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Full text of ""Hasta lo ultimo de la tierra" : Allen Gardiner y las misiones en Patagonia"

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"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


y    f  m 

ARNOLDO  CANCLI1VI 


"HASTA  LO  ULTIMO 
DE  LA  TIERRA" 

ALLEN  GARDINER 
Y  LAS  MISIONES  EN  PATAGONIA 


EDITORIAL  "LA  AURORA" 
CORRIENTES  728.  BUENOS  AIRES 


CASA  UNIDA  DE  PUBLICACIONES 
APARTADO  97  BIS.  MEXICO  D.  F. 


La  figura  de  la  rapa  reproduce  un  dibujo  del  Capitán  Parker 
Snow  sobre  la  primera  visita  del  "Alien  Gardiner"  a  la  Bahía  de 
Wulaia.  (Cap.  I,  3»  pane.) 


Queda  hecho  el  depósiru 
que  previene  la  ley  11.723. 


\ 


IMPRESO  EN  LA  ARGENTINA 

PRINTED  IN  ARGENTINA 


PROLOGO 


Creemos  que,  al  dar  conocer  este  trabajo,  cumplimos  con  el 
deber  de  llenar  un  grave  vacío.  No  hay  aún  en  castellano  una 
obra  que  relate  en  su  totalidad  la  vida  del  gran  siervo  de  Dios 
que  fué  Alien  F.  Gardiner  y,  menos  aun,  el  heroísmo  y  la 
laboriosidad  de  sus  continuadores  en  Tierra  del  Fuego  y  la 
Patagonia. 

Sería  errado  decir  que  no  se  haya  escrito  absolutamente 
nada  al  respecto.  Existen  dos  pequeños  folletos  que  presentan 
un  resumen  de  la  vida  de  Gardiner,  publicado  el  uno  hace  años 
en  Madrid  y  el  otro,  más  reciente,  en  Buenos  Aires.  Además 
debe  citarse  la  parte  que  el  doctor  Armando  Braun  Menéndez 
dedica  a  los  esfuerzos  misioneros,  especialmente  en  su  "Pequeña 
Historia  Fueguina''',  trabajo  que  tiene  el  mérito  de  haber  sido 
el  primero  en  ordenar  y  dar  a  conocer  a  nuestro  piiblico  buena 
parte  de  los  materiales  existentes  en  inglés  sobre  la  historia  que 
es  el  tema  de  estas  páginas.  Igualmente,  entre  la  gran  cantidad 
de  obras  que  se  han  escrito  sobre  la  Patagonia,  se  encuentran 
referencias  y  datos  aislados  sobre  la  misión,  inexactos  o  confusos 
en  una  gran  proporción.  Pero,  en  general,  se  suele  callar  la 
labor  realizada  por  Gardiner  y  sus  sucesores;  aun  nos  atrevemos 
a  decir  que,  al  impulso  de  intereses  creados,  ciertos  autores  hacen 
un  deliberado  silencio  sobre  tan  fundamental  aspecto  de  la 
historia  patagónica.  Esta  situación  ha  hecho  que  actualmente, 
en  nuestro  país,  los  nombres  de  Gardiner,  Stirling,  Schmidt, 
Bridges  y  los  demás  héroes  de  este  relato  residten  absolutamente 
desconocidos. 

Una  tras  otra  han  ido  apareciendo  en  nuestro  idioma,  extensas 
y  documentadas  biografías  de  los  pioneers  del  Evangelio  en 
estas  tierras.  El  nombre  de  Gardiner  y  sus  continuadores  es 


c 


PROLOGO 


hoy  quizá  el  único  ausente  de  esa  lista.  Más  aun,  de  la  gran 
obra  realizada  por  los  sucesores  del  -fundador  de  la  Sociedad 
Misionera  de  Sud  América  en  las  tierras  australes  no  existe 
tampoco  una  historia  completa  en  inglés  o  en  cualquier  otro 
idioma.  Todo  ello  nos  hizo  pensar  que  era  nuestro  deber  de 
evangélicos  y  argentinos  el  llenar  ese  claro. 

Como  evangélicos ,  porque  al  ser  amantes  de  la  obra  misionera 
en  todo  el  mundo  y  sentir  el  deseo  de  hacerla  conocer  a  nuestro 
pueblo,  creemos  lógico  hacerlo  primeramente  con  los  que 
lucharon  en  nuestro  país.  Como  argentinos,  porque  debemos 
reconocimiento  a  aquellos  que  lo  dejaron  todo  por  traer  a  estas 
regiones  el  Mensaje  de  paz  y  de  amor  y  entregaron  así  a  nuestra 
patria  un  cúnnúo  de  cristianos  fieles  y  de  ciudadanos  titiles, 
junto  con  una  zona  de  su  suelo,  pacificada  y  próspera. 

Diversos  acontecimientos  han  puesto  a  nuestras  tierras  del 
Sur  en  un  primer  plano  en  el  interés  público  y  ello  acrecienta 
la  urgencia  del  estudio  de  ¡a  gloriosa  historia  del  Evangelio  en 
esas  regiones.  Además,  la  proximidad  del  6  de  septiembre  de  /pj/, 
cuando  se  cumplirá  el  centenario  de  la  muerte  de  Alien  Gardiner, 
dará  a  este  libro  el  sentido  de  un  justiciero  aunque  tardío 
homenaje,  que  los  argentinos  rendiremos  al  primero  de  los  que 
dieron  sus  vidas  por  rescatar  las  almas  de  nuestro  pueblo. 

Al  abrir  las  páginas  de  este  libro,  el  lector  las  encontrará 
divididas  en  varias  partes. 

La  primera  tiene  simple  carácter  de  introducción:  una 
introducción  de  carácter  geográfico  en  primer  término,  para 
que  sea  vías  fácil  comprender  los  hechos  al  poder  ubicarlos  en 
su  escenario  natural  y  luego  una  introducción  de  orden  histórico, 
basada  en  especial  en  ciertos  hechos  que  guardan  una  relación 
íntima  con  los  que  constituyen  nuestro  tema  fundamental. 

Las  dos  partes  que  siguen  ocupan  la  casi  totalidad  del  libro. 

La  segunda  es,  exclusivamente,  la  biografía  de  Alien  Gardiner, 
que  concibió,  preparó  y  comenzó  la  labor  misionera  en  nuestro 
Sur.  Viéndonos  competidos  a  no  recargar  esta  parte  de  nuestro 
relato,  nos  hemos  ocupado  primor  di  almente  de  la  labor  des- 


PROLOGO 


7 


arrollada  por  él  en  ¡os  países  sudamericanos,  lo  que  nos  obliga 
a  dar  del  resto  de  su  vida  una  visión  algo  más  rápida. 

La  historia  de  este  hombre,  en  quien  el  espíritu  prevalecía 
sobre  la  materia  en  forma  tan  extraordinaria,  será  un  mensaje 
para  todos;  la  descripción  del  pasado  de  estos  países  permitirá 
aumentar  conocimientos  de  orden  histórico  y  la  gloriosa  lección 
de  su  muerte  servirá  como  inspiración  y  consuelo  a  quienes 
conozcan  la  verdad  del  Evangelio  y  como  demostración  de  su 
poder  a  quienes  no  la  conozcan. 

La  tercera  parte  es  la  historia  de  la  misión  en  Tierra  del 
Fuego.  Hemos  dedicado  además  dos  capítulos  a  la  Fatagonia, 
por  la  indestructible  relación  existente  entre  ambos  campos  de 
labor.  Se  reivindican  aquí  nombres  injustamente  olvidados  de 
siervos  de  Dios  que  dieron  su  vida  por  amor  a  nuestro  país. 
Se  podrá  leer  en  esas  páginas,  no  sólo  una  historia  llena  de  tesón 
y  de  heroísmo,  sino  que  también  será  dable  conocer  los  primeros 
pasos  de  la  instalación  de  miestra  soberanía  en  esas  regiones 
entonces  inhospitalarias,  que  habían  sido  abiertas  a  aquélla  por 
el  esfuerzo  de  los  misioneros. 

En  el  núcleo  de  apéndices  que  cierran  el  libro,  hemos  colo- 
cado diversos  grupos  de  documentos.  Lo  más  importante  es, 
quizá,  lo  que  se  agrupa  en  el  cuarto  y  el  quinto,  referentes  a  la 
instalación  del  gobierno  argentino  en  Ushuaia  y  a  las  opiniones 
de  distintas  personalidades,  que  desvirtúan  en  absoluto  ciertas 
versiones  tan  gratuitas  como  infundadas,  que  comenzaron  a 
circular  hace  muchos  años  y  que  aun  no  han  desaparecido 
completamente,  a  pesar  de  que  ningún  autor  serio  las  haya  reco- 
gido, sobre  desavenencias  con  el  gobierno  nacional,  nulidad  del 
trabajo  realizado,  etc. 

En  un  trabajo  de  esta  índole,  la  referencia  a  las  fuentes 
empleadas  es  un  detalle  fundamental.  La  falta  de  materiales 
y  la  extrema  dificultad  para  conseguir  otros  han  sido  grandes 
trabas,  pero  finalmente  hemos  conseguido  superarlas,  después 
de  estudiar  prácticamente  la  totalidad  de  los  libros  y  demás 
publicaciones  que  se  refieren,  de  una  manera  u  otra,  a  nuestro 
tema.  Un  viaje  realizado  a  Tierra  del  Fuego  y  el  contacto  con 


8 


PROLOGO 


varios  descendientes  de  los  últimos  misioneros  nos  permitieron 
obtener  ciertos  datos  y  aclarar  determinados  problemas,  que  de 
otra  manera  hubieran  permanecido  oscuros  o  confusos. 

Hemos  insertado  al  final  la  lista  de  las  obras  consultadas.  En 
realidad,  esta  lista  debiera  ser  mucho  más  amplia,  pero  la  hemos 
reducido  a  lo  indispensable,  ya  que  luego  de  estudiar  todas  las 
obras  sobre  Tierra  del  Fuego  que  nos  ha  sido  posible  obtener 
en  diversas  bibliotecas  públicas  y  privadas,  hemos  colocado  en 
la  bibliografía  sólo  aquellas  que  han  aportado  o  corroborado 
los  datos  que  aparecen  en  este  libro. 

Es  nuestro  deber  en  este  punto  expresar  nuestro  agradeci- 
miento a  quienes  nos  proporcionaron  alguna  ayuda  para  hacer 
factible  nuestra  labor.  En  especial,  debemos  mencionar,  a  tres 
personas:  el  doctor  Armando  Braun  Menéndez,  poseedor  de 
una  notable  ''Biblioteca  patagónica" ,  que  puso  a  nuestra  dispo- 
sición; el  señor  Arturo  Eider,  misionero  en  China,  que  recopiló 
en  Inglaterra  los  datos  que  sirvieron  de  base  al  último  capítulo; 
y  el  señor  Guillermo  Bridges,  hijo  del  adalid  de  la  misión  en 
Ushuaia,  que  con  su  hospitalidad  y  las  informaciones  facilitadas 
en  Harberton,  Tierra  del  Fuego,  nos  permitió  incluir  aquí 
muchos  elementos  aun  inéditos. 

La  finalidad  que  nos  ha  movido  ya  ha  sido  expresada  al 
principio.  Es  nuestro  deseo,  pues,  que  este  trabajo  sirva  para 
dar  a  conocer  una  página  olvidada  de  nuestra  historia,  para 
honrar  la  memoria  de  los  mártires  y  los  pioneers  que  se  sacri- 
ficaron por  nuestro  Sur,  por  ir  "hasta  lo  último  de  la  tierra" ', 
para  inspirar  especialmente  en  la  juventud  el  deseo  de  ser  más 
fieles  y  consagrados  a  Cristo  y  para  colaborar  en  el  engrande- 
cimiento del  Reino  de  Dios,  a  quien  queremos  que  sea  dada  así 
toda  la  honra  y  la  gloria. 

El  Autor. 


CONTENIDO 


PROLOGO  

PRIMERA  PARTE:  Introducción. 

Capítulo  I.   Tierra  del  Fuego  y  sus  habitantes. 

Descripción  general.  Regiones  naturales.  Fauna  y  Flora.  Clima. 

Razas  indígenas.  Costumbres  de  los  yaganes   

Capítulo  II.  Fitz  Roy  y  la  primera  tentativa  misionera  en  Tierra 
del  Fuego  (1830-1834). 

Fitz  Roy  y  el  Beagle.  Cuatro  rehenes  indígenas  llevados  a 
Inglaterra.  Regreso.  Dejados  con  el  misionero  Matthews.  Fra- 
caso de  la  tentativa   

SEGUNDA  PARTE:  Biografía  de  Allen  F.  Gardiner 

Capítulo  I.   Dos  vocaciones  diferentes  (1794-1834). 

Primeros  años.  Vocación  de  marino.  Conversión.  Fallecimien- 
to de  la  esposa.  Vocación  misionera   

Capítulo  II.   Ministerio  en  Sud  Africa  (1834-1837). 

Viaie  en  busca  de  zulúes.  Entrevista  con  Dingarn.  Maestro  en 
Port  Natal.  Viajes  a  Inglaterra.  Francisco  Owen.  Entre  los 
indígenas.  Guerra  de  los  zulúes  y  los  boers.  Retirada  de 
Grahamstown   

Capítulo  III.   Entre  los  indios  de  Chile  (1838-1839). 

Situación  en  Buenos  Aires  y  Mendoza.  Los  gauchos.  Venta 
de  Biblias.  Los  indígenas  del  Bío-Bío.  Los  fuertes  de  Arauco. 
Fracaso  en  el  lago  Raneo  y  en  Queule   

Capítulo  IV.    En  Fapúa,  Chiloé  y  Magallanes  (1839-1843). 

Intento  de  obtener  permiso  para  radicarse  en  Papúa.  Fracaso. 
Otra  vez  en  Chile.  El  fraile  Manuel.  Fracaso  en  Chiloé.  El 
"adiós  a  Chile".  En  las  Malvinas.  Indios  fueguinos.  Encuentro 
amistoso  con  los  jefes  San  León  y  Wissale.  Viaje  a  Ingla- 
terra  ,  

Capítulo  V.  Vendiendo  Biblias  en  la  Argentina  (1843-1844). 

Situación  bélica  en  el  Río  de  la  Plata.  Viaje  a  Córdoba  v  San- 
tiago del  Estero.  Venta  de  libros  en  Santiago  y  Tucumán. 
Diversas  experiencias.  Regreso  a  Inglaterra   


Capítulo  VI.    Segundo  viaje  a  Magallanes  (1844-1845). 

Fundación  y  organización  de  la  Sociedad  Misionera  de  la  Pa- 
tagonia.  Roberto  Hunt.  En  Puerto  Oazy.  Mariano  y  Cruz. 
Hostilidad  de  Wissale.  El  padre  Domingo.  Partida  de  Ma- 
gallanes   57 

Capítulo  VIL   En  Bolivia  (1845-1847). 

Gardiner  resuelto  a  continuar  adelante.  Federico  González. 
Viaje  a  Bolivia.  Ayuda  del  general  O'Connor,  el  gobernador 
Estensoro  y  el  diputado  Carrizo.  Visita  a  los  indios.  Traslado 
a  Chuquisaca.  Entrevista  favorable  con  el  presidente.  Regre- 
so a  Inglaterra.  Abandono  de  la  empresa   61 

Capítulo  VIII.   Primer  viaje  a  Tierra  del  Fuego  (1848). 

Provecto  para  una  misión  en  Tierra  del  Fuego.  Propaganda. 
La  isla  de  los  Estados.  Grandes  dificultades.  Los  indígenas. 
Regreso    65 

Capítulo  IX.    La  victoria  sobre  la  muerte  (1849-1851). 

Propaganda.  Nuevos  planes.  Ricardo  Williams,  Juan  Maidment 
y  demás  compañeros.  Viaje  a  Picton.  Exploraciones  en  el 
canal.  Radicación  en  Puerto  Español.  Carteles  en  Banncr.  El 
escorbuto  y  el  hambre.  Muerte  de  Badcock.  Poesías  v  ano- 
taciones en  el  diario  de  Gardiner  y  Williams.  Sufrimientos. 
Fe  inquebrantable.  El  fin    68 

Capítulo  X.    El  anuncio  luctuoso  (1851-1852). 

Causas  del  retraso.  Hallazgo  de  los  restos  por  el  John  Davi- 
son  y  el  Dido    91 

TERCERA  PARTE:  La  obra  de  la  misión  en  el  sur  argentino 

Capítulo  I.    Primeros  trabajos  de  la  misión  (1852-1855). 

Impresión  desfavorable  causada  por  la  muerte  de  Gardiner. 
Resolución  de  continuar  el  trabajo.  Opiniones  autorizadas. 
El  Alien  Gardiner.  La  isla  Keppel.  Primer  viaje  a  Tierra  del 
Fuego.  Encuentro  con  Jemmy  Burton    99 

Capítulo  II.    Despard  y  la  obra  en  Keppel  (1856-1859). 

Actitud  de  Snow.  Nuevos  misioneros.  Jemmy  Button  en  Kep- 
pel. Otros  indígenas.  El  trabajo  en  la  isla.  La  masacre  de 
Wulaia    109 

Capítulo  III.  La  obra  bajo  la  dirección  de  Stirling  (1859-1868). 
Stirling  ocupa  el  lugar  de  Despard.  "El  viaje  del  perdón". 
Entierro  de  los  misioneros  asesinados.  Viaje  a  Inglaterra  con 
cuatro  indígenas.  Primeros  bautismos   119 

Capítulo  IV.   El  "Centinela  de  Dios"  en  Ushuaia  (1868-1869). 

Experimento  en  Lauaia.  Stirling  resuelve  radicarse  en  Ushuaia. 

Descripción  del  lugar  y  la  instalación.  Peligros.  Protección 

divina.  Trabajo  y  enseñanza.  El  premio    128 

Capítulo  V.    Primeras  experiencias  entre  los  patagones  (1857-1851). 

Antecedentes.  Ofrecimiento  de  Schmidt.  Primer  viaje.  Juan  F. 

Hunziker.  Segundo  viaje.  Trabajos  lingüísticos   135 


Capítulo  VI.   Establecimientos  en  Santa  Cruz  y  Río  Negro  (1862- 
1897). 

Establecimiento  provisorio  en  el  Santa  Cruz.  Terrible  soledad. 
Entrevistas  con  los  indios.  Patagones.  Viedma,  San  Javier  y 


el  Napostá.  Obra  de  Humble  hasta  su  muerte   142 

Capítulo  VII.   Desarrollo  de  la  obra  en  Ushuaia  (1869-1884). 

Ordenación  y  casamiento  de  Bridges.  Juan  Lawrence,  Santiago 
Lewis  y  Jacobo  Resyek.  Progresos  en  Ushuaia.  Bautismos. 
Nuevos  misioneros.  Ayuda  a  náufragos  y  expedicionarios. 
Bove  y  Martial    153 

Capítulo  VIII.  La  vida  en  una  estación  misionera  (1869-1884). 
El  trabajo.  Incidentes.  La  cuestión  del  comercio.  Educación 
religiosa:  reuniones  diarias,  dominicales  v  especiales.  La  escue- 
la. El  orfanatorio.  Otros  lugares  de  trabajo.  Personalidad  de 
Lawrence  y  Bridges.  Su  obra  y  sus  ideas.  El  diccionario  yagan 
y  las  traducciones  de  las  Escrituras    ....  167 

Capítulo  IX.  Establecimiento  del  gobierno  argentino  (1884-1886). 
Cuestión  de  límites  con  Chile.  El  tratado  de  1881.  La  División 
Expedicionaria  al  Atlántico  Sud.  Amistosas  relaciones  de  mi- 
sioneros y  argentinos.  La  subprefectura.  El  problema  de  la 
bandera.  Dificultades.  Epidemias.  Renuncia  de  Bridges    180 

Capítulo  X.  Ultimos  esfuerzos  de  la  misión  (1887-1916). 

Aspinall  en  Ushuaia.  Nueva  estación  en  Wollaston.  Traslado 
a  Tekenika.  Visita  del  general  Roca.  La  obra  en  Ushuaia, 
Tekenika  y  Keppel.  Extinción  paulatina  de  los  indios.  Cierre 
de  las  estaciones.  Traslado  final  a  Navarino.  Williams  en  Río 
Douglas.  Conclusión    191 

A  MODO  DE  EPILOGO 

Breve  reseña  de  la  obra  de  la  Misión  en  otras  regiones    207 

APENDICES: 

I.   Documentos  sobre  la  muerte  de  Gardiner  y  los  suyos   217 

II.  Instrucciones  a  los  primeros  misioneros    223 

III.  Documentos  relativos  a  la  masacre  de  Wulaia    225 

IV.  Documentos  relativos  a  la  toma  de  posesión  de  Tierra  del 
Fuego  por  el  gobierno  argentino    228 

V.    Juicio  de  distintas  personalidades  sobre  la  misión    236 

VI.   Resumen  del  debate  en  la  Cámara  de  Diputados  sobre  cesión 

de  tierras  a  Bridges   247 

Principales  Obras  Consultadas    253 


» 


Primera  Parte 
INTRODUCCION 


I 


TIERRA  DEL  FUEGO  Y  SUS  HABITANTES 

Descripción  general.  -  Regiones  naturales.  -  Fauna  y  flora.  - 
Clima.  -  Razas  indígenas.  -  Costumbres  de  los  yaganes. 

La  Tierra  del  Fuego  es  un  extenso  y  compacto  archipiélago, 
de  cerca  de  ochenta  mil  kilómetros  cuadrados  de  «tensión, 
que  se  encuentra  al  sudeste  del  Estrecho  de  Magallanes.  Lo 
forman  la  Isla  Grande  o  Tierra  del  Fuego,  propiamente  dicha, 
y  numerosas  otras  islas  ubicadas  al  sur  de  la  primera.  Las  dos 
mayores  son  Hoste  y  Navarino,  separadas  de  aquélla  por  el 
célebre  canal  que  recibe  el  nombre  de  Beagle  y  que  tiene  una 
importancia  fundamental  en  la  historia  misionera.  Entre  las 
demás,  merecen  citarse  las  islas  gemelas  de  Picton,  Nueva  y 
Lennox,  al  este  de  Navarino,  actualmente  en  litigio  entre  la 
Argentina  y  Chile;  la  isla  de  los  Estados,  en  el  extremo  oriental, 
desolada  y  desierta;  los  archipiélagos  Wollaston  y  Hermite, 
que  rematan  el  Cabo  de  Hornos,  también  deshabitados;  las  islas 
Gordon,  Clarence,  y  otras  alrededor  de  Hoste,  que  sería  largo 
e  inútil  enumerar. 

A  pesar  de  la  terrible  fama  que  soporta,  Tierra  del  Fuego 
es  un  país  admirable  por  su  riqueza  y  su  hermosura.  Puede 
decirse  que  la  forman  dos  zonas  distintas  y  separadas  entre  sí, 
casi  completamente,  por  el  lago  Fagnano  o  Cahmi  y  el  Seno 
del  Almirantazgo.  La  que  se  encuentra  al  norte  es  la  más  rica 
y  en  todo  semejante  a  la  Patagonia  Austral,  con  sus  grandes 
estancias  de  ovinos  centralizadas  en  Río  Grande,  del  lado  argen- 
tino, y  en  Bahía  Porvenir,  del  lado  chileno. 

La  otra  parte  es  mucho  más  pobre,  pero  en  cambio  muchí- 
simo más  hermosa.  Es  también  la  que  nos  interesa  más  direc- 
tamente, pues  en  ella  se  desarrolla  la  historia  que  vamos  a  relatar 


16 


ARNOLDO  CANCLIN1 


en  estas  páginas.  De  mucho  menor  extensión,  está  totalmente 
ocupada  por  las  últimas  estribaciones  de  la  Cordillera  de  los 
Andes  que  llegan  desde  el  lago  hasta  la  costa  del  Beagle.  Sólo 
en  pocos  lugares,  como  Ushuaia,  Remolino  y  Harberton,  queda 
una  zona  intermedia  entre  la  montaña  y  el  mar.  En  estos  casos 
se  la  aprovecha,  por  lo  general,  para  la  cría  de  ovejas. 

Sobre  la  cordillera  se  ubica  el  bosque,  desde  una  línea  de 
altura  bien  determinada  hasta  casi  la  orilla.  Estos  bosques  de 
robles  fueguinos,  coihues,  leñaduras,  etc.,  representan  la  prin- 
cipal fuente  de  recursos  de  la  región  y  contribuyen  a  embellecer 
más  el  paisaje. 

La  fauna  de  la  región  es  abundante  pero  no  variada.  Lo 
más  notable  son  las  aves  marinas:  gaviotas,  avutardas,  patos, 
petreles,  shags  (especie  de  cormoranes),  etc.  Abundan  los  lobos 
marinos  y  los  peces.  Los  únicos  mamíferos  silvestres  son  los 
guanacos,  porque  los  zorros  se  han  extinguido  debido  a  la  caza. 

El  clima,  con  ser  riguroso,  no  es  intolerable.  En  verano 
suele  pasar  de  los  20°  C.  y  es  muy  agradable;  en  invierno  la 
temperatura  baja  en  forma  pronunciada  y  todo  se  cubre  de 
nieve,  aunque  el  mar  no  llega  a  congelarse.  La  lluvia  y  el  viento 
son  fenómenos  casi  diarios,  pero  no  con  la  intensidad  que  sería 
de  temer  en  una  latitud  tan  elevada. 

Toda  esta  zona  se  encuentra  prácticamente  desierta.  Sólo 
la  ocupan  el  pequeño  pueblo  de  Ushuaia,  varias  estancias  de 
poca  importancia  desde  Vendegaia  hasta  Bahía  Aguirre  y  algunas 
otras  en  menor  número  en  Navarino,  que  forman  la  avanzada 
más  austral  del  territorio  ocupado  por  el  hombre,  excepción 
hecha  del  establecimiento  ballenero  de  Georgia  del  Sur,  de  la 
estación  meteorológica  argentina  en  las  islas  Oreadas  y  de  las 
bases  de  distintos  países  en  la  Antártida;  en  ninguno  de  estos 
casos  se  trata  de  pobladores  permanentes. 

Todos  estos  establecimientos,  con  excepción  de  Ushuaia, 
se  formaron  después  de  la  llegada  del  gobierno  argentino  en 
1884.  Pero  antes  el  territorio  no  estaba  desierto.  Poblaban  la 
actual  Tierra  del  Fuego  cuatro  razas  de  indígenas:  los  onas,  los 
haush,  los  yaganes  y  los  alacalufes.  Las  dos  primeras  tribus  eran 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


17 


llamadas  "de  tierra"  y  las  dos  últimas  "de  canoa",  por  las 
costumbres  de  cada  una.  Los  haush  se  extinguieron  antes  de 
la  llegada  del  hombre  blanco,  exceptuando  los  misioneros.  De 
los  onas,  los  más  numerosos  quizá  entonces,  tampoco  nos  ocu- 
paremos, ya  que  vivían  en  la  parte  norte  de  la  isla  y  no  han 
de  aparecer  en  la  historia  de  la  misión  sino  muy  ocasionalmente; 
eran  tribus  nómades  que  se  ponían  en  contacto  con  los  yaganes 
en  algunos  lugares  como  las  bahías  Slogget  y  Harberton;  eran 
de  costumbres  estrictamente  terrestres.  Los  hábitos  de  los  ala- 
calufes, habitantes  del  Estrecho  de  Magallanes  y  sus  adyacencias, 
y  los  de  los  yaganes,  que  ocupaban  el  Beagle  y  los  demás  canales 
al  sur,  eran  muy  semejantes  y  por  eso  hablaremos  sólo  de  los 
últimos  que  son  quienes  tienen  la  parte  principal  en  nuestro 
relato. 

El  nombre  de  yaganes  les  fué  dado  por  el  misionero  Tomás 
Bridges,  quien  lo  derivó  de  la  palabra  indígena  Yahga,  nombre 
de  un  lugar  de  la  angostura  Murray,  entre  las  islas  Navarino  y 
Hoste,  porque  ese  lugar  era  considerado  el  centro  de  su  habitat 
y  donde  el  idioma  se  hablaba  en  la  forma  más  pura.  En  realidad 
el  nombre  no  debería  pronunciarse  yagan  sino  iáhgan. 

Se  los  ha  llamado  también  "indios  de  canoa"  y  es  una  buena 
denominación  porque  habían  hecho  de  sus  embarcaciones  su 
principal  sistema  de  vida.  En  ellas  recorrían  los  canales,  dete- 
niéndose en  algún  punto  donde  levantaban  sus  chozas  y  pasaban 
un  tiempo  cazando  guanacos  y  comiendo  mejillones.  Las  con- 
chas de  estos  últimos  eran  arrojadas  a  los  costados  de  los  ivig- 
wams  y  se  formaban  así  montículos  de  un  metro  o  más  de 
altura  que  aun  hoy  se  ven  en  muchas  partes.  Luego,  después 
de  un  tiempo  que  oscilaba  de  varios  días  a  algunos  meses,  reco- 
gían sus  enseres,  colocaban  el  fuego  sobre  un  trozo  de  césped 
y  llevaban  todo  a  la  canoa  que  la  india  traía  desde  donde  había 
sido  amarrada  a  las  grandes  algas  marinas,  unos  metros  agua 
adentro.  Ella  era  también  quien  remaba  y  la  única  que  sabía 
nadar;  los  hombres  lo  ignoraban,  prácticamente  en  todos  los 
casos. 

No  usaban  vestido  alguno  a  pesar  del  frío  y  de  la  nieve. 


13 


ARNOLDO  CANCL1NI 


A  veces  se  echaban  sobre  las  espaldas  un  cuero  de  guanaco 
o  lobo  marino  que  habían  cazado  y  devorado  poco  antes. 

Para  cazar  utilizaban  flechas  de  sólo  cincuenta  o  setenta 
centímetros,  pero  muy  bien  construidas,  más  anchas  en  su 
parte  media  para  evitar  que  se  quebraran,  con  una  pluma  incrus- 
tada en  la  parte  trasera  y  una  punta  de  piedra  tallada  a  mano 
con  un  hueso  de  guanaco;  cuando  trabaron  relación  con  el 
hombre  blanco  las  hicieron  de  vidrio. 

Ningún  investigador  ha  logrado  averiguar  sus  ideas  reli- 
giosas y  es  lógico  suponer  que  fueran  muy  rudimentarias.  Los 
onas,  por  el  contrario,  tenían  gran  número  de  relatos  mitoló- 
gicos y  leyendas. 

A  pesar  de  la  vida  primitiva  que  llevaban  probaron  repeti- 
das  veces  en  la  misión  de  Ushuaia  que  no  eran  incapaces.  Sin 
embargo,  ha  sido  imposible  quitar  la  idea  de  su  degradación 
intelectual,  de  la  que  es  culpable  más  que  nadie  el  naturalista 
Darwin,  que  los  conoció  en  1834  y  cuyas  opiniones  y  re- 
tractación se  encuentran  en  el  apéndice. 

Sobre  el  idioma,  el  gran  misterio  de  ese  pueblo,  se  hablará 
más  adelante  y  a  lo  largo  del  relato  irán  apareciendo  otros 
detalles. 

Presentados  en  esta  forma,  lo  más  concisa  posible,  el  país 
y  sus  habitantes,  pasaremos  a  estudiar  un  hecho  que  sirve  de 
introducción  a  la  historia  misionera  de  Tierra  del  Fuego:  los 
viajes  de  Fitz  Roy. 

II 

FITZ  ROY  Y  LA  PRIMERA  TENTATIVA  MISIONERA 
EN  TIERRA  DEL  FUEGO  (1830-  1834) 

Fitz  Roy  y  el  "Beagle".  Cuatro  rehenes  indígenas  llevados  a 
Inglaterra.  Su  educación.  Regreso.  Dejados  con  el  misionero 
Mattheivs.  Fracaso  de  la  tentativa. 

El  22  de  mayo  de  1826  partían  de  Plymouth,  el  Adventure 

y  el  Beaglc,  buques  hidrográficos  de  Su  ¿Majestad  Británica, 


-HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


con  el  encargo  de  efectuar  el  relevamiento  de  las  costas  de  la 
Patagonia  y  Tierra  del  Fuego.  Este  viaje,  o  mejor  dicho  esta 
serie  de  viajes  que  duró  diez  años,  es  un  antecedente  directo 
de  la  labor  de  las  misiones  en  esas  regiones  y  es  imposible 
pasarlo  por  alto. 

En  febrero  de  1830,  el  Beagle  se  encontraba  en  Tierra  del 
Fuego,  fondeado  frente  al  cabo  Desolación,  esperando  el  re- 
greso de  una  ballenera  que  había  sido  destacada  para  reconocer 
la  zona.  Pero,  en  vez  de  ella,  los  que  la  ocuparon  volvieron 
trayendo  una  mala  embarcación  improvisada,  pues  la  otra  les 
había  sido  robada  por  los  indios.  Como  este  episodio  podía  ser- 
vir de  aliciente  a  los  salvajes  en  su  deseo  de  hostilizar  a  la 
tripulación,  el  capitán  Fitz  Roy  resolvió  capturar  a  varios  indí- 
genas como  rehenes.  Así  lo  hizo,  pero  durante  la  noche  los 
indígenas  eludieron  la  vigilancia  y  escaparon.  A  bordo  que- 
daron sólo  tres  niños  que  fueron  devueltos  a  tierra,  con  excep- 
ción de  una  simpática  indiecita  de  unos  nueve  años,  de  aspecto 
tan  agradable  que  Fitz  Roy  quiso  retenerla  y  tratar  de  enseñarle 
inglés.  Se  le  puso  el  nombre  de  Fueguia  Basket  (canasta)  en 
recuerdo  de  la  canoa  que  la  había  llevado,  la  que  según  los 
marinos  parecía  una  canasta. 

Poco  después  subió  al  Beagle  otro  grupo  de  fueguinos;  uno 
de  ellos  a  quien  llamaron  York  Minster,  por  un  promontorio 
cercano  de  ese  mismo  nombre,  resolvió  quedarse  a  bordo; 
después  de  unos  momentos  de  incertidumbre,  el  indio  se  llenó 
de  ánimo  frente  a  una  abundante  comida  que  devoró  con  avidez; 
luego,  permitió  que  se  lo  vistiera. 

Algunos  días  después  el  buque  fué  asaltado  por  una  banda 
de  indígenas,  uno  de  los  cuales  fué  capturado  y  se  resolvió 
mantenerlo  también  a  bordo.  A  éste  se  le  dió  el  nombre  de 
Boat  Memory  (Recuerdo  del  Bote)  para  conmemorar  el  ci- 
tado episodio. 

El  grupo  se  completó  con  un  muchachito,  de  unos  catorce 
años  y  de  agradable  aspecto,  que  fué  cambiado  a  su  padre  por 
un  botón  de  nácar;  de  allí  vino  su  nombre  de  Jemmy  Button. 
Era  el  más  joven  de  los  cuatro,  exceptuando  a  la  pequeña  Fue- 


20 


ARÑOLDO  CANCLÍMl 


guia.  York  tendría  unos  veinticinco  años;  era  grandote  y  hosco. 
Boat  Memory,  muy  robusto  y  cordial,  aparentaba  unos  veinte 
años.  El  propósito  de  Fitz  Roy  era  llevarlos  a  Inglaterra  para 
darles  allí  toda  la  enseñanza  que  fuera  posible.  El  14  de  octubre 
de  1830,  después  de  un  viaje  lleno  de  peripecias,  llegaron  nue- 
vamente al  lugar  de  partida  y  los  cuatro  indígenas  fueron  con- 
ducidos a  tierra. 

El  capitán  mismo  los  tomó  a  su  cargo  pero,  a  los  pocos  días 
y  a  pesar  de  haber  sido  vacunados,  enfermaron  de  viruela.  Fue- 
ron internados  en  el  Hospital  Naval  donde,  aunque  los  rodearon 
de  cuidados,  Boat  Memorv  murió  rápidamente. 

Los  tres  que  se  salvaron  fueron  llevados  a  la  casa  de  Gui- 
llermo Wilson,  pastor  de  Walthamstown,  que  se  encargó  de 
ellos  durante  los  tres  años  que  permanecieron  en  Inglaterra.  Se 
les  dió  toda  la  instrucción  posible,  especialmente  sobre  las 
verdades  cristianas  fundamentales  y  el  idioma  inglés,  además 
de  algunas  nociones  de  carpintería,  jardinería  y  otros  conoci- 
mientos que  podrían  serles  de  utilidad.  Los  dos  jovencitos  pro- 
gresaban rápidamente  demostrando  tener  una  inteligencia  muy 
desarrollada.  York  Minster,  por  el  contrario,  odiaba  el  estudio 
y  su  carácter  hosco  e  indolente  a  menudo  podía  más  que  la 
paciencia  de  su  maestro.  Sólo  aprendía  algo  de  mecánica. 

Los  indiecitos  pronto  se  hicieron  famosos  en  todo  el  país  y 
hasta  el  rey  Guillermo  IV  expresó  su  deseo  de  conocerlos. 
Fueron  llevados  a  su  presencia  y  aquellos  dos  representantes  de 
"la  raza  más  baja  de  la  especie  humana",  como  los  llamaría 
Darwin,  supieron  comportarse  con  toda  corrección  y  a  la 
altura  de  la  celosa  etiqueta  inglesa.  Su  Majestad  la  reina  Ade- 
laida quedó  encantada  con  la  pequeña  Fueguia  a  quien  regaló 
una  gorra  de  batista  que  ella  le  colocó  personalmente,  un  anillo 
y  una  suma  de  dinero. 

Pero  llegó  el  momento  del  regreso  y  los  indígenas  fueron 
llevados  nuevamente  al  Beagle  que  los  devolvería  a  su  patria. 
Junto  con  ellos  se  embarcó  un  joven,  Ricardo  Matthews,  que 
había  sido  recomendado  por  la  Sociedad  Misionera  de  la  Igle- 
sia (Anglicana),  cuando  el  pastor  Wilson  sugirió  la  idea  de 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


21 


que  un  misionero  tratase  de  establecerse  en  los  canales  fue- 
guinos, junto  con  los  protegidos  de  Fitz  Roy. 

A  este  joven  se  le  dio  una  carta  con  instrucciones  relativas 
a  su  tarea.  Uno  de  sus  párrafos  dice  así:  "Esperamos  que  al 
entrar  en  esta  empresa  hayáis  sido  influido  por  un  sincero 
deseo  de  promover  a  la  gloria  de  Dios  y  bien  del  prójimo. 
Estos  son  los  fines  que  tienen  en  vista  los  amigos  que  os  han 
ayudado  y  quienes  esperan  que,  por  la  gracia  de  Dios,  los 
tendréis  constantemente  ante  vuestra  vista.  Los  medios  a  em- 
plearse para  el  cumplimiento  de  estos  dos  fines  pueden  resu- 
mirse en  muy  pocas  palabras.  Se  trata  de  que  el  hacer  a  estas 
criaturas  todo  el  bien  que  podáis,  en  toda  forma  posible,  se 
convierta  en  vuestro  estudio  y  en  vuestro  propósito.  Mos- 
trándoles esto  con  la  totalidad  de  vuestro  espíritu  y  de  vuestra 
conducta,  ganaréis  su  confianza,  obtendréis  influencia  sobre 
ellos,  sin  lo  cual  no  debéis  esperar  éxito.  Pero  no  es  fácil  ob- 
tener una  línea  de  conducta  como  ésa.  Para  poder  hacerlo 
debéis  ser  "poderoso  en  la  gracia  de  Jesucristo"  y  esta  gracia 
debe  ser  demostrada  con  diligente  oración  y  meditación  en  la 
palabra  de  Dios.  En  esto  descansará  vuestra  fuerza  y  de  ello, 
si  Dios  lo  quiere,  resultará  vuestro  éxito.  Caminad  junto  al 
Señor  y  Su  Nombre  será  glorificado  en  vos.  Siguiendo  este 
camino  estaréis  seguro  de  lograr  su  bendición  v  podéis  dejar 
todas  las  cosas  en  sus  manos." 

Fitz  Roy  recuerda  con  ironía  que  no  les  fué  posible  llevar 
la  "pesada  carga  de  vestuarios,  herramientas,  loza,  libros  y  de- 
más cosas  que  las  familias  de  Walthamstown  y  otras  personas 
de  buen  corazón  les  habían  regalado". 

El  22  de  enero  de  1833  se  encontraban  fondeados  en  la 
bahía  de  Wulaia,  isla  de  Navarino,  donde  se  esperaba  encon- 
trar a  la  tribu  de  Jemmy  Button. 

Durante  el  viaje  se  había  visto  que  ambos  indígenas  pre- 
tendían a  la  pequeña  Fueguia  y  que  ella  se  inclinaba  al  joven- 
cito,  pero  los  marinos,  temiendo  que  York  Minster  asesinara 
a  su  compatriota,  casaron  a  la  indiecita  con  el  hombrón  que, 
de  otra  manera,  se  hubiera  tornado  peligroso. 


22 


ARNOLDO  CANCL1NI 


Al  día  siguiente  de  la  llegada,  apareció  una  tribu  que  el  natu- 
ralista Carlos  Darwin,  que  formaba  parte  de  la  expedición, 
llamaría  de  Tekenika,  nombre  de  una  bahía  en  la  cercana  isk 
Hoste.  Aunque  Jemmy  no  los  conocía  personalmente,  pudo 
establecer  contacto  amistoso  con  ellos  y  los  marinos  bajaron  a 
tierra,  decidiendo  Fitz  Roy  que  ése  sería  el  lugar  donde  se 
establecería  Matthews,  con  los  tres  indígenas  civilizados. 

El  24  apareció  la  familia  de  Jemmy,  quien  reconoció  de 
lejos  la  voz  de  su  hermano  mayor,  pero  una  vez  con  ellos,  no 
hizo  grandes  demostraciones  de  alegría.  Darwin  dice  que  "su 
primera  entrevista  fué  menos  interesante  que  la  de  un  caballo 
con  alguno  de  sus  antiguos  compañeros".  Agrega  que  "se 
contentaron  con  mirarse  bien  a  la  cara  durante  algún  tiempo 
v  la  madre  regresó  inmediatamente  a  su  canoa  para  ver  si 
fallaba  algo  en  ella". 

Luego  edificaron  tres  ivigwams:  uno  para  Matthews,  otro 
para  los  flamantes  esposos  y  el  último  para  Jemmv  y  los  suyos 
que  se  habían  hecho  populares  entre  la  tripulación,  especial- 
mente los  dos  hermanos  mayores  a  quienes  se  llamó  Tommy  v 
Harrv  Button.  También  hicieron  un  par  de  huertos. 

E!  27  desaparecieron  todas  las  mujeres  y  los  niños  y,  como 
habían  ocurrido  algunos  incidentes,  era  de  temerse  algo  malo. 
Oigamos  nuevamente  a  Darwin:  "Para  evitar  el  riesgo  de  una 
batalla  que  no  hubiera  dejado  de  ser  fatal  para  algunos  salvajes, 
el  capitán  Fitz  Roy  creyó  que  lo  mejor  sería  ir  a  pasar  la 
noche  a  una  ensenada  vecina.  Matthews,  con  su  valor  tranquilo, 
seguro  de  sí  mismo,  lo  que  era  más  notable  ya  que  no  tenía 
apariencia  de  tener  un  carácter  en  exceso  enérgico,  resolvió 
quedarse  con  nuestros  fueguinos  que  decían  no  sentir  temor 
alguno  por  sí  mismos.  Los  dejamos  solos  para  pasar  aquella 
noche." 

Cuando  regresaron  al  día  siguiente,  los  encontraron  sanos 
y  salvos  y  entonces  el  capitán  resolvió  partir  para  explorar  el 
canal  Beagle,  dejando  que  Matthews  con  su  pequeña  colonia 
probara  la  posibilidad  de  establecerse  allí  definitivamente. 


-HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


23 


El  6  de  febrero  estaba  de  regreso.  Permitamos  a  Darwin 
trazar  el  cuadro  de  lo  ocurrido.  "Llegamos  a  Wulaia;  Matthews 
se  quejó  tan  vivamente  de  la  conducta  de  los  fueguinos  que 
el  capitán  Fitz  Roy  resolvió  que  regresara  con  nosotros  a  bordo 
del  Beagle;  más  tarde,  lo  dejamos  en  Nueva  Zelandia  donde 
su  hermano  era  misionero.  Ni  bien  partimos,  los  indígenas 
empezaron  a  despojarlo  de  cuanto  tenía,  llegando  de  continuo 
nueva  bandas  de  fueguinos.  York  y  Jemmy  habían  perdido 
muchas  cosas  y  Matthews  casi  todo  lo  que  no  había  tenido 
precaución  de  enterrar.  Al  parecer  los  indígenas  habían  roto  o 
desgarrado  todo  aquello  de  que  se  habían  apoderado,  repar- 
tiéndose los  pedazos.  Matthews  estaba  jadeante  de  fatiga;  no- 
che y  día  los  indígenas  lo  rodeaban  haciendo  un  ruido  ince- 
sante en  torno  de  la  casa  e  impidiéndole  dormir.  Un  día 
ordenó  a  un  anciano  que  dejara  de  acecharlo,  pero  éste  volvió 
en  seguida  con  una  enorme  piedra  en  la  mano;  otro  día  una 
banda  entera  acudió  armada  de  piedras  y  garrotes  y  Matthews 
se  vió  obligado  a  apaciguarlos  a  fuerza  de  regalos.  Otros,  por 
fin,  quisieron  despojarlo  de  sus  vestidos  y  depilarlo  por  com- 
pleto. Creo  que  llegamos  con  el  tiempo  justo  para  salvarle  la 
vida." 

Así  fué  abandonada  aquella  primera  tentativa  de  evangeli- 
zar a  los  fueguinos.  Matthews  volvió  a  bordo  y  la  tripulación 
del  Beagle  se  despidió  de  sus  amigos  fueguinos. 

Después  de  recorrer  los  canales  durante  un  año,  retornaron 
al  mismo  lugar  el  5  de  mayo  de  1834.  No  mucho  después 
reapareció  Jemmy  Button,  pero  estaba  irreconocible.  Veamos 
cómo  el  citado  naturalista  describe  el  encuentro:  "Ese  hombre 
es  nuestro  Jemmy,  hoy  día  un  salvaje  flaco  y  huraño,  con  los 
cabellos  en  desorden  y  desnudo  por  completo,  excepto  un  trozo 
de  manta  colocado  alrededor  de  la  cintura...  Lo  habíamos 
dejado  grueso  y  limpio,  bien  vestido;  jamás  he  visto  cambio  tan 
completo  y  triste."  ¡Y  pensar  que  era  el  mismo  que  en  el 
viaje  no  salía  a  cubierta  sin  corbata  y  guantes  blancos  y  co- 
rría a  su  camarote  si  caía  una  mancha  en  sus  inmaculadas  botas! 
Se  le  ofreció  unirse  de  nuevo  a  ellos,  pero  no  aceptó;  la 


24 


ARNOLDO  CANCLINI 


razón  parecía  ser  una  india,  que  según  Darwin  era  "joven  y 
linda",  y  a  la  que  presentó  como  su  esposa. 

York  y  Fueguia  habían  huido  a  su  tierra,  más  al  norte,  des- 
pués de  robar  a  Jemmy  una  gran  cantidad  de  cosas.  Años 
después,  en  1842,  un  ballenero  de  las  Malvinas  se  sorprendió, 
cuando  en  uno  de  los  canales  fueguinos  apareció  una  india 
diciendo:  "How  do  you  do?,  how  do  you  do?"  y  que  podía 
hablar  en  inglés  con  cierta  facilidad.  Contó  su  historia  v  re- 
sultó ser  "la  pequeña  Fueguia"  como  se  llamaba  a  sí  misma. 

Para  terminar,  citemos  las  palabras  con  que  Darwin  relata 
la  despedida  de  Jemmy:  "Todos  nosotros  experimentábamos 
cierta  pena  al  pensar  que  le  estrechábamos  la  mano  por  última 
vez  y  no  dudo  que  actualmente  será  tan  dichoso  o  quizá  más 
que  si  no  hubiera  dejado  nunca  su  país.  Cada  cual  debiera 
desear  que  la  noble  esperanza  del  capitán  Fitz  Roy  se  realice 
y  que,  en  agradecimiento  por  los  numerosos  sacrificios  que  él 
hizo  por  estos  fueguinos,  algún  marinero  náufrago  reciba  ayuda 
v  protección  de  los  descendientes  de  Jemmy  Button  v  su  tribu. 

"Cuando  éste  llegó  a  tierra,  encendió  una  hoguera  en 
señal  de  último  adiós,  mientras  nuestro  navio  proseguía  su  ruta 
hacia  alta  mar."  (*). 


(!)  Viaje  de  un  naturalista  alrededor  del  mundo,  cap.  X. 


SEGUNDA  PARTE 

BIOGRAFIA  DE  ALLEN  F.  GARDINER 


I 

DOS  VOCACIONES  DIFERENTES 
(1794-  1834) 

Primeros  años.  Vocación  de  marino.  Conversión.  Fallecimiento 
de  la  esposa.  Vocación  misionera. 

Entramos  ahora  a  relatar  la  vida  del  personaje  principal  de 
nuestra  historia,  vida  de  intensa  labor  sobre  la  que  debiera 
escribirse  mucho  más  de  lo  que  cabe  en  las  páginas  que  le 
vamos  a  dedicar. 

Su  nombre  fué  Alien  Francisco  Gardiner  y  nació  en  Basil- 
don,  condado  de  Berkshire,  Inglaterra,  el  28  de  junio  de  1794. 
Su  hogar  fué  un  modelo  de  piedad  cristiana  donde  la  oración 
y  la  lectura  de  la  Biblia  eran  pan  diario.  Las  impresiones  que 
el  pequeño  Gardiner  recibió  fueron  intensas  y  duraderas,  pues 
no  se  borraron  nunca  a  pesar  de  haber  pasado  muchos  años 
alejado  del  hogar. 

Desde  sus  primeros  años,  demostró  una  inclinación  irresis- 
tible hacia  la  marina  a  pesar  de  que  ello  no  agradaba  a  su  padre. 
Entre  sus  ocupaciones  favoritas  estaba  la  de  trazar  planes  para 
impedir  a  la  flota  francesa  la  entrada  a  la  base  de  La  Rochelle, 
o  la  de  copiar  un  vocabulario  de  los  negros  mandingas  que 
encontró  en  un  libro  de  viajes  del  célebre  explorador  inglés 
¡VIungo  Park.  Su  fantasía  infantil  lo  hizo  ir  más  lejos,  pues  una 
noche  su  madre  lo  encontró  durmiendo  en  el  suelo  junto  a  la 
cama;  cuando  lo  interrogó  sobre  tan  extraño  proceder,  el 
niño  respondió  que  quería  acostumbrarse  a  la  vida  de  marino. 
Hay  que  tener  en  cuenta  que  entonces  no  se  contaba  con  los 
confortables  camarotes  de  nuestros  días  y  que  aun  las  habita- 
ciones de  los  oficiales  eran  incómodos  cuchitriles. 


28 


ARNOLDO  CANCLINI 


Por  fin,  fué  vencida  la  oposición  de  su  padre  y,  a  los  trece 
años,  entró  en  el  Colegio  Naval  de  Portsmouth,  donde  estu- 
dió un  par  de  años,  haciéndose  a  la  mar  por  primera  vez  en 
1810,  a  bordo  del  Fortune. 

Poco  después,  fué  trasladado  al  Phoebe.  que  salió  en  busca 
del  corsario  norteamericano  Essex,  con  el  que  sostuvo  un  terri- 
ble encuentro,  frente  a  Valparaíso.  Habiendo  vencido  los  in- 
gleses, Gardiner  fué  uno  de  los  oficiales  encargados  del  navio 
derrotado. 

Ese  mismo  año  perdió  a  su  madre.  Este  fué  un  golpe  te- 
rrible porque  ella  y  la  religión  estaban  indisolublemente  unidas 
en  su  corazón.  Se  sintió  desconsolado  al  saber  que  ya  no  lo 
acompañarían  las  oraciones  de  ese  ser  querido  v,  aunque  nunca 
cayó  en  pecados  graves,  se  alejó  poco  a  poco  de  la  estricta  lí- 
nea de  conducta  que  le  enseñara  aquélla. 

Su  carrera  de  marino  duró  veinticuatro  años  v  no  es  im- 
posible relatarla  ni  aun  en  su  aspecto  más  general;  nos  limi- 
taremos a  lo  que  pueda  sernos  de  más  interés. 

Su  vida  espiritual  se  asemejaba  a  un  navio  que  subía  v 
bajaba  por  las  olas;  en  ciertos  momentos,  sentía  el  deseo  de 
volver  a  la  abandonada  lectura  diaria  de  las  Escrituras,  pero 
en  otros  se  apresuraba  a  esconder  el  sagrado  volumen  cuando 
oía  pasos  que  se  acercaban,  por  miedo  a  ser  descubierto.  Es- 
tando en  Penang,  cerca  de  Singapur,  en  el  año  1820,  recibió 
dos  cartas  que  le  produjeron  una  fuerte  impresión:  una  era  de 
su  padre  y  desgraciadamente  no  ha  llegado  hasta  nosotros;  la 
otra  de  una  dama  que  lo  conocía  desde  la  infancia  y  le  profe- 
saba un  gran  afecto.  Veamos  algunos  de  los  párrafos: 

"Espero,  querido  Alien,  que  el  largo  tiempo  que  hace  que 
nos  conocemos  y  mi  amistad  con  su  apreciada  madre  sean  una 
excusa  suficiente  para  la  libertad  que  me  tomo  v  que  estas 
consideraciones  lo  induzcan  a  leer  con  cuidado  las  observa- 
ciones que  voy  a  hacer.  Por  lo  menos,  estará  convencido  de 
que  nada,  fuera  de  un  aprecio  desinteresado  por  su  verdadero 
bienestar,  me  ha  inducido  a  dar  este  paso  v,  haga  o  no  caso  de 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


29 


mis  observaciones,  estoy  segura  que  creerá  en  la  sinceridad  de 
mi  motivo. 

"Permítame  entonces,  mi  estimado  Alien,  señalarle  como  si 
fuera  mi  propio  hijo  el  que  estuviera  en  las  mismas  circuns- 
tancias, que  a  menos  que  su  alma  esté  bien  con  Dios,  todo  lo 
demás  es  simple  vanidad;  la  mayor  felicidad  terrenal  puede 
sólo  producir  una  felicidad  temporal  y  la  misma  certeza  de 
su  naturaleza  transitoria  debe  prevenirnos  de  adjudicarle  el 
carácter  de  un  gozo  verdadero.  Sólo  el  creyente  sabe  qué  es 
realmente  la  felicidad,  ya  que  no  puede  quitársela  ninguna  si- 
tuación de  enfermedad  o  desfallecimiento.  Multitudes  la  han 
recibido  y  multitudes  la  están  gozando  ahora,  ¿por  qué  en- 
tonces ha  de  pensar  que  no  merece  atención?,  ¿por  qué  ha  de 
despreciar  el  ofrecimiento  del  Evangelio?" 

La  lectura  de  estos  párrafos  y  de  los  que  seguían,  formando 
una  larga  carta,  provocaron  en  su  ánimo  una  impresión  imbo- 
rrable, que  traería  resultados  decisivos  algo  más  tarde. 

Poco  después  llegaba  a  Manila,  capital  de  las  Filipinas, 
entonces  colonias  españolas,  y  es  interesante  citar  su  opinión 
sobre  la  religiosidad  de  la  población:  "La  mayor  parte  del 
pueblo  son  indígenas  y  todos  profesan  el  cristianismo.  Es  im- 
presionante lo  popular  que  la  religión  romana  ha  sido  siempre 
entre  los  paganos  y  cuán  fácilmente  es  colocada  sobre  el  paga- 
nismo, con  el  que  está  relacionada  en  muchos  aspectos.  Se 
trata  sólo  de  hacer  a  un  lado  un  grupo  de  imágenes  rudas  e 
inexpresivas  y  adoptar  otras  de  forma  más  atractiva;  cambiar 
troncos  por  santos  y  convertir  la  religión  en  una  agradable 
dramatización;  el  indígena  no  tiene  conciencia  de  otra  dife- 
rencia." 

Poseemos  una  carta  que  el  padre  dirigió  más  o  menos  en  la 
misma  época  a  la  hermana  de  Alien,  y  en  la  que  comenta  otra 
que  recibiera  de  él  quien,  en  ese  momento,  se  encontraba  en  el 
otro  extremo  del  mundo.  Uno  de  sus  párrafos  dice  así:  "Pero 
lo  que  me  produjo  más  satisfacción  que  la  que  puedo  expresar 
es  que  por  varios  acontecimientos  y  por  una  carta  mía  que  de- 
bió alcanzarle  en  Spithead,  pero  que  sólo  llegó  a  sus  manos  en 


30 


ARNOLDO  CANCLINI 


Penang,  ha  sido  impulsado  a  rever  su  vida  pasada  y  su  mente 
parece  haber  girado  hacia  lo  religioso.  ¡Quiera  Dios  que  esas 
impresiones  sean  profundas!" 

El  20  de  septiembre  de  1821,  llegó  a  Valparaíso  a  bordo  del 
Dauntless.  Dos  noticias  llamaron  su  atención:  la  muerte  de 
Napoleón  y  la  victoriosa  campaña  de  San  Martín,  que  acababa 
de  entrar  en  Lima,  dejando  a  Lord  Cochrane  sitiando  el  Callao. 
Aprovechando  los  días  que  se  detuvieron  allí,  hizo  un  largo 
paseo  por  los  alrededores,  llegando  hasta  Santiago  y  la  cor- 
dillera. 

El  27  de  octubre  se  embarcaron  hacia  el  Callao.  Al  llegar 
Gardiner  encontró  a  la  población  muy  agitada  por  los  aconte- 
cimientos militares  y  la  tuga  de  Cochrane  con  el  dinero  que  él 
creía  pertenecer  a  sus  hombres.  Gardiner  recorrió  la  ciudad 
de  los  virreyes  que  le  resultó  "superior  a  Santiago  en  cuanto 
a  tamaño,  riqueza  y  población"  y  visitó  la  sede  de  la  inquisi- 
ción que  San  Martín  había  hecho  cerrar.  Más  que  los  instru- 
mentos de  tortura  lo  impresionó  la  declaración  de  un  monje 
que  le  dijo  que  "a  menudo  los  pobres  eran  enterrados  sin  ataúd 
ni  rezo,  porque  las  misas  no  se  podían  leer  si  no  se  pagaban". 

Todos  los  sábados  había  una  recepción  en  el  palacio  y 
Gardiner  asistió  a  dos  de  ellas,  en  las  que  el  centro  era  el 
general  San  Martín;  el  marino  lo  describe  como  a  un  hombre 
"de  unos  cuarenta  años,  alto,  robusto,  de  un  aspecto  de  con- 
tinencia pensativa  y  algo  melancólico,  pero  de  una  mirada 
profunda  y  penetrante." 

De  Lima,  viajaron  a  Tahití  donde  se  podía  ver,  como  en 
pocos  lugares  del  orbe,  el  fruto  maravilloso  de  la  obra  misio- 
nera. Como  llegaron  en  domingo,  no  salió  a  recibirlos  ninguna 
canoa,  porque  los  indígenas  guardaban  celosamente  el  día  del 
Señor.  Por  la  tarde,  asistieron  a  un  culto  donde  había  unos 
doscientos  veinte  asistentes  y  que  les  impresionó  por  lo  orde- 
nado. Luego  visitaron  la  cercana  isla  de  Huhaine,  donde  la 
obra  de  Dios  era  más  nueva  pero  no  menos  estable,  pues  en- 
contraron que  los  domingos  se  congregaban  hasta  mil  doscien- 
tas personas. 


'•HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


31 


Este  viaje  fué  de  enorme  bendición  para  su  vida,  porque 
como  dice  John  Marsh,  su  cuñado  v  principal  biógrafo,  "su 
viaje  hacia  el  hogar  se  transformó  en  un  viaje  hacia  el  cielo". 
De  sus  notas  diarias  y  de  sus  cartas  deducimos  su  enorme  inte- 
rés por  las  cuestiones  espirituales  y,  a  poco  advertimos  clara- 
mente que  su  viaje  había  cambiado  de  rumbo.  Veamos  si  no 
Jo  que  escribió  en  la  Ciudad  del  Cabo:  "La  última  vez  que 
visité  esta  colonia  yo  iba  por  el  camino  ancho  y  me  apresuraba 
con  pasos  rápidos  y  largos  hacia  la  ruina  eterna.  Bendito  sea  el 
nombre  de  Aquel  que  nos  amó  y  se  dió  a  sí  mismo  por  nos- 
otros, pues  un  gran  cambio  se  ha  producido  en  mi  corazón  y 
ahora  puedo  tener  placer  y  satisfacción  oyendo  y  leyendo  la 
Palabra  de  vida  y  escuchando  ese  medio  de  gracia.  Creo  cier- 
tamente que  esta  alteración  ha  sido  producida  por  el  Espíritu 
de  Dios;  no  me  detendré  ni  un  momento  en  hacer  notar  el 
contraste,  sino  para  dar  alabanza  a  su  misericordioso  Autor,  sin 
el  cual  yo  hubiera  sido  arrastrado  a  la  fatal  acechanza  de  la 
orgullosa  confianza  en  uno  mismo." 

El  22  de  octubre  de  1822  llegó  a  la  patria  y  una  semana 
después  se  ofreció  a  la  obra  misionera,  impresionado  por  lo 
realizado  en  Tahití  y  deseando  que  ello  se  repitiera  entre  los 
paganos  de  Sud  América,  hasta  entonces  abandonados.  Sin 
embargo,  la  Sociedad  Misionera  de  Londres  a  la  que  expuso 
sus  planes  no  los  aprobó  y  Gardiner  vió  cerrarse  el  camino  que 
él  creía  su  obligación  seguir.  Veamos  lo  que  dice  al  respecto: 
"Esta  mañana  fracasé  en  mi  empeño  de  ser  admitido  en  el  mi- 
nisterio, pero,  ¿debo  desanimarme  por  eso?  Si  se  hubiera  hecho 
mi  voluntad  en  vez  de  la  de  Dios,  mi  misma  posición  hubiera 
sido  una  acechanza.  Me  ha  sido  negado  para  alguna  sabia  fi- 
nalidad. Que  esta  circunstancia  obre  para  mi  bien,  enseñándome 
humildad  y  resignación,  obligándome  a  buscar  con  más  ansie- 
dad al  Señor  en  oración  ferviente,  para  conocer  y  poder  hacer 
Su  voluntad,  aunque  sea  contraria  a  mi  limitada  visión." 

El  1?  de  junio  del  año  siguiente  se  casó  con  Julia  Susana 
Reade  que,  según  Marsh,  "era  una  joven  tan  admirable  por  su 
mente  y  su  aspecto,  como  por  su  carácter  religioso".  Fué  ma- 


32 


ARNOLDO  CANCLINI 


dre  de  cinco  hijos,  de  los  cuales  sólo  dos  sobrevivieron  a  su 
padre. 

En  1825  fué  llamado  otra  vez  al  servicio  activo.  Varios 
años  pasó  entonces  navegando  por  todos  los  mares. 

Retomemos  el  hilo  de  su  viaje  en  los  primeros  meses  de 
1833.  Estaba  de  nuevo  en  Inglaterra,  junto  a  su  esposa  a  quien 
amaba  ardientemente  y  por  quien  agradecía  siempre  al  Crea- 
dor; ella  había  caído  gravemente  enferma.  El  11  de  mayo, 
Gardiner  anotaba  lo  siguiente  en  su  diario:  "Bondadoso  Se- 
ñor, libra  de  dolor  y  sufrimiento  a  mi  querida  Julia  si  es  tu 
voluntad  y  llénala  más  y  más  por  medio  de  tu  Santo  Espíritu 
morando  en  ella,  del  gozo  de  tu  presencia  en  las  mansiones  de 
eterna  bendición,  que  Tú  has  preparado  para  tu  pueblo  redimido. 
Dale,  Señor,  tu  poder  y  tu  estimulante  presencia  en  su  paso  por 
esta  vida  mortal  y  un  abundante  gozo  en  su  Señor,  sea  cuando 
fuere,  que  Tú  creas  conveniente  llamarla  a  ti." 

Una  semana  más  tarde,  agregaba:  "Mi  querida  Julia  está 
ahora,  según  las  posibilidades  humanas,  al  fin  de  su  peregrina- 
ción terrenal".  Y  así  fué.  En  medio  de  la  alegría  que  le  pro- 
vocaba la  esperanza  de  una  patria  mejor,  aquella  fiel  sierva  de 
Dios  terminó  sus  días  en  la  tierra. 

Esto  fué  un  golpe  terrible  para  Gardiner,  pero  no  perdió 
por  eso  su  fe.  Veamos  lo  que  escribe  un  mes  después:  "En  los 
últimos  doce  meses,  el  Señor  en  su  sabiduría  y  justicia,  ha 
creído  bien  llevarse  de  mi  lado  a  una  tía  muy  allegada,  a  un 
hijo  muy  querido  y  a  mi  tierna  y  afectuosa  esposa.  Me  han 
sido  arrebatados  los  consuelos  terrenales  y  paso  mis  días  en 
la  tristeza.  ¡Bendito  sea  Dios!  Él  me  recuerda  que  no  somos 
más  que  polvo.  En  mi  profunda  aflicción,  Él  no  me  ha  dejado 
sin  muchas  y  grandes  fuentes  de  bienestar." 

Este  dolor  le  llevó  a  comprender  mejor  que  debía  entregar 
su  vida  al  Redentor  para  llevar  su  palabra  a  alguno  de  aquellos 
pueblos  que  había  visto  lejos  de  Él  en  tantas  partes  del  mundo. 

Sus  pensamientos  se  dirigieron  al  Africa,  el  pobre  conti- 
nente abandonado  por  todos,  menos  por  quienes  lo  explotaban. 
Dirigió  su  vista  hacia  la  colonia  del  Cabo  y  la  vió  temerosa 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


33 


ante  la  invasión  de  los  cafres.  Sabía  que  más  allá  de  estas  tribus 
estaban  los  zulúes  y  muchas  otras  naciones  que  aun  no  habían 
recibido  el  mensaje  de  paz  y  resolvió  ir  allá. 

El  último  domingo  que  pasó  en  su  patria  antes  de  salir 
escribió:  "Señor,  adáptame  para  la  labor  que  Tú  me  has  incli- 
nado a  tomar.  Siento  mi  total  insuficiencia  y  miraré  sólo  a 
ti  buscando  poder  y  guía." 

El  11  de  noviembre  de  1834,  dos  días  antes  de  llegar  a 
Ciudad  del  Cabo,  terminaba  así  su  anotación  diaria:  ''Habiendo 
puesto  mi  mano  en  el  arado,  que  nunca  me  vuelva  atrás.  Que 
tu  poder  se  perfeccione  en  mi  debilidad." 

Con  estas  palabras,  Alien  Gardiner  entraba  de  lleno  en  el 
camino  de  su  segunda  y  más  profunda  vocación,  de  la  que 
nunca  volvería  atrás. 

II 

jMINISTERIO  EN  SUD  AFRICA 
1834-  1837 

Viaje  en  busca  de  los  zulúes.  -  Entrevista  con  Dingarn.  -  Maes- 
tro en  Port  Natal.  -  Viajes  a  Inglaterra.  -  Francisco  Owen.  - 
Entre  los  indígenas.  -  Guerra  de  los  zulúes  y  los  boers.  - 
Retirada  de  Grahamstovon. 

En  el  momento  de  la  llegada  de  Gardiner  a  la  Ciudad  del 
Cabo,  era  gobernador  de  la  colonia  Sir  Benjamín  D'Urban  y 
la  situación  era  bastante  desagradable,  pues  se  temía  una  in- 
vasión de  los  cafres,  que  habían  sido  expulsados  recientemente 
de  sus  posesiones. 

El  1?  de  noviembre  de  1834,  Gaidiner  llegó  al  Africa  dis- 
puesto a  trabajar  por  su  Señor.  Sin  perder  tiempo,  inició  la 
marcha  hacia  el  interior  en  busca  de  los  indígenas  a  quienes 
quería  enseñar. 

El  viaje  fué  muy  lento  debido  a  las  extraordinarias  difi- 
cultades. No  había  caminos  ni  puentes  y  debía  utilizar  una 


34 


ARNOLDO  CANCL1N1 


carreta.  El  peligro  había  aumentado  considerablemente  pues 
estaban  en  guerra. 

Por  fin,  la  caravana  de  la  que  formaba  parte  llegó  a  Port 
Natal,  en  el  actual  estado  de  ese  nombre,  el  26  de  enero  del 
año  siguiente. 

Pocos  días  después,  el  misionero  estaba  a  la  vista  de  los 
kraals  o  villorrios  indígenas.  Recordándolo,  escribía:  "Nunca 
olvidaré  el  interés  con  que  descubrí  el  primer  rizo  de  humo 
elevándose  en  una  distante  aldea.  Olvidé  todas  las  fatigas  al 
encontrarme  en  tierra  zulú  y  agradecí  a  mi  Dios  por  haber 
prosperado  mi  camino." 

En  el  momento  de  su  llegada,  gobernaba  un  usurpador  lla- 
mado Dingarn  que  había  llegado  al  poder  asesinando  al  rev, 
su  hermano  Charka  o  Chakka. 

La  historia  de  estos  personajes,  desgraciadamente  mezclada 
con  una  fantasía  fabulosa,  está  relatada  en  la  novela  Nada  the 
Lily  del  novelista  inglés  Rider  Haggard.  Se  describe  allí  la 
visita  de  un  misionero  a  la  corte  y  es  de  suponer  que  se  trata 
de  Gardiner. 

Cuenta  nuestro  biografiado  que  Dingarn  quiso  saber  el 
porqué  de  su  visita;  entonces  él  le  explicó  algunas  de  las  ventajas 
que  el  cristianismo  había  traído  a  otros  países.  Cuando  pidió 
permiso  para  establecerse  allí,  no  se  lo  negó;  pero  después  de 
algunas  evasivas,  le  dijo  que  volviera  al  día  siguiente  acompañado 
de  otra  persona. 

Tres  días  después,  se  realizó  la  segunda  entrevista.  Dingarn 
abrió  la  conversación  preguntando:  "¿Ha  traído  usted  el  Li- 
bro?". Gardiner  extrajo  el  Nuevo  Testamento  de  un  bolsillo. 
''Lea",  ordenó  el  monarca  y  el  misionero  le  leyó  varios  pasajes 
que  mostraban  el  poder  y  la  sabiduría  de  Dios.  El  rey  hizo 
luego  una  serie  de  preguntas  que  parecían  encerrar  un  verda- 
dero interés.  Sin  embargo,  cuando  se  volvía  al  punto  inicial 
—  el  permiso  para  establecerse  — ,  retornaba  a  las  evasivas. 
Finalmente  le  indicó  que  se  dirigiera  a  Unthello  y  Tambuza, 
sus  indunas,  algo  así  como  ministros  de  gobierno. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


35 


Estos  dignatarios  se  mostraron  muy  ofendidos  porque  Gar- 
diner  no  había  consultado  con  ellos  antes  que  con  Dingarn  e 
hicieron  todo  lo  posible  por  molestar  al  misionero,  obligándolo 
a  ir  varias  veces  y  haciendo  que  los  negros  se  burlaran  de  él 
al  pasar.  Mientras  tanto,  llegó  la  noticia  de  que  Gonjuana,  el 
hermano  del  monarca,  había  tramado  una  conspiración  y  en 
la  sangrienta  represión  que  le  siguió  se  olvidaron  del  misionero. 

Por  último,  Gardiner  resolvió  poner  fin  a  esa  situación  que 
parecía  no  terminar  nunca  y  pidió  una  audiencia  con  Dingarn. 
Fué  enviado  otra  vez  a  los  indunas;  éstos  estaban  bailando  y 
no  se  los  podía  molestar.  A  la  mañana  siguiente,  se  levantó  el 
campamento,  porque  el  pueblo  cambiaría  de  residencia;  Gar- 
diner resolvió  seguirlos. 

Finalmente,  consiguió  la  anhelada  antrevista,  que  fué  muy 
breve.  El  misionero  abrió  el  Nuevo  Testamento,  pero  los  in- 
dunas declararon  que  no  deseaban  aprender  nada  allí  y  agre- 
garon que  se  podía  quedar  si  les  enseñaba  a  manejar  armas  de 
fuego  y  si  no,  no.  Por  todo  comentario  Dingarn  dijo:  "No 
voy  a  cambiar  la  decisión  de  mis  indunas." 

Esto  significaba  el  más  completo  fracaso,  pero  Gardiner 
no  se  desanimó  y  al  emprender  el  regreso  escribió:  "Bien  se 
ve  que  los  caminos  de  Dios  no  son  nuestros  caminos;  por  estos 
fracasos,  Él  no  sólo  prueba  y  prepara  los  instrumentos  que  se 
digna  utilizar,  sino  que  también  nos  muestra  que  sus  propósitos 
van  a  madurar  y  desenvolverse  sin  la  ayuda  de  aquéllos."  Poco 
después  de  llegar  a  Port  Natal,  recibió  esta  carta: 

"Port  Natal,  14  de  marzo  de  1835. 

"Señor:  Nosotros,  los  abajo  firmantes,  lamentamos  la  des- 
favorable recepción  que  usted  ha  tenido  por  parte  de  Dingarn 
y  para  que  usted  se  forme  una  estimación  acerca  de  nuestros 
sentimientos,  declaramos  que  la  presencia  de  un  establecimiento 
misionero  en  Natal,  cuyo  objeto  fuera  enseñar  industria  y  re- 
ligión, encontrará  todo  el  apoyo  que  podamos  darle."  Fir- 
maban ocho  residentes  británicos. 

Gardiner  aceptó  el  ofrecimiento  v  empezó  a  dar  instruc- 


36 


ARNOLDO  CANCL1NI 


ción  religiosa  a  los  niños  blancos  y  africanos  de  la  región  en 
un  lugar  que  llamó  Berea,  por  el  enorme  interés  que  ponían  sus 
alumnos  en  el  estudio  de  las  Escrituras. 

Algunos  meses  después,  volvió  a  ver  a  Dingarn.  Le  llevó 
una  cantidad  de  regalos  que  interesaron  mucho  al  monarca, 
especialmente  un  pequeño  telescopio  que  pronto  aprendió  a 
manejar.  Cuando  se  llegó  otra  vez  a  la  propuesta  de  Gardiner 
de  quedar  allí,  el  rey  volvió  a  las  evasivas- 
Cuestiones  relacionadas  con  el  bienestar  del  naciente  esta- 
blecimiento, llevaron  por  tercera  vez  al  misionero  a  visitar  al 
reyezuelo.  A  fin  de  evitar  complicaciones,  éste  resolvió  en- 
tregar a  los  pobladores  de  Port  Natal  un  pequeño  territorio 
entre  los  ríos  Tugaba  y  Unzinkolu;  además,  Dingarn  resolvió 
que  sólo  podían  quedar  en  sus  dominios  aquellos  comercian- 
tes que  hubieran  sido  autorizados  por  Gardiner. 

Estas  resoluciones  necesitaban  la  ratificación  del  goberna- 
dor, Sir  Benjamín  D'Urban,  que  residía  en  la  localidad  de 
Grahamstown  y  el  misionero  resolvió  ir  allá. 

Después  de  un  largo  y  penoso  viaje,  supo  que  el  gober- 
nador se  encontraba  en  Port  Elisabeth,  algo  al  sur,  sobre  la 
costa.  Cuando  D'Urban  se  enteró  del  tratado  lo  aprobó  am- 
pliamente y  envió  una  carta  a  Dingarn  por  medio  de  un  barco 
que  se  dirigía  a  Port  Natal. 

Gardiner  resolvió  no  regresar  inmediatamente  allá,  sino 
volver  a  Inglaterra  para  tratar  de  conseguir  ayuda  de  la  So- 
ciedad Misionera  de  la  Iglesia  (Anglicana)  lo  que  hizo  en  el 
Liverpool,  un  pequeño  navio,  regalo  del  imán  de  Moscat  a 
Su  Majestad  Británica. 

Después  de  solucionar  grandes  dificultades,  especialmente 
la  falta  de  un  obrero  capacitado  para  ese  campo,  la  Sociedad 
aceptó  el  ofrecimiento.  El  24  de  diciembre  de  1836,  Gardiner 
se  embarcó  de  regreso  a  Sud  Africa.  Varios  días  antes  había 
contraído  segundas  nupcias  con  la  hija  del  pastor  Eduardo 
Garrad  Marsh,  de  Hampstead,  y  ella,  junto  con  los  tres  hijitos 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


37 


de  su  primer  matrimonio,  le  acompañaron  en  este  viaje  al 
continente  negro. 

Viajaba  también  el  nuevo  misionero,  Francisco  Owen, 
acompañado  por  su  esposa  y  una  hijita. 

Poco  después  de  su  llegada  a  tierra  africana,  Gardiner  sufrió 
una  severa  prueba  con  la  muerte  de  su  hija  mayor,  una  hermosa 
niña  de  doce  años;  había  ido  decayendo  poco  a  poco  y  la 
esperanza  de  que  el  viaje  por  mar  la  restableciera  había  des- 
aparecido. Finalmente,  el  11  de  mayo  de  1837  su  alma  voló  al 
Creador  y  su  cuerpo  fué  sepultado  en  Berea. 

Los  misioneros  fueron  a  visitar  a  Dingarn,  a  quien  encon- 
traron sentado  en  una  roca  mirando  con  su  largavista  a  todos 
los  que  se  acercaban.  Después  de  entregar  al  gobierno  britá- 
nico el  territorio  que  antes  había  dado  a  Gardiner,  autorizó 
a  Owen  a  establecerse  entre  los  zulúes  en  un  lugar  llamado 
Unkunginglose;  Gardiner  lo  dejó  allí.  Luego  se  dirigió  a  ocu- 
par un  lugar  escogido  sobre  el  pequeño  río  Untongata,  y  al 
que  llamó  Hambanati,  que  significa  "Con  nosotros  Dios". 

Owen  acompañó  a  los  salvajes  en  sus  viajes  predicándoles 
por  medio  de  un  intérprete,  en  reuniones  a  las  que  a  veces 
asistieron  los  mismos  indunas.  Dingarn  le  pidió  que  organi- 
zara una  escuela  para  los  niños  y  al  conseguirlo  ordenó  que 
todos  los  pequeños  concurrieran. 

Este  mismo  misionero  tradujo  trozos  de  la  Biblia  al  idioma 
de  los  zulúes. 

Mientras  tanto,  Gardiner  efectuaba  un  trabajo  similar  en 
Hambanati  a  donde  llegó  acompañado  de  un  nuevo  misionero, 
Mr.  Flewetson,  que  iba  con  su  esposa. 

Pronto  comenzaron  las  dificultades,  especialmente  para 
Owen.  Al  principio,  fueron  los  entredichos  entre  Dingarn  y 
el  célebre  monarca  negro  Moselakatse,  amigo  del  gran  misio- 
nero Roberto  Moffat,  que  fueron  solucionados  antes  de  llegar 
a  la  guerra.  Esta  llegó,  sin  embargo,  pero  no  con  las  tribus 
vecinas,  sino  con  los  boers,  o  sea  los  descendientes  de  los  pri- 
meros colonos  holandeses,  los  que,  huyendo  de  los  ingleses, 


38 


ARNOLDO  CANCLINI 


con  quienes  estaban  en  constantes  dificultades,  entraron  en  te- 
rritorio zulú,  solicitando  la  donación  de  algún  terreno  para 
habitar. 

Sus  emisarios  se  presentaron  dos  veces  a  la  corte  de  Din- 
garn  y  ambas  fueron  magníficamente  tratados,  pero  en  cierto 
momento,  el  reyezuelo  desconfió  de  ellos  v,  mientras  estaban 
sentados  conversando,  fueron  asesinados  a  mansalva.  Owen 
no  se  enteró  de  esta  atrocidad  hasta  que  Dingarn  le  mandó 
decir  que  se  estuviera  tranquilo  pues  no  corría  peligro. 

Poco  después,  otros  boers  se  unieron  con  los  colonos  de 
Port  Natal  para  la  guerra  contra  los  zulúes  y  los  misioneros 
tuvieron  que  dirigirse  donde  pudieran  estar  protegidos  por  los 
ingleses.  Owen  v  Hewetson  se  quedaron  en  Port  Natal  pero 
Gardiner  se  fué  hasta  Port  Elisabeth.  Estando  allí  comprendió 
que  las  posibilidades  de  trabajar  entre  los  zulúes  habían  ce- 
sado, por  lo  menos  por  un  tiempo,  v  sintió  que  el  Señor  lo 
llamaba  a  otro  campo:  los  indígenas  del  sur  de  Chile  que  había 
conocido  mientras  estaba  en  la  marina. 

Sin  embargo,  su  trabajo  no  fué  en  vano.  Aun  muchos  años 
después,  viajeros  y  misioneros  encontraban  a  muchos  indígenas 
que  recordaban  a  Gardiner,  algunos  de  los  cuales  se  habían 
entregado  al  Dios  verdadero. 

El  pequeño  villorrio  que  él  dejó  organizado  en  Port  Natal 
ha  crecido  extraordinariamente  v  es  hov  una  de  las  más  im- 
portantes ciudades  de  Sud  Africa.  Su  nombre  fué  sustituido 
por  el  de  D'Urban  y  actualmente  se  la  llama  Durban.  En  la 
municipalidad  se  ha  colocado  una  placa  de  bronce  con  la  efigie 
de  Gardiner  y  esta  inscripción:  Natal  centenary  ¡824-1924. 
Voundcr  of  Durban  1835.  Captain  Alien  F.  Gardiner  R.  N. 
(Centenario  de  Natal  1824-1924.  Fundador  de  Durban,  1835. 
Capitán  Alien  F.  Gardiner  R.  N). 

Sin  sospechar  los  resultados  de  su  labor,  Gardiner  abandonó 
Sud  Africa  en  la  goleta  Velocity,  que  viajaba  de  Table  Bay  a 
Río  de  Janeiro. 


III 


ENTRE  LOS  INDIOS  DE  CHILE 
1838-1839 

Situación  en  Buenos  Aires  y  Mendoza.  -  Los  gauchos.  -  Venta 
de  Biblias.  -  Los  indígenas  de  Bío-Bto.  -  Los  fuertes  de 
Arauco.  -  Fracaso  en  el  lago  Raneo  y  en  Queule. 

Después  de  detenerse  unas  tres  semanas  en  Río,  Gardiner  y 
su  familia  se  dirigieron  a  Montevideo  a  donde  llegaron  el  24 
de  julio  de  1838.  Al  día  siguiente,  se  embarcaron  rumbo  a 
Buenos  Aires  en  el  vapor  Rosa.  En  esos  momentos,  el  tirano 
Rosas  se  encontraba  en  dificultades  con  el  gobierno  francés, 
lo  que  había  determinado  el  bloqueo  del  puerto  de  Buenos 
Aires,  aunque  se  permitía  el  viaje  de  un  barco  por  semana. 

Después  de  desembarcar  por  medio  de  un  lanchón  y  un 
carro,  se  pusieron  a  la  tarea  de  buscar  alojamiento,  que  en- 
contraron pocos  momentos  antes  de  desatarse  una  terrible  tor- 
menta. Pronto  entraron  en  relación  con  distintas  personas, 
especialmente  con  el  pastor  anglicano,  reverendo  Armstrong, 
que  les  ayudó  a  comprender  los  problemas  de  esos  lugares.  De 
Ja  situación  religiosa  en  Buenos  Aires,  Gardiner  escribió  lo 
siguiente: 

"A  pesar  del  resurgimiento  en  la  orden  de  los  jesuítas  y 
del  subsidio  que  reciben  del  gobierno  nacional,  es  un  hecho 
alentador  que  la  venta  o  distribución  de  la  Biblia  y  otros  libros 
religiosos  no  esté  prohibida.  Aunque,  al  mismo  tiempo,  se 
sobreentiende  que  la  predicación  en  público  en  castellano,  o 
cualquier  otro  intento  de  instruir  al  pueblo  en  las  verdades 
cristianas,  tal  como  surgen  de  las  Escrituras  sin  mutilar,  encon- 
trará decidida  oposición." 

El  10  de  diciembre  Gardiner  inició  el  viaje  hacia  Mendoza 
en  una  diligencia  que  tardó  catorce  días,  sin  contar  los  do- 
mingos, para  llegar  a  su  destino.  Cerca  de  Lujan  una  lluvia 


40 


ARNOLDO  CANCLINI 


muy  fuerte  anegó  el  vehículo  en  tal  forma  que  los  pasajeros 
tuvieron  que  abrir  un  agujero  en  el  piso  para  desagotarlo. 

Cuando  llegaron  al  pueblo,  el  cura  párroco  fué  a  entrevis- 
tarse con  Gardiner  con  la  única  misión  de  cambiar  el  dinero 
en  papel  por  monedas  de  plata.  "Tuve  mucha  lástima  por  él  y 
más  por  su  rebaño",  fué  el  comentario  que  hizo  Gardiner  sobre 
tal  hecho,  en  un  pequeño  libro  que  escribió  sobre  este  viaje. 

Viajaban  muy  rápidamente  pues  temían  el  ataque  de  los 
indios,  de  los  que  se  veían  señales  desde  Río  Cuarto;  contra 
ellos  se  había  dirigido  seis  años  antes  la  primer  campaña  del 
desierto.  Sobre  los  gauchos,  Gardiner  hace  algunas  interesan- 
tes observaciones  que  transcribimos: 

"El  carácter  salvaje  y  parecido  al  de  los  bandidos  de  estos 
semi  bárbaros  descendientes  de  los  primeros  pobladores  espa- 
ñoles, no  puede  dejar  de  llamar  la  atención  del  viajero;  por 
cierto  que  ellos  constituían  el  único  descanso  para  la  monoto- 
nía y  los  observábamos  con  no  poco  interés,  cuando  se  dete- 
nían mudos  ante  el  corral  o  se  los  veía  galopando  hacia  las 
solitarias  postas  de  nuestra  ruta.  Invariablemente  los  encon- 
trábamos bien  educados,  pero  mucho  más  sucios  que  los  boers 
del  sur  del  Africa  y  viviendo  con  muchas  menos  comodidades. 
Casi  siempre  se  podía  conseguir  leche,  pero  como  no  tienen 
huertas,  salvo  en  Luján  y  en  San  Luis,  en  ningún  caso  pudimos 
conseguir  verduras,  fuera  de  cebollas.  La  forma  en  que  cui- 
dan a  sus  caballos  no  es  en  realidad  tan  bárbara  como  nos  la 
habían  descripto.  Por  cierto  que  cabalgan  admirablemente  y 
cuando  se  ve  a  uno  de  estos  gauchos  salvajes  persiguiendo  a  un 
avestruz  a  toda  carrera,  como  los  vimos  una  vez,  no  se  sabe 
qué  admirar  más:  si  la  velocidad  del  caballo  o  la  pericia  del 
jinete,  revoleando  el  lazo  y  lanzando  las  boleadoras  lejos,  de- 
lante suyo." 

En  Mendoza,  Gardiner  ofreció  al  librero  don  Jorge  Gómez 
una  cantidad  de  Biblias  y  Nuevos  Testamentos  que  aceptó  gus- 
toso; pero  los  devolvió  varios  días  después  declarando  que  eran 
invendibles. 

Entonces  resolvió  regalarlos  y  al  anunciar  este  propósito  se 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


41 


llenó  de  gente  el  patio  de  la  casa  donde  paraba,  que  —  hecho 
extraño  e  incomprensible  —  era  la  mansión  veraniega  del  fraile 
Aldao  que  se  arrogaba  el  título  de  general,  pues  así  lo  presenta 
Gardiner,  y  que  era  el  "gobernador"  o  mejor  dicho,  el  cau- 
dillo de  la  provincia. 

Las  primeras  Biblias  las  regaló  al  señor  Gómez  y  a  una 
sobrina  y  las  últimas  a  un  grupo  de  veintidós  personas  que,  ya 
antes  del  desayuno,  las  estaban  esperando;  no  alcanzaron  para 
todos  y  una  joven  se  puso  a  llorar  al  ver  que  se  quedaba  sin 
nada.  Un  día  antes  de  partir,  Gardiner  recibió  una  nota  de  un 
preceptor  de  una  escuela  que  le  decía  que  dos  de  sus  alumnos 
estaban  entre  los  beneficiados  y  le  agradecía  el  regalo  con  los 
mejores  augurios.  También  repartió  gran  cantidad  de  tratados. 

El  12  de  octubre,  nuestros  amigos  partieron  hacia  Chile 
montados  en  muías  y  en  caballos. 

Gardiner  termina  la  parte  de  su  libro  que  se  refiere  a  la 
Argentina  con  esta  oración:  "Plegué  al  Señor  abrir  el  camino 
para  la  entrada  abundante  de  su  palabra,  no  sólo  en  este  país 
de  oscuridad  en  cuanto  a  las  Escrituras,  sino  también  en  las 
almas  del  pobre  pueblo  mal  guiado  y  apresurar  el  tiempo  cuan- 
do el  hombre  que  peregrina  pueda  leer  por  sí  mismo  y  no 
tener  más  ídolos  por  pastores".  Agradezcamos  a  Dios  porque 
aun  cuando  se  ha  necesitado  un  siglo,  esta  oración  ha  sido 
contestada  y  hoy  la  Biblia  circula  libremente  por  todo  el  país. 

El  cruce  de  la  cordillera  se  hizo  por  el  paso  de  Uspallata  y 
requirió  ocho  días  de  viaje,  bastante  penosos,  especialmente 
para  los  niños.  El  viaje  a  Santiago  ocupó  otras  tres  jornadas. 
Luego  se  dirigieron  al  sur,  pasando  por  Talca,  Chillán  y  Con- 
cepción donde  se  iban  viendo,  cada  vez  con  más  terrible  evi- 
dencia, las  señales  del  terremoto  de  1835. 

Junto  a  la  última  ciudad  mencionada,  desemboca  el  río  Bío- 
Bío  que  era  entonces  la  frontera  con  los  indios,  quienes  se  en- 
contraban en  relaciones  pacíficas  con  los  blancos.  Dejando  allí 
a  su  familia,  Gardiner  acompañado  por  un  guía  llegó  al  pueblo 
de  San  Carlos,  donde  le  indicaron  que  fuera  a  un  lugar  lia- 


42 


ARNOLDO  CANCL1N1 


mado  Piligen,  pues  era  el  establecimiento  indígena  más  cer- 
cano. 

La  primera  persona  que  vieron  al  llegar  fué  al  cacique 
Corbalán,  que  venía  a  caballo,  cubierto  con  un  poncho  rojo. 
Los  recibió  con  amabilidad  y  ordenó  que  se  sacrificara  una 
oveja  para  agasajar  a  los  visitantes. 

Fueron  conducidos  a  la  choza  del  jefe,  donde  el  misionero 
explicó  su  propósito  de  enseñarles  la  palabra  de  Dios.  Corbalán 
escuchó  atentamente  e  hizo  algunas  preguntas  sobre  el  con- 
tenido de  la  Biblia  y  sobre  la  situación  del  alma  después  de  la 
muerte.  Finalmente,  decidió  convocar  a  los  jefes  vecinos  a  una 
asamblea,  lo  que  hizo  al  día  siguiente. 

Puede  decirse  que  esta  reunión  fué  de  mera  cortesía,  ya 
que  se  limitó  al  cambio  de  regalos.  Gardiner  tenía  preparados 
al  efecto  pañuelos  de  colores  y  botones  de  bronce  que  repartió 
entre  los  indígenas.  Corbalán,  el  más  importante  del  grupo, 
resolvió  mostrar  las  aldeas  vecinas  al  extranjero  y  todo  termi- 
nó allí. 

Más  tarde,  el  misionero  eligió  un  lugar  que  le  pareció  apro- 
piado y  se  dirigió  a  hablar  con  el  jefe  al  que  encontró  muy 
cambiado,  pues  no  sólo  había  dejado  de  ser  amable,  sino  que 
retiró  su  anterior  aprobación  al  plan  de  Gardiner.  Todo  esto 
tenía  su  origen,  sin  duda,  en  una  reunión  que  había  tenido  un 
poco  antes  con  los  otros  jefes,  donde  se  habían  convencido  del 
peligro  que  significaba  permitir  la  entrada  de  un  extranjero 
entre  ellos,  pues  la  tribu  vecina,  los  huilliches,  no  deseaba  tener 
ninguno  cerca. 

Gardiner,  muy  desanimado,  volvió  a  Concepción  dispuesto 
a  tentar  la  situación  entre  los  indios  del  Arauco.  Sólo  tres 
días  se  detuvo  en  la  ciudad  y  luego  partió  al  lugar  que  era 
un  fuerte  chileno  en  cuyos  alrededores  vivían  los  indígenas. 

Pero  allí  tampoco  le  fué  posible  radicarse  porque  las  auto- 
ridades no  lo  permitían.  Poco  tiempo  antes,  un  naturalista 
francés,  monsieur  Gay,  había  sido  obligado  a  retirarse. 

Entre  Concepción  y  Chiloé,  había  una  cadena  de  veinti- 
cinco fuertes  donde  además  de  los  soldados  vivía  un  sacerdote 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


43 


que  teóricamente  ejercía  el  ministerio  entre  los  indios,  lo  que 
era  imposible  por  la  enorme  suspicacia  de  los  presuntos  dis- 
cípulos. 

Las  autoridades  chilenas  habían  conseguido  establecer  rela- 
ciones amistosas  con  gran  número  de  jefes,  a  los  que  pasaban 
un  subsidio  periódico.  Cuando  uno  de  ellos  iba  en  busca  del 
dinero,  se  trataba  de  convencerlo  para  que  recibiera  el  bau- 
tismo. Si  era  posible,  se  le  daba  algún  nombre  resonante  como 
Sebastián  o  Hermenegildo  y  se  le  consideraba  cristiano.  Esa 
era  toda  la  labor  misionera  de  los  frailes. 

Comprendiendo  la  imposibilidad  de  trabajar  allí,  Gardiner 
volvió  nuevamente  a  Concepción  y  de  allí  fué  a  Talcahuano 
donde  se  embarcó  con  su  familia,  rumbo  a  Valdivia,  el  19  de 
enero  de  1839. 

Luego  de  seis  días  de  viaje  llegaron  a  destino,  donde  nues- 
tro héroe  recibió  el  nombre  de  "el  botánico"  pues  se  creía 
que  sus  propósitos  eran  los  mismos  que  los  de  monsieur  Gay. 

Los  indios  de  los  alrededores  pasaban  por  ser  independien- 
tes pero  poco  a  poco  iban  entrando  bajo  la  influencia  chilena. 

De  Valdivia,  Gardiner  viajó  río  arriba  hasta  Arique  y  luego 
a  caballo  hasta  Quilchinca,  donde  dejó  a  su  familia;  de  allí  con- 
tinuó hasta  el  lago  Raneo,  junto  al  cual  residía  la  tribu  del 
cacique  Neggiman,  a  quien  encontró  muy  pronto.  La  con- 
versación resultó  muy  halagüeña.  A  la  pregunta  de  si  podía 
quedarse  a  vivir  con  ellos,  el  indio  contestó:  "Oh,  sí,  por  su-^ 
puesto,  si  usted  me  trae  una  carta  de  don  Francisco".  Gardiner 
estaba  encantado;  don  Francisco  era  el  comisario  con  quien 
había  hablado  poco  antes  y  quien  le  había  asegurado  que  no 
tendría  dificultades.  Pero  el  misionero  ignoraba  una  cosa:  un 
fraile  llamado  Manuel,  de  Valdivia,  al  oír  que  "el  botánico",  un 
hereje,  quería  establecerse  entre  los  indios,  fué  a  conversar  con 
el  comisario  para  mostrarle  el  peligro  que  ello  implicaba.  Sin 
embargo,  cuando  Gardiner  se  presentó  con  las  buenas  noticias, 
don  Francisco  resolvió  cumplir  su  palabra  y  darle  la  carta. 
Pero  cuando  estuvo  otra  vez  delante  de  Neggiman,  éste  le  pre- 


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ARNOLDO  CANCLINI 


guntó  cuánto  tiempo  pensaba  quedarse.  El  misionero  le  con- 
testó que  quería  aprender  el  idioma  y  luego  trabar  relación 
con  los  suyos,  lo  que  posiblemente  ocuparía  ''doce  lunas".  El 
jefe  le  contestó  que  sólo  podía  quedarse  "una  luna".  Gardiner 
nunca  supo  cuál  fué  la  influencia  secreta  que  hizo  cambiar  de 
opinión  a  Neggiman,  pero  fray  Manuel  confesó  años  después 
que  él  había  sido  el  causante. 

Todavía  quedaba  una  esperanza:  los  huilliches,  que  vivían 
algo  más  al  norte  y  eran  realmente  independientes. 

El  4  de  febrero  partió  de  Quilchinca  hacia  Queule.  Al  lle- 
gar, fué  rápidamente  conducido  a  la  presencia  del  cacique  Wy- 
kepang. Gardiner  le  explicó  que  se  proponía  seguir  hacia  el 
norte  pero  el  cacique  le  hizo  saber  que  eso  no  le  sería  permi- 
tido. El  misionero  trató  entonces  de  interesarlo  en  la  Palabra 
de  Dios,  ofreciéndose  a  quedarse  allí,  pero  Wykepang  le  de- 
claró terminantemente  que  no  quería  tenerlo  en  su  territorio. 
El  cacique  averiguó  que  Gardiner  no  respondía  "a  los  españo- 
les" y  por  eso  le  permitió  pasar  allí  la  noche  y  nada  más, 
pues,  según  dijo,  los  huilliches  habían  resuelto  no  permitir  la 
presencia  de  extranjeros  en  su  tierra.  Esto  concordaba  con  lo 
dicho  por  Corbalán  y  Gardiner  comprendió  que  era  cierto. 

Al  irse,  Wykepang  lo  despidió  amablemente  asegurándole 
que  si  otra  vez  volvía,  hablando  no  en  español,  sino  en  el  idioma 
indígena,  su  presencia  iba  a  ser  autorizada. 

Volvió  a  Quilchilca  y  de  allí  a  Valdivia.  Comprendió  que 
sus  planes  de  trabajo  en  Chile  habían  fracasado  y  resolvió  buscar 
otro  campo  que  ya  estuviera  blanco  para  la  siega;  tomó  un 
mapa  del  mundo  y  lo  estudió  como  quien  lo  hace  con  su  propio 
país  y  resolvió  ir  a  las  antípodas  con  la  facilidad  con  que  el  po- 
blador de  una  ciudad  resuelve  ir  a  los  suburbios.  Su  espíritu 
de  incansable  marino  !e  hacía  ver  próximo  cualquier  lugar  al 
que  se  pudiera  ir  por  mar. 

Fué  con  los  suyos  a  Valparaíso  y  allí  se  embarcó  rumbo  a 
Svdney  para  seguir  a  Nueva  Guinea. 


IV 


EN  PAPUA,  CHILOE  Y  MAGALLANES 
1839-  1843 

Intento  de  obtener  permiso  para  radicarse  en  Papúa.  -  Fracaso. 
Otra  vez  en  Chile.  -  El  fraile  Manuel.  -  Fracaso  en  Chiloé. 
El  "Adiós  a  Chile".  -  En  las  Malvinas.  -  Indios  fueguinos.  - 
Encuentro  amistoso  con  los  jefes  San  León  y  Wissale.  - 
Viaje  a  Inglaterra.  «. 

El  29  de  mayo  Gardiner  y  los  suyos  se  embarcaron  en  Val- 
paraíso rumbo  a  Sydney,  Australia,  donde  llegaron  el  14  de 
septiembre.  Tenía  el  propósito  de  dirigirse  a  Nueva  Guinea 
donde,  hasta  ese  momento,  no  había  misión  establecida  y  para 
eso  empezó  a  trasladarse  a  Dili,  en  la  zona  portuguesa  de  la 
isla  Timor.  Luego  de  parar  en  Koepang,  en  la  parte  holandesa, 
resolvió  ir  a  Ternate,  capital  de  las  Molucas,  y  tramitar  allí  el 
permiso  para  radicarse  entre  los  indígenas.  Las  dificultades 
para  viajar  obligaron  a  hacer  un  largo  recorrido  por  Amboina 
y  Filloto,  otras  islas  del  aixhipiélago,  pero  estas  incomodidades 
fueron  un  medio  que  Dios  usó  para  salvar  sus  vidas,  porque 
entre  tanto  el  volcán  de  Ternate  había  hecho  erupción  y 
provocado  un  destrozo  enorme  en  los  alrededores. 

Luego  de  llegar  al  lugar  deseado,  visitaron  los  pueblos  de 
Manado  y  Tondano,  en  Célebes,  donde  había  varios  misioneros 
holandeses  establecidos.  Después  de  una  larga  espera,  Gardiner 
pudo  hablar  con  el  gobernador  de  las  Molucas,  pero  de  la 
conversación  no  resultó  nada  definitivo.  El  misionero  resolvió 
ir  a  Batavia  para  gestionar  el  permiso  ante  el  gobernador  ge- 
neral, a  quien  hizo  el  pedido  en  la  forma  correspondiente.  Des- 
pués de  aguardar  seis  días,  fué  llamado  al  palacio  real  donde  se 
le  dijo  lo  siguiente: 

"Se  me  ordena  que  le  comunique  que  sólo  a  los  ciudadanos 
holandeses  se  les  permite  ir  a  los  lugares  que  usted  ha  pedido 
permiso  para  visitar." 


46 


ARNOLDO  CANCLINI 


Lo  único  que  había  que  agregar  era  que,  desde  1834,  no  se 
otorgaban  cartas  de  ciudadanía. 

No  había  nada  que  hacer  allí  y  por  otra  parte  el  horrible  cli- 
ma había  quebrantado  su  salud  en  forma  tal  que  demostraba  la 
imposibilidad  de  quedarse.  Gardiner  resolvió  volver  a  Chile 
y  hacer  un  nuevo  intento  de  radicarse  entre  los  indios  del  sur 
de  ese  país.  Después  de  un  largo  viaje,  llegó  con  los  suyos  a 
Valparaíso  el  10  de  mayo  de  1841,  con  lo  cual,  luego  de  dar 
la  vuelta  al  mundo,  volvía  al  lugar  de  donde  había  partido. 

Su  propósito  era  dirigirse  a  los  valles  de  la  cordillera  donde 
vivían  los  pehuenches  y  su  primer  intento  fué  hecho  en  tal 
sentido,  tratando  de  llegar  al  paso  Planchón  entre  Talca  y  San 
Fernando.  Sin  embargo,  ante  la  imposibilidad  de  encontrar 
guía  e  intérprete,  tuvo  que  volver  a  Valparaíso  con  la  resolu- 
ción de  ir  a  la  isla  de  Chiloé. 

Pasó  un  tiempo  antes  de  conseguir  el  permiso  necesario,  que 
empleó  en  hacer  circular  la  Biblia  y  algunos  folletos.  Este  car- 
gamento había  llegado  a  Valparaíso  durante  su  ausencia  y  el 
pedido  de  permitir  el  paso  por  la  aduana  de  un  cajón  de 
"Biblias  y  otros  libros  religiosos"  fué  el  primero  de  esa  natura- 
leza que  se  hizo  en  Chile. 

El  5  de  mayo  la  familia  Gardiner  partió  de  Valparaíso  en 
el  vapor  Dos  Hermanos  que  llegó  a  San  Carlos,  en  Chiloé,  unos 
diez  días  después.  A  bordo  viajaba  también  nuestro  conocido, 
el  fraile  Manuel,  que  había  hecho  fracasar  el  intento  de  Gar- 
diner de  establecerse  en  el  lago  Raneo. 

Una  vez  en  San  Carlos,  el  fraile  comenzó  a  difamar  al  re- 
cién llegado,  diciendo  que  era  un  hombre  peligroso  que  venía 
a  conturbar  los  espíritus  de  los  fieles  y  hacer  prosélitos  para 
un  credo  herético;  pronto  las  murmuraciones  del  pueblo  lo 
convirtieron  en  un  obispo  excomulgado  y  en  el  culpable  del 
robo  de  una  hostia. 

Mientras  tanto,  Gardiner  hizo  averiguaciones  referentes  a 
un  posible  viaje  a  la  cordillera,  pero  cuando  hubo  descubierto 
la  mejor  forma  de  hacerlo  no  pudo  encontrar  gente  que  se 
pusiera  a  sus  órdenes  por  temor  a  la  herejía.  En  ese  momento, 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


47 


el  fraile  Manuel  se  dió  cuenta  que  había  ido  demasiado  lejos  y, 
antes  de  partir  de  San  Carlos,  fué  a  visitar  a  Gardiner  y  le  dijo: 
"Seamos  amigos.  Usted  quiere  un  diccionario  chilidugan:  pues 
aquí  tiene  uno".  Dicho  y  hecho;  de  debajo  de  su  sotana  sacó 
un  librito  que  no  era  posible  conseguir  por  estar  completa- 
mente agotado  y  que  fué  recibido  con  toda  suerte  de  agra- 
decimientos. 

Los  rumores  desaparecieron  tan  rápidamente  como  habían 
circulado  y  la  gente  comenzó  a  visitar  a  Gardiner  y  a  decirle 
al  oído:  "En  secreto,  señor,  yo  estoy  de  su  lado",  creyendo 
que  el  misionero  tenía  planes  políticos.  El  se  ümitaba  a  rega- 
larles Biblias  y  folletos,  comprendiendo  que  por  el  momento 
era  inútil  todo  intento  de  evangelización  donde  reinaba  la 
iglesia  de  Roma.  En  esos  días,  escribió  en  su  diario  estas  pa- 
labras que  marcan  un  punto  fundamental  de  su  vida: 

"Habiendo  abandonado  por  fin  toda  esperanza  de  alcanzar 
la  poblado?!  india  donde  es  más  civilizada  y  menos  migratoria, 
mis  pensamientos  se  han  vuelto  necesariamente  hacia  el  sur. 
Afortunadamente  para  nosotros,  y  espero  que  para  los  pobres 
indios,  las  islas  Malvinas  están  ahora  bajo  la  bandera  británica 
y  aunque  el  establecimiento  es  pobre,  es  la  base  de  una  gran 
cantidad  de  balleneros  y  barcos  loberos  que  frecuentan  el 
estrecho  de  Magallanes.  Los  patagones  de  Gregory  Bay,  en  la 
parte  noreste  del  estrecho,  han  demostrado  siempre  una  amis- 
tosa disposición  hacia  los  extranjeros  y  es  particularmente  ha- 
cia ese  lugar  al  que  estoy  dirigiendo  mi  atención  por  ahora.  Nos 
proponémos  ir  a  Berkeley  Sound,  en  las  Malvinas.  Haremos 
de  este  lugar  nuestra  residencia  intentando  viajar  en  un  lobero 
y  pasar  el  verano  entre  los  patagones.  ¿Quién  puede  decir  que 
las  islas  Malvinas,  tan  admirablemente  situadas  para  el  propósito 
no  lleguen  a  ser  la  llave  de  los  aborígenes,  tanto  de  la  Patagonia 
como  de  Tierra  del  Fuego?" 

Estas  últimas  palabras  extresan  el  anhelo  que  había  de  llenar 
todo  el  resto  de  su  vida  y  la  vida  de  sus  sucesores  durante  mu- 
chos años. 

La  familia  Gardiner  volvió  a  Valparaíso  y  de  allí  fueron  a 


48 


AHNOLDO  CANCLINI 


Santiago,  mientras  el  misionero  iba  a  Quillota  a  vender  Bi- 
blias. Pronto  estuvo  de  regreso  y  se  despidió  definitivamente 
de  Santiago  con  una  hermosa  poesía,  que  pierde  gran  parte  de 
su  belleza  con  la  traducción  que  transcribimos: 

ADIOS  A  CHILE 

¡Adiós  a  ti  ahora!   Como  un  sueño  ha  pasado. 
He  de  mirar  tu  belleza  y  mirarla  hasta  el  fin. 
Tu  selvatiquez  es  orden,  tu  aspereza  es  gracia 
y  estos  cuadros  vendrán  a  menudo  a  la  memoria, 
que  quizá  el  tiempo  dañe  pero  no  podrá  borrar. 

Hondos  son  los  rastros  de  Su  gran  sabiduría, 
Su  voluntad  canta  el  monte  de  nublada  cresta 
y  el  nombre  de  Jehová  en  todo  Chile  resuena; 
vendimias  y  cosechas  sus  mercedes  proclaman 
y  las  selvas  y  valles  el  mismo  eco  repiten. 

Cada  cráter  como  un  faro  que  el  cielo  taladra, 

cada  valle  de  lava,  por  temblores  hendido 

un  relato  contiene,  aquí  tan  bien  registrado, 

que  del  que  es  Señor  de  la  tierra  y  del  mar  y  del  aire, 

de  su  juicio  nos  habla  y  a  prepararnos  nos  llama. 

Mas,  ¿qué  son  ellos  si  no  se  disipa  la  niebla 

y  la  conciencia  es  esclava,  hundida  en  las  tinieblas, 

y  un  cruciforme  leño  se  exalta,  en  lugar 

de  Aquel  que  por  pecadores  ha  muerto  y  sufrido 

y  para  vivos  y  muertos  se  compra  el  perdón? 

Hombre  blanco,  aunque  sea  tu  esclavo,  desafíate  el  indio; 

esgrimiendo  la  lanza,  su  frontera  defiende, 

pero  su  valor  es  vano  (aunque  es  libre  cual  aire), 

cuando  arrojas  sobre  él  las  cadenas  que  tú  usas 

y  le  quitas  la  luz  que  impartirle  debieras. 

Señor,  la  mañana  apresura  y  cumple  tu  dicho, 
rompe  con  tu  luz  la  niebla,  tu  espíritu  infunde; 
aun  ahora,  haz  que  algún  rayo  del  día  que  llega 
se  agite  y  mueva  sobre  el  torreón  de  los  Andes 
hasta  que  el  sol,  con  sus  rayos,  las  sombras  destroce. 


Santiago,  23  de  octubre  de  1841. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


49 


Un  mes  después  de  esta  fecha  partieron  en  el  vapor  Juana 
que  llegó  a  Puerto  Luis,  en  las  Malvinas  el  día  de  Navidad. 
Gardiner  pensó  que  si  llegaba  a  Puerto  Stanley  le  sería  fácil 
encontrar  una  embarcación  para  trasladarse  al  continente,  pero 
descubrió  que  le  era  imposible  hacerlo.  Por  último,  resolvió 
trasladarse  a  una  pequeña  isla,  la  más  occidental  del  archipié- 
lago, llamada  New,  donde  paraba  la  mayoría  de  los  balleneros 
y  loberos  que  se  dirigían  a  la  Patagonia.  Para  ir  hasta  allí 
empleó  un  barco  llamado  Montgomery  tan  desvencijado  que 
el  propio  dueño  no  quería  embarcar  al  misionero.  Ya  en  la 
isla  New,  donde  llegó  con  un  criado,  encontró  varios  balle- 
neras, pero  ninguno  quiso  ponerse  a  sus  órdenes  porque  estaban 
en  la  época  más  propicia  para  la  caza  de  ballenas  y  no  les 
convenía  abandonarla. 

El  capitán  de  uno  de  esos  barcos  le  habló  de  un  criollo 
llamado  San  León,  que  vivía  con  los  indígenas  del  estrecho  desde 
hacía  doce  años  y  que  tenía  sobre  ellos  gran  influencia,  debido, 
sobre  todo,  a  que  en  cierta  circunstancia  había  desafiado  a  un 
brujo  y  le  había  dado  muerte  de  un  tiro. 

Finalmente,  el  patrón  del  Montgomery  se  ofreció  para  lle- 
varlo en  su  destartalada  embarcación,  previo  pago  de  doscientas 
libras  esterlinas.  Gardiner  aceptó,  aunque  era  exponer  la  vida, 
pero  se  negó  a  pagar  más  de  la  mitad  del  precio  exigido. 

Hechos  a  la  vela,  entraron  en  el  estrecho  cinco  días  después 
y  se  detuvieron  frente  a  la  costa  fueguina.  Por  todas  partes 
se  veían  guanacos  pero  no  indígenas;  Gardiner  resolvió  ir  a 
tierra  y  prender  fuego  para  llamar  la  atención.  Poco  después 
apareció  un  grupo  de  onas,  cubiertos  de  pieles,  quienes  se 
detuvieron  a  cierta  distancia  y  encendieron  una  hoguera.  El 
misionero  no  quería  alejarse  mucho  del  bote  y  entonces  echa- 
ron más  combustible  y,  al  agrandarse  las  llamas  hicieron  señas 
a  los  nativos.  Estos  se  acercaron  y  recibieron  con  agrado  las 
chucherías  que  les  regalaron:  pañuelos  de  colores,  espejitos, 
cortaplumas,  etc.  Gardiner  les  dirigió  algunas  frases  en  caste- 
llano y  unas  pocas  que  conocía  en  tehuelche,  pero  fué  en  vano. 


50 


ARNOLDO  CANCUNI 


Johnson,  el  criado  de  Gardiner,  se  puso  en  marcha  hacia  el 
bote,  lo  que  fué  recibido  con  gran  alegría  por  los  nativos, 
que  hicieron  señas  al  misionero  invitándole  a  seguirle.  Como 
no  había  otra  cosa  que  hacer,  resolvió  complacerles  y  volvió 
a  embarcarse. 

Al  día  siguiente,  entraron  en  Gregory  Bay  (actualmente  Ba- 
hía de  San  Gregorio)  (x)  y  Gardiner  y  Johnson  fueron  a  tierra, 
üe  acuerdo  a  las  indicaciones  que  le  habían  dado  en  la  isla 
New,  caminó  unos  doce  kilómetros  pero  encontró  sólo  las 
señales  del  campamento,  aunque  no  a  los  indígenas,  a  quienes 
vió  desde  una  altura  en  un  lugar  llamado  Puerto  Oazv,  hacia 
donde  se  dirigió  el  Montgomery. 

Al  día  siguiente,  varios  nativos  fueron  a  bordo  y  luego  todos 
Dajaron  a  visitar  el  campamento.  Sentado  en  medio  de  un  gran 
número  de  patagones,  estaba  San  León,  con  quien  Gardiner 
sostuvo  una  conversación  en  castellano.  No  objetó  la  idea 
de  que  se  estableciera  allí,  pero  le  señaló  el  hecho  de  que 
faltaba  gran  parte  de  la  tribu  y  el  misionero  resolvió  esperarla. 

Trajeron  a  bordo  una  carpa  y  la  armaron  para  dormir  en 
ella.  La  primera  noche  no  pudieron  hacerlo  pues  un  grupo  de 
perros  parecía  decidido  a  devorarse  las  partes  de  cuero  de  la 
tienda.  La  segunda,  fueron  sorprendidos  por  un  gigantesco 
indígena  que  entró  en  la  carpa  y  dijo:  "/  go  sleep"  (Voy  a 
dormir)  y  se  echó  a  hacerlo;  Johnson  le  hizo  un  discurso  en 
inglés,  pero  sin  resultado;  Gardiner  tuvo  éxito  en  una  forma 
más  sencilla:  tocó  al  patagón  con  la  mano,  señaló  la  puerta  con 
la  otra  y  dij    lo  más  claramente  posible  una  de  las  palabras 

(1)  Dos  jóvenes  misioneros  norteamericanos  —  Titus  Coan  y  Gui- 
llermo Arms  —  estuvieron  en  Gregory  Bay  entre  el  14  de  noviembre  de 
1833  y  el  25  de  enero  de  1834,  con  el  fin  de  estudiar  la  posibilidad  de 
que  la  Junta  Americana  de  Comisionados  para  Misiones  Extranjeras  co- 
menzara obra  allí.  Convivieron  todo  ese  tiempo  con  los  indios,  hasta 
que  les  rescató  una  goleta  inglesa.  Por  informes  errados,  creyeron  muy 
reducido  el  número  de  los  patagones  e  informaron  en  contra  de  la 
conveniencia  de  ese  trabajo.  Arms  fué  a  la  India  y  Coan  llegó  a  ser  el 
héroe  de  las  misiones  en  Hawai. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


51 


inglesas  que  el  indio  parecía  conocer:  "G<?"  (Vayase);  el 
intruso  salió  sin  decir  una  palabra. 

San  León  pidió  que  le  permitieran  ir  hasta  Puerto  Hambre 
en  el  Montgomery  en  busca  de  leña  v  Gardiner  accedió  al  pe- 
dido. Durante  su  ausencia  la  comunicación  con  los  indios  era 
casi  imposible  pues  debía  limitarse  a  monosílabos  y  breves  ex- 
presiones. Sin  embargo,  en  todo  momento  fueron  atentos  con 
el  misionero,  aunque  observaban  todos  sus  movimientos  con 
gran  curiosidad.  Mientras  tanto,  llegó  otra  tribu  a  las  órdenes 
del  cacique  Wissale,  hombre  robusto  que  trató  a  Gardiner  de 
la  manera  más  amable  posible;  le  contó  que  venía  del  río  Negro 
donde  ocho  meses  antes  había  comprado  ciento  veinte  caballos. 
Acompañaba  a  Wissale  un  negro  norteamericano  llamado  Isaac, 
que  tres  años  antes  había  desertado  de  un  ballenero  en  el  río 
Gallegos  y  que  resultaba  mejor  intérprete  que  San  León. 

Wissale  e  Isaac  visitaron  a  Gardiner  en  su  tienda  y  el  jefe 
recibió  un  buen  número  de  regalos.  Luego  accedió  al  pedido 
del  misionero  de  quedarse  con  ellos. 

El  día  siguiente  era  domingo  y,  con  la  presencia  de  Johnson 
y  tres  hombres  del  barco,  se  celebró  un  servicio  religioso. 
Gomo  la  conducta  de  los  indígenas  era  tan  amistosa,  Gardiner 
resolvió  ir  en  busca  de  su  familia  y  dejando  sus  cosas  al 
cuidado  de  San  León  y  de  Wissale  volvió  al  Montgomery  que 
en  dos  días  lo  transportó  a  la  isla  New  y  de  allí  a  Puerto  Luis. 
En  este  lugar  se  encontraban,  entre  otras,  dos  embarcaciones 
famosas,  el  Erebus  y  el  Terror,  que  al  mando  del  capitán  Ross 
hacían  una  célebre  exploración  por  el  continente  antártico. 

Gardiner  había  planeado  ofrecer  sus  servicios  a  la  Sociedad 
Misionera  de  la  Iglesia  (Anglicana),  pero,  al  enterarse  allí  de 
que  dicha  Sociedad  se  encontraba  en  dificultades  económicas  y 
no  deseaba  extender  su  campo  de  acción,  resolvió  ir  a  Ingla- 
terra para  interceder  en  favor  de  sus  amigos  patagones.  Luego 
de  despedirse  de  las  autoridades  se  embarcó  en  el  Sociedad 
junto  con  su  familia,  el  28  de  octubre  de  1842. 


V 


VENDIENDO  BIBLIAS  EN  LA  ARGENTINA 
1843  -  1844 

Situación  bélica  en  el  Río  de  la  Plata.  -  Viaje  a  Córdoba  y  San- 
tiago del  Estero.  -  Venta  de  libros  en  Santiago  y  Tucumán. 
Diversas  experiencias.  -  Regreso  a  Inglaterra. 

Una  vez  llegado  a  su  patria,  Gardiner  renovó,  personalmente 
y  por  carta,  su  pedido  a  la  Sociedad  Misionera  de  la  Iglesia 
(Anglicana),  pero,  como  las  dificultades  financieras  de  la  mis- 
ma no  habían  desaparecido,  su  solicitud  fué  rechazada.  Presentó 
su  pedido  igualmente  a  la  Sociedad  Wesleyana  y  a  la  de  Lon- 
dres, pero  también  fracasó. 

En  vista  de  estas  circunstancias,  Gardiner  resolvió  hacer  una 
pausa  en  sus  esfuerzos  por  la  Patagonia  y  dedicarse  a  la  venta 
de  Biblias  en  el  interior  de  la  Argentina,  especialmente  en  las 
provincias  de  Córdoba,  Santiago  del  Estero  y  Tucumán,  donde, 
hasta  entonces,  nunca  había  llegado  al  pueblo  la  Palabra  de  Dios. 

El  8  de  septiembre  de  1843  se  embarcó  en  Falmouth,  rumbo 
al  Río  de  la  Plata,  donde  se  estaban  desarrollando  trágicos 
sucesos.  Montevideo  había  sido  sitiada  por  tierra  por  las  tropas 
del  tirano  Juan  Manuel  de  Rosas,  que  apoyaban  al  caudillo 
uruguayo  Oribe,  y  bloqueada  por  mar  por  la  escuadra  del 
almirante  Brown.  Al  llegar  Gardiner,  se  oía  el  cañoneo  desde 
lejos.  En  esos  días  difíciles,  el  fiel  siervo  de  Dios  se  retiró  a 
su  camarote  y  escribió  estas  palabras  en  su  diario: 

"Nos  estamos  acercando  rápidamente  al  país  donde  espero 
que  me  será  permitido  hacer  llegar  la  Palabra  de  vida  a  muchos 
que  aun  permanecen  quietamente  a  la  sombra  de  la  oscuridad 
papal. 

"¡Luz  del  mundo!    Levántate  en  gloria 
y  haz  que  tus  rayos  de  salud  desciendan. 
Sobre  esta  tierra  brillen,  do  moran  las  tinieblas; 
el  velo  de  la  muerte  en  tu  piedad  levanta. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


53 


Remueve  los  obstáculos  que  la  vista  nublan 
de  aquellos  que,  ciegos,  a  los  ciegos  guían 
y  en  el  bendito  Libro,  que  aun  no  poseen, 
haz  que  su  Vida  encuentren,  y  su  todo. 

Doquiera  tu  Palabra  sea  con  fe 

cual  pan  sobre  las  aguas  arrojada, 

hazla  allí,  Señor,  adelantar, 

y  al  terco  y  pétreo  corazón  quebranta. 

Aunque  tarde  en  llegar,  no  podrá  ser 
que  vuelva  tu  Palabra  a  ti  vacía. 
Sólo  tus  ojos  podrán  el  fruto  ver. 
Quizá  mucho  dure  el  humeante  pabilo 

mas  la  escondida  llama  nada  extinguir  podrá, 
pues  Tú  por  ella  noche  y  día  velarás. 
Tu  nombre  exalta,  Señor,  tu  obra  apresura, 
y  soberanos  muéstranos  tu  gracia  y  tu  poder. 

Después  de  vencer  las  dificultades  que  provocaba  la  si- 
tuación, Gardiner  llegó  a  Buenos  Aires,  a  principios  de  no- 
viembre de  1843.  Se  puso  de  inmediato  al  trabajo,  haciendo 
traducir  cuatro  folletitos  e  imprimiendo  dos  de  ellos. 

Se  relacionó  con  un  librero  inglés,  para  averiguar  qué  posi- 
bilidades había  de  vender  Biblias  en  castellano,  y  el  hombre  le 
contestó  que  había  tenido  una  cantidad,  pero  que  no  había 
podido  venderlas:  su  tapa,  en  vez  de  ser  roja,  era  celeste  y 
es  cosa  sabida  que  el  celeste  era  el  emblema  de  los  unitarios, 
enemigos  de  Rosas,  mientras  que  el  encarnado  era  el  color 
del  omnipotente  tirano. 

El  11  de  noviembre  comenzó  el  viaje  al  interior,  en  una 
diligencia,  incómodo  por  las  tormentas  y  los  grandes  temores 
que  provocaba  la  proximidad  de  los  indios,  que  en  los  últimos 
tiempos  habían  reanudado  sus  expediciones  guerreras.  Doce 
días  después  de  partir,  vieron  a  lo  lejos,  con  el  alivio  imagina- 
ble, la  silueta  de  las  sierras  de  Córdoba.  Antes  de  llegar  a  la 
ciudad  tuvieron  que  detenerse  frente  a  un  río,  el  Segundo 
posiblemente,  que  había  crecido  en  forma  extraordinaria.  Gar- 
diner se  vió  obligado  a  pasar  la  noche  en  una  posta.  Poco 
después  llegaron  también  al  lugar  un  caballero  y  su  hijo,  que 


54 


ARNOLDO  CANCLINI 


pidieron  de  quedar  allí.  Era  el  doctor  Gordon,  médico  inglés 
radicado  en  Córdoba,  que  se  ofreció  para  ayudar  al  misionero. 

El  mismo  día  que  llegaron,  fué  en  busca  de  su  nuevo  amigo 
y  éste  lo  acompañó  en  una  entrevista  con  el  gobernador,  quien 
le  dió  sendas  cartas  para  los  de  Santiago  del  Estero  y  Tucumán. 

Tan  pronto  le  fué  posible,  Gardiner  reanudó  su  viaje  hacia 
el  Norte,  rumbo  a  Santiago,  adonde  llegó  después  de  ocho  días 
en  diligencia.  En  una  casa  de  postas  de  un  lugar  llamado  Jua- 
nillas,  un  arriero  le  pidió  algunos  tratados,  al  ver  que  los 
estaba  repartiendo  al  maestro  de  postas,  diciendo  que  deseaba 
hacerlos  circular  en  la  población  de  Loreto  donde  vivía. 

Provisto  de  cartas  de  presentación  del  doctor  Gordon,  Gar- 
diner fué  tratado  con  mucha  amabilidad  y  el  mismo  día  de  su 
llegada  pudo  comenzar  la  venta  de  Biblias  y  demás  libros.  Es- 
tos despertaron  gran  interés  v,  en  poco  tiempo,  se  reunió  un 
público  numeroso  que  revisaba  los  cajones  sin  dar  señas  de 
irse.  Hasta  las  once  de  la  noche  no  fué  posible  para  el  viajero 
retirarse  a  descansar. 

Al  día  siguiente,  poco  después  del  desayuno,  llegaron  unas 
damas  y  luego  unos  frailes,  que  preguntaron  por  novelas  y 
libros  de  medicina,  pero  que  no  aceptaron  la  Biblia.  Pronto  la 
habitación  se  llenó  de  compradores  que  revisaban  los  libros  y 
los  compraban,  haciendo  imposible  llevar  una  cuenta  ordenada 
de  las  ventas.  Un  caballero,  llamado  José  María  López,  viendo 
esto,  se  ofreció  para  ayudarle,  dedicándose  a  atender  al  pú- 
blico, mientras  Gardiner  anotaba  las  ventas.  Sin  embargo,  al 
terminar  el  día,  la  pieza  se  encontraba  en  un  desorden  espan- 
toso, con  libros  desparramados  sobre  el  piso  y  los  muebles,  por 
lo  que  López  trajo  dos  mesas  para  facilitar  la  venta  y  el  registro. 

Muy  de  madrugada  arreglaron  todo  y  separaron  dos  cajones 
de  libros  para  Tucumán  y  los  ataron.  Mientras  lo  hacían,  tenían 
que  atender  a  múltiples  visitantes  que  preguntaban  a  qué  hora 
se  abría  el  negocio.  Antes  de  comenzar  a  vender,  Gardiner 
fué  a  ver  a  un  médico,  porque  tenía  la  garganta  dolorosamente 
inflamada;  se  había  sentido  mal  desde  Buenos  Aires,  pero,  de- 
seoso de  llegar  hasta  allí,  no  se  había  detenido  a  curarse  y,  no 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


55 


pudiendo  tolerar  más  el  dolor,  fué  en  busca  del  facultativo, 
que  le  indicó  la  conveniencia  de  hacerse  curar  inmediata- 
mente. Gardiner  pensó  en  los  clientes  que  le  esperaban  y 
decidió  dejar  el  cuidado  de  su  garganta  para  cuando  estuviera 
en  Tucumán. 

Cuando  llegó  a  su  casa,  encontró  a  muchas  personas  aguar- 
dándole. La  venta  fué  haciéndose  rápidamente  y  la  pieza  se 
fué  llenando  de  tal  manera  que  los  que  entraban  difícilmente 
podían  salir.  Fué  necesario  cerrar  las  puertas  y  quedar  a  os- 
curas durante  un  buen  rato  hasta  que  se  alejó  el  público  que 
estaba  afuera. 

El  gobernador,  que  era  entonces  el  caudillo  Felipe  Ibarra, 
mandó  pedir  un  folletito,  especificando  el  título.  Una  dama 
ocupó  el  lugar  de  López,  cuando  éste  tuvo  que  retirarse,  y  fué 
de  mucha  utilidad.  Una  anciana  se  lamentó  al  no  poder  leer  la 
Biblia,  porque  estaba  impresa  en  tipos  muy  pequeños  y  Gardiner 
entonces  le  prestó  un  lente  de  aumento;  ella  nunca  había 
intentado  el  sistema  y  exclamó  con  alegría:  "¡Ahora  puedo 
leer!  ¡Ahora  puedo  leer!".  Como  el  lente  le  fuera  regalado, 
quedó  muy  contenta. 

El  viaje  a  Tucumán  duró  desde  un  sábado  a  la  tarde  hasta 
un  lunes  a  la  noche,  pues  Gardiner  acostumbraba  no  viajar  los 
domingos. 

Antes  de  dedicarse  a  la  venta  de  libros,  fué  a  visitar  al  go- 
bernador y  luego  atendió  su  garganta  enferma.  Cuando  llegó 
la  hora  de  vender  sólo  aparecieron  unos  niños  que  miraban  con 
curiosidad,  pero  pronto  se  acercó  mucha  gente,  hasta  colmar 
la  pieza.  Se  vendieron  muchos  libros  v  folletos  y  algunas  Bi- 
blias. El  resto,  incluyendo  doscientos  Nuevos  Testamentos, 
fué  entregado  a  un  librero  llamado  don  Manuel,  que  se  com- 
prometió a  venderlos. 

El  domingo  fué  a  verlo  un  oficial  de  policía,  quien,  con 
mucha  amabilidad,  le  informó  que  el  cura  había  prohibido  la 
lectura  de  los  libros  que  vendía  el  hereje  extranjero.  Gardiner 
le  dió  un  ejemplar  de  cada  uno  y  le  informó  dónde  estaban 
los  demás.  Un  rato  después,  llegó  don  Manuel,  diciendo  que 


56 


ARNOLDO  CANCL1NI 


el  oficial  había  ido  a  su  casa,  había  revisado  los  libros  y  había 
declarado  que  podía  continuar  vendiéndolos;  la  policía  no 
prohibía  su  circulación. 

Por  la  tarde,  Gardiner  recibió  una  gran  sorpresa  cuando 
el  mismo  cura  de  quien  se  decía  que  había  predicado  en  contra 
suya,  fué  en  busca  de  libros  y  se  comportó  con  la  mayor  ama- 
bilidad y  cortesía.  Una  señora,  llamada  doña  Teresa,  fué  poco 
después  y  explicó  que  no  había  sido  el  cura,  sino  un  auxiliar 
de  San  Francisco  quien  había  prohibido  "a  los  ignorantes"  que 
leyesen  los  libros  del  extranjero. 

Antes  de  volver,  Gardiner  había  escrito  en  su  diario,  agra- 
deciendo a  Dios  porque  el  éxito  había  sido  mayor  que  el 
esperado,  en  los  términos  siguientes: 

"Y  ahora  que  he  llegado  al  punto  más  lejano  de  mi  viaje 
al  norte,  deseo  hacer  constar  la  bondad  y  la  misericordia  del 
Señor  mi  Dios,  que  me  ha  seguido  por  todas  partes.  Nada 
malo  me  ha  ocurrido,  a  mí  o  a  quienes  viajaban  conmigo. 
Amigos  amables,  de  quienes  siempre  tuve  necesidad,  aparecían 
delante  de  mí  y  el  Señor  ha  permitido  que  sea  abierta  una 
puerta  para  la  entrada  de  los  libros  que  he  traído  entre  este 
pueblo.-  ¿Qué  he  de  devolverle  por  estos  beneficios?  Señor, 
hazme  agradecido  y  dame  gracia  para  dedicar  todo  lo  que 
tengo  y  todo  lo  que  soy  a  ti,  de  quien  proceden  todas  las 
bendiciones." 

A  su  regreso  a  Santiago  del  Estero,  el  señor  Angel  Ca- 
rranza, que  lo  recibió  en  su  casa,  le  informó  que  los  sacerdotes 
católicos  habían  prohibido  la  venta  de  los  libros  y  don  José 
María  López  confirmó  la  noticia.  El  señor  Carranza  fué  inme- 
diatamente a  entrevistar  a  Ibarra,  el  gobernador,  quien  declaró 
que  la  venta  no  había  sido  prohibida.  Al  saberlo,  este  fiel  amigo 
de  Gardiner  fué  a  lo  de  don  José  María,  le  compró  todas  las 
Biblias  que  le  quedaban  y  en  presencia  del  misionero  vendió  un 
ejemplar. 

Luego  éste  reinició  su  viaje  al  sur  y  después  de  algunas 
peripecias  llegó  otra  vez  a  Córdoba  el  30  de  septiembre.  En 
esta  ciudad  tuvo  un  acceso  de  fiebre,  provocado  por  la  infla- 


'HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


57 


mación  de  la  garganta,  lo  que  lo  obligó  a  postergar  durante 
quince  días  su  partida  a  Buenos  Aires.  Este  viaje  era  bastante 
peligroso,  porque  habiéndose  enterado  los  indios  de  que  el 
ejército  estaba  ocupado  con  la  guerra  en  el  Uruguay,  compren- 
dieron que  podían  obrar  con  impunidad,  por  lo  que  asaltaban 
frecuentemente  pueblos  y  viajeros,  ayudados  no  pocas  veces 
por  gauchos  que,  en  número  bastante  crecido,  vivían  casi  al 
margen  de  la  ley. 

De  Buenos  Aires,  Gardiner  pasó  inmediatamente  a  Monte- 
video, donde  trabó  relación  con  mister  Birch,  el  capellán  in- 
glés, y  con  el  señor  Samuel  Lafone,  conocido  comerciante, 
con  quien  habló  de  sus  planes  de  evangelizar  a  los  paganos  de 
la  Patagonia.  Sus  nuevos  amigos  le  aseguraron  que,  de  llevarse 
a  cabo  estos  planes,  podría  contarse  con  unas  cien  libras  ester- 
linas anuales  (de  mil  quinientos  a  dos  mil  pesos  argentinos),  a 
ser  recolectadas  entre  las  congregaciones  protestantes  en  Mon- 
tevideo, Buenos  Aires,  Río  de  Janeiro  y  Valparaíso.  Se  embarcó 
entonces  otra  vez  rumbo  a  Inglaterra,  donde  llegó  exactamente 
siete  meses  después  de  su  partida. 

Es  interesante  señalar  que  este  viaje  de  Gardiner  fué  el 
primer  trabajo  de  venta  de  Biblias  y  libros  evangélicos  en  el 
norte  argentino  y  el  primero  en  todo  el  país  desde  los  viajes 
de  Diego  Thompson  en  1818. 

VI 

SEGUNDO  VIAJE  A  MAGALLANES 
1844-  1845 

Fundación  y  organización  de  la  Sociedad  Misionera  de  la  Pa- 
tagonia. -  Roberto  Hunt.  -  En  Tuerto  Oazy.  -  Mariano  y 
Cruz.  -  Hostilidad  de  Wissale.  -  El  Padre  Domingo.  -  Par- 
tida de  Magallanes. 

Los  resultados  de  esta  gira  por  el  interior  de  la  Argentina 
hicieron  que  Gardiner  se  resolviera  a  hacer  todo  lo  posible 


58 


ARNOLDO  CANCLIN1 


por  formar  una  Sociedad  Misionera  cuya  única  finalidad  fuera 
la  evangelización  de  Sud  América,  comenzando  por  la  Patagonia. 

Por  razones  familiares,  se  radicó  en  la  localidad  de  Brighton 
y  allí  comenzó  su  trabajo,  con  el  cual  obtuvo  un  éxito  notable. 
Publicó  sus  antiguos  llamados,  los  envió  a  sus  conocidos,  re- 
unió a  quienes  se  mostraron  dispuestos  a  avudarlo  y  el  4  de 
julio  de  1844  organizó  la  primera  reunión  en  la  que  colectó 
quinientas  libras;  en  ella,  se  nombró  una  comisión  que  llevaba 
el  nombre  de  Sociedad  Misionera  de  la  Patagonia.  Estaba  for- 
mada por  las  siguientes  personas:  Gardiner  como  secretario; 
Sir  T.  W.  Bromefield  como  tesorero;  los  pastores  C.  D.  Mait- 
land,  Santiago  Vaughan,  R.  S.  Smith,  E.  Eardley  Wilmot,  el  Dr. 
Bodley  y  el  señor  Curwen  Christian.  En  general  fueron  adop- 
tados los  reglamentos  de  la  Sociedad  Misionera  de  la  Iglesia. 

El  deseo  era  enviar  a  un  pastor  ordenado,  pero  en  vista  de 
que  habían  pasado  cuatro  años  desde  la  visita  de  Gardiner  a 
Wissale  v  los  suyos,  se  resolvió  aceptar  el  ofrecimiento  del 
señor  Roberto  Hunt,  director  de  una  escuela  de  Kendal  y 
enviarlo  junto  con  Gardiner  en  busca  de  los  antiguos  amigos 
de  éste,  quien  tenía  grandes  temores  debido  a  la  reciente  fun- 
dación de  un  establecimiento  chileno  en  Puerto  Hambre,  que 
podía  ejercer  mala  influencia  en  los  aborígenes. 

Poco  después,  los  dos  misioneros,  embarcados  en  la  Rosalie 
atravesaron  el  Atlántico  y  se  establecieron  en  Puerto  Oazy 
con  tres  pequeñas  chozas:  una  como  almacén,  otra  como  cocina 
y  la  tercera  para  dormir.  Luego  la  Rosalie  se  fué,  dejándolos 
solos.  Esto  era  en  febrero  de  1845.  Al  llegar,  encontraron  una 
choza  ocupada  por  una  familia  fueguina  que  al  parecer  era 
completamente  inofensiva;  dos  días  después  llegó  desde  Puerto 
Hambre  un  desertor  chileno  de  nombre  Mariano.  Contó  que 
había  huido  con  un  compañero  llamado  Cruz,  pero  que  habían 
reñido  en  el  camino  y  que  su  compañero  lo  había  dejado,  re- 
uniéndose a  una  tribu  de  patagones;  él  continuó  solo  pero 
cayó  en  manos  de  "indios  bravios"  que  le  robaron  todo  lo  que 
llevaba, 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


59 


Esa  misma  tarde,  el  fueguino  de  la  choza,  que  poco  antes 
se  había  ido,  regresó  en  compañía  de  dos  patagones,  a  quienes 
Mariano  acusó  de  ser  los  ladrones.  Para  sorpresa  de  todos,  los 
patacones  reconocieron  que  era  verdad  y  devolvieron  lo  robado. 

Mariano  contó  que  la  tribu  de  Wissale  estaba  muy  disminui- 
da, sobre  todo  porque  San  León,  el  aventurero  cacique  de  la 
otra  tribu,  había  trabado  relación  con  los  chilenos  y  se  había 
convertido  en  un  importante  jefe.  Contó  también  que  en  Puerto 
Hambre  vió  al  padre  Domingo  que  había  comenzado  a  con- 
vencer a  los  indios  que  se  hicieran  católicos. 

Esta  información  no  era  nada  agradable  y,  para  saber  el 
grado  de  veracidad  que  había  en  ella,  los  dos  misioneros  se 
pusieron  en  marcha  en  busca  de  los  patagones.  Fué  un  viaje 
agobiador;  debían  caminar  por  un  árido  desierto,  soportando 
el  frío  de  la  noche  y  cazando  duránte  el  día  para  conseguir 
así  algo  de  comer.  En  cierta  ocasión,  Hunt  estaba  tan  exhausto 
que  se  echó  en  tierra,  imposibilitado  de  caminar,  mientras  su 
compañero  iba  en  busca  de  agua.  "Era  tan  solitario  el  lugar, 
tan  salvaje  y  desolado,  mientras  peligros  invisibles  los  rodeaban 
y  dificultades  inesperadas  surgían  a  cada  paso,  que  era  inspi- 
rador mirar  el  cielo  de  medianoche  y  señalar  el  recorrido  de 
la  gloriosa  Cruz  del  Sur."  (*) 

Por  fin,  se  hizo  evidente  que  Hunt  no  resistiría  todo  el 
viaje  y  volvieron  a  Puerto  Oazy  donde  encontraron  sus  cho- 
zas en  buen  estado.  Cinco  días  después,  aparecieron  Wissale 
y  su  gente.  A  primera  vista  se  notaba  que  el  informe  de 
Mariano  era  cierto;  de  los  ciento  veinte  caballos  que  tenían 
en  1842,  apenas  quedaban  diez  o  doce  y  la  tribu  tenía  sólo 
unos  setenta  miembros.  San  León  se  había  ido  con  casi  toda 
la  gente  y  el  trato  con  los  chilenos  los  había  empobrecido.  El 
propio  cacique  y  su  familia  sufrían  hambre  y  devoraron  ávi- 
damente las  galletas  que  Gardiner  les  dió. 

Los  dos  misioneros  se  acordaron  del  desertor  Cruz  y  dedu- 
jeron que  estaba  entre  los  indios,  aunque  no  lo  habían  visto. 

(!)  De  la  biografía  de  Gardiner  por  John  Marsh, 


60 


ARNOLDO  CANCL1N1 


Wissale  había  cambiado  mucho  por  la  influencia  de  ese  hom- 
bre y  al  día  siguiente  exigió  que  le  dieran  más  comida,  eno- 
jándose grandemente  porque  no  lo  hacían  en  la  forma  que  él 
creía  conveniente. 

Gardiner  resolvió  definir  la  situación  con  rapidez  y,  des- 
c  OIA3JJB  as  ou  31bssTjY\.  'ope¡  ns  b  zar)  b  opuaiuaj  oj^  'so\p 
3J3U3  BJ3iD3|qBas3  as  OJ3S3BUI  un  anb  Euanb  uub  is  9aunSajd 
3¡  'sBsauiojd  sns  X  jotjsjub  bjtsia  ns  oipui  \e  JBpjooaJ  sp  sand 
negarse. 

Al  mismo  tiempo,  llegó  de  Valparaíso  el  barco  mercante 
Comodore,  cuyo  capitán  exigió  al  cacique  una  clara  definición; 
éste  la  dió  ratificando  que  "su  corazón  estaba  con  su  hermano, 
el  capitán  Gardiner". 

El  mismo  día  de  la  partida  del  Comodore,  Wissale  volvió  a 
sus  exigencias  de  alimentos,  alcohol  y  tabaco,  enfureciéndose  al 
no  recibir  lo  que  pedía.  En  cierta  ocasión  llegó  a  amenazar  con 
usar  su  puñal  y  en  otra  fué  a  su  tienda,  trajo  algunas  cosas  que 
le  habían  dado  y  las  echó  delante  de  los  misioneros  asegurán- 
doles que  no  recibiría  más  nada  de  ellos. 

Poco  después  llegó  otro  barco,  el  Ancud,  a  cuyo  bordo 
viajaba  el  padre  Domingo  que  mostrara  tanto  celo  en  ganar 
a  los  indios  al  catolicismo.  Era  una  persona  amable,  indígena 
él  mismo,  preparado  a  propósito  para  el  trabajo  entre  su  raza. 

El  capitán  del  Ancud,  hombre  muy  gentil,  ofreció  a  Gar- 
diner y  a  Hunt  llevarlos  a  Puerto  Hambre,  pero  ellos  recha- 
zaron la  oferta.  Sin  embargo,  la  hostilidad  creciente  de  Wis- 
sale convenció  a  los  misioneros  de  que  su  obra  allí  sería  im- 
posible. 

Mientras  el  Ancud  estaba  aún  allí,  llegó  el  Ga?iges  desde 
Valparaíso  rumbo  a  Inglaterra.  En  él  se  embarcaron  los  mi- 
sioneros, que  llegaron  a  su  país  en  junio  de  1845. 

Hunt  se  ofreció  posteriormente  a  la  Sociedad  Misionera  de 
la  Iglesia  continuando  así  su  labor  misionera  hasta  su  muerte, 
acaecida  en  1887. 


VII 


EN  BOLIVIA 
1845  -  1847 

Gardiner  resuelto  a  continuar  adelante.  -  Federico  González.  - 
Viaje  a  Bolivia.  -  Ayuda  del  general  O'Connor,  el  gober- 
nador Estensoro  y  el  diputado  Carrizo.  -  Visita  a  los  indios. 
Traslado  a  Chuquisaca.  -  Entrevista  favorable  con  el  pre- 
sidente. -  Regreso  a  Inglaterra.  -  Abandono  de  la  empresa. 

El  fracaso  de  Gardiner  y  Hunt  en  la  Patagonia  trajo  un 
gran  desaliento  en  Inglaterra,  porque  se  habían  puesto  grandes 
esperanzas  en  la  amistad  de  Wissale;  ahora  que  el  recurso  había 
fracasado,  daba  la  impresión  de  que  no  había  más  nada  que  hacer. 

Gardiner,  en  cambio,  no  era  hombre  de  amilanarse  ante  las 
dificultades.  Su  vida  era  prácticamente  una  serie  de  fracasos: 
en  Africa,  en  distintas  partes  de  Chile,  en  Papua  y  en  Maga- 
llanes y,  sin  embargo,  él  seguía  adelante.  Con  indiscutible  re- 
solución, escribió  las  siguientes  palabras:  "Cualquiera  que  sea 
la  resolución  que  ustedes  (el  comité)  tomen,  yo  he  resuelto 
volver  otra  vez  a  Sud  América  y  no  dejar  una  piedra  sin  re- 
mover, ni  un  esfuerzo  sin  probar  para  establecer  una  misión 
protestante  entre  los  aborígenes.  Ellos  tienen  derecho  de  ser 
instruidos  en  el  Evangelio  de  Cristo.  Mientras  Dios  me  dé 
fuerza,  los  fracasos  no  han  de  acobardarme.  Esta  es  mi  firme 
resolución:  volver  y  realizar  nuevos  intentos  entre  los  indí- 
genas del  interior,  donde  sea  posible  encontrar  una  puerta 
abierta  que  hasta  ahora  haya  escapado  a  mi  penetración,  a  tra- 
vés de  los  americanos  de  habla  española,  aun  en  Tierra  del 
Fuego,  si  es  el  único  territorio  que  nos  es  dejado  como  última 
tentativa.  Estoy  dispuesto  a  hacer  eso  por  mi  propio  riesgo, 
quiéralo  o  no  la  Sociedad.  Jesucristo  ha  dado  una  orden:  Pre- 
dicar el  evangelio  hasta  lo  último  de  la  tierra.  Él  proveerá 
para  el  cumplimiento  de  su  propio  deseo.  Obedezcámosle." 


62 


ARNOLDO  CANCUNI 


Ante  semejante  resolución,  el  Comité  no  podía  echarse 
atrás  y  no  lo  hizo.  Un  joven  protestante  español,  Federico  Gon- 
zález, había  entrado  al  servicio  de  la  Sociedad  para  ir  a  la 
Patagonia,  pero  como  ese  proyecto  fracasó,  Gardiner  se  ofreció 
para  pagarle  los  gastos  si  lo  acompañaba  a  Bolivia  que  era  el 
nuevo  campo  que  había  vislumbrado.  La  Sociedad  lo  ayudó 
con  cincuenta  libras  y  ambos  misioneros  partieron  en  el  vapor 
Plata  hacia  Montevideo,  el  23  de  septiembre  de  1845. 

Como  le  era  imposible  permanecer  inactivo,  Gardiner  apro- 
vechó el  viaje  para  perfeccionar  sus  conocimientos  del  idioma 
castellano  y  celebrar  servicios  religiosos  a  bordo,  a  los  que, 
para  su  gran  satisfacción,  concurría  toda  la  tripulación,  salvo, 
claro  está,  el  encargado  del  timón. 

El  27  de  noviembre  llegaron  a  Montevideo,  en  el  momento 
en  que  el  tirano  Rosas  se  veía  envuelto  en  un  conflicto  con 
Francia  e  Inglaterra.  La  flota  de  esos  dos  países  bloqueaba  el 
puerto  de  Buenos  Aires  y  en  esa  época  se  encontraba  remon- 
tando el  río  Paraná,  después  de  forzar  el  Paso  de  Obligado  en 
la  batalla  del  mismo  nombre. 

En  Montevideo,  Gardiner  encontró  al  doctor  Gordon,  su 
amigo  de  Córdoba,  a  quien  preguntó  qué  suerte  habían  corrido 
las  Biblias  y  Testamentos  que  había  dejado  en  aquella  ciudad. 
Le  fué  triste  oír  que  los  frailes  habían  recogido  todas  las  que 
Ies  fué  posible  y  las  habían  quemado  en  el  patio  interior  de 
una  iglesia  en  presencia  de  todo  el  clero. 

Como  era  imposible  ir  a  Bolivia  por  la  vía  del  Paraná,  Gar- 
diner s©  embarcó  en  el  vapor  Alciope  que  lo  llevó  a  Valparaíso; 
de  allí  fué  a  Cobija,  puerto  que  entonces  estaba  en  manos  de 
Bolivia.  Luego  -comenzaron  el  viaje  hacia  Tarija,  que  debía 
hacerse  a  lomo  de  muía,  por  lo  que  resultaba  muy  cansador, 
al  extremo  de  que  González  tuvo  que  quedarse  a  descansar  en 
Calama,  alcanzando  otra  vez  a  Gardiner  en  Atacama.  En  Rin- 
conada los  sorprendió  el  carnaval  y  muy  a  su  pesar  tuvieron 
que  detenerse;  cuando  hubo  desaparecido  la  borrachera  del 
gobernador  que  debía  darles  el  permiso  y  la  del  arriero  que 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


63 


debía  conducirlos,  los  dos  misioneros  siguieron  el  camino  hacia 
Rodio  y  Yavi,  para  llegar  finalmente  a  Tarija. 

En  esta  última  ciudad  fueron  muy  amablemente  atendidos 
por  el  gobernador  O'Connor,  un  oficial  irlandés  al  servicio  de 
Bolivia,  que  se  alegró  de  poder  hablar  inglés  después  de  muchos 
años.  Luego  Gardiner  fué  hasta  el  Pilcomayo,  más  allá  del 
cual  "los  indígenas  eran  tan  independientes  del  gobierno  bo- 
liviano como  los  chinos",  según  decía  el  general  O'Connor, 
aunque  mantenían  relaciones  amistosas  con  las  autoridades.  El 
mismo  militar  ofreció  a  Gardiner  una  casa  que  tenía  a  orillas 
del  Pilcomayo,  lo  que  favoreció  mucho  los  planes  del  mi- 
sionero. El  21  de  mayo  estaba  frente  al  río  y  dos  días  después, 
no  pudiendo  hacerlo  de  otra  manera,  se  lanzó  al  agua  y  lo  cruzó 
a  nado  dejando  atónitos  a  los  nativos  que  nunca  habían  visto 
a  un  blanco  nadando  con  tanta  agilidad.  Ya  en  la  otra  orilla, 
recorrió  varias  aldeas  tratando  de  conseguir  de  algún  cacique 
el  permiso  para  establecerse  entre  ellos,  pero  ninguno  deseaba 
"que  un  cristiano  fuera  a  vivir  allí"  y  le  contestaban  con 
evasivas. 

Mientras  tanto,  la  enfermedad  de  González  se  había  agra- 
vado y  el  joven  español  tuvo  que  quedarse  en  Caraparí  donde 
Gardiner  fué  a  verlo,  cayendo  enfermo  también  él.  En  vista 
de  esto  resolvieron  seguir  viaje  hasta  San  Luis  donde  esperaban 
ser  mejor  atendidos;  allí  encontraron  a  Sebastián  Estensoro, 
el  gobernador  de  la  frontera  y  senador  nacional,  que  se  interesó 
por  los  proyectos  y  prometió  su  ayuda. 

Luego  fueron  a  Tarija,  donde  el  fiscal,  doctor  Carrizo,  los 
recibió  en  su  casa  prometiéndoles  que  presentaría  los  proyec- 
tos a  la  cámara  de  diputados  a  la  que  pertenecía.  Cuatro  días 
después,  el  amable  huésped  partió  hacia  Chuquisaca  llevando  el 
pedido  al  gobierno  y  una  carta  para  el  doctor  Masterson,  el 
cónsul  británico  en  Bolivia. 

Cuando  éste  se  enteró  del  proyecto,  envió  una  carta  a  Gar- 
diner advirtiéndole  del  peligro  que  corría  debido  al  fanatismo 
de  los  habitantes,  que  no  vacilarían  en  asesinarle  o  envenenarle, 


64 


ARNOLDO  CANCLINI 


antes  que  permitir  la  propagación  de  sus  ideas;  le  pedía  final- 
mente que  reconsiderara  su  actitud  y  abandonara  el  proyecto. 

El  24  de  setiembre  de  1846,  el  diario  de  Gardiner  presenta 
estas  palabras:  "Nuestra  petición  ha  sido  devuelta  con  una  ne- 
gativa. Ha  sido  entregada  al  Congreso  y  la  decisión  está  fe- 
chada el  19  de  septiembre.  El  doctor  Carrizo  expuso  su  pesar 
por  nuestro  desengaño  y  nos  asegura  que  tanto  el  Presidente 
como  el  Ministro  del  Interior  accederán  de  buena  voluntad  al 
pedido  que  hemos  hecho".  En  la  misma  cana  menciona  la 
muerte  repentina  del  doctor  Masterson. 

En  vista  de  ello,  Gardiner  se  puso  en  camino  a  Chuquisaca 
y  llegó  el  30  de  septiembre,  encontrando  la  ciudad  conmovida 
por  la  reciente  muerte  del  arzobispo,  circunstancia  que  le  im- 
pidió la  entrevista  inmediata  con  el  presidente. 

Dos  días  después,  Gardiner,  acompañado  por  el  doctor  Ca- 
rrizo, logró  ver  al  Ministro  del  Interior,  don  Pedro  Guerra  y 
al  presidente  Ballivián,  que  aseguraron  al  misionero  que  no 
había  nada  que  se  opusiera  a  permitir  la  ejecución  de  sus  planes 
que  habían  sido  ligeramente  modificados. 

Gardiner  resolvió  volver  a  Inglaterra,  para  mandar  desde  allí 
a  otro  misionero  que  colaborara  con  González,  a  quien  dejó 
en  Potosí. 

El  18  de  febrero  de  1847  estaba  de  regreso  en  Southampton 
y  poco  después  se  ponía  en  contacto  con  la  sociedad,  que  resol- 
vió enviar  a  Bolivia  al  señor  Robles,  otro  protestante  español. 
Desgraciadamente,  mientras  Robles  estaba  en  viaje  estalló  una 
revolución  en  Bolivia  que  derrocó  al  gobierno  liberal  e  hizo 
imposible  la  obra  que  los  dos  jóvenes  españoles  se  proponían 
llevar  a  cabo.  La  Sociedad  les  ordenó  abandonar  la  empresa 
y  así  lo  hicieron. 


VIII 


PRIMER  VIAJE  A  TIERRA  DEL  FUEGO 
1848 

Proyecto  para  una  misión  en  Tierra  del  Fuego.  -  Propaganda. 
La  isla  de  los  Estados.  -  La  bahía  Banner.  -  Grandes  difi- 
cultades. -  Los  indígenas.  -  Regreso. 

Desde  hacía  mucho  tiempo,  Gardiner  maduraba  la  idea  de 
trabajar  entre  los  indígenas  de  Tierra  del  Fuego  y  este  deseo 
no  desapareció  ni  aun  estando  en  Bolivia,  como  lo  prueban 
numerosas  referencias  que  hace  a  ello  en  su  diario.  Una  vez 
terminado,  al  parecer  satisfactoriamente,  su  último  intento, 
volvió  a  insistir  ante  el  comité,  que  se  mostró  reacio  a  sus 
planes.  Pero,  si  era  difícil  hacer  avanzar  al  comité,  más  difícil 
resultaba  hacer  retroceder  a  Gardiner.  Cargando  con  sus  ma- 
pas y  su  entusiasmo,  recorrió  toda  Inglaterra  y  Escocia  ha- 
blando de  los  abandonados  hermanos  fueguinos.  Su  ardor  era 
contagioso  y  muchos  que  antes  miraban  su  plan  como  una 
utopía,  comprendieron  que  era  realizable  y  le  prestaban  ayuda. 

Sin  embargo,  no  todo  eran  rosas;  muchas  veces  sólo  con- 
siguió reunir  un  público  muy  escaso  y  en  una  ocasión  no  con- 
currió nadie  a  la  anunciada  conferencia;  después  de  aguardar 
un  rato,  Gardiner  guardó  sus  mapas  y  se  fué,  encontrándose  en 
la  calle  con  un  conocido  que,  después  de  disculpar  su  propia 
ausencia,  preguntó  cómo  había  estado  la  reunión.  "No  muy 
buena,  pero  mejor  que  otras  veces",  fué  la  respuesta.  "¿Cuántos 
oyentes  tuvo?",  le  preguntó  entonces  el  amigo,  a  lo  que  Gar- 
diner contestó  sencillamente:  "Ninguno,  pero  es  mejor  no 
tener  reunión  a  tenerla  mala." 

Finalmente  tuvo  que  convencerse  de  que  no  conseguiría 
reunir  los  fondos  para  una  expedición  bien  organizada  v  en- 
tonces resolvió  presentar  al  comité  un  plan  de  menos  exi- 
gencias que,  con  éxito  o  sin  él,  sería  un  paso  adelante  y  una 
correcta  fuente  de  información. 


66 


ARNOLDO  CANCLINl 


Se  proponía  llevar  consigo  dos  marineros  y  un  carpintero, 
con  un  bote,  dos  chozas  y  provisiones  para  seis  meses.  Eligió 
para  establecerse  la  isla  de  los  Estados  desde  donde  podría 
alcanzar  fácilmente  tierra  firme.  El  comité  consintió  y  él  hizo 
todos  los  preparativos.  Consiguió  los  hombres,  entre  los  que 
se  encontraba  el  carpintero  José  Erwin. 

El  7  de  enero  de  1848,  todos  se  embarcaron  en  la  Clymene 
que  iba  desde  Cardiff  a  Paita,  Perú,  y  a  las  nueve  semanas 
estaban  a  la  vista  de  la  isla  de  los  Estados.  El  tiempo  estaba 
tan  tempestuoso  que  hacía  imposible  entrar  al  puerto  Van- 
couver,  que  era  el  elegido  y  Gardiner  resolvió  entonces  cam- 
biar el  sitio  y  establecerse  en  la  isla  Lennox  o  en  Picton, 
más  al  oeste  y  al  sur  de  la  isla  grande. 

Al  día  siguiente,  estuvieron  en  la  isla  Lennox  y  de  allí 
fueron  en  bote  a  una  ensenada  en  la  costa  norte  de  Picton,  a 
la  que  Gardiner  llamó  Banner  Cove  (Ensenada  de  la  Bandera); 
una  pequeña  isla  que  la  cierra  fué  llamada  Garden  (Jardín)  por 
su  hermoso  aspecto.  En  algunos  mapas  argentinos  la  isla  apa- 
rece con  el  nombre  de  Gardiner,  lo  que  se  debe  a  un  error  aun- 
que nada  sería  más  justo  que  perpetuar  esa  denominación. 

Bajaron  a  tierra  para  pasar  allí  la  noche.  A  la  mañana,  el 
jefe  del  grupo  leyó  el  capítulo  treinta  y  cinco  de  Isaías  y  luego 
dirigió  una  oración.  Después  abrieron  un  par  de  latas  de  carne 
conservada  y  encontraron  que  estaban  echadas  a  perder,  por 
lo  que  la  ración  se  vió  reducida  a  galletas. 

Fueron  entonces  nuevamente  a  Lennox  en  busca  de  la 
Clymene  lo  que  les  costó  nada  menos  que  quince  horas  de 
remo,  por  lo  tempestuoso  del  tiempo.  Al  llegar  a  la  isla,  no  le 
hicieron  en  el  mismo  lugar  donde  estaba  el  barco  y  se  vieron 
obligados  a  hacer  un  fatigoso  viaje  por  tierra,  después  de 
comerse  la  última  de  las  galletas. 

La  gente  de  la  Clymene  se  dedicó  por  su  parte  a  la  búsqueda 
del  grupo,  pero  sólo  se  pudo  guiar  cuando  vió  una  hoguera  que 
habían  encendido  para  secar  sus  ropas;  finalmente,  a  las  nueve 
de  la  noche,  nuestros  amigos  volvieron  a  bordo,  después  de  dos 
días  y  tres  noches  de  ausencia. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  67 


Al  día  siguiente,  fué  recuperado  el  bote  y  aparecieron  los 
primeros  fueguinos,  que  subieron  a  bordo;  las  mujeres  iban 
apenas  cubiertas  y  totalmente  desnudos  los  hombres. 

Luego,  la  Clymene  fué  a  Banner  donde  dejó  nuevamente  el 
grupo  que  comenzó  a  edificar  un  depósito.  Apenas  lo  habían 
terminado,  aparecieron  una  cantidad  de  salvajes,  que  aunque 
no  se  mostraron  decididamente  hostiles,  eran  tan  ladrones  que 
se  hacía  necesario  estar  constantemente  cuidando  los  alimentos. 

Mientras  Gardiner  estaba  escribiendo  su  diario,  entró  un 
salvaje  y  tomando  el  tintero  lo  volcó  sobre  el  papel.  Era  abso- 
lutamente imposible  dejarlos  entrar  en  la  casa;  hacían  señas  a  los 
blancos  para  que  se  fueran  a  dormir,  con  el  evidente  propósito 
de  entrar  al  depósito  y  robarles  todo  lo  que  fuera  posible. 

Gardiner  pensaba  en  lo  que  ocurriría  cuando  volvieran  los 
salvajes  en  grandes  grupos;  mientras  unos  y  otros  estuvieran  en 
número  más  o  menos  parejo  contaban  con  una  relativa  seguri- 
dad, pero  si  ios  salvajes  llegaban  a  ser  muchos  más,  era  difícil 
prever  qué  ocurriría.  Mientras  tanto,  no  se  podían  alejar  ni  a 
pescar  ni  cazar.  Con  gran  dolor,  el  misionero  comprendió  que 
había  fracasado  una  vez  más,  porque  era  imposible  permanecer 
en  ese  lugar  con  tan  escasos  medios  y  resolvió  regresar.  Antes 
de  hacerlo,  soltaron  una  pareja  de  cabras  y  plantaron  algunas 
verduras.  Luego  la  Clymene  reanudó  la  navegación  hasta  el 
Perú. 

Ya  en  viaje,  Gardiner  volvió  a  su  compañero  inseparable,  su 
diario,  y  en  él  esbozó  el  siguiente  plan: 

"Hay  sólo  un  método  seguro  y  eficaz  para  vencer  la  grave 
dificultad,  que  es  el  único  impedimento  para  el  intercambio  con 
estos  pueblos  bárbaros . . .  Una  misión  fueguina,  por  el  mo- 
mento, debe  necesariamente  ser  flotante.  En  otras  palabras,  un 
barco  misionero  anclado  en  el  estrecho  debe  ser  el  sustituto  de 
una  casa  misionera  levantada  en  la  orilla. 

"No  es  necesario  un  gran  velero.  Recomendaría  un  queche 
o  bergantín  de  unas  ciento  veinte  toneladas,  con  un  capitán  y 
siete  hombres.  Debe  llevar  provisiones  para  doce  meses,  pero 
las  tres  cuartas  partes  deben  ser  dejadas  en  las  Malvinas,  a 


63 


ARNOLDO  CANCLINI 


donde  deben  llevarse  más  provisiones  desde  Inglaterra  según  lo 
requiera  la  oportunidad,  y  dejadas  a  cargo  de  un  agente  nom- 
brado al  efecto.  Sería  recomendable  que  el  barco  misionero 
tocara  en  las  Malvinas  cada  tres  meses  a  fin  de  llevar  las  cartas 
y  diarios  y  recibir  comunicaciones  desde  Inglaterra." 

El  17  de  mayo  llegaron  a  Paita;  Gardiner  viajó  un  poco  por 
el  Perú  y  luego  se  reembarcó  una  vez  más  rumbo  a  Inglaterra, 
para  llegar  a  Southampton  el  4  de  agosto  de  1848. 

IX 

LA  VICTORIA  SOBRE  LA  MUERTE 
1849  -  1851 

Propaganda.  -  Nuevos  planes.  -  Ricardo  Williams,  Juan  Maid- 
ment  y  demás  compañeros.  -  Viaje  a  Picton.  -  Exploraciones 
en  el  canal.  -  Radicados  en  Puerto  Español.  -  Carteles  en 
Banner.  -  El  escorbuto  y  el  hambre.  -  Muerte  de  Badcock. 
Poesías  y  anotaciones  en  el  diario  de  Gardiner  y  Williams. 
Sufrimientos.  -  Fe  inquebrantable.  -  El  fin. 

Gardiner  no  consideraba  que  su  último  viaje  hubiera  sido 
un  fracaso;  había  sido,  sencillamente,  una  exploración  necesaria 
del  terreno.  Por  esa  misma  razón,  al  volver  a  su  país,  reinició 
la  propaganda  en  favor  de  la  misión  en  Tierra  del  Fuego. 

Cuando  oyó  hablar  del  éxito  de  los  moravos  en  Groenlan- 
dia se  trasladó  a  Herrnhut,  en  Silesia,  donde  estaba  la  sede  de 
la  misión,  para  interesarla  en  su  proyecto.  Pero  los  moravos 
habían  resuelto  comenzar  obra  en  Australia  y  en  la  costa  de  los 
Mosquitos,  Honduras,  y  no  podían  ocuparse  de  otro  esfuerzo. 
En  1850,  recibió  la  respuesta  definitiva,  que  era  negativa. 

De  regreso  a  Inglaterra,  la  Misión  lo  autorizó  para  iniciar  la 
recolección  de  fondos  y  él  reinició  entonces  sus  viajes  por  In- 
glaterra. En  uno  de  ellos  conoció  al  pastor  Jorge  Pakenham 
Dcspard,  de  Redlands,  cerca  de  Bristol,  hombre  de  extraordi- 
nario coraje  y  energía  además  de  una  gran  piedad,  quien  sería, 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


65 


en  el  futuro,  el  alma  y  corazón  de  la  misión.  Cuando  el  doctor 
Ritchie,  designado  secretario  de  la  misión  en  lugar  de  Brome- 
field,  que  había  renunciado  a  su  cargo  por  razones  de  salud,  se 
vió  obligado  a  su  vez  a  hacerlo  por  la  misma  causa,  el  puesto 
vacante  fué  ofrecido  a  Despard,  quien  lo  ocupó  definitivamente 
en  marzo  de  1850. 

Como,  a  pesar  de  todos  los  esfuerzos,  parecía  imposible  re- 
unir todos  los  fondos  necesarios,  Gardiner  cambió,  a  su  vez, 
los  planes  y  propuso  que  en  lugar  de  comprar  un  bergantín, 
se  adquiriesen  dos  lanchas  de  veintiséis  pies  (ocho  metros)  de 
largo,  dos  falúas  y  provisiones  para  seis  meses.  Proponía  tam- 
bién que  como  tripulación  se  emplearan  pescadores  de  Cor- 
nualles,  acostumbrados  a  las  lides  del  mar  de  Irlanda  y  del  canal 
de  la  Mancha.  Con  estas  embarcaciones,  se  proponía  ir  a  Wulaia 
en  la  isla  Navarino,  en  busca  de  Jemmy  Button,  el  protegido 
de  Fitz  Roy,  dejado  allí  en  1831.  Finalmente,  el  plan  fué  acep- 
tado y  se  autorizó  a  Gardiner  a  hacer  lo  que  él  juzgara  opor- 
tuno. Cuando  él  creía  ya  imposible  reunir  los  fondos  nece- 
sarios, miss  Jane  Cook,  una  dama  de  Cheltenham,  hizo  una 
donación  de  setecientas  libras,  que  solucionó  el  problema  fi- 
nanciero. 

Luego  se  publicaron  avisos  en  los  periódicos  religiosos,  pi- 
diendo voluntarios  para  ocupar  el  puesto  de  catequista  o  maes- 
tro de  religión  en  la  peligrosa  misión. 

Este  aviso  cayó  en  manos  de  Ricardo  Williams,  cirujano  de 
Burslen,  que  tres  años  antes  había  dejado  de  ser  ateo  e  ingre- 
sado en  la  iglesia  metodista.  Tenía  treinta  y  cinco  años  y  era 
soltero.  Habiéndose  presentado  al  comité,  previo  un  examen 
teológico,  fué  aceptado.  Juan  Maidment,  el  otro  catequista, 
fué  recomendado  por  la  Asociación  Cristiana  de  Jóvenes  de 
Londres  y  también  fué  aceptado. 

El  resto  del  grupo  lo  formaban  el  carpintero  José  Erwin, 
que  había  acompañado  a  Gardiner  en  su  viaje  anterior,  y  tres 
marineros  de  Mousehole,  cerca  de  Penzance,  en  el  extremo  de 
Cornualles,  los  tres  de  nombre  Juan:  Badcock,  Bryant  y  Pearce, 
que  habían  vivido  juntos  su  vida  de  pescadores  y  de  cristianos. 


70 


ARNOLDO  CANCLIN1 


Las  lanchas  y  los  botes  fueron  construidos  en  Liverpool;  a 
las  dos  primeras  se  las  llamó  Pioneer  y  Speedivell.  Embarcados 
en  el  velero  Ocean  Queen,  que  iba  de  Liverpool  a  San  Francis- 
co, los  ocho  componentes  del  grupo  partieron  el  7  de  septiembre 
de  1850  hacia  las  orillas  de  las  que  no  regresarían  jamás.  Re- 
cordando ese  momento,  mister  Ritchie  decía:  "Parecían  llenos 
de  esperanza  y  animados  por  un  celo  elevado  y  santo  hacia  la 
gran  causa  en  que  estaban  por  ingresar,  y  a  juzgar  por  sus 
miradas  llenas  de  vida  y  animación,  estaban  también  preparados 
como  no  lo  estuvo  otro  hombre,  para  las  fatigas  v  privaciones 
que  tenían  por  delante." 

El  29  de  noviembre,  Williams  escribía  en  su  diario:  "Vier- 
nes 29  de  noviembre.  Hov  a  la  una  v  media  de  la  madrugada 
tuvimos  la  primera  vista  de  las  montañas  de  Tierra  del  Fuego. 
Alrededor  de  las  cuatro  y  media  el  capitán  Gardiner  me  des- 
pertó, diciendo  que  la  tierra  estaba  a  la  vista.  Me  levanté  y  fui 
a  cubierta.  Por  cierto  que  allí  estaba  la  Tierra  del  Fuego;  sus 
montañas  y  picos  nevados  surgían  entre  los  vapores  del  cielo 
matutino  y  Ia  tierra  de  Fueguia  nos  lanzó  una  débil  y  fría 
sonrisa." 

Al  día  siguiente,  expresaba  así  su  primera  impresión  del 
territorio  fueguino:  "Sin  duda,  Fueguia,  la  tierra  de  las  tinie- 
blas, el  país  de  la  oscuridad,  presenta  una  escena  de  salvaje 
desolación.  La  tierra  y  el  clima  se  complementan:  la  una  ás- 
pera y  desolada,  el  otro  oscuro  y  tempestuoso.  Unas  pocas, 
sólo  unas  pocas  sonrisas  estimulantes  ha  irradiado  el  sol  y 
las  frías  nieves  de  las  rudas  moles  de  la  isla  de  los  Estados 
presentan  un  aspecto  antinatural  y  parecen  cada  vez  más  pálidas 
bajo  la  influencia  vivificadora  de  la  luz.  Si  así  es  el  país  y  así 
es  el  clima,  tenemos  razón  para  esperar  que  la  gente  no  se 
quedará  corta  en  su  congruencia  con  ambos. . .  ¡Qué  diferen- 
cia hav  entre  lo  que  se  aprende  levendo  y  lo  que  se  adquiere 
por  la  experiencia  personal  de  las  cosas!  ¿Es  que  he  de  ate- 
morizarme? No;  la  hora  ha  llegado  v  aunque  nunca  había 
imaginado  lo  que  habría  de  encontrar,  no  estov  desapercibido 
en  lo  más  mínimo  para  la  lucha,  porque  no  debo  aferrarme  a 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


71 


mis  propias  fuerzas  sino  prepararme  yo  mismo  para  el  en- 
cuentro." 

El  4  de  diciembre  encontramos  expresiones  de  más  ánimo: 
"Ciertamente  de  gracia  me  ha  bendecido  el  Señor  sacando  de 
mí  toda  duda,  removiendo  todo  temor,  confirmando  mis  es- 
peranzas y  fortaleciendo  mi  corazón.  Por  su  gracia,  he  podido 
subyugar  mi  corazón  alegre  y  voluntariamente  a  una  completa 
obediencia  y  entregarle  a  Él  todo  mi  ser  para  que  haga  con- 
migo como  bien  le  pareciere.  He  visto  claramente  que  todo  ha 
sido  ordenado  por  Dios  v  que  Él  coronará  el  trabajo  con  abun- 
dante éxito." 

Al  día  siguiente,  fondearon  en  la  bahía  Banner,  en  Picton, 
y  los  tripulantes  fueron  a  tierra  en  busca  de  cabras;  de  las  dos 
que  cazaron  una  resultó  ser  Nancy,  una  de  las  que  Gardiner 
había  dejado  en  su  viaje  anterior.  Mientras  tanto,  en  la  isla 
Garden,  se  veían  tres  familias  indígenas  entregadas  a  la  pesca. 

El  6  fueron  a  tierra  y  construyeron  sus  chozas  y  el  7  le- 
vantaron a  su  alrededor  un  cerco  muy  resistente,  al  que  sólo 
dejaron  una  pequeña  abertura. 

La  Ocean  Queen  estuvo  fondeada  en  Banner  hasta  el  19  de 
diciembre;  partieron  no  sin  antes  hacer  una  reunión  de  despe- 
dida a  bordo  y,  como  buenos  marinos,  vitorearon  los  nombres 
de  los  que  quedaban. 

Se  recordará  que  el  plan  de  Gardiner  era  ir  hasta  Wulaia  y, 
para  ello,  el  mismo  día  que  quedaron  solos  comenzaron  a  buscar 
un  puerto  en  la  costa  norte  del  Beagle.  Embarcados  en  las 
lanchas  descubrieron  un  lugar  abrigado  que  llamaron  Brome- 
field.  Esta  pequeña  expedición  resultó  terriblemente  azarosa, 
pues  las  dos  lanchas  se  separaron  y  sus  ocupantes  temieron  por 
la  suerte  de  los  que  viajaban  en  la  otra.  El  resultado  fué  la 
pérdida  de  los  botes  y  el  ancla  del  Speedivell. 

Hicieron  un  nuevo  viaje  a  Bromefield  y,  como  no  tenían 
botes,  se  quedaron  fondeados.  Al  amanecer,  los  despertó  una 
gran  gritería  y  se  encontraron  con  que  el  Pioneer  estaba  va- 
rado y  que  un  gran  número  de  indígenas  los  miraba  desde  la 
costa.  El  Speedivell  no  estaba  a  la  vista.  Gardiner  y  sus  com- 


72 


ARNOLDO  CANCLINI 


pañeros  —  Maidment,  Pearce  y  Brvant  —  bajaron  a  tierra  con 
armas  en  la  mano  y  se  arrodillaron  a  implorar  la  bendición  di- 
vina. Hicieron  algunos  regalos  a  los  nativos,  pero  fué  imposi- 
ble trabar  relación  con  ellos;  pronto  apareció  el  Speedivell  que 
se  había  retrasado  y,  cuando  la  marea  reflotó  a  su  compañero, 
volvieron  a  Banner. 

Comprendiendo  que  les  sería  difícil  navegar  con  las  lanchas 
tan  cargadas,  resolvieron  enterrar  todo  lo  que  les  fuera  posible. 
Al  vaciar  el  Speedivell,  hicieron  una  terrible  comprobación: 
no  tenían  más  que  un  frasco  y  medio  de  pólvora.  El  resto  no 
había  sido  desembarcado  de  la  Ocean  Queen.  Privados  así  de 
alimentarse  con  lo  que  pudieran  cazar,  escondieron  cuidado- 
samente las  provisiones  que  habían  adquirido  un  valor  extra- 
ordinario. 

Pronto  tuvieron  que  abandonar  la  idea  de  comerciar  con 
los  nativos  v  aun  de  entenderse  con  ellos  porque,  para  su 
desasosiego,  los  fueguinos  se  estaban  provevendo  de  lanzas  y  de 
grandes  piedras,  lo  que  hacía  presumir  que  no  tenían  buenas 
intenciones. 

Los  misioneros  se  dirigieron  rápidamente  a  puerto  Lennox, 
pero  como  no  era  suficientemente  seguro  para  las  embarca- 
ciones, volvieron  a  Bromefield.  Esta  vez  el  viaje  les  fué  fácil, 
pero  al  llegar  encontraron  tan  gran  número  de  indígenas  que 
Gardiner  resolvió  navegar  hacia  el  este  y  refugiarse  en  Puerto 
Español. 

Este  lugar  se  encuentra  dentro  de  la  gran  bahía  llamada 
Aguirre  y  no  es  visible  desde  los  barcos  que  pasan  por  el  canal. 
Es  poco  protegido  y  desolado  y  por  eso  no  se  encontraba  en 
la  ruta  de  los  barcos  que  hubieran  podido  prestarles  auxilio.  Se 
ha  criticado  esta  resolución  de  Gardiner,  que  aparentemente 
contradice  su  habitual  prudencia  y  capacidad,  pero  no  es  así  y 
la  elección  de  ese  lugar  tan  desagradable  tenía  una  importante 
razón  de  ser.  Dado  que  Puerto  Español  estaba  alejado  del  canal 
y  no  ofrecía  medios  de  subsistencia  era  lógico  suponer  que  los 
indígenas  no  lo  visitaban  v  así  era  en  efecto.  Protegidos  de  tal 
modo  de  los  nativos,  que  eran  el  más  grave  peligro  de  la 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


73 


región,  Gardiner  y  los  suyos  podían,  cuando  lo  necesitasen,  ir 
en  busca  de  las  provisiones  que  habían  dejado  en  Banner  a 
pocas  horas  de  navegación. 

Dentro  del  puerto,  encontraron  una  hermosa  ensenada  que 
llamaron  Earnest  Cove  (Ensenada  Ferviente),  donde  desem- 
boca un  río  de  poca  extensión,  al  que  pusieron  el  nombre  de 
Cook  en  homenaje  a  la  dama  que  había  hecho  posible  el  viaje. 
Esto  ocurría  a  fines  de  enero. 

El  1"?  de  febrero  se  desencadenó  un  fuerte  huracán  dentro 
del  puerto  y  el  Fioneer  fué  arrojado  contra  las  rocas  y  luego 
contra  las  raíces  de  un  árbol  que  yacía  en  la  playa.  Los  ocu- 
pantes se  refugiaron  momentáneamente  en  una  caverna  que 
recibió  el  nombre  de  Pioneer,  pero  más  adelante  volvieron  a  la 
embarcación  que  fué  trasladada  más  arriba  y  completada  con 
una  carpa. 

Pronto  una  nueva  desgracia  los  obligó  a  confirmarse  en  el 
plan  de  no  irse  de  allí:  la  enfermedad.  Williams  fué  el  primero 
que  se  sintió  atacado  por  violentos  escalofríos  que  evidenciaron 
síntomas  de  escorbuto.  Poco  después,  Juan  Badcock  presen- 
taba idénticos  síntomas.  A  fin  de  dejar  más  lugar  a  los  enfer- 
mos, Gardiner  se  hizo  un  pequeño  refugio  con  sogas  y  lonas 
bajo  una  roca  prominente  v  lo  llamó  "H ermita ge"  (Ermita), 
pero  fué  destruido  por  el  fuego  con  el  que  inútilmente  pro- 
curaba calentarse. 

En  un  momento  en  que  Williams  se  encontraba  algo  me- 
jorado, fueron  todos  a  Banner  con  un  doble  propósito:  traer 
las  provisiones  que  habían  enterrado  allí  y  dejar  alguna  señal 
para  los  barcos  que  pudieran  pasar.  Recuperaron  un  barril  de 
carne  de  cerdo  salada  y  tres  de  galletas,  pero  cuando  fueron 
en  busca  de  las  cabras  de  la  isla  comprobaron  que  habían  des- 
aparecido. Luego  enterraron  varias  botellas,  dentro  de  las 
cuales  pusieron  sendas  notas  que  decían  lo  siguiente:  "Hemos 
ido  a  Puerto  Español  que  está  en  la  isla  grande,  no  lejos  del 
cabo  Kinnaird.  Tenemos  enfermos  a  bordo,  nuestras  provi- 
siones están  casi  completamente  terminadas  y  si  no  somos  ayu- 
dados pronto,  moriremos  de  hambre.  No  pensamos  ir  a  la  isla 


74 


ARNOLDO  CANCL1N1 


de  los  Estados,  sino  quedar  en  una  isla  del  costado  oeste  de 
Puerto  Español  hasta  que  el  velero  venga  en  nuestra  ayuda." 

Sobre  el  lugar,  colocaron  estacas  y  pintaron  cruces  blancas 
en  el  suelo;  después,  en  dos  rocas  pusieron  los  siguientes  car- 
teles con  grandes  letras:  "Id  a  Puerto  Español"  v  "Nos  encon- 
traréis en  Puerto  Español." 

Antes  de  que  pudieran  concluir  este  trabajo,  fueron  moles- 
tados por  los  indígenas  que  llegaron  a  cortar  la  amarra  de  la 
balsa  que  les  servía  de  bote  de  desembarco  v  que  sólo  pudo 
ser  recuperada  después  de  grandes  esfuerzos. 

Volvieron  a  Puerto  Español  para  reiniciar  la  vida  en  una 
terrible  rutina.  Los  dos  enfermos  fueron  colocados  en  un  cama- 
rote del  Speedivell  v  Brvant  v  Ervvin  ocuparon  el  otro.  Gar- 
diner,  Maidment  v  Pearce  se  quedaron  en  el  Pioneer,  techado 
con  una  carpa. 

Sobre  ellos  cavó  el  invierno.  Era  el  invierno  fueguino, 
con  sus  huracanes,  sus  ventizcas  y  nevadas,  duras  de  soportar 
para  cualquiera,  pero  terribles  para  aquellos  hombres  enfermos 
v  hambrientos.  Sin  embareo,  su  fe  no  decaía.  El  18  de  abril, 
cuando  Brvant  enfermó,  Williams  escribió  en  su  diario:  "Aun- 
que estamos  pobres  v  débiles,  nuestra  vivienda  es  un  verdadero 
Bethel  para  nuestras  almas  v  Dios  está  aquí,  consolación  ésta 
que  sentimos  v  sabemos. . .  El  capitán,  que  misericordiosamente 
conserva  buena  salud,  vino  sin  míster  Maidment,  que  está  en- 
fermo, para  el  culto  de  hov,  viernes  santo . . .  Esta  noche,  un 
hielo  duro  como  una  garrapiñada  blanca,  cubre  el  techo." 

Pocos  días  después,  una  terrible  tempestad  derribó  la  carpa 
del  Pioneer  y  Gardiner,  Maidment  v  Pearce  tuvieron  que  vol- 
ver a  la  caverna  para  su  seguridad.  El  Speedivell  fué  fondeado 
en  el  río  Cook,  por  lo  que  ambos  grupos  estuvieron  más  sepa- 
rados uno  del  otro.  Pearce  fué  el  último  que  quedó  a  cuidar 
de  los  enfermos  pues  Badcock  estaba  cada  vez  peor. 

Fueron  probados  todos  los  métodos  de  pesca  que  podían 
intentarse  con  los  reducidos  medios  que  poseían,  pero  dieron 
muv  poco  resultado.  Capturaron  un  zorro,  al  que  cocinaron  v 
comieron  completamente.  El  8  de  mavo  el  diario  de  Gardiner 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


75 


dice  lo  siguiente:  "Caverna  Pioneer,  8  de  mayo  de  1851.  «Si 
anduviese  yo  en  medio  de  la  angustia,  tú  me  vivificarás;  por 
tanto  a  ti,  oh  Jehová  Señor,  miran  mis  ojos;  en  ti  he  confiado.» 
Salmo  138:7  y  141:8."  Luego  continúa  con  párrafos  que  en  el 
idioma  original,  están  en  poesía: 

"Aunque  les  acontezca  cualquiera  de  los  males  terrenales 

en  medio  de  la  tormenta,  seguros  van; 

llenas  de  paciencia  están  sus  almas. 

Hijos  de  aquel  cuyo  vigilante  ojo 

a  los  cautivos  mira  cuando  claman, 

¿por  qué  temen  al  inminente  mal? 

Que  todos  sus  cabellos  están  contados  saben 

y  que  ni  un  pequeño  gorrión  ha  de  caer 

sin  la  soberana  voluntad  del  Padre. 

Aunque  en  derredor  todo  sea  tinieblas  y  tristeza 

y  no  aparezcan  ni  estrellas,  ni  sol,  ni  luna 

y  se  seque  todo  Cherith  terrenal, 

al  espíritu  que  cae  la  fe  levanta 

y  endulza  toda  copa  amarga 

y  un  saludo  ve  en  cada  nube. 

El  Señor  que  dio,  sin  duda  quitar  puede 
mas  no  quebrará  la  cascada  caña, 
pues  no  ignora  que  polvo  somos. 
Comida  y  aceite  pueden  faltar, 

por  mucho  tiempo  prevalecer  podrá  la  tormenta  arrasadort, 
pero  aun  así  en  su  promesa  creyendo  seguiremos. 

Cuando  algo  nos  niega  en  su  sabiduría, 

con  un  don  más  precioso  lo  su  ole  por  su  gracia: 

una  paz  que  el  mundo  no  puede  dar  jamás. 

Aunque  nada  nos  quede,  abandonados  no  estamos; 

quédanos  aún  lo  más  precioso: 

la  roca  de  la  cual  brota  el  agua  de  la  vida. 

Venga  pues  lo  que  viniere,  humildemente  esperamos 

pues  nunca  extendió  su  brazo  demasiado  tarde; 

la  promesa  no  fallará;  fallar  no  puede. 

Aunque  oscura  sea  la  noche,  la  mañana  ha  de  brillar; 

a  los  suyos  no  olvidará  el  Señor. 

La  plegaria  de  fe  ha  de  prevalecer 

y  hemos  de  estimar  dulce  la  prueba 

que  nos  ha  postrado  para  esperar  a  sus  pies." 


76 


ARNOLDO  CANCL1NI 


El  23  de  mayo,  acostado  en  el  lecho  del  que  no  habría  de 
salir,  Williams  escribió  estas  palabras  admirables,  inexplicables 
para  quien  no  alcance  a  comprender  su  fe  en  Dios:  "Oh  Jesús 
bendito,  Mediador  e  intercesor;  en  tus  manos  encomiendo  a 
mis  amados;  prevalece  Tú  eficazmente  ayudando  a  cada  uno 
para  que  todos  reciban  tu  Santo  Espíritu  y  el  don  de  la  vida 
eterna  como  bendición  propia  y  dales  también  la  gloria  sem- 
piterna del  Padre  en  un  mundo  sin  fin.  Amén.  Ah,  soy  feliz  día 
y  noche,  hora  por  hora.  Dormido  y  despierto  soy  feliz  más 
allá  de  lo  que  pueden  expresar  las  palabras  y  del  pobre  alcance 
de  mi  lenguaje;  mi  alegría  está  con  Aquel  cuyos  goces  han 
estado  siempre  con  los  hijos  de  los  hombres.  Mi  corazón  y  mi 
espíritu  están  en  el  cielo  de  los  benditos.  He  sentido  cuán 
santa  es  tu  compañía,  he  sentido  cuán  puro  es  tu  afecto  y  me 
he  lavado  en  la  sangre  del  Cordero  y  he  pedido  al  Señor  mi 
vestidura  blanca  para  que  yo  también  pueda  estar  comprendido 
en  el  brillo  del  día  y  estar  con  los  hijos  de  luz" 

A  fin  de  mes,  otra  tormenta  estuvo  a  punto  de  destrozar 
los  restos  del  Pioneer  que  fueron  cambiados  de  lugar,  pero  la 
Palabra  de  Dios  permanece  para  siempre  y  en  el  diario  de  Gar- 
diner  aparecen  citados  estos  versículos,  seguidos  de  una  nueva 
prueba  de  su  inspiración  poética.  "Aguarda  a  Jehová,  esfuérzate 
v  aliéntese  tu  corazón;  sí,  espera  a  Jehová."  (Salmo  27:14.) 

"En  el  cielo  descansan  los  peregrinos  cristianos, 

donde  todos  son  santos,  todos  son  benditos, 

donde  no  hay  noche, 

ni  sol  ni  luna  podrá  agregar  un  rayo 

a  ese  día  refulgente  y  sin  fin, 

donde  todo  brilla 

y  los  santos  contemplan  con  rostro  ansioso 
ía  gloria  de  la  gracia  redentora. 

¿Y  por  qué  ha  de  haber  noche  aquí  abajo, 

aun  en  este  mundo  de  pecado  y  llanto 

donde  habitan  los  cristianos? 

Cuando  Egipto  sufrió  aquella  noche  tenebrosa, 

en  Gosén  todo  era  claridad  y  brillo 

y  la  alegría  pudo  manar 

de  los  corazones  agradecidos  guardados  en  seguridad 
cuando  en  su  redor  el  juicio  todo  lo  arrasaba. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


77 


Dejemos  que  alienten  nuestros  espíritus 
estas  dulces  palabras 

que  salvaron  los  temores  de  los  discípulos: 

"No  temáis.  El,  que  pudo  calmar  la  tempestad, 

puede  guardar  nuestras  almas  en  perfecta  paz, 

si  en  El  reposamos  y  reconocemos  que  debemos  esperar 

pues  ninguna  bendición  llega  demasiado  tarde." 

Caverna  Pioneer,  4  de  junio  de  18$  1. 

Cuatro  días  después,  la  red  que  usaban  para  pescar  fué  des- 
trozada por  el  hielo;  el  único  comentario  de  Gardiner  fué  el 
siguiente:  "Así  ha  visto  bien  el  Señor  destruirnos  otro  medio 
de  subsistencia,  sin  duda  para  hacer  más  evidente  su  poder  y 
para  mostrarnos  que  toda  ayuda  viene  directamente  de  Él." 

La  siguiente  poesía,  escrita  el  10  de  junio,  está  encabezada 
por  dos  versículos:  "La  noche  ha  pasado  y  ha  llegado  el  día", 
Romanos  13:12,  y  "Corramos  con  paciencia  la  carrera  que  nos 
es  propuesta,  puesto  los  ojos  en  el  autor  y  consumador  de  la  fe, 
en  Jesús."  Hebreos  12:1-2. 

"Cuando  marchan  a  la  tierra  celestial  los  peregrinos 

viajando  a  través  de  la  selva 

con  acechanzas  a  cada  paso  chocan; 

en  derredor  presionan  astutos  enemigos, 

en  su  camino  surgen  cruces 

hasta  el  punto  final  del  viaje. 

Hasta  que  la  noche  del  dolor  haya  pasado, 
tormentas  y  tribulaciones  marcan  el  camino, 
pero  confiamos  llegar  finalmente 
a  las  brillantes  regiones  de  un  día  infinito 
donde  santos  redimidos  el  rostro  adoran, 
el  rostro  que  pecados  y  tristezas  quita. 

Adelante,  pues:  avanzando  seguiremos  con  alegría, 
aunque  débiles  y  abatidos. 

Menos  duro  es  el  viaje,  con  cada  conflicto  vencido; 
un  camino  más  fácil  nuestra  ruina  provocar  podría. 
Las  tribulaciones  endulzan  la  promesa 
y  al  trono  de  misericordia  nos  acercan. 

¡Cuán  pocos  son  los  males  que  hemos  soportado' 
¡Cuan  hviana  la  carga  que  llevamos! 


78 


ARNOLDO  CANCLINI 


La  gracia  endulza  la  más  amarga  prueba 

Del  mas  oscuro  cielo  la  fe  puede  correr  el  velo 

y  nuestra  pérdida  tórnala  en  ganancia. 

y  hacer  que  al  Padre  Celestial  cercano  le  veamos. 

Por  brazos  sempiternos  levantadas, 

las  almas  confiadas  caer  no  pueden; 

salvas  ya  en  el  arca,  no  les  alarman  las  tormentas 

o  si  a  la  margen  del  Jordán  están 

y  Satán  aun  allí  las  quiere  perseguir, 

seguras  Cristo  las  mantendrá. 

Ciñamos  pues  de  nuevo  nuestros  lomos 

y  apoyémonos  en  nuestro  Guía  celestial. 

No  confiamos  en  carnal  brazo 

y  de  bandera  nos  proveerá  el  Señor; 

y  cada  prueba  que  encontremos 

más  cerca  de  sus  pies  nos  llevará. 

Y  cuando  lleguemos  a  la  feliz  orilla 

y  estemos  en  presencia  de  Emmanuel, 

confesar  habremos,  si  antes  no  lo  hubiéremos  hecho, 

que  con  amor  y  sabiduría  planeado  todo  estaba 

y  que  si  de  un  castigo  nos  hubiera  privado, 

de  una  bendición  menos  participado  hubiéramos." 

Al  día  siguiente,  Erwin  cayó  enfermo  y,  fuera  de  Gardiner, 
todos  notaban  ya  terribles  síntomas.  La  poca  pólvora  que  les 
quedaba  era  empleada  con  el  mayor  cuidado;  en  dos  ocasiones, 
dieron  muerte  a  cinco  avutardas  con  una  sola  carga  de  perdi- 
gones, que  usaban  únicamente  en  el  caso  de  que  las  aves  estu- 
vieran muy  juntas. 

El  16  de  junio,  aparece  otra  poesía  en  el  diario  del  capitán: 

"Coraje,  camaradas,  ¡avanzad! 

No  dejéis  que  desvanecedoras  tormentas  os  desmayen. 

Las  selvas  cruzar  debemos 

antes  de  alcanzar  el  final  del  viaje. 

Delante  nuestro  se  extiende  una  bendita  orilla 

do  jamás  atacan  ni  pecado  ni  dolor. 

No  hay  camino  áspero  ni  atemorizador 

ni  áridas  selvas  espinosas, 

sino  torrentes  de  vida  que  fluyen  cercanos 

y  Uno  más  próximo,  que  nuestros  pasos  guía. 

Sólo  la  incredulidad  oculta 

las  bendiciones  que  nuestro  Dios  provee. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  79 

En  la  más  oscura  noche  de  aflicción, 
cuando  nuestra  calabacera  terrenal  se  seca 
su  más  suave  vuelo  el  espíritu  realiza 
y  a  la  región  de  un  día  sin  fin  se  remonta. 
En  esa  pura  luz  se  siente  sereno 
y  calmo  el  atribulado  espectador. 

Porque  saber  es  nuestro  privilegio 

que  cualquier  sufrimiento  sea  el  que  soportemos,  N 
es  la  mano  de  un  Padre  la  que  aplica  el  golpe; 
es  sólo  la  señal  de  hijos  que  llevamos. 

Tomad  coraje,  pues,  el  viaje  es  corto; 
estas  livianas  aflicciones  pronto  cesarán; 
aquí  lejos  por  la  gracia  traídos  hemos  sido, 
y  la  gracia  aun  vigila  nuestros  pasos." 

La  última  de  estas  poesías  fué  escrita  cuando  ya  admitía  lo 
terrible  de  la  situación  y  la  posibilidad  de  que  el  barco  de  soco- 
rro no  llegase.  Dice  así: 

"Señor,  a  tus  pies  caigo  humildemente 
y  te  entrego  todo  cuanto  tengo. 
Todo  lo  que  en  tu  amor  reclamas 
que  falte  es  mejor  por  cuanto  es  tuyo. 

Y  finalmente,  sobre  la  roca  eterna 

he  de  oír  golpear  la  tempestad; 

la  copa  que  mi  Padre  celestial  prepara, 

aunque  amarga  ahora,  pronto  dulce  habrá  de  ser. 

Mas  si  han  de  romperse  sobre  mí  tus  olas, 

cuando  llegue  el  sufrimiento,  la  necesidad  o  el  dolor, 

esta  sola  petición  haré: 

que  arda  mi  fe  y  permanezca  mi  amor  permite. 

Manténme  en  la  hora  de  la  prueba, 

no  permitas  en  mí  pensamiento  murmurador; 

hazme  sentir  tu  poder  vivificante 

y  a  alabar  las  cruces  aprenderé." 

Una  semana  más  tarde,  el  28  de  junio,  era  el  cumpleaños  de 
Gardiner  y,  al  recordarlo,  escribía  estas  palabras  en  su  diario: 

"¿Quién  soy  yo,  Señor  Dios,  para  que  Tú  me  traigas  aquí?" 
(2  Samuel  7:18).  Estamos  ahora  por  la  Providencia  en  circuns- 


80 


ARNOLDO  CANCLINI 


tancias  que  ponen  en  prueba  al  hombre . . .  pero  yo  no  voy  a 
estar  ansioso  por  eso;  estamos  ahora  en  el  servicio  del  Señor  y 
Él  está  lleno  de  gracia  y  compasión.  Aunque  tengamos  tristeza, 
tendrá  compasión  según  sus  bondades.  Yo  sé  que  está  escrito: 
"A  aquellos  que  buscan  a  Dios  no  les  faltará  ninguna  cosa  que 
sea  buena"  y  otra  vez  "Cualquier  cosa  que  el  Señor  en  su  bon- 
dadosa providencia  nos  quite,  no  es  más  que  lo  que  Él  nos  ha 
dado".  Pero  aun  te  ruego  que,  si  es  tu  voluntad,  mires  con 
compasión  a  mis  compañeros  y  a  mí,  maltratados  por  falta  de 
alimentación,  y  nos  proveas  con  lo  necesario,  pero,  si  no  es  así, 
que  se  cumpla  tu  voluntad.  Pueda  yo  aprender  sumisión  com- 
pleta de  mi  voluntad  a  la  tuya,  que  todo  orgullo  muera  en  mi 
corazón.  Señor,  te  ruego  que  Tú  seas  honrado  en  mí,  sea  para 
vida  o  para  muerte,  y  que  nunca  me  aparte  de  ti.  Sosténme  por 
tu  gracia  y  guárdame  de  tribulaciones,  de  murmurar  y  de  no 
creer  y  que  el  sincero  lenguaje  de  mi  corazón  sea  en  toda  cir- 
cunstancia el  de  "Dios  dió,  y  si  el  Señor  ve  bien  sacar  a  cual- 
quiera de  su  bienestar  y  quitarle  todo,  aun  así,  santificado  sea 
el  nombre  de  Dios;  Él  hizo  todo  bien".  Una  petición  más  ele- 
varé a  tu  trono  de  gracia,  oh  Señor  bondadoso:  ruégote  que 
prepares  un  camino  para  que  tu  siervo  pueda  llegar  a  los  pobres 
paganos  de  estas  islas. . .  Concede,  oh  Señor,  que  seamos  ins- 
trumentos en  tus  manos  para  empezar  esta  gran  tarea;  pero  si 
Tú  ves  que  en  tu  providencia  somos  obstáculos  en  tu  camino 
y  que  debemos  sufrir  y  morir  aquí,  te  ruego  que  alces  a  otros 
y  mandes  obreros  a  esta  mies.  Que  sea  para  la  manifestación 
de  tu  gracia  y  de  tu  gloria,  pues  nada  es  imposible  para  ti. . . 
v  llegue  pronto  el  día  en  que  el  conocimiento  de  nuestro  Señor 
Jesucristo  sea  manifestado,  no  aquí  únicamente,  sino  en  todas 
partes,  en  cada  nación,  pueblo  y  tribu  y  sean  levantados  ruegos 
v  gracias  y  ofrendas  puras  de  las  multitudes  que  están  ahora 
en  la  oscuridad." 

Mientras  escribía  estas  palabras,  la  muerte  se  había  posado 
en  el  Speedivell;  Juan  Badcock  habría  de  ser  ia  primera  víc- 
tima. Estaba  echado  en  la  cabina,  junto  a  Williams  y,  al  sentir 
que  llegaba  su  hora,  pidió  a  su  compañero  que  cantara  un 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


81 


himno  con  él.  De  sus  débiles  labios  partió  la  famosa  tonada 
que  acompaña  a  las  palabras  de  Wesley: 

¡Elévate,  alma  mía,  elévate! 
; Sacude  tus  temores! 

El  cruento  sacrificio  se  presenta  en  mi  ayuda. 
Delante  del  trono  está  mi  certeza. 
Mi  nombre  está  escrito  en  sus  manos. 

Pocos  minutos  después,  su  alma  había  llegado  delante  del 
Trono  y,  al  día  siguiente,  su  cuerpo  fué  enterrado  en  un  lugar 
cercano.  El  30  de  junio,  Gardiner  y  Maidment  fueron  desalo- 
jados de  la  caverna  por  la  marea.  Fueron  al  Pioneer,  pero,  como 
la  pleamar  amenazaba  con  arrastrarlo,  se  refugiaron  debajo  de 
una  roca.  El  mar  continuó  avanzando  y  tuvieron  que  ir  al  bos- 
que donde  no  podían  protegerse  de  la  lluvia.  A  duras  penas 
llegaron  al  Speedivell,  donde  el  fiel  Erwin  insistió  en  dar  su 
lecho  al  hombre  que  amaba  y  él,  enfermo  como  estaba,  pasó 
la  noche  levantado  junto  a  Bryant.  Apenas  lo  permitió  la  marea, 
Gardiner  y  Maidment  volvieron  al  Pioneer. 

La  situación  se  iba  haciendo  cada  vez  más  difícil.  El  4  de 
julio  el  capitán  escribió  lo  siguiente,  respecto  a  las  provisiones: 
"Nuestra  parte  de  carne  y  galleta  (lo  de  la  caverna)  terminó 
el  miércoles,  de  modo  que  ahora  nos  queda  medio  pato,  alre- 
dedor de  media  libra  de  carne  salada,  otro  tanto  de  té  en  mal 
estado,  una  pinta  de  arroz,  dos  panes  de  chocolate,  dos  pintas 
de  papa,  a  lo  que  quizá  se  deba  agregar  seis  ratones.  La  inclu- 
sión de  estos  últimos  en  la  lista  de  nuestras  provisiones  quizá 
extrañe  a  alguno  de  nuestros  amigos  si  llega  a  sus  oídos  pero, 
en  la  situación  en  que  estarnos,  participamos  de  ellos  con  gusto 
y  hasta  ahora  hemos  comido  varios;  son  tiernos  y  tienen  gusto 
a  conejo.  Pero,  al  notar  nuestras  necesidades  no  he  de  terminar 
sin  expresar  gracias  a  Dios  por  las  mercedes  que  ha  otorgado  a 
cada  uno  de  mis  sufrientes  compañeros  que,  con  la  mayor 
alegría,  lo  soportan  todo  sin  una  murmuración,  aguardando 
pacientemente  el  tiempo  del  Señor  para  que  Él  los  libre,  listos, 
si  esa  fuere  su  voluntad,  a  languidecer  y  morir  aquí,  sabiendo 


32 


ARNOLDO  CANCL1NI 


que  cualquier  cosa  que  Él  haya  señalado  será  para  su  bien.  Mi 
oración  es  que  el  Señor,  nú  Dios,  sea  glorificado  en  mí,  en 
cualquier  cosa  que  nos  ocurra  en  la  vida  o  en  la  muerte." 

Posiblemente  fué  en  uno  de  esos  días  que  uno  de  ellos  pintó 
una  mano  señalando  la  caverna,  debajo  de  la  cual  fué  puesta  esta 
inscripción:  "Salmo  62:5-8."  Estos  versículos  dicen:  "Alma  mía 
en  Dios  solamente  reposa;  porque  en  Él  es  mi  esperanza.  Él 
solamente  es  mi  fuerte  y  mi  salud,  es  mi  refugio  no  resbalaré. 
En  Dios  está  mi  salvación  y  mi  gloria;  en  Dios  está  la  roca  de 
mi  fortaleza  y  mi  refugio."  En  los  diarios  este  hecho  no  aparece 
señalado  pero,  en  la  Biblia  de  Gardiner,  están  marcados  estos 
dos  versículos  y  al  lado  dice:  "Julio  5  de  1851"  y  al  fin  del 
sagrado  volumen  hay  una  hoja  en  blanco  con  la  misma  cita  v 
estas  palabras:  "Caverna  Pioneer,  5  de  julio  de  1851." 

A  fin  de  mes  la  salud  había  mejorado  en  general.  Envin  se 
consideraba  sano  y  Brvant  estaba  bastante  mejor;  Pearce  esta- 
ba bastante  débil  pero  podía  avudar  a  sus  compañeros  en  la  tarea 
de  juntar  mejillones,  lapas  y  cachiyuyos,  especie  de  alga  co- 
mestible de  gran  tamaño,  muy  abundante  en  los  mares  antár- 
ticos.  También  comían  una  especie  de  apio  silvestre.  Colgaron 
un  mantel  de  la  rama  de  un  árbol  para  llamar  la  atención  de 
alguien  que  pudiera  pasar. 

El  27  de  julio  encontramos  la  nota  más  breve  del  diario 
de  Gardiner:  "Mr.  Maidment  encontró  un  pescado  pequeño 
cerca  de  la  caverna;  era  del  tamaño  de  un  arenque  pero  total- 
mente sin  escamas  y  de  color  plomizo." 

El  diario  de  Williams  termina  con  las  siguientes  palabras: 
"Mucho  más  podría  agregar,  pero  los  dedos  me  duelen  de  frío 
y  debo  envolverlos  en  ropa,  pero  mi  corazón,  mi  corazón  está 
ardiente,  ardiente  con  agradecida  alabanza  y  amor  a  Dios,  mi 
Padre  y  mi  Redentor." 

Llegamos  así  al  mes  de  agosto.  Preferimos  dejar  ahora  la 
palabra  al  propio  Gardiner.  Reproducimos  completo  el  último 
mes  de  su  diario  porque  creemos  que  su  sencillez  y  profundidad 
relata  la  historia  con  más  claridad  v  emoción  de  lo  que  podría- 
mos hacerlo  nosotros. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


83 


"7  de  agosto.  —  Hace  once  meses  que  partimos  de  Inglate- 
rra a  este  país  y  hemos  sido  benignamente  preservados  de 
muchos  peligros  y  tribulaciones.  El  Señor  en  su  providencia, 
ha  creído  bien  traernos  muy  bajo  y  remover  muchas  de 
las  bendiciones  de  las  que  habíamos  sido  partícipes,  pero  todo 
es  por  su  infinita  sabiduría,  misericordia  y  amor.  Estos  períodos 
de  aflicción  están  todos  señalados,  medidos  y  limitados  por  un 
Dios  de  misericordia  que  no  aflige  por  placer  sino  para  nuestro 
bien.  Conoce  nuestra  condición,  acuérdase  que  somos  polvo 
y  con  cada  prueba  que  imparte  a  aquellos  que  ponen  su  alma 
en  Él,  ha  de  fortificarles  suficientemente  para  su  día.  ¡Cómo 
he  de  abrevar  los  múltiples  dones  de  Dios!  ¡Qué  inconsciente 
de  las  comodidades  diarias  que  he  experimentado,  indigno  aun 
de  la  menor  de  ellas!  Señor,  ten  misericordia  de  mí,  pecador. 
Permite  que  sea  humillado  bajo  tu  mano  poderosa,  profunda- 
mente sensible  de  mi  necesidad  de  castigo,  que  no  sea  tentado 
por  Satanás  a  quejarme  o  a  despreciar  o  fracasar,  sino  a  esperar 
en  ti  en  la  posición  de  un  suplicante  por  la  gracia  para  apro- 
vechar ésta  o  cualquier  otra  disposición  de  tu  providencia.  Sé, 
oh  Señor,  que  hay  una  profunda  necesidad  de  esta  prueba  por- 
que si  no  Tú  no  la  hubieras  enviado,  y  humildemente  te  suplico 
que  me  otorgues  todo  el  beneficio  que  Tú  me  has  designado 
por  medio  de  ella.  Haz  que  me  mire  en  la  luz  de  tu  Santa 
Palabra,  que  registre  y  pruebe  mi  corazón  por  ella  y  que  tu 
Santo  Espíritu  obre  en  mí  la  gracia  de  la  verdadera  contrición 
y  renueva  en  mí  los  dones  de  amor,  fe  y  obediencia . . .  No 
dejes  caer  a  esta  misión  aunque  no  nos  sea  permitido  trabajar 
en  ella,  sino  levanta  otros  obreros  que  puedan  llevar  la  verdad 
salvadora  de  tu  Evangelio  a  estos  pobres  ciegos  paganos  que 
hay  a  nuestro  alrededor . . .  Apresura  el  tiempo  en  que  pueda 
ser  dicho  de  ellos  que  son  un  pueblo  preparado  para  el  Señor 
y  que,  cuando  el  último  día,  Tú  recojas  tus  joyas,  haya  muchos 
de  ellos  brillando  como  las  estrellas  en  el  reino  de  los  cielos, 
envueltos  con  blancos  vestidos  y  con  palmas  en  las  manos  rin- 
diéndote alabanzas  y  honor  y  gloria  y  poder  en  Aquel  que  los 
amó  y  se  dió  a  sí  mismo  por  ellos.  Concede  estas  humildes  peti- 


84 


ARNOLDO  CANCLINI 


ciones,  te  lo  imploro  oh  Señor,  por  la  gracia  de  nuestro  Salvador 
Jesucristo.  Amén.  Pioneer  Cave.  7  de  agosto,  1851. 

"/^  de  agosto,  jueves.  —  El  último  domingo,  el  10,  me  sentí 
tan  débil  que  guardé  cama  durante  todo  el  día  pero  ansiando 
estar  levantado  tanto  como  sea  posible,  sobre  todo  por  míster 
Maidment.  Fui  a  la  caverna  los  tres  días  siguientes  pero  ayer 
me  di  cuenta  de  que  el  esfuerzo  de  entrar  y  salir  de  nuestro 
bote  y  caminar  aun  esa  corta  distancia  era  demasiado  para  mí 
y  sólo  sirve  para  reducir  la  poca  fuerza  que  me  resta. 

"Hoy  estoy  necesariamente  compelido  a  guardar  cama,  con 
poca  esperanza  de  volver  a  dejarla,  a  menos  que  plazca  al  Señor, 
en  su  misericordia  y  compasión,  socorrernos  y  concedernos  el 
alimento  que  tanto  necesitamos.  Lamento  esto  no  por  mí,  sino 
porque  ello  reporta  una  carga  adicional  sobre  mi  amable  y 
ciertamente  fraternal  compañero  que,  a  menudo,  trabaja  infa- 
tigablemente más  allá  de  sus  fuerzas  para  procurar  lo  necesario 
para  nuestra  subsistencia  y  comodidad. 

"A  Él  debo  considerarlo  como  el  instrumento  humano  a 
quien  debo  agradecer  por  tales  cosas,  ya  que  estoy  acostado  y 
relativamente  sin  ayuda  y,  debido  a  su  estado  de  debilidad,  debo 
serle  una  carga  y  una  prueba  severa.  Pero  el  Señor  ha  sido  muy 
bemgno  con  nosotros;  nos  han  sido  provistos  alimentos  y  com- 
bustible y  gozamos  de  muchas  bendiciones,  especialmente  en  la 
posibilidad  que  ha  sido  dada  a  nuestro  compañero  de  proveer 
para  nuestro  mantenimiento,  lo  que  hace  siempre  con  mucha 
incomodidad  para  sí,  pero  siempre  con  la  mayor  voluntad.  En 
esto  debo  señalar  la  mano  de  mi  benigno  Padre  Celestial  que 
sabe  lo  que  necesitamos  y  que  ha  creído  bien,  en  su  sabiduría, 
llevarnos  muy  abajo.  Él  no  aflige  voluntariamente,  hay  en  todo 
una  necesidad  y  oro  por  gracia  para  recibirlo  como  un  mise- 
ricordioso medio  de  llamar  al  recuerdo  al  pecador,  derribando 
al  orgullo  y  haciéndome  esperar  más  implícitamente  en  mi  Dios. 

"Mi  oración  a  Él  es  que  si,  en  su  abundante  compasión,  Él 
ve  bien  no  levantarme  con  fuerza  y  prolongar  mis  días,  yo  sea 
más  agradecido  por  sus  bondades  y  sea  fiel  mayordomo  de  todo 
lo  que  ponga  a  mi  cargo,  considerándome  a  mí  y  a  todo  lo 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


35 


que  poseo,  no  como  mío  sino  como  algo  suyo,  por  lo  que  habré 
de  rendir  cuentas. 

"Viernes  15  de  agosto.  —  Hace  unos  dos  meses  arranqué  algo 
de  hierba  de  las  rocas,  la  que  fué  hervida  como  experimento, 
por  si  llegaba  el  caso  de  que  nos  faltara  alimento.  Resultó  ser 
tolerablemente  suave,  apetitosa  y  fácilmente  masticable.  No 
pensamos  más  en  ella  hasta  hace  unos  días,  cuando  Mr.  Maid- 
ment  encontró  dificultad  en  conseguir  lapas  y  mejillones  y  los 
viejos  tallos  de  apio  se  están  poniendo  de  muy  mal  sabor  y 
desagradables.  Con  un  poco  de  práctica  en  cocinar  esta  hierba 
hemos  descubierto  que  es  un  sustento  de  lo  más  providencial. 
La  herviremos  hasta  convertirla  en  gluten  y  no  puede  dejar 
de  ser  muy  nutritiva.  Ahora  es  mi  principal  dieta,  ya  que  las 
lapas  sólo  pueden  conseguirse  en  períodos  especiales,  cuando 
la  marea  está  alta.  La  hierba  crece  en  pequeñas  ramitas  sobre 
las  rocas,  tiene  una  hoja  delgada,  alechugada  y  semitransparente 
y  al  romperla  parece  repollo  picado,  aunque  de  color  verde 
oliva.  Debo  agradecer  a  mi  Padre  celestial  por  dirigirnos  a  ella 
y  proveernos  de  una  dieta  tan  agradable  en  nuestra  actual  ne- 
cesidad. Esta  hierba,  que  ahora  llamamos  la  hierba  de  jalea, 
llegó  providencialmente  a  nuestra  olla  y  descubrimos  que  se 
disolvía  formando  una  pulpa  glutinosa.  Mr.  Maidment,  que 
amablemente  se  ocupa  de  cocinar,  fué  inducido  a  hervirla  se- 
paradamente y  así  fuimos  misericordiosamente  provistos  de  este 
alimento  inesperado  y  nutritivo.  No  es  improbable  que  algún 
día  se  convierta  en  artículo  de  comercio. 

"25  de  agosto.  —  El  sábado  a  la  tarde  vino  Pearce  (del  Speed- 
ivell)  trayendo  tristes  noticias:  José  Erwin  está  decayendo  rá- 
pidamente y  no  ha  hablado  desde  el  día  anterior.  Mr.  Williams 
lo  considera  más  allá  del  poder  de  la  ayuda  humana.  Ayer  (24) 
Mr.  Maidment  fué  hasta  el  río  Cook  y  encontró  que  había 
sido  removido  de  entre  nosotros  y  entrado  al  descanso  eterno 
a  las  seis  de  la  tarde.  Así  uno  y  otro  de  nuestro  pequeño  grupo 
misionero  son  reunidos  por  el  Buen  Pastor  en  una  heredad 
mejor,  para  tareas  más  elevadas  y  gloriosas.  Los  tiempos  de 
nuestras  vidas  están  en  sus  manos  y  Él  puede  levantar  a  otros 


36 


ARNOLDO  CANCL1NI 


mejor  calificados  que  nosotros  para  entrar  en  estas  labores.  No 
podrá  haber  un  agente  más  activo,  consciente  y  verdaderamente 
eficiente  que  nuestro  profundamente  lamentado  carpintero  que 
acaba  de  partir.  Dos  veces  me  ha  acompañado  a  Tierra  del 
Fuego  y  en  todas  las  ocasiones  demostró  ser  digno  de  mi  mavor 
confianza  y  estima.  La  Sociedad  ha  sufrido  una  pérdida  que 
será  difícil  reparar  adecuadamente. 

"La  hierba  de  jalea  se  nos  ha  hecho  últimamente  tan  indige- 
rible que  apenas  podemos  tomarla,  por  lo  que  nos  vemos  redu- 
cidos al  caldo  de  mejillones,  con  algunas  lapas  ocasionales.  Esta 
hierba  actúa  diferentemente  según  las  distintas  constituciones. 
Míster  Maidment  la  ha  encontrado  muy  laxante  por  lo  que  ha 
debido  abandonarla.  Yo  sólo  puedo  comer  la  parte  blanca  de 
las  lapas  que  es  muy  nutritiva. 

"27  de  agosto.  —  Mr.  Maidment  fué  al  río  Cook  para  cele- 
brar los  oficios  fúnebres  en  la  tumba  de  nuestro  carpintero,  pero 
no  encontró  nada  preparado. 

"Otra  brecha  ha  sido  hecha  entre  nosotros  por  la  providen- 
cia de  Dios.  Juan  Bryant,  que  por  mucho  tiempo  estuvo  deca- 
yendo, murió  ayer.  En  ese  momento  no  había  nadie  con  él; 
estaba  en  la  cama  y  allí  lo  encontraron  en  la  mitad  del  día, 
habiendo  abandonado  su  tabernáculo  terrenal  y  no  dudamos 
que  ahora  está  gozando  con  fruición  de  la  bendición  de  la 
presencia  de  Dios,  junto  con  los  otros  lamentados  siervos  de 
la  misión  que  ya  han  partido. 

"Juan  Pearce  está  muy  débil.  Estamos  separados  casi  por 
completo  ya  que  no  hay  más  que  uno  aquí  y  otro  en  el  río 
Cook  para  conseguir  leña,  cocinar  y  suplir  las  necesidades  de 
los  que  están  imposibilitados  de  abandonar  sus  respectivos  botes 
y  ambos  estarían  mejor  en  sus  camas  que  soportando  las  fatigas 
de  tan  abrumadores  trabajos.  Pero  el  Señor  es  muy  misericor- 
dioso y  de  tierna  compasión;  conoce  nuestras  fuerzas;  señala 
y  mide  todas  sus  dispensaciones  aflictivas  y  cuando  su  tiempo 
haya  llegado  Él  nos  removerá  a  su  reino  eterno  y  glorioso  o 
sustentará  nuestros  languidecientes  cuerpos  con  alimento  con- 
veniente. Oro  para  que  en  cualquier  estado  en  que  por  su  sabia 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


87 


y  benigna  providencia  yo  sea  colocado,  esté  contento  y  espere 
pacientemente  el  desarrollo  de  su  justa  voluntad  para  conmigo, 
sabiendo  que  Él  hace  bien  todas  las  cosas." 

Solo  en  su  bote  dormitorio,  Gardiner  escribió  una  carta  de 
despedida  a  su  hijo,  fechada  el  27  de  agosto  de  1851,  en  En- 
senada Earnest,  Tierra  del  Fuego.  Daremos  de  ella  algunos 
párrafos: 

"El  Señor  en  su  providencia  está  tomando  en  su  seno  a  uno 
y  a  otro  de  nuestro  pequeño  grupo  misionero  y  no  sé  con 
qué  prontitud  ha  de  llamarme  con  su  gracia  abundante  y  su 
amor  redentor,  a  unirme  a  la  compañía  de  los  santos  allá  arriba, 
donde  duran  los  goces  para  siempre.  Es  mi  deseo,  sin  embargo, 
preparar  esta  carta  para  ti,  para  que  tengas  la  última  prueba 
de  mi  afecto  por  ti  y  mi  fervoroso  deseo  por  tu  bienestar 
temporal  y  espiritual ...  Si  pluguiera  al  Señor  inclinar  tu  cora- 
zón para  que  te  dieras  al  ministerio  del  Evangelio,  luego  de 
las  Sagradas  Escrituras  y  los  libros  devocionales,  haz  del  griego 
y  del  hebreo  tus  principales  estudios:  el  último  no  debe  ser 
omitido  por  ninguna  razón.  La  botánica  es  un  estudio  muy  útil 
y  agradable;  si  te  fueras  lejos,  el  conocimiento  de  las  plantas 
y  sus  propiedades  te  será  muy  provechoso.  También  algo  de 
medicina ...  El  próximo  punto  es  tu  profesión  y  ha  llegado 
ahora  el  momento  en  que  debe  ser  elegida.  Es  un  asunto  muy 
grande  para  decidirlo  con  rapidez;  será  el  punto  en  que  ha  de 
girar  tu  vida  y  tu  futura  felicidad  dependerá  en  mucho  de  la 
elección  que  hagas.  Cuídate  de  seguir  tus  propias  inclinaciones 
demasiado  de  cerca.  Hay  un  solo  método  de  llegar  a  una  con- 
clusión satisfactoria.  Pon  todo  el  asunto  delante  del  Señor,  como 
Ezequías,  pídele  consejo  y  no  te  apoyes  en  tu  propio  enten- 
dimiento y  tarde  o  temprano  encontrarás  un  camino  abierto 
delante  de  ti,  si  pides  su  enseñanza  y  guía.  Cuando  finalmente 
hayas  decidido  esto,  entonces  sigue  el  mismo  camino  en  relación 
con  la  esfera  particular  a  que  hayas  de  dedicarte.  Pero,  te  hago 
afectuosamente  esta  advertencia:  no  pienses  en  entrar  al  minis- 
terio del  Evangelio  a  menos  que  sientas  conscientemente  que 
estás  constreñido  por  el  amor  de  Cristo  y  el  sincero  deseo  de 


88 


ARNOLDO  CANCLIN1 


ganar  almas  para  Él. . .  Tu  abuelo  me  dio  esta  orden  que  te  re- 
pito: «Lleva  una  vida  útil»  y  agregaré:  «Toma  la  Palabra  de 
Dios  como  tu  guía  y  constátala  diligentemente,  con  oración  al 
Espíritu  Santo  para  que  abra  tu  entendimiento»,  porque  no  es 
el  mero  conocimiento  de  su  contenido,  extendido,  aclarado  o 
criticado,  lo  que  te  llevará  seguro  a  través  de  las  trampas  y  ten- 
taciones de  este  mundo  pecador,  sino  cuando  es  recibida  como 
la  leche  de  la  Palabra  por  la  que  nuestras  almas  son  diaria- 
mente nutridas  y  fortificadas;  entonces,  y  sólo  entonces,  crece- 
mos por  ella  y  estamos  preparados  para  los  cuidados  y  fatigas 
de  la  vida  y  somos  renovados  en  nuestro  hombre  interior;  así 
estamos  capacitados  para  comprender  la  doctrina  que  profesa- 
mos y  llegar  gradualmente  a  encontrar  aquella  heredad  inco- 
rruptible e  inmaculada  que  no  pasa,  reservada  para  los  que 
viven  por  la  fe  en  el  Señor  Jesucristo." 

Al  día  siguiente,  redactó  una  afectuosa  despedida  a  su  hija 
y  el  29  escribió  una  carta  a  su  esposa  en  la  que  le  decía: 

"Si  me  fuera  concedido  un  deseo  para  el  bien  de  mis  pró- 
jimos, sería  el  de  que  la  Misión  de  Tierra  del  Fuego  fuera  pro- 
seguida con  vigor,  junto  con  el  trabajo  en  Sud  América,  espe- 
cialmente entre  la  rama  Chilidugu  (los  indios  del  sur  de  Chile). 
Pero  el  Señor  dirigirá  y  lo  hará  todo,  porque  los  tiempos  y  las 
sazones  son  suyos  y  los  corazones  de  todos  están  en  sus  manos." 

No  hay  nada  registrado  en  el  diario  el  domingo  30  de 
agosto,  pero  en  su  libro  de  oraciones  quedan  papeles  que  se- 
ñalan las  lecturas  de  ese  día.  Tampoco  se  mencionan  los  dos 
siguientes,  pero  sabemos  que  el  2  de  septiembre  terminó  un 
extenso  documento  que  constaba  de  las  siguientes  partes:  "Es- 
bozo de  un  plan  para  conducir  las  futuras  operaciones  en  Tie- 
rra del  Fuego",  "Fragmento  de  un  llamado  a  los  cristianos  bri- 
tánicos en  ayuda  de  América"  y  "Fragmento  de  un  pedido  al 
gobierno  para  ayuda  de  la  Misión".  Este  largo  memorándum, 
publicado  más  tarde  por  el  secretario  de  la  Sociedad,  explicaba 
la  forma  en  que  él  creía  que  debía  continuarse  el  trabajo.  Fun- 
damentalmente, la  idea  era  fundar  un  establecimiento  en  las  islas 
Malvinas,  llevar  allí  algunos  nativos,  enseñarles  inglés  y  apren- 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


89 


der  de  ellos  el  idioma  fueguino,  para  tener  así  una  entrada  al 
resto  de  los  indígenas.  Además  aconsejaba  la  compra  de  una 
goleta  o  un  bergantín  de  unas  cien  toneladas  para  ser  usado 
como  barco  misionero. 

El  resto  del  diario  está  escrito  con  lápiz  y  comienza  tres 
días  antes  de  su  muerte.  Es  lo  que  sigue: 

"3  de  septiembre,  miércoles.  —  Mr.  Maidment  volvió  (de 
enterrar  a  José  Envin  y  Juan  Bryant)  completamente  exhausto. 
El  día  era  malo:  nieve,  cellisca  y  lluvia.  Desde  ese  día,  no  se 
ha  restablecido  física  y  mentalmente.  Deseando  evitarle  la  mo- 
lestia de  atenderme  y  por  mutua  comodidad,  le  propuse,  en  lo 
posible,  ir  al  río  e  instalarme  en  el  bote.  Esto  fué  intentado  el 
sábado  pasado.  Sintiendo  que  no  me  sería  posible  hacerlo  sin 
muletas,  Mr.  Maidment  me  hizo  un  par  (dos  ramas  con  hor- 
quetas) con  mucha  amabilidad  aunque  con  no  poco  esfuerzo 
para  su  débil  estado.  Partimos  juntos,  pero  pronto  descubrí  que 
no  tenía  fuerzas  para  seguir  y  me  vi  obligado  a  regresar  antes 
de  llegar  al  arroyo  en  nuestra  propia  orilla.  Mr.  Maidment  es- 
taba tan  exhausto  ayer,  que  no  se  levantó  de  su  lecho  hasta  me- 
dio día;  por  consiguiente,  no  he  probado  nada  desde  ayer.  No 
puedo  dejar  el  lugar  en  que  estoy  y  por  eso  no  sé  si  él  está 
aún  en  la  carne  o  gozando  de  la  presencia  del  Dios  misericor- 
dioso, a  quien  sirvió  tan  fielmente.  Escribo  esto  a  las  diez  de  la 
mañana.  Bendito  sea  nú  Padre  celestial  por  las  muchas  bendicio- 
nes que  estoy  gozando:  un  lecho  confortable,  ningún  dolor,  ni 
aun  las  apreturas  del  hambre  a  pesar  de  estar  excesivamente 
débil;  sólo  que  es  un  gran  esfuerzo,  pero  estoy  por  su  gracia 
abundante  conservado  en  perfecta  paz,  refrescado  con  la  me- 
moria del  amor  de  mi  Salvador  y  en  la  seguridad  de  que  todo 
está  sabia  y  misericordiosamente  señalado  y  oro  para  que  pueda 
recibir  toda  la  bendición  que  sin  duda  ha  sido  designada  para 
que  yo  goce.  Todo  mi  cuidado  está  puesto  en  Dios  y  sólo  es- 
pero su  tiempo  y  su  buena  voluntad  para  que  Él  disponga  de 
mí  como  crea  mejor.  Que  yo  viva  o  muera,  queda  en  sus  manos. 
Encomiendo  mi  cuerpo  y  mi  alma  a  su  cuidado  y  providencia 
y  oro  con  fervor  para  que  tome  misericordiosamente  bajo  la 


90 


ARNOLDO  CANCLINI 


sombra  de  sus  alas  a  mi  querida  esposa  y  a  mis  hijos;  que  los 
conforte,  los  guíe,  los  fortalezca  y  santifique  en  todo;  que  po- 
damos todos  juntos,  en  un  mundo  resplandeciente  y  eterno, 
alabar  y  adorar  su  bondad  y  su  gracia,  al  redimirnos  con  su 
preciosa  sangre  y  sacarnos  como  de  las  brasas  del  fuego  para 
gozar  de  la  adopción  de  hijos  y  hacernos  herederos  de  su  reino 
celestial.  Amén. 

"4  de  septiembre,  jueves.  —  Ya  no  hay  lugar  r  dudas  de  que 
mi  querido  compañero  de  labor  ha  terminado  sus  sufrimientos 
terrenales  y  se  ha  reunido  a  la  compañía  de  los  redimidos,  en 
la  presencia  del  Señor,  a  quien  sirvió  tan  fielmente.  En  estas 
circunstancias  fué  una  providencia  misericordiosa  que  él  de- 
jara el  bote,  pues  yo  no  hubiera  podido  mover  el  cuerpo.  Dejó 
algo  de  peppermint,  que  yo  he  mezclado,  lo  que  ha  sido  un 
gran  alivio,  pues  no  me  quedaba  nada  para  beber.  Temiendo  que 
pudiera  sufrir  de  sed,  oré  al  Señor  que  me  fortaleciera  para 
poder  conseguir  algo.  Benignamente  contestó  mi  pedido  y  ayer 
me  sentí  capaz  de  salir  y  recoger  una  cantidad  suficiente  de 
agua  que  goteaba  de  la  popa  del  bote  por  medio  de  uno  de  mis 
chanclos  de  goma.  ¡Cuántas  bendiciones  estoy  recibiendo  de  las 
manos  de  mi  Padre  Celestial!  ¡Bendito  sea  su  santo  nombre!" 

nj  de  septiembre ,  viernes.  —  Grandes  y  maravillosas  son  las 
gracias  de  amor  de  mi  bondadoso  Dios.  Me  ha  preservado  has- 
ta ahora  y  durante  cuatro  días  aun  sin  alimento  corporal,  sin 
ningún  sufrimiento  de  hambre  o  de  sed." 

Aquí  terminan  las  anotaciones  del  diario.  Tenemos  aun 
una  carta  que  escribió  a  su  compañero  del  otro  barco,  también 
con  lápiz,  v  que  fué  encontrada  en  la  playa,  descolorida  y  ras- 
gada. Se  ha  borrado  en  parte,  pero  su  contenido  ha  sido  re- 
construido en  la  siguiente  forma: 

"Mi  querido  Mr.  Williams: 

El  Señor  ha  creído  bien  llamar  al  hogar  a  otro  de  nuestra 
pequeña  compañía.  Nuestro  querido  hermano  que  ha  partido 
dejó  el  bote  el  martes  a  mediodía  y  no  ha  vuelto  desde  enton- 
ces; sin  duda,  está  en  la  presencia  del  Redentor  a  quien  sirvió 
tan  fielmente;  aun  un  poco  más  v  por  su  gracia  podremos  re- 


•'HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


91 


unirnos  a  aquella  bendita  muchedumbre  a  cantar  alabanzas  a 
Cristo  por  la  eternidad.  No  tengo  ni  hambre  ni  sed,  a  pesar 
de  cinco  días  sin  comer;  maravillosa  gracia  de  amor,  a  mí, 
pecador. 

Su  afectuoso  hermano  en  Cristo. 

Alien  F.  Gardiner 

6  de  septiembre  de  1851." 
¡Cuesta  creer  que  estas  líneas  havan  sido  escritas  por  un 
moribundo  a  alguien  que  va  hacía  varios  días  que  había  dejado 
de  existir! 

Posiblemente,  Gardiner  murió  ese  mismo  día  y,  ante  ello, 
creemos  acertado  repetir  aquellos  versículos  del  Apocalipsis, 
que  su  cuñado  y  primer  biógrafo,  John  W.  Marsh,  agregó 
como  único  comentario  a  tan  glorioso  fin. 

"Aquí  está  la  paciencia  de  los  santos;  aquí  están  los  man- 
damientos de  Dios  y  la  je  de  Jesús.  Y  oí  una  voz  del  cielo  que 
me  decía:  Escribe:  Benditos  los  muertos  que  de  aquí  adelante 
mueren  en  el  Señor.  Sí,  dice  el  Espíritu,  que  descansarán  de 
sus  trabajos;  porque  sus  obras  con  ellos  siguen.  No  tendrán  más 
hambre,  ni  sed  porque  el  Cordero  que  está  en  medio  del  trono 
los  pastoreará,  y  los  guiará  a  fuentes  de  aguas,  y  Dios  limpiará 
toda  lágrima  de  los  ojos  de  ellos.'''' 


EL  ANUNCIO  LUCTUOSO 
1851  -  1852 


Causas  del  retraso.  —  Hallazgo  de  los  restos  por  el  "John 
Davison"  y  el  "Dido" 

Al  ver  el  terrible  fin  de  aquellos  heroicos  misioneros,  nos 
sobreviene  una  duda:  ¿por  qué  no  llegó  el  barco  que  habría  de 
socorrerlos? 

En  fecha  oportuna,  Gardiner  había  encargado  al  Señor  Sa- 
muel Lafone,  de  Montevideo,  que  algún  tiempo  después  en- 


92 


ARNOLDO  CANCLINI 


viara  a  Banner  un  navio  con  provisiones  en  previsión  de  cual- 
quier eventualidad.  Pero  la  falta  de  éste  tenía  su  explicación: 
Lafone  había  enviado  ya  dos  barcos  con  dicho  encargo,  uno 
en  enero  y  otro  en  junio  o  julio,  pero  el  primero  naufragó  en 
una  tormenta  y  el  segundo  no  cumplió  las  órdenes  recibidas 
y  cambió  de  rumbo. 

Sólo  veinte  días  después  de  la  muerte  de  Gardiner,  par- 
tió de  Montevideo  el  John  Davison,  que  habría  de  cumplir  con 
su  cometido,  aunque  ya  era  demasiado  tarde.  Iba  al  mando  del 
capitán  norteamericano  Guillermo  Smiley,  que  habría  de  tener 
una  larga  actuación  en  los  mares  del  sur,  lo  que  le  reportaría 
el  nombramiento  de  cónsul. 

El  21  de  octubre  llegaron  a  Banner,  donde  encontraron 
pintado  en  la  roca  el  cartel  en  que  los  misioneros  declaraban 
haber  ido  a  Puerto  Español.  Luego,  siguiendo  las  instrucciones 
cavaron  al  pie  de  la  roca  y  encontraron  dentro  de  una  botella 
una  nota  explicativa. 

Al  día  siguiente,  presintiendo  lo  peor  y  a  pesar  del  hura- 
cán que  estaba  soplando,  Smilev  fué  apresuradamente  al  lugar 
indicado.  "Corrimos  a  Puerto  Español",  dice  en  su  diario. 

Apenas  llegaron  encontraron  al  Speedivell  y  al  bajar  a  tie- 
rra se  presentó  a  su  vista  "un  espectáculo  horrible  en  extremo". 
En  medio  de  la  confusión  de  herramientas  y  papeles,  yacían 
los  cadáveres  de  Williams  v  Pearce;  cerca  de  allí  estaba  ente- 
rrado Badcock.  Sobre  la  playa,  también  estaba  el  diario  del  pri- 
mero, milagrosamente  conservado;  por  él  se  enteró  Smiley  de 
los  detalles  de  aquella  tragedia. 

Mientras  tanto,  la  tormenta  se  hacía  cada  vez  más  y  más 
amenazadora  y  era  peligroso  permanecer  en  aquel  lugar  poco 
protegido.  Enterraron  apresuradamente  los  cadáveres  y  par- 
tieron en  busca  de  una  bahía  más  segura.  "Los  dos  capitanes 
que  iban  conmigo  en  el  bote  lloraron  como  niños  ante  el  es- 
pectáculo", declara  Smiley.  Estaba  también,  en  calidad  de  ofi- 
cial, el  marino  argentino  Luis  Piedrabuena,  que  llegaría  a  ser 
famoso;  igual  declaración  hace  éste  en  su  diario,  agregando  que 


" HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


93 


"los  marinos  se  lloran  porque  en  la  desgracia  son  siempre  her- 
manos". 

La  tempestad  los  obligó  a  alejarse  a  pesar  de  sus  deseos  de 
buscar  el  resto  del  grupo,  sobre  cuya  suerte  había  muy  pocas 
dudas.  El  capitán  lo  comunicó  a  Lafone,  agregando  que  Gardi- 
ner  había  cometido  un  error  al  quedarse  allí,  sin  intentar  llegar 
a  las  Malvinas  o  a  algún  otro  sitio  donde  pudieran  ser  más 
fácilmente  descubiertos. 

Sin  embargo,  él  mismo  reconoció  posteriormente  que  en  el 
estado  de  enfermedad  en  que -se  encontraban  les  hubiera  sido 
imposible.  La  elección  del  lugar  ha  sido  y  es  aún  muy  criti- 
cada. La  bahía  Aguirre  es  uno  de  los  puntos  más  desolados  de 
la  costa  fueguina  y  muy  poco  apta  para  navios  de  cierto  cala- 
do; además,  Puerto  Español  se  encuentra  fuera  de  la  vista  de 
los  barcos  que  pasan  por  el  canal  Beagle.  Pero  todo  tiene  su 
explicación:  Gardiner  y  sus  compañeros  huyeron  de  Banner 
por  la  hostilidad  de  los  indígenas  y  les  era  necesario,  por  lo 
tanto,  radicarse  donde  no  fueran  molestados  por  ellos.  ¡La  bahía 
Aguirre  era  un  lugar  tan  carente  de  recursos  que  ni  los  salva- 
jes lo  frecuentaban!  Esa  fué  la  razón  por  la  que  escogieron 
aquel  punto,  detalle  que  muy  pocos  comprenden  y  que  les  aho- 
rraría su  perplejidad  ante  lo  que  creen  un  error  en  un  marino 
experto  como  Gardiner. 

Mientras  tanto,  en  Inglaterra,  la  ansiedad  del  comité  de  la 
Misión  era  cada  día  mayor  ante  la  carencia  de  noticias  y  la  im- 
posibilidad en  que  se  encontraban  de  ir  en  busca  de  los  que  ha- 
bían partido  a  Tierra  del  Fuego.  Finalmente,  resolvieron  pedir 
ayuda  al  gobierno,  y  el  Almirantazgo  británico,  que  no  podía 
olvidar  los  fieles  servicios  prestados  por  Gardiner,  envió  el  na- 
vio de  Su  Majestad  Dido,  a  las  órdenes  del  capitán  Morshead, 
que  partió  de  las  Malvinas  el  6  de  enero  de  1852  y  llegó  a 
Banner  el  19  del  mismo  mes  sin  tener  noticias  del  descubri- 
miento hecho  por  el  John  Davison  hacía  algo  más  de  dos  meses. 

Vieron  también  el  cartel  de  la  roca,  pero  no  encontraron 
las  botellas  porque  Smiley  las  había  retirado,  pero  igualmente 
fueron  a  Puerto  Español. 


94 


ARNOLDO  CANCLINI 


Apenas  llegaron,  vieron  un  bote  en  la  playa,  que  resultó 
ser  el  Pioneer.  Fueron  enviados  dos  oficiales  que  volvieron  al 
poco  rato  con  los  papeles  y  la  noticia  de  que  habían  encontrado 
los  cadáveres  de  los  misioneros.  Al  día  siguiente,  el  capitán 
Morshead  bajó  a  inspeccionar  personalmente  el  terreno.  Los 
restos  de  Gardiner  estaban  junto  al  bote,  del  que  posiblemente 
había  salido  y  no  tuvo  fuerzas  para  volver  a  entrar;  Maidment 
fué  encontrado  dentro  de  la  caverna  a  la  que  fueron  dirigidos 
por  la  mano  pintada  en  la  roca,  debajo  de  la  cual  se  habían 
puesto  los  versículos  del  5  al  8  del  Salmo  52. 

Se  encontró  el  diario  de  Gardiner  y  algunas  líneas  de  Maid- 
ment, sorprendentemente  conservados.  No  puede  explicarse  hu- 
manamente la  forma  cómo  aquellos  papeles,  sometidos  a  la 
lluvia,  al  viento  y  a  la  nieve,  no  sólo  no  fueron  deshechos  y 
dispersos,  sino  que,  con  pocas  excepciones,  quedaron  en  per- 
fecto estado. 

De  Maidment  no  se  encontró  diario,  sino  algunas  páginas 
escritas  en  versos  no  muy  pulidos.  En  una  de  ellas,  traducida 
literalmente,  decía: 

"Ven,  oh  alma  mía.  levántate  y  reposa 
sobre  el  eterno  amor; 
olvida  esta  transitoria  escena 
y  alaba  las  alegrías  de  lo  alto. 

Aunque  una  espesa  nube  ha  escondido  mi  alegría 

por  su  todopoderosa  voluntad, 

sus  bondades  no  pueden  dejar  de  manar; 

mi  Dios  aun  es  clemente. 

Aunque  mi  pan  cotidiano  haya  faltado 

yo  sé  de  quién  viene, 

y  sus  fieles  promesas 

son  cada  día  las  mismas, 

sus  palabras  las  mismas  para  siempre. 

Sí,  bendito  pensamiento,  ellas  no  pueden  faltar 
aunque  la  tierra  y  el  cielo  se  deshicieren." 

Todos  estos  documentos  fueron  colocados  en  un  cofre  de 
hierro  para  ser  presentados  al  Almirantazgo,  que  posteriormen- 


"HASTA  LG  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


95 


te  los  presentó  a  la  misión,  cuyo  secretario,  Jorge  Pakenham 
Despard,  habría  de  publicarlos. 

Los  restos  de  los  misioneros  fueron  recogidos  y  enterrados 
el  22  de  enero,  efectuándose  un  oficio  religioso  apropiado, 
mientras  las  banderas  del  Dido  y  de  los  botes  ondeaban  a  me- 
dia asta  y  la  artillería  del  barco  disparaba  las  tres  salvas  que 
correspondían  a  Gardiner  por  su  graduación  naval. 

Al  mediodía,  el  barco  se  alejaba  nuevamente  de  aquellas 
tierras,  para  dirigirse  a  Valparaíso,  desde  donde  comunicaron 
a  las  autoridades  inglesas  su  actuación,  cerrando  así  el  último 
capítulo  de  tan  trágica  historia. 


Vista   de   Puerto  Español. 


Jorge   Packenham    Despard.  Waite  H.  Stirling,  con  Urupa,  Threeboys,  Sisoi  y 

Jack  en  Inglaterra. 


Tomás  Bridges. 


Juan  Lawrenee. 


TERCERA  PARTE 
LA  OBRA  DE  LA  MISION  EN  EL  SUR  ARGENTINO 


I 


PRIMEROS  TRABAJOS  DE  LA  MISION 
1852-1855 

Impresión  desfavorable  causada  por  la  muerte  de  Gardiner.  — 
Resolución  de  continuar  el  trabajo.  —  Opiniones  autorizadas. 
—  El  Alien  Gardiner.  —  La  isla  Keppel.  —  Primer  viaje  a  Tierra 
del  Fuego  y  encuentro  con  Jemmy  Button 

Las  noticias  del  desastre  que  hemos  relatado  se  difundieron 
rápidamente  al  llegar  a  Inglaterra  y  la  prensa  se  hizo  eco  del 
clamor  popular  que  manifestaba  los  más  encontrados  sentimien- 
tos. Podemos  citar,  por  ejemplo,  a  la  revista  Illustrated  hondón 
Neivs  que  el  8  de  mayo  de  1852  publicó  un  par  de  páginas  con 
noticias  y  dibujos  del  hallazgo  de  los  restos. 

Junto  con  expresiones  de  dolor  y  piedad,  llegaban  a  las 
autoridades  de  la  misión  y  especialmente  al  secretario  honora- 
rio, el  pastor  Jorge  Pakenham  Despard,  críticas  de  toda  ín- 
dole. Había  quienes  opinaban  que  la  misión  en  sí  era  un  error 
y  otros  que  sólo  se  había  fallado  en  el  método,  en  forma  ver- 
gonzosa. Se  acusaba  a  los  misioneros  de  falta  de  organización 
y  previsión  para  esfuerzos  que  no  sólo  habían  costado  una  can- 
tidad de  dinero,  sino  también  la  vida  de  siete  hombres  que  po- 
drían haber  sido  útiles  a  Dios  en  su  patria,  en  cualquier  otra 
forma. 

Pero,  para  Despard  y  los  demás,  las  críticas  no  tenían  im- 
portancia. Su  preocupación  era  sólo  una:  si  debía  continuar  o 
no  la  misión  en  la  Patagonia  y  Tierra  del  Fuego.  Se  resolvió 
consultar  la  opinión  de  quienes  podían  comprender  la  situa- 
ción y  se  comenzó  por  el  capitán  Morshead,  quien,  al  mando 
del  Dido,  había  descubierto  los  restos  de  Gardiner.  Dicho  ma- 


100 


ARNOLDO  CANCLINI 


riño  escribió  una  carta  a  Despard  en  la  que  decía:  "En  lo  que 
respecta  al  capitán  Gardiner  y  a  su  grupo,  nadie  debe  llorar 
por  ellos  porque  sus  sufrimientos  han  terminado  y  están  gozan- 
do de  un  mundo  más  brillante  y  más  feliz,  en  la  presencia  de 
Aquel  a  quien  sirvieron  tan  fielmente.  Sólo  puedo  decir  que 
no  creo  que  usted  o  la  Sociedad  deban  desanimarse  para  con- 
tinuar en  lo  posible  la  causa  en  la  que  se  han  embarcado,  y  el 
éxito  final  es  tan  cierto  como  evidente  el  estado  de  degradación 
de  los  nativos.  Su  estado  es  un  perfecto  descrédito  para  la  época 
en  que  vivimos,  estando  a  pocos  cientos  de  millas  de  una  co- 
lonia inglesa.  Han  de  superarse  muchos  obstáculos  y  los  pri- 
meros esfuerzos  del  capitán  Gardiner  son  ahora  los  faros  más 
seguros  para  evitar  muchas  de  las  dificultades  con  las  que  él 
tuvo  que  luchar.  La  isla  Picton  fué  bien  elegida  y  la  ensenada 
Banner  es  un  hermoso  ancladero.  Dejar  las  provisiones  en  las 
Malvinas  fué  un  error.  El  capitán  Gardiner  y  la  Sociedad,  en 
otros  asuntos,  parecen  haberse  desempeñado  bien,  de  acuerdo  a 
las  circunstancias." 

Frente  a  este  testimonio  y  a  palabras  semejantes  que  el 
capitán  Alorshead  incluyó  en  su  informe  al  Almirantazgo,  sólo 
quedaba  un  camino  a  seguir  y  Despard  asumió  la  responsabi- 
lidad publicando  su  relato  con  las  siguientes  palabras:  ''Con  la 
ayuda  de  Dios,  la  Misión  de  Tierra  del  Fuego  será  mantenida". 
Además  reunió  una  serie  de  documentos  que  se  referían  a  la 
historia  de  la  misión,  incluyendo  los  diarios  de  Gardiner  y  de 
Williams,  publicándolos  bajo  el  título  de  Hope  deferred,  not 
lost  (Esperanza  postergada,  pero  no  perdida),  nombre  que  era, 
sin  duda,  un  retrato  de  su  carácter. 

Mientras  la  Sociedad  estudiaba  el  plan  dejado  por  Gardiner 
sobre  la  creación  de  un  establecimiento  en  las  islas  Malvinas 
para  educar  indígenas  llevados  desde  Tierra  del  Fuego,  Des- 
pard recibió  dos  comunicaciones  de  importancia:  una  del  se- 
ñor Lafone,  de  Montevideo,  de  quien  conocemos  los  esfuerzos 
por  socorrer  a  los  misioneros  y  otra  del  capitán  J.  Sullivan, 
conocido  marino  de  los  mares  australes,  recién  llegado  de  las 
Malvinas,  donde  había  estado  actuando  como  inspector  naval. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


101 


Ambas  coincidían  en  forma  tan  admirable  con  la  del  capitán 
Morshead  que  eran  prácticamente  de  idénticas  ideas. 

Finalmente,  se  aceptó  el  plan  antedicho  y  para  ello  se  re- 
solvió la  construcción  de  una  goleta  que  llevaría  el  nombre  obli- 
gado: Alien  Gardiner.  Esta  embarcación  serviría  tanto  de  mo- 
numento flotante  como  de  medio  para  cumplir  con  los  deseos 
del  fundador  de  la  misión. 

Se  pensó  que  era  conveniente  consultar  al  capitán  Fitz 
Roy  y  su  respuesta  se  condensa  en  estas  palabras:  "Me  parece 
que  el  plan  es  factible  y  relativamente  seguro;  que  ofrece  una 
mayor  perspectiva  de  éxito  que  la  mayor  parte  de  las  empre- 
sas misioneras  en  sus  comienzos  y  que  sería  difícil  sugerir  uno 
menos  objetable." 

Además  se  recibió  una  carta  del  capitán  Nicholls,  que  ha- 
bía llevado  la  primera  noticia  de  la  muerte  de  los  misioneros. 
Decía  así:  "Creo  que  su  misión  es  practicable  y  muy  deseable, 
si  es  dirigida  sabiamente". 

Por  fin,  el  19  de  noviembre  de  1853,  se  puso  la  quilla  a  la 
goleta  en  los  astilleros  de  Dartmouth,  elevándose  una  oración 
en  agradecimiento  por  aquella  gracia  divina. 

El  11  de  junio  del  año  siguiente  estaba  terminada  y  se  rea- 
lizaba a  bordo  una  ceremonia  para  dedicar  el  navio  a  la  obra 
del  Señor.  El  Alien  Gardiner  era  un  bergantín-goleta  de  tan 
sólo  ochenta  y  ocho  toneladas,  19.50  metros  de  eslora,  4.75  de 
manga  y  3.05  de  calado.  Las  embarcaciones  de  este  tipo  tienen 
dos  palos  con  un  aparejo  de  velas  cangrejas,  completado  con 
dos  vergas  en  el  trinquete  para  juanete  y  gavia. 

Poco  después  se  publicó  en  el  Times  un  anuncio  en  el 
que  se  pedía  un  capitán  para  el  barco  y  un  clérigo  para  hacerse 
cargo  del  establecimiento  que  se  fundaría  en  las  Malvinas. 

Para  este  último  puesto,  se  presentó  el  joven  James  Garland 
Phillips,  nacido  en  Bermondsey,  de  veinticinco  años.  Como 
aun  no  había  recibido  las  órdenes,  se  resolvió  que  desempeña- 
ría las  funciones  de  maestro  catequista  y  que  la  superinten- 
dencia sería  ejercida  por  el  cirujano,  míster  Ellis,  hasta  tanto 
se  encontrara  la  persona  apropiada. 


102 


ARNOLDO  CANCL1NI 


El  capitán  apareció  en  la  persona  de  Guillermo  Parker 
Snow,  marino  competente  que  acababa  de  regresar  de  un  viaje 
de  dos  años  por  Oriente  y,  que  según  él  mismo  declara,  escribió 
obedeciendo  a  un  impulso  momentáneo  que  sintió  al  leer  el 
anuncio  del  Times  a  pesar  de  su  deseo  de  gozar  de  un  des- 
canso que  consideraba  merecido. 

Se  firmó  con  él  un  contrato  de  tres  años  y  se  rechazó  su 
oferta  de  trabajar  gratuitamente;  en  cambio,  se  accedió  a  su 
deseo  de  llevar  a  su  esposa  consigo,  la  que,  según  Snow,  fué 
de  mucha  utilidad.  Se  le  encargó  que  buscara  a  los  tripulantes 
con  la  exigencia  de  que  todos  debían  ser  creyentes,  lo  que  puso 
en  aprietos  al  capitán  porque  la  piedad  de  los  marinos  no  siem- 
pre es  muy  profunda.  Además  viajaban  Ellis,  Phillips,  el  carpin- 
tero Dyas  y  el  albañil  Webber,  que  componían  el  llamado  land- 
party,  gente  de  tierra. 

El  19  de  octubre  se  celebró  en  Bristol,  adonde  se  había 
llevado  el  barco,  la  reunión  de  despedida  en  la  que  se  elevaron 
oraciones  pidiendo  la  ayuda  del  Señor  y  en  la  que  se  dieron  a 
Snow  y  a  Phillips  las  instrucciones  que  figuran  en  otra  parte 
de  este  libro.  La  partida  se  efectuó  cinco  días  después  y  la 
goleta  puso  rumbo  a  Madeira  (adonde  llegaron  el  15  de  no- 
viembre. 

Una  semana  después  estaban  en  San  Vicente,  en  las  islas  de 
Cabo  Verde,  y  el  10  de  diciembre  cruzaban  el  ecuador.  Dos 
días  más  tarde,  pararon  en  la  pequeña  isla  Fernando  de  No- 
ronha,  donde  funcionaba  un  presidio  brasileño  y  allí  tuvieron 
oportunidad  de  regalar  varias  Biblias  a  las  autoridades  v  a  los 
reclusos. 

Después  de  parar  en  Río  de  Janeiro  llegaron  r  las  Malvinas 
el  28  de  enero,  frente  a  Puerto  Egmont,  lugar  donde  estuvo  el 
primer  establecimiento  inglés  del  archipiélago.  Como  el  mal 
tiempo  les  impedía  entrar,  Snow  resolvió  detenerse  en  una  bahía 
llamada  Keppel,  frente  a  una  pequeña  isla  del  mismo  nombre. 

Había  llegado  hasta  allí  con  el  encargo  de  encontrar  un 
lugar  donde  establecer  la  sede  de  la  misión  y  se  había  insinuado 
uno  llamado  White  Rock  Harbour  o  Puerto  de  la  Roca  Blan- 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


103 


ca,  aunque  con  libertad  de  elegir  cualquier  otro,  siempre  que 
estuviera  en  la  isla  occidental  o  en  sus  proximidades.  Después 
de  recorrer  el  islote  de  Keppel,  tanto  Snow  como  los  misio- 
neros estuvieron  de  acuerdo  en  que  aquél  era  un  buen  punto 
para  fijar  el  establecimiento.  Su  pequeño  tamaño  era  una  ven- 
taja; tenía  un  buen  puerto  natural,  estaba  cubierto  de  exce- 
lentes pastos  y  se  encontraba  alejado  de  Puerto  Stanley,  la 
capital,  donde  había  cierto  número  de  establecimientos  de 
pesca,  cuya  posible  influencia  perniciosa  sobre  los  indígenas 
querían  evitar  a  toda  costa  los  miembros  de  la  Sociedad. 

La  isla  tenía  cinco  kilómetros  de  circunferencia  y  era  muy 
montañosa,  culminando  con  un  pico  también  llamado  Keppel. 
Tenía  tres  pequeños  lagos  de  agua  potable  y  estaba  cubierta 
de  arbustos  y  pastos.  Miles  de  aves  acuáticas  eran  hasta  enton- 
ces sus  únicos  pobladores.  En  el  lado  oeste  presentaba  una 
bahía  que  fué  llamada  Comité  en  homenaje  a  la  Misión  y  un 
costado  de  ella  fué  elegido  para  levantar  los  futuros  edificios 
del  establecimiento  que  recibiría  el  nombre  de  Cranmer. 

El  5  de  febrero  de  1855  se  tomó  posesión  de  la  isla.  Es  ne- 
cesario aclarar  que  las  autoridades  de  la  Misión  habían  reci- 
bido de  Inglaterra  una  autorización  de  las  autoridades  britá- 
nicas  para  hacerlo  en  condiciones  realmente  extraordinarias. 
El  Alien  Gardiner  fué  empavesado  y  todos  los  tripulantes  ba- 
jaron a  tierra,  con  excepción  del  cocinero  hindú,  que  estaba 
enfermo.  En  un  mástil  construido  ad  hoc  se  izó  la  bandera 
británica  y,  después  de  una  oración,  el  doctor  Ellis  y  el  capitán 
pronunciaron  sendos  discursos.  Aquella  jornada  feliz  terminó 
en  forma  desagradable,  pues  un  marinero  arrojó  un  papel  en- 
cendido provocando  un  incendio  de  los  arbustos  que  no  se 
extinguió  sino  al  cabo  de  quince  días. 

Poco  después,  se  edificó  una  casa  provisional  y  se  lleva- 
ron a  tierra  algunas  ovejas  y  algunos  cerdos  y  aves  de  corral 
que  se  habían  traído  para  formar  la  futura  granja  de  la  isla. 
El  28  de  marzo  se  puso  la  piedra  fundamental  de  la  casa  de- 
finitiva. 

Mientras  tanto,  el  Alien  Gardiner  había  hechc  un  viaje  a 


104 


ARNOLDO  CANCLINI 


Stanley,  tocando  en  varios  puntos  como  White  Rock  Harbour, 
San  Carlos,  Port  Williams.  En  la  ciudad  se  ratificó  con  las  au- 
toridades coloniales  la  compra  de  Keppel. 

El  5  de  abril  partieron  hacia  Montevideo,  donde  trabaron 
relación  con  el  señor  Lafone.  Luego  hicieron  dos  viajes  más 
a  Stanley  y  otro  a  Montevideo,  en  busca  de  materiales. 

Finalmente,  el  11  de  octubre,  llegó  el  ansiado  día  de  par- 
tir rumbo  a  los  canales  fueguinos. 

Después  de  cruzar  por  el  estrecho  de  Lemaire,  la  goleta 
entró  en  Puerto  Español,  escenario  de  los  sufrimientos  y  la 
muerte  del  fundador  de  la  misión.  Al  acercarse  vieron  restos 
del  Pioneer,  cuerdas  y  aparejos  desparramados  por  todas  par- 
tes; sobre  un  árbol  cercano  se  encontraba  aún  el  cartel  que 
había  pintado  la  gente  del  Dido. 

A  pocos  pasos,  se  encontraron  algunos  restos  humanos  que 
indudablemente  pertenecían  a  los  infortunados  misioneros  y 
que  habían  quedado  sin  enterrar.  Una  vez  recogidos  fueron 
colocados  dentro  de  la  tumba,  mientras  Phillips  leía  un  servi- 
cio religioso  apropiado;  después  de  entonar  algunos  himnos 
acordes  con  la  ceremonia,  se  procedió  a  fijar  una  placa  en  el 
árbol  más  cercano  a  la  tumba.  Su  inscripción  era  la  siguiente: 

Consagrada  a  la  memoria 
de  los 

lamentados  mártires  misioneros 

Alien  F.  Gardiner,  capitán,  R.  N. 
Ricardo  Williams,  cirujano 
Juan  Maidment,  catequista 
José  Erivin,  carpintero 
Juan  Bryant,  marinero 
Juan  Badcock,  ídem, 
Juan  Peacock,  tde?n, 


quienes  después  de  muchas  fatigas  y  privaciones  pro- 
vocadas por  la  falta  de  alimentos,  abandonaron  esta 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


105 


vida  entre  el  28  de  junio  y  el  6  de  septiembre  de  1851. 
Sus  restos  están  enterrados  cerca  de  aquí. 

Esta  inscripción  ka  sido  erigida  (es  ?naravilloso  decirlo  y 
admirable  señalar  los  caminos  inescrutables  de  la  providencia 
divina)  por  el  capitán  y  la  tripulación  de  un  barco  construido 
de  acuerdo  a  los  deseos  del  arriba  ?nencionado  capitán  Gar- 
diner  y  bautizado  con  su  nombre;  el  catequista  presente  en 
la  erección  lee  el  servicio  apropiado  para  la  ocasión,  todo  bajo 
la  dirección  de  la  Sociedad  Misionera  de  la  Patagonia  o  de 
Sud  América  a  la  que  pertenece  el  barco  y  de  la  que  fué  fun- 
dador el  capitán  Gardiner. 

Siguen  los  nombres  de  las  autoridades  de  la  Misión  y  la 
fecha:  19  de  octubre  de  1855,  o  sea  el  aniversario  de  la  des- 
pedida de  Inglaterra.  Es  interesante  observar  el  nombre  que  se 
da  a  la  Misión:  "Sociedad  Misionera  de  la  Patagonia  o  de  Sud 
América".  Es  esta  una  transición  antes  de  adoptar  definitiva- 
mente el  de  "Sociedad  Misionera  de  Sud  América",  que  se  usa- 
ría en  el  futuro. 

Una  vez  colocada  la  placa,  Snow  dijo  unas  palabras  apro- 
piadas y  luego  todos  se  fueron  menos  él  y  su  esposa,  que  que- 
daron durante  un  rato  "con  los  sentimientos  y  las  ideas  que 
el  lector  puede  suponer",  según  expresión  del  mismo  capitán. 

Más  tarde  el  matrimonio  recorrió  los  alrededores,  espe- 
cialmente la  cueva  del  Pioneer,  donde  encontraron  restos  de 
ropa  e  instrumentos  marítimos;  en  el  lugar  donde  supusieron 
que  estaban  enterrados  Pearce  y  Erwin  elevaron  una  oración. 

De  Puerto  Español,  el  Alien  Gardiner  fué  a  la  bahía  Ban- 
ner,  donde,  por  primera  vez,  tuvieron  contacto  con  los  nati- 
vos, por  medio  de  una  familia  compuesta  de  cinco  personas 
que  subió  a  bordo.  La  goleta  recorrió  toda  la  bahía  y  vió  a  lo 
lejos  los  carteles  dejados  por  Gardiner  y  también  a  n  gran 
número  de  indígenas. 

Luego  visitaron  la  isla  Lennox  y  de  allí  volvieron  al  ca- 
nal Beagle  para  ir  a  la  bahía  de  Wulaia.  Se  recordará  que  en 
este  lugar  el  capitán  Fitz  Roy  había  dejado  durante  unos  días 


106 


ARNOLDO  CANCL1NI 


al  misionero  Matthews,  junto  con  unos  indios  que  habían  sido 
llevados  a  Inglaterra,  de  los  cuales  más  tarde  sólo  encontraron 
al  joven  a  quien  habían  llamado  Jemmy  Button.  Pues  bien,  el 
Alien  Gardifier  iba  en  busca  de  este  indígena  en  la  esperanza 
de  que  a  pesar  de  los  veintitrés  años  transcurridos,  no  se  hu- 
biera olvidado  del  inglés,  para  tener  así  un  medio  cómo  apren- 
der el  idioma  fueguino.  Además,  no  debe  olvidarse  que  los 
yaganes  eran  nómadas  v  que  si  se  radicaban  en  un  lugar  era 
sólo  momentáneamente.  La  única  esperanza  que  tenían  de  dar 
con  él  era  la  de  que  su  tribu  visitara  Wulaia  periódicamente 
y  encontrarlo  allí  o  por  lo  menos  a  algún  indígena  que  diera 
alguna  noticia  de  él. 

El  1^  de  noviembre  el  Alien  Gardiner  fondeó  ante  la 
isla  Button,  frente  a  la  bahía  de  Wulaia.  Ahora  dejaremos  al 
capitán  Snow  que  relate  los  hechos  que  sucedieron  a  continua- 
ción, según  los  encontramos  en  el  libro  que  escribió  años  más 
tarde: 

"Cuando  me  detuve  en  la  isla  Button,  frente  a  Woollya 
(forma  inglesa  antigua  de  escribir  Wulaia  y  que  equivale  en 
pronunciación),  se  observaba  gran  número  de  nativos  desde  la 
costa  junto  a  algunas  canoas,  ninguna  de  las  cuales  dejó  la 
costa.  Se  me  ocurrió  que,  si  Jemmy  Button  todavía  vivía,  era 
posible  que  estuviera  en  esa  isla  en  lugar  de  estar  en  Wulaia  y 
para  darle  —  así  lo  esperaba  yo  —  alguna  referencia  de  qué  y 
quiénes  éramos,  hice  izar  los  colores  británicos  hasta  la  punta 
del  mástil.  Ni  bien  fueron  desplegados  y  comenzaron  a  flotar 
en  el  aire,  pude  ver  a  una  o  dos  canoas  navegando  a  remo  rá- 
pidamente hacia  nosotros,  mientras  que  por  lo  menos  algunos 
centenares  de  nativos  se  reunían  en  grupos  sobre  algunas  al- 
turas a  lo  largo  de  la  bahía  frente  a  la  que  estábamos  pasando. 
Como  se  puede  suponer,  yo  estaba  muy  ansioso. 

"Sin  embargo,  no  hice  bajar  las  velas  hasta  que  una  de  las 
canoas,  adelantándose  a  las  otras,  llegó  a  cierta  distancia  de  nos- 
otros y  aun  entonces  yo  estaba  tan  cerca  de  la  costa  que  sólo 
detuve  el  barco  un  momento,  mientras  me  colocaba  en  una  pía- 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


107 


taforma  y  gritaba  a  los  nativos:  «Jemmy  Button,  Jemmy  But- 
ton».  Para  mi  infinita  sorpresa  y  alegría,  hasta  el  punto  de  de- 
jarme mudo  por  un  momento,  uno  de  los  cuatro  hombres  de 
la  canoa  contestó:  «Yes,  yes,  James  Button»;  y  al  mismo  tiem- 
po señaló  la  segunda  canoa  que  se  había  puesto  a  su  lado.  Co- 
rrer al  timón,  poner  el  barco  de  acuerdo  al  viento,  arriar  las 
velas,  llamar  a  toda  la  gente  que  en  ese  momento  estaba  co- 
miendo y  poner  la  proa  hacia  la  isla  Button,  fué  trabajo  sólo 
de  un  instante  y,  por  un  momento,  sonó  tan  extraño  en  mi  oído 
el  idioma  inglés  en  los  labios  del  nativo,  que  fui  incapaz  de 
evitar  una  confusión  momentánea.  Mi  esposa,  Mr.  Phillips  y 
los  oficiales  corrieron  a  cubierta,  dejando  el  té,  y  creo  que  por 
un  momento  todos  estábamos  tan  atónitos  ante  semejante  rea- 
lización de  nuestros  ardientes  deseos  —  y  allí  en  vez  de  en 
Woollya  como  habíamos  esperado  —  que  no  había  nadie  a  bor- 
do que  no  se  sintiera  mudo  de  repente.  En  uno  o  dos  segundos 
más,  Jemmy  Button,  el  mismo  hombre  en  persona,  el  prote- 
gido del  capitán  Fitz  Roy,  aquel  en  quien  nuestra  misión  apo- 
yaba la  mayor  parte  de  nuestras  esperanzas,  estaba  a  nuestro 
lado,  bien  y  alegremente,  dándonos  la  bienvenida  con  pala- 
bras entrecortadas  en  mi  propia  lengua.  Un  momento  después 
estaba  a  bordo  del  Alien  Gardiner,  dando  la  mano  de  corazón 
y  tan  amistosamente  como  si  nos  hubiera  conocido  durante 
años.  Antes  de  llegar  a  bordo,  viendo  que  no  había  nada  pre- 
parado para  que  subiera  gritó:  «Where's  the  ladder?  Jam-es 
Button  me»  (¿Dónde  está  la  escala?  Yo,  James  Button)  y  tu- 
vimos que  arrojarle  una  soga  para  que  subiera,  dejando  la  escala 
preparada  inmediatamente  después.  La  gran  excitación  que 
produjo  su  llegada  fué  mostrada  por  la  tripulación  en  diversas 
formas  que  expresaban  su  ilimitado  asombro.  Era,  por  cierto, 
de  lo  más  extraño  v  afortunado,  y  ustedes  que  sienten  como 
nosotros  la  mano  del  Altísimo  en  ello,  no  pueden  dejar  de  re- 
conocerlo, como  lo  hicimos  nosotros. . . 

"El  debía  estar  tan  afectado  como  nosotros,  se  debía  acor- 
dar de  muchas  cosas  y  era  evidente  que  eso  le  ocurría;  decía 
lo  que  quería  como  si  su  lengua  se  estuviera  aflojando  y  las  pa- 


108 


ARNOLDO  CANCLIN1 


labras  acudieran  a  su  memoria  sólo  después  de  pensar  un  mo- 
mento. 

"No  tenía  una  conversación  fluida*  sino  observaciones 
cortadas  y  preguntas  breves  en  nuestro  idioma  que  demostraba 
no  haber  olvidado  y  que  parecía  haber  enseñado  a  su  esposa 
y  a  sus  hijos.  «E?igliss  countrie;  flag  yes;  me  knoiv,  very  good; 
captain  Fitz  Roy;  Bynol;  Bemiet;  Walthamstoiv;  Wilson;  very 
pretty  bird;  my  ivife  very  good  looks;  bright  coloured;  all  good 
in  Ingliss  countrie;  long  ivay  off;  me  syck  in  hamnock;  very 
bad;  big  ivater  sea  ivant  braces.»  (País  inglés;  bandera;  sí;  mí 
sabe;  muy  bien;  capitán  Fitz  Roy;  Bynoe;  Bennet  (gente  del 
Beagle);  Walthamstow  (lugar  donde  vivió  en  Inglaterra);  Wil- 
son (su  maestro);  muy  lindo  pájaro  (un  canario  de  Snow); 
mi  esposa  muy  buena  presencia;  colores  brillantes  (en  las  me- 
jillas); todo  bueno  en  país  inglés;  viaje  largo;  mí  enfermo  en 
hamaca;  muy  malo;  mar  de  agua  grande;  quiero  tiradores  (al 
dársele  un  par  de  pantalones  que  había  pedido  cuando  vió  a  la 
señora  Snow).  Muchas  otras  observaciones  salían  de  sus  labios. 
Jemmy  (se  llamaba  a  sí  mismo  Jam-es  Button)  fué  fácilmente 
reconocido,  lo  mismo  que  sus  hermanos,  por  el  retrato  que  de 
él  dejó  el  capitán  Fitz  Roy  en  su  relato." 

Presentó  a  su  segunda  esposa,  muv  joven  y  bonita,  y  a  sus 
tres  hijos  cuando  le  preguntaron  cómo  se  llamaba  el  mavor, 
entendió  cuántos  hijos  tenía  y  contestó  Three  boys  (tres 
muchachos)  y  desde  ese  momento  el  jovencito  recibió  el  nom- 
bre de  Threeboys. 

Cuando  lo  llevaron  a  comer,  se  encontró  de  nuevo  con  la 
esposa  de  Snow,  una  Ingliss  lady  (dama  inglesa)  y  pidió  que 
le  dieran  km  fe  to  cut  meat,  and,  and. ..  (cuchillo  para  cortar 
carne  y...  y...)  el  nombre  del  tenedor  se  le  había  ido  de 
la  memoria. 

Para  hacer  resaltar  lo  extraordinario  del  hecho  de  que  el 
indígena  recordara  el  inglés  aprendido  hacía  tanto  tiempo,  po- 
demos citar  el  caso  del  misionero  Livingstone  que,  después  de 
dieciséis  años  de  permanencia  en  el  Africa,  había  olvidado  prác- 
ticamente su  propio  idiovia. 


UHASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


109 


Además,  en  1833,  Fitz  Roy  declaraba  que,  al  volver  a 
Wulaia,  Jemmy  Button  encontraba  grandes  dificultades  para 
recuperar  su  lengua  nativa. 

Llegó  el  momento  supremo.  Le  ofrecieron  llevarlo  a  Kep- 
pel,  junto  con  su  familia  y  para  sorpresa  y  descorazonamiento 
de  todosi,  se  negó  rotundamente.  Toda  insistencia  fué  inútil  y 
lo  mismo  ocurrió  con  los  suyos.  Al  parecer,  habían  desapare- 
cido las  esperanzas  inmediatas  de  los  misioneros  y  no  tuvieron 
más  remedio  que  dejarlo  volver  a  tierra. 

Al  día  siguiente,  se  presentó  otra  vez  en  el  barco  para  des- 
pedirse, junto  con  alguno  de  sus  familiares  que  habrían  de 
recibir  nombres  ingleses;  su  hija  Mary,  su  tío  Joseph,  sus  her- 
manos Tommy  y  Harry,  luego  llamado  Billy.  A  algunos  de 
ellos  volveremos  a  encontrarlos  más  adelante.  Se  les  dió  cuanto 
de  regalable  había  a  bordo  y  todos  se  fueron  definitiva  y  ale- 
gremente. 

Ya  no  había  por  qué  quedar  en  Wulaia  y  el  Alien  Gardi- 
ner  partió  de  inmediato,  por  la  ruta  del  Cabo  de  Hornos,  no  sin 
antes  explorar  algunos  otros  puntos,  como  la  bahía  Packsaddle 
e.i  la  isla  Hoste,  la  bahía  Gretton  en  Wollaston  y  otros  lugares, 
para  llegar  finalmente  a  Puerto  Stanley. 

II 

DESPARD  Y  LA  OBRA  EN  KEPPEL 

.  1856-1859 

Actitud  de  Snow.  —t Nuevos  misioneros  —  Jemmy  Button  en 
Keppel.  —  Otros  indígenas.  —  El  trabajo  en  la  isla  —  La  masacre 

de  Wulaia 

Al  llegar  a  Stanley,  Snow  recibió  del  gobernador  el  encar- 
go de  ir  a  Montevideo  en  busca  de  la  correspondencia,  pero 
antes  de  hacerlo,  fué  a  Keppel  para  llevar  las  noticias  de  su 
viaje. 


110 


ARNOLDO  CANCLINI 


El  cirujano  Ellis  le  comunicó  entonces  que  había  resuelto 
renunciar  debido  a  su  poca  salud  e  igual  actitud  asumió  Web- 
ber, el  albañil,  quienes  solicitaron  a  Snow  que  los  llevara  al 
continente.  Phillips  y  Dyas  debían,  por  consiguiente,  quedar 
solos  en  la  isla,  y  esto  pareció  muy  poco  seguro  al  capitán  que 
así  se  los  dijo.  En  vista  de  que  ellos  se  negaban  a  abandonar  el 
lugar,  fué  a  Stanley  a  pedir  instrucciones  al  gobernador,  quien 
le  comunicó  que  lo  hacía  responsable  de  lo  que  pudiera  ocu- 
rrir a  los  dos  hombres. 

Snow,  puesto  así  en  una  situación  muy  incómoda,  volvió 
a  Keppel  e  invitó  a  Phillips  y  a  Dyas  que  fueran  a  bordo.  Una 
vez  arriba,  hizo  izar  el  bote  en  que  habían  llegado  y  los  con- 
minó a  que  fueran  con  él.  Ninguno  de  los  dos  cedió  ante  los 
argumentos  y  las  amenazas  del  empecinado  capitán,  quien  se 
vió  obligado  a  dejarlos  volver  a  tierra,  llevándose  cuatrocientas 
libras  de  galleta  y  trescientas  de  carne  salada. 

La  noticia  de  esta  actitud  de  Snow,  junto  con  otras  an- 
teriores y  posteriores,  tendientes  a  aumentar  su  autoridad,  lle- 
garon finalmente  a  oídos  del  Comité,  que  no  se  imaginaba  cómo 
solucionar  tan  grave  problema. 

Dado  que  no  parecía  posible  encontrar  un  superintenden- 
te apropiado  para  Keppel,  Despard  se  ofreció  para  ocupar  ese 
puesto  y  fué  aceptado.  El  2  de  junio  de  1856  partió  de  Ply- 
mouth  en  el  Hydaspes;  iban  con  él:  Juan  Furniss  Ogle,  que  ha- 
bía hecho  a  la  misión  una  donación  de  quinientas  libras  y  que 
volvería  a  poco  de  llegar,  para  radicarse  como  misionero  t 
Orán,  Argelia;  Alien  W.  Gardiner,  de  veinticuatro  años,  único 
hijo  varón  del  fundador  de  la  misión;  Carlos  Turpin,  de  dieci- 
nueve años,  también  como  misionero;  Teófilo  Schmidt,  de 
veinticuatro  años,  alemán,  para  actuar  de  intérprete,  cuando 
aprendiera  la  lengua  fueguina;  Foster  como  carpintero  y  Gui- 
llermo Bartlett  y  su  esposa,  para  encargarse  de  la  granja  en 
Keppel.  También  viajaban  la  esposa  de  Despard  y  sus  dos  hijos 
adoptivos,  Tomás  Bridges  y  Francisco  Jones,  de  trece  y  dieci- 
séis años  respectivamente.  De  la  historia  posterior  del  último 
sólo  sabemos  que  murió  tempranamente. 


UHASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  111 


Después  de  ochenta  y  dos  días  de  navegación,  llegaron  a 
Stanley  el  30  de  agosto  y  allí  encontraron  al  Alien  Gardiner. 
Snow  se  negó  a  transportar  en  la  goleta  los  víveres  que  Des- 
pard  había  traído  y  éste,  entonces,  los  llevó  en  otro  barco. 
Al  volver,  el  capitán  desconoció  nuevamente  su  autoridad  y 
el  superintendente  resolvió  destituirlo  y  tomar  el  mando  de  la 
nave.  Luego  fué  a  Montevideo  en  busca  de  nueva  tripulación, 
el  nuevo  capitán  se  llamaba  Bunt. 

Luego  todo  el  grupo  fué  a  Keppel,  adonde  llegaron  el  20 
de  octubre,  día  en  que  terminaron  para  Phillips  y  Dyas  los 
ocho  meses  de  soledad  que  habían  pasado. 

Entonces  se  empezó  a  trabajar  intensamente  en  las  casas  y  ' 
en  las  quintas  con  sus  cercos,  para  lo  que  no  fué  necesario 
emplear  a  nadie,  pues  los  mismos  misioneros  lo  hicieron  gusto- 
samente. Comenzaban  el  trabajo  a  las  seis  y  media  y  sólo  lo 
interrumpían  de  noche  para  practicar  la  lectura  en  castellano, 
hebreo,  griego  y  latín.  Una  vez  por  semana,  Schmidt  les  daba 
lecciones  de  música.  El  sábado  a  la  tarde  y  el  domingo  no  se 
trabajaba. 

De  esta  época  es  la  conversión  de  J.  E.,  un  vasco  que  co- 
menzó a  leer  la  Biblia  junto  con  Gardiner,  hijo,  y  que,  según 
se  dice,  antes  había  sido  "un  siervo  del  pecado". 

El  4  de  febrero,  Despard  y  Gardiner  iniciaron  la  primera 
recorrida  por  Tierra  del  Fuego,  visitando  en  tres  meses  Puerto 
Español  y  las  bahías  Banner,  Bromefield  y  Lennox. 

Ese  mismo  año,  el  superintendente  hizo  un  viaje  a  Río  de 
Janeiro  en  busca  de  materiales  y  otro  a  Montevideo  para  con- 
seguir una  nueva  tripulación,  ya  que  la  anterior  se  había  en- 
ganchado sólo  por  un  año.  Phillips  hizo  un  viaje  a  Inglaterra, 
de  donde  volvió  con  su  flamante  esposa. 

El  8  de  noviembre,  Gardiner  y  Turpin  estaban  nuevamente 
en  Wulaia.  Salieron  a  recibirlos  varias  canoas,  encabezadas  por 
una  cuyo  ocupante  llegaba  cantando  "Hillo,  hoy,  hoy";  se  le 
preguntó  por  Jemmy  Button  y  el  indígena  señaló  la  isla 
Button. 

Al  día  siguiente,  apareció  Mary,  la  hija  del  indio  requerido; 


112 


ARNOLDO  CANCLINl 


le  mostraron  todos  los  regalos  que  habían  traído  para  él  por 
lo  que  la  muchacha  se  resolvió  a  salir  en  su  busca.  Por  fin, 
llegó  Jemmy  diciendo  que  "su  chica  había  tenido  que  remar 
mucho  para  dar  con  él  porque  estaba  long,  long  zxcay  (muy, 
muy  lejos)". 

La  jovencita  demostraba  estar  muy  cansada,  pero  se  alegró 
mucho  al  recibir  algunos  regalos.  Su  padre  fué  luego  con 
Gardiner  a  tomar  café  con  pan  y  manteca,  como  en  sus  días 
en  Inglaterra,  y  habló  mucho  de  Darwin  y  del  cirujano  del 
Beagle,  llamado  Bynoe.  Luego  el  misionero  fué  con  él  a  tierra  y 
le  ayudó  a  cortar  estacas  para  arreglar  su  choza,  mientras  el 
indígena  le  contaba  que  un  barco  inglés  había  naufragado  en 
el  territorio  de  otra  tribu  y  que  todos  sus  tripulantes  habían 
sido  muertos. 

Al  día  siguiente,  él  y  su  hijo  Threeboys  estuvieron  presen- 
tes en  el  culto  a  bordo  y,  para  sorpresa  de  los  que  le  rodeaban, 
aceptó  ir  a  Keppel.  Las  esperanzas  de  los  misioneros  se  reini- 
ciaron  y  comprendieron  que  el  Señor  estaba  con  ellos. 

El  trece  era  domingo  y,  en  vista  de  ello,  los  misioneros  no 
querían  comerciar  con  los  indígenas,  pero  éstos  no  lo  sabían 
y  se  acercaron  al  barco  con  sus  canoas.  Como  Jemmy  estaba 
a  bordo,  le  pidieron  que  dijese  a  sus  amigos  que  se  fueran  y  él 
entonces  les  gritó,  no  en  vagan,  sino  en  su  mal  inglés:  "Yon  go 
aivay,  church,  by  and  by,  no  go  to-day"  (Ustedes  vayanse, 
iglesia,  después,  no  ir  hoy).  Pero  los  demás  entendieron  e  hi- 
cieron caso. 

Finalmente  partieron  el  24  de  noviembre,  llevando  a  Jem- 
my, a  su  esposa  y  a  sus  tres  hijos. 

Así  se  comenzó  el  trabajo  en  Keppel.  La  familia  Button 
quedó  allí  todo  un  año,  comportándose  muy  bien  y  demostrando, 
especialmente  Jemmy,  mucha  cortesía.  Traía  a  Despard  pes- 
cados o  flores  silvestres  por  cualquier  chuchería  que  le  rega- 
laban. Progresó  mucho  en  su  inglés,  recuperando  buena  parte 
de  lo  que  había  perdido,  aunque  se  señala  que  entendía  mucho 
más  de  lo  que  hablaba.  Cuando  le  preguntaron  si  volvería  al 
establecimiento  decía:  "Quizá,  más  adelante,  mí  no  decir  ahora". 


'  HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


113 


En  los  primeros  tiempos  se  mostraba  bastante  perezoso  y  no 
llevaba  la  leña  a  la  casa  si  no  estaba  muy  cerca.  Un  día,  Des- 
pard  lo  reprendió  diciéndole:  "James,  Dios  ama  a  los  hombres 
buenos;  los  hombres  buenos  no  son  haraganes".  El  indio  movió 
la  cabeza,  como  para  señalar  que  había  entendido  y  se  puso  a 
trabajar,  siendo  desde  ese  momento  todo  un  modelo  en  ese 
aspecto. 

El  16  de  noviembre  de  1858,  el  Alien  Gardiner,  comandado 
esta  vez  por  el  capitán  R.  S.  Fell,  emprendió  su  tercer  viaje  a 
Wulaia.  Iban  en  él  Despard,  Phillips,  Turpin,  Jemmy  y  los 
suyos.  Este  último  no  hacía  nada  por  ocultar  su  alegría  de 
dejar  Keppel.  Llegó  a  tanto  su  ansia  de  volver  a  la  patria  que, 
cuando  la  goleta  tuvo  que  detenerse  antes  de  llegar  a  Wulaia, 
pidió  que  lo  dejaran  ir  allá  en  un  bote.  Varios  días  después  los 
misioneros  volvieron  a  encontrarle.  Ya  en  Wulaia,  se  comenzó 
la  tarea  de  construir  una  casa  de  madera,  que  les  sirviera  de 
albergue  en  el  futuro.  Se  preparó  una  gran  cantidad  de  plum- 
pudding  (budín  inglés)  y  de  pan  de  miel,  que  el  capitán  re- 
partió a  los  indios.  El  1 9  de  enero  zarparon  de  regreso,  llevan- 
do a  bordo  a  nueve  fueguinos,  cuyos  nombres  —  según  la 
ortografía  inglesa—  y  datos  personales  eran:  Mackoo-allan 
(Tommy  Button),  treinta  y  seis  años;  Wendo-gyappa,  su  es- 
posa; Macqualwence  (Billy  Button),  treinta  y  tres  años;  Winni- 
gowen-kippen,  su  esposa;  Luccagenges,  doce  años;  Okokko- 
wenshey,  quince  años;  Schwya-muggins,  veinticuatro  años;  Du- 
thry-wyell-keepa,  su  esposa;  Kiata-gatta-mowky-keepa,  su  hijita 
de  dos  años. 

Los  tres  últimos  pertenecían  a  una  tribu  "oen",  que  vagaba 
por  la  bahía  del  Buen  Suceso  y  la  isla  Lennox,  según  los  mi- 
sioneros, y  posiblemente  eran  haush.  Los  demás  eran  de  Wulaia. 

Con  todos  estos  indígenas,  la  vida  en  Keppel  tomó  un  as- 
pecto diferente  y  de  mayor  actividad. 

A  las  siete  de  la  mañana,  Phillips  iba  a  la  casa  de  los  indios 
llamada  Red  House  (Casa  Roja)  porque  era  de  ladrillo;  los  des- 
pertaba con  un  "Shrma  moría"  ("Mañana  agradable"  o  sea 
"buenos  días")  y  luego  ordenaba  "Chillursh  makullah"  ("Lá- 


114 


ARNOLDO  CANCLINl 


vense  la  cara").  Posiblemente  no  de  muy  buena  gana,  los  indí- 
genas obedecían;  se  les  había  dado  jabón  para  hacerlo,  y  fué 
notable  el  enorme  trabajo  que  les  costó  acostumbrarse  a  usarlo. 
Entonces  Phillips  decía:  "Ushtandum  ushtar"  ("Péinense  el 
cabello")  y  todos  lo  hacían  lo  mejor  posible. 

A  las  ocho,  la  campana  llamaba  a  tomar  el  desayuno,  que 
era  acompañado  con  galletas.  Mientras  estuvo  Jemmy  Button 
se  les  dió  un  bife,  manteca  y  pan  dos  veces  por  semana,  pero 
luego  se  vió  que  tanto  lujo  incitaba  a  los  indígenas  a  la  molicie, 
sin  que  ganaran  algo  en  otro  aspecto. 

Después  de  comer,  el  misionero  elevaba  una  oración,  en  la 
que  mezclaba  todas  las  palabras  yaganes  que  le  era  posible,  a 
fin  de  acostumbrar  a  los  huéspedes  a  la  idea  de  dirigirse  a  Dios. 
Cuenta  él  mismo  que  en  cierta  ocasión  lo  omitió  y  que  durante 
el  día,  mientras  estaban  trabajando  Billy  Button  lo  tocó  en  el 
hombro,  señaló  hacia  arriba  y  le  dijo  "God-pray"  ("Dios, 
orar"),  luego  juntó  las  dos  manos  y  agregó  "No  speak  you 
God"  ("No  habló  usted  a  Dios").  Entonces  todos  se  sacaron 
las  gorras  y  oraron  allí  mismo. 

Después  cantaban  un  himno,  que  Phillips  les  enseñaba  pa- 
cientemente: "Dios  es  nuestro  Tagacola"  (Amigo),  cuya  es- 
trofa tenía  la  música  del  himno  infantil  "Niños,  ¿vendréis  con- 
migo a  un  mundo  de  fulgor?"  y  el  coro  la  muy  conocida 
"Glory,  glory,  hallelujab"  usada  en  el  himno  en  castellano 
"Gloria  a  ti,  Jesús  divino". 

A  las  nueve  y  media,  la  señora  de  Phillips  hacía  levantar  a  las 
mujeres  mientras  los  hombres  trabajaban.  No  se  los  podía 
obligar  a  hacer  mucho  porque  se  cansaban  muy  pronto  y  se 
iban  a  la  casa. 

A  las  once,  recibían  su  retribución  en  bizcochos  con  miel, 
que  ellos  llamaban  "biscuit  amague?''  (bizcocho  dulce).  Po- 
nían la  miel  en  un  jarro  de  lata  y  deshacían  sobre  él  el  bizcocho, 
que  después  llevaban  a  la  boca  con  un  cuchillo.  Comían  pri- 
mero los  hombres  y  luego  sus  esposas  se  ocupaban  de  lo  que 
quedaba.  Los  domingos  había  doble  ración. 

Mientras  tanto,  Phillips  hacía  lo  posible  por  progresar  en 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  115 


la  lengua  nativa,  pero  aseguraba  que  era  muy  difícil  y  que  no 
se  parecía  a  ninguna  otra  conocida.  Despard  declaraba  haber 
registrado  unos  mil  vocablos,  pero  que  no  descubría  la  gra- 
mática. 

El  4  de  febrero  del  mismo  año,  el  Alien  Gardiner  partió 
nuevamente,  pero  esta  vez  con  rumbo  diferente.  Se  dirigía  a 
Punta  Arenas,  establecimiento  chileno  en  el  estrecho  de  Ma- 
gallanes, y  en  él  viajaba  el  misionero  Schmidt.  Además,  se 
llevaban  de  marinero  al  joven  Okokko  wenskey,  a  quien  desde 
ese  momento  en  adelante  llamaron  sólo  Okokko.  Se  dice  que 
la  esposa  de  Billy  lioraba  al  verlos  irse.  A  fin  de  no  cortar  el 
hilo  de  nuestra  historia  nos  referiremos  a  este  viaje  en  otro 
capítulo. 

La  goleta  volvió  al  poco  tiempo  y  restituyó  a  Okokko  a 
la  colectividad.  Tanto  éste  como  Luccagenges,  cuyo  nombre 
abreviaron  en  Lucca,  eran  los  favoritos  de  Phillips  y  su  esposa, 
porque  eran  los  más  jóvenes  y  demostraban  una  mayor  inte- 
ligencia. Hacían  gala  de  una  educación  muy  cuidada  y  nunca 
olvidaban  sus  "muchas  gracias"  o  "buenos  días".  Siempre 
oraban  dando  gracias  antes  de  comer  y  hacían  lo  mismo  antes 
de  acostarse.  Lucca  había  aprendido  a  escribir  con  mucha  co- 
rrección y  también  a  calar  madera.  Bartlett  alababa  la  habili- 
dad de  Okokko  en  cuestiones  agrícolas. 

En  el  mes  de  octubre,  fueron  a  vivir  en  la  casa  de  los  mi- 
sioneros que  comenzaron  a  llamarlos  Robert  y  James,  pero  estos 
nombres  no  prosperaron.  Ese  mismo  mes  regresaron  a  Wulaia; 
la  goleta  partió  para  su  cuarto  viaje  a  ese  lugar,  que  había  de 
ser  también  el  más  célebre. 

El  capitán  Fell  continuaba  en  su  cargo  y  un  hermano  suyo 
llamado  Juan,  era  el  primer  oficial.  Phillips  era  el  único  mi- 
sionero. Viajaban  además  Alfredo  Colé,  el  cocinero;  Johnston, 
carpintero  y  cuatro  marineros:  Hugo  M'Dowell,  conocido  por 
Hewey  y  tres  suecos,  llamados  Jahnsan,  Braun  y  Peterson.  Los 
nueve  nativos  que  habían  pasado  el  año  en  Keppel  volvían  a 
su  patria. 


116 


ARNOLDO  CANCLINI 


Esta  vez  el  viaje  tenía  una  nueva  finalidad.  Veamos  como 
lo  expresa  Despard  en  sus  instrucciones  a  Phillips: 

"Le  encargo  que  tome  a  su  cuidado  los  servicios  religiosos 
en  el  Alien  Gardiner  y  le  recomendaría  que,  si  el  tiempo  lo 
permite,  usted  dirigiera  uno  en  tierra  el  domingo  a  la  mañana 
y  a  la  tarde,  para  que  los  nativos  puedan  asistir  y  provocar  así 
su  deseo  de  averiguación." 

Tres  meses  más  tarde,  el  Alien  Gardiner  aun  no  había  vuelto 
y  en  la  misión  se  sintieron  serios  temores,  pero  no  podían  hacer 
nada  porque  no  tenían  ninguna  embarcación  disponible.  Ape- 
nas le  fué  posible,  Despard  fué  apresuradamente  a  Stanley  y 
expücó  lo  que  ocurría.  Se  encontraba  allí  casualmente  el  cón- 
sul americano,  capitán  Smiley,  el  que  encontrara  los  restos  de 
parte  del  grupo  de  Gardiner  en  el  río  Cook  y  éste  dispuso 
partir  inmediatamente  con  el  navio  Nancy  en  busca  de  los 
misioneros. 

Al  llegar  a  Wulaia,  cuando  ya  se  podía  ver  al  Alien  Gar- 
diner, apareció  una  canoa  con  un  hombre  blanco,  vestido  a 
medias  y  presentando  un  lamentable  aspecto.  Una  vez  que  fué 
subido  a  bordo,  se  comprobó  que  era  Alfredo  Colé,  el  cocinero 
de  la  goleta  misionera.  Se  le  interrogó  y  Smiley  pudo  escuchar 
entonces  una  historia  terrible.  Veamos  lo  que  hubía  sucedido. 

El  19  de  noviembre  de  1859,  el  Alien  Gardiner  había  llegado 
felizmente  a  Wulaia  y  veinticuatro  horas  más  tarde,  los  tripu- 
lantes bajaron  a  tierra  para  buscar  leña. 

Un  par  de  días  después,  se  hizo  entre  los  indígenas  un  re- 
parto de  ropas  y  comestibles.  Entre  los  que  habían  subido  a 
bordo,  estaba  Jemmy  Button,  quien  pretendía  que  se  le  diera 
más  que  a  los  otros. 

Cuando  vió  que  no  se  lo  complacía  con  la  prontitud  que  él 
creía  necesaria  se  ofendió  y  volvió  a  tierra.  Poco  después  se 
comprobó  que  habían  desaparecido  algunas  cosas  del  barco  y 
el  capitán  Fell  dispuso  que  se  revisaran  los  paquetes  de  los 
indígenas,  sin  saber  que  eran  muy  celosos  de  su  propiedad. 
Cuando  llegó  el  momento  de  abrir  el  bulto  de  Schwya-mug- 
gins  —  cuyo  verdadero  nombre  era  Schwaia-mugunjiz  — ,  éste 


'■HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  117 


se  enfureció  y  agarró  por  el  cuello  al  capitán  tratando  de  aho- 
garlo.. Por  fortuna,  Fell  era  un  hombre  fuerte  y  consiguió  li- 
brarse de  su  agresor.  A  fin  de  evitar  incidentes  más  graves,  se 
hizo  que  todos  los  fueguinos  abandonaran  el  barco. 

El  6  era  domingo  y  Phillips  recordó  las  instrucciones  de  Des- 
pard.  No  cabía  duda  que  la  situación  aconsejaba  no  ir  a  tierra, 
pero  él  quería  cumplir  y  lo  hizo.  Alrededor  de  las  diez  y  me- 
dia de  la  mañana,  toda  la  tripulación,  exceptuando  a  Colé,  que 
quedaba  de  guardia,  fué  a  la  casa  construida  el  año  anterior, 
seguida  por  unos  trescientos  indígenas  que  se  ubicaron  alrededor. 

Cuando  todos  hubieron  entrado,  los  nativos  se  apoderaron 
de  los  remos  de  los  botes  y  los  llevaron  a  una  choza.  Mientras 
tanto,  el  servicio  había  comenzado  con  el  canto  del  himno 
"De  heladas  cordilleras".  Habían  pasado  pocos  minutos,  cuando 
un  nativo  enarboló  un  garrote  y  lo  descargó  sobre  la  cabeza  del 
viejo  Hewey  que  cayó  muerto  instantáneamente.  Sin  duda,  ésa 
era  una  señal  convenida  de  antemano,  pues  en  ese  momento 
todos  se  arrojaron  sobre  el  indefenso  grupo  que,  sin  embargo, 
alcanzó  a  salir  de  la  casa.  Tras  ellos  se  lanzaron  los  nativos 
enarbolando  palos  y  grandes  piedras  que  arrojaban  con  cer- 
tera puntería  y  armando  una  descomunal  algarabía.  "La  casa 
estaba  a  unas  doce  yardas  de  la  orilla",  contaba  luego  Colé  a  las 
autoridades  de  las  Malvinas,  "y  antes  de  llegar  a  la  costa  ya 
habían  caído  casi  todos,  excepto  mister  Phillips  y  un  sueco, 
que  trataron  de  botar  una  canoa.  Entonces,  Billy  Button,  uno 
de  los  hombres  cuyas  cosas  habían  sido  registradas,  levantó  una 
piedra  y  la  arrojó  a  mister  Phillips  golpeándolo  en  la  cabeza 
y  haciéndolo  caer  al  agua".  El  capitán  Fell  y  su  hermano  yacían 
en  la  playa  uno  junto  al  otro.  Todo  había  durado  pocos  minutos. 

El  cocinero  declaró  haber  visto  a  Tommy  y  Billy  Button 
participando  activamente  en  la  masacre,  pero  no  a  Jemmy, 
aunque  aseguraba  que  él  había  sido  el  instigador,  enfurecido  al 
no  recibir  más  regalos  que  los  otros. 

Algo  alejado,  Okokko  lloraba  y  se  restregaba  las  manos, 
desesperado  por  no  haber  podido  evitar  el  desastre  que  había 
caído  sobre  sus  amigos.  Luego  pidió  a  los  de  la  Nancy  que  lo 


118 


ARNOLDO  CANCLINI 


llevaran  a  Keppel  y  ellos  lo  hicieron  no  sólo  con  él,  sino  tam- 
bién con  su  flamante  esposa,  llamada  Camilena.  El  mismo  jo- 
ven contó  que  las  mujeres  que  habían  estado  en  las  Malvinas 
lloraban  amargamente  durante  la  matanza. 

Colé  sospechó  que  él  sería  la  próxima  víctima  y  echando 
rápidamente  al  agua  la  falúa  del  barco,  remó  con  desespera- 
ción hacia  un  lugar  apartado  de  la  orilla.  Se  internó  en  el 
monte  y  trepándose  a  un  árbol  se  quedó  allí  cuatro  días,  hasta 
que  tuvo  que  ir  a  la  costa  en  busca  de  algo  que  comer,  aunque 
lo  hizo  lo  más  lejos  posible  del  lugar  donde  estaban  los  But- 
ton  y  su  tribu.  Doce  días  después  fué  capturado  por  otro 
grupo  de  salvajes,  que  no  le  hizo  ningún  daño  y  que  se  limitó 
a  quitarle  toda  la  ropa  menos  el  cinturón  y  un  aro.  Con  ellos 
recorrió  la  costa  hasta  que,  a  los  diez  días,  se  encontraron  con 
los  autores  de  la  masacre.  Jemmy  y  Tommy  lo  recibieron 
muy  bien,  le  dieron  algunas  ropas  y  lo  trataron  con  muchas 
atenciones.  Durante  el  tiempo  que  pasó  con  ellos,  le  contaron 
otros  detalles  de  la  masacre  y  le  dijeron  que  Jemmy  habír: 
dormido  en  la  cabina  del  capitán  Fell  y  había  sacado  del  barco 
todo  lo  que  le  había  sido  posible.  Cuando  pudo  subir  a  bordo, 
comprobó  que  era  cierto,  pues  del  Alien  Gardiner  práctica- 
mente no  quedaba  sino  el  casco  y  los  mástiles. 

Cuando  el  capitán  Smiley  se  hubo  enterado  de  los  terribles 
pormenores,  bajó  a  tierra  en  busca  de  los  restos  de  los  misio- 
neros; pudo  hallar  los  de  seis  de  ellos,  a  los  que  dió  sepultura 
provisional.  Okokko  dijo  que  los  otros  dos  habían  sido  devo- 
rados por  los  zorros. 

Jemmy  y  Tommy  hicieron  todo  lo  que  pudieron  por  ayu- 
dar a  los  hombres  de  la  Nancy,  comenzando  por  devolver  los 
botes  del  Alien  Gardiner.  El  capitán  señaló  especialmente  la 
conducta  del  segundo,  que  no  dejaba  de  trabajar  acarreando 
agua  y  leña.  Sin  duda,  aquellos  bribones  se  querían  comprar  la 
buena  voluntad  del  capitán  Smiley,  para  que  si  se  hacían  ave- 
riguaciones ellos  no  quedaran  tan  mal  parados. 

Finalmente,  el  capitán  hizo  subir  a  bordo  a  Jemmy  v  remol- 
cando al  Alien  Gardiner,  volvió  a  Stanley.  El  gobierno  coló- 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  119 


nial  interrogó  a  Colé  y  al  indígena,  pero  poco  nuevo  wdo  ob- 
tenerse 

Para  los  misioneros  aquello  fué  un  golpe  terrible;  sin  em- 
bargo, su  fe  no  decayó  y  para  comprobarlo  nada  mejor  que 
anotar  las  palabras  de  Despard  al  referirse  a  ese  suceso: 

"Mister  Phillips,  el  capitán  Fell  y  los  cuatro  marineros  y  los 
pilotos  han  sido  masacrados  por  los  nativos  de  Wulaia.  Séame 
permitido  detenerme  y  llorar  y  orar,  ahora  que  he  escrito  estas 
terribles  palabras.  Orad  al  Señor  para  que  no  les  impute  este 
pecado.  No  lloréis  por  los  muertos,  llorad  por  los  vivos.  No 
lloréis  por  los  muertos  en  Cristo,  llorad  por  las  viudas  enluta- 
das, llorad  por  las  madres  privadas  de  los  hijos  que  eran  su 
sostén.  Dios  nos  ha  probado  en  el  horno  de  la  aflicción  ¡Que 
su  obra  pueda  ser  completa!  ¡Que  el  Señor  de  la  mies  envíe 
a  otros  obreros  para  ocupar  el  lugar  dé  aquellos  que  él  ha 
tomado  e  incline  a  la  contrición  a  estos  pobres  pecadores  de 
los  gentiles,  para  que  ellos  estén  preparados  para  recibir  su 
palabra!" 

III 

LA  OBRA  BAJO  LA  DIRECCION  DE  STIRLING 

1859  -  1868 

Stirling  ocupa  el  lugar  de  Despard.  -  "El  viaje  del  perdón".  - 
Entierro  de  los  misioneros  asesinados.  -  Viaje  a  Inglaterra 
con  cuatro  indígenas.  -  Primeros  bautismos. 

El  hecho  que  hemos  relatado  tuvo  un  efecto  fácil  de  ima- 
ginar. Los  viajes  a  Wulaia  se  suspendieron  durante  varios  años 
y,  prácticamente,  el  establecimiento  de  Keppel  hizo  muy  poco 
durante  aquel  tiempo,  pues  sólo  vivían  allí,  fuera  de  los  misio- 
neros, Okokko,  Camilena  y  sus  dos  hijitos.  Merece  ser  citado 
el  hecho  de  la  partida  de  Alien  Gardiner,  hijo,  en  agosto  de 

0)  Ver  en  el  Apéndice  las  declaraciones  de  Alfredo  Colé  y  Jemmy 
Butrón. 


120 


ARNOLDO  CANCLIN1 


1860,  con  destino  a  Lota,  Chile,  en  la  misma  zona  donde  había 
trabajado  su  padre  (1). 

En  1862,  Despard  resolvió  llevar  el  Alien  Gardiner  a  In- 
glaterra para  que  fuera  reparado  v  partió  dejando  a  su  hijo 
adoptivo,  Tomás  Bridges,  momentáneamente  a  cargo  de  la 
misión. 

En  agosto  el  barco  iniciaba  el  regreso,  alargado  y  perfec- 
cionado en  muchos  detalles,  pero  sin  traer  a  Despard,  que  se 
había  retirado,  sino  a  un  nuevo  superintendente,  destinado  a 
hacerse  famoso.  Nos  referimos  a  Waite  Hockin  Stirling,  que 
había  sido  secretario  de  la  misión  y  que  iba  a  hacerse  cargo  del 
establecimiento  de  Keppel,  a  pesar  de  que  su  salud  era  tan 
precaria,  que  los  médicos  no  le  daban  sino  pocos  años  de  vida. 

Stirling  había  nacido,  en  1829,  en  una  familia  muv  distin- 
guida. Terminados  sus  estudios  religiosos,  fué  ordenado  en  la 
iglesia  anglicana  en  1852.  Pronto  entró  en  contacto  con  la 
Sociedad  Misionera  de  la  Patagonia,  por  medio  de  Despard  v 
Marsh,  ocupando  el  puesto  del  primero,  cuando  éste  fué  a 
Keppel.  En  1853,  contrajo  enlace;  de  su  matrimonio  nacieron 
un  niño,  muerto  prematuramente,  y  dos  niñas.  Los  cuatro  par- 
tieron a  las  Malvinas,  al  regresar  Despard  a  Inglaterra.  Además 
viajaban  como  nuevos  misioneros,  Tom  Stirling,  hermano  del 
anterior  y  futuro  capitán  del  Alien  Gardiner;  Andrés  Lett  y 
Juan  Andress,  para  trabajar  en  la  Patagonia,  y  R.  R.  Rau, 
alemán,  además  de  una  mirse  para  las  niñas  del  superintendente. 

Interrumpieron  su  viaje  durante  tres  semanas  al  llegar  al 
Río  de  la  Plata,  para  recolectar  fondos  entre  las  colectividades 
inglesas  de  Montevideo,  Buenos  Aires  y  Santa  Fe.  Se  detu- 
vieron igualmente  en  Carmen  de  Patagones,  donde  quedaron 
Lett  y  Andress  y  en  la  desembocadura  del  río  Santa  Cruz,  para 
estudiar  la  zona;  luego,  reiniciaron  el  viaje. 

Llegaron  a  Keppel  el  30  de  enero.  Dos  agradables  sorpresas 
tuvo  Stirling  al  llegar  al  lugar  de  trabajo.  Una  era  el  gran  ade- 
lanto hecho  por  Tomás  Bridges  en  el  estudio  del  vagán,  me- 

(*)  Ver  "A  modo  de  epílogo"  al  final. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


121 


diante  la  ayuda  de  Okokko.  Según  Stirling,  tenía  ya  "la  llave 
del  idioma  fueguino"  para  entrar  en  aquella  tierra.  La  otra 
sorpresa  eran  las  civilized  manners  del  citado  indígena,  espe- 
cialmente su  ingenio,  sus  maneras  agradables  y  su  alegre  risa. 

Ese  mismo  año,  se  reiniciaron  los  viajes  a  Wulaia.  Stirling 
y  Bridges  participaron  del  primero,  no  sin  cierto  temor  de  lo 
que  podría  ocurrir.  En  la  bahía  Packsaddle,  un  hombre  llamado 
Chingaline  se  alegró  mucho  al  oír  cantar  al  grupo  y  pidió  que 
repitieran.  Dirigidos  por  Bridges  y  Okokko,  entonaron  los 
himnos  "Alabad  a  Dios,  de  quien  vienen  todas  las  bendiciones" 
y  "Desde  los  Himalayas". 

Luego  ambos  le  explicaron  sus  intenciones  y  el  indígena 
resolvió  pedirles  que  llevaran  a  su  hijo  Urupatusalum,  de  unos 
catorce  años,  que  sería  llamado  Urupa  en  adelante,  y  que, 
según  Stirling,  "tenía  una  boca  lo  suficientemente  grande  como 
para  mostrar  un  envidiable  conjunto  de  blancos  dientes".  Era 
muy  gentil  y  de  muy  buen  genio.  La  última  recomendación 
que  le  hizo  Chingaline  fué  que  no  bajara  en  Wulaia  porque 
tenía  miedo  de  la  tribu  que  vivía  allí.  Realmente,  no  era  un 
dato  como  para  animar  a  los  misioneros. 

Cuando  llegaron  a  dicha  bahía,  Okokko  y  Bridges  se  diri- 
gieron a  los  indios  desde  cubierta  y,  por  primera  vez,  directa- 
mente en  su  idioma.  Sin  embargo,  los  salvajes  se  mostraban 
recelosos,  pues  temían  que  los  blancos  hubieran  vuelto  en  busca 
de  venganza  para  sus  muertos.  Pero  pronto  comprendieron  que 
se  habían  equivocado,  cuando  overon  a  Bridges  que  les  hablaba 
del  amor  de  Dios  y  del  perdón  de  las  ofensas.  En  un  momento, 
sin  embargo,  se  intranquilizaron;  fué  cuando  les  habló  de  la 
resurrección,  pues  temieron  que  Garland  Phillips  y  el  capitán 
Fell  se  levantaran  para  pedirles  cuentas  por  su  muerte,  pero 
fué  fácil  para  el  misionero  hacerles  comprender  a  qué  se  re- 
fería. Luego,  Okokko  y  su  esposa  recorrieron  las  chozas  ex- 
plicando cuáles  eran  los  deseos  de  los  misioneros. 

Con  aquel  viaje,  muy  bien  llamado  "el  viaje  del  perdón",  se 
volvió  a  lograr  la  confianza  de  los  fueguinos  y  las  relaciones 
anteriores  se  restablecieron;  más  aún,  hubo  tantos  indígenas  que 


122 


ARNOLDO  CANCUNI 


querían  ir  a  Keppel,  que  el  barco  no  daba  abasto,  v  sólo  pu- 
dieron llevar  a  once. 

Con  ellos  se  reinició  la  labor  en  la  isla.  Poco  después,  lle- 
garon tres  patagones,  un  hombre  con  una  hija  v  un  hijo,  que 
se  agregaron  al  grupo  y  pronto  demostraron  ser  más  inteli- 
gentes que  los  fueguinos;  sin  embargo,  aunque  ellos  mismos 
se  daban  cuenta  de  esta  diferencia,  no  molestaban  a  los  demás 
haciendo  gala  de  su  saber. 

Todas  las  mañanas  se  realizaba  un  servicio  religioso,  que 
los  indios  no  entendían  por  completo  al  principio,  pero  al  que 
prestaban  gran  atención.  Luego  se  daban  las  clases,  a  cargo  de 
Bridges  y  Rau:  una  para  los  niños,  que  era  la  más  difícil,  por 
el  poco  conocimiento  de  inglés  que  tenían  y  porque  era  nece- 
sario usar  ese  idioma  para  expresar  las  verdades  espirituales  ya 
que  el  yagán  carecía  hasta  entonces  de  los  términos  necesarios. 
También  les  enseñaban  himnos  y  versículos  bíblicos  de  memo- 
ria. Al  principio,  los  más  inteligentes  se  burlaban  de  la  torpeza 
de  los  otros.  Se  dió  el  caso  de  que  uno  pronunciara  mal  el 
inglés  y  alguno  de  sus  compañeros  dijera  que  "rebuznaba  como 
un  pingüino".  Los  más  inteligentes  aprendían  a  leer  y  escribir. 
En  cuanto  a  la  parte  religiosa,  es  muv  difícil  saber  la  impresión 
que  les  producía,  pues  aunque  creían  fácilmente  cuanto  se  les 
decía,  no  parecían  experimentar  un  cambio  profundo. 

A  las  once  de  la  mañana,  se  comenzaba  el  trabajo  y  ;il 
atardecer  había  una  nueva  clase.  Los  misioneros  se  admiraban 
del  interés  de  los  indígenas  por  la  música  v  la  facilidad  con  que 
captaban  cualquier  tonada. 

Hacerles  trabajar  era  cosa  difícil.  Sin  embargo,  Bartlett  era 
un  hombre  tan  hábil  que  encontraba  cómo  lograrlo,  aunque  a 
veces  sus  métodos  eran  un  tanto  personales.  Por  ejemplo,  cuan- 
do estaban  recogiendo  papas  y  los  veía  demasiado  indolentes, 
tomaba  una  y  la  lanzaba  contra  algunos  de  sus  colaboradores. 
Aquello  era  la  señal,  va  conocida,  para  una  "guerra  de  papas", 
en  la  que  todos  tomaban  parte  con  entusiasmo,  mientras  in- 
conscientemente desenterraban  las  "municiones".  A  una  señal 


lHASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


123 


de  Bartlett,  la  guerrilla  terminaba  y  recomenzaban  el  trabajo, 
esta  vez  con  más  bríos. 

Sólo  llevaban  mujeres  casadas,  porque  las  costumbres  fue- 
guinas se  oponían  a  la  partida  de  las  niñas.  Las  esposas  de  los 
misioneros  y  de  Okokko  les  daban  clases,  aunque  no  se  les 
enseñaba  tanto  como  a  los  hombres. 

El  18  de  febrero  de  1864  se  inició  el  regreso  a  Wulaia, 
llevando  a  Okokko  y  su  familia,  quienes  habían  resuelto  esta- 
blecerse entre  sus  connacionales.  Antes  visitaron  la  bahía  Gret- 
ton,  en  la  isla  Wollaston,  cerca  del  Cabo  de  Hornos,  donde 
trabaron  relación  con  los  indígenas. 

Al  llegar  a  Navarino,  tuvieron  una  desagradable  sorpresa, 
al  encontrar  que  una  terrible  epidemia  había  hecho  estragos  en- 
tre los  indígenas.  Jemmy  y  Billy  Button  habían  muerto;  Tom- 
my  estaba  muy  impresionado  y  tanto  él  como  Threebovs,  su- 
bieron a  bordo  para  contar  su  dolor  a  Stirling.  También  ha- 
bían desaparecido  los  parientes  de  Camilena,  los  tíos  y  primos 
de  Lucca  y  la  madre  de  Urupa.  En  todos  los  rostros  se  veía 
una  penosa  impresión  v  los  indios  andaban  errantes  de  un 
lugar  a  otro  en  silencio  o  sollozando.  Muy  pocos  había  que  no 
hubieran  perdido  algún  pariente. 

Participaba  de  ese  viaje  el  joven  Rau,  quien  se  había  ocupado 
de  formar  un  léxico  de  las  palabras  usuales  del  idioma  yagan  y 
que  al  estar  en  Wulaia,  continuó  su.  trabajo.  Durante  muchos 
años,  no  se  supo  qué  había  sido  del  manuscrito  de  ese  voca- 
bulario, hasta  que  apareció  en  poder  del  señor  Jorge  Claraz, 
un  amigo  de  la  misión  que  vivía  en  Carmen  de  Patagones,  a 
quien  Rau  lo  había  regalado.  Claraz,  a  su  vez,  lo  facilitó  al 
Museo  de  La  Plata,  en  cuya  revista  fué  publicado  por  el  inves- 
tigador Félix  F.  Outes,  junto  con  algunos  datos  sobre  Rau, 
obtenidos  por  medio  de  Claraz.  El  vocabulario  consta  de  521 
voces  y  29  frases.  Rau  se  separó  de  la  misión  en  1866. 

Aquella  visita  a  Wulaia  tuvo  también  para  los  misioneros 
un  motivo  de  duelo.  Habiendo  descubierto  Rau  los  restos  de 
los  que  fueran  muertos  en  la  masacre  de  1859,  se  les  dió  se- 
pultura definitiva  el  11  de  marzo  de  1864.  Los  del  capitán  y 


124 


ARNOLDO  CANCUN1 


Garland  Phillips  eran  inconfundibles.  Sobrecogidos  por  una 
emoción  que  es  fácil  imaginar,  los  tripulantes  del  Alien  Gar- 
diner  rodearon  la  fosa,  en  la  que  echaron  sendos  puñados  de 
tierra,  mientras  la  bandera  de  La  goleta  ondeaba  a  media  asta. 
Stirling  dirigió  una  sencilla  ceremonia  en  la  que  cantaron  el 
himno  que  dice: 

Cuando  nuestras  cabezas  se  inclinan  de  dolor, 
cuando  manan  nuestras  lágrimas  amargas, 
cuando  lloramos  al  perdido,  al  amado: 
Jesús,  Hijo  de  David,  óyenos. 

Para  finalizar  se  elevó  una  oración  que  merece  ser  repro- 
ducida: "Concede,  Señor,  que  en  todos  los  sufrimientos,  que 
tengamos  aquí  en  la  tierra  por  el  testimonio  de  tu  verdad, 
miremos  al  cielo  con  inmutable  resolución  y  esperemos  por  fe 
la  gloria  que  nos  será  revelada  y  que,  llenos  del  Espíritu  Santo, 
aprendamos  a  amar  y  a  bendecir  a  nuestros  perseguidores,  según 
el  ejemplo  de  tu  primer  mártir,  San  Esteban,  que  oró  a  ti  por 
sus  asesinos,  oh  bendito  Jesús,  que  estás  a  la  diestra  de  Dios 
para  socorrer  a  todos  aquellos  que  sitfren  por  ti,  nuestro  solo 
Mediador  y  Abogado." 

Luego  los  dos  cañoncitos  de  la  goleta  despidieron  con  una 
salva  los  restos  de  los  mártires.  Okokko  v  Lucca,  que  estaban 
presentes,  se  mostraban  muy  impresionados,  al  igual  que  Three- 
boys. 

Esa  noche,  al  leer  el  trozo  bíblico  que  correspondía  a  la 
fecha,  notaron  con  asombro  que  no  hubiera  podido  ser  más 
apropiado  para  aquel  triste  momento:  "Destruirá  a  la  muerte 
para  siempre;  y  enjugará  el  Señor  toda  lágrima  de  todos  los 
rostros"  (Isaías  25:8). 

Tommy  Button  subió  varias  veces  más  a  bordo,  muy  agra- 
decido por  las  atenciones  que  había  recibido.  Sin  embargo,  su 
presencia  era  un  motivo  de  aflicción  para  Stirling  que  le  veía 
"en  un  grado  muy  inferior  y  con  su  mente  aun  muy  oscura". 
Con  todo,  prestaba  mucha  atención  cuando  oía  leer  la  Biblia  y 
se  notaba  que  hacía  un  esfuerzo  para  entender  todo  lo  que  su 


UHASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


125 


inteligencia  le  permitía.  Después  de  unos  días,  apareció  Chin- 
galine,  que  se  llevó  a  su  hijo,  con  la  consiguiente  costernación 
de  Threeboys  y  de  Lucca,  que  no  dejaban  de  preguntar  por  él. 
Poco  después,  los  misioneros  les  encontraron  nuevamente  en 
Packsaddle  y  Chingaline  les  pidió  que  volvieran  a  llevarlo,  im- 
presionada por  el  relato  del  muchacho. 

Al  volver  también  fué  con  ellos  un  sobrino  de  Jemmy  But- 
ton,  que  había  perdido  a  su  padre  y  que  se  esforzó  por  demos- 
trar su  afecto  a  Stirling.  Este  le  apreciaba  de  tal  manera,  que  su 
esposa  llamaba  al  indiecito  "el  hijo  adoptivo  de  mi  marido". 
Como  su  nombre  indígena  Mamastugadagenges,  era  muy  com- 
plicado, se  le  llamó  Jack. 

Luego  construyeron  una  casa  para  Okokko  y  los  suyos  y 
les  proveyeron  de  cabras  y  semillas;  se  despidieron  con  un  culto 
y  al  irse  los  misioneros,  el  indígena  les  pidió  que  siempre  oraran 
por  él. 

Volvieron  al  año  siguiente  para  encontrar  que  la  casa  y  todo 
lo  demás  de  Okokko  había  sido  incendiado  por  algunos  salvajes 
celosos.  Aquél  se  encontraba  terriblemente  descorazonado  y 
lamentaba  sobre  todo  la  pérdida  de  su  Biblia  y  su  libro  de 
oraciones.  Se  resolvió  llevarlo  nuevamente  a  Keppel  y  esperar 
un  tiempo  más  antes  de  intentar  un  establecimiento  de  esa 
naturaleza.  También  se  llevaron  a  otro  indígena,  cuyo  nombre 
abreviaron  en  Pinoia,  y  a  su  esposa,  quienes  habían  de  quedar 
allá  cuatro  años.  Otros  dos  muchachos  llamados  Tirshof  y 
Yesefwaenges  también  les  acompañaron.  En  las  Malvinas  esta- 
ban ya  Okokko  y  Lucca  con  sus  familias,  Jack,  Threeboys  y 
Urupa,  por  lo  que  era  imposible  llevar  a  alguien  más. 

Ese  mismo  año,  1865,  Stirling  hizo  su  primer  viaje  a  Ingla- 
terra y  aprovechó  la  oportunidad  para  llevar  consigo  a  cuatro 
de  sus  discípulos  fueguinos:  Urupa,  Threeboys,  Jack  y  Sisoi, 
indio  éste  en  quien  Stirling  vió  dotes  especiales,  lo  que  con- 
firmó luego  su  historia.  Estuvieron  en  Europa  desde  el  11  de 
agosto  hasta  el  9  de  enero  del  año  siguiente.  No  es  necesario 
describir  la  admiración  que  sentían  los  indiecitos  antes  las  gran- 
des ciudades,  los  vehículos  y  todas  las  maravillas  de  la  civili- 


126 


ARNOLDO  CANCLINI 


zación.  Los  dos  mayores  pronto  aprendieron  a  desenvolverse 
solos  y  no  temían  perderse  en  las  intrincadas  calles  de  Lon- 
dres, porque  se  orientaban  en  la  misma  forma  qu  en  un  bosque 
de  su  patria. 

Todos  los  días  se  les  daba  instrucción,  que  comenzaba  con 
la  lectura  en  voz  alta  de  un  trozo  de  las  Sagradas  Escrituras  en 
inglés.  Además  se  les  enseñaba  todo  lo  que  la  civilización 
europea  podría  darles  para  ayudarles  a  vivir  en  su  atrasada 
tierra;  en  especial,  se  les  impartían  nociones  de  agricultura. 

Muy  a  menudo,  iban  a  alguna  reunión  donde  se  les  hacía 
cantar,  repetir  Salmos  o  el  Padre  Nuestro  o  hablar  en  yagan. 
El  obispo  de  Cork,  que  presidía  una  gran  reunión  en  esa  ciu- 
dad, en  la  que  Threeboys  cantó  un  himno,  dijo:  "De  todo  lo 
que  he  oído  esta  noche,  lo  que  recordaré  durante  más  tiempo  es 
lo  que  estaba  impreso  en  el  rostro  de  este  muchacho  y  en  el  tono 
de  su  voz,  cantando  dulce  y  ardorosamente  las  notas  de  su  selva 
nativa.  Hay  tanta  ternura  y  dulzura  en  ello  que  demuestra  que 
él  puede  decir  con  nosotros  "Dios  es  mi  Padre,  el  cielo  es  mi 
hogar  y  la  Eternidad  mi  vida".  Estuvieron  presentes  en  la 
reunión  anual  de  la  misión,  en  Birmingham,  ocasión  en  que  el 
comité  declaró  que  ése  era  un  momento  histórico  para  la  Socie- 
dad. En  esa  oportunidad  (19  de  enero  de  1868),  se  cambió  el 
nombre  de  la  misma  por  "Sociedad  Misionera  de  Sud  América". 

En  febrero  estaban  de  regreso  en  Montevideo.  Desde  en- 
tonces el  mal  tiempo  les  fué  muy  adverso  y  dañó  su  salud. 

El  que  primero  sufrió  las  consecuencias  fué  Urupa.  Su 
enfermedad  adquirió  rápidamente  graves  contornos  y  sirvió 
para  demostrar  que  cuanto  se  le  había  enseñado  era  semilla  fruc- 
tífera, caída  en  buena  tierra.  Stirling  escribió  en  esos  días: 
"Sus  pensamientos  están  muy  inclinados  a  las  cosas  celestiales 
y  me  ha  hecho  su  confidente  para  decirme  que  lo  que  más  le 
agrada  es  tener  más  de  Cristo  en  sí". 

Un  día  pidió  ser  bautizado;  el  misionero  comprendió  que 
estaba  en  condiciones  de  serlo  y  le  complajo,  dándole  el  nombre 
de  Juan  Alien  Gardiner.  El  primero  lo  eligió  el  mismo  Urupa, 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  127 


porque  "Juan  era  el  discípulo  que  más  amaba  Jesús".  Este 
muchacho  fué,  pues,  el  primer  yagán  bautizado. 

Los  marineros,  que  se  interesaban  por  su  estado,  se  emocio- 
naban al  ver  su  profunda  fe  y  uno  de  ellos  llegó  a  decir:  "De- 
searía estar  tan  preparado  para  morir  como  este  muchacho". 

Una  noche  se  sintió  morir  y  pidió  que  los  dos  Stirling,  el 
misionero  y  el  capitán,  fueran  a  su  lado,  para  despedirse  de 
ellos.  Pasaron  largo  rato  en  oración,  que  el  moribundo  coro- 
naba con  un  débil  "amén";  luego  repitió  íntegramente  el  Padre- 
nuestro. A  la  una  de  la  mañana,  entregó  su  alma  al  Señor  y  tres 
días  después,  el  5  de  abril,  fué  enterrado  en  Keppel. 

Cuando,  poco  después,  se  enteró  su  padre,  se  enojó  terri- 
blemente, porque  dudaba  de  la  veracidad  del  relato  pero  se 
calmó  cuando  el  mismo  Threeboys  le  habló.  Luego  le  entre- 
garon las  pocas  cosas  que  habían  sido  de  su  hijo. 

La  noche  del  28  de  septiembre,  el  Alien  Gardiner,  que  na- 
vegaba con  las  luces  apagadas,  chocó  con  el  barco  italiano 
Elvizia,  que  tampoco  estaba  iluminado.  Las  averías  no  fueron 
de  gran  importancia,  pero  se  tardó  todo  un  mes  en  reacondicio- 
narlo.  Luego  partieron  otra  vez  hacia  Wulaia. 

Durante  esos  días  enfermó  Threeboys  y,  como  su  estado 
se  agravaba,  resolvieron  dirigirse  rápidamente  a  Puerto  Stanley. 
Era  un  joven  muy  reservado  y  no  hablaba  de  su  fe  con  tanta 
claridad  como  Urupa,  pero  Stirling  tenía  la  seguridad  de  que 
su  alma  estaba  salvada.  También  quiso  ser  bautizado  y,  con 
Tomás  Bridges  como  único  testigo,  se  realizó  la  ceremonia  en 
la  que  se  le  dió  el  nombre  de  Jorge  Pakenham  Despard,  a 
quien  recordaba  con  cariño.  Sus  sufrimientos  eran  muy  gran- 
des y  pasó  sus  últimos  días  en  constante  delirio;  en  su  incons- 
ciencia repetía  el  Padrenuestro,  los  himnos  y  todo  lo  que  le 
habían  enseñado.  Murió  en  alta  mar  y  fué  sepultado  en  Stanley. 

Sisoi  fué  llevado  a  Wulaia  y  su  padre  no  le  permitió  volver 
con  sus  amigos;  el  muchachito  se  quedó,  mirando  con  nostalgia 
a  la  goleta  que  se  alejaba. 

Jack,  que  era  huérfano,  fué  llevado  con  los  misioneros. 
Okokko  seguía  en  Keppel,  junto  a  Bridges,  a  quien  enseñaba 


128 


ARNOLDO  CANCL1NI 


yagan  a  cambio  de  inglés,  que  aprendía  con  asombrosa  facili- 
dad. También  estaba  Lucca,  desde  1863.  A  partir  de  esa  fecha, 
fueron  llevados  allí  cuarenta  y  cinco  indígenas,  en  grupos  de 
siete  a  diez,  que  era  la  capacidad  máxima  del  barco. 

En  esa  época,  Stirling  comprendió  que  se  debía  cambiar 
de  sistema  porque,  aunque  el  trabajo  que  se  efectuaba  era  útil, 
sus  resultados  eran  lentos  y  no  compensaban  los  esfuerzos  y  los 
gastos.  Se  vió  que  era  necesario  acercarse  más  a  los  indios  y 
para  eso  había  una  sola  solución:  radicarse  entre  ellos.  Y  así 
se  hizo. 

IV 

EL  "CENTINELA  DE  DIOS"  EN  USHUAIA 
1868  -  1869 

Experimento  en  Lauaia.  -  Stirling  resuelve  radicarse  en  Ushuaia. 
Descripción  del  lugar  y  la  instalación.  -  Peligros.  -  Protec- 
ción divina.  -  Trabajo  y  enseñanza.  -  El  premio. 

Evidentemente,  de  acuerdo  con  la  experiencia  recogida,  era 
muy  peligroso  que  un  hombre  blanco  se  radicara  en  tierra  firme 
en  cualquier  punto  del  archipiélago,  por  lo  que  se  resolvió 
hacer  un  experimento  con  algunos  de  los  indígenas  civilizados. 

Así  fué  como,  en  el  año  1868,  el  Alien  Gardiner  dejó  a 
Okokko,  Lucca,  Pinoia  y  Jack  en  un  lugar  en  el  extremo  norte 
de  Navarino,  que  en  los  escritos  de  los  misioneros  es  llamado 
Liwya  y,  en  los  mapas  actuales,  Lauaia,  que  es  prácticamente 
lo  mismo,  si  la  primera  palabra  se  lee  con  la  fonética  inglesa. 
En  la  caleta  de  ese  nombre,  se  construyó  una  choza  de  madera 
para  los  cuatro  nativos  y  se  les  proveyó  de  semillas,  cabras  v 
ovejas,  las  que  sin  duda,  fueron  los  primeros  ejemplares  ovinos 
introducidos  en  Tierra  del  Fuego,  para  llenarla  luego  de  ri- 
queza. Antes  de  partir,  se  celebraron  tres  cultos,  a  la  mañana 
y  a  la  noche  en  el  barco  y  a  la  tarde  en  tierra. 

Luego  fueron  a  Wulaia,  donde  encontraron  a  Sisoi,  que 


'  HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  129 


todavía  vestía  restos  de  ropa  inglesa.  Fué  una  gran  alegría  para 
los  misioneros  comprobar  que  no  se  había  olvidado  de  leer  y 
que  recordaba  un  himno  y  el  Padrenuestro. 

Stirling  comenzó  a  dar  a  algunos  indígenas  algo  así  como 
un  certificado  de  buena  conducta,  envuelto  en  una  bolsita  im- 
permeable; de  un  lado  figuraba  el  nombre  del  portador,  acla- 
rándose que  se  podía  confiar  en  él  y  del  otro  se  explicaba  a 
los  marinos  extranjeros  la  forma  de  tratar  a  los  indios,  o  sea 
con  amabilidad  y  sin  ofenderlos.  Además  se  agregó  el  versículo 
que  dice:  "Porque  ya  sabéis  la  gracia  de  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo, que  por  amor  de  nosotros  se  hizo  pobre  siendo  rico,  para 
que  vosotros  con  su  pobreza  fueseis  enriquecidos".  Por  su- 
puesto, al  principio  estos  documentos  fueron  distribuidos  en 
poca  cantidad,  pero  luego  se  hicieron  cada  vez  más  abundantes. 

En  este  viaje,  llevaron  a  Keppel,  por  primera  vez,  varias 
niñas,  cuya  enseñanza  estuvo  a  cargo  de  la  señora  de  Bartlett. 
Algunos  meses  después,  volvieron  a  Lauaia  y  Stirling  describe 
así  la  visita:  "Encontramos  a  nuestros  indígenas  en  posesión  de 
su  rústica  propiedad  hogareña  y  de  sus  cabras,  a  pesar  del  duro 
invierno"  y,  a  continuación,  anuncia  una  increíble  decisión  en 
estas  palabras:  "He  resuelto  probar  una  residencia  en  tierra  y 
con  ese  propósito  he  ordenado  traer  de  Stanley  una  casa  de 
madera  (de  más  de  veinte  pies  de  largo,  seis  de  alto  y  diez  de 
ancho).  El  motivo  que  tengo  para  vivir  en  tierra  es  el  de  tener 
una  influencia  directa  sobre  los  naturales,  mostrar  mi  confian- 
za en  ellos,  despertar  una  disposición  más  general  y  permanente 
para  adoptar  nuestros  caminos  y  escuchar  nuestra  instrucción 
y  tener  a  los  indios  diariamente  en  la  zona  del  templo  y  de  la 
enseñanza  cristiana.  Implorando  la  guía  y  el  favor  divinos, 
entrará  mi  corazón  en  este  deber" . 

Aquella  heroica  decisión  se  llevó  a  cabo.  Stirling  escoció 
para  radicarse  la  bahía  de  Ushuaia  en  la  isla  grande,  frente  a 
Lauaia,  porque  era  el  lugar  más  frecuentado  por  las  canoas  de 
los  fueguinos,  que  se  establecían  allí  con  frecuencia.  Esa  zona 
habría  de  ser  en  adelante  el  eje  de  la  obra  misionera  en  Tierra 
del  Fuego.   Se  encuentra  frente  a  la  bahía  más  extensa  de 


130 


ARNOLDO  CANCL1NI 


la  costa  sur  y  su  nombre  significa  en  yagán  "Puerto  interior 
hacia  el  oeste"  Está  cerrada  por  la  gran  península  de  Usi- 
naia,  que  hoy  recibe  el  nombre  de  Península  de  la  Misión,  y 
que  se  encuentra  desprovista  de  bosques,  en  lo  que  constituye 
una  excepción  casi  única.  En  el  resto  de  la  costa,  los  árboles 
llegaban  hasta  el  mar  y  hacían  muy  difícil  establecerse  allí. 
Por  el  norte  y  por  el  este,  la  bahía  está  bordeada  de  montañas, 
que  forman  parte  de  la  cadena  Martial  y  que  presenta  algunos 
picos  notables,  como  el  Olivia,  uno  de  los  más  altos  del  terri- 
torio. La  península  es  ondulada  y  desnuda  cubierta  en  algunas 
partes  por  matas  de  arbustos. 

Allí  levantó  Stirling  su  casa,  mirando  a  la  bahía,  frente  al 
lugar  en  que  hoy  se  encuentra  el  pueblo.  Cuanto  había  en 
Lauaia  fué  llevado  allí  en  enero  de  1869,  junto  con  los  indígenas 
civilizados,  a  saber:  Okokko  y  Camilena,  Lucca  y  su  esposa 
Anibutchiakeepa;  Ycaif,  hermano  de  Lucca;  Jack  y  su  esposa; 
Lauaiagenges,  cuñado  de  Threeboys  y  su  esposa;  Pinoia,  Wa- 
daradaga,  Tirshof,  Otabush  y  Mugatelasenges. 

El  13  de  enero  partió  el  Alien  Gardiner,  dejando  al  heroico 
misionero  en  tierra.  Stirling  vino  a  ser  así  el  primer  hombre 
blanco  que  vivió  no  sólo  en  Ushuaia,  sino  en  todo  el  archipié- 
lago fueguino.  Había  pasado  la  última  noche  a  bordo,  ya  que 
su  casa  no  estaba  terminada  del  todo.  Luego  escribía  al  respecto: 

"De  modo  que  me  quedé  a  bordo,  no  lamentándolo  del  todo, 
ya  que  el  día  había  sido  de  lluvia  incesante  y  muv  nublado. 
Temprano  a  la  mañana  siguiente,  los  hombres  fueron  a  tierra 
a  terminar  mi  casa  y  en  seguida  después  del  desayuno  desem- 
barqué con  el  resto  de  mis  cosas  para  quedar  en  Ushuaia".  El 
se  ocupó  personalmente  de  un  estante  para  los  libros  y  de  una 
casilla  para  "Fly"  (Mosca),  su  gran  perro  guardián.  Parte  de 
su  ropa  quedó  en  el  barco,  para  tener  con  qué  vestir  en  caso  de 
ser  robado. 

Luego  que  terminó  de  descargar,  el  Alien  Gardiner  partió 


(J)  De  entre  las  varias  traducciones  de  la  voz  "Ushuaia"  preferimos 
la  de  D.  Lucas  Bridges,  que  conoció  como  ningún  otro  el  idioma  yagán. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  131 


hacia  Keppel  y  no  volvió  sino  veintiocho  días  después.  Srirling 
escribía: 

"Me  encontré  solo,  sin  nadie  más  que  los  fueguinos  a  mi 
alrededor  y  me  puse  con  diligencia  al  trabajo.  En  la  excitación 
del  desembarco  y  el  transporte  y  acomodo  de  las  provisiones, 
me  olvidé  de  almorzar,  pero  ha  pasado  mucho  tiempo,  desde 
el  desayuno  y  el  sol  se  está  poniendo  hacia  el  oeste  (no  tengo 
reloj,  por  lo  que  aprecio  el  tiempo  de  acuerdo  al  paso  del  sol 
sobre  las  montañas).  Por  eso  detuve  mi  trabajo  y  busqué  té, 
bizcochos  y  huevos  para  mi  primer  comida  en  Tierra  del  Fuego. 

"Jack,  que  es  bien  conocido  en  Inglaterra,  fué  puesto  como 
cocinero  y,  una  vez  lista  la  mesa,  con  sus  tazas  y  platos,  mis 
amigos  educados  en  Keppel  fueron  invitados  a  compartir  mis 
provisiones. 

"Dimos  las  gracias  y  nos  sentamos  en  sillas  o  bancos  hechos 
a  la  carrera,  o  en  el  suelo,  tan  alegre  y  ordenadamente  como  si 
hubiera  sido  en  Inglaterra.  Los  otros  nativos  no  podían  disi- 
mular su  curiosidad  ante  la  extraña  escena.  Primero  uno,  luego 
otro,  espiaban  por  la  ventana,  aunque  trataban  de  disimular  su 
curiosidad  para  no  molestarme".  En  otra  oportunidad,  mien- 
tras estaba  escribiendo  junto  a  la  ventana,  vió  a  un  indio  del 
lado  de  afuera,  apuntándole  con  su  arco  y  su  flecha.  El  mi- 
sionero continuó  escribiendo  después  de  mirarle  profundamen- 
te y  un  rato  más  tarde  cerró  con  tranquilidad  la  ventana.  El 
aspecto  del  salvaje  era  terrible,  por  su  rostro  oscuro  y  sus  ca- 
bellos desgreñados;  Stirling  le  bautizó  Blackbird  (Pájaro  Negro). 

Después  de  aquella  cena,  envió  a  los  indígenas  amigos  a 
buscar  mejillones  a  la  costa;  un  momento  después  llegó  corriendo 
una  mujer,  gritando  que  había  una  pelea.  Las  provisiones  que 
habían  sido  dejadas  a  aquel  grupo  habían  provocado  de  tal  modo 
los  celos  de  los  restantes  que  habían  resuelto  atacarles.  Stirling 
salió  apresuradamente  y  se  colocó  en  medio  de  ambos  bandos; 
bastó  su  presencia  y  su  penetrante  mirada  para  que  los  agre- 
sores regresaran  a  sus  chozas.  El  valiente  misionero  siguió  a 
los  autores  del  desorden  hasta  los  ivigwams  y  allí  los  increpó  por 
su  proceder.  Esa  había  sido  la  prueba  de  fuego  para  su  propia 


132 


ARNOLDO  CANCL1NI 


seguridad;  si  su  intervención  hubiera  fracasado,  su  vida  hubiera 
estado  desde  entonces  en  un  peligro  creciente,  pero  al  vencer 
sólo  con  el  brillo  de  sus  ojos,  dejó  sentada  su  autoridad  que 
no  fué  discutida  jamás. 

El  20  de  enero,  una  semana  después  de  haber  sido  dejado 
allí,  escribía:  "Hoy  se  cumple  una  semana  que  el  Alien  Gar- 
diner  partió  de  Ushuaia  v  por  la  misericordia  de  Dios,  he 
estado  seguro  y  cómodo  ya  siete  días  en  estas  apartadas  re- 
giones. . . 

"Mientras  me  paseo  al  atardecer  por  delante  de  nú  choza, 
me  imagino  que  soy  un  centinela  —  un  centinela  de  Dios,  creo  — 
radicado  en  el  puesto  de  avanzada  más  austral  de  su  gran 
ejército. 

"Un  suave  toque  del  cielo  domina  mi  corazón  de  alegría  y 
olvido  mi  soledad,  pensando  en  el  privilegio  de  serme  permitido 
estar  aquí  en  el  nombre  de  Cristo.  Es  cierto  que,  a  veces,  cuan- 
do, pensando  en  ustedes  (sus  hijitas)  miro  los  rostros  de  los 
niños,  me  pregunto  por  qué  haya  debido  dejarlas  a  ustedes 
por  ellos  y,  si  no  pudiera  ver  más  allá  de  sus  rostros,  tendría 
una  pobre  respuesta  para  mi  corazón,  pero  a  través  de  toda  la 
suciedad  y  el  salvajismo  de  sus  miradas,  trato  de  ver  el  rostro 
de  Jesiis  y  de  amarles  en  Su  nombre,  Pienso  en  el  tierno  amor 
y  cuidado  de  que  ustedes  gozan  y  de  ese  modo  mi  alma  se 
solaza  con  didees  pensamientos  de  los  bondadosos  dones  de 
Dios,  nuestro  Padre." 

En  la  misma  carta,  que  fué  escribiendo  día  a  día,  contaba 
cómo  aquella  primera  noche,  junto  a  los  quince  indios  fieles, 
realizó  una  reunión  de  oración  para  agradecer  la  ayuda  divina. 
Poco  después  hubo  una  nueva  alarma,  porque  gente  extraña 
quiso  robar  víveres,  pero  el  peligro  pasó  rápidamente.  El  mis- 
mo Stirling  confiesa  que  entonces  tuvo  en  su  mente  estas  dos 
alternativas:  confinarse  en  su  choza  para  enseñar  a  los  indí- 
genas leales  o  llevar  a  cabo  un  intenso  trabajo  dentro  y  fuera 
de  su  morada.  Eligió  lo  último,  aunque  era  lo  más  peligroso. 

Desde  esos  días,  se  introdujo  en  esa  especie  de  reducción 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


133 


una  apariencia  de  ley  y  orden,  según  la  expresión  del  propio 
misionero.  A  las  siete  y  media  de  la  mañana  se  comenzaba  el 
trabajo  de  cortar  leña,  construir  quintas,  acarrear  agua,  etc.,  no 
sin  antes  elevar  una  oración  y  mantener  una  clase  de  instruc- 
ción cristiana,  en  la  que  se  exhortaba  a  los  indígenas  a  mantener 
la  pureza  en  la  vida  y  a  alejarse  del  pecado.  Además  se  cele- 
braba diariamente  un  sen-icio  religioso,  que  constaba  del  canto 
de  un  himno,  la  repetición  del  credo,  la  lectura  de  un  trozo 
bíblico  y  una  oración.  Se  daba  ■  alimento  a  quienes  trabajaban 
V  la  violencia  y  el  robo  se  condenaban  con  una  semana  de  ex- 
clusión de  una  de  las  chozas  que  era  la  privilegiada;  cuando  el 
delito  era  grave,  la  pena  aumentaba.  Esto  que  parece  pueril, 
tenía  un  gran  efecto  sobre  los  indios,  hasta  el  punto  que  uno 
de  ellos,  al  ser  castigado,  amenazó  con  matar  al  misionero,  pero 
cuando  sus  compañeros  se  enteraron,  le  dijeron:  "Si  tú  lo  matas 
a  él,  nosotros  te  mataremos  a  ti".  ¿Qué  mejor  prueba  del  cariño 
y  del  respeto  que  tenían  para  con  el  esforzado  misionero?  Uno 
de  los  individuos  que  más  trabajo  ocasionaba  era  Schwya-mug- 
gins,  uno  de  los  presuntos  culpables  de  la  masacre  de  Wulaia, 
que  era  irascible  y  belicoso. 

Además  se  trataba  de  enseñarles  las  normas  elementales  de 
educación,  como  ser  el  aseo  personal,  sobre  el  que  se  insistía 
mucho,  y  el  saludo,  estableciéndose  que  no  se  permitía  entrar 
en  la  cabaña  de  Stirling  al  que  no  lo  hubiera  hecho. 

Sobre  el  resultado  de  su  enseñanza,  el  misionero  escribía: 

"Que  hay  obstáculos  para  que  se  unan  a  la  familia  de  Dios 
puede  suponerse  fácilmente,  pero  no  hay  duda  de  que  esta  forma 
de  atraerles  a  Dios  y  a  la  santidad  ha  impresionado  sus  corazones 
más  efectivamente  que  cualquier  otra  cosa  que  yo  haya  visto. 

"Los  servicios  regulares  de  la  mañana  v  del  atardecer  tienen 
un  efecto  evidente  sobre  todos.  La  autoridad  de  la  Palabra  de 
Dios  y  de  la  Ley  de  Dios;  el  amor  de  Dios  revelado  en  Cristo; 
Cristo  nuestro  ejemplo,  brillando  como  la  luz  de  un  faro  entre 
las  oscuras  aguas  de  la  'culpa  y  la  miseria  del  hombre;  el  don 
prometido  del  Espíritu  santificador,  todo  esto  no  podría  dejar 
de  modificar  considerablemente  la  rudeza  e  ignorancia  aun 


134 


ARNOLDO  CANCLINI 


de  la  vida  fueguina,  como  se  lo  puede  comprobar  cada  día, 
que  trae  testimonio  de  estas  cosas. 

"De  hecho,  atribuyo  la  continencia  de  estos  nativos  y  su 
lealtad  a  las  promesas  y  su  prontitud  en  realizar  todos  mis 
deseos,  todo  a  esta  enseñanza  constantemente  reforzada. 

"De  tal  modo,  durante  la  adoración  matutina  siento  una 
especie  de  garantía  de  un  día  ordenado  y  próspero.  La  disci- 
plina de  la  oración  se  ha  manifestado  en  la  forma  en  que  ha 
sometido  a  los  nativos  —  más  o  menos  —  a  deberes  que  hasta 
ahora  les  eran  extraños  y  desconocidos." 

Muchos  otros  fragmentos  de  su  diario  durante  ese  período 
se  refieren  a  sus  luchas,  al  trabajo  manual  que  realizaban  o 
planeaba  y  a  los  planes  para  el  futuro  de  la  misión. 

En  otra  oportunidad,  se  produjo  un  nuevo  incidente,  que 
encontramos  relatado  sólo  con  estas  palabras: 

"Ha  tenido  lugar  otro  combate,  que  me  atemorizó  grande- 
mente. El  grupo  ofendido  dice  que  volverá  con  una  partida 
de  indios  de  tierra  (onas).  De  ser  así,  esto  resultará  malo  para 
la  misión  y  puede  llevar  al  saqueo  de  la  estación.  Por  supuesto 
que  si  no  se  les  resiste,  robarán  todo  lo  que  puedan.  Para  con- 
ciliar a  los  invasores,  los  nativos  locales  quizá  se  unan  en  un 
ataque  a  mi  casa,  mas  nosotros  estamos  bajo  la  buena  vigilancia 
de  Dios  y  no  temo  mal  alguno".  Afortunadamente,  sus  temo- 
res no  llegaron  a  hacerse  realidad. 

Mientras  todo  esto  sucedía,  el  Alien  Gardiner  estaba  fon- 
deado en  la  bahía,  pero  sus  hombres  tenían  orden  de  no  bajar 
a  tierra.  En  julio  fué  otra  vez  a  Keppel,  en  busca  de  provisio- 
nes y,  al  volver,  casi  un  mes  más  tarde,  traía  a  Stirling  una  no- 
ticia extraordinaria:  la  Iglesia  Anglicana  había  resuelto  nom- 
brarlo su  primer  obispo  para  Sud  América,  con  sede  en  las 
Malvinas,  mostrando  así  el  reconocimiento  que  su  actividad  y 
heroísmo  merecían. 

Partió  entonces,  dejando  las  cosas  de  Ushuaia  al  cuidado  de 
sus  amigos  indígenas,  y  fué  en  seguida  a  Inglaterra,  donde  el 
21  de  diciembre  fué  consagrado  como  primer  obispo  anglicano 
para  Sud  América,  en  la  Abadía  de  Westminster. 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


135 


Fué  obispo  hasta  1900,  fecha  en  que  renunció  porque  su 
edad  avanzada  no  le  permitía  seguir  viviendo  en  el  desagradable 
clima  malvinero.  La  actividad  desplegada  durante  esos  treinta 
años  fué  extraordinaria.  No  se  limitó  a  las  Malvinas,  en  cuya 
capital  logró  hacer  edificar  una  hermosa  catedral,  sino  que 
se  extendió  a  buena  parte  de  Sud  América.  Bajo  su  dirección 
la  Sociedad  buscó  nuevos  campos  y  trabajó  en  la  Patagonia, 
en  el  sur  de  Chile  y  el  corazón  del  Chaco  paraguayo.  El  veterano 
obispo  visitó  todos  estos  campos  de  labor,  internándose  tanto 
en  los  frígidos  canales  fueguinos,  como  en  las  intrincadas  sel- 
vas tropicales. 

Al  retirarse  del  obispado  de  Sud  América,  volvió  a  Ingla- 
terra donde  se  radicó  en  Wells,  a  cargo  de  la  iglesia  del  lugar, 
hasta  que  falleció  el  18  de  noviembre  de  1923. 

V 

PRIMERAS  EXPERIENCIAS  ENTRE  LOS  PATAGONES 

1857  -  1861 

Antecedentes.  -  Ofrecimiento  de  Schmidt.  -  Primer  viaje.  - 
Juan  H.  Hunziker.  -  Segundo  viaje.  -  Trabajos  lingüísticos. 

En  1853,  el  navio  inglés  Vexen,  al  mando  del  comandante 
Bernard,  llegó  a  Punta  Arenas  para  investigar  el  saqueo  de  un 
barco  de  la  misma  nacionalidad,  naufragado  en  las  cercanías. 
La  acusación  recaía  sobre  la  tribu  de  un  célebre  cacique  pata- 
gón, llamado  Casimiro  Biguá  o  Vibá,  que  fué  llevado  a  bordo. 
El  indio  juró  ser  inocente  y  se  declaró  amigo  de  los  ingleses, 
demostrando  interés  por  que  sus  "ignorantes  paisanos"  fueran 
instruidos  en  el  cristianismo. 

Casimiro  es  uno  de  los  personajes  más  interesantes  en  la  his- 
toria de  la  Patagonia  del  siglo  pasado.  Se  asegura  que  su  padre 
era  un  francés  llamado  Vibois;  fué  entregado  por  su  madre  a 
algunos  pobladores  del  río  Negro  que  le  instruyeron,  hasta  que 
se  fugó  para  dedicarse  a  la  vida  nómade.  El  gobierno  chileno 


136 


ARNOLDO  CANCLINI 


le  dio  el  título  de  capitán  de  su  ejército  v  le  pagaba  el  sueldo 
correspondiente,  lo  que  no  le  impidió  ofrecer  sus  servicios  a 
la  Argentina,  en  momentos  de  tirantez  entre  ambas  naciones, 
al  hacer  un  viaje  a  Buenos  Aires  con  Piedrabuena,  en  el  trans- 
curso del  cual  entrevistó  al  presidente  Mitre,  quien  le  dió  el 
grado  v  el  sueldo  de  teniente  coronel,  junto  con  el  título  de 
jefe  principal  de  las  tribus  patagónicas.  Además,  Casimiro  reci- 
bió instrucciones  de  concentrar  la  indiada  para  una  eventual 
ocupación  militar  del  Estrecho;  vendo  más  allá  de  lo  acor- 
dado el  cacique  llegó  a  hacer  una  impresionante  demostración 
en  Punta  Arenas.  Al  decir  de  un  historiador,  si  hubieran  tenido 
tiempo,  quizá  Casimiro  hubiera  alcanzado  el  generalato  chi- 
leno... El  célebre  viajero  inglés  Musters  habla  largamente  de 
él  en  su  obra  "Vida  entre  los  patagones". 

Al  volver  el  Vexen  a  Inglaterra,  el  Almirante  británico  in- 
formó  a  la  Sociedad  Misionera  de  Sud  América  sobre  el  pedido 
de  Casimiro  v  desde  ese  momento  este  hecho  fué  tenido  muv  en 
cuenta  al  trazarse  todos  los  planes. 

Debieron  pasar,  sin  embargo,  varios  años  antes  de  que  fuera 
posible  hacer  algo  concreto.  En  enero  de  1857,  el  Alien  Gar- 
diner  partió  de  Keppel  para  reconocer  la  zona  de  Magallanes. 
El  28  de  febrero  estaba  de  regreso  y  no  constan  los  resultados 
del  viaje. 

Un  año  más  tarde,  el  23  de  enero  de  1858,  volvía  a  partir 
llevando  a  Alien  Gardiner,  hijo,  Carlos  Turpin  y  Teófilo 
Schmidt.  El  9  de  marzo  fondearon  en  la  caleta  Bougainville,  al 
sudeste  de  la  península  de  Brunswick,  donde  vieron  un  grupo 
de  indios,  que  posiblemente  eran  alacalufes  y  con  quienes  tra- 
baron relaciones  amistosas.  El  18  del  mismo  mes  estaban  en 
Punta  Arenas,  donde  se  encontraba  la  tribu  de  Casimiro.  Era 
entonces  sólo  un  grupo  muv  pequeño  v,  en  busca  de  otro 
mavor,  visitaron  las  bahías  de  San  Gregorio  v  Oazy  que  años 
antes  recorriera  el  fundador  de  la  misión,  sin  encontrar  indí- 
genas. A  fines  de  mes  estaban  de  regreso  en  Keppel. 

Gardiner,  hijo,  recomendó  ardientemente  la  isla  Isabel,  ubi- 
cada algo  al  norte  de  la  población,  en  el  estrecho  de  Magallanes, 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


137 


esto  es  a  escasa  distancia  tanto  de  la  Patagonia  como  de  Tierra 
del  Fuego,  o  sea  de  las  tribus  tehuelches,  onas  y  alacalufes.  Sus 
condiciones  geográficas  eran  excelentes  y  su  único  inconve- 
niente era  la  vecindad  con  los  establecimientos  chilenos,  cuyo 
recelo  ya  se  dejaba  entrever. 

El  hombre  para  aquel  trabajo  que,  como  se  verá,  era  más 
bien  una  aventura,  apareció  en  el  joven  Teófilo  Schmidt.  Al 
volver  del  viaje  precitado,  escribió  a  la  misión  ofreciéndose  en 
estos  términos: 

"Me  ofrezco  para  ir  entre  los  patagones  como  catequista  {no 
como  traductor) ,  vivir  con  ellos  en  sus  toldos,  compartir  su 
comida  y  sacrificar  las  comodidades  de  que  gozo  aquí,  si  al 
menos  otro  hombre,  que  quiera  servir  a  su  Señor  y  Maestro 
en  Su  causa,  quisiera  venir  y  ofrecerse  para  ir  conmigo". 
Juzgaba  necesario  convivir  con  ellos  unos  seis  meses  para  apren- 
der el  idioma  y  luego  continuaba:  "Habiendo  adquirido  algu- 
nos conocimientos  de  su  lengua  y  mostrándome  amable  v  afec- 
tuoso con  ellos,  podré,  con  la  bendición  de  Dios  sobre  mis 
propósitos,  persuadir  a  algunos  a  darme  a  sus  hijos,  que  quizá 
podremos  llevar  a  Cranmer  para  ser  educados  de  acuerdo  a  los 
planes  de  la  Sociedad." 

Como  la  misión  no  se  expedía  tan  prontamente  como  él  lo 
creía  necesario,  volvió  a  escribir  insistiendo.  "Deseo  ir",  decía, 
"y  hacer  un  intento  de  vivir  con  ellos  y  espero  que  pronto  podré 
hablarles  en  su  propia  lengua,  al  menos  en  un  período  razona- 
blemente corto".  Finalmente,  la  misión  aprobó  sus  planes. 

Antes  de  seguir,  digamos  que  Schmidt  había  nacido  en  Wur- 
temberg,  Alemania,  y  que  se  había  educado  en  el  colegio  de 
Aarau,  en  Suiza.  Luego  siguió  sus  estudios  religiosos  en  la  Mi- 
sión de  Peregrinos  de  San  Chrischona,  colegio  establecido  en 
1815  por  la  Misión  de  Basilea  para  preparar  sus  obreros.  Al  en- 
trar al  servicio  de  la  Sociedad  Misionera  de  Sud  América,  tenía 
sólo  veintidós  años  y  lo  hizo  en  carácter  de  lingüista,  título  qui- 
zá un  poco  altisonante,  ya  que  hasta  ese  momento,  el  joven  po- 
seía únicamente  cuatro  lenguas  'europeas.  Sin  embargo,  demos- 


138  ARNOLDO  CANCLÍNI 

tró  que  tenía  una  capacidad  especial  para  ese  tipo  de  trabajo,  en 
vista  de  la  labor  realizada  posteriormente. 

Como  no  había  aparecido  aún  un  compañero  de  tareas, 
Schmidt  partió  solo  de  Keppel  el  4  de  febrero  de  1859  y,  des- 
pués de  un  accidentado  viaje,  llegó  a  Punta  Arenas  a  fines  de 
marzo.  Se  encontraba  allí  un  gran  grupo  de  indios,  al  mando  del 
cacique  Ascaik.  El  gobernador  Jorge  C.  Scvthe,  dinamarqués, 
que  demostró  siempre  simpatía  a  la  obra  misionera,  puso  a 
Schmidt  en  contacto  con  los  tehuelches,  que  se  mostraron  curio- 
samente suspicaces.  Había  entre  ellos,  por  lo  general,  uno  o 
más  blancos,  pero  que  casi  siempre  eran  fugados  de  la  justicia, 
bandoleros  o  marinos  desertores;  era  sumamente  extraño  que  la 
autoridad  apadrinara  a  quien  quisiera  ir  a  vivir  con  ellos,  máxime 
en  tal  caso  en  que  sus  propósitos  les  resultaban  bastante  oscu- 
ros. Además  surgieron  influencias  de  personas  pocos  escrupu- 
losas, que  se  esforzaban  por  obstaculizar  el  viaje,  pero  sus  in- 
tentos fracasaron  y  Schmidt  partió  con  los  indios  el  23  de 
abril.  C1) 

Al  principio  descendieron  a  lo  largo  de  la  costa,  para  inter- 
narse luego  y  permanecer  errando  unos  tres  meses  en  las  vecin- 
dades de  San  Gregorio.  En  Dungeness  —  que  es  el  Finisterre  de 
la  Patagonia  sobre  el  Atlántico  — ,  lugar  tormentoso  por  excelen- 
cia, encontraron  un  barco  recién  embarrancado.  Los  indios  en- 
contraron allí  gran  cantidad  de  alcohol,  con  el  que  se  emborra- 
charon; sobrevino  entonces  una  gresca  descomunal  al  repartirse 


(!)  Años  más  tarde,  el  viajero  inglés  Jorge  Musters  realizó  un 
viaje  muy  similar  con  la  tribu  de  Casimiro;  su  relato  es  sumamente  inte- 
resante y  confirma  la  descripción  que  de  los  indígenas  hicieron  los 
misioneros.  Existe  traducción  castellana  del  libro  con  el  título  "Viaje 
entre  los  patagones".  Otro  relato  clásico  es  el  del  francés  Augusto 
Guinnard,  que  fué  apresado  por  los  salvajes  y  que  hizo  entre  ellos  una 
dura  vida  de  esclavitud;  sin  embargo,  debe  tenerse  en  cuenta  que,  aun- 
que el  libro  lleva  el  nombre  "Tres  años  de  esclavitud  entre  los  pata- 
gones", sus  captores  no  fueron  de  esa  raza,  o  sea  de  los  llamados  te- 
huelches, sino  más  bien  puelches,  que  vivían  en  el  sur  de  la  actual  pro- 
vincia de  Buenos  Aires  y  en  la  zona  de  los  ríos  Negro  y  Colorado,  al 
norte  de  la  Patagonia. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  139 


la  carga,  pero  afortunadamente  el  misionero  no  sufrió  daño 
alguno. 

Seis  días  más  tarde,  partieron  hacia  el  norte  y  en  Güer  Aike, 
sobre  el  río  Gallegos  y  cerca  del  Coig  o  Coyle,  en  el  actual 
territorio  de  Santa  Cruz,  encontraron  las  tribus  de  los  caciques 
Casimiro,  Kailé  y  Watchy,  que  venían  del  río  Negro.  La  tribu 
de  Casimiro  estaba  muy  disminuida,  pues  sólo  tenía  unos  cien 
individuos.  Todos  juntos  volvieron  al  lugar  del  naufragio  y  las 
escenas  cruentas  se  repitieron. 

Finalmente,  el  seis  de  octubre  estaban  de  regreso  en  Punta 
Arenas.  En  aquellos  cuatro  meses,  Schmidt  había  trabajado  acti- 
vamente por  ganar  la  confianza  de  los  indios  y  formar  un  voca- 
bulario de  su  idioma.  Posiblemente,  al  principio,  se  entendían  en 
castellano,  que  los  caciques  solían  hablar  y  que  él  había  estudiado 
en  Europa.  Recogió  asimismo  numerosas  observaciones  de  ca- 
rácter etnográfico  sobre  los  tehuelches  y  anotó  muchas  de  sus 
costumbres;  llevaba  cuidadosamente  un  diario,  en  el  que  iba  des- 
cribiendo los  lugares  por  donde  pasaba.  Fué  el  primer  viajero 
blanco  que  recorrió  el  curso  del  río  Coig,  y  que  además  lo* 
describió,  con  una  admirable  precisión. 

De  acuerdo  con  lo  planeado,  el  Alien  Gardiner  debía  haber 
estado  esperándolo,  pero  en  realidad  no  había  llegado.  Schmidt 
comenzó  a  inquietarse  después  de  un  tiempo  de  espera  y  las 
noticias  que  recibió  finalmente  no  podían  servir  para  tranquili- 
zarle: el  grupo  misionero  que  viajaba  en  el  Alien  Gardiner  había 
sido  masacrado  en  Wulaia  y  el  barco  estaba  prácticamente  des- 
mantelado. Estos  acontecimientos  dificultaban  grandemente  el 
trabajo,  haciéndolo  casi  imposible;  Schmidt  recibió  entonces  ins- 
trucciones de  ir  a  Inglaterra,  para  discutir  sus  planes  con  el  Co- 
mité. La  vida  del  desierto  había  resentido  su  salud,  por  lo  que 
aceptó  gustoso  la  idea.  Mientras  tanto,  había  surgido  otra  difi- 
cultad con  la  muerte  de  su  amigo  indio  Ascaik. 

En  esa  misma  época,  apareció  un  compañero  de  labor.  Se 
trataba  del  joven  suizo  Juan  Federico  Hunziker,  nacido  en  el 
cantón  de  Argovia  y  educado  también  en  Aarau  y  en  San  Chris- 
chona,  donde  había  conocido  a  Schmidt.  El  23  de  febrero  de 


140 


ARNOLDO  CANCUNI 


1860  fué  aceptado  y  el  29  de  agosto  llegaba  a  Keppel,  donde 
quedó  esperando  a  su  futuro  compañero,  que  aun  estaba  en  In- 
glaterra, porque  los  medios  de  regresar  eran  sumamente  escasos. 

Ardía  en  su  interior  por  comenzar  el  trabajo  y  lo  demostra- 
ba escribiendo:  "Que  pronto  llegue  el  tiempo  cuando  pueda 
unirme  a  él  (Schmidt)  v  cuando,  en  amor  fraternal,  podamos 
realizar  la  obra  del  Señor  entre  los  patagones".  Otra  vez  expre- 
saba: "Ale  alegro  al  prever  el  tiempo  cuando  Mr.  Schmidt  llegue 
aquí  a  Cranmer  y  vayamos,  tomados  de  la  mano,  a  la  Patagonia, 
para  usar  nuestro  tiempo  y  ser  usados  por  el  Señor".  Mientras 
tanto,  estudiaba  fonética  y  practicaba  equitación  en  el  caballo 
que  Casimiro  regalara  a  Gardiner,  hijo,  en  1858. 

El  12  de  enero  de  1861  Schmidt  llegó  a  Keppel,  llevando  una 
gran  cantidad  de  chucherías  para  obsequiar  a  los  indios  y  algu- 
nos elementos  de  instrucción.  Hunziker  expresó  su  satisfacción 
por  la  llegada  de  su  compañero  en  estas  palabras:  "iMr.  Schmidt 
y  yo  nos  sentimos  muy  felices  juntos,  en  perfecta  unidad.  Me 
siento  muy  agradecido  al  Señor,  que  me  permite  tener  junto  a 
mí  un  compañero  de  trabajo  experimentado,  con  quien  tengo 
comunión  en  oración". 

El  9  de  julio  se  encontraban  ambos  en  Punta  Arenas.  Mien- 
tras esperaban  a  los  indios,  Hunziker  aprovechó  el  tiempo  para 
hacer  una  excursión  a  la  caleta  Bougainville.  El  gobernador  les 
recibió  con  gran  amabilidad.  Previamente  había  escrito  a  la  mi- 
sión ofreciendo  sus  servicios,  en  estas  palabras:  "Si,  por  medio 
de  mi  influencia  sobre  los  indios,  puedo  ser  de  alguna  utilidad 
a  estos  dos  jóvenes,  que  van  adelante  a  preparar  el  camino  para 
predicar  la  Palabra  de  Dios,  en  lugares  donde  nunca  se  la  oyó 
antes,  pueden  ustedes  estar  seguros  que  haré  cuanto  esté  a  mi 
alcance  para  garantizar  su  seguridad  y  proveerles  en  lo  que  pue- 
da serles  necesario".  Al  respecto,  había  logrado  que  Gemoki, 
hijo  y  sucesor  de  Ascaik,  se  hiciera  responsable  de  la  seguridad 
personal  de  los  misioneros;  el  cacique  cumplió  celosamente  su 
promesa  ya  que  fué  "muy  amable  en  su  carácter  y  muy  gentil 
en  sus  maneras".  En  la  misión  solían  llamarle  Gentlevian  John 
(el  Caballero  Juan). 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


141 


Durante  el  mes  de  julio,  llegó  la  tribu  de  Casimiro,  quien 
aceptó  la  compañía  de  los  misioneros  y  partió  con  ellos  el  27  del 
mismo  mes.  Comenzó  una  nueva  peregrinación  por  la  Patagonia 
austral.  Generalmente,  los  indios  erraban  desde  Punta  Arenas, 
donde  comerciaban  con  los  chilenos,  hasta  Carmen  de  Patago- 
nes, donde  lo  hacían  con  los  argentinos,  ya  que  en  el  resto  de  la 
Patagonia  no  existía  aún  pueblo  alguno;  en  las  rías  encontraban 
a  veces  barcos  loberos,  con  los  que  también  traficaban. 

En  este  caso,  sin  embargo,  no  fueron  tan  al  norte.  El  17  de 
agosto  llegaron  a  Güer  Aike,  que  era  uno  de  los  puntos  habitua- 
les de  reunión,  donde  encontraron  a  Gemoki  con  su  tribu,  como 
así  también  las  de  los  caciques  Crimen  y  Cabolo.  En  octubre 
estaban  en  Warenken  Aiken,  sobre  el  Coig,  desde  donde  em- 
prendieron el  regreso. 

Schmidt  y  Hunziker  hacían  mientras  tanto  lo  posible  por 
influir  religiosamente  en  los  patagones.  Todos  los  días  realizaban 
ante  su  vista  un  breve  culto,  que,  según  ellos  mismos  confesa- 
ban, despertaba  poco  interés  entre  sus  rudos  compañeros  de 
nomadismo.  Casimiro  les  entregó  a  sus  dos  hijos  para  que  los 
educaran,  pero  resultaron  ser  perezosos  y  despreocupados.  El 
menor,  llamado  Gálvez,  parecía  ser  un  poco  más  aplicado; 
cuando  Musters  lo  conoció  ocho  años  después  aun  recordaba 
un  himno  evangélico.  Fué  asesinado  en  1876  y  su  esqueleto 
está  en  el  Museo  de  La  Plata. 

El  9  de  octubre  recruzaron  el  río  Gallegos  y  un  mes  después 
estaban  de  regreso  en  Punta  Arenas. 

Fueron  de  allí  a  Keppel  donde  quedaron  unos  cinco  meses, 
preparando  debidamente  el  vocabulario  que  había  recogido.  Ha- 
bían logrado  reunir  unos  mil  vocablos.  Con  ellos  se  publicó  en 
Bristol,  poco  después,  una  pequeña  obra,  bajo  el  título  de 
Vocabulary  and  rudiments  of  Grammar  of  the  Tsoneca  len- 
guage.  Llevaba  el  nombre  de  Schmidt,  posiblemente  por  ser  el 
lingüista  oficial  de  la  misión.  La  edición  debió  ser  muy  limi- 
tada, ya  que  prácticamente  ha  desaparecido  por  completo.  Años 
más  tarde,  el  señor  Jorge  Claraz,  que  mantuvo  cordial  amistad 
con  ambos  misioneros  en  Patagones,  envió  al  Museo  de  La 


142 


ARNOLDO  CANCL1N1 


Plata,  un  manuscrito,  atribuido  a  Hunziker,  y  que  reproduce  el 
vocabulario  de  Bristol.  Además  existe  en  la  biblioteca  del  Mu- 
seo Mitre,  en  Buenos  Aires,  otro  manuscrito,  con  un  breve 
vocabulario  y  gramática  tehuelche,  esta  vez  bajo  el  nombre 
de  Schmidt;  el  general  Bartolomé  Mitre  dedica  noventa  y  dos 
páginas  de  su  "Catálogo  Razonado  de  la  Sección  Lenguas  Ame- 
ricanas" a  la  transcripción  y  comentario  de  esa  obra. 

Con  todos  estos  elementos,  dos  investigadores  del  Museo  de 
La  Plata  estudiaron  a  fondo  el  fundamental  aporte  hecho  por 
ambos  misioneros  a  los  conocimientos  lingüísticos  sobre  los 
indios  patagónicos.  Uno  fué  el  doctor  Roberto  Lehmann-Nit- 
sche,  quien  publicó  en  un  volumen  aquellos  dos  vocabularios, 
con  un  estudio  previo,  como  contribución  al  XVII  Congreso 
Internacional  Americanista,  reunido  en  Buenos  Aires,  en  1910. 
Además,  el  doctor  Félix  F.  Outes  estudió  cuidadosamente  aque- 
llos materiales  y  otros  que  le  fueron  facilitados  por  el  señor 
Claraz  o  que  figuran  en  las  publicaciones  de  la  misión,  dando 
luego  a  conocer  varios  extensos  y  bien  documentados  artículos, 
que  aparecieron  primero  en  la  Revista  del  Museo  de  La  Plata  v 
en  forma  de  folletos  varios  de  ellos  luego. 

Además,  Schmidt  realizó  también  la  traducción  del  Padre- 
nuestro al  tehuelche,  que  fué  publicada  por  Outes,  junto  con  el 
versículo  8  del  salmo  2. 

Terminada  esta  etapa  preparatoria,  la  misión  se  dispuso  a  co- 
menzar un  trabajo  que  trajera  resultados  más  efectivos. 

VI 

ESTABLECIMIENTOS  EN  SANTA  CRUZ  Y  RIO  NEGRO 

1862  -  1897 

Establecimiento  provisional  en  el  Santa  Cruz.  -  Terrible  soledad.  - 
Entrevista  con  los  indios.  -  Patagones,  Viedma,  San  Javier  y  el 
Napostá.  -  Obra  de  Hnmble  hasta  su  muerte. 

En  abril  de  1862,  Schmidt  v  Hunziker  estaban  nuevamente 
en  Punta  Arenr.s,  pero  encontraron  que  la  situación  había  cam- 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


143 


biado  fundamentalmente,  pues  Scythe  ya  no  estaba  allí  y  el 
nuevo  gobernador,  no  sólo  no  los  favorecía,  sino  que  también 
había  llevado  consigo  a  dos  curas  para  que  adoctrinaran  a  la 
población.  Era  necesario,  por  lo  tanto,  cambiar  de  base  de  ope- 
raciones. Volvieron  ambos  rápidamente  a  las  Malvinas  y  allí 
se  les  autorizó  para  intentar  un  establecimiento  provisional  en 
la  desembocadura  del  río  Santa  Cruz. 

El  Alien  Gardiner  se  encontraba  en  viaje  a  Inglaterra,  lle- 
vando a  Despard  de  regreso,  y  a  fin  de  no  desperdiciar  tiempo, 
fletaron  la  goleta  Tilton,  que  les  dejó  en  tierra  el  17  de  mayo. 
El  lugar  elegido  fué  una  parte  de  la  ría,  llamada  Weddel's  Bluff, 
donde  existía  un  cañadón,  protegido  contra  el  viento,  con  abun- 
dancia de  agua  potable,  leña  y  caza,  en  forma  de  guanacos  y 
ñandúes.  Actualmente,  ese  lugar  recibe  el  nombre  de  Cañadón 
de  los  Misioneros  y  tiene  gran  importancia  en  la  historia  de  la 
región,  ya  que  allí  se  levantó  luego  la  primera  población  del 
territorio  de  Santa  Cruz,  con  el  mismo  nombre. 

El  2  de  junio  empezaron  a  levantar  una  casa  desarmable  de 
madera  y  otra  más  pequeña,  como  almacén.  Celebraban  un  culto 
todas  las  mañanas  y  trabajaban  ardorosamente  todo  el  día;  parte 
de  sus  planes  en  cuanto  a  abastecimientos  fracasó  prematuramen- 
te al  emigrar  la  mayor  parte  de  la  caza  y  al  no  resultar  un  inten- 
to de  cultivo.  El  2  de  julio,  el  Tilton  levó  anclas,  dejando  solos 
a  Schmidt,  Hunziker  y  Guillermo  Gardiner.  (*) 

Empezaron  éstos  una  nueva  aventura,  pero  de  tipo  muy  dis- 
tinto a  las  anteriores:  la  soledad.  Ante  ellos  se  extendía  sólo  el 
desierto  patagónico,  plano  como  una  mesa  y  barrido  por  vientos 
constantes,  que  levantaban  polvaredas  insoportables.  Los  prime- 
ros días  tocaron  allí  algunos  barcos  loberos,  pero  luego  vol- 
vieron a  quedar  solos,  esperando  por  más  de  dos  meses  en  esas 
condiciones.  Para  matizar  aquel  tiempo,  se  dedicaban  al  estudio 
y  a  las  observaciones  meteorológicas.  Tres  veces  por  día  regis- 

(!)  No  nos  ha  sido  posible  averiguar  quién  era  el  último  de  los 
nombrados,  o  si  tenía  alguna  relación  con  Alien  Gardiner.  Este  episodio 
es  su  única  aparición. 


144 


ARNOLDO  CANCL1N1 


traban  la  temperatura,  el  estado  del  cielo  y  la  dirección  y  fuerza 
del  viento. 

Un  indio,  que  servía  como  marinero  en  el  barco,  les  había 
dicho  que  a  menudo  acampaban  algunas  tribus  en  la  ribera  nor- 
te, más  al  interior,  y  efectivamente  por  allí  aparecieron  algunas 
columnas  de  humo,  señal  indubitable  de  un  grupo  humano.  El 
16  de  septiembre  llegó  un  grupo  de  indios,  procedentes  del  río 
Negro  y  en  marcha  hacia  el  Gallegos. 

Schmidt  se  les  unió  como  medio  de  encontrar  a  Casimiro  o 
Gemoki.  Partieron  seis  días  después  y  el  8  de  octubre,  a  orillas 
del  Gallegos  se  unieron  con  la  tribu  de  Casimiro. 

Todos  juntos  fueron  hasta  Punta  Arenas,  donde  los  tehuel- 
ches  compraron  alcohol  y  provisiones.  Estas  últimas  se  encon- 
traban en  malas  condiciones;  un  buen  número  se  intoxicó  con 
ellas  y  aun  Schmidt  debió  sufrir  las  consecuencias. 

Habiendo  obtenido  la  promesa  de  Casimiro  de  ir  a  visitarlos 
en  un  plazo  de  dos  meses  y  de  confiarles  tres  niños  de  su  tribu, 
el  misionero  volvió  al  Santa  Cruz,  adonde  llegó  a  principios  de 
diciembre.  Tuvo  entonces  una  sorpresa  desagradable.  La  espan- 
tosa soledad  había  trastornado  un  tanto  a  Hunziker,  que  no  le 
reconoció  y  le  preguntó  si  hablaba  inglés  o  castellano.  Afortu- 
nadamente recuperó  la  razón  poco  a  poco  y  en  un  tiempo  breve. 

Mientras  tanto,  las  provisiones  se  estaban  agotando.  Habían 
esperado  contar  con  abundante  caza  y  habían  errado  además 
el  cálculo  de  lo  que  dejó  el  barco  al  irse,  de  modo  que  la  situa- 
ción comenzó  a  tornarse  delicada. 

En  esa  época,  el  19  de  enero,  se  presentó  en  el  lugar  el  Alien 
Gardiner,  que  traía  a  los  Stirling  y  a  Rau. 

Antes  de  llegar  allí  se  habían  detenido  en  la  desembocadura 
del  río  Negro,  donde  existían  dos  poblaciones:  Carmen  de  Pata- 
gones, en  la  ribera  norte,  y  Viedma,  en  la  sur.  Desde  1860,  por 
lo  menos  se  había  planeado  establecer  a  algún  misionero  en  ese 
punto,  que  era  el  más  austral  ocupado  por  población  blanca 
sobre  el  Atlántico,  "para  mantener  contacto  con  los  indios  y, 
luego  de  obtener  su  confianza,  tratar  de  ganarles  para  Cristo". 

El  6  de  junio  de  1862,  en  la  reunión  anual  de  la  misión,  Stir- 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


145 


ling  informó  que  se  habían  encontrado  dos  candidatos  para  el 
río  Negro:  Francisco  Neville  Lett,  de  origen  irlandés,  y  Juan 
Andress,  otro  ex-alumno  de  San  Chrischona.  "Son  hombres  de 
diferente  temperamento  e  indudables  méritos",  dijo  entonces, 
"que  una  vez  combinados  en  espíritu  de  amor,  se  contrabalan- 
cearán y  suplementarán  el  uno  al  otro;  espero,  por  lo  tanto,  que 
su  ubicación  en  el  Carmen  resulte  satisfactoria". 

El  establecimiento  de  una  estación  misionera  en  el  lugar  te- 
nía un  aspecto  completamente  distinto  al  que  habían  tenido  los 
de  las  Malvinas,  Tierra  del  Fuego  o  Santa  Cruz.  En  efecto,  en 
el  primer  caso  estaban  en  tierras  ocupadas  por  Inglaterra,  de 
cuyo  gobierno  se  había  obtenido  el  permiso  correspondiente. 
En  los  otros  dos,  era  difícil  saber  bajo  qué  soberanía  se  encon- 
traban, ya  que  toda  esa  región  era  hasta  entonces  res  nullius,  re- 
clamada tanto  por  argentinos  como  por  chilenos,  en  una  larga 
disputa,  más  o  menos  vivida,  que  no  se  solucionó  hasta  1881. 
No  había,  por  lo  tanto,  en  esos  casos,  necesidad  de  solicitar  per- 
miso a  ningún  gobierno;  más  aún,  no  era  conveniente  hacerlo, 
porque  una  actitud  tal  comprometería  la  buena  voluntad  Acl  otro 
para  con  la  misión. 

En  el  río  Negro,  la  situación  era  distinta  por  primera  vez,  ya 
que  allí  existían  autoridades  de  otra  nación.  La  actitud  que  estas 
asumirían  era  una  incógnita.  Afortunadamente,  fur  cuanto  podía 
esperarse. 

El  2  de  diciembre  de  1862,  el  Alien  Gardiner  fondeó  en  el 
puerto  de  Carmen  de  Patagones.  La  presencia  de  varios  misio- 
neros protestantes,  dos  de  los  cuales  pensaban  establecerse  allí, 
causó  no  poco  revuelo.  El  juez  de  paz,  que  era  a  la  vez  presi- 
dente de  la  municipalidad  y  la  máxima  autoridad  del  pueblo, 
convocó  apresuradamente  a  la  corporación  municipal  para  dis- 
cutir el  problema.  Según  consta  en  el  libro  de  actas,  se  discutió 
largamente  si  tales  misioneros  podían  establecerse  en  ese  lugar 
y,  al  saberse  que  el  objeto  de  la  misión  no  era  otro  "que  el  de 
aprender  el  dialecto  de  los  indios,  instruir  a  los  que  quisieren 
seguirlos  e  internarse  entre  los  salvajes  para  convertirlos  en  sus 
creencias",  acordaron  por  mayoría:  "Que  por  la  Constitución 


146 


ARNOLDO  CANCLINI 


estaba  garantida  la  libertad  de  cultos  en  toda  la  Confederación, 
por  lo  que  no  podía  entrometerse  la  Municipalidad  a  coartarla; 
que  se  participase  el  hecho  al  Superior  Gobierno,  sujetándose  a 
lo  que  él  decretase  a  este  respecto". 

Stirling  mismo  tuvo  cuidado  de  escribir  al  Ministerio  del  In- 
terior, informando  del  comienzo  de  su  obra.  En  la  respuesta,  se 
le  otorgó  amplia  libertad  y  se  le  aseguró  apoyo  moral. 

El  12  de  diciembre  el  barco  prosiguió  hacia  el  Santa  Cruz, 
donde  se  detuvo  hasta  el  28  de  enero,  mientras  esperaba  la  pro- 
metida aparición  de  Casimiro  y  los  suyos.  Entre  tanto,  Rau  diri- 
gió la  construcción  de  un  huerto  y  una  represa  para  regarlo. 
Luego  el  Alien  Gardiner  se  fué,  dejando  solos  otra  vez  a  los 
misioneros,  aunque  Stirling  abrigaba  serios  temores  por  la  salud 
de  Hunziker. 

Nuevamente  pasaron  casi  cuatro  meses  en  esa  situación.  El 
18  de  mayo  aparecieron  simultáneamente  el  Alien  Gardiner  y 
varios  cientos  de  indios,  al  mando  de  Gemoki  y  Casimiro.  Entre 
ellos  se  hizo  un  reparto  de  café  y  galletas,  al  que  los  patagones 
respondieron  con  un  pedido  de  brandy,  pues  no  concebían  un 
barco  sin  alcohol  en  abundancia.  Se  les  hizo  conocer  el  deseo 
de  tener  una  conferencia  con  los  jefes  y  la  sugestión  fué 
aceptada. 

Llegada  la  hora,  todos  se  sentaron  sobre  el  suelo.  Stirling 
ocupó  el  lugar  principal  y  Casimiro,  que  ejercía  la  representa- 
ción de  los  indios,  se  ubicó  enfrente  suyo.  Schmidt,  oficiando 
de  intérprete,  se  puso  a  la  derecha,  y  Gemoki  a  la  izquierda.  Se 
hicieron  demostraciones  de  amistad,  inclusive  el  cambio  de  re- 
galos; los  misioneros  recibieron  tres  quillangos.  Stirling  explicó 
que  su  propósito  no  era  "ocupar  el  territorio,  poner  de  mani- 
fiesto el  poder  extranjero,  ni  aun  comerciar,  sino  enseñarles 
acerca  de  otra  vida  v  de  un  mundo  mejor  más  allá  de  la  tumba". 

Ambos  caciques  demostraron  comprender  lo  que  se  les  decía, 
pero  se  mostraron  reticentes  en  cuanto  a  promesas  definitivas, 
aunque  sin  oponerse  a  que  los  misioneros  se  establecieran  en  su 
territorio.  Reiteradamente,  Casimiro  declaró  que  el  lugar  era 
malo  en  caza  y  que,  si  bien  él  deseaba  que  los  niños  fueran  edu- 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


147 


cados,  los  demás  no  opinaban  igual.  La  opinión  que  se  formó 
Stirling  fué  que  estaba  tratando  de  buscar  algún  medio  de  apro- 
vecharse de  ellos  para  cimentar  su  propia  autoridad. 

Más  tarde,  para  fortalecer  aun  más  las  buenas  relaciones, 
ambos  caciques  visitaron  el  Alien  Gardiner. 

Un  jefe  secundario,  llamado  Platero,  pidió  que  lo  llevaran  a 
las  Malvinas,  pues  deseaba  conocer  al  gobernador.  Su  deseo  fué 
complacido  y  junto  con  él  viajaron  sus  hijos:  Belonkon,  de 
dieciocho  años,  y  Mariquita,  de  veintidós.  Esta  falleció  en  el 
viaje  de  regreso  y  las  atenciones  que  los  misioneros  tuvieron  para 
con  ella  hicieron  que  Platero  les  cobrara  un  gran  afecto,  a  pesar 
de  las  grandes  demostraciones  de  pesar  que  hizo  al  perder  a 
su  hija. 

También  viajaron  a  Keppel,  Schmidt  y  Hunziker,  para  repo- 
ner algo  de  sus  fuerzas  gastadas.  El  último  estaba  tan  envejecido 
que  sus  amigos  casi  no  le  reconocían.  En  el  Santa  Cruz  que- 
daron, a  cargo  de  la  casa,  Guillermo  Gardiner  y  el  marinero 
Mateo  Paravich. 

Stirling  fué  hasta  Patagones  y  allí  indicó  a  Lett  que  visitara 
la  otra  estación  y  que,  luego  de  anunciar  a  los  indios  el  próximo 
regreso  de  los  misioneros,  fuera  a  Keppel  a  informar.  El  10  de 
agosto,  llegó  a  las  Malvinas,  después  de  cumplir  su  misión. 

El  22  del  mes  siguiente,  Schmidt  y  Hunziker  estaban  de 
regreso  con  los  dos  patagones  amigos.  Se  encontraron  con  la 
desagradable  sorpresa  de  que  los  indios  se  habían  ido  tras  un 
lobero  norteamericano  que  les  había  vendido  aguardiente.  Se 
produjo  una  borrachera  general  y  los  patagones  declararon  que 
no  mantendrían  relaciones  con  quienes  no  comerciaran  en 
alcohol. 

Aquello  hizo  afianzar  en  los  misioneros  la  idea  que  ya  se 
había  formado  de  que  era  inútil  permanecer  en  aquel  lugar. 
Por  otra  parte,  una  terrible  sequía  que  prevalecía  entonces  lo 
hacía  casi  imposible.  Desarmaron  la  casa,  embarcaron  todo  en 
el  Alien  Gardiner  y,  junto  con  Platero  y  Belonkon  que  no  que- 
rían separarse  de  ellos,  fueron  al  río  Negro. 

En  ese  lugar,  continuaban  su  trabajo  Lett  y  Andress  quienes 


« 


148 


ARNOLDO  CANCUN1 


pocas  semanas  después  de  su  llegada,  se  habían  trasladado  al 
"pueblo  del  Sur"  como  generalmete  se  llamaba  a  Viedma,  por- 
que parecía  más  favorable  al  Evangelio,  tenía  un  mayor  contac- 
to con  los  indios  tehuelches,  araucanos  y  puelches  y  no  estaba 
tan  dominado  por  la  influencia  de  los  dos  curas  que  les  hacían 
la  guerra  en  Patagones,  recorriendo  el  pueblo  para  prohibir  la 
lectura  de  la  Biblia. 

Con  frecuencia  iban  allí  los  indígenas  o  acampaban  en  las  ve- 
cindades; los  curas  les  hablaban  en  contra  de  los  misioneros 
evangélicos,  desarrollando  así  más  aún  su  natural  suspicacia.  Las 
tribus  que  más  a  menudo  visitaban  la  región  eran  las  de  los  caci- 
ques Roque  y  Calfucurá,  el  más  famoso  en  la  historia  patagónica, 
que  tenía  "un  ejército  de  seiscientas  a  dos  mil  lanzas". 

Era  entonces  aquel  lugar  uno  de  los  "últimos  rincones  de  la 
tierra"  donde,  como  luego  sucedería  en  algunas  islas  del  Pací- 
fico, se  refugiaban  lejos  del  mundo  o  de  sus  conciencias,  gentes 
de  todas  partes.  Así  vemos  que,  entre  el  heterogéneo  público 
de  los  misioneros,  se  contaban  desde  indios  y  criollos  hasta  el 
hijo  de  un  pastor  suizo,  y  la  hija  de  uno  inglés. 

Schmidt  y  Hunziker  hicieron  un  viaje  a  Europa  para  repo- 
ner su  salud,  que  había  sufrido  gravemente.  El  segundo  volvió 
luego  a  establecerse  con  Lett,  aunque  se  radicó  en  un  lugar 
más  distante  llamado  San  Javier,  en  el  punto  conocido  por  Po- 
trero Grande,  donde  se  armó  la  casa  que  había  estado  en  el 
Santa  Cruz  v  que  era  visitada  por  el  cacique  araucano  Chingo- 
leo,  el  puelche  Sinchel  y  algunos  otros.  Allí  estableció  una 
escuela,  para  la  que  logró  la  asistencia  de  algunos  indiecitos. 

Estuvo  trabajando  en  ese  lugar  hasta  fines  de  1866.  El  20 
de  diciembre  llegó  a  las  Malvinas  y  se  separó  de  la  misión,  por 
no  estar  completamente  de  acuerdo  con  los  métodos  empleados 
por  Schmidt,  que  eran  oficialmente  aprobados  por  el  comité. 
Según  su  amigo  Claraz,  Schmidt  se  resistía  a  atraer  a  los  indí- 
genas con  regalos,  pues  quería  que  "acudiesen  espontáneamente 
en  busca  de  la  verdad  y  del  Dios  único  y  sintiesen,  por  sí  mis- 
mos, la  necesidad  de  aprender".  Hunziker,  por  su  parte,  opinaba 
que  era  necesario  civilizarles  y  educarles  primero  y  luego  incul- 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


149 


caries  las  doctrinas  cristianas  que,  a  su  juicio,  no  podían  resul- 
tarles atractivas  en  su  estado  de  salvajismo  nómade.  Con  su 
carácter  amable  y  su  entereza  varonil,  se  adaptó  muy  bien  al 
medio,  logrando  bastante  ascendiente  sobre  los  indígenas,  pero 
su  obra  no  dejó  mayores  resultados  visibles.  Un  ejemplo  típico 
fué  el  de  un  jovencito  patagón  a  quien  tuvo  en  su  casa  durante 
mucho  tiempo,  pero  que  terminó  fugándose  para  vivir  errante 
por  el  desierto. 

Esta  diferencia  de  ideas  ha  sido  general  en  todas  partes  del 
mundo  v  en  todas  partes  también  la  experiencia  ha  demostrado 
la  falsedad  de  la  aparente  lógica  de  los  que  han  pensado  como 
Hunziker.  Los  casos  de  Hans  Egede  en  Groenlandia,  Samuel 
jMarsden  en  Nueva  Zelandia  y  otros  son  los  más  conocidos. 

Durante  su  permanencia  en  San  Javier,  Hunziker  compiló  un 
vocabulario  y  fraseado  puelche,  con  la  ayuda  de  Sinchel  y  de 
algunos  indios  del  cacique  Chagallo  o  Chagaya.  Este  vocabula- 
rio fué  publicado  años  más  tarde  por  el  doctor  Outes. 

El  ex-misionero  vivió  un  tiempo  como  capellán  en  las  Mal- 
vinas y,  después  de  casarse,  se  trasladó  a  Minnesott-  en  los  Esta- 
dos Unidos. 

Mientras  tanto,  Schmidt  también  había  vuelto  de  Europa, 
con  su  flamante  esposa  y  un  nuevo  misionero,  el  médico  Jorge 
Arturo  Humble,  egresado  de  Oxford  y  con  grandes  dotes  musi- 
cales. De  acuerdo  a  las  instrucciones  recibidas,  se  establecieron 
junto  al  caserío  de  "la  Guardia",  a  orillas  del  arroyo  Napostá, 
en  el  sur  de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  cerca  al  lugar  que" 
hoy  ocupa  la  ciudad  de  Bahía  Blanca.  En  las  vecindades  mero- 
deaban las  tribus  de  los  caciques  Ancalao,  Linares  y  Coila,  para 
las  que  instalaron  una  escuela.  Su  intento  fracasó,  porque  los 
indios  se  negaron  a  ir  y,  en  vista  de  ello,  ambos  misioneros  se 
trasladaron  al  río  Negro. 

Llegaron  a  Patagones  en  abril  de  1864,  para  encontrar  que  la 
actividad  del  cura  había  cesado,  debido  a  los  pocos  resultados 
que  obtenía,  ya  que  no  consiguió  que  la  gente  rechazara  las 
Biblias.  En  los  últimos  tiempos,  dió  permiso  para  leer  el  Libro 


150 


ARNOLDO  CANCL1N1 


prohibido  y  al  morir  fué  atendido  por  el  único  médico  del  lu- 
gar: Humóle. 

Poco  después,  Humble  debió  asistir  a  otro  paciente  muy 
distinto  del  anterior.  La  esposa  de  Stirling,  que  había  acompa- 
ñado estoicamente  al  misionero  en  todas  sus  luchas,  fué  atacada 
por  una  grave  enfermedad,  de  la  que  fué  imposible  salvarla.  El 
16  de  octubre  de  1864  entregó  su  alma  al  Señor. 

Cuando  los  misioneros  comprendieron  que  su  fallecimiento 
estaba  próximo,  decidieron  comenzar  los  trámites  para  conseguir 
un  trozo  de  tierra  en  el  cementerio.  Este  era  aún  una  institu- 
ción religiosa  y  su  administración  estaba  en  manos  del  cura,  por 
lo  que  el  entierro  de  la  esposa  de  un  obispo  protestante  cons- 
tituía todo  un  problema.  Stirling  se  dirigió  entonces  a  la  Cor- 
poración Municipal,  solicitando  un  trozo  de  tierra  en  el  cemen- 
terio en  construcción. 

La  opinión  del  cuerpo  fué  unánime.  Uno  de  sus  miembros, 
don  Marcelino  Crespo,  fundó  su  voto  en  los  términos  siguien- 
tes, según  figuran  en  el  libro  de  actas:  "Que,  sin  embargo  de  no 
ser  suficiente  perito  para  deslindar  un  asunto  de  esa  naturaleza, 
v  hallándose  en  Buenos  Aires  el  señor  Cura,  se  permitía  recordar 
las  palabras  que  había  tenido  ocasión  de  oír  de  boca  del  Ilus- 
trísimo  Señor  obispo  en  su  último  viaje  a  la  Capital,  por  Febrero 
de  este  año,  con  motivo  del  pedido  de  orden  para  bendecir  un 
cementerio  nuevo  que  un  individuo  le  formulaba  y  que  eran 
éstas:  'ahora  no  se  puede  bendecir  en  general  un  cementerio 
porque  era  de  necesidad  dar  a  todos  sepultura,  sin  dejar  de 
distinguir  los  méritos  y  virtudes  de  nuestra  Santa  Religión',  que 
agregando  el  señor  Obispo  alguna  palabra  más,  comprendió  que 
su  mente  era  limitar  la  bendición  a  la  sepultura  del  Católico, 
Apostólico,  Romano,  que  por  este  antecedente  y  el  de  no  estar 
bendecido  el  cementerio  que  se  estaba  construvendo  era  de 
opinión  que  se  le  cediera  un  pedazo  de  tierra  para  sepultura 
en  un  paraje,  donde  si  resultase  algún  inconveniente,  se  pudiera 
levantar  una  pared  que  dividiera  el  Cementerio  y  así  podría 
quedar  un  lugar  para  otros  casos  iguales". 

A  continuación,  el  acta  dice:  "El  municipal  don  Felipe  Rial 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  151 


fué  de  igual  parecer,  no  obstante  lo  delicado  y  celoso  que  el 
señor  Cura  Tomatis  se  había  mostrado  en  cuanto  a  la  Misión 
Protestante  Inglesa,  pero  que  no  temía  asegurar  que  la  mayor 
parte  de  este  vecindario  había  mostrado  buena  disposición  y 
mostraría  su  aquiescencia  por  generosidad  humanitaria". 

Finalmente,  el  acta  dice:  "Por  todo  lo  cual  se  resolvió  con- 
ceder sobre  la  izquierda  de  la  Cruz,  e  inmediata  a  la  pared,  las 
varas  suficientes  para  la  sepultura  de  la  señora  Kurjes  (*)  y 
otros  que  pudieran  ocurrir".  Este  documento  y  el  que  se 
refiere  a  la  instalación  de  los  misioneros  se  encuentran  en  el 
libro  "Crónica  de  Carmen  de  Patagones  entre  los  años  1852- 
1855",  al  cual  remitimos  a  quien  quiera  conocer  la  vida  de  la 
población  en  esa  época. 

El  acto  del  sepelio  fué  extraordinario  por  la  cantidad  de 
público  v  por  lo  caracterizado  del  mismo,  que  revelaban  lo 
exacto  de  las  palabras  del  municipal  Rial;  el  Juez  de  Paz,  la 
máxima  autoridad  del  pueblo,  estuvo  presente  en  la  ceremonia 
religiosa.  Este  fué  el  origen  del  cementerio  de  disidentes  de 
Patagones,  donde  la  misión  enterró  sus  muertos  en  el  futuro. 
El  avance  del  pueblo  ocupó  posteriormente  ese  lugar  y  el  ce- 
menterio desapareció. 

En  1867,  la  mala  salud  de  Schmidt  le  obligó  a  abandonar 
Patagones  para  dedicarse  al  pastorado  de  la  colectividad  pro- 
testante de  Fray  Bentos,  hasta  1874  cuando  le  fué  necesario 
volver  a  Europa,  pues  su  salud  no  había  mejorado. 

Humble  continuó  solo  el  trabajo.  Fué  construida  una  es- 
cuela y  un  consultorio  médico  y,  como  ambas  cosas  eran  las 
únicas  que  había  en  el  pueblo,  sus  oportunidades  para  hablar 
del  Evangelio  eran  muy  numerosas.  El  13  de  agosto  de  1865  se 
inauguró  el  templo  de  Viedma  y  cuatro  días  después  la  casa 
del  misionero,  todo  ello  construido  con  fondos  recolectados  en 
Buenos  Aires.  En  la  primera  oportunidad,  el  templo  estaba 
colmado  de  público,  a  pesar  del  mal  tiempo  reinante. 

El  misionero  hacía  también  frecuentes  visitas  a  los  indios,  a 


í1)  No  sabemos  por  qué  se  llama  así  a  la  señora  de  Stirling. 


152 


ARNOLDO  CANCLINI 


quienes  predicaba  la  Palabra  de  Dios,  que  en  muchos  casos 
interesaba  vivamente  a  los  aborígenes.  También  se  celebraban 
reuniones  en  castellano  y  en  1867,  Humble  informaba  que  con- 
currían a  ellas  unas  treinta  personas. 

La  obra  continuó  así  durante  mucho  tiempo  sin  grandes  no- 
vedades. En  agosto  de  1867,  llegó  a  acompañarle  W.  T.  Coombe, 
que  había  trabajado  en  Lota,  en  el  sur  de  Chile,  pero  dejó  el 
lugar  al  año  siguiente  para  ir  a  ocuparse  de  la  obra  entre  la  co- 
lectividad británica  de  Rosario. 

El  19  de  agosto  de  1867,  Humble  se  casó  en  Buenos  Aires, 
con  la  señorita  Williams,  perteneciente  a  una  de  las  familias 
galesas  que  se  habían  dedicado  a  la  colonización  del  Chubut. 
De  ese  matrimonio  nació  un  hijo  que  llegó  a  ser  secretario- 
tesorero  de  la  gobernación  y,  en  una  ocasión,  gobernador  in- 
terino. 

Todo  continuó  normalmente  hasta  1892,  cuando  los  salesia- 
nos  edificaron  un  hospital  en  Patagones  y  la  población  se 
apartó  entonces  de  Humble,  que  dejó  de  ser  el  único  médico 
del  lugar,  para  convertirse  en  el  objeto  de  los  ataques  de  los 
sacerdotes  católicos.  Desde  ese  momento,  desapareció  su  pú- 
blico "español"  e  indígena,  para  limitarse  a  algunos  ingleses, 
alemanes  y  dinamarqueses  que  vivían  allí  v  a  los  galeses  que 
abandonaban  las  colonias  del  Chubut. 

El  4  de  noviembre  de  1893  escribía  lo  siguiente  a  las  auto- 
ridades de  la  misión: 

"En  relación  con  este  lugar,  tengo  muy  poco  que  hacer, 
tanto  de  capellán  como  de  médico.  Este  estado  de  cosas,  sin 
embargo,  no  es  del  todo  un  motivo  de  pesar,  porque  estoy  sin- 
tiendo el  peso  de  los  años;  después  de  cuarenta  años  de  vida 
profesional,  es  natural  que  sienta  deseos  de  descanso;  hasta 
ahora,  yo  y  mi  puesto  parecemos  ser  el  uno  para  el  otro". 

Esta  situación  se  mantuvo  hasta  agosto  de  1897,  cuando 
falleció  este  esforzado  y  valiente  misionero,  que  había  traba- 
jado durante  treinta  y  tres  años  consecutivos  en  aquel  lugar. 

La  misión  no  crevó  oportuno  mantener  una  estación  en 
esa  zona  tan  poco  fructífera  v,  por  eso,  el  fin  de  la  vida  de 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


153 


Humble,  marcó  también  el  fin  de  la  misión  en  tierras  de  la 
Patagonia  continental. 

VII 

DESARROLLO  DE  LA  OBRA  EN  USHUAIA 
1869-  1884 

Ordenación  y  casamiento  de  Bridges.  -  Juan  Lawrence,  Santia- 
go Lewis  y  Jacobo  Resyek.  -  Progreso  en  Ushuaia.  -  Bau- 
tismos. -  Nuevos  misioneros.  -  Ayuda  a  náufragos  y  expedi- 
cionarios. -  Bove  y  Martial. 

Volvamos  a  retomar  el  hilo  de  nuestro  principal  relato,  que 
habíamos  abandonado  cuando  Stirling  era  llamado  a  Europa 
para  ser  consagrado  obispo.  Poco  tiempo  antes,  el  3 1  de  octubre, 
Bridges  había  partido  con  igual  destino,  también  para  ser  or- 
denado, ya  que  la  misión  creyó  que  así  era  conveniente,  dado 
el  puesto  que  debía  ocupar  en  el  trabajo  de  la  misma. 

Se  le  encargó  que  buscara  un  carpintero  y  un  horticultor. 
El  primero  apareció  en  la  persona  de  Santiago  Lewis,  cuya 
joven  esposa,  Eleonora  Britten,  había  dado  a  luz  poco  antes  a 
su  primogénito,  llamado  Guillermo.  El  jardinero  Juan  Law- 
rence,  especializado  en  el  cultivo  de  rosas,  se  ofreció  para  ocu- 
par el  otro  puesto;  también  era  casado  y  con  un  hijo  pequeño. 
Estas  seis  personas  partieron  de  inmediato  hacia  las  Malvinas, 
siendo  seguidas  poco  después  por  Bridges,  que  iba  acompa- 
ñado por  su  flamante  esposa,  María  Ana  Varder,  nacida  efl 
Harberton,  condado  de  Devon,  de  ascendencia  holandesa. 

Estando  en  una  reunión  en  Bristol,  el  misionero  se  encontró 
por  primera  vez  con  aquella  joven  de  su  edad  —  veinticuatro 
años  —  y  rápidamente  comprendió  que  había  encontrado  a  la 
compañera  de  su  vida.  Cinco  semanas  después,  el  7  de  agosto, 
se  casaron,  un  par  de  días  antes  de  la  partida  hacia  Tierra  del 
Fuego.  Ambos  se  complementaban  magníficamente,  pues  si 
él  era  activo  y  enérgico,  casi  diríamos  severo,  ella  era  más  in- 


154 


ARNOLDO  CANCLIN1 


clinada  al  trabajo  tranquilo  de  la  enseñanza  —  era  maestra  —  y 
más  afecta  a  la  tolerancia  y  al  perdón.  En  Montevideo  encon- 
traron a  Stirling,  que  iba  hacia  Inglaterra,  y  que  les  relató 
la  situación  en  Keppel  y  Ushuaia.  En  Stanley  nació  su  hija 
María;  de  allí  fueron  a  Keppel,  donde  encontraron  que  Bartlett, 
no  esperándolos  aún,  se  había  ido  a  Ushuaia  a  dirigir  la  cons- 
trucción de  quintas.  En  la  isla,  además  de  la  señora  y  los  niños 
de  Bartlett,  había  tres  indios  (Cushinjiz,  Gyammanacol  y  Shi- 
fanjiz)  y  un  nuevo  misionero,  llamado  Jacobo  Resyek.  Era 
éste  un  cristiano  mulato,  nacido  en  la  Guayana  Británica,  que 
ejercía  las  funciones  de  maestro  y  predicador  de  la  pequeña 
colonia  y  cuya  naturaleza  taciturna  y  meditativa  en  extremo,  era 
tan  notable,  que  a  primera  vista,  daba  la  impresión  de  ser  sordo. 

El  joven  Bridges,  que  contaba  sólo  con  unos  veintiséis  años, 
iba  a  hacerse  cargo  de  la  superintendencia  de  la  misión  y  es 
lógico,  por  lo  tanto,  que  digamos  algo  sobre  él.  Se  recordará 
que  su  presencia  en  el  Sur,  se  debía  al  hecho  de  ser  hijo  adop- 
tivo de  Jorge  Pakenham  Despard.  Su  involuntaria  relación  con 
dicho  pastor  se  debía  a  que,  siendo  un  niño  de  dos  años,  fué 
encontrado  solo  sobre  un  puente,  abandonado  por  su  familia. 
Para  sorpresa  de  todos  se  comprobó  que,  a  pesar  de  su  edad, 
ignoraba  completamente  el  inglés  y,  por  ese  detalle  y  algunos 
rasgos  fisonómicos,  muchos  suponen  que  era  de  origen  latino, 
quizá  francés  o  italiano.  En  la  imposibilidad  de  averiguar  su 
nombre  se  le  llamó  Bridges,  porque  bridge,  en  inglés  significa 
"puente".  Es  ésta  una  demostración  más  de  que  los  caminos  de 
Dios  son  distintos  a  los  que  el  ser  humano  escogería  y  que  Él 
puede  hacer  un  gran  hombre  de  aquel  a  quien  quizá  desprecien 
los  demás. 

Habiendo  llegado  con  Despard  a  Keppel  en  1856,  se  dedicó 
ardorosamente  al  estudio  del  idioma  yagán,  para  lo  que  demostró 
tener  una  capacidad  especialísima  y,  en  1862,  cuando  su  padre 
adoptivo  volvió  a  Inglaterra,  quedó  interinamente  a  cargo  del 
establecimiento,  aunque  sólo  tenía  diecinueve  años.  Todo  le 
señalaba  como  el  mejor  sucesor  de  Stirling  y  así  lo  comprendió 
el  comité  que,  una  vez  ordenado,  le  confió  ese  delicado  cargo. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  155 


Cuando  llegó  a  Keppel,  hacía  seis  días  que  había  partido 
Bartlett,  rumbo  a  Ushuaia,  donde  permaneció  tres  semanas. 
Al  volver  presentó  un  informe  en  el  que  decía:  "Los  nativos 
se  comportaron  extraordinariamente  bien.  Conté  más  de  cua- 
renta canoas  y  había  alrededor  de  doscientas  cincuenta  perso- 
nas. Preguntaron  mucho  por  usted  y  estaban  ansiosos  por  saber 
si  volvería." 

En  diciembre,  todos  los  misioneros  estaban  reunidos  en 
Keppel,  siendo  nueve  en  total:  los  matrimonios  Bridges,  Law- 
rence,  Lewis  y  Bartlett  y  el  operario  Resyek. 

Este  último  y  Lewis  fueron  a  Ushuaia  a  preparar  las  ins- 
talaciones definitivas  junto  con  un  labrador  llamado  Phillips. 
El  Alien  Gardiner  realizó  desde  ese  momento  gran  cantidad 
de  viajes  entre  Keppel  y  Ushuaia,  llevando  y  trayendo  misione- 
ros y  materiales.  Lawis  volvió  a  las  Malvinas  en  busca  de  su 
esposa  y,  mientras  tanto,  la  estación  quedó  a  cargo  de  Bridges 
y  Resyek.  En  mayo  de  1871,  Lewis  y  señora  llegaron  para 
radicarse  definitivamente  en  Ushuaia,  de  modo  que  ella  fué  la 
primer  mujer  bla,nca  que  vivió  en  Tierra  del  Fuego.  En  el 
viaje  llevaban  aves,  caballos  y  otros  animales,  pero  sólo  sobre- 
vivieron dos  cabras. 

Allí  nació  meses  después,  el  segundo  hijo  de  Lewis,  a  quien 
llamaron  Frank  Ushuaia,  y  que,  con  los  años,  habría  de  con- 
vertirse en  pioneer  de  la  colonización  de  Santa  Cruz.  Este 
niño,  el  primero  de  raza  blanca  que  nació  en  el  archipiélago, 
era  muy  rubio  y  esto  llamaba  mucho  la  atención  de  los  indí- 
genas, que,  desde  hacía  tiempo,  pedían  permiso  para  tocar  los 
cabellos  dorados  de  la  madre.  Viendo  al  bebé,  uno  de  los 
nativos,  con  la  intención  de  decir  un  cumplido,  exclamó  pal- 
pando su  cabecita:  "Parece  cabra". 

El  primer  invierno  fué  muv  riguroso  para  los  tres  valien- 
tes misioneros  y  sus  dos  niñitos.  Las  provisiones  se  agotaron 
y  se  vieron  precisados  a  vivir  de  pescado,  mejillones  y  hongos. 
Muy  a  menudo,  la  señora  de  Lewis  debía  quedar  sola,  cuando  su 
marido  y  Resyek  iban  de  caza  o  exploración.  En  uno  de  estos- 
viajes,  Lewis  descubrió  el  lago  que  los  indígenas  llamaban 


156 


ARNOLDO  CANCLINI 


Cahmi  y  que  hoy  recibe  el  nombre  de  Fagnano,  porque  ge- 
neralmente se  cree  que  su  descubridor  fué  un  misionero  salesiano, 
lo  que  es  un  error.  Además  fué  el  primer  hombre  blanco  que 
navegó  por  sus  aguas. 

Para  ganar  la  amistad  de  los  indígenas,  los  misioneros  les 
regalaban  ropas  que  a  menudo  no  sabían  usar,  ya  que  hacían 
tres  o  cuatro  pedazos  de  cada  saco  y  se  ponían  una  pierna 
de  pantalón  cada  uno. 

En  septiembre  del  mismo  año,  Bridges  y  Lawrence,  con  sus 
esposas,  llegaron  a  acompañarles,  en  momentos  en  que  había 
allí  alrededor  de  trescientos  indígenas. 

Al  llegar  Bridges  a  Ushuaia,  tuvo  la  grata  sorpresa  de  en- 
contrar a  Sisoi,  uno  de  los  indígenas  que  Stirling  había  llevado 
a  Inglaterra.  Mientras  sus  compañeros  de  viaje  estaban  en 
Lauaia,  fué  a  visitarlos  e  igual  cosa  hizo  cuando  Stirling  estaba 
en  Ushuaia  y,  si  no  fué  a  radicarse  con  ellos,  era  porque  amaba 
mucho  a  su  padre,  de  quien  no  se  quería  separar.  Cuando  Brid- 
ges visitó  la  estación  en  julio  de  1870,  lo  encontró  allí  porque 
su  progenitor  había  muerto  poco  antes;  el  misionero  le  entregó 
entonces  un  Nuevo  Testamento  que  le  habían  mandado  algunos 
amigos  que  dejara  en  Inglaterra.  Lucca  le  aseguró  que  el  joven 
tenía  "una  maravillosa  pureza  de  carácter  v  un  temperamento 
muy  dulce". 

El  domingo  siguiente,  Sisoi  dirigió  el  canto  y,  al  terminar, 
le  correspondió  hacer  lo  mismo  con  la  recitación  del  Padre- 
nuestro. Una  semana  después,  Bridges  tuvo  con  él  y  con  Okok- 
ko  y  Lucca  una  reunión  privada  en  la  que  leyeron  Mateo  24: 34 
y  el  misionero  oró  por  ellos,  luego  de  hablarles  con  más  inti- 
midad de  la  que  usaba  frecuentemente. 

Durante  esos  meses,  se  inició  la  construcción  de  una  casa  de 
hierro,  que  Stirling  había  hecho  llevar  desde  Inglaterra  y  que, 
por  eso,  recibió  su  nombre.  La  casa  que  usaban  anteriormente 
fué  convertida  en  capilla,  en  la  que  se  celebraban  las  clases  v 
los  servicios  religiosos. 

Poco  antes  de  la  llegada  de  Bridges,  se  produjo  en  el  lugar 
una  batalla  campal  entre  indígenas;  los  misioneros,  temiendo 


'  HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


157 


ser  atacados,  se  encerraron  en  una  casa.  Lewis  con  una  escopeta 
y  Resyek  con  un  hacha,  ya  que  no  tenían  más  armas,  se 
pusieron  de  guardia  en  las  puertas,  pero  fueron  respetados.  So- 
bre el  campo  quedaron  tres  muertos  y  gran  número  de  heridos 
a  quienes  socorrieron  los  misioneros. 

En  marzo  de  1872,  Stirling  les  hizo  una  visita.  Después  re- 
lató sus  impresiones  con  las  siguientes  palabras:  "En  Ushuaia 
encontramos  que  en  el  grupo  misionero,  todos  estaban  bien  y 
alegres.  Externamente,  la  apariencia  del  incipiente  estableci- 
miento es  muy  prometedora.  La  "casa  de  Stirling"  ocupa  una 
buena  posición  e  inmediatamente  junto  a  ella,  al  frente  y  de- 
trás, se  encuentran  las  huertas  de  los  residentes  que  están  ad- 
mirablemente bien  cuidadas.  Un  trozo  de  tierra  de  cinco  acres 
y  medio,  con  un  cerco  alrededor,  pertenece  a  seis  familias  na- 
tivas. Este  terreno  ocupado  por  quintas  forma  el  último  plano 
del  establecimiento,  que  se  compone  de  la  "Casa  de  Stirling", 
la  "Casa  de  Islee"  y  una  diminuta  capilla.  Entre  estos  edificios, 
se  encuentran  diseminadas  varias  chozas  de  las  mejor  construi- 
das. Más  atrás  hay  un  campo  de  dos  acres  y  medio  con  un 
tambo,  todo  bien  cercado." 

En  esa  ocasión,  Stirling  tuvo  la  alegría  de  bautizar  a  treinta 
y  seis  creyentes  indígenas,  incluyendo  a  Okokko,  Lucca,  Pi- 
noia  y  Sisoi,  y  de  casar  a  siete  parejas.  También  fué  bautizado 
ese  día  Blackbird,  el  indio  que  intentó  atentar  contra  la  vida 
de  Stirling  en  su  período  de  soledad.  Estas  ceremonias  se  lle- 
varon a  cabo  al  aire  libre  con  un  público  de  unas  ciento  cin- 
cuenta personas. 

Los  nativos  bautizados  organizaron  espontáneamente  cultos 
vespertinos  en  algunas  casas  donde  se  reunían  para  orar  y  can- 
tar. Stirling  asegura  que  una  de  esas  reuniones  fué  "la  reunión 
de  oración  más  tocante  y  alentadora  de  su  vida".  Según  él 
mismo  contaba,  las  oraciones  eran  "hermosas  en  la  construc- 
ción, profundamente  reverentes  en  el  tono,  elocuentes  en  la 
expresión  y  llenas  de  emoción". 

La  primera  de  estas  reuniones  se  realizó  por  sugestión  de  un 
nativo  llamado  Maracol  y  de  ella  tenemos  un  relato  dejado  por 


158 


ARNOLDO  CANCLINI 


Lewis.  Eran  treinta  y  cinco  en  total  y  comenzaron  cantando 
el  himno  "Roca  de  la  eternidad".  Luego  Okokko,  llamado 
ahora  Jorge  Despard,  "imploró  la  ayuda  divina  para  sí  y  para 
todos  los  que  habían  sido  bautizados,  y  pidió  una  bendición 
para  Despard,  Stirling  y  los  otros  miembros  de  la  misión  que  él 
conocía,  mencionando  a  cada  uno  por  su  nombre.  También 
pidió  a  Dios  que  hiciera  que  su  pueblo  escuchara  y  ayudara  a 
Bridges  y  a  todos  los  que  vinieran  a  enseñarles,  terminando 
con  (como  él  la  llamaba)  "la  oración  de  Jesús". 

Lucca,  que  había  recibido  el  nombre  de  Esteban,  dió  gra- 
cias porque,  aunque  en  un  tiempo  habían  sido  paganos,  enton- 
ces eran  cristianos  y  pertenecían  a  la  familia  de  Dios. 

Maracol,  llamado  Stirling,  se  dirigió  humildemente  a  Dios 
como  a  su  padre,  dándole  gracias  "porque  dió  a  la  muerte  a  su 
único  Hijo  para  que  ellos  pudieran  ser  salvos"  y  agregó  que 
quería  vivir  mejor  y  agradar  al  Señor. 

Pinoia,  bautizado  Alien  Gardiner,  oró  "con  palabras  más 
flúidas  y  ordenadas,  porque  para  él  orar  no  era  una  novedad. 

Uno  de  ellos,  llamado  William  Bartlett,  recordó  en  su  ora- 
ción la  masacre  de  Wulaia  y  pidió  que  los  misioneros  no  fueran 
molestados,  sino  que  fueran  protegidos  por  los  hermanos  cris- 
tianos. 

El  nombre  de  John  Marsh  fué  dado  a  Sisoi,  que  "con  su 
voz  reposada  y  sumisa,  pidió  a  Dios  que  los  preservara  durante 
la  noche  y  les  ayudara  a  sobreponerse  de  la  pereza  y  muchos 
otros  pecados  y  a  ser  buenos". 

Mientras  tanto,  el  trabajo  de  Keppel  continuaba  como  de 
costumbre.  Los  párrafos  siguientes  son  de  una  carta  de  Stirling, 
fechada  el  30  de  noviembre  de  1869.  "Al  llegar  a  Keppel,  me 
agradó  y  sorprendió  mucho  el  aspecto  decente  y  agradable 
desde  todo  punto  de  vista  de  nuestros  indígenas.  Ahora  hay 
siete  en  Cranmer.  Sus  nombres  son:  Cwisenasen  y  su  esposa 
Cushinjizkeepa;  Liwianjiz  y  su  esposa  Pasawulakilirkeepa.  Ja- 
cob Resyek,  natural  de  la  Guayana  Británica,  se  conduce  muy 
bien  y  muestra  gran  constancia  en  enseñar  a  los  nativos  y 
aprender  su  idioma,  en  el  que  ha  hecho  grandes  progresos. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


159 


Pienso  llevarlo  a  Ushuaia  cuando  transportemos  la  "Casa  de 
Stirling".  El  desea  ir. 

"Todos  los  días  a  las  8,45  de  la  mañana,  nos  reunimos  para 
las  oraciones  matutinas,  en  las  que  siempre  se  canta  un  himno, 
se  lee  un  trozo  de  la  Santa  Palabra  de  Dios  y  nos  entregamos  a 
la  oración  y  el  agradecimiento.  Después  de  la  oración,  hay 
clase  durante  una  hora  para  los  nativos  y  los  niños  ingleses, 
dirigida  algunas  veces  por  Jacob  y  otras  por  mí.  Luego  los 
indígenas  hacen  el  trabajo  que  corresponde  hasta  la  hora  del 
almuerzo.  Una  hora  para  el  almuerzo,  de  una  a  dos,  trabajo 
hasta  las  cinco  y  media.  Escuela  para  niños  ingleses  de  tres  a 
cinco,  dirigida  tanto  por  mí  como  por  la  señora  de  Bridges. 
Jacobo  Resyek,  salvo  en  las  horas  de  clase  asiste  regularmente 
al  trabajo." 

En  Keppel  estaban  los  esposos  Bartlett  con  sus  cinco  hijitos, 
todos  nacidos  en  las  Malvinas.  Resyek  y  los  Bartlett  fueron 
trasladados  más  tarde  a  una  nueva  estación  misionera  que  se 
abrió  sobre  el  río  Purús,  uno  de  los  más  lejanos  afluentes  del 
Amazonas,  en  el  interior  del  Brasil,  donde  trabajaron  durante 
algunos  años,  hasta  que  la  falta  absoluta  de  comunicaciones  y 
otras  dificultades  insuperables  mostraron  la  conveniencia  de 
abandonar  ese  esfuerzo. 

A  Ushuaia  llegaron  nuevos  misioneros:  en  1873,  Joanna  Var- 
der,  hermana  menor  de  la  señora  de  Bridges,  y  en  1875,  Ro- 
berto Whaits,  con  su  esposa  y  una  hija  joven.  El  era  un  arte- 
sano hábil  y  muy  preparado.  Su  laboriosidad  era  extraordina- 
ria; montó  una  carpintería  y  una  fragua,  que  atraía  grande- 
mente la  atención  de  los  indios  y  de  los  hijos  de  los  misioneros. 

Lewis  y  su  esposa  volvieron  a  Keppel  en  1873.  El  primero 
había  ido  unos  meses  antes  a  Wulaia,  en  busca  de  los  restos 
de  los  misioneros  asesinados  en  1859;  estuvo  de  regreso  el  2  de 
noviembre  y  luego  la  parte  mortal  de  los  mártires  fué  sepul- 
tada en  el  cementerio  de  la  misión.  El  lugar  de  los  Lewis  fué 
ocupado  por  los  Lawrence,  que  tenían  también  dos  niños. 

Poco  después,  acaeció  la  muerte  de  uno  de  los  indígenas 
que  más  habían  actuado  hasta  entonces:   Jack.  Llegado  a 


160 


ARNOLDO  CANCLIN1 


Ushuaia,  desde  Keppel,  con  Lawrence,  había  gozado  siempre  de 
poca  salud  y  el  10  de  mayo  de  1874,  en  plena  juventud,  su 
alma  voló  al  Creador,  en  quien  creía  firmemente.  Fué  él  uno 
de  los  muchos  familiares  de  Jemmy  Button  que  llegó  a  conocer 
al  Señor  y  a  servirle  fielmente.  Como  ya  hemos  relatado, 
cuando  aquel  indígena  estuvo  en  Keppel  en  1857,  tenía  tres 
hijos.  El  primero,  Threeboys,  había  muerto  tempranamente, 
poco  después  de  ser  bautizado,  siendo  el  segundo  en  pasar  por 
esa  ceremonia. 

La  hija,  que  tenía  unos  siete  años  cuando  estuvo  en  Keppel, 
fué  bautizada  el  20  de  julio  de  1874  y  recibió  entonces  el  nom- 
bre de  Hester;  el  mismo  día  se  casó  "legalmente"  con  su  esposo 
Liwia,  bautizado  en  esa  ocasión  como  Felipe.  El  hijo  de  ambos, 
Jorge,  nacido  en  Keppel,  llegó  a  ser  uno  de  los  indígenas  más 
preparados  y  fué  maestro  de  la  misión  tanto  en  Ushuaia  como 
en  Keppel,  hasta  1900,  cuando  falleció.  Su  padre  también  mu- 
rió tempranamente  y  su  madre  se  casó  nuevamente  en  1882 
con  Roberto  Yenowa,  bautizado  en  1872,  que  tuvo  también 
una  destacada  actuación  y  que  sirvió  de  piloto  en  el  barco 
argentino  "Villarino";  murió  también  en  1900,  siendo  seguido 
por  su  esposa  en  marzo  del  año  siguiente. 

El  tercer  hijo  de  Jemmy  Button,  Hashwian,  que  fuera  a 
Keppel  teniendo  pocos  meses,  fué  bautizado  en  1875  y  recibió 
el  nombre  de  Edmundo. 

Otros  indígenas  que  se  destacaron  fueron  Federico  Hamaca, 
bautizado  en  1874;  Enrique  Katannash,  que  hizo  un  viaje  a 
Inglaterra,  y  nuestros  conocidos  Jorge  Okokko  y  su  hijo 
Cranmer,  nacido  en  Keppel,  su  esposa  Sara  Camilenna,  Esteban 
Lucca,  Alien  Pinoia,  John  Sisoi  y  Stirling  Maracol,  que  eran 
los  más  activos  y  preparados;  Okokko  se  destacaba  especial- 
mente por  su  instrucción  aunque  Lucca  lo  aventajaba  en  mate- 
máticas y  Sisoi,  que  tenía  muy  buena  voz,  era  el  director  del 
coro.  Cranmer  Okokko  era  el  que  mejor  hablaba  inglés. 

El  número  de  indígenas  bautizados  nunca  era  muy  grande, 
lo  que  no  debe  mirarse  como  muestra  de  fracaso  sino  de  pru- 
dencia por  parte  de  los  misioneros.  Un  yagán  no  era  bautizado 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


161 


hasta  que  se  tenía  plena  seguridad  de  que  había  sido  convertido 
y  regenerado;  para  probarlo,  se  puede  citar  el  caso  de  Ha- 
maca quien,  junto  con  su  esposa,  pidió  de  ser  bautizado  en  julio 
de  1873,  al  mismo  tiempo  que  Liwia,  pero  a  quien  Bridges  no 
se  lo  permitió,  a  pesar  de  lo  reiterado  de  su  pedido  y  de  ser 
un  indígena  de  buena  conducta,  hasta  noviembre  de  1874. 

Teóricamente,  la  parte  del  trabajo  que  correspondía  a  cada 
misionero  había  sido  bien  delineada.  Bridges  se  ocupaba  de 
la  parte  espiritual,  Lawrence  de  la  escuela,  Whaits  y  su  señora 
del  asilo  de  huérfanos  y  las  otras  mujeres  de  la  enseñanza  a 
las  indias  y  de  las  tareas  específicas  de  su  condición  de  amas 
de  casa.  No  era  posible  conservar  estrictamente  esa  división  y 
todos  los  misioneros  trabajaban  alegremente  en  todo  lo  que 
podían.  De  la  forma  en  que  se  realizaba  el  trabajo  hablaremos 
en  el  capítulo  siguiente. 

La  vida  en  Ushuaia  era  monótona  y  rutinaria,  interrumpida 
sólo  por  visitas  esperadas  o  inesperadas.  La  más  grata  de  todas 
era,  seguramente,  la  del  Alien  Gardiner,  que  les  transportaba 
las  provisiones  necesarias  y,  a  veces,  llevaba  consigo  la  agra- 
dable sorpresa  de  la  visita  del  obispo  Stirling,  que  gozaba  de 
general  aprecio  entre  blancos  e  indios.  Aquellos  viajes  del  barco 
misionero,  a  pesar  de  su  frecuencia,  solían  no  ser  fáciles,  dado 
que  esa  zona  es  una  de  las  peores  del  mundo  para  la  navegación. 
En  más  de  una  ocasión  las  tormentas  amenazaron  con  hundir  a 
la  pequeña  embarcación;  un  ejemplo  fué  el  del  viaje  cuando 
Bridges  y  los  suyos  fueron  a  establecerse  en  Ushuaia,  ocasión 
en  que  tardaron  cuarenta  y  un  días  para  llegar  allí  desde  Kep- 
pel,  porque  el  Alien  Gardiner  fué  lanzado  dos  veces  fuera  del 
estrecho  de  Lemaire  por  las  tormentas  y,  en  uno  de  los  casos, 
tuvo  que  refugiarse  en  la  bahía  de  Buen  Suceso. 

El  veterano  Alien  Gardiner  fué  vendido  en  1874  y  en  su 
lugar  se  compró  otra  embarcación  de  sólo  cuarenta  y  una  to- 
neladas, porque  el  presupuesto  de  la  misión  no  podía  pagar  el 
gasto  que  producía  el  anterior.  La  pequeña  figura  del  barco, 
que  había  sido  un  pesquero  en  el  mar  del  Norte,  hacía  reir  a 
los  lobos  de  mar  de  la  zona,  que  al  encontrarse  con  él  en  el 


162 


ARNOLDO  CANCLIN1 


océano,  lanzaban  exclamaciones  de  burla,  tales  como  "Eh,  chico, 
¿tu  mamá  sabe  que  has  salido  solo?" 

Diez  años  más  tarde,  volvió  a  comprarse  un  barco  mayor, 
de  ochenta  y  cuatro  toneladas,  que  también  se  llamó  Alien 
Gardiner.  Estos  dos  últimos  navios  estuvieron  veinte  años  a 
las  órdenes  del  capitán  Willis. 

Lo  más  frecuente  era  la  llegada  y  partida  de  grupos  de 
indígenas  que,  en  varias  canoas,  iban  casualmente  o  en  busca 
de  alimentos  y  ropas.  A  veces  aparecían  viejos  conocidos,  de 
los  que  quizá  el  caso  más  interesante  es  el  de  Fueguia  Basket, 
la  indiecita  llevada  a  Inglaterra  por  Fitz  Roy  en  1831  y  de  la 
que  no  se  tenían  noticias  desde  1842.  Llegó  a  Ushuaia  en  mayo 
de  1873  y  quedó  allí  durante  cinco  días.  Venía  con  un  grupo 
de  alacalufes,  a  los  que  se  había  agregado  posiblemente  ya  en 
los  tiempos  de  Fitz  Roy,  desde  un  lugar  llamado  Lushuf,  en  un 
canal  al  sudoeste  del  Beagle.  La  acompañaba  su  segundo  es- 
poso, porque  el  famoso  York  Minster  había  sido  asesinado  no 
mucho  antes;  el  de  1873  tenía  sólo  veinte  años,  aunque  ella 
tenía  unos  cincuenta.  Estaba  "fuerte  y  bien",  asegura  Bridges, 
pero  había  olvidado  casi  completamente  su  inglés  y  era  "poco 
comunicativa  y  poco  ingeniosa".  Junto  con  el  idioma,  había 
perdido  todas  sus  ideas  religiosas  y  gran  parte  de  las  costumbres 
de  la  civilización,  hasta  el  punto  de  no  recordar  para  qué  era 
una  silla.  Los  misioneros  le  hablaron  de  la  alegría  que  les 
producía  verla,  de  la  gente  de  Inglaterra  que  ella  había  co- 
nocido y  del  amor  de  Dios  al  cuidarla  tanto  tiempo  y  al 
permitirle  sobrevivir  a  sus  compañeros  de  viaje.  Lo  único 
positivo  que  quedó  de  su  visita  fué  la  buena  cantidad  de 
términos  del  lenguaje  alacaluf,  completamente  distinto  del  ya- 
gan, que  Bridges  pudo  aprender  de  su  conversación  con  ella. 

En  marzo  de  1883,  o  sea  diez  años  después,  aquél  supo  que 
Fueguia  estaba  muy  gravemente  enferma  en  la  isla  London  y 
fué  a  visitarla,  encontrándola  moribunda.  Con  ella  se  extinguió 
el  último  de  los  cuatro  protegidos  de  Fitz  Roy. 

En  diciembre  de  1875,  tuvieron  otra  visita  interesante.  Se 
trataba  de  Schwva-muggins,  el  único  de  los  indios  del  primer 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


163 


grupo  que  había  estado  en  Keppel,  cuya  suerte  se  ignoraba. 
Bridges  relata  que  era  de  temperamento  violento,  lo  que  con- 
cordaba con  su  conducta  anterior,  que  culminó  en  su  intento 
de  estrangular  al  capitán  Fell.  En  enero  de  1882,  llegaron  a 
Ushuaia  las  noticias  de  su  muerte. 

A  veces,  se  producía  también  la  visita  de  un  navio  lobero 
o  ballenero,  inglés  o  norteamericano  por  lo  general,  y  con  una 
frecuencia  que  impresiona,  llegaba  igualmente  la  noticia  del 
naufragio  de  alguna  de  estas  frágiles  embarcaciones.  Los  mi- 
sioneros se  apresuraban  a  auxiliar  a  la  tripulación,  con  el  Alien 
Gardiner  cuando  éste  estaba  cerca,  o  con  algunos  botes  de  que 
disponían,  en  caso  contrario,  y  a  darles  hospedaje  en  la  misión, 
hasta  que  otro  barco  los  recogía  y  devolvía  a  las  Malvinas  o 
Punta  Arenas. 

En  1882,  el  visitante  tuvo  un  carácter  muy  especial.  Se  tra- 
taba del  capitán  Giácomo  Bove,  que  había  sido  enviado  desde 
Itaüa,  al  mando  de  la  Golden  West,  bajo  los  auspicios  del  Ins- 
tituto Geográfico  Argentino.  Este  célebre  marino,  nacido  en 
Maranzana  en  1852  había  viajado  por  China,  Japón  y  Filipinas  y 
había  partido  de  su  país  el  19  de  diciembre  de  1881.  Llegó  a 
Ushuaia  en  la  tercera  semana  de  mayo  y  fué  recibido  con 
alegría  y  amabilidad  por  parte  de  los  misioneros.  Bridges  le 
acompañó  en  sus  recorridas  y  Bove  quedó  maravillado  de  los 
conocimientos  del  misionero  y  le  pidió  que  lo  acompañara  en 
su  viaje  hasta  la  bahía  Slogget,  a  unos  ciento  cincuenta  kiló- 
metros de  Ushuaia. 

Despard  y  Lucas,  los  dos  hijos  mayores  de  Bridges,  le  acom- 
pañaban, siendo  al  segundo  a  quien  debemos  el  relato  del  in- 
fortunado viaje.  Al  llegar  a  Slogget,  el  barco  se  vió  en  medio 
de  una  tormenta,  durante  la  cual  encalló  contra  la  costa.  Brid- 
ges, con  su  calma  habitual,  al  comprender  lo  que  iba  a  ocurrir, 
se  encerró  con  sus  hijos  en  el  camarote,  hasta  que  pasó  el 
peligro.  Luego,  los  marinos  fueron  a  tierra;  el  misionero  tomó 
a  Lucas  por  las  muñecas  y  lo  balanceó  arrojándolo  con  fuerza 
hacia  Reverdito,  el  valet  de  Bove,  con  tan  poca  suerte  que  el 


164 


ARNOLDO  CANCL1NI 


niño  cayó  sobre  los  guijarros  y  las  algas.  Luego  tomó  a  Des- 
pard  bajo  el  brazo,  se  colgó  de  una  soga  y  se  balanceó,  pero 
tuvo  que  repetir  la  operación,  porque  la  primera  vez  sólo  pudo 
dejar  en  tierra  a  su  hijo. 

Una  vez  que  Bridges  hubo  desembarcado  resolvió  que  lo 
mejor  era  pedir  auxilio  a  Ushuaia  y  así  se  hizo.  Se  envió  a  un 
marinero  a  la  misión  en  un  bote,  acompañado  por  el  pequeño 
Despard  para  servirle  de  intérprete  por  si  resultaba  necesario 
bajar  a  tierra  y  tratar  con  los  indígenas.  Tanto  temor  tenía 
el  hombre  a  los  fueguinos  que  llegó  a  Ushuaia  sin  haberse  de- 
tenido ni  una  vez. 

Mientras  llegaba  la  ayuda,  Bridges  trabó  relación  con  al- 
gunos onas,  que  habían  llegado  hasta  allí  y  de  quienes  obtuvo 
la  promesa  de  que  irían  a  visitarlo  a  la  misión.  Como  la  pro- 
mesa no  se  cumpliera,  él  mismo  intentó  más  tarde  cruzar  la 
cordillera,  pero  no  le  fué  posible.  El  Alien  Gardiner  fué 
entonces  a  Slogget  y,  después  de  recoger  a  los  náufragos,  los 
llevó  felizmente  de  regreso. 

El  gobierno  italiano  mandó  a  las  autoridades  de  la  misión 
una  carta  agradeciendo  su  ayuda,  carta  que  acompañó  con  una 
medalla  de  oro  que  representaba  de  un  lado  la  efigie  del  rey 
Humberto  I,  con  su  nombre,  y  del  otro  una  inscripción  que 
decía:  "Demersis  aequore  nautis  amilit  r eligió  saluterrf'  (La 
religión  ha  traído  salvación  a  los  marinos  sepultados  en  el  mar). 
Además,  el  capitán  Bove  escribió  un  libro  sobre  su  viaje,  en  el 
cual  incluyó  elogiosos  párrafos  sobre  la  misión,  que  transcri- 
bimos en  el  apéndice. 

Al  año  siguiente,  por  primera  vez,  visitó  Ushuaia  un  barco 
de  guerra;  se  trataba  de  la  fragata  francesa  Romanche,  que 
llevaba  a  bordo  a  la  misión  científica  del  Cabo  de  Hornos,  a  las 
órdenes  del  capitán  Luis  Fernando  Madrid,  cuyo  nombre  ha 
sido  dado  a  la  cordillera  que  rodea  Ushuaia.  El  móvil  principal 
del  viaje  era  el  de  observar  el  paso  de  Venus  sobre  el  sol,  que 
ocurrió  ese  año,  pero  también  se  hicieron  numerosos  estudios 
de  carácter  meteorológico,  botánico,   zoológico,  antropoló- 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


165 


gico,  geológico,  etc.  Los  resultados  constan  en  nueve  grandes 
tomos,  bien  documentados  e  ilustrados,  bajo  el  nombre  Mission 
Cientifique  du  Cap  Horn;  gran  parte  de  las  fotografías  de  indí- 
genas fueguinos  que  circulan  aún  hoy  son  tomadas  de  esa 
notable  obra. 

La  expedición  se  ubicó  en  la  bahía  Orange,  al  sur  de  Hoste, 
pues  era  el  punto  más  adecuado  para  cumplir  su  cometido. 
Bridges  colaboró  activamente  con  ellos  y  sus  observaciones 
anteriores  les  fueron  de  gran  utilidad.  El  capitán  Martial  afir- 
ma en  el  primer  tomo  que  "los  servicios  que  presta  la  misión  a 
los  navegantes  merecen  el  reconocimiento  de  todas  las  naciones". 

Desde  hacía  algunos  años,  Bridges  sufría  de  una  enferme- 
dad estomacal,  que  se  supone  que  fuera  un  cáncer  y  que  pro- 
vocó su  muerte  relativamente  prematura.  En  1880  había  sufrido 
un  ataque  tan  serio  que  los  médicos  de  Punta  Arenas  le  orde- 
naron que  descansara  una  época;  para  ello  fué  a  Inglaterra  con 
su  familia,  pasando  quince  meses  en  su  patria. 

Durante  la  permanencia  de  la  Romanche,  sufrió  el  segundo 
ataque  grave.  El  doctor  Hyades,  miembro  de  la  expedición, 
fué  a  Ushuaia  v  le  cuidó  afanosamente  hasta  que  pasó  el  peli- 
gro. También  había  pasado  varios  días  en  el  lugar,  revisando 
a  los  indios. 

Mientras  los  franceses  estaban  en  la  bahía  Orange,  vieron 
llegar  un  día  tres  botes  cargados  de  gente.  Eran  veintidós 
náufragos  de  un  barco  alemán,  perdido  en  las  inmediaciones,  y 
a  quienes  conducía  el  indio  cristiano  Cushinjiz,  que  había  estado 
en  Keppel  y  Ushuaia.  Fué  posible  entenderse  entre  su  mal 
inglés  y  el  no  mucho  mejor  del  capitán  y  Ies  ofreció  llevarlos 
a  la  misión,  hacia  donde  querían  dirigirse  los  náufragos  de 
acuerdo  con  las  instrucciones  de  la  guía  del  Almirantazgo  Bri- 
tánico. Fueron  llevados  a  Ushuaia,  donde  quedaron  durante 
bastante  tiempo  a  la  espera  del  Alien  Gardiner,  que  les  llevó  a 
Punta  Arenas.  Durante  esa  época,  hicieron  todo  lo  que  estuvo 
a  su  alcance  por  ser  útiles  a  aquellos  a  quienes  debían  la  vida, 
reparando  los  botes,  trabajando  en  las  quintas,  etc. 


166 


ARNOLDO  CANCLIN1 


La  expedición  francesa  llevó  a  cabo  parte  de  la  tarea  que 
nadie  se  ha  ocupado  de  terminar:  dar  a  algunos  lugares  el  nom- 
bre de  los  valientes  misioneros  que  los  civilizaron.  A  una 
cadena  de  pequeñas  islas  que  cierran  la,  bahía  de  Ushuaia  se  la 
llamó  Bridges  y  a  cada  una  de  las  principales  se  le  dió  el 
nombre  de  uno  de  los  miembros  de  la  familia:  Willie,  Despard, 
Lucas,  Berta,  Varder;  lo  mismo  se  hizo  con  las  familias  Whaits 
y  Lawrence  en  los  islotes  que  bordean  Navarino  frente  a 
Lauaia.  Además  se  dió  el  nombre  de  Bartlett  a  un  cabo  y  un 
islote  frente  a  Navarino. 

A  fines  de  1883  y  principios  de  1884,  se  hizo  presente  otra 
vez  el  capitán  Bove,  que  venía  acompañado  por  el  alférez  de 
navio  argentino  Juan  M.  Noguera;  éste  le  servía  de  ayudante 
y  su  función  era  estudiar  aquella  región  que  había  sido  adju- 
dicada a  la  Argentina  en  el  laudo  con  Chile.  Al  igual  que  las 
oportunidades  anteriores,  Bridges  les  prestó  toda  la  ayuda  po- 
sible y  la  gratitud  de  los  exploradores  fué  muy  grande;  prueba 
de  ello  es  la  conferencia  que,  a  manera  de  informe,  pronunció 
el  alférez  Noguera  ante  el  Instituto  Geográfico  Argentino  el 
2  de  julio  de  1884  y  de  la  cual  se  transcriben  en  otro  lugar  los 
fragmentos  que  se  relacionan  con  la  misión. 

En  septiembre  del  mismo  año,  fondeó  en  la  bahía  la  División 
Expedicionaria  al  Atlántico  Sud,  al  mando  del  comandante 
Laserre,  pero,  dada  su  fundamental  importancia  hablaremos 
de  ella  en  otro  capítulo. 

Es  interesante  consignar,  en  otro  orden  de  cosas,  que  en  ju- 
nio de  1884,  Bridges  hizo  un  viaje  por  los  canales  censando  a 
la  población  indígena.  El  resultado  fué  el  siguiente:  273  hom- 
bres, 314  mujeres  y  358  niños,  lo  que  sumado  a  los  cincuenta  y 
cinco  huérfanos  de  la  misión,  hacía  un  total  de  exactamente 
mil  individuos.  Evidentemente  el  número  de  yaganes  disminuía 
con  rapidez;  en  1830,  Darwin  había  calculado  la  existencia  de 
unos  tres  mil.  Además  de  su  disminución  natural,  otras  causas, 
que  se  verán  luego,  aceleraron  la  extinción  de  la  raza. 


'•HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


167 


VIII 

LA  VIDA  EN  UNA  ESTACION  MISIONERA 
1869-  1884 

El  trabajo.  -  Incidentes.  -  La  cuestión  del  comercio.  -  Educa- 
ción religiosa:  reuniojtes  diarias,  dominicales  y  especiales.  - 
La  escuela.  -  El  orfanatorio.  -  Otros  lugares  de  trabajo.  - 
Personalidad  de  Laxcrence  y  Bridges.  -  Su  obra  y  szis  ideas. 
El  diccionario  yagan  y  las  traducciones  de  las  Escrituras. 

Hemos  dicho  ya  que  la  vida  de  la  misión  tomó  un  carácter 
rutinario,  pero  trataremos  igualmente  de  describirla  a  grandes 
rasgos. 

El  horario  de  trabajo  cambió  varias  veces  con  el  correr  de 
los  años,  pero  podemos  dar  como  ejemplo  el  que  regía  en  el 
verano  de  1876.  Todos  se  levantaban  a  las  cinco  menos  veinte 
de  la  mañana  v,  antes  de  desayunarse  a  las  seis,  los  misioneros 
dedicaban  un  rato  a  la  lectura  de  la  Biblia  y  a  la  oración  en 
conjunto.  A  la  hora  citada,  tocaba  una  campana  para  llamar 
a  los  indígenas  quienes,  luego  de  comer,  se  dedicaban  a  sus 
trabajos.  Algunos  cuidaban  las  cabras  y  vacas  que  se  utilizaban 
para  el  consumo  y  otros  cultivaban  las  huertas  que  todos  tenían 
detrás  de  su  casita.  En  algunas  ocasiones,  se  construían  cercos 
o  caminos,  por  ejemplo  desde  la  iglesia  hasta  la  playa.  De  nueve 
a  diez,  se  celebraba  un  culto  para  implorar  la  bendición  divina 
durante  el  día  y  luego  se  daba  alguna  enseñanza  a  los  hombres 
y  mujeres,  que  después  volvían  a  su  trabajo.  A  la  una  de  la 
tarde,  otra  campana  llamaba  a  almorzar  v  de  dos  a  cinco  y 
media  se  trabajaba  nuevamente. 

Los  sábados  a  la  tarde  y  los  domingos  eran  días  de  descanso. 

Los  indígenas  recibían  pago  por  su  trabajo,  no  en  dinero, 
sino  en  ropas,  alimentos  y  útiles.  De  la  misma  manera  se  les 
pagaban  las  pieles  de  zorro  o  nutria  que  algunos  traían  desde 
lejos.  Para  mayor  seguridad  sólo  se  daba  al  indio  parte  de} 


168 


ARNOLDO  CANCLINI 


valor  presumible  de  la  pieza;  luego  se  enviaba  ésta  a  las  Mal- 
vinas, donde  las  vendía  un  comerciante  llamado  Jorge  Dean, 
fiel  amigo  y  colaborador  de  la  misión  y  si  lo  que  éste  pagaba, 
era  más  de  lo  que  se  había  dado  al  portador,  se  le  entregaba 
dicho  excedente. 

Son  ridiculas,  pues,  las  acusaciones  que  algunos  han  querido 
hacer  y  hacen  todavía  de  que  la  misión  existía  únicamente  con 
fines  comerciales.  El  mantener  a  cuatro  o  cinco  familias  de 
misioneros  y  algunas  de  indios,  lo  que  se  pagaba  a  éstos  por  su 
trabajo  y  el  crecido  gasto  del  Alien  Gardiner,  representaba  una 
cifra  extraordinariamente  mayor  de  lo  que  podía  resultar  por 
la  venta  de  algunas  pocas  pieles.  El  ganado  que  tenían  era  sólo 
para  el  consumo  y  no  podía  ser  de  otra  manera,  ya  que  no 
existía  mercado  para  la  venta  (1). 

Verdad  es  que  sólo  sabemos  de  dos  libros  en  que  se  haga  tal 
acusación.  Uno  es  del  periodista  José  Alaría  Eizaguirre,  argen- 
tino, que  lo  incluyó,  junto  con  otros  errores  de  información 
v  criterio,  en  su  libro:  "Tierra  del  Fuego.  Recuerdos  de  un 
viaje  al  extremo  austral  de  la  República  Argentina".  El  otro 
es  del  norteamericano  John  R.  Spears,  en  la  obra  "The  Gold 
Diggings  of  Cape  Horn",  en  la  que  se  critica  acerbamente  a  la 
misión  por  no  pagar  en  metálico  a  los  indios.  Qué  hubieran 
hecho  los  indios  con  el  dinero  es  un  problema  que,  en  su  ofus- 
cación criticadora,  no  se  preocupa  de  solucionar.  Que  el  pago 
no  era  mezquino  lo  prueba  el  caso  del  indio  Samuel  Manteen, 
que  tenía  veinte  cabezas  de  ganado  de  su  propiedad. 

Aunque  careciéramos  de  otros  elementos  de  juicio  nos  bas- 
taría confrontar  la  opinión  de  los  citados  señores  Eizaguirre  v 
Spears,  con  la  de  grandes  personajes  como  Roca,  Darwin,  Pay- 
ró,  etc.,  que  señalaremos  en  su  oportunidad. 

(!)  Prueba  de  ello  es  el  siguiente  párrafo  del  informe  presentado 
por  el  gobernador  argentino  Pedro  Godoy  algunos  años  después:  "Este 
señor  (Bridges)  en  veinte  años  de  establecimiento  en  Ushuaia,  no  había 
introducido  más  animales  que  los  que  necesitaba  para  su  consumo,  pero 
inmediatamente  de  recibir  la  tierra  que  le  donó  el  Gobierno,  ha  fun- 
dado un  establecimiento  que  no  vale  menos  de  6,000  £,  sin  contar  el 
campo". 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  169 


La  ropa  que  se  daba  a  los  indios  como  pago  o  regalo  solía 
ser  donación  de  los  contribuyentes  de  la  misión  en  Inglaterra 
que  obsequiaban  sus  prendas  usadas,  en  buen  estado.  En  re- 
lación con  esto,  es  interesante  relatar  que,  én  1876,  creció  en 
los  alrededores  una  especie  muy  delicada  de  césped,  comple- 
tamente nuevo;  la  única  explicación  que  fué  posible  dar  al  fe- 
nómeno estaba  en  la  posibilidad  de  que  las  semillas  hubieran 
sido  llevadas  hasta  allí  en  la  suela  de  algunos  zapatos  de  tenis, 
regalados  por  un  amigo  de  Inglaterra. 

Se  trató  siempre  de  enseñar  a  los  indios  el  gasto  enorme 
que  su  mantenimiento  costaba  a  los  hermanos  europeos  y,  en 
ciertas  ocasiones,  hacían  colectas,  en  las  que  indígenas  y  mi- 
sioneros incluían  su  donación.  Por  ejemplo,  cuando  en  1884, 
se  compró  un  nuevo  Alien  Gardiner,  gran  número  de  indios 
dió  su  contribución  que  a  veces  era  muv  pequeña.  Tal  es  el 
caso  del  niño  Clemente  Wiyelin,  que  dió  el  equivalente  de 
seis  peniques 

La  parte  fundamental  de  la  obra  era,  por  supuesto,  la  es- 
piritual. Además  de  las  reuniones  diarias  ya  citadas,  todos  los 
domingos  se  celebraban  dos  servicios  religiosos:  uno  a  las  diez 
de  la  mañana  y  otro  a  las  tres  de  la  tarde.  Se  cantaba  al  son 
de  un  armonio  tocado  por  la  señora  de  Bridges  o  su  hermana, 
se  oraba,  se  leía  un  trozo  de  las  Escrituras  y  luego  Bridges  pro- 
nunciaba un  sermón  en  yagán.  A  veces  hablabla  otro  misio- 
nero y,  en  ciertas  ocasiones,  algún  indio. 

Mientras  estuvo  Bridges,  los  himnos  se  cantaron  en  inglés, 
pues  los  indígenas  aprendían  rápidamente  la  pronunciación  y 
captaban  perfectamente  su  significado.  Su  gusto  por  el  canto 
era  extraordinario;  entre  los  himnos  que  más  les  gustaban,  pue- 
de citarse  a  "Cariñoso  Salvador",  "Roca  de  la  eternidad",  "Sol 


(!)  Este  indio  es  uno  de  los  cuatro  sobrevivientes  de  la  misión. 
Hoy  tiene  más  de  70  años  y  es  conocido  por  Clemente.  R.  Rojas  habla 
de  él  en  "Archipiélago",  con  un  nombre  supuesto.  Los  otros  son  dos 
hermanas,  Adelaide  y  Gertrude  Whaits,  que  viven  en  Puerto  Róbalo  y 
la  vieja  Mary  que  está  hoy  en  Wulaia  y  que  vivió  en  Tekenika.  Todos 
recuerdan  bastante  inglés. 


170 


ARNOLDO  CANCL1NI 


de  mi  ser",  "Despierta  y  canta,  loores  da",  "Oíd  un  son  en 
alta  esfera",  etc. 

La  asistencia  era  muy  variable,  porque  dependía  del  nú- 
mero de  canoas  que  estuvieran  en  la  bahía.  Disminuía  en  ve- 
rano cuando  los  indios  se  iban  a  cazar  y  aumentaba  en  invier- 
no, cuando  se  llegaban  a  Ushuaia  en  mayor  número,  en  bus- 
ca de  ropas  y  alimentos.  Podemos  dar  como  ejemplo,  los  úl- 
timos seis  meses  de  1874,  en  que  el  número  de  indígenas  varió 
entre  cinco  en  un  día  de  noviembre  y  noventa  y  cinco  en  uno 
de  agosto.  Concurrían,  por  lo  general,  más  hombres  que  muje- 
res e  iban  también  bastantes  niños. 

Aparte  de  las  reuniones  citadas,  se  celebraban  otras  para 
la  Santa  Cena,  con  los  indios  bautizados,  de  oración  y  de  en- 
sayo del  canto.  Desde  un  tiempo  antes  de  los  bautismos,  se 
daba  clase  a  los  serían  nuevos  miembros. 

Había  también  algunas  ocasiones  especiales,  sobre  todo 
cuando  se  realizaban  bautismos  y  para  Navidad  en  que  la  con- 
currencia aumentaba  mucho;  por  ejemplo,  en  1876,  hubo  dos- 
cientos setenta  y  seis  en  la  fiesta  de  Navidad. 

Bridges  cuenta  que,  para  esa  fecha  de  1872,  cuando  aun  Lewis 
estaba  con  ellos,  a  las  cinco  y  veinte  de  la  mañana  fué  des- 
pertado por  los  indígenas,  que  cantaban  "Oíd  un  son  en  alta 
esfera",  dirigidos  por  Lewis  y  su  esposa.  Con  toda  seguridad, 
cuando  Mendelssohn  escribió  esa  célebre  melodía,  no  llegó  la 
pensar  que  se  la  entonaría  en  tan  lejano  confín  de  la  tierra.  En 
la  reunión  hubo  un  número  récord  —  ciento  veinticuatro  — 
hasta  el  punto  de  que  fué  necesario  abrir  puertas  y  ventanas 
para  que  se  renovara  el  aire.  Después  de  un  breve  discurso  de 
Bridges,  cantaron  nuevamente  "Oíd  un  son  en  alta  esfera"  y 
otros  himnos  y  luego  el  misionero  elevó  una  oración.  Se  ento- 
nó "Venid,  fieles  todos",  se  escuchó  otro  discurso  sobre  el 
placer  que  produce  el  servir  a  Dios  y  se  terminó  el  culto  con 
otra  oración.  "Gran  interés  y  atención  eran  evidentes",  escribía 
Bridges  en  su  diario  de  ese  día  "y  estoy  seguro  que  mucho, 
mucho  bien  ha  resultado  y  resultará  de  la  enseñanza  y  la  predi- 
cación de  hoy". 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


171 


A  la  tarde,  todos  se  echaron  sobre  el  pasto  y  los  nativos 
recibieron  regalos:  líneas  de  pesca,  canastas,  etc.,  y  un  trozo  de 
torta  para  cada  uno.  Todos  estaban  contentos  y  se  comporta- 
ban ejemplarmente,  según  declaración  de  Bridges,  que  termina 
su  relato  diciendo:  "Pasamos  una  muy  feliz  Navidad  y  espe- 
ramos que  para  los  nativos  haya  sido  lo  mismo". 

Lógicamente,  los  misioneros  celebraban  también  reuniones 
privadas,  en  la  que  se  prestaba  especial  atención  a  la  oración. 
Los  indios  también  hacían  cultos  de  familia,  en  los  que  ora- 
ban, cantaban  y  leían  un  trozo  de  las  Escrituras  en  la  traduc- 
ción de  que  hablaremos  más  adelante. 

Además  de  la  enseñanza  religiosa,  se  les  daba  enseñanza  ge- 
neral sobre  todo  a  los  niños.  Dentro  del  horario  ya  citado, 
la  escuela  para  los  pequeños  ocupaba  toda  la  mañana  de  diez 
en  adelante.  En  esos  momentos  las  clases  se  daban  en  dos  cur- 
sos diferentes,  de  acuerdo  a  la  edad  y  adelanto  de  los  discí- 
pulos. Oficialmente,  el  maestro  era  Lawrence,  pero  Bridges 
ayudaba  a  menudo  y  también  Lewis,  que  era  muy  preparado, 
y  que  por  eso  fué  llevado  a  ocuparse  de  la  escuela  de  Keppel. 
La  iglesia  servía  también  de  aula  y  los  hijos  de  los  misioneros 
iban  a  la  misma  clase  que  los  indígenas;  un  gran  pizarrón  ocu- 
paba el  frente  y  los  alumnos  tenían  pequeñas  pizarras  indivi- 
duales. 

Una  prueba  del  adelanto  de  los  alumnos  la  tenemos  en  el 
relato  de  Bridges  que,  en  1877,  contaba  que  los  pequeños  sa- 
bían leer  y  escribir  correctamente,  contar  para  adelante  y  para 
atrás,  con  números  ordinales  y  cardinales,  conocían  los  nom- 
bres de  los  días  y  los  meses  y  sabían  los  de  los  países  de  Amé- 
rica, sus  ciudades  y  ríos  principales,  su  idioma  y  sus  importa- 
ciones y  exportaciones.  En  esa  fecha,  el  alumno  más  adelan- 
tado era  Cranmer  Okokko. 

Uno  de  los  sistemas  de  enseñanza  que  más  interesaba  a  los 
indios  era,  sin  duda,  la  linterna  mágica,  aunque  las  colecciones 
de  diapositivos  debían  ser  pasadas  repetidamente. 

Las  señoras  de  Bridges  y  Lawrence  y  la  señorita  Varder 


172 


ARNOLDO  CANCLINl 


daban  a  las  indias  clases  de  costura,  cocina  y  otros  menesteres 
domésticos. 

El  trabajo  fundamental  de  los  esposos  Whaits  y  su  hija  era 
el  de  encargados  del  asilo  de  huérfanos.  El  número  de  inter- 
nados era  sumamente  variable;  en  1881  era  de  veintitrés.  Los 
dos  misioneros,  que  eran  de  un  carácter  muy  piadoso,  demos- 
traron ser  ideales  para  esa  obra,  a  la  que  se  entregaron  de  lleno. 
Daban  clases  exclusivamente  para  los  internados,  ayudados  por 
su  hija.  El  orfanatorio  consistía  de  una  gran  sala,  bien  calen- 
tada, dos  dormitorios,  una  cocina  y  varios  anexos,  inclusive  una 
gran  sala  para  albergue  de  náufragos.  La  capacidad  máxima 
era  de  cuarenta  niños. 

Además  de  la  obra  en  Ushuaia,  la  misión  había  colocado 
ganado  y  plantado  quintas  en  otros  lugares  como  Yendegaia  y 
Lapataia,  más  al  oeste  en  el  Beagle,  y  en  Packedaia,  sobre  el 
lado  este  de  la  isla  Gable.  A  esos  lugares  se  hacían  visitas  muy 
frecuentes,  especialmente  a  Gable,  por  lo  que  casi  puede  de- 
cirse que  constituía  un  segundo  establecimiento.  Cada  visita  del 
Alien  Gardiner  se  aprovechaba  para  ir  a  estos  v  otros  puntos, 
para  predicar  a  los  indígenas  y  tratar  de  convencerlos  de  que 
fueran  a  Ushuaia. 

Bridges  tenía  un  bote  muv  fuerte  con  el  que  recorría  los 
canales  y,  en  más  de  una  ocasión,  debía  estar  fuera  de  su  casa 
durante  varios  días,  pues  no  temía  dormir  a  la  intemperie  o  con 
los  indios. 

En  uno  de  esos  viajes,  soltó  varias  parejas  de  conejos  en 
las  islas  más  pequeñas  del  Beagle.  Poco  años  después,  los  hom- 
bres del  navio  Sirius  cazaron  en  un  solo  lugar  seiscientos  ani- 
males, descendientes  de  una  sola  pareja.  Bridges  comprendió 
que  por  el  mismo  hecho  de  su  reproducción  extraordinaria,  no 
convenía  soltarlos  en  tierra  firme  o  en  las  islas  más  grandes, 
por  el  peligro  que  representaban  para  los  futuros  colonos,  que 
entonces  eran  sólo  una  lejana  posibilidad. 

Las  visitas  de  algunos  escasos  grupos  y  los  viajes  del  Alien 
Gardiner  eran  las  únicas  oportunidades  para  ponerse  en  con- 


UHASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


173 


tacto  con  los  onas  y  con  los  alacalufes.  Estos  últimos  iban  a  la 
misión  con  cierta  frecuencia  y  Bridges  hablaba  bastante  bien 
su  idioma,  pero  las  relaciones  con  los  onas  eran  menos  frecuen- 
tes, por  lo  que  los  misioneros  expresaban  constantemente  su 
anhelo  de  que  se  abriera  una  nueva  estación  entre  ellos,  idea 
que  desgraciadamente  no  fué  posible  llevar  a  la  práctica. 

Los  indios  que  vivían  siempre  en  la  misión  eran  de  hábitos 
más  o  menos  pacíficos,  pero  algunos  de  los  nómadas  resulta- 
ban no  serlo  tanto  y  a  veces  se  producían  episodios  un  tanto 
desagradables,  como  robos  de  comida  o  utensiüos,  grescas,  dis- 
cusiones, etc.  Alguno  de  los  misioneros  corría  inmediatamente 
al  lugar  y  hacía  renacer  la  paz  con  energía.  En  una  de  esas  oca- 
siones, Bridges  recibió  el  único  golpe  que  había  de  recibir  de 
manos  indias,  cuando  el  remo  con  que  una  mujer  intentaba 
golpear  a  otra  cayó  involuntariamente  sobre  el  hombro  del  mi- 
sionero, lo  que  avergonzó  grandemente  a  la  india  que  se  apre- 
suró a  pedir  disculpas.  A  menudo,  alguno  de  los  contendientes 
salía  herido  y  había  que  curarlo,  aunque  ninguno  de  los  misione- 
ros había  estudiado  medicina. 

La  idea  del  asesinato  era  para  los  indios  de  la  misma  grave- 
dad que  para  los  europeos  y,  llegado  el  caso,  el  criminal  era 
muy  mal  mirado  por  el  resto  de  su  gente.  Afortunadamente, 
no  ocurrió  ningún  homicidio  en  la  misión,  aunque  un  indio 
falleció  a  consecuencia  de  un  golpe  que  otro  le  dió  para  fu- 
garse con  su  mujer.  Sin  embargo,  el  mismo  Bridges  fué  ob- 
jeto de  un  atentado.  En  cierta  ocasión,  reprendió  severamente 
al  indio  Harrapuwaian,  que  había  sido  descubierto  robando,  y 
éste  juró  matarlo.  Otros  indios  avisaron  a  Bridges  que  el  indio 
pensaba  ir  a  asesinarlo,  simulando  que  iba  en  busca  de  un  biz- 
cocho. El  misionero  no  creyó  que  el  informe  fuera  exacto, 
pero,  horas  más  tarde,  Harrapuwaian  golpeó  a  su  puerta  y 
efectivamente  le  pidió  un  bizcocho;  traía  una  mano  escondida 
bajo  una  piel  de  guanaco  que  le  cubría  los  hombros.  Rápida  y 
decididamente,  Bridges  metió  su  mano  bajo  el  abrigo  y  le  tomó 
fuertemente  la  muñeca,  obligándole  a  soltar  un  hacha  pequeña 
que  llevaba,  con  un  propósito  indudable.  Reconvino  severa- 


174 


ARNOLDO  CANCLINI 


mente  al  indio  por  su  actitud ...  y  le  devolvió  el  hacha.  El  ase- 
sino fracasado  se  alejó  y  no  volvió  a  vérsele. 

Los  casos  de  grescas  entre  grupos  adversos  eran  los  más  pe- 
ligrosos. En  cierta  ocasión,  fué  muerto  un  indígena  a  unos  tres 
kilómetros  de  la  estación  y,  justa  o  injustamente,  los  indios  que 
vivían  allí  fueron  acusados  del  crimen.  Rápidamente,  se  formó 
un  grupo  de  canoas  en  las  que  se  embarcó  cierta  cantidad  de 
yaganes  que  se  disponían  a  vengar  la  ofensa;  cuando  la  noticia 
llegó  a  Ushuaia  no  pocos  de  sus  habitantes  también  se  arma- 
ron y  salieron  en  busca  de  los  agresores.  Bridges  no  lo  supo  sino 
un  rato  más  tarde  y  de  inmediato  salió  tras  ellos  para  impedir 
la  pelea.  Varias  horas  después,  no  habían  vuelto  ni  el  misionero 
ni  los  indios  y  es  natural  que  su  esposa  sintiera  serios  temores, 
pues  se  había  hecho  de  noche.  Venciendo  su  naturaleza,  tran- 
quila y  pacífica,  la  señora  de  Bridges  tomó  un  revólver  —  era 
la  primera  vez  que  enarbolaba  un  arma  —  y  salió  en  busca  de 
su  esposo,  ordenando  al  resto  que  nadie  se  moviera  de  la  casa. 
Subió  a  un  montículo  cercano  y  alcanzó  a  distinguir  un  grupo 
que  se  acercaba  a  la  luz  de  antorchas  que  ellos  mismos  lleva- 
ban. Cuando  estuvieron  más  cerca,  pudo  ver  que  venían  llo- 
rando a  gritos  sobre  un  cadáver,  que  transportaban  en  unas 
parihuelas.  Los  más  lúgubres  augurios  pasaron  por  su  mente, 
augurios  que  sólo  se  disiparon  cuando  Sisoi,  que  presidía  el 
grupo,  le  gritó  que  a  él  no  le  había  ocurrido  nada  y  que  vol- 
vería al  día  siguiente.  Luego  le  dió  una  nota  escrita  en  una 
hoja  arrancada  del  libro  de  apuntes  de  Bridges,  en  la  que  le 
decía  que  no  tuviera  miedo,  pues  él  se  quedaría  con  los  indios 
toda  la  noche  para  evitar  el  choque;  el  muerto  lo  había  sido 
en  un  combate  individual.  Efectivamente,  la  lucha  no  se  produjo 
y  Bridges  volvió  al  día  siguiente. 

Otro  elemento  de  la  vida  de  la  misión  eran  los  hijos  de 
los  misioneros.  Los  Whaits  tenían  una  hija  ya  señorita.  En  la 
familia  Lawrence  había  cuatro  niños  y  seis  en  la  Bridges.  La 
vida  de  aquellos  niños  era  única  en  el  mundo,  vida  en  la  que 
debían  mezclar  las  "penurias"  de  la  escuela,  junto  con  los  pe- 
queños fueguinos,  a  las  dichas  de  una  existencia  al  aire  libre  y 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  171 


nada  exenta  de  aventuras.  Por  supuesto  que  había  entre  ellos, 
como  en  todas  partes,  hombrecitos  en  pequeño,  como  Despard 
Bridges  y  Martín  Lawrence,  los  mayores  de  las  familias  res- 
pectivas y  compañeros  de  sus  padres,  hasta  picaros  y  travie- 
sos como  Federico  Lawrence,  que  tiraba  tizas  al  maestro,  y 
Guillermo  Bridges  —  a  quien  llamaban  Willie  — ,  que  tenía  por 
inseparable  secuaz  para  sus  travesuras  a  la  pequeña  Minnie  Law- 
rence, con  quien  años  más  tarde  habría  de  casarse. 

Dos  hombres  eran  toda  el  alma  de  la  misión:  Bridges  y 
Lawrence,  cristianos  muy  consagrados  ambos,  pero,  sin  em- 
bargo, muy  diferentes  en  su  carácter. 

El  segundo  era  casi  un  espíritu  místico  y  meditativo,  ex- 
traordinariamente tranquilo,  a  quien  no  era  posible  conmover 
intensamente.  Bridges  decía  de  él,  con  cariño:  "No  puedo  des- 
pertar al  hermano  Juan". 

El  superintendente,  en  cambio,  era  un  hombre  eminente- 
mente práctico,  aun  en  cuanto  a  las  cosas  espirituales.  A  él  po- 
dían aplicársele  las  palabras  de  David:  "Los  sacrificios  de  Dios 
son  el  espíritu  quebrantado",  porque  daba  más  valor  a  los  sen- 
timientos piadosos  y  a  las  convicciones  de  la  fe,  que  a  las  cere- 
monias que  formaban  parte  de  sus  creencias  anglicanas.  Mucho 
cuidó  de  enseñar  eso  a  los  indios  y  a  sus  hijos,  declarándoles 
que  mucho  arrodillarse  y  levantar  las  manos  al  cielo,  valía 
menos  que  elevar  un  pensamiento  de  gratitud  cuando  el  bote 
respondía  en  una  maniobra  difícil  o  pensar  "Gracias,  Señor,  por 
el  lindo  caballito  que  me  has  dado",  cuando  el  animal  ->rteaba 
con  éxito  algún  peligro. 

Gran  admirador  de  la  naturaleza,  encontraba  en  ella  "los 
rastros  de  la  divina  sabiduría",  según  la  frase  de  Gardiner,  y 
repetía  siempre  a  los  suyos  que,  si  alguna  vez  entraba  en  su  co- 
razón la  incredulidad,  salieran  de  la  casa  y  se  echaran  sobre  el 
pasto  para  estudiar  las  grandes  maravillas  que  hay  en  cada  hier- 
ba imperceptible  y  en  cada  minúsculo  insecto.  Veía  la  demos- 
tración de  la  Providencia,  aun  en  aquellas  cosas  que  para  el 
común  de  los  hombres  resultan  molestias.  Por  ejemplo,  en  las 


176 


ARNOLDO  CANCL1NI 


mareas,  de  las  que  no  veía  los  inconvenientes,  sino  sus  efectos 
provechosos:  ayuda  a  desembarcar  al  marino  cuando  está  alta 
y  al  náufrago  a  recoger  mariscos  que  precisa  para  su  sustento 
cuando  baja.  Hacía  notar  que  el  verano  y  el  invierno  habían 
sido  diseñados  sabiamente  por  el  Creador,  que  preservaba  las 
hojas  de  varias  especies  de  árboles  durante  todo  el  año  para  ale- 
grar así  la  estación  fría. 

El  capitán  Martial  le  describió  en  estas  palabras:  "Dotado 
de  un  carácter  enérgico  y  emprendedor,  une  a  su  fuerza  de 
voluntad  un  sentido  práctico  muy  desarrollado". 

Quizá  mucho  de  ello  se  debiera  al  hecho  de  ser  por  com- 
pleto lo  que  ha  dado  en  llamarse  un  self-made-man.  Es  extra- 
ordinaria la  cultura  acumulada  por  ese  hombre  que  había  vivi- 
do apartado  en  el  último  rincón  del  mundo  desde  los  trece 
años.  En  su  biblioteca  figuraban  junto  a  las  grandes  obras  de 
la  literatura  universal  y  a  tratados  científicos,  comentarios  de 
las  Escrituras  y  estudios  de  crítica  textual  de  la  misma  en  sus 
idiomas  primitivos.  Dominaba  especialmente  las  ciencias  na- 
turales para  las  que  parecía  tener  un  don  especial.  Ha  sido,  sin 
duda,  el  primer  clasificador  metódico  de  la  flora  y  la  fauna 
fueguinas  y  cuantos  han  escrito  sobre  Tierra  del  Fuego  des- 
pués de  él  han  debido  basarse  en  sus  escritos  o  en  sus  datos 
verbales.  Roberto  J.  Payró,  el  conocido  escritor  argentino,  dice 
al  respecto  en  el  capítulo  décimo  octavo  de  "La  Australia  ar- 
gentina": "Probablemente  a  él  se  deben  muchos  de  los  infor- 
mes publicados  luego  por  otras  personas  que,  en  cortos  viajes, 
no  estaban  en  condiciones  de  recoger  muchos  elementos.  De  ahí 
el  parecido  que  existe  entre  unos  y  otros  trabajos,  aunque  sea 
lógico  que  la  observación  de  una  sola  cosa  por  varios  obser- 
vadores dé  resultados  diferentes  en  los  detalles,  si  todos  son  de 
buena  fe  y  con  espíritu  de  verdad". 

El  primer  trabajo  de  Bridges  fué  uno  titulado  "Tierra  del 
Fuego  y  su  pueblo",  publicado  en  1869  en  la  revista  de  la  mi- 
sión; luego  produjo  artículos  y  conferencias,  de  las  que  pue- 
de destacarse  la  que  dió  en  el  Instituto  Geográfico  Argentino, 
pero  nunca  escribió  una  obra  de  gran  envergadura,  aunque, 


''HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


177 


como  hemos  visto,  sus  observaciones  han  estado  lejos  de  per- 
derse. 

Algo  nos  ha  dejado,  sin  embargo,  que  es  de  gran  valor  y 
que  sólo  él  podía  hacer:  el  diccionario  del  idioma  yagan. 

Antes  de  referirnos  a  la  obra,  es  necesario  que  digamos 
unas  palabras  sobre  el  idioma  mismo.  Darwin  había  dicho  en 
1834  que  apenas  merecía  el  nombre  de  lenguaje  articulado  y 
que  se  parecía  al  ruido  que  emite  un  europeo  al  hacer  gárga- 
ras. A  pesar  del  respeto  que  debe  merecer  el  gran  naturalista 
y  de  que  el  yagán  no  es  precisamente  un  idioma  de  sonido  dul- 
ce, no  sabemos  si  reír  o  asombrarnos  ante  semejante  declara- 
ción, ya  que  dicha  lengua  tenía  por  lo  menos  treinta  y  dos  mil 
vocablos.  Es  éste  uno  de  los  misterios  de  la  lingüística  que  po- 
drá explicarse  en  parte,  pero  que  jamás  ha  de  ser  aclarado  com- 
pletamente. Se  dice  que  su  forma  de  vida,  que  le  obligaba  a 
guarecerse  en  su  wigivam,  durante  las  casi  constantes  tormen- 
tas, y  a  pasar  el  rato  conversando,  es  una  de  las  razones  para 
tal  prodigio,  ya  que  los  relatos  que  vivían  imaginando  aguza- 
ban la  significación  de  los  términos.  Como  punto  de  compara- 
ción podemos  dar  los  siguientes  datos:  un  hombre  común  de 
nuestros  días  suele  desempeñarse  con  un  vocabulario  de  algu- 
nos centenares  de  palabras;  en  una  persona  culta,  llega  quizá  a 
cuatro  o  cinco  mil  y  en  todo  Cervantes  alcanza  la  cifra  récord 
de  dieciséis  mil;  esto  es  en  castellano,  ya  que  varía  con  cada 
idioma,  aunque  sólo  ligeramente.  ¿Cómo  es  posible  que  los  se- 
res más  atrasados  de  la  tierra  poseyeran  un  vocabulario  doble 
del  de  Cervantes?  No  se  sabe.  Alguien  ha  hecho  notar  también 
que,  sin  ninguna  duda,  Darwin,  que  es  el  autor  de  la  leyenda  de 
su  degradación  lingüística,  no  alcanzaba  ni  con  mucho  a  esa 
cifra. 

La  fonética  del  yagán  es  muy  peculiar  y  casi  imposible  de 
captar  para  las  gargantas  europeas.  Abunda  en  sonidos  vocáli- 
cos, de  muy  ligero  matiz  y  con  diferencias  de  duración  muy 
marcadas.  En  algunos  idiomas  clásicos  y  modernos  en  que  tam- 
bién ocurre  eso,  suele  ser  una  guía  para  la  acentuación,  que 
generalmente  rehuye  las  sílabas  señaladamente  breves,  pero  en 


178 


ARNOLDO  CANCL1NI 


yagan  no  sucede  así  y  suele  suceder  que  un  sonido  vocálico 
extraño,  sea  muy  breve  y  acentuado  al  mismo  tiempo,  por  lo 
que  es  muy  difícil  de  pronunciar.  Hágase  la  prueba,  por  ejem- 
plo, con  el  término  atega  (partir  por  mar);  la  e  no  tiene  el 
sonido  castellano  sino  el  de  algunas  aes  inglesas,  entre  a  y  e  y, 
por  ende,  es  sumamente  breve  y  muy  acentuada. 

Además,  la  gran  variedad  de  matices  semánticos  muy  suti- 
les, aumenta  la  dificultad.  Existe,  entre  las  palabras  que  se  re- 
fieren a  morder,  una  que  quiere  decir  "encontrar  algo  duro 
cuando  se  mastica  algo  blando".  Pongamos  varios  ejemplos, 
aclarando  que  la  grafía  no  es  equivalente,  en  gran  parte  de  los 
casos,  por  no  haber  letra  correspondiente  en  nuestro  abece- 
dario. 

l.  —  arrápu,  llegar  embarcado; 
apata,  llegar  por  tierra; 
agu-máchi,  llegar  volando. 

l.  —  ucu,  tirar  una  flecha  (de  aiacu,  flecha); 
gaia,  tirar  un  arpón  (de  shaia,  arpón); 
shábina,  tirar  con  honda  (honda,  mátana);  ■ 
poóna,  tirar  una  piedra  (piedra,  jaief); 
upáshculu,  tirar  con  rifle  (literalmente:  permitir  ex- 
plotar). 

3.  —  mocus,  hermano  mayor; 
ivaiamon,  hermano  menor. 

Llama  la  atención  la  ausencia  de  términos  genéricos.  Así, 
por  ejemplo,  no  existen  las  palabras  llegar,  tirar,  hermano,  tío 
(hay  tío  paterno  y  tío  materno),  etc.  Tampoco  existen  equiva- 
lentes para  pez  y  ave,  ya  que  cada  pez  y  cada  ave  tienen  su 
propio  nombre.  Además  llama  la  atención  la  diversidad  de  raí- 
ces para  expresar  una  misma  idea  y  las  múltiples  formas  de  de- 
rivación (ver  ejemplo  2). 

Bridges  aseguraba  que  se  trata  de  un  idioma  muy  antiguo 
y  como  prueba,  señalaba  la  presencia  de  palabras  compuestas, 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


179 


de  uso  corriente,  cuyos  componentes  han  desaparecido.  Así,  por 
ejemplo,  sbaganiküpa  significa  "niña"  y  kiipa,  "mujer"  (1), 
pero  no  existe  la  palabra  shagani. 

Con  una  paciencia  que  sólo  su  vocación  misionera  podía 
darle,  Bridges  se  puso  a  la  tarea  de  compilar  un  diccionario  y 
una  gramática  del  idioma  yagan,  con  un  criterio  altamente 
científico.  Fué  necesario  reducirlo  a  la  escritura,  crear  sig- 
nos nuevos  y  combinar  los  varios  sistemas  fonéticos  que  co- 
nocía. 

Su  primera  compilación  contenía  23.000  vocablos,  pero  a 
su  muerte,  llegaba  ya  a  los  32.000.  Las  peripecias  sufridas  por 
el  manuscrito  de  esta  obra  son  tan  múltiples  y  variadas  que  no 
las  podemos  enumerar  totalmente.  Su  publicación  fué  confiada 
al  célebre  explorador  Federico  A.  Cook,  que  pretendió  haber 
descubierto  el  polo  norte  —  lo  que  luego  reconoció  no  ser 
verdad  —  y  que  llegó  a  Tierra  del  Fuego  en  1897,  después  de 
la  muerte  de  Bridges,  con  la  expedición  austral  belga. 

Este  hombre  quiso  realizar  su  segundo  gran  engaño,  pu- 
blicando el  diccionario  con  su  nombre,  pero  la  oportuna  in- 
tervención de  don  Lucas  Bridges,  hijo  del  misionero,  se  lo  im- 
pidió. Cuando  ya  se  estaba  por  imprimir  en  Bruselas,  se  desató 
la  primera  guerra  mundial,  se  detuvo  la  publicación  y  el  ma- 
nuscrito se  perdió,  hasta  1929,  cuando  apareció  en  manos  del 
doctor  Ferdinando  Hestermann,  profesor  de  la  universidad  de 
Münster,  Alemania.  Era  éste  un  eminente  filólogo,  a  quien, 
junto  con  el  doctor  Martín  Gusinde,  se  encargó  la  publicación 
de  la  obra.  Se  colocó  todo  el  sistema  fonético  anthropos  y  se 
imprimió  en  Muling,  Austria,  por  cuenta  de  la  familia  Bridges, 
una  edición  reducida  de  trescientos  ejemplares,  para  circulación 
privada  y  es,  por  lo  tanto,  muy  escaso.  Existe  un  ejemplar  en 
!a  Biblioteca  Nacional  de  Buenos  Aires. 

El  manuscrito  se  extravió  durante  la  segunda  guerra  mun- 
dial, pero  al  fin  de  la  misma  fué  encontrado  en  la  cocina  de  una 


(!)  Esta  palabra  aparece  al  final  de  casi  todos  los  nombres  femeni- 
nos, aunque  escrito  "Keepa",  según  la  ortografía  inglesa. 


180 


ARNOLDO  CANCLIN1 


casa  de  campo,  donde  el  doctor  Hestermann  lo  había  escon- 
dido. Finalmente,  fué  depositado  en  el  Museo  Británico. 

Como  ya  hemos  adelantado,  Bridges  realizó  también  la 
traducción  de  parte  de  las  Escrituras.  Lo  primero  fué  el  Evan- 
gelio de  San  Lucas,  publicado  en  1881,  al  que  siguieron  los 
Hechos  de  los  Apóstoles,  en  1883,  y  el  Evangelio  según  San 
Juan,  en  1886.  La  Sociedad  Bíblica  Británica  y  Extranjera  im- 
primió mil  ejemplares  de  cada  uno. 

Fueron  distribuidos  entre  los  indígenas,  que  lo  leían  en 
sus  casas,  y  utilizados  en  la  escuela  y  en  la  iglesia.  En  la  ac- 
tualidad están  completamente  agotados  y  hay  pocos  ejem- 
plares subsistentes. 

Siendo  este  diccionario  y  estas  traducciones  lo  único  que 
se  haya  escrito  e  impreso  en  idioma  vagán,  su  importancia  no 
necesita  ser  destacada,  ya  que  el  idioma  puede  darse  por  des- 
aparecido. 

IX 

ESTABLECIMIENTO  DEL  GOBIERNO  ARGENTINO 

1884-1886 

Cuestión  de  límites  con  Chile.  — El  tratado  de  ¡88i.  —  La 
''División  Expedicionaria  al  Atlántico  Sud".  —  Amistosas  rela- 
ciones de  misioneros  y  argentinos.  —  La  sabprefectura.  —  El 
problema  de  la  bandera.  —  Dificultades  y  epidemias.  —  Renuncia 

de  Bridges 

Como  ya  hemos  adelantado,  el  28  de  septiembre  de  1884 
fondeó  en  la  bahía  de  Ushuaia  la  llamada  "División  Expedicio- 
naria al  Atlántico  Sud",  enviada  por  el  gobierno  argentino  para 
tomar  posesión  de  aquellos  lugares.  Necesario  es,  pues,  reseñar 
brevemente  los  hechos  que  condujeron  a  esa  situación. 

La  cuestión  de  límites  argentino-chilena  tuvo  su  causa  in- 
mediata  en  la  fundación  por  parte  del  gobierno  de  Santiago  de 
la  población  de  Puerto  Hambre,  luego  Punta  Arenas,  en  1843. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


181 


Como  consecuencia  de  las  negociaciones  producidas  por  la 
protesta  argentina,  se  firmó  el  tratado  de  1856,  por  el  cual 
se  establecía  como  límite  el  que  existiera  entre  el  Virreinato 
del  Río  de  la  Plata  y  la  Capitanía  General  de  Chile,  de  acuerdo 
a  la  doctrina  del  uti  possidetis.  Sin  embargo,  Chile  continuó 
realizando  intentos  por  ocupar  parte  de  la  Patagonia  atlántica, 
lo  que  llevó  al  tratado  del  23  de  junio  de  1881,  según  el  cual  la 
línea  de  altas  cumbres  y  el  divortium  aqiiciram  serían  el  futuro 
límite.  Nuevas  dificultades  surgieron  al  intentarse  la  ubicación 
definitiva  de  los  confines,  dificultades  que  estuvieron  a  punto 
de  provocar  la  guerra  entre  ambos  países.  Esta  situación  se 
prolongó  hasta  1902,  cuando  se  trazó  el  límite  definitivo  por 
laudo  del  rey  Eduardo  VII  de  Inglaterra. 

Como  no  podía  aplicarse  a  Tierra  del  Fuego  el  límite  cor- 
dillerano, se  acudió  a  un  artificio  salomónico  por  el  cual  se 
dividió  la  isla  grande  por  el  meridiano  de  los  62  grados  34  mi- 
nutos, desde  el  cabo  de  Espíritu  Santo  hasta  el  canal  de  Beagle, 
quedando  para  Chile  la  parte  occidental  y  para  la  Argentina 
la  oriental.  Las  islas  Navarino  y  Hoste  y  los  archipiélagos  de 
Wollaston  y  Hermite  quedaban  en  poder  de  Chile  y  las  que 
existen  al  este  del  Cabo  de  San  Diego  a  la  Argentina;  esto 
comprende  solamente  a  la  isla  de  los  Estados  y  algunas  meno- 
res, incluyendo  según  algunos  a  las  Georgia  del  Sur,  Sandwich 
del  Sur,  Shag  y  Oreadas  del  Sur,  que  están  muy  alejadas  y 
son  reclamadas  también  por  Gran  Bretaña.  Quedaba  por  dicta- 
minar —  y  queda  aún  —  la  soberanía  sobre  las  islas  Picton,  Nue- 
va y  Lennox,  entre  Navarino  y  la  isla  grande.  Actualmente 
Nueva  y  Lennox  están  deshabitadas  y  en  Picton  existen  una 
estación  meteorológica  chilena  y  una  pequeña  estancia,  cuyo 
arriendo  cobra  el  gobierno  del  mismo  país. 

Los  dos  viajes  del  capitán  Giácomo  Bove  a  que  nos  he- 
mos referido  en  el  capítulo  séptimo  fueron  el.  primer  reflejo 
del  tratado  de  1881  en  las  regiones  fueguinas,  pues  el  desco- 
nocimiento sobre  esos  lugares  era  tan  grande  que  resultaba  im- 
prescindible hacer  viajes  de  estudio  antes  de  realizar  la  ins- 
talación del  gobierno. 


182 


ARNOLDO  CANCLINI 


Finalmente,  de  acuerdo  a  una  resolución  del  general  Roca, 
entonces  presidente  de  la  República,  bajo  las  órdenes  del  co- 
modoro Augusto  Laserre,  partió  de  Buenos  Aires  la  ya  citada 
División  Expedicionaria  al  Atlántico  Sud,  que  llegó  a  San  Juan 
del  Salvamento,  en  la  costa  norte  de  la  isla  de  los  Estados,  en 
abril  de  1884.  Componían  la  expedición  varias  embarcaciones 
de  poco  tamaño:  la  cañonera  "Paraná",  el  buque  escuela  "Cabo 
de  Hornos",  el  transporte  "Villarino",  el  aviso  "Comodoro 
Py"  y  los  cúteres  "Patagones"  y  "Santa  Cruz"  (1).  Como  hace 
notar  Braun  Menéndez,  todas  estas  embarcaciones  puestas  en 
fila  no  cubrirían  el  largo  de  uno  de  los  actuales  acorazados  ar- 
gentinos. El  comodoro  Laserre  era  un  distinguido  oficial  de  la 
marina  argentina,  de  origen  francés,  que  había  realizado  sus 
estudios  náuticos  en  el  Instituto  de  Loriol,  Francia. 

De  abril  a  septiembre  de  1884,  la  expedición  permaneció 
en  San  Juan  del  Salvamento,  donde  se  instaló  la  primera  sub- 
prefectura  austral  argentina  y  un  faro  que  señalara  la  entrada 
a  aquel  puerto  seguro. 

El  domingo  28  de  septiembre,  los  habitantes  de  la  estación 
misionera  fueron  presa  de  gran  excitación  al  ver  entrar  a  su 
bahía,  por  primera  vez,  a  cuatro  barcos  simultáneamente.  To- 
dos corrieron  a  la  playa  y  preguntaron  ansiosamente  a  los 
misioneros  qué  ocurría;  por  supuesto,  éstos  no  podían  contes- 
tarles. Por  su  mente,  pasaron  aun  ideas  de  temor  al  ver  que 
entre  los  visitantes  había  barcos  de  guerra,  pensando  en  la  po- 
sibilidad de  que  su  amada  estación  fuera  ocupada  militarmente, 
como  consecuencia  de  algún  conflicto  internacional  que  muy 
bien  podían  ignorar  por  el  aislamiento  en  que  vivían. 

Bridges,  Lawrence,  Whaits  v  varios  indios  subieron  a  un 
bote  y  se  dirigieron  al  "Villarino",  que  era  el  de  mayor  tamaño. 
Desde  a  bordo,  el  capitán  Spurr,  que  evidentemente  se  había 
documentado  antes  de  viajar  y  conocía  sus  nombres,  les  gritó: 


(*)  En  San  Juan  del  Salvamento,  se  agregaron  otras  naves  menores, 
que  quedaron  allí.  Hasta  Ushuaia  llegaron  las  precitadas,  excepto  la 
"Cabo  de  Hornos". 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


183 


"El  otro  barco,  señor  Bridges!",  señalando  la  "Paraná",  don- 
de viajaba  Laserre,  por  ser  la  nave  capitana. 

El  comandante  les  recibió  con  toda  amabilidad  y,  después 
de  conversar  largamente,  ambos  grupos  se  separaron  con  la 
mejor  impresión  y  la  actitud  posterior  de  todos  lo  confirma. 

En  su  carta  del  cuatro  de  octubre,  al  escribir  a  las  auto- 
ridades de  la  misión,  Bridges  decía  lo  siguiente:  "El  jefe  de 
la  expedición  es  el  comodoro  Laserre,  que  nos  ha  tratado  con  la 
mayor  amabilidad  y  se  muestra  sinceramente  solícito  por  el 
éxito  de  nuestra  misión.  Todos  los  oficiales  de  la  expedición 
nos  han  hecho  cuanto  favor  les  ha  sido  posible  y  hemos  reci- 
bido con  gran  placer  el  establecimiento  del  pabellón  argen- 
tino ...  Se  me  ha  hecho  saber,  con  toda  gentileza,  que  debo  so- 
licitar todo  servicio  que  ellos  puedan  prestarnos  y  que  nos- 
otros necesitemos  y  el  comodoro  Laserre  ha  declarado  que 
tiene  instrucciones  de  su  gobierno  para  dar  a  la  misión  toda 
la  ayuda  necesaria.  Para  abreviar,  estamos  grandemente  satis- 
fechos con  nuestros  visitantes  y,  por  supuesto,  hemos  dado  toda 
la  ayuda  que  nos  ha  sido  posible". 

Relata  también  cómo  se  intercambiaron  regalos  de  cosas 
útiles  y  cómo  recorrieron  juntos  la  bahía  para  escoger  un  buen 
lugar  para  la  subprefectura.  Además,  dos  médicos  de  la  ex- 
pedición se  prestaron  para  revisar  a  todos  los  indios.  Otros 
miembros  de  la  escuadra  argentina  repararon  los  botes  de  la 
misión.  Laserre  obsequió  un  pequeño  faro,  para  ser  colocado 
en  el  puerto  de  la  misión;  Sisoi  fué  el  encargado  de  vigilarlo. 

Embarcado  en  el  "Comodoro  Py",  Bridges  recorrió  los 
alrededores,  llegando  hasta  la  isla  Dawson,  para  buscar  dónde 
establecer  una  misión  entre  los  onas. 

A  pesar  de  lo  grato  de  la  situación,  no  escapó  a  la  penetra- 
ción de  los  misioneros  el  gravísimo  peligro  que  representaba 
para  sus  indios,  el  nuevo  contacto  con  hombres  de  nuevas 
ideas ...  y  nuevos  vicios.  Bridges  envió  entonces  a  Laserre 
unas  sugestiones  para  el  gobierno  del  lugar  y  las  relaciones  mi- 
sionero-gubernativas y,  basado  en  ellas,  el  comandante  redactó 
un  reglamento,  que  junto  con  otros  documentos  de  interés 


184 


ARNOLDO  CANCLINI 


figuran  en  el  apéndice  correspondiente.  A  fin  de  evitar  posi- 
bles incidentes,  se  estableció  que,  para  que  los  marinos  argen- 
tinos pudieran  ir  a  tierra  necesitaban  permiso  de  Laserre  tanto 
como  de  Bridges.  En  todas  partes  del  mundo,  la  influencia  del 
choque  con  la  raza  blanca  ha  sido  nefasta  v  era  necesario  evi- 
tar que  las  nuevas  circunstancias  produjeran  el  fracaso  de 
la  obra. 

Un  detalle  fundamental  fué  la  entrega  de  la  bandera.  El 
jefe  argentino  mandó  un  pabellón  nacional,  junto  con  el  regla- 
mento para  su  uso  v  Bridges  ordenó  que  inmediatamente  fuera 
izado  en  el  mástil  de  la  misión,  en  el  que  hasta  entonces  había 
flameado  la  bandera  de  la  misma,  que  don  Lucas  Bridges  des- 
cribe así  en  su  autobiografía:  "Una  bandera  compuesta,  no 
muv  distinta  al  Unión  Jack  (nombre  popular  de  la  enseña 
británica),  utilizada  para  evitar  cualquier  sugestión  de  aspira- 
ciones imperialistas". 

El  12  de  octubre  se  realizó  solemnemente  la  inauguración 
de  la  subprefectura,  en  un  punto  cercano  a  la  plava  que  hace 
unos  años  fué  declarado  solar  histórico.  Ante  un  piquete  de 
treinta  hombres,  los  oficiales  y  los  misioneros  —  invitados  de 
honor  —  escucharon  la  palabra  de  Laserre,  que  declaró  "so- 
lemne v  oficialmente  inaugurada  la  primera  subprefectura  en 
estos  territorios,  que  representará  en  ellos  la  autoridad  argen- 
tina y  ejercitará  nuestra  propiedad";  además  recordó  el  hecho 
de  que  en  aquel  día  se  cumpliera  el  cuarto  aniversario  de  la 
asunción  del  mando  por  parte  del  general  Roca.  Luego  se  izó 
el  pabellón  argentino,  al  mismo  tiempo  que  se  disparaban  los 
veintiún  cañonazos  de  reglamento  desde  la  "Paraná"  y  los  sol- 
dados, junto  con  los  indios,  lanzaban  vítores.  El  teniente  Vira- 
soro  v  Calvo  fué  puesto  a  cargo  de  la  subprefectura;  Bridges 
hace  grandes  elogios  de  su  caballerosidad  y  recuerda  que  había 
estudiado  durante  seis  años  en  Brighton,  Inglaterra.  Además, 
cita  con  agrado  el  hecho  de  que  la  mavoría  de  los  treinta  hom- 
bres escogidos  para  quedar  allí  hablaran  inglés. 

El  30  de  octubre,  Bridges  informaba  a  la  misión  en  Ingh- 
terra  sobre  los  acontecimientos  y  agregaba:  "La  subprefectura 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


185 


ha  sido  establecida  tan  feliz  y  sabiamente  que  nos  alegramos 
sinceramente,  viendo  las  grandes  ventajas  que  aumentarán  para 
los  nativos  y,  en  consecuencia,  a  la  misión.  Toda  asistencia  po- 
sible nos  ha  sido  prometida  y  hasta  ahora  nos  ha  sido  dada . . . 
El  establecimiento  de  la  subprefectura  será  ciertamente  de 
ayuda  para  mantener  en  orden  a  los  nativos  de  malas  inclina- 
ciones, pues  hemos  sentido  muchas  veces  la  necesidad  del 
poder  que  ha  venido  a  gobernar  esta  solitaria  posesión  y  de 
una  garantía  para  todos  de  la  seguridad  de  la  vida  y  la  propie- 
dad, que  son  grandes  incentivos  para  la  industria  v  la  inde- 
pendencia". 

Poco  después,  la  División  Expedicionaria  se  dispersó,  par- 
tiendo algunas  de  las  embarcaciones  hacia  Punta  Arenas,  mien- 
tras que  el  "Villarino"  lo  hizo  hacia  el  Atlántico.  Uno  de  los 
cúters  quedó  en  Ushuaia. 

De  acuerdo  con  las  cartas  enviadas  por  los  misioneros,  se 
descubre  su  enorme  satisfacción  por  haber  encontrado  defi- 
nitivamente una  bandera  bajo  la  cual  protegerse;  prueba  de  su 
sinceridad  son  los  trozos  transcriptos,  que  fueron  escritos  como 
informes  oficiales  al  comité  v  no  como  propaganda  para  el 
público. 

Hasta  entonces,  estaban  prácticamente  en  tierra  de  nadie, 
va  que  ninguna  de  las  dos  naciones  interesadas  había  hecho  acto 
de  posesión  alguno  para  no  herir  los  sentimientos  de  la  otra, 
la  toma  de  posesión  por  parte  del  gobierno  argentino,  quitó, 
pues,  a  los  misioneros  tal  sentimiento  de  orfandad  política. 

Es  éste  el  momento  de  aclarar  un  detalle  que  es  muy  usa- 
do por  los  detractores  de  la  misión:  el  problema  de  la  bandera. 
Es  vox  popidi  actualmente  en  Ushuaia  que  en  la  misión  flamea- 
ba la  bandera  inglesa  y  qua  la  expedición  argentina  fué  con  el 
deliberado  propósito  de  hacerla  arriar  y  evitar  así  el  expansio- 
nismo británico  sobre  territorio  nacional.  Qué  origen  tiene 
esa  versión  es  imposible  saberlo. 

Que  la  finalidad  de  la  División  Expedicionaria  v  menos 
su  espíritu  no  eran  ésos  puede  deducirse  fácilmente  de  lo  que 


186 


ARNOLDO  CANCLINI 


hemos  relatado  y  de  los  documentos  que  se  insertan  más 
adelante. 

No  podemos  negar  categóricamente  que  alguna  vez  hava 
habido  en  Ushuaia  una  bandera  inglesa,  pero  podemos  dar  este 
dato:  después  de  haber  leído  los  relatos  de  todos  los  viajeros, 
amistosos,  indiferentes  o  enemigos  de  la  misión,  todos  los  in- 
formes publicados  en  la  revista  de  la  misma,  la  documentación 
oficial  argentina  y  todo  cuanto  pudiera  darnos  una  pista  sobre 
este  problema  no  hemos  encontrado  citada  una  sola  vez  la  ban- 
dera inglesa  flameando  en  Ushuaia.  De  dónde  salió  esa  versión 
lo  ignoramos  ya  que  no  está  documentada.  Es  posible  que  se 
deba  al  parecido  que  había  entre  la  enseña  de  la  misión  —  que 
es  descripta  en  distintas  maneras  —  y  la  británica.  Puede  que 
sea  también  porque  en  la  misión  había  una  bandera  inglesa, 
hecho  perfectamente  lógico  porque  todo  extranjero  lleva  una 
bandera  de  su  patria  consigo  si  piensa  que  no  volverá  más  a 
ver  su  suelo  natal. 

Hay  una  oportunidad  especial  en  la  historia  de  la  misión 
en  el  Santa  Cruz,  cuando  se  dice  que  fué  izada  la  bandera 
británica.  Además,  Stirling  cuenta  en  su  diario  que,  cuando 
estuvo  en  Ushuaia,  construyó  un  mástil  y  se  fabricó  una  "ban- 
dera" que  consistía  en  una  cinta  azul,  una  blanca  v  una  roja, 
que  eran  tanto  los  colores  de  la  misión  como  los  de  Inglaterra. 

Pero  deducir  de  estos  hechos  la  idea  de  que  la  misión  era 
sólo  una  avanzada  del  imperialismo  británico  es  simplemente  ab- 
surdo. La  historia  de  la  misión  en  la  Patagonia  es  una  prueba 
definitiva.  El  primer  lugar  elegido,  el  Santa  Cruz,  era  el  único 
que  frecuentaban  barcos  argentinos  en  toda  la  costa  al  sur  de 
Patagones.  Luego,  la  misión  se  trasladó  al  único  punto  donde 
la  soberanía  argentina  estaba  indudablemente  establecida:  Car- 
men de  Patagones;  quien  tenga  propósito  de  ocupar  una  re- 
gión no  comenzará  por  establecerse  en  el  único  lugar  poblado 
de  la  zona,  con  tropas  acantonadas,  y  un  fuerte  sentimiento 
nacionalista,  como  resultado  de  la  lucha  contra  el  indio  y  una 
heroica  acción  contra  una  flota  del  Brasil  durante  la  guerra 
con  ese  país.  Las  gestiones  ante  el  gobierno  con  referencia  a  la 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


187 


misión  en  Río  Negro  —  donde  Musters  nos  dice  que  también 
Humble  tenía  una  bandera  —  son  otra  prueba  que  demuestra 
el  respeto  del  comité  por  la  autoridad  argentina. 

Pero  supongamos  que,  efectivamente,  la  misión  enarbolaba 
bandera  inglesa.  Braun  Menéndez  acepta  la  idea,  sin  estudiar  a 
fondo  el  problema,  y  comentándolo  con  estos  términos: 

"A  pesar  de  tanto  informe  favorable  de  cuantos  llegaron 
a  los  parajes  donde  estaba  establecida  la  misión  y  pudieron 
comprobar  allí  sus  ventajas  en  el  orden  civilizador  y  sus  be- 
neficios humanitarios,  no  dejó  de  deslizarse  sotto  voce  una 
preocupación  nacionalista,  nacida  en  la  circunstancia  de  que 
se  veía  flameando  sobre  el  caserío  que  ocupaba  la  misión  el 
pabellón  británico.  Esta  suspicacia  era  tan  absurda  como  in- 
fundada. Los  misioneros  aunque  eran  subditos  ingleses  y  de- 
pendían en  lo  espiritual  del  obispo  de  las  islas  Malvinas,  nunca 
tuvieron  intenciones  políticas  o  de  penetración  o  colonización 
británica.  La  circunstancia  de  que  ondeara  en  el  mástil  de  la 
misión  la  bandera  inglesa  nada  podía  significar  desde  que  has- 
ta 1881  sobre  aquella  región  no  ejercían  soberanía  ni  Chile  ni 
la  República  Argentina;  aquel  pabellón  sólo  les  recordaba  la 
patria  ausente."  (Pequeña  Historia  Fueguina,  primera  parte, 
nota  33.)  Es  claro,  pues,  que  aun  cuando  los  misioneros  hayan 
enarbolado  esa  bandera  sólo  hacían  lo  que  hubiera  hecho  cual- 
quiera al  llegar  a  un  país  que  no  tiene  dueño:  izar  la  bandera 
de  su  patria,  va  que  no  existe  otra  para  izar. 

Además,  la  pretensión  de  que  la  misión  había  sido  esta- 
blecida allí  con  fines  expansionistas  es  ridicula,  pues  revela  una 
grave  ignorancia  de  orden  histórico,  táctico  y  eclesiástico.  Si 
bien  es  cierto  que  la  misión  era  de  procedencia  anglicana  —la 
Iglesia  oficial  inglesa  —  no  era  ni  es  la  sociedad  misionera  más 
importante  de  esa  confesión;  entre  las  varias  que  la  preceden 
en  magnitud  debe  citarse  la  que  se  llama  precisamente  "Socie- 
dad Misionera  de  la  Iglesia"  y  que  tiene  cierto  carácter  de 
órgano  misionero  oficial  anglicano,  aunque  se  gobierna  indepen- 
dientemente. Al  referirnos  al  orden  táctico  e  histórico,  que- 
remos señalar  el  absurdo  que  se  pretende  cuando  se  quiere  que 


188 


ARNOLDO  CANCLINI 


una  potencia  tan  hábil  en  extenderse  por  todo  el  mundo  se 
haya  servido  en  este  caso  exclusivamente  de  un  pequeño  grupo 
de  media  docena  de  misioneros,  sin  armas  ni  dinero,  en  lugar 
de  enviar  tropas  o,  al  menos,  colonos.  La  lección  de  la  histo- 
ria es  clara  al  respecto  y  basta  a  los  argentinos  recordar  cómo 
la  misma  Gran  Bretaña  se  apoderó  por  la  fuerza  de  las  islas 
Malvinas,  a  pesar  de  estar  ocupadas  por  autoridades  argenti- 
nas, para  comprender  que,  si  hubiera  querido  apoderarse  de 
una  región  de  importancia  estratégica  tan  grande  antes  de  la 
apertura  del  canal  de  Panamá,  hubiera  hecho  algo  más  que 
colocar  varios  misioneros  y  una  bandera...  (1). 

Desgraciadamente,  la  rígida  división,  tanto  geográfica 
como  administrativa  no  se  cumplió.  Y  si  hemos  dicho  "desgra- 
ciadamente" es  porque  el  contacto  con  la  raza  blanca  sólo  sir- 
vió para  llevar  enfermedades  v  vicios  a  los  indios.  En  ningún 
momento  dudaremos  de  la  sinceridad  de  las  autoridades  nacio- 
nales o  del  comandante  Laserre,  como  así  tampoco  de  los  de- 
más oficiales  argentinos  de  los  primeros  tiempos,  pero  no  po- 
demos decir  lo  mismo  de  la  tropa  v  el  personal  subalterno. 
Lo  que  ocurrió  en  Tierra  del  Fuego  ha  sido  simplemente  lo 
que  ha  ocurrido  en  todas  partes  del  mundo,  donde  se  ha  ins- 
talado el  europeo,  que  ha  terminado,  tarde  o  temprano,  con 
la  energía  de  las  demás  razas,  cuando  no  con  su  existencia 
misma;  en  nuestros  días,  ya  podemos  decir  de  los  fueguinos 
esto  último. 

Primeramente,  la  presencia  de  los  nuevos  habitantes  se 
hizo  sentir  por  enfermedades  hasta  entonces  desconocidas  en 
Tierra  del  Fuego.  Mientras  Bridges  se  encontraba  en  viaje  a  la 
isla  Dawson,  se  produjo  una  epidemia  de  sarampión  y  el  cuadro 
que  encontró  a  su  regreso  fué  realmente  pavoroso. 


O)  Al  aparecer  en  una  revista  de  Buenos  Aires  un  artículo  descri- 
biendo cómo  fué  arriada  la  bandera  inglesa  en  Ushuaia,  el  autor  entre- 
vistó al  que  lo  firmaba,  preguntándole  qué  documentos  había  consultado. 
Lo  único  que  obtuvo  fué  saber  que  todo  estaba  basado  en  "recuerdos 
de  familia" . . . 


UHASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  189 


Lawrence,  que  había  quedado  a  cargo  de  la  misión,  escri- 
bía lo  siguiente: 

"Lo  que  hemos  sufrido  y  experimentado  durante  las  úl- 
timas semanas  es  más  de  lo  que  podemos  describir.  En  pocos 
días,  después  que  Mr.  Bridges  nos  dejó,  la  fatal  enfermedad  se 
esparció  por  todas  las  casas  y  ivigwams,  aun  a  nuestros  niños. 
En  un  momento,  casi  todos  los  nativos  estaban  en  tan  deses- 
perada condición,  que  difícilmente  podía  encontrarse  quien 
nos  ayudara.  Providencialmente,  el  Alien  Gardiner  estaba  con 
nosotros  y  Mr.  Whaits  y  yo,  que  no  hubiéramos  podido  hacer 
solos  el  trabajo  necesario,  hemos  encontrado  así  la  ayuda  im- 
prescindible". 

La  epidemia  duró  alrededor  de  tres  meses  y  los  misione- 
ros calcularon  que,  en  ese  período,  murió  la  mitad  de  la  po- 
blación yagana. 

A  principios  de  1885,  llegaron  a  Ushuaia  dos  auxiliares 
para  la  misión:  la  señora  de  Hemmings,  consagrada  mujer, 
viuda,  que  habría  de  ocuparse  del  asilo,  y  un  carpintero  lla- 
mado Burleigh,  con  su  esposa,  que  debieron  volver  casi  en 
seguida  a  Keppel. 

En  esa  época  llegó  también  el  primer  gobernador  argen- 
tino, el  capitán  de  fragata  Félix  Mariano  Paz,  que  ejerció  su 
cargo  hasta  el  6  de  junio  de  1890.  El  capitán  Paz  se  mostró  siem- 
pre un  buen  amigo  de  los  misioneros  y  creía  conveniente  tras- 
ladar la  sede  del  gobierno  a  la  isla  Gable,  pero  tal  cambio  no 
llegó  a  efectuarse. 

En  1886,  se  hizo  un  nuevo  censo  de  los  indígenas,  que 
arrojó  un  total  de  397  yaganes  en  todo  el  archipiélago.  La 
disminución  era  tan  rápida  como  evidente  y  no  se  ha  detenido. 
Hace  algunos  años,  Gusinde  pudo  contar  sólo  cuarenta  y 
tres  individuos  y  en  1946  el  número  había  descendido  a  vein- 
tiocho, amén  de  un  reducido  grupo  de  mestizos.  Poco  después 
del  citado  censo  de  1886,  se  produjeron  algunas  leves  epidemias 
de  neumonía,  escrófula  y  tuberculosis,  matando  a  gran  número 
de  indios,  inclusive  a  Cranmer  Okokko.  La  tuberculosis  sub- 


190 


ARNOLDO  CANCL1NI 


siste  entre  los  escasos  remanentes  de  la  raza.  En  las  pocas  sema- 
nas que  el  autor  estuvo  en  Tierra  del  Fuego,  falleció  de  esa  en- 
fermedad una  mujer  relativamente  joven  y  se  suicidó  un  mu- 
chachito, al  notar  el  avance  del  terrible  mal  en  su  organismo. 

A  fines  del  mismo  año  1886,  Bridges  hizo  un  viaje  a  In- 
glaterra, adonde  llegó  en  noviembre.  Estando  allí,  luego  de 
meditar  seriamente  su  resolución,  presentó  la  renuncia  a  su 
cargo  de  misionero.  Se  basaba  la  misma  en  el  hecho  de  que  el 
reducido  número  de  yaganes  que  quedaban  entonces,  no  jus- 
tificaba los  grandes  gastos  que  tenía  la  misión.  A  pesar  de 
que  aclaraba  que  dejaba  de  pertenecer  a  la  misma,  hacía  pa- 
tente su  deseo  de  seguir  trabajando  por  los  yaganes,  en  la 
forma  que  creía  que  resultaba  más  conveniente  dada  la  nueva 
situación:  proporcionándoles  trabajo.  Bridges  comprendía  que 
la  atracción  que  la  incipiente  población  blanca  ejercía  sobre 
los  nativos  debía  ser  contrarrestada  y  creía  que  eso  sólo  podía  lo- 
grarse de  aquella  manera.  Para  ello  aceptó  la  donación  de  ocho 
leguas  cuadradas  de  terreno  que  le  hizo  el  gobierno  argentino 
en  premio  a  los  importantes  servicios  prestados  a  la  nación. 
La  ubicación  de  las  mismas  era  inmejorable,  pues  se  encuentran 
a  la  salida  del  canal  de  Beagle  e  incluyen  la  isla  Gable  y  otras 
menores.  Son  una  excelente  tierra  de  pastoreo,  la  única  de  tal 
extensión  que  existe  en  la  parte  sur  de  la  isla.  Además,  Brid- 
ges adoptó  la  ciudadanía  argentina. 

Aunque  formalmente  ya  no  pertenecía  a  la  misión,  conti- 
nuó ayudándola  con  frecuentes  visitas  y  de  otras  maneras.  Die- 
ciocho familias  yaganas  fueron  a  establecerse  definitivamente 
en  la  estancia  que  fundó  con  el  nombre  de  Harberton,  que 
era  el  nombre  del  pueblito  nativo  de  su  esposa,  quedando  así 
bajo  la  influencia  cristiana  del  ex  misionero  y  de  su  familia. 
Además,  numerosos  indios  acudían  a  trabajar  esporádicamente, 
desde  todas  partes  y  de  los  canales  v  aun  onas  del  norte,  que 
cruzaban  la  cordillera. 

Bridges  organizó  con  ovejas  llevadas  desde  Inglaterra  el 
primer  establecimiento  ganadero  de  la  región.  La  obra  que  rea- 


-HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


191 


lizó  allí  es  realmente  admirable  y  no  puede  describirse.  Traba- 
jando con  tesón  y  sacrificio,  consiguió  que  aquella  región  aban- 
donada le  rindiera  una  fortuna  de  bastante  importancia  (x). 

Falleció  a  la  temprana  edad  de  56  años,  en  1898,  en  mo- 
mentos en  que  estaba  de  viaje  en  Buenos  Aires,  a  raíz  de  una 
enfermedad  estomacal  que  le  había  hecho  sufrir  grandemente 
desde  mucho  antes.  Sus  restos  están  sepultados  en  el  Cemente- 
rio del  Oeste,  en  Buenos  Aires. 

X 

ULTIMOS  ESFUERZOS  DE  LA  MISION 
1887  -  1916 

Aspinall  en  Ushuaia.  -  Nueva  estación  en  Wollaston.  -  Tras- 
lado a  Tekenika.  -  Visita  del  general  Roca.  -  La  obra  en 
Ushuaia,  Tekenika  y  Keppel.  -  Extinción  paulatina  de  los 
indios.  -  Cierre  de  estaciones.  -  Traslado  final  a  Navarino.  - 
Williams  en  Río  Douglas.  -  Conclusión. 

La  renuncia  de  Bridges  señaló  el  comienzo  de  la  última 
etapa  de  la  obra  misionera  en  Tierra  del  Fuego.  El  19  de  fe- 
brero de  1887,  en  el  mismo  navio  en  que  aquél  volvía  a  Sud 
América,  partía  su  sucesor,  el  médico  Edwin  C.  Aspinall,  que 
iba  a  hacerse  cargo  de  la  superintendencia  de  la  misión  en 
Ushuaia. 

Además,  cinco  meses  después,  salían  también  para  el  sur  el 
carpintero  William  Ince  y  su  esposa,  que  se  radicaron  en  la 
capital  fueguina;  ella  falleció  allí  a  principios  del  año  siguiente. 

(!)  Gran  parte  de  los  que  aseguran  que  los  misioneros  sólo  tenían 
el  propósito  de  enriquecerse,  se  basan  en  esto,  sin  comprender  que 
Bridges  sólo  tuvo  dinero  después  de  renunciar  a  la  misión,  que  pagaba 
sueldos  muy  bajos. 

Además,  nos  permitimos  preguntar  por  qué  no  se  hace  igual  crítica 
a  los  salesianos  que  establecieron  una  gran  estancia  para  los  onas,  cerca 
de  Río  Grande,  y  que  se  mantiene  aún,  a  pesar  del  escaso  número  de 
indios  sobrevivientes.  Y  ello  sin  ocuparnos  de  las  protestas  que  a  su 
tiempo  se  formularon  oficialmente  por  el  trato  dado  allí  a  los  indígenas... 


192 


ARNOLDO  CANCL1N1 


Cuando  Aspinall  llegó  a  Ushuaia  en  el  Alien  Gardiner,  los 
misioneros  hicieron  una  gran  fiesta,  a  la  que  se  invitó  a  las 
autoridades  argentinas.  Se  tomó  té  y  se  cantaron  himnos.  Los 
breves  discursos  fueron  traducidos  al  castellano.  Aspinall  des- 
tacó la  amistad  argentino-británica  y  gubernativo-misionera, 
simbolizadas  en  las  dos  banderas  que  adornaban  la  habitación. 
El  gobernador,  por  su  parte,  expresó  su  deseo  de  que  esa  amis- 
tad continuara.  Además,  el  recién  llegado  hizo  lucir  el  mate- 
rial nuevo  que  traía  para  la  misión,  en  el  que  figuraban  un 
microscopio  y  una  linterna  mágica. 

Esta  fiesta  era  la  retribución  de  los  misioneros  a  una  in- 
vitación similar,  hecha  por  los  argentinos,  para  celebrar  juntos 
la  fiesta  patria  del  25  de  Mayo.  Los  misioneros,  junto  con  los 
indios  y  los  huérfanos  del  asilo,  concurrieron  al  izamiento  de  la 
bandera,  saludada  por  una  salva  de  cañonazos.  A  la  tarde  hubo 
distintos  juegos  artéticos  y  a  las  18  todos  cenaron  con  el  go- 
bernador, oportunidad  en  la  que  se  pronunciaron  algunos  dis- 
cursos, similares  a  los  de  la  ocasión  precitada.  Al  regreso,  va- 
rios oficiales  argentinos  acompañaron  en  bote  a  los  visitantes; 
Lawrence  escribía  luego  a  la  misión:  "Volvimos  a  casa  sin- 
tiéndonos muy  agradecidos  por  tales  muestras  de  respeto  y 
estima". 

Pocas  novedades  ocurrieron  en  el  resto  del  año  1887.  As- 
pinall y  Lawrence  recorrieron  el  norte  de  Navarino,  visitando 
a  los  indígenas.  Además,  las  reuniones  en  Ushuaia  se  cele- 
braban como  siempre,  incluso  un  ensayo  de  canto  con  los  in- 
dios; al  respecto,  puede  agregarse  que  en  diciembre  llegó  un 
armonio  para  la  misión,  que  fué  costeado  en  parte  por  las  dona- 
ciones de  los  mismos  nativos.  Un  día  se  celebraron  veintisiete 
bautismos  y  once  casamientos.  Para  Navidad  tuvo  lugar  la 
acostumbrada  fiesta,  con  unos  ciento  cincuenta  indios  presen- 
tes. En  la  escuela  había  veintiséis  alumnos  y  en  el  asilo,  quince 
huérfanos.  Ese  mismo  año,  Whaits  y  su  esposa  fueron  a  ocupar- 
se del  trabajo  en  Keppel,  que  continuaba  sin  variantes. 

Todo  continuó  de  ese  modo,  sin  novedades,  hasta  prin- 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  193 


cipios  de  1890,  cuando  hubo  una  epidemia  de  tifoidea  y  otra 
muy  grave  de  viruela,  llevada  por  un  argentino  del  navio  Tyr. 
En  poco  tiempo  falleció  la  tercera  parte  de  la  población  indí- 
gena; la  iglesia  fué  convertida  en  hospital  y  las  pertenencias 
de  los  enfermos  fueron  quemadas.  La  devoción  puesta  de  ma- 
nifiesto por  la  señora  de  Hemmings  y  el  indio  Katannash  son 
dignas  de  recordarse.  Esa  epidemia  impidió  un  viaje  a  la  región 
habitada  por  los  onas,  que  Aspinall  se  proponía  realizar  en 
compañía  de  Paz,  por  invitación  de  este  último. 

Lamentablemente,  estas  amabilidades  del  gobernador  no 
siempre  correspondían  a  actitudes  similares  de  sus  subordina- 
dos, quienes,  con  o  sin  intención,  provocaban  constantes  pre- 
ocupaciones a  los  misioneros,  especialmente  por  su  persisten- 
cia en  tentar  a  los  indios  con  tabaco,  alcohol  y  otros  vicios 
aun  más  graves.  La  naturaleza  de  los  yaganes  era  muy  débil, 
tanto  física  como  moralmente,  y  con  mucha  facilidad  caían  en 
el  vicio,  que  les  llevaba  a  la  enfermedad  y  posteriormente  a  la 
muerte  prematura.  Con  todo  acierto,  un  oficial  de  la  División 
Expedicionaria  había  profetizado  que  los  hombres  que  irían  allí 
serían  de  "esa  recua  de  atorrantes  que  sacan  de  los  caños  de 
la  capital". 

No  sin  razón,  ya  en  julio  de  1887,  Lawrence  escribía  al 
comité  estas  palabras  amargas:  "Se  dice  que  los  argentinos  pien- 
san trasladar  su  sede  a  la  bahía  del  Buen  Suceso;  si  es  así,  bueno 
y  bien,  pero  si  no,  entonces  sería  mejor  que  la  misión  dejara 
Ushuaia  y  fuera  a  la  isla  Picton,  donde  estaría  libre  de  las  mo- 
lestias por  parte  de  las  autoridades  argentinas".  Aquel  deseo  de 
traslado  existía  en  realidad  y  se  habló  de  él  con  insistencia,  aun 
antes  de  la  ubicación  en  Ushuaia,  pero  no  llegó  a  concretarse. 

Al  año  siguiente  de  las  epidemias  ya  mencionadas,  en  1891, 
el  hijo  del  maestro  argentino  llevó  la  tos  convulsa  que  conta- 
gió a  gran  número  de  indios. 

Poco  después,  Lawrence  fundó  la  "Sociedad  de  Abstinen- 
cia Total".  Celebró  una  reunión  especial,  para  la  cual  colocó 
en  las  paredes  del  templo  lemas  apropiados,  como:  "No  beber 


194 


ARNOLDO  CANCLINl 


más",  "No,  ni  una  copa",  "Tenga  coraje  para  decir  «No»", 
etcétera.  Okokko  pronunció  un  discurso  alusivo. 

Mientras  tanto,  el  número  de  huérfanos  en  el  asilo  había 
disminuido  a  cuatro  o  cinco. 

Toda  esta  situación  había  hecho  que  las  autoridades  de  la 
misión  resolvieran  reactivar  la  vida  de  la  misma  en  Tierra  del 
Fuego,  abriendo  una  nueva  estación.  Para  escoger  el  lugar,  se 
tuvo  en  cuenta  muy  especialmente  la  distancia  desde  los  luga- 
res donde  hubiera  habitantes  blancos.  Por  eso  se  eligió  uno  de 
los  puntos  más  lejanos  posibles  de  Ushuaia:  la  isla  Bayly,  en  el 
archipiélago  Wollaston,  muy  cerca  del  Cabo  de  Hornos.  La 
obra  misionera  en  Tierra  del  Fuego  había  sido  la  más  austral 
del  mundo  y  esta  estación  fué  el  punto  más  al  sur  que  fuera 
alcanzado.  Además  se  tuvo  en  cuenta  para  la  elección  que  ha- 
bía allí  cierto  número  de  indígenas  que  se  dedicaban  a  la  caza 
de  nutrias,  animal  casi  extinguido  actualmente. 

Luego  de  obtenerse  la  cesión  del  terreno  por  parte  del  go- 
bierno chileno,  el  nuevo  lugar  de  trabajo  fué  inaugurado  el 
domingo  14  de  octubre  de  1888.  Se  hizo  una  reunión,  con  un 
grupo  de  cuarenta  y  cinco  indios,  luego  de  izar  la  bandera  chi- 
lena, durante  la  que  se  cantaron  himnos  v  pronunció  un  dis- 
curso el  futuro  encargado  de  la  estación,  llamado  Burleigh. 

Presenta  este  hombre  una  de  las  mayores  dificultades  al 
historiador  de  la  misión  fueguina.  Se  trataba  de  un  carpintero 
que  había  llegado  a  Keppel  en  1877,  contratado  como  tal  y  no 
como  misionero.  Iba  con  él  su  esposa,  cristiana  consagrada,  y 
una  pequeña  hijita  llamada  Katie;  estando  en  Bayly,  había  de 
nacerles  otro  hijo.  Difícil  es  comprender  a  qué  se  debió  el 
cambio  de  ubicación  y  trabajo  que  dieron  las  autoridades  de 
la  misión  a  Burleigh.  Su  conducta  adolecía  de  numerosas  irre- 
gularidades y  provocaba  continuos  disgustos  a  sus  compañeros; 
sobre  él  se  señalan  hechos  muy  delicados,  pero  que  difícilmente 
habrán  llegado  a  saberse  en  Londres.  Los  informes  de  Burleigh 
desde  Bayly  eran  casi  únicamente  quejas  por  la  inconstancia 
de  los  nativos  y  por  el  clima,  que,  no  puede  discutirse,  es  el 


'HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


195 


peor  del  mundo:  en  un  año  llovió  durante  trescientos  días  y 
hubo  veinticinco  temporales. 

En  junio  de  1891,  la  señora  Hawkes  y  su  hijo  fueron  tam- 
bién a  Wollaston  y  poco  después  lo  hizo  un  nuevo  misionero 
llamado  José  Pringle,  sobre  quien  cayó  el  mayor  peso  de  la 
tarea,  pues  aquellos  dos  regresaron  pronto. 

El  clima  de  la  zona  hizo  necesario  el  traslado  de  la  esta- 
ción a  un  lugar  más  hospitalario  y  se  escogió  para  ello  un  punto 
ubicado  en  la  costa  sur  de  la  bahía  de  Tekenika,  en  la  isla 
Hoste,  lugar  al  que  en  1901  el  barco  chileno  "Presidente  Errá- 
zuriz"  bautizó  con  el  nombre  de  "Bahía  Alien  Gardiner".  El 
traslado  se  hizo  en  septiembre  de  1892.  Tekenika  no  era  el 
nombre  indígena  del  lugar.  Esa  palabra  significa  "difícil  de 
entender"  y  probablemente  esto  implica  que  el  primer  nativo 
a  quien  le  preguntaron  el  nombre  no  entendió  la  pregunta  y 
así  lo  dijo. 

La  desagradable  situación  provocada  por  la  conducta  de 
Burleigh  terminó  súbita  y  trágicamente.  Digámoslo  con  las 
palabras  de  su  esposa  en  una  carta  del  23  de  diciembre  de  1893, 
en  la  que  se  lee:  "En  verdad  que  tengo  noticias,  muy,  muy 
tristes  para  narrarles.  Mi  esposo  se  ahogó  esta  tarde  en  la 
bahía.  No  puedo  decir  más  nada.  Había  estado  muy  asustado 
con  unos  mineros  que  se  habían  ido  hace  poco  y  hoy,  sábado, 
deseaba  un  poco  de  descanso;  salió  a  pasear  en  bote  y,  en  al- 
guna forma  misteriosa,  debe  haber  caído  por  la  borda-,  yo 
no  sé.  Quiera  Dios  ayudarme  a  mí  y  a  mis  queridos  hijos".  Su 
cráneo  fué  extraído  del  agua  bastante  tiempo  después  y  lle- 
vado a  Stanley,  donde  fué  colocado  en  la  catedral. 

Además  del  trabajo  en  Ushuaia  y  Tekenika,  continuaba 
la  obra  en  Keppel,  adonde  eran  llevados  regularmente  grupos 
de  jóvenes  indígenas  para  su  educación.  En  1893,  había  vein- 
tiuno, a  cargo  del  matrimonio  Whaits  y  de  una  pareja  indígena, 
Jorge  Lywia,  nieto  de  Jemmy  Button,  y  su  esposa.  La  orga- 
nización y  el  funcionamiento  eran  sustancialmente  iguales  a 
los  de  otras  épocas  y  no  hay  razón  para  repetirlo. 


196 


ARNOLDO  CANCL1NI 


Todo  siguió  su  rumbo  normal,  casi  podríamos  decir  mo- 
nótono, en  los  tres  lugares.  Aspinall  fué  trasladado  a  Stanley, 
a  ocuparse  de  la  iglesia  de  la  población.  Pringle  hizo  un  viaje 
a  Inglaterra,  donde  se  casó,  y  volvió  con  su  esposa,  que  re- 
sultó ser  un  valioso  auxiliar.  Én  octubre  de  1894,  fueron  nom- 
brados como  nuevos  misioneros  el  pastor  Juan  Williams  y  se- 
ñora, que  quedaron  durante  un  tiempo  a  cargo  de  la  iglesia  de 
Punta  Arenas,  antes  de  ir  a  Tierra  del  Fuego.  La  esposa  v  los 
hijitos  de  Burleigh  volvieron  a  Inglaterra. 

El  19  de  febrero  de  1895,  la  señora  de  Hemmings  explicaba 
la  vida  en  Tekenika  en  los  siguientes  términos:  "Los  chicos 
se  levantan  alrededor  de  las  seis  y,  cuando  han  prendido  el 
fuego,  me  levanto  yo;  ocupan  el  tiempo  antes  del  desayuno 
en  hilar  v  es  un  hermoso  espectáculo  verlos  en  grupo,  todos 
hilando.  A  las  ocho,  el  desayuno;  después,  lección  de  la  Bi- 
blia, antes  de  ir  al  culto,  leyendo  un  versículo  cada  uno. 
Tengo  cinco  chicos  que  pueden  unirse  en  la  lectura.  Después 
del  culto,  les  enseño  a  leer  y  escribir  durante  una  hora  y,  a 
los  cinco  más  adelantados,  aritmética.  Suman  bien  y  están 
aprendiendo  a  multiplicar.  Las  niñas  mayores  se  ocupan  del 
trabajo  de  la  casa,  mientras  otras  van  por  las  colinas  con  su 
hilado  o  tejido:  después  del  almuerzo,  media  hora  de  juego, 
otra  vez  lecciones,  se  prepara  la  cena,  se  come,  se  tienen  ora- 
ciones y  a  la  cama".  Los  cultos  se  celebraban  en  la  llamada 
"Casa  de  Stirling",  que  había  sido  llevada  desde  Ushuaia;  asis- 
tían unos  cincuenta  indios. 

Mientras  tanto,  las  autoridades  argentinas  habían  sido  cam- 
biadas dos  veces.  El  capitán  Paz,  que  era  interino,  fué  sucedido 
por  el  doctor  Mario  Corncro,  que  sólo  gobernó  hasta  mayo 
de  1895.  Su  sustitución  se  debió  a  las  dificultades  que  tuvo 
con  el  célebre  minero  Julio  Popper,  que  venció  en  un  pleito 
con  Cornero,  acusándolo  de  anormalidades  administrativas.  Pop- 
per  es  un  personaje  sumamente  interesante;  era  él  quien  en 
realidad  gobernaba  todo  el  norte  de  la  isla,  al  punto  de  haber 
mantenido  una  guardia  militar  y  haber  acuñado  monedas  e 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


197 


impreso  estampillas  de  correo.  En  Buenos  Aires  se  le  tenía  en 
alta  estima  por  sus  conocimientos  científicos  y  sus  dotes  li- 
terarias (J). 

El  sucesor  de  Cornero  fué  el  teniente  coronel  Pedro  Godoy, 
cuyo  nombre  lleva  hoy  una  de  las  tres  calles  de  Ushuaia.  Fué 
un  gobernante  hábil  y  progresista  y  se  mostró  siempre  amigo 
de  los  misioneros,  a  quienes  trató  de  favorecer,  por  ejemplo, 
prohibiendo  la  venta  de  alcohol  a  los  indígenas;  demás  está 
decir  que  su  orden  no  fué  cumplida.  El  22  de  diciembre  de 
1897,  Godoy  mandó  una  nota  a  Lawrence  para  felicitarle  por  el 
jubileo  de  la  reina  Victoria.  Poco  después  de  su  llegada,  or- 
denó un  censo  de  hombres  y  animales  domésticos  en  todo  el 
territorio,  censo  que  informó  sobre  la  presencia  de  203  blancos, 
inclusive  19  mujeres  y  110  nativos. 

Al  año  siguiente,  se  produjo  el  fallecimiento  de  tres  perso- 
nas vinculadas  a  la  misión:  Tomás  Bridges  y  las  esposas  de 
Lawrence  y  Whaits. 

A  principios  de  1899,  se  produjo  en  Ushuaia  un  hecho  extra- 
ordinario, que  no  ha  vuelto  a  repetirse:  la  visita  del  presidente 
de  la  república.  Se  trataba  del  general  Julio  A.  Roca,  que 
visitaba  la  zona,  con  motivo  de  haberse  reunido  con  su  colega 
chileno  en  el  llamado  "abrazo  del  estrecho"  en  Punta  Arenas. 
Antes  de  llegar  a  Ushuaia,  Roca  se  detuvo  en  Harberton,  donde 
encontró  a  la  familia  de  Bridges.  Aunque  no  existe  documento 
al  respecto,  podemos  dar  como  bien  cierto  el  dato  de  que  el 
presidente  ofreció  a  Despard  Bridges  la  gobernación  del  terri- 
torio, que  éste  rechazó,  tal  como  dijo  haber  hecho  su  padre 
anteriormente;  don  Guillermo  Bridges,  hijo  del  misionero,  nos 
mostró  con  cierto  orgullo  el  lugar  en  que,  echados  sobre  el 
pasto,  en  una  pequeña  loma  de  Harberton,  Roca,  a  quien  acom- 
pañaban dos  ministros,  hizo  el  citado  ofrecimiento. 

En  Ushuaia,  Lawrence  fué  presentado  inmediatamente  al 
primer  mandatario,  que  visitó  luego  la  misión  con  Godoy  y  los 

(!)  Quien  quiera  conocer  más  detalles  sobre  Popper,  historia  que 
escapa  a  este  libro,  puede  leer  "Julio  Popper,  el  dictador  fueguino",  de 
Armando  Braun  y  Menéndez. 


198 


ARNOLDO  CANCL1NI 


ministros.  Le  fué  regalado  un  Evangelio  a  cada  uno,  después 
que  recorrieron  la  capilla  y  las  chozas.  Las  autoridades  hicieron 
obsequios  en  dinero  a  los  indios  y  luego  mandaron  ropas  y 
botas.  A  la  tarde,  se  corrieron  regatas  en  la  bahía,  con  un 
premio  de  doscientos  pesos  donados  por  el  presidente.  La  canoa 
vencedora  iba  tripulada  por  Pringle,  dos  hijos  de  Lawrence  y 
tres  yaganes.  Antes  de  irse,  Roca  les  aseguró  que  la  tierra  no 
les  sería  quitada. 

Ese  mismo  año,  los  ya  citados  hijos  de  Lawrence  se  esta- 
blecieron con  una  pequeña  estancia  en  un  lugar  llamado  Puer- 
to Remolino,  a  treinta  kilómetros  de  Ushuaia.  Una  montaña 
situada  en  esa  zona  lleva  hoy  el  apellido  del  misionero. 

Como  regalo  de  comienzo  de  siglo,  Pringle  recibió  en  Te- 
kcnika  una  colección  de  placas  de  proyecciones.  Un  indio 
envió  úna  carta  de  agradecimiento  a  la  donante,  Miss  Clara  T. 
Tarner,  que  transcribimos  textualmente: 

"Estimada  dama:  Le  agradecemos  mucho  por  habernos  en- 
viado tantos  hermosos  cuadros  para  linterna  pensamos  que 
usted  es  muy  amable  v  queremos  pensar  en  usted  cuando  vemos 
la  linterna  mágica.  A  todo  mi  pueblo  le  gusta  ver  hermosos 
cuadros  de  linterna  mágica,  porque  ellos  nos  enseñan  muchas 
cosas  cuando  tenemos  noche  oscura.  Mr.  Pringle  nos  muestra 
las  figuras  y  nos  gusta  ver  sobre  la  Biblia.  Todos  nosotros  le 
agradecemos  mucho  y  oramos  a  Dios  que  la  Bendiga,  su  Ami- 
go Charles  OEsulupulunjiz". 

Al  año  siguiente,  Aspinall,  que  estaba  en  Stanley  desde  1887, 
fué  a  vivir  a  Irlanda. 

A  fines  de  1901,  Lawrence  que  era  el  único  misionero  que 
quedaba  en  Ushuaia,  fué  a  radicarse  con  sus  hijos  a  Remolino, 
donde  habían  obtenido  la  cesión  definitiva  por  parte  del  Con- 
greso de  una  fracción  de  tierra;  desde  allí  iba  todos  los  domin- 
gos a  atender  las  reuniones.  Su  presencia  permanente  en  la 
población  parecía  no  tener  ya  utilidad  pues  el  número  de 
indígenas  que  vivían  allí  raramente  pasaba  de  veinte. 

En  Tekenika  el  número  era  algo  mayor,  pero  de  todos  mo- 
dos era  de  sólo  unas  sesenta  o  setenta  personas.  La  señora  de 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


199 


Pringle  escribía:  "Con  seguridad  los  yaganes  están  desapare- 
ciendo. Los  alacalufes  están  casi  extinguidos.  Los  onas,  que 
son  fuertes  cazadores,  son  muertos  a  tiros  por  los  ganaderos 
y  en  consecuencia  las  mujeres  están  en  mayoría".  La  salud  de 
Pringle  le  obligó  a  salir  de  Tekenika  y  su  puesto  fué  ocupado 
por  Williams  que  aun  estaba  en  Punta  Arenas  y  que  llegó  allí 
el  22  de  marzo  de  1901. 

Poco  después,  Lawrence  escribía  en  términos  muy  tristes 
sobre  la  decadencia  de  los  yaganes.  Decía  entre  otras  cosas: 
"Parece  casi  imposible  humanamente  hablando,  hacer  algo  por 
ellos.  Las  dificultades  son  siempre  muy  grandes;  hay  una  po- 
derosa influencia  rodeándoles,  contraria  a  sus  mejores  inten- 
ciones y  muchos  ceden  pronto  a  la  tentación  y,  como  son 
débiles  y  enfermos,  sucumben  rápidamente  a  la  enfermedad . . . 
Las  muertes  son  muy  frecuentes,  teniendo  en  cuenta  que  los 
yaganes  son  tan  pocos.  Hace  poco  murió  uno  de  los  descen- 
dientes del  célebre  Jemmy  Button,  cuyo  nombre  era  Edmundo 
Button  Hashway-an,  de  unos  cuarenta  años".  Efectivamente, 
los  informes  que  enviaban  los  misioneros  estaban  llenos,  sin  ex- 
cepción, de  noticias  de  muertes,  muchas  de  ellas  prematuras. 

En  1903,  visitó  esos  lugares  Sir  Thomas  Holdick,  jefe  de 
la  comisión  británica  de  arbitraje,  quien  alabó  grandemente  el 
tesón  de  los  misioneros.  Ese  mismo  año,  las  costas  fueguinas 
fueron  conturbadas  por  algunos  hechos  sangrientos,  que  no 
afectaron  directamente  a  la  misión.  Existía  desde  tiempo  antes, 
en  la  isla  de  los  Estados,  un  presidio  militar,  que  fué  trasladado 
ese  año  a  la  zona  de  Ushuaia,  a  unos  doscientos  metros  de  donde 
se  encontraba  la  misión  y  algo  alejado  del  presidio  de  crimi- 
nales comunes,  que  se  encontraba  en  otra  parte  y  que  quedó  allí 
hasta  1947.  Los  presos  de  la  isla  de  los  Estados  promovieron 
un  grave  levantamiento  durante  el  traslado  y  un  buen  número 
consiguió  fugarse.  Tanto  en  la  lucha,  como  en  la  persecución 
y  el  apresamiento  de  los  prófugos,  corrió  abundantemente  la 
sangre  y  hubo  varios  muertos,  hechos  que  en  su  hora  impresio- 
naron mucho  a  la  opinión  pública  de  todo  el  país. 

En  1904,  Williams  escribía  con  muy  poca  satisfacción  que 


200 


ARNOLDO  CANCLINI 


se  habían  descubierto  yacimientos  carboníferos  en  la  zona  de 
Tekenika;  ello  implicaba  la  llegada  más  o  menos  lejana,  pero 
segura,  de  mineros  blancos,  con  todos  sus  vicios  y  entonces 
aquella  región  dejaría  de  ser  "el  único  lugar  donde  los  indí- 
genas son  tratados  amablemente,  donde  siempre  están  bajo  in- 
fluencia cristiana  y  ordinariamente  lejos  de  la  tentación  de  la 
bebida". 

Ese  mismo  año,  el  obispo  Everv,  sucesor  de  Stirling,  visitó 
los  varios  lugares  donde  había  misioneros  y  recomendó  que, 
en  vista  de  que  Tekenika  había  dejado  de  estar  lejos  de  la 
influencia  argentino-chilena,  era  conveniente  que  la  estación 
fuera  trasladada.  Se  hacía  ya  evidente  que  era  necesario  en- 
contrar para  los  yaganes  una  ocupación  permanente  que  pu- 
diera contrarrestar  la  nefasta  influencia  de  marinos,  colonos  v 
mineros,  que  ya  pululaban  por  todas  partes.  Era  imposible,  por 
lo  tanto,  pensar  en  aislar  a  los  indios  de  la  tentación,  sino  que 
debía  hacerse  hincapié  en  una  mavor  pureza  para  resistir  el 
vicio.  Además,  el  obispo  recomendaba  elegir  un  lugar  en  Na- 
varino  o  Picton,  porque  estaban  bajo  la  soberanía  de  los  chi- 
lenos, que  siempre  los  habían  tratado  más  deferentemente. 

En  Ushuaia,  los  problemas  tenían  un  carácter  mucho  más 
agudo,  pues  aun  la  parte  material  estaba  gravemente  dañada. 
La  ausencia  de  un  misionero  permanente  allí  había  hecho  que 
todo  fuera  arruinándose  o  robado.  Uno  de  los  detalles  que 
más  impresionaron  al  obispo  fué  la  falta  de  cerco  en  el  cemen- 
terio donde,  junto  con  los  indios,  vacían  los  restos  de  los 
misioneros  muertos  en  Wulaia,  ya  que  pensaba  en  la  posibili- 
dad de  que  algún  día  fuera  levantado  allí  un  monumento  a  su 
memoria  Decía  además  que  "tras  los  oficiales,  llegaron  sol- 
dados, marinos,  negociantes,  buscadores  de  oro,  enfermedades, 
vicios  v  tentaciones  antes  desconocidas". 

(!)  Actualmente,  no  sólo  no  existe  tal  monumento,  sino  que  ni  si- 
quiera es  posible  saber  dónde  se  encuentran  los  restos  de  los  misioneros  y 
aun  si  todavía  descansan  bajo  tierra.  El  lugar  del  cementerio  está  ocu- 
pado actualmente  por  las  obras  del  aeródromo  de  la  futura  base  aero- 
naval de  Ushuaia  y  el  autor  ha  conversado  con  algunas  personas  que  se 
han  entretenido  en  revolver  el  suelo  en  busca  de  restos  humanos. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


201 


En  mayo  de  1906,  Williams  escogió  como  lugar  para  tras- 
ladar su  estación  misionera  un  punto  de  la  costa  oeste  de  Na- 
varino,  en  la  desembocadura  del  río  Douglas.  El  traslado  se 
hizo  con  la  ayuda  de  un  pequeño  barco  que  facilitó  el  gobierno 
chileno  en  la  primavera  del  mismo  año. 

En  la  misma  época,  entre  los  numerosos  fallecimientos  in- 
formados, se  encuentra  el  de  Jorge  Despard  Okokko,  el  indí- 
gena más  célebre  de  la  misión,  y  que  era  todo  un  símbolo  de 
su  historia.  Había  sido  llevado  a  Keppel  en  1858,  cuando  tenía 
quince  años,  con  el  primer  grupo  de  indígenas  trasladados  a 
las  Malvinas;  había  llorado  al  ver  asesinar  a  los  misioneros  en 
Wulaia  v  había  ayudado  a  enterrarlos;  durante  muchos  años 
colaboró  en  todo  el  trabajo  de  la  misión  y  era,  desde  muchos 
años  antes  de  su  muerte,  el  indígena  más  anciano  y  uno  de 
los  pocos  que  tenía  nietos.  Tan  raro  era  esto,  por  lo  prematuro 
de  la  muerte  entre  los  yaganes,  que  su  rico  idioma  no  poseía  la 
palabra  "abuelo". 

El  traslado  renovó  algo  el  entusiasmo  de  los  indígenas  por 
la  misión  y  muchos  fueron  a  Río  Douglas,  desde  todas  partes 
de  Navarino  e  islas  vecinas.  En  Ushuaia,  por  el  contrario,  a 
principios  de  1907,  fué  necesario  suspender  las  reuniones  por- 
que no  quedaba  ningún  indígena  en  los  alrededores. 

A  fines  del  mismo  año,  el  obispo  visitó  nuevamente  la  zona 
v  quedó  gratamente  impresionado  por  la  nueva  estación,  aun- 
que reconocía  que  "el  carácter  del  trabajo,  pastorear  el  resto 
de  una  raza  agonizante,  no  es  de  los  que  dan  resultados  im- 
presionantes, y  hay  fracasos  y  desalientos  ahora  como  en  el 
pasado.  Sin  embargo,  cuando  pensamos  en  lo  que  eran  estas 
gentes  en  el  pasado  y  vemos  lo  que  son  ahora,  civilizados,  de- 
centes, deseosos  de  trabajar  y  adorar  a  Dios,  nos  damos  cuenta 
que,  por  Su  gracia,  ha  sido  hecho  mucho".  La  población  indí- 
gena en  el  lugar  variaba  de  veinte  a  ciento  treinta. 

Sin  embargo,  este  viaje  del  obispo  Every  marcó  claramente 
el  principio  del  final.  Comprendiendo  que  ya  no  había  posibi- 
lidades de  que  se  reavivara  la  obra  en  Ushuaia  y  que  el  mante- 
ner allí  las  instalaciones  sólo  servía  para  que  éstas  se  averiasen, 


202 


ARNOLDO  CANCLINI 


ordenó  que  la  capilla  fuera  desmantelada  y,  junto  con  el  resto 
del  material,  fuera  enviada  a  otros  puntos  donde  pudiera  ser 
más  útil.  Así,  silenciosamente,  terminó  aquella  obra  que  había 
durado  casi  cuarenta  años,  llenos  de  tesón  y  de  heroísmo.  Con 
ello  terminó  igualmente  la  relación  de  Lawrence,  ya  muy 
anciano,  con  la  misión;  se  radicó  definitivamente  en  Remolino 
y  sus  descendientes  viven  aún  en  Tierra  del  Fuego. 

Desde  ese  momento,  las  noticias  tanto  de  Río  Douglas  como 
de  Keppel  son  muy  escasas  y  carentes  de  novedades.  De  1909 
a  1911,  estuvo  en  Río  Douglas,  ayudando  a  los  esposos  Williams, 
otra  misionera  llamada  Miss  Vernam.  El  trabajo  seguía  siendo 
el  mismo,  rutinariamente  casi,  excepto  por  el  número  de  in- 
dígenas en  constante  descenso. 

El  28  de  julio  de  1911  fué  clausurada  la  estación  de  Keppel, 
que  ya  no  tenía  razón  de  ser,  pues  no  había  más  indígenas  para 
llevar  allí.  Conjuntamente  con  el  cierre,  se  produjo  el  retiro  de 
Whaits,  después  de  treinta  y  seis  años  de  trabajo. 

No  hay  prácticamente  nada  que  relatar  de  los  cinco  años 
siguientes.  En  1913,  Williams  hizo  un  viaje  a  su  patria,  única 
variante  que  tuvo  su  vida  en  aquel  período,  durante  el  cual  no 
tuvieron  ningún  visitante  en  su  lugar  de  trabajo,  que  era  la 
estación  misionera  más  austral  del  mundo.  Es  fácil  compren- 
der la  grandeza  del  misionero  que  se  lanza  a  los  peligros  y 
triunfa  sobre  el  mal  y  el  paganismo,  pero  pocas  veces  se  hace 
justicia  a  la  constancia  de  siervos  de  Dios  que,  como  Williams 
y  su  esposa,  trabajan  ininterrumpidamente  durante  largos  años, 
completamente  aislados  del  mundo  y  viendo  que  el  número  de 
los  suyos  decae  inexorablemente  por  causas  que  escapan  a  sus 
medios. 

El  momento  definitivo  no  podía  tardar  en  llegar.  En  1916, 
leemos  el  siguiente  informe  en  el  órgano  de  la  misión: 

"La  misión  fueguina  ha  sido  objeto  de  mucha  oración  y 
ansiosos  pensamientos.  Como  se  ha  hecho  inevitable  desde  hace 
varios  años,  durante  los  cuales  se  iba  aproximando  rápidamente 
la  hora  en  que  debía  darse  por  terminada  la  histórica  obra 
(debido  al  constante  decrecimiento  de  la  población  yagana), 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


203 


el  Comité,  luego  de  las  más  cuidadosas  consultas  ha  decidido 
que  debe  cerrarse  la  misión  en  Río  Douglas.  Una  misión  no 
se  clausura  en  un  día  y  podrán  pasar  aun  varios  meses  antes 
de  que  Mr.  Williams  y  su  familia  dejen  por  completo  el  tra- 
bajo al  que  se  han  dedicado  tan  íntegramente.  Agradecemos  a 
Dios  por  lo  que  Él  ha  hecho  por  medio  de  los  agentes  de  la 
Sociedad  y  confiamos  en  que  Él  nos  mostrará  otros  campos 
más  necesitados.  Nuestras  obligaciones  no  son  ahora  menores: 
son  mayores". 

Varios  meses  después,  Williams  informaba  que  las  pertenen- 
cias de  la  misión  ya  estaban  a  disposición  de  las  autoridades  de 
la  misma.  AI  igual  que  Bridges  y  Lawrence,  prefirió  quedar 
allí,  en  Río  Douglas,  donde  formó  una  pequeña  estancia  que 
pertenece  hoy  a  uno  de  sus  hijos. 

Habían  pasado  exactamente  tres  cuartos  de  siglo  desde  el 
viaje  de  Gardiner  y  sesenta  y  un  años  desde  el  comienzo  efec- 
tivo de  la  obra.  La  misión  fueguina  terminaba  entonces  su  co- 
metido prácticamente  junto  con  la  raza  que  había  ido  a  ganar 
para  el  reino  de  Dios. 

*  # 

Habiendo  llegado  al  fin  de  nuestro  relato,  ¿qué  ocurre  si 
nos  detenemos  un  poco  a  meditar  en  él?  Quizá  a  algunos  les 
surja  aquella  terrible  duda  que  asaltó  al  pueblo  inglés  cuando 
ocurrió  el  sacrificio  de  Gardiner  y  sus  compañeros  y  se  sienta 
tentado  a  decir:  "¿Para  qué?"  O  más  explícitamente:  "Dado 
que  los  indios  yaganes  se  han  extinguido  casi  por  completo, 
¿no  es  lógico  decir  que  la  misión  ha  fracasado,  ya  que,  a  pesar 
de  su  trabajo,  ha  desaparecido  toda  una  raza?  ¿No  han  sido 
en  vano  los  sacrificios  de  Puerto  Español  y  Wulaia?  ¿Y  la  vida 
de  tantos  hombres  útiles  insumida  en  aquellas  latitudes  para 
evangelizar  indios  que  morirían  al  fin?  Aquel  dinero,  ¿no  po- 
dría haberse  gastado  en  campos  más  fructíferos?" 

Sinceramente  creemos  que  estas  dudas  no  pueden  durar  mu- 
cho en  los  pensamientos  de  nadie  que  vuelva  a  meditarlas  a  la 
luz  del  conjunto  de  la  historia. 


204 


ARNOLDO  CANCLIN1 


En  primer  lugar,  no  puede  criticarse  a  la  misión,  por  no 
haber  hecho  lo  que  nunca  se  propuso  hacer.  Como  todas  las 
misiones  del  mundo,  la  de  Tierra  del  Fuego  tenía  como  propó- 
sito el  predicar  el  Evangelio  para  llevar  vida  eterna  a  los  indios 
v  no  para  evitar  el  fin  de  una  raza,  que  evidentemente  va 
estaba  en  vías  de  extinción  antes  de  su  llegada,  lo  que  en  cierta 
manera,  podía  dar  un  carácter  de  mayor  urgencia  a  la  nece- 
sidad de  predicarles.  Por  supuesto,  eso  no  significa  que  los 
misioneros  descuidarían  el  bienestar  material  de  los  fueguinos 
y  el  adelanto  que  les  llevaron  es  prueba  de  ello;  además,  es 
evidente  que  no  fué  ese  adelanto  el  que  provocó  su  fin.  Las  epi- 
demias y  los  vicios  que  otros  blancos  llevaron  y  que  ningún 
ser  humano  podía  detener  entonces,  uniéndose  a  su  natural 
decadencia  provocaron  su  extinción. 

Debe  recordarse  asimismo  que  no  fueron  los  yaganes  la 
única  raza  fueguina  que  haya  corrido  tan  triste  suerte.  Lo 
mismo  ha  sucedido  con  los  onas  y  los  alacalufes,  entre  los  que 
no  trabajó  la  misión  evangélica,  sino  los  salesianos,  sacerdotes 
católicos  que  aun  mantienen  sus  establecimientos  ganaderos  en 
la  región.  Digno  de  notarse  es,  igualmente,  que  la  extinción  de 
las  razas  aborígenes  es  un  fenómeno  de  todo  el  mundo,  que 
reconoce  como  origen,  casi  siempre,  las  matanzas  y  los  vicios 
introducidos  por  hombres  blancos. 

La  actitud  de  interrumpir  un  trabajo  que,  en  realidad,  estaba 
dejando  de  existir  fué  una  prueba  de  honestidad  por  parte  del 
comité,  que  no  quiso  simular  ante  sus  colaboradores,  forzán- 
doles a  dar  dinero  y  obreros  para  trabajar  entre  indios  que  ya 
casi  no  existían. 

Hemos  dicho  antes  que  la  finalidad  de  la  misión  fueguina 
fué  exclusivamente  la  de  predicar  el  Evangelio.  Luego  de  hacer 
tal  declaración,  podríamos  detenernos  diciendo  que  Cristo  or- 
denó a  los  suyos:  "Id  por  todo  el  mundo  y  predicad  el  Evan- 
gelio a  toda  criatura".  No  nos  corresponde  juzgar  si  debemos 
ir  o  no  a  tal  o  cual  región  de  la  tierra:  nos  corresponde  ir,  luego 
de  consultar  al  Señor  si  en  Su  sabiduría,  Él  cree  llegada  la 
hora.  Jeremías  se  lanzó  a  predicar,  aun  sabiendo  que  su  mensaje 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


205 


no  sería  oído,  pero  Dios  se  lo  ordenó  así  y  él  obedeció.  Lo 
mismo  hicieron  Alien  Gardiner  y  sus  sucesores  y  a  nosotros 
sólo  nos  resta  admirarles  por  haber  escogido  para  arar  la  parte 
más  rocosa  de  los  campos  de  nuestro  Señor  o,  dicho  de  otra 
manera,  cumplieron  la  parte  de  su  mandato,  lo  que  dice:  "y 
hasta  lo  último  de  la  tierra". 

En  la  "Noticia  Preliminar"  de  su  "Pequeña  Historia  Fue- 
guina", Braun  Menéndez  hace  esta  observación:  "Al  hacer,  pues, 
el  balance  de  tanto  caritativo  empeño,  caemos  en  la  cuenta  de 
que  sólo  podemos  reconocerles  a  los  misioneros  de  este  grande 
único  mérito:  el  de  haber  retardado  y  confortado  la  agonía 
inevitable  de  una  raza  y  haberle  hecho  ganar  a  los  indígenas 
el  cielo". 

Verdaderamente,  no  es  posible  otorgar  a  los  misioneros  un 
elogio  mayor:  no  hay  mérito  más  grande  que  el  de  mostrar  a 
tm  alma  perdida  el  camino  de  los  cielos  y  permitirle  así  en- 
contrar su  salvación  eterna.  Si  todos  los  sufrimientos,  toda  la 
sangre  derramada  y  todo  el  dinero  gastado  en  Tierra  del  Fuego 
sirvieron  para  llevar  la  salvación  a  un  solo  yagan,  el  esfuerzo 
y  el  sacrificio  no  habrían  sido  en  vano,  porque  un  alma  es 
eterna,  aunque  sea  la  de  un  pobre  fueguino,  y  todos  los  cuerpos 
y  riquezas  son  perecederos,  aunque  sean  de  destacados  europeos. 
Y  sabemos  que  no  fué  uno  solo,  sino  que  fueron  muchos  los 
indios  que  conocieron  el  buen  camino  por  medio  de  los  mi- 
sioneros. Absurdo  es,  por  lo  tanto,  pensar  que  el  trabajo  haya 
fracasado.  Y  aun  cuando  no  se  hubiera  logrado  la  salvación  de 
ningún  nativo  —  como  ha  ocurrido  en  otros  campos  —  no  es 
posible  criticar  a  quienes  lo  dejaron  todo  por  obedecer  a  Dios 
y  amar  a  sus  prójimos  más  que  a  sí  mismos. 

Pero  hay  más  aún.  El  hecho  de  que  nuestro  trabajo  se 
limite  a  la  obra  en  la  Patagonia  puede  provocar  una  falsa  idea 
sobre  lo  que  es  en  realidad  el  trabajo  realizado  por  la  Sociedad 
Misionera  de  Sud  América.  La  sangre  de  aquellos  mártires  de 
Tierra  del  Fuego  ha  sido  la  simiente  de  iglesias  en  muchas  partes. 
Aquél  fué  en  realidad  grano  de  trigo  que  cayó  en  tierra  y 
murió  y  llevó  mucho  fruto,  según  las  palabras  de  Nuestro 


206 


ARNOLDO  CANCL1NI 


Señor.  Aquella  obra  fué  en  verdad  la  primera,  pero  no  la  única. 
Otros  campos  de  labor  han  visto  y  ven  aún  multiplicarse  el 
fruto  del  trabajo  que  se  comenzó  en  el  Sur.  Sin  aquel  prin- 
cipio duro  y  difícil,  todo  lo  otro  no  se  hubiera  hecho  y  ello 
es  una  prueba  de  que  los  esfuerzos  de  Gardiner,  Williams,  Des- 
pard,  Phillips,  Stirling,  Schmidt,  Hunziker,  Bridges,  Lawrence, 
Lewis,  Whaits  y  todos  los  demás  no  sólo  no  han  sido  en  vano, 
sino  que  han  traído  mucho  fruto  y  fruto  de  vida  eterna.  Y  es 
para  corroborar  esto  último  que  hemos  agregado,  a  modo  de 
epílogo,  algunos  pormenores,  extremadamente  condensados,  de 
lo  que  I2  misión  ha  hecho  y  hace  en  otras  regiones. 


A   MODO   DE  EPILOGO 


BREVE  RESEÑA  DE  LA  OBRA  DE  LA  MISION 
EN  OTRAS  REGIONES 

En  el  sur  de  Chile. 

Se  recordará  que  Alien  Gardiner,  el  fundador  de  la  misión 
había  intentado  predicar  entre  los  indios  del  sur  de  Chile  desde 
1838  hasta  1841,  pero  que  todos  sus  intentos  habían  fracasado, 
debido  a  la  hostilidad  de  la  iglesia  católica  y  al  recelo  de  los 
indígenas.  Se  recordará  igualmente  que,  en  1860,  su  hijo  Alien 
W.  Gardiner  fué  enviado  desde  Keppel,  para  intentar  la  fun- 
dación de  una  misión  entre  los  araucanos.  A  pesar  de  sus  nu- 
merosos esfuerzos,  aquello  le  resultó  imposible  y  tuvo  que 
radicarse  entre  los  mineros  del  cercano  pueblo  de  Lota,  llegando 
a  ser  capellán  de  la  comunidad.  De  vez  en  cuando,  de  acuerdo 
a  las  circunstancias,  hacía  viajes  misioneros  entre  los  indios. 
En  1870,  su  salud  le  obligó  a  abandonar  la  región  para  ir  a 
trabajar  en  la  viña  del  Señor  en  Australia,  donde  murió  el  11 
de  diciembre  de  1878. 

Allí  nació  su  hijo  Guillermo  Reade,  quien  en  1890  resolvió 
ir  como  médico  misionero  para  abrir  la  obra  entre  los  mapuches, 
pero  falleció  de  tifoidea  en  Valparaíso,  antes  de  poder  llegar 
a  destino.  Tres  generaciones  habían  fracasado  en  su  intento 
de  alcanzar  a  esos  indígenas,  pero  ese  anhelo  no  fué  en  vano 
porque  la  obra  entre  los  araucanos  comenzó  poco  después. 

En  1894,  jubileo  de  la  misión,  se  levantó  en  Inglaterra  una 
ofrenda,  destinada  a  crear  la  misión  en  Araucania  y,  al  año 
siguiente,  cuatro  misioneros  llegaron  a  la  zona,  bajo  la  direc- 
ción del  pastor  Carlos  A.  Sadleir. 

La  pequeña  localidad  de  Cholchol  fué  escogida  para  empezar 


208 


ARNOLDO  CANCLIN1 


el  trabajo,  en  vista  de  que  estaba  rodeada  por  poblaciones  indí- 
genas. Debido  a  que  las  viviendas  de  éstos  estaban  muy  dise- 
minadas, fué  preciso  dar  a  la  obra  un  carácter  itinerante,  esta- 
bleciéndose así  una  profunda  amistad  con  los  nativos.  En  es- 
pecial, se  hacía  lo  posible  por  ganar  al  jefe  de  cada  tribu,  para 
entrar  así  con  más  facilidad  a  los  demás;  el  caso  más  famoso 
es  el  del  cacique  Ambrosio  Paillalef,  que  ayudó  mucho  a 
Sadleir  en  la  traducción  de  las  Escrituras. 

En  1896,  se  inauguró  un  pequeño  dispensario  en  Cholchol, 
lo  que  atrajo  a  gran  número  de  indios,  deseosos  de  asistencia 
médica.  Más  tarde,  se  abrió  un  colegio  internado  para  niñas, 
que  hoy  cuenta  con  más  de  doscientas  cincuenta  alumnas,  y  en 
1906  fué  creado  otro  para  varones.  El  problema  de  alcanzar 
a  la  población  nativa  diseminada  se  ha  solucionado  en  parte  con 
la  creación  de  escuelas  rurales,  que  existen  actualmente  en  nú- 
mero de  treinta  y  además  con  la  compra  de  una  carreta  que, 
tirada  por  bueyes,  recorre  la  zona. 

Además  de  la  estación  de  Cholchol,  se  crearon  las  de  Ma- 
quehuel,  a  unos  treinta  kilómetros  de  la  primera,  y  la  de  Te- 
muco,  que  rápidamente  se  convirtió  en  la  principal. 

En  1933,  por  iniciativa  propia,  los  indios  fundaron  la  So- 
ciedad Misionera  Araucana,  para  realizar  obra  de  evangelización 
y  recolectar  fondos  para  maestros  nativos. 

Actualmente  existen  unos  veinte  mil  indígenas  y  la  necesi- 
dad de  trabajar  entre  ellos  continúa  tan  grande  como  en  el 
primer  momento.  La  obra  sigue  adelante  v  confiemos  en  que 
así  será  por  mucho  tiempo. 

En  el  Chaco  Paraguayo. 

En  1886,  llegó  a  Montevideo  un  joven  misionero  llamado 
Wilfredo  Barbrooke  Grubb,  que  es  quizá  el  más  célebre  de 
los  que  han  trabajado  con  la  misión.  Estando  allí  oyó  hablar 
de  las  enormes  masas  de  indios  que  vivían  en  estado  completa- 
mente salvaje  en  las  selvas  de  la  región  conocida  por  "el  Chaco", 
que  ocupa  una  extensa  zona  de  Argentina,  Paraguav  v  Bolivia, 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


209 


y  sintió  un  gran  deseo  de  ir  a  predicarles  el  Evangelio.  Pero 
recibió  la  orden  de  seguir  a  las  Malvinas  y  por  eso  quedó  en 
Keppel  hasta  1889,  cuando  se  le  autorizó  para  ir  al  Paraguay. 
Stirling  dijo  en  esa  oportunidad:  "Si  este  joven  sobrevive,  será 
llamado  el  Livingstone  de  Sud  América".  Su  profecía  llegó  a 
cumplirse. 

Grubb  representa  al  misionero  por  antonomasia.  El  fundó 
la  misión  en  el  interior  del  Paraguay  y  le  imprimió  su  persona- 
lidad, dejándola  sólidamente  organizada.  Comprendió  que  el 
carácter  nómade  de  los  indígenas  era  un  obstáculo  insuperable 
para  su  evangelización  y,  a  fin  de  lograr  que  hicieran  vida  se- 
dentaria, les  enseñó  las  primeras  nociones  de  agricultura  y  ga- 
nadería, formando  así  a  su  alrededor  una  gran  colonia  de  aborí- 
genes de  la  tribu  de  los  lenguas.  El  primer  nombre  de  la  colonia 
fué  Thlagnasinkinmith,  que  se  cambió  por  Nakte-tingma  y»  fi- 
nalmente, por  Makthlawaiya. 

Las  dificultades  fueron  enormes,  dado  el  recelo  de  los  indios. 
En  cierta  ocasión,  uno  de  ellos  atentó  contra  la  vida  de  Grubb, 
dejándole  en  la  selva,  agonizando  con  una  lanza  clavada  en  la 
espalda.  Pero,  poco  a  poco,  la  paciencia  y  la  bonhomía  del 
misionero  fueron  ganando  a  los  desconfiados  indígenas. 

Otros  fueron  a  ayudarle,  destacándose  entre  ellos  Andrés 
Pride,  Guillermo  Sanderson  y  Ricardo  J.  Hunt.  El  primero 
comenzó  en  1899  la  obra  entre  los  suhin,  donde  el  segundo  fundó 
la  estación  de  Nanawa.  La  guerra  entre  Paraguay  y  Bolivia 
arrasó  en  1933  con  todas  las  instalaciones  que  no  fueron  tras- 
ladadas o  no  pudieron  serlo  a  la  nueva  estación  en  Nakte-amyip. 

En  Campo  Flores,  entre  los  sanapanas,  se  estableció  otra  es- 
tación que  también  debió  sufrir  las  consecuencias  de  la  guerra 
del  Chaco.  En  1939,  fueron  bautizados  allí  los  primeros  indios 
convertidos. 

Hunt  hizo  un  profundo  estudio  del  idioma  de  los  lenguas, 
al  que  redujo  a  escritura,  traduciendo  luego  los  Evangelios,  los 
Hechos  de  los  Apóstoles  y  el  Génesis.  Pride  se  destacó  por  su 
gran  capacidad  como  conductor,  tanto  material  como  espiri- 
tual, en  las  colonias  agrícolas.  El  adelanto  llevado  a  los  indi- 


210 


ARNOLDO  CANCL1NI 


genas  fué  tan  notable  que,  en  cierta  oportunidad,  el  presidente 
de  la  República  expresó  públicamente  su  aprecio  por  los  es- 
fuerzos de  la  misión,  que  llevó  (Jrden  y  paz  a  una  región  del 
Chaco,  donde  anteriormente  un  hombre  blanco  no  podía  viajar 
sin  riesgo  para  su  vida. 

Un  numeroso  grupo  de  evangelistas  nativos  colabora  activa- 
mente con  los  misioneros,  llevando  el  Evangelio  a  aldeas  dis- 
tantes.  Se  ha  desarrollado  también  una  importante  obra  mé- 
dica, labor  en  la  que  se  destacó  el  misionero  Eduardo  G.  Bernau. 

En  el  norte  argentino. 

Una  vez  que  se  hubo  establecido  firmemente  la  obra  de 
evangelización  en  el  Chaco  paraguayo,  la  misión  resolvió  co- 
menzar el  trabajo  más  al  sur,  estableciendo  una  cadena  de  esta- 
ciones misioneras  que  atravesara  todo  el  Chaco  argentino, 
desde  los  Andes  hasta  el  Paraguay.  La  zona  a  ocuparse  com- 
prendía pues  el  territorio  de  Formosa  y  parte  de  la  provincia 
de  Salta. 

En  1911,  un  grupo  de  misioneros  realizó  un  viaje  de  ex- 
ploración en  la  provincia  de  Jujuy,  donde  trataron  a  los  indios 
en  los  ingenios  azucareros.  Otros  viajes  similares  se  llevaron 
a  cabo  en  los  dos  años  siguientes,  con  el  objeto  de  trabar  rela- 
ciones amistosas  con  los  indígenas  y  formar  un  vocabulario  y 
una  gramática  de  cada  uno  de  los  cuatro  idiomas  de  la  región: 
mataco,  toba,  choroti  y  churupi. 

El  4  de  diciembre  de  1914,  el  primer  grupo  de  misioneros 
llegó  a  Algarrobal,  sobre  el  río  Bermejo,  a  unos  cuarenta  v  cinco 
kilómetros  de  Embarcación,  la  localidad  más  importante  de  la 
zona,  en  la  provincia  de  Salta.  Grubb  estaba  entre  ellos  y  fué 
quien  se  ocupó  de  conseguir  algunos  indios  que  se  radicaran 
junto  a  las  primeras  casas  de  la  misión.  Pocos  meses  después, 
vivía  allí  un  grupo  de  seis  familias. 

Al  año  siguiente,  se  organizó  una  escuela,  que  debió  sobre- 
llevar grandes  dificultades  por  la  falta  de  materiales.  Sin  em- 
bargo, numerosos  indiecitos  aprendieron  allí  a  leer  y  escribir 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


211 


en  castellano  y  mataco,  algunas  nociones  de  aritmética  y  geo- 
grafía argentina,  canto  de  himnos,  historias  bíblicas  y  ejer- 
cicios físicos.  Al  igual  que  en  Paraguay,  se  estableció  una 
granja,  para  dar  trabajo  a  los  indígenas  que  se  radicaran  allí. 
Se  construyó  asimismo  un  dispensario,  para  atender  a  los  en- 
fermos que  acudían  desde  una  extensa  zona. 

La  obra  se  fué  extendiendo  paulatinamente  desde  Algarro- 
bal hacia  el  Paraguay  y  se  fundaron  otras  estaciones  misioneras 
en  Selva  San  Andrés,  San  Martín,  El  Yuto,  El  Carmen,  San 
Patricio,  Pozo  Yacaré  y  Sombrero  Negro.  En  todos  estos  lu- 
gares se  ha  establecido  un  trabajo  semejante  al  de  Algarrobal, 
aunque  algunos  no  cuentan  con  misionero  radicado. 

Es  digna  de  destacarse  la  labor  lingüística  de  los  misioneros. 
Hunt  hizo  una  gramática  mataca,  que  fué  publicada  por  la  Uni- 
versidad de  Tucumán,  y  tradujo  al  mismo  idioma  los  Evange- 
lios y  los  Hechos.  El  misionero  Tebboth  recopiló  un  vocabu- 
lario toba,  que  es  la  obra  más  importante  sobre  la  materia  y 
que,  por  ello,  fué  publicado  también  por  dicha  Universidad  (*). 
La  obra  educacional  ha  provocado  el  interés  de  las  autoridades, 
como  así  también  la  preparación  de  obreros  hábiles  en  distin- 
tos ramos. 

Muy  notable  es  también  la  obra  médica.  En  San  Patricio  se 
ha  establecido  un  bien  instalado  dispensario,  llamado  Joy  Me- 
morial, donde  no  sólo  se  han  realizado  curaciones,  sino  que 
también  se  han  llevado  a  cabo  investigaciones  de  importancia, 
particularmente  sobre  el  mal  de  Chagas,  una  enfermedad  muy 

X1)  Es  oportuno  recordar  que  también  se  deben  a  los  misioneros  de 
esta  misión,  la  gramática  tehuelche  de  Schmidt,  los  trabajos  de  Hun- 
ziker  y  el  diccionario  yagan  de  Bridges,  que  son  obras  fundamentales 
del  punto  de  vista  lingüístico,  lo  que,  agregado  a  los  ejemplos  precitados, 
basta  para  demostrar  el  importante  aporte  que  se  ha  hecho  al  conoci- 
miento de  los  idiomas  indígenas,  que  indiscutiblemente  no  ha  sido  su- 
perado. 

Además  debe  señalarse  que  las  únicas  traducciones  de  las  Escrituras 
en  idiomas  indígenas  de  la  Argentina,  el  Paraguay  y  Chile  fueron  hechas 
por  estos  misioneros.  Además  de  las  mencionadas  en  yagán,  mataco  y 
lengua,  existen:  el  Evangelio  según  San  Marcos  en  toba,  los  Evangelios 
y  los  Hechos  en  mapuche  y  el  Nuevo  Testamento  en  guaraní. 


212 


ARNOLDO  CANCL1NI 


común  en  la  zona,  las  que  han  merecido  las  felicitaciones 
oficiales. 

Lo  más  digno  de  mención  es,  sin  duda,  el  aspecto  moral  y 
espiritual.  Antes  de  la  llegada  de  los  misioneros,  reinaba  la 
superstición  y  la  brujería,  que  han  ido  desapareciendo  para 
dar  lugar  a  bien  organizadas  colonias  de  indios  que  no  se  em- 
borrachan, no  roban,  llevan  una  ordenada  vida  familiar  y  social 
y,  lo  que  es  más  importante,  se  reúnen  para  adorar  a  Dios  "en 
espíritu  y  en  verdad". 

Otros  trabajos  de  la  misión. 

Hemos  reseñado  ya,  en  forma  por  demás  breve,  los  princi- 
pales aspectos  de  la  obra  de  la  Sociedad  Misionera  que  nos 
ocupa.  Hay  aún,  sin  embargo,  ciertas  actividades  que  no  cería 
justo  pasar  por  alto. 

La  misión  estuvo  particularmente  activa  entre  los  británicos 
residentes  en  Sud  América  y  sus  descendientes.  Entre  los  co- 
lonos galeses  del  Chubut,  colaboró  en  un  tiempo,  mediante 
obra  espiritual  y  educativa  y  otro  tanto  fué  hecho  en  distintas 
localidades  argentinas  y  uruguayas.  Una  actividad  de  carácter 
diferente  fué  la  realizada  conjuntamente  con  la  Misión  para 
Marineros  en  Buenos  Aires,  con  la  que  colaboró  durante  va- 
rios años. 

Si  por  algo  se  ha  hecho  conocer  entre  el  pueblo  argentino 
su  labor  es  por  el  trabajo  entre  los  niños.  Aun  existe  en  la  lo- 
calidad de  Los  Cocos,  en  la  región  serrana  de  la  provincia  de 
Córdoba,  un  gran  asilo,  que  fué  fundado  por  el  misionero  W. 
T.  Blair,  y  que  recibe  el  nombre  de  Alien  Gardiner  Memorial 
Homes,  continuación  de  una  obra  del  mismo  nombre  fundada 
en  1907  en  Rosario. 

Pero,  fuera  de  toda  duda,  ninguno  de  los  que  sirvieron  en 
las  filas  de  la  Sociedad  Misionera  se  ha  hecho  tan  famoso  como 
William  C.  Morris,  que  es  posiblemente  la  personalidad  evan- 
gélica más  conocida  y  honrada  entre  el  pueblo  argentino.  Morris 
llegó  a  la  Argentina  a  los  siete  años,  en  1871,  y  luego  de  una 


" HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  213 


niñez  difícil  y  de  unos  años  de  pastorado  en  la  Iglesia  Meto- 
dista, pasó  a  colaborar  con  la  obra  de  los  sucesores  de  Gardincr. 
Al  hacerlo,  se  ofreció  para  que  lo  enviaran  al  lugar  donde  fuera 
más  necesario  y  se  escogió  entonces  para  él  el  barrio  de  Pa- 
lermo,  al  que  entonces  llamaban  "Tierra  del  Fuego",  por  lo 
inhóspito  y  atrasado.  Bandas  de  malhechores  y  de  muchachos 
sin  ley  pululaban  por  aquellos  parajes  y  entre  ellos  obtuvo  el 
futuro  apóstol  de  la  niñez  su  primeros  triunfos. 

Allí  estableció  su  primera  "Escuela  Evangélica  Argentina" 
y,  poco  a  poco,  su  obra  se  fué  extendiendo.  En  1930,  contaba 
con  diez  escuelas  primarias,  en  distintos  barrios,  cinco  escuelas 
nocturnas,  una  escuela  de  telegrafía,  una  de  mecanografía,  una 
de  artes  y  oficios,  bibliotecas  escolares  laboratorios  y  museos, 
tres  canchas  de  deportes,  asociaciones  de  madres  y  ex  alumnos 
(ésta  aun  existe),  banda  escolar  y  el  Hogar  "El  Alba",  para 
niños  internos.  Sería  largo  enumerar  la  lista  de  personalidades 
argentinas  que  se  formaron  en  estas  instituciones  y  mucho 
más  aún  las  que,  por  la  influencia  de  aquel  hombre  extraordi- 
nario encaminaron  su  vida  por  los  senderos  de  Cristo.  Además 
el  aspecto  espiritual  de  la  obra  estaba  representado  por  el 
templo  "San  Pablo",  en  Palermo,  y  cuatro  capillas  en  distintos 
lugares.  La  inscripción  en  las  escuelas  diurnas  era  de  unos 
siete  mil  alumnos  y,  en  total,  pasaron  por  ellas,  ciento  setenta 
mil  niños. 

Morris  falleció  en  1932,  y  a  su  muerte,  el  Estado  tomó  po- 
sesión de  las  escuelas,  en  vista  de  su  grave  situación  financiera. 
El  Hogar  "El  Alba"  continuó  sus  actividades  en  el  local  que 
creara  Morris,  hasta  que  fué  expropiado  en  1949.  Una  gran 
escuela  primaria  y  una  calle  en  el  barrio  de  Barracas  llevan  su 
nombre,  para  perpetuar  su  memoria  en  la  ciudad  de  Buenos 
Aires. 


APENDICES 


APENDICE  I 

DOCUMENTOS  SOBRE  LA  MUERTE  DE  GARDINER 
Y  LOS  SUYOS 

Informe  de  Samuel  Lafone  al  Comité  de  la  misión 
en  Londres 

(De  "Providence  traced  in  the  Early 
History  of  three  Barbarians"). 
Montevideo,  4  de  diciembre  de  1851. 


Tuve  la  oportunidad  de  mandar  un  pailebote  americano  muy  veloz, 
el  /.  E-  Davison,  del  capitán  Smiley.  Por  consiguiente,  le  di  instrucciones 
para  que  visite  el  lugar  y  ayude  al  capitán  Gardiner  y  a  su  gente  en 
cualquier  cosa  que  pudieran  necesitar.  Tiene  usted  ahora  la  triste  obli- 
gación de  comunicar  a  sus  amigos  en  Inglaterra  los  resultados  de  la  bús- 
queda y  he  de  violar  ante  ustedes  mi  deber  de  transmitirles  en  la  forma 
más  suave  posible  lo  ocurrido. 

El  barco  volvió  aquí  el  lunes  pasado,  trayendo  noticias  que  me  de- 
jaron estupefacto  y  deprimido  fuera  de  toda  medida.  Les  envío  un  docu- 
mento escrito  por  uno  de  los  capitanes. 

Se  trata  de  un  extracto  del  diario  del  capitán  Guillermo  H.  Smiley. 
sobre  su  viaje  de  ida  y  vuelta  de  Montevideo  a  Picton. 

"21  de  octubre.  Llegamos  a  la  Bahía  Banner,  isla  Picton.  Vimos  pin- 
tados en  las  rocas,  a  la  entrada  de  la  bahía  "Idos  a  Puerto  Español".  Ha- 
biendo bajado  a  tierra,  encontramos  una  carta  del  capitán  Gardiner,  di- 
ciendo: "Como  los  indios  son  tan  hostiles  aquí,  nos  hemos  ido  a  Puerto 
Español". 

u22  de  octubre.  Fuimos  apresuradamente  a  Puerto  Español.  Soplaba 
un  fuerte  ventarrón.  Fuimos  a  tierra  y  encontramos  el  bote  sobre  la 
playa,  con  una  persona  muerta  adentro,  que  suponemos  sea  Pearce,  porque 
cortamos  su  nombre  de  su  ropa;  otro  fué  encontrado  sobre  la  playa;  otro 
enterrado,  que  es  Juan  Badcock.  Estos,  tengo  muchas  razones  para 
creerlo  son  Pearce,  Williams  y  Badcock.  El  espectáculo  era  horrible  en 


213 


ARNOLDO  CANCUN1 


extremo.  Libros,  papeles,  medicinas,  ropas  y  herramientas  sembrados  sobre 
la  playa  y  en  la  cubierta  y  el  interior  del  bote.  Por  el  diario  descubro 
que  el  22  de  junio  se  les  habían  acabado  las  provisiones  y  estaban  cas> 
consumidos  por  el  escorbuto . . .  Mr.  Williams  no  escribió  desde  el  22 
de  junio...  No  estoy  seguro  si  el  capitán  Gardiner,  Mr.  Maidment  y  los 
otros  dos  están  muertos  o  vivos,  porque  pertenecían  al  otro  bote  que  se 
ha  perdido.  Pero  no  teníamos  tiempo  de  buscar  la  ensenada  en  la 
que  ellos  estaban  viviendo,  o  hacer  nuevas  búsquedas,  porque  el  huracán 
cayó  en  forma  muy  intensa.  Apenas  nos  dió  tiempo  para  enterrar  los 
cadáveres  en  la  playa  y  volver  a  bordo.  El  huracán  continuó  aumentando 
tanto  que  nos  zafó  de  nuestro  anclaje  y  nos  llevó  más  afuera.  La  ce- 
llisca y  las  tormentas  de  nieve  eran  terribles. 

"Domingo  26.  Nos  hicimos  a  la  vela  e  intentamos  llegar  a  la  isla  de 
Año  Nuevo...  Tuve  que  abandonar  la  idea  de  hacer  nuevas  búsquedas 
y  además  perdí  un  ancla.  No  encontré  diario  de  Gardiner  o  de  Maid- 
ment. Qué  pensar  sobre  ellos  apenas  si  lo  sé.  Es  un  misterio  que  todavía 
está  por  ser  revelado.  Los  dos  capitanes  que  estaban  conmigo  en  el  bote 
lloraban  como  niños  ante  el  espectáculo.  Descubrí  que  habían  dejado  su 
pólvora  en  el  Ocean  Queen . . . 

"El  bote  está  en  Puerto  Español,  en  el  río,  en  el  extremo  oeste  de 

la  bahía.  El  otro  bote  se  ha  perdido  cerca,  más  al  sur,  como  se  ve  en 

el  diario  y  allí,  espero,  se  encontrarán  algunas  noticias  de  ellos,  si  se  las 
busca  debidamente. 

"Nunca  he  encontrado,  en  toda  mi  vida,  semejante  fortaleza  cristiana, 
semejante  paciencia  y  resistencia  como  en  estos  pobres  e  infortunados 
hombres.  Ni  siquiera  han  murmurado  alguna  vez;  parecían  resignados... 
No  tuvieron  descanso;  fueron  obligados  a  ir  de  un  lugar  a  otro  por  los 
indios,  siempre  con  miedo  y  temor.  Agregad  a  esto  las  largas  noches 
tormentosas  y  terribles,  con  hielo  casi  perpetuo  y  nieve  y  encerrados  en 
un  pequeño  bote,  tan  cargado  que  casi  no  había  lugar  para  moverse,  sin 
alimento  y  con  esa  terrible  enfermedad,  el  escorbuto,  y  entonces  podréis 
juzgar  parcialmente  su  situación.  Apenas  puedo  creer  que  vivan  los 
restantes,  pero  no  tengo  ninguna  evidencia  de  su  muerte  y  es  mi  deber 
(es  el  deber  de  cualquiera)  hacer  una  nueva  búsqueda. 

"W.  S.  Smiley" 
Goleta  americana  /.  E.  Davtson 
Nueva  York. 

"P.  D.  —  Mi  opinión  y  también  la  del  capitán  Nicholls  es  que,  con 
los  preparativos  necesarios,  ellos  hubieran  podido  ir  seguros  a  las  islas 
Malvinas,  a  Puerto  Hambre  o  a  la  costa  de  la  Patagonia.  Yo  he  hecho 
más  que  eso  en  una  ballenera  en  diferentes  ocasiones." 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


219 


Despacho  al  Almirantazgo  Británico  del  contraalmirante 

Moresby 

(Reproducido  en  Times  del  29  de  abril 
de   1852).    (De  "Providence  Traced") 
H.  M.  S.  Portland 

En  Valparaíso,  21  de  febrero  de  1852. 

Señor: 

Incluyo  el  informe  del  capitán  Morshead  sobre  la  muerte  por  inani- 
ción del  comandante  A.  Gardiner  y  el  resto  del  grupo  enviado  por  la 
Sociedad  Misionera  de  la  Patagonia,  en  septiembre  de  1850,  a  la  isla 
Picton,  la  extremidad  meridional  de  Sud  América. 

Vuestras  señorías  lamentarán  profundamente  el  destino  de  estos 
devotos  misioneros,  pero  esta  lección  de  experiencia  tendrá  su  efecto. 
La  fervorosa  aplicación  de  mentes  confiadas  a  la  propagación  del  cris- 
tianismo debe,  en  un  clima  como  el  del  Cabo  de  Hornos,  considerar 
primero  la  localidad  desde  donde  su  subsistencia  pueda  estar  asegurada. 
He  deseado  que  el  capitán  Morshead  empaquete  cuidadosamente  los 
restos  (de  documentos)  que  ha  recolectado,  y  ellos  serán  enviados  con 
posterioridad  al  Almirantazgo  con  la  Daphne.  Los  que  pueden  ser  en- 
viados por  correo  van  adjuntos. 

Fairfax  Moresby 
Contraalmirante  y  comandante  en  jefe 


Despacho  al  Almirantazgo  Británico  del  Capitán 
W.  H.  Morshead 

(De  "Providencia  Traced" . . . ) 

H.  M.  S.  Dido,  en  alta  mar 
22  de  enero  de  1852,  Cabo  de  Hornos, 
30  millas  al  oeste 

Sir: 

En  cumplimiento  de  órdenes  de  los  Lores  Comisionados  del  Almi- 
rantazgo, fechadas  el  25  de  octubre  de  1851,  ordenándome  determinar  la 
suerte  del  capitán  Gardiner  y  su  grupo  misionero  en  Tierra  del  Fuego, 
en  mi  viaje  al  Pacífico,  es  mi  triste  deber  notificar,  para  conocimiento 
de  sus  señorías,  que  todo  el  grupo  ha  muerto  de  inanición . . . 

19  de  enero.  Habiéndose  moderado  el  viento  durante  la  noche  y 
desviado  hacia  el  noroeste,  levé  anclas  a  las  4  de  la  mañana  e  intenté 
el  paso  por  el  estrecho  de  Goree,  recorrí  la  costa  sudoeste  de  la  isla 
Picton  y,  pasando  el  cabo  Marie,  fui  a  la  costa  noreste  de  la  isla.  Como 


220 


ARNOLDO  CANCLIN1 


el  viento  soplaba  nuevamente,  sólo  tarde  pudimos  remolcar  el  barco 
a  su  amarradero  en  una  ensenada  formada  por  un  islote  en  la  costa, 
llamada  "Ensenada  Banner"  por  el  capitán  Gardiner,  que  es  también  la 
escena  de  sus  tribulaciones  terrenales. 

El  día  siguiente,  20  de  enero,  fué  ocupado  en  recorrer  la  costa  y 
la  isla  adyacente,  y,  después  de  muchas  horas  de  infructuosa  búsqueda, 
sin  una  sola  señal  del  grupo,  y  cuando  estábamos  por  abandonar,  se  vio 
cierta  inscripción  en  una  roca,  a  través  de  un  río,  hacia  la  que  fuimos 
inmediatamente  y  encontramos  escrito:  "Id  a  Puerto  Español".  En  otra 
roca  cercana,  leímos:  "Nos  encontramos  en  Puerto  Español". 

En  vista  de  ello,  a  la  mañana  siguiente,  21  de  enero,  partí  temprano 
hacia  Puerto  Español  y  entré  a  las  siete  de  la  tarde  del  mismo  día. 
Nuestra  atención  fué  atraída  primero  por  un  bote  volcado  sobre  la 
playa,  alrededor  de  una  milla  y  media  hacia  adentro  desde  el  cabo 
Kinnaird;  estaba  soplando  un  viento  muy  frío  del  sur  y  el  barco  se 
mantuvo  muy  bien  al  ancla.  Mandé  de  inmediato  al  teniente  Pigott  y 
a  Mr.  Roberts,  el  oficial,  a  reconocer  y  volver  en  seguida,  pues  estaba 
ansioso  por  llevar  nuevamente  al  mar  al  barco  para  seguridad  durante 
la  noche;  volvieron  pronto,  trayendo  algunos  libros  y  papeles,  habiendo 
descubierto  los  cuerpos  insepultos  del  capitán  Gardiner  y  de  Mr.  Maid- 
ment. 

De  los  papeles  encontrados,  se  deduce  que  Mr.  Maidment  estaba 
muerto  ya  el  4  de  septiembre  y  que  el  capitán  Gardiner  posiblemente  no 
pudo  sobrevivir  al  6  de  septiembre  de  1851.  En  uno  de  los  papeles  estaba 
escrito  en  forma  legible,  pero  sin  fecha:  "Si  camináis  a  lo  largo  de  la 
costa  una  milla  y  media,  nos  encontraréis  en  el  otro  bote,  halados  en  la 
boca  de  un  río  a  la  cabecera  del  puerto,  del  lado  sur.  No  os  detengáis, 
estamos  muriendo  de  hambre". 

Con  esta  triste  evidencia,  era  imposible  irse  aquella  noche  aunque 
el  tiempo  estaba  muy  amenazante... 

Bajé  a  tierra  la  mañana  siguiente,  22  de  enero,  y  visité  el  lugar 
donde  yacían  el  capitán  Gardiner  y  su  camarada  y  luego  fui  a  la 
cabecera  del  puerto  con  el  teniente  Gaussen,  Mr.  Roberts  y  Mr.  Evan 
Evans,  el  cirujano.  Encontramos  un  bote  naufragado,  con  parte  de  sus 
aparejos  y  pertrechos,  con  cantidades  de  ropa  y  los  restos  de  dos  cuer- 
pos, que  doy  por  sentado  que  son  los  de  Mr.  Williams  (cirujano)  y 
Juan  Pearce  (pescador  de  Cornnallcs)  ya  que  los  papeles  mostraban 
claramente  la  muerte  y  entierro  del  resto  del  grupo  misionero. 

Los  dos  botes  estaban,  pues,  separados  por  una  milla  y  media.  Cer- 
ca de  aquél  donde  yacía  el  capitán  Gardiner  había  una  gran  caverna,  a 
la  que  él  llamó  "Caverna  Pioneer.",  donde  guardaban  sus  pertrechos  v 
dormían  ocasionalmente,  y  en  esta  caverna  fué  encontrado  el  cuerpo 
de  Mr.  Maidment. 

Entre  los  papeles  del  capitán  Gardiner,  extracto  lo  siguiente:  "Mr. 
Maidment  estaba  tan  exhausto  ayer,  que  no  se  levantó  de  su  lecho  hasta 
mediodía  y  no  lo  he  visto  desde  entonces".  Otra  vez,  el  4  de  septiembre, 
aludiendo  a  Mr.  Maidment,  escribe:  "Fué  una  misericordiosa  providen- 


''HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


221 


cia  que  él  dejara  el  bote,  porque  yo  no  hubiera  podido  mover  el  cuerpo". 
El  cuerpo  del  capitán  Gardiner  yacía  junto  al  bote,  que  aparentemente, 
había  dejado  y,  estando  muy  débil  para  trepar  otra  vez  al  interior,  mu- 
rió a  su  lado.  Fuimos  dirigidos  a  la  caverna  por  una  mano  pintada  sobre 
las  rocas,  con  el  Salmo  62:5-8,  escrito  debajo.  Sus  restos  fueron  recogi- 
dos y  enterrados  juntos  cerca  del  lugar  y  el  servicio  fúnebre  fué  leído 
por  el  teniente  Underwood.  Una  pequeña  inscripción  fué  colocada  en 
la  roca  cerca  del  lugar.  Las  banderas  de  los  botes  y  barcos  estaban  a 
media  asta  y  tres  descargas  de  mosquetería  fueron  el  único  tributo  de 
respeto  que  pude  dar  a  este  hombre  de  excelsa  mente  y  a  sus  devotos 
compañeros,  que  murieron  en  la  causa  del  Evangelio  por  la  falta  de 
sustento  temporal,  y  antes  de  mediodía,  la  Dido  reanudaba  satisfacto 
riamente  su  viaje. . . 

W.  H.  Morshead 
Capitán 

Trozo  de  una  carta  del  pastor  Guillermo  Armstrong 
a  la  misión 

(De  "Providence  Traced"...) 

Impresionantes  trozos  del  diario  escrito  por  el  capitán  Gardiner 
fueron  recogidos,  preservados  de  la  destrucción,  según  parece,  en  la 
forma  más  asombrosa,  a  pesar  de  los  cuatro  meses  de  exposición  a  los 
efectos  de  los  vientos,  lluvias  y  mareas  y  a  los  nativos;  sin  embargo, 
media  hoja  de  papel,  completamente  saturada  de  agua,  rasgada  y  des- 
gastada por  la  fricción  contra  las  rocas,  teniendo  sólo  las  marcas  del 
lápiz  del  capitán  Gardiner,  contiene  en  su  mayor  parte,  palabras  tan 
inteligibles  como  cuando  fueron  escritas.  Todo  ello  fué  cuidadosamente 
recogido  por  el  capitán  Morshead  e  incluido  en  los  despachos  del  Al- 
mirantazgo. 


Fragmento  del  diario  del  joven  Luis  Fiedrabuena. 

Luis  Piedrabuena  llegó  a  ser  más  ade- 
lante el  más  destacado  marino  argentino 
en  la  Patagonia,  a  quien  se  deben  buena 
parte  de  las  exploraciones  de  costas  y 
ríos  australes.  Siendo  aún  jovencito  par- 
ticipó en  la  expedición  del  capitán 
Smiley. 

(De  "Apuntes  biográficos  de  Piedrabue- 
na", por  Cándido  Eyroa,  Boletín  del 
Centro  Naval.  Buenos  Aires,  1883). 
Efectivamente,  encontramos  una  botella  que  contenía  un  papel  es- 
crito por  el  señor  Gardener,  jefe  de  los  misioneros  que,  en  más  o  menos 


222 


ARNOLDO  CANCLINl 


términos  decía  lo  siguiente:  "Hemos  tenido  que  abandonar  Peter  Island, 
huyendo  en  las  dos  embarcaciones  que  teníamos.  Vamos  con  destino 
a  Spanis  Harbour".  Al  otro  día  del  encuentro  de  la  botella  zarpamos 
para  el  puerto  mencionado  por  Mr.  Gardener  en  su  aviso,  para  cuyo 
efecto  tomamos  el  canal  Beagle. 

A  las  8  p.  m.  del  mismo,  después  de  navegar  en  dicho  canal  unas 
cuarenta  millas,  alcanzamos  a  distinguir  los  topes  de  los  palos  de  una 
embarcación  en  los  cuales  nos  parecía  ver  una  bandera  flameando. 

Al  aproximarnos,  pudimos  ya  distinguir  fácilmente  al  buque  de  los 
misioneros,  varado  en  la  playa.  Nosotros  muy  contentos  fuimos  con 
dos  botes  a  tierra  y  ¡cuál  no  sería  nuestra  sorpresa  al  encontrar  tirados 
sobre  la  playa  tres  cadáveres,  entre  los  cuales  había  uno  con  un  brazo 
menos  y  todo  su  cuerpo  mutilado!  Este  espectáculo  en  aquellas  soli- 
tarias y  misteriosas  playas,  fué  para  nosotros  mucho  más  doloroso  cuan- 
do al  examinar  una  de  las  embarcaciones  varadas  en  la  playa,  encon- 
tramos en  su  fondo  cuatro  cadáveres  más,  revelando  en  sus  demacrados 
rostros  una  muerte  espantosa!  ¡Los  infelices  habían  perecido,  sin  duda, 
luchando  con  los  elementos  y  el  hambre! 

Al  siguiente  día  de  tan  inesperado  hallazgo,  cumpliendo  con  un 
deber  humanitario,  tan  sagrado  para  los  que  arrastramos  nuestras  vidas 
sobre  las  olas,  dimos  sepultura  a  todos  ellos,  tributándoles  como  auxilio 
religioso,  plegarias  que  salían  de  nuestros  labios,  tan  mudos  como  nues- 
tras lágrimas.  Los  marinos  se  lloran  porque  ellos  en  la  desgracia  son 
siempre  hermanos. 

En  la  misma  playa  encontramos  el  diario  que  los  misioneros  lleva- 
ban por  cuya  lectura  nos  informamos  que  los  otros  siete  hombres,  in- 
cluso el  comandante  Gardener,  se  habían  perdido  en  el  cabo  Kinnard 
(Bahía  Aguirre)  cuyo  incidente  se  hallaba  en  el  diario,  relatado  en  estos 
términos:  "Después  de  haber  hecho  Mr.  Gardener  algunas  bordadas  en 
la  lancha  que  piloteaba,  se  abordó  por  un  descuido  del  timonel  con  la 
otra  lancha  en  que  iban  los  otros  misioneros  y  a  consecuencia  de  este 
abordaje  y  del  fuerte  viento  que  reinaba  aquel  día  la  lancha  de  Gardener 
se  fué  sobre  los  arrecifes  de  la  costa,  perdiéndose  las  embarcaciones  y 
sus  tripulantes". 

A  consecuencia  del  fuerte  viento  que  esa  tarde  nos  sorprendió,  el 
cual  más  de  una  vez  puso  en  peligro  nuestra  embarcación,  no  nos  fué 
posible,  a  pesar  de  nuestros  esfuerzos,  ir  a  reconocer  la  costa,  para  ver 
de  encontrar  los  restos  de  la  lancha  de  Gardener  y  sepultar  los  cadá 
veres.  El  mismo  temporal  nos  obligó  a  salir  el  mismo  día  de  la  Bahía, 
lo  que  al  fin  conseguimos  después  de  mucho  trabajo,  salvando  los  in- 
mensos escollos  que  se  hallan  sembrados  en  la  bahía. 


APENDICE  II 


INSTRUCCIONES  A  LOS  PRIMEROS  MISIONEROS 

Frag?ne?itos  de  las  del  capitán  Parker  S?iow,  dadas  el  19 
de  agosto  de  1854-  i)or  el  comité  de  la  misión 

(De  "A  Two  Years  Cruisse  off  Tierra 
del  Fuego,  the  Falklands  Islands,  Pa- 
tagonia  and  in  the  River  Píate:  A  Na- 
rrative  of  Life  in  the  southern  seas",  del 
capitán  Guillermo  Parker  Snow.) 

Señor: 

Al  poner  a  su  cargo  el  yate  de  la  misión,  el  comité  expresa  la  más 
alta  confianza,  que  reposa  en  su  capacidad  y  precaución  de  marino  y 
en  sus  principios  de  cristiano  que  espera  que  nunca  serán  desplazados. 

Por  consiguiente,  usted  es  investido  con  autoridad  para  hacer  con 
el  velero  cuanto  sea  necesario  para  su  segundad  y  eficiencia.  Usted  se 
encargará  del  cuidado  de  los  almacenes  y  del  contralor  de  los  oficiales  y 
tripulantes  de  a  bordo  y,  cuando  el  personal  de  tierra  de  la  misión  esté 
en  el  velero,  deben  ellos  obedecer  sus  órdenes,  como  se  les  expresará  en 
las  intrucciones  que  recibirán. 

Como  el  Alien  Gardiner  es  un  yate  misionero,  el  comité  ordena 
que  sea  empleado  sólo  en  ese  sentido  en  la  forma  que  usted  considere 
apropiada  para  promover  el  cumplimiento  de  los  objetos  en  vista,  esto 
es  la  instrucción  y  civilización  de  los  nativos  de  Sud  América.  Usted 
debe  mantenerse  siempre  preparado  para  llevar  a  los  misioneros  a  Tierra 
del  Fuego  y  Patagonia,  con  el  propósito  de  visitar  a  los  nativos  y  ayudar- 
les a  relacionarse  con  ellos  y  llevar  a  la  estación  a  cualquier  persona  que 
ellos  induzcan  a  acompañarles. 

El  comité  espera  que  usted  estará  dispuesto  a  ayudar  al  personal  de 
tierra  con  su  ayuda  particular  y  el  empleo  de  su  tripulación,  siempre 
que  las  necesidades  del  velero  no  los  necesiten  y  el  grupo  misionero  re- 
quiera tal  esfuerzo  adicional. 

Se  considera  deseable  que  se  dirija  a  Wulaia  tan  pronto  como  la 


224 


ARNOLDO  CANCL1NI 


misión  esté  preparada  en  alguna  forma  y  el  sacerdote,  el  catequista  o 
uno  de  ellos  puedan  acompañarlo. 

Aprovechará  usted  igualmente  la  primer  oportunidad  para  ir  a  Gre- 
gory  Bay  y  buscar  a  Casimiro,  el  cacique  patagón,  y  por  sus  buenos 
oficios  establecer  amistosas  relaciones  con  su  tribu. 


Al  catequista  Garland  Phillips. 

(De  "The  Missionary  Martyr  of  Tierra 
del  Fuego",  de  G.  W.  Phillips). 

Señor: 

El  Comité  de  la  Sociedad  Misionera  de  la  Patagonia  tiene  el  placer 
de  confirmarle  en  el  nombramiento  de  catequista  y  le  comunica  ahora  sus 
directivas  para  su  guía  general  en  el  trabajo  de  esta  misión.  Le  encargan 
el  deber  de  buscar  a  los  nativos  de  Tierra  del  Fuego  y  Patagonia,  de 
comunicarse  con  ellos  por  cualquier  medio  que  el  Espíritu  de  Dios  le 
sugiera  como  factible  y  de  persuadir  a  algunos  a  acompañarle  a  la 
estación  de  las  Malvinas.  Utilizará  todas  sus  fuerzas  para  aprender  su 
idioma  y  sistematizarlo  una  vez  aprendido.  Practique  con  ellos  la  mayor 
paciencia  y  tolerancia  y  enséñeles  lo  bueno  y  lo  correcto  con  su  propio 
ejemplo.  El  comité  debe  dejar  que  las  determinaciones  particulares  le 
sean  señaladas  por  su  buen  sentido  y  su  sentimiento  cristiano,  bajo  la 
guía  del  espíritu  de  sabiduría  y  amor.  Actuará  como  capellán  a  bordo 
y  en  la  estación  hasta  que  llegue  el  misionero  ordenado  y  entonces  habrá 
de  considerarse  asistente  de  aquél.  Será  también  parte  de  su  trabajo  el 
enseñar  a  los  miembros  de  la  misión  más  jóvenes  y  menos  instruidos, 
por  medio  de  clases  bíblicas.  El  comité  le  considera  la  persona  apropiada, 
en  ausencia  de  un  clérigo,  para  conducir  los  oficios  divinos  el  domingo 
y  para  requerir  de  todos  su  asistencia  al  mismo,  debiendo  recordar  que, 
como  representante  de  una  sociedad  de  la  Iglesia  Establecida  de  Ingla- 
terra e  Irlanda,  lo  más  conveniente  es  que  en  el  servicio  se  use  la  liturgia. 


En  conclusión,  el  comité  le  ruega  que  sea  ferviente  y  constante  en 
la  oración.  El  cristiano  ha  de  ser  una  lámpara  para  iluminar  con  la  luz 
de  la  gracia,  pero  no  podrá  brillar  si  su  alma  no  está  completamente  re- 
frescada y  llena  por  medio  de  la  comunicación  de  gracia  y  verdad, 
buscada  y  obtenida  por  la  oración  a  Dios,  el  generoso  dador  de  todo  lo 
bueno.  Haga  de  la  Biblia  su  constante  amigo  y  consejero  y  acuda  a 
ella  en  todas  las  discusiones  y  dudas.  Mantenga  en  vista  la  perspectiva 
de  una  esfera  de  utilidad  más  elevada  y  lea  libros  en  que  aprenda 
teología,  exposición  bíblica  y  evidencias  cristianas,  que  lo  calificarán 
para  su  ordenación. 


APENDICE  III 


DOCUMENTOS  RELATIVOS  A  LA  MASACRE  DE  WULAIA 

Declaración  de  Alfredo  Colé,  cocinero  del 
"Alien  Gardiner" 

(Dada  por  el  sobreviviente  de  la  masacre,  ante  W.  H.  Smi- 
ley,  cónsul  americano,  el  2  de  marzo  de  1860,  tal  como  se 
encuentra  transcripta  en  la  obra  "The  Missionary  Martyr  of 
Tierra  del  Fuego"). 

Alfredo  Colé  vino  personalmente  y  se  presentó  ante  mí  y,  habiendo 
jurado  debidamente,  declaró  lo  que  sigue: 

Que  él  tiene  23  años  y  era  cocinero  en  la  goleta  Alien  Gardiner  en 
su  viaje  de  la  isla  Keppel  a  la  isla  Button  con  el  propósito  de  devolver 
nueve  nativos  y  que  partieron  de  Port  Stanley  el  día  25  de  octubre 
de  1859  y  llegaron  a  Woollyah  el  día  1°  de  noviembre  y  que  el  2 
bajaron  a  tierra  los  nativos  y  se  comenzó  a  cortar  madera  y  hacer 
huertas,  etc. 

El  viernes  4,  se  notó  que  los  indígenas  se  reunían  y  se  vió  a 
Jemmy  Button  muy  disgustado  al  no  obtener  muchas  cosas  tan  pronto 
como  esperaba,  y  descubrimos  que  los  naturales  habían  robado  algunas 
cosas  y  revisamos  sus  cosas  antes  que  abandonaran  el  velero.  Esto  pa- 
reció agitar  a  los  naturales  y  cuando  el  capitán  Fell  fué  a  revisar  sus 
cosas,  Schwyamuggins  lo  agarró  por  el  cuello.  El  capitán  Fell  lo  golpeó. 
Todos  fueron  a  tierra  sin  sus  cosas,  excepto  Tommy  y  su  esposa.  La 
misma  tarde  agarraron  sus  cosas  y  fueron  a  tierra.  El  domingo  siguiente 
todos  menos  yo  fueron  a  la  iglesia  en  la  orilla;  poco  después  que  ellos 
bajaron,  vi  a  los  naturales  que  sacaban  los  remos  del  bote  y  pocos 
minutos  más  tarde,  vi  a  los  hombres  corriendo  hacia  la  orilla  y  a  los 
naturales  persiguiéndoles  con  cachiporras  y  derribándoles  a  golpes  sobre 
la  playa  con  cachiporras  y  garrotes.  Mr.  Phillips  y  uno  de  los  otros 
hombres  trataron  de  botar  una  canoa  pero  fué  derribado  por  William 
Button  (Billy). 

Vi  a  todos  menos  al  viejo  Hewey  muertos  en  la  playa  y  un  mucha- 
cho me  contó  que  fué  muerto  en  la  casa.  Bajé  la  falúa  y  salté  dentro  y 
escapé  hacia  el  monte.  Una  canoa  salió  a  darme  caz  pero  entré  al 
monte  y  me  trepé  a  un  árbol  y  estuve  cuatro  días  antes  de  volver  a  la 
playa.  Doce  días  después  encontré  a  algunos  naturales  que  me  llevaron 


226 


ARNOLDO  CANCL1N1 


consigo,  pero  que  me  quitaron  toda  la  ropa,  dejándome  sólo  el  cinturón 
y  un  aro.  Querían  arrancarme  la  barba,  pero  no  lo  hicieron.  Estuve 
diez  días  desnudo  con  estos  naturales,  mientras  me  llevaban  de  regreso 
adonde  estaba  la  goleta,  donde  Jemmy  y  Tommy  Button  me  dieron 
algunas  ropas. 

Entonces  fui  a  bordo  y  la  encontré  hecha  un  verdadero  naufragio. 
Todo  lo  que  tenía  aspecto  de  hierro  había  sido  quitado,  las  lámparas 
de  cubierta  sacadas  de  allí,  los  arrufos  arrancados  del  aparejo,  las  velas 
quitadas  y  cortadas,  las  sogas  de  los  pernos  quitadas  de  las  vergas. 

No  había  ni  señas  de  las  provisiones.  No  quedan  más  que  el  casco 
y  los  mástiles;  los  bicheros  están  cortados  en  pedazos  para  sacarles  el 
hierro.  La  rueda  fué  sacada  y  la  escalera  de  la  cabina  está  retorcida 
hacia  arriba. 

Desde  entonces  quedé  con  los  naturales  hasta  que  vi  a  la  Nancy 
y  exhalé  un  suspiro. 

Fui  tratado  con  más  amabilidad  por  Tommy  que  por  cualquier 
otro  y  creo  sinceramente  que  la  causa  de  la  masacre  fue  que  Jemmy 
Button  estaba  celoso  de  que  los  otros  tenían  más  de  lo  que  él  pensó 
que  tenían  derecho;  y  creo  firmemente  que  estuvo  a  la  cabeza  de 
todos  los  acontecimientos. 

No  sé  qué  se  hizo  con  los  cadáveres:  si  fueron  comidos,  quemados  o 
arrojados  al  mar.  Uno  de  los  muchachos  me  contó  que  Jemmy  peleó  y 
que  arrojaron  los  cadáveres  al  mar.  Jemmy  me  contó  que  había  otro 
hombre  vivo  además  de  mí.  No  lo  creo  porque  debiera  haber  oído 
decir  algo  más  a  algún  otro.  Los  muchachos  me  dijeron  que  habían 
muerto  a  todos. 

El  declarante  no  declaró  más  nada.  (Firmado)  Alfredo  Colé.  Fir- 
mado en  mi  presencia,  este  segundo  día  de  marzo  de  1860.  (Firmado) 
W.  H.  Smiley,  cónsul  de  los  Estados  Unidos. 


Declaraciones  de  Jemmy  Button 

(Estas  declaraciones  se  encuentran  insertadas,  en  un  inglés 
incoherente  en  la  obra  mencionada;  se  las  transcribe  tra- 
ducidas lo  más  fielmente  posible). 

Oficina  de  la  Secretaría  Colonial,  Islas  Malvinas,  12  de  marzo  de  1860. 

En  la  presencia  del  gobernador  Moore,  el  capellán  colonial  y  el 
capitán  Smiley,  el  abajo  firmante,  Jemmy  Button,  declara: 

"Yo  estuve  en  la  isla  Keppel  cuatro  lunas,  con  esposa  e  hijos.  No 
gustar  detenerse  (*);  no  querer;  no  gustar.  Despard  dice  "Vete,  Jemmy, 
eres  viejo;  tus  chicos  se  detienen".  Chicos  no  querían  detenerse  en  Wool- 
lyah  (2);  querer  volver  con  usted  (señalando  al  capitán  Smiley);  todos 
querer  volver  VVoollyah.  (Uno  de  los  presentes  pregunta:  "¿Mister  Des- 
pard le  pidió  que  vaya  a  Keppel?").  Mister  Despard  dijo:   "Ve  dos 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


227 


veces  a  Keppel,  dos  veces  por  año  Woollyah;  cazas  pescado  con  ianza 
en  Keppel,  no  agarrar  lobo,  agarrar  pescado,  gran  pescado  (a)".  Yo  no 
los  vi  revisar  los  buitos;  el  muchacho  de  nuestro  país  muchacho  muy 
enojado  cuando  Despard  revisó  los  bultos  (4).  Hombres  del  país  de 
Oen  mataron  al  capitán  Fell,  iguales  en  todo  a  los  patagones,  hombres 
de  arco  y  flecha.  Mi  país  en  canal  pequeño,  otros  desde  aguas  gran- 
des (6);  mi  país  en  Woollyah,  el  de  ellos  cerca  de  Patagonia.  Muchachos 
del  país  de  Oen  dicen  nosotros  no  matar  ustedes,  ustedes  se  van,  nosotros 
matar  a  ellos.  Yo  ver  capitán  Fell  muerto,  carpintero;  otro  hombre  vió 
uno  muerto;  yo  no  ver  mister  Phillips  muerto.  Yo  puse  cuatro  en  el 
suelo  (6).  Yo  no  ver  los  otros.  Yo  voy  a  mostrar  capitán  bmiley.  Yo 
no  ver  nadie  vivo;  yo  pienso  uno  escapó;  huyó.  Yo  enterrar  capitán 
Fell  y  el  carpintero  y  otros  dos  suecos.  Yo  no  dormir  en  goleta,  andar 
corriendo  en  tierra;  no  más  sueño,  andar  corriendo.  Yo  estuve  todo 
alrededor  isla,  no  ver  hombre  blanco;  nosotros  buscar  cuerpo  capitán 
Fell  mi  hermano  decir,  todos  en  el  suelo  cerca  casa  mi  hermano  cavó. 
Cada  tribu  habla  diferente,  mujer  en  Wollyah  es  kiipa;  mi  tribu  tiene 
quince  años  (contando  con  los  dedos).  Gente  de  York  no  hablar 
VVooilyah  (7)  país  de  Oen  no  hablar  (se  refiere  a  la  isla  Lennox),  ellos 
no  hablar;  país  de  York  dos  barcos  rotos  hace  mucho;  hombres  de  York 
comer  hombres,  scratch  country  (8).  Mi  hermano  quizá  volver  a  Kep- 
pel; yo  tuve  bastante  de  ello.  No  querer  volver  (acompañado  de  una 
seña  para  decir  "no",  posteriormente  agregó):  muchacho  de  mi  país 
no  querer  volver  a  Keppel". 

Registrados  el  día  y  año  ya  mencionados,  de  labios  de  Jemmy  But- 
ton,  tanto  como  pudo  ser  entendido  o  pudo  hacérsele  entender  nuestras 
preguntas. 

(1)  Término  usado:  stop.  Aparece  varias  veces  y,  sin  duda,  Jem- 
my quería  significar  estar  o  quedarse. 

(2)  Forma  inglesa  antigua  de  escribir  Wulaia. 

(3)  Quiere  describir  la  abundancia  de  la  isla.  La  carne  de  lobo  es 
muy  desagradable  y  el  pescado  siempre  era  preferido. 

(4)  Se  refiere  a  Schwya  muggins,  pero  se  equivoca  al  nombrar  a 
Despard  que  no  estaba  presente. 

(5)  El  Océano  Atlántico.  Está  intentando  hacer  caer  la  culpa  sobre 
los  onas  que,  a  veces,  hacían  incursiones  a  la  parte  sur  de  la  isla. 

(6)  Yo  enterré. 

(7)  Gentes  de  York:  los  alacalufes. 

(8)  Expresión  intraducibie.  Scratch:  rascar,  raspar,  arañar;  country: 
tierra,  país. 


APENDICE  IV 


DOCUMENTOS  RELATIVOS  A  LA  TOMA  DE  POSESION  DE 
TIERRA  DEL  FUEGO  POR  EL  GOBIERNO  ARGENTINO 

(De  la  Memoria  del  Ministerio  de 
Guerra  y  Marina  para  el  año  1885). 

Informes  sobre  la  División  Expedicionaria  al 
Atlántico  Sud 

Buenos  Aires,  noviembre  15  de  1884. 

A  S.  E.  el  Sr.  Ministro  de  Guerra  y  Marina,  General 
D.  Benjamín  Victorica. 

Tengo  el  honor  de  dar  cuenta  a  V.  E.  que  hoy,  a  las  3  h.  30  m.p.m. 
fondeé  la  Cañonera  "Paraná"  en  el  puerto  de  esta  Capital. 

En  cumplimiento  de  lo  ordenado  por  V.  E.  en  las  últimas  notas  que 
tuve  el  honor  de  recibir  en  el  puerto  de  "San  Juan  del  Salvamento" 
apresuré  la  carga  de  todo  el  material  que  necesitaba  para  la  construc- 
ción en  la  Tierra  del  Fuego  y  una  vez  que  quedó  esto  terminado,  zarpé 
de  Los  Estados  con  el  "Paraná",  el  "Villarino",  el  "Comodoro  Py",  y 
el  "Patagonia"  con  rumbo  al  Canal  Beagle,  dejando  en  la  Subprefectura 
ya  establecida  en  la  Isla  el  "Santa  Cruz"  y  el  "Buenos  Aires",  ambos  bu- 
ques a  las  órdenes  del  Capitán  Villarino,  encargado  accidentalmente  de 
aquella  Repartición  en  ausencia  del  titular,  Capitán  Méndez,  Comandante 
del  "Comodoro  Py",  fondeando  todos  los  buques  anteriormente  citados, 
sin  novedad,  en  el  puerto  de  Oshovia  (en  donde,  de  muchos  años  atrás, 
se  halla  establecida  la  Misión  Inglesa  de  la  Tierra  del  Fuego)  el  día  28 
de  septiembre. 

Pocos  momentos  después  de  haber  fondeado  se  presentó  a  bordo  el 
superintendente  de  la  Misión,  Reverendo  D.  Thomas  Bridges,  acompa- 
ñado de  los  otros  dos  misioneros,  señores  Whites  y  Lawrence  y  después 
de  una  detenida  conferencia  con  el  primero,  le  pasé  la  nota  cuya  copia 
legalizada  forma  el  anexo  A. 


Los  anexos  C.  D.  E.  F.  H.  y  K.,  impondrán  a  V.  E.  de  las  medidas 
tomadas  antes  de  mi  partida  de  ese  punto,  a  fin  de  regimentar  la  forma  a 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


229 


que  quedó  sujeto  el  poder  de  las  autoridades  argentinas  que  quedan  allí, 
en  posesión  de  nuestro  territorio,  para  cualquier  caso  que  pudiere  ocurrir  y 
respectivamente  en  sus  relaciones  con  la  Misión  e  indígenas  catequizados. 

Augusto  Laserre. 

A 

Al  Rdo.  Sr.  Thomas  Bridges,  Sub -Intendente  de  la  Misión  de  este  puerto- 

Las  ideas  de  ilustración  y  progreso  que  animan  al  Gobierno  Argen- 
tino y  que,  al  servirle  de  regla  de  conducta  han  colocado  a  la  Nación 
en  el  elevado  rango  de  civilización  a  que  ha  llegado,  le  han  hecho 
apreciar  debidamente  la  importancia  de  los  servicios  que  la  Misión  aquí 
establecida  puede  seguir  prestando  en  la  benéfica  y  cristiana  obra  de  la 
catequización  de  los  naturales  de  esta  parte  de  nuestro  territorio  y  en 
su  virtud  me  es  agradable  participar  a  Vd.  que  el  Exmo.  Gobierno  al 
comisionarme  para  establecer  la  Subprefectura  Marítima  de  Tierra  del 
Fuego  e  Isla  de  los  Estados,  me  ha  recomendado  muy  especialmente 
ofrezca  a  Vd.  y  le  preste  todos  los  auxilios  y  ayuda  que  pudiere  necesitar 
durante  mi  permanencia  aquí,  dejando  órdenes  en  igual  sentido  a  mi 
partida,  al  Jefe  de  esta  Subprefectura,  creada  con  propósitos  iguales  a  los 
que  han  traído  a  Vdes.  a  estas  desiertas  costas  y  nevadas  montañas. 

Por  mi  parte,  Rev.  señor,  penetrado  de  los  beneficios  de  su  misión 
sagrada,  debo  manifestarle  la  seguridad  de  la  decidida  protección  de  mi 
Gobierno  en  todos  aquellos  casos  compatibles  con  las  leyes  que  rigen  a 
nuestro  país  y  me  complazco  en  ofrecer  a  Vd.  mis  servicios,  saludán- 
dole con  mi  más  cordial  consideración. 

Es  copia  fiel  

Augusto  Laserre. 
Carlos  Béccar. 

B 

ACTA 

En  la  Bahía  de  Oshovia,  a  doce  de  Octubre  del  año  mil  ochocientos 
ochenta  y  cuatro,  reunidos  los  señores  Jefes  y  Oficiales  de  la  División 
Espedicionaria  del  Atlántico  Sud,  los  empleados  de  la  Sub -Prefectura 
.Marítima  de  la  Tierra  del  Fuego,  el  Reverendo  Thomas  Bridges,  Super- 
intendente de  la  Misión  Sud-Americana  en  esta  estación,  don  Roberto 
VVhaits  y  don  Juan  Lawrence,  catequizadores  en  la  misma  Misión,  esta- 
blecida en  esta  Bahía,  el  señor  Jefe  de  la  División,  Coronel  don 

Augusto  Laserre,  declaró  solemne  y  oficialmente  inaugurada  la  Primera 
Subprefectura  en  estos  territorios,  que  representará  en  ellos  la  autoridad 

Argentina  y  ejecutará  nuestros  propósitos,  a  cuyo  efecto  puso  en 

posesión  de  los  cuatro  edificios  construidos  con  ese  objeto  al  Sub-Prefecto, 
nombrado  por  el  Exmo.  Gobierno  de  la  Nación  y  acto  continuo  se  izó  el 


230 


ARNOLDO  CANCL1N1 


pabellón  Argentino  con  los  honores  prescriptos,  haciéndose  por  la  caño- 
nera "Paraná"  Xina  salva  de  veintiún  cañonazos,  con  lo  que  se  dió  por 
terminada  la  ceremonia  de  la  instalación  definitiva,  efectuada  en  el  día 
del  cuarto  aniversario  de  la  recepción  del  actual  Gobierno  de  la  Nación 
a  cuyos  civilizadores  esfuerzos  debe  el  país  y  el  mundo  marítimo  la 
creación  de  este  importante  y  humanitario  establecimiento. 
En  fe  de  lo  cual  firmamos  todos  los  presentes  esta  acta. 

Firmados:  Augusto  Laserre  -  Thomas  Bridges  - 
Lázaro  Iturrieta  -  John  Lawrence  - 
Robert  W.  Whaits  •  José  C.  Maymó  • 
D.  J.  Ford.  -  Carlos  Méndez.  -  Gur 
llermo  S.  Mac  Carthy  -  A.  Alvar ez  - 
Juan  P.  Saenz  Valiente  -  A.  Viraso- 
ro  y  Calvo  -  Macedonio  Bustos  - 
Luis  Figne  -  Miguel  Jasidakis  -  Angel 
C.  Montero  -  Pedro  F.  Reyes  - 
Eduardo  José  Pozzo  -  Francisco 
Ganibini  -  William  Jiler  -  John  Craig 
-  Thomas  Earnshard  -  J.  Pnanaticos  • 
Giacomo  D.  Gregori. 

Es  copia  fiel  

Carlos  Béccar. 


C 

El  Anexo  C  contiene  instrucciones  al  Subprefecto  de  la  Isla  de  los 
Estados;  no  se  transcribe  por  no  tener  referencia  con  la  misión. 


D 

Comunicación  oficial  de  la  llegada  de  regreso  a  Buenos  Aires  (no 
se  transcribe). 

Bahía  Oosovia,  Octubre  12  de  1884. 

Al  Reverendo  Thomas  Bridges,  Super-Intendente  de  la  Misión  en  este 
puerto. 

Debiendo  tener  lugar  en  el  día  de  hoy  a  1  h.p.m.  la  inauguración 
oficial  de  la  Sub-Prefcctura  creada  por  ley  del  Honorable  Congreso 
Argentino  para  la  Tierra  del  Fuego  y  establecida  por  la  División  a  mis 
órdenes  en  esta  Bahía;  tengo  el  agrado  de  invitar  a  Vd.  y  demás  señores 
que  forman  el  personal  de  la  Misión  a  acompañarme  en  esa  ceremonia, 
esperando  se  dignarán  Vds.  firmar  con  el  que  suscribe,  y  todos  los  Jefes 
y  oficiales  que  componen  el  cuerpo  militar  el  documento  en  que  cons- 
tará el  acto  de  la  definitiva  instalación  de  la  Subprefcctura  establecida. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


231 


Esta  oportunidad  me  proporciona  el  placer  de  reiterar  a  Vd.  la 
expresión  de  todo  mi  aprecio. 

Augusto  Laserre. 
Oshovia,  Octubre  19  de  1884. 

Al  Comandante  Militar  de  las  Sub-Prefecturas  Marítimas  de  Isla  de  los 
Estados  y  Tierra  del  Fuego,  Capitán  D.  Carlos  Méndez. 

Considerando  que  la  firme  voluntad  del  Gobierno  de  la  Nación  es 
proteger  por  todos  los  medios  posibles  la  Misión  establecida  en  este 
puerto  en  razón  de  sus  fines  humanitarios  y  civilizadores,  que  tanto 
armonizan  con  sus  ideas  progresistas  de  colonización  y,  considerando, 
también,  que,  establecida  la  Sub-Prefectura  en  paraje  tan  cercano  al  que 
ocupa  la  Misión,  es  necesario  reglamentar  las  relaciones  entre  el  personal 
subalterno  de  la  Sub-Prefectura  y  de  los  buques  de  la  Nación  con  los 
indios  catequizados,  alimentados  y  vestidos  por  los  Misioneros  y  evitar 
en  cuanto  se  pueda,  todo  motivo  de  queja,  de  una  u  otra  parte,  estable- 
ciendo el  mutuo  respeto  y  consideración:  el  Jefe  que  suscribe  reco- 
mienda a  Vd.  para  que  a  su  vez  lo  haga  a  sus  subalternos  y  lo  comunique 
al  Superintendente  de  la  Misión  en  este  punto,  el  más  exacto  cumpli- 
miento a  las  estrictas  disposiciones  que  a  continuación  se  expresan: 

1»  Ningún  individuo  perteneciente  a  la  Sub-Prefectura  o  a  los  bu- 
ques, de  Contramaestre  abajo,  podrá  pasar  el  arroyo  situado  al  Oeste  de 
la  Sub-Prefectura  y  a  su  inmediación,  sin  previo  permiso  del  Jefe  de 
ésta,  quien  lo  concederá  de  acuerdo  con  los  Misioneros. 

2»  El  Comandante  Militar,  así  como  el  Sub-Prefecto,  atenderán  toda 
queja  que  interpusieran  indios,  o  alguno  de  los  Misioneros  por  tropelías 
u  otros  abusos  cometidos  con  ellos  y  en  los  casos  debidamente  probados, 
ordenarán  un  severísimo  castigo  con  arreglo  a  la  gravedad  de  la  falta. 

3»  Todo  trabajo  personal  de  cualquier  indígena  catequizado  deberá 
ser  siempre  remunerado  y  en  ningún  caso  impuesto,  requiriéndose  para 
ocupar  los  indígenas  a  que  se  hace  referencia,  permiso  de  los  Misioneros. 

4»  A  fin  de  fomentar  el  desarrollo  de  la  colonización  pastoril,  cuya 
base  existe  ya  implantada  en  esta  parte  de  la  Tierra  del  Fuego  y  siendo 
indispensable  para  obtenerlo,  sujetarse  a  lo  que  establece  el  código  res- 
pectivo, se  observará  y  hará  observarse  por  todos  un  profundo  respeto 
a  la  propiedad  de  cada  uno,  atendiendo  y  haciendo  justicia  a  toda  queja 
por  robo  de  animales,  cuereadas,  carneadas,  etc.,  sean  quienes  fueren  los 
autores  del  delito,  así  como  la  invasión  del  domicilio  o  terreno,  ocupado 
actualmente  por  indígenas  en  sementeras,  pastoreo,  etc. 

5»  Se  prohibirá  bajo  penas  severas,  el  tráfico  de  bebidas  espirituosas 
ya  sean  importadas  u  obtenidas  por  cualquier  otro  medio. 

6»  Queda  prohibido  todo  negocio  de  compra  o  venta  con  los  indios 
catequizados  sin  anuencia  de  los  Misioneros. 

7»  Las  autoridades  establecidas,  harán  efectivas  las  disposiciones  del 
Exmo.  Gobierno,  prohibiendo  la  extracción  de  productos  de  todo  género 
de  estas  costas,  así  como  la  pesca  y  caza  en  el  radio  de  su  jurisdicción. 


232 


ARNOLDO  CANCLINI 


8»  La  mansedumbre  de  los  indígenas,  así  como  su  extremada  miseria, 
impone  a  todos  el  deber  de  auxiliarlos  en  lo  posible,  contribuyendo  cada 
empleado  en  lo  que  pueda  a  su  civilización. 

Dios  guarde  a  Vd. 

Augusto  Laserre. 

E 

Bahía  Ooshovia,  Octubre  18  de  1884. 

Al  Reverendo  Thomas  Bridges,  Super  intendente  de  la  Misión 
en  este  puerto. 

Según  lo  acordado  entre  nosotros,  tengo  el  agrado  de  remitir  a  Vd. 
el  faro  con  el  combustible  necesario  para  su  iluminación  y  enseres  co- 
rrespondientes, el  que  colocado  en  el  punto  convenido,  servirá  de  guía 
a  los  desgraciados  náufragos  que  necesiten  de  los  socorros  que  se  en- 
cuentran en  esta  Bahía. 

Le  adjunto  también,  Reverendo  señor,  en  copia  legalizada,  el  Decreto 
del  Exmo.  Gobierno  de  la  Nación  reglamentando  el  uso  de  la  bandera 
Nacional  y  de  los  pabellones  de  las  naciones  amigas,  en  todo  el  territorio 
de  la  República  y  como  pienso  que  la  Misión  no  poseerá  bandera  hecha 
ni  género  para  hacerlas,  le  ruego  se  sirva  admitir  las  piezas  de  lanilla  que 
le  remito  para  la  confección  de  las  banderas  Argentinas. 

Saludo  a  Vd.  atentamente. 

A.  Laserre. 

F 

(De  este  documento  y  de  los  dos  siguientes  se  incluye  en  la  Me- 
moria primeramente  el  original  inglés,  seguido  en  los  tres  casos  por  la 
traducción  oficial,  que  es  la  que  transcribimos): 

Ooshovia,  Tierra  del  Fuego,  Octubre  29  de  1884. 

Al  Coronel  Laserre,  Jefe  de  la  División  Espedicionaria  del 

Atlántico  del  Sud. 
Querido  señor: 

Con  mucho  placer  agradezco  los  siguientes  regalos  y  donaciones  de 
su  Excelencia: 

1»  La  colocación  del  faro  en  una  posición  visible  de  nuestra  estación 
desde  el  10  del  corriente  con  todo  lo  necesario  para  ocho  meses  según 
creo,  prueba  de  ser  muy  buena  luz,  visible  a  ocho  ó  diez  millas  y  será 
de  mucha  utilidad  a  los  buques  que  se  acerquen  al  puerto. 

2»  La  donación  de  un  lio  de  lanilla  azul  y  blanca  para  la  confección 
de  banderas  Argentinas  para  ser  usadas  en  nuestra  estación,  las  que  usa- 
remos con  agrado  por  ser  las  de  un  Gobierno  establecido  y  especialmente 
por  la  instalación  de  la  Sub-Prefectura,  que  nos  trae  asistencia  muy  ma- 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  233 


terial  de  todo  género  y  comunicación  a  vapor  regular  y  frecuente  con 
el  mundo. 

3»  El  decreto  que  acompaña  la  lanilla  sobre  el  uso  debido  de  las 
banderas  nacionales  y  estrangeras  que  será,  naturalmente,  fielmente  cum- 
plido. 

4»  Una  copia  del  reglamento  para  el  gobierno  de  todo  asunto  local 
en  Ooshovia  el  cual  está  en  todas  sus  partes  de  acuerdo  con  nuestras 
ideas,  y  prueba  estar  bien  pensado  para  que  continúe  la  paz,  el  orden  y 
el  progreso  de  todos.  Este  reglamento  tendrá  nuestra  mayor  cooperación 
y  será  fielmente  cumplido  por  todos  los  indígenas  bajo  nuestra  influen- 
cia, pues  están  convencidos  de  la  necesidad  que  hay  de  leyes  dictadas 
por  una  potencia  competente  para  exigir  su  cumplimiento. 

5'  El  benévolo  permiso  que  me  ha  sido  concedido  para  permitir 
a  los  indígenas  la  pesca  de  lobos  en  toda  estación,  lo  que  constituye  sus 
únicos  medios  de  subsistencia  natural  y  legal. 

Para  concluir  deseo  expresar  cordialmente  S.  E.  nuestra  general 
aprobación  y  admiración  por  toda  su  conducta:  por  la  ayuda  generosa 
que  usted  nos  ha  dado  y  prometido;  por  la  manifestación  de  su  aprecio 
por  nuestros  trabajos  y  del  progreso  hecho  por  nuestra  gente. 

Nuestro  deseo  es  ver  prosperar  en  todo  sentido  la  Sub-Prefectura  y 
que  sea  su  Excelencia  feliz  en  el  recibo  de  buenas  noticias  de  su  ade- 
lanto y  utilidad. 

Su  fiel  servidor  y  amigo. 

Misionario  Super-intendente  en  Ooskovia 
Thomas  Bridges 

G 

Sociedad  de  Misioneros  Sud-Americana 

Ooshovia,  Tierra  del  Fuego,  Septiembre  30  de  1884. 

A  S.  E.  el  Comandante  de  la  División  Expedicionaria  al  Atlántico  del  Sud. 
Querido  señor  : 

En  contestación  a  su  cariñosa  comunicación  de  ayer  le  doy  la  segu- 
ridad de  mi  aprecio  por  las  buenas  intenciones  del  Gobierno  Argentino 
con  respecto  a  esta  misión  y  territorio,  país  en  el  cual  he  estado  ocu- 
pado tanto  tiempo  y  en  el  cual  me  hallo  tan  interesado.  Además  la 
expresión  de  su  aprecio  por  los  servicios  de  esta  Misión  Cristiana  (me- 
jorando el  estado  de  los  Fueguinos),  es  muy  de  mi  agrado  y  también  los 
propósitos  benévolos  de  su  gobierno  para  llevar  adelante  estos  servicios 
conjuntamente  con  los  oficiales  de  esta  sociedad. 

Por  nuestra  parte  aseguramos  a  Vd.  y  a  su  Gobierno  que  es  nuestro 
fervoroso  propósito  lograr  hacer  de  estas  tribus  una  comunidad,  gober- 
nada por  leyes,  honrada,  industriosa  y  feliz,  y  apreciaremos  mucho  toda 
asistencia  que  Vd.  pudiera  concedernos  y  especialmente  las  oportunidades 


234 


ARNOLDO  CANCL1N1 


que  su  presencia  y  repetidas  visitas  nos  proporcionará  para  comuni- 
caciones más  regulares  y  frecuentes  con  el  mundo,  y  para  poder  obtener 
las  provisiones  necesarias. 

En  la  esperanza  ardiente  de  que  el  Gobierno  Argentino  prosperará 
con  felicidad  y  obtendrá  honor  como  potencia  cristiana  importante  en 
el  mundo,  asegurando  la  prosperidad  de  todos  sus  subditos,  viéndola 
progresar  en  todo  lo  que  es  noble. 

Estos  son  los  ardientes  deseos  de  su  humilde  servidor. 

Deseándole  Ilustre  señor,  toda  prosperidad  en  sus  deberes,  me  siento 
anheloso  por  adelantar  en  lo  posible  sus  buenas  intenciones.  . 

Suyo  fielmente. 

Thomas  Bridges 
Superintendente  de  la  Misión  Fueguina 


H 

Ooshovia,  Octubre  11  de  1884. 

Querido  señor: 

Me  ha  proporcionado  mucho  placer  recibir  sus  congratulaciones  por 
el  éxito  de  nuestra  espedición  de  ayer  que  fué  feliz  y  próspera. 

Me  entero  con  mucha  satisfacción  de  su  propósito  de  mandar  unos 
oficiales  en  el  "Comodoro  Py"  y  desearía  aprovechar  esta  oportunidad 
tan  buena  para  poder  servir  a  la  Misión  y  a  la  Espedición  al  mismo  tiem- 
po. Con  el  permiso  bondadoso  de  usted  nos  acompañarán  el  señor  Law- 
rence  o  el  señor  Whites  y  seremos  muy  afortunados  en  contribuir  a 
aumentar  los  conocimientos  de  los  oficiales  Argentinos  con  respecto  a 
este  territorio.  Propondría,  si  fuese  conveniente,  la  partida  del  "Comodoro 
Py"  el  martes  o  el  lunes  y  volver  el  miércoles  antes  del  anochecer.  Pro- 
pongo dar  la  vuelta  a  la  isla  Navarin;  también  ir  hasta  la  cabeza  de  Pon- 
somby  Sound,  paraje  de  mucho  interés,  el  que  habiéndolo  pasado  yo, 
puede  Vd.  confiar  en  mi  practicage. 

Daríamos  vuelta  al  Navarin  por  vía  de  la  angostura  de  Murray  vol- 
viendo a  este  por  el  Este. 

También  desearía  llevar  algunos  indígenas  para  utilizar  sus  conoci- 
mientos locales. 

Esperando  que  Vd.  se  encuentre  en  buena  salud,  de  Vd.,  querido 
señor,  fielmente, 

Thomas  Bridges. 


SUGESTIONES  DE  BRIDGES  PARA  EL  GOBIERNO  DE  USHUAIA 

Estas  sugestiones,  enviadas  al  coronel 
Laserre,  se  encuentran  transcriptas  en 
The  South  American  Missionary  Maga- 
zine,  y  es  interesante  su  semejanza  con 
el  reglamento  que  figura  en  el  Anexo 
E  de  la  Memoria  del  Ministerio. 


HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  235 


1.  Prohíbase  estrictamente  la  venta  de  toda  bebida  intoxicante,  espe- 
cialmente las  alcohólicas  e  igualmente  la  venta  de  tabaco  a  los  nativos. 

2.  Castigúese  severamente  la  ebriedad  tanto  en  los  nativos  como  en 
los  argentinos. 

3.  Castigúese  severamente  la  inmoralidad,  cuando  se  haya  hecho  un 
agravio  y,  una  vez  probado  el  caso,  de  acuerdo  a  la  gravedad  de  la  falta. 

4.  Pediría  como  un  favor  especial  que  el  trabajo  obligatorio  cesara 
en  la  Prefectura  los  domingos  y  que  el  día  del  Señor  sea  de  descanso 
y  orden. 

5.  Asimismo,  para  el  bienestar  de  los  miembros  de  la  subprefectura, 
podría  concederse  medio  día  del  sábado.  Tal  ha  sido  desde  el  principio 
nuestra  costumbre. 

6.  Súplanse  por  nuestra  parte  todas  las  necesidades  de  los  miembros 
de  la  subprefectura,  siempre  que  nos  sea  posible  y  que  sea  solicitado 
nuestro  servicio  en  un  momento  establecido,  preferiblemente  el  sábado 
a  la  tarde  que  es  asueto  para  nuestros  hombres  y  sea  ese  día  (como  regla) 
el  único  momento  en  que  se  les  permita  visitar  la  estación. 

7.  Como  parte  del  personal  de  la  subprefectura  habla  inglés,  podría 
ser  alentado  para  asistir  a  nuestro  servicio  religioso  los  domingos  a  las  11.30. 

8.  En  relación  con  el  pago  de  nuestros  nativos,  ¿podría  sugerir  que 
el  salario  fuese  entre  uno  y  seis  peniques  por  día  de  trabajo? 

9.  Como  la  tentación  de  robar  ganado  será  grande,  convendría  con- 
siderarlo una  falta  grave. 

10.  Para  los  nativos  solicito  igualmente  que  sus  tierras  de  labranza  y 
pastoreo  le  sean  aseguradas  permanentemente  y  que  su  transferencia  sea 
declarada  ilegal. 

Esperando  que  estas  recomendaciones  se  recomendarán  a  sí  mismas 
ante  el  buen  juicio  de  Su  Excelencia  y  el  de  sus  dignos  Presidente  y  Con- 
greso y  deseando  que  sean  incluidas  en  nuestras  leyes  locales,  queda  su 
humilde  servidor, 

Thomas  Bridges 


APENDICE  V 


JUICIOS  DE  DISTINTAS  PERSONALIDADES 
SOBRE  LA  MISION 

Del  naturalista  Carlos  Darivin 

Este  célebre  hombre  de  ciencia,  fiel  cris- 
tiano a  pesar  de  la  opinión  general,  cono- 
ció a  los  fueguinos  en  su  viaje  alrededor 
del  mundo  (Parte  I,  cap.  II),  y  llegó  a  la 
opinión  que  eran  la  raza  más  atrasada  de 
la  tierra  y  que  la  obra  misionera  entre 
ellos  era  inútil.  La  evidencia  le  hizo  cam- 
biar de  opinión  como  lo  atestiguan  las  si- 
guientes declaraciones,  que  tomamos  de  la 
obra  "Bishop  Stirling  of  the  Falklands"- 

En  la  Asamblea  Anual  de  la  Sociedad  Misionera  de  Sud  América, 
el  25  de  abril  de  1885,  el  arzobispo  Benson,  en  su  discurso,  expresó  que 
la  obra  de  la  misión  "atrajo  la  atención  de  Carlos  Daruin  e  hizo  que, 
buscando  las  maravillas  del  reino  de  la  naturaleza,  encontrara  que  hay 
otro  reino,  tan  maravilloso  y  más  duradero ...  y  esto  le  llevó  a  prestar 
su  ferviente  apoyo  y  gratitud  hacia  la  misión". 

El  Director  del  periódico  Daily  News  expresó  sus  dudas  sobre 
esta  declaración  y  recibió  en  cambio  la  siguiente  carta  del  Almirante 
Sullivan,  que  es  decisiva  en  el  problema,  al  proporcionar  detalles  va- 
liosos y  precisos  0) : 

Al  Director  del  "Daily  News" 
Señor: 

Su  artículo,  en  el  Daily  News  de  ayer,  me  impulsa  a  proporcionarle 
una  correcta  explicación  de  las  relaciones  entre  la  Sociedad  Misionera 
de  Sud  América  y  el  señor  Carlos  Darwin,  mi  viejo  amigo  y  compañero 
de  viaje  durante  cinco  años. 

He  estado  íntimamente  relacionado  con  la  Sociedad  desde  la  época 
de  la  muerte  del  capitán  Alien  Gardiner,  y  el  señor  Darwin  me  había 
expresado  frecuentemente  su  convicción  de  que  era  completamente 
inútil  mandar  misioneros  a  un  tipo  de  salvajes  como  los  fueguinos,  pro- 
bablemente los  más  degradados  de  la  raza  humana.   Siempre  le  había 


(1)  Darwin  no  contestó  personalmente,  porque  había  fallecido  en 
1882. 


'  HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


237 


respondido  que  yo  no  creía  que  existieran  seres  humanos  tan  degradados 
como  para  no  comprender  el  simple  mensaje  del  Evangelio  de  Cristo. 

Después  de  muchos  años  —  creo  que  alrededor  de  1869,  pero  no 
puedo  encontrar  la  carta  —  me  escribió  que  los  informes  recientes  de  la 
misión  le  probaban  que  él  había  estado  en  el  error  y  yo  en  la  verdad, 
al  estimar  el  carácter  de  los  nativos  y  la  posibilidad  de  hacerles  bien  por 
medio  de  misioneros.  Me  pedía  además  que  haga  llegar  a  la  misión  un 
cheque  adjunto  por  cinco  libras  esterlinas,  como  prueba  del  interés 
que  tenía  en  ese  trabajo. 

(Nota:  El  9  de  febrero  de  1867,  Carlos  Darwin  donó  a  los  fondos 
de  la  Sociedad,  por  intermedio  de  su  viejo  amigo,  el  Almirante  B.  J. 
Sullivan,  la  suma  de  £  5). 

El  30  de  enero  de  1870,  Darwin  escribió: 

"El  éxito  de  la  misión  en  Tierra  del  Fuego  es  sumamente  maravi- 
lloso, y  me  encanta,  ya  que  yo  siempre  había  profetizado  el  absoluto 
fracaso.  Es  un  éxito  grandioso.  Ale  sentiré  orgulloso  si  su  Comité  cree 
bien  elegirme  miembro  honorario  de  su  Sociedad". 

En  la  misma  carta,  respondiendo  a  una  observación  mía  sobre  el 
éxito  de  sus  hijos,  decía:  "Gracias  a  Dios,  todo  me  produce  una  gran 
satisfacción". 

El  6  de  junio  de  1874,  escribió: 

"Estoy  muy  contento  de  oir  un  informe  tan  bueno  de  los  fueguinos, 
lo  que  es  maravilloso". 

Y  el  10  de  junio  de  1879: 

"El  progreso  de  los  fueguinos  es  maravilloso,  tanto  que  de  no  haber 
ocurrido,  me  hubiera  parecido  completamente  imposible". 

Y  el  3  de  enero  de  1880: 

"Sus  extractos  (de  un  libro  diario)  sobre  los  fueguinos  son  suma- 
mente curiosos  y  me  han  interesado  mucho.  Siempre  he  dicho  que  el 
progreso  del  japón  era  la  mayor  maravilla  del  mundo.,  pero  declaro  que 
el  progreso  de  Fueguia  es  casi  igualmente  maravilloso". 

Y  el  20  de  marzo  de  1881: 

"El  informe  sobre  los  fueguinos  no  sólo  me  interesó  a  mí,  sino 
también  a  toda  mi  familia.  Es  verdaderamente  maravilloso,  lo  que 
usted  ha  sabido  sobre  el  señor  Bridges  en  cuanto  a  la  honestidad  y  el 
lenguaje  de  los  fueguinos.  Verdaderamente,  yo  no  hubiera  predicho  que 
un  solo  misionero  en  todo  el  mundo  hubiera  podido  hacer  lo  que 
se  ha  hecho". 

Y  el  l9  de  diciembre  de  1881,  enviándome  su  suscripción  anual, 
para  el  orfanatorio  de  la  estación  misionera,  escribió: 

"A  juzgar  por  el  Missionary  Journal,  la  misión  en  Tierra  del  Fuego, 
parece  proseguir  muy  maravillosamente  bien". 

Tengo  sumo  placer  en  enviarle  estos  particulares. 
Quedo,  pues,  su  seguro  servidor, 

B.  J.  Sullivan. 
Vicealmirante. 


238 


ARNOLDO  CANCLINI 


Del  capitán  Guillermo  Parker  Snow 

Parker  Snow  fué  el  primer  capitán  del 
Alien  Gardiner  (Parte  III,  Cap.  I)  y  como 
tal,  tuvo  grandes  dificultades  con  la  mi- 
sión por  sus  actitudes  personalistas,  por  lo 
que  fué  exonerado.  Escribió  un  libro  cri- 
ticando tendenciosamente  a  la  misión,  pero 
posteriormente  reconoció  sus  errores,  lo 
que  puede  probarse  con  los  siguientes  tro- 
zos del  discurso  que  pronunció  en  la  Asam- 
blea Anual  en  1886,  que  aparece  en  el  nú 
mero  correspondiente  de  The  South  Ame- 
rican Missionary  Magazine. 


Ha  habido  dificultades,  caídas  y  tinieblas.  Yo  mismo  he  estado  en 
tinieblas,  pero,  gracias  a  Dios,  al  fin  he  visto  la  luz.  Como  fruto  de  las 
amabilidades  de  los  amigos  de  la  misión,  estoy  como  si  hubiera  nacido 
de  nuevo  una  vez  más  antes  de  cerrar  los  ojos.  Yo  y  mi  pobre  esposa, 
aquí  presente,  que  estuvo  conmigo  en  aquel  peligroso  viaje,  a  menudo 
pensamos  en  los  trabajos  de  aquellos  que  aun  están  allá.  Como  marino, 
puedo  referirme  a  la  gran  clarividencia  y  a  la  gran  habilidad  del  capitán 
del  barco,  que  ha  hecho  con  un  pequeño  velero  algunos  viajes  dignos 
de  recordar.  Hay  a  mi  alrededor  marinos  que  apenas  pueden  comprender 
las  enormes  dificultades  con  que  ha  tenido  que  luchar  a  menudo  en 
aquella  tempestuosa  porción  del  globo.  Cuando  vi  el  Cabo  de  Hornos 

E)or  primera  vez  hace  cincuenta  años,  el  tiempo  era  calmo  y  agradable  y 
as  aves  de  tierra  venían  hacia  nosotros.  Nuestras  jarcias  estaban  tan 
heladas,  que  parecían  de  hierro  y  cuando  teníamos  un  hombre  en  el 
mástil,  había  que  mandar  a  otros  para  que  lo  bajaran,  porque  estaba  casi 
endurecido.  No  es,  por  consiguiente,  un  trabajo  común  el  que  se  lleva  a 
cabo  en  esa  región  (Aplausos).  El  trabajo  no  es  tan  atribulador  en 
Africa,  Asia,  Australia  o  con  los  isleños  de  Polinesia.  He  vivido  entre 
ellos  y  nunca  he  sufrido  ningún  daño  de  manos  de  una  de  esas  amadas 
criaturas.  Cuando  mi  esposa  y  yo  vivimos  en  medio  de  quienes  eran 
literalmente  caníbales,  tan  lejos  estaban  de  herirnos,  que  siempre  trata- 
ron de  hacernos  todo  el  bien  que  podían.  ¿Y  por  qué?  Porque  los  mirá- 
bamos como  criaturas  humanas.  Teníamos  para  con  ellos  la  misma  ama 
bilidad  que  para  con  la  gente  blanca  (Aplausos) ...  El  profesor  Darvvin 
ha  hecho  una  declaración.  Estuve  en  contacto  con  él  varias  veces  y, 
justamente  antes  de  morir,  me  escribió  una  carta  de  la  que  sólo  he  de 
haceros  oir  un  extracto  ya  que  el  tiempo  es  algo  muy  importante.  Dijo. 
"Espero  que  usted  tenga  éxito  en  publicar  sus  noticias.  Usted  vió  mucho 
más  de  los  nativos  que  yo,  pero  aunque  diferíamos,  posiblemente  usted 
tenía  razón.  Por  cieno  que  el  éxito  del  establecimiento  misionero  allí 
(en  Ushuaia)  prueba  que  yo  me  había  formado  una  idea  muy  errada 


'HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


239 


de  la  naturaleza  y  capacidad  de  los  fueguinos".  Luego  hace  algunas  de- 
claraciones deseando  éxito  a  la  causa  misionera  en  Sud  América...  Ojalá 
pueda  esta  sociedad  seguir  llevando  a  cabo  durante  mucho  tiempo  la 
postrer  voluntad  y  las  últimas  oraciones  de  Alien  Gardiner  y  preparar  así 
hombres  para  un  mundo  resplandeciente  donde  las  lágrimas  serán  quita- 
das de  todos  los  ojos  y  os  pido  fervientemente  que  mantengáis  el  trabajo 
que  está  realizando  esta  excelentísima  sociedad,  no  sólo  en  Fueguia,  sino 
en  toda  Sud  América.  (Aplausos). 

Del  capitán  Giácomo  Bove 

Estos  fragmentos  pertenecen  al  informe 
preliminar  del  jefe  de  la  primera  expedi- 
ción que  visitó  Ushuaia  bajo  el  auspicio 
argentino,  publicado  con  el  nombre  de 
Expedición  Austral  Argentina-  En  las  pá- 
ginas 132  y  135  se  refiere  a  la  misión. 

Después  de  la  fundación  de  la  misión  en  Usciuanaia  son  muy  raro! 
los  combates  en  el  canal  de  Beagle.  Los  mismos  alacalufes  que  ante! 
hacían  excursiones  por  este  lado  del  Uemon  Asciaga  robando  y  matan- 
do a  todos  los  Iagan  que  encontraban,  ahora  es  muy  difícil  que  pasen 
la  isla  Stewart  y  viven  en  perfecta  amistad  con  los  Iagan  limítrofes. 

Solamente  los  habitantes  del  Este  (Seiuscaiaga-Isnian,  etc.)  y  los  de 
Addu-naia  (New  Year  Sound)  se  combaten  todavía  atrozmente  y  a  me- 
nudo llega  a  la  misión  la  triste  noticia  de  las  matanzas  habidas.  Pero 
también  en  aquellas  lejanas  tierras  la  palabra  de  Cristo  empieza  a 
hacerse  oír  y  llegará  el  día  en  que  acabarán  los  rencores  y  todos  se 
considerarán  como  hermanos. 


La  presencia  de  los  misioneros  ingleses  en  la  Tierra  del  Fuego  ha, 
sin  duda,  modificado,  el  carácter  de  una  gran  parte  de  los  habitantes 
del  canal  de  Beagle  y  el  progreso  es  tan  rápido  y  son  tantos  los  sacri- 
ficios de  los  misioneros  que,  creo,  entre  pocos  años  se  podrá  decir  de 
todos  los  fueguinos  lo  que  hoy  se  dice  de  Pallalaia:  fué  uno  de  los  más 
belicosos,  de  los  más  deshonrados,  de  los  más  supersticiosos  de  la  Tierra 
del  Fuego;  pero  hoy  vive  a  la  sombra  de  la  cruz,  modelo  de  virtud, 
ejemplo  de  trabajo. 

Además,  en  la  Memoria  del  Ministerio 
de  Guerra  y  Marina,  presentada  al  Con- 
greso Nacional  en  1884,  se  incluye  el  in- 
forme del  segundo  viaje  de  Bove  al  Sur, 
donde  al  referirse  a  la  misión,  dice  ío  si- 
guiente: 

Respecto  a  la  Misión  inglesa  en  el  territorio  argentino  está  ubicada 


240 


ARNOLDO  CANCL1NI 


en  el  canal  de  Beagle  a  diez  millas  de  distancia  del  confín  chileno,  y  a 
más  de  lo  que  pude  saber  al  respecto  resulta  que  aquella  misión  quisiera 
establecerse  en  la  Isla  Navarino,  donde  el  clima  es  más  benigno,  es- 
tando esta  última  frente  al  Norte. 

La  misión  inglesa  es,  sin  embargo,  muy  humanitaria. 

Ya  recogió  centenares  de  náufragos  y  puedo  asegurar  a  V*.  S.  que 
el  Gobierno  Argentino  hará  una  cosa  humanitaria  atendiendo,  como  me 
jor  pueda,  a  la  misión  inglesa. 

Una  estación  argentina  en  el  interior  del  Canal  de  Beagle  sería,  se- 
gún mi  opinión,  superflua,  siendo  que  los  ingleses  hacen  muy  buen  uso 
de  las  concesiones  que  les  hace  el  Gobierno  Argentino. 


Del  guardiamarina  Juan  M.  Noguera 

Este  oficial  argentino  formó  parte  de  la 
segunda  expedición  de  Bove.  A  su  regreso 
pronunció  una  conferencia  en  el  Instituto 
Geográfico  Argentino  el  2  de  julio  de  1884. 
Extractamos  los  párrafos  que  se  refieren  a 
la  misión. 

Al  otro  día  entramos  en  el  canal  de  Beagle,  navegando  por  primera 
vez  desde  las  diez  a.  m.  aguas  argentinas.  Pasamos  la  bahía  Lapataya  en 
calma,  pero  algunos  fuertes  chubascos  del  Oeste  nos  hicieron  alcanzar 
la  bahía  de  Ushuaya  donde  está  establecida  la  misión. 

La  bandera  neutral  de  la  misión  —  una  bandera  roja  con  cruz  blan- 
ca —  se  izó  saludándonos.  Aquí  es  oportuno  un  detalle:  El  Rescue 
llevaba  bandera  chilena,  si  ésta  hubiera  sido  argentina,  la  bandera  izada 
por  la  misión  hubiera  sido  argentina.  Hay  el  antecedente,  por  eso  lo 
afirmo.  Parece  que  los  Misioneros  tienen  temor  de  herir  la  susceptibi- 
lidad chilena,  aunque  es  indiscutible  que  están  en  territorio  argentino, 
como  lo  reconocen  sin  ambajes,  ante  los  buques  argentinos! 


La  Misión  progresa  en  el  modo  y  forma  que  puede  progresar  un 
establecimiento  de  este  género.  La  lucha  por  el  convencimiento  y  la 
constancia  contra  la  prevención,  la  molicie  y  la  inconstancia  de  seres 
salvajes  de  la  talla  de  los  fueguinos  es  altamente  honrosa  y  se  reco- 
mienda a  la  sola  enunciación. 

Mucho  han  conseguido  y  siguen  consiguiendo  y  esperan  conse- 
guir más. 

La  vida  orgánica  de  la  Misión  ya  está  contada.  Cuatro  misioneros, 
tres  con  familia  y  uno  sin  ella,  que  han  elegido  la  península  más  feraz 
de  toda  la  región. 

A  la  verdad  que  es  admirable.  No  he  visto  hortalizas  tan  colosales 
como  las  que  allí  se  producen  y  sólo  excepcionalmente  se  ven  animales 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  241 


tan  corpulentos  como  cada  uno  de  los  doscientos  vacunos  que  pastan  en 
los  campos  elegidos  por  los  misioneros. 

Los  reverendos  se  empeñan  después  de  estas  muestras,  en  ponderar 
al  expedicionario  argentino  —  entiéndase  bien  —  lo  inservible  de  esos 
terrenos,  sin  dar  muestras  de  pensar  en  su  abandono! 

Afán  innecesario  porque  es  indudable  que  la  magnitud  de  su  obra 
vale  para  la  República  Argentina  muchísimo  más  que  esas  tierras  que 
ellos  han  hecho  valer  con  suma  gloria  para  sí  mismos. 

Los  fueguinos  de  la  misión  viven  en  chozas  los  más  atrasados;  que 
los  que  progresan  material  e  intelectualmente,  tienen  sus  casillas  d" 
madera,  premio  a  que  se  hacen  acreedores.  Hay  trabajo  para  todo  el 
que  quiera  trabajar  y  se  dan  alimentos  y  ropas  en  pago  y  premio  a  la 
aplicación.  Nada  más  sencillo  y  eficaz  ni  ningún  estímulo  como  el 
ejemplo  que  tiene  algunos  compatriotas,  industriales  bien  acomodados 
(se  entiende  que  relativamente)  aunque  no  es  poco  decir  en  elogio  del 
señor  Bridges  y  sus  compañeros  que  hay  carpinteros,  hortelanos  y  ase- 
rradores fueguinos  de  muy  buena  escuela! 


La  Misión  está  bien  donde  está  y,  con  su  bandera  roja  con  cruz  blanca 
para  los  extraños,  o  con  la  celeste  y  blanca  para  los  argentinos,  significa 
que  el  núcleo  primero  de  civilización  de  ese  extremo  del  continente  que 
nos  pertenece  y  que  tenemos  el  deber  de  civilizar,  aprovechándolo  para 
la  vida  de  la  patria  en  lo  que  valga,  así  como  para  la  vida  universal 
a  que  debemos  también  nuestro  contingente! 


El  25  de  marzo  a  las  once  de  la  mañana  me  hice  a  la  vela,  de  la 
Misión,  con  rumbo  al  Este  marchando  aquel  día  veinte  y  tantas  millas 
que  dista  la  isla  Gable  en  que  existe  una  semi-civilización  introducida 
por  los  misioneros.  Buena  tierra,  como  la  de  la  Misión,  hermosas  hor- 
talizas y  grandes  animales  vacunos. 


Por  fin  las  sombras  se  disiparon  amaneciendo  un  día  hermoso,  en  el 
cual  íbamos  a  ser  testigos  de  un  espectáculo  edificante. 

Nuestro  compañero,  el  digno  Á-lisionero  inglés,  iba  a  cumplir  uno 
de  sus  sagrados  y  evangélicos  deberes. 

A  la  verdad  que  la  escena  era  conmovedora.  En  medio  de  aquel 
grupo  extraño  de  seres  salvajes,  apenas  cubiertos  con  pieles  de  guanaco, 
formando  contraste  con  nuestro  grupo,  cubiertos  con  los  confortables 
abrigos  inventados  por  la  industria  humana,  se  destacaba  la  severa  fi- 
gura del  Misionero,  como  rodeado  de  una  simpática  y  atrayente  aureola. 

Un  traje  severo  había  reemplazado  al  ordinario  y  un  ademán  me- 
surado y  expresivo  había  sucedido  al  exigido  por  las  faenas  diarias: 
;Era  otro  hombre! 

Su  voz  llena  de  dulzura  se  elevó,  tocando  sin  duda  sus  palabras  los 
corazones  de  aquellos  seres  elementales,  pues  que  pocos  momentos  des- 


242 


ARNOLDÓ  CANCL1NI 


pués,  todos  inclinaban  la  cabeza,  oyendo  en  esta  actitud  la  predicación 
en  su  idioma  que  prolongó  durante  una  hora  nuestro  digno  compañero 
de  expedición. 

No  puedo  explicar  la  conmoción  que  dominó  mi  espíritu  al  con- 
templar esa  escena  solemne  en  aquella  latitud  avanzada,  al  aire  libre  y 
en  medio  de  aquel  elemento  extraño  y  al  parecer  refractario  a  todo 
sentimiento  elevado.  Los  ecos  repetían  las  últimas  palabras  del  Misio- 
nero que  contemplaba  el  cielo,  arrobado  en  su  meditación,  y  los  fue- 
guinos aun  no  volvían  del  ensimismamiento  que  aquel  lenguaje  le¿ 
provocaba. 

Algo  quedó  en  ellos  de  la  evangélica  palabra,  pues  los  vimos  luego 
llegarse  al  misionero  y  rodearlo  siempre  como  un  ser  evidentemente 
superior! 

¡Oh!,  son  muy  impresionables,  nos  decía  nuestro  compañero,  pero 
muy  inconstantes. 

Desde  ese  momento  las  atenciones  de  los  fueguinos  se  multiplicaron 
y  sin  duda,  si  hubiera  sido  posible,  la  tribu  entera  habría  seguido  nues- 
tra excursión. 

Del  capitán  Luis  Fernando  Marital 

El  jefe  de  la  Expedición  Científica  fran- 
cesa al  Cabo  de  Hornos  escribió  el  pri- 
mero de  los  nueve  tomos  de  la  obra  que 
fué  el  fruto  de  las  investigaciones  dedicán- 
dolo al  historial  de  sus  trabajos.  Un  capí- 
tulo de  15  páginas  está  dedicado  a  la  mi- 
sión, a  su  historia  y  descripción.  Trans- 
cribimos la  parte  más  interesante.  Todo  a 
lo  largo  de  la  obra  se  encuentran  referen 
cias  a  las  investigaciones  de  Bridges,  espe 
cialmente  en  el  Tomo  VII,  escrito  por  los 
sabios  Hyades  y  Deniker,  sobre  Antro^o 
logia,  donde  constan  expresiones  semejan 
tes  a  las  que  siguen. 

Los  resultados  de  nuestras  observaciones  bastan  para  hacer  compren- 
der los  considerables  progresos  que  han  sido  hechos  ya  por  la  misión; 
en  todo  caso,  proporcionan  un  argumento  decisivo  en  favor  de  la  per- 
fectibilidad de  esta  raza.  Existe  evidentemente  una  diferencia  entre  el 
fueguino  de  Ushuaia  y  el  que  aun  se  encuentra  en  otras  partes  del 
archipiélago.  El  salvaje  vagabundo  y  saqueador,  estudiado  por  Darwin, 
se  ha  fijado  al  suelo  y  respeta  la  propiedad;  su  modo  de  andar  ya  se  ha 
modificado  y  al  no  vivir  más,  como  antes,  siempre  encogido,  aun  sus 
formas  no  tardarán  en  cambiar.  Se  comprende  pues  la  ayuda  prestada 
por  el  gran  naturalista,  quien  no  ha  dejado  de  alabar  la  obra  civilizadora 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA 


243 


realizada  por  la  misión,  obra  que  él  había  declarado  por  adelantado 
imposible  e  irrealizable.  Conviene  agregar  que  la  influencia  moraliza- 
dora  ejercida  por  los  misioneros  no  se  circunscribe  sólo  a  sus  vecin- 
dades, sino  que  se  extiende  sobre  toda  la  población  de  estas  islas.  En 
todos  los  lugares  que  hemos  recorrido,  hemos  encontrado  pruebas  de 
esta  influencia;  a  menudo  hemos  sido  informados,  a  gran  distancia  de 
Ushuaia  sobre  hechos  que  sucedían  en  el  establecimiento;  así,  por  ejem- 
plo, en  la  extremidad  del  brazo  sudoeste  del  canal  de  Beagle,  los  natu- 
rales nos  hicieron  saber  que  el  obispo,  señor  Stirling,  había  llegado  desde 
las  Malvinas,  en  el  Alien  Gardiner,  y  que  había  hecho  llevar  el  ganado 
de  la  isla  Gable  a  Ushuaia.  Sólo  se  confirmó  luego  la  segunda  pane  de 
estas  noticias,  pero  la  distancia  a  que  lo  supimos  prueba  la  importancia 
que  los  naturales  atribuyen  a  lo  que  concierne  a  la  misión,  al  mismo 
tiempo  que  la  rapidez  y  frecuencia  de  las  comunicaciones  entre  ellos. 
Esta  influencia,  que  quizá  se  deba  al  interés  que  los  misioneros  han 
testimoniado  a  estos  naturales  que  son  víctimas  de  las  injusticias  de  cier- 
tos pescadores,  está  lo  suficientemente  comprobada  hoy  como  para  que 
se  pueda  viajar  sin  aprensión  entre  los  yaganes.  Se  entiende  que  esta 
confianza  no  implica  el  completo  abandono  de  las  medidas  de  precaución 
que  se  deben  observar  siempre  en  medio  de  poblaciones  salvajes. 

Uno  de  los  principales  medios  de  moralización  empleados  por  los 
misioneros  consiste  en  la  educación  que  dan  a  los  niños  de  ambos  sexos, 
huérfanos  o  abandonados  por  sus  familias.  Son  instruidos  y  educados 
por  una  institutriz  que  les  enseña  algunas  nociones  de  la  vida  civilizada, 
costura,  cocina,  lavado,  etc.,  al  mismo  tiempo  que  lectura  y  escritura. 
A  veces,  estos  buenos  principios  no  bastan  para  extirpar  los  instintos 
independientes  y  salvajes  de  estos  naturales;  a  menudo  el  niño,  sobre 
todo  la  niña,  llegada  a  la  edad  adulta,  abandona  el  establecimiento  y 
vuelve  a  la  vida  libre  y  vagabunda,  pero  lleva  consigo  los  gérmenes  de 
la  civilización  y  el  conocimiento  de  algunas  artes  manuales  que  le  hacen 
más  accesible  el  bienestar  y  el  progreso. 

Del  Almirantazgo  Británico 

A  partir  de  1870,  los  libros  y  mapas  pu- 
blicados por  el  Almirantazgo  Británico  te- 
nían la  siguiente  observación: 

La  estación  misionera  de  Ushuwia  ha  sido  establecida  en  el  lado 
oeste  del  canal  de  Beagle,  en  la  ensenada  de  una  pequeña  península,  al 
noroeste  de  la  angostura  Murray  o  entrada  norte  del  seno  Ponsomby 
y  ha  sido  usada  como  lugar  de  refugio  y  socorro  para  marinos  náufra- 
gos en  las  vecindades  del  Cabo  de  Hornos. 

Si  un  barco  es  abandonado  al  oeste  del  Cabo  de  Hornos,  el  camino 
más  directo  para  los  botes  es  pasar  al  este  del  falso  Cabo  de  Hornos 
y  a  través  del  seno  Ponsomby,  usando  la  isla  Packsaddle  como  parada, 


244 


ARNOLDO  CANCUNI 


donde  se  considera  que  puede  confiarse  en  los  naturales,  aunque  evitando 
comunicación  con  los  nativos  del  seno  Ponsomby,  hasta  la  parte  norte, 
pues  se  dice  que  son  muy  hostiles. 

Más  adelante,  luego  del  establecimiento 
de  la  estación  en  Tekenika,  la  nota  res- 
pectiva fué  redactada  en  la  siguiente  forma: 

Debido  a  la  influencia  de  los  misioneros  se  ha  efectuado  un  gran 
cambio  en  el  carácter  de  los  nativos  en  general  y  puede  confiarse  en  los 
yaganes  desde  el  cabo  de  San  Diego  hasta  el  Cabo  de  Hornos  y  de  allí  a  la 
península  de  Brennock. 

Los  nativos  del  seno  New  Year  están  igualmente  en  comunicación 
amistosa  con  la  estación  misionera  en  Tekenika  y  también  los  nativos 
alrededor  de  la  bahía  de  Nassau  y  en  el  canal  de  Beagle,  dentro  de  las 
mayores  posibilidades  ayudarán  a  los  marinos  naufragados  para  llegar 
al  establecimiento  más  cercano. 

En  caso  que  un  velero  deba  ser  abandonado  al  oeste  del  Cabo  de 
Hornos,  los  botes  deben  intentar  llegar  a  Tekenika. 

De  un  oficial  de  la  División  Expedicionaria  al 
Atlántico  Sud 

Estos  párrafos  forman  parte  de  un  ar- 
tículo publicado  por  uno  de  los  miembros 
de  la  expedición  del  comandante  Laserre, 
en  el  diario  "La  Prensa"  del  22  de  octu- 
bre de  1884.  Se  transcribe  sólo  lo  refe- 
rente a  la  misión. 

Llegamos  a  "Ushuwaia",  misión  inglesa,  a  las  4  p.  m.  de  la  tarde,  e 
inmediatamente  de  fondeados  los  buques  de  la  División  se  presentó  un 
bote  con  seis  remeros  indígenas,  tan  bien  vestidos  y  adiestrados  como 
los  marineros  de  nuestros  mares;  en  la  popa  de  la  embarcación,  veíanse 
seis  caballeros  muy  decentemente  vestidos  y  de  aspecto  muy  distinguido; 
estos  señores  fueron  recibidos  por  el  jefe  de  la  Expedición  con  las  aten- 
ciones que  le  son  peculiares. 

Ninguno  habla  el  castellano,  pero  Mr.  Bridgcs,  que  es  el  jefe  de  la 
misión  —  hombre  de  unos  45  años,  trigueño,  bajo  de  estatura,  ojos  vi- 
vos, semblante  que  revela  un  conjunto  de  dulzura  perspicaz  y  fuerza  de 
voluntad  a  toda  prueba  —  presentóse  a  sí  mismo  y  a  sus  compañeros  de 
abnegación,  dos  de  los  cuales  son  maestros  de  primeras  letras,  carpintería, 
herrería  y  agricultura;  directores,  en  fin,  de  la  escuela  de  artes  y  ofi- 
cios establecida  con  el  objeto  de  transformar  a  los  salvajes  fueguinos 
en  hombres  y  mujeres  útiles  a  la  civilización.    Los  tres  restantes  son 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  245 


hijos  de  los  tres  primeros,  muchachos  de  10  a  12  años  nacidos  en  la 
misión,  simpáticos,  robustos  y  esmeradamente  vestidos. 


Ushuaia,  donde  se  halla  establecida  la  misión,  es  una  legua  de  tie- 
rra baja,  ligeramente  ondulada,  que  tiene  una  superficie  de  treinta  millas 
aproximadamente;  una  capa  eminentemente  vegetal,  siempre  cubierta 
de  buen  pasto,  que  mantiene  la  hacienda  que  posee  la  colonia;  produce 
bien  la  papa,  nabo,  repollo,  lechuga;  entre  otros  frutales  vi  guindos, 
peros,  manzanos;  entre  las  flores,  rosas,  claveles,  violetas  y  otras  más 
comunes;  el  señor  Bridges  recibirá  este  año  nogales  y  castaños  que  tiene 
la  seguridad  darán  buenos  resultados. 


La  colonia  indígena  se  compone  de  cuarenta  familias  que  forman 
330  personas;  doscientos  hablan  inglés  y  visten  ropa  de  paño;  cuarenta 
o  cincuenta  niños  asisten  a  la  escuela  y  muchos  de  ellos  saben  leer  y 
escribir;  algunos  son  carpinteros,  otros  herreros,  los  más  agricultores; 
poseen  doscientas  vacas,  que  también  les  ha  proporcionado  la  misión. 
Los  que  se  portan  mejor  son  estimulados  con  útiles  de  servicio  do- 
méstico. Algunas  familias  ya  tienen  un  servicio  completo,  hasta  de  tazas 
de  té. 

Los  edificios  son  de  madera;  los  habitados  por  los  misioneros  son 
tan  cómodos  y  habitables  como  los  de  La  Plata.  Hay  una  iglesia,  que 
también  es  escuela,  espléndido  salón  de  veinte  por  diez  metros,  con 
veinte  bancos  de  cinco  asientos  cada  uno,  una  pequeña  tribuna  y  una 
muy  buena  estufa  en  el  centro.  Un  gran  cuadro  representando  el 
nacimiento  del  niño  Jesús  y  el  acto  del  bautismo  en  el  Jordán,  tres 
mapas  geográficos  y  dos  letreros  de  alabanzas  a  Dios  terminan  el  or- 
nato del  templo  de  esa  austera  civilización  inglesa. 

Otro  edificio  igual  al  anterior,  sirve  de  Escuela  de  artes  y  oficios. 
Otro  de  menor  capacidad  es  depósito  de  víveres  v  ropa  de  abrigo, 
de  cuyos  artículos  la  misión  está  bien  abastecida.  Vienen  en  seguida 
las  tres  casas  de  los  señores  misioneros.  Todos  los  edificios  están  en 
línea  recta,  con  jardines  llenos  de  plantas  y  flores  en  su  frente.  Las 
casas  de  los  colonos  son  más  reducidas  y  ocupan  ocho  manzanas  bien 
delineadas  y  separadas  por  calles  anchas  de  veinte  metros.  Cada  casita 
tiene  su  pequeña  quinta  de  legumbres. 

Las  familias  aun  no  sometidas  al  trabajo  viven  en  chozas  por  los 
alrededores  y  no  disfrutan  de  las  comodidades  sino  a  medida  que  se 
van  haciendo  acreedores  a  ellas  por  su  laboriosidad  y  buena  conducta. 
El  mejor,  de  los  colonos  tiene  ya  diez  vacas  y  dos  cuadras  de  tierra 
cultivada,  con  buena  casa. 


Al  día  siguiente,  se  eligió  el  sitio  para  establecer  la  Subprefectura. 
El  coronel  Laserre  tuvo  una  feliz  idea,  resolviendo  fundarla  puerto  por 


246 


ARNOLDO  CANCLINI 


medio  de  la  colonia,  pues  así  no  neutralizará  la  influencia  moral  que 
ejerce  la  misión  sobre  los  indios  con  los  ejemplos  poco  edificantes  que 
pudieran  dar  esa  recua  de  atorrantes  que  se  sacan  de  los  caños  de  la 
capital  para  fundar  aquellos  establecimientos. 

El  Io  de  octubre  se  dió  principio  a  la  construcción  de  los  casuchos, 
que  no  harán  por  cierto  mucho  honor  a  la  civilización  argentina,  si  se 
comparan  con  los  llevados  allí  por  pobres  misioneros . . . 


Del  escritor  Roberto  J.  Payró 

El  prestigioso  literato  argentino  visitó 
Tierra  del  Fuego  a  fines  del  siglo  pasado 
y  escribió  luego  un  libro  de  impresiones 
titulado  La  Australia  Argentina.  Frecuen- 
temente se  refiere  a  la  misión;  reprodu- 
cimos un  trozo  del  capítulo  XVIII  y  otro 
del  capítulo  XXIII. 

Probablemente  a  él  (Bridges)  se  deben  muchos  de  los  informes  pu- 
blicados luego  por  otras  personas  que,  en  cortos  viajes,  no  estaban  en 
condiciones  de  recoger  muchos  elementos.  De  ahí  el  parecido  que  existe 
entre  unos  y  otros  trabajos,  aunque  sea  lógico  que  la  observación 
de  una  sola  cosa  por  varios  observadores,  dé  resultados  sólo  diferentes 
en  los  detalles,  si  todos  son  de  buena  fe  y  con  espíritu  de  verdad. 


Arribamos  a  la  península,  cuyas  costas  bajan  rápidamente  hacia  el 
mar,  terminando  en  una  playa  suave,  que  cubren  las  grandes  marean. 
El  camino  ancho  y  bien  conservado  sube  la  colina,  en  que  se  alzan  el 
templo  y  los  edificios  de  la  misión,  el  pequeño  chalet  rodeado  de  flores 
v  plantas  de  adorno  de  Mr.  Lawrence  y  su  familia,  las  casas  de  los  indios, 
las  dependencias,  etc.  Fuimos  directamente  al  templo,  donde  va  estaba 
reunida  una  concurrencia  por  lo  menos  curiosa  por  lo  abigarrada.  Las 
señoras  de  Godoy,  de  Aróstegui,  de  Lawrence,  otras  damas  de  la  mi- 
lión,  algunos  ingleses,  el  primer  maquinista  del  Villarmo,  casado  con  una 
de  las  hijas  del  pastor  v  que  estaba  allí  con  licencia,  nosotros  v  detrás 
indios,  indias  e  indiecillos,  vestidos  a  la  europea  con  un  desaliño  y  una 
extravagancia  verdaderamente  fueguinos. 

El  reverendo  Lawrence  ocupó  la  cátedra  y  comenzó  la  lectura,  en 
inglés,  del  evangelio  del  día.  Por  las  enormes  ventanas  entraba  una  luz 
tranquila  y  amable;  en  las  paredes  brillaban  grandes  carteles  con  pnisajrs 
de  colores  vivos  e  inscripciones  morales  y  religiosas.  Los  fieles  estaban 
sentados  en  bancos  de  madera,  frente  a  los  cuales  había  un  reclinatorio. 

Concluido  el  evangelio,  comenzaron  los  cánticos,  en  coro,  tomando 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA" 


247 


también  parte  en  ellos  algunos  indios  e  indias,  con  bastante  ajuste  y 
siguiendo  sin  dificultad  los  acordes  del  armonio  que  los  acompañaba. 

Entre  los  cánticos  h  izóse  notar  uno  en  lengua  yagan,  cuyas  dos  pri- 
meras estrofas  decían  así. 

Jesús  jai  a  cush-gai-ata 
Ennu  jai  ai-aw-la 
Baible  endaige  a  va  roun 
Le  cuyah-ge-gay-at-a. 

^  Ye-ca-ci-yu-al-am-iim 
Ci  chin-ah-cin-aanush 
Ci-yu-al-a  mai-aiv-ana 
Cunyin  mush  a-bi-la. 

Luego  un  sermón,  una  oración  en  yagan  y  en  castellano  por  la 
prosperidad  de  las  autoridades  de  nuestro  país,  etc.,  etc.  y  los  oficios 
se  concluyeron. 

En  la  puerta  se  reunió  con  nosotros  el  reverendo  Lawrence,  que 
nos  invitó  con  mucha  galantería  a  tomar  una  taza  de  té. 

La  salita,  llena  de  libros,  paisajes,  fotografías,  publicaciones  ilus- 
tradas, muebles  confortables,  daba  la  ilusión  de  que  nos  hallábamos 
en  las  proximidades  de  Buenos  Aires,  en  una  de  las  mansiones  inglesas 
de  Lomas  o  Temperley,  y  no  en  plena  Tierra  del  Fuego  y  rodeados 
por  todas  partes  del  desierto.  Mientras  Mrs.  Lawrence  y  sus  hijos  se 
ocupaban  de  preparar  el  té  y  las  excelentes  tostadas  con  manteca  del 
día,  el  reverendo  me  dió  a  conocer  brevemente  la  historia  de  la  misión, 
en  la  que  no  falta  la  nota  dramática. 


APENDICE  VI 


RESUMEN  DEL  DEBATE  DE  LA  CAMARA  DE  DIPUTADOS 
SOBRE  CESION  DE  TIERRAS  A  BRIDGES 

El  27  de  septiembre  de  1886,  se  leyó  por 
secretaría,  entre  los  asuntos  entrados  del 
Senado,  un  proyecto  de  ley  concediendo 
un  área  de  tierras  en  la  Gobernación  de 
Tierra  del  Fuego. 

El  diputado  Lucio  V.  Mansilla,  por  Bue- 
nos Aires,  autor  de  "Una  excursión  a  los 
indios  ranqueles",  pide  que  se  lo  trate 
sobre  tablas.  Al  fundamentar  su  pedido, 
dice: 

El  señor  secretario  acaba  de  comunicarnos  que  el  Senado  ha  pres- 
tado su  sanción  a  un  proyecto  de  ley  remitido  por  el  Poder  Ejecutivo; 
referente  a  una  solicitud  hecha  por  el  venerable  pastor  protestante,  don 
Thomas  Bridges,  residente  en  la  Tierra  del  Fuego  desde  hace  casi  vein- 
te años. 

Este  hombre  singular  es  un  modelo  de  virtudes;  tiene  la  unción  ver- 
daderamente cristiana  del  misionero;  es  un  precursor  de  esa  civilización 
que  tanto  nos  empeñamos  en  desparramar  por  nuestros  desiertos  y  sobre 
los  cuales  flamea  ya,  felizmente,  la  bandera  de  la  patria,  sin  riesgos  para 
los  que  quieran  ir  a  habitar  comarcas  tan  ricas  y  fecundas  en  todo 
sentido. 


Este  señor  Bridges  en  una  época  oscura,  en  que  la  Tierra  del 
Fuego  no  llamaba  absolutamente  la  atención  de  nadie,  sintió  algo  pare- 
cido a  una  inspiración,  y  se  refugió  entre  los  salvajes  de  aquella  región. 
Ha  vivido  en  contacto  con  ellos;  y,  ¡singular  fenómeno!  ha  bastado  la 
presencia  de  un  hombre  ungido  por  el  espíritu  cristiano  para  que  esos 
indios  hablen  una  lengua  que  no  es  la  del  aborigen:  el  inglés. 

Este  misionero  es  un  tipo  interesante  bajo  todo  aspecto. 

He  dicho  que  es  virtuoso.  Voy  a  suministrar  en  apoyo  de  este 
aserto  un  dato  curioso.  Ha  venido  del  viejo  continente  a  estas  regiones 


250 


ARNOLDO  CANCL1N1 


y  es  joven  aun,  apenas  algunos  cabellos  blancos  embellecen  su  frente. 
¡Recién  aquí,  por  primera  vez,  ha  visto  el  espectáculo  de  un  teatro! 
Es  un  hombre  puro  por  su  vida  y  su  pensamiento. 

Se  apoya  que  se  trate  sobre  tablas.  Se 
pone  a  discusión.  El  diputado  José  M. 
Estrada,  conocido  adalid  del  catolicismo, 
habla  largamente  en  contra  del  proyecto, 
basándose  en  que  la  Constitución  ordena- 
ba al  Congreso  "la  conversión  de  los  in- 
dios al  catolicismo"  i1)  y  que,  por  lo  tan- 
to, favorecer  a  un  misionero  protestante 
"es  vejatorio  de  la  soberanía  nacional",  ya 
que  el  tal  pertenece  a  una  secta  cuyo  jefe 
es  la  reina  Victoria.  En  su  opinión  es  la- 
mentable que  los  indios  hablen  inglés.  Man- 
silla  le  contesta,  diciendo  entre  otras  cosas: 

Y  me  sorprende  que  tenga  algo  que  hacer  con  la  misión  del  vene- 
rable Bridges  la  reina  de  Inglaterra. 

¡No  corremos  ningún  peligro,  señor  Presidente,  de  que  la  pérfida 
Albión  pretenda  inmiscuirse,  por  esta  circunstancia  casual,  en  las  cosas 
de  la  República  Argentina  (2)! 

Niega  que  sea  pertinente  la  cita  de  la 
Constitución,  porque  cuando  Bridges  des- 
embarcó en  esa  región  "eran  problemíri- 
cos  nuestros  derechos"  y  porque  al  ha- 
cerlo no  servía  "a  los  fines  de  ninguna 
sociedad  organizada".  Le  defiende  igual- 
mente por  haber  enseñado  su  lengua  ma- 
terna y  agrega: 

Termino,  señor  Presidente,  esperando  que  la  Cámara  haga  un  acto 
de  justicia  en  honor  de  un  ciudadano  argentino  que  profesa  la  religión 
de  su  conciencia,  y  que  no  por  no  ser  la  religión  de  mi  honorable  co- 
lega, deja  de  ser  uno  de  los  buenos  entre  los  buenos,  un  hombre  de 
bien,  un  hombre  cuya  mano  se  puede  estrechar,  seguro  de  que  en  su 
corazón  no  se  abrigó  jamás  la  perfidia  ni  la  deslealtad,  un  hombre  de 
trabajo  que  puede  enseñar  al  ocioso  de  todos  los  vientos  a  hacer  prác- 


(1)  Este  inciso  fué  suprimido  en  1949. 

(2)  Esta  expresión  violenta  demuestra  que  Mansilla,  opinión  neu- 
tral y  responsable,  estaba  seguro  del  carácter  apolítico  de  la  obra  mi- 
sionera, sobre  lo  que  evidentemente  estaba  documentado. 


"HASTA  LO  ULTIMO  DE  LA  TIERRA"  251 


tica  la  doctrina  del  evangelio:  regarás  la  tierra  con  el  sudor  de  tu 
rostro,  y  es  con  ese  sudor  con  el  que  encontrarás  el  pan  para  tus  hijos. 

Estrada  expresa  su  temor  porque  los  in- 
dios aprendan  inglés  y  estén  bajo  una  re- 
ligión que  depende  de  la  reina  de  Ingla- 
terra. Se  declara  libre  el  debate  y  Mansilla 
señala  que  el  mundo  no  ha  sido  conquis- 
tado por  el  catolicismo  sino  por  la  cruz 
"sobre  la  cual  derramó  su  sangre  por  la 
humanidad  el  que  no  era  católico  ni  pro- 
testante, el  que  quiso  ser  y  fué  redentor 
de  aquellos  que  habían  pecado  y  escanda- 
lizado al  mundo  con  sus  errores!". 

Interviene  en  el  debate  el  diputado  Pe- 
dro Goyena,  conocido  también  por  su  ca- 
tolicismo intransigente,  que  acababa  de 
llegar  y  reconoce  no  conocer  el  tema  en 
discusión;  hace  largas  consideraciones  so- 
bre la  religión  en  general.  Le  refuta  el 
diputado  Nicolás  A-  Calvo,  quien  declara 
que  la  Constitución  no  dice  que  el  no  ca- 
tólico no  tiene  derechos  porque  entonces 
"sería  un  solemne  disparate".  Agrega  con- 
sideraciones sobre  Bridges,  inclusive: 

Ha  logrado  civilizar  cuatrocientos  o  quinientos  fueguinos;  no  les  ha 
enseñado  sino  la  religión  de  Cristo,  pues  ¿a  quién  se  le  ocurre  que  un 
fueguino,  un  patagón,  va  a  conocer  lo  que  es  la  transustanciación,  o  si 
la  concepción  de  la  Virgen  es  inmaculada  o  no,  o  si  el  Papa  es  o  no 
infalible?  ¿A  quién  se  le  ocurre  que  ha  de  llevarse  a  los  indios,  otra 
cosa  más  que  nociones,  en  términos  generales,  de  los  grandes  adelantos, 
de  las  grandes  mejoras  producidas  por  la  religión  cristiana? 

Estrada  vuelve  a  expresar  sus  temores 
de  que  la  misión  tenga  sólo  propósitos  "po- 
líticos y  económicos"  v  no  religiosos,  aun- 
que sin  explicar  por  qué  C1).  Habla  luego 
el  diputado  cordobés  José  Miguel  Olmedo, 


(1)  Es  interesante  esta  observación  de  Estrada.  A  pesar  de  su  insi- 
nuación sobre  un  posible  aspecto  político,  no  logró  abonarla  con  datos 
concretos,  lo  que  prueba  que  esos  datos  no  existían.  No  es  concebible 
que  de  ser  cierto  lo  que  algunos  dicen  hoy  que  existía  gran  recelo  por 
la  existencia  de  una  supuesta  bandera  inglesa  en  la  misión,  Estrada  no 
lo  supiera,  pues  si  no,  no  lo  hubiera  dejado  de  lado  al  argumentar. 


252 


ARNOLDO  CANCUNl 


quien  aclara  que  los  terrenos  serán  conce- 
didos al  colono  y  no  al  pastor  protestante, 
al  que  ha  cumplido  con  el  deber  que  era 
de  los  argentinos,  de  ir  a  civilizar  a  los 
indios,  les  ha  dado  elementos  de  trabajo  v 
de  subsistencia,  convirtiéndolos  "de  inúti- 
les y  de  belicosos,  en  mansos  y  en  pro- 
ductores", agregando  que  "si  como  este 
ciudadano  nos  vinieran  millares  y  millo- 
nes, sería  una  bendición  de  Dios  este  país". 
Goyena  le  contesta,  basándose  especialmen- 
te en  ideas  generales  sobre  religión.  Al 
decir  que  los  misioneros  católicos  también 
irían,  se  produce  un  cambio  de  palabras, 
al  interrumpirle  Olmedo  exclamando  que 
"no  se  presenta  ninguno". 

Federico  de  la  Barra  observa  que  nadie 
negaría  a  Bridges  el  derecho  de  comprar- 
los y  que  no  tendrá  influencia  en  la  Ar- 
gentina "que  la  reina  toque  las  campanas 
en  Westminster".  El  diputado  santiague- 
ño  Cayetano  Carbonell  recuerda  que  no 
hubo  reparo  en  favorecer  a  los  galeses  del 
Chubut,  también  protestantes.  Sobre  el  as- 
pecto político,  refiere  lo  siguiente: 

Por  otra  parte,  voy  a  permitirme  traer  al  recuerdo  de  la  Cámara  un 
antecedente  de  carácter  histórico,  que  desvanecerá,  puede  decirse,  todas 
las  dudas  en  lo  que  respecta  a  nuestros  derechos  jurisdiccionales,  pueda 
abrigarse  por  el  porvenir. 

En  1876  ó  1877.  cuando  la  cuestión  de  límites  con  Chile  atravesaba 
por  su  período  álgido,  v  nuestros  derechos  acerca  de  la  Tierra  del 
Fuego  eran  discutibles,  el  reverendo  señor  Bridges  fué  el  primero  en 
apresurarse  a  reconocer  nuestra  legítima  propiedad  acerca  de  esa  tierra. 

El  diputado  Francisco  J.  Figiteroa  pre- 
gunta cuánto  vale  esa  tierra  y  Calvo  le 
dice  que  lo  que  valdría  en  la  luna.  Fi- 
gucroa  hace  moción  de  cerrar  el  debate, 
que  es  aceptada. 

Se  vota  el  proyecto  y  se  aprueba,  pri- 
mero' en  general  y  luego  en  particular. 
No  consta  el  número  de  votos. 


(Diario  de  Sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados,  ¡886,  Tomo  /, 
págs.  Mp-ioij). 


PRINCIPALES  OBRAS  CONSULTADAS 

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Braun  Menéndez,  Armando,  Pequeña  Historia  Magallánica,  Buenos  Aires. 
Braun  Menéndez,  Armando,  Pequeña  Historia  Patagónica,  Buenos  Aires, 
1936. 

Bridges,  Lucas,  Uttermost  Part  of  the  World,  Londres,  1948. 

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sus  habitantes.  Boletín  del  Instituto  Geográfico  Militar.  Tomo  VII, 
Buenos  Aires,  1886. 

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Gomero,  Mario,  Justificación  de  los  procederes  del  Gobernador  de  Tie- 
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1 


Se  terminó  la  impresión  de  este 
libro  el  día  16  de  agosto  de  1951 
en  los  Talleres  Gráficos  "Yunque" 
Pozos  968       —       Buenos  Aires 


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TIERRA 

DEL 

FUEGO 


BW4904  .P3C21 

Hasta  lo  ultimo  de  la  tierra  :  Alien 

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1  1012  00037  2971 


AURORA 


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/EDITORIAL^