"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
y f m
ARNOLDO CANCLI1VI
"HASTA LO ULTIMO
DE LA TIERRA"
ALLEN GARDINER
Y LAS MISIONES EN PATAGONIA
EDITORIAL "LA AURORA"
CORRIENTES 728. BUENOS AIRES
CASA UNIDA DE PUBLICACIONES
APARTADO 97 BIS. MEXICO D. F.
La figura de la rapa reproduce un dibujo del Capitán Parker
Snow sobre la primera visita del "Alien Gardiner" a la Bahía de
Wulaia. (Cap. I, 3» pane.)
Queda hecho el depósiru
que previene la ley 11.723.
\
IMPRESO EN LA ARGENTINA
PRINTED IN ARGENTINA
PROLOGO
Creemos que, al dar conocer este trabajo, cumplimos con el
deber de llenar un grave vacío. No hay aún en castellano una
obra que relate en su totalidad la vida del gran siervo de Dios
que fué Alien F. Gardiner y, menos aun, el heroísmo y la
laboriosidad de sus continuadores en Tierra del Fuego y la
Patagonia.
Sería errado decir que no se haya escrito absolutamente
nada al respecto. Existen dos pequeños folletos que presentan
un resumen de la vida de Gardiner, publicado el uno hace años
en Madrid y el otro, más reciente, en Buenos Aires. Además
debe citarse la parte que el doctor Armando Braun Menéndez
dedica a los esfuerzos misioneros, especialmente en su "Pequeña
Historia Fueguina''', trabajo que tiene el mérito de haber sido
el primero en ordenar y dar a conocer a nuestro piiblico buena
parte de los materiales existentes en inglés sobre la historia que
es el tema de estas páginas. Igualmente, entre la gran cantidad
de obras que se han escrito sobre la Patagonia, se encuentran
referencias y datos aislados sobre la misión, inexactos o confusos
en una gran proporción. Pero, en general, se suele callar la
labor realizada por Gardiner y sus sucesores; aun nos atrevemos
a decir que, al impulso de intereses creados, ciertos autores hacen
un deliberado silencio sobre tan fundamental aspecto de la
historia patagónica. Esta situación ha hecho que actualmente,
en nuestro país, los nombres de Gardiner, Stirling, Schmidt,
Bridges y los demás héroes de este relato residten absolutamente
desconocidos.
Una tras otra han ido apareciendo en nuestro idioma, extensas
y documentadas biografías de los pioneers del Evangelio en
estas tierras. El nombre de Gardiner y sus continuadores es
c
PROLOGO
hoy quizá el único ausente de esa lista. Más aun, de la gran
obra realizada por los sucesores del -fundador de la Sociedad
Misionera de Sud América en las tierras australes no existe
tampoco una historia completa en inglés o en cualquier otro
idioma. Todo ello nos hizo pensar que era nuestro deber de
evangélicos y argentinos el llenar ese claro.
Como evangélicos , porque al ser amantes de la obra misionera
en todo el mundo y sentir el deseo de hacerla conocer a nuestro
pueblo, creemos lógico hacerlo primeramente con los que
lucharon en nuestro país. Como argentinos, porque debemos
reconocimiento a aquellos que lo dejaron todo por traer a estas
regiones el Mensaje de paz y de amor y entregaron así a nuestra
patria un cúnnúo de cristianos fieles y de ciudadanos titiles,
junto con una zona de su suelo, pacificada y próspera.
Diversos acontecimientos han puesto a nuestras tierras del
Sur en un primer plano en el interés público y ello acrecienta
la urgencia del estudio de ¡a gloriosa historia del Evangelio en
esas regiones. Además, la proximidad del 6 de septiembre de /pj/,
cuando se cumplirá el centenario de la muerte de Alien Gardiner,
dará a este libro el sentido de un justiciero aunque tardío
homenaje, que los argentinos rendiremos al primero de los que
dieron sus vidas por rescatar las almas de nuestro pueblo.
Al abrir las páginas de este libro, el lector las encontrará
divididas en varias partes.
La primera tiene simple carácter de introducción: una
introducción de carácter geográfico en primer término, para
que sea vías fácil comprender los hechos al poder ubicarlos en
su escenario natural y luego una introducción de orden histórico,
basada en especial en ciertos hechos que guardan una relación
íntima con los que constituyen nuestro tema fundamental.
Las dos partes que siguen ocupan la casi totalidad del libro.
La segunda es, exclusivamente, la biografía de Alien Gardiner,
que concibió, preparó y comenzó la labor misionera en nuestro
Sur. Viéndonos competidos a no recargar esta parte de nuestro
relato, nos hemos ocupado primor di almente de la labor des-
PROLOGO
7
arrollada por él en ¡os países sudamericanos, lo que nos obliga
a dar del resto de su vida una visión algo más rápida.
La historia de este hombre, en quien el espíritu prevalecía
sobre la materia en forma tan extraordinaria, será un mensaje
para todos; la descripción del pasado de estos países permitirá
aumentar conocimientos de orden histórico y la gloriosa lección
de su muerte servirá como inspiración y consuelo a quienes
conozcan la verdad del Evangelio y como demostración de su
poder a quienes no la conozcan.
La tercera parte es la historia de la misión en Tierra del
Fuego. Hemos dedicado además dos capítulos a la Fatagonia,
por la indestructible relación existente entre ambos campos de
labor. Se reivindican aquí nombres injustamente olvidados de
siervos de Dios que dieron su vida por amor a nuestro país.
Se podrá leer en esas páginas, no sólo una historia llena de tesón
y de heroísmo, sino que también será dable conocer los primeros
pasos de la instalación de miestra soberanía en esas regiones
entonces inhospitalarias, que habían sido abiertas a aquélla por
el esfuerzo de los misioneros.
En el núcleo de apéndices que cierran el libro, hemos colo-
cado diversos grupos de documentos. Lo más importante es,
quizá, lo que se agrupa en el cuarto y el quinto, referentes a la
instalación del gobierno argentino en Ushuaia y a las opiniones
de distintas personalidades, que desvirtúan en absoluto ciertas
versiones tan gratuitas como infundadas, que comenzaron a
circular hace muchos años y que aun no han desaparecido
completamente, a pesar de que ningún autor serio las haya reco-
gido, sobre desavenencias con el gobierno nacional, nulidad del
trabajo realizado, etc.
En un trabajo de esta índole, la referencia a las fuentes
empleadas es un detalle fundamental. La falta de materiales
y la extrema dificultad para conseguir otros han sido grandes
trabas, pero finalmente hemos conseguido superarlas, después
de estudiar prácticamente la totalidad de los libros y demás
publicaciones que se refieren, de una manera u otra, a nuestro
tema. Un viaje realizado a Tierra del Fuego y el contacto con
8
PROLOGO
varios descendientes de los últimos misioneros nos permitieron
obtener ciertos datos y aclarar determinados problemas, que de
otra manera hubieran permanecido oscuros o confusos.
Hemos insertado al final la lista de las obras consultadas. En
realidad, esta lista debiera ser mucho más amplia, pero la hemos
reducido a lo indispensable, ya que luego de estudiar todas las
obras sobre Tierra del Fuego que nos ha sido posible obtener
en diversas bibliotecas públicas y privadas, hemos colocado en
la bibliografía sólo aquellas que han aportado o corroborado
los datos que aparecen en este libro.
Es nuestro deber en este punto expresar nuestro agradeci-
miento a quienes nos proporcionaron alguna ayuda para hacer
factible nuestra labor. En especial, debemos mencionar, a tres
personas: el doctor Armando Braun Menéndez, poseedor de
una notable ''Biblioteca patagónica" , que puso a nuestra dispo-
sición; el señor Arturo Eider, misionero en China, que recopiló
en Inglaterra los datos que sirvieron de base al último capítulo;
y el señor Guillermo Bridges, hijo del adalid de la misión en
Ushuaia, que con su hospitalidad y las informaciones facilitadas
en Harberton, Tierra del Fuego, nos permitió incluir aquí
muchos elementos aun inéditos.
La finalidad que nos ha movido ya ha sido expresada al
principio. Es nuestro deseo, pues, que este trabajo sirva para
dar a conocer una página olvidada de nuestra historia, para
honrar la memoria de los mártires y los pioneers que se sacri-
ficaron por nuestro Sur, por ir "hasta lo último de la tierra" ',
para inspirar especialmente en la juventud el deseo de ser más
fieles y consagrados a Cristo y para colaborar en el engrande-
cimiento del Reino de Dios, a quien queremos que sea dada así
toda la honra y la gloria.
El Autor.
CONTENIDO
PROLOGO
PRIMERA PARTE: Introducción.
Capítulo I. Tierra del Fuego y sus habitantes.
Descripción general. Regiones naturales. Fauna y Flora. Clima.
Razas indígenas. Costumbres de los yaganes
Capítulo II. Fitz Roy y la primera tentativa misionera en Tierra
del Fuego (1830-1834).
Fitz Roy y el Beagle. Cuatro rehenes indígenas llevados a
Inglaterra. Regreso. Dejados con el misionero Matthews. Fra-
caso de la tentativa
SEGUNDA PARTE: Biografía de Allen F. Gardiner
Capítulo I. Dos vocaciones diferentes (1794-1834).
Primeros años. Vocación de marino. Conversión. Fallecimien-
to de la esposa. Vocación misionera
Capítulo II. Ministerio en Sud Africa (1834-1837).
Viaie en busca de zulúes. Entrevista con Dingarn. Maestro en
Port Natal. Viajes a Inglaterra. Francisco Owen. Entre los
indígenas. Guerra de los zulúes y los boers. Retirada de
Grahamstown
Capítulo III. Entre los indios de Chile (1838-1839).
Situación en Buenos Aires y Mendoza. Los gauchos. Venta
de Biblias. Los indígenas del Bío-Bío. Los fuertes de Arauco.
Fracaso en el lago Raneo y en Queule
Capítulo IV. En Fapúa, Chiloé y Magallanes (1839-1843).
Intento de obtener permiso para radicarse en Papúa. Fracaso.
Otra vez en Chile. El fraile Manuel. Fracaso en Chiloé. El
"adiós a Chile". En las Malvinas. Indios fueguinos. Encuentro
amistoso con los jefes San León y Wissale. Viaje a Ingla-
terra ,
Capítulo V. Vendiendo Biblias en la Argentina (1843-1844).
Situación bélica en el Río de la Plata. Viaje a Córdoba v San-
tiago del Estero. Venta de libros en Santiago y Tucumán.
Diversas experiencias. Regreso a Inglaterra
Capítulo VI. Segundo viaje a Magallanes (1844-1845).
Fundación y organización de la Sociedad Misionera de la Pa-
tagonia. Roberto Hunt. En Puerto Oazy. Mariano y Cruz.
Hostilidad de Wissale. El padre Domingo. Partida de Ma-
gallanes 57
Capítulo VIL En Bolivia (1845-1847).
Gardiner resuelto a continuar adelante. Federico González.
Viaje a Bolivia. Ayuda del general O'Connor, el gobernador
Estensoro y el diputado Carrizo. Visita a los indios. Traslado
a Chuquisaca. Entrevista favorable con el presidente. Regre-
so a Inglaterra. Abandono de la empresa 61
Capítulo VIII. Primer viaje a Tierra del Fuego (1848).
Provecto para una misión en Tierra del Fuego. Propaganda.
La isla de los Estados. Grandes dificultades. Los indígenas.
Regreso 65
Capítulo IX. La victoria sobre la muerte (1849-1851).
Propaganda. Nuevos planes. Ricardo Williams, Juan Maidment
y demás compañeros. Viaje a Picton. Exploraciones en el
canal. Radicación en Puerto Español. Carteles en Banncr. El
escorbuto y el hambre. Muerte de Badcock. Poesías v ano-
taciones en el diario de Gardiner y Williams. Sufrimientos.
Fe inquebrantable. El fin 68
Capítulo X. El anuncio luctuoso (1851-1852).
Causas del retraso. Hallazgo de los restos por el John Davi-
son y el Dido 91
TERCERA PARTE: La obra de la misión en el sur argentino
Capítulo I. Primeros trabajos de la misión (1852-1855).
Impresión desfavorable causada por la muerte de Gardiner.
Resolución de continuar el trabajo. Opiniones autorizadas.
El Alien Gardiner. La isla Keppel. Primer viaje a Tierra del
Fuego. Encuentro con Jemmy Burton 99
Capítulo II. Despard y la obra en Keppel (1856-1859).
Actitud de Snow. Nuevos misioneros. Jemmy Button en Kep-
pel. Otros indígenas. El trabajo en la isla. La masacre de
Wulaia 109
Capítulo III. La obra bajo la dirección de Stirling (1859-1868).
Stirling ocupa el lugar de Despard. "El viaje del perdón".
Entierro de los misioneros asesinados. Viaje a Inglaterra con
cuatro indígenas. Primeros bautismos 119
Capítulo IV. El "Centinela de Dios" en Ushuaia (1868-1869).
Experimento en Lauaia. Stirling resuelve radicarse en Ushuaia.
Descripción del lugar y la instalación. Peligros. Protección
divina. Trabajo y enseñanza. El premio 128
Capítulo V. Primeras experiencias entre los patagones (1857-1851).
Antecedentes. Ofrecimiento de Schmidt. Primer viaje. Juan F.
Hunziker. Segundo viaje. Trabajos lingüísticos 135
Capítulo VI. Establecimientos en Santa Cruz y Río Negro (1862-
1897).
Establecimiento provisorio en el Santa Cruz. Terrible soledad.
Entrevistas con los indios. Patagones. Viedma, San Javier y
el Napostá. Obra de Humble hasta su muerte 142
Capítulo VII. Desarrollo de la obra en Ushuaia (1869-1884).
Ordenación y casamiento de Bridges. Juan Lawrence, Santiago
Lewis y Jacobo Resyek. Progresos en Ushuaia. Bautismos.
Nuevos misioneros. Ayuda a náufragos y expedicionarios.
Bove y Martial 153
Capítulo VIII. La vida en una estación misionera (1869-1884).
El trabajo. Incidentes. La cuestión del comercio. Educación
religiosa: reuniones diarias, dominicales v especiales. La escue-
la. El orfanatorio. Otros lugares de trabajo. Personalidad de
Lawrence y Bridges. Su obra y sus ideas. El diccionario yagan
y las traducciones de las Escrituras .... 167
Capítulo IX. Establecimiento del gobierno argentino (1884-1886).
Cuestión de límites con Chile. El tratado de 1881. La División
Expedicionaria al Atlántico Sud. Amistosas relaciones de mi-
sioneros y argentinos. La subprefectura. El problema de la
bandera. Dificultades. Epidemias. Renuncia de Bridges 180
Capítulo X. Ultimos esfuerzos de la misión (1887-1916).
Aspinall en Ushuaia. Nueva estación en Wollaston. Traslado
a Tekenika. Visita del general Roca. La obra en Ushuaia,
Tekenika y Keppel. Extinción paulatina de los indios. Cierre
de las estaciones. Traslado final a Navarino. Williams en Río
Douglas. Conclusión 191
A MODO DE EPILOGO
Breve reseña de la obra de la Misión en otras regiones 207
APENDICES:
I. Documentos sobre la muerte de Gardiner y los suyos 217
II. Instrucciones a los primeros misioneros 223
III. Documentos relativos a la masacre de Wulaia 225
IV. Documentos relativos a la toma de posesión de Tierra del
Fuego por el gobierno argentino 228
V. Juicio de distintas personalidades sobre la misión 236
VI. Resumen del debate en la Cámara de Diputados sobre cesión
de tierras a Bridges 247
Principales Obras Consultadas 253
»
Primera Parte
INTRODUCCION
I
TIERRA DEL FUEGO Y SUS HABITANTES
Descripción general. - Regiones naturales. - Fauna y flora. -
Clima. - Razas indígenas. - Costumbres de los yaganes.
La Tierra del Fuego es un extenso y compacto archipiélago,
de cerca de ochenta mil kilómetros cuadrados de «tensión,
que se encuentra al sudeste del Estrecho de Magallanes. Lo
forman la Isla Grande o Tierra del Fuego, propiamente dicha,
y numerosas otras islas ubicadas al sur de la primera. Las dos
mayores son Hoste y Navarino, separadas de aquélla por el
célebre canal que recibe el nombre de Beagle y que tiene una
importancia fundamental en la historia misionera. Entre las
demás, merecen citarse las islas gemelas de Picton, Nueva y
Lennox, al este de Navarino, actualmente en litigio entre la
Argentina y Chile; la isla de los Estados, en el extremo oriental,
desolada y desierta; los archipiélagos Wollaston y Hermite,
que rematan el Cabo de Hornos, también deshabitados; las islas
Gordon, Clarence, y otras alrededor de Hoste, que sería largo
e inútil enumerar.
A pesar de la terrible fama que soporta, Tierra del Fuego
es un país admirable por su riqueza y su hermosura. Puede
decirse que la forman dos zonas distintas y separadas entre sí,
casi completamente, por el lago Fagnano o Cahmi y el Seno
del Almirantazgo. La que se encuentra al norte es la más rica
y en todo semejante a la Patagonia Austral, con sus grandes
estancias de ovinos centralizadas en Río Grande, del lado argen-
tino, y en Bahía Porvenir, del lado chileno.
La otra parte es mucho más pobre, pero en cambio muchí-
simo más hermosa. Es también la que nos interesa más direc-
tamente, pues en ella se desarrolla la historia que vamos a relatar
16
ARNOLDO CANCLIN1
en estas páginas. De mucho menor extensión, está totalmente
ocupada por las últimas estribaciones de la Cordillera de los
Andes que llegan desde el lago hasta la costa del Beagle. Sólo
en pocos lugares, como Ushuaia, Remolino y Harberton, queda
una zona intermedia entre la montaña y el mar. En estos casos
se la aprovecha, por lo general, para la cría de ovejas.
Sobre la cordillera se ubica el bosque, desde una línea de
altura bien determinada hasta casi la orilla. Estos bosques de
robles fueguinos, coihues, leñaduras, etc., representan la prin-
cipal fuente de recursos de la región y contribuyen a embellecer
más el paisaje.
La fauna de la región es abundante pero no variada. Lo
más notable son las aves marinas: gaviotas, avutardas, patos,
petreles, shags (especie de cormoranes), etc. Abundan los lobos
marinos y los peces. Los únicos mamíferos silvestres son los
guanacos, porque los zorros se han extinguido debido a la caza.
El clima, con ser riguroso, no es intolerable. En verano
suele pasar de los 20° C. y es muy agradable; en invierno la
temperatura baja en forma pronunciada y todo se cubre de
nieve, aunque el mar no llega a congelarse. La lluvia y el viento
son fenómenos casi diarios, pero no con la intensidad que sería
de temer en una latitud tan elevada.
Toda esta zona se encuentra prácticamente desierta. Sólo
la ocupan el pequeño pueblo de Ushuaia, varias estancias de
poca importancia desde Vendegaia hasta Bahía Aguirre y algunas
otras en menor número en Navarino, que forman la avanzada
más austral del territorio ocupado por el hombre, excepción
hecha del establecimiento ballenero de Georgia del Sur, de la
estación meteorológica argentina en las islas Oreadas y de las
bases de distintos países en la Antártida; en ninguno de estos
casos se trata de pobladores permanentes.
Todos estos establecimientos, con excepción de Ushuaia,
se formaron después de la llegada del gobierno argentino en
1884. Pero antes el territorio no estaba desierto. Poblaban la
actual Tierra del Fuego cuatro razas de indígenas: los onas, los
haush, los yaganes y los alacalufes. Las dos primeras tribus eran
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
17
llamadas "de tierra" y las dos últimas "de canoa", por las
costumbres de cada una. Los haush se extinguieron antes de
la llegada del hombre blanco, exceptuando los misioneros. De
los onas, los más numerosos quizá entonces, tampoco nos ocu-
paremos, ya que vivían en la parte norte de la isla y no han
de aparecer en la historia de la misión sino muy ocasionalmente;
eran tribus nómades que se ponían en contacto con los yaganes
en algunos lugares como las bahías Slogget y Harberton; eran
de costumbres estrictamente terrestres. Los hábitos de los ala-
calufes, habitantes del Estrecho de Magallanes y sus adyacencias,
y los de los yaganes, que ocupaban el Beagle y los demás canales
al sur, eran muy semejantes y por eso hablaremos sólo de los
últimos que son quienes tienen la parte principal en nuestro
relato.
El nombre de yaganes les fué dado por el misionero Tomás
Bridges, quien lo derivó de la palabra indígena Yahga, nombre
de un lugar de la angostura Murray, entre las islas Navarino y
Hoste, porque ese lugar era considerado el centro de su habitat
y donde el idioma se hablaba en la forma más pura. En realidad
el nombre no debería pronunciarse yagan sino iáhgan.
Se los ha llamado también "indios de canoa" y es una buena
denominación porque habían hecho de sus embarcaciones su
principal sistema de vida. En ellas recorrían los canales, dete-
niéndose en algún punto donde levantaban sus chozas y pasaban
un tiempo cazando guanacos y comiendo mejillones. Las con-
chas de estos últimos eran arrojadas a los costados de los ivig-
wams y se formaban así montículos de un metro o más de
altura que aun hoy se ven en muchas partes. Luego, después
de un tiempo que oscilaba de varios días a algunos meses, reco-
gían sus enseres, colocaban el fuego sobre un trozo de césped
y llevaban todo a la canoa que la india traía desde donde había
sido amarrada a las grandes algas marinas, unos metros agua
adentro. Ella era también quien remaba y la única que sabía
nadar; los hombres lo ignoraban, prácticamente en todos los
casos.
No usaban vestido alguno a pesar del frío y de la nieve.
13
ARNOLDO CANCL1NI
A veces se echaban sobre las espaldas un cuero de guanaco
o lobo marino que habían cazado y devorado poco antes.
Para cazar utilizaban flechas de sólo cincuenta o setenta
centímetros, pero muy bien construidas, más anchas en su
parte media para evitar que se quebraran, con una pluma incrus-
tada en la parte trasera y una punta de piedra tallada a mano
con un hueso de guanaco; cuando trabaron relación con el
hombre blanco las hicieron de vidrio.
Ningún investigador ha logrado averiguar sus ideas reli-
giosas y es lógico suponer que fueran muy rudimentarias. Los
onas, por el contrario, tenían gran número de relatos mitoló-
gicos y leyendas.
A pesar de la vida primitiva que llevaban probaron repeti-
das veces en la misión de Ushuaia que no eran incapaces. Sin
embargo, ha sido imposible quitar la idea de su degradación
intelectual, de la que es culpable más que nadie el naturalista
Darwin, que los conoció en 1834 y cuyas opiniones y re-
tractación se encuentran en el apéndice.
Sobre el idioma, el gran misterio de ese pueblo, se hablará
más adelante y a lo largo del relato irán apareciendo otros
detalles.
Presentados en esta forma, lo más concisa posible, el país
y sus habitantes, pasaremos a estudiar un hecho que sirve de
introducción a la historia misionera de Tierra del Fuego: los
viajes de Fitz Roy.
II
FITZ ROY Y LA PRIMERA TENTATIVA MISIONERA
EN TIERRA DEL FUEGO (1830- 1834)
Fitz Roy y el "Beagle". Cuatro rehenes indígenas llevados a
Inglaterra. Su educación. Regreso. Dejados con el misionero
Mattheivs. Fracaso de la tentativa.
El 22 de mayo de 1826 partían de Plymouth, el Adventure
y el Beaglc, buques hidrográficos de Su ¿Majestad Británica,
-HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
con el encargo de efectuar el relevamiento de las costas de la
Patagonia y Tierra del Fuego. Este viaje, o mejor dicho esta
serie de viajes que duró diez años, es un antecedente directo
de la labor de las misiones en esas regiones y es imposible
pasarlo por alto.
En febrero de 1830, el Beagle se encontraba en Tierra del
Fuego, fondeado frente al cabo Desolación, esperando el re-
greso de una ballenera que había sido destacada para reconocer
la zona. Pero, en vez de ella, los que la ocuparon volvieron
trayendo una mala embarcación improvisada, pues la otra les
había sido robada por los indios. Como este episodio podía ser-
vir de aliciente a los salvajes en su deseo de hostilizar a la
tripulación, el capitán Fitz Roy resolvió capturar a varios indí-
genas como rehenes. Así lo hizo, pero durante la noche los
indígenas eludieron la vigilancia y escaparon. A bordo que-
daron sólo tres niños que fueron devueltos a tierra, con excep-
ción de una simpática indiecita de unos nueve años, de aspecto
tan agradable que Fitz Roy quiso retenerla y tratar de enseñarle
inglés. Se le puso el nombre de Fueguia Basket (canasta) en
recuerdo de la canoa que la había llevado, la que según los
marinos parecía una canasta.
Poco después subió al Beagle otro grupo de fueguinos; uno
de ellos a quien llamaron York Minster, por un promontorio
cercano de ese mismo nombre, resolvió quedarse a bordo;
después de unos momentos de incertidumbre, el indio se llenó
de ánimo frente a una abundante comida que devoró con avidez;
luego, permitió que se lo vistiera.
Algunos días después el buque fué asaltado por una banda
de indígenas, uno de los cuales fué capturado y se resolvió
mantenerlo también a bordo. A éste se le dió el nombre de
Boat Memory (Recuerdo del Bote) para conmemorar el ci-
tado episodio.
El grupo se completó con un muchachito, de unos catorce
años y de agradable aspecto, que fué cambiado a su padre por
un botón de nácar; de allí vino su nombre de Jemmy Button.
Era el más joven de los cuatro, exceptuando a la pequeña Fue-
20
ARÑOLDO CANCLÍMl
guia. York tendría unos veinticinco años; era grandote y hosco.
Boat Memory, muy robusto y cordial, aparentaba unos veinte
años. El propósito de Fitz Roy era llevarlos a Inglaterra para
darles allí toda la enseñanza que fuera posible. El 14 de octubre
de 1830, después de un viaje lleno de peripecias, llegaron nue-
vamente al lugar de partida y los cuatro indígenas fueron con-
ducidos a tierra.
El capitán mismo los tomó a su cargo pero, a los pocos días
y a pesar de haber sido vacunados, enfermaron de viruela. Fue-
ron internados en el Hospital Naval donde, aunque los rodearon
de cuidados, Boat Memorv murió rápidamente.
Los tres que se salvaron fueron llevados a la casa de Gui-
llermo Wilson, pastor de Walthamstown, que se encargó de
ellos durante los tres años que permanecieron en Inglaterra. Se
les dió toda la instrucción posible, especialmente sobre las
verdades cristianas fundamentales y el idioma inglés, además
de algunas nociones de carpintería, jardinería y otros conoci-
mientos que podrían serles de utilidad. Los dos jovencitos pro-
gresaban rápidamente demostrando tener una inteligencia muy
desarrollada. York Minster, por el contrario, odiaba el estudio
y su carácter hosco e indolente a menudo podía más que la
paciencia de su maestro. Sólo aprendía algo de mecánica.
Los indiecitos pronto se hicieron famosos en todo el país y
hasta el rey Guillermo IV expresó su deseo de conocerlos.
Fueron llevados a su presencia y aquellos dos representantes de
"la raza más baja de la especie humana", como los llamaría
Darwin, supieron comportarse con toda corrección y a la
altura de la celosa etiqueta inglesa. Su Majestad la reina Ade-
laida quedó encantada con la pequeña Fueguia a quien regaló
una gorra de batista que ella le colocó personalmente, un anillo
y una suma de dinero.
Pero llegó el momento del regreso y los indígenas fueron
llevados nuevamente al Beagle que los devolvería a su patria.
Junto con ellos se embarcó un joven, Ricardo Matthews, que
había sido recomendado por la Sociedad Misionera de la Igle-
sia (Anglicana), cuando el pastor Wilson sugirió la idea de
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
21
que un misionero tratase de establecerse en los canales fue-
guinos, junto con los protegidos de Fitz Roy.
A este joven se le dio una carta con instrucciones relativas
a su tarea. Uno de sus párrafos dice así: "Esperamos que al
entrar en esta empresa hayáis sido influido por un sincero
deseo de promover a la gloria de Dios y bien del prójimo.
Estos son los fines que tienen en vista los amigos que os han
ayudado y quienes esperan que, por la gracia de Dios, los
tendréis constantemente ante vuestra vista. Los medios a em-
plearse para el cumplimiento de estos dos fines pueden resu-
mirse en muy pocas palabras. Se trata de que el hacer a estas
criaturas todo el bien que podáis, en toda forma posible, se
convierta en vuestro estudio y en vuestro propósito. Mos-
trándoles esto con la totalidad de vuestro espíritu y de vuestra
conducta, ganaréis su confianza, obtendréis influencia sobre
ellos, sin lo cual no debéis esperar éxito. Pero no es fácil ob-
tener una línea de conducta como ésa. Para poder hacerlo
debéis ser "poderoso en la gracia de Jesucristo" y esta gracia
debe ser demostrada con diligente oración y meditación en la
palabra de Dios. En esto descansará vuestra fuerza y de ello,
si Dios lo quiere, resultará vuestro éxito. Caminad junto al
Señor y Su Nombre será glorificado en vos. Siguiendo este
camino estaréis seguro de lograr su bendición v podéis dejar
todas las cosas en sus manos."
Fitz Roy recuerda con ironía que no les fué posible llevar
la "pesada carga de vestuarios, herramientas, loza, libros y de-
más cosas que las familias de Walthamstown y otras personas
de buen corazón les habían regalado".
El 22 de enero de 1833 se encontraban fondeados en la
bahía de Wulaia, isla de Navarino, donde se esperaba encon-
trar a la tribu de Jemmy Button.
Durante el viaje se había visto que ambos indígenas pre-
tendían a la pequeña Fueguia y que ella se inclinaba al joven-
cito, pero los marinos, temiendo que York Minster asesinara
a su compatriota, casaron a la indiecita con el hombrón que,
de otra manera, se hubiera tornado peligroso.
22
ARNOLDO CANCL1NI
Al día siguiente de la llegada, apareció una tribu que el natu-
ralista Carlos Darwin, que formaba parte de la expedición,
llamaría de Tekenika, nombre de una bahía en la cercana isk
Hoste. Aunque Jemmy no los conocía personalmente, pudo
establecer contacto amistoso con ellos y los marinos bajaron a
tierra, decidiendo Fitz Roy que ése sería el lugar donde se
establecería Matthews, con los tres indígenas civilizados.
El 24 apareció la familia de Jemmy, quien reconoció de
lejos la voz de su hermano mayor, pero una vez con ellos, no
hizo grandes demostraciones de alegría. Darwin dice que "su
primera entrevista fué menos interesante que la de un caballo
con alguno de sus antiguos compañeros". Agrega que "se
contentaron con mirarse bien a la cara durante algún tiempo
v la madre regresó inmediatamente a su canoa para ver si
fallaba algo en ella".
Luego edificaron tres ivigwams: uno para Matthews, otro
para los flamantes esposos y el último para Jemmv y los suyos
que se habían hecho populares entre la tripulación, especial-
mente los dos hermanos mayores a quienes se llamó Tommy v
Harrv Button. También hicieron un par de huertos.
E! 27 desaparecieron todas las mujeres y los niños y, como
habían ocurrido algunos incidentes, era de temerse algo malo.
Oigamos nuevamente a Darwin: "Para evitar el riesgo de una
batalla que no hubiera dejado de ser fatal para algunos salvajes,
el capitán Fitz Roy creyó que lo mejor sería ir a pasar la
noche a una ensenada vecina. Matthews, con su valor tranquilo,
seguro de sí mismo, lo que era más notable ya que no tenía
apariencia de tener un carácter en exceso enérgico, resolvió
quedarse con nuestros fueguinos que decían no sentir temor
alguno por sí mismos. Los dejamos solos para pasar aquella
noche."
Cuando regresaron al día siguiente, los encontraron sanos
y salvos y entonces el capitán resolvió partir para explorar el
canal Beagle, dejando que Matthews con su pequeña colonia
probara la posibilidad de establecerse allí definitivamente.
-HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
23
El 6 de febrero estaba de regreso. Permitamos a Darwin
trazar el cuadro de lo ocurrido. "Llegamos a Wulaia; Matthews
se quejó tan vivamente de la conducta de los fueguinos que
el capitán Fitz Roy resolvió que regresara con nosotros a bordo
del Beagle; más tarde, lo dejamos en Nueva Zelandia donde
su hermano era misionero. Ni bien partimos, los indígenas
empezaron a despojarlo de cuanto tenía, llegando de continuo
nueva bandas de fueguinos. York y Jemmy habían perdido
muchas cosas y Matthews casi todo lo que no había tenido
precaución de enterrar. Al parecer los indígenas habían roto o
desgarrado todo aquello de que se habían apoderado, repar-
tiéndose los pedazos. Matthews estaba jadeante de fatiga; no-
che y día los indígenas lo rodeaban haciendo un ruido ince-
sante en torno de la casa e impidiéndole dormir. Un día
ordenó a un anciano que dejara de acecharlo, pero éste volvió
en seguida con una enorme piedra en la mano; otro día una
banda entera acudió armada de piedras y garrotes y Matthews
se vió obligado a apaciguarlos a fuerza de regalos. Otros, por
fin, quisieron despojarlo de sus vestidos y depilarlo por com-
pleto. Creo que llegamos con el tiempo justo para salvarle la
vida."
Así fué abandonada aquella primera tentativa de evangeli-
zar a los fueguinos. Matthews volvió a bordo y la tripulación
del Beagle se despidió de sus amigos fueguinos.
Después de recorrer los canales durante un año, retornaron
al mismo lugar el 5 de mayo de 1834. No mucho después
reapareció Jemmy Button, pero estaba irreconocible. Veamos
cómo el citado naturalista describe el encuentro: "Ese hombre
es nuestro Jemmy, hoy día un salvaje flaco y huraño, con los
cabellos en desorden y desnudo por completo, excepto un trozo
de manta colocado alrededor de la cintura... Lo habíamos
dejado grueso y limpio, bien vestido; jamás he visto cambio tan
completo y triste." ¡Y pensar que era el mismo que en el
viaje no salía a cubierta sin corbata y guantes blancos y co-
rría a su camarote si caía una mancha en sus inmaculadas botas!
Se le ofreció unirse de nuevo a ellos, pero no aceptó; la
24
ARNOLDO CANCLINI
razón parecía ser una india, que según Darwin era "joven y
linda", y a la que presentó como su esposa.
York y Fueguia habían huido a su tierra, más al norte, des-
pués de robar a Jemmy una gran cantidad de cosas. Años
después, en 1842, un ballenero de las Malvinas se sorprendió,
cuando en uno de los canales fueguinos apareció una india
diciendo: "How do you do?, how do you do?" y que podía
hablar en inglés con cierta facilidad. Contó su historia v re-
sultó ser "la pequeña Fueguia" como se llamaba a sí misma.
Para terminar, citemos las palabras con que Darwin relata
la despedida de Jemmy: "Todos nosotros experimentábamos
cierta pena al pensar que le estrechábamos la mano por última
vez y no dudo que actualmente será tan dichoso o quizá más
que si no hubiera dejado nunca su país. Cada cual debiera
desear que la noble esperanza del capitán Fitz Roy se realice
y que, en agradecimiento por los numerosos sacrificios que él
hizo por estos fueguinos, algún marinero náufrago reciba ayuda
v protección de los descendientes de Jemmy Button v su tribu.
"Cuando éste llegó a tierra, encendió una hoguera en
señal de último adiós, mientras nuestro navio proseguía su ruta
hacia alta mar." (*).
(!) Viaje de un naturalista alrededor del mundo, cap. X.
SEGUNDA PARTE
BIOGRAFIA DE ALLEN F. GARDINER
I
DOS VOCACIONES DIFERENTES
(1794- 1834)
Primeros años. Vocación de marino. Conversión. Fallecimiento
de la esposa. Vocación misionera.
Entramos ahora a relatar la vida del personaje principal de
nuestra historia, vida de intensa labor sobre la que debiera
escribirse mucho más de lo que cabe en las páginas que le
vamos a dedicar.
Su nombre fué Alien Francisco Gardiner y nació en Basil-
don, condado de Berkshire, Inglaterra, el 28 de junio de 1794.
Su hogar fué un modelo de piedad cristiana donde la oración
y la lectura de la Biblia eran pan diario. Las impresiones que
el pequeño Gardiner recibió fueron intensas y duraderas, pues
no se borraron nunca a pesar de haber pasado muchos años
alejado del hogar.
Desde sus primeros años, demostró una inclinación irresis-
tible hacia la marina a pesar de que ello no agradaba a su padre.
Entre sus ocupaciones favoritas estaba la de trazar planes para
impedir a la flota francesa la entrada a la base de La Rochelle,
o la de copiar un vocabulario de los negros mandingas que
encontró en un libro de viajes del célebre explorador inglés
¡VIungo Park. Su fantasía infantil lo hizo ir más lejos, pues una
noche su madre lo encontró durmiendo en el suelo junto a la
cama; cuando lo interrogó sobre tan extraño proceder, el
niño respondió que quería acostumbrarse a la vida de marino.
Hay que tener en cuenta que entonces no se contaba con los
confortables camarotes de nuestros días y que aun las habita-
ciones de los oficiales eran incómodos cuchitriles.
28
ARNOLDO CANCLINI
Por fin, fué vencida la oposición de su padre y, a los trece
años, entró en el Colegio Naval de Portsmouth, donde estu-
dió un par de años, haciéndose a la mar por primera vez en
1810, a bordo del Fortune.
Poco después, fué trasladado al Phoebe. que salió en busca
del corsario norteamericano Essex, con el que sostuvo un terri-
ble encuentro, frente a Valparaíso. Habiendo vencido los in-
gleses, Gardiner fué uno de los oficiales encargados del navio
derrotado.
Ese mismo año perdió a su madre. Este fué un golpe te-
rrible porque ella y la religión estaban indisolublemente unidas
en su corazón. Se sintió desconsolado al saber que ya no lo
acompañarían las oraciones de ese ser querido v, aunque nunca
cayó en pecados graves, se alejó poco a poco de la estricta lí-
nea de conducta que le enseñara aquélla.
Su carrera de marino duró veinticuatro años v no es im-
posible relatarla ni aun en su aspecto más general; nos limi-
taremos a lo que pueda sernos de más interés.
Su vida espiritual se asemejaba a un navio que subía v
bajaba por las olas; en ciertos momentos, sentía el deseo de
volver a la abandonada lectura diaria de las Escrituras, pero
en otros se apresuraba a esconder el sagrado volumen cuando
oía pasos que se acercaban, por miedo a ser descubierto. Es-
tando en Penang, cerca de Singapur, en el año 1820, recibió
dos cartas que le produjeron una fuerte impresión: una era de
su padre y desgraciadamente no ha llegado hasta nosotros; la
otra de una dama que lo conocía desde la infancia y le profe-
saba un gran afecto. Veamos algunos de los párrafos:
"Espero, querido Alien, que el largo tiempo que hace que
nos conocemos y mi amistad con su apreciada madre sean una
excusa suficiente para la libertad que me tomo v que estas
consideraciones lo induzcan a leer con cuidado las observa-
ciones que voy a hacer. Por lo menos, estará convencido de
que nada, fuera de un aprecio desinteresado por su verdadero
bienestar, me ha inducido a dar este paso v, haga o no caso de
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
29
mis observaciones, estoy segura que creerá en la sinceridad de
mi motivo.
"Permítame entonces, mi estimado Alien, señalarle como si
fuera mi propio hijo el que estuviera en las mismas circuns-
tancias, que a menos que su alma esté bien con Dios, todo lo
demás es simple vanidad; la mayor felicidad terrenal puede
sólo producir una felicidad temporal y la misma certeza de
su naturaleza transitoria debe prevenirnos de adjudicarle el
carácter de un gozo verdadero. Sólo el creyente sabe qué es
realmente la felicidad, ya que no puede quitársela ninguna si-
tuación de enfermedad o desfallecimiento. Multitudes la han
recibido y multitudes la están gozando ahora, ¿por qué en-
tonces ha de pensar que no merece atención?, ¿por qué ha de
despreciar el ofrecimiento del Evangelio?"
La lectura de estos párrafos y de los que seguían, formando
una larga carta, provocaron en su ánimo una impresión imbo-
rrable, que traería resultados decisivos algo más tarde.
Poco después llegaba a Manila, capital de las Filipinas,
entonces colonias españolas, y es interesante citar su opinión
sobre la religiosidad de la población: "La mayor parte del
pueblo son indígenas y todos profesan el cristianismo. Es im-
presionante lo popular que la religión romana ha sido siempre
entre los paganos y cuán fácilmente es colocada sobre el paga-
nismo, con el que está relacionada en muchos aspectos. Se
trata sólo de hacer a un lado un grupo de imágenes rudas e
inexpresivas y adoptar otras de forma más atractiva; cambiar
troncos por santos y convertir la religión en una agradable
dramatización; el indígena no tiene conciencia de otra dife-
rencia."
Poseemos una carta que el padre dirigió más o menos en la
misma época a la hermana de Alien, y en la que comenta otra
que recibiera de él quien, en ese momento, se encontraba en el
otro extremo del mundo. Uno de sus párrafos dice así: "Pero
lo que me produjo más satisfacción que la que puedo expresar
es que por varios acontecimientos y por una carta mía que de-
bió alcanzarle en Spithead, pero que sólo llegó a sus manos en
30
ARNOLDO CANCLINI
Penang, ha sido impulsado a rever su vida pasada y su mente
parece haber girado hacia lo religioso. ¡Quiera Dios que esas
impresiones sean profundas!"
El 20 de septiembre de 1821, llegó a Valparaíso a bordo del
Dauntless. Dos noticias llamaron su atención: la muerte de
Napoleón y la victoriosa campaña de San Martín, que acababa
de entrar en Lima, dejando a Lord Cochrane sitiando el Callao.
Aprovechando los días que se detuvieron allí, hizo un largo
paseo por los alrededores, llegando hasta Santiago y la cor-
dillera.
El 27 de octubre se embarcaron hacia el Callao. Al llegar
Gardiner encontró a la población muy agitada por los aconte-
cimientos militares y la tuga de Cochrane con el dinero que él
creía pertenecer a sus hombres. Gardiner recorrió la ciudad
de los virreyes que le resultó "superior a Santiago en cuanto
a tamaño, riqueza y población" y visitó la sede de la inquisi-
ción que San Martín había hecho cerrar. Más que los instru-
mentos de tortura lo impresionó la declaración de un monje
que le dijo que "a menudo los pobres eran enterrados sin ataúd
ni rezo, porque las misas no se podían leer si no se pagaban".
Todos los sábados había una recepción en el palacio y
Gardiner asistió a dos de ellas, en las que el centro era el
general San Martín; el marino lo describe como a un hombre
"de unos cuarenta años, alto, robusto, de un aspecto de con-
tinencia pensativa y algo melancólico, pero de una mirada
profunda y penetrante."
De Lima, viajaron a Tahití donde se podía ver, como en
pocos lugares del orbe, el fruto maravilloso de la obra misio-
nera. Como llegaron en domingo, no salió a recibirlos ninguna
canoa, porque los indígenas guardaban celosamente el día del
Señor. Por la tarde, asistieron a un culto donde había unos
doscientos veinte asistentes y que les impresionó por lo orde-
nado. Luego visitaron la cercana isla de Huhaine, donde la
obra de Dios era más nueva pero no menos estable, pues en-
contraron que los domingos se congregaban hasta mil doscien-
tas personas.
'•HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
31
Este viaje fué de enorme bendición para su vida, porque
como dice John Marsh, su cuñado v principal biógrafo, "su
viaje hacia el hogar se transformó en un viaje hacia el cielo".
De sus notas diarias y de sus cartas deducimos su enorme inte-
rés por las cuestiones espirituales y, a poco advertimos clara-
mente que su viaje había cambiado de rumbo. Veamos si no
Jo que escribió en la Ciudad del Cabo: "La última vez que
visité esta colonia yo iba por el camino ancho y me apresuraba
con pasos rápidos y largos hacia la ruina eterna. Bendito sea el
nombre de Aquel que nos amó y se dió a sí mismo por nos-
otros, pues un gran cambio se ha producido en mi corazón y
ahora puedo tener placer y satisfacción oyendo y leyendo la
Palabra de vida y escuchando ese medio de gracia. Creo cier-
tamente que esta alteración ha sido producida por el Espíritu
de Dios; no me detendré ni un momento en hacer notar el
contraste, sino para dar alabanza a su misericordioso Autor, sin
el cual yo hubiera sido arrastrado a la fatal acechanza de la
orgullosa confianza en uno mismo."
El 22 de octubre de 1822 llegó a la patria y una semana
después se ofreció a la obra misionera, impresionado por lo
realizado en Tahití y deseando que ello se repitiera entre los
paganos de Sud América, hasta entonces abandonados. Sin
embargo, la Sociedad Misionera de Londres a la que expuso
sus planes no los aprobó y Gardiner vió cerrarse el camino que
él creía su obligación seguir. Veamos lo que dice al respecto:
"Esta mañana fracasé en mi empeño de ser admitido en el mi-
nisterio, pero, ¿debo desanimarme por eso? Si se hubiera hecho
mi voluntad en vez de la de Dios, mi misma posición hubiera
sido una acechanza. Me ha sido negado para alguna sabia fi-
nalidad. Que esta circunstancia obre para mi bien, enseñándome
humildad y resignación, obligándome a buscar con más ansie-
dad al Señor en oración ferviente, para conocer y poder hacer
Su voluntad, aunque sea contraria a mi limitada visión."
El 1? de junio del año siguiente se casó con Julia Susana
Reade que, según Marsh, "era una joven tan admirable por su
mente y su aspecto, como por su carácter religioso". Fué ma-
32
ARNOLDO CANCLINI
dre de cinco hijos, de los cuales sólo dos sobrevivieron a su
padre.
En 1825 fué llamado otra vez al servicio activo. Varios
años pasó entonces navegando por todos los mares.
Retomemos el hilo de su viaje en los primeros meses de
1833. Estaba de nuevo en Inglaterra, junto a su esposa a quien
amaba ardientemente y por quien agradecía siempre al Crea-
dor; ella había caído gravemente enferma. El 11 de mayo,
Gardiner anotaba lo siguiente en su diario: "Bondadoso Se-
ñor, libra de dolor y sufrimiento a mi querida Julia si es tu
voluntad y llénala más y más por medio de tu Santo Espíritu
morando en ella, del gozo de tu presencia en las mansiones de
eterna bendición, que Tú has preparado para tu pueblo redimido.
Dale, Señor, tu poder y tu estimulante presencia en su paso por
esta vida mortal y un abundante gozo en su Señor, sea cuando
fuere, que Tú creas conveniente llamarla a ti."
Una semana más tarde, agregaba: "Mi querida Julia está
ahora, según las posibilidades humanas, al fin de su peregrina-
ción terrenal". Y así fué. En medio de la alegría que le pro-
vocaba la esperanza de una patria mejor, aquella fiel sierva de
Dios terminó sus días en la tierra.
Esto fué un golpe terrible para Gardiner, pero no perdió
por eso su fe. Veamos lo que escribe un mes después: "En los
últimos doce meses, el Señor en su sabiduría y justicia, ha
creído bien llevarse de mi lado a una tía muy allegada, a un
hijo muy querido y a mi tierna y afectuosa esposa. Me han
sido arrebatados los consuelos terrenales y paso mis días en
la tristeza. ¡Bendito sea Dios! Él me recuerda que no somos
más que polvo. En mi profunda aflicción, Él no me ha dejado
sin muchas y grandes fuentes de bienestar."
Este dolor le llevó a comprender mejor que debía entregar
su vida al Redentor para llevar su palabra a alguno de aquellos
pueblos que había visto lejos de Él en tantas partes del mundo.
Sus pensamientos se dirigieron al Africa, el pobre conti-
nente abandonado por todos, menos por quienes lo explotaban.
Dirigió su vista hacia la colonia del Cabo y la vió temerosa
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
33
ante la invasión de los cafres. Sabía que más allá de estas tribus
estaban los zulúes y muchas otras naciones que aun no habían
recibido el mensaje de paz y resolvió ir allá.
El último domingo que pasó en su patria antes de salir
escribió: "Señor, adáptame para la labor que Tú me has incli-
nado a tomar. Siento mi total insuficiencia y miraré sólo a
ti buscando poder y guía."
El 11 de noviembre de 1834, dos días antes de llegar a
Ciudad del Cabo, terminaba así su anotación diaria: ''Habiendo
puesto mi mano en el arado, que nunca me vuelva atrás. Que
tu poder se perfeccione en mi debilidad."
Con estas palabras, Alien Gardiner entraba de lleno en el
camino de su segunda y más profunda vocación, de la que
nunca volvería atrás.
II
jMINISTERIO EN SUD AFRICA
1834- 1837
Viaje en busca de los zulúes. - Entrevista con Dingarn. - Maes-
tro en Port Natal. - Viajes a Inglaterra. - Francisco Owen. -
Entre los indígenas. - Guerra de los zulúes y los boers. -
Retirada de Grahamstovon.
En el momento de la llegada de Gardiner a la Ciudad del
Cabo, era gobernador de la colonia Sir Benjamín D'Urban y
la situación era bastante desagradable, pues se temía una in-
vasión de los cafres, que habían sido expulsados recientemente
de sus posesiones.
El 1? de noviembre de 1834, Gaidiner llegó al Africa dis-
puesto a trabajar por su Señor. Sin perder tiempo, inició la
marcha hacia el interior en busca de los indígenas a quienes
quería enseñar.
El viaje fué muy lento debido a las extraordinarias difi-
cultades. No había caminos ni puentes y debía utilizar una
34
ARNOLDO CANCL1N1
carreta. El peligro había aumentado considerablemente pues
estaban en guerra.
Por fin, la caravana de la que formaba parte llegó a Port
Natal, en el actual estado de ese nombre, el 26 de enero del
año siguiente.
Pocos días después, el misionero estaba a la vista de los
kraals o villorrios indígenas. Recordándolo, escribía: "Nunca
olvidaré el interés con que descubrí el primer rizo de humo
elevándose en una distante aldea. Olvidé todas las fatigas al
encontrarme en tierra zulú y agradecí a mi Dios por haber
prosperado mi camino."
En el momento de su llegada, gobernaba un usurpador lla-
mado Dingarn que había llegado al poder asesinando al rev,
su hermano Charka o Chakka.
La historia de estos personajes, desgraciadamente mezclada
con una fantasía fabulosa, está relatada en la novela Nada the
Lily del novelista inglés Rider Haggard. Se describe allí la
visita de un misionero a la corte y es de suponer que se trata
de Gardiner.
Cuenta nuestro biografiado que Dingarn quiso saber el
porqué de su visita; entonces él le explicó algunas de las ventajas
que el cristianismo había traído a otros países. Cuando pidió
permiso para establecerse allí, no se lo negó; pero después de
algunas evasivas, le dijo que volviera al día siguiente acompañado
de otra persona.
Tres días después, se realizó la segunda entrevista. Dingarn
abrió la conversación preguntando: "¿Ha traído usted el Li-
bro?". Gardiner extrajo el Nuevo Testamento de un bolsillo.
''Lea", ordenó el monarca y el misionero le leyó varios pasajes
que mostraban el poder y la sabiduría de Dios. El rey hizo
luego una serie de preguntas que parecían encerrar un verda-
dero interés. Sin embargo, cuando se volvía al punto inicial
— el permiso para establecerse — , retornaba a las evasivas.
Finalmente le indicó que se dirigiera a Unthello y Tambuza,
sus indunas, algo así como ministros de gobierno.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
35
Estos dignatarios se mostraron muy ofendidos porque Gar-
diner no había consultado con ellos antes que con Dingarn e
hicieron todo lo posible por molestar al misionero, obligándolo
a ir varias veces y haciendo que los negros se burlaran de él
al pasar. Mientras tanto, llegó la noticia de que Gonjuana, el
hermano del monarca, había tramado una conspiración y en
la sangrienta represión que le siguió se olvidaron del misionero.
Por último, Gardiner resolvió poner fin a esa situación que
parecía no terminar nunca y pidió una audiencia con Dingarn.
Fué enviado otra vez a los indunas; éstos estaban bailando y
no se los podía molestar. A la mañana siguiente, se levantó el
campamento, porque el pueblo cambiaría de residencia; Gar-
diner resolvió seguirlos.
Finalmente, consiguió la anhelada antrevista, que fué muy
breve. El misionero abrió el Nuevo Testamento, pero los in-
dunas declararon que no deseaban aprender nada allí y agre-
garon que se podía quedar si les enseñaba a manejar armas de
fuego y si no, no. Por todo comentario Dingarn dijo: "No
voy a cambiar la decisión de mis indunas."
Esto significaba el más completo fracaso, pero Gardiner
no se desanimó y al emprender el regreso escribió: "Bien se
ve que los caminos de Dios no son nuestros caminos; por estos
fracasos, Él no sólo prueba y prepara los instrumentos que se
digna utilizar, sino que también nos muestra que sus propósitos
van a madurar y desenvolverse sin la ayuda de aquéllos." Poco
después de llegar a Port Natal, recibió esta carta:
"Port Natal, 14 de marzo de 1835.
"Señor: Nosotros, los abajo firmantes, lamentamos la des-
favorable recepción que usted ha tenido por parte de Dingarn
y para que usted se forme una estimación acerca de nuestros
sentimientos, declaramos que la presencia de un establecimiento
misionero en Natal, cuyo objeto fuera enseñar industria y re-
ligión, encontrará todo el apoyo que podamos darle." Fir-
maban ocho residentes británicos.
Gardiner aceptó el ofrecimiento v empezó a dar instruc-
36
ARNOLDO CANCL1NI
ción religiosa a los niños blancos y africanos de la región en
un lugar que llamó Berea, por el enorme interés que ponían sus
alumnos en el estudio de las Escrituras.
Algunos meses después, volvió a ver a Dingarn. Le llevó
una cantidad de regalos que interesaron mucho al monarca,
especialmente un pequeño telescopio que pronto aprendió a
manejar. Cuando se llegó otra vez a la propuesta de Gardiner
de quedar allí, el rey volvió a las evasivas-
Cuestiones relacionadas con el bienestar del naciente esta-
blecimiento, llevaron por tercera vez al misionero a visitar al
reyezuelo. A fin de evitar complicaciones, éste resolvió en-
tregar a los pobladores de Port Natal un pequeño territorio
entre los ríos Tugaba y Unzinkolu; además, Dingarn resolvió
que sólo podían quedar en sus dominios aquellos comercian-
tes que hubieran sido autorizados por Gardiner.
Estas resoluciones necesitaban la ratificación del goberna-
dor, Sir Benjamín D'Urban, que residía en la localidad de
Grahamstown y el misionero resolvió ir allá.
Después de un largo y penoso viaje, supo que el gober-
nador se encontraba en Port Elisabeth, algo al sur, sobre la
costa. Cuando D'Urban se enteró del tratado lo aprobó am-
pliamente y envió una carta a Dingarn por medio de un barco
que se dirigía a Port Natal.
Gardiner resolvió no regresar inmediatamente allá, sino
volver a Inglaterra para tratar de conseguir ayuda de la So-
ciedad Misionera de la Iglesia (Anglicana) lo que hizo en el
Liverpool, un pequeño navio, regalo del imán de Moscat a
Su Majestad Británica.
Después de solucionar grandes dificultades, especialmente
la falta de un obrero capacitado para ese campo, la Sociedad
aceptó el ofrecimiento. El 24 de diciembre de 1836, Gardiner
se embarcó de regreso a Sud Africa. Varios días antes había
contraído segundas nupcias con la hija del pastor Eduardo
Garrad Marsh, de Hampstead, y ella, junto con los tres hijitos
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
37
de su primer matrimonio, le acompañaron en este viaje al
continente negro.
Viajaba también el nuevo misionero, Francisco Owen,
acompañado por su esposa y una hijita.
Poco después de su llegada a tierra africana, Gardiner sufrió
una severa prueba con la muerte de su hija mayor, una hermosa
niña de doce años; había ido decayendo poco a poco y la
esperanza de que el viaje por mar la restableciera había des-
aparecido. Finalmente, el 11 de mayo de 1837 su alma voló al
Creador y su cuerpo fué sepultado en Berea.
Los misioneros fueron a visitar a Dingarn, a quien encon-
traron sentado en una roca mirando con su largavista a todos
los que se acercaban. Después de entregar al gobierno britá-
nico el territorio que antes había dado a Gardiner, autorizó
a Owen a establecerse entre los zulúes en un lugar llamado
Unkunginglose; Gardiner lo dejó allí. Luego se dirigió a ocu-
par un lugar escogido sobre el pequeño río Untongata, y al
que llamó Hambanati, que significa "Con nosotros Dios".
Owen acompañó a los salvajes en sus viajes predicándoles
por medio de un intérprete, en reuniones a las que a veces
asistieron los mismos indunas. Dingarn le pidió que organi-
zara una escuela para los niños y al conseguirlo ordenó que
todos los pequeños concurrieran.
Este mismo misionero tradujo trozos de la Biblia al idioma
de los zulúes.
Mientras tanto, Gardiner efectuaba un trabajo similar en
Hambanati a donde llegó acompañado de un nuevo misionero,
Mr. Flewetson, que iba con su esposa.
Pronto comenzaron las dificultades, especialmente para
Owen. Al principio, fueron los entredichos entre Dingarn y
el célebre monarca negro Moselakatse, amigo del gran misio-
nero Roberto Moffat, que fueron solucionados antes de llegar
a la guerra. Esta llegó, sin embargo, pero no con las tribus
vecinas, sino con los boers, o sea los descendientes de los pri-
meros colonos holandeses, los que, huyendo de los ingleses,
38
ARNOLDO CANCLINI
con quienes estaban en constantes dificultades, entraron en te-
rritorio zulú, solicitando la donación de algún terreno para
habitar.
Sus emisarios se presentaron dos veces a la corte de Din-
garn y ambas fueron magníficamente tratados, pero en cierto
momento, el reyezuelo desconfió de ellos v, mientras estaban
sentados conversando, fueron asesinados a mansalva. Owen
no se enteró de esta atrocidad hasta que Dingarn le mandó
decir que se estuviera tranquilo pues no corría peligro.
Poco después, otros boers se unieron con los colonos de
Port Natal para la guerra contra los zulúes y los misioneros
tuvieron que dirigirse donde pudieran estar protegidos por los
ingleses. Owen v Hewetson se quedaron en Port Natal pero
Gardiner se fué hasta Port Elisabeth. Estando allí comprendió
que las posibilidades de trabajar entre los zulúes habían ce-
sado, por lo menos por un tiempo, v sintió que el Señor lo
llamaba a otro campo: los indígenas del sur de Chile que había
conocido mientras estaba en la marina.
Sin embargo, su trabajo no fué en vano. Aun muchos años
después, viajeros y misioneros encontraban a muchos indígenas
que recordaban a Gardiner, algunos de los cuales se habían
entregado al Dios verdadero.
El pequeño villorrio que él dejó organizado en Port Natal
ha crecido extraordinariamente v es hov una de las más im-
portantes ciudades de Sud Africa. Su nombre fué sustituido
por el de D'Urban y actualmente se la llama Durban. En la
municipalidad se ha colocado una placa de bronce con la efigie
de Gardiner y esta inscripción: Natal centenary ¡824-1924.
Voundcr of Durban 1835. Captain Alien F. Gardiner R. N.
(Centenario de Natal 1824-1924. Fundador de Durban, 1835.
Capitán Alien F. Gardiner R. N).
Sin sospechar los resultados de su labor, Gardiner abandonó
Sud Africa en la goleta Velocity, que viajaba de Table Bay a
Río de Janeiro.
III
ENTRE LOS INDIOS DE CHILE
1838-1839
Situación en Buenos Aires y Mendoza. - Los gauchos. - Venta
de Biblias. - Los indígenas de Bío-Bto. - Los fuertes de
Arauco. - Fracaso en el lago Raneo y en Queule.
Después de detenerse unas tres semanas en Río, Gardiner y
su familia se dirigieron a Montevideo a donde llegaron el 24
de julio de 1838. Al día siguiente, se embarcaron rumbo a
Buenos Aires en el vapor Rosa. En esos momentos, el tirano
Rosas se encontraba en dificultades con el gobierno francés,
lo que había determinado el bloqueo del puerto de Buenos
Aires, aunque se permitía el viaje de un barco por semana.
Después de desembarcar por medio de un lanchón y un
carro, se pusieron a la tarea de buscar alojamiento, que en-
contraron pocos momentos antes de desatarse una terrible tor-
menta. Pronto entraron en relación con distintas personas,
especialmente con el pastor anglicano, reverendo Armstrong,
que les ayudó a comprender los problemas de esos lugares. De
Ja situación religiosa en Buenos Aires, Gardiner escribió lo
siguiente:
"A pesar del resurgimiento en la orden de los jesuítas y
del subsidio que reciben del gobierno nacional, es un hecho
alentador que la venta o distribución de la Biblia y otros libros
religiosos no esté prohibida. Aunque, al mismo tiempo, se
sobreentiende que la predicación en público en castellano, o
cualquier otro intento de instruir al pueblo en las verdades
cristianas, tal como surgen de las Escrituras sin mutilar, encon-
trará decidida oposición."
El 10 de diciembre Gardiner inició el viaje hacia Mendoza
en una diligencia que tardó catorce días, sin contar los do-
mingos, para llegar a su destino. Cerca de Lujan una lluvia
40
ARNOLDO CANCLINI
muy fuerte anegó el vehículo en tal forma que los pasajeros
tuvieron que abrir un agujero en el piso para desagotarlo.
Cuando llegaron al pueblo, el cura párroco fué a entrevis-
tarse con Gardiner con la única misión de cambiar el dinero
en papel por monedas de plata. "Tuve mucha lástima por él y
más por su rebaño", fué el comentario que hizo Gardiner sobre
tal hecho, en un pequeño libro que escribió sobre este viaje.
Viajaban muy rápidamente pues temían el ataque de los
indios, de los que se veían señales desde Río Cuarto; contra
ellos se había dirigido seis años antes la primer campaña del
desierto. Sobre los gauchos, Gardiner hace algunas interesan-
tes observaciones que transcribimos:
"El carácter salvaje y parecido al de los bandidos de estos
semi bárbaros descendientes de los primeros pobladores espa-
ñoles, no puede dejar de llamar la atención del viajero; por
cierto que ellos constituían el único descanso para la monoto-
nía y los observábamos con no poco interés, cuando se dete-
nían mudos ante el corral o se los veía galopando hacia las
solitarias postas de nuestra ruta. Invariablemente los encon-
trábamos bien educados, pero mucho más sucios que los boers
del sur del Africa y viviendo con muchas menos comodidades.
Casi siempre se podía conseguir leche, pero como no tienen
huertas, salvo en Luján y en San Luis, en ningún caso pudimos
conseguir verduras, fuera de cebollas. La forma en que cui-
dan a sus caballos no es en realidad tan bárbara como nos la
habían descripto. Por cierto que cabalgan admirablemente y
cuando se ve a uno de estos gauchos salvajes persiguiendo a un
avestruz a toda carrera, como los vimos una vez, no se sabe
qué admirar más: si la velocidad del caballo o la pericia del
jinete, revoleando el lazo y lanzando las boleadoras lejos, de-
lante suyo."
En Mendoza, Gardiner ofreció al librero don Jorge Gómez
una cantidad de Biblias y Nuevos Testamentos que aceptó gus-
toso; pero los devolvió varios días después declarando que eran
invendibles.
Entonces resolvió regalarlos y al anunciar este propósito se
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
41
llenó de gente el patio de la casa donde paraba, que — hecho
extraño e incomprensible — era la mansión veraniega del fraile
Aldao que se arrogaba el título de general, pues así lo presenta
Gardiner, y que era el "gobernador" o mejor dicho, el cau-
dillo de la provincia.
Las primeras Biblias las regaló al señor Gómez y a una
sobrina y las últimas a un grupo de veintidós personas que, ya
antes del desayuno, las estaban esperando; no alcanzaron para
todos y una joven se puso a llorar al ver que se quedaba sin
nada. Un día antes de partir, Gardiner recibió una nota de un
preceptor de una escuela que le decía que dos de sus alumnos
estaban entre los beneficiados y le agradecía el regalo con los
mejores augurios. También repartió gran cantidad de tratados.
El 12 de octubre, nuestros amigos partieron hacia Chile
montados en muías y en caballos.
Gardiner termina la parte de su libro que se refiere a la
Argentina con esta oración: "Plegué al Señor abrir el camino
para la entrada abundante de su palabra, no sólo en este país
de oscuridad en cuanto a las Escrituras, sino también en las
almas del pobre pueblo mal guiado y apresurar el tiempo cuan-
do el hombre que peregrina pueda leer por sí mismo y no
tener más ídolos por pastores". Agradezcamos a Dios porque
aun cuando se ha necesitado un siglo, esta oración ha sido
contestada y hoy la Biblia circula libremente por todo el país.
El cruce de la cordillera se hizo por el paso de Uspallata y
requirió ocho días de viaje, bastante penosos, especialmente
para los niños. El viaje a Santiago ocupó otras tres jornadas.
Luego se dirigieron al sur, pasando por Talca, Chillán y Con-
cepción donde se iban viendo, cada vez con más terrible evi-
dencia, las señales del terremoto de 1835.
Junto a la última ciudad mencionada, desemboca el río Bío-
Bío que era entonces la frontera con los indios, quienes se en-
contraban en relaciones pacíficas con los blancos. Dejando allí
a su familia, Gardiner acompañado por un guía llegó al pueblo
de San Carlos, donde le indicaron que fuera a un lugar lia-
42
ARNOLDO CANCL1N1
mado Piligen, pues era el establecimiento indígena más cer-
cano.
La primera persona que vieron al llegar fué al cacique
Corbalán, que venía a caballo, cubierto con un poncho rojo.
Los recibió con amabilidad y ordenó que se sacrificara una
oveja para agasajar a los visitantes.
Fueron conducidos a la choza del jefe, donde el misionero
explicó su propósito de enseñarles la palabra de Dios. Corbalán
escuchó atentamente e hizo algunas preguntas sobre el con-
tenido de la Biblia y sobre la situación del alma después de la
muerte. Finalmente, decidió convocar a los jefes vecinos a una
asamblea, lo que hizo al día siguiente.
Puede decirse que esta reunión fué de mera cortesía, ya
que se limitó al cambio de regalos. Gardiner tenía preparados
al efecto pañuelos de colores y botones de bronce que repartió
entre los indígenas. Corbalán, el más importante del grupo,
resolvió mostrar las aldeas vecinas al extranjero y todo termi-
nó allí.
Más tarde, el misionero eligió un lugar que le pareció apro-
piado y se dirigió a hablar con el jefe al que encontró muy
cambiado, pues no sólo había dejado de ser amable, sino que
retiró su anterior aprobación al plan de Gardiner. Todo esto
tenía su origen, sin duda, en una reunión que había tenido un
poco antes con los otros jefes, donde se habían convencido del
peligro que significaba permitir la entrada de un extranjero
entre ellos, pues la tribu vecina, los huilliches, no deseaba tener
ninguno cerca.
Gardiner, muy desanimado, volvió a Concepción dispuesto
a tentar la situación entre los indios del Arauco. Sólo tres
días se detuvo en la ciudad y luego partió al lugar que era
un fuerte chileno en cuyos alrededores vivían los indígenas.
Pero allí tampoco le fué posible radicarse porque las auto-
ridades no lo permitían. Poco tiempo antes, un naturalista
francés, monsieur Gay, había sido obligado a retirarse.
Entre Concepción y Chiloé, había una cadena de veinti-
cinco fuertes donde además de los soldados vivía un sacerdote
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
43
que teóricamente ejercía el ministerio entre los indios, lo que
era imposible por la enorme suspicacia de los presuntos dis-
cípulos.
Las autoridades chilenas habían conseguido establecer rela-
ciones amistosas con gran número de jefes, a los que pasaban
un subsidio periódico. Cuando uno de ellos iba en busca del
dinero, se trataba de convencerlo para que recibiera el bau-
tismo. Si era posible, se le daba algún nombre resonante como
Sebastián o Hermenegildo y se le consideraba cristiano. Esa
era toda la labor misionera de los frailes.
Comprendiendo la imposibilidad de trabajar allí, Gardiner
volvió nuevamente a Concepción y de allí fué a Talcahuano
donde se embarcó con su familia, rumbo a Valdivia, el 19 de
enero de 1839.
Luego de seis días de viaje llegaron a destino, donde nues-
tro héroe recibió el nombre de "el botánico" pues se creía
que sus propósitos eran los mismos que los de monsieur Gay.
Los indios de los alrededores pasaban por ser independien-
tes pero poco a poco iban entrando bajo la influencia chilena.
De Valdivia, Gardiner viajó río arriba hasta Arique y luego
a caballo hasta Quilchinca, donde dejó a su familia; de allí con-
tinuó hasta el lago Raneo, junto al cual residía la tribu del
cacique Neggiman, a quien encontró muy pronto. La con-
versación resultó muy halagüeña. A la pregunta de si podía
quedarse a vivir con ellos, el indio contestó: "Oh, sí, por su-^
puesto, si usted me trae una carta de don Francisco". Gardiner
estaba encantado; don Francisco era el comisario con quien
había hablado poco antes y quien le había asegurado que no
tendría dificultades. Pero el misionero ignoraba una cosa: un
fraile llamado Manuel, de Valdivia, al oír que "el botánico", un
hereje, quería establecerse entre los indios, fué a conversar con
el comisario para mostrarle el peligro que ello implicaba. Sin
embargo, cuando Gardiner se presentó con las buenas noticias,
don Francisco resolvió cumplir su palabra y darle la carta.
Pero cuando estuvo otra vez delante de Neggiman, éste le pre-
44
ARNOLDO CANCLINI
guntó cuánto tiempo pensaba quedarse. El misionero le con-
testó que quería aprender el idioma y luego trabar relación
con los suyos, lo que posiblemente ocuparía ''doce lunas". El
jefe le contestó que sólo podía quedarse "una luna". Gardiner
nunca supo cuál fué la influencia secreta que hizo cambiar de
opinión a Neggiman, pero fray Manuel confesó años después
que él había sido el causante.
Todavía quedaba una esperanza: los huilliches, que vivían
algo más al norte y eran realmente independientes.
El 4 de febrero partió de Quilchinca hacia Queule. Al lle-
gar, fué rápidamente conducido a la presencia del cacique Wy-
kepang. Gardiner le explicó que se proponía seguir hacia el
norte pero el cacique le hizo saber que eso no le sería permi-
tido. El misionero trató entonces de interesarlo en la Palabra
de Dios, ofreciéndose a quedarse allí, pero Wykepang le de-
claró terminantemente que no quería tenerlo en su territorio.
El cacique averiguó que Gardiner no respondía "a los españo-
les" y por eso le permitió pasar allí la noche y nada más,
pues, según dijo, los huilliches habían resuelto no permitir la
presencia de extranjeros en su tierra. Esto concordaba con lo
dicho por Corbalán y Gardiner comprendió que era cierto.
Al irse, Wykepang lo despidió amablemente asegurándole
que si otra vez volvía, hablando no en español, sino en el idioma
indígena, su presencia iba a ser autorizada.
Volvió a Quilchilca y de allí a Valdivia. Comprendió que
sus planes de trabajo en Chile habían fracasado y resolvió buscar
otro campo que ya estuviera blanco para la siega; tomó un
mapa del mundo y lo estudió como quien lo hace con su propio
país y resolvió ir a las antípodas con la facilidad con que el po-
blador de una ciudad resuelve ir a los suburbios. Su espíritu
de incansable marino !e hacía ver próximo cualquier lugar al
que se pudiera ir por mar.
Fué con los suyos a Valparaíso y allí se embarcó rumbo a
Svdney para seguir a Nueva Guinea.
IV
EN PAPUA, CHILOE Y MAGALLANES
1839- 1843
Intento de obtener permiso para radicarse en Papúa. - Fracaso.
Otra vez en Chile. - El fraile Manuel. - Fracaso en Chiloé.
El "Adiós a Chile". - En las Malvinas. - Indios fueguinos. -
Encuentro amistoso con los jefes San León y Wissale. -
Viaje a Inglaterra. «.
El 29 de mayo Gardiner y los suyos se embarcaron en Val-
paraíso rumbo a Sydney, Australia, donde llegaron el 14 de
septiembre. Tenía el propósito de dirigirse a Nueva Guinea
donde, hasta ese momento, no había misión establecida y para
eso empezó a trasladarse a Dili, en la zona portuguesa de la
isla Timor. Luego de parar en Koepang, en la parte holandesa,
resolvió ir a Ternate, capital de las Molucas, y tramitar allí el
permiso para radicarse entre los indígenas. Las dificultades
para viajar obligaron a hacer un largo recorrido por Amboina
y Filloto, otras islas del aixhipiélago, pero estas incomodidades
fueron un medio que Dios usó para salvar sus vidas, porque
entre tanto el volcán de Ternate había hecho erupción y
provocado un destrozo enorme en los alrededores.
Luego de llegar al lugar deseado, visitaron los pueblos de
Manado y Tondano, en Célebes, donde había varios misioneros
holandeses establecidos. Después de una larga espera, Gardiner
pudo hablar con el gobernador de las Molucas, pero de la
conversación no resultó nada definitivo. El misionero resolvió
ir a Batavia para gestionar el permiso ante el gobernador ge-
neral, a quien hizo el pedido en la forma correspondiente. Des-
pués de aguardar seis días, fué llamado al palacio real donde se
le dijo lo siguiente:
"Se me ordena que le comunique que sólo a los ciudadanos
holandeses se les permite ir a los lugares que usted ha pedido
permiso para visitar."
46
ARNOLDO CANCLINI
Lo único que había que agregar era que, desde 1834, no se
otorgaban cartas de ciudadanía.
No había nada que hacer allí y por otra parte el horrible cli-
ma había quebrantado su salud en forma tal que demostraba la
imposibilidad de quedarse. Gardiner resolvió volver a Chile
y hacer un nuevo intento de radicarse entre los indios del sur
de ese país. Después de un largo viaje, llegó con los suyos a
Valparaíso el 10 de mayo de 1841, con lo cual, luego de dar
la vuelta al mundo, volvía al lugar de donde había partido.
Su propósito era dirigirse a los valles de la cordillera donde
vivían los pehuenches y su primer intento fué hecho en tal
sentido, tratando de llegar al paso Planchón entre Talca y San
Fernando. Sin embargo, ante la imposibilidad de encontrar
guía e intérprete, tuvo que volver a Valparaíso con la resolu-
ción de ir a la isla de Chiloé.
Pasó un tiempo antes de conseguir el permiso necesario, que
empleó en hacer circular la Biblia y algunos folletos. Este car-
gamento había llegado a Valparaíso durante su ausencia y el
pedido de permitir el paso por la aduana de un cajón de
"Biblias y otros libros religiosos" fué el primero de esa natura-
leza que se hizo en Chile.
El 5 de mayo la familia Gardiner partió de Valparaíso en
el vapor Dos Hermanos que llegó a San Carlos, en Chiloé, unos
diez días después. A bordo viajaba también nuestro conocido,
el fraile Manuel, que había hecho fracasar el intento de Gar-
diner de establecerse en el lago Raneo.
Una vez en San Carlos, el fraile comenzó a difamar al re-
cién llegado, diciendo que era un hombre peligroso que venía
a conturbar los espíritus de los fieles y hacer prosélitos para
un credo herético; pronto las murmuraciones del pueblo lo
convirtieron en un obispo excomulgado y en el culpable del
robo de una hostia.
Mientras tanto, Gardiner hizo averiguaciones referentes a
un posible viaje a la cordillera, pero cuando hubo descubierto
la mejor forma de hacerlo no pudo encontrar gente que se
pusiera a sus órdenes por temor a la herejía. En ese momento,
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
47
el fraile Manuel se dió cuenta que había ido demasiado lejos y,
antes de partir de San Carlos, fué a visitar a Gardiner y le dijo:
"Seamos amigos. Usted quiere un diccionario chilidugan: pues
aquí tiene uno". Dicho y hecho; de debajo de su sotana sacó
un librito que no era posible conseguir por estar completa-
mente agotado y que fué recibido con toda suerte de agra-
decimientos.
Los rumores desaparecieron tan rápidamente como habían
circulado y la gente comenzó a visitar a Gardiner y a decirle
al oído: "En secreto, señor, yo estoy de su lado", creyendo
que el misionero tenía planes políticos. El se ümitaba a rega-
larles Biblias y folletos, comprendiendo que por el momento
era inútil todo intento de evangelización donde reinaba la
iglesia de Roma. En esos días, escribió en su diario estas pa-
labras que marcan un punto fundamental de su vida:
"Habiendo abandonado por fin toda esperanza de alcanzar
la poblado?! india donde es más civilizada y menos migratoria,
mis pensamientos se han vuelto necesariamente hacia el sur.
Afortunadamente para nosotros, y espero que para los pobres
indios, las islas Malvinas están ahora bajo la bandera británica
y aunque el establecimiento es pobre, es la base de una gran
cantidad de balleneros y barcos loberos que frecuentan el
estrecho de Magallanes. Los patagones de Gregory Bay, en la
parte noreste del estrecho, han demostrado siempre una amis-
tosa disposición hacia los extranjeros y es particularmente ha-
cia ese lugar al que estoy dirigiendo mi atención por ahora. Nos
proponémos ir a Berkeley Sound, en las Malvinas. Haremos
de este lugar nuestra residencia intentando viajar en un lobero
y pasar el verano entre los patagones. ¿Quién puede decir que
las islas Malvinas, tan admirablemente situadas para el propósito
no lleguen a ser la llave de los aborígenes, tanto de la Patagonia
como de Tierra del Fuego?"
Estas últimas palabras extresan el anhelo que había de llenar
todo el resto de su vida y la vida de sus sucesores durante mu-
chos años.
La familia Gardiner volvió a Valparaíso y de allí fueron a
48
AHNOLDO CANCLINI
Santiago, mientras el misionero iba a Quillota a vender Bi-
blias. Pronto estuvo de regreso y se despidió definitivamente
de Santiago con una hermosa poesía, que pierde gran parte de
su belleza con la traducción que transcribimos:
ADIOS A CHILE
¡Adiós a ti ahora! Como un sueño ha pasado.
He de mirar tu belleza y mirarla hasta el fin.
Tu selvatiquez es orden, tu aspereza es gracia
y estos cuadros vendrán a menudo a la memoria,
que quizá el tiempo dañe pero no podrá borrar.
Hondos son los rastros de Su gran sabiduría,
Su voluntad canta el monte de nublada cresta
y el nombre de Jehová en todo Chile resuena;
vendimias y cosechas sus mercedes proclaman
y las selvas y valles el mismo eco repiten.
Cada cráter como un faro que el cielo taladra,
cada valle de lava, por temblores hendido
un relato contiene, aquí tan bien registrado,
que del que es Señor de la tierra y del mar y del aire,
de su juicio nos habla y a prepararnos nos llama.
Mas, ¿qué son ellos si no se disipa la niebla
y la conciencia es esclava, hundida en las tinieblas,
y un cruciforme leño se exalta, en lugar
de Aquel que por pecadores ha muerto y sufrido
y para vivos y muertos se compra el perdón?
Hombre blanco, aunque sea tu esclavo, desafíate el indio;
esgrimiendo la lanza, su frontera defiende,
pero su valor es vano (aunque es libre cual aire),
cuando arrojas sobre él las cadenas que tú usas
y le quitas la luz que impartirle debieras.
Señor, la mañana apresura y cumple tu dicho,
rompe con tu luz la niebla, tu espíritu infunde;
aun ahora, haz que algún rayo del día que llega
se agite y mueva sobre el torreón de los Andes
hasta que el sol, con sus rayos, las sombras destroce.
Santiago, 23 de octubre de 1841.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
49
Un mes después de esta fecha partieron en el vapor Juana
que llegó a Puerto Luis, en las Malvinas el día de Navidad.
Gardiner pensó que si llegaba a Puerto Stanley le sería fácil
encontrar una embarcación para trasladarse al continente, pero
descubrió que le era imposible hacerlo. Por último, resolvió
trasladarse a una pequeña isla, la más occidental del archipié-
lago, llamada New, donde paraba la mayoría de los balleneros
y loberos que se dirigían a la Patagonia. Para ir hasta allí
empleó un barco llamado Montgomery tan desvencijado que
el propio dueño no quería embarcar al misionero. Ya en la
isla New, donde llegó con un criado, encontró varios balle-
neras, pero ninguno quiso ponerse a sus órdenes porque estaban
en la época más propicia para la caza de ballenas y no les
convenía abandonarla.
El capitán de uno de esos barcos le habló de un criollo
llamado San León, que vivía con los indígenas del estrecho desde
hacía doce años y que tenía sobre ellos gran influencia, debido,
sobre todo, a que en cierta circunstancia había desafiado a un
brujo y le había dado muerte de un tiro.
Finalmente, el patrón del Montgomery se ofreció para lle-
varlo en su destartalada embarcación, previo pago de doscientas
libras esterlinas. Gardiner aceptó, aunque era exponer la vida,
pero se negó a pagar más de la mitad del precio exigido.
Hechos a la vela, entraron en el estrecho cinco días después
y se detuvieron frente a la costa fueguina. Por todas partes
se veían guanacos pero no indígenas; Gardiner resolvió ir a
tierra y prender fuego para llamar la atención. Poco después
apareció un grupo de onas, cubiertos de pieles, quienes se
detuvieron a cierta distancia y encendieron una hoguera. El
misionero no quería alejarse mucho del bote y entonces echa-
ron más combustible y, al agrandarse las llamas hicieron señas
a los nativos. Estos se acercaron y recibieron con agrado las
chucherías que les regalaron: pañuelos de colores, espejitos,
cortaplumas, etc. Gardiner les dirigió algunas frases en caste-
llano y unas pocas que conocía en tehuelche, pero fué en vano.
50
ARNOLDO CANCUNI
Johnson, el criado de Gardiner, se puso en marcha hacia el
bote, lo que fué recibido con gran alegría por los nativos,
que hicieron señas al misionero invitándole a seguirle. Como
no había otra cosa que hacer, resolvió complacerles y volvió
a embarcarse.
Al día siguiente, entraron en Gregory Bay (actualmente Ba-
hía de San Gregorio) (x) y Gardiner y Johnson fueron a tierra,
üe acuerdo a las indicaciones que le habían dado en la isla
New, caminó unos doce kilómetros pero encontró sólo las
señales del campamento, aunque no a los indígenas, a quienes
vió desde una altura en un lugar llamado Puerto Oazv, hacia
donde se dirigió el Montgomery.
Al día siguiente, varios nativos fueron a bordo y luego todos
Dajaron a visitar el campamento. Sentado en medio de un gran
número de patagones, estaba San León, con quien Gardiner
sostuvo una conversación en castellano. No objetó la idea
de que se estableciera allí, pero le señaló el hecho de que
faltaba gran parte de la tribu y el misionero resolvió esperarla.
Trajeron a bordo una carpa y la armaron para dormir en
ella. La primera noche no pudieron hacerlo pues un grupo de
perros parecía decidido a devorarse las partes de cuero de la
tienda. La segunda, fueron sorprendidos por un gigantesco
indígena que entró en la carpa y dijo: "/ go sleep" (Voy a
dormir) y se echó a hacerlo; Johnson le hizo un discurso en
inglés, pero sin resultado; Gardiner tuvo éxito en una forma
más sencilla: tocó al patagón con la mano, señaló la puerta con
la otra y dij lo más claramente posible una de las palabras
(1) Dos jóvenes misioneros norteamericanos — Titus Coan y Gui-
llermo Arms — estuvieron en Gregory Bay entre el 14 de noviembre de
1833 y el 25 de enero de 1834, con el fin de estudiar la posibilidad de
que la Junta Americana de Comisionados para Misiones Extranjeras co-
menzara obra allí. Convivieron todo ese tiempo con los indios, hasta
que les rescató una goleta inglesa. Por informes errados, creyeron muy
reducido el número de los patagones e informaron en contra de la
conveniencia de ese trabajo. Arms fué a la India y Coan llegó a ser el
héroe de las misiones en Hawai.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
51
inglesas que el indio parecía conocer: "G<?" (Vayase); el
intruso salió sin decir una palabra.
San León pidió que le permitieran ir hasta Puerto Hambre
en el Montgomery en busca de leña v Gardiner accedió al pe-
dido. Durante su ausencia la comunicación con los indios era
casi imposible pues debía limitarse a monosílabos y breves ex-
presiones. Sin embargo, en todo momento fueron atentos con
el misionero, aunque observaban todos sus movimientos con
gran curiosidad. Mientras tanto, llegó otra tribu a las órdenes
del cacique Wissale, hombre robusto que trató a Gardiner de
la manera más amable posible; le contó que venía del río Negro
donde ocho meses antes había comprado ciento veinte caballos.
Acompañaba a Wissale un negro norteamericano llamado Isaac,
que tres años antes había desertado de un ballenero en el río
Gallegos y que resultaba mejor intérprete que San León.
Wissale e Isaac visitaron a Gardiner en su tienda y el jefe
recibió un buen número de regalos. Luego accedió al pedido
del misionero de quedarse con ellos.
El día siguiente era domingo y, con la presencia de Johnson
y tres hombres del barco, se celebró un servicio religioso.
Gomo la conducta de los indígenas era tan amistosa, Gardiner
resolvió ir en busca de su familia y dejando sus cosas al
cuidado de San León y de Wissale volvió al Montgomery que
en dos días lo transportó a la isla New y de allí a Puerto Luis.
En este lugar se encontraban, entre otras, dos embarcaciones
famosas, el Erebus y el Terror, que al mando del capitán Ross
hacían una célebre exploración por el continente antártico.
Gardiner había planeado ofrecer sus servicios a la Sociedad
Misionera de la Iglesia (Anglicana), pero, al enterarse allí de
que dicha Sociedad se encontraba en dificultades económicas y
no deseaba extender su campo de acción, resolvió ir a Ingla-
terra para interceder en favor de sus amigos patagones. Luego
de despedirse de las autoridades se embarcó en el Sociedad
junto con su familia, el 28 de octubre de 1842.
V
VENDIENDO BIBLIAS EN LA ARGENTINA
1843 - 1844
Situación bélica en el Río de la Plata. - Viaje a Córdoba y San-
tiago del Estero. - Venta de libros en Santiago y Tucumán.
Diversas experiencias. - Regreso a Inglaterra.
Una vez llegado a su patria, Gardiner renovó, personalmente
y por carta, su pedido a la Sociedad Misionera de la Iglesia
(Anglicana), pero, como las dificultades financieras de la mis-
ma no habían desaparecido, su solicitud fué rechazada. Presentó
su pedido igualmente a la Sociedad Wesleyana y a la de Lon-
dres, pero también fracasó.
En vista de estas circunstancias, Gardiner resolvió hacer una
pausa en sus esfuerzos por la Patagonia y dedicarse a la venta
de Biblias en el interior de la Argentina, especialmente en las
provincias de Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán, donde,
hasta entonces, nunca había llegado al pueblo la Palabra de Dios.
El 8 de septiembre de 1843 se embarcó en Falmouth, rumbo
al Río de la Plata, donde se estaban desarrollando trágicos
sucesos. Montevideo había sido sitiada por tierra por las tropas
del tirano Juan Manuel de Rosas, que apoyaban al caudillo
uruguayo Oribe, y bloqueada por mar por la escuadra del
almirante Brown. Al llegar Gardiner, se oía el cañoneo desde
lejos. En esos días difíciles, el fiel siervo de Dios se retiró a
su camarote y escribió estas palabras en su diario:
"Nos estamos acercando rápidamente al país donde espero
que me será permitido hacer llegar la Palabra de vida a muchos
que aun permanecen quietamente a la sombra de la oscuridad
papal.
"¡Luz del mundo! Levántate en gloria
y haz que tus rayos de salud desciendan.
Sobre esta tierra brillen, do moran las tinieblas;
el velo de la muerte en tu piedad levanta.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
53
Remueve los obstáculos que la vista nublan
de aquellos que, ciegos, a los ciegos guían
y en el bendito Libro, que aun no poseen,
haz que su Vida encuentren, y su todo.
Doquiera tu Palabra sea con fe
cual pan sobre las aguas arrojada,
hazla allí, Señor, adelantar,
y al terco y pétreo corazón quebranta.
Aunque tarde en llegar, no podrá ser
que vuelva tu Palabra a ti vacía.
Sólo tus ojos podrán el fruto ver.
Quizá mucho dure el humeante pabilo
mas la escondida llama nada extinguir podrá,
pues Tú por ella noche y día velarás.
Tu nombre exalta, Señor, tu obra apresura,
y soberanos muéstranos tu gracia y tu poder.
Después de vencer las dificultades que provocaba la si-
tuación, Gardiner llegó a Buenos Aires, a principios de no-
viembre de 1843. Se puso de inmediato al trabajo, haciendo
traducir cuatro folletitos e imprimiendo dos de ellos.
Se relacionó con un librero inglés, para averiguar qué posi-
bilidades había de vender Biblias en castellano, y el hombre le
contestó que había tenido una cantidad, pero que no había
podido venderlas: su tapa, en vez de ser roja, era celeste y
es cosa sabida que el celeste era el emblema de los unitarios,
enemigos de Rosas, mientras que el encarnado era el color
del omnipotente tirano.
El 11 de noviembre comenzó el viaje al interior, en una
diligencia, incómodo por las tormentas y los grandes temores
que provocaba la proximidad de los indios, que en los últimos
tiempos habían reanudado sus expediciones guerreras. Doce
días después de partir, vieron a lo lejos, con el alivio imagina-
ble, la silueta de las sierras de Córdoba. Antes de llegar a la
ciudad tuvieron que detenerse frente a un río, el Segundo
posiblemente, que había crecido en forma extraordinaria. Gar-
diner se vió obligado a pasar la noche en una posta. Poco
después llegaron también al lugar un caballero y su hijo, que
54
ARNOLDO CANCLINI
pidieron de quedar allí. Era el doctor Gordon, médico inglés
radicado en Córdoba, que se ofreció para ayudar al misionero.
El mismo día que llegaron, fué en busca de su nuevo amigo
y éste lo acompañó en una entrevista con el gobernador, quien
le dió sendas cartas para los de Santiago del Estero y Tucumán.
Tan pronto le fué posible, Gardiner reanudó su viaje hacia
el Norte, rumbo a Santiago, adonde llegó después de ocho días
en diligencia. En una casa de postas de un lugar llamado Jua-
nillas, un arriero le pidió algunos tratados, al ver que los
estaba repartiendo al maestro de postas, diciendo que deseaba
hacerlos circular en la población de Loreto donde vivía.
Provisto de cartas de presentación del doctor Gordon, Gar-
diner fué tratado con mucha amabilidad y el mismo día de su
llegada pudo comenzar la venta de Biblias y demás libros. Es-
tos despertaron gran interés v, en poco tiempo, se reunió un
público numeroso que revisaba los cajones sin dar señas de
irse. Hasta las once de la noche no fué posible para el viajero
retirarse a descansar.
Al día siguiente, poco después del desayuno, llegaron unas
damas y luego unos frailes, que preguntaron por novelas y
libros de medicina, pero que no aceptaron la Biblia. Pronto la
habitación se llenó de compradores que revisaban los libros y
los compraban, haciendo imposible llevar una cuenta ordenada
de las ventas. Un caballero, llamado José María López, viendo
esto, se ofreció para ayudarle, dedicándose a atender al pú-
blico, mientras Gardiner anotaba las ventas. Sin embargo, al
terminar el día, la pieza se encontraba en un desorden espan-
toso, con libros desparramados sobre el piso y los muebles, por
lo que López trajo dos mesas para facilitar la venta y el registro.
Muy de madrugada arreglaron todo y separaron dos cajones
de libros para Tucumán y los ataron. Mientras lo hacían, tenían
que atender a múltiples visitantes que preguntaban a qué hora
se abría el negocio. Antes de comenzar a vender, Gardiner
fué a ver a un médico, porque tenía la garganta dolorosamente
inflamada; se había sentido mal desde Buenos Aires, pero, de-
seoso de llegar hasta allí, no se había detenido a curarse y, no
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
55
pudiendo tolerar más el dolor, fué en busca del facultativo,
que le indicó la conveniencia de hacerse curar inmediata-
mente. Gardiner pensó en los clientes que le esperaban y
decidió dejar el cuidado de su garganta para cuando estuviera
en Tucumán.
Cuando llegó a su casa, encontró a muchas personas aguar-
dándole. La venta fué haciéndose rápidamente y la pieza se
fué llenando de tal manera que los que entraban difícilmente
podían salir. Fué necesario cerrar las puertas y quedar a os-
curas durante un buen rato hasta que se alejó el público que
estaba afuera.
El gobernador, que era entonces el caudillo Felipe Ibarra,
mandó pedir un folletito, especificando el título. Una dama
ocupó el lugar de López, cuando éste tuvo que retirarse, y fué
de mucha utilidad. Una anciana se lamentó al no poder leer la
Biblia, porque estaba impresa en tipos muy pequeños y Gardiner
entonces le prestó un lente de aumento; ella nunca había
intentado el sistema y exclamó con alegría: "¡Ahora puedo
leer! ¡Ahora puedo leer!". Como el lente le fuera regalado,
quedó muy contenta.
El viaje a Tucumán duró desde un sábado a la tarde hasta
un lunes a la noche, pues Gardiner acostumbraba no viajar los
domingos.
Antes de dedicarse a la venta de libros, fué a visitar al go-
bernador y luego atendió su garganta enferma. Cuando llegó
la hora de vender sólo aparecieron unos niños que miraban con
curiosidad, pero pronto se acercó mucha gente, hasta colmar
la pieza. Se vendieron muchos libros v folletos y algunas Bi-
blias. El resto, incluyendo doscientos Nuevos Testamentos,
fué entregado a un librero llamado don Manuel, que se com-
prometió a venderlos.
El domingo fué a verlo un oficial de policía, quien, con
mucha amabilidad, le informó que el cura había prohibido la
lectura de los libros que vendía el hereje extranjero. Gardiner
le dió un ejemplar de cada uno y le informó dónde estaban
los demás. Un rato después, llegó don Manuel, diciendo que
56
ARNOLDO CANCL1NI
el oficial había ido a su casa, había revisado los libros y había
declarado que podía continuar vendiéndolos; la policía no
prohibía su circulación.
Por la tarde, Gardiner recibió una gran sorpresa cuando
el mismo cura de quien se decía que había predicado en contra
suya, fué en busca de libros y se comportó con la mayor ama-
bilidad y cortesía. Una señora, llamada doña Teresa, fué poco
después y explicó que no había sido el cura, sino un auxiliar
de San Francisco quien había prohibido "a los ignorantes" que
leyesen los libros del extranjero.
Antes de volver, Gardiner había escrito en su diario, agra-
deciendo a Dios porque el éxito había sido mayor que el
esperado, en los términos siguientes:
"Y ahora que he llegado al punto más lejano de mi viaje
al norte, deseo hacer constar la bondad y la misericordia del
Señor mi Dios, que me ha seguido por todas partes. Nada
malo me ha ocurrido, a mí o a quienes viajaban conmigo.
Amigos amables, de quienes siempre tuve necesidad, aparecían
delante de mí y el Señor ha permitido que sea abierta una
puerta para la entrada de los libros que he traído entre este
pueblo.- ¿Qué he de devolverle por estos beneficios? Señor,
hazme agradecido y dame gracia para dedicar todo lo que
tengo y todo lo que soy a ti, de quien proceden todas las
bendiciones."
A su regreso a Santiago del Estero, el señor Angel Ca-
rranza, que lo recibió en su casa, le informó que los sacerdotes
católicos habían prohibido la venta de los libros y don José
María López confirmó la noticia. El señor Carranza fué inme-
diatamente a entrevistar a Ibarra, el gobernador, quien declaró
que la venta no había sido prohibida. Al saberlo, este fiel amigo
de Gardiner fué a lo de don José María, le compró todas las
Biblias que le quedaban y en presencia del misionero vendió un
ejemplar.
Luego éste reinició su viaje al sur y después de algunas
peripecias llegó otra vez a Córdoba el 30 de septiembre. En
esta ciudad tuvo un acceso de fiebre, provocado por la infla-
'HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
57
mación de la garganta, lo que lo obligó a postergar durante
quince días su partida a Buenos Aires. Este viaje era bastante
peligroso, porque habiéndose enterado los indios de que el
ejército estaba ocupado con la guerra en el Uruguay, compren-
dieron que podían obrar con impunidad, por lo que asaltaban
frecuentemente pueblos y viajeros, ayudados no pocas veces
por gauchos que, en número bastante crecido, vivían casi al
margen de la ley.
De Buenos Aires, Gardiner pasó inmediatamente a Monte-
video, donde trabó relación con mister Birch, el capellán in-
glés, y con el señor Samuel Lafone, conocido comerciante,
con quien habló de sus planes de evangelizar a los paganos de
la Patagonia. Sus nuevos amigos le aseguraron que, de llevarse
a cabo estos planes, podría contarse con unas cien libras ester-
linas anuales (de mil quinientos a dos mil pesos argentinos), a
ser recolectadas entre las congregaciones protestantes en Mon-
tevideo, Buenos Aires, Río de Janeiro y Valparaíso. Se embarcó
entonces otra vez rumbo a Inglaterra, donde llegó exactamente
siete meses después de su partida.
Es interesante señalar que este viaje de Gardiner fué el
primer trabajo de venta de Biblias y libros evangélicos en el
norte argentino y el primero en todo el país desde los viajes
de Diego Thompson en 1818.
VI
SEGUNDO VIAJE A MAGALLANES
1844- 1845
Fundación y organización de la Sociedad Misionera de la Pa-
tagonia. - Roberto Hunt. - En Tuerto Oazy. - Mariano y
Cruz. - Hostilidad de Wissale. - El Padre Domingo. - Par-
tida de Magallanes.
Los resultados de esta gira por el interior de la Argentina
hicieron que Gardiner se resolviera a hacer todo lo posible
58
ARNOLDO CANCLIN1
por formar una Sociedad Misionera cuya única finalidad fuera
la evangelización de Sud América, comenzando por la Patagonia.
Por razones familiares, se radicó en la localidad de Brighton
y allí comenzó su trabajo, con el cual obtuvo un éxito notable.
Publicó sus antiguos llamados, los envió a sus conocidos, re-
unió a quienes se mostraron dispuestos a avudarlo y el 4 de
julio de 1844 organizó la primera reunión en la que colectó
quinientas libras; en ella, se nombró una comisión que llevaba
el nombre de Sociedad Misionera de la Patagonia. Estaba for-
mada por las siguientes personas: Gardiner como secretario;
Sir T. W. Bromefield como tesorero; los pastores C. D. Mait-
land, Santiago Vaughan, R. S. Smith, E. Eardley Wilmot, el Dr.
Bodley y el señor Curwen Christian. En general fueron adop-
tados los reglamentos de la Sociedad Misionera de la Iglesia.
El deseo era enviar a un pastor ordenado, pero en vista de
que habían pasado cuatro años desde la visita de Gardiner a
Wissale v los suyos, se resolvió aceptar el ofrecimiento del
señor Roberto Hunt, director de una escuela de Kendal y
enviarlo junto con Gardiner en busca de los antiguos amigos
de éste, quien tenía grandes temores debido a la reciente fun-
dación de un establecimiento chileno en Puerto Hambre, que
podía ejercer mala influencia en los aborígenes.
Poco después, los dos misioneros, embarcados en la Rosalie
atravesaron el Atlántico y se establecieron en Puerto Oazy
con tres pequeñas chozas: una como almacén, otra como cocina
y la tercera para dormir. Luego la Rosalie se fué, dejándolos
solos. Esto era en febrero de 1845. Al llegar, encontraron una
choza ocupada por una familia fueguina que al parecer era
completamente inofensiva; dos días después llegó desde Puerto
Hambre un desertor chileno de nombre Mariano. Contó que
había huido con un compañero llamado Cruz, pero que habían
reñido en el camino y que su compañero lo había dejado, re-
uniéndose a una tribu de patagones; él continuó solo pero
cayó en manos de "indios bravios" que le robaron todo lo que
llevaba,
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
59
Esa misma tarde, el fueguino de la choza, que poco antes
se había ido, regresó en compañía de dos patagones, a quienes
Mariano acusó de ser los ladrones. Para sorpresa de todos, los
patacones reconocieron que era verdad y devolvieron lo robado.
Mariano contó que la tribu de Wissale estaba muy disminui-
da, sobre todo porque San León, el aventurero cacique de la
otra tribu, había trabado relación con los chilenos y se había
convertido en un importante jefe. Contó también que en Puerto
Hambre vió al padre Domingo que había comenzado a con-
vencer a los indios que se hicieran católicos.
Esta información no era nada agradable y, para saber el
grado de veracidad que había en ella, los dos misioneros se
pusieron en marcha en busca de los patagones. Fué un viaje
agobiador; debían caminar por un árido desierto, soportando
el frío de la noche y cazando duránte el día para conseguir
así algo de comer. En cierta ocasión, Hunt estaba tan exhausto
que se echó en tierra, imposibilitado de caminar, mientras su
compañero iba en busca de agua. "Era tan solitario el lugar,
tan salvaje y desolado, mientras peligros invisibles los rodeaban
y dificultades inesperadas surgían a cada paso, que era inspi-
rador mirar el cielo de medianoche y señalar el recorrido de
la gloriosa Cruz del Sur." (*)
Por fin, se hizo evidente que Hunt no resistiría todo el
viaje y volvieron a Puerto Oazy donde encontraron sus cho-
zas en buen estado. Cinco días después, aparecieron Wissale
y su gente. A primera vista se notaba que el informe de
Mariano era cierto; de los ciento veinte caballos que tenían
en 1842, apenas quedaban diez o doce y la tribu tenía sólo
unos setenta miembros. San León se había ido con casi toda
la gente y el trato con los chilenos los había empobrecido. El
propio cacique y su familia sufrían hambre y devoraron ávi-
damente las galletas que Gardiner les dió.
Los dos misioneros se acordaron del desertor Cruz y dedu-
jeron que estaba entre los indios, aunque no lo habían visto.
(!) De la biografía de Gardiner por John Marsh,
60
ARNOLDO CANCL1N1
Wissale había cambiado mucho por la influencia de ese hom-
bre y al día siguiente exigió que le dieran más comida, eno-
jándose grandemente porque no lo hacían en la forma que él
creía conveniente.
Gardiner resolvió definir la situación con rapidez y, des-
c OIA3JJB as ou 31bssTjY\. 'ope¡ ns b zar) b opuaiuaj oj^ 'so\p
3J3U3 BJ3iD3|qBas3 as OJ3S3BUI un anb Euanb uub is 9aunSajd
3¡ 'sBsauiojd sns X jotjsjub bjtsia ns oipui \e JBpjooaJ sp sand
negarse.
Al mismo tiempo, llegó de Valparaíso el barco mercante
Comodore, cuyo capitán exigió al cacique una clara definición;
éste la dió ratificando que "su corazón estaba con su hermano,
el capitán Gardiner".
El mismo día de la partida del Comodore, Wissale volvió a
sus exigencias de alimentos, alcohol y tabaco, enfureciéndose al
no recibir lo que pedía. En cierta ocasión llegó a amenazar con
usar su puñal y en otra fué a su tienda, trajo algunas cosas que
le habían dado y las echó delante de los misioneros asegurán-
doles que no recibiría más nada de ellos.
Poco después llegó otro barco, el Ancud, a cuyo bordo
viajaba el padre Domingo que mostrara tanto celo en ganar
a los indios al catolicismo. Era una persona amable, indígena
él mismo, preparado a propósito para el trabajo entre su raza.
El capitán del Ancud, hombre muy gentil, ofreció a Gar-
diner y a Hunt llevarlos a Puerto Hambre, pero ellos recha-
zaron la oferta. Sin embargo, la hostilidad creciente de Wis-
sale convenció a los misioneros de que su obra allí sería im-
posible.
Mientras el Ancud estaba aún allí, llegó el Ga?iges desde
Valparaíso rumbo a Inglaterra. En él se embarcaron los mi-
sioneros, que llegaron a su país en junio de 1845.
Hunt se ofreció posteriormente a la Sociedad Misionera de
la Iglesia continuando así su labor misionera hasta su muerte,
acaecida en 1887.
VII
EN BOLIVIA
1845 - 1847
Gardiner resuelto a continuar adelante. - Federico González. -
Viaje a Bolivia. - Ayuda del general O'Connor, el gober-
nador Estensoro y el diputado Carrizo. - Visita a los indios.
Traslado a Chuquisaca. - Entrevista favorable con el pre-
sidente. - Regreso a Inglaterra. - Abandono de la empresa.
El fracaso de Gardiner y Hunt en la Patagonia trajo un
gran desaliento en Inglaterra, porque se habían puesto grandes
esperanzas en la amistad de Wissale; ahora que el recurso había
fracasado, daba la impresión de que no había más nada que hacer.
Gardiner, en cambio, no era hombre de amilanarse ante las
dificultades. Su vida era prácticamente una serie de fracasos:
en Africa, en distintas partes de Chile, en Papua y en Maga-
llanes y, sin embargo, él seguía adelante. Con indiscutible re-
solución, escribió las siguientes palabras: "Cualquiera que sea
la resolución que ustedes (el comité) tomen, yo he resuelto
volver otra vez a Sud América y no dejar una piedra sin re-
mover, ni un esfuerzo sin probar para establecer una misión
protestante entre los aborígenes. Ellos tienen derecho de ser
instruidos en el Evangelio de Cristo. Mientras Dios me dé
fuerza, los fracasos no han de acobardarme. Esta es mi firme
resolución: volver y realizar nuevos intentos entre los indí-
genas del interior, donde sea posible encontrar una puerta
abierta que hasta ahora haya escapado a mi penetración, a tra-
vés de los americanos de habla española, aun en Tierra del
Fuego, si es el único territorio que nos es dejado como última
tentativa. Estoy dispuesto a hacer eso por mi propio riesgo,
quiéralo o no la Sociedad. Jesucristo ha dado una orden: Pre-
dicar el evangelio hasta lo último de la tierra. Él proveerá
para el cumplimiento de su propio deseo. Obedezcámosle."
62
ARNOLDO CANCUNI
Ante semejante resolución, el Comité no podía echarse
atrás y no lo hizo. Un joven protestante español, Federico Gon-
zález, había entrado al servicio de la Sociedad para ir a la
Patagonia, pero como ese proyecto fracasó, Gardiner se ofreció
para pagarle los gastos si lo acompañaba a Bolivia que era el
nuevo campo que había vislumbrado. La Sociedad lo ayudó
con cincuenta libras y ambos misioneros partieron en el vapor
Plata hacia Montevideo, el 23 de septiembre de 1845.
Como le era imposible permanecer inactivo, Gardiner apro-
vechó el viaje para perfeccionar sus conocimientos del idioma
castellano y celebrar servicios religiosos a bordo, a los que,
para su gran satisfacción, concurría toda la tripulación, salvo,
claro está, el encargado del timón.
El 27 de noviembre llegaron a Montevideo, en el momento
en que el tirano Rosas se veía envuelto en un conflicto con
Francia e Inglaterra. La flota de esos dos países bloqueaba el
puerto de Buenos Aires y en esa época se encontraba remon-
tando el río Paraná, después de forzar el Paso de Obligado en
la batalla del mismo nombre.
En Montevideo, Gardiner encontró al doctor Gordon, su
amigo de Córdoba, a quien preguntó qué suerte habían corrido
las Biblias y Testamentos que había dejado en aquella ciudad.
Le fué triste oír que los frailes habían recogido todas las que
Ies fué posible y las habían quemado en el patio interior de
una iglesia en presencia de todo el clero.
Como era imposible ir a Bolivia por la vía del Paraná, Gar-
diner s© embarcó en el vapor Alciope que lo llevó a Valparaíso;
de allí fué a Cobija, puerto que entonces estaba en manos de
Bolivia. Luego -comenzaron el viaje hacia Tarija, que debía
hacerse a lomo de muía, por lo que resultaba muy cansador,
al extremo de que González tuvo que quedarse a descansar en
Calama, alcanzando otra vez a Gardiner en Atacama. En Rin-
conada los sorprendió el carnaval y muy a su pesar tuvieron
que detenerse; cuando hubo desaparecido la borrachera del
gobernador que debía darles el permiso y la del arriero que
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
63
debía conducirlos, los dos misioneros siguieron el camino hacia
Rodio y Yavi, para llegar finalmente a Tarija.
En esta última ciudad fueron muy amablemente atendidos
por el gobernador O'Connor, un oficial irlandés al servicio de
Bolivia, que se alegró de poder hablar inglés después de muchos
años. Luego Gardiner fué hasta el Pilcomayo, más allá del
cual "los indígenas eran tan independientes del gobierno bo-
liviano como los chinos", según decía el general O'Connor,
aunque mantenían relaciones amistosas con las autoridades. El
mismo militar ofreció a Gardiner una casa que tenía a orillas
del Pilcomayo, lo que favoreció mucho los planes del mi-
sionero. El 21 de mayo estaba frente al río y dos días después,
no pudiendo hacerlo de otra manera, se lanzó al agua y lo cruzó
a nado dejando atónitos a los nativos que nunca habían visto
a un blanco nadando con tanta agilidad. Ya en la otra orilla,
recorrió varias aldeas tratando de conseguir de algún cacique
el permiso para establecerse entre ellos, pero ninguno deseaba
"que un cristiano fuera a vivir allí" y le contestaban con
evasivas.
Mientras tanto, la enfermedad de González se había agra-
vado y el joven español tuvo que quedarse en Caraparí donde
Gardiner fué a verlo, cayendo enfermo también él. En vista
de esto resolvieron seguir viaje hasta San Luis donde esperaban
ser mejor atendidos; allí encontraron a Sebastián Estensoro,
el gobernador de la frontera y senador nacional, que se interesó
por los proyectos y prometió su ayuda.
Luego fueron a Tarija, donde el fiscal, doctor Carrizo, los
recibió en su casa prometiéndoles que presentaría los proyec-
tos a la cámara de diputados a la que pertenecía. Cuatro días
después, el amable huésped partió hacia Chuquisaca llevando el
pedido al gobierno y una carta para el doctor Masterson, el
cónsul británico en Bolivia.
Cuando éste se enteró del proyecto, envió una carta a Gar-
diner advirtiéndole del peligro que corría debido al fanatismo
de los habitantes, que no vacilarían en asesinarle o envenenarle,
64
ARNOLDO CANCLINI
antes que permitir la propagación de sus ideas; le pedía final-
mente que reconsiderara su actitud y abandonara el proyecto.
El 24 de setiembre de 1846, el diario de Gardiner presenta
estas palabras: "Nuestra petición ha sido devuelta con una ne-
gativa. Ha sido entregada al Congreso y la decisión está fe-
chada el 19 de septiembre. El doctor Carrizo expuso su pesar
por nuestro desengaño y nos asegura que tanto el Presidente
como el Ministro del Interior accederán de buena voluntad al
pedido que hemos hecho". En la misma cana menciona la
muerte repentina del doctor Masterson.
En vista de ello, Gardiner se puso en camino a Chuquisaca
y llegó el 30 de septiembre, encontrando la ciudad conmovida
por la reciente muerte del arzobispo, circunstancia que le im-
pidió la entrevista inmediata con el presidente.
Dos días después, Gardiner, acompañado por el doctor Ca-
rrizo, logró ver al Ministro del Interior, don Pedro Guerra y
al presidente Ballivián, que aseguraron al misionero que no
había nada que se opusiera a permitir la ejecución de sus planes
que habían sido ligeramente modificados.
Gardiner resolvió volver a Inglaterra, para mandar desde allí
a otro misionero que colaborara con González, a quien dejó
en Potosí.
El 18 de febrero de 1847 estaba de regreso en Southampton
y poco después se ponía en contacto con la sociedad, que resol-
vió enviar a Bolivia al señor Robles, otro protestante español.
Desgraciadamente, mientras Robles estaba en viaje estalló una
revolución en Bolivia que derrocó al gobierno liberal e hizo
imposible la obra que los dos jóvenes españoles se proponían
llevar a cabo. La Sociedad les ordenó abandonar la empresa
y así lo hicieron.
VIII
PRIMER VIAJE A TIERRA DEL FUEGO
1848
Proyecto para una misión en Tierra del Fuego. - Propaganda.
La isla de los Estados. - La bahía Banner. - Grandes difi-
cultades. - Los indígenas. - Regreso.
Desde hacía mucho tiempo, Gardiner maduraba la idea de
trabajar entre los indígenas de Tierra del Fuego y este deseo
no desapareció ni aun estando en Bolivia, como lo prueban
numerosas referencias que hace a ello en su diario. Una vez
terminado, al parecer satisfactoriamente, su último intento,
volvió a insistir ante el comité, que se mostró reacio a sus
planes. Pero, si era difícil hacer avanzar al comité, más difícil
resultaba hacer retroceder a Gardiner. Cargando con sus ma-
pas y su entusiasmo, recorrió toda Inglaterra y Escocia ha-
blando de los abandonados hermanos fueguinos. Su ardor era
contagioso y muchos que antes miraban su plan como una
utopía, comprendieron que era realizable y le prestaban ayuda.
Sin embargo, no todo eran rosas; muchas veces sólo con-
siguió reunir un público muy escaso y en una ocasión no con-
currió nadie a la anunciada conferencia; después de aguardar
un rato, Gardiner guardó sus mapas y se fué, encontrándose en
la calle con un conocido que, después de disculpar su propia
ausencia, preguntó cómo había estado la reunión. "No muy
buena, pero mejor que otras veces", fué la respuesta. "¿Cuántos
oyentes tuvo?", le preguntó entonces el amigo, a lo que Gar-
diner contestó sencillamente: "Ninguno, pero es mejor no
tener reunión a tenerla mala."
Finalmente tuvo que convencerse de que no conseguiría
reunir los fondos para una expedición bien organizada v en-
tonces resolvió presentar al comité un plan de menos exi-
gencias que, con éxito o sin él, sería un paso adelante y una
correcta fuente de información.
66
ARNOLDO CANCLINl
Se proponía llevar consigo dos marineros y un carpintero,
con un bote, dos chozas y provisiones para seis meses. Eligió
para establecerse la isla de los Estados desde donde podría
alcanzar fácilmente tierra firme. El comité consintió y él hizo
todos los preparativos. Consiguió los hombres, entre los que
se encontraba el carpintero José Erwin.
El 7 de enero de 1848, todos se embarcaron en la Clymene
que iba desde Cardiff a Paita, Perú, y a las nueve semanas
estaban a la vista de la isla de los Estados. El tiempo estaba
tan tempestuoso que hacía imposible entrar al puerto Van-
couver, que era el elegido y Gardiner resolvió entonces cam-
biar el sitio y establecerse en la isla Lennox o en Picton,
más al oeste y al sur de la isla grande.
Al día siguiente, estuvieron en la isla Lennox y de allí
fueron en bote a una ensenada en la costa norte de Picton, a
la que Gardiner llamó Banner Cove (Ensenada de la Bandera);
una pequeña isla que la cierra fué llamada Garden (Jardín) por
su hermoso aspecto. En algunos mapas argentinos la isla apa-
rece con el nombre de Gardiner, lo que se debe a un error aun-
que nada sería más justo que perpetuar esa denominación.
Bajaron a tierra para pasar allí la noche. A la mañana, el
jefe del grupo leyó el capítulo treinta y cinco de Isaías y luego
dirigió una oración. Después abrieron un par de latas de carne
conservada y encontraron que estaban echadas a perder, por
lo que la ración se vió reducida a galletas.
Fueron entonces nuevamente a Lennox en busca de la
Clymene lo que les costó nada menos que quince horas de
remo, por lo tempestuoso del tiempo. Al llegar a la isla, no le
hicieron en el mismo lugar donde estaba el barco y se vieron
obligados a hacer un fatigoso viaje por tierra, después de
comerse la última de las galletas.
La gente de la Clymene se dedicó por su parte a la búsqueda
del grupo, pero sólo se pudo guiar cuando vió una hoguera que
habían encendido para secar sus ropas; finalmente, a las nueve
de la noche, nuestros amigos volvieron a bordo, después de dos
días y tres noches de ausencia.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 67
Al día siguiente, fué recuperado el bote y aparecieron los
primeros fueguinos, que subieron a bordo; las mujeres iban
apenas cubiertas y totalmente desnudos los hombres.
Luego, la Clymene fué a Banner donde dejó nuevamente el
grupo que comenzó a edificar un depósito. Apenas lo habían
terminado, aparecieron una cantidad de salvajes, que aunque
no se mostraron decididamente hostiles, eran tan ladrones que
se hacía necesario estar constantemente cuidando los alimentos.
Mientras Gardiner estaba escribiendo su diario, entró un
salvaje y tomando el tintero lo volcó sobre el papel. Era abso-
lutamente imposible dejarlos entrar en la casa; hacían señas a los
blancos para que se fueran a dormir, con el evidente propósito
de entrar al depósito y robarles todo lo que fuera posible.
Gardiner pensaba en lo que ocurriría cuando volvieran los
salvajes en grandes grupos; mientras unos y otros estuvieran en
número más o menos parejo contaban con una relativa seguri-
dad, pero si ios salvajes llegaban a ser muchos más, era difícil
prever qué ocurriría. Mientras tanto, no se podían alejar ni a
pescar ni cazar. Con gran dolor, el misionero comprendió que
había fracasado una vez más, porque era imposible permanecer
en ese lugar con tan escasos medios y resolvió regresar. Antes
de hacerlo, soltaron una pareja de cabras y plantaron algunas
verduras. Luego la Clymene reanudó la navegación hasta el
Perú.
Ya en viaje, Gardiner volvió a su compañero inseparable, su
diario, y en él esbozó el siguiente plan:
"Hay sólo un método seguro y eficaz para vencer la grave
dificultad, que es el único impedimento para el intercambio con
estos pueblos bárbaros . . . Una misión fueguina, por el mo-
mento, debe necesariamente ser flotante. En otras palabras, un
barco misionero anclado en el estrecho debe ser el sustituto de
una casa misionera levantada en la orilla.
"No es necesario un gran velero. Recomendaría un queche
o bergantín de unas ciento veinte toneladas, con un capitán y
siete hombres. Debe llevar provisiones para doce meses, pero
las tres cuartas partes deben ser dejadas en las Malvinas, a
63
ARNOLDO CANCLINI
donde deben llevarse más provisiones desde Inglaterra según lo
requiera la oportunidad, y dejadas a cargo de un agente nom-
brado al efecto. Sería recomendable que el barco misionero
tocara en las Malvinas cada tres meses a fin de llevar las cartas
y diarios y recibir comunicaciones desde Inglaterra."
El 17 de mayo llegaron a Paita; Gardiner viajó un poco por
el Perú y luego se reembarcó una vez más rumbo a Inglaterra,
para llegar a Southampton el 4 de agosto de 1848.
IX
LA VICTORIA SOBRE LA MUERTE
1849 - 1851
Propaganda. - Nuevos planes. - Ricardo Williams, Juan Maid-
ment y demás compañeros. - Viaje a Picton. - Exploraciones
en el canal. - Radicados en Puerto Español. - Carteles en
Banner. - El escorbuto y el hambre. - Muerte de Badcock.
Poesías y anotaciones en el diario de Gardiner y Williams.
Sufrimientos. - Fe inquebrantable. - El fin.
Gardiner no consideraba que su último viaje hubiera sido
un fracaso; había sido, sencillamente, una exploración necesaria
del terreno. Por esa misma razón, al volver a su país, reinició
la propaganda en favor de la misión en Tierra del Fuego.
Cuando oyó hablar del éxito de los moravos en Groenlan-
dia se trasladó a Herrnhut, en Silesia, donde estaba la sede de
la misión, para interesarla en su proyecto. Pero los moravos
habían resuelto comenzar obra en Australia y en la costa de los
Mosquitos, Honduras, y no podían ocuparse de otro esfuerzo.
En 1850, recibió la respuesta definitiva, que era negativa.
De regreso a Inglaterra, la Misión lo autorizó para iniciar la
recolección de fondos y él reinició entonces sus viajes por In-
glaterra. En uno de ellos conoció al pastor Jorge Pakenham
Dcspard, de Redlands, cerca de Bristol, hombre de extraordi-
nario coraje y energía además de una gran piedad, quien sería,
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
65
en el futuro, el alma y corazón de la misión. Cuando el doctor
Ritchie, designado secretario de la misión en lugar de Brome-
field, que había renunciado a su cargo por razones de salud, se
vió obligado a su vez a hacerlo por la misma causa, el puesto
vacante fué ofrecido a Despard, quien lo ocupó definitivamente
en marzo de 1850.
Como, a pesar de todos los esfuerzos, parecía imposible re-
unir todos los fondos necesarios, Gardiner cambió, a su vez,
los planes y propuso que en lugar de comprar un bergantín,
se adquiriesen dos lanchas de veintiséis pies (ocho metros) de
largo, dos falúas y provisiones para seis meses. Proponía tam-
bién que como tripulación se emplearan pescadores de Cor-
nualles, acostumbrados a las lides del mar de Irlanda y del canal
de la Mancha. Con estas embarcaciones, se proponía ir a Wulaia
en la isla Navarino, en busca de Jemmy Button, el protegido
de Fitz Roy, dejado allí en 1831. Finalmente, el plan fué acep-
tado y se autorizó a Gardiner a hacer lo que él juzgara opor-
tuno. Cuando él creía ya imposible reunir los fondos nece-
sarios, miss Jane Cook, una dama de Cheltenham, hizo una
donación de setecientas libras, que solucionó el problema fi-
nanciero.
Luego se publicaron avisos en los periódicos religiosos, pi-
diendo voluntarios para ocupar el puesto de catequista o maes-
tro de religión en la peligrosa misión.
Este aviso cayó en manos de Ricardo Williams, cirujano de
Burslen, que tres años antes había dejado de ser ateo e ingre-
sado en la iglesia metodista. Tenía treinta y cinco años y era
soltero. Habiéndose presentado al comité, previo un examen
teológico, fué aceptado. Juan Maidment, el otro catequista,
fué recomendado por la Asociación Cristiana de Jóvenes de
Londres y también fué aceptado.
El resto del grupo lo formaban el carpintero José Erwin,
que había acompañado a Gardiner en su viaje anterior, y tres
marineros de Mousehole, cerca de Penzance, en el extremo de
Cornualles, los tres de nombre Juan: Badcock, Bryant y Pearce,
que habían vivido juntos su vida de pescadores y de cristianos.
70
ARNOLDO CANCLIN1
Las lanchas y los botes fueron construidos en Liverpool; a
las dos primeras se las llamó Pioneer y Speedivell. Embarcados
en el velero Ocean Queen, que iba de Liverpool a San Francis-
co, los ocho componentes del grupo partieron el 7 de septiembre
de 1850 hacia las orillas de las que no regresarían jamás. Re-
cordando ese momento, mister Ritchie decía: "Parecían llenos
de esperanza y animados por un celo elevado y santo hacia la
gran causa en que estaban por ingresar, y a juzgar por sus
miradas llenas de vida y animación, estaban también preparados
como no lo estuvo otro hombre, para las fatigas v privaciones
que tenían por delante."
El 29 de noviembre, Williams escribía en su diario: "Vier-
nes 29 de noviembre. Hov a la una v media de la madrugada
tuvimos la primera vista de las montañas de Tierra del Fuego.
Alrededor de las cuatro y media el capitán Gardiner me des-
pertó, diciendo que la tierra estaba a la vista. Me levanté y fui
a cubierta. Por cierto que allí estaba la Tierra del Fuego; sus
montañas y picos nevados surgían entre los vapores del cielo
matutino y Ia tierra de Fueguia nos lanzó una débil y fría
sonrisa."
Al día siguiente, expresaba así su primera impresión del
territorio fueguino: "Sin duda, Fueguia, la tierra de las tinie-
blas, el país de la oscuridad, presenta una escena de salvaje
desolación. La tierra y el clima se complementan: la una ás-
pera y desolada, el otro oscuro y tempestuoso. Unas pocas,
sólo unas pocas sonrisas estimulantes ha irradiado el sol y
las frías nieves de las rudas moles de la isla de los Estados
presentan un aspecto antinatural y parecen cada vez más pálidas
bajo la influencia vivificadora de la luz. Si así es el país y así
es el clima, tenemos razón para esperar que la gente no se
quedará corta en su congruencia con ambos. . . ¡Qué diferen-
cia hav entre lo que se aprende levendo y lo que se adquiere
por la experiencia personal de las cosas! ¿Es que he de ate-
morizarme? No; la hora ha llegado v aunque nunca había
imaginado lo que habría de encontrar, no estov desapercibido
en lo más mínimo para la lucha, porque no debo aferrarme a
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
71
mis propias fuerzas sino prepararme yo mismo para el en-
cuentro."
El 4 de diciembre encontramos expresiones de más ánimo:
"Ciertamente de gracia me ha bendecido el Señor sacando de
mí toda duda, removiendo todo temor, confirmando mis es-
peranzas y fortaleciendo mi corazón. Por su gracia, he podido
subyugar mi corazón alegre y voluntariamente a una completa
obediencia y entregarle a Él todo mi ser para que haga con-
migo como bien le pareciere. He visto claramente que todo ha
sido ordenado por Dios v que Él coronará el trabajo con abun-
dante éxito."
Al día siguiente, fondearon en la bahía Banner, en Picton,
y los tripulantes fueron a tierra en busca de cabras; de las dos
que cazaron una resultó ser Nancy, una de las que Gardiner
había dejado en su viaje anterior. Mientras tanto, en la isla
Garden, se veían tres familias indígenas entregadas a la pesca.
El 6 fueron a tierra y construyeron sus chozas y el 7 le-
vantaron a su alrededor un cerco muy resistente, al que sólo
dejaron una pequeña abertura.
La Ocean Queen estuvo fondeada en Banner hasta el 19 de
diciembre; partieron no sin antes hacer una reunión de despe-
dida a bordo y, como buenos marinos, vitorearon los nombres
de los que quedaban.
Se recordará que el plan de Gardiner era ir hasta Wulaia y,
para ello, el mismo día que quedaron solos comenzaron a buscar
un puerto en la costa norte del Beagle. Embarcados en las
lanchas descubrieron un lugar abrigado que llamaron Brome-
field. Esta pequeña expedición resultó terriblemente azarosa,
pues las dos lanchas se separaron y sus ocupantes temieron por
la suerte de los que viajaban en la otra. El resultado fué la
pérdida de los botes y el ancla del Speedivell.
Hicieron un nuevo viaje a Bromefield y, como no tenían
botes, se quedaron fondeados. Al amanecer, los despertó una
gran gritería y se encontraron con que el Pioneer estaba va-
rado y que un gran número de indígenas los miraba desde la
costa. El Speedivell no estaba a la vista. Gardiner y sus com-
72
ARNOLDO CANCLINI
pañeros — Maidment, Pearce y Brvant — bajaron a tierra con
armas en la mano y se arrodillaron a implorar la bendición di-
vina. Hicieron algunos regalos a los nativos, pero fué imposi-
ble trabar relación con ellos; pronto apareció el Speedivell que
se había retrasado y, cuando la marea reflotó a su compañero,
volvieron a Banner.
Comprendiendo que les sería difícil navegar con las lanchas
tan cargadas, resolvieron enterrar todo lo que les fuera posible.
Al vaciar el Speedivell, hicieron una terrible comprobación:
no tenían más que un frasco y medio de pólvora. El resto no
había sido desembarcado de la Ocean Queen. Privados así de
alimentarse con lo que pudieran cazar, escondieron cuidado-
samente las provisiones que habían adquirido un valor extra-
ordinario.
Pronto tuvieron que abandonar la idea de comerciar con
los nativos v aun de entenderse con ellos porque, para su
desasosiego, los fueguinos se estaban provevendo de lanzas y de
grandes piedras, lo que hacía presumir que no tenían buenas
intenciones.
Los misioneros se dirigieron rápidamente a puerto Lennox,
pero como no era suficientemente seguro para las embarca-
ciones, volvieron a Bromefield. Esta vez el viaje les fué fácil,
pero al llegar encontraron tan gran número de indígenas que
Gardiner resolvió navegar hacia el este y refugiarse en Puerto
Español.
Este lugar se encuentra dentro de la gran bahía llamada
Aguirre y no es visible desde los barcos que pasan por el canal.
Es poco protegido y desolado y por eso no se encontraba en
la ruta de los barcos que hubieran podido prestarles auxilio. Se
ha criticado esta resolución de Gardiner, que aparentemente
contradice su habitual prudencia y capacidad, pero no es así y
la elección de ese lugar tan desagradable tenía una importante
razón de ser. Dado que Puerto Español estaba alejado del canal
y no ofrecía medios de subsistencia era lógico suponer que los
indígenas no lo visitaban v así era en efecto. Protegidos de tal
modo de los nativos, que eran el más grave peligro de la
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
73
región, Gardiner y los suyos podían, cuando lo necesitasen, ir
en busca de las provisiones que habían dejado en Banner a
pocas horas de navegación.
Dentro del puerto, encontraron una hermosa ensenada que
llamaron Earnest Cove (Ensenada Ferviente), donde desem-
boca un río de poca extensión, al que pusieron el nombre de
Cook en homenaje a la dama que había hecho posible el viaje.
Esto ocurría a fines de enero.
El 1"? de febrero se desencadenó un fuerte huracán dentro
del puerto y el Fioneer fué arrojado contra las rocas y luego
contra las raíces de un árbol que yacía en la playa. Los ocu-
pantes se refugiaron momentáneamente en una caverna que
recibió el nombre de Pioneer, pero más adelante volvieron a la
embarcación que fué trasladada más arriba y completada con
una carpa.
Pronto una nueva desgracia los obligó a confirmarse en el
plan de no irse de allí: la enfermedad. Williams fué el primero
que se sintió atacado por violentos escalofríos que evidenciaron
síntomas de escorbuto. Poco después, Juan Badcock presen-
taba idénticos síntomas. A fin de dejar más lugar a los enfer-
mos, Gardiner se hizo un pequeño refugio con sogas y lonas
bajo una roca prominente v lo llamó "H ermita ge" (Ermita),
pero fué destruido por el fuego con el que inútilmente pro-
curaba calentarse.
En un momento en que Williams se encontraba algo me-
jorado, fueron todos a Banner con un doble propósito: traer
las provisiones que habían enterrado allí y dejar alguna señal
para los barcos que pudieran pasar. Recuperaron un barril de
carne de cerdo salada y tres de galletas, pero cuando fueron
en busca de las cabras de la isla comprobaron que habían des-
aparecido. Luego enterraron varias botellas, dentro de las
cuales pusieron sendas notas que decían lo siguiente: "Hemos
ido a Puerto Español que está en la isla grande, no lejos del
cabo Kinnaird. Tenemos enfermos a bordo, nuestras provi-
siones están casi completamente terminadas y si no somos ayu-
dados pronto, moriremos de hambre. No pensamos ir a la isla
74
ARNOLDO CANCL1N1
de los Estados, sino quedar en una isla del costado oeste de
Puerto Español hasta que el velero venga en nuestra ayuda."
Sobre el lugar, colocaron estacas y pintaron cruces blancas
en el suelo; después, en dos rocas pusieron los siguientes car-
teles con grandes letras: "Id a Puerto Español" v "Nos encon-
traréis en Puerto Español."
Antes de que pudieran concluir este trabajo, fueron moles-
tados por los indígenas que llegaron a cortar la amarra de la
balsa que les servía de bote de desembarco v que sólo pudo
ser recuperada después de grandes esfuerzos.
Volvieron a Puerto Español para reiniciar la vida en una
terrible rutina. Los dos enfermos fueron colocados en un cama-
rote del Speedivell v Brvant v Ervvin ocuparon el otro. Gar-
diner, Maidment v Pearce se quedaron en el Pioneer, techado
con una carpa.
Sobre ellos cavó el invierno. Era el invierno fueguino,
con sus huracanes, sus ventizcas y nevadas, duras de soportar
para cualquiera, pero terribles para aquellos hombres enfermos
v hambrientos. Sin embareo, su fe no decaía. El 18 de abril,
cuando Brvant enfermó, Williams escribió en su diario: "Aun-
que estamos pobres v débiles, nuestra vivienda es un verdadero
Bethel para nuestras almas v Dios está aquí, consolación ésta
que sentimos v sabemos. . . El capitán, que misericordiosamente
conserva buena salud, vino sin míster Maidment, que está en-
fermo, para el culto de hov, viernes santo . . . Esta noche, un
hielo duro como una garrapiñada blanca, cubre el techo."
Pocos días después, una terrible tempestad derribó la carpa
del Pioneer y Gardiner, Maidment v Pearce tuvieron que vol-
ver a la caverna para su seguridad. El Speedivell fué fondeado
en el río Cook, por lo que ambos grupos estuvieron más sepa-
rados uno del otro. Pearce fué el último que quedó a cuidar
de los enfermos pues Badcock estaba cada vez peor.
Fueron probados todos los métodos de pesca que podían
intentarse con los reducidos medios que poseían, pero dieron
muv poco resultado. Capturaron un zorro, al que cocinaron v
comieron completamente. El 8 de mavo el diario de Gardiner
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
75
dice lo siguiente: "Caverna Pioneer, 8 de mayo de 1851. «Si
anduviese yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; por
tanto a ti, oh Jehová Señor, miran mis ojos; en ti he confiado.»
Salmo 138:7 y 141:8." Luego continúa con párrafos que en el
idioma original, están en poesía:
"Aunque les acontezca cualquiera de los males terrenales
en medio de la tormenta, seguros van;
llenas de paciencia están sus almas.
Hijos de aquel cuyo vigilante ojo
a los cautivos mira cuando claman,
¿por qué temen al inminente mal?
Que todos sus cabellos están contados saben
y que ni un pequeño gorrión ha de caer
sin la soberana voluntad del Padre.
Aunque en derredor todo sea tinieblas y tristeza
y no aparezcan ni estrellas, ni sol, ni luna
y se seque todo Cherith terrenal,
al espíritu que cae la fe levanta
y endulza toda copa amarga
y un saludo ve en cada nube.
El Señor que dio, sin duda quitar puede
mas no quebrará la cascada caña,
pues no ignora que polvo somos.
Comida y aceite pueden faltar,
por mucho tiempo prevalecer podrá la tormenta arrasadort,
pero aun así en su promesa creyendo seguiremos.
Cuando algo nos niega en su sabiduría,
con un don más precioso lo su ole por su gracia:
una paz que el mundo no puede dar jamás.
Aunque nada nos quede, abandonados no estamos;
quédanos aún lo más precioso:
la roca de la cual brota el agua de la vida.
Venga pues lo que viniere, humildemente esperamos
pues nunca extendió su brazo demasiado tarde;
la promesa no fallará; fallar no puede.
Aunque oscura sea la noche, la mañana ha de brillar;
a los suyos no olvidará el Señor.
La plegaria de fe ha de prevalecer
y hemos de estimar dulce la prueba
que nos ha postrado para esperar a sus pies."
76
ARNOLDO CANCL1NI
El 23 de mayo, acostado en el lecho del que no habría de
salir, Williams escribió estas palabras admirables, inexplicables
para quien no alcance a comprender su fe en Dios: "Oh Jesús
bendito, Mediador e intercesor; en tus manos encomiendo a
mis amados; prevalece Tú eficazmente ayudando a cada uno
para que todos reciban tu Santo Espíritu y el don de la vida
eterna como bendición propia y dales también la gloria sem-
piterna del Padre en un mundo sin fin. Amén. Ah, soy feliz día
y noche, hora por hora. Dormido y despierto soy feliz más
allá de lo que pueden expresar las palabras y del pobre alcance
de mi lenguaje; mi alegría está con Aquel cuyos goces han
estado siempre con los hijos de los hombres. Mi corazón y mi
espíritu están en el cielo de los benditos. He sentido cuán
santa es tu compañía, he sentido cuán puro es tu afecto y me
he lavado en la sangre del Cordero y he pedido al Señor mi
vestidura blanca para que yo también pueda estar comprendido
en el brillo del día y estar con los hijos de luz"
A fin de mes, otra tormenta estuvo a punto de destrozar
los restos del Pioneer que fueron cambiados de lugar, pero la
Palabra de Dios permanece para siempre y en el diario de Gar-
diner aparecen citados estos versículos, seguidos de una nueva
prueba de su inspiración poética. "Aguarda a Jehová, esfuérzate
v aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová." (Salmo 27:14.)
"En el cielo descansan los peregrinos cristianos,
donde todos son santos, todos son benditos,
donde no hay noche,
ni sol ni luna podrá agregar un rayo
a ese día refulgente y sin fin,
donde todo brilla
y los santos contemplan con rostro ansioso
ía gloria de la gracia redentora.
¿Y por qué ha de haber noche aquí abajo,
aun en este mundo de pecado y llanto
donde habitan los cristianos?
Cuando Egipto sufrió aquella noche tenebrosa,
en Gosén todo era claridad y brillo
y la alegría pudo manar
de los corazones agradecidos guardados en seguridad
cuando en su redor el juicio todo lo arrasaba.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
77
Dejemos que alienten nuestros espíritus
estas dulces palabras
que salvaron los temores de los discípulos:
"No temáis. El, que pudo calmar la tempestad,
puede guardar nuestras almas en perfecta paz,
si en El reposamos y reconocemos que debemos esperar
pues ninguna bendición llega demasiado tarde."
Caverna Pioneer, 4 de junio de 18$ 1.
Cuatro días después, la red que usaban para pescar fué des-
trozada por el hielo; el único comentario de Gardiner fué el
siguiente: "Así ha visto bien el Señor destruirnos otro medio
de subsistencia, sin duda para hacer más evidente su poder y
para mostrarnos que toda ayuda viene directamente de Él."
La siguiente poesía, escrita el 10 de junio, está encabezada
por dos versículos: "La noche ha pasado y ha llegado el día",
Romanos 13:12, y "Corramos con paciencia la carrera que nos
es propuesta, puesto los ojos en el autor y consumador de la fe,
en Jesús." Hebreos 12:1-2.
"Cuando marchan a la tierra celestial los peregrinos
viajando a través de la selva
con acechanzas a cada paso chocan;
en derredor presionan astutos enemigos,
en su camino surgen cruces
hasta el punto final del viaje.
Hasta que la noche del dolor haya pasado,
tormentas y tribulaciones marcan el camino,
pero confiamos llegar finalmente
a las brillantes regiones de un día infinito
donde santos redimidos el rostro adoran,
el rostro que pecados y tristezas quita.
Adelante, pues: avanzando seguiremos con alegría,
aunque débiles y abatidos.
Menos duro es el viaje, con cada conflicto vencido;
un camino más fácil nuestra ruina provocar podría.
Las tribulaciones endulzan la promesa
y al trono de misericordia nos acercan.
¡Cuán pocos son los males que hemos soportado'
¡Cuan hviana la carga que llevamos!
78
ARNOLDO CANCLINI
La gracia endulza la más amarga prueba
Del mas oscuro cielo la fe puede correr el velo
y nuestra pérdida tórnala en ganancia.
y hacer que al Padre Celestial cercano le veamos.
Por brazos sempiternos levantadas,
las almas confiadas caer no pueden;
salvas ya en el arca, no les alarman las tormentas
o si a la margen del Jordán están
y Satán aun allí las quiere perseguir,
seguras Cristo las mantendrá.
Ciñamos pues de nuevo nuestros lomos
y apoyémonos en nuestro Guía celestial.
No confiamos en carnal brazo
y de bandera nos proveerá el Señor;
y cada prueba que encontremos
más cerca de sus pies nos llevará.
Y cuando lleguemos a la feliz orilla
y estemos en presencia de Emmanuel,
confesar habremos, si antes no lo hubiéremos hecho,
que con amor y sabiduría planeado todo estaba
y que si de un castigo nos hubiera privado,
de una bendición menos participado hubiéramos."
Al día siguiente, Erwin cayó enfermo y, fuera de Gardiner,
todos notaban ya terribles síntomas. La poca pólvora que les
quedaba era empleada con el mayor cuidado; en dos ocasiones,
dieron muerte a cinco avutardas con una sola carga de perdi-
gones, que usaban únicamente en el caso de que las aves estu-
vieran muy juntas.
El 16 de junio, aparece otra poesía en el diario del capitán:
"Coraje, camaradas, ¡avanzad!
No dejéis que desvanecedoras tormentas os desmayen.
Las selvas cruzar debemos
antes de alcanzar el final del viaje.
Delante nuestro se extiende una bendita orilla
do jamás atacan ni pecado ni dolor.
No hay camino áspero ni atemorizador
ni áridas selvas espinosas,
sino torrentes de vida que fluyen cercanos
y Uno más próximo, que nuestros pasos guía.
Sólo la incredulidad oculta
las bendiciones que nuestro Dios provee.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 79
En la más oscura noche de aflicción,
cuando nuestra calabacera terrenal se seca
su más suave vuelo el espíritu realiza
y a la región de un día sin fin se remonta.
En esa pura luz se siente sereno
y calmo el atribulado espectador.
Porque saber es nuestro privilegio
que cualquier sufrimiento sea el que soportemos, N
es la mano de un Padre la que aplica el golpe;
es sólo la señal de hijos que llevamos.
Tomad coraje, pues, el viaje es corto;
estas livianas aflicciones pronto cesarán;
aquí lejos por la gracia traídos hemos sido,
y la gracia aun vigila nuestros pasos."
La última de estas poesías fué escrita cuando ya admitía lo
terrible de la situación y la posibilidad de que el barco de soco-
rro no llegase. Dice así:
"Señor, a tus pies caigo humildemente
y te entrego todo cuanto tengo.
Todo lo que en tu amor reclamas
que falte es mejor por cuanto es tuyo.
Y finalmente, sobre la roca eterna
he de oír golpear la tempestad;
la copa que mi Padre celestial prepara,
aunque amarga ahora, pronto dulce habrá de ser.
Mas si han de romperse sobre mí tus olas,
cuando llegue el sufrimiento, la necesidad o el dolor,
esta sola petición haré:
que arda mi fe y permanezca mi amor permite.
Manténme en la hora de la prueba,
no permitas en mí pensamiento murmurador;
hazme sentir tu poder vivificante
y a alabar las cruces aprenderé."
Una semana más tarde, el 28 de junio, era el cumpleaños de
Gardiner y, al recordarlo, escribía estas palabras en su diario:
"¿Quién soy yo, Señor Dios, para que Tú me traigas aquí?"
(2 Samuel 7:18). Estamos ahora por la Providencia en circuns-
80
ARNOLDO CANCLINI
tancias que ponen en prueba al hombre . . . pero yo no voy a
estar ansioso por eso; estamos ahora en el servicio del Señor y
Él está lleno de gracia y compasión. Aunque tengamos tristeza,
tendrá compasión según sus bondades. Yo sé que está escrito:
"A aquellos que buscan a Dios no les faltará ninguna cosa que
sea buena" y otra vez "Cualquier cosa que el Señor en su bon-
dadosa providencia nos quite, no es más que lo que Él nos ha
dado". Pero aun te ruego que, si es tu voluntad, mires con
compasión a mis compañeros y a mí, maltratados por falta de
alimentación, y nos proveas con lo necesario, pero, si no es así,
que se cumpla tu voluntad. Pueda yo aprender sumisión com-
pleta de mi voluntad a la tuya, que todo orgullo muera en mi
corazón. Señor, te ruego que Tú seas honrado en mí, sea para
vida o para muerte, y que nunca me aparte de ti. Sosténme por
tu gracia y guárdame de tribulaciones, de murmurar y de no
creer y que el sincero lenguaje de mi corazón sea en toda cir-
cunstancia el de "Dios dió, y si el Señor ve bien sacar a cual-
quiera de su bienestar y quitarle todo, aun así, santificado sea
el nombre de Dios; Él hizo todo bien". Una petición más ele-
varé a tu trono de gracia, oh Señor bondadoso: ruégote que
prepares un camino para que tu siervo pueda llegar a los pobres
paganos de estas islas. . . Concede, oh Señor, que seamos ins-
trumentos en tus manos para empezar esta gran tarea; pero si
Tú ves que en tu providencia somos obstáculos en tu camino
y que debemos sufrir y morir aquí, te ruego que alces a otros
y mandes obreros a esta mies. Que sea para la manifestación
de tu gracia y de tu gloria, pues nada es imposible para ti. . .
v llegue pronto el día en que el conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo sea manifestado, no aquí únicamente, sino en todas
partes, en cada nación, pueblo y tribu y sean levantados ruegos
v gracias y ofrendas puras de las multitudes que están ahora
en la oscuridad."
Mientras escribía estas palabras, la muerte se había posado
en el Speedivell; Juan Badcock habría de ser ia primera víc-
tima. Estaba echado en la cabina, junto a Williams y, al sentir
que llegaba su hora, pidió a su compañero que cantara un
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
81
himno con él. De sus débiles labios partió la famosa tonada
que acompaña a las palabras de Wesley:
¡Elévate, alma mía, elévate!
; Sacude tus temores!
El cruento sacrificio se presenta en mi ayuda.
Delante del trono está mi certeza.
Mi nombre está escrito en sus manos.
Pocos minutos después, su alma había llegado delante del
Trono y, al día siguiente, su cuerpo fué enterrado en un lugar
cercano. El 30 de junio, Gardiner y Maidment fueron desalo-
jados de la caverna por la marea. Fueron al Pioneer, pero, como
la pleamar amenazaba con arrastrarlo, se refugiaron debajo de
una roca. El mar continuó avanzando y tuvieron que ir al bos-
que donde no podían protegerse de la lluvia. A duras penas
llegaron al Speedivell, donde el fiel Erwin insistió en dar su
lecho al hombre que amaba y él, enfermo como estaba, pasó
la noche levantado junto a Bryant. Apenas lo permitió la marea,
Gardiner y Maidment volvieron al Pioneer.
La situación se iba haciendo cada vez más difícil. El 4 de
julio el capitán escribió lo siguiente, respecto a las provisiones:
"Nuestra parte de carne y galleta (lo de la caverna) terminó
el miércoles, de modo que ahora nos queda medio pato, alre-
dedor de media libra de carne salada, otro tanto de té en mal
estado, una pinta de arroz, dos panes de chocolate, dos pintas
de papa, a lo que quizá se deba agregar seis ratones. La inclu-
sión de estos últimos en la lista de nuestras provisiones quizá
extrañe a alguno de nuestros amigos si llega a sus oídos pero,
en la situación en que estarnos, participamos de ellos con gusto
y hasta ahora hemos comido varios; son tiernos y tienen gusto
a conejo. Pero, al notar nuestras necesidades no he de terminar
sin expresar gracias a Dios por las mercedes que ha otorgado a
cada uno de mis sufrientes compañeros que, con la mayor
alegría, lo soportan todo sin una murmuración, aguardando
pacientemente el tiempo del Señor para que Él los libre, listos,
si esa fuere su voluntad, a languidecer y morir aquí, sabiendo
32
ARNOLDO CANCL1NI
que cualquier cosa que Él haya señalado será para su bien. Mi
oración es que el Señor, nú Dios, sea glorificado en mí, en
cualquier cosa que nos ocurra en la vida o en la muerte."
Posiblemente fué en uno de esos días que uno de ellos pintó
una mano señalando la caverna, debajo de la cual fué puesta esta
inscripción: "Salmo 62:5-8." Estos versículos dicen: "Alma mía
en Dios solamente reposa; porque en Él es mi esperanza. Él
solamente es mi fuerte y mi salud, es mi refugio no resbalaré.
En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está la roca de
mi fortaleza y mi refugio." En los diarios este hecho no aparece
señalado pero, en la Biblia de Gardiner, están marcados estos
dos versículos y al lado dice: "Julio 5 de 1851" y al fin del
sagrado volumen hay una hoja en blanco con la misma cita v
estas palabras: "Caverna Pioneer, 5 de julio de 1851."
A fin de mes la salud había mejorado en general. Envin se
consideraba sano y Brvant estaba bastante mejor; Pearce esta-
ba bastante débil pero podía avudar a sus compañeros en la tarea
de juntar mejillones, lapas y cachiyuyos, especie de alga co-
mestible de gran tamaño, muy abundante en los mares antár-
ticos. También comían una especie de apio silvestre. Colgaron
un mantel de la rama de un árbol para llamar la atención de
alguien que pudiera pasar.
El 27 de julio encontramos la nota más breve del diario
de Gardiner: "Mr. Maidment encontró un pescado pequeño
cerca de la caverna; era del tamaño de un arenque pero total-
mente sin escamas y de color plomizo."
El diario de Williams termina con las siguientes palabras:
"Mucho más podría agregar, pero los dedos me duelen de frío
y debo envolverlos en ropa, pero mi corazón, mi corazón está
ardiente, ardiente con agradecida alabanza y amor a Dios, mi
Padre y mi Redentor."
Llegamos así al mes de agosto. Preferimos dejar ahora la
palabra al propio Gardiner. Reproducimos completo el último
mes de su diario porque creemos que su sencillez y profundidad
relata la historia con más claridad v emoción de lo que podría-
mos hacerlo nosotros.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
83
"7 de agosto. — Hace once meses que partimos de Inglate-
rra a este país y hemos sido benignamente preservados de
muchos peligros y tribulaciones. El Señor en su providencia,
ha creído bien traernos muy bajo y remover muchas de
las bendiciones de las que habíamos sido partícipes, pero todo
es por su infinita sabiduría, misericordia y amor. Estos períodos
de aflicción están todos señalados, medidos y limitados por un
Dios de misericordia que no aflige por placer sino para nuestro
bien. Conoce nuestra condición, acuérdase que somos polvo
y con cada prueba que imparte a aquellos que ponen su alma
en Él, ha de fortificarles suficientemente para su día. ¡Cómo
he de abrevar los múltiples dones de Dios! ¡Qué inconsciente
de las comodidades diarias que he experimentado, indigno aun
de la menor de ellas! Señor, ten misericordia de mí, pecador.
Permite que sea humillado bajo tu mano poderosa, profunda-
mente sensible de mi necesidad de castigo, que no sea tentado
por Satanás a quejarme o a despreciar o fracasar, sino a esperar
en ti en la posición de un suplicante por la gracia para apro-
vechar ésta o cualquier otra disposición de tu providencia. Sé,
oh Señor, que hay una profunda necesidad de esta prueba por-
que si no Tú no la hubieras enviado, y humildemente te suplico
que me otorgues todo el beneficio que Tú me has designado
por medio de ella. Haz que me mire en la luz de tu Santa
Palabra, que registre y pruebe mi corazón por ella y que tu
Santo Espíritu obre en mí la gracia de la verdadera contrición
y renueva en mí los dones de amor, fe y obediencia . . . No
dejes caer a esta misión aunque no nos sea permitido trabajar
en ella, sino levanta otros obreros que puedan llevar la verdad
salvadora de tu Evangelio a estos pobres ciegos paganos que
hay a nuestro alrededor . . . Apresura el tiempo en que pueda
ser dicho de ellos que son un pueblo preparado para el Señor
y que, cuando el último día, Tú recojas tus joyas, haya muchos
de ellos brillando como las estrellas en el reino de los cielos,
envueltos con blancos vestidos y con palmas en las manos rin-
diéndote alabanzas y honor y gloria y poder en Aquel que los
amó y se dió a sí mismo por ellos. Concede estas humildes peti-
84
ARNOLDO CANCLINI
ciones, te lo imploro oh Señor, por la gracia de nuestro Salvador
Jesucristo. Amén. Pioneer Cave. 7 de agosto, 1851.
"/^ de agosto, jueves. — El último domingo, el 10, me sentí
tan débil que guardé cama durante todo el día pero ansiando
estar levantado tanto como sea posible, sobre todo por míster
Maidment. Fui a la caverna los tres días siguientes pero ayer
me di cuenta de que el esfuerzo de entrar y salir de nuestro
bote y caminar aun esa corta distancia era demasiado para mí
y sólo sirve para reducir la poca fuerza que me resta.
"Hoy estoy necesariamente compelido a guardar cama, con
poca esperanza de volver a dejarla, a menos que plazca al Señor,
en su misericordia y compasión, socorrernos y concedernos el
alimento que tanto necesitamos. Lamento esto no por mí, sino
porque ello reporta una carga adicional sobre mi amable y
ciertamente fraternal compañero que, a menudo, trabaja infa-
tigablemente más allá de sus fuerzas para procurar lo necesario
para nuestra subsistencia y comodidad.
"A Él debo considerarlo como el instrumento humano a
quien debo agradecer por tales cosas, ya que estoy acostado y
relativamente sin ayuda y, debido a su estado de debilidad, debo
serle una carga y una prueba severa. Pero el Señor ha sido muy
bemgno con nosotros; nos han sido provistos alimentos y com-
bustible y gozamos de muchas bendiciones, especialmente en la
posibilidad que ha sido dada a nuestro compañero de proveer
para nuestro mantenimiento, lo que hace siempre con mucha
incomodidad para sí, pero siempre con la mayor voluntad. En
esto debo señalar la mano de mi benigno Padre Celestial que
sabe lo que necesitamos y que ha creído bien, en su sabiduría,
llevarnos muy abajo. Él no aflige voluntariamente, hay en todo
una necesidad y oro por gracia para recibirlo como un mise-
ricordioso medio de llamar al recuerdo al pecador, derribando
al orgullo y haciéndome esperar más implícitamente en mi Dios.
"Mi oración a Él es que si, en su abundante compasión, Él
ve bien no levantarme con fuerza y prolongar mis días, yo sea
más agradecido por sus bondades y sea fiel mayordomo de todo
lo que ponga a mi cargo, considerándome a mí y a todo lo
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
35
que poseo, no como mío sino como algo suyo, por lo que habré
de rendir cuentas.
"Viernes 15 de agosto. — Hace unos dos meses arranqué algo
de hierba de las rocas, la que fué hervida como experimento,
por si llegaba el caso de que nos faltara alimento. Resultó ser
tolerablemente suave, apetitosa y fácilmente masticable. No
pensamos más en ella hasta hace unos días, cuando Mr. Maid-
ment encontró dificultad en conseguir lapas y mejillones y los
viejos tallos de apio se están poniendo de muy mal sabor y
desagradables. Con un poco de práctica en cocinar esta hierba
hemos descubierto que es un sustento de lo más providencial.
La herviremos hasta convertirla en gluten y no puede dejar
de ser muy nutritiva. Ahora es mi principal dieta, ya que las
lapas sólo pueden conseguirse en períodos especiales, cuando
la marea está alta. La hierba crece en pequeñas ramitas sobre
las rocas, tiene una hoja delgada, alechugada y semitransparente
y al romperla parece repollo picado, aunque de color verde
oliva. Debo agradecer a mi Padre celestial por dirigirnos a ella
y proveernos de una dieta tan agradable en nuestra actual ne-
cesidad. Esta hierba, que ahora llamamos la hierba de jalea,
llegó providencialmente a nuestra olla y descubrimos que se
disolvía formando una pulpa glutinosa. Mr. Maidment, que
amablemente se ocupa de cocinar, fué inducido a hervirla se-
paradamente y así fuimos misericordiosamente provistos de este
alimento inesperado y nutritivo. No es improbable que algún
día se convierta en artículo de comercio.
"25 de agosto. — El sábado a la tarde vino Pearce (del Speed-
ivell) trayendo tristes noticias: José Erwin está decayendo rá-
pidamente y no ha hablado desde el día anterior. Mr. Williams
lo considera más allá del poder de la ayuda humana. Ayer (24)
Mr. Maidment fué hasta el río Cook y encontró que había
sido removido de entre nosotros y entrado al descanso eterno
a las seis de la tarde. Así uno y otro de nuestro pequeño grupo
misionero son reunidos por el Buen Pastor en una heredad
mejor, para tareas más elevadas y gloriosas. Los tiempos de
nuestras vidas están en sus manos y Él puede levantar a otros
36
ARNOLDO CANCL1NI
mejor calificados que nosotros para entrar en estas labores. No
podrá haber un agente más activo, consciente y verdaderamente
eficiente que nuestro profundamente lamentado carpintero que
acaba de partir. Dos veces me ha acompañado a Tierra del
Fuego y en todas las ocasiones demostró ser digno de mi mavor
confianza y estima. La Sociedad ha sufrido una pérdida que
será difícil reparar adecuadamente.
"La hierba de jalea se nos ha hecho últimamente tan indige-
rible que apenas podemos tomarla, por lo que nos vemos redu-
cidos al caldo de mejillones, con algunas lapas ocasionales. Esta
hierba actúa diferentemente según las distintas constituciones.
Míster Maidment la ha encontrado muy laxante por lo que ha
debido abandonarla. Yo sólo puedo comer la parte blanca de
las lapas que es muy nutritiva.
"27 de agosto. — Mr. Maidment fué al río Cook para cele-
brar los oficios fúnebres en la tumba de nuestro carpintero, pero
no encontró nada preparado.
"Otra brecha ha sido hecha entre nosotros por la providen-
cia de Dios. Juan Bryant, que por mucho tiempo estuvo deca-
yendo, murió ayer. En ese momento no había nadie con él;
estaba en la cama y allí lo encontraron en la mitad del día,
habiendo abandonado su tabernáculo terrenal y no dudamos
que ahora está gozando con fruición de la bendición de la
presencia de Dios, junto con los otros lamentados siervos de
la misión que ya han partido.
"Juan Pearce está muy débil. Estamos separados casi por
completo ya que no hay más que uno aquí y otro en el río
Cook para conseguir leña, cocinar y suplir las necesidades de
los que están imposibilitados de abandonar sus respectivos botes
y ambos estarían mejor en sus camas que soportando las fatigas
de tan abrumadores trabajos. Pero el Señor es muy misericor-
dioso y de tierna compasión; conoce nuestras fuerzas; señala
y mide todas sus dispensaciones aflictivas y cuando su tiempo
haya llegado Él nos removerá a su reino eterno y glorioso o
sustentará nuestros languidecientes cuerpos con alimento con-
veniente. Oro para que en cualquier estado en que por su sabia
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
87
y benigna providencia yo sea colocado, esté contento y espere
pacientemente el desarrollo de su justa voluntad para conmigo,
sabiendo que Él hace bien todas las cosas."
Solo en su bote dormitorio, Gardiner escribió una carta de
despedida a su hijo, fechada el 27 de agosto de 1851, en En-
senada Earnest, Tierra del Fuego. Daremos de ella algunos
párrafos:
"El Señor en su providencia está tomando en su seno a uno
y a otro de nuestro pequeño grupo misionero y no sé con
qué prontitud ha de llamarme con su gracia abundante y su
amor redentor, a unirme a la compañía de los santos allá arriba,
donde duran los goces para siempre. Es mi deseo, sin embargo,
preparar esta carta para ti, para que tengas la última prueba
de mi afecto por ti y mi fervoroso deseo por tu bienestar
temporal y espiritual ... Si pluguiera al Señor inclinar tu cora-
zón para que te dieras al ministerio del Evangelio, luego de
las Sagradas Escrituras y los libros devocionales, haz del griego
y del hebreo tus principales estudios: el último no debe ser
omitido por ninguna razón. La botánica es un estudio muy útil
y agradable; si te fueras lejos, el conocimiento de las plantas
y sus propiedades te será muy provechoso. También algo de
medicina ... El próximo punto es tu profesión y ha llegado
ahora el momento en que debe ser elegida. Es un asunto muy
grande para decidirlo con rapidez; será el punto en que ha de
girar tu vida y tu futura felicidad dependerá en mucho de la
elección que hagas. Cuídate de seguir tus propias inclinaciones
demasiado de cerca. Hay un solo método de llegar a una con-
clusión satisfactoria. Pon todo el asunto delante del Señor, como
Ezequías, pídele consejo y no te apoyes en tu propio enten-
dimiento y tarde o temprano encontrarás un camino abierto
delante de ti, si pides su enseñanza y guía. Cuando finalmente
hayas decidido esto, entonces sigue el mismo camino en relación
con la esfera particular a que hayas de dedicarte. Pero, te hago
afectuosamente esta advertencia: no pienses en entrar al minis-
terio del Evangelio a menos que sientas conscientemente que
estás constreñido por el amor de Cristo y el sincero deseo de
88
ARNOLDO CANCLIN1
ganar almas para Él. . . Tu abuelo me dio esta orden que te re-
pito: «Lleva una vida útil» y agregaré: «Toma la Palabra de
Dios como tu guía y constátala diligentemente, con oración al
Espíritu Santo para que abra tu entendimiento», porque no es
el mero conocimiento de su contenido, extendido, aclarado o
criticado, lo que te llevará seguro a través de las trampas y ten-
taciones de este mundo pecador, sino cuando es recibida como
la leche de la Palabra por la que nuestras almas son diaria-
mente nutridas y fortificadas; entonces, y sólo entonces, crece-
mos por ella y estamos preparados para los cuidados y fatigas
de la vida y somos renovados en nuestro hombre interior; así
estamos capacitados para comprender la doctrina que profesa-
mos y llegar gradualmente a encontrar aquella heredad inco-
rruptible e inmaculada que no pasa, reservada para los que
viven por la fe en el Señor Jesucristo."
Al día siguiente, redactó una afectuosa despedida a su hija
y el 29 escribió una carta a su esposa en la que le decía:
"Si me fuera concedido un deseo para el bien de mis pró-
jimos, sería el de que la Misión de Tierra del Fuego fuera pro-
seguida con vigor, junto con el trabajo en Sud América, espe-
cialmente entre la rama Chilidugu (los indios del sur de Chile).
Pero el Señor dirigirá y lo hará todo, porque los tiempos y las
sazones son suyos y los corazones de todos están en sus manos."
No hay nada registrado en el diario el domingo 30 de
agosto, pero en su libro de oraciones quedan papeles que se-
ñalan las lecturas de ese día. Tampoco se mencionan los dos
siguientes, pero sabemos que el 2 de septiembre terminó un
extenso documento que constaba de las siguientes partes: "Es-
bozo de un plan para conducir las futuras operaciones en Tie-
rra del Fuego", "Fragmento de un llamado a los cristianos bri-
tánicos en ayuda de América" y "Fragmento de un pedido al
gobierno para ayuda de la Misión". Este largo memorándum,
publicado más tarde por el secretario de la Sociedad, explicaba
la forma en que él creía que debía continuarse el trabajo. Fun-
damentalmente, la idea era fundar un establecimiento en las islas
Malvinas, llevar allí algunos nativos, enseñarles inglés y apren-
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
89
der de ellos el idioma fueguino, para tener así una entrada al
resto de los indígenas. Además aconsejaba la compra de una
goleta o un bergantín de unas cien toneladas para ser usado
como barco misionero.
El resto del diario está escrito con lápiz y comienza tres
días antes de su muerte. Es lo que sigue:
"3 de septiembre, miércoles. — Mr. Maidment volvió (de
enterrar a José Envin y Juan Bryant) completamente exhausto.
El día era malo: nieve, cellisca y lluvia. Desde ese día, no se
ha restablecido física y mentalmente. Deseando evitarle la mo-
lestia de atenderme y por mutua comodidad, le propuse, en lo
posible, ir al río e instalarme en el bote. Esto fué intentado el
sábado pasado. Sintiendo que no me sería posible hacerlo sin
muletas, Mr. Maidment me hizo un par (dos ramas con hor-
quetas) con mucha amabilidad aunque con no poco esfuerzo
para su débil estado. Partimos juntos, pero pronto descubrí que
no tenía fuerzas para seguir y me vi obligado a regresar antes
de llegar al arroyo en nuestra propia orilla. Mr. Maidment es-
taba tan exhausto ayer, que no se levantó de su lecho hasta me-
dio día; por consiguiente, no he probado nada desde ayer. No
puedo dejar el lugar en que estoy y por eso no sé si él está
aún en la carne o gozando de la presencia del Dios misericor-
dioso, a quien sirvió tan fielmente. Escribo esto a las diez de la
mañana. Bendito sea nú Padre celestial por las muchas bendicio-
nes que estoy gozando: un lecho confortable, ningún dolor, ni
aun las apreturas del hambre a pesar de estar excesivamente
débil; sólo que es un gran esfuerzo, pero estoy por su gracia
abundante conservado en perfecta paz, refrescado con la me-
moria del amor de mi Salvador y en la seguridad de que todo
está sabia y misericordiosamente señalado y oro para que pueda
recibir toda la bendición que sin duda ha sido designada para
que yo goce. Todo mi cuidado está puesto en Dios y sólo es-
pero su tiempo y su buena voluntad para que Él disponga de
mí como crea mejor. Que yo viva o muera, queda en sus manos.
Encomiendo mi cuerpo y mi alma a su cuidado y providencia
y oro con fervor para que tome misericordiosamente bajo la
90
ARNOLDO CANCLINI
sombra de sus alas a mi querida esposa y a mis hijos; que los
conforte, los guíe, los fortalezca y santifique en todo; que po-
damos todos juntos, en un mundo resplandeciente y eterno,
alabar y adorar su bondad y su gracia, al redimirnos con su
preciosa sangre y sacarnos como de las brasas del fuego para
gozar de la adopción de hijos y hacernos herederos de su reino
celestial. Amén.
"4 de septiembre, jueves. — Ya no hay lugar r dudas de que
mi querido compañero de labor ha terminado sus sufrimientos
terrenales y se ha reunido a la compañía de los redimidos, en
la presencia del Señor, a quien sirvió tan fielmente. En estas
circunstancias fué una providencia misericordiosa que él de-
jara el bote, pues yo no hubiera podido mover el cuerpo. Dejó
algo de peppermint, que yo he mezclado, lo que ha sido un
gran alivio, pues no me quedaba nada para beber. Temiendo que
pudiera sufrir de sed, oré al Señor que me fortaleciera para
poder conseguir algo. Benignamente contestó mi pedido y ayer
me sentí capaz de salir y recoger una cantidad suficiente de
agua que goteaba de la popa del bote por medio de uno de mis
chanclos de goma. ¡Cuántas bendiciones estoy recibiendo de las
manos de mi Padre Celestial! ¡Bendito sea su santo nombre!"
nj de septiembre , viernes. — Grandes y maravillosas son las
gracias de amor de mi bondadoso Dios. Me ha preservado has-
ta ahora y durante cuatro días aun sin alimento corporal, sin
ningún sufrimiento de hambre o de sed."
Aquí terminan las anotaciones del diario. Tenemos aun
una carta que escribió a su compañero del otro barco, también
con lápiz, v que fué encontrada en la playa, descolorida y ras-
gada. Se ha borrado en parte, pero su contenido ha sido re-
construido en la siguiente forma:
"Mi querido Mr. Williams:
El Señor ha creído bien llamar al hogar a otro de nuestra
pequeña compañía. Nuestro querido hermano que ha partido
dejó el bote el martes a mediodía y no ha vuelto desde enton-
ces; sin duda, está en la presencia del Redentor a quien sirvió
tan fielmente; aun un poco más v por su gracia podremos re-
•'HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
91
unirnos a aquella bendita muchedumbre a cantar alabanzas a
Cristo por la eternidad. No tengo ni hambre ni sed, a pesar
de cinco días sin comer; maravillosa gracia de amor, a mí,
pecador.
Su afectuoso hermano en Cristo.
Alien F. Gardiner
6 de septiembre de 1851."
¡Cuesta creer que estas líneas havan sido escritas por un
moribundo a alguien que va hacía varios días que había dejado
de existir!
Posiblemente, Gardiner murió ese mismo día y, ante ello,
creemos acertado repetir aquellos versículos del Apocalipsis,
que su cuñado y primer biógrafo, John W. Marsh, agregó
como único comentario a tan glorioso fin.
"Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los man-
damientos de Dios y la je de Jesús. Y oí una voz del cielo que
me decía: Escribe: Benditos los muertos que de aquí adelante
mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de
sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen. No tendrán más
hambre, ni sed porque el Cordero que está en medio del trono
los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas, y Dios limpiará
toda lágrima de los ojos de ellos.''''
EL ANUNCIO LUCTUOSO
1851 - 1852
Causas del retraso. — Hallazgo de los restos por el "John
Davison" y el "Dido"
Al ver el terrible fin de aquellos heroicos misioneros, nos
sobreviene una duda: ¿por qué no llegó el barco que habría de
socorrerlos?
En fecha oportuna, Gardiner había encargado al Señor Sa-
muel Lafone, de Montevideo, que algún tiempo después en-
92
ARNOLDO CANCLINI
viara a Banner un navio con provisiones en previsión de cual-
quier eventualidad. Pero la falta de éste tenía su explicación:
Lafone había enviado ya dos barcos con dicho encargo, uno
en enero y otro en junio o julio, pero el primero naufragó en
una tormenta y el segundo no cumplió las órdenes recibidas
y cambió de rumbo.
Sólo veinte días después de la muerte de Gardiner, par-
tió de Montevideo el John Davison, que habría de cumplir con
su cometido, aunque ya era demasiado tarde. Iba al mando del
capitán norteamericano Guillermo Smiley, que habría de tener
una larga actuación en los mares del sur, lo que le reportaría
el nombramiento de cónsul.
El 21 de octubre llegaron a Banner, donde encontraron
pintado en la roca el cartel en que los misioneros declaraban
haber ido a Puerto Español. Luego, siguiendo las instrucciones
cavaron al pie de la roca y encontraron dentro de una botella
una nota explicativa.
Al día siguiente, presintiendo lo peor y a pesar del hura-
cán que estaba soplando, Smilev fué apresuradamente al lugar
indicado. "Corrimos a Puerto Español", dice en su diario.
Apenas llegaron encontraron al Speedivell y al bajar a tie-
rra se presentó a su vista "un espectáculo horrible en extremo".
En medio de la confusión de herramientas y papeles, yacían
los cadáveres de Williams v Pearce; cerca de allí estaba ente-
rrado Badcock. Sobre la playa, también estaba el diario del pri-
mero, milagrosamente conservado; por él se enteró Smiley de
los detalles de aquella tragedia.
Mientras tanto, la tormenta se hacía cada vez más y más
amenazadora y era peligroso permanecer en aquel lugar poco
protegido. Enterraron apresuradamente los cadáveres y par-
tieron en busca de una bahía más segura. "Los dos capitanes
que iban conmigo en el bote lloraron como niños ante el es-
pectáculo", declara Smiley. Estaba también, en calidad de ofi-
cial, el marino argentino Luis Piedrabuena, que llegaría a ser
famoso; igual declaración hace éste en su diario, agregando que
" HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
93
"los marinos se lloran porque en la desgracia son siempre her-
manos".
La tempestad los obligó a alejarse a pesar de sus deseos de
buscar el resto del grupo, sobre cuya suerte había muy pocas
dudas. El capitán lo comunicó a Lafone, agregando que Gardi-
ner había cometido un error al quedarse allí, sin intentar llegar
a las Malvinas o a algún otro sitio donde pudieran ser más
fácilmente descubiertos.
Sin embargo, él mismo reconoció posteriormente que en el
estado de enfermedad en que -se encontraban les hubiera sido
imposible. La elección del lugar ha sido y es aún muy criti-
cada. La bahía Aguirre es uno de los puntos más desolados de
la costa fueguina y muy poco apta para navios de cierto cala-
do; además, Puerto Español se encuentra fuera de la vista de
los barcos que pasan por el canal Beagle. Pero todo tiene su
explicación: Gardiner y sus compañeros huyeron de Banner
por la hostilidad de los indígenas y les era necesario, por lo
tanto, radicarse donde no fueran molestados por ellos. ¡La bahía
Aguirre era un lugar tan carente de recursos que ni los salva-
jes lo frecuentaban! Esa fué la razón por la que escogieron
aquel punto, detalle que muy pocos comprenden y que les aho-
rraría su perplejidad ante lo que creen un error en un marino
experto como Gardiner.
Mientras tanto, en Inglaterra, la ansiedad del comité de la
Misión era cada día mayor ante la carencia de noticias y la im-
posibilidad en que se encontraban de ir en busca de los que ha-
bían partido a Tierra del Fuego. Finalmente, resolvieron pedir
ayuda al gobierno, y el Almirantazgo británico, que no podía
olvidar los fieles servicios prestados por Gardiner, envió el na-
vio de Su Majestad Dido, a las órdenes del capitán Morshead,
que partió de las Malvinas el 6 de enero de 1852 y llegó a
Banner el 19 del mismo mes sin tener noticias del descubri-
miento hecho por el John Davison hacía algo más de dos meses.
Vieron también el cartel de la roca, pero no encontraron
las botellas porque Smiley las había retirado, pero igualmente
fueron a Puerto Español.
94
ARNOLDO CANCLINI
Apenas llegaron, vieron un bote en la playa, que resultó
ser el Pioneer. Fueron enviados dos oficiales que volvieron al
poco rato con los papeles y la noticia de que habían encontrado
los cadáveres de los misioneros. Al día siguiente, el capitán
Morshead bajó a inspeccionar personalmente el terreno. Los
restos de Gardiner estaban junto al bote, del que posiblemente
había salido y no tuvo fuerzas para volver a entrar; Maidment
fué encontrado dentro de la caverna a la que fueron dirigidos
por la mano pintada en la roca, debajo de la cual se habían
puesto los versículos del 5 al 8 del Salmo 52.
Se encontró el diario de Gardiner y algunas líneas de Maid-
ment, sorprendentemente conservados. No puede explicarse hu-
manamente la forma cómo aquellos papeles, sometidos a la
lluvia, al viento y a la nieve, no sólo no fueron deshechos y
dispersos, sino que, con pocas excepciones, quedaron en per-
fecto estado.
De Maidment no se encontró diario, sino algunas páginas
escritas en versos no muy pulidos. En una de ellas, traducida
literalmente, decía:
"Ven, oh alma mía. levántate y reposa
sobre el eterno amor;
olvida esta transitoria escena
y alaba las alegrías de lo alto.
Aunque una espesa nube ha escondido mi alegría
por su todopoderosa voluntad,
sus bondades no pueden dejar de manar;
mi Dios aun es clemente.
Aunque mi pan cotidiano haya faltado
yo sé de quién viene,
y sus fieles promesas
son cada día las mismas,
sus palabras las mismas para siempre.
Sí, bendito pensamiento, ellas no pueden faltar
aunque la tierra y el cielo se deshicieren."
Todos estos documentos fueron colocados en un cofre de
hierro para ser presentados al Almirantazgo, que posteriormen-
"HASTA LG ULTIMO DE LA TIERRA
95
te los presentó a la misión, cuyo secretario, Jorge Pakenham
Despard, habría de publicarlos.
Los restos de los misioneros fueron recogidos y enterrados
el 22 de enero, efectuándose un oficio religioso apropiado,
mientras las banderas del Dido y de los botes ondeaban a me-
dia asta y la artillería del barco disparaba las tres salvas que
correspondían a Gardiner por su graduación naval.
Al mediodía, el barco se alejaba nuevamente de aquellas
tierras, para dirigirse a Valparaíso, desde donde comunicaron
a las autoridades inglesas su actuación, cerrando así el último
capítulo de tan trágica historia.
Vista de Puerto Español.
Jorge Packenham Despard. Waite H. Stirling, con Urupa, Threeboys, Sisoi y
Jack en Inglaterra.
Tomás Bridges.
Juan Lawrenee.
TERCERA PARTE
LA OBRA DE LA MISION EN EL SUR ARGENTINO
I
PRIMEROS TRABAJOS DE LA MISION
1852-1855
Impresión desfavorable causada por la muerte de Gardiner. —
Resolución de continuar el trabajo. — Opiniones autorizadas.
— El Alien Gardiner. — La isla Keppel. — Primer viaje a Tierra
del Fuego y encuentro con Jemmy Button
Las noticias del desastre que hemos relatado se difundieron
rápidamente al llegar a Inglaterra y la prensa se hizo eco del
clamor popular que manifestaba los más encontrados sentimien-
tos. Podemos citar, por ejemplo, a la revista Illustrated hondón
Neivs que el 8 de mayo de 1852 publicó un par de páginas con
noticias y dibujos del hallazgo de los restos.
Junto con expresiones de dolor y piedad, llegaban a las
autoridades de la misión y especialmente al secretario honora-
rio, el pastor Jorge Pakenham Despard, críticas de toda ín-
dole. Había quienes opinaban que la misión en sí era un error
y otros que sólo se había fallado en el método, en forma ver-
gonzosa. Se acusaba a los misioneros de falta de organización
y previsión para esfuerzos que no sólo habían costado una can-
tidad de dinero, sino también la vida de siete hombres que po-
drían haber sido útiles a Dios en su patria, en cualquier otra
forma.
Pero, para Despard y los demás, las críticas no tenían im-
portancia. Su preocupación era sólo una: si debía continuar o
no la misión en la Patagonia y Tierra del Fuego. Se resolvió
consultar la opinión de quienes podían comprender la situa-
ción y se comenzó por el capitán Morshead, quien, al mando
del Dido, había descubierto los restos de Gardiner. Dicho ma-
100
ARNOLDO CANCLINI
riño escribió una carta a Despard en la que decía: "En lo que
respecta al capitán Gardiner y a su grupo, nadie debe llorar
por ellos porque sus sufrimientos han terminado y están gozan-
do de un mundo más brillante y más feliz, en la presencia de
Aquel a quien sirvieron tan fielmente. Sólo puedo decir que
no creo que usted o la Sociedad deban desanimarse para con-
tinuar en lo posible la causa en la que se han embarcado, y el
éxito final es tan cierto como evidente el estado de degradación
de los nativos. Su estado es un perfecto descrédito para la época
en que vivimos, estando a pocos cientos de millas de una co-
lonia inglesa. Han de superarse muchos obstáculos y los pri-
meros esfuerzos del capitán Gardiner son ahora los faros más
seguros para evitar muchas de las dificultades con las que él
tuvo que luchar. La isla Picton fué bien elegida y la ensenada
Banner es un hermoso ancladero. Dejar las provisiones en las
Malvinas fué un error. El capitán Gardiner y la Sociedad, en
otros asuntos, parecen haberse desempeñado bien, de acuerdo a
las circunstancias."
Frente a este testimonio y a palabras semejantes que el
capitán Alorshead incluyó en su informe al Almirantazgo, sólo
quedaba un camino a seguir y Despard asumió la responsabi-
lidad publicando su relato con las siguientes palabras: ''Con la
ayuda de Dios, la Misión de Tierra del Fuego será mantenida".
Además reunió una serie de documentos que se referían a la
historia de la misión, incluyendo los diarios de Gardiner y de
Williams, publicándolos bajo el título de Hope deferred, not
lost (Esperanza postergada, pero no perdida), nombre que era,
sin duda, un retrato de su carácter.
Mientras la Sociedad estudiaba el plan dejado por Gardiner
sobre la creación de un establecimiento en las islas Malvinas
para educar indígenas llevados desde Tierra del Fuego, Des-
pard recibió dos comunicaciones de importancia: una del se-
ñor Lafone, de Montevideo, de quien conocemos los esfuerzos
por socorrer a los misioneros y otra del capitán J. Sullivan,
conocido marino de los mares australes, recién llegado de las
Malvinas, donde había estado actuando como inspector naval.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
101
Ambas coincidían en forma tan admirable con la del capitán
Morshead que eran prácticamente de idénticas ideas.
Finalmente, se aceptó el plan antedicho y para ello se re-
solvió la construcción de una goleta que llevaría el nombre obli-
gado: Alien Gardiner. Esta embarcación serviría tanto de mo-
numento flotante como de medio para cumplir con los deseos
del fundador de la misión.
Se pensó que era conveniente consultar al capitán Fitz
Roy y su respuesta se condensa en estas palabras: "Me parece
que el plan es factible y relativamente seguro; que ofrece una
mayor perspectiva de éxito que la mayor parte de las empre-
sas misioneras en sus comienzos y que sería difícil sugerir uno
menos objetable."
Además se recibió una carta del capitán Nicholls, que ha-
bía llevado la primera noticia de la muerte de los misioneros.
Decía así: "Creo que su misión es practicable y muy deseable,
si es dirigida sabiamente".
Por fin, el 19 de noviembre de 1853, se puso la quilla a la
goleta en los astilleros de Dartmouth, elevándose una oración
en agradecimiento por aquella gracia divina.
El 11 de junio del año siguiente estaba terminada y se rea-
lizaba a bordo una ceremonia para dedicar el navio a la obra
del Señor. El Alien Gardiner era un bergantín-goleta de tan
sólo ochenta y ocho toneladas, 19.50 metros de eslora, 4.75 de
manga y 3.05 de calado. Las embarcaciones de este tipo tienen
dos palos con un aparejo de velas cangrejas, completado con
dos vergas en el trinquete para juanete y gavia.
Poco después se publicó en el Times un anuncio en el
que se pedía un capitán para el barco y un clérigo para hacerse
cargo del establecimiento que se fundaría en las Malvinas.
Para este último puesto, se presentó el joven James Garland
Phillips, nacido en Bermondsey, de veinticinco años. Como
aun no había recibido las órdenes, se resolvió que desempeña-
ría las funciones de maestro catequista y que la superinten-
dencia sería ejercida por el cirujano, míster Ellis, hasta tanto
se encontrara la persona apropiada.
102
ARNOLDO CANCL1NI
El capitán apareció en la persona de Guillermo Parker
Snow, marino competente que acababa de regresar de un viaje
de dos años por Oriente y, que según él mismo declara, escribió
obedeciendo a un impulso momentáneo que sintió al leer el
anuncio del Times a pesar de su deseo de gozar de un des-
canso que consideraba merecido.
Se firmó con él un contrato de tres años y se rechazó su
oferta de trabajar gratuitamente; en cambio, se accedió a su
deseo de llevar a su esposa consigo, la que, según Snow, fué
de mucha utilidad. Se le encargó que buscara a los tripulantes
con la exigencia de que todos debían ser creyentes, lo que puso
en aprietos al capitán porque la piedad de los marinos no siem-
pre es muy profunda. Además viajaban Ellis, Phillips, el carpin-
tero Dyas y el albañil Webber, que componían el llamado land-
party, gente de tierra.
El 19 de octubre se celebró en Bristol, adonde se había
llevado el barco, la reunión de despedida en la que se elevaron
oraciones pidiendo la ayuda del Señor y en la que se dieron a
Snow y a Phillips las instrucciones que figuran en otra parte
de este libro. La partida se efectuó cinco días después y la
goleta puso rumbo a Madeira (adonde llegaron el 15 de no-
viembre.
Una semana después estaban en San Vicente, en las islas de
Cabo Verde, y el 10 de diciembre cruzaban el ecuador. Dos
días más tarde, pararon en la pequeña isla Fernando de No-
ronha, donde funcionaba un presidio brasileño y allí tuvieron
oportunidad de regalar varias Biblias a las autoridades v a los
reclusos.
Después de parar en Río de Janeiro llegaron r las Malvinas
el 28 de enero, frente a Puerto Egmont, lugar donde estuvo el
primer establecimiento inglés del archipiélago. Como el mal
tiempo les impedía entrar, Snow resolvió detenerse en una bahía
llamada Keppel, frente a una pequeña isla del mismo nombre.
Había llegado hasta allí con el encargo de encontrar un
lugar donde establecer la sede de la misión y se había insinuado
uno llamado White Rock Harbour o Puerto de la Roca Blan-
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
103
ca, aunque con libertad de elegir cualquier otro, siempre que
estuviera en la isla occidental o en sus proximidades. Después
de recorrer el islote de Keppel, tanto Snow como los misio-
neros estuvieron de acuerdo en que aquél era un buen punto
para fijar el establecimiento. Su pequeño tamaño era una ven-
taja; tenía un buen puerto natural, estaba cubierto de exce-
lentes pastos y se encontraba alejado de Puerto Stanley, la
capital, donde había cierto número de establecimientos de
pesca, cuya posible influencia perniciosa sobre los indígenas
querían evitar a toda costa los miembros de la Sociedad.
La isla tenía cinco kilómetros de circunferencia y era muy
montañosa, culminando con un pico también llamado Keppel.
Tenía tres pequeños lagos de agua potable y estaba cubierta
de arbustos y pastos. Miles de aves acuáticas eran hasta enton-
ces sus únicos pobladores. En el lado oeste presentaba una
bahía que fué llamada Comité en homenaje a la Misión y un
costado de ella fué elegido para levantar los futuros edificios
del establecimiento que recibiría el nombre de Cranmer.
El 5 de febrero de 1855 se tomó posesión de la isla. Es ne-
cesario aclarar que las autoridades de la Misión habían reci-
bido de Inglaterra una autorización de las autoridades britá-
nicas para hacerlo en condiciones realmente extraordinarias.
El Alien Gardiner fué empavesado y todos los tripulantes ba-
jaron a tierra, con excepción del cocinero hindú, que estaba
enfermo. En un mástil construido ad hoc se izó la bandera
británica y, después de una oración, el doctor Ellis y el capitán
pronunciaron sendos discursos. Aquella jornada feliz terminó
en forma desagradable, pues un marinero arrojó un papel en-
cendido provocando un incendio de los arbustos que no se
extinguió sino al cabo de quince días.
Poco después, se edificó una casa provisional y se lleva-
ron a tierra algunas ovejas y algunos cerdos y aves de corral
que se habían traído para formar la futura granja de la isla.
El 28 de marzo se puso la piedra fundamental de la casa de-
finitiva.
Mientras tanto, el Alien Gardiner había hechc un viaje a
104
ARNOLDO CANCLINI
Stanley, tocando en varios puntos como White Rock Harbour,
San Carlos, Port Williams. En la ciudad se ratificó con las au-
toridades coloniales la compra de Keppel.
El 5 de abril partieron hacia Montevideo, donde trabaron
relación con el señor Lafone. Luego hicieron dos viajes más
a Stanley y otro a Montevideo, en busca de materiales.
Finalmente, el 11 de octubre, llegó el ansiado día de par-
tir rumbo a los canales fueguinos.
Después de cruzar por el estrecho de Lemaire, la goleta
entró en Puerto Español, escenario de los sufrimientos y la
muerte del fundador de la misión. Al acercarse vieron restos
del Pioneer, cuerdas y aparejos desparramados por todas par-
tes; sobre un árbol cercano se encontraba aún el cartel que
había pintado la gente del Dido.
A pocos pasos, se encontraron algunos restos humanos que
indudablemente pertenecían a los infortunados misioneros y
que habían quedado sin enterrar. Una vez recogidos fueron
colocados dentro de la tumba, mientras Phillips leía un servi-
cio religioso apropiado; después de entonar algunos himnos
acordes con la ceremonia, se procedió a fijar una placa en el
árbol más cercano a la tumba. Su inscripción era la siguiente:
Consagrada a la memoria
de los
lamentados mártires misioneros
Alien F. Gardiner, capitán, R. N.
Ricardo Williams, cirujano
Juan Maidment, catequista
José Erivin, carpintero
Juan Bryant, marinero
Juan Badcock, ídem,
Juan Peacock, tde?n,
quienes después de muchas fatigas y privaciones pro-
vocadas por la falta de alimentos, abandonaron esta
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
105
vida entre el 28 de junio y el 6 de septiembre de 1851.
Sus restos están enterrados cerca de aquí.
Esta inscripción ka sido erigida (es ?naravilloso decirlo y
admirable señalar los caminos inescrutables de la providencia
divina) por el capitán y la tripulación de un barco construido
de acuerdo a los deseos del arriba ?nencionado capitán Gar-
diner y bautizado con su nombre; el catequista presente en
la erección lee el servicio apropiado para la ocasión, todo bajo
la dirección de la Sociedad Misionera de la Patagonia o de
Sud América a la que pertenece el barco y de la que fué fun-
dador el capitán Gardiner.
Siguen los nombres de las autoridades de la Misión y la
fecha: 19 de octubre de 1855, o sea el aniversario de la des-
pedida de Inglaterra. Es interesante observar el nombre que se
da a la Misión: "Sociedad Misionera de la Patagonia o de Sud
América". Es esta una transición antes de adoptar definitiva-
mente el de "Sociedad Misionera de Sud América", que se usa-
ría en el futuro.
Una vez colocada la placa, Snow dijo unas palabras apro-
piadas y luego todos se fueron menos él y su esposa, que que-
daron durante un rato "con los sentimientos y las ideas que
el lector puede suponer", según expresión del mismo capitán.
Más tarde el matrimonio recorrió los alrededores, espe-
cialmente la cueva del Pioneer, donde encontraron restos de
ropa e instrumentos marítimos; en el lugar donde supusieron
que estaban enterrados Pearce y Erwin elevaron una oración.
De Puerto Español, el Alien Gardiner fué a la bahía Ban-
ner, donde, por primera vez, tuvieron contacto con los nati-
vos, por medio de una familia compuesta de cinco personas
que subió a bordo. La goleta recorrió toda la bahía y vió a lo
lejos los carteles dejados por Gardiner y también a n gran
número de indígenas.
Luego visitaron la isla Lennox y de allí volvieron al ca-
nal Beagle para ir a la bahía de Wulaia. Se recordará que en
este lugar el capitán Fitz Roy había dejado durante unos días
106
ARNOLDO CANCL1NI
al misionero Matthews, junto con unos indios que habían sido
llevados a Inglaterra, de los cuales más tarde sólo encontraron
al joven a quien habían llamado Jemmy Button. Pues bien, el
Alien Gardifier iba en busca de este indígena en la esperanza
de que a pesar de los veintitrés años transcurridos, no se hu-
biera olvidado del inglés, para tener así un medio cómo apren-
der el idioma fueguino. Además, no debe olvidarse que los
yaganes eran nómadas v que si se radicaban en un lugar era
sólo momentáneamente. La única esperanza que tenían de dar
con él era la de que su tribu visitara Wulaia periódicamente
y encontrarlo allí o por lo menos a algún indígena que diera
alguna noticia de él.
El 1^ de noviembre el Alien Gardiner fondeó ante la
isla Button, frente a la bahía de Wulaia. Ahora dejaremos al
capitán Snow que relate los hechos que sucedieron a continua-
ción, según los encontramos en el libro que escribió años más
tarde:
"Cuando me detuve en la isla Button, frente a Woollya
(forma inglesa antigua de escribir Wulaia y que equivale en
pronunciación), se observaba gran número de nativos desde la
costa junto a algunas canoas, ninguna de las cuales dejó la
costa. Se me ocurrió que, si Jemmy Button todavía vivía, era
posible que estuviera en esa isla en lugar de estar en Wulaia y
para darle — así lo esperaba yo — alguna referencia de qué y
quiénes éramos, hice izar los colores británicos hasta la punta
del mástil. Ni bien fueron desplegados y comenzaron a flotar
en el aire, pude ver a una o dos canoas navegando a remo rá-
pidamente hacia nosotros, mientras que por lo menos algunos
centenares de nativos se reunían en grupos sobre algunas al-
turas a lo largo de la bahía frente a la que estábamos pasando.
Como se puede suponer, yo estaba muy ansioso.
"Sin embargo, no hice bajar las velas hasta que una de las
canoas, adelantándose a las otras, llegó a cierta distancia de nos-
otros y aun entonces yo estaba tan cerca de la costa que sólo
detuve el barco un momento, mientras me colocaba en una pía-
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
107
taforma y gritaba a los nativos: «Jemmy Button, Jemmy But-
ton». Para mi infinita sorpresa y alegría, hasta el punto de de-
jarme mudo por un momento, uno de los cuatro hombres de
la canoa contestó: «Yes, yes, James Button»; y al mismo tiem-
po señaló la segunda canoa que se había puesto a su lado. Co-
rrer al timón, poner el barco de acuerdo al viento, arriar las
velas, llamar a toda la gente que en ese momento estaba co-
miendo y poner la proa hacia la isla Button, fué trabajo sólo
de un instante y, por un momento, sonó tan extraño en mi oído
el idioma inglés en los labios del nativo, que fui incapaz de
evitar una confusión momentánea. Mi esposa, Mr. Phillips y
los oficiales corrieron a cubierta, dejando el té, y creo que por
un momento todos estábamos tan atónitos ante semejante rea-
lización de nuestros ardientes deseos — y allí en vez de en
Woollya como habíamos esperado — que no había nadie a bor-
do que no se sintiera mudo de repente. En uno o dos segundos
más, Jemmy Button, el mismo hombre en persona, el prote-
gido del capitán Fitz Roy, aquel en quien nuestra misión apo-
yaba la mayor parte de nuestras esperanzas, estaba a nuestro
lado, bien y alegremente, dándonos la bienvenida con pala-
bras entrecortadas en mi propia lengua. Un momento después
estaba a bordo del Alien Gardiner, dando la mano de corazón
y tan amistosamente como si nos hubiera conocido durante
años. Antes de llegar a bordo, viendo que no había nada pre-
parado para que subiera gritó: «Where's the ladder? Jam-es
Button me» (¿Dónde está la escala? Yo, James Button) y tu-
vimos que arrojarle una soga para que subiera, dejando la escala
preparada inmediatamente después. La gran excitación que
produjo su llegada fué mostrada por la tripulación en diversas
formas que expresaban su ilimitado asombro. Era, por cierto,
de lo más extraño v afortunado, y ustedes que sienten como
nosotros la mano del Altísimo en ello, no pueden dejar de re-
conocerlo, como lo hicimos nosotros. . .
"El debía estar tan afectado como nosotros, se debía acor-
dar de muchas cosas y era evidente que eso le ocurría; decía
lo que quería como si su lengua se estuviera aflojando y las pa-
108
ARNOLDO CANCLIN1
labras acudieran a su memoria sólo después de pensar un mo-
mento.
"No tenía una conversación fluida* sino observaciones
cortadas y preguntas breves en nuestro idioma que demostraba
no haber olvidado y que parecía haber enseñado a su esposa
y a sus hijos. «E?igliss countrie; flag yes; me knoiv, very good;
captain Fitz Roy; Bynol; Bemiet; Walthamstoiv; Wilson; very
pretty bird; my ivife very good looks; bright coloured; all good
in Ingliss countrie; long ivay off; me syck in hamnock; very
bad; big ivater sea ivant braces.» (País inglés; bandera; sí; mí
sabe; muy bien; capitán Fitz Roy; Bynoe; Bennet (gente del
Beagle); Walthamstow (lugar donde vivió en Inglaterra); Wil-
son (su maestro); muy lindo pájaro (un canario de Snow);
mi esposa muy buena presencia; colores brillantes (en las me-
jillas); todo bueno en país inglés; viaje largo; mí enfermo en
hamaca; muy malo; mar de agua grande; quiero tiradores (al
dársele un par de pantalones que había pedido cuando vió a la
señora Snow). Muchas otras observaciones salían de sus labios.
Jemmy (se llamaba a sí mismo Jam-es Button) fué fácilmente
reconocido, lo mismo que sus hermanos, por el retrato que de
él dejó el capitán Fitz Roy en su relato."
Presentó a su segunda esposa, muv joven y bonita, y a sus
tres hijos cuando le preguntaron cómo se llamaba el mavor,
entendió cuántos hijos tenía y contestó Three boys (tres
muchachos) y desde ese momento el jovencito recibió el nom-
bre de Threeboys.
Cuando lo llevaron a comer, se encontró de nuevo con la
esposa de Snow, una Ingliss lady (dama inglesa) y pidió que
le dieran km fe to cut meat, and, and. .. (cuchillo para cortar
carne y... y...) el nombre del tenedor se le había ido de
la memoria.
Para hacer resaltar lo extraordinario del hecho de que el
indígena recordara el inglés aprendido hacía tanto tiempo, po-
demos citar el caso del misionero Livingstone que, después de
dieciséis años de permanencia en el Africa, había olvidado prác-
ticamente su propio idiovia.
UHASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
109
Además, en 1833, Fitz Roy declaraba que, al volver a
Wulaia, Jemmy Button encontraba grandes dificultades para
recuperar su lengua nativa.
Llegó el momento supremo. Le ofrecieron llevarlo a Kep-
pel, junto con su familia y para sorpresa y descorazonamiento
de todosi, se negó rotundamente. Toda insistencia fué inútil y
lo mismo ocurrió con los suyos. Al parecer, habían desapare-
cido las esperanzas inmediatas de los misioneros y no tuvieron
más remedio que dejarlo volver a tierra.
Al día siguiente, se presentó otra vez en el barco para des-
pedirse, junto con alguno de sus familiares que habrían de
recibir nombres ingleses; su hija Mary, su tío Joseph, sus her-
manos Tommy y Harry, luego llamado Billy. A algunos de
ellos volveremos a encontrarlos más adelante. Se les dió cuanto
de regalable había a bordo y todos se fueron definitiva y ale-
gremente.
Ya no había por qué quedar en Wulaia y el Alien Gardi-
ner partió de inmediato, por la ruta del Cabo de Hornos, no sin
antes explorar algunos otros puntos, como la bahía Packsaddle
e.i la isla Hoste, la bahía Gretton en Wollaston y otros lugares,
para llegar finalmente a Puerto Stanley.
II
DESPARD Y LA OBRA EN KEPPEL
. 1856-1859
Actitud de Snow. —t Nuevos misioneros — Jemmy Button en
Keppel. — Otros indígenas. — El trabajo en la isla — La masacre
de Wulaia
Al llegar a Stanley, Snow recibió del gobernador el encar-
go de ir a Montevideo en busca de la correspondencia, pero
antes de hacerlo, fué a Keppel para llevar las noticias de su
viaje.
110
ARNOLDO CANCLINI
El cirujano Ellis le comunicó entonces que había resuelto
renunciar debido a su poca salud e igual actitud asumió Web-
ber, el albañil, quienes solicitaron a Snow que los llevara al
continente. Phillips y Dyas debían, por consiguiente, quedar
solos en la isla, y esto pareció muy poco seguro al capitán que
así se los dijo. En vista de que ellos se negaban a abandonar el
lugar, fué a Stanley a pedir instrucciones al gobernador, quien
le comunicó que lo hacía responsable de lo que pudiera ocu-
rrir a los dos hombres.
Snow, puesto así en una situación muy incómoda, volvió
a Keppel e invitó a Phillips y a Dyas que fueran a bordo. Una
vez arriba, hizo izar el bote en que habían llegado y los con-
minó a que fueran con él. Ninguno de los dos cedió ante los
argumentos y las amenazas del empecinado capitán, quien se
vió obligado a dejarlos volver a tierra, llevándose cuatrocientas
libras de galleta y trescientas de carne salada.
La noticia de esta actitud de Snow, junto con otras an-
teriores y posteriores, tendientes a aumentar su autoridad, lle-
garon finalmente a oídos del Comité, que no se imaginaba cómo
solucionar tan grave problema.
Dado que no parecía posible encontrar un superintenden-
te apropiado para Keppel, Despard se ofreció para ocupar ese
puesto y fué aceptado. El 2 de junio de 1856 partió de Ply-
mouth en el Hydaspes; iban con él: Juan Furniss Ogle, que ha-
bía hecho a la misión una donación de quinientas libras y que
volvería a poco de llegar, para radicarse como misionero t
Orán, Argelia; Alien W. Gardiner, de veinticuatro años, único
hijo varón del fundador de la misión; Carlos Turpin, de dieci-
nueve años, también como misionero; Teófilo Schmidt, de
veinticuatro años, alemán, para actuar de intérprete, cuando
aprendiera la lengua fueguina; Foster como carpintero y Gui-
llermo Bartlett y su esposa, para encargarse de la granja en
Keppel. También viajaban la esposa de Despard y sus dos hijos
adoptivos, Tomás Bridges y Francisco Jones, de trece y dieci-
séis años respectivamente. De la historia posterior del último
sólo sabemos que murió tempranamente.
UHASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 111
Después de ochenta y dos días de navegación, llegaron a
Stanley el 30 de agosto y allí encontraron al Alien Gardiner.
Snow se negó a transportar en la goleta los víveres que Des-
pard había traído y éste, entonces, los llevó en otro barco.
Al volver, el capitán desconoció nuevamente su autoridad y
el superintendente resolvió destituirlo y tomar el mando de la
nave. Luego fué a Montevideo en busca de nueva tripulación,
el nuevo capitán se llamaba Bunt.
Luego todo el grupo fué a Keppel, adonde llegaron el 20
de octubre, día en que terminaron para Phillips y Dyas los
ocho meses de soledad que habían pasado.
Entonces se empezó a trabajar intensamente en las casas y '
en las quintas con sus cercos, para lo que no fué necesario
emplear a nadie, pues los mismos misioneros lo hicieron gusto-
samente. Comenzaban el trabajo a las seis y media y sólo lo
interrumpían de noche para practicar la lectura en castellano,
hebreo, griego y latín. Una vez por semana, Schmidt les daba
lecciones de música. El sábado a la tarde y el domingo no se
trabajaba.
De esta época es la conversión de J. E., un vasco que co-
menzó a leer la Biblia junto con Gardiner, hijo, y que, según
se dice, antes había sido "un siervo del pecado".
El 4 de febrero, Despard y Gardiner iniciaron la primera
recorrida por Tierra del Fuego, visitando en tres meses Puerto
Español y las bahías Banner, Bromefield y Lennox.
Ese mismo año, el superintendente hizo un viaje a Río de
Janeiro en busca de materiales y otro a Montevideo para con-
seguir una nueva tripulación, ya que la anterior se había en-
ganchado sólo por un año. Phillips hizo un viaje a Inglaterra,
de donde volvió con su flamante esposa.
El 8 de noviembre, Gardiner y Turpin estaban nuevamente
en Wulaia. Salieron a recibirlos varias canoas, encabezadas por
una cuyo ocupante llegaba cantando "Hillo, hoy, hoy"; se le
preguntó por Jemmy Button y el indígena señaló la isla
Button.
Al día siguiente, apareció Mary, la hija del indio requerido;
112
ARNOLDO CANCLINl
le mostraron todos los regalos que habían traído para él por
lo que la muchacha se resolvió a salir en su busca. Por fin,
llegó Jemmy diciendo que "su chica había tenido que remar
mucho para dar con él porque estaba long, long zxcay (muy,
muy lejos)".
La jovencita demostraba estar muy cansada, pero se alegró
mucho al recibir algunos regalos. Su padre fué luego con
Gardiner a tomar café con pan y manteca, como en sus días
en Inglaterra, y habló mucho de Darwin y del cirujano del
Beagle, llamado Bynoe. Luego el misionero fué con él a tierra y
le ayudó a cortar estacas para arreglar su choza, mientras el
indígena le contaba que un barco inglés había naufragado en
el territorio de otra tribu y que todos sus tripulantes habían
sido muertos.
Al día siguiente, él y su hijo Threeboys estuvieron presen-
tes en el culto a bordo y, para sorpresa de los que le rodeaban,
aceptó ir a Keppel. Las esperanzas de los misioneros se reini-
ciaron y comprendieron que el Señor estaba con ellos.
El trece era domingo y, en vista de ello, los misioneros no
querían comerciar con los indígenas, pero éstos no lo sabían
y se acercaron al barco con sus canoas. Como Jemmy estaba
a bordo, le pidieron que dijese a sus amigos que se fueran y él
entonces les gritó, no en vagan, sino en su mal inglés: "Yon go
aivay, church, by and by, no go to-day" (Ustedes vayanse,
iglesia, después, no ir hoy). Pero los demás entendieron e hi-
cieron caso.
Finalmente partieron el 24 de noviembre, llevando a Jem-
my, a su esposa y a sus tres hijos.
Así se comenzó el trabajo en Keppel. La familia Button
quedó allí todo un año, comportándose muy bien y demostrando,
especialmente Jemmy, mucha cortesía. Traía a Despard pes-
cados o flores silvestres por cualquier chuchería que le rega-
laban. Progresó mucho en su inglés, recuperando buena parte
de lo que había perdido, aunque se señala que entendía mucho
más de lo que hablaba. Cuando le preguntaron si volvería al
establecimiento decía: "Quizá, más adelante, mí no decir ahora".
' HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
113
En los primeros tiempos se mostraba bastante perezoso y no
llevaba la leña a la casa si no estaba muy cerca. Un día, Des-
pard lo reprendió diciéndole: "James, Dios ama a los hombres
buenos; los hombres buenos no son haraganes". El indio movió
la cabeza, como para señalar que había entendido y se puso a
trabajar, siendo desde ese momento todo un modelo en ese
aspecto.
El 16 de noviembre de 1858, el Alien Gardiner, comandado
esta vez por el capitán R. S. Fell, emprendió su tercer viaje a
Wulaia. Iban en él Despard, Phillips, Turpin, Jemmy y los
suyos. Este último no hacía nada por ocultar su alegría de
dejar Keppel. Llegó a tanto su ansia de volver a la patria que,
cuando la goleta tuvo que detenerse antes de llegar a Wulaia,
pidió que lo dejaran ir allá en un bote. Varios días después los
misioneros volvieron a encontrarle. Ya en Wulaia, se comenzó
la tarea de construir una casa de madera, que les sirviera de
albergue en el futuro. Se preparó una gran cantidad de plum-
pudding (budín inglés) y de pan de miel, que el capitán re-
partió a los indios. El 1 9 de enero zarparon de regreso, llevan-
do a bordo a nueve fueguinos, cuyos nombres — según la
ortografía inglesa— y datos personales eran: Mackoo-allan
(Tommy Button), treinta y seis años; Wendo-gyappa, su es-
posa; Macqualwence (Billy Button), treinta y tres años; Winni-
gowen-kippen, su esposa; Luccagenges, doce años; Okokko-
wenshey, quince años; Schwya-muggins, veinticuatro años; Du-
thry-wyell-keepa, su esposa; Kiata-gatta-mowky-keepa, su hijita
de dos años.
Los tres últimos pertenecían a una tribu "oen", que vagaba
por la bahía del Buen Suceso y la isla Lennox, según los mi-
sioneros, y posiblemente eran haush. Los demás eran de Wulaia.
Con todos estos indígenas, la vida en Keppel tomó un as-
pecto diferente y de mayor actividad.
A las siete de la mañana, Phillips iba a la casa de los indios
llamada Red House (Casa Roja) porque era de ladrillo; los des-
pertaba con un "Shrma moría" ("Mañana agradable" o sea
"buenos días") y luego ordenaba "Chillursh makullah" ("Lá-
114
ARNOLDO CANCLINl
vense la cara"). Posiblemente no de muy buena gana, los indí-
genas obedecían; se les había dado jabón para hacerlo, y fué
notable el enorme trabajo que les costó acostumbrarse a usarlo.
Entonces Phillips decía: "Ushtandum ushtar" ("Péinense el
cabello") y todos lo hacían lo mejor posible.
A las ocho, la campana llamaba a tomar el desayuno, que
era acompañado con galletas. Mientras estuvo Jemmy Button
se les dió un bife, manteca y pan dos veces por semana, pero
luego se vió que tanto lujo incitaba a los indígenas a la molicie,
sin que ganaran algo en otro aspecto.
Después de comer, el misionero elevaba una oración, en la
que mezclaba todas las palabras yaganes que le era posible, a
fin de acostumbrar a los huéspedes a la idea de dirigirse a Dios.
Cuenta él mismo que en cierta ocasión lo omitió y que durante
el día, mientras estaban trabajando Billy Button lo tocó en el
hombro, señaló hacia arriba y le dijo "God-pray" ("Dios,
orar"), luego juntó las dos manos y agregó "No speak you
God" ("No habló usted a Dios"). Entonces todos se sacaron
las gorras y oraron allí mismo.
Después cantaban un himno, que Phillips les enseñaba pa-
cientemente: "Dios es nuestro Tagacola" (Amigo), cuya es-
trofa tenía la música del himno infantil "Niños, ¿vendréis con-
migo a un mundo de fulgor?" y el coro la muy conocida
"Glory, glory, hallelujab" usada en el himno en castellano
"Gloria a ti, Jesús divino".
A las nueve y media, la señora de Phillips hacía levantar a las
mujeres mientras los hombres trabajaban. No se los podía
obligar a hacer mucho porque se cansaban muy pronto y se
iban a la casa.
A las once, recibían su retribución en bizcochos con miel,
que ellos llamaban "biscuit amague?'' (bizcocho dulce). Po-
nían la miel en un jarro de lata y deshacían sobre él el bizcocho,
que después llevaban a la boca con un cuchillo. Comían pri-
mero los hombres y luego sus esposas se ocupaban de lo que
quedaba. Los domingos había doble ración.
Mientras tanto, Phillips hacía lo posible por progresar en
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 115
la lengua nativa, pero aseguraba que era muy difícil y que no
se parecía a ninguna otra conocida. Despard declaraba haber
registrado unos mil vocablos, pero que no descubría la gra-
mática.
El 4 de febrero del mismo año, el Alien Gardiner partió
nuevamente, pero esta vez con rumbo diferente. Se dirigía a
Punta Arenas, establecimiento chileno en el estrecho de Ma-
gallanes, y en él viajaba el misionero Schmidt. Además, se
llevaban de marinero al joven Okokko wenskey, a quien desde
ese momento en adelante llamaron sólo Okokko. Se dice que
la esposa de Billy lioraba al verlos irse. A fin de no cortar el
hilo de nuestra historia nos referiremos a este viaje en otro
capítulo.
La goleta volvió al poco tiempo y restituyó a Okokko a
la colectividad. Tanto éste como Luccagenges, cuyo nombre
abreviaron en Lucca, eran los favoritos de Phillips y su esposa,
porque eran los más jóvenes y demostraban una mayor inte-
ligencia. Hacían gala de una educación muy cuidada y nunca
olvidaban sus "muchas gracias" o "buenos días". Siempre
oraban dando gracias antes de comer y hacían lo mismo antes
de acostarse. Lucca había aprendido a escribir con mucha co-
rrección y también a calar madera. Bartlett alababa la habili-
dad de Okokko en cuestiones agrícolas.
En el mes de octubre, fueron a vivir en la casa de los mi-
sioneros que comenzaron a llamarlos Robert y James, pero estos
nombres no prosperaron. Ese mismo mes regresaron a Wulaia;
la goleta partió para su cuarto viaje a ese lugar, que había de
ser también el más célebre.
El capitán Fell continuaba en su cargo y un hermano suyo
llamado Juan, era el primer oficial. Phillips era el único mi-
sionero. Viajaban además Alfredo Colé, el cocinero; Johnston,
carpintero y cuatro marineros: Hugo M'Dowell, conocido por
Hewey y tres suecos, llamados Jahnsan, Braun y Peterson. Los
nueve nativos que habían pasado el año en Keppel volvían a
su patria.
116
ARNOLDO CANCLINI
Esta vez el viaje tenía una nueva finalidad. Veamos como
lo expresa Despard en sus instrucciones a Phillips:
"Le encargo que tome a su cuidado los servicios religiosos
en el Alien Gardiner y le recomendaría que, si el tiempo lo
permite, usted dirigiera uno en tierra el domingo a la mañana
y a la tarde, para que los nativos puedan asistir y provocar así
su deseo de averiguación."
Tres meses más tarde, el Alien Gardiner aun no había vuelto
y en la misión se sintieron serios temores, pero no podían hacer
nada porque no tenían ninguna embarcación disponible. Ape-
nas le fué posible, Despard fué apresuradamente a Stanley y
expücó lo que ocurría. Se encontraba allí casualmente el cón-
sul americano, capitán Smiley, el que encontrara los restos de
parte del grupo de Gardiner en el río Cook y éste dispuso
partir inmediatamente con el navio Nancy en busca de los
misioneros.
Al llegar a Wulaia, cuando ya se podía ver al Alien Gar-
diner, apareció una canoa con un hombre blanco, vestido a
medias y presentando un lamentable aspecto. Una vez que fué
subido a bordo, se comprobó que era Alfredo Colé, el cocinero
de la goleta misionera. Se le interrogó y Smiley pudo escuchar
entonces una historia terrible. Veamos lo que hubía sucedido.
El 19 de noviembre de 1859, el Alien Gardiner había llegado
felizmente a Wulaia y veinticuatro horas más tarde, los tripu-
lantes bajaron a tierra para buscar leña.
Un par de días después, se hizo entre los indígenas un re-
parto de ropas y comestibles. Entre los que habían subido a
bordo, estaba Jemmy Button, quien pretendía que se le diera
más que a los otros.
Cuando vió que no se lo complacía con la prontitud que él
creía necesaria se ofendió y volvió a tierra. Poco después se
comprobó que habían desaparecido algunas cosas del barco y
el capitán Fell dispuso que se revisaran los paquetes de los
indígenas, sin saber que eran muy celosos de su propiedad.
Cuando llegó el momento de abrir el bulto de Schwya-mug-
gins — cuyo verdadero nombre era Schwaia-mugunjiz — , éste
'■HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 117
se enfureció y agarró por el cuello al capitán tratando de aho-
garlo.. Por fortuna, Fell era un hombre fuerte y consiguió li-
brarse de su agresor. A fin de evitar incidentes más graves, se
hizo que todos los fueguinos abandonaran el barco.
El 6 era domingo y Phillips recordó las instrucciones de Des-
pard. No cabía duda que la situación aconsejaba no ir a tierra,
pero él quería cumplir y lo hizo. Alrededor de las diez y me-
dia de la mañana, toda la tripulación, exceptuando a Colé, que
quedaba de guardia, fué a la casa construida el año anterior,
seguida por unos trescientos indígenas que se ubicaron alrededor.
Cuando todos hubieron entrado, los nativos se apoderaron
de los remos de los botes y los llevaron a una choza. Mientras
tanto, el servicio había comenzado con el canto del himno
"De heladas cordilleras". Habían pasado pocos minutos, cuando
un nativo enarboló un garrote y lo descargó sobre la cabeza del
viejo Hewey que cayó muerto instantáneamente. Sin duda, ésa
era una señal convenida de antemano, pues en ese momento
todos se arrojaron sobre el indefenso grupo que, sin embargo,
alcanzó a salir de la casa. Tras ellos se lanzaron los nativos
enarbolando palos y grandes piedras que arrojaban con cer-
tera puntería y armando una descomunal algarabía. "La casa
estaba a unas doce yardas de la orilla", contaba luego Colé a las
autoridades de las Malvinas, "y antes de llegar a la costa ya
habían caído casi todos, excepto mister Phillips y un sueco,
que trataron de botar una canoa. Entonces, Billy Button, uno
de los hombres cuyas cosas habían sido registradas, levantó una
piedra y la arrojó a mister Phillips golpeándolo en la cabeza
y haciéndolo caer al agua". El capitán Fell y su hermano yacían
en la playa uno junto al otro. Todo había durado pocos minutos.
El cocinero declaró haber visto a Tommy y Billy Button
participando activamente en la masacre, pero no a Jemmy,
aunque aseguraba que él había sido el instigador, enfurecido al
no recibir más regalos que los otros.
Algo alejado, Okokko lloraba y se restregaba las manos,
desesperado por no haber podido evitar el desastre que había
caído sobre sus amigos. Luego pidió a los de la Nancy que lo
118
ARNOLDO CANCLINI
llevaran a Keppel y ellos lo hicieron no sólo con él, sino tam-
bién con su flamante esposa, llamada Camilena. El mismo jo-
ven contó que las mujeres que habían estado en las Malvinas
lloraban amargamente durante la matanza.
Colé sospechó que él sería la próxima víctima y echando
rápidamente al agua la falúa del barco, remó con desespera-
ción hacia un lugar apartado de la orilla. Se internó en el
monte y trepándose a un árbol se quedó allí cuatro días, hasta
que tuvo que ir a la costa en busca de algo que comer, aunque
lo hizo lo más lejos posible del lugar donde estaban los But-
ton y su tribu. Doce días después fué capturado por otro
grupo de salvajes, que no le hizo ningún daño y que se limitó
a quitarle toda la ropa menos el cinturón y un aro. Con ellos
recorrió la costa hasta que, a los diez días, se encontraron con
los autores de la masacre. Jemmy y Tommy lo recibieron
muy bien, le dieron algunas ropas y lo trataron con muchas
atenciones. Durante el tiempo que pasó con ellos, le contaron
otros detalles de la masacre y le dijeron que Jemmy habír:
dormido en la cabina del capitán Fell y había sacado del barco
todo lo que le había sido posible. Cuando pudo subir a bordo,
comprobó que era cierto, pues del Alien Gardiner práctica-
mente no quedaba sino el casco y los mástiles.
Cuando el capitán Smiley se hubo enterado de los terribles
pormenores, bajó a tierra en busca de los restos de los misio-
neros; pudo hallar los de seis de ellos, a los que dió sepultura
provisional. Okokko dijo que los otros dos habían sido devo-
rados por los zorros.
Jemmy y Tommy hicieron todo lo que pudieron por ayu-
dar a los hombres de la Nancy, comenzando por devolver los
botes del Alien Gardiner. El capitán señaló especialmente la
conducta del segundo, que no dejaba de trabajar acarreando
agua y leña. Sin duda, aquellos bribones se querían comprar la
buena voluntad del capitán Smiley, para que si se hacían ave-
riguaciones ellos no quedaran tan mal parados.
Finalmente, el capitán hizo subir a bordo a Jemmy v remol-
cando al Alien Gardiner, volvió a Stanley. El gobierno coló-
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 119
nial interrogó a Colé y al indígena, pero poco nuevo wdo ob-
tenerse
Para los misioneros aquello fué un golpe terrible; sin em-
bargo, su fe no decayó y para comprobarlo nada mejor que
anotar las palabras de Despard al referirse a ese suceso:
"Mister Phillips, el capitán Fell y los cuatro marineros y los
pilotos han sido masacrados por los nativos de Wulaia. Séame
permitido detenerme y llorar y orar, ahora que he escrito estas
terribles palabras. Orad al Señor para que no les impute este
pecado. No lloréis por los muertos, llorad por los vivos. No
lloréis por los muertos en Cristo, llorad por las viudas enluta-
das, llorad por las madres privadas de los hijos que eran su
sostén. Dios nos ha probado en el horno de la aflicción ¡Que
su obra pueda ser completa! ¡Que el Señor de la mies envíe
a otros obreros para ocupar el lugar dé aquellos que él ha
tomado e incline a la contrición a estos pobres pecadores de
los gentiles, para que ellos estén preparados para recibir su
palabra!"
III
LA OBRA BAJO LA DIRECCION DE STIRLING
1859 - 1868
Stirling ocupa el lugar de Despard. - "El viaje del perdón". -
Entierro de los misioneros asesinados. - Viaje a Inglaterra
con cuatro indígenas. - Primeros bautismos.
El hecho que hemos relatado tuvo un efecto fácil de ima-
ginar. Los viajes a Wulaia se suspendieron durante varios años
y, prácticamente, el establecimiento de Keppel hizo muy poco
durante aquel tiempo, pues sólo vivían allí, fuera de los misio-
neros, Okokko, Camilena y sus dos hijitos. Merece ser citado
el hecho de la partida de Alien Gardiner, hijo, en agosto de
0) Ver en el Apéndice las declaraciones de Alfredo Colé y Jemmy
Butrón.
120
ARNOLDO CANCLIN1
1860, con destino a Lota, Chile, en la misma zona donde había
trabajado su padre (1).
En 1862, Despard resolvió llevar el Alien Gardiner a In-
glaterra para que fuera reparado v partió dejando a su hijo
adoptivo, Tomás Bridges, momentáneamente a cargo de la
misión.
En agosto el barco iniciaba el regreso, alargado y perfec-
cionado en muchos detalles, pero sin traer a Despard, que se
había retirado, sino a un nuevo superintendente, destinado a
hacerse famoso. Nos referimos a Waite Hockin Stirling, que
había sido secretario de la misión y que iba a hacerse cargo del
establecimiento de Keppel, a pesar de que su salud era tan
precaria, que los médicos no le daban sino pocos años de vida.
Stirling había nacido, en 1829, en una familia muv distin-
guida. Terminados sus estudios religiosos, fué ordenado en la
iglesia anglicana en 1852. Pronto entró en contacto con la
Sociedad Misionera de la Patagonia, por medio de Despard v
Marsh, ocupando el puesto del primero, cuando éste fué a
Keppel. En 1853, contrajo enlace; de su matrimonio nacieron
un niño, muerto prematuramente, y dos niñas. Los cuatro par-
tieron a las Malvinas, al regresar Despard a Inglaterra. Además
viajaban como nuevos misioneros, Tom Stirling, hermano del
anterior y futuro capitán del Alien Gardiner; Andrés Lett y
Juan Andress, para trabajar en la Patagonia, y R. R. Rau,
alemán, además de una mirse para las niñas del superintendente.
Interrumpieron su viaje durante tres semanas al llegar al
Río de la Plata, para recolectar fondos entre las colectividades
inglesas de Montevideo, Buenos Aires y Santa Fe. Se detu-
vieron igualmente en Carmen de Patagones, donde quedaron
Lett y Andress y en la desembocadura del río Santa Cruz, para
estudiar la zona; luego, reiniciaron el viaje.
Llegaron a Keppel el 30 de enero. Dos agradables sorpresas
tuvo Stirling al llegar al lugar de trabajo. Una era el gran ade-
lanto hecho por Tomás Bridges en el estudio del vagán, me-
(*) Ver "A modo de epílogo" al final.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
121
diante la ayuda de Okokko. Según Stirling, tenía ya "la llave
del idioma fueguino" para entrar en aquella tierra. La otra
sorpresa eran las civilized manners del citado indígena, espe-
cialmente su ingenio, sus maneras agradables y su alegre risa.
Ese mismo año, se reiniciaron los viajes a Wulaia. Stirling
y Bridges participaron del primero, no sin cierto temor de lo
que podría ocurrir. En la bahía Packsaddle, un hombre llamado
Chingaline se alegró mucho al oír cantar al grupo y pidió que
repitieran. Dirigidos por Bridges y Okokko, entonaron los
himnos "Alabad a Dios, de quien vienen todas las bendiciones"
y "Desde los Himalayas".
Luego ambos le explicaron sus intenciones y el indígena
resolvió pedirles que llevaran a su hijo Urupatusalum, de unos
catorce años, que sería llamado Urupa en adelante, y que,
según Stirling, "tenía una boca lo suficientemente grande como
para mostrar un envidiable conjunto de blancos dientes". Era
muy gentil y de muy buen genio. La última recomendación
que le hizo Chingaline fué que no bajara en Wulaia porque
tenía miedo de la tribu que vivía allí. Realmente, no era un
dato como para animar a los misioneros.
Cuando llegaron a dicha bahía, Okokko y Bridges se diri-
gieron a los indios desde cubierta y, por primera vez, directa-
mente en su idioma. Sin embargo, los salvajes se mostraban
recelosos, pues temían que los blancos hubieran vuelto en busca
de venganza para sus muertos. Pero pronto comprendieron que
se habían equivocado, cuando overon a Bridges que les hablaba
del amor de Dios y del perdón de las ofensas. En un momento,
sin embargo, se intranquilizaron; fué cuando les habló de la
resurrección, pues temieron que Garland Phillips y el capitán
Fell se levantaran para pedirles cuentas por su muerte, pero
fué fácil para el misionero hacerles comprender a qué se re-
fería. Luego, Okokko y su esposa recorrieron las chozas ex-
plicando cuáles eran los deseos de los misioneros.
Con aquel viaje, muy bien llamado "el viaje del perdón", se
volvió a lograr la confianza de los fueguinos y las relaciones
anteriores se restablecieron; más aún, hubo tantos indígenas que
122
ARNOLDO CANCUNI
querían ir a Keppel, que el barco no daba abasto, v sólo pu-
dieron llevar a once.
Con ellos se reinició la labor en la isla. Poco después, lle-
garon tres patagones, un hombre con una hija v un hijo, que
se agregaron al grupo y pronto demostraron ser más inteli-
gentes que los fueguinos; sin embargo, aunque ellos mismos
se daban cuenta de esta diferencia, no molestaban a los demás
haciendo gala de su saber.
Todas las mañanas se realizaba un servicio religioso, que
los indios no entendían por completo al principio, pero al que
prestaban gran atención. Luego se daban las clases, a cargo de
Bridges y Rau: una para los niños, que era la más difícil, por
el poco conocimiento de inglés que tenían y porque era nece-
sario usar ese idioma para expresar las verdades espirituales ya
que el yagán carecía hasta entonces de los términos necesarios.
También les enseñaban himnos y versículos bíblicos de memo-
ria. Al principio, los más inteligentes se burlaban de la torpeza
de los otros. Se dió el caso de que uno pronunciara mal el
inglés y alguno de sus compañeros dijera que "rebuznaba como
un pingüino". Los más inteligentes aprendían a leer y escribir.
En cuanto a la parte religiosa, es muv difícil saber la impresión
que les producía, pues aunque creían fácilmente cuanto se les
decía, no parecían experimentar un cambio profundo.
A las once de la mañana, se comenzaba el trabajo y ;il
atardecer había una nueva clase. Los misioneros se admiraban
del interés de los indígenas por la música v la facilidad con que
captaban cualquier tonada.
Hacerles trabajar era cosa difícil. Sin embargo, Bartlett era
un hombre tan hábil que encontraba cómo lograrlo, aunque a
veces sus métodos eran un tanto personales. Por ejemplo, cuan-
do estaban recogiendo papas y los veía demasiado indolentes,
tomaba una y la lanzaba contra algunos de sus colaboradores.
Aquello era la señal, va conocida, para una "guerra de papas",
en la que todos tomaban parte con entusiasmo, mientras in-
conscientemente desenterraban las "municiones". A una señal
lHASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
123
de Bartlett, la guerrilla terminaba y recomenzaban el trabajo,
esta vez con más bríos.
Sólo llevaban mujeres casadas, porque las costumbres fue-
guinas se oponían a la partida de las niñas. Las esposas de los
misioneros y de Okokko les daban clases, aunque no se les
enseñaba tanto como a los hombres.
El 18 de febrero de 1864 se inició el regreso a Wulaia,
llevando a Okokko y su familia, quienes habían resuelto esta-
blecerse entre sus connacionales. Antes visitaron la bahía Gret-
ton, en la isla Wollaston, cerca del Cabo de Hornos, donde
trabaron relación con los indígenas.
Al llegar a Navarino, tuvieron una desagradable sorpresa,
al encontrar que una terrible epidemia había hecho estragos en-
tre los indígenas. Jemmy y Billy Button habían muerto; Tom-
my estaba muy impresionado y tanto él como Threebovs, su-
bieron a bordo para contar su dolor a Stirling. También ha-
bían desaparecido los parientes de Camilena, los tíos y primos
de Lucca y la madre de Urupa. En todos los rostros se veía
una penosa impresión v los indios andaban errantes de un
lugar a otro en silencio o sollozando. Muy pocos había que no
hubieran perdido algún pariente.
Participaba de ese viaje el joven Rau, quien se había ocupado
de formar un léxico de las palabras usuales del idioma yagan y
que al estar en Wulaia, continuó su. trabajo. Durante muchos
años, no se supo qué había sido del manuscrito de ese voca-
bulario, hasta que apareció en poder del señor Jorge Claraz,
un amigo de la misión que vivía en Carmen de Patagones, a
quien Rau lo había regalado. Claraz, a su vez, lo facilitó al
Museo de La Plata, en cuya revista fué publicado por el inves-
tigador Félix F. Outes, junto con algunos datos sobre Rau,
obtenidos por medio de Claraz. El vocabulario consta de 521
voces y 29 frases. Rau se separó de la misión en 1866.
Aquella visita a Wulaia tuvo también para los misioneros
un motivo de duelo. Habiendo descubierto Rau los restos de
los que fueran muertos en la masacre de 1859, se les dió se-
pultura definitiva el 11 de marzo de 1864. Los del capitán y
124
ARNOLDO CANCUN1
Garland Phillips eran inconfundibles. Sobrecogidos por una
emoción que es fácil imaginar, los tripulantes del Alien Gar-
diner rodearon la fosa, en la que echaron sendos puñados de
tierra, mientras la bandera de La goleta ondeaba a media asta.
Stirling dirigió una sencilla ceremonia en la que cantaron el
himno que dice:
Cuando nuestras cabezas se inclinan de dolor,
cuando manan nuestras lágrimas amargas,
cuando lloramos al perdido, al amado:
Jesús, Hijo de David, óyenos.
Para finalizar se elevó una oración que merece ser repro-
ducida: "Concede, Señor, que en todos los sufrimientos, que
tengamos aquí en la tierra por el testimonio de tu verdad,
miremos al cielo con inmutable resolución y esperemos por fe
la gloria que nos será revelada y que, llenos del Espíritu Santo,
aprendamos a amar y a bendecir a nuestros perseguidores, según
el ejemplo de tu primer mártir, San Esteban, que oró a ti por
sus asesinos, oh bendito Jesús, que estás a la diestra de Dios
para socorrer a todos aquellos que sitfren por ti, nuestro solo
Mediador y Abogado."
Luego los dos cañoncitos de la goleta despidieron con una
salva los restos de los mártires. Okokko v Lucca, que estaban
presentes, se mostraban muy impresionados, al igual que Three-
boys.
Esa noche, al leer el trozo bíblico que correspondía a la
fecha, notaron con asombro que no hubiera podido ser más
apropiado para aquel triste momento: "Destruirá a la muerte
para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los
rostros" (Isaías 25:8).
Tommy Button subió varias veces más a bordo, muy agra-
decido por las atenciones que había recibido. Sin embargo, su
presencia era un motivo de aflicción para Stirling que le veía
"en un grado muy inferior y con su mente aun muy oscura".
Con todo, prestaba mucha atención cuando oía leer la Biblia y
se notaba que hacía un esfuerzo para entender todo lo que su
UHASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
125
inteligencia le permitía. Después de unos días, apareció Chin-
galine, que se llevó a su hijo, con la consiguiente costernación
de Threeboys y de Lucca, que no dejaban de preguntar por él.
Poco después, los misioneros les encontraron nuevamente en
Packsaddle y Chingaline les pidió que volvieran a llevarlo, im-
presionada por el relato del muchacho.
Al volver también fué con ellos un sobrino de Jemmy But-
ton, que había perdido a su padre y que se esforzó por demos-
trar su afecto a Stirling. Este le apreciaba de tal manera, que su
esposa llamaba al indiecito "el hijo adoptivo de mi marido".
Como su nombre indígena Mamastugadagenges, era muy com-
plicado, se le llamó Jack.
Luego construyeron una casa para Okokko y los suyos y
les proveyeron de cabras y semillas; se despidieron con un culto
y al irse los misioneros, el indígena les pidió que siempre oraran
por él.
Volvieron al año siguiente para encontrar que la casa y todo
lo demás de Okokko había sido incendiado por algunos salvajes
celosos. Aquél se encontraba terriblemente descorazonado y
lamentaba sobre todo la pérdida de su Biblia y su libro de
oraciones. Se resolvió llevarlo nuevamente a Keppel y esperar
un tiempo más antes de intentar un establecimiento de esa
naturaleza. También se llevaron a otro indígena, cuyo nombre
abreviaron en Pinoia, y a su esposa, quienes habían de quedar
allá cuatro años. Otros dos muchachos llamados Tirshof y
Yesefwaenges también les acompañaron. En las Malvinas esta-
ban ya Okokko y Lucca con sus familias, Jack, Threeboys y
Urupa, por lo que era imposible llevar a alguien más.
Ese mismo año, 1865, Stirling hizo su primer viaje a Ingla-
terra y aprovechó la oportunidad para llevar consigo a cuatro
de sus discípulos fueguinos: Urupa, Threeboys, Jack y Sisoi,
indio éste en quien Stirling vió dotes especiales, lo que con-
firmó luego su historia. Estuvieron en Europa desde el 11 de
agosto hasta el 9 de enero del año siguiente. No es necesario
describir la admiración que sentían los indiecitos antes las gran-
des ciudades, los vehículos y todas las maravillas de la civili-
126
ARNOLDO CANCLINI
zación. Los dos mayores pronto aprendieron a desenvolverse
solos y no temían perderse en las intrincadas calles de Lon-
dres, porque se orientaban en la misma forma qu en un bosque
de su patria.
Todos los días se les daba instrucción, que comenzaba con
la lectura en voz alta de un trozo de las Sagradas Escrituras en
inglés. Además se les enseñaba todo lo que la civilización
europea podría darles para ayudarles a vivir en su atrasada
tierra; en especial, se les impartían nociones de agricultura.
Muy a menudo, iban a alguna reunión donde se les hacía
cantar, repetir Salmos o el Padre Nuestro o hablar en yagan.
El obispo de Cork, que presidía una gran reunión en esa ciu-
dad, en la que Threeboys cantó un himno, dijo: "De todo lo
que he oído esta noche, lo que recordaré durante más tiempo es
lo que estaba impreso en el rostro de este muchacho y en el tono
de su voz, cantando dulce y ardorosamente las notas de su selva
nativa. Hay tanta ternura y dulzura en ello que demuestra que
él puede decir con nosotros "Dios es mi Padre, el cielo es mi
hogar y la Eternidad mi vida". Estuvieron presentes en la
reunión anual de la misión, en Birmingham, ocasión en que el
comité declaró que ése era un momento histórico para la Socie-
dad. En esa oportunidad (19 de enero de 1868), se cambió el
nombre de la misma por "Sociedad Misionera de Sud América".
En febrero estaban de regreso en Montevideo. Desde en-
tonces el mal tiempo les fué muy adverso y dañó su salud.
El que primero sufrió las consecuencias fué Urupa. Su
enfermedad adquirió rápidamente graves contornos y sirvió
para demostrar que cuanto se le había enseñado era semilla fruc-
tífera, caída en buena tierra. Stirling escribió en esos días:
"Sus pensamientos están muy inclinados a las cosas celestiales
y me ha hecho su confidente para decirme que lo que más le
agrada es tener más de Cristo en sí".
Un día pidió ser bautizado; el misionero comprendió que
estaba en condiciones de serlo y le complajo, dándole el nombre
de Juan Alien Gardiner. El primero lo eligió el mismo Urupa,
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 127
porque "Juan era el discípulo que más amaba Jesús". Este
muchacho fué, pues, el primer yagán bautizado.
Los marineros, que se interesaban por su estado, se emocio-
naban al ver su profunda fe y uno de ellos llegó a decir: "De-
searía estar tan preparado para morir como este muchacho".
Una noche se sintió morir y pidió que los dos Stirling, el
misionero y el capitán, fueran a su lado, para despedirse de
ellos. Pasaron largo rato en oración, que el moribundo coro-
naba con un débil "amén"; luego repitió íntegramente el Padre-
nuestro. A la una de la mañana, entregó su alma al Señor y tres
días después, el 5 de abril, fué enterrado en Keppel.
Cuando, poco después, se enteró su padre, se enojó terri-
blemente, porque dudaba de la veracidad del relato pero se
calmó cuando el mismo Threeboys le habló. Luego le entre-
garon las pocas cosas que habían sido de su hijo.
La noche del 28 de septiembre, el Alien Gardiner, que na-
vegaba con las luces apagadas, chocó con el barco italiano
Elvizia, que tampoco estaba iluminado. Las averías no fueron
de gran importancia, pero se tardó todo un mes en reacondicio-
narlo. Luego partieron otra vez hacia Wulaia.
Durante esos días enfermó Threeboys y, como su estado
se agravaba, resolvieron dirigirse rápidamente a Puerto Stanley.
Era un joven muy reservado y no hablaba de su fe con tanta
claridad como Urupa, pero Stirling tenía la seguridad de que
su alma estaba salvada. También quiso ser bautizado y, con
Tomás Bridges como único testigo, se realizó la ceremonia en
la que se le dió el nombre de Jorge Pakenham Despard, a
quien recordaba con cariño. Sus sufrimientos eran muy gran-
des y pasó sus últimos días en constante delirio; en su incons-
ciencia repetía el Padrenuestro, los himnos y todo lo que le
habían enseñado. Murió en alta mar y fué sepultado en Stanley.
Sisoi fué llevado a Wulaia y su padre no le permitió volver
con sus amigos; el muchachito se quedó, mirando con nostalgia
a la goleta que se alejaba.
Jack, que era huérfano, fué llevado con los misioneros.
Okokko seguía en Keppel, junto a Bridges, a quien enseñaba
128
ARNOLDO CANCL1NI
yagan a cambio de inglés, que aprendía con asombrosa facili-
dad. También estaba Lucca, desde 1863. A partir de esa fecha,
fueron llevados allí cuarenta y cinco indígenas, en grupos de
siete a diez, que era la capacidad máxima del barco.
En esa época, Stirling comprendió que se debía cambiar
de sistema porque, aunque el trabajo que se efectuaba era útil,
sus resultados eran lentos y no compensaban los esfuerzos y los
gastos. Se vió que era necesario acercarse más a los indios y
para eso había una sola solución: radicarse entre ellos. Y así
se hizo.
IV
EL "CENTINELA DE DIOS" EN USHUAIA
1868 - 1869
Experimento en Lauaia. - Stirling resuelve radicarse en Ushuaia.
Descripción del lugar y la instalación. - Peligros. - Protec-
ción divina. - Trabajo y enseñanza. - El premio.
Evidentemente, de acuerdo con la experiencia recogida, era
muy peligroso que un hombre blanco se radicara en tierra firme
en cualquier punto del archipiélago, por lo que se resolvió
hacer un experimento con algunos de los indígenas civilizados.
Así fué como, en el año 1868, el Alien Gardiner dejó a
Okokko, Lucca, Pinoia y Jack en un lugar en el extremo norte
de Navarino, que en los escritos de los misioneros es llamado
Liwya y, en los mapas actuales, Lauaia, que es prácticamente
lo mismo, si la primera palabra se lee con la fonética inglesa.
En la caleta de ese nombre, se construyó una choza de madera
para los cuatro nativos y se les proveyó de semillas, cabras v
ovejas, las que sin duda, fueron los primeros ejemplares ovinos
introducidos en Tierra del Fuego, para llenarla luego de ri-
queza. Antes de partir, se celebraron tres cultos, a la mañana
y a la noche en el barco y a la tarde en tierra.
Luego fueron a Wulaia, donde encontraron a Sisoi, que
' HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 129
todavía vestía restos de ropa inglesa. Fué una gran alegría para
los misioneros comprobar que no se había olvidado de leer y
que recordaba un himno y el Padrenuestro.
Stirling comenzó a dar a algunos indígenas algo así como
un certificado de buena conducta, envuelto en una bolsita im-
permeable; de un lado figuraba el nombre del portador, acla-
rándose que se podía confiar en él y del otro se explicaba a
los marinos extranjeros la forma de tratar a los indios, o sea
con amabilidad y sin ofenderlos. Además se agregó el versículo
que dice: "Porque ya sabéis la gracia de nuestro Señor Jesu-
cristo, que por amor de nosotros se hizo pobre siendo rico, para
que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos". Por su-
puesto, al principio estos documentos fueron distribuidos en
poca cantidad, pero luego se hicieron cada vez más abundantes.
En este viaje, llevaron a Keppel, por primera vez, varias
niñas, cuya enseñanza estuvo a cargo de la señora de Bartlett.
Algunos meses después, volvieron a Lauaia y Stirling describe
así la visita: "Encontramos a nuestros indígenas en posesión de
su rústica propiedad hogareña y de sus cabras, a pesar del duro
invierno" y, a continuación, anuncia una increíble decisión en
estas palabras: "He resuelto probar una residencia en tierra y
con ese propósito he ordenado traer de Stanley una casa de
madera (de más de veinte pies de largo, seis de alto y diez de
ancho). El motivo que tengo para vivir en tierra es el de tener
una influencia directa sobre los naturales, mostrar mi confian-
za en ellos, despertar una disposición más general y permanente
para adoptar nuestros caminos y escuchar nuestra instrucción
y tener a los indios diariamente en la zona del templo y de la
enseñanza cristiana. Implorando la guía y el favor divinos,
entrará mi corazón en este deber" .
Aquella heroica decisión se llevó a cabo. Stirling escoció
para radicarse la bahía de Ushuaia en la isla grande, frente a
Lauaia, porque era el lugar más frecuentado por las canoas de
los fueguinos, que se establecían allí con frecuencia. Esa zona
habría de ser en adelante el eje de la obra misionera en Tierra
del Fuego. Se encuentra frente a la bahía más extensa de
130
ARNOLDO CANCL1NI
la costa sur y su nombre significa en yagán "Puerto interior
hacia el oeste" Está cerrada por la gran península de Usi-
naia, que hoy recibe el nombre de Península de la Misión, y
que se encuentra desprovista de bosques, en lo que constituye
una excepción casi única. En el resto de la costa, los árboles
llegaban hasta el mar y hacían muy difícil establecerse allí.
Por el norte y por el este, la bahía está bordeada de montañas,
que forman parte de la cadena Martial y que presenta algunos
picos notables, como el Olivia, uno de los más altos del terri-
torio. La península es ondulada y desnuda cubierta en algunas
partes por matas de arbustos.
Allí levantó Stirling su casa, mirando a la bahía, frente al
lugar en que hoy se encuentra el pueblo. Cuanto había en
Lauaia fué llevado allí en enero de 1869, junto con los indígenas
civilizados, a saber: Okokko y Camilena, Lucca y su esposa
Anibutchiakeepa; Ycaif, hermano de Lucca; Jack y su esposa;
Lauaiagenges, cuñado de Threeboys y su esposa; Pinoia, Wa-
daradaga, Tirshof, Otabush y Mugatelasenges.
El 13 de enero partió el Alien Gardiner, dejando al heroico
misionero en tierra. Stirling vino a ser así el primer hombre
blanco que vivió no sólo en Ushuaia, sino en todo el archipié-
lago fueguino. Había pasado la última noche a bordo, ya que
su casa no estaba terminada del todo. Luego escribía al respecto:
"De modo que me quedé a bordo, no lamentándolo del todo,
ya que el día había sido de lluvia incesante y muv nublado.
Temprano a la mañana siguiente, los hombres fueron a tierra
a terminar mi casa y en seguida después del desayuno desem-
barqué con el resto de mis cosas para quedar en Ushuaia". El
se ocupó personalmente de un estante para los libros y de una
casilla para "Fly" (Mosca), su gran perro guardián. Parte de
su ropa quedó en el barco, para tener con qué vestir en caso de
ser robado.
Luego que terminó de descargar, el Alien Gardiner partió
(J) De entre las varias traducciones de la voz "Ushuaia" preferimos
la de D. Lucas Bridges, que conoció como ningún otro el idioma yagán.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 131
hacia Keppel y no volvió sino veintiocho días después. Srirling
escribía:
"Me encontré solo, sin nadie más que los fueguinos a mi
alrededor y me puse con diligencia al trabajo. En la excitación
del desembarco y el transporte y acomodo de las provisiones,
me olvidé de almorzar, pero ha pasado mucho tiempo, desde
el desayuno y el sol se está poniendo hacia el oeste (no tengo
reloj, por lo que aprecio el tiempo de acuerdo al paso del sol
sobre las montañas). Por eso detuve mi trabajo y busqué té,
bizcochos y huevos para mi primer comida en Tierra del Fuego.
"Jack, que es bien conocido en Inglaterra, fué puesto como
cocinero y, una vez lista la mesa, con sus tazas y platos, mis
amigos educados en Keppel fueron invitados a compartir mis
provisiones.
"Dimos las gracias y nos sentamos en sillas o bancos hechos
a la carrera, o en el suelo, tan alegre y ordenadamente como si
hubiera sido en Inglaterra. Los otros nativos no podían disi-
mular su curiosidad ante la extraña escena. Primero uno, luego
otro, espiaban por la ventana, aunque trataban de disimular su
curiosidad para no molestarme". En otra oportunidad, mien-
tras estaba escribiendo junto a la ventana, vió a un indio del
lado de afuera, apuntándole con su arco y su flecha. El mi-
sionero continuó escribiendo después de mirarle profundamen-
te y un rato más tarde cerró con tranquilidad la ventana. El
aspecto del salvaje era terrible, por su rostro oscuro y sus ca-
bellos desgreñados; Stirling le bautizó Blackbird (Pájaro Negro).
Después de aquella cena, envió a los indígenas amigos a
buscar mejillones a la costa; un momento después llegó corriendo
una mujer, gritando que había una pelea. Las provisiones que
habían sido dejadas a aquel grupo habían provocado de tal modo
los celos de los restantes que habían resuelto atacarles. Stirling
salió apresuradamente y se colocó en medio de ambos bandos;
bastó su presencia y su penetrante mirada para que los agre-
sores regresaran a sus chozas. El valiente misionero siguió a
los autores del desorden hasta los ivigwams y allí los increpó por
su proceder. Esa había sido la prueba de fuego para su propia
132
ARNOLDO CANCL1NI
seguridad; si su intervención hubiera fracasado, su vida hubiera
estado desde entonces en un peligro creciente, pero al vencer
sólo con el brillo de sus ojos, dejó sentada su autoridad que
no fué discutida jamás.
El 20 de enero, una semana después de haber sido dejado
allí, escribía: "Hoy se cumple una semana que el Alien Gar-
diner partió de Ushuaia v por la misericordia de Dios, he
estado seguro y cómodo ya siete días en estas apartadas re-
giones. . .
"Mientras me paseo al atardecer por delante de nú choza,
me imagino que soy un centinela — un centinela de Dios, creo —
radicado en el puesto de avanzada más austral de su gran
ejército.
"Un suave toque del cielo domina mi corazón de alegría y
olvido mi soledad, pensando en el privilegio de serme permitido
estar aquí en el nombre de Cristo. Es cierto que, a veces, cuan-
do, pensando en ustedes (sus hijitas) miro los rostros de los
niños, me pregunto por qué haya debido dejarlas a ustedes
por ellos y, si no pudiera ver más allá de sus rostros, tendría
una pobre respuesta para mi corazón, pero a través de toda la
suciedad y el salvajismo de sus miradas, trato de ver el rostro
de Jesiis y de amarles en Su nombre, Pienso en el tierno amor
y cuidado de que ustedes gozan y de ese modo mi alma se
solaza con didees pensamientos de los bondadosos dones de
Dios, nuestro Padre."
En la misma carta, que fué escribiendo día a día, contaba
cómo aquella primera noche, junto a los quince indios fieles,
realizó una reunión de oración para agradecer la ayuda divina.
Poco después hubo una nueva alarma, porque gente extraña
quiso robar víveres, pero el peligro pasó rápidamente. El mis-
mo Stirling confiesa que entonces tuvo en su mente estas dos
alternativas: confinarse en su choza para enseñar a los indí-
genas leales o llevar a cabo un intenso trabajo dentro y fuera
de su morada. Eligió lo último, aunque era lo más peligroso.
Desde esos días, se introdujo en esa especie de reducción
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
133
una apariencia de ley y orden, según la expresión del propio
misionero. A las siete y media de la mañana se comenzaba el
trabajo de cortar leña, construir quintas, acarrear agua, etc., no
sin antes elevar una oración y mantener una clase de instruc-
ción cristiana, en la que se exhortaba a los indígenas a mantener
la pureza en la vida y a alejarse del pecado. Además se cele-
braba diariamente un sen-icio religioso, que constaba del canto
de un himno, la repetición del credo, la lectura de un trozo
bíblico y una oración. Se daba ■ alimento a quienes trabajaban
V la violencia y el robo se condenaban con una semana de ex-
clusión de una de las chozas que era la privilegiada; cuando el
delito era grave, la pena aumentaba. Esto que parece pueril,
tenía un gran efecto sobre los indios, hasta el punto que uno
de ellos, al ser castigado, amenazó con matar al misionero, pero
cuando sus compañeros se enteraron, le dijeron: "Si tú lo matas
a él, nosotros te mataremos a ti". ¿Qué mejor prueba del cariño
y del respeto que tenían para con el esforzado misionero? Uno
de los individuos que más trabajo ocasionaba era Schwya-mug-
gins, uno de los presuntos culpables de la masacre de Wulaia,
que era irascible y belicoso.
Además se trataba de enseñarles las normas elementales de
educación, como ser el aseo personal, sobre el que se insistía
mucho, y el saludo, estableciéndose que no se permitía entrar
en la cabaña de Stirling al que no lo hubiera hecho.
Sobre el resultado de su enseñanza, el misionero escribía:
"Que hay obstáculos para que se unan a la familia de Dios
puede suponerse fácilmente, pero no hay duda de que esta forma
de atraerles a Dios y a la santidad ha impresionado sus corazones
más efectivamente que cualquier otra cosa que yo haya visto.
"Los servicios regulares de la mañana v del atardecer tienen
un efecto evidente sobre todos. La autoridad de la Palabra de
Dios y de la Ley de Dios; el amor de Dios revelado en Cristo;
Cristo nuestro ejemplo, brillando como la luz de un faro entre
las oscuras aguas de la 'culpa y la miseria del hombre; el don
prometido del Espíritu santificador, todo esto no podría dejar
de modificar considerablemente la rudeza e ignorancia aun
134
ARNOLDO CANCLINI
de la vida fueguina, como se lo puede comprobar cada día,
que trae testimonio de estas cosas.
"De hecho, atribuyo la continencia de estos nativos y su
lealtad a las promesas y su prontitud en realizar todos mis
deseos, todo a esta enseñanza constantemente reforzada.
"De tal modo, durante la adoración matutina siento una
especie de garantía de un día ordenado y próspero. La disci-
plina de la oración se ha manifestado en la forma en que ha
sometido a los nativos — más o menos — a deberes que hasta
ahora les eran extraños y desconocidos."
Muchos otros fragmentos de su diario durante ese período
se refieren a sus luchas, al trabajo manual que realizaban o
planeaba y a los planes para el futuro de la misión.
En otra oportunidad, se produjo un nuevo incidente, que
encontramos relatado sólo con estas palabras:
"Ha tenido lugar otro combate, que me atemorizó grande-
mente. El grupo ofendido dice que volverá con una partida
de indios de tierra (onas). De ser así, esto resultará malo para
la misión y puede llevar al saqueo de la estación. Por supuesto
que si no se les resiste, robarán todo lo que puedan. Para con-
ciliar a los invasores, los nativos locales quizá se unan en un
ataque a mi casa, mas nosotros estamos bajo la buena vigilancia
de Dios y no temo mal alguno". Afortunadamente, sus temo-
res no llegaron a hacerse realidad.
Mientras todo esto sucedía, el Alien Gardiner estaba fon-
deado en la bahía, pero sus hombres tenían orden de no bajar
a tierra. En julio fué otra vez a Keppel, en busca de provisio-
nes y, al volver, casi un mes más tarde, traía a Stirling una no-
ticia extraordinaria: la Iglesia Anglicana había resuelto nom-
brarlo su primer obispo para Sud América, con sede en las
Malvinas, mostrando así el reconocimiento que su actividad y
heroísmo merecían.
Partió entonces, dejando las cosas de Ushuaia al cuidado de
sus amigos indígenas, y fué en seguida a Inglaterra, donde el
21 de diciembre fué consagrado como primer obispo anglicano
para Sud América, en la Abadía de Westminster.
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
135
Fué obispo hasta 1900, fecha en que renunció porque su
edad avanzada no le permitía seguir viviendo en el desagradable
clima malvinero. La actividad desplegada durante esos treinta
años fué extraordinaria. No se limitó a las Malvinas, en cuya
capital logró hacer edificar una hermosa catedral, sino que
se extendió a buena parte de Sud América. Bajo su dirección
la Sociedad buscó nuevos campos y trabajó en la Patagonia,
en el sur de Chile y el corazón del Chaco paraguayo. El veterano
obispo visitó todos estos campos de labor, internándose tanto
en los frígidos canales fueguinos, como en las intrincadas sel-
vas tropicales.
Al retirarse del obispado de Sud América, volvió a Ingla-
terra donde se radicó en Wells, a cargo de la iglesia del lugar,
hasta que falleció el 18 de noviembre de 1923.
V
PRIMERAS EXPERIENCIAS ENTRE LOS PATAGONES
1857 - 1861
Antecedentes. - Ofrecimiento de Schmidt. - Primer viaje. -
Juan H. Hunziker. - Segundo viaje. - Trabajos lingüísticos.
En 1853, el navio inglés Vexen, al mando del comandante
Bernard, llegó a Punta Arenas para investigar el saqueo de un
barco de la misma nacionalidad, naufragado en las cercanías.
La acusación recaía sobre la tribu de un célebre cacique pata-
gón, llamado Casimiro Biguá o Vibá, que fué llevado a bordo.
El indio juró ser inocente y se declaró amigo de los ingleses,
demostrando interés por que sus "ignorantes paisanos" fueran
instruidos en el cristianismo.
Casimiro es uno de los personajes más interesantes en la his-
toria de la Patagonia del siglo pasado. Se asegura que su padre
era un francés llamado Vibois; fué entregado por su madre a
algunos pobladores del río Negro que le instruyeron, hasta que
se fugó para dedicarse a la vida nómade. El gobierno chileno
136
ARNOLDO CANCLINI
le dio el título de capitán de su ejército v le pagaba el sueldo
correspondiente, lo que no le impidió ofrecer sus servicios a
la Argentina, en momentos de tirantez entre ambas naciones,
al hacer un viaje a Buenos Aires con Piedrabuena, en el trans-
curso del cual entrevistó al presidente Mitre, quien le dió el
grado v el sueldo de teniente coronel, junto con el título de
jefe principal de las tribus patagónicas. Además, Casimiro reci-
bió instrucciones de concentrar la indiada para una eventual
ocupación militar del Estrecho; vendo más allá de lo acor-
dado el cacique llegó a hacer una impresionante demostración
en Punta Arenas. Al decir de un historiador, si hubieran tenido
tiempo, quizá Casimiro hubiera alcanzado el generalato chi-
leno... El célebre viajero inglés Musters habla largamente de
él en su obra "Vida entre los patagones".
Al volver el Vexen a Inglaterra, el Almirante británico in-
formó a la Sociedad Misionera de Sud América sobre el pedido
de Casimiro v desde ese momento este hecho fué tenido muv en
cuenta al trazarse todos los planes.
Debieron pasar, sin embargo, varios años antes de que fuera
posible hacer algo concreto. En enero de 1857, el Alien Gar-
diner partió de Keppel para reconocer la zona de Magallanes.
El 28 de febrero estaba de regreso y no constan los resultados
del viaje.
Un año más tarde, el 23 de enero de 1858, volvía a partir
llevando a Alien Gardiner, hijo, Carlos Turpin y Teófilo
Schmidt. El 9 de marzo fondearon en la caleta Bougainville, al
sudeste de la península de Brunswick, donde vieron un grupo
de indios, que posiblemente eran alacalufes y con quienes tra-
baron relaciones amistosas. El 18 del mismo mes estaban en
Punta Arenas, donde se encontraba la tribu de Casimiro. Era
entonces sólo un grupo muv pequeño v, en busca de otro
mavor, visitaron las bahías de San Gregorio v Oazy que años
antes recorriera el fundador de la misión, sin encontrar indí-
genas. A fines de mes estaban de regreso en Keppel.
Gardiner, hijo, recomendó ardientemente la isla Isabel, ubi-
cada algo al norte de la población, en el estrecho de Magallanes,
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
137
esto es a escasa distancia tanto de la Patagonia como de Tierra
del Fuego, o sea de las tribus tehuelches, onas y alacalufes. Sus
condiciones geográficas eran excelentes y su único inconve-
niente era la vecindad con los establecimientos chilenos, cuyo
recelo ya se dejaba entrever.
El hombre para aquel trabajo que, como se verá, era más
bien una aventura, apareció en el joven Teófilo Schmidt. Al
volver del viaje precitado, escribió a la misión ofreciéndose en
estos términos:
"Me ofrezco para ir entre los patagones como catequista {no
como traductor) , vivir con ellos en sus toldos, compartir su
comida y sacrificar las comodidades de que gozo aquí, si al
menos otro hombre, que quiera servir a su Señor y Maestro
en Su causa, quisiera venir y ofrecerse para ir conmigo".
Juzgaba necesario convivir con ellos unos seis meses para apren-
der el idioma y luego continuaba: "Habiendo adquirido algu-
nos conocimientos de su lengua y mostrándome amable v afec-
tuoso con ellos, podré, con la bendición de Dios sobre mis
propósitos, persuadir a algunos a darme a sus hijos, que quizá
podremos llevar a Cranmer para ser educados de acuerdo a los
planes de la Sociedad."
Como la misión no se expedía tan prontamente como él lo
creía necesario, volvió a escribir insistiendo. "Deseo ir", decía,
"y hacer un intento de vivir con ellos y espero que pronto podré
hablarles en su propia lengua, al menos en un período razona-
blemente corto". Finalmente, la misión aprobó sus planes.
Antes de seguir, digamos que Schmidt había nacido en Wur-
temberg, Alemania, y que se había educado en el colegio de
Aarau, en Suiza. Luego siguió sus estudios religiosos en la Mi-
sión de Peregrinos de San Chrischona, colegio establecido en
1815 por la Misión de Basilea para preparar sus obreros. Al en-
trar al servicio de la Sociedad Misionera de Sud América, tenía
sólo veintidós años y lo hizo en carácter de lingüista, título qui-
zá un poco altisonante, ya que hasta ese momento, el joven po-
seía únicamente cuatro lenguas 'europeas. Sin embargo, demos-
138 ARNOLDO CANCLÍNI
tró que tenía una capacidad especial para ese tipo de trabajo, en
vista de la labor realizada posteriormente.
Como no había aparecido aún un compañero de tareas,
Schmidt partió solo de Keppel el 4 de febrero de 1859 y, des-
pués de un accidentado viaje, llegó a Punta Arenas a fines de
marzo. Se encontraba allí un gran grupo de indios, al mando del
cacique Ascaik. El gobernador Jorge C. Scvthe, dinamarqués,
que demostró siempre simpatía a la obra misionera, puso a
Schmidt en contacto con los tehuelches, que se mostraron curio-
samente suspicaces. Había entre ellos, por lo general, uno o
más blancos, pero que casi siempre eran fugados de la justicia,
bandoleros o marinos desertores; era sumamente extraño que la
autoridad apadrinara a quien quisiera ir a vivir con ellos, máxime
en tal caso en que sus propósitos les resultaban bastante oscu-
ros. Además surgieron influencias de personas pocos escrupu-
losas, que se esforzaban por obstaculizar el viaje, pero sus in-
tentos fracasaron y Schmidt partió con los indios el 23 de
abril. C1)
Al principio descendieron a lo largo de la costa, para inter-
narse luego y permanecer errando unos tres meses en las vecin-
dades de San Gregorio. En Dungeness — que es el Finisterre de
la Patagonia sobre el Atlántico — , lugar tormentoso por excelen-
cia, encontraron un barco recién embarrancado. Los indios en-
contraron allí gran cantidad de alcohol, con el que se emborra-
charon; sobrevino entonces una gresca descomunal al repartirse
(!) Años más tarde, el viajero inglés Jorge Musters realizó un
viaje muy similar con la tribu de Casimiro; su relato es sumamente inte-
resante y confirma la descripción que de los indígenas hicieron los
misioneros. Existe traducción castellana del libro con el título "Viaje
entre los patagones". Otro relato clásico es el del francés Augusto
Guinnard, que fué apresado por los salvajes y que hizo entre ellos una
dura vida de esclavitud; sin embargo, debe tenerse en cuenta que, aun-
que el libro lleva el nombre "Tres años de esclavitud entre los pata-
gones", sus captores no fueron de esa raza, o sea de los llamados te-
huelches, sino más bien puelches, que vivían en el sur de la actual pro-
vincia de Buenos Aires y en la zona de los ríos Negro y Colorado, al
norte de la Patagonia.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 139
la carga, pero afortunadamente el misionero no sufrió daño
alguno.
Seis días más tarde, partieron hacia el norte y en Güer Aike,
sobre el río Gallegos y cerca del Coig o Coyle, en el actual
territorio de Santa Cruz, encontraron las tribus de los caciques
Casimiro, Kailé y Watchy, que venían del río Negro. La tribu
de Casimiro estaba muy disminuida, pues sólo tenía unos cien
individuos. Todos juntos volvieron al lugar del naufragio y las
escenas cruentas se repitieron.
Finalmente, el seis de octubre estaban de regreso en Punta
Arenas. En aquellos cuatro meses, Schmidt había trabajado acti-
vamente por ganar la confianza de los indios y formar un voca-
bulario de su idioma. Posiblemente, al principio, se entendían en
castellano, que los caciques solían hablar y que él había estudiado
en Europa. Recogió asimismo numerosas observaciones de ca-
rácter etnográfico sobre los tehuelches y anotó muchas de sus
costumbres; llevaba cuidadosamente un diario, en el que iba des-
cribiendo los lugares por donde pasaba. Fué el primer viajero
blanco que recorrió el curso del río Coig, y que además lo*
describió, con una admirable precisión.
De acuerdo con lo planeado, el Alien Gardiner debía haber
estado esperándolo, pero en realidad no había llegado. Schmidt
comenzó a inquietarse después de un tiempo de espera y las
noticias que recibió finalmente no podían servir para tranquili-
zarle: el grupo misionero que viajaba en el Alien Gardiner había
sido masacrado en Wulaia y el barco estaba prácticamente des-
mantelado. Estos acontecimientos dificultaban grandemente el
trabajo, haciéndolo casi imposible; Schmidt recibió entonces ins-
trucciones de ir a Inglaterra, para discutir sus planes con el Co-
mité. La vida del desierto había resentido su salud, por lo que
aceptó gustoso la idea. Mientras tanto, había surgido otra difi-
cultad con la muerte de su amigo indio Ascaik.
En esa misma época, apareció un compañero de labor. Se
trataba del joven suizo Juan Federico Hunziker, nacido en el
cantón de Argovia y educado también en Aarau y en San Chris-
chona, donde había conocido a Schmidt. El 23 de febrero de
140
ARNOLDO CANCUNI
1860 fué aceptado y el 29 de agosto llegaba a Keppel, donde
quedó esperando a su futuro compañero, que aun estaba en In-
glaterra, porque los medios de regresar eran sumamente escasos.
Ardía en su interior por comenzar el trabajo y lo demostra-
ba escribiendo: "Que pronto llegue el tiempo cuando pueda
unirme a él (Schmidt) v cuando, en amor fraternal, podamos
realizar la obra del Señor entre los patagones". Otra vez expre-
saba: "Ale alegro al prever el tiempo cuando Mr. Schmidt llegue
aquí a Cranmer y vayamos, tomados de la mano, a la Patagonia,
para usar nuestro tiempo y ser usados por el Señor". Mientras
tanto, estudiaba fonética y practicaba equitación en el caballo
que Casimiro regalara a Gardiner, hijo, en 1858.
El 12 de enero de 1861 Schmidt llegó a Keppel, llevando una
gran cantidad de chucherías para obsequiar a los indios y algu-
nos elementos de instrucción. Hunziker expresó su satisfacción
por la llegada de su compañero en estas palabras: "iMr. Schmidt
y yo nos sentimos muy felices juntos, en perfecta unidad. Me
siento muy agradecido al Señor, que me permite tener junto a
mí un compañero de trabajo experimentado, con quien tengo
comunión en oración".
El 9 de julio se encontraban ambos en Punta Arenas. Mien-
tras esperaban a los indios, Hunziker aprovechó el tiempo para
hacer una excursión a la caleta Bougainville. El gobernador les
recibió con gran amabilidad. Previamente había escrito a la mi-
sión ofreciendo sus servicios, en estas palabras: "Si, por medio
de mi influencia sobre los indios, puedo ser de alguna utilidad
a estos dos jóvenes, que van adelante a preparar el camino para
predicar la Palabra de Dios, en lugares donde nunca se la oyó
antes, pueden ustedes estar seguros que haré cuanto esté a mi
alcance para garantizar su seguridad y proveerles en lo que pue-
da serles necesario". Al respecto, había logrado que Gemoki,
hijo y sucesor de Ascaik, se hiciera responsable de la seguridad
personal de los misioneros; el cacique cumplió celosamente su
promesa ya que fué "muy amable en su carácter y muy gentil
en sus maneras". En la misión solían llamarle Gentlevian John
(el Caballero Juan).
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
141
Durante el mes de julio, llegó la tribu de Casimiro, quien
aceptó la compañía de los misioneros y partió con ellos el 27 del
mismo mes. Comenzó una nueva peregrinación por la Patagonia
austral. Generalmente, los indios erraban desde Punta Arenas,
donde comerciaban con los chilenos, hasta Carmen de Patago-
nes, donde lo hacían con los argentinos, ya que en el resto de la
Patagonia no existía aún pueblo alguno; en las rías encontraban
a veces barcos loberos, con los que también traficaban.
En este caso, sin embargo, no fueron tan al norte. El 17 de
agosto llegaron a Güer Aike, que era uno de los puntos habitua-
les de reunión, donde encontraron a Gemoki con su tribu, como
así también las de los caciques Crimen y Cabolo. En octubre
estaban en Warenken Aiken, sobre el Coig, desde donde em-
prendieron el regreso.
Schmidt y Hunziker hacían mientras tanto lo posible por
influir religiosamente en los patagones. Todos los días realizaban
ante su vista un breve culto, que, según ellos mismos confesa-
ban, despertaba poco interés entre sus rudos compañeros de
nomadismo. Casimiro les entregó a sus dos hijos para que los
educaran, pero resultaron ser perezosos y despreocupados. El
menor, llamado Gálvez, parecía ser un poco más aplicado;
cuando Musters lo conoció ocho años después aun recordaba
un himno evangélico. Fué asesinado en 1876 y su esqueleto
está en el Museo de La Plata.
El 9 de octubre recruzaron el río Gallegos y un mes después
estaban de regreso en Punta Arenas.
Fueron de allí a Keppel donde quedaron unos cinco meses,
preparando debidamente el vocabulario que había recogido. Ha-
bían logrado reunir unos mil vocablos. Con ellos se publicó en
Bristol, poco después, una pequeña obra, bajo el título de
Vocabulary and rudiments of Grammar of the Tsoneca len-
guage. Llevaba el nombre de Schmidt, posiblemente por ser el
lingüista oficial de la misión. La edición debió ser muy limi-
tada, ya que prácticamente ha desaparecido por completo. Años
más tarde, el señor Jorge Claraz, que mantuvo cordial amistad
con ambos misioneros en Patagones, envió al Museo de La
142
ARNOLDO CANCL1N1
Plata, un manuscrito, atribuido a Hunziker, y que reproduce el
vocabulario de Bristol. Además existe en la biblioteca del Mu-
seo Mitre, en Buenos Aires, otro manuscrito, con un breve
vocabulario y gramática tehuelche, esta vez bajo el nombre
de Schmidt; el general Bartolomé Mitre dedica noventa y dos
páginas de su "Catálogo Razonado de la Sección Lenguas Ame-
ricanas" a la transcripción y comentario de esa obra.
Con todos estos elementos, dos investigadores del Museo de
La Plata estudiaron a fondo el fundamental aporte hecho por
ambos misioneros a los conocimientos lingüísticos sobre los
indios patagónicos. Uno fué el doctor Roberto Lehmann-Nit-
sche, quien publicó en un volumen aquellos dos vocabularios,
con un estudio previo, como contribución al XVII Congreso
Internacional Americanista, reunido en Buenos Aires, en 1910.
Además, el doctor Félix F. Outes estudió cuidadosamente aque-
llos materiales y otros que le fueron facilitados por el señor
Claraz o que figuran en las publicaciones de la misión, dando
luego a conocer varios extensos y bien documentados artículos,
que aparecieron primero en la Revista del Museo de La Plata v
en forma de folletos varios de ellos luego.
Además, Schmidt realizó también la traducción del Padre-
nuestro al tehuelche, que fué publicada por Outes, junto con el
versículo 8 del salmo 2.
Terminada esta etapa preparatoria, la misión se dispuso a co-
menzar un trabajo que trajera resultados más efectivos.
VI
ESTABLECIMIENTOS EN SANTA CRUZ Y RIO NEGRO
1862 - 1897
Establecimiento provisional en el Santa Cruz. - Terrible soledad. -
Entrevista con los indios. - Patagones, Viedma, San Javier y el
Napostá. - Obra de Hnmble hasta su muerte.
En abril de 1862, Schmidt v Hunziker estaban nuevamente
en Punta Arenr.s, pero encontraron que la situación había cam-
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
143
biado fundamentalmente, pues Scythe ya no estaba allí y el
nuevo gobernador, no sólo no los favorecía, sino que también
había llevado consigo a dos curas para que adoctrinaran a la
población. Era necesario, por lo tanto, cambiar de base de ope-
raciones. Volvieron ambos rápidamente a las Malvinas y allí
se les autorizó para intentar un establecimiento provisional en
la desembocadura del río Santa Cruz.
El Alien Gardiner se encontraba en viaje a Inglaterra, lle-
vando a Despard de regreso, y a fin de no desperdiciar tiempo,
fletaron la goleta Tilton, que les dejó en tierra el 17 de mayo.
El lugar elegido fué una parte de la ría, llamada Weddel's Bluff,
donde existía un cañadón, protegido contra el viento, con abun-
dancia de agua potable, leña y caza, en forma de guanacos y
ñandúes. Actualmente, ese lugar recibe el nombre de Cañadón
de los Misioneros y tiene gran importancia en la historia de la
región, ya que allí se levantó luego la primera población del
territorio de Santa Cruz, con el mismo nombre.
El 2 de junio empezaron a levantar una casa desarmable de
madera y otra más pequeña, como almacén. Celebraban un culto
todas las mañanas y trabajaban ardorosamente todo el día; parte
de sus planes en cuanto a abastecimientos fracasó prematuramen-
te al emigrar la mayor parte de la caza y al no resultar un inten-
to de cultivo. El 2 de julio, el Tilton levó anclas, dejando solos
a Schmidt, Hunziker y Guillermo Gardiner. (*)
Empezaron éstos una nueva aventura, pero de tipo muy dis-
tinto a las anteriores: la soledad. Ante ellos se extendía sólo el
desierto patagónico, plano como una mesa y barrido por vientos
constantes, que levantaban polvaredas insoportables. Los prime-
ros días tocaron allí algunos barcos loberos, pero luego vol-
vieron a quedar solos, esperando por más de dos meses en esas
condiciones. Para matizar aquel tiempo, se dedicaban al estudio
y a las observaciones meteorológicas. Tres veces por día regis-
(!) No nos ha sido posible averiguar quién era el último de los
nombrados, o si tenía alguna relación con Alien Gardiner. Este episodio
es su única aparición.
144
ARNOLDO CANCL1N1
traban la temperatura, el estado del cielo y la dirección y fuerza
del viento.
Un indio, que servía como marinero en el barco, les había
dicho que a menudo acampaban algunas tribus en la ribera nor-
te, más al interior, y efectivamente por allí aparecieron algunas
columnas de humo, señal indubitable de un grupo humano. El
16 de septiembre llegó un grupo de indios, procedentes del río
Negro y en marcha hacia el Gallegos.
Schmidt se les unió como medio de encontrar a Casimiro o
Gemoki. Partieron seis días después y el 8 de octubre, a orillas
del Gallegos se unieron con la tribu de Casimiro.
Todos juntos fueron hasta Punta Arenas, donde los tehuel-
ches compraron alcohol y provisiones. Estas últimas se encon-
traban en malas condiciones; un buen número se intoxicó con
ellas y aun Schmidt debió sufrir las consecuencias.
Habiendo obtenido la promesa de Casimiro de ir a visitarlos
en un plazo de dos meses y de confiarles tres niños de su tribu,
el misionero volvió al Santa Cruz, adonde llegó a principios de
diciembre. Tuvo entonces una sorpresa desagradable. La espan-
tosa soledad había trastornado un tanto a Hunziker, que no le
reconoció y le preguntó si hablaba inglés o castellano. Afortu-
nadamente recuperó la razón poco a poco y en un tiempo breve.
Mientras tanto, las provisiones se estaban agotando. Habían
esperado contar con abundante caza y habían errado además
el cálculo de lo que dejó el barco al irse, de modo que la situa-
ción comenzó a tornarse delicada.
En esa época, el 19 de enero, se presentó en el lugar el Alien
Gardiner, que traía a los Stirling y a Rau.
Antes de llegar allí se habían detenido en la desembocadura
del río Negro, donde existían dos poblaciones: Carmen de Pata-
gones, en la ribera norte, y Viedma, en la sur. Desde 1860, por
lo menos se había planeado establecer a algún misionero en ese
punto, que era el más austral ocupado por población blanca
sobre el Atlántico, "para mantener contacto con los indios y,
luego de obtener su confianza, tratar de ganarles para Cristo".
El 6 de junio de 1862, en la reunión anual de la misión, Stir-
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
145
ling informó que se habían encontrado dos candidatos para el
río Negro: Francisco Neville Lett, de origen irlandés, y Juan
Andress, otro ex-alumno de San Chrischona. "Son hombres de
diferente temperamento e indudables méritos", dijo entonces,
"que una vez combinados en espíritu de amor, se contrabalan-
cearán y suplementarán el uno al otro; espero, por lo tanto, que
su ubicación en el Carmen resulte satisfactoria".
El establecimiento de una estación misionera en el lugar te-
nía un aspecto completamente distinto al que habían tenido los
de las Malvinas, Tierra del Fuego o Santa Cruz. En efecto, en
el primer caso estaban en tierras ocupadas por Inglaterra, de
cuyo gobierno se había obtenido el permiso correspondiente.
En los otros dos, era difícil saber bajo qué soberanía se encon-
traban, ya que toda esa región era hasta entonces res nullius, re-
clamada tanto por argentinos como por chilenos, en una larga
disputa, más o menos vivida, que no se solucionó hasta 1881.
No había, por lo tanto, en esos casos, necesidad de solicitar per-
miso a ningún gobierno; más aún, no era conveniente hacerlo,
porque una actitud tal comprometería la buena voluntad Acl otro
para con la misión.
En el río Negro, la situación era distinta por primera vez, ya
que allí existían autoridades de otra nación. La actitud que estas
asumirían era una incógnita. Afortunadamente, fur cuanto podía
esperarse.
El 2 de diciembre de 1862, el Alien Gardiner fondeó en el
puerto de Carmen de Patagones. La presencia de varios misio-
neros protestantes, dos de los cuales pensaban establecerse allí,
causó no poco revuelo. El juez de paz, que era a la vez presi-
dente de la municipalidad y la máxima autoridad del pueblo,
convocó apresuradamente a la corporación municipal para dis-
cutir el problema. Según consta en el libro de actas, se discutió
largamente si tales misioneros podían establecerse en ese lugar
y, al saberse que el objeto de la misión no era otro "que el de
aprender el dialecto de los indios, instruir a los que quisieren
seguirlos e internarse entre los salvajes para convertirlos en sus
creencias", acordaron por mayoría: "Que por la Constitución
146
ARNOLDO CANCLINI
estaba garantida la libertad de cultos en toda la Confederación,
por lo que no podía entrometerse la Municipalidad a coartarla;
que se participase el hecho al Superior Gobierno, sujetándose a
lo que él decretase a este respecto".
Stirling mismo tuvo cuidado de escribir al Ministerio del In-
terior, informando del comienzo de su obra. En la respuesta, se
le otorgó amplia libertad y se le aseguró apoyo moral.
El 12 de diciembre el barco prosiguió hacia el Santa Cruz,
donde se detuvo hasta el 28 de enero, mientras esperaba la pro-
metida aparición de Casimiro y los suyos. Entre tanto, Rau diri-
gió la construcción de un huerto y una represa para regarlo.
Luego el Alien Gardiner se fué, dejando solos otra vez a los
misioneros, aunque Stirling abrigaba serios temores por la salud
de Hunziker.
Nuevamente pasaron casi cuatro meses en esa situación. El
18 de mayo aparecieron simultáneamente el Alien Gardiner y
varios cientos de indios, al mando de Gemoki y Casimiro. Entre
ellos se hizo un reparto de café y galletas, al que los patagones
respondieron con un pedido de brandy, pues no concebían un
barco sin alcohol en abundancia. Se les hizo conocer el deseo
de tener una conferencia con los jefes y la sugestión fué
aceptada.
Llegada la hora, todos se sentaron sobre el suelo. Stirling
ocupó el lugar principal y Casimiro, que ejercía la representa-
ción de los indios, se ubicó enfrente suyo. Schmidt, oficiando
de intérprete, se puso a la derecha, y Gemoki a la izquierda. Se
hicieron demostraciones de amistad, inclusive el cambio de re-
galos; los misioneros recibieron tres quillangos. Stirling explicó
que su propósito no era "ocupar el territorio, poner de mani-
fiesto el poder extranjero, ni aun comerciar, sino enseñarles
acerca de otra vida v de un mundo mejor más allá de la tumba".
Ambos caciques demostraron comprender lo que se les decía,
pero se mostraron reticentes en cuanto a promesas definitivas,
aunque sin oponerse a que los misioneros se establecieran en su
territorio. Reiteradamente, Casimiro declaró que el lugar era
malo en caza y que, si bien él deseaba que los niños fueran edu-
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
147
cados, los demás no opinaban igual. La opinión que se formó
Stirling fué que estaba tratando de buscar algún medio de apro-
vecharse de ellos para cimentar su propia autoridad.
Más tarde, para fortalecer aun más las buenas relaciones,
ambos caciques visitaron el Alien Gardiner.
Un jefe secundario, llamado Platero, pidió que lo llevaran a
las Malvinas, pues deseaba conocer al gobernador. Su deseo fué
complacido y junto con él viajaron sus hijos: Belonkon, de
dieciocho años, y Mariquita, de veintidós. Esta falleció en el
viaje de regreso y las atenciones que los misioneros tuvieron para
con ella hicieron que Platero les cobrara un gran afecto, a pesar
de las grandes demostraciones de pesar que hizo al perder a
su hija.
También viajaron a Keppel, Schmidt y Hunziker, para repo-
ner algo de sus fuerzas gastadas. El último estaba tan envejecido
que sus amigos casi no le reconocían. En el Santa Cruz que-
daron, a cargo de la casa, Guillermo Gardiner y el marinero
Mateo Paravich.
Stirling fué hasta Patagones y allí indicó a Lett que visitara
la otra estación y que, luego de anunciar a los indios el próximo
regreso de los misioneros, fuera a Keppel a informar. El 10 de
agosto, llegó a las Malvinas, después de cumplir su misión.
El 22 del mes siguiente, Schmidt y Hunziker estaban de
regreso con los dos patagones amigos. Se encontraron con la
desagradable sorpresa de que los indios se habían ido tras un
lobero norteamericano que les había vendido aguardiente. Se
produjo una borrachera general y los patagones declararon que
no mantendrían relaciones con quienes no comerciaran en
alcohol.
Aquello hizo afianzar en los misioneros la idea que ya se
había formado de que era inútil permanecer en aquel lugar.
Por otra parte, una terrible sequía que prevalecía entonces lo
hacía casi imposible. Desarmaron la casa, embarcaron todo en
el Alien Gardiner y, junto con Platero y Belonkon que no que-
rían separarse de ellos, fueron al río Negro.
En ese lugar, continuaban su trabajo Lett y Andress quienes
«
148
ARNOLDO CANCUN1
pocas semanas después de su llegada, se habían trasladado al
"pueblo del Sur" como generalmete se llamaba a Viedma, por-
que parecía más favorable al Evangelio, tenía un mayor contac-
to con los indios tehuelches, araucanos y puelches y no estaba
tan dominado por la influencia de los dos curas que les hacían
la guerra en Patagones, recorriendo el pueblo para prohibir la
lectura de la Biblia.
Con frecuencia iban allí los indígenas o acampaban en las ve-
cindades; los curas les hablaban en contra de los misioneros
evangélicos, desarrollando así más aún su natural suspicacia. Las
tribus que más a menudo visitaban la región eran las de los caci-
ques Roque y Calfucurá, el más famoso en la historia patagónica,
que tenía "un ejército de seiscientas a dos mil lanzas".
Era entonces aquel lugar uno de los "últimos rincones de la
tierra" donde, como luego sucedería en algunas islas del Pací-
fico, se refugiaban lejos del mundo o de sus conciencias, gentes
de todas partes. Así vemos que, entre el heterogéneo público
de los misioneros, se contaban desde indios y criollos hasta el
hijo de un pastor suizo, y la hija de uno inglés.
Schmidt y Hunziker hicieron un viaje a Europa para repo-
ner su salud, que había sufrido gravemente. El segundo volvió
luego a establecerse con Lett, aunque se radicó en un lugar
más distante llamado San Javier, en el punto conocido por Po-
trero Grande, donde se armó la casa que había estado en el
Santa Cruz v que era visitada por el cacique araucano Chingo-
leo, el puelche Sinchel y algunos otros. Allí estableció una
escuela, para la que logró la asistencia de algunos indiecitos.
Estuvo trabajando en ese lugar hasta fines de 1866. El 20
de diciembre llegó a las Malvinas y se separó de la misión, por
no estar completamente de acuerdo con los métodos empleados
por Schmidt, que eran oficialmente aprobados por el comité.
Según su amigo Claraz, Schmidt se resistía a atraer a los indí-
genas con regalos, pues quería que "acudiesen espontáneamente
en busca de la verdad y del Dios único y sintiesen, por sí mis-
mos, la necesidad de aprender". Hunziker, por su parte, opinaba
que era necesario civilizarles y educarles primero y luego incul-
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
149
caries las doctrinas cristianas que, a su juicio, no podían resul-
tarles atractivas en su estado de salvajismo nómade. Con su
carácter amable y su entereza varonil, se adaptó muy bien al
medio, logrando bastante ascendiente sobre los indígenas, pero
su obra no dejó mayores resultados visibles. Un ejemplo típico
fué el de un jovencito patagón a quien tuvo en su casa durante
mucho tiempo, pero que terminó fugándose para vivir errante
por el desierto.
Esta diferencia de ideas ha sido general en todas partes del
mundo v en todas partes también la experiencia ha demostrado
la falsedad de la aparente lógica de los que han pensado como
Hunziker. Los casos de Hans Egede en Groenlandia, Samuel
jMarsden en Nueva Zelandia y otros son los más conocidos.
Durante su permanencia en San Javier, Hunziker compiló un
vocabulario y fraseado puelche, con la ayuda de Sinchel y de
algunos indios del cacique Chagallo o Chagaya. Este vocabula-
rio fué publicado años más tarde por el doctor Outes.
El ex-misionero vivió un tiempo como capellán en las Mal-
vinas y, después de casarse, se trasladó a Minnesott- en los Esta-
dos Unidos.
Mientras tanto, Schmidt también había vuelto de Europa,
con su flamante esposa y un nuevo misionero, el médico Jorge
Arturo Humble, egresado de Oxford y con grandes dotes musi-
cales. De acuerdo a las instrucciones recibidas, se establecieron
junto al caserío de "la Guardia", a orillas del arroyo Napostá,
en el sur de la provincia de Buenos Aires, cerca al lugar que"
hoy ocupa la ciudad de Bahía Blanca. En las vecindades mero-
deaban las tribus de los caciques Ancalao, Linares y Coila, para
las que instalaron una escuela. Su intento fracasó, porque los
indios se negaron a ir y, en vista de ello, ambos misioneros se
trasladaron al río Negro.
Llegaron a Patagones en abril de 1864, para encontrar que la
actividad del cura había cesado, debido a los pocos resultados
que obtenía, ya que no consiguió que la gente rechazara las
Biblias. En los últimos tiempos, dió permiso para leer el Libro
150
ARNOLDO CANCL1N1
prohibido y al morir fué atendido por el único médico del lu-
gar: Humóle.
Poco después, Humble debió asistir a otro paciente muy
distinto del anterior. La esposa de Stirling, que había acompa-
ñado estoicamente al misionero en todas sus luchas, fué atacada
por una grave enfermedad, de la que fué imposible salvarla. El
16 de octubre de 1864 entregó su alma al Señor.
Cuando los misioneros comprendieron que su fallecimiento
estaba próximo, decidieron comenzar los trámites para conseguir
un trozo de tierra en el cementerio. Este era aún una institu-
ción religiosa y su administración estaba en manos del cura, por
lo que el entierro de la esposa de un obispo protestante cons-
tituía todo un problema. Stirling se dirigió entonces a la Cor-
poración Municipal, solicitando un trozo de tierra en el cemen-
terio en construcción.
La opinión del cuerpo fué unánime. Uno de sus miembros,
don Marcelino Crespo, fundó su voto en los términos siguien-
tes, según figuran en el libro de actas: "Que, sin embargo de no
ser suficiente perito para deslindar un asunto de esa naturaleza,
v hallándose en Buenos Aires el señor Cura, se permitía recordar
las palabras que había tenido ocasión de oír de boca del Ilus-
trísimo Señor obispo en su último viaje a la Capital, por Febrero
de este año, con motivo del pedido de orden para bendecir un
cementerio nuevo que un individuo le formulaba y que eran
éstas: 'ahora no se puede bendecir en general un cementerio
porque era de necesidad dar a todos sepultura, sin dejar de
distinguir los méritos y virtudes de nuestra Santa Religión', que
agregando el señor Obispo alguna palabra más, comprendió que
su mente era limitar la bendición a la sepultura del Católico,
Apostólico, Romano, que por este antecedente y el de no estar
bendecido el cementerio que se estaba construvendo era de
opinión que se le cediera un pedazo de tierra para sepultura
en un paraje, donde si resultase algún inconveniente, se pudiera
levantar una pared que dividiera el Cementerio y así podría
quedar un lugar para otros casos iguales".
A continuación, el acta dice: "El municipal don Felipe Rial
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 151
fué de igual parecer, no obstante lo delicado y celoso que el
señor Cura Tomatis se había mostrado en cuanto a la Misión
Protestante Inglesa, pero que no temía asegurar que la mayor
parte de este vecindario había mostrado buena disposición y
mostraría su aquiescencia por generosidad humanitaria".
Finalmente, el acta dice: "Por todo lo cual se resolvió con-
ceder sobre la izquierda de la Cruz, e inmediata a la pared, las
varas suficientes para la sepultura de la señora Kurjes (*) y
otros que pudieran ocurrir". Este documento y el que se
refiere a la instalación de los misioneros se encuentran en el
libro "Crónica de Carmen de Patagones entre los años 1852-
1855", al cual remitimos a quien quiera conocer la vida de la
población en esa época.
El acto del sepelio fué extraordinario por la cantidad de
público v por lo caracterizado del mismo, que revelaban lo
exacto de las palabras del municipal Rial; el Juez de Paz, la
máxima autoridad del pueblo, estuvo presente en la ceremonia
religiosa. Este fué el origen del cementerio de disidentes de
Patagones, donde la misión enterró sus muertos en el futuro.
El avance del pueblo ocupó posteriormente ese lugar y el ce-
menterio desapareció.
En 1867, la mala salud de Schmidt le obligó a abandonar
Patagones para dedicarse al pastorado de la colectividad pro-
testante de Fray Bentos, hasta 1874 cuando le fué necesario
volver a Europa, pues su salud no había mejorado.
Humble continuó solo el trabajo. Fué construida una es-
cuela y un consultorio médico y, como ambas cosas eran las
únicas que había en el pueblo, sus oportunidades para hablar
del Evangelio eran muy numerosas. El 13 de agosto de 1865 se
inauguró el templo de Viedma y cuatro días después la casa
del misionero, todo ello construido con fondos recolectados en
Buenos Aires. En la primera oportunidad, el templo estaba
colmado de público, a pesar del mal tiempo reinante.
El misionero hacía también frecuentes visitas a los indios, a
í1) No sabemos por qué se llama así a la señora de Stirling.
152
ARNOLDO CANCLINI
quienes predicaba la Palabra de Dios, que en muchos casos
interesaba vivamente a los aborígenes. También se celebraban
reuniones en castellano y en 1867, Humble informaba que con-
currían a ellas unas treinta personas.
La obra continuó así durante mucho tiempo sin grandes no-
vedades. En agosto de 1867, llegó a acompañarle W. T. Coombe,
que había trabajado en Lota, en el sur de Chile, pero dejó el
lugar al año siguiente para ir a ocuparse de la obra entre la co-
lectividad británica de Rosario.
El 19 de agosto de 1867, Humble se casó en Buenos Aires,
con la señorita Williams, perteneciente a una de las familias
galesas que se habían dedicado a la colonización del Chubut.
De ese matrimonio nació un hijo que llegó a ser secretario-
tesorero de la gobernación y, en una ocasión, gobernador in-
terino.
Todo continuó normalmente hasta 1892, cuando los salesia-
nos edificaron un hospital en Patagones y la población se
apartó entonces de Humble, que dejó de ser el único médico
del lugar, para convertirse en el objeto de los ataques de los
sacerdotes católicos. Desde ese momento, desapareció su pú-
blico "español" e indígena, para limitarse a algunos ingleses,
alemanes y dinamarqueses que vivían allí v a los galeses que
abandonaban las colonias del Chubut.
El 4 de noviembre de 1893 escribía lo siguiente a las auto-
ridades de la misión:
"En relación con este lugar, tengo muy poco que hacer,
tanto de capellán como de médico. Este estado de cosas, sin
embargo, no es del todo un motivo de pesar, porque estoy sin-
tiendo el peso de los años; después de cuarenta años de vida
profesional, es natural que sienta deseos de descanso; hasta
ahora, yo y mi puesto parecemos ser el uno para el otro".
Esta situación se mantuvo hasta agosto de 1897, cuando
falleció este esforzado y valiente misionero, que había traba-
jado durante treinta y tres años consecutivos en aquel lugar.
La misión no crevó oportuno mantener una estación en
esa zona tan poco fructífera v, por eso, el fin de la vida de
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
153
Humble, marcó también el fin de la misión en tierras de la
Patagonia continental.
VII
DESARROLLO DE LA OBRA EN USHUAIA
1869- 1884
Ordenación y casamiento de Bridges. - Juan Lawrence, Santia-
go Lewis y Jacobo Resyek. - Progreso en Ushuaia. - Bau-
tismos. - Nuevos misioneros. - Ayuda a náufragos y expedi-
cionarios. - Bove y Martial.
Volvamos a retomar el hilo de nuestro principal relato, que
habíamos abandonado cuando Stirling era llamado a Europa
para ser consagrado obispo. Poco tiempo antes, el 3 1 de octubre,
Bridges había partido con igual destino, también para ser or-
denado, ya que la misión creyó que así era conveniente, dado
el puesto que debía ocupar en el trabajo de la misma.
Se le encargó que buscara un carpintero y un horticultor.
El primero apareció en la persona de Santiago Lewis, cuya
joven esposa, Eleonora Britten, había dado a luz poco antes a
su primogénito, llamado Guillermo. El jardinero Juan Law-
rence, especializado en el cultivo de rosas, se ofreció para ocu-
par el otro puesto; también era casado y con un hijo pequeño.
Estas seis personas partieron de inmediato hacia las Malvinas,
siendo seguidas poco después por Bridges, que iba acompa-
ñado por su flamante esposa, María Ana Varder, nacida efl
Harberton, condado de Devon, de ascendencia holandesa.
Estando en una reunión en Bristol, el misionero se encontró
por primera vez con aquella joven de su edad — veinticuatro
años — y rápidamente comprendió que había encontrado a la
compañera de su vida. Cinco semanas después, el 7 de agosto,
se casaron, un par de días antes de la partida hacia Tierra del
Fuego. Ambos se complementaban magníficamente, pues si
él era activo y enérgico, casi diríamos severo, ella era más in-
154
ARNOLDO CANCLIN1
clinada al trabajo tranquilo de la enseñanza — era maestra — y
más afecta a la tolerancia y al perdón. En Montevideo encon-
traron a Stirling, que iba hacia Inglaterra, y que les relató
la situación en Keppel y Ushuaia. En Stanley nació su hija
María; de allí fueron a Keppel, donde encontraron que Bartlett,
no esperándolos aún, se había ido a Ushuaia a dirigir la cons-
trucción de quintas. En la isla, además de la señora y los niños
de Bartlett, había tres indios (Cushinjiz, Gyammanacol y Shi-
fanjiz) y un nuevo misionero, llamado Jacobo Resyek. Era
éste un cristiano mulato, nacido en la Guayana Británica, que
ejercía las funciones de maestro y predicador de la pequeña
colonia y cuya naturaleza taciturna y meditativa en extremo, era
tan notable, que a primera vista, daba la impresión de ser sordo.
El joven Bridges, que contaba sólo con unos veintiséis años,
iba a hacerse cargo de la superintendencia de la misión y es
lógico, por lo tanto, que digamos algo sobre él. Se recordará
que su presencia en el Sur, se debía al hecho de ser hijo adop-
tivo de Jorge Pakenham Despard. Su involuntaria relación con
dicho pastor se debía a que, siendo un niño de dos años, fué
encontrado solo sobre un puente, abandonado por su familia.
Para sorpresa de todos se comprobó que, a pesar de su edad,
ignoraba completamente el inglés y, por ese detalle y algunos
rasgos fisonómicos, muchos suponen que era de origen latino,
quizá francés o italiano. En la imposibilidad de averiguar su
nombre se le llamó Bridges, porque bridge, en inglés significa
"puente". Es ésta una demostración más de que los caminos de
Dios son distintos a los que el ser humano escogería y que Él
puede hacer un gran hombre de aquel a quien quizá desprecien
los demás.
Habiendo llegado con Despard a Keppel en 1856, se dedicó
ardorosamente al estudio del idioma yagán, para lo que demostró
tener una capacidad especialísima y, en 1862, cuando su padre
adoptivo volvió a Inglaterra, quedó interinamente a cargo del
establecimiento, aunque sólo tenía diecinueve años. Todo le
señalaba como el mejor sucesor de Stirling y así lo comprendió
el comité que, una vez ordenado, le confió ese delicado cargo.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 155
Cuando llegó a Keppel, hacía seis días que había partido
Bartlett, rumbo a Ushuaia, donde permaneció tres semanas.
Al volver presentó un informe en el que decía: "Los nativos
se comportaron extraordinariamente bien. Conté más de cua-
renta canoas y había alrededor de doscientas cincuenta perso-
nas. Preguntaron mucho por usted y estaban ansiosos por saber
si volvería."
En diciembre, todos los misioneros estaban reunidos en
Keppel, siendo nueve en total: los matrimonios Bridges, Law-
rence, Lewis y Bartlett y el operario Resyek.
Este último y Lewis fueron a Ushuaia a preparar las ins-
talaciones definitivas junto con un labrador llamado Phillips.
El Alien Gardiner realizó desde ese momento gran cantidad
de viajes entre Keppel y Ushuaia, llevando y trayendo misione-
ros y materiales. Lawis volvió a las Malvinas en busca de su
esposa y, mientras tanto, la estación quedó a cargo de Bridges
y Resyek. En mayo de 1871, Lewis y señora llegaron para
radicarse definitivamente en Ushuaia, de modo que ella fué la
primer mujer bla,nca que vivió en Tierra del Fuego. En el
viaje llevaban aves, caballos y otros animales, pero sólo sobre-
vivieron dos cabras.
Allí nació meses después, el segundo hijo de Lewis, a quien
llamaron Frank Ushuaia, y que, con los años, habría de con-
vertirse en pioneer de la colonización de Santa Cruz. Este
niño, el primero de raza blanca que nació en el archipiélago,
era muy rubio y esto llamaba mucho la atención de los indí-
genas, que, desde hacía tiempo, pedían permiso para tocar los
cabellos dorados de la madre. Viendo al bebé, uno de los
nativos, con la intención de decir un cumplido, exclamó pal-
pando su cabecita: "Parece cabra".
El primer invierno fué muv riguroso para los tres valien-
tes misioneros y sus dos niñitos. Las provisiones se agotaron
y se vieron precisados a vivir de pescado, mejillones y hongos.
Muy a menudo, la señora de Lewis debía quedar sola, cuando su
marido y Resyek iban de caza o exploración. En uno de estos-
viajes, Lewis descubrió el lago que los indígenas llamaban
156
ARNOLDO CANCLINI
Cahmi y que hoy recibe el nombre de Fagnano, porque ge-
neralmente se cree que su descubridor fué un misionero salesiano,
lo que es un error. Además fué el primer hombre blanco que
navegó por sus aguas.
Para ganar la amistad de los indígenas, los misioneros les
regalaban ropas que a menudo no sabían usar, ya que hacían
tres o cuatro pedazos de cada saco y se ponían una pierna
de pantalón cada uno.
En septiembre del mismo año, Bridges y Lawrence, con sus
esposas, llegaron a acompañarles, en momentos en que había
allí alrededor de trescientos indígenas.
Al llegar Bridges a Ushuaia, tuvo la grata sorpresa de en-
contrar a Sisoi, uno de los indígenas que Stirling había llevado
a Inglaterra. Mientras sus compañeros de viaje estaban en
Lauaia, fué a visitarlos e igual cosa hizo cuando Stirling estaba
en Ushuaia y, si no fué a radicarse con ellos, era porque amaba
mucho a su padre, de quien no se quería separar. Cuando Brid-
ges visitó la estación en julio de 1870, lo encontró allí porque
su progenitor había muerto poco antes; el misionero le entregó
entonces un Nuevo Testamento que le habían mandado algunos
amigos que dejara en Inglaterra. Lucca le aseguró que el joven
tenía "una maravillosa pureza de carácter v un temperamento
muy dulce".
El domingo siguiente, Sisoi dirigió el canto y, al terminar,
le correspondió hacer lo mismo con la recitación del Padre-
nuestro. Una semana después, Bridges tuvo con él y con Okok-
ko y Lucca una reunión privada en la que leyeron Mateo 24: 34
y el misionero oró por ellos, luego de hablarles con más inti-
midad de la que usaba frecuentemente.
Durante esos meses, se inició la construcción de una casa de
hierro, que Stirling había hecho llevar desde Inglaterra y que,
por eso, recibió su nombre. La casa que usaban anteriormente
fué convertida en capilla, en la que se celebraban las clases v
los servicios religiosos.
Poco antes de la llegada de Bridges, se produjo en el lugar
una batalla campal entre indígenas; los misioneros, temiendo
' HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
157
ser atacados, se encerraron en una casa. Lewis con una escopeta
y Resyek con un hacha, ya que no tenían más armas, se
pusieron de guardia en las puertas, pero fueron respetados. So-
bre el campo quedaron tres muertos y gran número de heridos
a quienes socorrieron los misioneros.
En marzo de 1872, Stirling les hizo una visita. Después re-
lató sus impresiones con las siguientes palabras: "En Ushuaia
encontramos que en el grupo misionero, todos estaban bien y
alegres. Externamente, la apariencia del incipiente estableci-
miento es muy prometedora. La "casa de Stirling" ocupa una
buena posición e inmediatamente junto a ella, al frente y de-
trás, se encuentran las huertas de los residentes que están ad-
mirablemente bien cuidadas. Un trozo de tierra de cinco acres
y medio, con un cerco alrededor, pertenece a seis familias na-
tivas. Este terreno ocupado por quintas forma el último plano
del establecimiento, que se compone de la "Casa de Stirling",
la "Casa de Islee" y una diminuta capilla. Entre estos edificios,
se encuentran diseminadas varias chozas de las mejor construi-
das. Más atrás hay un campo de dos acres y medio con un
tambo, todo bien cercado."
En esa ocasión, Stirling tuvo la alegría de bautizar a treinta
y seis creyentes indígenas, incluyendo a Okokko, Lucca, Pi-
noia y Sisoi, y de casar a siete parejas. También fué bautizado
ese día Blackbird, el indio que intentó atentar contra la vida
de Stirling en su período de soledad. Estas ceremonias se lle-
varon a cabo al aire libre con un público de unas ciento cin-
cuenta personas.
Los nativos bautizados organizaron espontáneamente cultos
vespertinos en algunas casas donde se reunían para orar y can-
tar. Stirling asegura que una de esas reuniones fué "la reunión
de oración más tocante y alentadora de su vida". Según él
mismo contaba, las oraciones eran "hermosas en la construc-
ción, profundamente reverentes en el tono, elocuentes en la
expresión y llenas de emoción".
La primera de estas reuniones se realizó por sugestión de un
nativo llamado Maracol y de ella tenemos un relato dejado por
158
ARNOLDO CANCLINI
Lewis. Eran treinta y cinco en total y comenzaron cantando
el himno "Roca de la eternidad". Luego Okokko, llamado
ahora Jorge Despard, "imploró la ayuda divina para sí y para
todos los que habían sido bautizados, y pidió una bendición
para Despard, Stirling y los otros miembros de la misión que él
conocía, mencionando a cada uno por su nombre. También
pidió a Dios que hiciera que su pueblo escuchara y ayudara a
Bridges y a todos los que vinieran a enseñarles, terminando
con (como él la llamaba) "la oración de Jesús".
Lucca, que había recibido el nombre de Esteban, dió gra-
cias porque, aunque en un tiempo habían sido paganos, enton-
ces eran cristianos y pertenecían a la familia de Dios.
Maracol, llamado Stirling, se dirigió humildemente a Dios
como a su padre, dándole gracias "porque dió a la muerte a su
único Hijo para que ellos pudieran ser salvos" y agregó que
quería vivir mejor y agradar al Señor.
Pinoia, bautizado Alien Gardiner, oró "con palabras más
flúidas y ordenadas, porque para él orar no era una novedad.
Uno de ellos, llamado William Bartlett, recordó en su ora-
ción la masacre de Wulaia y pidió que los misioneros no fueran
molestados, sino que fueran protegidos por los hermanos cris-
tianos.
El nombre de John Marsh fué dado a Sisoi, que "con su
voz reposada y sumisa, pidió a Dios que los preservara durante
la noche y les ayudara a sobreponerse de la pereza y muchos
otros pecados y a ser buenos".
Mientras tanto, el trabajo de Keppel continuaba como de
costumbre. Los párrafos siguientes son de una carta de Stirling,
fechada el 30 de noviembre de 1869. "Al llegar a Keppel, me
agradó y sorprendió mucho el aspecto decente y agradable
desde todo punto de vista de nuestros indígenas. Ahora hay
siete en Cranmer. Sus nombres son: Cwisenasen y su esposa
Cushinjizkeepa; Liwianjiz y su esposa Pasawulakilirkeepa. Ja-
cob Resyek, natural de la Guayana Británica, se conduce muy
bien y muestra gran constancia en enseñar a los nativos y
aprender su idioma, en el que ha hecho grandes progresos.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
159
Pienso llevarlo a Ushuaia cuando transportemos la "Casa de
Stirling". El desea ir.
"Todos los días a las 8,45 de la mañana, nos reunimos para
las oraciones matutinas, en las que siempre se canta un himno,
se lee un trozo de la Santa Palabra de Dios y nos entregamos a
la oración y el agradecimiento. Después de la oración, hay
clase durante una hora para los nativos y los niños ingleses,
dirigida algunas veces por Jacob y otras por mí. Luego los
indígenas hacen el trabajo que corresponde hasta la hora del
almuerzo. Una hora para el almuerzo, de una a dos, trabajo
hasta las cinco y media. Escuela para niños ingleses de tres a
cinco, dirigida tanto por mí como por la señora de Bridges.
Jacobo Resyek, salvo en las horas de clase asiste regularmente
al trabajo."
En Keppel estaban los esposos Bartlett con sus cinco hijitos,
todos nacidos en las Malvinas. Resyek y los Bartlett fueron
trasladados más tarde a una nueva estación misionera que se
abrió sobre el río Purús, uno de los más lejanos afluentes del
Amazonas, en el interior del Brasil, donde trabajaron durante
algunos años, hasta que la falta absoluta de comunicaciones y
otras dificultades insuperables mostraron la conveniencia de
abandonar ese esfuerzo.
A Ushuaia llegaron nuevos misioneros: en 1873, Joanna Var-
der, hermana menor de la señora de Bridges, y en 1875, Ro-
berto Whaits, con su esposa y una hija joven. El era un arte-
sano hábil y muy preparado. Su laboriosidad era extraordina-
ria; montó una carpintería y una fragua, que atraía grande-
mente la atención de los indios y de los hijos de los misioneros.
Lewis y su esposa volvieron a Keppel en 1873. El primero
había ido unos meses antes a Wulaia, en busca de los restos
de los misioneros asesinados en 1859; estuvo de regreso el 2 de
noviembre y luego la parte mortal de los mártires fué sepul-
tada en el cementerio de la misión. El lugar de los Lewis fué
ocupado por los Lawrence, que tenían también dos niños.
Poco después, acaeció la muerte de uno de los indígenas
que más habían actuado hasta entonces: Jack. Llegado a
160
ARNOLDO CANCLIN1
Ushuaia, desde Keppel, con Lawrence, había gozado siempre de
poca salud y el 10 de mayo de 1874, en plena juventud, su
alma voló al Creador, en quien creía firmemente. Fué él uno
de los muchos familiares de Jemmy Button que llegó a conocer
al Señor y a servirle fielmente. Como ya hemos relatado,
cuando aquel indígena estuvo en Keppel en 1857, tenía tres
hijos. El primero, Threeboys, había muerto tempranamente,
poco después de ser bautizado, siendo el segundo en pasar por
esa ceremonia.
La hija, que tenía unos siete años cuando estuvo en Keppel,
fué bautizada el 20 de julio de 1874 y recibió entonces el nom-
bre de Hester; el mismo día se casó "legalmente" con su esposo
Liwia, bautizado en esa ocasión como Felipe. El hijo de ambos,
Jorge, nacido en Keppel, llegó a ser uno de los indígenas más
preparados y fué maestro de la misión tanto en Ushuaia como
en Keppel, hasta 1900, cuando falleció. Su padre también mu-
rió tempranamente y su madre se casó nuevamente en 1882
con Roberto Yenowa, bautizado en 1872, que tuvo también
una destacada actuación y que sirvió de piloto en el barco
argentino "Villarino"; murió también en 1900, siendo seguido
por su esposa en marzo del año siguiente.
El tercer hijo de Jemmy Button, Hashwian, que fuera a
Keppel teniendo pocos meses, fué bautizado en 1875 y recibió
el nombre de Edmundo.
Otros indígenas que se destacaron fueron Federico Hamaca,
bautizado en 1874; Enrique Katannash, que hizo un viaje a
Inglaterra, y nuestros conocidos Jorge Okokko y su hijo
Cranmer, nacido en Keppel, su esposa Sara Camilenna, Esteban
Lucca, Alien Pinoia, John Sisoi y Stirling Maracol, que eran
los más activos y preparados; Okokko se destacaba especial-
mente por su instrucción aunque Lucca lo aventajaba en mate-
máticas y Sisoi, que tenía muy buena voz, era el director del
coro. Cranmer Okokko era el que mejor hablaba inglés.
El número de indígenas bautizados nunca era muy grande,
lo que no debe mirarse como muestra de fracaso sino de pru-
dencia por parte de los misioneros. Un yagán no era bautizado
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
161
hasta que se tenía plena seguridad de que había sido convertido
y regenerado; para probarlo, se puede citar el caso de Ha-
maca quien, junto con su esposa, pidió de ser bautizado en julio
de 1873, al mismo tiempo que Liwia, pero a quien Bridges no
se lo permitió, a pesar de lo reiterado de su pedido y de ser
un indígena de buena conducta, hasta noviembre de 1874.
Teóricamente, la parte del trabajo que correspondía a cada
misionero había sido bien delineada. Bridges se ocupaba de
la parte espiritual, Lawrence de la escuela, Whaits y su señora
del asilo de huérfanos y las otras mujeres de la enseñanza a
las indias y de las tareas específicas de su condición de amas
de casa. No era posible conservar estrictamente esa división y
todos los misioneros trabajaban alegremente en todo lo que
podían. De la forma en que se realizaba el trabajo hablaremos
en el capítulo siguiente.
La vida en Ushuaia era monótona y rutinaria, interrumpida
sólo por visitas esperadas o inesperadas. La más grata de todas
era, seguramente, la del Alien Gardiner, que les transportaba
las provisiones necesarias y, a veces, llevaba consigo la agra-
dable sorpresa de la visita del obispo Stirling, que gozaba de
general aprecio entre blancos e indios. Aquellos viajes del barco
misionero, a pesar de su frecuencia, solían no ser fáciles, dado
que esa zona es una de las peores del mundo para la navegación.
En más de una ocasión las tormentas amenazaron con hundir a
la pequeña embarcación; un ejemplo fué el del viaje cuando
Bridges y los suyos fueron a establecerse en Ushuaia, ocasión
en que tardaron cuarenta y un días para llegar allí desde Kep-
pel, porque el Alien Gardiner fué lanzado dos veces fuera del
estrecho de Lemaire por las tormentas y, en uno de los casos,
tuvo que refugiarse en la bahía de Buen Suceso.
El veterano Alien Gardiner fué vendido en 1874 y en su
lugar se compró otra embarcación de sólo cuarenta y una to-
neladas, porque el presupuesto de la misión no podía pagar el
gasto que producía el anterior. La pequeña figura del barco,
que había sido un pesquero en el mar del Norte, hacía reir a
los lobos de mar de la zona, que al encontrarse con él en el
162
ARNOLDO CANCLIN1
océano, lanzaban exclamaciones de burla, tales como "Eh, chico,
¿tu mamá sabe que has salido solo?"
Diez años más tarde, volvió a comprarse un barco mayor,
de ochenta y cuatro toneladas, que también se llamó Alien
Gardiner. Estos dos últimos navios estuvieron veinte años a
las órdenes del capitán Willis.
Lo más frecuente era la llegada y partida de grupos de
indígenas que, en varias canoas, iban casualmente o en busca
de alimentos y ropas. A veces aparecían viejos conocidos, de
los que quizá el caso más interesante es el de Fueguia Basket,
la indiecita llevada a Inglaterra por Fitz Roy en 1831 y de la
que no se tenían noticias desde 1842. Llegó a Ushuaia en mayo
de 1873 y quedó allí durante cinco días. Venía con un grupo
de alacalufes, a los que se había agregado posiblemente ya en
los tiempos de Fitz Roy, desde un lugar llamado Lushuf, en un
canal al sudoeste del Beagle. La acompañaba su segundo es-
poso, porque el famoso York Minster había sido asesinado no
mucho antes; el de 1873 tenía sólo veinte años, aunque ella
tenía unos cincuenta. Estaba "fuerte y bien", asegura Bridges,
pero había olvidado casi completamente su inglés y era "poco
comunicativa y poco ingeniosa". Junto con el idioma, había
perdido todas sus ideas religiosas y gran parte de las costumbres
de la civilización, hasta el punto de no recordar para qué era
una silla. Los misioneros le hablaron de la alegría que les
producía verla, de la gente de Inglaterra que ella había co-
nocido y del amor de Dios al cuidarla tanto tiempo y al
permitirle sobrevivir a sus compañeros de viaje. Lo único
positivo que quedó de su visita fué la buena cantidad de
términos del lenguaje alacaluf, completamente distinto del ya-
gan, que Bridges pudo aprender de su conversación con ella.
En marzo de 1883, o sea diez años después, aquél supo que
Fueguia estaba muy gravemente enferma en la isla London y
fué a visitarla, encontrándola moribunda. Con ella se extinguió
el último de los cuatro protegidos de Fitz Roy.
En diciembre de 1875, tuvieron otra visita interesante. Se
trataba de Schwva-muggins, el único de los indios del primer
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
163
grupo que había estado en Keppel, cuya suerte se ignoraba.
Bridges relata que era de temperamento violento, lo que con-
cordaba con su conducta anterior, que culminó en su intento
de estrangular al capitán Fell. En enero de 1882, llegaron a
Ushuaia las noticias de su muerte.
A veces, se producía también la visita de un navio lobero
o ballenero, inglés o norteamericano por lo general, y con una
frecuencia que impresiona, llegaba igualmente la noticia del
naufragio de alguna de estas frágiles embarcaciones. Los mi-
sioneros se apresuraban a auxiliar a la tripulación, con el Alien
Gardiner cuando éste estaba cerca, o con algunos botes de que
disponían, en caso contrario, y a darles hospedaje en la misión,
hasta que otro barco los recogía y devolvía a las Malvinas o
Punta Arenas.
En 1882, el visitante tuvo un carácter muy especial. Se tra-
taba del capitán Giácomo Bove, que había sido enviado desde
Itaüa, al mando de la Golden West, bajo los auspicios del Ins-
tituto Geográfico Argentino. Este célebre marino, nacido en
Maranzana en 1852 había viajado por China, Japón y Filipinas y
había partido de su país el 19 de diciembre de 1881. Llegó a
Ushuaia en la tercera semana de mayo y fué recibido con
alegría y amabilidad por parte de los misioneros. Bridges le
acompañó en sus recorridas y Bove quedó maravillado de los
conocimientos del misionero y le pidió que lo acompañara en
su viaje hasta la bahía Slogget, a unos ciento cincuenta kiló-
metros de Ushuaia.
Despard y Lucas, los dos hijos mayores de Bridges, le acom-
pañaban, siendo al segundo a quien debemos el relato del in-
fortunado viaje. Al llegar a Slogget, el barco se vió en medio
de una tormenta, durante la cual encalló contra la costa. Brid-
ges, con su calma habitual, al comprender lo que iba a ocurrir,
se encerró con sus hijos en el camarote, hasta que pasó el
peligro. Luego, los marinos fueron a tierra; el misionero tomó
a Lucas por las muñecas y lo balanceó arrojándolo con fuerza
hacia Reverdito, el valet de Bove, con tan poca suerte que el
164
ARNOLDO CANCL1NI
niño cayó sobre los guijarros y las algas. Luego tomó a Des-
pard bajo el brazo, se colgó de una soga y se balanceó, pero
tuvo que repetir la operación, porque la primera vez sólo pudo
dejar en tierra a su hijo.
Una vez que Bridges hubo desembarcado resolvió que lo
mejor era pedir auxilio a Ushuaia y así se hizo. Se envió a un
marinero a la misión en un bote, acompañado por el pequeño
Despard para servirle de intérprete por si resultaba necesario
bajar a tierra y tratar con los indígenas. Tanto temor tenía
el hombre a los fueguinos que llegó a Ushuaia sin haberse de-
tenido ni una vez.
Mientras llegaba la ayuda, Bridges trabó relación con al-
gunos onas, que habían llegado hasta allí y de quienes obtuvo
la promesa de que irían a visitarlo a la misión. Como la pro-
mesa no se cumpliera, él mismo intentó más tarde cruzar la
cordillera, pero no le fué posible. El Alien Gardiner fué
entonces a Slogget y, después de recoger a los náufragos, los
llevó felizmente de regreso.
El gobierno italiano mandó a las autoridades de la misión
una carta agradeciendo su ayuda, carta que acompañó con una
medalla de oro que representaba de un lado la efigie del rey
Humberto I, con su nombre, y del otro una inscripción que
decía: "Demersis aequore nautis amilit r eligió saluterrf' (La
religión ha traído salvación a los marinos sepultados en el mar).
Además, el capitán Bove escribió un libro sobre su viaje, en el
cual incluyó elogiosos párrafos sobre la misión, que transcri-
bimos en el apéndice.
Al año siguiente, por primera vez, visitó Ushuaia un barco
de guerra; se trataba de la fragata francesa Romanche, que
llevaba a bordo a la misión científica del Cabo de Hornos, a las
órdenes del capitán Luis Fernando Madrid, cuyo nombre ha
sido dado a la cordillera que rodea Ushuaia. El móvil principal
del viaje era el de observar el paso de Venus sobre el sol, que
ocurrió ese año, pero también se hicieron numerosos estudios
de carácter meteorológico, botánico, zoológico, antropoló-
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
165
gico, geológico, etc. Los resultados constan en nueve grandes
tomos, bien documentados e ilustrados, bajo el nombre Mission
Cientifique du Cap Horn; gran parte de las fotografías de indí-
genas fueguinos que circulan aún hoy son tomadas de esa
notable obra.
La expedición se ubicó en la bahía Orange, al sur de Hoste,
pues era el punto más adecuado para cumplir su cometido.
Bridges colaboró activamente con ellos y sus observaciones
anteriores les fueron de gran utilidad. El capitán Martial afir-
ma en el primer tomo que "los servicios que presta la misión a
los navegantes merecen el reconocimiento de todas las naciones".
Desde hacía algunos años, Bridges sufría de una enferme-
dad estomacal, que se supone que fuera un cáncer y que pro-
vocó su muerte relativamente prematura. En 1880 había sufrido
un ataque tan serio que los médicos de Punta Arenas le orde-
naron que descansara una época; para ello fué a Inglaterra con
su familia, pasando quince meses en su patria.
Durante la permanencia de la Romanche, sufrió el segundo
ataque grave. El doctor Hyades, miembro de la expedición,
fué a Ushuaia v le cuidó afanosamente hasta que pasó el peli-
gro. También había pasado varios días en el lugar, revisando
a los indios.
Mientras los franceses estaban en la bahía Orange, vieron
llegar un día tres botes cargados de gente. Eran veintidós
náufragos de un barco alemán, perdido en las inmediaciones, y
a quienes conducía el indio cristiano Cushinjiz, que había estado
en Keppel y Ushuaia. Fué posible entenderse entre su mal
inglés y el no mucho mejor del capitán y Ies ofreció llevarlos
a la misión, hacia donde querían dirigirse los náufragos de
acuerdo con las instrucciones de la guía del Almirantazgo Bri-
tánico. Fueron llevados a Ushuaia, donde quedaron durante
bastante tiempo a la espera del Alien Gardiner, que les llevó a
Punta Arenas. Durante esa época, hicieron todo lo que estuvo
a su alcance por ser útiles a aquellos a quienes debían la vida,
reparando los botes, trabajando en las quintas, etc.
166
ARNOLDO CANCLIN1
La expedición francesa llevó a cabo parte de la tarea que
nadie se ha ocupado de terminar: dar a algunos lugares el nom-
bre de los valientes misioneros que los civilizaron. A una
cadena de pequeñas islas que cierran la, bahía de Ushuaia se la
llamó Bridges y a cada una de las principales se le dió el
nombre de uno de los miembros de la familia: Willie, Despard,
Lucas, Berta, Varder; lo mismo se hizo con las familias Whaits
y Lawrence en los islotes que bordean Navarino frente a
Lauaia. Además se dió el nombre de Bartlett a un cabo y un
islote frente a Navarino.
A fines de 1883 y principios de 1884, se hizo presente otra
vez el capitán Bove, que venía acompañado por el alférez de
navio argentino Juan M. Noguera; éste le servía de ayudante
y su función era estudiar aquella región que había sido adju-
dicada a la Argentina en el laudo con Chile. Al igual que las
oportunidades anteriores, Bridges les prestó toda la ayuda po-
sible y la gratitud de los exploradores fué muy grande; prueba
de ello es la conferencia que, a manera de informe, pronunció
el alférez Noguera ante el Instituto Geográfico Argentino el
2 de julio de 1884 y de la cual se transcriben en otro lugar los
fragmentos que se relacionan con la misión.
En septiembre del mismo año, fondeó en la bahía la División
Expedicionaria al Atlántico Sud, al mando del comandante
Laserre, pero, dada su fundamental importancia hablaremos
de ella en otro capítulo.
Es interesante consignar, en otro orden de cosas, que en ju-
nio de 1884, Bridges hizo un viaje por los canales censando a
la población indígena. El resultado fué el siguiente: 273 hom-
bres, 314 mujeres y 358 niños, lo que sumado a los cincuenta y
cinco huérfanos de la misión, hacía un total de exactamente
mil individuos. Evidentemente el número de yaganes disminuía
con rapidez; en 1830, Darwin había calculado la existencia de
unos tres mil. Además de su disminución natural, otras causas,
que se verán luego, aceleraron la extinción de la raza.
'•HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
167
VIII
LA VIDA EN UNA ESTACION MISIONERA
1869- 1884
El trabajo. - Incidentes. - La cuestión del comercio. - Educa-
ción religiosa: reuniojtes diarias, dominicales y especiales. -
La escuela. - El orfanatorio. - Otros lugares de trabajo. -
Personalidad de Laxcrence y Bridges. - Su obra y szis ideas.
El diccionario yagan y las traducciones de las Escrituras.
Hemos dicho ya que la vida de la misión tomó un carácter
rutinario, pero trataremos igualmente de describirla a grandes
rasgos.
El horario de trabajo cambió varias veces con el correr de
los años, pero podemos dar como ejemplo el que regía en el
verano de 1876. Todos se levantaban a las cinco menos veinte
de la mañana v, antes de desayunarse a las seis, los misioneros
dedicaban un rato a la lectura de la Biblia y a la oración en
conjunto. A la hora citada, tocaba una campana para llamar
a los indígenas quienes, luego de comer, se dedicaban a sus
trabajos. Algunos cuidaban las cabras y vacas que se utilizaban
para el consumo y otros cultivaban las huertas que todos tenían
detrás de su casita. En algunas ocasiones, se construían cercos
o caminos, por ejemplo desde la iglesia hasta la playa. De nueve
a diez, se celebraba un culto para implorar la bendición divina
durante el día y luego se daba alguna enseñanza a los hombres
y mujeres, que después volvían a su trabajo. A la una de la
tarde, otra campana llamaba a almorzar v de dos a cinco y
media se trabajaba nuevamente.
Los sábados a la tarde y los domingos eran días de descanso.
Los indígenas recibían pago por su trabajo, no en dinero,
sino en ropas, alimentos y útiles. De la misma manera se les
pagaban las pieles de zorro o nutria que algunos traían desde
lejos. Para mayor seguridad sólo se daba al indio parte de}
168
ARNOLDO CANCLINI
valor presumible de la pieza; luego se enviaba ésta a las Mal-
vinas, donde las vendía un comerciante llamado Jorge Dean,
fiel amigo y colaborador de la misión y si lo que éste pagaba,
era más de lo que se había dado al portador, se le entregaba
dicho excedente.
Son ridiculas, pues, las acusaciones que algunos han querido
hacer y hacen todavía de que la misión existía únicamente con
fines comerciales. El mantener a cuatro o cinco familias de
misioneros y algunas de indios, lo que se pagaba a éstos por su
trabajo y el crecido gasto del Alien Gardiner, representaba una
cifra extraordinariamente mayor de lo que podía resultar por
la venta de algunas pocas pieles. El ganado que tenían era sólo
para el consumo y no podía ser de otra manera, ya que no
existía mercado para la venta (1).
Verdad es que sólo sabemos de dos libros en que se haga tal
acusación. Uno es del periodista José Alaría Eizaguirre, argen-
tino, que lo incluyó, junto con otros errores de información
v criterio, en su libro: "Tierra del Fuego. Recuerdos de un
viaje al extremo austral de la República Argentina". El otro
es del norteamericano John R. Spears, en la obra "The Gold
Diggings of Cape Horn", en la que se critica acerbamente a la
misión por no pagar en metálico a los indios. Qué hubieran
hecho los indios con el dinero es un problema que, en su ofus-
cación criticadora, no se preocupa de solucionar. Que el pago
no era mezquino lo prueba el caso del indio Samuel Manteen,
que tenía veinte cabezas de ganado de su propiedad.
Aunque careciéramos de otros elementos de juicio nos bas-
taría confrontar la opinión de los citados señores Eizaguirre v
Spears, con la de grandes personajes como Roca, Darwin, Pay-
ró, etc., que señalaremos en su oportunidad.
(!) Prueba de ello es el siguiente párrafo del informe presentado
por el gobernador argentino Pedro Godoy algunos años después: "Este
señor (Bridges) en veinte años de establecimiento en Ushuaia, no había
introducido más animales que los que necesitaba para su consumo, pero
inmediatamente de recibir la tierra que le donó el Gobierno, ha fun-
dado un establecimiento que no vale menos de 6,000 £, sin contar el
campo".
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 169
La ropa que se daba a los indios como pago o regalo solía
ser donación de los contribuyentes de la misión en Inglaterra
que obsequiaban sus prendas usadas, en buen estado. En re-
lación con esto, es interesante relatar que, én 1876, creció en
los alrededores una especie muy delicada de césped, comple-
tamente nuevo; la única explicación que fué posible dar al fe-
nómeno estaba en la posibilidad de que las semillas hubieran
sido llevadas hasta allí en la suela de algunos zapatos de tenis,
regalados por un amigo de Inglaterra.
Se trató siempre de enseñar a los indios el gasto enorme
que su mantenimiento costaba a los hermanos europeos y, en
ciertas ocasiones, hacían colectas, en las que indígenas y mi-
sioneros incluían su donación. Por ejemplo, cuando en 1884,
se compró un nuevo Alien Gardiner, gran número de indios
dió su contribución que a veces era muv pequeña. Tal es el
caso del niño Clemente Wiyelin, que dió el equivalente de
seis peniques
La parte fundamental de la obra era, por supuesto, la es-
piritual. Además de las reuniones diarias ya citadas, todos los
domingos se celebraban dos servicios religiosos: uno a las diez
de la mañana y otro a las tres de la tarde. Se cantaba al son
de un armonio tocado por la señora de Bridges o su hermana,
se oraba, se leía un trozo de las Escrituras y luego Bridges pro-
nunciaba un sermón en yagán. A veces hablabla otro misio-
nero y, en ciertas ocasiones, algún indio.
Mientras estuvo Bridges, los himnos se cantaron en inglés,
pues los indígenas aprendían rápidamente la pronunciación y
captaban perfectamente su significado. Su gusto por el canto
era extraordinario; entre los himnos que más les gustaban, pue-
de citarse a "Cariñoso Salvador", "Roca de la eternidad", "Sol
(!) Este indio es uno de los cuatro sobrevivientes de la misión.
Hoy tiene más de 70 años y es conocido por Clemente. R. Rojas habla
de él en "Archipiélago", con un nombre supuesto. Los otros son dos
hermanas, Adelaide y Gertrude Whaits, que viven en Puerto Róbalo y
la vieja Mary que está hoy en Wulaia y que vivió en Tekenika. Todos
recuerdan bastante inglés.
170
ARNOLDO CANCL1NI
de mi ser", "Despierta y canta, loores da", "Oíd un son en
alta esfera", etc.
La asistencia era muy variable, porque dependía del nú-
mero de canoas que estuvieran en la bahía. Disminuía en ve-
rano cuando los indios se iban a cazar y aumentaba en invier-
no, cuando se llegaban a Ushuaia en mayor número, en bus-
ca de ropas y alimentos. Podemos dar como ejemplo, los úl-
timos seis meses de 1874, en que el número de indígenas varió
entre cinco en un día de noviembre y noventa y cinco en uno
de agosto. Concurrían, por lo general, más hombres que muje-
res e iban también bastantes niños.
Aparte de las reuniones citadas, se celebraban otras para
la Santa Cena, con los indios bautizados, de oración y de en-
sayo del canto. Desde un tiempo antes de los bautismos, se
daba clase a los serían nuevos miembros.
Había también algunas ocasiones especiales, sobre todo
cuando se realizaban bautismos y para Navidad en que la con-
currencia aumentaba mucho; por ejemplo, en 1876, hubo dos-
cientos setenta y seis en la fiesta de Navidad.
Bridges cuenta que, para esa fecha de 1872, cuando aun Lewis
estaba con ellos, a las cinco y veinte de la mañana fué des-
pertado por los indígenas, que cantaban "Oíd un son en alta
esfera", dirigidos por Lewis y su esposa. Con toda seguridad,
cuando Mendelssohn escribió esa célebre melodía, no llegó la
pensar que se la entonaría en tan lejano confín de la tierra. En
la reunión hubo un número récord — ciento veinticuatro —
hasta el punto de que fué necesario abrir puertas y ventanas
para que se renovara el aire. Después de un breve discurso de
Bridges, cantaron nuevamente "Oíd un son en alta esfera" y
otros himnos y luego el misionero elevó una oración. Se ento-
nó "Venid, fieles todos", se escuchó otro discurso sobre el
placer que produce el servir a Dios y se terminó el culto con
otra oración. "Gran interés y atención eran evidentes", escribía
Bridges en su diario de ese día "y estoy seguro que mucho,
mucho bien ha resultado y resultará de la enseñanza y la predi-
cación de hoy".
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
171
A la tarde, todos se echaron sobre el pasto y los nativos
recibieron regalos: líneas de pesca, canastas, etc., y un trozo de
torta para cada uno. Todos estaban contentos y se comporta-
ban ejemplarmente, según declaración de Bridges, que termina
su relato diciendo: "Pasamos una muy feliz Navidad y espe-
ramos que para los nativos haya sido lo mismo".
Lógicamente, los misioneros celebraban también reuniones
privadas, en la que se prestaba especial atención a la oración.
Los indios también hacían cultos de familia, en los que ora-
ban, cantaban y leían un trozo de las Escrituras en la traduc-
ción de que hablaremos más adelante.
Además de la enseñanza religiosa, se les daba enseñanza ge-
neral sobre todo a los niños. Dentro del horario ya citado,
la escuela para los pequeños ocupaba toda la mañana de diez
en adelante. En esos momentos las clases se daban en dos cur-
sos diferentes, de acuerdo a la edad y adelanto de los discí-
pulos. Oficialmente, el maestro era Lawrence, pero Bridges
ayudaba a menudo y también Lewis, que era muy preparado,
y que por eso fué llevado a ocuparse de la escuela de Keppel.
La iglesia servía también de aula y los hijos de los misioneros
iban a la misma clase que los indígenas; un gran pizarrón ocu-
paba el frente y los alumnos tenían pequeñas pizarras indivi-
duales.
Una prueba del adelanto de los alumnos la tenemos en el
relato de Bridges que, en 1877, contaba que los pequeños sa-
bían leer y escribir correctamente, contar para adelante y para
atrás, con números ordinales y cardinales, conocían los nom-
bres de los días y los meses y sabían los de los países de Amé-
rica, sus ciudades y ríos principales, su idioma y sus importa-
ciones y exportaciones. En esa fecha, el alumno más adelan-
tado era Cranmer Okokko.
Uno de los sistemas de enseñanza que más interesaba a los
indios era, sin duda, la linterna mágica, aunque las colecciones
de diapositivos debían ser pasadas repetidamente.
Las señoras de Bridges y Lawrence y la señorita Varder
172
ARNOLDO CANCLINl
daban a las indias clases de costura, cocina y otros menesteres
domésticos.
El trabajo fundamental de los esposos Whaits y su hija era
el de encargados del asilo de huérfanos. El número de inter-
nados era sumamente variable; en 1881 era de veintitrés. Los
dos misioneros, que eran de un carácter muy piadoso, demos-
traron ser ideales para esa obra, a la que se entregaron de lleno.
Daban clases exclusivamente para los internados, ayudados por
su hija. El orfanatorio consistía de una gran sala, bien calen-
tada, dos dormitorios, una cocina y varios anexos, inclusive una
gran sala para albergue de náufragos. La capacidad máxima
era de cuarenta niños.
Además de la obra en Ushuaia, la misión había colocado
ganado y plantado quintas en otros lugares como Yendegaia y
Lapataia, más al oeste en el Beagle, y en Packedaia, sobre el
lado este de la isla Gable. A esos lugares se hacían visitas muy
frecuentes, especialmente a Gable, por lo que casi puede de-
cirse que constituía un segundo establecimiento. Cada visita del
Alien Gardiner se aprovechaba para ir a estos v otros puntos,
para predicar a los indígenas y tratar de convencerlos de que
fueran a Ushuaia.
Bridges tenía un bote muv fuerte con el que recorría los
canales y, en más de una ocasión, debía estar fuera de su casa
durante varios días, pues no temía dormir a la intemperie o con
los indios.
En uno de esos viajes, soltó varias parejas de conejos en
las islas más pequeñas del Beagle. Poco años después, los hom-
bres del navio Sirius cazaron en un solo lugar seiscientos ani-
males, descendientes de una sola pareja. Bridges comprendió
que por el mismo hecho de su reproducción extraordinaria, no
convenía soltarlos en tierra firme o en las islas más grandes,
por el peligro que representaban para los futuros colonos, que
entonces eran sólo una lejana posibilidad.
Las visitas de algunos escasos grupos y los viajes del Alien
Gardiner eran las únicas oportunidades para ponerse en con-
UHASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
173
tacto con los onas y con los alacalufes. Estos últimos iban a la
misión con cierta frecuencia y Bridges hablaba bastante bien
su idioma, pero las relaciones con los onas eran menos frecuen-
tes, por lo que los misioneros expresaban constantemente su
anhelo de que se abriera una nueva estación entre ellos, idea
que desgraciadamente no fué posible llevar a la práctica.
Los indios que vivían siempre en la misión eran de hábitos
más o menos pacíficos, pero algunos de los nómadas resulta-
ban no serlo tanto y a veces se producían episodios un tanto
desagradables, como robos de comida o utensiüos, grescas, dis-
cusiones, etc. Alguno de los misioneros corría inmediatamente
al lugar y hacía renacer la paz con energía. En una de esas oca-
siones, Bridges recibió el único golpe que había de recibir de
manos indias, cuando el remo con que una mujer intentaba
golpear a otra cayó involuntariamente sobre el hombro del mi-
sionero, lo que avergonzó grandemente a la india que se apre-
suró a pedir disculpas. A menudo, alguno de los contendientes
salía herido y había que curarlo, aunque ninguno de los misione-
ros había estudiado medicina.
La idea del asesinato era para los indios de la misma grave-
dad que para los europeos y, llegado el caso, el criminal era
muy mal mirado por el resto de su gente. Afortunadamente,
no ocurrió ningún homicidio en la misión, aunque un indio
falleció a consecuencia de un golpe que otro le dió para fu-
garse con su mujer. Sin embargo, el mismo Bridges fué ob-
jeto de un atentado. En cierta ocasión, reprendió severamente
al indio Harrapuwaian, que había sido descubierto robando, y
éste juró matarlo. Otros indios avisaron a Bridges que el indio
pensaba ir a asesinarlo, simulando que iba en busca de un biz-
cocho. El misionero no creyó que el informe fuera exacto,
pero, horas más tarde, Harrapuwaian golpeó a su puerta y
efectivamente le pidió un bizcocho; traía una mano escondida
bajo una piel de guanaco que le cubría los hombros. Rápida y
decididamente, Bridges metió su mano bajo el abrigo y le tomó
fuertemente la muñeca, obligándole a soltar un hacha pequeña
que llevaba, con un propósito indudable. Reconvino severa-
174
ARNOLDO CANCLINI
mente al indio por su actitud ... y le devolvió el hacha. El ase-
sino fracasado se alejó y no volvió a vérsele.
Los casos de grescas entre grupos adversos eran los más pe-
ligrosos. En cierta ocasión, fué muerto un indígena a unos tres
kilómetros de la estación y, justa o injustamente, los indios que
vivían allí fueron acusados del crimen. Rápidamente, se formó
un grupo de canoas en las que se embarcó cierta cantidad de
yaganes que se disponían a vengar la ofensa; cuando la noticia
llegó a Ushuaia no pocos de sus habitantes también se arma-
ron y salieron en busca de los agresores. Bridges no lo supo sino
un rato más tarde y de inmediato salió tras ellos para impedir
la pelea. Varias horas después, no habían vuelto ni el misionero
ni los indios y es natural que su esposa sintiera serios temores,
pues se había hecho de noche. Venciendo su naturaleza, tran-
quila y pacífica, la señora de Bridges tomó un revólver — era
la primera vez que enarbolaba un arma — y salió en busca de
su esposo, ordenando al resto que nadie se moviera de la casa.
Subió a un montículo cercano y alcanzó a distinguir un grupo
que se acercaba a la luz de antorchas que ellos mismos lleva-
ban. Cuando estuvieron más cerca, pudo ver que venían llo-
rando a gritos sobre un cadáver, que transportaban en unas
parihuelas. Los más lúgubres augurios pasaron por su mente,
augurios que sólo se disiparon cuando Sisoi, que presidía el
grupo, le gritó que a él no le había ocurrido nada y que vol-
vería al día siguiente. Luego le dió una nota escrita en una
hoja arrancada del libro de apuntes de Bridges, en la que le
decía que no tuviera miedo, pues él se quedaría con los indios
toda la noche para evitar el choque; el muerto lo había sido
en un combate individual. Efectivamente, la lucha no se produjo
y Bridges volvió al día siguiente.
Otro elemento de la vida de la misión eran los hijos de
los misioneros. Los Whaits tenían una hija ya señorita. En la
familia Lawrence había cuatro niños y seis en la Bridges. La
vida de aquellos niños era única en el mundo, vida en la que
debían mezclar las "penurias" de la escuela, junto con los pe-
queños fueguinos, a las dichas de una existencia al aire libre y
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 171
nada exenta de aventuras. Por supuesto que había entre ellos,
como en todas partes, hombrecitos en pequeño, como Despard
Bridges y Martín Lawrence, los mayores de las familias res-
pectivas y compañeros de sus padres, hasta picaros y travie-
sos como Federico Lawrence, que tiraba tizas al maestro, y
Guillermo Bridges — a quien llamaban Willie — , que tenía por
inseparable secuaz para sus travesuras a la pequeña Minnie Law-
rence, con quien años más tarde habría de casarse.
Dos hombres eran toda el alma de la misión: Bridges y
Lawrence, cristianos muy consagrados ambos, pero, sin em-
bargo, muy diferentes en su carácter.
El segundo era casi un espíritu místico y meditativo, ex-
traordinariamente tranquilo, a quien no era posible conmover
intensamente. Bridges decía de él, con cariño: "No puedo des-
pertar al hermano Juan".
El superintendente, en cambio, era un hombre eminente-
mente práctico, aun en cuanto a las cosas espirituales. A él po-
dían aplicársele las palabras de David: "Los sacrificios de Dios
son el espíritu quebrantado", porque daba más valor a los sen-
timientos piadosos y a las convicciones de la fe, que a las cere-
monias que formaban parte de sus creencias anglicanas. Mucho
cuidó de enseñar eso a los indios y a sus hijos, declarándoles
que mucho arrodillarse y levantar las manos al cielo, valía
menos que elevar un pensamiento de gratitud cuando el bote
respondía en una maniobra difícil o pensar "Gracias, Señor, por
el lindo caballito que me has dado", cuando el animal ->rteaba
con éxito algún peligro.
Gran admirador de la naturaleza, encontraba en ella "los
rastros de la divina sabiduría", según la frase de Gardiner, y
repetía siempre a los suyos que, si alguna vez entraba en su co-
razón la incredulidad, salieran de la casa y se echaran sobre el
pasto para estudiar las grandes maravillas que hay en cada hier-
ba imperceptible y en cada minúsculo insecto. Veía la demos-
tración de la Providencia, aun en aquellas cosas que para el
común de los hombres resultan molestias. Por ejemplo, en las
176
ARNOLDO CANCL1NI
mareas, de las que no veía los inconvenientes, sino sus efectos
provechosos: ayuda a desembarcar al marino cuando está alta
y al náufrago a recoger mariscos que precisa para su sustento
cuando baja. Hacía notar que el verano y el invierno habían
sido diseñados sabiamente por el Creador, que preservaba las
hojas de varias especies de árboles durante todo el año para ale-
grar así la estación fría.
El capitán Martial le describió en estas palabras: "Dotado
de un carácter enérgico y emprendedor, une a su fuerza de
voluntad un sentido práctico muy desarrollado".
Quizá mucho de ello se debiera al hecho de ser por com-
pleto lo que ha dado en llamarse un self-made-man. Es extra-
ordinaria la cultura acumulada por ese hombre que había vivi-
do apartado en el último rincón del mundo desde los trece
años. En su biblioteca figuraban junto a las grandes obras de
la literatura universal y a tratados científicos, comentarios de
las Escrituras y estudios de crítica textual de la misma en sus
idiomas primitivos. Dominaba especialmente las ciencias na-
turales para las que parecía tener un don especial. Ha sido, sin
duda, el primer clasificador metódico de la flora y la fauna
fueguinas y cuantos han escrito sobre Tierra del Fuego des-
pués de él han debido basarse en sus escritos o en sus datos
verbales. Roberto J. Payró, el conocido escritor argentino, dice
al respecto en el capítulo décimo octavo de "La Australia ar-
gentina": "Probablemente a él se deben muchos de los infor-
mes publicados luego por otras personas que, en cortos viajes,
no estaban en condiciones de recoger muchos elementos. De ahí
el parecido que existe entre unos y otros trabajos, aunque sea
lógico que la observación de una sola cosa por varios obser-
vadores dé resultados diferentes en los detalles, si todos son de
buena fe y con espíritu de verdad".
El primer trabajo de Bridges fué uno titulado "Tierra del
Fuego y su pueblo", publicado en 1869 en la revista de la mi-
sión; luego produjo artículos y conferencias, de las que pue-
de destacarse la que dió en el Instituto Geográfico Argentino,
pero nunca escribió una obra de gran envergadura, aunque,
''HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
177
como hemos visto, sus observaciones han estado lejos de per-
derse.
Algo nos ha dejado, sin embargo, que es de gran valor y
que sólo él podía hacer: el diccionario del idioma yagan.
Antes de referirnos a la obra, es necesario que digamos
unas palabras sobre el idioma mismo. Darwin había dicho en
1834 que apenas merecía el nombre de lenguaje articulado y
que se parecía al ruido que emite un europeo al hacer gárga-
ras. A pesar del respeto que debe merecer el gran naturalista
y de que el yagán no es precisamente un idioma de sonido dul-
ce, no sabemos si reír o asombrarnos ante semejante declara-
ción, ya que dicha lengua tenía por lo menos treinta y dos mil
vocablos. Es éste uno de los misterios de la lingüística que po-
drá explicarse en parte, pero que jamás ha de ser aclarado com-
pletamente. Se dice que su forma de vida, que le obligaba a
guarecerse en su wigivam, durante las casi constantes tormen-
tas, y a pasar el rato conversando, es una de las razones para
tal prodigio, ya que los relatos que vivían imaginando aguza-
ban la significación de los términos. Como punto de compara-
ción podemos dar los siguientes datos: un hombre común de
nuestros días suele desempeñarse con un vocabulario de algu-
nos centenares de palabras; en una persona culta, llega quizá a
cuatro o cinco mil y en todo Cervantes alcanza la cifra récord
de dieciséis mil; esto es en castellano, ya que varía con cada
idioma, aunque sólo ligeramente. ¿Cómo es posible que los se-
res más atrasados de la tierra poseyeran un vocabulario doble
del de Cervantes? No se sabe. Alguien ha hecho notar también
que, sin ninguna duda, Darwin, que es el autor de la leyenda de
su degradación lingüística, no alcanzaba ni con mucho a esa
cifra.
La fonética del yagán es muy peculiar y casi imposible de
captar para las gargantas europeas. Abunda en sonidos vocáli-
cos, de muy ligero matiz y con diferencias de duración muy
marcadas. En algunos idiomas clásicos y modernos en que tam-
bién ocurre eso, suele ser una guía para la acentuación, que
generalmente rehuye las sílabas señaladamente breves, pero en
178
ARNOLDO CANCL1NI
yagan no sucede así y suele suceder que un sonido vocálico
extraño, sea muy breve y acentuado al mismo tiempo, por lo
que es muy difícil de pronunciar. Hágase la prueba, por ejem-
plo, con el término atega (partir por mar); la e no tiene el
sonido castellano sino el de algunas aes inglesas, entre a y e y,
por ende, es sumamente breve y muy acentuada.
Además, la gran variedad de matices semánticos muy suti-
les, aumenta la dificultad. Existe, entre las palabras que se re-
fieren a morder, una que quiere decir "encontrar algo duro
cuando se mastica algo blando". Pongamos varios ejemplos,
aclarando que la grafía no es equivalente, en gran parte de los
casos, por no haber letra correspondiente en nuestro abece-
dario.
l. — arrápu, llegar embarcado;
apata, llegar por tierra;
agu-máchi, llegar volando.
l. — ucu, tirar una flecha (de aiacu, flecha);
gaia, tirar un arpón (de shaia, arpón);
shábina, tirar con honda (honda, mátana); ■
poóna, tirar una piedra (piedra, jaief);
upáshculu, tirar con rifle (literalmente: permitir ex-
plotar).
3. — mocus, hermano mayor;
ivaiamon, hermano menor.
Llama la atención la ausencia de términos genéricos. Así,
por ejemplo, no existen las palabras llegar, tirar, hermano, tío
(hay tío paterno y tío materno), etc. Tampoco existen equiva-
lentes para pez y ave, ya que cada pez y cada ave tienen su
propio nombre. Además llama la atención la diversidad de raí-
ces para expresar una misma idea y las múltiples formas de de-
rivación (ver ejemplo 2).
Bridges aseguraba que se trata de un idioma muy antiguo
y como prueba, señalaba la presencia de palabras compuestas,
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
179
de uso corriente, cuyos componentes han desaparecido. Así, por
ejemplo, sbaganiküpa significa "niña" y kiipa, "mujer" (1),
pero no existe la palabra shagani.
Con una paciencia que sólo su vocación misionera podía
darle, Bridges se puso a la tarea de compilar un diccionario y
una gramática del idioma yagan, con un criterio altamente
científico. Fué necesario reducirlo a la escritura, crear sig-
nos nuevos y combinar los varios sistemas fonéticos que co-
nocía.
Su primera compilación contenía 23.000 vocablos, pero a
su muerte, llegaba ya a los 32.000. Las peripecias sufridas por
el manuscrito de esta obra son tan múltiples y variadas que no
las podemos enumerar totalmente. Su publicación fué confiada
al célebre explorador Federico A. Cook, que pretendió haber
descubierto el polo norte — lo que luego reconoció no ser
verdad — y que llegó a Tierra del Fuego en 1897, después de
la muerte de Bridges, con la expedición austral belga.
Este hombre quiso realizar su segundo gran engaño, pu-
blicando el diccionario con su nombre, pero la oportuna in-
tervención de don Lucas Bridges, hijo del misionero, se lo im-
pidió. Cuando ya se estaba por imprimir en Bruselas, se desató
la primera guerra mundial, se detuvo la publicación y el ma-
nuscrito se perdió, hasta 1929, cuando apareció en manos del
doctor Ferdinando Hestermann, profesor de la universidad de
Münster, Alemania. Era éste un eminente filólogo, a quien,
junto con el doctor Martín Gusinde, se encargó la publicación
de la obra. Se colocó todo el sistema fonético anthropos y se
imprimió en Muling, Austria, por cuenta de la familia Bridges,
una edición reducida de trescientos ejemplares, para circulación
privada y es, por lo tanto, muy escaso. Existe un ejemplar en
!a Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
El manuscrito se extravió durante la segunda guerra mun-
dial, pero al fin de la misma fué encontrado en la cocina de una
(!) Esta palabra aparece al final de casi todos los nombres femeni-
nos, aunque escrito "Keepa", según la ortografía inglesa.
180
ARNOLDO CANCLIN1
casa de campo, donde el doctor Hestermann lo había escon-
dido. Finalmente, fué depositado en el Museo Británico.
Como ya hemos adelantado, Bridges realizó también la
traducción de parte de las Escrituras. Lo primero fué el Evan-
gelio de San Lucas, publicado en 1881, al que siguieron los
Hechos de los Apóstoles, en 1883, y el Evangelio según San
Juan, en 1886. La Sociedad Bíblica Británica y Extranjera im-
primió mil ejemplares de cada uno.
Fueron distribuidos entre los indígenas, que lo leían en
sus casas, y utilizados en la escuela y en la iglesia. En la ac-
tualidad están completamente agotados y hay pocos ejem-
plares subsistentes.
Siendo este diccionario y estas traducciones lo único que
se haya escrito e impreso en idioma vagán, su importancia no
necesita ser destacada, ya que el idioma puede darse por des-
aparecido.
IX
ESTABLECIMIENTO DEL GOBIERNO ARGENTINO
1884-1886
Cuestión de límites con Chile. — El tratado de ¡88i. — La
''División Expedicionaria al Atlántico Sud". — Amistosas rela-
ciones de misioneros y argentinos. — La sabprefectura. — El
problema de la bandera. — Dificultades y epidemias. — Renuncia
de Bridges
Como ya hemos adelantado, el 28 de septiembre de 1884
fondeó en la bahía de Ushuaia la llamada "División Expedicio-
naria al Atlántico Sud", enviada por el gobierno argentino para
tomar posesión de aquellos lugares. Necesario es, pues, reseñar
brevemente los hechos que condujeron a esa situación.
La cuestión de límites argentino-chilena tuvo su causa in-
mediata en la fundación por parte del gobierno de Santiago de
la población de Puerto Hambre, luego Punta Arenas, en 1843.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
181
Como consecuencia de las negociaciones producidas por la
protesta argentina, se firmó el tratado de 1856, por el cual
se establecía como límite el que existiera entre el Virreinato
del Río de la Plata y la Capitanía General de Chile, de acuerdo
a la doctrina del uti possidetis. Sin embargo, Chile continuó
realizando intentos por ocupar parte de la Patagonia atlántica,
lo que llevó al tratado del 23 de junio de 1881, según el cual la
línea de altas cumbres y el divortium aqiiciram serían el futuro
límite. Nuevas dificultades surgieron al intentarse la ubicación
definitiva de los confines, dificultades que estuvieron a punto
de provocar la guerra entre ambos países. Esta situación se
prolongó hasta 1902, cuando se trazó el límite definitivo por
laudo del rey Eduardo VII de Inglaterra.
Como no podía aplicarse a Tierra del Fuego el límite cor-
dillerano, se acudió a un artificio salomónico por el cual se
dividió la isla grande por el meridiano de los 62 grados 34 mi-
nutos, desde el cabo de Espíritu Santo hasta el canal de Beagle,
quedando para Chile la parte occidental y para la Argentina
la oriental. Las islas Navarino y Hoste y los archipiélagos de
Wollaston y Hermite quedaban en poder de Chile y las que
existen al este del Cabo de San Diego a la Argentina; esto
comprende solamente a la isla de los Estados y algunas meno-
res, incluyendo según algunos a las Georgia del Sur, Sandwich
del Sur, Shag y Oreadas del Sur, que están muy alejadas y
son reclamadas también por Gran Bretaña. Quedaba por dicta-
minar — y queda aún — la soberanía sobre las islas Picton, Nue-
va y Lennox, entre Navarino y la isla grande. Actualmente
Nueva y Lennox están deshabitadas y en Picton existen una
estación meteorológica chilena y una pequeña estancia, cuyo
arriendo cobra el gobierno del mismo país.
Los dos viajes del capitán Giácomo Bove a que nos he-
mos referido en el capítulo séptimo fueron el. primer reflejo
del tratado de 1881 en las regiones fueguinas, pues el desco-
nocimiento sobre esos lugares era tan grande que resultaba im-
prescindible hacer viajes de estudio antes de realizar la ins-
talación del gobierno.
182
ARNOLDO CANCLINI
Finalmente, de acuerdo a una resolución del general Roca,
entonces presidente de la República, bajo las órdenes del co-
modoro Augusto Laserre, partió de Buenos Aires la ya citada
División Expedicionaria al Atlántico Sud, que llegó a San Juan
del Salvamento, en la costa norte de la isla de los Estados, en
abril de 1884. Componían la expedición varias embarcaciones
de poco tamaño: la cañonera "Paraná", el buque escuela "Cabo
de Hornos", el transporte "Villarino", el aviso "Comodoro
Py" y los cúteres "Patagones" y "Santa Cruz" (1). Como hace
notar Braun Menéndez, todas estas embarcaciones puestas en
fila no cubrirían el largo de uno de los actuales acorazados ar-
gentinos. El comodoro Laserre era un distinguido oficial de la
marina argentina, de origen francés, que había realizado sus
estudios náuticos en el Instituto de Loriol, Francia.
De abril a septiembre de 1884, la expedición permaneció
en San Juan del Salvamento, donde se instaló la primera sub-
prefectura austral argentina y un faro que señalara la entrada
a aquel puerto seguro.
El domingo 28 de septiembre, los habitantes de la estación
misionera fueron presa de gran excitación al ver entrar a su
bahía, por primera vez, a cuatro barcos simultáneamente. To-
dos corrieron a la playa y preguntaron ansiosamente a los
misioneros qué ocurría; por supuesto, éstos no podían contes-
tarles. Por su mente, pasaron aun ideas de temor al ver que
entre los visitantes había barcos de guerra, pensando en la po-
sibilidad de que su amada estación fuera ocupada militarmente,
como consecuencia de algún conflicto internacional que muy
bien podían ignorar por el aislamiento en que vivían.
Bridges, Lawrence, Whaits v varios indios subieron a un
bote y se dirigieron al "Villarino", que era el de mayor tamaño.
Desde a bordo, el capitán Spurr, que evidentemente se había
documentado antes de viajar y conocía sus nombres, les gritó:
(*) En San Juan del Salvamento, se agregaron otras naves menores,
que quedaron allí. Hasta Ushuaia llegaron las precitadas, excepto la
"Cabo de Hornos".
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
183
"El otro barco, señor Bridges!", señalando la "Paraná", don-
de viajaba Laserre, por ser la nave capitana.
El comandante les recibió con toda amabilidad y, después
de conversar largamente, ambos grupos se separaron con la
mejor impresión y la actitud posterior de todos lo confirma.
En su carta del cuatro de octubre, al escribir a las auto-
ridades de la misión, Bridges decía lo siguiente: "El jefe de
la expedición es el comodoro Laserre, que nos ha tratado con la
mayor amabilidad y se muestra sinceramente solícito por el
éxito de nuestra misión. Todos los oficiales de la expedición
nos han hecho cuanto favor les ha sido posible y hemos reci-
bido con gran placer el establecimiento del pabellón argen-
tino ... Se me ha hecho saber, con toda gentileza, que debo so-
licitar todo servicio que ellos puedan prestarnos y que nos-
otros necesitemos y el comodoro Laserre ha declarado que
tiene instrucciones de su gobierno para dar a la misión toda
la ayuda necesaria. Para abreviar, estamos grandemente satis-
fechos con nuestros visitantes y, por supuesto, hemos dado toda
la ayuda que nos ha sido posible".
Relata también cómo se intercambiaron regalos de cosas
útiles y cómo recorrieron juntos la bahía para escoger un buen
lugar para la subprefectura. Además, dos médicos de la ex-
pedición se prestaron para revisar a todos los indios. Otros
miembros de la escuadra argentina repararon los botes de la
misión. Laserre obsequió un pequeño faro, para ser colocado
en el puerto de la misión; Sisoi fué el encargado de vigilarlo.
Embarcado en el "Comodoro Py", Bridges recorrió los
alrededores, llegando hasta la isla Dawson, para buscar dónde
establecer una misión entre los onas.
A pesar de lo grato de la situación, no escapó a la penetra-
ción de los misioneros el gravísimo peligro que representaba
para sus indios, el nuevo contacto con hombres de nuevas
ideas ... y nuevos vicios. Bridges envió entonces a Laserre
unas sugestiones para el gobierno del lugar y las relaciones mi-
sionero-gubernativas y, basado en ellas, el comandante redactó
un reglamento, que junto con otros documentos de interés
184
ARNOLDO CANCLINI
figuran en el apéndice correspondiente. A fin de evitar posi-
bles incidentes, se estableció que, para que los marinos argen-
tinos pudieran ir a tierra necesitaban permiso de Laserre tanto
como de Bridges. En todas partes del mundo, la influencia del
choque con la raza blanca ha sido nefasta v era necesario evi-
tar que las nuevas circunstancias produjeran el fracaso de
la obra.
Un detalle fundamental fué la entrega de la bandera. El
jefe argentino mandó un pabellón nacional, junto con el regla-
mento para su uso v Bridges ordenó que inmediatamente fuera
izado en el mástil de la misión, en el que hasta entonces había
flameado la bandera de la misma, que don Lucas Bridges des-
cribe así en su autobiografía: "Una bandera compuesta, no
muv distinta al Unión Jack (nombre popular de la enseña
británica), utilizada para evitar cualquier sugestión de aspira-
ciones imperialistas".
El 12 de octubre se realizó solemnemente la inauguración
de la subprefectura, en un punto cercano a la plava que hace
unos años fué declarado solar histórico. Ante un piquete de
treinta hombres, los oficiales y los misioneros — invitados de
honor — escucharon la palabra de Laserre, que declaró "so-
lemne v oficialmente inaugurada la primera subprefectura en
estos territorios, que representará en ellos la autoridad argen-
tina y ejercitará nuestra propiedad"; además recordó el hecho
de que en aquel día se cumpliera el cuarto aniversario de la
asunción del mando por parte del general Roca. Luego se izó
el pabellón argentino, al mismo tiempo que se disparaban los
veintiún cañonazos de reglamento desde la "Paraná" y los sol-
dados, junto con los indios, lanzaban vítores. El teniente Vira-
soro v Calvo fué puesto a cargo de la subprefectura; Bridges
hace grandes elogios de su caballerosidad y recuerda que había
estudiado durante seis años en Brighton, Inglaterra. Además,
cita con agrado el hecho de que la mavoría de los treinta hom-
bres escogidos para quedar allí hablaran inglés.
El 30 de octubre, Bridges informaba a la misión en Ingh-
terra sobre los acontecimientos y agregaba: "La subprefectura
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
185
ha sido establecida tan feliz y sabiamente que nos alegramos
sinceramente, viendo las grandes ventajas que aumentarán para
los nativos y, en consecuencia, a la misión. Toda asistencia po-
sible nos ha sido prometida y hasta ahora nos ha sido dada . . .
El establecimiento de la subprefectura será ciertamente de
ayuda para mantener en orden a los nativos de malas inclina-
ciones, pues hemos sentido muchas veces la necesidad del
poder que ha venido a gobernar esta solitaria posesión y de
una garantía para todos de la seguridad de la vida y la propie-
dad, que son grandes incentivos para la industria v la inde-
pendencia".
Poco después, la División Expedicionaria se dispersó, par-
tiendo algunas de las embarcaciones hacia Punta Arenas, mien-
tras que el "Villarino" lo hizo hacia el Atlántico. Uno de los
cúters quedó en Ushuaia.
De acuerdo con las cartas enviadas por los misioneros, se
descubre su enorme satisfacción por haber encontrado defi-
nitivamente una bandera bajo la cual protegerse; prueba de su
sinceridad son los trozos transcriptos, que fueron escritos como
informes oficiales al comité v no como propaganda para el
público.
Hasta entonces, estaban prácticamente en tierra de nadie,
va que ninguna de las dos naciones interesadas había hecho acto
de posesión alguno para no herir los sentimientos de la otra,
la toma de posesión por parte del gobierno argentino, quitó,
pues, a los misioneros tal sentimiento de orfandad política.
Es éste el momento de aclarar un detalle que es muy usa-
do por los detractores de la misión: el problema de la bandera.
Es vox popidi actualmente en Ushuaia que en la misión flamea-
ba la bandera inglesa y qua la expedición argentina fué con el
deliberado propósito de hacerla arriar y evitar así el expansio-
nismo británico sobre territorio nacional. Qué origen tiene
esa versión es imposible saberlo.
Que la finalidad de la División Expedicionaria v menos
su espíritu no eran ésos puede deducirse fácilmente de lo que
186
ARNOLDO CANCLINI
hemos relatado y de los documentos que se insertan más
adelante.
No podemos negar categóricamente que alguna vez hava
habido en Ushuaia una bandera inglesa, pero podemos dar este
dato: después de haber leído los relatos de todos los viajeros,
amistosos, indiferentes o enemigos de la misión, todos los in-
formes publicados en la revista de la misma, la documentación
oficial argentina y todo cuanto pudiera darnos una pista sobre
este problema no hemos encontrado citada una sola vez la ban-
dera inglesa flameando en Ushuaia. De dónde salió esa versión
lo ignoramos ya que no está documentada. Es posible que se
deba al parecido que había entre la enseña de la misión — que
es descripta en distintas maneras — y la británica. Puede que
sea también porque en la misión había una bandera inglesa,
hecho perfectamente lógico porque todo extranjero lleva una
bandera de su patria consigo si piensa que no volverá más a
ver su suelo natal.
Hay una oportunidad especial en la historia de la misión
en el Santa Cruz, cuando se dice que fué izada la bandera
británica. Además, Stirling cuenta en su diario que, cuando
estuvo en Ushuaia, construyó un mástil y se fabricó una "ban-
dera" que consistía en una cinta azul, una blanca v una roja,
que eran tanto los colores de la misión como los de Inglaterra.
Pero deducir de estos hechos la idea de que la misión era
sólo una avanzada del imperialismo británico es simplemente ab-
surdo. La historia de la misión en la Patagonia es una prueba
definitiva. El primer lugar elegido, el Santa Cruz, era el único
que frecuentaban barcos argentinos en toda la costa al sur de
Patagones. Luego, la misión se trasladó al único punto donde
la soberanía argentina estaba indudablemente establecida: Car-
men de Patagones; quien tenga propósito de ocupar una re-
gión no comenzará por establecerse en el único lugar poblado
de la zona, con tropas acantonadas, y un fuerte sentimiento
nacionalista, como resultado de la lucha contra el indio y una
heroica acción contra una flota del Brasil durante la guerra
con ese país. Las gestiones ante el gobierno con referencia a la
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
187
misión en Río Negro — donde Musters nos dice que también
Humble tenía una bandera — son otra prueba que demuestra
el respeto del comité por la autoridad argentina.
Pero supongamos que, efectivamente, la misión enarbolaba
bandera inglesa. Braun Menéndez acepta la idea, sin estudiar a
fondo el problema, y comentándolo con estos términos:
"A pesar de tanto informe favorable de cuantos llegaron
a los parajes donde estaba establecida la misión y pudieron
comprobar allí sus ventajas en el orden civilizador y sus be-
neficios humanitarios, no dejó de deslizarse sotto voce una
preocupación nacionalista, nacida en la circunstancia de que
se veía flameando sobre el caserío que ocupaba la misión el
pabellón británico. Esta suspicacia era tan absurda como in-
fundada. Los misioneros aunque eran subditos ingleses y de-
pendían en lo espiritual del obispo de las islas Malvinas, nunca
tuvieron intenciones políticas o de penetración o colonización
británica. La circunstancia de que ondeara en el mástil de la
misión la bandera inglesa nada podía significar desde que has-
ta 1881 sobre aquella región no ejercían soberanía ni Chile ni
la República Argentina; aquel pabellón sólo les recordaba la
patria ausente." (Pequeña Historia Fueguina, primera parte,
nota 33.) Es claro, pues, que aun cuando los misioneros hayan
enarbolado esa bandera sólo hacían lo que hubiera hecho cual-
quiera al llegar a un país que no tiene dueño: izar la bandera
de su patria, va que no existe otra para izar.
Además, la pretensión de que la misión había sido esta-
blecida allí con fines expansionistas es ridicula, pues revela una
grave ignorancia de orden histórico, táctico y eclesiástico. Si
bien es cierto que la misión era de procedencia anglicana —la
Iglesia oficial inglesa — no era ni es la sociedad misionera más
importante de esa confesión; entre las varias que la preceden
en magnitud debe citarse la que se llama precisamente "Socie-
dad Misionera de la Iglesia" y que tiene cierto carácter de
órgano misionero oficial anglicano, aunque se gobierna indepen-
dientemente. Al referirnos al orden táctico e histórico, que-
remos señalar el absurdo que se pretende cuando se quiere que
188
ARNOLDO CANCLINI
una potencia tan hábil en extenderse por todo el mundo se
haya servido en este caso exclusivamente de un pequeño grupo
de media docena de misioneros, sin armas ni dinero, en lugar
de enviar tropas o, al menos, colonos. La lección de la histo-
ria es clara al respecto y basta a los argentinos recordar cómo
la misma Gran Bretaña se apoderó por la fuerza de las islas
Malvinas, a pesar de estar ocupadas por autoridades argenti-
nas, para comprender que, si hubiera querido apoderarse de
una región de importancia estratégica tan grande antes de la
apertura del canal de Panamá, hubiera hecho algo más que
colocar varios misioneros y una bandera... (1).
Desgraciadamente, la rígida división, tanto geográfica
como administrativa no se cumplió. Y si hemos dicho "desgra-
ciadamente" es porque el contacto con la raza blanca sólo sir-
vió para llevar enfermedades v vicios a los indios. En ningún
momento dudaremos de la sinceridad de las autoridades nacio-
nales o del comandante Laserre, como así tampoco de los de-
más oficiales argentinos de los primeros tiempos, pero no po-
demos decir lo mismo de la tropa v el personal subalterno.
Lo que ocurrió en Tierra del Fuego ha sido simplemente lo
que ha ocurrido en todas partes del mundo, donde se ha ins-
talado el europeo, que ha terminado, tarde o temprano, con
la energía de las demás razas, cuando no con su existencia
misma; en nuestros días, ya podemos decir de los fueguinos
esto último.
Primeramente, la presencia de los nuevos habitantes se
hizo sentir por enfermedades hasta entonces desconocidas en
Tierra del Fuego. Mientras Bridges se encontraba en viaje a la
isla Dawson, se produjo una epidemia de sarampión y el cuadro
que encontró a su regreso fué realmente pavoroso.
O) Al aparecer en una revista de Buenos Aires un artículo descri-
biendo cómo fué arriada la bandera inglesa en Ushuaia, el autor entre-
vistó al que lo firmaba, preguntándole qué documentos había consultado.
Lo único que obtuvo fué saber que todo estaba basado en "recuerdos
de familia" . . .
UHASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 189
Lawrence, que había quedado a cargo de la misión, escri-
bía lo siguiente:
"Lo que hemos sufrido y experimentado durante las úl-
timas semanas es más de lo que podemos describir. En pocos
días, después que Mr. Bridges nos dejó, la fatal enfermedad se
esparció por todas las casas y ivigwams, aun a nuestros niños.
En un momento, casi todos los nativos estaban en tan deses-
perada condición, que difícilmente podía encontrarse quien
nos ayudara. Providencialmente, el Alien Gardiner estaba con
nosotros y Mr. Whaits y yo, que no hubiéramos podido hacer
solos el trabajo necesario, hemos encontrado así la ayuda im-
prescindible".
La epidemia duró alrededor de tres meses y los misione-
ros calcularon que, en ese período, murió la mitad de la po-
blación yagana.
A principios de 1885, llegaron a Ushuaia dos auxiliares
para la misión: la señora de Hemmings, consagrada mujer,
viuda, que habría de ocuparse del asilo, y un carpintero lla-
mado Burleigh, con su esposa, que debieron volver casi en
seguida a Keppel.
En esa época llegó también el primer gobernador argen-
tino, el capitán de fragata Félix Mariano Paz, que ejerció su
cargo hasta el 6 de junio de 1890. El capitán Paz se mostró siem-
pre un buen amigo de los misioneros y creía conveniente tras-
ladar la sede del gobierno a la isla Gable, pero tal cambio no
llegó a efectuarse.
En 1886, se hizo un nuevo censo de los indígenas, que
arrojó un total de 397 yaganes en todo el archipiélago. La
disminución era tan rápida como evidente y no se ha detenido.
Hace algunos años, Gusinde pudo contar sólo cuarenta y
tres individuos y en 1946 el número había descendido a vein-
tiocho, amén de un reducido grupo de mestizos. Poco después
del citado censo de 1886, se produjeron algunas leves epidemias
de neumonía, escrófula y tuberculosis, matando a gran número
de indios, inclusive a Cranmer Okokko. La tuberculosis sub-
190
ARNOLDO CANCL1NI
siste entre los escasos remanentes de la raza. En las pocas sema-
nas que el autor estuvo en Tierra del Fuego, falleció de esa en-
fermedad una mujer relativamente joven y se suicidó un mu-
chachito, al notar el avance del terrible mal en su organismo.
A fines del mismo año 1886, Bridges hizo un viaje a In-
glaterra, adonde llegó en noviembre. Estando allí, luego de
meditar seriamente su resolución, presentó la renuncia a su
cargo de misionero. Se basaba la misma en el hecho de que el
reducido número de yaganes que quedaban entonces, no jus-
tificaba los grandes gastos que tenía la misión. A pesar de
que aclaraba que dejaba de pertenecer a la misma, hacía pa-
tente su deseo de seguir trabajando por los yaganes, en la
forma que creía que resultaba más conveniente dada la nueva
situación: proporcionándoles trabajo. Bridges comprendía que
la atracción que la incipiente población blanca ejercía sobre
los nativos debía ser contrarrestada y creía que eso sólo podía lo-
grarse de aquella manera. Para ello aceptó la donación de ocho
leguas cuadradas de terreno que le hizo el gobierno argentino
en premio a los importantes servicios prestados a la nación.
La ubicación de las mismas era inmejorable, pues se encuentran
a la salida del canal de Beagle e incluyen la isla Gable y otras
menores. Son una excelente tierra de pastoreo, la única de tal
extensión que existe en la parte sur de la isla. Además, Brid-
ges adoptó la ciudadanía argentina.
Aunque formalmente ya no pertenecía a la misión, conti-
nuó ayudándola con frecuentes visitas y de otras maneras. Die-
ciocho familias yaganas fueron a establecerse definitivamente
en la estancia que fundó con el nombre de Harberton, que
era el nombre del pueblito nativo de su esposa, quedando así
bajo la influencia cristiana del ex misionero y de su familia.
Además, numerosos indios acudían a trabajar esporádicamente,
desde todas partes y de los canales v aun onas del norte, que
cruzaban la cordillera.
Bridges organizó con ovejas llevadas desde Inglaterra el
primer establecimiento ganadero de la región. La obra que rea-
-HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
191
lizó allí es realmente admirable y no puede describirse. Traba-
jando con tesón y sacrificio, consiguió que aquella región aban-
donada le rindiera una fortuna de bastante importancia (x).
Falleció a la temprana edad de 56 años, en 1898, en mo-
mentos en que estaba de viaje en Buenos Aires, a raíz de una
enfermedad estomacal que le había hecho sufrir grandemente
desde mucho antes. Sus restos están sepultados en el Cemente-
rio del Oeste, en Buenos Aires.
X
ULTIMOS ESFUERZOS DE LA MISION
1887 - 1916
Aspinall en Ushuaia. - Nueva estación en Wollaston. - Tras-
lado a Tekenika. - Visita del general Roca. - La obra en
Ushuaia, Tekenika y Keppel. - Extinción paulatina de los
indios. - Cierre de estaciones. - Traslado final a Navarino. -
Williams en Río Douglas. - Conclusión.
La renuncia de Bridges señaló el comienzo de la última
etapa de la obra misionera en Tierra del Fuego. El 19 de fe-
brero de 1887, en el mismo navio en que aquél volvía a Sud
América, partía su sucesor, el médico Edwin C. Aspinall, que
iba a hacerse cargo de la superintendencia de la misión en
Ushuaia.
Además, cinco meses después, salían también para el sur el
carpintero William Ince y su esposa, que se radicaron en la
capital fueguina; ella falleció allí a principios del año siguiente.
(!) Gran parte de los que aseguran que los misioneros sólo tenían
el propósito de enriquecerse, se basan en esto, sin comprender que
Bridges sólo tuvo dinero después de renunciar a la misión, que pagaba
sueldos muy bajos.
Además, nos permitimos preguntar por qué no se hace igual crítica
a los salesianos que establecieron una gran estancia para los onas, cerca
de Río Grande, y que se mantiene aún, a pesar del escaso número de
indios sobrevivientes. Y ello sin ocuparnos de las protestas que a su
tiempo se formularon oficialmente por el trato dado allí a los indígenas...
192
ARNOLDO CANCL1N1
Cuando Aspinall llegó a Ushuaia en el Alien Gardiner, los
misioneros hicieron una gran fiesta, a la que se invitó a las
autoridades argentinas. Se tomó té y se cantaron himnos. Los
breves discursos fueron traducidos al castellano. Aspinall des-
tacó la amistad argentino-británica y gubernativo-misionera,
simbolizadas en las dos banderas que adornaban la habitación.
El gobernador, por su parte, expresó su deseo de que esa amis-
tad continuara. Además, el recién llegado hizo lucir el mate-
rial nuevo que traía para la misión, en el que figuraban un
microscopio y una linterna mágica.
Esta fiesta era la retribución de los misioneros a una in-
vitación similar, hecha por los argentinos, para celebrar juntos
la fiesta patria del 25 de Mayo. Los misioneros, junto con los
indios y los huérfanos del asilo, concurrieron al izamiento de la
bandera, saludada por una salva de cañonazos. A la tarde hubo
distintos juegos artéticos y a las 18 todos cenaron con el go-
bernador, oportunidad en la que se pronunciaron algunos dis-
cursos, similares a los de la ocasión precitada. Al regreso, va-
rios oficiales argentinos acompañaron en bote a los visitantes;
Lawrence escribía luego a la misión: "Volvimos a casa sin-
tiéndonos muy agradecidos por tales muestras de respeto y
estima".
Pocas novedades ocurrieron en el resto del año 1887. As-
pinall y Lawrence recorrieron el norte de Navarino, visitando
a los indígenas. Además, las reuniones en Ushuaia se cele-
braban como siempre, incluso un ensayo de canto con los in-
dios; al respecto, puede agregarse que en diciembre llegó un
armonio para la misión, que fué costeado en parte por las dona-
ciones de los mismos nativos. Un día se celebraron veintisiete
bautismos y once casamientos. Para Navidad tuvo lugar la
acostumbrada fiesta, con unos ciento cincuenta indios presen-
tes. En la escuela había veintiséis alumnos y en el asilo, quince
huérfanos. Ese mismo año, Whaits y su esposa fueron a ocupar-
se del trabajo en Keppel, que continuaba sin variantes.
Todo continuó de ese modo, sin novedades, hasta prin-
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 193
cipios de 1890, cuando hubo una epidemia de tifoidea y otra
muy grave de viruela, llevada por un argentino del navio Tyr.
En poco tiempo falleció la tercera parte de la población indí-
gena; la iglesia fué convertida en hospital y las pertenencias
de los enfermos fueron quemadas. La devoción puesta de ma-
nifiesto por la señora de Hemmings y el indio Katannash son
dignas de recordarse. Esa epidemia impidió un viaje a la región
habitada por los onas, que Aspinall se proponía realizar en
compañía de Paz, por invitación de este último.
Lamentablemente, estas amabilidades del gobernador no
siempre correspondían a actitudes similares de sus subordina-
dos, quienes, con o sin intención, provocaban constantes pre-
ocupaciones a los misioneros, especialmente por su persisten-
cia en tentar a los indios con tabaco, alcohol y otros vicios
aun más graves. La naturaleza de los yaganes era muy débil,
tanto física como moralmente, y con mucha facilidad caían en
el vicio, que les llevaba a la enfermedad y posteriormente a la
muerte prematura. Con todo acierto, un oficial de la División
Expedicionaria había profetizado que los hombres que irían allí
serían de "esa recua de atorrantes que sacan de los caños de
la capital".
No sin razón, ya en julio de 1887, Lawrence escribía al
comité estas palabras amargas: "Se dice que los argentinos pien-
san trasladar su sede a la bahía del Buen Suceso; si es así, bueno
y bien, pero si no, entonces sería mejor que la misión dejara
Ushuaia y fuera a la isla Picton, donde estaría libre de las mo-
lestias por parte de las autoridades argentinas". Aquel deseo de
traslado existía en realidad y se habló de él con insistencia, aun
antes de la ubicación en Ushuaia, pero no llegó a concretarse.
Al año siguiente de las epidemias ya mencionadas, en 1891,
el hijo del maestro argentino llevó la tos convulsa que conta-
gió a gran número de indios.
Poco después, Lawrence fundó la "Sociedad de Abstinen-
cia Total". Celebró una reunión especial, para la cual colocó
en las paredes del templo lemas apropiados, como: "No beber
194
ARNOLDO CANCLINl
más", "No, ni una copa", "Tenga coraje para decir «No»",
etcétera. Okokko pronunció un discurso alusivo.
Mientras tanto, el número de huérfanos en el asilo había
disminuido a cuatro o cinco.
Toda esta situación había hecho que las autoridades de la
misión resolvieran reactivar la vida de la misma en Tierra del
Fuego, abriendo una nueva estación. Para escoger el lugar, se
tuvo en cuenta muy especialmente la distancia desde los luga-
res donde hubiera habitantes blancos. Por eso se eligió uno de
los puntos más lejanos posibles de Ushuaia: la isla Bayly, en el
archipiélago Wollaston, muy cerca del Cabo de Hornos. La
obra misionera en Tierra del Fuego había sido la más austral
del mundo y esta estación fué el punto más al sur que fuera
alcanzado. Además se tuvo en cuenta para la elección que ha-
bía allí cierto número de indígenas que se dedicaban a la caza
de nutrias, animal casi extinguido actualmente.
Luego de obtenerse la cesión del terreno por parte del go-
bierno chileno, el nuevo lugar de trabajo fué inaugurado el
domingo 14 de octubre de 1888. Se hizo una reunión, con un
grupo de cuarenta y cinco indios, luego de izar la bandera chi-
lena, durante la que se cantaron himnos v pronunció un dis-
curso el futuro encargado de la estación, llamado Burleigh.
Presenta este hombre una de las mayores dificultades al
historiador de la misión fueguina. Se trataba de un carpintero
que había llegado a Keppel en 1877, contratado como tal y no
como misionero. Iba con él su esposa, cristiana consagrada, y
una pequeña hijita llamada Katie; estando en Bayly, había de
nacerles otro hijo. Difícil es comprender a qué se debió el
cambio de ubicación y trabajo que dieron las autoridades de
la misión a Burleigh. Su conducta adolecía de numerosas irre-
gularidades y provocaba continuos disgustos a sus compañeros;
sobre él se señalan hechos muy delicados, pero que difícilmente
habrán llegado a saberse en Londres. Los informes de Burleigh
desde Bayly eran casi únicamente quejas por la inconstancia
de los nativos y por el clima, que, no puede discutirse, es el
'HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
195
peor del mundo: en un año llovió durante trescientos días y
hubo veinticinco temporales.
En junio de 1891, la señora Hawkes y su hijo fueron tam-
bién a Wollaston y poco después lo hizo un nuevo misionero
llamado José Pringle, sobre quien cayó el mayor peso de la
tarea, pues aquellos dos regresaron pronto.
El clima de la zona hizo necesario el traslado de la esta-
ción a un lugar más hospitalario y se escogió para ello un punto
ubicado en la costa sur de la bahía de Tekenika, en la isla
Hoste, lugar al que en 1901 el barco chileno "Presidente Errá-
zuriz" bautizó con el nombre de "Bahía Alien Gardiner". El
traslado se hizo en septiembre de 1892. Tekenika no era el
nombre indígena del lugar. Esa palabra significa "difícil de
entender" y probablemente esto implica que el primer nativo
a quien le preguntaron el nombre no entendió la pregunta y
así lo dijo.
La desagradable situación provocada por la conducta de
Burleigh terminó súbita y trágicamente. Digámoslo con las
palabras de su esposa en una carta del 23 de diciembre de 1893,
en la que se lee: "En verdad que tengo noticias, muy, muy
tristes para narrarles. Mi esposo se ahogó esta tarde en la
bahía. No puedo decir más nada. Había estado muy asustado
con unos mineros que se habían ido hace poco y hoy, sábado,
deseaba un poco de descanso; salió a pasear en bote y, en al-
guna forma misteriosa, debe haber caído por la borda-, yo
no sé. Quiera Dios ayudarme a mí y a mis queridos hijos". Su
cráneo fué extraído del agua bastante tiempo después y lle-
vado a Stanley, donde fué colocado en la catedral.
Además del trabajo en Ushuaia y Tekenika, continuaba
la obra en Keppel, adonde eran llevados regularmente grupos
de jóvenes indígenas para su educación. En 1893, había vein-
tiuno, a cargo del matrimonio Whaits y de una pareja indígena,
Jorge Lywia, nieto de Jemmy Button, y su esposa. La orga-
nización y el funcionamiento eran sustancialmente iguales a
los de otras épocas y no hay razón para repetirlo.
196
ARNOLDO CANCL1NI
Todo siguió su rumbo normal, casi podríamos decir mo-
nótono, en los tres lugares. Aspinall fué trasladado a Stanley,
a ocuparse de la iglesia de la población. Pringle hizo un viaje
a Inglaterra, donde se casó, y volvió con su esposa, que re-
sultó ser un valioso auxiliar. Én octubre de 1894, fueron nom-
brados como nuevos misioneros el pastor Juan Williams y se-
ñora, que quedaron durante un tiempo a cargo de la iglesia de
Punta Arenas, antes de ir a Tierra del Fuego. La esposa v los
hijitos de Burleigh volvieron a Inglaterra.
El 19 de febrero de 1895, la señora de Hemmings explicaba
la vida en Tekenika en los siguientes términos: "Los chicos
se levantan alrededor de las seis y, cuando han prendido el
fuego, me levanto yo; ocupan el tiempo antes del desayuno
en hilar v es un hermoso espectáculo verlos en grupo, todos
hilando. A las ocho, el desayuno; después, lección de la Bi-
blia, antes de ir al culto, leyendo un versículo cada uno.
Tengo cinco chicos que pueden unirse en la lectura. Después
del culto, les enseño a leer y escribir durante una hora y, a
los cinco más adelantados, aritmética. Suman bien y están
aprendiendo a multiplicar. Las niñas mayores se ocupan del
trabajo de la casa, mientras otras van por las colinas con su
hilado o tejido: después del almuerzo, media hora de juego,
otra vez lecciones, se prepara la cena, se come, se tienen ora-
ciones y a la cama". Los cultos se celebraban en la llamada
"Casa de Stirling", que había sido llevada desde Ushuaia; asis-
tían unos cincuenta indios.
Mientras tanto, las autoridades argentinas habían sido cam-
biadas dos veces. El capitán Paz, que era interino, fué sucedido
por el doctor Mario Corncro, que sólo gobernó hasta mayo
de 1895. Su sustitución se debió a las dificultades que tuvo
con el célebre minero Julio Popper, que venció en un pleito
con Cornero, acusándolo de anormalidades administrativas. Pop-
per es un personaje sumamente interesante; era él quien en
realidad gobernaba todo el norte de la isla, al punto de haber
mantenido una guardia militar y haber acuñado monedas e
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
197
impreso estampillas de correo. En Buenos Aires se le tenía en
alta estima por sus conocimientos científicos y sus dotes li-
terarias (J).
El sucesor de Cornero fué el teniente coronel Pedro Godoy,
cuyo nombre lleva hoy una de las tres calles de Ushuaia. Fué
un gobernante hábil y progresista y se mostró siempre amigo
de los misioneros, a quienes trató de favorecer, por ejemplo,
prohibiendo la venta de alcohol a los indígenas; demás está
decir que su orden no fué cumplida. El 22 de diciembre de
1897, Godoy mandó una nota a Lawrence para felicitarle por el
jubileo de la reina Victoria. Poco después de su llegada, or-
denó un censo de hombres y animales domésticos en todo el
territorio, censo que informó sobre la presencia de 203 blancos,
inclusive 19 mujeres y 110 nativos.
Al año siguiente, se produjo el fallecimiento de tres perso-
nas vinculadas a la misión: Tomás Bridges y las esposas de
Lawrence y Whaits.
A principios de 1899, se produjo en Ushuaia un hecho extra-
ordinario, que no ha vuelto a repetirse: la visita del presidente
de la república. Se trataba del general Julio A. Roca, que
visitaba la zona, con motivo de haberse reunido con su colega
chileno en el llamado "abrazo del estrecho" en Punta Arenas.
Antes de llegar a Ushuaia, Roca se detuvo en Harberton, donde
encontró a la familia de Bridges. Aunque no existe documento
al respecto, podemos dar como bien cierto el dato de que el
presidente ofreció a Despard Bridges la gobernación del terri-
torio, que éste rechazó, tal como dijo haber hecho su padre
anteriormente; don Guillermo Bridges, hijo del misionero, nos
mostró con cierto orgullo el lugar en que, echados sobre el
pasto, en una pequeña loma de Harberton, Roca, a quien acom-
pañaban dos ministros, hizo el citado ofrecimiento.
En Ushuaia, Lawrence fué presentado inmediatamente al
primer mandatario, que visitó luego la misión con Godoy y los
(!) Quien quiera conocer más detalles sobre Popper, historia que
escapa a este libro, puede leer "Julio Popper, el dictador fueguino", de
Armando Braun y Menéndez.
198
ARNOLDO CANCL1NI
ministros. Le fué regalado un Evangelio a cada uno, después
que recorrieron la capilla y las chozas. Las autoridades hicieron
obsequios en dinero a los indios y luego mandaron ropas y
botas. A la tarde, se corrieron regatas en la bahía, con un
premio de doscientos pesos donados por el presidente. La canoa
vencedora iba tripulada por Pringle, dos hijos de Lawrence y
tres yaganes. Antes de irse, Roca les aseguró que la tierra no
les sería quitada.
Ese mismo año, los ya citados hijos de Lawrence se esta-
blecieron con una pequeña estancia en un lugar llamado Puer-
to Remolino, a treinta kilómetros de Ushuaia. Una montaña
situada en esa zona lleva hoy el apellido del misionero.
Como regalo de comienzo de siglo, Pringle recibió en Te-
kcnika una colección de placas de proyecciones. Un indio
envió úna carta de agradecimiento a la donante, Miss Clara T.
Tarner, que transcribimos textualmente:
"Estimada dama: Le agradecemos mucho por habernos en-
viado tantos hermosos cuadros para linterna pensamos que
usted es muy amable v queremos pensar en usted cuando vemos
la linterna mágica. A todo mi pueblo le gusta ver hermosos
cuadros de linterna mágica, porque ellos nos enseñan muchas
cosas cuando tenemos noche oscura. Mr. Pringle nos muestra
las figuras y nos gusta ver sobre la Biblia. Todos nosotros le
agradecemos mucho y oramos a Dios que la Bendiga, su Ami-
go Charles OEsulupulunjiz".
Al año siguiente, Aspinall, que estaba en Stanley desde 1887,
fué a vivir a Irlanda.
A fines de 1901, Lawrence que era el único misionero que
quedaba en Ushuaia, fué a radicarse con sus hijos a Remolino,
donde habían obtenido la cesión definitiva por parte del Con-
greso de una fracción de tierra; desde allí iba todos los domin-
gos a atender las reuniones. Su presencia permanente en la
población parecía no tener ya utilidad pues el número de
indígenas que vivían allí raramente pasaba de veinte.
En Tekenika el número era algo mayor, pero de todos mo-
dos era de sólo unas sesenta o setenta personas. La señora de
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
199
Pringle escribía: "Con seguridad los yaganes están desapare-
ciendo. Los alacalufes están casi extinguidos. Los onas, que
son fuertes cazadores, son muertos a tiros por los ganaderos
y en consecuencia las mujeres están en mayoría". La salud de
Pringle le obligó a salir de Tekenika y su puesto fué ocupado
por Williams que aun estaba en Punta Arenas y que llegó allí
el 22 de marzo de 1901.
Poco después, Lawrence escribía en términos muy tristes
sobre la decadencia de los yaganes. Decía entre otras cosas:
"Parece casi imposible humanamente hablando, hacer algo por
ellos. Las dificultades son siempre muy grandes; hay una po-
derosa influencia rodeándoles, contraria a sus mejores inten-
ciones y muchos ceden pronto a la tentación y, como son
débiles y enfermos, sucumben rápidamente a la enfermedad . . .
Las muertes son muy frecuentes, teniendo en cuenta que los
yaganes son tan pocos. Hace poco murió uno de los descen-
dientes del célebre Jemmy Button, cuyo nombre era Edmundo
Button Hashway-an, de unos cuarenta años". Efectivamente,
los informes que enviaban los misioneros estaban llenos, sin ex-
cepción, de noticias de muertes, muchas de ellas prematuras.
En 1903, visitó esos lugares Sir Thomas Holdick, jefe de
la comisión británica de arbitraje, quien alabó grandemente el
tesón de los misioneros. Ese mismo año, las costas fueguinas
fueron conturbadas por algunos hechos sangrientos, que no
afectaron directamente a la misión. Existía desde tiempo antes,
en la isla de los Estados, un presidio militar, que fué trasladado
ese año a la zona de Ushuaia, a unos doscientos metros de donde
se encontraba la misión y algo alejado del presidio de crimi-
nales comunes, que se encontraba en otra parte y que quedó allí
hasta 1947. Los presos de la isla de los Estados promovieron
un grave levantamiento durante el traslado y un buen número
consiguió fugarse. Tanto en la lucha, como en la persecución
y el apresamiento de los prófugos, corrió abundantemente la
sangre y hubo varios muertos, hechos que en su hora impresio-
naron mucho a la opinión pública de todo el país.
En 1904, Williams escribía con muy poca satisfacción que
200
ARNOLDO CANCLINI
se habían descubierto yacimientos carboníferos en la zona de
Tekenika; ello implicaba la llegada más o menos lejana, pero
segura, de mineros blancos, con todos sus vicios y entonces
aquella región dejaría de ser "el único lugar donde los indí-
genas son tratados amablemente, donde siempre están bajo in-
fluencia cristiana y ordinariamente lejos de la tentación de la
bebida".
Ese mismo año, el obispo Everv, sucesor de Stirling, visitó
los varios lugares donde había misioneros y recomendó que,
en vista de que Tekenika había dejado de estar lejos de la
influencia argentino-chilena, era conveniente que la estación
fuera trasladada. Se hacía ya evidente que era necesario en-
contrar para los yaganes una ocupación permanente que pu-
diera contrarrestar la nefasta influencia de marinos, colonos v
mineros, que ya pululaban por todas partes. Era imposible, por
lo tanto, pensar en aislar a los indios de la tentación, sino que
debía hacerse hincapié en una mavor pureza para resistir el
vicio. Además, el obispo recomendaba elegir un lugar en Na-
varino o Picton, porque estaban bajo la soberanía de los chi-
lenos, que siempre los habían tratado más deferentemente.
En Ushuaia, los problemas tenían un carácter mucho más
agudo, pues aun la parte material estaba gravemente dañada.
La ausencia de un misionero permanente allí había hecho que
todo fuera arruinándose o robado. Uno de los detalles que
más impresionaron al obispo fué la falta de cerco en el cemen-
terio donde, junto con los indios, vacían los restos de los
misioneros muertos en Wulaia, ya que pensaba en la posibili-
dad de que algún día fuera levantado allí un monumento a su
memoria Decía además que "tras los oficiales, llegaron sol-
dados, marinos, negociantes, buscadores de oro, enfermedades,
vicios v tentaciones antes desconocidas".
(!) Actualmente, no sólo no existe tal monumento, sino que ni si-
quiera es posible saber dónde se encuentran los restos de los misioneros y
aun si todavía descansan bajo tierra. El lugar del cementerio está ocu-
pado actualmente por las obras del aeródromo de la futura base aero-
naval de Ushuaia y el autor ha conversado con algunas personas que se
han entretenido en revolver el suelo en busca de restos humanos.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
201
En mayo de 1906, Williams escogió como lugar para tras-
ladar su estación misionera un punto de la costa oeste de Na-
varino, en la desembocadura del río Douglas. El traslado se
hizo con la ayuda de un pequeño barco que facilitó el gobierno
chileno en la primavera del mismo año.
En la misma época, entre los numerosos fallecimientos in-
formados, se encuentra el de Jorge Despard Okokko, el indí-
gena más célebre de la misión, y que era todo un símbolo de
su historia. Había sido llevado a Keppel en 1858, cuando tenía
quince años, con el primer grupo de indígenas trasladados a
las Malvinas; había llorado al ver asesinar a los misioneros en
Wulaia v había ayudado a enterrarlos; durante muchos años
colaboró en todo el trabajo de la misión y era, desde muchos
años antes de su muerte, el indígena más anciano y uno de
los pocos que tenía nietos. Tan raro era esto, por lo prematuro
de la muerte entre los yaganes, que su rico idioma no poseía la
palabra "abuelo".
El traslado renovó algo el entusiasmo de los indígenas por
la misión y muchos fueron a Río Douglas, desde todas partes
de Navarino e islas vecinas. En Ushuaia, por el contrario, a
principios de 1907, fué necesario suspender las reuniones por-
que no quedaba ningún indígena en los alrededores.
A fines del mismo año, el obispo visitó nuevamente la zona
v quedó gratamente impresionado por la nueva estación, aun-
que reconocía que "el carácter del trabajo, pastorear el resto
de una raza agonizante, no es de los que dan resultados im-
presionantes, y hay fracasos y desalientos ahora como en el
pasado. Sin embargo, cuando pensamos en lo que eran estas
gentes en el pasado y vemos lo que son ahora, civilizados, de-
centes, deseosos de trabajar y adorar a Dios, nos damos cuenta
que, por Su gracia, ha sido hecho mucho". La población indí-
gena en el lugar variaba de veinte a ciento treinta.
Sin embargo, este viaje del obispo Every marcó claramente
el principio del final. Comprendiendo que ya no había posibi-
lidades de que se reavivara la obra en Ushuaia y que el mante-
ner allí las instalaciones sólo servía para que éstas se averiasen,
202
ARNOLDO CANCLINI
ordenó que la capilla fuera desmantelada y, junto con el resto
del material, fuera enviada a otros puntos donde pudiera ser
más útil. Así, silenciosamente, terminó aquella obra que había
durado casi cuarenta años, llenos de tesón y de heroísmo. Con
ello terminó igualmente la relación de Lawrence, ya muy
anciano, con la misión; se radicó definitivamente en Remolino
y sus descendientes viven aún en Tierra del Fuego.
Desde ese momento, las noticias tanto de Río Douglas como
de Keppel son muy escasas y carentes de novedades. De 1909
a 1911, estuvo en Río Douglas, ayudando a los esposos Williams,
otra misionera llamada Miss Vernam. El trabajo seguía siendo
el mismo, rutinariamente casi, excepto por el número de in-
dígenas en constante descenso.
El 28 de julio de 1911 fué clausurada la estación de Keppel,
que ya no tenía razón de ser, pues no había más indígenas para
llevar allí. Conjuntamente con el cierre, se produjo el retiro de
Whaits, después de treinta y seis años de trabajo.
No hay prácticamente nada que relatar de los cinco años
siguientes. En 1913, Williams hizo un viaje a su patria, única
variante que tuvo su vida en aquel período, durante el cual no
tuvieron ningún visitante en su lugar de trabajo, que era la
estación misionera más austral del mundo. Es fácil compren-
der la grandeza del misionero que se lanza a los peligros y
triunfa sobre el mal y el paganismo, pero pocas veces se hace
justicia a la constancia de siervos de Dios que, como Williams
y su esposa, trabajan ininterrumpidamente durante largos años,
completamente aislados del mundo y viendo que el número de
los suyos decae inexorablemente por causas que escapan a sus
medios.
El momento definitivo no podía tardar en llegar. En 1916,
leemos el siguiente informe en el órgano de la misión:
"La misión fueguina ha sido objeto de mucha oración y
ansiosos pensamientos. Como se ha hecho inevitable desde hace
varios años, durante los cuales se iba aproximando rápidamente
la hora en que debía darse por terminada la histórica obra
(debido al constante decrecimiento de la población yagana),
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
203
el Comité, luego de las más cuidadosas consultas ha decidido
que debe cerrarse la misión en Río Douglas. Una misión no
se clausura en un día y podrán pasar aun varios meses antes
de que Mr. Williams y su familia dejen por completo el tra-
bajo al que se han dedicado tan íntegramente. Agradecemos a
Dios por lo que Él ha hecho por medio de los agentes de la
Sociedad y confiamos en que Él nos mostrará otros campos
más necesitados. Nuestras obligaciones no son ahora menores:
son mayores".
Varios meses después, Williams informaba que las pertenen-
cias de la misión ya estaban a disposición de las autoridades de
la misma. AI igual que Bridges y Lawrence, prefirió quedar
allí, en Río Douglas, donde formó una pequeña estancia que
pertenece hoy a uno de sus hijos.
Habían pasado exactamente tres cuartos de siglo desde el
viaje de Gardiner y sesenta y un años desde el comienzo efec-
tivo de la obra. La misión fueguina terminaba entonces su co-
metido prácticamente junto con la raza que había ido a ganar
para el reino de Dios.
* #
Habiendo llegado al fin de nuestro relato, ¿qué ocurre si
nos detenemos un poco a meditar en él? Quizá a algunos les
surja aquella terrible duda que asaltó al pueblo inglés cuando
ocurrió el sacrificio de Gardiner y sus compañeros y se sienta
tentado a decir: "¿Para qué?" O más explícitamente: "Dado
que los indios yaganes se han extinguido casi por completo,
¿no es lógico decir que la misión ha fracasado, ya que, a pesar
de su trabajo, ha desaparecido toda una raza? ¿No han sido
en vano los sacrificios de Puerto Español y Wulaia? ¿Y la vida
de tantos hombres útiles insumida en aquellas latitudes para
evangelizar indios que morirían al fin? Aquel dinero, ¿no po-
dría haberse gastado en campos más fructíferos?"
Sinceramente creemos que estas dudas no pueden durar mu-
cho en los pensamientos de nadie que vuelva a meditarlas a la
luz del conjunto de la historia.
204
ARNOLDO CANCLIN1
En primer lugar, no puede criticarse a la misión, por no
haber hecho lo que nunca se propuso hacer. Como todas las
misiones del mundo, la de Tierra del Fuego tenía como propó-
sito el predicar el Evangelio para llevar vida eterna a los indios
v no para evitar el fin de una raza, que evidentemente va
estaba en vías de extinción antes de su llegada, lo que en cierta
manera, podía dar un carácter de mayor urgencia a la nece-
sidad de predicarles. Por supuesto, eso no significa que los
misioneros descuidarían el bienestar material de los fueguinos
y el adelanto que les llevaron es prueba de ello; además, es
evidente que no fué ese adelanto el que provocó su fin. Las epi-
demias y los vicios que otros blancos llevaron y que ningún
ser humano podía detener entonces, uniéndose a su natural
decadencia provocaron su extinción.
Debe recordarse asimismo que no fueron los yaganes la
única raza fueguina que haya corrido tan triste suerte. Lo
mismo ha sucedido con los onas y los alacalufes, entre los que
no trabajó la misión evangélica, sino los salesianos, sacerdotes
católicos que aun mantienen sus establecimientos ganaderos en
la región. Digno de notarse es, igualmente, que la extinción de
las razas aborígenes es un fenómeno de todo el mundo, que
reconoce como origen, casi siempre, las matanzas y los vicios
introducidos por hombres blancos.
La actitud de interrumpir un trabajo que, en realidad, estaba
dejando de existir fué una prueba de honestidad por parte del
comité, que no quiso simular ante sus colaboradores, forzán-
doles a dar dinero y obreros para trabajar entre indios que ya
casi no existían.
Hemos dicho antes que la finalidad de la misión fueguina
fué exclusivamente la de predicar el Evangelio. Luego de hacer
tal declaración, podríamos detenernos diciendo que Cristo or-
denó a los suyos: "Id por todo el mundo y predicad el Evan-
gelio a toda criatura". No nos corresponde juzgar si debemos
ir o no a tal o cual región de la tierra: nos corresponde ir, luego
de consultar al Señor si en Su sabiduría, Él cree llegada la
hora. Jeremías se lanzó a predicar, aun sabiendo que su mensaje
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
205
no sería oído, pero Dios se lo ordenó así y él obedeció. Lo
mismo hicieron Alien Gardiner y sus sucesores y a nosotros
sólo nos resta admirarles por haber escogido para arar la parte
más rocosa de los campos de nuestro Señor o, dicho de otra
manera, cumplieron la parte de su mandato, lo que dice: "y
hasta lo último de la tierra".
En la "Noticia Preliminar" de su "Pequeña Historia Fue-
guina", Braun Menéndez hace esta observación: "Al hacer, pues,
el balance de tanto caritativo empeño, caemos en la cuenta de
que sólo podemos reconocerles a los misioneros de este grande
único mérito: el de haber retardado y confortado la agonía
inevitable de una raza y haberle hecho ganar a los indígenas
el cielo".
Verdaderamente, no es posible otorgar a los misioneros un
elogio mayor: no hay mérito más grande que el de mostrar a
tm alma perdida el camino de los cielos y permitirle así en-
contrar su salvación eterna. Si todos los sufrimientos, toda la
sangre derramada y todo el dinero gastado en Tierra del Fuego
sirvieron para llevar la salvación a un solo yagan, el esfuerzo
y el sacrificio no habrían sido en vano, porque un alma es
eterna, aunque sea la de un pobre fueguino, y todos los cuerpos
y riquezas son perecederos, aunque sean de destacados europeos.
Y sabemos que no fué uno solo, sino que fueron muchos los
indios que conocieron el buen camino por medio de los mi-
sioneros. Absurdo es, por lo tanto, pensar que el trabajo haya
fracasado. Y aun cuando no se hubiera logrado la salvación de
ningún nativo — como ha ocurrido en otros campos — no es
posible criticar a quienes lo dejaron todo por obedecer a Dios
y amar a sus prójimos más que a sí mismos.
Pero hay más aún. El hecho de que nuestro trabajo se
limite a la obra en la Patagonia puede provocar una falsa idea
sobre lo que es en realidad el trabajo realizado por la Sociedad
Misionera de Sud América. La sangre de aquellos mártires de
Tierra del Fuego ha sido la simiente de iglesias en muchas partes.
Aquél fué en realidad grano de trigo que cayó en tierra y
murió y llevó mucho fruto, según las palabras de Nuestro
206
ARNOLDO CANCL1NI
Señor. Aquella obra fué en verdad la primera, pero no la única.
Otros campos de labor han visto y ven aún multiplicarse el
fruto del trabajo que se comenzó en el Sur. Sin aquel prin-
cipio duro y difícil, todo lo otro no se hubiera hecho y ello
es una prueba de que los esfuerzos de Gardiner, Williams, Des-
pard, Phillips, Stirling, Schmidt, Hunziker, Bridges, Lawrence,
Lewis, Whaits y todos los demás no sólo no han sido en vano,
sino que han traído mucho fruto y fruto de vida eterna. Y es
para corroborar esto último que hemos agregado, a modo de
epílogo, algunos pormenores, extremadamente condensados, de
lo que I2 misión ha hecho y hace en otras regiones.
A MODO DE EPILOGO
BREVE RESEÑA DE LA OBRA DE LA MISION
EN OTRAS REGIONES
En el sur de Chile.
Se recordará que Alien Gardiner, el fundador de la misión
había intentado predicar entre los indios del sur de Chile desde
1838 hasta 1841, pero que todos sus intentos habían fracasado,
debido a la hostilidad de la iglesia católica y al recelo de los
indígenas. Se recordará igualmente que, en 1860, su hijo Alien
W. Gardiner fué enviado desde Keppel, para intentar la fun-
dación de una misión entre los araucanos. A pesar de sus nu-
merosos esfuerzos, aquello le resultó imposible y tuvo que
radicarse entre los mineros del cercano pueblo de Lota, llegando
a ser capellán de la comunidad. De vez en cuando, de acuerdo
a las circunstancias, hacía viajes misioneros entre los indios.
En 1870, su salud le obligó a abandonar la región para ir a
trabajar en la viña del Señor en Australia, donde murió el 11
de diciembre de 1878.
Allí nació su hijo Guillermo Reade, quien en 1890 resolvió
ir como médico misionero para abrir la obra entre los mapuches,
pero falleció de tifoidea en Valparaíso, antes de poder llegar
a destino. Tres generaciones habían fracasado en su intento
de alcanzar a esos indígenas, pero ese anhelo no fué en vano
porque la obra entre los araucanos comenzó poco después.
En 1894, jubileo de la misión, se levantó en Inglaterra una
ofrenda, destinada a crear la misión en Araucania y, al año
siguiente, cuatro misioneros llegaron a la zona, bajo la direc-
ción del pastor Carlos A. Sadleir.
La pequeña localidad de Cholchol fué escogida para empezar
208
ARNOLDO CANCLIN1
el trabajo, en vista de que estaba rodeada por poblaciones indí-
genas. Debido a que las viviendas de éstos estaban muy dise-
minadas, fué preciso dar a la obra un carácter itinerante, esta-
bleciéndose así una profunda amistad con los nativos. En es-
pecial, se hacía lo posible por ganar al jefe de cada tribu, para
entrar así con más facilidad a los demás; el caso más famoso
es el del cacique Ambrosio Paillalef, que ayudó mucho a
Sadleir en la traducción de las Escrituras.
En 1896, se inauguró un pequeño dispensario en Cholchol,
lo que atrajo a gran número de indios, deseosos de asistencia
médica. Más tarde, se abrió un colegio internado para niñas,
que hoy cuenta con más de doscientas cincuenta alumnas, y en
1906 fué creado otro para varones. El problema de alcanzar
a la población nativa diseminada se ha solucionado en parte con
la creación de escuelas rurales, que existen actualmente en nú-
mero de treinta y además con la compra de una carreta que,
tirada por bueyes, recorre la zona.
Además de la estación de Cholchol, se crearon las de Ma-
quehuel, a unos treinta kilómetros de la primera, y la de Te-
muco, que rápidamente se convirtió en la principal.
En 1933, por iniciativa propia, los indios fundaron la So-
ciedad Misionera Araucana, para realizar obra de evangelización
y recolectar fondos para maestros nativos.
Actualmente existen unos veinte mil indígenas y la necesi-
dad de trabajar entre ellos continúa tan grande como en el
primer momento. La obra sigue adelante v confiemos en que
así será por mucho tiempo.
En el Chaco Paraguayo.
En 1886, llegó a Montevideo un joven misionero llamado
Wilfredo Barbrooke Grubb, que es quizá el más célebre de
los que han trabajado con la misión. Estando allí oyó hablar
de las enormes masas de indios que vivían en estado completa-
mente salvaje en las selvas de la región conocida por "el Chaco",
que ocupa una extensa zona de Argentina, Paraguav v Bolivia,
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
209
y sintió un gran deseo de ir a predicarles el Evangelio. Pero
recibió la orden de seguir a las Malvinas y por eso quedó en
Keppel hasta 1889, cuando se le autorizó para ir al Paraguay.
Stirling dijo en esa oportunidad: "Si este joven sobrevive, será
llamado el Livingstone de Sud América". Su profecía llegó a
cumplirse.
Grubb representa al misionero por antonomasia. El fundó
la misión en el interior del Paraguay y le imprimió su persona-
lidad, dejándola sólidamente organizada. Comprendió que el
carácter nómade de los indígenas era un obstáculo insuperable
para su evangelización y, a fin de lograr que hicieran vida se-
dentaria, les enseñó las primeras nociones de agricultura y ga-
nadería, formando así a su alrededor una gran colonia de aborí-
genes de la tribu de los lenguas. El primer nombre de la colonia
fué Thlagnasinkinmith, que se cambió por Nakte-tingma y» fi-
nalmente, por Makthlawaiya.
Las dificultades fueron enormes, dado el recelo de los indios.
En cierta ocasión, uno de ellos atentó contra la vida de Grubb,
dejándole en la selva, agonizando con una lanza clavada en la
espalda. Pero, poco a poco, la paciencia y la bonhomía del
misionero fueron ganando a los desconfiados indígenas.
Otros fueron a ayudarle, destacándose entre ellos Andrés
Pride, Guillermo Sanderson y Ricardo J. Hunt. El primero
comenzó en 1899 la obra entre los suhin, donde el segundo fundó
la estación de Nanawa. La guerra entre Paraguay y Bolivia
arrasó en 1933 con todas las instalaciones que no fueron tras-
ladadas o no pudieron serlo a la nueva estación en Nakte-amyip.
En Campo Flores, entre los sanapanas, se estableció otra es-
tación que también debió sufrir las consecuencias de la guerra
del Chaco. En 1939, fueron bautizados allí los primeros indios
convertidos.
Hunt hizo un profundo estudio del idioma de los lenguas,
al que redujo a escritura, traduciendo luego los Evangelios, los
Hechos de los Apóstoles y el Génesis. Pride se destacó por su
gran capacidad como conductor, tanto material como espiri-
tual, en las colonias agrícolas. El adelanto llevado a los indi-
210
ARNOLDO CANCL1NI
genas fué tan notable que, en cierta oportunidad, el presidente
de la República expresó públicamente su aprecio por los es-
fuerzos de la misión, que llevó (Jrden y paz a una región del
Chaco, donde anteriormente un hombre blanco no podía viajar
sin riesgo para su vida.
Un numeroso grupo de evangelistas nativos colabora activa-
mente con los misioneros, llevando el Evangelio a aldeas dis-
tantes. Se ha desarrollado también una importante obra mé-
dica, labor en la que se destacó el misionero Eduardo G. Bernau.
En el norte argentino.
Una vez que se hubo establecido firmemente la obra de
evangelización en el Chaco paraguayo, la misión resolvió co-
menzar el trabajo más al sur, estableciendo una cadena de esta-
ciones misioneras que atravesara todo el Chaco argentino,
desde los Andes hasta el Paraguay. La zona a ocuparse com-
prendía pues el territorio de Formosa y parte de la provincia
de Salta.
En 1911, un grupo de misioneros realizó un viaje de ex-
ploración en la provincia de Jujuy, donde trataron a los indios
en los ingenios azucareros. Otros viajes similares se llevaron
a cabo en los dos años siguientes, con el objeto de trabar rela-
ciones amistosas con los indígenas y formar un vocabulario y
una gramática de cada uno de los cuatro idiomas de la región:
mataco, toba, choroti y churupi.
El 4 de diciembre de 1914, el primer grupo de misioneros
llegó a Algarrobal, sobre el río Bermejo, a unos cuarenta v cinco
kilómetros de Embarcación, la localidad más importante de la
zona, en la provincia de Salta. Grubb estaba entre ellos y fué
quien se ocupó de conseguir algunos indios que se radicaran
junto a las primeras casas de la misión. Pocos meses después,
vivía allí un grupo de seis familias.
Al año siguiente, se organizó una escuela, que debió sobre-
llevar grandes dificultades por la falta de materiales. Sin em-
bargo, numerosos indiecitos aprendieron allí a leer y escribir
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
211
en castellano y mataco, algunas nociones de aritmética y geo-
grafía argentina, canto de himnos, historias bíblicas y ejer-
cicios físicos. Al igual que en Paraguay, se estableció una
granja, para dar trabajo a los indígenas que se radicaran allí.
Se construyó asimismo un dispensario, para atender a los en-
fermos que acudían desde una extensa zona.
La obra se fué extendiendo paulatinamente desde Algarro-
bal hacia el Paraguay y se fundaron otras estaciones misioneras
en Selva San Andrés, San Martín, El Yuto, El Carmen, San
Patricio, Pozo Yacaré y Sombrero Negro. En todos estos lu-
gares se ha establecido un trabajo semejante al de Algarrobal,
aunque algunos no cuentan con misionero radicado.
Es digna de destacarse la labor lingüística de los misioneros.
Hunt hizo una gramática mataca, que fué publicada por la Uni-
versidad de Tucumán, y tradujo al mismo idioma los Evange-
lios y los Hechos. El misionero Tebboth recopiló un vocabu-
lario toba, que es la obra más importante sobre la materia y
que, por ello, fué publicado también por dicha Universidad (*).
La obra educacional ha provocado el interés de las autoridades,
como así también la preparación de obreros hábiles en distin-
tos ramos.
Muy notable es también la obra médica. En San Patricio se
ha establecido un bien instalado dispensario, llamado Joy Me-
morial, donde no sólo se han realizado curaciones, sino que
también se han llevado a cabo investigaciones de importancia,
particularmente sobre el mal de Chagas, una enfermedad muy
X1) Es oportuno recordar que también se deben a los misioneros de
esta misión, la gramática tehuelche de Schmidt, los trabajos de Hun-
ziker y el diccionario yagan de Bridges, que son obras fundamentales
del punto de vista lingüístico, lo que, agregado a los ejemplos precitados,
basta para demostrar el importante aporte que se ha hecho al conoci-
miento de los idiomas indígenas, que indiscutiblemente no ha sido su-
perado.
Además debe señalarse que las únicas traducciones de las Escrituras
en idiomas indígenas de la Argentina, el Paraguay y Chile fueron hechas
por estos misioneros. Además de las mencionadas en yagán, mataco y
lengua, existen: el Evangelio según San Marcos en toba, los Evangelios
y los Hechos en mapuche y el Nuevo Testamento en guaraní.
212
ARNOLDO CANCL1NI
común en la zona, las que han merecido las felicitaciones
oficiales.
Lo más digno de mención es, sin duda, el aspecto moral y
espiritual. Antes de la llegada de los misioneros, reinaba la
superstición y la brujería, que han ido desapareciendo para
dar lugar a bien organizadas colonias de indios que no se em-
borrachan, no roban, llevan una ordenada vida familiar y social
y, lo que es más importante, se reúnen para adorar a Dios "en
espíritu y en verdad".
Otros trabajos de la misión.
Hemos reseñado ya, en forma por demás breve, los princi-
pales aspectos de la obra de la Sociedad Misionera que nos
ocupa. Hay aún, sin embargo, ciertas actividades que no cería
justo pasar por alto.
La misión estuvo particularmente activa entre los británicos
residentes en Sud América y sus descendientes. Entre los co-
lonos galeses del Chubut, colaboró en un tiempo, mediante
obra espiritual y educativa y otro tanto fué hecho en distintas
localidades argentinas y uruguayas. Una actividad de carácter
diferente fué la realizada conjuntamente con la Misión para
Marineros en Buenos Aires, con la que colaboró durante va-
rios años.
Si por algo se ha hecho conocer entre el pueblo argentino
su labor es por el trabajo entre los niños. Aun existe en la lo-
calidad de Los Cocos, en la región serrana de la provincia de
Córdoba, un gran asilo, que fué fundado por el misionero W.
T. Blair, y que recibe el nombre de Alien Gardiner Memorial
Homes, continuación de una obra del mismo nombre fundada
en 1907 en Rosario.
Pero, fuera de toda duda, ninguno de los que sirvieron en
las filas de la Sociedad Misionera se ha hecho tan famoso como
William C. Morris, que es posiblemente la personalidad evan-
gélica más conocida y honrada entre el pueblo argentino. Morris
llegó a la Argentina a los siete años, en 1871, y luego de una
" HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 213
niñez difícil y de unos años de pastorado en la Iglesia Meto-
dista, pasó a colaborar con la obra de los sucesores de Gardincr.
Al hacerlo, se ofreció para que lo enviaran al lugar donde fuera
más necesario y se escogió entonces para él el barrio de Pa-
lermo, al que entonces llamaban "Tierra del Fuego", por lo
inhóspito y atrasado. Bandas de malhechores y de muchachos
sin ley pululaban por aquellos parajes y entre ellos obtuvo el
futuro apóstol de la niñez su primeros triunfos.
Allí estableció su primera "Escuela Evangélica Argentina"
y, poco a poco, su obra se fué extendiendo. En 1930, contaba
con diez escuelas primarias, en distintos barrios, cinco escuelas
nocturnas, una escuela de telegrafía, una de mecanografía, una
de artes y oficios, bibliotecas escolares laboratorios y museos,
tres canchas de deportes, asociaciones de madres y ex alumnos
(ésta aun existe), banda escolar y el Hogar "El Alba", para
niños internos. Sería largo enumerar la lista de personalidades
argentinas que se formaron en estas instituciones y mucho
más aún las que, por la influencia de aquel hombre extraordi-
nario encaminaron su vida por los senderos de Cristo. Además
el aspecto espiritual de la obra estaba representado por el
templo "San Pablo", en Palermo, y cuatro capillas en distintos
lugares. La inscripción en las escuelas diurnas era de unos
siete mil alumnos y, en total, pasaron por ellas, ciento setenta
mil niños.
Morris falleció en 1932, y a su muerte, el Estado tomó po-
sesión de las escuelas, en vista de su grave situación financiera.
El Hogar "El Alba" continuó sus actividades en el local que
creara Morris, hasta que fué expropiado en 1949. Una gran
escuela primaria y una calle en el barrio de Barracas llevan su
nombre, para perpetuar su memoria en la ciudad de Buenos
Aires.
APENDICES
APENDICE I
DOCUMENTOS SOBRE LA MUERTE DE GARDINER
Y LOS SUYOS
Informe de Samuel Lafone al Comité de la misión
en Londres
(De "Providence traced in the Early
History of three Barbarians").
Montevideo, 4 de diciembre de 1851.
Tuve la oportunidad de mandar un pailebote americano muy veloz,
el /. E- Davison, del capitán Smiley. Por consiguiente, le di instrucciones
para que visite el lugar y ayude al capitán Gardiner y a su gente en
cualquier cosa que pudieran necesitar. Tiene usted ahora la triste obli-
gación de comunicar a sus amigos en Inglaterra los resultados de la bús-
queda y he de violar ante ustedes mi deber de transmitirles en la forma
más suave posible lo ocurrido.
El barco volvió aquí el lunes pasado, trayendo noticias que me de-
jaron estupefacto y deprimido fuera de toda medida. Les envío un docu-
mento escrito por uno de los capitanes.
Se trata de un extracto del diario del capitán Guillermo H. Smiley.
sobre su viaje de ida y vuelta de Montevideo a Picton.
"21 de octubre. Llegamos a la Bahía Banner, isla Picton. Vimos pin-
tados en las rocas, a la entrada de la bahía "Idos a Puerto Español". Ha-
biendo bajado a tierra, encontramos una carta del capitán Gardiner, di-
ciendo: "Como los indios son tan hostiles aquí, nos hemos ido a Puerto
Español".
u22 de octubre. Fuimos apresuradamente a Puerto Español. Soplaba
un fuerte ventarrón. Fuimos a tierra y encontramos el bote sobre la
playa, con una persona muerta adentro, que suponemos sea Pearce, porque
cortamos su nombre de su ropa; otro fué encontrado sobre la playa; otro
enterrado, que es Juan Badcock. Estos, tengo muchas razones para
creerlo son Pearce, Williams y Badcock. El espectáculo era horrible en
213
ARNOLDO CANCUN1
extremo. Libros, papeles, medicinas, ropas y herramientas sembrados sobre
la playa y en la cubierta y el interior del bote. Por el diario descubro
que el 22 de junio se les habían acabado las provisiones y estaban cas>
consumidos por el escorbuto . . . Mr. Williams no escribió desde el 22
de junio... No estoy seguro si el capitán Gardiner, Mr. Maidment y los
otros dos están muertos o vivos, porque pertenecían al otro bote que se
ha perdido. Pero no teníamos tiempo de buscar la ensenada en la
que ellos estaban viviendo, o hacer nuevas búsquedas, porque el huracán
cayó en forma muy intensa. Apenas nos dió tiempo para enterrar los
cadáveres en la playa y volver a bordo. El huracán continuó aumentando
tanto que nos zafó de nuestro anclaje y nos llevó más afuera. La ce-
llisca y las tormentas de nieve eran terribles.
"Domingo 26. Nos hicimos a la vela e intentamos llegar a la isla de
Año Nuevo... Tuve que abandonar la idea de hacer nuevas búsquedas
y además perdí un ancla. No encontré diario de Gardiner o de Maid-
ment. Qué pensar sobre ellos apenas si lo sé. Es un misterio que todavía
está por ser revelado. Los dos capitanes que estaban conmigo en el bote
lloraban como niños ante el espectáculo. Descubrí que habían dejado su
pólvora en el Ocean Queen . . .
"El bote está en Puerto Español, en el río, en el extremo oeste de
la bahía. El otro bote se ha perdido cerca, más al sur, como se ve en
el diario y allí, espero, se encontrarán algunas noticias de ellos, si se las
busca debidamente.
"Nunca he encontrado, en toda mi vida, semejante fortaleza cristiana,
semejante paciencia y resistencia como en estos pobres e infortunados
hombres. Ni siquiera han murmurado alguna vez; parecían resignados...
No tuvieron descanso; fueron obligados a ir de un lugar a otro por los
indios, siempre con miedo y temor. Agregad a esto las largas noches
tormentosas y terribles, con hielo casi perpetuo y nieve y encerrados en
un pequeño bote, tan cargado que casi no había lugar para moverse, sin
alimento y con esa terrible enfermedad, el escorbuto, y entonces podréis
juzgar parcialmente su situación. Apenas puedo creer que vivan los
restantes, pero no tengo ninguna evidencia de su muerte y es mi deber
(es el deber de cualquiera) hacer una nueva búsqueda.
"W. S. Smiley"
Goleta americana /. E. Davtson
Nueva York.
"P. D. — Mi opinión y también la del capitán Nicholls es que, con
los preparativos necesarios, ellos hubieran podido ir seguros a las islas
Malvinas, a Puerto Hambre o a la costa de la Patagonia. Yo he hecho
más que eso en una ballenera en diferentes ocasiones."
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
219
Despacho al Almirantazgo Británico del contraalmirante
Moresby
(Reproducido en Times del 29 de abril
de 1852). (De "Providence Traced")
H. M. S. Portland
En Valparaíso, 21 de febrero de 1852.
Señor:
Incluyo el informe del capitán Morshead sobre la muerte por inani-
ción del comandante A. Gardiner y el resto del grupo enviado por la
Sociedad Misionera de la Patagonia, en septiembre de 1850, a la isla
Picton, la extremidad meridional de Sud América.
Vuestras señorías lamentarán profundamente el destino de estos
devotos misioneros, pero esta lección de experiencia tendrá su efecto.
La fervorosa aplicación de mentes confiadas a la propagación del cris-
tianismo debe, en un clima como el del Cabo de Hornos, considerar
primero la localidad desde donde su subsistencia pueda estar asegurada.
He deseado que el capitán Morshead empaquete cuidadosamente los
restos (de documentos) que ha recolectado, y ellos serán enviados con
posterioridad al Almirantazgo con la Daphne. Los que pueden ser en-
viados por correo van adjuntos.
Fairfax Moresby
Contraalmirante y comandante en jefe
Despacho al Almirantazgo Británico del Capitán
W. H. Morshead
(De "Providencia Traced" . . . )
H. M. S. Dido, en alta mar
22 de enero de 1852, Cabo de Hornos,
30 millas al oeste
Sir:
En cumplimiento de órdenes de los Lores Comisionados del Almi-
rantazgo, fechadas el 25 de octubre de 1851, ordenándome determinar la
suerte del capitán Gardiner y su grupo misionero en Tierra del Fuego,
en mi viaje al Pacífico, es mi triste deber notificar, para conocimiento
de sus señorías, que todo el grupo ha muerto de inanición . . .
19 de enero. Habiéndose moderado el viento durante la noche y
desviado hacia el noroeste, levé anclas a las 4 de la mañana e intenté
el paso por el estrecho de Goree, recorrí la costa sudoeste de la isla
Picton y, pasando el cabo Marie, fui a la costa noreste de la isla. Como
220
ARNOLDO CANCLIN1
el viento soplaba nuevamente, sólo tarde pudimos remolcar el barco
a su amarradero en una ensenada formada por un islote en la costa,
llamada "Ensenada Banner" por el capitán Gardiner, que es también la
escena de sus tribulaciones terrenales.
El día siguiente, 20 de enero, fué ocupado en recorrer la costa y
la isla adyacente, y, después de muchas horas de infructuosa búsqueda,
sin una sola señal del grupo, y cuando estábamos por abandonar, se vio
cierta inscripción en una roca, a través de un río, hacia la que fuimos
inmediatamente y encontramos escrito: "Id a Puerto Español". En otra
roca cercana, leímos: "Nos encontramos en Puerto Español".
En vista de ello, a la mañana siguiente, 21 de enero, partí temprano
hacia Puerto Español y entré a las siete de la tarde del mismo día.
Nuestra atención fué atraída primero por un bote volcado sobre la
playa, alrededor de una milla y media hacia adentro desde el cabo
Kinnaird; estaba soplando un viento muy frío del sur y el barco se
mantuvo muy bien al ancla. Mandé de inmediato al teniente Pigott y
a Mr. Roberts, el oficial, a reconocer y volver en seguida, pues estaba
ansioso por llevar nuevamente al mar al barco para seguridad durante
la noche; volvieron pronto, trayendo algunos libros y papeles, habiendo
descubierto los cuerpos insepultos del capitán Gardiner y de Mr. Maid-
ment.
De los papeles encontrados, se deduce que Mr. Maidment estaba
muerto ya el 4 de septiembre y que el capitán Gardiner posiblemente no
pudo sobrevivir al 6 de septiembre de 1851. En uno de los papeles estaba
escrito en forma legible, pero sin fecha: "Si camináis a lo largo de la
costa una milla y media, nos encontraréis en el otro bote, halados en la
boca de un río a la cabecera del puerto, del lado sur. No os detengáis,
estamos muriendo de hambre".
Con esta triste evidencia, era imposible irse aquella noche aunque
el tiempo estaba muy amenazante...
Bajé a tierra la mañana siguiente, 22 de enero, y visité el lugar
donde yacían el capitán Gardiner y su camarada y luego fui a la
cabecera del puerto con el teniente Gaussen, Mr. Roberts y Mr. Evan
Evans, el cirujano. Encontramos un bote naufragado, con parte de sus
aparejos y pertrechos, con cantidades de ropa y los restos de dos cuer-
pos, que doy por sentado que son los de Mr. Williams (cirujano) y
Juan Pearce (pescador de Cornnallcs) ya que los papeles mostraban
claramente la muerte y entierro del resto del grupo misionero.
Los dos botes estaban, pues, separados por una milla y media. Cer-
ca de aquél donde yacía el capitán Gardiner había una gran caverna, a
la que él llamó "Caverna Pioneer.", donde guardaban sus pertrechos v
dormían ocasionalmente, y en esta caverna fué encontrado el cuerpo
de Mr. Maidment.
Entre los papeles del capitán Gardiner, extracto lo siguiente: "Mr.
Maidment estaba tan exhausto ayer, que no se levantó de su lecho hasta
mediodía y no lo he visto desde entonces". Otra vez, el 4 de septiembre,
aludiendo a Mr. Maidment, escribe: "Fué una misericordiosa providen-
''HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
221
cia que él dejara el bote, porque yo no hubiera podido mover el cuerpo".
El cuerpo del capitán Gardiner yacía junto al bote, que aparentemente,
había dejado y, estando muy débil para trepar otra vez al interior, mu-
rió a su lado. Fuimos dirigidos a la caverna por una mano pintada sobre
las rocas, con el Salmo 62:5-8, escrito debajo. Sus restos fueron recogi-
dos y enterrados juntos cerca del lugar y el servicio fúnebre fué leído
por el teniente Underwood. Una pequeña inscripción fué colocada en
la roca cerca del lugar. Las banderas de los botes y barcos estaban a
media asta y tres descargas de mosquetería fueron el único tributo de
respeto que pude dar a este hombre de excelsa mente y a sus devotos
compañeros, que murieron en la causa del Evangelio por la falta de
sustento temporal, y antes de mediodía, la Dido reanudaba satisfacto
riamente su viaje. . .
W. H. Morshead
Capitán
Trozo de una carta del pastor Guillermo Armstrong
a la misión
(De "Providence Traced"...)
Impresionantes trozos del diario escrito por el capitán Gardiner
fueron recogidos, preservados de la destrucción, según parece, en la
forma más asombrosa, a pesar de los cuatro meses de exposición a los
efectos de los vientos, lluvias y mareas y a los nativos; sin embargo,
media hoja de papel, completamente saturada de agua, rasgada y des-
gastada por la fricción contra las rocas, teniendo sólo las marcas del
lápiz del capitán Gardiner, contiene en su mayor parte, palabras tan
inteligibles como cuando fueron escritas. Todo ello fué cuidadosamente
recogido por el capitán Morshead e incluido en los despachos del Al-
mirantazgo.
Fragmento del diario del joven Luis Fiedrabuena.
Luis Piedrabuena llegó a ser más ade-
lante el más destacado marino argentino
en la Patagonia, a quien se deben buena
parte de las exploraciones de costas y
ríos australes. Siendo aún jovencito par-
ticipó en la expedición del capitán
Smiley.
(De "Apuntes biográficos de Piedrabue-
na", por Cándido Eyroa, Boletín del
Centro Naval. Buenos Aires, 1883).
Efectivamente, encontramos una botella que contenía un papel es-
crito por el señor Gardener, jefe de los misioneros que, en más o menos
222
ARNOLDO CANCLINl
términos decía lo siguiente: "Hemos tenido que abandonar Peter Island,
huyendo en las dos embarcaciones que teníamos. Vamos con destino
a Spanis Harbour". Al otro día del encuentro de la botella zarpamos
para el puerto mencionado por Mr. Gardener en su aviso, para cuyo
efecto tomamos el canal Beagle.
A las 8 p. m. del mismo, después de navegar en dicho canal unas
cuarenta millas, alcanzamos a distinguir los topes de los palos de una
embarcación en los cuales nos parecía ver una bandera flameando.
Al aproximarnos, pudimos ya distinguir fácilmente al buque de los
misioneros, varado en la playa. Nosotros muy contentos fuimos con
dos botes a tierra y ¡cuál no sería nuestra sorpresa al encontrar tirados
sobre la playa tres cadáveres, entre los cuales había uno con un brazo
menos y todo su cuerpo mutilado! Este espectáculo en aquellas soli-
tarias y misteriosas playas, fué para nosotros mucho más doloroso cuan-
do al examinar una de las embarcaciones varadas en la playa, encon-
tramos en su fondo cuatro cadáveres más, revelando en sus demacrados
rostros una muerte espantosa! ¡Los infelices habían perecido, sin duda,
luchando con los elementos y el hambre!
Al siguiente día de tan inesperado hallazgo, cumpliendo con un
deber humanitario, tan sagrado para los que arrastramos nuestras vidas
sobre las olas, dimos sepultura a todos ellos, tributándoles como auxilio
religioso, plegarias que salían de nuestros labios, tan mudos como nues-
tras lágrimas. Los marinos se lloran porque ellos en la desgracia son
siempre hermanos.
En la misma playa encontramos el diario que los misioneros lleva-
ban por cuya lectura nos informamos que los otros siete hombres, in-
cluso el comandante Gardener, se habían perdido en el cabo Kinnard
(Bahía Aguirre) cuyo incidente se hallaba en el diario, relatado en estos
términos: "Después de haber hecho Mr. Gardener algunas bordadas en
la lancha que piloteaba, se abordó por un descuido del timonel con la
otra lancha en que iban los otros misioneros y a consecuencia de este
abordaje y del fuerte viento que reinaba aquel día la lancha de Gardener
se fué sobre los arrecifes de la costa, perdiéndose las embarcaciones y
sus tripulantes".
A consecuencia del fuerte viento que esa tarde nos sorprendió, el
cual más de una vez puso en peligro nuestra embarcación, no nos fué
posible, a pesar de nuestros esfuerzos, ir a reconocer la costa, para ver
de encontrar los restos de la lancha de Gardener y sepultar los cadá
veres. El mismo temporal nos obligó a salir el mismo día de la Bahía,
lo que al fin conseguimos después de mucho trabajo, salvando los in-
mensos escollos que se hallan sembrados en la bahía.
APENDICE II
INSTRUCCIONES A LOS PRIMEROS MISIONEROS
Frag?ne?itos de las del capitán Parker S?iow, dadas el 19
de agosto de 1854- i)or el comité de la misión
(De "A Two Years Cruisse off Tierra
del Fuego, the Falklands Islands, Pa-
tagonia and in the River Píate: A Na-
rrative of Life in the southern seas", del
capitán Guillermo Parker Snow.)
Señor:
Al poner a su cargo el yate de la misión, el comité expresa la más
alta confianza, que reposa en su capacidad y precaución de marino y
en sus principios de cristiano que espera que nunca serán desplazados.
Por consiguiente, usted es investido con autoridad para hacer con
el velero cuanto sea necesario para su segundad y eficiencia. Usted se
encargará del cuidado de los almacenes y del contralor de los oficiales y
tripulantes de a bordo y, cuando el personal de tierra de la misión esté
en el velero, deben ellos obedecer sus órdenes, como se les expresará en
las intrucciones que recibirán.
Como el Alien Gardiner es un yate misionero, el comité ordena
que sea empleado sólo en ese sentido en la forma que usted considere
apropiada para promover el cumplimiento de los objetos en vista, esto
es la instrucción y civilización de los nativos de Sud América. Usted
debe mantenerse siempre preparado para llevar a los misioneros a Tierra
del Fuego y Patagonia, con el propósito de visitar a los nativos y ayudar-
les a relacionarse con ellos y llevar a la estación a cualquier persona que
ellos induzcan a acompañarles.
El comité espera que usted estará dispuesto a ayudar al personal de
tierra con su ayuda particular y el empleo de su tripulación, siempre
que las necesidades del velero no los necesiten y el grupo misionero re-
quiera tal esfuerzo adicional.
Se considera deseable que se dirija a Wulaia tan pronto como la
224
ARNOLDO CANCL1NI
misión esté preparada en alguna forma y el sacerdote, el catequista o
uno de ellos puedan acompañarlo.
Aprovechará usted igualmente la primer oportunidad para ir a Gre-
gory Bay y buscar a Casimiro, el cacique patagón, y por sus buenos
oficios establecer amistosas relaciones con su tribu.
Al catequista Garland Phillips.
(De "The Missionary Martyr of Tierra
del Fuego", de G. W. Phillips).
Señor:
El Comité de la Sociedad Misionera de la Patagonia tiene el placer
de confirmarle en el nombramiento de catequista y le comunica ahora sus
directivas para su guía general en el trabajo de esta misión. Le encargan
el deber de buscar a los nativos de Tierra del Fuego y Patagonia, de
comunicarse con ellos por cualquier medio que el Espíritu de Dios le
sugiera como factible y de persuadir a algunos a acompañarle a la
estación de las Malvinas. Utilizará todas sus fuerzas para aprender su
idioma y sistematizarlo una vez aprendido. Practique con ellos la mayor
paciencia y tolerancia y enséñeles lo bueno y lo correcto con su propio
ejemplo. El comité debe dejar que las determinaciones particulares le
sean señaladas por su buen sentido y su sentimiento cristiano, bajo la
guía del espíritu de sabiduría y amor. Actuará como capellán a bordo
y en la estación hasta que llegue el misionero ordenado y entonces habrá
de considerarse asistente de aquél. Será también parte de su trabajo el
enseñar a los miembros de la misión más jóvenes y menos instruidos,
por medio de clases bíblicas. El comité le considera la persona apropiada,
en ausencia de un clérigo, para conducir los oficios divinos el domingo
y para requerir de todos su asistencia al mismo, debiendo recordar que,
como representante de una sociedad de la Iglesia Establecida de Ingla-
terra e Irlanda, lo más conveniente es que en el servicio se use la liturgia.
En conclusión, el comité le ruega que sea ferviente y constante en
la oración. El cristiano ha de ser una lámpara para iluminar con la luz
de la gracia, pero no podrá brillar si su alma no está completamente re-
frescada y llena por medio de la comunicación de gracia y verdad,
buscada y obtenida por la oración a Dios, el generoso dador de todo lo
bueno. Haga de la Biblia su constante amigo y consejero y acuda a
ella en todas las discusiones y dudas. Mantenga en vista la perspectiva
de una esfera de utilidad más elevada y lea libros en que aprenda
teología, exposición bíblica y evidencias cristianas, que lo calificarán
para su ordenación.
APENDICE III
DOCUMENTOS RELATIVOS A LA MASACRE DE WULAIA
Declaración de Alfredo Colé, cocinero del
"Alien Gardiner"
(Dada por el sobreviviente de la masacre, ante W. H. Smi-
ley, cónsul americano, el 2 de marzo de 1860, tal como se
encuentra transcripta en la obra "The Missionary Martyr of
Tierra del Fuego").
Alfredo Colé vino personalmente y se presentó ante mí y, habiendo
jurado debidamente, declaró lo que sigue:
Que él tiene 23 años y era cocinero en la goleta Alien Gardiner en
su viaje de la isla Keppel a la isla Button con el propósito de devolver
nueve nativos y que partieron de Port Stanley el día 25 de octubre
de 1859 y llegaron a Woollyah el día 1° de noviembre y que el 2
bajaron a tierra los nativos y se comenzó a cortar madera y hacer
huertas, etc.
El viernes 4, se notó que los indígenas se reunían y se vió a
Jemmy Button muy disgustado al no obtener muchas cosas tan pronto
como esperaba, y descubrimos que los naturales habían robado algunas
cosas y revisamos sus cosas antes que abandonaran el velero. Esto pa-
reció agitar a los naturales y cuando el capitán Fell fué a revisar sus
cosas, Schwyamuggins lo agarró por el cuello. El capitán Fell lo golpeó.
Todos fueron a tierra sin sus cosas, excepto Tommy y su esposa. La
misma tarde agarraron sus cosas y fueron a tierra. El domingo siguiente
todos menos yo fueron a la iglesia en la orilla; poco después que ellos
bajaron, vi a los naturales que sacaban los remos del bote y pocos
minutos más tarde, vi a los hombres corriendo hacia la orilla y a los
naturales persiguiéndoles con cachiporras y derribándoles a golpes sobre
la playa con cachiporras y garrotes. Mr. Phillips y uno de los otros
hombres trataron de botar una canoa pero fué derribado por William
Button (Billy).
Vi a todos menos al viejo Hewey muertos en la playa y un mucha-
cho me contó que fué muerto en la casa. Bajé la falúa y salté dentro y
escapé hacia el monte. Una canoa salió a darme caz pero entré al
monte y me trepé a un árbol y estuve cuatro días antes de volver a la
playa. Doce días después encontré a algunos naturales que me llevaron
226
ARNOLDO CANCL1N1
consigo, pero que me quitaron toda la ropa, dejándome sólo el cinturón
y un aro. Querían arrancarme la barba, pero no lo hicieron. Estuve
diez días desnudo con estos naturales, mientras me llevaban de regreso
adonde estaba la goleta, donde Jemmy y Tommy Button me dieron
algunas ropas.
Entonces fui a bordo y la encontré hecha un verdadero naufragio.
Todo lo que tenía aspecto de hierro había sido quitado, las lámparas
de cubierta sacadas de allí, los arrufos arrancados del aparejo, las velas
quitadas y cortadas, las sogas de los pernos quitadas de las vergas.
No había ni señas de las provisiones. No quedan más que el casco
y los mástiles; los bicheros están cortados en pedazos para sacarles el
hierro. La rueda fué sacada y la escalera de la cabina está retorcida
hacia arriba.
Desde entonces quedé con los naturales hasta que vi a la Nancy
y exhalé un suspiro.
Fui tratado con más amabilidad por Tommy que por cualquier
otro y creo sinceramente que la causa de la masacre fue que Jemmy
Button estaba celoso de que los otros tenían más de lo que él pensó
que tenían derecho; y creo firmemente que estuvo a la cabeza de
todos los acontecimientos.
No sé qué se hizo con los cadáveres: si fueron comidos, quemados o
arrojados al mar. Uno de los muchachos me contó que Jemmy peleó y
que arrojaron los cadáveres al mar. Jemmy me contó que había otro
hombre vivo además de mí. No lo creo porque debiera haber oído
decir algo más a algún otro. Los muchachos me dijeron que habían
muerto a todos.
El declarante no declaró más nada. (Firmado) Alfredo Colé. Fir-
mado en mi presencia, este segundo día de marzo de 1860. (Firmado)
W. H. Smiley, cónsul de los Estados Unidos.
Declaraciones de Jemmy Button
(Estas declaraciones se encuentran insertadas, en un inglés
incoherente en la obra mencionada; se las transcribe tra-
ducidas lo más fielmente posible).
Oficina de la Secretaría Colonial, Islas Malvinas, 12 de marzo de 1860.
En la presencia del gobernador Moore, el capellán colonial y el
capitán Smiley, el abajo firmante, Jemmy Button, declara:
"Yo estuve en la isla Keppel cuatro lunas, con esposa e hijos. No
gustar detenerse (*); no querer; no gustar. Despard dice "Vete, Jemmy,
eres viejo; tus chicos se detienen". Chicos no querían detenerse en Wool-
lyah (2); querer volver con usted (señalando al capitán Smiley); todos
querer volver VVoollyah. (Uno de los presentes pregunta: "¿Mister Des-
pard le pidió que vaya a Keppel?"). Mister Despard dijo: "Ve dos
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
227
veces a Keppel, dos veces por año Woollyah; cazas pescado con ianza
en Keppel, no agarrar lobo, agarrar pescado, gran pescado (a)". Yo no
los vi revisar los buitos; el muchacho de nuestro país muchacho muy
enojado cuando Despard revisó los bultos (4). Hombres del país de
Oen mataron al capitán Fell, iguales en todo a los patagones, hombres
de arco y flecha. Mi país en canal pequeño, otros desde aguas gran-
des (6); mi país en Woollyah, el de ellos cerca de Patagonia. Muchachos
del país de Oen dicen nosotros no matar ustedes, ustedes se van, nosotros
matar a ellos. Yo ver capitán Fell muerto, carpintero; otro hombre vió
uno muerto; yo no ver mister Phillips muerto. Yo puse cuatro en el
suelo (6). Yo no ver los otros. Yo voy a mostrar capitán bmiley. Yo
no ver nadie vivo; yo pienso uno escapó; huyó. Yo enterrar capitán
Fell y el carpintero y otros dos suecos. Yo no dormir en goleta, andar
corriendo en tierra; no más sueño, andar corriendo. Yo estuve todo
alrededor isla, no ver hombre blanco; nosotros buscar cuerpo capitán
Fell mi hermano decir, todos en el suelo cerca casa mi hermano cavó.
Cada tribu habla diferente, mujer en Wollyah es kiipa; mi tribu tiene
quince años (contando con los dedos). Gente de York no hablar
VVooilyah (7) país de Oen no hablar (se refiere a la isla Lennox), ellos
no hablar; país de York dos barcos rotos hace mucho; hombres de York
comer hombres, scratch country (8). Mi hermano quizá volver a Kep-
pel; yo tuve bastante de ello. No querer volver (acompañado de una
seña para decir "no", posteriormente agregó): muchacho de mi país
no querer volver a Keppel".
Registrados el día y año ya mencionados, de labios de Jemmy But-
ton, tanto como pudo ser entendido o pudo hacérsele entender nuestras
preguntas.
(1) Término usado: stop. Aparece varias veces y, sin duda, Jem-
my quería significar estar o quedarse.
(2) Forma inglesa antigua de escribir Wulaia.
(3) Quiere describir la abundancia de la isla. La carne de lobo es
muy desagradable y el pescado siempre era preferido.
(4) Se refiere a Schwya muggins, pero se equivoca al nombrar a
Despard que no estaba presente.
(5) El Océano Atlántico. Está intentando hacer caer la culpa sobre
los onas que, a veces, hacían incursiones a la parte sur de la isla.
(6) Yo enterré.
(7) Gentes de York: los alacalufes.
(8) Expresión intraducibie. Scratch: rascar, raspar, arañar; country:
tierra, país.
APENDICE IV
DOCUMENTOS RELATIVOS A LA TOMA DE POSESION DE
TIERRA DEL FUEGO POR EL GOBIERNO ARGENTINO
(De la Memoria del Ministerio de
Guerra y Marina para el año 1885).
Informes sobre la División Expedicionaria al
Atlántico Sud
Buenos Aires, noviembre 15 de 1884.
A S. E. el Sr. Ministro de Guerra y Marina, General
D. Benjamín Victorica.
Tengo el honor de dar cuenta a V. E. que hoy, a las 3 h. 30 m.p.m.
fondeé la Cañonera "Paraná" en el puerto de esta Capital.
En cumplimiento de lo ordenado por V. E. en las últimas notas que
tuve el honor de recibir en el puerto de "San Juan del Salvamento"
apresuré la carga de todo el material que necesitaba para la construc-
ción en la Tierra del Fuego y una vez que quedó esto terminado, zarpé
de Los Estados con el "Paraná", el "Villarino", el "Comodoro Py", y
el "Patagonia" con rumbo al Canal Beagle, dejando en la Subprefectura
ya establecida en la Isla el "Santa Cruz" y el "Buenos Aires", ambos bu-
ques a las órdenes del Capitán Villarino, encargado accidentalmente de
aquella Repartición en ausencia del titular, Capitán Méndez, Comandante
del "Comodoro Py", fondeando todos los buques anteriormente citados,
sin novedad, en el puerto de Oshovia (en donde, de muchos años atrás,
se halla establecida la Misión Inglesa de la Tierra del Fuego) el día 28
de septiembre.
Pocos momentos después de haber fondeado se presentó a bordo el
superintendente de la Misión, Reverendo D. Thomas Bridges, acompa-
ñado de los otros dos misioneros, señores Whites y Lawrence y después
de una detenida conferencia con el primero, le pasé la nota cuya copia
legalizada forma el anexo A.
Los anexos C. D. E. F. H. y K., impondrán a V. E. de las medidas
tomadas antes de mi partida de ese punto, a fin de regimentar la forma a
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
229
que quedó sujeto el poder de las autoridades argentinas que quedan allí,
en posesión de nuestro territorio, para cualquier caso que pudiere ocurrir y
respectivamente en sus relaciones con la Misión e indígenas catequizados.
Augusto Laserre.
A
Al Rdo. Sr. Thomas Bridges, Sub -Intendente de la Misión de este puerto-
Las ideas de ilustración y progreso que animan al Gobierno Argen-
tino y que, al servirle de regla de conducta han colocado a la Nación
en el elevado rango de civilización a que ha llegado, le han hecho
apreciar debidamente la importancia de los servicios que la Misión aquí
establecida puede seguir prestando en la benéfica y cristiana obra de la
catequización de los naturales de esta parte de nuestro territorio y en
su virtud me es agradable participar a Vd. que el Exmo. Gobierno al
comisionarme para establecer la Subprefectura Marítima de Tierra del
Fuego e Isla de los Estados, me ha recomendado muy especialmente
ofrezca a Vd. y le preste todos los auxilios y ayuda que pudiere necesitar
durante mi permanencia aquí, dejando órdenes en igual sentido a mi
partida, al Jefe de esta Subprefectura, creada con propósitos iguales a los
que han traído a Vdes. a estas desiertas costas y nevadas montañas.
Por mi parte, Rev. señor, penetrado de los beneficios de su misión
sagrada, debo manifestarle la seguridad de la decidida protección de mi
Gobierno en todos aquellos casos compatibles con las leyes que rigen a
nuestro país y me complazco en ofrecer a Vd. mis servicios, saludán-
dole con mi más cordial consideración.
Es copia fiel
Augusto Laserre.
Carlos Béccar.
B
ACTA
En la Bahía de Oshovia, a doce de Octubre del año mil ochocientos
ochenta y cuatro, reunidos los señores Jefes y Oficiales de la División
Espedicionaria del Atlántico Sud, los empleados de la Sub -Prefectura
.Marítima de la Tierra del Fuego, el Reverendo Thomas Bridges, Super-
intendente de la Misión Sud-Americana en esta estación, don Roberto
VVhaits y don Juan Lawrence, catequizadores en la misma Misión, esta-
blecida en esta Bahía, el señor Jefe de la División, Coronel don
Augusto Laserre, declaró solemne y oficialmente inaugurada la Primera
Subprefectura en estos territorios, que representará en ellos la autoridad
Argentina y ejecutará nuestros propósitos, a cuyo efecto puso en
posesión de los cuatro edificios construidos con ese objeto al Sub-Prefecto,
nombrado por el Exmo. Gobierno de la Nación y acto continuo se izó el
230
ARNOLDO CANCL1N1
pabellón Argentino con los honores prescriptos, haciéndose por la caño-
nera "Paraná" Xina salva de veintiún cañonazos, con lo que se dió por
terminada la ceremonia de la instalación definitiva, efectuada en el día
del cuarto aniversario de la recepción del actual Gobierno de la Nación
a cuyos civilizadores esfuerzos debe el país y el mundo marítimo la
creación de este importante y humanitario establecimiento.
En fe de lo cual firmamos todos los presentes esta acta.
Firmados: Augusto Laserre - Thomas Bridges -
Lázaro Iturrieta - John Lawrence -
Robert W. Whaits • José C. Maymó •
D. J. Ford. - Carlos Méndez. - Gur
llermo S. Mac Carthy - A. Alvar ez -
Juan P. Saenz Valiente - A. Viraso-
ro y Calvo - Macedonio Bustos -
Luis Figne - Miguel Jasidakis - Angel
C. Montero - Pedro F. Reyes -
Eduardo José Pozzo - Francisco
Ganibini - William Jiler - John Craig
- Thomas Earnshard - J. Pnanaticos •
Giacomo D. Gregori.
Es copia fiel
Carlos Béccar.
C
El Anexo C contiene instrucciones al Subprefecto de la Isla de los
Estados; no se transcribe por no tener referencia con la misión.
D
Comunicación oficial de la llegada de regreso a Buenos Aires (no
se transcribe).
Bahía Oosovia, Octubre 12 de 1884.
Al Reverendo Thomas Bridges, Super-Intendente de la Misión en este
puerto.
Debiendo tener lugar en el día de hoy a 1 h.p.m. la inauguración
oficial de la Sub-Prefcctura creada por ley del Honorable Congreso
Argentino para la Tierra del Fuego y establecida por la División a mis
órdenes en esta Bahía; tengo el agrado de invitar a Vd. y demás señores
que forman el personal de la Misión a acompañarme en esa ceremonia,
esperando se dignarán Vds. firmar con el que suscribe, y todos los Jefes
y oficiales que componen el cuerpo militar el documento en que cons-
tará el acto de la definitiva instalación de la Subprefcctura establecida.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
231
Esta oportunidad me proporciona el placer de reiterar a Vd. la
expresión de todo mi aprecio.
Augusto Laserre.
Oshovia, Octubre 19 de 1884.
Al Comandante Militar de las Sub-Prefecturas Marítimas de Isla de los
Estados y Tierra del Fuego, Capitán D. Carlos Méndez.
Considerando que la firme voluntad del Gobierno de la Nación es
proteger por todos los medios posibles la Misión establecida en este
puerto en razón de sus fines humanitarios y civilizadores, que tanto
armonizan con sus ideas progresistas de colonización y, considerando,
también, que, establecida la Sub-Prefectura en paraje tan cercano al que
ocupa la Misión, es necesario reglamentar las relaciones entre el personal
subalterno de la Sub-Prefectura y de los buques de la Nación con los
indios catequizados, alimentados y vestidos por los Misioneros y evitar
en cuanto se pueda, todo motivo de queja, de una u otra parte, estable-
ciendo el mutuo respeto y consideración: el Jefe que suscribe reco-
mienda a Vd. para que a su vez lo haga a sus subalternos y lo comunique
al Superintendente de la Misión en este punto, el más exacto cumpli-
miento a las estrictas disposiciones que a continuación se expresan:
1» Ningún individuo perteneciente a la Sub-Prefectura o a los bu-
ques, de Contramaestre abajo, podrá pasar el arroyo situado al Oeste de
la Sub-Prefectura y a su inmediación, sin previo permiso del Jefe de
ésta, quien lo concederá de acuerdo con los Misioneros.
2» El Comandante Militar, así como el Sub-Prefecto, atenderán toda
queja que interpusieran indios, o alguno de los Misioneros por tropelías
u otros abusos cometidos con ellos y en los casos debidamente probados,
ordenarán un severísimo castigo con arreglo a la gravedad de la falta.
3» Todo trabajo personal de cualquier indígena catequizado deberá
ser siempre remunerado y en ningún caso impuesto, requiriéndose para
ocupar los indígenas a que se hace referencia, permiso de los Misioneros.
4» A fin de fomentar el desarrollo de la colonización pastoril, cuya
base existe ya implantada en esta parte de la Tierra del Fuego y siendo
indispensable para obtenerlo, sujetarse a lo que establece el código res-
pectivo, se observará y hará observarse por todos un profundo respeto
a la propiedad de cada uno, atendiendo y haciendo justicia a toda queja
por robo de animales, cuereadas, carneadas, etc., sean quienes fueren los
autores del delito, así como la invasión del domicilio o terreno, ocupado
actualmente por indígenas en sementeras, pastoreo, etc.
5» Se prohibirá bajo penas severas, el tráfico de bebidas espirituosas
ya sean importadas u obtenidas por cualquier otro medio.
6» Queda prohibido todo negocio de compra o venta con los indios
catequizados sin anuencia de los Misioneros.
7» Las autoridades establecidas, harán efectivas las disposiciones del
Exmo. Gobierno, prohibiendo la extracción de productos de todo género
de estas costas, así como la pesca y caza en el radio de su jurisdicción.
232
ARNOLDO CANCLINI
8» La mansedumbre de los indígenas, así como su extremada miseria,
impone a todos el deber de auxiliarlos en lo posible, contribuyendo cada
empleado en lo que pueda a su civilización.
Dios guarde a Vd.
Augusto Laserre.
E
Bahía Ooshovia, Octubre 18 de 1884.
Al Reverendo Thomas Bridges, Super intendente de la Misión
en este puerto.
Según lo acordado entre nosotros, tengo el agrado de remitir a Vd.
el faro con el combustible necesario para su iluminación y enseres co-
rrespondientes, el que colocado en el punto convenido, servirá de guía
a los desgraciados náufragos que necesiten de los socorros que se en-
cuentran en esta Bahía.
Le adjunto también, Reverendo señor, en copia legalizada, el Decreto
del Exmo. Gobierno de la Nación reglamentando el uso de la bandera
Nacional y de los pabellones de las naciones amigas, en todo el territorio
de la República y como pienso que la Misión no poseerá bandera hecha
ni género para hacerlas, le ruego se sirva admitir las piezas de lanilla que
le remito para la confección de las banderas Argentinas.
Saludo a Vd. atentamente.
A. Laserre.
F
(De este documento y de los dos siguientes se incluye en la Me-
moria primeramente el original inglés, seguido en los tres casos por la
traducción oficial, que es la que transcribimos):
Ooshovia, Tierra del Fuego, Octubre 29 de 1884.
Al Coronel Laserre, Jefe de la División Espedicionaria del
Atlántico del Sud.
Querido señor:
Con mucho placer agradezco los siguientes regalos y donaciones de
su Excelencia:
1» La colocación del faro en una posición visible de nuestra estación
desde el 10 del corriente con todo lo necesario para ocho meses según
creo, prueba de ser muy buena luz, visible a ocho ó diez millas y será
de mucha utilidad a los buques que se acerquen al puerto.
2» La donación de un lio de lanilla azul y blanca para la confección
de banderas Argentinas para ser usadas en nuestra estación, las que usa-
remos con agrado por ser las de un Gobierno establecido y especialmente
por la instalación de la Sub-Prefectura, que nos trae asistencia muy ma-
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 233
terial de todo género y comunicación a vapor regular y frecuente con
el mundo.
3» El decreto que acompaña la lanilla sobre el uso debido de las
banderas nacionales y estrangeras que será, naturalmente, fielmente cum-
plido.
4» Una copia del reglamento para el gobierno de todo asunto local
en Ooshovia el cual está en todas sus partes de acuerdo con nuestras
ideas, y prueba estar bien pensado para que continúe la paz, el orden y
el progreso de todos. Este reglamento tendrá nuestra mayor cooperación
y será fielmente cumplido por todos los indígenas bajo nuestra influen-
cia, pues están convencidos de la necesidad que hay de leyes dictadas
por una potencia competente para exigir su cumplimiento.
5' El benévolo permiso que me ha sido concedido para permitir
a los indígenas la pesca de lobos en toda estación, lo que constituye sus
únicos medios de subsistencia natural y legal.
Para concluir deseo expresar cordialmente S. E. nuestra general
aprobación y admiración por toda su conducta: por la ayuda generosa
que usted nos ha dado y prometido; por la manifestación de su aprecio
por nuestros trabajos y del progreso hecho por nuestra gente.
Nuestro deseo es ver prosperar en todo sentido la Sub-Prefectura y
que sea su Excelencia feliz en el recibo de buenas noticias de su ade-
lanto y utilidad.
Su fiel servidor y amigo.
Misionario Super-intendente en Ooskovia
Thomas Bridges
G
Sociedad de Misioneros Sud-Americana
Ooshovia, Tierra del Fuego, Septiembre 30 de 1884.
A S. E. el Comandante de la División Expedicionaria al Atlántico del Sud.
Querido señor :
En contestación a su cariñosa comunicación de ayer le doy la segu-
ridad de mi aprecio por las buenas intenciones del Gobierno Argentino
con respecto a esta misión y territorio, país en el cual he estado ocu-
pado tanto tiempo y en el cual me hallo tan interesado. Además la
expresión de su aprecio por los servicios de esta Misión Cristiana (me-
jorando el estado de los Fueguinos), es muy de mi agrado y también los
propósitos benévolos de su gobierno para llevar adelante estos servicios
conjuntamente con los oficiales de esta sociedad.
Por nuestra parte aseguramos a Vd. y a su Gobierno que es nuestro
fervoroso propósito lograr hacer de estas tribus una comunidad, gober-
nada por leyes, honrada, industriosa y feliz, y apreciaremos mucho toda
asistencia que Vd. pudiera concedernos y especialmente las oportunidades
234
ARNOLDO CANCL1N1
que su presencia y repetidas visitas nos proporcionará para comuni-
caciones más regulares y frecuentes con el mundo, y para poder obtener
las provisiones necesarias.
En la esperanza ardiente de que el Gobierno Argentino prosperará
con felicidad y obtendrá honor como potencia cristiana importante en
el mundo, asegurando la prosperidad de todos sus subditos, viéndola
progresar en todo lo que es noble.
Estos son los ardientes deseos de su humilde servidor.
Deseándole Ilustre señor, toda prosperidad en sus deberes, me siento
anheloso por adelantar en lo posible sus buenas intenciones. .
Suyo fielmente.
Thomas Bridges
Superintendente de la Misión Fueguina
H
Ooshovia, Octubre 11 de 1884.
Querido señor:
Me ha proporcionado mucho placer recibir sus congratulaciones por
el éxito de nuestra espedición de ayer que fué feliz y próspera.
Me entero con mucha satisfacción de su propósito de mandar unos
oficiales en el "Comodoro Py" y desearía aprovechar esta oportunidad
tan buena para poder servir a la Misión y a la Espedición al mismo tiem-
po. Con el permiso bondadoso de usted nos acompañarán el señor Law-
rence o el señor Whites y seremos muy afortunados en contribuir a
aumentar los conocimientos de los oficiales Argentinos con respecto a
este territorio. Propondría, si fuese conveniente, la partida del "Comodoro
Py" el martes o el lunes y volver el miércoles antes del anochecer. Pro-
pongo dar la vuelta a la isla Navarin; también ir hasta la cabeza de Pon-
somby Sound, paraje de mucho interés, el que habiéndolo pasado yo,
puede Vd. confiar en mi practicage.
Daríamos vuelta al Navarin por vía de la angostura de Murray vol-
viendo a este por el Este.
También desearía llevar algunos indígenas para utilizar sus conoci-
mientos locales.
Esperando que Vd. se encuentre en buena salud, de Vd., querido
señor, fielmente,
Thomas Bridges.
SUGESTIONES DE BRIDGES PARA EL GOBIERNO DE USHUAIA
Estas sugestiones, enviadas al coronel
Laserre, se encuentran transcriptas en
The South American Missionary Maga-
zine, y es interesante su semejanza con
el reglamento que figura en el Anexo
E de la Memoria del Ministerio.
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 235
1. Prohíbase estrictamente la venta de toda bebida intoxicante, espe-
cialmente las alcohólicas e igualmente la venta de tabaco a los nativos.
2. Castigúese severamente la ebriedad tanto en los nativos como en
los argentinos.
3. Castigúese severamente la inmoralidad, cuando se haya hecho un
agravio y, una vez probado el caso, de acuerdo a la gravedad de la falta.
4. Pediría como un favor especial que el trabajo obligatorio cesara
en la Prefectura los domingos y que el día del Señor sea de descanso
y orden.
5. Asimismo, para el bienestar de los miembros de la subprefectura,
podría concederse medio día del sábado. Tal ha sido desde el principio
nuestra costumbre.
6. Súplanse por nuestra parte todas las necesidades de los miembros
de la subprefectura, siempre que nos sea posible y que sea solicitado
nuestro servicio en un momento establecido, preferiblemente el sábado
a la tarde que es asueto para nuestros hombres y sea ese día (como regla)
el único momento en que se les permita visitar la estación.
7. Como parte del personal de la subprefectura habla inglés, podría
ser alentado para asistir a nuestro servicio religioso los domingos a las 11.30.
8. En relación con el pago de nuestros nativos, ¿podría sugerir que
el salario fuese entre uno y seis peniques por día de trabajo?
9. Como la tentación de robar ganado será grande, convendría con-
siderarlo una falta grave.
10. Para los nativos solicito igualmente que sus tierras de labranza y
pastoreo le sean aseguradas permanentemente y que su transferencia sea
declarada ilegal.
Esperando que estas recomendaciones se recomendarán a sí mismas
ante el buen juicio de Su Excelencia y el de sus dignos Presidente y Con-
greso y deseando que sean incluidas en nuestras leyes locales, queda su
humilde servidor,
Thomas Bridges
APENDICE V
JUICIOS DE DISTINTAS PERSONALIDADES
SOBRE LA MISION
Del naturalista Carlos Darivin
Este célebre hombre de ciencia, fiel cris-
tiano a pesar de la opinión general, cono-
ció a los fueguinos en su viaje alrededor
del mundo (Parte I, cap. II), y llegó a la
opinión que eran la raza más atrasada de
la tierra y que la obra misionera entre
ellos era inútil. La evidencia le hizo cam-
biar de opinión como lo atestiguan las si-
guientes declaraciones, que tomamos de la
obra "Bishop Stirling of the Falklands"-
En la Asamblea Anual de la Sociedad Misionera de Sud América,
el 25 de abril de 1885, el arzobispo Benson, en su discurso, expresó que
la obra de la misión "atrajo la atención de Carlos Daruin e hizo que,
buscando las maravillas del reino de la naturaleza, encontrara que hay
otro reino, tan maravilloso y más duradero ... y esto le llevó a prestar
su ferviente apoyo y gratitud hacia la misión".
El Director del periódico Daily News expresó sus dudas sobre
esta declaración y recibió en cambio la siguiente carta del Almirante
Sullivan, que es decisiva en el problema, al proporcionar detalles va-
liosos y precisos 0) :
Al Director del "Daily News"
Señor:
Su artículo, en el Daily News de ayer, me impulsa a proporcionarle
una correcta explicación de las relaciones entre la Sociedad Misionera
de Sud América y el señor Carlos Darwin, mi viejo amigo y compañero
de viaje durante cinco años.
He estado íntimamente relacionado con la Sociedad desde la época
de la muerte del capitán Alien Gardiner, y el señor Darwin me había
expresado frecuentemente su convicción de que era completamente
inútil mandar misioneros a un tipo de salvajes como los fueguinos, pro-
bablemente los más degradados de la raza humana. Siempre le había
(1) Darwin no contestó personalmente, porque había fallecido en
1882.
' HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
237
respondido que yo no creía que existieran seres humanos tan degradados
como para no comprender el simple mensaje del Evangelio de Cristo.
Después de muchos años — creo que alrededor de 1869, pero no
puedo encontrar la carta — me escribió que los informes recientes de la
misión le probaban que él había estado en el error y yo en la verdad,
al estimar el carácter de los nativos y la posibilidad de hacerles bien por
medio de misioneros. Me pedía además que haga llegar a la misión un
cheque adjunto por cinco libras esterlinas, como prueba del interés
que tenía en ese trabajo.
(Nota: El 9 de febrero de 1867, Carlos Darwin donó a los fondos
de la Sociedad, por intermedio de su viejo amigo, el Almirante B. J.
Sullivan, la suma de £ 5).
El 30 de enero de 1870, Darwin escribió:
"El éxito de la misión en Tierra del Fuego es sumamente maravi-
lloso, y me encanta, ya que yo siempre había profetizado el absoluto
fracaso. Es un éxito grandioso. Ale sentiré orgulloso si su Comité cree
bien elegirme miembro honorario de su Sociedad".
En la misma carta, respondiendo a una observación mía sobre el
éxito de sus hijos, decía: "Gracias a Dios, todo me produce una gran
satisfacción".
El 6 de junio de 1874, escribió:
"Estoy muy contento de oir un informe tan bueno de los fueguinos,
lo que es maravilloso".
Y el 10 de junio de 1879:
"El progreso de los fueguinos es maravilloso, tanto que de no haber
ocurrido, me hubiera parecido completamente imposible".
Y el 3 de enero de 1880:
"Sus extractos (de un libro diario) sobre los fueguinos son suma-
mente curiosos y me han interesado mucho. Siempre he dicho que el
progreso del japón era la mayor maravilla del mundo., pero declaro que
el progreso de Fueguia es casi igualmente maravilloso".
Y el 20 de marzo de 1881:
"El informe sobre los fueguinos no sólo me interesó a mí, sino
también a toda mi familia. Es verdaderamente maravilloso, lo que
usted ha sabido sobre el señor Bridges en cuanto a la honestidad y el
lenguaje de los fueguinos. Verdaderamente, yo no hubiera predicho que
un solo misionero en todo el mundo hubiera podido hacer lo que
se ha hecho".
Y el l9 de diciembre de 1881, enviándome su suscripción anual,
para el orfanatorio de la estación misionera, escribió:
"A juzgar por el Missionary Journal, la misión en Tierra del Fuego,
parece proseguir muy maravillosamente bien".
Tengo sumo placer en enviarle estos particulares.
Quedo, pues, su seguro servidor,
B. J. Sullivan.
Vicealmirante.
238
ARNOLDO CANCLINI
Del capitán Guillermo Parker Snow
Parker Snow fué el primer capitán del
Alien Gardiner (Parte III, Cap. I) y como
tal, tuvo grandes dificultades con la mi-
sión por sus actitudes personalistas, por lo
que fué exonerado. Escribió un libro cri-
ticando tendenciosamente a la misión, pero
posteriormente reconoció sus errores, lo
que puede probarse con los siguientes tro-
zos del discurso que pronunció en la Asam-
blea Anual en 1886, que aparece en el nú
mero correspondiente de The South Ame-
rican Missionary Magazine.
Ha habido dificultades, caídas y tinieblas. Yo mismo he estado en
tinieblas, pero, gracias a Dios, al fin he visto la luz. Como fruto de las
amabilidades de los amigos de la misión, estoy como si hubiera nacido
de nuevo una vez más antes de cerrar los ojos. Yo y mi pobre esposa,
aquí presente, que estuvo conmigo en aquel peligroso viaje, a menudo
pensamos en los trabajos de aquellos que aun están allá. Como marino,
puedo referirme a la gran clarividencia y a la gran habilidad del capitán
del barco, que ha hecho con un pequeño velero algunos viajes dignos
de recordar. Hay a mi alrededor marinos que apenas pueden comprender
las enormes dificultades con que ha tenido que luchar a menudo en
aquella tempestuosa porción del globo. Cuando vi el Cabo de Hornos
E)or primera vez hace cincuenta años, el tiempo era calmo y agradable y
as aves de tierra venían hacia nosotros. Nuestras jarcias estaban tan
heladas, que parecían de hierro y cuando teníamos un hombre en el
mástil, había que mandar a otros para que lo bajaran, porque estaba casi
endurecido. No es, por consiguiente, un trabajo común el que se lleva a
cabo en esa región (Aplausos). El trabajo no es tan atribulador en
Africa, Asia, Australia o con los isleños de Polinesia. He vivido entre
ellos y nunca he sufrido ningún daño de manos de una de esas amadas
criaturas. Cuando mi esposa y yo vivimos en medio de quienes eran
literalmente caníbales, tan lejos estaban de herirnos, que siempre trata-
ron de hacernos todo el bien que podían. ¿Y por qué? Porque los mirá-
bamos como criaturas humanas. Teníamos para con ellos la misma ama
bilidad que para con la gente blanca (Aplausos) ... El profesor Darvvin
ha hecho una declaración. Estuve en contacto con él varias veces y,
justamente antes de morir, me escribió una carta de la que sólo he de
haceros oir un extracto ya que el tiempo es algo muy importante. Dijo.
"Espero que usted tenga éxito en publicar sus noticias. Usted vió mucho
más de los nativos que yo, pero aunque diferíamos, posiblemente usted
tenía razón. Por cieno que el éxito del establecimiento misionero allí
(en Ushuaia) prueba que yo me había formado una idea muy errada
'HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
239
de la naturaleza y capacidad de los fueguinos". Luego hace algunas de-
claraciones deseando éxito a la causa misionera en Sud América... Ojalá
pueda esta sociedad seguir llevando a cabo durante mucho tiempo la
postrer voluntad y las últimas oraciones de Alien Gardiner y preparar así
hombres para un mundo resplandeciente donde las lágrimas serán quita-
das de todos los ojos y os pido fervientemente que mantengáis el trabajo
que está realizando esta excelentísima sociedad, no sólo en Fueguia, sino
en toda Sud América. (Aplausos).
Del capitán Giácomo Bove
Estos fragmentos pertenecen al informe
preliminar del jefe de la primera expedi-
ción que visitó Ushuaia bajo el auspicio
argentino, publicado con el nombre de
Expedición Austral Argentina- En las pá-
ginas 132 y 135 se refiere a la misión.
Después de la fundación de la misión en Usciuanaia son muy raro!
los combates en el canal de Beagle. Los mismos alacalufes que ante!
hacían excursiones por este lado del Uemon Asciaga robando y matan-
do a todos los Iagan que encontraban, ahora es muy difícil que pasen
la isla Stewart y viven en perfecta amistad con los Iagan limítrofes.
Solamente los habitantes del Este (Seiuscaiaga-Isnian, etc.) y los de
Addu-naia (New Year Sound) se combaten todavía atrozmente y a me-
nudo llega a la misión la triste noticia de las matanzas habidas. Pero
también en aquellas lejanas tierras la palabra de Cristo empieza a
hacerse oír y llegará el día en que acabarán los rencores y todos se
considerarán como hermanos.
La presencia de los misioneros ingleses en la Tierra del Fuego ha,
sin duda, modificado, el carácter de una gran parte de los habitantes
del canal de Beagle y el progreso es tan rápido y son tantos los sacri-
ficios de los misioneros que, creo, entre pocos años se podrá decir de
todos los fueguinos lo que hoy se dice de Pallalaia: fué uno de los más
belicosos, de los más deshonrados, de los más supersticiosos de la Tierra
del Fuego; pero hoy vive a la sombra de la cruz, modelo de virtud,
ejemplo de trabajo.
Además, en la Memoria del Ministerio
de Guerra y Marina, presentada al Con-
greso Nacional en 1884, se incluye el in-
forme del segundo viaje de Bove al Sur,
donde al referirse a la misión, dice ío si-
guiente:
Respecto a la Misión inglesa en el territorio argentino está ubicada
240
ARNOLDO CANCL1NI
en el canal de Beagle a diez millas de distancia del confín chileno, y a
más de lo que pude saber al respecto resulta que aquella misión quisiera
establecerse en la Isla Navarino, donde el clima es más benigno, es-
tando esta última frente al Norte.
La misión inglesa es, sin embargo, muy humanitaria.
Ya recogió centenares de náufragos y puedo asegurar a V*. S. que
el Gobierno Argentino hará una cosa humanitaria atendiendo, como me
jor pueda, a la misión inglesa.
Una estación argentina en el interior del Canal de Beagle sería, se-
gún mi opinión, superflua, siendo que los ingleses hacen muy buen uso
de las concesiones que les hace el Gobierno Argentino.
Del guardiamarina Juan M. Noguera
Este oficial argentino formó parte de la
segunda expedición de Bove. A su regreso
pronunció una conferencia en el Instituto
Geográfico Argentino el 2 de julio de 1884.
Extractamos los párrafos que se refieren a
la misión.
Al otro día entramos en el canal de Beagle, navegando por primera
vez desde las diez a. m. aguas argentinas. Pasamos la bahía Lapataya en
calma, pero algunos fuertes chubascos del Oeste nos hicieron alcanzar
la bahía de Ushuaya donde está establecida la misión.
La bandera neutral de la misión — una bandera roja con cruz blan-
ca — se izó saludándonos. Aquí es oportuno un detalle: El Rescue
llevaba bandera chilena, si ésta hubiera sido argentina, la bandera izada
por la misión hubiera sido argentina. Hay el antecedente, por eso lo
afirmo. Parece que los Misioneros tienen temor de herir la susceptibi-
lidad chilena, aunque es indiscutible que están en territorio argentino,
como lo reconocen sin ambajes, ante los buques argentinos!
La Misión progresa en el modo y forma que puede progresar un
establecimiento de este género. La lucha por el convencimiento y la
constancia contra la prevención, la molicie y la inconstancia de seres
salvajes de la talla de los fueguinos es altamente honrosa y se reco-
mienda a la sola enunciación.
Mucho han conseguido y siguen consiguiendo y esperan conse-
guir más.
La vida orgánica de la Misión ya está contada. Cuatro misioneros,
tres con familia y uno sin ella, que han elegido la península más feraz
de toda la región.
A la verdad que es admirable. No he visto hortalizas tan colosales
como las que allí se producen y sólo excepcionalmente se ven animales
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 241
tan corpulentos como cada uno de los doscientos vacunos que pastan en
los campos elegidos por los misioneros.
Los reverendos se empeñan después de estas muestras, en ponderar
al expedicionario argentino — entiéndase bien — lo inservible de esos
terrenos, sin dar muestras de pensar en su abandono!
Afán innecesario porque es indudable que la magnitud de su obra
vale para la República Argentina muchísimo más que esas tierras que
ellos han hecho valer con suma gloria para sí mismos.
Los fueguinos de la misión viven en chozas los más atrasados; que
los que progresan material e intelectualmente, tienen sus casillas d"
madera, premio a que se hacen acreedores. Hay trabajo para todo el
que quiera trabajar y se dan alimentos y ropas en pago y premio a la
aplicación. Nada más sencillo y eficaz ni ningún estímulo como el
ejemplo que tiene algunos compatriotas, industriales bien acomodados
(se entiende que relativamente) aunque no es poco decir en elogio del
señor Bridges y sus compañeros que hay carpinteros, hortelanos y ase-
rradores fueguinos de muy buena escuela!
La Misión está bien donde está y, con su bandera roja con cruz blanca
para los extraños, o con la celeste y blanca para los argentinos, significa
que el núcleo primero de civilización de ese extremo del continente que
nos pertenece y que tenemos el deber de civilizar, aprovechándolo para
la vida de la patria en lo que valga, así como para la vida universal
a que debemos también nuestro contingente!
El 25 de marzo a las once de la mañana me hice a la vela, de la
Misión, con rumbo al Este marchando aquel día veinte y tantas millas
que dista la isla Gable en que existe una semi-civilización introducida
por los misioneros. Buena tierra, como la de la Misión, hermosas hor-
talizas y grandes animales vacunos.
Por fin las sombras se disiparon amaneciendo un día hermoso, en el
cual íbamos a ser testigos de un espectáculo edificante.
Nuestro compañero, el digno Á-lisionero inglés, iba a cumplir uno
de sus sagrados y evangélicos deberes.
A la verdad que la escena era conmovedora. En medio de aquel
grupo extraño de seres salvajes, apenas cubiertos con pieles de guanaco,
formando contraste con nuestro grupo, cubiertos con los confortables
abrigos inventados por la industria humana, se destacaba la severa fi-
gura del Misionero, como rodeado de una simpática y atrayente aureola.
Un traje severo había reemplazado al ordinario y un ademán me-
surado y expresivo había sucedido al exigido por las faenas diarias:
;Era otro hombre!
Su voz llena de dulzura se elevó, tocando sin duda sus palabras los
corazones de aquellos seres elementales, pues que pocos momentos des-
242
ARNOLDÓ CANCL1NI
pués, todos inclinaban la cabeza, oyendo en esta actitud la predicación
en su idioma que prolongó durante una hora nuestro digno compañero
de expedición.
No puedo explicar la conmoción que dominó mi espíritu al con-
templar esa escena solemne en aquella latitud avanzada, al aire libre y
en medio de aquel elemento extraño y al parecer refractario a todo
sentimiento elevado. Los ecos repetían las últimas palabras del Misio-
nero que contemplaba el cielo, arrobado en su meditación, y los fue-
guinos aun no volvían del ensimismamiento que aquel lenguaje le¿
provocaba.
Algo quedó en ellos de la evangélica palabra, pues los vimos luego
llegarse al misionero y rodearlo siempre como un ser evidentemente
superior!
¡Oh!, son muy impresionables, nos decía nuestro compañero, pero
muy inconstantes.
Desde ese momento las atenciones de los fueguinos se multiplicaron
y sin duda, si hubiera sido posible, la tribu entera habría seguido nues-
tra excursión.
Del capitán Luis Fernando Marital
El jefe de la Expedición Científica fran-
cesa al Cabo de Hornos escribió el pri-
mero de los nueve tomos de la obra que
fué el fruto de las investigaciones dedicán-
dolo al historial de sus trabajos. Un capí-
tulo de 15 páginas está dedicado a la mi-
sión, a su historia y descripción. Trans-
cribimos la parte más interesante. Todo a
lo largo de la obra se encuentran referen
cias a las investigaciones de Bridges, espe
cialmente en el Tomo VII, escrito por los
sabios Hyades y Deniker, sobre Antro^o
logia, donde constan expresiones semejan
tes a las que siguen.
Los resultados de nuestras observaciones bastan para hacer compren-
der los considerables progresos que han sido hechos ya por la misión;
en todo caso, proporcionan un argumento decisivo en favor de la per-
fectibilidad de esta raza. Existe evidentemente una diferencia entre el
fueguino de Ushuaia y el que aun se encuentra en otras partes del
archipiélago. El salvaje vagabundo y saqueador, estudiado por Darwin,
se ha fijado al suelo y respeta la propiedad; su modo de andar ya se ha
modificado y al no vivir más, como antes, siempre encogido, aun sus
formas no tardarán en cambiar. Se comprende pues la ayuda prestada
por el gran naturalista, quien no ha dejado de alabar la obra civilizadora
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
243
realizada por la misión, obra que él había declarado por adelantado
imposible e irrealizable. Conviene agregar que la influencia moraliza-
dora ejercida por los misioneros no se circunscribe sólo a sus vecin-
dades, sino que se extiende sobre toda la población de estas islas. En
todos los lugares que hemos recorrido, hemos encontrado pruebas de
esta influencia; a menudo hemos sido informados, a gran distancia de
Ushuaia sobre hechos que sucedían en el establecimiento; así, por ejem-
plo, en la extremidad del brazo sudoeste del canal de Beagle, los natu-
rales nos hicieron saber que el obispo, señor Stirling, había llegado desde
las Malvinas, en el Alien Gardiner, y que había hecho llevar el ganado
de la isla Gable a Ushuaia. Sólo se confirmó luego la segunda pane de
estas noticias, pero la distancia a que lo supimos prueba la importancia
que los naturales atribuyen a lo que concierne a la misión, al mismo
tiempo que la rapidez y frecuencia de las comunicaciones entre ellos.
Esta influencia, que quizá se deba al interés que los misioneros han
testimoniado a estos naturales que son víctimas de las injusticias de cier-
tos pescadores, está lo suficientemente comprobada hoy como para que
se pueda viajar sin aprensión entre los yaganes. Se entiende que esta
confianza no implica el completo abandono de las medidas de precaución
que se deben observar siempre en medio de poblaciones salvajes.
Uno de los principales medios de moralización empleados por los
misioneros consiste en la educación que dan a los niños de ambos sexos,
huérfanos o abandonados por sus familias. Son instruidos y educados
por una institutriz que les enseña algunas nociones de la vida civilizada,
costura, cocina, lavado, etc., al mismo tiempo que lectura y escritura.
A veces, estos buenos principios no bastan para extirpar los instintos
independientes y salvajes de estos naturales; a menudo el niño, sobre
todo la niña, llegada a la edad adulta, abandona el establecimiento y
vuelve a la vida libre y vagabunda, pero lleva consigo los gérmenes de
la civilización y el conocimiento de algunas artes manuales que le hacen
más accesible el bienestar y el progreso.
Del Almirantazgo Británico
A partir de 1870, los libros y mapas pu-
blicados por el Almirantazgo Británico te-
nían la siguiente observación:
La estación misionera de Ushuwia ha sido establecida en el lado
oeste del canal de Beagle, en la ensenada de una pequeña península, al
noroeste de la angostura Murray o entrada norte del seno Ponsomby
y ha sido usada como lugar de refugio y socorro para marinos náufra-
gos en las vecindades del Cabo de Hornos.
Si un barco es abandonado al oeste del Cabo de Hornos, el camino
más directo para los botes es pasar al este del falso Cabo de Hornos
y a través del seno Ponsomby, usando la isla Packsaddle como parada,
244
ARNOLDO CANCUNI
donde se considera que puede confiarse en los naturales, aunque evitando
comunicación con los nativos del seno Ponsomby, hasta la parte norte,
pues se dice que son muy hostiles.
Más adelante, luego del establecimiento
de la estación en Tekenika, la nota res-
pectiva fué redactada en la siguiente forma:
Debido a la influencia de los misioneros se ha efectuado un gran
cambio en el carácter de los nativos en general y puede confiarse en los
yaganes desde el cabo de San Diego hasta el Cabo de Hornos y de allí a la
península de Brennock.
Los nativos del seno New Year están igualmente en comunicación
amistosa con la estación misionera en Tekenika y también los nativos
alrededor de la bahía de Nassau y en el canal de Beagle, dentro de las
mayores posibilidades ayudarán a los marinos naufragados para llegar
al establecimiento más cercano.
En caso que un velero deba ser abandonado al oeste del Cabo de
Hornos, los botes deben intentar llegar a Tekenika.
De un oficial de la División Expedicionaria al
Atlántico Sud
Estos párrafos forman parte de un ar-
tículo publicado por uno de los miembros
de la expedición del comandante Laserre,
en el diario "La Prensa" del 22 de octu-
bre de 1884. Se transcribe sólo lo refe-
rente a la misión.
Llegamos a "Ushuwaia", misión inglesa, a las 4 p. m. de la tarde, e
inmediatamente de fondeados los buques de la División se presentó un
bote con seis remeros indígenas, tan bien vestidos y adiestrados como
los marineros de nuestros mares; en la popa de la embarcación, veíanse
seis caballeros muy decentemente vestidos y de aspecto muy distinguido;
estos señores fueron recibidos por el jefe de la Expedición con las aten-
ciones que le son peculiares.
Ninguno habla el castellano, pero Mr. Bridgcs, que es el jefe de la
misión — hombre de unos 45 años, trigueño, bajo de estatura, ojos vi-
vos, semblante que revela un conjunto de dulzura perspicaz y fuerza de
voluntad a toda prueba — presentóse a sí mismo y a sus compañeros de
abnegación, dos de los cuales son maestros de primeras letras, carpintería,
herrería y agricultura; directores, en fin, de la escuela de artes y ofi-
cios establecida con el objeto de transformar a los salvajes fueguinos
en hombres y mujeres útiles a la civilización. Los tres restantes son
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 245
hijos de los tres primeros, muchachos de 10 a 12 años nacidos en la
misión, simpáticos, robustos y esmeradamente vestidos.
Ushuaia, donde se halla establecida la misión, es una legua de tie-
rra baja, ligeramente ondulada, que tiene una superficie de treinta millas
aproximadamente; una capa eminentemente vegetal, siempre cubierta
de buen pasto, que mantiene la hacienda que posee la colonia; produce
bien la papa, nabo, repollo, lechuga; entre otros frutales vi guindos,
peros, manzanos; entre las flores, rosas, claveles, violetas y otras más
comunes; el señor Bridges recibirá este año nogales y castaños que tiene
la seguridad darán buenos resultados.
La colonia indígena se compone de cuarenta familias que forman
330 personas; doscientos hablan inglés y visten ropa de paño; cuarenta
o cincuenta niños asisten a la escuela y muchos de ellos saben leer y
escribir; algunos son carpinteros, otros herreros, los más agricultores;
poseen doscientas vacas, que también les ha proporcionado la misión.
Los que se portan mejor son estimulados con útiles de servicio do-
méstico. Algunas familias ya tienen un servicio completo, hasta de tazas
de té.
Los edificios son de madera; los habitados por los misioneros son
tan cómodos y habitables como los de La Plata. Hay una iglesia, que
también es escuela, espléndido salón de veinte por diez metros, con
veinte bancos de cinco asientos cada uno, una pequeña tribuna y una
muy buena estufa en el centro. Un gran cuadro representando el
nacimiento del niño Jesús y el acto del bautismo en el Jordán, tres
mapas geográficos y dos letreros de alabanzas a Dios terminan el or-
nato del templo de esa austera civilización inglesa.
Otro edificio igual al anterior, sirve de Escuela de artes y oficios.
Otro de menor capacidad es depósito de víveres v ropa de abrigo,
de cuyos artículos la misión está bien abastecida. Vienen en seguida
las tres casas de los señores misioneros. Todos los edificios están en
línea recta, con jardines llenos de plantas y flores en su frente. Las
casas de los colonos son más reducidas y ocupan ocho manzanas bien
delineadas y separadas por calles anchas de veinte metros. Cada casita
tiene su pequeña quinta de legumbres.
Las familias aun no sometidas al trabajo viven en chozas por los
alrededores y no disfrutan de las comodidades sino a medida que se
van haciendo acreedores a ellas por su laboriosidad y buena conducta.
El mejor, de los colonos tiene ya diez vacas y dos cuadras de tierra
cultivada, con buena casa.
Al día siguiente, se eligió el sitio para establecer la Subprefectura.
El coronel Laserre tuvo una feliz idea, resolviendo fundarla puerto por
246
ARNOLDO CANCLINI
medio de la colonia, pues así no neutralizará la influencia moral que
ejerce la misión sobre los indios con los ejemplos poco edificantes que
pudieran dar esa recua de atorrantes que se sacan de los caños de la
capital para fundar aquellos establecimientos.
El Io de octubre se dió principio a la construcción de los casuchos,
que no harán por cierto mucho honor a la civilización argentina, si se
comparan con los llevados allí por pobres misioneros . . .
Del escritor Roberto J. Payró
El prestigioso literato argentino visitó
Tierra del Fuego a fines del siglo pasado
y escribió luego un libro de impresiones
titulado La Australia Argentina. Frecuen-
temente se refiere a la misión; reprodu-
cimos un trozo del capítulo XVIII y otro
del capítulo XXIII.
Probablemente a él (Bridges) se deben muchos de los informes pu-
blicados luego por otras personas que, en cortos viajes, no estaban en
condiciones de recoger muchos elementos. De ahí el parecido que existe
entre unos y otros trabajos, aunque sea lógico que la observación
de una sola cosa por varios observadores, dé resultados sólo diferentes
en los detalles, si todos son de buena fe y con espíritu de verdad.
Arribamos a la península, cuyas costas bajan rápidamente hacia el
mar, terminando en una playa suave, que cubren las grandes marean.
El camino ancho y bien conservado sube la colina, en que se alzan el
templo y los edificios de la misión, el pequeño chalet rodeado de flores
v plantas de adorno de Mr. Lawrence y su familia, las casas de los indios,
las dependencias, etc. Fuimos directamente al templo, donde va estaba
reunida una concurrencia por lo menos curiosa por lo abigarrada. Las
señoras de Godoy, de Aróstegui, de Lawrence, otras damas de la mi-
lión, algunos ingleses, el primer maquinista del Villarmo, casado con una
de las hijas del pastor v que estaba allí con licencia, nosotros v detrás
indios, indias e indiecillos, vestidos a la europea con un desaliño y una
extravagancia verdaderamente fueguinos.
El reverendo Lawrence ocupó la cátedra y comenzó la lectura, en
inglés, del evangelio del día. Por las enormes ventanas entraba una luz
tranquila y amable; en las paredes brillaban grandes carteles con pnisajrs
de colores vivos e inscripciones morales y religiosas. Los fieles estaban
sentados en bancos de madera, frente a los cuales había un reclinatorio.
Concluido el evangelio, comenzaron los cánticos, en coro, tomando
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA"
247
también parte en ellos algunos indios e indias, con bastante ajuste y
siguiendo sin dificultad los acordes del armonio que los acompañaba.
Entre los cánticos h izóse notar uno en lengua yagan, cuyas dos pri-
meras estrofas decían así.
Jesús jai a cush-gai-ata
Ennu jai ai-aw-la
Baible endaige a va roun
Le cuyah-ge-gay-at-a.
^ Ye-ca-ci-yu-al-am-iim
Ci chin-ah-cin-aanush
Ci-yu-al-a mai-aiv-ana
Cunyin mush a-bi-la.
Luego un sermón, una oración en yagan y en castellano por la
prosperidad de las autoridades de nuestro país, etc., etc. y los oficios
se concluyeron.
En la puerta se reunió con nosotros el reverendo Lawrence, que
nos invitó con mucha galantería a tomar una taza de té.
La salita, llena de libros, paisajes, fotografías, publicaciones ilus-
tradas, muebles confortables, daba la ilusión de que nos hallábamos
en las proximidades de Buenos Aires, en una de las mansiones inglesas
de Lomas o Temperley, y no en plena Tierra del Fuego y rodeados
por todas partes del desierto. Mientras Mrs. Lawrence y sus hijos se
ocupaban de preparar el té y las excelentes tostadas con manteca del
día, el reverendo me dió a conocer brevemente la historia de la misión,
en la que no falta la nota dramática.
APENDICE VI
RESUMEN DEL DEBATE DE LA CAMARA DE DIPUTADOS
SOBRE CESION DE TIERRAS A BRIDGES
El 27 de septiembre de 1886, se leyó por
secretaría, entre los asuntos entrados del
Senado, un proyecto de ley concediendo
un área de tierras en la Gobernación de
Tierra del Fuego.
El diputado Lucio V. Mansilla, por Bue-
nos Aires, autor de "Una excursión a los
indios ranqueles", pide que se lo trate
sobre tablas. Al fundamentar su pedido,
dice:
El señor secretario acaba de comunicarnos que el Senado ha pres-
tado su sanción a un proyecto de ley remitido por el Poder Ejecutivo;
referente a una solicitud hecha por el venerable pastor protestante, don
Thomas Bridges, residente en la Tierra del Fuego desde hace casi vein-
te años.
Este hombre singular es un modelo de virtudes; tiene la unción ver-
daderamente cristiana del misionero; es un precursor de esa civilización
que tanto nos empeñamos en desparramar por nuestros desiertos y sobre
los cuales flamea ya, felizmente, la bandera de la patria, sin riesgos para
los que quieran ir a habitar comarcas tan ricas y fecundas en todo
sentido.
Este señor Bridges en una época oscura, en que la Tierra del
Fuego no llamaba absolutamente la atención de nadie, sintió algo pare-
cido a una inspiración, y se refugió entre los salvajes de aquella región.
Ha vivido en contacto con ellos; y, ¡singular fenómeno! ha bastado la
presencia de un hombre ungido por el espíritu cristiano para que esos
indios hablen una lengua que no es la del aborigen: el inglés.
Este misionero es un tipo interesante bajo todo aspecto.
He dicho que es virtuoso. Voy a suministrar en apoyo de este
aserto un dato curioso. Ha venido del viejo continente a estas regiones
250
ARNOLDO CANCL1N1
y es joven aun, apenas algunos cabellos blancos embellecen su frente.
¡Recién aquí, por primera vez, ha visto el espectáculo de un teatro!
Es un hombre puro por su vida y su pensamiento.
Se apoya que se trate sobre tablas. Se
pone a discusión. El diputado José M.
Estrada, conocido adalid del catolicismo,
habla largamente en contra del proyecto,
basándose en que la Constitución ordena-
ba al Congreso "la conversión de los in-
dios al catolicismo" i1) y que, por lo tan-
to, favorecer a un misionero protestante
"es vejatorio de la soberanía nacional", ya
que el tal pertenece a una secta cuyo jefe
es la reina Victoria. En su opinión es la-
mentable que los indios hablen inglés. Man-
silla le contesta, diciendo entre otras cosas:
Y me sorprende que tenga algo que hacer con la misión del vene-
rable Bridges la reina de Inglaterra.
¡No corremos ningún peligro, señor Presidente, de que la pérfida
Albión pretenda inmiscuirse, por esta circunstancia casual, en las cosas
de la República Argentina (2)!
Niega que sea pertinente la cita de la
Constitución, porque cuando Bridges des-
embarcó en esa región "eran problemíri-
cos nuestros derechos" y porque al ha-
cerlo no servía "a los fines de ninguna
sociedad organizada". Le defiende igual-
mente por haber enseñado su lengua ma-
terna y agrega:
Termino, señor Presidente, esperando que la Cámara haga un acto
de justicia en honor de un ciudadano argentino que profesa la religión
de su conciencia, y que no por no ser la religión de mi honorable co-
lega, deja de ser uno de los buenos entre los buenos, un hombre de
bien, un hombre cuya mano se puede estrechar, seguro de que en su
corazón no se abrigó jamás la perfidia ni la deslealtad, un hombre de
trabajo que puede enseñar al ocioso de todos los vientos a hacer prác-
(1) Este inciso fué suprimido en 1949.
(2) Esta expresión violenta demuestra que Mansilla, opinión neu-
tral y responsable, estaba seguro del carácter apolítico de la obra mi-
sionera, sobre lo que evidentemente estaba documentado.
"HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA" 251
tica la doctrina del evangelio: regarás la tierra con el sudor de tu
rostro, y es con ese sudor con el que encontrarás el pan para tus hijos.
Estrada expresa su temor porque los in-
dios aprendan inglés y estén bajo una re-
ligión que depende de la reina de Ingla-
terra. Se declara libre el debate y Mansilla
señala que el mundo no ha sido conquis-
tado por el catolicismo sino por la cruz
"sobre la cual derramó su sangre por la
humanidad el que no era católico ni pro-
testante, el que quiso ser y fué redentor
de aquellos que habían pecado y escanda-
lizado al mundo con sus errores!".
Interviene en el debate el diputado Pe-
dro Goyena, conocido también por su ca-
tolicismo intransigente, que acababa de
llegar y reconoce no conocer el tema en
discusión; hace largas consideraciones so-
bre la religión en general. Le refuta el
diputado Nicolás A- Calvo, quien declara
que la Constitución no dice que el no ca-
tólico no tiene derechos porque entonces
"sería un solemne disparate". Agrega con-
sideraciones sobre Bridges, inclusive:
Ha logrado civilizar cuatrocientos o quinientos fueguinos; no les ha
enseñado sino la religión de Cristo, pues ¿a quién se le ocurre que un
fueguino, un patagón, va a conocer lo que es la transustanciación, o si
la concepción de la Virgen es inmaculada o no, o si el Papa es o no
infalible? ¿A quién se le ocurre que ha de llevarse a los indios, otra
cosa más que nociones, en términos generales, de los grandes adelantos,
de las grandes mejoras producidas por la religión cristiana?
Estrada vuelve a expresar sus temores
de que la misión tenga sólo propósitos "po-
líticos y económicos" v no religiosos, aun-
que sin explicar por qué C1). Habla luego
el diputado cordobés José Miguel Olmedo,
(1) Es interesante esta observación de Estrada. A pesar de su insi-
nuación sobre un posible aspecto político, no logró abonarla con datos
concretos, lo que prueba que esos datos no existían. No es concebible
que de ser cierto lo que algunos dicen hoy que existía gran recelo por
la existencia de una supuesta bandera inglesa en la misión, Estrada no
lo supiera, pues si no, no lo hubiera dejado de lado al argumentar.
252
ARNOLDO CANCUNl
quien aclara que los terrenos serán conce-
didos al colono y no al pastor protestante,
al que ha cumplido con el deber que era
de los argentinos, de ir a civilizar a los
indios, les ha dado elementos de trabajo v
de subsistencia, convirtiéndolos "de inúti-
les y de belicosos, en mansos y en pro-
ductores", agregando que "si como este
ciudadano nos vinieran millares y millo-
nes, sería una bendición de Dios este país".
Goyena le contesta, basándose especialmen-
te en ideas generales sobre religión. Al
decir que los misioneros católicos también
irían, se produce un cambio de palabras,
al interrumpirle Olmedo exclamando que
"no se presenta ninguno".
Federico de la Barra observa que nadie
negaría a Bridges el derecho de comprar-
los y que no tendrá influencia en la Ar-
gentina "que la reina toque las campanas
en Westminster". El diputado santiague-
ño Cayetano Carbonell recuerda que no
hubo reparo en favorecer a los galeses del
Chubut, también protestantes. Sobre el as-
pecto político, refiere lo siguiente:
Por otra parte, voy a permitirme traer al recuerdo de la Cámara un
antecedente de carácter histórico, que desvanecerá, puede decirse, todas
las dudas en lo que respecta a nuestros derechos jurisdiccionales, pueda
abrigarse por el porvenir.
En 1876 ó 1877. cuando la cuestión de límites con Chile atravesaba
por su período álgido, v nuestros derechos acerca de la Tierra del
Fuego eran discutibles, el reverendo señor Bridges fué el primero en
apresurarse a reconocer nuestra legítima propiedad acerca de esa tierra.
El diputado Francisco J. Figiteroa pre-
gunta cuánto vale esa tierra y Calvo le
dice que lo que valdría en la luna. Fi-
gucroa hace moción de cerrar el debate,
que es aceptada.
Se vota el proyecto y se aprueba, pri-
mero' en general y luego en particular.
No consta el número de votos.
(Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, ¡886, Tomo /,
págs. Mp-ioij).
PRINCIPALES OBRAS CONSULTADAS
Alien Gardiner en Tierra del Fuego, Madrid, sin fecha.
Bove, Giacomo, Expedición Austral Argentina, Buenos Aires, 1883.
Braun Menéndez, Armando, Pequeña Historia Fueguina, Buenos Aires,
1939.
Braun Menéndez, Armando, Pequeña Historia Magallánica, Buenos Aires.
Braun Menéndez, Armando, Pequeña Historia Patagónica, Buenos Aires,
1936.
Bridges, Lucas, Uttermost Part of the World, Londres, 1948.
Bridges, Tomás, Datos sobre Tierra del Fuego, comunicados por el
Rev. Tomás Bridges, Revista del Museo de La Plata, Tomo III.
Bridges, Tomás, El Confín Sur de la República: la Tierra del Fuego y
sus habitantes. Boletín del Instituto Geográfico Militar. Tomo VII,
Buenos Aires, 1886.
Bridges, Tomás, ha Tierra del Fuego y sus habitantes. Boletín del Ins-
tituto Geográfico Militar, Tomo XIV, Buenos Aires, 1893.
Bridges, Tomás, Y amana-English- A Dictionary os the Speech of Tierra
del Fuego, Austria, 1933.
Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, Tomo I, Buenos Aires, 1886.
Captain Alien F. Gardiner, R. N., Gallant Captain of the Royal Navy.
Missionary Martyr of South America, Londres, sin fecha.
Gomero, Mario, Justificación de los procederes del Gobernador de Tie-
rra del Fuego, Buenos Aires, 1892.
Cornero, Mario, Memoria de la Gobernación de Tierra del Fuego, Bue-
nos Aires, 1891.
Darwin, Carlos, Journal of Researches into the Natural History and
Geology of the Countries Visited during the Voy age of H. M .S.
"Beagle" round the World, Londres, 1889.
Despard, George P., Hope deferred, not lost. A narratives of missionary
effort in South America, in conexión with the Patagonian Missionary
Society, Londres, 1854.
Eizaguirre, José Manuel, Tierra del Fuego: Recuerdos e Impresiones de
un Viaje al Extremo Austral de la República, Córdoba, 1897.
Eyroa, Cándido, Apuntes Biográficos de Piedrabuena, Boletín del Cen-
tro Naval, Buenos Aires, 1883.
Gardiner, Captain Alien F., A Visit to the Indians on the Frontiers of
Chili, Londres, 1841.
Godoy, Pedro, Tierra del Fuego, informe de su Gobernador Teniente
Coronel Pedro Godoy, Buenos Aires, 1893.
254
ARNOLDO CANCLINI
Kennedy, Admiral, Sporting Sketches in South America, Londres, 1892.
Mac Donald, Frederick C, Bishop Stirling of the Falklands, Londres,
1929.
Marsh, John W., A Mernoir of Alien F. Gardiner, Commander, R. N.,
Londres, 1857.
Marsh, John W., Narrative of the Origin and Progress of the South
American Missions, or First Fruits enlarged, Londres, 1883.
Marsh, John W. y Stirling, W. H., The Story of Commander Alien
Gardiner, ivith Sketches of Missionary Work in South America,
Londres, 1867.
Martial, Capitán de Fragata L. F., Mission Cientifique du Cap Hom,
Nueve volúmenes, París, 1888.
Ministerio de Guerra y Marina, Memorias, Buenos Aires, 1881-1886.
Ministerio del Interior, Memorias, 1881-1900, Buenos Aires.
Mitre, Bartolomé, Catálogo razonado de la Sección Le?jguas Americanas,
Museo Mitre, Buenos Aires, Tomo I.
Musters, George Chadworth, Vida entre los patagones, Buenos Aires, 1911.
Noguera, Juan M., Nueva Expedición a las Tierras Australes bajo el
Mando del Capitán Bove, Boletín del Instituto Geográfico Argen-
tino, Buenos Aires, 1884.
One Hundred Years in South America. The Story of a Great Missio-
nary Enterprise in the "Unknown Land", Londres, 1941.
Outes, Félix F., Datos sobre la Ergología y el Idioma de los Yamana de
Wulaia (isla Navarino). Reunidos por el misionero Rau, con ante-
rioridad a 1866 y anotados por el señor Jorge Claraz. Revista del
Museo de La Plata, Tomo XXX.
Outes, Félix F., Los Trabajos Lingüísticos atribuidos a Teófilo Schmidt
y la Labor de Federico Hunziker, Boletín del Instituto de Investiga
ciones Históricas, Tomo V.
Outes, Félix F., Sobre el Idioma de los Yamana de Wulaia (isla Nava-
rino). Datos reunidos por el misionero Rau, anteriormente a 1866.
Revista del Museo de La Plata, Tomo XXX.
Outes, Félix F., Un Texto Adnükürík (patagón meridional) para incitar
a la Caza. Obtenido por J. F. Hunziker en 1861, Buenos Aires, 1928.
Outes, Félix F., Vocabulario y Frasearlo Genakenn (puelche). Reuni-
dos por Juan Federico Hunziker en 1864. Revista del Museo de La
Plata, Tomo XXXI.
Page, Jesse, Captaint Alien Gardiner, Sailor and Saint, Londres, sin fecha.
Page, Jesse, The Land of the Peaks and the Pampas, Londres.
Parker King, P. y Fitz Roy, Roberto, Narración de los viajes de levan-
tamiento de los buques de S. M. "Adventure" y "Beagle", en los
años 1826 a 1836, Buenos Aires.
Parker Snow, W., A Tivo Years's Cruise off Tierra del Fuego, The
Falkland lslands, Patagonia and in the River Píate. A Narrative
of Life in Southern Seas, Londres, 1857.
HASTA LO ULTIMO DE LA TIERRA
255
Payró, Roberto J., La Australia Argentina. Excursión Periodística a las
Costas Patagónicas, Buenos Aires, 1898.
Paz, Félix F., Tierra del Fuego. Informe de su Gobernador. Revista
Geográfica Argentina, Buenos Aires, 1885.
Phillips, G. W., The Missionary Martyr of Tierra del Fuego, being a
Memoir of ]■ Garland Phillips, Londres, 1861.
Piedrabuena, Luis, El Capitán Luis Piedrabuena. Su centenario, Volu-
men XVII de la Biblioteca del Oficial de Marina, Buenos Aires, 1933.
Popper, Julio, El Gobernador de Tierra del Fuego ante el Juez del
Crimen, Buenos Aires, 1892.
Providence traced in the early history of three barbarians, Londres, 18S5.
R<ysenberg, Félix, Cape Horn, Londres, 1912.
Sánchez Ceschi, Eduardo A., Crónica histórica de Carmen de Patagones
entre los años ¡852-185$, Buenos Aires, 1938.
Schmidt, Theophilus, Two Linguistic Treatises on the Patagonian or
Tehuelche Language. Edited vvith an Introduction by Robert Leh-
mann-Nitsche, Buenos Aires, 1920.
South American Missionary Society. Boletín informativo mensual de la
S. A. M. S., Londres, 1868-1916.
Spears, John R., The Gold Diggins of Cape Horn, Londres, 1895.
Vago, Ismael A., Alien Gardiner. El Mártir de Tierra del Fuego, Bue-
nos Aires, 1939.
1
Se terminó la impresión de este
libro el día 16 de agosto de 1951
en los Talleres Gráficos "Yunque"
Pozos 968 — Buenos Aires
MAPAS
MAPA»* & PATAGON/ A
4k ¡OVO
MAPA Nsl
TIERRA
DEL
FUEGO
BW4904 .P3C21
Hasta lo ultimo de la tierra : Alien
Princeton Theological Seminary-Speer Library
1 1012 00037 2971
AURORA
£
/EDITORIAL^