Io§ caractére$ j tan Wu ^^j^v^)^^-*.
56
tos estos, que sintnnchocstudiosfí comprenden, y sínfíirán'
des esfuerzos de infi^cMiio pued(Mi reprcs(Mitarse sus mal
imporlanlcs pcrsonajos. Tan cicrlo es cslo que hemos
alcanzado adores, de fanía en esle género, que ennucs-
tro juicio, dehieron loda elb al buen timbre de su voz y
á la entonación con que rocilaban sus herniosos' versos.
Fuera de esto, que hoy forma los primeros rudimenloí
del arte de la declamación, cuando se ha tratado dcalgu*
Da situación verdaderamente teatral , han podido notarlas
personas de un gusto delicado, que no es lo mismo reci-
tar versos, que representar un importante papel de tea-
tro. Sirva de ejemplo la comedia del maestro Tirso á«
Molina , intitulada El convidado do Piedra. Habiendo don
Juan Tenorio muerto á don Gonzalo deUlloa, comenda-
dor de Calatrava, huyó á Lebrija; pero, creyendo des-
pués hallarse mas segviro en Sevilla , vuelve á esta ciudadi
Ítoma iglesia por la noche, en la del convento de san
rancisco : vio allí el magnifico sepulcro erigido á don ^
Gonzalo, con su estatua de piedra encima, y la inscrip'
cion siguiente :
i
«Aquí aguarda del señor
El mas leal caballero
La venganza de un traidor.»
El desalmado don Juan lee esto mote, llama ié^
CrODzalo buen viejo y barbas de piedra^ se ríe de la vt?^
ganza que podrá tomar, y al despedirse le convida á ^^^
nar aauella noche en su casa^ pues ya entrada aquella* ^
retiraba á una casa que tenia tomada en una calle asco^^
da. No faltó en efecto el convidado de piedra. Apenas ^
había don Juan sentado á la mesa , llaman á la puerta. G^
talinon , su criado vá ú abrir, y vuelve aterrado sin ip
der dar razón de lo que habia visto. Don Juan , hombí
de corazón sereno y osado , se dirige á la puerta y dic
¿Quién vá?
£áMTÁTÜÁ\ Soyyb. - « «^ -.-í-mu •-
k..
67
D» Juan* ¿Qii¡6n sois vos?
La Estatua. Soy oI rahallrn» honrndo
{)\w. á ctMinr iiíis roiividiulo.
I^« JvAX. Cena lial)r¿'i (tara loi» dos.
Don Juan manda qiir aron|iiou tina silla al convidado»
ic han* |d.-i((), roña v\ mismo, hoho, lo convida á Urher,
lo proponía si (|UÍ(M'«> qnc canten durante la cena; )' nía--
nifesl/indidc el convidad(» deseos dctinodar sido con (d, haco
Juilar la mesa, cierra lapnerla, v Iratándole conu) á alnia
H olro mundo, le |»rep;nnla si liene necesidad de sufra-
gi^Ks. Don (¡4)n/alo le pile i|ue vava á cenar con (A á su
s<^|>ulcro la noche sijjuiente, v dou Juan se lo promele. Lt
<^s({Uua se relira; y s(do después (|ue Im desaparecido su
' «^"iilrario, sienle a(|uel estremecimien'o, y algunos lali-
yos de la conciencia. IVtíí proulo vuelvo en si resuello
^ciMuplir su promesa, ^(loriándose anlicipadamenle en \^
fopiUacion <|U0 va á ad(|U¡r¡r de valeroso, cuiindo sfi di-
vulgue tan eslraordinario suceso. Acude en efeclo á \f
<^Ua i la hora señalada, «pío era la do las diez de la noche;
Jj^ don (lonxalo le. esperaba. La mesa es un nlaud, tó^
*>rvi(MUes es(]uelelos enlutados, las viandas vihorasy ala-
ci'auos, el vino hiél y vinagre, la música recuerdos Iro-
í^^iMulos de la inexorable justicia de Dios. Al fin don
(^^^u/alo pido la mano ú dou Juau, <|ue siento ahrasarso
P^'^rella todo el interior de su cuerno. Sin embarco, su
^"Iropidez no se desmiente, tira de la doga, ) st)lodnffol-
P^'-'^al aire, hasta «pie fallándole el aliento cao sin vlJa'á
*os pios (lo su enemigo: y ahora proguntnmos, para cá-
raoiorizar biená este personaje, para expresar su serenidad
"^áiiinu), su valor, el profundo desprecio con que ve la
^^*i)K;in/a que lo amenaza, los primeros lalidps de una
*^"'>cioucia eiiipodernida, y la lucha interior, y los esfuer-
f^** 3* lí^ a{X¡tacion, que l\\ lin.le hacen perder nd aliento,
¿*>'ista la jocilai ion material de tiüos v,ersos soupros y ar-
?^'*¡«sos? La rcprosenUicion do esilns escenas .¿no se ha-
^ ^ujota á las mismas coudicioi){)'s d.e esludro, (^uo la do
^^ P<irsüuajes íri^rif-^f/í ^c ^5 iip|>^^ (^Uk\.^tbál'\^'
I
58
dos los progresos que entre nosotros han becbo elifte c
la declamación j el gasto, ¿no tendrán aplicación cuand
se trata de representar una creación fantástica tan magni
fica? ¿No se necesitará un conocimiento profundo defci
razón bumano, j de sus mas ocultos resortes « para ea
presar la lucha de un corazón dominado por las pasiom
mas desenfrenadas contra el poder invisible del cidc
Ademas, la esperiencia diaria habla á favor de nnestr
opinión 9 pues representándose en los teatros algunas f»
ten nuestras antiguas comedias , nadie podrá dejar A
confesar que se ejecutan con el major lucimiento f]
ine los papeles mas importantes, en los diversos génertt
e todas ellas, se desempeñan con igual mérito por lo ma-
llos en la recitación de los trozos líricos en que abundaí
las comedias de nuestro antiguo teatro , y con una e»
Iraordinaria superioridad cuando se representan sito*
dones teatrales y se espresan pasiones.
Teniendo á mano otra comedia de Tirso intitoladi
Pruehoi de amor y amiitad^ y abriéndola á la aventad
noi encontramos un razonamiento de don Grao en f*
Contesta al ¿onde de Barcelona, que para probarle
Éroniete sü priTanta si abandona á su amigo. Don Gri
I dice:
Sf otro que vuestra alteza me dijera
Semejantes razones. . .
CófDB. Estáis loco?
GiAO. La espada , no la lengua respondiera
Ofendido de yer tenerme en poco.
La envidia en los palacios lisonjerat
Que lealtades destierra poco á poco.
Os dirá por mentir con lengua sabia
Quo don Guillen me ofende y que os agratia*
A Estela quise cuando no sabía
Ct^e don Guillen la amaba ; pero luego
Aquel dia mismo (¿qué digo aquel diaT
Aquel instante] mi amoroso fuego
. Affoi m la amitU^t si en gaitos ciego,
l>eiemÍMirai6 el peclio; y si Urdára
El alma por sacarle me sacara.
Oe estas chas se in(lere« que los mismos actores en
iiiienes se reconoce tanto mérito en los dramas moder-
108 7 en 1m tragedias para espresar toda la vehemencia
le las pasiones j los afectos mas delicados^ no podrán de-
ir de tener una gran ventaja para representar, como en
I fragmento que acabamos de copiar, el noble orgullo de
naballero j todo el heroísmo de la amistad. Ahora,
I se tratara de recitar un fragmento Úrico, unas octavas
íWBL soneto descriptivo como este del divino Sanchei en
acomedía, la Guarda euidado$a.
Ficiles aguas de este manso rio ^
Que por su margen desigual torcida
Lleváis vuestra corriente recogida
Al valle melancólico y sombrío:
Olas cobardes* que os detiene el brio
Arena á vuestra costa humedecida;
Y de la opuesta pefia endurecida
Blandas mojáis el pie de algas vestido
Por qué estáis murmurindome, si digo
Que ne de elegir sin orden ni discurso
Al duefio ingrato de mi vida triste?
Torcida ó no, su condición la sigo.
Como seguís vosotras vuestro curso:
Que fuerza natural mal se resiste.
ntoncestodo se reduce á recitar con buena entonación
ido, unos hermosos versos como pudiera hacerlo
ursona míe leyese bien , y que solo se propusiese
* el mérito de la composición poética, y la armonía
versos: pero esto no es declamar: el teatro pide
esta primavera ha esperímentado el sefiot\A\otm
^rmeisd sgudíumé, de la aiie ifartOMAmMbt
se ha salvado.. En breve so ha restablecido, y lyi podid*
volver á sils t'arca$ ordinnrins. Sus numerosos ainigos, ^
todo el público de Madrid,' han manifestado en esta oca
sion, de un modo general 6 iñ^qufvocb, el vivo inleré
que les inspiraba un actor de tanto mérito, v un caballo
ró de tan recomendables jpreudas. '
Anata.
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EL SXC3X0. Sa. D. JUAN N2Ca310 QAUsaQ. .',
íJ;iío flrts con<'<'pt">9 dclw'lcohsiilcr.ircl'esri'ítrtr iHÍjfrí-
ft> ñ liis nulón-s «If ñola , AanViiuf sii trnliiijñ tilv^i'^irlf ^'c'a
ctimplolo; Vtt''rr()lr.-- ■'■■—■■■" ■■■■-■ ■-■■ -->■■.■■.'. ■'l(i''A"J*íu.'
írf'sriiKliliics COIIlli
. me jii¿iiu'í'«iíTiV"iift(!ii«,
i;t:'ifiIsmA', Ch'Kií uiffil'prf-
■'...:' & V.lfJí rfní 'nWÍ Siií),
-: Mrili lii!i'iiSlllKHÍl!lV;4n
i/oni'^'illi'foiAu'iiiVií'ftjs.tüh-
, , _ , iiAliStaiVíi. /tuf i-H'rUh'it
-.li¡'>,lir,„,^ ,; ' ,,lhl,,í;Í!i'ii,.ilc.WpiWUIM«Mr
|íU>l, I .: : ,,'V¡iV(l"6lil|.W>«io««>Wi6ltólBtli-
^#« '9 yiK- !ó> i.óV:l;is sftH'i'iilíó'IM Vsrflilíri'i' (ífctjlií^óV'lbs
•ejan ef d que mai atracÜTO ofirece á IoIm.«| AfU^
tamatal alcance de todos y elqoo ñor cooáiriolin
eoD mas irresislible fuena'las pnorias do lottstetM*
f encías j de todos los corazones.
Pero la poética oo puede ejercer esa inl
de derecho le corres|»onde , ni ser mas qoe nn f^kAít
nato, i meno» de accnlar francamente las coodkisMlik
cas qoe pueden dársela , j que en noestro loncspti ttH* Cóe
docen á una s«iU , á salMrr, harer§€ inteliffiUé é Uém^hí C|.
que los acentos del (Kieía despierten un eco en fagatanll C^
sus lerinres, es preciso que sean fieles i lérpreleí 4s Hfr I ||i
timientos que tollos puedan apreciar; de otra a*aHs|M^Ltt
rán desapercibidos como aquella roa del ¿üMrlslsfi
habla la Escritura , 6 como esos va^s mmores dd vMl
j de las ainuas que tal vez nos^ recrean el oído, pciafK
como nada nos dicen i la ¡nteligencu, pronto acaltafll
molestarnos ó por adormeccruos. Lo mismo pueda éA^
se cuando no ja los penumientos mismos, aino an —
sion es la oue no csti al alcance do todos. ¿Qné
entonces? Un cansado y monótono mido que neo
mente acaba por producir uno de los efectos arribí|^
chos* No queremos por eao que la pofsla haya de
firse únicamente al vulgo como pudieran deducir de i
tras palabras una crítica muy material 6 mqy de mah |i
solp si que« (tal es al menos nuestra intima conTiccion Api-
dada en innumerables ejemplos que pudiéramoa citar) sob
sí que siempre que la |ioesia se encierre en esa espede ^
Sancia iunclorum vedada á los profanos que lo aepnaii{^
alf unoa eiagerados id6latra|i do su culto ; sicaspre que si
dcsdehe de emplear la lengua común formáodóáe y cilli-
yando exclusivamente una suya propia ; siempre qne alan-
te el tono y la forma de vna alta eiudícion milolé¿cii
histórica, ó de cualquiera otra especio, perder^ toda o'li
ñayor parte de su legitima influencia fqbre la soeiadif
En nuestra bumildu opinión, ésto sucedió k la poésta CH
Í afluía, dc^9 priilcipiosdel si^lo XVII basta finos del ILVIV*
[asta aquella primci a ^pocat influyó altamente áohMIli
cosiiMi^bres pQf medio 4^1 leálro , el (^ncito Wfj^^ fjt'
5
Mientras agradó, mientras inter«s<l en U
al vivo los caracteres y los seDiímienlos m^
lajó de alguD modo sobre la sociedad ; fué,
:e ahora, un verdadero poder del Estado:
itó formas extrañas, pintó caracléros exlraAos,
\ extraños 4 y basta empleó casi un lenguaje
lo algunos la comprendieron y pasó por con-
m:o menos que desapercibida. Lo mismo es
punto aplicable á todos los demás géneros de
lor qué no hornos de decirlo todo f ¿Por qué
3 decir á todos los demás géneros de Hienaturefi
ir Gn en el horizonte literario una época mas
poesia castellana. Moratin el padre y el hijo»
jienfuegos abrieron la marcha por ia nueva
idio de los aplausos generdtes; por ella los si-
I singular fortuna algunos de nuestros céle-
contempctráneos , v entre ellos , en primera
es objeto de estos breves apuntes biográficos,
á seguirle rápidamente en todas las diferentes
:arrera literaria, asi como en el sucesivo des-
, privilegiada inteligencia; refiriendo también
principales sucesos de su vida.
a Nicasio Gallego ^ uno de nuestros mas célo-
el dia, y el aue pasa generalmente por ser el
nodclo para los jóvenes que se dedican al cut-
sas, nació en Zamora 14 do diciembre del aflo
ado sus padres don Felipe Gallego» y dofia
ernandcz del Crespo. Su fami ia aunque antl-
Jla ciudad tuvo su origen en la villii de Si-
le ya en el siglo XV gozaba lodos los privile-
lalguia.'^l]
su imtria sus primeros estudios fon la buena
liarse por entonces regentando la cátedra je
:Mion del rey don Enrique IV en favor de Juan v Lope Ca-
le la Imitad y arrojo con que soslufiíTOO la voz ael monar-
eudieudo lu villude Simancas contra la Tuerza de los srandrí
cercaron y conibaiieron por espacio de dof mewi: diéks tde*
tiiBÍiffltt$de Jtf vjÜA,
9
aojan ei el que mas atracÚTO ofrece á todos t el •! «p
ta mas al alcance de todos y el que por consiguiente
con mas irresistible fuerza las puerUs de todas las in
geocias j de todos los corazones.
Pero la poética no puede ejercer esa influeneii
de derecho le corresponde, ni sor masque un estéri
nato, á menos de aceplar francamente las condicionei
cas que pueden dársela , y aue en nuestro concepto i
ducen á una soU « á saber • kacern inteligible á iodae^
que los acentos del poeta despierten un eco en las alo
sus lectores* es preciso aue sean fieles i térpretes de
timientos que todos pueaan apreciar; de otra suerte
ran desapercibidos como aquella ros del deeierio di
habla la Escritura , 6 como esos vagos rumores del v
y de Ia4 aguas que tal vez nos recrean el oído, pero
como n^dá nos dicen á la inteligencia, pronto acahfi
molestarnos ó por adormecernos. Lo mismo puede d
se cuando, no ja los penMiniehtos mismos, sino su f^
sion es la que no esti al alcance de todos. ¿Qué n
entonces? (Jn cinsado j monótono mido que neceÉ
mente acaba por producir uno de los efectos arril
ehos. Nq qucrf^mos por ^ que la j>o^sia baya de
g* *we únicameple al vulgo cooio pudieran deducir de i
s palabra! una crítica muy material ó muy de ma!
solo si que» (tal es al menos nuestra intima convicckMfi
dada en innuiperabíes ejemplos que pudiéramos citar
si que siempre que la fioesia se encierre en esa espedí
Swcta iancloru/n vedada á los profanos que le acoñ
algunos exagerados idólatra^ de su culto ¡siempre ó*
desdefte de eniplear la lengua, oomqn (prmándose j <
excdenciii. Mientras agració» mientras inter«s<l en U
«I pintando al vivo los caracteres y los seDiimíenlos nt^
dooales , influyó de algún modo sobre la sociedad; fué,
como se dice ahora , un verdadero poder del Estado:
coando adoptó formas extrañas, pintó caracléros extraAos,
leDlimicntos extraños « y basta empleó casi un lenguaje
extraño , solo algunos la comprendieron y pasó por con-
liguiente poco menos que desapercibida. Lo mismo es
iuista cierto punto aplicable á todos los demás géneros de
poesía. ¿Y por qué no bemos de decirlo todo f ¿Por qué
DO hemos de decir i todos lo$ dema$ gineroi de litmatura^
Rayó por Gn en el borizonte literario una época mas
feliz para la poesía castellana. Moratin el padre y el hijo»
Meicndez , Cienfuegos abrieron la marcha por ka nueva
lenda en medio de los aplausos generdtcs ; por ella los si-
Sieron con singular fortuna algunos de nuestros céle-
J8 poetas contempciráneos , y entre ellos, en primera
linea, el que es objeto de estos breves apuntes biográficos.
Vamos puesá seguirle rápidamente en todas las diferentes
fises de su carrera literaria, asi como en el sucesivo des-
arrollo de su privilegiada inteligencia; refiriendo también
it paso los principales sucesos de su vida.
Don Juan Nicasio Gallego , uno de nuestros mas céle-
bre poetas del dia, y el aue pasa generalmente por ser el
Dtas seguro modelo para los jóvenes que se dedican al cul-
to de las musas, nació en Zamora 14 do diciembre del aflo
'el777, siendo sus |»adres don Felipe Gallego» y dofia
Francisca Hernández del Crespo. Su fami ia aunque anti-
gua en aquella ciudad tuvo su origen en la vilU de Si-
i niAncas donde ya en el siglo XV gozaba todos los privile-
I ' giosde la hidalguía .'^1]
Hizo en su |mtr¡a sus primeros estudios fon la buena
, suerte de hallarse por entonces regentando la cátedra d(e
. (1) Foe concesión del rey don Enrique IV eq fayor de Juan v Lope Ca-
"^go en jireniio de la loaltad y arrojo con que sosluficron la voz ael monar-
^^B 4465,. dcfcudiviido la villa de Siinanias contra la Tuerza de lot srandrí
'tMidot qué la cercaron y comhalieron por espacio de doi meict: diént ade*
i^M por armas las mismas de la villst
4 •
latinidad , en la clnsñ dé marores, un tal Pólacz, Itucn piro*
(esor y humanista. A' La edad do 13 uMs Fué á Salamanca
á emprender su cnrrora de filosofía v dorochos civil y ca-
nónico, que concluyó. on 180Í). Cuando lle^ró h la uuivor—
sidad souiíha con Horacio v Vir'^ili), rpcilnb:i de memoria
ar^os trozos de sus ohr.is v soÑ|MM*halKt ;i¡)eiMS (|uehulHe!(e
¿'Ira poesía en el mumlo <|ue l.i ilc, los :ititi<;nos romanos.
A' a<|uolla educación alta ¡nonio clásica doko el soOor
Gailogo.osa delicadeza ysej^uridad de j^uslo <|ue forma el
principal encanlo de sus obras: amamantado, d¡<]^ámosfo
asi', a los sanos y r'obuiios pochos de la nnli|^ií(Mlad, nin-
gún dañado hun^or,iiinp;'un virus malérKro, pudo liltráre"
sos" venas, l^a holloza íilolo de los críiníles maestros, re
cinio. de 61 desde sus primeros onsa^os un culto fxiclu
siyo. Kñ csle punto, fuerza es reconocerlo, los porlns n-r-
cidos á linos del pasado' si [i^lo lievau una inmi»ns¿r vent^^
a los (lúe forman O'irle de la juventud der'dia, venida «I
'lyg(j|Síríf;de oído díilicado y 'seiisilrle 'á b- «ahnuniii d<í '^
"bijeiVaS'fcVsificaci(Vfí''fíi^'íigriió'1a fie los poelas-modernosíc
TíTe^cür'Kl ''áalamadfiTííaa , /i(lesins y -Mv^ií.n Jez , al segi|«'
do dp los cuales traló v almiró dvísjyfies'en- Za»i«ra-<k»MO^
Í' "sluví)' tó'iilín?tdiy'tídH í.íF{j;t'tém¡)orada. No es pues de cX'
raiVat'/|U'e en' cúííWtoiíénsíi^os hacia |iroi'iirase imitar á**^
modelo, á quien con razón mir.ihau sus coiil<Mnj>oriiii<^^^^ j
cómo al pronaga^ior (Kil buen gusto y regenerador ác 1^
poesía castellana.
pe, sus. numerosas composiciones do aqu^ll.i íj'^í*
son muy pocas las que se haa conserva Jo; ja bc.i efecto u*^
s
lOKkiJkstíat ya de liatoral indolncia de oaráct«rt el
9^allego es nao de los poetas qae menos imporunoia dan
i BUS propias producciones* al paso que no hay uno que
ñas se interese por las de los demás. Hecho es estaque no
podríamos callar sin injustícis, porque honra sobremane^
ra al personaje do quien escribimos. El señor Uallego es
el protector nato, el amigo do conCania de todos los jóye^
nes que aspiran al glorioso Cimbre de poetas: él los acon^
seja, los ánima» les corrige sus obras, y á todas horas esl-
ían abiertas su puerta y su benevolencia para cuantos de
buena fe van á reclamar el auxilio de sus luces « y larga
práctica del arte. Si nos fuera licito penetrar en el san^
tuario do la vida privada, referiríamos sobre este punto
anécdotas muy curiosas y sumamente lisonjeras para el
sed&or Gallego. (lOmo quiera quo sea, y tómese esto por
un elogio 6 por censura (por elogio lo tomamos nosotroa)
esto poeta es uno do los pocos , 'poquísimos, en EspaOa y
fuera de ella, quo nunca han hecho mercancía de las lo-
isnas flores de su imaginación; la única colección de ver-
sos suyos» harto diminuta por cierto, quo anda impresa
7 venal no la ha publicado 61, un apasionado suyo: el
iQilogrado poeta cubano Uoredia, (1) sino nos engañamos»
Juoni siquiera lo conoció personalmente, fue quien la
« i6á luK cu Filadellia, y por esa colección sin embargo»
i^unque tan incorrecta y desigual como es consiguiente
atendido el modo como so publicó» sin anuencia ni aun
noticia del autor, es conocidlsiiuo y aun celebro en toda
América el señor Gallego, á punto de haber formado es-
cuela.
En esta colección , que por desgracia no tenemos á la
^'sta, recordamos haber leido unas felicísimas imitaciones
^6 Osian, de que no creemos quo el mismo señor Gallego
conserve copia : tal os su descuido en esto punto. Gomo
)'^ hemos dicho, este poeta pasa generalmente» lo mismo
^u América que eu España » por ser entre los maestros
(1) No M ma otro ksbnsoro lUmndo M UoilOi
Tojip 17//;
jMdeñMM ti «MeUtaiAk mioko en foeila ^ y li hénot A»
OMAnifestar francanente nuestra opinioii es esta materia,
eTÍtando coiQ(Mira6ÍoneB odiosas , aireiáos que en general
.QjDgiíui poeta antiguo ni moderno ha logrado combinar
.mas. sabia j felizmente nae el que nos ocupa la valentia en
«los pensamientos y en la expresión con la regularidad y
pureza délas formas. Este es en nuestro concepto el ca«
rácter distintifo de sus producciones. Nada es mas (liciL
que obtener una gran regularidad en la expresión cuando»
los pensamientos son vulgares y rastreros ; tampoco ea
gran mérito ó por lo menos tampoco es licito en manera
alguna soltar las alas á la imaginación rompiendo todaa
Jas saludables trabas de la gramática y del Código uniyer—
sal del buen gusto; pero decir bien coscu buenas es mérito
tanto mas grande cuanto es mas raro y en que no creemof
que ningún poeta aventaje al scftor Gallego. Grandílo^
cuente j pomposo sin degenerar nunca en hinchado, si
lenguaje tiene para nosotros una seducción irresistibls^
porque los españoles somos tal vez el pueblo que mas se
Saga de los sonidos llenos y armoniosos, 'á punto de sasrí-
car con ft*ecuencia demasiado al eucaníto: de los oidoi.
jSus pensamientos ostentan una valentía y una robostsf
dantescas^ y si este poeta se hubiera consagrado á caoUr
asuntos verdaderamente nacionales, puede aseguram
Íue su celebridad seria inmensa. Véase por ejemplo m
llegía al Dos de Mayo> y sobretodo a(^ucl admirable fiod
capaz de electrizar á los oyentes mas fríos. Otra compoiH
cion de este autor en el mismo género hemos logrado a^
quirir, y á f c que no por ser desconocida cede á aqoeUl
en nervio y fuego ; tal es la canción patriótica que com-
Suso con ocasión de las honras celebradas en Cádiz el 9¡o
e 1812 por las victimes de Mayo. Juzgue de ella el k^
tor por estas dos primeras estrofas.
En esto infausto día ,
Recuerdo á tanto agravio ,
Suspiros brote el labio
Venganza «I corazón»
Y soImuí nueslros ayei
Dol céfiro en las alas,
Al silbo de las balas
Y al trueno del cafion.
Miradnos, sacros manes.
Gemir en triste coro
La faz bañada en lloro
Y el alma en odio y hiél.
Mas sangre en vez de llanto
Se os debo por tributo .
Y en vez do adelfa y luto
Trofeos y laurel.
el mismo tono continúa toda la compoñcimk
MIS años después de concluir sus eatudiosi de lomar
idos do licenciado y doctor v do recibirlas sagra-
lenes, vino el señor Gallegoa j^Iadrid, donde cono-
ios señores Quintana v Gionfuegos, hijos ambos de
i universidad, especialmente, al primero, toú ouien
e .le han unido vincules de la mas cordial estima-
!n mayo de 1805 hizo oposición á una capettaaía de
do S. M. , que en aquel tiempo se conferían del
modo que las prebendas de oficio de las iglesias
des, y en octubre le nombró el rey directop ecle-«
í de sus caballeros pajes, empleo que sirvió iiasta
ada de los franceses en Madrid. Con esta ocasión
emos pasar por alto una circunstancia muy hoaroaa
Sersonaje ue quien vamos escribiendo, y es que
leros que fueron sus discípulos en aquella real
Igunos de los cuales tendrían ciertamente uua satis-
i en corroborar nuestro testimonio, si fuera, nece^
como los señores duque de la Roca, niarqués de
»res, general Azpiroz , don Joaquín Esquerra» Ins*
general de minas, etc., etc., le conservan el mas
loso cariño y lo han dado siempre muestras de filial
sion y aprecio. Tampoco debemos omitir, ya que
tocado este punto, bacer mencioa d» dtací^ w^m»**
8
tancia igualmcnle honrosa para nae^ro personaje,
]as largas amistades honran mucho cñ cuanto pr
que so tiene un carúcler digno de merecerlas y caí
conservarlas. En este caso c^tát como la que masj
de pública notoriedad uno al sefior Gallego con el
lentísimo señor duque de Frías, tan reputado por si
nocimientos políticos y literarios, y sobre lodo por s
rias obras poéticas muy estimadas de los inlo.ligentc
ció esta amistad con ocasión de sor rl padre del
Uallego administrador del condado de A Iva de i^istc
pió de los duques de Frias, cuando llevaba su actuí
seedor el titulo de condo de llaro, que es el de los i
génitos de aquella ilustre casa. La conformidad a
tos, de ideas y de estudios elevó al punto de una i
dera fratetmid^d las relaciones de entrambos , edil
deapocS' si» intermisión por espacio do. 40 añof}, ton
stempro Itfaf-sido su pensamiento publicor en un yé
las poedias do los dos, pensamiento que no se ha lié
rbaHBár>,"á^Consecaencia de la repugnancfa que l¡
aollof (MIego á dar ú Inz sus versos' en la odadmad
liabi6ndolo hecho en la juventud. Pero volvamos án
Mrraciéiii
' £q el intervalo trascurrido desde el- a Ao 1805 1
cmpexó el señor Ciallego á darse á conocer como
con varias composiciones ligeras quo se insorlaron
]M8ri¿dic08 de aquel tiempo y otras que corrieron d<
mn mamo «ntre los aficionados y de que no srn mucí
iigofveía l^moa logrado proporcionarnos copia. Ya'
'inos =dic(i9, el Beilor(fallego haccá sus composición^
tieas^fa vt](¡Qsticia de tenerlas en poca estima , scf
Tnonte áibs que giran sobre asuntos que ól califica (
-votos, í^mo sí los talentos del templo del suyo no
«en '«tcar partido de todos y darles bastante ni
pam hai0orlos interesantes. De esa particular disp
híc sü ánimo ha resultado para el autor de estos a
^una diliesltad suma en adíiuirir los datos necesario
ie«9n]pleUi*i'esta biografía con noticias do compoi
fm* M soAor Oftllego*) ^l cabo, i fuerza do k
'9
Atenido. algunas I y francamente cree haber hecho en
un sonricio á las letras, poniéndose así en ooasion iti
i conocer joyas escondidas qae tal vez , atendida hi
fieencia con que las mira sa autor, hubieran podido
irá perderse.
ünlas composiciones del scxlor Galleg[o, anteriores al
de 180S, se ccliiin de vor, es cierto, la iinitaciun, las
las, el sello, en uan palabra, de nuestros poetas d-; los
is XVI y XVII, pero todo esto rae/ciado con una va -
a do entonación , una f]i;ala y novodad de exnrosiou
aderamentc originales. Varias son las composiciones
s de aquella ópoca que tenemos á la vista, y el simIop
CffO nos perdonará si no podemos resistir á la tenla-
00 insertar aquí en comprobación de lo que vamos
indo, algunos fragmentos deaqaoUos amables desv.i-
do su juventud. Si quiere apartar la consideración
an momento de que son sayos, oiertamente los acó-
, ton benigna sonrisa. Veamos estas estrofas de su
posición titulada: El vaíioinio^ dirigida en 18U0 á
lia.
Pronta á dejar la hética ribera
que ya en ardor baüaba el blondo cstio,
un ;ay! lanzó la madre primavera»
un ¡av! envuelto en Aoros y rocío.
Del llanto del abril nació la rosa;
de la espuma del mar Venus divina ;
de aquel dulce suspiro Lesbia hermosa,
mas bella que la rosa y que Ciprina. ^
Nació y del alba anticipó el saludo
la turba alada, al rayo do la.ltina»
al par que asidas en airosOiUudo •..
las gracias vuelan á mecer su cuna.
Amor las palmas de placer liatia- '
cuando los tiernos párpados alzaba,
y al ver la nueva luz nao afrenta al dia,
ciego á sus pies depositó la aljaba^ •■ t
Esta abundancia de iináffenes, on^tUe^paf^de frescura i(
I
40
eas 7 gntiidiéMs como en la oda k la defensa ñé
Aires, de que luego hablaremos, son otro de los
res distiniíYOs de nuestro poeta. Veamos ahora ol
posieíoD en un género distinto, tan bella y delicad
nos atrevemos á extractarla. Pertenece a una épo
poco postei;ior al año 1806:
m «Vl^f %t. I
AXAGREOÑTIGA.
Guando la hermosa Venus
Dejó los Giprios mares,
Brilló la luz del dia
Mas pura y rutilante.
Entonces de las flores
Nació el olorsüaye,
La pompa de las selvas,
El aura de los valles.
' Entonces aprendieron
A modular las aves,
Y el plácido murmullo
Las fuentes y raudales.
¡ Guán bella resplandece
La Diosa! ¡Guán fragantes
Donde sus ojos fija
Nardos y rosas nacen!
Ufona se recrea
Giprina al contemplarse,
Baiando la sonrisa
Sus labios celestiales.
Al amorróse fuego
Que en sus miradas arde
£1 universo todo
'ISte anima' y se complace.
■ I
1 . «
Ut
ÍQné hechicero conlraala
^onoan lu rixoi de of^ ^
Que cl ccfiríllo balel
Jugando rodeabaV
Su carro de córalos
Amona y placcrea,
La riaa y el donaire.
Abrió el cicclao Olimpo
Sus naerlas de diamante,
Y t>\ coro de loa Dioaw
A recibirla tale.
Estaba Citeréa
Sin velo que ocaltaia
Do la admirada turba
Sus formal virgioaUa:
Y al ver que aailaHÜraa
Y la belleía aplaadeo
Dol pecho alauf trino
Del delicado Ulle.
Bajó los lindos ojos
En actitud cobarde.
Y el fuego de sos libio* ..-. .
Enrojeció cl aembltnle.
De oste adeoian de Venas
Nació el PDBOB amable.
Dando i sQ tet de áHití
Espléndido rokicé. "
Pudor , pudor ¿ítído
Dell fnocebcia esmalte, ' '
¡Qao sracias, qué embelesos '
Te donen las beldades! '
N tros signíentos botlisimoi aoíliptos, de diallntos
M, que nortonocon casi á la Whiiid época, conñr-
1 to que aojamos dicho acerca, de I» cstrcitiadn Cor-
ia, guato delicado, eotonaci^on Niempro pa¿licn j
uoia de tmágeneB qne cimiitriiau íi las compoii-
idtMtt autor. ■' ■■"■ ■ ,
it
(1806)
Id, mis suspiros, id sobre el ligero
Plácido ambiente que el abril derrama;
Id á los campos fértiles do brama
En ancho cauce el orgulloso Duero:
Id de Gorina al pié sin que el severo
Ceño temáis del cano Guadarrama,
Pues el ardor yolcánico os inflama,
Qae en mí encendió la hermosa por quien macro.
Saludadla por mi; su alegre dia
Gozad ufanos, y el cruel tormento
Recordadle del triste que os enyia:
Y en pago me traed del mal que siento
Un ¡ay! que exhale á la memoria mia
Empapado en el ámbar de su aliento,
A MI VUELTA A ZAMORA EN 1807.
Cargado de mortal melancolía.
De angustia el pecho y de memorias lleno.
Otra vez torno á vuestro dulce seno,
Gainpos alegres de la patria mia.
;Guán otros, ¡ayl os vio mi fantasía.
Guando de pena y de temor ajeno
En mí fijaba su mirar sereno
Laínfiel nermosa que me amaba un dia!
Tú que en tiempo mejor fuiste testigo
De mi ventura al rayo de la aurora,
Sélo de mi dolor, Gesped amigo;
Pues sien mi corazón que sangre llora,
Esperanzas y amor llevé conmigo,
Desengaitos y amor te traigo ahora#
ii
¿Rio, d6 está de Lasóla divina
Masa que un tiempo suspiraba amores t
La que tu yerde sien ciftó de flores
Y paró la corriente cristalina?
A tu mareen la alondra matutina
Modula al son del agua sus lodres,
Y el dulce lamentar de do$pa$tore$
Bcsucna grato en la imperial colina.
' Zagales de Aranjuez, que en lastimera
Toz recordáis su muerte cada dia.
Vosotros los de Tajo ensuriheraf
Dejad , ¡ayl-que la humilde musa mia
Dé mirtos á su citara ligera
Y tierno llanto á su ceniza fria.
iú tenemos noticia de que estas composiciones , ni
I muchas suyas que hemos logrado recoger manuscri-
Uegaran á imprimirse. El Memorial literario insertó
endechas suyas á la ausencia de Gorina que empe-
a: '
Pobre lira mia
3ae entre verba y flores
ulce son de amores
modulaste un dia.
Risueña corriente
que en silencio yagas
al jazmin halagas ■
ía candida frente, etc.
loe parecen calcadas sobre lus de Figueroa i pues en
Há época todavía no osaba el señor CSillego, sino muy
tez apartarse de la pauta steñalada por los maestros
lestro Parnaso; asi es que en medio ae las apreeiables
\ que brillan en esta composición y en otras que pu-
por entonces « no cotisitftliA'^flMtti^ fbéÍPtetftnte U
Mi piíblica. A la teitet» ijIédif^pttliílMr uMli»|U^
i
14
tola al Excmo. señor conde de Bar o, hoy ánqae de Fría s»
animándole al ejercicio y buen uso de la poesUSf que ei
pieza:
Aquí do vuelto á los maternos brazos
vivo felice, y del tropel de afane»
en que la corte bulliciosa hierye
descansa el corazón...
Está en versos sueltos y es una de las buenas de
autor. Pero la primera con que se acreditó el señor Gt
llego de buen poeta y con que ganó una verdadera noi
bradía , fue la que escribió para celebrar la defensa
Buenos Aires contra los ingleses en 1807. Ya aquí nohi
imitaciones ni reminiscencias frecuentes, pero el gusto i
todavia el mismo. Por ser muy poco conocida esta coi
posición, creemos que el lector nos agradecerá que laii
sertemos aqoi integra:
A LA DEFENSA DE BUENOS AIRES.
Oda.
T6 de virtudes mil , de ilustres hechos
Fecundo manantial á quien consagran
Su vida alegres los heroicos pechos;
Patria, deidad augusta.
Mi numen es tu amor. Su hermoso fuego,
Que aun hoy las piedras de Sagunto inflama;
El que arrojó la chispa abrasadora,
Balaon y estrago de la gente mora,
Que aun brilla desde el cántabro hasta Alhama ,
Da que pase á mi voz: sublime el eco
Del elér yago los espacios llene
Sos glorias celebrando,
Y atrás el mar Atlántico dejando
Hasta al remoto Patagón resuene.
OeaUi M lijos las britanas proras
YImi «1 iatti fidfiM tsooilNcadi
«I
Sq8 coftM invadir, y ftirttmide
AI hijo de Albion , quo fatigado
Ha con so audacia, y su soberbia al mundo»
Cual lobo hambriento en indefenso aprisco»
Entrar, correr, talar. Monteyideo,
Que ya amarrado á su cadena gime
Con espanto en sus muros orgulloso
Ye tremolar su pabellón, ansiando
Lanzar del cuello el yugo que le oprimei
Mientras la rienda á su ambición soltando
£1 anglo codicioso
La rica población (1) domar anhela»
Que de Solis el rio
En su ribera occidental retrata,
Cuando á la mar con noble sefiorío
Rinde anchuroso su raudal de plata.
¡Cuan presta tOh Dios! la ejecucum corona
Las empresas ieí úiall El anglo altivo
Tiempo ni afán perdona.
Yése en la playa las inmensas naves,
Presurosa ocupar la Uleffia gente
De muertes mil cargada»
Y en pos hender la rápida corriente.
Ya la soberbia armada ,
Batiendo el viento la ondeante lona»
Yuela, se acerca y & la corva orilla
Saltan las tropas. Ostentoso brilla
El padre de la luz , y á loa reflejos
Con que los altos capiteles dora»
La sed de su ambición la faz colora
Del ávido insular. Asi de lejos
Mira el tigre feroz la ansiada presa»
Y con sangrientos ojosla devora.
Alzase en tanto cual matrona augusta ,
16
De una alta sierra en la fragosa cumbro»
La América del Sur: vésc cercada
De súbito esplendor de viva lumbre,
Y en noble ceño y magcstad bañada.
No ya frivolas plumas,
Sino bruílído yelmo rutilante ,
Ornan su rostro fi^ro:
Al lado luce ponderoso escudo,
Y en vez del nacha tosca, ó dardo rudo»
Arde en su diestra refulgente acero.
La vista fija en la ciudad ; y entonces
Golpe terrible en el broquel sonante
Da con el pomo, y al fragor de guerra
Con que herido el metal gime y restalla,
Retiembla la alta sierra
Y el ronco hervir de los volcanes calla.
cEspafioles! clamó: Cuando atrevido
» Arrasar vuestros lares amenaza
»E1 opresor del mar, á quien estrecho
» Viene el orbe, ¿será que en blando lodio
• Descuidados yazgáis, ó en torpe olvido?
>0 acaso echándola la ignominia el sello,
» Daréis al yngo el indomado ruello?
»¿D6 mb Incas están? ¿A d6nde es ido
>E1 imperio del Cuzco? ¿Quién brioso
» Domeñó su poder? ¿No fue trofeo
>Del castellano esfuerzo poderoso?
»¿Y hora vosotros, sucesión valiente
»De Pizarro y Almagro, envilecidos
» Ante el tirano doblareis la frente?
» ¿Cederá el español? Ob! ¡Nunca sea
»Qiie América infeliz con viles yerros
» Al carro de su triunfo atar se Vea!
^Xo» jamás se verá; que en noble sata
^^Miolnlamarse va los fuertes peebotf
»D6 la patria á t¿toi>*C«fpm'éciÍiictqi i^í ¡^
>Y á eeiiiifWy pMfo'redacidos' « r.o .
» Templos y torr^ > robusto! ischofi
» Primero que réüdidot^
» El, mundo os rea al ambicioso istéfio* .
»Ni la dudad al enemigo, abierta
»Sin reforzado adarve y bastiones,
»El brío arredre del heroico empeño.
» Guando la fama aligera os aclame
» Por remotas rejones,
)» Ñwera.INomancia occideiital la llamo,
»Mostrando á las atónitas nacioneSt
))Qae uo hay mas firmes moros
» Que un ánimo constante y pechos durós.a
Dijo, y cual seo;fe.enla cstaciondéTauro '
De volador enjambre numeroso • - ;
£1 sordo susurrar , asi iüccsante
Bélico afan en la ciudad se escucha » .
Que sin que el fuego del BretOtí la é^áÜt^ ' ' ,
Se apresta osada k lá tremenda lucha.
Ya doce mil guerreros ...
De mortíferos bronces precedidos
A las débiles puertas se abalanzan,
Y los limpios aceros ' ,, /
Del rayo brillan de iTitan heridos: "
Ya sus columnas en las anchas calles '
Intrépidas se lanzan:
Por montes y por yalles \ ' ' ,
Del militar clamor retumba el eco, , '
Y el trémulo bátfr del parche hueco.
Trábase ya la dei^igual pelea,
Y del fiero enemigo el paso ataja
Furioso el español; cruza silbando .
£1 plomo; inexorable se recrea
Sus YÍclimas la. Parca contemplando:/
GrecQ la coqfusion^ al cielo subo v.
IB
^ Él hamndetáo^éii pamrosa nufae;
'^ Y al bronco estruendo del cañen bvitano
Que maerUft mU. y destrucción yemiU,
Impávido el esfuerzo castellano
Lluvias arroja de letal metralla.
No hay ceder:, no hay ciar. De nuevo estalla
Retumbante el metal del anglo fiero
Que el horizonte atruena ;
Mas el valiente ibero
Ni el ruido escucha, ni al estrago atiende,
Que en ^Imas grandes^ que el honor enciende,
Mas alto el grito de la patria suena.
Suena, y. el pecho del esclayo inflama^
Y es un guerrero ya: los moradores
Invictos héroes soo. ¡Cuál multiplican
La ciega rabia y Bélicos clamores
Las artes de dañarl Inmensas trabes,
Y lumbre y peñas por los aires bajan
Sobre el mísero inglésj profundo foso
Y alta trinchera su furor atajan,
El en tanto animoso
Redobla el fuego y el tesón, y truenan
En contra suya horrísonos cañones
Ríos de sangre de Albion yér tiendo.
Desplómanse los fuertes torreones
Con roncos estallidos:
Y al espantoso estruendo
Con que los altos techos se derrumban
Se oyen gemir los yientos comprimidos,
Y hasta en láis cuevas de los Andes zumban.
Tiende la noche el pavoroso velo
Cubriendo tanto horror. Dó quier se escacha
Del triste isleño el lúgubre gemido,
Que con la muerte irrevocable lucha.
Su caudillo infeliz (1) que estremecido
(i) Wilhelokc.
^
El fiera etflrago Mire tilúoUftA nira.
De su doHuda blieste
Los restos junta, y pálido suapira.
Al fin yertiendo su esplendor celestA
La nacarada aurora
Su vista aparta de' la korrible escena.
¡Cuál de pavor se llena
£1 britano adalid! Allí en confuso
Tropel de sus soldados.
Rotas armas y cuerpos hacinados
Contempla, y se horroriza:
Y el abatido ardor buscando en vano
De su altiveza brava,
£1 pelo se le eriza,
Desampara el bastón la yerta mano
Y un espanto glacial sus miembros traba»
América triunfó. ¿No veis óuál brilla
Tremolado en su diestra el estandarte
De las excelsas torres de Castilla?
Ve él pueblo valeroso
Sitiado al sitiador; del fiero Marte
Depone el rayo, y al Olimpo eleva
Clamor de triunfo<en himno placentero.
Muéstrase entonces el caudillo ibero (1)
Al britano, que atóiiite enmudece,
Y de la salva América las playas
Dejar le ordena : el anglo le obedece :
A las naves temblando
Los restos suben del vencido bando;
Y cual suele medrosa
La garza huir del sacre furibundo ,
Asi la escuadra huyendo presurosa
Surca asombrada el piélago profundo.
II) .'ímmf
1.
90
Lauros > palmas traed, y ornad» ibérosy
La frente al vencedor. De la yictoria
En alas yuele tan brillante hazaña
AI templo de la Gloria:
Feliz anuncio sea
De nuevos timbres al blasón de España»
Y en letras do oro en su padrón se lea.
Y vosotros del Tajo
Canoros cisnes, cuya voz divina,
Guando en ardor patriótico se enciende,
El blandió son del agua cristalina
Y el coro de sus Náyades suspende;
Vuestra lira sonora,
De la rama inmortal dispensadora,
Al ciclo alzando tan heroico brio
Las altas glorias de la Iberia cante,
Y en sus alas levante
Vuestro armónico acento el rudo mió.
¡ Qué de hermosas imágenes! qué entonación tan varo-
nil y bien sostenida ! parece que está uno leyendo á Herre-
ra en sus buenas estrofas, porque obsérvese que todavía do
se aparta el autor enteramente aquí del rumbo clasico: es-
ta , transformación en su gusto no debia ser producto ea
nuestro poeta do la imitación ni del estudio, sino de la
necesidad en cierto modo , es^ decir , debia ser espooli'
nea, involuntaria, irresistible. Un gran desastre nacional,
uno de aquellos terribles acontecimientos que agitana to-
do un pueblo, que hieren profundamente todas las fibras del
dolor , de la ira , de la indignación , fue lo que imprimió
en el alma del señor Gallego el gran sacudimiento á que
debe nuestra literatura una de las mas bellas y originales
composiciones modernas : su admirable cleffia al Doi i^
Mayo. Excusado es detenernos á hablar de ella, pues no
hay quien no la conozca. Bástenos decir quo esta elegía
sigue un rumbo enteramente nuevo y que no es fácil de
encontrar su tipo en la poesía clásica latina ni espaSola*
FálUile la templanza eu Vok ^aVouacion, rccomeodadap^d
21
flieo Fniieéf jpropii » tegon los preceptitUSt del abatf-
leoto qno ocasionan el dolor y el infortunio : el dolor
citado por la ira debió dar » y dio en efecto á esta com-
«icion layeliemencia de una oda, j hay trozos dramáticos
I que tal Tez no se hallará ejemplo en la antigua litera*
ra. ¿En qué se parece esta elesia á las de Ovidio y Tíbulo,
I qué á las de Herrera t Melendez?
Poco después que la elegia al Da$ de Mayo compuso y
icitó nuestro poeta en la Academia de San Fernando (en
stiembre de I0O8) la Oda á la influencia del entueiaemo
úUieo en las arta, la cual se imprimió llena de erratas
ocos años ha en las ifemortof de dicho cuerpo. Acerca
e esta composición hace las siguientes curiosas reflexio-
«s el autor de una noticia biográfica del señor Gallego,
p» se insertó en el tomo 1.^ del Artista^ y de la que he-
aoi tomado algunos datos interesantes para la que ahora
Mcribimos.
«También puede decirse que esta oda no sale del cír-
cdo clásico tanto en el fondo como en las formas , ni
^hubiera sido fácil tratándose de elogiar las artes del
iiiefio, en que hasta ahora (dejando aparte la arquitectu-
ti), si ha tenido algún lugar el romanticismo, ha sido
como moda , no como género. La arquitectura llamada
giMica, tiene en si misma verdadera belleza, graveSad,
Mdia, y otras dotes , que elevan la imaginación y satis-
besnal entendimiento: asi es 'que forma una parte prin-
ti|¡alÍ8Íma del género romántico , como propia de los si-
nos medios que son el campo de sus glorias. Pero en la-
paUíray en la estatuaria históricas no cabe romanticismo:
los cuadros y las estatuas de aquella era son rudas, grose-
hísy tales que apenas dan idea de la figura humana, testi-
Bbndo únicamente la impericia y barbarie de \ps que las
Secutaron. Asi para encontrar los prodigios de estas dos
Mies, hay que acudir á la Grecia antigua y dar después
Ha salto hasta los tiempos de Yinciydc Miguel Ángel.
^moso pues era que aquella oda no traspasase los limites
(iisicos.»
Al ToWer los franceses á Madrid , cap\Uiie%dL<^% \ot
ToMD rm, 6
93
NamleoD, tomó el señor Gallego el camino de Sevilla j
friendo al fobiérno legitimo y pasando de afH á Caí
doodeic oíanluvo hasta la yuelta de este á la caidUl
E«paíU. Antes había obtenido una prebenda de Huvi
j itt primera regencia lo nombró para la dignidad de d
Ira do la isla de Santo Domingo, de que no llegó i toi
poaasioR. En tan considerable periodo de tiompo w
oyeron los acentos de su musa , sino en alguna caoc
patriótica., como la ya cilada , ú otras composicionei li
ffas» «aire las cuales es notable el siguiente soneto át
WeUiof ion con motivo de la toma de Badajoz en 1812
A par del grito unirersal que llena
De gozo y gratitud la esfera hispana,
Y del manso, y ya libre, Guadiana
Al caudaloso Támesís resuena;
Tu gloria, oh Conde, á la región serena
De la inmortalidad sube, y ufana
So goza en ella la nación britana;
Tiembla y se humilla el vándalo del Sena.
Sigue; y despierte el adormido polo (1)
Al golpe do tu espada : en la pelea
Te envidie Marte y te corone Apolo :
Y si al triple pendón que al aire ondat
Osa Alecto amagar, tu nombre solo
Prenda de unión , como de triunfo, sea.
No es de extrañar que por entonces escribiese poH
pílor Gallego: sin duda las graves discusiones de lai 0
tes» deque fué diputado por espacio de tres afioa, abi
vieron su atenrion, como era justo. Aquella primera V
tinM parada de nuestro poeta en el campo de la poliM
finé fatal bajo dos conceptos; impidiéndole dedicarse I
letrasen la edad mas á propósito para cultivarlas con api
90j y suscitándole una persecución que ha durado m
(i) Alude al emperador Alejandro , que no IiostilizalM 4
peleen.
9S
kace 10 muchos años. Esto nos recuerda una circuuaUDcia
cariosa. En su citada Oda á la infíuencia del eníuiiatm^
vihlieo en las artes, el poct.! figurándose ver en el museo
h imagen del Rey, libre de su caulivcrio y triunfante de
iaenem^<;o^ decia en la última estrofa, que es por cierto
Tuia de l?s mas bellas de toda la composición :
Hechicera ilusión ! tan bello dia
Será que luzca al horizonte ibero?
Si : no dudéis : lo decretó el destino.
El español guerrero
Romperá, Rey amado, tus prisiones,
Y enemigos pendones
Tenderá por alfombras al camino.
Nuevo Tito serás: benigno ol cielo
En júbilo tornando los clamores
Con que la patria fiel por ti suspira ,
Mis ojos te verán ; faustos loores
Dar¿ á tu nombre.... y romperé mi lira.
Cumplióse felizmente este vaticinio, volvió triunfan-
te S. M.; pero el cantor profético se bailó sepultado en
itnacárcel, en virtud de una de sus primeras resolucio-
i^es. Incluso en la persecución promovida contra varios
<liputados de las Cortos de Cádiz, fue continado por cua-
tro años, después de 18 meses de prisión, á Id cartuja do
lerez, doade quedó consignada la residencia en ella dol
ilustre poeta, en esta hermosa octava que dejó escrita en
d mirador de la misma en 181tí:
«Condujo aqui por tórminos extraños
A un misero mortal suerte voltaria,
Después que consumió sus verdes afios
En triste vida turbulenta y vaiia:
Enseñáronle insignes desengaños
A no esquivar la celda solitaria,
Y á desdeñar el tráfago importuno
El santo ejemplo de la grey de Bruno»»
94
**' En la cartuja de Jerez cayó el seffor GaHego enfenao
fie tercianas, á qae es muy expuesta la permanencueo
aquel moaasterio, por lo cual á petición suya se le tras-
ladó en setiembre de 1816 al llamado de la Lux, jonto i
Moguer, y pocos meses después al convento deLoretoead
ajarafe de Sevilla , á dos leguas de esta ciudad.
Cuatro años duró la reclusión de nuestro poeta en es-
tos monasterios , y cierto es de lamentar que no em-
please tan targos solaces en llevar á cabo alguna grande
obra literaria. Tal vez un poema nacional, de que care-
cemos con niengua de nuestra literatura y que nadie coa
mas probabilidades de buen éxito que él podria acometer;
pero no nos dejemos llevar de la peligrosa manía de ju-
gar á los hombres por lo que dejan de hacer, sino por lo
que hacen. Veamos pues lo que hizo entonces el señor
Gallego. Solo dos composiciones de alguna extensión fa^
ron el fruto de un ocio tan prolongado, la elegía ala mn^r-
ie de la reina Lahel y la que antes escribió á la del diufif
de Fernandina. La primera anda impresa , la scgnoib
no; por eso nos ocuparemos menos en aquella.
£1 carácter enteramente diverso de estas dos compo-
siciones prueba el influjo que ejercen en el ánimo y <A
la fantasía de un escritor las circunstancias exteriores
que le rodean. La elegía á la reina Isabel, concebida ea
las amenas llanuras del ajarafe de Sevilla, á las márgeaes
délos arroyos que serpentean entre sus viñas, olivares J
huertos, es puramente clásica; está escrita en tercetos, 000*
binacion métrica la mas sujeta y compasada de nuestra
poesía: la versificación es fluida, sonora, fácil, sin lame"
ñor irregularidad en sus cortes ni en sus giros: el tonoei
melancólico, tierno, templado^ nunca vehemente nifagt*
so. Es , en suma, una elegía por el estilo de las denatt*
tros buenos poetas del siglo XYI. Publicóse en A^
de 1819, en el cual, aunque un poco moderado el espin*
la de persecución del de 14, no perniitió aun aquel g^
Memo á sus víctimas el triste alivio del ruego. La imp*"
cable censura suprimió los tercetos siguientes i ea f^
liaUando con la malograda Reina, se decia:
«5
. De ti esperalm al fin delofp^joi
T acerbos males que discordia hnmira
Sembró con larga mano entre tosliijos.
. No pocos, ¡ají no pocos en oscura
Ptision al deudo t la amistad cerrada,
Redoblan hoj su llanto de amargura.
Otros gimiendo por su patria amada*
El agua I^ben de extranjeros rios
Mil reces con sus lágrimas mezclada.
Mas si oye el cielo los sollozos mios» etc.
«{jando que el lector haga las amargas reflexiones á
la margen un hecho tan neciamente cruel , pasare-
I hablar de la elegía á la muerte del duque oe Fer-
ina, hijo de losSres. marqueses deYillaf ranea. Com-
a en los silenciosos claustros do la cartuja de Jerez,
riberas del solitario Guadalete, de infaustos recuer-
BUtre los melancólicos cantos de los hijos de san Bm-
) sigue un rumbo muy direrso. Hay en ella de«
ia, bóvedas góticas, ecos de campanas , Ini de luna,
profundo y seyero, trozos dramáticos, irregulari-
le estrofas/ de cortes y de rimas, algo de aquel des-
I aemi-frenético en los sentimientos, en la frase y en
aigenes, tan peculiar de la escuela moderna, muchas
I de las dotes y adornos Migaio$ de la poesía que
ffiormente se conoció con el nombre de romántica.
I e|ta composición es tan poco conocida, y amos á in-
rb aquí, igualmente que la otra composición al mis-
BUttto que escribió Moratin el hijo , a fin de que co-
dolas el lector , juzgue á primera yista del diferente
lo que pueden sacar de un mismo asunto , conside-
ola bajo distintos aspectos , dos ingenios de primer
■• Ambas comjiosiciones estaban destinadas á formar
I de una especie de Corona /tfnf iré á la memoria del
frado duque, pensamiento qUe no se lleyó á efecto, y
i^1b|fÍt»ll90MifVM0«lllf. ^
'» *•?. •i"\»*m>^>
S8
*' *
Con pasadas memorias deraiioOf
Cual con suefío fugaz^ si en solo un ponto
Tanta esperanza en flor marchita veo
Al rado soplo de áspera fortuna!
Tá que mi llanto yes, pálida luna,
T6 que el usado giro terminando
^ Una vez y otras dos , al ió?en viste
Entre las garras del dolor luchando,
Que al fin con rabia inusitada y fiera
Fundió sus huesos, como el sol la cera,
Al contemplar que ni un momento aplaca
Su cólera inclemente.
Entre el negro crespón de nube opaca
De horror velaste la argentada frente»
¿Y quién en tanto al afligido padre
Dar consuelo sabrá? ¿Quién la agonía
Pintar al vivo de la tierna madre
Qíie junto al hijo exánime gemial
«;Ay tristel prorumpia:
»D6nde mis dulces ilusiones fueron
»Para nunca tornar? ¿El rico estado,
»Los tesoros, ni el arte qué valieron?
» ¡Quién me dijera» oh nifio desgraeiado,
»Que para verte en tan atroces penas
nEl ser te di, te alimenté á mi pecho!
ji¿A quién ¡ay! al morir le falta un lecho?
jiEl mendigo infelice
«Hállalo un pobre paja 6 suelo frió,
»¡ Y el cielo se lo niega al hijo miot (1)»
Dice : y alzando al lastimado acento
Su voz el dnane y lánguida cabeza
En que el sello ae muerte
(1) El duque pasó la enfermedad y murió sentado en una üt¡^
raque la angustia j la fiítiga no le permitieron estar «eoitaOo un s<^
pbaío»
QnbadpattálMiylAiBilteBin»' *
«No 9Ú «1 dolw rendida
iQaeriis, dijo, tefiora^ de etta nierto
» Perder conmigo tan preciosa Tida.
bEsos nifios mind qoé en tomo Uoran
»Y tiernamente os ataian:
^También los inocentes madre os llaman
%Y Vuestro afecto y protección imnloran.»
No dijo mas: laniandoun tajt proíondo
Qne recorrió los altos artesones,
Selló la Parca el labio moribundo
T al alma abrió lu fúlgidas regiones.
' Yióse al letal gemido.
Cual bella palma qne derriba el rayo.
Bajar enTUelta en súbito desmayo
La triste madre al alfombrado snelo.
No tornes á Tirir, que angustia y duelo
Te aguarda solo jf etemal quebranto,
Desmelada ipujerl Mas ¡ay! que en tanto
YuelTe á la vida: inmóriles los o|[os.
Con voz quebrada, sin acción, sin llanto.
Llama al bijo infeliz que no responde : ,
Alzase y azorada.
La trenza al aire por los bombros suelta.
Yaga en su busca sin nárar por donde :
De su prole ans ostiada
Qne sus pasos detiene y la rodea t
No oye la toz ouerida.
Ni Te la luz febea.
Que en un mar de tinieblu sumergida
Sin élse juzga, y desamada y sola,
{Musa, no mas! Las nubes arrebola
Ya el alba sofiolienta, á mis mejillas
Las ligrimas se agolpan » y embargada
Mi lengua de dolor repugna él caii|f :
Cesai j en raudo rutb^
Del HtDianarei loñt, ^ - - -
Y ea la timba sai^rada " '
DepoD la adelfa qoe tu alen adona.
Sí allí por dicha á la matrona fatllÉM
El bíio caro deiuaadando al délo;
Díte* y á ioi pesares
Dar logrará ta toz dulce conanelo.
Que va eefiido de inmortal corooá
En el empíreo coro
Himnos de gloria Tentaroso entona
Al Dios ommpotente en arpa de oto.
« • • •
La de Moratin « tal cual se halla entre anl poeaíia lie
aSf es la siguiente:
ODA.
No siempre de las nubes abundante
' Liaría bafia los prados, .
Ni siempre altera el piélago sonádte
Bói^s', ni mueve los robustos piócM
Sobré tos montes de Hrene beUdos.
A los acerbos días
Otros siguen de paz ; la luz de Apolo
' Cede á las sombras frias,
Al mal sucede el bien: y en ésto solo
Los aciertos di TÍ nos
El hombre ye de aquélla mano etern|i|
Que en orden, admirtíbfe,
Todolo mÁda j iodo to gobierna.
Y tú , rendida á la aflicción j el llanto^
¿Duraf píiUrisen luto míscrableí
Sensible *madré,' enamorada esposa.? /.
inib^éo tu peclio tanto
La perMü cruel , qttf á lÜ precioiA ;
VíctiniA poY \a mueTÍt ttt^V^ivúk »"
I -«
Otra Afiadir intéMest
¿Y'noaorá qiio do lü ruofro Instada *
La prenda que Ilev6 lereslídiTa?
No , que la escondo en el sepulcro Crio.
Esta TÍda fugax no toda es taya:
Es de uu esposo » que ol afán qae sientes
Sufre y el caso implo
Que de su luen lo priva y ni esperaata :
Es de tu prole hernioM »
Quo mitigar intenta
Con oficioso amor tu amargo lloro,
Si tanto premio aa fatiga alcanta.
Sube doliente á las techumbres de oro
El gemido materno
Y en la acallada noche se acrecienta.
La indócil fantasía
Te muestra al hijo tierno ,
Como á tu lado le admiraste «n dia»
Sensible i la amistad y al heredado
Honor ; modesto en su moral aostara;
Al ruego de los miseros piadoso;
Dü obediencia filial, do amor fraterno»
De viKud verdadera •
Ejemplo no común. Negó al reposo
Las fugitivas horas,
Y al estudio las dio: sofrió oonstante
Lastras de la 'suerte,
Cuando no usada á tolerarcadena, .
La patria aleó sus cruces vencederas.
Oh! si en edad mas fuerte
So hubiose visto; y del arnés armaéo
En la sangrientaarena-;
Oh ! cómo hubiera dado
Castigo é la solierliia eMfiaftti"' '-* f['. '^^ 'y\^s^t.
A so nación Itorelest '
Gloría á su estirpe, y á su rey Tenganxa.
Tanto anunciaba el ánimo robusto*
Con que en el lecho de dolor postrado
Le Tiste padecer ansias crueles ;
Guando inútil el arte
Cedió y confuso, y le cubrió funesta
Sombra de muerte en torno. El arco duro
Armó la inexorable, al tiro presta,
Y por el yiento resonando parte
La nunca incierta yira.
Él , de yalor , de alta esperanza lleno ,
Preciando en nada el mando que abandona.
Reclinado en el seno
De la inefable religión, espira.
Ya no es mortal ; entre los suyos yiye;
Espléndida corona
Le circunda la frente.
El premio de sus méritos recibe
Ante el solio del Padre omnipotente,
*De espíritus angélicos cercado.
Que difunden fragancias y armonia
Por el inmenso Olimpo, luminoso.
Debajo de sus pies parece oscuro
El gran planeta que preside al dia.
Vé el giro dilatado
Que dan los orbes por el éter puro ,
En rápidos ó tardos movimientos;
Verá los siglos sucederse lentos;
Y él , en quietud segura,
Gozará yenturoso
Del sumo bien que para siempre dora.
Si nos es licito exponer nuestra humilde opiaion sohf^
«mbas composiciones, diremos qtie, fiendo aany bdlis
)U0 j otra» U segunda ftVB^ wibit^
m pan de aer ona boeiui ioátidM ét Blririo^ al
fM li primera, maa sentida, aai fintmrmM , yenai-
m la espresion, y no menos correcta qne aooelia, lié*
idas las condiciones que constitnjen una buena ele^
Bodema.
in el conrento de Loreto subsistió el sefior Gallego
I que en m«rso de 1820 adoptó J joro el rej la Gons*
ion de Cádis , en ipe se dio línertad i los confi-
• por haber intenrenido en la formación aqael celebro
omento. En abril de dicho afio riño i Madrid; y después
aber sido repuesto en sa plata de la casa de caballeros
ilenombróá. M. arcediano mayor de Valencia, digni-
rae disfrutó y poseyó hasta losprimeros meses del afio
t, en que yuclto el rey de Csdis, se le despojó db ella
ana real órdon, fundada en el decreto aue declaró
' cuanto habla hecho S. M. desde el 7 ue marzo de
) en adelanto. Reclamó una y muchas Teces de este
ojo, de que no había idea ni ejemplo en la iglesia es-
lía, por ser contrario á la disciplina y leyes eclesiis-
i; pero lejos de ser oido , , sufrió una nue?a persecu-
por el M. R. arxobispo do Valencia don Simón Lo--
qne le echó de la ciudad y quiso obligarle á Tolrer á
ntigua prebenda de Murcia. Resuelto el seffor Galle-
i sostener su derecho , prefirió trasladarse á Barcelo*
Mjo la salvaguardia de la guarnición francesa que oco-
i aquella plaza» hasta que tres afios después (18S7) le
garon k dejar aquel asilo y emigrar á Francia la Tuel-
B los franceses i su pais y el nombramiento del conde
Ispafia para capitán general de Gatalnfla. La siguiente
cdota dará idea del mezquino espíritu de persecución
uniella época contra los hombres de mérito , por la
. circunstancia de tenerle , pues luego yeremos cuan
inte estaba el señor Gallego de halarse granjeado la
padeció yarios años, por la exaltación de sus opi*
Eecorriendo un dia la Gaceta de Madrid , yióse en ella
Wrido i una roción de Cmadix , burla necia que quiso
Mis Galomarde, pero sin tener 'bastante impudmoisL
9i
||Ar{L MBiunícar el Doutbraraiento al agraciado: éste liji
el aiiuDcio coD el desprecio que merecía , y la cosa te qve^
dó asi. Hemos dicho que el si*uor Gallego no se ntrajo por
su culpa ni por su iiiipnideiicia a<|U('.lla auímosidad» deque
debia recibir pruebas menos ¡norciles aunque igualmeaU
sidicuittfr y cu efrxto US de nolar que su conducir «« los •:
cíqco ofios de residencia en su arcedianalo fué tan circuoi-
pacta Y contraria á las demasías del partido dominante, que
padeció por el nuevas persecuciones y hasta una scycri
amonestación de parte del ministro de Gracia y Justicia
doo.Fclipc bonifacio Navarro, quien de real orden le tratA
de iervil y lo amenazó con toda su indignación si coati"*
nnaba desacredilando las inslilwioncM que felizmente na*
rigen f decia la real orden; suerte inevilable de cnaoioc
obran y piensan con moderación y cordura en tiempos r^
vueltos en que predominan ideas y pasiones exaltadaf • ^
Cuatro meses solos pasó en el mediodía de la Fran^^*
al lado de sus Íntimos amigos los duques de Trias, que C^
lizmente se hallaban en Monlpcller, adonde hablan id^*
tratar de la curación de su hija la actual duquesa de U^^
da, y en verdad que hubiera prolongado allí su resider^^l*
á no haberle obligado á volver á España el deseo de a^^^
Tar lajusta prclension de su arccdianato y el de no scr^ ^^'
voso á sus buenos amigos. Üurante su residencia en "¡Ac^ ^
peller se acordó de (|ue el celebre restaurador del b^^°
fisto en la poesía castellana, don Juan Melendez Yalc^^>
quien en su primera juventud habla merecido parti^U"
lar-es distinciones y afecto, había fallecido en aquella & ¡^
dad, emigrado también como otros ilustres españoles ^^^
han dejado sus huesos en la tierra extranjera por efecto ^^
las vanas vicisitudes de nu(;slros infelices tiempos. DespUCí
de muchas diligencias pudo averiguar la casa y el dia de sa
fallecimiento, pero no el sitio en que se hallaban sus ce-
DÍzaSy porque su viuda las hi/o enterrar da ndestinameot^
y por via de depósito en una quinta con la mira de tracriai
aKspaAa en tiempo oportuno, i'^sta noticia, debida á una
jindana en cuya casa falleció Melendez, aguijoneó mas aa
jgrifllidftdy y al cabo pudo saber que de la quinta b»tí^
lo trasladado ^l cadivor á la parroquia 4ñ la aldea de
mtferrier» que rogebuba ua rcUgiqao cspafiolt amigo
I poeta. Hizo en compañia dcloK duques un viajo & dicha
Íea« yaill supieron qne el pobre religioso, anciappja y
li alelado, habia puesto furlivamenle de nochi^y ayuda-
aoló de un sacristán du loda 8U confianza, en un rincón
M miserable iglesia* delta jo de uii uiontóa dtv piedras
arca que contenía los huesos de Mejendez. temeroso de
S ao acscubriera que estaban alli. en vez de estar en #1
naoterio como previenen las le]fes.
Bteaolvierou entonces trasladarlo» a Montpeller t previo
rpiao del gobierno, v obtenido este, fueron llevados'tn
IMmioD hasta el arranal donde se hallaba |Mira reeibirloa
cabildo eclesiástico , que los condujo á la iglesia de 4oa
initeñtes Azules^ donde se celebró el funeral, y de alli al
menterio. llizose todo á espensas del duque, como tam-
ap tin sepulcro digno, cubierto r^n una gran losa de hiárr
il- blanco, después de comprar el terreno á p^rpttuidad,
fffgm alli se dice. En la losa se esculpieron el epitafio j
Bikoa latinos que compuso el sefior Gallego , y son los
griíeotes:
D. o. M.
lOAlflUia. MKLKNUKZ. VALDIS.
UlürAZÜI. POKTAK. CLASlJiSlMI.
AN. MlUTXWIl. niB. XXIV. MAU*
iio>srBi.ii. s: BiTo. bxtikcti.
MOBTALK^. KXVVIAS.
ría. UKDBcm. an. spat. inubcorb. sbpultas.
AC. OBI.IVIONI. VKRB. TAAUITAS.
IN. HUNC. DltiMORKM. MUUIM,
BBlüARDlNrS. FKHNANDK/. DK. VKtASGO.
Di;X. IlK. FllIAS.
BT. JOAMNKS. NICA8IUH. <¡ALLF.GO.
AllCUIUlAGONUS. VALKNTINUH.
NON. 8IC(.I», OCULIS.
TRAIS^FKUK^nAS CURaUHIIY.
R. I. P. A.
Los yersos son estos:
iederant duloi GhAritea arguta 9AtiUo
«6
FiíUila , Toleanun litora frtcti ifc^«
Digna Syracosb calaoio , citharáqiié Propéitf ,'
Dam repetit mcBStus carmina blanda Tagas«
Te f Lede t qui nireis lambis felicior andia
Hunc tumulnm , serrea pignora cara rogat.
En la Gaeeta del 11 de setiembre de 1835 el iábi^
don AU>erto Lista , refiriendo incidentalmente ettoi Mi'^
cesos en un excelente articulo sobre Lope de Vega « ieK
pues de pagar un justo tributo de elogios al celo de io#
aeftores duque de Frias y don Juan Micasio Gallego» f
de copiar la inscripción y los dísticos citados, pone al fw
Ja traauccion de aquella y de estos, que nos limitaremos
á trascribir aquí, por no creer posible mejorarla.
. Dice asi la inscripción :
«A Dios óptimo máximo. Bernardino Fernandex ét
Yelasco , dnque de Frías, y Juan Nicasio Crallego , área*
diano de Valencia , cuidaron , no sin lásrimas, de que loi
restos mortales de Juan Melendez Yaldés, eseUurecidiii*
mo poeta espafiol, que murió repentinaiofiente en Moat-
peller el 24 de mayo de 1817, sepultados indecoroii^
mente por espacio de 11 afios, y casi entregados al olfi*-
do, fuesen trasladados á este mas digno monaaeoto*
Descanse en paz. Amen.»
El sentido de los versos es el siguiente :
«Aquel, que á su Batilo concedieran
Las gracias, caramillo sonoroso,
Roto en la playa de los Volcas (1) yace.
Mientras repite el Tajo entristecido
Sus blandos versos, dignos de la avena
Sicula y de la lira de Propercio ;
Te ruega, oh Ledo (2), á i\, pues mas (elice
(i) Nombre que tenían antiguamente los habitantes de la pif^
litoral del Languedoc.
(8) Ledusy nombre antiguo del pequeño rio que pasa Jl0l0'
MooáipeUen Hoy se llama Le9.
57
Bailas con frbMai ondfis esta tumlia t
Que tan qui>ridas prendas le oonlerves.^
/'
Entre estos y aquella ostah rr«prosontadas tn el mo-
mento una lira con otros emblemas de la poesía, j un
*amillo roto.
'YtesUluíilo el seAor Gatlogo i Barcelona en abril
léiS por las causas nnc'llejamos referidas, y porque
ijb^a que se iba teoipi.ihdo el espíritu perseguidor , el
gonle de la Audiencia don Yiclor José de OAate, sin
:>Hyo arlffnño v por pura malevolencia le obligó i salir
(lá'clútrid. Alindóle pasaporte para la de Valencia,
lijdc* antes restdia, creyendo, qiie allí seria masoncarni-
ttamonlc* ycjádo y perseguido; pero no fue asi, pues
dérlo ya íM aráobísno don Simón López , nada turo que
inbt del cab¡ld6* ni del pudilo valenciano, de quienes
1 tbdo liempd recibió' dislinguidas pruebas de estima--'
oqV aprecio. \c.icció poco después el fallecimiento de
.Véiiiá [Amalia , nara cuyas exequias , que cort gran
^ji^ yMcbrdhm los caballeros maestrantes, hizo por
>|^i^¿b de 'estos dos esceleutos octavas que se pusieron
^i sobro 1,^ piíorta do la iglesia, y otra en el catafalco,
' pffnieraL Hecis\ asi :
' «Tu pit^blo, Amalia , qué al Eterno implora
-BaflAndoHsl mármol de omi túmbí fria ,
Mea que tu sueiMo el infortunio llora
Dé!V|uren^^nti^ el cetro dividia:
Módifrra 'emperó*su itüiccion « SoAora .
" Dulce érsfférai^za dé ofroeerto un día ¿
'"''j^ tu iH^Míca piedad digno tributo» <•'
Por piír¿ altar, adoración por luto.»
La segunda era esta :
«Yadc, ¡oh dolor I en la mansión oscura
La que vimos ayer reina de EspaAa,
Que no 03. contra la muerto mas segura
Morada excelsa que infolif cobilli. •"
Tomo vm 1
>
I
^ -S^X^^'
i9
Naocio veraz do siglos de f entura.
La flor de gentileza y hermosura,
Que la bella Parténope os en? ¡a.
Nunca el vivo placer , Fernando augusto «
Que en vuestra frente generosa brilla ,
Altere de Fortuna el cctlo adusto:
Y á tan plácida unión deba GastHla
Un príncipe feliz , clemente , justo,
A quien doblen dos mundos la rodilla.*
Al leer al pie de esto soneto el nombro del autor, pre-
|[ttntó el rey qué suerte lo habia cabido, y enterado d«
sus contratiempos y de la ojeriza que , sm saberse por
qué, ie tenia el ministro, mandó á éste que le hiciese dar
pasaporte para Madrid, y tratase do reparar las vejacio-
nes ao que tan justamente se lamentaba. Ya desdo enton-
ces todo mudó de aspecto. Vino el señor Galleso i Ma-
drid en tnayo de 1830, se presentó á S. M. y á Galomar-
de , y éste le hizo mil promesas en tono tan cordial y
amistoso, que no pudo quedarle duda de que trataba do
adormecerle hasta hallar ocasión de armarle una zanca--
dilla y hacerle añicos. Por un feliz acaso supo á los po-
cos dia^ que no eran vanos sus temores. Llamó Galomar*
de al subaelcgado principal de policía» y convino con ¿1
en fraguar uu expediente , en que apareciendo nuestro
poeta como un hombre revolucionario y peligroso , lo
presentase al rey , y diese al traste con sus prevencio-^
nes favorables á su persona : para ello previno aquel jo-
fe á uno de sus satélites asalariados que forjase y le
remitiese un parte de su entrada en Madrid , pintándole
-con los mas negros colores , sin detenerse en recargar el
tiuadro con cuantas calumnias le sugiriese su imagina-
ción. Gomo no es posible dar idea de este originallsimo
documento , cuya comunicación hemos debido á la bue-
na amistad del señor Gallego , sino estampándolo literal-
mente, séanos permitido copiarlo aqui, a 6n de que se-
pan los apasionados a aquella época de qué modo so
jugaba con la suerte y la lionra de los hombres de bien ,
í 40
¡ T qa¿ especie de ñ\\f¡eX(i% se empleaban en tales iramojfti.
Dice asi:
9íuy importante.
«Tengo cnteixHdo que se halla en esta corle el famoso denu^
cracio don IN icario Gallego , diputado á Cortes por Zamora en el
afio 13 y poslcrío#tnenle en los arios 21, etc. (1), á este señor sa-
cerdote le llamnlian el padre ríe la Coiistitiirlon porque fue uno da
los indivifluo» que la rompiisíeron, posterior al ano ií icdcster-'
rd S. M. & la Cartuja del Paular ; y habiendo sido uno de los
emigrados á Inslatnrra , tengo enteiirlido es tamliíen uno de los
diputados nroscriplos por el rey N. S.: es intimo relacionado ron
. Beltran de Lis ; y su hijo don Luis parece venia á reunirse á éste por
bailarse de acuerdo pai-a llevar á erecto la revolución y sulilrvor sus
• partidarios: tanihirn parece sor que están en comunicación con el
fizconde de las llucrpas p;ira el dicho efecto; por lo que tengo me-
dio averiguado que los dichos ptTlcnecen al movimiento revolucio»
. nnrio que tenian tr.'tm'-ido cu la llahana (y que oportunamente se ha
L descubierto), el ru;d parece ser 9ci esteudia hasta nuestra corle.
f Todo esto lo hace nvihle la multitud de acaecunieutos políticos que
seloc^n, y prc('i-<amciiic en el mismo tiempo en (pie don Luis Bel-
tran de Lis vino de Francia, don Mrasio Oarcf^o de Inglaterra y el
Tizcondc de las Huertas díf la Coruna. TamMeii se halla' en esta fcor-
te el famoso Hcy de Valladolii) , y el terrible Álcenla, comerciaole de
Salamanca: estos dos úllii.iris se reúnen mucho con otros, y sus
confercnf*ias las tienen en el (M).ser\alurio del Rúen Retiro. Lo que
pongo en coHoi'ímicnlo de V. S. para 'os efectos con\enientes.s=s
Madrid 1.^ de junio de IHJü.^Sr. subdelegado principal de po-
lleíá.w***
Sobre cstn asquerosa dolar'ion, coya peregrina orlo-
grafía hornos consorvatln religiosamente, recayeron va-
rias providencias. En primor iofinr se destinó un cor-
chete de policía á que vigilai^e lodos los pasos del seftor
Gallego desde la madrugada hasta las doce de la noche,
y diese parle de todos ellos, de sus acciones, visitas, su-
gelos que trataba , etc. , etc. Fin so{pindo lugar se pidie-
ron informes de sus ideas y comlucta á ciertas personas
destinadas ¿darlos malos de lodo el mundo, y acemas de
(I) INi ei scñoi' Gallego fue diputado en las Corles de 13, Si» etc.,
,nl estuvo en el Paubr, ni emigro ú Ir^^lat crin, ni conocía á don
Luis Bcllr'in de Lis, ni ¿'1 vizconde de las üuertas, etc., etc., etc
Ts'Jo esto lo rabian muy bien lof r»nado;e« del enredo.
♦í
•
%aUt á Us auloridades eciesiáslicas do Valencia . Murcia
tGuadix, al comandante general do Zamora y al jefe de
I voluntarios realistas de la misma ciudad. Los prime-
ros vinieron, como se sabia que habian de venir , llenos
de calumnias } acusaciones voluntarias, en especial el
del famoso agonizante Fr. José María Diaz v Jiménez,
quien dijo entre otras lindezas que creia haon visto $1
nombre ael señor Gallt'go en la segunda lista de los maso-*
nes] qui* pretendió sostener la legitimidad del arcedianalo
mayor de Valencia contra la voluntad del prelado, que
justamente le negó la colación canónica, y que habia t>rr-
§0$ compuestos por él en sentido impio\ intputacioncs fal-
tiaimas todas ellas , y de las cuales no daba mas prueba
que su dicho. Do los informes pedidos ¿ personas impar-
dales, vinieron algunos favoiaules, y principalmente el
del provisor de Valencia, que era el mas iniporlaiito,
por ser aquella ciudad el punto donde* residió sirviendo
SU prebenda desde el año 2Ü al 21. lün él se hacia un
elogio de su conducta política v cristiana , \ de la ojeriza
do la gente exaltada que eu los periiSdieos íe ti ató }* per-
siguió como servil, Olnvs informes ó no llegaron , ó eruu
insignificantes, üe tod.)s estos papeles se bi/o el expurgo
acostumbrado, se arrinconaron los ra\orables, y solóse
agregaron al expediente los demás, con el ün de |kresen-*
tarlosal lie) y dar con ellos al señor («allego el golpe da
gracia, como infaliblemente hubiera sucedido ^i la Pro-
videncia no hubiera tomado á su cargo frustrar los pla->
ncs inicuos de sus calumniadores, ú pesar de estar fra-
uados en las tinieblas. Sucedió que entre los empleados
e la subdelegacion de poliria habia uno que condolido
del infeliz tan lorpemenle calumniado , dio cuenta de la
trama al amigo de e4e, el general Martínez de San Mar«
tin» á quien, por haber sido su jefe en ¿poca anterior,
conservaba afectuoso respeto. Kl general no solo advirtió
u au ilustre amigo que un agente de policía vigilaba nu
Ksos sin perderle de vista, sino que en prueba de ello
, I efirió algunos de los partes que aquel dabBi \u^^^ V%^
Bocliea, contaodo menudamenie sui o(HíTiiaotie> ^\xt^.^V'«
8
43
^I dia ; pero es el caso que en los tales partes no hab&i
iraa palabra de verdad ni podía haberla , segon laego te-
remos. Como por otra parte no era posible dudar de la
e3cactiiad de la noticia , discurrió- el sefior Gallego qoe
el satélite , en yez de seguirle á él, sin duda segoia i
otro sugelo , sin que pudieran atribuirse sus partes á la
intención de inculparle con noticias falsas» por ser todas
ellas de cosas indiferentes y muchas favorables al vigilado»
En efecto pronto averiguó que el perseguido no era el bi-
bliotecario del señor duque de Frias (bajo cuyo titulo ha-
bitaba en su casa el señor Gallego) , sino el archivero»
hombre de bien, realista y de buenas costumbres; equi-
vocación de comedia en que incurrió el subdelegado al
hacer el encargo al pobre corchete. Con esta seguridad
dejaron el señor Gallego y su amigo correr algunos
días» discurriendo entretanto sobre los medios de frus-
trar aquella trama clandestina; pero habiendo entendido
el general por el conducto consabido que en el último
parte se daba cuenta de que el vigilado llevó de la mano
a la escuela á un niño que le llamaba pa^lr^ » parecióles
que la broma iba ya haciéndose demasiado seria , y que
ya era urgente echar mano de una contramina que dcsni-
ciese aquella tramoya. Consideró el señor Gallego que lo
mejor seria hacer que llegase á noticia del Bey lo que pa-
saba » y al efecto se lo refirió todo circunstanciadamente
al señor don Juan Miguel de Grijalva, su amigo, y gran
favorecedor de cuantos en las diversas épocas hablan sido
objeto de persecuciones injustas. Enterado S. M. dijo i
Calomarde en el primer despacho: «¿Con que después de
» haber quitado á Gallego sus prebendas tratáis ahora de
«privarle de la plaza de bibliotecario que le ha dado
»Frias , y queréis echarle de Madrid , siendo yo quien
»le mandó dar el pasaporte para que viniese? Y es el ca*
)»80 que es tal vuestra majadería , que en vez de vigilarte
x>á él, vigiláis al archivero del duque! Tan malos soisco^
j»mo tontos. Hacedme el favor de cesar en semejantes
«manejos.» Con este tapaboca enmudeció el ministroi^*
^QObgrdó el subdelegado , ^ ^^^^xAv^ ^tí ^l archivo lospa^
dM¿ dtt tbs tlem[Mit Kivízo ^ o)^^ pasasen á
ik^áéX interesado, ^ áeii los -Ótfbtefya como an co-
\iiéaaíñon\o déidque soVíhs kómArBi. Algunas reces
& visto cara á cara co a varios de sos calumniadores,,
le han vendido ámisli id y basta cariño^ j sin embar-
lá tenido la gcnerosi daa icjé tío darse por entendido
ellos, resistiéndola t eotacion de darles en rostro con
informes de 'su letra; y pullo.
^Qué mucho que en i titdió de estos continuos cuida-
y sinsabores , dé esta Imeljqitina persecución de todos
nstantes , no tuviese el séfior Gallego tiempo ni hu~
para cultivar stis o& dptidpMis favoritas? Asf fue que
oda csla 6poca cóftipí olso íüiify pocos versos; su suerte
basta poco lisonjera {MÍ ]^rtiiitirle entregarse á duU
pasatiempos. ' -
Insistía entretanto el ieflor Gallego en sus solicitudes,
ya respecto al arce» jianato, porque cóniignadas sus
las por via de congrua^ sustentación al H. R. arzobis--
le Méjico el señor P'^onle, era muy diíicil conseguirlo,
I de otra prebenda qno, aunque (le menos categoría y
lucios, le pusics^^ en estado de no depender de sus
gos. A pesar de la buena voluntad del Bey, necesitaba
a cooperación cfica z- de quien pudiese neutralizar con
nflujo la malquerencia de Galomarde , y le halló en el
^r Gríjalva, á quien visitaba con frecuencia. Con esta
sion vamos á referir un incidente en que se verá c6-
por secunda vez'vino te'poesiaen auxilio de su hijo
nilcclo. Los sonetos so» de -buen agüero para nuestro
tá. Llegado el 10 de ocklvbrede 1830 se hizo páblico
Madrid que lá reina estaba de parto, y déselo qI se-
Gallego , conio todos, de saber el result'ádó' en que
interesada estaba h «ación entera, entró' en >el cuarto
señor &rijalva , que le refirió la situación átiígustiosft
Bey viendo cuánto se dilataba el ansiado alumbra-
^Qlo de su augusta espossf ; añadiendo que iba á acom-
ia y á «nimar á S. M., pero que le esperase álti, pues.
^ pronto la vuelta. Viéndose el señor Gallego «i^o^ ^«^
i4
entretovu en escribir en «in «^neto baaloncioM AMoattm
Señora t^ implorando tu auxilio m aquel iraiico*: dt que
ialió felizmente la reina pocaí horas oeapucs. El ioneto
qne el scfior Grijalva llevó ]f lejfó al Rey, era el tiguientek
«Dulce consuelo del linaje humano.
Madre excelsa do Dios, sacra Lucina,.
Humillado a tus pies la frente inclina
Con ardiente fervor el pueblo hispano»
Si nunca vierte lágrimas en vano
El que so acoge á tu bondad divina;
Vuelve» SeAora, al lecho de Cristina
Los bellos ojos , la piadosa mano.
Muévate de Fernando la agonfa^
Que en zozobra cruel pregunta, espera,
Vacila, temo, alienta, dosconiia.
De su penar los plazos acelera
Y antes que su fultfor esconda el dia
Agite el viento la feliz bandera (1).a
Dos meses después , S. M. conGrió al poeta tina ca-
nongía de Sevilla, á donde se dispuso á partir inmedijila-
mente. Tal vez este soneto tenaria algún influjo en el
ánimo del Rey, v en realidad merecía tenerle, pues cier-
tamente no pue(fc darse composición mas lin<la , mas cor-
recta, ni mas sentida: es uno de aquellos sonetos tan aca-
bados que valen por muchas composiciones- largas. Tan
aficionado debió quedarle el RoT, que cuando fue el sefior
Gallego á despedirse de ¿I, lo insinuó que hiciese alguna
composición al nacimiento de la princesa doüa María Isa*
bel que desemp<!tló en hreve tiempo con raro acierto, j
se imprimió cuando ya estaba el autor en su iglesia di
Sevilla, en .diciembre de 1830. Esta oda es sin duda ona
de las mas brillantes composiciones del seftor Gallego: do
^•mmma^-^^'
(1) Estaba anunciafTo qtíc nnor bandera pólonadii sobré t\ frMlon
de palacio» anandartn al público el nacimiento de on principe é
firíiiceJMí. > '..-'■. W| . '
45
fi^ego ni lai :K«l«ntia 4^ las cwij^ricionet de |V
1,'pero hay en dU nn plan tan'bíon distribuido»
macion tan grave « una ?ersi6cacioQ tan fluida y
, unas imágenes tan nuevas y sencillas \ y en
encanto tal « qiie no puedo leerse una vei sin
¡r leerla otra y otras « y sin que involuntarianicnte
m i después de leida , á la memoria , algunos de
^s. Empieza con un monólogo del rey en que pin-
inidad do las regias pompas en sentidas razones» y
Mite tono de GlosóGca melancolía:
^ Tal es de los monarcas el destino
r" e fascinada envidia
ambición de los. hombres insensatos.
Jtík\ qué vale, oh dosel, que al vulgo hechices»
hasta el don celestial de hacer felices
acibara el temor de hacer ingratos?
Iftgo lamenta la amargura do su soledad , tanto mas
sa para él cuanto mas triste contrasto forma con el
Í9 inquieta y plácida alegría que bulle en la eetanr-
de iu$ earoi hermanos á quienes da la suerte be-
In prole hermosa descendencia larga.»
inque por estar impresa y ser muy conocida esta
•icion, no nos detendremos mucho en ella, diñcil-
rpedriamos resistir á la tentación de copiar esta de-
estrofa, aunque no sea mas que á causa del lindl-
idro que presentan los tres últimos Tersos. Esta
ladera poesía , la que ofrece imágenes i los sen-
conmueve el corazón: lo derois no es masqua
^lo es dichoso un Rey » cuando depuesta
purpura enojosa .
' II le ofrece la filial ternura »
.eon su cara esposa
•as amables hijos circQjjidfdpi ^ ^^, ... |.
46
de inocente placer el taso apara.
Mas ¡ ajr ! que no fae dado
gozar tan alto bien al alma mia.
] Oh caántas , cuántas veces
soñó rni fantasía
Ycrlos correr con planta yacilante
por los jardines de Aranjuez floridos ;
en puro estanque á los dorados peces
con el sabroso cebo seducidos
á su mano atraer; sobre una rosa
sorprender la yersátil mariposa ;
6 ya afectando varonil talante,
de caña armados ó sarmiento rudo
honrarme graves con marcial saludo.»
Todavia es acaso de mas mérito , por la diGcnltad ven*
cida de csprcsar poéticamente cosas difíciles de decir» al j
siguiente pasaje. Besa Fernando por primera vez el tier-
no fruto de su amor y luego
«Al dulce beso
con otros mil le acarició Cbistiica^
Íue lánguida mirada
e vanagloria y regocijo llena
echó á su esposo, y luego
su prenda idolatrada
se paró á contemplar con faz serena.
I Con qué blanda emoción, con qué embelesa
los rasgos examina
de aquel gracioso, angélico semblante!
Sus facciones no vé, las adivina
con maternal penetración , en ellas
la copia hallando de sus formas bellas:
y en medio al gozo que su pecho siente,
el muerto brillo de sus labios rojos
y una cuajada lágrima en sus ojos
reliquias son de su penar reciente.
»Tal suele en (jtiAdftrrama
i
47
fUligiiiOBa teiiftpettad fermané
eñ leca itirde ael ardiente estío.
Yése la parda nabe desplegarse
tendiendo el manto lóbrego y sombrío»
y en ráfagas sin fln de Ti?a lumbre
el rayo serpear , crugir el trueno »
hasta que abierto el seno
rompe sañuda en túrbidos raudales »
que piedras, troncos , miosos arrebatan
con Ímpetu feroz... En breve empero
la nube pasa, j por el bosque verde
el sol esparce su esplendor primero,
8Ín que otro indicio apenas la recuerde
que en las tranquilas hojas suspendida
gota brillante en perla convertida.»
En este mismo afío de 18?0 tuvo entrada el señor Ga-
^ en la real Academia Española » cuyo digno secreta-
I pcrp6tuo es en la actualidad. Ya en el año de 1814
Ka sido nombrado académico do honor de la de Nobles
Íes de S. Fernando, cargo gratuito que ha servido con
eelo propio de un inteligente consumado , siendo en el
I consiliario do la misma.
Presidió en Sevilla su prebenda el señor Gallego hasta
lyo de 1833, en que volvió á Midrid á disfrutar las
aciones, y cuando en setiembre so disponía á resti*
rae á su iglesia le retrajo do hacerlo la aparición del
lera morbo en aquella ciu lad. Precisado á mantenerse
Madrid, obtuvo de S. M. el nombramiento de con-
}t del tribunal del ExLCUsado, vacante por muerte de
n Bernardo del Rio; y algún tiempo después, por as-
mo de don Francisco Ranero á la colectoria general de
tpolios, una nlaza supernumeraria de la Rota de laNun-
ttura apostólica, de cuyo tribunal era auditor honora-
(^ desde el aílo de 1820. Al ejercicio de la judicatura
slesiástica en ambos tribunales se ha agregado desde en-;
lices acá « el desempeño incesante de varias comisione»
anímente literarias > pues es de advertir , if \o ««h^oA
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por el mismo interesado, quien á nadie lo ocnhtj
mal resultado que patenli/ó la eipcricncia de las
que miró en otro tiempo como aiiomas inconei
sus diez y ocho meses de pribion y cuatro años do i
ro engendraron en ¿I tal aveision á las cucslioncf
terias políticas , que hizo firme propósito de no i
tomar parle en ellas en tiempo alguno, y lo ha cu
Asi no lia aceptado otros encargos que los liten
excepción de los ñocos meses que desempeñó la
de algunos periódicos en 1834, comisión que le<
lisimos ratos, y le confirmó en su resolución p
Los pocos artículos que ha escrito en la Revista
drid , y son las únicas producciones su^as en pr
llevan su nombre, han sido siempre literarios
menor tendencia ni alusión á otras materias. Por
casas muestras no podemos juzgar al señor Galle(
prosador, bastándonos decir que hay en aquellos i
suma corrección y un estilo notable por su sen
falta absoluta de pretensiones.
Entre las comisiones literarias de que arrilu
hecho mención, fueron las principales la do foi
plan general de estudios, junto con los señores <
na. La Canal y Liñan, que presentaron concluido c
meses; la plaza de número de director de estudios,
se restableció la dirección en 1835, de que fue ei<
durante el ministerio de don Joaquín Mart«i Lope
dando por real orden posterior en clase de jubilado ti
las prerogalivas y honores de la misma; la presideoí
comisión de examen de libros de enseñ;inza, y últin
una plaza en el Consejo de instrucción pública, que
mente desempeña juntamente con la presidcuci
Junta de estudios (le la Trinidad. Por haber sido|
tos todos los cargos y comisiones indicadas í e%
del de conjuez del Kxcusado, que tuvo en otro
una corta asignación y \a no la tiene , S. 'Sí. M
remunerar sus servicios* en 1844 con la gran c
Isabel la Católica , de cuya orden era conieodadoi
•ido3i.
49
'al ha sido la vida niiblica y literaria del sefior don
Nicasii» Gallü|^r), vida honrosa bajo ambos concop-
ie lo ha acus^ido de indolente, se le hu tichatlo de
1bcundo,4|)i^ra sin que sen nuestro ániín ) descar<^.ir*-
teramente de loda culpa rtn estos puntos, creemos
^tc es el caso de rocord.ir la tan snbida máxima do
18 obras dj la intcli^^cncia no so miden por la enn^
sino por la calidwl. Las del sjülor G:ill(*|^o son poco
irosas en efecto , liunque no tanto como genoraU
B se creo; miA tnmhiiMi eu cambio sn acercan ma-
no á la pcrrcccion. Ya hemos insertado en esta bio-
i alp^unos sonetos stiyos que jiistÜican este efor^io;
ieii le juslilica el si^^uientc que escribid con motivo
Mislacion de los rentos de don l'edro Calderón da
rea al cementerio de Sun Nicjiús:
«Gloria y delicia de los patrios lares t
Buen CaldiTonl de tu fecunda vena
El copioso raudal el orbe llena
Venciendo espacios y cruzando mares.
Difunden hoy tus dramas á millares
Las prensas de Lcipsiclc; los oye Vícna,
Y hasta en las playas bálticas resueoa
El cisne del modesto Manzanares.
¡Olí hispana juventud 1 Si al arduo cmpeff»
De hollar del Pindó la sublime altura
No te alentare porvenir risueño ,
Esa pompa , ese mármol te asegura
Con muda voz que si la vida ti iueHo
Siglos de siglos ol rcnoiAbre dura.» .
lie ningún poeta antiguo ni moderno conocemos com-
Clones mas correctai , prescindiendo de otros méritos
nios cuales no es tau fácil ni tan licita la compara-
k* Hemos dicho que no son tan escasas como común-
^teso creo las composiciones del señor Gallego, y en
^á muchos sorprenderá oirnos decir quo nosotros
">BM>i reunido suyas eu soGicieDtq número ^art (ot-
5a
mar un yolámeii no, pioqaefio. Tandiiea' aorpr^iiden
me este po^ta hd^ cnltivado coa inuy baea éxito gene
de poesía disíintos de la oda , la elegia y el drama , úi
eos eo que es conocido , en el primero , por; sus odoi
Voi de Mayo^ al nacimiento de la Reina j. alguna otra;
el segundo, por sus elegías á la. muerto do Ya reina d(
Isabel , á la de la duquesa de Frias, iñsisrta eu la Con
fúnebre ( y de la que , por ser tan conocida y univeí
mente celebrada, conceptuamos escusado decir cosa al
na) y en el tercero, por su tan. célebre Osear. ¿Qué
n^KS de decir también de este, cuando no. hay jó?ep
dían^mcnte lilcrato aue no Unga en la niemoria algí
4í^ sjus magníficos versos? Muy pocos saben por ejem|
que.l^a compuesto fábulas tau lindas como U fiiguieate:*
EL PADRE Y SUS DOS HIJOS.
APÓLOGO.
% *
«Del opaco diciembre en noeíie
un padre con sus hijos en voi aldta
al calor de la humilde chimenea
* '' lá% perezosas toras difertia.
A su itfd<i el menor se entretenía
de naipes fabricando un edificio
con meS'Cuidado y atención severa ^
que el famoso Ribera
trazando el phñ'del madrileflb hospicio^
£1 mayor repasaba
." » ('{toes ya cfl'^la edad de la razón rayaba)
' ' ' ' útá mugrienta Ustoria ,
' ' ' depositó de cuentos y dislates ,
'■ 'Sti lengua atormenlando y su memoria
'. ■ '^n nombres mil de reyes y magnalei.
'Mas juicioso notando
^ '' que tmos llamaba et libro fimdadorai
»
j otroi eonquiítadífrtil
jCuát 01 , dijo il papá , la difonodiT
Aqui llegiihan, cuando .
con fi;I¡i inocencia
<u travieso hcrmanito
3ufi acababa gozoso
e coronar su alcázar ostentoso,
saltftba de nlcgria j dalia un grite.
i í GolóríoQ ct miij'or M aliit víoUalo.
t ■ 'il ycrsu ínUcrruinpido < , f
j^dó un 8(>lo revea «rrojia.4Wiento
n. et faltoia pulido,
n-' 'dcjaedo ni [wttro nina tH dPKonnuqlo.
n>'< de vicr su amadit fábrica Bft ol sucio.
£1 padcc cnloncrs con amorío dijo: ,., - , ,;
«La rcsputtsla mrjar esU. e» la inaqo : , . .,
»et faniíador Av iiiipiirius os liA hi<raiju;iQ, ,
»y lú el congi4|i(it((4r ¿ Lt» cnliendvs t ^^^t\
Acaso sorprendiera Inmbicn á los quo solo conocen á
siro pocln por las pocas obras suyas que andan im-
las. qUQ Inya condenado á la oscuridad una composi-
I tan graciosa como la siguiente, y do un género tan
into del quo le ba dado U ■ulubnilád do quo distraía:
di H,oíji DE;.ttóNTisco. ■..;'..
qoe,nUí( WíHUfü'aj^t'.,: I,. .■.,•,■'■ ■
.idóíi^(|n,de iJ^lvo m%viA I.,.,.., „;.,^
Lcj^osdcl iinUím;afli<> . .,
we,flT";a|tí?,cl p¡()f-io cruel,, ;-
desdo el vallo á ^i calina ,,
del «Tenal al vargeJ,, ., , ■ ■,'.,.j
53
reugnada por laber
que ni suspiíM ni niegot
han de templar sa altirez.
Hija de un pobre lenlisco «
Toy á donde van también
la presunción de la rosa,
la soberbia del laurel.»
Si el señor Gallego hubiera qneritlo deJicaneal
ñero festivo, es seguro que en él hubiera dejado e^
lentes modelos, como lo e» su epístola en tercetos,
tenemos á la vista, dirigida á algunos jóvenes ptietass
gos suyos qufe habiéndole convidado á una comida e
dia de su santo, á que no le fue posible asistir, le e»
bicron entre todos una epístola dándole los dias.
.unque esta composición no pasa de ser un jugot
desconozco que ya va siendo pesado este eicrito
o resistir el deseo de trasladarla.
• ll : ■ ,
a m - ■
(ISlW-UCISlttlIE DE 1940.)! C;^ 1^' '
Roca, Vega «Bretón, Díaz, Bornea,
Recibí vuestro mélril^o billete
De prisa escrito on reunión pimplea.
Donde á favor del dulce pajarete
Y al rclintin de la espumante copa
. Ensartabais tercetos siete á siete.
¡Triste de a'^fif'que ¿oiideniadó á sopa
Seráfica y al ué<tjñ-'de lasfiidtit<á,^-l
Solo puede sii^fr Fóc^odo e^téfl^'^^ó
Tuve en xéHUA estittuRi^ Vfe.HrojüS^ntes
De acrecentáis Tifiíoble cómpdñT^"*^
Mas la lluvia, 'sij^EW;.cav6á torrente^»
Y fuerza fué del nutaiicio día" '" '
Entre memorias trilles y coúíüikü ." '
Pasar 'mIo hiafdtfvsctura y fria" '
c •
1.
55
Hát inflf aun las nesaa oue lu Masai.
Por in2|^*c[tle á\ escribir' Ircmnla manó' '
Tracé' en lüj^ar de 1<^trás semifasa^:
X i\o k6 que invicto el juicio sano '
El cjü'é inTcntó disuelta en agua pura
La inspiración do Apolo soberano.
Sube un pobrete cebando la asadura
El l^ndo arriba , ansioso de entusiasmo.
Sudando cl quilo por ganar la altura.
¿Y no será rechifla y aun sarcasmo
QuQ el Dios le ofrezca uu vaso de Hipocrene
'^IQüéle corte el sudor y le dé un pasmo:
Mejor quizá con la razón se aviolitf"'. '-- '
'De aquella chusma el delirar eterno '^
Que con brujas y espectros se entretiene,'
Y atormentada de furor interno* '
Desdeñando el favor del sacro monte (1)
Su aciaga inspiración pide a| infierno.
Mas yo me atengo al padre Aiiacrconté,
Viejo t,tíno y maulon que lo entendía
Mas qiiU el t^^lntor de Gama, ó Rodonionte.
Y con brindis de Chipre y Malvasia '
De las muchachas jónicas cercado
, Cajentaba >u dulce poesía.
' Théndido sobró el césped de un coTIádó
' ' '' l'Hxánja sicii de pámpanos corona
'*« m 'la 'botella ó el porrón al lado:
■n •» 'jvHi >5tis cdnlós báquicos entona,
^ '^Á'cfiío, cxiáVnioscas á la miel, acude ' '
^ "'plííiáí ñlnfes la turba juguetona.
' '' ' "^\ia que el beso 6 el pellizco elude *
'*"" V'sóVda á los halagos de áu Musa
'* '**Dc ^atraviesos brazos se sacude/ ' "
I ''• " D)í^pbmendo el rabel 6 cornamusa, .' ■
"•'"*^*róma ol porrón el viejo marrullero
Y con un par de sorbos la engatusa.
< • :
í'^Ptfí'tapücrtd jut óHQsatro monte qo m ^jle GW^<^¿,v^
VOMO VIH. '" * ' ^
^^Un 9¿bk ODiiura OS fópsii^
Seguid del tejo Anficreon láVtiilefíff
En prez y gloria di^l Parnaso. ibarp^
Y aunque no os acaloren nin£aa bellas y
Mas castos , si bien jóvenes , que e| yiejo »
Yibrad el plectro y destripad botellas ;
Que al aulce influjo del licor añejo
Correrán vuestros versos, como riqs,
Sembrados de agudezas y nraccjo.
Entanto yo sinjuventud, sin bríos ^.
¡Qué gracias ¡ Pesia tal! queréis quepi^Ripre
En estps metros lánguidos y firios , '.
Si a mas del cierzo que corrió en setiembre (1)
Contra mi buen humor veis conjurados
Él hielo de mi edad ^ el de diciembre?
Solo á vosotros , jóvenes amado;»,, , ^. . .
Es)[)eranza y honor ue las Españas, , , .,
De.Ciptip y de Liéo acariciados, ,
Os toca difundir por las exi^apaí^
El nombre de la patria que os'adoiiya;
Mientras envuelta en polvo y télarajta^
Descansa en un rincón mi ppbre lira.;
lO^
Un alemán, M. Hubber, que ha dado poticia de los
autores que actualmenie escnben versos ea JEspafia, bi
dicho que el seífor Gallego es iin mero ipaít^d^r^® ^^^'
tros poetas del siglo Xyi;.no lo creemo^^; .pero no es
este tampoco . el majjror desatino que . ha r^^r^lo dicho
M. Hubber , cuyas biografías de nuestros e^/c^ij^res con-
temporáneos están atestadas de especiotas f^p§ardas y ca-
lumniosas ; ño parece sino que para redactar jalgonas do
ellas, no por boca, si, no con pluma de ^ánap, .(Kilo ha te-
nido á la vista libelos infamatorios. Limitaadi^nos al per^
sonaje que ek objeto de estos apuntes, pfegjoi^tareffioi:
(h £1 del glorioso pTonumamLento^ ej^fú fív^ el auM(AÑ<9i''
MDiMd dé iras loflobtífeoi. i
£
¡i qaé ae parecen foi ^des á lof 4rti$ ; «1 W^mmif^
la Reina k Us conctonei it Hitrera j de Fr. luif Üf
Lfionl ¿En qué sus elegías al Doi de Mayoj k la Muerü
de la duque$a de Frta#« á las delmiimo líertetei y suf
contemporáueos? Ni en el plan, ni en el estilo, ni el en
orden de las ideas se parccep; solo tal yez en la pureza del
lenguaje y en la pomposa inagcstad de la entonación. Not
el señor Gallego no es un poeta del siglo XVI, aunauf
con frecuencia los recuerdan sus yersos ; el sefior Oallc*
go , como todos los hombres de al^uu vabr literario , ti^
ne un carácter suyo propio y participa de la Índole gene-
ral de su siglo. Oigamos las juiciosas reflexiones que ba-^
ce sobre esto el autor ya citado de la sucinta biografiá
de nuestro personaje , que se insertó en el Arti^ía. Oesr
Saes do citar una estrofa de su qlegia á la piucrte dcil
uque de Fernandioa , discurre sobre ella y sobre el CA7
rácter peculiar del ingenio de este poeta : la estrofa qué
da ocasión á sua reflexiones ca la que eippieza : ,
1
«Yiérase á aquel gemido
jicual bolla palma que derriba el rayo-u.»
.1
y concluye con estos versos: .. . j
«que en un mar de tinieblas sumergida ' '
»sm 61 se juzga y desamada y sola.»
Luego prosigue: «Este desorden, este desfüyLll(b«.lt
desinencia nnal del último verso de la estrofa^ ei^.^óé ii»
advierte la estudiada intoncion d^ ex^Tesar mejor el a}^
tmüento y soledad do aquella madre , pudieran bac^
nen papel en una composición del quevo géneroL, ,paef9
aunque pese oirlo al autor de esta elegía, huele i ronj^^r
tica desde el primer verso hasta el último..
oMucho pudiera añadir examim^odo .tas pocaa obras
ftf»
lÚí^WBiiá^U pkrá^^^^^^ íreanéidó; no ¿ ehr^
íj^at ñi á críticafe' las ]^6ésíasí del señoir Gallego, siiio i
iniítiifcsfoT qae sitr quererlo , y acaso sin advertirlo, signe
tío muy de lejos la corriente del romanticismo, qne re-
prue1)ay mira fcoAi.o una.* lastimosa corrupción del bnen
gil^io. Nó és él sold ciertamente: el ilustre autor del Pe--
layo , tragedia en alto grado clásica , lo es también del
Panteón del Esbórialy Wlla composición , pero de un gé-
ñerbuuevo 7 sin nombre conocido en la escuela anti-'
gtij ; obra romántica , si las hay, y lo que es más , com—
tltleílta en uii tiempo en que todavía estaba por invcntaf
á iiéñbminacíon del gtisto á que sin dnda pertenece. ¿Y
¿otilóse explican tales fenómenos? Del mismo modo que
él' éultéi^Aismo de qtre están contaminadas muchas obras
¿éi'Qáevedo y Lope dk'Ycga, quienéá'cn otras variaü
hafAát^ hecho Inás dé' xii^á vez irrisiodde aquel eslrafalarítf
^Móy dé sus séciíáttes. fisto cob3Ísftc eti que todos los
hombres, ínas d'tnldnó^, reciben por necesidad la ib-
fluencia de las ideas de su tiempo. Cada uno pertenece á
.su siglo, participa del gusto' ¿«oiinai^tev q&e cunde hasta
rpor el aire* qne -80' respira^ y adopta sin geñtir parte de
sus mantas y extravagancias por ridiculas que sean á los
ojos de la raion imparcial, conío süéédb'Cóiá' las nlódásr
que repugnand.Q al principÍQ,, acabáis por agradar á sus
mismos censo^s.Ét mayor 9^ delá literatara
.ánglesa, que dé ciiarehlá aífós acá ^ há difundido en Es-
paña , y, sobre todo el ^ust9 alepian que , aunque por d
» éWtíttó^o puro 8é trád^ haif pror
páffM^ViCelbccidéhté'Vlle EtirOpaf íá's obras de Schilld*,
Kdtz^büé; íiodtfac y t)trós , ha abi^to ^n duda este' nue-
Hn&'^l^iiuibó'á las ideasf y máximas literarias (^ue dirigéhi
Má'Üéhei^árrdaá de' m escritbreis del dta , y de cuyas olM^
: StHb'M'^poslIeiídad será en último resultado juez im{^a^
y cpmpelente.» **■ * ''*■
aiirpi^j^tctTiifdáréfftfe'siesta noticia biográBca sin insistir
^V'ü)i''Vjabihentí[V«ík la especie' que apuntamos al pripdP
Wd^;'y ^uk tiritó hofa^aalpérsonaje de quien escribiAóM.
m'mltt OMléf^^á^s \\^ to\iQoA.t^V^v\dia ; jáiniíf W
HPftleada na ingenio on ialiriiar da palabra ui por. eacri*
^twa9 compafieros de profesión; al conirario, para lodoi
laaido na amigo , mas queun amigo; para unos ua herma-
10 f para otros un padre. La dulzura y sinceridad de su
i^ácter , &u reputación de excelcnlo critico , le han gran-
eado haco mucno tiempo una especie, de judicatura litera-,
ía que todos respetan y quo solicitan haala los mas díscolos,
ius fallos , dictados siempre por la mas recia intención
mida á un gusto esquisilo, forman autoridad entre los
lombres mas eminentes. Muchas veces los señores Quin-
ana, Martinezdc la Kosa, el duque de Rivas, el rondo
le Toreno le han sometido sus obras , honrosa confianza
Iue él hj pagado» exponiéndoles concienzudamente su
ictámen, prononiéndoles enmiendas, y castando en ellas
\l tiempo y la intensa aplicación que pudii'ra emplear en
rebajos propios. El mismo Arriaza ^ que jamás oía con-
iejos donadío, adoptó mas de una voz las correcciones
le nuestro critico, l^os que tienen como nosotros la hon-
a de visitar familiarmente al seflor Gallego , habrán vis-
o siempre cubierta su mesa de o6ra« que juzgar , de ver-
laderos memoriales en quo se le piden correcciones, de
oas mamotretos en fin , muchos de personas desconoci-
laa» que la mesa do un ministro. Esta voluntaria magis-
ratura le ocupa muchas horas al dia , poro le produce el
>lacer do contribuir á que desaparezcan los lunares aue
leilucen las obras de mérito que se le confian. Muchos
Mrimores que celebramos en otros poetas , son obra suya^
>o esta verdad ofrece un ejemplo insigne la inffoniosa
átira titulada Proclama de un toUeron, Su autor , vargas
^nce, era también como Arriaza poco dócil á la crí-
ica « y harto se resiento de ello la primera edición do su
iUda obrita ; sin embargo , el señor Gallego logró con-
vencerle de los varios y notables defectos que la afecta-
Htn; y como lo faltaso tiempo al autor para corregirla,
ligó a su amigo quo hiciera lasenmienaas, y reimpri-
niese enmendada su sátira. Cumplió éste puntualmente su
encargo , y on el prólogo de la segunda edición , hecha
NI y«lcnci{i en ISSO» deapu^» d« U iii«wV« ^\ i^Nm\
9ff
atrlbnjó á éile \in correcciones que exdiMiyameiite ertn
obra rayat Mas pudiéramos añadir, pero baste lodiclio
parra probar que en el señor don Juan Nicasio Gallego
yt$\e tanto por lo menos , y merece en verdad tanto apre-
cio j consideración el hombre privado como el célebre
poeta.
•i
I
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■ . 1 ■ J •■ t - • • •
■ f
i'. * ..' .■: ■'
■ I
m illarquM Vtu&o nt Íponte)o0«
AA apreciar debidamente los esfuercosy el eelo deeier*-
liombres , que han estado al frente del gobierno econó-
> délos pueblos , es preciso considerar por un moraeii^
10 solo tos abusos y los vicios perjudiciales introdact-
en aquel , sino hasta el aspecto material de las ciada-
mas populosas. No es necesario que nos remontemos
t>ca muy distante; pues en tiempos que los presentes
os alcanzado, y aun bastante recientes, la instmecion
l)eneficcncia publicas se hallaba*) en un completo aban-
íf i pesar de que la caridad ¿ ilustración de nuestros
ores habian dotado estos objetos con pingües rentas,
istado de la mendiguez era tal, que hizo lerantar el
> á ilustres patriotas, formando la descripción de las
nmbres y hábitos de los mendigos, el fondo y el argn-
to de algunos romances célebres. Aquellas reírlas de
Ja mas necesarias para la comodidad y salubridad deil
idario , no eran conocidas ni aun en muchas de naes-
iprandes capitales. El empedrado en todas ella? le en-^
raban en un oslado de incuria , entregado eonlpleta-^
;é á la voluntad y discreción del diputado á qalefi, se^
^áctjca de los ayuntamientos perpétaps, sétóAláW
|ilCiír|r6 qae daba origina liknltitiid(ib<ftttbf¿4ii^
to mas fscAüdAkisos. r naalo mayoreí oan h negBgeiicia
T abandono ron qne §e hacia este serricio. Las aceras em-
I>aldo$ada$ era cosa absolatamenle desconocida « y ana
rairadji con al¿rjna prevención, con molivo de haber ociit«
rido desAtios entre caballeros que las dispalaban,} de
haber dado labrar i la formación de una pragmática. Del
alumbrado solo diremos, usando de la espresion feliide
un escritor . que estaba reducido á lo meramente necesa-
rio para distingnir la oscuridad. £1 establecimiento de los
serenos solo era conocido en alguna ciudad mercantil, ha-
llándose limitado en la corte t otras capitales de proTin-
cia, á un solo guarda que recorría de noche las caliesen
que los comerciantes tenian establecidos sus almacenes.
Las fuentes públicns erin muchas de ellas muestras del
frusto depravado de los artiBces que las construyeron, J
de las personas que dispusieron y dirigieron tales obru;
y en ellas al mismo tiempo que se habia descuidado com-
pletamente la belleza de las formas y la elegancia de lai
proporciones , se habia descuidado también el abundante
sorlido de las acuAS« la comodidad del Tccindario t délos
transeúntes, y el orden que debia establecerse éntrelos
aguadores públicos. Los mercados se hallaban cntcramealf
abandonados á la soberana roluntad de los Tendedores»
quo se colocaban en los parajes que mejor les parecía, ha*
hiendo en muchas ciudades tantos mercados ciuntaseraa
las plazuelas y prajes mas frecuentados: asi sucedía ei^
pecialmente en Madrid, donde todo el rigor de los anlK-
|{oos corregidores no habia podido chitar el desorden» h
incomodidad » la falta de decencia , la mala distribución de
los puestos y el aspecto miserable y desaseado de estos.
Parecerá increíble ia resistencia que oponían este desorden
y este abuso; pero bastará decir de que recientemente)
siendo corregidor de Madrid el difunto don ladeo Ignacio
Gil, necesitó ésie toda la firmeza de su carácter , y contar
antescAiQ la voluntad espresa del monarca» para hacer iras-
Jadar^ en presencia suya y por medio de operarios que tí
lUWQ.miBdaba, los cajones que se hallaban cdpcaáoscí
II RW w ^Vi U^, \i%^o ^r«ba U di6c^ltad de tod* rt-
i
fonna od esU parle, «nsi como hemos indicado, aunque li-
giamente, la necesidad perentoria de ella.
Los ayantamicntos perp6(uos , á quienes estaban con-
fiadas muchas de las atribuciones relativas á la policia ur->
baña,, comprendiendo esta la de las plazas y mercados, la
uQipicza de las callos , el alumbrado ae las mismas y la bue-
M calidad de los articules del consumo público ; los ayun-
temíontos perpetuos que recaudaban los cuantiosos arbi-
trios destinados ú estos objetos, dirigian los diversos ra-
bos confiados á su cuidado con arreglo a reglAnienlos yor-
denanzas antiquísimas , en su mayor parte raidos en desu-
do, y en la restante, inconvenientes y desacomodados a
la situación de los pueblos. Kl mal no consistía solo en los
tbiisos que el tiempo , los hombres y la falta de celo ha-
l)ian introducido, sino también en las reglas incongruen-
iis y absurdas que dirigían todas las partes de la antigua
administración nmnicipal. Por eso se clamaba hace mucho
tiempo por la revisión y reforma de las ordenanzas mu-
nicipales , y por la corrección ó nueva formación de todos
iquellos reglamentos, que exigiesen los diversos ramos
del servicio público, dentro del circulo de las atribuciones
municipales. En la (poca del año de 20 al 23 trabajaron
so poco muchas diputaciones provinciales en estos obje-
tos, y en proponer al gobierno lo que pudiera necesitar
de la apronacion de éste.
Madrid ha servido siempre i todas las ciudades y pue-
lilos del reino de modelo en cuanto ¿ policía y gobierno ;
J^ por el estado en que ambos objetos se han encontrado en
á tapital , puede inferirse el que tendrían generalmente
en las demás grandes poblaciones del reino ; debiendo úni-
eamente hacerse escepcion de algunas, aunque muy ¡Kicas,
en que el gusto de sus naturales, y la ilustración y volun-
tad ümnimoda de sus gobernadores políticos y militares,
Sttpiian los defectos de los reglamentos, 6 impedían con Re-
moza todo género de abusos , sabiendo rechazar cuanta re*
siétencia opusiesen el egoísmo , el espíritu de rutina y la
bslolidei!. En este caso se halliibau B^trcelona , Cfidiz i ílh
liga Jf alguna otrt plm,
Por lo dicho pnede formarse una idea, aunqaeligerif del
aipecto general aue ofrecería Madrid cuando tan acerta-
damente fué noiBorado corregidor de ella el Marqués Viu-
do de Pontejos, en cuja biografía vamos á ocuparnos, dan-
do de este caballero las noticias mas importantes , j de su
administración y de los proyectos que planteó y llevó á
cabo, todas las que pueden dar una idea de su mérito j
hacer conocer su importancia.
Don Joaquín Vizcaíno nació en la Coruña el 21 de
agosto de 1790. Fueron sus padres don Vicente Vizcaíno
Pérez , del Consejo de S. M. y su fiscal en la Real Audien-
cia de la Gorufia ; y doña María Antonia Martínez Moles
Valdemoros. Después de haber recibido en la casa de sos
padres la educación propia de una persona culta y de un
caballero, fué dedicado á la carrera militar, que siguió
por sus grados sucesivos hasta Uegar al de capitán de ca-
Balleria. Su origen ¡lustre le facilitó recibirse de caballero
en la Orden de Santiago , con que fué agraciado por S. M.
Dotado de un ingenio claro, de una gallarda uffura, de
singular espresion en su semblante y de los modales mai
distinguidos y elegantes , se hacia estimar por un don es-
pecial , de cuantas personas le trataban , y era uno de los
jóvenes que ocupaban un lugar mas distinguido en las prior
cipales sociedades de la corte, á donde una casualidad ó las
obligaciones del servicio lo condujeron en 1817. Por aquel
tiempo contra! jo matrimonio con la Excma. señora doña
Blariana de Pontejos y Sandoval , marquesa de Casa Pon»
tejos y condesa de h Ventosa ; y con este motivo abando-
nó la carrera militar, retirándose en la clase de capitanda
caballería.
A los 27 años de su edad , poseedor de muy pingües
rentas, con todas las prendas personales que á tantos sir-
ven de estimulo para la disipación y los placeres « y ea
una situación opulenta y feliz que embriaga y corrompe
á no pocos, se dedicó el joven don Joaquín Vizcaíno i
perfeccionar su educación, á cultivar su espirita coala lee-
tura ;¡r ol estadio, y á dilatar U esfera de sas ideas y d0 m
BBpenencití cop los viajes. El objeto de esto« fué m iü*
I
tracción, 7 el proTccho cpie de dios sacA, correnpondift
en fcrto & 8us «losóos. Miontras qiio en Pnrls , on Londres
en otras cnpitnlos buscan algunos jóvonos los goco^ de
a vida, y una ¡nstruorion escasa y siiporlicial, adquiriendo
al misino tiempo hábitos y costumbres estrañas, que les
hace después mirar con desden las cosas do su patria; Viz-
caíno estudiaba en ellas los progresos de la civilización y
el rcfínamiento de la industria y do las artes, fijando, como
buen patricio , mas particularmente su atención en todos
aquellos objetos que pudieran tener aplicación en su pais,
Jque fuesen acomodados á su situación y á sus necesida-
es. Este tino particular del joven Vizcaíno , no la permi-
tió que su espiritn divagase, y contrayéndolo á lo rerda-
deramente útil , y á lo que era positivo y aplicable, lehiio
adquirir conocimientos de la misma Índole, que sa catego*-
rfa social y los importantes puestos que después desempe-
116, le permitieron poder aplicar en beneficio de su pais 7 de
sus conciudadanos. Ya puede suponerse que no se conten-
taría con tomar una idea superficial délos adelantos de todo
fféncro , que se presentaban á su vista en los países estran-
¡eres , sino que los estudiaba detenidamente , informán-
lose de su procedimiento y mecanismo , de sus ventajas»
de su utilidad práctica v do los ensayos sucesivamente ve-
rificados hasta llegar al grado de perfección en que se en-
contraban. Oía y comparaba los informes que le sumiuis-
traban los artistas y personas inteligentes en diferentes ra-
mos, á quienes frecuentemente trataba. En sus viajes, se
¡reponía á un mismo tiempo su instrucción y el servicio
e su pais.
Se bailaba en esta corte nuestro marqués , cuando los
acontecimientos políticos del año de 20 vinieron á sor-
prenderle. Si era grande el interés que le inspiraban el
romento y prosperidad de su patria , grande era también
el qnc debieron inspirarlo unos sucesos que preparaban
y anunciaban á Espaila una época de felicidad y de ven-
tara. El sefior de Pontcjos profesaba ideas liberales , no
íb el sentido vulaar de esta espresion, sino en el qñe de-»
Ikn darle los nobles sentimieQtoi y ú UtMltntlMteAaiBik
dÍ8tin|^do patricio. Por carácter y por educación, era
enemigo de todo esceso» de todo desorden , [de toda licen-
cia popular , pero aborrecía de la misma manera los es-
cesos del poder , la arbitrariedad de los gobernantes, y
el desprecio de las leyes. Hombre de orden , como bacn
militar, amaba con ardor, por^ii exaltado patriotismo^
la libcrlad de so patria, inseparable del orden público y
de la obediencia á las leyes, y precursora de su felicidad.
Aunque no obtuvo en aquella época ningún cargo pi^Jyli-
co, porque su amor á la independencia personal los había
mirado todos con cierta repugnancia, fue de los primeros
Jue corrieron á alistarse en la Milicia Niicional de Ha-
rid en el arma de caballería: su inteligencia y práctica
en esta y el sinffular aprecio de sus conciudadanos y de
sus compañeros le elevaron á la clase de comandante de
uno de los escuadrones de esta capital, y en cuyo mando
se distinguió por conciliarse á un mismo tiempo el res-
Íeto y el aprecio de sus subordinados. Pocos militares
an manifestado en los mandos de la Milicia Nacional,
la habilidad y el tino que manifestó Pontejos. Sabia man-
dar y sabía hacerse obedecer ; pero sabia también ha-
cer agradable la obediencia, y acompañar la forma del
mando con las condiciones propias de éste , en un insti-
tuto en que se manda á personas de todas clases j^ catego-
rías, que solo están obligadas á la obediencia mientras M
hallan en las filas, y que ni en estas dejan de ser todoi
compañeros y conciudadanos. El reglamento de aquel
tiempo reasumía los términos y formas del mando en lis
siguientes palabras: como ciudadano que manda á ciudn-^
danos. En cuantas ocasiones lo exigió el orden público j
la defensa de las instituciones nacionales, se halló áPoa-<
tejosal frente de su escuadrón.
Aunque no había servido ningún destino público, m¡
contraído por consiguiente ningún compromiso persoaal.,
con todo, la circunstancia de babcr sido jefe en la Mili-*
fia Nacional t no podía menos de inspirar recelos y d|nr¡
COAÍianxa á un gonierno reaccionario y por consigimvle,
mpiüVh JM9 pw wto CMantP por^^u^ jao pffdr«w.ifKfit
nos de deuígradarle y llenarle de disgusto los desárde^
nes j atentados qne acompafiaron ú la reacción , determi-
nó ausentarse do España y por algnn tiempo viajó por
Francia é Inglaterra , continuando siempre sus mismos
estudios, y animado del mismo espíritu de indagación
quo habia manifestado en sus primeros viajes. Cuando el
gobierno de España, por una necesidad imprescindible,
se hizo mas templado y pudo adquirir la fuerza nece*
saria para contener los cscosos de su parcialidad, el se«t
ñor de Pontejos , que amaba con ardor a su pais, pudo
volver á esta corte, donde continuó ocupándose en em->
pVesas útiles y en el fomento do las artes é industria.
Admitido poco después ú instancia do varios amigos su-*
vos en la Sociedad Económica Matrilense, desplegó en el
pmo do esta útilísima y patriótica corporación los senti-
ttiantos que lo animaban por la lehcidad del país. En
todos los proyectos, en todos los planes de esta Sociedad
Idttaaba una parte activa y el mas vivo interés: en todos
Tos establecimientos que de ella dependen , se proponía
introducir las mejorns qne sns viajes le hablan dado á
cinaocerj y que algunos de aquellos necesitaban. Tenia
utúl idea particular acerca do las necesidades de la indus-*-
Tria en nuestro pais: estaba persuadido de que aunque
Iodos los ramos de ella debiesen estar exentos do emba*^
iftikos y de trabas que impidiesen su fomento y progreso^
iün emnargo algunos de ellos , es decir, los quo eslnvJe-*-
^n destinados á satisfacer las primeras necesidades , loa
Silo se hallasen naturalmente favorecidos pr circunstan*-
as especiales , los que fuesen susccntlbles do mejoras y
de perfección sin necesitar para ello ae ningún privilegio
^i ao ninguna protección del gobierno, esos mismos do-
blan encontrar en este, y en las corporaciones patriótica!
y en los particulares benéficos , los medios y recursos do
qne hubiesen menester : en suma , miraba con mas sin-
Sular predilección la industria que se ocupaba en la pro*
acción do objetos comunes, y si se quiero groseros,
|ue la que por medio de una rara habilidad y do esfuevu
di individuales, prodnce objetos que til (u^&eu Qom>:v^
t
9
tDir UDtfoeiitesv^anederiaaezaealai circamtAiieUi
da nnestro pais t ni pueden tuUar la puerta abierta en
los mercadog estranjerpi. Una fábrica ae lienzo caaero,
de esteras, de calzado , de knantas de todo género» y da
becerrillos , eran en su coccepto mas dignas de proteo-
^on» que las de ricos tapices y de porcelanas, objetos
estos últimos, que no son de un uso general, que supo-
nen un gran adelanto en la química aplicada á las artes,
y respecto de los cuales hallaríamos eu los mercados es-
tranjcros, rivales con quienes no sería posible competir.
Esta era la doctrina que eu esta parte profesaba el señor
de Pontejos, y la que dirigía su conducta tanto en la So-
ciedad de Amigos del Pais, cuanto en otras corporacioaei
á que perteneció.
En la escuela de i^ordo-mudos, que se halla á cargo
y dirección de dicha sociedad, no pudo nunca aprobar el
señor de Pontejos qne.á los alumnos de aquella, se les
diese una educación no conforme con su clase ni acomo-
dada á su suerte fulii^ra. Para ello quería que el estable-
^pimiento no se bailase montado icon lujo respectivamente,
ni que hubiese en (A tantos credos, ni que fuese iaÜe-
£fiidp el tiempo do Ja instruc(;ion , ni que se acostombra-
49. á aquellos al regalo, ni que se les ocupase esclusíva-
mémieen un solo, género de industria, esto es en la ti-
pográfica, mant^nieido para filio una imprenta á la cual
^•gobierno ha íjui^ipislcado todos los enseres y útiles nt-
icarios, y en cuya imprenta no es posible cóncíliaf lo
que requierei la ooseAanssa do los sordo-mudos apreodi-
ceSy Oon la utilidad inmediata y material del cstableci-
(ildeDto;.por manera, que si se pretende aumentar los pro-
ihictos'de la imprenta^ no [mede esto conseguirle sino
descuidando, la iCaseAíanza de los alumnos^ y haciendp os
mal uso de los enseres que el gobierno generosamente ha
facilitado: bajo el protesto de que se favorece á un esta'
.blecimiento de beneíicencía , se adquieren obras que de
.ninguu modo contrUiu ven á mejorar ni á perfeccionar b
instrucción artística de los infelices sordo-mudos, cuja
^Aseibiftfa seria mas completa y se veriüc&ria natas ,pipA-
9
■
tó, ti M énrluett á alganas de las baenas imprentas de
esta capital» donde podrían aprender el arte con toda
perfección. Pero ¿por qa£ han de ser todos impresores?
¿No habría algunos que pudiesen instruirse en otros ra-
mos de industria 6 en algunas artes? Ks preciso confesar
de que ni se tiene presente el interés gonóral de la in-
dustria, ni el que reclama la suerte de estos desgraciados.
El marqués de Pontojos estudió á fondo este estableci-
miento, quería corregir los defectos de que adolecen su
orffanizacion y administración; pero su celo halló obsta*
culos insuperables en el csptritu de rutina ó en los inte-
reses personales: contra estos se estrellan en nuestro
pais los mejores proyectos y los pensamientos masútiles,
sus esfuerzos solo le ynlieron disgustos y sinsabores. Sin
embargo , á su actividad, á sus humos deseos y á su ilus-
tración reconocida , todos hacían justicia , y la Sociedad
económica le hizo también la que mcrccia nombrándole
Sor su director , cuyo cargo desempeñó con satisfacción
e todos sus individuos.
No habia un proyecto útil ó de beneficencia que no
fudiese contar con la cooperación de nuestro marqués,
'ormada en esta corte una sociedad para mejorarla eduj-
'cacion del pueblo, fue uno de sus fundadores y de los. que
'con mas afán trabajaron en su establcdmiento ; fue uho
délos que con mas calor promovieron esta feliz idea; Táh
uno délos que mas contribuyeron á que las personas mas
distinguidas de la capital y las de todas clases, favoreqié--
sen los objetos de esta sociedad, con suscriciones. En
prueba de esto bastará decir qii.í según acui^do de dichfi
sociedad se dio á una de las primeras escuelas quQ sp
fundaron el hombre de PonUjoí, para perpetuar la' li^e^
moría de este insigne patricio, y con ella la gratitud de
'sui conciudadanos. Lu época Wias notable ertla vida del
señor de Ponlejos fue aquella, en que sin pretenderlo ni
solicitarlo, fue llamado á ejercer el cargo Ue corregidor
de Madrid. Las circunstancias eran entonces difíciles, y
leguramente en su elección no se tuvo ^rcseul^ ^Vtik
' i&ea J|ae háe hallar una pert óna que goxa&e Aft Vbl ' «ín¿-
•
paacioa piíhUca* ; delprntigio neuutío úmm^ «
pktiuáKCp j macho mas cuando los ánimoii te díiIiÍo ^-
.itados, j d deaconteiito y el disgusto domina. Clnyfvda^
que no pudo hacerse una elección mas aceriad^i., V^Vl^^
esürafio cotonees el marqués á las parcialidades qqe ^iii-
cipiaban á dividir al gran partido liberal» qÍD¿unoera
mas digno que el de reunir en si la confianza delgolii^r-
no y de sos administrados: ninguno tampoco podía pooio
corregidor de Madrid ,. confiar mas en su popo1ai;¡dad[«
que el hombre á quien siempre se habia yisto ocupado e^
objetos de utilidad pública, y en proteger y fonientar á
Jas clases industriosas.
La mendicidad fue uno de los objetos que llamaron
jcon preferencia la atención del ilustrado corregidor. Des-
de luego, para cstinguir esta plaga, y este germen fe-
cando de holgazanería y de vicios f y con el designio de
recoger á los mendigos para hacer de ellos ciqdailaiios
.i^tiles y quitar de la vista del público el espectáculo |re^
pugnante de la miseria y los andrajos « sé pronuso tom/H'
^P^r base de su obra alguno de los establecimientos de
caridad, quq hay en esta corte, y que ampliado t csI^ID-
diáo conforme á las necesidades presentes J i^v^ td^r
]lfuitos introducidos en esta clase de establecipiioht(>s» no
^(Uvieae tos inconvenientes y dispendios de .una nneñ
/updacfon. No faltan por cierto en Madrid. <|s.fa^lecimi^
los Áe beneficencia, debidos al espíritu religioso dc).p^^
Vosn^ayores; pero es innegable que losmasiseba1Iai^)Bf|l^fHi
justado de lamentable penuria, y que su adm¡nUtráGÍO|Piy
reglamentos se encuentran muy lejos de correspon4ér i
las necesidades del día. Ya se deja entender que b vo-
luntad de los fundadores, el espíritu do rutena y los iola^
reses privados, opondrían una tenaz resistencia ili^obn
rque proyectaba el señor de Pontcjos. Bien conoció esiOf
j desde lucffo, aunque examinó el objeto, estado econó-
.mico y localidad de cada uno de los establoeiimentosds
caridad de Madrid, pensó en dar á la casa de bencGc^*"
^cia, conocida con el nombre de Hospicio de Sanfern^B-
jfp^ . íoda U estonsiou q¡üLe XQO^Uj&tía. su ob^etoi yl|i qi{ ' '^^
11
'4ú ri htíú wbhhíitíúénlñ MpáclólA, yt introdociettdo en
M •dminbtracioQ el orden y método conTenientei , y
^acomodando el iilan del establecimiento y sus roglai á lo
aie requería el nuevo proyecto. Parece que siendo el
os|i¡cio fandacion real , y hallándoso por conriguiente
bajo la dependencia inmoaitita del gobierno, seria á este
fácil» acceaiendo á las instancias de la primera autoridad
local do Madrid , introducir en este cstahlccimiento las
mejoras de que era susceptible, y quo lo h¡cit*sen acomo-
dado al bcnálico objeto que se hubia propuesto el señor
de Pontejos. Pero las dilicullailcs que li.illA, Iv hicieron
abandonar esta idea, aunque por cierto ningún otro esta-
blecimiento tenia tanta analogía con el que proyectaba
el corregidor. Kl Hospicio recibo pobres de amí)os se-
X0S9 destinándolos á diferentes ocupaciones, enseñándo-
les oficio en las diferentes fábricas que en el mismo lo-
cal hay do tejidos de lana, lienzos, puntos, bordados»
hilados y otras: ¿ los muchachos se les da educación y en-
acña un oficio, y á los ancianos ó imposibilitados se les
cuida con esmero y caridad. Siendo el objeto de la funda-
ción, el socorro de la humanidad en las dos taporas de la
vida en quo es mayor el número de las necesidades, esto
é%, en la infancia y en la ancianidad, fácil es comprender
que ni los ancianos ni los muchachos pueden ocuparse en
trabajos muy prolijos, que necesiten un largo aprendí-
fajo y quo ^fuesen productivos al establecimiento. Por
consiguiente, algunas industrias ha sido preciso abando-
narlas á poco tiempo, después de haber hecho considera-
bles gastos en montar máquinas , comprar útiles y her-
ramientas, disponer los talleres y acopiar primeras ma-
terias: esta suerte han tenido los fábricas de paños, man-
' tones de señoras llamados de Vicuña, los almlvares y
otras ; debiendo advertirse quo los mantones eran esce^
lentes y muy buscados, y que como género de comodidad
y do abrigo , la moda de ellos se hubiera perpetuado.
' Respecto do los almi vares, nunca tuvieron aceptación,
porqao la limpieza do manos de loa hospicianos no lo%
' fceottiendaba. Las labofM pues d« este' <^«ln\AiM\n£L«v^^
Tova MU. S\
4íu sido ««mp^e to8$M 7 ff^miíifVSP^WgkítA
mismo tiempo para iacilitv el aespfxnq d^ ^fa^ i MpÑ^
derlas á bajos precios, con lo que se. ha coDSegviMo j^ n^
mismo tiempo perjudicar quiza á otros estab^dj^ei^tf^
de particulares, y no obtener de ellas la casa la ntilioiid
Sue debia. Todo esto , que era una consecuencia forióa*
e la fundación y del reglamento de ella , servia á sa jun-
ta directiva y protectora , y á los empleados de la niiiin^
como un medio de resistencia para oponerse al proyecto
del señor de Pontejos , á quien pretendian demostrar IO0
inconvenientes y diücullades que impedian la realittdon
de cada una de Ids mejoras que se proponía introducir ea
el Hospicio. Ai interés personal ,. bastante favorecido con
exenciones y privilegios, se anadian las circonstanciii
de no hallarse el Hospicio bajo la inmediata dependen-
cia del ayuntamiento de Madrid ó su corregidor y de'qne
las facultades de este destino no eran entonces tan am-
plias y espedilas como necesitaba la empresa que proyec-
taba Pon tejos.
Constante éste en su propósito , y no desalentado por
loa obstáculos que le ofrecían en sus primeros pasos A
egoísmo, se propuso fundar un establecimiento con airs'
glo al plan que había concebido. Ya esto le fué aias ficü
contando eon la cooperación del avuntamíento de Mi-
drid, y de las personas mas ilustradasiy respetables dc^lt
capital. El gobierno no podia dejar de deferir á una p/o*
puesta tan útil , y que aunque contaba con algunos loesr*
ros de su parte, fundaba principalmente sus esperum*
en el producto de las suscriciones voluntarias, en el ^
los trabajos c industria de los acogidos, y en las donacio-
nes que so hiciesen al establecimiento.
En el aiio 4e 1834 llevó. á. electo el marqués vil^ i
de Pontejos su proyecto de fundar un Hospicio bien
lado, quie desde luego tomó el nombre de Á$ilo de
iieidaí de ian Bernardino, por hallarse establecí^ e»
•ol convento de este nombre. Desde luego se adnáii9; os
ésto ostablectoaiento á cuantas personas se pres^iÍM^
FoittotariiiMiiidV ]p«c^ «^)a d^OB pennanefiy. Mpif'^
giendp pobres, lleyasen siete años de residencia en Ma-
Aft3 , y los úifios qae tnyiesen seis afios eumplidos de
edad. Desde luc^ se mandó recoger en esto estableci>-
Auento á todos los mendigos de cualquiera edad y sexo»
asi forasteros como naturales 6 vccmos de Madrid, i
goienes se encontrase pidiendo limosna por las callos 6
casas. Esto se llevó á efcctu en nmy pocos dias, cosa que
nunca habia hecho el Hospicio, á pesar de las continuas
T cuantiosas limosnas que recibía, de la protección qno
merecia de los reyes y del gobierno , y de las exenciones
y pi¿\ilegios de que gozaba.
A la entrada de un mendigo en el establecimiento,
debe depositar el dinero, alhajas, navajas ú otros ins-
tmmentos , conservándose el dinero en la caja de ahor-
ros, como primera partida de la cuenta del fondo de re«
serva , que á cada uno deberá entregarse á su salida del
establecimiento. Hay unas brigadas do depósito, donde
permanecen los forasteros hasta percibir sus pasaportes,
y los que deben permanecer en el establecimiento hasta
sa clasificación. Los mendigos forasteros son socorridos
Un el establecimiento hasta que se les entrega el pasa-
porte para que pasen á los pueblos de su naturaleza: tan-
to en este caso , como cuanao se presentan con pasapor-»
teSt son socorridos con la ración de pan dd día en que
salen. No podrán salir del eslableciinienlo si no mando
Erneben tener oGcio ó modo de vivir que les proporcione
i snbsistcncia sin mendigar, ó cuando sean menores de
edad, cuyos padres, familias ó tutores tengan con que
mantenerlos, obligándose bajo su responsabilidad á cui-
dar de que no vuelvan á mendigar.
Los individuos acogidos á esle eslableeimiento se ha-
llan divididos en cuatro sórios, que son: de hombres, mu-
jeres, niños y niñas. Kslas s6ries s^* siibdividen en bri-
Sadas, y estas en es(Miadras, compuesta cada una de diei
quince personas. Cada brigada tiíMio un jefe y los ca-
bos necesarios: para las escuadras de mujeres hay cola-
doras. Los jefes de brigadas y cabos son escogidos entre
"fes de mejor conducta y aplicación, y los primeevo%tsAjnk
¿M curtoi &rios. Después de ser clasificados, ee decir,
deatioados k la brigada i{ue les corresponda , se lea eorU
el peio^ 7 se les ooíiga á lavarse todo el cuerpo , para lo
cual hav bafios á propósito : son reconocidos por el mé*
dieo del establecimiento, por si padeciesen alguna enfer*-
medad contagiosa» en cajo caso serán trasladados al hos-
pital. El estanlecimiento les da un traje uniforme y una
libreU en que se anotan las prendas de vestuario que re*
ciben j la cuenta de cada individuo: todos llevan ostensi-
blemente el numero de la serie á que pertenecen.
Hacen tres comidas al dia ; las horas del almuerzo
j la cena según las estaciones, y la comida á las doce y
media. Después de comer y cenar dicen una oración degriH
eijf • Se levantan al amanecer: se les da media hora para
recoger las camas , lavarse , peinarse , vestirse » y pasar
lista iior brigadas en sus respectivos aposentos: en segoi'
da almuerzan , 6 inmediatamente entran en el trabajo, que
dejan á las doce. A esta hora les pasa lista el inspector,
y después de comer descansan hasta las tres, que vuelrea
al traoajo. Desde que cesa este hasta la hora de cenarse
les ocupa en lecturas , ejercicios piadosos ó lecciones par*
ticulares. Alas nueve se pasa lista por brigadas en los rei-
Sectivos aposentos, se hacen las camas y se acuestan. Lof
ias festivos se reúnen por brigadas para oir misa. Cott'
cluida esta hay una plática ó sermón doctrinal , ocupándo-
se.hasta las diez en la enseñanza de la religión cristiaaa.
En seguida se pasa por el inspector lista general i y se patt
revista de camas, ropas y demás prendas y efectos: concloh
da la revista descansan hasta la hora de comer. — ^Por la
tarde queda abierta la iglesia para los individuos qae de^
aeen orar.— -Cuando ci tiempo y las atenciones de la caía
lo permiten, salen los pobres á dar un paseo reunidos por
clases , y acompaftados de sus respectivos jefes. Despoai
del paseo se ocupan en lecturas ó ejercicios piadosos*
Los nifios se levantan algo mas tarde. Al primer redo-
lile de tambor, deben levantarse y vestirse con silencio:
si iepináú y doblar catla uuo %\k ^ua.v. al tercero , fonaar^
■e«l|wdte«itM fiará UsreYutasaae debea paiar los je-
fes de las Mgadaí , iiupeccioiíaDao laa camu ijaa enea
mal dobladas , las prendu de estas y vestidos rolos j fid«-
tas de aseo, ele: al coarto, so dice la oración de la maBa*
na , que recita en alta voz su director ó personas que le
sustituye , y que los demás deben oir en silencio forma-
dos en pie , al frente de sus respectivas camas , y con U
cabeza descubierta; y al quinto, bajan al patio para la-
varse la cara y las manos y peinarse. Después de almor-
zar van á la escuela para asistir hasta las nueve á las lec-
ciones de leer y escribir: á esta hora se toca el tamborpara
que los jóvenes destinados á los talleres salgan para sua
respectivos locales. A las doce el tambor los llama á la es-
cuela, á reunirse con los demás y pasar la lista , que debe
Iirccedcr á la comida. Después vuelven á la escuela, y á
os talleres los destinados á ellos, según la estación. Des-
pués de salir de la escuela descansan hasta la hora de ce-
naren verano, y en invierno continúan sus lecciones. Des-
pués de cenar indica un redoble que cada uno ocupe su-
puesto, formado al pie de la cama: otro que hagan osla:
el tercero, la oración , que deberá decirse como por la ma-
ñana: el cuarto, acostarse, y el quinto t silencio, que no
debe ser interrumpido en toda la noche.
En el comedor , en la escuela , y generalmente siem-«
ire que pasan de un local á otro , deben entrar formados
e dos en dos por brigadas, y en silencio , con sns respee-
vos jefes i la cabeza. Los dormitorios están alumbrados
irante toda la noche, y uno de losbrigadas, encargado
\ la observancia del orden y del silencio , debe mantener-
en pie hasta una hora después de acostados los deroas.
Las niñas se levantan á las mismas horas que los nifios,
)lan inmediatamente después sus camas ; y en seguida
Wvao, peinany asean bajo la vigilancia de su directora,
>n asistencia do sus celadoras. Pasan revista lo mismo
los niños , y oyen de la misma manera la oración que
la la directora. Concluido el almuerzo, van á dar un
o por la huerta para evitar las consecuencias de nna
demasiado sedentaria, esceptoa<|aettuq^«|!^!^it:^
... *^ .•
^^oas por tárno ¿ la limpieza y asco de los dohdtorto
Í7 otrias lacnaA c<)iis¡^ru¡<*i:i'.\s. De ocho á diez se ocupan c
as lecciones (le Icrr " : sv::li»¡r, y de diez á docCj en 1
labores propi^is dr .sh^iL'm». Antís j dr!)pu<*s do comer líe—
ncQ recreo; y ¡tor In («irdi' se (!ru|»nii en In misma fomna
Íue por la KiailMiia. D^'^lr (jüi' al/¿ui laslnhorcs, hasla la
ora de C(*niir, se ihiricnn por la huidla, ó se cntretiencii
en juc{;os aní'ílo(r(js á sri (mI.mI , ni su dcpartamcnlo. En Lo-
dos los arlos se las oI)li^a a guardar silencio, y á hablar
cutre ellas en lodas otrasiones , v\\ voz l)aja.
Nln(;uii<) esUi dispensado de trabajar, á no ser por en*
fermedad, óiinjiediment) reconocido por el médico del es-
tablee! Uiíen lo; e.n eii)oraso pasará á la brigada de in6t¡'
les, <|ue s(m de.slinados á alguna ocupación análoga ám
éslado físico.
Cada cual será d(;slinado al oficio, á que selc conii*
dere mas á propósito, habiendo al efecto, y con la Un
de generalizar varios ramos de industria, el mayor núme-
ro posible, de talleres, debiendo ser preferidos los deifr
efU-
. propordoBi'
do á su aptitud y uplicacion, de cuyo importe no se leí
éñtrcgcá semanalmcnte masque una suma que no esco-
da dé dos reales, abonándoles el resto en la libreta ip^
caria acogido tendrá , con el objeto do formar á cada W
uoi foñdó do reserva para cuando salga del estábl^mi^
to: los empleados en la candela y las mujeres destiiu^
i las costuras y otras labores productivas, devcDganá^
su libreta la cuarta parte del producto que •obtengáis. Loi
destinados á acompañar los funerales, cuando se solicitot
que serán los mas aseados y de mejor conducta, devengí'
rán el 10 por 100 de la limosna que por este acto recibí el
establecimiento^ abonándoseles esta suma en su libreU*
Cuando un acogido sale á trabajar como pcon por cuento
dealgunjtarticalar, debe dar este á beneficio ie\éÉM¿A'
niiéatd'lá cáátidad diaria c((xei !a ^%^!\^^<^X^üii^nfl^
17
^%iiti áeogiiMi 8é «MreéaiVi ti fondo da reierta que á m
hytsr resulte « i ras ]>trféAle8 hAsta el seftando grado in-r
closive , siendo tiohres, y en caso contrario quedará- á be-
neficio del Qstabíecimionio. La»grAlificacionosqiie8ocon-4
<!ediA á los hortelanos, inoxo de parte, ordenanzas, lavan-
lleras Y otros , no deben osreder de dos rs. por semana»'
para mrelar la suiiía f(ue cada pobre tenp:a á su disposi*
cioh, y evitar el mal nso de mayores cantidades. Los uíAos
80n destinados á oficios, conformes en lo po*$ililo ú su in-
Clina(;ion y profesión de sus padres, procurando difun*
¿irehtre ellos losconocimientos industriales, vclamorá las
lurtes. Para estimular k los nifios destinados á aprender oii-
tío, ^le por su aplicación se hagan acreedores á una re*
compensa , se los abonará la cantidad scu)nnal que se crea
justa, próvios los informes dehnaestro del taller y del ad-
ministrador. Cuando los niAos hayan llegado á aprender
al oficio i que se han dedicado, serán examinados |H>r tres
niaestros^y hallándolos aptos ]uira ejercerlo como oficia-
les» se les expedirá un certiñcado que lo acredite, dnhien*
<l6ébnfinuar Iraluijando en el establecimiento on añd des-
paeÉ dé haberío obtenido. Conchudo oslo tiempo , sé en-
ttt^ el establecftniento do buscarles cohM*.aüion en losta-
HiM de la capital, 6 fuera de ella. Kl importe del fondo
da reserva qué hubiesen adquirido hasta aquel tiempo, se
Ahpléaí en utilei de su oficio, ú otros efectos que se 1-es
^iJIrégan al salir dM establecimiento. Para gi'neralixar mas
^aprendizaje dé diferentes oficios, se permite á los arte^
lános do Madrid que elijan aprendices entre los nifios del es-
fibleeimiento, con arreglo á condiciones bien entendidas y
j^romaa detalescasos. También se permite que salgan para
letvir dentro do Madrid como criadas 6 niñeras á los in-
dividuos de ambos st^xos, á elección de las pers(mas que
lo'^liciten, siendo personas de arraigo , y que responuan
del individuo que se llcveií i su casa , del traje y de la ter-
cera ¡parte del salario, qne será para el establecimiento,
cuidando de que las dos terceras partes restantes seenmieen
en la reposición de los trajes, y en objetos do utilidad
dd acogido: por reg'Ta general no so pernúVQ ^^^Vift^jbr
18
Bcs ie empleea tnú fervick» de koaihreft wIm, i m mt
i|oo por su boen comporUmicBlo y coadncU arcMhda»
sean dignas de esta concesión. El admfaiistnidor y iino*
íoT de nifios deben visitar mensulmenle á los jÓTenoi ont
batan salido del esUblecimientooomo oficiaks. pan celar
soDresu condacta y aplicación» y, sí necesario loeae» do»
terminar su vnelU al eslablecimiento. Los mismos caUU-
rán igualmente de los jóvenes que estón aprendiendo ofi-
cio fuera del establecimiento , y de los bombres , mojevas»
niños V niñas empleados en la capital, para consenrar so-
bre ellos una inspección continua y juagar de sa condacta.
El capitulo 5.* del reglamento trata dd servicio intor:
rior y esterior, que se arreglará por el inspector con fUS
ayudantes.
Para el aseo y salubridad, tanto de todas las estancwf
y oficinas del edificio, cuanto de las personas, ae eatablisr
ren en el capitulo %.° reglas muy oien entendidas, cvjl
observancia se vigila escrupulosamente por los jeíés 4s
brigada, cabos 6 inspector.
La instrucción de los niños tiene por prineipiil oÚftr
to el desarrollo de sos CM^ultades (¡sicas é intoiaQ|«a|(N^
inculcándoles al mismo tiempo , por medio de lecten
escogidas, reglas de buena conducta y amor al tn^Sj/h
En las horas de recreo se les proporcionan juegos (ñfl^
násttcos para ejercitar sus fuerzas. Los pifies ealanpflr
didos en dos clases, á saber : superior 6 inferior. lA.ffir
mera se compone de todos aquellos ^ue.á su entrad^/*
el establecimiento saben leer y escribir: la segupdil.rljb
todos los que no se hallan en este caso. La enaoAáni(a ^
se dá á esta última clase comprende la lectura, escnlpni
primeras reglas de aritmética y doctrina cristiana .JJili
clase superior se perfecciona lo que los alumnos If^
aprendido en la inferior, y se les enseñan unos íigVW
rudimentos de la aramática castellana , los elementos di
geometría , y el dibujo lineal aplicado á las arles y éír
cios. Las lecciones de b clase inferior son dtaríaSi y Jf*
do la superior tres veces á lo menos en la senoQS. tf
caéit d^Bf H escolien \iara anudantes |M|uellos ,^ lÍP
i9
dittia|iieDpor m apUeacion y progresos. El paso de la
claae inferior i la superior, y la elección de ayudantes^
80n el premio de la aplicación y buena conducta. I^ obe-
diencia es la primera obligación que se impone á los ni-
fios. De los progresos que hagan dará el director cuenta
todos los mcseSi haciendo especial mención de aquellos á
quienes deba ampliárseles la instrucción por observarse
en olios disposiciones particulares. Vara Tomentarla emu-
lación entre los alumnos, hay exámenes cada seis meses,
y i los mas sobresalientes se distribuyen premios, que
consisten en medallas ú otros objetos. A estos exámenes
asisten todos los acogidos al establecimiento. Las mismas
reglas se aplican á la educación é instrucción de las ni-
ñas, con las modificaciones que exige su sexo. Cuantos
adultos do ambos sc\os soliciten asistir á cualquiera de
bs clases que haya en el establecimiento, serán admi-
tidos.
Las penas y recompensas que establece el capitulo 8.°
previenen cuantas faltas y delitos pueden cometerse por
loi acogidos en contravención á lo que previene el re-
glamento. Las primeras se varían en muchos grados, en
^proporción á tas faltas que pueden cometerse: todas en
l^ncral son suaves y templadas, y están marcadas con un
adió de humanidad: no se quiere afligir sino corregir;
mnguna es aflictiva, y en su mayor parto consisten en
privación de recreo y salida, en encierro de varias . cla-
S¡ «n recargo de servicio, en privación de sueldo t ó qn
"dida de destino retribuido : como la escala do las fsi-
li. tiene que ser muy prolongada forzosamente en. un
ilablecimicnto de esta clase, por lo mismo las penas dp-
U^ Tañarse en igual proporción. Las recompensas ooñsis-
9 principalmente en mención honorífica delante de to-
^^Jas brisadas, en permiso para salir del establecimicfi-
I en destinos menos penosos, cu ascensos y en gratifi-
uóncs pecunia rias.
^ara la buena administración del establecimiento,
a 8U cuenta y razón, para el cuidado de los ñiflas y
^ tiiAas, y iv Is» rona> y enseres ^t \a ^Bi^,^ Vw..^^
lláii, nn medico y un {iractlcahtc > Étíñ loa prétíÜM imi'-
rieados sabaltcrnos , cujas rcipcctÍTas atribaeloaéá ke
aetallan en el rcglamcntu. estando toda^ en la tfaáa pnú.
fecta consonancia.
Los domingos se p(^r^]ife á las faáillías de los aéogi-
lios que loK vCBíi en el paraje destinado á este objetó', j
á presencia del portero (i de otra persona, con ODJftfo'Je
impedir desórdenes, 7 de <|iie reciban efectos 6 Tfreret
perjudícialcí á su Satud, A que contravengan á lo qaedi»-
pono el reglamento. El admihlsiradof puede bajo sa ret'
pontabilldad, modificar estas medidas en favor de los que
por BU condacta mcrcüran una esecncion. Una rét ti
inéi pueden salir )os acogidos á ver a sos familias, de-
Ménao estar en el establecimiento antes de anpchecer;T
sentando el portero la hora ¿que cada uno' sé preSeñU-
Mo puede ninguno ¡lernoctar fuera del eslablecimieilll)
sin permiso déla autoridad protectora.
' ' El nniformb de lós hombres ctftisístc en cháqnétt j
riánUfon de baño nardd cóú botóbit/s btancoi.tida elbóp-
'fee dtjléstábledtíiiéntd, 6 narifalondé fleiiitf en V¿mé,
'ibñwlr¿ro ion étiiobibre del ¿stablccimieutb V ii6tUVo
Jb'la íirie; hliikf j cintiirnn. Las mtiiétes USari tÑl,ji|-
ftób j sajra de tnt&itnetia, ton escudo al brazci Utráftnó,
qoí ét)nljene'eI'¿áómbredoleilábI¿cimi6ótóy (t'atttt-
tÓ'dé U sirié, tnijia'flaefo al cnello, otro en la cabezi ;
üá délaiit^I, ta irOpa tntiírlor dé todos es decente ; \i M-
ttAlit. Lod níllbí llenen la tíiismá ropa que lo^ tioi^brts
' IfiébbB él iatñhíéttí ; j las nifíai ígúules [irendaS ^Ue Ui
fdiljerés. Lá^cáíAís son cúmodas.^csla'u decentesjtKl-
dál, babféhdo en ¿AdÜ btígáda UD espfjo; para cada coi- 1
ti'Ó'ipérdobai'ún' j)lÜÍb de manos, j ¡jara cada índÍTldDu
S peine j on cepillo. El almuerzo consiste en un coir-
ón dé pan éK una s<Sna bíervondimcnlada; en la comi-
da se loa ai un potaje de nienettraü y pétalas, condiin^Á' ¡
' ^dó ton cabciíaB de carnero ó grasa de animales; i uoi
lito d^^a: en la cena Sé les dá también líri pot«> '« I
IpmMntf J pátaU, conJ&OAttaAá ^qu aceite; y aimK- I
91
(eron de pan. Se yarta do potajes; y en ciertas fcsÜTidá-
dos notables so dan comidas ostraordinarias.
A muy poco de hal)erso fundado este establecimiento
8C conocieron los relices resultados que producía: desde
luejjo desapareció líi mendigue/. Así lo reconoció el ve-
cinoario de !\Indr¡d, que cooperó á esta gran obra \\ot
medio de una susc.ricion , que escedia á las esperanzas
del ilustre fundador.
El fisUo de mendicidad de san Urrnardino^ ha sido y
es uno de U.s establecimientos notables de la capital , que
los forasteros y estranjeros han visitado con curiosidad,
y han celebrado con entusiasmo. VA señor Mesonero Ro-
mano, persona tan entendida en esta y otras muchas ma-
terias, se esplicaba acerca de este establecimiento, á los
pocos meses de su fundación, en los términos siguientéí:
«Por fortuna llegó el momento en que no satisfecha la
autoridad con reconocer estas verdades , y á pesar de ios
graves obstáculos que se oponiau á su remedio , dio t\
primer paso haciendo recoger en el convento de sañBer-
nardino á todos los pordioseros, proporcionándoles én
dicho asilo ocupación y subsistencia , y prohibiendo é&-
Í tesamente la vagancia por las calles. Mfíiy pocos meses
leva de existencia este benélico instituto, y ya el pueblo
de Madrid reconoce unánimemente sus escelentes restrl-
tados. El paso mas importante está dado va ; ios inconve-
nientes que la ignorancia 6 la mala fe quieren oponer se-
rán vencidos ; los sacrificios de la candad bien dirigida
bastarán muy luego á la completa perfección dé aquella
obra, y el celo del seilor corregidor actual tan demostra-
do en esta ocasión , sabrá dar al benéfico entusiasmo del
pueblo la dirección conveniente.»
A pesar de las calamidades y penuria de ios tiempos,
-j de la movilidad del vecindario en una corte, la suscrip-
ción se ha mantenido por' Wcho tiempo, y sesan noticias
aun continúa en un estado regular. En díciemnrede 1841
lo visitó el seftor ministro de la Grobernacion, acompa-
ftádOi entre otras personas, del sefior don P&lilo Msy&V^v-
tKi» Un iniéMgMte ea ' toaos los tamos d« luiltxjmjQfa ^
i
beneficencia p^Iica. Este seffor cfktadió j publicó á niiij
pocos días el resuUado de aquella tísíU, j del asilo w
san Bernardino dice: «Creación de nnestros dias , debida
origiDalmentc al celo de la Suprema junla de Caridadane
entonces cxislia, y á la actividad y los esfuerzos dcnn Le-
néfico patriota, cuya pérdida lamentamos, está ahora tamr
bícn csclusivamcnte al cuidado del ayuntamiento por me-
dio de su comisión de BencGccncia, y sostenida por los fon-
dos destinados á esta , co;i el auxilio de las suscriciones
voluntarias, que ascienden aproximadamente á 13,000
reales mensuales; nadie ignora el objeto de esta instila-
ción , y que es uno de los mas importantes progresos so-
ciales de nuestra época. Sobre una base cstrecba y mez-
quina, aunque en terreno espacioso , se lia tratado de
proporcionar habitación, oGcinas, etc., necesarias para
un establecimiento de esta clase. Ha sido preciso edificar
aumentar considerablemente el edificio; y sin embargo .
a estrechez de las habitaciones, talleres y otras oficinas,
está á la vista con todos sus inconvenientes. Por otra
parte, lo que se ha construido, nuevamente tiene por lo
menos la apariencia de provisional. Para recorrer y cxa-
minar detenidamente todo lo que se contiene en aqoel
vasto establecimiento, fue preciso al sefior ministro em-
plear no poco tiempo.
;»Lp examinó en efecto, comenzando por lo relativo
á administración, cuenta y razón, y servicio personal;
no tuvo que desaprobar cosa alguna inpiportante. Hay
solo cinco empleados con sueldo fijo , y entre estos 10
cuentan q1 maestro de los niños y el director de talleres.
También' esta circunstancia es un adelantamiento mo-
derno, fecundo en resultados útiles. Yió S. E. comer
primero á los nifios, y después á los jóvenes adaltosy
ancianos de unoV otro sexo, con la separación conve^
niente.la calidaa y cantidad dealimentos, reducidos esto^
ásopa y menestra de garbanzos y patatas, otra menestra 3^
pan porla noche, y sopa por la mañana, pareció suficiente?
y ¿juzgar por los rostros, señal inequívoca de la naturales'
/¿r ^ al)iui(l9i)C|ia de aL(\ue\\Q^.^t;g>x<cA^ ^^urar9o qué no 1^
ú
l^ákimipl; t fáé igiitl ¿Attétfo At ntfiM dé ló k|t«rilw |^
nái «éombdido de la t^oblációfl no préMtitariA uii aspeen
tó dé sanidad tan general como presentan los qne etis«i
icñ en san Bernardino. No dejan de notarse defectos é
incoDYcnientcs qac toda la energía y esfuerzos de los in**-
divídaos de ajrunlamiento , y el celo de los empleados no
pueden remediar enteramente, aunque cu gran parte ios
hayan disminuido.
n Faltan ropas, y especialmente faltan ropas y camas
para los individuos recien entrados, ó que existen provi-
sionalmente en los depósitos. Sobro todo debe resultar
perjuicio para la moral particular do los individuos re*
cogidos allí, y para la pública» por la difícil, sino imposi-
ble» separación completa de sexos , atendida entre otras
cosas la necesidad de salir unos y otros para diferentes
servicios, la sUuacion local del establecimiento y la espe*
cié de gentes reunida alli. Sabemos que se ha corregido
este vicio considerablemente ; pero dudamos que se haya
estirpado, y que pueda evitarse del todo. Sin embargo^
en el estado en que se halla aquel establecimiento, pue-
de decirse que llena sustancialmcnte el objeto á que esti
destinado, merced á la asidua vigilancia y á los servi-
cios de la corporación 6 individuos que lo tienen á su cui-
dado.
)>EI régimen administrativo y gubernativo, al cargo
del teniente coronel don Ángel de Montoya, se acerca ea
cnanto puede ser al arreglo militar, distribución en bri-
gadas, estados do fuerza, ctc.^ctc. ; todo conforme al
arreglo dicho, sin que en ello veamos perjuicio alga-
<^o. La fuerza total, ó sea el número de pobres exis-
tentes actualmente en aquel Hospicio, asciende á 1123.»
£1 crédito y fama que á poco de establecido llegó á
^ener el asilo de san Bernardino^ se estendió muv enbr^-
á todas las provincias del reino, donde los gobernad<K-
civiles y las corporaciones populares quisieron tener
Copias de sus estatutos ó reglamento para que les sirviese
^« modelo. A este fin lo imprimió el señor de Pontejos,
^iinque siempre con el carácter de proNimoiiaV^Y^i»^'^
u
yfoyaelob perbedon de ^m era c«p«x. 1h$ffuuiusfm^
te, euB qoe impreso el expresado regUmento , es muidbn
reriiiaie y aue no se halla , paes parece qoe se ignora el
paraje donde se halla depositada la edición.
Kn diferentes ocasiones se ha proyectado , entreoirás
BMJoras que pudiera recibir el a$ilo de tan Bernariimo^
agregarle una enfermería ó asilo para ándanos valeUidi*
narios 6impedidí)s, yprincípalmente sn trasladen en par-
te 6 en el todo al hospicto general , donde también se agre-
gasen otros establecimientos análogos. Este pensamienlo
nos parece escelcnte y feliz, porque ademas de las raso-
oes de conveniencia y de economía que asi lo aconsqaní
se CiciUtaria en este vasto establecimiento la introdnceiei
de aquellas mejoras que boy son conocidas en los estaÚa-
cimientos estranjeros de igual género. Pero como antei
hemos indicado el interés personal y d egoísmo^ tan ha^
hiles en los medios do asegurar su provecho , no dejarís
de oponer obstácoios capaces de entibiar la solidtod del
goluerno, y el celo do la corporación municipal. De todof
modos la gloria de haber sido el primero que planteó y fiuH
dó en Madrid un establecimiento de beneficencia, en qnsif
recogieron todos los mendigos^ con provecho de estos yda
la moral núblíra , nadie podrá disputársela al ilustre nstf^
3ues Viudo do Poiitojos, cuyo nombre se conservará nni-
o á las niojoras mas importantes quo en diferentes n*
moa del servicio público llevó á efecto en el corto espa-
cio de su correKÍnruinto: oíros muchos proyectos prepa-
raba; [>oro le faltó el tieiii|io, corno por desgracia sucede
frecuentemente entre nosotros á los hombres de masiloi*
tracion y mas celo.
Una do las circunstancias que mas acreditan la acU**
vidad y ürnie decisión que dislinguicín ni señor de Pon*-
tajos, es la sin^^ular y rara en Kspana do que teniéndole
fecha do 3 de agosto de IH'M la Iteul orden de la croacioa
del asilo de san Ueriiardino, ú poco mas de un mes eaír
pesó á recibirsu cuuipliniienlo ; y el M de setiembrecs-
Iraroa lo$ mendigos cu el nuevo establecimiento.
en naestro país , despaes que m^ nan ITeTado á cfbo gravh
461 empresas, quo el pcnsamiooto de fi^edar ua nueTO
iiospicio para recoger a lodos loa mondisos era anti|^o,
que lo ideó ú proyectó tal ó cual corregidor , que coope-;
t6 esta junta ó aquella corporación; pero es indudable
que sin la energia del señor marques , no se hubieran alla-
nado los muchos obstáculos que se oponían á esta fun*
dación, y que sin su celo, solicitud y esfuerzos, no «4
habría llevado á cabo. La justicia y la gratitud han colcH
cado su busto bajo un templete que se halla en la huerta
de donde le arrancaron nuestras miserias políticas. — ^En
las oficinas del establecimiento se conserva un Álbum, quf
se presenta á los visitantes para quo escriban alli algu^
pensamieu^p ú observación como memoria suya.
Otro de los proyectos que promovió y realizó fue el
de la Caja de Ahorros. Ya tiacia tiempo que las personas
ilustradas y benóficas echaban de menos en nuestro paif
esta clase de establecimientos quo tanto influjo tienen en
el espíritu de economía y de moralidad, y c|ue tan grandes
yentajas producen, la miseria general hacia cada vez mas
necesarios estos establecimientos. Varios escritores ha-
bían Uesado á formar sobre este punto una opinión gene-
ral, esplicandola organizazion y resultados. El gobier-
no habia mandado su establecimiento. LasSocieda^s Eco-
nómicas de Madrid y de Cádiz habian anunciado prembs
al autor de la mejor Memoria sobre este inioortante asun-
to, que en ambas Sociedades obtuvo don Francisco Que-^
vedo y san Cristóbal. En Jerez de la Frontera, el instrui-
do y laborioso marques de Vil lacréeos trató de realizar
este pensamiento , y aun parece que lo llevó ¿efecto. Poro
siempre y en todas partes se hania tropezado con el in^
conveniente de no hallar empleo bastante productivo para
los capitales recibidos en la Caja, por consiguiente con
la imposibilidad de poder asegurar ú los deponentes el
pago de sus réditos. Para allanar esta dificultad capital,
se concibió la idea, única posible en nuestro actual estado,
de combinar las operaciones de la Caja con Us dftV iíwM
t • ■ • ■ 1 .
lia Piiáái. MMéetúÁéhíú MAAtr6b|e6 qoc «Unlt dito ¿é
un Bijglo de existencia , y de nn crédito nadca deiineiityo.
Al efecto, se dispuso que tas peqüeflas samas recibidas
en la Caja pasasen al Monte , ganando nn interés de 5
tor 100 , para qao las colocase en préstamos particulares
ajo la garantía de las alhajas de major valor que conserra
en depósito. De esta manera, se asegura la Caja de Akof'
roi el empleo hasta la mas minima suma, se asegura tam-
bién su posesión sin existir en Caja, y se asegura bajo la
Sarantia del crédito del Monte de Piedad, y do las alhajas
epositadasen él. Como era preciso, al mismo tiempo ó
antes, fue autorizada de real orden la junta administra-
tiva del Monte , y á solicitud suya para p«>der exigir, en
los préstamos q 'JO verificase, el interésanual de 5 por 100,
como igualmente para recibir con este objeto dinero i
préstamos bajo su propia responsabilidad, y sin que el in-
terés que abonase fuese mayor del que exigiese por lof
empeAos.
El seíTor marqués Viudo de Pontejos, en los pocoi
dias que dosempefíñ el cargo do jefe político de esta pro-
vincia, reali/6 este benéfico pensamiento, debiéndoseáni
celo, á su ilustración y á su amor al bien público, que el
gobierno fijase la atención en un asunto tan digno. Li
reina (jrobernadora tuvo á bien nombrarle para primer
director de In Caja de Ahorros , pero habiendo cesado es
el desempeño de la jefatura política , ces6 también en ef*
te encargo: muchas de las personas que rcconncisn lu
recomendables Circunstancias del marqués, juzgaban íd-
dispcnsable su presencia en la Junta de la Caja^ y mani-
festaron deseos de (|uc se remediase este inconveniente:
el gobierno lo reconocía así , y en adelante fue nombrado
con satisfacción del público. La Cuja de Ahorroeeñ uno i^
los mayores servicios que le debe el vecindario de Ms"
dr id .
No podemos dejar sin embargo de hacer mención le
otros varios que prestó, durante su corregimiento, ji^
las principales mejoras que introdujo. Una de eljas loe
1m naem numeración de U« ^%t^s >[ la variación en lo*
Áombres ae álgwas calles. Bespiecto délo primero se ob-.
sérTába que estando aquella hecha por manzanas , resaU
Jtabji que no pocas \eces habia en una misma calle tres j
cuatro números ¡guales, produciendo esto » especiaim^n*
te á Iqs forasteros , la confusión que es consiffuient^.; y
ademas siendo tan pec|ueños y tan poco claros Tos náioi^
ros» que se hallaban pintados en azúlelos, en muchas ca-
sas borrados por la pintura de las fachadas, ó con gran
deterioro por el transcurso del tiempo: se aumfi^tabí^
también la repetición de un mismo numero, cuando de
una casA se hacían dos ó tres, asi como en el caso conirii-
rio, resultaban vacíos en la numeración. Era esta eq fittr.
tremo viciosísima, y realmente no se observaba en elU el
menor sistema , ni llenaba en manera algupa su objeto^
Para remediar esto se pronuso nuestro marqués establece^
una nueva numeración, onteniendo para ello la auU)í;if%ii
ciób del gobierno. Las bases en que ^ste proyectó se¡
fundaba consistían principalmente en hacer la numjBrA-
cion por calles, suponiendo . la entrada en' estas como 4
se partiese desde la puerta del Sol, y cqlocandó los part^
k la derecha y los impares á la izquierda ; en comor^nder
los templos y toda clase de ediGcios públicos, dando á^^
tos,' Id misqo que ¿las casas particulares, cuando dahaqi
i -diferentes calles ó estaban en esquinas , las diferenti^
numeraciones correspondientes á las calles á que caian
sus puertas ó algunos de sus costados; y en colocar unas
lápidas proporcionadas, que contuviesen los números
bastante ostensibles , tanto por su lamafio, cuanto por su
formación y color : para esto se hicieron los números de
plomo, incrustado en la piedra de las lápidas; cuyo mé-
todo reunía todas las ventajas posibles, y en particular la
de resistir á la intemperie. Tanto el señor de PonteioSi
como una comisión de personas inteligentes que nonmró
para dirigir inmediatamente esta operación delicada y
Oírblija tuvieron presente todos los casos que en su ejecu-
ción pudieran ocurrir ; y sobre todo pusieron el mayor
cuidado en conservar la numeración &nti%u«i Wv»l ^^
esVutíésé coJocaáa tódñ la nueva , j basU «vae %^ V\\A^ia
Tomo vm^ \0
formado en el a;|[aptamiento
que jñidléí'éW oturfir "--^^^
anotase la Corresponde ^^^,^.^ ^^^^.^^.^^ ^^..^^j
la ntieva. No' necesitamos encarecerla importamiilKfe
este última trabajo , que hoy existe ctí poder dé:jdbd An-
tonio' Natarrete, que lo formó con toda la intengenciá ;
eSrtícfrÜ de una' persona de tantos conocimientos» eií tna-
telrlas' i^elatrvasr al gobierno económico de lospueblof.
" -En'CuaY^to á los nombres de las calles^ era repi-
nante tos de muchas, entre los cuáles los habla esttáTi-
(jantes y ridiculos. En esta parte procedió nuestro ¿ur-
ques con notable prudencia , respetándolos hábitos iate-
terados/y alterando únicamente los nombres masédlrii-
éóSy groseros para reemplazarlos cqn otros que recor-
dh'bán, ya acontecimientos importantesy faüstds de nÁes-
tira é)[)oca , yá los nombres dé nuestros grandes gúefié^
r¿!^ y escritores. Las lápidas dé Us calles se consiroyetbii
grandes, 'y los nombres de ellas cotí caracteres claros J
perceptibles: para mayor compdidsíd se repitieron ademas
^el principio y'Bn de la callé', y en cada esquina de em-
bocadura. Cuando se llevó á efecto esta reforma, setííW-
pl)sz6 el nombre agreste de Correto^,' con que se di^tta-
guia una de las calles mas frecuentadas dé la capitiili
toh el de Pontc/oí, para perpetuar dé esta manctf.d
Éoükb^é y la memoria del ccloso'éór'rcgidor qtié la hibii
pfoifriovido y llevado á cabo. '
El alumbrado antiguo de Madrid era tan malo» ¿pé-*
sar del número de 4770 farofés, que casi nodia décinen
^uc la capital estaba sin alumbrar. Consistía esto príúH-
palincnte en la mala construcción de los faroles, eü la
mala distribución de estos, y en la escasa luz que pres*
taban, habiendo adornas en este servicio mucha fanáde
celo y no pocos abusos. Para remediar esto, se quiso en-
sayar con un motivó solemne, el alumbrado Je gas, que
cualquiera que fuese el resultado dé la prueba reSpecM
del coste y demás, en cuanto al alumbrado nada dejó qfl6
desear: la direrencia que presentaba respecto délantigóó
era Jnmensa : en cualauiera de las calles alumbradái —
fi9
jjUtii vMftdo M podía MI cuidfvifr pariye l^r d» noche
pak ctrU. Animado con esta prueba al aynntanúanto dp
Ibdrid, pensó en estender este método á toda la poblaciofi
j aun parece que para ello se decidió á proponer una
«inpresa, y á celebrar al efecto una contrata. Ks induda-
ble que esta no ha tenido efecto» y segün hemos oido i
pesonas instruidas en estoa negocios , consiste principal-
Ifiante en que el coste del gas eaccde considcrablemeiile
4^1 que produce el alumbrado de aceite. Estando distapi-
Um nuestras miuas de carbón de tierra f y siendo muycoa*-
to#a su conducción^ no habia otro medio de obtener ^1
£s que esiraerlo del aceite : pero con la misma oanti-
d de este se podía pronorcionar mejor alumbradp,
4)iorrándose los considerables gastos de gasómetros, con-
¿p^tos , faroles , empleados y elaboración. Aunque en
Itondrés y en muchas poblaciones da Inglaterra se balU
(latablecido, esto so debe i la abundancia de carbón die
tierra^ que tanto impulso ha dado en aquel paia i ioim
Ipa ramos de industria. Mas en Paría ha sido escesiyo $u
Mlio» y por eso se ha limitado á algunos tránsitos y pa-
^ea concurridos. Por esta misma razón se abandonó «in
Ifadrid como irrt alizablc el alumlM*ad([^ de gas , siendo
n^eeaario mejorar el que habia, por otros medios. Segpn
UM^ memoria que publicó el ayuntaraiisoto d^ Madrid»
cedió el alumbrado de gas á una uniprosa , que no pudo
foalizar este proyecto por los inconvenientes y gastos
H^B ofrecMi , aiepdo necesario por consiguiente que la
tnrporacion municipal peaBase en otro <cmepos onstoao,
sí lio mas lucido.» Fue este pensamiento reali^cable y no^
ailiyOft otra de Us mejoras que debió Madrid á la ilna-
tracioQ y actividad del seilorde Ponl^jos» oue lo ejecutó
dúraato su corrcgimieulo, y que supo oonciliar la emcou^
9Ía oon todas las ventajas que permite el alumbr|idi9i de
Meiba. Se mejoró la construcción de los farolost haciéat-
iolos de reverbero; se dio i aquellos una mejor diatrib^H
aJon,y ^ procuró que la lúa fuese uuisclara,yque4&l sec-
TieioaelÚGiese cm mas puntualidad* Desde entoacnaiaun-
i|jt0 ol Alumbrado de Madrid AO se kaUe eu %i^MX.q;|NAf^
50
de perfección deotras.capitales tampoco podrit nadie (¡ae-
jarse con fundamento, porqne al menos satisface á lo qae
requiere la comodidad del vecindario.
No trabajó poco el señor de Pontejos en la mejora
del empedrado que se hallaba en un estado deplorable de
abandono, y en proporción con el que presentaba el
alumbrado público. No tenia la solidez necesaria para re-
sistir el tránsito de carruajes, y al mismo tiempo tenia
el inconveniente de cortar el calzado con los filos do las
piedras, que se arrancan ó cortan de las canteras. Ade-
mas de esto , era necesario estarlo reponiendo continaa'-
mente, porque no se preparaba debidamente el terreno
al asentar las piedras, ni se unían estas entre si lo bastan-
te; y este trabajo continuo no podia menos de ser costo-
so, ofreciendo por otra parte el declive que se daba á las
aguas háci.i el medio de la calle, que en las corrientes se
formasen lodazales, sobre todo en aquellos parajes, como
sucedía en la puerta del Sol y en otros, en que por ha-
llarse el piso mas lyajo desaguaban las calles adyacentes
en tiempo de lluvias. Varios proyectos meditaba sobre
este ramo el señor de Pontejos, según lo que habia'ob-
servado en las mas opulentas capitales de Europa; y pría-
cipió por ens.iyar en la calle de Carretas un nuevo méto-
do de empedrado, que anadia la circunstancia de pre-
sentar una forma convexa con vertientes á los dos lados.
La mejora del empedrado se estendió sucesivamente á
toda la capital, conciliando en lo posible la solidez con la
suavidad. A esta obra se añadió la de las aceras anchiif
un poco elevadas sobre el empedrado, con algún declive
para que las aguas no se estanquen en elLis y corran i las
Yertientes do la calle, y con la solidez suficieatc para qoe
no exijan frecuentes reparaciones: estas dos reformas se
realizaron en breve, y la de las aceras nada por cierto de-
ja que desear. También durante el corregimiento del es-
Iiresado marqués se ensayó el medio de que las aguas de
os tejados no se yertíesen por medio de canalones que
arrojaban las aguas sobre las aceras, sino por conductos
cahteñoi éo la nusma (ábnedi'. te coU)c6 tma loe delaale
51
del reloj de la puerta del SoU para qae los transeúntes
viesen de noche la hora ; v en un punto de los mas cén-
tricos de la capilaU entre la calle Mayor y la del Arenal,
hizo construir una pequeña y elegante habitación, con
dos pasadizos á los lados para comodidatl de! publico, de-
cencia y asco do los portales. La mayor pruena que pue-
de darse de la utilidad y ventajas de cuantas obras eje-
cutó consiste en que todas ellas se conservan, á pesar de
las di6cultades y vicisitudes de la época.
Hace mucho tiempo que se ha pensado en remediav
la escasez aguas de de Madrid , como cosa «que reclamaa
nuestros contornos áridos y descarnados, nuestro clima
destemplado por la rigidez de los vientos, y por el ardor *
no mitigado del sol, nuestra industria alejada de la capi-
tal, principalmente por esta causa, nuestras costumbres
no modiiicadas con los placeres del campo, nuestra salud
amenazada por la falta de limpieza, nuestro alimento en
fin, dificultado cada dia mas por aquella escasez (1).» Som-
bre esta materia se ha meditado mucho, se ha proyectado
mas, se han pedido informes á sociedades y corporacio-
nes científicas, y a personas inteligentes en la materia»
De vez en cuando, y especialmente en los veranos, que
suelen ser mas escasos de aguas, se renueva, á lo menos
en la imaginación de algunas personas, este proyecto^
que necesita como todos para su ejecución, de recur«
sos y de una voluntad firme y decidida. El señor don Fer-
nando VII, por su decrete de 8 de marzo de 1829, auto-
rizó al ayuntamiento para realizar el que fuese mas ven-
tajoso para la conducción de aguas á Afadrid. Posterior-*
mente la reina Gobernadora espidió un decreto con el
mismo fin. Por aquel tiempo se hallaba al frente del
ayuntamiento de Madrid, como corregidor de esta villa»
el señor de Pontejos que, según decia di^ha corporación
en una Memoria posteriormente publicada y que ya he»
mos citado^ ocupaba especialmente su atención en el ao-
^W^— ll.l !■ lili I II I I — — 1*1^
(I). Metoneiü RoiiuuKM!, Ksoaal de Madrid.
meóte dé aguas; «meditamde la anbid^ de 1^ ^lie Éttél
en la foenté de san Antonio de la Florida, cbñoáU Wk
el nombre de los Once caftos.» Se adelantó úb po€6 flifli
Ia realización de este proyecto, pues penetrados^ taüté iJ|
aytintamiento, cuanto su celoso corregidor, de la toMefr*
te necesidad de aumentar las aguas de Madrid, püim^
ron el programa de condiciones para los contratistas Otf
aspirasen a tomar de su cuenta dicha obra, Bjando ^1 w-
mino de seis meses para la admisión de pft>posielQ|^*
El objeto del programa se redncia por entonces i pnn
pdfciónar aguas potables en cantidad po^ lo meñoi k
MO rs., que el ayuntamiento «e obligaba i conmratl
empresario, dejando á éste la libre facultad de rradéf I
los particulares el esceso de aguas que pudiese prMlo^
donarse. Aunque el coste de esta obra sea grande, mi
deben considerarse los beneficios inmensos que prodod*
rfa, teniendo al mismo tiempo presente que para taioMllí'
tar escasamente 6 consenrar al menos ef miserable ni*
dál de sus aguas , se re precisado Madrid á empleaf coü-
taniemente grandes sumas, que multiplicadas étiáé ^
se empezó i pensar en proyectos, hubieransido nvátm^
(es para realizar los mas gigantescos.»
CoiAó la actiridad de nuestro corregidor nada dM^
duba, Como suimaginacion se hallaba esclusiTamentesclH
pada por todo género de proyectos útiles y benéCM}
como era esta tan fértil en recursos y medios de ejaflf^
cion, meditaba y preparaba otros muchos proyectos: itr
tre Tarios podemos citar el de trasladare! mercado daB
plalfuela de san Miguel á la plaza Mayor , donde se M*
pbnia establecer un mercado general: al efecto ae fltK
titt concurso para que los arquitectos presentasen la 10
^ planta de este mercado, que desdcYue^ hnbieri jM^
IWitfeiiado la comodidad á los compradores de baMr'
fMttrtí» pteto todos los articules abundantes. ^ Mk^
cMlt^nOr Pbntefos ver el estado en que se hmabu ^
nmreiáo§ de Madrid, que un escritor díslingoido, áeaif
etenoi citado t^vi^ de U manera siguiente: «oj^
wlítn (pie €vRn Vñ^t^t^iB^ c Amd|jMí^ 4. Mv^
_ , „^,, ;*!„.
uKíertos y cerra Jos , con ta dbtactóii de agua corrcsjpo^
.leQic para su e\acia limpioxa y policia. Np. hay peraona
ácional que no se duela del inmundo espvlctáculQ que
frecen nuestras plazuelas, cuhíerlas do mafo^ lingíaaos
{onde se confunden los couieslibles de todas las clase;/! J
lé todas las fechas. Si á la hediondez del suelo doRídiQ &0
irrojan indislinlamente los desperdicios, produciencfo.SU
lescomposicion miasmas infectos y pestiíenteSi i^e¡ agrega
la vocería insoportable, la grosería jí escándalo cbn.qut;
aé proilucen ñor lo regular, vendedoras y vendedorca j la
obstrucción oel paso público, las rijias, la incomodidad^, j
hasta el bochorno que aconinaftan al comprador, sp ccn)gi,i'
redo ver la necesitad de supstituir mercados cubiertos jf
teiitilados, donde por medio do una rigorosa policía, so
ODide al tiempo que de la salubridad de la población v
9>iiservac¡on de los comestible^ « de la comodidad , del
vden y de la moral pública.» El corregidor Pontojos hi?
^ cuantos esfuerzos estaban á su ulcance , cuautps If
^jrnitia el circulo de sus atribuciones para mejorar ú
Pecto de los mercados, su distrií)uc|oo y policía. £n eatJ0
-Oto hizo cuanto le permitió el tiempo, y ¿(ó.cl pfimer
^ulso á una obra en que después se ha adelantaao bas-
|t.e, aunque todavía diste no pocp del grado de porfcc-
^«H á que debe llegarse. Para dar en e>te luga.i;i,aoá
^^stra de las escelentes ideas del seQor de PontcÍK^ so-
> establecimientos de beneficencia y organización de
industria, no podemos dejar de insertar un breve es-
^5^ que publicó en julio de 1839', en uno de los maa
*!l^ciables periódicos de esta capital, sobre asociaciones
^^ casos de enfermedad: este escrito da á conocer i^
I^JKHo tiempo, uno de los muchos provectos quo des^b^
^i^over, v que tenia meditados, aunque las c|^(^^9¿-
^iai no le permitiesen realizarlos desde luego por'ai
SÁip, asi como la solidez de su juicio, el cncaaeDft:.T^
^vito lógico de sus ideas, el celo y el intimo conve.nci^
^vito que lo animaba , y que se espresan cqi' un f 8|ti!o
M biMí püDueo r pot uaor de la mimuaAKlL* '^ t»
34
ÍK>r bacer uoa vana ostentación de ta capacidad y boen
ecir.
»E1 atender ala humanidad doliente, dice, no dejándola
en abandono , y procarar por todos los medios su cuidado
y asistencia , reclama el conato y el celo del gobierno;
pero por desgracia los adoptados basta el dia no ban cor-
respondido eGcazmente á procurar este bien , y á con-
seguir todo lo que debia esperarse.
» El establecimiento de grandes bospitales ^ la funda-
ción de bermandades de muchas clases para socorrer al
ébferíno necesitado, asociaciones diversas para asistirloSf
donatifos cuantiosos afectos á este piadoso objeto , nada
bu sido suGciente para atajar los males consiguientes bajo
•1 sistema y modo con que fueron creados. El celo de los
unos y la generosidad de los otros , no han reportado las
utilidades y ventajas que se propusieran.
» Estas corporaciones filantrópicas, cuando no tienen
masestimulo los que las dirigen y constituyen queel hiende
ta humanidad, caminan en decadencia á medida que se ale-
ja la época del celoso fundador , pues para su conservación
se necesita un genio particular y constante.
9 Recórranse estos establecimientos, y se verá quela
mayor parte fie ellos vienen á ser, después de algún tiem-
po, el monopolio de un dependiente hábil, y los miembros
subalternos y instrumentos ciegos para dar la autorización
á lás'éuentas exageradas de aquel.
»EI número grande de enfermos que suelen reunirse
complica también: por una parte impide su mejor asisten-
cia y aseo, y por otra dá lugar á mayores dilapidaciones.
»Esto hace mirar con cierta prevención á estos esta*
blecimientos , y que las personas que tienen necesidad de
SU' auxilio rehuyan el amjpararse ae ¿1 , y solo en un caso
ettremo acuden k este reiugio .
>jSí los diversos gremios y oficios consultasen su ver-
dadero interés, encontrarían remedio para evitar esU
trance y losrrarian ser mejor asistidos en sus dolencias.
»Ia>s fabricantes^ maestros y demás personas que enn
tOéMB Migan nAmero de ohtéróé^ no ban reflmioBMohaik
55
I giié punto están interesados en la consenracion de la sa-
ld de sus dependientes.
»Estos inielices , descosos de no perder su jornal , se
insten cuanto pueden por no retirarse del trabajo, y solo
» hacen cuando la gravedad del mal les pbliga. Indispo-
cienes que atendidas á tiempo serian de poca considera-
íoo y de poco momento, vienen á hacerse graves cuando
)descindan.
9 El fabricante pierde mas tiempo con los beneficios
ae le deja el obrero y este vé consumir sus cortos ahor-
38 en la enfermedad , y lo que es mas común , tener que
mpeñarse para atender á su cura.
9 La falta de medios trae consigo un facultativo poco
iteligente y cuidadoso, el refraso en la convalecencia por
ifr malos alimentos y peores medicinas, si no precipita
opella para ganar el sustento de su familia , poniénaose
1 trabajo sin eslar reslablecido, y esto suele causar una
ecaida de peores consecuencias que la enfermedad.
»En igual caso, los mismos Jaños sufren las dem^scla*
68 de artesanos, jornaleros y gentes poco acomodadas.
' vEsto ocasiona al fin mayor número en los hospitales,
das gasto en estos , mayor pérdida de trabajo en perjuicio
le la riqueza pública , mas familias arruinadas, aumen-
ándose la mendicidad , y por último mas mortandad á
auaa del poco cuidado y medios para restablecerse.
)»Lo que conviene, lo que importa á los intereses Co-
ranes es constituirse de un modo, que el móvil hacia el
lien de los enfermos, se halle siempre en la misma activi-
lád que le impela el propio, y no solo úncelo filantrópi-
j^que se enfria y rebaja con el tiempo, como queda dicno
»Las asociaciones entre los obreros, artesanos, etc
Mita socorrerse mutuamente, y en estas desgracias , pue-
leo tener un efecto mucho mas eficaz y duradero.
" flReúnansc pues los obreros de una fábrica, fijen en-
1^ 8i la cantidad semanal que deben de separar para mé-
lico , botica , asistencia y demás atenciones que necesite
d enfermó.
^ «fóruMé utk juate alndo con él ttAdv^ó ;.i 1m^i^¿)id^
preed-en tener una 8 mas perdonas qoé le entapen Aé
los socorros que deban darse y se verá que con método y
b«en Arden los enfermos tendrán buenos facultativos que
los cuiden, medicinas como conviene, y una asistencia
mas esmerada estando en el seno de so familia ; y si ñola
tiéúen, por personas que lo hagan por oGcio.
»Sos familias, compañeros, amigos, todos los socios
en fin , estaa interesados en su pronto restablecimiento, to-
dos son ffsk!alcá para observar si los asisten como es debi*
do. Bste celo y esta vigilancia es siempre la misma^ coma
deilc el dia en que se formó la asociación.
o El propietario de la fábrica está igualmente intere-
sado y por lo tanto debe contribuir por su parte con una
cantidad determinada. La fábrica es la madre de los obre-
ros; estos cuidan de su conservación y mejora: ella debe
procurar por su vida: ambos están interesados igualmen-
te en cooperar á su existencia.
» Ya queda indicado el método aplicable para los ope-
rarios de fábricas. Él mismo pueden adoptar los tallereí
partícuhrcs , ya reuniéndose en masa , ya por clases de
oficios.
» Siguiendo el mismo orden los jornaleros y demás cla-
ses pobres bien pronto se convencerían de esta ventajii
y la procurarían ya entre si, ya asociándose á los otros para
disfrutarla.
• Estas asociaciones darían á los médicos v boticarios
una asignación segura y conocida , y los enfermos de la
sociedad al conseguir su restablecimiento, no tendrían la,
pena de ver tanta miseria en la familia, ni menoscabados
sus muebles y herramientas.
«Generalizado este espíritu de asociación para socor*
rer en los domicilios a losque tuviesen familia, y éñ ^'-
fútales particulares á los que no la tuviesen, los hospital
es pAblieos se verían muy descargados , y los énfermoi
qué' acudiesen á ellos podian estar mejor cuidados.
»üh sin número de reflexiones podian añadir9e para
probar e9ta.imDomntc. medida «a^.^produciriAfé^
«MkMrlOft i t»(h>8 I09 qneeftUn tú pfomrcion dé promó-
Vh> ci A6 ciperar M ocuparan en realizarla.
s»Mo eaperén los fabricante^ ^ demás interesados, que
% autoridades lo promuevan , ni estas esperen tampoco
Htae aquellos empiecen: unos y otros están obligados á
'ronrarto: los unos por sus intereses, los otros por deber
I átt destino.
n Los ricos propietarios , el comercio . la sociedad en-
ifa, debe ayudar por unanimidad, por interés común;
íjtti á medida que se cierren las puertas á la miseria par-
calar, so abren las de la riqueza pública.»
Olro escrito que publicó por aquel mismo tiempo el
sftor marquós, con el titulo 00 Mejorai en la polieta ie
tf ciudades , prueba ¿i un mismo tiempo su inteligencia
U faiaterlas económicas j de gobierno, su vehemente do«
K> de mejorar el aspecto de nuestras ciudades, y el plan
kjó íA cual ao proponia ejecutar sus pensamientos. El
icrito que hemos citado dice asi:
«Las capitales de provincia son los pueblos que do-
sá empezar todas las mejoras posibles, sirviendo demo-
9k> & los demás, para que á su ejemplo adopten y em*
mdan las que sean aplicables á cada uno. En ellas de- *
tti tener principio las reformas do policía urbana , las
mis de utilidad y salubridad publica, y cuantas so con-
Slüen necesarias por una autoridad celosa (^ intcll-
lo.
» Para emprender con acierto las mas do élIaSf es in-
iipensable la formación de planos topográücos quo ar-
Meonn conocimiento exacto del terreno en general « del
m ocupan las calles, ediGcios particulares y públicoá:
tié dan üná noticia exacta do las desigualdades que pre-
enta el terreno que encierra el perímetro de la ciudad,
flp dMaéAnóúcs é inclinaciones de todaí^ lái calles » con-
IlifanMRon Ak eita^, con detalles claros y mimiclosos: áttíi
Mrquen Gnalmente la situación díalas mentes, dirección
itlM ^ul^ductos* alcantarillas, etc., con el diámetro de
BWri títbaddad émln otpik.
58
pam proyectar con acierto y ejecutar con, plan, orden y
economía las mejoras que se emprendan. En todas las oh
pítales se paga ud arquitecto de tiempo inmemorial i (pe
podía y debía ejecutar estos trabajos.
»SorpreDde ciertamente ver la mayor parte dalas
grandes poblaciones de España, siu este indispensable do*
cumento. De aquí es fácil inferir que practicadas lasoLns
sin este preliminar, salgan con mil defectos.
)>Toaas las clases del Estado en particular, procnran
tener un exacto conocimiento de la profesión ó método
de TÍda á que se dedican.
» Un comerciante cuida de tener su índice con factu-
ras de los géneros que encierra su almacén.
»EI propietario tiene las escrituras que le señalan los
pies de terreno que ocupan, y los inventarios que i jaa
otros pormenores^ y el estado de sus Gncas.
^ »E1 labrador sabe el número de yuntas de qaees
dueño, la edad, valor y calidad de su ganado, los aperos
que tiene para su labranza, las tierras que cultiva, y sos
producciones, el grano que encierran sus paneras, y ea
fin, todo lo preciso para conocer su verdadera riqueza.
» El banquero bace sus arqueos, para saber los fordos
que posee en su caja, ya en metálico, ya en papel ne^ro*
ciable. Lleva una noticia exacta del que corre en circula-
ción, y los puntos y manos en que se halla.
»Los grandes propietarios tienen sus catastros, oue
les indican la procedencia y valor de sus rentas, y las lin-
cas que á ellas están afectadas.
»E1 dueño de un buque calcula y sabe exactamenti^ las
toneladas que puede cargar, la tripulación que necesita,
las brazas que cala, las propiedades, estado de su jarcia,
velamen, etc.
. »En fin, todas las clases de la sociedad 'cuidan de co-
nocer lo que poseen , lo que perciben, con 1q que cneolas»
y de lo que pueden disponer.
]i>Pero los administradores de los pueblos de EspaSa,
los avuntamientos, que son los responsables de la ícUcídid
j.órúen ie ras cametido^ teoibeii este eargo sjuí odaoo-
89
intento de lo que administran, ^ con la misma informa-
Udadpasai sus sucesores. De ningún archivo puede sa-
^T^e un documento que determine con exactitud ePpe-
rfnietro del pueblo, la clase de edificios que posee, las
dilles que le cruzan , el valor de los terrenos, la direo-
Clon de las alcantarillas y acueductos. Todo pasa por tra-
diciones, á las veces corrompidas, nada tiene regla (¡ja;
los fontaneros y poceros son los únicos que por rutma
conocen donde están las arcas de agua% por dónde van
hi cañerías, y la profundidad en que se hallan colocadas,
pero sin distinguir, ni poder dar una idea positiva y exac-
ta Del mismo modo , los últimos son los dueños del se-
creto para saber por dónde pasan las alcantarillas de aguas
tocias, el paraje en que se encuentran los pozos, y su
invfundidad, pero por el mismo orden que los primeros
iía formar ni guardar medidas de los unos, y la capacidad
de los otros.
»Tal desorden da pábulo á millares de abusos. Estos
rtnios de la administración local están á discreción de es-
ios hombres; ellos proyectan y ellos deciden las obras qu^
lel en hacerse; fundadas 6 infundadas; no es fácil censu-
"arlas, pues nadie tiene los conociisiientos- á propósito.
jO DO son indispensables, no pueden detenerse; ellos pré-
entan la gravedad del daüo , y á su dicho hay que ate-
leise.
«Conviene abrir una comutiicacion, nadie sé atreve á
Dt^nlarlo, porque no sabe qué edificios so tienen que
travesar , y qué perjuicios habría que satisfacer.*
»Se \e una callo pendiente^ qué reclama disminuir su
;of sta, papara ha^'.crla mas transitaíble para los carruajes,
^a también para que sea menos penosa y molesta'^ los de
ipie.
«Nada puede hacerse sinincoñhreniiéil'tosj jpbr desco-
MMer los niveles déla población,- y isi laÉl alca'ntarillas y
icneductos lo impiden.
» Todos estos obstáculos y muchos mas dependen die ta
illa de planos bien detallados.
vLa aatoridad debe botirenícerae d^ Vo '\kfií^t\MLVt
40
Sie et fonpftrlos^ 7 que sin ello« 99 pued^ jmprfudmc
racomípieUy m oeterminarse el plan mOdeniQqiif di«-
ba adoptarse en mejora de ios pueblos. Coolia&ail ediA-
candóse casas, y seles da una línea defecluosa, que em-
peora la nivelación Y alineación de la calle.
» Téngase enlencíido que muchos arauilectos ller an vo
interés material en conservar este desorden. Uo plano hito
trazado y en el que se fijase la noeva linea de la callfi
marcarla el parji^c donde debiera levantarse mna qiSHii
entonces el arquitecto no tenia el derecho ó la vefíiaja &
decidir á su arbitrio en obsequio del proníetfiriOi coyas
intereses no están siempre ligados con los aeí comqp.
»Dejo á un lado los pleitos que ocasionan cstM arbi-
trariedades, la autoridad que ejercen los arquitectóisolire
los propietarios que no se sujetan á susexigeupas» lapni-
lizacionque por uno y otro concepto le nota en lai ooint*
que mucnas veces se quedan á medio hacer ^ por eiUs
competencias, arruinando una familia, desügarando 7
embarazando una calle; con los materiales, por ata* #9*
teros.
» Por todo lo dicho, y mas que e^ obaeqqip de la bn-
redad se omite, se ve la necesidad é importancia de leriHi-
t|ff planos en todas las poblaciones, y con parUcpb|iJW
en las principales.
»Lós ayuntamientos están interesados mas inmediltlr
mente, y los pueblo» por comodidad propia dabenfoope-
nir si fuese necesario, á remover los obstáculos qn |it-
dieran oponerse.
xEJfjtos trabajos son mas penosos que dUfif ¡les, y por
tanto, no faltan personas que puedan practicarlos.
»l„aqperacion debe einpefar por levantar di^nel^
tal como se halla, en la 'mayor escala posible, estenj^
do)ie haf la Iqs arrabales.
0 Ei| seguíga deben marcf r^e las dinaen9Íones da |a^
das las calles, en largo, ancho y ónauío^ídades; el MrfwW
|ro dplas plazas y manzanas: la dirQCciQO de todof j^acne-
ductos, alcantarillas públicas y particuíiires: Uf |KMiJ
9(ia 4im0P0Íones; los ¡^Uos y cojrraies: j ^ S¡p^9 \tQo lo
^
41
e e^ pecesario para preaeptar pn ^^AHQfffffijjffT^f e«Mo
• i.
»Para abraxat* estos detalles «.ae harán ac^ci^Mies^attc
tracen las inclinaciones de las calles^ ia de las cañerUa j
demás desagües, la profundidad á que van unas y o|faii>
liando al mismo tiempo noticia del estado de las póvadaa^
para juzgar de su resistencia; si las cañerías son d^ lmyo>
Ííqjno 6 jferro colado; por último, debe ser este trablrio
inj detenido y minucioso para poder ompreodcyr ina
obras con tino.
^ Ȇna vez lotantados los planos del pueblo de| modo
^e queda dicho, so procederá a formar los traaos de las
ttejoras, marcando con lineas de un color distinlOt todofe
' ' proyectos de plazas , plazuelas» direccio|i tie l^a f^
,. etc.
' »En el plano se señalará con letraa iniciales é con' la
■ota aue se convenga» la naturalejcá de U coustruodíMa dU
^j3(¡licio, sí es de piedra, ladrillo 4 otra m<iterii;el quomh-
TQ de pisos; si está cubierto con tpja, pizarra^ etc», el ea^
t^do en aue se encuentre, y todo lo que.CQQC|eriia i 4mw
Ift an valor aproximacjo.
»Practicadoesta liempre que bajfa de eqtpreDderatjidi-
1^1 onra nueva, se dará conocimiento al propij^rio dt
linea que dcbp guardar, qjuodando bajo la rea|MHkaabi<^
^dafl del arquitecto de la ^iud|id su cixactQ.cumpUniienlbi
lo aajse couspguirá mejorar iM |K>bliK)ioafM*, y aigiiMé»»
constantemente oí plan trazado. $in mudadaris oa{rfi4»
^s, se realizarán (as.mejoraajQiAesAdeseaQ.j^: • ,
¿4^ diferqncia de oiunionea polUicKae do tenia para el
Eq^^ do Ponlejos la signi&eaoioo.qao pr^ra otros boin*«>
i: no suponía una completa separación;' «t Ua quefmh-
ba so l^aUttbaa acompañadas de iin.e#piritu escliisiVo jr
qáozquino. Como bijas oel convenrimiebto * pvt>duie(é df
su razón , eran tan ilustradas túmú tolerante». Lab <uM«-
típoea de int^ress pe«itivo y mathr^l « las de fomealé pü-
' WPP y beneGeeneui • y las de todo género de meibraa y áp
▼eJCfiadero jircfraip aociál, iMreoiaii au oredueoeataLs s^
fiqjunia^amv no pibula iaeeaeait» k tí^uta ^ Wiiil^(A9ui>»-
44
fpi, 7 dejando en Madrid y en toda Espafia n
memoria por su ilástrado celo, por su ardiente
bien público , y por haber consagrado desinterés
la mayor parte de su yida al bien de siu «onci
jf á la felicidad de su patria.
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oMPRKNDEiftA está biogvaífiá ünk iboiíeiái 'Séf'tddas M
bbras j escritos de este eminente Uterato;.-anafnarra^ÍQn
dé 149 tareas literarias , en queha émpleádo^na Vtda:dila*
fafda y de incesante trabajo ; j los pormebaréc óif s inte^
taútesde ella, que tengan relación coorlciitíáválinra óoop
las ciencias.' "■■ •"■••;■:;'»:/)" *.'■■':
Nació en Tríana, arrabal de Seidihr,: €0*1115 ét octch-
bre de 1775. Sns padres correspondían á la ndsstria oor-
nocida en aquella ciudad con el nombre ^cl avté de Ja
jleda: tenían una* pequefia fábrica de dntorfa, én la que
don Alberto se nó precisada á trabajar cfn sus primeros
iiftós, para poder continuár-isug estudio». Sus padres eráu
honradísimos, t aliado de'élioi adquirió su lujó los há-
bitos de frugalidad y de moderación, qué siempre hacoD-
aerr^do.''
J En la universidad de aqueRá' ciudad siguió fes curaos
^efilosofia, teoiogia^y 'cánones, habiéndose^ sradiiÉiQ d^
baehilter evlav. dof jMÚqpn» Amltadet SIpimUsMacDM^
te estúdiiTinateináficas etilos estudibft'détrSoci^ad Eco-
'iiómica de Amigos del Pais , habiendo sido discipolo de
don Pedro Hcnry, profesor de singular mérito. De su
aprovechamiento en todos los ramos , cuyo estadio eoH
prendió, debe decirse, que fué estraordinario j muj sa-
Serior á lo que podía esperarse de su edad. Ejemplo rar»
e precocidad , á los trece anos ganaba su subsistencia
dando lecciones de matemáticas^ y era ya el apoyo de so
familia. A los 15 años fue nombrado profesor de mate-
máticas en los esludios de dicha Sociedad, y á los 20 lo
fue por el .rey para una cátedjTfi de la misma facultad en
el cole]^ió^'d«' náutica de san Termo, en la misma ciodad
de Sevilla. En 1803 obtuvo por oposición una cátedra de
filosofía en el colegio de ,san Isidoro de dicha ciudad:
en 806 sirvió la cátedra de humanidades, fundada por li
Sociedad Sevillana de Amigos del Pais: y en 1807 foe
nombrado para la cátedra de retórica y poética de la uoi-
Tersidad. Tres ó cuatro de estas cátedras dcsempeiSó por
mucho tiempo simultáneamente, no faltándole tiempo pa-
ra dar lecciones de todos estos ramos en su casa y fuera ¿0
tila ; también enseñaba á los compañeros de iu juveotini
lalg^naa de.cstai facultades que ignoraban.
Los jnegofl de su infancia eran literario». VivOtile'
-gre y jovial-^ dotado dfi una singular memoria , y d^ W' I
perior inteligenciA, se -divertía <ron los amigos de m L
edad en representar las comedias de Calderón, de Lope
y do nuestro» mejorea ingcnior. -todavía conserva en so
-memoria loa pásajoa mas notables de muchisiipas de ellas:
y repite á propósito los cuentos, comparaciones y cbiittf
3ue contienen. Sin embargo, el primer objeto de su aT"
iente aplicación fueron las matemáticas , este estudiólo
-hizo verdaderamente en la infancia: parece que la initír
Í^encia fue la primera doie de espíritu que descubrió. £>
os primeros años de su juventud , asociado con amigo*
une cultivaban la bella literatura, y en especial la poeM»
•^lesplegó uña singular afición á estos estodioSj desoiArieB'
do al misma tiempo una iacilidad de eapr8sion« ana ti''
vTaxA deiimagínatu)!! > win ««ogúnU seosUMiidiMli y >*
firego qm desdo luego reíaltan en sas primeria composb-
e iones.
En otra de lis biogriifias quo oonlponen esta galería,
lemos dado una ligera idea del origen y procreaos do Is
Academia de letras humanas fundada en Sevilla por fa-
rios jóvenes estudiosos, quo después han llegado á ser cé-
Icbros en las letras. El señor Lista fue uno do los prime-
ros asociados , de los mas laboriosos-, do los que mas so
iisiinguicron, de los que mas reputación llegaron á ad-
quirir en adelanto. Las primeras nociones de bella litera-
tura j de gusto las recibió de su amigo don Alanuel Maria
do Arjnna , que antes habia fundado una Academia,
eoQ cl titulo de Horadaría ; porque la obra do testo que
I:) csplicabn, ora el arto poética do Horacio. En la do le-
tras humanas desempeñó varios- cargos, sostenía frecuen-
temente conferencias verbales sobre puntos literarios y
de crítica, csplicó uno ó dos cursos completos do huma-
Dídades, y leyó gran número do discursos, Memorias y
composiciones poiíuioas, machas do las cuales se impri-
mieron por aquel tiempo en un periódico intitulado Cor-
reo Literario, que daba á luz en aquella ciudad ol literato
don Faustino Matute y Gaviria. Entre varios certámenes
uno do ellos, y el mas notable por la importancia de las
obras que se exigían, fue el que anunció aquella Acade-
mia, y que se celebró en 1.° do diciembre de 1799. So
ofrecía un ojempliir lindamente encuadernado del Quijo-
te cu seis tomos, al autor que mejor dcsemncnase un
Eocma 6pico en cien octavas, sobre la raida del primer
onibre, con el titulo do La inocencia jindvhi, Al que me-
reciese el acésit, so le ofrecía en premio la Eneida de
Virgilio, traducida por Hcrnancbiy. de Velasco, en dos tó-
alos en 8.^ El señor Lista presentó con este objeto un poe-
ma cu üu solo canto, que mereció el accésit: no so ha im-
preso nunca , porque el autor lo habrá considerado como
un ensayo, y porque juzgándolo con su escesiva modes*
lia, lo habrá reputado como. poco digno de la luz. pública.
€on todo, para dar una maestra de los primeros ensayos
del señor Ustarqoe dos Ñrira como térviiiw) d« wtii^^^^-
cioq m el jindo: que deraaen hagmü ÁmMnpn
£' oblicadas , no podemoi dejar de copiar i continiUK
18 tres prioieraf octayas qiie airven de inirodaecioi
uno de lof mas bellos firagmentoa ^ poema. Priac
eaUaai:
Yo canto la funesta inobediencia
del padre de los hombres , qae entregada
4ejó el mondo j su triste descendencia
i (a. implacable muerte, j al pecado:
Desterrada lá candida inocencia
diré también, del sucio desdichado»
. la cólera irritada del Eterno.
-■ 7- el TengatÍTO triunfo del Ayemo.
Espíritu diyino, que al doliente
Profeta, contra el pueblo endureddc^
desatestes el labio balbuciente
en f ue^o celestial enardecido ,
iu me inspira: no ja la impura iuent^
lusco, ni eL Helicón enyileddo:
^ue en mas sagrado ardor el pecho siente^
inflamarse á la llama de txi aliento.
.» > • .■...■•',
Y de él arrebatado a la alta cima
^e la Santa Sion mi voz sonora
"■■ , rerelará desde el helado clima •
. . basta el ardiente reino de. la Aurorai -
Ya el soberano espirito me anima
mientras del ciclo la piedad implora
el mísero mortal , bañado en llanta
á turbar las moradas del espanto.
De la mansión deliciosa, del Edén hace la belU¿
pintura que sigue:
A;! quién dará suspiros á mi pecho,
' quién á mis ojos lladtei'én abundancia
para cantar en lágriiMs deshecho,
^ oh laiiíU EAen vV^ &e\\t\t^«^ ^\V»»(9itli ^^^
Mi xott k onyo.son ámbito estrecho
faé el orbe, no ya en dulce consonancia»
masen {gemido ronco, la memoria
renovará do tu perdida gloria.
En todo el universo la natura
con no altorniU) brillo rolucia»
Jde graciosof^ dones la faz pura,
e la felice (ierra euríquccia:
el regalado fruto, y mies m.idura
en sazón: grntn, pródiga, ofrecía:
y el hombro hallaba en su fecundo gremio
á un plácido trabajo dulce premio.
El Sol, monarca del brillante cielo
de la luz clara padre rcfulgcníe»
aun no giraba con torcido vuelo
del Capricornio helado al Cancro ardiente:
ni el Can entonces con fogoso anhelo
lanzaba estivos rayos inclemente,
que los céfiros Maudps ahuyoiiUsen,
y las nacientes Cores abrasasen.
Nunca & ilustrar el Escorpión lejano
al contrapuesto polo se acercaba,
Ír á ocultar su esplendor en el mar Gana
a encendida cuadriga apresuraba:
el árbol, del sabroso fruto, ufano/
no el inclemente biolo rocptnba:
ni de los Prados el verdor natío
con torpes pies holló el invierno frió.
Mas por el medio cielo la carrera,
del astro luminoso señalada,
brilló su luz en la estendida esfera
hasta los firmes polos derramada:
de rosM siempre el albA placentera
sembró del ^ies ru^9 j(a morfid^^ ',
l -.o
j siempre al Sol, dejandd el inür MMtty,^
Dacér el orbe yió de an mñáio leno.
Y asi con igual let al fuego interno
que en raudo movimiento anima al mondo,
fá baja tierra desde el giro elerno
Íenetró, y el Oeéano profundo.
11 templado alimento en jugo tierno
al fértil suelo dio su ardor profundo:
j el alma primavera por el viento
Siempre esparció su aelicioso «liento.
Guando la negra noche el manto oscuro^
lendia por los orbes silenciosa^
no aprisionada en su letargo duro*
el triste mundo misero reposa:
antes en sueño fácil y seguro,
gozó el viviente la quietud dichosa,
mientras brillaba en plácidas centellar
el trémolo esplendor, de las estrellas:
Nace después la rutilante auk^ra*
trayendo el nuevo dia en sus albores»^
y los. puros aljófares que llora
vierte en el seno á las dormidas flores:-
despierta el ave, y con su voz canora
saluda los primeros esplendores;
y todo el universo en mudo canto
entona á su Criador el himno santo.,
Asi grato placer no interrumpido
Í^ozó la tierra: el Hacedor donoso
as obras de su mano complacido
mira y las dásu auxilio poderoso:
mas de cuantos vergeles ha esparcido'. '
4el orbe ea eVredulo ^^^d»io>v "
Mn fljfpíira de la grorifl cra^
formar de Edén el bello'Piuruid*
Resorte en él la eaudalosa fuente*
2ae sumida otra Tex en honda cnefr'
todas las regiones su corriente
el dulce riego y la abundancia lloTar
en él también sus ramos, eminente
el árbol santo de la TÍda eleya:
j al cuerpo que cansado desfallece»-
recobrado yigor su firuto- ofrece.
El hombre, mientras lleca el esperado^
trono á ocupar en el Emnireo* cielo»
fué por la mano inmensa destinado
para labrar su floreciente suelo:-
en él mira obediente á su mandado
cuanto circunda el estrellado Telo:
dol mundo el homenaje en él recibe>
7 á la natura leyes le prescribe.
El soberbio león que la montaffa*
estremeció con su rugido fiero,
"viene á sus pies, depuesta ya la safia,
humilde en pos del candido cordero:^
deja á su yoz el tigre la campafia, .
y enfrena el ave su yolar ligero;
f el monarca del piélatfO i su mando»!
os Tados espumososvYá cortando.
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Bajo sus pies- de tierna y firesca rosa>
súbito matizado el suelo mira»
' y del aura que liba ragarosa
sus hojas el olor grato respira : \,
inclina el árbol la cerTix firondosa
y sacudida al aire en tomo girat
." para que tronque de su finito opimoi ^
tv ti Olas pintado 6 jnai^iérttt fMÍpft» \ .«;, . .n*< ;^ . n
Uai sobre los demás mi copa imdMrfa
rey de todo el vergel, ele?a ufiuio ,
el tronco, cuya fruta defendía
ioprema ley jquitar al labio humaiior
bumilde ei boüoíibre asi reconoció
de sa Dios el imperio soberano;
á este precjo> Seüor, de cnanto encierra ,
el alto cieú>.9 y la profanda tierra.
De lirio yirginal la sien ceñida
y alba azucena , la inocencia pura
de la región dichosa desprendida
muestra al hombre su angélica hermosora:;
en celeMiales lazos á él unida
la feliz tierra domi.n6 segura;
su amable mando con sagrado acento
canta el coro del alto Firmamento.
Con día descendió su dulce hermana
la dulce paz , y al orbe amaneciendo
brilló entre hermosas nubes de oro y grana,^
blanda quietud su oliva proipetif pdo:
¡ah! no temido de la trompa insana
entonces era el pavoroso estruendo
ni que fueran los Campos florecidos
de humana sangre alguna ve^ teíiidosl
Dedicado al estado eclesiástico desde sus primieros afios»
los deberes que este le imponia* y sus incesantesi tareai
literarias ocupabau csclusivameote toda su atención. Ha-
biéndose ordenado á titulo de una capellanía de muy cor-
ta renta, libraba su subsistencia y la de safamilia sobre
la renta de algunas de las cátedras que desempeñaba > 7
sobre los productos de la enseñanza. Vivía con comodi-
dad y desahogo^ y tuvo medios de adquirir una copiosa J
selecta biblioteca. La afición á los libros ha sido siempf^
en el señor Lista una verdadera pasión-. Ami|ba el trato J
/a conversación de tut^ atai^o^'t i <^\»qa% acompañaba ea
9
^l estudio , dirigiendo mútaimente unos las composición
nos de dtros , con quienes hablaba de Uteraiora , j con
quienes goiaba de los mas puros 6 inocentes placeres. La
amistad que entonces contrajo con algunos jótenesiqua'
eran sus compañeros de estudio, la ha conservado toda sm
vida , y respecto do varios , los ha amado hasta mas all¿
4el sepulcro. La inocencia do sus costumbres, la viveía
de su fé , y la exaltación de sus sentimientos religiosos , le
inspiraron en su primera juventud la mayor parto do las
poesías que escribió sobre asuntos sagrados.
En estas dulces y útiles ocupaciones le sorprendió el
alzamiento de las provincias del reino en 1808. Entonces
su actividad encontró nuevo pábulo en las circunstancias
políticas, á que ni su patriotismo, ni su reputación le
Eermitian mostrarse indiferente. Por aquel tiempo pub-
licó cl Espectador Sevillano, escelento periódico de poli-»
tica y de literatura , en que por primera vez principiaron
á propagarse las nociones do una justa y prudente liber-
tad en el, que, también por primera vez, so habló de
Cortes, como una áncora de salvación en las grandes crisis,
de nuestra nación: se recordó la prácticay formulado ollas,
sus prcrogativas 6 historia ; y so apeló á su convocación^^
como al único medio de salvación en la deshecha borrasca '
que amenazaba k la nación. Guando el Semanario Palrtii^
lico, que principió á publicarse en Madrid por el señor
don Manuel Josó Quintana y otros, continuó dándose á
luz en Sevilla, se asociaron á su redacción los señores
Blanco y lista, que escribieron algunos articules hasta
que pasó la redacción de aquel periódico, iDn su tercera épo-*
ca , á Cádiz. Guando so trasladó á Sevilla la Junta Gon«
tral , ocurrió la muerto de su presidente el conde do FIo-
ridablanca. Gon este motivo le encomendó la Junta el olo-'
gio de su presidiante, por conducto del señor Jovellanos.
Este trabajo lo desempeñó el señor Lista á satisfacción de'
la Junta y de aquel ilustre individuo de elb, quien asi so
lo manifestó: todavía se busca con interés un escrito , que
^ de los mejores que ha producido la pluma del autor. :
> Oeapadas Isa Andalucías por las Itopis it^ii^^v% ^ V^
mismo tfue todo el reino vjtugó el sellor Lista que la sai^-
Tacion de nuestra patria no pedia depender aisladamente'
de una resistencia, que solo sirviese para agravar toda--
yia mas los males y desastres inherentes á una inyasion
estranjera. No es esto decir que desaprobase la resisten-^
cía, sino que la queria prudente y no desesperada; que*
m> la quena tal, que convirtiese al pais en un montón de
escombros, y que por salvar á España, arruinase todos sus-
pueblos y sacrificase á todos sus moradores: la queria or-
denada y. con sistema, y fundada en la conveniencia de
los pueblos; la queria de tal manera,- que hermanase lo
que exigía el decoro nacional y un patriotismo ilustrado,
con lo que reclamaba al mismo tiempo el bien material é-
inmediato de los mismos pueblos. Permaneció en Sevilla á
la entrada de las tropas invasoras, pues ni su estado le per-
mitía correrá los combates, ni su estado tampoco le obliga-
ba á seguir al gobierno á la isla Gaditana, cosa que le bu--
hieran impedido su módica fortuna y la profesión á que
debia su subsistencia. No creemos que la «aligación de
seguir al gobierno supremo puede estenderse mas que á
los empicados de la administración superior, á quienes se
les mandase espresamente. El señor Lista, comounecle^-
siástico particular, como un profesor público, se mantu-
vo en el pueblo donde ejercía su ministerio. Su misma
celebridad no le permitió vivir en la oscuridad. Los ge-
nerales franceses quisieron conocerle, y si no era posme
co tan críticas circunstancias negarse á las*insinuaciones
de los que pudieran imponer su voluntad C(Hno una ley
imperiosa, tampoco dejaron de tener efecto en el ánimo
del señor Lista las persuasiones de sus amigos, que le
hacian ver la necesidad de someterse á la fuerza. Admi-
tió, pucsr sin serle posible escusarlo, nn cargo* nominal
y honorífico,. que casi estaba reducido á traducir los par-
tes oficiales de los generales franceses, y otros doeomeo-*
tos que se insertaban en un periódico oficial. Mucho me*
nos podia negarse á las muestras do estimación y aprecio
que recibia de los mariscales y generales franceses, qii9
facían justicia á su mferko^ >} ^ua le manifestahao/nn*^
:nngiílarooiisideracioii. ElfaTor que le dispensaban no lo
tuvo ocioso f pues incesantemente lo empleaba en obacy-
*:quio de sus discípulos j. amigos, y de cuantas personas se
acogían á su protección. Kn esta época do su vida tuvo
•ocasiones de hacer mucho bien, y lo hizo en efecto. Ma-
chos años después les recordaba en París <il señor Lista j
aun amigo suyo, el mariscal Soult, las muchas gracias
• que por su mediación habia concedido, sin que en su in-
'terior diese gran crédito á las razones y motivos en que
se fundaban para solicitarlas. .
Bastó lo dicho para que en 1813 tuviese que abando-
.nar á su patria y emigrar á Francia, siguiendo los ejép-
•citos de Napoleón. Tuvo también que dejar abandonada
. au familia , de la que era un verdadero padrcí desapare-
ciendo en aquel torbellino la pequeña fortuna que con su
.industria y moderación habia sabido formarse. Mientras
viajaba desde Sevilla á Francia,! atravesando toda España
j rodeado de continuas molestias y de peligros , estUaiaba
• como si esa fuera su profesión ; el movimiento de los di-
ferentes cuerpos del ejército francés y el plan de la reti-
rada, levendo por los caminos y en las posadas por terce-
ra vez fa historia do España por el P. Mariana.
Cuando Ios-emigrados españoles entraron en Francia,
: se distribuyeron en grupos 6 fracciones, cada una do las
cuales nombró un jefe que hiciese cabeza. Gambronero
.fue jefe de una de estas fracciones: también lo fue Gq-
rostiza (don Pedro Ángel), y también el señor Lista. Es-
.tos diferentes grupos seguian rumbos diferentes para es-
tablecer su residencia. Pero como entonces entodos los
.departamentos de la Francia se acababan de nombrar au-
- toridades adictas á los Borbones, y conocidas generalmen-
• le por la exaltación de sus opiniones, y como los emigra-
dos españoles estaban reputados por partidarios de Napo-
león, eran por consiguiente mal acogidos, sino de los pue-
:blos de aquella nación hosditalaria, al menos de las auto-
ridades que se hallaban al frente de los departamentos.
•£l señor Lista, á pie y seguido de los suyos, atravesó mu-
^clioa departamentos de Francia i án qú^xeu xi^vnf^x^V^ ^-
112 ' •
«itediosen los prefectos á peñnitirles fijtr sQ' teti4eneia.
Él cansancio y las fatif^as de los viajes, j las.pcnalidadet
ijr privaciones consiguientes, redujeron a los que segirian
al señor Lista á la mayor desesperación. Un ouispo fran-
cés á quien aquel se presentó, lo invitó á qne so separase
do los suyos y so quedase en su diócesis: á esto se -negó
'icón resolución, no queriendo separarse de sus compañe-
ros de desgracia, y do los qui» en él haliían depositado su
'eoníianza, mientras durasen aquellos días de infortunio y
de adversidad. No permitiéndoseles fijar su residencia en
ninguna parte, so dirigió el señor Lista al prefecto en
una capital de departamento, y con energía y con calor
le rogó que antes de hacerlos salir de su departamento,
loshicieso fusilar á todos en el glásisdo la plaza, pues se
bailaban rendidos de fatiga, y sin medios ni recursos de
ningún género para proseguir la peregrinación á que se
> les condenaba. A poco- hubo de variar la conducta de hs
' autoridades, en vista dplas instrucciones querocibieron de
la corte. Se les permitió, pucs,^ fijar su residencia , pero
por algún tiempo no fueron socorridos. El señor Lista,
nombre de singular actividad y de resoluciones prontas,
organizó una Academia de varias facultades, y conooido
- én breve de las personas mas distinguidas déla población
en que primero se estableció, tuvo muchas lecciones de
-idioma español, de humanidades, de matemáticas é histo-
ria: también enseñaba á muchos de sus compañeros de
- emigración que querían emplear útilmento el tiempo, es-
tableciendo especialmente para muchos do estos una
Academia do idioma francés. A. muy poco trempo, las lec-
- ciones que adquirió el señor Lista , le suministraban so-
bradamente para su decente subsistencia, y para socorrer
generosamente á sus compañeros de desgracia, á quienes
^iró siempre conao á hermanos, tratándolos con el afecto
'y la franqueza de tal.
Uno de sus primeros cuidados al entrar en* Francia
fue saber el punto donde se hallaba don Juan Melendez
Yaldés; á quien pasó á visitar á Tolosa ó Burdeos. El se-
" ñot Lista úú ha podido oW\&ax iqmli\cí U« honv de con-
is
^rsadoa qüd pasó con amiél indigno poeta, de quien ad^
mira siempre los profonoos conocimientos qno poseia en
la literatura I j las delicadas observaciones que le habia
sugerido su larga cspericncia en todo género de compo-
siciones poéticas. A poco tiempo le dirigió el señor Lista
una magnifica composición, que se halla entre sus poesías,
con otra , llena de ternura y do dolor , en que lloró su
muerte.
Un prelado eclesiástico le nombró para el curato dé
nna pequeña aldea , v lo desempeñó por algún tiempo,
llenando muy cumplidamente todas las funciones del mi-
nisterio parroquial; predicó también repetidas reces,
aunque no pronuncia el francés de una manera ayentaja-
da. Pero dejó este cargo para que recayese, como en
efecto recayo, en un compatriota suyo, y aun creemos que
de la misma ciudad de Sevilla»
En 1817 se restituyó á su patria, fijando su residen-
cia ya en la ciudad de Pamplona , donde dio lecciones á
los jóvenes mas distinguidos de aquella ciudad, distin-»
S alendóse entre estos él actual hnron ¿e Bígüczall , ya en
ilbao> donde obtuvo por oposición la cátedra de mate-
máticas, establecida por el Conrado do aquella plaza^
Para esta escuela escribió unos breves tratado!! de algu-
nos ramos de las matemáticas. Ademas de las lecciones
que daba en su clase pública, las daba privadamente en
su casa, y ya de algunos ramos do las matemáticas quo
no entraban en el plan de estadit)s de aquella escuela, ya
de literatura , historia y otras ciencias. De esta manera
Í tareco que su destino lo conduela á ir esparciendo por
iferentes capitales, semillas dé buen gusto literario y do
la mas sólida instrucción. En todas partes era considerado
Í obsequiado por las familias niiis cfíslinguidas, y rodca-
0 do la juventud estudiosa, 'ü^'b ({Uf; lia inspirado siem-
pre tanta veneración por sil va'il'o^ 'saber ,■ cuanto carifio
' por la amabilidad y dulzura dd sujiraráctcr.
Las instancias de sus amigóST,*- el deseo do abrazar á
muchos do ellos, después de una' larga anuencia, y las
Ventajas que proporciona la cArfo i|láKa m \iie&iV^>o\j^x%8^
u
:tios, lo impulsaron á ttiasladarse ¿ ella en 1820 « deiipnet
-de haberse promulgado la Constitución de 1820. Conti-
nuó^ como en todas partes, ocupándose en la enseñanza,
tomando ademas parte en la redacción de El Imparcial j
de El Censor. En este último escribió mientras duró aquel
periódico, que dejó de publicarse cuando ocurrieron los
.memorables acontecimientos del 7 de julio; y en el que
se propuso, de acuerdo con los otros dos colaboradores,
que lo eran sus amigos don Jo.sé Heriñosilla y don Sebas-
tian de Miñano , propagar las buenas doctrinas políticas,
formar una opinión ilustrada y fuerte, apoyar las refor-
mas útiles y convenientes, que la situación del pais re-
clamaba, y contener con firmeza el espíritu de exagera-
ción, haciendo cruda guerra á los proyectos y tentativas
desorganizadoras y anárquicas. Este periódico fue el ver-
dadero fundador en España de la .escuela moderada; en-
tendida esta palabra en •su natural y legitima acepción, es
. decir, escuela que profesa principios , máximas y doctrí-
. ñas , que ademas de estar fundadas en la prudencia y en
.la conveniencia^ se hallan igualmente distantes de dos en-
tremos opuestos y; viciosos* Este periódico , .que todavía
se lee con interés, y ^Ut^.^e busca y se desea adquirir, for*
. ma en 17 tomos en. 8.^, la mas preciosa colección de
opúsculos políticos, económicos y literarios: en ella se
examinaron profundamente con erudición, con lógica v
elocuencia, las mas interesantes cuestiones. que en aquella
época se agitaron, como la estincion de monacales, la su-
presión, del instituto de la Compañía de Jesús, la ley ^e
vinculaciones y mayorazgos y otras. Todos los. artícnlps
de.Jiteralura dramática son del señor Lista y lo mismo los
mas de critica literai:i,¿/yj muchos relaiiivos á cuestiones
políticas. Aunque en mogun articulo .de ^sta colección
Eeriódica está firmadQ ^qr su. autor, contraía ptictica
üY.vígente;» según la cual se firma el articulo toas f^^ig-
nihcante con el nombr^ y todos los apellidos de su autor,
sin embargo los del f^ño^. Lista se distinguen desde Iuíe!^
por las. cualidades de su estilo, en lo gcnecal mas corta-
Jio ^.el.de I^iñano^t ^j de mas tarieaad y |trm9^^^
15
didft HéraionUá, laniMáo ftl miimo tienq^ nits inima^
doQ 7 colorido qae elée ambos. Entre int artíeoloi po«-.
Utieof f son los mas notables en nuestro concepto , d que
tiene por epígrafe: «Origen» projpresos y estado actnal del
sistema representatiro en las naciónos europeas» » el que
trata de la revolución de Ñapóles , el que esplica lo que
era el Consejo de Estado en la Constitución de 1812, el
que trata de Us antiguas repúblicas , el del espiritu de
partido, el de la armonía de los poderes constitucionales,
el de la autoridad del pueblo en el sistema constitucio-
nal , j el de la omnipotencia parlamentaria. El primero
es un magnifico discurso , en que , después de (razar con
mncba filosoña y con una bermosa elocución , los bechos
mas notables que forman la historia del régimen repre-
sentativo, llegando á formar el cuadro que presentaba en
aquella sazón, concluye diciendo: «Tal pa sido el origen
y progresos del sistema representativo. Conocido en sus
principios con los nombres modestos, por no decir bu-
mildes , de tercer eetaído , cámara baja^ procuradores de ¡as
ciudades de voío en Cortes^ sin verdadera autoridad legis--
lativa, con muy poca inOuencia en la administración, me-
ro instrumento puesto en mano de los reyes para abatir el
feudalismo, y cuando ya la autoridad ministerial se creyó
suficientemente arraigada, suprimido en unas naciones y
olvidado en otras, ha llegado a ser en nuestros tiempos,
gracias á los progresos de la civilización y de las luces, la
primer rueda de la máquina política, el órgano de la so-
beranía nacional, y el arbitro de los destinos futuros del
universo.
»¿Qué es lo que falta pues para la renovación política
de la Europa? Solo la buena féen los depositarios del po-
der ejecutivo y conservador (1). Constantemente clamare-
(1) Los publicistas de nuestros dias colocan el poder conservador
en aquellas ciases ó magistraturas^ cuya obligación es contener por
una parte la autoridad popular, que siempre tiende á la democracia,
y por otra el poder ministerial, propenso'aldespotismo. £Vy^^<tt ^^t^
senrador existe de hecho en /as ciases superiores de \a %otVft<k«!\ ^ i\«^
Tomo vm. \^
li
naiá.loi]eÍMile los paeÜoütc •hi>initB<i ;Írrt«MÍiÉn¿yt
eB^ejecidaa: no queráis gobernar |foi ptefogativat/cuyo»
titoio» ha anticuado el indomable espiritn del siglo. Seci-
biA de Tuostrsft naciones un; Ululo nftas* sólido y maf glo*
rioso: sed el centro del poder, los moderadores de toda
kadmini&traeion: sed los dadores déla pai^ de la eoneorw
día y de la feticidad. La adulación mata, 5 el amorre
los pueblos hace vivir en los siglos mas remotos.»
)» Diremos á los ministros de la religión: «sed ángeles
de paz, anunciad las verdades eternas, fundad en las aU
mas el reino puramente espiritual de Jesucristo y abando-
nad el cuidado de los negocios temporales á quienes la
Providencia divina y la razón humana los confian de de*
recbo... No atraigáis sobre vosotros la terrible aeriaiimH
cion de turbar en nombre del ciclo la tranquilidad de la
tierra, por mezquinos y sórdidos intereses.»
» Diremos tatnbicn á las clases superiores de la sacíe^
dad: «no existen ya cartas privilegiadas: las virtudes y
los talentos son los únicos títulos de superioridad quesa-
fre la actual generación. Sed hermanos de vuestros coa-
ciudadanos: sed dignos de su confianza: servid á la pa«
tria 9 y obtendréis la gloria de conservarla, muy sape**
ríor á las distinciones de la yanidad y al orgullo de las
genealogías.»
9 En fin, nos parece una verdad indudable que va
novarse la iaz de la Europa: el deseo universal, los
nocimientos políticos diseminados por todas las nacioBCS
lo aseguran. ¿Qué valdrán contra esta masa defmria do*
ral, los débiles esfuerzos del corto número que goia i
cuales son igualmente funestos el poder arbitrario y la anarquía , por-
que el lu;^ar que ocupaa las somete mas inmediatainente ¿la ia^
iluen:-ia y animadversión del ministerio ó de la demagogia. La mayor
parle de las constituciones colocan de derecho el poder coDserwor
en una segunda cámara ó en un Senado. La astuta combinación de
las constituciones consular é imperial, que sometían el Beoadoal jefe
de la nación, y la nación al Senado^ hizo que este fuese conocido coa
el nombre de Senado Conservador de Bonaparte.
C^ota del articulo^
ir
cotia dala conranidad? La iuiica carrera glorióla y sagí^-
ra qae lea queda , es ponerse al frente de la revoicicion,
dirigirla pacificamente evitando las convulsiones, y.sobre
todo la sangro. Guando á los pueblos no se les concede
Toluntariamente la justicia que piden, la arrancan coa
TÍolencia. La táclica de las revoluciones está ya niuv per»
feccionada, y no hay mas medios do evitarlas que la justw
cia y la moderación. Diremos que esperamos que el lorrir
ble ejemplo de la Francia sea útil á la presente geno-»
ración.
)>LaEspafia, sometida, después de la desagraciada lucha
de los comuneros, al despotismo ministerial é inquisito-
rial; la España, cuyos progresos en las artes y ciencias, se-
Saladamente en la del gobierno, han sido tan lentos aun
en nuestros dias, conservó sin embargo á pesar de tan-^
los obstáculos, el germen do la libertad primitiva en la
probidad y constancia que han caracterizado en todos tiem-
pos á sus habitantes. Un sentimiento profundo de indig-
nación le arrancó el ffrito de guerra en 18Ü8: la rcilexíoa
de los males que sufría durante aquella lid devastadora «
y de los quetemia en lo sucesivo, le hizo conocer cuál
era la fuente de sus infortunios; y determinó cegarla
Cira siempre, elevando un nuevo edificio social sobre
abases de lalibertad y de la representación, lutereseí
privados reunidos á preocupaciones envejecidas, sus-
pendieron durante seis años la marcha de los princi[»ioa
tutelares: mas no retroceden los españoles, cuando una
vez han recorrido la senda del bien. Ua salido de entre sus
ruinas , mas hermoso y brillante que nunca , el gobier-
no nacional: las grandes ideas están bajo la salvaguardia
de una gran nación, que reúne en supremo grado la intre-
pidez y la prudencia , la moderación y la constancia, y su
triunfo es indefectible. £1 poder legislativo ha sido de-
vuelto á la representación : el poder conservador estriba
en la sanción de las leyes^ atribuida al monarca, en. el
voto consultivo del Consejo de Estado > elegido por el
rey á propuesta de las Cortes, entre los hombrea tí^\
ImieiDéñVoa da la jiacioo, j princi|^akDL«ak)t «a <^ ^^r^*»
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rácter religioso y cnerdo de los eiadedtiios éipiBoles-'
«Para ileDar las esperanzas de la actual época, cojob
eamplimiento inmortalizará á la Espafia y á sos repre —
sentantes, ademas de las luces y conocimientos pecnliare^
á nuestro suelo, es necesario la espcriencia de los ejem —
píos tomados de las naciones estranjeras. Sus aciertos, sus
errores mismos nos serán útiles; y tanto mas, cuanto lan
análisis política que hagamos de unos y de otros será impar—
eial, porque se versará sobre países distantes, y sobre in —
t^resesaj^nos. Un estudio de esta especie que podría lia —
marse estudio filosófico de la historia de la edad présenle,^
es de la mayor importancia para un pueblo que quieren
consolidar su libertad. Ademas, los deseos de los gober-
nados, ya mas ya menos comprimidos por el poder y la as —
lucia de los gobernantes, forman un cuadro moral y po —
Htico sumamente interesante p?ra el filósofo.
»Esta razón nos ha movido á insertar en nuestro pe-
riódico, como lo haremos en los números sucesivos, no
solo las combinaciones legislativas que en los demás paí-
ses aceleran ó atrasan la marcha de los gobiernos repre-
sentativos , sino también la análisis de las obras que se
publiquen sobre política, impugnando los principios con-
trarios ya al orden, ya á la libertad, y elogiando y reco-
mendando las ideas favorables á la prosperidad de lis
naciones. Seriamos muy dichosos si en los juicios y cen-
suras que hagamos, estuviéramos tan seguros de lai
fuerzas de nuestro ingenio, como lo estamos de la rectitud
de nuestras intenciones.»
En el cscclentc articulo que ya hemos citado, acerr
de la revolución de Ñapóles, son notables los dos pasaj
siguientes:
aEl impulso comunicado ú (oda Europa por la revo^
cion francesa en su larga y dosgracinda c;irrora, ha acf
rado la marcha vencedora de la opinión pública; y Ib
prueba ineluctablemente la nnalogia de este impulso
el espíritu del siglo, es que ni la tiranta que soced
Francia A las convulsiones an¿írqu¡cas, ni el odio un
— «/luella t\raiii;\ m\yvtU «ítvVc;^ V^ w^cion 'fin»
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iiutniíDento de sns conquistas, han podido retardar el
Wanfo de los principios libornlos.»
Hablando dcspuos del sinp^iiliir fonóniono de que en las
^'evoluciones do Kspañc^ y Ñapólos, en el afto de 20, haya
^Cimacio l?t inicialiva la fuerza armada, dice:
alül militar, somelido necesariamente, aun en las re-
r^TÍiblicas nips libros, á una disciplina despólicn, hi sido
'airado como polijrroso pnra la linortad de las naciones.
Oe aquí, la impaciencia con que las leves le quitaban Us
^Tmas, y le restituían á Ia clase de ciudadano, apenas
besaba el pelij^ro ó la empresa que había dado motivo al
armamento; de aquí también la repuprnancia de los pue-
blos amantes de su libertad á alistarse bajo las banderas,
y í someterse al mando de los que no pudiendo saciar su
ambicien como mafi[istrados, querían saciarla como gené-
ralos. Cuando Roma se vio precisada por la estonsion del
Imperio y do la dilatación de sus fronteras, á tener gran-
les ejércitos permanentes, los procónsules pensaron en
si supremo mando por la renalidad de los soldadcs, que
fa no se miraban como ciudadanos do Roma, sino como
túbdilos de Mario ó Sila, de Pompejo 6 do César; y con
as mismas armas que la república les habia confiado
k*8trozaron su seno Las nac¡(uif s modernas, que han go-
sado ot réfi^imen representativo, hdn clamado siempre por
a disminución do la fuerza armada; ella destruyó en Sue*
na el régimen constitticional en el último tercio del siglo
Misado: ella afirmóel despotismo en K^pafta, \ustria yPru*
lia; ella sost^icne en la p^ran Bretaña la oligarquía minis-
terial que amenaza las libertados de la nación. ¿Qué mas?
Las mismas tropas, criadas por decirlo asi, á los pechos
lo la libertad en las revoluciones de Inglalcrra y de Fran-
cia t osas mismas protegieron las tiránicas dictaduras de
Cromwel y Napoleón.
» ¿Quien ha alterado el espiritu do la profesión mili*
lar? ¿Ks menos severo su régimen? ¿Se ha relajado su
disciplina? ¿La sumisión á sus jefes es menos obligatoria?
No. Se han instruido : j cuando las luces han penetradt
meeta dase, suroergioa baMa nueMroft V\«iii^^^Vi^N%
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AortDeiak tan fayorable áloatiranotí m ha atacado y tmi*
cido al poder arbitrario en sus últimos atrincheramieDiM.
Los mismos que á la voz de sus jefes volara o á defenderla
pairía coiilra la invasión cstranjera, y derramaran toda
su sangre en las fronteras de su pais, han desoldó el ffrito
del despotismo, y han cedido al irresistible clamor de la
opinión pública. Se avergüenzan ya los militares de ser
iuslrumcuLos de la opresión de su patria: no quieren ser
verdugos de sus hermanos, no quieren ser los muda»
asalariados de un gran visir. Ya se admiran eo esta pre-
ciosa clase de ciudadanos, ademas de la intrepidez y el
pundonor que siempre la ha caracterizado, la verdamn
virtud patriótica, dirigida por las ideas políticas del si-
glo. En fin, la fuerza armada es ya el ejército de la M*
cion.yy
Ya que hornos hablado de sus estudios poéticos y de
haberse dedicado desde sus primeros auos , entre otroi
ramos, á la enseñanza de la literatura, y después de haber
presentado á nuestros lectores algunas muestrasde losar-
itículos que escribió en El Centor^ debemos decir algo ds
sus poesías , aunque ligeramente por ser tan conocidas y
taa:unánime la opinión de los inteligentes acerca del sin-
gular mérito de cílas. En 1822 las publicó por primen
<V6Z, y en 1837 hizo una segunda edición, en la que afa-
dio muchas composiciones hechas ó corregidas desde qui
• dio á luz á la primera. E^ta fue recibida del público coa
estraorüiuaria aceptación y con entusiasmo: de todos bi
periútiicos de aquel tiempo merecieron las poesías delse^
ñor LiMa los mayores encomios: los jóvenes literatos J
las |»erbOiias de gustólas leian con ansia y repetían átrnt-
mo ia mnckos trozos de ellas. A poco tiempo de publica-
-idas, se hicieron en cierto modo populares entre las per*-
sonab cultas y de guslo poético: la música prestó susar-
iiuniiosos tonos á ulffunas de sus letrillas é idilios; redes-
..lemiMite «I alcnun don Fernando José Wolfíha ptiblíealo
' éft do$< tomos una fioresia de rimat ca$Ullama$ üie La-
; san basta juueslros días, incluyendo en ella la» de k» al'
. ;(0fes vmeilM I s 4«ii&j»akfaA.ieaiu obraa ua míÍím
SI
jMfgráSca da alloteon m jaioio critico lobre et mtrito
década autor; y del señor Lista dice lo siguiente: «Sus
poesías BOU cmsi loilas del gé^erp Úrico, que es el único á
i|ue se ha dedicado; y masón ellas se Im señalado tanto,
que se le debe colocar entre los primeros poetas moder-
nos de aquel género, no solo de España , sino de £uropa.
fiase # pues, formado con el estudio de los poetas clásicos
jdia la antigüeclad y los castellíino9 del siglo de oro, y es
quizá entre los poertas españolea el que há sabido reunir
ifion el mejor ¿xito la precisión, claridad y elegancia de
& clásicos antiguos, con el encanto, halago y riqueza de
castellanos y la profundidad metafísica do los modera
JMS. Sirvan de prueba sus írdducciifnei , mejor diremos,
MU^ imitacioneé de Horacio^ escritas con tanta maostriai
qae el misiuo .poeta romano no hubiera podido decirlo
^Qa^or, á haberse valido de la habla castellana: sus poeria$
^gradq$9 compuestas en el espíritu de aq\iel cristianismo
— ^^áptko, an quq los castellanos .bao aventajado ú todas
\dfinjis naciones de Europa; ^u^ lirictuprofanas, llenas
,. jpaUiolismo.y vuelo, por las que ha veriGcado lo que
je 61 babia dicho so célebre uiaesJlro Molendp^.eM- oslas
Slfíobras: en <ion»Alber(o de Lisift;VeQj.enncida la mtuad'el
\nÍHO ¡terrera: &hs poerifts fÜQ$6fiiíat^ en que no se sabe
if|((6 admirar; m^as» si la apacibilid^d. Je los sentimientos ó
lía humanidad^ nobleza y elevación ^u las miras ó la pe^-
iiyii;GÍoa del estilo, y la versíücacioi^ ; en fín , sus poesías
üff^roeae yy ajia^reóniicai^iní ^ue sÁno se iguala 9\ áiUck-
tirfíO Ba^tilot á. Ip meuos no (;edei>: uiiiguix^ de 4$iianto9,
2tre susdetuas con^patrxotas, hau. pulido el blando, laúd
AnacreoMle.o . ....... . . ,
. Xa primera edición de. susi.i)0(Viías la djedicó el señor
í^iata á su amigo. 4on Jpsé^María Ulanco, , .qvie se hallaba
Miai^nt^ dOiS» pal|rÍA,,y.U .de4i<'*fi(t<)ria¡ está reducida á un
||^||lÍ6^i;)()0 soneto : ií;of>sarv.9 esl^eii.la segunda . edición,
^f(^,^d(4M¥iip4^lQg<>,i^A;ftue^dMApi]C8.de dar gracias ^1
l^bliooppr. la Uvoral|le.acog¡ilajqu^^l^a. dispensado á. sus
^fc.^SRÍW l^AfiriQCigipíi WQU4B*^ qi?Cíí^ M *l¡rigidp,
22
ja. En Imeii hora dne el fteSor Lista haya eitadiaday he^
cho suyo el estilo de Rioja, que el seftor Quintana carac-
teriza con mucha propiedad , do culto siempre sin afee*
tacíon, de elegante sin nimiedad, de grandioso sin hin-
chazón , y de adornado y rico sin ostentación ni aparato.
Pero en el gran námero do sus composiciones ha mos-
trado una grande flexibilidad de ingenio, recorriendo con
igual facilidad y maestría todas las cuerdas de la lira. Sin
embarazarle en nada las dificultades de la versificación y
de la rima, ha sabido^ comunicar k sus versos la nobleza
y elevación de Herrera en el estilo, y la suavididy finan
de Melcndez en las descripciones y en los sentimientiM.
Ha ejercitado con estraordinarío éxito todos los genera
de la lírica, y con facilidad admirable, con calor, con
pasión ha espresado toda clase de sentimientos sin que le
embarazasen los grillos de la rima. Su genio recibe todas
las formas: con razón lo llamaba un joven poeta un Pro-
feo de la lira: ora es un pastorcillo lleno de temara, qoe
presenta á su Elisa un ramo de tulipanes* y ora el qué
anima al combate á los guerreros sus conciudadanos, A
que reprende á los hombres y corrige sus flaquezas, el
que canta los purísimos placeres de la amistad y las deli-
cias del amor divino, el qui) sube al trono del Eterno y
canta los himnos gloriosos que llenan las ánimas aublinwi
de melancólica grandeza.
Un amigo nuestro, que hoy ocupa un puesto impor-
tantísimo en el Estado, y que siempre lo ha ocupado may
distinguido en la literatura, se espresaba de la manera
' siguiente, al anunciar en 1837, en un periódico de loi
mas acreditados, la segunda edición de las poesías del se-
ftor Lista: «Al público que tanto conoce ya, y tan justa-
mente aprecia las obras de este insigne literato, y enñ-
nente poeta espafiol, ¿qué pudiéramos decirle por nuesln
parte para recomendarle la lectura de una colección de
poesías tan preciosas? Ocioso fuera detenemos macho ei
elogiar las producciones, sabidas de memoria por tantóli
de una persona á quien el mundo literario ha calificado
jf eoino uno de tos padrea d« U Ifriea'nibdÉniá oip^
or ks Mías y gtraades creatíoiiet da su gmio, y por la
brt lu de la ontefiania que ha difandido, cual no otro,
B la juventud de toda la Península. S(: cato honroso t(-*
ilOf tan dulce á su corazón » y que acaso él estima como
I de BU mayor gloria , le os debido en rigorosa justicia:
penas hay iótou do los aoe hacen buenos versos en Kspa«
a« que no fe aclame su aircctor y su maestro. Kl señor
Í8la»como poeta y como preceptor, es uno de los mejores
mamentosde nuestra patria...» «La comprensión y flc\i-
ilidad de su genio ha abarcado desdo los sublimes miste-
ios de la religión hasta losjuegos mas sencillos del amor;
•ro aun en estos juegos no es un poeta que muestra solo
Bikabilidad» sino un hombro que siente y que sufre.» '
... T<Hloa los humanistas han reconocido la dificultad da
.eaempeflar bien los asuntos religiosos en poesía, por ra*
onea que no son de nuestro propósito. En la colección do
la poesías del señor Lista, son las sagradas las mas nota-
(leSt no solo por la belleía de su dicción y por las gra-
tas de su estilo , sino también y inuy especialmente por
a particular entonac¡on,*por8U colorido propio, y por la
ucion con que canta el poela>< y que comnnica á enan-
os le escuchan ..Entre todas ellas se distingue la primera
le la colección , que en concepto de los inteligentes es
ipabienuna do las. primeras del Parnaso español en este
jénnro. Compuesta á la mueríe efe Júiut^ penetra á los
MtosdUds. los mismos sentimientos que inspirara al poe-
s-la profunda contemplación' de aquel santo misteno y
ie aquel doloroao sacriGciOr Nos atrevemos á asegurar
[ae esta composición durará lo que dur$ el habla eaiUlla'
MI. Si nuestros elogies pareciesen exafforados 6 parcia-
est diganosi lodo hombre sénsiLle y religioso que la haya
^isto, si se ha ooátentadd con leerla una yes.
¿Y eres tú el qus' velando
la cscelsa magostad en nube ardiente* ■
fulminaste en SináT y él impio bsndo,-
que eleva contra ti la osada Irentei
'11 **H ' Mt ^ que ovó medikü» •
Mip, n>d««taMyad'sslMsiteihH|ob^
L« natural y fnerto osMraposiebNida 1m Mob ai eiti
entrada , y la proftindidad del seniiniiento que lolMCigt
al poeta, anuncian la grandeza del espectácolo que M
ofrece á sua ojost y que conmueve so corazón. Peroel dp«
lor que aquel eapcrimenta necesita de una leye tregua, j
la halla en la conformidad religioaai tan felízmeDté espre*
-aada en cstoa veraos;
I •
Asi el amor lo ordena.
Amor, mas poderoso que la muerte» -
Y amplificada después en los bellisímoi de la H^
trofa siguiente , en loa cuales el poeta manifieata tidH
Uen su admiración respetuosa por los deéretoe íNdrnoi
del Altísimo:
lOh victima preciosa, .
ante siglos de siglos degolladal
Aun no «huyentó larnoone pavorosa
; por vez prinaeraelalba naeáradaf i'
. y iióeli» del «mor tiemor
I moríale en ios decretos del Eterno.
^1 ■ • l'r| . .'li .' »*•'.. ,1 : .11 «
<;.'' iQuó valentio de esphrésioD0n?loS''db9'priiMimtsr^
aoel iqnériqbeza.dépoesiaenlosqnosigueotí '> •«'• ^'
• Mas es forzoso volver al dolor que no hk^piM»'!!^
tiparse^cn elelmadoL contemplador > poeta v^y'^^felrlK'
él. derecha porfá»avgustÍMÍa peiiif!iiiiela=i9prini4i i'' '!'''' '
<lUa-.orai abandonado'-; ? i:.- ! > ^•.-'r<',:'!: i''
, -I. i Mjf pendes-sobre él Gróigirtáry^ül'cielb^''n'
alzas KÍipiendo eKrAalro lihtlaiaíAec- "' "^ ^
cubre tus belloÉoiósinoi;tiil<vela, ' ' *' .
y su |«feieiAÍBg«Íra r.--; -.'-: i.í
en arpefcgoi bosyiió ¡das lavída.
.'.ifi'i'ii . !i ■■) :.l i? -f':t • . ; , I «.rn»
U
Es admirable esta suavidM deieoleoido eéi-OTepsiS'
el Salrador MtfkAjMMLteiM» de ^mtñmú \V^
■feaitria! iq^édellcaden de tiineelt Et In^CMllMé ter íih
KÜMrente á los tiernos sentimientos que insi&in. Véase
n legoida al poeta corriendo al llanto y i la oMtempIéH
Son mas tierna, cómo se exhala al ver el espectáculo de
[eras en la Grux.
¿Quién abrió los raudales
de esas sangrientas Ilaiffas, amor míe?
;quién cubrió tus mejillas celestiales **
de horror y palidez? ¿Cuál brazo impfo
á tu frente divina
cifió corona de punzante espina?
No hallamos palabras sufioientes para elogiar debida-
mente osla eatroU: para darlas á conocer « no bastaría
compararla con la esprcsion del sentimiento de una ma-
dre que contempla muerto al hijo de sus entraffat; Toda-
vft son mayores ta suavidad y delicadeza de eüos . dee
reraoi:
Ya de la muerte la tiniebla vaga
por el semblante de Jesfra doliente.
El poeta vuelvo á considerar humilde y religiosameB'i
la el anblimo misterio de la redención del linaje hamanoJ
Toda la pieza se compone de mutuos embales entre ^el
iolor y la consideración cristiana, y cada voz «fno M^e««
senta uno de estos cstimnlos, aparece con mat fueraa -f
DOvedad. ¡Qué erando os la idoa encerrada en los ouairo
últimos versos de la estrofa 8.* donde se dice que solo la
sangí e del Cordero podría aplacar la cólera divinal El
último de ellos ha parecido débil y forzado a loa que no
han comprendido su artiiicio. Cii versificador tan diestro
como el señor Lista, fácilmente habría podido recpnstruir-
lo y mejorarlo: cuando no lo lia hecho » creemos que ha
Íuerido que la estructura material de esto v.^rso y su
ilU de armenia esprese toda la /íiersa del' sentimiento \
«Mtai'l» aéUliáid dal'ditftíniMvi; ' o^ :'.V v'^ «a;\
96
Este mmro giro qae taa natoralmente toma el fMta,
le sirTe para llevar á su debido término la composición.
Ya contemplando la agonía de Jesús, y la estiocion si-
multánea de la cólera divina: y cuando el ángel de la
muerte está para recoger el úllimo suspiro del bom-
bre-Dios, el poeta concluye su canto con la estrofa qae
sigue, en la cual se hallan comprendidos todos los sen-
timientos que bao conmovido su corazón en el discurso
de él.
Basga tu seno, ¡ob tierral
rompe, ¡ob templo! tu velo. Moribundo
yace el Criador... mas la maldad aterra,
y un grito de furor lanza el profundo:
' maere!.. Gemid, humanos,
'todos en él pusisteis vuestras manos.
£1 Senumario Pintoreteo decía que en estos magestno^
sos y sublimes versos , es otro Fr. Luis de León el qoe
canta la muerte de Jesús. No podemos hablar por falta de
espacio de todas las poesías sagradas que comprende la
colección, aunque todas tienen muchas bellezas que ad^
mirar. La oda a la Concepción de nuestra Señora consta de
400 versos, que forman un verdadero poema, lleno de las
mayores bellezas » de imágenes grandiosas , y de inagota-
bl6 riqueza de dicción y de estilo. £1 plan está tomada
según encargó al autor la Academia Sevillana, en el aflD
de ISOOt del capítulo 12 del Apocalipsis. £1 argumento el
bastante delicado y espinoso; pero no ha habido dificultar
des que no haya sabido yencer el talento del poeta.
Al rey que en medio el lago tenebroso
ya en cadenas de fuego ^me atado
al trono adusto que erigió el delito:
deshecha la corona, el cetro odioso
Í'ace aparte arrojado;
os ásperos clamores
íef'oz repitCi etc.
JEito es digno deNVs^p^)^\alN«L4aG«dbi<li.píii»'
57
6 lá' gaerra en la Eneida. La deacripción deia salida
atañas es de un tono sublime: no podemos dejar de
arla.
Ya la funesta puerta se estremece
J estalla fragorosa: entro humo y trueno
ragon sañudo por la dura escama
vertiendo sangro y roja luz, parece:
prcfiados de yeneno
siete cuellos enhiesta;
arde ceñida do insaciable llama
cada ominosa cresta;
y de diez negras astas coronado
aterra al hombre atónito y postrado.
Rompe del negro lago: contra el cielo
vibra el niónnlruo feroz la cola ardiente,
y en pos teñidas de horrorosa lumbre
estrellas mil y mil arroja al suelo.
Asi rugiendo herviento
incendio proceloso
rompe del Etna la abrasada cumbre;
y entre el humo nubloso
globos de fuogo pulido desgaja
y de ardido alquitrán los mares cuaja.
So podemos tampoco dejar de mencionar el religio-
Qtusiasmo do la magnifica obra á la profesión do aoña
ia Fernanda Blanco, y la ineomparanle ternura de la
¡ente « dedicada á la profesión do otra religiosa , en la
ha imitado tan perfectamente el poeta el estilo de san
I de la Cruz, ó el Cántico de los Cánticos, que es el
Udero modelo de ambos: tampoco nos detendremos
i profunda oda á la Providencia, ni en la dirigida á
io en la muerte de su hija, llena de acción, y de todos
movimientos que pueden imprimir á un corazón señ-
) ol dolor pntornnl por una parle , y por otra la reli-
y la filosofía. Todas las composiciones rcU^o%bL% &s\
>r Lista^ y en particular lá prrméta k \i muet\A ^^ it^
9»
•4%l»i«Uqrtmptf* dar i.«Diioc«rMeitrmrdiiiim
, tfoiDaes M eitas, tai que (tnat atención noi motee
aon Im nIosAficas , j entre ellas damos la preferencia i
oda .1 la Benefieencia, en la cual hace sentir el poeta de I
manera mas viva v desusada la dulzura y los encantos 4 ^
la virtud , madre de todas las virtudes, uay pensamientoa
tan originales en esta oda, sentimientos tan tiernos, y un
entusiasmo tan puro, que no puede quien la lea dejar de
gozarse en ser nombre. El principio de la composición es
hasta cierto punto suave y templado ; mas ya desde la se-
gunda estro^ el poeta descoge sus alas y se lanza al es-
pacio para derramar con profusión el tesoro que guardi
en su alma. Dirigiéndose al amor cieffo, á qaien no qaiV
re ya cantar, poscido como se halla del amor de la hama-
nidad, esclama asi:
Dulce ilnsion, aunque gozosa, yanai
que Tó mejor robaste de mi vida,
buve veloz, como la luna herida
del triunfante esplendor de la mafiana.
Estos magníficos versos sirven de preámbulo i la Id*
vocación que el poeta hace á la misma Beneficencia, á U
cual saluda de esta esquisita manera:
Salve, luz celestial; fuego escondido
que en este yerto corazón dormías,
í^aTve; disipa con tus llamas pías
la ciega oscuridad de mi sentido.
El pensamiento que en este lugar solo índica el poeU*
bonsiderando á la Beneficencia como dormida en su tf^
Hzon,. se convertirá después en un sentimiento vivo,eB
cuya eq)resion nos mostrará hasta los últimos senos de ^
alma. Ya at fin de la oda, en la estrofa 24, vuelve i ub*
dar áfa Beneficencia en estos términos:
Salve, keriüoia ^íiVnA» LCómo, ai dabii
»
'> I . •
¿cómo en mi ma^ iíq iFifOf Jiy^U
la fuerza celcstUl qu9 1« impirabaa?
a sé cuál ea la fq^u.U
e ac|uel yago llorar que la teronra
veriió ¿ mi rostro aruienie:
ya conozco del bien la emocioE piirai
que el misero gemido
tal vez me sorprendió dal dea^alido.
i
To caben mas afectos en un alma tierna, ni mas idea-
. ta la etpreaioa do un sentimiento.
hn g[a8to notaríamos otras muchas bellezas de esta
I oda, que contiene 28 estancias de á 10 versos; pero
bndo posible» nos limitaremos á sefialar dos estrofas»
» j la ultima, ambas notabilísimas por la novedad del
wüento, j la estraordinaria felicidad de la espresion.
m 15 solicita el poeta que el amor se convierta en
ladt y dirigiéndose á aquel, le dice:
Las dulces flechas orie te di6 natura
para esparcir del ser la llama ardiente,
templa, ¡ok amor! en la sagrada fuente
de la amistad ínestinguible y pura:
y el amante enlazado
á la gentil beldad que lo enamora»
en lágrimas bañado
esclame al despuntar de cada aurora:
«¡destino venturoso
el de hacerte feliz siendo dichoso!»
fia fin la última estrofa, es inapreciable por el partído
Ka sabido sacar el poeta para una de bs comparación
nas nueras y felices, do la seociUisiuia oaanto vulgar
aoion de sacar lumbre del pedernaL Esta estrofa aeria
teolíe para calificar el g;enio 4fi. ua comyoaitoc^ SMt
•
• » ■ ■ I ■ ■ . • ■ \ .
3ft
Aii del eUM idl deMfiUtf Miib^ ' '
en tímida centella trtsfomiaad,
entre sas densas láminas trabado'
encierra el pedernal inerte j dnro.
. Mas si actiyo el acero
fuerza á mostrársela encubierta llama y
con impeta libero
sobre el pábulo breve se derrama,
7 crece, 7 es hoguera
que al Alpe y á Pirene consumiera.
Entre las piezas clasificadas por el sefior l^istabajoe^
titulo de Líricas Profanas f las hay, como en todos los fk^
ñeros que ha cultivado, de un mérito sobresaliente; Ul
mayor parte son conocidas del público, y este acaso coft^
vendrá con nosotros en considerar al Himno del desgré^
ciaioy como uno de los modelos mas perfectos de la boao^
poesía sentimental que tenemos en castellano. Abunda esa
pensamientos fuertes que agovian la imaginación, y e*
sentimientos ora vivos, ora patéticos que alternadamente
hieren el alma ó la deshacen con tierna compasión. Toda
¡a pieza es trágica; el final es una verdadera catástrofe.
Ven, dice el poeta al suefiot
ven , termina la mísera querella
de un pecho acongojado
¡imagen de la muertel después do ella
eres el bien mayor del desgraciado.
En las poesías amorosas ha sabido fijar el interés 4110
esta pasión debo inspirar en el alma de un ilustrado poeti?
y la decencia y decoro con que debe trasmitirse á oidof
estrafios, al publico y á la posteridad los afectos mas tier^
nos y arcanos del corazón : todas ellas se distinguen jfi^
el carácter sentimental. El amor en su lira no es un pafS*
tiempo, un devaneo; 'sino un goce vivo, ó un tormeoi^
dnro; no es una mariposa, sino una potencia armá3ii;.|!fj
juega ni se chancea con (¡\\ cc^\\%\&»c^^%Iq< ^ion como w
SI
negocio tirio y grave» que Jibsorbe todaí sus facultades^
<iue interesa su razón; como una especie de adoración y
^e culto, como el amor de los antiguos españoles, apreu-
^^do á sentir en Calderón, «lutor favorito del señor Lista
d^^sde su tierna juventud, y cujo estilo bá imitado tan fe^
'lamente en una de sus mas lindas composiciones.
¿Y qué diremos de los romances? En ellos hay macha
variedad, porque aqui todo abunda; y exigirían callos solo
u^ largo examen. Contentémonos con observar que el
peseta ha sabido darles, en todos sus géneros, el toco con-
teniente después do evitados los defectos que se notan en
Jos escogidos do Góngora y Quovedo, y en otros moder-
^os. Sobresale particularmente en el interés y belleza de
las descripciones, en el escogimiento de la dicción y en
1a soltura y naturalidad: en esto último compite, con los
mejores modelos. El dirigido á Eutitnio en la mueríe d$
M n%adre^ es uno do los que hay mas bien hechos en cas-
tellano. Largo seria el análisis que de él hiciésemos para
^scubrír todo su artificio y sus bellezas. El trozo que
^tx&ienza: «Este solitario asilo,» y acaba, «condenó la
M^rte injusta» compite con el famosísimo trozo del de
^gélica y Medoro, aunque es diverso el asunto de los
^ romances. Hasta<el asonante en ua escogido por el
^tttor, añade un mérito singular á la composición, no solo
<>f la escasez de palabras en esta terminación , sino por
1 sonido del mismo asonante, que es mas á propósito
^ra los objetos lúgubres. En este romance, como on
dos los demás, la versificación del señor Lista y el es-
^ son de Gróngora, á quien consideramos como el últi-
^término de lo bello, en materia de romances. En el
) ya hemos citado , dirigido á Eutitnio^ se lee el si-
ente epitafio, que el poeta coloca sobre el sepulcro de
tiadre de su amigo Gorostiza.
•
A la mejor de las madres
de un fiel hijo In ternura.
n el que la nnlurale/a habla, y quizá con mas sen-
nto k inlcros que imi oI '
"di} MU. YS
52 •
Formoti pecoríg cnstot, fornuMbir ip§B.
No podemos dejar de dar algunas maestras de este^^«
nero.
Solo la virtud ignora -
los horrores de la tumba»
y en el naufragio del mondo
sobrenadará segura.
* A Dios, adorada* ingrata^
quédate con tus desdenes
que ya el pecho resistencia
para sufrirlos no tiene.
Dos años há que te adoro»
desde aquella noche aleve
que entre fuesos y alegrías
me diste heriaa de muerte.
' En los idilios se ve transformarse nuestro poeta 9*
zagal culto, llorando las esquiveces de su amada, 6 ecb*
brando sus risas y sus encantos, 6 ensalzando con r4iti<i*
zampona los placeres de la naturaleza. {Qué yariedad ka
hermosal Estos son los cantares de la inocencia «y pofsi*
de corazón, que debieron caracterizar al hombre en 0
primeros días, cuando aun no se le habia hecho esellV*^
del delito: estos ios que hicieron famosos los nonakisAl
Úrico de Teyo, de Teócrito y Bion , y al dulcísimo Vt'
gilio. Después de Melendez, puede decirse, ^ue en W^
solo se encuentra la lírica de canto. tQué ternura Y ÉÉIr
cibilidad-enel281 ^^
Estos son ^los preciosos momentos
que concede la suerte á un amantel
¡Qué es verle transformado en Anacreonte, euiff
las gracias de su jardinera, y rivalizar hasta eoa las ^
tM$ que riegal
55
•
]Ay Ifirtilt! ¿Un solo
piedad merecen ellas?
L Al mirar una rosa , le parece que s^ amada pier-
Aril de su belleza, y con mehncóhca sencilleí t§--
»
No yes aquella rosa
que con beldad lozana
el lindo seno ofrece
al céfiro del alba?
Pues aun no bien las sombras
del alto monte caigan,
cuando su pompa hermosa
mustia Teras y ajada.
No pierdas, no , Mirtila,
tu plácida mafiana:
la más brillante rosa
al otro Sol no alcanza.
ik^ la imitación tiene el seff ór Lista igual talento quf
las composiciones originales. Estas dos especies de
x> que rara vez se hallan unidas en una sola persona, '
tme ¿1 de un modo admirable. Son muchisimas las
iones de su genio , y al mismo tiempo siempre que
lifnlado imitar 6 traducir obras ajenas , por diverso
íkya sido el carácter de ellas y de sus autores, lo ha
k tearaviliosamente , transformándose todo en el au-
ne ha imitado 6 traducido. Sorprende la flexibilidad
S' énio al verle imitar tan felizmente ¿ Calderón co-
lorado; pero al leer las traducciones que de esta
dio, al leer la de lá oda en loor de Dru$o , no pode-
nenos de sentir que no haya dedicado algunos de los
'nüe le han dejaao tiempo para otras composiciones,
1108 una traducción completa de las odas del Utvc<^
k.Eata obra, desempefiada porel Jieftot ÍA>iiL%\uib«l%
ID íúoBumenio eterht de gforia'pára nuMVtiL Y\i«%?^
54
tura. Otra empresa más vasta, yque nps hace mas falta,
cual es la traducción de la Eneida, hubiera sido muy
digna de sus grandes facultades y de su genio. Nadie hu-
biera podido llevarla á cabo como él, después de las mues-
tras de habilidad y maestría que nos ha dado. Su coraron
tiene mucha analogía «con el de Virgilio: su pluma hace
los versos con la facilidad de Ovidio.
De las composiciones añadidas en la segunda edición,
no podemos dejar de observar que no son todas ellas me-
jores que las publicadas anteriormente, y para ello en-
contramos dos razones muy poderosas: 1/ que es difícil
que se aventajen á las antiguas que hemos notado, yá
otras de ellas , cuya mención no ha cabido en este articu-
lo : 2.* que los obietos que se han presentado á la fanU-
sia ^el autor desde 1822 hasta hoy, son menos poéticos
que los que halagaron su ánimo y exaltaron su mente en
.a primer época de su vida, en cuyo tiempo baria tal m
a mayor parte de las composiciones antes publicadas. Sia
'embargo, hay algunas que las igualan , y nos complace-
mos en citar el soneto á don José do Musso y Yalientef
por lo gracioso y tierno de su conclusión; la oda á una
ieñora no conocida del autor sino por la noticia de s^i W"
hades , cuyo asunto es el mas original que pueda hallarle,
y el mas ideal, y está desempeñado con singular maeslrii
de pincel; y por dltimo, para no detenernos mas, la odi;
en el dia de S. M. la reina nuestra señora, en la ciulf
aunque es una pieza muy ligera, hay al fin dos soberbiof
cuartetos, que tienen cuanta lozanía poética pueda pedir"
se á la composición mas acabada. Esta oda la compuso d
seftor Lisia en un cuarto de hora á todo correr de pluioif
por complacer á un amigo que con urgencia se la habit
pedido para insertarla en un periódico. Se halla impretf
en la 2.* edición tal como la compuso el autor. Tambiei
debemos hacer especial mención de la oda á la viütofi^
de Bailen, que improvisó el autor en presencia de ntjo*
amigos, al oír el repique con que se celebraba en Sevilh
Bquel triunfo. Sabemos que esto no debe ser un moti^^^
do celebridad en \aft ci^t^i^ m^%\!v^^% ^^ literarias; p^n
35
permítasenos admirar la natural facilidad del poeta , su
ibundaiicia de ideas, y la singular maestría con que ma-
neja todas las formas del lenguaje poético.
La publicación de sus poesías en 1822 , las que elogia-
ron cpn entusiasmo lodos los periódicos de aquel tiempo,
SD8 escritos, y sus esplicaciones de literatura en el Ateneo
le Madrid á que fue convidado por aquella sociedad, cle-
raron al mas alto grado la reputación literaria del señor
Lista. Su casa era frecuentada de las personas mas dis-
Líoffuidas do la corte, de todos los literatos de la capital,
f ao los jÓTcnes estudiosos que buscaban su dirección y
snseñanza. Por aquella época, el año 1821, fundó un co-
!egio*que se estableció en la calle de san Mateo, de que
lomó su denominación. En este colegio, desempeñaba el
lefior Lista varias cátedras , y principalmente las de bu-
nanidades, matemáticas y geografía; ademas de estar á
iQ cargo la dirección general de los estudios. Para facili-
ar la enseñanza en este colegio , formo para él un tráta-
lo de matemáticas, que consta de cinco tomos en dos
volúmenes, á cuyo tratado faltaba únicamente el tomo re-
Rlivo á la mecánica, que ya tiene concluido el señor Lis-
a, y que probablemente no tardará en ver la luz pública.
También tormo una colección en- dos tomos 8.^ de trozos
iscogidos de nuestros mejores prosistas y poetas que pu-
liese servir de testo de lectura, é igualmente para tor-
nar el gusto de los jóvenes que estudiasen las humanída-
les, y que en aquellos fragmentos podrían conocer el ca-
rácter propio de nuestros poetas y escritores clásicos,
wr tnañera que esta sola obra tenia tres objetos ; la lee-?
tara, el análisis gramatical, y el literario. Ha tenido y,
áene tal aceptación, que ha sido adoptado en muchos co-
léjaos de instrucción secundaria ,' como obra única en
m clase por el conocimiento con que está formada.
Después de establecerse en Madrid en 1823' el go-
Inerno de la Regencia, y do la entrada de las tropa^ fran-
Mas, continuó el señor Lista ocupado en las tareas de
*b colegio, y en la enseñanza que sumitistrabaensu-pro-;
fú casa áf gran númerode discípulóBV en e^las late«& «inr>
36
pleaba todas lai horas de la maff ana y de la noch*. Mo-
chos pudiéramos citar de diferentes edades y de difersas
carreras : entre ellos recordamos en este momento los
nombres de don José Manuel de Arjona* antigao camarii-
tai de Castilla; 4on Facundo Infante, el brigadier León y
Nafarrete, don José lEspronceda, don Ventura deláY^
Ía , don Alejandro Mon, el marqués de la Roca , el doqw
e Osuna difunto, el actual conde de Altamira , el conls
de Pino-Hermoso y otros.
Desde que deió de salir el Censor ^ no yoItíó á escribir
para el público el seftor Lista, que continuó esclusiTames-
te dedicado á la enaefianza. Pero algún tiempo despoei
de la Yuelta del rey de Cádiz , y cuaodo ya parecian Ui
Eislones algún tanto calmadas, molestó la pohcia s|l sefior
jsU con motivo de tener academia en su casa, sin lieea^
da de la autoridad , ni permiso de la Inspección generil
de Estudios. Estas molestias , aue realmente le prodoóft
el espíritu de partido , le enojaron estraordinariameali
coqso.és propio de una persona, amiga de una justa y rir
cional^ independencia ; y que no gusta de negocios qoi lo
distraigan de sus tareas ordinarias. A pesar de que ttík
en aquel tiempo^ como casi siempre , amicos y aiscipuh»
en iniportantes puestos del Estado, no pudieron estoseri*
tar las molestias y los tiros insidiosos de que era obsetofll
iíiistre profesor. Tanto por esto, cuanto porque aa ¿^
gio habm merecido la ¿escQufianza del gobierno , repir
tardólo conto foco de ideas liberales, Y por conaiguieita
ha)>ia sido estinguido, se deteruánó á dejar su paia, tem*
ladándose á Francia y fijando su residencia en Bé]r#9l*
Allí se ociyó en principiar ¿ escribir su Historia Uoíffl^
aal, que por causas independientes de la voluntad delWr
cntor, no acabó de publicarse hasta el afio fle 37 4^-
Consta de 30 toqios en S."" con un Atlas de la flialiBril
antigua. Ánnime forman la base de esta obra, h Historia
antigua y del Bajo Imperio, del conde de Segur, sift «0^
JMirgo, el traductor, bajo m. plan uniforme y W^M^
iqtrodnjo en el t^ de i^quel autor las alteraóoMII
e(||¡q^é)BCiQppes 'que juagó Q^yeniontes, y la eitÓP^ *'**'
37
to en necesario pra formar un compendio, en cierto
modo elemental* de Historia universal, que concluía con
1« Historia de España, que forma los cuatro últimos to-
mos de la obra. El largo tiempo que ha tardado este en
publicarse, j el subido precio cnque Gjó la suscricion su
editor, asi como cl poco mérito de la edición , disgusta-
ron ¿ muchos suscritores v retrajeron á no pocas perso-
nas; pero después que toda ella se halla venal, se busca
con el mavor interés, como obra única en nuestro pais,
qne tiene la singularidad de dar una noticia exacta de los
acontecimientos , abundando igualmente en hechos que en
filosofía.
En el afio de 28, principió á publicar la Gaceta de
Bmyona , en que insertó escelenles artículos de literatu-
ra y de critica, con algunos, aunque pocos, de política,
pomo que estaba destinado este periódico para ser intro-
ducido en España, j á influir, en la manera posible, en la
dirección y espíritu del gobierno. Su objeto principal era
C>mover los nüenos estudios , los conocimientos útiles, y
progresos industriales: este era el medio de sacar par-
tido de las circunstancias de aquella época , pues tem-
Índo Y mejorando el espíritu del gobierno, y cooperan-
á tono género de medidas útiles y de fomento público,
iO hacia inmediatamente el bien de los pueblos, y se pre-
paraba el camino á otras reformas mas lentas, pero de
resultados seguros. La prudencia y la situación de Espa-
la aconsejaban esta conducta, que nadie podrá condenar,
j qae en su objeto es altamente patriótica y en estremo
plausible. El prospecto de. este periódico, está concebido
con la reserva que la época aconsejaba. Pero su objeto
próximo , y su espíritu se descubren en las siguientes
eUasulas: «Entre estas noticias se dará un lugar distin-
fuido á las que tengan relación con los progresos do la
eíBonomia ; porque están convencidos (los redactores de
aquel periódico) que la prosperidad de las naciones sede-
lie solo al fomento de las ciencias , k industria y la pro-
ducción...» «El origen de sus desgracias está consignado
Wan historia. La nación española , rica ^t «avoaXA^
38 ' .
abandonó este manantial perenne de prosperidad , por la
factoría de sus Américas, cuyos productos, aunque gran-
des» no provenian de un venero permanente, como la
industria propia y el comercio directo. La nación equ-
fióla guerrera por necesidad , y altiva por la elevación de
sus sentimientos, nunca ha siao estimulada al trabajo. La
nación española, ingeniosa por naturaleza, ha descuidado
los estudios útiles, por el giro que su precaria fortuna y
una reunión de circunstancias, han dado durante tres si-
glos á la educación...» «Una sabia administración que
remueva los obstáculos y abra los caminos de la indiu-
tria, la- paz interior que la fomenta, la instrucción qoe
ilustra y dirige, son la curación radical de esta dolencia
inveterada, que ya no puede, como hasta aqui^ atenoarse
con paliativos.»
Sin embargo de la circunspección y reserva con qoe
se redactaba este periódico, á pesar de que casi esclusi-
vamente se trataba en él de materias literarias y científi-
cas, y de aquellas cuestiones de nulidad pública y de me-
joras materiales ; aunque parecía consagrado al fomento
7 prosperidad de los pueblos , usando de bastante cautda
en las noticias políticas que insertaba, la circunstancia de
haber referido detalladamente los acontecimientos de la
revolución francesa de 1830, que el señor Lista mncbo
tiempo antes habia anunciado á sus amigos de Madrid,
invitándolos al mismo tiempo á que aconsejasen á aqiid
gobierno otra marcha mas acertada, bastó para que el mi-
nistro Galomarde , por medio de un decreto 'ex abruDÍ9f
prohibiese la introducción en el reino de aquel periódi-
co, lo que equivalía á la supresión de él. Entonces, varias
Estafe
circunstancias de entonces , el efecto que produgeron ea
nuestro pais y en el gobierno de aquella época los acon-
tecimientos de Paris^ y la necesidad de reformas cada ves
mas imperiosa, contribuyeron á que el espíritu y la t^-
deneiíL de este periódico fuesen me^or marcaba y mti
59
*
oonocidos. Los paeblos de Espafia miraron este periódico
como destínado a preparar la opinión y á disponer el ter-
reno para plantear las medidas ae todo género, que exigía
h situación y la necesidad de evitar la tormenta que ame-
naiaba: por eso fue favorecido con numerosas suscricio-
nos» contándose mucho mas de 6000 á los pocos dias de
80 publicación. El prospecto de este periódico, que es-
cribió el señor Lista, reasume el plan que se proponían
seguir sus redactores , y el espíritu de que se hallaban
animados. Veamos las cláusulas mas notables de él: «En
cnanto al colorido que«ha de tener este periódicOi podrá
conocerse por la siguiente profesión de fe política que sus
redactores hacen en solas dos palabras: somos españoles.
dEu el dia, por desgracia, hay algunos que quieren
introducir la moda de no serlo: adoptan uno de esos nom-
bres funestos que no deben repetirse, porque solo el pro-
nunciarlos exaspera los animóse incita á los furores, á
las persecuciones y i las matanzas. Bajo esos nombres
infandos , titules de gloría y justificación de los actos mas
inmorales para los unos, titules de aborrecimiento j
proscripción para los otros, desaparece y se abisma el
Aorobre de español; que sin ofender á las demás naciones
nodemos decir que á ningún otro cede en gloría y espíen-
«MP; ya se abran los fastos antiguos de nuestra historia,
ya se examine la conducta de la España en lasúltimas con-
mociones que han alterado la faz del mundo politice..,»
«AI mismo tiempo se espondrá con toda imparcialidad é
independencia la opinión de los redactores y de sus cor-
responsales sobre las cuestiones de administración inte-
rior del reino: las mas importantes de todas para un pais
que está en el camino de las reformas bajo un gobierno
reparador, y que solo quiere y desea sanar las llagas que
le nan causado guerras funestas aunque gloriosas , revo^
luiciones inesperadas, y sobre todo , sus pocos progresos
en las artes de producción. Porque no se crea que los re-
dactores de este periódico pertenecen á aquel partido que
por interés ó preocupación pretende parar la marcha del
eaplritn humano, y aun hacerla retrogtadaXf «1 «et — ^'^^
40
se,á los sígloi de barbarie. Por el contrario eatan iitinia-
mente cony^ncidos de qne la nación espafiota no noede
ser feliz sin estas tres cosas: gobierno legítimo y fwrU^
toda ía franquicia posible para la induitriaf é instruecum
progresiva en las ciencias naturales y las artes átües d
hombre, que de ellas se derivan.»
Aunque también eran grandes la , circunspedon y li
mafia con que se redactaba este periódico, contó pocos me-
ses de existencia. Los censores recibieron órdenes scTe-
ras del gobierno, y consiguiente á ellas, ponian dificulta-
des y embarazos a la mayor parte de los artículos políli-
eos y económicos, suprimiendo las cláusulas de ellos ipie
no les parecían convenientes. Al fin, cuando se disiparoa
los temores que inspiró lá revolución de Julio, y el go-
bierno de entonces se creyó bastante asegurado con lis
providencias rigorosas que adoptó, consiguió Galomarde
que se suprimiese aquel periódico, que protegía uno de
sus colegas: el espíritu de desconfianza llegó basta el osr
tremo de recogerse por la autoridad la lista de los suseri-
tores, sin duda para conocer á estos y^ violarlos. El sellor
lista, i pesar de escribir en este periódico y do dirigirlo,
se mantuvo en Francia. Guando cesó, y quedó desemba-
razado de toda obligación, pasó á Paris^ donde residió al-
ffun tiempo, habiendo desde allí pasado á Londres conjd
único objeto de dar un abrazo á su antiguo amigo y coifr*
paffero de estudios don José María Blanco. Este rttidií
en Oxford, y desde allí pasó á Londres para recibir i Lii-
ta: la emoción de los dos amigos al abrazarse fue tal, tpt
por un rato no pudieron articular palabra: después de pa-
sar juntos 15 días, se despidieron para siempre.
oe restituía á Espafia en 1833, y se ocupaba en el la-
zareto de Irun, establecido por la aparición del cólera en
Francia, en la traducción del Segur, cuando recibi6 el
nombramiento de director de la redacción de la Gaceta 4$
Madrid i cuyo nombramiento propuso á S. M. el digniá-
mo ministro de Fomento, conae de Ofalia, justo aprecia*
dpr del mérito.
Apenas llegó á Madrid, principió ¿ desempefiar el efirr
41
bwb It húAíL conferido. En época tan reciente, no
tamoa ser proliios. Sos arlicnloa son batíante cono-
j tan apreciados como merecen. .Los que escribió
I de la sacesíon á la corona, y en defensa de la legi-
id de la reina nuestra señora doña Isabel II, son ad-
íes* por su lógica, por su profaodidad t por sn elo*
¡a4 IKó el señor Lista tal grado de claridad y de fuer-
os demostraciones en las contestaciones que dirigió á
M periódicos estranjeros de aquel tiempo y á los folie-
e se publicaron contra los derechos de S. M. la reina
tdnjo'á sus autores al silencio. El méri to de estos arti-
BO depende de las circunstancias, y por su erudición
siempre Icidos con placer. Tanto bajo aquel minis-
que presidía el señor Cea Bermudez, cuanto en Km
iguieron, se condujo con el celo, con la fidelidad y
i dolidadeza aue correspondía á un buen funciona-
1 gobierno. No cscribia, sino cuando se loencarga-
IM señores ministros ; y en este caso se limitaba sn
áeiUnder y redactar los pensamientos que le dictaban
palabra ó por escrito. La naturaleza del periódico ofi-
tada esto natural, y en cierto modo hasta tradicional.
Uculos defondo, han ido siempre en pruebas ala cor-
mdcl ministro que los encomendaba, el cual afia-
ioprimia, alteraba ó corregía lo que tenia por cooyc-
0, como que se trata de un escrito del gobierno y no
Bgun escritor en particular. Hay persona curiosa que
rta en su poder documentos irrefragables de esto.
dos los ministros, á quienes tuvo que tratar por ra-
b su destino, recibió singulares muestras de confian-
a consideración y de deferencia. Mendizabal le pro-
% todo género de atenciones , y don Joaquín Maria
I le manifestó un singular aprecio» defiriendo siem-
. enante lo proponía respecto de los negocios interio-
personales de la redacción de la Gaceta. El señor
no disimulaba sus opiniones aunque fuesen contra-
\ las del gobierno» y contrarias á las que preyalecie-
pero como era conocida su sinceridad y buena fe,
í M le impulsaba ningmi interés perannaU i tA.^
43
ofeqdia ni irritaba su cootradiccion, y de cuantas perso-
nas tenian con 61 relaciones de ofició^ era estimado y res-
Setado. Se ha prei^endido por algunos que en los articnloi
e la Gaceta correspondientes á diferentes épocas polítí-
casj habia alguna diversidad ú oposición de doctrinas y
principios políticos; pero basta recorrerlos; para cono-
cer el error de los que hayan propalado una vulgaridad de
tal naturaleza, sin reflexionar que las máximas y príod-
{ños de gobierno siempre son unos mismos, ni que la po-
émica que yersa sobre el sistema del gabinete y las peno-
nas que dirigen los negocios públicos, no ocupan gene-
ralmente las columnas del periódico oficial. ¿Porqué^ hm
dicho algunos, el señor Lista, hombre tan independieDte
por su carácter, y que por los medios honrosos con <[ae
cuenta para subsistir no ha necesitado nunca de los &to-
res de ningún gobierno, no dejó el cargo que desempefia-
ba apenas subió al poder un minsterio de opiniones (UTef-
sas a las suyas? La respuesta es muy slencilla: porque d
señor Lista no ha correspondido nunca á ningún partiáo
político: porque entodos ha encontrado algo bueno y mu-
cho malo; porque hacia ninguno se ha sentido animado' de
aversión, teniendo en todos amigos y discípulos á quie^
nes ama entrañablemente, y no cifrando en el triunfo de
ninguno la satisfacción de su amor propio ni ventajas p^
señales. Fuera de las circunstancias en que su oimisioB
pudiera atribuirse á motivos políticos, la hizo reiteradas
veces, ya de palabra ya por escrito; pero todos los minif-
tros se negaban á admitírsela, y el señor Gil de la Guadrii
al presentarse por un amigo del señor Lista una espoaí-
cion suya acerca de esto, ni aun quiso abrir el oficio ape-
nas se le indicó su contenido: á estas muestras de apredo
y de confianza no podia corresponder de otra manera síbo
resignándose y esperando ocasión mas oportuna: en elafio
de 1837 la halló por la singularidad de hallarse al fireits
del ministerio de la gobernación don Pió Pita Pizarro»
hombre para quien tenian muy poco valor los mirandieo-
tos y respetos que merecen el mérito y el saber: no ie
atrevió á separar desde luego al señor Lista, porque no lo
45
kabrían permitido los sefiores Galatrara j MoBdifalial, quo
formaban parte ño aquel gabioete; pero como ministro de
la Oobcrnacion introdujo ciertas yariaciones en la orga-
niíacion de la redacción de la Gaceta, quo eran incompa*
tibies con la permanencia del señor Lista en aquel desti-
BO. Entonces se le propuso que pidiese lo que le fuese mas
agradable» y por insinuacioii suya se le nombró catedrá-
tico de matemáticas sublimes en la Universidad de Ma-
drid» habiéndose comunicado al efecto una real orden en
que asi se mandaba, del ministerio de Estado al de la G^
bernacion.
En varios periódicos de acuella época so encuentran
artículos del señor Lista, que los escribía sin ser redactor
habitual de ellos, por encar||[o j i instancia do sus ami-
gos. En uno de estos periódicos eran algo frecuentes, y
como que en cierto modo so oponían á las miras de algu-
nas personas ó do alguna parcialidad política» fué el au-
tor de ellos objeto de ataques personales. Fueron estos
algún tanto sensibles al señor Lista, porque no solo se le
designaba por su nombro y so calumniaban sus intencio-
nes, sino porque venían de parto de jóvenes, discipulos
unos y amigos todos, quo so olvidaban hasta cierto pcfnto
de su propio decoro por vituperar los trabajos periodísti-
cos en que había adquirido aquel mas justa reputación»
y .con los que había servido mas útilmente a su pais. Aun-
que siempre había observado la máxima de no hablar nun**
ca de si propio, y de no contestar á los cargos personales
2ue se le dirigiesen, esta vez fué la única en su vida que
iltó.á este propósito, y dirigió ¿ sus adversarios las si-
guientes lincas, que son quiza las únicas que se encuen-
tran del señor Lista empleadas en su defensa. .
«£a España del martes 1^. de agosto en oin articulo en
}ne anuncia al público los nombres de los redactores del
^atrioía hablando de dignidad^ comete la mayor de las
indigMidade» posibles, cual es la de convertir las cuestio-
nes políticas en cuestiones de nombres propios. {Y ese es
el periódico que se jacta de ser el campeón del orden p&-
blicol Gomo si pudiera haber órdóu tm mOY%\«
4*
jifimpaceaios, pmet, por etUbleeer iíb firisdib éoe ¿
nofotroi nos parece ioconeiiso. No puede fer eolpelm ¿t
iaconsecaencia uq eseritois cuando ae ha aplfeado en to-
daa aos obras á sacar .el mayor partido posible en bien de
la nación y atendido el tiempo y las circnnatancias en fM
escribe. Puede eqiii?ocarse en sus ideas y sns miras: ^sft
ni será mal ciudadano ni autor inconsecuente. Loa i
no están en su mano: pero si deducir do ellos, en
alcancen sus fuerzas, todas las ventajas ^pie crea Aliki i
la patria.
»Si á esto se llega á escribir en un tono siempre dif-
BO» siempre urbano, siempre atento á las doctrinaa j ña-
ca á las personas de los adyersarios, parece qoe nsída aüi
se le puede exigir. A lo menos , no ofrecerá motifoi k
denuestos y de insolencia contra él.
»E1 antiguo redactor del Cemar no puede arrepentir-
se de haberlo sido, mucho menosen el dia cuando re coa-
sagrados los principios que proclamó aquel periódico, la
la Constitución de 1837, aplaudida por todos los pailMN
amantes del orden y de la libertadL
» El redactor de la Gaceta ie l^yona y de la E9laM$
de "San Sebastian , intérprete de las intenciones poUtiell
de aquella fracción del ministerio que queria entonces bl
reformas administrativas, se dedicó esclusivamente á pro-
moyer el espíritu de la industria, y no sin fruto, ¿ndo
hacer masen beneficio de la nación que le leia, atendidu
las circunstancias?
» El redactor de la Ettrella creyó peligrosa por enten-
* cés la introducción de la libertad política: porque la ni*'
cion se hallaba en aquellas circunstancias en que los pns-
blos mas libres han echado un yelo sobre la ley j creáis
la dictadora. Pudo engañarse y debió de engafiatne: pnei
su opinión fué desechada: pero el hecho es, quelosiOeesaf
fiosteriores no han demostrado que se engafió. Sea coob
nerc, cedió al torrente, y en sus últimos números pM»-
clamó los mismos principios de libertad y de orden qn^
hoy parece que defiende la Espolia; y que siempre hte p9^
cismado cuando le \k^ lidí^ VVd\n%
tí
»Ei borlarse de los lectores atríboirle leí Tariacioñei
|qe ion consiguiGnies en el periódico oBcial coando ya-
leu los nombres ó el sistema del ministerio. La Gaceta no
• el periódico de los redactores: ló es del gobierno. Cada
iticnlo suyo es un acto ministerial; cuya responsabilidad
aoral seria injusto cargar sobre los escritores: así coino
éria injusto exigir la de nn oficial de secretaria por ain
ifido que le mandase escribir el ministro.
«Coexiste, pues, esa inconsecuencia de que habla la £#-
wrila. Pero el gran delito, el delito que no se perdona en
lila ^ida ni en la futura, es escribir en el Patriota. Pues
den : sepa la Etpaña que ese es el acto ioias eoni$eu$nk
leí antiguo redactor del Cemor: porque nada haj mas con-
Muente que sostener sus propias doctrinas.
3iEl Censor predicó la división del poder legislativo en
rea ramales: la Estrella lo proclamó también: y la autó*
idad de dar leyes existe en las Cortes^ divididas en dos
iuerpos, con el rey. El Censor y la Estrella reclamaron
lu preroffativas de la Corona, casi nulas en la Constitu^-
áondc 1§12: y estas prerogativas constan de la Gonstitpi-
!Íon de 1837. El Censor tronó siempre contra la inobedien-
aadfi las autoridades subalternas, contra la soberania oc-
tiial,aunquc reconoció laprimía'oa de los pueblos para cons-
tituirse: contra las asonadas y tumultos de la democra-
cia, etc., etc. Todos estos males se curan con el sistema de
deccion directa, señalado en la Constitución que tenemos,
j^or qué, pues, un redactor del Censor no habia de escribir
en el rariota^ cuya misión es en los artículos de doctrina
sostener el actual sistema constitucional? ¡Cosa estrailal
El Censor fué aucmado en su tiempo por los amantes de una
libertad política ilimitada; y el Patriota^ con las mismas
doctrinas, es ahora anatematizado por los que se procla-
man amigos del orden. Este doble y contradictorio mar-
tirio nos prueba que estamos en el verdadero camino.
]»Sin duda los demás redactores del Patriota tendrán
razones igualmente fuertes que las que anteceden , para
rechazar los denuestos de la España; periódico que siem*
pre se da traza i no tener raion» por U tcruiü^^nLW ^% v^
46
bilis, por la iaiolerable fraseología, Y por la exageración
imprudente de los hechos. ' Pero todo se le perdona. Et
candidato en las próximas elecciones , y hay cierta' cbse
de hombres que nada leen sino lo que nalaga sus pasio-
nes : que naaa meditan cuando se trata de satisfacerla!;
que m aun quieren oir las razones que pueden oponerse
á sus miras. Para esta clase de lectores y de electores la
Eipaña, siempre apasionada, siempre furibunda, es el
periódico que les conviene. Pero no olviden unos y otroi
que ese periódico • en sus diferentes transformaciones in-
teriores , . ha echado siempre á perder las causas dn qoe
se ha declarado campeón, y á la verdad que entonces no
tenia por adversarios á los redactores del Patriota» Por
consiguiente, en nadie asienta mas mal ese tono inmodes-
to con que trata á los que tienen la desgracia de hacerle
Oposición. Un médico que mata 6 deja morir los enfer-
mos ; un abogado cuyos clientes son condenados ; nn n-
neral que pierde batallas ; si ademas de esto son orgnflo-
sos, se hacen sobradamente ridículos.»
En el año de 36 fue invitado por la Sociedad litenria
del Ateneo á continuar sus lecciones de. literatura, qne
habia principiado en la época del 20 al 23, y muy gustólo
accedió á los deseos de aquella corporación. £1 lefior
Lista enlazó sus esplicaciones de aquella época con las qne
se proponía hacer aquel año, prosiguiéndolas desde don-
de nabian sido interrumpidas. Por eso , la primera noche
que se presentó en el Ateneo, principió su discurso áe
introducción de la manera qne sigue:
«Habiendo sido honrado en 1822 por el Ateneo coi
el titulo de profesor de literatura española , serví esta cá-
tedra hasta mayo de 1823 en que la invasión francesa ici-
bó con aquella sabia y útilísima corporación ; asi cooio
con otras muchas cosas. Nombrado ahora por el nnevo
Ateneo Español para la misma clase , puedo, al continoir
mis lecciones , decir como el ilustre Luis de León , coin-
do saliendo de las cárceles de la inquisición , subió por U
primera vez á su cátedra de teología : dijimos en lección i*
ayer,,. Esta coincidencia con aquel grande hombre me
47
Mnriá iQUianieiitis llsoti|erA, li yo solo'» y no toda la
nación, hubiese participado de la lorrihlo caláslrofo
le 1823.»
* Cuando pronunció el señor Lista estas palabras que
ran de cursiva estallaron en la escogida y niimorosa
concurrencia los mas entusiastas aplausos. A posar de
jpit esta era de cuantas personas podia coniprondor A lo-
cal, fueoido con suma atención 6 intorés, inanilestándose <
iodos admirados de la prorundidad y vasto sabor dol pro-
ÜMor, asi como do la claridad con (pío hacia ooinprondor
los conceptos mas delicados. Déosla priinora loooioii di6
OOenta al publico en el Español, ol infortunado Larra, on
Ibt términos siguientes:
' ••< «línla noche del martes conooióso muy do anlomnno
toan grande interés aplicaban los individuos dol Ateneo,
y una multitud de personas no inscritas en la Sociedad,
« curso de literatura española dol señor Lista.
>''' «Queremos atribuir la ventajosa preforcnoia de que
ba'Sido objeto la cátedra de literatura, y ol anhelo con que
aaha agolpado una concurrencia numerosa á la primera
lección, á la reputación tan estendida del soñor Lista.
También es fuerza confesar que la literatura esta al al-
cance de mayor número de personas: no os decir (pío
haya mayor número de buenos literatos que do oe.oiio-
miitai ó administradores en nuestro pais , sino que ver-
sa esto ramo do los conocimiontos humanos sobro mate-
rias, en que basta tener un mediano gusto y una recular
odacacion para creerse juez compolonlc: la medicina, la
Sfihica y la literatura , son ramos con (|uo todo ol mun-
se cree llamado á decidir magistrnlnionto, sin prórios
estudios: esta aserción fácil de vorilic.ar hasta on las con-
▼ersacioues mas triviales do la vida, podria esplicar la
preferencia dada por los curiosos á esta cáUulra; y no deja-
l4a de pesar algo on la bnlan/a la circunstancia do sor os-
tala primera voz que dobia hablar do litoralura un pro-
fesor^ desde las innovaciones, que una escuela sino nuo-
Va» al menos modernamente resucitada >[ to^\tvnv^v\V^^^^
há introducido en ci'^rto, y unpvofesor ifUQ Vvq\A^v\\o ^^•
Tomo vui. \\
48 . ,
pUcado literatura en otras épocM 4e wmifAwlMIMW^
trapucBtas» debia escitar la curiosidad de loi qqe «raWf^
sen saber á qué atenerse en esta lucha, ó cono€9p||Lp||p
nion personal de un hombre tan entendido» y q^i iba i
verseen ei compromiso de condenar unit ddelVip^j^
admitir ambas escuelas.
»Si estos ramos no diesen la clave dala mayor ifliMNi*
cia de oyentes^ á la esplicacion del sefior Lista, sefiapitr
ciso deducir que se dá mas importancia eptre noiotrcií
Ja literatura y á los estudios amenop que.á los estodioiii^
ríos , y cuya necesidad no nos cansaremos de iociUiSir 09
unpais donde no solo no están formadas las costumblllW
pueblo para las instituciones de la época, sino donde ilál
instrucción en punto de administración y economfiiyM
parecerá poca para la urgencia que de ella esperinKir
tamos.
» El sefior Lista ha empleado su vida entera en !• M^
sefianza, y en este sentido es uno délos kombre^ á qoisa
mas debe el pais. Discipula suya es casi todft la jqHitlI
del dia, y ha desplegado constantemente tai tino y tul Jir
teligencia en el conocimiento de nuestros antiguos mt^if
res y poetas , que se ha granjeado el título de int6rpf#
suyo. No contento con inculcar preceptos y deducir (d^
scrvaciones , ha querido también darnos el ejewlo é
lado de la admonición, y el tomo de poesías que da éleoN
ren entre los inteligentes, no necesita de nuestros eacir
mios para ser debidamente apreciado. Siguiendo e| ejülr
pío de los poetas de nuestro siglo de oro, ha bebi^QahlBi'
dantemente en las fuentes de la Grecia y del Lacip, iMn '
créente, Píndaro , Horacio y Virgilio , le han amamaiiUdi
espirilualmente, digámoslo asi , y en cuanto al estiloi i!l
dicción , al dialecto poético, á la corrección y pvrsUi
Bicia y Herrera , no rehusarían entre las suyas iQpckil
de sus composiciones.
D No era pues la duda de su aptitud ni la curiosidad df
oirle hablar, lo que animaba á los concurrentes. SabiliP
de antemano que el seClor Lista habia de hablar
babiií de amenu^r U ^«xV^ ^^i^^^ ^^jK^fiftiida di
49
icoB gracejo Miural» y no jiooos destellos de su
limeño 9 y a veces hasta cáuslioo y Juvcnalino.
pues de uii ologaate e\on1ío vn que trató de en-
finiosamciitu la serio de leceionos á que da prin->
m otra de foliz recuerdo para los iiitcl¡Keiites,
ferou explicar el inismo ramo en el antiguo Ale-
ro el profesor á considerar la literatura eii ge-
iscendiendo después á la qu(¿ especialmente debo
10 de sus discursos el presente ailo.
I^)gar aquí no podia menos de tocar en la dili-
) U dicción introducida entre los que cultivan las
eiras: forzoso ora esponer primero cuál era esta
, su origen, los dos géneros que de ella hau ema -
giierra que se siguen liacienclot y optar entre sus
11 principios ó esplicados estos, establecer por lo
i diferencia do sus aplicaciones.
lifup donde el señor Lista dirigió entro sus o ven-
ada que muchos |>odian abrigar: aquí donde so
6 hombre de progreso, hombre que marcha con
iSs y que subo alem|K'rarseú las diurnas uecesida-
^no mas bien ile los conocimientos humanos ta-
is marchan , que intérprete ó defensor ciego de
M9Ía, el señor LisU parece reconocer el gran prin-
que el saber no encuenlra columnas de ilércu*
in plus ultra no tiene aplicación en la inteligen-
^na. Desnudo de toda preocupación, colocóse iuo-
llanque literario, para no tomar parte en la lid
9^ el profesor destinado á terminar; quiso mas
mo juez del campo, pasar |H)r delante de su vista
K las proezas de los combatientes, ^ hacerse dis-
r de la justicia distributiva, dando á Dios lo que
00 y al Cá'sar lo que es del César.
A es comprender la posición verdadera del cate-
el cual en tiempos primitivos y oscuros para el
idia traer al mundo la misión uo ver el primero
'ilegiado instinto los secretos de la naturaleza ^ ^
les después á los demás tales cuales 6.Vso\o Vo^ ^xv--
; pero el cuallaiubiou cu^tíempos miA aiie\dtt\!5As>%^
80
y en «pie poHo^é paédd nfiAdi'r dftMiíáát'^»l(t6'\A'^|tf
á principios, solo está llamadü'á d€!tot'iH)Ilas; á la- vista de'
los demás el estado del arte, y débé, indicados jé Ún di-
versos caminos, dejar al alumno elcaidado de é«k>geréi'
que esté mas en armonía con sus sensaciones, -6 coñ'n
manera de ver y Ae entender Ío bcrlto y lo Imeno. '
y>Comeni6 el señor Lista porr dar rázte de -las roté
cláiico y romúntüío, .que han venido á ser la enséfii íe
los dos partidos que dividen el campó literario. ■ \ '
' «Llamóse o/dúíco, dijo, desde los' tiempos mas ^remotos
á'toda producción que, adoptándose á los tipos '^qádós
por los partidos, y á las r(3gtas qué de ella» dedujlerimlbs
preceptistas, podia presentarse ella ihisma como oUcfo-dO'
imitación en la'clqse ó aula. Y eñ' este sentido 'la ñgniS-
cacion de esta voz genérica, lá kace adaj^tábléá tów ht
épocas y á todas las escuelas. Puéd(5-Uáfaftrse clásico por
tanto, á todo lo qoe en cualquier ^éñeroe^'éiíiincnlie(-j .se
prsescnta como, di^o de imitación. Tal es lá etimolo^/
tai la acepción lata de la palabra. --..trri'J
- »La voz romántico y de origen inglés, tradáoiüei
nuestra lengua vulgar por el adjetivos novelesco ; éii'déeir,
lo que tiene el carácter de la novelti, género en réáfib'
moderno, y poco ó nada conoG)d<í>tJe')a''antigiiedad;'pitf
soIO' citó en ella el señor LfSTA «1 cftíént^'fánlástícode
Theógenes y Cariclea, y d,e que ,'Segütr dijo, quiso hlAr
una contraposición nuestro. Cervantes «li raPéMfo'
Electivamoate, sea ese ó no el única destello no voleiscóf^
produjese la antigüedad , es constante que. por lo* MMt
si hubo otros , nunca lograron la importancia de forntf
un género especial , como posteriormente ba acontecido-
Y^ en realidad , aunque pudiéramos citar como verdádertf
novelas la Dáfísis y Cloc de Lmgus, las imilaciotoés di
Aqoiles, Tagio y de Ze^ofonte nfi Epeso, y del máiifSr V
graciado como Eumatio en su Ismene é Ismenias, no pf
eso deja de ser cierta la aserción del señor Lista, i^^^
por el carácter pastoril de aquellas producciones, coB»
por no haber eiicouVts^&!Ci ^^^vmos c^ue elevasen la go**
posición á maifOT «Aw^xe^.
81
>»Ea novela-; poos, como dijo úmj bien el seBor Lis-
ijp : no debió su verdadera existencia sino á la edad me-
a en que los hechos aventureros de los caballeros die-
tt margen á composiciones por la mayor parte fantústi-^
8» en que entraban nuevas máquinas qne se apoyaban
i las nuevas creencias, en el nuevo mito y en las preo-
qpaciones vulgares, y no menos fabulosas que habian
istituido á las antiguas alegorias del paganismo.
*» Aquí esplícó el señor Lista con suma lucidez la di-
rencia que la nueva religión , puramente espiritual , en
0 traste con la sensual de los pueblos antiguos debia
troducir en la litoralura, asi romo en la poKlica y en
9 costumbres, y de olla derivó profundamenlela disliu-
on do lo que posteriormente se ha llamado género r/<í-
9P y género romántico.
•,» Destruida de esta manera la base del gónero anti-
10, forzosa era la necesidad del nuevo ; el fatalismo pro-
lia á los pueblos antiguos, la moral iba á ser norte de
Í' nuciros. Alterados los nriucipios, habian de variar las
¡cationes. Hizo el profesor una luminosa distinción
itM lo que es describir al hombre en general , y lo tiue
likidjviaualizar ú un hombro; y de aqui tomó motivo
ta esplayar con numerosos ejemplos, lomados en las
rasde los autores clásicos y románticos, la diíicultad
»tíouseguir el nuevo objeto que la literatura podia pro-
iborse con la estrechez de las reglas sentadas {mr los
tiguos preceptisttis. Abierta esta brecha, nada le que-
Ita que conceder á los ronuinticos. Solo le quedaba una
ndicíon que exigir, á saber: que siendo la religión la
Flfrencia esenrial {\m^ asi habia variado la política como
literatura, era forzoso que sucediese realiníMite al fa-
kismo nocivo de la literatura antigua, la moral pura del
íalianismo, objeto primordial de l(ula producción, sen-
la la base de (¡ne nada puede haber indiferente, nada
le no sea trascendental pura el lector cpic bojea un libro.
EJO este punto d;' >ist;í, v;^ adinil'nloel género, condenó
1 embargo el preferir varias obras ([ue ciió^ de la Q.^—
idaijiiodern» franccN/y. .:.•...; :...-. f
62
bDespoes de sentados de esta soertelos ]prmci|ibsqQe
urgía mas deslindar, anunció el sellor Lista que enm-
ciaria en general las reglas generales de la raioii^ M
buen gusto, que en todo género deben presidir á k coa-
posición , como escuela indispensable de la natorakia ii I
las cosas, para poiler entrar en lo sncesiTO al eximende I
la dramática española , que parece ser el objeto prifile- I
giado (le su curso. |'
9 En él nos prometemos lecciones de sunoa impordii'
cia, Y animamos á los aficionados á nuestro teatro nü-
guo, para que no desperdicien tan bella oeasion detegair
al señor Lista en el examen anatómico, digámodo asi,
y tiiosófico que de él yaá hacer, con su acostambndAehH
cuencia y suma de conocimientos.»
Tuvo una verdadera satisfacción elseffor Lista, rau-
do las circunstancias le permitieron dejar el cargo penoso
¿ ingrato de director de la redacción ae la Gaceta. Noo-
brado catedrático de matemáticas sublimes en la UniTcr-
sidad , volvióá su primera y casi constante profesión, qw
privadamente había ejercido aun desempeñando eliBte-
rior destino. Como el que le sucedió en la direcdoa k
la Gaceta era un intimo amigo suyo, que habia reciMt
fli|uel cargo en virtud de contrata celebrada con el fh
bicrno, el señor Lista le suministraba con frecuencia tf-
tículos, y cuanfos le encomendaba para hacer masías-
tructiva é interesante la lectura del periódico ofidil»
Entre aquellos es muy notable una serie de ellos en loi
que, con ocasión de los cuadernos de Cortes que poNici
la real Academia de la Historia , se propuso exanunar los
elementos de las instituciones de la corona de Castillii
asi como el espíritu de los fueros y privilegios de sus
ciudades. Esta serie de artículos es una obra de singoitf
mérito, y de tanto que la misma real Academia eDcargo
al señor Lista que los leyese en varias de sus sesiones,
como trabajo presentado á la misma para ser admitido ei
clase de académico de número, como lo fue en efecto. El
la Española era ya entonces individuo de número.
A pesar de Va VnidL«^^u^«^\i¿\A^ «^OL^^xvria s tm andM"
53
roMs reladónés en Madrid no le permitían aislarse tanto
aomo deseaba ni menos yivir alejado de las cosas políticas,
de las qne no quería ocupar su imaginación, y hasta le ín-
eoitnodaba hablar de ellas. Esta disposición de su espirilu,
el deseo de consagrarse csclusivamentc á la enscHanza, y
la necesidad de buscar un clima mas templado y mas aco-
nodadoi su complexión, que aunque bastante robusta es
eil estremo sensible al frió, le hicieron acceder á las pro-
posiciones que le hicieron varios amigos suyos de la pro-
Tiocia de Cádiz para que pasase á esta ciudad á dirigir y
regentar el colegio establecido en la casa de san Felipe
Neri de dicha ciudad. Por setiembre do aquel año de 1838
riBÓ á Cádiz, deteniéndose algunos diasen Sevilla para ver
las personas que le quedaban de su familia, y á losmuchos
amigos que aun conservaba en dicha ciudad: en compañía
de estos recorrió los alrededores de la misma, las orillas
de aquel hermoso río que describen sus versos, aquellas
deliciosas campiñas, aquellas hermosas arboledas, aquellos
parajes que después de ní^s de veinte años tan vivamente
le recordaban los solaces 6 inocentes placeres de su ju^
Tentod. No tardó en embarcarse para Cádiz, donde fue
recibido por sus amigos con las muestras mas cordiales dé
estimación. Inmediatamente principió á ocuparse en la
mejor organización de los estudios de dicho colegio, acre--
dilando en esto sus muchos conocimientos en la materia y
MI consumada csperiencía. Su asiduidad en el desempeño
de la obligación que se habia impuesto, era tan grande
como su laboriosidad. Asistía al colegio por mañana y
tarde, desempeñando por sí solo varias cátedras, y aten-
diendo al mismo tiempo á lo que exigía la dirección de
loBBStudios y la inspección de todas las enseñanzas.
En 29 de octubre se celebró en la iglesia de san Feli-
Se Neri la inauguración del nuevo colegio de humanída-
ca. La concurrencia fue numerosísima v lucida, asístíen*
do el señor conde de Cleonard, y otras ne las autoridades
principales de la provincia, los generales Córdoba , Bu-
trón 9 Moreda , Guruceta y otras muchas personas de dis-*
ttnelofii Dcapnei da haber catabraáe «íViil &% y^u>X%^
54
el Excmo. señor obispo de aqaella dióoeeb» prelado Te-
iicrahle, levó el señor Lista, como director y regente de
estudios del nuevo colegio, un discarso inaugaralv cnvi
locUira produjo en la concurrencia an efecto estraonur
nario. El Tiempo, periódico que por acuella ¿poca le
puLlicaha en Cádiz, decia acerca de él lo siguiente: •Pro-
funda fue la sensación que hizo csperimentar al auditorio
la lectura de este discurso , en cuyo elogio será suficiente
decir que correspondió en un todo á las esperanzas que
hiciera concebir la celebridad de tan distinguido lilen-'
to.» Nosotros no podemos dejar de insertarlo integra-
mente porque ademas de no ser muy estenso y de qoen
lectura no podrá menos de complacer á nuestros lecloreit
deseamos que tenga mas publicidad en esta galería, sir-
viendo en este lugar como una muestra del fuego qna
conserva el señor Lista, á pesar de su avanzada edad: el
tiempo ha pasado por él , pero sus facultades inteleclm-
les se hallan en todo el vigor y lozanía de la juyentod.El
mencionado discurso es como sigue:
«Desde esle momento queda instalado bajo la protee-
cion del padre de las luces, y de la verdadera sabiderbí
y con la advocación de san Felipe Nori, amigo en ¡atier-
ra y tutelar ahora en los cielos, de la juventud yirtao-
sa 6 instruida , el nuevo colegio de filosofía y humanida-
des (le (jádiz. La víctima divinado propiciación, insMH
lada so\m\ el ara santa, ha consagrado el naciente esta*
bleciinienU).
»Nih\slros mayores acostumbraban celebrar todas bf
enipi'es'.s iniporlaiitcs, todos los sucesos de consecuenciaf
todas las insliluciones útiles, con las solemnidades de is
religión. Sus almas |)¡adosas y fervientes nada tenianpor
noble, grande ni sublime, aun en el orden material del
mundo, sino lo que se emprendía y ejecutaba con el au-
xilio celestial. El genio de Colon, tan original, tan atre-
vido, no creyó haber (|uebrantado la inmensa barrera qne
separaba entrambos hemisferios, sino ayudado por la ma-
no del Señor ; y el inmortal MagallaneSt intentando mía
empresa de mayores i^U^tos ^ dificultades , invocó en el
85
nuniUte eonyeiito de la Yictoria de Triana» á la madre dia
u misericordias.
»Y sin embargo, ni los trabajos de aquellos insignes
MTeganteSt ni las hazañas de los generales de mar y tier-
m que tantas páginas gloriosas han dado á la historia do
raestra patria, ni las espedicioncs militares^ políticas 6
oercantiles , tienen una relación tan inmediata con el
Hñncipio intelectual y religioso, como la educación moral
1 literaria de la juventud. El cristianismo ha elevado á la
lignidad de Sacramento el vínculo que da hijos á la so-
ledad: el cristianismo consagra también con ol mastier-*
10, con el mas sublime de sus misterios, á las institucio-
168 que convierten á los niños en hombres útiles á sí mis-
nOBf á su familia y á su nación , por sus conocimientos y
Hi moralidad.
» Ni se crea que los institutos destinados á la enseñan-
ta de las ciencias sacrradas , son dignos de la sanción reli-
pma. No lo ha crcido por cierto así nuestro sabio y ye«
lerable prelado, cuando accediendo á la súplica do la Jun**
A directiva del colegio, acaba de implorar la asistencia
iel cielo por la sangre del Eterno mediador, para la ju-
rentudquc ha de dedicarse á los diversos estudios de que
aecesita la patria. Nada que sea útil á los hombres es m-
ligno do la religión y de la caridad. Todo lo acoge, todo
lo santifica, csccpto el vicio y la ignorancia.
dLos que eslrañcn que la Junta directora, do acuerdo
Bon los sentimientos del pueblo do Cádiz ; célebre en to-
los tiempos por su civilización y piedad religiosa , haya
lolicitado coa ahinco enlazar la instalación del colegio con
b1 acto mas augusto y mas solemnemente celebrado de
auestra santa religión, son mas dignos de lástima aun quo
le censura. Es una desgracia do la época actual, hija del
ilosoBsmo y de las preocupaciones anti-relígiosas del si-
{lo pasado , que sea necesario todavía demostrar la inti-
na unión que existo entre el cristianismo y la sabiduría,
entre los progresos de las luces y conocimientos en todos
loa ramos del sabor, y la doctrina del Evangelio. Feliz-
menle aquellas preocupaoionea van oeaanAo^ Tfiwtc»^^^
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ai al éMarmiento, maestro doro áli TArdAd j «nél> p«vo
cuyas lecciones son infalibles y segaras.
»No es necesario recordar la perfección de la moral,
ciencia cutre todas las naturales la mas átil al genero Ihh*
mano, en los primeros creyentes del cristianismo. Baste
indicar que cuanto dijeron con elocuencia, muchas yecüs
ambiciosa y no pocas falaz, los Zenones, los Sócrates, loi
Platones, los Tulios y los Sénecas, eso y mucho mas prac-
ticaban sin ostentación , sin engreimiento* los humildes
alumnos del Crucificado. La moral del paganismo no llegó
•n su mayor y mas sublime esfuerzo mas dne al amidrii
la» amigos. El Evangelio enseñó la caridad uni?ersal« y
.deduciéndola del amor de Dios, rételo á los hombres el
misterio de su existencia , y fundó la ciencia de las cos-
tumbres y la fílosoria racional sobre su verdadera base.
n No recorreré tampoco el periodo de la edad media,
laf go , tempestuoso, en que la religión luchó á brazo piN
tido con la barbarie septentrional y la falsa civilización
del islamismo: dio asilo en sus monasterios y templos á
los mas preciosos monumentos de las artes y de la sabi-
duría griega y romana: abrió institutos metódicos de en-
señanza, desconocidos en la antigüedad, y los perfeccionó
hasta el punto que han llegado en nuestros dias. La mo^
nificcncia de Leoo X, imitada por otros príncipes, restan-*
ró las bellas artes y las letras en Europa: un sacerdote de
Torn descubrió el verdadero sistema del mundo: á un re-
ligioso se dob¡en)n los primeros progresos do las ciencias
físicas. Pascal , el inmortal Pascal, tan célebre por sus vir-
tudes religiosas como por su saber, hizo á estas ciencias
y á las evadas dar pasos de gigantes, dejó en su triángulo
cK^érmcn del cálculo infinitesimal, fecundado después tan
felizmente por Leihnilz y por Newton. Nadie ignora qoe
los jesuítas por una parte , y por otra los sabios de
Port-Royul, tan desgraciadamente adversarios en otras
materias, han sido en la Europa católica los creadoresy los
maestros do lu cicncii de las humanidades: de esta ciencia
sublime , que dejando al entendimiento el imperio dé h
t^rdadi basca fau \a mi.%\ii»dniL Um t«Ü|fcMi áa li k#»
87
11 <SM, ifOih «1 iü|yremb Hacedor iia implreso á toda* atei
obras, y multiplica loa placeres intelectuales del hombre^
mostrando intimamente unidos los tres príncipalo» obje*
tos de BUS facultades, lo yirtaoso, lo ycrdaderó^ lo
bello.
' »Mas JO quisiera hallaren la misma esencia del cris^
tianismo el principio que esplica los fenómenos historióos
que acabo de recorrer: y no me parece difícil consignarlo
en el dogma de la caridad. Desde el momento que se con*»
sagró como máxima fundamental de la moral eTangélioa>
la obligación de dedicarse el hombre al bien de sus seme*
jantes; desde aquel momento se lo impuso también la bbli-'
ffacion de dedicarse á los estudios útiles, y de hacerlo»
nructiferos para si, para su familia, para su patria, para
el mundo. Botas las mezquinas barrenas que la moral
gentilica habia impuesto á la fílnntropin, ascendió el espt»
ritu humano á una región mas elevada, conoció tddasu
dignidad, y vio cuan estensos eran los deberes qtie de él
^ ae exigían. Tuto que pelear contra la ignorancia y los
errores: turo que arrancar sus secretos á la naturaleía
para hacerla servir al bien de los hombres bajo todas las
modificaciones del arte: tuvo, conociendo los limites dé
iU poder, que renunciar a los gigantescos sistemas de lá
cosmogonía pagana, tan brillantes como absurdos f para
dedicarse al estudio y generalización de los hechos» de
las leyes físicas y morales del mundo, y de las aplicado^
nes que de unos y de otros pueden hacerse.
» Si es cierto que tan grandes cosas no han podido ye^
rificarse sin un grande impulso, también lo os que este
impulso no ha podido ser otro sino el deseo del biea udí«-
Versal do los hombres; esto es, la caridad cristiana. Por--
Süe no nos engañemos; semejante impulso no era conoci<^
o en el gentilismo.
» Léase la historia, y se verá que Roma, después de
haber divinizado la vicloria, la paz, muchas virtudes» y no
pocos vicios, no erigió templos á la Beneficencia hasta el
reinado de Marco Aurelio, cuando ya el Evangelio eitoi^
be esiendido por todo el orbe tomiM*, mmí^a ^%
iwal eidlaba la admiración dé loa mimioa geiitíkfii j era:
conocida de los emperadores, aunqne no lo faesen ans
misterios.
»Es pues necesaria, íntima, infalible la nnion del cris-
tianismo y de la inteligencia. Demuéstrala la historia; y
el raciocinio la deduce sin yiolencia alguna de los mismos
principios del Evangelio.
«La ilustre concurrencia que tiene la dignación de oír-
me; los isacerdotes, los magistrados], los padres y las ma-
dres de familia; los jóvenes alumnos, primicias del cole-
gio de san Felipe Neri; toda la población de Cádiz y de sa
provincia; todos lo» españoles, en fin, á cuyas manos lle-
gué este discurso, conocerán fácilmente por la esposieioa
de los principios va enunciados, cuál será el sistema de
educación adoptado por la Junta directora para el nuevo
establecimiento.
»Su principal base será la santa religión que profesa-
mos^ y la moral del Evangelio, esplicada, inculcada dia-
riamente, repetida con frecuencia en discursos catequísti^
eos y morales, fortificada con la asistencia al santo sacri-
ficio de la misa, y con la sagrada comunión, que recibirán
los alumnos dispuestos para ella á intervalos convenien-
tes. La primera palabra que se exhale por la mañana de
los labios infantiles será una alabanza del Señor, invocando
su misericordia: la última que pronuncien antes de entre-
garse al sueño, será un himno de acción de gracias. Ye-
laráse incesantemente su conducta para conservar la ino-
cencia de las costumbres.
»Estos principios han sido dictados por la Junta direc-
tora que en esta parte (lo repito con placer) es intér-
prete de los sentimientos del pueblo gaditano, en el cual
corren parejas la cultura y la religión, y que sabe que sin
creencia religiosa no hay moral pública: que la primera
obligación del hombre es conocer el verdadero término
y objeto de sus acciones, y que toda instrucción es man-
ca 6 imperfecta si no esta dirigida por el espíritu do la ca-
ndad. Él uso que dcijo hacerse de los conocimientos «s
fltaa importante aun qjni \o* c,<íw^¿vcdá^\i\s» ñauamos. Yo
tt9
h« Muido «1 hoffof y la felirilad'dt ieHír de rtdáttior á
iddaft tatl tcfdiidcras como sublindeB.
*La reI¡|pon ha de presidirá la educación moral y á
ia instraccion literaria; y por lo mismo esta soni lo mas
estensa posible; y la Junta se propone estcnderla todavía
mas en lo sucesivo. Se ha dado tanta ampliación li' las
eiéncias matcmátícns, porque ademas del gran número de
carreras para Ins cuales son necesarias, es casi jmpósible
hacer progresos sin ellas en el estudio de la naturaleka.
La historia, bien estudiada, es la fuente de l«i verdadera
política: la literatura, el recreo mas digno delbombro,
y la maestra del poeta y del orador; la economía, el furí-
íiamento de la buena administración: la ciencia del ooiner^
«cKo, del mayor interós en estis-' «pueblo, destinado por su
^osieion para sor el primer emporio del mundo; ;quo lo
fué en otro tiempo, y que si el deseo no lue engailailo
^W^rá á ser algún dia¿ Los* 'idiomas, sabios antiguos son
ndjfciesarios romo ahii liaros deife cmscia do.laslinhuiBidá--
AcSi seflaladnnwnte el latinovIfUO'nQ es licito ignoraría
«ningun 'literato espaüolj'porqüa'es la piedra dctoquadc
>la ptopicdad do nuestra lengoarü)! francés y el inglés son
'aídemas.procisos parar el diplomático, el viajero, y el' bp-
-lidíérciante. •«• ,«• \[ii ■::. . ■. ;>:
-' ''»Me'atrevo,'fmeíSf'l&'^o(^rará los padrea ! y niadfbs
'4Ae fiímilias que hanlfonrado éL^cblegio naciente, 6 hxhün-
^t'enen lo^aacesivo^n^sa confianza, que esta no aera «ng^-
-fiada'. Y-iMen por^^dntia detlalMienaeduoacion4e sus hi--
;j6s, el carácter reconocido de lod indi;riduo8 de la Jipnta di-
rectora, los principios que estaprofeaa^y qao.he 'd^iaen-
tiijého «0^ ^stensi^n!, y. el pbntde estudios qub ba Visto el
-]^ftk(vco;plliiÍ diyáA dioietisiones sénregulanea y no^lifici-
nMRS'do Hefiar;jJaTftife>podrá éqoiirotsarseua padre sobre el
neitado moralif intolectnal de.su'hiJ9¿i£leólegioae lo avi-
-^ará de oKcio, no» trimestres: podrá iufortnasQ si quiere
por días. Los> alumnos incorregibles, ó por deftCiHoa tm^-
Fales 6 por inaplicación, que no eseliteuQr.di».cllQS, t^-
-^rdh irremisiblemente ospelldoB, porqué la^^toiúdiora^.^ví^c-
íi étátéAm podM «iefalrtn i loa fBétmt fte: wtt W
su mano corregir el^slado lastimoso á qM ha. Uegidam^
tre ímiotros la educacion Uiararia. Gob solo considerar
^e «1 mico verdadero caudal aue pueden legar á aoa lií-
£* »s.és la ÍDStruccioa', dirigirán a ella todo so conato y lo^
fcilud: paternal: renunciaráu á una ternura mal estendif'
da^ifue fomenta la aegligencia y la inapUcaciont propia
de k» primeros años: no mirarán como perdidas las eim<*
lidados qoe empleen .ea la enseñana^» y pondrán may
atención en examinar por sí mismos, óai ne son eapacesdf
.elhH por medio de amigos instruidos, los progresos ínta^
leetiiales de sus hijos. No faltan en Espafia proCésorss
hábiles» sabios y celosos9':pen> sus esfuerzos aoelea in-
•utiliiarse por la mala: conducta de losfdiacípuloa; y esta
no pfMsde corregirse sin;* ek auxilio y la vigilancia, d^ks
■padves. .:»*-, ¡^
ti'.A iAiUbs de concloir*. quisiera! seOorei^ aun á coate da
4lánnnp la atención soim MívisuandO deben ocuparla ohje*-
.tovmucho mas importárteos cuhiplir una obügacioii de
É'raiitnd. Jamás se murará de >mi:meHporia el dtotipguMo
ortbrqne ho merecido. i. io^.indiiridopa de la JlfH^fili
qnieiiea en. e^^ta parte-eemo)iqn tedASr.fnM'int^paeUl,4e
los sentimientos del pueblo gaditano, en haberme:eLaf^
- de- ]^a director de lo9JieB^dJoa*?diiit.inacieiite .estiiUeci-
mieniioi Bft-eonfiriocion!'iAtfanri.e9t:<lüfti«o oorreapoMliité
i:tan aeftalado>favev,siaio:«on8agyo^f]|i|9i:dábUe^ Incesf
-todaa Uls'faerzas>nae ann^íme hafde)fkj^ek,la.eda4» aL;talh
'tipey<píresperidiad)itMl colegiob oblg ea, Alai buAnft.^diiaaf
etotv<de^tosiia^]maoej-'it ' ■" ).". -^ ííí;!^;-!. * ! .^in n
1- <;|0r¥ti, hqrmeiaiSspeiianzá'flé las jimliaa^4e»UlittlJai
iMbeürte .ntfleBvfteanMeíairouladiyiá úr4in¡o!ffivii^iflilÍ^
'wente^ 7Íofl y mi»echflntacioóes«. 2Qidé«l.po4rá( ireAoiP
canfib'^f 9Ín*0ntdrne«(tilÍ0Bto? ¿Quie* toníendoilii obMfir
'^éiOHfdé^haoeplo;' pbdrá> negarse á la empresa .yer4li(W*^
iHentifi^taiMioaa'^ porcia. mas noble, laititas stibüMe que
' pUedeÍM'inltetitartej liombres, la de fonientair en iu^iOra-
ífim las'^dmiUail d/i. )a T^riud^ eslirpar las del vicio, é ¡la-
mioár tu entendimienÉecMi^iiMiXntfite^^Wfd^^
6fl
Cadaieutimi^l^ elen4« J ^tmtwi qM nmlmi, lob |6-
T«Mt alomiMMiI cada a>0ociimeiito que adquiráis, aera
para mi y nata mis dignos oom|)afteras, yuealro» prdfe'*'
sores, UD placer iuofabic. En este mes rumpleo 5Ü aJb^
de mi larga carrera de enae&anza, que comenzó á loa 13
de mi edad. Acaso tengáis por director al decano du los
profesores de KspaAa. ÁIU nuiuer^>sos dÍHoípiilos liau.lLe^
nado ó Uensu aun puestos eminenlus del Kstado en la W^
licía, en la marina, en la magistratura, en los minist9rioa;
algunos han perecido sacriiicando gloriosaiuenle su vida
por la patria... A todos los be an^^lu ron la mayor ter*«
nara: porque la palernidad que produce la euH'iianzai ai
uo ea tan viva como la de la uaturaleza, no es monoaao-*
licita j eKcaa. £1 mismo amor« la misma, solicitud os coh^
sagraré. No me faltéis, y vivid seguros de que \o no os
faltaré: pues aunque ya aiuúanq, siento que tiMlavía que-
dan fuerzas en mi voz para dirígirosA^ vuestros estudiosv
j fuoffo en mi corazón |iara desear vuestra íelieidad .eon
Unía U energía de mi pasada juyeiUud.» i >
A fines de julio y principios de agosto del aflo si*-
fnicnte de 30 se celebraron con gran solemnidad y pn¡ni*
pa los priuieros exámenes de este colegio , cuyos eSiám(y*
nes emprendieron, según el prop^rama íuq>reso , los r¡H*
mos de instrucción primaria, ruduufiptiM de Ijiitinidadi Irá*
ducciou y propiedail latina , idiomas francés é inglés^
geografía^ ari^mUira, álgebra y primera naxte déla geo-*
mctriSi lógica, granutica general» moral «.pirincipioa do
n^ligiou, comercio, humanidades, ibi^torjavilíNjo, míi*
sica y baile. A los alumnos mas soj^ri^jj^ntes *en todaá
eatas clases se distribi^yeiC^u prenu4^s i|Me coniistian, ge-
neralmente en libros bellamente ei|fíua4<)riiadoa.» sierido
de notar que el premio do conducta ^e^sl;)l]|f|.iH)put|idolpoc
el primero del colegio. Después 4^ #*Uiibuidos os|tía*isi|
el ultimo dia de eiáiuenes ley4 el;.)mJVvr; .lanía, Cwlo!re4*
gente do estudios un discurso, en qjiiq .M({m()o .vi r^glsM
monto del colegio y un acuerdo de la/i^^ta dircctotA^de-
mostró (|ue el espíritu con que ^e había fundi|dl\ elta ««««
Ublocinuento s9 díngia á iri^.fimí* V> dMi^iat» Vci^
léDft de iifttñrte iftdliidfiiiU pbrqtté ú' eiftj^éfta éft ^Mgñft
caso débia reportar d menor beneficio pecaniario: 2.*
proporcionaren este pueblo la enseilania secnndaria,
'que antes se iba á bnscar á paises estranjeros con nó
'poco- costo j nrachó peligro: y 3.® dar á los padres la
mejor garantía posible de la conservación de la di^iplí-
na moral y literaiía, pues los individuos de la Junta qoe
Telaban incesantemente por la conservación del órdeo^
Mn padres también, tienen sus hijos en el colegio y es-
tan Igualmente interesados en sú buena educación.— Es
de observar en estose:s:ámenes que habia un premio des-
tinado para ki'urbánidad, cosa que en verdad se ha haHa-
do'mufy abandonada en los establecimientos de edilca*^
iAon desde qae por primera yeü fueron espiíisados los je-
suítas, i
-' 'j Al año Siguiente de 1840, y en iguales dias, se cele-
bráreü los segundos exámenes generales de este colegio
«Étf j¿s que leyó también otro discurso el sefior Lista»'en
el que hizo ver los principios que hablan dirigido á" la
^Qntá" directora y al regente de estudios, y los progresos
del colegio , 'débidójBf en gran parte á la esceléñcíá-de
«íquellos y á su pmdénte y feliís aplicación: presenta én
él al 'público el estado próspero y floreciente delcóle^;
dirige á los jj^adres' las mas útiles advertencias' ;'qtte'de-
bíer«ti todos-tener presentei y á los alumnos las &AéiÚ-
clones más efi^ces. Todo el discurso esta Heno de'.éátéí^
lente doctrina , y de escelentes máximas de educación.
Al señor 'tilsttf no podia ocultarse la necesidad' de'qiÉe la
bttena edudáíéiéiíldé-los colegios sea auxiliada con \á.eo(í'
Tf^raoioñ'^A^'lós p^áré^y Esta parte, y 'los* cíons^os y las
eiíhottaeidnes qué 'dirige á los' alumnos, que nirman el
fitt^tdel d$Mui>s(i^^'<é8^'demasiádó importante 6 instructiva
|Mra(4|<ledejÍ3ni6iB('Áé trianscribirla en este logar. Hablan-
do'del^to de Iqsliiñdadóres, jefes y profesores del esta-
Misbimiéntdl'/prÁB^cípSbl diciendo:
- '^l'ofBst;^ C%)ticM]É¥€ÁilBÍa eficaz, este celo que puedo llamar
exsltádo p¿t» idiP brogresos de la instrucción y por la con-
65
rio en todos los jefes y profesores del estableciinionlo,
debe su origen al do los individuos de la Junta directora.
Todos pues son acreedores al tributo de elogio que en
esto momento me complazco en pagarles , y á la gratitud
quo no podrá negarlos ninguno ae los corazones rectos y
generosos, para los cuales la instrucción, la moral y la re-
ugion no sean palabras vanas de sentido.
)»Pcro este celo fructífero de que es testigo todo Cá-
diz y gran parte de Andalucía v aun de otras provincias,
meroGe algún premio de parte do los padres que nos han
honrado con su coniianza encargándonos la educación de
BUS hijos. Yo procurara esplicar eon la mayor claridad
posible en qué consiste este premio que con tanta Justicia
exijo en nombro de la Junta directora y de los jefes mo-
rales y literarios del establecimiento.
»£1 colegio está organizado de tal manera, que es im-
posible á un padre , aunque por muchos meses no so pro*
senté en el establecimiento, ignorar cuál es semanalmonte
la conducta y la aplicación de su hijo. A todos los alum-
nos que se conducen con la compostura y moralidad de-
bidas, y han dado pruebas de aplicación duranle cada se-
mana, se les da al hn de ella un billete de recomendación
para sus padres ó apoderados. A los internos y medios
pensionistas, seles permite como un premio prisar los dias
festivos en sus casas, si sus familias los reelaman. Los
que han cometido faltas de disciplina ó de aplicación son
privados de esta condescendencia. Kn cuanto á los ester-
nos que se hallen en el mismo caso, no puede el colegio
hacer mas que negarles el mencionado bill(*te.
)» Ahora bien, ¿cómo es que habiendo algunos alum-
nos á quienes se les niega una y nmclias semanas segui-
das, no se observa en ellos enmienda alguna nacida de la
iniluencia paterna, y si tal vez se nota que se aplican
mas ó se conducen mejor, procede esta nuulan/a mas
bien de los castigos suaves, pero seguros, del colegio,
quede las correcciones domósiicas, que pueden y deben
sor mas severas y mas elicacos? ¿Llegará el amor paternal
hasta el punto do persuadirse ios padres i^\ii& Voi tit^^^vc.^—
Tojao vm. Vi
64
cion de los jÓYenes no e% defecto grtTisioui es inonl y
ea religioD? ¿O bien creen que el celo y el trabajo de kw
profesores bastará para qae adelanten en laa cieneiaa, nn
que ellos pou^aii nuda de su parle?
9 Parece que hay algunos persuadido» de que basta
que los jóvenes se sienten en los bancos de las respeclirai
aulas^ según el deseo que tienen de que asistan en on mii-
mo curso á un gran número de ellas. No negaremos qae
baj alumnos (y pudiéramos citar ejemplos muy honrosos
de ello en nuestro colegio) que por su alta capacidad y
no desmentida aplicación pueden cursar yarias taculUdM
con mucho aprovechamiento. Pero estos casos son rarosj
de esccpcion aquí y en todas partes. El mayor námoo
de los jóvenes puede cumplir útilmente con dos solas,
pero no con tres, y mucho menos con mayor número.
No nos persuadimos pues á que haya quien juzgue que los
jóvenes pueden saber sin trabajar. Mas probable y yero*
símil nos parece que no se da grande importancia por
algunos á que aprovechen ó no en sus estudios, á que se
acostumbren ó no á cumplir los deberes que se les hsii
impuesto.
»£ste es gravísimo error y en el dia mas que nimea,
porque no libertarán al ignorante de ser ludibrio j beb
de la sociedad, ni el distinguido nacimiento ni la» riqa^
las heredadas. Es falso que el siglo actual sea siglo po«-
iiyo. Nunca se han apreciado mas los conocimientos y It
inteligencia , nunca se ha mirado con mas desprecio la
ignorancia. Asi como el grande número de hipócritas es
' un pais prueba que allí es verdaderamente apreciada li
virtud, así el gran número de p(*dantes, que son los hipó-
critas del saber, prueba el alto grado de estimación qne
se tributa á la sabiduría. Mas al pedantismo se le quita Is
máscara fácilmente, y se entrega á la risa pública ; y casi
siempre procede de estudios hechos sin orden , método
ni aplicación. No hay remedio, alumnos mios. El joven
desaplicado, ó ha de hacer en la sociedad el papel osctro
y despreciable de un ignorante, ó el ridículo y mas des-
jireciabie todayia de uik ^edMk\A «\i&doso. No o» enpiSf
ni Tuestro talento, ni el genio de quetanflratoitamenAeas
crcoís quizá dotndos, porque á vuestra edad el genio, si \e
tenéis , es solamente uu germen, y no hay otro medio de
desenvolverlo, romo á los domas talentos naturales dd
hombre, sino el trabajo y la aplicación. Nada puede su
plir la falta de buenos y sólidos estudios.
ttPero yo quiero deducir la necesidad de laaplicacioD
de otro principio mas alto. Ks menester que los alunads
y sus padres sopan que es una culpa gravísima, moral y
religiosa, la inaplicación. Porque siendo el cuidado de
sus estudios casi el único deber que en su tierna edad les
han impuesto sus padres, si faltan á él incurren en todas
las penas que la ley divina ba señalado á los que mirmí
con negligencia el cumplimiento de sus obligaciones.
Kinguna disculpa tienen ni ante Dios ni ante los hombres.
Sus afios no son muchos: pero son los bastantes para sen-
tir y comprender el deber moral v religioso de obedeotf*
á sus padres; y los de edad 6 inteligencia mas adelantada
no pueden ignorar la obligación que se les ha impwsk)
de perfeccionar su entendimiento y de hacerse útiles «por
meaio de las luces que adquieran, cuando no á sí mismos
ó á sus familias por ser opulentas, á sus semejantes j.á
su patria. £1 que no cultiva por medio del estudio el ti^
lento que ha recibido, enlierra en uu estercolero el don
mas precioso del cielo. Si, en un estercolero, el de los vi-
cios, porque no puede tener otro lin el joven que mi-
rando con negligencia é inaplicación los estudios, se en-
trega á una culpable ociosidad, (^uanto mayor sea su ca-
pacidad intelectual , tanto mas funesto será el uso que
naga de ella si no Ja aplica al verdadero objeto para que
sola concedió el Altísimo, estoes, parala adquisición
de conocimientos útiles, que son el cimiento de la vir-
tud, porque no la hay en el que ignora lo necesario par^
llenar los deberes de su estado.
» Yo quisiera que estas verdades tan evidentes como
reconocidas, hicieran en los padres la impresiouque ellas
merecen. El buen si'utido común basta para que el sim-
ple menestral* el fabricante , el comerclauXft i icrai^s^^
66
hombre « en fin , qae aplica sü hijo á los negodos 4e tsa
casa , y lo asocia á su profesión, no permita qae el jóyen
los mire con desaplicación y negligencia. Pues el mismo
cuidado deben tener con el que dedican á la carrera de
los estudios, ya sea para dirigirlos después á profesiones
literarias, militares ó mercantiles, ya sea solamente para
que adquieran la ilustración propia de la época en qae
TÍyimos, y no hagan un papel inútil y ridiculo en la 9(h
ciedad.
)) Imploramos pues como un premio concedido á los
afanes y sacrificios de la Junta directiya de este colegio,
la cooperación actiya de los padres de sus alcmnos. Nin-
guno de ellos podrá quejarse de haberle faltado noticias
exactas de la disposición , aplicación y aproyechamíenfo
de sus hijos. Al nn de todos los trimestres se les remiten
de oficio por la regencia de estudios de mi cargo ; ademas
de que siempre estoy dispuesto á darlas yerbalmente,con
«umo placer mió , cuando sean gloriosas para los alum-
nos; con sumo pesar cuando sean infaustas ; pero siem-
pre con la mas exacta yeracidad.
» Mas aun sin estas noticias , debe ser suficiente para
alarmar á un padre al yer que su hijo carece del billete
hebdomadario de recomendación; porque esta falta debe
S robarle que su aplicación ó su conducta no son las qne
ebieran, ni las que el mismo padre desearía. Este es el
caso de corregirle : y ¡cuántos medios tiene un padre en
sus manos para contribuir eficazmente á la enmienda!
Aquel, á quien fuese necesario enumerárselos, seria
inútil ; porque la necesidad misma de la esplicacion pro-
baría que no saben hacer uso de ellos. Solo advertiré
que los premios y castigos dados por un padre , tienen tal
eficacia concedida por Dios á la primera magistratura
de Ja naturaleza, que en yano pueden competir los qa<^
se distribuyan por manos que no sean las naturales. Ja-
más miraré como útil ni conyeniente , sino antes bien
como pernicioso y funesto, el castigo corporal no im^
puesto por un padre. Entonces aflige, pero no envilece-
Tampoco creo que ^c^\)^ ms^t%^ ^^w ít<^cuencía, ni aun
or los mismos padres^ de este medio de corrección; mas
o puede negarse que tal vez es necesario para reprimir
i inmoralidad : y una desaplicación constante y siste—
lática ; un desobedecimiento continuo á los preceptos y
oluntad de los padres en negocio tan importante, ¿no es
na inmoralidad gr¿ivis¡ma?
»¿Qué pido yo? ¿qué pide la Junta directora? ¿qué
¡den los jetes y profesores del establecimiento, sino que
oncurramos todos, los padres y nosotros, á la grande
bra de hermosear con virtudes y conocimientos útiles
ita brillante juventud, que no puede mirarse sin enter-
ecimiento , que es la esperanza de las familias y de la
atria? El interés es el mismo ; el deber también: pero
ste es mas estrecho , y aquel mas vehemente en los pa«
res.
»En efecto, nosotros habremos cumplido nuestra
bligacion, cuando agotados todos los medios de dulzura
severidad que están á nuestro alcance avisamos , por los
ledios indicados arriba, que un joven resiste á cuantos
rbitrios nos ha sugeridfo la prudencia y la solicitud»
robada en tantos otros como se han aprovechado de nues-
ras correcciones y consejos. Alguno podrá preguntarno's
or qué no hemos dado mas vigor, que el que tiene el re-
;lamento, á la sanción penal del colegio. Ya hemos res-
tendido á esta objeción. La vara puesta en la mano dil
mire no envilece: en otras si: y no queremos privarnos
M medio mas activo de influir en los corazones juveniles,
{He es el pundonor.
j» Pues bien: donde concluye nuestra obligación, co^
loienza la de los padres. Ellos verán si les acomoda reci-
Mr en su casa un hijo acostumbrado á la negligencia y
divido do sus deberes, cuando pudieran haberlo impedid-
lo cooperando eficazmente por su parte á la corrección
leí alumno.
» Nuestro interés es la gloria y el placer que resulta
e haber hecho un bien inestimable á los alumnos que se
P^ovechende nuestras lecciones. Grande es^Terdaderar^
^uj;^ «s^e ipteré.^; m^ f¡r^^Í9 ^uiijá ^o\\í ^^^ WW^^^
68
1«9 almas vulgares carcomidas por la codicia 6 1á wbsiuh
lidad. Pero, ¿qué comparación admite, á lo menos en la
parte afectiva, con aquel inefable deseo del bien de sos
hijos, que ha grabado la naturaleza en los corazones de
los padres? ¿Qué complacencia puede compararse i la da
sus almas cuando ven que su hijo amado ha correspondi-
do dignamente á su solicitud y á sus sacrificios, j se ha
preparado para ilustrar algún dia su nombre, sa fiunilia
y su patria?
»Debo confesar en honor de los alumnos del colegio,
que no hay entre ellos ninguno al cual se le pueda mirar
como incorregible, y que hay muy pocos que necesiten
de las precauciones arriba mencionadas. Pero estos de-
berán mirar cómo se conducen en el curso venidero. La
Junta directora está resuelta á cumplir con respecto i
ellos , sino se enmiendan , lo dispuesto en el reglamento,
j á impedir, enviándolos á sus casas , que infesten con so
inaplicación á los demás ; porque á veces un peqoefio
fermento corrompe toda la masa.
»Pero estas reflexiones no hablan con vosotros, ¡oh
verdaderos alumnos del colegio de san Felipe! que aca-
báis de recibir las palmas debidas á vuestra aplicacioB:
ni con los que, si no las veis también en vuestras manos,
es por no haberlo permitido el número de discípulos da
Vuestras respectivas clases; mas no porque las habéis
desmerecido. La Junta directora ha aumentado el núme-
ro de los premios; mas esto no ha sido bastante para to-
dos. No importa. Vuestros padres sabrán que habéis cor-
respondido á su solicitud, y cumplido sus preceptos.
Este debe ser el premio mas «lulce para vuestro corazón.
»Añadid á él la gratitud de la Junta directora, la de
vuestros profesores y la raía. Continuad redoblando vues-
tro celo y aplicación en los esludios. Ya sabéis que este
es el único medio de distinción que aquí podéis obtener;
mas aunque todos sois igualinenli^ amados, la justicia exi-
ge que lio se confunda el cuidado y la inaplicación, el
fició y la virtud. Llegará un dia, y no está' lejos , para
ttlefrM dé t^st^ros , ^tk f\\i^ A k^\^^^l<;í ^^'í?^'- íw a»* /•"
69
para mí haber estudiado en el colegio de San Felipe;
el inaplicado : razón tenia nuestro regente de estudios en
$Ui consejos y reprensiones, y^
Este colegio fue objeto de los tiros de la envidia y del
espíritu de partido: su mísina prosperidad irritaba mas
á sus enemigos que trataron de destruirlo por cuantos
medios podían discurrir; entre otros se intentó quitarle
el local donde se hallaba y aun continúa establecido, v
fe dirigió una esposicion á la superioridad, en cuya es^
posición se bacian al colegio las acusaciones mas necias
y calumniosas. El señor Lista publicó un escrito con el
título de «Apología del colegio oe san Felipe Meri, contra
las inculpaciones de sus adversarios,» con el que consi-
guió reprimir la osadía de los enemigos del colegio , á
fos que redujo al silencio, porque demostró lo absurdo de
los cargos y la ignorancia con que se proponían. Véase
deque manera contesta á los dos principales cargos.
tJEn el colegio no se enseñan ideas de libertadl En el
colegio no se dan tratados de política, porque no es esa
asignatura propia de los colegios de segunda enseñanza:
{ero se inspiran sentimientos de justicia é igualdad; en
1 es mas estimado el gratuito aplicado y de buena con-
ductay que el rico flojo é inmoral. Se inspira el amor de
Jas Tirtudes benéficas y sublimes en las clases de ética,
religión, humanidades ó historia. En esta última se en-
salzan hasta lo sumo los prodigios de valor que inspiró el
patriotismo á los Milciades, los Aristides y Camilos. Dí-
ganlo sino las personas de lucra del colegio que asisten
con beneplácito de sus jefes á esta ciase: p<>rque, por de-
cirlo de paso, ese establecimiento, retrógrado y jesuitico,
jamás ha negado eii ninguna época la entrada á los que
quieran examinarlo y juzgarlo de cerca: tan cierto es
que en ninguu caso ha temido ni teme la vista del pú-
blico. Volvamos á nuestro asunto. ¿Creen los acusadores
Iue unos jóvenes, educador en el conocimiento y amor
e la justicia , de la igualdad , de la beneficencia , de las
acciones grandes y sublimes, están mal preparados para la
libertad cuando sean capaces de conocerlal V\ia% ^uV»^"».*-
70
ees , ¿qué entienden nuestros detractores por lü
y)En el colegio no $fí enseñan ideoi de progreso! jcómo
así? las malemálieas y la física cspcrimcntal ¿no se ense-
ñan sef^un ci oslado actual de estas ciencias? ¿hay algo
mas nuevo, mas luminoso en lógica, que las ideas de Hoc-
ke y de (^ondillac, modificadas por Laroraiguiere? ¿Qoé
pedís? El progreso político. ¿Y (|ué entienden los alnmnos
de política? ¿Queréis que os demos un Sydney de di» y
siete aiíos y un Graco de quince? ¿No conocéis que esta
es una ciencia vasta, difícil, y que después de haberla es-
tudiado en los libros, no se ha hecho nada, si no se consul-
tan las lecciones del mundo y de la esperiencia?
»Lo mas ridiculo de toda la acusación es el temor hi-
fiócrita que se manifiesta por la causa déla libertad ját
a independencia nacional. Estas no se pierden nunca sino
por los disparates de los que se creen destinados esclosi-
vamente á defenderlas. Pero no afectéis ese temor. Loi
alumnos, á quienes se enseña á amar la patria por con-
Ticcíon y senlimiento; la religión sin fanatismo ni into-
lerancia, y la igualdad y la virtud por hábito, no faltarán
á ninguna de las obligaciones que les imponga la Nación,
y serán sus mas adictos 6 ilustrados defensores.»
Al mismo tiempo (|ue tan asiduamente trabajaba el
señor Lista en el colegio de (Vuliz, ocupaba algunos mo-
mentos, como por descanso y recreo, en escribir una lar*
ga serie de artículos literarios, que aparecieron succsi-
vaniente en el periódico intitulado El Tiempo, de donde
se transcribían en otros varios de la capital y partica-
larmente en la (rdc^^a , donde se hallan todos. En estos
artículos, de los cuales decía un diario de aquel tiempo
que eran como un vergel florido en el desierto árido de
nuestra literatura, examinó el autor los principios decsta,
y sus mas principales cuestiones, juzgando y caracteri-
zando nuestros mas célebres dramáticos, y dando á cono-
cer las obras mas notables que por aquel tiempo veían h
luz ipública. Entre ellos se distinguen los relativos al ro-
manticismo, al estilo poético, á la influencia del gobier-
no en Ja literatura, & V^ ^^V c,T\ii\tUt!iUtao en la misma » J
71
i h Tersificacion castellana. Los articulos qne trataban de
esta última materia fueron, en la parte relativa n los en-*
decasílabos, impugnados con alguna descortesia por un li-
terato de esta corle, amigo del señor Lista, y este le dio
inmediatamente una severa y decorosa contestación en tres
artículos, en los que esfuerza sus opiniones, los comprueba
con mas ejemplos y observaciones, y dá á la materia toda la
ilustración de que es capaz. El articulo que trata do la in-
fluencia del cristianismo en la literatura, di6 ocasión auna
controversia, y á un hecho, que no corresponde al nvimc-
rédelos que nos hemos propuesto omitir, porque ni nues-
tra educación nos permito vituperar innecesariamente á
personas respetables, ni la Biografía del señor Lista es lu-
Era propósito para ello: para dará conocer el m{'r¡to do
te, no necesitamos rebajar el de nadie. El articulo que
bemos mencionado fué impugnado con breves , aunque
maliciosas rabones, por un clérigo metodista, que llegó á
Cádiz con objeto de establecer una enseñanza pública, lo
que no pudo tener efecto. Kl señor Lista le contestó con
estension y por partes, admitiendo la especie do reto aue
se le hacia; y fué tal el efecto que hicieron estos articulos
tanto en el impugnador cuanto en el público , que cuan*
do iba á publicarse el 4." ó 5^. , recurrió aquel al medio
de sorprender en la calle al muchacho que lo llevaba á la
impronta, ganándolo con algunas monedas para conse-
gnir quo so lo diese. Guando esto so descubrió , no quiso
el señor Lista volver á escribirlo , resultando un vacio
•n esta serie do articulos.
Concluido el tiempo de su compromiso en el coló-
lo de Cádiz, tuvo motivos para no continuar dirigién-
olo, y pasó á Sevilla, su patria, donde fijó su residen-
cia. Fué recibido en aquella ciudad como en triunfo,
por sus numerosos amigos y por la juventud amanto do
as letras: á dos leguas de la misma salieron á recibirlo
muchas personas. A poco de haber I legado á aquella capi-
Ul, se estableció en ella un colegio, d<3 quo se le nombró
director, y en el cual esplicó un curso de Literatura ó
Qistoria, El gobierno lo nombró cfitodrálico ^f^ iw^V^toAc^
i
ci
1K>
las
7S
ticas sublimes en amiella UniTersidad con el ioaUapsr^
tonal de 20 mil reates. Al acto de tomar posesioo de la
cátedra que se le había conferido , aiistieron machos doc-
tores j otras personas distinguidas. Algún tiempo des
pnes solicitó de S. M. aquella Universidad literaria U
gracia de poder conferirle el grado de doctor en Teokn
gía y Filosofía, cuyo acto tuvo lugar con toda pompa» aiii'
tiendo á él una numerosísima concurrencia: esta cereoMH
nia fué un verdadero triunfo del talento y del saber,}
un titulo de noble orgullo para Sevilla. Continua eneíu
ciudad , estimado y respetado de todos , trabajando iiH
cansablemente en el desempeño de su cátedra , en la en*
señanza, en su estudio nunca interrumpido. A pesar de
su avanzada edad , goza de una salud robusta, de un áú"
mo sereno^ y de gran vigor en sos facultades intelectua-
les. Parece que el tiempo conservando su preciosa eú-
teneia, perfecciona cada] vez y engrandece las dotes de IB
espirítu. Dios quiera que sea por largos años!...
mam
D. WARTAirO JOSÉ DS ZiAABA.
EiL éxito que las obras do Fígaro tuvieron en el teatro
í 6n la prensa periódica , contribuyeron poderosamente á
W á su nombre la celebridad que ha llegado á alcanf ar,
f con la que no podrá quizá compararse la de ninguno de
loB escritores modernos. Su tin desgraciado ha aumentado
el interés que inspiran sus obras y la memoria de su ma--
logrado autor. A pesar de su breve existencia, alcanzó por
'a grandc/a de su ingenio la gloria que cuesta a mucnos
||CCritores esfuerzos estraordinarios y prolongadas vigilias.
ith embargo, los escritos de Figaro en los diversos géne«
^s que cultivó, nos descubren de lo que era capaz un
^«n cuyo ingenio se elevó en pocos afíosá tal altura. Fi-
K^'^, á pesar de su juventud, tuvo una felicidad que al-
^2an muy pocos j?)venes ; la de conocer la nataraleíaé
^ ^le de su talento , la fuerza de sus facultades intelee*-
^ les, sus inclinaciones naturales, y su verdadera yoca-
^%. Este secreto suele sor impenetrable para muchos, y
^ ^ todavía en la primera juvenhid en que nuestra vida
-^ toda ella rodeada de ilusiones, y en que estas no nos
'^ cniten que nos conozcamos á nosotros mismos. Bste
t^Mno de la raion no paede exigirte emU tAiM&L teXtt
pasiones. Pero Ff garó por efecto de la precocidad de la
ingenio , y por la fuerza y elevación de este que no al-
canzaban á perturbar ni la vehemencia de su carácterni
el fuego en que ardia su corazón, penetró el secreto de
sus fuerzas , y supo aprovecharse de él , descabrió en
si mismo una rica vena y supo esplotarla, conoció los ri-
cos dones que habia recibido de la naturaleza y se empe-
ñó en utilizarlos, dirigiéndolos por el camino donde lo
esperaban la reputación y la gloria. Este fué en nuestro
concepto el gran mérito de Figaro, como que á él debió
su celebridad y sus triunfos. ¿Cómo no habia de obtener
estos, cuando emprendió por instinto propio la carrera
á que le llamaban la índole de su ingenio, su carácterob-
servador y las dotes especiales de su elocución?
La avidez con que se recibían del públieo sus escritos
Ícon que se leían sus artículos satíricos, tanto decostnm-
res cuanto políticos , llenaban de tal entusiasmo á los '
lectores é inspiraban tal interés hacia su autor , que to-
dos deseaban conocer las particularidades de su vida, las
vicisitudes de estay su carácter. Esto aconsejaría satisfa-
cer de alguna manera la curiosidad de los apasionados á
las obras de Fígaro. Pero no es ese el objeto que prind-
f talmente nos proponemos en la biografía que ocupará un
ugar entre los personajes que componen esta Galería:
otro mas importante para nuestra literatura es el que di-
rige nuestra pluma, sin omitir tampoco cuanto contribu-
ya á formar una idea del malogrado Figaro. Emprende-
mos hacer un estudio de sus obras , caracterizándolas en
sus diversos géneros, y esplicando el mérito especial que
le distinguía como escritor periodista. Esto último, qoe
es á lo que debió una gran parte de su popularidad , lo
distingue de un modo notable y estraordinario entre to«
dos sus contemporáneos y mucho mas en una época en
(|ue puede decirse que no habia modelos que imitar de
literatura periódica^ y tnucho mas todavía en un género
de que puede decirse que Fígaro fué entre nosotios el
creador.
pon ACaríano loafe dteLaxt^ u>s\(^ ^u esta corte á M
5
de mano de 1809. Su infancia no ofrece nada notable
como sucede ordinariamente con casi todos los hombres.
Se crió al lado de su abuelo paterno, iiol administrador
de la casa déla Moneda de esta corte. Su educación re-
ligiosa suministró la primera ocasión en que dio á co-
nocer sus dotes intelectuales, pues el catecismo de la doc-
trina lo aprendió tan pronto y con tal facilidad, que desdo
luego llamó esto la atención de las personas encargadas
de Larra.
Guando las tropas francesas evacuaron la Peninsula,
8U padre* médico de primera clase en el ejército imperial,
hubo de seguirlas á Francia, llevando consi«i[o á su hijo.
Apenas llegó á dicho pais, puso á aquel en un colegio,
donde permaneció hasta el año de 1817, en que volvió
á España con su padre. Sugeto distinguido éste en su
Srofesion y de conocimientos mas que regulares , consi-
eró á su hijo en el caso , sin embargo de sus pocos años,
de darle una educación mas seria, sirviéndole de guia en
el estudio délas ciencias naturales; conforme en estas dos
cosas, á su ai¡civ)n especial y á la esperiencia que su edad
j su profesión le habian suministrado. Según dice un
escritor aventajado, y bastante instruido en las particu-
laridades de la vida de Larra, aprovechaba éste cuantas
ideas le comunicaban, no dejando malograr el fruto de
la esmerada enseñanza que se le daba. Sus progresos
eran rápidos, y su constante aplicación no tenia en ellos
menos parte que su natural talento. Pocas voces se re-
unen por desgracia de la juventud estas dos circunstan-
cias, á que se deben siempre los adelantos cstraordina-
rios. El afán que mostraba por el estudio era tan grande
3ue odiaba toda clase de juei;os: los libros eraii su única
iversion, y rara vez dejaba do derramar lágrimas cuan-
do se le obligaba á abandonarlos para que so recogiese
por la noche.
Educado en Francia desde sus mas tiernos años, cuan-
do apenas habia cumplido los nueve, se encontraba en el
caso de poderse decir de él que casi no sabia hablar en
español esplicándose con mas facilidad en itMicfe^^ \Ss)i?^^^
A
diría entonces <|ae aquel niño que tan torpemmÉete
plicaba en el idioma de sa patria , había do aer en ade-
lante uno de los escritores que mas se aventajasen per U
pureza y gracia con que lo manejaba, y el que oíaa guer-
ra hiciese á los malos Iradixlores y á los infelices escrito-
res que en su tiempo lo desfiguraban y destrozabn?
Como de 61 puede decirse que en la edad que hemos men-
cionado aprendió anles la gramática que el uso de noei-
tra lengua, por eso la regla, contra lo que comunoesta
se observa , precedió ú lapráclica, y esta por consigaien-
te debió ser regular, corréela, acomodada á los precep-
tos y ex^euta de los vicios que acompañan al uso ?algsr.
Los preceptos gramaticales íueron la luz que lo gui6 en
el estudio de nuestros escritores clásicos. Y teniendo que
recurrir á estos para aprender su. lengua natiyay para
ejercitarse en el análisis gramatical, se empapaba il
misino tiempo en las buenas formas de elocución casleilt-
na, haciendo propias y digámoslo asi asimilando las gracias
deeslilo y la variedad de formas de nuestros buenos salo-
res. Larra y sus maestros creian que de esta manera tolo
se aprendía la gramática y á hablar correctamente, f
Íuizá no echarían de ver que un ingenio tan ayentaiado
brmaha ul mismo tiempo su gusto y se hacia escnlor.
¿Por qué una de las dotes que mas distinguen los eicii-
tos de Larra tanto en prosa como en verso, es la bcílidad
con que manejaba el idioma , y con que disponía de todas
las formas de buena elocución que leerán tan familiareí?
Porque de 6: puede decirse que se le ensenó á bailar coa
grillos, para que después sin ellos conservase la exacti-»
tud de las roglasy auquiríese una estraordinaria fiíríUdad
en todos los pasos y movimientos.
Para corrcg.r este defecto, originado de la circaos-
€Ía de haber pasado en su infancia cinco años en un cole-
gio del pais >ecino, hizo su padre que entrase en el Jas-
titulo de san Antonio Abad de esta corle , en el caal se
perfeccionó en el idioma castellano, estudiando ademas
la literatura latina con toda la profundidad que permitía
W edad , y cou Va btu^nai \Six^v:\na de unos padres que
5
m dMngaidá j justa r«pitadon han mantenido Biempre
«n la educación moral y literaria. Los adelantos de Lar-
ra fueron siempre rápidos y constantes: su aplicación al
estudio siempre fué la misma. En esta edad es todavía
mas singular el aborrecimiento con que miraba los juegos
lie la infancia. Sin embargo^ debe hacerse una sola es-
eepcion respecto de un juego que no es de niños sino de
hombres. En algunos ratos de ocio se complacía en ju-
gar al ajedrez con su intimo amigo el conde de Boble8«
Iie simpatizaba con él en gustos j en inclinaciones,
unque niño, sus aficiones, su conducta y su carácter
«ran de hombre. Nunca dio motivo para aue le castiga-
•en. Era juicioso y pacifico; y el escritor lestivo que con
el látigo de Juvenal en la mano habia de zaherir tan era»
damente los vicios de la sociedad en que vivia, no era in-
quieto ni enredador como los demás muchachos. No deja
ae ser raro que el joven que después se hizo tan célebre
por la viveza y travesura de su ingenio, se distinguie-
se en su colegio por su juicio y compostura , y por
no incurrir en las travesuras tan propias de la edad.
Salló de este colegio para reunirse con su padre qne
á la sazón se hallaba de médico en Corella , del reino de
Navarra. Kn casa de su padre continuó la misma vida
aplicada y laboriosa que en su infancia. Especialmente el
rigoroso invierno de 8'i2 á 8:23 lo empleó en traducir del
francos la Iliada de ilomeio y el Mentor de la juventud>
eacribiendo ademas originalmente una gramática de la
lengua castellana. Cuando se ocupaba en estos trabajos
solo tenia 13 años de edad. Solo los ruegos de su madre
le obligaban en las noches de invierno á que después de
ma hora bastante avanzada se retirase á descansar.
Ya se hallaba en el caso de seguir carrera, y su pa-
dre lo invitaba á ello. Al efecto volvió á Madrid donde
estudió matemáticas y aprendió las lenguas griega, ita-
liana é inglesa , pasando después íx Valladolid en cuya
universidad principió á estudiar filosofía con el objeto de
aegnir la carrera de leyes , cj^ue fué la que prefirió entre
la» pooaa á que entonces podía aspirar ua )¡b'^«i^«lflüi9iK^
du^ilmente penetrarían la delicada y punzantAioálltenii
a9kSaf&ettíiip9«l.át «iPgílllM Q0PMHMCI jkinlÍB
IVoiM^ U^Ate^^Á ftwM w liv^lMilNiíiilligiiiiA-
«Rila^icoirqákfá dé^pttéü'VJoíilriíjd ít&ati4ki<ñato:>'«MII «M
ariÉainflíojpim t^(& ÉA^iá(jliera''pé¿8as«!M «ábáttd
-oávIflQÍfitiMv'wi'paés ^^h&ber pensada Ú|[W»9ÍPtt&^
qqM «ultítár cttfta tte ttiátlJla Kterftttra 7'>e««fuA^^
i&úíiidHB ppttaeroii efiMi|f<Mi fiiijrail oflá'^da sbbrci'^k^vfAí^
XfciáMdli!I>i Sl)toiia«fl'FetMn;tok Várala; Wi tMé4b9Mai^
éMk^^l^h^efM'^Mríl^ ;'i^é^^Bi José Matí^liil - <2W1iléW^^
-UMolíiilkp«i(der i^ y^ñMi 'Qpétecidoa iaosigáífiéaotey t» fÁ^
jMlt maU^mj^réf^M^ Aligar w tí^oAüt&lIúW
-^inritfJ 4Ísl0i|>«8Ciitiia'^ii einbiÉrgoideÁnliyAiap^sW
-li«W>ÍBBp<Micí(mes ;>^<lé próporcloQai^b'i W^'^Oim
aq;üáMí"W» WÉ^nmév^'k 1íbu(> letilid y á las'mrtO!
-^«tíiMP'M^«lj^]iélM40'^K''yitr6^^ era (él '4«^><lfilsr
aMI0Ítitttt!;fr*nÉdriaiidffl«ofbpaii«'é6l<Sr/i^^
la&nittiM m tos'^kflo» de 3]><|á(:3ík'' Gilátf^
cégta4^Sofia MaVia^firiétito deMtí^^ <%1 '^jl;^ieHi»*>flé
i4e«4«<iéfil0raiedad:ví:4ial proridefttiirs 'éábltfs^ y '^Mcka
oqoA^cKetíy^ pfeQetoir«iitée^{raütuA ü fd(áys<to§ Mj^ffffib
ey(|MiéaUMí& sÚB^ift^iHsoBJepaB'^espev^ñyas^. P(trf ádCAl
mleupo;» etf;ago»l^déi 1832, emp^lA^n«!'4i<^ÚlfK^
-^uM'fbHelM'aatiñco» bajo «I Mmhtb ié\ Siü^iilé^Wk
^íímkF9P# ¿^^AfUftjftiio.ifin éflUcoleefSoD 'dé'ój^ádciilSa
i^ec«09iUiidyfM)il^mri0ftV^AramUikos»yifilMóM(^sr
f^kio§ t<rfb0 tltoS' de uüa^ iniínera: ettpiMTti'tíAMitatiAúte'y'^
un estilo delicado y fesÜTO, se iaU^YM- loí^ • bt)tíidl'*ae
-iiote^tfi^o^ lM¿t4ciositttrodabidos<éiíéM8fi«»^^tei^
Tomo nn. i<^ .
«o
ítem jnmMwaatt*. 'Genvpacidos sin dada de esia inipoliHUiH
-Hi'ivwttad ,' paestoi qae los mismos hepcios ñt «er*, üí'lAs
oaMamos en léev^ ni nos molestamoB én esoribir W'éité
iiawBais'eii ^tie ▼ivimos'.» -i-":--' lí . ■ .. r'¡ f .cíiicmM
ñ^stímfoh felkidiid de haber penetrada la iHiutiÁdádf''M
ifvmder-ydel saber-U • - >.:-.-:( 'i» -^
3Juoi».aM¿ .iy»^^y»V .■■.'■.■ - . .',. '. .•».»ív •'■'.••■ /' .'■•':!';=';=:
otM.-ju!; j>iJ'..fv-.-.. . .^ •'. . u •;-*.»•*/*'/■•*• /tJ
-il cf.iñ'iad'afiades-jiue ño paede«ser'dé Yjemajáalfjbiia
elá^faliraiados con-vespecto áilosé^deínás; t«f éh^ér. ^^1V
ififbait seoenoc^^ ni se desea niebha de ménost-'ásS^iAé^.
I»ek4iifi:va atrasado ^ >óreer qpe ya adelaíotáEdo; ^¿^VS
eftíri mrlpiUo de los bombres qoe nos pone^ á('«¿Aos'^ihii
TeB^pi en loa ojos para qoe no yeamwÁi ééfáíAwí*¡0k
de^eyamos, y te citaré á esle propósito' 'el iMiKPde'idtt
baena: vieja ipe «n im pueblo » que ilO'iquiero ttbáttuW^
iltk/há de.tYf¥ir todavia:, la cuafc viejos er« die'^éií^Wtat
leídas de loéJugafes^iestaba sosciita i'|a;'6iH^ta f kPttP
iM'daileerrjiemprerdésde la real:órdén^há8(»i€Íüdihib
mrtido-'Mucanteif jde'degaido'7 Bin>pisar tunMiá^otrr HéP
húmr j^mero dadorfiuder.lái anterior.- «Yeé^-etca^ ^M^
yinía f. leia Jai írieia)^ uso-del páás) y tatt derfpticití' j'fiHi
übaorpa» qnebabíéodose ido atrasandóieúla'leiílttrafW^
U|abit'eÍ4uato'3$Kfqae fué cuando yo la oónoci, 'MÜtf'
QfaÉceüaajdel afiQ:23 , y qad^ mas ; hube de ir un 'dia^ili'''
8Ít^Uy»y pregontíñdola qüégolieyas-tetiia^ al eiftráí^en
sttiQíiai^» no pndOi dejarme concluir ; antes «rrajJhiAiitt''
eninuSi.,blMos con d mayor alWozo y aoUando hi^eé^'
ta que en la mano á la sazón tenia: aAy, señor de.mí'rf^-
ma;.0ie goitaba eon Yoa mal artícnlada y abogada: eS Uh
gnmatsy;soUoiQlv UJQS de su contento : ;ay , serop ia'
ni aiiüa I | BenditO'Sea Dios 1 que ya yienen Ím fiíneen^
aéÉ\f)'fqpe dentro de poco nos han de-quitar esa plein-
. GnÉstaitucJon , que no es mas que un desorden y una anar»-
ifsíiknP .Y saltaba d« gora^y daba pafanadaa repetídtf;^'
tf
Mshm rnüoM^n m ekí€iamáo '; y ^é ianrtb da *ir «trai»*
y como adelantado , siempre que nada veamos ni qaé^
amos Ver por delante de nosotros.
: » Mas te dijera , Andrés , en el partionlar si mas t^h^
ontad tuviese yo de meterme en mayores honduras, emN*
lero solo me limitaré á decirte para concluir » que no sá-*.
»emos lo que tenemos con nuestra feliz ignoraneisil'
lorque el rano deseo de saber induce i los hombres á la •
oberbia, que os uno de los siete pecados mortales, por-'
iliplano resbaladizo de nuestro amor propio; de este feoi*
tocado^ nació, como sabes, en otros tiempos la ruina de -
tabel , con el castigo de los hombre» y la confusión ihii
as lenguas , y la caida asimismo de aquellos fieros Ti-
anes., gigantazos descomunales que por igual (jQberbia
scalaron también el cielo ; sea esto dicho para confun-
lir la historia sagrada con la profana ^ que es otra ven-
aj» de qué gozamos los ignorantes, qve todo lo; hace-
nos igual. i ' (
»üe que podrás inferir , Andrés « cmn dañoso es el
aber, y qué verdad es todo cuanto arriba ite llevo dicho
cerca do las ventajas que en esta conio én ofratt cosas, á
08 demás hombres 'llevamos los batuecoa,i.óQánte debe
egocijarnosi la preposición cierta de que
En este pais no se leo porque no seesoribo', y ^o se
escribe porque no se lee;
[ue quiere detír, ety conclusión, que aquí no. se lee ni se
MBcnne ; y cuánto tenemos por fin< que agradecer al «ielo
[ue por tan raro y desusado canlino nos guiat -i • nuestro
)ien y eterno descanso > el cual deseo para ¿todoa^ los ba-
litantes de este incultísimo pais de las Batbecaii ^itp que
uvinKaaladioha de nacer , donde tenemos, lar gloria de
rivir , V eUicL cual tendremos* la paciencia de morir.»
Toaos los demás opúsonlos que tomprende . la colee-
ion de números de EÍpobrecito hablador j son igualmen-
te interesantes é instructivos.:.: hajo:este últimos aspecto
son notables lo quei tienen pfr objeto deacribiC' el e«lt^^
de nuestro»; toatrosi, éíinimt ké f!efonn«i^^oi%mX%^ ^^
de U €4rlo i ^y» ea la 06gaD9a ñlicuKM los mtlot
Tersos de circunslaocias^, Ea eglas* dos compotioioMt
aeMditftal poeta ndiMlo mgemo satirlco» sino ademas la
DMiestria f s*»i;ular faeiUdad con que manejaba el idiooM
ÍhfcTersi-licax^ioii. E^a facilidad y este manejo del ano y
ilaolra son UiiU> mas singulares cuanto que en ellas se
iflátan, acas<» con domaáiada fidelidad, á nuestros mejores
nñú^icoB , á loa qué coa raaon son tenidos por modeles.
Betpecto de la^primera^ veamos de oué manera esgrima
stt pkaoaa coaira algunos escándalos de los qae tan am»-
üMO por desgracia nos ofrece la o6rte.
«¿Qníéa ¡es aquel que ayer ana bccho «a taño,
foto paseaba V andrajoso el Prado
y hoT Bo salada en zancos á nidfuoo? ' '*
¡ Pardiez 4pie a6 qnien és 1 un nombrf honrado
que dd prisa y corriendo, con la moza
se eaaáJdei.aa seftor eücopeUdo.
▲ qiiien «n Tez de darle una oonm
ao destinoie dieron, y se mama
doe mil:' duros!,, y gajes, t carroza.
Y el muy destiargonzaoo aé no» Ikma
Sadre'Játaa hijo qise: aaeí6 á sais meses
e haber casado con la honestan dama.
Liegayibábialo de honor-; conloa Meaesea
ae dicamapareatado y los^Qoinoocea,
y segando: de oasd de mavqneoeá.
Soy- aü boqibre de honor r diráta 4 i^oeeá,
qae eatá'dé Tanidad qbei ya 'retisaata
et; aiuy'..;.. mas tú^yav Andrés v bien- leeoaoeiii
¿Ves aqael otro quesea laadé se oateata '
eon lentes y cadenas y trailla
dattalgos por> detrás, palco , y la reata
Imita'de aa>reJ9 caasatido maravilla?
poes ese- debe dl/Mc iqqeileva; piiast»
j %if Jsfcfo- todo 4aRk ui^'^a «ata' villar •
11^ db^iÍMltealb^dÉAa&;\a.tiaaa^^^
• •;
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el mSk.
It
Y al pasoj|i0#á la oámétittil ^Nlori \i
pQt)BKiNfá •e'BHiérn.datipterMaf ■- -^ ^
ese pasea.lttira'^ ebpcMju; ' • '• < »
Porque él oondaigii eaMrv J aaoqoS' it|«s4i4cia
coa su yítít «1 ótfáeal^iEAsoWRite '^' ' '' i '
do las lQ]rM<ét'liiffbif t latjii^ieia.-:'i '!:{'' -'(
QuiéQ es.aqii(ilkHqé0aiidaleAlwM.^aM ''
rilTMtmhi ét eaeijéi y diaiáaBieaVi' : '
que parece aiilUíaa dM OnMÉq? •' ^ ' ',
Esa es moia dapranáas reivmatea;- -• - >'
UQ ínleadiiubi ,, aunfééíla' v6$:eoUefar ' ' " ^
sostiene á la aMldítil jmt^ 'amaitBi., ' » -
Su nritdro iao b adiaptaai kldípndav C
▼iejavfíiiltácWij oób «Mliao i ii'tiifaii|«
precio veiviiájBil'doiktcnyi f ^Úaai'a.
.,-.,...■.» '
I Y es poBÍbieiL'iqa&lMraorl ¡M har qiAn
por libiraalUs i fattes..;:ji i^pis « arUf«» -
ni hay galera f^iOladrid qi|e la^recUae?^*"
Y no quiera /A«dr<iaw'^a6-b«Maii(' franja
el latino » tendidos eh k oloéca - ' !• mI.;
que á SodQoahL- j 4^^siaira«obfccípujaY> v*
Pues ttoJádMe Aai]MJ«ra j'ojpapa: ' ¿i^ - •
TüjMhqjú «oii'aBht^ tabaadorá . > : • '
¿ querrás qjHífOivo' apUqo» nii iriaeii f «
QuiéA ¡as iaqualia. earañ fiaa «aaioórtt • <•: '>i'<<
con el gesto mirbdo ,'^r|IiHO el poU« »^>i*'
ceñido el ttiUe 7. idenf^asíido aeioraS'. <>' -
coniidfMi«irfdlidp-»^bj^ /
gayado de coioivaaift»paJU]0b(%i I:) :;) > >'míiim'Vi
En afeiteaMumaito »;*%«|Mi4kii)Utaiii^t)i! Ib <^
lo anjMMofiriÑtaMs f MiiiA^^
u
huye conmigo^^ iipdréatj antes;iioff yanlot r ">
que tragué* tanl».«rineii el Goák^ • ^ «i i 7
¿ Qué har«moapori>acá' loBioue igntroBos v
el fraude , y la lisoiq»^ y.tla mentiray : • ' -
n¡'iJi4oftkpiQTpor:orguUane i(dufamios? ' : ? '
Tibrar no sé partí aiuJar kni lira^i .
ni aguantar atipe nunca biíaoifllacioBei;- •
la -^Qtí ' f ntonees de >mi kiño espira. ^ ^ ?
¿ Qué suerte haré. yd aqui con mis ñngloiiei
Ío que el humo, jamás tCM á* ninguno ' i
el incienso Tertido ei^.mis borrones?
Yo queno.tengo el diálogo oportuno
de Inarco , . nisuisal para la> éadoñ^
lú el aurai injüita y popular Ae a^no ? •
Auaque haga una comedia mal» ó bu^na
si no entiendo del teatiío las intrigaár ' :
f^ n I li ! l¿iciniindoi á . pública lar. saldr^ pAvéna ? <
Si nO' tengo allá dentroun par dé amigas,
y novadnlo.al cortejo queilai paga; '■'■:
rjattcAu demisiconfedias eneAiigas. ' ; >
¿Ete de alabar ¿un neoio ^ei se traga
como agua la abdianzanoiadquiridai '• ■
aunque el papel destroce 6 lo deshaiga?
¿O he de sufrir» .eo*fin, cdando ai*
mi coniediaíénriquexcf él esaenario ,
que mil reales me den?^ NOy-nor ni rida. '
Pido limosna aoaso, ó peiraalariO'''
coplero Éúj dé esiféina iior^Tentará? ' « '■■'
¿yiosQ^hltideprodueimiieielinoénsamo,' ;
Y el quemarme las<eejás?¡^QaákMsúrál '
cómanse con el rMio^eÉeifinero -^ • ( -
ó al hospíMilofdéft'psira otaaouva/-'''' 1' :>
¡ No^y..in|te I mttoái^'en^lilstiáÑ^
estado el leatro esta! Dimé^^ kn^Táten >*> * ■ *
s^jnantienencon wrsoe^ majadeiso? ^ ' '
¿O no hay maáqae mreir ¡seis diqptriUi,
i5
tan ficU M coMWilMifidlilMwl)» »)<■ ■
Í" I f f f r
• . .--.--• V';* ¿'''J' •"■.''.■■.'■. V .•••.■=•• I ■%* • • • I
De la segunda aártira eBiiotaMe< cil firagmeñto rigviente:
«¡ YoUi'átf»! que el úéjmi» «»• wrégrftio I
lo oíste, Andrés? ño exige el ntiqadero ■
que las gratíás le cante mi mezquino?
Pues esto i- cada )liint6 ñas ceHero
re un destino ito cmcuentrá el pobre yate ,
que un bolsón henchido de dmero.
Pídenos versos otro mas orate
porque se casa. ¡Pícara deoMincia!
mala mujer le bóstigue y le maltrate.
¿Y Tersos Ta i ^buscar? Busque paciencia
pues bien la ha menester aquell>olonio
que se pone en tan dura penitencia.
Pues otro que andará por esos trigos
envuelto eñ paiRo negro riolitario,
no pedirá consuelo á sus amigos ;
Vendrá á pedirme un canto- ftinerario
B)rque ha enriudado de su casta esposa,
e elogias se deje el perdulario.
«Ay , que me fue tan bueña , tan liftaosa 1» — -
Embustero I.Ponsofiá tan nociva «
guarde encerrada la indeniente losa.
Yaya;: entiérrela presto ; no reviva
y descanse del susto el marídalo.
Mas si tanto la quiso cuando vívaí
Galle y llore en silencio su ponUb;
que mas dice una lágrima abrasada
que no el yerto poema de un pelmaio.
¿Yo á* todo ho'do hacer v«tsoa? ¡Quél Templada
habrá de e8tai\'.mi alma á todati horas,
y á todo comoRcera preparada? ^
Pues deja, que ya atruenan las lODoraa
campanasty-cafiones. Por ventura' > ' ^
pubucar fiestas • hay? Ifieni . hú canoraa • '"-
Liras<aejleiiqde», i^Qrj^'él4i«niio*aif«EtV<.
versosJiajB eaJai prtKnaigfaMiíaiiw»' *
renos romite ^4Mlífc4MÍl0fnMit «.o Vn¿í uaí
. . .Xad.resplwi4oT4e.ÍAiiíin9er<HfIiacfcpi«, . .
f> :í^(4XlAfillllbilillk»«Mb»»fK)li^^ r! .a
nos dasbmdwftiOii vMlüaM iImi)«i|iímío7 •
Y noMite^Mp^KoSiSlegirtehriA .-«-ñ. .;!
ni es la fipyMlo|l^«lft^tw<M f ^<Hi^^ «'.I irro
si el yate M>.itiiniioiÁb;Algfii(lbÍ4i^'; t,í>'^ .- ^*\
en papeles. ftratMi yieiBMXMÍ$9i:.. ' i \ ir- •:: «i
las lisonjas del 'ft^ra. 90^^. .:' non- '-Vi .
Gomo sueleiiílh>mr39aAtoSi||ipttdM ' t'vr ;?
Gonclaida.hi (JohccKSivia « M «lelÁtMl '!'>•:.--
Ni te e4Máoft/A*drte> nikAi9ili}itv • ! i-.- .
ni al yiento TileWai ^ara Ii9Iíp.1a proaii. -i, .1
no han deyafeito'lasra^Mffs tujrAfk-'r!''' '
Que habrá qétia laf go i%'Opimmi I» lOir^ . .¡ .
si no ha(^s de^jij^^ebe Ái^^mMlMft'' ■ •.
un himno por 41^ MOHOS cónmJiMí,; .-.h. .'
Salga di iPJroMKMS figunl^ botaima^:! .¿íji ¡íh|
Y la España, eaoNiálpgo terdMda ! . <l
Uoovomk .TÍHa MaMttiaMi . * :))
Y aparezca q1 dUiwpo rekMbrafdoqri •' ■' ■
y hablen Mevo*ri# 1 «M^itelr y IfJMratii :
qne es coatibwica ñste# f. todo-cl' baádpi : /
De la usada^^kígórioa jMterra, i'ii; -.fi.- .: > /
mas qne á todatiioalODga bien mbüdoi - :.'.
esa canalla ;idMiúra j<piÍoterrai vi i
Mas oye , cnÉa ya iutbáeÉBMroiditi ^ 1 • .
el rumor jfeM'vpnasiiiMíéiii^UÉraír i:» .^n ^np
Ji¿rtitfna>rf-,4néiC8fioiÍ9MiBteaí(BMH» sf^ yr.lMl
el yate empezará toaárcifmiifaoeiM» ^ • * «hio? •: 7
Y acaso entnoooMáfartUí ÁaWnc^ ir-'^ -^ko
#aítvó<dblélCMtMiakráJfciralo^^^'iíl *^.:^¡iif'rt]
(•dft|Mdbafiriai^|ra¡4ri(^^
T»l¥iir Larrt fmáldém^.y dél aettcfalMllMifitlóiiriri'
h» esprcnaba , él ai^sia misma 6611 gú%nb lélM sui'tti
oftIoB I T la celél)ri(Iad qoe dieron «toi i íú antóf '| fléS^
DsbríaB la intoncioTí dé a^elloar'oMrífos y IM d^heÚdM^
bao á la aiiiinadversipu de lof goUMroMiWs. El ptA^t éM^
»od4 era ií:i «íiii\vTiMrv;í¿Hnllado y receloso, jf lA mas
toitti ila^» III. A ii it ffxiiÉ d? dAbte sentido por timfdii
smS^iSift ;j»i.í fiiiMc , le eiiojnha y atat^maba. ffo tarda!-'*
oa por consiguiente en stiscitanQ dbstácnlo^ á la públi-:-'
moitm del Pakrectto HMáiúr, pnéü h ceúsnra ie hMé
wá flft easo de redoblar su rlgilancla r satígór , en tiilfai
b que á pesar do la saspicfei{lk bn(i]^& de dlüs funciones ^
\» sos cíen ojos, todatfa se burlaba dé* dtá la -malicláf déf
iMritor, {Cuánto se irritañan lo^ célArstífes al ser repf eV^
tidosj por el gobierno por habérseles ffé^tzado sin kotf^t^
Maa, éspresionss en las cine déápüés reeoioeian ttká
'erdadera intención política ! Larra en est^a ocasiop tftk bú
■gepiosisimo contrabandista t^e" liitk*ódAi¿iá gétferos
Mkftbidos en presentía de lós mUpiás gUattfas» qm Aó
¡pMeliuban los medios habiKsfmos <hief' el éierhet em-^
ileabá. Bu yista dé esfo , los censores 'irtd'MArbü mdsfráit»
w cada res mas rigurosos: las mtitlIadUlnet ftieroti cMil
dia en aumento: á duras ponas y solo á fuerza de gVMdiéü
aMMfie», pudieron «farse i lurlos úHfmó^ ftAmerós dql
VMra^íVo Hablado/, btesláW «on et 14 s^ áñdd^ítf ]^1^
tnk ar p&blito' la mhertX ddt baí^hHleíir. Lárta; fcaYisMo ié
«Moolratfto, ct)nlo dechiVlidn'tlMi't^áfed M floldaf fáttéH,'
iMIerf^rmptó su mAli(^ioti «tf UáMto dé f 8B3 XTéámlo^ ffél
Mtí^m BÚmeM [mittílado: miérte iaPmMIo Biütinfh^^
en qué términos se despide el bachiller estandcí próÜhSV
á-flim4r: ■ • '•■•;• ' ■'■'"''' "
^Hijósnrio», dij6 éta TAzOdén ffi;éftte'a«U áprer ádllá
MM*>^ramdVhlMMiirii^
19
^n U;^ye Tirio0 modos de pensar, y ^Tiera mas siünaftki-
gar me diera la muerte, qaejme sieotoitqaiy ipie me adie-
ta ea la misma garganta. Ni menos qoiero oae sedigaM
murió sin decir oste ni moste qoien sob ae liablarTÍn6,
qw esto fuera mengua.
. x>En cuanto á bienes» harto sabéis» queridos miosy
que nada tengo que dejar sino el mundo en que he yí?h
do, y ese bien su>e Dios que no le dejo yo , si no que laa
le hacen dejar mal que me pese. Ni necesito "hacer bu^h
guna declaración de pobre, porque bien público, y lelo-^
rio es que he sido poeta, que me dedique desde: ctúqülS'
i las letras en este pais , que ^e sido hombre de bien j
de honor, que no ne sido intrigante ni adulador ^ uydi
anduye nunca en empréstitos ajenos y ganancias profias,.
ni tuye mujer bonita ^ ni hija que lo pareciese, m tio
obispo, ni padre coyachuelo. Así que, 4pQr dónde he áft
ser rico?
»Dejo pues lo poco que se halla, si se halla algo,fin
misas'ipor mi ánima , porque no ?las tengo todas '•ew^míf.
go; y SI se quejase mi nijo que le dejo por .ello W' Me
poco, que le quedaría , que tenga paciencia , am prJMMVS
son mis gustos que sus necesidades, y mi auma que-, m
cuerpo. , ■ i..
» Declaro y confieso en la hora de mi muer te, y cono
sí me iballase en ella., que tengo miedo y que de mieda
ipuero ; lo^ual no me QfL yer^enza , asi como hay otrai
CQsas que tampoco se lardan a otros; antes me da . mndbaí
penvy .^s^y muy arrepentido dé no .halarlo tenido- m'
poco antes. {Gómp ha de ^erl Todo npfie puede haecri
lin tiempo. - .:/■-.. . ].'.,' -,..,. ..i
)»Item mas: en consideración á que conozco iMidM
personas que están buenas y gordas y Ml^n establecidas,
que se han retractado desua opiniones ófeqpr^onéasi«»i
,^pre que han creido jerles/cpn.y)BnieQté|j6 .yj^jur mft/í A
. caso ,: en considéíraqicaii á .e^tp , me, r^tm^ W «^.dp
^..tOjdoloq^i^ he di<;ho^ sino tamlñendeJp.qfie,^Jl¡e(dir
actar cuándo j cómo me acomodare, ri tiVo , j ait M*^'
fVaiñéate lúistá el ¡Bü dé loa siglos ; porque esta es mi
füláiíktadv fén cosas decadj^ uno nadie tiene qaé mfíi^
cburse ; siempre tuve mis opiniones como mis vestidos » y
CÉflá diá'me pase uno ,' en 16 cnal latuecol hay que nada
habérselo lláinado; sieiidó esta^ una de las piHP
tíSftns cbsás de qülá' ¿iíé retracto, y á|niíidec{6ndoles sin
éiplMlrM la bdhdad íñIU 'Me falin Ufeyadó ésta Impertineñv
diimfS;- • • ■ '■■'''■■'' ■'/;'■• • "^ ~--"'
'"'ti Ahrepiéntotn'é' én lá fio¡ra fte la tnueMe , 7 me pein^-
dlrlo poquilto que étt'éiía'tidálié 'ttbidoi p^rqtfe no me
lúi*WTÍaó sino de dogal, y bago tó(o de nó vblyer á sa-
j^coia de pHoYéctio, sine esta me ^cá con bien la Di-*'
tMá Mafféstad; 7 si hubiese de resucitar*, coVáo ya por su
Kn'ú'^&r en óchkiotlésiiér h* visto, lo bual sita embar^
no creo que se suarda para pecadores como yo , jlrometb'
tt.ii^'^fAVfii' «teimró áMo ti^^ dan-
''V i¿Eú t^uántb i mi amigó , qde dice Ib es /'Andrés Nl^
pttiAsA, qdé no firme (^n 'miá^ disposiciones téstamenta-
f^ , -aunque fáeré de ellas testi^ , siü/embargo de <mé
ya yéo que no estir presente.' Intoto coiñ todo en lo oi*
cbo, porque be conocido testigos ausentes. Si da cuenta
aFptmlieo de mi fallecimientOf como éVde esperat;,'qiie nó'
fiMie tampoco. Y esto lo dispotigo asi porque no pareí-^
éá borla 6 chacota mi muerte 6 mi arrepentimiento'
d'Vé'el público malicioso que cohélüye con b. dé^
Nipamás. ■' - '- \"
«Mándele que me agradezca esta satiaCaccion que Sif
mi voluntad le doy, puesto que pudiéVá 'excusármela ; á
muchos conozco yo que cuando mandan no dari nunca sá-;
tfafeiddónes, y tengo para mí que ño van descaminados.'
á^Itejtn' mas: digo que hay amigos en el muido (ji.
respetable, y demás zarandajas ,^peae él SA coenúllp*
PSf.afl ..«í-, ...
f.Wfíi>P*'ií?°.el'PHPf',»i|it(™-u'>.v^ i .. ., ...,¡,■1
,,j,>nei^;;,declj(rojque ^_ yece? ^, djgho J(^ cp^JfSjj^
de cualqincr manera que se digan es Cdmo si no!^,^
iffíD. flty, cflBfs ™íi()r}ime^ ff(Hfiikijs<l>líáj.»il.
nunca ^nn'ina^, fli,i[ienfg^¡ppro),.jp;9f^ ípklos qtae;j^j
t^ndi»}senJo ^iie dujero dec^ jcj» e|^::( (^mó. Jia.J^ nf^
.^Bpra tstd); nmj,',^^|pi^fa^ gw9i4gí^eí-infi , 4, ttf^mt
fvta»^ que % ^aeaq,jcj(lieA__,,
iron nflnea.^,ji^ep,nO M 'of,ft
.??.?í fWriiíJWlíS'lIf'ftififlRiB SP*M»t™!ftí9S,.|«lilll'
de algunos países nunca puede salir nada nuetao..^^, n
■ «"? ■SteSS'ÍWSíH* **"*? .SUpc», WOnif a U.Jlitf
«IÍNP'V mi .eOrwitM'Qll » IM MDMmillMi Wll: iqtMI. loé : ipiito
JSfHhVHiif^ tAfQá9iti4í(ikmdniUf^^iinm^4ei,má3íi^kmm
4ij||Ml»liAal^Íii.i 1 impttrfAlmenii: deiJttioikÉtiieln^ -ai
f^^müáám íIm ^iiciriiiM (üftliüeaiifiailii püMipa^lpiKd )á\ \m»
foikkm iiWM 4wlnml »teaB» dospupii to ftfiÁadéBl»appai{
Ak-IPiíiiMívad^f g«i||M^ii)Pcati.iAOt:Mtiki& U.idótofmí
iWm itaüloiiiPft-gtbelnilaraitailaA ^m — tM»fla<mp™nf
JltJmhlii hlipkiii«Qfedo.j^a.cÍ»di«iicub^adc^alrMliaan
jBtoldftdtf i)bi«tod<» 49lo|B(lui iCáffidiiiUI l^fpiniÉp otaaaM
jilf)ÍmiiieiM.p«tD «e9iwt«ae«l6 pbn«l>canBft«lé:laiiMU
ÜMM^li die^ilill)Aiiévmi(lBa8CjetilieBBtp0| ditudaiujp^iro-
4llg|All|«staf f«r|jB>clli ba cUaMiifillrÁiidoiailnMi ^mh
JM|illbxÍ9iAtiaidra'>s6ol€(dird:ioáídai wwiadquifwiai '
áip^vaÚwii|ttd«:.J^Í0aiiÉaAte 4ris-adaotióiBaftpkni
%|giMdiUP;ia»id(aaaid¿aAa»ooalcitrii^
Ml^lU«fteaitOi»q|(iap(ictd0A alipÁíalBtiEJyléník («iÉá»
J^tquQidolkaigioiSJilii al piUafi qubáéiMaitf ti aatarqn
diflMMiftfea'.iAai ai|*al tka^
Ds JPaapjÜaa.qna FfenMhaattqj6ii^-4iyulcra'jikiiaaiatMl>
<it(t|iwiiafeh»ci¿iá ibHbiMJíptfmai^tsádV tar »|>ud» ittla¿w
da aer d6btk.ltaiyiartaidrf4iH<a«ia:Hiad entpncifcíiágia yy
jñctaiá'ConBÍderabarf Mtences ¿ t>.'ClMo»cóttiO'cd'4Ékl
repnMoUote de ella*: lo» amigos delftUl^rtadf^IMfM^
liín ta'eoüfiadaiiienie«VTesti£laeÍBftietiWdel dMtaÉÜ^
iMpU j'segiMli i¿8 peapsÉiiejitOft qae-WBÍcitieidbini ktfáMíM^
teii eipedfidas por* S¿ If . la > fteitia -, ditfnte' Icis' diiiWt
WMidMre á»s\késhO§Os 7 pof* la '^Éfeirmeifad «deréMMi^
ffli6 <el fobiér no 4«l ve; . €íialqiiiMPá> Me • If oése^ * íél^itMll
«-.«quel jistdiía/f iconiiderádo eft' aMtracto /^tíoi^^Mill
Mfgarsei'qiie cón^^ficacioa á las eiiiel&fltoUíttiol«ftM|iH|li
sa»f(rodlatn6 V téai^vel graodiñmo ineoiiTMdéMM^MI
•ar musticaÚe'pcN^iié no. eontaba cson el apO|f ¿^'ddlMl|Nr
Boldé lwt^ostp»itLddg,^ae eatoncé» ae fth '
po^faaiabiitthmif tiempocáreoia da la fti«^ac<ttife«iftf;j
.Mi|ñral'qaa'kalHar.menester paraxfi^fW «nipartido' iNI¡|M
r ét 'paa|i ^>ti!lani^r. dé i kis< preteñsíoiflia «neonlr«Jb6^dÑtA
ipledé' badán roroda-igiiérra;: fue [iiiiíi |ii ow Iwüi üiáiínl
ifliporió'dé laa cKreuasUooiaa.^.'qaeaeMq 9é'''tMAá4th
Ipnadoj^^Dordeflcxmoci^ eliia8tii»ifliKnral|r#<^to]¿fcllMl
praáidia -el gabinete'^: aeoÉsejaadp^ á Si^if ííMmí pmtí
ttttDilo qÉe aquel bombré^e estát^oíM ^^bdláy iMitlWltt
Uaaaari á aaai penona:d€! oiUras idan^'y <de pQto'^iMl||Ml
-oi^ntoñeea lie wrpseniójea la esoeoa poMlicá* P^lMíi^
aiam Ülartinex!4e>lá Kosa., que m iiiq[d}^a aosplMl
aa(akivrton « y cata notioia recibió '-en im 'baile*. %é^
sifliario hfio «oáoebirla» maf-üaoáférayieapqirMiai^fii
adi>aiHneBiai^oa.á^pk>ooiidia6 conies maaete^i'^ae'^ÍNI^
dábap.él EatatHio.AeaL Aiúea 7:alg«a titaapo'diiMü
do'^tabUoada efltoicoaÉnm4iafreÚaaMJ a^iédrll
cepaoca. Pero: de. hiacbq) guaba de al¿ÍiibaíJl8iaillMV^fil^
óei los teemané se* aioatrakan jiiaa kfKtúaboÉ^ iháUM^
elegido para estas comisiones personas de ilasÍtUul>|
bii0Bf..ctitéirio^ íT porgué í para .'díTÍgiJEÍ yijMátttl^ák fi
iCMdactá.,.4eaiJhaDÍaida^o .el gobiatnb ¿laa t iáairaMM*
iCPQTtwentea.qpeilaa .csreiiiistaínciasivai|iiBiiaíiil '¿ i:^''^
oi' <íSdr.aqffi|[ líf^pfo 6 piK»>aBtWf>fniielpÍB0*4fÍlÍ^ I
33
irso por D. Joaé Maria Carnerero las Carias españoloM^
le'á poco se convirtieron en el periódico diario que
linó el nombre de Revista Española, Las materias po-
icas se trataban con mucha circunspección y miramion-
I /'procurándose amenizar los diarios con artículos li-
ranos do teatro y do costumbres. Un hombro tan in-
ligonte como era C.irnerero para la dirección y con-
ecion de un periódico , no podia desconocer cuan útil
i seria en su periódico la cooperación do Larra , de
Elíen era amigo hacia ya tiempo , y á quien celebraba
Araordinariamente; Aun antes de nabo» muerto el P(h
iiciio Hablador^ fue invitado ^Larra á tomar parle en la
^ccion de la Revista Española , en la que principió
liétaribir algún tiempo después. Gomo acabase de esta-
éé-i la sazón la insurrección de Vitoria escribió un
rdciilo con el epígrafe do Nadie pase sin hablar al por^
\ré\ que fue el primero qnc escribió para la Revista » j
se fue en estremo celebrado , mereeiondo tina estraor-
UáMa aceptación y entusiasmo. Tanto por ser el primero
ÜtSíAo pior ser de un género especial , no podemos dejar
jt'iúsertarlo , eomo que en 61 desplegó el joven Larra
Ülk la originalidad de su estilo , y toda la gracia de sus
lufei. Por ¿1 puede formarse idea del carácter y mérito
Bitas demás , y en particular de los dos que escribió en
Mida con los títulos do Planta nueva ó d faccioso^ y
^unta fie Castell 6 Branco. El que primero hemos ci-
i9b* es el siguiente :
•I •
ni---
tVADltf PASB Sllf HABLAR AL P0RT|£R0.
5'' LOS VIAJEROS EN VITORIA.
«• •
if'^ i Por qué no ha de tener Espailii su portero, cuando
U Vay casa medianamente grande que nó tenga el suyo?
Sn Francia eran antiguamente los suizos los que &ct ^vk-
^rfjnlMiii do ehta conaiaion f en Espafta pate^^ f\^^\^\^-
Si
mao sobre si líganos Tluaíiu». T eCMtttuunla, ft na-
die ba de pasar hasta bablar con el portero, ^coándo
pasarán tos de allende si se han de enteiider con ni
TÜcaino? El hecho es qne desde Paria i Bladrid no laUi
ant^s mas inconTemente qué vencer qne 365 l&pw,
las landas de Burdeos , y el registro de U puerta iá
Foencarral. Pero hele aqai qne una mafiana ae len»-
tan nnoB cuantos alaveses (Dios los perdone] con hamor
de discurrir , caen en la cuenta de ^e están en la mi-
tad del camino de Paris á Madrid, como n düÉramof
estorbando , j h¿te qne eaclaman: — pues ané íio na; mu
que yenir ; pasar? Nadis paie mk Ao&tar al porívo.
De entonces acá cada alavés de aquellos ea un portcroi
; Vitoria es un cucnrucho tambado en nudio del cant-
node Francia : todo el qne viene entra , pero hacia k,
parte de acá está el fondo del cocuracho j faena el
romperle para pasar. , ,
Pero no ocnpemos á nuestros lectores con initilai
digresiones. Anunedó en Vitoria j eo AUva uno de bi
primeros días del corriente, j amanecía poco mas ó me-
nos como en los demás países det maiido> ei decir, cnie
se empezaba á ver claro, digámoslo asi por aqaellit
provincias, cuando ana nubedÜa de ligero poLvo aoBi*
dó en la carrera de Franda la precipilada eanetkM
álgnn earmaje , procedoite de la Tedna nación. Dw
importantes viajeros, francés el ano , eapaBid el oM^
envDelto este en su capa y aqael en sa capote, tsbb
dentro. El primero hacia castillos en Espafia, et segODJs
los hacia en el rife , po^e venían echando ciuBtas acer-
ca deldia j hora en que dehian llegar ala villa de]b-<
dridj leal j coronada (soa ficho coo permiso «leí padn
Vaca). Llegó el veloz carnaje á ks puerta* de Vtw^
T una voz estentórea Ae estas que salen de on cnerpo
Men nutrido, intióió la orden de detenerse á losilnM
Viajeros. — jHohil ¡ebl dijo la roí, nadie pase.— ¡ffr-
die pasel repitió el español.— ¿50» ¡adlronMl diio el iñii>
céi.— no sefior , lewuQ el esQafiol asomindoia; ntñáik
aduana. Ven i,cittK\ ^ t% «j^asa^ñ^v^ada ttcaado
S5
á cabera del enUpolTado carraaje » echó la vista sobre un
xnrpulento religioso , que era el que toda aquella bulla
ototia? Dudoso todavía el viajero csteudia la vista por el
lórizonto por ver si descubria alguno del resguardo;
lenro solo vió otro padre al lado y otro mas allá » y cioDto
nai, repartidos aqui y alli como los árboles de un pasao.
*I Santo Dios I .esclamó : i Cochero ! este hombro ha equi-
tkcado el camino ; ¿ nos ha traído Y. al yermo ó á Es*
lila?— Seflor, dijo el cochero, si Álava está en Espa-
\áf en Espafia dcncmos estar. —Yaya» poca conversa-»
yktf dijo el padre > cansado ya do admiraciones y asom*
Ma f conmigo es con quien se las ha de haber Yd.|
iSor viajero.— ¿Con Yd. padre? ¿Y qué puedo tenor quo
amdarme su reverencia? Mire quo yo ven^o confosado
Mide Bayona , y de allá aqui maldito si tuvimos ocasión
Itf pecar , ni aun venialmento , como no sea pecado viajar
íat estas tierras.— Galle, dijo el nadro, y mejor para su
Ifta. En nombre del Padrc> y dd Hijo — Ay Dios
Éú, esclamó el viajero, erizados los cabellos; que han
HHo en este pueblo que traemos los malos y nos con-
HlMii.— Y del Espíritu Santo , prosiguió el padre , apeen*
1^ hablaremos. — Aquí empezaron á aparecerse algunos
Uldaos, y alborotados con un Garlos v cada uno en el
Olnbrero por escarapela. •
' IVada entendia el francés á todo esto del diálogo; pero
liÉ pre^mia que podia ser negocio de puertas. Apea-*
ÜÉhét pues, y no bien hubo visto el francés á los padres
iterrogadores . — ¡ Gáspita ! dijo en su lengua , que no s6
fino lo dijo, ly qué uniformo tan incómodo traen en
Sgbáfla las ffentes del resguardo , y qué sanos están y que
ini portaos I Nunca hubiera hanlado en su lengua el
obre francés. — ¡Contrabando! clamó el uno; ¡contra-
uido ! clamó otro , y contrabando fue repitiéndose da
jui en fila. Bien como cuando cae una gota do agua en el
ébite hirviendo de una sartén puesta á la lumbre , álzase
IBtfmdo hervidor, y bulle, y salta, y levanta llama ^ i[
Blui j chisporrotea f j cae en el hogar, ^^ iSV^otoVal \b^
WB[}í¡re, f$ Alera h cernía, espelúznase e\ %a\o\tLm^«^
diato qne descansando junto al rescoldo dormía, qnémaiH
80 los chicos y la casa es un infierno: así s« alborotó, j
Jaeuió, y espeluznó, y chilló la retahila de aquel resguar-
0 de nueva especie , compuesto de facciosos y de padres
al caer enlre ellos la primera palabra francesa del eslnA-
jero desdichado. — Mejor es ahorcarle, decía uno, y ser-
via el español al francés de truchimán. — ¿Cómo ha de
ser mejor? esclamaba el infeliz. — Conforme, repoú
uno, veremos. — ¿Qué hemos de ver, clamaba otra voit
sino que es francés? Calmóse en fin la zalagarda; metié-
ronlos con los equipajes en una casa , y el espafiol creía
que soñaba, y que luchaba con una de aquellas pesaililiai
en que uno se figura haber caldo en pod!er de osos, óea
el país de los caballos, ó Honinhoins , como Gulliver.
Figúrese el lector una sala llena de cofres y maleüi^
provisiones de comer , barriles do escabeche y boteOtf
repartidas aqui y alli , como suelen verse en las maestras
de las lonjas de ultramarinos. lYa se vé, era la intendca-
cial Dos monacillos hacían en la antesala, con dos velan-
laríos facciosos , el servicio que suelen hacer los portera
de estrado en ciertas casas , y un robusto sacristán, que
debía ser el portero de golpe , los introdujo. Varios car-
listas y padres registraban alli las maletas , que no pin-
cía sino que buscaban pecados por entre los pliegnei k
las camisas , y otros varios viajeros, tan asombrados toao
los nuestros, se hacían cruces como si yieran al di^
Allá en un bufete, un padrc'mas reverendo que los deatf
comenzó á interrogar á los recién nacidos.
— ¿Quién es Vil? le dijo al francés, y el francés calla-
do, porque no entendía. Pidiósele entonces el pasaporte.
— ¡ Pues ! francés , dijo el padre. ¿Quién ha daooefte
pasaporte ?
— S. M. Luis Felipe , rey de los franceses.
— -¿Quién es ese rey? Nosotros no conocemos i h
Francia ni á ese D. Luis. Por consiguiente » este papel
no vale; ¡Mire Vd., añadió entre dientes, si no habrá al-
gún sacerdolc eu Vcido Patt« (^uc pueda dar un pasapor-
tdf y no que nos N\eti^u ^cyt^^^ti ^^Y^i^x^^^ !
27
•
— ¿A qué vicno Vd?
^— A estudiar esto hermoso pais, contestó ol francés
M>n aquella afabilidad tan natural en el que está debajo.
, — ¿A estudiar? ¿eh? Apunte Vd. , secretario: estas gen-
es' vienen á estudiar: me parece que los enviaremos al
libunal de Logroño.
■ —¿Qué trae Vd, en la maleta? Libros... pues... JJe-
JUrcAe» fiir. . . al sur icht Fj^ie Recherches será alffun
ator de máxima: algún hcrejote. Vayan los libros a la
Dupbre. ¿Qué mas? ¡Ah! una partida de relojes; á
tlr... London... esc será el nombro del autor. ¿Qué es
alo?
'^^ — Relojes para un amigo que tengo en Madrid.
—Da comiso 9 dijo el padre, y al decir de comiso^
ada .circunstante cogió un reloj , y metiósele en la fal-
rfqúera. Es fama que hubo quien adelantó la hora del
Myo para que llegase mas pronto la del refectorio.
^!'— Pero, señor» dijo el francés, yo no los traía para
Irittod
L*:'..^Pacs nosotros los tomamos para nosotros.
^— ¿Está prohibido en España el saber la hora que es?
VMnntó el trances al español.
í*'— Calle, dijo el padre , si no quiere que se le «or-
Km» 7 aqui le echó la bendición por si acaso. Aturdí-»
Df^sUlm el francés, y mas aturdido el español.
-' Habíanle entre tanto desbalijado á este dos do los
laciosos que con los padres estaban , hasta del bolsillo,
aÉ mas do tres mil reales que en él traia.
- • —Y Vd. señor de acá, lo preguntaron de allí á poco»
^6 es? quién es?
!: -^Soy español y me llamo D. Juan Fernandez.
—Para servir a Dios, dijo el padre.
—Y á S. M. la reina nuestra señora, añadió muy
mnplacido y satisfecho el español.
' -— ]il /o cárcel \ gritó una voi, \á la earcell gríta-
la roil.
-^Pero señor, ¿por qué?
^No sabe Vd. señor revolucionario qa^ aif^OLV^^^V^^
S8
mas reina qae el sefior D. Garlos Y , ^e feUxmente fph
biema h monarquía sin oposición üil^puiat
—•¡Áh! yo no sabia.....
—Pues sépalo y confiéselo» y.....
— Sé y confieso, y dijo él amedrantado dandi
diente con diente,
-^Y qué pasaporte trae? También francés Be-
Siare Yd. , padre secretario^ que estos pasaportes tneaii
echa del año 1833.
¡ Qué de prisa han TÍYÍdo estas gentes!
—¿Pues no es el affo en que estamos? Peai i mi, d|j«
Fernandez i que estaba ya á punto de volverse loco.
«^En Vitoria y dijo enfadado el padre, dando uw-
razo en la mesa, estamos en el affo 1,° de la cristianaad,
y cniilado con pasarme de aquí.
•^¡ Santo Dios I en el año 1 .^ de la cristiandad. ¿Goi
que todavía no hemos nacido ninguno do los une Sfá
estamos? esclamó para sí el español. ¡Pues vive nm que
esto va largo 1 Aqui se acabó de convencer, asi eoM i
francés, de que se habia vuelto loco, y andaba jHjfiílff
sn juicio á todos los santos del Paraisa. '
— Tuvieron su club secreto los fiícciosos y los padni^
y decidiéronse a dejar pasar los viajeros f no dice lakii-
toiJa por qué, pero se susurra ^e hnbo qoien dijOifM
si bien ellos no recónodan á Luis Felipe, ni le ncoao-
OiTian jatyiáA» podia ocurrir que quisiera . Luis Itfpe
vetiir á rflidoi¥»fi^lQs á ellos , y por quitarse de endoili
molestia de eaía wüa, dijeron que pasasen» mas no M
sos pasaj^tNrtff»,:qfte eran niilqs evidentemente por las n*
zones dichas.
BíjptMifMB, el que hacia cabeza aui tenerla: la-
puesto que Yds. van i la vüla revQluQÍQmma dfi Hadñ'i
la 'ouai: H .ha snblevadía contra Álava , Tayan en-tes
hora, y cárguenlo sobre su concienoa. £1 godiieiM^
esta:f rato Asoion no auiere detener á nadie, yenp^ks da-
remos pasaportes validos; estendióseles en HgfákM
pasaporte en la forma siguiente;
I
39
t
AÑO PBEMERO DE LA CRISTIANDAD.
Nos ¥t. Pedro Jiménez yaca.=Goncedo libro y se-
nro pasaporte á D. Joan Fernandez, do profesión cató-
neo, apostólico 7 romano , qae pasa i la villa rcvolacio-
aaria de Madrid á diligencias propias; deja asegurada sn
conducta de catolicismo.
— To, además» que soy padre intendente, habili-
tado ñor la junta suprema de Vitoria, en non^re
de S. If • el emperador Garlos Y y el padre administra^
dor de correos que está abi aguardando el correo de
lUdrid para despacbarlo á su modo, y el padre capitán
dd reguardo, y el padre gobierno que está allí dur-
miendo en aquel rincón , por quitarnos de quebraderos
de cabeza con la Francia , quedamos fiadores do la con-
ducta de catolicismo de Yds. , y como no somos capaces
de robar á nadie » tome Yd., Sr. Fernandez » sus tres mil
reales en esas doce onzas de oro , que es cuenta cabal , y
le las dio el padre efectivamente.
Tomó Fernandez tas doce onzas , y no estrafió que en
un pais donde cada 1833 afioa no bacen mas que uno,
4oce onzas bagan tres mil reales.
Dicho esto , y hecha la despedida del padre prior y
del desgobernador gobierno que dormía , llegó ui maía
de Francia , y en espulgar la pública correspondencia , y
en hacernos el favor do leer por nosotros nuestras cartas,
quedaba aquella nación poderosa y monástica ocupada á
la salida de entrambos viajeros , que hacia Madrid se
Tenían, no acabando de comprender si estaban real y
electivamente en este mundo , ó si babian muerto en la
última posada sin haberlo echado de ver ; que asi lo conr^*
taron en llegando á la revolucionaria villa de Madrid,
affadiendo que por alli nadie pasa tin hablar al por Uro. i^
En otros varios artículos de este género trazó Larra
los cuadros mas característicos del nando rebelde. La
pdlitica M para este escritor un minantial tv^p&áo^^ ^^
50
que espiólo arliculos ingeniosisimos, en qne con nna
f;rac¡a inimitable aalirizaha las irregularidades y anoma-
ías de la época. Gomo nn hecho coalijuiera tuviese algan
aspecto ridiculo, Larra sabia encontrarlo', sacando de ¿I
todo el partido que podia imaginarse. Su ingenio le hada
notar los contrastes mas singulares y estraños, descubrir
las relaciones mas profundas , y hallar los pensamientof
mas nuevos y originales. La viveza 'y animación de sa
frase , la corrección ^ pureza de su lenguaje , y hi
gracias todas de su estilo , aumentaron el interés de los
asuntos que trataba. Con razón se ha dicho que ná£t
llegó á Larra en el arte de decir lo que quería y topio
quería : tampoco le igualaba nadie en acomodar la eáps-
sion á la indolc de las ideas que se proponía espresir;
tampoco lo igualaba nadie en la sal vcrdadetamenl^(i€it
delicada y de buen tono. Su sátira no era cáustica; jii
á alguno hería, no era por la fuerza del golpe que le
descargaba , sino por la profunda risa de que lo hada
objeto. Hombre ae principios Ajos y de talento .pro-
fundo, satirizaba lo qne era digno de censura, refiniíH;
dose siempre ¿ un sistema moral y político. En esto
príncipnimcnto se distinguía un filósofo como Larra', de
un vano burlador. Sus asuntos eran siempre muy biei
escogidos; y en ellos se proponía la defensa de laiusúcit
Í de los grandes intereses nacionales, el sostemoúeato
e algún principio ó la proclamación de una verdad des-
conocida. Independiente por carácter y por la. fuerza de
su ingenio , jamás sometió este á las miras ni exigencias
de nin^n partido : de todos, era celebrado y aplandido,
Sero nin^no lo contaba entre sus afiliados, m podia ser
e otra manera: conocia bastante^ á pesar de su modes-
tia, su mérito propio para humillarse hasta el estremo de
oue se le confundiese entre la multitud de los que Indian
desesperadamente, no por el triunfo de una doctrina, sino
por* la obtención de un empleo. Satisfecho con su mane'
ra de vivir , y conociendo la gloría que resulta á nn
hombre de vivir á espcnsas de su industria propia y de
ra ^lento y e\ Tn\«m^ c^w^ ^f;^Qx\itk^^3C(iQu(e hwia ronnn-
31
I
ciado cl empleo por amor á la vida independiente, jamás
80 arrastró por ei fango do las pasiones ni so acomodó á
seguir servilmente la senda que le trazaba el espirita de
partido.
Como en el fondo de los artículos satirices do Larra
existía una gran fuerza de yerdad, de razón y de justi-
cia , y como el escritor liabia procurado siempre conte-^
nerse dentro de los limites que la prudencia prescribe»
distinguiendo la sátira del sarcasmo y de la diatribaí ,
desde luego puede pronosticarse que sus articules satirio
eos , de que va se nan liecbo dos ediciones después do
haberse publicado en los periódicos, pasarán á la poste-
ridad, y que no tendrán la onmcra existencia de las obraá
de circunstancias. El arte con que están escritos so es-
tiende á tantos objetos, que puedo decirse que on ellos,
en Tez do necesitarse on algún tiempo el conocimiento
de las circunstancias, para su mas cabal inteligencia,
pueden los mismos dar á conocer las mismas circuns-
tancias de la manera mas cabal y completa.
Para prueba de muchas do las circunstancias que aca-
bamos de apuntar, no podemos menos de copiar otro
articulo suyo , en estremo notable por la severidad de
las máximas y la profundidad de los pensamientos , cuyo
Ululo es
EL día de difuntos DE 1836.
FlGABO BM EL CBMENTISRIO.
Beatí qui moriuntur in Domino.
«En atención á que no tengo gran memoria , cir-
cunstancia que no deja de contribuir á esta especie do
felicidad que dentro <le mi mismo me he forniado , no
tengo muy presento on qu6 articulo escribí (on los
tiempos en que yo escribia) , que vivia en un perpetuo
asonibro de cuantas cosas á mi vista so presentaban.
Pudiera suceder también mío no hubiera escrito tal co^ok
en ninguna parto; cuestión pn vetAc^ lyivx ^^*^\^->
33
IDOS á on lado por harto poeo in^orUBte ta época» «i
qae nadie parece acordarte de lo que ha dicho, ú de b
3ae otros han hecho. Pero soponieiido qne aat ÜBeaej hoj
ia de difuntos de 1836, declaro que si (al diíe, m copw
si nada háblese dicho j porque ea la actnalidad nuldilo
si me asombro de cosa alguna. He tuto tanto... tanto...
tanto... como dice alguien en el Califa. Lo que si m
sucede es no comprender claramente todo lo qne ? eOj j
así es que al amanecer un dia de difuntos i no me aaoodn
precisamente qne ha ja tantas gentes qne Tiran ; meéis
me» sí f que no lo comprendo.
En esta duda estaba deliciosamente entrotenido si
dia de los Santos, j fundado en el anticuo refrán que dfos:
fiaíe en la Virgen y no eorrae (refranjcnyo origen no ss
concibe en un pais tan eminentemente cristiano como si
nuestro), encomendábame i todos ellos con Unto e^e-
ransa, que no tardó en cubrir mi frente una nábe déme-
lancolía , pero de aquellas melancolías de que solo ue li-
beral español en estas circunstancias puede fornur ua
idea aproximada. Quiero dar una idea de este melanco-
lía : un hombre c|ue cree en la amistod y llega i rerU
por dentro ; un inesperto que se ha enamorado de ua
mujer ; un heredero cuyo tio indiano muere sin testar;
un tenedor de bonos de cortes; una yiudaaue tíeneasig-
nada pensión sobre el tesoro espafiol ; un dipntedo elegi-
do en las penúltimas elecciones ; un militer qne ha pcT"
dido una pierna por el Estatuto , y se ha quedado fia
piorna y sin Estatuto; un grande que fué liberal y se hi
quedado solo liberal por ser précer; un general constitu-
cional que persigue a Gómez , imagen fiel del hombre
corriendo siempre tras la felicidad sin encontrarla ennio-
guna parte; un redactor del Uundo en la cárcel en W-
tud do la libertad do imprenta ; un ministro de fiípabí
un rey, on fin, constitucional, son todos seres alegreí T
ulliciosos, comparada su melancolía con aquella qne i
mí me acosaba , que me oprimía y me abromaba en d
momento de que voy hablando.
YQlyí«me y me rexoUU en un fiUon de eetos fuaf^
í
\
53
reeen eamu, lepiilcro de todas mig meditacionei ; y
me daba palmadas en k frente, como | si faese mi mal
mal de casado; ora sepoltaba mis manos en mis faltrique-
ras» á guisa do buscar mi dinero , como si mis bltriqae->
ra« fuesen el pueblo espaffol , y mis dedos otros tantos
Sobiernos; ora alzaba la tísU al cielo como si en calidad
e liberal no me auedase mas esperanza que en él; ora la
bajaba avergoniaao como quien yéun faccioso mas» cuan-
do un sonido lúgubre j monólonOt semejante al ruido de
loa partes, tino á sacudir mi monótona existencia.
I Dia de difuntos 1 esclamé ; y el bronce herido que
anunciaba con lamentable clamor la ausencia eterna de
los que ban sido, parecía vibrar mas lúgubre que niogun
afiOf como si presagiase su propia muerte. Ellas también,
las campanas , han alcanzado su última hora, y sus tris-
tes acentos son el estertor del moribundo : ellas van tam-
bién i manos de la libertad que todo lo vivifica, y ellas
serán las únicas en Espafia, ¡santo Dios! que morirán col-
gadas. (Y hay justicia divinal
La melancolía llegó entonces á su término; por una
reacción natural cuando so ha agotado una situación,
ocurrióme de pronto que la molancolÍR¡csla cosa mas ale-
gro del mundo para los que la ven, y la idea de servir yo
entero de diversión... fuera, csclamé, fuera; como si es-
tufiese viendo representar á uu actor cspaílol ; fuera,
como si oyese hablar á un orador en las cortes, y arróje-
me á la calle, ñero en realidad con la misma calma y
despacio como si tratase de cortar la retirada á Gómez.
Dirigianse las gentes por las calles en gran número
Ir larga procesión , serpenteando do unas en otras^como
argas culebras de infinitos colores : \ al cementerio , al
cementerio 1 1 ! ¡Y para eso sallan do los puertas do Ma-
drid!
Yamos claros > dije yo para mt, ¿en dónde está el ce-
menterio? ¿fuera ó dentro? Un vértigo espantoso se apo-
deró de mi y comencé á ver .claro. El cementerio está
dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto
^menteriOt donde cada casa es el QÍoUq ^% ut^
36
U eaiU i€ Pa$iM, ü edU Jk U Mmimm. Büh w
son lepalcrof . S^^n osarios * donde mexcladot ; rerwl-
tos duermen el comercio, la industria , la bvena ft, d ne-
gocio.
Sombras Tenerables , ;ltfsU el Talle de Josa&t!—
Correoi. \Áquí yace la mbariinaciom miUtarl
Una figura de yeso , sobre el Tasto sepulcro, poma ct
dedo en la boca; en la otra mano ona especie de gerogK-
fico hablaba por ella. Una discinUna rota.
Puerta del Sol. La Paerta del Sol ; esta no ea sepulcro
sino de mentiras.
La ItoUü. Aquí yace el eréiito eMaOM. Semejante i
las pirámides de Egipto, me pregunté: ¡es posible qne se
haya erigido este edificio solo para enterraren él una cosí
tan nequcfial
La imprenta Nacional. Al rcTés qne la poerla dd
Sol. Este es el sepulcro de la Terdad. Única tamba de
nuestro pais , donqe i uso de Francia Tienen los concnr*
rentes á echar flores.
La Victoria. Esa yace nara nosotros en toda Eapafia.
Aqui no habia epitafio, no nabia. monumento. Un peqnsfio
letrero que el mas ciego podia leer decia solo: ¡ EtU ter^
reno le na comprado á perpetuidad , para su eepuliurü, h
junta de enajenación de eonventosl
¡Mis carnes se estremecieron 1 1 Lo que ts de ayer á
hoy 1 Irá ¿irá otro tanto de hoy á mañana?
Lot teatrot. Aquí repotan loe ingenioe españolee. Ni
una flor, ni un recuerdo^ ni una inscripción.
El Malón de Córtei. Fué casa del Espíritu Santo;
fiero ya el Espíritu Santo no baja al mundo en lenguas de
uogo.
Aqni yace el Eitaíuto.
vivió y murió en un minuto^
Soa ñor muchos afios, affadi, qne al será: esto debió da
sor raquítico, según lo poco que títíó.
XI Eetamenio de pr6cere%« kí^V ^tl fW^doei^. Casa
liogular. ¡Y no hiy an misterio que dirija las cosas del
aundo , no hay una inteligencia previsora , inesplicable!
!«oa proceres y su sepulcro en el Roliro.
Él sabio en su retiro y \ Ulano en su rincón.
Pero va ano(*hecia; ^ también era hora do retiro para
oí. Tendí una última ojeada sobre el vasto cementerio.
yiitk á muerte próxima. Los perros ladraban con aquel
,l|Ilido prolongado , intérprete do su instinto agorero; el
(fán coloso, la inmensa capital toda ella» se removía como
in moribundo que tantea la ropa : entonces no vi mas
[ae un gran sepulcro» una inmensa lápida se disponía á
cubrirle como una ancha tumba.
No había aquí yace todavía ; el escultor no quería
oentir , pero los uombres del difunto saltaban á la vista
r estaban delineados,
I Fuera, esclamó , la horrible pesadilla , fuera ! i Li--
terlad 1 \ Constitución ! ¡ Tres voces ! ¡ Opinión nacional !
Emigración ! | Vergüenza 1 ; Discordia 1 Todas estas pa-
aJuras parecían repetirme á un tiempo los últimos ecos
Ipi clamor general de las campanas oel día de difuntos
le 1836.
Una nube sombría lo envolvió todo. Era la noche. El
rio de la noche helaba mis venas. Quiso salir violen-
imente del horrible cementerio. Quise refu|[iarme en mi
irq|iio corazón , lleno no ha mucho de vida , de ila-
ionea * da deseos.
¡Santo cielo 1 También otro cementerio. Mi corazón
lO ea mas que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién
A muerto en éP ; Espantoso letrero I \Áqul yace la ei-
«rolua I !
C'^Uencio, silencio!»
mayor parte do los artículos políticos de Larra fue<-
OB escritos durante la época que precedió á la proclama-
ion de la Constitución de 1812. Por consiguiente partí-
ipaban de aquel espíritu que entonces dominaba á todos
M pueblos do Espafia contra aquella lev • que á los ojos
#1 gran partido liberal adoleoia de dos aefectoi oa^U»k^%^
rae coDsisüaii eo proceder escluaitamenle deVVxotí!^ ^ "^-^
38
diendo bajo este aspecto ser considerada como uoi con-
cesión humillante , j en no tener una' latitad correspon-
diente ¿ los principios liberales. Participando los aftica-
los de Larra de esta tendencia general , contribojó tam-
bién esta circunstancia á aue fuesen Icidos con entasias-
tno, j á que adquiriesen, lo mismo que el autor, nna ást-
guiar popularidad. Casi todos estos articulos faeron pa-
blicados en la Revista Eipafíolaf periódico que ja hemoi
citado , donde los firmó con el nombre de Figaro. Gomo
ademas del enojo y tendencia de los pueblos, que erai
contrarios á la ley política entonces tigente , se afiadian
las circunstancias del desacierto con que se promoyianhi
operaciones de la guerra, y la tenai resistencia que le
oponia á cuanto se encaminase á estender los derechos dd
pueblo y las garantías constitucionales , hasta el puto
que costó una revolución el nombre de Nacional dado í
la Milicia , Larra tenia una abundante mina que e^lotar
})ara su genio satírico. Eco de las legitimas pretenaiones dd
iberalismo (dice un escritor distinguido, de quien he-
mos tomado muchos datos para esta bionafia), no pierde
ocasión de escitar en ellos al gobierno a qoe se mnesife
menos enemigo de las reformas por aquel deseadas, y
mas cuidadoso de contener los progresos de h ftecioo
carlista, cuyas fuerzas iban en constante aumento. Los
artículos , por ejemplo , de Ventaja de ¡a$ eoioé á wuék
hacer , las varias Cartat de Figaro , la eueitíon Iraifahn^
te ^ y la alabanza ó que me prohiban oaCe, ofreei9i.*ims
{trucha de sus sentimientos en esta parte. Los censores y
a censura , asuntos sobre aue el poder no qoeria tedcr
absolutamente nada, no dejan sobretodo tm momenlo
de ser el punto de mira de sus ataques.
Ademas de los articulos de este género, escribid etroi
sobre critica literaria , literatura dramática y costnñibra:
estos últimos, entre los cuales se distinguen los ¡qué tienes
{íOT título La vida de Madrid, la Diligencia , el ¡héo y
os calaveras^ contribuyeron mucho á su celebridad, pees
en ellos acreditó, tanto el interés que sabia comnnaotf i
sos cuadros , cuanto U^ observaciones profundas ooñ qoe
aiSm dfVKiqJM^ilo f q^crii» de las .coij^i^j, (^finuMlo asi,
SD «l^fritQ. Lm j^rücoiloi de literaliin j dramáUca Iko.sa
liimUainju,c<wsura detallada j prolija, sino que sei^.-
moDtan i laa bueDay teorías del arte, aue sabe osponer j
aplicar felizmeDle. La critica coasla ao dos partes, ana
de tas cuales da & cono^r loi defectos do las obr^, q;ie
ez-amitia,; j la otra iodíca las mejoras que padiera reci-
bir, lai. nievas bellexaa.fqe.padieraD realzar su mérito
j ta brillo. Para lo primero lia^ta,el conocimiento del
arte j UD gusto oj/crcitado: para,Io.scgua[lo se requiere
geoio crevíor, iQena iaVeatiTa, imasinauioa brillaate, j
todat lufjlemas Cualidades que exige la composición. Es-
tw dcaí partes oomp'reiiden los, artículos lib^^arios do Lar-
ra» ^ne bajo este concepto deben ser mirados como
opúsculos instructivos , cujo mérito ao depende de las
Girf^n^tancias en que se escribieron, ni se limita al ob-
jeto.íniit^ato, de ellos, sino que esplicando las mejores f
BU^'wnaa doctnnaá literarias , se leerán siempre con i^ti-
U4«d} con nKicor. Lot principios literarios do Larra erap
anilQfnis á los <.\\ie profesaba su política. Siu defconoc«'r
«1 EOÉnlo de la literatura clásica, j aborreciendo la exage -
roción de algunos poeias románticos de la vecina Francia,
se mostraba inclinado á aquellas formas qué Fuesen oías
&iyorables á la inspiración , que no esclavizasen el j^eoió,' .
j que se encaminasen á reslaürar mejorada nuMtra'Ute-
ri^^if nacional: ftie'pues apóstol del romanticismo bien
eniendido , coino lo era de las reformas constitucionales.
Por eso dccjs: «ese clamor de libertad de imt>renU',"lan
continuo, lan incesante, 'tan justo, pifM^ tener dos prin-
qoios;: pu^ considerarse como ún derecho fner'áraento
pMÍ¡|^Íco reclamado por un puetíló victima, Me | Iiíacé''el
ulU^ é/ifúerio para romperla cadena; T pUM<tr ¿¿iíai-
¿fTiin¿ umbien-comó un AfgaYio oiéramento lltefarib,
éx^dó por un pueblo ansioso' de ilnttrádoo. En 4l' Affii
iQér caso es la imprenta el-lfaluarte de la libertad' ciraí'
en' el segundo el paladión ü toi conocimientos' hdtnaaiM.»
Con razón observa él escritbi''á quien já'biíitiótf ¡íiKádo'^
qoe'cstas palab^ab'' badcD f«r d ptoniífigí' «A&wiib tl^
Tomo na. '' ^■¡■■—"yS'''""
4o
1m oím de MtHUo fcttor t^ataba'trifM'll' 1
la pofitica , j U ouícáa li^ral j AiiAáirtki
gniÍTa gae ambu i dw debían iegnir. Bar peMgww*»»
lodoa loa articnloa de Larra godtmiíu «te lit Bundi ti|»-
d«beia final , asi como n distfngaen «a todot b ndMNr
imparcialidad da joido » la AÍsmKlftd. 7 lú «BMMt.|ri-
óis de estilo. Figaro no se déubinit« ndiulr ÍA witm,
yi tenga ^ne apreciar el carabitefí' de un ' ffÓBÜMy 6 il
ulento de na poeta , 6 «T geiüo ife ttn arflibi-: ttHHTilM
ni el buen gasto le abandonan an momantti.
Escribid ana nórela con el titiilt>'de M pf»H^é
DM Mnrifiu 9t Dotítntt. El selotíliilb'dBdUrliaflltilkH-
tante sn argomenlo bistórlco, tonuddr &F r«idiBÍo ¿^
aquel monarca de Castilla ^ ; del áéM^ii&Ab VUtStM.9
asuDto había sido mny bien estudiado por el escritor,
q^ué ademas de comuuicar á sa oarracioa todo el interés
tl'e qae es capaz ua argumento tan bieQ' escogido j ít
l&ülo efecto , lo ha exoroado con todas las circunstaodn
locales que pueden dar á conocer al lector las cottumbreí
y' hábitos de aquel reinado, ^ fomentar SQ ilasioo hastiel
punto de sentirse trasladado á los tiempos á que se refie-
re el escritor, presenciando aquel los acontecimieotu
qué este describe , y asistiendo á las escenas en que co-
loca los personajes de su novela. Todo el fondo de erii
es verdaderamente romántico , porque de este espirita
se Iviilan animados los desgraciados amantes de aipieUir
y porque se describen costumbres^ caraclértes j rugM
caballerosos propios de aquel siglo eseociaimeata román*
tico, Ün esta obra tüvp la gloria Larra de Seguir el ca-
Dpiuo trazado por Walter :>colt , y de colocarse al Il^D
de este gr^d novelista : siguió si(s huellas , como las si|a«
un houü^re de g^uiu, pudieudo decirse que Larra ba ndo
^ife cqire nosotros el introductor de la novela histórica, eo
^f,4>b hasta ahora le ha aventajado ut aun se le ba acer-
cado, íüa ella puede decirse que vemos un cuadro fiel
de las costUfnbres de aquella ¿poca. Para proe^ de etU
^mjnoa, una cl^tlaa g^arlea mas bien nintadas de él. «Ha-
jw^
^4l
|«do ua cawbo , } ñaaaowDe eqMmu^o deLpiiáo4:»num8;
^ .él debían sentarse los }iieces del eampp. iMa«M ^rrOp-
madio de ano de los iades un bfdconciUo • 4e.;nUdera,
ferrado de paffo color de grana/bprdadOide.arQ,., debía
ffffír para ¿1 re^ y m eoMítiYa. Al uno ; otmiMo del
lialencree doa garitas, semejaotes i las.i|ne ^e .cPDfbugfiui
f^a el 2Ka para loa centinelas, eiUban4¿itina4M.ptnaiido8
JMNcnbres qpe debían dar desde dlaa lanzas, j.arxnas nue-
ras á los combatientes , en el caso de reíDQtf»er las snjas
iW los prímerpa encuentros sin acahsrse el qoelo.
J i^ededor del palenque , y donde babían dejstfo
para ello las boeas-calles, nabian aniñíado loa Jmh
l^íjlíuites carros y earretaa para Ter mas/céoiodaiiiente el
Irémendo combate. Coronaba .ya la .concurrencia los pm-
}§ wn ^os de la plaza , y .empujábanse las gentes Mas
9ti¡as en. loa mai bajos para ¡aleaniar poesto^ coando
íM Ñi|&o y sa compafiero. .
^.^ ;4,i»" ♦••••■ ' .¿'i *•»•'.*.
,..: ,9j|U)ababaA de enbrar e£eetiunfi|te.iétf..^l:faleiifÉe
4io$ ktmupetenos annnoíando con ffanrans.aoiilldp jsl nnn-
f^dode beeremonia del combate. Venia détráade Jas
nn rey de armu y dos&rantes. Sisgirian nU-
eon jnstmmentoa músicos , j taños «liifiitvós
joatieia asidor: dea ndarios para IMimoalaf t dkr
Jb As M q«e aeaeciesei Wa dos jneciss del lomifo ieta|(i*
¡hkipWPÁ A*v q¡aé fnerón el muy: hfieÉ lOpadeaJ sMe Oon
Rui Lopea DáYaloy 9 jr^el juicioso W^onMndidocii sanas
,]^ Jatrai-D. Pedro IiOpez de Ayála. Detns leí jnstidia ma-
jcr iUego bopez de Stáftiga « TMtidA como ilasodemaa »de
mffL 'j.Cfntnonia;» cerraba la eomiÜTi. Siibi6 toda Jillea-
3aÍso seyéstído depafio negro » en el cual se colocó ^ sa-
4pan la piieemlnenaa de .puestea debida al emplost de qada
«PAf I <«Q ^lle se.agrearon dos persevéÉtfmtesw £nlfé >«a
Jijñílin rn ni .balooiieMlo 6 asimdor : 6. A; i ncoinpáliado
^ihm fiiieo Ahensanal i dd aeittbispo de 'Tbbdp^ de ta
jggíifesor Asi ilóan iEniñipeí yi ] ét^ («ttriat digpiiisda» dib
,|aly»guMtM.J^ssiii4»ites ai&aidaiaÉ «ftv¿Ala.-:.^vv>.\
I4S
-" < 4Fwi?iJfei<m-fci> Jurtes Ift linde gente de amu
^«pie'litegiinse el campoí, j faeron trteinta baenoi eseude-
- t09't6fci inas 'ballesteros 7 pimieros; de los cuales coloci-
Tonsii unos en ala bajo el balcóncillb de S. A. y otros en
' yairios puntos estremos de la liza.
= -'<)iEnChV en seguida- on eclesiástico , 7 dirigiéndose ba-
da el estremo «n frente de los jueces» idíonde habían he-
cho levantar estos ;un altar con preciosas reliquias 7 rieof
ornamentos , 7 en el cual debía celebrarse' elisanto sacri-
ficio de tamisa.
^Enfrente del balconcillo de S. A, habíanse letantado
bastante apartados entre sí » dos pequellOs cadalsos de
tablazón rereitidos de pafios negros Donados de oro: has-
ta el uno entró conducida 7 custodiada por cuatro arehe-
TOS una mujer jóren cubierta de un Telo negro qoa U
tapaba toda : ocultaba su blanca espalda 7 torneada gar-
ganta su cabellera brillante como el ébano. No en 71
aquella perfecta hermosora fresca 7 lozana que liabiadis-
lumbrado tantas reces la corte de D. Enrique el DoHente.
Su rostro pálido ^ prolongado por la continua aíUeeioB;
sus ojos hundidos 7 rodeados de un cerco oscuro; sa
frente mancillada por la adusta mano del ddior ; su nano
descamada 7 trémula ; «u paso vacilante 7 sus ardientai
lágrimas manifestaban cuan mude era su pesar. Segafc-
la al lado, vestido de gala, el najeciUo Jaime, que detw
llorar á su prima lloraba también, 7 que la:dirigfai de
•cuando én cuando palabras de consuelo, de las cuíwsns
eran contestadaii unas , 7 otras ni siquiera óidaa. •
' »Hasta el'i>tro cadalso 6 tablado entró^^d itasbe
'.tonde de Gangas de Tinco, ricamente vestido , alfil U
cabeza 7 arrogante el paso. Llevaba rico jobeo de raso
negro colombino, calzas justas, un bohemio de pala
.faegro guarnecido del mismo color ; manga larga 7 an-
gosta i con capilla de buitrón ; una jaqoeta de nk raca-
mada de oro le cubria apenas el jobon ; cinta taSÜenads
de que pendía una rica limosnera ; lapatos de seda oegies
abiertos j acuchillados t un cmnison ridnisimo déllo-
Jiada lalnrado W toVV\i! «Aímm ^"^w^sa T^toobraiv t ^
45'
ri^prfíifiio' <soU«r de pledntr.y. oio,.4e;(|ae.pfHi4wiJ|!i>Mi
Su Mifftiel de este precicigo metal , dealpHdbrebi^i^il^sq.t.
peobo il lado de la cfiu rok de Galatcfiva{„El joi^to '
06 la orden eBcima cempUboa m iM8pifi<iO aicr^o. :, ,
. » Precedíanle faraetes lovoe^ «u ¿it4Ík4lüír^i'<^:4!>
eicado. de ana armai, y la ealdm de ñco^Wivae¿ j lei
Mgnian eicaderoa, donceles» pajea, :Mballecpi Jcginü-..
lea hoinea de au caaa, Taaalloa aajoa » yeati^jpdifa,!^
eeremoBia y paz como au aefi^rw . ' : .r i * i \\:
. ».Un alto ; crucifijo de .plaU- reflejaba loa rgjiyqa d|^
mI já igual diatanda de uno y otro cfiaalao.en frente mis-.
mOi-del balconcillo de $. A., y detrás de .^'a^ Teie,.
sentado aobre: un banco jponiigiio ya al.palenqiie, i^ '
liombre : vestido con un 4iapotopide<.aeda encfF.>^<^ .;|,^
csbitoRta la cabeía de una ||iyrn de lo misqio. |li(i|. tajo ,ii,j
su' lado y una afilada cucbílla declaraban aun;i^AQS q^e„
de lejoa le yeiau, qup i^ra, jklateo Sai^cheii. Tjerd^go'
dOfS. A. I pronto á ejecuta/T; á aquel, d^ loa ^» |yip
raedase por el. combate conyenpdp ^./le calumpctdor ó!
«reo. "'..!».
,{.«D¡spi«esta ya If.liaa cfa estd fprini^;jl[9e liejqos pro-
cwNdo describir. 4odQ lo mas fielmente .q,ue jQ(4f..Da. sido
posible, mandaron los jueces al rey de armas y i lo# 4a-.
ijputea dae.ana,gri4fi.6,;prego^f ri^uQfiwdq.el coinl^te'
«0 iba á Teri^rse en coii9riubacion,de)l juíciO|deI^ippi^
X^lAade otras, primas , y mandacbn, Comparecer; ifjji^,
pWtea^ó i sus qfonpeones. , ü .. , >.i
, nTXPnsen^Kwien se((nida á.la.p^cr^. del .pa^nqú^.^i^í.
calNdlerOf slaMa U fisera» qpeiMPA.recQnq^H^
el Jiidalffl,Hernan Pflreí de ViMp: segpM ¿W mk
coa las libreas de.YiUcina, VeYaQd9.c^ uqip h, 4anz4 y., el
otrPfipn caballo de reape)bi;i..,]^epia gi^netQ en pin, soberbió
adazan encubertado con paramentos negros que le lleijfr
^pPt hasta los oorvfíjones 9 ,con. cpftapi^a de martas y^ce-
bjrilinas, y- bordados de muy gruesoa rollos de argentería
¿manera \de^ chaperías de celada, y pyr Qiifi8.a las. arijias
dflitK Enrique de Vülena/ Traia, Jiiflan Eeftej;j!i»,vdfi^
Ai
üfUk tf íttótevtito Mso pito dé aedliíaf rMttt hdBnh
do '," T«rde lirbeádb edn háñ uxader Imwito'aeéitiiiii ttBai
bélloUdo asul , éalkái áe mía itaUanai , anft eaperan
alta do j^ábY, y fMpufdaí de redóte ttaUMUüi: Uotim 9Ú
ai^esM dtf pfértltf i Y braMlei^con iMmoia mMíbücía.
Só( rdsfra éMÍ ¿I imito «(iii4 éftiaÜa eH MíáttMcébu Mr
la jMí^A attéMm da aíi arrM. Enoeadidó' eoina k
lutfbMvlkdráha: rayóé de soi ojog, f parada inedia aoa'
la yjsta el espacio del nafeMie ; eomo'ri vlMfera éatrtaii
á mí'cÓWíX'y ñ'á eorajr. Treí Tnelba ^ÓéH dmMor'ooa
gr^ciar y'í^iiftiléA ,' aaludaiido'.i eadaTMiía él- y ül ei-
báffo al miraffor de S. A/ y ri eond¿' iítt gemir , dirfu'
giiéttdo ehÍ]^éM: una mirüdá dbdcipi^eéio ^ ét frr, iMti-
mleiütdá'ótie liTe cbnfatildiañ en h Mp#eik>tt'' Aa «a ieii>-
bfánte/pSeia lá víctiin|r'iihMlf de ia prt»pÍÉr iMoáf
genetosidád. '■
n'msente r^ en la lita él défensoí* del acusado, rl^.
IltlHorÜi toa faraptes ppr ptí^f^ al fcaihpéon del acdlft-
8r por tres yeüéf'ctoiéKatlYai; el énA- AÓ psredeliii
comenzó el fGcio de la mira.
)»Co^dttida élrta\ réc^uMéfoii üfrfáeffo al áMSldor;
igtt^l dfettdó stMedlj)' m piaitáfab A MgMdo t MrMV
prfefffítí: '• V--/--. "■■■ ^ -■■■• •••■••
'>^rá alü^' de 'eUrando eYi énánA^ les ej6if al eWoi
no jiepodiá dMiW¿fuir lA W daba g^biaii^
de ra' cátApeón; qne á\á i^fnjfüna manét^a HuMéra entéMief
deseado yer allí, ó sí lloraba j^Já' pVbbaMer'tatfelirte d0l
dWicéi. Sfti éreer éii ffslíl Aéótáó opiíc^f «dtf ^Mbdlero
tan ffíéttéiróiio y etíaMtti'add' ttadieiíe dejarla éfi'taír éMupKo
tráiite desfíMárád'á, dqtfdé' V i^üchilfic. dd Wrdago €h
]^ér/|ba BU' caneráy s! jti' cismpéon no yenlá?
-T» Dos largas horas pasaron eú iítk etaei eipee-
tatiya.» ^^ '
1 .ff l^*^*^" tradujo Ldrra varios dornas frafrcéiéi, eoa
el tftdlo de Rohpío Üylíofi, />. Jfion Íí AtfMlrifi, ühi^
ja/19, Fétift^ ParHrá tiempo, y Tu anfor ó lámertr.
bjfo una bella (mits^^lon del d/amá frtotfétf íntítiiMo:
iBCiat 7 Mcna u teruon on vn esuiQ. am
¡rennitancias j fobremaneva Mnante, n
4B
riiUó VD dMÉka wigbMÜ.'fmi <A t^tplo'/la Macioi, quo
li npreienUdó j m kn rf pfiti4oDAiu||ias va^Qi con os-
irdlnaria aMptaciM;iE!«i tpdqi lor4vimaa iRf Irada jo
teteobren las dalat-qw h diitiiB^[oipi|« mMumo «demás
MNBsodadMialígMto de ^ofstta ascpHianm» .«I^M inteli-
{MIW A las
espectft :del
Ewiof, III titula. acdo^jla ^a una idea de su arrapenlo
lilArioo • sacadoids laa mmm ft^iites .de 4»wi^ tomA
aranto de. eiL' Mf da; (tltadiera preeñe doe ,uia. oculto
Alai presentimiento avrastrabf ÁiX|4Tt a estqdiar y á
HMtrarseí de una eatastüofe 4M. pareoia imparar 7
mciarle h qtté el.destim» le veeenrabaj r.^ > .
. Bn el dramaido Meotai ia|sr«^Mp aoaMtir desar-
Uar los sentiniflnftbafffie le nspuri^ elanÍQtOt sin sur
larse« como él i9Í8eMi.eoAfi«sa«;ijdP9iNfta escuela lite-
fb. Desembarasadd'dtfitoda treb|»,(idlijpprfCQmguiento
suda sneka^ loMentoientos y4.UisimiSiqqe,i]¡B8pec-
ramente le sugiemB:Stt»i«a9»M{e»)j|íW pasb^es. Ya-
meebeaaaMdrari» Mtte aMreedaSi;M^i.;al.. sello de
itaslasmo que te(paiid«i<ANlNmicsjrle«!i«i jóifeiliebrasa-
I por el aoMT. fiinra.de«)DlefspVilai|sasí^iiaeigiiiMito, en
m EMrÉ declaré á su nadre eJl»mar^«ie^lu.pre«Asr7
rtadls de Haeiai 1^ hahiaa tnijinidoM./i..
tPeidófaWssellovt,si:Uy.amtqaefMuiea .i
presente aquel apérjelí la meAoilia n
^en vano locha po*jJioreaM<dd peekemiK
la eepelSKái«|efiedeiliVprnk#^fiieaiii
encontrteWlftfa^épiainreluwia . ' •
cuandoi^lhiÉile pildi»sMeimi^flfa>nuitGa .1 a
pensé que^elfde^ioi ansM se^dUioaria*
Mira mi aMnhdftt(dál{il ja|[aete. ».
.de una pastoé/tlranavinestinguiible^ :
j tá mismo diria ai rerme puedo ^
al jug^MlrfAe dal queiAuacát^fBÍee'il
M eUrnalea'fliMilat^uMl-'iii m\ ^\v
I » 'I
■ '!• Mi
48
Mas plazo» me jf$iW Hoj iai« nnm¡Sú.fé
Elvira. ¿Qué tMiclif » mnti^ JM .
Ñuño. ••=--; • : .! :VUm, fitaipttitf
Piensas <{ae aanqn^^p^r w wii«plMa elíflaiHN
ese tan tibio amaiito .|Mi»emiQ:
Iddiéndome tu mano m0 ^eci^n
os teSol)fli4dCreao, la palabra
qiwditsdUMinf mente plfidaija,:
7 en la bftialliiá hoDQP^MQptfiil^
En fin ,ipft jkf nna Tca • tíjfi ,/e9.{bnHiO
decirlo todo a^oí. iQ«64eLMe enliM
descaheHtdbesyeras? El m^preh»
qoién es, y cnálei timbiefc iffiíb khüataf
M
•■ ti
!^•^ i
le ilustran A. Mi- ojea?
Eltiea. YjB^mi^
nadyseSor^firiiitíMe?- i, . - • -
Ñuño. v. •. -f.:^ 'lMa«fflii4iñM0i - .'
son los suyos, Elvira? fi^toilslra^ •:
j . Mi-illi '•
y no íúmHíB&Éitíeib de armas ó soldado? ..../.>.
MaItrava¡lMtó.8Íniple,avHtntimMf :<
Eltiju. Eso nol-^ no «splacaiíBUMáv JMMI '
me llana«i'aii.eeMaB, m cnoj^ida . ..
Yer6 jamás tan placida esperanza! ; • . « i > >. i . .
Pero alineDOi aad joa^Ki 4ui virtodéi • « ^
su inirenio. sai valor. *M. altos hachos
I • li ' ■
no derareoids^ ietar 9 ^dónde etffttdndbas
que á'Mbuií* seSgualen^ i6 ^are^G^ .;<:
De clima eit cBida , rof , dbf gmté atuttwto- • *
buscádlosqiui.to'ifltttanflriiuMaiitftOfifi'i iíJui!Í:-
Su ardimiratotVos mf§íAa úmítr^bilmf ' '• !3^
ha un affo pMottaa^én'Taffderiilu' ' - . .
Iospreniid04eitor«éicWiifaataBdoyV*4, ... úU,
cuando lel m doftBnfíaiyefcMaotiáaiiti ««n i"-
celeháaiía'dél pdadpét «Utobni « rj,;t.rj .^-n-'^^^
¿Quién suMmavihizanopar^larMiTCnl''' ^r.i
««er •lUlUUT^ibQatak\ittPA^'v^^^^^ 4ilí.^.. •
t47
tameraria impraihládH; iOábiariil - ^
BuscáramtfB Ir étíohá'y éícMtMito'
del cortesano ebtirbei^^'sepáinfdoa 'í
f . • ' • «
' 'iqéH MiestM patrio hogar. Tú, Elyira, entoncea ''
frfalu con ttt Miz osposa;!"' " ''i^' >^ < '
• I'
,.;!é ' I- : V"
•■t
'• i
ospoaa'i
del mondo retirada gouriaa^-')'
, de ese implacfablé'áittor/' '*:•'*>' **' -)>- -
▼IBA. ' Ah/|Adlfe'BI]Ol
lüo. Ora yo enyuéllo en' bandoá'f'distiirbioa^
do quiera qu¿'liM tpaírte' de' IHIMMi «I « *
alli el 'péGjipró. lí id4aB ayer ilejilriit ¡lil 'i
ese mozd'itilell2f''4[lié^l|e*<enamoiía^ ^i^^ *• (-íii • '
pudiera ser tttieMlodees FerMn«#eM'> ' '^
«1 pactct'Me «ifienut «ia»'en yano-p .^" 'f '; ;'
en yano le esperastes, y erib'Bhiva
es fuerza dar tu» Inano' al noble esposo , * 'kú\
6 al rencor esponernos^ y^'á>lá'ira "•* - . i '' *
7 á la YéttgáñKtfi^tmlf de un poderoso. '
El mismo aqui'to^dijii.*.. ¡'- '•
Si yo imphidentfei^fiif:, 4iiliartó confiada v) ^
eMilIttroi MO^'ttuv^iyiy* impósiblb'p < - . * ..yj 1
me fuera no^Albrw: nías nMjpromeaaiiii;''
sabré cumpli^K.i .;. • 1 ■; " . Im\\\ . •.
turbaday'^iiA^aiiorv Ttcllentav fri») , •»!riM>«iii ut
te arrastraBá'for pieria' el iflifale UdaiKbt ' > ¡
Tatt^lRHllGdB Miwgiwih poTTaBliíralio cmíl-i j
ilnátil espemniatdfo: enísa íenbJDíp ;í<»ll)t; v-.i '.
aeldcs§^»éinD')i]«iÉate»^.«n/ttaAerá i.-'
mil trazas hnritiváiMitafofendeffMB^ oil& iii!* m)
¿Dó su pod^iDtfia&nitfaliíaisii^iditHnuí ?<'
si po «JomNiibaBáíiiaaipíafittDiidb fuekaaboi;'.
:.viBA. Basta » ■efiorf#«bl Ibj^Miiiiylá&iiefadri.i;'* i
. alegre fa2t'4¿teoalav6ii(^«>BNi||Sii)íHj,¡)io<i ^/.íi.
Tan soltiWsmoaiQKpUftai^itVM paM«i''iii0.v
el agiudo espiritaii«al i^tffdof «I ilva«« -wM
1 ■ ■ ■
5»f
con ellos il^t^iHHf^mní^.^^^^v^ :. iy.r'
con ellos á nd fin mf|uref;ifúit|Ui.r .! .. . , .
No mas rcbpwya* fl^A^ «|íiWdalfo.r; .
hoylaninjer,||iw<i#.,„ ,.,,;- y,;"
Elvira. . i:h¡J:-- '.faflfffL'.:;;. - . r. .
NüÑO. í>i:-í-..||'>!Qffílí«í' r.. .
mi eterna «mMlcimUi-r 'nn , -¡< ! * * '
de Fernán Penec sertii!!' •.> . .. '.} - ,.
NüSo. . .^w iilf» JIM' 'Voejmiiw bsaioii
de tü padre vdlie.wq te «iba y tapei^opa.
Ni que otra cAia'lticievaf.fc.ldia nrnt^ .«;,
qne mejor t^ertntnieaeJílPov.Teiitvril Vj.
pasar en llanto eterno t!0soWiiiB
tn jnrentnd sWillaateij jamTichitudaf <.. i
en triste ridbatfmDtoio:9iMAergi4*. -. .^ ^ i -•
por desprafiee ael fiílM qoe^ite olfid
¿Merece m; nmtí iágrúi^ ,eMfi»oble
cnya yirtnd enMfaMs f |^ege|Nia« . '»m :• i > ^ ,: •
que al jmn^MAto.fáltaj ásiiidaioBui?^ .,irr >;'{
Elvíba. Piedad de «sW' por *niopl.. . r; i • (
NüÑo. ■••frii 'i'.''.-.-i .1 'YiAi^eáhfAarot •. .
Guando tu propi4-|iftdre.yiiirCsrt«Qa^ « f. . . .. , ^
le inmolabas {ay tisblelnasiMuí: . v ;. , (V'< i^'.
que en Galatrava^ieetsol^iliieQii otc%| ! ^ :>f ^
ya eaisáof ese pérfida Maciital. .-o-cij /nuj-. .<ñ/
Elvira. {Fmni&tL)»^ .;. s iTüsln^ír nv»
Casado? Xh(i\^3ma^'rMauij^&9toW<kkAh-n fí'f
Nuxo. Nadie lorSgtaotertá él pakuáo^f jbs»7 nh n^' ?
Elvira. 'tU'Mfe. -r; V r.'uffirf ífir ,'i,»f\\i íni ^ Máiljl im
T posible «orií.'Mafi fa]rt oné'iAadbf?! -tU "> 'i!!!»'
ni qutrtpinfebáiniíyürqw r|<r.'( ifi
Si no fuete • /v cfriadv' tif!ir ■ pudiera * ': "t;").! vi
lejos de Elyita hDah»? Es eíerto^írY aftoir.r J
tus juramentof sM^itu amor erdientéT- .«• "
otra mujerl aklBrtttO) padrenüo^- 'i •
mis bodas dis^^oned?^ a vuestra hija' •
no tan soW^viMsdiüfcrit^i^taa^^^G^ift^ :vvv -^^if*
.1/
Bi
y aun alegre veréis. Ahí Fementídálj^'i i»i
Ya quiero á Ferban' Pérery ya lé adoro.
Presto, corred, bnscadle, referidle ^
mi despecho, sefior, ywta mudanza;
que su esposa seré, que ya el contrato' '
puede cerrarse al punto, Incgo^ ahora*.,
üfío. Hija querídal
LViRA. ¡Oh cuáuto'tarda, cuánto
El instante feliz de la venf anial
!s mjugu fa lágriw^a$ rápidaminte afectando iermidad.)
uSo. Si, si, cálmate, Elyirá, que ninguno
los surcos do tus lágrimas conozca.
T& á la Yida me vuelTesy-hija mia;
corro i anunciarle tav alegres «uevas
al hidalgo; tú en tanto.«. ' c» h! .:;
LViRA . A mi cuidado
dejad vos lo demaa, y i Ini déseoi )
que á vuestra welta pnottto ikácia el sagrado
altar 70 volaré del; himeneO;i. • •
■
Las dos escenas siguientes' son de un mérito estupor-
nario y de sinffular interés^ ^ En ; los pensamientos hay
opiedad y veroad ; pero ño podemos aplaudir de la
lama manera ; bajo el 1 aspecto moral ', algunas de sus
binus.
aciAS. Dónde corres, Elvira? T4 has de oirme.
.viBA. Cielos, qué haré? '•
iOáíi. (AJñtmáúla.) '-. Detento; huyes en vano,
.vuu. Ayi aqui-tü, Madas? (Infelicel
Jué iba á decir?)— Dios miol Dadme amparo,
adme fuerza y virtudl — Sefior, qué os trae?
Cómo entrasteis aqui? Volved los pasos
donde á una esposa no ultrajéis; que i^ra
vuestra osadia ofende mi recato.
IlCUS. No soy yo ,. biep lo sé^ no, el venturoso
que á esto punto esperasas én tus brazos.
HíiA b«0fr M64ijpdKiitao AAMiMtÉBbl «^^ *
motcoblirá ;1a hermosa. qae.idoUtnt?. . . - .
Me amas? Vetí.
Elvira. To eso he dicho? Que os imaU
solo os quise decir , mas no qae.os amo.
Macias. No: tus ojos, tu llanto, tus acentos,
tu agitación, tu fuego, ^n que me abraso,
dicen al corazón que tus palabras
mienten ahora; si, bien mió, huyamos.
Todo lo :<)lyido ya. Pruébame huyendo
que no fué liviandad el dar .tu mano.
Elyira. Dónde me arrastras? ...
Macias. . .^ Ten; á ser dichosa.
En qué parie del mundo tía de faltamos
un albergue, mi bien? Rompe, aniquila
esos,:qfie contrajiste, horriUe^ lazos.
Los amantes son solo los esposos,
su lazo es el amor: cuál hay mas santo?
Su templo el universo : donde quiera
el Dios loifrjove que los ha ju^do.
Si en las ciudades nOn si entre losjiombr^i
ni fé , ni abrigo, ni eq^^anza hallamos, .
las fieras en los bosques una cueva
cederán al amor. Elias acaso .
no amAU también ? Huyamos ; qué otro asilo
pretendes mas seguro que mis brazo#?
Los tuyos bastaránme; y si en. la tierra
asilo no enciontrambs , juntoa aqabp^ .
moriremos de amor. Quién mas.^i^^qso
que aquel que amando TÍye y muere anpjját
Elvira. Qué delirio espantoso ,. qué impofib^
imagináis, señor? Doy que encontraniOA
ese asilo escondido :. ¿Está la d^cl^i
dónde el honoir no está? Cuál deiq^ol4a4ox .
podrá oculljf-me^ j¿í'pfl)pia? ,^ „.,. ,,.. .
MECÍAS. •.. PvrfJl»!.:*; í. I
Elvira. Jurjl^.s^r de^ptro 4|iefio y al Irecato ., ai.
y á mi nonibre .iwí^wn y. ^j fyk», le,4«lm. . i
•ufnr wtt,auí^^^ s«ft WfT^ j,iW.I|^ ».
ii'
B5
•1 tálamo regar ; si no dichosa,
lionrada moriré ; pues quiso el hado
que vuestra nunca fuese ; por ventura
nodrán vuestros delirios contrastarlo?
Ved ese llanto amargo y doloroso
ved si os amé « señor , y ú aun os amo
mas que á mi propia vida; con violencia,
verdad es« y con fraude me casaron;
Sero casada estoy ; ya no hay remedio,
i escuchara mi amor « vos en mi dailo
á demostrarme fuerais el primero.
Vuestro [aprecio merezca, va que en vano
mereci vuestro amor. Si anorrecido
ese esposo fatal me debe tanto,
¿qué nicicra si con vos, por dicha mia,
me hubiera unido en insuluble laio?
eiAS. No; tú no me amas, no, ni tú me amaste
nunca, jamás I Mentidos son y vanos
los indicios; tus ojos, tus acentos
y tus mismas miradas me engañaron.
Tú en ser do otro consientes, y á Maciaa
tranquila lo propones? Tú en sus brazos?
Tú, Elvira, y cuando lloren sangre y fuego
mis abrasados ojos , :ahl gozando
otro estará de tu beldad I Y entonces
tú gozarás también , y con halaras
á los halagos suyos respondiendolll...
Imposible 1 jamás I No, yo no alcanzo
á sufrir tanto horror. Yo, yo he de verlo?
Primero he de morir ó he de estorbarlo.
Mil rayos antes! 1 1...
IBA. Cielos!
;u8. Qué es la vida?
nn tormento insufrible, si á tu lado
no he de pasarla ya. Muerte I Yenganzat
Dónde el cobarde eslá? dónde? villano!
Me ofendo y vive? Fernán Pereil
íhk. Ci\W\
bMo vm. \9
56
' ' Qué intentas, imprudente? Demasiado
le traerá mi desdwhfc.- :../--' t - .
Magias. :í Y quié? En Iwen hora
venga y traiga su acero,- yenga armado:
Aquí el duelo será. Por qué á mafiana
remitirlo? L& entiendo; sí; temblando
de mi espada , quiere antes ser dichoso.
Lo esperas, Fernán Pérez? Insensato!
No , no la estrecharás mientras mí sangre
hierva en mi corazón. Ábrate paso -"'
por medio do él tu espada. Este el camino
es al bien celestial que me has robado. '
No hay otro! Y ella es tuya? Corre, TíMlk%
Mira que es mia ahora y que te agnárdol
Fernán Pérez! [Saca la espada.)
ELvmA. Silencio 1 qué pretendes?
Le turba su pasión. Tente. Arrojado,
dónde corres así? Dámé esa espada.
Magias. Huye, oh tú^ esposa de otro! Si: bmeaBdo
voy mi muerte: tú misma la deseas
sin miedo ni rubor , idolatrarlo
después de ella podrás. Toma ése acero.
[Elvira coge la espada.)
La .ridá arráncame , pues me has quitado
lo que era para mi mas que mi vi¿,
mas que mi propio honor. ¡ Desventuradol
A las obras y escritos que hemos citado de Larn» ^
reducen principalmente las que aseguraron su reprii-
cion y su ceílebridad. En el mundo y en la repfibQct ¿0
las letras todo parece que le sonreía : los amigos le rih
deaban y le prodigaban todo género de atenciones T Jb
muestras mas distinguidas de afecto: el actual lúrúOt
rendon, que á la sazón era ministro de Inglaterhi »!•
corte de España , se complacía en tenerle i míaioti
todas las brillantes funciones que acostumbraba ^ ct
¡ra casa: el seüot dxvopí^ d^ Riyas fué stf padr&iodeiofc
57
¡efioMS Hartinez de la Rosa , conde de Toreno y go-
I Castaños lo distinguiaii sobremanera: S. M. la
Bi Cristina deseó conocerle , y al efecto le fué pre-
sido por su mayordomo mayor el conde de Torrejon.
escritos eran leídos con entusiasmo; sus versos
adidos en la escena. ¿Qu6 faltaba á su gloria? Mas
embargo. Larra no era feliz ; su carácter y sus pa-
es le hacian imposible el sosiego y la tranquilidad de
spiritu ; «asado de muy joven no fué feliz en su ma-
ionio; un amor criminal le liizo olvidar los deberes
Mposo y de padre. Esta conducta no podia merecer
probación de una persona de tan profundo juicio. En
tradiccion consigo mismo, buscó en la confusión del
n mundo un lenitivo que suavizase las heridas de su
ázon. En este camino solo encontró un fln horroroso,
carácter era duro, desigual y poco sufrido en lo in-
or de su casa , aunque en la sociedad desplegase los
lales mas distinguidos. Esto demostraba una lucha
amizada entre su razón y sus pasiones. El escritor
hacia reir á toda España , no encontraba nada que
alzase la amargura que devoraba su corazón. El mismo
manifestó asi, hablando de los escritores satíricos,
escritor satijpico , decia , es por lo común como la
I» un cuerpo opaco destinado á dar luz, y acaso el
BO de quien con ra/or) puede decirse que da lo que
le* Ese mismo don de la naturaleza de ver las cosas
s cuales son y de notar en ellas antes el lado feo que
ermoso, suele ser su tormento. Llamante la atención
ol « mas sus manchas que su luz , y sus ojos , verda-
M microscopios , le hacen notar la fealdad de los poros
Serados, y las desigualdades de la tez en una Venus»
e no ven los demás sino la proporción de las fun-
íes y la palidez de los contornos; vé detrás de la ac-
i aparentemente generosa , el móvil mezt;uiuo que la
luce; y eso llaman sin embargo ser feliz! » y ci-
16 después los ejemplos de Moliere v de Moratin,
lia: «Y si nos fuera licito^ en fin, nombrarnoí» al lado
jm A\t08 mj>delos , si nos fuera licito siquiera adyu4v-
58
carnos el titulo de escritores satíricos, conresariamoi in-
genuamente que solo en momentos de tristeza nos es dado
aspirar á divertir á los demás.»
Fígaro conocia la triste situación en que se hallaba
su ánimo , y buscó alguna distracción en los Tiajes, y
por paises estranjeros. Desde Madrid se dirigió á Eibre-
madura , á causa de la guerra civil que ardía en las pro-
vincias Vascongadas , ^ al pasar por aquella visito lii
ruinas romanas de Mérida , que describió en dos de Wk
artículos. Desde Extremadura pasó á Lisboa, y de allií
Londres y á París: en todas estas capitales fue muy inea
acogido y obsequiado de los sabios y literalos esiranjeroi
que le conocían de nombre. En París, el barón Tailor le
acompañó á las reuniones y á los establecimientos digooi
de ser visitados por todo viajero , y le hizo tomar ptrte
en una obra que entonces se publicaba allí , intitolalt
nescripcion de la Península. Al fin , no pudiendo mu
tiempo vivir fuera de su patria , se decidió á volver i £§•
paña á fines de 1835 , después de diez meses de auseodi.
A su llegada tomó parte en la redacción del E$pañoL Su
artículos conservaban la ligereza, la amenidad v la grada
que los hacían leer con tanto gusto. A estas circuostafr-
cias se anadia la de que su viaje había contribuido á ma-
durar su talento , y á hacerle adquirir una solidez y oi
aplomo de que tal vez carecían antes. Según observacioi
de persona inteligente, los pensamientos de sus escritoi,
el tono general de ellos y hasta las formas de su estilo
sufrieron grandes é impoi tantea modificaciones. En Mi
ideas se esperimentó una variación sustancial. El tradne*
tor de Las palabras de un creyente de Lammennais , T al
escritor que en el prólogo que precede á esta obra había
vertido doctrinas democráticas, se decidió por el bando
conservador. Esto no significará ma^í que falta de prio-
cipios políticos ; asi sucede cuando las opiniones se for-
man bajo el influjo de circunstancias momentáneas y ac-
cidentares, cuando las antipatías personales , ios reseati'
mientos del amor propio ó las pasiones fornaan los jan
eioi que solo debe dlcUt U tazón tranquila. Larra eslaki
89
I
condenado á mío sus pasiones, naturalmente exaltadas y
rebementcs» aobloson alterar las tuienns ideas y los bue-
nos sei'timiontos que le liabinn inspirado en su educación.
Dominada su ra/on por aquellas y sin olra guia , debia
iuedar abandonado á la incertidumnre y á las vicisitudes
Se los acontecimientos , y no le queifaba otro recurso
ttas que el error, tanto en política como en moral.
Larra habia esper i mentado inconsecuencias de la per-
íoca que le habia inspirado su criminal pasión ; quiso
Ata romper unos la/os también doblemente criminales:
a inquietud y agitación que en su ánimo padecía Larra*
a aumentaban por instantes. Un escritor a quien repeti-
laa Teces hemos citado, asegura qne entonces cuantos
rataban á aquel, pudieron en kl observar el desorden de
08 ideas , la incoherencia de sus acciones , y el desvario
:e SQS sentimientos. Parece que ni en estos ni en sus
roencias encontraba Larra un asilo seguro que lo pusio-
a á cubierto de la tempestad que lo amenazaba; sin nin*
|an consuelo dentro de si mismo, los tormentos que pa-
locia y que desgarraban su coraion no podían menos
lo hacerle odiosa la vida. Había llegado á perder toda es-
lerania, según se csnresaba en algunos de sus articules:
a duda, el recelo y la desconfianza habían empo/.oñado
lU existencia ; todas sus ideas estaban cubiertas con' el
rolo de una negra melancolía , y parece que se compla-
na en la idea de la muerte. Kn el articulo consagrado á
a memoria del malogrado conde de Campo Alange, de-*
*ia quince días antes de su catástrofe, con una espresion
rerdaderamcnte lúgubre : «Ha muerto el ¡6vcn noble y
^oneroso, y ha muerto creyendo: la suerte ha sido injusta
son nosotros, con nosotros cruel; con lA misericordiosa!
Sn la vida lo esperaba el desengaño! la fortuna le ha
>frecido antes la muerte! Kso es morir viviendo todavia;
r^o ¡ >y! de los que le lloran, que entre ellos hay muchos
quienes no es dado elegir , y que entre la muerte y
al desengaño tienen antes que pasar por este que por
aquella , que esos viven muertos y le envidian.»
Para recobrar el corazón de su amc^da <\\u^x^ V^^^t ^^^
60
ella una entrevista. Sus esfaerzQS no pudieron consegoi^^
Íae aquella variase la firme resolución que habia forma--^
o. Lo que suponía efecto de indiferencia 6 desvio, acar*^
bó de exaltarle hasta el último grado. Era la noche del 1^
de febrero de 1837 , cuando después de baber dejado al
habitación la señora á quien amaba, y á muy pocos nú-
ñutos , cuando la familia de Larra oyó un gran raido
Íue al principio les pareció la caida de un gran mueble:
espues de largo rato entraron accidentalmente ea ni
habitación , y vieron con horror que con una nistola se
habia quitado la vida delante del espejo!!! Se hallaba teih
dido é inundado dé sangre ! Una de sus pequeñas Uias
fae la primera á quien se ofreció este espectáculo ! Tai
fue el trágico fin de este célebre escritor , cuyas agodeuf
y cuyos chistes formaban las delicias de sus contemporá-
neos. Sus restos mortales fueron con pompa conducito
á la mansión de los muertos : sobre su tumba resoniroi
los doloridos acentos de las musas españolas. Postenor*
mente fue su cadáver trasladado á otro cemeaterío, dofr-
de reposa al lado del gran Calderón. El festivo Larra to^
minó SQ existencia á ios 28 años de su edad.
■ ' ■ * I lili" lí
• ■
DON FÉLIX TORRES AMAT,
*' ■ .. 'I
• •
MPOSi trazar los principales rasgos que constituyela
Uj^fia de un varón eminente por su piedad y virtu^
bpor su vasto saber, por su profunda ciencia , y ipor
MÍnerEos que ha empleado couio prelado de la Iglesia
)Í6a ^a la mejora de los estudios eclesiásticos y- da
watanibrtís públicas, para la reforma general del cle^
gF'para la stotificacion de los fieles. encomendados á
oídado pastoral.
/Ikdemas de los .importantes escritos que se deben ala
wincansable del señor Torres y Ámat, las circansr-
{as de haber sido individuo de la Junta eclesiástica
da en el año de 34 para la reforma del clero secular,
Mrteriormente de otra que tenia por objeto proponer
obíenio las bases que debian dirigirlo para restable-
los relaciones con la Santa Sedo; de babor sido se-
N? del reino cunado en el alto cuerpo colegislador se
.tratado importantes cuestiones, y entre ellas la de
eioQ del culto y clero, enajenación de los bienes de
^jurisdicción eclesiástica; y por último, haber go*
ímo. la diócesis de Astorga en tiempos difwiles para
fiado y. para la. Iglesia, hacen de la biografía de este
life^pselado un^ de las páginas. mas iiiieresant^a db
itra historia contemporánea. Por eaoseWvQJLV^^^^^
con razón, aquella como may digna de ocupar un faigir
en la presente Galería.
Nació el señor don Félix en el pueblo de Sallent, obit-
pado de Yich, en 6 de asosto de 1772. A loa 12 afioik
enviaron sus padres á la universidad de Alcalá de He-
nares, donde estudió las lenguas griega, hebrea, árabe y
otras. Después de concluir estos estudios , pasó á Tam-
Sona, donde siguió los cu'sos de filosofía, y principió loi
e teología, que después concluyó en Madrid. Siguió ade-
mas los estudios de instituciones canónicas, discipliBa
eclesiástica y demás que constituyen un buen canoniíla,
y se graduó de doctor en la universidad de Cenreca. Ea
el seminario de reales estudios de Tarragona, de qw faé
rector, enseñó filosofía , teología y Sagrada Escritora,
siendo el primero que enseñó en aquel colegio tanto ciU
como las matemáticas. Nombrado en 1805 canónigo del
real sitio de San Ildefonso por encargo espreso de S. VL
don Carlos lY , emprendió la versión de la Biblia. Esda-
Sida aquella colegiata el año de 10, pasó á Madrid, doa-
desempeñó por dos años la cátedra de retórica de leí
estudios aeSan Isidro. Guando enjuliode 1814 volvió!
España el señor don Fernando Vil , le mandó que conti-
nuase la traducción de la Biblia, y habiendo manifestado
deseo de trasladarse á Cataluña, donde esperalia ¡teaer
mas sosiego y el auxilio de sus libros^ le agració S. M.
con la diffuidad de sacrista de la santa iglesia de Barce-
lona, en la que pr^^dicó en 1817 un sermón acerca déla
»az , que ya entonces amasaba alterarse y cuyo seraioa
íi6 impreso á [instancias del general Castaños, que á U
sazón uesempeñaba la capitanía general del Principado.
Cuando en el año de 20 ocurrieron los sucesos ana
alteraron la faz de las cosas públicas, y el sistema y pna-
cipiosde nuestro gobierno, la ciudadde Barcelona le nooH
hrb individuo de la junta de gobierno , que entonces ü
i
loa dos meses fué instalada. Poco después fué nombrado
lividuodela junta de censara de libros, y habiendo
ho renuncia de la mitra de Barcelona el obispo do
lel la diócesis, los señores cardenal Borbon , general
latios, el antiguo ministro don Pedro Geballos y otros'
laejeros de Estado, le propusieron para el obispado
Barcelona: el cabildo ademas le envió los poderes ha- -
ndole las mayores instancias para que se hiciese car*
iel gobierno de la diócesis. Pero el señor Torres Amat
quería nada que lo distrayese de la versión de la Bi-
át oue formaba su ocupación esclusiva, y que absor-
ilooa su atención. En 1822 vino á esta corte con el
l|iAo de entenderse con los censores nombrados en 1817
m examinar su versión de la Biblia; hasta el año de 1826
imaneció en Madrid , habiendo regresado á Barcelona
ÍMpues de haber acabado de hacerse, la primera edición
laa^nella obra. En 1830 volvió i Madrid para ocuparse
M la segunda edición que por orden de S. M. hizo bajo
I direccii»n y censura del eminentísimo señor cardenal
Dgoanzo. Para dar una idea de la historia de las dos edi-
ioiiea de la traducción de la Biblia, principiaremos por
Merlar un escelente articulo que algún tiempo después
nb ico el Amigo de la religión , periódico que se publica
I Paris, y que es una de las revistas religiosas mas acrc-
Itdas, Forma un juicio muy exacto del mérito de la
iraion del señor Amat , y da noticias muy importantes
crea de dichas dos ediciones; dice asi:
«Presentamos los pormenores que se refieren á la Bi-
ta española del R. obispo de Astorga, como habiamos
recido en 7 de mayo último. Son tan raras las ooisio-,
m me se nos ofrecen de hablar de lo que se refiere á la
JMia de España, nos hallamos ademas tan mal informa-
• de lo que ocurre en este pais en materia de religión,
10 publicamos con placer las noticias que nos han sido
aerosamente comunicadas acerca de los trabajos de
la clase de un prelado español.
»Don Félix Torres Amat, actual obispo de Astorga,
dedicó desde su infancia al estudio de las lenguas gríe-
, hebreai caldea y siriaca» asi corneal de la ir«bi|¡i^ f\^
íí
4..
desatender el de algunas otras yiyas, que habla con nma
facilidad. Dotado de feliz memoria j distinguido taleaUn,
emprendió, después de haber concluido sus largos estndioi
teológicos y canónicos, en que obtuyo todos los gnikft,
al estudio de la Sagrada Escritura con tal ardor, qnelai
instancias de muchos prelados españoles le decidieroai
emprender una traducción de la Biblia, no obstante fue
circulaba en España con general aceptación la del ^
dre Scio.
dEI patriarca délas Indias, inquisidor general» elle*-,
ñor de Arce y el arzobispo de Palmira, tio del oUspo de
Astorga, que habia hablado á Carlos lY acerca déla neee-
•idad que tenia el pueblo español de una uueya tradso-
cion de la Biblia , presentaron á S. M. al señor doiiF4*
lix Torres Amat como persona capaz de Ueyar i cabo
aquella empresa, el cual por insinuación del M. B. ar-
zobispo de Tarragona, el piadoso é ilustrado Arroañaclii
habia traducido ya parte de los profetas, algunos salnw
y yarios capítulos de los mas difíciles de U SagradaEscrir
tura, cuando desempeñaba en aquel seminario concüiert
la cátedra de esta ciencia.
))Empezó su trabajo en 1808, sin que la inyaaioa de
las tropas del usurpador de España , ni los trastornos <pe
trae consigo una guerra hubiesen podido distraerle de
su laboriosidad, y en 1822, en el retiro del conyentode
padres franciscanos de Sampedor de Cataluña , Uiyo el
placer el señor Amat de yer concluida su obra.
»Una orden de S. M. habia puesto á su dispoiieiflÉ
todos los archivos y bibliotecas del reino. Timido.porca*-
rácter, y considerando que su trabajo no bastaría ICMS
á conciliarse los sufragios de los inteligentes, se manttfe
indeciso por mucho tiempo acerca de su pubUcacioi:
hasta que una orden de S. M. vino á desterrar aos ei-
crúpulos , y la traducción fué impresa á espensas dd fe-
bierno, después de una rigurosa reyision ywificada t^r
órdea delB. obispo coadjutor de Toledo resideateea V-
drid. don I^uis López Castillo.,» , i.
)»£1 autor, \ue^o c^a^^ V\t^ ^w^\¿l^ Vi.\m!^tesioD9 f^
Sresuró á ofrecer á S. S. un ejemplar de sa obra, va-
ndosc para su remisión del Emino. señor cardenal y
WQcio apostólico; y la satisfacción del sabio Ama! llegó
á BU cohno ciiaiulo por el secretario de Estado de la corte
deRoma, el Eninio. señor cardenal Soniaglia, supo que
su Santidad se había dignado aceptar su presente. El Papa
wl^allaba enfermo entonces.
» Fernando Vil dio orden á su ministro Galomarde
Kft que manifestase en su nombre al señor don Fólix
^ fres la satisfacción que le babia cabido al saber que la
BiUia estaba impresa.
»Mas todo lo dicho no bastaba para satisfacer al sabio
doctor : ast que se dirigió á todos los prelados del reino
ajándoles se dignasen examinar su trabajo, mauifestán-
o después su particular concepto. Por las contestado-
068 délos RH. obispos supo el autor que SS.. 11. habían
IWomendado su obra á los curas y eclesiásücos de sijia
diócesis. Los Mmmos. señores cardenales Sentmanat»
Inguanzo, Cienfuegos, el patriarca de las Indias, seis ar-
lobispos y cuarenta y un obispos le dirigieron sus felici-
taciones por el acierto de su traducción, y por el bien
Bspirituat que su lectura deberia producir en España.
»Decian algunos qut se echaban de menos algunas no-
M8 para aclarar ciertos testos oscuros. Pretendían otros
gae osta traducción no era muj' ortodoxa ,',puesto que las
iociedadcs bíblicas le prodigaban sus clugios; pero el SC7
EÍpr Torres Amat se habia puesto á cubierto de tal re-
Briminacion, habiendo rogado muy de antemano á la
Boogregacion del liulice se dignase decretar el examen
desu Biblia, protestándole su disposición á corregir cual-
gnier defecto que pudiese haberse escapado á su inteli-r
gjBncia y resultase contrario á la doctrina de la Iglesia. A
principios de 1825 tuvo el sabio traductor el consuelo díe
llj>er por el secretario del nuncio de S. S. en España^
gae su Biblia se estaba revisando de orden superior , y
pie el cardenal Gregorio era el presidente de la comisión
iMmlMrada al intento. £1 señor Torres Aout. escribid al
BKuneDto i 3ü BauM. uuuúfestandoiQ loi ^vtm &MKM ^
6
disposición en que se hallaba de corregir todo cuanto la.
congregación conceptuase á propósito y justo, mififfiM fo-'
ioslo» prelado» de E»paña, decía en su escrito, lanMai^
gallado conforme- El cardenal Gregorio le contestó en 28
ve febrero de 1826 que su carta habia sido presentada a
la congregación.
«Finalmente, en noviembre de 182?, el Emmo. sefior
cardenal y nuncio de S. S. en España, el señor de Tiberi
le dio conocimiento del resultado del examen conchiido
por la congregación del índice^ que consist a en dos ob-
servaciones que podrían tener presentes en la senada
edición. La primera que añada alguna» nota$\ y hamea-
do rogado al nuncio le designase los parajes de la tradoe-
cion que mas necesiten ser aclarados, le contestó el pre-
lado: Vd, mi»mo debe eleairlo». La segunda observados
espresaba solamente el deseo que tenia la congregadon
del índice de que, en caso de veiifícarse la segunda edi-
ción , espresasc el autor en el prefacio la dUcrecion con
que los fíeles deben leer la Biblia en lengua vulgar; T .
que demostrase que esta lectura no es necesaria a cada
cristiano en particular. Lo cual fué cumplido en la se-
gunda edición de 1834.
» Fernando Vn manifestó al traductor, en decreto de
28 de abril de 1829^ su complacencia por la tradaedoa
de la Biblia^ y le ordenó procediese á ordenar bajo el
cuidado y censura del cardenal arzobispo de Toledo. B
sefior Torres Amat habia tomado ya sus aisposicionea para
su segunda edición en Barcelona , y habia obtenido taoi*
bien Tas licencias necesarias del limo, señor obispo de
aquella diócesis; pero deseando dar un nuevo testimonio
de sumisión al soberano, prescindió de su gusto y prepa*
rativos por conformarse á los deseos de S. M., y laes-
Sresada edición se hizo en Madrid bajo la vista del caf--
anal Inguanzo, que antes habia hecho examinarla UUis
tor un teólogo muy versado en las lenguüs griegas," he*
rea y árabe, y por otros: de modo que la Biblia iA
R. obispo de Astorga goza en el dia do publicidad sin ht-
her snirido una etvuivetida de como salió de m pluma.
ü espafioles la han acogido con placer, y iodos los Bre-
|06 las recomiendan á sus curas. £1 cardenal de ¿re-
írlo tenia razón de decir al conde de Sobradiel: «La
bUa del scAor Torres Amat hace honor á Espafia: cuan-
I Vd. le vea dígaselo Yd. asi de mi parle.»
» Tal es la historia de la Biblia del sabio aclual obispo
p ALSlorga , cuja obra propagan en Espafia los meló-
ktas después de haberla desfigurado.
» El señor obispo de Aslorga publicó una pastoral al
bImo y fieles de su diócesis en 18 de mayo último.
«YleiHio» dice en ella , que cunde cada dia mas entre el
fVMblo la lectura de la Biblia en espafiol, v que en las
tfidones estranjcras » )' hasta en las que se han hecho en
Barcelona y otros puntos , se han suprimido los libros de
Voblis, de Judit, la Sabiduría, el Edenart, Barach y
hl Macabeos , ha crcido de su deber recordar a todos que
Ift Jg'esia prohibe con justicia la lectura de tales Bi-
^s.» Reclama en seguida contra el sistema de algunos
^108» pero impios en el fondo, ^ue pretenden formar
'^ Iglesia humana» como si la divina, fundada por Jesu^
^to, no fuese suficiente. S. I. había ya comnatido su
Ciuncion en la pastoral de 11 de setiembre anterior,
ste en su propósito en la ultima, lamentándose del
dKuo con que se introducen del estranjero, y aun se pu-
ttcan en España, no solo Biblias en castellano y sin notas,
^ los libros mas imnios j obscenos. Este diluvio acar-
Piara la disolución de los estados monárquicos y republi-
)#D0S. La religión de Jesucristo abraza todas las nacio-
lef t sin que les ha ja prescrito ninguna forma determi-
pdt de gobierno; pero los malos libros, ahogando en
M corazones las semillas de la religión , precipitan á la
¡arepa a pasos agigantados á confundirse en la barba-
iet 81 el cielo no se apiada de nosotros.»
«Unidad firme en la fe, libertad en las opiniones,
n separarse no obstante de la religión católica y caridad
«ogélica en todo lo demás , tal debe ser la divisa del
iitiano en concepto del obispo de Astorga; en cuya
iMMtraoion raciocina desde luego con docVdti%» \kt^^
pit
ha!
I
8
ias para tocar el corazón de los fieles. Clon este moÜTO
bla de la corrección fraternal y de las precauciones
co^ qne debe empicarse. La privación de sepaltnra ecle*
siásticá y cscomunion que pueden fnlminarse á nn feli-
grés , considera cl prelado que son casos espinosos pan
un pastor, y en su dictamen deben eludirse tan esUreioMM
correctivos con el celo y la prudencia. Espera que loi
ue desconocen la religión en el dia , y que no compres-
en los beneficios del sacerdocio^ saldrán de sos pre-
ocupaciones cuando la negra tempestad de la revoImoB
se ¿abrá disipado : verán entonces todo lo que hace na
buen sacerdote en su parroquia. Allí es donde debe lé-
gnirsele y observársele, esto es, asistiendo al menesteMO
y consolando al desgraciado. Este mismo cura es pobre j
no se queja. Si todos no son así, ¿no tienen la culpa, bajo
muchos aspectos , esas gentes que se llaman del gran
mundo, quienes procurando su corrupción, declarándole
enemigos del clero, lo exasperan, lo infaman, y le ins-
piran sentimientos opuestos á la caridad de su estado?
»EI prelado quiere que se tributen alabanzas al Todo-
poderoso por haber puesto al pueblo español, y sobretodo
a su clero, en el crisol dé la tribulación. Dice que el pidre
de la discordia se place en turbar tas conciencias, sem-
brando dudas sobre la validez de la bula de la santa Cra-
zada , cuyo comisario general ha mandado circular coi
la autorización de la silla apostólica. Cualquiera otrabolt
es inválida^ y su circulación es una invasión á laaatori'
dad episcopal.
»EI señor obispo se felicita por otra parte de los felices
resultados de las instrucciones familiares hechas por los
curas en conformidad al catecismo de Trente. Dirige á su
clero estas palabras de san Pablo : Atiende Ubi et doctrino.
Las reflexiones y los consejos del piadoso obispo aonii-
cian tanto celo y prudencia como caridad. Se lameotade
que sus años y posición le priven de visitar las parro-
3uias, como habia empezado á verificar á los dos meses
e haber tomado posesión de su silla. Cree que Dios Tol-
Ycrá á la paz á su pueblo luego que lo haya purificado.
9
««Tales sentimientos y tal doctrina hacen honor aVcelo
j ptodad del respetable obispo.
^ ' »En un comunicado inserto en la Gaceta de Madrid^
lémitido desde Lisboa^ y suscrito por una persona que
ié iiititolaba el Amigo de la verdad, se dice que para la
biipfesion do la Biblia traducida se enviaron desde el
IBDndado de Yorck en Inglaterra crecidas sumas al sefior
Torres Amat , que le fueron pagadas de orden del comu-
nicante por unos banqueros de Madrid. El redactor de
Ift Gaceta de Madrid , k quien se dirigió el mencionado
ttamunicado, se apresuró á insertarlo en dicho periódico,
dindo sobre su contenido las esplicacionos siguientes, á
\tA que nada tuvo que replicar el Amigo de la verdad.
'< »En vista de este comunicado juzgamos que no será
Ibera de propósito el enterar á nuestros lectores de las
razones que tuvimos para decir en nuestro número 1832
^e el limo, señor obispo de Astorga publicó á sus es-
'ipensas la versión de la santa Biblia impresa en Madrid
«ü 1823.
» Tenemos por cierto que habiéndose estendido en
este año y en el de 1824 la fama de dicha obra entre los
j^testantes ingleses, por medio del anuncio que de ella
Ée dio en la Gaceta, y los elogios de algunos emigrados
españoles, muchos de ellos protestantes del condado de
Yock , y un considerable número de comerciantes ingle-
ses y españoles , establecidos en otros puntos de la isla,
ée suscribieron á la versión del señor Torres Amat , con
lo cual prosperó la edición hasta el punto de venderse á
un precio tan moderado, que ru6 ja entonces el libro
mas barato que se vendia en España.
» Sabemos ademas que para costear aquella edición
bastaban 1500 suscritores , y que las suscriciones de In-
5 latera no pasaron de unas 300; es pues evidente que
an en el caso de suponer que la versión se imprimió,
Üo á espensas de su autor, sino á espensas de los suscri-
tores á ella, lo que no está admitido en el coinun len-
Kaje , no fueron los protestantes del condado de Yorck
i que principalmente concurrieron á dicho fin, como
10
parece indicarlo el Amigo de la verdad * didenéo q|iie m
costeó el señor Amat la obra , porque le fueran remtUúi
crecida» »umas de$de Inglatera para tan laudable objelo.Y
repetimos que estas crecidas sumas fueron el prodoeto
de las suscriciones recogidas en el condado de Vorck.
» Terminaremos este asunto recordando á los ledom
lo que espone el mismo señor Amat en una de sus P»»-
torales , que habiéndole ofrecido algunas sociedades as-
iranjeras el costear la edición $i euprimia iodae loe nele»,
no quiso acceder á tal proposición por varias ranM
Jue respetaron los sabios protestantes Ch... y L... Y ala*
iremos que la circunstancia de ser amigo suyo el prioa-
ro« hizo que el ilustre prelado no declamase abiertamaale
contra las Biblias españolas sin notas , coya corrupcioi
se atribuye á los memnonitas.
»Eslo sabemos relativamente á la versión del seiior
Amat ; de lo cual resulta claramente que en la edicioi
de la Biblia ilustrada con notas, no tiene la menor psrlé
sociedad bíblica ninguna ; que los señores protestanlas
del condado de Yorck han contribuido como iodos los
demás suscritores á la propagación de esle precioso Uhnit
Íque al crecido número de sus suscriciones, que taalo
onor hacen á los protestantes ingleses, se debe en gfiB
parto el venderse desde entonces tan barata la Biblia es-
pañola y el haber distribuido su autor mas de 150 ejeiD-
piares gratis en eslos años últimos, haciendo asi una ver-
dadera limosna espiritual^ aun cuando las 300 suscricioDes
de Inglaterra no fuesen necesarias para imprimirla.!
Hay otras circunstancias interesantes por demás, qns
demuestran las diGcultadcs que halló el señor Amat pira
hacer las dos ediciones de su Biblia traducida , los medios
que se empleaban para impedir su publicación , y las
ideas de los que contrariaban esta empresa , que en con-
cept) de estranjcros ilustres, jueces competentes en h
materia, tanto honor hace a la nación, como acabamos da
ver en el escrito que hemos reproducido. En abril da
1823 princinió á imprimirse el Muevo Testamento. Coaii'
do por octubre de a(\\x^V titko nc^Vn\(^ ^\ t«^ de Gádíxv tafO
11
a honra de presontarlc d tomo primero <fe au tradaccioiiv
antregando ademas tros ojomplarcs al scflor nancío, que i
la aazon era el cardenal jfiisliiiiani; de los cuales uno de-
bía dirigir á Su Saiitidail.
Olro iba destinado pnra el espresado Sr. nuncio, j
)1 tercero para su secretario Cadolino. Era este un joven
iaatanle introducido en In corte , que morccia toda la
M>nfianza del duque del Infantado, que no carecía deba-
HÜdiid para dirigir una intriga , y que no reparaba en
nedios cuando se trataba de servir los intereses de au
:6rte, para lo cual anheliiba las ocasiones do contraer
néritos. Un ailo antes habia propuesto con afectado can-
tor al Sr. Torres Amat que presentase á S. S. el manus-
srito de su traducción. No convino en esto aquel sabio,
emiendo con b.stantc fundamento que el objeto de este
MjBO fuese impedir la [tubiicacinn de aquella, rebatiendo
ndeRr^idamente el manuscrito. Con el mismo Fin no dejó
jildolino de emplear otros medios, y al efecto, y apenas
upo el buen 6xito del piimer tomo , que aseguró desde
liego á la obra mas de niil suscritorcs , escribió á Roma
f consiguió aue el cardenal secretario de Estado J. So«
naglia, escrioiese al Sr. Torres Amat, de orden de S. S.
nandándolc (pnecipirmis) que presentase al nuncio de
Madrid todo lo (¡ue faltaba imprimir de la versión de la
Kblia, para que fuese examinado, y obtuviese la corres-
H>ndiente licencia antes de su impresión Iba á princi*
liarse la del tomo quinto , que es el de los Profetas, y ya
i. S. seis meses antes habia mandado al nuncio que en
tu nombre diese las gracias al traductor por el ejemplar
leí tomo priuutro impreso en el año anterior, y que el
lantiflimo adre Phabia recibido con benevolencia, como
ina muestra del respeto filial y do la intima adhesión del
ir. Torres Amat. Tuvo este mocha complacencia en in*
«rtar la carta indicada en el tomo segundo del Antiguo
restamento.La publicación de esta carta exasperó estraor-
linjiriamcntc al secretario Cadolino, que habla concebido
El idea do que en Roma se entretuviese el examen de los
omos» qne habia enviado anteriormente, (lCiXIMaAq \%
Tosfo VíJh Vi
15 .
versión de demasiado libni y. falta de notas ^ V Ae ((def$ii-
dciraba demasiado en los prólogos la neúesiaad de ía íec-
tura para todos ¡os fieks.
Apenas el Sr. Torres Amat recibió la orden que he-
ñios indicado, pasó á ver al Sr. nuncio , á quien ya he-
ñios nombrado , persona do nobles y honradisimos senti-
mientos, á quien manifestóla sorpresa que le causaba d
mándalo pontificio, que como comi ionado de S. Jf. de-
bí^ ante todo darle cuenta y trasladarle la carta, qiae de
orden de S. S. se le habla dirigido desde Roma poroiHH
dpcto del espresado Sr. nuncio: añadió que según le ka*
bi^ manifestado el Sr. Puig , decano del Consejo de Cai-
tílla, no podia pedir licencia á nadie fuera del reino pan
imprimir su Biblia traducida, sino solamente al ordinario
eclesiástico , y que obtenida la de éste debia solicitar U
4el rey. No se ocultó á la prudencia del Sr. Nuncio qae
si el Sr. Torres Amat daba algún conocimiento al golNe^
DQ de la orden de Roma, podrían suscitarse conlestaciih
nes dosagradabl s en el Consejo de Castilla , como san-
dio cuando el espresado P. Scio imprimió su versión, sn
mas licencia;, por orden del rey , que la de la int|uisÍGÍ<w
Íorestoel P. Scio no dirigió ninguu ejemplar allanto
^adre, como aparece del breve que rccÍD¡ó á consecoei'
cia de haberle enviado un ejemplar de la segunda edido^
cuyo breve se halla impreso al principio de ella.
£1 ««ecretario Cadolíno hizo que el nuncio oficiase al
redactor de la Gaceta, que entonces era D. JoséDoazo,
con el objeto^de que manifestase en el periódico oficial,
que en la carta de gracias que se habia escrito al Sr. Tor-
res Amat en nombre de S. S. , y que se habia publicado
en la misma Gaceta, no se espresaba que ol Papa sebo-
biese complaoido con la traducción de la Biblia. Se iwS-
caba al redactor de la Gaceta la necesidad de desbacerh
equivocación que pudiera sugerir la carta j las espresio-
nes d.^ gratitud del traductor. Fueron y vinieron oficios;
Cadolino fue en persona ú hablar al redactor de la Gac^ I
táf á quien estrechó por cuantos medios pp Ja joferiA Ij
lu decidido em^^&o.lL^^\x*s^\A<;^^^^T«Du«zocoiiMCÍ^ 1^
15
constancia de no poder insertar la nota que se le presen-
taba sin permiso osproso do la socrotnria de Estado, cuyo
mayor examinaba y aprobaba manto etttoncesse insería*
ba en el periódico do! |robierno, se ofreríiS el espresado
Cadolino á allanar oslo paso, como persona de tanto in-
flujo en la misma secretaria v con el ministro de Estado,
duque del Infantado; pero la maña, honradez y iirmeía
del barón de Oastiol, (|ue á la sazón era mayor de la se-
cretaria, desbarataron esta intriga , haciendo que pasa-
sen al Consejo de Castilla los oficios del nuncio y el arti-
culo de la (jacet.i á que estos se referían. El Consejo,
ante quien el nuncio no se presentó en justicia, sepultó
el espediente, quedando el Sr. Torres A mal libre do la
obligación de defenderse : sin embarco de esto, y llevan-
do 8U delicadeza hasta el estreñí » , presentó al Consejo
UD escrito en defensa de su conducta, á cuyo escrito na-
diie hul)o que se atreviese á contestar.
Irritado con esto Cadolino, y mas todavia con la ma-
or aceptación que cada dia iba adquiriendo la versión
el Sr. Amat, discurrió otro medio para impedir su cir-
culación , cuyo me io consistía en valerse de los obispos
de España, evlioriándolos para qjese manifestasen contra-
rios á la Biblia traducida por el Sr. Torres Amat, y apro-
Tcchando la ocasión de dirigirles una circuí ir i^ que so
les prevenía la prohibición (|ue acababa de publicarse en
liorna de la ley Ajoraría de JoveIl..nos y de la Teología do
León , recomendándoles al mismo tiempo que protegiesen
ana cuesta que tenia por obieto reedificar una iglesia en
Italia; después de firmadas las circulares por el dr. nun-
cio, y puestas las cubiertas, se entretuvo Cadolino en
ir abriendo los pliegos con el auxilio de un amanuensjS
para poner en cada una <le aquellas una postdata relativa
a la obra que nos ocupa. Esta operación la presenció un
lUgcto de la grande/a, que por acaso se hallaba presen-
te» y que se enteró de ella.
A pocos días , como no podía menos de suceder , re-
cibió el Sr. Torres Amat carta de un prelado, j suce&i-
TAmente do otros ykríos que le manifoslabau \^ v^t\«t«^^
í
14
que les habia cansado la posdata de qoe jra se ha hecho
mención. Ücsdc luego los obispos conocieron que este
paso debe ia S(^r una intri;2:.i de los que no gustaban i^ue
se leyese la Biblia en l(*n^iin vulgar. Se suponía adciiuis
que el Sr. Torres Amal iiabia dicho ya en el anuncio de
la Gaceta , ya en algún tomo de su versión, que 5. S.
habia aprobado nú versión de la Híblia. Lo mas cierto era
que algunos pretendían dar á la earla pontilieia el sentido
mas contrario á su espíritu y iri s absurdo , dando á en-
tender que babia sido desnpr(»bada por S. S. , cosa que no
tenia el menor fundamento. Kl traductor de la Biblia lu-
bia procedido con tanto candor y sana intención, qne
•n cada tomo suplicaba á los lectores que le advirtiesen
cna^esíiuiera fallas que encontrasen.
En vis a de las cartas cjue recibió el Sr. Torres Amit
se presentó al Sr. nuncio, cardenal Justiniani, á quien
halló con el lomo de las notas entre sus manos. Después
de recibir afectuosamente ni traductor , le dice :
—-¡Oh! Ya estará Vd. descansado y lleno de satislic-
cion^ pues terminó su gran obra.
— Señor, le contestó el Sr. Torres Amat; estoy Heno
de amargura , y vengo á saber de Y. Eminencia la causa.
— ¿Pues quíí hay?
— Dígnese V. Eminencia escuchar lo que me escribe
un Sr. ouispo.
Después que oyó la carta , dijo ron tono resuello:
— Eso es fingido , yo no he escrito tal cosa. Aprecio
mucho á V. y le he signilicado varias veces el gusto con
2ue leo su versión: ahora mismo leía la nota lelativa á
racia , en la que admirnlia cómo se libra Vd. de los psr*
tidos de esí'uela , y lo celebraba mucho. ;Gómo bibia
de haber puesto yo tal posdata!
Como el Sr. Amat le signilicase que lo mismo le co-
municaban otros varios prehnlos, añadió:
— Aseguro á Vd. hajo mi palabra de honor, que no
he firmado tal posdata.
El Sr. Amat creyó prudente y delicado no insislirinis
ea este particular. La irritación y el enojo de Cadolino
15
serinn grandes si el Sr. nuncio lo reconvino » como era
consiguiente; pero disimuló.
No delKMuos pasar en silencio olra tentativa que este
secretario einpleí) alp;unos días antes , y en la que se acre-
díf 1 su caráeter y el espírilu que lo animaba. Cuando el
Sr. Torres Amal le presi nt6 el lomo noveno, que contiene
las notas, lo ahra/.ó a(|ucl , -o Ixvsó y prorumpitS en mil
alaban/as diri^^idas al Ir.uluclor , eonelujendo con decir:
— Ahora deben darlo á Vd. un buen obispado!
— Sr. 1). Ij^nacio , rc|)Uso el Sr. Torres Amat , á Vd.
y al Sr. nuncio les consta (|Ui' no deseo ser obispo, y que
loe considero felix siendo sacrista de Barcelona ; lo qijie
deseo es que Vd. me conserve su apreciable amislad, y
me comunique cuanto sepa para mejorar la versión en la
legunda edición que lue^o habré de hacer; ¿ igualmente
Ifiis advertencias que ha^aa áltennos sabios de Roma.
Ya se marchaba el Sr. Amat, cuando Gadolino lo
llamó diciéndole:
— £q un momento pondrá Vd. una iirma en la prí-
nicra plana del espediente de la censura que mandó ha-
cer el Sr. nuncio , y (jue tanto honra á Vd. , porque
los censores elogian nuicho la \ersic)n. Ahí están la> cua-
tro líneas en que pide Vd. á S. Kminencia la licenciA,
y en seguida la censura, etc. Ponp;.» Vd. Félix Torres
Amatj y su rúbrica nada mas: y por este correo enviaré
.á Boma este espediente.
— Sr. D. I«>nacio, ¿(|né me dice Vd.? contestó el so-
ffor Torres AumI ; ¿, no qiiedé con S. Kminencia en que
la censura era confidencial y solo con el objeto de cum-
plir la orden del c.^rilenal s.cretario de lüstado , en que
80 inc manda pedir la licenci i y oblene; la aprobación
del nu'H'io de S. S ? ¿No he dicho á Vd. que el decano
del Consejo de (iaslilla me ha manifestado que faltaría
Í^o gravement - á las leyes del reino si pidiese bajo mí
irtna una licencia formal , después d *. la que me con-
cedió el cardenal ai/ob¡ po de Toledo , en virtud de la
real comisión de censura que se creó en 18i7 y \iQ«tiQH
rkytmetite de la junta diocesana de ift^'^*!
16
A estas palabras no pudo disimular sa enojo Gadoll-
no, y volvió las espaldas al Sr. Torres Amat , diriéndole:
— Ahora veo que realmente no es Vd. afecto al ro-
mano Ponlífice como ya me habían dicho.
A esto contestó elSr. Amat con firmeza: ^
— Lo soy tanto ó mas que Vd. ; peni al mismo tiem-
po que crisliano soy español , y cuando tuve la dicha de
ser católico f apostólico , romano, no quedé libre deU
obligación de observar las leyes de España.
El Sr. Amat se retiró entonces sin hablar mas pala-
bra. Se presume que desconfiado de poder enviar este
espediente á Roma, que en verdad era un nuevo avance
de su autoridad , preparó el medio de la posdata de que
ya hemos hablado. Tanto esta como la circular qoele
Srecedia^ era justo motivo, en concepto le los consejeros
e Castilla Puig , Hcvia y Torres Cónsul , para que Does-
tro gobierno reconviniese enérgicamente al nuncio de
S. S. Se cree también que en vista de esto procuró Ca-
dolino que se pasase en Roma la traducción del Sr. Amat
al examen de la congregación del índice^ que ^d la me-
nor noticia del traductor, declaró que era corriente ^ ha-
ciendo solo tres advertencias por si llegaba el caso de
que se reimprimiese.
Ya se ven los embarazos que se oponían á la publi-
cación de esta obra , y los disgustos causados al sabio y
virtuoso tniductor. Con razón le escribía su venerable
tio, el arzobispp de Palmira: a Harto trabajo tendrás pd
acabar de imprimir tu Biblia. d También Cadolino per-
siguió á este sabio prelado por medio de un espediente
escandaloso que le suscitó^ y cu^o espedi nte, por amor
á la iglesia de Roma no se ha impreso, pue< daria so-
brado motivo para que los protestantes, cismáticos 6 im-
{ios censurasen duramente la conducta de aquella corte,
as persecuciones que Cadolino suscitó al señor arzo-
bispo, llenaron de amargura el corazón de este, como
se insinúa en la historia de su vida, y lo ocasionaroD Ia
muerte.
Habiendo pasado i^omakCsiioUnovCoiitinaó baciei-
df crii4? {[uerra á la Biblia traducida. El spñor inii^aaiir-
ib's Quispo ¿c Zamora, h.ibiá aniíAictó' á1 'seflbr Tórifes
Amat á qiie'coiiliiuiaso sus Irabnjos biblici s. Poro noiñí-
prado csic dospuo» arzobispo de Ttdodo, y clovado á'ía
dignidad cardonalicia, bi/o cuan o pudo para que no so
yfjnpcaso la 2." o .icion. A pesar de bi órdeu del rey»
DÍrocuró nombrar un nuevo eensor, á quien se previno
por el señor Corlina que no se apresurase á despachar
!f^, lomo que se le habia pasado. Por manera que proycc-
tfindose la 2.* edición en el año de 30, se halfuba parada
L impresión en el de <?.'), por baber nombrado el arzióí-
ispo \ guan/o oíros nu(*vos censores, que eran un padre
fí Porlacieli y un canónigo de To edo, K quienes se pá-
«fJtHiá los lomos iiu.' aprobaba el primer censor, el saDJo
padre Vera, bábil profesor de hebreo, griego y árabe,
ujrinconado y oscurecido por liberal ó janscoisla. tin
looO fué nombrado con muebo secrelo pa:a el encardo
^ encaminar y censurar la traducción de la Biblia. Por
^s instancias que hizo ni señor ar/obispo Inguanzo el
jypQor Torres Amal, jamás quiso decir aquel quién era bl
Ninsor. El traductor deseaba saberlo, para promover el
ibqpacho de la censura , y para facilitar las dílicullad'cs
le esla, manifestaniio al censor que pasaría y se soni^-
ériá por todas las correceiones que hiciese en la prime-
j|..ediGÍon. Como manifestase esto por escrito el Iradub-
J>r al^fior arzobispo , le dijo ; «¿y quién sabe si pondrá
giin disparale?»
. — Señor, le repciso el traductor, la Biblia mía hace
éis años que corre por España. En ese cuad rno están las
ifurlas de 70 prelados , que le dan la presunción de que
10 hay en ella errores, ni sapos ni culebias. Si en ^la
!/ edición se introd'üce alguno, no será mia la culpa,
Ifio de los nuevos cc^nsores que V. Enuna. ha escog^ido.
. Bastó eslo para ccmocer que la traducción de la BiuUa
lO merecía ya la protección del cardenal arzobispo.
Supo el señor To.rres Amal que en la tertulia del cí-
qjaao do cámara Tu.rlán, uno .4c ^^^ palaciegos de aauel
9lÍl^.i;S9 jl^hia diclio que en^UAConye^to le a^o^tUbw
18
la^ cuentas al tradactor de la Biblia « por quien saina mas
que 61 de griego y de hebreo, y aue no se haría la 2.^ edi-
ción, pues según decian aun sobraba la del P. Scio. Cod
este dalo y deseando saler quién era el censor, pues
entonces lo ignoraba, principió el señor Torres Aniat í
terifícar las fnas activas diligencias, habiéndolo deseo-
bierlo á muy poco tiempo, pues la circunstancia de saber
griego y hebreo no era á propósito para comprender i
mucnos regularen y pro lucir confusión. Habiéndosele £•
rígido á la Yicloria , y encaminádole el portero i la cel-
da del P. Vera, se presentó á su vista un anciano alti^
seco , de mal semblante y de peor humor entonces, que
con unas disformes antiparras se hallaba absorto en w
lectura. Casi sin levantar la cabeza, preguntó al tradoe-
tor lo que quería.
— Me han dicho que Y. R. tenia el encargo de cea-
iurar la 2.* edición de la Biblia de Torres Amat.
— Pues yo le digo á Yd. que no, y que estoy yi
cansado de trabajar de balde. Todos esos tomos que
te Yd. (dijo señalando un montón de libros) me ha ea-
TÍado el Cons jo, y á fé mia que ni un maravedí me dan
para chocolate; y tras eso cargar con la resi)onsabilidid
j aguantar que todos los dias me estén apremiando pan
que despache las obras. Con que ya he respondido al
ieAor obispo cardenal que no puedo encargarme decea-
surar la Biblia del señor Amal ¿Pero qué, es Vd. ea-
cargado de dicho señor?
— Soy el mismo , le contestó el traductor , scih
riéndose.
— ¡Ola! ¿Es Yd. el señor Amat? pues la ciri
de Yd. me hace mud.ir de opinión ; y abriendo un pliegtt
cerrado que tenía delante, le dijo: ya no envío estares-
tuesta , que leyó al traductor, y en el acto mismo tomó
i pluma y estendió otra contestación , en que decía,
que aunque ocupado procuraría dar su dictamen, paea
ya conocía dicha versión desde que se publicó.
£1 censor y el traductor quedaron amigos, j eite
aatorJxó al primAti^ ^^t^ ^<6 aileraae cuanto le par»-
19
dase. Sintió el arzobispo que el traductor hubicso avo-
riguado quiA'i ora el oiMiüor, aunqiK^ cclobrA ol medio
de que so hahia valido. Desdo entonros peiis6 su se-
cretario Cortina on nombrar im sof^undo censor con el
objeto de ontorpooor la segunda edición : asi lo hizo « y
Ecrnianeci6 aquella p.irada hasta el año de \HX\, Ha-
iendo ñor este tiomno pasado á Madrid el traductor,
filé un nia á visitar al IV Rarha, nuevo censor, á quien
dijo que tanto ol señor (irijalva cuanto el rey, & quien
acababa «te ver para darlo gracias por haberle luimbrado
obispo de Astorga « le hahian preguntado por la Kihiia en-
cargándole S. M. que tormii'ase la sogunua edición autos
de trasladarse «í su diócesis: — Con que, P. maestro,
afladió el traductor, ¿Vd. hace medio año que tiene á
oensurar el tomo de los Sahnos sapienciales j Job?
Vea Vd. do despachirle: de lo contrario , dijo so írióii-
dosc, acndiró al Consejo alegando que Vd. me lince
— Jesús! respondió el !Vf. Barba, ;al Consejo para
cosas de la Biblia!
— Padre, no se trata de la inteligencia de la Bibliai
aiiio de que Vd. tiene el encargo secreto de no despachar
It censura.
Entonces, ol general de la orden, hombre sensato
Ínnda fanMico^ dijo al traductor: «Señor Amat, dentro
e ocho dias envié Vd por el lomo, que ostarA despa-
chado y bien.» — A los quince din« fue el impresor & la
aecrelarla del arzobispado yj lo entregaron el tomo con
!a licencia. Continuó haciéndose la impresión; y algunos
dias después el traductor dijo al secretario ilel arzobispo,
en ocasión do hallarsi' (*sto entornu) en Toledo: «Amigo,
ya no necesito la licencia de Vds. , imprimirá hasta las
isartas á los obispos, inclusas las de S. Kmma. , aunquo
Vds. no quieran permitírmelo.» Ks una prueba del em*
lieño del partiilo jesuítico el que al sabor el P. Barba
¡no el traductor h.ibia s do electo obispo de Aslnrga,
aé á vor al cardonal Tiberi , que habla sucedido en la
iliuuiiaiura al cardenal Justíniauíi paradecíff\«i^i^^«^
.9P
hostigado i)pr el traductor de la Biblia para qae a^nn
base la vcriloni y que recelaba Jo olía.
* — ((Yai:iósV ¿y qué ba hallado Yd. de malo? le dijo el
señor Tíbcri. — ÍIc visto en el prologo, le coiilcst6, qne
el señor Amat no reconoce la Vulgala Lalina lor auiéo-
tica, como manda la Iglesia, sino que dice solo queesU
en lugar de la auténtica,
— Pues eso es lo que deOnió el Concilio de Trento,
respondió el señor Nuncio; ¿y qu¿ otra cosa ha noU^
do Yd. en la versión?
— También he visto que cuenta como Tersiculo 46
los Salmos el Ululo de ellos, y sobre todo, señor, el tra*
ductor tiene fama de ser jansenista , como los can^nifios
de San Isidro, y sospecho que hay algún veneno en muciiai
palabras que son hi breas, ó árabes, ó griegas, que jp
lio entiendo.
--¡Oh padre! esclamó el nuncio riéndose, poco di-
fiará el veneno aunque le haya, cuando no se enúepit
lo que se dice.»
Después de otras sandeces por el mismo estilo, deír
pidió el nuncio al P. Barba, el cual, sin haber .ccnsa^
rado ningún tomo, fué á pedir un ejemplar , y se le dii
en venganza cristiana del mal que había hecho.
Según se supo por conducto fidedigno, el señor In*
guanzo dejó de proteger la traducción de la Biblia , deide
que de Roma se le hizo saber que no agradaba la publi-
cación de esta obra. ^1 señor nuncio Yíberi hizo sieía-
pre justicia al traductor, y prolcgia su empresa, con-
tribuyendo por su parte á allanar los obstáculos y dii-
cultades maliciosas que á ella se oponían. No quería oír
hablar do Gadolino; y en una de las cartas que escriU6
al traductor^ hablando de estos negocios, le decia: la
ju$ticia (s'á de pm te de Vd, Cslas mismas intrigas } el
espediente promovido contra las obras del señor ario-
hispo de Paimira, hicieron que el cardenal Tiberi, y n
sucesor señor Amat, se avergpzascn de oir hablar de lot
manejos del jó\ en Gadolino.
. liben llegit^ ^^ ^^ ^ teaJtar coa amiatoia cor^úlh
91
dad al sefior Torres Amat. — «Padro Félix, le docia ud dia,
es Yd. demasiado franco para o\ nunuln: á mi ya ino
gQSla eso, j quo no ronunoie Yil. ol ohispailo.
•—«Caro patrono, lo oonlosl6 ol scMlor Torres Amat,
y. Emma. será Pupa, si los gobiernos reprcsontalivoa
triunfan. No se olviílo VJ. de corregir los muchos abusos
q[uc la Curia romana ha introducido entre nosotros.
— «¡Oh! Rrivone de Feiixl Vd. nos quiere quitar el
pan. Y por qu^?
— «¿Nodaoios nosotros áYdms. millones con las Bulas?
— «Pero ¿y por qu> Vdms. y todos los romanos no se
•aprovechan de ese íesoro'!» — Al oir esto di6 una palma-
da en la espalda al S(»ñor Torres Amat, y í<e Oi*h6 á leir.
A su sucesor, el nuncio Amat, le dijo: «el electo de
Aalorga merece una mitra mejor que nosotros.» Do vuelta
I' Roma, y al dar cuenta según costumbre del estado en
q[ac dejaba los negocios de RspaAa, le interrumpid iiA
cardenal, dici6ndole: eSe conoce que V. Knuna. ha bebu
do en las aguas turbias del Manzanares.» «Beatísimo Pa-
dre, resnondió Tiberi, las aguas turbias son las ttel Ti-
Ifer: las del Man/añares son pocas, pero cristalinas. ^) — A
poco, y según recordamos haber oido, á los ocho dias,
ato le comunicó orden para (|ue pasase ¿ servir su obis-
Kdo de Yessy , donde el aburrunienlo que le causó su
Acracia, le quitó la vida á poco tiempo. Algunos diaa
antes de morir , escribió al señor Torres ¿Vmat: icCaro
Velix, ha sido Vd. mal proí'ela: estoy' en este retiro; á
lÍ¡os« acuérdese de rogar al Señor por su amigo.»
Lo 11 le hasta ahora llev.imos dicho acerca do la Biblia
traduciíla por el señor Torres Amat, v especialmente en
lo q '0 se refiere á las dilieultades maliciosas que se opii--
vieron á la publicación de esta obra, sugiere naturalmente
la idea de pregun ar, ¿en qu6 consiste que la traducciofi
de la Biblia en lengua vulgar ha sido mi ada por la Igld-
áia católica y por algunos escritores eclesiásticos, cumo
dlligna de inspirar algún recelo, v peligrosa? Las razones
en que se fundan son muy sencillas, y no las desconocen
ba personas tersadas en estas materias. «En Im tkw^^
22
antiguos, en que el común de los fieles , como decía el
inmortal Fenelon, era sencillo, dócil y adicto á las ins-
trucciones de sus pastores, les confiaba el testo sagrado,
porque se les veia sólidamente instruidos y prcparidos
para leerle con fruto; mas en estos últimos tiempos, en
que se ve que son presuntuosos, críticos* indóciles y que
buscan en Ins Escrituras motivos de escandalizarse contra
ellas, para arrojarse en la irreligión, y hacen servir la
Escritura conlra sus pastores para sacudir el yugo déla
Iglesia , se vio esta obligada á prohibir á tales personas
una lectura tan saludable en sí misma, pero tan peligrott
en el uso (lue muchos dn los legos hacían de «.'lia.»
(1) aLa misma Iglesia, aun ahora, tiene justamente
mandado que los fieles en general no loan sin licencia de
sus prelados las versiones vulgares de la Escritura Sagrada
que no tengan algunas notas para la inteligencia de li-
rias palabras ó espresiones, que si bien sean claras es
ius lenguas originales h(*brea y griega , es también cierto
que por la diversa índole de las modernas , no puedes
traducirse á ellas clara y exactamente, quedando algunif
ininteligibles, y á voces equívocas, ó poco decorosas^ dei-
pues de latinizadas; y así no eran por ciorto necesarias
ningunas notas en los remotos si los é idiomas orientales
en que se escribieron los libros de la Biblia. Ademas da
que la respetuosa devoción con que eran escuchados Moi-
sés y los profetas en la antigua ley, y nuestro divino Maes-
tro Jesucristo y sus apóstoirs en la nueva y la viva fi
con que leían los santos libros, hacia que los fieles venera-
sen humildemente algunas espresiones prof¿tiras 6 subli-
mes que no podian comprender, y así es que respetaban
hasta la obscuridad de algunas parábolas o enigmas con
que Dios les hablaba. El mismo divino Maestro las eapli-
caba á su tiempo á las turbas que acudían á escuchar sos
pláticas de celestial y sublime doctrina. Kn su tierna des-
pedida, antes de morir, les decía á sus apóstoles y diaci-
• -■ m . m^ m • • - —
I
(1) . £scclente uvIú'aüo ui«crlo en la Gaceta de k de maye de 1 W>
Aeasume cuanto pvie&«i diedx«ft «.uNa^ \tí^\^\\í.
25
dIo^: «Aún tengo otras muchas cosas que deciros ; mas
6r Áftora no podéis comprenderlas : cuando venga el
ipfrilu de veraad os enseñará todas las verdades,» esto
I, las necesarias para la saU ación eterna.
dIIücc pocos años sapímo» que el sabio ministro pro-
istantc francés Mr. L. y el Itdo. C^., de gran crédilo en
iglalcrra, respetaron las razones por las que el nuevo
«ductor espaAol se negó en 1808 á hacer una edición
h BQ versión castellana para las Américas, despojada de
idas las notas y del testo de la Válgala, que se le pidió
B[ parle de una sociedad estraujera que ofrecía eos*
«rio.
» A la verdad, ¿quión podrá desconocer^ por poco que
I reflexione, que machas espresiones y palabras que se
rónunci«ron hace miles de años por los escritores sagra^
bs, ora reyes y magnates, ora sencillos pastores 6 pie*
ejos, en el lenguaje poético 6 familiar de la Judea, Si-
la « Egipto, Arabia, Idumea, Grecia y otras naciones
tiéntales, si ahora se Icen tradueidas servilmente ó á la
aira 9 como se observa en las versiones castellanas de
tféatros judios españoles, quién no ve, ó que suenan mal,
ño se entienden, ó se entienden malamente? ¿Y cuántas
eces ni el mas hcibil traductor hallará voces en su nativo
iionta para espresar bien la exacta y genuina significa-
íqii de ciertas frases ó palabras , aun en nuestra rica y
Irandiosa lengua castellana, de la cual decía el célebre
eólogo y gran maestro de ella , el venerable fray Luis de
■éón , que no se conoce otra que tenga tanta consonancia
tn la hebrea?
9 Ahora , pues , ¿de qué provendrá esa casi manta de
iO admitir en la Biblia ni la mas minima nota, aunque
olo sea de una ó de dos palabras , ó intercaladas con el
salo en letra diferente , ó bien puestas al pié de la página
on el solo racional designio de manifestar el sentido en
¡lie el común de los santos padre^ y espositores sagrados
iárn entendido siempre desde los siglos primeros el testo
arigioal hebreo ó griego, cuando el mismo san Geró»
liinOy principe de Iqs tri^ductores, confiesa c^ue no nudo
24
nlganas veces ponerle claramente tradacido en la Fulgoía
oh penuriam latini termonigl ¿Podrá tacharse de maliciólo
el que sospeche que quieran ahora algunos , so color de
respeto á los testos anliguosó á la versión latina YulgaUi,
que queden las versiones en las lenguas de ledas las na-
ciones del orbe, susceptibles de toda suerte de seotidoi
literales ó místicos y figurados, al arbitrio de cualquier
lector, de modo que den causa ú origen á mil absurdos
ó heregias? ¿Será el deseo de quo se mire la sagrada Bi^
blia como se miran los antiguos escritos de llom<ro,
Gonfucio, 0.>ian y otros autores de aquellos antiquísimos
tiempos?... Digámoslo claramente: ¿Se querrá que loi
Eueblos y naciones no miren ni respeten como divinas y
ajadas del cielo las sublimes verdades y las máximas mo-
rales y emioentemente sociales que contiene la fiiblia, y
que de esta manera se acostumbren á escuchar las lalacei
y malignas interpretaciones que ya desde antes de Jeio-
cristo hacian de varios pasajes de las santas Escriluraii
los hipócritas , escrilms y fariseos, y los saduccos« roalO'
rialistasy carnales? No en vano decia ya nuestro divino
Maestro Jesucristo: «¿Habéis oido decir que se ha eme*
ñadoá vuestros pasados: tendrásodioá tus enemigos, etc..
Después de esta vida los hombres se casarán « y procrei-
rán hijos, etc., A todos los estranjeros ó que no sean in-
dios les prestareis con usura,» etc.. Estas j otras fal-
sas doctrinas ó traducciones de los hombres, ¿iicaso lO
nacieron de la mala y depravada inteligencia Je las Es-
crituras, y no las renalió Jesucristo en varias ocasiones?
«Pero yo os digo: amarás á tus enemigos, ctc..«Despnes
do la resurrección > ni los hombres tomarán mujeres^ ni
las mujeres hombres... sino que vivirán como los ánge-
les en el cielo, etc., etc.»
» Y en vista de lo dicho, ¿será conveniente aue el rudo
?^ sencillo fiel, la. mujer ignorante, el ióven imocrbejean
a santa Biblia sin nota alguna, y se deje á su d¿bil ínlo-
ligencia la signilicacion de varias csnrosiones metafóri-
cas» 6 palabras alegóricas, que pudieron ser claras en
loM países ¡y tiempos ^u i\u^ ^ ^\^x\bU.tQu ^ (jero ion nt*
Biiiníét^te obscuras dospács de miles do siglos y en ótrái
fon csl rañas rogionos? Poro ¿y c^mo es qiio no se leen
ffcñornlinonle, ni aun |)or los sabios y eruditos, Insobriig
de líonuTO, Platón, Aristóteles, etc., en sus testos ori-
ginales y sin notas; y al contrario , todas estas obras»
preciosos manantiales de nuestras cieneins, se imprinien
siempre aconipañadas de es(|uisitos comenlarios , que
aclaran á los lectores los pasajes difíciles de enlender,
esplicando la diversiilad de frases, metáforas, usos y
costumbres deseono; idas en nuestros paises k idiomas?
Aun los escritos menos antigno^, como los de Tácito, Ter-
tuliano, etc., ¿no necesitan de notas para su inteligen-
cia? Abrase la Kiblia , y en cual(inier páji^ina se encon-
trarán pasajes que no entenderá quien no tenga el auxilio
de algunas notas 6 advertencia. Y por eso Yo taire y otros
impíos se valian de la obscuridad de varios lugares de la
Vulgata latina para corromper su genuino sentido. Ri-
diculizaba aquel filósofo la moral del Evangelio, alegan-
do que san Pablo decía fí. Cor. X. 21), (¡ue habíamos
¿e procurarnos los bienes de los otros ^ no los que ya teñe"
nws : ncmo quod siunn cst (¡lurraí sed qH(P. sunt alterius.
En este pavsaio con solo advertir que en el original griego
so usa el verlo (dreteo) , que'signiüca^no solamente biu-^
car, sino también cuidar^ procurar, ocuparse , se ve que
la verdadera traducción 6 sentido del apóstol , es que na--
die busque su propia íaíis facción ó eonvcnicnria, sino el
bien del prójimo: que es la misma máxima que dio eu
8U cari I (i los filipenses^ cap. 2.", Y* 4.**, donde la Vul-
gata tradujo non quw sua sunt singuli considerantes , sed
en quce aliorum: ^atendiendo cada cual no solamente al
bien de si mismo ^ sino á lo que redundí en bien del próji--
fno.9 A deshacer tales interpretaciones malignas do Tos
enemigos de la religión se dirigen casi todas las notas que
pusieron en sus versiones de la Biblia ios traductores do
ella.
»>Es, pues, muy conveniente, y aun necesario en es-
tos tiempos iuciilcar de nuevo al pueblo español el ^un-«
lüal camplimieuto de las leyes civiles ^ cd«¿\k%>[v:»^% » ^%
Srohiben la introdoccion t yenta y lectara de eia umcbír
umbre de ediciones de la Biblia en castellano, jotras
lenguas que se han hecho y están haciendo, aun de aque-
llas que tlevan al frente los respetables nombres de nues-
tros reverendos obispos el P. Scio y el señor Torres Amat,
si no se han reimpeso en España, y con arreglo á las
leyes de la Iglesia y del reino, que exigen que las tradvc^
dones tengan la aprobación del ordinario eclesiásUco,
yayan acompañadas con ñolas sacadas de los santos pa-
dres y autores católicos, y estén ademas impresas, como
los otros libros castellanos ó españoles, dentro del reino
y no fuera.»
Tanto la Iglesia latina cuanto la griega y rusa están con-
formes en que los prelados eclesiásticos velen con singular
celo y cuidado para que no se corrompa el testo de la san-
ta Escritura en impresiones erróneas ni en traducciones
absurdas hechas en lenguas vulgares. Tanto esto cuanto
el deseo de mantener la unidad de la fé, ha hecho mirar
con cierta prevención las traducciones de la Biblia. Se ba
temido , y hasta cierto punto con razón , que la material
alteración de las palabras, cunndo se traslada este libro
de una lengua á otra , es decir , de una lengua antigua á
una moderna, se alterasen también las ideas: debe te-
nerse presente que'pocas veces las palabras que se repu-
tan por equivalentes en diversos idiomas > tienen exacta-
mente una misma significación. Sin embargo, como el
cristianismo no teme la luz ni la discusión , y como en
conveniente propagar y difundir tanto la moral cristiana
como los sentimientos piadosos que escitan los libros sa-
grados, han creido varones sabios y virtuosos, y aun la
misma Iglesia , que eran útiles las traducciones de la sa-
grada Escritura en lenguas vulgares, con tal que fuesen
acompañadas de notas y comentarios que auxiliasen la
inteligencia individual, para que diese á las sagradas le-
tras la misma inteligencia que le da la Iglesia. El primer
paso debia ser el de fijar un testo reconocido : este lo
tenemos, desde el siglo VI en toda la Iglesia de occi-
depte en la Biblia coivc^ida \{or la Vulgaia. En tiempo
de loi apóitolei le hacia ]fa mucho oto da una Iradoe-
cioii ^cga del antiguo TesUmcnto i que legun toda apa*^
riencia era lo de los 70, ejecutada por Ptolomeo Filadel'-*
lo II, 265 años nnles de Jesucristo. De esta se hicieron
traducciones latinas en gran número, y que por consi-
guiente discordaban entre si : la mas acreditada fué la
conocida con el nombre de ytrno itala vulgata communtM
veiu8j y que compriMidia tanto el antiguo cuanto el nue-
yo Testamento, lista traducción fué refundida en tina
nueva y comparada con el testo primitivo por san Geró-
nimo, en virtud del encargo que por su erudición le con-
firió el papa Dámaso. Tal es el origen de la Vulgata^ re-«
conocida en la iglesia católica, y cuyo testo ha seguido
exacta y escrupulosamente el señor Torres Amat, aña-
diéndole copiosísimas notas para aclarar el sentido de los
pasajes oscuros 6 diñciles, y para darle el mismo que la
Iglesia católica leda. De esta manera, y por medio do tan
eruditas y escelentcs notas, se evitan todos los abusos
que pudiera producir la lectura de la Bil>lia en personas
indoctas, y se satisface el ansia y curiosidad de los fieles,
anminislrándolcK una lectura tan provechosa y santa. La
iglesia quiere que se lean las Santas Escrituras; pero que
esto se haga con preparación, y teniendo por guia el es-
píritu y la inteligencia de la misma iglesia. Esta no per-
mite interpretar las sagradas letras de manera que la ra-
son individual se sustituya y reemplace al sentido que loa
atribuye la iglesia. La propagación y constante lectura de
los libros santos deben producir escelentes resultados mo-
rales en todas las clases de la sociedad. Y siendo el objeto
de la propagación de las máxioias evangélicas la difusión
de la moral cristiana y los principios y doctrinas del ca-
tolicismo, las notas, como la iglesia tiene establecido, son
indispensables en cuanto no permiten á la razón privada
Juc arbitrariamente interpreta la divina palabra. Quien
ude de los eslravios á que puede arrastrar en esta mate-
ria la razón individual, que lije por un momento la consi-
deración en el estado (|ue proseutau eu Inglaterra la mul-
titud do sectas religiosas.
Tomo VIH* ^V
ciloiBbniéodMBorTolfMAnMtAi t9MpmúH$
Fernando para el obispado de Aatorga, y detpnee ie ha-
bérsele espedido las correspondientes bulas y de haber
sido consagrado, se dodic6 con estraordinario celo y coa
incansable afán á sus larcas pastorales. Conviene adtertir
que Fernando VU le eligió para dicha diócesis por impulso
Eropio y no qu riendo nombrar á ninguno de los que se
aliaban comprendidos en la terna que la Cámara le habia
presentado al cfeclo. En mayo de 1834 pasó á Astorga y
principió á trabajar en los negocios de su diócesis. Pero
á los pucos meses se yió obligado á volver á la corte coi
motivode haber sido nombrado individuo déla junta ecle-
siástica encargada del arreglo del culto y clero. Loa tra*
bajos de esta junta son bien conocidos, pues el resultado
de ellos ha visto la luz pública: sin embargo, como á pe«
sar de no haber transcurrido mucho tiempo por la rapi'
dez con que han marchado los aconlecimientos nos bs-*
llamos en cierto modo tan distantes de aquellas idass,
oreemos conveniente insertar en este lugar las bases que
para el arreglo del clero propuso á S. M. la espresadi
junta. Tuvo en estos trabajos tanta parte el señor Torreí
Amat, que no podemos dejar de considerar en lo general
las opiniones de la junta como las mismas que profesa-
ba, respecto de las materias do que se trataba > el lioso,
tefior obispo de Astorga. Las bases citadas son las si-
guientes:
Base primera.
El clero espafiol constará:
1.^ De MM. RR. arzobispos y RR. obispos.
2.^ De cabildos en las iglesias metropolitanas» cate*
drales y colegiatas.
3.® De arciprestes ó vicarios foráneos en loa partidos
de cada diócesis.
4.^ De párrocos y demás eclesiásticos necesarios part
el culto y servicio espiritual de los fieles.
5.^ De monges dedicados á la vida contemplativa.
6.^ De meudic«Liiie& redares, cuasi regulares» é
í¡iii9ierio pastoral, de la enseñanza primaría ó déla boir
ÜaUdad.
Basb segunda.
En todas las diócesis habrá seminarios coneiliaret .
Basb teegera.
Subsistirán las actuales sillas metropolitanas y tam-
leu las episcopales: un reglamento particular dcoMrcará
I territorio de cada una, el que se agregará el qua oor-
Q^pondc a las órdenes y demás exentos^ que CQ mentir ^e
I janta, deben restituirse á la jurisdicción ordinaria.
Base cuarta.
$e crearán nuevas sillas episcopales, una para laa pro-
iücias Vascongadas, otra en la provincia de Ciudad-Real,
Ira en la de Albacete, otra en san Felipe de JátívA (^n
L solo caso de no poderse trasladar á Alicante la silla de
Irihuela) y otra en Madrid.
Base QnjiTA.
Al oUspo de Madrid se agregará el titulo honorífico
e patriarca de las Indias.
Base sesta.
En las sillas de cada arzobispado ú obispado habrá un
abildo, que constará de un presidente, de 12 á 24 ^anó-
igos, según las particulares circunstancias de cada igle-
\di, y ademas de 10 á 2Ü sacerdotes asistentes. Continua-
in como basta ahora aquellos en que sea menor el nú-
lero de canónigos y beneficiados de cualquiera denoiñí-
ación. Un regUmento particular prescribirá la organí-
Acion de los cabildos.
BaSB SBPTIHA.
JLespecto de las iglesias colegiatas « el gobierno d^ter-
¿qará ln coni^eryacion de aquellas que por ^|;^r 9%líl^
|plut0i da frovteoiá ijai no tengan eatedrale», 6por (Nrái
fodefosas consideraciones se estimen convenientes; pe-
ro coa el cargo de desempeñar las obligaciones parro-
Iaiales. Ea uq reglamento particular se (¡jará el modo
e ejercer la cura de almas en estas iglesias y el número
y obligaciones de sas individuos.
Base octava.
Toda población ha de tener un pastor de fija residen-
cia, bien sea párroco, ó como teniente, á no ser que la
proximidad de dos poblaciones y su comunicación siem-
pre espedita permita considerarlas como una sola para el
paito espiritual.
El maximun de cada feligresía en las ciudades ó pue-
blos numerosos será el de 1200 á 1500 vecinos.
El mínimum de tenientes ó coadjutores del párroco,
en dichas ciudades ó pueblos numerosos, será el de uno
por cada 100 á 150 vecinos.
Base novena.
En cada arzobispado ú obispado se creará una jaoU
diocesana compuesta:
1.^ Del prelado ó de la persona en quien sustitaja
sns veces.
2.^ De un representante del cabildo.
3.^ De otro por los párrocos.
4.^ De otro por el clero restante de la diócesis.
5.^ De un vocal que nombrará el gobierno.
La junta auxiliará desde luego al prelado en los tra-
bajos que exija la plantificación del plan de arreglo, caan-
do ha^a obtenido ya la aprobación competente, y en lo
sucesivo entenderá en la recaudación y distribución de
rentas, con arreglo á las bases que establecerá un regla-
mento particular.
Base décima;
Cnando las circunstancias lo permitan se establece-
nán cuatro lenánm^i cttAxoles; uno para las GastiUu j
SI
Mino de León; otro pan Ui Andahictii, reino de Mnr«
ciaé islas Canarias; otro paralas prorinciasdo la corona
de Aragón y Baleares ; y otro para las provincias del nor-
te do la Península. En ellos se establecerán ensefianias
do las lenguas griega y hebrea, antigüedades eclesiitti*
cas, disciplina, etc.
Base undécima.
En el distrito de cada partido habrá un arcipreste
nombrado, de entre los párrocos del mismo, por el prela«
do, á quien servirá de coadjutor bajo las reglas que fija-
rá un reglamento particular.
Base duodécima.
En cuanto ú institutos monásticos, se observarán laa
reglas siguientes:
1.^ Se suprimirán desde luego todos los monastcrioi
que no lleguen á doce individuos, cuyas dos terceras par-
tes por lo menos sean de eoro. Kn las poblaciones donde
haya mas de un monasterio de un mismo instituto se re-
ducirán á uno solo.
2.^ Va\ lo sucí sivo se continuará la supresión de loa
monasterios según se vayan reduciendo á menos de doce
los individuos de coro ciuc los habitan, hasta que queda
fija la cuarta parle de dichos monasterios en cada uno da
los institutos respectivos.
3.^ La traslación de los monges so hará de las casai
que se supriman á las mas inmediatas y anchurosas que se
conserven. V si las rentas del monasterio á donde so lea
destinen no bastasen para la frugal subsistencia de los nue-
vos agregados, de las lincas del monasterio suprimido aa
aplicarán las necesarias para ello.
4.^ Según se vaya planteando la reforma pasarán á
aer puramente seculares todas las parroquias c^ue están
agrcgad^is á los monasterios 6 en su dependencia , y aa
ajpliGarán á laa mismas los derechos que najo aata conai**
daradon iet hayan pertonacido*
En cnanto í mendicantes se obscnrarán las sigmeftttt
rcgtas:
1.^ Ningún convento podrá tener en lo succsíyo me-
nos de doce individuos profesos, de los cuales dos terce-
ras partes han de; ser de coro, suprimiéndose desde luego
los que no lle^^ucn á este número. Si circunstancias par*
ticulares de publica utilidad reclamasen la conservación
de alguno (|ueno ten^i^a dicho númcrOt se completará con
individuos de otros del mismo instituto.
Entre los conventos que han de permanecer le dará
la preferencia para este objeto, en igualdad de circoiii*
iancias, á los colegios regulares de misioneros, porra
mucha importancia, seftaladamento en las posesiones de
Ultramar.
2.* En un mismo pueblo no podrá haber dos casas de
un mismo instituto, salvo algún caso de conocida utilidad
pública en pueblos de 80,000 ó mas almas, y hasta el
arreglo dermilivo de las parroquias.
3.* Todo convento de mendicantes se considerari
auxiliar de los prelados diocesanos, y dependerá de lu ju-
risdicción, en cuanlo para ello fuere menester.
4.* Quedando los regularos bajo la consideracioo de
auxiliares, las parroquias que eslen anejas en bqí eon-
ventos ó en sus dependencias pasarán á ser seculares coa
todas las consideraciones que najo este respecto les kan
correspondido.
Basb dbcimacuárt a .
Las alteraciones que produjere este plan en lo
tiro al clero secular, se entienden sin perjuicio dé kM
actuales poseedores.
Base decimaquinta.
■
Los individuos de los conventos que se saprinMm ü
trasladarán á las casas mas inmediatas y anchurosas dll
miimo instituto que so conserven , á las qse so agit-
garíñ los bienes m^^^YA^s i^ vMsoMbXM «qm p
S5
ím para la decente tnbsiatenGia de loa que se eita-
Ueican en ellas, decoro del callo, etc.
Base üegimasesta.
Se conservarán con destino á la enscñanxa primaria
y de humanidades, bajo el plan que el gobierno aproba-
re , las casas de clérigos regulares de las Kscuclas tías,
las cuales quedan oscepluadas do lo prescrito en la re-
gla 1.* de la base 13.*
Base nBCiMASEPTiMA.
La junta indicará al gobierno nara cada una de las
operaciones que abraza este plan , la concurrencia de la
•uioridad eclesiástica que fuere necesaria, según la na*
tnraleza de la cosa , ó según aconseje la prudencia.
Kntre otros trabajos de esta junta, debe hacerse es-
presa mención de una esposicíon que dirigió á S. M. con
motivo de haberse mandado espedir pasaporte á los reli-
Siosos de esta capital, designándoles los pueblos en que
obian fijar su residencia *. la junta eclesiástica no pudo
menos de suplicar á S. M. en favor de los religiosos es«
claustrados , á fin de que se dejase á cada uno la libertad
de fijar su residencia en el punto que eligiese. También
eatendió la misma junta un plan de estudio para los se-
minarios conciliares 6 institutos religiosos , un regla-
mento sobro circunscripción do diócesis, otro sobre igle-
sias colegiatas, y otros varios sobre arciprestazgos, igle-
sias parroquiales y juntas diocesanas, habiendo procurado
rennirdatos para resolver con todo conocimiento cuantas
cuestiones se habiaii encomendado á su celo y sabiduría.
£1 espirita que animaba á esla junta, sehallareasumidoen
las siguientes palabras: «V. M. quiere que los españoles
todos reciban abundante paslo espiritual v que haya el
DÚmero conveniente de ministros dotados sin superfluidad
ni mezquindad, como deseaba S. Ambrosio , y con esto
Y. M. quiero lo que la iglesia ha querido siempre , pues
qae en sus concilios generales , con inclusión del último
Tridentino , en muchos nacionales y provincialea ^ %xsl
Tanas cotistiiaciones apostólicas se halla constantanente
dispuesto que se proporcione el número de eclesiásticos
á las necesidades espirituales de los fieles , seryicio del
culto publico y rentas de las iglesias. Sin embargo, por
muchas causas que es escusado referir , y que vienen de
ordinario con las vicisitudes de los tiempos , se introdn-
jeron varios abusos en este punto interesante , y nuestra
España se resintió también de ellos , habiéndose aumen-
tado el clero secular y regular , en términos que se pro-
yectaron ó acordaron desde el siglo XVII las medidas mas
propias para contenerlos.
dEI mal no obstante quedó sin remedio , y á pesar del
celo con que los gloriosos abuelos de Y. M. lo han soli-
citado de la Silla Apostólica , de que se hace mérito en
los concordatos de los años de 1737 y 53 , y de las opor-
tunas providencias que contienen sus leyes insertas en la
Novísima Recopilación, aun subsisten bastantes reliquias
de tan añeja y grave enfermedad , que Y. M. por su real
decreto trata de desterrar.
»La junta no puede dejar de decir á Y. M., con Be-
nedicto XIY , que sus religiosas intenciones y las de la
junta tendrán por contrarios á los interesados en los abu-
sos autorizados con solo el tiempo y con un perniciosa
costumbre. Se dirán unos movidos de un celo que sega-
ramente no es según la ciencia, y animados otros de una
piedad que debe llamarse falsa, porque la verdadera no se
aparta jamas de las leyes eclesiásticas. A unos y á otros
se les podrá decir con la autoridad de los Concilios y de
los Papas y Santos Padres , « que no es el número de
. ministros , sino su calidad , la que hace la alegría, y el
esplendor de ia iglesia.»
»Part¡endo la junta de este principio , y uniendo sus
deseos á los de S. M. de que haya el número de eclesiás-
ticos, que por sú buena disposición , litcralura , virtud
7 laboriosidad pueda hacer el bien espiritual y aun el
temporal de todos los fieles de la monarquía , ha medi-
tado las bases que tiene el honor de presentar al fiu de
fstt e^MMicion.
3S
)»Mas como estas bases, si no vün precedidas de las ra-
lOnos que las apoyan , podrinn no olVocor una cabal idea
do lo quo son i»n sí , y do los saludaMos rosiillados que
deollas puodepronuMorso la nr.rion, \ . M. pernútirá que
la junta las dosíMivuolva v juslirM|iio.
»La última hase rospiMa ron la iiins i^rofunda vene—
wcion los dorochos rospoclivos do Ins auloridados que
b»n de intervenir en la aprobación do oslo plan. Conoco
la junta cuánta odiosidad suolou traor oonsij^o las impor-
tunas cuestionos quo puodon susoilarso acorra do lo quo
ácada una porlonooe. No ij^nora quo rooorrioiulo princi-
£ ios genéralos , mas ó monos oonmmnenlo admilidos, los
illos sobro estos derocbos varian oslrafiamonte según la
Tariedad inoonoobiblo do las opiniones (pío los bombres
bm abra/ado. Consultados losboobos qiio on diversos si—
Ílos y aun on uno mismo so iíos prosontim, :ío os menor
i vaiiodad quo so olVoro. rtooodor tüspulaiiilo on nego-
cios de tanta gravedad , os r.o Hogar jamas al cabo de la
discusión, inutili/ar los mas aooitaJ.ti:. provoolns, y dejar
las cosas en peor estado quo ol (|uo lonian. La jmita quie-
re que la buona fó y un piadoso dosoo do lo mas conve-
niente á la gloria do Dios y al bien espiritual y temporal
de la nación sean los resortes (|uo por todas partes obren
en esto inlcresanlo negocio. Y obligada á decir su sentir,
en lo que forma ol objeto de esta última baso, no se de-
tiene en anunciar francamente que V. M. dob » recurrir
¿la Santa Sede, interesándola nuiy vivamente para quo,
autorizando alguna persona de su conlian/a para todo lo
necesario ú la realización de este plan, proceda á ella jun-
tamente con la persona ó personas que V. Al. tenga á bien
dcsi^narporsu paite. Una autorización semejante cortaria
todas las dificultades: la unión do ambas autoridades ecle-
siástica y civil do^vaneceria. las disputas: los prelados espa-
ñoles Y el cloro entero so allanarian á todo con facilidad, y
b1 pueblo sencillo rospetnria como es debido las dis[>osicio-
aes que se tomasen. La autorización de que habla la junta
iebe ser cstensiva a<lemas á los reglamentos que muy
luego tendrá el honor do presentar, y sin loscuia^U^^^VA^
56
bases no ofrecerían toda U ventaja me de las tmasjf
rectas intenciones de la junta podría esperar T. E
Adoptada esta idea, la junta cree allanado el camiiiopm
todo el arreglo del clero secular y regalar de Espaiif J
esta nación católica esperimentará muy saludables mili-
tados.
))No por esto pretende la junta disminuir ea lo h
mínimo las prcrogativas del trono de Y . Mi , de ((ae ki
usado con repetición sus augustos predecesores. T.l.
las ha ejercido mas de una vez, desde que la nacionticM
la dicha de ser regida por su ilustrado y benéfico goimf'
no. En las cosas que claramente son de la competeidi
de la autoridad real , la junla no es tan temeraria fK
ose proponer límites. V. M. ejerce el glorioso títnlofc
protectora de la iglcs a y de sus cánones , y decongeni-
dora fiel de los derechos de sus pueblos. Lo que la j«b
propone únicamente se dirige á los puntos que laad*!
disciplina t;ene reservaiios á la Santa Sede , ó á aqoela
sobre los cuales suelen suscitarse disputas. £1 pateful
corazón del romano Pontífice desea el mayor neo *
esta nación generosa , que tantos tesmonios le tiene Mi
de firme adhesión y de un amor filial ; y no es creibkf*
cuando S. S. se ha prestado francamente k otras nadoit*
para sus arreglos eclesiásticos, solo la española quede prifi*
da de sus benéficas concesiones especialmente, siendocoii
son tan fundadas y necesarias las medidas que V. M.'c^
tomar con este objeto; y todo muy conforme con lo ^*
el sabio Pontífice Benedicto XIV prometió en ralmibi^
bre el coücordalo que con S. S. celebró nuestra cW
Unidas ambas autoridades eclesiástica y civil , y dirígü^
dosc á un mismo fin , todo se arreglará admiraUensí^
))Mas si V M. propende á que la junta examiaí''
tcnidamente y proponga los puntos particulares Mf^
entienda ser absolutamente necesaria, según ladiicip*
actual de nuestra iglesia , la autorización de la SaataS**
de para llevar á cabo las alteracionea íodiGadas aa ^
bases tomará sobre si este nuevo trabajo , aiufie pf[
auadida de que no será el imdio maui oportiatéi^''
57
dfiíeos de y. M. se vean eumpKdos. Entretanto, suspen-
fcaqui por ahora su discurso , preparándose para estén-
der los particulares reglamentos que tiene ofrecidos á
S.M., y después las preces que , según el sistema que
r. M. adopte, convendrá dirigir al primado de la uni-
rersal iglesia.»
El cardenal Tiberi convonin tanti> 04>n las ideas de la
Dnta^ que eran Ins mismas del señor obispo de Astorga,
quien trataba con la mas intima confíanza , que desdo
lego aseguró á este que cuando llegase á Komu baria
er á S. S. la necesidad dr proteger los proyectos de la
imtn, encaminados á voriíicar unn pronta reforma del
lero antes que las cortes se ocupasen en estos negocios.
*ero sin duda lo quo eii este sentido espuso el espresado
urdenal en la ocasión solemne que }a hemos indicado,
ii5 que fuese mal mirado en la corle pontificia, decía-
ida va contra los derechos do nuestra reina doña Isa<-
id II y á favor de las pretensiones de don Cirios.
' Por este tiempo tuvo el seftor obispo de Astorga la
higular satisfacción de recibir carta de su digno discípulo
protegido don Siribaldo Mas, que de Arden del gobierno
bjaba por Oriente » donde creemos (|ue todavia reside,
Mque con carácter público. La carta que hemos ci-
láo conlione entre otros particulares interesantes lo si*
!«Í6Qto :
Gran Cairo 14 de dicienhbre de 4836.
Mi amado maestro, etc.: Desde Reiruto pasA á Pataqui,
lilfepo, Hama , Honi , Palmira , Tribus de los Árabes del
lémrtode Bagdad, Damasco, liaalbek, Beiral, Tiro, Si-
|Mi> Áttty Nazaret, Naplusa , Sihnm, Jerusaiem , Betlem,
m Juan, Bamá, Jafá, (íaia, Cnaris y Cairo. He pasado
iMhas incomodidades, de las cuales la menor ha sido
¡amir infinitas noches al campo raso, bajo mi pequefia
iMda. Sin embargo, ne me arrepiento, porque el viajo
é Siria y Palestina es sumamente inter«sant(>, y pocos
m M iMjan heclM tan mtero como yo. En Ihiimira
4MI «1 «aiM é% uM ü^rUa tt^M «Mina '>«^tim
zs
\
itsi
M
m
m
58
Pocas minas qne la vista admira
Asilo de infelices mahometanos.
Hallé, y no mas, al visitar Palmira;
¿Quién oh fortuna , en pos de ti suspira?
¡Oh tiempo , quién se libra de tus manos!
Aquel que con su libro [Volney)
A esle claro lugar dio mas renombre
La deuda ya pagó del hombre.
• Aquel virtuoso sabio [Amat , arzobispo de Palmxrü]
Que el titulo llevó de estos despojos
También cerró los ojosj
Aun vive por mi suerte
El que heredó la miel de su almo labio:
¡Oh cielos! ¡Que no vea yo su muerte!!...
El señor de Mas y los señores López de Córdoba, i¿-
nistro de S. M. en Constantinopla, y don Ensebio Maní
del Valle, catedrático de esta universidad literaria, é in-
dividuo de la academia española, son los discípulos á quie-
nes mas ama, y con solicitud y cariño paternal. DcLopet
de Córdoba conserva un retrato en miniatura que tiene
colocado delante de la mesa de su despacho : hace poco
tiempo que ha recibido de él una Biblia en hebreo codIi
traducción castellana en caracteres hebraicos. Valle lo
acompaña frecuentemente, y le endulza las amarguras
que deben producirle los desengaños que eu su dilatada
vida ha esperimentado.
Disuelta la junta eclesiástica á principios de 1837, se
volvió el señor Torres Amat á su diócesis , ocupándose
esclusivamente en la provisión de curatos, en introducir
no pocas mejoras en el seminario conciliar de Aslorga. f
en proveer á todas las necesidades de su obispado. Nom*
brado senador por Barcelona , volvió á Madrid en no-
viembre de aquel año; en el Senado fué nombrado síenH
pre presidente de una de las cinco secciones en que se di-
vidia aquel cuerpo, y para varias comisiones importanlei.
Su avanzada edad y sus achaques le impedían kMu «•
alta voz; pero no por eso dejó de tooiar parte ~
a utaeno loperior á sas faculudes físicas cuando se
ató' de cuestiones relativas ú la Iglesia y al estado cclc'^
ástico. Guando se discutía el proyecto relativo á la do^
icion del culto y clero, <lec¡a entre otras cosas: «La rc-
Dlncion, semejante á una impeluosa inundación, que
TAsa cuanto había de prove<*lioso en el campo de la
Icsia, y que servia jpara alimentar á los que cultivaban
campo del Señor, solo ha dejado los zarzales y male-
ta. Pocos colonos vendrán á trabajar en este campo,
lies muy feraz, ahora estéril. Los jóvenes de talento,
•8 hijos de familias distiiíguidas y que hayan recibido
na buena edui'.ac¡on, no se dedicarán á la carrera ecle-
ástica, que solo seguirán los que por falta de medios ó
) talento no puedan emprender otra. Solo los pobres
iryirán á la iglesia. El párroco que llegue en su vejez
la renta de 9000 rs. , podrá decir que habrá llegado al
nnino de su carrera: un portero de secretaría tiene 106
¡000 rs. sin necesidad de seguir una carrera literaria!))
» La superstición y la impiedad están siempre pug-
nado contra el Evangelio, es decir, contra la Iglesia de
sucristo, sociedad que su divino fundador estableció
ra hacer á los hombres eternamente felices en !:i otra
da, pero de modo que comiencen á serlo ya en esta,
mo observó el célebre filósofo y político Montesquieu.
Eucblo espafiol no solo es católico, sino ademas, espe-
nente adicto á S. S. el supremo vicario de Jesucristo.
8 virtudes de Gregorio XVI le harán siempre atender
aa representaciones que le dirija el gobierno de S. M.,
sacindíendo de la nueva forma de gobierno que feliz-
iOic se halla establecida.»
)i)La sólida ilustración y religiosidad del Senado mo
sen confiar que no aprobará el proyecto de ley sobre
LaGÍon del culto y clero y enagenacion de las propie-
les de la iglesia. Como prelado de esta, y como espa-
1 católico, apostólico romano y amante de la Consti-
¿on que he jurado observar y defender, me opongo y
otéalo contra dicho proyecto de ley , porque en 61 se
ipoja al clero de la propiedad de sus bienes ^ y se ^«r«
40
rian muchos pontos de doctrina ocMéitMItf M» fWHi
de acuerdo con la suprema autoridad de la igleMifl v^k^
pendienlc de la civil en lo que toca aí dogma y i jas poik
tos de disciplina conexos intimamente con aquel.»
»£n el proyecto de ley de dotación del culto j ckni
se supone despojada la iglesia de sus propiedades, €8}ii
dueños son corporaciones esenciales á la religioUfflB
no pueden suprimirse. Asi lo juzgan las naciones osltii
de todo el mundo, y cnlre ellas la misma Francia, (jV
Yuclye ya á proteger las propiedades , que [su iglesia H
otra vez adquiriendo. Miro como supéruuoel probar f9B
es contra la Constitución el despojar al clero de sus pC9-
piedadcs , porque creo que la cosa es evidente. Los VHr
mos señores de la comisión no podrán menos de teoMf
que al culto y clero le suceda lo que á los regulares }
religiosas , cuyo lastimoso estado conmueve hasta i ki
que'han sido causa de él. Señores^ el maUrio/úms, (la-
mentado por la impiedad y la superstición , va desmen-
lizando las naciones. Los sabios de la antigüedad dejaros
demostrada la necesidad de la religión , j España , eo tpa
por especial [providencia de Dios domina la única Vfl^
dadera sin mezcla de otros cultos , ¿quitará los bieueiá
sus ministros? ¿Y á los maestros y celadores de la moral
de los pueblos , á los protectores de los pobres j opriflú-
dos, los hará dependientes de un alcalde?»
Guando se discutía el proyecto relativo á ¡urisdiccil-
nes en que se trataba de la eclesiástica, dijo: •Dmm
consignar boy en breves palabras las ideas queooola
mayor franqueza he emitido entre mis dignos compafterü
desde la instalación del Senado, ya en las secciones, ja
en conversaciones particulares, independiente sieiD|ffa
de los gobiernos en materia de opiniones, be sidodwa
mis primeros anos liberal v legalmentc progresista. Ha-
cha esta salvedad, me declaro en contra de este proveció
de ley , como me declaré contra el de enagenacion os ka
bienes del clero secular.
«Nuestras relaciones con Boma son de la mayor ii^
portancia, no solamente atendida la parte relifiíM fP
41
tul» iatevesa á k Moion etpafloU, «HUBeaUmeote cat^
l(ia> ano Umbien la política. Hace tres afios que el go-
Veroo formó una comisión de siete individuos, cuatro
di ellos ex-ministros do Estado y Gracia y Justicia, para
nuninar nuestras relaciones con la Santa Sede. Mi voto
fcé entonces y será ahora , que debia España ceñirse á
llfrar de S. S. que nos concediese aquellas gracias que
)l ha concedido á la Iglesia de Francia, de Italia y de
Otras naciones católicas. Señores: tengo portan falso (juc
li potestad eclosiáslica pueda arreglar los puntos de dis-
QÍ|íUna eslerior sin contar con la civil , como el que esta
píeda hacerlo sin contar con aquella. En los concilios ge-
Urales y particulares, especialmente de España^ se ve
coa eyidencin esta verdad. En ellos so declaraban por solo
kn obispos las cosas de fé ; pero en las de disciplina in-
lirveniau los reyes. En muchos puntos de nuestra disci-
|IÍDa eclesiástica se necesita reforma , como en el de ju->
ndicciones, dispensas y varias reservas pontificias. Basta
Mordar lo que pasó en el Concilio de Trento , y lo que
bspues han dicho los mas subios obispos. Pero ¿qué in-
lonvenienle hay en que nuestro ffobierno se ponga antes
le acuerdo con los obispos del reino y con S. S.7»
Prolijo seria hacer mención de las esposicioncs que
1 señor Torres Amat ha dirigido en diferentes circnns*
ilicias á S. M. y á su gobierno, con objeto de promover
il bien de la iglesia y del estado eclesiástico , asi como
M esfuerzos con que en el gobierno de su diócesis ha
nbajado para la mejora de las costumbres , para la
BSiruccion del clero , y para el mejor arreglo de loa
legocios eclesiásticos. En abril de 1839 dirigía una
everente esposicion á S. M., haciendo ver que eran
irepetidas y bien notorias las pruebas de fidelidad y de
esignacion que está dando el clero español en medio de
OS padecimientos por la causa del trono de vuestra es-
•IsaHija, nuestra augusta soberana doña Isabel II. Pero
e percibe en mi diócesis, decia, y creo que en todas las
(•mas del reino, un sordo y violento murmullo de los
VMblos contra el abandono en que queda en este afta
(1839) 1a BubsiiteAcia de los ministroB de te reU|ioB j
de su culto ; ruido tempestuoso , Sefiora i presagio m
cierto de una inminento y desecha borrasca. Añádase i
esto la tan chocante y escandalosa circulación y venta Je
los libros mas impios y obscenos que están prohibidos ci
Francia, Alemania, Italia y demás naciones civiliíadat
Todo lo cual hace creer al pueblo que va á destroini
nuestra santa re!i<^ion en España. Ol'enderia , Señora, h
ilustrada política y sólida piedad de Y. M., si después Ji
lo dicho me detuviera en suplicarle cncarecidamcDte le
digne emplear todo el lleno de su regia autoridad psi
remediar pronto tan graves daños , y precaver su fooei-
tisimo resultado.» Siendo ministro de Gracia y Justiciad
señor Arrazola , hizo las mayores gestiones, ya de pab-
bra ya por escrito , á fin de que se despachasen lastÑaai
que habia dirigido al ministerio para la provisión de bi
curatos de su diócesis. Tuvo el mayor empeño en doür
de buenos párrocos todas las iglesias de ella, caliGcaiA
del modo conveniente la capacidad y buenas costumbrtl
de los aspirantes. Respecto de los curatos de presenli-
cion laical , decia al señor ministro de Gracia v Juslicií
))si no se hace caso de mi larga representación sobre !>»••
veer estos curatos en la misma forma que se proveen te
del real patronato, representación que se halle bien bxf
dada, sejíun me manifoslaroa respetables magistrados, •
seré yo el obispo que ad:i:i(a párrocos indignos en mi 4^
cesis, por mas recursos <le Tuerza que hag¡n duques y
poderosos: así es que no lie contestado á sus cartas^
nombramiculos de curas á varios grandes, ni queriíi
nombrar por ecónomos á sus presentados. El juslífif
en procesos ias malas costumbres públicas, escasiimp*"
sible. Ten^o 07 años, y ya de nada necesito para mí.»
Otra de las reformas que primero emprendió en si'j
diócesis ¡fue, como ya hemos apuntado, la del seiuiurilj
conciliar de Astorga , em|>leando el 10 por 100 dd tch
nomato en formar un capital para becas de ostudiaUi
pobres, temiendo que podía quedar indotado el seM»*
rio con la abolición de los diezmos, en que se fondabn
45
Dvmtas, Para ello abolió d deitino de ecánamo que era
I Blejor qae proreia el obumo.
En 1838 oizo la visita ad Umina y dirigió á S. S. el
liado de su diócesis , acompañado de UDa larga carta al
wdenal Gregorio , quien la leyó con gusto manifestando
D. Salvador Borrell , que contestarla al señor obispo
I Aatorga. Varias veces le repitió lo mismo al entre-
urle aquel las pastorales de dicho señor obispo , y es-
Mdalmente la relativa á la versión de la Biblia sin notas:
Hso antes de morir volvió á decir lo mismo el espresa-
I cardenal, pero pasó á mejor vida sin hacerlo. Muerto
regrorio » se ha manifestado al señor Torres Amat que
I espere respuesta á su visita ad Umina..
En marzo de 839 fué nombrado por S. M. para una
imisíon que debia examinar y proponer lo conveniente
)«rca del estado de nuestras relaciones con la corte de
orna* No tenemos noticia de los trabajos de esta co-
lisión, que quizá por las circunstancias políticas que
ispues sobrevinieron hayan quedado paralizados, si es
le se emprendieron algunos trabajos. En agosto de 1840
Liigió su voz pastoral á sus diocesanos. Veamos de qué
tnera los exhorta:
«Terminada ya , amados diocesanos , la atroz y fra-
icida guerra que ha ocasionado á nuestra cara patria
defensa del trono de la augusta hija y heredera de la
kroua del difunto monarca, la angelical Isabel II, es una
ligación nuestra elevar al ciclo ardientes votos y ac-
ones de gracias al Dios padre de las misericordias , y
itor de todo bien, por haberse dignado apiadarse de
íaotros, y para que se digno derramar > especialmente
I estos dias, abundantes auxilios de su divina gracia
^bre todos los españoles, á fin de que sin embargo de la
iVersidad de opiniones en todos los partidos^ reine en
5^ aquella máxima cristiana y eminentemente social:
Htdad perfecta en las verdades de la f¿ católica : Liber"
d prudente en las meras opiniones particulares, y Ca«
dad fraternal y unión mutua en Jesucristo , en todas
a eoaas. Nadie puede ser reprendido si en las ca<b^^o-
Tomo ym. VSl
4*
oes hainaqM, oscura» wi sien^grf. ^. i.i|iterroi)Mihtev|yi
no concieraen á la salad eterna > cada cual abuáig^ en i|
é^níiry según la regla del apóstol San Pablo , aka^uiia
la opinión que le parezca mas verdadera, coa tal q|BM(k
discrepancia de los enlendimíentos no produzca la dis-
cordia de las volunlaJes, rompiendo el dulce viacojbdB.
la carídiiil. Y cierlamimle seria uua gravíjíima iq.ivil
hecha á las verdades que Dios nos ha revelado, el igoft*.
lar con la certeza de estas los pensamientos siempre tí-
midos 6 incicrlos de los hombres, pretendiendo w-
tivar la razón no menos en obsequio de estas que ik.
aquellas. Mas aun cuando alguno de nuestros hecmiioi
caiga desgraciadamente en la impiedad u otro delito, ih
hemos amonestarle, como nos ensena el apóstol, con vf¡^
ritu de mansedumbre (Gal. VI. 1) ; Y hasta los qne ú»
tamente contradicen á la verdad, debemos reprendflikl
con modesta dulzura, por si quizá Dios ios trae ápíljr
tencia para que la conozcan, y se desenreden d^ b|
lazos del diablo que los tiene presos á su arbilú
{II. Timot. II. 25.)
»La paz de Jesucristo, nnestro amantísimo ^ikk
abunde cada dia mas en vuestros corazones; ponjue
ella seréis felices cuanto cabe en este mundo, y goa*
reis después de una caridad eterna. Esta paz divina ah
que ardientemente os deseamos , amados hijos nueiMi
Íen nombro y con la divina autoridad del mismo SeW
esucristo. Supremo Paslor de la Iglesia, os enviaiMll
bendición del Padre y del Hijo y del Espíritu Sanio.'
Es digno de ser leido el arreglo que según la nii0¡l
pastoral introdujo el señor obispo en el espresado N^
nario, asi como las economías que estableció en loicAr!
cursos y provisión de curatos. aCIros anos há» diceiffj
se ocupó por la fuerza militar y se transformó en >l|j
casa fuerte el seminario episcopal de Astorga, qiiaM|
que llegamos á esa diócesis, habia sido uno de k» p*
meros objetos de nuestro celo. El inminente pelfS'^^
que se halló la ciudad en agosto de 1836 de ser ínTivy
por las trop9L& enemigas que entraron en I^eoot
4tf
qe w fortificara dicho seminario, Gracias á Dios ao
larOD aquellos tiempos de tribulacíou ; y el digno
10. señor capitán general de Cuslillu la Vieja , aten-
ido a imeslros julios clainuros, dio Orden al cuinau-
te militar de la provincia para que ñus devolviese el
icio» con la pre\eiirioii do qno por ahora se conserv-
en el misino oslado en que se liullan sus obras de
ificacion» hasta que el gobierno superior resuelva
pueden ja deshacerse como innecesarias. Posierior-
ite S. M. se dignó mandar por real orden de 2G de
¡1 de este año, que nos conmnicó el Excuso, señor mi-
ro de Gracia y Justicia, lo mismo que inlerinanuuite
insiera el E\cmo. señor capitán general.
sEn estos años de estar cerrado el seminario sola*-
lie hemos podido, con el corto auxilio suministrado
la Junta diocesana, sostener á los catedráticos, al
i^ptor de gramática latina ^ á su ajudante^ con una
Jica dotación para que continuasen abiertas las cute-
I en distintos locales de la ciudad, j ganasen los es-
ires cursos literarios; y ahora, á pesar de nuestros
smentcs deseos, todavía es imposible restablecerle
le luego como estaba antes. La pérdiila de sus rentas
le ha reducido á la nulidad, y presenta en el dia el
Sncólico aspecto de un solitarii> albergue, ese her-
O edificio, poco hace florido plantel de jóvenes des-
ios para el servicio de la Iglesia y del Estado. Muchos
inaristas y estudiantes pobres (|ne niantenia queda-
hace tres años sin alimentos ni habitación; y varios
tenido que abandonar los estudios j' tomar otra car-
6 mendigar un escaso sustento de las almas piado-
Solamente á algunos pocos que estaban ja muy ade-
idos hemos podido darles una limosna para concluir
BStudioSj y poder salir al concurso á curatos, en el
han obteniílo su colocación. A lodos estos bene-
itos seminaristas (|U:^ mantenía el establecimiento y
Redado sin alimentos, les habíamos adjudicado las
a en méritos de su oposición á ellas, y así eran entre
Morrea eslndiau tes , los de mas talento, aplicación j
46
buenas cottombreí .«-«Para alimentar i major nfunciolB I
jóvenes se habían dÍTÍdido alganas becas en dos nitali
siempre qae algnnos pobres hallaban arbitrios parapinr
media pensión. Todo este bien ha desaprecido , t queb
sin este consuelo muchas familias de honrados labraiiH
res. Pero confiamos en Dios que pronto se proTeerik
un modo estable á la decorosa dotación del culto y den;
y por necesaria consecuencia á la absolutamente infr
pensable para mantener el número de alumnos que exifi '
la sucesiva provisión de cerca de mil parroquias ^ \
cuenta esa vasta diócesis. No habiendo en ella mas origei
de riqueza que la agricultura y un pequeño comercio i|
industria 9 son pocas las familias que pueden costetfhj
larga carrera eclesiástica á los hijos que se inclÍDa i !
ella, y por eso hemos resuelto abrir otra vez pan i\
público ese seminario que se nos acaba de devoher. '
»Mas hasta que esté suficientemente dotado, iakh\
mente podemos por ahora ofrecer á nuestros amata
diocesanos que costeando el seminario la escasa dali-
cion de las cátedras, y demás gastos que acarrea el afl^ I
tenimiento de una casa de educación, podrán eaTnri]
61 sus hijos como lo hacían anteriormente ; y aan Mpein
E adres que no puedan pagar la antigua pensión, pottl
acerlo dando solamente tres y medio reales diarioilM
rante el curso , anticipados por meses. ¡Ojalá qae es*]
antes pueda volver el seminario á mantener el coaiM
rabie número de pobres estudiantes que tanto huM^
han dado , y que con tanto fruto están dirigiendo oad^]
simas parroquias de esa diócesis, y son el cOBwbTl
edificación de los pueblos! J
» Desde 1.^ de setiembre se recibirán en noesbiiH
cretaria memoriales para ser admitidos en el seiiliBiAl
teólogos, filósofos y gramáticos, siendo prefinidas 1^4
clases según el orden espresado , hasta conmlelfl'^Q
ahora el número de treinta , advirtiendo qne u ayHJg
de él y de sus cátedras de filosofía y ciencias sekflMU
se verificará el dia 1.^ de octubre próximo , y fi(¿9
la adnusion^ ré^eu interior j educadoii Mil J 01
4ú
47
|flM. é iDBtniccioii cientffiea de los alumnos , ademas de
B ántignas reglas qae permitan obsenrar las actaales cir-
llistancias , regirán las siguientes :
1.^ «Para el inmediato gobierno del seminario , en jo
letorato nos conservamos por ahora » habrá un director
mrdote^ y un yice-director que hará también de ma--
irdomo » sin mas obvenciones por de pronto que los ali-
fñtos , en cantidad "algo mayor que la de los seminaris-
I y adornas un portero^ un cocinero con su ayudantet
los ó mas fámulos para servir la comida de todos en el
klBCtorio , cuidar del aseo y limpieza do la casa , y asis-
ral que estuviese enfermo, á quien visitarán canñosa-
ttto varias veces al dia el director y vice-director , ce-
ndo que nada le falte , y avisando á los padres 6 fami«-
^ si el mal se agravare.
S.^ » Los alimentos que se darán á todos los semina-
HUs serán los siguientes : por la mañana un cuarterón
) nan ó sopa abundante por almuerzo: al medio dia sopa
pbien en abundancia » con un cocido de media libra de
ne y dos onzas de tocino con los garbanzos y pan cor»
Bondiente: y paraconar^ ensalada y guisado de carne
cálao» huevos, etc. , todo de buena calidad, bien con-
tentado , y en una olla común para los superiores y
bgiales. Los domas gastos de cocina, luces, fuego,
■a y conservación del edificio correrán por cuenta
I seminario. Y como esto no se propone reportar nin-
p .lucro, y si .repartir entre algunos estudiantes pobres
l.sobras que pueda haber , se ha calculado que para to-
I esto bastará que contribuya cada seminarista por ahora
n los tres reales y modio diarios, según se ha dicho,
lando por consiguiente de contribuir en tiempo de las
oaciones de verano , aquellos que por sus cortas facul-
les vayan á pasarlas en sus casas. Luego que cobre el
tlrinario la necesaria dotación , se les rebajará aun la
Mion seQaladaá aquellos seminaristas que sean mas
g^ores á ello por so aplicación » buena conducta y
Mor «soásea d« sus fatmliaSi Atendidas las cireuní^
4lB
gira que TÍstan el traje de semitiarista ; ttít6 iámt
ner iodos un capote ó capa para ir al ania 6 pannbi
paseo. La asistencia de médico, cirujano y totklCl^
rerá por ahora á cuenta del enfermo. ■ l^
3.* ))Los pobres csludiunles que por oposidwnto'lj|^
A a'
kVBt
para volver a^
Be atenderá según lo permilan los fondos que se..^ _
carán á eslc en la dotación del culto y clero, |J>
4.* ))EI porlero vigilará mucho para que no ^Wfl^
el seminario ninp^una persona á tratar con los se"^™*
iso pe
rector ; pero ni estos podrá
tas sin
minano ninp^una persona a iraiur con ios ^"|7"ri||
in previo y espreso permiso del director 6 YÍ»**|^
>«;v%or ; pero ni eslos podrán darle para entrar "'■ffljuj
mujer sin preceder licencia nuestra 6 del gobcmador«>lj
diócesis , que solamente se concederá á las madres i pl^
fl
rientas de edad madura cuando estuviere enfermo ^^|||'
minarista. "
5.* ))EI director no nos propondrá ningún j6vcli|J
ser seminarista, sin tomar antes informes rcscnpj
acerca de su índole , costumbres y disposición pflTlP
letras, cuyo espediente nos presentará para decretirOII
su admisión^ incluso siempre el testimonio del pMP
respectivo ; pero luego que observare en cualaaieral*
no cualidades que puedan perjudicar á los aemaifiJI
dará parte de ello, y con nuestra anuencia, avisará i*
[ladres ó personas que pidieron su admisión para qni*
o lleven otra vez á su casa ; puesto que no es el •¿Df*
rio casa de corrección de díscolos , sino de cdacad*"
instrucción de jóvenes morigerados. Y para evilír IH
perjuicios que se silguen á los escolares, asi cnsoB**
trijccion como en su moral de esíar muchos dias sin W"
clon 6 aula, no habrá mas vacaciones durante cl cW»
que en los dias de liesta entera.
()." » Aunqne á los padres que no puedan coslcaf to*
dos los meses del afio los tres reales y medio diarioi *
loa permitirá po;- a.'iora d auc pasen stts hijoi el fttJJ
49
I jpobres» solo íe les permitirá á estos estar
lers con sns familias tros semanas. Los meses
3S emplearán dcspacs del repaso en el estudio
ano y rúbricas, en el de la historia universal»
lar (le España « elementos de agricultura por
LO de Arias, y demns conocimientos propios de
s para utilidad de los fieles, como las lecciones
para labradores y artesanos , y el Srmana^
ti, de que repartiremos gratis algunos ejempla-
lio de nuestros arciprestes. Tenemos el con-
)or podido asegurar para muchos años en ade-
ribucion anual de premios que se ha empezn-
ir, y en lo sucesivo se distribuirán piinlica-
a de la apertura de las aulas después de la
igural. A este ñn hemos dado ya al semina-
n porción de ejemplares de nuestra versión
) la sagrada Biblia; de la Historia Eclesiástica
QO Sr. arzobispo Amat , con algunos cursos
üa ; del Diseno de la Iglesia en lalin y en cas-
los preciosas obritas Felicidad de la muirte
egula fidei del sabio jesuíta Veronio; Pláticas
I panegíricos del limo. Sr. Climet, etc., y cou-
r distribuir algunos premios en dinero para
imbien de socorro á los pobres escolares que
de los demás por su ejemplar conducta y ma-
)d. Nos gozamos ya en la esperanza de que
e jóvenes formará algún dia un fuerte escua-
énsa de la religión y buenas costumbres de
cbsanos , y nos prometemos que cooperando
á la relicidad temporal de sus amados feligrc-
I los empleados puestos y pagados por el go~
movidos solamente del espirito de la caridad
via de una útil diversión 6 descanso de sus
dios sagrados , harán enmudecer á los ene-
!Stra santa religión , á la cual pretenden es-
8U fria , estéril y mentida lilantropia , que si
C8 provechosa á la humanidad, ei poraóo ie
apai^iinéiá del aiH»» rAUgiMo « «ttliaft^W
50
gálica 9 ocultando la vanidad , orgullo 6 egoiamo
que muevo á ciertos actos de beneficencia pagana 6 m-*"'^
tiK I Oh, si pudiéramos ver á todos nuestros coopendon^tf
penetrados de este vivo deseo del bienestar temporal 1^^
sus feligreses ! ¡ Con cuánta mayor docilidad escucharia^ff
estos , y cómo no dejarian nunca de adorar y practícir"^
las Tcrdadcs sublimes y consoladoras máximas de nneitn^
santa religión , predicadas por su pastor , su padre y n^
verdadero amigo , que comparte con ellos sus gozos ]^
sus penas por pequeñas que sean! La predicación desde dfl
pulpito ó el altar ha de ir siempre acompañada con la '
nuen ejemplo de vida. Releed muchas veces, amados c<
pcradorcs nuestros en el ministerio apostólico las tiemiii— '
mas cartas del apóstol S. Juan , y llenaos del espirílu da^
caridad que rebosan todas sus palanras para imitar el bUo-
do y amoroso lenguaje con que instruid y amonestaba t
los fieles de Efeso y demás iglesias: leed las de los otroi^
apóstoles del Señor , y sobre todo las Ilomilias ó cooTer*
saciones que se digno tener con los hombres, aun coalo
pecadores , el Verbo de Dios encarnado , y se nos refie-
ren en los santos Evangelios.
«Vamos también á participaros, amados fieles , algu-
nas otras providencias que hemos tomado para el bieods
esa diócesis. Arreglado lo concerniente al seminario epis-
copal , de cuyo buen régimen y enseñanza depende qis
haya párrocos virtuosos 6 instruidos en toda la diócesiii
considerábamos con dolor que no habian podido tener
efecto las enérgicas y respetuosas representaciones ov
de viva voz y por escrito habíamos tenido el honor de M-
cer á nuestra augusta y religiosa reina Gobernadora, so-
bre la pobreza en que habia quedado el clero y especial-
mente los párrocos; de los cuales, sogun hicimos pre-;
senté á S. M. , recibian el grano para la sementera ciÁ
todos los pobres labradores del obispado, 6 bien de li*
mosna , ó nien por préstamo gracioso , cuando dcspoes
ban tenido que Ir á comprarle tal vez á los mismos arreo-
dádoi^eidé lofldüeatiioii quo stí los lUvarúñ lejos dal ftiitUp*
V ^«fldo 4tté ha «i li éa^rai^ ^í kti¿íá úmiá
51
medio , á pesar de la ternura y sentimientos generosos
n que S. M. se dignó escuchar nuestras súplicas, cre-
ndo por otra parte que después del memorable conve-
E> de Vcrgara ya el estado politico de las cosas permi-
i pasar á la provisión de doscientos ó mas curatos ya-
ntes, sin que nada obstara por parte del gobierno de
M. , al cual participamos nuestra resolución , dctcrmi-
Lmos convocar á concurso para curatos en los días 6, 7
8 de noviembre último ^ dejando esprcsamentc mas de la
itad de ellos para llamar á segundo concurso cuando
' viese el feliz éxito del primero y se hubiese desvanecido
iteramcntela timidez que nos inspiraban algunos que
dan con menos conGanza la próxima pacificación . do
lestra patria. Fue luego muy viva la satisfacción general
»D que se vieron nombrados por S. M. todos los propues-
> en primer lugar de las ternas , y mas todavía el que vi-
ese también aprobada la erección de nuevos curatos, que
^ gasto ninguno de los pueblos decretamos por medio de
'pediente formado en nuestra secretaria de Cámara , oido
^"Uiiero el dictamen de la Diputación provincial y do la
^i^ta diocesana, y antes de estos el de los pueblos inte-
'>ados y de varios párrocos respetables y conocedores del
^i>« Ya« gracias á Dios, aldeas que distaban una ó dos
S^as y aun mas de la parroquia 6 iglesia matriz, gozan
;! gran consuelo y utilidad de tener cada una su propio
^«^oco.
^ Informados desdo que llegamos á la diócesis de los
'^Biderables gastos que en cada concurso y provisión de
T^tos se ocasionaban á los nombrados, creímos de jus-
'^^ , atendida la pérdida de los diezmos , disminuir cuan-
<^os fuese posible dichos gastos , á cuyo fin circulamos
^^ todos los arciprestazgos y fijamos en la puerta de
^^aira secretaría el aviso de que atendida la enorme baja
^ los réditos de los. curatos, y mientras arreglábamos
^tuitivamente este punto , pagasen los provistos una
^^or cantidad de lo que hasta éntofai^és se uabia enigidoi
^Q lueto vimoi tota tniíclio folatoif loi Uthtfi ikhmi
59
S. M. por parte de su gobierno eli loÉ pl^iA ^eie'ch^bá
antes á los agraciados ; con ellas se disminny6 casi en xak
mitad ó mas lo que dcbian satisfacer para poder entratM
posesión, y algunos párrocos nos hicieron desptiefl obierTtf
que en la provisión de los curatos del último concurso M
les habian ahorrado mas de 50,000 rs. Pero desde enton-
ces conocimos que para dar estabilidad á semejante refor-
ma , era conveniente ponerla en noticia del gODictnopan
que la protegiese. En seguida , conforme á lo ofrecido ea
nuestra anterior circular sobre arreglo de derechos en ios
concursos , hornos decretado las siguientes disposiciones:
1.* ((El pago de 80 rs. al provisor por dar la institu-
ción canónica de cada curato , que en el último concorso
rebajamos iM) rs. queda estinguida del todo ; y aun cuan-
do no pueda dar alguna vez la colación el prelado, la dará
siempre gratis el provisor ó el gobernador eclesiástico, en
caso de lial>erle , por ser esto mas conforme al cspirítn
de la Iglesia y disposiciones canónicas en el concilio de
Trento.
2.* »Por la misma razón el pago que se hacia pof los
electos ])árrocos, á los examinadores sinodales, á su pre<
sidcnte y al secretario del concurso , aucda enteramente
abolido : el prelado sabrá manifestar ae otra manera el
aprecio que hace de los servicios prestados por dichos
señores á la diócesis.
3/ »Los 120 rs. que se satisfacían por cada páfrooo
al notario de la Curia , por el testimonio del titulo de co-
lación y profesión de fé (que podría despacharse tamUen
por nuestra secretaria de Cámara), asi como los 80 rs. al
procurador por las diligencias de la firma al concut^en
nombre del opositor y avisar á 6ste lo que ocurra (lo
cual podria hacer el mismo opositor ó algún amigo 6 en-
cargado suyo), (juedan reducidos á 60 rs. para el nota-
rio y 40 para el procurador , cuya diminución se tom-
pensa con no proveerse las notarlas y procuras vacantes,
según lo que al llegar á esa diócesis nos pidieron los no-
tarios y procuradores de la Curia , alegando el núoierft
«NjrfVoqa«lubVtLd^dL\«%,^^«ssaftid«^ '
85
dando con mettos ocupación |K)r efecto del nnevo sistema
de gobierno ea España : motivo poderoso ñor el cual nos
proponemos no nombrar mas empicados do estas clases
que los absolutamente precisos sin ningún desembolso do
su parte , y sin mas consideración que la de su probidad,
méritos y aptitud.
4.* »E1 religioso 6 importante acto de la colación ó
institución canónica de cuaI(|uior prebenda , curato ó
titulo eclesiástico, se bará en adelante por nos ó por el
gobernador eclesiástico ó provisor; no como hasta ¿iliora
se hacia en la Curia ó pro\ ¡soralo , sino en nuestro ora-
torio, con la solemnidad con que lo hemos practicado al
instituir los ochenta y ocho párrocos provistos del último
Concurso: coinenzáncíose esle respetable acto con el ju-
ramento á la Reina y á la Constitución, según lo prescrito
por la ley ; después el de obc<Hencia al prelado : en se-
Suida la fórmula de In institiUMon canónica c imposición
el bonete, etc.; luego la profesión de la f6; y al fín
quedando solos con el prelado, les hará éste una exhor-
tación relativa al cumplimiento de las obligaciones de un
párroco en la parle religiosa y moral, y también en la
Íolítica ó civil que tenga especial relación con aquellas,
iculcándoics mucho el atiende tihi et doctrinoí , del
apóstol san Pablo.
5.* » Desde el principio de nuestro ministerio episco-
! rebajamos en una mitad los derechos de la secretaria
e Cámara ; ahora tenemos el placer de abolirlos cntera-
tnonle, y reducirlos al pago del gasto material de papel
é impresión hasta que aun este so. pueda quitar y ser ri-
Surosaincnle gralia todo lo (|ue se despache en ella. Cuan-
o se arregle, deiinitivainente la dotación del culto y cle-
ro, se proveerá á los gastos que ocasionan á los arcipres-
tes ó vicarios foráneos , las comunicaciones de oficio,
éirculacion de órdenes, etc.
6.* «Nuestro provisor nos dará parte de todo litigio
i|ao se instalare en la Curia, para probar, antes que se
haga gastd ninguno , por nos miamo caando convontfa ó
r.
54
como acabamos de lograrla en el pleito qne hahiaiMtift-
rado el ayuntamiento de Baillo, anejo de GorDontot
contra su párroco, el arcipreste de Cabrera aJU. Ca
obispo , mas que con procesos, debe obrar con la^edcr"
tacion y los consejos , con las ingeniosas maneras qoe
dicta la caridad cristiana , que es eminentemente sooil
y benéGca , según nos esplica el apóstol san PaUo
(I. Cor. XIII.) De la palabra de Dios , decia un sabio pre
lado y no hay apelación ; y en las sagradas Escrituras k
nos ensefia á cada paso , que antes de pleitear debemos
apurar todos los medios de conciliación con nuestroi
hermanos.
7/ x>Preyeniraos á los párrocos y ;demas sacerdotes,
que aunque por ahora sigan los arcedianos con el |Qom-
bramiento de arciprestes de la diócesis , los cuales son
nuestros vicarios foráneos , no deben reconocer por tales
sino á aquellos que se nombren con nuestra espresa apro-
bación ; la cual concederemos ó negaremos según nos lo
prescriba el bien de los fieles, atendidos los informes
que tengamos de las calidades morales, científicas y civi-
les de los electos, que tanta parte tienen en el acierto de
nuestro régimen episcopal.
8.* 9 Volverán á enseñarse las rúbricas y ceremonias
de la Iglesia y el canto llano en nuestro seminario; i
cuyo fin el maestro de ceremonias de la dignidad epis-
copal , al cual encargamos la publicación y composición
del Dietario del rezo canónico , arreglará una lección se-
manal, que dictará y esplicará el sáiíado á todos los one
estudian las ciencias eclesiásticas, después de salir de las
aulas los escolares.
9«* » Anunciamos y repetimos á nuestros amados dio-
cesanos qae cooperamos con singular placer á que en los
pueblos se establezca 6 mejore la enseñanza de las pri-
™^'lii ** y principales reglas de aritmética , dando la
posible estension á la educación religiosa. En estos mis-
SSTm i!L^''*^™«* *« formalizar la cfeccion de dos da
EÍmmSu^^I ^^^ «a Mociüoi i otra m d látttttarío dé
55
nediatamente ún duda aipellos distritoi de la dióeesú.
El aingalar beneficio de la primera escuela es debido á
I^Uustrada piedad del digno hijo de Mocejos , barrio de
^nza, partido jadicial de Yiana, en Galicia, el agnsti-
^\auo P. Herrero, cura párroco de Capis, en las islas
'ilipinas, el cual al leer en las santas Escrituras el espe-
cial amor con que Jesucristo acariciaba los niños , resol-
"^ió enviar al prelado do su pais nativo cl fruto de su útil
diversión de criar tortugas en cl estanque de su casa-
parroquial, y yender las conchas á los chinos. Todavía
osla viva en nuestro corazón la grata impresión que nos
causó la carta en que nos esplicaba su benélico y patrió-
tico proyecto, dejando á nuestra voluntad el designar
algunos sufragios por su alma.
10 » Encargamos á los ]|>árrocos y ecónomos, y es-
pecialmente á nuestros vicarios foráneos los arciprestes,
que nos avisen de cualquier abuso que observen en las
funciones religiosas de las parroquias ; porque si nunca
deben tolerarse , mucho menos ahora en que la impiedad
toma do ahí pretesto para atacar y ridiculizar, hasta
en los pueblos y aldeas mas pequeñas, aun aquellas prác-
ticas ó funciones públicas do sólida, bien que sencilla
piedad cristiana , heredadas por tradición de sus mayores:
ejercicios devotos que los párrocos deben procurar que
80 conserven , librándolos de cualquier abuso que el
tiempo haya introducido , y procurando restablecer la
limosna ó socorro que antiguamente solia distribuidle en
las fiestas populares entre los mas pobres y desvalidos de
la parroquia , hermosísimo acto de caridad frateréal , y
prueba muy elocuente de la santidad de nuestra benéfica
religión.))
Ademas de la traducción de la Biblia , ha esc^Hto el
señor Torres Amat las Memorias para un Diccionai^O cri-
tico do escritores catalanes: en el prólogo de esta obra,
y en varios artículos , se manifiestan sus opiniones y se
dan noticias de su vida. Ha publicado también variaa pas-
torales y sermones: el Arte do viyir en paz, un^ tomo
en 12.*; Crónica de Cataluña por el Dr. Pujades, 3 to-
S6
m08 en 1.'' mayor; yida del sefior Amat, ariobiipi út
Palnüra , y un apéndice á la misma, compueato de aoUi
y opúscnlos , 2 lomos en 4.^ ; Felicidad de la mnerUcrii-
tiana, 1 ionio en 8.° Ha eslendido ademas varios escritM
para las Acudcmius de la Lengua y de Historia, delasipie
es individuo de numero, lo mismo que de la Greco-Latina,
la de san Isidro, la de Geografía de París y otras mochu.
Ha estendido varias inscripciones, y compuesto algimai
odas en griego y hebreo. Ha recibido diplomas de muchai
sociedades y academias eslranjeras.
Para dar una muestra del estilo del sefior Torreí
Amat , baslará copiar de la vida del arzobispo de Palinin
la dedicatoria que dirige á su digno tio, la introduccioDi
y el retralo que traza de este virtuoso y sabio preladOt
retrato dig[io de Tácito.
A. LA TIERNA V GRATA MEMORIA DEL IlMO. SEÑOR DOK Fl-
L1X Amat , arzobispo de Palmira.
Subiste ¡oh alma grande! á la regía y sublime rnaor
sion de la' paz y caridad , donde contemplas ya de lleno j
sin celajes la santa Verdad , por la que tanto suspiraste.
Mil lazos del mas puro y acendrado amor me unieron i
tí sesenta años hace: lazos que siento estrecharse cada
dia mas después de tu feliz traslación á esa morada
eterna. ¡Sabio y amantisimo mentor mió! Nunca he oW
vidado que te debo á tí las máximas de aquella filosofía
divina que en seña al hombre el maravilloso secreto de
vivir feih aun on medio de las revoluciones y trastornos
de esta vida. Deseoso, ahora mas que nunca ^ de que tan
precioso secreto le conozcan 'todos los mortales, estás
mirando con phicer el que yo procure por medio de
tus escritos hacerle penetrar hasta el humilde y lóbrego
recinto do yace el mas miserable entre ellos» y espero
que la historia de tu vida^ justo tributo de mi ardiente
gratitud, niover¿i á los lectores á buscar en nuestra di-
vina ]r consolado! a religión el verdadero talismán ó arte
celestial de sacar la felicidad de las entrafias mismas de
la desgracia.
«7
.liEn el sagrado libro del Eclesiáutico (c. XXXIX) se
imieoda como uaa ocupacioa luay loable el recoger
Í9Cumentos y esplicaciones útiles qui nos han dejado
Hsrones célebres. La bislorla de los hombres que se
distinguido por su sabiduría ó su virtud ilustra
ilfo eoteadimieato , al mismo tiempo que iafbma
itra YoluQtad á seguir su ejemplo. El mas bello elo-
aae. puede hacerse de uq varoa esclarecido, es el
licar una historia de su vida que represente como
lel retrato hasU sus menores acciones y revele sus
ocaltas virtudes. El verdadero mérito es aquel que
le sufrir el examen y juicio imparcial de la historia;
Us virtudes de la vida privada oo afianzan la reputa*
i que se ha adquirido á I09 ojos de sus contomporá-
9v ilusos muchas veces ó engañados, tarde ó temprano
I la ilusión , la máscara cae y el héroe se desvanece,
letrada de estas verdades la real Academia de la His*
ia, encarga siempre á alguno el recoger datos para
ribir la vida de aquellos célebres académicos que han
ado á la región de la eternidad. El haberme honrado
i este encargo , cuyo desempeño miro como un deber
>9 y también el natural deseo de espresar en algún modo
tierna y justa gratitud dando á conocer mas el mérito
I varón sabio á quien debo toda mi educación, y que
r espacio de cuaretita años ha sido mi segundo padre,
Erimer amigó, y el mentor de todos mis estudios,
ace tomar la pluma para escribir la vida de un ilus-
) prelado , llamado ya por muchos el Bossuet de la Igle-
i ae España , muy conocido entre nosotros y entre otras
dones por s)is producciones literarias á favor de la re-
;ion y para la felicidad de los pueblos ; la vida del
no. señor don Félix Amat , arzobispo que fué de Pal-
ira , .^bad de san Ildefonso y confesor del augusto mo-
nea el señor don Garlos lY , durante los diez y siete me-
8 últimos de su reinado.
»Pero antea debo decir los medios y auxilios qjue he
S8
tenido para formarla, á fin que por la solidez y antenlid*
dad de 108 datos en qae se apoya pueda merecer h cod—
fianza y autoridad que reclama toda historia: ya que no
me es dado el saber presentarla con aquel estilo grsTe á
la par que culto y ameno que tanto contribuye i realur
las acciones de los varones célebres, y al placer con que
se leen sus vidas.
»Hc sido testigo de vista de las acciones del limo ,
sefior Amat por espacio de treinta y seis afíos, desde ane
cumplí los catorce do edad en que se encargó de mi eoa^
cacion, hasta el afio 1822. Y en los siete que viví fuen
de su casa, esto es, en el de 1801, y después' desde 1816
á 1820, y últimamente desde setiembre de 1822 al no-
viembre de 1824, en que murió, aun en estos intcruloi
pasé muchos meses en su compañía , y en los demás re-
cibía carta suya todos los correos. Fui su amanucase do-
rante muchos años ; y las circunstancias de ser su so-
brino y ahijado, me han proporcionado exacta noticia de
los sucesos de su vida, y hasta de las acciones mas inte-
riores de su vida privada. Quedan en mi poder todos sos
manuscritos , y ue ellos he sacado gran parte de las k*
chas cronológicas y algunas noticias do su vida , que tal
vez no conservaba ya con exactitud en mi memoria. De
estos manuscritos y de sus cartas , aun las familiares qoe
escribía ó dictaba en pocos minutos, y también de sos
obras impresas me valdré á cada paso para presentará
mis lectores una viva imagen de su grande alma, hacien-
do conocer su carácter peculiar y sus opiniones con sos
mismas palabras, ó las producciones de su mente. Y como
apenas hubo en España , en su tiempo, sabio alguno que
no tuviera con él amistad ó relaciones literarias, podréy
sin desviarme del objeto principal, adornar y ameniurla
vida dcrarzobispo de Palmira, con varias noticias biográ-
íicas de otros sabios españoles contemporáneos sujos, J
anudará conocer no pocos cuya memoria, muy digna déla
Eostcridad, queda solamente en preciosos escritos, quepro-
ablemcnte no verán nunca la luz pública, ó á lo mas den-
tro de la pequeña esfera de cuatro modestos amigos , qoe
S9
líos Tivea y moriráa -desconocidos y arrinconados.
Retrato del abzobispo de Palmira.
'eo haber descrito en esta historia los principales
y virtudes del limo, señor Amat, hombre de bien
¡rechas , justo en el riguroso sentido de esta pala-
mpasivo, misericordioso , desinteresado y amiga-
Leda bien probado su ardiente amor ú la verdad y
inuo afán para conocerla^ su celoaposlólico en dé-
la Iglesia contra todos sus enemigos, su moderación
s las cosas, y una sinceridad á toda prueba. Ho
rerque tratando con los libros conservó siempre
ra sencillez, que suele perderse fácilmente tratan-
úko con los hombres, y que la tuvo siempre exenta
sUa secatura ó desabrido encogimiento que suele
en los que llevan una vida afilosofada. Aunque
en la corte y vivió en palacio, nunca fué cortesa-
irendió aquel forzoso disimulo , que tanto repugna
3 á un corazón sano y recto. liemos visto que con
lición apacible y mansa, unida á su gran talento
*, se granjeó la amistad de cuantos llegaron á
; al paso que con su rectitud y celo por la vcr-
sgustó á algunos pocos que no pudieron sufrir
ue brilla en sus escritos, sin embargo de estar
o con el velo de la discreción y modestia. Se ha
observar que su celo fuerte y vigoroso contra el
el vicio ^ era sumamente indulgente con las per-
y lo fué casi con esceso en algunas ocasiones en
debió haberse fiado de ciertos sugetos: amaba
lente al prójimo , y este amor hacia que tardase
en sospechar mal de nadie. Se han dado muestras
itos de sus escritos , en que se ve que el método,
lad, la erudición y la solidez forman el carácter
leí señor Amat ; que casi todos son didácticos , y
lados al talento y capacidad de cualesquiera Iccto-
n de los pocos instruidos. Y asi es que una de las
des que el sabio arzobispo de Tarragona , señor
i, alababa mas en los escritos del señor Amat, es,
O vm. ^'5
!
60
que á pesar de sa eteyado talento y pronta penetneioflr
se acomodaba al todo de los lectores en general , desceiH
diendo y parándose en unos pormenores de que sneleí
desentenderse con perjuicio de la claridad los grandes in-
genios. Jamás se sirvió de las palabras sino para espresir
bien claramonle sus ideas; nunca para oslentar parücalar
conocimiento de la lengua, 6 causar un mero j estéril
I)lacer. Hay cierto lujo de elegancia ó de espíritu que et
a república de las letras, como alguna yez sucede en h
civil , es una señal de indigencia ó escasez. Los mismo»
estrados de sus escritos demuestran que muy ajenóle
todo resentimiento y de toda pasión ó espíritu de parti-
do, procuró huir siempre de todos los estreAaos, consDf-
yando una suma imparcialidad , y un estilo ajeno detodi
agrura^ sin usar jamás de espresion alguna duraóít-
juriosa. Sus obras manifiestan la estcnsion y la profundi-
dad de sus conocimientos en materias las mas diversM.
En sus sermones y escritos parece un padre de la Igle-
sia, y en la santa austeridad de su vida un modelo de ca-
ridad cristiana. Nacido en una villa de Cataluña, de una
familia poco esplendorosa, le coloca su mérito en el
palacio del augusto monarca de las Españas^ y vive sil
orgullo al lado de los grandes y magnates de la córto^e^
timado y respetado de lodos. Pontífice ilustrado, ciada-
dano celoso, vasallo fiel, pesa con mano firme en josla
balanza los derechos de las dos potestades civil y eclesiás-
tica; y las une sin confundirlas entre sí. Mas hábil de-
fensor de Roma que muchos de los que tanto se glorian
de serlo, presenta á sus lectores asegurada la grandeza
y supremacía de la Silla apostólica por derecho divino,
sobre cimientos sólidos é incontrastables; dando á su au-
toridad la plenitud y los límites que la Iglesia ha mani-
festado en sus cánones. Combate victoriosamente los
enemigos del primado pontificio de Boma, sin denostar
ni agriar á los protestantes. Descubriendo claramente a
los teólogos menos instruidos la firme é indeslracliblc
barrera que separa al Sacerdocio del Imperio , contiene
al mismo tiempo el indiscreto celo con que so color de
61
iefcnder las regaHai hacen salir los falsos políticos la
lOtestad real fuera de sus justas atribuciones. Su yida
>6LI]ca presenta yerdaderamente un carácter grande j
lOble; y su vida priyada las costumbres mas sencillas j
lodeslas. Mientras le queda un aliento de yida , le con-
Kff ra al apoyo y defensa de la Iglesia ; por la cual tra-
ajó mas de medio siglo. Yió con amargo dolor formarse
randes tempestades, y hasta sus últimos dias previo que
B formarían otras, y murió fijando sus ojos enternecidos
0 la Iglesia de España , de la cual habia merecido bien
1 titulo de defensor. A pesar de su gran saber y yirtu-
Íes cristianas y civiles, no pudo evitar el que en medio
ie las dos terribles revoluciones que han deyastado la Es-
Mj&a desde el año 8 de ste siglo, levantasen la voz con-
fi alguno de sus escritos, ciertos espíritus, siempre dis-
Hieslos á alborotarse contra todo lo que puede obstar á
lus intenses y deseos de dominar. Pero la memoria do
a sólida y modesta sabiduría y amables virtudes del ilus-
risimo señor don Félix Amat, pasarán de una á otra
jeneracion, y su ejemplar yida y luminosos escritos ser-
irán siempre de honor á la religión , de modelo á sus
DÍnistros, de escclente defensa de la Iglesia y del mas
oro amor á la Patria.»
El señor obispo de Astorga ha sido agraciado por
. M. con las grandes cruces de Isabel la Católica y Car-
is III; y en estos últimos dias ha merecido la alta dis-
acion de ser nombrado Senador del reino. Su edad
panzada, sus padecimientos fisicos, y sobre todo la fla-
aeza de su cabeza, efecto de sus profundos estudios, lo
apiden toda ocupación grave, y aun la lectura. Sin em-
irgo, no le falta la memoria, y su conversación es siem-*
^agradable 6 instructiva. La bondad de su carácter, y
ansedumbre verdaderamente evangélica, h^cen intere-
Dtc aquella, y comunican á sus palabras un singular
ractivo. ¡Quiera el ciclo conseryar todavía su yida por
rpos años para satisfacción y consuelo de sus muchos
Higos!
Fin pel tomo vui.
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lE ESPAÑOLES CELEBRES
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BI06BAFIAS T RETRATOS
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DE ESPAÑOLES CELEBRES
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BIOGBAFIAS T RETRATOS
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POR ^ D. SíICOllIEDEft PASTOR DÍAS
Tomo IIK..
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loprenta y librería de 2>a S<&SY£^<BS<Z> a3<!>2SS9 bditob<
calle de Carretas, núm. 27.
1946.
xuíi.imiiLwtjíhU! ; «G[x*aon;:i.
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VILLACAMPA
JLIoN PkDRO YlLLAGAMPA, MaZA DE LiZANA,
caballero gran cruz de la Orden nacional de San
Fernando y de la militar de San Hermenegildo,
caballero de la Venera coronada de la de San Femando
con arreglo al decreto de las Cortee de 3 de setiembre
ife 1811, benemérito de la Patria en grado heroico y
eminente, condecorado con varias cruces de distinción
por acciones de guerra^ teniente general de losejirci*
tos nacionales j Senador del reino ^ etc. , etc. « etc.,
nació de padres nobles en el pueblo do Laguarta,
SroYincia de Huesca, en el reino de Aragón, el día 10
cr mayo del año de 1776. Hijo de don Domingo y
de DOÑA Francisca PRHiRr, fue creciendo con la
Tomo ix. 1
2
edad en fuerzas, en yalor y en energía, hasta el
punto de hacerse respetar ya desde muy jóren de
todos sus iguales. Acariciado con los mas paternales
cariños, cursó filosofía para dar principio á una
carrera que no estaba en armonia con el carácter
de este hombre ilustre , porque habiendo estallado
la revolución de Fraucia, un instinto conservador
y de orden fue su primer móvil para elegir otra
muy diferenle , que tantos dias de gloria faabia de
dar á la nación española. Decidióse pues por la de
las armas, comunicó este pensamiento á sus idola*
trados padres ; pero estos eooservaban amargos re-
cuerdos : sus ascendientes habían abrazado la causa
de l'i casa de Austria, habian sufrido mucho, es-
patriaciones , secuestros , pérdida de honoríficos tí-
tulos, de toda su fortuna, desengaños, etc., vinco-
lando de este modo en el general que nos ocupa una
suerte casi igual á la de sus nobles antecesores. Asi
es que don Domingo, su padre, refiriendo á su hijo
estos antecedentes en la última y dolorosa entre-
vista que tuvo con él , le esplicó todos los azares do
un militar, todas sus vicisitudes, y el término de
una carrera laureada no pocas veces con la mas es-
pantosa ingratitud por parte de aquellos mismos,
en cuyo favor se ha consagrado hasta la existencia.
Tan sentimentales palabras, dirigidas desde lo msi
profundo de su corazón , envolvían mna profecía que
se cumplió en la persona del general Víliacampa,
pues si bien es verdad que apenas se encontrará otro
mas antiguo y de mas eminentes servicios , también
lo es que habrá muy pocos que hayan sufrido tanto.
Cárceles, destierros, proscripcíunes y una larga
espatríacion vinieron á la vez á abrumar an corazón
leal, no desmentido por ninguno de los actos de so
vida.
3
Nada le arredró de todo cuanto leoÍAO de som-
brio las palabras del que le dio el s¿r, y en 1.® de
octubre de 1793 entró á servir voluntariapiente en
el segundo batallón de voluntarios de Aragón» y
en 15 de marzo del 94 en la clase de cadete, mediante
el beneplácito de sus padres, concedido por estOf«
luego que vieron su irrevocable resolución.
Dio principio pues á su carrera en la guerra coa*
ira la república francesa, habiendo pasado desda
luego á reforzar las alturas del puerto de Viella
en 21 de junio del 94. Desde este aia se ofreció to-
luntariamento á hacer el servicio en la partida da
descubridores que operaba en una línea mas avan-
zada que la de todo el ejército » quien descansaba en
la vigilancia de aquellos, habiendo permanecido
constantemente hasta el 28 de octubre del propio
ailo. En los varios encuentros con los enemigos « y
especialmento en los ataques de 13 de julio y 4 d¿
setiembre» su valor personal y sus buenas dis-
posiciones , le prepararon el primer escalón de su
carrera. Nombrado segundo subteniente en 30 da
enero del 95> subió en el mes de mayo á las altura^
de Ríos para mandar á los descubridores, sus va-
lientes compañeros. La sorpresa hecha el 27 de ju-
lio de una avanzada enemiga que puso en dispersión^
aunque con solo la pérdida de tres enemigos muer-
tos y un prisionero , fue el primer tejstimonio que
como jefe dio de sus relevantes cualidades militares:
permaneció en este servicio hasta el 2 de agosto.
Concluida la guerra contra la república u'anceaa.
y dado muestras de su singular destreza, pasó al
campo de Gíbraltar con su batallón, y fué destinado
para la persecución de contrabandistas y malhecho-
res, por cuya actividad y ventajosos resultados, me-
reció el grado de teniente de infantería el dia 19 de
i
coBtrt
js suegg* xs» - :axnr*»ie ^ R-rre^aiiii «rricio
e íítira» Tf^fr » 1 Tiaza ie «xfDiriíczr , donde
r't I- ^f *^ «^ lesino ;Kn luriexvír as ma-
-rst-iias » '^•«raii. m «i ^mur. y so debemos
•HT J rr :e--:r» nsrr iuisüm* toe ^«BinJka su ¡nde-
rjiti r^v.- Se» "«e numuM su-ricjr ^^ne el tíln-
.^¿« "sui'aií^ -^v^rr rmiiait te :Mn3oes . moñ-
udo ^or»^ 12 ^wr-Wf !:iiia:l4f ; .r:!« ^o^o el aparato
J^ .r*:- x-«is ce iM-ri 7 imi aiaa«:a se haüahí
f rjL -15^ w^ TaoM laixEiaa l^ ¿naja . sítoadi
. STT ;s^ »• ?-5unaa ^ i rr« o caatro de
U1& i*^ ?M ímjs Ksmsi A^ js «ton . empreode
-« »«rr •» 1 X snesa ¿s «l lurtiiia , compuesta de
A^e iWE-^^rra. « ai&^aacs »l••^. Sa*« i |a paerU
3e 1 ,r^«!^^ i mims s rí?H¿f:w« af ¿mtño de ella,
--%i*»ao iue ?rt V. r7ni>iij:¿f kaadoleros; pero
>i. < itiíiisx remi'i laiiia :•»» Ifef palabras de so
r-^I^. ít'-ssflOTiiur «j if repente « dispara od
rfiMv:t>nj r ^Il••xri^-^raft i VJucanpa. el coalaino
t^t' -;«.'! lox. ir ii*4itr t rjorir s&9i i wento de CTasioB,
^«w-iktao :3K n í! mami» wftaate del disparo j
« nr :^ niK«i«BSs iü Oia¿uiiia • pero llegó á qae^
ww-t: uu:& í mmua ¿¡«cm ie sa casaca. Todafii
«uiu ztii iismiuaüu ;i«Á* y »? aies distancia que la
{iiv tiMtA j« miint Je «a «a»pela, traspasó de
ni )« ::^ :s -niiitu ¿srrKia ¿A Modolero, el cual
i:^i7> itf ^.-«luirsif j ir^v^fsJdo COQ dos armas de
uv*v^ e r'iswr/ ^««^aui¿i ^ej, kailindose Villacaa-
MI M ^ im^v («f ¡i ra^na perfilado , y cargudo
5
sa escopeta, hasta que por último le hirió nueva-
mcnle en el hombro, de cuyas resultas tuvo que
rendirse el (]ue con sus escesos y crueldades haoia
esparcido el terror en aquel pais. Este acto heroico,
este combate cuerpo á cuerpo y á quema-ropa le
Talió el justo y bien merecido grado de capitán el
dia 6 de diciembre de 1800, y Ghafandin dejó de
existir á los pocos dias en un cadalso.
Ocurrida la guerra contra los portugueses, se
mumentó mas y mas su nombradU en la acción del
Talle de Montcrey , acaecida el dia 9 de junio de 1801,
€n la que fueron rechazados los enemigos en nu-
mero de tres mil hombres de infantería y caballería,
por solos trescientos de que se componía enton-
ces la fuerza de su batallón. Después de varios
y gloriosos encuentros, y finalizada la guerra , pasó
de guarnición á Zaragoza , de aqui á Barcelona y
luego á Donia, donde se embarcó en febrero de 1805
para las islas de Mallorca y Menorca , con motivo
de haber declarado los ingleses la guerra á España.
En esta época no fueron desatendidos sus servicios,
V ascendió hasta sestundo ayudante el 29 de abril
áeSOl. .
Una nueva era de fatigas y de glorias se prepa-
raba á este valiente militar con motivo de la guerra
contra los franceses , en la que dio repetidas prue-
bas de desinterés, de valor, de subordinación como
subalterno, de inflexibilidad como jefe, y de. su es-
pecial táctica , tan funesta para los enemigos de
nuestra independencia nacional.
Habiendo desembarcado en julio del ano 8 en
los Alfaques de Tortosa , pasó al socorro de Zara-
goza , entrando en esta siempre heroica capital con
un convoy el 7 de agosto, de cuyas resultas los ene-
migos se vieron precisados á levantar el primer si-
I
6
tio. Con este motivo salió con sñ batallón peni-
goiendo al enemigo hasta los campos de Alfaro« en
COJO punto tuvo uii pequeño encuentro con los fran-
ceses el 27 del propio mes , habiéndose retirado i
Zaragoza. Ascendido á sargento mayor el 6 de se-
tiembre , organizó el primero y segundo batallón
con los tercios de Huesca. El 15 del propio mes pasó
á las Ginco-Villas , y después á Navarra con la van-
gu.irdla del ejército de Aragón : se encontró el 22
del mismo en la acción de Sangüesa , el 27 en la de
la vilU de Sos , donde fueron rechazados los ene-
migos : el 24 de octubre en la gloriosa acción de
Aynar y alturas de Olaza, y el 23 de noviembre en
la batalla de Tudcla , habiendo merecido por siis re-
petidas muestras de valor el grado de teniente co-
ronel el 20 de setiembre del año 8.
Puesto á la cabeza del primer batallón de vo-
luntarios de Huesca como único jefe, hizo un re-
conocimiento hasta las Casetas, camino que conduce
de Zaragoza á Alagon , cuyo punto se hallaba oca-
pado por los enemigos.
Si hasta entonces habían sido señalados sus ser-
vicios, lo fueron con mas ventaja desde el momento
en que, disponiendo como jefe, de un batallón^ pe-
dia maniobrar libremente y dar á conocer su peri-
cia militar y su incesante entusiasmo por la inde-
pendencia de España. Así es que en el segundo sitio
de Zaragoza, y según la hoja de servicios que he-
mos tenido á la vista , este infatigable militar ao
tuvo un momento de descanso , consagrando dia y
noche su existencia por la salvación de agüella
valiente capital. Sus repetidas salidas al trente
del batallón , sus frecuentes sorpresas hechas al
enemigo , á quien inquietaba sin cesar , impidién*
dolé los rápidos progresos de su conq[QÍ8U , fo
rigorosa resistencia para evitar los contfnaos asal-
tos que la capital sufrió , disputando palmo i
palmo el terreno , sufriendo todas las penurias con-
siguientes á un sitio tan espantoso , los azares im-
previstos ocasionados por los morteros del enemigo,
por las bombas y granadas , cuyo estruendo , cuyos
resultados afligian el corazón de aquellos habitantes,
solo esto podia formar el complemento de las glo-
rías del general Yillacampa, tan sereno aun en me-
dio del mas inminente riesgo de su vida, como impá-
vido á la presencia de los mas formidables enemigos.
H¿ aqui un breve cstracto de los servicios pres-
tados durante los sitios. Después de haber regresado
del reconocimiento hecho en las Casetas , desalojó ,
el 18 de diciembre á !os franceses de los olivares
inmediatos á la Gasa-b*anca y monte de Torrero, cu-
o punto vinieron á reconocer. El 20 del mismo sa-
ió de avanzada á la titulada Horca de los granaderos
á la cabeza de su batallón , y el 21 le atacó el ene-
migo en esta misma posición y en los campos inme-
diatos al arrabal de Zaragoza, donde contuvo cerca
de una hora á toda la división de Mortier , dispu-
tando y defendiendo el terreno desde 3an Gregorio
hasta el puente del arrabal , habiéndose retirado á
las obras csteriores de la fortificación de la plaza,
donde permaneció , sin separarse un momento del
cuerpo que mandaba : saliendo después al anoche-
cer , persiguió al enemigo en su retirada hasta la
casa dexampo llamada la torre del Arzobispo , ha-
biendo regresado á dichas obras esteriores á las
ocho de la noche. Cerrada la comunicación de la
{daza el 23 , permaneció constantemente en su de-
énsa, y durante este segundo sitio fué^comisíonado
por el general en jefe el dia 25 á reconocer el cam-
po ocupado por los enemigos á las InmediacioMs de
i
9
craz concedida á los defensores de aquella siempre
heroica capital en el primero y segundo sitio, por
diploma de 4 de noviembre de 1814 y otro de 5 de
marzo de 1821.
Habiendo logrado fugane al trayés de mil peli-
gros» y enfermo como estaba , se presentó al Exce-
lentísimo señor don Joaquin Blake , el cual^ cono-
ciendo el mérito de Yillacampa, le nombró vocal de
la junta militar establecida en Tortosa , y ascendió
á mariscal de campo en 9 de marzo de 809. Fué tal
la confianza que inspiró , que el 2 de agosto de este
año se le dio orden por dicho Blake, para que pasando
al bajo Aragón , y reuniendo todas las fuerzas posi-
bles de los partidos de Galatayud , TeriiéU Albatra-
cin Y Señorío de Molina, formase con ellas una
división con el titulo de izquierda de Aragón 9 á fin
de hostilizar al enemigo en aquel pais. Aunque al
principio solo pudo reunir unos setecientos infantes
de los cuerpos de Cariñena, Princesa y milicias de
Soria , la mayor parte sin armas , no obstante los
escasos recursos de toda clase, y á pesar de la cons-
tante persecución de los franceses , que en gruesos
batallones le seguían de continuo, para frustrar su
importante misión , nada le arredró : su constancia
fué tal , que venciendo casi insuperables obstácu-
los , logró por fin organizar su división , estrayen-
do armas ^ monturas y todo lo demás necesario del
poder del enemigo , y haciéndola subir hasta el nú-
mero de 4,000 infantes y 300 caballos , con que se
hallaba á fines de agosto de 1810. Siempre será ad-
mirable en este dignísimo militar el haber organiza-
do un cuerpo respetable con solo los recursos que se
proporcionaba , hostilizando al enemigo que le per-
seguia , y sin vejar á los pueblos con exLacciones
para el equipo de sus valientes soldados. Puesto á la
10
cabeza de $n difision , se sabe , y es ma j notorio,
que prescindiendo de mil encuentros, concurríó i
17 acciones y reconocimientos con el mejor éiHo,
inspirando la mayor confianza á sas jefes, y no
menos terror á sus contrarios. Asi es, que el 15 y
26 de agosto de 1809 , se halló en las ocurridas en
el puente de la Condesa sobre el Frasno , habiendo
hecho en la última 65 prisioneros de todas clases.
El 12 de octubre en las inmediaciones de Blanca.
El 25 del mismo en Nuestra Señora del Tremedal.
El 16 de febrero de 1810 sobre el pueblo de Villel.
El 18 de marzo en Teruel, de cuya guarnición
cogió 60 prisioneros , y después de una fuerte re-
sistencia en los muros y puertas de la ciudad , la
obli^ró á encerrarse en el fuerte, que sitió por cua-
tro dias, con mucha pérdida del enemigo. El mismo
dia , con noticia que tuvo de los socorros que alli se
dirigían , salió al encuentro de los enemigos , á
quienes halló en la Tenta de Malamadera , inmedia-
ciones del pueblo de Cande, á los que tomó dos
piezas de artillería con su correspondiente tren,
tres cajas de cartuchería , un convoy considerable,
y 250 prisioneros. El 11 del mismo, en el pueblo
de Albentosa, cayó sobre la retaguardia del ejér-
cito de Súchel, que sitiaba a Valencia , habiéndole
tomado cuatro piezas de artillería y 260 prisione-
ros de todas clases, y obligándole á que leTantase
el sitio , y i que con la mayor rapidez retrocedie-
se á Teruel en socorro de la guarnición que tenia
sitiada.
A consecuencia de estas acciones , y en rista de
que el gobierno no las premiaba, la Junta-congreso
suprenia de Valencia le regaló un sable de honor
^n la inscripción siguiente. €Alinmarial D. Peirp
YiUaeampm, ineliio eaudillo d$ Aragón. Luí t«feii-
11
danos. Loor y eterna gloria al fue^ te^ y premio derio
á 9u virtud guerrera. »
El 13 do mayo so halló on el puerto del Frasno»
donde tomó á los enemigos todo su convoy , redu-
ciendo á 25 ó 30 hombres que pudieron escapar, el
náibero de 800 que lo escoltaban, siendo la mayor
parte muertos, y prisioneros los restantes. El 14
del mismo en Daroc^ , do cuya ciudad los desalo-
jó , causándoles una considerable pérdida entre
muerlos y prisioneros. El 16 en las inmediacio-
nes de Cariñena , dejando muertos en el campo
de batalla 200 infantes y 300 coraceros. El 6 de sep-
tiembre en Andorra, donde hizo 210 prisioneros,
tomó el convoy y ocho mil cabezas de ganado, de-
jándolos 130 muertos on el campo de batalla. El 11
de noriemhro en Fuen-Santa , inmediaciones de
Villel , habiendo muerto mas de mil enemigos. En
31 de enero de 1811 , en la acción dada sobre
Checa. El 23 de marzo en el puente do Aunen
sobre el Tajo, que estando fortificado » le tomó por
asalto, después do cuatro horas de una obstinada
resistencia, hecha por 300 hombres, que quedaron
muertos y prisioneros.
Posteriormente , y siempre infatigable por el
triunfo do las armas españolas, se batió el 12 de
octubre del ano 11 en Vcnaguacil, reino de Valencia,
habiéndose encontrado el 25 del propio mes en la
acción general , dada para socorrer el fuerte de
Sagunto , y en la del 26 de diciembre en la linea
esterior de aquella capital , la cual fué forzada últi-
mamente por la escesiva superioridad del enemigo.
Después de esto desgraciado acontecimiento , en
virtud del cual fué prisionero en esta ciudad el ge-
neral en jefe del segundo y tercer ejército, don Joa-
quín Blake , se encargó del mando en jefe don Pedro
12
Yillacampa como mas antigao, que deftempefió hasta
el 15 de marzo del propio año. Durante aquella
época logró sorprender y hacer prisioneros, el 8 de
marzo de 1812 en el pueblo de Campillo, 110 fran-
ceses de que constaba su guarnición. El 22 áe\ mismo
practicó otra sorpresa de 400 hombres que había en
la villa de Ateca , de los cuales se salvaron moj
pocos. El 28 del mismo en el pueblo de Pozondon,
consiguió también sorprender 600 , sin que nin-
guno pudiera salvarse , habiendo pefdido ademas
el convoy que conduelan. El mismo dia se dirigió
á Monterde , en donde atacó v desalojó á igual nú-
mero de enemig >s , causándoles la pérdida de 5
muertos y 28 prisioneros , y cogiéndoles otro con-
voy. Las dificultades para conducir estos prisioneros
á las plazas de Alicante y Cartagena, por tener los
enemigos ocupada toda la provincia de Cuenca, le
obliffó á verificar cierto movimiento para conseguir
8U objeto y cubrir la marcha. Descubierta esta por el
general Darmañac, gobernador de Cuenca, atacó éste
á Yillacampa el 6 de abril, con fuerzas muy superio-
res de infantería y caballería y 4 piezas de artillería,
en el pueblo de Yillalva y sus alturas; y á pesar de
su superioridad, lo rechazó por dos veces y escar-
mentó con una considerable pérdida , siendo may
corta la que sufrieron las tropas españolas » y lo-
grando por fin poner en salvo los prisioneros > des-
pués de haber obligado á Darmañac á replegarse y
retirarse á Cuenca. En los dias 13 y 14 de julio, y
pueblos de Dumeño y Chelva, reino de Yalencia,
sostuvo dos acciones con notables ventajas sobre el
enemigo.
Recibida la orden del general en jefe para pasar
con la división de su mando á las inmediaciones de
Reqnena » salió de Ateca el 15 de agosto de 1813, y
13
llegó el 22 á Landete, desdo cuyo puato» habiendo
tenido noticia qae la gaarnicion de Cuenca , reunida
á la columna del general de brigada, barón de Mon-
poi , se retiraba á la parle de Madrid , marchando
para Requena j con dirección á Valencia , hizo el
general Villacampa movimiento para salirle al en-*
cuentro» que creyó realizarlo el 23; pero aquel ge^.
neral quiso ocultar su dirección por medio de una
contramarcha rápida, que verificó la misma noche:
dos carreteras distintas facilitaban su paso para Re-
quena, lo que obligó á la división á manchar y con-
tramarchar todo aquel dia v el siguiente; pero siendo
esta infatigable , legró el 25 del propio mes interpo-
nerse entre Utiel y Cándete y salir al encuentro de
aquella columna , compuesta de 1,600 infantes de
linea, de una compañía de jurados', y 150 caballos
del 4.* de húsares, y de dos cañones de campaña.
Habiéndola atacado don Pedro Villacampa con 1,500
infantes y 130 caballo^, la batió, destruyó y persi-
guió hasta las inmediaciones de Requena , á donde
pudieron llegar los enemigos, mediante un vivo fue-
go de su infantería , y de una contramarcha en des*
orden por el flanco derecho de las tropas españolas;
pero dejando el campo cubierto de cadáveres , y
retirando multitud de heridos, de los cuales 174 dé
mas gravedad dejaron en el fuerte de Requena, ha-
biendo entrado el enemigo también aquella misma
noche otra porción de heridos en la iglesia de RuñoK
Esta admirable y feliz jornada coronó de gloria á
don Pedro Villacampa, pues la pérdida del enemigo
escedió á la mitad ae su fuerza , hizo ademas 120
prisioneros, y se apoderó de dos cañones de campa-
ña, siete carros y cajas de municiones, todos sus
equipajes, gran porción de acémilas, ganados, mo-
chilas, fusiles, y cogido varios españoles jurados»
14
sin mas pérdida por parte de la diyision de Villa-
campa , que 2 capitanes , 2 sargentos y 30 cabo» y
soldados muertos; 4 capitanes, 4 subalternos ▼ 123
tambores 9 cabos y soldados heridos; 15 caballos
muertos y 4 heridos : todo esto después de cuatro
horas de una acción muy reñida , y no obslaiile U
superioridad del enemigo. Otros muchos triunfos
vinieron en aquel año á realzar la pericia de este
acreditado general, á quien por la acción anterior,
y por real cédula de 15 de mayo de 1813, se con-
decoró con la Venera coromada de la militar Ordea
de San Fernando, y antigüedad de 6 de mano del
propio año, siendo de advertir que fué el primer
español que mereció esta distinción, precedido el
juicio contradictorio.
Habiendo concluido ol año 12 con las gloriosas
acciones de Vivel en 22 de noviembre , y con la de
la Almunia en 25 de diciembre , continuó prestando
siempre los mismos servicios en los prinieros meses
del año 13, habiéndose hallado, en la acción de
Cherta el 14 de agosto , y desde este mes hasta 6o
de noviembre en el bloqueo de Tortosa , durante el
cual tuvo varios encuentros parciales: la noche del
16 del mismo mes, ocupó á los enemigos SSOcaheias
de ganado lanar, únicas que tenian para el sumi-
nistro de los enfermos, y que apacentaban bajo tiro
de cañón del fuerte de la Tenaza, entre este vel
Coll del Alba, de donde se estrajo la naafiana'del
17 sin pérdida alguna por parte de las armas espa*
ñolas. En premio de tan singulares haiaflas, fué
nombrado teniente general en21 de febrerode 18l4i
habiendo sido en este año gobernador de Madrid j
capiían general de Castilla la Nueva.
Hasta aquí sus gloriosos triunfos por la iode-
pendencia naeional , por su rey y por la libertad if
15
los espaftoles; pero estaba u reservados dias amar-
{rosy oías de crueles desengaños á este heroico mí-
itar f como acootece comunmente á los que por
tan caros objetos derraman su sangre y consagran
hasta su propia vida. Restablecido el rev Fernan-
do VII en su trono, y abolida la Constitución de
1812, bien podia el general Yillacampa confiar en
sus repetidos sacrificios, y vivir tranquilo, sin sos-
pechad en manera alguna que ningún funesto acon-
tecimiento podría sobrevenirle por su anterior con-
ducta.. Habiase decidido en el siglo pasado por la
earrera de las armas, por amor á su nación y á sus
reyes: habla dado pruebas de su valor : organizó su
división , vejando todo lo menos posible á los pue«-
blos : fué inflexible en el mando , temible de sus
enemigos , querido y respetado de todos, desinte-
resado hasta el punto de no cuidarse jamás de sa
sueldo» y repartirlo no pocas voces en los hospita-
les entre los desgraciados, heridos en el campo de
batalla ; en una palabra • haciendo abnegación ab-
soluta de si mismo, solo se acordaba de los demás:
reconcentraba sus miras en la independencia na-
cional y en el restablecimiento de su rey. Todo esto
«le preparaba con justicia dias de gloria y bendición.
Mas no sucedió asi: cambiaron los tiempos, y su
suerte fué pronto bien contraria. La envidia y la
emulación de algunos hombres sin pudor , y desti-
tuidos de todo mérito, pusieron en juego todos los
resortes que creyeron necesarios para eclipsar las
5 lorias del general Yillacampa » hacerlo desmerecer
e la gracia del rey , y llenar sus posteriores dias
de aflicción y de amargura. Informes detestables y
parciales, calumnias, imposturas y todo género de
maldades , hicieron cambiar bien pronto el destino
justamente merecido de tan ilustre general , siendo
16
sa primera desgracia la formación de una injiuta
causa.
Tuto noticia el gobierno en 6 de innio de
1814 de haberse dado una comida á mediados del
mes de diciembre de 1813 en el café llamado de
Lorencini, sito en la Puerta del Sol , á la que con-
currieron como unos 25 personajes , la cual habia
durado desde las tres de la tarde nasta el anochecer,
y sido celebrada con yarios brindis y yiTas á la
Constitución : se dijo , que habiéndose dado prin-
cipio á la comida , se supo que el dia anterior
habia llegado á esta corte el general Yillacampa,
que habiéndose diputado dos sugetos para que fue-
sen i su alojamiento con el objeto ae convidarla
á comer, se escusó con que sus ocupaciones no se
lo permitian , ofreciéndoles ir á los postres ; y que
efectivamente fué en compañía de un oficial despnes
de haber tomado el café: que habló con todos » y
estuvo con ellos como un cuarto de hora , en coyo
tiempo el conde de Toreno tomó una copa de licor,
y brindó por la salud del general Villacampa y por
los dias de gloria que habia dado á la nación , el cual
fué contestado con otro por el propio general , di-
ciendo: para que pronto tengamos el gasto de ver
en España á nuestro amado rey Fernando Vil ; y que
después de esto se marchó.
Este parte, que no suponía delito alguno en
los concurrentes al café de Lorencini , aunqoe
hubiesen sido ciertos los vivas á la Constitucioo,
pues se rcferia á una época en que se hallaba fi-
gente , mucho menos en el general Villacampa,
3ue la casualidad quiso llegase á esta corte ea el
ia anterior á la comida , á quien solo se le alriboia
haber asistido después, y hablado en términos los
mas inocentes ; este parte , repetimos , faé el orifH
17
de la injusta causa que se formó al general Villa**
campa, y por la cual se yió sumido en un calabozo
de esta corte , y después de haber rendido diferentes
declaraciones acerca del objeto de la reunión del
café de Lorencini , se le tomó la siguiente confesión
con cargos, cuya copia hemos creido oportuno trans-
cribir, para que todos vean si el general Yillacampa
mancillo su conducta con la mas leve culpa.
OONPBSION CON CARGOS DBL EXCELENTÍSIMO SBÑOH
DON PEDRO VILLAGAMPA.
«En la villa de Madrid, á cuatro de abril de mil
ochocientos quince : en cumplimiento de lo mandado
por los señores de la comisión do causas de Estado
en el decreto anterior, el sefíor comisionado don
Antonio Ruiz de Alcalá , asistido de mi el presente
escribano, pasó al fuerte del cuartel do Guardias de
la persona del Rey , y constituido en la sala del juz-
gado» hizo comparecer ante si ul Evcmo. Sr. don
Pedro Yillacampa, teniente general do los reales
ejércitos , á efecto de recibirlo su confesión , el cual
prestó su palabra de honor de decir verdad en cuanto
supiere y fuere preguntado, bajo la cual, á las pre-
guntas, cargos y reconvenciones que se le hicieron
contestó lo siguiente :
» Confiese como es cierto que tiene dadas en esta
cuusa otras declaraciones, y si so afirma y ratifica
en su contenido ó tiene algo que añadir ó nuitar,
dijo: Que es cierto tiene dada una certificación en
Zaragoza y dos declaraciones en esta corto, que pi-
dió se le leyesen , y habiéndolo ejecutado ú la letra
de las que obran á los folios once, veinte y cinco
yuelto al treinta v siete vuelto, y la aue principia
folio sesenta y siete también vuelto de este rollo;
Tomo ix. ^ 2
18
eiilorado de su contenido , dijo : Ser lo mismo <1M
tiene certificado y declarado , en lo que se afinaé J
ratificó de nuevo, sin tener que añadir, quitar ni
enmendar cosa alguna, reconociendo, como Wú-
noció por suyas, de su puño y letra» las firnuí y
rúbricas puestas al pié y margen de dichas certifica-
ciones y declaraciones.
Se le hace cargo de haber concurrido á los pel-
tres de la comida que se dio en el café de Lorencioi,
en donde se profirieron espresiones indirectas 6 es-
candalosas contra la religión y el rey, y á que coa*
curricron personas de diferentes clases, como titn-
los, magistrados, cómicos y artesanos, lo cual di
idea de que trataban de fomentar el espíritu di
igualdad y republicanismo. Dijo: que es falso d
cargo que se le hace, por cuanto no hubo mas eofll
asunto que lo que tiene declarado , á lo que se rs*
mite , añadiendo que no conoció á nadie de los po-
cos que habia en la casa de que habla en su ciudí
declaración.
» Reconvenido v^mo niega el cargo cuando resuiU
de las declaraciones de los testigos , que efeC'
tivamonte asistió á los postres y se profirieron lis
mencionadas espresiones: Dijo: que niega la recoi-
vención que se le hace, y pide, que antes de (aliarse
la causa se le caree con dichos testigos para conven-
cerlos de falsarios y de gente sin religión.
hSe le hace cargo de la orden que dio á la piau
de Madrid el dia cuatro de enero de mil oehociento
catorce , en la cual se arengó á los soldados i finv
de la soberanía del. pueblo, que era contra la éá
señor don Fernando Vil, y se les exhortó á deba*
dcr la libertad é independencia y la Constitucioii
hasta el estremo de decir, que el osado que se ib**
viera ú ollar tan sagrados nombres, espiraría al A
19
de sus f ceros: Dijo : que el cargo que nt le hace lia
lo ei por dos razones, primera, porque era el len-
Soaje que se usaba en el día , que es eu el que se
ebe hablar coa los soldados , el misaio en que les
habló el Excmo. Sr. conde de Abisbal, siendo Re*
gente del reino en la Isla de León coando se juró la
Constitución, anulada posteriormente por S. M. , y
sin embargo lejos de habérsele consiaerado como
delincuente, ba merecido el aprecio y estimación del
sefior don Fernando YU, y que se lo premie con la
capitanía general de los cuatro reinos do Andalucía .
Lo mismo que puede decirse del señor don Joaquín
Morguera, que siendo presidente de la Regencia
eiUiortó á todos los españoles , no solo á observar
la Constitución, sino que ademas les mandó, á nom-
bre del sefior don Fernando VII« que persiguieran á
los que se opusiesen á las nuevas instituciones, como
se lee en la proclama que en Toinle y tres de enero
de mil ochocientos doce publicó á nombre de la Re-
gencia del reino, como tal presidente entonces, en
la que entre otras espresiones que pueden ponerse
en cotejo con las proferidas por el confesante , se
leen las siguientes: «Y progresivamente habéis ido
» mejorando vuestras instituciones basta reunir las
» Cortes, establecer un gobierno sobre las bases de
» la mas rigurosa legitimidad , y ordenar por medio
»de vuestros representanles la Constitución que ha
)>de llevaros á la prosperidad y grandeza de que
)>sois tan dignos; es preciso vencer todos los obsta-
n culos que entorpecen todas las disposiciones de la
«autoridad, y sostener la dignidad del gobierno con
»la magestad correspondiente al pueblo , para quien
»ba sido constituido. ¿Quién se resolverá contra la
Dautoridad le)(Uima emanada del congreso nacional?
wLos españoles desean que se consolido el gobierno
20
»y se establezca el orden, que solo podrá renacer
9 por medio de un sistema constitucional, dictado
jipor los representantes de la nación: desean que el
9 gobierno, penetrado de sus enormes obügacionei,
•emplee todo su celo en aniquilar las legiones ene-
0 migas, y en afirmar las constituciones de la monar-
j»quía: vosotros perseguiréis á los enemigos domes-
»ticos que intenten producir la desunión 6 destruir
»las generosas instituciones que \a están decreta-
j»das.» Y con todo , tampoco se le na hecho por esto,
ni hay motivo para hacerle el menor cargo , yién-
dose en la actualidad premiado por S. M. con el ho-
norífico empleo de consejero de Indias» con la con-
fianza que ha merecido de sentenciar las causas de
esta naturaleza. Segunda, porqué en el cargo solo
se hace mérito de algunas espresiones eniresacadjs
do la citada orden y no de toda ella, en curo gene-
ral contesto se descubre bien claramente el amor á
nuestro soberano el señor don Fernando YII , pues
ra se dice al prinri;*io, que el tirano de la Europa
aludiendoá Napoleón; cometió la inaudita Telonlade
arrancar de nuestro seno á un rey legitimo y deseado;
y mas adelante se añado que las miras eran cimentar
del modo mas sólido la conservación de nuestra sa-
grada religión y trono del señor don Fernando VIIi
di*, suerte que estas espresiones destruyen cualquiera
sinicbtra interpretación que quiera darse á las otra»
que contiene el cargo ; ademas, de que estendido el
borrador por el secretario de la capitanía general, y
leido con rapidez por el señor confesante, no hizo
reparo alguno en el todo de su contesto , habiendo
visto repetidos los dulces nombres de Religión, Rey
V Patria , ni las muchas ocupaciones de sa destino
le permitinn detenerse ú examinar y corregir cláu-
sulas ú que no le orurria pudiesen darse mal sentido.
}
21
u Conñeie cuál es la tiranía á que alude la mencío'-
natlu orden cuando dice: «y sea cual fuero la más-
cara con que se disfrace la tiranía, nuestras invictas
armas estén prontas á descubrirla.» Dijo: que la ti-
ranía de que habla es la do Napoleón , como ja lo
manifiesta en el principio de la orden, lo cual, así
como en el año de ochocientos ocho se disfrazó con
la máscara de alianza, podría lomar otros diferentes
disfraces.
»Se le hace cargo de haber admitido la oforln que
le hicieron los editores del periódico titulado el /ca-
dacior general de España^ de hacer donativo de un
número suficiente de ejemplares de su periódico
|Mira que se distribuyera diariamente uno á cada
compañía de los cuerpos de la guarnición, con el fin
de que se leyera á sus individuos. Dijo: que estraña
infinito el señor confesante, se le baga cargo de un
hecho que no es delito ni puede serlo, mediante no
estar prohibido por ninguna lev el admitir un dona-
tivo generoso y voluntario, asi como admitió todos
los deroas que se le hicieron para vestir los cuerpos
do infantería que componiaa la guarnición de esta
plazu.
^Reconvenido con que el cargo no consiste preci-
samente en la admisión del donativo ^ sino en la clase
de los papeles oue solian contener doctrinas contra-
rias i fus derecnos y soberanía del rey nuestro señor
don Fernando VII, y subversivas del gobierno ino*
nárguico del rey, como también invectivas morda-
ces e injuriosas al clero, nobleza y personas consti-
tuidas en dignidad, lo cual no era conveniente y sí
pernicioso que lo leyese el soldado: Dijox que ignora
que cl periódico tuviese las doctrinas que cita la re-«
convención por no haberlo leido jamás, que solo
sabia era un periódico permitido por el gobierno , y
k
29
veia comprarlo y leerlo en las calles, librerías j
puestos públicos, por toda clase de personas iodis-
tintamente, y se llevaba á los tribunales, secretarias
y otros establecimientos, no pudiéndose imaginar
que solo estuviese prohibido para el soldado , lo que
estaba permitido á todo el resto de la nación. Ade-
mas sabia el señor confesante que en todos los pe-
riódicos se insertaban las noticias de los ejércitos,
particularmente los sucesos favorables de nuestras
armas. Deseaba que el soldado los leyese y se ente-
rase de ellos, porque nada le anima ni entusiasma
tanto como las glorias y triunfos de sus compañeros
de armas; y como la tropa carecía de medios para
comprar un papel, celebró de que le hiciesen aque-
lla oferta.
» Se le hace cargo de haber mandado formar la tro-
pa de infantería y caballería de la guarnición en la
calle de Alcalá con armas y municiones el día diez y
siete de febrero del año próximo pasado, con el figu-
rado pretesto de pasar revista, siendo su Terdadero
objeto el de coartar la libertad de los buenos dipata-
dos que intentaban quitar la última Regotícia y soste-
ner á esta con la fuerza, en cuyo caso se espera que
así lo confiese. Dijo: que niega el cargo y estrafia
que se le haga de un hecho , por el cual cree mere-
cer la aceptación de todas las personas sensatas, me-
diante que el verdadero objeto de la formación de
la tropa el citado día diez y siete , no fue ni pudo lar
por ningún motivo el que se le atribuye injosU'
mente , sino el de contener cualquier alboroto qae
se suscitase y que se temía, según los repelidos avi-
sos que le habían dado diferentes personas, y evilir
de este modo la efusión de sangre que amenaiahk
según lodo mas individualmente lo tiene numifeala'a
en su decUraclon ^ á la que se remito , aJadieafci
23
que lodo lo hizo con conocimiento y aprobación del
gtibierno, como resulta de los oficios qug tiene re-
conocidos en su dicha declaración , siendo co^n sen-
tada sin dispula , el que un militar no es responsable
do lo que hace con autoridad y aprobación superior.
Entre otras pruebas que se pueden dar de míe su
objeto no era el de coarlnr la libertad de los míenos
diputados, lo es la distancia que media desde la calle
de Alcalá hasta los (iaños del Peral , donde se cele*-
braban las sesiones do las Cortes , á las cuales ni á
sus inmediaciones no envió partida alguna de tropa;
de snerte que la sesión so cclobraria como en todos
los demás dias: por último, no pudiéndose yot la
intención do los hombres , ni deducirse sino por los
hechos y resultados posteriores , no habiendo tenido
ninguno dicha formación, mas que conservar la tran-
quilidad pública, tampoco hay méritos para atribuir
ni señor confesante otra intoncinn ni objeto, que-
dando todavia mas manifiesto dicho objeto, dirigido
á la conservación del orden con las dos órdenes de
la Regencia que le habian sido comunicadas por el
ministro do la Guerra con fecha veinte ydos de enero
y doce de febrero del aflo próximo pasado, en las
que so lo encargó tomase providencias para contenor
cualquiera desorden y mantener la tranquilidad que
parecía amenazada,- y los originales de las citadas
órdenes deben existir en la capitanía ffeneral.
«Reconvenido: con que resulta del dicho de cuatro
señores informantes, que la formación de la tropa
el dia diez y siete do lebrero fue para sostener el
gobierno que entonces habia, y que con aquella
amenaza disfrazada favoreció el designio de los inte-
resados en que no se mudase la Regencia, á lo que
contribuyó también un pliego que el señor conie-
santc remitió al Congreso , para que ocupase la aten-
24
cion de aquel dia , y no se diese cuenta de la propo-
sición que intentaba hacer el señor don Bernaréo
Mozo Rosales , de que se nombrase por Regenta del
reino á la señora infanta doña Carlota Joaquina de
Borbon: Dijo : que niega la reconyencion que se le
hace, y que sean quienes fuesen los señores infor-
mantes que semejantes especies han declarado, do
puede menos de manifestar la falsedad y ligereza con
que han procedido en atribuir al señor confesante ut-
tenciones y objeto que jamás tuyo ni podía pasársele
por la cabeza,, pues no era dable de que adiyinase b
intención del señor Mozo Rosales , cuyo nombre oye
ahora por la primera yez. Que la remesa del pliego al
Congreso en el citado dia diez y siete la verificó solo
con el objeto de yindicar su opinión y buen nombre,
que habian sido ultrajados enormemente por el her-
mano de don Juan Garrido, atribuyéndole que ha-
bia infringido la Constitución , que entonces se te-
nia por delito graye , y que era un déspota , por lo
cual pedia se le suspendiese de su empleo. También
prueba lo dicho la conducta que obscryó el señor
confesante en acudir primero á la Regencia el dia
diez y seis en solicitud de que se sirviera hacer pre-
sente á las Cortes al siguiente dia , que habia proce-
dido al arresto del presbítero González y del escri-
bano Garrido en virtud de su orden , ó que le per-
mitiese dirigirse en derechura al Congreso: qae ea
el propio dia diez y seis se le contestó por el minis-
tro de la Guerra , que la Regencia le permitía acudir
á esponer á las Cortes de palabra ó por eacrílo
cuanto estimase conveniente á su vindicación^ y ea
virtud de este permiso acudió con efecto al otrodií
por medio del pliego á que se ha querido dar tai
diferente significado , con la mayor arbitrariedad j
sin mas fundamento que su capricho y mala ft.
25
«>5e h hace cargo de haber remitido á los editores
del periódico titulado El Univenal , las cinco copias
contormes de los papeles que mediaron en el asunto
de la prisión de Garrido, en ios cuales se contienen
espresiones muy exaltadas , que dadas á luz por
medio de la prensa , contribuía á fomentar el espí-
ritu de partido , lo que era perjudicial en aquellas
circunstancias en que como gonernador de la plaza
debia contribuir á sosegar , y reunir los ánimos de
sus habitantes : Dijo.: que no creyó pudiese con-
tribuir á turbar el sosiego ni á fomentar el espíritu
de partido la publicación de los citados papeles el
que no se proponía otra cosa que vindicar , como
ya tiene dicho , su opinión , y que viera todo el
mando que no babia sido déspota en ejecutar el ar-
resto de Garrido y González , sino que lo habia eje-
cutado por disposición del gobierno, no quedándole
mas recurso que la publicidad por medio de la im-
prenta, para qu:) asi como todos habían visto los
impresos en que el hermano de Garrido injuriaba
al señor confesante , viesen de la misma suerte la
impostura , y que sí hay alguna espresion exaltada,
DO debe cslrañarse , viéndose ultrajado su honor y
concepto con tanta impostura, malicia y falsedad.
a Se le hace cargo de la espresion que contiene el
papel del número cinco, en que dice lo siguiente:
«Derramaré mi sangre por la conservación oe nues-
tro código , y empaparé sus hojas en la de los que,
escudados con él, tratan de rasgarlo.» En cuya frase
dio á entender que se hallaba resuelto á sostener con
la fuerza la Constitución que quitaba la soberanía
del rey nueslro señor. Dijo : Que dicha frase era
consiguiente al juramento que tenia prestado , y se
le exigió á nombre del señor don Fernando Yll de
guardar y hacer guardar la Constitución , y á lo que
26
1»reyiene el articulo 5.®, titulo 17 • tratado 2/ de
as Ordenanzas generales del ejército , en el qoe te
dice: «Que el mas grave cargo que se puede hacer
á cualquier olicial » y muy particularmente á loi
jefes » es el no haber dado cumplimiento á las órde-
nes de sus respectivos superiores , j que se casti-
gará severamente al que contraviniere. » El señor
confesante no quería contravenir á las órdenes del
gobierno , comunicadas por el ministerio de la
Guerra , que era su respectivo superior , ni faltar á
la Ordenanza , que manda no se coniravenga. Que
todo militar tiene obligación de esponér su vida f
derramar su sangre en cumplimiento de lo que se Te
manda , sin pararse á examinar si está bien ó mai
mandado , porque la Ordenanza les previene que
deben obedecer ciegamente , y esta es la razón por
qué sentó la espresion que contiene el cargo , y no
porque intentara valerse d&la fuerza en olru sentido.
Últimamente , ignoraba que la Constitución fuese
contraria á la soberanía del rey nuestro señor , por
no estar versado en estas materias « siendo su pro-
fesión puramente militar, dedicado esclusivamentr
en todo el tiempo de la revolución á hacer la guern
contra los franceses en defensa de su rey y de su pa-
tria, ni menos podría presumirse que fuese con-
traria á la soberanía de S. M., viendo que todos los
tribunales , corporaciones y personas de todas ge-
rarquías desde el último alcalde ordinario de los
pueblos pequeños hasta el presidente de la Begen-
cia , guardaban y hacían guardar la Gonslitucioa, j
los mas felicitaron á las Cortes por haberla sancio-
nado, incluyendo en este número, entre otros, if
que al presente no hace memoria, al sefiorfiscaíde
la comisión, que ha de juzgar su causa, sin embargo
de ser inteligente en materias de derecho, como^
9?
04 un lotrado» cosa quo no hizo el sefior confeftanto,
puos no so cnconirarA ninguna felicitación suya á las
Corles por la Constitución , ni ¡lor otro alguno de
los decretos que sancionaron.
»Se le hace cargo do haber ejercido las funciones
1*udiciales en la formación del sumario al presbítero
Ion José Gonxalcx , y del escribano don Juan Gar-
rido , cu un tiempo en quo le estaba prohibido por
las leyes que a la sazón reglan. Dijo : Que no ejer-
ció las funciones judiciales, según tiene manifestado
en su Altima declaración ; y estraña quo so le haga
cargo do haber inlVingido ía Constilucion y leyes
quo reglan en el tiempo del gobierno do las Ciórtes,
al mismo tiempo que so le acaba do hacer porque las
guardaba y hacia guardar, en lo quo se advierte una
manifiesta contradicción, nacida no quo so busca de-
lito donde no le hay , ó una decidida personalidad
contra ol scAor confesanle.
»Sele hace cargo de haber entendido en dicha
sumaria , A sean diligencias, como las llama el sefior
confesnnte . en que el presbítero González manifes-
tó voluntariamente lo que contieno su declaración,
cuando consta ntie fue conducido por fuerza y con-
tra su voluntad á presencia del mismo seííor con
fosante, quien le amenazó con cólera que lo bajaría
al cuerpo de guardia, si no le dccia de dónde sacaba
el dinei*o para pagar á los quo debian acudir á las
Cortes á imponer silencio* Dijo: Quo niega el cargo
en los t6rininosen quo está concebido , y se remito
en todo á lo qtic tieno declarado sobro esto particu-
lar, que es la verdad del hecho.
»5f le hace cargo de babor atropellado á un sacer-
dote , precisándole á declarar, sin tomar antes la re-
ñía do su superior, lo que no nudo negar, como ni
tampoco ignorar que gozaba del fuero eclosiéstico, y
28
no estaba sujeto á la jurisdicción del señor coofe-
sante. Dijo: Que niega la tropelía de que habla el
cargo, y en cuanto á no haber tomado la venia del
superior eclesiástico , se remite á lo que tiene de-
clarado.
»Y aunque se le hicieron otros cargos y reeon-
yenciones , nada mas pudo adelantarse , por lo cual
el señor comisionado suspendió la continuación de
ésta confesión , sin perjuicio de continuarla cuando
conviniese , asegurando el señor confesante qae
cuanto tiene contestado es la verdad bajo su palabra
de honor, en todo lo cual se afirmó, ratificó, ru-
bricó las hojas de esta su confesión , la que firmó
coii el señor comisionado, leida que le fué, de todo
lo cual yo el escribano doy fé. =- Licenciado , Al-
calá. = Pedro Yillacampa.= Ante mi, Raimundo de
Galvez Caballero.»
Injustos , á la par de intempestivos , eran todos
estos cargos hechos á un general, á quien no se le
podía culpar en manera alguna, ni de perjuro ni de
inconsecuente á sus invariables principios. Bien per-
suadido estaba el rey Fernando YII de las virtudes
de este hombre singular , cuando el 27 de julio
de 1815 se presentó en el convento de San Juan
de Dios, donde á la sazón se hallaba preso, don José
Alfaro , sumiller de cortina y canónigo de la santa
iglesia de Cuenca , diciéndole que iba de orden de
S. M., con quien habia hablado largamente el dia
anterior sobre sus relevantes servicios , j con la
especial misión de que hiciese una solicitad reve-
rente al rey , manifestándole por ella que moIo de-
$eaha volver á su re/ 1 gracia , pero sin pedirle jus*
ti ta, bajo la seguridad de que S, M. lo pondriaen
el mismo dia en libertad, confiriéndole al siguienU
una capitanía general ^ ó el mejor gohiémo. EfecU"
29
vtmeBte, al siguiente dia el seffor Alfaro paso en
manos de S. M. una esposicion , en la que don Pe*
dro Yillacampa , como teniente general « entre
otras cosas le decia: «No se encuentra con talento
suficiente para desarrollar las ideas de los partidos
que por desgracia quisieron hacer ridicula la mas
heroica de las defensas, pero si dirá que la divergen-
cia de opiniones parecía atraia por momentos una
revolución sanguinaria : el ojo pref isor y el politice
solo encontraba la unión en Y. R. M. , pero Y. M.
ausente , el iris no anarecia , la borrasca amenaza-
ba, y á los encárganos públicos tocaba contenerla:
tal era la situación política de la corte cuando se le
entreffó el mando de ella , y separó de la 2.* divi-
sión del 2.® ejército aue por espacio de cuatro afios
y medio estaba manejando, gozoso por los dins de
gloria que tuvo con ella , y en donde ignorando los
partidos, solo respiraba unión y sinceros deseos de
combatir con los enemigos de la nación y de Y. M.:
en tal estado , su primera operación en Madrid fué
indicar á los jefes militares la neutralidad que de*
bian conservar , la subordinación que imprimieron
i sus subditos , y la prontitud con que era necesario
estar para la ejecución de las órdenes que mantu-
viesen la tranquilidad pública. Militar desde la in-
fancia el esponente , sin otros estudios legales que
los de su carrera , jamás se metió á investigar si los
gobernantes estaban ó no bien constituidos: man-
daban la nación en nombre de Y. M. , era un go-
bierno reconocido , á él debia obedecer , como lo
hacia ; y lo demás no era de su incumbencia : rei-
naba en su corazón como en el de todo buen espa-
ñol los deseos del regreso de Y. M. , pero en el ín-
terin este se verificaba » todo era menos inalo que
una anarquía : con ella hubiera venido la guerra ci«
30
vil y la disolución del estado : los nu>dos de preca-
verla eran va ame&azar á un partido , ja á otro :
jamás decidirse , Y siempre mantenerse escudado
con las órdenes del gobierno, y en un equilibrio tan
firme y dudoso, que si aun en el dia se pregunta á los
de la oposición de cuál era el esponente , ninguno
dirá que del suyo : con todos hablaba, con todos se
trataba , y nadie se atreverá á asegurar que tenia
las bayonetas en su apoyo : dábanle parte que unos
querían armarse con el Congreso contra los otros«
al momento lo avisaba al gobierno , y con su apro-
bación, so pretesto de revista, pénela tropa sobre
las armas, é ignorantes de que su verdadero objeto
era solo la tranquilidad púmica, temen todos que
fuese contra ellos , y nadie la perturbaba , como
sucedió el 17 de febrero del año próximo pasado:
evitar toda conmoción popular eran sus fines : siem-
pre en convulsión , y siempre estaba en sobresalto,
cuando por primera vez se presentó ea esta corte el
duque de San Carlos: el desagrado que causó so
mensaje lo dice el decreto de 12 del mismo febrero;
pero el esponente, sin miedo á lo que le hubiese
resultado ae saberse , no ve en el duque otra cosa
que un enviado de su amado rey: va á su casa , j le
suplica que ofrezca á L. P. de Y. M. su inutilioad,
su mando , y cuanto de él dependa. Dígnese Y. M.
reflexionar este paso , dado en aquella época , é in*
fiera si el corazón de Yillacampa estaba ó uo decifido
Eor la adhesión de Y. B. M. : tranquilo con la sala-
ra que le dio el duque de hacerlo á Y . M. , jamás
se vio mas placentero , tanto por haber tenido la
ocasión de anticiparse por su conducto á rendir el
debido homenaje á Y. M. , cuanto porque con ib
próximo arribo calmarían las agitaciones » j cesa-
rían los apuros en que se hallaba ; llega en efecto ri
31
niomento deseado; sábese en Madrid ol 28 de mano
que y. M. habia llegado á Gerona : pido licencia al
instante para salirle á recibir, se le concede, ajus-
ta un coche del dueño del Saladero para marchar
ol 5 de abril , y el 4 por la noche se halla con orden
de la ex-Regencía para detenerse , á protesto de
disponer, como gobernador de Madrid, lo necesa-
rio para la solemnidad do la entrada de Y. M. : no
era esta la verdadera causa , éralo, si, que recela-
ban en una revolución ; y teniendo conBania en un
jefe de tesón , no quisieron desprenderse de él,
ocultando á V. M. el verdadero motivo, por evitarle
el pesar: insiste en que se le permita salir : se le'
nieffa , y subsiste en su vigor la orden del 4 de
abril, manifestándole que se habia puesto en co-
Dpcimiento de Y. M. , cuyo original existirá en la
sei^retaria de la Guerra. Hasta el mismo gobierno
ignoraba las intenciones de Y. M. : aseguraban pe-
riódicos que Y. M. quería Constitución , otros lo
indicaban , pero ninguno (por lo menos de los que
llegaron á noticia del capónente) decia lo contrario.
Cualquier jefe menos leal , ó menos decidido , cu-
bierto con la orden que lo detenia , y faltándole las
de Y. M.f se hubiera manifestado en espera; pero
el esponente, constante en sus principios, solicita y
obtiene orden para que en su nombre salga el ca-
pitán don José González , sugeto de su confianza , á
tributar á Y. M. los homenajes que le eran debidos,
i manifestarle su sincera adhesión y amor á su real
Persona , y que siempre le hallaría pronto á cuanto
pudiera contribuir á la resignada observancia de su
real voluntad : con el mismo lo avisó al general don
José Palafox en carta confidencial , á quien dirígia
un caballo para ponerlo á L. P. de Y. M. como tes-
timonio irrevocable del roas puro afecto, La pri"«
32
mera esplosion pública faé el Jaramento del -general
Elio, hecha en Valencia el 15 de abril: el 5 deUó
salir el esponente , y por habérsele hecho detener,
salió el 16 el capilan González ; !cod qae aanqae no
se hiciese mención de la anterioridad con que sedes-
cubrió al duque de San Garlos , no fue aquella es-
plosión la que dirigió sus operaciones , sino el im-
pulso simultáneo de su lealtad , antelado al de otro
ningún jefe. Lleffó el conde del Montijo á Madrid,
y éste puede decir cómo encontró al esponente : en
tal estado vuelve á instar á la ex-Regencia paraqoe
le permita salir , se le niega , y asi lo avisa al dnqae
de San Garlos para que lo eleve á noticia de V. M.,
á quien por el mismo conducto dirigió en papel se-
E arado una esposición de sus sinceros sentimientos:
ien hubiera partido sin licencia» pero vacilaba ei
el gran compromiso de que si por su ausencia habii
una conmoción popular, se le haría responsable, aoi
porV. M. mismo, de haber abandonado una plaia
que tenia jurada , y emprendido (militarmente ha-
blando)» una verdadera aesercion : en tal situación,
instruido el general Elio de que los deseos del eswH
nente eran de tener y obedecer órdenes de Y. H*}
le hace sabedor de sus reales intenciones ; y contra
el torrente de los que mandaban se apresuró á besar
U mano á V. M. , cuya dicha tuvo en el Pedernoso.
>iSi estos hechos tan marcados, positivos y pnH
hados , tienen la desgracia de que hasta ahora se le»
haya dado otro sentido diferente , se lisonjea cjoe
V. M. , enterado de ellos por esta sencilla y genuuu
esposición , se penetrará de que no hay mérito para
atribuirle otra intención ni objeto que el de procu-
rar conservar la tranquilidad pública que le estaba
confiada , y una puntual obediencia al gobierno que
reconocía la nación , cuyas órdenes, que espedía en
33
aonibre de Y. M. , eran respetadas por todas las
áaloridades, etc. , etc.»
Entregada esta esposicion , sn fecba 28 de julio
de 1815, por el sefior Alfaro, la leyó detenidamente
el rey 9 y á su conclusión le dijo estas terminantes
palabras: tiEito no ei lo que yo le ke tnandado^ que se
quede en la ortt/on.» Asi sucedió efectivamente: ni
le yalieron las protestas de adhesión á su real per-
sona, ni el modo de justificarse, tan franco , como
fundado en los principios de obediencia á todo go-
bierno constituido. Estaba decretada ya la desgra*^
ciada suerte de este general , á pesar ¿% no resultar
cargo alguno en la causa , ni haber lastimado en
ningún sentido la magestad de un rey, por cuya
orden habia hecho la anterior esposicion. Por de-
creto de 15 de diciembre de 1S15 se mandó que el
teniente general don Pedro Yillacampa pasase por
ocbo afios al castillo de Monjuí de Barcelona , y
que se le recogiesen sus despachos, lanzando de esto
modo contra él toda la indignación de un rey, cuyos
motivos solo esplican las circunstancias de aquella
época, y la tendencia de una política inesperada.
Gomunitiósele la real resolución á las doce de la
noche del 16, y á la una de la mañana del 17 ya
iba marchando escoltado al castillo; siendo de adver-
tir que á muy pqpo tiempo se le exigieron 10,000
reales vellón por el plus que señalaron á la escolta,
coste del coche donde lo condujeron , y costas de la
cansa.
El que tuvo valor y serenidad para arrostrar
tantos combates contra un enemigo tan formidable,
debió también no sucumbir hasta el punto de pedir
Sor gracia lo que de rigorosa justicia le correspon-
ia. El que fuó inflexible en el mando en circunstan-
cias favorables, debió manifestarse igualmente rc^
Tomo ix. \\
34
signado y tranquilo en la adversidad. S« coneieseia
estaba libre ; y escudado por la protección diviu,
podía desafiar á todo el poder humano con todas sus
consecuencias. Bajo la salTaguardía de estas consi-
deraciones permanecia tranquilo en la cima de aquer
lia montaña , en medio , y rodeado de murallas y
cañones como si fuera el mas formidable enemíao
de su rey y de su nación : así parece lo persuadía
la real orden de 10 de enero de 1816 , comunicada
al gobernador de Monjuí, para que sin annencia
de éste, y sin un escrupuloso examen, nadie pudiera
visitar á don Pedro Yillacampa , nadie le pudien
escribir, á nadie pudiera hacerlo tan ilustre general.
Para que nada faltase , hasta le cupo la desgracia de
perder su padre durante este destierro , sin haber
tenido el consuelo de decirlo su último adiós. Pero
no paró en esto: la fatalidad quiso envolverlo en la
conspiración del infortunado Laci , no con datos de
ninguna clase , pues enemigo siempre de conspirar
contra un gobierno constituido , jamás meditó tales
medios para mejorar su suerte ; sino por sugestiono
y supercherías del gobernador de la cindadela, donde
á la sazón se hallaba preso, y que apoyadas en b
opinión é influencia que tenia en toda la España, i
principalmente en Cataluña y Aragón, le hicieron
'«parecer como un cómplice. Sabeijios poütivamente
que si el general Castaños tomó en cuenta estos pre-
cedentes, y en su consecuencia sufrió toda especir
de vejaciones, después tuvo la mayor complacencia
al ver que el general Yillacampa no era un reo de
Estado , sino un hombre calumniado con la mafor
injusticia.
La Constitución del año 12, proclamada y joradi
por el rey el año ¿O , alivió la suerte de este dei-
graciado general. El pueblo y guarnición de Bu«e-
3o
kma lo proclamaron camtaa general de aquel ejér-
cito j provincia « dándole repelidas muestras del
singular afecto aue le profesaban y del profondo
sentimiento que les había causado su prisión. Sola
su presencia evitó la efusión de sangre en aquella
capital. Este acto popular fué aprobado por el ffo-
bierno , y el rey constitucional , por real orden de 4
de abril de 1820, le distinguió, eligiéndole por uno
de «US ocho ayudantes de campo» que tuvo á bien
nombrar como jefe supremo del ejército.
Fué tal el comportamiento de este general en
aquel Principado , que so le nombró capitán general
del reino de Granada , donde permaneció desde 22
de febrero del ano 22 hasta 26 de abril del 23 » en
que fué nombrado general en jefe del ejército de
reserva, formado uu los distritos militares 9.^ v 10.**,
con el mando de los demás de su demarcación » y
del gobierno polilico de este último distrito, cuyo
cargo desempeñó desde 26 de abril del 23 basta 29
de junio, habiendo permanecido, abolida que fué la
Constitución, sin mando alguno hasta el 28 de fe-,
brero del 24 en varios puntos de la costa de España,
con pasaportes que le espidieron el general del ter-
cer ejército de operaciones don José de Zayas y cl
brigadier don José Taberner, capitán general inte-
rino de Mallorca,
Su conducta en esta época constitucional era,
cual (iebia prometerse de un hombre de principios
lijos, de un carácter tan honrado como inflexiole,
de una fidelidad á toda prueba , y constante en sus
juramentos. Asi es que el gobierno de aquella época,
apreciando las inimitables cualidades de este general,
le nombró , por real cédula de 17 de noviembre de
1820, caballero de la real y militar Orden de San
Hermenegildo , babii^ndo sido condecorado también
36
por otra real cédala de 28 de abril de 1821 , coa h
Í[ran cruz de la militar Orden de San Fernando, coa
a antigüedad de 2 de octubre de 1815.
No omitiremos una prueba bien palpable de la
entereza de este general, que tanto le distingaió des-
de que emprendió la carrera de las armas. Hállio-
dose Fernando Vil en Sevilla en su tránsito para
Cádiz, y en los últimos dias de la ConstilucíoD,
Ilam6 S. M. al general Villacampa á su real alcázar,
y hallándose solos, le dijo: fiVillacampa , tehemanr
dado llamar para decirte que te doy palabra de haorte
el hombre mat feliz de la nación con tal que kaga» lo
que yo te diga, » Habiéndole repetido esto mismo por
dos veces. Pero Yillacampa , que ha sabido siempre
conciliar el respeto debido á la magostad con su bi-
dalgo modo de pensar, le respondió en estos térmi*
nos : « ¿ Qué me puede mandar V. M, que yo no kagat
(Jomo caballero , eomo español y como general en jefe^
tengo obligación de hacerlo^ y e$toy pronto á $aerifiear
mi existencia en sen icio de la nación y de V.M,; PEao
II A DR SER CON TAL QUK V. M. NO BXliA DE MÍ
FALTAR AL JURAMENTO QVE TENGO PRESTADO.)» Fácil
es deducir el objeto de tal llamamiento, cuando oida
esta contestación por el rey, le volvió la espalda sin
decirle una palabra, introduciéndose en su cuarto,
y dejando solo al general que con tanta nobleza habia
«abido contestar á las promesas hechas por un rey.
Este hecho es muy notorio , y le granjeó en aquella
época el concepto de un hombre &rme y consecuente
en sumo grado, enlre todos los que tuvieron oca-
sión de cerciorarse de él. Así se esplicaba el ffeneral
Villacampa siempre que se le precisaba á hablar^ y
asi contestab:! al primor jefe del Estado, bien con-
vencido de que este es el verdadero idioma para los
reyes y los gobiernos. Otros muchos ejemplos de
37
eiiter<^za y de su lenguaje fraoco j leal pudieran ci-
tarse en obsequio de eslo militar honrado, honor y
gloria de los españoles : pero en cambio referircmoV
MUS nuevas desgracias, después de abolida la Cons-
titución, del afio 12 en 1823.
Precisado' á emigrar como otros tantos benemé-
ritos españoles, y repugnando S'empre hasta el asilo
de las naciones , contra las cuales habia hecho la
guerra, se embarcó el 2 de fpbrero de 1824 en el
puerto de Palma á bordo del bergantín sardo El
Africano, su capitán Benedicto Bolo , que navegaba
con bandera inglesa, habiendo llegado al puerlo de
Barcelona el 5 por la mañana, y á Marsella el 1 1 , donde
ae le hizo pasar cuarentena basta el 27, en cuyo dia
se le dio práctica , y permaneció hasta el 16 de mar-
10. En este dia se hizo á la vela para la isla de Malta:
llegó el 22 á las once de la noche, y puesto ya al
abrigo de sus perseguidores , permaneció tranquilo
on esta isla hasta el 13 de marzo del año 28, en que
86 embarcó para Túnez , á bordo de. la bombarda Li
Paminonda^ de bandera sarda , su capitán Paséale
yignal¡,.á donde, después de varias averias, inci-
denlcsy contratiempos imprevistos, llegó el 28 del
fropio mes de marzo , donde permaneció hasta el
2 de febrero del 33, habiendo merecido, tanto de
los muchos españoles que se hallaban en aquella ciu-
dad , como de sus autoridades , las mayores demos-
traciones de aprecio y respetuoso afecto.
Por último, no pasaremos en silencio, como,
prueba de la gran fibra de este general, dos inciden-
tes muy notables : el primero ocurrido en el puerto
de Barcelona, y el segundo en Marsella. HaLiendo
llegado al primer punto, y con dirección o Malta , el
barón de Eróles, capitán general del Principado el
año 24, envió á la embarcación donde se hallaba, al
38
ayudante del puerto don Jaime Mat, á qnien el
general habia Mlvado en el afio 20 de ana foneilt
aGusacion , intentada contra él por lot malricaladoi
de Barcelona y Barceloneta. Pidióle en nombre del
barón de Eróles el pasaporte , bajo especiales pre-
testos qne envolvían el designio de arrestar al gene-
ral , no obstante navegaba con bandera inglesa.
Aunque podía recelar en aquellas circunstancias i
vista de una pretensión tan intempestiva , no tuvo
inconveniente de entregárselo bajo palabra de ho-
nor, que Mas le ofreció de devolvérselo á pocas boras:
su corazón noble no le permitió coiiieter la vileza
de sospechar perfidia alguna por parte de un capital
general. LueffO que tuvo en su poder el pasaporte
Jla patente del capitán del barco , del cual se apo-
eró también con engaño , intimó el arresto al
general y al capitán , y ordenó la detención ; pw>
merced á las contestaciones que se le dieron por
uno y otro viajero, y especialmente por las con-
testaciones enérgicas del general y reflexiones del
capitán del puerto que se hallaba presente , se de-
volvió uno y otro documento , después de haber
trascurrido cerca de tres horas, viniendo al efecto
el ayudante Mas al barco en forma de parlamento;
pues es de advertir , qne tanto el general como
el capitán y toda la tripulación , se iiabian pre-
venido para resistir tan infame perfidia , aun i cos-
ta de la vida, decididos á perderla antes que su-
cumbir á tan inesperado cngafio. Es singular tam-
bién el hecho ocurrido en Marsella con el prefecto.
Examinado por éste el pasaporte del general , le ma-
nifestó la necesidad de presentarlo en Parts, con el
objeto sin duda de detener á don Pelro Villacampa
en el reino de Francia, y bajo la inspección de aquel
gobierno; pero contestó desde luego: que m ámim»
39
«rn jNMor á todo trance á la i$Ía de Malta^ y de ningún
modo quedane en una nación , contra la cual habia
hecho la guerra , y eetaha todavía diepuesto á hacerla,
cicmpre que $e freuntaee la ocasión. Fué tan solemne
el acento de estas palabras , que el prefecto desistió
de su propósito, y devoWieodo el pasaporte al geno*
ral, le alargó la mano, y le díó las mayores pruebas
de aprecio , en vista de su singular y hscomcndable
carácter (tan exacto como los franceses lo habían
hecho en su historia, según manifestó uno de los
que estaban presentes).
Ansioso por volver á su patria , salió de Túnez
el 12 de febrero de 1833, cuando las circunstancias
de esta época le ofrecian en ella un seguro asilo y
uu término á sus padecimientos, por efecto de la
amnbtia en que fué comprendido por real orden de
16 de junio del 33, mandando fuese reintegrado en
todos sus distintivos y fueros militares que obtenia
en 7 de marzo de 1820. Dirigióse pues á Mabon, á
donde llegó el 8 de marzo , á bordo del bergantín
sardo El Solé , su capitán Gíuseppe Belia: perma-
neció en este punto basta el 3 de noviembre de 1835,
y de aqui pasó á Palma de Mallorca, para donde habia
pedido su cuartel. En este último año, y el dia 4 de
junio, se le agració con la gran cruz y placa de San
Hermenegildo , habiendo desempeñado hasta el oc-
tubre del mismo en comisión el mando militar y poli-
tico do la isla de Menorca , y la subdelegacion de po-
licía de la misma, con aprobación de S. M. de 18 de
enero de 1834. Hasta el 1 6 de abril del 38 estuvo
de cuartel en las Islas Baleares , por real órdeu de 3
de abril de 1834. Sus servicios fueron tales , y tan
satisfactorios al pais, y aun al mismo gobierno, que
por real orden de 3 de abril del 38 fué nombrado
capitán general de Mallorca , cuyo cargo desempeñó
40
haftla el 20* de febrero del 39 , habiendo sido desti-
nado al día siguieole de cuarlel en las mismas islas,
hasta fin de setiembre del 43 que le fué trasladado
á Valencia. El 30 de marzo del 44 salió de esta ca-
pital con dirección á Aragón , para donde pidió sa
traslación , y llegó á Zaragoza el 6 de abril , doode
tiene su domicilio.
Los méritos y servicios de este ilustre general
inspiraban tanta confianza , que fué nombrado sena-
dor por la provincia de Huesca en 3 de octubre del
4á, y en 24 de setiembre del 44, á cuyas dos legis-
laturas asistió con la asiduidad y eficacia que exigía
tan importante misión. Últimamente fué nombrado
por S. M. senador del reino en 15 de agosto del 15»
y tomó asiento en el senado. Su instinto conserva-
dor y de orden, la justicia, la paz y prosperidad de
España han sido el lema de su conducta.
Tal es la vida militar, polilica y parlamentaria
del Kxcmo. Señor don Pedro Yillacampa, cuya es-
tremada modestia apenas nos ha permitido traslucir
la tercera parte de los mas bellos y heroicos rasgos
de su brillante y especial carácter. Como militar,
abarca dos siglos de guerra contra las mas fuer*
tes potencias: su administración no ha dejado ea
los pueblos aquellas profundas cicatrices que or-
dinariamente se causan en medio del estrepitoso
ruido de las armas: nadie elevó una queja: el pais
por donde pasaba lo recibía con aclamaciones de
alegría por su templanza y generoso modo de pro-
ceder: nasta los enemigos, que tanto le tcmianea
los combates , lo admiraban después de rendidos ;
hechos prisioneros. Mil veces se le oia decir á sos
victoriosos soldados con sentido y religioso acento:
Son hermanoH, eh preciso que lo$ irateU como UJ»,
para que no desmerezca vuestro valor. Como honbiv
41
páblico, solo basta ojear todos sus actos para per-
suadirse do la perseverancia de sus principios, de
sus juramentos. Pocos hombres abrumados en un
calabozo hubieran desdeñado las promesas de un rey:
pocos ó ninguno en el alcázar de Sevilla, y en los
últimos momentos de una terrrible crisis, hubieran
manifestado tanto desprendimiento cuando todo un
rey le ofrecía ser el mas feliz de la na' ion. Son estos
como otros tantos puntos de visla , desde donde se
descubre un corazón , casi de distinta . naturaleza
que los demás. De aquí es, que don Pedro Villa-
campa ha podido ser desgraciado en sus emigracio-
nes, podrá vivir pobre y morir pobre como se le ha
oido repetir muchas veces ; pero descenderá al se-
pulcro cargado de honores y distinciones , y su ma-
yor galariion, su mayor gloria, serán haber ofrecido
como en holocausto casi toda su vida» al bien de su
idolatrada palrin , y haber dejado en sus descendien-
tes, por una tradición de muchos siglos, yinculados
el honor y la nobleza. Cumpliéronse los vaticinios
de su padre. ¡Dios lo proteja!
mmmmmmamBammmmmmsKfi
»• AI^R«iAIVDRO OI.I VAIV
CiL talento, los conocimientos científicos y politices,
¡los servicios que h» prestado con ellos á su pais«
an granjeado á don Alejandro Olivan un renombre
merecido: como escritor, sus producciones han sido
notables y estimadas por la profundidad de ¡dcns
que revelan , y por el método en que están espues-
IBS : como diputado su voz ha sido siempre escu-*
ckada con atención en ol Parlamento ; su voto do
mucho peso en todas las cuestiones y en algunas de-
cisivo ; como hombre de gobiomo y de administra-
ción 9 su opinión ha sido muchas veces consultada
y con buen éxito seguida. De. grande aptitud v apli*
cacion para el trabajo , de juicio recto y sólido , su
46
español » cuanto que todaria necefitábamos, por de-
cirlo asi , andadores para caminar por la senda déla
libertad. El respeto á la ley consignado , como ao
podía menos de estarlo en aquella Constitacion , no
ie bailaba sin embargo suficientemente nrantido
por sus disposiciones ; ni la marcha del gobierno no-
dia ser con ella desembarazada y franca en la estera
couTcniente» ni estaba tan protegida la sociedad
contra los cscesos revolucionarios como lo estaba
contra los cscesos del poder. Estas ideas se des-
prenden de los artículos insertos en los periOdicM
citados. La Autora de ^á|>aña publicó por suplemento
en 25 de mayo de 1820 un remitido del sefiorOliváo,
firmado con el título de un Ciudadano imparcialt ei
que se inculcaba la necesidad de sostener al gobier-
no y darle fuerza y prestigio en aquellas circuni-
tancias, para que pudiera hacer cumplir las leyes j
evitar la anarquía. El señor Olivan resistía ya en*
tonccs , como ha resistido siempre , todas las inno*
vacioncs que no se hicieran por el camino legal;
sostenía que hasta la reunión de las Cortes nada de-
bía innovarse , y anatematizaba las reuniones de
patriotas , celebradas con objeto de derribar al mi*
nisterio ¿ imponer al jefe del estado la voluntad de
una asamblea tumultuosa. En este mismo artícalo
observaba el señor Olivan , con bastante gracia» qne
como para ser patriotas no necesitaban aquellos á
quienes aludia estar enterados de lo que previene la
Constitución , era preciso tomarse el trabajo de de-
mostrarles que desconocían totalmente aquel código
ó prolendian ser superiores á él , erigiéndose en go-
bernantes y legisladores. La demostración era clara»
pues que por un artículo declaraba la Gonstitucioa
que para hacer efectiva la responsabilidad de los se*
prelarios del Despacho debían primero las Cortes de-
45
Después de haber desempefiado á satisfacción de
sus jefes varías comisiones ael servicio, fue elegido
en 1816 por el cuerpo de ariilleria para estudiar
Hsica y química en el precioso gabinete establecido
por el infante don Antonio en el real Palacio , y ob-
teniendo el primer premio en los exámenes de quí-
mica , se mostró digno del honor que aquel cuerpo
le babia dispensado. Hasta 1820 continuó con apro-
vechamiento sus estudios científicos^: en aauella fe-
cha, estando destinado en el ministerio déla Guerra
como oficial facultativo , fue nombrado archivero
general del mismo ministerio , y después, en 1822,
secretario de S. M. con ejercicio de decretos, que-
dando retirado del servicio.
* Por aquel tiempo se dio á conocer en la cátedra
de agricultura del jardin botánico con una memoria
sobre prados artificiales, uue llamó sobremanera la
atención y le valió los aplausos de los inteligentes.
No era este el primer escrito del sefior Olivan; des-
de el año de 1816 en adelante había presentado va-
rios trabajos estimables á la Sociedad Económica de
Madrid , en que mostró su talento de observación y
los pro.^resos que habia hecho en el estudio. Las
ideas de la época debian también ejercer la influen-
cia natural en su ánimo ; escribió en los periódicos:
la Aurora de España^ el Universal y el Comtítucional
publicaron sus mas notables» artículos; sin embargo.
no se manifestó tan fogoso partidario de la Consti-
tución de 1812, como era antagonista decidido del
gobierno absoluto; no era el sistema representativo,
tal como le habia establecido aquella Constitución»
ol que don Alejandro Olivan comprendía como pro-
pio para hacer la felicidad y satisfacer las necesida-
des de Espafia ; el código de 1812 era demasiado
democrático , y tanto mas peligroso para el pueblo
48
división que se babia introdacido entre los liberales»
fomentada en ocasiones por los ministrps , qae eo
yez de procurar atraerse á los partidos , destituiao
de sus empleos á hombres beneméritos , tan solo por
sus opiniones anteriores , y que en lugar de ser fieles
guardadores de las prerogativas que la Constitución
concedía á la corona , ofrecían empleos á los orado-
res de la Fontana, para que obligasen al rey» por
medio de una asonada , á sancionar leyes que había
desechado; censuró la precipitación con que, no
obstante la adopción de algunas disposiciones acer-
tadas, habían procedido las Cortes en sus tareas le-
gislativas, queriendo plantear en poco tiempo loque
solo podia ser obra de muchos años. Pasando des-
pués á hablar de la actitud de Francia y de los mo-
narcas del Norte con respecto á España, que ale-
gaban que no podían reconocer por válida y leffitima
la consecuencia de una sublevación militar, admitió
la exactitud del principio, pero rechazó su aplica-
ción á la nación española, porque «la inmensa ma*
yoria de la nación aceptó voluntariamente la ma-
danza de 1820, y las naciones nunca son rebeldes;»
atribuyó los males del pais y el estado de anarquía
en que se encontraba, á las intrigas de Francia, cojo
oro fomentaba las facciones , y cuyas tropas amena-
zaban invadir la Península ; á las frecuentes irrup-
ciones hechas por el poder legislativo en el ejecu-
tivo, destruyendo el equilibrio de los poderes pú-
blicos ; á la falta de recursos pecuniarios , cojo
déficit se había suplido con empréstitos ruinosos; á
las intempestivas nmdanzas hechas en la hacieoda
pública; en fin, á las aplicaciones estrayagantes que
en las tribunas populares se hicieron de las doctri-
nas constitucionales , y al desenfreno de la prensa.
Examinando en seguida con delicadeza suma la coB'
49
ducta del rey , encareció la gran virtud ó la dema*
:siada estolidei que un hombre que habia nacido para
reinar y sido educado entre cortesanos aduladores ,
necesitaba para desprenderse de una parte muy con-
siderable de su autoridad y sufrir con paciencia los
sonroips , las contradicciones , los desaires de toda
especie de aquellos mismos que le hablan jurado
respeto y fidelidad ; sentó la doctrina de que un mo-
narca constitucional no tiene mas obligación que la
de desear el bien , siendo de los ministros la obliga-
ción de acertar ; Y probó por, último, que la con-
ducta particular ae Fernando Vil, habia influido muy
poco ó nada en la dirección que hablan tomado los
negocios públicos de tres afios á aquella parte.
Hecha la historia fiel y exacta de los aconteci-
mientos de aquella ¿poca , acompañada de conside-
raciones oportunas y de sabias reflexiones ; censu-
* rada la conducta del gabinete que entonces dirigía
los negocios públicos , el cual se habia apresurado
á contestar á las notas de las potencias estranjeras*
^in tener preparado un ejército que apoyase la res-
puesta dennitiva , y contando con abandonar la ca-
pital al primer amago de invasión por la frontera ;
manifestado el error de las Cortes, donde se habia
tratado de la necesidad de abandonar á Madrid, co-
mo si fuese de la cosa mas indiferente ; y señalada
la existencia de un partido que en medio de las pa-
siones y del desorden no habia deseado mas qu^ la
libertad racional y la observancia de la Constitución,
pasó el autor del folleto á tratar de los medios que
debian adoptarse e:i aquellas circunstancias. Desde
luego estableció, que si en el año de 1820 se hubie-
sen hecho en la Constitución las reformas que la
sana razón y la espcricncia indicaban, las potencias
estranjeras no habrían mostrado la oposición pública
Tomo ix, 4
50
j secreta de qae Eipafia iba á ser ▼fctima ; después
espuso la teoría del equilibrio de los poderes pubti-
eos , y demostró que entre el óuerpo deliberante j
el cuerpo ejecutivo debia haber otro que moderase
la acción de ambos, para aue el mas débil nó que-
dase á discreción del mas lucrtc ; y por último , ha-
ciéndose cargo de las notas de los embajadores « del
ultimátum de Francia y de la mediación ofrecida
por Inglaterra, trazó con mucho acierto la Huea de
conducta que debia haberse seguido y seguirse si
era tiempo ; rebatió victoriosamente los argumentos
en que se apoyaban los partidarios del viaje del rey
á Sevilla, y ridiculizó la fórmula diplomática que
solo se componía de las palabras : tonstUtéciún 6
muerte , palacras que se proclamaban en et momento
de prepararse para la fuga.
Tal es el folleto que publicó en aquella época el
señor Olivan, cuyas doctrinas , si se hubieran se-
guido á tiempo, habrían evitado muchos males á
España. El anónimo que guardaba y las verdades
que contenia, hicieron que se atribuyese á diferen-
tes personajes de la época ; y á pesar de estar es-
crito con la mayor moderación y templanza, el mis*
mo gobierno, que había desencadenado las pasiones
populares y que toleraba el abuso de la prensa , lo
sujotó á formación de cansa, como subversivo en
Íirmior grado. Sufrió también el folleto las mas vio-
entas impugnaciones de los periódicos, que sedes-
hicieron en invectivas contra los que suponían sus
autores, de tal modo que el señor Olivan juzgó ne-
cesario salir á la defensu de su escrito, el cual por
otra parte habia merecido muy buena acogida de la
generalidad de los hombres pensadores. Hlzolo asi
en un segundo folleto , en que contestando á los ar-
gumentos (|uc 80 lo presentaban, desenvolvió en \Q*
51
dai ras oonsecuoncias las ideas emitidas en el pri-
mefo*
Los sucesos vinieron á confirmar todns las pre-
dicciones del sefior Oliyin * y á la invasión francesa,
Sarcialmente combatida por algunos hechos aislados
e heroísmo j fuertemente apoyada por la intriga,
la corrupción y la perfidia , sucedió la espantosa
reacción de 1823, en que fueron perseguidos indis-
tintamente cuantos se nabian titulado nberalcs , ya
por so incsperiencia hubiesen abusado do la libertad,
ja se hubiesen constantemente opuesto á salir de sus
justos limites. Los mismos que al principio do aquel
afio habian calificado do subversivo el folleto del
sefior Olivan, lloraron después su ceguedad lejos
de su patria , y cunndo en el afio do 1837 muchos do
ellos fueron llamados á formar una nueva Constitu-
ción, so aprovecharon de la cspcrioocia amarga
do 18^3, ¿ nicioron precisamente las mismas refor-
mas en el código de 1812, que hnbia reclamado el
sefior Olivan , que eiigian la razón y los adelantos
del siglo, y que habian podido en otro tiempo las
potencias cstranjeras
Al ver cómo so entronizaban en Espafia el ter-
rorismo y las proscripciones en masa , todos los li-
berales de todas opiniones que tenian Intereses que
salvar se cspatriarun vulutitariamcntc, como se ha-
bian espatriado los individuos del íiltiino nünistorio .
consljlucional v los mas compromotidos. El señor
Olivan so hallana en París en 1824: voin el estado
do España, Inmcntalm los escesos del desnolisino,
como nabia lamentado antes los escesos do la liber-
tad, y para contribuir por su partea destruirlos,
salió en defensa de las doctrinas moderadas contra
los absolutistas, así como en el año anterior las ha-
bía defendido contra los liberales oxaltados. Eu t81'V
52
publicó UQ folleto : en t824 creyó necesario publicar
una obra , que tituló : Ensayo imparcial iobre el ga^
hierno del rey D. Fernando VII; en 1823 no tenia ne-
cesidad de estenderse en multitud de consideraciones
para probar la necesidad de reformar la Constitu-
ción; escribía en Madrid « usaba de la libertad de
*tnprenta, se dirigía á hombres , aunque obcecados,
iapaces de conocer desde luego el peligro que cor-
rían las instituciones representativas ; no necesitaba
por otra parle convencer de esta verdad sino á los
cspafioles: en 1824 escribía en Paris « dirigía su
obra al rey Fernando y á las potencias estranjeras,
principalmente á la nación francesa ; deseaba inte-
resar á uno y á otras en el establecimiento de un
gobierno representativo en España , y se proponía
rectificar la errada opinión que sobre el carácter de
los españoles y sobre la situación de este pais se
había formado en el estranjero : su obra deoia ser
por consiguiente mas larga , debía entfar en consi-
deraciones mas profundas. El Ensayo ifnparcial so-
bre tí gobierno del rey don Fernando F/J, hace honor
á los conocimientos históricos, políticos y adminis-
trativos del señor Olivan, y demuestra sobre todo
un sincero amor á su patria, y un deseo ardiente de
procurar su felicidad por los medios que están á so
alcance.
Dividió el señor Olivan su obra en tres épocas,
la primera desde el advenimiento al trono de Fer-
nando YH hasta 1814; la segunda desde 1814 haiU
1820, y la tercera desde 1820 á 1824. En la pri-
mera época encareció los bienes que había traíd¿i
España la din¿)sl¡a de los Borbones, á quienes M
debía Li curaeiou de los males causados por loi de-
sastrosos reinados de la casa de Austria Y por li
guerra de suoesioii ; ponderó los perjuicios que tt-
53
sultnban á la nación de encontrarse cl poder en ma-
nos (le favoritos, y trazó con ligeros rasgos el carác-
ter del rey Fernando al subir al trono. La educación
de Fernando Vil, según el señor Olivan, habla sido •
esmerada, y su enlondimicnto cultivado con los ele-
mentos necesarios de las ciencias para gobernar una
nación grande ¡ pero viéndose rodeado desde su ni-
ñez de espías y enemigos, llegó á contraer cierta
suspicacia y désconfíanza, que después formaron
parte habitual de su carácter. En esta primera sec-
ción de su obra se estiende también el señor Oliváa
en demostrar, que en 1808 no abandonó e! rey á la
nación , que se vio arrancado de ella por la perfidia;
Ípor consiguiente que no podia pretenderse que las
órtes congregadas en la isla de León hubieran es-
tado facultadas para elegir otro rey.
En la segunaa época , tratando de los sucesos que
siguieron á la libertad del rey en 1814, examinó (a
cuestión de si las Cortes podían pretender con de-
recho que Fernando YII jurase la Constitución del
año de 1812. El rey no habia contribuido á formar
aquella Constitución: apenas enlró en España, el
pueblo derribó todas. las lápidas constitucionales, lo
que probaba que la opinión general era contraria á
la Constitución; de todas partes se dirigieron al rey
infinidad de representaciones pidiendo que la anu-
lase ; el decreto de 2 de febrero , en que las Cortes
trazaron al monarca el itinerario que debia seguir
hasta presentarse á jurar la Constitución, debió dis-
gustar á Fernando YII y predisponerle en favor de
los anticonstitucionales. Tales son las razones que
adujo el señor Olivan para disculpar ¿ Fernando Yll
de haber anulado la Constitución. En su concepto la*
conducta que debian haber seguido las Cortes en-
tonces, era la de haber enterado al rey de las cir-
5*
cunstancias qae habían precedido á sa convocatom
y celebración , presentándole la Constitución for-
mada y pidiéndole se dignase aprobar los actos de
gobierno ejercidos en su ausencia» y aceptar el
nuevo código 6 modificarlo del modo mas conve-
niente. Después, proponiéndose el autor del E mayo
esplicar el camino que dcb'ó seguir Fernando Yllf
se remontó al origen de los inveterados males de la
monarquía^ habló de las causas á que los hablan
atribuido varios escritores, y dijo que eran mas bien
efectos que causas, pues todos procedían de la falta
absoluta de buen gobierno y de buenas leyes cons-
titutivas , falta CUYO origen debia buscarse en el ré-
gimen mismo ó sislcmá de gobierno. Para ilustrar
esta materia trazó un bosquejo del gobierno español
desde el principio de la monarquía , en el cual se
advierte el gran fruto con que habia estudiado la .
historia de nuestra nación. La monarquía electiva
de los godos , dice el señor Olivan , se gobernaba
por la tradición, hasta que en el año6á7 el rey
Eurico, con acuerdo de los magnates, hizo una re-
copilación de leyes para poner en armonia las cos-
tumbres de los godos con los códigos romanos, por
los cuales continuaban rigiéndose los españoles; de
estas leyes y de las que hicieron después los revés
se compuso el Fuero- Juzgo ^ hasta que en el sigloXIU
publicó don Alonso las Partidas : después de haber
abrazado Recaredo la religión cristiana, adquirieron
Sran importancia los prelados y el clero , y se cele-
raron los concilios; la autoridad de estos sin em-
bargo no era tan grande como se suponía , y alga-
nos reyes dejaron de seguir su opinión, lo que
prueba que los concilios no tenian mas que voto con-
sultivo: asi el gobierno godo fué monárquico poro,
aunque templado por la influencia de los grandes y
65
de los concilios, y por la faerzá ie la opinión. Des-
pués de la invasión de los sarracenos se refugiaron
con don Pelajo á las montañas de Asturias los anti-
guos usos y costumbres , y se mantuvieron en vigor
el Fuero-Juxgo y demás leyes; volviendo á reunirse
los concilios de prelados y grandes, que ron el
tiempo variaron de nombre y fueron conocidos ron
el de Curias ó Corla. Las mismas razones que obli-
garon á los godos i apoyarse en la autoridad de los
concilios, indujeron á los reyes de Castilla y León
á escudarse con las Cortes, porque las leyes dicta-
das con su acuerdo ó consejo debian tener mas fuerza
. y prestigio. El de aquellas asambleas se fué aumen-
. I&ndo ; desde el siglo XII empezaron ¿ asistir á ellas,
ademas de los prelados y grandes, los procuradores
de algunas ciudades; después, habiendo cobrado
fuerzas la monarquía con la reunión de las coronas
de Castilla y León, las Cortes se dividieron en tres
brazos, clero, nobleza y pueblo. Estos fueron sus
mejores tiempos. En 1492 comenzaron los infantes,
grandes y prelados á perder la prerogativa de asistir
á los consejos del rey, y desde 1539 dejaron de asis-
tir ú las Cortes que desde el tiempo de Recaredo ha-
blan ellos esclusivamcnte formado. Las ciudades de
voto en cortes, que oran mas de ciento, fueron re-
ducidas á diez y siete, que enviaron sus procurado-
res á las célebres Cortes de Toledo en 1480: á Us de
Toro en 1505 solo concurrieron diez y ocho ciuda-
des, inclusa Granada, y habiéndose mas tarde con-
cedido voto á Galicia, formaron un total de diez y
nueve. Organizóse un nuevo consejo, á quien no
solóse concedieron facultades consultivas, sino que
se le encargó el despacho y resolución de la mayor
' parte de los negocios de gobierno.
Esta es en resumen la historia que hace el sefior
56
Olivan de los primeros tiempoi de la monarqnia, y
del progreso y decadencia de las Cortes : á las inno-
vaciones que se hicieron á últimos del siglo XY y
principios del XYI atribuye la decadencia que poco
después empezó á esperimentarse en la monarqnia:
el aeseo que tuvieron los monarcas de poner i raya
á la nobleza, les hizo aboliría demasiado, la sepa-
raron absolutamente de las asambleas, y asi las de-
liberaciones de estas, no teniendo aquel carácter de
autoridad y respeto que antes espresaban , se hicie-
ron de menos peso á los ojos de los reyes: en lagar
de luces y consejo solo llegaron á exigir de las Cor-
tes servicios y auxilios pecuniarios. Los reinados de
Juan II V Enrique lY y el haber puesto el Consejo
de Castilla la mano en materia de Cortes , bastaron
para dejarlas aniquiladas.
Continuando el señor Olivan su tarea de seña-
lar la causa de los males de la nación para indicar
el camino que debía haber seguido Fernando YII
en 1814, atacó la monstruosa organización del
Consejo de Castilla que gozaba las facultades de
aconsejar , juzgar y hacer leyes ; hizo la historia de
este Consejo , manifestando cómo se fueron intro-
duciendo en él los togados hasta quedar de ellos es-
clusivamente compuesto ; pintó con vivos colores el
desarreglo y la paralización de los negocios y de todo
proyecto , aun el mas insigniGcante de mejora , qoe
siguieron á la aglomeración de facultades en na solo
cuerpo , que no tenia ni podia tener la ilustración
necesaria para ejercerlas todas en bien de la nación.
Bosqaeiado asi el cuadro do los males que esperi-
mentaba la monarquía ; señaladas sus causas prin-
cipales , y como la primera de ellas la absurda orga-
nización del Consejo de Castilla, y esplicada la parte
que tuvieron las Cortes en los negocios del reino»
57
5 asó el autor á tratar del decreto de 4 de mayo
c 1814 , en que el rey abolió la Constitución for-
mada en su ausencia. Éste decreto , según el señor
Olivan , si se hubiera llevado á cabo , era en reali-
dad adecuado para aquella época , y contcnia los
elementos capaces do hacer la felicidad de la nación.
En efecto , en él protestaba el rey de su aborreci-
miento al despotismo , prometía reunir los procu-
radores de España é Indias en Cortos tan pronto
como restablecido el orden le fuese posible , y de-
claraba que la libertad individual quedaría asegu-
rada por medio de leyes , que afianzando el orden,
dejasen á todos la saludable libertad que distingue á
un gobierno moderado de un gobierno despótico;
que de esa libertad gozarian también todos para co-
municar sus pensamientos por medio de la imprenta
dentro de los limites prescritos por la razón ; que
se separaría la tesorería de In Real Casa de la teso-
rería del Estado ; y por último , que las leyes que
hubiesen de servir de norma á los espaAotcs, serian
establecidas en lo sucesivo por acuerdo de las Cor-
tes. El sefior Olivan compara aquel decreto con el
que dio LuisXYIlI en Saint-Ouon, con la diferen-
cia de que el uno se llevó á efecto y el otro fué una
letra muerta. El monarca español , joven é inesper-
to, en un mando difícil y espinoso , y falto de con-
sejeros á propósito para guiarle , que descendiendo
durante seis aiHos desde el mas alto punto de presti-
gio y adoración hasta inspirar una tibieza , que casi
rayaba en indiferencia, al paso que el francés, alec-
cionado con veinte y cuatro aftos de revolución y
cuatro meses de 1815 , hubiera sabido ú fuerza de
penetración y acierto , por medio de un régimen
constitucional bien calculado , hacerse auerer del
pueblo y del ejército y aumentar de graclo en gra-
58
do las faerzas y la gloría de sa nación « eclipsada
momentáDcamente por la suerte adversa de las
armas.
Entrando en consideraciones sobre los niol¡TOS
que impidieron la ejecución del decreto de 4 de ma-
yo , recordó el autor qiie el 10 de agoslo del mismo
año de 18t4 pasó el rey una orden al Consejo de Cas-
tilla , en que después de manifestar que parecía ha-
ber llegado el caso de tratar de la cjccocion deaqoel
decreto, mandaba que el Consejo le consultase sobre
la convocación de Cortes. «El Consejo • anadia el
señor Olivan , tardó mas de cinco años en redactar
su informe , y sabe Dios cuánto hubiera tardado, á
no haber sido eslinguido en el año de 1820. ¿Cómo
se habla de apresurar el Consejo á reunir un Con-
f[reso , donde precisamente habia de tratarse dere-
ormar abusos , y uno de ellos el mismo Consejo,
como el mas funesto y trascendental ? » Pasó des-
Imcs á tratar de los diferentes ministerios que go*
remaron en aquel período, y fué señalando los
desaciertos que cometieron ; clamó contra la cama-
rilla , compuesta de personas desconocidas y de baja
esfera, y puso de manifiesto los males que causaban
los aconsejantes clandestinos. Estos en su concepto
aceleraron la caida del gobierno absoluto. Salvó sin
embargo en este punto las intenciones del rey ; mas
con tan profunda convicción censuraba los manejos
ocultos de la camarilla, que juzgó que suEmafo
habría hecho uno de los mayores bienes posibles al
estado , si llegando á manos del rey pudiese inspi-
rarle todo el norror que merecían los aconsejantes
secretos. Aqui de nuevo trató el señor Olivan del
carácter de Fernando VII ; elogió sus cualidades
personales ; dijo que le adornaban muchas prendas
recomendables y acomodadas para el mando ; pero
59
indicó que la suspicacia y la desconfiauía que for-
maban parte de su carácter eran un ligero pafio que
ileslustraba su brillo. Después consideró los aconte-
cimientos que prepararon la revolución do 1820.
La marcha del gobierno y la falta de recursos del
erario , fué estinguicndo el entusiasmo por Fer-
nando 9 y el partido terrorista que le rodeaba le hizo
cobrar odio i cuanto se pareciese ú Constitución , y
desechar la propuesta del emperador do Rusia , que
le aconsejaba que otorgase al pueblo una carta, anti-
cipándose asi á los movimientos de los descontentos,
¡f poniendo un dique á la revolución. Al .hablar de
a sublevación militar de Las Cabezas, dijo que no
disculpaba las insurrecciones militares ; pero que era
un error creer que á no haber sido por ella , fas co-
fas habrían seguido en el mismo estado. La revolu-
ción estaba hecha en todos los ánimos; los males
públicos y los vicios del sistema anterior hacian tan
indispensable una mutación , que el único medio de
evitarla , según el autor, era anticiparse el rey á
poner en alanta el consejo del emperador de Rusia,
que por cierto en materia de Constitución no podia
ser sospechoso para Fernando Vil. Por lo demás» las
mismas tropas sublevadas mantuvieron el orden en
tbdas partes , 6 hicieron que no se cometiese nin-
gún esceso^ lo que, según el autor, consistía en que
el movimiento de 1820 fué dirigido y ejecutado por
oCciales y empleados , mientras que en la reacción
de 1823 se dio rienda suelta á la clase ín6ma ; ro-
sultando de aqui que lo que en la una fué concierto
y moderación, fué en la otra escesos y venganza.
La última época de las tres en que dividió el se-
ffor Olivan su Ensayo^ comprende el periodo cons-
titucional. El autor refiere en elfa cómo fué recibida
al fin con entusiasmo la misma Constitución , que al
60
principio contaba con pocas simpatías , t en el aí&o
de 1814 con casi ningona; cómo pedia haocrse apro-
vechado aqaella acción tan propicia para introducir
en el código de 1812 las modÍDcaciones qae la sau
razón y la esperiencia de otros países reclamabiii
cómo por los escesos de los liberales exaltados Ikgi
¿entronizarse lá anarquía « que sirvió de pretestoí
la intervención esiranjera de 1823 ; sobre este pooli
se esiienile en consideraciones , y hablando de hs
manifiestos contrariosjdados por el rey, el ano eaK
de setiembre y el otro en 1.® de octubre del mim
año, atribovc la conducta de Fernando Vllá laque
habian teniao con aquel monarca los constitucioni-
les exaltados. Vitupera después los desórdenes á qv
se entregaron los realistas , la guerra á maertf i
3uc declararon á cuanto llevaba el sello de la noie-
ad , las medidas de rigor y las proscripciones ei
masa que decretaron : recorre la historia de los ni-
nisterios que se sucedieron en el poder basta la fe-
cha en que escribía ; truena contra el desorden Jr
la administración , contra el fanatismo y la empko-
mania , y establece esta proporción , que no dejab
de ser oportuna y original : el estado de Espaia
en 1817 es al de 1819, como el de 1819 esii
de 1824, de donde deducía que siendo la situacitf
de España peor en 1824 que en 1819 , eran enloa-
ces insuficientes los brazos y las palancas que an
en 1819 no pudieron sostener al gobierno. Dirigiéi-
dose luego á Fernando Mly intenta prevenirle cootn
los que le procuraban persuadir de que la nacioi
no queria otra cosa que su gobierno absoluto; k
aconseja que desconfié de este nuevo género de ad^
lacion, y le trae á la memoria que esos mi|moip■^
blos no dispararon un solo tiro en so defensa es''
año de 1820 ; que al salir de Madrid en oirrf
61
de 1823 vcaaudó ya estaba mu^ próxima la entrada
de los franceses , nadie se mo?i6 para libertarle de
la escasa escolta que le acoinpafiaba ; por último,
que si los pueblos se alzaron contra la Constitución
en 1823 fué en fuerza de • vejámenes , insultos ó
resentimientos particulares.
Terminada esta reseña histórica , que el señpr
Olivan juzgó necesaria para preparar el convenció,
miento y dirigir el ánimo de los lectores hacia el fin
qiie en su obra se proponía , pasó á tratar del go-
bierno monárquico que con venia entonces á España.
Para esto examinó las diversas formas de gobierno;
sentó que era preciso poner cortapisas á la autori-
dad real para que pudiese hacer el bien de los pue-
blos : en cuanto á la naturaleza de estas , como en
unos puntos la valla ha sido tan débil que la han
atravesado los reyes cuando han querido, y en otros
tan fuerte , que parapetados en ella los pueblos, han
acabado con los reyes; indicó que dcbia buscarse un
término medio ; citó el ejemplo de la Constitución
inglesa, ejemplo seguido por Luis XYIII en la
Constitución francesa , y propuso para España una
Constitución parecida á esta ultima , acomodándola
á las circunstancias de los pueblos. Indicado así su
pensamiento i se esforzó en demostrar que solo el
gobierno templado y representativo era el que podia
sacar á España del estado en que se encontraba : si
el gobierno f. anees habia de disminuir gasjlos su-
perfinos y retirar de España á sus tropas , era pre-
ciso , en concepto del autor , que el gobierno espa-
ñol se pusiese en estado de caminar por sí , lo cual
no podía hacerse sin la fusión de los partidos , ni
esta sin un gobierno representativo. El decoro mis-
mo de la nación francesa, observó el señor Olivan,
estaba comprometido en que se tomase en España
62
un temperamento cóneiliador ; las ofertas hedui por
el ^uque de Angulema , las capitalacioncs formali-
zadas en su nombre, todas se airigían á restablecer
la concordia , de modo que de seguirse un sisteni
contrario, quedaría desairado el heredero del trsao
de Francia: el gobierno francés debia servir dé me-
diador entre el rey de Espafia v sos pueblos , asi
como había servido de tal entre los partidos ; el go-
bierno francés no había intervenido en Espafta como
instrumento de un partido, sino como conciliador de
los intereses de ambos: el gobierno francés debia
saber que no podria cobrar ninguna indemnineios
de España , ni aun los 34 millones de francos qoe ja
le estaban reconocidos, mientras no so establecieie
en este pais un gobierno representativo que arre-
glase entre otros ramos el de Hacienda , ó bien ae
alzase con todas sus rentas, lo cual no era confonne
al derecho de gentes, ni honroso p:ira la nacios
francesa.
Probado ya que era indispensable y urgente es-
tablecer el gobierno representativo en la nación es-
pa lióla , pasó el autor á indicar el mejor medio de
que en su concepto debia echarse mano para rea-
lizarlo. Recordó el decreto de 4 de mayo de 1811:
<rla magostad real, dijo, estaba comprometida en lle-
varlo á cabo; pero el cumplimiento de la real pala-
bra solo podia asegurarse por medio de una Cons-
titución. Esta Constitución, que debia estar fondada
en bases esencialmente monárquicas^ debia plan-
tearse desde luego por via de ensayo, convocándose
Cortes generales , no como on tiempo de su deca-
dencia, sino como en sus mejores tiempos « eom-
puestas de los tres brazos ó estamentos , y encarga-
das de examinar la nueva Constitución, presentando
fil rey sus observaciones , y zanjando todas las difi-
)
63
eoludes , porque el rey no podia hacer mudanza en
las leyes nindamcnlaleí 5in permiso de las Cortes,
Después el tehor Olivan terminaba su obra con al-*
gunas reflexiones sobre Hacienda y crédito público,
eii que se lamentaba de la falta de buenos ministros
de aquel ramo en España, censuraba que se arreba-
tasen sus propiedades á los compradores de bienes
iincionales, y aconsejaba que se los mantuviese en
el goce de ellas.
Hemos hecho un an&lisis bastante estenso de
esta obra , porque era el mejor medio de dar a co-
nocer perfectamente* su importancia y su alto fin po-
lítico. En ella se advierte, ademas de la profundi-
dad de ^ los conocimientos y de la solidez de los
raciocinios en general , el esfuerzo constante y sos-
tenido para procurar ú España las ventajas de un
gobierno constitucional , por los únicos medios de
roue entonces era posible echar mano , interesando i
Fernando Yll y al gobierno francés en el cambio
politico porque abogaba ; procurando despertar en
el primero el interés do su conservación y del man-
tenimiento de su autoridad , y en el segundo el de
su influencia y aun él de su codicia. A este grande
objeto debió subordinar el señor Olivan todas sus
ronsideraciones y dirigir todos sus argumentos, y
ante ól desaparecer por consiguiento. los lunares que
algunos lectores escrupulosos podrían encontrar en
su obra. Sí en efecto recarga con demasiadas som-
bras el cuadro de los escesos de la libertad , debe
tenerse presente que cuando trataba de convencer á
la santa Alianza y á un rey absoluto del camino que
debia seguirse , no podia ni debia pintar con risue-
ños colores hechos que por una parte no eran de-
fendibles , que por otra nabian dado motivo á la in-
vasión , y contra los cuales S0 lanisabafi cf^^a di^
64
furiosos anatemas : si al examinar algunos de los
actos de Fernando YII flaquea un poco sn I6gici,
debe también tenerse en cuenta que el señor Olivan,
al dirigir sus esfuerzos al logro del gran fin qóe se
habia propuesto , debió sentir lo que decía , pero m
debia decir todo lo que sentia ; pues lo que callabí,
lejos de ser necesario habria sido perjudicial. Por
lo demas^ el gran mérito de la obra fué reconocido
en todas partes: los periódicos franceses de la époa
hablaron de ella con encomio; entre ellos la Quoti-
dienne hizo grandes elogios de la cordura é impar-
cialidad del autor, y del espíritu constante de mode-
ración que dominaba en su Ensayo. También el rer
Fernando YII, en los últimos años de su yida» tavó
constantemente á su lado esta obra » que por órdei
suya trajo de París el antiguo tesorero general don
Julián Aquilino Pérez , á quien dio este encargo
S. M. la reina Cristina; y no solo el rey la leia i
menudo, sino que declaró varias Teces que nadie le
habia conocido como el autor (le aquel escrito, que
nadie habia sabido decirle la verdad como él, ni le
habia dado mejores consejos. Sin enibargo^ cuando
murió Fernando YII , el nombre^ que según aquel
monarca tan bien le habia descrito, y tan bacaos
consejos le habia dado , se bailaba al otro lado de los
mares , y pocos años ante$ habia sufrido por su
Ensayo imparcial los honores de la persecución.
En efecto, á últimos del año de 1824 se trasladó
el señor Olivan á España , con el objeto de ver á sa
familia que se hallaba en Huesca. Alli fué preso j
sumariado como autor de la citada obra » examinada
ya por una junta de clérigos, especie de inquisición,
que lu calincó como mas le plugo. Después de coa-
tro meses de cárcel, sin que se le tomase declara-
pión, ni se le enterase del molivo de sii arresto, se
65
dirigió el sefior Olirán al miniítro de Estado rn una
representación respetuosa t pero enérgica , en qué
se quejaba amargamente del atropello que con su
persona so cometía por suponerle autor de un libro
en que se defendía la conducta del rey » y que aun
cuando ñiese condenable • habiendo sido publicado
en el estranjero no estaba sujeto á las lejos de Es-
Safia, y en todo caso solo podía castigarse al intro-
uctor. Al cabo de aquel tiempo fué trasladado á
Zaragoza, donde se le amplió la prisión á la ciudad
Eor espacio de quince meses. Los papeles franceses
ablaron de su prisión, y la censuraron mucho, elo-
giando la conducta del scflor Olivan, y lo que es mas,
elogiándola sin incurrir en los errores que en todos
tiempos han cometido frecuentemente los periódicos
de Francia al tratar de las cosas do Espafla. Algunos
de estos errores habían sido en 1824 de tanta monts,
ue el scflor Olivan se había visto obligado á recti-
carlos; uno de ellos fué decir que el autor del
l:n$ayo escribía como redactor en la Gaceta de Ma-
drid. Kl sefior Olivan creyó que dcbia desmentir
oslo aserto, y para ello diriffió un comunicado al
On'/Iamme, que fué el periódico donde halló estam-
pada la falsa noticia.
Por fin , al cabo de los quince meses se sobreseyó
en su causa , y so le consideró como capitán de ar-
tíllcria indeiinido, hasta que en 1828 pidió y le fué
concedida su licencia absoluta. Durante su perma-
iienein en Zaragoza se ocupó en renovar y perfec-
cionar los estudios clásicos , y se ejercitó en los
idiomas orientales, particularmente en el griego, en
el cual hizo algunas composiciones que merecieron
la aprobación de grandes literatos nacionales y es-
tranjeros. (iOnipuso también en castellano, pero mas
como distracción y recreo que como ocupación sería;
Tomo ix. 5
í
66
asi es qu^ de «os composiciones popps fueron U$ qae
destinó á ver U luz pública. Muchas de ellas no ca-
receu de mérito: hay facilidad y ligereza en el verso,
y originalidad eu algunas ideas : falta sin embargo
mucha parte de aquel entusiasmo poético « que no
podia teoer yn hombre de carácter juicioso y razo-
nador 9 y i|ue babia hecho un profundo estudio de
las matemáticas y de la química , cienciast especial-
mente la primera » que están refiidas con el entusias-
mo. Y (lunque el señor Olivan habia estudiado tam-
bién con fruto los autores griegos y latinos» y se
habia formado un entilo siencillo y llano, este c9i¡lo,
ue én la prosa cautiva y embelesa « no es tan propio
el verso , y menos de la poesía moderna castellana.
i
Pero otras ocupaciones mas á propósito para su ge-
nio industrial» calculador, debian desviar al señor
Olivan del camino del Parnaso.
A fines de 1828 pasó á la Habana , donde el Con-
fiado le comisionó para recorrer las Antillas ingle-
sas y la Europa en busca de los mejores medios de
fabricación del azúcar t encargándole ademas que
tomase algunas noticias aqerca del establecimieoto
de un pontón de vapor para la limpia del poerio.
pozos artesianos, alumbrado de gas» caminos comu-
nes y de hierro, y cría de ganados. Eniprendió el
señor Olivan su viaje , y después de haber visitadla
la Jamaica y otras posesiones inglesas, pasó á Euro-
pa , y recorrió la Inglaterra , la Holanda , Bélgica )
Francia; examinó las principales fábricas; visitó a<
ilustre barón de Humboldt ; conferenció con los cé-
lebres químicos franceses Gay-Lussac y Barruel. }
con muchos ingenieros y fabricantes distinguido»:
discutió con ellos los medios mejores de dar cum-
plimiento á su misión ; asistió por sí mismo á lo^
ensayos de los diversos trenes de elaboración, j uü-
67
tizando sus conocimientos en. la mecánica ; en la
química» desechó unos, propuso la mejora de otros»
y al fin consiguió la construcción de uno» con el cual
volvió á la Habana en 1831 , y que sin embargo no
se generalizó» á. pesar de sus ventajas evidentes»
porque necesitaba mayores cuidados y esmero qUQ
los a que se bailaban acostumbrados los cubfinos.
Acerca de este nuevo tren de elaboración , y comu-
nicando los datos que pudo adquirir sobre loa demás
£ untos que se le nabian encargado » presentó nna
[emoria al Consulado » en que esplicaba las razones
que le habiao movido á adoptar aquel tren» y pejia
se descendiese á la práctica para hacer ver sus ven-
tajas, dar todas las csplícaciones necesarias y resol-
ver las dudas que se le propusieran. En esta Men^oria
bay observaciones muy acertadas, que muestran el
aprovechamiento con que babia estudiado el sefior
Oliváu las ciencias que mas auxilio prestan á la in-
dustria. Es ademas tan notable por sus resultados y
Eor hu sencillez la cuenta que presentó de los gastos
ecbos en sus viajes ^ que merece trasladarse aquí
como modelo de cuentas de esta especie* asi en punto
á claridad como en punto a la economía ; pues apa-
rece de ella que ffastó muy poco mas de la ter^
cera parte de los íondos que se le suministraron al
efecto.
<iY. E., dice, se sirvió poner á mí disposición en
»2G de junio un crédito de 20,000 pesos fuertes, á
»cargo de D. Garlos Drake» y en su ausencia, de los
)>Sres. Ilomby de Liverpool. La confianza con que me
p distinguía el real Consulado, y los esfuerzos que ba-
)>bia necesitado hacer para procurarse aquella suma,
» me sirvieron de nuevo estimulo para corresponder
»por mi parte, manejando sus intereses con tan rí-
))gida y escrupulosa economía, como espero harán
6g
ver lof resaludos. — Con efecto « solo he dispuesto
de 1,500 libras esterlinas (7,500 pesos fuertes^ , ;
de ellas ¥0j á dar caenta á Y. E. , habiendo que-
dado intacto lo restante del crédito. Con so importe,
ooe hice pasar de casa de los señores Hombj á la
oe los sefiores Chan^itean , hermanos j compaftia.
de París, pagaron estos sefiores los trenes v efectos
5 parte de los trasportes , quedando un sobrante
e 5,621 francos 8 céntimos , según aparece de su
cuenta , que original tengo el honor de acompaftar
i esta esposicion. Aquel sobrante lo hice venir á
poder de don Juan Bautista de Arrignnaga, del
comercio de Burdeos , quien con él pagó el resto
de los trasportes desde París, los derechos de es-
tracción , el seguro de mar y otros gastos , según
su cuenta original , que igualmente acompaño; j
el sobrante final de 3,223 francos 30 céntimos me
lo entregó en una letra de cambio de 614 pesos
5 rs. fuertes, á ocho días vista, j cargo de don J. J.
Zaugronix , de la Habana. Esta letra, va aceptada,
me apresuro á ponerla asimismo en manos de V. E.
para quedarme completamente tranauilo; debien.in
únicamente hacerle la observación de que los fieles
de mar, importantes 420 pesos fuertes, han de
pagarse en esta plaza según costumbre.*
Desde el año de 183 1 permaneció el sefior Olilán
n la Habana hasta 1834. Aquel hermoso clima \t
ttspiró algunas composiciones poéticas, de las cririft^
se puede decir lo dicho va acerca de las cooipos cío
nes hechas en Zaragoza, con tanta mas razón, cnanto
que el sefior Olivan acababa de recorrer lj Earupa
CB busca de los mejores trenes de elaboración del
ai&car» v habia estado dos años discutiendo las ven-
tajas délos trenes de vapor, de los trenes á fuego
é^muio , de las hormas v alambiques : h»
69
dios do combinar ol tren de calderas j los mejores
procedimientos para perfeccionar la paraa.
En el año 18o4 creyó qoe era ocasión de reare*
sar á España , y habiéndolo puesto por obra » llegó
á Madria en 9 de agosto del mismo año. Inmediata-
mente se le nombró por el ministerio de la Gober-
nación para la Comisión central de instrucción pri-
maria, y por el de la Guerra para la qoe debia
entender en la revisión de las Ornenanzas militares.
Por los servicios contraidos en esta última t le ccmh
cedió el gobierno la cruz pensionada de Garlos III.
Entonces llegó otra vez para el señor Olivan la oca-
sión de ocuparse de la política; su esperiencia, el
acierto con que en otra época habla juzgado de los
sucesos y de los hombres» daban mucho peso á su
opinión* y sus artículos fueron notables por la fuerza
de lógica, por el método con que estaban espnestas
las razones y por la sencillez de su estilo, que re-
velaba el detenido estudio que babia hecho el seBor
Olivún de los autores griegos y latinos. Escribió,
pues, en el periódico titulado £a Aieja^ que redac-
taban también los acñores Pachaco, Pérez Hernán-
dez j Quinto , defendiendo en él las doctrinas del
tartido moderado, que han sido las de toda su vida,
asta que habiendo pasado la propiedad del perió-
dico i otras manos , dejó de tomar parte en su re-
dacción por conservar su independencia.
Aqui empieza la vida parlamentaria del señor
Olivan. En 1836, á la disolución de las Cortes por
el ministerio Mendizabal , fué nombrado procurador
por la provincia de Huesca. El Estamento le distin-
guió desde luego eligiéndole para la Comisión de
contestación al discurso de la Corona • y el señor
Olivan se distinguió después como orador y como
hombre de parlament04 Su disourso mas notable en
72
la España dársela. Pero las islas de Caha ; Paerlo
Rico, añadió el orador, si do paedeo euuBcipne,
pueden perderse á ejemplo de la de Santo Doaúago.
j esto es lo qae debe evitarse por medio de lefcs
polílicas especiales. Concluyó despees el Sr. Olim
su discurso, que fué escnchdido coo la mas profcoda
ateacioo , proponiendo que se coarlasea en tiempos
normales las atribuciones á los capitanes ^nerales,
dejándoles las facultades estraordinarias solo pan
cuando sobreviniesen circunstancias igaalmenle es-
traordinarias; que la autoridad estuviese asistida ¿e
una junta departamental ó gran diputación provin-
cial , á la manera de las asambleas coloniales de los
ingleses ; v que después de planteado un régimea
especial para aquellas posesiones, dejasen de venir
sus diputados, por ser ja inútil so presencia en las
Curtes.
Poco tiempo antes del dia en qne el señor Olivan
pronunció este discurso* con motivo de la caeslioa
que entonces se suscitó acerca de intervención ó
cooperación estranjera , habiéndose propuesto c!
señor Mendiiabal reformar el fíabinete, le llamó
pira ofrecerle el ministerio de Estado, oferta qoe
rehusó por no considerarse en posición para admi-
tirla; poro al encargarse de los negocios el gabinete
presidido por el señor Isturiz , el duque de Rivas le
ofreció la subsecretaría del ministerio de la Gober-
nación • quo admiliú v desempeñó hasta los sucesos
de la Granja en agosto del mismo año de 1836. i
consecuencia de estos sucesos emigró ▼ marchó a
París. Entonces los carlistas procuraban aprovechar^
se de las circunstancias políticas de la nación para
encaminarlas al triunfo de sn cansa , y mientras el
ieC» de facción Gómez recorría las provincias t^t
S*P'^ Hn mantener vivo en ellas el espíritu del
73
carlismo , en el eslranjero se empezaba á agitar la
idea (le un arreglo entre ambas partes beligerantes,
dando demasiada importancia á la cuestión dinástica
Ípoca á la cuestión de principios. Una persona tn-
uyente de Pau creyó entonces que su influjo podría
estenderse hasta el señor Olivan, para que por su
medio el partido moderado aceptase las bases de un
convenio con los defensores de don Garlos: sabedor
de esto el señor Olivan , no queriendo dar lugar a
que se dijese que los moderados resentidos se habian
unido con los carlistas, se apresuró á presentarse al
YÍce<-cónsul español en Oleron , juró en sus manos
la Constitución de 1812 y después se embarcó para
la Habana.
Entretanto en la Península se reunieron las Core-
tes constituyentes y decretaron la Constitución que
juró S. M. la lleina Gobernadora en 1837. Convo-
cadas en seguida las Cortes ordinarias, el Sr. Olivan
se encontró de nuevo nombrado diputado por la
provincia de Huesca , y regresó á Madrid á desem-
peñar su encargo. Se habian verificado ya la espedi-
cion de don Garlos y los sucesos de Aravaca, y el
vacilante ministerio Bardaji había recorrido la ma-
yor parte de su carrera. Creyendo no obstante aquel
ministerio que podría continuar al frente de los
negocios con algunas modificaciones qn el personal,
envió á preguntar al señor Olivan si se prestaría
gustoso á entrar en una recomposición : el Sr. Olivan
rehusó de nuevo formar parte del sabinete , y le
dio á entender que su misión estaba terminada.
Acababa entonces de llegar de la isla de Cuba ; habia
examinado sus necesidades y presenciado los actos
de su gobernador el general Tacón ¡decidido á poner
cuanto estuviese de su parte para el remedio de los
males de su país , con el cual le unían tantas sim-
74
paítías , 86 pfopQSO denunciar lo9 abasoa que en H
se cometían « en cuya empresa le auxilió con macho
celo el señor Benafides, y aproy echando la ocksíob
de discutirse en el Congreso la contestación al met*
^raje de la corona , pronunció en 9 de diciembre na
discurso que llamó en alto grado la atención , y qné
tuyo por consecuencia la separación del capitán ge-
neral de la isla de Cuba. La inmensa mayoría de las
poblacionesL de Ultramar, dijo el señor Olivan, min
eomo un bien la decisión de que sean gobernada
aquellas posesiones por leyes especiales; pero la
espectatiya de esas leyes debia haber sido satisfecha
en el plato mas corto , y ya que no lo ha sido , es
[preciso apresurarse á satisfacerla , porque no ^ ha^
lan bien con la sitaacion actual. Censuró después
el carácter inflexible y duro del general Tacoo,
anunciando que no era á propósito para mandar en
tiempos normales y de paz ; que se coadncia como
jefe de un partido, después de haber desunido i los
que antes eran hermanos ; y que él mismo habla
manifestado que no entendia de mandar de otra ma-
ñera, y que al gobierno supremo tocaba relevarle
cuando ya no le creyese útil. Este, añadió el orador,
es un cargo al gobierno por no haberle separado ya
cuando tiene hecha diferentes yeces su dimisioB.
Pidió por último el señor OK? án que se nombrase
una comisión, compuesta de europeos y americanos,
para proponer las leyes especiales que habían de
regir á las provincias de Ultramar ; pero que esta
comisión no fuese nombrada por el capitán general
de la isla de Cuba, sino por el gobierno mismo; y
concluyó anunciando que con una buena adminis-
tración los sobrantes de la isla de Cuba bastariaa
para satisfacer los intereses de un edapréatíto capar
de terminar la guerra ciyiL
75
Este foé uno de los discHrsos mas notables que
el señor Olifún pronunció en aquella legislatura.
Por entonces, después de la retirada del ministerio
Bardaji, á que sucedió el presidido por el conde dé
Ofalia, el marquós de Someruclos, ministro de la
Gobernación, le brindó con la subsecretaría del mis*
mo ramo : el señor Oliran la aceptó y la desempeñó
hasta pocos dias antes de la caída de aquel gabinete»
en que hiio dimisión de su destino ; los motivos que
le impulsaron á presentarla pertenecen mas bien que
á la biografía del señor Olivan á la de otro personaje
de elef ada categoría ; baste decir que no fueron de
modo alguno deshonrosos para el dimisionario.
Desempeñó el señor Olivan el cnrgo de diputado»
j continuó distinguiéndose en la legislatura de 1838;
pero donde mas brilló , como hombre de gobiernOi
y donde empozó á darse á conocer como hombre de
administración, fué en la de 1840. Nombrado pre-
sidente de la comisión que entendía en el proyecto
de ley de Ayuntamientos, sostuvo con felicidad y
acierto su dictamen , y defendió con la claridad y
lucidez que siempre le han distinguido en sus pero-
raciones , los sanos principios y las buenas teorías
de gobierno. Cuatro fueron los discursos mas nota-
bles que pronunció en la discusión de la ley de ayun-
tamientos. Fué el primero al tratarse de la enmienda
del señor Arguelles, que proponía que fuesen f;>-
cuiivofi los acuerdos de los ayuntamientos en las co-
sas que la ley declarase corresponderles , después de
oido el jefe poUiico. Al imputfnar el señor Olivan
esta enmienda, espuso de la manera mas sencilla é
inteligible los principios de la comisión en materia
de ayuntamientos. «Si se quiere, dijo» que los ayun-
tamientos puedan ejercer las facultades que les son
propias » que son suyas esclusivamente » sia autori-
76
zaciott previa , la comisión está perfectamente it
acuerdo con esta doctrina ; pero si se quiere qne Is-
das las atribuciones de los ayuntamientos bajan de
ser privativas suyas * entonces la comisión nopnede
convenir en ello, porque nos conduciría á la omnir
potencia municipal , que es la tiranía en los pnebloi
y la anarquía en el estado. «Después de esta esplici-
cion» el señor Olivan, como tan fuerte en materii
de lenguaje, rechazóla palabra ejecutivo ^ qne ao
espresaba la idea que babia querido significar el le-
fior Arguelles , la cual habría estado mejor presen-
tada usando de la palabra ejecutorio. Efectivamente,
ejecutivo es lo que no admite demora ni dilacioo
alguna , y ejecutorio es lo que cansa estado , lo qoe
tiene derecho á ser puesto en ejecución; asi ai
acuerdo puede ser ejecutorío sin ser ejecutivo. Ca-
lificó después el orador de absurda la pretensión de
que los jefes políticos fuesen consultores de los ayna-
tamientos , como hablan de serlo* si admitida la eo-
mienda del señor Arguelles se daba á estos el de*
recho de adherirse ó no al dictamen de aquellas
autoridades. Por último, haciéndose cargo de los
puntos mas culminantes del discurso que babia pro-
nunciado en apoyo de su enmienda el célebre orador
de la oposición, puso en su lugar varios hechos, ;
rectificó algunos errores que había cometido el se-
ñor Arguelles al hablar de la ley francesa de atribo-
dones municipales.
Otros tres discursos mas pronunció el señor
Olivan en esta cuestión , el uno impugnando la en-
mienda del señor Lasagra , qoe proponía qne loi
presupuestos municipales pasasen á la aprobación de
las diputaciones en vez de «pasar i la de loa jefes po-
líticos , y los otros contestando al señor Sancho y al
señor Cortina^ el cual» en una peroración qnedori
78
cursos, creia el sefior Olivan ^ue era llegado el caso
de dejar á un lado las discusiones políticas y oca-
parse de cuestiones de material é inmediata utilidad
Eara el pais, de mejorar el crédito^ de arreglar b
acienda , desobstruir las fuentes de la riqueza pn*
blica, y desatar las trabas que se oponían al desar-
rollo de la industria. Por carácter, por inclinación,
por convencimiento, era mas afícioDado á tratar de
esta clase de negocios , que á sostener ó combalir
principios aue ninguna aplicación podrían tener,
desde que el código de 1837 había empezado á regir
en la monarquía. Dedicóse pues al estudio do la ad-
ministración ; leyó y examinó los mejores autores
que han escrito sobre esta ciencia , comparando sus
teorías entre sí y las circunstancias de las diversas
naciones con las en que se hallaba España; meditó
sobre las diversas cuestiones que de algún tiempo i
esta parte agitan ai mundo industrial , y logré por
fin adquirir un caudal de conocimientos, envidiable
en este pais, donde tan potos se hau dedicado á esta
clase de estudios. Aprovechando el momento de la
discusión de presupuestos, desenvolvió en un esteoso
discurso las teorías sobre crédito ; censuró los me-
dios que se habian adoptado en 1834 para elevarlo.
y la medida de permitir que se pagasen los tres dé-
cimos del valor de los bienes nacionales con papel
de la deuda sin interés, porque esto había sido im-
pedir la nmorlizacion de la deuda consolidada. So
opinión era, que si se arreglaban y mejoraban bs
rentas públicas , todavía podrían encontrarse recur-
sos para hacer frente á nuestras necesidades; quf
si el dinero de los contribuyentes no alcanzaba i
todo, era porque no llegaba sin escesivas mernus
donde debía llegar , ni se distribuía como se debia
distribuir ; que era preciso arreglar el sistema (ri-
79
buUriot Unto mas cnanto que algonas contríbocio-^
nes, como las rentas provinciales, y principalmente
la de la alcabala, eran ya un anacronismo, y debían
baber desaparecido de los ojos de los contribuyentes;
por último, (jae las rentas públicas debian dar ma-^
yores rendimientos si se administraban bien. Ana-
tematixó las contratas, aunque reconociendo que
verificada la primera todas las demás. babian sido
consecuencia de ella, y anunció la imprescindible
necesidad de salir de una yez do semejantes oper|^*r
ciones. Pasó después á examinar los medios que de*
berian adoptarse para sacar al crédito y á la bacienda
del estado precario en que se bailaban, sin necesi-
dad de imponer nuevas contribuciones, cuyo cobro
en todo caso consideraba imposible. Para salir de
esas contratas, creía necesario el señor Olivan con-
traer un empréstito ; pero como para realizarlo de-
bia empezarse por pagar una anualidad á los acree-
dores del Estado, era preciso que el empréstito fuese
grandeá fin de poder recoger las libranzas que tenían
en garantía los contratistas, y reservar alguna canti-
dad para cubrir el déficit que resultase en algunas
rentas en los primeros tiempos de su refornia. Otra
consideraba necesaria el señor diván para realizar
este empréstito, y era inspirar confianza á los capi-
talistas estranjeros, los cuales no desconfiaban pre-
cisamente de nuestros recursos, sino de que tuvié-
ramos bombres capaces de aprovecharlos ; para
inspirar esta confianza proponía , que si los gastos
ascendían , por ejemplo , á mil millones , y los in-
gresos solo importaban setecientos, se biciese de
aquellos un rigoroso prora tco, asignando á cada
partida del presupuesto de gastos solamente los siete
décimos de la cantidad que le estuviese señalada,
con el objeto de nivelar ambos presupuestos í ó si
80
para algunos gastos privilegiados se necesitaban ocho
décimos, rebajar á seis décimos otros menos impor-
tantes. De este modo creía el señor Olivan que in-
troducido el orden en la administración , se aumen-
taria considerablemente el crédito , v se podría rea-
lizar un empréstito con que cubrir las oDligaciones
que pesaban sobre la hacienda y emprender sobre
seguro las necesarias reformas, sin necesidad de
apelar al bolsillo de los contribuyentes. Tal vez sus
ideas se hubieran ya adoptado, como indudablemente
habrán de adoptarse con el tiempo, si nuevas revo-
luciones y trastornos no hubieran impedido desde
entonces la consolidación de un gobierno capaz de
llevarlas á cabo.
Sobrevino la revolución de setiembre de 1840,
y el señor Olivan , á pesar de su carácter inofensi-
vo , fué uno de los diputados desterrados por la
Junta , habiendo debido á la casualidad de no haber
seguido la ruta que se le tf nia marcada , la fortuna
de libertarse de ser asesinado por gente fanática que
le esperaba en c! camino. Calmada la efervescencia
volvió a Madrid , señalándose á poco tiempo con ua
articulo que escribió para la Enciclopedia , con el
título de LA ADMINISTRACIÓN PUBLICA CON RBLACI05
A ESPAÑA, y que llamó sobre manera la atención,
Este articulo se imprimió después por separado,
formando un tomo de doscientas pásrinas , que su
autor dividió en capítulos con las snbaivisiones cor-
respondientes para facilitar su inteligencia y pro-
ducir mayor efecto en la lectura. Gomo destinado
Sara un articulo de una obra que en este caso po-
ría llamarse periódico , no es este un tratado com-
pleto de administración , ni las cuestiones adminii*
trativas están ventiladascoh laestension quereqaierr
la importancia de muchas de ellas y pero están eo
84
él fijados los principios de la buena adminiatracioo,
apuntados sus mas capitales fundamentos 9 y sofia-
lada la resolución de los diversos problemas, abrien-r
do una senda para que los que quieran hacer un pro^
fundo estudio de la ciencia tengan un guia seffuro,
que al mismo tiempo sirre para disipar las du&s« .j
hacer conocer los buenos principios á aquellos que
no deseen dedicarse con tanto empefio á este estu-
dio. Asi como hemos dado idea de los escritos del
señor Olivan en la parte política para hacer com*
Srender mejor sus opiniones, del mismo modo, para
ar á conocer sus teorías administrativas , espon*
dremos brevemente el plan y desempefio de su
obra .
Se halla esta dividida en seis capítulos. En el
capitulo primero <la el señor Olivan una idea sene-
raí de la administración; prueba con bastante .jEuerza
de lógica que la administración pública debe estar
centralizada ; pero que es vicioso el estremo de
Centralización aue corresponde á los gobiernos ab-
solutos» asi como el estremo de descentralización,
que lis. propio de las repúblicas federales^ «M>ntra las
.que alegan en favor de esta última el ejemplo de
Inglaterra y los Estados-Unidos, dice que han con-
fundido la fuerza de la autoridad con la fuerza de la
opinión pública. En efecto , en los Estados-Unidos
la administración existe en cada localidad ; pero
también reside alli lo esencial del poder, y el día en
que la unión haya do haiver alarde de una. fuerza
grande para sostener sus interésese su honor, esa
fuerza no, será efecto de la administración, sino de
la opinión pública , que concurre á influir en los
negocios, y cuyo intérprete es el gobierno. En In-
glaterra, donde las instituciones provienen mas bien
de las costumbres y de la tradición que de las leyes,
TOMO IX, O
la gran fMna venda también a» #1 aaplriitt pékKco
y ■• ea la adimnialraciott. La adodoiatraeiM Me
ealar aiampre en amaaia aon la CoMtiuiaiaii M
pala»
En el capitulo ■agnlido aiamiiia loa diversos ob-
jetea á qae eatieode ta^ ioflaancia» ó sMia bien ^ae
eatán eargo de la administración, como la eonserfi
clon del orden , las mejoras materialea , la edacs*
cion pública y la estadística general. Se conserva el
orden en lo esterior por medio de Inalados y con lis
tropas de mar y tierra ; para la eonaervacion del
orden interior y la represión de loa delitoa privados
airve la fueria de seguridad p&blioa , genurmerh
6 escopeteros , y la guardia cívica ó nacional , <|oe
debe componerse de ciudadanos realmenle intere-
sadoa en mantener la tranquilidad y btten orden.
CiOrrespOnde á la administración inatroir y utiliiar
todas estas foerias ; el seftor Olivan aoonaeja qae
en tiempo de pae so ocupe el eiército en construir
oAminos y otras obras pábHcas, a fin de Aoe cese de
ser una carga pesadísima para loa pueblos , 6 il
■Qienos que se dé á los soldados inslraecion , que sr
les haga adquirir nociones útiles que lea aprovechen
cnando llegue el caso de regresar á ana bogares. La
conservación del orden supone la haoiMda: el seftor
Olivan sostiene que las oontribueionea qae formen
las rentas públicas deben ser generales; que no ad-
mitan escepcion , proporcionadas , ealo ea , reparti-
das á los iadividuos según sus haberea , necesarias;
que no graven mas que lo preciso para cubrir b$
obligaciones del Estado, y sencilla a, qne cuesten
poco de recaudar : la administración también debe
estudiar la materia imponible , la nalaraleía de los
impuestos, y su influencia sobre la propiedad. Por
último , como otro elemento de conservación, pfo-
83
pone el Mfior Olivan la policía do togaridad , filiH>
dándose en quf la administración no solo debe caá-
ligar los delitos , sino reprimirlos; no solo tiene el
encargo de conservar la sociedad, sino de mejorarla»
En cuanto i las mejoras materiales^ incumbe i la
administración cuanto se refiere al fomento de la ri-
queza pública ; los establecimientos industriales ó de
beneficencia deben estar bajo la insneccion de la ad^
ministracion,^los bosques del Estaao deben cuidar*
sC'por un régimen especial. Aquí toca el señor Oli-
van una cuestión importante , la cuestión de pro-^
dnccionj de organización del trabajo en la industria
fabril. La^escesiva producción es también un mal;
para evitarle cree el autor del tratado que deben
Íonerse restricciones á la absoluta libertad de la fa-
ricacion , fijando las boras de trabajo y adop-
tando otros correctivos para cortar abusos , procu*-
rando evitar conflictos entre los empresarios y los
obreros, tratando de inspirar á aquellos sentimien-
tos humanos para con sus operarios ; proporcionará
ést(>s cajas de ahorros , de socorros mutuos, mon-
tes de piedad y asilos donde recogerlos en caso de
desgracia. En cuanto á la educación p&blica y á la
estadística general , el autor encarece la necesidad
de vigilar la una y formar con el posible esmero la
olra.
En el capitulo tercero trata de la organización
administrativa. Esta supone la división del territo-
rio en concejos ó pueblos, provincias y centro ad-
ministrativo : aun entre los concejos y las provin-
cias indica el señor Olivan la necesidaa, reconocida
también por el gobierno, de establecer distritos para
facilitar el servicio público , que es el fundamento
de la organización administrativa. Aqui estableced
autor ia diferencia que existe entre lo contencioso
84
judicuil T lo coDtencioto «dministratiTO : los trihi-
nales ordinarios te rigen por las leyes ; los triboM-
les «dmiDistralivos resoelTeii acerca de las dif|M^
sidones qae emanan solamente de la coroaa , y qoe
esta por si misma paede derogar ó modificar, fia
cree sin. embargo el sefior Olivan que á los trilla-
nales administrstivos corresponde imponer castigos,
sino mny peqnefios y en casos determinados ; t
piensa qne las cuestiones de competencia entre onos
¡f otros deben ser dirimidas por el reT. Al hablar de
a administración suprema, reconoce la necesidad de
establecer un cuerpo superior consaltiTO al lado del
{gobierno, y otro consejo parecido á aquel al lado de
os jefes políticos. Estos , en concepto del sefior Oli-
va n , no deberían entenderse solamente con el mi-
nisterio de la Gobernación , sino directamente con
cada uno de los ministerios, según correspondiesen
á uno ó A otro las medidas que estoTÍesen encarga-
dos de llevar á cabo, ó cuya ejecución propusierao.
En cuanto á la administración local que está en \os
pueblos, piensa el autor nue el encargado de la ad-
ministración y el encargado de la municipalidad de-
ben ser una misma persona ; mas como el gobierno
debe tener en cada pueblo un agente nombrado por
i'^l , cree que pueden concillarse estos estremos eli-
giendo el pueblo los concejales , y de entre ello«
nombrando el gobierno el alcalde.
El capítulo cuarto comprende la acción admi-
nistrativa. Esta acción no consiste precisamente
en aplicar las reglas á los hechos comunes, sino en
prevecr los acontecimientos, en destruir los abuios
y satisfacerlas necesidades de la sociedad. Estable-
ce después la diferencia que hay entre la acción ju-
dicial Y la acción administrativa activa y conteucio-
sa ; indica el auxilio que prestan las leyes á la sd^^
85
tninistracion, estableciendo sanción penal á los
(^lamentos formados por ésta , y dándole el carácter
ato y discrecional que dentro de ciertos limites le
correspondo ; examina lo qae dice relación con la
acción provincial f en que se comprenden los debe-
res administrativos del jefe político y del consejo de
provincia , y lo que respecta á la acción municipal
en que se trata de las obligaciones del alcalde y del
ayuntamiento. • >
Establecidos los principios fundamentales de la
ciencia de la administración , trata el sefior Olivan
en el capitulo quinto de las reformas administra-
tivas que deben bacerse en Espafia , haciendo las
oportunas aplicaciones de los principios sentados
anteriormente , examinando los sistemas presenta-
dos antes y después de la revolución de Setiembre,
y dando la preferencia á los primeros como mas
conformes con los fundamentos de una buena admi-
nistración.
En fin , en el capitulo sesto da noticia de los
escritos que han visto la luz pública relatiyos á esta
ciencia ; elogia el establecimiento de una cátedra
de administración , y escita á los inteligentes para
que se apresuren á difundir en sus escritos las no-
rioncs administrativas.
Poco tiempo después de escrito este tratado, se
verificó la jornada de Torrejon de Ardoz, cuya des-
cricion hizo el sefior Olivan en un folleto , á que
acompafió el plano del terreno en que tuvo lugar
aquel suceso que cambió la faz de los negocios pú-
blicos. Se convocaron Cortes, que declararon ma-
yor de edad á S. M. , y después de los aconteci-
mientos que motivaron la caida del ministerio
Olózaga , y de la dimisión do su sucesor el ministe-
rio González Brabo , que se propaso gobernar al
86
país por medio de decreios , lomó lai riendas del
gobierno el gabioele Narvaei , el caal se aauci&
como un gabinete de esiricla legalidad v decidido i
marchar por la linea constitucional , sia separarse
de ella un ápice. Para esto crejró necesario reCarmar
la Consiitucion existente , que en su concepto • por
haber aido infringida diferentes veces , no tenia
el suficiente prestigio, y sustituirla con otra que
diese mas roDuslez y consistencia al poder real.
A este fin volvió á reunir los cuerpos colegislado-
res , y entonces fué otra vez elegido diputado por
Huesca el señor Olivan, para la legislatura de lAU.
Ha sido esta legislatura una de las mas importantes
de que harán mención nuestros anales pariamen*
tarios: en ella se ha modiBcado la Constitución
de 1837 « y establecido otra en que se da mas es-
tension á las facultades de la corona ; se ha decre*
tado la devolución al clero de los bienes no vendi-
dos y que un tiempo fueron suyos ; se ha concedido
una autorización al gobierno para el arreglo de la
deuda pública ; se ha aprobado el plan propuesto por
el ministro de Hacienda sefior Mon , para el esta-
blecimiento del sistema tributario, y se han dictado
otras disposiciones también de grave trascendencia.
El señor Olivan , como uno de loa hombres mas no-
lables de la Cámara popular , no podia dejar de to-
mar parte on el mayor número de las cuestiones á
que dieron lugar todas estas leyes; una hay sin em-
bargo , y es la do devolución de bienes al cloro « eo
cuya discusión no tomó la palabra • .y á cuyas vota-
ciones no asistió. A ¡uzgar por los antecedentes y
Cor las teorías administrativas del señor Oüván, ds-
ió ser opuesto á la medida de la devolución « como
que tieude á la amortización eclesiástica ; pero sí
hubiera presenpiado los debates acaso habria votado
8T
MU el fohiemo : U ettetiion •# pretentaka Mra al
jfor númerd da diputado» como OMaüon da coii^
veni^oeia , coma un aacrlBcio qua debia haceraa
para obiaoer mayorea veuiajast j juagando h frUri^
ora diaculpable el apartarao por aquella toi de loa
buoDoa prieeipioa do admioiairaaioo. Si kahiera po^
dido preveerae que arae iufuodadaa laa aeguridadoo
qoa daba el anioiaiarío acerca de laa coDaeeoeoeiaa
iomedíalaa y favorablas para el afiaosainieolo de los
inlereaea oreados que dobian aeguirae de la medida,
oa seguro que uU no babría aido aprobada por el
Congreso
Eli cuanto i la reforiM conalitiioional t aoaao al
ol seSor Olivan hubiese ealado al frente del gobiernov
no la habría propuaato; pero una toi propueata , la
admitió, porque de^le loego la Gonatitucion modi-
ficada esUba maa acorde eoo ana principioa que el
Código de 1837. Aprobó, pues, con au Yoto todas
laa reformas que se hicieron ; no tomó ain embargo
una parte principal en la diacuaíon, y aolo baUó
doa vocea para proponer dos enmiendas, la ona re--
lativa á la variación del epígrafe apoder judieiúl en
admíní^raeiaH déja$ii(M%* y la otra para introdo*
cir oa el articulo que trataba de ajontamientoat la
idea de que los alcaldes no formaban parte de estas
corporadones para los efectos de la elección. En
apoyo de la primera soatovo el aeilor Olivan, que ai
bien on la aplicación de laa ieyea los tribunalea de
justicia eran independientes , no conatituian lo que
ae llama poder, pori^ue ni tenían la iniciativa como
los demaa poderes, ni contñbuian i la formación de
las leyes. La serauda la fundó en laa dudaa que se
babian originado en la discnaion sobre la lev de
ayuntamientos del aOo 1840 , acerca de ai loa aloaU
des eran ó no elegiblea por loe vecinoa aegnn In
1
88
Constitución , j en la necesidad de quitar todo mo-
tivo de interpretación infundada. Ambas enmiendts
faeron aceptadas por el Congreso, y los artículos
fueron refornnados en el sentido que deseaba el se-
Aor Olivan. En la supresión del jurado ▼ en \w
deoias puntos praves de la reforma , el diputado pnr
Huesca votó con la mavoria , si bien no prestó á las
opiniones de aquella el poderoso auxilio de su pala-
bra. Kl sefior Olivan estaba convencido de que la
Constitución debia modiBcarseen el sentido que pe-
dia el ministerio : 'hizo bien en votar U reforma; nos
parece sin embargo que su convicción era errada.
Sin creer perfecta la Constitución de 1837. juzgamos
ue el ministerio que no pudiese gobernar con ella.
o podria gol>croar con otra. El que hubiese sido
antes infringida no probaba nuda contra ella; con-
tra quien probaba en todo caso era contra los in-
fractores : para que este arirumento probase al|ro
era necesario demostrar primero que los itobiernos
que la habian inflingido no habian podido pasar
por otro punto: esto se dijo; pero no llegó á de-
mostrarse.
En la discusión relativa al proyecto de autnri-
zAcion al gobierno para el arreglo de la deuda pú-
blica , V en la que versó sobre el proyecto de un
nuevo sistema tributario, tomo el sefior O-iván una
Iiartc mas activn , debiendo sostener el dictamen de
a comisión que entendió en estos dos proyectos, y
de que el diputado por Huesca era individuo. Acerca
del arreglo do la deuda , la cuestión estiba reducida
á un voto de confianza ; los que tenían confianza en
el gabinete le dieron su voto, y el sofior Olivan fué
un'« de ellos. Sostuvo ademas, siendo consecuente
^n sus doctrina*}» la necesidad de cumplir con los
• acreedores y entrar de una ver en el camino de la
I i
80
regularidad y de la buena administración t para lo
cual el primer paso que debia darse era arreglar de-
6niti¥amente j liquidar los créditos que aparecieseu
contra el Estado.
No estuvo tan felix el ilustre diputado en el apo-
yo que dio al nuevo sistema tributario: verdad es
que una vez aprobados 1,200 millones de gastos, si
se quería una nivelación con los ingresos, como de-
lúa quererse para introducir desde luego el orden
en la administración, debian procurarse otros 1,SMH)
millones de ingresos por los mejores medios ; verdad
es también que no habiendo mas medios que aumen-
tar el crédito y contraer un empréstito, ó imponer
nuevas contriouciones. y siendo el primero por ei
momento imposible, necesariamente habia de ape-*
larse al segundo ; pero partiendo del principio de
la nivelación de los gastos con los ingresos , en vez
de elevar estos hasta la altura de los primeros, de-
berían haberse rebajado aquellos hasta poner nive-
ladas ambas partidas ; y esta era la ocasión de haber
aplicado la leoria auo con tanta lucidez y copia de
razones desenvolvió el mismo sefior Olivan en la
legislatura de 1840 , proponiendo que si los gastos
eran 1,200 millones y los ingresos ascendían solo á
800 , se rebajase cada partida del presupuesto de
gastos hasta quedar reducida á las 8/12. Desde luego
no habría sido necesario hacer tan consideral^e re-
baja , combinando esta medida con otras que se in-
dicaron en la discusión , y que visiblemente tendían
i mejorar el estado de las rentas, y hacer que estas
diesen mavores rendimientos. El sefior Olivan tuvo
entonces demasiada fé en lo que proponía el ministro
de Hacienda , y deseoso del bien , abrazó el primer
medio que i su vista se presentaba como mas sen-
cillo para conseguirlo, creyendo sinceramente en
00
los cálealot del saflor Mon , y deseonBMdo de m
propio criterio ^ cuándo el que te hallaba en sitiu-
cion de poseer mejores datos para juagar con acierto,
sostenía to fácil y hacedero de su sistema. Otrsi
consideraciones ademas de estas , movieron sin dada
al señor Olivan para ponerse de parte del nnevosis^
tema tríbatario; considerado en su conjunto el íhh
porte de las nuevas contribuciones , y de las qae
sustituían i las antiguas , no era lan esorbitaate
como á primera vista parece ; bien repartido prime*
ro entre los diversos ramos de la riqueía imponible,
7 después entre las diferentes pi^vincias, según loi
datos estadísticos que pudieran hallarse nuis exactos,
tal vez podría cobrarse con no muoho gravamen de
los pueblos: la cuestión por otra parte era cnestioi
de gabinete ; este en aquella época merecía toda h
confianza de las Cortes; los peligros de una crisis
ministerial eran graves , j no siendo absolutamente
imposible plantear el sistema de nivelar los ingresos
con los gastos por un aumento bien calculado de las
contribuciones , todavía no dejaba de fundarse es
buenas razones el voto de los que apoyaron en aque-
lla ocasión al ministerio, si DÍen no eran estas, á
nuestro modo de ver , tan indestruotibles como las
que antes hemos apuntado.
En la misma legislatura tomó parte también el
sefior Olivan en otras dos cuestiones importantes,
la una relativa á la conversión en tituloa del 3 por
100 de los créditos procedentes de con tratos « y h
otra concerniente al proyecto de ley penal del trá-
fico de negros. Gomo individuo de la coausion , ea
la primera sostuvo con sólidos argumentos que de-
bía aprobarse la conversión ; esta por otra parle
había sido una medida de necesidad que el rabíemo
había tenido que adoptar para poder vivir, digáaaos-
91
lo así , y reparar oq algUD modo los efecto» de la
desastrosa adminUlracioo del sefior Carrasco. Al
tratarse de la ley sobre la represión del tráfico de
negros, pronunció un discurso en favor de ella, y
demostró con escelentes razones y con el ejemplo de
tos Estados-Unidos, que abolido el tráfico , la raza
negra de las Anlillas puede no solo conservarse tino
aumentarse , y que por consiguiente , lejos de «er
an mal esta abolición « será un bien para las provin-
cias de Ultramar, donde al mismo tiempo debia fo-
mentarse la población blanca.
Otra de las leyes que se hicieron en la legislatura
de 1844 faé la que autoriza al gobierno para orga*
nizar las leyes de ayuntamientos, diputaciones, con-
sejos de provincia y Consejo supremo de adminis-
tración. Esta autorización se votó en el Congreso
Eor unanimidad, y terminada la legislatura , el go«
ieroo ha empezado últimamente ú poner en planta
la ley que establece el Consejo real, ó sea cuerpo
8U(>erior administrativo, y los consejos de provincia.
El señor Olivan, que tiene conocimientos especiales
en esta materia, que acerca de ella ha escrito con
tanto acierto , y qué ha sabido adquirirse una posi-
ción respetable por sus luces y por su honradez, no
debia ser olvidado al hacer dos nombramientos para
el Consejo superior consultivo. Efectivamente ha
sido elegido consejero, aunque sin solicitarlo, ni
dar paso alguno para obtenerlo, á propuesta del mi-
nistro de la Gobernación ^efior Pidal.
De lo dicho resulta , que puede ser considerado
el señor Olivan bajo cuatro principales aspectos:
como político, como literato, como hombre de ad-
minislracion y como industrial.
Bajo el aspecto político, sus doctrinas, que nunca
han variado > han sido las que proclama el partido
d2
moderado; se ha distinguido, sosteniendo estos priih
cipios , primero en los periódicos de la segandt
época constitucional , y en los folletos que publieó
por aquel tiempo , dando pruebas de una previsioo
y de una profundidad de ideas que pocos mostraron
en aquellas circunstancias; después en la obra que
publicó en París con el titulo de Eusato impabcul
SOBU EL GOBIEENO DEL BET DON FeBNAUDO Vil,
en la cual se propuso un fin altamente patriótico, y
por cuya publicación sufrió quince meses de arresto;
después en los periódicos de esta última época; y por
último, en el Congreso, donde logró adquirir ana
alta reputación de hombre de gobierno y hombre de
parlamento. El sefior Oliyán, para formar sus cod-
vsccioncs políticas, no se ha atenido solamente á las
teorías ; ha descendido á la práctica , ha examinado
la posibilidad de ponerlas en ejecución, ha meditado
sobre las circunstancias del pais. En sus yiajes ha
tenido ocasión de examinar de cerca lo que en sos
lecturas habia aprendido, y su talento observador
ha deducido las consecuencias naturales de los he-
chos , con relación á los paises que ha ?ísto , j con
relación á Espafia. Habiendo residido mucho tiempo
en nuestras colonias, está enterado á fondo de sos
necesidades, y ha meditado sobre los medios de sa-
tisfacerlas : así los discursos que en el Congreso ha
tenido ocasión de pronunciar sobre esta materia, bao
obtenido un general asentimiento. En medio de lo
arraigadas que están en su ánimo las convicciones
políticas, ha sido siempre tolerante con los hombres
de opuestas creencias; de carácter independiente, ha
seguido en todas ocasiones la linea de conducta qae
le dictaba su conciencia, sin ceder á sugestiones del
poder, ni de los partidos, que no estuviesen de
acuerdo con sus ideas , y no necesitando tampoco de
93
los partidos ni del poder para proveer á $q tobsit-
toncia 9 se ha yisio al abrigo de toda leniacion que
tendiese á hacerle aparecer como poco firme en sos
creencias políticas.
Como literato, si bien en la bella literatura no
ha dado de si brillantes muestras , no por eso deja
de tener una instrucción vasta y cscoffida: sn estilo
es correcto, sencillo y claro , cualidades, especial-
mente la primera , que no son muy comunes entre
nuestros literatos modernos, sin que por eso deje de
haber honrosas escepciones. Conoce perfectamente
la Índole de nuestro idioma , y ha hecho un detenido
estudio de las lenguas latina y griega ; está, perfecta-
mente instruido en la literatura espafiola y estrein-^
jera; en una palabra, el señor Olivan no es un genio;
pero es un hombro de talento y de instrucción ; en
cambio hay muchos que, sin tener instrucción ni
talento, pasan por genios, porque poseen lo que el
señor Olivan no tiene en el grado que se requiere
para sobresalir en la bella literatura, á saber: \ i veza
de imaginación.
Como hombre de administración , sus teorías son
las de todos los hombres iutelif^entes sin distinción
de partidos. El señor Olivan tiene sin embargo la
ventaja de haberlas espuesto en artículos y en es-
critos con aquella claridad y aquel método que dis-
tinguen todas sus obras , y de haberlas sostenido en
el Parlamento con toda la fuerza de raciocinio , y
con aquella argumentación robusta que tienen los
discursos desnudos de hipérboles , y que se dirigen
ú la razón y no á la fantasia. Sus peroraciones en la
legislatura do 1840 sobre presupuestos y sobre eré*
dito, podrían formar un tratado muy apreciable de
la ciencia administrativa. En la legislatura de 1844
todavía defendió los mismos principios, si bien no
i
M
tuvo en naestro concepto la fortaai de éeáum de
ellos acerlaiat conseeaenciat. Sa «rtíealo de la Bih
eMopediá sobre la ADMiinsTRAGioii fAblica oes
RELACIÓN Á España y es una obra bastante por si sola
para granjear á no hombre la reputación de enten-
dido en materias de administración. El señor Olivas
ha hecho ademas un grande estudio de esta cien-
cia 9 no solamente en los libros , sino en U práctica;
porque en efecto , una de las primeras condicio-
nes que debe tener toda teoría es « que sea apli-
cable , y que lo sea al pais en donde debe hacerse la
aplicación.
Gomo industrial, su genio laborioso, y sobre
todo sus estudios en las ciencias matemáticas v fisi-
cas, le han proporcionado ocasión de tomar parte
en muchas empresas, algunas coronadas con boeo
éxito : la Compañía general de seguros j otras le
cuentan entre sus principales socios, y por regla
general no se forma en España una asociación de
alguna importancia industrial én que no se le invite
á tomar parte , ó para la cual no se consulte su opi-
nión. Sus viajes le han proporcionado también la
ocasión de examinar el estado de la industria en los
países cstranjeros mas adelantados que el nues-
tro ; ha visto cnanto estaba por hacer todavía en
España en este punto , y cuántas riquezas no es-
plotadas encierra nuestro suelo , y cuan grande
impulso puede dar á la industria el espíritu de aso-
ciación.
Por último, como particular, su carácter franco
: honrado , no falto sin embargo de energía , le ha
echo estimar de la mayor parte de los que le cono-
cen , y respetar de los pocos á quienes no ha inspi-
rado aprecio. Las cualidades que le adornan no
honran solo á su partido, honran también al pais, y
85
run dia llega Espaffa á entrar en las verdaderas
iciones del gobierno representativo « lodos los
dos bascarán el apojo ael seftor Olivan en los
destinos de la nación « como ano do los bom-
qae mas útiles pueden ser á su patria.
^
*
D. MANUEL PÉREZ HERNÁNDEZ.
Íjn tiempos de revolacion y de gaerra civil son
contadas las reputaciones que se libran de la saña
de los partidos , son muy pocos los hombres cuya
honra no ha sufrido algún ataque de parte de sus
enemigos políticos. Vuelta la sociedad á su orden
natural, la historia imparcial hace justicia á todos;
pero no logra sino con gran trabajo desarraigar las
preocupaciones y desvanecer la calumnia, que con
dificultad suelta su presa cuando se ha cebado en
algún nombre. Los partidos se subdividen con el
tiempo , y no es menor el odio que al fin llegan á
abrigar los disidentes de un bando contra sus ante-
riores amigos , que el que alimentaron contra sus
Tomo ix. 7
98
mas antiguos adyersarios ; resaltando de aqni , qae
los ^Ipes de los unos destruyen lo que ba dejado
en pié la ira de los otros. En estas circunstancias es
dificfil la tarea del que se encarga de liacer la histo-
ria de alguno de esos hombres , que habiendo figu-
rado en uno ú otro bando al frente de nuestras re-
Yoluciones ó de nuestras reacciones » han servido
siempre de blanco á los tiros de ^us contrarios ; pero
por esta misma razón es tanto mas fácil escribir la de
aquellos que, ó no se han distinguido basta el punto
de atraer las miradas de los envidiosos y maldicieo-
tes y también de los rígidos censores , 6 pertenecen
al número de los privilegiados , de que hemos ha-
blado al principio , á la clase de aquellos cuya Cama
ha sido de todos respetada. Los elogios dados á los
hombres de esta última clase no pueden ser tacha-
dos de parciales; están justificados en el mero hecho
de haber salido ilesa su reputación del naufragio
donde tantos otros han perecido , ó quedado mal pa-
rados. El partido contrario á sus ideas les rechaza
como poco á propósito para dirigir los destinos de
la nación ó influir en su gobierno ; pero no les puede
negar la hoors^dez, la probida4 poUiica, la firmen
e^ sus opiniones, la sinceridad en sus deseos, la
buen^ fé en sus convicciones y en sus obras. Esto
svicede coa don Manuel Pérez Hernández.
Don Manuel Pérez Hernández nación en Mérida en
8 de febrero de 1803 » y regibíó. su educación en
Salanunca , habiendo eojiprendido en 1817 la car-
rera de las leyes, que concluyó en 1823. En 1S30
acogió con entusiasmo el cambio político que se ve-
rificó en aquella época, fué iadividuo déla Sociedad
patriótica, y pronunció el discurso inaugural el día
en que se instaló. Las sociedades patriótica^ entoacei
reuniau en su seno cuantos jóvenes habia de arre-
99
balada imaginación y acalorado liberalismo, ibr*
mando estos do tal modo la mayoría , que apenas
Suede decirse que encontraban oposición las ideas
e libertad mas exageradas. No era estraño ; por una
parte acababa la nación de sacudir el yugo que había
llevado con impaciencia por seis años » de recobrar
anos derechos que habia conc^uistado a costa de sus
tesoros' y su sangre , y que la ingratitud le habia ar*
rebatado cuando mas asegurados los creia ; ast la
manifestación do «us sentimientos debia ser igual á
la violencia con que hablan estado comprimidos :
por otra parte « éramos nuevos en la carrera de la
libertad , y todavía los desengaños y la esperiencia
no hablan amaestrado á los españoles lo suficiente
Era hacerles huir de las exageraciones « que aca-^
n por perder las mejores causas. Después el tiem-
5o , la desgracia , las costosas esperiencias han mo^
ificado muchas ideas, han reducido á su justo valor
muchas otras, han hecho abandonar algunas por la
generalidad , y ahora se encuentran en las filas del
partido moderado muchos que entonces, jóvenes en-
tusiastas y hombres de buena fé, se dejaron llevar
de ilusiones irrealizables.
No se crea sin embargo que faltaban en aquella
época hombres que previesen á lo que podría con-
ducir la exageración de ideas, y que clamaran contra
ella en sus peroraciones, y do este número fué don
Manuel Pérez Hernández, que liberal por convic-
ción Y no por el atractivo de la novedad , joven en-
tusiasta, pero no arrebatado, conoció con tiempo
lo que muchos, muy dignos también y muy ilustra-
dos, no conocieron sino algunos años mas tarde.
Disgustado , pues , de esta exageración de ideas , se
separó de la sociedad patriótica en 1822 ; pero de-
masiado conocido en salamanca por sus opiniones
100
liberales t tuyo qne abandonar aquella universidad
imando llegó la reacción Yiolenta de 1823, pues sa-
lado es nae en las reaccioneé políticas, lo mismo son
perseguidos los encarnizados enemigos que los mas
tibios, y aun estos lo suelen ser con preferencia,
porque presentan un sistema realizable y por tanto
capaz de alejar para siempre del poder á los reac-
cionarios , mientras el sistema de los otros , siendo
imposible , trae por consecuencia la dominación del
partido opuesto. D. Manuel Pérez Hernández se tío,
pues, obligado á pasar á Sevilla á continuar sos es-
tudios , donde se recibió de abogado en 1825, y don-
de, incorporado en el colegio, ejerció la profesión
con bastan te. crédito hasta mediados de 1828. Molí-
f os de familia le hicieron trasladarse á Ecija , donde
se estableció y permaneció hasta abril de 1835. En
aquella época se habian^ verificado sucesos impor-
tantes para nuestra patria: la amnistía,' la muerte
del rey Fernando , la proclamación de la reina Isabel
y de la regencia de su augusta madre; la jura del
Estatuto real , la reunión de las Cortes con arreglo
á esta ley, la creación de la Milicia Urbana. El nuevo
orden de cosas exigía para su afianzamiento una ya-
riacion en la legislación existente en cuanto pudiera
oponerse al sistema qne se acababa de inaugurar.
Alteróse pues la organización de los ayuntamientos,
dióseles nueva forma , y don Manuel Pérez HernaiH
dez , que ya era conocido en Ecija por su amor á la
libertad hermanada con el orden público, no menos
3ue por su capacidad é instrucción , fué elegido sín-
ico de aquella municipalidad, y desempeñó este
destino hasta su venida á Madrid en mayo de 1835.
Dos meses después se daba á conocer como escritor
público por sus artículos insertos en la Abeja ^ pe-
riódico que entonces se publicaba con bastante aoep-
101
iacion y que sostenía las doctrinas de una libertad
prudente y moderada , tan enemiga de los horrores
del despotismo , como de los escesos de la anarquía.
Redactaban á la sazón aquel periódico los señores
don Joaquín Francisco Pacheco, don Alejandro Oli-
van , don Javier de Quinto y don José de la Pefia y
Aguayo ; pero estos distinguidos escritores abando-
naron á poco tiempo la redacción , y el señor Pérez
Hernández quedó con el señor Pacheco casi esclusi-
yamente encargado de ella durante las revueltas de
aquella época.
Acababan de verificarse entonces horribles ase-
sinatos y escesos de toda especie, cometidos bajo la
máscara de patriotismo y de amor á la libertad por
turbas de malvados, sin otros principios que los del
robo y el saqueo. En Zaragoza « bajo pretesto de
proclamar la Constitución se hablan incendiado al-
gunos conventos y asesinado á los religiosos^; en
Murcia y Málaga babia corrido la sangre de las au-
toridades , y ya en el año anterior Madrid habia pre-
senciado asombrada la invasión de los conventos y
las terribles catástrofes del 17 de julio. La guerra
por otra parte ardia con violencia en las provincias
del Norte . y amenazaba propagar su intensidad á
los inmediatos y aun á lo interior del reino. Tanto
para atajar el uno como el otro de estos males, era
necesario adoptar una política firme y vigorosa que
impusiera y aterrara, asi á los facciosos como á los
anarquistas ; el señor Pérez Hernández lo aconsejó
en sus artículos , insistiendo empero en que las me-
didas que se adoptaran no traspasasen los límites de
la legalidad > porque en efecto sin salirse de la ley
era posible abandonar la política contemporizadora
y meticulosa que hasta entonces se habia seguido , y
que siendo efecto del deseo del bien , era tenida por
102
cobardía entre los enemigos declarados de las íbsIh
tuciones y también entre los amigos del desórdei.
El ministerio del señor conde de Toreno » que i li
sazón regia los negocios públicos « lo reconoció asi,
y en una exposición que elevó á S. M^ propuso li
adopción de yarias disposiciones que tendian i dar
mayor fuerza al gobierno para contener la anaranU;
mandábase por ellas promover el alistamiento de la
Milicia Urbana y espulsar de sus filas á los que no
ofreciesen garantías para desempeñar el objeto de
tan importante institución; disponíase el estableci-
miento de comisiones militares en los puntos donde
bubiese amagos de desorden ; se conminaba con pe-
nas n los oficiales del ejército que no hallándose *eD
comisión del servicio no se presentasen inoaediata-
mente en sus cuerpos , y á los empleados que infrie-
giendo sus deberes tomasen parte en algún motín ó
fuesen individuos de alguna sociedad secreta; y per
último , reconociendo el gobierno que el medio mas
eficaz«para consolidar las instituciones era interesar
en su sostenimiento á los pueblos, dispensándoles
todos los beneficios posibles, prometía á los libera-
les prudentes bien meditadas reformas, y anun-
ciaba que estaba preparando su ejecución.
Así pues el gobierno reconoció que la polítirs
que entonces convenía seguir era una polUica da
energía y firmeza dentro del círculo legal , y de pru-
dentes reformas que aliviasen al pueblo de las car-
gas que le impusiera una viciosa administración por
espacio de muchos siglos. Con esta política de ener-
gía y firmeza no eran temibles los facciosos , y me-
nos aún los revolucionarios ; pero desgraciadameale
esta política no se siguió por mucho tiempo , ó por
mejor decir , no se dio en ella mas que el primer
•paso ; y si los redactores de la Abeja habían procla*
loa
mado tina verdad eTidenie al decir que la Espaia
era diCcil de gobernar « pero todatia mas dSfieil de
revoiucioDar , do se olvidaron de reoonocer^ aunque
IM de un modo tan espUciio, oiro no menos palpable^
á saber: que podria llegar el tiempo eú que esta
nada* fuese mas fácil de revolueiondr que de go-
bernar, si no se continuaba eláislMBa yigoroso que
parecía dispuesto á seguir el ministerio , si no ae
trataba de concluir de una vea con la facción que
asolaba las provincias del Norte, de contener en las
demás con mano fuerte loa desórdenes > de castigar-*
los donde una vez estallasen , y de llevar adelante
las reformas proyectadas para quitar á aquellos todo
pretesto.
Esta doctrina , que consiatia en huir igualmente
de ambos estremos, en aceptar las reformas, pero
querer que se hicieran en tiempo oportuno» en
censurar todos los desmanes que trataban de cubrirse
lyijo ia capa de libertad, en rechazor cuanto tendiese
á entronizar el despotismo, es la que sostenía con
convicción y con celo el señor Fcrez Hernández en
la Abeja, La oposición de entonces queria avanzar
con paso rápido en la reforma política; el sefior
Pérez Hernández sostenía que antes de dar un paso
debia examinarse el terreno sobre que se iba á sen-
tar el pié para no esponerse á caer en el abismo ; la
oposición deseaba <|ue caminasen de frente la guerra
y la política , y que la^ una ayudase á la otra ; el se-*
ñor Pérez Hernández creia que debían en. efecto an»
ailiarse mutuamente, pero si pedia una guerra vi-»
gorosa y firme , exigía una politioa prudente y pre^
yísora , no exagerada y peligrosa ; la oposioion
pretendía que se persigiñese á todos los carlistas, ya
se hallasen cun las armas en la meno ó auxiliando
de cualquier modo á los rebeldes « ya permanecida-
104
sen pasivos espectadores de la lacha ; el señor Pérez
Hernández negaba á un gobierno juslo la facaltad
de perseguir tan solo por opiniones , y de molestar
á los que obedecían las leyes y no tomaban parte en
la contienda.
Pero abandonado el sistema de vigor y fortaleza
en que como hemos dicho no se había dado mas qoe
el primer paso; olvidados é impunes los crímenes que
en las jírincipales capitales se habían cometido ; y
unido esto á los ocultos manejos , ya de los carlis-
tas que pugnaban por desacreditar el sistema repre-
sentativo , hacienao que los liberales exaltados se
lanzasen á cometer desórdenes , ya de los revolucio-
narios que querían precipitar la marcha de los su-
cesos y levantar una oarrera de cadáveres entre unas
y otras doctrinas , ya de una mano estranjera ene-
miga de nuestra prosperidad , volvieron á conmo-
verse las principales capitales, y comenzó en Barce-
lona la serie de asesinatos , incendios y motines qi)e
han hecho después tristemente célebre aquella ciu-
dad en la historia de estos últimos tiempos. En 25
y 26 de junio se incendiaron en la capital del Prin-
cipado varios conventos» y fueron asesinados ma-
chos religiosos ; en 5 de agosto se fusilaron en Va-
lencia , sin forma de proceso, algunos facciosos qoe
hablan sido aprehendidos con las armas en la mano;
en la misma noche de aquel dia uua turba de asesi-
nos entraba en Barcelona en la habitación del gene-
ral Bassa , le quitaba la vida á puñaladas , y arras-
traba por las calles su cadáver mutilado , mientras
otros con la tea en la mano recorrían la población y
reducían á cenizas hermosas fábricas de particula-
res y costosos edificios públicos. Entre tanto una
espedicíon carlista , penetrando por la provincia de
Huesca » sembraba por do quiera el luto y la coas*
105
ternacion. En estas circunstancias los amigos del
Sobierno , los hombres aae como don Manuel Pérez
[ernandez veiau con dolor tales desmanes » y que
interesados en el triunfo de la libertad mas que en
la satisfacción de su amor propio , la veian peligrar
7 próxima á morir en manos ae los que se titulaban
sus mas ardientes defensores» aconsejaron al go-
bierno que avanzase un paso mas , que satisficiese
en lo que era justo, y que ya había llegado á ser
oportuno el deseo de pueblo , suprimiendo las ór-
denes regulares , contra las cuales mas particular-
mente se habia dirigido la saña popular, y reunien-
do las Corles á fin de cobrar con su apoyo nuevas
fuerzas para hacer frente á las dificultades y peli-
gros que le rodeaban. Son notables, por los buenos
principios que contienen , por la modestia y verda-
dero patriotismo que en ellos resplandecen , los ar-
tículos que en aquella ocasión escribió el señor Pé-
rez Hernández , ya designando al gabinete la mar-
cha que debía seguir para evitar los escollos que se
presentaban á su paso , ya combatiendo las exage-
radas exigencias de los que en su ceguedad preten-
dian que contra ellos se estrellase , ya en fin acon-
sojanao al gabinete que cediese en parte para no
perderlo todo , y procurando contener en lo posible
el ímpetu revolucionario, para que no corriese des-
bocado á sepultarse 61 mismo y sepultar á la patria
en el abismo.
Los desórdenes que habian empezado dirigiendo
su furor contra los frailes y los conventos , Tolvie-
ron en breve sus tiros contra el gobierno, y demos-
traron que sus promovedores se proponían objetos
mas altos , llevaban miras mas estensas. Después de
los motines y asesinatos, vinieron los pronuncia-
mientos ; se formaron juntas en varias provinciasi
• "l
106
que levantaron diferentes banderas , y solo coBTe-
nian en la coman resistencia al gobierno. S. M. la
reina gobernadora espidió en 4 de setiembre nn ma^
nifiesto, declarando la marcba política que estaba re-
suelta á seguir, y anulando cuanto se hiciere por lai
juntas; pero el mal ejemplo cundia « j el temor de
eafusar mayores desgracias movió á S. M. i usar de sa
real prerogativa, y admitir la dimisión del ministerio
á los diez dias de haberse publicado el manifiesto.
Entró en 14 de setiembre á dirigir los negocios
públicos el señor Mendizabal , que comenzó su ad-
ministración proclamando la conciliación de todos
los liberales , y la unión de sus esfuerzos para veo-
cer al enemigo común, que con nuestras divisiones
ganaba inmenso terreno. Mediante esta conciliadoa,
el señor Mendizabal se proponía la pronta termina-
ción de la guerra civil y la marcha lenta, pero pro-
gresiva , ordenada y suave , pero cierta y segura de
la libertad. Semejante programa era deslumbrador,
tanto mas, cuanto que era el primero de los pro-
gramas en aquella nueva época de gobierno repre-
sentativo : todos los liberales le acogieron, unos ooa
mas, otros con menos entusiasmo; las juntas que se
habían formado en diversas provincias fueron disol-
yiéndose unas tras cHras , no sin haber cada una eb-
vado una esposicion á S.M. esponiendo los que cla-
maban deseos de sus comitentes , y que si en alga-
nos puntos efectivamente lo eran , en muchos no
podia decirse otro tanto. En estas esposiciones se
pedia por unas juntas el restablecimiento de la Gon^
titucion del año 12 , por otras una nueva Consti-
tución , por otras la reforma del Estatuto. Ba
aquella ocasión el señor Pérez Hernández, como pe-
riodista V como liberal moderado , siguió el camino
que debui seguir ; habia adoptado el progf ^ait del
107
señor Mendiiabal , que por otra parte estaba muy
eu sos ideas , pues siempre babia inculcado en sus
artículos la necesidad de terminar ptontamente la
guerra , y de que la marcha de la libertad fuese
cierta y segura , pero suave y lenta > sin conmocio-
nes ni revoluciones ; babia aceptado, decimos , esto
programa i y en tal situación lo que convenia mas
al pats « y lo mas lógico y consecuente con las ideas
del sefior Pérez Hernández , y con las manifestadas
en el programa mismo, era optar por la reforma
del Estatuto , y reunir las Cortes al efecto. Esta fué
también la opinión del gabinete.
Tropezóse sin embargo con una dificultad: cre-
yóse que para la refornuí del Estatuto debian con-
Tocarse Cortes constituyentes; y al mismo tiempo la
ley electoral que entonces existia 4)0 era considerada
suficiente para satisfacer las nuevas necesidades;
para vencer este obstáculo el ministerio convocó los
Estamentos anteriores á fin de que reformasen la ley
de elecciones , proponiéndose reunir las Cortes
constituyentes para la nueva ley electoral que aque-
llos aprobasen. Entre tanto el señor Mendizabal de-
cretó la quinta de cien mil hombres y la requisición
de caballos , procuró escitar el entusiasmo , y obtu-
vo cuantiosos donativos para sufragar los gastos de
la guerra. Reuniéronse las Cortes: los liberales exal-
tados, no satisfechos con ninguna concesión, y cou^
tinuando siempre en sus exigencias , pedían que se
juzgase á los individuos del anterior gabinete: el
señor Pérez Hernández sostuvo que proclamado el
olvido de lo pasado no debia entrarse en discusiones
que pudieran despertar el mal apagado encono de
los partidos « y como no podia condenarse al ante-
rior ministerio sin oir sus disculpas , volverían á sus-
citarse en el debate cuestiones que con venia tener
108
apartadas si se quería nna conciliación rerdaden:
los exaltados sin ¡embargo no se daban por conten-
tos , 7 mas ministeriales que los ministros mismos,
creyeron rer una oposición sistemática en lo qne al
Sriñcipio solo era una oposición á ciertas medidas
e orden secundario, si bien después llejróá coa-
vertirse la oposición marcada cuando el gabinete se
fué separando mas j mas de la marcha que se había
trazado 9 y enajenándose las Toluntades de los libe-
rnles moderados que habían aceptado sa programa,
si no con entusiasmo, al menos con buena fé j sin-
ceridad. .Vquellas Cortes fueron no obstante las qne
dieron el famoso Toto de confianza al señor Mendi-
zabal , el cual en cambio las disolvió á los pocos
dias por h.iber perdido la mayoría en la folacionde
un articulo de la ley electoral* t las disolvió sin
atender á que de este modo dilatalta indefinidamen-
te el cumplimiento de su promesa , pues aplazaba
para otras Cortes , de cuya mayoría no sabía el es-
píritu , la formación de la ley eiecloral que había
de servir de b:ise á la elección de Cortes constita-
yentes; y las dis^ilvíópor ronsisrniente. desati^ndien-
do la soirunda parte de su programa que hablaba df
la marcha suave y lent;i. pen) segura, de la libertad.
Su desgracia hizo que tnmporo cumpliese la primera
parte, y que en su mano se disipasen como el humn
los elementos de fuerza y de vigor que sapo rea-
nir. Si en vez de disolver aquellas t'.órtes el seflor
Mendizabal. hubiera dejado el puesto á otros que
continuasen lo que con tjn buenos aaspici«)s había
comenzado . habría sido acreedor á la gratitud na-
cional. Pero no lo hizo asi . y desde aquel momenlo
empezé á hacerse mas profunda la divisioa que de»*
graciadamente evstia entre los liberales de ano y
«en» oaatii. Nuevos desórdenes en Barcelona rínie-
109
roná complicar y hacer mas embarazosa la situación
de UD gabinete , que siendo hasta cierto punto
producto de un desorden, no podia tener la fuerza
suficiente para reprimir la anarquía. Reunidas las
nuevas Cortes , tratóse de reconstituir el gabinete,
agregando á 61 algunos individuos de la mayoría ; y
aunque ésta en la contestación al discurso de la Co-
rona se habia manifestado favorable al ministerio,
sus principales miembros se negaron obstinada^
mente á tomar parte en un sistema de gobierno, que
habia escitado gran descontento. Entonces S. M. la
reina Gobernadora eligió sus consejeros entre los
individuos de la minoría , cuidando de fijar su elec-
ción en aquellos hombres que mas podían simboli-
zar la unión de ambos partidos liberales , que menos
EMÜan escitar la antipatía de unos v otros. El señor
turiz , que habia sido presidente del Estamento de
procuradores , y que si bien era hombre de órdén
y de gobierno se habia mostrado siempre liberal de-
cidido y tan exaltado , fué nombrado presidente del
nuevo, ministerio. Este nombramiento disgustó á
la mayoría del Estamento y á los hombres de doc-
trinas exageradas : hablábase de falta de respeto á
las prácticas parlamentarias , desaire á la Cámara
popular , y hasta de responsabilidad de la persona
que eiercia el poder supremo ; lo único de que no
se hanlaba era de que existía en el Estatuto , asi
como existe y ha existido en todas las Constitucio-
nes, un arliculo que da al rey la facultad de nombrar
y separar libremente sus ministros ; el señor Pérez
Hernández se puso , como debía , de parte del artí-
' culo constílucional y conlra los defensores intere-
sados y violentos de unas prácticas que en España
no existían , que en nuestra opinión no son tan
respetables como muchos creen , y sobre todo que
lio
deben posponerte á k ol»ftenr»icia de b Gemli-
toeion ; porque claro es que lo qne es ley, y ley
cierta y escnia, no debe desatenderse pac¿ s^nir
nna doctrina qne solo se funda en una práctica, ea
una costumbre de poca segura aplicacioB en na-
chos casos.
En aquellas circunstancias, habiendo cambiado
de propiedad La Abeja , el señor Pérez Hernández,
no queriendo prestarse á hacer nn sacriScio ver-
gonzoso de su independencia 4 se separó de la redac-
ción , y en unión con ios sefiores nebeco y Giro-
nella , fundó un nueyo periódico con el titulo de
La Ley. Por aquel tiempo también tosió parte el
señor Pérez Hernández en la redacción del Boletín
de Jurisprudencia , publicación notable en qoe es-
cribían el señor Pacheco y el señor Brabo Morillo,
y que después se continuó con el lítulcí de CránicM
jurídica , hasta que en 1837 hubo de suspenderse
por el mal estado de las comunicaciones.
Llamado al ministerio el señor Istarb, se vieroa
en el Estamento popular por primera vei escesos
deplorables de falta de cordura j moderación ; é
iniríngiendo los trámites que el reglamento teaii
señalados para toda clase de proposicione» , se pre-
sentó , discutió y aprobó en el acto nna qoe tenis
f^or objeto declarar queel nuevo ministerio noposeia
a confianza del Estamento ; proposición que , como
todas las de so clase , siempre nos ha parecido ó
degradante de la magestad real ó ridícola, porque,
ó quiere decir: « nosotros tratamos de imponer ti
rey nuestra voluntad en el nombramiento del mi- .
nisterio á pesar de cuanto diga la Constitocion ; ó'
quiere significar una cosa qne ya el rey debe saber
cuando elige sus consejeros responsables de entre
fá minoría. Todo ministerio qne en este caso se ha-
111
lie « aunque esté iligpueslo á renunciar , debe en
nuealro concepto disolTer iaa Cortea* porque lo con-
trario seria permitir que se atacase á las prerogali*-
yas del trono, de que se ka constituido guardador y
defensor. Asi lo comprendió el gabinete Isturii, y
al dia siguiente de las escenas i que hemos beeko
referencia , se presentó en el Estamento con el de-
creto de disolución.
Las Cortes que acababan de disolverse, en el
corto tiempo de su existencia hablan hecho una ley
electoral que consignaba el principio de la elección
directa ; por este nuevo método debían elegirse los
nuevos Estamentos , los cuales estaban llamados á
reformar el Estatuto real, código que ya nadie res-
petaba desde el momento en que se habia anunciado
por el gobierno mismo su reforma. Esta era por lo
tanto urgetKe , no siéndolo menos la terminación
de la guerra , que devoraba todos los recursos do la
nación , é iba tomando un incremento alarmante.
El ministerio se dedicó á preparar los trabajos para
la nueva ley fundamental que debia establecerse , y
á fin de poner término breve á la guerra, se decidió
á pedir la intervención al gobierno francés. Muchas
esperanzas debió tener el señor Isturiz de conseguir
su objeto cuando se atrevió á formular su petición
en términos claros ; pero olvidó que esta clase de
reclamaciones no se hacen sino cuando hay seguri-
dad de conseguir que sean atendidas « porque no
siéndolo, dejan en mal lugar al gobierno y á la na-
ción que representa. Ademas todavía no se hablan
agotado nuestros medios tanto que tuviésemos que
echar mano de ese recurso estremo : fuera de las
Provincias Vascongadas , no poseía la facción una
sola población de importancia, y aun en aquellas
provincias las capitales estaban en poder de nuestras
lia
tropas. Verdad es ^ne loa liberalea te fciBahai dU
"▼ididos , qae eaU dinsion iba haciéadoae cada db
mas profanda; pero también desde la* muerte de
Zumalacárregoi, del único bombre qae ai babícn
TÍTÍdo podría baber becbo peticrar A trena de
Isabel n ▼ las insliinciones con iS miatadas ; balía
penetrado la división en las filas cartislaa« d&ñm
qne apenas se notaba en a<|nella época , pero qm no
Ceso babia de producir efectos nieaot asfnrat
jo qae la facción pndiese tener na aimnlacni de
gobierno , ; el pretendiente la sombre de ■■ traes.
En efecto , no porque la emriencia lo ha ja hecho
después palpable » dejaba de ser entoaees 'caerte ;
de estar al alcance de todos, que loa partidos caaelo
se sienten poderosos se dividen , j se dÍTidee nece-
sariamente por mas esfuerzos eoe hagaja sos ieC»
para conservarioa unidas. Xo había coocloido daAs
de 1836 , T va los rascoegadoe drriroihie cae é
nombre dei^pWelfres á los que no haJiíiao
«os provincias.
De todos modos la iatenreocioo fee
el cobiemo conoció, á costa de este desaire,
vcocer a los Cwrciosos v i l'.'s anarqi
confiar sino en $o< propias fiaenas.
Henundez abocoentoaces por nna \
ee$iaii con ei nombre de
%a. que no^enia i fcr otn esaqoeb
ce e¿ sencido qe<f ei sohiemo j les
daban a esta pabbn : porque en <
iotemeRcion qae «e fedáa auj. iirtervf
Awte . que coo»K»tier^ en ••olrar (ne
mMSIro terrilorio . e impopemoi» a
«I gehiereo 7 el ñtema qoe moe I»
■no inCenrencsoe redmndn á ai
¿la ihccsao. «aaetkfa b cent . el
113
liaoDJeiba, no sin fundamenio , de poder tener i ra->
ya á los BDarquiatas.
ConUnnaban estos entre tanto ana planea de tras*
torno: los ejemploa anteriores de las jnntaa y pro-
nandamientos no se habían perdido: el ensayo habia
aalido demasiado bien para que dejara de repetirse
á la primera ocasión : Málaga se pronunció el 20 de
muyo 9 tomando los alborotadores por protesto la
disolución do las Cortes ; se formó su indispensable
junta, pcr;> ésla á los dos dias, no habiendo recibido
noticia do qiio ninguna otra población de Espada
ae hubiese sublevado « dio las gracias al pueblo en
una alocución , y so despidió hasta otra vei. El go«
bierno mostró entonces un poco do energía separan-
do á algunas autoridades. Fijaban entonces la aten-
ción de todos las elecciones , en las que los liberalea
amigos del orden llevaban la mejor parte : sin em-^
bargo, los exaltados tenian esperanza de triunfar en
ellas, y suspendieron por entonces toda hostilidad
facciosa , sin perjuicio do apelar á la úUima raiio, si
quedaban vencidos sus candidatos. Pero conocido el
resultado de las elecciones , apareció de nuevo la
junta de Málaga, y se dio el grito de insurrección
en Cádiz , Zaragoza , Granada y otras poblaciones.
S. M. la reina gobernadora espidió en 4 de agosto
un manifiesto en los mismos términos que el del año
anterior ; el ministerio se mostró enérgico para
con tenor la insuireccion; la guardia nacional de Ma-
drid , que quiso secundar el movimiento , fué di-
suelta , y el gobierno habría logrado por primera
yez un triunfo glorioso sobro los amotinados , sin el
drama que comenzó en la Granja con un desacato
al trono , y acabó en Madrid con el asesinato del ca-^
.pitan general.
En aquellas circunstancias era imposible conlt^
Tomo ix, K
114
nBtr eteríbiasdo en ob sMÜdo de éréea j ét ver-
dadera libertad : el periódico La Lm/ hmho mcs de
cesar en aa pabUcacUHi. Cabnada un tanto uiefer-
▼eaeencia « el leftor Pérez Hernandei coaaemó eo
aeliembre de 1836 á eacribir en el FipmñúL HaaU
aquella fecha no te babia dado á conocer em Madrid
el sefior Pérez Hernández en su profesión de abe-
gado, á pesar de que se incorpora al colegio en 1835.
Dio por primera ¥ez mueslras de aus dotes orato-
rias, T de su lógica argunienUcion , defendiendD
ante el jurado un articulo del periódico El Mmmiéf
en que se censuraba fucrtemenlc la insorreccioa de
la Granja , j ante los tribunales ordinarios con la
defensa de don Joaquín Fernandez Cortina , boj vi-
cario eclesiástico de Madrid , en la célebre causa
formada sobre circulación de una bula de la sagrada
Penitenciaría. Esta defensa valió al señor Pérez Her-
nández grande j merecida reputación como letrado
y como orador.
Por consecuencia de la insurrección de la Granja.
babia vuelto á ocupar el ministerio de Hacienda ei
señor Mendizabal bajo U presidencia del señor Ca-
latrava, y teniendo por colegas á loa señores López,
Landero , Gil de la Cuadra y Kodil. Gran parte de
los hombres notables pertenecientes al partido mo-
derado, creyendo en peligro sus propiedades ó sus
personas con el triunfo de la revolución » abandona-
ron so patria y emigraron al estranjero, unos casi
desesperanzados de que en España volviesen á do-
minar las ideas de orden « oíros no queriendo pre-
senciar los desaciertos y violencias que proeiaa
iban á cometerse. Esta emigración llamó la atención
del nnero gabinete , que pretendió atajarla con una
medida injusta á todas luces, roirolucioDaria en sur
mo grado , y para cuya adopción eTÍdeutemente no
115
tenia ficolUdos ; i saber , el secuestro de los bienes
de loa emifcrados. El seBor Pcrea Hernatadez reda*^
mó en El Eipañol contra una infracción tan noto-
ria de las leyes , y combatió la medida con toda la
onorgía que da la defensa de una buena causa , si
bien con toda la témplame que dominaba en sus es<«
crieos. No eran en efecto medidas de esta dase las
3ue habian do atraer á los descontentos , sino medic-
as de reparación que hiciesen distinguir los actos
de un frobicrno regular y establecido « de los actos
de una junta revolucionaria.
Reunidas las Cortes constituyentes t so trató de
formar una nuera Constitución; pero entretanto,
se quiso atender á las demás necesidades y procurar
la pronta torminacion de la guerra , llevando al
mismo tiempo adelante la revorucion. Los redacto-
res del Eipañol so opusieron con lirmeía á todas las
medidas que tendían á desencadenar las pasiones
populares, y atraer ú la causa do la libertad mas
enemigos de los que ya tenia : sus escritos no fueron
completamente perdidos, pues tuvieron la gloria de
conseguir que no pasasen los tribunales revolucio-
narios que por entonces se pretendió establecer. Ncí
obstante, parece que el sellor Mendizabal no podía
gobernar sin fncnllades estráordinarias y votos de
con6anza ; el campo de la legalidad le parecía tal vez
un poco estrecho, y no podía moverse en él con
soltura y desembarazo: hizo, pues^ quo las Cortes
concedieran al luinisterio las facultados mas amplias
para disponer á su voluntad de los recursos do la
nación , de los bienes y personas do los ciudadanos,
y en uso de estas facultades so trató en Consejo de
ministros la cuestión de si convendría al bien de la
patria y a la salvación de las instituciones destorrar
i Filipinas al ^efior Pcreis Hernández y sus dos coin«
116
pafieros de redacción : esta medida no llegó'á decre*
tarte sin embargo, por haberla impugnado el mismo
seí&or Mendizabal.
En junio de 1837 el sefior Pérez Hernández y
sns colegas del F#piiffo{ , fundaron el periódico JLa
España. Acababa entonces de promulgarse la nueva
Constitución: los redactores de /a España ^ sin ha-
ber estado conformes cuando su discusión con todas
sus bases y preceptos , habían defendido la mavor
parte de sus doctrinas, porque }'n entonces habia
empczndo á formarse contra el ministerio y contra
los principios que representaba un partido y una
oposición todavía mas exagerados. Los escritores de
La España aceptaron, pues, la Constitución de 1837
en su totalidad como una obra infinitamente supe-
rior iá la Constitución de 1812 á que reemplazaba;
y no viendo ni queriendo en las Constituciones sino
medios de gobierno ; y parcciéndoics ridiculas las
teorías y las aversiones , fundadas solo en persona-
lidades y en orígenes , su adhesión á la nueva ley
fué tan franca y completa como pudo serlo la de los
mismos cuyas teorías satisfacía, ó cuyos deseos y
proyectos de organización política completamente
llenaba.
Pero entretanto la guerra üc habia estendído a
provincias que hasta entonces se habían visto libros
de este azote. Ya en el año anterior, apenas resta-
blecida la Constitución de 1812, el jefe carlista
Gómez había penetrado en Castilla, y después do
haber derrotado en Jadrnque á los mismos soldados
3ue proclamaron aquel Código en la Granja, man-
ados por el brigadier don Narciso López, á quien
sus mismas tropas obligaron á acometer al enemigo
en posición desventajosa y con fuerzas infinitamente
menores , se habia estendido por las provincias da
117
Andalncla, asolando caanlq encontraba al paso, j
detenidos solamente sus progresos en dos acciones
de mas gloria para nuestras armas que resultados
ventajosos para nuestra causa. En el año de 1837«
mientras las Cortes disculian gravemente la mayor
ó menor latitud que habia de darse á nuestros de-
rechos políticos, so resolvía en los consojoi de don
Garlos apoderarse de la capital de España por medio
de un atrevido (To.lpe de mano. Al efecto so dispuso
que por tres puntos diferente^» cayesen soliro Madrid
las nierxas facciosas, en tres diversos cuerpos de
tropas: uno al mando de Zariátcgui, otro al de Ca-
brera, y otro al del mismo don Garlos. El primero
debia marchar con toda diligencia hacia CasliUa, y
evitando todo oério combate, apoderarse do Segovia
á cualquier costa , y esperar allí á que las otras dos
divisiones hubiesen llegado^ á cierta distancia do Ia
Górte para atacarla á un tiempo por distintos punios.
Zariátegui pasó el Ebro, y llegó sin disparar un tiro
hasta los coofino.'i de la provincia do Segovia; en
ellos io detuvo quince dias, haciendo marchas de
solo Ires ó cuatro leguas, tanto para dar descanso
i sus tropas como para dar tiempo á que la división
tie don Giirlos v la de Cabrera llegasen a distancia
conveniente. Cuando creyó que debiau estar próxi-
mas, se presentó sobre Segovia, defendida solo |)or
vlUO nacionales mal armados y peor municionados,
cuyo valor suplió la fulla de recursos, esperanzados
on ver llegar de un momento á otro los socoiros de
tropa y pertrechos de guerra que repelidas veces
les prometiera el ministerio. Mas como estos no
llegasen, yol gabinete Mendixabal les dejase aban-
donados á sus propias fuerzas, la ciudad fu6 lomada
por asalto después de cinco horas de obstinada de-
fensa, y el castillo capituló á las veinte y cuatro ho-
118
ras. La noticia de la toma de SegOTia áifiíadió la
alarma en la capital, mucho mai cuando al cabo da
ocho diaa Zariáteguit que creia haber dado ya baf*-
tanto tiempo á Cabrera y á don Carlos |Mini TerUmr
su marcha, pasó el puerto y llegó hasta la TÍsta de
Madrid. Declaróse esta capital en estado de sitio « y
habiéndose puesto bajo la autoridad de los consejos
de guerra la publicación de especies 6 lioticias que
pudieran desalentar al público, el sefior Peres Her-
nández y sus colegas de La España temieron con
fundamento que sus artículos mal interpretados les
pusiesen á merced de un fiscal militar, y lea oca-
sionasen alguna inmerecida persecución. Se limita*
ron t pues , á referir simplemente los hechos mas
notorios, y de los cuales ya tenia el público cono-
cimiento, sin acompafiarlos con ningún comentario.
La declaración de estado de sitio y las medidas qoe
con este motivo se habían decretado « llamaron la
atención de las Cortes, y las espiicaciones que el
señor Galatrava se vio obligado á dar, desvirtoaroo
aquel decreto, de modo que ya no era temible que
se aplicase á ningún escritor, aunque abusase de Is
imprenta , y mucho menos cuando, como el seftor
Pérez Hernández , se contuviese dentro de los lími-
tes de la mas estricta legalidad. Sin embargo, como
en el momento en que la legalidad constitucional
obtenía este triunfo sobre los actos poco meditados
del ministerio, los facciosos avanzaban desde Seto-
via , pasaban el puerto y so estendian por la finda
meridional de la sierra , la nobleza y el verdadero
Gtriotismo del sefior Pérez Hernández j sas colegai,
I impidieron hacer en semejantes circunstancias
la oposición al gabinete f pues no era ocasión de
disputar sí no de obrar, cuando desde Madrid K
veían las hogueras del campo enemigo.
119
Al pricner amago de peligro el general Eaparlero
se dirigió á marchas forzadas sobre U Corle , j i
pesar oe las amonesUciones del general Scoano* uuo
salió á su encuentro para aconsejarle que no entrara
en Madrid con sus tropas « hiso quo estas desfilasen
bajo los balco.ncs do S. M. Apenas llegado el gene-
ral Espartera , entró en conferencias con el minis-
terio, y comenzaron á esparcirse rumores do la di-
misión de sos individuos. Después acontecieron los
sucesos de Ara?aca« que ocas'ooaron la caiila del
gabinete 9 y dieron por resultado otro mas conforme
con las ideas del partido moderado ; pero el señor
Pérez Hernández , hombre de pura legalidad, clamó
contra aquellos sucesos, y predijo lo que después
había de suceder, que sembrada la mala semilla en
el ejército no tardaría en dar sus frutos. Entonces
se vieron también conliriuados por el general Espar-
tero los fundamentos de la oposicicn ouo el seAor
Pérez Hernández y sus compañeros habían hecho al
ministerio Mondízabal. El general Seoane« apoyando
una proposición presentada á las Cortes para quo el
ministerio so presentase á dar cuenta do Jos aconte-
cimientos de Aravaca, so dejó llpvar de su genio
violento, y anatematizando c«ii furor aquellos suce-
sos, proiirió contra los ofieÍAles quo habían hecho
su dimisión y contra Espart4iro algunas espresíones,
á que ésto creyó deber couiestar. Uizolo asi en un
comunicado que dirigió á Jm Eépaüa^ en el cual
describía la situación en que había tenido al ejército
el ministerio Mendízabal. A los pocos días de en-
cargarse del mando el general Espartero , habla
tenido que acudir á la dcfea-^a de Bilbao ; y falto
completamente do recursos* se había vi&to obligado
Á mandar á Logroño un correo de gabinete para que
de su casa le enviasen dinero: habíase hallado sin
liO
fepaeslos deriTeresy con U tropa demuda ca mt£o
iú ¡DTierno: algunos cuerpos de ejército habisB
hecho la campafia con d pantalón de Tenso: laUu
de calzado se había estendído hasU la ofiriilidai-
esta carencia de objetos indispensables pan ■■ ejer-
cito • había llenado de enfermos ios hospilales^ j wt
habían hallado sin canus , sin £acnltatinn, j na
Hwdíciiias. Tales eran los cargos qoe hacia d general
Espartero i la administración del seíor Mcndiíahal
en 1837 , cargos qoe en sn concepto discnipahan d
esceso de los oficiales qoe habían dado sa dimisiea
en Arafaca , en cnjos sucesos por lo drmii ncgahí
haber tenido b menor participación.
De todos bmmIos se encargó un nnewo minirteno
de dirigir los negocios públicos, j ism nombraaBÍen-
to presidió la idea qoe los redactores de Im Etpmk
bahía a apuntado al hablar de los medios mas coa-
docentes de resolfer aquella crisb ministerial , á
saber: que no se echase mano de nii^^nno de los
antiguos ministros, siró qoe se eligieien hombm
nncTOS qoe no inspirasen á las masas liberales aia-
tznm género de desconfianza. Resuelta la crisis mi-
nisterial , Espartero sa¿ió en persecucitm de la be-
cion de Zariátegm que amenazaba i ¥aliadolid. l^
circunstancias de la guem, j los encuentros qa<í
habían tenido que sostener con nncslras tropas, iif
posibilitaron á don Carlos ; Cabren la Uc^áU
TÍsta de Madrid en ocasión oportam pon mtcnlar
el meditado golpe de mano : asi es, qoe canudo ea
setiembre se presentaron á las poertas de la capital.
hosliiKados por fuerzas superiores, j privados del
auEuEo con que contaban, hubieron de retroceder,
ae dirigieron i unirse á lariátegua, qoe ocnpak
la sacón b sieíra de Burgos, j reeoeria loa pinar»
dt Soria» Espartero les persiguió en aqvel lemas
i
121
escabroso, v les arrojó de él, obligándoles á pasar
el Ebro é internarse en las provincias. Entonces
volvió á reinar la tranquilidad en lo interior del
tais, y los partidos, que momentáneamente se ba--
lian unido en los instantes de peligro, volvieron á
hacerse la guerra con mayor encarnizamiento. Las
Cortes constituyentes, después de terminada su mi*
sion , hablan decidido continuar legislando hasta la
reunión de otras nuevas que se convocaron : el sefior
Pérez Hernández clamó contra esta ilegalidad, asi
como contra todas las medidas de esta naturaleza que
entonces se decretaron , y fiel á las doctrinas de su
partido, y á la sinceridad con que habia acogido la
nueva Constitución , la defendió contra los ataques
de los mismos que la formaron , y do los que mas
contribuyeron á su establecimiento.
En el año siguiente sucedió al ministerio aue
habia reoin|ilazado al de Mendizabal , el presidido
por el conde de Ofaiia , el cual logró reunir una ma-
yoría en las Cortes, y comenzó á marchar con algún
mas desembarazo que sus predecesores. El señor
Pérez Hernández defendió con convicción los actos
de la política general de aquel gabinete contra toda
clase do enemigos, hasta que en 1839 habiendo
S. M. usado de su real nrerogaliva , y nombrado
nuevos consejeros, los redactores de La España, no
aprobando la marcha del nuevo ministerio, y cre-
yendo peligroso para el pais hacer la oposición , su-
primieron el periódico.
Dedicóse entonces el señor Pérez Hernández con
mas asiduidad ú su profesión de abogado, y en ella
logró adquirir el renombre de que hoy goza, hacién-
dose notabb^ en los tribunales por su facilidad de
elocución, unida á una fuerza natural de raciocinio.
Pero en 1839 hubo de volver á la vida pública , por
124
nizacion del pais, seguía Espartero su marcha trian*
fal por Catalana , tomaba á Berga y cooclaia de
pacificar al territorio español. Parecía , pues, que
ya nada se oponia á que entrásemos de lleno en las
condiciones del gobierno representativo; sinem-
bargOj no fué asi. Existia en el Congreso ona mino-
ría progresista bastante numerosa , bien organizada,
y pordccír-io asi, disciplinada cual nunca se había
visto en España : esta minoría se propuso retardar
lo posible la formación de las leyes orgánicas, es-
perando sin duda que el tiempo y los acontecimien-
tos les conducirían al poder, donde seria mas fácil
destruir la obra de un ministerio que la de anas
Cortes autorizadas con la sanción de S. M. Temeroso
el gabinete de retard.ir la promulgación de anas le*
yes, que se habian hecho de necesidad urgente,
3UÍS0 poner desde luego en p-anta la que le pareció
e mas importancia, y á e^te fin presentó al Con-
greso el proyecto de ley de Ayuntamientos, pidiendo
autorización para mandarlo ejecutar como ley. La
minoría se apntvechó de la circunstancia de haberse
llevado al Congreso el proyecto sobre que habia do
recaer la 'autorización , y se propuso enmendarlo:
cada diputado progresista presentó una ó mas en-
miendas , y en apojo de cada una de ellas pronan-
ciaba un d.iscurso que duraba una sesión entera; de
modo que se tardó en discutir la autorización para
plantearla ley de Ayuntamientos, un tiempo in-
finitamente mayor del que se habría invertidoes
la discusión de la misma ley. Pero al fia la tic-
tica de los progresistas quedó desbaratada ante b
firme voluntad de la mayoría, y la ley de Ayun-
tamientos, después de aprobada por los dos cncr-
pos colegisladorcs, fué elevada á la sanción de S- M.
No es de este lugar examinar los acontccimienlas
125
que prepararon el proaunciamiento de Setiembre,
ni las circunstancias que lo originaron. Diremos
solamente que aquel suceso hizo retirar do la vida
pública á muchos que hasta entonces hablan tenido
ié en la fortuna do la nación, y creían que podría
organizarse om breve, y ocasionó una Segunda emi-
{¿r.tcion de hombres notables del partido moderado,
todavía mas numerosa que la de 1836. El señor Pé-
rez Hernández no emigró , pero fué desterrado de la
corte en 8 de octubre por la Junta de Madrid , que
le crcia redactor del Española, sin embargo de saber
todo el mundo quchabia dejado do serlo desde mu-
cho tiempo.
Desde aquel momento el señor Pérez Hernández »
retirado absolutamente de la política, solo pensó en
(*l desempeño de su profesión: varias veces sus amí-*
{IOS le propusieron después incluirle en candidatu-
ras , pero en vano, porque tenia resuello no volver
A figurar en la vida pública. No pudo sin embargo
oscurecerse tanto como deseaba: sus escritos no es-
taban olvid^ulos, y sus triunfos en el foro recorda-
ban su nombre á los que pudieran olvidarle. Cita-
remos entre otros el que obtuvo en la causa formada
contra don Francisco García Hidalgo. El señor Gar-
cía Hidalgo habia sido intendente de Almería, y en
v\ año 41 se lo formó causa por sus actos como tal
¿autoridad en aquel punto. El iiscal del tribunal su-
jiremo , donde se vio el proceso , pedia nada menos
^|ue la imposición de la pena de ocho años de pre-
sidio; pero el señor Pérez Hernández puso tan en
eslavo los hechos sobre que versaba la acusación , se
*^^ali6 de tales argumentos y abogó por su defendido
-^litx tal olocuencií^, que consiguió se le absolviera
MJkMx pur sus mismos enemigos políticos, En el mis-
/Mío de 1841 biiso el señor Peres Hornandey la
J
126
defensa de uno de los procesados por el consejo de
guerra que se formó i consecuencia de ios sucesos
de octubre. Sabidos son de todos aquellos desgra*
ciados acontecimientos, su origen y tendencias* y
d funesto desenlace que tuvieron: se ha dicho por
algunos que el señor Pérez Hcrnandes fué buscado
para hacer la defensa del ilustre general Lcoo, t
que rehusó encargarse de ella. Debemos desmentir
esta especie que ha corrido sin ol menor TÍsodc
fundamento; por el contrario, el señor Peres Her-
nández se ofreció á defender al brigadier Quiroga }
Frías, de quien era amigo particular; poro este te-
nia ya recomendado el escrito de defensa i don Joa-
uin María López. Entonces ol señor Pérez Heroan-
ez se encargó de defender al conde do Bequena.
Esta defensa es una de las mejor oscritos quo se pre-
sentaron al consejo de guerra. El conde de Beqaena
había estado en palacio la noche del 7 de octubre y
fugádose después con el desdichado brigadier Qoi-
roga : ambos fueron aprehendidos en ArnTara j prr-
scntados en Madrid á disposición del consejo de
guerra. El fiscal pedia contra el defendido del seQor
Pérez Hernández la pena de seis años de reclusión,
y el consejo se la impuso en efecto; pero es de ad-
vertir que en aquella causa el consejo agravó en
cuanto al brigadier Quiroga la pena p/dida por el
fiscal , y mandó fusilar aquel á pesar de que éste solo
pedía contra él diez años de encierro. Ks por tanlo
de presumir que ú no haber sido tan buena la de-
fensa (sin que por esto digamos que las demás no lo
fueran) el consejo hubiera agravado igualmente la
pena pedida por el fiscal contra el condo de Reqae-
na. Los indicios que resultaban en lu causa contra
esto último eran, según el fiscal ; 1,® haberse hallado
en palacio dMe Idí ocho <)<? h noche del 7 hasta h%
127
cualro de la mafiana del 8: 2.® baborae escondido y
fugado con el brigadier Quiro^a. «Si el conde de Be»
quena , dccia el fiscal , no lema complicidad , debió
presentarse al jefe do las primeras tropas leales oue
encontrasCf y manifestarle el motivo do hallarse allit
ó en otro caso haberlo hecho al tutor do S. M* y no
haberse ocultado.» El defensor llamó la atención
primero sobre un vicio esencial de quo adolecían las
actuaciones 9 y oue no estaba subsanado á posar de
haberlo advertido el auditor; tal era el haberse exi-
gido al conde do Requena en su declaración inda-
gatoria y confesión con cargos juramento» contra
lo ordenado por punto general cu la Constitución
de 1812, vigente todavía en esta parte; y añadió,
que si en toda causa produciría nulidad según las
leyes semejante defecto, con mucha mayor razón
debia y no podía menos de producirla en una, cuyo
resultado por lo tocante al conde de Requena de-
pendía de los actos mismos en que aparccia dicho
defecto cometido. Pasando luego á ocuparse del
punto principal , el señor Pérez Hernández estable-
ció desde luego una verdad, á saber: (|uo al cunde
do Requena no se le acusaba de cómplice en la in-
surrección de octubre porque hubiese pruebas lega-
les do que mondara ni sedujera tropas ó tomara una
parte aciíva mas ó menos directa ¿ importante en
aquel dep'orable suceso , sino porque estuvo alli du-
rante el lance, y después so fugó de un modo que
habia parecido sospechoso: recordó después los hon-
rosos antecedentes del acusado, que habia comba-
tido en defensa de la nación y del trono legitimo en
la ultima guerra ; y hacióndose cargo en seguida de
ios indicios sobre quo descansaba la acusación^ ca-
¡ilicó (le levísimas v casi insignificantes las sospe-
rhns (|ue se inlenlaban deducir de aquellos hechos,
138
Indicó cuan posible era, y aun fácil, que muchas per-
sonas « y con especialidad las que se hallaban en lu
particulares circunstancias de pertenecer á la real
servidumbre y estar obligadas por lo tanto á acudir
alli en caso de alarma , cual acontecia al conde de
Requena, lo hicieran con la mejor intención y sil
la menor idea de asociarse ó coadyuvar á los inte»-
tos de las tropas que habían penetrado en el real al-
cázar; observó que habia en efecto una orden qin
previí^nc á los gentiles- hombres presentarse en u-
lacio en caso de cualquier alarma ; y dedujo deaqoi,
como logalmente debia deducirse, que el conde Je
Requena fu6 al teatro de los sucesos en la noche del
7 de octubre, no voluntariamente, sino forzado por
su deber y por un deber tan imperioso como iiM^
clínable. Partiendo de este supuesto, sentó el seior
Pérez Hernández que no podia castigarse al acusada
por este motivo, pues fuera del aigravio que de ib
resultas padeceria la justicia > se daria ó podría dane
margen á que en lances semejantes se rclrajeni
servidores fíeles, pero poco arrojados ó no mayes-
pertos, de acudir con presteza al sitio donde sa obli-
gación les llamase, por el temor de ver despuesi-
niestramente interpretadas sus intenciones.
Después de deshacer tan completa mente cov
acaba de verse este cargo, pasó el señor Pérez Hfl^
nandez á hablar de las declaraciones de los lestifUii
observó que de los quince examinados en el prooeÁ
entre los cuales se encontraban diez que se hallahí
con Ins fuerzas sublevadas, los dos jefes de losJi'
bardcros, y un alabardero y un nacional que dd^
ol principio estuvieron prisioneros en mediodeip
lias fuerzas, ninguno decia (|iie el conde ddrl
quena hubiese tomado parte ni mezcládose cobi^
mrTe^m, >j «\j*e todos por el coi>irar¡Q asegonli
129
3ue nada presenciaron ni escacharon que pudiera
árselo á entender 6 sospechar ; de lodo lo cual de-
dujo el defensor que el conde de Requena no se ha-
bía unido á los siibleyados, esforzando este argii-
menlo con la consideración de que un jÓTcn militar
de 21 años, que habia mostraao intrepidez en las
batallas , y que se presentó en Palacio la noche del 7
sin uniforme y sin armas, y en Tez de tomarlas allí
Í ponerse al lado de los combatientes» se paseó em»
ozado en su capa mientras peleaban con denuedo y
hasta con desesperación dentro de aquel recinto y
en sus cercanías las fuerzas beligerantes, no era
ciertamente un conspirador que acudió al sitio de
la lucha arrastrado por un juramento sacrilego, ni
un sedicioso que se habia unido, siquiera casual é
imprevistamente á los sublevados^ «Por lo mismo,
anadia el defensor, que el joven conde.de Bequena
entró desprevenido en Palacio , cogiéndole de sor-
presa cuanto allí veía y observaba, debió ser mayor
el aturdimiento y horror que en él produjese, y á
medida que se le iban frustrando las tentativas de
evasión , que se le cerraban los caminos para con-
seguirla, debió, y no pudo menos, de aumentarse
su deseo de lograrla, y también debieron, y no po*
dieron menos, de crecer su horror v su aturdimiento.
Apenas hubo salido de Palacio su imaginación le re*
presentó forzosamente nuevos y grandes peligros.
Eslaba inocente y no debía temer, es verdad, las
resultas de un juicio ; pero habia visto que las tro-
pas colocadas al rededor del recinto donde habia
pasado la mayor parte do la noche, rechazaban á ba-
lazos á los que de allí salían, fueran paisanos ó mi-
lilares, y llevaran ó no llevaran armas, porque ni la
oscuridad ni las demás circunstancias del momento
permitían que se entrase en ese examen. ¿Y no po-
ToMO IX. 9
130
dÍA recelar racionalmente por su vida ri llegabi i
ponerse al alcance de alguno de aquellos destaca-
mentos? ¿Era escbdo soficiente contra las balas ea
semejante ocasión el testimonio interior de sa con-
ciencia? De cierto no lo era, y nada tiene por lo
tanto de estrafio bajo este aspecto qae le pareciese
mas propio para asegurar su existencia j saiyarse
por el pronto del aprieto, el medio qae prefirió,
ocultándose en el serón que bubo de proporcionarle
la generosa acogida de los carreteros.»
Después de haber esplicado de un modo tan claro
y concluyente el aerando indicio que resaltaba con-
tra el acusado, á saber, el de la fuga , el aefior Pe-
rez Hernández reasumió las razones de sa defeon
en el siguiente párrafo :
«En resumen, Excmo. Sr. , el conde de Requeai
acudió á Palacio en la nocbe del 7 llamado por sa
deber, ignorante de cuanto allí pasaba, y ajeno de
toda idea dé conspiración y rebelión contra el go-
bierno establecido : acudió sin armas y en traje de
paisano , y estuvo paseándose embozado en su capa,
mientras los sublevados se batian encarnizadamente:
desde el momento en que yió interceptado el paso
para presentarse á S. M. quiso, é intentó, salir de
alli , por no dar lugar á que se le creyese cómplice
del atentado. Con este solo objeto y el de salvar sa
yida de los riesgos que la amenazaban, se evadió en
el momento y de la manera que le fuó posible. Si en
ello cometió alguna falta cúlpese á la irreflexioo,
propia de su edad , y al aturdimiento y horror, na-
turales en aquellas circunstancias. Esa falta, que
según la conclusión fiscal se* reduce en último re-
sultado , á no haberse presentado, en lugar de huir,
al iefe de las primeras tropas fieles que encontrare
ó al tutor de d« M. i no debiera » en sentir del qni
habla, estorbarla absólaciontque procede de rigo-
rosa justicia siempre que no aparece proliado el de-
lito que al acusado se imputa: pero en todo erento,
quedará mas que suGcientemente purgada con algu-
nos meses de arresto , unidos á ios padecimientos
ya sufridos , que no son pocos ni pequeños, á pesar
de que sea cortó el tiempo que llevase de duración. )>
Es imposible presentar mas claramente las ^ ra^
zones que pueden alegarse en favor de un acu-
sado , ni destruir con mayor fuerza de lógica los in-
dicios que aparecen contra él. Son también dignos
de notarse particularmente el orden y método con
que están presentados los argumentos, la lógica de
las deducciones y la templanza y dignidad del len-
guaje.
Desde el año de 1841 hasta 1843 el señor Pérez
Hernández se mantuvo retirado absolutamente de la
política ; y los acontecimientos qué en aquella épo-
ca se sucedieron con tan estraordinaria rapidez,
no fueron bastantes á retraerle de su propósito.
En 1843, á consecuencia del alzamiento de junio y
de la entrada del general Narvaez en Madrid des-
pués de la jornada de Torrejon de Ardoz , se disol-
vió el ayuntamiento de esta corte, y el gobierno
provisional nombró al señor Pérez Hernández sín-
dico de la nueva municipalidad. Bien hubiera que-
rido el señor Pérez Hernández que el gobierno pro-
visional no se hubiese acordado de las circunstan-
cias que le recomendaban para desempeñar el cargo
?¡ue se le confirió ; pero fueron vanos todos sus es-
uerzos para que se le admitiese la dimisión que
presentó , v hubo de servir aquel destino hasta di-
ciembre del mismo año. Por el mismo tiempo fué
nombrado individuo de la comisión de códigos , de
la que todavía forma parte » asignándosele el suelda
\
k
ét 60.000 n., ^ae renmaé.
biofrafia
Hemandei/ consideráidole bajo los tres díivem»
eorrespondea
Mades me ba eitado revestido ea s« carrera
pública. CoflMi Derioditla , ea frimer higar, bo se
ae|iar6 Banca ét la teoda ét Ul lefalklad, dialiD-
fa¡¿odoae por la oíoderacMMi qoe ^«*fVa!«a en mu
escritoa, por lo profíiodo de sos oooTicciones « y por
el cdo con que aooBiejó lo qne creía mas conve-
Biente al bm del país, j descebando sngestiones
inleresadas 7 proporciones qne tendían á nsenosca-
bar so independencia: como diimtado, voló en todaí
ocañones con arreglo i b qne le dicUba sn concien-
cía; fiel á las doctrinas qne profesa, jaaiás las cbaa-
donó en las Tolaciones en qne estaba internando n
triunfo j sn crédito, annqne se aepamae de la mi-
joria de m partido en algnnos pontos qne no ae 10-
zallan con la politica nneral ; como eminente joris-
consnllo 7 como oradbr se ba distingoido , por n
elocnencia j por sn ilnstradon , siguiondo* aáempR
la miiinis de defender al qne tiene raxon en I»
canam driles y al qne le bnsca en loa procesos cri-
minales. Bajo todos tres conceptos j como particu-
lar, ba merecido aiempre el aprecio de loo boakei
honrados de lodos los partidos.
7.|-:yiA.|,ACAlRlR!KGa.',l .
i;i7
mis Zumalacárrcgai 45 aíloH, no dol>ia
^atncion sino á las caalidailcs rci|ae-
i|'l«r un baen coroDel de un regimiento:
'ftMüon los acontecí míenlos políticos an—
D á 8u actividad, i so acreditado va—
1 ciencia, brindándolo mas famosa nom-
tncipios de octubre sonaba el i;rito de rebc'
' runos puntos de Castilla la Vieja , en las
i Vascongiidas y en Navarra , contando
tgo con un ejército, si se atiende á la fuerza
s dividido en grupos y partidas, fallo
B y municiones , y aun no sujeto por los
de la disciplina , se dispersaba y huía a
kcia del mas insignificante choque. Uon
■drun liabia sublevado á los realistas de
L dirigiéndose en seguida á Nuvarra con
Ireclutar mas fuerzas ; el general don An-
■I, virey interino de Navarra , puso su ca-
tei-.io, enviando al brigudit-r Lorenzo coii
■lircs para que castigase so imdacia. Deci—
■S.intos ít esperarle en la villa de AriTos; lo
^on sus tropas nu bion había comenzado ci
ké conducido á Pamplona y fusilado el
(clubre. Sucedióle en el mando Iturraldc,
"^ á la montaña para orf^anizar las escasas
■ hnhíaa quedado , sumidas en el mas
ionto. Ya tocaba la rebelión en su
; Vitoria y Bilbao , donde hahia sido
'retcndicnte, habían jn recibido dcn-
is á las tropas de la reina, maudadas
^nrsGcId, militar de escetentes prcn-
ilo hubiera alcanzado entonces alfran^
Tra civil Bucumbia en Bus principioáf
icia lo dispaio de obvj| ' ' '
ibvjM||Mira U»
134
de cooyeniencia ni de poUiica á que se le considere,
según la justicia lo exige , como el mas hábil capitán
entre todos los que en la última guerra se han dis-
tinguido en los dos opuestos bandos. Ninguno ha
desplegado ese prodigioso talento organizador , por
el cual pudo reunir numerosas y ordenadas fuerzas»
viéndose unas veces perseguido y acosado, en la ne-
cesidad de combatir otras , y en circunstancias
azarosas siempre. Ninguno le ha aventajado en la
táctica , en la oportunidad de los movimientos , en
la prontitud de las operaciones , en lo bien combi-
nado de las sorpresas , en lo ordenado de las retira-
das. Algupos han gozado de igual prestigio entre
sus tropas , ninguno le ha merecido en tan alto gra-
do. Severo contra toda falta de sus subordinados, va
fuera leve ó grave , solia ser parco y equitativo en
las recompensas. Estas cualidades , hoy reconocidas
por todos, tienen que servir de norma para trazar
con exactitud el bosquejo de su vida.
Don Tomás Zumalacárregui nació en Ormaste-
gui , provincia de Guipúzcoa» el dia 29 de setiem-
bre de 1788. Hijo de padres pobres, apenas resonó
por todos los ángulos de la monarquía el heroico grito
de independencia^ lanzado contra el dominador de
Europa , entró á servir en clase de cadete á las ór
denes del ilustre don Francisco Espoz y Mina. A sns
felices disposiciones para la milicia , al fervor con
que defendía aquella noble cansa , á su bravura en
los combateis , debió á su jefe ser nombrado capi-
tán, habiendo pasado en poco tiempo por todos los
grados inferirres. Capitán er? al volver Fernando
de su cautiverio : de capitán estuvo los seis años en
que puso de manifiesto el Monarca español su in-
gratitud á los sacrificios hechos por so^ subditos
para devolverle una corona , que no merecia, pues
136
It había renunciaclo : capitán le halló el alzamiento
que prodojo la proclamación del código de 1812 , j
y solo en 1822, cuando se leyantaron fuerzas para
revestir de nuevo con el mando absoluto á nn rey,
que había quebrantado sus palabras á la faz del
mundo , le hizo Qnesada comandante del tercer
batallón de Navarra. Dos años después de la omi^
nosa reacción , cuyos males deploramos todavía,
Zumalacárregui mandó en clase de teniente coro-
nel un regimiento de infantería ligera ; luego el
tercer regimiento de línea ; en él ascendió á coronel
efectivo , y obtuvo^en fin el mando del regimiento
de Estromadura. Desde sus primeros pasos en la
carrera de las armas habia sonresálido por su valor
á toda prueba, observando de cerca al ejército fran-
cés que en 1823 invadiera nuestro territorio ; se
impuso en todos los secretos de la táctica , en* cuyo
arle no conocía rivales : por eso le bacía pasar su-^
cesivamente de uno á otro cuerpo , organizando-
Jos todos con admirable presteza é inteligencia
suma. Corría el año de 1832, y se hallaba Zu*
malacárregui en el Ferrol, cuando fué relevado del
mando de su regimiento por el brigadier Geballos
Escalera. Vivamente herido con aquella separación
inesperada , vino á la corte , y á pesar de sns vivas
diligencias no alcanzó ser repuesto en el mando, por
lo c^ue se retiró á la ciudad de Pamplona con su fa-
milia. Háse dicho generalmente que Zumalacárregui
no era del todo estraño á los principio» liberales , y
que si lidió en el bando del absolutismo-, lo hizo
resentido por la aspereza con que le trató Quesada,
inspector general de infantería. Sin que nosotros
decidamos sobre estos dos puntos , nos parece inr
dudable que Zumalacárregui no erft fanático , aun
cuando sus ideas no se aviniesen ca>ií^A!^% VapeisníSM
136
de los gobiernos represeniativos : la circansianda
de haber solicitado con ahinco que se le devolviera
el mando de su regimiento « nos hace presumir que
su corazón palpitaba de lealtad hacia la reina doña
Isabel II. De no ser asi, hubiera devorado en silen-
cio su amargura, mientras llegase una ocasión pro-
picia de satisfacer su venganza ; ocasión que no po-
día mostrarse muy lejana, si se atiende á que por
entonces se agravaban de dia en dia los achaques
del último monarca , bebia ya don Garlos las agnas
de estrnfios ríos « y la nación estaba abocada á los
peligros y contratiempos de una prolongada mino-
ría. Nada dicen en contra de nuestro dictamen los
antecedentes de Zumalacárregui : si en 1823 6gura-
ba su nombre entre los que se denominaban faccio-
sos 9 hacia armas contra un sistema , no contra ana
dinastía, y no podia ser acusado de desleal, porque
á lu revolución no se manifestase adicto. Repuesto
en 1832 en el mando de su regimiento , no se hu-
biera apartado de la buena causa sin incurrir en la
nota de traidor, ingrato y perjuro; su carácter rí-
gido y pundonoroso se oponia^sin duda á la traición
y á la perfidia. Antes de abrazar la causa de don
Carlos nubiera hecho renuncia del mando ; y pues
trabajaba porque se ledevohiera, nos inclinamos
á creer en la rectitud de siis intenciones , mucho
mas cuando no seria el único personaje que ha li-
diado en favor del Pretendiente, ya por satisfacer
odios personales , ya por librarse de Us persecucio-
nes qne sufrian en el boffar doméstico sin que diera
motivo á ellas. A falta de datos tenemos necesidad
de apoyarnos en conjeturas, autorizados con ejem-
plos análogos al del personaje que nos ocupa.
Hasta el 29 de setiembre de 1833 , dia en qae
Fernando WV «i^^s^süba.^ ^\\x%\ ^qs^vc^ ^ y cum-
137
plia don Tomás Zomalacárrcgui 45 afios, no dcbia
éste su reputación sino á las cualidades reque-
ridas para ser un buen coronel de un regimiento :
abrian á la sazón los acontecimientos políticos an-
cho campo á su actividad, á su acreditado va-
lor y á su ciencia , brindándole mas famosa nom-
bradía«
A principios de octubre sonaba el grito de rebe-
lión en algunos puntos de Castilla la Vieja , en las
provincias Vascongadas y en Navarra, contando
desde luego con un ejército, si se atiende á la fuerza,
numérica ; mas dividido en grupos y partidas , falto
de víveres y municiones , y aun no sujeto por los
vínculos de la disciplina , se dispersaoa y huia á
consecuencia del mas insignificante choque. Don
Santos Ladrón habia sublevado á los realistas de
Logroño , dirigiéndose en seguida á Navarra con
ánimo de reclutar mas fuerzas : el general don An-
tonio Sola, virey interino do Navarra , puso su ca-
beza á precio, enviando al brigadier Lorenzo con
1500 hombres para que castigase su audacia. Deci-
dióse don Santos á esperarle en la villa de Arcos; le
abandonaron sus tropas no bien habia comenzado el
tiroteo. Fué conducido á Pamplona y fusilado el
dia 15 de octubre. Sucedióle en el mando Iturralde,
Juien se retiró á la montaña para organizar la^ escasas
uerzas que le habían quedado , sumidas en el mas
profundo desaliento. Ya tocaba la rebelión en su
postrera agonia ; Vitoria y Bilbao , donde habia sido
proclamado el Pretendiente, habian ya recibido den-
tro de sus muros á las tropas de la reina, mandadas
por el general Sarsfield , militar de escelentcs pren-
das: si su ejército hubiera alcanzado entonces algún
refuerzo, la guerra civil sucumbía en sus principios;
mas la Providencia lo dispuso d« oVto m^^^^vt^W-
138
talidad de España f j de repente oobraron ánimo los
carlistas dispersos y abatidos eon la adquisición de
un solo hombre , que ingresó en sas filas, sin nías
distintivos que nna boina y unas alpargatas. De esta
manera se presentó Zumalacárregai á los subleva-
dos en el Talle de Araquil el dia 30 de octubre, ha-
biendo logrado burlar la vigilancia de los qne le
observaban en la noche del 29. Poco influjo podia
ejercer sobre el decaimiento de la facción ia repu-
tación de que gozaba Zumalacárregui como hábil
táctico y oficial de inteligencia ; mas hubo de fas-
cinarles la intima confianza con que se ofreció á
dirigirles en circunstancias azarosas , y poco ade-
cuadas para ambicionar el mando por la terrible
responsabilidad que llevaba consigo. Tuvo sin em-
barco que vencer inconvenientes á consecuencia de
la rivalidad de Iturralde , quien reclamaba el man-
do por haber sido el primero que proclamó en Na-
varra al Pretendiente , de quien tenia el despacho
de jefe. Zumalacárregui por su superioridad ejer-
cía ya gran prestigio entre los suyos , cuando sa
competidor envió dos compañías para que le arres-
tasen : salió á su encuentro Zumaiacárregi, y como
sí aquella fuerza viniera á incorporársele , tuvo la
suQcíente serenidad y bastante temple de alma para
intimarle que retrocedieran y trajesen arrestado á
Iturralde , siendo al instante obedecido ; tan pode-
roso es el ascendiente del genio en todas las situa-
ciones de la vida. Conducido Iturralde á so presen-
cia le nombró su segundo , declarándole iqoe con-
servaría el mando en jefe hasta que se presentase
Eraso, refugiado á la sazón en Francia. Podía
creerse que esta promesa no fuese mas que un pro-
testo , no narecieado probable el regreso del que
realmente nabia dado el primer grito en fttve» de
139
don Garlos : mas cuando llegó á realizarse, fiel Zur-
malacárregui á su promesa , brindó con el m^ndo
á Eraso , y esta conducta noble y equitativa conso-
lidó su autoridad entre los jefes carlistas.
Desprovisto de, recursos, hubo de internarse en
lo mas escarpado de las montañas para organizar
alli sus fuerzas : e3citaba el valor de sus subordina-
dos con su arrojo en sorpresas y emboscadas» no to-
mando la ofensiva en ningún encuentro ni escara-
muza sin la seguridad de salir victorioso: acostum-
brábales á sobrellevar con gusto las fatigas de
penosas marchas y contramarchas, en las que solian
verle á pie á la cabeza de su estado mayor , alen-
tando con su ejemplo á los mas débiles y flacos de
ánimo. No conlribuia poco á la rapidez de sus ope-
raciones el equipo y armamento que habia adopta-
do para sus gentes ; y consistia en patalon, capote,
boina , canana, morral y fusil, lo cual les daba gran
Ycnlaja sobre las tropas de la reina ps^^a burlar su
diligencia en perseguirles. Bien contrapesaban las
dificultades nacidas de la escasez de dinero, víveres
y municiones , las simpatías de los naturales del
país , todos adictos á Zumalacárregui y á los suyos.
Dividió éste sus fuerzas por batallones, al mando de
coroneles , formando de este modo guerrillas que
pudieran acometer al enemigo en determinadas oca-
siones ; y publicó un bando de bloqueo para todas
las plazas y puntos fortificados por las tropas de la
reina. A consecuencia de esta medida creó un cuer-
po de aduaneros , formado en su mayor parte de
contrabandistas del Pirineo , distribuyéndolos en
partidas de 40 ó 50 hombres á las órdenes de los
mas osados y mas conocedores del terreno en que
hablan de prestar sus ser <f icios. Asi consiguió Zu-
malacárregui cercenar los víveres ^ \\iV.^tT>\\£i^^
140
las comunicaciones de sus enemigos , hostigándoles
á corta distancia de las poblaciones , si de ellas sa-
lia algún destacamento.
Sard?field habia sido revelado por Qaesada: éste
quiso hacerse dueño del valle de Araquíl, y al efec-
tOy después de pernoctar en Olozagoitia, se presentó
en AIsusáa, aldea situada. á la derecha del camino
de Yitoria á Pamplona ; á su espalda se alza una co-
lina, y de allí parte un enmarañado bosque que se
dilata algunas leguas : este era el punto donde se
hallaba Zumalacárregui con once batallones y tres
escuadrones , y desde donde rompió las hostilidades
contra Quesada. Menospreciando éste á su enemi-
go, le dirigió un pliego, cuyo sobre decia: fiAljefe
de bandidos , )> intimándole que depusiera las armas
á fin de evitar la efusión de sangre: el jefe carlista
lo devolvió sin abrirlo. Quesada esquivó el combate
contentándose con situar sus tropas en posesión mas
elevada. Zumalacárregui, queriéndose aprovechar
de la escesiva superioridad numérica de sus fuer-
zas, hizo un hábil movimiento de flanco, á fin de
acometer por la espalda la posición de su enemigo,
de que se apoderó después de tres obstinados ata-
ques en que las tropas de la reina mostraron admi-
rable serenidad , conservándola hasta en la retirada.
Sin duda Zumalacárregui hubiera vencido en aquel
encuentro , sin la oportuna llegada de Jáuregoi con
mas de mil hombres: hizo no obstante algunos pri-
sioneros, con los que se mostró cruel y hasta im-
placable , cediendo á los instintos de su carácter
adusto y propenso á la cólera; todos los oficiales
fueron pasados por las armas, contándose entre
ellos don Leopoldo Odonell , atacado durante la üo-
cion de un accidente , y don Rafael Glavijo, ya mo-
ribundo de sus heridas; igual desgracia tuvieroa
141
veinte y ocho soldados que se negaron á engrosar
las filas rebeldes: no imitaron sus compafteros tan
heroica conducta , mas ¿ la primera ocasión se fu-
garon á sus antiguas banderas.
Ocurrió otra acción no menos refiida cerca de
Dos-Hermanas, cuya posición ocupaba ya Zuma-
lacárrcgui cuando Qucsada y Lorenzo se dirigían
á la Borunda. Se hizo general el combate de árbol
en árbol , de pefia en peña sobre terreno de los mas
escabrosos; Lorenzo, haciendo prodigios de valor,
logró apoderarse de la posición que ocupaba Zuma-
lacárregui : tuvieron los carlistas trescientos hom-
bres fuera de combate y algunos mas los cristinos.
Consistía la táctica de aquel en situarse en esce-
lentes posiciones y hostigar á las tropas leales,
diezmándololes sus fuerzas, mientras los suyos cre-
cían en número, se sujetaban al vínculo de la dis-
ciplina, y se acostumbraban al fuego. Por eso suce-
dÍA con frecuencia que los cristinos se hacian due-
ños del campo de batalla , sufriendo pérdidas mas
considerables que las de los que se retiraban ante
sus bayonetas por quebradas* y vericuetos, para em-
prender al dia siguiente otra maniobra de la misma
clase. Este plan estratégico ya lo habia ensayado
Mina con buen éxito en la guerra de la indepen-
dencia , y peleando á sus órdenes Zumalacárregui
habia tenido ocasión de estudiarle sobre el terreno •
Si infundía ánimo la presencia de don Garlos
entre sus secuaces, prodújoles desaliento la llegada
del general Rodil al ejército del norte con nume-
rosas y lucidas tropas.Y por desgracia las vio mer-
madas y casi desechas á tos pocos meses . ni podia
esperarse otra cosa de lo desacertado de sus opera-
ciones. Sin mas cualidades que una tenacidad sin
límites y una inclinación insliliva. k dfixtvocAx %w^-
142
gre, dirigió Rodil todos sos conatos á persiBgair sin
tregua ni descanso por una parte ál Pretendiente y
por otra á Zumalacárregni, logrando solo obligar-
les á penosas marchas por veredas y montes: sace-
dia á menudo que al cabo de veinte horas de fatiga
se encontraban los facciosos en el mismo ponto de
donde habian partido el dia antes. En sama , todo
se redujo á que el jefe carlista se viera en la preci-
sión de desplegar sus prodigiosos recursos de acti-
vidad y de estrategia , sin alterar en un ápice su
plan de campaña. Así pudo sorprender al barón de
Garondelet , primero en las peñas de san Fausto y
después en Yiana^ cayendo sobre sus fuerzas,
mientras las creia acosadas por Rodil , general en
jefe. Bien sabidas son las consecuencias de estos
dos desgraciados sucesos. En las peñas de san Faus-
to fué rota -y desecha una columna de seiscientos
hombres , cayeron prisioneros varios oficiales dis-
tinguidos, y entre ellos el conde de'Yiamanuel , á
quien Zomalacárregui prodigó toda especie de con-
sideraciones hasta el estremo de quererle salvar
la vida; masía Providencia dispuso que el hombre
implacable, solo una vez moviao de clemencia, no
Cudiese ejercerla , por hallarse en frente de otro
ombre no menos cruel y sanguinario. Zamalacár-
regui propuso á Rodil canjear al conde de Yíama-
nuel por un oficial y algunos soldados que habia
perdido dias antes. Respondió Rodil que los pri-
sioneros rebeldes habian sido fusilados, lo caal
equivalia á sentenciar á muerte al malogrado conde.
Aún tentó en su favor Zumalacárrgui el postrer
esfuerzo retardando el suplicio hasta implorar la
clemencia de su amo : este dijo sin demora qne si
eran pasados por las armas oficiales subalternos, no
habia raron wv vc\oV.vho ^%ttsi perdonar i un grandí
143
de Espafia. Viamanuel murió fusilado ; sentenciá-
ronle tres corazones de tigre : la imparcialidad nos
impulsa á aue acriminemos con mas amargara en
este caso al general de las tropas leales. En Yiana
penetraron los facciosos haciendo gran número de
muertos entre ochocientos infantes, y dos escuadro-
nes de cazadores de la Guardia, al mando del ines-
perto jefe antes citado, siendo este el primer en-
cuentro en que la caballería de Zumalacárregui dio
señales de hallarse organizada , merced á la inteli-
gencia del bizarro don Garlos Odonel I, tristemente
comprometido por la causa de don Garlos. No pa-
raron aquí nuestras desgracias durante el mando
de Rodil ; perdimos un gran convoy cerca de Ge-^
nicero , cayendo en poder del enemigo cien hom-
bres y dos mil fusiles ; y ocurrió ademas el lamen-
table suceso de alegría , luego que Zumalacárregui
hubo repasado el Ebro , sin que de ello tuvieran
noticia en Vitoria. Presentóse de improviso en la
llanura de Salvatierra antes de amanecer con cinco
batallones y tres escuadrones : Iturralde con seis
de los primeros debía colocarse entre Vitoria y las
fuerzas del general Osma: suponía muv bien Zuma-
lacárregui que siendo escasa la guarnición de Sal-^
vatierra para aventurarse á salir de sus n^uros, acu-
dirían en su socorro las tropas situadas en Alegría»
llenas de con6anza por no sospechar que tendrían
que habérselas con el grueso de las fuerzas faccio-
sas. Ya era de día claro cuando Zumalacárregui
mandó hacer al aire dos descargas cerradas, y con-
siguió por este medio lo que se proponía Osma « y
destacó al brigadier 0-Doile con tres mil hombres,
dos piezas de lomo y unos cien caballos para auxi-
liar al gobernador de Salvatierra, á quien creia ata**
cado» Zumalacárregui con sui batallonea fotinaás^t
144
ea la llanura se adelantaba hacia el enemigo lenti-
meate y en ademan resuelto. Sorprendido y turba-
do O'Doile con tan repentina aparición de fuerzas»
sospechó algún lazo; mas sin desmayar por eso de-
cidió á aguardar á pie firme á los carlistas , situán-
dose en una colina cercana á Arieta. Cuando calculó
Zumalacárregui que Iturraldc podia caer porreta-
guardia sobre O-Doile, recorrió las filas, entusias-
mando con su voz enérgica al soldado^ y con marcial
continente» furioso Ímpetu y espantosa gritería se
arrojó con sus batallones al cámbate» acometiendo
á los cristinos con mas furia cuando divisó á Itur-
ralde por retaguardia. Acosado 0-Doile por todos
lados se esforzaba por ordenar sus fuerzas que li-
diaban con el mayor denuedo en situación tan de-
sesperada » cuando le mataron el caballo y cayó pri-
sionero. Prolongóse la lucha hasta bien entrada la
noche» sin que los carlistas diesen cuartel; solo al-
gunos de los nuestros pudieron salvarse amparados
por las sombras: durante la acción se habian refu-
giado quinientos hombres en Arieta, haciéndose
fuertes en las casas del pueblo : al fin hubieron de
rendirse después de dos dias de sitio, habiendo
muerto muchos por la absoluta carencia de comes-
tibles. 0-Doile » su hermano» un capitán y trece
oficiales , fueron inicuamente fusilados sobre el
campo de batalla, en el día que siguió asa infausta
derrota. Tristísimos fueron sus resultados r cuando
de ella tuvo conocimiento el general Osina, supuso
que fuese mas considerable el número de soldados
que se habian refugiado en Arieta» y quiso auxi-
liarles con cuatro mil hombres y cuatro piezas de
artillería. Este laudable esfuerzo no fue coronado
por la victoria: después de un furioso choque, tuvo
que retirarse Osma con pérdida de muchos prisio-
146
ñeros. .Otra vez sintió Zumalacárregni palpitar su
corazón á impulsos de la clemencia » y otra vez le
condujo este generoso sentimiento ¿ser mas cruel
que nunca. Mandó aquel día que se diera cuartel á
los soldados de la heina , y como siempre hablan
sido sus órdenes obedecidas. Iban á retaguardia de
las dos divisiones de Zumalacárregni quinientos pri-
sioneros, y detrás de estos ciento ochenta mas, co-*
gidos casi á las puertas de Vitoria , y escoltados por
un capitán y treinta hombres: dos de aquellos se
hablan escapado i ^ el capitán dio parte á Zumala-
cárregni sonre la imposibilidad de suardar tantos
Erisioneros con tan poca gente: «Átelos Yd.» reci-
ió por respuesta. Repuso el capitán que no habia
encontrado cuerdas, porque todos los babilantes ha-
blan abandonado sus aldeas. aPues que los fusile»
pronunció con criminal sangre iria el jefe de los
facciosos. Y sus palabras fueron un mandato, y el
mandato tuvo cumplimiento , y las victimas fueron
inmoladas á los pies de los caballos á tiros , bayo-
netazos y lanzadas. Se erizan los cabellos al referir
semejante acto de barbarie: han transcurrido ya
muchos años desde que fué consumado , y todavía
se inflaman las venas de coraje , y pronuncian los
labios un terrible anatema sobre las cabezas de tan
impíos verdugos.
A poco tiempo se renovaron estas horribles
escenas, propias solo en nuestros dias de una horda
de beduinos. No hay quien no recuerde la heroica
defensa de los nacionales deYiliáfrancar refusiados
en la torre , incendiada por los facciosos , se batían
á muerte y crecían las llamas en torno suyo y les
ahogaba el humo y no tenían esperanzas de socorro.
Pasadas muchas horas en tan desesperada Jucha , en
tan penosa agonía ^ preguntó el comandante de na-
TOUOIX, i^
146
dónales si alcanzarían cuartel de sus enemigos: es-
tos se lo concedían solo á las mineres ; y los sitia-
dos sin mas amparo qne el de la té cristiana, paten-
te ya su heroísmo á los ojos del mandó, leyantaron
los suyos al cielo , y abandonaron la torre sin otra
promesa que la de obtener los consuelos religiosos
antes de ser conducidos á la muerte. En suma»
mientras el ejército del norte estuvo á las órdenes
del general Rodil , solo esperimentó Zumalacárre-
guí dos reveses de consideración , en cambio de di-
Tersos triunfos. Se le frustró la tentatifa que hixo
Eara apoderarse de Echarri-Aranaz , aun cuando se
aliaba en inteligencia con dos oficiales de los qae
guarnecían aquel punto, y perdió, la acrion de
Mendaza , en que el general Córdoba dio señales de
la pericia que , en mas espacioso campo y en mayor
escala , desplegó mas tarde. Puede decirse que en
el puente de Arquijas lidiaron todos con empeño, y
sin embargo quedó indecisa la YÍctoria.
Por esta época finalizaba con el año de 1834, y
el mando del general Rodil, que había entrado cin-
co meses antes en las Provincias publicando pom-
posas alocuciones , que por los muchos elementos
con que contaba, y por la superioridad de sos
fuerzas , no^ tenían visos de faniarronadas , y salía
de allí desacreditado y puesto en caricatura. Su su-
cesor infundía grandes esperanzas á ios defensores
de la buena causa: natural del pais, y habiendo allí
adquirido los primeros títulos de su fama miliUr,
podia ejercer grande influencia entre sus paisanos,
atrayéndoles á las filas de las tropas leales , 6 des-
concertar sus planes hostiles , por conocer el terre-
no palmo á palmo y ser práctico en aquel género
de guerra , si desoían su voz amistosa y coiigÍ-
liadera, Sia m% ^«^ILcafiiones han promiileilÜa'ji
147
üMstrot leeiorM el iwnibre del general Mina.
A poco de tomar el mando este yaron ilustre,
to?o lagar el sangriento combate de Segurd» en qne
los esfuerzos y reiterados ataques de tas trq^s que
mandaba el general Carratalá , siendo sus segundos
Janre^ j Espartero , se estrellaron ante la firmeza
L decisión de los guias , hábilmente colocados por
imalacárregoi detrás de las tapias » que señalan
en su estenso ?alle las demarcaciones en que pas*-
tan los ganados de cada uno de los propietarios de
h comarca^ En esta jornada ^ que tuvo logar el 2
de enero de 1835, Ueyaron la mejor parte los cap-
listas , ñ bien sufrieron considerable pérdida de
muertos y heridos. Siguió después la acción de Or-
biso, en que no .fueron completamente derrotados
lee carlistas por los generales G6rd<d>a y Oráa # por
la previsión con que Zumalacárregui había escalo-
iiado dos batallonea sobre el monte de San Vicente
para proteger la retirada en caso de derrota. Ni
aun después de este desastre dejó de hostigar á las
tropas de la reina , estorbándoles la conducción de
convoyes , y no dándoles esjgacio para que se cre-
yesen nunca seguras. En la imposibilidad de atacar
nin|[un punto fortificado por falta de artilleria , co-
misionó Zumalacárregui al comandante del arma
don Tomás Reina para que eligiera el punto que
juzgase mas á propósito, y velara por la fun«-
dicion de algún mortero ; á costa de muchos afanes
logró tener dos de á siete pulgadas y otros dos de
i trece t los cuales se estrenaron contra Elizondo,
bloqueado por Sagastibelza. En el vigoroeo ataque
que dio el general Lorenzo sobre el puente de iur-
JuijaSt solo la presencia de Zumalacárregui al frente
e su batallón de guias pudo contener el impetuoso
empuje de.lao tvopai-ée ta reÍMU Mientiaael gene*
%
148
ral Mina ocupa el Bafltaht aprotechó el jefe carliiU
esta cojantura para atacar el fuerte, de ios Arcos,
j después de contÍDuas embestidas y de conslroir
baterías á tiro de pistola , como no cediese la bra-
vura de los sitiados , acudió al bárbaro espediente
de amontonar combustibles en torno de la fortaleza:
afortunadamente pudo evadirse la guarnición en
las altas horas de la noche á favor de una violenta
borrasca. Quedaron alii abandonados algunos en-
fermos y heridos , entre ellos un coronel y seis ofi-
ciales que fueron socorridoi; y amparados, por el
jefe carlista. •
Por entonces practicaba Mina en el Bastan di-
ligentes pesquisas á fin de descubrir los cañones
e&condiiios por los facciosos , y costó la vida á ma-
chos paisanos su obstinación en guardar silencio.
Zumaiacárregui se hizo dueño del lüerte de los Ar-
cos , tratando con dulzura á los heridos allí -abando*
nados contra su costumbre. £1 dia 9 de marzo su-
frieron ios carlistas en Lárraga un considerable des-
calabro: vencieron en Elzaburuy en Echurri-Araoaz,
punto de que so hicieron dueños. A la sazón lomó
don Carlos Odonell el mando de la caballería cur-
lista, de liendo su escelente organización á tan acre-
ditado jt fe.
Mo habiendo mejorado el aspecto de la gnerra
con el mando de Mina, fué nombrado don Gerónimo
■ Valdés por segunda vez general en jefe. A los pocos
dias de su llegada al ejército ocurrió el desastre de
las Amescuas. Por este tiempo se adoptó por los
dos partidos beligerantes el tratado de lord filUot,
reducido á respetar las vidas de los prisioneros.
Hizo Zumaiacárregui una tentativa sobre Imr-
zun: Iriarte fué derrotado enGarnica: evacuaroo
las tropat de lareina á Maestüi fisteUii j Sl^yll^e^
II»
ra: intentó el jefe cárlUta vina sorpresa en las altu-
ras del Perdón: se aproximaron los escuadrones car-
listas á Pamplona : alK murió D. Garlos Odonell, su
jefe: posesionáronse de Estella los carlistas: Espar-
tero faé sorprendido y derrotado eñ Descarga: rin-
dióse Yillafranca y fue evacuado Tolosa.
Zamalacérregui proyectaba caer con todas sus
faerzas sobre la capital de Álava , y obligar al ene«
migo á una acción campal , para después (calcalan-
do triunfar) emprender mas estendidas operaciones.
Pero un obstáculo inmenso impedia á los* carlis-
tas qae diesen á estas toda la latitud que apetecían:
la falta absoluta de dinero. Tan poderoso entorpeci-
miento les hizo volver los ojos hacia Bilbao, el in-
currir en la falta gravísima que cometieron al sitiar
esta rica población en vez do continuar sus progre-
sos, aprovechándose de la influencia que sus armas
tenian entonces sobre un enemigo desmoralizado
con sus reveses y desastres. Don Garlos anunció que
no solo no tenia caudales para pagar á su ejército
unaparte de sus atrasos, sino que ni aún esperaba
recibirlos, y que la posesión de Bilbao, ciudad co-
merciante y rica , le pondria en el caso de remediar
á lo menos las necesidades mas perentorias de sus
tropas. Zumalacárregui se opuso a este designio con
todas sus fuerzas. «Para poder tomar á Bilbao, dijo,
se necesitan algunos dias; y encnentro que seria
mas conveniente tomar antes á Vitoria, y pasar
después el Ebro , aprovechándonos del decaimiento
de ánimo en que se hallaba el ejército cristino.>
Afiadió , que cuanto mas se estendiesen las tropas
carlistas por el territorio feraz é intacto de las Gas-
tillas , acercándose al término de todos sus propósi-
los y anhelos , tanto mas fácil seria sacar recursos.
Tales erup el lenguaje y la opinión de ZamaUcir-
18D
regtti. Per» la «teMec « 6 mailiieQ It rfbtohita fklte
ie metélieo , traui Un aatustiaeles loa eftpfritat de
loa cóbsejétoa dé don Gáf lot , (fie pei%ialiOToii con
el mayor empefio en acóntejarie hm» y maa la tema
de Bilbao » fué hecha á KnnálaeiiTCgQi It cneation
signiente : «¿Se pnedb tonur á Bilbao T-Si t contes-
té el nneral^ pero eata operación nos ooaaiooará
la pérdida dé inocbos hombrea » y aobre todo la da
un tiempo precioaiaimo.»
Inicioaa fué sil reapoeata) ánnqne no penaóqna
en Bilbao hallaría an aepnlero. Finatoientev preva-
leció el dictamen de loa maa , eon harta desgracia
do an caoaa « y fné decidido que ae emprenderla el
aitio de la plaea » haata cayaa inafiediaeronea mandó
el general llerar artillería , diaponiendo qne desde
luego ae coloeaaen en batería nn callón de á diex j
ocho y dos morteroa.
Entretanto marchó aobre Oehandiano con tres
batallones. Este ]^tinto fortificado tenia trearientos
ochenta hombrea del regimiento provincial de Se-
Tilla de guarnición^ y era an gobernador el coronel
del phopio cuerpo manquea m S. Gil , que halna
por ai mismo aumehtado lai obras de defenaa. Este
se negó á entregar la plaza á lá primera intimación
que ae le hito, y en conaecuencia comenzaron los
oiaparoa dé nueatra artillería. Todo el caaerío esta-
ba aspi llorado s pero el principal punto dé defensa
conaistia en la idesia rodeada de tamborea y prote-
gióla con empalizada y foso. Nnestroa ftiegoa co-
menzaron á las ocho de la mafiana , deatmyeado
algunas casas « y la guarnición misma incendió las
que estaban maa inmediatas a la igleaia. Nuestros
aoldadoa penetraron en laa calles, y ae batieron con
loa crístinos de caaa en caaa y palmo á paUno* laa*.
zándose unos i otroa granadas do nairio ; poro é k
151
una de la tarde ya todoa loa ailiadoa ae habían yisto
prcciaadoa i refugiarae á la iglesia ó á aua dofonsaa
adherentoa. Cuarenta y tres oombas cayeron don-
tro de eato edificio lleno do gente , y la ¿Itiina mató
á dos hombres 6 hirió k muchos. Viendo los cerca-
dos que habia de seguir boliendo el mortero su
menoscabado boluarte, desplegaron una bandera
blanca. Fué hecha prisionera do guerra la guarni-^
cion , y ademas la mósica deijregimionto provincial
de Sevilla ; apoderándonos de una grande cantidad
de viveros y munioionos, y' de quinientos fusiles in-
gleses nuevos. La música , que t^a muy buena, fué
para nosotros una escelente adquisición , porque
no teníamos ninguna ; pero en cuanto sabiendo Zu-
malacárrcgui que eran nocosarios cajones y acómi"-
las para llevarla , lu envió al cuartel real. •
Lo interior de la iglesia ofrecía un espcctirulo
superior á toda descripción. En medio do un caos
de morriones , arnnas » capotes , uniformes, casullas
y adornos de iglesia, de bancos, losas 6 imAgenos
rotas , removido todo el pavimento con sus losas se-
pulcrales se veiun cadáveres mutilados usurpando
sepulturas que no fueran para darles cabida practi-
cadas, y también aparecían esparcidos los huesos y
esqueletos que antes las ocupaban.
Al dia siguiente por la madrugada so dirigió
Zumalacárregiá h Ourango , y desde alli^ ¿ Bilbao,
hasta donde nos habia precedido la artillería. La
toma de Ochandiano fué su última hazaña. La muer-
te iba ya en muy breve término i arrancar do en-
tre sus manos victoriosas el fruto de tantos hechos
de armas.
Hubiera sido muy dificil atacar á Bilbao , defen-
dido por treinta piezas de artillería , limitándose á
* atacar loa fuertes aislados que la protegían , ado-
1S3
mas de I09 redactes y fosos que la rodeaban por
toda sa estension , do Dallándonos nosotros con sa-
ficieiite artilleria de batir. Era macho mas fácil dar
el asalto y eotrar eD la poblacioD sacrificando gente,
y este faé el designio del general carlista.
A la orilla del rio hay ana altara peqaeffa que
domina la plaza del hospital. En este paraje elerado
y muy próximo ya á las obras de defensa , sitoamos
nosotros tres morteros , y ademas nuestras dos pie-
zas de á diez y ocho en batería.
El batallón de guias faé colocado en la iglesia
Í altara de Begofia , ana de las principales de BU-
ao , á pesar ae hallarse fuera de sn recinto ; y á
la espalda de este edificio se estableció nuestro
almacén de sitio.
Practicáronse dos troneras en el muro de un
S alacio que hay á la izquierda de la iglesia , y era
c solidísima construcción , y fueroo en ellas colo-
cados dos cañones. Después de contiouados disparos
se logró abrir brecha , y el general quiso que la
suerte determinase cuáles habian de ser las compa-
ñías que diesen el asalto , y tocó taa espuesto como
honroso lote á las dos primeras del batallón de gnias,
las cuales debian marchar á la cabeza de los batallo-
nes. Zumalacárregai dijo que mandaría dar ana oaa
de oro á cada uno de los cien primeros que entra-
sen en la plaza , y que se asegurarla la subsistencia
de las familias de los que muriesen ; finalmente,
prometió al ejército seis horas de saqueo después 4e
tomada la plaza. Bespondieron inmeusas aclamacio-
nes , y todos pidieron ser conducidos al asalto. Pero
en aquel momento nos hallábamos sin mamcionoi»
y disminuidos en consecuencia nuestros faegos ; si
enemigo se aprovechó de este respiro para tapar h
brecha !^^ti^^\aLT!Gk»c^ft« 1^1 general se yio^ precisado I
153
retardar el asalto haita la noche 8i(|^iente« y modan--
do gD9 primeras disposiciones , mandó colocar ana
batería a la izquierda de la iglesia de Begofia , y se
decidió á batir en brecha el moro oue mediaba en-
tre los fuertes por aquella parle , nien persuadido
de que estos no podrían daltarle con sus fuegos des-
de el momento en que se diese el asalto.
Desde el palacio que está junto á Begoffa so
domina perfectamente con la vista , no solo á Bil-
bao , sino á las cercanías. Situado este edificio á
cien varas de distancia de las fortificaciones do la
plaza , era blanco constante de todos sus disparos;
y tenia ya destruidas todas las maderas y hierros
de sus ventanas. En la mañana del mismo día en
Jue se esperaba la llegada de las municiones para
ar después el asalto , Zumalacárregui , llevado do
su costumbre de examinarlo todo por sí mismo,
vino á asomarse , con el anteojo en la mano, á una
ventana de este palacio , á pesar de las advertencias
y súplicas de sus oficiales de E. M. En cuanto le
apercibieron los sitiados , le saludaron con menu-
deados tiros de fusil. Y como todo en él anuncia-
ba un oficial general , cuantos soldados había en las
baterías inmediatas, dispararon sobre él á la vez.
Una bala de esta descarga , dando en uno de los
hierros de la. ventana , hirió al general de rechazo
en la parte superior del muslo ; y le fracturó el pe-
roné , causando apenas lesión en el hueso principal,
como suele suceder con los tiros que han perdido su
primera fuerza ; quedóse internada en las carnes.
Hallándome yo en Zornoza, recibí orden de
trasladarme al cuartel general , y después do haber
andado mas de media legua , supe que el objeto de
la llamada era que sirviese de intérprete con el ciru-
jano en jefe ])1« Bar|[es8 1 poriysi^ e\ ^u^iWoíiíív^
154
iido herido. MmémiUM (leAiies ale aneontré eonZtt-
malacirregai Ue?ado por mee soldadot ea mu ca-
milla. Parecia iofirir maélios dolores , pero habhba
sin dificaltad, y chapaba de eoando eo coándosa
cigarro. El profesor Burgesa no habia podido aún
examioar la herida por haberse hallado disiaDte,
pero uno de los cirojanos españoles qae Teaian allí
dijo que no era graye. Lo que nías le impacienUba
y contrariaba al general era la precisión en que le
yeia de separarse del ejército , y el no poder dirigir
por si mismo las operaciones del silio. La noticia de
sn herida se habia esparcido ya por todas partes con
la prontitud de un relámpago. Durante su trariacion
concurría á la Carretera porción de aldeanos y sol-
dados. En el camino solo tomó dos jicaras de choco-
late, porque los médicos no le permitieron tomar
otra cosa.
Como era necesario tener las mayores precau-
ciones para que el movimiento no le incomodase,
era ya casi de noche caando llegamos á Durango.
Teníase ya preparada para recibirle nna de las me-
jores casas de la población, situada en frente deh
que ocupaba don Garlos , y los ministros aguarda-
ban alli su llegada. Zumalacárregui üo se habia nao-
ca manifestado muy afectuoso con los que estaban i
la inmediación del principé , y los cecibi6 hrosct-
meñte ; cuando vinieron á preguntarle si padeeii,
l^s contestó con sequedad : « ¿ Piensan ustedes qie
me hará mucho provecho el tener la pierna atrave-
sada de un balazo ?»
Examinada su herida apareció esta ser como jt
la he detallado ; el general tenia entonces na paeo
de calentura , que se le fué aumentando dnraala lo
demás de la noche. Las primeras palabras aae dijt
fUMido «e m^xcbuQa los cortesanoa fttiaroa saltf:
U5
«^ me hnbieraB déjalo obrar per ná mitnio dea
mesea maa « poco me importaría que mi herida faese
grave 6 leve.» AsitUanle el cirujano dd E. M • (que
se habia desertado semanas antes de las tropas de
la reina » y en quien tenia su mayor confianza) un
médico de cámara y Mr. Burgess. Los dos primeros
opinaron que la herida era. tan levé ^ aue antes de
un mes podria montar el general á caballo ; el últi-
mo daba á su curación aun mas breve término, y de«
cia que dentro de tres semanas podria volver á tomar
el mando y restituirse á su acostumbrada actividad»
tan preciosa para los intereses de don Garlos,
Mr. Burgess quería que se procediese inmediatamen*
te á la estraccion de la bala , pero los otros dos se
opusieron á este dictamen , y no quisieron que se
levantase el primer aparato hasta la mañana del dia
siguiente; y entonces le aplicaron en la heridaí tam-
bién contra la opinión de Burgess » un cabeial empa-
pado en bálsamosamaritano, meiela de aceite y vino.
En aquel mismo dia vino el mismo don Garlos á
visitar é Zumalacirrcgui , y tuvieron una larga con«
versación. La entrevista fué de las mas tiernas ; el
principe estaba con las lágrimas en los ojos ; el ge-^
neral estaba pálido y fatigado porque habia dormido
muy poco ; pero sin embargo , leyó y firmó muthas
órdenes. Me mandó decir á Mr. Burgess que como
su herida era leve , y ya tenia de cabecera un médi-
co de cámara, podia volverse al puente nuevo (nues-
tro hospital de sangre en el sitio de Bilbao) , porque
allí seria muy útil lu asistencia á los heridos del
ejército > y á mi me dijo que marchase á reunirme
con el general Eraso , que interinamente tenia el
mando en jefe.
Llevaron después á Zumalacárregui en una \ií^
ro é Sefura 9 j desf uei é Ge|;ama I haáéo^^^ ^tm
1S6
por U aldea ie Ormjrtegni, logar de m nacimien-
to. Mario el día onceno después de recibida sn he-
rida. Sas últimos delirios eran batallas j trianfos.
La cansa carlista , con la muerte de Zumalacir-
regui , quedaba como la nave sin mástil ni timoD,
batida por las olas. Este bombre , cuando se presen-
tó á los carlistas « no halló mas que un pufiado de
montañeses sin aspecto militar, y ahora al morir
legó á su príncipe veinte y ocho mil infantes y ocho-
cientos ginetes, todos perfectamente organizados j
montados, reinte y ocho piezas de artillería en boen
uso y doce mil fósiles en almacén , todo conquistado
con su espada y con el auxilio de los valerosos mon-
tafíeses. Guando volví al puente nuevo conocí al
instante la languidez , tanto de las operaciones del
sitio como de los espiritas. ZumalacArregui solo con
dos cafíones y dos morteros había abierto brecha al
segundo dia de establecido , 'y ahora ni aun con la
llegada de mas artillería se babia podido obtener
igual ventaja. El general conde de Mirasol , gober*
nador de la plaza , apenas supo la herida de Zumala-
cárregui, anunció su muerte á la gaarnicion, caan-
do nosotros estábamos oun 'ajenos do temérnosla.
Los gritos de los soldados de la reina nos anunciaron
cuánto gozo les había dado esta noticia. «Os hemos
muerto á vuestro bárbaro jefe , ya no le tenéis.»
Los nuestros contestaban con tiros á aquellos de-
nuestos ; mas fácil fué conocer que desde aquel mo-
mento se reanimaron el valor y la eliergia de los
enemigos. Recompusieron y aun aumentaron sos
fortiGcaciones , hicieron dos salidas, y dispararon
sobre nuestras baterías con desusado vigor, desmcín-
tando dos de nuestras piezas de grueso calibre. Pero
fueron rechazados en una de sus salidas con muerte
de algunos , "^ <íl!^ ^ti ^y^Vvql 4.^ marina llamado
167
O^briea. Inmediatamente qaé dejó el mando Zama*^
lacárreguí , y á pesar de las reflexiones de Eraso, se
abandono el proyecto de asaltar la plaza , habiendo
llegado á persuadir á don Garlos que seria muy re-
prensible entregar á Bilbao á los horrores de la
guerra. Diiéronle que muchos de aquellos habitan-
tes eran adictos á su causa , y que serian tan Tictí-
mas de la furia del soldado como los que no lo eran.
Zumalacárregui previendo que por asalto solo con-*
Tenia tomar la plaza , no habia hecho traer mas que
^n número pequeño de municiones» y hubo que per^*
der ui) tiempo precioso en esperar la venida de otra
cantidad mayor. Al paso que la noticia prematura
do la muerte de Zumalacárregui habia reanimado á
los enemigos, también habia llegado ¿ persuadirles
que los carlistas sin aquel jefe serian fácilmente
vencidos. £raso , doliente ya del mal que le condujo
á la tumba , seguia dirigiendo el sitio , y tenia tam-
bién que oponerse á los esfuerzos vigorosos de £s«
partero y de Latre , para levantarlo por la parte
de Portugalete. Mientras tanto cundió por las tro-
pas la noticia de la muerte del general , y produjo
en ellas tal irritación » que si se hubiera sabido sa-
car provecho de aquel furor momentáneo» Bilbao
hubiera caido infaliblemente en nuestras manos an-
tes de la llegada de las columnas enemigas, que des«
pues nos obligaron á levantar el sitio. Nuestro pri-
mer descalabro comenzaba ya después que aquel
guerrero habia ya dejado de existir.
Yo oi después á un criado que le habia asistido
durante toda su enfermedad, y me dijo que su amo»
.á pesar de la calentura, se habia ocupado constante-
mente de asuntos del ejército. Los cirujanos se de-
terminaron por último á extraerle la bala : pero
como esta se hubiese con el tiempo Internado mas
158
en ks eames, el paciente liabit tenido que tafrir
mucho durante la operación » cuyo resultado feé
deplorable. El ffeneral murió delirando, como he
dicho 9 j lleno de ide^s belicosas. Su cuerpo encer-
rado en una caja de plomo recibió sepultura en la
igletta de Gegapia , pequeia aldea situada á orillas
del Orio» en donde ei^halóel último suspiro. Una
liare del ataúd fué enriada á don Carlos y otra á
su obra. Dejó toda su fortuna , que consistía en ca-
torce onzas de oro, á sus criados y asistentes. En
cuanto á su mujer, solo le legó el agradecimiento de '
su príncipe.
asaipCB«ipf9aiHissBBmsaaatta^BM9*9^
A.nda]acía9 ese encantado pais, ceñido de sier-
ras y de mares , j en cu;o centro se aspira nna at-
mósfera pura y balsámica 9 y crecen umbrp9a3 flo-
restas mecidas por re()ri^erante9 auras, j ¡[irán ame-
mos ríos que con su jugo yÍYÍfiqador áoi^inan la
pompa de sus fértiles riben^^ y brílln espléndida
y radiante la aureola del astro del dia , ti Sendo con
f)reQÍ09os esmaltes la cprola de las tiernas Qores , y
a pluma de las gayas ayes, es sin duda el jardin
de Espafia , como es Italia el jardin de Europa, como
es América el jardin del mundo. Hizole el Artífice
Supremo rico de yegetacion , yañado de productos ,
y aoundante de delicias. Por gozarlas el hombre fijó '
8ú morada én tan pintoresco recinto ; y cada ' ~
160
que por él transitara » cada raza 'que allí tttvo do-
minio , formuló en insignes monumentos el espirito
de su época , como espresion de su gloria , como
emblema de su prosperidad , como símbolo de su
poderío. Roma abrió enlre sus ciudades | espacio-
sas carreteras, y levantó sobre sus ríos cotosaies
puentes: regaláronle los adalides del Alcorán mez-
Íuitascomola de Córdoba, y Alhambras como la
e Granada, y Alcázares como el de Sevilla ; y el
cristianismo en su ardiente fé le consagró esas góti-
cas catedrales, esas inmensas basílicas, donde vienen
á rendir un tributo de admiración y de asombro
gentes oriundas de apartados climas, y de donde se
postran, cediendo á irresistible impulso, hombres
que siguen distintas sectas. Pais que reúne por for-
tuna todos los prodigios de la naturaleza y todas las
maravillas del arte, no puede menos de ser florida
cuna de amores , inagotable manantial de poesía,
soberana mansión del genio. Por eso son tantos los
naturales de Andalucía que se lanzan al templo de
la gloria por la difícil senda de las artes y de la
literatura : por eso Rioja , Alonso Gano y Murillo
aumentan de dia en dia su lucida cohorte con aque-
llos de sus privilegiados compatriotas á quienes cupo
parte de su inapreciable herencia.
Guéntase en este número D. Tomás Bodriguei
Rubí, quien abrió los ojos á la luz del mando el dia
21 de diciembre de 1817 en esa ciudad que baña
sus desnudos pies en el Mediterráneo , y cuyas al-
tas cúpulas se retratan en el risueño cristal del Goa-
dalorce.
Hubo un tiempo venturoso en que nnncíá se po-
ma el sol en los dominios españoles s regíanlos á la
sazón justos reyes, bajo la inspiración de sabios
C90sej«roi; rara veZ: »e alt^ri^ on ^1 seno dt la
161
monarquía el público sosiego, y era envidiable en sa
consecuencia la paz de las familias. Cada padre con-
sultaba ó iba labrando la vocación de sus hijos , y
una vez conocida les guiaba por la senda del estu-
dio al silencio del claustro, ó al bulliciq de las ar-
mas, ó á la vetusta mesa de una oficina: may es-
caso favor debia alcanzar en la corte para no con-
seguirles una capellania, ó unos cordones de cadete,
ó una beca en un colegio , ó un nombramiento de
meritorio. De todas maneras, ^ semejanza del ar-
tista que, sujeto á regias fijas ¿ inalterables, maneja
el buril y el mazo hasta que transforma el rudo már-
mol en la imagen , cuyo modelo concibió en sa
mente; asi el padre de familia, sin miedo á trastor-
nos públicos que interrumpiesen su obra, amoldaba
á sus tiernos infantes para el objeto que se propo-
n¡a> hasta verlos canónigos; capitanes ó magistrados.
Este inmutable orden de cosas terminó con el rei-
nado del penúltimo monarca; y desde entonces el
destino de la juventud está á merced de las revolu-
ciones y reacciones que á cortos intervalos se suce-
den: muchos son los padres que en tan aciago pe-
riodo no pueden velar sobre sus hijos por verse im-
pelidos mal de su grado á la liza de las discordias, y
envueltos en el turbión de las persecuciones : no
pocos jóvenes se cuentan en el día que sin otro au-
xilio que su ardiente entusiasmo han conseguido
elevarse á estraordinaria altura en la república de
las letras , después de caminar un año y otro á
través de difíciles y enmarañados senderos. Solo
con la amplificación de ideas que nos han servido
de preámbulo, trazaremos la biografía de don To-
más Rodrigucz Rubí , cuya reputación literaria ad-
quiere cada día mas timbres y se remonta á mas en-
cumbradas esferas.
Tomo ix. 11
162
Gozosos fueron en Málaga los primeros afios de
su nifiez , de esa edad bienhadada en qae todo nos
brinda placer y armonía , y en que enjuga el mas
amargo lloro la caricia de una madre. Pasó Bubi el
afio de 1822 á Granada, donde adquirió los primeros
rudimentos de su educación bajo la dirección del
sefior D. Miguel Urbina, sugelo de escelente mérito
para la ensefianza : asistió después al célebre colegio
de Santiago hasta 1827, época en que su familia
mudó de residencia por causas que apuntaremos li-
geramente.
De 1820 á 1823 desempeñó el padre de Bubi la
contaduría del crédito público, y fué comandante de
artillería de la Milicia Nacional de Málaga. Perse-
guido y encarcelado después de restablecido el go*
bierno absoluto, se le abrió proceso por sus opinio-
nes liberales, y atendidas las circunstancias, habría
de ser el fallo del tribunal de fatal agüero. Merced
á la solicitud y eficacia de sus numerosas amistades
logró escaparse de la torre dé Tirilo, librándose de.
este modo de la infausta suerte qiie cupo á los com-
plicados en la causa á que aludimos. Atravesó en
pocas huras la distancia que media de Málaga á Gra-
nada, y antes de que tuviese espacio de abrazar i
su esposa y á su hijo, invadió la polilla su morada,
y no sin grave peligro se fugó de nuevo saltando las
tapias de un huerto y ocultándose en la casa conti-
gua hasta que se tras!adó á Jaén ; superando toda
clase de obstáculos la constante, la decidida y la no-
ble protección que le dispensara don Juan Bautista
Erro, intimo amigo suyo, aunque de' opuesto bando.
Siguió Bubi sus estudios en la colegial de Jaén,
Serfeccionándose en la lengua latina, y distinguién-
oseen los exámenes p&blicos, tanto por su aplica-
eiout como por la prontitud y desembaraio con (tas
163
satisfacía las cuestiones j recitaba los discursos: la
sociedad de Amigos del país le admitió en su seno
Eor especial recompensa, y recibió plácemes y en—
orabuenas de todas las autoridades. En Jaén adqui-
rió ademas principios de matemáticas , de francés
y de dibujo.
Infatigable el señor Erro en amparar á su amigo,
se afanaba porque tuvieran alivio sus escaseces , y
término sus zozobras: al Gn pudo conciliar todos,
los estremos proporcionándole un destino con visos
de destierro , alcanzándole una gracia con aparien-
cias de castigo. Nombrado el padre de Rubí admi-
nistrador de rentas de Melílla en 1829, se encaminó
á Málaga con su esposa y su bijo, y se biio á la vela
á principios de 1830. Combatido el barco por recios
vendábales y por agitadas olas, rudos azares pade-
cieron los viajeros en tan corta travesía; azares que
contribuyeron en gran manera á que Rubí perdiera
á su padre, ja achacoso, pocos dias después de pisar
el suelo africano. Sin el auxilio de los principales-
funcionarios de Melilla, la viuda y el huérfano hu-
bieran devorado su honda pena en el mas triste aban-
dono. Pero la tristeza no echa raices en un corazón
de trece años; ningún tranóe déla vida» por doloroso
que sea, desvanece los áureos ensueños, ni enturbia
los primeros albores juveniles. Dulces memorias con-
serva Rubí de aquel solitario peñón, que separa fuerte
muro de la gente mora.
En setiembre de 1830 regresó Rubí á Malaga»
donde permaneciera el tiempo bastante para ser
triste testigo de una de las mas crueles escenas de la
historia contemporánea , escena que añadió al largo
catálogo de nuestros mártires los nombres de Torri-
jos, Flores, Calderón, Golfin y sus compañeros sin
ventnra« Iba despejándose el horizonte político y es^
164
taba próximo á hundirse el ministro que cerró las
universidades^, cuando yino Rubi á la corte de las
Bspañas. Habíale precedido su sefiofta madre en so*
licitud de su yiadedad, qae ya conseguida, ni aun les
suministraba para el necesario sustento. A fin de su-
plir esta falta asistió Rubi en clase de escribiente i
varias dependencias particulares , siendo estimado
en todas ellas por su escelente conducta, su asidui-
dad al trabajo y la elegante forma de su letra. Algo
.mejoró sa situación con obtener por antiguas rela-
ciones de familia una plaza de oficial en el archiTO
del señor conde de Montijo,
Hasta aquí ninguno hubiera augurado á la per-
sona que es objeto de estos apuntes otro poryeoir
que el reservado á las medianias, recomendables por
su honradez y buenas costumbres : en su niñez se
habia distinguido por su travesura y por su despejo;
{'oven ya , poseia una imaginación clara , sin que la
veneficiasen prolijos estudios con so sagrado cultivo.
Mas como acontece dé continuo, el desarrollo in-
telectual siguió la huella de la revolución política,
abriendo á la juventud vasta y honrosa palestra;
desde entonces le acosó á Rubi el deseo de figurar
entre el námero de sus paladines. Pocos son los jó-
yenes á quienes acometiera á la sazón la fiebre de
escribir , que no consagraran sus versos a algan
adalid que volvia de Tierra-Santa , y divisaba á lo
lejos y á través de las sombras de la noche un alme-
nado castillo, resplandeciente de luces » y envuelto
entre el vaporoso celaje de los festines, y cayas
puertas se abrían al rudo golpe de su lanza. Tal en
asimismo el asunto del primer escrito i que fB6
Rubí el nombre de composición poética , si bien es
realidad hasta carecían de medida sus mal llamadei
versos. Ya se habia abierto el Liceo Matritense , y
165
este era un poderoso estímulo para el noyel poeta,
Juien consagraba todas sas horas de ocio á la lectura
e la historia , y al estudio de los escelentes modelos
del teatro antiguo. Alguna poesia de menos incor-
rección que la primera , publicó en un periódico,
titulado La$ Musas ^ á cuyos redactores les oprimía
de tal modo el yértigo de la rima , que hasta los
anuncios los ponian en verso. Por fortuna de las le-
tras , aquel periódico murió de consunción á los
pocos meses de ver la luz pública. Sin desistir Rubí
de su tarea ni decaer de ánimo , escribió para el No
me olvides otra poesia , que tituló la Inspiración , j
era solo notable por la exactitud con que retrataba
su anhelo de escribir, y la dificultad de espresar en
sus versos lo que su corazón sentia ; y aun recor-
damos que la estrofa en que desenvolvia esta idea,
era de pésimo gusto : se opuso amistosamente el
señor Salas y Quiroga á insertar la Inspiración en
su periódico; en nada menoscabó este contratiempo
la invencible decisión del que la habia sufrido , sin
murmurar la mas leve queja. En pocos meses hizo
grandes adelantos , como lo indica una composición
escrita con bastante soltura y no poco ingenio , y
titulada El Espejo ; su escesiva timidez no le con-
sintió leeila en el Liceo , por mas instancias que le
hacian sus íntimos amigos 6 inseparables compañe-
ros. Mientras esto sucedía, se daba nueva forma al
Instituto literario, que habia empezado con tan
buenos auspicios, y ha venido á convertirse en un
teatro casero, ya caduco , á fuerza de decadente.
Según el reglamento que entonces se formó , tenia
que pasar por el crisol de una junta calificadora
algún artículo, obra ó poesia de todo el que aspi-
rase á figurar como socio facultativo en la seccioof,^
literaria. Recatándose Rubí de sus mas aUeg<
166
entregó al señor Yillalia, presidente de la mencio-
nada junta t una poesía , con el título de El Águila;
Jal someterte á tan rigorosa prueba , lo bizo coa
ébil esperanza de buen éxito. Aquella poesía era
regular en sus formas , fádl en sus yersos , correcta
en su estilo ; pero sus descoloridas imágenes y la
languidez de su entonación , se armonizabsgn mal con
lo eleyado del asunto. Leída esta poesia en la junta
calificadora 9 hubo empate en la notación, resol-
viéndose en su consecuencia que el interesado pre-
sentase otra composición , para optar al título de
socio facultatiyo ; y tal era la desconfianza de Rubí,
que tuvo por insigne triunfo aquel dudoso resul-
tado. Cada vez mas firme en su empeño » bosquejó
una leyenda sobre Un recuerdo de ¡a Álhamhra ; y
su ameno giro , y la fluidez de su lenguaje , le va-
lieron al fin la distinción apetecida.
Ya socio del Liceo , se hizo todavía mas estu-
dioso» aunque no menos tímido; la mente del joven
andaluz retrocedió á los primeros años de su infan-
cia , y vio en confusión las bromas y serenatas de
los majos de su tierra, y el salero de las mujeres
del Mediodía , y sus amores y aventuras ; y oyó el
seductor gracejo de sus pláticas, y el imponderable
hechizo de sus cantares , y la chistosa fanfarria de
sus riñas. Fecundo manantial de inspiraciones era
este para la lozana fantasía del que con avidez las
buscaba en todas, partes. Rubí salió airoso de esta
tentativa, y!cantó, con la maestría de un poeta , lo
Jue habia observado con la indiferencia de un niño.
U jaque de Andafucía , y Votos y Juramentos , son
poesías , .que leídas con general aplauso en el Liceo,
y publicadas en los periódicos de literatura, forman,
con La venia del jaco , La aventura nocturna , y
Qmem mal anda , mal acaba , las preciosas páginas
167
de on libro » sin rival en sn cénero , y cuya popa-
larídad ha trascendido mas allá 4c los mares.
Cada vez mas perseverante y animado nuestro
poeta ^ fijó sus ojos en el teatro , y acaso columbró
en lontananza y como en suefios el laurel de los
triunfos escénicos, y en alas de su noble ambición
se lanzó á tan difícil camino , y escribió su primera
comedia en e! año 1839. Dirigían entonces la única
empresa teatral de Madrid los señores Lombia y
García Luna ; laudables esfuerzos hizo el señor Al-
verá porque se representase la ob^a del nuevo in-
genio ; mas no lo consiguió tal vez por causas inde-
pendientes de la voluntad 4^ todos. Si mal no
recordamos , Rubi fué presentado por el señor
González Bravo al señor Romea en el salón del Li-
ceo , la misma noche en que se dio allí una función
ábeneficio del distinguido artista D. Antonio Cs"
quivel , ciego en aquella época. El actor le prome-
tió al poeta representar su comedía ; poco tardó en
cumplirle su palabra; se puso en escena en el tea-
tro del Príncipe , Del mal el menos ; el público lo
aplaudió con entusiasmo, y Rubi fue llamado á las
tablas. Desde entonces ha tenido una serie no inter-
rumpida de triunfos, con las comedias Toros y Ca-
ñas ; Quien mas pone , 'pierde mas ; la Fortuna en la
prisión ; el Rigor de las desdichas ; Castillos en el
aire ; el Cortijo del Cristo ; el Diablo Cojuelo ; las
Ventas de Cárdenas , y Detrás de la Cruz , el Diablo.
De todas sus producciones , solo han sido recibidas
con alguna frialdad , La Bruja de Lanjaron^ y Cch-.
sada , Virgen y Mártir ; frialdad, por la que le da-
mos el parabién, si ha influido algo en la composi-
ción de La Rueda de la Fortuna , de esa escelente
comedia que acaba de representarse diez y ocho no-
ches consecutivas entre ru idosos aplausos , y que le
16»
Ib Tafido la cruz soprnnmiena de Cirios III , en
jofllo preaúo de sos niérítas literarios.
No es Robí menos recomendable como poeta,
^ae como hombre prirado; amante de sa familia j
carídoflo para sos amigos, le profesan íntimo afecto
cuantos le conocen: la franqueza de sa carácter solo
poede ponerse en parangón con la sencillez de sa
trato. Entre las distingnidas caalidades que le ador-
nan , se cuenta nna qne da mas y mas realce á su
bien merecida reputación, 7 es , sa proverbial mo-
destia. Ha llegado al eminente puesto que ocupa á
fuerza de estudio 7 de persererancia ; constante-
mente ba ido en sus obras de menos á mas ; si al-
cuna Tez se le ba yisto decaer en la escena ^ ha sido
a semejanza del águila que recoge sus alas , 7 des-
ciende un instante para tomar mas alto yaelo. A6a
se halb en la flor de so juventud ; la fecundidad de
su ingenio es prodigiosa ; tan escelso brilla en el gé-
nero lírico , como en el de costumbres , como en la
alta comedia ; de esperar es que á medida que trans-
curran los años, dote á la literatura con nueyos te-
soros , conquiste nueyos títulos á su fama , 7 yea
trazada la historia de su yida 7 de sus obras por
pluma "tnas hábil 7 ejercitada que la mia.
■ I
JtJl ijo de padres nobles, modestos de fortuna, y
rígidos de costumbres, yió la luz del mundo don
Manuel Godoy y AUarez de Faria , en la capital do
Extremadura el dia 12 de mayo de 1767. Pasó allí la
infancia y los primeros anos juveniles, dedicándose
á las humanidades, á las matemáticas y á la filosofía
en sus horas de estudio, á la equitación y á la es-
grima en sus ocios. Yino á Madrid en 1784, año del
nacimiento del ultimo Fernando, y entró al servi-
cio del buen Garlos III en el cuerpo de Guardias de
su real Persona. Nada tenia de vulgar la instrucción
del joven guardia, ni de desventajoso su talento,
f)ormas que se haya dicho en contrario: podía, pües^
ograr medro en alguna carrera del Estado , ya que
170
á la sazón se consideraba aquel cuerpo como el plan-
tel de todas^ saliendo de allí canónigos, consejeros,
intendentes , corregidores y hasta cartujos: coando
menos, por rigurosa antigüedad , sin otros méritos
ni favores, hubiera llegado á figurar en la mas alta
clase de la milicia. Cultivando la amistad de dos ca-
maradas franceses y de algunos padres del Espirita
Santo, adquiría mas caudal de conocimientos y se
familiarizaba con varios idiomas: rara yez concurría
á las públicas diversiones, y tenia el juego por
muerte y sepultura del tiempo. Yivia, pues, como
en soledad oscura el joven guardia, que algo mas
tarde debja eclipsar á todas las notabilidades aristo-
cráticas de la capital de un dilatado reino con el bri-
llo de sus espléndidos festines. Por entonces sus es-
casos medios de fortuna no le permitían alternar en
prodigalidad y lujo con la mayor parte de sus her-
manos de armas, hijos de opulentas familias espa-
ñolas, francesas, flamencas y americanas, y así se
retraía de frecuentar las altas sociedades , á donde
podrían abrirle desembarazado camino lo ilustre de
su alcurnia, su profesión honrosa, y masque todo, su
gentil presencia, rostro agraciado y airoso porte. Goo
su corto sueldo y unas asistencias proporcionadas i
la no abundante hacienda de su paarc , si atendía á
sus mas perentorias necesidades, distaba mucho de
alcanzar una existencia cómoda y holgada.
Llegamos á la época de su encumbramiento: pa-
semos por ella con la rapidez que caracteriza el trán-
sito de don Manuel Godoy desde el cuartel de Guar-
dias ul Consejo, ^ á la grandeza de España, y á la
primera secretaria del Despacho.
Habíanle precedido en aquel puesto dos perso-
nas de ilustre renombre, y ambos de edad avan-
zada : ano de ellos tímido, irresoluto» imp&TÜfó e|
171
otro y tenaz en sus resoluciones. Garlos lY, de na-
tural bondadoso y apacible, celoso por la tranquili-
dad y ventura de sus pueblos, no se avenia con
Floridablanca, porque sus vacilaciones y perpleji-
dades paralizaban el curso de los negocios: Aran da
no le agradaba, porque sus consejos tenian mucho
de mandatos, y mucho de obstinación y porGa las
razones con que apoyaba sus medidas de gobierno.
Quiso, pues, investir con su confianza á un hom-
bre que comunicase impulso. á la máquina guber-
nativa, consultando su voluntad suprema, capaz
de plegarse á la persuasión que fascina, á lá modes-
tia que discute , no á la rigidez que nunca cede,
ni á severas condiciones , que por carácter de dis-
Íruntiva^ enojan ó avasallan; y para realizar sus sa-.
udables fines, hizo que recayese la elección en don
Manuel Godoy, ya duaue de Alcudia.
Gorria á la sazón el 15 de noviembre de 1792:
hallábase la nación española frente á frente de la na-
ción francesa, donde desbordándose el torrente re-
volucionario acababa de arrancar de raiz en suim*
Setnoso curso y después de rudas acometidas el trono'
e los Glodoveos y Garlo-Magnos ; se hablan hecho
ya en la Gonver cion nacional di versas mociones para
someter á juicio al que lo ocupaba, mientras alli
teníamos pendiente un tratado de neutralidad y de-
sarme. Mucho riesgo había para España de venir á
las manos con la nueva república , engreída de re-
sullas de sus triunfos sobre ej 'rcitos poderosos en
las fronteras del Norte; y suficiente motivo habiaen
esto para que se arredrase un joven no esperimen-
tado y puesto al frente do una monarquía, cuyo
ejército apenas ascendia á treinta y seis mil hom-
bres, y coya riqueza, siendo mucha, estaba mal re-
partiaa« Favorecíale, no obstante, la fé y patrio-
172
tismode los pueblos, el profundo respeto de todos
los españoles á la religión de sus antepasados, j sa
espíritu de independencia, que á tanta altura les co-
loca en los anales de las naciones. En tan difíciles
circunstancias > con tales elementos 9 ambicioso de
Í loria j opulento de esperanza, se aventuró el duque
e Alcudia á las regiones del mando.
Sus primeros actos politicos conservan entre si
tan íntima trabazón j eslabonado enlace, que sin
prescindir de lo que la claridad exige, pueden ser
analizados en conjunto. Figura en primer término
la mediación que por su consejo interpuso Carlos lY
en favor de Luis XYI , j á nombre de la nación es-
pañola. Fué un pensamiento de los que mas honran
Í ennoblecen al que tiene la dicha de concebirlos,
ara darlo cima no perdonó afanes ni solicitudes,
ya abriendo á nuestro agente en París un crédito
sin tasa , ya comunicándole instrucciones basta para
consentir en la abdicación del infeliz monarca pri-
sionero en el Temple , y dar rehenes que asegurasen
el cumplimiento de su palabra, ya remitiendo junta-
mente con la mediación la minuta del tratado, ya en
fin , procurando interesar á la Gran-Cretafia para
que cooperase al buen éxito de tan ilustre y honrosa
empresa. Ni hubo amenazas imprudentes, ni se puso
en compromiso la diffnidad de la corona de España:
concilláronse tan hábilmente todos los estremos en
combinación con las circunstancias de la época» quo
si la mediación no se admitia, todo el baldón y toda
la afrenta se volyian contra aquellos bomi)res de
sangre, terror de Francia, y escándalo de Europa; y
si la catástrofe se consumaba, venia á ser indispen-
sable la guerra , aun no interponiéndose mediación
alguna. De consiguiente, lo que se dejaba ala
eventualidad de las cosas, podía ser favoraible al lo-
173
gro de tan magnánimos deseos : previsto estaba el
gTO adverso qae podía tomar aquel negocio; equi-
yalia á un juego en que siendo la pérdida segura, no
se desperdiciana ninguna de las probabilidades de
ganancia. Desoida fué la mediación de Garlos lY, y
LuisXYI, jefe de su augusta familia, cambió la
corona de rey por la de mártir el 21 de enero del
siguiente año.
Viene en pos la guerra con Francia sostenida en
tres campañas con desigual fortuna, si bien siempre
con honra y con denuedo. Al grito de guerra res-
pondieron los españoles con himnos de entusiasmo, y
en el discurso de pocos dias se llenaban las filas de
voluntarios y rebosaban las arcas del tesoro de do->
nativos , allí amontonados por lodos , sin distinción
de clases, desde el posesor de pingües rentas hasta
el andrajoso pordiosero ; muestra inequívoca de
lo popular de aquella guerra. A fines de la primera
campaña poseíamos en el Rosellon« á lo largo de
las orillas del Tech, todas las fortalezas que forman
la llave de la parte oriental del Pirineo , mientras
retrocedían al Rbin las tropas de Austria, y se re-
fugiaban los prusianos bajo el cañón de Maguncia.
Al terminar el año de 1794, sin quedar tan mal
parados, sufrimos desastres análogos á los que ca-
yeron sobre las potencias del Norte, con la pérdida
de Fuenterrabía, San Sebastian, Tolosa y el castillo
de Flgueras, correspondiéndonos la gloria de haber
sido los últimos de los adversarios de Francia en
evacuar su territorio con la rendición del fuerte de
Bcllegarde á los tres meses de rigoroso asedio.
Corta fué la tercera oampaña^ y en ella se lidiaba
por ambas partes con bravura, aunque sin encarni-
zamiento : teatro especial de tan caballerosa lucha
fué el punto de Bascara, ganado y perdido repelidas
174
veces por unos y por otros. Solo dejamos de poseer
entonces el pocrio de Rosas: del lado de las proyin-
cías Vascongadas, inútiles fueron los afanes de los
franceses dirigidos á caer sobre Pamplona y á pa-
sar el Ebro. Asi las cosas, vibraron por todo el ám-
bito de España rumores de paz con las primeras
brisas de la primavera. Desmembrada ya la coali-
ción , diversas naciones habian reconocido la Repú-
blica francesa: alli habian ya sucumbido en la jor-
nada de 9 de thermidor Robespierre y sus parciales;
y la paz que nos proponía el nuevo gobierno debía
aceptarse en términos honrosos; esponiéndonos de
lo contrario á quedar solos en la lucha, ó á empe-
llarnos en porfiadas lides á fin de que Francia devol-
viera sus conquistas al imperio de Austria. Firmóse,
pues, la paz en Basiléa con fecha 2*2 de julio de 1795;
merced á ella recobramos todos los puntos ocupa-
dos en España por los franceses, sin mas condición
que la de cederles la parte española de la isla de
Santo Domingo, donde las turbulencias se aumenta-
ban de dia en dia, hallándose de continuo en víspe-
ras de sublevarse, y ocasionándonos enormes dis-
pendios en vez de producirnos ventajas; aquel ter-
ritorio , como dice un historiador célenre » no era ya
de nadie. Hizose de consiguiente la paz en tiempo
oportuno y como corresponda al honor nacional, de
que siempre se mostró dgnó órgano el duqoe de
Alcudia.
No se avino la Gran Bretaña con tan cuerda po-
lítica , y atenta siempre á los intereses de la snjai
perseguía nuestro pabellón en los mares, deseriteo^
diéndose de ia íé de los tratados y de la justicia de
nuestras reclamaciones , hasta que se hizo indispen-
sable un rompimiento. De aquí el tratado déSanII^
defoQSOí pot el cMivl Q^aedó establecida comunidad ft
175
intereses eiiiré la república francesa y la nación es-
pañola solo respecto á las hostilidades coritralaGran
Bretaña: de actui la ¿aerra marítima en (jae nuestra
armada adquirió tan inditas glorias asi en la prós-
pera como en la adversa fortuna ; asi en Puerto-
Rico y en las islas canarias donde perdió Nelson un
brazo, como en él Cabo de San Vicente, donde por
descuido ó fatalidad del jefe de nuestra escuadra,
perdimos seis naves.
Realizados los proyectos del duque de Alcudia^
después de salir airoso en la guerra contra Francia,
acariciado con el suave soplo del aura popular, y
universalmente aplaudido de resultas de la paz de
Basilea, titulo de su principado, instó una vez y
otra é Garlos lY á fin de que le admitiese la dimisión
de su cargo. Rehusábalo el buen monarca, y por un
error de cálculo se propuso formar un parapeto de
gracias y mercedes en rededor de^su primer minis-
tro, imaginando que en ellas hablan de embotarse
los tiros de los que empezaban á mirarle con ene-
mistad y encono. Por eso le nombró principe de la
Paz, y coronel general de las Guardias Suizas , ha-
ciéndole cesión perpetua é irrevocable del Soto de Ro-
ma, y enlazándole á su egregia familia. Por último, en
28 de marzo de 1798 accedió Garlos lY á las reitera-
das súplicas de su valido, el cual ya se había asociado
en el ministerio á Saavedra y al ilustre Jovellanos.
Por í!0 interrumpir el hilo de nuestra narración
hemos omitido hablar de la desgracia del conde de
Aranda, sobre la qíie tantas fáoulassehan escrito.
Tuvo su origen en una sesión del Gonsejo celebrada
á fines de la campaña de 1793, en que tan ínclitos
laureles ciñeron la heroica frente de nuestras tro-
pas. Insistía el conde de Aranda en la injusticia de
aquella guerra, opinión que no prevalecía en el Gon-«
176
sejo: replicaba el duque de la Alcudia á las razones
del conde, y natural parecía que se engriese algún
tanto, viéndolas inequívocas muestras de asenti-
miento con que el buen Garlos IV acompañaba las
frases de su primer ministro. Luego que hubo ter-
minado, dirigió el rey al anciano conde una de esas
miradas mas elocuentes que un discurso, creyén-
dole persuadido, como S. M. G. lo estaba, de la jus-
ticia de la guerra contra la República, y de lo im-
posible de replicar victoriosamente: comprendióla
Aranda , y con áspero estilo, con menos templanza
y con espresiones mas adustas de lo que es pre-
ciso emplear, dirigiéiidose al soberano de dos mon-
dos^ dijo : «que tenia por inútil toda especie de ar-
))gumentos, aun cuando le seria fácil responderá
))las razones no tan sólidas como agradables , pre-
» sentadas en favor de la guerra.» Del choque de las
pasiones, que afean el curso dedos opuestas edades,
provino un acto de justicia por parte de la corona:
el amor propio ofendido del anciano conde por el
halagado orgullo del ióven duque, trajo en pos la
frase de: «Gon mi padfre fuiste terco y atrevido, pero
^ nunca llegaste hasta insultarle en su Consejo:» frase
precursora del destierro del antiguo ministro ala
Alhambra. Y en verdad no era aquella la vez primera
que aparecian encontrados en opiniones el conde
de Aranda y el duque de Alcudia; pues cuando éste
propuso la mediación en favor de Luis XVI, aquel
no la aprobaba por las consecuencias de una nega-
tiva: entonces luchaban dos ideas contrarias, pero
ambas de origen noble, pues si honra sobremanera
á la juventud el ímpetu de sentimientos generosos,
mucho autoriza á la ancianidad la madurez del ra-
ciocinio: en la mocedad todo es corazón , como es en
la vejez todo cabeza*
177
Lejos de los iiegoeios el prircipe de la Paz por
largos meses , no se liabia enajenado el particolar
aprecio con que galardonaba Carlos IV sa lealtad
nunca desmentida. Ocasiont'ibale disgusto ver 6 sus
sucesores desviarse en algunos puntos de la línea de
conducta seguida durante su ministerio, al paso que
le servia de satisfacción notar, cómo en lo concer-
niente á relaciones estra^jeras se atenían al rumbo
por su previsión trazado. Sin nue influyese en la
marcha de la política , otros homores en las esferas
del mando saftcionaban de una manera espKcita to-
dos sus actos en la parte en que la maledicencia ó la
envidia imaginaron fundamento de acriminación <S
de censura. Harto bien se descubre en la discordan-
cia de pareceres de unos mismos adversarios que
de ruines pasiones provenían aquellos ataques, ridí-
culos como intempestivos, débiles como vagos é in-
ciertos , pues no so concibe de qué modo pudo co-
meter una falta el duque de Alcudia blandiendo las
armas con universal aplauso do sus compatriotas , é
incurrir en un yerro deponiéndolas con gloria y al
rompns de las entusiastas y unánimes aclamaciones
de los pueblos.
Al cabo do a'gnn tiempo tornó á ingerirse el
príncipe de la Paz en los negocios del Estado, ya por
via de mediación, ya por via de consulta. Por via de
mediación obtuvo que fuese revocada la orden espe-
dida al nuncio de la Sania Sede para que saliera del
reino en determinados dias, á consecuencia de sus
acres reclamaciones, cuando el espíritu de escuela
quiso convertir en ley vigente una medida transito-
ria, por laque se restablecieron algunas prácticas de
la antigua disciplina, ínterin se nombraba sucesor á
Pío VI. Por via de consulta hubo de redactar un in-
formot en que se traslucía su esmerado celo por los
Tomo ix. • 12
178
inlereses nacionales» con motivo de la cesión d«
^r^^ ducado de Toscana » erigido en reino para un
iqfanie de Castilla, propuesta por el general Booa-
parte en cambio de la Luisiana. Por vía de media-
ción apartó Carlos lY del propósito de enviar á Boma
los obispos y eclesiásticos designados coaio innoya-
dores, y de separar de sus empleos á todos los se-
glares comprometidos en aquellas disputas: solo con
ia recepción de la bula publicada en la capital del
mundo cristiano á 28 de agosto de 1774, aplacó el
principe de la Paz el justo enojo del Sumo Pontífice
y del rey de España , libertando á prelados ilustres
y á virtuosos sacerdotes de las cavilosas pesquisas de
la curia romana , y conservando á empleados bene-
méritos el goce de sus destinos. Por via de consalta,
y cuando PoKugal era un obstáculo para la paz de
Europa , pro|mso que España interviniera corea de
aquella corte, siendo la Francia auxiliar suya; y si
á pesar de nuestros buenos oficios no cerraba sus
puertos á Inglaterra, invadiriaipos su territorio, sin
gravar á los pueblos , ni acudir á empréstitos omi-
nosos , por bailarse directamente interesados los
cabildos en aprontar los recursos pecaniarios, indis-
pensables para dar cima á tamaña empresa. Convino
Carlos IV en aquel proyecto, encargando de su de-
cucion al príncipe ae la Paz, como predilecto depo-
sitario de su real confianza.
Fuera fatigoso eñ demasía , al par que inútil de
todo punto, detallar uno por uno los sucesos acaeci-
dos de 1801 á 1808, desde la campaña de Portugal,
en que alcanzaron las tropas españolas brillantes y*
rápidos triunfos á Jas órdenes del valido del monarca,
basta su caída en uno de los sitios reates. Nadie if-
ñora sus ruidosos sucesos, y á nuestro pronómo
solo cuiD][^Vc ab^tCAX en (lobo su espíritu y la
179
clon respectiva de las persogas que en ellos intervi-
niet*aii, Irazaiido con mas vivos colores la figura del
principe de la Paz, en esc cuadro de composición di-
ticil Y complicada.
Había tendido Bonaparte sobre su bufete el mapa
de Europa, transformándole en tablero de ajedrec
j dividiendo sus naciones en otras tantas casillas:
movia A su antojo las pie/as, y las divisiones que hoy
le proporcionaban medios para sus combinaciones»
servían mañana de blanco» sus irresistibles ataques:
no de otro modo podía ser arbitro de la diplomacia
del continente: solo estrechando de continuo á al-
guna potencia le era dado prolongar el éxito de
•aquella partida, en que se atravesaban ricos impe-
rios*. También le estaba reservada alli á España su cor-
respondiente casilla, y por su colocación parecía á pro-
pósito para combinar el juego de una manera venta-
josa, mientras no le lleg«-)ra el turnode estaren jaque*
Al frente del gobierno, con un carácter indefini-
ble y en posición cscéntrica, se hallaba el principe de
la Paz por aquellos días : no manejaba á su albedrio
los negocios: caía sobre su cabeza toda la responsabi-
lidad de los sucesos: siempre en lucha con elementos
contrarios, en medio de terribles escpllos, y fuerte-
mente asido al timón, dirigía la nave del Estado con
vacilante curso para enderezarla á seguro puerto.
Muy distantes nosotros de convenir con los que
suponen al principe de la Paz notable por su in-
dolencia y por su ignorancia: persuadidos de que es-
cedia en solicitad y en talento á casi «todos sus su-
cesores en el mando hasta la época presente; si nos
viéramos en el compromiso de establecer un paralelo
•entre su capacidad j la del hombre do las batallas^
nos limitaríamos á comparar un grano de arena con
la prodigiosa cordiUera de los Andes.
480
Scnüidas oslas premisas , natural parece que iio
llovára Espíiña la mayor parte en sus negociaciones
il i ploma ti cas con el emperador de los franceses. A
menudo, cuando este explica un deseo, se niega ;i
cumplirlo el generalísimo de los ejércitos españoles:
se opone asimismo otras veces á lo que exige aquella
voluntad de hierro: cede cuando conjetura que pue-
(le hacerlo sin ('esdoro: si vibra en sus oidos la
umeiiazá se apresta á la lucha con singular dcniíede.
Ñapo eon sabe dorar las exigencias con el barniz
del ruego, que nunca envilece <il poderoso: conoce
el flaco de la cérte de España^ y la adormece cou
halagüeñas contem|)laciones: hábil en aprovecharse
del entusiasmo producido aquende el Plrifieo por la
relación desús hazañas, y del prestigio de aquel
entusiasmo engendro, no perdona manera de enla-
zar con mas estrechos vincn'os el destino de nues-
tra monarquía á la del imperio , que ianda bajo su
formidable planta. Envuelto el príncipe de la Pai
en tan entretejidas redes, si consigue romper su
menuda malla á impulsos de acrisolado patriotismo,
se enreda en nuevos lazos, porque estallan discordias
intestinas hasta en el recinto del alcázar regio; y si so-
licita con vÍYas4nstancias su retiro, para gemir á so-
las el infortunio de su priiria., ya que se rehusa el
único medio que á la salvación abre camino, su
entrañable adhesión á Carlos lY, su gratitud y leal-
tad de sentimientos, le amarran irrevocablemente
al pie del trono de Castilla.
Árida senda de abrojos cruzaba el principo de
• la Paz en los últimos años de su preponderancia. Na-
poleón se habia escedido con sus exigencias hasta el
estremo de ser preciso que España lanzara sobre él
sus huestes y. volviera por su decoro, ó sucumbiera
K^on gloria. Carlos IV quería ¿todo trance .conservar
tsr
la paz á sus pueblos. Detrás del prnc^pe de Astu-
rias se habiaii hecho fuertes los enemigos del prin-
cipe de la Paz, ya numerosos por entonces. Asi se
explica la famosa proclama del 6 de octubre de 1806
llamatido á los españoles á las armas; y la felicita-
ción dirigida á los pocos dias al emperador de los
franceses por sus pasmosos triunfos; y los sucesos
del Escoria!, sobre los que no diremos una soIh
palabra, porque á toda costa querríamos borrar dr
nuestros anales tan escandalosas escenas.
' Desde el ir\^tante en que el principe de la Vnz,
convencido de que li hidniguia castellana lidiaría
siempre de ut«a manera desventajosa con el artificio-
4Íel emperador de los franceses, quiso con gran cor-
dura demandarle cuenta de sus desafueros en los
<'ampos de batalla: desde el dia en que no pudo in-
<-Iinar el ánimo del venerable monarca español á se-
;,^uir su juicioso consejo, ninguna parle debia haber
lomado en los negocios públicos: victima de la leal-
tad hizo á su soberano un sacrificio costoso, por el
cual ha recogido larga cosecha de amarguras. Aquel,
preludio de la heroica lucha do la independencia
hubiera precavido acaso grandes trastornos, si bien
la ocasión era prematura , porque pocos penetr^^ban
entonces que los designios de Napoleón propendían á.
extinguir do ios solios de Europa la antigua raza
de los Borbones. *
Y aqui conviene mencionar un hecho de suma
importancia. Mientras vivia la esposa del príncipe
de Asturias, tos enemigos del principe de la Paz se
mostraban propicios á la Inglaterra, y eo que Nh-
poleon no había ostentado hasta enlonces designios
hostiles contra España. Viudo el principe de Astu-
I ¡as, los enemigos del príncipe do la Paz hacian d<*>
pender el triunfo de su causa del matrimonio del
182
heredero da la corui a coa uaít priuccsa de [a fami-
lia del emperador de los franceses, y eso cuando
éste había ya usado con nuestra corte el len{;uaje
déla amciiaxa. Si esto no bascase para deoioslrar
t|ue en lo» cavernosos manejos de aquella falange
no se tenia por norte el bien de la nación española,
lo confirmaría el deshonroso pape) que hicieron sus
jefes y directores, mientras que ios nijos de España
se batían á muerte con las legiones imperiales en
hs gargantas del Bruch en las llanuras de Bailen, j
tras las débiles tapias de Zaragoza y de Gerona.
En el tratado de Fontainebleau , al cual hubo de
someterse España como una necesidad imprescindi-
ble según el estado á que habían llegado los nega-
dos, se le brifidaba al príncipe de la Paz con la so-
beranía de los Algarbcs. Después de creer nosotros
uc nada hubiera perdido España con la realización
e semejante proyecto , todavía nos parece absurdo
i[ue elpríncipe de la Paz tuviese íé en las promesas del
«fue tant.'is veces las había quebrantado, é inverosi-
m¡l .que ambicionase aquel trono. Sin faltar á la
dignidad de la historia, no se p*uedc admitir ni por
on sola momento la especie de que el principe de 1 1
Paz abrigase el pensamiento tan ruin como irrea-
lizable de usurpar al principe de Asturias sus legí-
timos derechos. Había, si, querido completar sitins-
tniccion, solicitando del buen Garlos Iv le permi-
tiese viajar por Europa, y oponiéndose á su tempra-
no matiímonio, que destruía para siempre tan bien
meditados planes: esto hubo de dar margen á qae
sus enemigos forjaran contra su persona armaü de
tan mal temple.
A consecuencia del tratado de Fontainebleau
cruzaban el Yidasoa ej]§rcitos franceses á principios
de 1808: en vez de marchar via recta á Portugal,
j
183
se hariaii iliiorio» con malas striet^ <1d nuc*h(raH plazaí^
y rAHtillos: ovidentemenle so iban á urrojnr la»
iíguihift del imperio sobro el león do Espafta. Mas
previsor que nadie el prineino de la Paz» queria
aminornr el peligro, y combinaba la traslación de
la corte, (i |.i isla Gaditana con sustituir al ffobierno
de los vire^es en América el de los infantes de Espa-
ña, autorizándolos el titulo de príncipe» regente». Un
motin, que sea dicho de paso, abona otros muchoH<
motines de ¿pocas posteriores, contra los cuales,
truenan de continuo en la tribuna nuestros legis-
ladores y ministros, vino á dar al traste con aquel
excelente proyecto y á arrancar la corona de las
venerables sienes de un anciano.
( Congojosa fii6 la situación de don Manuel Go-
doy por espacio de treinta y seis largas horas, desde
la noche del 17 de marzo 'hasta la mañana del 19,
en que descubriéndose i un artillero al descender
del desván en que se hallaba escondido, y no entre
un rollo de esteras como hasta la saciedad se ha
propalado, aquel saltó á la escalera y pronunció el
nombre de Godoy con voz pasmada. Entonces el que
dos dias antes pudo causar la ruina de sus enemi-
gos, bajó á sus desmantelados aposentos y observó
entre los que los poblaban toda clase de impresio-
nes : en una el reepeto , la ofuBcncion en otro» , la
rnemi»tad en foco» , la vomva»ion en mw ho» , la tn-
decieion en toao». Acaso hania recursos todavía para
libertar al desventurado Godoy del Turor de la |)le-
be ; pero cundía por fuera la noticia de haber sido
encontrado , y se agolpaba la muchedumbre á bs
puertas de su casa, pidiendo su muerte con desafo-
rados y soeces gritos. Un piquete de Guardias de
ilorps, entre los cuales contana (io(l(»y poros ami-
gos , si bien todos eran generosos como cumplidos
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caballero», le Kbró de sogora luucrle, fornuimiAfc
moralla i;oh mis hidalgos pccboc. Á pe^r de lo** es-
fuerzos de aquellos iloslres milkares, fué muchas
▼cees malí ratado el infeliz á quien protegian, reci-
hiendo una iielígrusa herida sobre el ojo derecho de
resultas de una pedrada. Por fin, asido á losaizones
de las silla» de los caballos pudo llegar al cuarlcl
de Guardias ; allí sa primer conato fue aplacar la
calentura de la bcd, la peor de todas» la wuu aguda,
la wuis punzante; $fd que no deutiha al ma» encami-
sado de síu enemigos.
Sabemos de boca de uno de los caballeros guar-
dias que en tan aciago dia custodiaban á Godo?,
postrado en triste lecho, que al percibir las vocfs
del tumulto suscitado por la tarde 9 so prctesto do
haber aparecido junto al cuartel de Guardias un
coche de colleras, preguntó sin alterarse : — *'*¿qué
gritan esas gentes?» — Aclaman á Femando Vli« le
contestó Ci centin'^'a, ocultándole prudente que con
ta*es %ivas se mezclaban mueras á su persona. — '
* 'Mucho le dure — repuso Godoj, y desde entonces no
voIyíó á desp egar sus labios.» Mucho le dure; frase
elocuente v en exiremo conceptuosa ; si se referia
á las circunstancias del momento, acusaba de ilusos
á los que presumían , y por desgracia no eran po-
cos , que ascendido al trono Fernando Vil, gozaría
pacificamente de su adquisición, irregular por lo
prematura y por los abominables alborotos que la
acompañaron , á la vista del emperador de los fran-
ceses: si se referia á lo futuro, si indicaba que aquel
monarca tan deseado habría de enajenarse muY
pronto el cariño de sus poeb.os , no bien gobernase
á sus anchuras, aquella frase t« nia mucho de pro-
fecia.
Kcstablecido Godov <Je su herida v trasladado al
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castillo de VillaviciosB , donde ni aan tuvo ropa
para mudarse, pisó á Gnes de abril el pais extran-
jero, en que poco después se hizo aquel juego de
cubiletes con la corona de dos mundos: farsa indig-
na del capitán orlado con la aureola de las Pirámi-
des y de Marengo, y contra la que nada pudo el
que babia dejado de ser generalísimo y almirante de
España.
Inmensa sórie de pesares le babia reservado el
cielo. Condenado ante todo i ser espectador pasivo
de los triunfos de sus compatriotas, tenia el des-
consuelo de no ser partícipe de sus peligros y <}e sus
laureles. Desventurado peregrino, seguia después
por estraños países la huella de sus reyes y seño-
res, que partían con su leal y constante amigo el
amargo pan del destierro. Mustio y dolorido asistía
mas tarde al lecho de muerte de los que le colma-
ran de distinciones , y gomia sobre sus tumbas ar-
rastrado por la Providencia á la vejez y al desam-
paro. Mucho le engrandece y le sublima á nuestros
ojos ese cruel martirio, que ha sobrellevado con la
lieróica resignación de un grande hombre: mil ve-
ces mas que lo ilustre de su cuna y que los títulos
debidos á la munificencia de sus reyes, le ensalz»
sin duda esa pobreza honorítica v santa en que le ha
sumido un ailo y otro la ignominiosa ingratitud de
los hombres , y la probervíal honradez del que,
dueño de fabulosos caudales , se había afincado en
su querida Espafva sin poner á salvo un solo real en
los Bancos de Europa ; conducta doblemente digna
de encomio por la triste circunstancia de contar
bien pocos imitadores. De seguro se requiere gran^
de elevación de espíritu para sobrevivir á tan ater-
radoras y prolijas vicisitudes, zumbando siempre
en torno del pobre emigrado el penetrantet^ullído
186
lie la calumnia , y permaneciendo mudo como lo^
sepulcros de sus bienhechores, á quienes babia he-
cho solemne promesa de no dar á luz sus memorias
hasta un plazo indefinido , antes di>l cual pareci«i
nalural que le sorprendiese su hora postrera.
Habiluados desde la mas tierna infancia á oir de
boca de nuestros padres cuan apacibles y venturo-
sos se deslizaban los días del reinado de Garlos IV,
é inclinándonos después un irresistible instinto al
estudio de la historia , averiguamos con efecto que
á la sazón no se hallaba devorado el pais por la car-
coma de los partidos políticos ó banderías , causa
única de los duelos y quebrantos posteriores: babia
pureza en el manejo de los fondos públicos y se cu-
brían con escrupulosa religiosidad todas las necesi-
dades del Estado : aun no se pensaba en ensayar el
inicuo sistema , después en tanta boga, de estable-
cer leyes excepcionales: se desconocía la san» dr
las persecuciones en masa y en detalle, contra las
personas y contra los partidos: nadie era juzgada
sino por sus naturales jueces : muchos españoles
vivían entonces lejos del suelo patrio , no en ver-
dad I orosos y proscriptos , sino ocupados en viajes
cieiitílicos, ó llevando con Balmis por toda la re-
dondez del globo el benéfico invento de la vacuna:
si ocurría algún desorden dentro de la monarquía,
al punto brotaban de los augustos labios del rey pa-
labras de per ion y de clemencia : se introducían
mejoras en todos los ramos del •gobierno, y en b
elección de individuos para el desempeño de los
cargos públicos se tenia el mérito por la mas aten-
dible de las recomendaciones en todas las carreras:
nunca gozó de tanto influjo como entonces la aris-
tocracia del talento : jamás se dispensó tan franco y
liberal patrocinio á las ciencias y á las artes. De
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ello dan tesiiiDoiilfolas lexcelentes y numerosas obras
publicadas y el largo catálogo de hombres ilustres*
<]ue fueron hotira y prez de aquella época y vivea
4!n la fBcmoria &e todos los españoles. Dicese por
tilgunos , i|ue lan insignes varones se babian forma-
do en Ya escuela del anterior reinado : en nuestro
sentir, el t)iie derrama la simiente y el que la cul*-
ti va afanoso para que no se malogre el fruto , al-
canzan igtiales merecimientos. Hay mas: si aquella»
fúlgidas lumbreras de la ilustración babian adquiri-
do sü brillo durante el paternal reinado de Gar-
los III> sin incurrir en una conlraüccion enormCt
no se puede desconocer que tantas celebridades como
resplandecieron en las Corles de G-^diz , y en las
campadas de la independencia , v en las cátedras de
las universidades y cole«:ios donde se ha prolongado
su próvida enseñanza hasta ahora , bebieron en las
fuentes de la sabiduría mientras ocupaba el trono de
España Carlos lY. Tupida venda cubre los ojos del
que no comprenda cuánta razón les asiste á nuestros
padres para recordar aquellos tiempos como la mi'-
moria de un bien perdido.
Causábanos estrañeza ver confirmado en las his-
torias todo lo que habíamos oido de sus respetables
labios con infantil embeleso, mientras á renglón
seguido atribuian todos los desastres de España á
don Manuel Godoy, que casi sin intermisión habia
gobernado sus destinos todo el tiempo que ciñera la
corona aquel monarca , cuyo reinado les inspiraba
tan sinceros encomios ; y fluctuábamos entre dudas
y perplejidades sin hallar de pronto solución al en-
marañado problema, cuya fórmula es la siguiente:
(* A Carlos IV somos deudores de sabias reformas y
de copiosos beneficios. Godoy , su valido, es el
único autor de nuestros males.» Sin embargo , este
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«»robleinff se resuelve de uua manera muy seiicilln,
i^romoviciido el principe de la Paz sin tregua > sin
descanso la reforma de los abusos y el nrogreso de
las luces , mostrándose siempre propicio á brindar
protección á todo el aue se distinguid en las artes y
eo la literatura , en la industria ^ en el comercio,
repognándolc la aspereza del castigo hasta para sos
mas sañudos adversarios , tenia contra si el origen
de su encumbramiento. Celoso por el honor nacio-
nal, ▼ en perpetua lucha con las e&igencras dfl em-
perador de los franceses, se vino encima de España
el nublado de sus numerosas falanges , y natural-
mente habia de conjurarse la opinión púnliea ceñ-
irá el que se hallaba á la cabeza del territorio inva-
dido : y el crédito del principe de h Pa/. sucumbía
de esle modo al terrible peso de las circunstancias
En suma , si la flaqueza humana no se albergase
bajóla púrpura de los revés; si la revolución fran-
cesa no hubiese abortado de sus ruinas un gigante
ue estremecía á la Europa solo con un movimienlo
e sus ojos , Gódoy seria colocado por yeto unáni-
me en primera linea éntrelos ministros españoles.
Ya encanecido y tembloroso por los años j por
las desgracias, ha publicado sus interesantes. naemo-
rias uleal á su palabra, aun nos serian desconocidas
si Fernando Vil no reposase en el regio panteón de
sus progenitores. Antes de su lectura tentamos for-
mado el juicio que hemos estampado sobre la época
de su gobierno: de todos modos hubiéramos con-
súltalo á menudo ei testo de sus memorias por la
copia de datos y documentos que las sirven de base,
porque nadie ha desmentido los hechos que allí se
consignan, y porque la voz de un anciano que as-
pira solo á restaurar su honra y el lustre de su pa-
tria, á la hora en que se balancea su débil cuerpo
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«1 borde del sepulcro, es para nosotros evangélica
y sublime. De no haber comprandido asi al princi-
pe de la Paz « desentrañando la verdad histórica de
la urdimbre de calumnias en que se ha envuelto sn
nombre , nada hubiéramos escrito de su persona por
no acibarar con mas veneno las últimas horas de
su existpnria , por no lastimar su oído con nuevas
«icusacioiK^!*.
Cuando las generaciones venideras lean en las
crónicas el desastroso fin de don Alvaro de Luna,
decretado por don Juan II , que con sus esp-óndi-
das mercedes acaso no había llegado á equilibrar
los eminentes servicios de aquel gran maestre do
Santiago, v Jo comparen con ese entrañable cariño
de Carlos ÍV destronado A su antiguo gcneraüsimo
y almirante, culpándose á si propio del infortunio
de aquel á quien babia levantado de la nada, encon-
trarán sin durla asunto de serias meditaciones en un
«ejemplo á que en vano buscarían equivalente en
tas historias.
Diversas veces han insertado los periódicos de la
t^órle la noticia de que al príncipe de la Paz se le ha-
bian devuelto sus bienes; y todos lo han leido, no
«olo sin estrañeza, sino con el sentimiento satisfacto-
rio que escita 1a anulación de una medida arbitraria.
Hasta se ha llegado á anunciar su Tenida á Mdidrid, y
muchos acuiiian al sitio donde se suponía que moraba,
ansioso de verle, ¿ impelidos por una curiosidad
análoga á la que anima al viajero en presencia de
un monumento sobre cuyos escombros estudia los
misterios de antiguas edades. En muchas ocasiones
se ha mandado activar el proceso abierto al principe
de la Paz en la primavera de 1808 con el embargo
de sus propiedades: nunca se ha podido avanzar un
paso en ese incalificable espediente : por último, en
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1810 ha iec}»rjt¿o el Tribu»»! supremo que no balb
méritos niéalos^ ni manera hábil de comuníearim-
Ealsosá tan eslrepitosa causa: procedía, pues» el so-
resemíento; j si aun no se ba fallado, es de espe-
rar c|ae )a flor y nata de la magistratura española
enmiende en fin tamaña injusticia. Entonces dK>a Ma-
nuel Godoy» AWarez de Faria, dejaría de deber su
sustento á la limosna que con benévola manóle repar-
te Luis Felipe; vendría á morir en el seno de su que-
rida patria, por ta que suspira muy cerca de diez lus-
tros; y ios contemporáneos de esta medida repara-
dora saludarian en señal de respeto las canas del des-
valido anciano, asi como los contemporáneos desa
poderlo hacian profundas reverencias delante de las
cruces de sus bandas, y de los bordados de sus uni-
formes en solicitud de mercedes.
Fin be la primera serie.
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